MAGNIFICAT, Comentario
MAGNIFICAT, Comentario
MAGNIFICAT, Comentario
INTRODUCCIÓN
Por el mensaje del Ángel en la Anunciación, por las palabras de Isabel llena
del Espíritu Santo y por la Sagrada Escritura, a la que ambos se refieren, María
reconoce que el Señor ha hecho en ella obras grandes. Sus palabras son un himno
a la acción salvífica de Dios, que alcanza ahora su consumación.
Con himnos semejantes cantó también la Iglesia naciente las grandes obras
de Dios (Hch 2, 46s y Ef 5, 18). Y la comunidad cristiana, al incluir el himno de María
en su oración vespertina, no hace otra cosa que expresar, con su alma y con su
espíritu, el gozo mesiánico que penetró las profundidades de María.
Quien capte el dulce encanto del Magnificat se sentirá llamado también por el
Espíritu al abandono absoluto en las manos del Señor que caracterizó toda la
existencia de María de Nazaret.
I. EL CONTEXTO
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anhelantes de referir a Dios lo que les ha ocurrido: Isabel bendice a María (1,42-45);
y María a su vez bendice a Dios: es el Magníficat.(1,46-55)
La primera parte del v. 51: «hace proezas con su brazo», tiene una evidente
orientación veterotestamentaria. La imagen del «brazo divino» se refiere, excepto
en algún caso que trata de la justicia individual, al poder demostrado por Dios
en la creación, en la ulterior dirección y conservación del pueblo de Dios y en la
aportación de la salvación escatológica Pero las menciones más frecuentes del
«brazo de Dios» lo son en cuanto artífice de las grandes gestas exílicas. La
frase estereotipada, que hace referencia en todo el Antigu Testamento a la
redención del pueblo israelita en Egipto es: «con mano fuerte y brazo
extendido». Esta nomenclatura llegará hasta el Nuevo Testamento
La expresión, poco frecuente, del v. 49a, «el Poderoso ha hecho
grandes cosas por mí», evoca de manera preferencial las hazañas realizadas
por Dios para liberar a su pueblo de la esclavitud de los egipcios (Dt 10,21)
Ahora bien, el v. 51 tiene contactos literarios con el v. 49a, lo que inclina a
pensar que la afirmación de este último aparece recogida en v. 51a y que, en
consecuencia, persiste el significado referido a la intervención de Dios para
sacar a su pueblo de Egipto.
De este modo, mediante la evocación del acontecimiento salvífico del
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éxodo, se traza un paralelismo entre la primera liberación del pueblo elegido y
la que inaugura el misterio de la Anunciación. La liberación primera estaba
destinada a quienes eran incapaces por sí mismos de salvarse, liberándose de
su esclavitud, humillación y opresión. La salvación de la que se hace eco el
Magnificar está dirigida a los «fieles del Señor» (v. 50), que son los débiles, los
pobres, los humildes. Pero la fuerza de Dios que se manifiesta salvando a los
«anawim», inevitablemente entrará en conflicto con los arrogantes y potentes
de este mundo.
Visión de conjunto:
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- y ensalza la fidelidad de Dios a sus promesas (1 .54-5)
- En la primera, María proclama las grandes cosas que Dios ha hecho en su favor (v
49); expresa los sentimientos de alabanza, de júbilo y de humildad que suscitan en
ella (v 46-48), y subraya los rasgos más luminosos de la imagen de Dios en el
Antiguo Testamento: su poder, su santidad y su misericordia.
En este primer movimiento del cántico mariano (cf. Lc 1,46-50) cabe destacar,
de hecho, cómo resuena constantemente la utilización de la primera persona: «mi
alma [...], mi espíritu [...], mi Salvador [...], me felicitarán [...], ha hecho obras
grandes por mí [...]». El alma de la oración es, por tanto, la celebración de la gracia
divina que ha entrado en el corazón y en la existencia de María, haciendo de ella la
Madre del Señor. Escuchamos la voz de la Virgen hablando así de su Salvador,
que ha hecho cosas grandes en su alma y en su cuerpo.
Las tres partes del poema presentan, pues, una clara conexión y unidad: la parte
primera queda sintetizada en la expresión «hizo en mí grandes cosas»; y la
segunda y tercera son el cumplimiento mesiánico de las promesas en aquel
que María lleva en su seno.
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A.- El DIOS DE MARÍA
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B.- EL DIOS DE LOS HUMILDES
Los vv. 50- 53 nos presentan tres antítesis que caracterizan, por contraste, la
conducta de Dios con las diversas categorías de personas:
- los que temen a Dios, por oposición a los orgullosos (v. 50, 51)
- los poderosos, por oposición a los humildes (v. 52)
- los hambrientos, por oposición a los ricos (v. 53)
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disponibilidad. El prototipo de esta actitud es para Lucas la Madre del Señor. El
término “humillación” que ella se aplica a sí misma hace referencia a su condición
social de pobre, unida a una profunda religiosidad manifestada en su inquebrantable
fe y confianza en el Señor
Dios hunde siempre a los altivos (Is 2, 11-16), mientras estimula a los
humildes (Sal 113, 7-9).Y esto es precisamente lo que ocurre en el cántico de María
("derribó a los poderosos de sus tronos y ensalzó a los humildes”, v 52 ), que en
este caso halla su más claro paralelismo en Eclo. 10,
Esto es lo que proclama audazmente María: Dios no valora a las gentes con
los criterios de los hombres. La cima del éxito humano, la subida a la cumbre del
poder, no confiere ningún privilegio en el orden de los favores de Dios. Estos, por el
contrario, privilegian a los humildes, a los que carecen de poder, a las personas sin
importancia a los ojos humanos.
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En la primera .bienaventuranza son los "pobres" los que figuran en contraste con
los "ricos". Aquí se hace referencia a "hambrientos", de los que se afirma que son
saciados de bienes, en oposición a los ricos, que son despedidos con las manos vacías
(1,59). La referencia a la situación económica es patente: si uno pasa hambre es
porque carece de lo necesario para procurarse alimento, porque es pobre.
Las tres antítesis del Magníficat que hemos analizado tienen algo de
revolucionario: van contra las escalas de valor que prevalecen en la vida social. Es
cierto que ante Dios todos los hombres tienen su oportunidad; y que para ser
privilegiados, también los pobres tienen que abrirse a la salvación. El que se abre a
ella se hace rico, "colmado de bienes", aunque sea pobre; el que se cierra a ella se
ve despedido "con las manos vacías”, aunque sea rico. La apertura a Dios, la actitud
religiosa del hombre, domina por tanto todas las antítesis. La salvación de Dios es
para los que le temen, sea cual fuere su condición.
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propia historia.
En María todos los humildes han sido ya de alguna forma tocados por Dios,
ya que Dios ha manifestado a través de ella el interés que tiene por ellos y cómo
son sus predilectos. La intervención maravillosa de Dios con María marca, por tanto,
el cumplimiento decisivo de la salvación y de las promesas en favor de Israel.
CONCLUSIÓN
Bibliografía: Alois Stöger, El evangelio según san Lucas, Editorial Herder 1970.- Michel Gourgues, Rezar los
himnos del Nuevo Testamento, CB 80, Edit. Verbo Divino.- Autores Varios, El Magníficat, Escuela Bíblica, 2.7.-
Vísperas con el Papa, Biblioteca de Autores Cristianos.
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