¿A Qué Llamamos Políticas Públicas? - Autor: Miguel González Madrid
¿A Qué Llamamos Políticas Públicas? - Autor: Miguel González Madrid
¿A Qué Llamamos Políticas Públicas? - Autor: Miguel González Madrid
http://www.tsjdgo.com.mx/Revistas/Rev57_58/Gonzalez.htm
Número 46
http://148.206.53.230/revistasuam/iztapalapa/viewissue.php?id=51
Artículo publicado en dos revistas: en la Revista del Tribunal Superior de Justicia del Estado de
Durango (núm. 57-58) y en la revista Iztapalapa (núm. 46, 1999) de la Universidad Autónoma
Metropolitana, Unidad Iztapalapa.
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Mediante la conjunción señalada sería posible lograr dos cosas : A9
conocer mejor el "proceso de la política"; y b) "aumentar la racionalidad de
las Decisiones" (laswell, 1992:80). Con la propuesta de Laswell estaban
naciendo las "ciencias de política" (policy sciencies): una multidisciplina
que se ocuparía de "los problemas fundamentales del hombre en sociedad"
con la mayor racionalidad posible y el uso de técnicas y métodos eficaces
para la formulación y análisis de las alternativas posibles de acción (Dror,
1992: 121 y 122). Al lado de esa orientación multidisciplinaria fue
reconocido un cierto interés empírico-pragmático heredado de Charles
Merriam como de "John Dewey y de otros filósofos norteamericanos"
(Laswell, 1992: 89 y 98).
Sin duda, esa es una versión mejorada de ala idea del mejor gobierno de
los filósofos o de los científicos: el gobierno de los tecnócratas. Hacia los
años cincuenta y sesenta, la ciencia y la técnica aparecen unificadas en la
política, bajo una clara orientación positivista que persigue la conexión de
hechos para "facilitar" la toma de decisiones sobre cursos posibles de
acción. El conocimiento aparece bajo el dominio de la política o, mejor
dicho, del interés de las burocracias y los políticos. Así, según Douglas
Torgerson:
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La investigación referida tuvo el mérito de obtener información
testimonial acerca de los impactos de una política concreta, mediante
"audiencias públicas" "formales y comunitarias"; pero si se tiene en cuenta
todo el proceso de políticas –desde la aparición del problema público,
hasta la evaluación de políticas, pasando por la formulación de cursos de
acción y la implementación del curso de acción elegido- es evidente
concluir al respecto que la participación pública no puede ser constreñida
a la etapa de evaluación de impactos. No obstante, la sugerencia de
Torgerson consistente en considerar ese aspecto dinámico del contexto
social debe ser bienvenida, no sólo porque abre una nueva perspectiva de
la investigación del proceso de políticas que estaba en germen en la obra
de laswell, sino porque con ello es posible 2el esclarecimiento y
reconocimiento de intereses" y la propia asunción de valores socialmente
dominantes (Torgerson, 224 y 227).
Aunque esa segunda imagen pueda parecer en algunos casos una secuencia
prefijada y unilineal de las cosas, Meny y Thoenig se ha encargado de
adaptar el encadenamiento de episodios del proceso conforme a los
mismos supuestos señalados anteriormente con respecto a los diversos
escenarios de nacimiento de una política pública: (a) aunque formalmente
existen un punto de partida del proceso (los problemas públicos), la acción
pública puede ser susceptible de un rediseño o de una franca interrupción;
y (b) la acción pública puede terminar o no terminar.
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Una tercera imagen, distinta del reparto de los actores y del acomodo
episódico de los actos y medio, muestra las condiciones contextuales reales
en que los elementos de las otras imágenes existen y son concretos. No
queremos decir que el contexto determina la existencia de los otros
elementos o inversamente; eso depende de la teoría asumida o
desarrollada. Hasta el momento hemos descrito sólo series de elementos
necesarios a la acción pública, y eso nos permite decir, en suma, que ésta
en un sistema de acción pública que tiene a imponerse en un sector de la
sociedad, que está ordenado mediante un ciclo de operaciones
diferenciadas, y existe en un contexto específico y concreto que condensa
orientaciones valorativas.
Ello nos lleva a preguntar, por cierto, con William N. Nelson, en que
medida es deseable la democracia participativa si, a pesar de la abstracta
igualdad de derechos ciudadanos, no hay una igualdad en “categoría” e
“interés”. Teóricamente puede suponerse que la democracia participativa
(directa o activa) es más atractiva que la democracia basada en la
representación de intereses, porque desarrolla un alto sentido de la
cooperación y fuertes lazos comunitarios. Aunque en la forma o en sí
misma la democracia participativa es deseable, en el marco de una
sociedad multipolarizada, heterogénea y fragmentada por intereses
diversos, ella se hace, si no impracticable, al menos difícil de extenderse.
A MANERA DE CONCLUSIÓN
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circuitos de flujo abierto de los intereses como por circuitos discrecionales
de selectividad, negociación, influencia y compromisos.
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