Un Compuesto Recalcitrante Es Tóxico para Los Microorganismos

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Un compuesto recalcitrante es tóxico para los microorganismos, presenta estructuras químicas

muy estables y resistentes al ataque biológico o posee elementos estructurales que raramente se
encuentran en la naturaleza. En general, la resistencia de un compuesto aromático al ataque por
los seres vivos aumenta con el número de sustituyentes que tenga, cualquiera que sea su
naturaleza química. La degradación de aromáticos ocurre en dos fases: la primera consiste en la
activación del anillo mediante la introducción de dos grupos hidroxilo, la segunda, en la fisión o
ruptura del anillo activado. El ejemplo más sencillo de activación del anillo aromático lo constituye
la oxidación del benceno por la benceno oxigenasa para producir un dihidrodiol, que
posteriormente se oxida a catecol, éste último compuesto es la verdadera forma activada del
anillo. Un mismo compuesto puede sufrir distintos tipos de ataque que conduzcan a la forma
activada

EL PROBLEMA DE LOS COMPUESTOS XENOBIÓTICOS Y RECALCITRANTES.

Concepto de xenobiótico y recalcitrante. Principales grupos. Su degradación en el medio

ambiente. Papel de los plásmidos catabólicos.

Xenobióticos: compuestos creados por el hombre mediante síntesis química y que


contienen

estructuras que no están presentes (o son muy raras) en la naturaleza (especialmente


grupos

Cl-, SO4

2- y NO3

-). Definición amplia (Hutzinger): “el termino xenobiótico no debería de

restringirse a aquellos compuestos con características estructurales extrañas a la vida si


no

que debería ser utilizado para todos los compuestos que liberados en cualquier
compartimento

del medio ambiente por acción del hombre se presentan a una concentración mayor de la

natural".

Recalcitrante: se aplica a aquellos compuestos cuya persistencia en el medio ambiente


es

grande debido a su difícil biodegradación. Los compuestos xenobióticos son,


generalmente,
recalcitrantes. Las razones su persistencia son:

- químicas: substituyentes extraños (Cl o otros halógenos), enlaces inusuales (carbonos

cuaternarios), anillos aromáticos muy condensados o excesivos tamaños moleculares

(plásticos);

- físicas: insolubilidad;

- celulares: carencia de permeasas específicas, toxicidad,

estas toxinas se pueden incorporar en liposomas de forma que actúen como sistemas

de liberación controlada de drogas.

Se pueden modificar
estas moléculas de modo que destruyan
especificamente células cancerosas, o bien que por la
incorporación de poros, las células aumenten su susceptibilidad
a los quimioterápicos. Por otro lado, se pueden
incorporar moléculas de la toxina en membranas
artificiales (liposomas) de forma que actúen como
biosensores o sistemas de liberación controlada de drogas.
A continuación se describen algunas de las aplicaciones
que se han desarrollado en este campo empleando
diversas toxinas.

Aplicaciones biotecnológicas y terapéuticas


de la a-toxina de Staphylococcus aureus
La -toxina de Staphylococcus aureus es una pequeña
proteína formada por 293 residuos de aminoácidos, lo
que facilita su manipulación por tecnología de ADN
recombinante. La proteína existe en forma de un complejo
multimérico con forma de hongo formado por 7
subunidades5. El grupo de H. Bayley9 trabajó con tres
propiedades, que pueden regularse a través de técnicas
de ingeniería de proteínas: el tamaño del poro, la
selectividad del canal para el pasaje de diferentes moléculas
y la capacidad del poro de abrirse y cerrarse.
Insertando “disparadores” moleculares e “interruptores”
en la proteína, se puede controlar la apertura o el cierre
del canal. En principio éstos pueden ser bioquímicos
(activados por enzimas), químicos (activados por la
unión de pequeñas moléculas) o físicos ( calor o luz).
Estas tres aproximaciones fueron empleadas con la alfatoxina.
Como “disparador” bioquímico se introdujo en la alfatoxina
un pequeño péptido que bloquea la apertura del
poro, de modo que el tratamiento posterior con una
proteasa elimina esta pieza extra, permitiendo la apertura
del poro10. Cuando estas moléculas híbridas alcanzan
la célula cancerosa, la formación de poros se activa
por proteasas liberadas por las mismas11. Se emplearon
otros “disparadores” bioquímicos con la finalidad
de que la toxina sólo penetre en células determinadas,
por ejemplo células cancerosas, mediante la
unión por ingeniería genética de un anticuerpo que las
reconocía de modo específico, incrementando su permeabilidad
y por lo tanto su sensibilidad a las drogas
citotóxicas12. También se diseñaron “interruptores” químicos
que respondían a la presencia de iones metálicos.
Al reemplazar 5 residuos aminoacídicos en la proteína
por histidinas se creó un sitio de unión para iones
Zn+2, de modo que por su unión bloquearon la formación
del poro, el cual sólo se formó al eliminar el catión9.
Esta propiedad se empleó en el diseño de sensores de
metales, puesto que la corriente generada por el pasaje
del ión depende de la naturaleza del catión y de su
concentración.
Se pueden realizar miles de modificaciones diferentes
en estas proteínas formadoras de poros, dando
como resultado la generación de muy diversos biosensores.

Otra aplicación interesante se encontró en el área de


liberación de drogas. Por ejemplo, la droga se transportó
en el interior de liposomas y con la ayuda de alguno
de los “disparadores” mencionados, la droga se liberó a
través de los poros incorporados en el liposoma. También
se encapsularon enzimas o células13. Las enzimas
encapsuladas se pueden usar para destruir sustancias
tóxicas, como la acumulación de fenilalanina en pacientes
con desórdenes genéticos como fenilcetonuria. En
el caso de células encapsuladas, éstas pueden emplearse
para liberar hormonas en pacientes diabéticos insulinodependientes.
De este modo, es posible controlar dónde
y cuándo la droga, enzima o célula se libera

Por otro lado, también se han publicado resultados


muy alentadores sobre la aplicación de toxinas encapsuladas
en liposomas para el desarrollo de vacunas en
inmunidad mediada por células. Lee et al16 mostraron
que la presentación de antígenos en la superficie de
macrófagos se encuentra incrementada cuando estos
son administrados en liposomas que contienen toxinas
líticas, con respecto a la administración del antígeno en
liposomas que no contenían toxinas. La ventaja en el
primer caso reside en el aumento de la liberación en el
citoplasma del antígeno encapsulado, lo cual es difícil
de lograr cuando se emplean liposomas que carecen de
toxinas como vectores

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