Escuelas Totales
Escuelas Totales
Escuelas Totales
Vale la pena luchar por no permitir que las organizaciones sean negativas por
omisión, y por que sean positivas deliberadamente.
*
En: Fullan Michael y Andy Hargreaves (1999), La escuela que queremos. Los objetivos por los que
vale la pena luchar. México, Amorrortu/SEP (Biblioteca para la actualización del maestro), pp. 71-108.
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Usamos el concepto de «cultura» para designar las creencias y expectativas orientadoras, evidentes
en la operación misma de cada escuela, con particular referencia a las relaciones (o su falta) entre las
personas. En otras palabras, la cultura es «la manera como hacemos las cosas y nos relacionamos
los unos con los otros».
La cultura del individualismo
La enseñanza no es la profesión más antigua. Pero sin duda aparece entre las
más solitarias. Como dice Rudduck (1991), «la educación es una de las últimas
profesiones donde todavía es legítimo trabajar solo en un espacio a salvo de
invasores» (pág. 31). La condición más común para el docente no es la del trabajo
en equipo. Lo es una condición de aislamiento profesional; de trabajo solitario,
apartado de sus colegas. Este aislamiento da a los docentes cierto grado de
protección para poner en práctica sus juicios autorizados en interés de niños a
quienes ellos conocen mejor. Pero también los priva de una realimentación
significativa y clara acerca del valor y la eficacia de lo que hacen.
Pero se abren fisuras en estos muros del aislamiento. EI entrenamiento por los
pares, la tutoría, la autogestión y otras alternativas empiezan a reunir a los Maestros.
Como veremos más adelante, estas propuestas lo carecen de inconvenientes, pero
abren posibilidades nuevas.
Los edificios individuales, las aulas separadas como "cartón de huevos" y los
tabiques aislantes son todas características arquitectónicas que pueden inducir al
individualismo y hacer más difícil para los docentes el trabajo en equipo. Pero si las
aulas sin muros pueden facilitar la interacción, de ningún modo la garantizan. En
realidad, es bien sabido que los maestros suelen hacer considerables esfuerzos para
reafirmar su privacidad en ambientes de plano abierto, e instalan mamparas o cruzan
armarios que establecen barreras. Hay dos causas que inclinan al individualismo y
tienen un sentido diferente. Se basan en las normas y condiciones tradicionales de la
enseñanza.
«La docencia es una profesión en la cual, cada vez que usted llega a casa,
siempre tiene algo en qué pensar. Se dice: "Debería estar hacienda esto". Me siento
culpable por descansar la mitad del tiempo».
Callar lo que se sabe, sentirse inseguro acerca de lo que se tiene para ofrecer
ser reticente para buscar mejores maneras de hacer las cosas y tratar a los docentes
como si necesitaran ayuda, y tuvieran poco para dar son maneras con las que la
tradición del individualismo retrasa el progreso y hace a la docencia
fundamentalmente insatisfactoria en el largo plazo.
Hemos dicho que el individualismo no es sólo una actitud de los docentes sino
que arraiga en las condiciones mismas bajo las cuales ha evolucionado su rol. Ahora
estas tradiciones se ven cuestionadas. Avanzamos en pos de los nuevos conceptos
y estrategias del trabajo en equipo, y por ese camino son dos nuestros mensajes. En
primer lugar, en el afán de eliminar el individualismo (las conductas habituales de
trabajar solos), no debemos erradicar la individualidad (las manifestaciones de
desacuerdo, la oportunidad de estar solos y las experiencias que alcanzar
significación personal). La individualidad es siempre la clave de la renovación
personal, que a su vez es el fundamento para la renovación colectiva. La
individualidad también genera disensos y riesgos creativos que son una fuente de un
aprendizaje grupal dinámico. En segundo lugar, no subestimaremos los obstáculos
que se oponen al pasaje hacia culturas de trabajo en equipo. Este desarrollo
representa un cambio sutil y fundamental. Será fácil equivocarse y difícil
enmendarse.
En la escuela secundaria inicial, los docentes eran «un poco fatalistas» acerca
del potencial académico de sus alumnos. Se consideraban ingenuos a sí mismos por
haber buscado metas más ambiciosas al comienzo de su carrera. Dijeron ser ahora
más realistas. En el fracaso de los alumnos en alcanzar las metas académicas veían
un problema de motivación; un problema con los estudiantes o el medio del que
provenían.
Los docentes de la escuela media tenían una convicción más arraigada sobre
su eficacia: «Sabían que podían hacer una contribución significativa a la vida de los
alumnos y estaban pública y personalmente emperiados en ello» (pág. 106). Los
docentes de la escuela media tenían una más alta opinión de su profesión y de sus
responsabilidades. Definían su trabajo con más amplitud: Insistían tanto en el
desarrollo personal como en el logro académico tanto en el trabajo con los colegas
como en el trabajo con los alumnos. La colaboración entre los docentes, el trabajo en
equipo y las decisiones conjuntas caracterizaban a la organización de esta escuela.
En cambio, en las escuelas con trabajo solitario sólo un 17% de los docentes
se manifestaron partidarios de aprender ellos mismos. No actuaban como si tuvieran
más para aprender, ni como si pudieran llegar a ser docentes más eficaces
recibiendo ideas de afuera.
Sin duda, hay aquí cierta selectividad. Los docentes abiertos a las ideas
nuevas se ven atraídos por las escuelas «en movimiento». Los renuentes al
aprendizaje se sienten más seguros en las escuelas «atascadas») (pero, nos
arriesgamos a decir, no quedan más satisfechos en el largo plaza). Sostendremos
más adelante que conviene definir y fomentar la apertura al aprendizaje en la
selección de futuros maestros, y en el momento de proporcionarles sus primeras
experiencias en programas iniciales de educación docente y de asignarles sus
primeros puestos. Pero es en el ambiente laboral donde la lucha por la mejora se
tiene que librar. Sabemos que esto es posible porque, aunque sean minoría,
«existen» escuelas que trabajan en equipo y en ellas «la auto-renovación continua se
define, comunica y experimenta como un hecho natural de la vida diaria»
(Rosenholtz, 1989, pág. 74). Imagina que llegas a ser un mejor maestro sólo por
formar parte del cuerpo docente de una escuela determinada: sólo por ese hecho
(Little, 1990).
Hasta ahora hemos dicho una serie de cosas favorables acerca de las
relaciones laborales cooperativas y sus ventajas para las escuelas. Pero no hemos
sido claros acerca de lo que realmente significa esa colaboración para los directores
y maestros. Esto no es inusual. Conceptos atractivos como los de trabajo en equipo y
colaboración suelen envolverse en una sensación global de virtud. Esa vaguedad
puede ser útil al comienzo, cuando la gente trata de seleccionar las diferentes
posibilidades. Pero después puede presagiar desilusión y desengaño si las
esperanzas e intenciones no se cumplen, y el sentido y los beneficios llegan a ser
menos claros. Por lo tanto es vital comprender el significado del trabajo en equipo.
Lo que pasa por trabajo en equipo significa cosas muy diversas en diferentes
escuelas. Algunas buscan reducir la incertidumbre del docente e incrementar su
eficacia. Otras ayudan menos en ese aspecto. Por ejemplo, es importante que usted
no infiera que en su escuela se trabaja en equipo porque existe una confortable sala
de profesores, los maestros se cuentan anécdotas sobre los alumnos y se brindan
apoyo moral. La colaboración que conduce a una mayor eficacia exige mucho más
que esto. Las escuelas donde los maestros permanecen aislados e Inseguros en su
propia aula no siempre son escuelas abiertamente inhóspitas en el sentido social. De
hecho, en su informe sobre las escuelas «atascadas», Rosenholtz señaló que las
salas de docentes en esas escuelas a menudo eran lugares felices. Pero esa
felicidad nacía de conversaciones sociales en sentido amplio, sobre actividades no
escolares, o de historias y chistes contados acerca de los alumnos y sus padres, a
menudo a sus expensas. En esas salas no se hablaba mucho de la profesión: no
había discusiones serias sobre el trabajo y su mejora. Evidentemente, cuando se
trato de desarrollar culturas de trabajo en equipo no hay que confundir felicidad con
excelencia.
Little observa que el cuarto tipo -el trabajo conjunto- es la forma más sólida de
colaboración (por ejemplo, la enseñanza en equipo, la planificación, la observación,
la investigación, la capacitación permanente entre pares, la tutoría, etc.). EI trabajo
conjunto implica y genera una mayor interdependencia, responsabilidades
compartidas, un compromiso y un progreso colectivos, y una mayor disposición a
participar en las difíciles tareas de revisión y crítica. Esta, expresa Little, es la
modalidad de trabajo en equipo y de cultura más propicia a una mejora significativa.
Otras modalidades quizás ofrezcan el impulso básico hacia la búsqueda de la
mejora, pero serán apenas sustitutos de la modalidad mencionada.
Uno de los estudios más sagaces sobre el aspecto que las culturas del trabajo
en equipo presentan en la práctica fue realizado por Nias y un equipo de
investigadores en Inglaterra (Nias, Southworth y Yeomans, 1989). Nias y su equipo
llevaron a cabo un estudio de casos en profundidad para cinco escuelas primarias ya
conocidas por sus relaciones positivas entre el personal. Enseñaron y observaron en
esas escuelas durante un año. Las ricas descripciones que construyeron en esas
escuelas ofrecen relatos fascinantes, detallados y realistas del aspecto que
presentan en la práctica las culturas donde el trabajo en equipo se despliega con
fuerza. Tres de las escuelas comprendían culturas de trabajo en equipo en pleno
funcionamiento. Las cinco escuelas eran pequeñas (hasta doce maestros de jornada
completa), de modo que debemos abstenernos de generalizar. Pero la configuración
de las características ilustra sobre las modalidades culturales del trabajo en equipo
que buscamos para el futuro. ¿Cuáles eran esas características clave?
Según Nias y sus colaboradores, lo que caracteriza a las culturas del trabajo
en equipo no es su organización formal, no son sus reuniones ni sus procedimientos
burocráticos. Tampoco se trato de un trabajo en equipo organizado para proyectos y
eventos específicos. Estas culturas consisten más bien en cualidades, actitudes y
conductas predominantes que rigen las relaciones del personal en todo momento,
sobre una base diaria. La asistencia, el apoyo, la confianza y la sinceridad forman el
núcleo de estas relaciones. Detrás de esto hay un compromiso con la valoración de
las personas como individuos y con la valoración de los grupos a los cuales es
pertenecen esas personas.
Los individuos así valorizados como personas y como maestros, incluso como
principiantes, se han sentido bienvenidos. Los docentes mostraban interés en la vida
personal de los demás, al mismo tiempo que respetaban el derecho a la privacidad.
Se tenía en cuenta a la persona en su totalidad.
Las culturas del trabajo en equipo, definidas según estos valores, más
propician la diversidad que la combaten; la vuelven apreciada y accesible, al mismo
tiempo que fomentan la interdependencia, el aprendizaje mutuo, la identificación de
los intereses comunes y el trabajo conjunto para resolver los problemas. Pero
desarrollar estas culturas no es fácil. Como explican Nias y sus colaboradores, para
funcionar bien ellas exigen un alto grado de seguridad y de sincera confianza entre
sus docentes. Las culturas del trabajo en equipo son sin ninguna duda
organizaciones complejas y en delicado equilibrio, por lo que es difícil instalarlas y,
todavía más, mantenerlas.
Existen por lo menos dos razones para que esto suceda así. En primer lugar,
así como la apertura es necesaria dentro de la escuela, también debe caracterizar la
relación de la escuela con el mundo exterior. Las ideas nuevas, las mejores prácticas
de otros lugares, el estímulo, la presión para tener en cuenta las necesidades
sociales y el ejemplo (o lo que se tiene para ofrecer a otros docentes y escuelas) son
parte de la vitalidad espiritual de las escuelas que trabajan en equipo. Pero las
escuelas no pueden tener éxito sin establecer estrechas relaciones laborales con los
padres y la comunidad. En segundo lugar, las decisiones tomadas fuera de la
escuela obviamente afectan su futuro (como el entrenamiento de la nueva
generación de docentes, quienes son incorporados, quienes son trasladados, etc.).
No somas tan ingenuos para creer que estos factores sean controlables por la misma
escuela, pero también es evidente que la escuela que trabaja en equipo -para
protegerse, incluso para mejorar- debe jugar de continuo y negociar su futuro con el
mundo exterior.
Las escuelas se ven en una situación difícil. Nunca fue más necesario para los
docentes trabajar juntos. EI concepto de trabajo en equipo es atractivo por sí. Pero
es el ingrediente del cambio y también de las soluciones fracasadas. Vimos además
que los cambios que exige la transición eficaz hacia el trabajo en equipo son
profundos y complejos. La mera existencia de trabajo en equipo no se debe confundir
con el imperio de su cultura plena. Es mejor evitar ciertas variedades de él. Algunas
son pérdidas de tiempo, y de escaso efecto. Otras se deben considerar sólo como
estaciones de tránsito en la búsqueda de formas más ambiciosas. Examinaremos
tres de estas formas de trabajo en equipo que nos deben inspirar cautela: la
balcanización, la cooperación fácil y el trabajo en equipo artificial.
1. La balcanización
Construir las culturas del trabajo en equipo supone un largo itinerario evolutivo. Los
atajos no existen.
Como las culturas del trabajo en equipo no evolucionan con rapidez, serán
poco atractivas para administradores que busquen implementar medidas con
resultados inmediatos. Las culturas del trabajo en equipo no se dejan fijar con
facilidad en el tiempo y el espacio, puesto que sobre todo viven en los intersticios de
la vida escolar. Además, las consecuencias de estas culturas son impredecibles. EI
currículum que se elaborará, el aprendizaje que se alentará, las metas que se
formularán no siempre se pueden predecir confiadamente de antemano.
Vale la pena una última observación en el examen de las culturas del trabajo
en equipo. Tras analizar la investigación sobre las organizaciones que se manejan
bajo esta modalidad, Rothschild (1990) concluye que la socialización propia de las
mujeres las prepara mejor para desarrollar y dirigir estas organizaciones.
Las mujeres, más que los hombres, suelen negociar los conflictos para
proteger relaciones laborales existentes (a diferencia de un manejo del conflicto para
ganar-perder) y valoran las relaciones mismas, y tas que ellas mantienen, como
parte de su compromiso con los cuidados formativos (en lugar de verlas como un
instrumento para otros fines). Shakeshaft (1987) descubre regularidades similares en
sus estudios sobre las mujeres y el liderazgo en los sistemas escolares.
Esto no significa que todas las mujeres sean mejores que los hombres para
dirigir escuelas. Hay buenos y malos directores de ambos sexos. Y no se trata de
características que se tengan desde el nacimiento. Pero las regularidades son
evidentes. A medida que más mujeres asciendan a los puestos superiores, nuestros
modelos de interpretación del liderazgo eficaz quizás experimenten transformaciones
significativas. Será importante buscar, apreciar y fomentar nuevas formas de trabajo
en equipo. También integraremos las cualidades -que el estereotipo define como
masculinas- del centramiento en la tarea y el análisis, y aprenderemos de ellas,
porque de lo contrario no introduciremos el trabajo en equipo en el dominio de la
investigación rigurosa y la mejora.
Una razón por la cual las formas de liderazgo femenino son especialmente
importantes es que la presencia de mujeres en los altos niveles de la gestión
educativa, al menos en cantidad, es relativamente nueva. También hay algunas
pruebas de que los grupos con más equilibrio entre los géneros mejorar-, el
rendimiento tanto de los hombres como de las mujeres (Rothschild, 1990).
Hemos visto que las culturas del trabajo en equipo son muy complejas. No se
pueden crear de la noche a la, mañana. Muchas formas de trabajo en equipo son
superficiales, parciales e incluso contraproducentes. No es posible tener culturas
fuertes del trabajo en equipo sin un vigoroso desarrollo del individuo. Debemos evitar
aplastar la individualidad en el impulso de eliminar el individualismo. AI mismo
tiempo, no se debería dejar completamente solos a los maestros ni ellos mismos se
deberían desasistir. EI estímulo y la presión de un profesionalismo interactivo
instituido servirán de fuente continua de nuevas ideas y sustentos, y de una forma de
responsabilidad más adecuada a la profesión de enseñar, con sus elevadas
exigencias y necesaria sabiduría. Lo que podemos hacer para progresar con esta
visión sirve de asunto al próximo capítulo.