Cignoli La Cuestion Regional en El Posfordismo
Cignoli La Cuestion Regional en El Posfordismo
Cignoli La Cuestion Regional en El Posfordismo
Alberto Cignoli 1
Bauman señala que las elites siempre fueron más cosmopolitas que el resto de la población y
tendieron a crear una cultura propia, que subestima las fronteras de las culturas
1 Centro de Estudios del Desarrollo Urbano - Universidad Nacional de Mar del Plata - e-mail: [email protected]
territorializadas. Hoy surge una asimetría entre la naturaleza extraterritorial del capital y la vida
cotidiana de la población. Bauman señala también como motivo de preocupación actual, la
progresiva ruptura de comunicación entre las elites, cada vez más cosmopolitas y el resto de la
población cada vez más localizada. Uno de los rasgos de la polarización social sería, en
función de las posibilidades de desplazamiento, la que se da entre “nómades” y “sedentarios”;
en una sociedad de consumistas, la libertad de elegir donde estar es indicativo de posición en
la estructura social.
Según Michel Storper, en lo que se refiere a la actividad industrial no existe ninguna relación
automática entre trasnacionalización y desteterritorialización, entendida esta como disminución
de una actividad específica en cierto lugar o de la menor dependencia de dicha actividad
específica con respecto a lugares específicos. Cualquier intento de territorialización tendría que
apoyarse en tres factores: la presencia de economías “externas” y “de aglomeración”, de la
existencia de un cúmulo de conocimientos y desarrollo tecnológico suficiente y de una política
consistente y sostenida e instituciones de promoción eficientes. Otro factor que debería tenerse
en cuenta es el de que los salarios no superen los mínimos mundiales. Este autor observa que
parecería que gran parte de la innovación tecnológica se diera en contextos territoriales, es
decir, que la proximidad territorial sería causa y no efecto de la innovación tecnológica. Storper
agrega que las inversiones directas de empresas trasnacionales, aparentemente son atraídas
por centros de innovación tecnológica de países periféricos (casos de São Paulo, Corea,
Singapur y Tailandia).
Storper deduce de sus análisis, que los esfuerzos más exitosos para impulsar el desarrollo
nacional o regional, resultan ser los que se aplican a la creación o mantenimiento de centros de
producción, aquellos cuya inserción en los mercados mundiales no se fundan en costos de
producción sino en la calidad de los recursos y en las redes de interdependencia de actividades
–no solo comerciales-, recursos que no resulten fácilmente sustraíbles de su contexto territorial.
En conclusión, que la internacionalización no elimina necesariamente la territorialización. Una
actividad puede ser definida como territorializada cuando su rentabilidad depende de su
localización y tal localización es específica del lugar, es decir, cuando se procesan recursos no
existentes en otro lugar o no pueden ser fácil o rápidamente creados o imitados en lugares que
no los tienen.
Las dos piernas en que se sustentó el régimen de acumulación fordista fueron: una, el aumento
de la productividad del trabajo, que se tradujo en el aumento del poder adquisitivo de los
asalariados y el consecuente consumo masivo de bienes de uso durables; y la otra, la
aplicación de políticas keynesianas, es decir, la intervención estatal para garantizar cierto grado
de equidad social, protegiendo a los más expuestos a los riesgos y contingencias de la
sociedad industrial capitalista.
A mediados de los setenta, luego de la notable y sin precedente expansión económica de las
décadas anteriores, por una serie de factores que no cabe analizar aquí, el régimen de
acumulación fordista hace crisis, crisis que implica el fin del keynesianismo, la limitación del
crecimiento económico y el colapso del acuerdo social de posguerra entre el capital y el
trabajo, en detrimento de éste.
Considerar la región como campo de acción pública constituyó un rasgo del Estado durante el
régimen de acumulación fordista. Se trataba de regular las contradicciones del desarrollo
geográfico del capitalismo que es "desigual y combinado." La evidencia empírica comprueba
que, en general, los planes regionales se referían a unidades territoriales en las cuales se
presentaban problemas o conflictos sociales de distinto origen -incluidos los debidos a
fenómenos naturales- que devenían políticos; es decir, planes que se referían a “regiones-
problema”.
Según Milton Santos, el espacio móvil y aleatorio de los flujos se modela según criterios
instrumentales exógenos al cotidiano vivido y al marco geográfico locales. Es así como cada
lugar sería simultáneamente objeto de una lógica global y de una lógica local, resultando una
síntesis dialéctica de ambas.
El territorio ofrece la ventaja de dar a las propuestas un contenido concreto por la necesidad de
que sean insertadas en paisajes reales. El término “acción regional” no es sinónimo de
“economía regional”, el primero trasciende el análisis e incluye la dirección voluntaria. El
término “gestión” responde a la necesidad de adecuar la acción a la dinámica actual de los
acontecimientos, que requiere velocidad de respuestas y la interpelación de los actores
sociales involucrados. Tomás Maldonado define la gestión como el comportamiento
cognoscitivo y operativo mediante el cual se trasforma información en acción, por lo tanto es un
proceso condicionado por el universo en el cual actúa.
La gestión del territorio no constituye una pura operación técnica, no es una práctica científica
que genera propuestas “objetivas” y políticamente “neutras”, por el contrario, implica un
conjunto de opciones políticas.
A comienzos de los años noventa, Manuel Castells convocaba a los gobiernos locales
“representantes del espacio de los lugares”, a federarse a través de redes informáticas, para
implementar proyectos que preservaran el significado de las ciudades y el bienestar de
nuestras sociedades, controlando el avance del espacio global de los flujos, que se apoyarían
“en las poderosas fuerzas desatadas por la tecnología de la informática". Apostaba así al
resurgimiento del poder local como alternativa a la nación-estado “burocratizada y carente de
poder funcional”. Apelaba al antecedente del papel desempeñado por las ciudades-estado del
mercantilismo, capaces de involucrarse en estrategias mundiales de negociación con “los
poderes económicos trasnacionales”. Esa idea esta presente en la conceptualización de las
“ciudades globales”, de la que Jordi Borda es el mayor difusor en el campo del urbanismo y
Saskia Sassen en el de la literatura especializada.
Correlativamente, en estas y otras tierras, se están vinculando los proyectos regionales al auge
de los municipios. Surge la noción de “desarrollo local”, que estaría más cerca del “desarrollo
humano”, entendido éste como la atención de los requerimientos de bienestar y calidad de vida
de la población. Por otra parte, la proximidad de los gobiernos locales a sus bases sociales de
sustentación, facilita el ejercicio de una democracia participativa que supere la separación cada
vez mayor entre gobernantes y gobernados, propia de las democracias representativas.
En cuanto al gobierno local y la democracia participativa, conviene acotar que desde el punto
de vista del “neoliberalismo”, la comunidad local es sinónimo de armonía, de cooperación, de
superación de las contradicciones y conflictos que atraviesan a la sociedad global. La
vinculación del gobierno local con la democracia directa tiene sentido en la medida que
signifique el pleno ejercicio de la ciudadanía, es decir, la práctica política de individuos
reflexivos y críticos. El desarrollo local como objetivo, puede generar una movilización de
ciudadanos deseosos de recuperar la iniciativa en la gestión de la cosa pública. Existen
ejemplos de experiencias de este tipo: Barcelona, Bologna, Porto Alegre, entre otras.
6. La cuestión regional nunca figuró en los planes gubernamentales argentinos de los últimos
decenios. Los planes nacionales de desarrollo de los cincuenta y sesenta, formulados para
cumplir con requisitos que en la época exigían los organismos internacionales de crédito, se
componían de un diagnóstico sobre la marcha de la economía del país, un conjunto de
proyecciones y objetivos globales y sectoriales, las prioridades de la inversión pública -en
general proyectos de infraestructura- y la estimación de las demandas de financiación interna y
externa para concretarlas. La atención de las necesidades sociales se limitaba a una
declaración de intenciones y no se hacía referencia a la distribución del ingreso ni al desarrollo
regional.
A partir de 1976, fecha en que las fuerzas armadas ocuparon como corporación el aparato
estatal, la planificación en el sentido tradicional del término desaparece del discurso oficial.
Aquél año marca un hito en la historia argentina que -mediante el aniquilamiento o
desarticulación de los sectores sociales que habían constituido la base de sustentación de
proyectos populares- se caracteriza por el abandono de políticas de corte keynesiano y la
transformación destructiva de las fuerzas productivas del país.
Desde entonces y hasta hoy, el estado argentino prioriza la valorización del capital sobre el
bienestar social. Como secuela de esa opción abandonó por completo el “desarrollo regional”,
librando el territorio a los intereses estratégicos de la potencia imperial y de las corporaciones
trasnacionales.
El proceso de regionalización deviene, en gran medida, del despliegue del capitalismo sobre el
espacio geográfico. Lo que suele presentarse como desigualdades o conflictos regionales, en
realidad son conflictos o contradicciones entre fuerzas sociales localizadas territorialmente.
Ninguna planificación regional de por sí, podrá superar las relaciones sociales del modo de
producción vigente; lo que puede lograr es la absorción y canalización del excedente originado
endógenamente. Entonces, se entiende aquí como planificación, acción o gestión regional a la
política o conjunto de políticas, tendientes a hacer más equitativa la distribución territorial de
recursos, niveles de ingreso y bienestar social.
Hoy se presentan dos escollos para la acción regional. Uno es la ausencia de políticas
nacionales que sirvan de marco referencial; durante los últimos lustros, los sucesivos gobiernos
se han limitado a afrontar problemas coyunturales derivados en general, del endeudamiento
externo ya que han considerado los créditos de ese origen como factor básico de la
acumulación de capital. El otro escollo, deviene de que el desarrollo regional implica
crecimiento y el país padece una ya larga y sin precedente recesión económica.
Para que el plan resulte consistente es indispensable identificar los factores que determinan la
estructura socioeconómica de la región (tipos de actividades urbanas y rurales, formas
laborales, grados de concentración de la renta, la propiedad y la producción, niveles de
ingresos, de educación y formación profesional y de salud de la población). En fin, la
caracterización de las relaciones sociales de producción existentes, caracterización que resulta
esencial para identificar a los actores sociales que se involucrarán en un proceso de
transformación productiva que afectara intereses de distintos signo.
En lo que se refiere a la industria, cabe señalar la situación actual de dicha actividad en el país.
Se constata la creciente primarización de la producción manufacturera, el mayor dinamismo
exportador se sustenta fundamentalmente sobre explotaciones de recursos naturales, que
adicionan poco valor agregado y encadenamientos productivos pocos significativos. Además
muchas de las grandes firmas producen con gran proporción de componentes importados. Si la
nueva política cambiaria conduce a un proceso de sustitución de insumos importados puede
generar una demanda que reactive a las pequeñas y medianas empresas. La radicación de
“distritos industriales” constituidos por redes de pymes interdependientes, resulta un camino
por explorar.
En todos los casos el desarrollo regional requiere una adecuada dotación de infraestructura
(redes energéticas, de vías de circulación y de comunicaciones) y no puede dejarse de lado el
bienestar y la educación de la población, a la asistencia médica y provisión de servicios
sociales, hoy más que nunca, se requiere una formación de la fuerza de trabajo adaptada al
ritmo de la innovación tecnológica.
La gestión regional supone un notable esfuerzo de coordinación con el fin de alcanzar los
objetivos propuestos. Implica trascender puntos de vista meramente sectoriales, en función de
una perspectiva totalizadora. Quizás el paso más difícil de dar es el que va de lo conceptual a
lo operativo; ello requiere de una real transformación de las estructuras administrativas. Para el
desarrollo de una acción de conjunto coherente, que impida decisiones parciales y posibles
efectos contrapuestos. Parecería conveniente, recogiendo los resultados de experiencias de
otros países, la creación de “células” de promoción y coordinación que resulten “focos
dinamizadores”, compuestos por representantes de los actores públicos y privados
involucrados en el proceso. Este criterio parece preferible al de la creación de una nueva
instancia estatal que se agregue a las ya existentes (nacional, provincial, municipal,
aumentando los conflictos interburocráticos).
REFERENTES BIBLIOGRÁFICAS
HOLLOWAY, J. (1994) “Marxismo, estado y capital”. en Cuadernos del Sur. Ficha temática nº5.
Buenos Aires, Tierra del Fuego.