Aguinis - El Atroz Encanto de Ser Argentinos
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Aguinis - El Atroz Encanto de Ser Argentinos
El atroz encanto
de ser argentinos
El atroz encanto
M ARCOSde
A GUINIS
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ISBN 950-49-0775-X
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cida, almacenada o transmitida en manera alguna ni por ningún medio, ya sea eléctrico,
químico, mecánico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo del editor.
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CAPÍTULO I
Conflictos agridulces
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CAPÍTULO II
Defectos que cuestan
caro
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CONDUCIENDO:
Moleste sistemáticamente al que viene detrás;
a la vez haga luces y toque bocinazos al de
adelante. Usted es superveloz y nadie le puede
ganar.
El uso indiscriminado de la bocina es capaz
de disolver el tráfico de avenida Córdoba a las
seis de la tarde.
La ley de la masa es válida. Por ejemplo, si
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EN EL BAÑO PÚBLICO
No presione ningún botón, a ver si se ensucia
o acalambra los dedos.
Se asume que en todos lados hay papel, jabón
y secamanos, y que todo funciona a la perfec-
ción.
Use toooodo el papel que quiera; el que lo
sigue a usted no lo necesitará.
Arroje toooodo ese papel al inodoro. La físi-
ca moderna ha demostrado que se desintegra en el
agua.
No olvide llevar un indeleble para escribir en
puertas y paredes la primera estupidez que le ven-
ga a la cabeza. A otro más idiota le causará gra-
cia.
EN LA VIDA COTIDIANA
Si llueve y tiene paraguas camine debajo de
los techos y balcones. No vaya a ser cosa de que
se le moje… el paraguas.
Si no tiene paraguas y se largó a llover, corra
como un desesperado porque cuando alcance la
velocidad del sonido la lluvia no lo mojará más.
Si en un negocio no encuentra la prenda que
busca, no se impaciente: haga que el vendedor le
exhiba todas las prendas, así se mantiene ágil y
despierto en el trabajo.
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EN SU CASA
Si vive en el último piso no olvide, antes
de tomar su ascensor, llamar a todos los demás
ascensores, así los que están abajo y quieren subir
tienen tiempo, mientras esperan, de reflexionar
sobre lo que hicieron durante el día.
Si, por el contrario, vive en el primer piso, lla-
me también a los ascensores, lo cual permitirá
que su vecino del piso alto tenga tiempo extra
para planificar sus actividades del día.
Saque la basura cuando quiera. Usted paga
tantos impuestos que tiene derecho a esperar que
haya agentes municipales listos para recogerla a
cualquier hora.
Decir “buen día”, “permiso”, “disculpe” y “gra-
cias” ya pasó de moda.
Las ventanas se inventaron para tener la casa
limpia, sin la desgracia de acumular basura en
tachos malolientes. Además, es muy, pero muy
gracioso arrojar elementos contundentes desde la
ventana o el balcón.
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EN LA OFICINA
Tenga en cuenta que las cerraduras fueron
creadas por un resentido social que quería inven-
tar una prueba de ingenio.
Todo es de propiedad pública, aun las perte-
nencias de los que trabajan allí. ¿Se olvidó de
comprar cigarrillos? No importa: siempre hay
otro amable fumador al que no le cuesta nada sos-
tenerle el vicio durante ocho o nueve horas.
Si usted fuma, cierre las ventanas, así el resto
comparte el humo que producen sus generosas
pitadas.
Los comentarios del tipo “qué mal te ves”,
“qué feo te queda” o “qué pelotudo sos” ayudan a
fortalecer la autoestima de sus subordinados.
Es válido y saludable hacerle notar a una com-
pañera que ha engordado.
Lo mismo vale para el compañero que se está
quedando pelado.
Hable a los gritos, así lo oirán, respetarán y
puede que alguno le conteste.
El encargado de la limpieza tiene mentalidad
de sirviente. Ensucie a fondo, para que él disfrute
cuando limpia la oficina y la deja brillante.
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se la pasó transigiendo.
Simón Bolívar lo ha expresado con filo de bis-
turí: “En América no hay fe entre los hombres y
sus naciones. Los tratados son papeles; las consti-
tuciones, libros; elecciones son combate; libertad,
anarquía. Y la vida, un tormento”.
En conclusión, predomina en nuestra mentali-
dad un individualismo poco fecundo, porque esti-
mula una incesante hostilidad que impide acer-
car hombros y reconocer en el otro un modelo, un
colega o un auxiliar. Tenemos dificultades serias
para trabajar asociados. Lo ejemplifiqué en Un
país de novela con un paralelo que suena a chiste,
pero no lo es. Decía en ese libro que un nortea-
mericano puede ser mediocre, dos trabajan bien y
tres forman un espléndido equipo. En cambio un
argentino puede ser brillante, dos trabajan mal y
tres provocan el caos…
Contra ese temido caos, durante demasiado
tiempo aparecieron las Fuerzas Armadas como la
única institución capaz de unir los pedazos en que
estaba dividido el país. Lo mismo ocurrió en las
demás naciones de Amércia latina.
Ahora bien; no nos conformemos con este
enfoque. Sólo pinta el origen de una faz, y el exe-
crable estereotipo que condenamos posee muchas
facetas. Las iremos descubriendo en las páginas
que siguen. Y, tras conseguir el diagnóstico, sabre-
mos que no todo está perdido. Tenemos reservas
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CAPÍTULO III
El turbio manantial
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ro y alimento.
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CAPÍTULO IV
La cáustica picardía
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Argentino desaparece.
Española queda embarazada, sin joyas, sin
muebles, con números rojos en el ban-
co, facturas atrasadas y el teléfono cor-
tado por cien llamadas a Rosario.
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CAPÍTULO V
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Un fenómeno “incorregi-
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1976.
Según Feinmann, Perón había muerto un año
antes, cuando regresó acompañado por el transi-
torio presidente Cámpora. Ahí se acabó su mito y
el mito del gigante astuto que podía maniobrar los
antagonismos de la patria y salir siempre victorio-
so. “Ningún político como él tuvo la arrogancia o
la ambición o el coraje o la locura de atreverse a
conjurar los demonios de un fragmentarismo his-
tórico que hubiera producido vértigo en otros y
que producía en él la certeza de poder asumir el
lugar de la Idea hegeliana.” Perón, desde Madrid,
se había consagrado a conducir el desorden argen-
tino. Creía ser “un ajedrecista genial”. Creía que
triunfaría siempre sobre un tablero “delineado por
el sonido y la furia de las pasiones individuales,
las pasiones de los otros, nunca la suya, ya que
él, Perón, nunca ponía la pasión sino que ponía la
astucia”. Se había transformado en el símbolo de
un país convulsionado. Sabía que lo querían “ver
regresar en un avión negro, ya que negro es el color
de lo maldito, de lo proscrito, de lo que imposibili-
ta el sueño de los poderosos”. Por eso autorizaba a
todos, legalizaba a todos, todo era bueno para con-
seguir lo que el pueblo esperaba: que volviese.
Pero el mito requiere distancia y ahistoricidad.
Perón en Madrid podía ser mito. Pero al aterrizar
de nuevo en el país vuelve a contaminarse: “los
mitos no aterrizan; Gardel nunca volvió de Mede-
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desarraigo.
La universidad sufrió profanación y devalúo.
Junto a muchos artistas, ilustres investigadores
debieron dejar el país. Los docentes eran elegidos
con criterio político y se los obligaba a cometer
actos humillantes como, por ejemplo, solicitar la
reelección de Perón, otorgar doctorados honoris
causa a Eva, tomar exámenes todos los meses y for-
mar mesas especiales (secretas) para los líderes de
la CGU. Este sistema de exámenes mensuales fue
presentado como una “conquista” estudiantil, pero
en realidad era soborno, una concesión al facilismo,
que permitía graduarse sin esfuerzo.
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CAPÍTULO VI
Educación de príncipes…
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• JUJUY, ARGENTINA
El Ministerio de Educación promueve de
manera automática a los alumnos primarios y
secundarios de la provincia debido a los escasos
sesenta días de clase que han tenido en el año por
huelgas y otros problemas. No es la primera vez
que en las jurisdicciones provinciales se recurre a
esta fácil solución.
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• MENDOZA, ARGENTINA
La familia R. M. está indignada. Rolo, el hijo
mayor, acaba de ser reprobado en el examen de
física del curso de ingreso a la facultad de Medi-
cina. Aunque reconoce que al hijo nunca le gus-
tó la física (¿“Para qué sirve la física?”, piensan
tanto el padre como el hijo), el señor R. M. se reú-
ne con otros padres igualmente enfurecidos por
la dificultad del examen. Deliberan, se asesoran.
¿Con un profesor de física? No, con un abogado.
Deciden presentarse ante el juez y pedir su ampa-
ro. Motivo: “examen difícil”. Reacciones seme-
jantes se han producido en Tucumán, La Plata y
en otras ciudades argentinas.
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Sin comentarios.
¿Qué decir de la remuneración a los docentes?
Ahí estriba una de las causas más importantes del
abismal descrédito que aflige a quienes deben ser
vistos y tratados como los instrumentos de nues-
tro futuro. Pues a esos instrumentos los hemos
mellado, oxidado y escupido. En términos abso-
lutos, ajustados por el poder adquisitivo, el sala-
rio promedio anual de un maestro en la Argenti-
na es de 6.165 dólares. En cambio, en Chile es de
10.600, en Estados Unidos asciende a 24.100 y
en Alemania a 28.400. Quizá se entienda mejor el
asunto si observamos la tendencia, porque expre-
sa el ánimo que se inyecta en el espíritu del
docente mismo. La tendencia revela, por ejem-
plo, que si un maestro argentino recibía 100 pesos
en 1980, esa cifra bajó a ¡menos de la mitad en
1992! En el mismo período, en cambio, un maes-
tro chileno subió a 120 y en Uruguay a 125.
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de facilitador.
Se quería superar el viejo autoritarismo docen-
te –que existió y existe, con su corte de arbitra-
riedades, injusticias y grotesco–, pasando al otro
extremo, en el que ni siquiera se distinguen las
jerarquías. Era preciso que el maestro no fuese
superior al alumno, para que no afectara el desa-
rrollo de la autoestima estudiantil. No había un
supuesto saber por parte de unos y una supuesta
ignorancia por parte de otros. No. La igualdad
(mal entendida) debía mantenerse a ultranza.
Por cierto que esta metodología calzaba como
un guante en los alumnos con deficiencias esco-
lares. No tenían que demostrar sus progresos en
ninguna materia. La evaluación no se centraba en
los logros académicos, sino en la “socialización”,
la “solidaridad” y una presunta “seguridad inte-
rior” expresada por el desparpajo. Carol Innerst
calificó al sistema de locura metodológica.
Lo mismo ocurre en el nivel secundario. La
transmisión del conocimiento pasó a ser una
Cenicienta. Una encuesta del Ministerio de Edu-
cación sobre las prioridades demostró que a los
padres no les preocupa que sus hijos aprendan y
se conviertan en seres plenos; desean en primer
lugar que se los preserve de la droga y luego que
se los entrene para una salida laboral. Un por-
centaje notablemente menor piensa que el nivel
secundario debe proveer información, un porcen-
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CAPÍTULO VII
El nuevo lenguaje
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ANTES AHORA
Flaca de mierda Anoréxica
La calentura es mutua Hay química
Busco hombre para Busco alguien que me
acostarme contenga
Estar en banda Solos y solas
Espejitos de colores Todo por $2
Don Juan me manda Delivery
el pibe con el pedido
Chabombas y ñocorpis Lingerie
Seducción Demostrar que hay
efectivo
Bagayo Lo que pasa es que no
estoy producida
Me voy al boliche a Me voy a chatear
ver si engancho algo
La mina no entrega La minita histeriquea
Curandero, brujo Mentalista
Peluquería Salón unisex
Rascarse las bolas, pero Spa
caro
Viajar a cualquier parte Turismo de aventura
y como la mierda
Trolo Diferente
Piojo resucitado Entrepreneur
Acomodado político Asesor
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Loco de mierda Transgresor
Impunidad de Fueros
delincuente
Humildad Perfil bajo
Tocar de oído varios Consultor
temas
Que no me joda nadie Estoy en reunión
Trabajar en negro Pasantía
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es sobrevivir.
Su origen tiene matices diferentes, pero se
orienta hacia la categórica acepción argentina.
Podría venir de una expresión española marine-
ra que indica “quitar los estorbos de una cosa,
liberar, desembarazar”. También “escaparse o
esconderse para evitar un encuentro o un riesgo”.
“Excusarse de hacer una cosa.”
Zafarse, por otro lado, es perder los frenos.
Salir de cauce o de riel.
Carlos Ulanovsky, en su libro Los argentinos
por la boca mueren, agrega a estos vocablos otros
dos que, en conjunto, formarían la grotesca tetra-
logía idiomática con la que nuestro país atravesó
el cambio de milenio. Esos otros dos son: aguan-
te y bancar.
Bancar –según el autor– es un neologismo
que empezó a difundirse en la segunda mitad
de los años 70, cuando las instituciones creadas
para respaldar los ahorros dejaron de hacerlo y
desbancaron a mucha gente. Ahora es frecuente
escuchar “no te banco más”, que significa no te
soporto más, o no te tolero más. Por el contrario,
bancársela es armarse de fuerza y paciencia para
hacerlo; también asumir una responsabilidad. La
palabra adquirió vuelo propio y casi ni recuerda
su cuna exclusivamemte financiera.
Aguante, en cambio, tiene más parentesco con
la resignación que con el resistir. “Si esto no es
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CAPÍTULO VIII
¡No es la economía,
estúpido!
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Mencioné la impunidad.
En mayo del 2000 se sancionó a un paseador
de perros por haber matado a un bóxer de un pun-
tapié en el hígado. El juez lo sentenció a pagar
una indemnización y cumplir un trabajo comu-
nitario de cuatro meses en un hospital público.
Algunos consideraron insuficiente la pena.
Para la Argentina era un hecho insólito. Pero,
débil o fuerte la pena, hubo sanción en un país
donde la regla es esquivarla.
Hace un par de siglos –me ilustró Claudio
Zin– el jurista italiano Cesare Bonessana, mar-
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CAPÍTULO IX
¡Aguante Argentina,
todavía!
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buenos datos.
Se puso en marcha un plan llamado maestro
+ maestro para disminuir la repetición de grado
y el abandono de la escuela que afecta a millares
de alumnos. La situación alcanza sus niveles más
críticos, por supuesto, donde las aulas contienen
más cantidad de estudiantes, las cooperadoras se
revelan anémicas y la infraestructura desata el
llanto.
Este plan ha comenzado en los establecimien-
tos de los barrios más pobres de la Capital Fede-
ral. Consiste en agregar al maestro de grado un
docente auxiliar que tiene varias funciones: traba-
jar en forma personal con los niños que muestran
más dificultades, hacerse cargo del aula cuando
el otro maestro sale a capacitarse o acompañar al
docente principal en el desarrollo de las clases.
En lugar de excluir a los chicos con problemas
de aprendizaje y estigmatizarlos como repetido-
res, se trabaja con ellos en la misma escuela para
hacerles remover los obstáculos, que a menudo no
son graves.
El método tiene otros aspectos importantes:
incluir a los padres, a quienes se les enseña cómo
estimular a sus hijos, relacionar la lectura con
el placer y fomentar la participación de todos
mediante el aporte de materiales para la bibliote-
ca y juegoteca, aunque sea con guías telefónicas,
revistas, folletos y objetos fuera de uso.
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