Crónica Policial, Virgilio Diaz Grullon
Crónica Policial, Virgilio Diaz Grullon
Crónica Policial, Virgilio Diaz Grullon
escritorio, me dijo:
—Hay un muerto en la calle de La Cruz Nº. 104. Ve con un
fotógrafo y prepara el reportaje para la edición de esta tarde.—
Bien—, respondí, y salí de inmediato a cumplir sus instrucciones,
porque mi jefe es hombre de acción y no le gusta que nadie
desperdicie el tiempo que paga religiosamente cada fin de mes.
Como Guillermo fue el primer fotógrafo disponible que encontré,
me lo llevé y tomamos juntos un taxi que nos llevó en pocos
minutos al Nº. 104 de la calle de de La Cruz.
La casa era modesta, de una sola planta, construida de madera y
con una galería estrecha en el frente que rebosaba de curiosos,
empujados por ese instinto que nos impulsa a acercamos
morbosamente a la tragedia.
Guillermo y yo nos abrimos paso gracias un poco a nuestra
credencial de periodistas y otro a base de empellones y codazos. A
través de la marejada humana, pasamos por la sala, el comedor y
una pequeña terraza posterior, y desembocamos en el patio. En el
centro, tirado de espaldas en el suelo, con las piernas separadas en
actitud inverosímil y los brazos en cruz, estaba el muerto, rodeado
por algunos agentes de la policía y dos hombres vestidos de civil
que se inclinaban sobre el cuerpo yacente.
Eché una ligera ojeada sin acercarme demasiado, porque no me
gusta contemplar cadáveres, y reparé en que el muerto era de edad
madura y corpulento, y que vestía pantalón y camisa blancos que la
lluvia de la mañana había pegado a su cuerpo y salpicado de
manchas de fango rojizo.
Mientras Guillermo buscaba el ángulo más apropiado para
fotografiar el cadáver y las personas que lo rodeaban adoptaban las
posturas más convenientes, me dirigí a una señora entrada en años
que observaba impasible la escena desde la terraza.
—¿Es usted de la casa?, —le pregunté. —Si, señor... Por lo menos
lo fui hace algún tiempo. —¿Parienta del difunto?—Su hermana.—
Ah, ¡caramba! lo siento mucho... Soy periodista, ¿sabe?... ¿Puede
informarme algo de interés para la prensa? Me miró con un atisbo
de desconfianza en los ojos, pero se le notaba que no le disgustaría
ver su nombre en las columnas de un periódico.
—¿Qué quiere saber?—Todo. Acabo de llegar y no estoy enterado
de nada... Cómo se llamaba su hermano, a qué ocupación se
dedicaba, cuál fue la causa de su muerte...Me interrumpió diciendo
fríamente:
—Su nombre era Arquímedes, Arquímedes Sandoval Guerra. Era
comerciante y murió asesinado.—¿Asesinado? —Sí, asesinado.
Cobardemente asesinado por esa mujer.—¿Que mujer?—La
malvada con quien se casó.