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El Codigo Real

Este documento resume y critica el "Código Real", una versión del Nuevo Testamento traducida al español. Señala que la versión exagera al afirmar que se basa en "manuscritos hebreos y arameos antiguos", ya que los manuscritos griegos son más antiguos. También critica que la versión "judaice" demasiado el mensaje de Jesús para ajustarlo a la religión judía moderna. Concluye que la versión tergiversa el contenido original de los evangelios para enfatizar a

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El Codigo Real

Este documento resume y critica el "Código Real", una versión del Nuevo Testamento traducida al español. Señala que la versión exagera al afirmar que se basa en "manuscritos hebreos y arameos antiguos", ya que los manuscritos griegos son más antiguos. También critica que la versión "judaice" demasiado el mensaje de Jesús para ajustarlo a la religión judía moderna. Concluye que la versión tergiversa el contenido original de los evangelios para enfatizar a

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EL CÓDIGO REAL

Edesio Sánchez Cetina

Prefacio

Se me ha pedido ofrecer una opinión, desde este foro de las SBU, respecto de esta
«versión» del Nuevo Testamento con el propósito de ayudar a nuestros lectores y
amigos a mejorar sus criterios y poder hacer las comparaciones y evaluaciones vis a
vis nuestras traducciones y revisiones del Nuevo Testamento, basadas en el texto
griego (tanto el Textus Receptus como la Edición Crítica).

Debo indicar desde el principio que evité deliberadamente entrar al internet para
buscar opiniones de otras personas respecto del Código Real. Lo que a continuación
expreso es resultado de mi propia lectura tanto del «texto bíblico» como de las
introducciones y notas que acompañan tal texto.

Anotaciones introductorias

Empecemos con la información ofrecida en la portada, contra portada y primera


hoja del documento. En la portada aparecen los siguientes datos: «NUEVO
TESTAMENTO: VERSIÓN TEXTUAL HEBRAICA», y un poco más abajo, el siguiente
párrafo dice: «Traducción realizada de los manuscritos hebreos y arameos más
antiguos a la luz del pensamiento hebraico del primer siglo».

De los cinco párrafos que componen la contra portada me interesa acotar las
informaciones que se dan sobre las características de esta «versión»: En el primer
párrafo se afirma lo siguiente: Es una versión que ofrece al lector de habla hispana el
texto bíblico «en su propio contexto hebraico». El párrafo final dice lo siguiente: «Esta
versión hebraica es una restauración de los escritos originales, siguiendo las fuentes
hebreas y semitas más antiguas con que contamos y el pensamiento hebraico que se
encuentra detrás de sus traducciones griegas».

En la primera hoja del libro, después del subtítulo, aparece el siguiente párrafo:
«Traducción realizada de los manuscritos hebreos y arameos más antiguos a la luz del
pensamiento hebraico del primer siglo».

De toda esa información, dos elementos se destacan de manera clara: Es una


versión hebraica y se ha realizado reflejando el pensamiento hebraico del primer
siglo. Eso, por supuesto, seguirá siendo enfatizado a lo largo de la extensa
introducción del material, así como en varias de las notas que acompañan el «texto
bíblico».

Sin entrar en demasiados detalles o profundizaciones innecesarias, el lector


avisado de inmediato se da cuenta de que, en primer lugar, es una exageración y a la
vez una información tendenciosa la que se refiere a «versión textual hebraica»:
«Traducción realizada de los manuscritos hebreos y arameos más antiguos», «Esta
versión hebraica es una restauración de los escritos originales, siguiendo las fuentes
hebreas y semitas más antiguas con que contamos…». Ninguno de los llamados
«manuscritos hebreos y arameos más antiguos» anteceden a los testigos textuales
griegos más antiguos con los que ahora cuenta la ciencia de la Crítica Textual y que se
encuentra reflejado en el Texto Griego del Nuevo Testamento publicado por las SBU.
Las varias ediciones del texto hebreo de Mateo que se tienen a la mano el día de hoy
proceden del tiempo de la Edad Media; aparte del Mateo hebreo no se tiene a la mano
ningún ejemplar hebreo de los otros libros del Nuevo Testamento de los que se pueda
calificar con la expresión «manuscritos más antiguos». Hay, por supuesto, un Nuevo
Testamento en hebreo, pero es una traducción contemporánea en hebreo moderno
para uso de las iglesias y lectores que tienen al hebreo por su idioma materno.
Respecto de los manuscritos arameos, es ya una opinión generalizada de la más seria
erudición que tales textos arameos del Nuevo Testamento son traducciones de
manuscritos griegos que, obviamente, los anteceden.

En segundo lugar, lo primero que salta a la vista respecto del pensamiento


hebraico del primer siglo es la «hebraización» de nombres, títulos y expresiones que
ya tienen una larga tradición y uso en castellano en las principales versiones de la
Biblia y en la gran cantidad de libros bíblico teológicos. Todo el texto bíblico está
cargado con la práctica de transliterar en castellano esas palabras hebreas:
Yerushaláyim, Yericó, Eretz Yisrael, Torah, Shalom, soferim, perushim, Yohanán,
Yeshua, Mashiaj, tzadiquim, Adón, Mélej HaMashiaj, hasatán, sheidim, talmidim, Galil,
Rábi, Elohim, Jésed, Emet. Ruaj Ha-Kodesh, Maljut HaShem, y muchos más. Esto no
es otra cosa que reflejo de la práctica del judaísmo mesiánico presente en varias
regiones de nuestra América Latina, y no ofrece nada importante en el conocimiento
del pensamiento y cultura hebraica del primer siglo del Mundo Mediterráneo. Lo que sí
hace es confundir y hacer más lenta la lectura y comprensión del texto castellano.
Además, hay mucha inconsistencia en el uso de esas palabras y expresiones, pues a
menudo aparecen en su forma o traducción castellana; por ejemplo, el caso de «Hijo
del Hombre» que también aparece como «Ben Adam».

Resalta sí, en la lectura cuidadosa del material ofrecido en este libro, una
intención clara de judaizar le teología y marco ideológico del mensaje del Nuevo
Testamento tal como se reflejan en nuestras versiones y traducciones de la Biblia que
llevan el sello de las SBU. Pero eso no es rescatar ni reflejar «el pensamiento hebraico
del primer siglo». Cuando se compara esta «traducción del Nuevo Testamento» con
excelentes y eruditas obras que hablan del contexto cultural y social del mundo
Mediterráneo del primer siglo, se descubre que el Código Real no coloca a sus lectores
en esa cultura y sociedad, sino que distorsiona al mensaje radical y novedoso del
evangelio y del reino de Dios, y «convierte» a Jesús y los discípulos en proclamadores
y practicantes de la religión judía que se practica hoy en los círculos ya mencionados.

La «teología» del Código Real

Lo anterior, nos lleva a este apartado que viene a ser la parte central de este ensayo.
Si bien Jesús y sus discípulos fueron judíos del primer siglo, los Evangelios y los otros
escritos del Nuevo Testamento, no dejan de afirmar la radicalidad y ruptura del
mensaje y práctica de Jesús, y de la iglesia de las primeras décadas de la era cristiana
con la religiosidad judía de su tiempo. La constante confrontación con los
representantes de esa fe—los fariseos, los maestros de la Ley, los sacerdotes y sumos
sacerdotes—no nos dejan lugar a dudas. Las enseñanzas de Jesús, especialmente en
las parábolas, afirman, una y otra vez, que el evangelio del reino trasciende los lindes
estrechos del judaísmo contemporáneo y de los elementos raciales y étnicos que
definían a los judíos como pueblo exclusivo de Dios. Véanse nada más, como
ejemplos, las parábolas del Samaritano y del Padre que tenía dos hijos para descubrir
que Jesús empujaba hacia «afuera» la concepción de ciudadanía en el reino de su
Padre. No, no eran necesariamente los judíos (racial y étnicamente reconocidos) los
que componían el reino de Dios como grupo privilegiado, sino los pobres (Lucas 6.20) y
de los niños (Marcos 10.13-16). Además, no deja de ser sorprendente que las veces
que Jesús habló de manifestaciones contundentes de fe se refiriera a personas que
eran extranjeras: un Centurión romano, una mujer siro fenicia.

Sí, en cambio, el Código Real (de aquí en adelante «CR») ajusta el texto de tal modo
que Israel ocupe el centro de del mensaje del evangelio de Jesucristo. Por ejemplo, en
Lucas 2.1, en lugar del texto de RV60 que dice: todo el mundo fuese empadronado
(RV60), CR tiene: Que todos los moradores de la tierra de Israel debían ser censados.
El edicto de Augusto Cesar, tal como sabemos, no se restringía a Israel nada más, sino
a todo «el mundo romano». Nótese también esa misma manipulación del texto en los
siguientes versículos: Lucas 2.10 termina la oración, en RV60 60, con la palabra
«pueblo» y, punto. Sin embargo, el CR dice: Un gran mensaje de gran gozo para todo
el pueblo de Israel. Es decir, añade la palabra «Israel». Lucas 2.14 ofrece otro
ejemplo similar; mientras que en RV60 se dice: «¡Gloria a Dios en las alturas, Y en la
tierra paz, buena voluntad para con los hombres!», en CR se añade la frase resaltada
en negrita: "Gloria a Dios en las alturas y Shalom en la tierra de Israel a los hombres
de Su complacencia". Mateo 5.13 dice en RV60 «Vosotros sois la sal de la tierra»; no
añade ningún calificativo más después de tierra. Sin embargo CR pone lo siguiente; y
resalto en negrita lo añadido: «Vosotros sois la sal de Eretz Yisrael, pero si la sal
pierde su espíritu».

En Lucas 10.30, al inicio de la parábola del Buen Samaritano, el texto griego,


reflejado en la RV60 simple y llanamente dice: «Un hombre descendía de Jerusalén a
Jericó», pero CR quita la palabra «hombre» y en su lugar coloca «judío». Además, en
textos como los siguientes, expresiones que en RV60 se concretan a referirse a
detalles necesarios para entender el sentido del texto, el CR se esfuerza por hacerlos
claramente «judíos». RV60 en 2.7-8 dice así: «Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo
envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el
mesón. Había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la
noche sobre su rebaño». Nótese, ahora, los ajustes que CR le hace al texto: Y dio a
luz a su hijo primogénito y lo envolvió con mantas sacerdotales y lo tenía en su
regazo dentro de una sucá, porque no encontraron sitio para ellos en las posadas. Y
había en la misma región, unos levitas pastores que estaban morando en sucot en los
campos y guardaban por turno, las vigilias de la noche sobre los rebaños consagrados
al Templo».

En el siguiente texto de Mateo 5.17-20 se encuentran muchos ejemplos que


popularmente se conocen como «paráfrasis»; es decir, tergiversación del contenido o
mensaje debido a traducciones libres y a glosasión del texto bíblico. De nuevo, en esta
manipulación del texto se nota la «teología» del autor del CR:
17
¡Ni os pase por la mente la idea que he venido para declarar abrogada la
Torah o los Profetas! No he venido a abrogar, sino a mostraros cómo interpretarla
correctamente. 18 Porque de cierto os digo, hasta que pasen el cielo y la tierra, ni
una yud ni un adorno de una letra sagrada, pasará de la Torah hasta que todo lo
dicho en ella haya sido totalmente enseñado y alcanzado su intención original 19
Por tanto, quien quiera que a propósito desobedezca uno solo de los
mandamientos de la Torah, que le sea aplicable, aun tratándose de los
identificados como, "pequeños" y cause así que los hombres también los
desobedezcan, muy pequeño será llamado en el Reino de los Cielos. Más
cualquiera que los obedezca y enseñe a los hombres cómo obedecerlos, muy
grande será llamado en el Reino de los Cielos. 20 Pues os digo que si vuestra
manera de interpretar y obedecer la Torah no va más allá de la establecida por
aquellos soferim y perushim, para ir y recibir la justicia prometida en la Torah, no
entraréis tampoco al Reino de los Cielos.

Nótese, en el siguiente párrafo, la tergiversación del mensaje original del texto de


Mateo 25.37-46 (compárese con el griego o la RV60) y la subyacente «teología»
judaizante del CR en los agregados que aparecen en itálica y especialmente resaltados
en negrita:
37
Entonces los tzadiquim de entre los gentiles le responderán diciendo: Adón:
¿cuándo te vimos hambriento y te sustentamos, o sediento y te dimos de beber?
38
¿Y cuándo te vimos como extranjero y te acogimos? ¿0 desnudo y te
cubrimos? 39 ¿0 cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a ti?
40
Y respondiendo el Mélej HaMashiaj, les dirá: "De cierto os digo: en cuanto lo
hicisteis a uno de estos mis hermanos, aun a los más pequeños, a mí lo hicisteis".
41
Entonces también dirá a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos: ¡Al fuego
eterno que ha sido preparado para hasatán y sus sheidim! 42 porque tuve hambre
y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; 43 estuve en el exilio
y no me acogisteis y desnudo y no me cubristeis, enfermo y en prisión y no me
visitasteis.
44
Aquellos gentiles también responderán diciendo: "Adón: ¿cuándo te vimos
hambriento o sediento, o exiliado, o desnudo, o enfermo o en prisión y te
servimos?" 45 Entonces les responderá diciendo: "De cierto os digo: en cuanto no
lo hicisteis a uno de estos mis hermanos judíos, aun a los más pequeños,
tampoco a mí lo hicisteis". 46 E irán éstos al castigo eterno, mas los tzadiquim de
los gentiles, a la vida eterna.
El problema teológico se agudiza más cuando se consideran textos que en
forma deliberada excluyen o tergiversan el sentido para resaltar la perspectiva teológica
judaizante del autor del CR. El primer ejemplo es el de Mateo 28.16-20. De inmediato
se notan los cambios en el texto del CR, así como la omisión de la segunda parte del
versículo 19 y de todo el 20. RV60 ofrece lo siguiente:
16
Pero los once discípulos se fueron a Galilea, al monte donde Jesús les
había ordenado. 17 Y cuando le vieron, le adoraron; pero algunos dudaban. 18 Y
Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en
la tierra. 19 Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en
el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; 20 enseñándoles que guarden
todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los
días, hasta el fin del mundo. Amén.

Compárese, ahora, con el texto del CR:


16
Pero los Once talmidim fueron a la Galil, al monte donde Yeshua les había
indicado; 17 y al verlo, le rindieron honores reales, aunque algunos no podían
creer lo que veían. El Rábi comunica su legado final a sus talmidim: 18 Y
acercándose Yeshua, les habló diciendo: Toda autoridad me ha sido dada, en el
cielo y en la tierra. 19 Id con urgencia y hacedme tantos talmidim como podáis
entre todas las naciones."

A Jesús no se le adora en el CR, se le «rinden honores reales». Se agrega la parte


final del versículo 17 y, peor aún, se omite todo lo que tiene que decirse del bautismo
en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y de la presencia constante de
Jesús hasta el final del tiempo.

Todo lo que tiene que ver con Jesucristo como Dios, las afirmaciones teológicas
de la trinidad que forman parte de nuestra fe evangélica se tratan de tal modo que
quedan excluidas o diluidas en el CR.

Lo mismo sucede con el texto de Juan 1.1-14. Léase con cuidado lo que dice el
CR en su versión de este texto:
1
Desde un principio era dabar de Elohim y aquél dabar estaba siempre ante
Elohim y el dabar que ya existía era la expresión misma de Elohim. 2 Éste existía
desde un principio ante Elohim. 3 Todas las cosas por dabar fueron hechas y sin
ello, nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. 4 En él estaba la vida y la vida era
la luz de los hombres. 5 Y la luz en las tinieblas resplandece y las tinieblas no
prevalecieron contra ella. 6 Hubo un hombre enviado de Elohim, nombrado
Yohanán; 7 Este vino como testigo para que diera testimonio de la luz, a fin de que
todos tuvieran fe obediente por medio de él; 8 No era él la luz, sino para que diera
testimonio de la luz. 9 La luz verdadera, que alumbra a todo hombre cuando nace
en esta edad presente, 10 estaba ya en el mundo y por él fue hecho el mundo,
pero el mundo no le conoció. 11 A los de su propio oficio vino, pero ellos no lo
aceptaron. 12 Mas a todos los que lo aceptaron, a los que creen en su autoridad,
les dio derecho de ser llamados jueces y sacerdotes de Elohim; 13 los cuales no
nacieron de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de
Elohim. 14 Y el dabar que el Eterno tenía en Su seno, se hizo carne y
tabernaculizó entre nosotros y contemplamos su gloria, gloria como la del único
en su clase del Padre, lleno de Jésed y Emet.

La palabra dabar (que corresponde a las palabras «verbo» y «palabra» en


castellano) aparece en minúscula. Ninguna de nuestras traducciones y versiones lo
hacen así. Todas tienen Verbo o Palabra en mayúscula, afirmando así la divinidad de
Jesús y el carácter de persona de la Palabra. En el texto de RV60—y así en la Dios
Habla Hoy y en la Traducción en Lenguaje Actual—se dice al final del versículo uno
que «el Verbo era Dios». Sin embargo, en el CR se dice que el «dabar que ya existía
era la expresión misma de Elohim». De nuevo, se diluye y niega la divinidad de Jesús.
En el versículo tres, el CR dice: «Todas las cosas por dabar fueron hechas y sin ello,
nada de lo que ha sido hecho, fue hecho». Además de la forma minúscula de la
palabra dabar a la que ya se ha hecho referencia, aparece el término «ello», quitándole
así la indicación personal del Verbo o Palabra, convirtiéndolo simple y llanamente en
algo «neutro».

Con el tema del Espíritu Santo ocurre algo similar. En primer lugar, el uso del
vocabulario sobre el Espíritu Santo es muy variado y falto de consistencia. A veces
aparece «Espíritu» con mayúscula, otras veces en minúscula («espíritu»), también
aparece como «Presencia Divina» y Rúaj HaKodesh. En segundo lugar, está el
asunto teológico, y es, por supuesto, lo que más nos preocupa. Romanos 8.9 es un
ejemplo de lo que se acaba de decir. RV60 ofrece la siguiente traducción: «Mas
vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios
mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él». En esta
traducción todas las veces que aparece la palabra «Espíritu», esta aparece en
mayúscula. Pero en el CR no ocurre lo mismo. Veamos su versión: «Mas vosotros no
vivís bajo el control de la mala inclinación, sino bajo el dominio del espíritu, por cuanto
la Presencia Divina puede habitar ahora en vosotros. Y si alguno no tiene el espíritu
de Mashiaj, éste no es de él». Lo mismo ocurre en Romanos 8.5-6. RV60 dice:
«Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del
Espíritu, en las cosas del Espíritu. Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el
ocuparse del Espíritu es vida y paz». El CR, a su vez, ofrece lo siguiente: «Porque los
que están sujetos al poder de la mala inclinación piensan solamente en las cosas de la
carne; pero los que están sujetos al dominio del espíritu", en las cosas del espíritu.
Porque tener la mente bajo dominio de la mala inclinación, es muerte, pero tenerla bajo
el dominio del espíritu, vida y paz». El mismo CR hace clara su postura
hermenéutica y teológica al respecto:

«Este "espíritu" no es una referencia a la Rúaj HaKodesh (Espíritu de Di-os)


sino al nuevo espíritu prometido en los profetas que sería dado (Ezequiel 3626),
es decir, espíritu de vida, de vida nueva o nuevo nacimiento del cual habló nuestro
Maestro. Tal espíritu, libre del poder y dominio del pecado, está en condiciones de
elevarse hasta la espiritualidad de la Ley divina y obedecer los preceptos del
Eterno en amor y temor auténticos. Este es el espíritu que opera en el Mashiaj.
Por tanto, es, en un sentido, el espíritu de Yeshua, el espíritu de vida de Yeshua.
Es una referencia a la Presencia Divina que se mostraba en el Tabernáculo de
Reunión hecho por mano de Moshé en el desierto, donde le fue dicho: "Para que
habite en medio de vosotros" (Shemot-Éxodo- 25:8)».

Lo más cercano al uso cristiano de «Espíritu Santo» en el CR es la expresión


«Presencia Divina». Esa expresión y la entrada sobre «Ruaj Haikodesh» en el Glosario
al final del libro, indican que en CR no se considera una persona de la trinidad:
«Literalmente la "brisa sagrada", es decir, una referencia al Espíritu de Santidad, o que
imparte santidad. Se ha traducido casi siempre como "Espíritu Santo", pero en Hebreo,
es femenino, no masculino. Por extensión, Rúaj HaKodesh es la "Brisa de Santidad",
es decir, la Presencia Divina causando ciertas cosas en la creación, en la historia de
Israel o en la vida de un creyente».

Romanos 9.1 sirve como ejemplo. La RV60 es clara en afirmar la acción del
Espíritu Santo: «Verdad digo en Cristo, no miento, y mi conciencia me da testimonio en
el Espíritu Santo». Ese mismo texto aparece en el CR de la siguiente manera: «Verdad
digo en Mashiaj, no miento, pues mi propia conciencia coloco en declaración solemne
delante de la Presencia Divina». Cualquier lector de la traducción de «Presencia
Divina», por más que esté en mayúscula no podrá entender otra cosa que una
manifestación de Dios y no a una persona como lo es el Espíritu Santo.

Esa misma idea se comunica todas las veces que el CR pone la palabra hebrea
Shejinah en lugar de «Espíritu» (Ruaj). En Apocalipsis 2.7 la RV60 dice: «El que tiene
oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, le daré a comer del
árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios. Pero el CR dice: El que
tiene oído, oiga qué dice la Shejinah a las comunidades judías en el exilio. Al que
venciere, le daré a comer del etz hayim, que está en el Gad Edem de Di-os». El
traductor coloca esta nota para explicar por qué usa Shekiná en lugar de Ruaj
HaKodesh en esta parte de Apocalipsis: «Esto es, la Presencia Divina, nombre con el
cual los místicos judíos después del año 70, con la destrucción del Templo Sagrado,
identificaban la Rúáj HaKodesh». A pesar de esta explicación, no cabe la menor duda
de que el énfasis no es en la tercera persona de la trinidad, el Espíritu Santo, tal como
tiene RV60, sino en una manifestación divina que atenta contra la concepción trinitaria
del testimonio bíblico. Por otro lado, en Apocalipsis 2.17 (véase 3.13; 14.13), el CR
dice otra cosa: «El que tiene oído, oiga lo que dice la rúaj a las kehilot. Al que venciere,
le daré del maná escondido y una piedrecilla blanca, y escrito en la piedrecilla un nuevo
nombre que nadie conoce, sino el que lo recibe». No cambia la palabra hebrea para
«Espíritu» con el término Shejiná, como lo hace en otros textos, pero coloca rúaj
(espíritu) con minúscula.

Finalmente, en todo el trabajo aparece—junto con la ideología de la judaización


del mensaje bíblico—una insistencia en «rescatar» las mismísimas palabras de Jesús,
cosa que no es nada nueva, pero que hace saltar a la vista la ignorancia o rechazo de
los más avanzados y serios estudios de la génesis y de la formación de los cuatro
evangelios. Los evangelios no son biografías, sino proclamación del evangelio del
reino de Dios. Manifiestan más que todo, las preocupaciones pastorales de sus
autores en relación con el contexto social, político, religioso y cultural de las
comunidades a quienes fueron dirigidos. Una traducción textual hebraica no podrá, por
más que se diga lo contrario, acercar al lector contemporáneo ni al pensamiento judío
del primer siglo, ni mucho menos a las mismísimas palabras de Jesús.

Para ir cerrando

Varias aseveraciones que se hacen en el documento respecto del idioma hebreo


y su uso en tiempos de Jesús y del pasado histórico del pueblo hebreo son infundadas.
Un pequeño ejemplo es la afirmación siguiente: «El propósito de esta obra que
ponemos con amor y esperanza en las manos de nuestros hermanos iberoamericanos
es abrir una puerta por donde el creyente sincero y el maestro responsable de enseñar
las Escrituras a su generación tenga a mano lo que el Eterno ha revelado; no en la
lengua castellana o inglesa, porque tal revelación no existe, sino lo que fue dicho por el
Espíritu a sus apóstoles y profetas, todos los cuales fueron judíos y tuvieron el hebreo
como su forma de pensamiento y de comunicación original. Debemos recordar de
nuevo que el Eterno no habló ni a Moshé, ni a Samuel, ni a Isaías, ni a Su Majestad ni
a Pablo en otra lengua que no fuera el hebreo». Sin embargo, el hebreo como idioma
no existió antes del siglo XIII a.C. Sus orígenes se trazan al inicio de la Edad de Hierro,
y en suelo cananeo. Lo más seguro es que ni Moisés, ni ningún otro hebreo antes de
él haya hablado o conocido este idioma. Dios, por esto y por otros ejemplos más, no
restringió la revelación de su palabra y voluntad al hebreo, sino que lo ha hecho y lo
sigue haciendo de múltiples maneras, aun más allá del medio lingüístico. Además, por
más que el autor afirme que por medio del CR va a entregar en las manos del creyente
hispanohablante «lo que el Eterno ha revelado; no en lengua castellana o inglesa,
sino…el hebreo», su trabajo es también una «traducción» castellana; la única manera
de ser fiel a la revelación divina—de acuerdo con su ideología—es darle al pueblo
hispanohablante el texto en hebreo, idioma que nunca entendería, salvo pocas
excepciones.

En general, uno termina leyendo el CR con la impresión de que su autor—el


traductor—tiene todas las intenciones de hacernos más «habitantes judíos» del siglo
primero de la era cristiana que cristianos comprometidos con su «aquí y ahora» del
siglo XXI. Recordemos que la intención de la revelación de Dios en Cristo no es que
«juguemos a ser cristianos judaizados del siglo primero», sino a ser hijos e hijas de él,
redimidos por la muerte de su Hijo en la cruz y ungidos por su Espíritu Santo, para
responder a los compromisos de hoy y no a los lineamientos y planteamientos de una
cultura y sociedad que ya no nos pertenecen.

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