Sexualidad y Genero 2011-2
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Ivonne Szasz
n este trabajo presento una sntesis de las conclusiones de diversas investigaciones sobre sexualidad y gnero que se han llevado a cabo en Mxico en aos recientes, as como los propsitos de una investigacin que estoy realizando . La reflexin sobre el tema en Mxico ha vinculado la sexualidad con la construccin social de las identidades de gnero, con la presencia de una normatividad diferente para ambos sexos y con las desigualdades entre hombres y mujeres en el acceso a poder y recursos. Aunque no se tienen conocimientos suficientes para caracterizar la cultura sexual en Mxico, y sin desconocer la diversidad interna del pas, por las races culturales hispnicas es posible incluirla en lo que Pat Caplan denomina las sociedades mediterrneas y latinas . En estas sociedades, el deseo de procreacin se vincula con la procreacin legtima y los nios son deseados como reforzadores de alianzas e intercambios . Los nios se desean siempre y cuando sean de la pareja adecuada, y existen controles sobre la sexualidad femenina y la gnesis de la progenie, que se ejercen a travs del culto a la virginidad y los castigos a la infidelidad femenina . El rango y prestigio social de las mujeres depende de un comportamiento sexual adecuado para la vida familiar que se expresa en normatividades divergentes para hombres y mujeres . En
partes de este trabajo ya fueron publicadas en los siguientes artculos : 1) I. Szasz, "Los varones y la sexualidad . Aportes del pensamiento feminista y primeros acercamientos a su estudio en Mxico" en Lerner, S . (comp .), Varones, sexualidad y reproduccin, El Colegio de Mxico, Mxico, 1998 . 2) 1. Szasz, "La investigacin sobre la sexualidad y el debate sobre los derechos reproductivos en Mxico" en J . Gmez de Len y C . Rabell, Cien aos de cambio demogrfico en Mxico, Fondo de Cultura Econmica, Mxico, en prensa.
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1 Algunas
estas sociedades, el control de la reproduccin femenina es inseparable del control de la sexualidad (Caplan, 1987) . Mxico se caracteriza por ser una sociedad heterognea, con una estructura socieconmica extremadamente desigual y con diversidad cultural . Entre los elementos unificadores que permean esta diversidad destacan el uso de la lengua espaola como primera lengua por la mayor parte de sus habitantes, el culto catlico mayoritario -muchas veces sincrtico-, la influencia cultural de la iglesia catlica, las peculiares caractersticas del estado mexicano, la persistencia de culturas indgenas y campesinas, y la importancia de las redes comunitarias y de parentesco en la sobrevivencia y la construccin de identidades . Se trata, adems, de una sociedad en proceso de cambio acelerado que se caracteriza por una intensa movilidad social y geogrfica de la poblacin . En pocos aos se transform de una sociedad eminentemente rural, analfabeta, con importantes proporciones de poblacin indgena, dedicada principalmente a la agricultura de subsistencia, en una sociedad mayoritariamente urbana, escolarizada, mestiza, de trabajadores de la industria y los servicios y orientada por los valores de la modernidad . En menos de veinte aos, las tasas globales de fecundidad experimentaron un descenso que en Europa tard casi un siglo . Sin embargo, es una sociedad en la que persisten y crecen grandes desigualdades socioeconmicas y en la que distintas visiones del mundo coexisten, se mezclan y se superponen, sin que se reemplacen de manera tajante unas a otras .
Los estudios sobre sexualidad han dado origen a una reflexin sobre los vnculos entre la construccin social de las relaciones de gnero y los comportamientos sexuales . Estas reflexiones se refieren principalmente a la influencia que tienen la construccin de las identidades y las desigualdades de acceso a poder, prestigio y recursos entre hombres y mujeres en los significados de la sexualidad . Las investigaciones sealan que ciertos comportamientos sexuales son interpretados como reafirmadores de la identidad masculina . Tambin indican que hay significados de la sexualidad que se asocian con la afirmacin de la identidad y legitimidad social de las mujeres . Los estudios sugieren que frente a las desigualdades sociales en el acceso a pres78
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tigio, poder y recursos, las mujeres pueden considerar los comportamientos sexuales como un mecanismo para obtener pertenencia familiar, legitimidad o recursos . Tambin agregan que la violencia y el abuso forman parte de la vida sexual de grupos de la poblacin mexicana . Los significados de la sexualidad que han encontrado los estudios que se citan en este trabajo tienen influencia en las actitudes hacia la reproduccin y la prevencin de enfermedades . Alientan la valoracin de la penetracin vaginal y la eyaculacin como las prcticas sexuales ms deseables, construyen a la procreacin como una reafirmacin de identidades de gnero, impulsan hacia el matrimonio temprano en las mujeres y hacia la procreacin temprana, alientan la ignorancia sobre la sensualidad y el placer en las mujeres y al desconocimiento sobre la reproduccin en los varones, y presionan hacia la falta de previsin y de proteccin en las prcticas sexuales, especialmente entre los jvenes . Tambin presionan a los varones a experimentar sexualmente fuera del matrimonio, impiden la previsin y proteccin de esas prcticas, y justifican el uso de la violencia y el abuso en el ejercicio de la sexualidad .
Los significados de la sexualidad y las desigualdades de acceso a poder, prestigio y recursos entre hombres y mujeres
Los estudios sobre el tema sealan que las relaciones coitales y las negociaciones verbales y no verbales en torno a ellas expresan relaciones en las que el valor intercambiado entre hombres y mujeres no es necesariamente el mismo . Lo que se intercambia puede ser simtrico, pero diferente . Los intercambios desiguales se basan en la percepcin de necesidades erticas diferentes para cada sexo (Zalduondo y Bernard, 1994; Szasz, 1996 ; George, 1996; Barbosa y Uziel,1996; Paiva, 1996 ; Castro y Miranda, 1998) . Ciertos atributos sexuales que se construyen socialmente como femeninos, tales como la habilidad de atraer a los hombres, de brindar placer en las relaciones coitales, de preservar la virginidad y la fidelidad marital, as como la ignorancia y la discrecin, constituyen valores de cambio en las relaciones hombre-mujer y su importancia se acenta en los contextos donde las mujeres tienen escaso acceso a recursos (Zalduondo y Bernard, 1994; Rodrguez et al ., 1995 ; Szasz, 1996; George, 1996).
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En esos contextos y grupos sociales, no est permitido socialmente que las mujeres vivan solas o con personas que no son sus familiares . Su pertenencia social depende de su status de hijas de familia o de esposas . Son contextos donde las mujeres sin esposo son desvalorizadas, donde la movilidad femenina se restringe a los espacios familiares y donde las posibilidades de trabajo remunerado para las mujeres son escasas o inexistentes . La importancia de lograr y mantener una unin marital relega los deseos y preferencias personales de las mujeres, mientras que sita su habilidad para satisfacer sexualmente a sus parejas en el primer plano . Cuando las mujeres ya tienen hijos, y en especial cuando stos crecen, la necesidad de centrar sus posibilidades de acceso a recursos en la sexualidad disminuye, pues gozan de mayor apoyo familiar (Zalduondo y Bernard, 1994; Szasz, 1996; George, 1996) . Las mujeres que pertenecen a grupos sociales o contextos menos restringidos, donde gozan de mayor movilidad espacial, alternativas de residencia, acceso al trabajo extradomstico y a la escolaridad, experimentan otras normas en relacin con la sexualidad . El inicio de las relaciones sexuales ocurre a una edad ms tarda, est ms relacionado con los deseos de las mujeres y tiende a existir un lapso mayor entre el inicio de la vida sexual y la primera unin marital . El uso de anticonceptivos antes del matrimonio y antes de la procreacin es ms frecuente (Quilodrn, 1990 y 1994 ; Donastorg, 1995 ; Stern, 1995; Consejo Nacional de Poblacin, 1996; Nehmad, 1996) . En estos contextos menos restringidos desde el punto de vista socioeconmico, el medio preferido para acceder a recursos y movilidad social sigue siendo el matrimonio, pero las mujeres solas, separadas o abandonadas pueden optar por el trabajo remunerado para mantenerse a s mismas y a sus hijos, y pueden optar por ser jefas de hogar en lugar de constituir una nueva unin o regresar con sus padres (Lpez, 1996 ; Oliveira et al ., 1998) . Se trata de espacios sociales donde las relaciones de parentesco pueden ser el principal medio de acceso a movilidad social, ingresos, afecto, pertenencia social y relaciones de apoyo para las mujeres, pero el acceso a estas relaciones y su estabilidad depende menos de la preservacin de la virginidad, la fidelidad y las restricciones al erotismo femenino, y existen intercambios ms igualitarios en las relaciones de pareja . Ambos miembros de la pareja tienen expectativas de enamoramiento, comprensin, comunicacin, confianza y fidelidad y ambos expresan erotismo en sus relaciones sexuales . Las expectativas de fide80
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lidad operan para ambos y se basan ms en la confianza mutua que en controles externos, y las expectativas de castidad previas a la unin tienden a ser similares para ambos . No se espera que las experiencias sexuales masculinas estn tan separadas del afecto y se aceptan ms ampliamente las experiencias femeninas pre-maritales . Las mujeres conciben la posibilidad del erotismo y sus propios deseos y necesidades sexuales se diferencian del deseo de satisfacer a sus parejas (Amuchstegui y Rivas, 1995; Rivas, 1995 y 1998 ; Valds et al ., 1996) . De esta manera, la incipiente investigacin y la reflexin sobre sexualidad y gnero sugieren que los significados y las prcticas sexuales de las mujeres constituyen formas de adaptacin o de resistencia a normas culturales, pero tambin representan estrategias relacionadas con las condiciones materiales de vida y con su situacin social . Parece extremadamente importante estudiar la sexualidad en condiciones especficas de cultura sexual y acceso a bienes materiales y simblicos . El estudio de contextos especficos permitir definir las condiciones que construyen la sexualidad como una restriccin o como un medio para obtener otros recursos, as como las condiciones que posibilitan que algunas personas vivan la sexualidad como una actividad placentera, sin que eso les signifique perder poder o legitimidad social .
La divergencia de las normas sobre el comportamiento sexual adecuado para hombres y para mujeres
Los intentos desarrollados en diversos pases industrializados para conocer las prcticas sexuales de sus poblaciones han tenido resultados limitados . Sin embargo, han sealado que, si bien las encuestas por muestreo no constituyen el medio ms adecuado para acercarse al conocimiento de las prcticas sexuales, proporcionan muchos indicios sobre la normatividad y los significados que se atribuyen a la sexualidad (Bozon y Leridon, 1993 ; Sevilla, 1997) . En Mxico, desde mediados de los aos ochenta algunas instituciones pblicas de salud y organismos no gubernamentales comenzaron a generar datos estadsticos sobre el comportamiento sexual en algunos sectores de la poblacin mexicana, principalmente entre la poblacin joven y escolarizada de la ciudad de Mxico . En aos ms recientes, las instituciones de salud vinculadas con la prevencin del vIH/sida han levantado informacin estadstica sobre sexualidad en poblacin urbana
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y en grupos especficos, como las trabajadoras del sexo comercial, el personal de salud y los varones homosexuales y bisexuales . A pesar de las limitaciones de estos estudios, la consistencia de los resultados obtenidos permite delinear hiptesis sobre los significados y la normatividad vigente en materia de sexualidad en algunos grupos de la poblacin mexicana . En particular, estas encuestas sealan normatividades muy diferenciadas para hombres y mujeres . Los varones de distintos grupos de edad y sectores sociales declaran haber iniciado sus relaciones sexuales coitales a una edad menor que las mujeres (entre los 15 y los 17 aos, en promedio) . La mayor parte declara experiencias sexuales previas a la unin conyugal y algunos reconocen relaciones extraconyugales . Los jvenes solteros declaran haber tenido ms de una pareja sexual, y la gran mayora seala que su primer coito no fue con una novia, sino con una amiga, una prostituta o una desconocida (Secretara de Salud, 1988, 1990 y 1994 ; CORA/AMIDEM, 1985; Ibez, 1995) . Entre la edad en que declaran los varones que iniciaron sus relaciones sexuales y el inicio de su primera unin conyugal transcurren unos siete aos en promedio (Secretara de Salud, 1988 y 1990; Oliveira et al ., 1998) . Las normas para el comportamiento de las mujeres parecen muy diferentes . La edad promedio en que declaran que tuvieron su primera relacin sexual es ms tarda que entre los varones, situndose entre los 17 y los 19 aos, y declaran haber tenido esta experiencia en el momento de iniciar una unin conyugal o muy poco tiempo antes (Secretara de Salud, 1988 y 1989 ; Ibez, 1995 ; CORA/AMIDEM, 1985) . Una de las encuestas seala que las mujeres de cuatro generaciones diferentes (bisabuelas, abuelas, madres e hijas) declaran que iniciaron sus relaciones sexuales tres meses antes de su primera unin marital, en promedio (Quilodrn, 1990 y 1994) . El inicio de las relaciones coitales se declara ms temprano en los contextos rurales, donde las normas sobre el control social de la sexualidad femenina son ms estrictas y las desigualdades de gnero son ms marcadas . En estos contextos, la cercana entre la primera relacin sexual y la primera unin de las mujeres es mayor (Quilodrn, 1990 y 1994 ; Consejo Nacional de Poblacin, 1996) . La gran mayora de las mujeres entrevistadas en diversas encuestas declararon que su primera relacin sexual fue con el novio o esposo (Secretara de Salud, 1988 y 1989 ; CORA/AMIDEM, 1985; Ibez, 1995; Consejo Nacional de Poblacin, 1996). El intervalo entre la edad en que las mujeres declaran haber tenido su primera relacin sexual y su pri82
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mer embarazo es muy breve, incluso entre las mujeres de escolaridad ms elevada (Nehmad, 1996 ; Consejo Nacional de Poblacin, 1996) . La proporcin de mujeres solteras de 15 a 24 aos que declara haber iniciado las relaciones sexuales es muy baja en todas las encuestas . Sin embargo, cerca de una cuarta parte de las mujeres unidas declara que su primera concepcin se produjo antes de la primera unin marital . Esto sugiere que la vida sexual femenina se inicia mayoritariamente antes de la unin marital, pero que esto se admite nicamente cuando ya ha existido un embarazo o cuando ya estn unidas (Blanc y Ruthemberg, 1991 ; Consejo Nacional de Poblacin, 1996) . Estas fuentes indican que el inicio de la sexualidad en las mujeres -o su reconocimiento- est muy ligado con el compromiso afectivo, con el inicio de una vida en pareja y con la procreacin, y que haber tenido relaciones sexuales y no tener pareja es un estigma . En cambio, en las declaraciones de los varones el inicio de la sexualidad ocurre mayoritariamente fuera de relaciones con compromiso conyugal, se separa en varios aos de la vida marital, y se habla de las experiencias sexuales aunque no se tenga una pareja conyugal . Mientras que la informacin sobre diversos comportamientos sexuales de la poblacin casada es muy escasa, especialmente en la posibilidad de comparar hombres y mujeres, la informacin sobre los jvenes es muy coincidente en sealar patrones muy diferenciados de normatividad sobre el comportamiento sexual, que marcan la separacin entre la sexualidad y el matrimonio entre los varones, mientras que para las mujeres existe una estrecha imbricacin entre la vida sexual, la procreacin y la unin conyugal . Estos patrones normativos diferenciados para cada gnero afectan el uso de anticonceptivos y de medidas de prevencin de la transmisin del vIH/sida, especialmente entre los jvenes, entre las personas de baja escolaridad y entre la poblacin que vive en contextos tradicionales en materia de cultura sexual y de gnero, como son las zonas rurales . La anticoncepcin en Mxico recae fundamentalmente sobre las mujeres urbanas casadas que ya tienen hijos, concentrndose en las que ya han tenido ms de un hijo y en los mtodos de mayor continuidad aplicados por personal de los servicios de salud (Consejo Nacional de Poblacin, 1996) . La separacin de la procreacin y la vida sexual parece tener por objetivo evitar sufrimientos y daos a la salud de las mujeres que ya han tenido hijos dentro de una unin, o evitar cargas econmicas excesivas a varones y mujeres unidos, pero no necesaria83
mente ampliar el disfrute de la sexualidad en las parejas jvenes o entre las personas que no ejercen las prcticas, sexuales con una pareja conyugal . La normatividad divergente sobre el comportamiento sexual de hombres y mujeres parece afectar tambin el uso de medidas de prevencin de enfermedades de transmisin sexual (ETS) .El uso de preservativos y espermaticidas entre las mujeres no rebas al 5% de las usuarias de anticonceptivos entre 1979 y 1995, y solamente un 5 .5% de los obreros de la ciudad de Mxico que usaban anticonceptivos en 1988 declararon que usaban el preservativo (Secretara de Salud, 1990; Consejo Nacional de Poblacin, 1996) . El uso del condn es ms elevado entre los jvenes varones urbanos, especialmente entre los de mayor escolaridad, pero esas proporciones siguen siendo muy bajas . En 1988, un 15 .7% de los jvenes estudiantes de 15 a 24 aos de la ciudad de Mxico usuarios de anticonceptivos declararon usar el condn, mientras que entre las mujeres en la misma condicin, nicamente el 1 .8% lo haca (Secretara de Salud, 1988) . A su vez, estudios realizados entre trabajadoras del sexo comercial indican un uso frecuente del condn con los clientes, pero proporciones muy bajas de uso en las relaciones con sus parejas, y las encuestas del Consejo Nacional para la prevencin del sida (CONASIDA) en la ciudad de Mxico revelan que entre los usuarios del condn, el uso no se produce en todas sus relaciones sexuales (Secretara de Salud, 1994 ; Uribe, 1994; Nieto, 1996) .
Diversos estudios socioantropolgicos recientes han sealado la importancia de las relaciones de gnero en la configuracin de los significados de la sexualidad en Mxico . Las normas que sealan una connotacin negativa al deseo ertico y el placer sexual en las mujeres afectan el uso de anticonceptivos entre las jvenes y las medidas preventivas para la salud en todos los grupos de edad . La nica sexualidad normativamente aceptada para las mujeres es la que se da en el marco de la vida conyugal y la procreacin (Liguori, 1995a ; Rodrguez et al ., 1995 ; Amuchstegui, 1994 ; Amuchstegui y Rivas, 1995) . A la vez, la nica posibilidad socialmente legtima de vida para las mujeres es la vida conyugal procreativa, y la principal posibilidad socialmente aceptable de obtener sustento para ellas y sus hijos es a
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travs de ser mantenidas por sus esposos . Estas normas sociales presionan a las mujeres hacia una sexualidad que est dirigida principalmente a lograr y mantener una unin conyugal (Szasz, 1995 ; Elu, 1994) . Estos estudios sealan, adems, que la violencia est presente en la vida sexual de las mexicanas, presionndolas, junto con la dependencia econmica y la ilegitimidad social de las mujeres solas, hacia relaciones sexuales no siempre deseadas y muchas veces carentes de erotismo y placer para ellas (Dixon-Meller, 1993 ; Rodrguez et al ., 1995 ; Salgado, 1998) . Los estereotipos culturales designan dos tipos posibles de mujeres : las que no expresan deseos y actividad sexual y que nicamente responden a los requerimientos masculinos para casarse o para procrear, y las mujeres sexualmente activas, que sienten y expresan deseos propios. A las primeras, el uso de anticonceptivos cuando son solteras o cuando no han tenido hijos, o el uso del condn a cualquier edad y en cualquier estado conyugal, las pone en riesgo de ser confundidas con el segundo tipo de mujeres, y quedarse solteras o ser abandonadas . El temor de ser identificadas con el segundo tipo de mujeres se relaciona con el estigma y la vulnerabilidad social que representa ser una mujer sin esposo. Aunque estas representaciones culturales varan segn los grupos sociales de pertenencia y las etapas en la trayectoria de vida, estn presentes en contextos muy diversos (Liguori, 1995b; Amuchstegui y Rivas, 1995 ; Szasz, 1995; Amuchstegui, 1994 ; Rivas, 1995; Rodrguez et . al ., 1995 ; Bronfman y Minello, 1995) . El mismo tipo de construcciones culturales presiona a los varones a no confiar y no unirse a jvenes que usan anticonceptivos o a mujeres de cualquier edad que aceptan o requieren el uso del condn . Y a la inversa, los presiona a unirse y comprometerse con las jvenes que parecen carecer de experiencia ertica . Una demostracin de la pureza de las jvenes es la ausencia de deseos erticos, expresada a travs de la imprevisin, el desconocimiento de la sexualidad y el embarazo (Rodrguez et al., 1995 ; Amuchstegui, 1994, Castaeda et al ., s . f.) . De esta manera, la virginidad, y en general el acceso sexual al cuerpo de una mujer se transforman en valores de cambio que las mujeres entregan a cambio de algo diferente : una compensacin econmica o una promesa de unin, de sustento o de afecto . El uso de anticonceptivos, y ms an el uso del condn, rompe con esos cdigos, en tanto representa a una mujer que desea la relacin sexual en s misma, en lugar de ofrecer su
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cuerpo a los deseos de otro, quien debe compensar esa entrega (Rodrguez et al ., 1995 ; Szasz, 1995). El uso del condn est proscrito para hombres y mujeres en relaciones estables, pues se asocia con las relaciones ocasionales, con la promiscuidad y con la desconfianza . A pesar de las variaciones segn grupos sociales, incluso los varones jvenes, urbanos y de clase media expresan recelo frente al uso del condn y lo identifican con las mujeres poco confiables (Arias y Rodrguez, 1995 ; Aguilar y Botello, 1995 ; Leero, 1994) . En los ltimos aos, diversos estudios sociolgicos sealan que los cambios en los mercados de trabajo, la incorporacin creciente de mujeres al trabajo extrahogareo y las migraciones han modificado las relaciones de gnero, los controles y significados de la sexualidad y las prcticas sexuales (Oliveira et al ., 1998 ; Bronfman y Minello, 1995 ; Bronfman y Rubin-Kurtzman, 1995 ; Szasz, 1995 ; Amuchstegui y Rivas, 1995) . Estos cambios indican, por una parte, una mayor participacin de las mujeres en las decisiones sobre su cuerpo y su vida sexual, conyugal y reproductiva, y una mayor aceptacin masculina de su participacin en esas decisiones (Mummert, 1992; Figueroa et al., 1994; Leero, 1994) . Pero tambin indican debilitamiento de las responsabilidades masculinas frente a la procreacin, aumento de la fecundidad premarital e incorporacin de nuevas prcticas sexuales sin una consecuente modificacin de las normas sobre el gnero, la divergencia de la moral sexual para hombres y mujeres, la violencia sexual y domstica, y la autonoma de las mujeres (Liendro, 1993; Stern, 1995 ; Salgado, 1998; Bronfman y Rubin-Kurtzman, 1995) . La incipiente ruptura con las costumbres tradicionales en la sexualidad no parece estar originando un inicio ms temprano de la vida sexual de las mujeres (Secretara de Salud, 1989 ; Nehmad, 1996; Quilodrn, 1990 ; Consejo Nacional de Poblacin, 1996) . Al contrario, existen indicios de que el inicio del coito est ocurriendo a edades ms tardas entre las mujeres ms jvenes, ms urbanas y con mayor escolaridad (Consejo Nacional de Poblacin, 1996 ; Nehmad, 1996) . Los estudios en profundidad sugieren, adems, que existe una mayor aceptacin del erotismo y el placer entre las mujeres ms jvenes, y que existe mayor comunicacin sobre la sexualidad con sus parejas (Amuchstegui, 1994; Rivas, 1995 ; Szasz, 1995). Estos cambios se expresan en dimensiones sociodemogrficas : por una parte, la fecundidad temprana ha tenido
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un notable descenso proporcional, pero por otra ha aumentado la procreacin extramatrimonial de las mujeres jvenes (Stern, 1995) . En general, estos estudios recientes sobre la sexualidad en Mxico indican que los valores que representan mayores riesgos sociales y de salud se derivan de la divergencia de moral sexual para hombres y mujeres, que corresponde a las normas ms tradicionales sobre el gnero y la sexualidad y a los contextos materiales y familiares mas carentes de recursos .
Los comportamientos que declaran los varones en las encuestas son marcadamente diversos de los reportados por las mujeres : los varones dicen que inician la actividad coital heterosexual a edad ms temprana, mayoritariamente con parejas con las que no mantienen una relacin afectiva . Declaran un nmero ms variado de prcticas, incluyendo el autoerotismo, as como relaciones sexuales con mayor nmero de parejas. Una vez iniciada la actividad coital heterosexual, no inician de inmediato relaciones conyugales . Entre el primer coito y la primera unin conyugal de los hombres mexicanos transcurre un lapso de varios aos . En ese lapso declaran tener, en promedio, ms de una pareja sexual, y algunos declaran que continan teniendo diversas parejas sexuales despus de iniciada la vida conyugal (Secretara de Salud, 1988 ; Secretara de Salud, 1989 ; Secretara de Salud, 1990; Secretara de salud, 1994; Ibez, 1995) . La frecuencia con que los varones mexicanos reconocen tener o haber tenido relaciones coitales con otros hombres es bastante elevada . En cambio, la proporcin que declara el uso de anticonceptivos y de condn en sus relaciones sexuales es muy baja . Los jvenes urbanos solteros declaran usar el condn en una proporcin ms alta que el total de los varones entrevistados en diversas encuestas, especialmente cuando tienen una escolaridad elevada, pero an entre ellos el uso es minoritario y raras veces es permanente (Secretara de Salud, 1988 ; $ecretara de Salud, 1989 ; Secretara de Salud, 1990; Secretara de Salud, 1994; Ibez, 1995 ; Izazola, 1988; Liguori, 1995a y b ; Nieto, 1996) . Adems de las encuestas, en aos recientes se han llevado a cabo etnografas, historias de vida, entrevistas individuales y entrevistas grupales a hombres mexicanos de distintas edades y contextos socia87
les . A diferencia de las encuestas, los estudios en profundidad se refieren a un universo ms heterogneo, aunque numricamente reducido . Algunos se refieren a jvenes de grupos populares urbanos, otros a trabajadores urbanos, rurales y migratorios, otros a jvenes rurales e indgenas, otros a migrantes en los lugares de origen y en Estados Unidos, otros a varones de sectores medios urbanos y otros a varones que frecuentan lugares de encuentro homosexual . Los resultados de estos estudios no pueden ser generalizados a conjuntos amplios de la poblacin mexicana, pero permiten conocer y profundizar en los significados y normas referidos por las encuestas sociodemogrficas, de salud y psicolgicas que han abordado el tema . Los estudios cualitativos revisados coinciden en interpretar que los principales reguladores de la actividad sexual para los varones mexicanos entrevistados no son las intenciones personales ni la informacin, sino los valores culturales, la simbolizacin del gnero, los discursos sociales sobre la masculinidad, las presiones de sus grupos de sustentacin y apoyo -familia, grupo de pares- y las experiencias socioeconmicas opresivas de dominacin tnica, desigualdad de clase, pobreza, desempleo, migracin y cuestionamiento del rol proveedor (Diaz, 1997 ; Hirsch, 1990 ; Liendro, 1993 ; Bronfman y Minello, 1995 ; Castro y Miranda, 1998) . Estos estudios sugieren que en Mxico el control de la sexualidad no se ejerce principalmente en forma ntima, desde la racionalidad de la mente hacia el cuerpo o la propia "naturaleza", sino principalmente a travs de la cultura : los tabes, los silencios, la escisin entre el ser y lo corpreo, la organizacin social y los controles comunitarios y familiares . En los grupos de hombres estudiados, la sexualidad no aparece nicamente como expresin del erotismo, sino como una de las principales formas de representacin y reafirmacin de la masculinidad . A travs de la sexualidad, entre otros atributos, se expresa y se mide el poder masculino y se marcan sus lmites (Diaz, 1997 ; Liendro, 1993 ; Bronfman y Minello, 1995 ; Liguori, 1995c). Los significados de la sexualidad de los varones mexicanos estudiados parecen diseados para crear, componer y restaurar un sentido de masculinidad e ideal varonil que est siempre bajo amenaza. Los estudios revisados describen principalmente dos caminos de expresin de significados de la sexualidad que se vinculan con la reafirmacin de la masculinidad : la excesiva importancia atribuida a la
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ereccin y la penetracin, como nicas formas valiosas de expresin sexual de los varones, y los relatos que se hacen en espacios masculinos ponderando el saber sobre sexualidad y las experiencias de penetracin (Diaz, 1997; Liendro, 1993) . Los jovencitos que an no han experimentado su primer coito manifiestan temores sobre el tamao de su pene y el logro de la ereccin, y ansiedad por lograr esa experiencia (Rodrguez et al ., 1995) . Las caricias y expresiones erticas sin penetracin, por intensas que sean, no son relatadas como relaciones sexuales (Diaz, 1997 ; Rodrguez et . al ., 1995; Bronfman y Minello, 1995) . Particularmente en los sectores populares, los varones perciben un mandato prescriptivo de tener relaciones sexuales y lograrlas con diversas parejas, y temen que se dude de su masculinidad si no demuestran su experiencia . Estos mandatos se ejercen a travs de discursos, vigilancia y controles comunitarios y se interiorizan en las personas. Frecuentemente la penetracin -vaginal o anal- es expresada como smbolo de dominacin y subordinacin (Bronfman y Minello, 1995 ; Liguori, 1995c; Rodrguez et. al ., 1995) . Varios autores han estudiado las expresiones verbales y corporales alusivas a la sexualidad en espacios de reunin masculina . Sealan que es un tema sobre el que no se habla en una conversacin o en un tono serio. Unicamente se hacen referencias sexuales en el albur, en tono de broma, con lenguaje analgico y para presumir conquistas sexuales, generalmente frente a personas del mismo sexo (Rodrguez et al . 1995 ; Hirsch, 1990 ; Liguori, 1995c; Fachel, 1992) . El albur consiste en un juego rtmico de palabras y gestos que combinan el humor con la ofensa, que se da principalmente en espacios de interaccin masculina . Se inician principalmente en la pubertad, etapa en que la afirmacin de la masculinidad constituye una fuente considerable de ansiedad . Son desafos verbales que provocan hilaridad y que hacen alusin simblica a una relacin sexual en la que uno o varios -los vencedores- penetran y otro -el perdedor- es penetrado (o su madre, su mujer o su hermana son penetradas) . La ofensa que se establece es una ofensa a la virilidad del otro, un ultraje, una humillacin, y lo que est en juego es la implicacin de los papeles activo y pasivo en un acto sexual figurado entre dos o ms protagonistas (Fachel, 1992 ; Liguori, 1995c ; Rodrguez et . al ., 1995 ; Hirsch, 1990 ; Bronfman y Minello, 1995 ; Diaz, 1997) . En el albur, la identificacin viril de uno se construye a travs de la negacin de la masculinidad del otro . En este contexto cultural, la
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agresin flica significa siempre masculinidad . Es el papel activo, simbolizado como dureza, agresin, fuerza, firmeza, ereccin, penetracin -no el sexo de la pareja- el que define la masculinidad . Aparece como atributo esencial del macho la capacidad de penetrar a otro, humillndolo . A la inversa, son las atribuciones pasivas las que definen al ofendido. La voz pasiva indica movimiento hacia una posicin ms baja, falta de poder. El miedo a la pasividad es sobre todo miedo a una prdida de poder (Fachel, 1992 ; Liguori, 1995c ; Rodrguez et al ., 1995; Hirsch, 1990 ; Bronfman y Minello, 1995 ; Diaz, 1997) . El albur se genera en contextos sociales de extrema represin de la sexualidad y sirve como un camino para comunicar normas sobre el gnero y la masculinidad . Al ser un lenguaje que se inicia en la pubertad en una sociedad que niega el conocimiento y la curiosidad sexual en las mujeres y los nios, saber sobre lo prohibido se transforma en una forma de poder, el poder que ejercen los adultos sobre los nios, los esposos sobre sus mujeres . Rompe simblicamente con el culto a la virginidad en tanto culto del silencio y el desconocimiento en materia sexual. Los jovencitos despliegan una gama impresionante de conocimientos sobre la anatoma sexual y hacen alarde de su manejo del lenguaje y de capacidad masculina de romper las reglas . La maestra en el dominio del lenguaje sustituye al manejo en el hacer, el saber implica la experiencia, se constituye en prueba de adultez y virilidad (Hirsch, 1990 ; Rodrguez et al ., 1995) . Otra implicacin propuesta por Hirsch, basndose en Octavio Paz y otros autores, se refiere a la relacin entre el alarde de poder sexual masculino que representa el albur y la falta de poder poltico, tnico y de clase de los hombres que alburean, al tratarse de un lenguaje preferente de sectores populares, en un Mxico clasista que ha sido tnicamente dominado desde la conquista . Hirsch propone al albur como una afirmacin de identidad y de empoderamiento, referido al control simblico de unos hombres sobre otros, como un lenguaje de poder hablado por desposedos . El albur es un lenguaje de identidad, de inclusin y exclusin, un juego de dominacin que divide simblicamente al mundo en vencedores y vencidos . En l, la raz de la humillacin del perdedor descansa en la representacin ltima de la distincin simblica entre lo masculino y lo femenino entendidos como roles activo y pasivo . En este duelo verbal, cualquier hombre, an desposedo socialmente, puede ser un vencedor (Hirsch, 1990) .
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Otras dimensiones sexuales entre hombres fueron observadas en el contexto grupal, como los juegos erticos entre varones, o se obtuvieron en las entrevistas, como los relatos de experiencias erticas colectivas . En grupos de reunin de varones, en espacios como las calles del barrio, las cantinas, los campos de ftbol o las cuadrillas de trabajo, se observ un permanente juego sexual y verbal, en el que los hombres se tocan partes del cuerpo, bromean sobre el sexo o refieren proezas sexuales (Gonzlez y Liguori, 1993 ; Liguori, 1995c; Liendro, 1993; Bronfman y Minello, 1995) . En los grupos estudiados, el conocimiento sobre las dimensiones prohibidas de la sexualidad se adquiri en una serie de juegos grupales, como la masturbacin colectiva, las competencias sobre quien orina o eyacula ms lejos, la penetracin de animales, la penetracin de varones ms jvenes o de varones afeminados . Sealan una reciprocidad entre estas prcticas y los juegos verbales, en tanto refuerzan la solidaridad grupal y el consenso de lo que significa ser hombre (Fachel, 1992; Liendro, 1993 ; Bronfman y Minello, 1995; Rodrguez et al., 1995 ; Liguori, 1995c ; Gonzlez y Liguori, 1993). Las implicaciones sobre actividad y pasividad, y el papel de la penetracin sexual -experimentada o simblica- en la afirmacin de la masculinidad conducen a una imagen escindida de lo femenino . En las entrevistas y las conversaciones de los varones estudiados, la figura femenina aparece dividida en dos tipos excluyentes . Uno de ellos est constituido por las mujeres con las que se establecen vnculos familiares, a las que definen como tiernas, comprensivas, tranquilas, serias, que refrenan los impulsos masculinos . Otras son las mujeres erotizadas, que definen como promiscuas, no confiables, que incitan al hombre, toman la iniciativa, expresan deseos e impulsos . Son, por definicin mujeres con experiencia sexual que no tienen pareja . Con las primeras es posible tener relaciones sexuales y sentir amor, pero estas relaciones no se aluden con otros varones y, al menos en algunos grupos, se limitan al coito vaginal en la posicin "del misionero", generalmente excluyendo el deseo, la iniciativa y el disfrute por parte de la mujer . El segundo tipo de mujeres son incompatibles con el matrimonio y la maternidad y no tienen valor como personas, no se establecen relaciones con ellas . Ocupan un lugar simblico semejante al de los hombres con los que se tienen contactos erticos ocasionales (Rodrguez et al ., 1995 ; Bronfman y Minello, 1995; Liguori, 1995c ; Castaeda et al ., s. f.) .
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Estos dos tipos imaginarios de mujeres resultan imposibles de integrar en la experiencia de los varones estudiados . Las mujeres recatadas les devuelven algunos aspectos positivos de su imagen masculina, como la proteccin, la responsabilidad, el compromiso y el respeto. Es el encuentro con una mujer promiscua o deseante lo que confirma sus sentimientos de actividad, la fuerza de sus impulsos, la potencia, pero tambin lo que ms provoca el temor a la inexperiencia, a la falla en la ereccin, a no lograr la penetracin, al rechazo . Este tipo de mujeres son menospreciadas como personas, consideradas como objetos . Es con ellas que se tienen encuentros donde impera el placer, no existe el compromiso, se mantiene el secreto frente a las figuras de autoridad y la familia, y se alardea frente a los grupos de pares . Es con relacin a este tipo de mujeres que se refiere mayor diversidad de prcticas sexuales en las entrevistas (Rodrguez et al ., 1995; Bronfman y Minello, 1995) . En correspondencia con la imagen de la penetracin como smbolo de poder, lo que representa a las mujeres como poco autnomas, carentes de poder, es la caracterstica de ser penetrables . Ser penetrable aparece como una caracterstica vergonzosa de las personas . En particular en contextos rurales, en ciudades pequeas y en sectores populares, el estigma vinculado con la homosexualidad como falta de hombra se aplica nicamente a los hombres que son penetrados o a los que asumen una identidad afeminada. El varn que no es masculino, que no es hombre, es el femenino, el penetrado . La posibilidad de tener relaciones sexuales con otro hombre est presente en la cultura de muchos varones mexicanos, y no cuestiona su masculinidad mientras sean ellos quienes penetran analmente, o mientras no reciban semen en la boca en prcticas de sexo oral, o mientras se involucren en la actividad por un pago (Liendro, 1996; Bronfman y Minello, 1995 ; Liguori, 1995c ; Gonzlez y Liguori, 1993 ; Diaz, 1997; Izazola et al., 1988; Carrier, 1989; Prieur, 1994; Diaz, 1996) .
Los estudios cualitativos revisados sealan que, ms all de las relaciones de pareja heterosexuales y homosexuales, en Mxico existen encuentros sexuales ocasionales . Las investigaciones sobre el comercio sexual en Mxico indican que ms de dos tercios de los clientes de este tipo de trfico sexual son varones casados (Uribe, 1994; Zalduondo et al, 1994) . A su vez, los estudios cualitativos sobre varones migrantes
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reportan encuentros sexuales ocasionales de estos hombres con mujeres y con otros varones (Bronfman y Minello, 1995 ; Bronfman y Rubin, 1995 ; Salgado, 1998 ; Castaeda et. al ., 1995) . Finalmente, las investigaciones sobre espacios de encuentro de varones tambin se refieren a este tipo de prcticas (Liguori, 1995c; Prieur, 1994) . Los trabajos cualitativos que se refieren al erotismo homosexual ocasional sealan que este tipo de encuentros, aunque sean frecuentes, aparecen secretos, silenciados y alejados de la afectividad y la conciencia. Adems de la especializacin de roles (un hombre que penetra y otro que es penetrado), una de las caractersticas de las actividades erticas homosexuales ocasionales que refieren estos autores es su carcter no verbal y escindido de la conciencia, escisin facilitada por el alcohol (Liguori, 1995c; Diaz, 1997; Prieur, 1994; Gonzlez y Liguori, 1993; Carrier, 1989). Tanto las prcticas ocasionales con otros hombres como aquellas con mujeres "erticas" y con prostitutas son relatadas consistentemente como mediadas por el alcohol, mantenidas en secreto respecto de la familia y sin que exista una relacin de persona a persona con el objeto de la atraccin y de las prcticas . Lo que sucede estando alcoholizado no cuenta en trminos de cuestionamiento de la identidad de gnero, ni en trminos de lealtades a la familia, ni de posibilidad de control personal de lo que ocurre . Sin embargo, son precisamente sos los espacios de la sexualidad que se vinculan con el placer y el erotismo . Son, al mismo tiempo, espacios de transgresin y de riesgo, prohibidos, vergonzosos y secretos, aunque atractivos y deseados (Prieur, 1994; Diaz, 1997 ; Diaz, 1996 ; Liguori, 1995c; Bonfman y Minello, 1995 ; Rodrguez et al ., 1995; Castaeda et al ., 1995) . Los estudios de caso analizados sealan que la creencia en un imperativo biolgico masculino, en una necesidad fisiolgica de desahogo sexual, es lo que permite realizar estas prcticas en un contexto social de prohibicin, represin y silencio sobre el deseo y el placer ertico . Es lo que permite escindir de la conciencia estas prcticas sexuales ocultas, furtivas y avergonzadas . En ellas, el control personal y la responsabilidad familiar y social estn ausentes, pues se justifican como una necesidad del cuerpo . Los estudios revisados sugieren que los varones mexicanos consideran que la excitacin sexual est basada en fuertes impulsos biolgicos dolorosamente intensos, que requieren inmediato alivio . Refieren una especie de rendicin de los varones a los dictados de sensaciones, urgencias y sentimientos intensos que no pueden ser
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controlados (Diaz, 1997 ; Liguori, 1995c ; Bronfman y Minello, 1995; Castaeda et al ., 1995; Castro y Miranda, 1998) . Esta creencia en un imperativo biolgico se une a la valoracin social de la invulnerabilidad y el abuso -y a la desvalorizacin de la debilidad y la pasividad- para brindar el soporte social a algunos tipos de conductas sexuales referidos recurrentemente en los estudios revisados: la presencia de violencia y abuso en el ejercicio de la sexualidad masculina y la poliginia o infidelidad sexual en los varones . Una proporcin muy elevada de los entrevistados en los diversos estudios cualitativos revisados refieren haber sufrido violencia o abuso sexual en la infancia, impuesto casi siempre por varones mayores con quienes exista una relacin cercana y de confianza . A su vez, las relaciones sexuales conyugales fueron referidas en algunos grupos como una necesidad del varn y una obligacin no deseada por la mujer. Algunos entrevistados relataron haber forzado a la pareja a tener relaciones sexuales, o a incorporar prcticas que solamente el protagonista deseaba . En diversas investigaciones, el hostigamiento sexual, la violacin, el incesto y la imposicin conyugal aparecieron formando parte de la experiencia cercana de las personas (Bronfman y Minello, 1995 ; Rodrguez et al., 1995; Castaeda et al., 1995 ; Diaz, 1997 ; Diaz, 1996; Gonzlez y Liguori, 1993 ; D'Aubeterre, 1998) . La idea de un imperativo fisiolgico subyace tambin a la amplia gama de sexualidades extraconyugales presente en las vidas de los varones estudiados . Cuando son jvenes y no tienen acceso a una mujer "propia", cuando estn ausentes del hogar por el trabajo y la migracin, cuando han ingerido alcohol, cuando estn excitados por un baile, una pelcula o un jugueteo grupal, cuando se encuentran en espacios de hombres solos, los varones mexicanos entrevistados declaran que se involucran en diversas prcticas sexuales, con mujeres o con hombres, pagadas o no pagadas . Cuando se trata de hombres casados y esas actividades incluyen la penetracin vaginal o anal, no suelen considerarse "infidelidad" porque no involucran los sentimientos (Bronfman y Minello, 1995 ; Daz, 1997; Daz, 1996; Castaeda, et al, 1995 ; Gonzlez y Liguori, 1993; Salgado, 1998 ; Arias y Rodrguez, 1995) .
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La necesidad de estudiar las dimensiones culturales que se interponen entre las intenciones de las personas y sus prcticas sexuales
Los estudios recientes sobre los significados de la sexualidad en las mujeres jvenes sealan contradicciones entre las intenciones y proyectos de vida que verbalizan muchas mujeres jvenes y sus prcticas sexuales y reproductivas . La distancia entre intenciones manifestadas y prcticas sexuales y reproductivas es mayor en los grupos sociales de menores recursos . En especial en estos grupos, la informacin abstracta, ajena a la experiencia, no parece orientar las prcticas sexuales . El conocimiento se va elaborando en movimientos reflexivos a partir de la experiencia personal o grupal y est fuertemente moldeado por las condiciones socioeconmicas y por los significados culturalmente dominantes sobre el gnero y la sexualidad . Para comprender mejor esas relaciones, estoy realizando un estudio exploratorio que busca identificar dimensiones sociales y culturales, relaciones interpersonales y visiones de s mismas y de los roles de gnero que se interponen entre las aparentes intenciones de las jvenes y los resultados de sus conductas . En este estudio busco conocer las condiciones sociodemogrficas, econmicas y culturales que estructuran la realidad social de un grupo de jvenes rurales que trabajan en el servicio domstico residente en la ciudad de Mxico, profundizando en las experiencias de vida que relatan esas jvenes . Los relatos se refieren a las vivencias de la sexualidad, las percepciones sobre el gnero, la identificacin de intereses personales y grupales, las fantasas, deseos y proyectos futuros de vida y las percepciones sobre las restriciones que impone el entorno para la consecucin de sus intereses . Los resultados preliminares del estudio sugieren que la construccin de individuos como sujetos capaces de tomar decisiones sobre su sexualidad y de orientarlas de manera coherente con su proyecto de vida es problemtica para estas jvenes . Las desigualdades socioeconmicas y de gnero afectan sus estructuras de opciones y su capacidad de actuar sobre la realidad y orientar cursos de accin . La construccin simblica del cuerpo seala dimensiones especialmente complejas para las mujeres jvenes, asociadas con su capacidad ertica y reproductiva . Los controles sociales sobre la sexualidad operan de manera especfica sobre la sexualidad femenina y son particularmente
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intensos entre la pubertad y la unin conyugal . Estas construcciones sociales configuran las relaciones sociales y las relaciones intergenricas como relaciones de poder . Sin embargo, afirmar que la construccin de individuos como sujetos capaces de orientar volitivamente su comportamiento sexual es problemtica en estas jvenes no significa que sean pasivas frente a sus circunstancias . Utilizan recursos -personales, familiares y sociales- para sobrevivir y para alcanzar intereses personales o de su grupo de pertenencia, tales como movilidad social, status, legitimidad, seguridad o afecto . El carcter problemtico deriva principalmente de que el acceso sexual al cuerpo de una mujer joven es un recurso importante en las relaciones de poder y de intercambio entre hombres y mujeres y entre grupos de parentesco . En los contextos rurales mexicanos, la construccin de la identidad femenina tiene sus races en un sistema de representaciones donde la familia y el grupo comunitario son altamente valorados y es menor la valoracin de los individuos aislados, en especial si son mujeres . La unin conyugal procreativa aparece, en este contexto, como el recurso o estrategia principal de las mujeres para sobrevivir y lograr movilidad, aceptacin social y afecto . De acuerdo con este sistema de intercambio, vincular el inicio de las relaciones sexuales con la procreacin suele conducir a la unin conyugal, mientras que practicar la sexualidad sin intenciones procreativas puede llevar al abandono de la mujer, pues evitar el embarazo es simbolizado como evidencia de deseo sexual femenino y ausencia de control? La preservacin de la sexualidad y la capacidad procreativa de las mujeres como recurso intercambiable est sujeta a controles sociales ejercidos principalmente por su grupo familiar . La coercin masculina y la pasividad femenina a las demandas sexuales del varn que adquiere acceso socialmente legitimado a su cuerpo forman parte de este control . A su vez, estas relaciones de poder son constitutivas de identi-
2 En la base de este intercambio est la idea de desigualdad en la sexualidad masculina y femenina . Esta idea seala al deseo y el placer erticos como atributos de la masculinidad, donde el varn tiene caractersticas de animalidad e impulsos irrefrenables, mientras que la pasividad, la responsabilidad de frenar los impulsos masculinos y la sustitucin del deseo y el placer erticos por la afectividad y la capacidad de construir relaciones son atributos de la feminidad .
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dades, en trminos tales que un comportamiento sexual orientado a crear y afianzar relaciones familiares, si bien puede dar lugar a tensiones momentneas y conflictos de intereses con la familia de origen, y generar culpabilidades, es reforzador de la identidad femenina . En cambio, un comportamiento sexual protegido en el que se evita la procreacin simboliza la trasgresin del deber ser femenino, en especial si el medio utilizado es simbolizado como propio del placer masculino y de las relaciones ocasionales . La conducta sexual protegida pone a las mujeres jvenes en riesgo de ser marginadas por su familia y sus posibles parejas hacia otras dimensiones del intercambio sexual menos valoradas sexualmente : las relaciones ocasionales, las parejas sucesivas, el comercio sexual . Las trabajadoras domsticas de origen rural que estoy estudiando en la ciudad de Mxico estn sometidas simultneamente a construcciones culturales diferentes, y a veces contradictorias, sobre los significados de la sexualidad . La lejana de los lazos familiares y comunitarios -y de los controles sociales asociados a ellos- y el acceso al trabajo asalariado cambian las circunstancias del cortejo y del juego amoroso, y trasladan el peso de la toma de decisiones, las responsabilidades y las culpas -la constitucin de sujetos sociales- del grupo a los individuos . Las mujeres entrevistadas perciben un ingreso propio, pero se encuentran aisladas del sistema de proteccin familiar para preservar su capacidad sexual y procreativa como recurso valioso para el intercambio matrimonial . La condicin de migrante significa un aumento de las posibilidades de prcticas sexuales que no conduzcan a una unin conyugal, porque una misma prctica tiene significados diferentes en los contextos de origen y en la ciudad, y porque en la ciudad no existe control comunitario sobre sus parejas . El trabajo en el servicio domstico es un empleo y una situacin de residencia que debilita la posicin de las mujeres en las relaciones de intercambio tendientes a formar una unin conyugal . El objetivo de esta investigacin ha sido identificar las dimensiones sociales, culturales y subjetivas que restringen o amplan la capacidad de este grupo de mujeres jvenes situadas en condiciones de vulnerabilidad sociocultural para tener prcticas sexuales voluntarias, placenteras y protegidas . En particular, explorar las experiencias de estas jvenes sobre su capacidad para constituirse individualmente como sujetos sexuales . Se trata de entender de qu depende que puedan tomar decisiones personales sobre su cuerpo, su sexualidad y su capaci97
dad reproductiva, y conciliar o confrontar esas decisiones con los intereses de su grupo de pertenencia, con los intereses de su pareja sexual y con su cultura. Busco saber en cules condiciones estas jvenes pueden experimentar deseos personales y actuar sexualmente de acuerdo con cursos de accin vinculados con sus intenciones y proyectos . Se trata de explorar si logran manifestar intereses propios y de saber si pueden influir individual o grupalmente sobre las condiciones personales, interpersonales y del entorno que restringen las posibilidades de consecucin de sus intereses .
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