Proyecto de Investigación !el Problema de La Responsabilidad Civil
Proyecto de Investigación !el Problema de La Responsabilidad Civil
Proyecto de Investigación !el Problema de La Responsabilidad Civil
I. DATOS GENERALES
1.1 TÍTULO :
“EL PROBLEMA DE LA RESPONSABILIDAD CIVIL CONTRACTUAL”
1.2 RESPONSABLES :
Alumnos del V Ciclo de Derecho Sección
“A”
CAMPUZANO CARBAJAL, CARLOS JORGE
NAVARRO PIMENTEL, CARLOS
HILARIO CABRERA, DENNIS
1.3 INSTITUCIÓN :
Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad
Peruana “Los Andes”.
1.5 DURACIÓN :
Desde el 21 de Abril hasta el 07 de Julio.
Objetivos Específicos :
Aprehender conceptos básicos de la Responsabilidad Civil en
general para la mejor aplicación en casos concretos cuando se
presenten problemas en materia civilística.
Conocer objetivamente los conceptos, características y elementos
de la Responsabilidad Civil.
Aprehender como nacen los supuestos de la Responsabilidad Civil
dentro de las relaciones obligatorias, además sin dejar de atender
otros casos ajenos a la relación obligatoria tales como los
derivados la Responsabilidad extracontractual.
Profundizar la existencia de esta institución jurídica.
IV. JUSTIFICACIÓN
Este proyecto se concibe en razón de la búsqueda de una mejor
compresión del concepto RESPONSABILIDAD CIVIL PRECONTRACTUAL,
CONTRACTUAL Y EXTRACONTRACTUAL dentro del Negocio Jurídico, tanto
dentro de la relación obligatoria como por causas que son ajenas
a esta, su descripción, motivos y fundamentos sobre la existencia
de esta figura jurídica en nuestro ordenamiento jurídico y en otros,
teniendo como base a la Doctrina Clásica y Moderna sobre las
justificaciones que se plantean para la consolidación de esta
figura, atendiendo sus discusiones y criticas que sustentan
indistintamente los juristas por su tendencia.
V. MARCO TEÓRICO
Aspecto etimológico histórico
Etimológicamente, la palabra viene del latín “Responsus”,
participio pasado del verbo “respondere” que significa “hacerse
garante”. El Dr. Fernando DE TRAZEGNIES, define a la
Responsabilidad Civil, como una institución nacida en el siglo XVII,
como un mecanismo de protección de los derechos individuales
absolutos (derecho a la integridad física, y a la propiedad), pero
sobre todo nace como un mecanismo dirigido a sancionar la
realización de ciertos actos o conductas legal y/o moralmente
Reprobables, no existiendo Responsabilidad, sino hay culpa, que
es el sistema que existió en el siglo XIX.
Delimitación Conceptual
Nos internalizaremos en cuanto a la definición sobre
Responsabilidad Civil Contractual que transmite nuestro Código
Civil Peruano de 1984, desarrollando extensivamente algunos
alcances de la doctrina que tratan sobre la Responsabilidad Civil
PreContractual y Extracontractual [acogida en nuestro código en
el Libro de Fuente de las obligaciones] y que nos es necesario
tratar.
CAPITULO I
NOCIONES INTRODUCTORIAS Y RESPONSABILIDAD
PRECONTRACTUAL
1. CONCEPTO DE RESPONSABILIDAD
El término1 responsabilidad tiene varios sentidos en el lenguaje
corriente y en el lenguaje de los juristas2.
Definir a la responsabilidad civil no ha sido ni es uno de los temas
favoritos en la doctrina. Algunos autores3 han tratado de soslayar este
aspecto, que consideramos importante, dedicándose de plano al estudio
de las diversas teorías sobre la responsabilidad civil, sus funciones, sus
elementos; haciendo énfasis en las nuevas tendencias y en el derecho
comparado sobre la materia; y en el mejor de los casos han tocado el
tema de manera muy escueta.
1
WITKER, Jorge. El Instituto Jurídico (o institución jurídica) es la palabra o conjunto de palabras, de
determinado significado jurídico, al que corresponde un régimen legal determinado. Por ejemplo: usucapión,
anticresis, persona jurídica, La Investigación Jurídica. Pag. 94.
2
Nino, Carlos Santiago. El concepto de responsabilidad. En: La Responsabilidad: Homenaje al Profesor
Doctor Isidoro H. Goldenberg. Pag. 15.
3
HENRY y LEÓN MAZEAUD Y ANDRÉ TUNC, Tratado Teórico y Práctico de la Responsabilidad Civil Delictual y
Contractual; DIEZ-PICAZO, DE LEÓN, Luis y Ponce, Derecho de Daños; BUSTAMANTE ALSINA, JORGE, Teoría
General de la Responsabilidad Civil; y DE TRAZEGNIES GRANDA, Fernando La Responsabilidad
Extracontractual.
Lo expresado en el párrafo anterior se pone de manifiesto en la
siguiente afirmación: “Si existe un tema que se sienta uno tentado a
abordarlo sin definirlo, es desde luego el de la responsabilidad civil” 4.
Nosotros trataremos de resistir esa tentación e intentaremos definir a la
responsabilidad civil, partiendo de lo ya expresado por algunos autores.
4
MAZEAUD, HENRY y LEÓN y TUNC, ANDRÉ. “Tratado Teórico y Práctico de la Responsabilidad Civil Delictual
y Contractual” Tomo I. Volumen I. Pág. 1.
5
BUERES Alberto J., “Responsabilidad Por Daños” Homenaje a Jorge Bustamante Alsina, pág. 9, afirma que
Mosset es uno de los pioneros, junto con Bustamante Alsina, de la transformación revolucionaria que operó
en la Responsabilidad Civil en los albores de la década del 70 en Argentina.
6
Mosset Iturraspe, Jorge. “Introducción a la Responsabilidad Civil. Las Tres Concepciones” en
“Responsabilidad Por Daños” Homenaje a Jorge Bustamante Alsina. Obra dirigida por Alberto J. Bueres. Pág.
30.
7
Ibidem.
8
Ibidem Pág. 31.
9
Visser del Pino, Diana Cristina. “De la Responsabilidad Civil Contractual y Extracontractual por el Hecho de
Otro” Pág. 17.
10
Ibid. Pag. 15.
11
Ibid. Pag. 15 y 16.
12
Ibid. Pag. 16.
1.3 RESPONSABILIDAD COMO CAPACIDAD Y COMO ESTADO
MENTAL
Se usa para hacer referencia al Hecht de que se trata de un individuo
mentalmente capaz o, como dicen los penalistas, “imputable”, o sea
que no se trata de un menor, un loco, de un retardado mental, etc.13.
2. CLASES DE RESPONSABILIDAD
La responsabilidad se clasifica de la siguiente manera:
LA TESIS DUALISTA.
Ésta sostiene que la responsabilidad contractual es absolutamente
distinta de la responsabilidad extracontractual. Esta posición extremista
ha sido defendida por la doctrina clásica francesa, tal como lo ha
manifestado Luis De Gasperi y Augusto Morello: “La división de la
responsabilidad civil en contractual y extracontractual es una
consecuencia de la doctrina clásica francesa”17; siendo sus principales
defensores los juristas Zachariae, Larombiere, Aubry y Rau18.
16
Para Ricardo de Angel Yáguez, existe una progresiva difuminación de los criterios de distinción entre
responsabilidad contractual y responsabilidad extracontractual y que ésta dualidad en la que estamos
formados tanto juristas del “derecho civil” como los del “common law”, está hoy distinguida hoy sometida a
severa discusión y también si está justificado o el tratamiento diferente que ambos tipos de responsabilidad
encuentran en el derecho positivo de la mayor parte de los paises (De Angel Yáguez, Ricardo. Algunas
Previsiones sobre el futuro de la Responsabilidad Civil. Pags. 25 y 26).
17
De Gasperi, Luis. “Unificación de la Responsabilidad Contractual y Extracontractual” En: Curso
Responsabilidad Civil Extracontractual – Material de Lectura. Editado por la Academia de la Magistratura.
Pág. 43.
18
Diez-Picazo y Ponce de León, Luis. “Derecho de Daños” Pág. 248.
extracontractual es fuente de una obligación nueva”19 o dicho de otro
modo y desde la óptica del daño, “a veces el acto lesivo aparece como
consecuencia de una obligación anterior, y otras veces el acto lesivo
constituye la fuente de una obligación nueva”20.
LA TESIS MONISTA.
Denominada también teoría de la unidad, sostiene que no existe
diferencia esencial alguna entre la responsabilidad contractual y la
responsabilidad extracontractual, como tampoco existen dos tipos de
culpa.
Esta teoría fue sostenida por “primera vez por Lefevre en 1886, en un
trabajo intitulado De la Responsabilite Delictuelle et Contractualle y más
tarde retomada por sendas tesis doctorales por Grandmoulin y Aubin” 23;
a estos se suman los franceses Merlín, Durantan y Toullier, Savatier y
Marcel Planiol24, y en nuestro modo de ver25 también lo son los
hermanos Henry y León Mazeaud y André Tunc, quienes contradiciendo
los fundamentos de la teoría dualista afirman: “Cuando una de las
partes se niega a cumplir la obligación puesta a su cargo por el contrato
o la cumple mal; por ese hecho la otra parte sufre un daño. Nace
entonces una obligación nueva que sustituye a la obligación
preexistente, ya sea en su totalidad o en parte: la obligación de reparar
el perjuicio causado por el incumplimiento o por el mal cumplimiento
del contrato”26. Con ello los Mazeaud y Tunc sustentan que así como en
la responsabilidad extracontractual, el acto lesivo es fuente de una
19
Bustamante Alsina, Jorge. “Teoría General de la Responsabilidad Civil” Pág. 85.
20
Ibidem. Pág. 73.
21
Mazeaud, Henry y León y Tunc, André. “Tratado “Tratado Teórico y Práctico de la Responsabilidad Civil
Delictual y Contractual” Tomo I. Volumen I. Pág. 114.
22
Bustamante Alsina, Jorge. “Teoría General de la Responsabilidad Civil” Pág. 85
23
Trigo Represas, Félix. “Unificación de la Responsabilidad Por Daños” En “Derecho de Daños” Primera
Parte, Pág. 74. En cuanto a este dato informativo el jurista peruano Fernando de Trazegnies Granda, en su
obra “La responsabilidad Extracontractual Tomo II. Pág. 444, coincide en señalar que fue Lefevre quien por
primera vez sostuvo la teoría de la unidad.
24
Diez-Picazo y Ponce de León, Luis. “Derecho de Daños” Pág. 247.
25
Confirma nuestra opinión lo expresado por Trazegnies (op cit. Pág 448) : “Es interesante advertir que, en
el fondo, la posición de los Mazeaud es más unificadora que la que ellos mismos declaran”.
26
Mazeaud, Henry y León y Tunc, André. “Tratado “Tratado Teórico y Práctico de la Responsabilidad Civil
Delictual y Contractual” Tomo I. Volumen I. Pág. 117.
obligación nueve, en la responsabilidad contractual, también lo es; o
sea “en ambos casos se ve que nace una obligación y se ve que esa
obligación produce efectos”27.
LA TESIS DE LA UNICIDAD
Se sitúa en una posición intermedia entre la dualista y la monista, y
postula una concepción unitaria de responsabilidad civil pero un doble
régimen de responsabilidad. Los defensores de esta teoría basan su
posición en dos fundamentos distintos; de allí que nacen, dentro de la
unicidad, dos corrientes de pensamientos también distintos. Una
defendida por el argentino Llambías quien encuentra el fundamento de
la unicidad de la responsabilidad civil en la unidad de culpa, porque “la
culpa es una noción unívoca que el derecho trata diversamente a través
de dos diferentes regímenes de responsabilidad, según que esa culpa
sea considerada en la inejecución de los contratos o en la comisión de
hechos ilícitos” por lo tanto, “hay una sola culpa y un doble régimen de
responsabilidad culposa”30.
27
Ibidem. Pág. 119.
28
Ibidem Pág. 121.
29
Diez-Picazo y Ponce de León, Luis. “Derecho de Daños” Pág. 249.
30
Bustamante Alsina, Jorge. “Teoría General de la Responsabilidad Civil” Págs. 86-87.
31
El pensamiento de este notable jurista argentino lo encontramos en su obra cumbre “Teoría General de la
Responsabilidad Civil”, publicada por la editorial Albeledo Perrot, en nueve ediciones desde 1972 hasta
1997.
derecho de daños o de una responsabilidad por daños”32. Y si
entendemos que el daño es el presupuesto principal, su consecuencia
lógica, común y relevante en ambos órdenes, sistemas o regímenes de
responsabilidad civil, es la necesidad de repararlo; de allí que se habla
de la unicidad del fenómeno resarcitorio.
LA TESIS DE LA UNIFICACIÓN
Los principales tratadistas que defienden esta posición doctrinaria son:
Félix Trigo Represas34, Atilio Alterini, Roberto López, Luis De Gasperi y
Augusto Morillo35. Esta teoría es contraria a la teoría de la unicidad y se
resume en la siguiente afirmación: “hoy día existe en nuestra doctrina
una suerte de consenso en el sentido de que no resulta posible precisar
con rigor cuales son las razones legitimantes de la separación entre la
responsabilidad contractual y la extracontractual, que ambas tienen la
misma naturaleza y que por lo tanto no se justifica la dualidad de
sistemas (...) Pero la tendencia doctrinal mayoritaria, puesta de resalto
en los pronunciamiento de jornadas y congresos científicos, ha sido
siempre y reiteradamente, la de propiciar la unificación de los
regímenes sobre responsabilidad contractual y extracontractual”36.
32
Bustamante Alsina, Jorge. “Teoría General de la Responsabilidad Civil” Págs. 97-98. – La cursiva entre
paréntesis es nuestra.
33
Autor citado por Trigo Represas, Félix. “Unificación de la Responsabilidad Por Daños” En “Derecho de
Daños” Primera Parte, Pág. 88.
34
Su posición doctrinaria, respecto del tema, la deja sentada en el capítulo “Unificación de la
Responsabilidad Por Daños” En “Derecho de Daños” Primera Parte, Págs. 73 – 92. Obra editada en homenaje
al profesor doctor Jorge Mosset Iturraspe, y dirigida por Félix A. Trigo Represas y Rubén S. Stiglitz. – 1991.
35
Su inclinación doctrinaria de estos tratadistas argentinos se puede verificar en las Lecturas 4 y 5 del
Curso: Responsabilidad Civil Extracontractual, Editado por la Academia de la Magistratura. Págs. 35 a 42 y
43 a 47.
36
Trigo Represas, Félix. “Unificación de la Responsabilidad Por Daños” En “Derecho de Daños” Primera
Parte, Pág. 88.
37
De Gasperi, Luis y Morello, Augusto. “Unificación de la Responsabilidad Contractual y Extracontractual”.
En: Curso Responsabilidad Civil Extracontractual – Lectura 5, editado por la Academia de la Magistratura.
Pág. 43.
SEMEJANZAS Y DIFERENCIAS ENTRE LOS REGÍMENES DE
RESPONSABILIDAD CIVIL CONTRACTUAL Y EXTRACONTRACTUAL
Y LOS PROBLEMAS PRÁCTICOS QUE ACARREA SU DISTINCIÓN.
EN CUANTO A SU ORIGEN
La semejanza radica en que en ambos sistemas la responsabilidad
surge por la violación de una obligación preexistente.
38
Diez-Picazo y Ponce de León, Luis. “Derecho de Daños” Pág. 253.
39
Ibidem.
40
De Gasperi, Luis y Morello, Augusto. “Unificación de la Responsabilidad Contractual y Extracontractual”.
En: Curso Responsabilidad Civil Extracontractual – Lectura 5, editado por la Academia de la Magistratura.
Pág. 43.
41
De Trazegnies Granda, Fernando. “La Responsabilidad Extracontractual”. Tomo II. Pág. 44.
42
Bustamante Alsina, Jorge. “Teoría General de la Responsabilidad Civil” Págs. 89.
43
Ibidem Pág. 98.
indemnización no es la existencia de un contrato (...) sino la presencia
de un daño que debe ser reparado”44.
59
La teoría de la substanciación, al decir de Diez-Picazo, es contraria a la teoría de la individualización que
entiende que la acción está identificada también por sus fundamentos de jurídicos.
60
Diez-Picazo y Ponce de León, Luis. “Derecho de Daños”. Pág. 257.
61
La doctrina también ha formulado otra solución: la acumulación de acciones, que no ha sido recogida por
legislación alguna por cuanto implica una doble reparación del daño y, como ha manifestado Trazegnies
(Op. Cit. Pág. 462) “nadie puede cobrar dos indemnizaciones por un mismo daño”.
62
De Trazegnies Granda, Fernando. “La responsabilidad Extracontractual” Tomo II. Pág. 419. La cursiva
entre guiones es nuestro.
63
Ibidem. Pág. 466.
64
Ibidem. Pág. 471.
De lo expuesto hasta aquí se advierte que aún hay mucho camino por
recorrer respecto de los temas analizados y se nos abre la posibilidad de
aportar nuevos planteamientos que sirvan para el enriquecimiento
intelectual a fin de concretizar aquella vieja noción: El derecho es el arte
de lo bueno y lo justo.
3.3 Se piensa que son las únicas clases de responsabilidad son dos, es
decir, se piensa que la responsabilidad es contractual o
extracontractual, y si no es una, es otra. Como si sólo existiesen las
mismas, o como si sólo existiesen dos colores, blanco y negro, lo que no
es correcto por que existen otros colores, que son verde, gris, amarillo,
entre otros; al igual que existen otras clases de responsabilidad,
conforme se desarrollará mas adelante.
65
Esta posición es sostenida por Jorge Beltrán en nuestro medio.
66
El presente trabajo tiene como finalidad desarrollar la responsabilidad civil precontractual, para lo cual
abordaremos diversos temas referidos al mismo. En tal sentido comentaremos el artículo 1362 del Código
Civil Peruano de 1984 que establece en el derecho positivo peruano la responsabilidad civil precontractual,
sin dejar de lado las enseñanzas del derecho extranjero, por lo cual también el presente abarcará el estudio
del derecho argentino, tanto la doctrina como el derecho positivo, las cuales son partes importantes del
derecho.
Max Arias Schereiber Pezet67 hace referencia a 12 clasificaciones68 de
contratos, de las cuales sólo haremos referencia a la clasificación por la
manera como se forman los contratos, según la cual los contratos
se dividen en: contratos con negociación previa y contratos por
adhesión, conforme se detalla a continuación.
67
Arias Schreiber Pezet, Max. Exégesis. Tomo I. Pag. 47 a 76.
68
Para Max Arias Schreiber Pezet (Arias Schreiber Peste, Max. Exégesis. Tomo I. Pag. 47 y 48) las
clasificaciones de los contratos son las siguientes:
1) Por su estructura
Típicos.
Atípicos.
2) Por su área
Civiles.
Comerciales.
Especiales.
3) Por su autonomía
Principales.
Accesorios.
Derivados.
4) Por su complejidad
Simples.
Complejos.
5) Por su función
Constitutivos.
Modificativos.
Regulatorios.
Extintivos.
6) Por la prestación
Prestación de una parte.
Prestaciones recíprocas.
Prestaciones plurilaterales autónomas.
7) Por su valoración
Onerosos.
Gratuitos.
8) Por su riesgo
Conmutativos.
Aleatorios.
9) Por su forma
Consensuales.
Reales.
Literales.
Libertad de forma.
10) Por el tiempo
Ejecución inmediata.
Ejecución diferida.
Ejecución instantánea.
De tracto sucesivo.
A plazo fijo.
A plazo indeterminado.
11) Por el rol que desempeñan
Cambio.
Goce.
Garantía.
Disponibilidad o crédito.
Previsión o prevención.
Custodia o cautelares.
Restitución o devolución.
Preparatorios.
Cooperación o colaboración.
Asociativos.
Liquidativos.
12) Por la manera como se forma
Con Negociación previa.
de vista69. Esto ocurre en los contratos de importancia económica o
formal de cierta complejidad70. No existe un plazo legal para esta etapa
preliminar71.
Por adhesión.
Para Javier Rodríguez Velarde (Rodríguez Velarde, Javier. Contratación Empresarial. Pags. 25 a la 29) los
contratos se clasifican de la siguiente manera:
1) Por su regulación
Típicos.
Atípicos.
2) Por su área
Civiles.
Comerciales.
Bancarios.
Especiales.
3) Por su autonomía
Principal.
Accesorio.
Derivado
4) Por su estructura
Simples.
Complejos
5) Por su prestación
Contratos en los cuales la prestación la cumple una de las partes.
Contratos en los cuales la prestación la cumplen ambas partes.
6) Por su valoración
Onerosos.
Gratuitos.
7) Por su forma
Consensual.
Real.
Literal.
Solemne.
Contratos con libertad de forma
8) Por su ejecución
De ejecución instantánea.
Inmediata.
Diferida.
De tracto sucesivo.
9) Por su formación
De negociación previa.
De adhesión.
10) Por su riesgo
Conmutativos.
Aleatorios.
Es decir, para cada autor existen diferentes clasificaciones de los contratos, en tal sentido no existe una sola
clasificación de los contratos, al igual que para cada autor existen diferentes clasificaciones de los bienes
(para mayor detalla consultar el trabajo de investigación del mismo autor del presente trabajo titulado La
clasificación de los bienes en el derecho positivo peruano publicado en la Revista Jurídica del Perú Tomo 58
(septiembre del 2004) página 127.
69
Arias Schreiber Pezet, Max. Ob. Cit. Pag. 73.
70
Ibid. Pag. 73.
71
Ibid. Pag. 74.
72
Ibid. Pag. 75.
73
La teoría de los contratos de adhesión niega que los contratos de adhesión sean verdaderos contratos; y
según la tesis contractualista pura en el contrato de adhesión existe un verdadero contrato (Diez Picazo,
Luis. Fundamentos del Derecho Civil Patrimonial. Pag. 234).
74
Arias Schreiber Pezet, Max. Ob cit. Pag. 75.
75
Ibid. Pag. 75.
Estos contratos surgen por las necesidades de la vida moderna y se les
denomina contratos en masa76.
76
Ibid. Pags. 74 y 75.
77
Ibid. Pag. 75.
78
La tratativa es la etapa preliminar de una negociación en la que comúnmente se discuten problemas
laborales, políticos, económicos, etc (Diccionario de la Lengua Española. Real Academia Española. Tomo I.
Pag. 750).
79
Stiglitz, Gabriel A. Responsabilidad Precontractual. En: Contratos. Teoría General. Tomo II. Director: Rubén
S. Stiglitz. Pag. 99.
80
Para Jorge Bustamante Alsina los Elementos Comunes de la Responsabilidad Civil son: 1) Antijuridicidad,
2) Daño, 3) Relación de causalidad entre el daño y el hecho, y 4) Factores de imputabilidad o atribución
legal de responsabilidad (Bustamante Alsina, Jorge. Teoría General de la Responsabilidad Civil. Pag. 108).
81
Para Guillermo Borda: “el derecho positivo es el derecho vigente en un país”(Borda. Guillermo A. Tratado
de Derecho Civil. Parte General. Tomo I. Pag. 34).
Para Raul Mugaburu: “el derecho positivo es el sistema de normas jurídicas que rigen a un pueblo con
vigencia efectiva en un determinado momento histórico” (Mugaburu, Raul. Esquemas sobre la sistemática
del derecho. Pag. 113).
Para Josserand: “el derecho positivo es el derecho que está en vigor en un país en un determinado momento
(Mugaburu, Raúl. Esquemas sobre la sistemática del derecho. Pag. 113)”.
Para Giorgio Del Vecchio: “el derecho positivo es el sistema de normas jurídicas que informa y regula
efectivamente la vida de un pueblo en un determinado momento histórico” (Del Vecchio, Giorgio. Filosofía
del Derecho. Pag. 365).
Para Manuel Albaladejo “el derecho positivo es el derecho vigente o puesto (positus), es decir, rige en el
determinado momento en el que se le contempla” (Albaladejo, Manuel. Derecho Civil. Tomo I. Volumen
Primero. Pag. 08).
82
Stiglitz, Gabriel A. Ob cit. Pag. 99 y 100.
5.2 EL FACTOR DE ATRIBUCION EN LA RESPONSABILIDAD
PRECONTRACTUAL
Es necesario que la violación de los deberes de corrección y buena fe le
sea atribuible al agente en función de algún factor legal. Es decir, que el
sujeto sea imputable, que su obrar sea voluntario, el factor de
atribución puede ser doloso o culposo83.
5.2.1 IMPUTABILIDAD
Aptitud de la persona para cometer hechos ilícitos, es decir, está en
juego el campo psíquico84 y somático85. La imputabilidad del sujeto esta
dada por la posibilidad de discernir. Para ser culpable hay que
empezar por poder serlo86.
5.2.2. LA VOLUNTARIEDAD
Atañe a tener voluntad o determinación de ejecutar una cosa, además
del discernimiento del agente es necesario que el hecho haya sido
realizado con intención87 y libertad88 89.
La intención consiste en el conocimiento aplicado a la realización de un
acto concreto, y la libertad supone que el agente haya realizado el acto
sin coacción externa, sin intimidación90 91.
5.2.3 CULPABILIDAD
Se manifiesta de dos maneras: la culpa “stricto sensu”, y el dolo (la
mala fe)92.
5.2.5. EL DOLO
83
Ibid. Pag. 100.
84
Psíquico significa perteneciente o relativo al alma (Diccionario de Lengua Española. Real Academia
Española).
85
Somático siginifica lo que es material o corpóreo en un ser animado. Aplícase al síntoma cuya naturaleza
es eminentemente corpórea o material, para diferenciarlo del síntoma psíquico (Diccionario de Lengua
Española. Real Academia Española).
86
Stiglitz, Gabriel A. Ob cit. Pag. 100 y 101.
87
La intención es la determinación de la voluntad en orden a un fin (Diccionario de la Lengua Española. Real
Academia Española).
88
La libertad es la facultad natural que tiene el hombre de obrar de una manera o de otra, y de no obrar, por
lo que es responsable de sus actos (Diccionario de la Lengua Española. Real Academia Española).
89
Stiglitz, Gabriel A. Ob cit. Pag. 101.
90
La intimidación es la acción y efecto de intimidar. Intimidar es causar o infundir miedo (Diccionario de la
Lengua Española. Real Academia Española).
91
Stiglitz, Gabriel A. Ob cit. Pag. 101.
92
Ibid. Pag. 102.
93
Ibid. Pag. 102.
94
Ibid. Pags. 102 y 103.
Es el segundo supuesto en campo de los factores subjetivos de
atribución de responsabilidad. Resulta de la deliberada intención. A
sabiendas es dirigida la voluntad (deliberadamente)95.
5.3 EL DAÑO
El daño es susceptible de apreciación económica, se puede sintetizar el
daño como lesión o menoscabo a un interés patrimonial o
extrapatrimonial, acaecido como consecuencia de una acción.
Daño moral.
Daño a la persona.
100
Ibid. Pag. 237.
101
Llambías, Ignacio Héctor J. Agravio Moral. En: Enciclopedia de la Responsabilidad Civil. Tomo 1. Pags. 340
y 341.
102
Ibid. Pag. 338.
103
Taboada Córdova, Lizardo. Responsabilidad Civil Extracontractual. Curso a Distancia para Magistrados.
Academia de la Magistratura. Pag. 47.
104
Ibid. Pag. 47.
105
Fernández Sessarego, Carlos. El Derecho en el fin del siglo XX. Un Nuevo modo de hacer derecho. Pag.
167. En: Revista Scribas. Año II. Nº 4.
surgido una profunda preocupación por lo que se suele denominar daño
subjetivo o daño a la persona106.
106
Ibid.
107
Vasquez Olivera, Salvador. Derecho Civil Definiciones. Pag. 196.
108
Ibid.
109
Ibid.
110
Ibid. Pags 196 y 197.
111
Stiglitz, Gabriel A. Ob cit. Pag. 107.
6. ROTURA INJUSTIFICADA DE LAS TRATATIVAS
Para MICCIO es equivocado reconocer responsabilidad del tratante por
el solo hecho sin justo motivo interrumpe la tratativa. La
responsabilidad por rotura de las tratativas sólo puede dar lugar a
responsabilidad cuando el comportamiento del tratante es claramente
reprobable y ha causado daño al otro, entendiendo que lo reprobable
no está en la rotura de la tratativa, sino del modo como ésta ha
sido conducida, despertando la confianza de la víctima del daño112.
7. CAUSA DE LA RESPONSABILIDAD
Existe un deber jurídico, y el derecho no puede permanecer impasible
ante la violación de tal deber116.
entender, obrando con cuidado y previsión”. Es decir, este artículo es la base legal de la responsabilidad
precontractual en el derecho positivo argentino. Sin embargo, es necesario dejar establecido que si bien la
doctrina argetina ha desarrollado bastante la responsabilidad precontractual el artículo citado no es muy
claro respecto a la misma, por tanto, debe ser cuidadosamente interpretado por parte de los operadores
jurídicos. En tal sentido una interpretación extremadamente legalista podría llevarnos a pensar que en el
derecho positivo argentino no se encuentra establecida la responsabilidad civil precontractual, lo cual es
incorrecto ya que la responsabilidad civil precontractual si se encuentra establecida en el derecho positivo
argentino. Por tanto, si queremos efectuar estudios de derecho comparado respecto de la responsabilidad
civil precontractual, podríamos efectuar el mismo en el derecho peruano y en el derecho argentino, sólo
respecto del derecho positivo o también de otras partes del derecho como las sentencias, las ejecutorias, la
jurisprudencia, la costumbre jurídica, o la doctrina, entre otras partes del derecho. En el Código Civil Italiano
la responsabilidad precontractual se encuentra establecida en el artículo 1337 del Código Civil Italiano de
1942, en el cual se establece que “Las partes, en el desarrollo de las negociaciones y en la formación del
contrato, deben comportarse de acuerdo con la buena fe”, es decir, la responsabilidad precontractual no
sólo se encuentra establecida en el derecho positivo peruano y argentino, sino también en el derecho
positivo italiano. Francesca Llodra Grimalt precisa que la doctrina y jurisprudencia españolas han acudido
para situar la responsabilidad precontractual al artículo 1902 del Código Civil Español (Llodra Grimalt,
Francesca. Reflexiones en torno a los principios de derecho contractual y la fase preliminar del contrato.
Letters of Intent: pactos de intenciones, precontrato). El Código Civil Español establece en el artículo 1902
que “El que por acción u omisión causa daño a otro, interviniendo culpa o negligencia, está obligado a
reparar el daño causado.“ Este artículo del Código Civil Español es de aplicación en el derecho español a
todos los tipos de responsabilidad civil.
121
Borda A., Guillermo. Comportamiento contractual de Mala Fe. En: La Responsabilidad. Homenaje al
Profesor Doctor Isidoro H. Goldenberg. Pags. 243 a 245.
122
Ibid.
123
Ibid.
Precisa Borda que en la gran mayoría de los contratos existe una parte
débil y otra fuerte. Esto ocasiona graves problemas cuando existe
cláusulas que eximen de responsabilidad124.
9.1 Un contrato nulo cuando una de las partes era conocedora del
obstáculo que se opone a su validez y lo ocultado a la otra parte,
faltando al deber de prestar información. O bien no conociera
realmente el obstáculo, hubiera debido conocerlo si hubiera
desarrollado la diligencia exigible. En este caso, existe una
responsabilidad precontractual que se funda en la violación de un
deber dimanante de la buena fe127.
9.2 Cuando una vez alcanzado formalmente un acuerdo verbal, una
de las partes desiste antes de la suscripción de un documento,
que es necesario para la existencia de un contrato, por tratarse de
documentación ad solemnitatem. En este caso, el desistimiento del
contrato es lícito, pero deben ser resarcidos aquellos daños que
pueden haber sido originados sobre la base de la confianza suscitada
por el acuerdo verbal (daños a la confianza). Por ejemplo: los gastos
de preparación del documento o escritura o los gastos que el otro
contratante hubiera realizado para tener a punto la prestación128.
9.3 Las negociaciones han sido iniciadas de mala fe o
prolongadas a partir de un determinado momento de mala fé, esto
es, sin un propósito serio de concluir el contrato. En este caso, a
nuestro juicio, la existencia del deber de indemnizar encuentra su
fundamento en la regla general, pues el comportamiento que es la
causa del daño constituye un ataque ilícito a la esfera a la esfera de
la libertad del otro contratante129.
9.4 Ruptura de las negociaciones que, comenzaron de buena
fe. En este caso la parte que separa de la negociación y decide no
contratar, aunque sus motivos puedan ser fútiles o puedan no ser
razonables, no hace otra cosa que ejercer su libertad y ni moral ni
jurídicamente puede considerarse a obligado a contratar130.
124
Ibid.
125
Ibid.
126
Diez Picazo, Luis. Fundamentos del Derecho Civil Patrimonial. Tomo I. Pags. 203 y 204.
127
Ibid. Pag. 203.
128
Ibid. Pag. 203.
129
Ibid. Pag. 203.
130
Ibid. Pags. 203 y 204.
La responsabilidad precontractual se encuentra ubicada en el iter de
formación de la relación jurídica contractual131, en el cual se distingue
tres clases de responsabilidad, que son las siguientes132:
141
Ibid. Pag. 68.
142
Ibid. Pag. 68.
143
Ibid. Pag. 69.
144
Ibid. Pag. 69.
145
Ibid. Pag. 69.
146
Ibid. Pag. 69.
147
Ibid. Pags. 69 y 70.
148
Ibid. Pag. 71.
149
Ibid. Pag. 72.
Para dicho tratadista no se presenta una antinomía entre
responsabilidad contractual, entendida en el sentido que toda la que
tiene carácter contractual es necesariamente extracontractual150.
14. PRECONTRATO
Para Santos Cifuentes el “precontrato” también llamado “contrato
preliminar”“ante contrato” o “contrato preparatorio”158, es una
declaración de voluntad común ya cerrada y concreta, válida que se
hace teniendo en miras otra convención contractual159.
155
Ibid. Pag. 78.
156
Ibid. Pags. 78 y 79.
157
Ibid. Pag. 79.
158
El Título V de la Sección Primera del Libro VII denominado Fuentes de las Obligaciones, se titula Contratos
Preparatorios.
159
Cifuentes, Santos. De la Responsabilidad Precontractual y los Contratos Preliminares. En: Revista Diálogo
con la Jurisprudencia Nº 8 (Enero-Febrero 98). Pag. 319.
Para Fueyo Laneri ”Es una vinculación, nacida del contrato, cuya
eficacia, en el querer de las partes. Es sólo preliminar o previa, puesto
que lo que intenta es una relación futura y definitiva, la cual,
ordinariamente, es entre las mismas partes concertantes”160.
Para Borrel Soler “Son contratos preparatorios los que tienen por objeto
ponerse en condiciones de celebrar otros definitivos que son los que en
realidad interesan a los que lo celebran”161.
1) El contrato de promesa163.
2) El contrato de opción164.
3) El contrato de corretaje.
4) El contrato de arbitraje o cláusula compromisoria165.
160
Ibid. Pag. 319.
161
Ibid. Pag. 319.
162
Ibid. Pag. 319.
163
Los artículos 1414 al 1418 del Código Civil Peruano de 1984 tratan sobre el compromiso de contratar.
164
Los artículos 1419 al 1424 del Código Civil Peruano de 1984 tratan sobre el contrato de opción.
165
Los arts. 9 al 17 de Ley 26572, Ley General de Arbitraje, tratan sobre el Convenio Arbitral.
166
Cifuentes, Santos. Ob cit. Pag. 319 y 320.
167
Ibid. Pag. 320.
168
Ibid. Pag. 320.
169
Alonso Perez, Mariano. La Responsabilidad Precontractual. En: Revista Crítica de Derecho Inmobiliario Nº
485 (Julio-Agosto de 1971). Pag. 869.
170
Ibid. Pag. 871.
171
Ibid. Pag. 871.
El precontrato no genera responsabilidad precontractual, ya que el
precontrato, en tanto contrato perfecto y, desde el consentimiento
definitivo, genera responsabilidad contractual172.
172
Cifuentes, Santos. Ob cit. Pag. 305.
173
Ibid. Pags. 319 y 320.
174
Ibid. Pag. 308.
175
Ibid. Pag. 310.
176
Ibid. Pag. 310.
CAPITULO II
RESPONSABILIDAD CIVIL CONTRACTUAL
1. CONCEPTO.
Varios tratadistas, especialmente de derecho civil, al analizar el tema de
la responsabilidad, comienzan sus estudios definiendo o expresando lo
que se entiende por la noción de responsabilidad, y la mayoría de
ellos concuerda en decir que es la obligación que tiene una persona
que ha inferido daño a otra, de reparar dicho daño.
177
Alessandri Rodríguez, Arturo. De la responsabilidad extracontractual en el derecho civil. Santiago de
Chile: Imprenta Universal, 1981, pág. 10.
178
Mazeaud, Henri – Leon – Jean. Lecciones de Derecho Civil. Parte segunda, Vol. II, La responsabilidad civil.
Los cuasicontratos. Buenos Aires: Ediciones Jurídicas Europa-América, 1960, pág. 7.
179
Planiol, Marcel y Ripert, Georges. Tratado práctico de Derecho Civil Francés. Tomo sexto, Las
Obligaciones (primera parte). .La Habana: Editorial Cultural, S.A, 1936, pág. 664.
problema de conciencia, que se plantea en el fuero interno del
individuo y como las acciones y omisiones que la generan no causan
daño a la persona o propiedad del otro, ni perturban el orden social,
quedan fuera del dominio del derecho que solo regula actos humanos
que se exteriorizan”180.
180
Alessandri Rodríguez, Arturo. Op cit, pág. 26.
181
Mazeaud, Henri – Leon – Jean. Op cit, pág. 8.
182
Martínez Rave, Gilberto. La responsabilidad civil extracontractual en Colombia. 4ª ed. Medellín:
Biblioteca jurídica Diké, 1988, pág. 11.
183
Alessandri Rodríguez, Arturo. Op cit, pág. 26.
184
Martínez Rave, Gilberto. Op cit, pág. 12
1.2.2.1. Responsabilidad Penal.
Para algunos autores sé está frente a un caso de responsabilidad
penal cuando el individuo ha violado o transgredido un derecho que se
encuentra amparado específicamente en una norma penal, opinión que
comparten Arturo Alessandri y Martínez Rave. Para otros, se habla de
responsabilidad penal cuando el resultado dañino afecta a la sociedad
en general. Es el punto de vista que exponen, entre otros, los hermanos
Mazeaud y Josserand.
185
Alessandri Rodríguez, Arturo. Op cit, pág. 27 y 28.
186
Mazeaud, Henri – Leon – Jean. Op cit, pág. 9.
honeste vivere (vivir honestamente), suum cuique tribuere (dar a cada
uno lo suyo) alterum non laedere, es decir no dañar al otro. Para los
romanos a partir de esos principios se podía ante cualquier situación
saber como comportarse en relación con los demás.
187
Angel Yágúez, Ricardo de, La responsabilidad civil, 2ª ed. Universidad de Deusto, Bilbao, 1989, p. 21.
188
De acuerdo al Diccionario de la Real Academia, la segunda acepción de responsabilidad es
“deuda u obligación de reparar y satisfacer, por sí o por otro, a consecuencia de delito, de una culpa o de
otra causa legal”; a su vez la primera acepción de responsable no puede ser más ilustrativa: “obligado a
responder de alguna cosa o por alguna persona”.
189
Alterini por ejemplo comienza su tesis doctoral diciendo: “La reparación de daños, fruto de la
responsabilidad jurídica en ámbito civil, comporta una forma de sanción. Como orden coactivo, el derecho
organiza un sistema de sanciones, esto es la atribución de una consecuencia a la infracción de los deberes
jurídicos; tal consecuencia significa un disvalor para quien es pasible de ella. En el plano de la
responsabildad por reparación de daños la sanción estriba en una mengua patrimonial que –a favor del
damnificado– se impone al responsable, y tiene causa en el daño inferido al derecho subjetivo ajeno”.
Alterini Atilio A. Responsabilidad civil. Límites a la reparación, Abeledo Perrot, Buenos Aires, 1974, pp. 15-
16.
190
De Cupis, Adriano, El daño. Teoría general de la responsabilidad civil, Traducción de Angel Martínez
Sarrión, Bosch, Barcelona, 1970, p. 82.
Ahora bien, ¿porqué se debe responder cuando se causa un
daño? La explicación tradicional del fundamento de la
responsabilidad civil, la basan los autores “en el principio de justicia
que impone la necesidad de restablecer el estado anterior a la lesión
causada injustamente”191, o en que “la sanción jurídica de la
conducta lesiva responde a una elemental exigencia ética ...”192,
afirmaciones que son todas correctas no pudiéndose discutir su acierto
dada su obviedad. Sin embargo, si bien es justo y ético indemnizar
cuando se causa un daño, esas fundamentaciones siempre nos
parecieron insuficientes. Por ello hemos buscado además los
fundamentos filosóficos y económicos de la responsabilidad civil los
que exponemos a continuación
191
Bustamante Alsina, Jorge, Teoría General de la responsabilidad civil, 8ª ed. Abeledo Perrot, Buenos Aires,
1993, p. 79. La cursiva de la cita es nuestra. En el mismo sentido Pizarro, Ramón Daniel; Vallespinos, Carlos
Gustavo, Obligaciones, T. 3, Hammurabi, Buenos Aires, 1999, p. 164.
192
Angel Yágúez, Ricardo de, La responsabilidad civil, 2ª ed. cit. p. 21.
193
Wright, Richard W, “Rigth, Justice and Tort Law”, publicado en Moral Foundations of the law of Torts,
Oxford University Press, 1995.
La otra gran teoría para Wrigth es la teoría aristotélico kantiana del
derecho o la justicia, que se basa en la igual libertad de todos los
hombres. Para esta teoría el derecho de daños tiene como fin no una
eficiente compensación, sino una “justa” compensación y disuasión (just
compensation and deterrence).
200
Cooter, Robert; Ulen Thomas, Law & economics 3rd ed, Addison Wesley Longman, New York, 2000, p.
290,
201
Martínez Sarrión, Angel, “La evolución del derecho de daños”, en Derecho de daños, Luis Ribó Durán
Coordinador, Bosch, Barcelona, 1992, p. 13.
202
En el libro del Exodo 21:23 dice: “Pero si resultare daño, darás vida por vida, ojo por ojo, diente por
diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, cardenal por cardenal.
sustraída a la elección del vengador, por cuanto está determinada
por su acción, conlleva a reconocer una madurez intelectual y una
valoración transcendente del hombre.”203
Tiempo más tarde los hombres advirtieron que el sistema del Talión no
era el mejor sobre todo porque a la víctima de nada le servía devolver
el mismo mal al ofensor. Si había quedado ciego porque le habían
vaciado su ojo, al vaciar el ojo del ofensor seguía quedando tan
ciega como antes. Se pensó entonces que en algunos casos debía
permitirse la indemnización por bienes equivalentes. Esta
compensación en un primer momento fue voluntaria, fijada por acuerdo
de partes205.
203
Martínez Sarrión, Angel, “La evolución del derecho de daños”, cit. p. 23. Más adelante el mismo va más
allá y califica al Talión como un “giro copernicano” que “no sólo incide en el derecho, sino que deja sentir su
benéfico influjo en la dulcificación de los sentimientos sociales, posibilitando un planteamiento más en
consonancia con la adecuación delito=sanción=reparación, y con ello la ruptura del automatismo que
impedía la apreciación de los factores modificativos de la responsabilidad.”
204
Así por ejemplo el libro del Deteronomio 24,16 dice: “No serán ejecutados los padres por las culpas de
los hijos ni los hijos por las culpas de los padres; cada uno será ejecutado por su propio pecado.”
205
En la ley de las XII Tablas, ley 2 de la tabla VII, se legisla “si membrum rupsit, ni cum eo pacit, talio esto”
es decir que ante la lesión de una parte del cuerpo y no hay arreglo, recién se aplica el Talión.
206
Martínez Sarrión, Angel, “La evolución del derecho de daños”, cit. p. 41. Incluso durante un tiempo parte
de esta composición iba a parar a manos del municipio.
y así también fue gradualmente aceptándose la noción de que el
daño privado debía ser indemnizado mediante el pago de nada
más que los daños causados.
La ley Aquilia208 es la gran unificadora de todas las leyes que hablan del
daño injusto, a tal punto que en cualquier manual de texto se utiliza
la expresión responsabilidad aquiliana como sinónimo de
responsabilidad civil extracontractual. Debe su nombre al tribuno
Aquilio quien realizó el plebiscito, según cuenta Ulpiano. Era sin
embargo una ley que sobre todo reglamentaba la revancha o
venganza, consistente en reconocer a un derecho a causar al
responsable los mismos daños económicos sufridos. Era como lo dice
un profesor europeo un talión económico209, lo cual también era un gran
avance.
Esta ley constaba de tres capítulos de los cuales nos interesa destacar
el primero y el tercero, ya que el segundo como lo dice el mismo
Digesto cayó pronto en desuso. El primer capítulo dice que “quien
matare injustamente a un esclavo o esclava ajenos o a un cuadrúpedo o
a una res, sea condenado a dar al dueño el valor máximo que tuvo en
aquel año”.
El tercer capítulo dice: “respecto de las demás cosas, fuera del esclavo
207
La ley de las XII tablas para los hermanos Mazeaud “representa una época de transición entre la fase de
la composición voluntaria y la de la composición legal obligatoria: la víctima de un delito privado está en
libertad, unas veces para satisfacerse mediante el ejercicio de la venganza personal o por la obtención de
una suma de dinero, cuyo importe fija libremente; y obligada, en otras a aceptar el pago de la suma fijada
en la ley. Pero esa suma sigue siendo esencialmente el precio de la venganza, una composición una poena;
es una pena privada. El derecho romano no llegará nunca a librarse completamente de esa idea, a hacer de
la condena civil lo que es en la actualidad: una indemnización.” Mazeaud Henri y León; Tunc André, Tratado
teórico práctico de la responsabilidad civil delictual y contractual, trad. de Alcalá-Zamora y Castillo, Ejea,
Buenos Aires, 1977, T.I. p. 39.
208
Digesto de Justiniano, 9.2.1
209
Jansen, Nils, Estructura de un derecho europeo de daños. Desarrollo histórico y dogmática moderna,
working paper n° 128, Barcelona, abril de 2002, en www.indret.com
y res que hayan sido muertos, si alguien hiciere daño a otro porque
hubiese quemado, quebrado o roto injustamente sea condenado a dar
al dueño el valor que la cosa alcance en los treinta días próximos210”.
Las vías procesales de hacer valer los derechos de la ley Aquilia eran las
acciones útiles y las acciones in factum. Esta última acción la concedía
el pretor en ejercicio de su imperium aunque no se encontraran
garantizadas en su edicto o no coincidían con las exactas palabras de la
ley, pero que correspondían en vista a las particularidades del caso. Por
medio de las acciones útiles se extendió la acción a personas ajenas al
propietario212. Se observa, salvando las distancias, una similitud en la
concesión de las acciones in factum, con la concesión de acciones in
equity (de equidad) del common law, como veremos más adelante.
210
Digesto de Justiniano, 9.2.27
211
Digesto de Justiniano, 9.2.5
212
Díez Picazo, Luis, Derecho de daños, Civitas, Madrid, 1999, pp. 66,67
Además de estos reseñados actos intencionales, el derecho Justinianeo
reconocía la categoría de cuasidelitos entre los que pueden
mencionarse213: si iudex litem suam fecerit214; positum et
suspensum215; effusum et deiectum216; receptum, nautae, cauponae et
stabulari217.
En el modelo del Code Civil la culpa era el centro del sistema y el factor
de atribución casi exclusivo. En el modelo originario los redactores sólo
contemplaron dos disposiciones en las que instituyeron disposiciones
por hecho de las cosas: el art. 1385 que consagra responsabilidad por
el hecho de los animales (derivado de la actio pauperie del derecho
romano) y el art. 1386 que habla de los daños causados por un edificio
en ruinas (procedente de la cautio damni infecti), pero aún esos casos
estaban sujetos a la responsabilidad por culpa derivada de los arts. 1382
y 1383.
226
“Todo hecho del hombre que causa a otro un daño, obliga a repararlo a aquel por culpa del cual ha
sucedido”
227
“Cada cual es responsable del daño que haya causado no sólo por su hecho, sino también por su
negligencia o por su imprudencia”.
228
“La materia de los delitos y cuasidelitos fue objeto de cinco artículos (del 1382 al 1386) del código civil
francés, que se han hecho famosos. ¡Cinco artículos tan sólo para un tema que ha adquirido tal amplitud!
Pero ¡Qué bien concebidos y redactados están!
Cuando se les compara con las fórmulas de Pothier, e incluso con las más firmes de Domat, se admira la
concisión de aquellos preceptos. Están escritos sobre piedra; y soportan todavía, sin ceder, la enorme
construcción que los tribunales y la doctrina han edificado sobre ellos. Se encuentra en los mismos el buen
sentido, el realismo de los inmortales redactores del Código Civil. Si es verdad que los proverbios
constitiuyen la sabiduría, puede decirse que esos textos legales son proverbios jurídicos; porque resumen la
sabiduría de la tradición jurídica y se conservan jóvenes aun teniendo cerda de 130 años. Capitant, Henri,
Prefacio a la primera edición del tratado de los hermanos Mazeaud.
Sin embargo hacia fines del siglo XIX era evidente que la
necesidad de demostrar la culpa como condición de procedencia
llevaba a muchas injusticias. El mundo para el que fue pensado el Code
había cambiado por influjo de la aparición de máquinas y cosas
peligrosas, y fundamentalmente por cambio de un sistema artesanal
de producción basado en la agroindustria a un sistema de producción
en masa de bienes industriales. Los autores y los jueces comenzaron a
plantearse entonces de qué manera229 dar una respuesta justa a los
daños que los nuevos inventos producían, en los cuales las más de las
veces la demostración de culpa era una tarea ímproba.
2.2.2 Legislación
No quisiéramos terminar este capítulo sin mencionar tres leyes
que demuestran la capacidad de innovación de los franceses,
legislación de avanzada que contiene aspectos sumamente novedosos.
Los rasgos mas salientes de la nueva ley que fue insertada en 18 incisos
al viejo artículo 1386 del Código Civil, son.
230
Journal Officiel de la République Française, de 5 de marzo. Aunque se trata de una ley muy nueva la
misma ya ha sufrido varias
reformas, la última de ellas en julio 2003.
231
Un comentario de la ley puede verse en Seuba Torreblanca, Joan Carles, “Breve presentación de la ley
Francesa 2002-303, de 4 de marzo relativa a los enfermos y a la calidad del sistema sanitario”, en
www.indret.com Barcelona, abril 2002.
1. Se establece el principio de que nadie puede prevalerse de haber
nacido para reclamar daños. Este es uno de los más viejos
requerimientos de los médicos en relación a las contracepciones
fallidas. Nacer con vida no se considera daño. Pero si la persona ha
nacido con discapacidad debido al acto médico o éste la haya agravado
o no haya aconsejado la toma de medidas necesarias a tiempo, los
padres tienen una acción para reclamar los daños, excepto los gastos
de manutención de por vida, los que están a cargo de la solidaridad
nacional.
2. La ley, al igual que la Loi Badinter, trata de mejorar la posición de la
víctima utilizando al instituto del seguro como herramienta. Así, se
legisla sobre el acceso al seguro prohibiéndose el rechazo al
aseguramiento por características genéticas en los contratos de
vida o enfermedad, prohibéndose incluso los exámenes genéticos o
preguntas al respecto. En cuanto a los profesionales tienen la obligación
de suscribir un seguro.
3. Los profesionales y los centros asistenciales responden siempre por
culpa, salvo cuando se trate de daños derivados de productos utilizados
en la atención médica, lo que vendría a constituir lo que nosotros
llamamos un hecho de la cosa; y cuando se trate de infecciones
intrahospitalarias, salvo que se pruebe causa ajena.
4. Muy importante es la creación de la Comisión regional de
conciliación e indemnización, que trata de evitar los juicios de mala
praxis, siendo una instancia obligatoria. Esta Comisión determina la
existencia del daño y lo comunica a la aseguradora la que en el
plazo de 4 meses debe realizar una oferta seria al damnificado o
sus derechohabientes. Si la oferta es pobre, al igual que la Loi Badinter,
se establece una penalidad. La aseguradora puede subrogarse contra el
causante del daño, y contra la Comisión si considera que incurrió en
error.
5. Ahora bien, si por alguna razón la aseguradora no formula oferta, o
si el profesional no tenía seguro o
Los principales writs que se desarrollan allá por el Siglo XIII son dos:
trespass y case. El trespass, según Diez Picazo equivalía
probablemente al concepto romano de injuria o iniuria. En ambos
casos se trataba de figuras netamente penales, porque se requería
que la conducta fuese directa e intencional; las conductas culposas
todavía no tenían cabida en el sistema. Ambas tenían por objeto
restablecer la “paz del Rey”, impidiendo todo comportamiento que
pudiera provocar venganza. El trespass era el remedio para todos
los daños directos, inmediatos y causados por la fuerza a la víctima
ya sea en su persona (trespass to persons, que luego se subdivide en
assault y battery) a su tierra (trespass to land) o a sus bienes (trespass
to goods).
La principal distinción que existía entre las dos figuras era que el
trespass no requería prueba del daño porque éstos se presumían como
consecuencia necesaria y directa del ilícito. Era lo que se denomina un
tort actionable per se236. En cambio para que procediera el case
era necesaria la prueba de los daños reales. Como veremos más
adelante esta distinción existe en algunos torts hasta nuestros días
en el common law, por ejemplo en los daños por difamación. La razón
de esta no exigencia es el carácter penal del trespass, ya que se
pensaba que la fuerza aplicada en las intrusiones aunque no causaran
un daño real o demostrable, sí podían generar un resentimiento que era
socialmente más conveniente evitar.
236
La expresión actionable per se puede ser tomada como equivalente a la que utilizan los tribunales
argentinos cuando dicen que como consecuencia de determinadas conductas o daños experimentados el
daño surge in re ipsa. En el common law uno de los torts actionable per se es la difamación, es decir la mera
expresión difamatoria hace presumir que el destinatario de las injurias sufre daños al menos simbólicos o
nominales. Este principio se ha visto modificado por la jurisprudencia de la Corte Suprema de Estados
Unidos como veremos más adelante.
237
Fleming, John G., The law of torts, 9ª ed, cit. p. 22.
238
Mattei, Ugo, Il Modello di common law, Giappichelli Editore, Turín, 1996, p. 28.
239
Ponzanelli, Giulio, La responsabilita civile. Profili di diritto comparato, 1992, Il Mulino, Bolonia, p. 61.
“casi edípica”, porque requería la comisión de un “hecho ilícito” para
que procediera la responsabilidad civil, que en un primer momento
tenía la indisimulada función de castigar a quien cometía un ilícito civil.
Sobre los primeros, los intentional torts, solo diremos que aparte de
requerir intención de dañar, llamada normalmente malicia (malice245).
Por ahora basta decir que estos torts son los que normalmente dan
nacimiento a las condenas por daños punitivos.
244
David Owen, nos da una definición más abarcativa cuando dice: “El derecho de daños (the law of torts)
concierne las obligaciones de personas viviendo en una sociedad respecto a la seguridad, propiedad y
personalidad de sus vecinos, tanto como un asunto a priori y como un deber de compensar el daño causado
ex post. Tort law en otras palabras envuelve cuestiones de cómo la gente debe tratar al otro y las reglas de
la propia conducta que la sociedad impone en casa sociedad para evitar daños impropios a los demás y para
determinar cuando la indemnización del daño es debida”. Esta definición contiene no sólo la referencia a la
obligación de indemnizar, sino que también hace formar parte de los torts a la prevención del daño. Es lo
que se conoce como función preventiva del derecho de daños, faceta muy desarrollada en los Estados
Unidos con las llamadas injunctions, algo muy parecido a las medidas autosatisfactivas de reciente aparición
en nuestro derecho, en el que desde hace ya varios años los juristas, sobre todo procesalistas alzan su voz
para reclamar la legislación de institutos similares, de innegable naturaleza cautelar, que permitan el
planteo de un juicio en el que la única pretensión sea la evitación del daño sin tener que interponer una
acción de fondo. Owen, David, Philosophical foundations of tort law, Oxford University Press, 1995, pag. 7.
245
También se suele hablar de wrongful intent, evil motive, ill will, recklessness. El significado de malice
tiene en el common law un significado distinto del que se conoce en nuestro sistema jurídico por los fallos
sobre libertad de expresión. Malice en los fallos derivados de New York Times vs. Sullivan se refiere a una
actitud del informador hacia la verdad o falsedad de la noticia. Puede el periodista tener la mejor intención
hacia la víctima de la mala información, pero lo que se juzgará en definitiva no será esto. Volveremos sobre
el tema en el capítulo sobre fallos de la Corte Suprema de EE.UU.
246
El case, según Dobbs, surgía en tres situaciones: A. Cuando el daño que se causaba no había sido
intencional. El ejemplo clásico que se menciona es: si una persona tira un leño por encima de una cerca y
golpea a alguien el tort es trespass to person; en cambio si el leño se deja tirado en la calle y alguien
tropieza en la oscuridad el tort es case. B. Cuando el daño surge de intrusiones consentidas, como cuando el
veterinario trata de curar el caballo del actor y falla por negligencia. C. Cuando la culpa del demandado no
radica en un acto positivo sino en su falta de acción, como cuando el pastor no cuida las ovejas. Dobbs, Dan
B. The law of torts, West Group, Saint Paul, Minnesota, 2000, pp. 259-260.
247
“The axiom “no liability without fault” was quickly raised to a dogmatic postulate of justice, because it
was best calculated to serve the interests of expanding industry and enterpreneurial class, in relieving them
from the hampering burden of strict (merely casual) liability and conducing to that freedom of individual will
and enterprise which was at the forefrom of comtemporary aspirations.
si se incurría en culpa se debía pagar, era también entendido
(menos convincentemente) que se requería que si no se incurría en
culpa no se pagara248”.
248
Markesinis, Basil -Deakin, Simon, Tort Law, 4ª ed, cit., p. 504.
249
1932 AC 562
250
“The rule that you are to love your neighbour becomes in law: You must not injure your neighbour and
the lawyer’s question: Who is may neighbour? receives a restricted reply. You must take reasonable care to
avoid acts or omissions which can reasonably foresee would be likely to injure your neighbour Who then in
law is my neighbour? The answer seems to be persons who are so closely and directly affected by my act
that I ougth reasonably to have them in contemplation as being so affected when I am directing my mind to
the acts or omissions which are called into question”
251
Markesinis, Basil y Deakin, Simon, Tort Law, 4ª ed, Clarendon Press, Oxford , 1999, p. 69.
252
Dobbs divide a la causa en dos elementos. El primero es que el demandado haya sido de hecho la causa
del daño a la víctima. El segundo es que la conducta haya sido la causa próxima del daño (proximate cause).
Dobbs, Dan B., The law of torts, cit. p. 269.
253
Fleming es un poco más exhaustivo y menciona como elementos: A. Deber (duty) reconocido por la ley
que requiere la conformidad del actuar con un estándar de protección a los demás de riesgos irrazonables
(unreasonable risks). B. Violación de ese deber,(breach of duty), que vendría a ser el elemento típico de la
negligencia, o sea la violación o el incumplimiento del patrón de conducta. C. Daño. D. Causa. El sistema
anglosajón habla normalmente de causa próxima (proximate cause) y de que daño no debe ser remoto
(remoteness of damage). 5. Ausencia de conducta de la víctima que la perjudique en el cobro del daño,
específicamente la negligencia contributiva (contributory negligence) y la asunción voluntaria del riesgo
(voluntary assumption of risk).Fleming, John G., The law of torts, 9ª ed, cit. pp. 116-117.
surge de la obligación de comportamiento (positivo o negativo), la
diferencia es que el common law desdobla en dos requisitos lo que en
nuestro derecho se engloba bajo el periodista tener la mejor intención
hacia la víctima de la mala información, pero lo que se juzgará
en definitiva no será esto rótulo de acto ilícito. De todos modos
cada vez menos se considera que el hecho ilícito deba ser
requisito de la responsabilidad civil. 2. Nexo de causalidad:
igualmente se requiere que exista una relación de causalidad, principio
válido para todas las obligaciones: no hay obligación sin causa. 3. Factor
de atribución, principalmente la culpa, que se requiere que exista
también en el common law, la que puede ser desplazada por la culpa de
la víctima. La definición de culpa en el common law es la misma
que en nuestro derecho: violación o infracción de deberes de
cuidado o prevención. 4. Daño: elemento indispensable en nuestro
sistema.
258
Rylands vs. Fletcher (1868) L.R. 3 H.L., 330.
259
“We think that the rule of law is, that the person who for his own purposes brings on his lands and
collects and keeps there anything to do mischief if it escapes, must keep it in at his peril, and if he does not
do so, is prima facie answerable for all the damage which is the natural consequence of its escape... and it
seems reasonable and just that the neighbour, who was brougth something on his own property wchich was
not naturally there, harmless to others so long as it is confined to his own propert, but which he knows to be
mischievous if it gets on his neighbour’s should be obliged to make good to the damage which ensues if he
does not succeed in confining it to his own property”. Del voto del Juez Blackburn. 1866 LR 1 Ex 265, affd
(1868) LR 3 HL 330.
260
Fleming, John G., The law of torts, 9ª ed, cit. p. 367.
accidentes, y no ponerlo en cabeza de la víctima.
261
Diez Picazo, Luis, Derecho de daños, cit. p. 86. Para el autor citado “Esta refacción se apoyó en la
interpretación que Savigny había atribuído a la acción de la Ley Aquilia. Se fundó, asimismo, en el rechazo
de la responsabilidad por culpa fuera de algunos casos concretos y en la admisión y en el carácter
estrictamente material y patrimonial del daño aquiliano y en la discusión o debate que algunos autores
mantuvieron sobre la admisibilidad de la responsabilidad por omisión.”.
Las razones de esta reglamentación fuertemente individualista y
restrictiva con la víctima, no sólo se explican por razones jurídicas,
sino porque al igual que en el common law, y en el derecho francés, el
objetivo “era impedir que resultara extraordinariamente gravoso para
el capitalismo, todavía incipiente en Alemania en el final del siglo, un
sistema de responsabilidad que fuera especialmente riguroso.”262 Otros
autores también coinciden en que el liberalismo político y económico
ejercieron fuerte influencia en la redacción del Código y que la
protección de la propiedad y la del patrimonio predominó
ampliamente sobre la idea de la reparación, de la compensación y
de la intimidación.”263
Por último siempre que una persona ejerce un derecho tiene además
una expectativa de comportamiento ajeno respetando ese ejercicio.
La función demarcatoria del derecho debería permitir a toda la
sociedad saber como debe comportarse para no interferir en la esfera
267
Salvador Coderch, Pablo, Castiñeira Palou, María Teresa, Prevenir y castigar Libertad de información y
expresión, tutela del honor y funciones del derecho de daños, cit. p. 103.
268
“...hay que empezar por afirmar la necesaria función de demarcación del derecho de daños (pag. 41 y
ss.): dejar de un lado los daños no resarcibles –la mayoría- y del otro, aquéllos cuya producción da lugar a
una pretensión recarcitoria es la más básica de las funciones de todo derecho de daños: uno ha de saber si
el dolor causado por una ruptura de una relación amorosa o simplemente de amistad da lugar o no a una
pretensión indemnizatoria (STS) 16.12.1996, Ar 9020); si las revistas electrónicas como Indret arruinarán
impunes a las publicadas en soporte papel; si lo propio puede sostenerse en el caso de una inevitable
infección hospitalaria contraída por quien fue contagiado de un virus trece o catorce años antes de que la
ciencia médica identificara su existencia (STS 9.3.1999, Ar. 1368),o, más sencillamente si surge o no una
pretensión resarcitoria por las infecciones que, hoy por hoy, están irremediablemente asociadas con el
ingreso en una unidad de cuidados intensivos de cualquier hospital español”. Salvador Coderch, Pablo
“Lecturas recomendadas, Luis Díez Picazo y Ponce de León, en www.Indret.com, 31.12.99, p.4.
269
“Sound policy lets losses lie where they fall, except where a special reason can be shown for
interference”, Posner, Richard, The essential Holmes, , The U. Of Chicago Press, Chicago, Chicago, 1992.
Fragmento extraído del celebérrimo libro The Common law.
de libertad del prójimo. Para Suzanne Carval la función demarcatoria,
que ella denomina normativa, sería la función originaria de la
responsabilidad civil porque precisamente es la que permite la
elaboración de reglas de conducta sin las cuales la vida en sociedad
sería imposible270.
270
Carval, Suzanne, La responabilitè civile dans sa fonction de peine privèe, LGDJ, París, 1995, p. 175.
“...elle continue à jouer son rôle originel de définition des comportaments illicites, permettant ainsi au droit
de la responsabilité de participer à une misión distincte de l’indemnisation e qui consiste dans l’élaboration
du complexe réseau de règles de conduite sans lequel la vie en société ne serait pas possible”.
271
Compensar de acuerdo al diccionario de la Real Academia de la Lengua Española en su primera
acepción es “igualar en opuesto sentido el efecto de una cosa con el de otra”. Su segunda acepción es Dar
alguna cosa o hacer un beneficio en resarcimiento del daño, perjuicio o disgusto que se ha causado”
272
Resarcir de acuerdo al mismo diccionario tiene por única acepción: indemnizar, reparar, compensar un
daño, perjuicio o agravio.
273
Indemnizar también de acuerdo al mismo diccionario tiene una sola acepción: resarcir un daño o
perjuicio. Como podemos apreciar, compensar, resarcir e indemnizar son sinónimos.
274
Pantaleón Prieto, Fernando, “Comentario al art. 1902”, en Comentario del Código Civil, Edición del
Ministerio de Justicia, dirigido por Paz-Ares Rodríguez; Diez Picazo; Bercovitz; Salvador Coderch. P. 1971.
275
Markesinis, Basil y Deakin, Simon, Tort Law, 4ª ed, cit. p. 41. “Tort textbooks must openly admit that
compensation has an important role to play in the law of torts. But it is not a monopolistic one”. (Los
manuales de derecho de daños deben abiertamente admitir que la compensación debe tiene un papel
importante que jugar en el derecho de la responsabilidad civil. Pero no es un rol monopólico.”
276
Otros autores también critican la preeminencia de la compensación: “According to the justice theory the
basic goal of tort law is not and never has been efficient deterrence, efficient compensation (spreading all
losses), retribution of public wrongs, or the identification or morally faulty injurers, but rather the prevention
and rectification of injuries to individual’s persons and property that are the result of nonrightful conduct by
others, which is conduct that is objectively inconsistent with the equal freedom of all. As such, tort liability is
based on individual moral responsibility, rather tant moral fault or blame for having injured another”. Wright,
Richard W. “Principled adjudication: tort law and beyond”, en 7 Canterbury Law Review 265 (1999), en
http://papers.ssrn.com/sol3/delivery.cfm/9909291 p. 28
277
“According to the principle of full compensation,tort law seeks to put the victim in the position he was in
before the tort.”. El autor toma esa definición del voto de Lord Blackburn en Livingstone vs. Rawyards Coal
Co. 1880 5 App. Cas. 25,39. información de Van Wijck, Peter, Winters, Jan Kees, “The principle of full
compensation in tort law”, en Eur. J. of L.& E., 11:3; 319-332,2001.
“reparar” el daño278. Creemos que es la palabra justa para describir el
objetivo de la responsabilidad civil, ya que reparar en su tercera
acepción según el diccionario de la Real Academia es “desagraviar,
satisfacer al ofendido” y según la sexta acepción es “remediar o
precaver un daño o perjuicio”.
Está en duda asimismo que esta sea la función más importante del
derecho de daños, al igual que está cuestionado que el derecho de
daños sea el único instrumento o el mejor para compensar279. Hay otros
que también lo hacen, aunque no en forma integral, pero sí más rápida
y económica, como la seguridad social o el seguro personal o contra
terceros (first party insurance o third party insurance). Aclaramos al
lector que esto es una postura personal y que no es mayoritaria en la
doctrina argentina.
278
El proyecto de Unificación del Código Civil Argentino, en sus Fundamentos, se hace eco de la postura de
tomar como principal función de la responsabilidad a la compensatoria, tomando una frase de Lambert-
Faivre: “el concepto de responsabilidad civil evolucionó de una deuda de responsabilidad a un crédito de
indemnización”. Proyecto de Código Civil de la República Argentina
unificado con el Código de Comercio, Abeledo Perrot, 1999, Buenos Aires, p. 98
279
Cane, Peter, Atiyah’s Accidents, compensation and the law, 6ª ed., Butterworths, Londres, 1999, p. 16. El
autor dice que de los tres millones de personas que sufrieron daños cada año, solo 215.000
(aproximadamente el 6 ½% recibieron una compensación en la forma de tort damages. Sin embargo el valor
total de lo pagado a ese 6 1/2% fue casi la mitad del total del valor de los pagos de la seguridad social
hechos a un millón y medio de beneficiarios de esos pagos”. Otra opinión coincidente dice: “El derecho de
daños es de gestión muy costosa. Típicamente por cada euro que cuesta mover la máquina de la justicia
sólo medio llega a la víctima”. Salvador Coderch, Pablo “Lecturas recomendadas, Luis Díez Picaso y Ponce
de León”, cit. p. 10. Otro autor señala que por cada dólar que recibe la víctima se gasta en el sistema otro
dólar o más en costos de administración del sistema de responsabilidad civil. Kaplow, Louis; Shavell,
Stephen “Economic Analysis of law” en, NBER working papers n° 6960, febrero de 1999. En Internet
www.nber.com. Finalmente podemos citar a Patrick Atiyah, quien dice que el sistema de indemnización de
daños por vía judicial, refiriéndose a Inglaterra es costoso e ineficiente. Menciona los datos aportados por la
Pearson Commission que estableció que para pagar ₤ 200.000.000 el costo administrativo fue de ₤
175.000.000. Atiyah, Patrick The damages Lottery, Oxford, Hart Publishing 1997, p. 153.
280
“... la culpa civil es por lo general, rigurosamente objetiva –es infracción de deberes de precaución
exigibles en el sector del tráfico en que actuaba el demanadado-...”. Salvador Coderch, Pablo “Lecturas
recomendadas, Luis Díez Picazo y Ponce de León”, cit., p. 2.
281
La responsabilidad del empleador por el hecho de su empleado es un ejemplo del tránsito de la función
compensatoria a la distributiva. Si bien en los códigos, tanto en el francés, como en el argentino, influídos
por el viejo principio de derecho canónico qui facit per alium facit per se, se estableció la responsabilidad del
existe responsabilidad objetiva se desarrolla paralelamente un
mercado de seguros, las más de las veces obligatorio, que permite
distribuir los infortunios entre muchísimas personas.
Por una ficción decimos que hay que poner a la persona que ha sufrido
un daño en una posición en la que le resulte indiferente sufrir el daño o
ser integralmente compensada. Pero a nuestro juicio esto es una
teorización, muy respetable por cierto, pero que sólo puede ser
aplicable a veces en situaciones de daños materiales. En casos de
daños corporales o lesiones al honor o a la intimidad, es poco
probable que a una persona le dé lo mismo ex ante quedar inválido
o ser indemnizado, o ser calumniado por un periódico a cambio de
recibir una buena suma de dinero.283
Otra sentencia trata sobre la igualdad ante la ley en un caso en que los
padres de tres hijos muertos en un accidente de tránsito plantearon la
desigualdad que existía entre la condena que se les reconoció a ellos
por daño moral y la condena que se había concedido a la princesa
Carolina de Mónaco por una publicación falsa, concretamente por lesión
al derecho a la personalidad. A los padres de los menores se les
reconoció DM 40.000 y a la Princesa DM 180.000.
292
Así por ejemplo el profesor de la U.C.L.A. Gary T. Shwartz después de resumir los datos disponibles sobre
el sistema de Nueva Zelanda, los estudios de mala praxis médica de Nueva York (estudio Harvard y otros),
accidentes de tránsito (influencia del cambio de un sistema de culpa a otro objetivo), productos elaborados
llega a la siguiente conclusión: “No sector of tort law can be identified in which the prospect of liability has
successfully reduced down to zero, or almost zero the rate of negligent conduct. ... Yet however untenable
the strong version may be, sector by sector the realiable information provides adequate support for the
argument in its more moderate form. Wether one considers the effect the effect of FELA on railroad
conduct , the effect of liability insurance on the number of teen-age drivers, the effect of categorical auto
no-fault programs on highway accident rates in several countries, the effect of malpractice liability on
particular forms of malpractice (for example, leaving sponges in patients) and on the overal rate of
malpractice in states like New York, the effect of products liability on manufacturers’s willingness to improve
product design, and the effect of liability on the risk management efforts of public agencies, non profit
agencies, and commercial landowners, there is evidence persuasively that tort law achieves something
significant in ecouraging safety.” (La cursiva es nuestra. Schwartz, Gary T. “Reality in the economic analysis
of torts law: Does tort law deter?”, en 42 U.C.L.A. Law Review, 377 (1994) p. 423.
293
Admonitorio, según el diccionario de la Real Academia significa el que amonesta o aconseja, deriva del
verbo amonestar que en sus dos primeros significados dice: 1 hacer presente alguna cosa para que se
considere, procure o evite. 2. Advertir, prevenir, reprender. La palabra etimológicamente viene del latín
Admoneo –monui –monitum: 2 tr. Traer a la memoria, recordar (aliquem alicuius rei, o de re, a alguien una
cosa); advertir, prevenir (ridiculum est istud me admonere, es ridículo hacerme esta observación);
amonestar, castigar, incitar, estimular. Diccionario Latín Español Vox, de García de Diego.
294
Por ejemplo Morris, en un artículo que es considerado como muestra de una postura clásica de daños
punitivos reconoce que la función compensatoria es la más importante del derecho de daños, pero agrega
que: “en los casos de responsabilidad por culpa, hay una función admonitoria al igual que una función
reparativa: el vínculo entre ambas proporciona una razón para tomar dinero del
demandado y otra para entregárselo al actor”. Morris, Clarence, “Punitive damages in tort cases”, en
Harvard Law Review, Vol. XLIV, Junio 1931, n° 8, p. 1174
295
Markesinis, Basil y Deakin, Simon, Tort Law, 4ª ed, cit. p. 38. “The admonitory factor may also be
significant in those cases (e.g. medical malpractice) where an adverse judgement can be seen as a negative
statement about the tortfeasor’s professional competente or integrity”. (El facto admonitorio puede ser
significativo en aquellos casos (por ejemplo mala praxis médica) donde un juicio perdido puede ser visto
como una afirmación negativa sobre la integridad o competencia del profesional dañador)
traen aparejadas las penas del derecho penal, sobre todo la prisión o
reclusión, que privan al hombre de su bien más preciado después de la
vida misma, su libertad296.
296
En la Argentina no existe la pena de muerte. Su prohibición después de la reforma de 1994 que
incorporó a la Constitución el Pacto de Derechos Humanos de San José de Costa Rica ha alcanzado jerarquía
constitucional.
297
Pantaleón Prieto, Fernando, “Comentario al art. 1902”, cit. p. 1971, opina que a quien se le impone la
obligación de indemnizar “puede sentirse tan “castigado” como aquel a quien se impone una multa o una
pena privada; y la “amenaza” de tener que indemnizar puede, en algunos casos influir en la conducta de los
sujetos....” Esta concepción de la responsabilidad civil como sanción es criticada por Díez Picazo:
“...tampoco puede encontrarse en las normas que cumplen un función indemnizatoria la realización de la
idea de sanción, salvo que por sanción se entienda, de forma muy genérica, el anudar a un comportamiento
determinadas consecuencias que puedan ser desfavorables para alguien”. Díez Picazo, Luis, Derecho de
daños, cit. p. 46.
298
Cane, Peter, Atiyah’s Accidents, compensation and the law, 6ª ed., cit. p. 49. “It operates in fact as a
penal device: the contributorily negligent plaintiff is punished by being deprived of some of the
compensation to which they would otherwise be entitled”.
299
Loi 85-677 du 5 Juillet, JORF 6 Juillet 1985.
300
Viney, Geneviève, Jourdain Patrice Traitè de Droit Civile. Les conditions de la responsabilité, 2ª ed., cit. p.
1147.
Esa misma ley francesa tiene otros dispositivos sancionatorios como ser
el artículo 16 que fija un término de ocho meses para que la
aseguradora ofrezca el monto de la indemnización, vencido el cual la
suma que se ofrezca o fije el juez producirá de pleno derecho el doble
de intereses. La misma penalidad se establece para la aseguradora por
el artículo 20 si una vez convenida o fijada la indemnización la misma
no es pagada dentro del plazo de un mes. La suma se destina
íntegramente a la víctima. Incluso Carval cita ya como ejemplo de pena
semiprivada porque no se destina a la víctima al artículo 17 de esa
misma ley que condena a la aseguradora a pagar el 15% de la
indemnización a un fondo de garantía si el juez la considera
manifiestamente insuficiente301.
301
Carval, Suzanne, La responabilitè civile dans sa fonction de peine privèe, cit. p. 175.
302
Kemelmajer de Carlucci Aída, “¿Conviene la introducción de los llamados “daños punitivos” en el
derecho argentino? En Anticipo de Anales, Año XXXVIII, Segunda época, Numero 31, publicado por la
Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Buenos Aires. pag. 53.
303
Ver la discusión en Martin Casals, Miquel, “Notas sobre la indemnización del daño moral en las acciones
por difamación de la LO 1/1982, cit. pp. 1231-1273.
304
Para Miquel Martín cuando se habla de beneficio indebido no se está haciendo alusión a ninguna idea
sancionatoria sino que lo que la norma tiene que ver con el enriquecimiento indebido o enriquecimiento sin
causa, acción englobada dentro de una pretensión de daños. Martin Casals, Miquel, “Notas sobre la
indemnización del daño moral en las acciones por difamación de la LO 1/1982, cit. p. 1273.
entre un 30% y un 50% en los casos de accidentes de trabajo cuando el
hecho se haya producido como consecuencia de la violación de una
obligación de seguridad de un reglamento.305 Este incremento se
destina a la víctima, y no es susceptible de aseguramiento por parte del
empresario.
316
217 N.Y. 382, 390, 111 N.E. 1050, 1053 (1916). El caso trataba del accidente sufrido por una persona
que había comprado el automóvil a un concesionario y no directamente al productor. Una rueda de madera,
que no había sido fabricada por Buick, sino por un subcontratista, se rompió y causó el accidente. El voto del
Juez Cardozo hizo caso omiso de la doctrina del privity of contract de aplicación mayoritaria hasta ese
momento.
317
24 Cal.2d 453. En este caso a una camarera le explotó en la mano una botella de la conocida gaseosa y
le produjo algunos cortes graves. El voto de la mayoría aplicó la doctrina del res ipsa loquitur, pero el Justice
Traynor hizo lugar mediante la regla de la strict liability.
quienes no hubiere contratado y el factor de atribución deja de
ser la culpa para pasar a ser la responsabilidad objetiva.
resolvió que el factor de atribución es la violación de las previsiones directamente efectivas del Tratado
(breach of effective Treaty Provisions).
324
Calabresi Guido, El coste de los accidentes. Análisis económico y jurídico de la responsabilidad civil,
Trad. de Joaquín Bisbal, 1984, Ariel, Barcelona, pp. 55-82.
325
Accident Compensation Act, de 1972.
326
Según Ponzanelli se aplica principalmente a 1. Accidentes de circulación vehicular, 2 responsabilidad
médica, 3 productos elaborados y 4 accidentes de trabajo. Ponzanelli, Giulio, La responsabilita civile. Profili
di diritto comparato, p. 134-135.
327
Ponzanelli, Giulio, La responsabilita civile. Profili di diritto comparato, p. 145. Mediante esta ley al
damnificado se le reintegran los gastos médicos, hasta U$S 250.000 en caso de muerte; renuncia a
beneficios de la “collateral source rule”; y hasta U$S 250.000 de daños morales.
328
El fondo se financia mediante un pequeño impuesto que se cobra en el precio de la vacuna.
329
Virginia Birth – Related Neurological injury Compensation Act., Va Ann. Code & 32.2.5000. El fondo para
indemnizar a las víctimas se financia con aportes de los hospitales, los pacientes y los médicos.
330
Cane, Peter, Atiyah’s Accidents, compensation and the law, 6ª ed., pp. 249-272.
331
Viney, Genevieve, Jourdain Patrice, Traite de Droit Civile. Les conditions de la responsabilité, 2ª ed..p.
1143.
18 de junio332 sobre ayudas a víctimas de delitos de terrorismo; y el
Real Decreto 738/1997333 de 23 de mayo de 1997 sobre ayudas a
víctimas de delitos violentos y de la libertad sexual.
2. RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL.
Al hablar de la responsabilidad contractual hacemos alusión a la
obligación de reparar los perjuicios provenientes del incumplimiento,
o del retraso en el cumplimiento, o del cumplimiento defectuoso de
una obligación pactada en un contrato. Para que exista esta clase de
responsabilidad es necesario que haya una relación anterior entre
el autor del daño y quien lo sufre y que el perjuicio sea causado con
ocasión de esa relación. Dentro del estudio de este tema se pueden
observar claramente dos grupos de teorías bien definidas: de una
parte, aquellas que presentan la responsabilidad contractual cuando se
ha incumplido una obligación proveniente de un contrato
anteriormente celebrado; otras teorías sostienen que se está en
presencia de responsabilidad contractual cuando se ha incumplido una
obligación emanada no solamente de un contrato, sino cuando se
incumple obligación derivada de vínculo jurídico anterior o de la ley.
332
BOE 182, 31.7.1997.
333
BOE 126, 27.5.97.
334
Una buena síntesis en Marín López, Juan José “Las acciones de clase en el Derecho Español”, en
www.indret.com, julio 2001.
335
Alessandri Rodríguez, Arturo. Op cit, pág. 42.
336
Mazeaud, Henri – Leon – Jean. Op cit, pág. 10.
de la ley, con exclusión de las que tienen causa en actos ilícitos como
los delitos y cuasidelitos”337
344
Alessandri Rodríguez, Arturo. Op cit, pág. 92.
derechos, la obligación de seguridad a favor de la víctima y las
presunciones legales o judiciales que invierten la carga de la prueba,
esto es, que ya no corresponde a la víctima demostrar la culpa o dolo,
sino que se presume responsable al autor del daño y es este quien debe
probar lo contrario.
Para los citados autores, sea cual fuere el argumento que se adopte,
esto no deja de ser como ellos dicen “conceptualismos”, y manifiestan
que “La verdadera y única razón de ser del régimen de la
responsabilidad, se encuentra en la necesidad de asegurar a la
víctima una reparación por el perjuicio sufrido; solución que en muchos
casos la teoría de la culpa es incapaz de proveer, sea por la
imposibilidad de determinar el agente material del daño, sea porque
345
Ordoquí, Gustavo y Olivera Ricardo. Op cit. Pág. 21
su conducta ilícito-culposa no puede ser probada, o porque,
salvados estos últimos escollos, el sujeto responsable resulta
insolvente”346
Siguiendo con lo expuesto por los Mazeaud 349 acerca de los criterios
que vienen a reemplazar la teoría de la culpa, los otros criterios que
mencionan son:
346
Ordoquí, Gustavo y Olivera Ricardo. Op cit. Pág. 23
347
Mazeaud, Henri – Leon – Jean. Op cit, pág. 89.
348
Marty, G. Op cit. Pág. 283
349
Mazeaud, Henri – Leon – Jean. Op cit, pág. 90.
Teoría del riesgo creado, de acuerdo con ella, desde el instante en que
se ejerce una actividad en interés pecuniario o moral de una
persona, esa persona es responsable, fuera de toda culpa.
350
Extraído de http://works.bepress.com/cgi/viewcontent.cgi?article=1005&context=leysser_leon
Departamento Académico de la Pontifica Universidad Católica del Perú, CUADERNO DE TRABAJO N° 2,
DERECHO A LA INTIMIDAD Y RESPONSABILIDAD CIVIL; El refuerzo de los derechos fundamentales a través de
los remedios civilísticos de Leysser L. León Hilario.
351
Alpa, Guido y Mario Bessone, I fatti illeciti, en Trattato di diritto privato diretto da Pietro Rescigno, vol.
14, Utet, Turín, 1982, pág. 02.
“[L]a exigencia de una eficaz y oportuna protección de los intereses
vinculados con los valores fundamentales de la persona ha puesto
en evidencia [...] lo insuficiente de una protección puramente
resarcitoria, y ha contribuido a trasladar la atención del intérprete, en
medida cada vez mayor, del momento de la reparación del daño hacia
el momento de su prevención”352.
352
Bigliazzi-Geri, Lina; Breccia, Umberto; Busnelli, Francesco Donato; y Ugo Natoli, Diritto civile, 3,
Obbligazioni e contratti, Utet, Turín, 1989, pág. 682.
353
MIRABELLI, Giuseppe, “Le posizioni soggettive nell’elaborazione elettronica dei dati personali”, en “Il
diritto dell’informazione e dell’informatica”, 1993, pág. 317-318. En la doctrina portuguesa:Mota Pinto,
Paolo, “O direito à reserva sobre a intimidade da vida privada”, en “Boletim da Faculdade de Direito”,
Universidade de Coimbra, vol. LXIX, 1993 , pág. 583.
354
Bigliazzi -Geri , Breccia , Busn Elli y Natoli , Diritto civile, 1-I, Norme, soggetti e rapporto
giuridico (1987), reimpresión, Utet, Turín, 2001, pág. 143.
Con dichas premisas, respecto de un tema moderno como la
protección jurídica frente a la manipulación de datos personales, se
afirma, contundentemente, que “el instrumento técnico del
resarcimiento del daño por equivalente representa sólo la extrema
ratio, a la cual se puede recurrir en ausencia de medidas de
protección preventiva, que sean idóneas para impedir la verificación
del daño”356. Se hace notar, igualmente, que la “recuperación de la
responsabilidad civil se explica también –y se justifica, siempre en aras
del principio fundamental de respeto a la dignidad de la persona
humana– cuando la protección de la privacy, destinada a la
salvaguardia de valores fuertes, resulta intransigente. Aquí la
protección resarcitoria brinda un elemento de segundo grado para
todas las hipótesis en las cuales los instrumentos de protección
preventiva no han sido válidos para evitar la producción de un daño o,
simplemente, no han sido utilizados”357. Y así mismo, que “sería ilusorio
confiar al resarcimiento del daño las esperanzas de protección de la
privacy [...]. La verdadera protección de la privacy pasa a través del
remedio inhibitorio”358.
Con esta previsión, por lo tanto, creo que es fundado esperar un futuro
desarrollo de la protección inhibitoria entre nosotros.
360
Separata Especial del Diario Oficial “El Peruano”, edición del martes 11 de abril de 2006.
SUB CAPITULO ÚNICO
FACTORES QUE EXIMEN LA RESPONSABILIDAD CIVIL
a) Tesis Subjetiva:
Surge en un momento dentro del desarrollo del Derecho en el cual la
culpa era, para el sector de la responsabilidad civil, el criterio principal
que determinaba los intereses que deberían ser dignos de tutela. Por
eso, el caso fortuito bajo esta concepción es equiparado con la ausencia
de culpa y en estos términos es el hecho que impide el cumplimiento de
la obligación sobre la cual no ha operado en lo absoluto la culpa del
deudor por cuanto esta ha actuado con la diligencia exigida por el
ordenamiento jurídico. Por eso el caso fortuito tiene su punto de partida
en donde termina la diligencia con la que debe actuar el sujeto deudor
llegando a establecer su responsabilidad, derivada del incumplimiento,
solo en tanto se verifique que ha incurrido en culpa.
b) Tesis Objetiva:
Postula identificar el fundamento de la exoneración de la
responsabilidad del deudor, que no ha efectuado la prestación debida,
en el mero incumplimiento. Así en el análisis del impedimento no
imputable se soslaya a la persona de deudor considerando únicamente
al evento lesivo como el factor determinante que imposibilita realizar la
prestación y respeto del cual debe establecerse si configura o no un
supuesto de caso fortuito.
b.1. Extraordinario
Quizás puede considerarse a este presupuesto como el principal en la
medida que alude a los hechos que escapan o van más allá de lo
ordinario o común, pero no desde cualquier perspectiva, sino de la que
es propia de la actividad sobre la cual se desenvuelve la prestación a
cargo del deudor. En ese sentido, lo extraordinario es equivalente a lo
exterior; es decir, los eventos extraños a “la esfera de control de los
obligados” o “a las de sus dependientes – en el caso de las empresas -.
Esto significa, en buena cuenta, que en el desarrollo de una actividad
económica se presentan eventos o acontecimientos que si bien es cierto
no forman parte de la obligación, o en sentido estricto de la realización
de la prestación, ellos pueden concurrir en su desarrollo y por lo tanto
influir, mas no determinar de manera categórica desde el inicio del
negocio, en el resultado, siendo por tanto riesgos típicos que se
encuentran dentro de la esfera de control del deudor y, por lo tanto, no
son pasibles de considerarse como eventos fortuitos. Por eso es que
este requisito juega un rol decisivo en el establecimiento de un hecho
como un supuesto de caso fortuito, ya que solo a partir de él se puede
decir si un evento es ajeno o no a la prestación.
b.2. Imprevisible:
Este criterio alude a la capacidad de previsión de un hombre normal,
así, de modo abstracto, se coloca a un sujeto promedio den la misma
situación y se plantea si este habría actuado de la misma manera. Como
se dijo líneas arriba, no obstante el legislador optó por asumir la tesis
objetiva en este tema, no lo hizo de manera muy clara en cuanto
revistió a esta institución de elementos que lo aproximaran más a la
teoría subjetiva, como sucede con este requisito, en la medida que no
se observa el evento en sí mismo, sino que el caso fortuito tiende a
desviarse a la perspectiva del sujeto a quien se quiere exonerar de
responsabilidad. Ya hay quienes proponen abandonar la imprevisivilidad
como atributo del caso fortuito debido a que existen acontecimientos
que resultan previsibles, inevitables, y por lo tanto, pueden dar pie a la
exoneración de la responsabilidad, como el caso de una tormenta
anunciada por el observatorio meteorológico, la época de huaycos en el
mes de febrero en parte de la sierra o la creciente de los ríos producto
de las lluvias.
b.3. Irresistible:
Alude a la imposibilidad, por parte del sujeto deudor, de realizar alguna
acción dirigida a evitar el evento generador del daño y es por eso que
algunos utilizan la frase “acto de Dios” para describir al caso fortuito.
Considero que el carácter de irresistibilidad del caso fortuito no es un
requisito propiamente dicho, sino más bien una consecuencia de su
carácter extraordinario, en tanto, al ser un acontecimiento ajeno a la
prestación que realiza el deudor, no es dable pensar que este pueda
realizar alguna acción tendiente a evitarlo, ya que está fuera de su
esfera de control. Cabe añadir que es este requisito también se evalúa
el hecho fortuito a partir del sujeto deudor.
Pero ocurre que existen múltiples causas por las cuales el deudor deja
de cumplir sin que estrictamente pueda imputársele culpa, pero que
tampoco llegan al caso fortuito; al legislador no le puede ser indiferente
entonces el motivo por el cual el deudor dejó de cumplir, y por ello en la
actual doctrina alemana e italiana, se considera el caso fortuito como
una situación dentro de un marco más amplio: la imposibilidad en el
cumplimiento por causa no imputable al deudor; si la obligación se hace
imposible de cumplir sin culpa del deudor, éste queda exento de
responsabilidad, y entre las circunstancias que hacen inimputable el
incumplimiento está el caso fortuito:
El art. 275 del código civil alemán de 1900 dispone: “El deudor queda
libre de la obligación a la prestación siempre que ésta se haga imposible
a consecuencia de alguna circunstancia de la que no ha de responder
ocurrida después del nacimiento de la relación obligatoria. A una
imposibilidad sobrevenida después del nacimiento de la relación
obligatoria se equipara la imposibilidad del deudor para la prestación
sobrevenida con posterioridad.”
361
Mazeaud, Henri – Leon – Jean. Op cit, pág. 116.
362
Alessandri Rodríguez, Arturo. Op cit, pág. 42.
363
Josserand, Louis. Derecho Civil. Tomo II Vol. I Teoría General de las Obligaciones. Buenos Aires:
Ediciones Jurídicas Europa-América Bosch y cía Editores. 1951. Pág. 291
364
Marty, G. Op cit. Pág. 270
365
Hinestrosa, Fernando. Op cit. Pág. 330.
El autor colombiano Martínez Rave define la responsabilidad
extracontractual como “la obligación de asumir las consecuencias
patrimoniales de un hecho dañoso”366. En esta definición el autor no
hace referencia alguna al hecho de que las partes de la relación
dañosa, es decir, la víctima y el autor del daño tengan o no
relación o vínculo jurídico anterior, pero en la misma obra en páginas
anteriores al referirse a la responsabilidad en general, consagra lo que
tradicionalmente se ha entendido por responsabilidad extracontractual
como “la que nace para la persona que ha cometido un daño en
el patrimonio de otra y con la cual no la liga ningún nexo contractual
legal. Es decir, que nace para quien simple y llanamente ocasiona un
daño a otra persona con la cual no tiene ninguna relación jurídica
anterior”367
1. ANTECEDENTES EN EL PERÚ
La responsabilidad civil extracontractual en nuestro derecho data del
Código Civil de 1852, que adopta el principio de culpa como base para
la determinación de culpa, la culpa debe ser demostrada por el
demandante; en el Código Civil de 1936 mantuvo igual la teoría de la
culpa y en nuestro actual Código Civil de 1984 la responsabilidad
extracontractual se encuentra regulada en el Libro VII, Fuente de
Obligaciones Sección Sexta, tanto como responsabilidad objetiva como
subjetiva.
366
Martínez Rave, Gilberto. Op cit, pág. 39.
367
Martínez Rave, Gilberto. Op cit, pág. 12.
La determinación de la culpa por acción u omisión.
La determinación del dolo por acción u omisión.
a. la antijuridicidad
b. el daño causado
c. el nexo causal y
d. los factores de atribución
JURISPRUDENCIA
Cas. Nº 1072-2003-ICA
Arts. 1969, 1970 y 1985
“De acuerdo a los artículos 1969, 1970 y 1985 del Código Civil, para la
procedencia de la responsabilidad civil extracontractual, deben
concurrir los siguientes requisitos: a) la antijuridicidad de la conducta, b)
el daño causado, c) la relación de causalidad entre el hecho generador y
el daño producido y , d) los factores de atribución.
2.1.1. LA ANTIJURIDICIDAD
Es todo comportamiento humano que causa daño a otro mediante
acciones u omisiones no amparadas por el derecho, por contravenir una
norma, el orden público, la moral y las buenas costumbres. Las
conductas que pueden causar daños y dar lugar a una responsabilidad
civil pueden ser:
Ejemplo
No existe responsabilidad civil en los casos de daños causados en el
ejercicio regular de un derecho, pues se trataría de daños producidos
dentro del ámbito de lo permitido por el sistema jurídico: pueden ser
supuestos autorizados o justificados por el ordenamiento jurídico.
El objeto civil se rige por los artículos 54º al 58º, 225.4, 227 y 285 del
Código de Procedimientos Penales y los artículos 92 al 101 del Código
Penal – este ultimo precepto remite, en lo pertinente, a las disposiciones
del Código Civil “la reparación civil se rige, además, por las
disposiciones pertinentes del Código Civil”.
A partir de esas normas, nuestro proceso penal cumple con una de sus
funciones primordiales, la protección de la víctima y el aseguramiento
de la reparación de los derechos afectados por la comisión de un delito
en cuya virtud garantiza “(...) la satisfacción de intereses que el Estado
no puede dejar sin protección”.
La reparación civil, que legalmente define el ámbito del objeto civil del
proceso penal esta regulada por él articula 93º del Código Penal, desde
luego, presenta elementos diferenciadores de la sanción penal, existen
notas propias, finalidades y criterios de imputación distintos entre la
responsabilidad penal y responsabilidad civil, aun cuando comparten un
mismo presupuesto: El acto ilícito causado por un hecho antijurídico, a
partir de la cual surgen las diferencias respecto de su regulación jurídica
y contenido entre el ilícito penal y el ilícito civil. Así las cosas, se tiene
que el fundamento de la responsabilidad civil que origina la obligación
de reparar, es la existencia de un daño civil causado por un ilícito penal,
el que obviamente no puede identificarse con “ofensa penal” – lesión o
puesta en peligro de un bien jurídico protegido, cuya base se encuentra
en la culpabilidad del agente (la causa inmediata de la responsabilidad
penal y la civil ex delito infracción/daño, es distinta); el resultado
dañoso y el objeto sobre el que recae la lesión son distintos.
Ejemplo
El propietario de un bien inmueble tiene derecho a usar, disfrutar,
disponer y reivindicar dicho bien, en ejercicio de ese derecho este
propietario decide derrumbar su inmueble para construir otro, utilizando
una tractor conducido por el mismo sin ser experto en ello, por lo que
ocasiona daños a los inmuebles colindantes, se demuestra que se ha
excedido de su derecho que posee sobre su propiedad.
Ejemplo
R.N. Nº 4986-97 Lima
La conducta del acusado consistente en haber causado lesiones con su
arma al procesado, a la que tuvo que recurrir a fin de repeler el asalto
del que era víctima, pues los asaltantes contaban con un mayor numero
de armas de fuego, y ya habían herido de bala a su menor hijo, carece
de relevancia penal al hallarse regulada como una causal que excluye la
antijuridicidad del hecho en el inciso tercero del articulo veinte del
Código Penal (legitima defensa).
Según él articulo 1971º inc 3) del Código Civil se establece que no hay
responsabilidad “(...) en la perdida, destrucción o deterioro de un bien
por causa de la remoción de un peligro inminente, producidos por
estado de necesidad, que no exceda lo indispensable para conjurar el
peligro y siempre que haya notoria diferencia entre el bien sacrificado y
el bien salvado. La prueba de la perdida, deterioro o destrucción del
bien es de cargo del liberado del peligro”
Ejemplo
Una persona sufre un atropello quedando invalido, este sujeto antes del
accidente trabaja en una mina, percibiendo un ingreso suficiente para
cubrir las necesidades de su cónyuge e hijos quienes dependían
económicamente de el, en este caso no solo es víctima el atropellado,
sino también su cónyuge e hijos quienes no podrán seguir estudiando,
ni cubrir sus necesidades, toda vez que el padre era el único ingreso
económico de la familia.
e. Certeza
Analizándose dos aspectos de la certeza:
Una certeza lógica y una certeza fáctica, este requisito esta relacionado,
e implica una seguridad en cuanto a su existencia y que haya irrumpido
a la realidad actual, daño que recién se hace patente en virtud al
accionar del sujeto pasivo u obligado.
Exp. Nº 4347-1998
Daño moral. Fijación del monto indemnizatorio.
El monto indemnizatorio por el daño moral debe ser fijado
prudencialmente teniendo en cuenta la condición de mujer de la actora
y lo que las cicatrices pueden causar en el animo de la persona, las que
desaparecerían de alguna manera con operaciones quirúrgicas.
Jurisprudencia
De conformidad a la concordancia jurisprudencial del Pleno
Jurisdiccional de las Salas Penales Permanente y Transitoria de la Corte
Suprema de Justicia de la República - Acuerdo Plenario Nº 6-2006/CJ-116
Reparación Civil y Delitos de Peligro – señala que:
Jurisprudencia
Expediente Nº 368-97 Lima 2/6/97
“Debe ampararse la demanda por indemnización si existe un nexo
causal entre el accionar doloso de las demandas y el daño producido en
estas”.
Jurisprudencia
Exp. Nº 1997-42569-0-0100-30 Lima 12-11-98
“Nuestro ordenamiento jurídico en materia procesal ha establecido tres
presupuestos: a) la existencia del daño causado, b) el hecho causante
del daño, revestido de dolo, culpa o mediante un bien riesgoso o
peligroso o el ejercicio de una actividad peligrosa y, c) la relación de
causalidad adecuada entre el hecho causante y el daño causado”.
a. Caso fortuito
b. Hecho determinante de tercero y
c. Hecho determinante de la víctima
Ejemplo
Mario se encuentra manejando una moto, cuando intempestivamente
cruza por la misma vía en dirección contraria Justina, chocando contra
Mario, siendo arrojada contra a la pista y muerta por un trailer que
pasaba por ese momento. Aquí queda establecido que el accidente se
produjo por negligencia de Justina, pues invadió la zona reservada al
trafico en sentido contrario, sin haberse asegurado que la pista se
encontraba libre.
Ejemplo
Si en plena vía expresa, Sofía decidiera quitarse la vida y se arroja
debajo de un vehículo en plena marcha, aun cuando el daño fue
causado por el conductor, no existe duda que podrá liberarse de la
responsabilidad pues fue la propia conducta de la víctima quien causo el
daño.
En todos los casos de fractura causal debe dejarse de lado el análisis del
aspecto subjetivo del autor de la conducta de la causa inicial, pues lo
único revelante es que el daño ha sido consecuencia de una conducta o
evento ajeno o distinto, ya sea un caso fortuito o fuerza mayor, de
hecho de tercero o de hecho de la propia víctima.
3.4. CONCAUSA
Regulado por el artículo 1973º del Código Civil, en este caso el daño es
siempre consecuencia de la conducta del autor, pero con contribución o
participación de la propia víctima, tratándose de un supuesto
totalmente distinto al de la fractura causal.
Ejemplo
Luis Miguel practica ciclismo en la pista de la Av. Javier Prado y no en
las ciclovías existentes, existirá concausa en el supuesto de que un
conductor de esta vía rápida atropelle a Luis Miguel. No se trata de una
fractura causal puesto que el solo hecho de la conducta de hacer
ciclismo en la pista no es suficiente en si misma para sufrir un accidente
de transito, pero si se tratará de una concausa por cuanto con este
comportamiento Luis Miguel esta contribuyendo objetivamente a la
producción del daño.
4. FACTORES DE ATRIBUCIÓN
Podemos resumir los factores de atribución ¿a titulo de que es
responsable?
A.1. EL DOLO
El derecho tiene diversas acepciones. En sentido lato significa una idea
de mala fe, malicia, fraude, daño.
A.2. CULPA
Es la creación de un riesgo injustificado y para evaluar si ese riesgo sea
justificado o no, se necesitara confrontarlo con la utilidad social de la
actividad a la cual este se refiere, teniendo en cuenta el costo de la
remoción de este; cuando más grande es la utilidad social y el costo de
remoción, tanto mas grande es el riesgo creado.
Culpa grave (art. 1319 CC) definido como culpa inexcusable y viene a
ser el no uso de la diligencia que es propia de la mayoría de las
personas. Ejemplo se deja a una persona a cargo de un almacén, deja
abierta las puertas de noche y roban los productos.
RIESGO CREADO
De acuerdo al Diccionario de la Lengua de la Real Academia Española
“riesgo” es una contingencia o proximidad de un daño, y de otro lado,
define la palabra peligroso como “que tiene riesgo o puede ocasionar
daño. Para la doctrina el riesgo creado viene a ser el riesgo adicional al
ordinario tales como: automotores, artefactos eléctricos, cocinas de gas,
ascensores, diversas armas de fuego, insecticidas, medicamentos,
actividades industriales.
VII. VARIABLES
Independientes
Daño
Dolo
Culpa
Dependientes
Lucro cesante
Daño emergente
VIII. BIBLIOGRAFÍA
COOTER, Robert y 2000; Law & economics 3rd ed, Edit. Addison
ULEN, Thomas Wesley Longman, New York.
EL DAÑO EXISTENCIAL
¿Una idea valiosa o sólo un grito de la moda
italiana en el campo de la responsabilidad civil?
1. Propósito.
La creación de conceptos carentes de sustento fenomenológico ha sido
denunciada recurrentemente como uno de los grandes males de la
doctrina jurídica. Las taras de logicismo, dogmatismo, conceptualismo y
formalismo han sido de continuo achacadas a un universo de
disertaciones que se singulariza por la fe de sus autores, tan
incongruente cuanto admirable, en la posibilidad de explicar los
problemas del derecho mediante el empleo predominante de categorías
aparentemente deducidas de la realidad. Inmerecidamente privilegiada
por esta vía, la abstracción se convierte en un instrumento esencial
para el análisis de los conflictos de intereses que el ordenamiento tiene
como mira resolver.
informática jurídica”, en «Ius et Veritas», año VIII, núm. 15, 1997, Lima, pp. 259 y ss., passim; ID., “Los
supuestos dogmáticos de la responsabilidad contractual: La división de sistemas y la previsibilidad”, en A.
BULLARD y G. FERNÁNDEZ CRUZ (Editores): Derecho civil patrimonial, Fondo Editorial de la Pontificia
Universidad Católica del Perú, Lima, 1997, pp. 255 y ss., passim.
subsiguen al evento; no se identifica, entonces, con su antecedente
fáctico: lo califica, más bien, en términos económicos(370).
Una atenta reflexión permitiría sostener que nadie “ve” los daños.
Existen, eso sí, huellas que permiten deducirlos, pero que no
comprometen, sin embargo, la naturaleza abstracta de los daños. Una
cosa que no ocupa más el espacio que tenía precedentemente, por
ejemplo, o una persona que fallece en un accidente de tránsito, o un
objeto deteriorado que deja de funcionar, o que no sirve como antes, y
no reporta la misma utilidad de costumbre, o las lesiones físicas,
verificables mediante un examen médico, de las víctimas de la caída de
un edificio viejo, como aquellos que desde hace tiempo amenazan con
desplomarse, en el centro de Lima. En realidad, estos no son los daños
que el derecho contrarresta, sino sus indicios. En el último de los casos
enunciados, los daños tienen que ver, no con las lesiones, sino,
nítidamente, con las cuentas de los hospitales (en un detrimento
patrimonial a la larga), y en el jornal que los afectados dejan de percibir
a causa del infortunio, si se vieran forzados a inasistir, por algún tiempo,
a sus centros de trabajo.
372
P. ZIVIZ: “Alla scoperta del danno esistenziale”, en «Contratto e Impresa», año X, núm. 2, Padua, 1994, p.
846; también en los Scritti in onore di Rodolfo Sacco: La comparazione giuridica alle soglie del 3º millenio al
cuidado de Paolo Cendon, vol. II, Giuffrè, Milán, 1994, p. 1300. En las citas se hace referencia a la primera
publicación.
Existe un trabajo anterior (que prefigura, sin duda, el desarrollo actual del concepto por parte de la misma
Patrizia ZIVIZ) en el que se hace una alusión genérica a la categoría: P. CENDON, L. GAUDINO y P. ZIVIZ:
“Sentenze d’un anno: La responsabilità civile”, en «Rivista Trimestrale di Diritto e Procedura Civile», XLV,
Milán, 1991, pp. 971 y ss., especialmente los núms. 15 y 18, pp. 995 y ss., 1005 y ss.
373
P. ZIVIZ: “Alla scoperta del danno esistenziale”, cit., p. 862.
374
P. ZIVIZ: “Il danno non patrimoniale”, en Il diritto civile nella giurisprudenza al cuidado de Paolo Cendon:
La responsabilità civile, vol. VII, UTET, Turín, 1998, p. 376. Se refiere, naturalmente, al dolor anímico, que es
resarcible a título de daño moral.
375
P. CENDON: “Non solo di salute vive l'uomo”, en «Rivista Critica di Diritto Privato», año XVI, núm. 4,
Nápoles, diciembre de 1998, pp. 571-572.
a) Una identidad que no es confundible con el modelo del daño
patrimonial. El daño existencial no comporta una destrucción de bienes
económicos, ni genera gastos que deban afrontarse; no hay cuentas
bancarias que disminuyan, ni ganancias futuras que se vean
comprometidas. Existe, más bien, una “coloquialidad” diferente del
damnificado con sus semejantes y con las cosas; “un contacto menos
provechoso”.
378
Con esta expresión metafórica, CENDON expresa que, hipotéticamente, un demandante, ante el perjuicio
de un derecho de la personalidad, podría requerir indistintamente el resarcimiento del daño patrimonial (que
abarca al daño biológico), del daño moral y del daño existencial.
Sobre la configuración de cada una de estas categorías en la doctrina italiana, v., siempre, infra, n. 3.
379
Así, P. G. MONATERI: “Danno morale e danno esistenziale (alle soglie di una nuova categoria)”, en P. G.
MONATERI, M. BONA, y U. OLIVA: Il nuovo danno alla persona, Giuffrè, Milán, 1999, p. 19.
Por su parte, BARZAZI propone: “Por daño existencial hay que entender la suma de repercusiones
relacionales negativas padecidas por un sujeto como consecuencia del obrar ilícito de un tercero. El punto
de partida de esta nueva construcción se entrevé en la constatación del valor del individuo y en su
centralidad en el plano social, que encuentra un amplio reflejo en el plano constitucional” (G. BARZAZI: “Il
danno morale”, en G. BARZAZI, P. BOSIO, A. DEMORI y D. RONCALI: Il danno da morte, biologico e morale:
Profili giuridici, aspetti medico-legali e psichiatrico-forensi, CEDAM, Padua, 2000, p. 100).
380
G. BARZAZI: Op. cit., p. 99.
381
L. BIGLIAZZI-GERI, U. BRECCIA, F. BUSNELLI y U. NATOLI: Diritto civile, 3, Obbligazioni e contratti, UTET,
Turín, 1989, pp. 681-682.
migrañas son un típico ejemplo, en los casos de responsabilidad civil por
inmisiones de ruido). Un jurista de renombre como Domenico Barbero,
al momento de distinguir ambas categorías, escribió que si el
resarcimiento significaba “eliminación del daño y de sus
consecuencias”, el daño no patrimonial (“daño moral”) no era
propiamente resarcible: era sólo compensable(382).
388
P. ZIVIZ: “Verso un altro paradigma risarcitorio”, en Il danno esistenziale: Una nuova categoria della
responsabilità civile al cuidado de Paolo Cendon y Patrizia Ziviz, Giuffrè, Milán, 2000, p. 47.
Me parece que esta opinión discordara con algo afirmado precedentemente por la misma autora en “Alla
scoperta del danno esistenziale” (cit., p. 862, nota 35): “No se trata de un tertium genus de daño, capaz de
fragmentar la tradicional dicotomía patrimonial/no patrimonial: ello, en cuanto la diversidad se manifiesta
(más que respecto del daño patrimonial) frente al daño moral, el cual, por sí solo, no resulta exhaustivo de
la entera categoría de los perjuicios de carácter no patrimonial”. No se entiende cómo un concepto que
“acompaña” o “se une” a otras dos categorías no comporte una tercera entidad.
389
El supuesto ha sido analizado por F. BILOTTA: “Profili del danno esistenziale nella procreazione”, en
«Responsabilità Civile e Previdenza», vol. LXIV, núm. 2, Milán, 1999, pp. 337 y ss.
Tal sería la situación (según ejemplifica BILOTTA) de una adolescente encinta, aún soltera, que, incapaz de
sustentar económicamente un hijo, acude a un centro hospitalario para interrumpir la preñez, y no consigue
su objetivo a causa de un error de los médicos. Tiene que casarse y hacer frente a la maternidad. Nada se
diga sobre el problema ético subyacente, pero el “aspecto existencial”, en opinión del mismo autor,
radicaría en la imposibilidad para la afectada de “realizar una maternidad conciente y responsable”, en la
falta de una “disposición, serena y completa para acoger un hijo”(ibid., p. 344).
¿Tal vastedad vuelve lícita la postulación de una categoría así de
ilimitada?
391
M. BONA: Op. cit., p. 98.
derecho todos los sujetos, tanto en el ámbito del trabajo, cuanto, y con
mayor razón, en el ámbito familiar”.
392
Tribunal de Milán: Sentencia del 21 de octubre de 1999, en “Responsabilità Civile e Previdenza”, LXIV,
núm. 6, Milán, 1999, pp. 1335 y ss., con nota de P. ZIVIZ: “Il danno esistenziale preso sul serio".
En la sentencia se señalan, asimismo las condiciones que deben cumplirse para establecer la
responsabilidad civil: (i) la injusticia del daño (conforme con la cláusula general de responsabilidad del
Código civil italiano); (ii) el nexo de causalidad entre comportamiento lesivo y daño, que debe traducirse en
un juicio de proporcionalidad o adecuación entre el hecho ilícito y las consecuencias dañosas; y (iii) la
consecutividad temporal entre el comportamiento lesivo y daño.
Uno de los casos que, en tiempo breve, podría dar lugar a nuevos
pronunciamientos sobre el daño existencial es el de las demandas por la
muerte de un animal doméstico objeto de afecto.
Pues bien: hace tiempo que los jueces italianos, en clara emulación de
sus pares norteamericanos (que, como gusta de recordar Gastón
Fernández Cruz en sus lecciones, han discutido hasta la posibilidad de
que un animal doméstico sea reconocido como heredero) y franceses,
han resuelto benévolamente demandas de indemnización por los daños
no patrimoniales suscitados por la muerte de animales objeto de afecto
(animali d'affezione).
Todo ello, sin embargo, ha tenido lugar sin apartarse del plano
conceptual. En cambio, conforme con el propósito expresado en las
primeras líneas del presente estudio, juzgo que es más importante
reparar en los aspectos funcionales de la categoría, puesto que un
desmentido de su ductibilidad, y de su valor, en el nivel de la práctica –
in the currency of fact (“en la moneda de los hechos”), como quería
sobre protección de animales domésticos y mantenimiento de especies silvestres – fue presentada ayer ante
la mesa de partes del Poder Judicial. Los hechos se produjeron el 1 de julio pasado en el parque ‘El Faro’ de
Miraflores, en circunstancias que Héctor Rospigliosi se encontraba en compañía de su cachorro de raza
stanford shire terrier, de nombre “Venancio” cuando, casualmente, su mascota mordió levemente a un
menor de edad. Luego que un familiar del niño llamara al padre de la criatura, Diego Sologuren, éste llegó
inmediatamente al lugar a bordo de una camioneta pick-up color blanco de placa OO-4422, y luego de
amenazar con un arma de fuego al propietario del perro, disparó contra el animal. De acuerdo a la denuncia,
el autor del asesinato del cachorro ha violado los artículos 17, 18 y 19 de la ley de protección animal dada
por el Legislativo, donde figura un dispositivo legal que sanciona con 120 a 300 días multa a los infractores
de esa norma”.
397
M. ROSSETTI: “Danno esistenziale: Adesione, iconoclastia od ε π ο χ η ?”, en «Danno e Responsabilità»,
año V, núm. 2, Milán, 2000, p. 211.
Cohen – traerá por tierra todo el trabajo de abstracción realizado
preliminarmente por los juristas.
398
En este punto, y para todas las consideraciones subsiguientes: M. ROSSETTI: Op. cit., pp. 211-212.
art. 2059. No sería válido, por lo tanto, atrincherarse en lo que se dicta
en el art. 2059 para negar legitimidad a la noción de daño existencial.
La historia del daño biológico demostraría, justamente, que el aparente
obstáculo que representa la referida norma del Código italiano no es
insuperable.
404
G. PONZANELLI: “Sei ragioni per escludere il risarcimento del danno esistenziale”, en «Danno e
Responsabilità», año V, núm. 7, Milán, 2000, pp. 693-694; del mismo autor: “Limiti del danno esistenziale:
Postfazione al convegno triestino”, en «Danno e Responsabilità», año IV, núm. 3, Milán, 1999, pp. 360-361.
Con el mismo sentido crítico, NAVARRETTA opina que reconocer el daño existencial sería propiciar la
inseguridad, una “hipertrofia de los resarcimientos”: “La materia resarcitoria comporta un mecanismo de
desplazamientos patrimoniales y, más en general, de costes sociales (a menudo visiblemente traducidos en
los costos de los seguros), los cuales no pueden resultar incrementados sin una evaluación adecuada de la
seriedad de las pretensiones y sin hacer corresponder la distribución de los recursos económicos con la
lógica de la jerarquía de los intereses, que emana de la Constitución” (op. cit., p. 287).
Acaso pueda postularse una tercera hipótesis, igualmente de lamentar:
la resignación a conocer las fuentes a través de intermediarios, que no
siempre son fieles a ellas, o que incurren en inexactitudes al
interpretarlas.
Cualquiera que fuera la suerte de esta categoría jurídica que hoy bulle
en Italia, debieran considerarse los argumentos justificantes que he
referido (y otros varios que, seguramente, podrían formularse), antes de
rechazarla. Y no sería perdonable, asimismo, admitirla desconociendo
sus previsibles (y no tan previsibles) implicancias negativas.
7. Addenda.
Encontrándose finalizado el presente estudio, el último número de la
revista «Danno e Responsabilitá» (año V, núm. 8-9, Milán, septiembre
del 2000, pp. 835 y ss.) ha reportado una sentencia de la Corte de
Casación italiana – la n. 7713 del 7 de junio del 2000 – con el alarmante
encabezado “Il danno esistenziale ‘arriva’ in Cassazione”. Se trata del
caso de un joven con status de hijo natural, que, alcanzada la mayoría
de edad, demanda a su padre por el incumplimiento en el suministro de
los medios para su subsistencia; hecho del que deduce un derecho a ser
405
Negación que no podría tildarse de desacertada a priori, pues se sostiene en la jurisprudencia extranjera,
históricamente precedente, citada en supra nota (33).
406
De la obra del profesor FERNÁNDEZ SESSAREGO publicada en Italia véase: “Un nuovo modo di fare
diritto”, trad. de Juan Espinoza y Luciana Cabella-Pisu, en Il diritto dei nuovi mondi al cuidado de Giovanna
Visintini, CEDAM, Padua, 1992, pp. 229 y ss., y “El daño al proyecto de vida”, en los Scritti in onore di Pietro
Rescigno, vol. V: Responsabilità civile e tutela dei diritti, Milán, Giuffrè, 1998, pp. 609 y ss.
indemnizado por los daños personales sufridos a causa de la omisión, en
el aspecto afectivo y económico.
Leysser L. León(**)
CAS. N° 949-95
El daño moral es el daño no patrimonial inferido en derechos de la
personalidad o en valores que pertenecen más al campo de la
afectividad que al de la realidad económica. El dolor, la pena, la
angustia, la inseguridad, etc., son sólo elementos que permiten
aquilatar la entidad objetiva del daño moral padecido, el mismo que
puede producirse en uno o varios actos; en cuanto a sus afectos, es
susceptible de producir una pérdida pecuniaria y una afectación
espiritual. El legislador nacional ha optado por la reparación económica
*
407
del daño moral, el que es cuantificable patrimonialmente y su
resarcimiento, atendiendo a las funciones de la responsabilidad civil
(reparatoria, disuasiva y sancionatoria), debe efectuarse mediante el
pago de un monto dinerario o en su defecto a través de otras vías
reparatorias que las circunstancias particulares del caso aconsejen al
juzgador.
CAS. N° 1070-95
Si bien no existe un concepto unívoco de daño moral, es menester
considerar que éste es el daño no patrimonial inferido en derechos de la
personalidad o en valores que pertenecen más al campo de la
afectividad que al de la realidad económica; en cuanto a sus efectos, es
susceptible de producir una pérdida pecuniaria y una afectación
espiritual.
CAS. N° 1125-95
La impugnada emite una errada apreciación conceptual del daño moral
al señalar que éste no teniendo contenido patrimonial, no puede ser
expresado en términos económicos, toda vez que el daño material no
ha sido probado; por lo que, de esta manera, se desconoce la
autonomía del daño moral como auténtico instrumento reparador del
perjuicio ocasionado en la víctima cuando dicho daño efectivamente se
ha irrogado.
CAS. N° 31-96
Si bien es cierto que en doctrina se discute la reparación económica del
daño extrapatrimonial, aparece del texto de los artículos 1322, 1984 y
1985 del Código Civil vigente que el legislador optó por dicha solución,
decisión a la que debe atenerse el Juzgador conforme a los artículos
Sétimo del Título Preliminar del Código Procesal Civil y Sétimo del Título
preliminar del Código Civil.
CAS. N° 231-98
El daño moral es un daño extrapatrimonial que afecta a los derechos de
la persona, el cual puede ser indemnizado atendiendo a su magnitud y
al menoscabo producido a la víctima y a su familia. Para interponer
demanda sobre indemnización de daño moral, la norma procesal no
exige vía previa.
CAS. 399-99
Todo despido injustificado trae consigo un daño a la persona que lo
padece, por cuanto de un momento a otro, en forma intempestiva, el
trabajador deja de percibir su remuneración, razón por la que nuestra
legislación laboral ha establecido una tarifa indemnizatoria equivalente
a sueldo y medio por un año de servicio, con un tope máximo de
remuneraciones. Este sistema tarifario es interpretado por la doctrina
tradicional, como aquella que cubre la totalidad de los daños
patrimoniales y extrapatrimoniales que se consiga directamente o
indirectamente por la resolución del contrato.
Otro sector de la doctrina opina que la indemnización tarifaria sólo
involucra el aspecto laboral, mas no el civil.
Las legislaciones modernas acogen restringidamente el daño moral por
las dificultades que ella presenta como el de determinar el quantum de
la reparación.
1. Propósito y justificación.
En dos de mis últimos trabajos(408[1]) he dedicado amplios espacios al
estudio del tema de la distinción entre el daño moral y el daño a la
persona, de inevitable evaluación en todo estudio general sobre la
responsabilidad civil que tenga como base la normativa de nuestro
Código Civil.
Desde cierto punto de vista, mis investigaciones anteriores han servido
de anuncio a la tesis que trataré de sustentar exhaustivamente en las
páginas que siguen: la absoluta inutilidad del “daño a la persona” en el
Código civil peruano.
Confieso que estaba lejos de vislumbrar semejante conclusión.
En primer lugar, mis investigaciones anteriores fueron efectuadas en
Italia, con las naturales limitaciones bibliográficas que impedían un
pronunciamiento informado sobre el estado de la cuestión en el Perú.
En segundo lugar –y recordando algo a lo que me he referido
precedentemente(409[2]), que me servirá de apoyo para la defensa de mi
tesis–, gran parte de la abundante y valiosa literatura jurídica italiana
sobre el daño moral y el daño a la persona podría carecer de todo
provecho en el análisis de dos figuras demasiado ligadas al espacio y al
tiempo en que se originaron, a los cuales el ordenamiento jurídico
peruano –y hay que tener honestidad intelectual para reconocer que es
así– es ajeno.
Pero ahora escribo con los materiales necesarios a mi disposición, y con
el estímulo de las máximas jurisprudenciales citadas: un conjunto de
obiter dicta contenidos en sentencias de la Corte Suprema que sirven
de legítimo punto de partida para las reflexiones que expondré
seguidamente(410[3]).
Como se aprecia, sólo en una de ellas se menciona el daño a la persona,
en clara sinonimia con la expresión “daño extrapatrimonial” (Cas. 399-
99).
Hasta hace muy poco, era raro encontrar textos de resoluciones
judiciales citados en estudios de derecho civil peruano. La consulta de
sentencias completas jamás ha sido fácil (porque solían ser
inaccesibles), y cuando se dispone de ellas, están tan pobremente
redactadas que se marginan a sí mismas de la reflexión emprendida por
los juristas. Este es uno de los clásicos defectos de nuestra doctrina. No
hay muchas páginas –en algunos casos, ni una sola– de los tratados y
408
409
410
comentarios de Angel Gustavo CORNEJO, Eleodoro ROMERO ROMAÑA,
Jorge Eugenio CASTAÑEDA y José LEÓN BARANDIARÁN en las que se
rinda cuenta de fallos referidos a las instituciones analizadas.
Es más, en la actualidad circula un original libro en el que no sólo se
prescinde de las sentencias, sino también, casi en la integridad de sus
páginas, de las elementales referencias bibliográficas.
Francesco CARNELUTTI escribió que la consulta de textos jurídicos
extranjeros podía ser útil, sobre todo, porque permitía a los lectores de
un determinado sistema conocer la forma de trabajar de otros juristas, y
ello, de suyo, encerraba un valioso magisterio(411[4]).
Creo que esta autorizada línea de pensamiento respalda la afirmación
de que, por muchos años, el único libro peruano a destacar en materia
de hechos ilícitos, en atención a la plenitud de su diseño, fue La
responsabilidad extracontractual, de Fernando de TRAZEGNIES GRANDA
(1987), en el que se echa de ver, sin problemas, la influencia del
método de organización (mas no necesariamente de la metodología de
estudio)(412[5]) de los autores franceses, en especial, de René SAVATIER
y Boris STARCK.
Era natural que el profesor DE TRAZEGNIES advirtiera que la integridad
de su investigación peligraba si prescindía de las imprescindibles
referencias jurisprudenciales. Este diligente y encomiable
convencimiento, sumado a una redacción impecable, ha hecho que la
obra haya ganado la estima de uno de los más prestigiosos civilistas
españoles, y ejemplo de magistrados, don Jaime SANTOS BRIZ, quien la
cita en el segundo de los volúmenes de su tratado de derecho de
daños(413[6]).
En la introducción a su reciente libro Derecho de la responsabilidad civil,
Juan ESPINOZA ESPINOZA señala que opta por la alternativa de
“analizar los elementos constitutivos de la responsabilidad civil (en
tanto ello sea posible) a partir de la propia experiencia nacional”( 414[7]).
La obra destaca por la permanente cita de jurisprudencia civil y
administrativa –que es el recurso que más echan de menos los autores
que han tenido la oportunidad de realizar estudios en el extranjero– y es
justo considerarla como una importante contribución al progreso de los
estudios de derecho civil en nuestro medio.
Por mi parte, y como premisa metodológica, me permitiré expresar
algunas breves sugerencias sobre cómo escribir sobre el derecho entre
nosotros.
411
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413
414
Pensemos en la jornada habitual de un estudioso peruano del derecho –
catedrático, investigador, estudiante, sin distinción–, que decide escribir
sobre cierta institución, participar en alguna polémica, anotar una
sentencia o redactar un comentario sobre un nuevo libro.
Aun si nos circunscribiéramos al campo del derecho civil, es sencillo
advertir la muy antigua la costumbre de citar el pensamiento de juristas
foráneos para reforzar (cuando no para importar) una opinión. Ello no
debe generar extrañeza; así escribían, entre nosotros, Manuel Lorenzo
de VIDAURRE, Toribio PACHECO, José de la RIVA-AGÜERO y Manuel
Augusto OLAECHEA.
A mí me ha tocado comprobar la distinta forma de proceder de los
investigadores europeos.
Los juristas franceses, por ejemplo, se caracterizan por la
autosuficiencia absoluta; no existen traducciones al francés de obras de
derecho escritas en otros idiomas (creo que raras excepciones, para
nada recientes, fueron la Reine Rechtslehre de Hans KELSEN o Taking
Rights Seriously de Ronald DWORKIN), y sus textos mismos destacan
por la ausencia las fuentes foráneas. Recuerdo, de todas formas, que a
inicios del siglo XX existieron dos excepciones: Raymond SALEILLES y
René DEMOGUE; pero el primero era un comparatista, uno de los más
grandes de la historia, y el segundo una rara avis, que prácticamente
dialogaba en sus escritos con los colegas italianos y alemanes, sin
inconvenientes.
La redacción “a la francesa”, es decir, con autosuficiencia, identifica
desde hace mucho tiempo a los autores argentinos, y en los últimos
años a los colombianos. En el primer caso, la patología no nos interesa,
siempre que ella no pierda su carácter local y nos contamine, porque
hay que tener en cuenta que ha tenido la costumbre de venir de la
mano con la tergiversación de las obras extranjeras que circulan, con
envidiable facilidad, en las universidades argentinas. En el segundo
caso, hasta se puede postular la existencia en Colombia de un sector
francófilo (pienso en casi todos los estudios dedicados a la
responsabilidad civil y al derecho de las obligaciones) y otro italianista
(en materia de fundamentos del derecho civil y de derecho contractual).
Los juristas alemanes fueron autosuficientes. No es exagerado sostener
que se les debe la refundación del derecho romano, para pesar, y
envidia, de sus colegas italianos. Hoy, sin embargo, los caracteriza una
parcial e inaudita dependencia: nada de bibliografía francesa, italiana ni
española, sino una alarmante apertura frente a la doctrina (¡y filosofía!)
estadounidense. Werner FLUME, en su obra dedicada a la teoría del
negocio jurídico puede representar una excepción, pues manifiesta gran
consideración por la obra de Emilio BETTI y Renato SCOGNAMIGLIO.
Los italianos leen y citan sin problemas a los alemanes, franceses y,
recientemente, a los iusfilósofos españoles y argentinos. Es de resaltar
la difusión de los estudios de Gregorio PECES BARBA, Luis
ALCHOURRÓN, Eugenio BULYGIN y principalmente Carlos NINO, cuya
Introducción al análisis del derecho, ha sido adoptada como lectura
obligatoria en la Facultad de Derecho de Génova, debido a la iniciativa
de Paolo COMANDUCCI y Pierluigi CHIASSONI.
Los españoles toman todo lo suministrado por los demás
ordenamientos, y son los menos originales; traducen del italiano, del
inglés, del francés y del alemán, y escriben sobre todo lo novedoso de
otros ambientes.
Los portugueses, en fin, prefieren la doctrina italiana a la española, e
ignoran la francesa; pero en Brasil existe una fuerte presencia del
pensamiento alemán, además del italiano, que es consultado en su
idioma original.
Dependiendo de su mayor o menor fortuna, el estudioso peruano,
común y corriente, dispondrá de tales fuentes.
CARNELUTTI denunciaba que muchos consideran el estudio del derecho
extranjero como un lujo de la cultura(415[8]).
Aunque el célebre autor refutaba dicha suposición –y era natural que lo
hiciese, si se tiene en cuenta que era, acaso, el más traducido de los
autores italianos– yo juzgo que el desmentido dictamen es verdadero.
En mi época de estudiante universitario leía frecuentemente a los
civilistas argentinos; sus libros eran accesibles (mucho más que los
españoles), admiraba su prosa, y los escuchaba con atención en los
congresos limeños donde participaban como ponentes.
Ahora creo que la utilidad de todos esos textos, sin excepción, se limita
a la información que nos pueden brindar sobre otros sistemas
(especialmente, sobre el sistema francés).
Después llegaron los italianos; al inicio en traducciones al castellano,
cuya pauta eran las notas de concordancia o adaptación al derecho civil
español, que entorpecían la lectura (por su dimensión, que a veces
hacía triplicar la del texto original, y por su absoluta extrañeza al
ordenamiento jurídico peruano); posteriormente, en lengua original. A
través de estas lecturas pude conocer mejor los sistemas alemán y
francés; las traducciones italianas, por otro lado, se identifican por
contener notas útiles, aclaradoras de términos de difícil adaptación, y
referencias de índole contextual sobre los textos traducidos.
Sin perjuicio de todas estas premisas, creo que no es una desventaja
contar únicamente con fuentes sudamericanas, escritas en nuestro
propio idioma. Siempre que exista conciencia sobre el limitado aporte
de aquéllas, el intérprete autóctono tiene plena libertad para crear y
cubrir los eventuales vacíos con su sentido común, con sus propias
contribuciones(416[9]).
En oposición, considero que la única manera legítima de escribir sobre
el derecho en el Perú cuando se tienen al alcance de la mano,
excepcionalmente, fuentes escritas en idiomas extranjeros, o de difícil
acceso en nuestro medio, consiste en reproducir los enunciados que
415
416
sustentan nuestras reflexiones, debidamente traducidos, de ser el
caso(417[10]).
No cabe duda de que con ello se afea la redacción, que corre el riesgo
de concretizarse en una recopilación de porciones de textos, unida por
meras conjunciones(418[11]).
No faltan ejemplos de esta deformidad entre nosotros, pero aquí no
viene al caso recordarlos ni deben desalentarnos, con la pésima imagen
que brindan del trabajo científico. En todo caso, pueden servirnos de
modelos sobre cómo no se debe proceder.
Lo realmente importante es tener el cuidado de reproducir lo que sea
provechoso de nuestras lecturas extranjeras, con la satisfacción de
poder contribuir al conocimiento de ellas por parte de los lectores.
Con ello también pierden sentido algunos recursos técnicos de la
redacción de textos científicos en general. Son clásicas, por ejemplo, las
abreviaturas “v.” (véase) y “cfr.” (confróntese). Pues bien, estimo que
ambas deberían ser evitadas por el estudioso peruano que dispone de
bibliografía privilegiada. Yo no puedo dejar constancia de la opinión de
un autor extranjero y sugerir a los lectores de mi país, con egoísmo
consciente o inconsciente, que “vean” o “confronten” textos que, las
más de las veces, no tienen a su disposición. Esto, como nos previene
Alfredo BULLARD(419[12]), es puro afán de erudición, dirigido en gran
parte a empapelar e impresionar sobre la base a la forma y la
apariencia, y que puede “convertir al derecho en una suerte esquema
de reglas más formales que sustantivas, donde las estrategias priman
sobre los fundamentos”.
A continuación tendremos oportunidad de ver cómo uno de los pies de
barro de la categoría “daño a la persona” es, precisamente, la carencia
de información sobre el contexto en el que se generó; un defecto
atribuible, y reprochable, a quienes la importaron de Italia.
418
419
420
de UNAMUNO, según la cual lo que distingue al ser humano de los
demás animales es que vela a sus muertos: “el sentimiento de
desconsolada postración que surge de la pérdida de un ser querido es
en tal medida fisiológico y connatural a la esencia humana que el mito y
el arte han forjado ejemplos inolvidables de ello: los mitos de Antígona,
de Cástor y Pólux, de Orfeo y Eurídice, de Admeto y Alcestes; el
Lamento de Jacopone da Todi, la Pietà de Miguel Angel, la Mamma
Roma de Pier Paolo Pasolini”(421[14]).
El daño a la persona es el detrimento de un derecho fundamental del
individuo, debido a un hecho antijurídico.
De modo más restringido, el daño a la persona sería “la consecuencia
de toda modificación negativa (extrínseca o intrínseca, general o
particular, temporal o permanente) que afecte la integridad anatómica
o funcional del individuo, considerado como entidad somática y
psíquica”(422[15]).
Desde esta última perspectiva, la figura se identificaría con el daño a la
salud(423[16]). En definitiva, sin embargo, su ámbito termina dependiendo
de la concepción de “persona” y “personalidad” por la que opte el
intérprete.
En el ejemplo clásico que se propone para explicar esta figura, si
alguien destruye un retrato que es considerado de gran valor para su
propietario, además de las consecuencias económicas, que podrían ser
ínfimas o nulas (porque ¿cuánto, al fin y al cabo, puede valer una
pintura o fotografía vieja, que no porte la firma o imagen de algún
notable?), se generará una reacción negativa, un sufrimiento, en el
intangible e inescrutable estado de ánimo del afectado. Éste es el daño
moral, en principio inestimable, pero que el juez debe cuantificar, en
una operación ponderativa bastante delicada, y a pesar de todo,
unánimemente legitimada, con o sin limitaciones, en los diversos
sistemas jurídicos del mundo.
El daño a la persona es mucho más sencillo de entender; es un
atentado contra la integridad de un derecho individual, o una lesión a la
personalidad. Un individuo resulta herido a causa de la caída de un
objeto desde la ventana de un edificio cerca al cual transitaba; estará
legitimado, entonces, a ser indemnizado por los gastos médicos: se ha
infringido su derecho a la integridad física (art. 2, inc. 1, de la
Constitución), o bien a la protección de la salud (art. 7 de la
Constitución); un comerciante individual o una empresa es insultado
públicamente, y queda legitimado, por ende, a ser indemnizado por la
lesión a su reputación (art. 2, inc. 7, de la Constitución), que es parte de
su personalidad.
Este segundo tipo de daño no tendría por qué generar problemas de
comprensión. Si la responsabilidad civil, como unánimemente se
421
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423
admite, protege las situaciones jurídicas subjetivas(424[17]), es natural
que se pueda reclamar una indemnización en caso de lesión a éstas.
Más difícil de acreditar es el primero, porque los sentimientos no
pueden ser examinados externamente, y porque no es fácil asignar un
precio al dolor.
Esta distinción es común en nuestro medio(425[18]), pero urge de
precisiones.
Para comenzar, hay que expresar que, históricamente, el daño moral ha
abarcado siempre dos significados: “En sentido estricto y propio,
daño moral es un daño que no recae sobre ninguna cosa materia
perteneciente al perjudicado, que no se advierte con los sentidos
externos, sino que se siente interiormente, ya consista en una
disminución de algo no material, ya consista en impedir la adquisición
de bienes de índole moral, ya en la ofensa de afectos del alma internos,
naturales y lícitos. Por donde es, v. gr., daño moral el rebajar la
reputación personal; la falta de educación paternal a los hijos cuyos
padres faltan; un padecimiento o aflicción causado a uno, obrando
directamente contra él o contra otro, de un modo ilícito y contra
derecho. En sentido lato e impropio, es daño moral todo daño
injustamente causado a otro, que no toque en su patrimonio ni lo
disminuya. Y así, es daño moral en este sentido, no sólo el que se ha
indicado en el estricto, sino el que recae en cosas materiales,
pertenecientes al individuo, fuera de los bienes patrimoniales, como son
la integridad corporal y la salud física. Las lesiones, heridas,
contusiones, son daños morales, porque no son patrimoniales,
prescindiendo de las consecuencias patrimoniales y de las aflicciones o
padecimientos morales que además puedan sobrevenir, sea en la
persona misma lesionada en su cuerpo, sea en otras que le
pertenezcan”(426[19]).
Como se aprecia en tal concepción, el daño moral comprende aquello
que hemos identificado como daño a la persona.
Sin embargo, el ilustre autor de las expresiones que se acaban de citar,
Carlo Francesco GABBA (1838-1920) anotaba: “Creo admisible que se
deben reparaciones pecuniarias por ofensas morales, esto es, no
patrimoniales, como muertes, heridas, mutilaciones, enfermedades
producidas, ofensas al honor, al decoro, al pudor y otras, que traen
consigo daño patrimonial a la víctima o sus herederos, y que estos
puedan pedirla, tanto jure haereditatis como jure proprio, [...]. Pero se
deben resarcir sólo las consecuencias patrimoniales de aquellos daños,
y deben valuarse por sí, no mezcladas con la reparación de la ofensa
moral, por sí misma considerada.
No admito, en cambio, que se pueda pedir como derecho civil el
resarcimiento de los daños morales verdaderos y propios, ya consistan:
a) en disminución de prendas personales o físicas, como la belleza, o
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morales como la virginidad, el pudor, la consideración pública; o b) en
padecimientos, sean físicos, procurados a la víctima de una lesión
corporal, por la enfermedad más o menos larga causada por la lesión; o
por la muerte, sean morales, perturbación, disgusto, causados por la
ofensa física o moral al ofendido o a otras personas, o, finalmente, c) en
la privación impuesta al ofendido o a terceras personas, de la
posibilidad de conseguir por sí mismas, o por otras, ciertas ventajas
morales, como el matrimonio, la educación: todos estos daños,
considerados que sean, aparte de los patrimoniales provenientes de la
misma causa, creo no puedan estimarse en dinero, ni con dinero
resarcirse”(427[20]).
La reacción de GABBA, quien llega a sostener, en otro estudio, que el
resarcimiento del daño moral es sencillamente una “imposibilidad
jurídica”(428[21]), es entendible. Se trata de un texto de fines del siglo XIX,
escrito cuando comenzaba a difundirse en el medio italiano una
creación conjunta del derecho común alemán, donde las lesiones al
cuerpo y al honor legitimaban a recibir “dinero del dolor” (tal es el
significado literal de Schmerzensgeld, pretium doloris)(429[22]) y de la
corriente jurisprudencial francesa del dommage moral. Pero el autor
italiano se cuida de exigir la “necesaria distinción entre perjuicios a la
persona que son resarcibles, en cuanto daños patrimoniales indirectos
(muertes o heridas) y daños morales irresarcibles, porque no son
capaces de lesionar el patrimonio, ni tampoco un objeto exterior y
visible (disminución de valores personales, físicos o morales; dolores
físicos o sufrimientos de ánimo; privación de ventajas morales)”(430[23]).
Coincidentemente, Wenceslao ROCES (1897-1992) alegaba que la
función inseparable y característica de la “indemnización” era la función
de “equivalencia”, porque ella “tiende necesariamente a sustituir los
valores destruidos o quebrantados por el evento dañoso con otros
nuevos, que los reponen y nivelan la «diferencia» en que [...] consiste el
daño. Y esta operación jurídica requiere por fuerza valores e intereses
cifrables en dinero, por representar éste el valor común mediante el
cual se establece la equivalencia. Sólo los bienes y derechos
patrimoniales son «tasables en dinero» [...] No es que se estime inmoral
o degradante cifrar en dinero los demás bienes legítimos de la persona:
es que estos escapan, por esencia, a aquella posibilidad niveladora y
equivalencial. [...]. En segundo término, toda demanda de
indemnización por quebrantos morales, choca forzosamente contra el
principio [...] de la efectividad y fijeza del daño. Precisamente por
tratarse, según el consabido tópico, de perjuicios «irreparables», la
alegación del daño moral no logra nunca sobreponerse a una vaguedad
de contornos y a una arbitrariedad en la liquidación, que son
consustanciales de su naturaleza”(431[24]).
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Una consideración similar a la de los dos autores citados ha llevado a
DE TRAZEGNIES a considerar que el derecho “debe reflejar las
convicciones de la comunidad en la que será aplicado. Y parecería que,
en nuestro medio, el hecho de que, tratándose de situaciones
particularmente dramáticas, no se abone una indemnización por daño
moral sería más chocante que la idea de que, a través del daño moral,
la indemnización quede convertida en un castigo”(432[25]), y que “el mal
llamado daño moral, es en realidad un daño patrimonial, económico;
pero cubre todos esos aspectos en los que el menoscabo es difícil
probar cuantificadamente; razón por la cual se le otorga al Juez una
mayor libertad para determinar la indemnización mediante el recurso a
crear doctrinariamente una categoría elástica, que no requiere de una
probanza estricta, a la que se denomina daño moral. En última
instancia, el daño moral resulta simplemente un expediente para
facilitarle al Juez la fijación de una indemnización a su criterio y
facilitarle a su vez al demandante su acción, evitándole la necesidad de
probar cuantitativamente ciertos aspectos del daño que reclama”(433[26]).
Estoy de acuerdo sólo con la primera parte de esta opinión. Basta
consultar un diccionario de lengua francesa para apreciar que la
primera acepción del vocablo moral es de valor adjetivo: “relativo al
espíritu, al pensamiento (opuesto a material)”(434[27]). En cambio, en
castellano, la primera acepción del vocablo es “perteneciente o relativo
a las acciones o caracteres de las personas, desde el punto de vista de
la bondad o malicia”; en nuestro idioma, sólo la quinta acepción es
“conjunto de facultades del espíritu, por contraposición a físico”( 435[28]).
Por ello, no está equivocado aquel autor que insiste, elocuentemente,
en que este daño no es moral (entendido como “ético”), sino
jurídico(436[29]). Si la “moral” es considerada como sinónimo de “estado
de ánimo”, lo correcto sería hablar de daño “a la moral”.
¿Cuándo se comienza a hablar de “daño moral” en nuestro idioma?
Si nos ceñimos a la jurisprudencia española, contamos con una fecha
precisa de reconocimiento de la figura, la cual se enuncia, por primera
vez, en la sentencia del Tribunal Supremo del 6 de diciembre de 1912,
relativa a un caso de ofensa contra el honor de una dama, perpetrada
por un periódico de gran circulación –“El Liberal”–, donde la susodicha
fue acusada “de haber fugado con un fraile capuchino del que había
tenido escandalosa sucesión”(437[30]). En el histórico fallo se lee: “[...] el
juzgador, valiéndose de las reglas de equidad que son máximas
elementales de justicia universal, se limita, como intérprete de la ley, a
explicar mejor principios jurídicos más o menos clara y distintamente
expuestos, pero ya «preexistentes», que definen el daño en sus
diversas manifestaciones para justificar, toda vez que es indiferente
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pedirla por acción civil o penal, una indemnización pecuniaria, que, si
nunca es bastante como resarcimiento absoluto de ofensas graves, al
fin es la que se aproxima más a la estimación de los daños morales
directamente causados a la joven Mussó y que llevan consigo, como
consectarios naturales y lógicos, otros daños, esto es, los materiales y
los sociales [...]”(438[31]).
Como quiera que sea, y he aquí mi discrepancia con el profesor DE
TRAZEGNIES, el daño moral no es patrimonial, ni cambia de naturaleza
como efecto de la cuantificación efectuada por el juez.
En este punto, la situación es similar a la que se verifica cuando toca
pronunciarse con respecto a la patrimonialidad de la relación
obligatoria: como se sabe, en el caso de una relación intersubjetiva, la
patrimonialidad de la conducta de uno de los sujetos no conduce
necesariamente (por reflejo) a que la del otro se haga patrimonial; no es
seguro, entonces, que una relación de estas características merezca el
amparo del derecho, ni tampoco que ambas conductas sean
consideradas obligatorias. El cumplimiento de deberes derivados del
matrimonio (la asistencia recíproca o la fidelidad conyugal, por ejemplo)
o de la paternidad (la educación de los hijos, por ejemplo), no podría ser
objeto de una contraprestación en dinero; y aunque ocurriera lo
contrario, el pacto de una retribución económica no volvería
patrimonial, sin más, el contenido de la relación, lo que equivale a decir
que ésta no tendría relevancia jurídica como obligación(439[32]).
De igual forma, y desde una perspectiva funcional, se ha logrado
evidenciar una peculiar función de la responsabilidad civil en el caso del
daño moral. Es pacíficamente admitido que la responsabilidad civil
cumple funciones de reparación (o reintegración), porque aspira a
“reconstruir para el damnificado la situación preexistente a la
producción del efecto dañoso, mediante la asignación de un conjunto de
utilidades de naturaleza económica que lo compensen por la pérdida
sufrida, y eliminen la situación desfavorable creada por el ilícito
(daño)”(440[33]); de prevención, “en el sentido de que la previsión del
deber de resarcir el daño ocasionado induce a la persona a desarrollar
su propia actividad con la adopción, cuando menos, de las medidas que
normalmente son idóneas para impedir la producción de eventos
dañosos para otros”(441[34]); de punición, en los ordenamientos
jurídicos, como el italiano, donde se reconoce la reintegración en forma
específica a pedido del damnificado (con el solo límite del caso en que
dicha reintegración resulta excesivamente onerosa para el dañador); y
de distribución, porque “la regulación hace que el daño recaiga en
algunas personas que son capaces de soportarlo en virtud de la
actividad desarrollada (empresarial), y de la consiguiente posibilidad de
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440
441
que tienen para redistribuir entre otros (consumidores) el daño
resarcido”(442[35]).
Para el caso del daño moral, se ha sostenido que la función de la
responsabilidad civil es más bien aflictivo-consolatoria, mitigadora
del sufrimiento, debido a la imposibilidad de “reparar” éste, en sentido
estricto: “La función eminentemente aflictivo-consolatoria del
resarcimiento del daño extrapatrimonial queda así configurada como
una manifestación de la función satisfactoria de la responsabilidad civil
desde una perspectiva diádica, en detrimento de la afirmación de una
función reparatoria de aquél”(443[36]). Adolfo DI MAJO, conformemente,
prefiere hablar de función compuesta, porque, “por un lado, se tiende
a brindar una forma de satisfacción y/o gratificación a la víctima del
hecho ilícito, en el sentido de asegurarle un beneficio económico –y al
respecto, es innegable que el dinero también puede servir para dicho
fin– y, por otro lado, para sancionar el comportamiento del
responsable de la infracción”(444[37]).
Por la misma razón, hay que admitir que es cuestionable hablar de
resarcimiento o de indemnización del daño moral(445[38]), y que estamos
más bien ante una mera satisfacción(446[39]) “que el juez cree oportuno
asignar al agraviado para mitigar el quebranto que el mal causado le
produce –«los duelos con pan son menos»–”(447[40]).
Para aclarar los términos aquí empleados, así como el planteamiento
que me parece apropiado para tratar de toda esta problemática, creo
que es conveniente rendir cuenta de la historia del “daño moral” y del
“daño a la persona”.
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repararlo”), y no existe impedimento para una interpretación
amplia(450[43]). No obstante ello, hay quien advierte que con tal proceder
los redactores del Code “se situaban dentro del más riguroso
pensamiento romano, acogiendo como reparable únicamente el daño
material y abandonando la idea antigua de «satisfacción» para el daño
moral porque su carácter vindicativo de pena la excluía del campo
estricto del moderno derecho civil”(451[44]).
A pesar de todo, luego de la entrada en vigor del Code, se desataron
“una serie de polémicas y discrepancias en la doctrina, las cuales
dividieron a los estudiosos. Algunos negaron la posibilidad de resarcir
un daño moral, dado que no parecía concebible dar una valorización en
dinero a bienes (el honor, los sentimientos, etc.), que por su naturaleza
«inmaterial» no daban la impresión de ser susceptibles de una
valorización en términos pecuniarios. Otros, en cambio, afirmaban, sea
la plena resarcibilidad de los daños morales, sea (según las llamadas
teorías «mixtas») la posibilidad de su resarcimiento limitado a ciertas
hipótesis”(452[45]). Las teorías mixtas –refiere Giovanni Battista FERRI–
admitían la reparación del daño moral sólo cuanto éste tenía un
consecuencia material, pero era evidente que así se terminaba
sosteniendo que el perjuicio moral no podía ser reparado, y que
únicamente el daño moral concedía derecho a la indemnización(453[46]).
Al final, y pasadas las referidas incertidumbres, la jurisprudencia
francesa reconoce que el daño moral es resarcible. Para estos efectos,
la noción de la categoría que los jueces emplean es bastante amplia,
conforme a la indicada por GABBA. Desde esta perspectiva, entonces,
es dado afirmar que el daño a la persona, según la definición aquí
brindada (porque la expresión es desconocida en la doctrina francesa)
(454[47]), queda comprendido en el daño moral. Este es un sistema que ha
funcionado sin inconvenientes por más de ciento cincuenta años.
Hay que destacar, asimismo, que los autores franceses no hablan de
“patrimonio”: la distinción entre daño material e inmaterial es
prácticamente objetiva.
Esta clasificación, que distingue los daños materiales de los
inmateriales, cobró gran ascendencia en la doctrina argentina,incluso
en el pensamiento del legislador VÉLEZ SARSFIELD. La confusión
terminológica en esta área –cuyos efectos parecen haberse reflejado,
en no escasa medida, entre nosotros– comienza con la importación de
las expresiones “daño patrimonial” y “daño no patrimonial” o
“extrapatrimonial”, tomadas del sistema italiano, que las recoge, a su
vez, del derecho alemán. Hay entre los argentinos quienes han llegado
a apuntar, tautológicamente y aparatosamente, que “el daño
extrapatrimonial o moral [...] se caracteriza por su proyección moral,
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sea que el hecho generador lesione un derecho subjetivo patrimonial o
extrapatrimonial”, y a renglón seguido (¡!), que “la persona es un
proyecto de vida [...] y todo lo que afecte a ese proyecto configura daño
a la persona. Se le denomina también daño no patrimonial, biológico, a
la salud, extraeconómico, a la vida de relación, inmaterial, a la
integridad sicosomática, no material”(455[48]).
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explícita a los daños no patrimoniales en los §§ 253, 847, 1er. párrafo, y
1300460[53].
“§ 253. Solamente en los casos previstos por la ley podrá reclamarse
compensación (Entschädigung) en dinero, si el daño inferido es no
patrimonial”.
“§ 847. En caso de lesión al cuerpo o a la salud, y también en caso de
privación de la libertad, el perjudicado puede reclamar una
compensación equitativa en dinero, incluso por el daño que no sea daño
patrimonial. Este derecho no es transmisible ni pasa a los herederos, a
menos que sea reconocido contractualmente o deducido en juicio.
El Mismo derecho asiste a la mujer contra quien abuse, con delito o falta
de su moralidad o la seduzca, valiéndose de fraudes o amenazas o
abusando de la superioridad de que goza sobre ella”.
Ҥ 1300. Si una mujer sin tacha se entrega a su prometido,
concurriendo los requisitos de los §§ 1298 o siguientes, puede exigir que
se le compense en dinero, en lo que sea justo, el daño no patrimonial
sufrido por consecuencia de aquella acción.
Este derecho es personalísimo y no se transmite a los herederos, a
menos que se halle reconocido contractual o deducido en juicio”.
Hace ya tiempo que el § 1300 fue derogado; en cuanto al § 847, su
texto ha sido recientemente fusionado con el del § 253, conforme a la
Zweites Gesetz zur Änderung Schadensersatzrechtlicher Vorschriften (la
2ª. Ley modificatoria de las disposiciones en materia de indemnización),
del 19 de julio del 2002, en vigor desde el 1 de agosto del 2002. En
consecuencia, la nueva norma reza como sigue:
“§ 253. Solamente en los casos previstos por la ley podrá reclamarse
una compensación en dinero (Entschädigung in Geld), si el daño inferido
es no patrimonial.
En caso de que se debiera una indemnización (Schadensersatz) a causa
de un daño por causa de una lesión al cuerpo, a la salud, a la libertad o
a la autodeterminación sexual, se puede reclamar una compensación
razonable en dinero (eine billige Entschädigung in Geld) aun por el daño
no patrimonial”.
Lo importante es señalar que la terminología alemana fue acogida en el
derecho italiano; primero por la doctrina, luego por la jurisprudencia, y
finalmente por el legislador. En el art. 185 del Código Penal de 1930 se
establece que “Todo delito que haya ocasionado un daño patrimonial o
no patrimonial obliga al culpable al resarcimiento y a las personas que,
según las leyes civiles, deben responder por el hecho de aquél”; y en el
art. 2059 del Código Civil se señala que “El daño no patrimonial debe
ser resarcido sólo en los casos determinados por la ley”.
Salvatore PATTI, uno de los más insignes estudiosos italianos del
derecho alemán, define el “daño patrimonial” como la pérdida
experimentada por un sujeto en su patrimonio a causa de un
460
determinado evento lesivo, aun cuando dicha pérdida fuera debida a un
perjuicio contra su persona(461[54]). Massimo BIANCA hace otro tanto con
el “daño no patrimonial”, que concibe como “la lesión de intereses no
económicos, es decir, la lesión de intereses que según la conciencia
social no son susceptibles de valorización económica”(462[55]).
El mismo PATTI hace ver que el término “patrimonio” debe ser
entendido como “suma de las capacidades de una persona, como
potentia, es decir, como conjunto de posibilidades atribuibles a un
sujeto”(463[56]); de tal forma se evita incurrir en la errónea idea de que
los sujetos que no son titulares de bienes no pueden sufrir daños
patrimoniales.
Es evidente que conforme a la clasificación alemana, el daño no
patrimonial comprende tanto el daño moral cuanto el daño a la persona.
Sin embargo, y como producto de la lectura poco atenta de la
bibliografía francesa, alemana(464[57]) e italiana, en Argentina se habla de
daño patrimonial y extrapatrimonial (distinción alemana), intercalando
elementos de la primigenia, y menos elaborada, clasificación entre
daños materiales e inmateriales (francesa)(465[58]), y de la versión
italiana.
Bástenos citar, como ejemplo de esta mala lectura, a Eduardo
ZANNONI, quien entiende que el daño patrimonial es “la lesión o
menoscabo que afecta un interés relativo a los bienes del damnificado,
es decir, sobre los bienes que integran su esfera jurídica que, por ende,
le pertenecen”, mientras que el daño no patrimonial “en consonancia
con el valor negativo de su misma expresión literal, es todo daño
privado que no puede comprenderse en el daño patrimonial, por tener
por objeto un interés no patrimonial, o sea que guarda relación a un
bien no patrimonial”(466[59]).
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en la pérdida de clientela sufrida a causa de la publicación de una
noticia en un periódico, que luego se revela como no verdadera, que
provoca descrédito a su actividad profesional. El bien quebrantado es
no patrimonial: la reputación del profesional, pero su lesión también
produce consecuencias de naturaleza patrimonial.
El daño no patrimonial, entendido en una acepción restringida, consiste
en el dolor, en el sufrimiento, físico o espiritual, que la persona sufre por
efecto del evento lesivo (y a este fenómeno se da, normalmente, el
nombre de daño moral, a veces denominado daño moral subjetivo);
entendido en una acepción lata, comprende todas las situaciones
negativas de naturaleza no económica del evento lesivo (consecuencias
que no son susceptibles de una evaluación objetiva y directa en dinero).
En esta categoría cobran relevancia las consecuencias no patrimoniales
de la lesión de la persona y de los llamados derechos de la
personalidad. Estas se concretan en el sufrimiento psicofísico, en la
perturbación del ánimo, en el descrédito, en la pérdida de prestigio,
etc., que la persona sufre a consecuencia del hecho ilícito de otro.
También el Estado y los entes en general están legitimados a accionar
judicialmente para el resarcimiento del daño no patrimonial,
identificado en la pérdida de prestigio, en el perjuicio moral sufrido por
el hecho ilícito-delito de sus propios dependientes”(467[60]).
Pero el daño a la persona no tiene ningún valor especial como categoría
en el sistema italiano.
Yo me conformaría con repetir aquí una opinión de Davide MESSINETTI:
“si el concepto de persona no puede ser «socialmente» domado a
través del concepto de responsabilidad, el daño a la persona no puede
ser construido como un «daño especial» (ni como un sistema de «daños
especiales»)”(468[61]), pero prefiero abundar, aunque sea brevemente, en
algunos aspectos históricos.
Es cierto que la expresión cuestionada figura en el Código Civil de 1942,
en el art. 2057: “Cuando el daño a las personas tiene carácter
permanente la liquidación la puede realizar el juez, tienen en cuenta las
condiciones de las partes y la naturaleza del daño, bajo la forma de una
renta vitalicia. En dicho caso, el juez dispone las medidas necesarias”,
pero nada de esta disposición permite considerar que tenga algún valor
sistemático; es más, dos de los primeros escritos en los que aparece la
expresión, y sin mayores pretensiones, son voces enciclopédicas del
decenio 1950-1960, debidas a Mario PORTIGLIATTI-BARBOS(469[62]) y
Guido GENTILE(470[63]). A este último autor se debe la opinión de que “la
valorización del daño a la persona plantea el más arduo de los
problemas del vasto campo de la responsabilidad civil”.
En ambos trabajos, y en los escasos estudios dispersos, el daño a la
persona no sirve más que como una locución para identificar el daño a
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la integridad psicofísica. A ello se debe, tal como hemos dicho, que este
daño haya sido asimilado al daño a la salud.
En un intento de aprovechar al máximo el sentido de la expresión, Pier
Giuseppe MONATERI(471[64]) sostiene que el estudio del daño a la persona
exige hacer referencia a cuatro tipos distintos de daño, sin importar si
estos son asumidos como resarcibles o no:
a) Daño a la salud psicofísica con reflejos pecuniarios: lesiones a la
persona que se traducen en una serie de desembolsos pecuniarios, o
que tienen, de alguna manera, repercusiones negativas en el rédito
futuro del sujeto lesionado.
b) Daños a la salud psicofísica independientes de reflejos
pecuniarios: lesiones a la persona que se traducen en una serie de
lesiones psicofísicas individuales, y por lo tanto, en una serie de
minusvalías objetivas para el sujeto lesionado, en sí mismas
consideradas, sin hacer referencia a sus reflejos negativos en el
patrimonio o en el rédito de dicho sujeto.
c) Daños por sufrimientos (considerados independientemente de las
lesiones en sí mismas a la salud psicofísica) con reflejos pecuniarios:
aflicciones, dolores, perturbaciones que se traducen en ganancias
frustradas y que, de alguna manera, tienen una influencia negativa en
el rédito monetario del damnificado.
d) Daños por sufrimientos (del tipo sub c) independientes de reflejos
pecuniarios: aflicciones, padecimientos de ánimo, dolores considerados
en cuanto tales, que no se traducen en consecuencias monetarias
negativas.
En el derecho italiano –expone, con minuciosidad, el profesor de la
Universidad de Turín–, el área de los daños sub a) y sub c) está
comprendida en la categoría de los daños patrimoniales resarcibles en
virtud de la cláusula normativa general sobre la responsabilidad por
hecho ilícito. “Al área sub d) se le ha venido imponiendo la etiqueta
afrancesante de daños morales, o bien la etiqueta germanizante de
daños no patrimoniales. Estos daños son resarcibles dentro de los
límites impuestos por el art. 2059 c.c. Dado su carácter, hay quienes
prefieren hablar de indemnización, y otros de pena. El área de los daños
sub b) fue descuidada por mucho tiempo. La bipartición, aparentemente
exhaustiva, entre daños patrimoniales y no patrimoniales impedía
considerar de manera autónoma dichos daños. Ellos tenían que entrar,
forzosamente, en una u otra clase, y si no existían repercusiones en el
rédito, [...] debían ser equiparados a las aflicciones y a los malestares
de ánimo, y resarcidos, en consecuencia, dentro de los límites del art.
2059 c.c. [...] Para los tipos de daño señalados supra, sub b) ahora
predomina el nombre de daño biológico o daño a la salud, y estos se
consideran resarcibles fuera de los límites del art. 2059 c.c.”(472[65]).
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472
MONATERI es particularmente crítico con la distinción, y llega a postular
su falsedad. Para ello se sirve del análisis histórico, y refiere: “la
locución «daño no patrimonial» no es autóctona, sino importada y
calcada del alemán nicht Vermögensschaden. Sólo que el BGB contiene
en su parágrafo 253 la disposición en virtud de la cual «por un daño que
no es daño patrimonial se puede pretender el resarcimiento en dinero
solamente en los casos determinados por la ley» (norma que fue
calcada en el art. 2059 c.c.), pero dispone expresamente en su
parágrafo 847: “En caso de lesión del cuerpo o de la salud, y también
en el caso de privación de la libertad, el afectado puede pretender un
resarcimiento equitativo en dinero también por el daño que no es daño
patrimonial” (norma que, para mala suerte, fue olvidada en el
trasplante)”(473[66]). Luego, convencido de su propósito, afirma que para
desvirtuar la bipartición es suficiente probar que existe un supuesto que
no pertenezca necesariamente a alguna de los dos rubros. Y aquí, ni
más ni menos, radicaría el talón de Aquiles de la distinción, porque
existen daños a la integridad física que no tienen repercusiones en el
rédito (como la lesión permanente que sufriera un pensionista), y que
tampoco se traducen en aflicciones (como la lesión cerebral), aun
cuando existan minusvalías para el sujeto lesionado(474[67]).
Más que dar la razón o desmentir a Pier Giuseppe MONATERI, creo que
es más útil explicar el contexto en el que se forja su visión crítica.
Como he anotado líneas arriba, el art. 2059 del Código Civil italiano
limita el resarcimiento de los daños no patrimoniales a los casos
“determinados por la ley”. Esta frase ha sido interpretada
tradicionalmente como una rigurosa limitación de estas posibilidades
resarcitorias sólo a los daños derivados de la comisión de un delito, en
concordancia con lo prescrito en el citado art. 185 del Código
Penal(475[68]).
“Generalmente –apunta Massimo FRANZONI– los intérpretes convienen
en atribuir al art. 2043 c.c. el contenido de una cláusula normativa
general, en cuanto a la definición del «daño injusto», y han destacado la
necesaria previsión de la patrimonialidad del daño en la parte final de la
disposición: «obliga a aquel que ha cometido el hecho a resarcir el
daño». Es así como el compromiso de una situación protegida,
entendida como lesión de un interés merecedor de protección según el
ordenamiento jurídico, para permitir el remedio resarcitorio, debe ser
causa de una pérdida patrimonial en la esfera de la víctima. Esta
pérdida patrimonial para permitir la aplicación de la responsabilidad
civil, puesto que el daño no patrimonial es resarcible sólo en los casos
previstos por la ley, según el art. 2059 c.c.; y tradicionalmente, estos
casos se han identificado con el daño moral subjetivo del art. 185 c.p.,
salvo alguna rara excepción”(476[69]).
473
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476
Estas dificultades, generadas por una imperfecta clasificación, y una
legislación restrictiva, han conducido a la creación del “daño biológico”.
Así, cuando una persona sufre una lesión corporal a causa del ejercicio
de una actividad peligrosa, por ejemplo, se encontrará legitimada a
demandar resarcimiento por tres conceptos: daño patrimonial, en virtud
de la cláusula general de responsabilidad extracontractual (art. 2043),
daño no patrimonial (daño moral, art. 2059) y daño biológico.
Massimo PARADISO define el daño biológico como “la lesión de la
integridad psicofísica de la persona que prescinde de las eventuales
consecuencias en la capacidad de trabajo de la víctima (que deben
resarcirse a parte, como daño patrimonial)”(477[70]).
Esta figura fue elaborada por la Corte Constitucional (sentencia núm.
184 del 14 de julio de 1986), luego de una sucesión de sentencias de
tribunales genoveses que culminaron en una cuestión de legitimidad
contra el limitativo art. 2059. La Corte resolvió apoyándose en el art. 32
de la Constitución republicana de 1948, que reconoce la protección de
la salud en cuanto derecho fundamental del individuo, y fue así como la
máxima jurisprudencial consagrada en dicho fallo dijo como sigue:
“Puesto que: a) el art. 2059 c.c. atiene exclusivamente a los daños
morales subjetivos y no excluye que otras disposiciones prevean la
resarcibilidad del daño biológico, considerado en cuanto tal; b) que el
derecho viviente identifica en el art. 2043 c.c., en relación con el art. 32
Cost., la disposición que permite el resarcimiento, en todos los casos,
de dicho perjuicio; resulta infundada, entonces, la cuestión de
legitimidad constitucional del art. 2059 c.c., en la parte en que prevé la
resarcibilidad del daño no patrimonial que deriva de la lesión del
derecho a la salud sólo a consecuencia de un delito, en referencia a los
arts. 2, 3, 24, 32 Cost.”(478[71]).
Paolo ZATTI y Vittorio COLUSSI(479[72]) resumen en los siguientes
términos el esquema resarcitorio que resulta del citado fallo de la Corte
Constitucional:
a) Al interior del concepto de daño se debe distinguir el daño-
evento de los daños-consecuencias: el daño-evento consiste en la
lesión del interés protegido, en sí misma considerada; los daños-
consecuencias son aquellos perjuicios ulteriores, de orden patrimonial
o moral, que derivan de la lesión.
b) El daño biológico es el daño-evento, constituido por la lesión
en sí misma considerada, de la integridad psicofísica (derecho
absoluto protegido por el art. 32 de la Constitución), y debe ser
distinguido, por lo tanto, sea de las consecuencias de orden
patrimonial, sea de aquellas de orden moral.
c) El art. 2059, aun cuando textualmente referido al daño “no
patrimonial” debe ser entendido, según la interpretación comúnmente
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acogida, en sentido restrictivo: limita, en otras palabras, sólo a los casos
previstos por la ley el resarcimiento de las consecuencias de carácter
moral (daño moral subjetivo o pretium doloris).
d) El daño biológico, como daño-evento, no recae, entonces, en
el ámbito del art. 2059 c.c., y es resarcible sobre la base de la previsión
general del art. 2043 (todo hecho ...obliga a resarcir el daño).
“En caso de lesión del derecho a la salud –concluyen los autores
citados– el daño resarcible se compone de tres elementos: a) el daño
biológico (daño-evento); b) el eventual daño patrimonial y c) el daño
moral subjetivo (pretium doloris) en los casos determinados por la ley”;
pero previenen, de igual forma, contra cierto riesgo de “explosión” de la
responsabilidad, porque puede dar lugar a una reproducción para la
lesión de diversos intereses no patrimoniales: “Si el daño resarcible es
el daño-evento, es decir, la lesión del interés protegido, en sí misma
considerada, el ámbito del remedio resarcitorio deviene difícilmente
controlable”(480[73]).
El temor de los catedráticos de la Universidad de Padua es del todo
razonable, a juzgar de la proliferación inacabable de nuevas voces de
daño: “daño estético”, “daño a la vida de relación”, “daño hedonístico”,
y más recientemente, el “daño existencial”, que cuenta hasta con una
sentencia de la Corte de Casación favorable al reconocimiento de su
naturaleza resarcible(481[74]).
Pero todos estas cuestiones son ajenas a nosotros.
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institución se ha instalado en los Códigos modernos y tiene sus
desarrollos en la jurisprudencia de los tribunales. La actitud prudente de
nuestra formulación puede ser notada en el hecho de haberse atribuido
al juez la facultad de influenciar la indemnización por el factor moral
que hubiere intervenido. Por este medio la jurisprudencia estará
habilitada a reparar o a satisfacer todos los intereses respetables.
Habrán casos sin duda en los que la solución más indicada sea la de dar
satisfacción a los sentimientos de la persona humana, o al perjuicio de
ciertos aspectos de los bienes no materiales”(483[76]).
Con respecto al Código Civil peruano vigente, la historia del “daño a la
persona” consta en páginas que enaltecen a Carlos FERNÁNDEZ
SESSAREGO, en cuanto expresivas de un propósito de enmienda ante
un error cometido. El excelso jurista sanmarquino relata: “Pocos días
antes de la promulgación del Código, fijada para el 24 de junio de 1984,
se celebró con fecha 3 del mismo mes en del despacho del ministro de
Justicia de aquel entonces, profesor Max ARIAS SCHREIBER, una reunión
de coordinación con los integrantes de la Comisión Revisora, con la
finalidad de dar los últimos retoques al ya aprobado Proyecto de
Código. A esta reunión fuimos invitados por el ministro junto con
algunos pocos otros miembros de la Comisión Reformadora. Fue en
aquella reunión del 3 de julio de 1984 –es decir, 21 días antes de la
promulgación del Código– que se logró introducir en el artículo 1985 el
daño a la persona al lado del daño emergente, del lucro cesante y del
daño moral que aparecían en este numeral. No se pudo lograr lo más:
eliminar del texto de este artículo, por repetitiva, la voz daño moral. Era
peligroso insistir en este sentido, ya que se corría el riesgo de reabrir un
debate que podría haber concluido con la confirmación del acuerdo
adoptado en precedencia por la Comisión Revisora. Es decir, la no
inclusión del daño a la persona. Preferimos, ante esta eventualidad y
con sentido común lo bueno en lugar de lo óptimo”(484[77]).
Desde ya, apuntaré que lo repetitivo fue más bien incluir el daño a la
persona; y que me parece discutible aquello del “sentido común”.
Los primeros trabajos del profesor FERNÁNDEZ SESSAREGO sobre este
tema –al menos los que tengo a la vista– son contemporáneos a la
promulgación del Código Civil de 1984. Hay referencias en materia en
su exposición de motivos al primer libro del Código, dedicado al derecho
de las personas, que se suele reconocer a su invención. Allí la
afirmación del daño a la persona como institución autónoma y eje de
toda la normativa no es tan palpable, ni tan combativa. De hecho, hay
más referencias al daño no patrimonial que al daño a la persona, e
incluso a cierto híbrido: “el daño no patrimonial a la persona”. Anota,
por ejemplo: “Sea cual fuere la denominación que se adopte, lo
importante es verificar que bajo todas y cada una de tales expresiones
se aloja un mismo único concepto: el daño a la persona de carácter no
patrimonial. Es decir, aquel que por lesionar un bien inmaterial, no
cuantificable en dinero, no puede ser reparado mediante una suma
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objetivamente determinable. El daño no patrimonial es el que lesiona a
la persona en sí misma, estimada como un valor espiritual, psicológico,
inmaterial”(485[78]).
Parece ser que, posteriormente, el autor citado se preocupa por dar
contenido a la doctrina que predica. Se interesa por la historia del daño
moral, y analiza comparativamente, entre otros, los sistemas de
Francia, Alemania e Italia(486[79]). Las referencias sobre los dos primeros
ordenamientos es más bien escasa; en cambio, demuestra un buen
conocimiento de las tesis italianas en boga. En uno de sus primeros
estudios, tales referencias son expuestas en un subcapítulo titulado El
creciente desarrollo en Italia de la teoría del daño a la persona y su
formulación legislativa, que es, en realidad, la historia de la evolución
del daño no patrimonial, la cual confirma el papel central de la
clasificación alemana en el sistema italiano.
Creo, y me bastan estas observaciones, que estamos frente a un caso
de importación doctrinaria; sólo que, esta vez, se trata de una categoría
que se utiliza con meros fines descriptivos (es decir, sin ningún afán
sistemático) en su hábitat, y que al ser importada, ha generado el
riesgo de llegar a nosotros con los problemas y cuestiones que han
dado pie a todo el debate que ya he descrito en los acápites anteriores.
Repetidamente, se percibe un empleo de la expresión “daño a la
persona” todas las veces en que los autores italianos habrían escrito
“daño no patrimonial”.
Veamos un ejemplo:
FERNÁNDEZ SESSAREGO escribe: “Consideramos atinada la posición
adoptada por la jurisprudencia genovesa ya que, al nivel histórico en
que nos hallamos, resulta incomprensible que se justifique
jurídicamente una norma que limite la reparación del daño a la persona
de carácter no patrimonial, a sólo los específicos casos previstos por
ley”(487[80]).
Como ya he señalado, lo que se limita en la norma italiana es la
reparación del daño no patrimonial en general (no “del daño a la
persona de carácter no patrimonial”).
O estos, llamémoslos así, espejismos:
“El Código consagra la posibilidad de reparar el daño moral, entendido
como sinónimo de daño a la persona, producido como consecuencia de
la inejecución de las obligaciones”(488[81]).
“No obstante la imposibilidad de precisar en términos económicos las
consecuencias del daño a la persona, estimamos que ningún ser
pensante, que considera a la persona como un valor en sí misma,
como un fin supremo a cuyo servicio se encuentran la sociedad y el
485
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488
Estado, puede oponerse a la justa reparación del daño no patrimonial a
la persona pretextando la imposibilidad de encontrar su equivalente
pecuniario”(489[82]).
“Podrán o no incluirse en el futuro otros derechos de la persona en la
Constitución o en el Código Civil [peruanos], pero los principios
cardinales sintetizados en la tutela integral, preventiva y unitaria de la
persona seguirán vigentes, inspirando a los constituyentes y
codificadores del mañana. La historia rescatará como nota positiva de
tales cuerpos legales, antes que sus bondades técnicas, su vocación
personalista, su empeño en proclamar y concretar a través de sus
textos, con las limitaciones del caso, la primacía que se le otorga a la
persona humana”(490[83]).
Más allá de tales pinceladas –conscientes, o tal vez no–, predispuestas
para promocionar el “daño a la persona”, lo más censurable es la
pretensión, que yo juzgo absurda y carente de sustento, de diseñar un
fundamento filosófico para la categoría cuestionada.
Leo, por ejemplo, que el desplazamiento del eje del derecho, de los
derechos patrimoniales a los de la persona “ocurre recién cuando al
influjo del humanismo, se logra comprender por los juristas más lúcidos
y no comprometidos con los sistemas de poder dominantes en el
mundo, que el hombre no puede ser sólo apreciado
unidimensionalmente como un ente capaz de producir renta. La
existencia humana es más rica y trascendente, por lo que se resiste a
ser aprehendida como totalidad y experiencia de libertad a partir sólo
de una visión puramente economicista, no obstante la innegable
preponderancia que ella puede tener en ciertas circunstancias del
devenir de la vida humana tanto personal como social”(491[84]); o que “es
al ser humano, consistente en una unidad psicosomática sustentada en
la libertad, al que el derecho protege contra todo tipo de daños que lo
afecten en cualesquiera de sus múltiples y ricas facetas. Como se
advierte de todo lo que hasta aquí expuesto, hubo que tomar conciencia
de lo que significaba el ser humano, comprendiendo su intrínseca
dignidad de ser libre, para que se desarrollara, en lenta pero segura
evolución, la materia que nos ocupa, es decir, la relativa a su protección
preventiva, unitaria e integral frente a los daños que lo acechan en la
era tecnológica”(492[85]); o que “en la última década se ha incrementado
notablemente la literatura sobre el ser humano en cuanto sujeto de
derecho y, más precisamente, sobre el denominado «daño a la
persona». Ello delata la influencia del personalismo o humanismo en el
pensamiento jurídico, lo que proviene de las formulaciones o propuestas
de la filosofía de la existencia”(493[86]).
489
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491
492
493
Como también he explicado, nada, absolutamente nada, de esa
presunta evolución filosófica tiene que ver con el daño a la persona.
Reitero que los juristas que han utilizado esta categoría en Italia lo han
hecho con puros fines descriptivos, de la misma manera que se habla
de “daño ecológico” o de “daño ambiental”. Yo podría añadir cualquier
término al vocablo “daño”, y no crearía ninguna categoría fundamental
en el plano sistemático: daño a los inmuebles, daño automovilístico,
daño a los familiares; me estaría limitando a identificar supuestos, tal
cual se hace cuando se habla de responsabilidad de los médicos, de la
Administración pública, de los jueces, o cuando se habla, ridículamente,
de “derecho genético”. Por lo demás, cuando de verdad se presentó la
necesidad de hacer referencia a una nueva categoría, en Italia se ha
preferido un concepto médico-legal y no jurídico: el “daño
biológico”(494[87]).
Otro de los motivos por los que no es fiable esta tramoya, es porque
trata de hacer creer que ha existido un debate, del cual habría salido
victoriosa la categoría del daño a la persona. Esa polémica, que habría
sido muy útil, jamás se ha producido. El profesor FERNÁNDEZ
SESSAREGO insiste en que el derecho privado ha sido objeto de una
despatrimonialización(495[88]), en pro de una visión personalista, digna de
todos los elogios; y ello ya le ha valido un mentís de un autor de la talla
de Pietro RESCIGNO, quien en algún congreso académico hubo de
afirmar que “los derechos de la personalidad, en la acepción propia del
derecho privado, presuponen relaciones interindividuales y nacen de
conflictos de intereses en donde prevalecen –lo que no es
menospreciable ni siquiera en un planteamiento «personalista»–
implicancias de carácter patrimonial. El derecho privado se mantiene,
en cierta medida, ligado a la dimensión del patrimonio individual, y en
la apreciación de las actividades, del peligro que ellas puedan
representar y del daño que puedan determinar, no logra prescindir de
tal aspecto”(496[89]). En la mayor parte de su obra no hay referencias a
las críticas expuestas por DE TRAZEGNIES(497[90]). Solamente ha
prestado atención a una denuncia de José LEÓN BARANDIARÁN, y ha
acogido una sugerencia de Carlos CÁRDENAS QUIRÓS. El primero de
estos autores tuvo oportunidad de manifestar su perplejidad –para
muchos sacrosanta– frente a la inclusión de la voz “daño a la persona”
en el art. 1985 de nuestro Código Civil(498[91]); el profesor CÁRDENAS
QUIRÓS admite explícitamente el apócrifo discurso sobre el trasfondo
filosófico de la categoría, la presunta perspectiva humanista, y
contribuye a su desarrollo, con la propuesta de la denominación “daño
subjetivo”(499[92]).
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499
Uno de los autores italianos más citados, y tergiversados, en la
artificiosa argumentación filosófica que se critica es Francesco Donato
BUSNELLI(500[93]). Pues bien, el profesor de la Escuela Superior “Santa
Ana” de Pisa fija claramente su posición en los siguientes fragmentos:
“El primado de los daños a la persona, el nuevo eje de tales daños,
constituido por los «daños a la persona en sentido estricto», y el lugar
central que ocupa esta nueva categoría la figura del daño a la salud,
son el resultado de una doble «revolución», que no es peculiar de la
experiencia italiana, sino que encuentra elementos de significativa
concordancia, con particular referencia a los daños a la salud, en
documentos internacionales y en tendencias legislativas, doctrinarias y
jurisprudenciales maduradas en ambientes con tradiciones jurídicas
muy diversas”(501[94]). Esta “doble revolución” consistiría, por un lado, en
“la superación de la relación entre daño al patrimonio (entendido como
«suma de propiedades») y daño a la persona: una relación que por
largo tiempo ha estado caracterizada por el seguro primado de la
primera figura de daño, en la que había venido modelando el más
conocido (y hasta ahora seguido) criterio de valorización del daño, que
parte de la decimonónica differenz theorie. El paso de la llamada
economía estática a la llamada economía dinámica, y sobre todo, la
intensificación de las ocasiones de daño a la persona en la Sociedad
industrial han acentuado la frecuencia y la gravedad de esta última
figura de daño [...]; por otro lado, hay una “segunda «revolución» se
encuentra en curso de desarrollo, al interior del concepto mismo de
daño a la persona. Para Guido GENTILE, esta figura se resolvía
esencialmente en la «pérdida económica que deriva para el lesionado
de una determinada modificación negativa de su capacidad de trabajo»,
de modo tal que «el ingreso es el parámetro del daño a la persona».
Hoy la referencia, cada vez más insistente y compartida, al «daño a la
salud» (o «daño biológico») y al daño a la identidad personal es válida
para trasladar el «eje» del problema de un daño parametrado según el
ingreso a un daño referido al «valor ser humano» en su concreta
dimensión: valor que no es asimilable a la sola aptitud para producir
riqueza, sino que se liga a la suma de las funciones naturales (las cuales
tienen relevancia biológica, social, cultural y estética, en relación con
las distintas variables ambientales en las que se desenvuelve la vida, y
no sólo a la económica) concernientes al sujeto”(502[95]).
Como se aprecia, BUSNELLI se limita a constatar un hecho: la
importancia cobrada por la cuestión de los daños a la persona en las
reflexiones de la doctrina y la jurisprudencia. Ello es bien distinto de
defender una falsa visión histórica o de pretender imponer una
terminología en el medio italiano. Por si existieran dudas, BUSNELLI
concluye que el sistema italiano de resarcimiento de los daños a la
persona en sentido estricto se organiza en dos modelos: el de “los
daños patrimoniales (que constituye la categoría general de daños
500
501
502
contemplada, sin límites, en el art. 2043, y resultante de una revisión de
los tradicionales esquemas restrictivos de la patrimonialidad) y el
modelo de los daños no patrimoniales (que constituye una categoría
especial de daños, dominada por el principio de tipicidad contenido en
el art. 2059 e influenciada por la vinculación de dicha norma con el art.
185 cód. pen., que conduce a identificar la figura principal, pero no
necesariamente exclusiva, de dichos daños en los daños morales
subjetivos”(503[96]).
Como se aprecia, el autor citado no pierde de vista la clasificación que,
para bien o para mal, ha sido adoptada por el legislador italiano de
1942.
Con mucha mayor autoridad que la mía, se ha destacado que es
innecesario crear una especie adicional de daño, denominada “daño a
la persona”: “En Derecho, las categorías son fundamentalmente
operativas; se justifican en la medida en que establecen distinciones
entre derechos y obligaciones. Pero la categoría «daños a la persona»
no parece conllevar derechos u obligaciones diferentes a las que
usualmente se atribuía a la categoría «daño moral» (en el sentido más
puro del término, habiendo excluido de este concepto al daño
patrimonial vago o impreciso)”(504[97]).
Todo ello es cierto.
La consecuencia de la informalidad legislativa que devino en la inclusión
accidentada, y por lo mismo reversible, del “daño a la persona” en el
Código Civil peruano es que tenemos un sistema con tres tipos de daño:
el de nuestra cláusula normativa general (art. 1969: “Aquel que por
dolo o culpa causa un daño a otro está obligado a indemnizarlo. El
descargo por falta de dolo o culpa corresponde a su autor”); el daño
moral (“Art. 1984.- El daño moral es indemnizado considerando su
magnitud y el menoscabo producido a la víctima o a su familia”) y el
daño a la persona (“Art. 1985.- La indemnización comprende las
consecuencias que deriven de la acción u omisión generadora del daño,
incluyendo el lucro cesante, el daño a la persona, debiendo existir una
relación de causalidad adecuada entre el hecho y el daño producido. El
monto de la indemnización devenga intereses legales desde la fecha en
que se produjo el daño”).
503
504
Ya en el Anteproyecto de Fernando DE TRAZEGNIES para la
“responsabilidad civil no derivada de acto jurídico” (art. 18) se
establecía que “Sólo excepcionalmente el juez considerará el daño
moral para efectos de establecer la procedencia de la indemnización y
para fijar el monto de ésta”, y se le excluía “en todos los casos
sometidos al régimen de seguro obligatorio”. El autor citado exponía en
favor de la regulación propuesta que “en estos casos, ante la falta de
una prueba precisa del daño material, pero teniendo el juez la
convicción firme de que éste se ha producido dada la naturaleza de los
hechos, puede utilizar la noción de daño moral para compensar
discrecionalmente aquello que, si bien es teóricamente susceptible de
ser valorizado, resulta imposible de ser calculado en la práctica.
Solamente por este motivo el Anteproyecto conserva, por lo menos para
situaciones excepcionales, la obligación de reparar el daño moral. Pero
queda sujeto a la apreciación del juez de acuerdo a las siempre
cambiantes circunstancias y valoraciones sociales”(505[98]).
En el art. 351, en materia de disolución del vínculo patrimonial, se prevé
que “si los hechos que han determinado el divorcio comprometen
gravemente el legítimo interés personal del cónyuge inocente, el juez
podrá concederle una suma de dinero por concepto de reparación del
daño moral”(506[99]).
Pero al dedicarse una norma específica al daño moral uno podría pensar
que se está admitiendo, a todas luces, que esta figura tiene
características que imponen distinguirlo del daño común y corriente, es
decir, del daño al que se hace referencia en nuestra cláusula normativa
general. Sin embargo, esta interpretación sería errada, porque el art.
1984 no tiene ningún propósito clasificatorio, sino más bien práctico.
Porque la diferenciación no se formula en términos categóricos (de aquí
que considere que se ha asumido “a medias” el esquema francés). La
única precisión que se hace en el art. 1984 tiene que ver con criterios
que deben ser observados por el juez al fijar el monto que recibirán los
damnificados por concepto de daño moral. En la norma se impone al
juez atender a la magnitud del daño y el menoscabo producido a la
víctima o a la familia de ésta.
El art. 1984 no dice “también es resarcible el daño moral”, ni tampoco
que “el daño moral también debe ser indemnizado”.
El texto de la norma es ininteligible, en no menor medida que los
comentarios de José LEÓN BARANDIARÁN a todo el libro de la
responsabilidad extracontractual del Código Civil peruano. ¿Qué cosa
significa atender a la magnitud del daño moral? ¿Acaso que solamente
merecen ser satisfechos los grandes sufrimientos? Nada nos guía en la
búsqueda del sentido del texto, pero da la impresión de que en él se
exigiera, precisamente, un grado de relevancia del daño, para efectos
del reconocimiento de su resarcibilidad. Igual de oscura es la segunda
parte de la norma; pero atender al “menoscabo producido a la víctima o
505
506
a su familia” puede significar que únicamente los familiares –y será
necesario delimitar el ámbito de este concepto– están legitimados para
percibir el monto judicialmente asignado a título de daño moral(507[100]).
Con todo, no existiría sino una limitación de carácter secundario
(relativa a los legitimados a demandar el daño moral) en nuestro art.
1984. Por ello es forzoso, y conforme a la lógica, aceptar que nos
hallamos totalmente al margen del debate italiano sobre las
limitaciones al resarcimiento del daño no patrimonial; y por lo tanto,
que también somos ajenos a todas las voces creadas en dicho medio
para paliar sus deficiencias legislativas.
Nuestro sistema, al menos en lo tocante al daño moral, porque no
pueden callarse sus no pocas imperfecciones, es intachable.
“¡Pero también está el daño a la persona, y a renglón seguido!”– se me
podría replicar(508[101]).
En principio, creo que es suficiente recordar la abrupta incorporación de
esta expresión importada para descalificarla de elenco de las voces de
un derecho de la responsabilidad civil que tenga como base el Código
Civil peruano.
Como si no bastara, el art. 1985 es un cajón de sastre donde se ha
hecho espacio a todo lo que se le olvidó al legislador en el resto de la
normativa. Es en esta norma donde encontramos, además del daño a la
persona, la teoría de la causalidad adecuada. Todos los que conozcan la
materia saben que la causalidad se analiza en la parte general de la
responsabilidad civil. Aquí también es donde se establece que el hecho
generador del daño puede consistir en una omisión.
Sólo que, desde luego, nadie habría echado de menos el daño a la
persona; como sí habría ocurrido, seguramente, con la teoría de la
causalidad acogida en materia.
Una forma de resolver el problema es la asumida, implícitamente, por
los redactores de las máximas jurisprudenciales citadas. En perfecta
coherencia con el estado de la cuestión durante el Código Civil de 1936,
los magistrados de la Corte Suprema demuestran seguir razonando en
función, exclusivamente, del daño moral. No tienen ningún problema en
reconocer el daño a la persona, pero no es necesario nominarlo, porque
puede asumirse, sin problemas, que las lesiones a la integridad
psicofísica están incluidas en el daño moral, como en Francia y en la
tradición del derecho civil peruano, o bien en la cláusula normativa
general del art. 1969, que no distingue entre tipos de daño.
Esta forma de proceder es la típica, y sempiterna, sanción que se aplica
a las normas privadas de lógica. Ignorarlas en la aplicación práctica es
una forma legítima de descalificarlas. El mismo fenómeno se verifica
con respecto a la normativa del Código Procesal Civil dedicada a la
responsabilidad civil de los jueces.
507
508
Pero si tenemos que convivir con la expresión, hay que entenderla,
simplemente, como una reiteración, como un pleonasmo, de la
naturaleza resarcible del daño a la integridad psicofísica.
510
511
extremos o que fue sorprendido por la otra parte y, en todos los casos,
la notable desproporción de las prestaciones” (art. 327, 1er. párrafo).
En el tema que nos interesa, destacaré que hay un artículo en materia
de bienes propios de cada uno de los cónyuges (477) donde se excluyen
de este rubro “las indemnizaciones por daño extrapatrimonial
causado a la persona del cónyuge, excepto la del lucro cesante
correspondiente a ingresos que habrían sido gananciales”; en otro,
incluido en la normativa sobre la separación judicial (525), se establece:
“si la separación se decreta por culpa exclusiva de uno de los cónyuges,
éste puede ser condenado a reparar los daños materiales y morales
que la separación causó al cónyuge inocente. La demanda por daños
sólo es procedente en el mismo proceso de separación. –Los daños
provenientes de los hechos ilícitos que constituyen causales de
separación son indemnizables”.
Hasta este punto ya se confundieron las clasificaciones francesa y
alemana. Pero en el art. 1600, los redactores del documento, sin
recordar cuanto han escrito antes –acaso por el número de páginas
acumuladas– dan rienda suelta a sus ambiciones magisteriales:
“a) El daño patrimonial comprende el daño emergente y el lucro
cesante. Se entiende por daño emergente a la pérdida o la disminución
de bienes o de intereses no contrarios a la ley; y por lucro cesante, a la
frustración de ganancias, en su caso, en razón de la mengua o la
privación de la aptitud para realizar actividades remunerables.
b) El daño extrapatrimonial comprende al que interfiere en el
proyecto de vida(512[105]), perjudicando a la salud física o psíquica o
impidiendo el pleno disfrute de la vida, así como al que causa molestias
en la libertad, en la seguridad personal, en la dignidad personal, o en
cualesquiera otras afecciones legítimas.
c) El daño al interés negativo comprende los gastos comprometidos
con la finalidad de celebrar el contrato frustrado y, en su caso, una
indemnización por la pérdida de probabilidades concretas para celebrar
otro negocio similar; la prueba de éstas debe ser apreciada con criterio
estricto.
d) Damnificado indirecto es el tercero sobre quien repercute el daño
que sufre otra persona.
e) Indemnización de equidad es la que otorga el tribunal, sin sujeción
a los criterios del artículo 1609, a favor del titular de un interés cuyo
acogimiento es necesario para realizar la justicia en el caso”.
En el art. 1601 se consideran “daños reparables”: “el daño patrimonial y
el daño extrapatrimonial, sea directo o indirecto, así como el daño
futuro cierto, y la pérdida de probabilidades en la medida en que su
contingencia sea razonable”.
En la definición del daño extrapatrimonial se equipara el daño al
proyecto de vida al daño a la salud, es decir, al daño a la persona en
sentido estricto (lesión de la integridad física y psíquica); luego se
512
añade que también está comprendido en este rubro “el daño a la
libertad, a la dignidad personal...”, que es también daño a la persona,
aunque en sentido amplio (lesión de derechos de la personalidad), y por
último, “cualesquiera otras afecciones legítimas”, que es una expresión
con la que el repertorio queda abierto.
Y si la intención de ALTERINI y los suyos fue dejar a un lado el daño
moral, no lo han logrado: en primer lugar, porque ya lo mencionaron en
otros lugares del proyecto; en segundo lugar, porque el daño moral
puede ser considerado, justamente, como una afección legítima.
Es ocioso dedicar espacio a comentar un Proyecto como éste, que como
ya he tenido oportunidad de señalar, es del todo prescindible en una
eventual reforma del Código Civil peruano(513[106]), ahora reactivada
mediante la Resolución Ministerial N° 460-2002-JUS. Pero además de
sus falencias, no se le puede dejar de reprochar su infidelidad.
Infidelidad porque los doctores Atilio Aníbal y Jorge Horacio ALTERINI,
así como Julio César RIVERA han participado en congresos académicos
peruanos, en los cuales, al lado de sus demás paisanos, entre los que
destacaba Jorge MOSSET ITURRASPE, no cesaban en halagar las
virtudes de la doctrina del daño a la persona, cuando no la “persona” de
Carlos FERNÁNDEZ SESSAREGO. No hay visos de esta categoría en ni
una sola de las líneas del voluminoso Proyecto. Atrás parecen haber
quedado los tiempos en que se escribía: “siempre en el centro de la
cuestión está y debe estar la persona humana, que es un dato
biográfico antes bien que un concepto biológico, que es exaltada en el
nuevo Código Civil peruano, y cuyos contornos conceptuales han sido
magníficamente delineados por el Maestro Carlos FERNÁNDEZ
SESSAREGO. Muchas veces se lo pierde de vista, en discusiones
plagadas de desconceptos, que derivan, seguramente, de que los
debates en profundidad sobre las relaciones del Derecho, el Estado, la
Economía y el Hombre, se habían ido desvaneciendo, y ahora han sido
puestos en el primer plano por las urgencias que derivan de la
instalación de las economías de mercado”(514[107]); o que “la idea
promisoria y fecunda del daño a la persona fue defendida en Perú por
un jurista de primera línea, el profesor de la Universidad de Lima, don
Carlos FERNÁNDEZ SESSAREGO, y de allí se extendió a toda
América”(515[108]).
Para tener una idea de la falta de coherencia de MOSSET ITURRASPE,
basta consultar las primeras páginas de su volumen sobre el daño
moral. Allí leemos que “el denominado «daño moral» [...] o «agravio
moral» [...] no repercute en la conciencia sino en el patrimonio” (¡!), y a
renglón seguido, que el daño moral “es rigurosamente un daño a la
persona extrapatrimonial” (¡!) (516[109]).
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Pero ahora resulta, además, que MOSSET ITURRASPE ha condenado el
texto propuesto por sus colegas, y es renuente a erradicar las
“antiguallas” de su propio Código Civil, entre otras razones, porque le
“parece extraño que el Proyecto no recuerde para nada el proceso de
codificación de Perú”. Y el doctor ALTERINI le responde con este
incómodo mentís (incómodo y vergonzante para los estudiosos del
derecho de nuestro país):
“Le hago saber que el gobierno peruano, a través del Congreso de la
República, va a entregar a los firmantes del Proyecto argentino la
Medalla del Congreso. Que la Comisión reformadora del Código Civil
peruano, que viaja a tal efecto a Buenos Aires, ha expresado en sus
sesiones, y públicamente, la importancia del Proyecto argentino,
estimando que, de convertirse en ley, será un Código de vanguardia.
Que en agosto se llevará a cabo en la Universidad Nacional de San
Agustín de Arequipa –con los auspicios, entre otros, del Congreso de la
República del Perú y de la Corte Superior de Justicia– un multitudinario
Congreso Internacional para comparar las tareas recíprocas”(517[110]).
Y sin embargo, fue precisamente en Argentina, hacia 1992, donde Aída
KEMELMAJER DE CARLUCCI, con una agudeza superior a la de todos los
autores citados, se preguntaba, con verdadero sentido común, si servía
al derecho argentino esa “creación pretoriana” de la jurisprudencia
italiana que es el daño a la persona, entendido como daño a la salud, y
limitaba los objetivos de su importante aporte, pleno de inapelables
referencias históricas y jurisprudenciales, al logro de un
replanteamiento de la “problemática del daño sicofísico a la persona, la
posibilidad de modificar los criterios tremendamente restrictivos en
materia de legitimación del daño moral y el auxilio que la informática
puede prestar a la magistratura [argentina] para evitar criterios tan
dispares en al indemnización de daños análogos”(518[111]).
Con la misma agudeza hay que preguntarnos si sirve al derecho
peruano ese daño a la persona, y la respuesta, por cuanto no tenemos
los problemas y limitaciones del ordenamiento jurídico argentino
(especialmente los que derivan de un Código Civil decimonónico, que se
presta a las más coloridas interpretaciones) es negativa.
517
518
Es a este último objetivo que deberían dedicarse los modernos estudios
de responsabilidad en el Perú.
* En “Revista Peruana de Jurisprudencia”, año 5, 2003, Trujillo-Perú. Edición on-line,
Pisa, mayo del 2003. Derechos reservados.
** Abogado. Profesor de Derecho Civil de la Pontificia Universidad Católica del Perú.
Diplomado en Lengua y Cultura italiana por la Università per Stranieri de Perugia
(Italia). Doctorando en Derecho Civil de la Scuola Superiore “Sant’Anna” di Studi e di
Perfezionamento (Pisa, Italia).
[1] L. L. LEÓN, Consideraciones sobre los daños por homicidio de un ser querido y las
técnicas para su resarcimiento, en “Revista Peruana de Jurisprudencia”, año 4, núm.
18, Trujillo, 2002, pp. 1 y ss.; ID., Cómo leer una sentencia. A propósito de los retos de
la responsabilidad civil frente a los daños por violencia psicológica en el centro de
trabajo (mobbing), en “Proceso & Justicia”, núm. 3, Lima, 2002, p. 1 y ss.
[2] L. L. LEÓN, Consideraciones sobre los daños por homicidio, pp. xxx y ss.; ID., Cómo
leer una sentencia, cit.,p. 182.
[3] Estas máximas judiciales han sido tomadas de ASOCIACIÓN “NO HAY DERECHO”, El
Código Civil a través de la jurisprudencia casatoria, Lima, Ediciones Legales, 2002, pp.
594-595.
Se pueden sumar dos sentencias de primera instancia, exhaustivamente analizadas
por J. ESPINOZA ESPINOZA, Derecho de la responsabilidad civil, Lima, Gaceta Jurídica,
2002, en materia de daño moral por despido injustificado (16º. Juzgado especializado
en lo civil de Lima, sentencia del 17.12.1997) y de responsabilidad del fabricante de
productos farmacéuticos (16º. Juzgado especializado en lo civil de Lima, sentencia del
20.7.1998). En la primera, aun cuando desvirtuada en la instancia superior, se lee:
“corresponde indemnizar a la accionante porque ha sufrido un daño moral al habérsele
despedido injustificadamente y que su reposición declarada judicialmente se
determinó luego de seis años; habiéndole este hecho producido un daño afectivo y
sentimental”; y en la segunda: “limitándose el daño moral ocasionado al sufrimiento
de la persona en el padecimiento de los efectos que produjeron la ingesta
mencionada”.
[4] F. CARNELUTTI, Dell’utilità delle opere giuridiche italiane per i lettori stranieri, en
“Rivista Internazionale di Filosofia del Diritto”, año XXI, serie II, fasc. VI, 1941, p. 307.
[5] Por metodología de estudio me refiero al modo de ver y entender el derecho, que
es más bien plural en todas las obras del profesor DE TRAZEGNIES.
[6] J. SANTOS BRIZ, La responsabilidad civil. Derecho sustantivo y derecho procesal,
7ª. ed., vol. 2, Madrid, Ed. Montecorvo, 1993, pp. 9 nota (1), 20 nota (16), por ejemplo.
[7] J. ESPINOZA ESPINOZA, Derecho de la responsabilidad civil, cit., p. 13.
[8] F. CARNELUTTI, Dell’utilità delle opere giuridiche italiane, cit., p. 305.
[9] Diferenciando las tesis de licenciatura (o “tesis de grado”), Alfredo BULLARD
GONZÁLEZ, Prólogo a J. P. CALLE, Responsabilidad civil por publicidad falsa o
engañosa, Lima, ARA Editores, 2002, p. 23, identifica certeramente un tipo de
investigación caracterizado por su especificidad: “Se centraron en un tema, casi en
una pregunta a responder. Y suele ser a esta categoría que pertenecen las [tesis]
creativas. Si les falta creatividad se convierten casi en un «panfleto». No aspiran a ver
ni a hacer una recopilación del íntegro de lo dicho sobre el tema. Buscan reflejar lo que
piensa el autor. Tienen citas e información, pero sobre todo tienen ideas propias. Las
mejores encontraron un buen tema, y una idea original que desarrollar y una
respuesta nueva al tema, uno termina de leerlas y siente un «¿Cómo no se me ocurrió
antes?»”.
[10] Un excelente modelo de redacción, si se quiere, es la obra de Julio COTLER,
Clases, Estado y Nación en el Perú, 5ª. ed., Lima, IEP, 1988.
[11]En Italia existen colecciones especialmente dirigidas a abogados, en las que se
reúnen porciones de textos, muchos de los cuales solamente pueden consultarse, por
su antigüedad, en bibliotecas universitarias. Il diritto privato oggi y la Enciclopedia
dirigidas por el profesor de la Universidad de Trieste, Paolo CENDON (para la Cedam,
de Padua), son ejemplos al respecto. Lo mismo se puede afirmar, en el terreno de los
estudios jurisprudenciales, de la colección I grandi orientamenti della giurisprudenza,
dirigida por Francesco GALGANO (también para la Cedam). Debido a su propia
naturaleza, estos libros no son valorados como “publicaciones” en los concursos de
cátedra.
[12] A. BULLARD GONZÁLEZ, ¿Qué es el análisis económico del derecho?, en “Scribas-
Revista de Derecho”, año II, núm. 3, Arequipa, 1998, p. 172.
[13] R. SCOGNAMIGLIO, voz Danno morale, en Novissimo Digesto italiano, vol. V, Turín,
Utet, 1960, p. 147.
[14] El texto de la sentencia se reproduce en “Danno e Responsabilità”, Milán, 2002,
núms. 8-9, pp. 856 y ss. En este mismo número de la revista “Danno e
Responsabilità”, Pier Giuseppe MONATERI, Il brontosauro alla resa dei conti? “I will
survive”, pp. 862 y ss., ha criticado el estilo del redactor del fallo, y de los jueces
italianos en general, en atención a que demuestra una “ambición de comportarse
como docentes en las sentencias”.
[15] M. PORTIGLIATTI-BARBOS, voz Danno alla persona, en Novissimo Digesto italiano,
vol. V, Turín, Utet, 1960, p. 150.
[16] A. V. DE GIORGI, voz Danno II) Danno alla persona, en Enciclopedia giuridica
Treccani, vol. X, Roma, 1994, p. 1 (de la separata): “Con la expresión «daño a la
persona» se hace referencia a las situaciones en las que un sujeto sufre una lesión a
su integridad psicofísica”.
[17] L. CORSARO, “Neminem laedere” y derecho a la integridad, en “Proceso &
Justicia”, núm. 3, Lima, 2002, p. 151; ID., Tutela del danneggiato e responsabilità
civile, Milán, Giuffrè, 2003, p. 19.
[18] C. FERNÁNDEZ SESSAREGO, El daño a la persona en el Código Civil de 1984, en
AA. VV., Libro Homenaje a José León Barandiarán, Lima, Cultural Cuzco, 1985, pp. 211
y ss.; ID., El daño a la persona en el Código Civil peruano de 1984 y en el Código Civil
italiano de 1942, en AA. VV., El Código Civil peruano y el sistema jurídico
latinoamericano, Lima, Cultural Cuzco, 1986, p. 252; ID., Protección jurídica de la
persona, Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de Lima, 1992, pp.
168 y ss.; ID., Hacia una nueva sistematización del daño a la persona, en Ponencias
del I Congreso Nacional de Derecho Civil y Comercial, 24, 25 y 26 de noviembre de
1993, Lima, Ediciones de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad
Nacional Mayor de San Marcos, 1994, pp. 23 y ss.; ID., Precisiones preliminares sobre
el daño a la persona, en “Thémis-Revista de Derecho”, 2ª. época, núm. 34, Lima,
1996, pp. 177 y ss.; ID., Daño al proyecto de vida, en “Revista de la Facultad de
Derecho de la Pontificia Universidad Católica del Perú”, núm. 50, Lima, 1996, pp. 57 y
ss.; ID., Daño a la persona y daño moral en la doctrina y jurisprudencia
latinoamericana actual, en “Thémis-Revista de Derecho”, 2ª. época, núm. 38, Lima,
1998, pp. 179 y ss.; ID., Daño moral y daño al proyecto de vida, en “Cathedra”, año V,
núm. 8, Lima, 2001, pp. 7 y ss.; ID., El “proyecto de vida” y los derechos
fundamentales en el Anteproyecto constitucional, en “Revista Jurídica del Perú”, año
LII, núm. 35, Trujillo, 2002, pp 59 y ss.; ID., Nuevas reflexiones sobre el “daño al
proyecto de vida”, en “Revista Jurídica del Perú”, año LII, núm. 38, Trujillo, 2002, pp.
159 y ss.; F. DE TRAZEGNIES GRANDA, De la responsabilidad no derivada de acto
jurídico, en Proyectos y Anteproyectos de la reforma del Código Civil, t. I, Lima,
Pontificia Universidad Católica del Perú, 1980, pp. 413 y ss.; ID., La responsabilidad
extracontractual (1988), reimpresión, t. II, Lima, Fondo Editorial de la Pontificia
Universidad Católica del Perú, 1990, pp. 107 y ss.; C. CÁRDENAS QUIRÓS, Apuntes
sobre el denominado daño a la persona, en ID., Estudios de derecho privado, I, Lima,
Ediciones Jurídicas, 1994, p.113; L. TABOADA CÓRDOVA, Elementos de la
responsabilidad civil, Lima, Grijley, 2001, pp. 57 y ss.; J. ESPINOZA ESPINOZA, Derecho
de las personas, 3ª. ed., Lima, Huallaga Ed., 2001, pp. 269 y ss.; ID., Derecho de la
responsabilidad civil, cit., p. 159; L. L. LEÓN, Consideraciones, cit., pp. xxiii-xxiv; ID.,
Cómo leer una sentencia, cit., p. 182.
[19] Así se expresaba Carlo Francesco GABBA, Indemnización de los daños morales, en
ID., Cuestiones prácticas de derecho civil moderno, vol. II, trad. del italiano por A. G.
POSADA, Madrid, La España Moderna, s.a., pp. 241-242.
[20] Ibíd., pp. 263-264. Los resaltos son del autor.
[21] C. F. GABBA, Nuove considerazioni intorno al risarcimento dei cosidetti danni
morali, en ID., Nuove questioni di diritto civile, 2a. ed., vol. I, Milán-Turín-Roma, Fratelli
Bocca Ed., 1912, p. 241: “La imposibilidad material, por decirlo así, y en consecuencia,
la imposibilidad jurídica, de valorizar en dinero estos sufrimientos, la inmoralidad de la
concepción de que el dinero enjuga las lágrimas, la ausencia de un criterio preciso en
la determinación de las personas que pueden sobrellevar un daño moral causado por
sufrimiento de ánimo por daño material sufrido por otra, son las principales razones
con las que he combatido, y por las cuales considero antijurídica la doctrina del
resarcimiento de semejantes daños morales” (ambos resaltos son del autor).
[22] La expresión ya figura en el Allgemeines Gesetzbuch für die Preussischen Staaten
(“Código general para los Estados prusianos”) de 1791, en vigor desde 1794 con la
denominación de Allgemeines Landrecht für die Preussischen Staaten (“Derecho
común del territorio para los Estados prusianos”, o simplemente ALR), § 113 “Der
Betrag dieses Schmerzengeldes ist nach dem Grade der ausgestandenen Schmerzen,
jedoch nicht unter der Hälste, und nicht über den doppelten Betrag der erforderlichen
Kurkosten, richterlich zu bestimmen“ [“El monto del pretium doloris depende del grado
del dolor sufrido; sin embargo, no puede ser menor a la mitad ni superior al doble del
monto del costo del tratamiento judicialmente determinado”].
[23] La observación es de E. NAVARRETTA, Art. 2059 c.c. e valori costituzionali: Dal
limite del reato alla soglia della tolleranza, en “Danno e Responsabilità”, Milán, 2002,
núms. 8-9, 2002, p. 865.
[24] W. ROCES, en sus Breves acotaciones sobre el régimen de reparación de daños en
el derecho español, que figuran como apéndice a su traducción de H. A. FISCHER, Der
Schaden nach dem Bürgerlichen Gesetzbuch für das deutsche Reich (Jena, 1903),
publicada con el título Los daños civiles y su reparación, Madrid, Editorial Revista de
Derecho Privado, 1928, cit., pp. 296-297.
[25] F. DE TRAZEGNIES GRANDA, De la responsabilidad civil no derivada de acto
jurídico, cit., p. 414.
[26] F. DE TRAZEGNIES GRANDA, Por una lectura creativa de la responsabilidad
extracontractual en el nuevo Código Civil, en AA.VV., Para leer el Código Civil, I (1984),
reimpresión, Lima, Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 1990,
p. 210.
Ya José LEÓN BARANDIARÁN, Tratado de derecho civil, t. IV, Teoría general del
contrato (la obra es de 1952), Lima, WG Editor, 1992, p. 420 advertía: “Hay dificultad –
claro está– en precisar en términos pecuniarios un sentimiento, un afecto, un dolor.
[...]. Pero más grave que todo, más injusto, es dejar impune, en base a tales
consideraciones objetantes, un daño, un mal, que se ha padecido en lo más delicado y
sagrado del existir humano: el sentimiento. Esta consideración fundamental aniquila la
fuerza de sus contrarias, una de mero predicamento fáctico (la dificultad en la
determinación del quantum de la reparación), otra de simple valor efectista (que los
sentimientos no deban ser objeto de tráfico pecuniario), y la tercera, que apunta
únicamente a una posibilidad circunstancial (la especulación, el que se explote, se
haga chantaje o se engendren «codicias agresivas»”.
[27] Micro-Robert. Dictionnaire de la langue français, París, Dictionnaires Le Robert,
1998, p. 854: “Relatif à l’esprit, à la pensée (opossé à matériel)”. Para la “ciencia del
bien y del mal” se emplea el vocablo morale.
[28] Así consta en la 22ª. ed. (2001) del Diccionario de la lengua española de la RAE.
[29] J. MOSSET ITURRASPE, Responsabilidad por daños, t. V, El daño moral, Buenos
Aires, Rubinzal-Culzoni Ed., 1999, pp. 39 y ss. Lo curioso es que, a pesar de las críticas,
el título del volumen sigue evocando la equívoca denominación, “a la espera de una
reforma de lege ferenda. De un reconocimiento pleno de los «daños a la persona». Con
o sin la presencia del dolor”, como el mismo autor señala (ibíd., p. 20).
[30] La reseña del caso es de L. DÍEZ-PICAZO Y PONCE DE LEÓN, Derecho de daños,
Madrid, Ed. Civitas, 1999, p. 96.
[31] Ibíd., p. 97. También Wenceslao ROCES, en sus Breves acotaciones, cit., dedica
algunas líneas al análisis de esta sentencia, y concluye (p. 298): “[...] sabido es que el
«valor de afección» representa un incidente extrapatrimonial de daños materiales
irrogados en cosas. Cuando el quebranto causado a éstas o su destrucción o pérdida
asuma figura de delito, no se eximirá el causante con la verdadera «indemnización»:
resarciendo al lesionado el «interés», o sea, el valor que la cosa represente dentro de
su patrimonio, sino que, en castigo y por modo excepcional, deberá reparar también
en lo posible el quebranto afectivo que el perjudicado sufra. Mas, aquí estamos ya
fuera de la órbita conceptual del «daño civil» y del concepto genuino de
«indemnización»”.
[32] Como señala C. M. BIANCA, Diritto civile, vol. 4, L’obbligazione (1990),
reimpresión, Milán, Giuffrè, 1999, p. 82, “el deber jurídico privado de contenido
patrimonial no está comprendido en la noción normativa de obligación, pero siempre
que tenga un válido título, legal o negocial, es siempre un deber jurídicamente
vinculante y su regulación puede deducirse en vía analógica de la regulación dictada
para las obligaciones”.
[33] L. CORSARO, voz Responsabilità civile I) Diritto civile, en Enciclopedia giuridica
Treccani, vol. XXVI, 1991, p. 2 (de la separata).
[34] Ibíd., loc. cit.
[35] Ibíd., p. 3 (de la separata).
[36] G. FERNÁNDEZ CRUZ, Las transformaciones funcionales de la responsabilidad
civil: La óptica sistémica (Análisis de las funciones de incentivación o desincentivación
y preventiva de la responsabilidad civil en los sistemas del “civil law”), en G. ALPA y
otros, Estudios sobre la responsabilidad civil, trad. y ed. al cuidado de Leysser L. LEÓN,
Lima, ARA Editores, 2001, p. 270. Por función “satisfactoria”, el autor entiende (p. 278)
la “garantía de consecución de los intereses que merecieron juridicidad por el orden
jurídico, incluida la reparación del daño, cuando éste se ha hecho presente, en su
carácter de fenómeno exógeno al interés”.
Para un análisis de las tres posibles funciones del resarcimiento (punitivo-aflictiva,
resarcitoria y consolatorio-satisfactiva), en el caso del daño no patrimonial, se puede
consultar M. FRANZONI, La función del resarcimiento del daño no patrimonial, trad. del
italiano de G. FERNÁNDEZ CRUZ y Leysser L. LEÓN, en “De Iure”, año 1, núm. 1, Lima,
1999, pp. 21 y ss.
En opinión de Luigi CORSARO, Concetto e tipi di danno, en P. PERLINGIERI, Manuale di
diritto civile, Nápoles, ESI, 1997, p. 656, la ley admite la conversión a una suma de
dinero del daño no patrimonial, “en virtud de las finalidades compensatorias que
persigue el sistema resarcitorio”.
[37] A. DI MAJO, La tutela civile dei diritti, 3a. ed., Milán, Giuffrè, 2001, p. 249.
[38] En castellano, “indemnizar” es sinónimo de “resarcir” (siempre según la 22ª. ed.
del Diccionario de la RAE). En alemán se distingue entre Schadensersatz y
Entschädigung, y lo mismo, por derivación, en italiano, indennità y risarcimento (y
también existe indennizo). Esta es una distinción fundamental a tomar en cuenta en la
consulta de textos alemanes e italianos, y a la que dedicaré un futuro trabajo de
investigación. Por ahora me limitaré a expresar que risarcimento es todo cuanto se
debe a título de responsabilidad por daños; indennità es de valor más general, porque
abarca desplazamientos patrimoniales por los más diversos títulos, como la
expropiación, el despido injustificado, etc.
[39] La segunda acepción de este vocablo es “Razón, acción o modo con que se
sosiega y responde enteramente a una queja, sentimiento o razón contraria”, según la
citada 22ª. ed., del Diccionario de la RAE.
[40] Así se expresaba W. ROCES, en sus Breves acotaciones, cit., pp. 298-299; y entre
nosotros, sin citar el original, J. LEÓN BARANDIARÁN, Tratado de derecho civil, t. IV,
Teoría general del contrato, cit., p. 428.
[41] R. SAVATIER, Traité de la responsabilité civile en droit français, 2a. ed., t. II, París,
Librairie Générale de Droit et de Jurisprudence, 1951, p. 92, anota “Entendemos por
daño moral todo sufrimiento humano que no es resultado de una pérdida pecuniaria”.
El ilustre civilista francés define la figura en oposición al dommage pécuniaire (el daño
“pecuniario”).
[42] H. y L. MAZEAUD, Traité théorique et pratique de la responsabilité civile
délictuelle et contractuelle, vol. I, París, 1931, p. 262. La cita es de Giovanni Battista
FERRI, Il danno a la salute e l’economia del dolore, en AA.VV., “Iuris vincula”. Studi in
onore di Mauro Talamanca, Nápoles, Jovene, p. 212 (de la separata).
[43] Es usual la cita del civilista belga F. LAURENT, Principes de droit civil, t. XX, § 395,
p. 525: “El artículo 1382 habla de daño en términos absolutos, sin comportar ninguna
distinción; así pues, todo daño debe ser reparado, tanto el daño moral cuanto el daño
material. El espíritu de la ley no deja ninguna duda: se quieren salvaguardar todos los
derechos del hombre, todos sus bienes; ¿o acaso nuestro honor, nuestra
consideración, no son los más preciosos de los bienes? El pasaje es reproducido por H.
A. FISCHER, Der Schaden, ed. cit., p. 242, y nota 9, y E. NAVARRETTA, Art. 2059 e
valori costituzionali, cit., p. 871, nota 47.
[44] F. DE TRAZEGNIES, La responsabilidad extracontractual, cit., t. II, p. 98, y allí,
importantes referencias al derecho romano. También C. FERNÁNDEZ SESSAREGO, El
daño a la persona en el Código Civil de 1984, cit., p. 189, brinda indicaciones al
respecto.
[45] G. B. FERRI, Il danno alla salute e l’economia del dolore, cit., pp. 212-213.
[46] Ibíd., p. 213.
[47] A pesar de esta simple constatación, hay quien ve el daño a la persona, y nada
más que el daño a la persona, en la doctrina y jurisprudencia francesa: C. FERNÁNDEZ
SESSAREGO, El daño a la persona en el Código Civil de 1984, cit., pp. 190-191.
[48] A. A. ALTERINI, O. J. AMEAL y R. LÓPEZ CABANA, Derecho de obligaciones civiles y
comerciales, 1ª. ed., 2ª. reimpresión, Buenos Aires, Abeledo-Perrot, 1996, pp. 216-
217. Para la enumeración de otros dislates, me permito remitir a mi trabajo
Consideraciones sobre los daños por homicidio, cit., pp. x-xi, y la nota (5).
[49] H. A. FISCHER, Der Schaden, ed. cit., p. 6.
[50] A. VON TUHR, Bürgerlichen Rechts. Allgemeiner Teil (Berlín, 1923), trad. al
castellano (Derecho civil. Parte general) de W. ROCES, México, Porrúa, 1945, p. 46. Es
así como se habla de derecho civil patrimonial, que es expresión conocida en
castellano; recuérdese, si no, el título del famoso manual de Luis DÍEZ-PICAZO Y
PONCE DE LEÓN, Fundamentos del derecho civil patrimonial (la 5ª. ed., para Civitas de
Madrid, es de 1996).
Cesare SALVI, La responsabilità civile, en Trattato di diritto privato dirigido por G.
IUDICA y P. ZATTI, Milán, 1998, p. 40, observa que el paso de la concepción “material”
a la concepción “patrimonial” acompaña la formación del moderno derecho de la
responsabilidad, en consonancia funcional con la economía de mercado.
[51] K. LARENZ, Lehrbuch des Schuldrechts, trad. al castellano (“Derecho de
obligaciones”) por J. SANTOS BRIZ, t. I, Madrid, Ed. Revista de Derecho Privado, 1958,
p. 196. El resalto es del autor.
[52] Ibid., pp. 194-195. El resalto es del autor, quien aclara, a renglón seguido (p. 195)
que “la infracción de uno de los bienes «ideales» indicados puede también tener por
consecuencia mediata un daño patrimonial, aunque de ellos no derive directamente un
daño valuable en dinero, p. ej., en forma de gastos para el restablecimiento de la
salud, adquisiciones no hechas o pérdidas en los negocios que traen consigo los daños
inferidos a la reputación a la fama o la solvencia. Por lo tanto, los daños patrimoniales
no tienen siempre como presupuesto necesario la infracción de un bien patrimonial,
sino que igualmente pueden derivarse, aunque únicamente en concepto de daños
mediatos, de la infracción de un bien inmaterial, en cuanto ésta produzca
consecuencias perjudiciales para el patrimonio del perjudicado”.
[53] En todos los casos, traduzco Entschädigung como “compensación”, para no
confundirla con nuestra indemnización o resarcimiento (que sería Schadensersatz).
Véase cuanto he referido, supra , nota 37.
[54] La definición es de Salvatore PATTI, voz Danno patrimoniale, en Digesto delle
Discipline Privatistiche, Sezione civile, vol. V, Turín, Utet, 1989, p. 91, siempre sobre la
base de K. LARENZ, Lehrbuch des Schuldrechts, t. I, 13a. ed., Múnich, 1982, pp. 442 y
ss., e ID., Der Vermögensbegriff im Schadensersatzrecht, en Festschrift für Nipperdey,
t. I, Múnich-Berlín, 1965, pp. 489 y ss.
[55] C. M. BIANCA, Diritto civile, vol. 5, La responsabilità (1994), reimpresión, Milán,
Giuffrè, 1999, p. 166.
[56] S. PATTI, voz Danno patrimoniale, cit., p. 90.
[57] Hay que recordar que el tratado de VON TUHR dedicado a la parte general del
BGB, Der allgemeine Teil des deutschen bürgerlichen Rechts (1910-1918), fue
traducido al castellano por Tito RAVÀ para la editorial Depalma, de Buenos Aires, y se
publicó entre los años 1946 y 1948. Allí hay referencias al patrimonio y a los daños
patrimoniales y no patrimoniales. Sin embargo, lo más probable es que la confusión
terminológica se haya debido a la lectura de textos italianos.
[58] Aunque en la definición brindada por LARENZ se emplean las expresiones
“material” e “inmaterial”, estas tienen un mero valor adjetivo, y no técnico, ni
clasificatorio, como sí ocurre en la doctrina y jurisprudencia francesas. Como tengo
escrito en otro lugar, Consideraciones sobre los daños por homicidio, cit., p. xii, nota
(9), en el diccionario jurídico de Carl CREIFELDS, 11ª. ed., Múnich, C. H. Beck, 1992, p.
993, el “daño no patrimonial” es adjetivado con las voces “ideal” o “inmaterial”.
[59] E. A. ZANNONI, El daño en la responsabilidad civil, 2ª. ed., Buenos Aires, Astrea,
1987, pp. 60, 287-288.
[60] L. CORSARO, Concetto e tipi di danno, cit., pp. 655-656.
[61] D. MESSINETTI, Recenti orientamenti sulla tutela della persona, en “Rivista Critica
del Diritto Privato”, año X, núm. 2, Nápoles, 1992, p. 189.
Esta línea de pensamiento es compartida por C. SALVI, La responsabilità civile, cit., p.
57: “La unificación de los problemas del daño a la salud y de la protección resarcitoria
de los derechos de la personalidad no es, empero, convincente, sobre todo por
razones funcionales. [...] las funciones de la responsabilidad en los dos casos son
diferentes: en la protección de la salud predomina la exigencia de solidaridad a la
víctima; en el segundo campo impera una finalidad esencialmente satisfactoria-
punitiva. Tampoco el argumento constitucional puede asumir idéntico peso, porque
para los derechos de la personalidad, a diferencia de cuanto ocurre con respecto a la
salud, el interés típicamente subyacente a la conducta agresiva es de igual relevancia
al de la víctima, y se concreta, sustancialmente, en la libertad señalada en el art. 21
Cost. Por otro lado, también la comparación muestra la predominancia de soluciones
que diferencian netamente las dos hipótesis, en el sentido de aplicar la normativa
ordinaria al daño (no patrimonial) a la salud, y de limitar, en cambio, la resarcibilidad
del daño (no patrimonial) por lesión de los llamados derechos de la personalidad a las
hipótesis en que subsista un particular grado o cualidad de culpabilidad de la conducta
lesiva”.
[62] M. PORTIGLIATTI-BARBOS, voz Danno alla persona, cit. En este estudio puede
verse alguna bibliografía previa, exclusivamente compuesta por escritos menores.
[63] G. GENTILE, voz Danno alla persona, en Enciclopedia del diritto, vol. XI, Milán,
Giuffrè, 1962, pp. 634 y ss.
[64] Aquí y en adelante, P. G. MONATERI, La responsabilità civile, en Trattato di diritto
civile dirigido por R. SACCO, Turín, Utet, 1998, pp. 475-476.
[65] Ibid., pp. 476-477. Entre otros autores, Giuseppe BRANCA, Istituzioni di diritto
privato, 7a. ed. (1992), al cuidado de Guido ALPA, reimpresión, Bolonia, Zanicchelli,
1996, p. 488, considera que no es propio hablar de resarcimiento del daño moral, sino
de pena pecuniaria, “es decir, de una sanción con carácter satisfactorio o reparatorio,
que se paga a quien es ofendido (damnificado) en sus sentimientos, en su psique, en
su espíritu”.
[66] P. G. MONATERI, La responsabilità civile, cit., p. 296, nota 5. Esta interpretación
sistemática ha quedado confirmada con la reciente modificación del § 253 BGB, que
hemos citado líneas atrás.
[67] Ibid., pp. 476-477.
[68] He tenido oportunidad de referir ello en mi trabajo El daño existencial ¿Una idea
valiosa o sólo un grito de la moda italiana en el campo de la responsabilidad civil?, en
“Ius et Veritas”, año XI, núm. 22, Lima, 2001, p. 42.
[69] M. FRANZONI, Il danno esistenziale come sottospecie del danno alla persona, en
“Responsabilità Civile e Previdenza”, año LXVI, fascs. 4-5, Milán, 2001, p. 779.
[70] M. PARADISO, Corso di istituzioni di diritto privato, vol. I, Turín, Giappichelli, 1996,
p. 446.
[71] El texto íntegro de la sentencia es reproducido en G. VISINTINI, Materiali di
giurisprudenza in tema di responsabilità extracontrattuale, al cuidado de Matteo
DELLA CASA, Turín, Giappichelli, 2000, pp. 6 y ss.
[72] P. ZATTI y V. COLUSSI, Lineamenti di diritto privato, 7a. ed., Padua, Cedam, 1999,
pp. 655-656.
[73] Ibid., p. 656.
[74] Aquí remito a lo que tengo escrito en mis trabajos El daño existencial, cit., passim,
y Cómo leer una sentencia, cit., p. 177 y ss.
[75] La jurisprudencia citada por DE TRAZEGNIES, La responsabilidad extracontractual,
cit., t. II, pp. 99 y ss., permitiría postular lo contrario.
[76] Estas expresiones figuran en la Exposición de Motivos del Libro Quinto del
Proyecto de Código Civil, publicada por Gil S.A. Editores, de Lima, fechada el 8 de
octubre de 1936.
[77] C. FERNÁNDEZ SESSAREGO, El daño al proyecto de vida, cit., pp. 63-64. La triste
anécdota, que refleja la informalidad de la redacción de la más importante de nuestras
normas civiles, es confirmada por C. CÁRDENAS QUIRÓS, Apuntes sobre el
denominado daño a la persona, cit., p. 117.
[78] C. FERNÁNDEZ SESSAREGO, Derecho de las personas, en D. REVOREDO
(compiladora), Código Civil, vol. IV, Exposición de motivos y comentarios, reimpresión,
Lima, s.e., 1988, p. 91.
[79] C. FERNÁNDEZ SESSAREGO, El daño a la persona en el Código Civil de 1984,
passim, especialmente, pp. 189 y ss., y mucho más ampliamente en ID., Precisiones
preliminares en torno del daño a la persona, cit., pp. 195 y ss.
Esta preferencia es verosímilmente atribuible a la estadía del citado autor en Italia, de
la que da cuenta en su Prólogo a J. LEÓN BARANDIARÁN, Tratado de derecho civil, t. I,
Título preliminar y derecho de las personas, Lima, WG Editor, 1991, p. xxviii. En
Precisiones preliminares sobre el daño a la persona, cit., p. 188, anota: “Cabe señalar
que Italia es uno de los países donde, probablemente se ha discutido más
extensamente el tema del daño a la persona y donde se han efectuado importantes
aportes tanto doctrinarios como jurisprudenciales en lo que al tema se refiere. Es por
esta razón que nos referiremos, preferentemente a su trabajosa elaboración, a su
evolución, a sus hallazgos y aciertos y, lo que es digno de acotar, a la superación de
trabas legislativas impuestas por el famoso y discutido artículo 2059 del Código Civil
que impedía su debida y amplia reparación”.
[80] C. FERNÁNDEZ SESSAREGO, El daño a la persona en el Código Civil de 1984, cit.,
p. 194.
[81] C. FERNÁNDEZ SESSAREGO y C. CÁRDENAS QUIRÓS, Estudio preliminar
comparativo de algunos aspectos del Código Civil peruano de 1984 en relación con el
Código Civil italiano de 1942, en AA.VV., El Código Civil peruano y el sistema jurídico
latinoamericano, cit., pp. 132-133.
[82] C. FERNÁNDEZ SESSAREGO, El daño a la persona en el Código Civil de 1984, cit.,
p. 196. El resalto es añadido.
[83] C. FERNÁNDEZ SESSAREGO, Protección jurídica de la persona, cit., p. 96.
[84] Ibíd., p. 182.
[85] C. FERNÁNDEZ SESSAREGO, Precisiones preliminares sobre el daño a la persona,
cit., pp. 183-184.
[86] C. FERNÁNDEZ SESSAREGO, El daño al proyecto de vida, cit., p. 55.
[87] La observación es de F. D. BUSNELLI, Danno biologico e danno a la salute, en
Tutela della salute e diritto privato, p. 8. La cita es de P. G. MONATERI, La
responsabilità civile, cit., p. 477.
[88] C. FERNÁNDEZ SESSAREGO, Protección jurídica de la persona, cit., pp. 41 y ss.
[89] P. RESCIGNO, Intervención en el panel de comentaristas de las ponencias sobre
“El derecho de las personas” en el Código Civil peruano, en AA.VV., El Código Civil
peruano y el sistema jurídico latinoamericano, cit., p. 243.
[90] Escuetamente, se intenta alguna réplica en El daño a la persona en el Código Civil
de 1984, pp. 212, 214-215.
[91] J. LEÓN BARANDIARÁN, Responsabilidad extracontractual, en D. REVOREDO
(compiladora), Código Civil, cit., Exposición de motivos y comentarios, vol. VI, p. 807:
“El mismo artículo [1985] habla de daño moral, pero el asunto se trata en el artículo
1984. No se explica por qué en el artículo 1985 se habla usándose el giro de «el daño
a la persona»”.
[92] C. CÁRDENAS QUIRÓS, Apuntes sobre el denominado daño a la persona, cit., pp.
111-112, 117 y ss. La denominación ha sido acogida por J. ESPINOZA ESPINOZA,
Derecho de las personas, cit., p. 274; ID., Derecho de la responsabilidad civil, cit., p.
160, quien pretende desarrollarla aun más, con la propuesta de la locución “daño
objetivo”. Pero a esta última ya había hecho referencia C. FERNÁNDEZ SESSAREGO,
Protección jurídica de la persona, cit., p. 152.
[93] Véanse, si no, las páginas, nada originales y colmadas de erratas, de Gustavo
ORDOQUI CASTILLA, Pautas y criterios para la avaluación judicial del daño a la
persona, en Diez años del Código Civil peruano: Balance y perspectivas. Ponencias
presentadas en el Congreso Internacional organizado por el Centro de Investigación de
la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de Lima, del 12 al 16 de
septiembre de 1994. Lima, WG Ed., 1995, t. II, pp. 411 y ss. Este autor uruguayo
mezcla las citadas opiniones de BUSNELLI, que asimila íntegramente, con elementos
de su propia invención (p. 414): “la persona debe ser protegida no sólo por lo que
tiene, y puede obtener, sino por lo que es, y en la integridad de su proyección debe
jerarquizarse la esfera espiritual, biológica y social del hombre, sin dejar de tener en
cuenta que los bienes materiales son necesarios para preservar su dignidad”. Como si
fuera poco, se reproduce un juicio de Guido GENTILE, sin citarlo, (p. 438): “La
valorización del daño a la persona constituye sin lugar a dudas el tema más
importante y grave dentro del denominado Derecho de Daños”.
[94] F. D. BUSNELLI, Problemi di inquadramento sistematico del danno alla persona, en
“Rivista Critica del Diritto Privato”, año V, núm. 1, Nápoles, 1987, p. 30. Una versión
resumida de este importante ensayo fue presentada como ponencia (La tutela civil de
la persona humana: Una comparación entre el Código argentino de Vélez y el nuevo
Código Civil peruano) al Congreso Tendencias actuales y perspectivas del derecho
privado y el sistema jurídico latinoamericano, celebrado en Lima del 5 al 7 de
septiembre de 1988, cuyas actas fueron publicadas por Cultural Cuzco Editores en
1990.
En su ponencia citada (p. 51), el profesor BUSNELLI destaca, con justicia: “El artículo
17 [del Código Civil peruano de 1984] a pesar que en su formulación definitiva ha
perdido parte de aquella fuerza innovativa que Carlos FERNÁNDEZ SESSAREGO le
había impreso en el proyecto preliminar, permanece todavía como una norma
importante. Es, según me consta, la primera vez que un código otorga un alcance
general a la acción inhibitoria en el cuadro de la tutela de los derechos de la
personalidad, modificando la tradición codificadora –a la cual se uniforma también el
vigente Código civil italiano– que concibe dicha acción como remedio ocasional y no
siempre referido a la tutela de la persona”. Estas consideraciones tienen que ver con
el esquema original de protección de la persona que FERNÁNDEZ SESSAREGO
proyectó cuando fue integrante de la Comisión Reformadora del Código Civil peruano
de 1936, lamentablemente alterado en las revisiones previas a la aprobación del texto
final.
[95] Ibid., pp. 28-29. El último enunciado citado corresponde a la sentencia de la Corte
de Casación italiana núm. 2396 del 6 de abril de 1983, y no tiene nada que ver con
ninguna evolución de pensamiento filosófico.
[96] Ibid., p. 42.
[97] F. DE TRAZEGNIES GRANDA, La responsabilidad extracontractual, cit., t. II, p. 110.
[98] F. DE TRAZEGNIES GRANDA, De la responsabilidad civil no derivada de acto
jurídico, cit., p. 414.
[99] En Cas. No. 373-95 se lee: “Si bien se ha probado la causal de adulterio, no
corresponde la reparación del daño moral del cónyuge inocente si no se acredita que
los hechos comprometen gravemente su interés personal”. La Sala de Familia de la
Corte Superior de Lima, por su parte, ha tenido oportunidad de expresar que “Existe
legítimo interés personal, como cónyuge inocente, por haber sido víctima
precisamente de los actos de violencia que configuran una de las causales de divorcio
previstas en la ley” (Exp. 382-98, Resol. del 30 de abril de 1998); y que “a pesar de
que el artículo 351° del Código Civil dentro del Capítulo de Divorcio, también puede
ser aplicado para establecer el daño moral que provoque el demandado a su cónyuge
e hijo al haber promovido una desestimada acción de negación de paternidad de su
hijo habido dentro del matrimonio” (Exp. 1152-98, Resol. del 2 de julio de 1998).
[100] L. TABOADA CÓRDOVA, Elementos de la responsabilidad civil, cit., pp. 58-59,
postula que “daño moral no se agota jurídicamente en los sentimientos por los
miembros de la familia, sino también en cualquier otro sentimiento considerado digno
y legítimo, como podría ser el caso de un ahijado, de una novia, de un padrino de
nacimiento, etc.”. Para avalar su posición, llama en causa el art. 215 del Código Civil,
relativo a la intimidación como vicio de la voluntad, donde se permite al juez decidir la
anulación, según las circunstancias, cuando la amenaza ha sido dirigida a “otras
personas o bienes” (ni familiares, ni bienes de familiares).
La interpretación es errónea, porque la interpretación sistemática no puede conducir a
alterar los presupuestos de las dos instituciones confrontadas: en el caso de la
intimidación se busca anular los efectos de un negocio jurídico que no se habría
celebrado de no haber existido la amenaza (la amplitud de las personas y bienes
amenazables aspira a proteger íntegramente la esfera del contratante intimidado); en
cambio, el daño moral, por su propia naturaleza y elaboración histórica, debe ser
reconocido en la esfera de unos pocos, porque redundará siempre en una imposición
patrimonial al responsable, y hay que procurar que ella sea justa.
[101] El mismo TABOADA afirma, correctamente esta vez (Elementos de la
responsabilidad civil, cit., p. 63): “Nos parece muy interesante la eliminación de la
categoría del daño moral, para hacer referencia únicamente al daño a la persona, pero
no nos parece convincente. Más aun, la regulación del Código Civil peruano mantiene
la diferencia entre ambas categorías de daños, lo que significa que hoy por hoy no
podemos adherirnos a la posición que sostiene que el daño moral debe desaparecer
para referirnos solamente al daño a la persona. El hecho que sea muy difícil probar el
daño moral y cuantificarlo no significa que deba ser eliminado como categoría de daño
jurídicamente indemnizable”. El parecer ha recibido la adhesión de J. ESPINOZA
ESPINOZA, Derecho de la responsabilidad civil, cit., p. 161.
Por mi parte, Consideraciones sobre los daños por homicidio, cit., p. xxxi, he señalado
que el texto del art. 1985 admite dos interpretaciones: a) Las consecuencias que
derivan de la acción u omisión generadora del daño comprenden únicamente el lucro
cesante, el daño a la persona y el daño moral; y b) Las consecuencias que derivan de
la acción u omisión generadora del daño son “x, y, z” (no sabemos cuáles, porque el
texto no lo señala), pero, “además”, hay que incluir el lucro cesante, el daño a la
persona y el daño moral. Si se acepta la primera interpretación, contra toda lógica,
queda fuera del ámbito de los daños susceptibles de indemnización el mismo “daño
emergente”. Sólo la segunda, entonces, a pesar de no ser satisfactoria, es admisible.
[102] El texto se puede consultar vía Internet: http://www.alterini.org
[103] Paradójicamente se recuerda al jurista romano JAVOLENO, pero para
contradecirlo: “No hemos vacilado en incluir las definiciones que consideramos
necesarias. Algunos suelen recordar a Javoleno (11 epist., en Digesto, 50, 17, De
regulis juris, 202), quien sostuvo que «en Derecho civil toda definición es peligrosa,
pues es difícil que no tenga que ser alterada». Ese argumento de autoridad queda
desvirtuado, por lo pronto, porque el Código Civil [argentino] emplea frecuentemente
definiciones; y éstas tienen contenido normativo cuando también se prevé una
consecuencia de Derecho vinculada a ellas, como en el caso de los artículos 523 y
524, que definen a la obligación accesoria y a los accesorios de la obligación, en tanto
el artículo 525 asigna la correspondiente imputación normativa. En la nota al artículo
495 del Código Civil, Vélez Sársfield admite la definición, con tal «que sea legislativa,
es decir, que tenga por objeto restringir la significación del término de que se sirva a
las ideas que reúnan exactamente todas las condiciones establecidas en la ley». En el
Derecho moderno las definiciones son de rigor, no sólo en las normas de origen
anglonorteamericano que rigen los negocios internacionales, sino también en el
Derecho continental europeo; «no se citará un ejemplo de una sola legislación civil, sin
excluir las más adelantadas y recientes, que no contenga una serie de definiciones
legales» (Colmo). Las palabras propias del lenguaje natural suelen adolecer de
ambigüedad y de vaguedad y, cuando son empleadas en la ley, trasiegan esas fallas:
el dolo, por ejemplo, está definido implícitamente en el artículo 1072 del Código Civil
(acto obrado a sabiendas y con intención de dañar), pero es también mencionado, sin
definirlo, por el artículo 506; esta omisión ha dividido a la doctrina entre quienes creen
que se trata de una única figura, quienes consideran suficiente la intención deliberada
de no cumplir, y quienes lo asimilan a la malicia. Una definición apropiada, esto es, la
«proposición que expone con claridad y exactitud los caracteres genéricos y
diferenciales de una cosa material o inmaterial» (Diccionario de la Lengua Española, 2ª
acepción), clarifica la ley, evita los disensos inútiles y brinda certeza, afirmando de tal
modo la seguridad jurídica”.
[104] A. A. ALTERINI, La legislación desinsexatoria en la Argentina: Virtualidad de los
intereses como mecanismo alternativo de ajuste, en “Thémis-Revista de Derecho”, 2ª.
época, núm. 25, Lima, 1993, p. 118.
[105] En el art. 968 del documento se lee entre las “estipulaciones prohibidas en los
contratos predispuestos” aquellas que “limitan la responsabilidad del predisponente
por daños al proyecto de vida” (¡!). Yo no creo que ningún predisponente de un
contrato, a menos que tenga a la mano un manual de “derecho de daños” del profesor
ALTERINI, se vea tentado a anotar en su formulario una exoneración de
responsabilidad “por daños al proyecto de vida”.
Según FERNÁNDEZ SESSAREGO, El daño a la persona en el Código Civil de 1984, cit.,
p. 202, el daño al proyecto de vida, “el acto dañino que impide que el ser humano se
realice existencialmente de conformidad con dicho proyecto libremente escogido,
atendiendo a una personal vocación”, es “el más grave daño que se puede causar a la
persona”; en otras palabras, no es el único. Pospongo, para una nueva ocasión el
análisis de esta figura, que constituye un interesante desarrollo de la doctrina del
jurista peruano.
[106] En mi Nota preliminar a G. ALPA y otros, Estudios sobre el contrato en general.
Por los sesenta años del Código Civil italiano (1942-2002), Lima, ARA Editores, 2002,
nota 6 (en prensa).
[107] A. A. ALTERINI, Caso fortuito y falta de culpa en el Código Civil peruano de 1984,
en Diez años del Código Civil, cit., t. II, p. 402.
[108] J. MOSSET ITURRASPE, El daño fundado en la dimensión del hombre en su
concreta realidad, en “Revista de Derecho Privado y Comunitario”, 1, Daños a la
persona, Santa Fe, 1992, pp. 22-23. FERNÁNDEZ SESSAREGO (Daño al proyecto de
vida, cit., pp. 62-63) ha correspondido con expresiones de este tenor: “[...]
compartimos a plenitud el pensamiento de MOSSET ITURRASPE cuando sostiene que la
expresión daño moral «es una antigualla, el daño moral es un resabio de otros tiempos
que ha permanecido por nuestras debilidades, por nuestras torpezas, por nuestro
aferrarnos a las tradiciones jurídicas». Obviamente, en este caso, el maestro argentino
se refiere a aquellas tradiciones [...] que han perdido vigencia pues han surgido
nuevas formas o modalidades de conductas humanas intersubjetivas diversas,
sustitutorias o de signo contrario”. Pero los halagos del argentino desaparecen en su
obra Responsabilidad por daños, t. V, El daño moral, cit., pp. 18-19.
[109] J. MOSSET ITURRASPE, Responsabilidad por daños, t. V, El daño moral, cit., pp.
10 y 11. Y allí (pp. 11-12) insiste en que “La perseverancia en el uso de la expresión
«daño moral», pese a ser incorrecta, equívoca, verdadera antigualla, sólo encuentra
justificación en el respeto por la tradición jurídica, por aquello que ha logrado una
enorme difusión, un uso generalizado”.
[110] Todo esto se puede leer en su escrito ¿No a la reforma? ¿No a esta reforma?
Sobre ciertas críticas al Proyecto de Código Civil de 1998, que también se puede
consultar en http://www.alterini.org. Desconozco si semejantes condecoraciones,
inmerecidas y envanecedoras, se han concretizado.
[111] A. KEMELMAJER DE CARLUCCI, El daño a la persona. ¿Sirve al derecho argentino
la creación pretoriana de la jurisprudencia italiana?, en “Revista de Derecho Privado y
Comunitario”, 1, Daños a la persona, Santa Fe, 1992, pp. 69 y ss.
J. MOSSET ITURRASPE, Responsabilidad por daños, t. V, El daño moral, cit., p. 18,
responde a esta pregunta con estas palabras: “[...] la evolución pretoriana de la
jurisprudencia italiana ha venido a iluminar, tanto en nuestro país como en
Latinoamérica una concepción enriquecedora del «daño a la persona», mucho más
generosa y rica que la esquemática del daño moral = sufrimiento”.