Cap1 Detenidos-Aparecidos
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Cap1 Detenidos-Aparecidos
CAPTULO 1
Pabelln. Los presos polticos caminan libres por el pabelln de Devoto. Hicieron retirar a los guardias, mientras esperaban la amnista. (Foto: Alicia Sanguinetti)
y dnde no la hay esa sangre cada de los 16 fusilados en Trelew? y no habra que ir a buscarla? y no se la habra de or en lo que est diciendo o cantando? no est esa sangre acaso diciendo o cantando? y quin la va a velar? quin har el duelo de esa sangre? quin le retira amor? quin le da olvido? Juan Gelman
Sobreviviente. Mara Antonia Berger (segunda a la izquierda) se prepara para salir, tras haber sobrevivido a los fusilamientos de Trelew. Frente a ella, se encuentra Diana Triay de Llorens. Ambas estn desaparecidas. (Foto: Alicia Sanguinetti) 30
La libertad estaba cerca. Alicia poda sentir la brisa en la cara y el aroma del pasto que creca en el descampado alrededor de la crcel de Rawson. Por fin, estaba afuera. Haca diez minutos haba sonado en los pabellones de los presos polticos la zamba Luis Burela, la misma que cantaban las guerrillas de gauchos de Gemes en las luchas por la independencia. Se elev la voz clara de Carlos Astudillo, un militante de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), que haba sido detenido cuando cubra la retirada de sus compaeros en un asalto a un banco de Crdoba. Como buen santiagueo, le gustaba la chacarera, pero esta vez no tocaba la guitarra por placer. Con qu armas pelearemoooos? Con las que les quitaremos, dicen que grit cant. Era la seal para comenzar la fuga. Un revlver salido de la nada le apunt al jefe de la guardia cuando se acerc a la puerta enrejada del pabelln. Dame las llaves, dijo Marcos Osatinsky, lder de las FAR. El penitenciario solt el manojo. Reja tras reja, se fueron abriendo. Y los puestos de guardia cayeron uno a uno. Los celadores fueron a parar a las celdas, sin sus uniformes. La accin se repiti simtricamente en el pabelln de las mujeres: las celadoras entraron para hacer el recuento de las presas y fueron encaonadas. Quedate piola, le dijo Alicia a la celadora, luego de sacarle el manojo de llaves. De all fue al cuarto de guardia y puso la radio al mximo. Por si haba disparos.
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Los ocho grupos operativos en los que se haban dividido los militantes funcionaban como un mecanismo de relojera: unos custodiaban a los apresados, otros tomaban la enfermera y la cocina, mientras el grupo armado avanzaba con Fernando Vaca Narvaja de Montoneros a la cabeza, vestido con uniforme militar. Ya tenan los pabellones 5 y 6 bajo control. Entraron a la sala de guardia donde estaba toda la armera, encaonando a los guardiacrceles que haban capturado. Los celadores amagaron con desenfundar. Eran veinte, por lo que el tiroteo en el estrecho pasillo que conduca a esas oficinas poda ser brutal. No nos maten, por favooor. Nos rendimos, grit Carmelo Facio, uno de los guardias, y levant las manos teatralmente. Los otros siguieron su ejemplo. Con un sutil guio de ojo hacia los presos, Facio se dej desarmar. Dos grupos de guerrilleros disfrazados de penitenciarios salieron a tomar las torretas que vigilan el permetro del penal. Qu pasa, mi comandante? Escuch disparos. Nada, un incidente con unos estudiantes. brame orden sin cuidado Rubn El Indio Bonet, un obrero de Nestl y dirigente del Ejrcito Revolucionario del Pueblo (ERP). Los disparos venan de la conserjera, una casilla alejada de los edificios de la crcel y cercana a la entrada. El cabo Juan Valenzuela desconfi al ver venir a los presos. A pesar de que se haba afeitado su frondoso bigote, le vio cara conocida a Mariano Pujadas, un estudiante de Agronoma cordobs que militaba en Montoneros. Identifquese. Alto ah!, grit Valenzuela, y abri fuego con su fusil. Unos segundos ms tarde, cay muerto por una rfaga de FAL. A su lado, qued herido otro guardiacrcel. Bueno, muchachos, se tom el penal, anunci Roberto Mario Santucho, comandante del ERP. Cerca de sesenta guardias haban sido reducidos en diez minutos. El comienzo se haba demorado porque esperaban una seal de afuera, que lleg a las 18.22. Susana Lesgart, una maestra cordobesa y compaera de Vaca Narvaja, coloc una sbana en la ventana para avisar a los camiones que entrasen. Alicia sali de la crcel disciplinadamente junto con los ciento veinte presos que iban a escapar. Tenan bajo su control el penal. Slo restaba esperar el transporte, que llegara de un momento a otro. Era el 15 de agosto de 1972. Y la libertad estaba cerca.
Monjas y fierros
Alicia se pidi un cortado y mir por la ventana, que le devolvi el reflejo de una joven rubia y de ojos pardos. Afuera, el Luna Park luca desolado. Como fotgrafa, la imagen no le atraa. Ya secuestramos un camin que trans32
porta nafta. El plan es hacer una contencin de los policas para alejarlos de la zona y arrojar el camin contra el palco, le haba explicado Pedro, que militaba junto con ella en el ERP. Pedro, ms bien bajito, no tena pinta de guerrillero sino de intelectual. La dictadura del general Alejandro Agustn Lanusse haba logrado encarcelar a cientos de militantes de las organizaciones armadas, pero las acciones guerrilleras no decrecan. El 9 julio de 1971 el dictador iba a agasajar al presidente uruguayo Juan Mara Bordaberry. El objetivo, que Pedro vena detallando, era quemarle el palco en el que se iba a hacer la recepcin. Los cinco militantes estaban por abandonar la confitera cuando una brigada entera de policas entr y los rode. No tuvieron tiempo de hacer nada. Alicia se vio esposada y fue directo a Coordinacin Federal. As que queran matarlo a Lanusse?, le preguntaron en las interminables sesiones de tortura. En la celda de enfrente estaba Roberto Quieto, un joven abogado que haba fundado las FAR junto con Carlos Olmedo. Tras dos semanas de torturas, Pedro fue a parar a la crcel de Devoto y Alicia termin en el Buen Pastor, una de las unidades para mujeres que era dirigida por monjas, al lado de un convento de San Telmo. La metieron en una celda pequea, hacinada con otras cinco presas, de donde no las sacaban ni para comer. Entre ellas, Alicia reconoci a Diana Triay, que se haba fugado haca menos de un mes de la crcel del Buen Pastor de Crdoba. El 11 de junio tres guerrilleros haban encaonado a una empleada que sali a sacar la basura. Las presas comunes haban ido a misa, por lo que slo tuvieron que reducir a dos celadores. A la cabeza de las seis fugadas iba la Sayo, una profesora de artes plsticas tucumana que haba sido capturada cuando reparta comida en una de las villas. Su nombre completo era Ana Mara Villareal de Santucho, aunque le decan Sayonara por sus ojos achinados de saltea. Poco tiempo despus, la esposa de comandante del ERP volvera a caer presa. El 26 de junio, las FAR protagonizaron otra fuga en la crcel a la que lleg Alicia. Gustavo, un estudiante de Sociologa que formaba parte del equipo de apoyo, se apost frente a la puerta mientras un abogado de las presas mostraba su credencial para que les abrieran. Al verlos entrar y desarmar a los guardias, sor Donatina arroj las llaves de las rejas por la ventana. Luego de recibir un culatazo en la cabeza, que la apart del camino, vio cmo saltaba la cerradura por una rfaga de ametralladora. Las cuatro presas corrieron a los autos, mientras Gustavo abra fuego contra la puerta, para impedir que salieran los guardias. Arrancaron a toda velocidad y se perdieron zigzageando por la ciudad de Buenos Aires. Junto a l iba Amanda la Negra Peralta, la nica mujer capturada en Taco Ralo, durante el primer intento de formar una guerrilla rural en la Argentina. En la perse33
cucin, la polica pudo acorralar a uno de los militantes, Bruno Cambareri, que fue asesinado. Tras las dos fugas, las monjas decidieron que no queran ms presas polticas a su cargo, y Alicia fue trasladada junto con las dems a Devoto, donde se inaugur el primer pabelln para mujeres: el 49. Ah, pero esto es mucho mejor, se sorprendi Alicia al poner un pie dentro. El lugar le pareci inmenso comparado con las estrechas celdas del Buen Pastor y Coordinacin Federal: tena diez metros por cinco y medio sin celdas individuales, con camas cuchetas alineadas. Las paredes, celestes, como todo en Devoto. Al principio, eran cinco militantes, pero pronto llegaron ms de cien. Tenan un lavadero, ducha reducida y slo tres letrinas. Al fondo, haba un patio con pedregullo, donde jugaban al vley con una pelota que armaban con medias en los recreos. Compaeras, vamos a lanzar una huelga de hambre para que saquen de los calabozos de castigo a Santucho, Enrique Gorriarn Merlo, Jorge Ulla y Humberto Toschi, anunci Alicia. Los tienen ah para quebrarlos, agreg Pedro, en el pabelln de los hombres, que tambin inici la huelga. El Beto Toschi impona respeto con su estatura, en comparacin con el Petiso Ulla. Los dos haban abandonado un cmodo origen de clase alta para militar en el ERP y haban cado presos con Santucho el 29 de agosto. Finalmente, consiguieron sacarlos de los calabozos. La crcel es un frente ms de lucha, donde el revolucionario que est prisionero tiene tambin tareas que cumplir. Se organizan en los pabellones de cada crcel, con horario de actividad: se comienza siempre por la maana muy temprano, con gimnasia para mantener las condiciones fsicas, y se contina con las reuniones, cursos, estudio y discusiones, planteaba Santucho.1 La vida de los presos de las organizaciones armadas se rega por estas normas. Alicia rotaba por los distintos equipos: las que cocinaban (la comida se socializaba en un economato comn), las que limpiaban (llamadas fajineras), las que hacan trabajos manuales y las que participaban en los grupos de estudio sobre geografa, historia, poltica, marxismo. Un grupo de presas maestras empez a darles clase a otras que no tenan ms que una mala primaria. La gimnasia era obligatoria. Compaeras, estamos en cana, no nos vamos a masoquear haciendo gimnasia y leyendo a Mao todo el da, se quejaba Susana, una presa de la Juventud Peronista (JP), que quera dormir hasta tarde. Che, llegaron dos compaeras de Rosario. Estn en una celda un piso ms arriba, interrumpi la discusin otra presa. En seguida, se arm un revuelo para ver quines
eran. Consiguieron mandarles un sndwich y un mate cocido a travs de una celadora. Les mandan esto sus compaeras, le entreg la bicha2 a una de las presas. Qu compaeras?, se pregunt la Gringa, un tanto despistada. Quines estn?, grit alguien desde el pabelln de abajo. La Gringa la reconoci como otra presa de las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP). La Pochita y yo, le respondi. De pronto, ces el bullicio que se oa desde el pabelln. La Gringa aguz el odo para intentar entender qu haba pasado. Al unsono, las voces de ms de cien presas rompieron el silencio: Y se aaaaalcen los pueeeeeblos con valooor, por la internacionaaaaaaaal, cantaron. A la Gringa se le puso la piel de gallina. Era la bienvenida al pabelln 49.
2. Celadora, en la jerga carcelaria, porque tenan antenas para detectar lo que estaban haciendo las presas.
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El pibe sigui con la vista a la pareja (ella era alta y de pelo castao), que se sum a los estudiantes que iban ganando cuadra tras cuadra hacia la Jefatura de Polica. Cuando llegaron, Hugo empuj a la Gringa contra una pared para cubrirla. Esto no me gusta nada, pens. Un grupo de policas, rodilla en tierra, esperaba a los manifestantes. Apenas los vieron comenzaron los tiros. A pocos metros de ella, un pibe de catorce aos cay muerto. La Gringa lo conoca: era Juan Jos Cabral y formaba parte de un grupito al que le decan los piraas. Vamos, le dijo Hugo, y se alejaron de las balas. La Gringa vena de Las Heras. Era de las primeras adolescentes que abandonaban la vida pueblerina de ama de casa para irse a estudiar a Rosario. En su caso, para farmacutica. Apenas termin la carrera en 1971, se cas y se fue a vivir a Santiago del Estero, de donde era oriundo Hugo. Los dos militaban ya en el Partido Revolucionario del Pueblo (PRT); ella, en el frente estudiantil. Ah, ests ac, yo pens que estabas en tu casa, porque estn todas las luces prendidas le coment una vecina al entrar a la casa de su suegra, y a la Gringa se le hel la sangre. Era evidente para ella que los represores estaban en su casa. Hugo estaba de viaje haca dos meses, por actividades del partido, y desde entonces ella slo escuchaba de detenciones y ms detenciones de compaeros. La cacera se haba desatado luego de la fuga de catorce militantes del penal de Villa Urquiza, en Tucumn. El 6 de septiembre de 1971 una camioneta de la empresa Val Gas entr a la crcel. Venimos a dejar estas garrafas, explic uno de los guerrilleros para que les abrieran. Adentro, los guardiacrceles se resistieron y se produjo un tiroteo, en el que murieron cinco penitenciarios. Consiguieron escapar doce dirigentes del ERP y dos peronistas. Muchos de ellos fueron recapturados en los das posteriores. La represin empez en Tucumn y se fue extendiendo a las provincias cercanas. Al enterarse del allanamiento en su casa, la Gringa no dud: le pidi plata a su suegra y escap hacia Rosario con lo puesto. Gringa, and a esconderte a la casa de la Pochita, que est sola con la nena, le dijo un compaero de la facultad apenas pis Rosario. No pasaron ms de tres horas antes de que allanaran la casa de la Pochita. No buscaban a la Gringa, pero igual march presa. Tras detenerla, le abrieron una causa en la Cmara Federal en lo Penal, creada por el gobierno para perseguir los actos de subversin tendientes a afectar la seguridad de las instituciones nacionales.3 De Rosario la trasla-
daron a Devoto, donde estaban concentrando a todas las mujeres. Luego de la bienvenida, la bajaron al pabelln 49 y se sum al grupo del PRT-ERP, aunque odiaba el trote reglamentario por las maanas. El rgimen carcelario era leve: tenan las puertas de las celdas abiertas la mayor parte del da en el pabelln, recreos largos en el patio y las requisas no eran violentas. Por la noche, las presas aprovechaban para charlar, cantar o jugar al ajedrez. Alicia le deca la Tweety a la Gringa, por lo charlatana. Cuando llegaba una presa entonaban distintas canciones segn su origen poltico para recibirla. A la Gringa le toc varias veces cantar la Marcha peronista, aunque ella era del PRT. Poco despus de su arribo a Devoto, se lanz una huelga de hambre para impedir que llevaran a cuatros presas a la crcel que funcionaba en el buque Granaderos. Alicia llevaba once das sin comer cuando entr la patota de requisa para sacar a las cuatro detenidas. Las militantes se agarraron de los brazos para resistir. No vamos a ir al campo de concentracin, grit una. Llvense a cuatro cualquiera, orden el jefe de la requisa, y a fuerza de golpes y empujones las sacaron. Asesinos!, les dijo la Gringa, que se salv de la boleada, al igual que Alicia. Poco tiempo despus, les toc a ellas el traslado. Se pudri todo, le coment una presa a las que estaban cocinando y tir un diario sobre la mesa: haba aparecido muerto el empresario de la Fiat Oberdan Sallustro. El 21 de marzo de 1972 un comando del ERP lo haba secuestrado y haba pedido a cambio de su liberacin que se solucionase el conflicto en las fbricas de Materfer y Concord, de Crdoba, que la empresa repartiera alimentos y tiles en todo el pas y que se liberase a todos los presos polticos. El gobierno de Lanusse se mantuvo inflexible y el 10 de abril un comando de la polica se tirote con los guerrilleros que custodiaban la casa donde lo tenan secuestrado. Al entrar, encontraron a Sallustro con un disparo en la cabeza. En slo unos das empezaron los traslados de presos y presas a Rawson: a Alicia y a Pedro les toc ir en los primeros aviones y a la Gringa, en los ltimos.
3. Del texto de la ley 19.053 del 28 de mayo de 1971. Este fuero fue conocido como El Camarn o La Cmara del Terror. Desde su creacin, intervino en todas las detenciones de militantes
de las organizaciones armadas, sindicalistas, dirigentes estudiantiles y otros presos polticos. Sus sentencias no tenan instancia de apelacin, intervenan en todo el pas, se les permita no dar a conocer de qu se acusaba a los imputados, que podan estar incomunicados por veinte das, lo que facilitaba la tortura. Tena nueve jueces: Juan Daz Reynols, Carlos Malbrn, Ernesto Ure, Eduardo Munilla Lacasa, Csar Black, Jaime Smart, Mario Fernndez Badessich, Marcelo Barrera (sucedido por Esteban Vergara) y Jorge Quiroga.
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En la celda. Una presa peronista prepara las banderas para la salida el 25 de mayo de 1973. (Foto: Alicia Sanguinetti)
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En los pabellones de las mujeres, que estaban arriba de los masculinos, se encontraban libres de ocho de la maana a seis de la tarde. Tenan una mesa grande en el centro del pabelln y estufas, que calentaban bastante poco, por lo que la Gringa andaba todo el da con el poncho puesto. A las seis las encerraban en celdas individuales, de tres metros por dos. Vamos que nos vamos, les deca un penitenciario aplaudiendo para que entrasen. Muchos repetan sus palabras pensando en planes de fuga. Los sbados a la noche, el rgimen era menos estricto. A pesar del fro, disfrutaban de las guitarreadas donde cantaban juntos presos y presas. Astudillo era el payador por excelencia. Haba unas claraboyas de vidrio en el piso de las mujeres, que haban roto para poder comunicarse. Los hombres llegaron a formar una pirmide humana para que pudieran darse la mano Mara Rosa Pargas y su novio, Alberto Camps, otro militante de las FAR que haba sido capturado en el asalto a un banco en Crdoba. A ustedes, los peronistas, Lanusse los envi ac porque Pern lo mand a Lanusse castigado a esta crcel, le comentaba un penitenciario viejo a Susana. Yo me acuerdo que l barra los pasillos, lo que no le gustaba era la cocina, deca. La mayor parte del tiempo la insuma la discusin sobre la posibilidad de crear una nica organizacin armada. Alicia particip en los equipos de debate, que elevaban las discusiones a la conduccin de cada organizacin. La Gringa se acostaba a escuchar los debates de los dirigentes por la claraboya que conectaba al pabelln 6. El dilogo lleg a ser tan acalorado que dejaron de jugar al ftbol para participar de las discusiones doce horas por da. Vos que tens buena letra, tom nota, le pidi Santucho a Pedro. Pedro llen un cuaderno gordo, de sesenta pginas, con una letra diminuta, con las posiciones de las FAR, Montoneros y ERP. Los presos de las FAP, que cayeron en Taco Ralo, no pudieron participar porque estaban detenidos en la crcel de Resistencia, en Chaco. Finalmente, se elabor un documento de ocho pginas con las coincidencias y las principales diferencias. Con el tpico humor carcelario, le pusieron el balido de Rawson por el cordero viejo y fro que les daban de comer todos los das. En el texto reflejaban los acuerdos en torno a la lucha armada con diversos matices, el lugar del sindicalismo y los movimientos de masas, pero hubo un obstculo insalvable: el peronismo. Mientras el ERP se negaba a considerarlo un movimiento revolucionario, Montoneros lo apoyaba a ultranza y las FAR se inclinaron a aceptar esa caracterizacin. Ms all de las diferencias, la convivencia y el debate gestaron un grado de acercamiento importante entre los militantes presos de las distintas organizaciones que les hizo pensar en la posibilidad de una fuga conjunta. Los planes comenzaron a ser cada vez ms concretos. El objetivo era que salieran todos. Los militares esperaban un ataque externo, por lo que esa op40
cin se descart. La primera idea fue un tnel: escapar por la noche y ocultarse en tatuceras, que eran escondrijos en el campo que haban inventado los Tupamaros. Alicia sala todos los das al recreo y arrojaba, disimuladamente, piedras y tierra que guardaba en varias bolsitas cosidas a la ropa. Los presos se turnaban para cavar. Usaban como palas una parte de los calentadores y colocaban cartn con engrudo para apuntalar el tnel. De da, lo tapaban de nuevo con las baldosas y le ponan arcilla coloreada para que no se notara la diferencia. En parte por lo difcil del plan, y en parte porque el tnel comenz a inundarse, desistieron. Por suerte paramos, si no el patio iba a crecer un par de metros, bromeaba la Gringa entre sus compaeras. La segunda idea fue escapar en un avin que aterrizara cerca de la crcel. Las FAR compraron un avin en Panam, pero no consiguieron piloto. Entonces, empezaron a revisar los vuelos comerciales de Trelew. Podan escapar y copar un avin. Se estableci el orden de salida segn las jerarquas: primero los cinco dirigentes, despus un grupo de cerca de veinte cuadros intermedios y por ltimo unos cien militantes de base. Los que saban el plan completo eran menos de diez, pero el resto de los presos comenzaron a recibir tareas puntuales. A los hombres les toc fabricar facas, es decir, armas blancas hechas con agujas y otros objetos de metal, para lo que estaban todo el da sacndoles filo. Se hacan sancionar en los calabozos de castigo para ver otras partes del penal y su funcionamiento: las guardias, los cambios de turno, las distancias. Quince metros a la sala de guardia, sesenta metros hasta la garita en la entrada, anotaba mentalmente Pedro. A Alicia, junto con otras presas, le toc coser boinas y teir camisas, para imitar el uniforme de los penitenciarios. Tambin hicieron cintos y cartucheras de cuero y fabricaron una rplica de un revlver con pan de miga que, teido de negro, se vea bastante real. Facio era un guardiacrcel que sola tratarlos bien. Luego de largas conversaciones, lograron convencerlo de que los ayudara. Le ofrecieron una suma importante de dinero4 para que se decidiera a entrarles armas, separadas en partes en latas de dulce de batata. Las escondan en el primer tramo del tnel, que haban abandonado. Tambin les consigui un uniforme militar para Vaca Narvaja, que haba hecho su secundaria en el Liceo Militar. La idea era simular una inspeccin por parte del Ejrcito. Gringa, te estn llamando en la reja, le avis una de las presas. La celadora le inform que la iban a trasladar a Devoto por un trmite judicial. Se
4. Antes de que pudiera cobrar la ltima parte, fue secuestrado y asesinado por la dictadura de Lanusse. Su cuerpo fue devuelto a la familia.
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corra la bemba5 de que algunas de las detenidas iban a ser enviadas a una crcel todava ms rigurosa que la dictadura iba a construir en la isla de los Estados. Llorando, la Gringa pas frente al pabelln de los hombres y salud a Santucho. Quiero irme con ustedes. Tengo tanta mala suerte que seguro ahora me mandan a la isla de los Estados, se quej. Callate!, le orden Domingo el Gringo Mena, pensando que poda deschavar la fuga. La Gringa no saba nada de los planes, pero igual se call. Y parti hacia Devoto. Quince das ms tarde todo estaba preparado: un grupo iba a copar un avin simultneamente con la fuga y los iba a transportar en camiones hasta el aeropuerto de Trelew, por orden jerrquico. No vengs esta tarde, porque tengo una reunin con las delegadas, minti Mara Anglica para proteger a su padre, que estaba de visita en Rawson. Le dedic una de sus sonrisas al verlo salir. A ella, como a la mayora, se le haba informado de la fuga al medioda. Ese da, justo ese da, sirvieron asado de vaca. Saban que no podan comer mucho antes de una accin, pero igual lo probaron para no despertar sospechas. Haca fro (ms que el habitual) y se estaba nublando. Aguardaban una seal de afuera con un pauelo blanco, que significaba que podan iniciar el copamiento. Todos esperaron hasta que, tras recibir la indicacin, Astudillo cant: Con qu armas pelearemoooos? Con las que les quitaremos, dicen que grit le respondieron a coro.
Pa Chile me voy
La libertad estaba cerca, pero algo no andaba bien. Los minutos pasaban y el transporte para los ms de cien presos no apareca. Tosco, que haba decidido no participar de la fuga para no tener que pasar a la clandestinidad, contena a los comunes, que miraban en silencio detrs de los barrotes. Un solitario Ford Falcon, conducido por Carlos Goldenberg, un militante de Montoneros, entr a toda velocidad. Subieron los dirigentes que tenan prioridad en el escape: Santucho, Mena, Gorriarn Merlo, Quieto, Vaca Narvaja y Osatinsky. Y salieron hacia el aeropuerto de Trelew. Sentando en su asiento del vuelo de Austral, Vctor Fernndez Palmeiro miraba intranquilo por la ventanilla. El avin que vena de Comodoro Riva-
5. Las bembas eran los rumores que circulaban entre los presos polticos. Un mago que relativiza tiempo, muros y enemigos, agranda las noticias buenas y achica las ingratas. En el fondo del pozo, niega la derrota. Canta la victoria: es un fabricante de sueos; Juan Manuel Ramrez, La Tusca, Buenos Aires, Al Margen, 2003, p. 148. Vase Emilio de pola,La bemba, en Ideologa y discurso populista, Mxico, Folios, 1982.
davia despegara de un momento a otro, dejando atrs Trelew y la posibilidad de la fuga. Cerca de l, Alejandro Ferreyra evaluaba opciones. No tenan forma de saber qu estaba pasando. El ltimo contacto para abortar el plan era Ana Wiessen, que acababa de subir al BAC-111. Ana decidi improvisar y se lanz a una discusin con las azafatas sobre su equipaje. Luego simul que se senta mal. Apenas puso un pie en el aeropuerto, un desconocido intercept a Vaca Narvaja. Teniente, tiene las charreteras al revs lo reprendi el individuo pequeo, pero macizo. Disculpe, sabe que tuve una fiesta le respondi Vaca Narvaja, que no conoca al hombre, pero intuy que se trataba de un militar. Era el coronel Julio Csar Perlinger, hijo de un general que fue ministro del Interior del gobierno que derroc a Juan Domingo Pern. Durante el golpe del 28 de junio de 1966, Perlinger haba sido el encargado de echar de su despacho al presidente radical Arturo Illia. Al que no sale le meto un tiro en la cabeza!, grit con un arma en la mano. Poco despus, desafi a duelo a Juan Carlos Ongana. El dictador esquiv el convite, pero consigui que lo pasaran a retiro. Perlinger sigui su camino por el aeropuerto, sin fijarse en el abogado Mario Amaya, que vena de despedir a un sindicalista que se volva a Buenos Aires. Buenos das, doctor, le solt uno de los guerrilleros al cruzarse con l. Y a ste, de dnde lo tengo?, se pregunt Amaya. Horas ms tarde, se dara cuenta y se agarrara la cabeza. Con autoridad, se anunciaron en la torre de control como militares y ordenaron que se detuviese el avin, porque poda tener una bomba. Estamos al lado de una crcel con guerrilleros famosos, lo convencieron al tcnico, que transmiti la orden al avin. Nos descubrieron, pens el Petiso Ferreyra al ver venir a toda velocidad un Ford Falcon con siete hombres, uno de ellos con uniforme militar. Sac el arma. Pongan las manos sobre el asiento. No se preocupen, todo va a salir bien, les plante Ana a los noventa y seis pasajeros del avin copado. No alcanzaron a trabar la escotilla. Al abrirla, Vaca Narvaja se encontr con Vctor Fernndez Palmeiro preparado para disparar. Paren, paren, que somos nosotros, grit. Subieron a bordo, el avin se coloc al comienzo de la pista y aguardaron a que llegaran los dems. Tras unos minutos, decidieron que no podan seguir esperando. Si colocaban un camin en el camino, sera imposible que se escapasen. No tenemos suficiente combustible para llegar a Chile, se excus el piloto, intentando ganar tiempo. Si alcanza para ir a hasta Buenos Aires, tiene que alcanzar para Chile, lo cort Santucho. Ana les habl a los pasajeros por el intercom para tranquilizarlos: Disculpen la demora, en cinco minutos
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vamos a despegar. Apenas el avin carrete en suelo chileno, donde gobernaba el presidente socialista Salvador Allende, empezaron a sentirse a salvo. De todas formas, tuvieron que negociar con la polica chilena durante seis horas. En un primer momento dejaron ir a todas las mujeres y los nios y, unas horas ms tarde, al resto de los pasajeros. Bajaron en Puerto Montt en medio de una lluvia torrencial. La unificacin de las organizaciones armadas es el nico camino, asegur Osatinsky a los medios chilenos. Jug un papel muy importante la convivencia en los penales de compaeros de distintas organizaciones, lo que ha permitido un conocimiento ms amplio, una comprensin mayor de la unidad de objetivos, explic Santucho. Las crceles son, como dijo Ho Chi Minh, la primera escuela de un revolucionario, record Vaca Narvaja. En Devoto, la Gringa no lo poda creer cuando escuch la noticia. Los haba visto haca slo dos semanas, cuando la trasladaron. Eufricas, las presas cantaban: Cuando pa Chile me vooooy. Pero se acerc una compaera y les coment: Lstima que no todos salieron.
La Patagonia trgica
Mariano Pujadas levant el telfono desesperado y llam a todas las agencias de remises y taxis de la zona. El cambio de guardia era a las 19.30, por lo que no pasara mucho tiempo hasta que se enteraran de la fuga. Solamente consiguieron dos Falcon y un Valiant, a los que se subieron catorce hombres y cinco mujeres de la conduccin. Sub vos, Luis, le dijo el Indio a un compaero. No, Indio, vos sos ms importante que yo afuera. And vos. Bajate orden Susana Lesgart a uno de los remiseros. No, est bien, espero ac al pasajero dijo el hombre pensando que era otro viaje con un oficial que sala de franco. No, bajate. El penal est tomado por los presos. Al aeropuerto de Trelew, lo ms rpido, pero sin matarnos, indic Mariano. Los seis kilmetros hasta el aeropuerto se hicieron eternos: uno de los autos andaba mal, y el resto decidi esperarlo para no separarse. Mara Antonia Berger, una sociloga y militante de las FAR, se asom y vio cmo el avin con los dirigentes despegaba. Llegaron cinco minutos tarde. Se desplegaron por el aeropuerto y condujeron a todas las personas al comedor. Con su boina negra, Alberto el Lobo Del Rey reparti municiones a los rehenes como souvenirs. Ya les pisaban los talones. Desde la torre de control iniciaron un duelo de radios: los guerrilleros por un lado, y los militares, que con sus transmisores consiguieron que otro vuelo no aterrizara, por el otro. Todava en el aeropuerto, Perlinger estaba impresionado con la discipli44
na de los guerrilleros. Seor, yo no coincido con usted ideolgicamente en nada, pero le rindo el mismo respeto que le renda un romano a un cristiano cuando lo tiraba a los leones y saba levantar la cruz. Al pas lo van a construir los que sean capaces de tirarse a los leones, le dijo a Alberto Camps. Por esa frase, fue a parar al calabozo por sesenta das. El plan indicaba que no deban dejarse atrapar en el descampado, porque implicaba un fusilamiento seguro. Esperaron hasta que los siti un batalln de infantes de marina, liderado por el capitn de corbeta Luis Sosa, que orden a los gritos que se rindiesen incondicionalmente. Calma, calma, que ac no hay ninguna necesidad de gritar, hablemos normalmente, le contest Mariano, que se acerc a negociar. A Mara Antonia, por ser mujer, no le diriga la palabra y la miraba con sorna. Los guerrilleros consiguieron que se acercase un juez federal, Alejandro Godoy, y la prensa. Ante las cmaras, dieron una conferencia en la que por primera vez se escuch abiertamente la voz de las organizaciones armadas. Aqu en la Patagonia, concebimos esta lucha como la continuacin de la que libraron los obreros rurales que en los aos 20 fueron asesinados por el Ejrcito. Somos los continuadores de ellos. Somos hijos del pueblo, sostuvo el Indio Bonet, quien aclar que el gobierno actual es una dictadura militar al servicio de los monopolios. No hemos elegido la violencia por la violencia misma, pero vemos que es el nico camino que nos queda. En este sentido somos pacifistas, remarc Mara Antonia. Dos de las organizaciones que estamos aqu somos peronistas, la otra no lo es; pero eso no es ninguna traba para nuestra voluntad de unidad, afirm Mariano, quien sostuvo que mientras el rgimen no haya liberado a los presos polticos, que son miles, mientras no haya terminado con las torturas y los asesinatos, demuestra que no tiene voluntad pacificadora. Sosa estaba cada vez ms nervioso. Los guerrilleros no acataban sus rdenes y no aceptaban rendirse si se los trasladaba a una unidad militar. Mientras intentaba apagar las cmaras y les indicaba a los periodistas que no hablasen de fuerzas de la represin, se fue quedando sin argumentos frente a Mariano, que le exiga que los devolviesen a Rawson, donde podan ser mediadores para la entrega del penal. Finalmente, tuvo que acceder. Mariano le solicit, por ltimo, un mdico. Para qu lo quiere? Tenemos experiencia sobre la forma en que hemos sido tratados otras veces por la represin. No se lo voy a permitir! No le estoy diciendo que usted sea un represor, pero, le repito, tenemos experiencia de otras oportunidades. Finalmente, fueron revisados por el doctor Atilio Vilglione, un ex vicegobernador radical. Dejaron las armas y salieron en fila, riendo y haciendo la
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V. Viva Pern, grit Mara Antonia cuando la suban a un micro. Venamos a liquidarlos a todos y estn vivos. Si se hubieran animado a disparar un tiro, no dejbamos ni a uno. Pero se rindieron, los muy cagones, gritaba a quien lo quisiera or uno de los soldados del cuerpo antiguerrilla. El micro arranc, acompaado por el juez, los periodistas y los abogados. Llegaron hasta la reja, donde les impidieron seguir. Entre ellos, Amaya protest hasta cansarse y present un recurso de amparo al da siguiente. Como respuesta lo detuvieron a disposicin del PEN y no saldra en libertad hasta cien das ms tarde. Completamente incomunicados, los diecinueve guerrilleros fueron sometidos a una revisacin mdica y luego los empujaron hasta ocho calabozos, donde se colocaron diez soldados armados con FAL. No era Rawson, como haba prometido Sosa. Estaban en la base Almirante Zar.
Rawson sitiada
La fuga estaba en marcha. Jorge, un militante de las FAR, esperaba cerca del penal. Haba viajado a bordo de una camioneta desde Baha Blanca, estaba a cargo del equipo que deba transportar a los presos en dos camiones y esperaba una seal en las ventanas de la crcel. Las frazadas indicaban que la fuga haba fallado, mientras que las sbanas anunciaban la victoria. El sonido de los disparos en la conserjera alcanz sus odos, aguz la vista y crey ver frazadas. En mitad de la retirada, frenaron en la ruta y discutieron. Volvieron a tratar de encontrar a los presos, pero el camino ya estaba bloqueado. Separmonos, propuso el Colorado a uno de sus acompaantes, que pas los siguientes das escondido en un garaje, bajo una pila de colchones, luego de dispararle a un polica de pueblo que intent detenerlo en un camino de ripio. Un grupo de las FAR lo fue a buscar en una camioneta de doble piso y lo sac de la zona. Jorge no tuvo tanta suerte. Intent perderse en las rutas provinciales. Un empleado lo mir sospechosamente cuando par a comprar nafta y comida. La radio ya anunciaba la fuga a los cuatro vientos. La camioneta se qued en un camino de montaa, cuando la nieve le inutiliz el distribuidor. Alcanz a pie el pueblo de Gan-Gan, donde lo detuvieron. Tens suerte, pibe, le dijo uno de los soldados que lo vino a buscar. Si te encontrbamos en el camino, tenamos orden de matarte, le revel. Compaeros, algo fall. Tenemos que volver. Hasta la victoria siempre, orden Pedro a los cien presos que haban quedado a pie en Rawson. Rpidamente, se organiz una nueva direccin que se ocup de lograr que se diesen las garantas para que no los fusilasen: difundir en los medios la toma, pedir que se acercase un juez y sus abogados. El penal est tomado, le inform uno
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de los guerrilleros al polica que llamaba peridicamente para controlar. Pepero si llam hace dos minutos y me dijeron que estaba todo bien, respondi el oficial, anonadado. S, recin s, pero ahora est tomado, le explic. Alicia volvi al pabelln. Algunas de las presas lloraban de angustia. Apagaron todas las luces para dificultar la puntera de los militares y se quedaron juntas en el centro del pabelln. Ya se oan los ruidos de helicpteros. El primero en entrar fue un despistado mensajero del correo con su familia. Trataron de que saliera, pero ya era tarde: cerca de tres mil militares cerraban el cerco sobre el penal. Rpidamente, abandonaron las garitas externas, donde eran blanco fcil. Apenas se iniciaron las negociaciones, con un militar de rango bajo, pidieron que se dejara salir al cartero, pero los militares no aceptaron. Los presos le trajeron leche a la hija del mensajero e intentaron tranquilizarlos. No era tan sencillo recuperar la crcel, si los presos oponan resistencia. Les quedaban unos treinta FAL y algunos revlveres; el resto se lo haban llevado los diecinueve dirigentes. La orden era no disparar a los soldados si no era indispensable. No sigan avanzando. Los tenemos cubiertos y en nuestra lnea de fuego, les advertan a los gritos. Las tropas, que iban tomando posiciones, se detenan. La negociacin con el general Eduardo Ignacio Betti dur toda la noche, hasta que amaneci. Por las radios, Alicia se enter de que se haban fugado los seis dirigentes y que los otros diecinueve fueron capturados. De tanto en tanto, pasaban aviones en vuelo rasante sobre la crcel. Nos van a bombardear y nos van a matar a todos, se espant una de las presas, mientras Alicia le agarraba la mano. Finalmente, llegaron a un acuerdo: se rindieron incondicionalmente, luego de que Betti se comprometi pblicamente a respetar la vida de los presos. Dejaron todas las armas en el patio central y se retiraron a las celdas. Viva Montoneros, FAR y ERP, gritaban los presos de las distintas organizaciones mientras los soldados ingresaban al penal a las ocho de la maana del 16 de agosto. Apenas confirmaron que estaban todos desarmados, entraron a las celdas y los dejaron desnudos y sin colchones. Alicia pasara as los siguientes das. Incomunicada y sin comida. El abogado radical Hiplito Solari Yrigoyen intent verlos ese da. No es posible. Y ya no lo ser nunca, fue la escueta respuesta de los penitenciarios.
Nosotros solamente buscamos que nos diga quines son ustedes, porque son nuestros prisioneros ahora. Somos caballeros. Eso no es cierto, a m hace no s cunto que me tienen parada y nadie me ofreci sentarme. Bueno... Adems, ustedes tienen antecedentes... Por qu lo dice, por el 55? La Armada no tiene la culpa de los civiles que murieron en los bombardeos. Adems, est dentro de las reglas militares... Las conversaciones eran cada vez ms ridculas, sin dejar de ser siniestras. A Ana Mara le haban preguntado si Santucho la haba abandonado. Se da cuenta, oficial? Sin torturas no se consigue nada, se decan entre s. Tambin recibieron la visita de los agentes de la Direccin de Investigaciones de Polticas Antidemocrticas (DIPA) y del juez Jorge Quiroga, de la Cmara Federal en lo Penal. Puedo hablar con usted a solas?, le pidi Mara Antonia. Cmo no. Retrense, solicit el juez a los soldados, que ni se inmutaron. Bueno, no importa, hablamos as, se resign la presa. Pero, por qu no se van?, insisti sin xito el juez, que haca la vista gorda a las condiciones en las que estaban encerrados. El rgimen, que los primeros das fue normal, se haba vuelto estricto hasta lo inimaginable y empeoraba cada da. Haidar, desaloje, le decan a Ricardo el Turco Haidar, un ingeniero qumico que militaba en Montoneros. Sala al pasillo con las manos en la nuca y por lo menos cinco soldados le apuntaban con sus armas amartilladas y sin seguro. Alto. Avance. As iba hasta el bao, donde le seguan apuntando. Para comer era lo mismo. El Indio se encontr con un arma arriba de la mesa. Dale, animate a agarrarla, le lanz el teniente Roberto Guillermo Bravo, que diriga la guardia ms dura. El Indio la ignor y comenz a comer, ya que slo le daban cinco minutos. Somos unos boludos. En vez de matarlos, los estamos engordando, azuz Bravo. Bravo obligaba a los hombres a desnudarse y hacer flexiones o cuerpo a tierra (con varios grados bajo cero). Tambin a las mujeres, aunque sin sacarles la ropa. Clarisa Lea Place, militante tucumana del ERP, intent resistirse y Bravo le puso un arma en la cabeza. Vas a morir, hija de puta, le grit. No me mate, susurr Clarisa. Bravo cavil, baj el arma. Como ninguno tena puesto el seguro, cada tanto se escapaban algunos tiros y hasta rfagas de ametralladoras. Tenan estrictamente prohibido hablar, incluso los que estaban en una misma celda. Los presos se comunicaban entre s utilizando un lenguaje de seas, donde las manos representaban las distintas letras del alfabeto. Para intentar pasar el tiempo, Mario Delfino un militante del ERP que haba abandonado la facultad para irse a trabajar a una fbrica hizo un ajedrez
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con migas, que tea con polvo de ladrillo. Tambin model un pollito diminuto y se lo regal a Mara Antonia. En cuanto lograron encontrarlo, se lo confiscaron. Con el correr de los das, el clima se iba enrareciendo. Los despertaban todas las noches con simulacros de fusilamientos. Ya desvelado, Humberto Pucho Surez, un militante del ERP con rasgos indgenas, se sent en la cama y escuch los ruidos de candados y de armas. Dale, vamos, deca un oficial. No, todava no, le responda el otro. En una celda cercana, Alfredo Kohon, un estudiante de Ingeniera entrerriano que militaba en las FAR y al que le decan la Vieja (porque era demasiado serio), trataba de tranquilizar a los dems: Cualquier cosa, nos ponemos cuerpo a tierra y no nos asustemos. Bravo los interrogaba al azar durante la madrugada. Quin los ayud a preparar la fuga? Confes, hijo de puta, le gritaba, sin xito, al mdico cordobs Miguel ngel Polti, del ERP. Pararse, enrollen el colchn, les orden Sosa el 19 de agosto. Los sacaron hasta un patio, donde les apuntaron cinco marinos, listos para fusilarlos. Estuvieron as cinco minutos y los devolvieron a la celda. La prxima vez no va a haber negociacin. Los vamos a cagar a tiros sin tanto miramiento, amenaz Sosa a Eduardo el Fauno Capello, un militante del ERP que le devolvi una mirada inexpresiva con sus ojos verdes. El agudo sonido del silbato de Bravo los despert a todos a las tres de la maana del 22 de agosto de 1972. Salgan y formen fila en el pasillo, orden Sosa. Al Turco Haidar le result extrao, dado que siempre los hacan salir de a uno. En la puerta de la celda, Sosa lo mir con odio. No me mire, ponga la barbilla contra el pecho, le dijo, y le puso un arma en la cabeza. Si no pone el mentn contra el pecho, le pego un tiro, amenaz, y el Turco obedeci. Haba alcanzado a ver dos ametralladoras pesadas al comienzo del pasillo que daba a los calabozos. Escuch a Mariano, al que le obligaban a repetir: Yo amo a las Fuerzas Armadas de mi pas. Buscaban sacarle una reaccin. Lo peor que podran haber hecho era meterse con la marina. Ahora van a conocer el terror antiguerrilla. En un instante, el aire se cubri de gritos y del sonido ensordecedor de las rfagas de las ametralladoras. Alberto Camps logr tirarse dentro de la celda con Mario Delfino, mientras sus compaeros caan heridos de muerte. Viva Argentina, hasta la victoria siempre, alcanz a gritar Jos Mena, un militante del ERP, antes de que lo asesinaran. Qu hacemos?, pregunt Mario. No nos movamos, dijo Alberto. No poda pensar. No haba escapatoria. Levntense!, orden Bravo. Ahora van a declarar?, les pregunt mientras les apuntaba. No, respondieron, e inmediatamente recibieron un balazo cada uno. Alberto segua vivo; Mario, no. Procur quedarse quieto, mientras escuchaba los quejidos y los tiros de gracia.
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Bravo ingres a la celda del Turco, que estaba escondido bajo la cama de cemento con Kohon. Salieron, no tena sentido ocultarse. Van a declarar?, repiti Bravo, fuera de s. S, le contestaron. Bravo sali, pero de inmediato entr otro oficial que los fusil. Haidar tambin intent hacerse el muerto. Pero esta hija de puta no se muere, cunto tarda en morirse, grit un oficial. Ya herida y tendida en el piso, Mara Antonia vio cmo golpeaban a la Petisa Sabelli, que haba muerto en el acto. Luego escuch que se acercaban a ella. Intent quedarse quieta. El segundo disparo le destroz la mandbula. Pero segua viva. Con su sangre, escribi en la pared los nombres de los asesinos (Sosa, Bravo) y tambin LOMJE (libres o muertos, jams esclavos). Alguien fue ms tarde a borrar esa sangre con un balde de agua. Pero, dnde no est esa sangre cantando? No habra que buscarla? Y quines retomaron su canto?
La furia, en vela
La ola expansiva de la masacre de Trelew se volvi incontrolable para la dictadura de Lanusse ese mismo 22 de agosto, a pesar de que prohibi por decreto la difusin de informacin que pudiese provenir de las organizaciones armadas. Almirante Zar. Intento de fuga, ley Pedro en las manos de un comn, que le hablaba por seas desde otro pabelln. Transmiti la noticia por cdigo morse y, enseguida, un preso sac de su escondite una pequea radio, que se haba salvado de las requisas, y se puso a escuchar. Primero se hablaba de tres muertos, luego la cifra creci hasta diecisis. El rumor de los asesinatos corri por los pabellones y enlut a todos los presos, que esa maana haban sufrido una golpiza muy dura. Luego de varios das desnudos, les haban entregado un uniforme. Al escuchar la bemba, Alicia record la sonrisa de Susana Lesgart y lo estricta que era Clarisa Lea Place, ambas compaeras de estudio en la prisin. En la celda de al lado, mientras las lgrimas resbalaban por su cara, una presa tom el tenedor torcido con el que coma el cordero fro en la celda y escribi en la pared el nombre de los fusilados. Desde su pabelln, Tosco les hizo un homenaje a grito pelado: Esta crcel la vamos a rebautizar campo de concentracin 22 de agosto. Ellos eran compaeros con los que compartimos la prisin y con los que hablamos de ideales comunes. Quiero nombrarlos aqu. Para desahogarse, gritaron los nombres de cada uno, seguidos de Presente! Hasta la victoria siempre. Ni los penitenciarios ni los cuarenta gendarmes que mantenan custodiado el penal des50
de la fuga tuvieron forma de evitar que el homenaje se repitiera todos los das. Gritaban sus nombres, cantaban La Internacional y la Marcha peronista. Los guardias les ordenaron irse a dormir. Pero esa noche nadie durmi. En Chile, los dirigentes de las organizaciones armadas estaban intranquilos. Les haban sacado la radio y no queran decirles qu pasaba. Son cuentos, no pasa nada, intent tranquilizarlos torpemente un polica chileno. Finalmente, les comunicaron las muertes. Al escuchar el nombre de su esposa, que estaba embarazada de cuatro meses, Santucho se cruz de brazos y se qued en silencio por horas. A su alrededor, los dems lloraban, puteaban o caminaban de un lado a otro. Los vamos a agarrar a estos hijos de puta, mascull el Gallego Fernndez Palmeiro. El pedido de extradicin de la dictadura argentina, que los haba mantenido en suspenso hasta ese momento, fue denegado por el presidente de Chile, Salvador Allende, que les permiti viajar a Cuba al da siguiente. A Jorge lo mantenan en una comisara de Rawson. El secretario del juez Quijada fue a verlo. Usted manej los camiones?, pregunt. No voy a declarar, le dijo Jorge y, a rengln seguido, lo sacaron al patio. Un soldado lo mantuvo encaonado toda la noche contra una pared, mientras Jorge tiritaba por el fro insoportable. Cada hora, lo hacan entrar y el secretario de Quiroga le ofreca un caf caliente, acompaado de preguntas. El 22 de agosto, vio a los militares preparar un asado junto a algunos de los funcionarios judiciales. No entendi qu festejaban, hasta que lo trasladaron a Devoto. A los distintos medios en Buenos Aires lleg un cable de la agencia oficial Tlam que deca: Durante un fallido intento de fuga, quince delincuentes subvers ANULAR ANULAR ANULAR. Los mataron a todos!, entr Enrique Jarito Walker en la redaccin de la revista Extra que diriga Bernardo Neustadt mientras arrugaba el cable. Qu decs?, se dio vuelta Hernn, un joven periodista con el que comparta el escritorio y que editaba las secciones de Cultura e Internacionales de la revista. Fusilaron a los compaeros de Trelew, solt Jarito, se desplom en una silla y se larg a llorar. Los periodistas se reunieron en torno a l, hasta que se recompuso. Estos tipos son unos hijos de puta, pero la guerra es as, dijo Jarito. La expresin le choc a Hernn, que en los das siguientes recorri con la vista los diarios que se apilaban en su escritorio, la tapa de la revista As tena una enorme foto de los velatorios y transmita la versin oficial de la dictadura de Lanusse. Es evidente que la presin psicolgica producida por encontrarse detenidos en jurisdiccin militar gravit su accionar desesperado, fue la pobre explicacin del intento de fuga que intentaba imponer el vicealmirante Hermes Quijada. En la evasin del penal de Rawson, el coro de muchos interesados surge a lo largo y ancho del pas e incluso en ciertas orga51
nizaciones internacionales para deformar, confundir y tergiversar la verdad, sostuvo Quijada.6 Es increble, pero nos pueden hacer esto. Pueden fusilarnos en la puerta de la celda y despus tratar de vender que nos quisimos escapar, pens Hernn, ensombrecido por una tristeza colectiva. Claro, para ellos todos somos el enemigo, no importa de qu orga somos, razon. Por esa poca, Hernn militaba en los barrios del conurbano en una organizacin peronista (sin que Bernardo Neustadt tuviera la menor idea). All ayudaban a alisar las calles de tierra o colaboraban para poner algn techo de chapa. Compaeros, yo me abro. Si estos tipos son capaces de hacernos esto, entonces tenemos que tener una estrategia ms dura, ms planificada, o nos van a cagar a trompadas, les plante antes de retirarse. Unos meses ms tarde, se sum al PRT-ERP, justo cuando le toc hacer la colimba. Lo destinaron al Comando de Sanidad del Ejrcito. Eduardo, en cambio, llevaba un ao en el ERP. Se haba incorporado en 1971, cuando tena diecisiete. Al escuchar sobre los fusilamientos, su primera reaccin fue pensar: Nos van a mandar a tirar tiros por todas partes y a reventar todas las comisaras. Esto es la guerra, no hay vuelta atrs. Con la bronca a cuestas, fue al velatorio de tres de los fusilados en la sede del Partido Justicialista (PJ), en avenida La Plata. Los atades con los cuerpos de Capello y Sabelli entraron a medianoche. A la tarde del jueves 24 de agosto arrib el de Ana Mara Villareal de Santucho. La haban entregado con el cofre soldado, como al resto de los fusilados. Eduardo se sum a la larga fila que entraba en la sede del PJ. Muchos aplaudan irnicamente a la polica, que haba desplegado a su infantera con perros, motos y carros de asalto. La gente hablaba en voz baja, como apagada. Los militantes de la JP tenan un brazalete celeste y blanco, con una cintita de luto. Eduardo entr y fue al jardn, donde estaba Pancho, otro militante del ERP. Se pusieron a discutir futuras acciones armadas. Los abogados de los presos llevaron un mdico forense y abrieron los atades para documentar el asesinato. A las seis de la tarde me retiran los cajones como sea, bram el comandante del Primer Cuerpo del Ejrcito, Toms Snchez de Bustamante, al comisario Alberto Villar. Hacia la sede partieron las tanquetas antiguerrilleras Shortland. El abogado Vicente Zito Lema in-
tent explicarle al comisario que haban presentado un recurso de amparo para mantener el velatorio otras veinticuatro horas, pero era tarde. Mientras inundaban el local con gases lacrimgenos, una tanqueta embisti varias veces contra la puerta hasta destruirla. Eduardo, desde el jardn, se tap la boca para protegerse del gas y observ cmo le apuntaban los francotiradores de la polica. Sali del local entre palazos de la infantera, que le tiraba los perros encima, y se uni a la multitud, que rompa el empedrado para devolver la bronca. Eduardo le acert en la cabeza a un polica y, mientras hua, se vio rodeado por las motocicletas, que lo derribaron. Desde el piso, recibi una lluvia de patadas y palazos. Vio cmo la rueda de una de las motos se acercaba peligrosamente a su cara. Escap, escap, grit Pancho, que sent a uno de los policas de una trompada. Entre los dos, se abrieron paso a los golpes y se perdieron en la multitud. Los policas sacaron los atades como si fueran cajas de manzanas y arrancaron a toda velocidad hacia Chacarita, donde entrerraron a Capello y a Sabelli. Primero me la matan y despus no me la dejan velar, gritaba desconsolada la madre de la Petisa. Y siguieron su marcha hacia Boulogne, donde sepultaron a la esposa de Santucho. El coche fnebre, rodeado de carros de asalto y motos, despertaba la atencin de los transentes. Las sirenas lloraban sobre Buenos Aires.
Mxima represin
La frase, que aparentaba ser tranquilizadora, resultaba completamente siniestra. Seores, yo a ustedes les garantizo su existencia fsica, pero no su salud mental, les dijo el comandante de Gendarmera Juan Ramn Lpez Carballo, que fue designado interventor de la crcel de Rawson. Pedro pasaba todo el da en su celda de dos metros por un metro ochenta, sin poder hablar con nadie ni hacer ninguna actividad. Los recreos prcticamente desaparecieron: les daban tres horas por semana y en grupos pequeos. Se prohibieron los libros, diarios, radios y revistas. Las visitas se redujeron a una hora por semana, y se hacan a travs de una tela metlica. Haban llegado presos de todas partes del pas: tras la masacre, la dictadura levant la crcel de Resistencia y concentr a los presos en Rawson (salvo a los de Taco Ralo, que fueron a parar al penal de La Plata), mientras que envi a las detenidas a Devoto. Alicia fue trasladada hacia all junto con otras ochenta militantes. Las escolt un batalln entero de soldados armados hasta los dientes, que se dedic a golpearlas durante todo el viaje en avin. Para legalizar este rgimen, el 31 de agosto de 1972 Lanusse intervino las crceles, que pasaron a estar bajo el mando de los militares, y dict la ley
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6. El 31 de abril de 1973 Quijada sala de su casa en su auto, armado y con custodia. Al llegar al primer semforo, estacion junto a l Vctor Fernndez Palmeiro, que le dispar seis veces en la cabeza. Cuando escapaba, el Gallego fue alcanzado por una bala del chofer y muri unas horas ms tarde. A Sosa y a Bravo, que dirigieron los fusilamientos, la dictadura los envi a Estados Unidos en un viaje de estudios. Nunca se volvi a saber de ellos.
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19.863, que sostena que ese rgimen de mxima peligrosidad no tiene otro propsito que asegurar las condiciones de higiene, urbanidad y moralidad indispensables. La ley prohiba cantar, gritar, silbar, mantener comunicaciones acsticas, por seas, furtivas o indecorosas, elevar la voz, practicar juegos prohibidos. Tambin mandaba abstenerse de hacer manifestaciones polticas o gremiales. Adems de la Cmara Federal en lo Penal, se crearon consejos de guerra especiales y se dividi el pas en zonas para juzgar los delitos subversivos. La poblacin de Trelew, que haba demostrado su solidaridad con los presos, tambin fue aterrorizada y militarizada. Luego de que se declarara zona de emergencia, el general Betti dict un bando militar en el que seal que el que incurra en actitudes que perturben la normal convivencia, el orden y la tranquilidad pblica, ser reprimido con la sancin de arresto. El 11 de octubre de 1972 desembarc en Trelew un avin Hrcules (llamado as por sus proporciones enormes y preparado para cargar tropa y artillera). De l baj un batalln de soldados que allan las casas de los vecinos que haban colaborado con los presos. Arrestaron a diecinueve, de los cuales diecisis fueron a parar a Devoto. La reaccin de la ciudad fue la opuesta a la que esperaba Lanusse: los vecinos tomaron el Teatro Espaol, donde colgaron un cartel que mandaba: Prohibido dormir, hicieron huelgas y reclamaron la libertad de los presos. En Devoto, las cosas no iban mejor. Alicia tuvo que acostumbrarse a que permanentemente se las obligara a desnudarse en la requisa. Sin radios, revistas, diarios ni libros, viva todo el da en la celda, donde le daban la comida y tena un inodoro. Haba slo dos horas de recreo semanales, donde les prohibieron hablar. Pronto disearon un sistema para seguir con los grupos de estudio. Luego de escuchar los golpes en el piso de su celda que indicaban que la clase estaba por comenzar, Alicia vaciaba el inodoro con un jarrito, colocaba una manta en el piso para no estar incmoda, y hablaba por el cao con las detenidas de las celdas del piso de arriba y del de abajo. As continuaban las clases, con lo que cada uno recordaba de sus formaciones. Aunque les censuraban las cartas y les haban reducido el papel, ella comenz a escribirse con su compaero, que estaba en Rawson. Como no estaban casados, no les permitan verse, as que Alicia triangul a travs de otra presa que tena a su marido en Rawson. Los mensajes de Alicia se introducan en la carta como un cuento con dos personajes: el Oso y el Ratn. Mara Antonia Berger lleg a su pabelln desde el hospital de Devoto. Haba sobrevivido al fusilamiento junto a Alberto Camps y al Turco Haidar. Durante su internacin la interrog un juez militar, que le aclar: Usted no est acusada de nada. Bueno... qu raro, le respondi Mara Antonia. Dnde estaba usted cuando Pujadas le quit el arma al personal de la marina?
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Reconoce esta arma?, inquira el militar mientras le apuntaba con un revlver. En el pabelln 49, la aislaron del resto de las presas, que igual conseguan mandarle comida. La noche siguiente a su llegada, la Gringa se acerc a su celda cuando estaba limpiando el pasillo. Tena la cabeza vendada, por el disparo que haba recibido. Ambas se largaron a llorar. Mara Antonia se esforz por hablar: Nos mataron, Gringa, nos mataron porque si no la unidad era un hecho.
de ustedes por Francisco Alemn y si es posible a Jacobo Nasif, de Gendarmera, le ofrecieron. Se trataba de dos militares que el ERP haba secuestrado para intercambiarlos por los presos. Buscaban que la liberacin fuera arrancada a la dictadura, antes que una concesin del gobierno peronista. Finalmente, no se concret y los uniformados fueron liberados unos das ms tarde. Mientras se acercaba la asuncin de Cmpora, su ministro del Interior, Esteban Righi, fue el encargado de convencer a los abogados de los presos de las ventajas jurdicas de una amnista parlamentaria antes que de un indulto presidencial. Salen en dos das y es una decisin conjunta de todas las fuerzas polticas, conclua Righi, mientras conversaba con los senadores y diputados para que aceptaran retirar sus proyectos personales y votaran el del Ejecutivo. La discusin fue ardua y dur hasta las dos de la maana del 25 de mayo, dado que cada legislador buscaba imprimir su nombre en la ley. No vamos a presentar objeciones, porque queremos un pas cero kilmetro, le dijo finalmente el diputado radical Antonio Trccoli. Como muchos, Righi no dormira las siguientes cuarenta y ocho horas. 25 de mayo / fiesta popular / y con los presos / la vamos a festejar, coreaban unos borrachos en Plaza de Mayo a las cuatro de la maana, que lanzaban cascotazos a la polica al grito de viva Pern. Oficial, djeme que pongamos orden nosotros, se present Gustavo, que llevaba un brazalete de la JP. Compaeros, estemos tranquilos, sin desmanes, que es un da de festej.... La trompada hizo volar los anteojos de Gustavo unos cuantos metros. Unas horas ms tarde la Plaza de Mayo rebosaba de una multitud que cantaba: Cmpora presidente, libertad a los combatientes. Esto es tocar el cielo con las manos, pens Marta, con sus veintin aos. Haba salido con otros militantes de Lans en los micros que le robaron a la tropa despistada del intendente Manuel Quindimil. Nos los llevamos. Es por orden de Bidegain, les decan. Era la primera vez que ella, miembro de Montoneros, haba votado a un candidato, luego de diecisiete aos de proscripcin del peronismo. Rubia, de ojos azules, resaltaba entre los morochazos del barrio donde estaba su unidad bsica. Los micros pararon en Parque Lezama, donde ya se estaban concentrando las columnas que venan en tren desde La Plata. A las cinco y media entraron en la Plaza, para ser los primeros. Se va a acabar, se va a acabar, la dictadura militar, gritaban eufricos en el medio de una plaza en tinieblas, por los gases lacrimgenes que los policas haban tirado desde la madrugada. Los borrachos que le pegaron a Gustavo ya se haban dispersado. Desde all, ms de cincuenta mil manifestantes marcharon hacia Devoto a las diecisiete. Y Marta iba con ellos. Coparon colectivos y trenes. A los peronistas se sumaron los del PRT-ERP y otras organizaciones de izquierda. Rodearon la crcel con antorchas, banderas y bombos. Anocheci y, contra el cie56
lo oscuro, destellaron las llamas de los pabellones de los comunes, que se amotinaron. Pedan salir tambin en libertad. Si yo estoy ac por haber matado a un gorila... que adems andaba con mi jermu, pero yo qu culpa tengo?, argumentaba uno de ellos. Ahora es todo jolgorio, en los prximos das van a ver, lo amenaz un guardiacrcel.7 Los vidrios del penal estallaron a pedradas y volaron algunas molotovs en direccin a los penitenciarios. Abran, carajo, o la tiramos abajo, cantaba Pablo, un militante cordobs del ERP. Lo conoca a Pujadas, con el que haba cursado la primaria en Crdoba. Cuando se enter de su asesinato, sinti que haba perdido un hermano. De un empujn, lo corri una columna de la JP. Un patrullero haba quedado encerrado en la manifestacin. Los militantes peronistas formaron un cerco en torno al vehculo para que la multitud no terminara de destrozarlo a garrotazos, con los policas incluidos. Adentro, la crcel estaba tomada. La ocupacin estuvo a cargo de seis grupos operativos en los que se dividieron los 135 hombres y las 87 mujeres de la crcel. Unos se ocuparon de tomar las puertas e impedir que las cerraran, otros inmovilizaron a los guardias para que no dieran la alarma y un tercer grupo se adue de las llaves. Ninguno de los penitenciarios opuso resistencia. La situacin es insostenible. Los tenemos que largar, le dijo a Righi el ministro de Justicia, Antonio Bentez, apenas entr a su casa. Righi se comunic con el secretario general del Movimiento Peronista, Juan Manuel Abal Medina, que ya estaba en Devoto. Si no los largamos ya, vamos a tener que reprimir y no es la mejor manera de empezar el gobierno, objet Abal Medina. Si no llega la orden de libertad enseguida, de esta noche no pasamos, acotaba el director de Devoto, Romualdo Daz, a su lado. Righi orden no reprimir y parti hacia la Casa Rosada. Los presos circularon libremente por los pabellones durante el 25 e impidieron la entrada de los penitenciarios, que controlaban el resto de la crcel y el permetro de la guardia externa. Algunas parejas, que no se vean haca tiempo, se perdieron por los pasillos. Alicia, que era delegada de su pabelln, se ocup de organizar las pintadas de las sbanas como banderas de las organizaciones. Haban entrado carbonilla, tiza y pintura en los das anteriores. Alicia haba logrado contrabandear una cmara de fotos y registr las paredes cubiertas de consignas como Territorio liberado, viva el Che Guevara o bien Al que madruga, Pern lo ayuda. Lograron entrar las familias de algunos de los detenidos, con comida. Se dividieron en dos pabellones, porque no entraban todos en uno. Los nios corran por las celdas y jugaban a las escondidas.
7. Como represalia por el motn, los comunes fueron salvajemente golpeados durante el 26 y el 27 de mayo.
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Pedro subi al techo con el Negro, otro militante del ERP que le llevaba media cabeza. El Negro perfor con un fierro las maderas, sac las tejas y salieron. Hicieron equilibrio en la cornisa del techo, mientras colgaban las banderas de las distintas orgas (la del ERP primero). Compaero, cuidado con los pasarela, le gritaron desde abajo. Los guardias que vigilaban el permetro los tenan en la mira. En los televisores que tenan en el pasillo siguieron la asuncin de Cmpora. Los peronistas cantaron la marchita y el Himno Nacional, mientras los perros hablaban con un megfono a la multitud que estaba afuera. Cuando caa la noche, a los delegados de la conduccin los llamaron a la oficina del director. Adems de Pedro, fueron Pancho Rivas, por las FAR, y Fred Ernst, un delegado de Montoneros alto y de anteojos. Seores, tienen que tranquilizar a la multitud, porque estn amenazando con romper la puerta, les solicit Righi por telfono, y termin en una larga discusin con Pedro. Salieron a un balcn atestado de policas, oficiales del Servicio Penitenciario Federal y periodistas. sta es una fiesta popular y tras dieciocho aos de lucha, el peronismo es nuevamente gobierno, compaeros, grit Fred. No se desconcentren. Ustedes son la garanta de nuestra libertad y un gobierno popular no puede reprimir al pueblo, les pidi Pedro, que termin a las puteadas con los peronistas. Sos un aventurero, le reproch Fred. En la Casa Rosada, Righi prepar el indulto con Cmpora. Es esto o una tragedia, se lament. El ministro del Interior anunci la libertad de los presos por televisin a las 22.20. En los pabellones, saltaban y gritaban de alegra. Van a salir esta misma noche, grit Abal Medina a la multitud que no alcanz a escucharlo. Los diputados que se haban acercado a la crcel firmaron un acta donde se hicieron responsables por la salida de los presos polticos. Los legisladores Hctor Sandler y Julio Mera Figueroa pasaron frenticamente los nombres a mquina, mientras los detenidos se ponan los bolsos al hombro. Entre los presos del ERP corra la bemba de que slo iban a salir los peronistas. Se formaron en escuadrones, agarrados en hileras de cuatro o cinco militantes. Si logramos abrir la puerta, salimos todos. No se van a animar a matarnos, plantearon unos. Paren, compaeros, que ya estn firmando el indulto, les respondieron otros. Finalmente, tuvieron una reunin por orgas y decidieron irse todos juntos. A las veintitrs se acercaron a la puerta y cantaron La Internacional y la Marcha peronista. Pero no pudieron salir, porque la multitud haca presin e impeda que se abriera el portn. Compaeros, ahora nos encontramos presos de ustedes, dijo el Turco Haidar por un megfono, sin obtener muchos resultados.
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Una hora ms tarde, un camin de transporte de carne expropiado por los militantes se acerc a la puerta y se puso de cola contra el portn. All fueron subiendo los liberados, ordenados en formacin militar. Muchos iban envueltos en banderas, hacan la V, cantaban o gritaban consignas. Los peronistas terminaron en la sede del PJ, en avenida La Plata, donde celebraron. Con el puo en alto, Pedro, Alicia y la Gringa salieron marcialmente y se fueron hacia la sede de la Comisin de Familiares de los Presos Polticos, Estudiantiles y Gremiales (Cofapeg), sobre la calle Ro de Janeiro. El ERP sac tambin a cuatro comunes, que se integraron a sus filas. De las crceles de Crdoba, Caseros, La Plata, Resistencia y Rawson haban liberado a ms de cuatrocientos presos polticos. El Servicio Penitenciario Federal col, entre ellos, al narcotraficante belga Franois Chiappe, que fue capturado un mes ms tarde. Yo si estoy en una garita, los bajo sin asco, escupi uno de los penitenciarios. Ac nadie dispara un tiro sin mi orden, vocifer el oficial. Cuando quedaban slo dos mil manifestantes, a la una de la maana, se corri el rumor de que haba setenta presos detenidos a los que los guardias, insubordinados, no queran dejar salir. Un grupo de manifestantes intent abrir la puerta del penal usando como ariete una parada de colectivo, que haban arrancado de cuajo. Se escucharon tres escopetazos de Itaka y la polica comenz a lanzar gases. Desde el penal, abrieron fuego con ametralladoras. Los ms duchos se tiraron cuerpo a tierra, mientras la multitud se desbandaba. Un militante de la JP, Oscar Horacio Lysac, de diecisis aos, cay muerto con un disparo en el pecho. Cerca de l, Carlos Miguel Sfeir, que se haba integrado a Vanguardia Comunista en la Facultad de Ciencias Econmicas, tambin recibi un balazo. Llvenselo de ac o lo fusilamos, bram un polica mientras un amigo intentaba levantarlo. Como pudo, logr llegar con Carlos hasta el hospital Alvear, donde muri durante la operacin. Tena diecisiete aos. Desde los rboles, algunos militantes respondan con disparos de .22, que no le hacan ni cosquillas a la crcel. Qu hace este tarado con una .22 tirando entre la multitud?, pens Eduardo, mientras las balas pasaban picando. Se alej de la crcel con la columna del ERP. Cerca estaba Pedro, cubierto de mugre y transpiracin, que iba de abrazo en abrazo, inmerso en la multitud que cantaba: Ya van a ver / ya van a ver / cuando vengueeeeeemos / a los muertos de Trelew.
de reflejos, lo apag. Ahora mandamos nosotros, no se enter?, le lanz Cacho, y lo volvi a encender. S, pero no me comprometa... pngalo bajito, se desinfl el penitenciario. Salimos todos. Dicen que salimos todos, le solt Carlos Caride cuando entr a la direccin. Junto con l estaba Julio Troxler, uno de los sobrevivientes de los fusilamientos en Jos Len Surez el 9 de junio de 1956. Soy el jefe de la Polica bonaerense. Me hago cargo de los presos, remarc Troxler. El gobernador Oscar Bidegain, que recin asuma, le haba ordenado ir a sacarlos. Salieron entre un millar de manifestantes que intentaban abrazarlos.8 Otra gran movilizacin se instal al da siguiente frente al Congreso para esperar que se dictara la amnista definitiva. Nadie ignora que anoche se produjo un copamiento que significa en trminos claros y concisos una segunda toma de la Bastilla, defini el senador Vicente Saadi, a tono con el clima de los bombos. Los combatientes no han sido solamente los que han empuado un arma, sino la legin de argentinos que hemos estado dieciocho aos en la resistencia contra los regmenes inconstitucionales, record, a su tiempo, el peronista Jos Martianela. El diputado radical Antonio Trccoli, en un intento de no quedarse atrs, asegur que la UCR tiene urgencia en sancionar una ley de amnista, mientras que el senador Fernando de la Ra sostuvo que nosotros hemos querido acompaar siempre el olvido y el perdn, cada vez que ha sido necesario para contribuir a la paz. El diputado por la Alianza Popular Revolucionaria Hctor Sandler aclar que estamos tratando este proyecto con los presos libres. He visto salir a los presos de la crcel. Nadie est dispuesto a perdonar nada. Los que eran liberados se abrazaban en un reencuentro de lucha. La amnista se aprob por unanimidad. Y tambin disolvieron la Cmara Federal en lo Penal, los consejos de guerra para juzgar civiles y la DIPA.
Hugo fueron hacia el centro, a la esquina donde la polica haba matado al obrero metalrgico Mximo Mena, y se perdieron entre las veinte mil personas. Agradezco no padecer ninguna afeccin cardaca, porque si no no hubiera soportado este momento, dijo por el micrfono el presidente de Cuba, Osvaldo Dortics, luego de atravesar la multitud. Luego de l, hablaron tres representantes de ERP, FAR y FAP, y cerr el acto Agustn Tosco. Slo el pueblo puede ser protagonista del triunfo sobre los enemigos que el 25 de mayo no se han ido, sino que an alientan, agazapados, dictaduras antipopulares, remarc el dirigente de Luz y Fuerza. A Coln, a Coln, / que ahora le toca a Pampilln, cantaba Vitn, un militante peronista cordobs que fue arrastrado hasta la avenida Coln, donde tambin se le rindi homenaje al estudiante Santiago Pampilln, que haba sido asesinado el 7 de septiembre de 1966. Vitn recordaba que durante el Cordobazo estaba estudiando en el seminario para ser cura. Ese da haban escondido a varios militantes en la parroquia. Luego se haba sumado al Peronismo de Base, que era la organizacin de superficie de las FAP. Y, poco despus, haba dejado el seminario por Marta, su esposa, una maestra que trabajaba en el barrio en el que l militaba. Vitn haba estado preso tambin hasta haca poco. Un comisario lo haba ligado a un asalto a un lavadero que hicieron dos presos comunes y haba ido a parar a la crcel de encausados de Crdoba. Los comunes all lo confundieron con un chorro pesado, de apellido Poderoso. Poderoso, seor, si se arma alguna fuga, cunteme, le decan, y l asenta, para que lo dejaran en paz. Sali el 9 de marzo, dos das antes de que votase a Cmpora.
8. Vase Eduardo Anguita y Martn Caparrs, La voluntad, Buenos Aires, Norma, 1998, t. II, pp. 19-20.
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ras, entre bocinazos, entre manos que los palmeaban o abrazaban. Alguno se sum con una guitarra. Sal por fin del campo de concentracin, grit un preso. Marcharon por las calles y visitaron dos unidades bsicas, que llevaban los nombres de Mariano Pujadas y Susana Lesgart. En Trelew les hicieron un homenaje a los diecisis frente a una placa que haban colocado en la plaza. Fueron tambin a un acto en el Teatro Espaol, al que asistieron dos mil personas. Que se queden, pidi alguno desde la tribuna, pero siguieron hasta el aeropuerto. Mientras tomaban un caf en el bar, se iban anunciando los vuelos que le tocaba a cada orga. En Ezeiza, miles de manifestantes inundaron el aeropuerto. Alicia se abri camino entre la multitud. Esperaba que llegase Alberto, su novio. Compaeros, salgan de la pista que los va a pisar el avin. No se acerquen hasta que se hayan detenido las turbinas, les advirtieron por los megfonos del aeropuerto los militantes que haban tomado la torre de control. Cuando aterrizaron, otro grupo de manifestantes se subi a una de las plataformas mviles y la acerc hasta la escotilla. En la punta de la escalera, Pablo haca flamear una bandera. A los peronistas los llevaron en andas hasta los micros y siguieron hacia la sede del PJ. Las jodas entre ex presos eran recurrentes: Apurate, que termina el recreo, bueno, buenooo, prepararse para el recuento. Alicia se acerc al avin, completamente pintado con consignas del ERP, y distingui a su compaero entre la multitud. Despus de dos aos, se unieron en un abrazo. Junto a ellos, una pintada deca: Todo fue una pesadilla, pero despertamos.
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