Curanderas A La Sombra de La Huaca de La Luna
Curanderas A La Sombra de La Huaca de La Luna
Curanderas A La Sombra de La Huaca de La Luna
Bull. A LA SOMBRA
Inst. fr. études andines DE LA HUACA DE LA LUNA 81
2004, 33 (1): 81-95
Resumen
En este trabajo se presenta información arqueológica sobre representaciones de mujeres
curanderas en ceramios Moche halladas en el complejo arqueológico Huacas del Sol y de la Luna.
El oficio de mujeres curanderas es un tema poco estudiado en la antropología cultural
andina, y la presencia de representaciones de estas en época Moche demuestra una continuidad
cultural entre el pasado prehispánico y el presente.
Sugerimos que la información recopilada sobre la simbología de las mesas de estas
mujeres curanderas en este trabajo es una excelente ayuda para los arqueólogos e historiadores
de las culturas prehispánicas, cuando buscan comprender los significados de contextos
arqueológicos o reconstruir el pensamiento o ideología de ellas.
Palabras claves: Etnoarqueología, curanderas, Moche, Huaca de la Luna.
*
Department of Sociology, Social work and Anthropology Utah State University, Logan, Utah
84322-0730. E-mail: [email protected]
**
Phoebe A. Hearts Museum of Anthropology, University of California, Berkeley. Kroeber
Hall 103, 3712. Berkeley, California 94720, USA. E-mail: [email protected]
***
Proyecto Huaca de la Luna, Museo de Arqueología, Jr. Junín 682 Trujillo, Perú. E-mail:
[email protected]
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Fig. 1 - Tumba 7, mujer con túnica. Fig. 2 - Tumba 10, mujer con disco.
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Además, Bourget (2001: 102-105) sostiene que en algunos casos estas mujeres
encapuchadas —especialmente las viejas arrugadas— están llevando niños para ser
sacrificados a los ancestros.
En cuanto a la figura llevando un disco, ella tiene el cabello descubierto y
escarificaciones en su cara. Además, lleva un bulto sobre sus espaldas. Está al lado de
una cerámica de un prisionero. El disco que lleva es un elemento central en la Escena
de Sacrifico junto con una copa de sangre (Fig. 6). En otras escenas de la iconografía
mochica, una mujer con cabello descubierto se encuentra dentro de una audiencia
adonde, en un caso, corren prisioneros desnudos (Fig. 7a); en el otro caso un prisionero
está sentado fuera de la audiencia (Fig. 7b). Además de tener las manos libres, algunos
prisioneros se llevan en literas que posiblemente indica cierto grado de participación
libre en el acto de sacrificio (despeñamiento) o, por lo menos, una aceptación de la
ideología religiosa que provee la justificación del rito. En la escena de la figura 7a los
prisioneros corren atrás de la mujer con cabello descubierto en una audiencia ubicada
debajo de una más grande ocupada por un señor que lleva una copa en la mano, y
atendido por otro que lleva un disco. En la escena 7b la audiencia de la mujer con cabello
descubierto se encuentra entre dos otras donde quizás se lleva a cabo la presentación de
copa y disco en distintas dimensiones (Makowski, 1994: 74) o por autoridades civiles
y religiosas en este mundo.
Parece que la mujer con cabello descubierto es una especie de “consejera” o
psychopompós para los que van a morir. Quizás la mujer con bulto y disco de la zona
residencial de la Huaca de la Luna lleva el disco antes de la entrega a los sacerdotes o
jefes. Es decir, pudiese ser la persona que facilita el sacrificio y aconseja a los
prisioneros (representados por la cerámica del prisionero a su lado). El hecho de que ella
se encuentra cerca de la mujer encapuchada asociada al parto parece indicar una relación
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a)
b)
Fig. 7 - Mujer con cabello descubierto en audiencia. a: Prisioneros desnudos corriendo por
los cerros con otra audiencia arriba (Bourget, 1995: fig. 18); b: Prisionero desnudo sentado
afuera con dos audiencias a cada lado (Donnan, 1976: fig. 15).
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funcional entre las dos mujeres, es decir relacionadas con la muerte a la entrada y a la
salida de este mundo.
Bourget (1995) ha propuesto que en los ritos mochicas las mujeres se asocian
con la preparación del cuerpo, de ofrendas funerarias y de las víctimas. Agrega que
“llevando niños sería una extensión de estas acciones” y que “los ritos funerarios y de
sacrificio probablemente son cercanamente relacionados” (Bourget, 2001: 201).
En su perspicaz análisis de oficiantes femeninas en la iconografía mochica
Makowski (1994: 57-58, 69-72, 81-83) distingue entre tres rasgos diagnósticos:
cabello descubierto,
Fig. 8 - Mujer con cabello descubierto ordenando granos de maiz en una manta
(Alva, 2000: dibujo 1).
estado antiguo similar a lo que Alva (2000: 49) describe para Sipán, donde un examen
detenido de atributos simbólicos, emblemas, ornamentos y atuendos rituales indica que:
“poseen reminiscencias formales de los conceptos y rituales shamánicos, indicando
así la progresiva evolución del antiguo shamán como remoto líder espiritual
hacia sacerdote-guerrero y finalmente a señores o gobernantes de efectivo mando
político, ideológicamente sustentados por la casta sacerdotal”.
Fig. 9 - Ysabel muestra (en la mano derecha) el “disco” que ella llama “el pan”
(Foto: Bonnie Glass-Coffin).
tanto como los crucifijos, las estatuas y los cuadros de santos. Aparte de estas artes su
mesa contiene los líquidos que sopla para hacer ofrendas a los espíritus de los lagos, los
cerros y las huacas que son conocidos como encantos. Y tiene la pócima del cactus San
Pedro que sirve como el eje y como el fundamento de su habilidad de comulgar con estos
encantos para el bien de sus pacientes (véase la Fig. 10 para el conjunto de objetos en
su mesa; nótese la piedra “disco” en la parte centro/izquierda de la mesa).
Según Ysabel, todas los artes de su mesa tienen espíritus que los animan. Estos
espíritus ayudan a la curandera en su labor de curar a sus pacientes. Para que los espíritus
la apoyen, tienen que ser “pagados” con el líquido de tabaco, de maíz blanco, de flores
blancas o de fragancias, según le indiquen. Generalmente, los espíritus de las piedras
“naturales” se manifiestan como una energía o como la fuerza vital que une el ser
humano con la tierra y con el cosmos. A veces esa energía se ve como la luz de los astros.
A veces se ve como el remolino o el viento en movimiento. Hacer pagos a estas piedras
facilita la circulación de esa energía entre los mundos de arriba, de abajo/adentro y de
los seres humanos. De esa manera, facilita el enlace entre la humanidad y esa fuerza vital
que los cristianos llaman Dios.
A veces los espíritus de sus artes se manifiestan como animales o como
personajes humanos. Esto se ve especialmente vigente cuando se trata del espíritu de un
arte que fue poseído y usado por un curandero antes de llegar a sus manos. Lo que Ysabel
vio cuando contempló la piedra de Huamachuco era que había pertenecido a una
curandera antigua, del tiempo de los mochicas. Ella describió el espíritu de esa mujer
curandera —dueña de la piedra— así:
Es una reina, alta [como guerrera que maneja una tribu]… con pelo largo, con
[dos] trenza[s]…[y] con cara… ni tan morena, ni tan blanca…
[Tiene] vestimenta de puro traje típico… túnico… que lindo… con colores…
pardo, rojito, granate [nítido] como en tiras y largo hasta abajo…
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Fig. 10 – Mesa de Ysabel donde se ve el disco entre otros artes (Foto: Bonnie Glass-Coffin).
La toca de ella es como un manto negro pero [sobrepuesto] con colores… era en
dos piezas porque la túnica era aparte y esto [el manto] era aparte…y [el manto]
era su poder…
[Lleva también]… collares de cerámica de muchos colores y sus orejeras acá son
con cabezas de animales… como aretones… (Glass-Coffin, notas de campo/19
agosto, 2001).
Según Ysabel, ese arte fue utilizado por su dueña para hacer ofrendas a la
naturaleza (la tierra) y a los astros (el cielo) con maíz blanco en polvo. Las ofrendas o
“pagos” realizados con esta piedra fueron hechos como parte del ritual antecedente a un
sacrificio humano. La curandera mochica jugaba el papel de “confesante” para preparar
y purificar el prisionero destinado al sacrificio y actuaba como psychopompós que lo
guiaba y lo reconfortaba en su viaje al más allá.
Cuando preguntamos a Ysabel sobre las correspondencias entre la manera en que
la dueña utilizó esa piedra y la manera en que ella la utiliza ahora, nos respondió que es
“casi una continuidad” porque antes lo utilizaron para hacer pagos u ofrendas y así lo
utilizan ahora. La diferencia, según Ysabel, es que la curandera mochica utilizaba la
piedra para hacer pagos antes de un sacrificio humano, mientras ella la utiliza para “el
bien de la gente”. Según ella, la curandera mochica debería de usar un lado de la piedra
(que es como la parte “negativa” de aquella) para conseguir que los dioses reciban y
hagan uso de un sacrificio humano. Esa piedra fue relacionada, por lo tanto con “la vida
humana pero en sacrificio” o, en otras palabras, con la muerte humana. De forma contraria,
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Ysabel utiliza el otro lado de la piedra (que es como la parte “positiva” de aquella) para
conseguir que los encantos respalden y fortalezcan las vidas de sus pacientes. Cuando le
preguntamos qué nombre había puesto a la piedra como arte, nos dijo que lo había
nombrado “el pan” porque está relacionada con buenas cosechas y con el pan que es
necesario para sostener la vida humana. Insistía que la piedra tiene dos caras muy
diferentes. La cara que ella utiliza tiene unas marcas que parecen raspaduras o arañazos
en forma que ella describe como “espirales”. Representan, para ella, “el camino de la
vida humana”. La otra cara es lisa y plana y ella concluye que fue esa cara que recibió
los pagos de la curandera mochica. Concluyó su explicación de las correspondencias
diciendo, “es muy importante esta pieza”.
Son notables las semejanzas entre la cerámica de la mujer que lleva el disco
encontrada por Santiago Uceda en la Huaca de la Luna y la manifestación del espíritu
de la curandera mochica que Ysabel nos describió. Lo interesante es que Ysabel no vio
la cerámica de la tumba antes de interpretarnos la visión que había tenido cuando vio la
piedra que ella llama “el pan” en su mesa por primera vez. Ni pudo haber visto una foto de
esa cerámica porque no nos fue posible llevar ni dibujo ni foto de las dos ceramios
encontradas en la tumba unas cuantas días antes de nuestra visita. Pero, después de
escucharla, intentamos describir los detalles de la cerámica para indagar sobre el significado
que ella podría darnos. Le indicamos la manera en que la figura lleva el disco en la mano
derecha tanto como la manera en que agarra un bulto que parece rebozo con la mano
izquierda. Ysabel comentó lo siguiente:
“lo que sostiene acá [el disco] es de la tierra. Es de la naturaleza, y el manto que
te estoy diciendo, ella lo utilizaba así, [agarrándolo como rebozo en la espalda
cuando no está puesta en la cabeza]. Que era su poder y lo agarraba… el manto o
el rebozo es el poder de algo…”
“Es que ellos utilizaban algún espíritu en la espalda o en la cintura, pero más era en la
espalda… como decir algún poder, alguna arte… a veces así traían sus ofrendas también,
porque no tenían bolsillos…” (Glass-Coffin, notas de campo/19 agosto, 2001).
Cuando le preguntamos acerca de los pagos que utilizaban los mochicas, Ysabel
nos dijo que utilizaban maíz blanco, pero siempre en polvo porque no tenían líquidos
en que macerarlo como suelen hacer los curanderos contemporáneos. Ponían los polvos
encima de la piedra y los soplaron al aire de la misma manera que ella sopla el agua de
maíz blanco sobre esa piedra en su mesa hoy día. Mientras los mochicas hacían los pagos
a la tierra y a los astros, Ysabel hace los pagos “para los encantos de las huacas” de donde
vienen las artes.
En resumen, según la conversación que tuvimos con Ysabel, la cerámica representando
a la mujer con disco encontrada por Santiago Uceda sería un retrato de la curandera mochica
que tenía el oficio de preparar al prisionero para el sacrificio. Cuando le pregunté a Ysabel
si la mujer con el disco tendría el cargo de hacer el sacrificio humano, me dijo, “por la mayor
parte no… más preparaban para el sacrificio”. El disco que lleva sería la manifestación del
espíritu o de la fuerza vital de la tierra que recibiría pagos de maíz blanco para que reciba
el sacrificio humano. El rebozo que se encuentra en la espalda de la cerámica sería un
símbolo del poder de esa oficiante. Ella pondría ese manto encima de la cabeza “como
corona de una reina” cuando le tocaba ejercer su poder.
No le conversamos a Ysabel acerca de las escarificaciones en la cara de la cerámica
con disco, pero estos deberían de ser una manifestación del papel de esa mujer como
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shamana que sirve como mediador entre el mundo de los espíritus y el mundo de los
humanos. Según Santiago Uceda (comunicación personal), las escarificaciones podrían ser
interpretadas como una manifestación de la habilidad de la shamana de transformarse en un
ser sobrenatural. En su papel de portero y de psychopompós hacía el mundo del “más allá”,
estas escarificaciones podrían servir como demostración de ese poder.
Ysabel también ha manifestado ese tipo de transformación durante sus rituales.
En algunas de sus mesas cuando ha sido poseído por el espíritu del San Pedro su asistenta
cuenta que hasta su cara se transforma y no se ve como la mujer joven que es sino que
se ve como una viejita totalmente arrugada. En estas ocasiones, se transforma la
curandera y habla con voz de viejita. Según su asistenta, es el espíritu del San Pedro
—o más bien, el espíritu de Dios— que habla por la boca de Ysabel (Glass-Coffin, notas
de campo, 1988-1989).
Después de conversar sobre esta cerámica, nos sentamos en una mesa con Ysabel
para mostrarle unas fotos de otras ceramios que se han encontrado en unas tumbas de
la cultura mochica. Entre ellas, le mostramos la curandera que tiene la cajita de piedritas
al lado y una figura tendida adelante (Fig. 11; esta imagen ha sido publicada anteriormente
en Glass-Coffin [1998] como foto n° 4 entre las páginas 138-139). En primer lugar, le
preguntamos a Ysabel si el personaje de la cerámica le parecía ser hombre o mujer. Nos
dijo que era mujer, “porque todas las mujeres tienen este manto y su collar es así”.
Pero, según Ysabel, esta mujer no es la misma que la mujer del disco. Su manto
es de una sola pieza y su oficio es de curar. Se nota que es la mujer curandera, según
Ysabel porque tiene el paciente tendido y lo está frotando con las piedritas de la cajita
que también sirven para hacer ofrendas. Según ella:
“Ellas [las curanderas mochicas] no curaban así frotando parado [como lo hago
ahora] sino acostado… todo era acostado en la posición en que está. [Esto es a
diferencia de los sacrificados porque] entonces para sacrificar… para prepararlo
la curandera mochica así lo hacía parar, pero siempre inclinado, siempre de
rodillas, pero para curar la mayor parte acostado…” (Glass-Coffin, notas de
campo/19 agosto, 2001).
Fig. 11 - Cerámica de la cultura mochica donde una curandera utiliza piedras para
curar a un paciente postrado
(Foto: Bonnie Glass-Coffin, Museo Nacional de Antropología, Lima, Catálogo #C-54571).
entre los dos mundos. En este caso, la mujer encapuchada con los trozos en la mano sería
la persona que ayudaba en el parto y que podía reconfortar y guiar al infante en su viaje
al otro mundo.
A pesar de no tener una escritura formal, nos parece que los mochicas tuvieron
un sistema de comunicación visual y gráfico que expresaba sus ritos y creencias de una
manera muy eficaz. Por medio de la etnoarqueología estamos comenzando a “leer” esta
iconografía mochica. Es decir, una metodología de “texto y contexto” nos está
revelando la cosmovisión de esta monarquía indígena. Sostenemos que este logro sea
posible a raíz de la sorprendente continuidad cultural entre las curanderas mochicas de
antaño y las curanderas mestizas contemporáneas de la costa norte del Perú. A pesar de
los cambios sociopolíticos que han transcurrido desde la época prehispánica, ellas
siguen facilitando el pasaje del umbral al otro mundo en los momentos “liminales” de
su prójimo.
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