La Llorona
La Llorona
La Llorona
L as versiones del origen de esta mujer son muy variadas, desde antes de la llegada de los
españoles se comentaba que era la diosa Cihuacóatl, quien aparecía elegantemente vestida
y en las noches gritaba y bramaba en el aire, su atuendo era blanco y el cabello lo tenía
dispuesto de forma tal que, aparentaba tener cuernos en la frente. Otros aseguraban que era
Doña Marina, o sea la Malinche quien, arrepentida de traicionar a los de su raza, regresaba a
penar.
Con la conquista estas versiones sufrieron ciertas modificaciones alegándose que era una
joven enamorada que había muerto un día antes de casarse y traía al novio la corona de
rosas que nunca llegó a ceñirse; otras veces era la viuda que venía a llorarle a sus hijos
huérfanos, o la esposa muerta en ausencia del marido a quien venía a darle el beso de
despedida; o la desafortunada mujer, vilmente asesinada por el celoso marido apareciéndose
para lamentar su triste fin y confesar su inocencia.
Sea cual fuere su origen se dice que en tiempos de la colonia, a mediados del siglo XVI, los
habitantes de la Ciudad de México se retiraban a sus casas sonando el toque de queda dado
por las campanas de la primera catedral, a media noche y principalmente cuando había luna
llena, despertaban espantados al oír en la calle unos tristes y lánguidos gemidos lanzados al
viento por una mujer.
Las primeras noches, los vecinos sólo se santiguaban argumentando que los lamentos eran
de una ánima del otro mundo, pero la situación fue tan insistente que la gente más
despreocupada o atrevida, salía a cerciorarse qué era aquello, primero lo hicieron desde las
puertas o ventanas, después algunos se animaron a salir y lograron ver a quien lanzaba tan
lastimeros gemidos.
La mujer que vestía una ropa blanquísima y se cubría el rostro con un velo, avanzaba con
lentos pasos recorriendo las calles de la ciudad sin faltar una sola ocasión a la plaza mayor
donde, viendo hacia el oriente e hincada daba el último y languidísimo lamento, una vez
puesta en pie, continuaba con paso lento y pausado hasta llegar a la orilla del lago donde
desaparecía.
LA LLORONA Versión A
De los campos a las ciudades emigran muchas jovencitas en busca de su sueño, de estudios y de tener
mejores trajes y dinero para ayudar a sus familias.
Esta como muchas llegó a la ciudad y se empleo en casa de ricos, enamorándose de su hijo el cual
cruelmente la dejó embarazada y luego la despidió de su trabajo.
No habiendo más que hacer, se devolvió a su casa escondiendo su hijo bajo su delantal, lo cual no logró
por mucho tiempo, su familia, apegada al cristianismo, comenzó a decirle su error a todas horas,
creándole gran angustia.
Una noche bajo un gran aguacero corrió hacia el río y pariéndolo lo lanzó a la corriente, al ver lo que
había hecho se lanzó detrás del niño gritando y llorando.
Todavía en las noches de luna después de una creciente se oye el llanto de esta mujer, y se puede verle
tras el rayo de luna en el agua del río, tratando de alcanzar a su hijo.
Dicen que el señor en su gran misericordia tendrá compasión de ella y que algún día lo alcanzará,
volverá a la vida y será un gran hombre revolucionario de la sociedad.
LA LLORONA Versión B
En las altas horas de la noche, cuando todo parece dormido y sólo se escuchan los gritos rudos con que
los boyeros avivan la marcha lenta de sus animales, dicen los campesinos que allá, por el río,
alejándose y acercándose con intervalos, deteniéndose en los frescos remansos que sirven de aguada a
los bueyes y caballos de las cercanías, una voz lastimera llama la atención de los viajeros.
Es una voz de mujer que solloza, que vaga por las márgenes del río buscando algo, algo que ha perdido
y que no hallará jamás. Atemoriza a los chicuelos que han oído, contada por los labios marchitos de la
abuela, la historia enternecedora de aquella mujer que vive en los potreros, interrumpiendo el silencio
de la noche con su gemido eterno.
Era una pobre campesina cuya adolescencia se había deslizado en medio de la tranquilidad escuchando
con agrado los pajarillos que se columpiaban alegres en las ramas de los higuerones. Abandonaba su
lecho cuando el canto del gallo anunciaba la aurora, y se dirigía hacia el río a traer agua con sus tinajas
de barro, despertando, al pasar, a las vacas que descansaban en el camino.
Era feliz amando la naturaleza; pero una vez que llegó a la hacienda de la familia del patrón en la época
de verano, la hermosa campesina pudo observar el lujo y la coquetería de las señoritas que venían de
San José. Hizo la comparación entre los encantos de aquellas mujeres y los suyos; vio que su cuerpo
era tan cimbreante como el de ellas, que poseían una bonita cara, una sonrisa trastornadora, y se dedicó
a imitarías.
Como era hacendosa, la patrona la tomó a su servicio y la trajo a la capital donde, al poco tiempo, fue
corrompida por sus compañeras y los grandes vicios que se tienen en las capitales, y el grado de
libertinaje en el que son absorbidas por las metrópolis. Fue seducida por un jovencito de esos que en
los salones se dan tono con su cultura y que, con frecuencia, amanecen completamente ebrios en las
casas de tolerancia. Cuando sintió que iba a ser madre, se retiró "de la capital y volvió a la casa paterna.
A escondidas de su familia dio a luz a una preciosa niñita que arrojó enseguida al sitio en donde el río
era mas profundo, en un momento de incapacidad y temor a enfrentar a un padre o una sociedad que
actuó de esa forma. Después se volvió loca y, según los campesinos, el arrepentimiento la hace vagar
ahora por las orillas de los riachuelos buscando siempre el cadáver de su hija que no volverá a
encontrar.
Esta triste leyenda que, día a día la vemos con más frecuencia que ayer, debido al crecimiento de la
sociedad, de que ya no son los ríos, sino las letrinas y tanques sépticos donde el respeto por la vida ha
pasado a otro plano, nos lleva a pensar que estamos obligados a educar más a nuestros hijos e hijas,
para evitar lamentarnos y ser más consecuentes con lo que nos rodea. De entonces acá, oye el viajero a
la orilla de los ríos, cuando en callada noche atraviesa el bosque, aves quejumbrosos, desgarradores y
terribles que paralizan la sangre. Es la Llorona que busca a su hija...