Peter Drucker - El Líder Del Futuro
Peter Drucker - El Líder Del Futuro
Peter Drucker - El Líder Del Futuro
Parte I
El liderazgo de la organización
del futuro
Capítulo 1
Charles Handy
Subsidiariedad
Un liderazgo distribuido
Capítulo 2
El liderazgo de la organización
sin puestos de trabajo
William Bridges
La dispersión de la organización
El factor final que rompe los contornos familiares del puesto de trabajo es el
descubrimiento por estas organizaciones proteicas de que es antieconómico
emplear todos los trabajadores que necesitan para hacer todo el trabajo que es
necesario hacer. Por el contrario, contratan a las personas por no más tiempo del
necesario, sacando algunas de las agencias de trabajo temporal y otras de los
«pools» informales de asesores y profesionales.
Otros trabajadores son «contratados» en bloques, adquiriendo tareas, funciones o
compromisos completos a firmas especializadas en dicho tipo de trabajo. La
organización dispersa sus actividades, dependiendo de sus propios trabajadores a
tiempo completo solamente para parte de sus necesidades. Para el resto, se
abastece en el exterior o emplea subcontratistas. En algunos casos,
sencillamente cede trabajo a los propios clientes, como ocurre con los bancos a
través de los cajeros automáticos, como hace IKEA Inc. con el montaje final de su
mobiliario, o como el Hospital Shouldice de Toronto hace con la preparación de los
pacientes para la cirugía herniaria.
Líderes para la organización sin puestos de trabajo
Ahora bien, la gran pregunta es: ¿qué exige de sus líderes esta clase de
organización sin puestos de trabajo? ¿Qué hace falta para liderar un grupo de
personas que se desplazan constantemente, algunas de las cuales trabajan para
nuestra organización en un sentido tradicional y otras no? ¿Qué necesita para
liderar una organización que no está dispuesta como las pirámides humanas del
circo? ¿Qué hace falta para liderar una organización en la que las personas
olvidan su trabajo y hacen, en cambio, el trabajo que es preciso hacer? La
respuesta es que se necesita una nueva clase de liderazgo: no porque dicho
liderazgo sea transformacional ni porque no dé resultado el liderazgo patriarcal.
Se requiere un nuevo liderazgo porque la organización sin puestos de trabajo
plantea nuevos retos al liderazgo. Decimos «liderazgo», pero el liderazgo
requerido por esta clase de organización proteica realmente adopta tres formas
diferentes:
1. El liderazgo formal responsable de integrar, dotar de recursos y orquestar las
actividades de los varios conjuntos de proyectos.
2. El liderazgo adecuado requerido dentro de cada uno de esos conjuntos de
proyectos.
3. El liderazgo en cada miembro de cada equipo de proyecto que encarna la
iniciativa, la capacidad de autogestión, la prontitud para tomar decisiones
difíciles, la incorporación de los valores organizacionales y el sentido de
responsabilidad empresarial que en la organización tradicional se limitaba a las
personas de categoría superior.
El liderazgo que necesita la organización sin puestos de trabajo no tiene nada que
ver con lo de decir a la gente que haga las cosas o señalar la cima de la colina y
gritar: «¡Al ataque!» O más bien no es el «trabajo» de ningún líder particular o
clase de líder dar órdenes en ese sentido militar. Una organización llena de tales
líderes es como una corriente en la que la configuración del flujo la produce una
dinámica interna en lugar de una fuerza externa.
La organización usual se apoya en un sistema estructural de líderes basados en el
cargo. Las organizaciones sin puestos de trabajo, por otra parte, están diseñadas
como un campo de energía, y los líderes funcionan como nodos de energía en
torno a los cuales se agrupa la actividad. Estos líderes especiales tienden a ser
autoseleccionados mucho más a menudo de lo que lo serían en una organización
usual. Surgen en el curso natural del negocio. Lo mismo que cualquier otra cosa,
liderazgo es lo que las personas hacen donde quiera y cuando quiera que sea
necesario.
Dondequiera que existan, los líderes de la organización sin puestos de trabajo son
responsables de generar y proporcionar los recursos necesarios para las unidades
de trabajo de la organización. La útil metáfora de Robert Greenleaf del «líder
como servidor» encaja bien en la organización sin puestos de trabajo. Es
importante comprender que no hay nada inherentemente «mejor» o «superior»
en esta clase de liderazgo. Con harta frecuencia, en la literatura sobre el tema se
adopta un tono moralista y se deja a la gente con la impresión de que la
participación es algo próximo a la santidad, cuando en realidad es simplemente
un instrumento distinto para una tarea distinta. Si se tiene una organización llena
de titulares de puestos de trabajo y un marco jerárquico para mantenerlos en su
sitio, el líder patriarcal usual da buen resultado. O lo da mientras la organización
no esté expuesta a un ambiente que cambia de un modo constante y radical.
Debido a que el liderazgo que se requiere en la organización sin puestos de
trabajo es «más blando» y más difuso que el que necesita la organización usual,
algunas veces parece como si dicha organización careciera de líder. Pero no es
así. La organización sin puestos de trabajo va a necesitar más líderes y líderes
con destrezas más avanzadas, no lo contrario. Para reforzar las destrezas de esos
líderes, en los próximos años va a tener lugar una importante tarea de
capacitación y perfeccionamiento.
Dado el grado de supresión de puestos de trabajo que va a producirse en la
organización actual, sospecho que la mayor parte de esa capacitación va a
proceder de los contratistas individuales y organizacionales. Por consiguiente,
supongo que la única cosa que la organización sin puestos de trabajo va a
necesitar tanto como necesita toda una lista de tales líderes es gente que sepa
cómo crearlos partiendo de la materia prima más usual que ya trabaja para la
organización.
El hecho desafortunado es que las organizaciones jóvenes y emprendedoras han
atraído una gran proporción de personas cuyos temperamentos y valores
personales hacen de ellas esta clase de líderes por naturaleza. De aquí en
adelante, será la educación la que cree la mayor parte de los líderes que
necesitarán las organizaciones sin puestos de trabajo. Si yo tuviera que elaborar
un plan personal para el futuro, introduciría en él una buena dosis de esa clase de
perfeccionamiento del liderazgo. Si fuera el responsable del liderazgo de una
organización corriente, me aseguraría de que a medida que prescindiera de
puestos de trabajo, introduciría también esta clase de liderazgo en sus
competencias esenciales con la mayor rapidez posible. Si fuera responsable de la
capacitación del personal, crearía servicios y productos relacionados con esa
tarea.
Es posible que el modo más sencillo de hablar de lo que los líderes necesitan
mediante la organización sin puestos de trabajo es decir que el propio liderazgo
tiene que carecer de puestos de trabajo. En la organización usual, decimos que
todo lo que es necesario hacer es tarea de alguien. (Si no lo es, crearemos un
nuevo puesto de trabajo y contrataremos a alguien para que lo ocupe.) Como
cualquier otra cosa, el liderazgo fue encasillado en los puestos de trabajo que se
agrupaban cerca del vértice de la pirámide. La tarea consiste ahora en olvidarse
de los puestos de trabajo e ir en la dirección del trabajo que es necesario hacer. El
liderazgo necesita acción ¿A qué esperamos?
Capítulo 3
Sally Helgesen
Capítulo 4
Creación de organizaciones
con muchos líderes
Gifford Pinchot
Al comienzo de la época del SIDA, el Banco de Sangre de Nueva York pidió ayuda
al departamento de productos farmacéuticos de DuPont para hacer el
seguimiento de la historia de cada litro de sangre que distribuía. Necesitaban
desarrollar en noventa días una enorme base de datos. Normalmente, el
departamento de productos farmacéuticos suministraba al Banco de Sangre
analizadores de sangre, no software de ordenador. Pero el Banco de Sangre era
un buen cliente y necesitaba con urgencia impedir infecciones innecesarias por el
VIH. Por consiguiente, el personal de productos farmacéuticos buscó ayuda en su
departamento y en el de tecnología de la información de la empresa. Ni uno ni
otro podría entregar el producto dentro del plazo de noventa días.
De acuerdo con las reglas de la burocracia, el ejecutivo de cuentas del
departamento de productos farmacéuticos había hecho todo lo que podía por su
cliente. Pero había oído hablar de un pequeño grupo de tecnología de la
información, muy especial, dentro de la enorme actividad de fibras artificiales de
DuPont. El departamento de fibras fabricaba fibras para productos textiles, para
alfombras y para usos industriales tales como los hilos para neumáticos. Dentro
de él, se había formado recientemente el grupo Information Engineering
Associates (IEA) para explotar herramientas de ingeniería de software asistida por
ordenador, una nueva tecnología para crear software con mayor rapidez.
Previamente habían resuelto un problema muy similar al del Banco de Sangre de
Nueva York crean do una base de datos para hacer el seguimiento de la historia y
calidad de cada una de las bobinas de fibra kevlar según circulaba a través de su
fábrica de Richmond, en Virginia.
De nuevo, de acuerdo con las reglas de la burocracia, no está previsto que un
grupo de staff de una división realice trabajos importantes para otras divisiones.
Pero éste era un caso de urgencia, por lo que el trabajo se le asignó a IEA.
Entregaron la base de datos para el seguimiento de la sangre dentro del plazo de
noventa días y el departamento de productos farmacéuticos prestó un servicio
que excedía con mucho las expectativas de un cliente importante. Al infringir las
reglas de la burocracia ¡salvaron vidas! Tal como puede verse en la figura 4.1, los
usuarios de los productos farmacéuticos obtuvieron un mejor servicio porque
dispusieron de más posibilidades de los proveedores internos. Cuando la fama de
IEA se extendió por todo DuPont, se encontraron creando una base de datos sobre
agua freática para rastrear la radiación del agua freá tica en los pozos de sondeo
alrededor del lugar de producción de los materiales nucleares de DuPont en
Savannah River, en Carolina del Sur. Cuando de nuevo lo lograron en noventa
días, todos los grupos de DuPont empezaron a requerir sus servicios.
Pero el éxito de IEA no tardó en empezar a ser un problema. El departamento de
fibras pagaba sus salarios mientras otros departamentos eran los que utilizaban
sus servicios, y la dirección del departamento de fibras empezó a quejarse. Un
líder creativo del departamento de finanzas de la empresa vio la oportunidad de
ejercer un liderazgo indirecto y creó un sistema que hacía fácil que otros pagaran
por los servios que recibían. Tal como él lo expresó: «la tradición de la empresa no
permitiría a un grupo de staff como ustedes ser un centro de beneficios, pero he
dispuesto lo necesario para que ustedes sean un “centro de costes negativos”».
De ser un grupo de staff que supuestamente servía
de mercado libre
Se ha desencadenado un debate entre los proponentes de la eficacia del servicio
centralizado y los que creen que la descentralización de las funciones creará una
mayor capacidad de respuesta a las necesidades divisionales. Pero esas dos
soluciones son meramente gustos alternativos de la burocracia y en ellas se
pierde de vista la cuestión más importante. Ya se centralicen o se alojen en las
divisiones, los servicios siguen teniendo un monopolio sobre los clientes a los que
sirven. (Véanse las figuras 4.2 y 4.3.) Ni en una ni en otra solución se utiliza la
disciplina de la elección. Sus proponentes argumentan meramente acerca de
quién debe hacerse cargo del monopolio. Aprendiendo del éxito de los ejemplos
de libre empresa y de exploración como el de IEA, los líderes de la era de la
información cambiarán los términos del debate de centralización a
descentralización y de monopolio a elección del usuario.
Considérese la función de servicio técnico del Servicio Forestal de los Estados
Unidos, que estuvo disponible desde dos centros de servicio técnico, cada uno
con un monopolio en su propio territorio. Los clientes de los 127 bosques
nacionales se
Capítulo 5
Peter M. Senge
¿Por qué nos aferramos a la opinión de que solamente la alta dirección puede
iniciar un cambio significativo? ¿Es simplemente nuestra falta de voluntad para
abandonar un modelo mental que nos es familiar? ¿Es el temor a salirse de la
línea sin el imprimatur de la jerarquía? Quizá, también, exista un elemento de
autoprotección: la comodidad de poder hacer responsable a alguna otra persona,
es decir, a la alta dirección, de la carencia de liderazgo eficaz. No cabe duda de
que un director general opuesto a un cambio fundamental puede hacer difícil la
vida a los innovadores internos; pero esto difícilmente demuestra que sólo el
director general puede originar un cambio significativo. Por lo menos, ¿no
debiéramos sospechar de la tendencia instintiva de las personas en las
organizaciones a «mirar hacia arriba» y a esperar que la alta dirección arregle las
cosas?
Consideremos una opinión diferente: «Poco cambio significativo puede producirse
si no se impulsa desde arriba.» «Las proclamas y los programas del director
general salidos de la sede central de la compañía son un buen modo de socavar
los cambios profundos.» «La adquisición del control desde fuera es un mal
sustituto de un compromiso genuino a muchos niveles en una organización y, de
hecho, si la autoridad de la dirección se utiliza con desacierto, puede hacer poco
probable dicho compromiso.»
«Cuando entré por primera vez como director general dice Phil Carroll, de Shell
Oil, todo el mundo pensó “Phil nos dirá lo que quiere que hagamos”; pero yo no
tenía ni idea de lo que había que hacer y si la hubiera tenido, habría sido un
desastre.» «Cualquiera que crea que el director general puede impulsar esta clase
de cambio está equivocado», dice Rich Teerlink, director general de Harley-
Davidson. Existen distintas razones por las que los líderes como Carroll y Teerlink
llegan a tener una opinión más humilde del poder de la alta dirección. Una de
ellas es el cinismo que existe en la mayoría de nuestras organizaciones después
de años de modas de dirección. Cuando el director general predica acerca de
«convertirse en una organización de aprendizaje», la gente pone los ojos en
blanco y piensa para sí: «Lo mismo otra vez. Me pregunto a qué seminario fue el
último fin de semana». La mayoría de las empresas han tenido tantas iniciativas
esporádicas de la dirección que la gente desecha inmediatamente cualquier
nueva declaración como más «animación para los ejecutivos» o, como dicen en
Harley-Davidson, «otro bonito programa».
Un segundo motivo es la diferencia entre sumisión y compromiso. Cuando se
necesita el verdadero compromiso, la autoridad jerárquica resulta problemática.
«Parecía que cada año, alguien nos presionaba para cambiar nuestro proceso de
revisión de ascensos para incorporar nuestros valores dice el antiguo director
general de Hanover Insurance, Bill O’Brien. Pero nunca cedimos a esta presión. Un
valor sólo es un valor si se elige voluntariamente. Nunca se ha inventado un
sistema de recompensas que las personas de la organización no hayan aprendido
cómo “jugarlo”. Nosotros simplemente no queríamos nuevos comportamientos.
Queríamos nuevos comportamientos por motivos correctos porque la gente creía
de verdad que la “franqueza” la “actitud local”, el “mérito” y nuestros demás
valores orientadores nos llevarían realmente a un ambiente de trabajo más sano
y más productivo.» («Moral Formation for Managers: Closing the Gap Between
Intention and Practice», en Character and the Corporation, monografía de
investigación del Centro para el Aprendizaje Organizacional del ITM, 1994). La
autoridad jerárquica, tal como se ha utilizado de forma habitual en la dirección
occidental, tiende a originar la sumisión, no fomenta el compromiso. Cuanto más
fuertemente se ejerce el poder jerárquico, más sumisión resulta. Sin embargo, no
existe ningún sustituto del compromiso para originar un cambio profundo. Nadie
puede forzar a otra persona a aprender si el aprendizaje implica cambios en las
convicciones y actitudes y nuevos modos fundamentales de pensar y actuar.
Un tercer motivo es que a las iniciativas de la alta dirección les suele salir el tiro
por la culata y terminan haciendo retroceder a las organizaciones en lugar de
hacerlas avanzar. Esto puede ocurrir de maneras evidentes. Por ejemplo, las
reducciones de tamaño de la alta dirección y las reorganizaciones que tienen el
efecto secundario de incrementar el miedo, la desconfianza y la competitividad
internas reducen la cooperación y la colaboración, socavando con ello todavía
más los resultados económicos. Pero también puede ocurrir de un modo más
sutil, incluso en los cambios explícitamente diseñados para mejorar el
aprendizaje. Por ejemplo, el proceso de «retroinformación de 360 grados», con el
que todos los directivos deben cumplir, no solamente refuerza una mentalidad de
sumisión sino que también disminuye la probabilidad de que las personas pongan
de manifiesto lo que Chris Argyris, de Harvard, en «Good Communication That
Blocks Real Learning» (Harvard Business Review, julio-agosto, 1994) denomina la
«información potencialmente embarazosa» que podría «producir un cambio real».
Esta clase de información solamente saldrá a la superficie cuando las personas
tengan verdadera confianza, curiosidad y responsabilidad compartida,
condiciones que por lo general no favorecen los programas obligatorios. Según
Argyris, «los programas de comunicación empresarial emanados desde la alta
dirección pueden en realidad inhibir el aprendizaje y la comunicación». Los
estudios organizacionales y los grupos de enfoque, por ejemplo, al centrar la
atención en «decirle» a la alta dirección lo que está mal, pueden bloquear el
aprendizaje porque no hacen nada para alentar la responsabilidad individual y
tienden a reforzar la actitud de que solamente la alta dirección tiene el poder de
resolver los problemas.
El valor intrínseco de estas dos opiniones alternativas correspondientes a la alta
dirección y al cambio depende totalmente de la naturaleza del cambio que se
está tratando de llevar a cabo. En general, las reorganizaciones, la reducción de
tamaño, los programas de reducción del coste en toda la empresa, o los
programas de rediseño solamente se pueden poner en práctica desde los niveles
de la alta dirección. Pero tales cambios no modifican las culturas empresariales
basadas en el temor y en las actitudes defensivas. No desatarán la imaginación ni
las pasiones de las personas ni mejorarán su actitud para formar visiones
genuinamente compartidas. No cambian la calidad de pensamiento de la
organización ni la aptitud de las personas para comprender la interdependencia.
No aumentan la inteligencia en las líneas de vanguardia cuando las personas se
enfrentan con ambientes comerciales cada vez más complejos y dinámicos. Y no
harán nada por promover la confianza y las destrezas que necesitan los equipos
en todos los niveles si tienen que reflejarse en suposiciones ocultas y averiguar
los defectos de razonamiento en que se basan sus propias actuaciones.
Durante casi veinte años, yo, y muchos colegas míos, hemos estado trabajando
con ejecutivos y equipos con el fin de desarrollar mejores capacidades de
aprendizaje: el pensamiento sistémico, la mejora de los modelos mentales,
alentar el diálogo, fomentar la visión personal y crear visiones compartidas.
Durante los últimos cuatro años, varios de nosotros, en el Instituto Tecnológico de
Massachusetts, empezamos a desarrollar un consorcio de empresas para exponer
la teoría y el método en que se basa este trabajo y para demostrar lo que es
posible lograr cuando las organizaciones «se ponen serias» y cuando las personas
trabajan juntas durante años para integrar las nuevas capacidades de aprendizaje
en importantes escenarios de trabajo. Este consorcio, el Centro para el
Aprendizaje Organizacional del ITM, comprende unas veinte empresas, la mayor
parte de las cuales son firmas de las 100 de Fortune.
Dentro de las empresas del Centro para el Aprendizaje, nos enfrentamos de
manera habitual con dilemas planteados por las opiniones en conflicto antes
descritas. Cuanto más apreciemos las limitaciones inherentes al liderazgo
ejecutivo para originar un cambio profundo, es probable que nos sintamos más
frustrados, dada la inmensa necesidad de transformación. Aunque la alta
dirección puede promover algunos cambios con rapidez, también puede retardar
o socavar otras clases de cambio. Aunque la gente suele necesitar el apoyo de la
alta dirección, también es verdad que no quieren que les digan lo que tienen que
hacer. La resolución de estos dilemas exige unos cambios fundamentales en
nuestra manera habitual de pensar acerca del liderazgo. Dicho con brevedad,
estamos llegando a creer que los líderes son aquellas personas que «caminan
delante», personas que están verdaderamente comprometidas consigo mismas y
con sus organizaciones a llevar a cabo un cambio profundo. Lideran a través de la
creación de nuevas destrezas, capacidades y comprensiones y proceden de
muchos lugares de dentro de la organización.
En particular, hemos llegado a pensar en tres tipos esenciales de líderes para la
creación de organizaciones de aprendizaje que corresponden aproximadamente a
los tres diferentes cargos organizacionales siguientes:
1. Líderes de producción locales, que pueden emprender experimentos
organizacionales importantes para comprobar si las nuevas aptitudes de
aprendizaje conducen a mejores resultados empresariales.
2. Líderes ejecutivos, que proporcionan apoyo a los líderes de producción,
desarrollan infraestructuras de aprendizaje y lideran mediante el ejemplo en el
proceso gradual de desarrollar las normas y comportamientos de una cultura de
aprendizaje.
3. Interconectadores internos o creadores de comunidad, los «vehículos de
transporte de las semillas» de la nueva cultura, que pueden moverse libremente
alrededor de la organización para encontrar a quienes están predispuestos a
llevar a cabo el cambio, a ayudar en los experimentos organizacionales así como
en la difusión de los nuevos aprendizajes.
Mi propósito en este caso es esbozar brevemente lo que estamos aprendiendo de
estos tipos de líderes. Previamente (en un artículo en la Sloan Management
Review, de 1990), propuse pensar acerca del «nuevo trabajo del líder» en la
construcción de organizaciones de aprendizaje desde el punto de vista de tres
papeles genéricos desempeñados por los líderes en todos los niveles: los de
diseñador, maestro y administrador; las destrezas y aptitudes requeridas para
estos papeles y las herramientas y métodos que pueden contribuir a perfeccionar
estas destrezas y aptitudes. Aquí, quiero empezar por explorar cómo se
distribuyen estos papeles genéricos entre las personas reales que son líderes
desde diferentes cargos organizacionales.
Capítulo 9
Los líderes cosmopolitas del futuro deben ser integradores que sean capaces de
mirar más allá de las diferencias evidentes entre las organizaciones, sectores,
disciplinas, funciones o culturas. Tienen que ser diplomáticos para que puedan
resolver conflictos entre las distintas maneras en que las organizaciones o
comunidades o países actúan y que pueden influir en las personas para colaborar
y para encontrar una causa común. Deben ser fecundadores por fertilización
cruzada que lleven lo mejor de un sitio a otro y han de ser pensadores profundos
lo suficientemente inteligentes para ver las nuevas posibilidades y
conceptualizarlas.
Las funciones intelectuales de los líderes han sido a menudo descuidadas en los
análisis del liderazgo. El carisma, la fuerza de la personalidad, o las destrezas
interpersonales se han subrayado más que la fuerza intelectual que necesitan los
líderes para estudiar detalladamente los problemas y encontrar nuevas
soluciones. Especialmente es esencial la agilidad mental en épocas de
transformación social. En la economía mundial de la era de la información, las
ideas y los acontecimientos están rehaciendo o amenazan con rehacer todas las
instituciones sociales y económicas. En todos los campos se está poniendo en
duda la sabiduría recibida de las categorías, distinciones y agrupaciones. Tratar
de liderar mientras el propio sistema se está rehaciendo estimula la inteligencia.
Imaginar las posibilidades fuera de las categorías convencionales, prever
acciones que trasciendan los límites habituales, prever las repercusiones y
aprovechar las interdependencias, realizar nuevas conexiones o inventar nuevas
combinaciones. A los que carecen de la flexibilidad mental necesaria para pensar
más allá de las fronteras les resultará cada vez más difícil mantenerse firmes y no
digamos prosperar.
La generación de nuevas ideas desafía las fronteras. Las innovaciones surgen de
conexiones mentales inesperadas, sorprendentes e incluso irreverentes. Para
desarrollarlas, se requieren las colaboraciones y ajustes de muchas partes de la
organización y de las redes que las rodean. Las oportunidades empresariales no
respetan los territorios. No se presentan en las casillas establecidas en los
organigramas. Cuanto más rígidas son las paredes entre las funciones o entre las
empresas menos probable es que las personas se aventuren a salir de sus casillas
para intentar algo nuevo. Corresponde a los líderes cosmopolitas alentar a otros a
liberarse de prejuicios y aprovechar la fuerza del espíritu de asociación dentro de
las organizaciones así como más allá de ellas.
Capítulo 10
Lo mismo que otros líderes que consiguen resultados ex traor dinarios, Knight
sabía que ella tenía que empezar por conseguir algunas victorias. «Es difícil lograr
que las personas se interesen simplemente por una visión. Hay que demostrar
que algo sucede», nos dijo. «Al principio, vencer era tan importante porque la
victoria proporcionaba ciertos indicios de movimiento. Tuve que mostrar algunos
signos visibles de que el cambio estaba ocurriendo, con el fin de mantener el
impulso y para devolver a las personas la confianza de que nosotros podíamos
proporcionar una educación de calidad.»
Este espíritu proactivo del liderazgo está vívidamente representado en uno de los
primeros carteles de reclutamiento para la Operación Raleigh, llamada ahora
Youth Service International, con oficinas norteamericanas en Raleigh, Carolina del
Norte. En la parte superior del cartel, impreso con grandes letras figuran las
palabras: «¡Se necesitan aventureros!». Debajo del título hay una fotografía de un
grupo de personas hundidas hasta el cuello en un pantano con grandes sonrisas
en sus caras. He aquí parte del texto para el reclutamiento:
Únete al viaje del descubrimiento
Para 1.500 jóvenes norteamericanos de edades comprendidas entre los 17 y los
24 años, será la aventura de toda una vida. Arqueología submarina en barcos
hundidos, pasarelas aéreas en las selvas tropicales, alivio médico para los
remotos pueblos tribales: proyectos innovadores, interesantes, que valen la
pena...
La ciencia y el servicio son los temas, y el desarrollo del liderazgo es un objetivo
fundamental. Es el espíritu precursor de la época de sir Walter Raleigh reavivado,
y tú estás invitado a presentarte.
Las oportunidades de liderazgo son ciertamente aventuras de toda una vida y
requieren un espíritu precursor. Iniciar una nueva organización, darle la vuelta a
una explotación con pérdidas, mejorar considerablemente la situación social,
aumentar la calidad de vida de las personas: todos éstos son empeños humanos
ennoblecedores. Esperar al permiso para iniciarlos no es característico de los
líderes. Actuar con un instinto de perentoriedad sí lo es. Si usted va a liderar
ahora o en el futuro, lo primero que tiene que hacer es lanzar un viaje de
descubrimiento.
Segunda lección: el carácter es importante
Durante los dos últimos decenios hemos pedido a la gente que nos diga lo que
ellos «buscan y admiran en un líder, en una persona cuya orientación seguirían
de buena gana». Las cualidades constantemente resaltadas fueron: «sincero»,
«consciente de las posibilidades futuras», «inspirador» y «competente».
Estas características comprenden lo que los expertos en comunicación citan como
«credibilidad de la fuente». Al evaluar la credibilidad de las fuentes de
información ya se trate de locutores de telediarios, vendedores, directivos,
médicos, políticos o sacerdotes los que se califican mejor en estas dimensiones
son considerados las fuentes más creíbles de información.
Lo que averiguamos en nuestra investigación sobre las cualidades de liderazgo
admiradas es que, más que cualquier otra cosa, queremos líderes que sean
creíbles. Debemos poder creer en ellos. Debemos creer que se puede confiar en
su palabra, que están interesados personalmente y entusiasmados acerca de la
dirección hacia la que se nos dirige, y que ellos tienen los conocimientos y las
destrezas necesarios para liderar. A esto lo denominamos la primera ley del
liderazgo: «Si no se cree en el mensajero, no se dará crédito al mensaje».
En el núcleo de la credibilidad personal están nuestras creencias. (Credibilidad
deriva del latín credo, que significa «yo creo».) La gente espera que sus líderes
defiendan algo y tengan el valor de sus convicciones. Si los líderes no saben con
seguridad en lo que ellos creen, es mucho más probable que cambien su postura
con cada moda pasajera o sondeo de opinión. Por consiguiente, el primer hito del
viaje a la credibilidad del liderazgo es la claridad de los valores personales.
Por importante que sea para los líderes expresar rotundamente su visión y sus
valores, lo que ellos dicen debe ser coherente con las aspiraciones de sus
«electores». Éstos tienen también necesidades e intereses, sueños y creencias
propios. Si los líderes abogan por valores que no son representativos de la
voluntad colectiva, no serán capaces de movilizar a la gente para que actúen
como una sola persona. Los líderes deben ser capaces de conseguir el consenso
sobre una causa común y conseguir un conjunto común de principios. Deben ser
capaces de crear una comunidad de valores compartidos.
En nuestra investigación, hemos examinado cuidadosamente la relación entre los
valores personales y los organizacionales. Nuestros estudios demuestran que los
valores compartidos:
Fomentan fuertes sentimientos de efectividad personal.
Promueven altos niveles de lealtad para con la organización.
Facilitan el consenso acerca de los objetivos organizacionales clave y de las
personas interesadas en la organización.
Fomentan el comportamiento ético.
Promueven normas convincentes acerca de trabajar con ahínco e interesarse por
los demás.
Reducen los niveles de tensión en el trabajo.
Alientan el sano orgullo en la organización.
Facilitan la comprensión de las expectativas del trabajo.
Fomentan el trabajo en equipo y el espíritu de cuerpo.
Las personas tienden a ir a la deriva cuando se sienten inseguras o confusas
acerca de cómo deben actuar. La energía empleada en enfrentarse con valores
incompatibles y debatirlos repetidamente tiene un grave efecto sobre la
efectividad personal y sobre la productividad organizacional. El consenso acerca
de los valores de largo y corto plazo crea el compromiso acerca de dónde va la
organización y de cómo consigue llegar allí. Aunque los líderes no esperan a
nadie, si no crean un consenso sobre la visión y sobre los valores, ¡se quedarán
completamente solos!
Lección cinco: usted no lo puede hacer solo
usted lleva
La primera cosa que Les Cochran hizo después de llegar a ser presidente de la
Universidad Estatal de Youngstown (YSU) de Ohío en julio de 1992 fue comprar un
edificio abandonado al borde del campus y dedicar sus fines de semana libres a
trabajar con equipos de construcción para transformarlo en una residencia para
su familia. Aunque no es raro que los rectores de las universidades vivan cerca
del campus, la decisión de Cochran de hacerlo así atrajo mucho la atención y dio
el tono de su rectorado.
Para muchos, Cochran estaba literalmente poniendo su vida en peligro pues las,
en otro tiempo, encantadoras vecindades que rodeaban la YSU habían sucumbido
ante unas pandillas cada vez más agresivas y a los cada vez más numerosos
crímenes relacionados con las drogas que siguieron al colapso de la economía
dependiente de la fabricación de acero de Youngstown al comienzo de los años
ochenta. Cochran creía que el único modo de rescatar la YSU del miedo, la
desesperación, la apatía y la desconfianza que paralizaban el campus y la
comunidad que lo rodeaba era iniciar el proceso reivindicando como su propio
hogar una de estas vecindades decadentes. Su mensaje era claro: «Somos
responsables, tanto individual como colectivamente, del destino de esta
comunidad». Así, cuando declaró que su filosofía de la aportación individual a la
implicación con la comunidad era «juntos podemos cambiar la situación» la gente
supo que él creía profundamente en lo que estaba diciendo. Al comprar y
restaurar una casa en una zona que estaba decidido a reivindicar para la YSU,
Cochran predicó con el ejemplo.
Cuando se pide a los demás que cambien, como lo hizo Cochran, no es suficiente
que los líderes pronuncien un discurso conmovedor. Aunque para elevar el
espíritu de la gente son esenciales palabras convincentes, Cochran y otros líderes
saben que a los «electores» les mueven los hechos. De los líderes que se
presentan esperan que presten atención y que participen directamente en el
proceso de realización de cosas extraordinarias. Los líderes aprovechan cada una
de las oportunidades para mostrar a los demás con su propio ejemplo que están
profundamente comprometidos con las aspiraciones por las que abogan.
Liderando mediante el ejemplo es como los líderes hacen tangibles las visiones y
los valores. Es su manera de proporcionar la prueba de que están personalmente
comprometidos. Esa prueba es lo que la gente busca y admira en los líderes.
Personas que seguirán de buena gana la orientación de los líderes.
En nuestra extensa investigación sobre la credibilidad en los líderes, preguntamos
a las personas para que nos dijeran cómo sabían si alguien tenía credibilidad. La
respuesta más frecuente fue: «Ellos hacen lo que dicen que harán». Dar ejemplo
es esencial para lograr la credibilidad. Cuando se trata de decidir si un líder es o
no creíble, la gente primero escucha sus palabras y luego observa sus hechos.
Cuando ambas cosas están en consonancia es cuando se dicta el juicio de
«creíble».
La forma en que usted lleve su vida determinará si la gente pondrá o no su vida
en sus manos. Si usted sueña con dejar un legado, lo mejor que puede hacer es
tener en cuenta la regla de oro del liderazgo: Haga lo que usted dice que hará.
Capítulo 11
Ninguno de los líderes de las organizaciones que destacan por sus resultados y
que nosotros hemos observado se cualifican como estereotipos de la filosofía del
liderazgo denominada «hacerse cargo». Son poderosos, pero su poder lo derivan
de maneras que sugieren una redefinición de la palabra. En realidad, una fuente
importante de su poder es la dignidad que ellos fomentan en quienes les rodean y
en todos los niveles de sus respectivas organizaciones.
Los que han estudiado el poder caracterizan sus fuentes desde los siguientes
puntos de vista: el poder que concede el cargo, el poder del experto (los
conocimientos del puesto de trabajo), la atracción personal (atracción afectiva) y
el esfuerzo (la dedicación y entrega personales). Nuestros líderes son expertos en
muchos campos y ciertamente derivan alguna parte de su poder de ese hecho.
Pero su pericia no radica en el conocimiento de los trabajos de los demás ni en su
aptitud para aparecer como expertos. (En respuesta a la pregunta acerca de
cómo explica los buenos resultados de su organización, el director general de
Southwest Airlines dice: «Me gustaría atribuirlos a un liderazgo brillante, pero no
puedo. Se deben a la gente de las líneas aéreas y a su sensibilidad para con los
clientes y entre ellos mismos».) Estos líderes confían poco en los conceptos
clásicos de la autoridad conferida por el cargo y dan pocas pruebas de estar
fortaleciendo sus cargos mediante esfuerzos laborales hercúleos. Su poder radica
más bien en las áreas de pericia que hemos bosquejado aquí: el uso del lenguaje,
las destrezas relacionadas con el saber escuchar, la propagación de los valores, la
mejora de la capacidad de los empleados, la clarificación de los valores
esenciales y la garantía de la dignidad. Además, su poder radica en su aptitud
para fomentar las relaciones, tanto entre ellos mismos y los demás como los de
los otros entre sí. Al léxico se le podría añadir por consiguiente la expresión poder
relacional.
Mantener la cultura
No creemos que los conceptos del liderazgo que hemos descrito seran fútiles. Los
líderes que hemos descrito han contribuido a producir algunos de los mejores
resultados jamás vistos en las industrias representadas por sus organizaciones.
No han encontrado por casualidad una fórmula secreta para el éxito competitivo.
Comprenden lo que están haciendo y hacen un esfuerzo consciente para
desempeñar su papel y lo desempeñan tan bien que a menudo se convierte en
una segunda naturaleza, que excluye cualquier posibilidad de gestión mediante
manipulación. De vez en cuando, en las organizaciones que compiten, el
liderazgo se ha valido de uno o más de los comportamientos observados y ha
tratado de emular a los líderes de estas organizaciones de un modo que muy bien
podría considerarse como manipulador. Los resultados han sido predeciblemente
desastrosos, lo que proporciona una confirmación tradicional de la posibilidad de
que exista una fuerte conexión entre liderazgo, cultura y excelencia en la
actuación. Dicho con brevedad: el liderazgo moderno produce resultados
organizacionales extraordinarios.
Capítulo 12
Frances Hesselbein
Capítulo 13
Richard Beckhard
Los líderes del siglo xxi se enfrentarán con demandas mayores y más complejas
que las existentes en la mayor parte del siglo que ahora termina. Hasta hace
poco, los líderes tenían la posibilidad de dar forma a sus organizaciones de
manera que respaldaban sus valores, sus posiciones y su estilo personales.
La explosión de la tecnología, el aumento de la conciencia de que las personas
son el factor clave de la eficacia organizacional y la comprensión de que las
organizaciones deben tener un orden del día económico y otro social, cualquiera
que sea el sector en el que operen, han erosionado la autonomía del líder de la
organización. En la sociedad actual el director general de una empresa rara vez
goza de la libertad que se les otorgó a sus predecesores. Los consejos de
administración, históricamente pasivos, se han convertido en participantes
activos en el gobierno de las organizaciones y en la evaluación de la actuación del
líder.
En el gobierno, el poder del líder oficial se ha reducido de un modo importante. El
presidente de los Estados Unidos solamente puede controlar catorce de los
centenares de comités del gobierno. Miembros del gabinete del presidente tienen
que ser sensibles a los comités del Congreso que supervisan sus departamentos.
Los comités agrícolas, por ejemplo, ejercen tanta influencia sobre el
comportamiento del secretario de agricultura como el propio presidente. No
existe ya una clara línea de autoridad.
Los líderes de las organizaciones no lucrativas tienden a ser más experimentados
y competentes en el manejo de sus múltiples «circunscripciones». También
tienden a sentirse menos cómodos y a ser menos competentes en las destrezas
de gestión en comparación con sus colegas del sector privado.
Al reflexionar sobre los grandes líderes del siglo xx, enseguida recordamos a
Franklin Delano Roosevelt, Harry S. Truman y John F. Kennedy como presidentes
gigantes. Martin Lutero King, Jr., está solo como líder del cambio social. Sigmund
Freud y Kurt Lewin proporcionaron un liderazgo significativo en la comprensión de
la naturaleza humana. Los hombres de las ciencias sociales aplicadas Peter
Drucker y Douglas McGregor son poderosos líderes del pensamiento. Alfred P.
Sloan y George Eastman, y más recientemente Jack Welch, de la General Electric,
y Robert Galvin, de Motorola, destacan como gigantes en el liderazgo de las
organizaciones empresariales. En el sector voluntario, o terciario, Frances
Hesselbein es la líder que destaca.
Estos gigantes poseen varios rasgos en común, entre ellos la gran fuerza de su
ego, la aptitud para pensar estratégicamente, una orientación hacia el futuro y la
creencia en ciertos principios fundamentales del comportamiento humano.
Poseen fuertes convicciones y no dudan en exponerlas. Son políticamente
sagaces. Saben cómo utilizar el poder tanto para la eficiencia como para el bien
mayor tal como ellos lo ven. Son también empáticos por cuanto tienen la aptitud
de «entrar en las mentes» de las personas con las que se relacionan.
Estos líderes varían en sus valores, sus estilos de gestión y sus prioridades.
Algunos se preocupan fundamentalmente de cambiar las circunstancias de la
sociedad, a otros les preocupa ser los mejores en su industria o campo. Sus
estilos de dirección van desde el muy autocrático hasta el paternalista o el
consultivo o el orientado al equipo. Varían también en sus actitudes hacia la
humanidad y hacia los individuos. Varían en sus convicciones acerca de la
autonomía o interdependencia de las organizaciones que encabezan.
Los futuros líderes probablemente corresponderán a los anteriores perfiles. Las
diferencias es probable que procedan de la mayor complejidad del mundo en que
funcionarán y del aumento exponencial en el ritmo de cambio que procederá de
las explosiones de la tecnología y de las comunicaciones. El manejo de las
tensiones entre estos progresos y las necesidades de los individuos será de una
dificultad cada vez mayor. Los líderes tendrán que prestar atención a las
cuestiones sociales de la protección del ambiente y del planeta, de la creación de
una sociedad más justa así como atender al creciente interés de un número
importante de personas por encontrar significación a sus vidas. La espiritualidad
no será una palabra reservada al clero.
Los líderes también tendrán que adaptarse a los cambiantes papeles y relaciones
de los diferentes sectores de la sociedad. ¿Cuál será la misión del comercio y de
la industria el sector privado en el siglo xxi? Tradicionalmente han sido los que
han producido la riqueza de la nación, y nosotros hemos debatido sobre la
distribución de esa riqueza. ¿Qué orientación tomará ese debate? ¿Cuál será el
papel del gobierno? ¿Cuál será el efecto de las regulaciones sobre la libertad de
los líderes para controlar su propio destino? Si continúa la tendencia actual de
recortar el apoyo del gobierno al sector social, los líderes de dicho sector tendrán
que reexaminar su misión, su financiación y sus relaciones con los demás
sectores.
Un reto importante será el de liderar y gestionar efectivamente las relaciones
entre la misión o propósito de la organización, su interacción y asociaciones con
otras instituciones y otros sectores, y sus declaraciones públicas de sus valores.
Un reto conexo será el de utilizar efectivamente el papel de la organización como
determinadora de cultura para definir las normas, recompensas y valores que
componen la cultura y para subrayarlos a través del comportamiento personal.
Los líderes verdaderamente efectivos de los años futuros tendrán personalidades
determinadas por fuertes valores y tendrán fe en la capacidad de los individuos
para crecer. Tendrán una imagen de la sociedad en la que les gustaría que
vivieran sus organizaciones y ellos mismos. Serán «visionarios», estarán muy
convencidos de que pueden y deben conformar el futuro y actuarán con arreglo a
esas creencias a través de su comportamiento personal.
Capítulo 14
Judith M. Bardwick
Cuando examino las organizaciones que están luchando con las transiciones
turbulentas actuales, encuentro seis cosas que los líderes deben hacer que
parecen especialmente críticas para crear un sentido de fuerte liderazgo y
alcanzar el éxito. Los líderes deben (1) definir la actividad de la empresa, (2) crear
una estrategia decisiva, (3) comunicar con persuasión, (4) comportarse con
honradez, (5) respetar a los demás y (6) actuar.
Definir la actividad de la empresa
La cuestión más importante en cualquier organización ha de ser «¿cuál es la
actividad de nuestra empresa?». La respuesta a esta pregunta determina lo que
la organización debe hacer... y lo que no debe hacer. En las economías sin
fronteras, rápidamente cambiantes, la pregunta debe ser considerada de nuevo a
menudo debido a que la respuesta puede cambiar rápidamente. Determinar la
actividad de la empresa es el primer paso para establecer prioridades. Es ésta
una importante responsabilidad del liderazgo porque, sin prioridades, los
esfuerzos se malogran y se consigue poco. Los mejores líderes definen
claramente la misión de la organización y sólo intervienen en lo que más importa.
En la competencia de tiempo de guerra, los líderes deben aprovechar con
habilidad el sentido natural de premura que surge de las amenazas externas y
utilizarlo para reforzar continuamente la indispensable concentración de la
atención en hacer lo que importa. Llevar a cabo la misión a pesar de los factores
en contra, alcanzar los objetivos en la actividad de la empresa: eso es lo que une
a la gente con un compromiso para el bien de todos.
El mejor liderazgo formula la misión y los valores de la organización de manera
que a los miembros les resulte trascendente: los objetivos de la empresa se
transmutan y la vulgaridad del trabajo ordinario se convierte en objetivos más
altos que merecen esfuerzos heroicos e incluso sacrificios. Un ejemplo, relatado
por Brian Dumaine en «¿Por qué trabajamos?» (Fortune, 26 de diciembre de 1994,
p. 196) habla de la diferencia entre tres albañiles:
En los días de las torres envueltas en la niebla, doncellas afligidas y caballeros
valientes, un joven, que bajaba por un camino, se encontró con un cantero que
golpeaba con fuerza una piedra con martillo y cincel. El muchacho le preguntó al
cantero que parecía frustrado y enojado: «¿Qué estás haciendo?» El cantero le
respondió con voz dolorida: «Estoy tratando de dar forma a esta piedra, y es un
trabajo agotador». El joven continuó su viaje y pronto se encontró con otro
hombre que cincelaba una piedra parecida y que no parecía ni enojado ni feliz.
«¿Qué estás haciendo?», le preguntó el joven. «Estoy dando forma a una piedra
para hacer un edificio». El joven siguió su camino y no mucho después encontró
un tercer cantero que labraba una piedra, pero este trabajador cantaba
alegremente mientras trabajaba. «¿Qué estás haciendo?», le preguntó el joven. El
cantero sonrió y replicó «Estoy construyendo una catedral».
Crear una estrategia decisiva
Corresponde al liderazgo crear una estrategia que permita a la organización
triunfar, crecer, prosperar y vencer a la competencia. En una economía sin
fronteras, la pregunta «¿cuál es nuestra estrategia y cuáles son las estrategias de
nuestros competidores?» Debe, como la pregunta «¿cuál es nuestra actividad
fundamental?», formularse y responderse a menudo porque la estrategia tiene
que derivarse de la realidad competitiva de la empresa. La estrategia es
conceptual; una estrategia decisiva debe designar con exactitud lo que la
organización hará mejor que ninguna otra con el fin de ser la escogida por el
cliente.
Para que la estrategia tenga éxito, hay que prever, crear y orientar el cambio y
crear el compromiso en los miembros de la organización. Debe ser tan posible,
ingeniosa, audaz y factible que en sí misma genere la convicción de que aunque
el viaje sea arduo, valdrá la pena emprenderlo porque la estrategia ha creado una
importante ventaja competitiva. Definir la actividad de la empresa de manera
sagaz y prudente y crear una estrategia convincente para vencer son factores
críticos desde el punto de vista de persuadir a las personas de que ellas tienen
líderes reales y de que se alcanzará el éxito.
Comunicar con persuasiÓn
Los líderes saben que la confianza es una ventaja competitiva en el mundo de la
competencia de confrontación. En el fondo, la confianza es una cuestión de
predecibilidad. Las personas con fían unas en otras cuando se les dice que algo
va a suceder y sucede. Un cambio importante, por consiguiente, siempre
amenaza la confianza y en consecuencia, en definitiva, amenaza la confianza en
el liderazgo. La comunicación ineficaz o no existente, especialmente en tiempo de
guerra, da por resultado un enorme aumento de la desconfianza, la confusión y el
cinismo y un gran debilitamiento de la moral, de la fe en la organización y de la
confianza en el liderazgo. Ése es el motivo de que la necesidad de la
comunicación persuasiva sea especialmente crítica en pe río dos de una amenaza
importante y de cambios.
Durante los períodos de cambio importante, la mayoría de las organizaciones
envían demasiadas comunicaciones porque quieren evitar todas las
consecuencias negativas que resultan cuando las personas no saben lo que va a
sucederles. Pero cuando se envían demasiados mensajes o el nivel de ansiedad
es alto, no se consigue gran cosa. Por consiguiente, las organizaciones tienen que
limitar el número de sus comunicaciones y simplificar los mensajes que envían.
Los líderes deben decidir cuáles son los pocos informes que las personas
necesitan realmente conocer, y esos pocos deben ampliarse y expresarse mucho
más simple y repetidamente de lo que nadie podría imaginar que fuera necesario.
Y cuando los objetivos consisten en reducir la ansiedad y aumentar el
compromiso con el líder y la misión, la comunicación más eficaz es la que se hace
personalmente y en forma de diálogo.
Comportarse con honradez
Sin honradez, la confianza no se logra nunca. Los mejores líderes son
transparentes: hacen lo que dicen; predican con el ejemplo. Las personas creen
en ellos porque actúan en línea con los valores que adoptan. No juegan al
maquiavelismo de la manipulación y la duplicidad. En ese sentido, son sencillos.
La honradez, creo yo, reside en parte en la valentía personal. Requiere ser veraz
con uno mismo así como con los demás desde el punto de vista de lo que es
genuinamente valorado y lo que se considera importante. Comportarse con
honradez también significa ser coherente en las elecciones y modos de proceder.
Además de valentía, los líderes deben tener cierta certidumbre acerca de la
dirección que tienen que tomar y de qué camino elegir. A su vez, esto requiere
que los líderes tengan una clara convicción acerca de los valores y una firmeza de
propósito para distinguir entre lo correcto y lo erróneo, entre la sabiduría y la
tontería.
Respetar a los demÁs
El mejor líder no desperdicia la inteligencia de las demás personas. Los líderes
necesitan poseer un sentido esencial de la confianza que les permita sentirse
cómodos cuando reciben aportaciones, incluso el desacuerdo de los demás.
Aunque los mejores líderes suelen estar notablemente informados, especialmente
acerca de la visión de conjunto, no son ni unos pobres hombres ni unos Genghis
Khans, ni humildes ni arrogantes. Como consecuencia, no creen que sea
degradante necesitar la aportación de otras personas. Los líderes eficaces de
tiempo de guerra requieren la aportación de todo el que interviene. Prefieren el
debate vigoroso antes de tomar decisiones, aunque una vez que han tomado una
decisión, exigen la coincidencia, exigen que los demás actúen con entusiasmo, en
línea con la decisión tomada, aunque antes se hubieran opuesto a ella.
En la actualidad, los subordinados en todos los niveles de una organización
poseen experiencia, conocimientos y destrezas que podrían exponer si sus líderes
fueran psicológicamente capaces de «escuchar». Escuchar a los demás, lo mismo
que delegar en ellos, no es una cuestión de procedimiento. Es, en cambio, una
cuestión de respeto.
Actuar
El directivo de tiempo de paz es como un oficial de abastecimientos que entiende
mucho de planificación y logística, tareas en las que la gente trabaja con ahínco,
pero en las que nadie resulta herido. Por el contrario, en tiempo de guerra, los
líderes deben ser capaces de considerar la realización de lo insoportable. El
liderazgo en tiempo de guerra es difícil: implica acciones en las que alguien será
herido e incluso morirá con el fin de que el grupo en su conjunto viva. («Resultar
herido» y «morir» se refieren aquí a los cambios tales como los despidos, la
reducción del tamaño de la empresa, la venta o el cierre de unidades no rentables
y la fusión y absorción de otras organizaciones.) El liderazgo en tiempo de guerra,
por consiguiente, requiere fuerza de carácter, autodisciplina, valor y desviación
respecto de lo que muchos creen que los directivos de tiempo de paz no
necesitan.
La labor de los líderes consiste en inspirar confianza en las personas que están
atormentadas por la duda. En tiempo de guerra, cuando las condiciones son
ambiguas y las decisiones son difíciles, los líderes deben decidir, elegir y actuar.
Comprenden que cuando no actúan son considerados como indecisos y débiles y
esto aumenta la sensación de ansiedad, impotencia e inseguridad de las
personas. Cuando los demás dudan de la aptitud, de la confianza o de la eficacia
del líder, la misión se sabotea.
Así, los líderes tienen que ser percibidos como personas valerosas que actuarán y
como personas que creen que el cambio crea más oportunidades que amenazas.
Incluso aunque los líderes deben permanecer en un estrecho contacto con la
realidad, deben también ser optimistas.
El liderazgo psicológico
Psicológicamente, los líderes lideran porque convencen a los demás de que ellos
conocen las cuestiones mejor que ninguna otra persona. La gente les sigue
porque ellos hablan de soluciones con convicción persuasiva, irradian confianza
cuando los demás se sienten inseguros, y actúan con decisión. En la actualidad, y
mucho más en el futuro, los líderes tienen que convencer a las personas de que
enfrentarse con el cambio interminable no solamente es necesario sino que
también tendrá como consecuencia algo que será mejor.
Las personas son líderes en tanto que crean seguidores. El liderazgo, en
definitiva, es un vínculo emocional, algunas veces incluso es un compromiso
apasionado entre los seguidores, el líder y los objetivos. El liderazgo es diferente
de otras relaciones por cuanto los líderes generan esperanza y convicción en los
seguidores. Son personas a quienes los demás perciben como capaces de hacer
las cosas mejor. A nivel emocional, los líderes crean seguidores porque generan:
Confianza en las personas que estaban asustadas.
Certidumbre en las personas que vacilaban.
Acción donde existía vacilación.
Fuerza donde había debilidad.
Pericia donde había confusión.
Valentía donde había cobardía.
Optimismo donde había cinismo.
Convicción de que el futuro será mejor.
Por último, los líderes lideran porque crean un compromiso apasionado en otras
personas para seguir su estrategia y triunfar. Al final, el liderazgo no es intelectual
ni cognoscitivo: es emocional.
Capítulo 15
David M. Noer
Parte III
Capítulo 16
Stephen R. Covey
¿Para qué, pues, sirve como modelo el líder centrado en los principios? Sugiero
que el liderazgo puede dividirse en tres funciones o actividades básicas: explorar
posibilidades, alinear y delegar facultades. Exploremos por turno cada una de
estas funciones.
Explorar posibilidades
La esencia y la fuerza de la exploración se encuentran en una visión y misión
convincentes. La exploración se refiere al sentido más amplio de futuro. Consigue
estimular la cultura e infundirle un propósito tremendo y trascendente. Pero ¿en
relación a qué? En relación a satisfacer las necesidades de nuestros clientes y de
otras personas con interés en la empresa. La exploración de posibilidades, pues,
une nuestro sistema de valores y visión a las necesidades de los clientes y de
otras personas interesadas en la empresa a través de un plan estratégico. A esto
lo denomino el camino estratégico.
Alinear
La segunda actividad del líder es alinear. Consiste en asegurar que nuestra
estructura organizacional, los sistemas y los procesos operativos contribuyan
todos ellos a llevar a cabo nuestra misión y visión de satisfacer las necesidades
de los clientes y otras personas interesadas en la empresa. No obstaculizan la
misión, no compiten con ella y no la dominan. Están allí solamente para un
propósito: contribuir a ella. Con mucho, la mayor potenciación del principio de la
alineación tiene lugar cuando nuestra gente está en alineación con nuestra
misión, visión y estrategia. Cuando las personas comprenden perfectamente las
necesidades, cuando comparten un compromiso profundo para llevar a cabo la
visión, cuando se les invita a crear y a mejorar continuamente las estructuras y
sistemas que satisfarán las necesidades, entonces tenemos la alineación. Sin
estas condiciones humanas, no podemos tener una calidad de clase mundial: lo
único que tendremos serán programas frágiles. Por último, tenemos que aprender
que los programas y los sistemas son algo esencial, pero que las personas son las
que programan.
Delegar facultades
La tercera actividad de un líder es la delegación de facultades. ¿Qué significa
eso? Las personas tienen un enorme talento, ingenio, inteligencia y creatividad.
La mayoría de estas cualidades se hallan en estado latente. Cuando se tiene una
verdadera alineación hacia una visión común y una misión común, empezamos a
llevar a cabo conjuntamente la misión con esas personas. El propósito individual y
la misión están mezclados con la misión de la organización. Cuando estos
propósitos se superponen, se crea una gran sinergia. Se enciende un fuego dentro
de las personas que liberan su talento, ingenio y creatividad latentes para hacer
cualquier cosa que sea necesaria y coherente con los principios en los que se está
de acuerdo para realizar sus valores, visión y misión comunes para servir a los
clientes y a las demás personas con interés en la empresa. Esto es lo que
entendemos por delegación de facultades.
Pero luego tenemos que estudiar qué es lo que sucede. ¿Cuáles son los
resultados? ¿Estamos realmente satisfaciendo las necesidades de los clientes y
de las demás personas con interés en la empresa? Los datos y la información que
indican si estas necesidades están siendo o no verdaderamente satisfechas
deben ser facilitados a las personas y equipos a los que se les ha concedido
facultades dentro de la cultura para que puedan utilizarlos y realizar las
necesarias correcciones de rumbo y mejoras y continuar lo que quiera que haga
falta para llevar a cabo la misión y satisfacer las necesidades.
Estos papeles del liderazgo centrados en los principios que han de servir de
modelo exploración de posibilidades, delegación y alineación de facultades
representan un paradigma diferente de la opinión habitual sobre la dirección.
Existe una diferencia muy significativa entre dirección y liderazgo. Ambas son
funciones trascendentales, y debido a que lo son, es crítico comprender en qué
consiste su diferencia de manera que no confundamos una con otra. El liderazgo
centra la atención en hacer las cosas apropiadas; la dirección centra su atención
en hacer las cosas bien. El liderazgo se asegura de que las escaleras por las que
subimos se apoyen contra la pared apropiada; la dirección se asegura de que
subamos las escaleras del modo más eficaz posible. La mayoría de los directivos
y ejecutivos actúan dentro de los paradigmas o modos existentes de
pensamiento. Pero los líderes tienen el valor de poner de manifiesto esos
paradigmas, de determinar las suposiciones y motivaciones subyacentes, y de
ponerlos en cuestión preguntando «¿todavía es cierto esto?» Por ejemplo:
En la atención sanitaria, los nuevos líderes podrían poner en cuestión la
suposición de que la medicina debe centrarse en el diagnóstico y en el
tratamiento de la enfermedad. Algunas escuelas de medicina hoy ni siquiera
enseñan nutrición aunque un tercio de todos los cánceres están relacionados con
la nutrición y dos tercios de todas las enfermedades están ligadas al estilo de
vida. Sin embargo, la comunidad médica sigue el camino del diagnóstico y del
tratamiento de la enfermedad. Afirman que se ocupan de todo el conjunto la
salud y el bienestar de las personas, pero tienen un paradigma de tratamiento.
Afortunadamente, unos nuevos líderes están creando más alternativas con la
medicina preventiva.
En el derecho, los nuevos líderes podrían poner en cuestión la suposición de que
donde mejor se practica el derecho es en los tribunales utilizando los litigios de
confrontación consistentes en ganar o perder. Podrían pasar al uso de la sinergia
y a la idea de que todos ganarán para impedir y zanjar las disputas. La resolución
alternativa de las disputas suele acabar en un compromiso. Los nuevos líderes
buscarán las opciones de «o todos ganan o no hay trato» que conducen a la
sinergia. Ésta es algo más que cooperación: consiste en crear mejores soluciones.
Requiere escuchar con empatía y valentía para expresar nuestros puntos de vista
y opiniones de manera que muestren respeto por los puntos de vista de las otras
personas. De la verdadera interacción surgen las percepciones sinérgicas.
En los negocios, los nuevos líderes pondrán en cuestión la suposición de que la
«satisfacción total del cliente» representa la ética definitiva del servicio. Se
desplazarán hacia la satisfacción total de todo el que tiene interés en la empresa,
atendiendo a todo el que tenga interés por el éxito de la explotación y tomando
decisiones que beneficien a todas esas personas. Para generar esta nueva
manera de pensar, los líderes tienen que crear un nuevo conjunto de destrezas
de sinergia. Ésta procede de un modo natural de la calidad de la relación: de la
amistad, de la confianza y del amor que une a las personas.
Si podemos coordinar el nuevo conjunto de destrezas de sinergia con la nueva
manera de pensar en cuanto a la interdependencia, dispondremos del medio
perfecto para lograr la ventaja competitiva. Cuando se tiene la manera de pensar
y el conjunto de destrezas, se crean estructuras, sistemas y procesos eficaces
que están alineados con nuestra visión y misión. Cada organización está
perfectamente proyectada y alineada para obtener los resultados que obtiene. Si
se desea lograr resultados diferentes, se necesita una nueva manera de pensar y
un nuevo conjunto de destrezas para crear soluciones sinérgicas. Es simplemente
un egoísmo inteligente tener presentes a todas las personas que tienen interés en
la empresa cuando se toman decisiones, porque somos muy interdependientes.
En muchos casos, el líder del futuro será el mismo que el líder del presente. No
habrá ningún cambio de personal, sino más bien un cambio interno: la persona se
convierte en el líder del futuro mediante una transformación de dentro afuera.
¿Qué es lo que impulsa a los líderes a cambiar y a estar más centrados en los
principios? Creo que la principal fuente de cambio personal es el sufrimiento. Este
sufrimiento puede proceder de la decepción, el fracaso, la muerte, la perturbación
y ruptura de las relaciones con la familia o los amigos, el abuso de confianza, la
debilidad personal, el desaliento, el aburrimiento, la insatisfacción, la falta de
salud, las consecuencias de decisiones deficientes, la soledad, la mediocridad, el
temor, el estrés económico, la inseguridad en el puesto de trabajo o la falta de
equilibrio en la vida. Si no se experimenta sufrimiento, rara vez hay suficiente
motivación o humildad como para cambiar. Lo más frecuente es que
sencillamente no se sienta esa necesidad. Sin el sufrimiento personal, la gente
tiende a estar demasiado profundamente instalada en sí misma y en su mundo
como para levantarse por encima de sus propios intereses o de la política de las
cosas corrientes, tanto en el trabajo como en el hogar. Cuando las personas
experimentan un sufrimiento personal, tienden a estar más abiertas a un nuevo
modelo de vida en el que los elementos comunes de la humildad y del sacrificio
personal conducen al cambio de dentro afuera centrado en los principios.
La principal fuerza impulsora del cambio organizacional es la economía mundial.
El nivel de calidad es ahora tan alto que a menos que hayamos delegado
facultades en el personal y tengamos un espíritu de asociación con todos los que
tienen interés en la empresa, no podremos competir, tanto si trabajamos en el
sector privado como si lo hacemos en el sector público o en el social. Cuando nos
enfrentamos a competidores que piensan más ecológicamente y más
interdependientemente, al final la fuerza de las circunstancias nos impulsará a
ser humildes. Eso es lo que está impulsando la búsqueda de calidad, el
aprendizaje, el rediseño de los procesos y otras iniciativas. Pero muchas de estas
iniciativas no van lo suficientemente lejos. El cambio de mentalidad no es
bastante grande. Los intereses de todos aquellos que tienen algo que ganar en la
empresa deben ser tratados de un modo orquestado.
O nos vemos obligados por las circunstancias a ser humildes o podemos elegir ser
humildes a causa del reconocimiento de los principios que en definitiva rigen. Ser
humilde es bueno, independientemente de la razón que nos impulse a ello. Pero
es mejor ser humilde conscientemente y no a causa de las circunstancias.
Capítulo 17
James F. Bolt
Nota: Los retos empresariales deben adaptarse a los retos específicos de nuestra
organización.
Figura 17.2. El enfoque del desarrollo de la estructura tridimensional
La estructura tridimensional es una poderosa combinación de maneras de pensar,
conocimientos y destrezas cuyo total es mucho mayor que la suma de sus partes.
Un ingrediente importante es la valentía: el distintivo del verdadero líder. La
valentía es necesaria para crear una visión, para poner en cuestión el statu quo y
para asumir riesgos. No se trata del valor de los actos heroicos, dicen Joseph
Badaracco y Richard Ellsworth, autores de Leadership and the Quest for Integrity
(1989, p. 28), sino más bien «el valor para hacer y decir lo que uno cree que es
correcto, y no lo que es conveniente, familiar o que goza de una aceptación
general; el valor de actuar con arreglo a la visión que se tiene para la
organización». Valentía es también la aptitud para admitir las propias deficiencias
y para reconocer la necesidad de un aprendizaje y un perfeccionamiento
continuos. El valor para admitir el error es característico de un líder que reconoce
que las lecciones generadas por el fracaso son tan valiosas como las que se
desprenden del éxito. La estructura tridimensional es un enfoque práctico para
dar rienda suelta a esta valentía.
Evidentemente, la formación del ejecutivo tridimensional no es corriente en la
actualidad. Sin embargo, como ha dicho Stanley M. Davis, autor de Future Perfect
(1990, p. 56), «en el año 2001, cuando probablemente la nueva economía haya
madurado, observaremos nuestro enfoque holístico de la dirección y nos
maravillaremos de que alguna vez haya podido ser de otro modo».
Capítulo 18
Cada uno de estos papeles del liderazgo tiene que ser examinado
detalladamente. Sin embargo, aquí centraremos nuestra atención en el papel del
pronosticador.
Capítulo 19
Richard J. Leider
Las nuevas realidades del TÚ, S.A. de hoy requieren otro nuevo «contrato de
carrera» con arreglo al cual los líderes ayudan a los seguidores a desarrollar y
dominar las destrezas móviles de carrera necesarias en el siglo xxi y los
empleados adoptan un espíritu de urgencia competitiva y de aprendizaje del
comportamiento. El autoliderazgo es el núcleo en torno al cual se crea un nuevo
contrato de carrera. Consta de propósito personal, valores, visión y valentía. Es el
carácter que cada persona aporta al papel de liderazgo.
El autoliderazgo es la esencia del liderazgo. Se basa en conocerse a sí mismo y en
buscar asesoramiento fiable. Los líderes de un mundo cambiante necesitan hacer
inventario de sus atributos personales que se adhieren al cambio o de los que se
resisten a él. A menos que comprendan la visión que les motiva para liderar, el
propósito que les estimula y los valores que les facultan, ¿cómo pueden hacer
elecciones valientes en un mundo caótico? El autoliderazgo es la esencia de todo
cambio individual, de equipo y organizacional. El liderazgo imaginativo exige
valentía. La unidad del equipo exige el alistamiento individual. El cambio
organizacional exige autocambio. Por consiguiente, los líderes necesitan tejer la
hebra de oro del autoliderazgo a través de todas sus filosofías, procesos,
programas e instrumentos de cambio desde el comienzo hasta el final. Este
concepto engañosamente sencillo provoca el jarabe de pico de muchos líderes
que contrasta claramente con el poco tiempo y escasos recursos que realmente le
conceden. A muchos líderes se les percibe como todo forma y nada de esencia,
como prototipos de «no hacer lo que se predica». Los líderes deben referirse
continuamente a sus propios propósitos, valores, visión y valentía personales.
Deben enfrentarse no solamente con la amenaza externa del fracaso competitivo
sino también con la amenaza interna todavía mayor de la falta de integridad de
liderazgo, porque en el siglo xxi, el autoliderazgo es el reto fundamental del
liderazgo: una destreza de supervivencia.
Para que la cuestión sea más interesante, tampoco en el hogar están fáciles las
cosas para los líderes estos días. Las familias y sus relaciones están llenas de
nuevos problemas para los que muchos líderes no están preparados. La mayoría
de los líderes trabajan con más ahínco y durante más tiempo. Los matrimonios
que en otro tiempo habían luchado con la «destrucción interna», pero que
permanecían inalterados durante años, ahora se rompen. (La destrucción interna
es el arte de morir sin aparentarlo; el matrimonio parece bueno por fuera, pero
está muerto por dentro: no hay vitalidad.) Las ganancias están a menudo en una
carrera con los gastos y éstos parecen ser los que ganan. Los retos de los líderes
de hoy en el trabajo y en el hogar están compuestos de tensiones constantes y
difíciles. No hay que extrañarse de que muchos líderes se pregunten si todo eso
vale la pena y no puedan imaginar cómo manejar todo ello.
Muchos grandes pensadores, desde Tales («Conócete a ti mismo») hasta William
Shakespeare («Sé fiel a ti mismo») pasando por el Mahatma Gandhi («Tú debes
ser el cambio que deseas ver en el mundo»), nos han instado a mirar en nuestro
interior para la guía del liderazgo. Hoy son más los líderes que se han tomado en
serio estos consejos, y por un buen motivo.
Capítulo 20
Douglas K. Smith
Todo el mundo debe aprender cuándo y cómo ejercer la parte de seguimiento del
liderazgo y la parte de liderazgo del seguimiento. Saber cuándo seguir no es un
asunto bimodal de tipo uno u otro/o. A diferencia del cargo o posición que se
ocupa, que sigue siendo estático durante períodos importantes de tiempo, los
objetivos y exigencias de la actuación cambian constantemente. La actuación
tiene lugar en tiempo real, no en tiempo organizacional. Como consecuencia,
aprender cuándo hay que seguir es un reto constante que coexiste
simultáneamente y en paralelo con el saber cuándo hay que liderar.
Considérense, por ejemplo, los indicadores de cuándo un líder debe seguir en
cada una de las tres situaciones corrientes de actuación:
1. En la actuación individual: Como líderes, debemos seguir a otro individuo,
independientemente de la jerarquía:
Si ese individuo, a través de la experiencia, la destreza y el discernimiento está
mejor enterado.
Si el crecimiento de ese individuo exige que invirtamos más en su destreza y
confianza en sí mismo que en la nuestra.
Si solamente ese individuo, no nosotros, tiene la aptitud (el tiempo y la
oportunidad) para conseguir que lo que hay que hacer se haga.
2. En la actuación del equipo: como líderes, debemos ser seguidores del equipo:
Si el propósito y los objetivos de actuación del equipo lo exigen.
Si el equipo, no nosotros, debe desarrollar destrezas y confianza en sí mismo.
Si el enfoque de trabajo acordado del equipo requiere que nosotros, como todos
los demás, realicemos trabajo efectivo.
3. En la actuación organizacional: como líderes, debemos seguir a otros,
independientemente de la jerarquía.
Si el propósito y los objetivos de actuación de la organización lo exigen.
Si lo requiere la necesidad de ampliar la capacidad de liderazgo de los demás en
la organización.
Si el «vivir» la visión y los valores nos impone hacerlo así.
¿Cómo podemos ejercer la parte de seguidores del liderazgo? ¿Cómo podemos ir
más allá de escuchar simplemente para seguir realmente? Éstos son algunos de
las destrezas y comportamientos críticos que pueden hacer de nosotros unos
seguidores efectivos:
Formular preguntas en lugar de dar respuestas: Al hacer preguntas tales como
«¿qué cree usted que debemos hacer?» o «¿cómo sugiere usted que
procedamos?», nos ponemos un paso detrás de otra persona. Si permanecemos o
no detrás, por supuesto, depende de nuestra intención de seguir realmente la
sugerencia o la respuesta de esa otra persona.
Proporcionar oportunidades para que otros nos lideren: Esto va más allá de la
idea habitual de buscar oportunidades de crecimiento para otras personas. A
menos que la oportunidad en cuestión suponga un peligro real para el resultado
de nuestra actuación personal, no nos situamos realmente como seguidores.
Realizar trabajo efectivo en apoyo de otros en lugar de que ocurra solamente lo
inverso: Al arremangarnos y aportar el mismo trabajo difícil a los esfuerzos y
resultados de otras personas, nos ganamos su apreciación como alguien en
quienes ellos pueden confiar, independientemente de la posición jerárquica o
funcional relativa que mantengamos cada uno de nosotros.
Ser alguien que pone en contacto a los demás en lugar de ser un «conmutador
central»: Además de seguir a otras personas, debemos aprender a ayudarlas a
ser seguidoras las unas a las otras. Esto requiere trascender la idea de que
somos el «conmutador central» a través del cual fluyen todas las decisiones. Por
el contrario, necesitamos buscar todas las oportunidades posibles para ayudar a
las personas a encontrar sus mejores colaboradores. «¿Le ha preguntado usted a
Sara o a Rafael lo que opinan?» es a menudo la única aportación requerida para
facilitar el esfuerzo que se precisa en un momento determinado, aunque luego
debamos ofrecer nuestro esfuerzo y apoyo a todo lo que las personas en cuestión
sugieran.
Buscar la comprensión común en lugar del consenso: La significación peyorativa
inherente a la gestión del consenso no tiene nada que ver ni con el liderazgo
efectivo ni con el seguimiento efectivo. Los líderes que saben cuándo y cómo han
de convertirse en seguidores crean una profunda comprensión común, no un
consenso superficial, en torno al propósito, objetivos y enfoque inmediatos. Se
someten a sí mismos y a los otros a la disciplina de asegurar que todos los
aspectos de cualquier desacuerdo son plenamente comprendidos por todos,
reconociendo que la mutua comprensión es mucho más útil que cualquier
decisión particular para elegir el camino A en lugar del camino B. Todas las
personas seguirán unos propósitos y objetivos convincentes y entendidos por
todos más fácilmente que las «cosas preparadas de antemano» inherentes al
consenso.
Conclusión
Capítulo 21
Credibilidad ¥ aptitud
Dave Ulrich
en hechos
El resultado del liderazgo efectivo es sencillo. Debe convertir las aspiraciones en
hechos. Las aspiraciones llegan de muchas maneras: estrategias, objetivos,
misiones, visiones, previsión y planes. Prescindiendo de la palabra, los líderes
crean aspiraciones. Las aspiraciones exitosas tienen ciertas características
determinantes:
Se centran en el futuro, imaginándose lo que puede ser.
Conectan e integran toda la cadena de valor de una empresa (proveedores,
clientes y empleados) y no sólo lo que sucede en el interior de la firma.
Crean energía y entusiasmo acerca de lo que puede ser.
Se sirven de los corazones (emoción), de las mentes (cogniciones) y pies (acción)
de los empleados.
Sin embargo, la labor del líder no es simplemente la de aspirar, sino también la
de actuar. Convertir las aspiraciones en hechos es traducir una declaración de
intenciones en una serie de comportamientos. Los líderes del futuro no se
limitarán a «querer convertirse en el destacado proveedor mundial» o a «prever
el cambio de los valores de los clientes a través de empleados totalmente
entregados a su labor». Por el contrario, intencionadamente y a propósito crearán
actuaciones que hagan realidad estas aspiraciones. No bastará con escribir
enunciados de valores; estos enunciados tendrán que crear valor. No será
suficiente dirigir reuniones de trabajo para generar ideas; las ideas o las visiones
tendrán que reflejarse en los comportamientos cotidianos. No será suficiente
declarar una intención; los líderes tendrán que cumplir lo prometido.
Para convertir las aspiraciones en hechos, los supuestos acerca de los líderes
futuros tendrán que cambiar de cinco maneras.
Del liderazgo en la cumbre de la empresas al liderazgo compartido