REVISTA LULÚ - Antologia
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REVISTA LULÚ - Antologia
Antología
(1991/1992)
Debussy, como Beethoven, es autor de única ópera. Sin embargo fueron varios
sus proyectos para el género. Su problema era hallar un libro acorde con sus
principios estéticos. Tuvo ocasión de leer la pieza del belga Maurice
Maeterlinck apenas publicada en 1892 y al año siguiente la vio representada en
París. En una visita a Gante consiguió el visto bueno del escritor que hasta le
sugirió los cortes posibles. Un primer boceto quedó pronto en 1895 y un
segundo, corregido, en 1897. La mediación de André Messager apresuró su
estreno en la Opéra Comique el 30 de abril de 1902. Hoy sería difícil imaginar
el éxito de una puesta del drama original por su simbolismo y fatalismo, tan
ajenos a los tiempos que corren. Su filosofía pesimista atrajo a Debussy y a
otros músicos, como Fauré, Sibelius, Schoenberg, y hasta Puccini concibió la
idea de transformarlo en ópera. Esa misma filosofía fue cara a los franceses
entre las dos guerras mundiales, como lo testimonian, por ejemplo, los films de
Duvivier y Carné. Deben haber atraído a Debussy la simplicidad del lenguaje, la
intemporalidad del escenario y la expresión del drama por sugestión e
implicación más que por la contundencia de los hechos. El compositor tuvo, en
consecuencia, total libertad para conjurar la enrarecida atmósfera de ese
mundo de mar y sol, de sombríos castillos y bosques y sofocantes
subterráneos, donde sus desvaídos personajes representan su destino
triangular. La escritura musical es esencialmente sinfónica, las escenas son
cortas y están ligadas por interludios que forman un ininterrumpido tapiz
orquestal; sobre el que las voces declaman sus frases en un "quasi recitativo",
que a veces deviene un "arioso", cuyo pulso y cadencia nacen del ritmo del
lenguaje hablado. Los varios motivos conductores son usados en forma menos
explícita y obvia que en los dramas wagnerianos. La prosodia debussyana más
más fluida, la orquestación más austera y transparente, y en contraposición a
Wagner, lejos está de Debussy la intención de someter emocionalmente a su
audiencia. Pese a su carácter de pieza no convencional del repertorio lírico,
Pélleas ha sido muy favorecida por el disco. Luego del registro histórico de
Roger Desormiere do 1941, se sucedieron el de André Cluytens (1957), los de
Ernest Ansermet (1951 y 1964), Jean Fournet, Désiré Inghebrecht (1962, en
vivo), Serge Baudo, Pierre Boulez (1969), Karajan (1979) y John Carewe
(1988), digital como el de Dutoit, que Decca grabó el año pasado en la
pequeña iglesia de St. Eustache, donde hace todas sus grabaciones la
Sinfónica de Montreal.
Tal vez ninguno de los registros enumerados sea tan fiel como éste a los
propósitos del compositor, que otorga prioridad al texto a insiste en que "la
música solo debe insinuar lo expresado por la palabra". A tal efecto, Dutoit ha
preferido un elenco totalmente francés a uno de divos, consiguiendo una
versión no solo idiomática en estilo (las prolijas anotaciones de Debussy son
cumplidas al pie de la letra), sino también en cuanto a la atención prestada a
las sutilezas de la dicción y de la caracterización dramática de los personajes.
En lo referente a la dirección, la búsqueda de la clara definición y sentido de
cada detalle y de la total transparencia de las texturas, no ha devenido en una
ejecución árida. Por lo contrario, salen ganando la sensual belleza de la
partitura, la fluidez del discurso, el cambiante colorido do la orquestación y el
valor dramático de la obra.
Pocas veces, como en este caso, se puede afirmar que un registro marca un
hito en la historia de la música contemporánea, revelando desde una renovada
perspectiva la producción de un compositor mal conocido, entre otras razones,
porque un registro completo anterior hecho a fines de los '50 ofrecía un
enfoque desmañado, inconexo e ilógico. Obviamente, el pionero Robert Craft,
gestor de esa primera empresa, tuvo que lidiar con no pocos tropiezos,
principalmente con la falta de partituras y la mala disposición, cuando no la
hostilidad, de los músicos a sus órdenes para con una música nueva y extraña.
Veinte años más tarde, las grabaciones de Pierre Boulez, hoy disponibles en
CD, lógicamente se beneficiaron con los avances logrados en materia de
comprensión y ejecución de la música de la vanguardia anterior a la Segunda
Guerra. Eso no es todo. El lúcido enfoque de Boulez supo aunar con convicción
la horizontalidad de esta música con un amplio legato cantabile, fiel a las
intenciones de Webern. La melodía fluye de uno a otro instrumento, las frases
se corporizan bellamente, el balance interno es exacto, los matices de la
dinámica son claramente diferenciados, como lo piden los pentagramas. La
adecuada realización de una música tan refinada y sofisticada exige una honda
comprensión así como que esta sea asimilada y compartida por los
ejecutantes. En ese sentido, la Sinfónica de Londres y el distinguido cuadro de
solistas, respondieron con virtuosismo y aliento lírico sin pares. Luego del estilo
tradicional de la Passacaglia Op. 1, las Cinco Piezas para cuarteto de cuerdas,
Op. 5, marcan la ruptura de su autor con la tonalidad. Este álbum las incluye,
tanto en su versión original como en la para orquesta de cuerdas de 1930.
Pese a la belleza de la ejecución del Cuarteto Juillard, la versión orquestal
resulta más rica y elocuente. La brevedad y el puntillismo tan típicos de Webern
causan un impacto más fuerte con el colorido orquestal, como lo demuestran
las Seis Piezas Op. 6, cuyo encanto es captado por Boulez en forma notable.
Las versiones de los solistas son también de altísimo rango. Difícilmente se
tenga ocasión de escuchar las Piezas para cello Op. 11 tocadas con la
sensibilidad con que lo hacen Piatigorsky y Rosen. Pero en su mayoría los
solos de Webern son vocales y revelan en sus partes instrumentales algunos
de sus más audaces experimentos técnicos. Las sopranos Harper y Lukomska
comparten el serio compromiso consiguiendo de manera admirable fundir sus
voces con los instrumentos en una unidad integral. Ese proceso de unificación
del fragmentario contrapunto de Webern es también la clave del suceso de las
versiones del Cuarteto Juillard de dos obras maduras: el Trío Op. 20 y el
Cuarteto Op. 28.
A lo largo de estos tres CD, muy a menudo se preguntará el oyente como un
arte que deliberadamente se apartó de tantos de los tradicionales medios de
expresión, consigue aun ser expresivo. La respuesta se sumariza en las tres
últimas obras de Webern, las dos Cantatas y las Variaciones orquestales Op.
30, de las que Boulez revela todo el austero poder del contrapunto puro a partir
de una melodía de extraña simplicidad, sin temas ni tonalidades. ¡Tensión y
drama en solo 7 minutos! Este álbum no abarca toda la producción de Webern;
las piezas póstumas quedaron para un segundo volumen que es de esperar
este en los planes de Sony. En cambio, encierra dos curiosidades: la
orquestación de Webern de la Fuga (Ricercata) n° 2 de la 0frenda musical de
Bach y de las Danzas alemanas D. 820 de Schubert, estas últimas grabadas
por Webern en los estudios de la Radio de Frankfurt en diciembre de 1932.
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Edgardo Kleinman
Sobre: Nancarrow. Estudios para piano mecánico (volumen 5).
Wergo CD 6065-50 - 51'05"
Conlon Nancarrovv es, sin duda, uno de los más extraños y apasionantes
compositores de nuestro siglo. Nacido en los Estados Unidos en 1912., peleó
en las filas republicanas durante la Guerra Civil española. Al pretender regresar
a su país, las autoridades no le permitieron la entrada, y se estableció en
México. Allí vive desde comienzos de la décadas del '40. Si exceptuamos obras
tempranas tales como el Cuarteto para cuerdas y algunas composiciones para
piano y violín, la totalidad de su producción posterior a 1949 corresponde a
“Estudios para piano mecánico”: unas cincuenta obras de duración variable
entre uno y diez minutos. Partiendo de un sistema de reproducción obsoleto
como lo es el piano mecánico (más conocido por el nombre de una marca muy
difundida a comienzos de siglo: Pianola), sus obras fueron compuestas
directamente en rollos de papel, perforados con absoluta precisión.
Estos Estudios, de los cuales el volumen 5 de Wergo incluye los núms. 42, 45,
48 y 49, completan en gran medida la edición de la obra de Nancarrow, dado
que previamente habían aparecido los cuatro primeros volúmenes (Wergo
6168-2, 6169-2, 60166-50 y 6016750). Uno de los Estudios incluidos en el
volumen que comentamos, el núm. 48, es para dos pianos mecánicos (como
también lo son los núms. 40, 41 y 44).
Entre las características más salientes de estas obras ocupan un lugar
preponderante los procedimientos rítmicos. Nada emerge con tanta claridad en
Nancarrow como su apasionado interés por el ritmo, con sus abruptos cambios
de métrica, superposiciones de diferentes tempos, la utilización del rubato, etc.
Otro elemento esencial de su música es la textura polifónica, con una
variadísima gama de procedimientos, como la llamada "resultante" producida
por la combinación y fusión de dos o más voces rítmicamente independientes,
y la utilización de la polifonía compuesta, con claros antecedentes de Ives. La
audición de estos Estudios permite también apreciar la trasmutación de
materiales de origen popular: el boogie-woogie, el ragtimes, el blues y hasta
elementos del folclore español o mexicano, todos presentados
fragmentariamente, con tempos "espásticos", con glissandos y trémolos
ejecutados a velocidad solamente alcanzada por medios mecánicos.
El sonido del piano mecánico de Nancarrow no difiere de aquel de las viejas
pianolas que uno asocia a los bares y cafetines del lejano oeste
norteamericano, imágenes más difundidas que las de nuestros prostíbulos,
donde también abundaban. Ese sonido hueco y de agudos metálicos,
claramente limitado en sus posibilidades expresivas, está sin embargo muy
alejado del anacronismo. Imaginar estos mismos Estudios en un piano actual
de buena calidad equivaldría a imaginar el sonido de una obra de Cage para
piano preparado emergiendo de un teclado con sampler. Los textos que
acompañan el CD, escritos por James Tenney, son excelentes, pero el oyente
que desee penetrar aun más en las complejas estructuras de estos Estudios,
puede recurrir a un pequeño pero definitivo libro sobre el tema: The Player-
Piano Music of Conlon Nancarrow, de Philip Carlsen, editado por el Institute for
Studies in American Music Monographs (núm. 26), Brooklyn College of the City
University of New York. Ligeti considera la música de Nancarrow el más grande
descubrimiento desde Webern a Ives. Su conocimiento es absolutamente
indispensable.
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Guillermo Saavedra
Sobre: Botho Strauss. Crítica teatral; las nuevas fronteras.
Traducción de Carlos Piechocki. Barcelona, Gedisa, 1989, 230
págs.
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Carmelo Saítta
Sobre: John Paynter. Oír aquí y ahora. (Una introducción a la
música actual en las escuelas). Traducción de Juan Schultis.
Buenos Aires, Ricordi, 1991, 118 págs.
Edgardo Kleinman
Sobre: Circuit - Revue Nord - Americaine de Musique du XXe Siècle,
Les Presses de L'Université de Montreal (Canadá). Volumen
1/Volumen 2, Nros. 1-2, 1991.
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Oscar Edelstein
Sobre: Francisco Kröpfl. Música 66. Piano 13480. Ricordi
Americana.
Esta obra fue escrita como ejercicio de acciones básicas para los cursos de
composición dictados por Kröpfl durante la década del '60.
Las posibilidades de evolución de estas acciones básicas o eventos mínimos
en su localización formal son tomadas en reemplazo de aquellas que, en el
discurso tradicional, ocupaban los motivos o unidades temáticas.
Así, los comportamientos complejos que conforman las diferentes
superposiciones (texturas) de estos elementos, pueden ser precisados y
extendidos a la forma global.
Las acciones mencionadas son definidas como unidades de altura (alturas
puntuales y alturas globales -bandas cromáticas-) y unidades de tiempo
(puntuales, globales –acciaccaturas independientes- y acciaccaturas
dependientes al comienzo o final de valores de duración puntuales), más
ornamentos (dobles o triples articulaciones, mordentes o trinos o trémolos,
arpegios o bandas o desplegadas); las alturas no surgen de una serialización
previa, sino que se articulan desde sus relaciones de grado y teniendo en
cuenta el movimiento melódico o las relaciones verticales Para obtener una
planificación acomodada a la necesidad expresiva.
Los eventos o acciones básicas de Música 66 fueron concebidos desde un
principio a modo de un repertorio de signos gráficos. Esta representación de
eventos sonoros se basaba predominantemente en la analogía entre
magnitudes temporales y de espacio gráfico, criterio muy difundido en la
década del 60."
Las unidades correspondientes a las dimensiones de unidades de altura y de
unidades de tiempo antes mencionadas, se asocian en diversas combinaciones
constituyendo acciones básicas de diversas características:
A los ornamentos, a la vez, se les puede aplicar las unidades de tiempo
puntuales en su organización rítmica.
Un aspecto a destacar en Música 66 es el procedimiento de enmascaramiento.
Se trata de ‘ocultar’ el momento de aparición de eventos por contrastes súbitos
de la intensidad, distancia en registro y/o velocidad combinada."
Todo el material analítico de la pieza está en la partitura: las unidades de
tiempo y altura utilizadas, el esquema formal de la primera y segunda parte con
sus distintas secciones, un breve y acertado análisis de la pieza y las
instrucciones de ejecución para algunos comportamientos. Esto hace de la
edición de Música 66 un material muy útil para estudiantes e intérpretes, una
pieza que enseña múltiples recursos de formalización y puesta, de control y
extensión de unidades básicas a procesos complejos de estructuración,
repasando, por uso en repertorio, varios de los comportamientos habituales en
el lenguaje musical contemporáneo.
Más allá del proyecto didáctico expresado, está la obra muy lejos de esas
aproximaciones; sonando, la pieza enmascara también sus relaciones
elementales, los rasgos distintivos mínimos y las clasificaciones de orden se
presentan solo como imágenes mentales definidas en un espacio menos
concreto. Los materiales, pulverizados y dispersos, adquieren en la sucesión,
una movilidad que solo permite el seguimiento estadístico; el que escucha es
tomado por esos puntos, bloques y líneas, sintiéndose obligado a la destreza
de subdividirse. El ejercicio propuesto entonces, transporta, se multiplica.
La relación -por oposición- con el discurso tradicional, una composición
acertada de los distintos niveles de organización, una forma fuerte o precisa
que utilice elementos discretos en complementos o en superposición, una
controlada marcha de intervalos de altura o de tiempo, solo predispone, sitúa,
ubica, lejos..., claro, en esta otra selección que puede ejercitar el que escucha
atento.
En ella, siempre menos civilizada que algunos números de orden, lo de 66 no
obtiene mayor beneficio que la exploración de esos años de la vida, o el juego
de inversión real (99) que colocaría a la cifra en posibilidad de ser utilizada
hacia adelante, en aproximados 8 años de reloj. Más o menos lejos de la
actualidad, las fechas se integran con el título en esta obra, fijándola en la
década del 60. La pieza se ve entonces libre de los tiempos actuales, original
(por duradera) y solo tardía en su edición.
Pero lo que justifica plenamente haber editado esta obra 30 años tarde, es la
actividad que supongo provocará en los músicos cuando los datos cesen;
cuando las relaciones queden solas contra la memoria o en la música del
piano; reconstruyendo o transfigurando una a una las limitaciones del número,
de los procedimientos, de las mecánicas. O de las fechas y su vínculo con
otras obras de estudio, de experimentación, de búsquedas, de enseñanzas
verdaderas, ocultas detrás de la precisión y el encantamiento.
Música 66 fue estrenada por Renato Maioli y existe una gran versión inédita, de
Gerardo Gandini. La grabación de Gandini se podría editar en el 2022 para que
los cálculos no provoquen alguna confusión que altere la normal evolución de
las estructuras.
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Carmelo Saítta
Sobre: César M. Franchisena. Trío (de las proporciones). Para flauta,
clarinete y piano. Compositores argentinos del siglo XX. BA
13477. Ricordi Americana, 1990.
Dramaturgia
Para describir las condiciones del hombre moderno que renuncia a cualquier
tipo de ataduras, se recurre a menudo al concepto existencial. La concepción
existencialista, en su sentido más amplio, donde se hace valer una
"existencialidad”, asume también las formas de la dramaturgia: nace así un
teatro donde se ubica en primer plano no el hombre que actúa, sino situaciones
en las que evidencia su posición existencial; un teatro de situaciones: Torneo
nocturno, de Malipiero, El prisionero de Dallapiccola, Intolerancia 196” de Nono,
Hyperion de Maderna. En esta viva tradición se instala el Doktor Faustus. Se
presentan aquí situaciones límites de Leverkühn: las aventuras eróticas, la
enfermedad, dos encuentros bien distintos con la muerte, el acto creativo de la
composición, el amor por los hombres; algunas veces el simbolismo de las
situaciones requiere la alegoría: el locus amoenus con ninfas y piano, el pacto
con el diablo y, finalmente, la "escena de la locura", que en el teatro musical
asume una significación alegórica: la apertura musical a lo nuevo. Donde,
sobre el plano psicológico, todo está en disolución, una vez más la música lo
asume; donde el canto calla (Epílogo), cantan los instrumentos (y las melodías
vocalizadas de las Escenas sinfónicas vuelven a ser tomadas por la orquesta);
en la música "diabólica" del héroe, Manzoni reconoce implicancias sociales,
prefiguraciones de una nueva sociedad. El doble nivel de la novela (tiempo
narrativo y tiempo narrado) se transforma en el doble nivel de la música como
medio expresivo y como protagonista; y mientras a menudo la música se limita
a comentar acciones y sentimientos de los personajes, son entonces las figuras
del Doktor Faustus quienes comentan la música. La dramaturgia es una
dramaturgia musical por excelencia.
T. W. Adorno
T. W. Adorno
Tono
Paisaje de montaña
No puedo evitar la tentación de hablar del apellido de Berg, ese apellido que él
pronunciaba con tanto calor, sin añadir otra cosa, cuando descolgaba el
teléfono. Cuando pronunciaba su nombre era como cuando otras personas
dicen "yo". Nunca he conocido a nadie que se pareciera tanto a su nombre.
Alban: es una mezcla del elemento católico-tradicional -los padres tenían una
tienda de objetos de devoción- y del elemento escogido, refinado, al que este
hombre fiel nunca renunció a pesar de todo su rigor y disciplina constructivos.
Berg: su rostro era un rostro-montaña, un rostro montañoso en el doble sentido
de que tenía los rasgos de un nativo de los Alpes y de que él mismo recordaba
en cierto modo a un paisaje de montaña debido al noble arco de su nariz, su
boca de Iíneas finas y suaves, y esos ojos profundos y enigmáticamente vacíos
que brillaban como los lagos alpinos. De estatura extraordinaria, pero al mismo
tiempo frágil, como si no diera su propia talla, solía encorvarse hacia delante.
Sus manos, y sobre todo sus pies, eran asombrosamente pequeños. Figura,
actitud y mirada tenían un no sé qué que recordaban al gigante torpón y
soñador. Era fácil imaginar que todas las cosas pudieran parecerle más
grandes de lo normal y causarle temor, tal y como se cuenta de los caballos.
Tal vez el elemento microscópico de sus composiciones fuera una respuesta a
esto: los detalles son mínimos, infinitesimales, porque el gigante los contempla
como a través de unos anteojos de teatro. Incluso tomada como un todo, su
música resulta a la vez desmesurada y frágil, el propio reflejo de Berg. Sus
reacciones eran por lo general lentas, pero de pronto fuertes y bruscas. Sin
duda por eso admiraba tanto el ingenio, la viveza y rapidez espiritual; esta
admiración Ilegaba tan lejos que él mismo desarrolló un talento propio para los
chistes y los juegos de palabras, por lo general sombríos. Un alumno no muy
dotado al que preguntó si tenía oído absoluto le contestó con impertinencia:
"No, gracias a Dios". Berg adoptó enseguida ese "gracias a Dios" y raras veces
dejaba de usarlo con ocasión de experiencias molestas y desagradables.
Construcción
Ausencia
Me resulta difícil describir al Berg profesor, porque lo que aprendí de él caló
hasta tal punto mi propio ser musical que todavía hoy, después de cuarenta
años, no he conseguido ganar la suficiente distancia para hablar de ello.
Cuando me presenté a él había aprendido ya en lecciones privadas con
Bernhard Sekles todo lo que se enseña en el conservatorio, exceptuando el
contrapunto a cuatro voces de Palestrina, que aprendí más tarde. Desde
nuestra primera clase, después de haberle mostrado algunas cosas mías, Berg
decidió no hacer conmigo nada propiamente escolar ni formal, ni tampoco eso
que corre por las academias con el nombre de "composición libre", sino tratar
conmigo sobre mis propias composiciones. Para tener una idea adecuada de
cómo era una clase con él hay que recordar cuál era su específica musicalidad.
También como profesor reaccionaba lentamente, incubando sus ideas; su
fuerza procedía de su imaginación espiritual y de su disposición, a lo que se
añadía una intensa y original fantasía en todas las dimensiones de la
composición; ninguno de los nuevos compositores, ni siquiera Schoenberg y
Webern, eran hasta tal punto lo contrario de los músicos de aquellos años, que
se esponjaban con su ideología. Normalmente examinaba con detenimiento lo
que yo le traía y buscaba soluciones para los pasajes en donde yo no había
sabido cómo seguir. Nunca evadía hábilmente las dificultades ni pasaba por
encima de ellas, sino que iba directamente al nudo del problema. Si alguien
sabía hasta qué punto cada compás bien compuesto es un problema y una
obligada elección entre varios males, éste era Berg. En consecuencia, educaba
mi sentido para el nivel formal musical, me vacunaba contra todo lo no
articulado, lo vacío, y sobre todo contra los rudimentos mecánicos y monótonos
que podían deslizarse en medio de un material de composición ya libre. Lo que
ejemplificaba a base de casos singulares parecía tan evidente que quedaba
grabado para siempre en la memoria. Así, por ejemplo, en el acompañamiento
de un Lied al que yo concendía mucha importancia me criticó la sobreutilización
de terceras mayores, a las que era muy propenso en aquella época, y de esta
manera me curó de una vez por todas de la sobreabundancia armónica. Tenía
mucho empeño en la multiplicidad de figuras distintas entre sí, incluso dentro
del espacio más reducido, aunque, como es lógico, después siempre estaba
dispuesto a buscar una mediación entre ellas. Todas las correcciones Ilevaban
la inconfundible marca de su carácter. Tenía el cuño de compositor demasiado
arraigado como para poder ponerse en lugar de otro, como se suele decir; por
eso, cualquier persona mínimamente experimentada podría identificar
fácilmente los pasajes de mis composiciones retocados por él. Pero por mucho
que las soluciones Ilevasen su cuño no dejaban por ello de demostrar una
necesidad objetiva, nunca eran forzadas. Con gran ternura, Berg se aplicaba
en librarme de mis inhibiciones en materia de composición y me daba siempre
ánimos, al contrario de lo que hacía Schoenberg con sus alumnos. Creo que
desaprobaba mi dedicación a cosas ajenas a la composición. Afin de evitar que
me perdiera demasiado en los detalles, en detrimento del conjunto, o a fin de
avanzar en una pieza que me estaba haciendo desesperar, me aconsejaba no
esbozar durante largos pasajes más que una o dos voces o, en determinadas
circunstancias, incluso ninguna nota en particular y anotar solo los ritmos y
curvas de modo neumático; más tarde utilicé este truco en la técnica literaria.
Todas las indicaciones que me transmitió tuvieron el carácter de una
enseñanza doctrinaria bajo la autoridad de "nuestra escuela". En nombre de
ella me conminó desde nuestra primera lección a que adimentara cada nota,
casi simbólicamente, de un signo modificador; sostenido, bemol o becuadro. El
principio primordial transmitido por Berg era el de la variación; en realidad, todo
debía evolucionar a partir de otra cosa y sin embargo ser diferente. AI contrario
de Schoenberg, no le gustaban los contrastes violentos. Me dio una cantidad
no pequeña de reglas bastante sólidas que seguramente precisaban ser
modificadas y tampoco él tomaba a rajatabla, pero cuya drasticidad demostró
ser muy pedagógica, una manera de poder decidir sobre lo que se quería Ilevar
a cabo en cada caso. Así, en Iíneas generales distinguía entre dos tipos de
composición: el sinfónico, organizado de manera dinámica y rica en formas, y
el que él denominaba, seguramente con un término de Schoenberg, "pieza de
carácter": ésta debía definirse por un rasgo, de ser posible muy marcado, que
la distinguiera claramente de lo que la sucediera: el modelo eran los Lieder
según George y el Pierrot de Schoenberg.
Ya más entrado en años y con un mayor conocimiento del mundo, Berg
desarrolló una especie de diplomática estrategia de la vida -también para
compensar su aislamiento que era cada vez mayor con el paso de los años- de
modo muy similar a como le hubiera gustado a Benjamin, pero con mayor éxito.
Yo le Ilamaba el ministro de asuntos exteriores del país de sus sueños y él se
reía. Habrá habido pocas representaciones del Wozzeck en las que los
principales implicados, sobre todo los directores, no hayan recibido alguna
fotografía suya con generosas dedicatorias. En la actualidad habrá más de un
director de orquesta que pueda vanagloriarse de haber recibido el elogio de
que su dirección fue la mejor de todas; la verdad es que tal vez la única que le
pareció auténtica fue la de Erich Kleiber. Pero esta actitud del Berg maduro no
tenía nada de desprecio con las personas. Poco a poco había aprendido a
poner su generosa y servicial gentileza, en principio contraria al principio de
realidad, al servicio de éste, aunque sin parecer darse cuenta. He observado
muchas veces esto mismo en personas tímidas y vulnerables. En la medida en
que sentía que su antagonismo hacia lo establecido era irreconciliable
aceptaba sus éxitos, ya de entrada, como una serie de malos entendidos, de
manera que desarrollaba la táctica como su derecho de hombre. El que
quisiera moralizar al respecto se estaría haciendo portavoz de un mundo que
exige tanta más inmediatez cuanto más básicamente la impide. Berg volvía sus
propias armas contra él. Al adoptar su posición monadológica seguía las reglas
del juego mundano de inquebrantable autoconservación de lo individual, y de
esta manera defendía su integridad. Durante los once años que lo conocí
siempre sentí de manera más o menos clara que, en tanto que persona
empírica, nunca estaba del todo presente, nunca jugaba del todo el juego; esto
se veía muy bien cuando caía en momentos de ausencia, fielmente
reproducidos en la vacía expresión de sus ojos. No era idéntico consigo mismo,
tal y como predica el ideal intocable del existencialismo, sino que poseía una
inatacabilidad propia, incluso algo de una falta de participación, de una actitud
de espectador, del tipo que Kierkegaard despreció en lo estético solo por
puritanismo. Hasta la pasión, mientras se entregaba a ella, podía ser una
materia para la obra de arte; seguramente Wagner, abandonando mujer y
amante y escapando a Venecia para escribir allí el tercer acto del Tristan, se
comportaba de manera muy parecida; algo análogo han constatado Thomas
Mann, Gide, Proust. El existir empírico de Berg estaba sometido a la primacía
de la producción; él mismo se afinaba en tanto que instrumento propio, y la
sabiduría de la vida quo había adquirido solo pretendía crear las condiciones
necesarias para llevar su obra más allá de las flaquezas físicas y las
resistencias psicológicas. Sabía tan cercana la muerte que tomaba la vida
como algo provisional y solo se entregaba a eo quo podía perdurar, pero sin
dureza ni egoísmo. En Berlín salvó un día a un hombre a punto de ser
aplastado por el metro poniendo en peligro su vida. De manera elemental
estaba siempre dispuesto a regalar todo lo que tenía, también lo más precioso:
su tiempo. Su distancia frente a lo humano era más humana que lo que pasa
por humano entre los hombres. No se agarraba a su vida con uñas y dientes;
su vida estaba situada como bajo una claúsula de salvedad, a la vez narcisista
y generosa. Tal vez de ahí su ironía. Si es verdad que los intelectuales no
deben ser padres, entonces Berg era el menos paternal de todos; su autoridad
estaba completamente desprovista de una esencia autoritaria. Berg consiguió
no volverse adulto sin permanecer infantil.
T. W. Adorno
Prefacio
Este libro comprende dos estudios, escritos con un intervalo de siete años, y
una introducción. La estructura y el carácter del conjunto pueden justificar
algunas palabras aclaratorias.
En 1938 el autor publicó, en la Zeitschrift für Socialforschung un ensayo titulado
Sobre el carácter fetichista de la música y la regresión de la escucha. Ese
ensayo pretendía exponer el cambio de la función de la música actual, indicar
las modificaciones internas que los fenómenos musicales como tales sufren al
subordinárselos a la producción comercializada en masa y asimismo
determinar de qué manera ciertos desplazamientos o cambios antropológicos
de la sociedad masificada penetran hasta en la estructura del oído musical. Ya
entonces el autor proyectaba dar un tratamiento dialéctico a la situación de la
composición musical, la única que en verdad decide sobre la situación de la
música misma. Le saltaba a la vista la fuerza de la totalidad social, aun en
esferas, como la de la música, aparentemente separadas. No podía pues
escapársele que el arte en el cual se había educado no quedaba exente, ni
siquiera en sus formas más puras y libres de compromisos, de ese carácter
objetivo positivo predominante en todas las esferas, sino que tenía aguda
conciencia de que, precisamente en el empeño de defender su integridad, la
música engendra caracteres justamente de la misma índole de aquellos a los
que ella se opone. Al autor le interesaba, pues, reconocer las antinomias
objetivas en que ésta necesariamente envuelto el arte, cuando, en medio de
una realidad heterónoma, pretende realmente permanecer fiel a sus propias
exigencias intrínsecas, sin reparar en el efecto, antinomias que no pueden
superarse sino cuando se las examina sin ilusiones hasta el fin.
Hoy la música, y con ella todas las manifestaciones del espíritu objetivo, paga
la antiquísima deuda que ya se había contraído al separarse el espíritu de lo
físico, el trabajo espiritual del trabajo manual: tratase de la deuda del privilegio.
La dialécticas hegeliana de señor y siervo Ilega por fin al señor supremo, al
espíritu que domina la naturaleza. Cuanto más avanza éste hacia la
autonomita, tanto más se aleja de la relación concreta con todo lo que domina,
hombres y materia par igual. Apenas domina en su ámbito más propio (que es
el de la libre producción artística) hasta la última heteronimia, hasta la última
entidad material, comienza a girar sobre sí mismo como aprisionado y
desligado de todo cuanto se le opone y de cuya penetración había recibido su
significado propio. La plenitud perfecta de la libertad espiritual coincide con la
castración del espíritu. Su carácter de fetiche y su hipóstasis como pura forma
de la reflexión se hacen evidentes desde el momento en que el espíritu ya no
permanece subordinado a lo que no es en sí espíritu, pero que, como elemento
sobreentendido de todas las formas espirituales, es el único factor que confiere
a ellas una sustancialidad. La música no conformista no está protegida contra
esta desensibilización del espíritu, esto es, del medio sin fin. En virtud de la
antitesis frente a la sociedad, conserva su verdad social, gracias al aislamiento;
pero precisamente esto, a la larga, la hace perecer. Es como si quedara
privada del estímulo para producir, es más aun, de su raison d´être. En efecto,
hasta el discurso más solitario del artista vive de la paradoja de hablar a los
hombres, precisamente gracias a la soledad de estos, renunciando a una
comunicación que se ha hecho trivial. De otro modo se introduce en la
producción un elemento paralizador y de destrucción, por mis valiente que sea
la intención del artista como tal. Entre los síntomas de esta paralización y
rigidez el más extraño es acaso el hecho de que la música de van guardia,
después de haber alejado de sí, en virtud de la autonomía, a aquel amplio
público en sentido democrático, conquistado antes con la propia autonomía, da
ahora e n la costumbre de componer por encargo, costumbre típica de la era
anterior a la revolución burguesa y contraria, por su naturaleza misma, a la
autonomía (...) Existe una armonía históricamente preestablecida entre la
necesidad material de componer por encargo, necesidad que se debe a la
invendibilidad, y esa disminución de la tensión interior que hace capaz al
compositor de llevar a cabo -gracias a la técnica de la obra de arte autónoma,
conquistada con indescriptibles fatigas- trabajos heterónomos, disminución que
al propio tiempo lo aparta de la obra verdaderamente autónoma. Esta tensión,
que se resuelve en la obra de arte, es la tensión de sujeto y objeto, de lo
interior y lo exterior.
Los cambios por los que ha pasado la música en los últimos treinta años no se
han considerado hasta ahora en todo su alcance. No se trata aquí de la crisis
de que tanto se habla, que constituye una fase de fermentación caótica de la
cual podría entreverse el fin y que aportaría el orden después del desorden. El
pensamiento de una renovación futura, ya en la forma de grandes obras de
arte, ya en la bendita consonancia de música y sociedad, sencillamente niega
lo que ha ocurrido y que a lo sumo podía sofocarse, pero no borrarse de la
historia. La música, obedeciendo al impulso de su propia coherencia objetiva,
ha disuelto críticamente la idea de la obra redonda y compacta y cortado la
conexión del efecto colectivo. En verdad, ni la crisis económica ni la crisis de la
cultura, en cuyo concepto esta ya comprendida la reconstrucción
administrativa, logró paralizar la vida musical oficial
Schönberg fue el primero que reveló los principios de una unidad y de una
economía universal en un nuevo material subjetivo y libre, informado por el
espíritu de Wagner. Sus obras aportan la prueba de que con cuanta mayor
coherencia se observe el nominalismo del lenguaje musical que inauguró
Wagner, tanto más perfectamente este lenguaje se deja dominar por la razón; y
esto es posible en virtud de las tendencias inmanentes en el lenguaje y no par
un gusto nivelador. Mejor que en ninguna otro parte, esto puede observarse en
la relación entre armonía y polifonía. La polifonía es el medio adecuado para la
organización de la música emancipada. En la era de la homofonía la
organización se realizaba mediante las convenciones armónicas. Una vez
caídas estas conjuntamente con la tonalidad, todo sonido que entra en la
formación de un acorde es casual si no se legitima en función de las partes, es
decir, polifónicamente. El Beethoven de la última época, Brahms y en cierto
sentido también Wagner, emplearon la polifonía para compensar la pérdida de
la fuerza formadora de Ia tonalidad y su rígida congelación en fórmulas. Por fin,
Schönberg ya no sostiene el principio de la polifonía entendido como
heterónomo respecto de la armonía emancipada y conciliable con ésta sólo de
vez en cuando y según los casos, sino que lo descubre como esencia de la
armonía emancipada misma. El acorde individual, que en la tradición clásica y
romántica representa como vehículo de expresión el polo opuesto de la
objetividad polifónica, se reconoce ahora en su polifonía propia. El modo para
llegar a esto no es otro que medio extremo de la subjetivación romántica: la
disonancia.
La música que cayó presa de la dialéctica histórica toma parte en este proceso.
La técnica dodecafónica es verdaderamente su destino. Esta técnica encadena
la música al liberarla. El sujeto impera sobre la música el sistema racional, pero
sucumbe a él. Si en la técnica dodecafónica el acto de composición
propiamente dicho, esto es, la fecunda elaboración de la variación, esta
supeditado al material, lo mismo ocurre con la libertad del compositor. Esta, al
realizar se en el dominio sobre el material, se convierte en una determinación
de material, que se impone, extraña, al sujeto, a quien somete a su obligación.
Si la fantasía del compositor ha hecho que el material sea dócil en todo a la
voluntad de construcción, el material constructivo paraliza, empero, la fantasía.
Del sujeto expresionista sólo queda el sometimiento neoobjetivo a la técnica.
Stravinski y la restauración
"Y no sirve de nada adoptar de nuevo, y
por así decirlo de manera sustancial,
cosmovisiones del pasado, es decir
pretender introducirnos en uno de esos
determinados modos de ver las cosas,
por ejemplo hacerse uno católico, como
recientemente han hecho muchos, por
. razones de arte y con el fin de
estabilizar sus estados de ánimo y de
convertir la evidente limitación de sus
facultades representativas en algo que
sea en sí y por sí."
Hegel, Estética, II
Como las acciones catatónicas son rígidas y al propio tiempo extrañas, las
repeticiones de Stravinski unen el convencionalismo con la ofensa. Lo primero
recuerda la cortesía impersonal y ceremoniosa de ciertos esquizofrénicos. A
esta música le quedan, después de haber logrado expulsar el alma, las miradas
vacías del alma. Al propio tiempo, el convencionalismo del que derivo luego,
con un ligero desplazamiento estético, el ideal neoclásico, obra como
"fenómeno de restitución", como puente para volver a lo "normal". En
Petruschka se encuentran reminiscencias convencionales, la trivialidad del
organillo y de las risas infantiles, con la función de valores de estímulo. El
Sacre du Printemps los había hecho a un lado en buena parte con las
disonancias y todas las prohibiciones impuestas por el estilo, el Sacre arroja la
convención a la cara y por eso se lo entendió como obra revolucionaria en el
sentido de hostil a lo convencional. A partir de la Histoire du Soldat, esto
cambia. Lo humillado y ofendido, la trivialidad que un Petruschka figuraba como
humorismo en medio del fragor general, se convierte ahora en material único y
en agente del shock. Así comienza el renacimiento de la tonalidad. Los núcleos
melódicos, según el prototipo del Sacre y acaso de las Tres composiciones
para cuarteto, ahora completamente desvalorizados, suenan en consonancia
con la música vulgar de nivel inferior, con la marcha, con la idiota música
barata, con el vals anticuado, y hasta con las danzas más corrientes como el
tango y el ragtime. No se buscan los modelos temáticos en la música artística,
sino que se los busca en las piezas de uso corriente, standardizadas y
degradadas por el mercado, a las cuales naturalmente les basta que el
compositor las haga transparentes con su virtuosismo para que revelen su
esqueleto achacoso, que suena como carraca. En virtud de su afinidad con
esta esfera musical, el infantiIismo cobra un apoyo "realista", por más negativo
que sea, en lo que constituye la normalidad más corriente; y además, al
distribuir sus shocks, el infantilismo acosa tanto a los hombres con la música
popular que les es familiar, que los oyentes se espantan de ella como si fuese
una música entregada a través del mercado, concreta y completamente
remota. La convención se invierte: ahora sólo en virtud de ella la música
produce la enajenación. Esta descubre el horror latente de la música ya
interpretándola erróneamente, ya interpretándola en su misma esencia, hecha
de partículas desorganizadas. Y de esta manera recite de la desorganización
general el principio mismo de su organización. El infantilismo es el estilo de lo
quebrantado, de lo arruinado. El infantilismo produce el mismo efecto que
ciertos cuadritos hechos con sellos postales pegados, es decir, de un montaje
que, siendo precario, es empero de una densidad inexorable, amenazadora,
como los sueños más angustiosos. La disposición patógena, desintegrada. y
circularmente conclusa, quita el aliento. En ella se registra musicalmente el
hecho antropológico decisivo de la era, de la que esta obra marca el comienzo:
la imposibilidad de la experiencia.
Con todo esto Stravinski se manifiesta como ejecutor de una tendencia social,
la que va del progreso a la ahistoricidad negativa, al nuevo orden
jerárquicamente rígido. Su truco de autoconservación en virtud de la
autoextinción entra dentro del esquema behaviorista de la humanidad
totalmente articulada. Como su música atrajo a todos aquellos que querían
liberarse de su yo, ella se ha configurado como un tipo de audición regresivo y
espacial. Pueden distinguirse, en términos generales, dos de estos tipos, no
como establecidos por la naturaleza, sino sustancialmente históricos, que
pueden referirse a los síndromes de caracteres que predominan en un
momento dado. Estos son, el tipo de audición expresivo dinámico y el tipo de
audición rítmco espacial. El primero tiene su origen en el canto; tiende a
dominar enteramente el tiempo, integrándolo, y en sus manifestaciones más
acabadas transforma el heterogéneo recurso temporal en fuerza del proceso
musical. El otro tipo obedece al toque del tambor. Está fundado en la
articulación del tiempo mediante subdivisiones en cantidades iguales, que
virtualmente invalidan el tiempo y lo espacializan. Los dos tipos de audición se
excluyen recíprocamente en virtud de la enajenación social que separa sujeto y
objeto. En música, toda la subjetividad está bajo la amenaza de la casualidad,
mientras todo lo que aparece como objetividad colectiva está sujeto a la
amenaza de la enajenación, de la dureza represiva de la mera existencia. La
idea de la idea de la gran música consistía en la compenetración recíproca de
los dos modos de audición. con las categorías de composición inherentes a
ellos. En la sonata se concebía la unidad de disciplina y libertad. De la danza
recibía la integración legítima, la intención del todo de extenderse al todo; del
lied recibía el principio de oposición, negativo y sin embargo capaz de
engendrar nuevamente el todo en virtud de su propia coherencia interior. La
sonata, manteniendo por principio la identidad, sino ya del tiempo mecánico,
por lo menos del tiempo musical, llena la forma con una variedad tal que
aspectos y perfiles rítmico melódicos que el tiempo "matemático”, reconocido
en su objetividad y casi espacializado, coincide en la feliz suspensión del
instante, con el tiempo subjetivo de la experiencia. Con esta concepción de un
sujetoobjeto musical hace violencia a la real discrepancia de sujeto y objeto
desde el comienzo hubo en ella un elemento de paradoja.
Dificultades
T. W. Adorno
En 1934 Brecht escribió un texto al que puso este título: Cinco dificultades para
escribir la verdad. Al dar yo a esta conferencia mía el título de Dificultades para
componer música actúo contra mi costumbre de no imitar títulos ajenos,
aunque es muy cierto que yo sería incapaz de señalar cual es el número exacto
de dificultades que se oponen a la actividad de componer música hov. Cabe
suponer que las dificultades a que Brecht se refería en su artículo, que ha
llegado a ser famoso, no son sólo las dificultades del escritor, sino también las
del músico: consisten en que la denominada producción cultural degenera en
ideología.
Brecht acertó a señalar una experiencia que no se halla limitada a un único
medio: la experiencia de que la situación de todo arte de hoy produce una gran
zozobra; de que los artistas sienten temblar el suelo bajo sus pies; de que, en
su medio propio, ya no les es posible comportarse con ingenuidad, tal como se
habrían comportado en épocas felices -según cuenta una leyenda que de todos
modos es muy discutible. Sin embargo, los elementos ideológicos que se
sedimentan en las distintas artes no afectan solo al material utilizado por ellas,
sino que penetran hasta la complexión estética misma del objeto. Esto
justificaría de algún modo el que yo desarrolle en la música un tema de Brecht,
con independencia de éste.
Es obvio que en la música los problemas se plantean de un modo
esencialmente distinto que en la literatura. La música no es ni objetual ni
conceptual; con ello desaparecen muchas referencias ideológicas sólidas. Lo
espiritual no se agota de ningún modo en tales referencias; no se agota en su
representación de tales o cuales intereses sociales, con independencia de la
propia verdad o legitimidad. De lo contrario sería imposible la teoría, con la cual
también Brecht se identificaba. Lo espiritual -tanto el arte, como el
pensamiento- posee unas leyes inmanentes, y éstas mantienen a su vez una
relación determinada con el contenido de verdad. Además la situación ha
cambiado de modo radical en comparación con la existente hace treinta años,
cuando Brecht escribió aquel texto. Las oportunidades políticas que él veía
como inmediatamente presentes o inminentes y que utilizaba como criterio para
enjuiciar todo, ya no existen. El espacio político que a él Ie parecía garante de
la verdad, el espacio político del Este, ha quedado radicalmente empapado
desde entonces por la ideología. Según es sabido, allí se toma, en efecto, el
concepto de ideología -que en su origen tenia un propósito crítico- como una
exigencia positiva, tal como si lo espiritual, también la teoría, no fuese a la
postre más que un medio de dominación. Lo único que yo retengo de la
concepción brechtiana es que, igual que el escribir, también el componer
música se halla ligado a unas dificultades objetivas apenas conocidas antes;
que esas dificultades están relacionadas esencialmente con el puesto del arte
dentro de la sociedad; y que no son eliminables por el hecho de no ocuparse
de ellas.
Me gustaría enlazar directamente, de todos modos, con un pasaje concreto del
texto de Brecht. Este habla allí de los artistas e intelectuales ingenuos. Y de
ellos dice lo siguiente: “Sin dejarse perturbar por los poderosos, mas sin estar
perturbados tampoco por los gritos de los sometidos a la violencia, estos
artistas siguen dando pinceladas a sus cuadros. Lo absurdo de su actuación
produce en ellos mismos un pesimismo "profundo", pesimismo que venden a
muy buenos precios; pero, en realidad, a la vista de estos maestros y de esos
precios, serían otros, más bien, los que tendrían derecho a sentir ese
pesimismo. Aquí ni siquiera resulta fácil ver que las verdades de los
mencionados maestros son verdades que hablan de sillas o de la Iluvia; de
ordinario parecen verdades completamente distintas, cual si fueran verdades
sobre cosas importantes. Pues la actividad configuradora del arte consiste
precisamente en eso, en otorgar importancia a un objeto. Sólo cuando uno se
fija con más detenimiento se da cuenta de que lo único que dicen es: una silla
es una silla, y nadie puede hacer nada en contra de que la lluvia caiga hacia
abajo”.
Algo de esas frases de intención sardónica con que Brecht pretende denunciar
a los artistas e intelectuales que no tienen un compromiso político directo es
aplicable también a la música. Esta corre el riesgo de convertirse en algo
indiferente si nosotros los músicos adoptamos un comportamiento intransigente
que no se deja perturbar por nada, o, corno dice malignamente Brecht, si
“seguimos dando pinceladas” a nuestras composiciones musicales cual si nada
hubiera ocurrido. Hasta el dolor y el absurdo mismos expresados por la música
corren el peligro de convertirse en algo carente de toda consecuencia, en una
especie de ornamento, tal como lo profetiza Brecht en las frases citadas.
Tampoco hay razón ninguna, de todos modos, para el optimismo implícito que
se esconde tras la crítica de Brecht al mencionado aspecto. Ni el artista tiene
motivo ninguno para ser optimista con respecto al mundo, ni la situación de
este justifica tampoco semejante optimismo. Si volvemos en contra de Brecht
mismo la malignidad utilizada por él, cabría decir que precisamente en el hecho
de que Brecht se burle del pesimismo hay una parte de conformismo. Cuando
se corre un veto sobre los aspectos negativos, se lo corre también sobre los
aspectos críticos, tal como sucede en la ideología oficial del espacio sometido
al poder soviético. Si hay algo que sea ideología, es el optimismo oficial, el
culto a la positividad. Solo un arte que se mantenga firme frente a lo oscuro y
amenazador tiene, en general, alguna posibilidad de decir la verdad. Pero si el
arte -y sobre todo la música- pretende intervenir, tal como, en aquellas frases,
Brecht aguardaba del escritor, entonces el arte se encuentra bloqueado. La
música como tal no puede intervenir directamente. Incluso cuando se la unce al
yugo de finalidades arengatorias, el efecto que produce es inseguro. No en
vano va a remolque, en tales casos, de estos o de aquellos textos políticos.
Considero que no es casual el que determinadas composiciones del difunto
Hans Eisler -compositor sin duda de gran talento- escritas por él hace más de
treinta años, y que estaban al servicio, también por su tono y su carácter
propios, de una propaganda política agresiva extraordinariamente intensa y
premeditada -el que esas composiciones no se ejecuten ya tampoco, que yo
sepa, en la zona oriental. Cabe sospechar que allí caerían bajo el veredicto de
ser bolchevismo cultural disolvente.
La afirmación, en cambio, de que la mayoría de los cuadros dicen tan sólo: una
silla es una silla, y: la lluvia cae hacia abajo, esa afirmación es aplicable
también a la música. Cuando se cultiva de manera irreflexiva la música, cuando
la música no percibe que sus dificultades son su presupuesto y no las asume,
entonces degenera en mera repetición de lo dicho ya cientos de veces,
degenera en una especie de tautología del mundo, que, además, coloca en
torno a las cosas un aura y, a lo sumo, confirma que lo triste es inmodificable y,
si cabe, que es algo que debe-ser-así. En este sentido, también de la música
cabe decir que queda contaminada por el carácter ideológico, el cual crece
cada día más. La posibilidad de eludir las dificultades entregándose a lo
consolidado y de seguir actuando como si nada ocurriera, desaparece.
Yo podría imaginar que muchos de ustedes me objetaran: si el componer
música es un asunto tan terriblemente arriesgado y difícil que lo sientes
obligado a plantarte ahi para darnos una conferencia sobre la cuestión, y lo
llevas las manos a la cabeza, y exclamas: “Dios mío, que difícil, que difícil es
esto” - ¿por qué os complicáis tanto la vida, por que no os quedáis aquí, en
tierra firme, y os nutrís con alimentos sanos, y hacéis, mas o menos, música de
acuerdo con los modelos reconocidos, que a muchos de nosotros nos siguen
gustando?
Este argumento trivial hay que tornarlo muy en serio, desde luego, y no se ha
de pretender descartarlo con el vago gesto de quien dice: el que piensa de esa
manera ha quedado retrasado con respecto a la época. Por ello me gustaría
indicar al menos las razones de por que las tentativas de seguir hablando en el
lenguaje tradicional de la música acaban en la impotencia. Recordaré a Jean
Sibelius. Este quiso hacer algo parecido. En ningún momento sobrepaso el
marco de los medios establecidos, de los medios tonales tradicionales. A pesar
de ello, es preciso conceder que encontró algo así como un estilo individual.
Mas, por sí solo, un estilo individual no es ya una bendición o un mérito: es
preciso ver en detalle que es lo que dentro de ese estilo se realiza. Digamos de
paso que las obras de arte no hay que enjuiciarlas jamás por eso que se
denomina su estilo, sino siempre y exclusivamente por lo que ellas cristalizan
dentro de sí mismas on their own merit, como se diría en Inglaterra. Todas las
obras de Sibelius han resultado ser tan frágiles, tan deficientes, en un sentido
técnico demostrable -demostrable en todo caso entre músicos-, que hemos de
considerar su tentativa corno un experimento de resultados negativos, que es
el defecto que a la gente le gusta mucho achacar a la música moderna.
Deberíamos liberarnos de la opinión según la cual la nueva música es un
asunto de moda, como dicen sus adversarios, o una camisa de fuerza, como
aseguran los más enfurecidos de entre ellos - liberarnos de la opinión que
asevera que los compositores lo que hacen es adaptarse a lo que esta
precisamente up-to-date, o que se limitan tan sólo a seguir la corriente, como
dice una frase muy extendida. La imposibilidad de seguir moviéndose
musicalmente dentro de la tradición es una imposibilidad que esta prefijada de
manera objetiva. No se basa en la falta de talentos capaces de manejar bien
los medios tradicionales; con todo, resulta llamativo que los compositores que
todavía hoy componen a la manera tradicional sean ya incapaces, en general,
de hacerlo bien según el criterio de la tradición, y fallen a cada paso. Los
medios tradicionales, sobre todo también las formas de conexión generadas
por ellos, quedan afectados, modificados, por los medios y formas de
configuración musical desarrollados mas tarde. Todo acorde perfecto, toda
tríada utilizada todavía hoy por un compositor suena ya coma la negación de
las disonancias que entre tanto han quedado emancipadas. Esa tríada no
posee ya la inmediatez que poseía en otro tiempo y que es afirmada por su use
hoy, sino que es algo mediado por la historia. Dentro de ella esta escondido su
contrario. En la medida en que esto -esa negación- es silenciado, todas esas
tríadas, todos los giros tradicionalistas se convierten en una mentira afirmativa
y convulsa, similar al discurso que habla de un mundo sano y que esta de
moda en otros ámbitos culturales.
No existe en la música un sentido primigenio [Ursinn] que sea preciso
restablecer. Hace aproximadamente treinta anos Ernst Krenek, tras unos
comienzos atonales salvajes, intento volver a escribir de modo tonal. Su teoría
era que en la tonalidad habita aquel sentido primigenio que se tratarfa de
restablecer. Krenek ha visto -y eso constituye una gran hazaña estético-moral-
la imposibilidad de esa tentativa y ha renunciado a ella, tras algunos anos de
estar realizando esfuerzos apasionados; ha enlazado de nuevo con las
intenciones radicales perseguidas por el en su primer período de compositor.
La explicación de tales fenómenos es sin duda la siguiente: tampoco los
medios tonales que Krenek considero durante algún tiempo como algo
primigenio dado por la naturaleza, y que tanto de restablecer, son algo natural,
sino que también ellos son algo que ha nacido y surgido en la historia, algo que
es resultado de un devenir v que, por ello, es también transitorio.
Los procedimientos vinculados al lenguaje musical tradicional se han vuelto
problemáticos -es decir, esquemáticos- retrospectivamente, en razón de los
medios descubiertos después. Hoy oímos, a través de lo nuevo, flaquezas de lo
antiguo que en otro tiempo permanecían ocultas, hoy nos suenan rutinarios
muchos recursos que en su tiempo no lo eran. Richard Wagner, que en tales
asuntos poseía un oído muy alerta, capto ya esto. De manera irrespetuosa,
pero franca, Wagner dijo que el percibía en muchas piezas de Mozart el
tamborileo de la vajilla sobre la mesa: que el ofa Tafelmusik [música de mesa]
aun en aquellos casos en que no se había pretendido que lo fuera.
Mientras el esquema no destacó como tal, mientras estuvo identificado con los
presupuestos obvios del componer, fue posible guiarse por él. Pero si la
actividad de componer y la relación del compositor con los esquemas han
perdido su inocencia entonces los esquemas no sólo se destacan desnudos y
perturbadores, sino que por todas partes llevan a incongruencias, contradicen
los aspectos que entre tanto se han emancipado. Incluso Richard Strauss, a
partir de la Sinfonía de los Alpes y de La mujer sin sombra, al replegarse a lo
que presuntamente era lo suyo, al denominado estilo personal, ha fracasado
por el hecho de que no volvió ya a hacer ningún caso de la tendencia objetiva
de la música de su tiempo. Quien se apunta a lo viejo, y lo hace solo por
desesperación ante las dificultades de lo nuevo, no encuentra consuelo sino
que se torna victima de su impotente nostalgia de un tiempo mejor, el cual, a la
postre, ni siquiera ha existido.
A las objeciones reaccionarias no se debería responder, por otro lado, con
meras apologías, sino que seria necesario aprender de ellas la parte de verdad
con que, muy a menudo, aventajan al liberalismo progresista cultural de tipo
corriente. La evolución objetiva del material musical y de los procedimientos
musicales -se podría decir: el nivel alcanzado por las fuerzas productivas
técnicas de la música- va, incuestionablemente, muy por delante de la
evolución de las fuerzas productivas subjetivas, es decir, del modo de
reaccionar propio del compositor. Desde cierta distancia, habría que entender
la invención de muchos principios y sistemas técnicos de los últimos cuarenta
años como un intento de compensar la desproporción existente entre el nivel
objetivo de la música y eso que yo Ilamaría, de manera laxa, la musicalidad
subjetiva.
Ocurre aquí algo muy parecido a lo que ocurre en la sociedad en su conjunto:
también en ella se han producido grandes discrepancias entre la evolución de
las fuerzas productivas técnicas y los modos humanos de reaccionar, es decir,
las capacidades para utilizar, controlar y aplicar con sentido eras técnicas. La
expresión más crasa de ese estado de cosas la tenemos en el hecho de que,
por un lado, los seres humanos realizan la conquista del espacio cósmico y, por
otro, retroceden psicológicamente, se vuelven infantiles en una medida
absurda. Pero ese mismo estado de cosas penetra también en la práctica de
las artes, llega hasta sus detalles más sutiles. Ya en la generación
denominada, sin razón “clásicos de la música moderna”, en la generación de
Schönberg, Stravinski, Bartok, hubo compositores que no estuvieron, en su
propio modo de reaccionar, a la altura de sus propias innovaciones y que, por
ello, se frenaron de algún modo a sí mismos. Mencionaré uno de los talentos
más grandes y más íntegros: Bela Bartok. Esta fuera de lugar el pensar que
Bartok se haya adaptado al mercado o que, por amor al público, haya aguado
su vino. En una ocasión, durante una charla radiofónica mantenida en la
emisora de la ciudad de Nueva York, Bartok me dijo que a él le resultaba
imposible liberarse de la tonalidad; que ésta era algo obvio para un artista
como él, cuyas raíces se hallaban en la música popular. Pueden ustedes
creerme que Bartok, que emigró en protesta contra el fascismo y que por ello
sufrió pobreza, no se dejó contagiar por ninguna ideología del suelo y la
sangre. Pero, bajo la constricción de una tradición que, a la postre, demostró
ser más poderosa que su auténtica capacidad productiva musical, Bartok había
perdido el contacto con lo que éI mismo había osado realizar en sus obras mas
audaces, como son, por ejemplo, las dos Sonatas para violín v piano.
Este estado de cosas es más general. También Richard Strauss, que se
ufanaba de hacer llegado en su Electra hasta los límites de la tonalidad, afirmó
más tarde, sin embargo, que la tonalidad es una ley natural que, por principio,
no se debería infringir. Ya de Richard Wagner mismo se nos ha transmitido una
frase según la cual habría dicho que él cometió en el Tristán extravagancias
únicas, las cuales no deben ser ni repetidas ni imitadas. Esta fisura entre
aquello hacia lo que el inconsciente arrastra a los compositores y el lenguaje en
que los compositores han nacido se remonta, por tanto, a cien años atrás por lo
menos. Hace bien poco esa misma fisura ha vuelto a ponerse tristemente de
manifiesto en la autopalinodia de Hindemith, el cual, o bien ha recusado sus
trabajos mejores, o los ha reescrito en un sentido enteramente moderado,
como si lo hiciera bajo una censura. Incluso en el compositor más audaz y más
consecuente de este período, en Schönberg, son observables al menos
síntomas de tal fisura. Una y otra vez ha jugado Schönberg con el material de
la tonalidad; ha escrito tonalmente no sólo obras secundarias, sino que todavía
en su última época escribió tonalmente obras tan importantes como la Sinfonía
de cámara n°2 o el Kol Nidre. En un trabajo al que puso el título On revient
toujours -a saber, a ses premiers amours- Schönberg ha intentado justificar
teóricamente esto, y casi ha confesado que se sentía propiamente arrastrado a
retornar a aquello de lo que él mismo se distanció.
Hoy ha aumentado desmesuradamente esta discrepancia entre el nivel
subjetivo del componer y el desarrollo técnico designado con etiquetas tales
como “composición integral” y “música electrónica”. Entre el sujeto compositor y
la objetividad compositiva se abre un abismo. A menudo esto conduce a
resultados contrapuestos a los de la generación anterior. Frecuentemente los
compositores capitulan ante los medios con que se ven obligados a trabajar,
pero sin que todavía compongan realmente con ellos.
La primera dificultad, según esto, estaría en alcanzar en general una adecuada
relación con el nivel de la técnica. Esto podría lograrse de dos maneras: o bien
porque los compositores utilizasen y conformasen la técnica de acuerdo con el
nivel de su propia conciencia, o bien porque Ilevasen su autocrítica tan lejos,
que alcanzasen aquel nivel. Como haya de hacerse esto, es algo para lo cual
no existen recetas generales. Lo único que yo hago es mencionar la dificultad,
con el fin de que se reflexione sobre ella en vez de reprimirla. Claro esta que
esto es mucho más fácil de decir que de hacer. La técnica tiene su peso
especifico propio; toda tentativa de amalgamarla con la experiencia subjetiva
corre el riesgo de aguarla. En razón de esa dificultad, todos los compositores
que valen algo, realmente todos, se han visto afectados también por una honda
inseguridad. Tal vez la respuesta que habría que dar a esto es que la seguridad
no es, en modo alguno, un ideal. Es posible que la inseguridad procure
presupuestos de un arte legitimo mejores que los proporcionados por un
sentimiento de seguridad que no esta avalado por ningún aspecto ni de la
realidad externa ni de la interna.
Entre las dificultades para escribir la verdad Brecht habló del arte de hacer de
la verdad un instrumento utilizable, de introducirla entre los hombres casi como
si fuera un arma. Si hubiéramos de dar a esto una expresión menos política y
menos ilusa, diríamos que, en música, esa afirmación se refiere al fenómeno
siguiente: no existe ya un espacio asegurado y prefijado del componer música
en el cual esta tenga su lugar propio. Lo que Paul Valèry escribió hace
cuarenta años sobre la escultura, a saber, que ésta, al perder su relación con la
arquitectura, se había quedado sin un techo que la cobijara y se había vuelto
cuestionable, eso mismo es aplicable también -en sentido literal y en sentido
metafórico- a la música. Con esto no quiero resucitar, como un refrito, el
embuste que había de la ininteligibilidad de la música moderna. A algo más
hondo es a lo que me estoy refiriendo: al puesto de la música como tal en la
sociedad actual a la relación del espíritu de la música con el espíritu objetivo de
la época. La caótica situación que ofrecen, por ejemplo, dentro de la vida
musical oficial, los conciertos contemporáneos, en los cuales se ejecuta una
determinada pieza musical sin que nadie -ni el compositor, ni el director de
orquesta, ni el organizador- sepa bien a que lugar pertenece esa pieza, por que
se la ejecuta precisamente aquí en unión de otras, cual es el significado que
debe tenor propiamente para los oyentes - esa situación caótica, museal, de los
conciertos es la expresión más notoria de lo que decimos. El anonimato del
concierto, su elemento anárquico, no es por ventura garantía de libertad, sino
que sitúa la obra de arte en el vacío y en lo fortuito. Esa carencia de función se
transmite también a la obra de arte, como conciencia de algo caótico y como
desorientación.
Nada tiene esto que ver con quienes predican que la música ha de cumplir una
función práctica heterónoma, entusiasmar a una comunidad, o disciplinarla, o
realizar funciones parecidas; para su suerte, la música se ha desembarazado
de las relaciones finalistas. Lo que esta trastornado es, antes bien, la
adecuación entre la música y su lugar social. Se ha vuelto incierto que es lo
que la música significa para la experiencia de los hombres a quienes es
ofrecida. A la inversa, la música no puede ya en absoluto acoger dentro de si
misma esa experiencia. Antes dije que et compositor siente temblar el suelo
bajo sus pies; esto que acabo de decir es sin duda lo que explica ese hecho. La
frase de Voltaire: Où il n´y a pas le vrai besoin, il n´y pas le vrai plaisir, es
aplicable, con toda seguridad, también al arte. Cuando una realidad no
contiene ya dentro de si necesidades sociales objetivas -con esto quiero decir:
cuando no satisface a algo exterior, sino que lo refleja en si misma-, la realidad
queda también vaciada en sí. Lo que los adversarios de la nueva música
denominan con predilección su carácter experimental es, en gran medida el
empeño de dar una solución a esa situación de vaciamiento, haciendo suya la
situación propia del suelo que tiembla e intentando en lo posible objetivar
mediante la obra de arte precisamente tal situación.
Permítanme decir unas pocas palabras sobre ese concepto de lo experimental,
concepto que a gran parte de ustedes inquietará con respecto a muchas de las
obras de la nueva y de la novísima música. Seria una superficialidad considerar
que lo experimental es lo inseguro, lo construido en el aire, lo que mañana
mismo puede venirse abajo, y que lo no-experimental es lo asegurado. Justo
quien no hace experimentos, quien continua actuando como si nada ocurriera,
quien sigue componiendo como si los viejos presupuestos fueran todavía
seguros, justo quien actúa de ese modo esta destinado, con una seguridad
apodíctica, a hundirse y a quedar olvidado. El que hace experimentos sigue
teniendo mas oportunidades de durar y de permanecer que el buen señor que
se guarda de todo experimento y se comporta como un ahorrador que, en
época de inflación, coloca su capital en acciones fiduciarias, las cuales, de
modo irremisible, quedan desvalorizadas.
Lo que acabamos de decir no es, de todos modos, reversible. Lo experimental
no está de modo automático en Ia verdad, sino que puede asimismo fracasar;
de lo contrario el concepto mismo de experimento carecería de todo sentido
razonable. Es innegabte que muchos de los denominados experimentos dan ya
por descontada, en si mismos, la posibilidad de su fracaso, se presentan de
antemano como si no tuvieran fe completa en sí mismos, como si dieran por
perdida la partida antes de realizar el primer movimiento. El experimento,
entendido en un sentido legítimo, no significa otra cosa que la consciente
fuerza de oposición del arte a todo lo que le es impuesto convencionalmente
desde fuera por et consenso social (A la vista de los desarrollos más recientes
convendría precisar esto. Específicamente experimentales son denominados,
en los últimos años, muchos procedimientos compositivos como propios
resultados -la música compuesta- no se dejan ver ni en el proceso mismo de la
composición ni tampoco en la idea que de esta tiene el compositor). La
consecuencia que de esto sería preciso sacar es que no se deberían reservar
algo así como “parques de naturaleza protegida” para lo experimental en la
vida musical, y entregar lo demás, como siempre, a la música tradicional, sino
que se debería conceder a ambas -a la música tradicional y a la experimental-
las mismas condiciones de organización, a fin de que no ocurra que la música
moderna radical acabe rebajándose de hecho a ser aquella especialidad
denunciada luego por sus enemigos.
Vistas las cosas desde dentro de la música, esa carencia de un espacio social
envolvente v dado de antemano se presenta como la pérdida de un lenguaje
musical dado objetivamente de antemano. La paradójica dificultad de toda
música actual consiste en que tiene que crearse primero su propio lenguaje,
siendo así que el lenguaje -en la medida en que, por su propio concepto, es
algo que está también mas allá de la composición y fuera de ella, algo que le
sirve de soporte- no se deja crear. Esta paradoja define concretamente la
dificultad a que hemos de enfrentarnos. Ya hace muchos años, en mi Filosofía
de la nueva música, intentó captar ese fenómeno recurriendo a una parábola
de Kafka; en ella Kafka habla de un director de teatro que no sólo ha de dirigir
su compañía, y pintar él mismo sus decorados, sino que además se ve
obligado a engendrar a sus actores, a fin de que estos representen luego sus
papeles y se comporten tal como él los ha concebido. La parábola kafkiana se
ha revelado entre tanto como el presupuesto objetivo do toda actividad
compositiva.
No faltan tentativas de solucionar esa dificultad intentando colocar de nuevo la
música en su lugar social. Todas ellas han fracasado; ha llegado el momento
de admitir francamente, sin ilusión ninguna ese fracaso. El hecho de que todos
los compositores importantes manejen ya tan sólo las posibilidades musicales
mas radicales, el hecho de que probablemente no haya ya ningún compositor
seriamente dotado que se adscriba a Ia ominosa música moderna moderada,
es algo que sea encuentra relacionado con lo dicho.
Como prueba de ese fracaso mencionare todo el ámbito de la Singbewegung y
de la Spielbewegung, el ámbito de la Jugendmusik, pero también todo lo que
ocurre en la línea oficial del bloque oriental. No está en manos del arte el
crearse el mismo su lugar social. El arte se encuentra inscrito en la estructura
de la realidad social, pero es incapaz de ejecutar, a partir de sí mismo, nada
esencial sobre esa estructura. Hasta el comienzo mismo de nuestra época el
arte daba por supuesto lo que Hegel llama lo sustancial, es decir, la
consonancia objetiva. Es necesario que también ahora la estructura de una
sociedad pueda tener una vinculación con el mundo consciente e inconsciente
de los compositores, por muy tensa que esa vinculación sea. Beethoven no se
adapto a la ideología de la tan citada burguesía ascendente de la época de
1789 o de 1800; Beethoven pertenecía por sí mismo a ese espíritu. De ahí su
logro insuperado, aunque ya en su época tal logro -la coincidencia interna con
la sociedad- no coincidiese en modo alguno, sin más, con la recepción externa.
Pero cuando la consonancia interna falta y es producida por una imposición
exterior, o por un acto voluntario de decisión propia, lo que de ahí sale es la
mera adaptación del compositor, es decir, algo heterónomo. Y, por lo regular,
eso va en detrimento de la calidad musical, del rango de la música. La música
se vuelve entonces simplista. En la medida en que se supedita a un nivel de los
hombres que no ha marchado a la par con su evolución propia, la música se
apunta a la vez a las tendencias regresivas de la sociedad, se apunta a la
liquidación cada vez más avanzada del individuo en un mundo en que, dada la
concentración de complejos de poder cada vez mayores, nos hallamos en un
proceso de transición hacia la administración total. Todo lo que en la música se
apunta a un ethos social se inclina hacia formas totalitarias de sociedad. Hay
que dominar las dificultades de componer, pero no mirando de reojo hacia un
espacio social -como todavía hizo Brecht-, sino a partir únicamente del objeto
mismo, si es que ello es posible, es decir: dando una impronta tan rigurosa a
las composiciones mismas, que éstas reciban así una objetividad, una
objetividad que tendría también, a la postre, un sentido social. Hoy ya no es
posible escribir una cola nota si no se abriga esa confianza, por muy
problemática que sea.
Pero las dificultades no quedan remediadas con ello. Aquel conocimiento
general es un marco; proporciona a los compositores una cierta orientación,
pero en modo alguno les sirve ya de consuelo. Partiendo puramente del
individuo que compone música de manera despreocupada es muy difícil
alcanzar una objetividad del objeto; pero imponerse desde fuera lo que se ha
de hacer, también sería malo y falso. Nos encontramos en una situación
desesperada; es mejor analizarla que no eludiría con una ingenuidad tozuda.
De su capacidad subjetiva de reaccionar es de lo único de que los artistas de
hoy pueden partir en general. Pues ser una persona dotada de musicalidad,
poseer musicalidad, entendido esto en un sentido superior, no es precisamente
una mera propiedad subjetiva, sino que es, justo, la capacidad de inervar algo
de las obligaciones objetivas de la música, obligaciones objetivas en las cuales
se esconden también, a la postre, las obligaciones sociales. Este es el
fundamento racional de esa confianza a que antes me he referido. Cuando de
una persona decimos que esta dotada de musicalidad, no pensamos sólo en
una disposición que hubiera como brotado de la naturaleza y que no fuera ya
analizable, sino que pensamos en su capacidad de percibir la objetividad de la
música su contexto estructural. Esto es algo que se conserva incluso en el
concepto más espiritualizado de musicalidad.
Más justo esa capacidad de reaccionar del sujeto es la que se ha vuelto
problemática. El individuo no es un puro existente-en-sí, sino que se halla
siempre también mediado, es siempre también un fragmento del fenómeno
social, no una realidad última. La tendencia de la época, para colmo, ha
debilitado hasta tal punto el yo, que éste, en muchas ocasiones, apenas es ya
enteramente dueño de sus propias reacciones. Con facilidad ocurre hoy que es
la debilidad del sujeto lo único que se esconde precisamente en las fisuras que
se abren entre las reacciones musicales subjetivas y el nivel tecnológico
objetivo. El compositor que grita: yo no soy un esnob, yo no sigo esas modal,
yo me entrego a mi propio instinto y hago lo que quiero y puedo, y nada más
-ese compositor es verosímil en general, que no sea un esnob (si es que, por
otro lado, es un mérito el no serlo), pero, en vez de eso, lo que hará será
reproducir simplemente los desechos de los convencionalismos del año de
Maricastana y considerar voz propia lo que no es otra cosa que un triple eco.
Si contemplamos, desde la perspectiva a que aquí me estoy refiriendo, la
evolución general de la música a partir más o menos de 1920, veremos que los
desarrollos que merecen ser tornados en serio son casi exclusivamente
esfuerzos hechos para elaborar, a partir de la figura de la objetividad musical
-es decir, a partir del material, el idioma y la técnica-, procedimientos para
aliviar de su peso al sujeto, para exonerar a un sujeto que ya no tiene, a partir
de si, confianza en si mismo, pues se halla doblegado y aplastado por todas
aquellas dificultades. A mi parecer la historia musical de los últimos cuarenta
anos es la historia de las tentativas de lograr una exoneración musical.
Permítanme que les aclare brevemente esto.
El concepto de exoneración, tal como lo han hecho suyo con toda inocencia
diversos portavoces de la Jugendbeuwegung musical -por ejemplo, Wilhelm
Ehmann-, así como varios músicos dodecafónicos de Norteamérica, y tal corno,
por principio, y con todo énfasis, lo ha utilizado en sentido positivo Arnold
Gehlen en su sociología antropológica, es un concepto incompatible con la idea
de la obra de arte perfectamente acabada, que es la idea en la que, por otro
lado, todas aquellas técnicas confluyen. El aflojamiento del esfuerzo, la
exoneración, significa siempre una preponderancia de lo muerto, de lo que no
ha pasado a través del sujeto, una preponderancia de lo que es mera cosa
externa y, a fin de cuentas, ajeno al arte. Sin embargo, las tentativas de
exoneración se basan en una razón contundente, a saber: en que a partir de la
pura libertad, a partir de una actualidad omnidimensional del oído, por así
decirlo, apenas es ya posible dominar las dificultades del componer.
Es evidente que eso fue posible hacerlo tan sólo durante cl breve periodo de la
explosión, tan sólo durante el periodo heroico de la nueva música, el cual
abarca las obras del período medio de Schönberg comprendidas entre las Tres
piezas para piano, op. 11, y las Cuatro canciones para canto y orquesta, op.
22, así como las obras producidas en esa misma época por el joven Webern y
por el joven Alban Berg. Estos tres compositores son los clásicos de la música
moderna únicamente porque entonces no fueron unos clásicos: porque salieron
adelante sin reglas de juego establecidas desde fuera, apoyándose tan su
modo de reaccionar compositivamente, apoyándose tan sólo en la índole de su
imaginación inmediata. Eso habría que perseguirlo incluso hasta en la génesis
de varias obras de esa face. En catorce días compuso Schönberg su obra mas
audaz y mas avanzada -el monodrama Erwärtung-, hallándose
manifiestamente como en una especie de trance, muv similar a aquel en que
fueron escritas mas tarde las obras automáticas de los surrealistas; en verdad,
merced a una explosión del inconsciente.
Al surgimiento extraordinariamente rápido de tales obras corresponde la
brevedad de la fase en que se compuso música de esa manera. Después hobo
en Schönberg una pausa creativa muy prolongada, que duro siete anos. A algo
similar apunta, en el caso de Berg, el hecho de que sea tan exigua la cantidad
de sus producciones. Apenas ha habido ningún otro compositor importante de
tal Tango que haya dejado tan pocas obras corno el. Ya a partir de Wozzeck
Berg dejó de poner a sus obras número de opus, porque, como me dijo en una
ocasión, se sentía avergonzado de que sus números de opus siguieran siendo
todavía tan bajos cuando él tenía ya mas de cuarenta anos. En el caso de
Webern los formatos de miniatura abonan algo análogo. Es claro que, sin una
exoneración, Webern no podía soportar su inmensa tensión interior mas que
renunciando a articular musicalmente grandes extensiones de tiempo, siendo
así que, a lo largo de su vida entera, en ningún momento lo abandono el anhelo
de lograr articular musicalmente de modo completo un tiempo prolongado. Ni
siquiera Schönberg soporto un componer puramente espontáneo, un componer
apoyado puramente en si mismo, no exonerado. En ello puede haber
intervenido tanto el hecho de que a la larga no es posible conservar la inaudita
espontaneidad de tales obras, como asimismo el hecho de que su consciencia
critica tropezase con una serie de inconsecuencias e incongruencias existentes
en las obras surgidas libremente, inconsecuencias c incongruencias cuya
rectificación crítica no le parecía posible mas que mediante un cierto proceso
de racionalización. En este último aspecto habría que examinar alguna vez las
Cuatro piezas para piano de mi amigo Rene Leibowitz, las cuales aplican una
racionalización de ese tipo al modelo de las Cinco piezas para piano, op. 23, de
Schönberg, que no son todavía enteramente dodecafónicas. Las mencionadas
piezas de Leibowitz trasponen, por así decirlo, las ideas de las piezas de
Schönberg a la técnica dodecafónica; una tentativa memorable. En ella
podemos observar tanto cl progreso aportado por el sistema de exoneración -la
mayor congruencia, la ausencia de fisuras- como asimismo el precio que por
ello es preciso pagar -la pérdida de la inmediatez poseída por aquellas obras
del período medio de Schönberg-.
La técnica dodecafónica fue de hecho el primer gran fenómeno de exoneración
de la nueva música. Mi maestro, recientemente fallecido, Eduard Stuermann
expreso esto en una ocasión de manera muy sencilla, con la siguiente frase: el
procedimiento serial, dijo, esta destinado a ayudar a proporcionar lo que el oído
no puede ejecutar en cada instante. La transición hacia esto aconteció
tempranamente en los tiempos heroicos del atonalismo libre. Webern ha
contado que, cuando se hallaba componiendo sus Seis bagatelas para cuarteto
de cuerda, op. 9 -una de sus obras mas importantes y logradas-, fue apuntando
las notas que ya habían aparecido en esas piezas brevísimas, con el fin de
evitarlas, y así emplear en su lugar notas no utilizadas aun, es decir, para evitar
las repeticiones de sonidos. Esto ocurrió hacia 1909, pero en ello esta ya
implícita la idea de la técnica dodecafónica, bien que no su desarrollo
sistemático, y ello a partir sencillamente de la práctica ingenua del compositor.
Es casi imposible decir en general donde acaba la aportación inmanente del
oído y donde empieza la exoneración externa: ¿quién osaría tomarle a mal al
compositor Webern aquella inocente lista de notas ya utilizadas? Pero es
preciso aceptar algo así como un fenómenos de umbral, un salto de la cantidad
a la calidad, a saber: que de súbito la necesidad de tal racionalización se torna
ajena, se enfrenta desde fuera al compositor y a su oído. Se impone entonces
a la música un orden mediante violencia; el orden ya no se sigue puramente de
los acontecimientos musicales. En la medida en que el orden racionaliza los
acontecimientos de los que, a la vez, él mismo surge, ese orden representa
también, a la vez, algo así como un atentado perpetrado contra ellos. No es
casual el hecho de que en los primeros tiempos de la técnica dodecafónica se
empleasen tantas formas antiguas, pese a la manifiesta incongruencia de esas
formas con el material sonoro atonal, como también que hasta dentro mismo de
la microestructura volviesen a resurgir entonces -mediante el empleo, por
ejemplo, de secuencias, de modelos rítmicos rígidos y de otros recursos
semejantes- tantos elementos que con razón acababan de ser desterrados.
El desarrollo del serialismo, que comenzó de modo tan vehemente tras la
muerte de Schönberg, podemos interpretarlo como una crítica a esas
inconsecuencias. Desde el punto de vista de la técnica dodecafónica el
principio serial significa la eliminación de todo aquello que, estando preformado
por el dodecafonismo, penetra, sin embargo, como algo heterogéneo en la
composición, la eliminación de todo lo independiente de la técnica
dodecafónica, la eliminación de todos los vestigios materiales y estructurales
del viejo idioma tonal. Stockhausen ha expresado esto con la fórmula
contundente y chocante de que, desde el punto de vista del lenguaje musical,
Schönberg, a pesar de todas sus innovaciones, sigue siendo propiamente
tonal. La escuela serial ha querido radicalizar el principio dodecafónico -al que
consideraba, por así decirlo, tan sólo como una reordenación parcial del
material-, y extender tal principio a todas las dimensiones musicales, elevarlo a
totalidad. Absolutamente todo debe estar determinado, también las
dimensiones, todavía libres en Schönberg, de la rítmica, la métrica, el timbre y
la forma en su conjunto. Los compositores seriales partieron en ello de la tesis
de que, puesto que todos los fenómenos musicales -también las alturas de los
sonidos y los timbres- son en última instancia, por sus leyes acústicas,
relaciones temporales, todos ellos tienen que poder ser reducidos también, en
la composición, a algo común, a un común denominador llamado tiempo. Todo:
cada nota, cada silencio, cada duración, cada altura, cada color, tendría que
seguirse rigurosamente del material primordial -un material lo mas escaso
posible- de la serie utilizada en cada caso.
Dejemos abierto el problema de si, efectivamente, esa ecuación es exacta, el
problema de si es posible identificar sin mas el tiempo físico objetivo -basado
en el número de las vibraciones y en las relaciones de los armónicoscon el
tiempo musical -que esta mediado de manera esencial por el sujeto-, con el
sentimiento de la duración musical. Hace ya mucho tiempo que los
compositores seriales han tropezado con ese problema; los mas avanzados de
ellos, Boulez y Stockhausen, han dedicado grandes esfuerzos a resolverlo.
A mí, más que ese problema, me preocupa la idea como tal de la
determinación total. Esa idea se encuentra ya en la técnica dodecafónica, en la
medida en que en ésta no se ve por que tales y tales dimensiones deben estar
rigurosamente determinadas, y no deben estarlo, en cambio, otras. Según esto
cabría afirmar que lo que los serialistas hacen no es urdir arbitrariamente
matematizaciones de la música, sino Ilevar a su culminación una evolución que
Max Weber definió, en su Sociología de la Música, como la tendencia general
de la historia musical moderna: la progresiva racionalización de la música. Esa
racionalización, se afirma, habría alcanzado su consumación en la construcción
integral. Si de un material básico dado se siguiera, en efecto, absolutamente
todo lo demás, esto constituiría la máxima exoneración del compositor que
cabe imaginar. En ese caso el compositor no necesitaría ya más que obedecer
a lo que está encerrado en su serie, y quedaría eximido de cualquier otro
cuidado. Mas cuando pensamos en algo así, no nos sentimos a gusto. La
cosificación ya observable en la técnica dodecafónica, la depotenciación de la
realización viva, ejecutada con el oído -realización que es el auténtico
constituyente de la música-, esa cosificación y esa depotenciación crecen hasta
convertirse en una amenaza de destrucción de cualquier contexto provisto de
sentido.
Me estoy acordando ahora de un joven compositor que, en Darmstadt, hace ya
tal vez mas de catorce anos, me trajo una composición que a mí me pareció el
más loco de los galimatías. En ella no era posible distinguir un arriba y un
abajo, un delante y un detrás la consecuencia y la premisa, es decir, ninguna
articulación comprensible del fenómeno. Cuando le pregunté cuál era la
conexión existente entre todo aquello, cuál era el sentido musical de una frase,
dónde comenzaba y acababa ésta, y otras dimensiones estructurales
elementales de este tipo, aquel joven me demostró que equis páginas más
atrás había un silencio, el cual correspondía a una concreta nota que se
hallaba aquí en este lugar y otras cosas por el estilo. Había reducido
verdaderamente el todo -tal como se lo imaginan los enemigos pueblerinos de
la música moderna- a un problema aritmético, que incluso es posible que
estuviera bien resuelto -a mi me resultaba demasiado aburrido repetir el
cálculo-, pero que, desde luego, no se transformaba ya en una conexión
musical reconocible y convincente.
El sujeto, hacia el cual, a falta de un espacio social, está retroproyectada la
música, y que debería quedar exonerado por todos esos recursos, queda no
sólo exonerado: queda virtualmente extirpado. Pero con el quedan extirpados
aquellos controles que el sujeto ejerce y que participan en la constitución de la
objetividad musical. Si ya no se tratara, en serio, más que de desarrollar en la
composición lo que está encerrado en semejante serie, entonces -el chiste es
tan malo como la realidad- se podría componer mejor con avuda de una
máquina computadora electrónica, que no molestando a un compositor. La
ayuda que el compositor recibe le cuesta propiamente el pellejo. Queda
sometido a unas leyes que le son ajenas v cuya marcha difícilmente podrá
seguir. Pero la música que de ahí resulta se convierte en algo sordo y vacío.
Literalmente aparece lo que hace algunos años yo pronostiqué como
envejecimiento de la nueva música. En aquella ocasión varios de mis colegas
de Kranichstein se enfadaron conmigo; hoy puedo decir que en todo caso los
mejores están en gran medida de acuerdo conmigo en el diagnóstico.
John Cage irrumpió como una bomba en esta situación de lo serial; tal
situación es la que explica el extraordinario efecto producido por Cage. Su
principio del azar, eso que todos ustedes conocen con el nombre de
aleatoriedad, quería evadirse del determinismo total, del ideal musical integral,
obligado, de la escuela serial. Sobre el, el norteamericano, ese ideal no ejercía
la misma coerción, a él ese ideal no se le imponía con idéntica necesidad
histórica con que se imponía a los músicos de tradición europea, los cuales se
haIlan inmersos en el contexto del estilo obligado, de la tendencia general de la
racionalización de la música. Pero también el principio de azar, propugnado
con éxito por Cage, seguía siendo tan “ajeno al yo” como su aparente contrario,
el principio serial; también el principio de azar puede ser visto como
exoneración del debilitado yo. El azar puro rompe, es cierto, la obtusa
necesidad carente de toda salida, pero es tan extrínseco como ésta al oído
vivo. En una ocasión Cage formuló esto de manera consecuente al decir que,
cuando oímos a Webern, siempre oímos únicamente a Webern, pero que, en
verdad, no es a Webern a quien queremos oír, sino que lo que queremos oír es
el sonido. Con ello también Cage propugnaba una objetividad cósica, casi
fisicalista, corno la de la música serial. Dicho sea de paso, esto ayuda a
explicar asimismo el hecho de que tantos compositores serialistas se hayan
pasado, sin ninguna dificultad, al principio del azar. El compositor húngaro
György Ligeti, que es tan agudo como verdaderamente original e importante ha
Ilamado con todo derecho la atención sobre el hecho de que, en el efecto, los
extremos de la determinación absoluta y del azar absoluto coinciden. La
universalidad estadística se convierte en el principio rector, ajeno al yo, de la
composición.
Es cierto que ni en Cage ni en su escuela el azar absoluto se agota en esto.
Ese azar tiene un sentido polémico; se asemeja a las provocaciones dadaístas
v surrealistas de otro tiempo. Pero, en concordancia con la situación política,
sus happenings no tienen ya un contenido políticamente demoledor, y por ello
asumen fácilmente un aspecto de séances de sectas: mientras todos creen
haber asistido a algo tremendo, en realidad no ocurre nada, ningún espíritu
aparece. El mérito de Cage, que nunca se valorara bastante, consiste en haber
hecho perder la confianza en una lógica musical que se convierte en su
contrario, la confianza en el ciego ideal de una dominación completa de la
naturaleza dentro de la música. Difícil es que Cage no haya estado influido por
la action painting. Sin embargo, lo que él mismo ofrece en sus obras radicales
no es, en modo alguno, tan diferente del estilo basado en la dominación de la
naturaleza como podría sospecharse si nos guiamos por su programa, aun
cuando sus mejores piezas, como el Concierto para piano, no dejan de producir
un choque extraordinario, el cual se opone obstinadamente a toda
neutralización; casi ningún otro compositor ha logrado eso. La dificultad más
seria está, sin embargo, en que, peso a todo, no es posible una vuelta atrás. Se
caería casi necesariamente en el reaccionarismo si, frente a la técnica
dodecafónica, el principio serial y la aleatoriedad se quisiera recobrar
sencillamente la libertad subjetiva, es decir, el atonalismo libre en el sentido de
Erwärtung de Schönberg.
Contra las técnicas de exoneración habría que defender el ideal de eso que
Heinz-Klaus Metzger ha llamado lo a-serial y para lo que yo he propuesto la
expresión “música informal”. Teniendo en cuenta la imposibilidad de trazar un
cuadro, completo en cierto modo, de eso que se llama lo positivo, renuncio a
describirlo en detalle, tanto mas cuanto que, si ustedes están interesados,
pueden enterarse de que es lo que yo pienso sobre esto leyendo mi trabajo
Vers une musique informelle; se encuentra al final de mi libro Quasi una
fantasia. Pero sí voy a mencionar al menos algunos ejemplos de las
dificultades que se oponen también al ideal de lo informal.
En las composiciones más avanzadas y alertas de hoy se observa una
discrepancia entre Los bloques adosados, dispuestos en estratos, por así
decirlo -a menudo esos bloques están asombrosamente bien construidos-, v la
estructura de conjunto; es como si no hubiera ninguna mediación que desde los
detalles inauditamente articulados condujese hasta la totalidad, la cual está
también construida de un modo grandioso; es como si ambos -detalles y
totalidad, se hallasen enlazados ciertamente según principios constructivos,
pero éstos no consiguieran realizarse, sin embargo, en el fenómeno vivo. Falta
mediación, tanto en el sentido banal como en el sentido riguroso de la palabra.
En el sentido banal: faltan vínculos de unión entre las sonoridades individuales,
en las que todo se concentra. En el sentido riguroso: los acontecimientos no
quieren, por sí mismos, ir más allá de sí mismos, la estructura no pasa de ser
abstracta en gran medida con respecto a cubo. Hasta ahora la integración se
convierte muchas veces en empobrecimiento. Dento de un avance
extraordinario de los medios compositivos podemos observar una especie de
regresión a la homofonía. Se suman bloques, como he dicho, usando una
expresión de Boulez, pero no se trazan líneas. Apenas se forman tensiones
armónicas, ni armonías complementarias, ni trazados lineales monódicos y
mucho menos polifónicos. Esta atrofia no guarda la menor relación con el
despliegue compositivo de medios y de construcción. Con esto se halla
relacionado, sin duda, eso que podríamos calificar de preponderancia de
elementos accesorios, de elementos extramusicales en la música más reciente,
preponderancia de la que Schnebel ha dicho que es uno de los fenómenos más
característicos de la actual evolución. Es como si la música pretendiera
compensar mediante el ruido, mediante efectos de ruido, y luego también
mediante recursos ópticos, y sobre todo mímicos, el despliegue inmanente que
se le rehúsa.
Aquellas provocaciones, sin embargo, carecen mochas veces de meta. Dada
se convierte en l´art pour l´art, y eso es difícilmente conciliable con la idea del
Dada. A menudo se forma una música que, en propiedad, no quisiera ir a
ninguna parte. A esto se replica, sobre todo por parte de los compositores
electrónicos, que de lo que se trata es de preparar materiales. En una ocasión
yo dije que las composiciones electrónicas suenan como Webern tocado en un
organillo; pero eso esta incuestionablemente superado. Mas, por otro lado, no
cabe desconocer que, en proporción al esfuerzo técnico realizado, todavía hay
un cierto primitivismo en los resultados. En general es más difícil, sin duda,
poder perfeccionar los medios independientemente del fin, independientemente
de la calidad de la música que con tales medios se compone. Quisiera
mencionar al menos un síntoma de esto, un síntoma que últimamente me ha
sorprendido y que acaso tenga algo que ver asimismo con el conjunto de las
dificultades: el fenómeno de la inhibición de los impulsos: el fenómeno de que
la música se agite permanentemente, quiera desarrollarse, pero se interrumpa
una y otra vez, cual si estuviera sometida a un hechizo. No quisiera yo decidir
Ia cuestión de si eso hechizo expresa el hechizo bajo el que estamos viviendo,
o si es también un síntoma de debilidad del yo o un síntoma de incapacidad
compositiva.
Lo único que aquí yo he pretendido es hacer consciente todo eso; no profetizar,
ni postular. La música se encuentra hoy ante una alternativa: por un lado, el
fetichismo del material y del procedimiento, por otro, el azar dejado en Iibertad.
Me ha venido a Ia memoria una frase de Christian Dietrich Grabbe que me
impresionó mucho cuando Ia leí en otro tiempo: “Pues nada más que Ia
desesperación puede salvarnos”. Todo depende de Ia espontaneidad, es decir,
de Ia reacción involuntaria del oído compositor, quand même. Mas si tomamos
con seriedad mortal el componer, tendremos que acabar haciendo la pregunta
de si el componer, en su conjunto, no deviene hoy ideológico. Por ello, sin
metáforas, y sin el consuelo de pensar que las cosas no pueden seguir así,
hemos de mirar cara a cara Ia posibilidad del enmudecimiento. Lo que Beckett
expresa en sus obras dramáticas, y sobre todo en sus novelas, las cuales a
veces susurran como lo hace Ia música eso tiene su verdad para la música
misma. Acaso no sea ya posible otra música que la que toma como criterio esa
exigencia extrema: su propio enmudecimiento.
(1964)
(1966)
T. W. Adorno
(1954)
Coriún Aharonián
Su contexto histórico
Su aporte creativo
AIgunos ejempIos
Hasta ahora, el trabajo analítico más completo (al que también hace referencia
Graciela Paraskevaídis en su artículo) es el ensayo de inminente aparición12
del estadounidense Peter Garland, compositor, ensayista y, sobe todo,
"militante de la vida" como diría Mario Benedetti-.13
Un problema fundamental para lograr una visión de conjunto verdadera es la
escasez de buenas versiones editadas en fonogramas14 y -acentuando esto
hasta lo absurdo- la casi imposibilidad de acceder fácilmente a las pocas
existentes.15
En el primer cuarteto de cuerdas (aparentemente de 1930) Revueltas no logra
todavía escapar, en el primer movimiento, a la colección de gestos retóricos
implícita, en el concepto dieciochesco de cuarteto de cuerdas. Pero el segundo
movimiento apunta francamente hacia otro lenguaje, con un par delicioso de
submovimientos contrastantes. Enseguida despunta, Cuauhnáhuac (1930 ó
1930/1931, según las fuentes),16 para orquesta, es un impresionante salto al
vacío. Los sonidos del mundo real circundante aparecen en una estructura
violentamente antidiscursiva y quebrada, en un aquelarre de pueblo incivilizado
del que nos hacemos partícipes a poco de echar a andar.17 El segundo
cuarteto (Magueyes, probablemente 1931) rompe la previsibilidad posible
desde el mismo comienzo, pero -obra al fin del violinista de profesión que
Revueltas ha sido y sigue siendo- no logra despegarse del todo de ciertos
comportamientos "corporativos" de los cuartetos de la tradición europea.
La canción Dúo para pato y canario (1931 ó1932, sobre texto de Carlos
Barrera) es un muy bien construido guiño latinoamericano hacia las
vanguardias europeas, que concentra en tres minutos humor, chanza,
disparate, surrealisrno, y violencia con carga dramática. Algo similar ocurre con
El tecolote y con Ranas (1931 ó 1937, sobre textos de Daniel Castañeda),
ambas ejemplares. O con Las cinco horas (1938 ó 1939, sobre texto de
Federico García Lorca).
Ventanas (1931 ó 1931/1932), para orquesta, plantea un tipo de violencia más
maquinista, más a la Fundición de acero o a la Pacific 231, siempre desde este
lado del océano. La disfrutable Alcancias (1932) me resulta por ahora poco
clara en la perspectiva general; la olfateo como gran broma, pero quien sabe.
En todo caso, la estructuración por capas superpuestas autónomas e
interrelacionadas y el juego tímbrico, van quedando en ella claramente
definidos como opciones estilísticas. Música de feria, su cuarto cuarteto (1932),
es una compacta joya, un logradísimo fresco, concentrado, de jolgorio, de
fiesta, de citas de gestos inherentes a las musicas populares y a las
formaciones instrumentales del país (mariachis incluidos, terceras casi
paralelas también), de finísima elaboración tímbrica y textural, de riquísimo
tejido polirrítmico (pero polirrítmico de veras; no de semicorchea omnipresente).
De capas que se superponen y que repentinamente confluyen y
repentinamente vuelven a disociarse en ostinato y canto superpuesto, y
nuevamente confluyen, y más allá se abren en un ostinato a dos (cuarta que se
cierra en segunda menor, impasible) y pasan luego a una homofonía de
distanciamiento satiano, para ir a un contrapunto de cuatro cantos de fuerte
lirismo y volver a la homofonía distanciada... y así, sin concesiones a la
indiferencia. Y con una fuertísima carga de alegría lindante paradojalmente con
el nudo en la garganta.
Colorines (1933), para pequeña orquesta, es una deliciosa serie de breves
movimientos que se emparenta sobre todo con Cuauhnáhuac hacia atrás y que
adelanta el espíritu de varias excelencias por venir. Y entonces, la nueva
maravilla que deja sin aliento: Janitzio (1933), para orquesta, un nuevo fresco
donde la alegría desborda y Ilora y se desparrama y rechina. Y se las arregla
para enmarcar un oasis de serenos juegos de contrapuntos a dos voces,
prefigurados en la temprana Canción para piano (datada 1930, pero sospecho
que bastante anterior). En el resto, se abren y cierran ventanas sobre bullicios y
fiestas populares estructurados en una arquitectura de superposiciones, contra
posiciones, yuxtaposiciones, convergencias, homofonías y saltos abruptos,
admirablemente resueltos. En el octeto 8 x radio (también 1933) la concepción
general es parecida, pero el jolgorio es menos agresivo, más distendido y hasta
elegante, más contenido.
Caminos (1934 ó 1934/1936), para orquesta, es otro tramo del recorrido
iniciado con Cuauhnáhuac, nuevamente brillante y muy divertido (parece un
término pecaminoso cuando se habla de música culta, ¿verdad?). Planos, para
pequeña orquesta, y su versión para gran orquesta Danza geométrica (ambas
de 1934), explora una expresividad más sombría y referida menos
explícitamente a las músicas populares. El renacuajo paseador (1933 ó 1935 ó
1936) es tierno y juguetón. El brevísimo Allegro (1935 o 1938) traslada al piano
la arquitectura de capas superpuestas que repentinamente confluyen y vuelven
a independizarse en canto(s) y ostinati, sobre una rítmica puntiaguda.
En 1936 Ilega el Homenaje a García Lorca, para pequeña orquesta, una de las
obras maestras del siglo y quizá lo más conmocionante -que ya no
emocionante (¡meramente emocionante!)- de la producción de Revueltas. El
solo de trompeta que abre y cierra (atacando con un extrañante arpegio del
piano) el primer movimiento ("Baile") en un desgarrado pero sobrísimo Ilanto,
enmarca una fiesta popular (con la fuerte referencia tímbrica y textural de dos
violines y dos trompetas y un contrabajo punteado -y con flautín y tuba, más
clarinete piccolo, trombón y piano-) de una fuerza arrolladora, "desafinada",
chillona, burlona, que se corta abruptarnente. Nada más cercano a los
emblemáticos esqueletos bailarines de José Guadalupe Posada. El segundo
movimiento ("Duelo"), en el centro del cual los soplos gritan su pena, es un
largo ostinato, imperturbable, articulado en grupos de cuatro corcheas, sobre el
que una de las trompetas canta quedamente. El replegamiento del ostinato al
grito y su regreso imperturbable hacen aun más fuerte este delicadísimo
anticipo minimista. El tercer movimiento ("Son"), es una nueva fiesta, intensa,
de rítmica entrecortada, una fiesta que espanta la muerte fascista con la
carcajada de la vida desbordante. Una vez más, la alegría Ilega al nudo en la
garganta. ¿Cuántos lo han podido hacer en la historia de la música culta?
¿Cuantos tan limpiamente?
Los Tres sonetos (1938), para diez instrumentistas, constituyen -luego del
siniestro, salvaje, mágico y complejísimo Sensemayá-18 una trilogía de
introversión, de contención, de sencillez, de delicadeza. Hay apenas una
exasperación, en medio del tercero, construido todo sobre un bordón
articulado, implacable.
Su música para películas, con un planteo de lenguaje que adelanta respuestas
a muchas preguntas -pero que los teóricos del primer mundo suelen saltear en
sus libros-, merece un estudio separado, debidamente pormenorizado, y
correlacionado obviamente con el análisis de las imágenes. Varias obras
orquestales (Redes, Música para charlar, La noche de los mayas) son suites de
estas músicas para cine. Itinerarios, su última obra terminada (1940, si bien el
libro compilado por Rosaura la sitúa hacia 1937), parece enmarcarse -en su
lenguaje- más en esta línea que en la de las obras concebidas como piezas
autónomas.
Notas
Coriún Aharonián
UNO
DOS
TRES
CUATRO
CINCO
En principio, la baja general de costos debería favorecer a los países del tercer
mundo. Pero esto no es tan lineal tampoco. Tratemos de verlo, brevemente, en
la perspectiva latinoamericana. Y tratemos de comprender la inevitable
interdependencia entre el vuelo del pensamiento y la disponibilidad
tecnologica.6
En una apreciación general de la producción musical latinoamericana del área
"culta", sorprende a menudo la elevada cantidad de composiciones
electroacústicas realizadas por sus autores sobre cinta magnética. La
producción es en ciertos periodos alta en relación con las composiciones para
instrumentos tradicionales (tradicionales de la tradición europea, claro). Esto
suena a contrasentido, puesto que la composición electroacústica depende de
las disponibilidades tecnológicas, y estas están condicionadas al grado de
desarrollo económico del país, o a su participación mayor o menor en el reparto
de la torta metropolitana. Pero no es un contrasentido, puesto que también la
composición no electroacústica depende de las disponibilidades tecnológicas:
un violín es también tecnología, y un piano también . Más aun: un violinista o
un pianista son en buena medida función del desarrollo económico de su país,
es decir que pueden dedicar tiempo a estudiar obras nuevas (que significan en
general problemas técnicos no resueltos en los anos de adiestramiento
beethoveniano) si disponen de tiempo ocioso o de quien les pague por tal
estudio. Ello en el caso de que no hayan emigrado a porciones (in poco más
grandes de !a torta, en busca de su miguita retribuidora gel instante de
entretenimiento y distracción que puedan ofrecer a quienes pagan, en ese duro
oficio de bufón prostituto en que se convierte tan a menudo la supuestamente
noble tarea de tocar.
El compositor que afronta las dificultades de realización de una obra
electroacústica esta en realidad ahorrándose togas las humillaciones repetidas
que le significa la obra instrumental, y las frustraciones también. Al lograr
terminar una obra electroacústica, el compositor puede -oh, milagro-- oír la,
saber como suena, comprobar la certeza o no de sus presupuestos. Luego, con
la sola ayuda de un grabador y de los respectivos parlantes, puede hacer
escuchar su obra cuantas veces quiera -o casi-. AI terminar una obra
instrumental, en cambio, deberá esperar al intérprete, al grupo de intérpretes o
a !a orquesta, para poder oírla. Salvo que la escriba para un instrumento solista
que justamente sea el que ejecuta el mismo (o su consorte). La obra se
ejecutara quizás una vez, ante un público de diecisiete personas, incluidas la
tía y el/la consorte. Y se archivará luego, brindando a su auto esa maravillosa
satisfacción, solitaria de hablarle a una pared. Con lo que su función de creador
de productos de comunicación será sutil y sistemáticamente anulada.
Durante algunos anos, la anónima maquina de frustración cotidiana del papel
Sociocultural gel compositor logro triunfar también en el terreno de lo
electroacústico, por la sencilla y expeditiva via gel miedo a la tecnología y de su
paralela mitificación. Los tabúes fueron vencidos gradual y lentamente.
SEIS
SIETE
Pero casi simultáneamente vienen los intentos de repetir el modelo
metropolitano del "gran" estudio (que, dicho sea de paso, es más grande en la
imaginación de los receptores de propaganda de la colonia que en la realidad).
Naturalmente, esos intentos si bien el frustrado Taller experimental de Santiago
de Chile constituye un antecedente indudable se clan con mas fuerza y
facilidad en Buenos Aires, condicionada por un largo proceso educativo para
asumir posiciones más inocentemente coloniales que otras ciudades del
continente mestizo.
En 1960 la Universidad Nacional de Buenos Aires pone en funcionamiento un
Estudio de Fonología Músical adscrito al Laboratorio de Acústica de la Facultad
de Arquitectura. La dirección del estudio es confiada a Francisco Kröpfl
(argentino, nacido en Temesvár, Hungría, 1928) y la jefatura técnica a Fausto
Maranca, dos jóvenes que habían iniciado sus trabajos ya en 1958.7 El Estudio
es grande y costoso, pero produce relativamente pocas obras en sus largos
años de existencia -varios trabajos de su director a partir de un Ejercicio de
texturas de 1960, la interesante Creación de la tierra de la colombiana
Jacqueline Nova (Gante, Bélgica, 1937-Bogotá, 1975), y realizaciones
aparentemente menores que no han trascendido- porque un ritual de supuesta
dificultad impide el salto a la acción creativa. Es probablemente esa
comprobación de escasa producción la que mueve a las autoridades
universitarias a cerrar el estudio en 1973, por simple decisión administrativa.
Fundado en 1962, el Centro Latinoamericano de Altos Estudios Música les del
Instituto Torcuato Di Tella de Buenos Aires trata de tener al menor plazo
posible su propio estudio electroacústico, independiente del de la Universidad.
En 1964 se completa una primera composición en ese nuevo laboratorio:
Intensidad y altura (sobre poema de César Vallejo de Cesar Bolaños (Lima,
Perú, 1931). Durante largo tiempo, una dirección técnica errónea traba el
vuelco de los numerosos becarios del Centro Latinoamericano (compositores
jóvenes de toda América Latina) a la creación electroacústica, y es recién en
1966 que se inicia una corriente de trabajo regular. La presencia, como
segundo director técnico, del talentoso ingeniero Fernando von Reichenbach,
incita al trabajo.8 Y es así como se suceden numerosas composiciones de
valor. En 1969 la dirección artística es asumida de hecho por Francisco Kröpfl,
que se integra al cuerpo docente del Centro Latinoamericano, resolviéndose
así la forzada oposición entre los dos estudios grandes de la ciudad de Buenos
Aires.
Pero el Centro Latinoamericano es cerrado en enero de 1972, luego de una
difícil crisis del sector de artes del Instituto Di Tella. Pocos meses después, su
patrimonio es recibido en carácter de donación por la Municipalidad de Buenos
Aires, que integra el estudio electroacústico a su Centro de Investigaciones en
Comunicación Masiva, Arte y Tecnología (CICMAT), confiando su dirección a
un equipo formado por Fernando von Reichenbach, Francisco Kröpfl, Gerardo
Gandini, José Ramón Maranzano y Gabriel Brncic. Ha perdido entre tanto su
carácter latinoamericano, transformándose en un superlaboratorio para
consumo de compositores casi exclusivamente argentinos. En 1976 cambia la
ordenación administrativa y el estudio pasa a formar parte de un nuevo
organismo, el Centro de Estudios Acústicos Música les (CEAM). Pero
aparentemente no produce nuevas obras, quedando absorbido durante varios
anos por requerimientos burocráticos. En 1982, ahora bajo el nombre de
Laboratorio de investigación y Producción Músical (que permite convencer a los
burócratas acerca de su no inevitable inutilidad para fines inmediatos), se
incorpora al huevo Centro Cultural Ciudad de Buenos Aires, como parte de su
Departamento de Música, Sonido a Imagen (los hombres, como vemos,
continúan no siendo lo más logrado), departamento quo dirige Francisco Kröpfl.
Otros estudios grandes van surgiendo (y en general sucumbiendo) en otras
partes de América Latina. Entre ellos se cuenta el Laboratorio de Música
Electrónica del Conservatorio Nacional de Música de México, fundado y dirigido
por Héctor Quintanar (Ciudad de México, 1936), secundado por el ingeniero
electrónico Raúl Paven Sarrelangue, estudio cuya producción parece haber
sido muy escasa (o muy poco difundida). En Caracas, José Vicente Asuarecha
echa algunos anos antes (1966) las bases del Estudio de Fonología Músical del
Instituto Nacional de Cultura y Bellas Artes, estudio en el que compone algunas
de sus piezas (La noche II, 1966/1967, Divertimento, (1967?, y Guararia
repano y Catedral, ambas de 1968). El estudio, instalado a gran costo
(grandisímo costo), reafirma en ese momento la tendencia al "gran" estudio, no
despertando mayor interés en los compositores venezolanos. Lenta e
implacablemente desmantelado desde 1968 (las acusaciones se escuchan
hasta hoy), es reestructurado en diversos momentos, cambiando de nombre,
de director, de institución propietaria y de sede varias veces, y generando
incluso algún otro estudio (hijo o hermano).
OCHO
NUEVE
DIEZ
ONCE
Oscar Bazán (Cruz del Eje, Córdoba, 1936), se instala en cambio francamente
en el "gran" estudio: el CICMAT. Y más francamente frente a su temprano
sintetizador Arp 2600. Pero. Justamente: pero. El gran estudio no suena ya a
gran estudio y las obras de Bazán allí hechas en 1973 y 1974 no suenan a
obras hechas en un gran estudio, y las máquinas maravillosas ya no mandan si
no que manida Bazán. Y el resultado es una música electroacústica "pobre"
aunque la tecnología que ha sido utilizada para producirla sea rica. Luego de
un recorrido por las posibles vías del teatro musical, a través de las cuales el
ludismo místico de la decadencia metropolitana y su personal refinamiento
sensible le habían tendido varias trampas en los anos anteriores, Bazán
obtiene en Episodios (1973), en Austera (1973), en Parca (1974) y quizás en
Los números (1974), una despojada exposición de bloques climáticos de
textura estable pero permanentemente dinamizada, una sucesión de breves
piezas plenas de ternura, de humor y de dramatismo, cuya valentía formal
constituye un desafío para los colegas compositores latinoamericanos.
Pena que el propio Bazán confía poco en estos logros, y no haya casi,
aparentemente, continuidad en los años subsiguientes, salvo en la originalísima
y excelente serie instrumental (o vocal-instrumental) Austeras (1975/1977), y
quizás en las Seis propuestas (1980) y Los mitos (1985). Hay, eso sí, una
fuerte influencia del camino bazaniano en varios de los compositores
latinoamericanos nacidos en la década del 1950.
DOCE
CATORCE
Notas
1.- Véanse los planteos que desde distintas ópticas realizan Serge Moreux (La
partition músicale micrognique, 1950), Gunter Mayer (From music in the media
to music for the media: towards an aesthetics of 'radiogenic' music, 1984) y
Chris Cutler (Technology, politics and contemporary music: necessity and
choice in musical forms, 1984), además de algunos "clásicos" como el brillante
teórico Walter Benjamin (el inevitable La obra de arte en la época de su
reproducibilidad técnica) o el útil pragmático Fred K. Prieberg (los difundidos
Música de la era técnica, Eudeba, Buenos Aires,1961, y Música y máquina,
Zeus, Barcelona, 196:).
2.- Véanse el breve y preciso artículo de Robert Moog en el disco de Clara
Rockmore, virtuosa intérprete del instrumento (De los, DEL-25437, Nueva York,
1975).
3.- Véanse entre otros los aportes de Otto Luening y de Gordon Mumma (en
The development and practice of electronic music, de Jon H. Appleton &
Ronald C. Perera, Prentice Hall, Englewood Cliffs, 1975), de Hugh Davies (en
Poesie sonore internationale de Henri Chopin, Jean Michel Place, París, 1979)
y de Ursula Block & Michael Glasmeier (en Broken music de ambos,
Daadgalerie & Gemeentemuseum & Magasin, Berun & Dan Haag & Grenoble,
1989). Sobre Russolo específicamente vale la pena ojear las varias ediciones
de sus textos y manifiestos (especialmente la de Richard-Masse, Paris, 193:,
con una ilustrativa introducción de Maurice Lemâitre, la de L´Age d´Homme,
Lausana, 1975, con presentación de Giovanni Lista, y la antología de textos
futuristas de Arnaldo Monclaclori, Verona, 1973, a cargo de Luciano De Maria),
el artículo de Barclay Brown (Perspectives of New Music, vol. 20 N° 1/2, New
York,1981/1982), los estudios agrupados en 1976 por el Institut für
Wertungsfortschung de Graz para la Universal Edition (Der musikalische
Futurismus), y también el futurismo de Maurizio Calvesi, Fratelli Fabbri, Milano,
1967 -versión reducida, 1970-. Sobre Norman McLaren véanse Norman
McLaren: his career and techniques por William E. Jordan (The Quarterly of
Film, Radio and Television, vol. VIII N° 1) y un folleto de 1959 del National Film
Board/Office National du Film del Canada (Cinéma d´animation sans caméra)
que reproduce un artículo del propio McLaren.
4.- Véanse cronologías en el impresionante volumen compilado por Hugh
Davies (compositor, técnico de grabación a inventor de instrumentos),
Repertoire international des musiques electroacoustiques/International
electronic music catalog (publicado como Nro. 2/3 de la Electronic Music
Review, Trumansburg, 1967).
5.- La bibliografía para este capítulo es a la vez relativamente abundante en
ciertos rubros y dramáticamente escasa (o difícil de rastrear para el lector
común) en otros. Lo obligadamente sintético de mi planteo no ayuda mucho,
por supuesto. Lo siento.
6.- A partir de aquí utilizo en buena medida como base mis textos La música
electroacústica en Latinoamérica y Hacia una música electroacústica nuestra
publicados en 1977 y 1978 en los números 1 y 2 de la revista Ficciones
(Montevideo). Me han sido de gran utilidad además los artículos Panorama de
la música experimental en Chile de Samuel Claro (Revista Músical Chilena, N°
83, Santiago, I/III-1963), Música electroacústica na America Latina de Conrado
Silva (Art 013, N° 105 /115, Salvador da Bahia, 1985) y La música
electroacústica en la Argentina de Francisco Kröpfl (mecanoscrito, Ill-1986),y el
libro Música contemporanea brasileira de José María Neves (Ricordi, Sao
Paulo,1981). En la primera parte he seguido los criterios del capítulo
correspondiente de mi Introducción a la música de 1981.
7.- Véase mi reportaje Kröpfl de visita (en Epoca, Montevideo, 9VII-1965).
8.- Véase el capítulo Engineering heroes en el trabajo de Gordon Mummaya
mencionado, y un reportaje mío a Reichenbach: El padre de Catalina (en
Marcha, Montevideo, 19-II & 5-llI-1971).
9.- Véase el pequeño libro Tradición popular en la música contemporánea
guatemalteca (dos muestras) de Igor de Gandarias (Editorial Cuttura, Ciudad
de Guatemala, 1988), el ensayo de Orellana Hacia un lenguaje propio de
Latinoamérica en música actual (en Alero, 3 época, N° 24, Ciudad de
Guatemala, V/VII-1977), y quizás también mi artículo sobre Orellana en
MusikTexte (N° 43, Köln, II-1992).
10.- Existe un breve comentario de Francisco Kröpfl sobre esta obra
(mecanoscrito).
11.- Con un breve apéndice en 1977 (Historias para un movimiento imaginario
y Trovas, crónicas y epigramas).
Robert Schumann
El Absolute film
Diana Baroni
-El cambio se produjo probablemente al ver una partitura que tenía desde
joven. Y también, al trabajar con un instrumento de la época de Schubert, el
hammerflugel (pianoforte). Un buen pianoforte, que no era en todo caso como
aquellos del tiempo de Mozart; estos eran más percusivos. Este hammerflugel
tiene ya otro sonido; en e1 se pueden hacer las líneas de Schubert. Es un
Brothmann de 1820, que para ese entonces era el modelo más avanzado, con
sonoridad, con más graves; es un instrumento con ciertas cualidades tímbricas
y no es demasiado rústico.
-En otra oportunidad, usted hizo algunas objeciones acerca de las versiones
que suelen pacer los barítonos.
-Sí, creo que ellos fuerzan demasiado en el registro medio de la voz. Tanta
fuerza es exagerada. Es Schubert quien ya ha escrito la música, quien ya ha
dado su opinión acerca del poema; todo está allí, sublimado por el mismo
Schubert. Entonces, ¿por qué sobrecargar todavía el texto con la opinión
personal? Schubert escribió todo; todo lo que imaginó está dentro de la obra;
los sforzatti, las intensidades... No es necesario sobrecargar esa escritura;
podría caerse en el mal gusto y esto lo encuentro terrible. Probablemente, esta
es la razón por la que uno debe respetar la composición, como el compositor
hizo conocer esos poemas.
-También con Schumann y Mahler. Una vez, Bruno Walter me dijo durante un
ensayo, antes de empezar a trabajar: "Cante un buen vino, no una cerveza".
Fue muy claro. Walter tenía un sentido de la energía, de la interpretación;
siempre atendía a la obra de un modo muy agudo, con mucha precisión.
-Creo que en el Winterreise usted trabaja con una idea de narración; la obra
parece pensada como una totalidad y, a la vez, hay un trabajo con los detalles
que jamas había oído.
-Es casi una versión objetiva. Un modo de estar mucho más entregado a la
obra que, en fin, cantar sobre ella.
-Es que eso sería demasiado. Expresarse sobre ella, por encima de esa
escritura, es excesivo. No quisiera equivocarme, pero en mi opinión Cocteau
escribió para Oedipus Rex de Stravinski en ese sentido, en un sentido de
objetividad.
-Sí, muchas veces. Stravinski siempre me llamó para hacerla. Podía hacer un
papel dramático, aunque con cierta distancia. Siempre se dijo de Stravinski que
debía cantarse su ritmo, su sentido del ritmo. No es así, o, al menos, no sólo de
eso se trata. En cuanto se piensa en una línea, en una frase, allí aparece.
-¿Esta idea acerca de la interpretación, no sobrecargada, significa riesgo?
-Esta relación que usted tenia con Bruno Walter, ¿también se daba con Richter
haciendo Bach?
-Con Richter sucedió algo extraño. Cuando Harnoncourt comenzó a hacer sus
versiones, Richter estaba turbado, incomodo. Y esto porque de repente
aparecieron ciertas cosas que se impusieron y que debían hacerse de un modo
determinado. Richter, que estaba confundido, comenzó a buscar novedades y
algunas veces perdía su centro.
-¿Richter?
-No, en el fondo no podía hacerlo. Aunque hizo ciertos cambios dentro de sus
versiones y, en fin, se dejó llevar.
-Una vez, cuando era profesor en Munich, invité a Harnoncourt para una clase;
era interesante para los estudiantes tomar contacto con él. Sin embargo, no era
distinto a lo que hacíamos con Leo Blech en Berlín. Era similar a aquellas
versiones de Idomeneo, que canté en la opera de Berlín en el año '53 o '54. No
era otra cosa, en verdad. Y después de todo, ¿quién sabe como se cantaba en
ese entonces? ¿Quién sabe eso? El mismo Bach dijo: "Si tuviera cien en el
coro, llevaría cien a la iglesia". Esto fue así. Richter no era un romántico, como
siempre se afirmó; no exactamente. Siempre tuvo este gesto, esta fuerza; todo
se entiende en sus versiones, los instrumentos guiando las líneas, las ideas,
todo se percibe de inmediato, una esencia de Bach.
-Pensaba que tal vez este estilo objetivo en su Winterreise, ese modo de contar
ur viaje, ¿no está acaso en relación con ese gran papel de narrador que es el
Evangelista de la Pasión según San Mateo?
-El otro día escuché la versión en video de Richter, haciendo la Pasión según
San Mateo, con Peter Schreier como Evangelista. Schreier ha exagerado la
objetividad sin emoción. Es curioso, Pero esta emoción ha sido pasada por
alto. Yo no creo que el Evangelista solo relate una historia; lo que sucede en la
versión de Schreier es que sobrepasa el relato con vanidad. Y eso es terrible.
-Hay una gran familiaridad entre el Bach de Richter y el Bach de Pablo Casals.
-Ah, sí. Pablo Casals era un músico formidable. Hicimos San Mateo, por esos
años, en Puerto Rico; me sentía realmente cómodo a su lado. Fue una versión
muy traslúcida. Apenas dirigía, con unos pocos movimientos; casi no hacía
nada. Era evidente su amor a la música, como cellista y como director.
-Solo oí Bach por él; quedé perplejo. Es un loco. Cambia demasiadas cosas,
aunque los cambios en la partitura también Busoni los hizo, claro que él en un
sentido más romántico. Gould tiene un estilo mucho más rítmico. Sin duda es
un pianista genial.
-Hermann Prey tiene una bella voz. También Elizabeth Schwarzkopf, aunque
por momentos encuentro su estilo un poco exagerado.
-No, tal vez para perfeccionarse, Pero solo si uno ha trabajado en su propio
país y después de haber madurado. Se debe estar muy bien preparado cuando
se quiere entrar en una escuela o en una ópera. Porque la concurrencia de los
americanos y de otros extranjeros es tan grande, que aun con una bella voz,
bien educada, resulta difícil. En las escuelas alemanas, por ejemplo, no hay
aranceles; pero para vivir, para poder permanecer en el país, es necesario
contar con un sponsor. El DAAD, por ejemplo, es un estipendio del gobierno
alemán para aquellos estudiantes que son realmente dotados y que hacen
verdaderos progresos. De ese modo, si uno tuvo la suerte de obtener una beca
o algo similar, resulta productivo para el estudio. Si se tienen condiciones, es
necesario buscar alguna cosa de este tipo.
-En el Japón naturalmente es mucho más complejo. Ellos tomaron una técnica
de la Alemania de fin de siglo; la adoptaron y la siguieron sistemáticamente.
Creyeron que en ella todo estaba bien. En la mentalidad japonesa subyace
también ester fuerza de hacer, este sentido de la voluntad; todo se traduce en
la fuerza. Este pensamiento en cierta medida los bloquea para el trabajo
expresivo, musical Ya no se puede creer en la fuerza, al menos en el sentido
en qua ellos la tomaron. Ahora, sin embargo, se están produciendo cambios.
La música en el cine es, normalmente, una música en off, tal como se habla de
una voz en off, cuando nos referimos a la voz de un locutor ausente en la
imagen, y que puede corresponder o no a un personaje de la ficción. La música
de cine estaría en el mismo caso que la voz de un relator anónimo, alguien que
no siendo un personaje de la historia del film, sería la voz del film, la voz del
narrador. La música de cine es entonces la música puesta por el narrador, la
música del narrador.
La música de cine añade una capa adicional al film, distinta de la anécdota. La
música no se podría, en principio, confundir con el plano anecdótico, sería otra
cosa menos natural, un añadido irreductible a elemento de la anécdota.
El carácter artificial de la música, que haría de la música del film un elemento
heterogéneo, resulta en la práctica neutralizado, banalizado, mediante el simple
procedimiento de convertir a la música en un elemento redundante, cacofónico.
Cuando, en la escena en que los héroes se besan, se escuchan los
temblorosos violines, en ese momento la escena, la anécdota, la imagen
deglute, fagocita la música, que se convierte en un eco de lo que vemos que
está sucediendo. En la inmensa mayoría de las películas la música consigue
confundirse con la imagen, con la anécdota, al reiterar el carácter, el tono, el
sentido de ese fragmento de narración. Se integra tanto que Ilega a
desaparecer. La observación superficial que dice que la mejor música de cine
es la que no se nota tiene de cierto únicamente que eso es efectivamente lo
que sucede en la mayoría de los casos: la música no se nota, no se escucha,
pegada, a causa de su carácter obvio, como otra capa de pintura, a la historia
que se nos cuenta.
La arbitrariedad, el artificio que supone la utilización de la música en el cine,
resulta así resuelta de una manera radical. Es como si, advirtiendo que tiene
una una un poco larga, alguien se cortara el dedo.
Como se ve, esta manera de resolver el problema del artificio que supone la
música del cine, ni es una manera de resolver ningún problema, ni es
interesante. Pero existe otra forma, otra tentativa de resolver la arbitrariedad, el
artificio de la música de cine, otro intento de integrar la música al film, que es
más interesante y que al menos ha producido, o ha ayudado a producir,
algunas películas extraordinarias.
Este segundo camino consiste en integrar la música a lo que estamos
contando. En su aspecto más elemental eso se ve cuando en el cuadro
tenemos el objeto (radio, casete, disco, orquesta) que origina la música que
estamos escuchando. La música encuentra así, en principio, una explicación,
no es arbitraria ni pertenece a otro ámbito que lo que se cuenta.
Sin embargo, muy frecuentemente una convención suplanta a otra convención,
y entonces nada cambia. Cuando el piano del dedo apretando la tecla del
aparato de audio debe venir exclusivamente para decir que la música que
empezamos a escuchar proviene de ese aparato; el precio que hay que pagar
por la explicación es excesivo. Pasa lo mismo que en esos films (como A la
hora señalada, de Fred Zinneman) que pretenden contar una historia en tiempo
real, una historia cuya duración coincida con el tiempo de la proyección, pero
que deben permanentemente, para asegurar su temporalidad, incluir tomas de
reloj que indiquen al espectador exactamente qué hora es, confesando en esos
planos que en realidad no puede verdaderamente controlar el elemento
temporal.
Puede pensarse que la mayor parte de las veces en que se pretende
naturalizar la música de cine, quitándole su elemento arbitrario, explicando su
origen y tratando de justificar su existencia, lo que se hace en realidad, al
sumergirla en el flujo anecdótico, es hacerle perder su autonomía. En esos
casos, simplemente, la música dice que tal personaje esta escuchando tal
música. Y nada más: describe al personaje, de la misma manera que lo
describe el traje que Ileva puesto o las palabras que pronuncia.
Podría entonces Ilamarse música directa (por analogía con el sonido directo,
ese sonido que se graba en el mismo lugar y al mismo tiempo que se está
filmando la imagen de la toma) a esa música que forma parte del cuadro, cuyo
origen (disco, cassette, orquesta) está en cuadro, aunque sea implícitamente.
Puede no estar en cuadro en algún momento, pero se sabe que forma parte de
ese ambiente en el que se está filmando, está fuera de cuadro pero ahí nomás,
al costado del borde.
Mantener como música directa la música a lo largo de toda una película o por
lo menos durante un fragmento prolongado no es frecuente. Más frecuente es
que la música comience como directa, con un origen explicitado, para luego
separarse de ese origen y convertirse, simplemente, en música de cine que,
desde afuera de la acción, acompaña las imágenes que vemos.
Hacer bromas con el carácter arbitrario de la música en el cine es algo que a
veces sucede en la vida real. Cuando irrumpen las cuerdas enardecidas uno
puede preguntar, nada inocentemente: ¿y dónde está la orquesta? Y hay
películas en las cuales se ha manejado, también jocosamente, este elemento.
En Touche pas la femme blanche, film de Marco Ferreri, con Marcello
Mastroianni, filmado en París y que cuenta, libérrimamente, la historia del
general Custer, frecuentemente vemos, junto a los personajes centrales, a un
conjunto de cuerdas que está interpretando la música del film. En cuadro, ahí,
mezclado con la acción, vemos al conjunto musical que origina la música de la
película. En su film Ferreri señala, como con el dedo, el estatuto, el lugar de la
música, que esta se empecina en tratar de ocultar.
Pero no es haciendo chistes (ni en la vida cotidiana ni en los films) como se
plantean mejor los problemas. Existen dos films en los cuales se plantea, se
desarrolla y se resuelve la cuestión del carácter arbitrario de la música en el
cine. En un caso en la breve secuencia que sirve de fondo a los títulos, al
comienzo del film. En el otro durante un largo fragmento que dura 45 minutos.
Se trata de El hombre equivocado, de Alfred Hitchcock y de El Gatopardo, de
Luchino Visconti.
Los títulos de El hombre equivocado aparecen sobre una toma, un plano
general del interior del Stork Club. En realidad tenemos distintos momentos del
mismo plano, unidos por sobreimpresión, mientras vemos que el local se va
vaciando de gente. Luego se pasa a un plano cercano de la orquesta, que
dejará de tocar el último tema y cuyos integrantes se dirigirán al vestuario. El
que toca el contrabajo es Balestrero (interpretado por Henry Fonda), el
personaje central del film.
El larguísimo plano general está acompañando por la música que toca la
orquesta del Club. En consecuencia nos encontramos ante una música directa,
cuyo origen está explicitado: esta orquesta está tocando esta música. Pero
sucede algo muy curioso: por momentos escuchamos efectivamente la música
que está tocando la orquesta pero por momentos, inesperadamente,
escuchamos otra música, cuya melodía sigue mas o menos la de la orquesta,
pero cuyo carácter cambia completamente: cambian instrumentos, tono, ritmo.
En esos momentos (que no coinciden con las sobreimpresiones que enhebran
los sucesivos pianos generales) lo que el espectador de El hombre equivocado
está escuchando es la música del film, ya no la orquesta del Stork Club, sino la
de Bernard Herrmann, el músico del film.
Resulta curioso que en ese fragmento Hitchcock quiera desmentir lo que en
general se quiere afirmar, muestre lo que se suele esconder. Hitchcock tenía a
su alcance lo que todos buscan: tenía un club con una orquesta tocando. Podía
entonces incluir esa música, justificando esa inclusión, naturalizando esa
música. Pero esta naturalización de la música evidentemente no le gustaba,
porque esa música aprecia estar ahí, pasiva, inseparable del lugar y sin poder
ser eliminada. Hitchcock, a pesar de eso, la elimina, por momentos pero la
elimina. Por momentos convierte a esa música directa en música de cine,
aunque para hacerlo deba manipular extrañamente a la música, buscando que
el espectador perciba, como a la distancia, la música del film, la voz del
narrador. Ni siquiera en este film (basado en un hecho real), ni en este
momento (la secuencia de fondo de los títulos) Hitchcock tolera la
naturalización de la música, porque eso significaría la supremacía de lo natural,
de lo inmediato, de lo no mediatizado.
En el caso de El Gatopardo, sucede lo contrario. Los 45 minutos finales de la
película de Visconti, si dejamos de lado la breve secuencia de cierre,
transcurren en el interior del Palacio donde se lleva a cabo el baile. La música
que se escucha a lo largo de esta secuencia proviene de la orquesta que
frecuentemente tenemos en cuadro y la utilización de esa música es, en
principio, realista, dado que, por ejemplo, cuando se abre la puerta de Ia
biblioteca en la que esta el Príncipe Salina, el volumen de la música aumenta, y
disminuye cuando se la cierra. La película respeta un principio general, al
adecuar el volumen de la música a la distancia de la cámara a la orquesta; en
el caso extremo, cuando vemos a la orquesta en un primer plano, tenemos el
correspondiente primer plano sonoro de la música.
Hay un detalle curioso: la música empieza en off, sobre el plano general de los
campesinos, toma previa a la secuencia del baile, y en ese momento funciona
como una típica música de cine, exterior a la acción. Es quizás a causa de este
desfasaje inicial que cuando la música se reorienta, en el momento en que,
viendo la imagen del baile, comprendemos que esa música se esta
escuchando, en ese momento, ahí, el efecto producido sea mayor.
A lo largo de esta secuencia de 45 minutos la música aparece como
protagonista central y el estatuto de esta música, su naturalización, y el hecho
de que la orquesta aparezca frecuentemente en cuadro, son rasgos que la
definen. Además, al mismo tiempo, la música actúa como música de cine,
acentuando el carácter de los diferentes momentos: el comienzo, el vals que
bailan el Príncipe y Angélica, la danza del final, cuando ya todos se van yendo,
etcétera.
No quiero decir que el valor de esta secuencia de El Gatopardo se explique
únicamente por la definición del sitio de la música, su estatuto y su rol. Ya se
sabe que la larga secuencia del baile es la conclusión del film (mientras que no
es la conclusión de la novela de Lampedusa) por una decisión de Visconti.
Prácticamente su única indicación a los guionistas del film fue que debía
terminar con el baile, eliminando los capítulos finales de la novela. Por otra
parte puede suponerse que Visconti, planeando el baile, debía estar pensando
en En búsqueda del tiempo perdido, de su admirado Proust, y que tanto El
tiempo recuperado como secuencia del baile de El gatopardo cierran el arco de
las dos narraciones con esa especie de desfile otoñal, declinante, de
personajes marcados, desgastados, por el paso del tiempo.
La música no agota toda la larga secuencia del baile, es cierto, pero tengo la
impresión de que en la decisión de hacer del baile (con la obvia presencia
protagonística de la música) el final, la conclusión del film, tuvo mucho que ver
la música. Por otra parte hay, en la secuencia del baile de El Gatopardo, una
cuestión escandalosa: su desmesura. Que en una película que cuenta una
historia normal, con fiestas, batallas, amores, etc., un baile ocupe casi la cuarta
parte del total del film es una decisión extrema. En el gesto vanguardista de
Visconti al tomar esta decisión, existe una búsqueda de las posibilidades
extremas del cine, tocando sus límites. Y entonces puede pensarse en otro
vanguardista extraviado en el centro del cine normal: Alfred Hitchcock, también
él haciendo películas con historias de cadáveres, culpables y persecuciones
pero que, al mismo tiempo, hacía un film de una sola toma, otro film donde lo
que se trabaja es fundamentalmente la cuestión del punto de vista, otro, como
ya hemos visto, donde se analiza y violenta el estatuto natural de la música,
etcétera.
La desmesura de la secuencia del baile de El Gatopardo no pasó
desapercibida. Productores, distribuidores y exhibidores estuvieron de acuerdo:
era demasiado, y se abalanzaron sobre el film. La secuencia del baile fue uno
de los fragmentos más censurados, cortado (siempre por razones comerciales)
a tal punto que en algunas versiones de la película el baile sólo duraba unos
minutos. EI desvío de Visconti era de esa manera corregido.
Uno de los momentos más grandes de la historia del cine es el baile de El
Gatopardo. La secuencia dura 45 minutos y en esos 45 minutos Visconti
despliega y resuelve (como lo han hecho algunos otros realizadores en otros
films o en otros momentos del film) el problema de la arbitrariedad de la música
en el cine, de su estatuto incierto, de su andar en zig zag.
La pasión de la simetría
Lulú es por cierto una "moralidad", una especie de Rake´s Progress: ascensión
social hasta el asesinato de Schön, su rico protector, luego degradación
progresiva de su condición hasta el estado miserable de prostituta en Londres.
Berg acentuó voluntariamente esta simetría confiando los tres roles de
"clientes" de Lulú en las calles de Londres a las tres personas que mueren por
culpa suya. El médico, el pintor, Schön en los dos primeros actos corresponden
respectivamente al profesor, al negro, a Jack el destripador en el tercero.
Schön, muerto por mano de Lulú se transformará en Jack, por cuya mano
morirá Lulú. iQué no se crea en una simple economía de teatro en una pieza
con numerosos personajes! Berg inventó este paralelismo que no estaba en
Wedekind, y lo subrayó con referencias musicales tan evidentes que es
imposible engañarse sobre su significado: Además, modeló y reordenó a
Wedekind de modo de acentuar el arco constituido por este ascenso social y
esta degradación.
La estructura general de Lulú es clara: los tres actos están construidos en dos
partes -una vertiente ascendente y una vertiente descendente- con un interludio
en en centro. Berg lo explicó en una carta a Schoenberg:
"Como debo cortar las cuatro quintas partes del texto original de Wedekind, la
elección de lo que voy a conservar en el último quinto suscita dificultades. Y
tanto más aún si me esfuerzo en subordinarlos a las formas musicales
(grandes y pequeñas) sin destruir el lenguaje particular de Wedekind... Sin
embargo, aunque obstaculizado por problemas de detalle, el plan general para
transfomar la pieza en una ópera está establecido desde hace largo tiempo.
Esto concierne tanto a las proporciones musicales como dramatúrgicas y más
particularmente al escenario, que, en resumen, se presenta así:
La ópera
Acto I.- Estudio de pintor, donde el doctor Goll, marido de Lulú, muere de un
ataque.
"La Caja de Pandora" Acto II.- Sala de juego en París. Lulú debe huir. Acto III
(2 cuadros)
Mucho más que este procedimiento, uno de los fenómenos más complejos y
más atractivos en Lulú es la explotación de las formas musicales múltiples.
Woyzeck de Büchner era un esbozo póstumo cuyo lenguaje existía ya con
fuerza, pero al que había que proveer de forma. Así Berg pudo ordenar las
escenas de Büchner, sin forzarlas artificialmente, en un esquema general en el
que la estructura musical va a crear la estructura dramática.
Frente a Wedekind, el problema es totalmente distinto, Berg se encuentra en
presencia de dos piezas terminadas; el lenguaje de Wedekind es discursivo,
mientras que Büchner concentraba una situación en un intercambio lapidario.
Por lo tanto tiene que deducir, en el sentido literal del término; también tiene
que evitar la dispersión en la anécdota.
Por mi parte, la primera vez que me acerqué a este texto, tuve más bien una
reacción negativa. ¿Qué es lo que la música puede hacer, estilísticamente
hablando, a partir de semejante obra? Adorno, al que interrogaba, me
respondió: "Espere a conocerla mejor". Y debo confesar, en efecto, que el texto
va mucho más lejos que ciertas apariencias. Sobre todo, la manera en que
Berg lo ha condensado le confiere una agudeza en la que yo no propendía a
creer en el comienzo.
La reducción que efectúa es doble: en la dimensión de la obra, naturalmente,
pero también en el interior mismo del "fenómeno" que él remite a sus rasgos
esenciales. En esto, se deja guiar siempre en el sentido de la relación formal
evidente. Para él, lo importante es conservar el impulso narrativo, el flujo
dramático, e insertarlo a la vez en una red formal "de seguridad". Berg se daba
muy bien cuenta de que corría permanentemente el riesgo de caer en la
anécdota. Desde el comienzo anuncia claramente: sí, la anécdota existe, pero
se situará en una red tan apretada que nunca se la podrá percibir únicamente
como tal; quedará magnificada por el aspecto formal de la música.
Esta voluntad se encuentra hasta en los nombres que da a los personajes
secundarios, Ilamados por un nombre genérico: ya no hay Rodrigo, sino el
atleta; ni Puntschu, sino el banquero; ni Hugenberg, sino el estudiante... La
acción se focaliza sobre los personajes principales. Lulú, Schön. Schigolch,
Geschwitz, y reduce a los demás al anonimato.
Aquí Berg aparece como el punto de Ilegada -consciente y voluntario- de dos
tradiciones paralelas en la evolución de la opera en Alemania: una
representada principalmente por Mozart (y Beethoven, naturalmente), que se
podría Ilamar la ópera de números, y la otra representada por Wagner, la ópera
continua. Ya en Wozzeck había un ensayo de formalización de las relaciones
entre la música y el texto, pero mucho menos compleja que en Lulú. A lo largo
de Wozzeck a una escena correspondía una idea, sea formal estricta o no
-sonata, formas preclásicas- sea táctica -invención sobre un sonido, sobre un
acorde-.
El inmenso progreso de Wozzeck a Lulú consiste en que el pasaje entre las
escenas, siempre separadas por interludios, ya no existe. Hay en cierto modo
una fusión completa de la continuidad con la separación formal. Berg Ilega a
ello, en particular, mediante lo que convendría Ilamar un collage; no en un
encuentro al azar, sino una repartición estructural que utiliza como elementos
formales las relaciones dramáticas de los diferentes personajes en situaciones
dadas, consideradas como prototipos de la acción.
Para una dramaturgia que no esta tabicada en escenas cortas como las de
Wozzeck, sino que se desarrolla en largas duraciones, con entrecruzamientos y
retornos, esta formalización requiere una mayor flexibilidad y profusión de
medios. Las formas en Lulú son más versátiles. Se superponen dentro mismo
de una escena y a veces se sustituyen unas a otras (sobre todo en la primera
escena del tercer acto). Berg ha recurrido unas veces a formas tan flexibles
que son casi no-formas -melodrama, recitativo- e implican, en todo case, una
obediencia directa al texto, y otras veces a formas estrictas que con un menor o
mayor grado de coerción fuerzan al texto a insertarse en una dialéctica musical
basada en diferentes tipos de criterios, vinculados con el ritmo y con los
esquemas tradicionales.
Es en ese sentido que se podría hablar de formas aceptadas, coma la Sonata,
el Canon, aceptadas y retomadas de la historia, y de formas inventadas en que
una jerarquía específica -como la del ritmo- va a dominar las demás
dimensiones del lenguaje.
No hay que tratar de caracterizar a los personajes por formas. Schön no es la
sonata, Lulú el arioso... Las relaciones no son tan rígidas, sino que existen
correspondencias netamente subrayadas. Por ejemplo, todo lo que se refiere a
la novia, al matrimonio, a la coquetería y a la superficialidad de una cierta
sociedad mundana está expresado con características de estilo gavota,
musette, que se refieren al pasado. Este neoclasicismo desaparece cuando la
caracterización de los personajes o de las situaciones ya no lo requieren. Y la
utilización de estas formas desusadas puede prestarse a confusión. Hace una
treintena de años, yo me decía: "Por Dios, ¿porqué Berg sintió la necesidad de
escribir una gavota? iEn Wozzeck se expresa muy bien sin recurrir a esas
antiguallas! Comprendí más tarde que tales formas no podían, no debía
tomarse en sentido literal. Berg las emplea a los fines del análisis crítico de una
situación dramática. La gavota, como acabo de decir, está ligada a la idea de
un matrimonio eventual entre Schön y su novia, a la coquetería de Lulú, que
suena con casarse; tiene una referencia evidentemente sarcástica, su
"bonitura" no es su finalidad.
Berg no nos permite nunca olvidar que sabe manejar la ironía. Aun para
caracterizar a un personaje por el que siente afecto, como Alwa, le ocurre a
menudo que da un tono irónico a su sentimentalidad: mezcla notablemente
sintomática de su manera de ser (en particular en los Altenberg Lieder). Para
otros personajes, incluida Lulú, recurre a una burla más corrosiva. La usa de
una manera muy diferente según la fisonomía de los personajes. En el caso del
atleta, la burla es brutal, directa, construida con los medios más
manifiestamente groseros: se golpea con los puños y el antebrazo sobre el
piano, teclas negras, teclas blancas, glissandos; así se tipifica a un personaje
cuya principal virtud es la grosería.
Pero existen medios más sutiles de irrisión: especialmente el recurso de las
fomas pasadas, de los ritmos anticuados, de los giros demasiado dulzones
para que podamos aceptarlos como moneda de buena ley. Es así como el
aspecto "neoclásico" de esta ópera, el empleo de la Canzonetta, el Duettino, la
Gavota, la Arietta, la referencia expresa a denominaciones escritas tomadas
sobre todo de la obra italiana de comienzos del siglo XIX, la parodia estilística y
la coquetería con medios desusados, pueden entenderse como la descripción
irrisoria a los caracteres en escena, y no como un "retorno" a formas pasadas.
La escritura liberada
Muerte a tiempo
Pierre Boulez
A propósito de fidelidad a la música, quería hablar, por otra parte, de los cinco
disparos de revolver, de los que liquidan a Schön. ¡No, no tienen nada que ver
con los golpes dados a la puerta en Macbeth! ¡Pero me inducen a hablar sobre
la literalidad! Como músico, veo en la partitura que indican un desplazamiento
respecto del metro regular, en un tiempo suficientemente rápido como para que
su ejecución sea engorrosa -aunque se confiara ese revólver a un músico de
orquesta-. Lulú debe matar a Schön a compás -esos disparos de revólver
puntúan la articulación de la frase musical-. Precisión ilusoria, si se piensa en la
situación escénica, en su febrilidad, en la atención acaparada por la acción
teatral. ¿Consistirá la fidelidad en tratar de coincidir bien o mal con la escritura
riesgosa o en disparar cinco tiros absolutamente regulares, en una relación
aproximada con la frase orquestal? Presento este tema de discusión,
inagotable, sobre el sincronismo o la regularidad, a los partidarios de la
fidelidad... ¡y a los otros!
Esteban Buch
"Así, Dios ha llamado a Su lado a aquel con el que durante tanto tiempo
dialogó por medio de los pájaros. Obediente, Olivier Messiaen nos ha dejado, y
en adelante algo cambió en el reino de aquellos que veían en este hombre
excepcional algunas razones esenciales para creer en un mundo mejor."
El tono de la revista dominical del diario conservador Le Figaro podría
suponerse residual en el marco de la laica cultura francesa, que ya ha sabido
enterrar a muchos de sus próceres. Sin embargo, no resulta discordante dentro
del coro de necrológicas que saludaron la desaparición del "patriarca de la
música contemporánea francesa" el 27 de abril pasado. Por el contrario, es el
ejemplo limite de una voluntad colectiva que, ante la muerte de Messiaen,
quiso hacer de su vida una prueba de la existencia de Dios, o, en su defecto,
de que una armonía fue posible en medio del siglo torturado. Messiaen fue
despedido como el artista capaz de operar, como hombre y como creador, la
síntesis de las grandes polaridades de la cultura del siglo XX. Messiaen fue
enterrado como el "buen contemporáneo".
El primero en participar de esta sacralización fue Pierre Boulez, heredero y
regente del trono de Primer Compositor de Francia, quien aplaudió desde el
propio Figaro el "ecumenismo" de su "Maestro", saludando su "pasión universal
de la música". Algo parecido expresó el editorial de Le Monde de la Musique, al
lamentar la desaparición del "último gigante de la música", el único capaz de
"reconciliar las capillas a integrar los diversos lenguajes", en un mundo de
creadores "más preocupado por excomunicar que por comunicar". Incluso el
diario Libération, el único medianamente crítico, no pudo resistir la tentación de
titular su nota “Ultima misa para Messiaen".
La proliferación de metáforas religiosas puede parecer natural, al hablar de un
músico que siempre instaló un catolicismo militante en el centro de su imagen
pública. La figura del patriarca ecuménico, que reconcilia capillas mientras se
comunica con Dios mediante el lenguaje de la Naturaleza, parece posarse
suavemente sobre un país habitado por el desencanto posmoderno y el titilar
ecologista. Faltaría saber si la religiosidad de Messiaen era mística o litúrgica,
como se preguntaba astutamente Le Morale, y si los franceses enterraron a un
Papa o a un Profeta. Lo que no deja dudas es que lo enterraron con gran
pompa, esgrimiendo un imaginario religioso que, más allá del hecho político
que significa la bendición del arzobispo de París al único compositor
contemporáneo capaz de llegar "al corazón y al oído de multitudes de
creyentes", lleva implícito una teleología poco afín al protagonismo del
metadiscurso y al retroceso de las estéticas finalistas que caracterizaron la
música del siglo XX.
La santa vanguardia
Intensidades
Es probable que todo esto no hubiera disgustado a Olivier Messiaen. Desde ya,
no las alusiones religiosas, siendo un hombre que creía que la única manera de
asociar la ética y la política es “que los dirigentes crean en Dios y sigan los
preceptos de Cristo", o que decía admirar "a todos los Santos porque soy
creyente, a todos los grandes músicos porque soy compositor"; tampoco, la
moraleja del relativismo cultural, en quien fue un pedagogo apasionado de las
obras de los otros; menos aún, la metáfora ornitológica, en un ser ávido de
gozar de la bienaventuranza de los niños. Messiaen tuvo quizás el entierro que
deseaba, discreta ceremonia en el cementerio, solemne exégesis discursiva.
Pero acaso uno pueda echar de menos, en esta gran fragua de neutralidades,
la pérdida de la condición perturbadora de Olivier Messiaen, uno de cuyos
rasgos más singulares era, precisamente, su catolicismo desafiante en medio
de una vanguardia laica; la condición movilizadora de una obra que fue rica en
aportes rítmicos y cromáticos, no porque se hubiera inspirado en otras cultural,
sino porque las elaboró en ésta; la condición polémica, no porque renunciara al
serialismo, sino porque primero lo planteó desde su sensibilidad y su
inteligencia; la condición atronadora, no porque "pintara" una montaña de los
Estados Unidos, sino porque dejó flotando, en algunas desmesuras formales,
en algunos dobleces armónicos, en algunas excentricidades temporales, las
estrías de este siglo. Uno puede echar de menos estas cosas, no canto porque
construirían un Messiaen más verdadero, sino porque harían de su anunciado
estreno póstumo, Eclair de l'au delá, un rayo en un cielo menos abrumado por
la calma.
****
Carlos Cerana
"Hay que ampliar la perspectiva estética de relación del Colón
con la sociedad"
-¿Qué balance puede hacer de su gestión al frente del Colón, hasta este
momento?
-Una especie de temor acerca del futuro del Teatro invadió colectivamente, y
provoco una reacción de toda la gente que tiene un vínculo amoroso con él. La
restitución de un espíritu orgulloso y al mismo tiempo responsable era lo
primero que esta gestión necesitaba. Paralelamente, había otro hecho
prioritario: la finalización de las obras del escenario.
-Se trató de generar una economía razonable. Los abonos pasaron a tener
precios notoriamente más altos: eso tiene que ver con la necesidad de
equilibrar la relación de ingresos con los costos, que en el caso de la ópera son
elevadísimos. Pero al mismo tiempo hacemos algunas funciones muy baratas:
a los abonos que ya existían para estudiantes secundarios y universitarios,
hemos agregado abonos para la tercera edad, en los que la localidad más cara
es más barata que el precio del cine, además de muchos espectáculos de nivel
de precio intermedio.
-Muchos hemos ido al Parque Centenario a ver ópera y ballet, hemos seguido
los conciertos que el Colón ha hecho en otros ámbitos... Pero a mí me importa
agregar algunos espacios no transitados. Hay un programa llamado El Colón
va a las escuelas, con espectáculos hechos por el Instituto de Estudios
Superiores para los chicos de los colegios primarios, que ya nos está dando
resultados notables... Tenemos unos cursos de aproximación a la música, para
estudiantes secundarios. Se hacen todos los lunes a la mañana, con la
presencia de centenares de chicos, acá en el Teatro. Se va mucho a las
provincial, todo lo que se puede. El año que viene, la Filarmónica de Buenos
Aires ha preparado una serie de conciertos en barrios. Paralelamente, hay
otras labores que nunca entendí como el Teatro no hacía, por ejemplo la
edición de discos. Están por salir una serie de conciertos, y una serie de
óperas, con obras nuevas y con obras de repertorio del archivo.
-Hay un arreglo con Polygram para algunos discos de orquesta, pero para
grabaciones de archivo va a ser Teatro Colón. Son discos compactos, que van
a tener una distribución internacional. Esto me parece elemental: es
incomprensible que no se hiciese. De la misma manera le doy mucha
importancia a desarrollar la sección de grabación en video de los espectáculos.
Cuando salga este numero de la revista ya van a estar a la venta dos videos:
Violante, y La rondine. Luego van a ir saliendo otros, y distribuyéndose
internacionalmente. También esa sección produce un programa que se emite
por Cablevisión y Videocable, cuatro veces por semana, que es otro hecho
tendiente a ampliar el vínculo con gente que no es del Colón. Vamos a
aumentar la presencia en radio, vamos a iniciar campanas muy particularizadas
también en televisión...
-Se dice que los compositores argentinos no escriben mucho para formaciones
grandes. Pero además de la problemática económica, los costos del material
de orquesta, etc., hay una cuestión de base: es que si alguien compone para
orquesta sinfónica, probablemente jamás pueda escuchar su obra... ¿en qué
medida hay una política que permita que esto se reformule?
-Tal vez por la, existencia del disco, la calidad de las grabaciones...
-Pero eso pasa también con algunos autores del repertorio tradicional...
-Usted mencionaba que no se puede hacer una política cultural sin tomar en
cuenta la realidad. Pero hay un rol de mecenazgo que el Colón podría cumplir,
como lo hizo al encargar las óperas... ¿O se trató de un hecho aislado?
-No, no. Es una política, cuyo objetivo final es ampliar la perspectiva estética de
la relación del Colói con la sociedad. En ningún caso eliminar lo que tiene:
agregar lo que no tiene. Pero tampoco podemos perder de vista la existencia
de un repertorio argentino tradicional, que tiene que aparecer. Y hay un
porcentaje que es muy difícil de superar sin que se note de manera grave en la
recaudación.
-La labor del Centro Experimental, y una actividad destinada a la música actual.
Vamos a ver si sigo hasta el momento en que se termine, pero mi proyecto es
ése...
-Es otra manera de vincularme con un espacio esencial para mi vida. Este es
un lugar que pobló de imágenes y de fantasías mi infancia. También aquí mi
relación con la música -interrumpida profesionalmente a partir del momento en
que deje el violín- se reanudó con la regie de ópera en el `84. Y finalmente esta
última relación, absolutamente inesperada, y tampoco fantaseada por mí... Es
la posibilidad de serle útil a un espacio tan importante para nuestra sociedad.
Con todo lo que supone de responsabilidades, con la posibilidad de broncas,
que son infinitas... Pero también con resultados, que cuando son positivos me
hacen sentir muy bien.
-Yo estudié violín cuando niño. Y luego percusión, y jazz, que me gustaba
mucho...
-Una de nuestras máquinas tenía un monitor, una pantalla... Lo que hicimos fue
tomar la señal que conduce la radiación catódica, que es un conversor digital-
analógico. El eje Y era entonces el canal a, el eje X el canal b. Así que
obteníamos estéreo de los conversores internos del monitor, poniéndole unas
pinzas cocodrilo, y enviando la salida a un amplificador. Ese era nuestro
conversor...
La síntesis por FM
-En efecto. Jean Claude Risset había hecho estudios sobre los sonidos de
trompeta en los Laboratorios Bell, usando síntesis aditiva. El notó que la
característica de los sonidos de trompeta era el rápido crecimiento del ancho
de banda en el ataque: hay unos armónicos superiores que aparecen un poco
más tarde. Y yo me di cuenta que con un FM yo podía hacer esto: usé la
misma envolvente en amplitud y en el índice de modulación, lo que daba esta
correlación entre la energía en el sistema y el ancho de banda del espectro.
Esto resultó ser muy importante para muchas diferentes simulaciones, como la
de cuerdas pulsadas... A lo largo de los años, yo desarrollé esto, y mucha
gente lo utilizó.
-Sí, es posible, pero los osciladores de ese tiempo no estaban ritmados por
relojes digitales, así que eran muy inestables. Y si hay una pequeña diferencia
entre las relaciones de moduladora y portadora, eso cambia por completo el
timbre...
-En este momento, en una obra para teclado, para ejecutante virtuoso, que
controla un sintetizador digital como el TG-77, con la intervención de la
computadora. Creo que ésta es mi primera pieza de control en tiempo real
desde que empecé a usar computadoras: es muy excitante para mí. También
estoy todavía muy interesado en algunas cuestiones perceptuales básicas;
aspectos del sistema auditivo. Y por supuesto, tengo que administrar este
centro, lo que lleva bastante tiempo...
El futuro de la computadora
-Construir un robot capaz de ganar los cien metros de estilo libre en natación
olímpica sería interesante. Pero eso no significaría que las persona dejarán de
nadar: seguirán haciéndolo porque les gusta. La gente toca instrumentos
porque le gusta hacerlo. Pueden tomar una grabación y escuchar una sonata
de Beethoven... Pero aún cuando pueden escuchar estas buenas ejecuciones,
todavía producen esos horribles sonidos en el violín, para aprender cómo
hacerlo por sí mismos. Para mí ese es un argumento que no tiene base...
Además, algunos ejecutantes tradicionales encuentran muy excitante la
conexión entre la máquina y el control fino que es parte de su entrenamiento
musical. Aún cuando no hay un violín, sino un instrumento electrónico: ese
control fino que poseen los buenos ejecutantes tiene un papel muy importante,
y lo tendrá.
1953 Puig, Carlos 1915-1983, tenor. Frid, Geza, piano, Songs from México.
Holanda: Philips, N-00645-R (ZN-00643 R?], [1953]. 1 disco: 33 1/3 RPM,
monofónico; 25 cm.
De Revueltas, contiene: Siete canciones.
ca. 1956 Ajemián, Anahid, violín. Ajemián, Maro, piano, Carlos Surinach:
Doppio concertino. Carlos Chávez: Sonatina Silvestre Revueltas: Tres piezas.
Estados Unidos: MGM, E-3180 [ca. 1956]. 1 disco: 33 1/3 RPM [monofónico];
30 cm.
De Revueltas, contiene: Tres piezas para violín y piano.
1956 Puig, Carlos 1915-1983, tenor. Gamo, Gilberto, piano, Recital, México:
Musart, Mc-3002, [1956].1 disco: 33 1/3 RPM, monofónico; 25 cm.
De Revueltas, contiene: Caminando (de Dos Canciones).
1957 García Mora, Miguel 1912-, piano, Recital mexicano. México: Musart,
MCD 3012 [1957]. 1 disco: 33 V3 RPM, monofónico: 30 cm.
De Revueltas, contiene: Canción para piano.
ca. 1964 Orquesta Filarmónica de Nueva York. Dir. Leonard Bernstein [Villa-
Lobos: Bachianas Brasileiras no. S. Guarnieri: Danza brasilena. Revueltas:
Sensemayá. Fernández: Batuque. Copland: Dazón cubano. Chávez: Sinfonía
India.] Estados Unidos: Columbia, ms-6514 [ca. 1964]. 1 disco: 33 1/-3 RPM
[estereofónico] 30 cm.
De Revueltas, contiene: Sensemayá.
Reed. Alemania (República Federal): cas, 61059 [ca. 1964]. 1 disco: 33 1/3
RPM [estereofónico]; 30 cm.
1964 Araya, Julia mezzosoprano. Martínez Galnares, Francisco, piano, Música
y músicos de México, Cantares poéticos; vol. 1. México: Musart, Mco-3029
[19641. (Serie INBA). 1 disco: 33 1/3 RPM, monofónico; 30 cm.
De Revueltas, contiene: El caballito, Las cinco horas, Canción tonta, Canción
de cuna, El lagarto (De Siete canciones).
ca. 1966 Somer, Hilde, piano, Nilde Somer plays Keyboard Masterpieces of
Latin America. Estados Unidos: DESTO, Dsr6426, Dc-6426 [ca.-19661. 1 disco:
33 1/3 RPM, estereofónico; 30 cm.
De Revueltas, contiene: Allegro para piano.
1968 Vernova, Luz, violín. Segura, Luz María, piano, Recital de violín por luz
Vemova. México: Musart, MCD 3066, 1968. (Serie v4cM). 1 disco: 33 1/3 RPM,
monofónico; 30 cm.
De Revueltas, contiene: Tres piezas para violín y piano.
1969 The Louisville Orchestra. Dir. Jorge Mester, Silvestre Revueltas: Redes
(Complete). Alberto Ginastera: 'Ollantay', a symphonic triptych. Estados Unidos:
Louisville Orchestra First Edition Records, Ls-696 [1969]. 1 disco: 33 1/3 RPM,
estereofónico; 30 cm.
De Revueltas, contiene: Redes.
1969 Música y músicos mexicanos. México: Kanaab, co, 1969. 1 disco: 33 1/3
RPM, monofónico; 30 cm.
De Revueltas, contiene: Allegro para piano.
1969 Orquesta Sinfónica Nacional. Dir. Luis Herrera de la Fuente. García Mora,
Miguel, piano, Concierto para piano y orquesta/José Rolón. Sones de
mariachilBlas Galindo. Janitzio/Silvestre Revueltas. México: RCA Víctor,
MKUS-1815, 1969. 1 disco: 33 1/3 RPM, estereofónico; 30 cm.
De Revueltas, contiene: Janitzio.
1972 The Westwood Wind Quintet, The Westwood Wind Quintet plays music
by Comes, Chavez [sic], Revueltas & Ginastera with Roger Greenberg,
Baritone saxophone & Thomas Stevens, trumpet. Estados Unidos: Crystal, s
812, 1972. 1 disco: 33 113 RPM, estereofónico; 30 cm.
De Revueltas, contiene: Dos pequeñas piezas serias para quinteto de alientos.
1974 Orquesta Sinfónica del Estado de México. Dir. Enrique Bátiz, Orquesta
Sinfónica del Estado de México; director Enrique Bátiz: México: CBS, MLS-
9204, 1974. 1 disco: 33 1B RPM, estereofónico; 30 cm.
De Revueltas, contiene: Redes.
1975 Orquesta Sinfónica del Estado de México. Dir. Enrique Bátiz. Novelo,
Hermilo, violín, Orquesta Sinfónica del Estado de México. Edición Especial.
México: OSEM [Discos Rex], OSEM DO1/2, 1975. 2 discos: 33 1/3 RPM,
estereofónico; 30 cm.
De Revueltas, contiene: Sensemayá.
1981 Orquesta Sinfónica del Estado de México. Dir. Enrique Bátiz, Chávez:
Symphony N° 2. Moncayo: Huapango. Revueltas: Sensemayá; Homage to
Garcia Lorca. Estados Unidos : Varèse-Sarabande, VCDM-1000.220, 1981.
1disco: 33 1/3 RPM, estereofónico digital; 30 cm.
De Revueltas, contiene: Sensemayá y Homenaje a Federico García Lorca.
Reed. Music of México. Gran Bretaña: EMi Digital, ESD-7146,1981. (HMV
Greensleeve). 1 disco: 33 1/3 RPM, estereofónico digital; 30 cm.
1981 Revueltas Silvestre 1899-1940, La noche de los mayas; Homenaje a
Federico García LorcalOrquesta Filarmónica de la ciudad de México. Dir.
Fernando Lozano. Francia: Forlane, um-3707, 1981. 1 disco: 33 1/3 RPM,
estereofónico; 30 cm.
Contenido: Lado A: 1-3. Homenaje a Federico Garcia Lorca. I. Baile. II. Duelo.
Ill. Son. 4. La noche de los mayas. 1. Noche de los mayas (Motto sostenuto).
Lado B: 1-2. II. Noche de jaranas (Scherzo). III. Noche de Yucatan (Andante
espressivo). IV. Noche de encantamiento(Tema: Variaciones I, II, 111, IV,
Final.) (Cadencias de F. Lozano).
Reed. México: Peerless-Forlane, MI5-7011-1, 1982. 1 disco: 33 1/3 RPM,
estereofónico; 30 cm.
1981 Revueltas, Silvestre 1899-1940, La noche de los mayas/Orquesta
Sinfónica de Xalapa. Dir. Luis Herrera de la Fuente. Margarita Pruneda,
soprano. México: RCA Víctor, MRS-021, 1981. (Red Seal). 1 disco: 33 1/3
RPM, esterofónico; 30 cm.
Contenido: Lado 1: 1. Siete canciones. I. Caballito. II. Las cinco horas. Ill.
Canción tonta. IV. El lagarto y la lagarta. V. Canción de cuna. VI. Serenata. VII.
Es verdad. 2. La noche de los mayas. I. Noche de los mayas. Lado 2: 1-2. 11.
Noche de jaranas. III. Noche de Yucatan. IV. Noche de encantamiento.
1984 Orquesta Sinfónica del Estado de México. Dir. Enrique Bátiz, Music of
México, Volume 2. Gran Bretana: EMi Digital, EsD-2700311, 1984. (Hmv
Greensleeve). 1 disco: 33 1/3 RPM, estereofónico digital; 30 cm.
De Revueltas, contiene: Redes y 8 x radio.
1984 Revueltas, Silvestre 1899-1940, Los cuartetos de cuerdas de Silvestre
Revueltas./Cuarteto de Cuerdas Latinoamericano. México: UNAM, MN-22 Noz
Viva, Serie Música Nueva, 22). 1 disco: 33 1/3 RPM, estereofónico; 30 cm.
Contenido: Cara 1: 1. Cuarteto no. 4, Música de feria. 2-4. Cuarteto no. 2,
Magueyes. I. Allegro giocoso. II. Motto vivace. Ill. Allegro molto sostenuto. Cara
II: 1-2. Cuarteto no. 1. 1. Allegro energico. II. Vivo. 3-5. Cuarteto no. 3 . I.
Allegro con brio. 11. Lento. IW. Lento-Allegro.
1985 Orquesta Filarmónica de la ciudad de México. Dir. Enrique Bátiz, Music of
México, Volume 3. Gran Bretaña: EMi Digital, ESD-27092291, 1985. (HMV
Greensleeve). 1 disco: 33 1/3 RPM, estereofónico digital; 30 cm.
De Revueltas, contiene: Janitzio y Cuauhnáhuac.
Reed. Galindo: Sones de Mariachi. Halffter: Obertura Festiva. Revueltas:
Janitzio; Cuauhnáhuac. Bernal Jiménez: Tres Cartas de Mexico, Edición
especial. México: DDF, 2702291, 1985. 1 disco: 33 1/3 RPM, estereofónico
digital; 30 cm.
1985 Orquesta Flarmónica Real [de Londres]. Dir. Enrique Bátiz, Obertura
republicana Chávez Ferial (Divertimentos sinfónicos- Instantáneas mexicanas;
Estampas nocturnas, para orquesta de cuerdas/Ponce. Toccata para 8
instrumentos/Revueltas. Edición especial. México: DDF, LME-249, 1985. 1
disco: 33 1/3 RPM, estereofónico digital; 30 cm.
De Revueltas, contiene: Toccatta (sin fuga).
1985 Revueltas, Silvestre 1899-1940, La noche de los mayas; Camino; Música
para charlar. Ventanas./Orquesta Filarmónica de la ciudad de México. Dir.
Enrique Bátiz. Edición especial. México: DDF, LME-250, 1985. 1 disco: 33 1/3
RPM, estereofónico digital; 30 cm.
Contenido: Lado 1: 1-3. La noche de los mayas. 1. Noche de los mayas. 2.
Noche de jaranas. 3. Noche de Yucatán. 4. Noche de encantamiento. Lado 2:
1. Caminos. 2. Música para charlar. 3. Ventanas.
Nota
Entre los escasos catálogos publicados de las obras musicales de Juan Carlos
Paz se cuenta el de Jacobo Romano, incluido en su libro Vidas de Paz, de
1976.1 El mismo cobra significación por el hecho de ser, hasta donde
sabemos, el más reciente y el inicio dado a conocer después de la muerte del
compositor. Este catálogo concluye con las obras compuestas o finalizadas en
1964: Concreción 1964, Galaxia '64, Música para piano y orquesta y Núcleos.
Sin embargo, en el archivo aun no clasificado de Paz hemos hallado el
manuscrito de una composición titulada 6 eventos, autografiada en cada una
de sus páginas y fechadas en 1972. Al ser este el año de su deceso, es dable
conjeturar que se trata efectivamente de su último trabajo musical.
El interés que despierta esta partitura obedece a múltiples razones. Desde el
punto de vista documental, testimonia una actividad en el campo de la creación
musical que creíamos detenida ocho años ante, período éste en el que Paz se
aboca a la revisión de su libro Introducción a la música de nuestro tiempo, en
vista a la segunda edición (1971) y a la recopilación y ordenamiento del
material para Alturas, tensiones, ataques, intensidades, sus memorias, cuyo
primer volumen aparece en 1972. Esta partitura reviste además una
importancia particular desde el momento en que por única vez el compositor
utiliza una notación no convencional, mediante la cual otorga un espacio
preponderante a los fenómenos de indeterminación y azar.
El objeto del presente trabajo as, por una parte, el de estudiar 6 eventos en su
singularidad y en su solidaridad con el desarrollo musical y conceptual del
compositor y, por otra, el de analizar las probables causas del desconocimiento
o la exclusión de esta obra, lo cual nos conducirá a reflexionar brevemente
sobre cuestiones relacionadas con el proceder musicológico.
La problemática de 6 eventos comienza desde su mismo modo de existencia
material. En efecto, Paz produce dos ejemplares de la obra con un contenido
visual idéntico y los mismos títulos, mientras que la numeración de las piezas
varía sensiblemente de una versión a otra:
Versión A: 1 2 3 4 5 6
Versión B: 3 1 6 4 5 2
Notas
A las cinco de la tarde del 3 de agosto de 1996, en el Alice Tully Hall del
Lincoln Center, el Cuarteto Kronos interpretará el Segundo Cuarteto de
cuerdas de Morton Feldman. Luego de entre cinco y seis horas de
interpretación sin pausa, el Cuarteto Kronos harán descansar sus arcos en el
final de esta pieza dedicada y estrenada por el mismo cuateto en 1983. No hay
certeza de que la obra vuelva a interpretarse nuevamente.
Miembros del Cuarteto Kronos: Hank Dutt, David Harrington, John Sherba y
Joan Jeanrenaud.
Janet Cowperthwaite: ¿Recuerda la primer vez que se encontró con Morton
Feldman?
D.H.: Así fue como el Segundo Cuarteto llegó a durar cuatro horas, a partir de
esa interpretación. Tenía que encajar en la emisión en vivo de la C.B.C.
J.C.: ¿Cómo hubiera sido fijada la duración sin el límite puesto por la emisión
de la C.B.C?
D.H.: Nunca hicimos una pasada entera de la partitura en los ensayos. Las
hacemos con un número determinado de páginas. Podemos decir que vamos a
pasar diez páginas y, luego, quizás hacerlo dos veces. También podemos
llegar a ensayar ciertas técnicas específicas de ritmo. Es increíblemente difícil
crear una sensación fuera del tiempo cuando se está casi destruido por el
cansancio, pero el Segundo Cuarteto es tan demandante físicamente que en
ciertos momentos - creo que los corredores de maratones pasan por lo mismo-
parece que el cuerpo estuviera a punto de quebrarse por el cansancio. Aún
ahora, cuando pienso en el Segundo Cuarteto, siento un dolor en la espalda. Y
estoy seguro de que Hank (Dutt, violinista) piensa que siente lo mismo. Es la
pieza de música más físicamente dolorosa para nosotros. La manera de
prepararla es de a poco durante un largo período antes del concierto.
D. H.: Personas que han escuchado todo el concierto nos han dicho que les ha
cambiado la vida y la manera de escuchar música. Para mí, dado que debo
hacer que la pieza suceda, no estoy seguro de que pueda escuchar tan bien
como lo hace alguien que sólo escucha. Recuerdo la reacción de la audiencia
en el estreno. Terminamos el concierto y no es que había cientos de personas
allí, pero creo que fueron los aplausos más largos que tuvo el Cuarteto Kronos.
Las personas que habían sobrevivido al concierto verdaderamente apreciaban
nuestro trabajo.
Ahora, Morton no era de los que no respondían con un aplauso a su obra, y
recuerdo haberle hecho señas para que se pare y tome un arco. Pero no lo
hizo. Pensé que no le había gustado la interpretación, qué podía haber pasado
- no era habitual en él. Después del concierto hubo una fiesta, entonces
aproveché para acercármele y preguntarle. Y me dijo: "Me estaba haciendo pís
y tenía miedo de pararme". Luego, le dije: "Quizás la próxima vez no deba ser
tan largo". La siguiente obra -la última que escribió para el Cuarteto Kronos- fue
el "Cuarteto con Piano", que sólo dura 80 minutos.
En sus memorias, Osbert Sitwell cuenta que durante mucho tiempo -la primera
guerra no había estallado, la espesa "Edad de Oro" que Steiner detecta estaba
en su apogeo- vio de lejos a un hombre enigmático, alto y enigmático, a quien
juzgo un espectro artístico o algo parecido. En cualquiera de esos lugares en
los que el buen Osbert quería figurar -una incrédula función de EI pájaro de
fuego, una muestra de los post impresionistas en Grafton St., la feria de
vanidades del futurismo en las galerías Sackville-, el hombre aparecía. Sus
rasgos distintivos eran la casi ausencia de mejillas, los pómulos altos y una
apariencia general de pies roja cívico y desconcertado.
Iba vestido como todas las cañas pensantes que establecieron el canon de
elegancia entre un siglo XX de pasos veloces y un siglo XIX que se atrasaba,
pero la aItura hacía olvidar la semejanza con los demás hombres y la rutina de
sonámbulo la costumbre impuntual de los fantasmas.
Tiempo después (¿el Prometeo de Scriabin, el estreno de Rosenkavalier, un
concierto de Fauré dirigido por él mismo?), Osbert Sitwell averiguó quién era:
Ronal Firbank. Dice también que nunca vio a nadie parecido, excepto a Alban
Berg.
Augustus John y Schoenberg han dejado pruebas.
Unos años antes de haber sido visto sin estar ahí, Alban Berg tenía un
propósito muy claro para asistir a conferencia, la que dio Karl Kraus acerca del
personaje y el mito de Lulú.
Acaso la vida social lo pierda todo, a la espera de tímido Marcel que recupere,
dorsal, la caligrafía sin estilo de las fiestas, los lujos y miserias de un sueño de
susurros. La vida social en Viena o en Londres -ciudades igualmente irreales
para Eliot- debieron de imponer una vigilia similar a Firbank y a Alban Berg.
Pero las singularidades deI destino (que aborrece las analogías fisonómicas),
Ias pequeñas quebraduras, los golpes de suerte, fueron seguramente dados
como una vicisitud exclusiva. Así, esa mujer demasiado sensible a la vanidad
masculina, que traza en un bostezo bovárico todo un horizonte de "artistas
interesantes", volvía después en una racha de sueño, o en los tempranos
aforismos que Kraus distribuyó en los primeros lustros del siglo.
"Las mujeres tienen por lo menos la toilette", escribía o decía Kraus, "pero los
hombres ¿con qué cubren su vacío?" Wedekind y Berg supieron de esas
cosas. AI desamparo de ser criaturas inconfesables, sumaron la resistencia de
no asistir al estreno de casi todo. El personaje y el mito de Lulú, que antecede
casi todas las reiteradas primicias, fue ese delicado manchón estratégico sobre
la tela en blanco, el vacío sin toilette. Lulú escapa por todos lados por la fiereza
de su reclamo.
En ese punto no se equivocaron tanto los redactores de la enciclopedia: la
soledad central de Lulú es como la de Wozzeck, el personaje de Büchner, no el
histórico.
Por eso mismo, Berg será infalible en sus elecciones, terco en sus
tratamientos. Entre 1919 y 1921, este solitario entre los solitarios, compone su
Wozzeck, de escritura atonal, en tres actos con 15 escenas independientes;
entre 1928 y 1935, Lulú, de escritura serial, en tres actos más prólogo que
conforman "una unificación en arco". Büchner, Wedekind, Kraus constituyen la
pantalla referencial. El genio de Berg no se somete a ningún servicio,
modestamente. Rechaza la imposibilidad gratuita en pos de "expresar con
sonidos el contenido espiritual de la obra de Büchner" (Berg, "El problema de la
opera"); rechaza la violencia terrenal de Wedekind en pos de una desmesurada
arquitectura que es, en esencia, violenta, no agresiva; rechaza la coquetería
aforística de Kraus en pos de un arte constante, paciente y apasionado. En las
orillas de los ismos, como artesano virtuoso frecuentado por el genio, Berg se
limita a hacer con ese todo un poco.
Pero ese poco es un mundo, al que habría que dedicar, si se dispusiera de
otras, una vida. No importa ahora nuestra mezquindad, nuestra avaricia.
Acaso hoy solo importe nuestra percepción -después de Berg, después de
Mondrian, después de Joyce. Parece que las luminarias no quisieron
interrumpir con fuegos artificiales una continuidad; prefirieron instalar, en medio
del jardín en ruinas, la transparencia eficaz del paraíso opuesto.
Cuando uno recuerda Pierrot le fou, lo primero que surge es la música. Autor:
Antoine Duhamel. Después, vino Week-end. Música, maestro.
T.J.: ¿No le molestaba eso? Uno pensaría que un compositor podría temer que
alguien usara su música de una manera tan fragmentada...
A.D.: A diferencia de otros directores con los que he trabajado, Godard no fue
para nada alguien con quien yo pudiera tener una relación de camaradería.
Hubo una época en que me lo encontraba a menudo en un bistrot de la Ile-
Saint-Louis. Cada vez que eso ocurría, yo me emocionaba bastante e iba,
discretamente, a saludarlo. En uno de nuestros últimos encuentros, vino hacia
mí, se sentó en la mesa de al lado y me hizo algunas preguntas. Era la época
en que preparaba Prénom Carmen y me interrogó sobre los cuartetos de
Beethoven. Le dí algunas ideas sobre lo que había que hacer, sobre las
precauciones necesarias. Hay cosas importantes: cuando uno ve músicos que
evidentemente simulan tocar, es un poco molesto. Los músicos a menudo son
capaces de representar pequeños papeles en un film. Me gusta mucho comer y
beber, de modo que la ceremonia en torno a la mesa de un bistrot con Godard
no Ilega muy lejos. Todo eso contribuye a una atmósfera de distancia. Muchas
veces me encuentro con personas que trabajan con Godard y que me dicen
que él guarda un buen recuerdo de mí. Nos hemos vuelto a encontrar y nos
tenemos una estima recíproca.
T.J.: Al escuchar el Concierto para violín de Beethoven, pensé que uno de los
temas de Pierrot le fou remitía a un pasaje de ese concierto, o en todo caso
hacia pensar en él.
A.D.: Sí, absolutamente. Voy a tomar como ejemplo una referencia que me
asombró muchísimo. Hace un tiempo, en la televisión, vi Passion, una película
totalmente hecha con música de archivo. AI principio, me dejó estupefacto la
utilización del comienzo del Concierto para mano izquierda de Ravel, toda la
introducción orquestal sobre las imágenes, era perfecto. Era de una inteligencia
musical inaudita. Además, justo en el momento en que termina el crescendo y
está por empezar el solo de piano, arranca la acción. Y el solo de piano ya no
está allí, está un poco más lejos y juega también un papel. L a segunda parte
no me convenció tanto. En toda la parte donde están las referencias a los
cuadros, tuve la impresión de que se divertía un poco tomándoles el pelo a los
ilustradores sonoros. Llega a una utilización completamente paródica de la
música y eso me irrita un poco. Pero el principio confirma totalmente la idea de
que es en verdad un cineasta que tiene un sentido de la música. Cuando
pienso en mis numerosas colaboraciones, incluido Truffaut, con quien no me
entendí, el trabajo con Godard o con Pollet me parece absolutamente
apasionante. Hace un tiempo, propuse en un festival de Angers que reunieran
en un programa Week-end y Méditerraéee. Me dije: ¡Cómo sabe utilizar la
música esta gente! Primero fue un placer enorme que Godard volviera a
pedirme algo. Eso no se repitió más. Lo cual no me asombró, ya que Godard
me había dicho: "Week-end va a ser un film donde habrá mucho espectáculo,
un despliegue, y siento que necesito una música como la suya". Después, él le
volvió totalmente la espalda a esta manera. En Week-end, las cosas no
ocurrieron del mismo modo que en Pierrot le fou. El film se rodaba en París, por
lo tanto yo iba a ver los rushes prácticamente todas las noches. iSon bien
extraños los rushes de Godard! Mientas que otros directores van a ver las
proyecciones de las tomas sólo con un muy pequeño equipo técnico, allí había
una verdadera multitud. Todo su trabajo sobre los planos-secuencias era
verdaderamente asombroso. Las tomas me fascinaban, lo que querían decir
me fascinaba. Recuerdo muy bien lo que sentía a la salida de Week-end
cuando la gente me hablaba de la música; yo les contestaba: "iDéjenme en
paz! Quiero que me hablen de la película". El método de trabajo era bastante
particular en Week-end, porque si bien Godard no aceptaba quedar fijado por
una música cronometrada con señalamientos precisos, quería sin embargo
estar seguro de que cada motivo musical tendría por lo menos la extensión de
la secuencia en que iría a inscribirse. Pienso especialmente en la secuencia
donde Mireille Darc dice el texto de Bataille, bien al principio del film. Para esta
secuencia, que duraba un acto, es decir alrededor de nueve minutos y medio,
compuse nueve minutos y medio de música. iUn lamento! Siempre me
fascinaron los guiones de Godard, que son los más breves y precisos que
conozco. En esta secuencia, hablaba del lado amargo y lánguido de lo que
cuenta Mireille Darc. Es por esa razón que hice una musica sumamente grave.
Además, cierto número de temas que están o no están en el film. Escribí
mucha música para Week-end. Era bastante fácil de grabar. Durante la
grabación veía que los músicos me miraban de vez en cuando con cara rara,
viendo que hacía mucho más de 20 minutos por sesión, que es la duración
autorizada oficialmente. Hay cosas muy contrastadas, otras más irónicas, otras
más graves, otras completamente catastróficas, como ese lamento, otras más
religiosas. Compuse algo un poco en el estilo de las músicas masónicas de
Mozart para la secuencia de la transformación de los autos en corderos, pero
eso no está en el film. Una de las razones por las que me sentía menos
directamente apasionado por Week-end era que estaba escribiendo una obra
muy importante en mi vida, Lundi monsieur vous serez riche, una comedia
musical que hice con Remo Forlani. Asistí a la mezcla, que me interesó mucho.
Para esta película, más bien larga, la mezcla duró un día y medio. Estaban el
ingeniero de sonido, Bonfanti, y Godard. Bonfanti se ocupaba de dos o tres
bandas, el sonido directo más algunas voces en off, y otros efectos, y Godard
de la música. Recuerdo especialmente la secuencia del monólogo de Mireille
Darc, de la que hablaba recién. Cuando escribí esa secuencia, me preguntaba
si no era un poco abstracta desde el punto de vista musical. Pero Godard la
utilizó volviéndola aún más abstracta de lo que era. Me acuerdo de un
momento preciso en que la cámara avanzaba sobre la espalda de Mireille Darc
y hubo un pequeño desplazamiento de la intensidad musical introducido por
Godard. Me dije que trabajaba como un director de orquesta. Actuaba efectiva
y verdaderamente sobre la materia musical. Para no hablar de ese
procedimiento tan frecuente en Godard, y raro en otros, que consiste en no
vacilar ante el hecho de que la música Ilegue a impedir la comprensión de las
palabras. Hubo incluso un momento en que me pidió que le escribiera una
especie de bourrée para acordeón porque quería hacerla cantar a voz en cuello
sobre el ruido del auto, hasta el punto de tapar completamente las palabras de
los actores. Otra anécdota asombrosa: la historia de La Internacional. Tomó
una hoja de papel, escribió las primeras palabras de La Internacional, y me dijo:
"Aquí me gustaría una cita de La Internacional pero nota por nota. 'C'est la
lutte'... Corte. 'Finale'... Corte". Había hecho el mismo, sobre una hoja de papel
que después perdí, sus cortes. Me divirtió mucho escribir eso, ya que hice una
especie de troceado con los acordes, para nada conformes a la versión
original. El producto era una cosa muy extraña. Usted sabe que la SACEM
controla y revisa los temas de la música. Lo que yo veía eran todas notas
separadas por calderones. Y al final, alineando todo eso, no se dieron cuenta
de que era el tema de La Internacional. Otra anécdota: pasé una larga tarde en
la sala de montaje con Godard para tomar con exactitud las duraciones
máximas de cada una de las secuencias musicales, y Godard habrá
pronunciado, en toda esa tarde, unas treinta palabras. La que hacía el montaje
era Agnès Guillemot. Y, al final de la tarde, me dijo: "iQué cosa tan agradable
es oírlo hablar!"
Este modelo (la computadora digital) no muestra sus límites con precisión y el
desconocimiento envuelve muchas veces cálculos sencillos o procesos
ordinarios de irritación con una voluminosa cascada de misterios poéticos; el
modelo, entonces, aparece imponiendo sus propios modos en técnicas
especificas que subordinan como tantas otras veces, al músico que pretende
utilizarlas.
Ocurre que estamos muy lejos de aquella época en donde un tipo instrumental
surgía por necesidades expresivas en la obra y su construcción dependía de
las imágenes del compositor. Ahora son muy pocos los que pueden dialogar
con estos sistemas, proponer alterativas para las formas de producción,
estructuras de programas o tipos de soluciones discretas para problemas
estrictamente musicales. Es más, por lo general encontramos una pasividad
enorme, una docilidad para aceptar a integrar, en su gran mayoría "servicios"
que antes de conocer en profundidad ya son declarados obsoletos por la
industria.
Las máquinas de estado discreto son aquellas que pasan mediante saltos o
clicks súbitos, de un estado bastante definido a otro distinto (por ejemplo, una
rueda que recorra 120 grados por segundo y que pueda ser detenida por una
palanca o martillo exterior; éste, a su vez, enciende una luz). Definidas en
abstracto, serían de esta forma: el estado interno de la máquina (es el que
describe la posición de la rueda q1, q2 o q3). Hay una señal de entrada i0 o i1
que se expresa en la posición de la palanca. El estado interno en cualquier
momento está determinado por el ultimo estado, y la señal de entrada en
relación a la tabla:
último estado
q1 q2 q3
i0 q2 q3 q1
Entrada
i1 q1 q2 q3
Las señales de salida en su única indicación visible externa del estado interno
(la luz) las da la tabla:
estado q1q2q3
salida 00 00 01
Desde 1940 se han publicado más de 2000 trabajos sobre temas vinculados a
máquinas y pensamiento; en gran parte de ellos se desarrolla la cuestión de si
las máquinas tienen o no posibilidades de "pensar".
De uno de los más detallados informes sobre la Máquina Analítica de Babbage,
al que Turing clasifica como Objeción de lady Lovelace, podemos obtener la
siguiente afirmación: "la máquina analítica no pretende crear nada. Puede
realizar solamente lo que nosotros sepamos mandarle". (en cursiva en el
informe original). Luego el profesor Hartree, citando este párrafo, añade "esto
no implica que sea imposible construir un equipo electrónico que piense por sí
solo, o en el que, en términos biológicos, no se pueda implantar un reflejo
condicionado que sirva de base al aprendizaje...".
Oscar Edelstein
-De alambre...
-Un Theremin, el instrumento de León Theremin que tiene una antena que
regula la frecuencia y otra par a controlar la intensidad; en vez de antena le
puse un tubo fluorescente que daba anillos de colores, de luz. Y luego vinieron
otras cosas, siempre alrededor de la tecnología, que en esa época pasaba de
la válvula al transistor. Hice también experimentos con ultrasonido, o una
máquina de medio KW para perforar metales duros y vidrios, etc. De ahí entré
en la parte audiovisual, por pedido de un arquitecto amigo, Felipe Iglesias, e
hicimos el stand Shell, que fue el primer pabellón después de aquel de Le
Corbusier. Esto se hizo en el año '60, para la exposición del sesquicentenario.
Eran medios mixtos, digamos, con dos proyectores de cine sincronizados y
varios proyectores de diapositivas, muchos parlantes en las paredes y el
público en una especie de góndola central, flotando sobre un foso con agua. A
los operadores había que izarlos con una escalera para que Ilegaran a cambiar
la película. Todo ese equipamiento fue donado luego al Museo Nacional de
Bellas Artes. Allí, un año después, se creo la sala audiovisual.
Trabajando con arquitectos sobre hermosos audiovisuales, entre medio
aparecía algún concierto de la agrupación Nueva Música -cuando vivía Juan
Carlos Paz y, por supuesto, con Nelly Moretto, Francisco Kröpfl, Roque Alsina-.
Luego de oír esa música, la primera impresión fue tomar el logotipo, que es
“a/nm” y ponerle “a/nm = 0” y salir riendo.
Pero evidentemente, eso fue un instante. Que a Francisco Kröpfl le gustara
Bach, es decir que le gustara la música, la música en serio, me hizo pensar que
esa nueva música debía tener algo. Me Ilevó cierto tiempo darme cuenta de
que tenía mucho más que algo, y enamorarme. Era lo que faltaba en mi
repertorio musical, que siempre ha sido ecléctico. Al tiempo, fui propuesto por
Kröpfl para integrar el Laboratorio de música que fundó Ginastera, en el
Instituto Di Tella. Esto fue una experiencia que empezó en el año '66, donde
estaba Cesar Bolaños reinando sobre un maremagnum de fichas de 220 que
hacían de patches económicos pues, en ese entonces, se decía que los
automóviles Di Tella no se fabricarían más y que había que hacer economía.
Ahí, no obstante, ayudado por algunos amigos, por gente de IBM, como De
Bernardis por ejemplo, conseguí algunos materiales para hacer lo que es hoy el
laboratorio viejo, y que aquí, en el LIPM está ahora como museo. Este
laboratorio hoy viejo, que era en su momento rabiosamente nuevo, entre otras
cosas, había suprimido el Patch pannel, es decir el lugar o tablero en donde se
conectan los distintos aparatos entre sí y el que sabía hacer los patches era el
que manejaba la cosa, porque los cartelitos eran elusivos, etc, etc., y no
permitían a cualquiera completar las conexiones. En cambio, el nuevo panel de
"pacheo" que construimos fue completamente gráfico. Tocando solamente con
una punta de cable, aparecían las luces en hilera y con barras horizontales,
ubicaban, situaban o conectaban los equipos entre sí. Este tipo de ubicación
coincidía con las anotaciones del compositor que, de ahora en adelante, tenía
muy facilitado su accionar. Y aquello de facilitar las acciones del compositor fue
siempre una constante; avanzó, volviendo a nuevas complejidades y Ilegando a
otras simplificaciones. Estabamos en un periodo estrictamente analógico.
De la economía de consumo se pueden tomar objetos que sirvan a nuestros
fines pero con pequeñas transformaciones. Entonces, una cámara de televisión
podía dejar ver a una partitura que se deslizaba, por medio de un sistema muy
parecido al de un grabador y tomando esa imagen; la cámara de televisión,
equipada con un circuito especial, lograba sacar los voltajes de control para
accionar a los sintetizadores analógicos.
¡Sintetizadores analógicos!, bueno..., en realidad, Nelly Moretto nos prestó -un
préstamo a perpetuidad "EL" oscilador Moog, que iba a servir para hacer la
línea melódica; alguien trajo, evitando la aduana, "UN" circuito integrado de
filtro -que era un híbrido grueso- con el que hicimos un filtro controlado por
voltaje, pero a los amplificadores controlados por voltaje los hicimos con
algunos integrados y transistores comprados por nosotros acá. Y de este modo
entramos en la era del control por voltaje antes de que apareciera el
sintetizador Arp y en la época en que nos visitó Bucla, que andaba por
entonces buscando alrededor de este tipo de síntesis, pero sin usar todavía la
escala temperada. En un momento, ese convertidor gráfica entró a funcionar y
con él se hicieron varias obras.
-Alias Catalina, pero remedo de los viejos aviones de la línea aérea Causa, que
volaban bajo y hacia el Uruguay. Resulta entonces que el compositor podía
Ilevarse la hoja o el rollo de papel a su casa y por medio de una plantilla, donde
estaba la escala temperada, dibujar una línea melódica y las alteraciones de
volumen, filtrado o combinaciones de ellas. Las obras fueron muy disímiles: en
Analogías paraboloides, Pedro Carievschy hizo algo que hoy, con una
computadora, seria facilísimo. Eran glissandos ascendentes y descendentes, a
partir de un punto hasta lograr la máxima complejidad para luego volver al
mismo punto; podríamos decir que era una onda triangular de distintas
pendientes pero eso daba un total de 36 voces con bastante dificultad para la
mezcla, sobre todo si pensamos que esta se hacía con grabadores de dos
pistas y la cantidad de recopia era monstruosa. A pesar de estas limitaciones,
la calidad fue mantenida en todo lo que hicimos, ayudados por nuestro
fantástico técnico Walter Goth, que así como un violinista afina su instrumento
antes de empezar a tocar, él ajustaba nuestros vetustos Ampex antes de
empezar a grabar. Y entonces el fabuloso sonido de la sala del Instituto Di
Tella, si uno realiza un inventario sobre los elementos técnicos utlilzados,
francamente, no tenía porque haber sido tan bueno. Pero el ajuste, la
ecualización y el cuidado de cada uno de los eslabones de la cadena logró que
esa sala fuera la que mejor sonaba en Buenos Aires.
Un día vino Pierre Schaffer a Buenos Aires. Vio el convertidor gráfico y se
entusiasmó con el comienzo de la obra de Carievschy, pero luego de probar
sus dibujos en la máquina tuvo un acceso de furia y dijo: "con máquinas así se
puede hacer basura muy rápidamente". AI día siguiente, pidió disculpas y
quedamos muy amigos.
Kusnir, en su obra La Panadería, fue dibujando soniditos, uno por uno,
escuchándolos hasta hallar algunos francamente extraños y complejos. Y como
ellos, hay unas cinco o seis obras que salieron de esta máquina.
-También se produjeron obras muy difíciles de recrear, aun hoy y contando con
medios digitales; obras con distintos procedimientos anticipatorios. Pienso en
José Maranzano y sus Mnemones.
-La información...
-Hoy, salvo el equipo muy sofisticado, como querer tener una Next o un
equipamiento de 20.000 dólares, lo demás puede decirse que está muy al
alcance.
Análogos y digitales
-Cuando éramos niños nos compraban un autito de lata que tenía algunas
palanquitas que podíamos mover, en nuestra fantasía no sabíamos si estas
funcionaban o no. Hoy, una cámara fotográfica puede tener más palanquitas
que las que vamos a utilizar y una computadora tiene muchos más programas
dentro, o un amplificador de audio, de cierto refinamiento, nos brinda también
acceso a elementos excesivamente complejos. Piénsese en un filtro polifónico
el filtro Albis, del laboratorio de Stockhausen, que era extraño, veloz y muy
difícil de mantener; ahora ese filtro lo tienen todos en su casa y por medio de
dispositivos computarizados, el mismo amplificador diseña la curva de filtrado y
esa curva acciona directamente sobre el sonido. Además tiene compresor,
reverberación para diferentes ambientes, distintas curvas de ataque... en fin,
elementos que antes solo estaban en los laboratorios. Vemos que nuestra casa
va a ser una totalidad alrededor de una pantalla, pantalla de computadora, de
televisor, de control de las alarmas de la casa y en un momento nos mostrará
la temperatura de los distintos ambientes, como muestra el parte
meteorológico, o imágenes -si se nos ocurren- de fractales, o si queremos ver
una película al azar. No sé si es por comercio que las cosas aun están
desmembradas. Ya están los elementos dados para lograr las interacciones
lógicas entre imagen y sonido. Lo curioso es que los distintos integrados, los
diferentes chips o las plaquetas, pueden hacer el total, y a este no se le suman
cosas sino que se le restan.
-Correcto; ése es el tope. Pero puedo decir cosas muy feas. La máquina a
vapor acabó con la esclavitud; la cibernética termina con el hombre manejando
la maquina, teniendo al hombre como parte constitutiva y la creatividad
necesaria para el liderazgo tecnológico exige gente bien alimentada, feliz y
contenta. Esta es la revolución que da la tecnología y no el hombre en sí
mismo, al que supongo, desde los griegos, pensando más o menos lo mismo.
-Bueno, ja ja ja, claro. Pero no, la tecnología no es todo, pero es el camino para
que todo avance. Claro que las cosas que estamos tratando son de una gran
complejidad, y no se logra una simplificación automática, pero en esto también
nos puede ayudar la computadora; ella va a contribuir a la totalización de
hechos interconectados hasta llegar a ese gran bloque de conocimientos,
donde será imposible distinguir lo que está o quedó afuera, de aquello que esta
adentro.
Oscar Edelstein
-La película fue organizada, sin embargo, en forma intuitiva. Se tuvo en cuenta
una cierta curva de tensión decidiendo, por ejemplo, donde se ponía la mayor
irregularidad del movimiento interno, o donde aparecía la zona de mayor
luminosidad, etc. El esquema total resultante del montaje se transfirió a la
organización musical, es decir que en vez de partir de una serie de tiempos, yo
comencé por la secuencia de imágenes y, a partir de éstas, organicé grupos de
fases fundamentales. A estos grupos se los trataba rítmicamente según las
correspondencias que proponía el comportamiento de las imágenes.
-No, la película fue una pura experiencia plásticosonora, sin textos o palabras y
de diez minutos de duración. Se llamó Dimensión, un título que para serte
franco nunca me pareció del todo adecuado, pues en todo caso tendría que
haberse Ilamado Multidimensiones en relación. Tuvo un premio en el festival de
Venecia, como película artística: el "Bucraneo diBronzo" (el Craneo de Buey de
Bronce). Fue interesante, porque como músico pude intervenir en la
organización de las tomas, sugiriendo además los tipos de ritmo impuestos a
los móviles, luego intervenir en el montaje y habiendo hecho esto, tener
entonces muy claras las estructuras o acciones que podía realizar
musicalmente a partir de la propuesta básica, que consistía en establecer una
correspondencia entre imagen y música partiendo de las dimensiones de los
objetos y sus movimientos en el espacio. De todas maneras, la
correspondencia no fue Ilevada a sus límites ya que se pudo haber tratado una
mayor cantidad de parámetros con esa técnica, pero yo me dediqué sólo a los
que consideraba importantes; correspondencias a partir de categorías
abstractas: cualidades tímbricas (lo brillante se asocia a lo agudo en registro y
a lo metálico), su relación con el registro, el movimiento o los desplazamientos
relacionados con la dinámica y el ritmo en sus categorías más abstractas:
regularidad-irregularidad, continuidad-no continuidad, homogeneidad-
heterogeneidad, etcétera.
-Sí, pero más allá del potencial emotivo de la música, y más allá de las
correspondencias que se establecen a partir del movimiento -que sin duda
connota a otros niveles-, y a diferencia del uso corriente de la música en el
cine, donde las correspondencias exploradas son mas bien de tipo psicológico,
en esta película se trataron solamente las correspondencias como categorías
abstractas. Pienso que aquella idea sigue siendo válida, claro que hoy podría
abarcar mayor complejidad, y otras dimensiones. Luego de esta experiencia
continué con los trabajos de técnicas audiovisuales y dicté clases sobre
correspondencia entre imagen y sonido, siempre en relación con lo audiovisual.
Cuando dirigía el Departamento de Música Contemporánea en el CICMAT
(Centro de Investigación en Ciencia, Arte, Material y Tecnología), seguí
pensando y trabajando en las convergencias o divergencias que podían
establecerse entre imagen y sonido. A medida que fui incorporando a mi
música los conceptos de suspensividad-resolutividad, convergencia-
divergencia entre parámetros, me resultaban atractivos los intentos de
trasladarlos a otras áreas de expresión o perceptivas. Me preocupe por
clasificar los diferentes órdenes de la nercepción en su funcionamiento.
Música y cine
-Creo que se han hecho muy pocos buenos trabajos en este sentido, y por lo
general estos están siempre vinculados a un gran creador. En ese sentido me
parece admirable el trabajo de Bergman con la música; en Puerto, usaba una
evocación fuerte entre el estado de angustia de los personajes, relacionándolo
con el tipo de sonido que se presentaba en el momento de los conflictos
psicológicos. Recuerdo un tipo especial de sonido, una situación muy
conflictiva entre dos personajes que tiene como fondo el ruido de las vajillas de
la cocina. En otra película, el personaje se tira al mar y se mata; se ve luego el
mar, luego se oye un solo grito de ave marina; se ve al personaje acostado en
un hospital y simultáneamente se escucha un rasguido de guitarra; dos
elementos puntuales que se requerían como efecto de adición al problema del
montaje. O en Noche de circo, el contrapunto entre dos instrumentos mientras
dos de los personajes caminan por el circo, o el clarinete solo cuando el
personaje está en el teatro. Bueno, desde ya la gran experiencia de Alexander
Nevsky como ejemplo de organización puntual, y las discusiones que hubo
entre Eisenstein y Prokofiev... y claro, uno se olvida, pero no hubo muchos
buenos ejemplos.
-¿Y en la Argentina?
(Este artículo fue escrito para la revista inglesa World Film News, num. 5, 1936.
Se republicó en Hanns Eisler-A Revel In Music, Manfred Grabs (ed.), Nueva
York, International Publishers, 1918.)
***
Así se inicia una estrecha relación y, antes que nada, un extenso intercambio
epistolar en que se barajan los mas diversos planes hasta que, en una esquela
que manda Strauss a Zweig con fecha de 13 de junio de 1932, aparece por
primera vez la palabra "Mrosus" (protagonista masculino de La mujer
silenciosa). "Para el caso de que no le fuera posible enviarme en los próximos
días el prometido esbozo del contenido de Sir Morosus y, si fuera posible,
escenas terminadas del primer acto que espero ansiosamente -ya que el
verano es mi época de composición- le comunico mi dirección..." Pocos días
después Strauss escribe: "Repito con entusiasmo: es encantador -la verdadera
ópera cómica, una idea de comedia que puede ubicarse al lado de las mejores
de su género; para la música tan indicada como ni el Figaro ni El barbero de
Sevilla".
No seguiremos paso a paso el lento parto de esta obra cuyo libreto fue
terminado a principios del fatídico año 1933. Los problemas aparecen cuando
se prepara el estreno de la ópera, previsto para 1935 en el Teatro de Opera de
Dresde en que habían sido representadas por primera vez siete operas
anteriores de Strauss. Zweig, para esta época, propone a Strauss aun varios
temas más, quizás albergando la ilusión de que esta colaboración podría
continuar.
En mayo de 1934 Strauss comunica a Zweig: "...Imagínese, el otro día me
preguntan de parte del Ministerio de Propaganda si era verdad que estaba
componiendo un texto de Arnold Zweig. Mi hijo rectificó inmediatamente y el
otro día volví a mencionar el asunto en una conversación con el Dr. Goebbels...
Le pregunté directamente si había algún reparo político contra su persona a lo
que el ministro contestó ¡no! Así que no tendremos dificultades con Morosus".
Strauss (21.ix.1934): "... ¿Ya le escribí que el Dr. Goebbels me comunicó que
el Canciller del Reich (Hitler) autorizó la representación de La mujer silenciosa?
Ahora estoy en tratativas con Dresde con respecto a las garantías necesarias...
y las seguridades, lo que también me concedió de buen grado el Dr. Goebbels.
Mi decisión definitiva sobre si hago represertar la obra el próximo verano en
Dresde me la reservo hasta noviembre cuando pienso examinar el caso
verbalmente con Goebbels hasta las últimas consecuencias. Le ruego
encarecidamente siga trabajando en nuestros dos nuevos proyectos."
Zweig (18.ii. 1935): "...Le pregunté en una carta anterior si, en su propio
interés, no sería deseable cierta postergación del estreno para evitar toda
relación con los acontecimientos en el mundo musical (Furtwängler, etc.) y
dejar que llegue el momento para una valoración puramente artística. El
estreno de una ópera de Strauss debe ser, según mi convicción, un
acontecimiento del más alto nivel artístico y no un affaire. Y ahora los ánimos
en el mundo musical están aun muy agitados..." "...Lo que me escribe de la
UNIO me asombra; ni sé si existe todavía, y aquel plan puramente artístico
para el mejoramiento y la difusión de la ópera en ciudades mas pequeñas,
nada tenía que ver con la política. Entre las seis óperas programadas había
tres alemanas, entre ellas Arabella .... así que aun la interpretación mas
insidiosa no podría detectar ninguna agresión contra Alemania, y Toscanini,
quien firmó primero, acaba de inaugurar sus conciertos sinfónicos en Nueva
York... ;con la danza de Salomé de Richard Strauss! Ud. sabe que yo me
mantengo alejado de todo lo que tiene que ver con política y el hermoso plan,
según sé, fracasó por dificultades materiales. Retractarme sería, de parte mía,
una demostración que calumniaría una causa como política que jamás lo fue y
el sacrifizio d´intelletto solo produce daño..."
Zweig (23.u.1935j: "... con respecto a un nuevo texto permítame escribirle con
toda sinceridad. Ud. sabe de mi admiración y esto solo me da el derecho a la
sinceridad. A veces tengo la sensación de que Ud. -y esto lo respeto mucho- no
time conciencia de la magnitud histórica de su posición y piensa de modo
demasiado modesto de sí mismo. Todo lo que Ud. hace se convertirá en
historia; sus cartas, sus decisiones, alguna vez serán propiedad común como
las de Wagner o Brahms. Por ello no me parece posible que hoy suceda algo
ocultamente en su vida, en su arte, pues, aunque yo me abstuviera de toda
palabra de que estoy trabajando para Ud., más adelante se sabrá y también
que fue secretamente. Y esto, según mi criterio, estaría debajo de su nivel. Un
Richard Strauss puede tomar cualquier decisión públicamente y no debe hacer
nada secretamente para que nadie pueda decir jamás que Ud. haya eludido
una responsabilidad. Por su obra grandiosa, que no tiene parangón en el
mundo artístico, Ud. tiene el compromiso de que no lo cercenen en su libre
voluntad artística. ¿Quién, si no Ud., tiene actualmente este derecho? Yo
comprendo perfectamente las dificultades que se opondrían a una nueva obra
nuestra si yo fuera el autor del texto; sería interpretado como un desafío. Y
colaborar secretamente me parece, como dije, no digno de Ud. Mas estoy
dispuesto con todo corazón a asesorar a quien podría trabajar con Ud.; esbozar
algo para él y esto sin retribución material, sin que jamás me vanagloriara de
ello, solo por el gozo de servir a su gran arte y de mostrar mi gratitud por haber
hecho de La mujer silenciosa una obra maestra para el mundo".
Strauss (26.ii.1935): " .. su hermosa carta me causó mucha tristeza: si ahora
también Ud. me abandona, tendré que llevar en adelante la vida de un
languidecente jubilado desocupado. Pues, créame: el poeta que podría escribir
un libreto que me fuera útil, no existe... Les he explicado una y otra vez al
ministro Goebbels como a Goering que, desde hace 50 años, estoy buscando
un libretista; muchas decenas de textos me fueron remitidas; he tratado con
todos los poetas
alemanes... Un caso de suerte fue Salomé; Electra fue el comienzo de mis
relaciones con el único Hofmannsthal; después de su muerte creía que debía
renunciar para siempre y entonces un azar (¿se podría decir así?) me llevó
hacia Ud. Y no lo voy a dejar, a pesar de que tengamos ahora un gobierno
antisemita... Estoy seguro de que el gobierno no se opondría a una nueva
ópera de Zweig si hablo sinceramente con el Dr. Goebbels, quien me aprecia
mucho; tampoco se vería en ello una provocación. Pero ¿para qué plantear
ahora innecesariamente interrogantes que dentro de dos o tres años se habrán
resuelto por sí solos?"
Zweig (16.ix.1935): "... quiero proponerle algo. Creo que sería tácticamente
prudente si al final de la partitura de La mujer silenciosa (o al comienzo) pusiera
la fecha cuando Ud. empezó con los primeros esbozos de la obra y cuando la
terminó".
Esto evitaría inútiles discusiones pues se vería por las fechas que la ópera fue
comenzada mucho antes de que ocurrieran los cambios políticos...". En los
próximos meses Zweig sigue proponiendo al compositor varios-temas para
nuevas óperas, entre ellos Semiramis de Calderón, Sardanapal de Byron,
Amfitrion de Kleist y El salvador blanco, tema azteca de G. Hauptmann,
proponiendo a Joseph Gregor como libretista, como también De Casti (Prima le
parole, poi la musica, que se convertiría en Cappriccio, última ópera de
Strauss, con libreto de Clemens Krauss, 1941).
Esta carta nunca llegó a destino; fue interceptada por la Gestapo y una copia
fue remitida a Hitler. Consecuencias inmediatas: la ópera La mujer silenciosa
fue retirada después de la segunda función con el pretexto de que la
protagonista, Maria Cebotari, estaba enferma. Nunca más se representó bajo el
gobierno nazi. Strauss fue obligado a renunciar a su cargo de presidente de la
Cámara de Musica del Reich, organismo del cual dependían todas las
actividades musicales en Alemania.
Mariano Etkin
Alrededor de México
Porque lo que se repite, anteriormente
ha sido, pues de lo contrario no podría
Mariano Etkin
repetirse. Ahora bien, cabalmente el
hecho de que lo que se repita sea algo
que fue, es lo que confiere la repetición
su carácter de novedad.
Por la noche, celebrando Ios 80 años de Blas Galindo, se ejecutan dos obras
del homenajeado. La inadecuación entre materiales muy restringidos -y
procedimientos armónicos- texturales que enfatizan esa restricción- y
esquemas formales de origen germano usados escolásticamente es flagrante.
Finalmente, termino agradeciéndole a Galindo la claridad de la lección.
****
Tiene razón Julián Orbón cuando dice que "la falta de afinidad de los músicos
latinoamericanos con las grandes formas está en un rechazo de nuestro
específico ser creador". Esa incopatibilidad idiosincrática con organismos o
estructuras (o instituciones) cerradas, unidireccionales y relativamente
previsibles, a manera de la sonata clásico romántica derivada de un principio
único y unificador, quizá tenga algo que ver con un momento fascinante de la
historia de México. Hacia 1519 Moctezuma accede que los invasores
españoles levanten un altar con una Cruz y una imagen de la Virgen en un
rincón de la pirámide del Templo Mayor, como concesión ante el pedido de
Cortes para derrocar todos los dioses nahuas erigidos en el Templo. El
politeísmo, es decir, la repetición del concepto de dios, podía admitir algo tan
ajeno como la cruz y una imagen de la Virgen; lo inadmisible era el
monoteísmo. Y la sonata es, sin duda, una de las cumbres del pensamiento
monoteísta.
El monoteísmo europeo -esa suerte de concentración de la energía en un solo
lugar, se vincula con la idea de progreso y desarrollo. Silvestre Revueltas tuvo
el talento y la inteligencia no de saber, sino de saber qué sabía. En su música
la- forma no proviene de modelos aplicados con esfuerzo y mecánicamente
sobre materiales que se les resisten. Si aquellos están presentes son como
ecos o sombras, en un sentido casi rulfiano. Desmiente así la afirmación de
Eduardo Mata -característica del director de orquesta colonizado por el
sinfonismo romántico y el "show business"- de que "nos ha costado muchisímo
trabajo los latinoamericanos llegar a los estadios superiores del arte musical.
Identificando las grandes formas (el subrayado es nuestro) No es aventurado
afirmar que la falta de dominio artesanal ha frustrado, en nuestros países, la
total realización de talentos superiores".1
****
El Hombre que está Solo y Espera nunca olvida que morirá. Su incredulidad
para con las "grandes formas" y las "realizaciones totales" lo Ileva a estar ahí,
repitiéndose, como encarnación de la música, a la que Stravinsky consideraba
como el único dominio donde el hombre realiza el presente.
****
Notas
Mariano Etkin
Morton Feldman decía que se podía vivir sin arte pero que no se podía vivir sin
el mito acerca del arte. Uno de esos mitos supone que las obras tienen
duraciones más naturales que otras, un poco a la manera en que Rameau y su
época proponían a la armonía tonal como algo natural. Feldman compuso, en
sus últimos años, obras de una duración desacostumbrada, entre ellas el
Segundo Cuarteto de cuerdas, ejecutado por el Cuarteto Pellegrini en Buenos
Aires en 2001. Esa duración muy extensa está alejada de cualquier pretensión
de grandiosidad. Lo extenso aparece como atributo vinculado con los
materiales pero no con una ritualidad. "El fabricante de mitos, decía Feldman,
tiene éxito porque sabe que en el arte, como en la vida, necesitamos la ilusión
del significado. Él estimula esa necesidad. Nos da un arte vinculado con
sistemas filosóficos, un arte con una multiplicidad de referencias, de símbolos,
un arte que simplifica las sutilezas del arte, que nos alivia del arte". Existen dos
obras que son antecedentes insoslayables, no solamente para vincular a
Feldman con una preocupación por el tiempo y la duración, sino para situarlo
en una línea de continuidad con compositores que, como él, cuestionaron las
premisas más sólidas de la música de arte: Vexations de Erik Satie y 4´33´´ de
John Cage.
¿Desde cuándo es posible hacer una recorrida tal por un Museo? ¿Atravesar
salas, estilos, siglos, apreciando todo como algo aún utilizable, parcialmente
imitable? El Museo no es una institución reciente; sí lo es nuestra voracidad
omnívora, capaz de tragar un Patinir junto a un Manet (o incluso, si el Museo se
presta, junto a una talla africana y un Hokusai). Arriesgar una fecha resulta
complicado; arriesguemos entonces dos.
En 1910, Rogar-Fry organizó una muestra del Posimpresionismo en las Grafton
Galleries de Londres. Virginia Woolf seguramente pensaba en esa muestra
cuando escribió que la naturaleza humana, y con ella el arte, había cambiado
"alrededor de diciembre de 1910". Christopher Butler, en su libro After the
Wake: An Essay on the Contemporary Avant Garde, afirma que de hecho
vivimos "after the wake", después del entierro de la vanguardia que fue la
publicación del Finnegans, en 1939.
1910-1939. Entre esas fechas se produce la gran eclosión del arte moderno,
cuyo rasgo fundamental es el de habernos enseñado a usar los Museos -no
solo en el sentido de haber incorporado al arte la música tibetana o la escultura
precolombina, sino en su visión igualitaria del pasado: todos los estilos tienen
idéntico valor, todos están disponibles. ¿Hay un mejor ejemplo de esto que
Picasso?
Se sabe, sin embargo, que la novedad dura poco. Quizá por aquello de
"familiarity breeds contempt", sobrevino el magnífico suicidio del arte nuevo que
es Finnegans Wake. Después de Joyce, la vanguardia es literalmente
imposible, y solo resta preguntarse en qué consiste el arte posmodemo.
La aclaración básica debe ser que, salvo quizás en la Arquitectura, no hay
obras posmodemas; lo que caracteriza al arte posmodemo es menos una
cualidad interna de las obras que su traumático nivel de autoconciencia, de
saber que el Museo está a su disposición pero el vértigo de la vanguardia es
irrepetible. Hay, si se quiere, dos tendencias complementarias en el arte
posterior a 1939. Algunos artistas se aferran a la creación de reglas que
pretenden constitutivas, preexistentes a la obra (Nabokov, Borges). Otros no
solo aceptan el azar y lo irracional, sino que se abandonan a ellos (Pollock), y
otros alternan entre ambas posiciones (Cage). Basta pensar en libros como el
Tristram Shandy o en cuadros como los de Goya para concluir que estas
tendencias no son nuevas. Lo nuevo fue lo que trajo el período 1910-1939,
cuya herencia es nuestra actitud hacia el Museo: inagotable repositorio,
completa disponibilidad de todos los estilos. La autoconciencia es traumática,
pero debería dejar de ser angustiante. ¿Qué tiene de malo ir, en una sola tarde,
del siglo XVI al XX?
C. E. Feiling
x es una representación de y
C. E. Feiling
Morton Fedman sostiene que hay una extraña propaganda según la cual,
porque alguien compone o pinta, lo que desea es música o pintura. Pero no
siempre es así. En este ensayo, el compositor intenta describir la "experiencia
abstracta", una emoción que los filósofos han omitido caracterizar y que debe
ser distinguida de la imaginación, o bien de ese aspecto de la imaginación que
es el mundo de lo fantasioso. "El salto hacia lo abstracto se parece a ir a un
sitio donde el tiempo cambia". Miembro del llamado Grupo de Nueva York -que
completaron John Cage, Earle Brown y Christian Wolff, y que revolucionaría la
escena americana a partir de los años '50- Morton Feldman vivió entre 1926 y
1987. Sus escritos, no menos radicales que su música, se hallan reunidos en
un volumen con el título de Essays, publicado en edición bilingüe
(alemán/inglés) por Beginner Press en 1985.
Una persona ciega que se mueve dentro de confines que conoce puede, a
causa de un contratiempo inesperado, perder momentáneamente el sentido del
espacio que lo rodea. El hecho de que yo me despertase en ese instante tuvo
el mismo efecto sobre Guston. Fue como si él mismo se hubiese despertado
-despertado a una repentina sensación de peligro en lo que estaba haciendo. Y
sin embargo el cuadro no representa aquel peligro -aquella ambición. Ese
choque con el Instante que yo presencié es el primer paso hacia la Experiencia
Abstracta. Pero la Experiencia Abstracta no puede ser representada. No es,
entonces, visible en la pintura, mas allí está -se la siente. Así como Kierkegaard
afirmó que lo religioso "destrona" a lo estético, podemos decir que la
Experiencia Abstracta en la pintura de Guston destrona a la obra maestra que
tenemos frente a nosotros.
Supongo que hubiera sido apropiado que Frank y yo nos conociéramos en el
tren rumbo a Nueva York, como en una novela rusa. De hecho no sé muy bien
cuándo comienzan mis recuerdos personales de él. Digamos simplemente que
él estaba allí, esperándonos a todos.
Lo que más recuerdo es lo que decía acerca de mí mismo o de alguno de los
otros. Nunca hablaba de su trabajo, o por lo menos nunca hablaba conmigo de
su trabajo. Cuando yo lo alababa por algo, simplemente respondía, con una
enorme sonrisa: "Bueno, muchas gracias". Era como si estuviese diciendo: "No
hace falta queme felicites. Naturalmente, todo lo que yo hago es de primera
clase; es de ti que debemos ocuparnos".
Admiraba mi música porque su metodología estaba oculta. Admiraba también
otras músicas, porque su metodología estaba desvergonzadamente expuesta.
Aunque comprendía y apreciaba mi posición particular respecto del
virtuosismo, no era la suya propia. Frank adoraba el virtuosismo, adoraba esa
pirotecnia. Era capaz, de hecho, de amar y aceptar más obras difíciles y
variadas de lo que uno hubiese creído posible. Resulta interesante que en un
círculo que exigía devoción completa Frank fuese tan querido. Supongo que
reconocíamos que su sabiduría brotaba de su propio "sistema" -la dialéctica de
su corazón. Ese era su secreto. Eso era lo que le permitía, sin jamás ser
ecléctico, escribir tan bellamente sobre Pollock y Pastemak dedicarle un poema
a Larry Rivers hoy y a Phillip Guston mañana. Nadie que yo conozca se oponía
al amor de Frank por un genio irrelevante como Rachmaninoff. Todos
sabíamos que Rachmaninoff no era nuestro enemigo, sino el artista de
segunda que dictamina cómo debe ser el arte.
El hecho de verse involucrado con obras de niveles tan diferentes, con artistas
tan distintos, naturalmente demandaba mucho de sus lealtades personales.
Pero era parte del genio de 0'Hara poder pasar por alto esas demandas, tratar
todo como si se tratase de un inmenso, frenético y espléndido estudio de
filmación. A nosotros nos parecía que iba bailando de tela en tela, de fiesta en
fiesta, de poema en poema -una suerte de Fred Astaire con toda la comunidad
artística como su Ginger Rogers. Sin embargo, sé que si Frank me pudiese
enviar un mensaje desde la tumba, ahora que escribo estos recuerdos, me
diría: "No les cuentes qué tipo de persona era yo, Morty. Si lo logré. El resto no
importa".
La intranquilidad que sentimos al contemplar un cuadro de Guston proviene de
no darse cuenta de que debemos dar el salto hacia el interior de esa emoción
Abstracta; contemplamos el cuadro en lo que suponemos es su realidad -sobre
la tela. Pero el agudo pensamiento, el peso creativo inherente en la Experiencia
Abstracta, se revela siempre como una emoción unificada. Cuanto más logra
esto, desde luego, más distante se vuelve de la imagen que transmite.
Entonces no es un solo cuadro el que contemplamos, sino dos. Eso quise decir
cuando describí la pintura de Guston como ni cercana ni distante -no se halla
confinada al espacio pictórico, sino que existe en alguna parte del espacio
entre la tela y nosotros. Aclaremos el punto. En el Cézanne tardío, la
perspectiva está prácticamente obliterada. El plano se adelanta hacia nosotros
de un modo tal que es difícil verlo. Sin embargo, preserva intacta su realidad de
cuadro pintado sobre una tela. Cézanne inventó una manera de pintar las
cosas, mientras que Guston inventó cosas que pintar. Por ello el juego de luces
y de sombras ya no ocurre sobre la tela per se. Su visibilidad se manifiesta
cuando uno percibe que no está sobre la tela.
Mondrian, Rothko; Guston -los tres parecen haber arribado al arte por una ruta
extraña, una ruta abandonada y olvidada por la modernidad, pero que a mi
entender es la ruta que ha mantenido con vida al arte.
Si pudiese recapitular esa ruta (hay que dar grandes saltos históricos para
hacerlo); si, digamos, comienzo con Piero, paso luego a Rembrandt, a
Mondrian, Rothko y Guston, emerge algo: la sensación de que no estamos
mirando el cuadro, sino que éste nos mira a nosotros.
Ello ocurre porque este tipo de pintura no está concebida como una realidad
espacial. ¿Qué es, al fin de cuentas, el rectángulo del cubista? ¿Es algo más
que la forma de la tela misma -la forma dentro de la que el pintor, en cierto
sentido, se halla aprisionado? Podría decirse que todos los pintores actuales
son cubistas, del mismo modo que cualquiera que compone es serialista. Los
modernistas, de una manera brillante, han convertido en tema las limitaciones
del medio. Quizá por eso hablan tanto de limitaciones -hablan de ellas como si
fuesen la suprema virtud. Todo aquello que ignore dichas limitaciones nos da
una sensación de enigma.
En AutlAut, Kierkegaard describe: al hombre que no ha "alcanzado realidad"
como capaz de cualquier punto de vista, incluso el más profundo -claro que
ningún punto de vista lo retiene a él, porque está a merced de sus propios
caprichos. ¿Será que Kierkegaard pensaba en Picasso? Por contraste, al
describir al hombre que verdaderamente "existe", Kierkegaard dice: "No es
caprichoso, no está 'encaprichado' -sin embargo tiene su capricho. Uno podría
afirmar, en cierto sentido, que toda su vida se rige por el mismo capricho".
¿Será que Kierkegaard pensaba en Mondrian, en Rothko, en Guston?
Morton Feldman
Lulú habla
Rafael Filippelli
Quiso ser un músico popular; también quiso ganar dinero con lo que hacía y
logro las dos cosas. Como Duke Ellington, supo desde el comienzo que
formaba parte del mundo del espectáculo y pretendió tener una parte en los
beneficios materiales. Pero para obtener esos beneficios nunca concedió. A
diferencia de otros músicos de jazz, Miles Davis no fue populista. Pretendió
ampliar el espacio de su audiencia pero no tocó lo que le gustaba a la gente;
confió siempre en su propio gusto y no miró a su alrededor para ver que hacía
el de al lado. No se preocupo por estar a la moda: más bien la fue inventando
en cada uno de sus múltiples cambios. Pensaba que, en la medida en que el
confiara en la validez de cada nuevo riesgo, esa confianza se extendería a los
que lo escucharan y mantuvo esa convicción hasta su muerte. Por su
personalidad creadora y siempre cambiante, Duke Ellington lo equiparó a
Picasso y, aunque la expansiva frase de Ellington suene un tanto
desmesurada, Miles Davis, siempre solo, corriendo riesgos e incitando a los
demás a que los corrieran, ha bsido uno de los músicos más versátiles e
influyentes de la historia del jazz.
Aunque no su fundador, fue miembro activo de la revolución bop de la década
del cuarenta, el principal impulsor del cool jazz en el cincuenta; luego, en los
sesenta, el director del quinteto más hot desde los Hot Five de Louis
Armstrong; en los setenta, alcanzo la síntesis del fusion a través de música
electrónica salpicada con rock, jazz, blues y la soledad de su propia trompeta;
decidió callar entre 1975 y 1980: "Si alguna vez siento que voy llegando a un
punto en que ya no voy sobre seguro, me detendré"; finalmente, en su último
período, desde 1981 hasta su muerte diez años después, trató de buscar en la
música pop una nueva fuente de inspiración que ya no encontraba en el jazz.
Si bien hoy las cosas parecen ser diferentes, hallar un sonido que fuera propio
fue siempre una búsqueda ejemplar de los músicos de jazz. Los actuales, en
cambio, exhiben como mérito central poder tocar todos los sonidos y, lo que es
muy significativo, todos los estilos (el ejemplo paradigmático serían los
hermanos Marsalis). Desde Armstrong y Coleman Hawkins hasta Gillespie,
Parker, Coltrane o Cecil Taylor, el sonido personal fue un requisito en la
constitución de los músicos de jazz. En el límite, se podría decir que el sonido
fue el arte del jazz. Tocar en el transcurso de una noche sucesivamente "a la
Coltrane", "a la Lester Young" y "a la Ornette Coleman" es precisamente lo
contrario, es tener todos los estilos y todos los sonidos, como si estos nuevos
músicos nos avisaran que la diferencia y la individualidad han dejado de ser un
valor.
Miles Davis tuvo una actitud exactamente contraria a esta reiteración que
atraviesa el jazz actualmente hegemónico. Aunque por distintos caminos que
otros (Coltrane, Coleman, Taylor) no se detuvo nunca en su búsqueda de
nuevas formas musicales. La exploración de distintas sonoridades, armonías,
timbres y su permanente apertura para relacionarse con otras expresiones
musicales, populares o cultas, han definido no solo su camino de casi
cincuenta años sino el valor del jazz como la música popular mas importante de
este siglo.
Ya en 1945, en las primeras grabaciones con Parker, se pueden encontrar los
elementos que irían definiendo su estilo y su sonoridad. En sus versiones de
Out of Nowhere o Embraceable you", comparadas con las contemporáneas de
Dizzy Gillespie o Fats Navarro, todas con Charlie Parker y sin cambios
sustanciales en los ejecutantes de la base rítmica, ya se puede ir viendo cómo
se constituye su estilo. A la forma barroca, basada en el uso de muchas notas
rápidas y la preferencia por los agudos de Gillespie o Navarro, Miles Davis
opondrá una técnica austera, de pocas notas y sin vibrato, fundada en
sutilezas, restricción, moderación y un gran dominio de sí mismo. Años más
tarde dirá: "No hay que tocar todas las notas, hay que tocar solo las lindas".
Se podría pensar que su inexperiencia y una técnica escasa (en ese momento
tenía 18 años) no le permitían tocar los agudos de Gillespie ni tener su
digitación, y; en ese sentido, su estilo se habría constituido en lucha con sus
propias limitaciones. Sin embargo, más allá de las limitaciones de los
comienzos, parecería más pertinente encontrar en ese estilo y en ese sonido la
estructura de un pensamiento musical. Si bien Miles Davis no podía tocar como
Gillespie, lo relevante es que no quería tocar de ese modo en la medida en que
ese sonido, el de Gillespie o el de Navarro, interfería con sus propias ideas.
Comenzó casi sin sonido para ir precisando poco a poco uno adecuado a lo
que quería expresar. Luego lo fue alterando paralelamente a sus cambios
musicales, pero mantuvo siempre lo básico: un estilo introspectivo, aunque
nunca sentimental, una gran valorización de los silencios. la pureza de un
sonido y permanentes cambios y giros de ritmo. Como alguna vez lo definió
Pierre Boulez: "solapado, como alguien que lo llama a uno desde la otra orilla".
Es evidente que Miles Davis definió las estructuras básicas de su música
durante su período junto a Charlie Parker. Como Parker era el líder de la
agrupación, Miles Davis encontraba en su posición de soporte las mejores
condiciones para pensar más claro. Cuanto más tocaba con Parker más se
daba cuenta de que tenía que ser cuidadoso en la elección de sus notas: no
podía tocar cada una en cualquier rango. Esa convicción define su apuesta
futura: tocar en contraste con la velocidad y el estilo barroco de Parker, actitud
que más tarde repitió, aunque como líder, frente a los saxos de John Coltrane y
Wayne Shorter. Sus primeros solos (los ya citados de Out of Nowhere" y
Embraceable you, pero tambien e My old Flame y, sobre todo, Night in Tunisia,
donde decide no tocar, el clásico solo de Gillespie como antes Fats Navarro y
luego Clifford Brown repitieron) aparentemente simples pero perfectos, van
definiendo a un músico menos signado por la voluptuosidad o la desesperación
que por la más absoluta soledad. Su trompeta ha sido tal vez en la historia del
jazz el instrumento que más sutilmente habló de la soledad, una soledad
orgullosa, pero no por eso menos invencible.
Miles Davis encontró finalmente el sonido propio pero, como ha dicho Gil
Evans, su compañero de algunas de las aventuras más fascinantes y
controvertidas de la historia del jazz, "A diferencia de otros músicos que una
vez que lo han logrado mantienen ese sonido más o menos constante, dado
que cualquier variación proviene de la selección efectiva de las notas, de las
estructuras armónicas y los tratamientos rítmicos, Miles, en cambio, sabe
percibir la totalidad de lo que Io rodea y sacar partido de la amplia gama de
posibilidades sonoras que existen incluso en el propio sonido básico. En otras
palabras, es capaz de crear un sonido particular para cada contexto. La calidad
de cierto acorde, su tensión o la ausencia de tensión, pueden llevarlo a crear el
sonido adecuado. Puede poner su propia sustancia, su propia carne en una
nota, y después colocar esa nota exactamente donde corresponden”.
Resulta claro que en su período de formación junto a Charlie Parker (1940-
1948), Miles Davis tocaba menos de lo que pensaba y escuchaba. Estaba más
preocupado por encontrar su propia música, que por demostrar lo que era
capaz de hacer con su instrumento. Tanto es así que mientras junto a Gil
Evans preparaba su primera revolución, The birth of the cool (1949-1950), al
ser invitado a formar parte de los Metronome All Stars tocó como no se creía
que podía hacerlo. El conjunto incorporaba tres trompetas, Gillespie, Navarro,
Davis, y en la grabación de Overtime' se pueden escuchar tres solos
consecutivos de cada uno de ellos sin que pueda precisarse exactamente
cuando termina el de uno y comienza el del otro. A propósito de esta grabación
Gillespie dijo: "Cuando la escucho ni yo me doy cuenta quién es quién dado
que los tres sonábamos muy parecido". Aunque el propio Miles Davis acota un
poco más el problema: "Cuando tocamos juntos sonamos parecido pero
cuando lo hacemos por separado ya no sucede lo mismo". Miles Davis liberó
toda su potencialidad cuando estuvo preparado para hacer su propia música.
Muy probablemente los otros dos ejemplos de músicos que constituyeron su
estilo a los codazos, formándose previamente con los líderes indiscutibles, de
su época para desarrollar luego su verdadera música, hayan sido Louis
Armstrong en relación a King Oliver y John Coltrane en relación al propio Miles
Davis.
The birth of the cool, la primera vez que Miles Davis dirigió un conjunto propio,
fue tal vez la más clara evidencia de lo que pensaba. La música debe estar en
movimiento, no detenerse, y la única manera de conservarla es moverse con
ella. Ante el peligro de esclerosamiento del bop, Miles Davis, junto a Gil Evans,
convoca a músicos jóvenes, la mayoría blancos, Gerry Mulligan, Lee Konitz,
Kai Winding, y algunos otros de la tradición bop como Max Roach; le da una
importancia decisiva a la escritura y, sobre todo, a los arreglos; cambia las
armonizaciones y el sistema de acordes; "enfría" el "alma" del bop y,
fundamentalmente, incorpora una concepción de totalidad que contrasta con el
breve planteo del tema en las aperturas y cierres, para contener la continuidad
de solos, que definían el jazz anterior.
Uno de los rasgos que emparentó a Miles Davis con Duke Ellington fue
asegurarse un lugar desde donde pensar el desarrollo de su propia música.
Ellington lo encontró en su orquesta y Davis en sus sucesivos quintetos de !as
décadas del cincuenta y sesenta. Ellington mantenía contratados a sus
músicos durante todo el año (aunque por largos períodos no tocaran en
público), convencido de que sus propias composiciones y arreglos solo se
podían probar y definir con precisión tocándolos constantemente, a lo que se
agregaba el beneficio secundario que cada uno de los solistas aportaba en los
espacios que los arreglos le asignaban. Al igual que Ellington, Miles Davis, un
músico cerebral, creía que no todo debía quedar librado a la inspiración del
momento.
Para la época en que Miles Davis comienza a pensar en armar un conjunto
estable, su participación en grabaciones y actuaciones variadas al lado de
algunos músicos que influirán sobre el (Thelonious Monk) y otros sobre los que
él influirá definitivamente (Horace Silver, Percy Heath, Jackie McLean) lo
convierten en uno de los líderes indiscutibles de las próximas dos décadas. Si
se hace un repaso de los músicos con los cuales había tocado entonces, su
ideal para el futuro quinteto podía definirse a partir del estilo impulsivo de la
batería de Art Blakey; un pianista en las antípodas de Monk, que ocupaba su
mismo lugar musical, con silencios cortados por breves irrupciones de pocas
notas; un bajo como Percy Heath, de ritmo duro en acompañamiento y
melódico en los solos; y un socio en el saxo que funcionara para el como lo
había hecho Parker, lugar que Davis pensaba para Sonny Rollins. Pero Blakey
forma sus después famosos Messengers, Heath funda junto a John Lewis el
Modern Jazz Quartet y Rollins se va a tocar con Monk. Por lo tanto Miles Davis
tendrá que pensar su quinteto desde cero.
Como resultado de una imposibilidad o por propia decisión, hoy poco importa,
Miles Davis dejará de tocar con músicos de su misma edad o mayores,
comenzará a influir sobre una nueva generación de músicos y será permeable,
a su vez, a la influencia que los jóvenes ejercerán sobre él hasta el final.
Aparecerán entonces Red Garland, un pianista extrovertido y de ritmo muy
marcado, a quien Miles Davis irá formando a su gusto, sobre todo empujándolo
a tocar "a lo Ahmad Jamal", el mítico "cocktail piano" que, sin ser estrictamente
un músico de jazz, fue muy reconocido por pianistas y no pianistas de la época;
Philly Joe Jones, un baterista agresivo, brillante, de un swing verdaderamente
polirítmico y con el fuego que Miles Davis necesitaba ("no hay nada peor que
tocar con una sección rítmica apagada"); Paul Chambers, un bajo de ritmo
implacable y gran lirismo en los solos; y John Coltrane, un saxo tenor poco
reconocido y muy resistido para esa época, que formó con Davis una de las
duplas más productivas del jazz y que muy poco tiempo después se convirtió
en uno de los más grandes de la historia de esta música. Este quinteto fue
desde donde Miles Davis pensó y desarrolló su obra hasta su próximo cambio.
Fue la segunda revolución y, así como The birth of the cool marcó todo el jazz
que se hizo inmediatamente después, este nuevo giro de Davis abre una nueva
época que se va a prolongar en los años siguientes.
Ese conjunto se convirtió rápidamente en leyenda y aun hoy, cuando las
vanguardias jazzísticas parecen desorientadas sobre las direcciones para
ampliar el campo de lo posible, y la mayoría de los músicos trata de volver a lo
previamente consolidado, lo que se escucha hegemónicamente es aquello a lo
cual ese quinteto había arribado treinta y cinco años atrás.
Si bien la entrada de Bill Evans por Red Garland modificó el estilo funky del
piano por otro más interior e impresionista, y la entrada de Jimmy Cobb por
Philly Joe Jones volvió a la batería menos dinámica pero con un sonido más
claro, la estructura musical del conjunto no cambió sustancialmente. Una vuelta
a los solos, muy largos, complejos y voluptuosos en el caso de Coltrane, más
ascéticos y parcos en Davis, más líricos en Evans, pero en todos los casos con
un trabajo mayor sobre la melodía. La improvisación ya no gira exclusivamente
sobre la armonía, y este nuevo escalón del avance musical de Davis cambio el
desarrollo de infinitos acordes para moverse en otra dirección: trabajar sobre
temas de líneas más fáciles y fluidas que permiten que los músicos,
fundamentalmente los solistas, puedan elegir entre la melodía y los acordes
con una mayor libertad. Esta concepción comienza prácticamente a dar vuelta
la sección rítmica (situación que se completará decisivamente en el próximo
quinteto), aunque esta mayor libertad de la base mantiene algunas diferencias
según quien sea el eventual solista: detrás del estilo melódico y cargado de
silencios de la trompeta del líder hay más espacios para Ilenar; detrás de la
exuberancia del saxo de Coltrane la sección rítmica se vuelve más compulsiva.
Miles Davis amplía su concepción del espacio haciendo del silencio mismo una
parte esencial de su nueva música y redefine lo que luego se va a Ilamar el
estilo post bop.
La síntesis productiva de un repertorio que alternaba baladas y blues (Stella by
Starlight, Round about Diidnight, My Funny Valentine), viejos standards bop y
las nuevas composiciones del propio Miles Davis (Two bass hit, Ah-Lew-Cha,
Tune up, All Blues) convirtió al quinteto, que algunas veces se vuelve sexteto
con la incorporacion de Cannoball Aderley en saxo alto, en un punto de
referencia clásico entre la ortodoxia y lo progresivo.
La vida musical de Miles Davis y del jazz en general estuvo signada por la
tensión generada en algunos encuentros. No solo es el música de jazz que
tuvo la mejor relación creadora, de ida y vuelta, con la mayoría de los músicos
que tocaron con él: también se podría afirmar que la música de Miles Davis
surge precisamente de esa relación, a partir de sus sucesivos encuentros con
Parker, luego con Coltrane, después con los músicos del quinteto de los
sesenta más tarde con los músicos de rock, que no parecen haber tenido el
impulso de seguir explorando en el camino iniciado junto a él, finalmente con
Marcus Miller y siempre con Gil Evans. Solo como ejemplo, Bill Evans y
Coltrane influyeron en la forma en que sonó Kind of Blues (tal vez el disco de
jazz más hermoso de todos los tiempos), pero a la vez Davis influyó en todos
los tríos posteriores de Evans y en la cumbre del estilo Coltrane de la década
del sesenta.
Sin duda, la ida de Coltrane y la posterior disolución del grupo deja a Miles
Davis nuevamente solo y la expresión concisa, sucinta y breve de su trompeta
vuelve a ser el centro de su música por un tiempo. Entonces aparecen
definitivamente los jóvenes en la música de Miles Davis. Tony Williams, un
baterista de 17 años que combinaba el polirritmo de Philiy Joe Jones con las
formas del "new thing", o sea, del free jazz. Ron Carter, un bajo de 24 años, de
una técnica impresionante y una capacidad obsesiva y sorprendente en el
acompañamiento; Herbie Hancock, 23 añoos, un pianista que combinaba el
estilo brillante y melódico de Red Garland y la impronta impresionista de Bill
Evans, técnicamente perfecto, de un touch muy elegante, que a pesar de la
combinación de estilos no era un ecléctico y, como acompañante, parecía
adivinar y anticiparse a lo que iba a hacer el solista en su improvisación;
finalmente, después de probar a George Coleman y Sam Rivers, Wayne
Shorter, un saxo tenor inspirado en Coltrane pero con más apego a la melodía
y más propenso al sonido de Miles Davis. Este es el nuevo quinteto desde el
cual Davis va a pensar y desarrollar su música futura hasta el encuentro con la
música rock.
Bajo la influencia de estos jóvenes músicos, Miles Davis produce un nuevo
cambio, uno de los más radicales de la historia del jazz, tal vez su último
estrictamente jazzístico, todavía alejado de todo tipo de fusión. A modo de
digresión, conviene aclarar que este quinteto (1963-1968) coexistió con el
movimiento avant garde del free jazz (Ornette Coleman, Don Cherry, Cecil
Taylor, Eric Dolphy, Archie Shepp) y que ambas Iíneas, en algún punto, se
emparentaron más de lo que se ha dicho y de lo que el propio Davis concedió
explícitamente. Al escuchar en una misma audición de grabaciones a algunos
de los integrantes de este movimiento dijo: "Es Dolphy, nadie en el mundo
puede sonar peor"; de Taylor: "Sáquelo, es pura mierda, apretar el pedal del
piano y tocar muchas notas me parece antiguo", y de Shepp: "El mismo
debería darse cuenta de que su sonido es horrible". Cecil Taylor, en cambio,
mantuvo una actitud más equilibrada al reconocer que hasta ese quinteto no se
había logrado un efecto tan estimulante sobre la sección rítmica. “La
concepción que Miles tiene del tiempo da mayor libertad rítmica a los otros
músicos. Su sentido es tan intenso que impone un tremendo impulso al
baterista, al bajista y al pianista juntos, obligándolos a poner en juego toda su
capacidad técnica y, por su propia fuerza emocional, los compele a comunicar
toda la emotividad de la que son capaces."
Es muy probable que las citas precedentes iluminen en parte el problema.
Resulta evidente que un músico que sugería "no tocar todas las notas sino solo
las lindas”, no puede compartir el uso de infinitas notas tocadas en todas las
escalas y acompañadas de sonidos "sucios" y "desagradables" Pero por otro
lado, al escuchar, entre otros muchos temas, por ejemplo Walkin, en la versión
de 1965, en el Plugged Nickel de Chicago, se puede percibir como el sonido y
el fraseo de la trompeta han cambiado los tonos cálidos y las notas
cuidadosamente elegidas de los años cincuenta por tonos duros y reiterados
que evocan un gran parentesco con las formas de Ornette Coleman y Don
Cherry. La diferencia, como señala Cecil Taylor, está en la nueva concepción
de la base rítmica impuesta por Miles Davis. Las texturas del sonido de Tony
Williams abandonan la tradicional marcación del tiempo asignada al baterista,
que recaen sobre el infalible bajo de Ron Carter, llevan a Hancock a usar el
piano como una tercera voz, menos preocupada por proveer contextos
armónicos que por incorporar ritmo (muy similar al uso percusivo del piano de
Cecil Taylor) y lanzan a Miles Davis a tocar la trompeta con un virtuosismo que
no había usado anteriormente y a extender, en correspondencia, su registro.
Esta música, por momentos experimental y por momentos de una gran libertad
controlada, va abandonando en su desarrollo el use de baladas y standards,
que Miles Davis prácticamente no volverá a tocar hasta su muerte. Los nuevos
temas son escritos por todos los integrantes del quinteto y retrabajados por el
líder con la idea de reducir al máximo la complejidad armónica y simplificar los
elementos de la melodía. En su gran momento, los vientos repiten al unísono
una y otra vez el tema en larguísimos pasajes, mientras la sección rítmica,
sobre todo el piano y la batería, tocan intrincadas frases en respuesta al tema,
de modo tal que quien escucha siempre espera que la música aparezca y al
final se da cuenta de que esa música sucedió todo el tiempo.
Desde entonces hasta ahora la música de jazz se ha debatido en una
encrucijada muy difícil de superar. Se había avanzado mucho en muy pocos
años y se habían llevado las cosas muy lejos. Menos de treinta años habían
pasado desde la revolución bop de los años cuarenta y aquí están Miles Davis
y sus álbumes Nefertiti, Miles in the Sky y In a Silent Way; Cecil Taylor
experimentando con música atonal; los músicos del free exigiendo que a su
música ya no se la llamara jazz sino música afroamericana, usando sus
instrumentos para producir sonidos agresivos (Albert Ayler decía "ya no se trata
de tocar notas" y Ornette Coleman llego a tocar con un saxo de juguete);
Coltrane; que muere en 1967, en el momento de Ascensión, obra de una
intensidad casi insoportable, guiado por su búsqueda mística a través de la
música oriental. Demasiado lejos del público, lo cual no es muy importante
dado que el público puede esperar para comprender, pero a una distancia
sideral, infranqueable, del resto de las músicas populares existentes.
De esta época es el último momento productivo de la música de Miles Davis, y
muy probablemente (ambas cosas son ciertamente opinables) de la música de
jazz a secas. Es el período que comienza con Bitches Brew (1969) y se
prolonga hasta 1975, entre otros con On the Corner, Circle in the Round y
Pangaea, signado, entre otras cosas, por el pasaje de los pequeños clubes a
las grandes audiencias. Se lo llamó jazz-rock o electric fusion music, y la
banalización de este intento de "cruces" es lo que hoy se puede escuchar en
los clubes y salas de concierto de Nueva York dedicados a este tipo de música.
Es, a mi modo de ver, un intento tironeado por la necesidad de no congelar el
desarrollo de una música que parecía haber encontrado sus propios límites y
por el deseo de Miles Davis de convertirse en un músico popular. Así, va
construyendo una pequeña orquesta electrónica que, aunque sufre algunas
variaciones, estaba compuesta por hasta tres pianos eléctricos
(alternativamente Herbie Hancock, Joe Zawinul, Larry Young, Chick Corea y
Keith Jarret), bajo acústico (Dave Holland), guitarra eléctrica (John Mc
Laughlin, que combinaba el lenguaje de Coltrane con el de Jimi Hendrix), dos
baterías y percusión (Jack De Johnette, Lenny White, John Riley, Charles Alias
y Al Foster), saxo soprano (Wayne Shorter, Steve Grossman, Sonny Fortune),
clarinete bajo (Bennie Maupin) y la trompeta del propio director. Las fusiones se
multiplican, y sobre todo con músicas étnicas (que Davis había empezado a
explorar en la década del cincuenta con Sketches of Spain), pero donde
también confluven el free jazz (en los solos de Corea que sonaban como
versiones electrónicas de Cecil Taylor, y también en la improvisación colectiva,
aunque planteada de modo que los instrumentos trabajaban juntos en una
suerte de caleidoscopio de sonidos); el ritmo de percusión latina, los solos
declamatorios de Davis a traves del Whah-Whah de su trompeta, también
electrificada, los staccatos y el dramatismo de una música espacial. El crítico
Gene Williams describió así una de aquellas actuaciones: "Era coma si Miles
condujera a su grupo de exploradores a través de una densa selva electrónica.
Al advertir un claro, Davis hace una señal, extendiendo los dedos, y el grupo se
detiene y se queda inmóvil mientras un saxo soprano, o una guitarra, o incluso
la trompeta del líder se adelanta, sola, para contar lo que ve. El director
escucha mientras decide el camino. Con el cuerpo arqueado, marca con la
cabeza el ritmo deseado, hace una seña y el grupo sigue y reinicia el viaje.
Notas y frases configuradas electrónicamente, que se responden en ecos y
reverberaciones, forman el follaje extraño v hermoso de los marcados ritmos
vitales de Miles Davis".
Miles Davis no tocó nunca más jazz y reapareció como músico pop en 1981.
Se sabe que durante su retiro solo tocaba el piano y que no tocó la trompeta en
cinco años. También se sabe que trabajo sobre tres músicas: las texturas
electrónicas de Stockhausen, el lirismo de Tosca y el ritmo eterno de los blues
de James Brown.
En esta última época, a pesar de los cambios en la dirección de su música,
más cerca de Prince que de cualquier otro músico de jazz, sin embargo no se
convirtió en un músico folclórico ni mucho menos concesivo, pero es evidente
que, a partir de una música quo no encontraba un lugar preciso ni en sus
orígenes ni en la música culta contemporánea, prefirió convertirse en un artista
pop, antes que repetir lo que ya había hecho.
En 1987, en la ciudad de Washington, vi par primera y única vez a Miles Davis.
Tocó la música de Tutu, en aquel momento su último disco. Confieso que no
me gustó demasiado: ni los fenders haciendo un ritmo minimalista, ni las
evocaciones de Philipp Glass, ni la falsa obsesividad de la percusión, ni el
público que lo escuchaba, ni la forma en que estaba vestido. Y, sin embargo,
cuando en un momento de su actuación, tocando Portia, hizo callar a sus
fóbicos acompañantes electrónicos, y recostado en un borde del escenario se
entregó a un solo con sordina, una vez más sin vibrato, de pocas notas, lleno
de sutilezas y moderación, me pareció que estaba escuchando otra vez My
Funny Valentine.
Rafael Filippelli
En cierto sentido se podría afirmar que todo el cine, tanto el mudo como el
sonoro, es un fenómeno estrictamente visual. Con esto se quiere decir que, en
el cine, también lo que se oye es visual. Y esto es así porque, en realidad,
todos los elementos sonoros de un film, incluida la música y también el silencio
-que por otra parte es un invento del cine sonoro- forman un continuo cuya
pertenencia es la imagen visual.
Efectivamente, la banda de sonido de un film, si bien esta configurada por
aspectos diversos, palabras, ruidos, músicas, todos elementos que pueden
entrar en rivalidad, suplantarse o transformarse, siempre son percibidos como
un todo. La voz es inseparable de los ruidos o músicas que incluso a veces la
hacen inaudible, y el use yuxtapuesto de cada uno de esos elementos se
utilizan como correspondencias y cortes que forman la potencia de un solo
componente, de un único continuo sonoro. Y en la misma medida en que los
sonidos rivalizan, se tapan o se atraviesan, trazan en el espacio visual un
sinnúmero de obstáculos que son oídos pero también vistos por sí mismos.
Dicho de otra manera, mientras que en el cine mudo se producía una división
entre una imagen visible y una palabra a legible, en el cine sonoro, es decir,
cuando las palabras se hacen oír, se puede afirmar que permiten ver algo
nuevo: la imagen sonora se vuelve legible como un todo.
Ahora bien, la unidad del continuo sonoro no deja de diferenciarse según sea
su relación con el campo visual; o sea, en como se relaciona con el campo y el
fuera de campo, por el hecho de que ambos pertenecen plenamente a la
imagen visual cinematográfica. En ese sentido, si bien es cierto que no es el
cine sonoro el que inventa el fuera de campo, es el que lo puebla
definitivamente en la medida en que Ilena lo no visto con una presencia
concreta. Si uno de los problemas expresivos del cine contemporáneo es que
el sonido no sea una redundancia, una mera duplicación de lo que se ve, es
precisamente por su condición de componente específico de la imagen visual.
Ya en la época del pasaje del mudo al sonoro, Eisenstein proponía que el
sonido remitiese a una fuente del fuera de campo y se convirtiese así en
contrapunto y no en duplicación de un solo punto de vista: "El ruido de las
botas es mucho más interesante si no se las ve".
Sintetizando: el sonido, en todas sus formas, pero sobre todo con la voz en off
(entendida como voz de un relator) y la música, completa el fuera de campo de
la imagen visual y, en ese sentido, es un componente de esa misma imagen.
Precisando un poco más el problema, en el cine hay dos tipos de fuera de
campo. El primero es aquel que, suceda o no, puede eventualmente formar
parte de él en una imagen siguiente. Es algo así como la prolongación natural
de lo que se está viendo: el sonido de la calle en una escena en interiores
donde hay ventanas que comunican ostensiblemente con el exterior; las
conversaciones en las mesas de al lado en un bar. En este caso el fuera de
campo es la relación de un conjunto con otro que lo prolonga. El otro fuera de
campo es de una naturaleza que excede a los estrictos espacios visuales y da
testimonio de una potencia de otro orden que no es necesariamente la
prolongación de lo visto. Es el resultado de algo diferente que incide sobre las
secuencias de imágenes y que incluso en ciertas ocasiones las neutraliza o las
suprime. A esta segunda forma del fuera de campo, al que podría Ilamarse
-rápidamente- más reflexivo, pertenece la música cuando no forma parte de la
diégesis (lo que Raúl Beceyro llama "música directa"), es decir cuando no esta
explícitamente en cuadro. Dicho de otro modo, la música puede formar parte
del campo visual, pero cuando no es así, recién ahí, se puede decir que
mantiene con la imagen una relación autónoma. ¿Cuándo alguien puede
preguntarse "inocentemente" ¿y esa música de donde viene?, o más
precisamente ¿quién la puso?, es cuando queda planteado el problema de su
autonomía. Con esto se quiere decir que para que esta relación autónoma
exista como decisión estética alguien tiene que tomar una determinación, dado
que esta autonomía es solo potencial y el cine "realmente existente" se
empecina en desestimar esta posibilidad convirtiendo a la música en un
acompañamiento redundante, no siempre eficaz, de la imagen visual. Usada de
esta manera, la música no excede demasiado el rol que cumplía en el cine
mudo. ¿Para qué insistir en el potencial carácter autónomo de la música? Pues
bien, dado que el cine (por razones cuya explotación excedería el motivo de
estas lineal) ha tenido que luchar desde sus comienzos con la impronta de su
referencialidad, con su condición de arte analógico por excelencia, la música no
independizada de la imagen queda sometida a una nueva referencialidad: en
este caso no a la del mundo exterior sino a la del propio campo visual. Y si la
música usada de esta manera no se despega demasiado de su función en el
período mudo es porque se halla sometida a una necesidad de corresponder
con la imagen y, por lo mismo, de servir a fines descriptivos, ilustrativos o
narrativos, actuando como una forma del título intermedio en aquel cine.
La aparición del sonoro no sólo completa el cine sino que modifica sus
posibilidades expresivas permitiendo que algunos directores trabajen la banda
de sonido (sobre todo la música) en rivalidad o, al menos, heterogeneidad con
la imagen visual. De esta manera, la música pierde su omnipotencia
descriptiva, cesa de "verlo" todo, se vuelve dudosa, insegura y ambigua,
porque ha roto su dependencia con la imagen visual que le delegaba la
omnipotencia de la que ella carecía. En esto consiste la autonomía del conjunto
de lo sonoro en un film y recién entonces se puede hablar de imagen sonora.
La música y el cine, la música en el cine; al escribir estas líneas aun no
conozco cuál de las dos posibilidades se va a decidir para este dossier. La
primera, si bien tiene la sospechosa ventaja de citar (al revés) el título en
español del célebre libro de Adorno y Eisler, El cine y la música (su título en
alemán es Komposition für den Film), tiene la desventaja de permitir suponer
que el objeto de reflexión es la puesta en relación de las dos artes. La segunda,
recíprocamente, adolece del defecto de plantear una suerte de dependencia
(de la música al cine) pero circunscribe con mas precisión el resultado de los
trabajos que se publican. De todas maneras, el motivo de esta, tal vez
innecesaria, introducción es darle al dossier un marco que afortunadamente los
artículos, de una manera a otra, parecen confirmar.
¿Existen músicas de películas? ¿Existen músicos de cine? Se puede analizar
la música de un film por separado del resto de los elementos sonoros que
coexisten en la banda de sonido? Es más: ¿se puede pensar la banda de
sonidos de una película independientemente del campo visual en su conjunto?
Teóricos, músicos y cineastas se plantean estas cuestiones desde ángulos
diferentes y, en lo que hace a la música, en algo parecen coincidir: la música, a
pesar de estar atada a la totalidad expresiva de un film, de todos modos
conserva un grado de especificidad o autonomía que la colocan mas allá de
una función reduplicadora de lo que se ve.
***
***
Win Wenders está ajustando las primeras imágenes de su film: Una lapicera
que escribe un texto. El cielo. Un ojo. Un monólogo en off acompaña estas
imágenes. El sonido de un helicóptero no oculta el registro aéreo de la ciudad
de Berlín. La obviedad del arpegio de un arpa ilustra la presencia de Bruno
Ganz, el ángel, en lo alto de una torre. Los techos de Berlín. Otra vez la torre
con su ángel, ahora desde la visión de un niño que lo observa a través de la
ventanilla de un bus escolar. Un solo de cello, atonal, con algún que otro
pizzicato flota sobre estas imágenes. Otra vez la torre. Murmullos crecientes
como una textura generada por la yuxtaposición de voces apenas susurradas.
Interior de un avión. Monólogo interior de la azafata y de un niño que mira al
ángel. Monólogo interior de Peter Falk (Columbo), un ex ángel que también
viaja en el avión. El avión está Ilegando al aeropuerto con música de
reminiscencias ravelianas: cierto triunfalismo hollywoodense para arribar a
destino. El avión circunvala la torre de control de donde emergen numerosas
voces entrelazadas. El ángel oye todo. Y discierne. Coros.
***
***
Conclusiones
Hoy no existe tal cosa que pueda ser llamada música para un film. Si existe
una trama compleja de sonidos de diverso origen, que incluye, a veces,
fragmentos musicales. Lo que en el principio fue la música de acompañamiento
para las películas hoy es arqueología, a la que se recurre, sólo de tanto en
tanto, por nostalgia.
Bresson Ileva esta noción al límite: "pas de musique d'accompagnement, de
soutien ou de renfort, pas de musique du tout".
Tampoco hoy es posible hablar en términos absolutos del cine como imagen,
en el sentido visual del término. Si bien perdura su función dominante en el
discurso cinematográfico hay síntomas evidentes que indicarían una
equiparación creciente de las variables sonoras con las variables visuales.
Entonces ¿qué es el cine?
El cine es un discurso contrapuntístico de alta complejidad, en el sentido
académico que se le otorga en música para diferenciarlo del discurso armónico
que sucede por bloques verticales modulando acordes. Este contrapunto
cinematográfico, incluida la imagen y desarrolladas las cualidades autónomas
de cada línea sonora (diálogos, sonidos del ambiente, ruido, música ambiental
y música incidental), consiste en la articulación de diversas líneas melódicas
que discurren en forma simultánea y concertada.
¿Es posible imaginar la lectura de un film en términos no dramatúrgicos, no
programáticos, no pictóricos o figurativos, más allá del inevitable analogón de la
fotografía? ¿Es posible leer un film en su dimensión mas específicamente
artística, abstracta, algebraica, es decir musical?
Hoy, el video facilita la lectura de un film: detenerse, releer y comparar pasajes.
Como un libro.
Nuevas técnicas de registro y procesamiento han modificado la percepción
acústica y visual y hacen más sutil el discernimiento de las diferencias
tímbricas, cromáticas y dinámicas. ¿Cómo hacer una partitura que incluya las
variables visuales de lo que finalmente resulte ser un film que supere al guión
tradicional con un detalle y rigor similar a lo que suelen ser las partituras
musicales o, mejor aun, los proyectos arquitectónicos? Sistemas de
representación gráfica que permitan, antes de la realización, una lectura
horizontal y vertical completa de la obra.
Creo que el cine permite un trabajo de composición tan riguroso como el que
se realiza en el campo musical. Y que lo que se entiende específicamente
como lo musical, lo que realiza el músico para el film constituye sólo una de las
varias líneas contrapuntísticas que en forma interdependiente constituyen el
discurso cinematográfico.
No es correcto, hoy, escindir, en una artificiosa división del trabajo, los diversos
aspectos de la composición, de la totalidad de la banda sonora y esta de la
imagen. Tampoco es correcto otorgarle esa responsabilidad al músico. Esa
tarea es privativa del propio director como compositor de la totalidad del film.
Salvo honrosas excepciones, que hemos intentado ejemplificar, el cine ha
estado supeditado a los principios de la narratividad dramatúrgica. Estas
formas, tan valiosas como la forma sonata en todas sus variantes de Haydn a
Bartok, dominaron el universo ficcional cinematográfico desde sus orígenes
hasta nuestros días.
Por este camino y adhiriéndome fervientemente a la recuperada noción de
progreso artístico (ver Federico Monjeau, "En torno al progreso", LULÚ n°3)
creo posible imaginarle un futuro al cine (¿Utopía, siglo XXI?) en el que,
liberado ya del melos dominante (siglo XIX), rol que ha cumplido la imagen con
más que probada eficacia, se caracterice como un arte de la syncrosemia, es
decir, como un arte de la composición.
III
Para Georg Lukács ser hombre es también ser solitario, pero su soledad es
dramáticamente inversa a la de Weininger.
"El cielo estrellado de Kant solo brilla en la noche del conocimiento puro y ya
no ilumina al caminante solitario -en el Nuevo Mundo llamarse hombre es ser
solitario" (Die Theorie des Romans, 28).
El hombre ha perdido la guía con que el mapa de las estrellas dibujaba los
caminos de su interioridad. El hombre definitivamente moderno solo puede
reconocer como objeto de su nostalgia la unidad entre lo que esta sobre él y la
ley que esta en él; su condición es de completa orfandad trascendental. El
verdadero problema consiste en una pregunta más que en sus posibles
respuestas: ¿Pueden las Formas dar sentido a la vida? ¿Puede haber un
lenguaje, sea el del arte, el de la filosofía o el del amor que capture el discurrir
de una vida donde nada se consuma y todo permanece en estado de
postergación? La nostalgia de esa forma es la nostalgia por el "más elevado
lenguaje: la tragedia" (Hegel, Phänemonologie, 513). Entre los héroes trágicos
circula exclusivamente la ley de las preguntas últimas y las respuestas últimas;
allí cada gesto es símbolo de su acción, la vida, por el contrario, no es más que
pálida alegoría de la forma trágica.
Kierkegaard construyó su relación con Regina OIsen. La construyó a través de
un gesto, el gesto del seductor, de las posibilidades literarias del seductor. El
diseminó en su obra las claves para que alguna vez pueda identificarse el único
lector que podría acceder a sus mas ocultos secretos; ese lector -Regina
OIsen-, la novia inexplicablemente abandonada era, paradójicamente, la que
reunía menores posibilidades para entender tanto la obra como el abandono.
Sin embargo solo así, mediante la ruptura del noviazgo, Regina Ilegó a poder
ser pensada por el seductor Kierkegaard-Johannes no solo como un ensayo
sobre los límites de la vida estética del seductor sino como mujer. Cuando el
seductor intenta "pensar a la mujer a la sola luz de las categorías" (Diario de un
seductor, 368) no es ni el imperativo ético ni la forma de la definición lo que
pretende imponerle. Por el contrario, detrás de la máscara del seductor trata de
llevar a concepto el modo en que la mujer se convierte en existencia lo que ella
ya posee. ¿Cómo puede ser pensada, en la mujer, la simultaneidad entre la
mediación de sí consigo misma y su ser-para-otro? ¿Cómo puede ser sustraída
de la imposición objetivista que solo repara en la contingencia de su existencia
exterior? Kierkegaard se apropia del gesto seductor y lo despliega en escritura
para que en ella sobreviva el amor interrumpido por el abandono. Pero
Kierkegaard no ha reparado -advierte Lukács (El alma y las formas, 70)- que la
eterna extrañeza y la infinita lejanía que el seductor produce en la mujer "se
encuentra en los límites de lo cómico"; y no pueden existir "comedias vacías".
La comedia producida por el seductor -su comicidad- no es un defecto de
caballerosidad -él es, hasta el fin, un "caballero"- es el resultado que muestra
como, pese a los infinitos recaudos de estrategia, el gran instante para el que
ha preparado la escena ya no puede ser el instante absoluto; su posibilidad ya
ha pasado. La comedia del ensayista, del que avanza a tientas, del que seduce
con el encantamiento de las palabras, no es más que una comedia vacía; el
escenario construido donde una relación amorosa puede ser Ilevada a forma y
adquirir de ese modo -en palabras de Lukács- "una certeza estatutaria". No
obstante haber creado su relación con Regina a partir de la renuncia y la
soledad, no fueron éstas suficientes para impedir que la equivocidad, el
malentendido y la comedia se instalaran en la escritura que supuestamente
debía conjurarlas. Con la muerte de Kierkegaard -afirma Lukács- "todas las
cuestiones quedaron abiertas". El gesto del seductor pertenece definitivamente
a la comedia porque la Tragedia es imposible como Forma, porque el azar,
"madre estéril de todas las cosas" (Diario de un seductor, 5 de mayo), como la
vida, ya no puede ser poéticamente creado. La forma se rompe al chocar con la
vida.
Para el hombre solitario de Lukács vivir de acuerdo a un imperativo ético sería
vivir en la prolongación del estado de ánimo de más alta intensidad que se
haya experimentado. Mantener la sobrevivencia de ese instante, aunque haya
acontecido solo una vez, podría significar la "vida" auténtica. Pero...¿acaso no
es esto también frivolidad?" (Diario, 29 de mayo). Frivolidad puesto que la vida
es la "anarquía del claroscuro" donde "nada se cumple del todo en ella y nada
Ilega a su fin, siempre se mezclan nuevas voces, que todo lo confunde, en el
coro de las que sonaban antes" (Metafísica de la Tragedia, 244). Allí, cualquier
imperativo ético es arbitrario y no transforma nada. Allí solo cabe la nostalgia
de la Forma donde impera la necesidad de ser esencial, donde no hay
postergaciones, desaparece el azar y se esfuma la sombra de la ambigüedad;
donde no hay perdón sino absolución, no de la culpa -como dice Hegel- sino
del crimen.
En su Diario "de noche, trabajando", cavilando sobre lo que será La Metafísica
de la Tragedia, anota Lukács (29 de Mayo): "Y de esta manera toda esa
abstracta metafísica de la Forma nos vuelve a Ilevar al centro de todas las
cosas: a Irma".
Entre 1908 y 1911 Georg Lukács e Irma Seidler, una estudiante de pintura de
25 años, viven una historia de amor hecha de algunos encuentros, una lenta
ruptura y una intensa correspondencia. Poco tiempo después de su casamiento
con un pintor se suceden las cartas, la dedicatoria de El alma y las formas y un
nuevo encuentro. En mayo de 1911 Irma Seidler se suicida (Cf. Agnes Heller,
El naufragio de la vida ante la forma: Georg Lukács e Irma Seidler).
La abstracta metafísica de la Forma tiene a Irma como centro porque ella está
en medio de ese espacio configurado entre la Forma trágica como símbolo y la
vida como su "pálida" alegoría. Lo único que puede existir entre la imposibilidad
y la nostalgia de la Forma es la ironía; la presencia de un absoluto
paradójicamente, inexistente, "la metafísica negativa de las épocas sin Dios"
(Die Theorie des Romans, 79). La alegoría, como la ironía, siempre dicen algo
diferente de lo que se ofrece en las palabras, hablan de sí mismas y,
simultáneamente, hablan de otra cosa. Irma como centro de todas las cosas
significa ¿cómo es entonces posible el amor en la ironía? Para el hombre
"moderno", para el solitario huérfano de toda garantía trascendental, el amor es
posible -como lo era para el seductor Kierkegaard- como una relación
construida. Sin embargo el seductor devenido problemático ahora sabe algo
más, sabe del fracaso de la estética, de la fragilidad de la construcción. Pero
esto no le impide en modo alguno ensayar en ella. Lo hace sabiendo que el
ámbito donde las palabras de cada uno son absorbidas inmediatamente en las
palabras del otro hasta cerrar la esfera donde "todo deviene esencial", está
definitivamente vedado. Por el contrario, las palabras de cada uno son
angustiosamente bebidas por el otro, porque se vive en la conciencia de la
fragilidad y en la certeza de que todo retornará al claroscuro de la existencia. A
la base de esta certeza la responsabilidad ética, o mejor dicho su imposibilidad,
tiñe de angustia y oscurece el momento vivido. No se puede construir el amor
como una forma de redención profana. Pese a todo, a diferencia del seductor
Kierkegaard-Johannes, es posible exponer el problema, presentarlo en una
nueva forma de prosa, en un "estilo nuevo, filosóficamente válido". Cuando
algo ha devenido problemático "...la salvación no puede provenir más que de la
radicalización extrema de la misma problematicidad" (Sobre la esencia y forma
del ensayo, 35) .
Lukács construyó su relación con Irma Seidler para radicalizar la
problematicidad de las Formas, inclusive el amor. Intento darle una forma
propia a lo que está atravesado por la nostalgia de una totalidad plena de
sentido y amenazado por el vacío de la prosa cotidiana; quiso captar las
resonancias más íntimas del deseo como algo que no fuera ni principio de una
futura síntesis ni mero contraste con la plenitud de su pasado. La imposibilidad
de la Tragedia es también la imposibilidad del amor y su exposición conceptual
corresponderá a una filosofía de la ironía, de la alegoría, de la melancolía: al
Ensayo como Forma. La paradoja consiste en que el amor deviene objeto
construido para mostrarlo imposible de la construcción; pero la paradoja no
neutraliza ni desplaza el gesto del seductor, lo reproduce más intensamente, lo
custodia en su escritura, lo convierte en "obra". La radicalización extrema de la
problematicidad encuentra un límite en la muerte; Irma Seidler se suicida, el
seductor retorna a la soledad. Con este salto a la muerte la exposición de una
imposibilidad no deviene la imposibilidad misma.
Después de la muerte de Irma solo resta volver de nuevo más extremas las
mismas viejas preguntas "...¿cómo puedo ser un filósofo?... o de qué manera
puedo dar forma a lo más elevado?" (Diario, 16 de diciembre).
Una posibilidad alterativa se prefigura ya hacia el final de la Metafísica de la
Tragedia; la imposibilidad de lo trágico sería la irrupción de lo político, pero ésta
ya es otra historia.
IV
Los instrumentos electroacústicos (otro gran aporte de la música del siglo XX)
contribuyen al conocimiento de la naturaleza del sonido, ya que permiten su
generación, investigación y transformación. Le otorgan al músico una gran
libertad sobre el medio en que se realiza el acto musical, sobre este acto
mismo y sobre su ejecución.
Dice Boris de Schlozer: "Se compone con y no para los aparatos
electroacústicos. El compositor tiene una especie de deposito (caja de
Pandora, lo denomino yo) de fenómenos sonoros en potencia, que puede
realizar a su gusto y de muchas maneras; es decir por distintos métodos. El
material es ya una materia, porque ha sido engendrado y formado por las
variaciones a que lo ha sometido el autor". Esto quiere decir que se efectúa
una microcomposici6n del sonido antes de encarar una composición de la obra.
En nuestro campo especifico de la docencia, también podemos hacer use de
estas maravillosas cualidades que nos brindan los instrumentos
electroacústicos. Es decir, tener la posibilidad de acercarnos a una ciencia
práctica del sonido a través de estos medios.
En nuestro caso, trabajamos con sintetizadores electrónicos digitales. Estos
instrumentos están constituidos por osciladores que nos dan sonidos básicos,
dispositivos para definir el modo de iniciarse, desarrollarse y desaparecer,
dispositivos para cambiarle el color al sonido y para otorgarle vibratos de
diferentes características y cualidades especiales.
El resultado final que obtenemos de un sintetizador es un sonido integrado y
sensible, al que arribamos por la interacción de las transformaciones
efectuadas sobre espectros del sonido (osciladores), modificaciones de la
amplitud en función del tiempo, y del timbre en función del tiempo.
Estos instrumentos son, además, fáciles de manipular, en especial si los
comparamos con las dificultades técnicas de los instrumentos tradicionales. No
demandan esfuerzo físico. El trabajo no se centra en lo técnico-muscular, sino
en la sensibilidad auditiva y musical. El instrumento, por sus posibilidades,
predispone para la creación y la experimentación.
Permite generar cualquier sonido posible a imaginable, también los
imprevisibles; desde un sonido puro sin armónicos de tipo tónico hasta una
muy amplia gama de ruidos, pasando por una cantidad innumerable de pasos
intermedios.
Nosotros entendemos que el aprendizaje proviene de interactuar con el
instrumento (prueba y escucha).
Jean Charles François, en un articulo denominado "La música electrónica es
educación", nos propone un método muy simple:
b) Realizarlo.
Aspectos educativos
Experiencia realizada
Cage; John: Para los pájaros. Tract.: Luis Justo. Monte Avila, C.A. Caracas,
1981.
Camps, Arizaga, Serra, Filippi, De Pedro, Etkin, Cabrera: Nuevas propuestas
sonoras. Ricordi, Buenos Aires, 1983.
Council for Research on Music Education. Bulletin Nro. 84, 1985.
Chapuis, Jacques. Panorama psicopedagógico de la educación musical de
Edgar Willem. Francia, 1985.
Chion, Michel: Guide des objects sonores. Pierre Schaeffer et la recherche
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Chawning, John y Bristow, David: FM Theory and Applications. Yarnaha Music
Fundation, Tokio, 1986.
Eimert, Herbert, y otros: ¿Qué es la música electrónica? Versión castellana de
Die Reihe, cuaderno I. Tract.: Francisco Kröpfl y GuiIlermo Lucke. Nueva
Visión, Buenos Aires, 1985.
Etkin, Mariano y otros: Ensayos de música latinoamericana. Casa de las
Américas, La Habana, 1982.
François, Jean-Charles, y otros: "Les musiques electro-acoustiques", Musique
en jeu, septiembre 1972. Du Seuil, París.
Goldberg, Silvia. La computadora en la educación musical. Conferencias
dictadas en el Centro Cultural Recoleta, Buenos Aires, 1987-1988-1990.
International Music Educator (Journal of International Society for Music
Education).
Kröpfl, Francisco: Reflexiones sobre el fenómeno musical. Agrupación Nueva
Música, Buenos Aires, 1983.
Kröpfl, Francisco. Introducción a las nuevas técnicas de análisis musical. Notas
de referencia. 1984.
Lerdahl, Fred y Potard, Yves. La composition assistée par ordinateur, Rapports
de Recherche, n° 41. IRCAM, París, 1986.
Locatelli de Pergamo, Ana María: La notación de la música contemporánea.
Ricordi. Buenos Aires, 1973.
Manuales de computadoras y sintetizadores.
Melo, Adhelma. Informe sobre percepción. Seminario de investigación.
Collegium Musicum, Buenos Aires, 1978.
Musique enjeu. "Les musiques electro-acoustiques" Ed. Seuiel, septiembre
1972, Nro. 8, Francia.
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Galápago, Buenos Aires, 1981.
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Sudamericana, Buenos Aires, 1971.
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Pierce, John R.: Ondas y mensajes. Trad.: Motel Najszatan. 2 ed. Eudeba,
Buenos Aires, 1977.
Pierce, John R.: Los sonidos de la música. Trad.: Andrés Lewin Richter. 2 ed.
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Saitta, Carmelo: Creación a iniciación musical (Hacia un nuevo enfoque
metodológico). Ed. Ricordi, Buenos Aires, 1978, con ilustraciones sonoras
"Acercándonos al sonido". Ed. SADAIC (cassette).
Schaeffer, Pierre: Traité des objects musicaux. Du Seuil, París, 1966.
Schaeffer, Pierre: La musique concrete. 2 ed. Presses Universitaires de France,
París, 1973.
Shaffer, Murray: El compositor en el aula, limpieza de oídos. El nuevo paisaje
sonoro. Cuando las palabras cantan y El rinoceronte en el aula. Ed. Ricordi,
Buenos Aires, 1985.
Schlozer, Boris de, y Scriabine, Marina: Problemas de la música moderna.
Tract.: María y Griol Martorell. Seix Barral, 1973, Biblioteca Breve de Bolsillo.
Willems, Edgar: Las bases psicológicas de la educación musical. Eudeba,
Buenos Aires, 1979.
Winckel, F.: Vues nouvelles sur le monde des sons. Título original: Klangwelt
unter der Lupe. Max. Hesses Verlag, 1959.
Lo puro en el arte
Un dilema
Muestras
La más pequeña:
(1787 en la Opera de Praga para Don Giovanni)
3, 3, 2, 2, 2
en la Opera de Viena:
(1782 para El rapto en el Serrallo)
6,6,4,3,3
en Milán:
(1770 para Mitridate (los dos cellos estaban reforzados por 4 fagotes)
12, 12, 6, 2, 6
En Eisenstadt y Esterhaza:
(de 1700 hasta alrededor de 1770, más tarde se agregaron cuatro violines más)
3,3,2,2,2
Hace poco tiempo atrás han existido dos modelos básicos de interacción entre
el medio electrónico y el instrumentista, derivados respectivamente de la
música para cinta y de la ejecución de instrumentos de teclado. Ambas
situaciones imponen rígidas restricciones en la dinámica del conjunto
instrumental. La experiencia reciente nos muestra que estos modelos básicos
son puntos extremos de un continuum, cuya rica zona intermedia apenas ha
sido explorada. Examinamos a continuación una experiencia realizada en este
dominio.
¿Qué hay entre estos dos modelos? Antes de responder a esta pregunta de un
modo general, comencemos con uno de ellos y aventurémonos
cuidadosamente hacia el otro.
Consideremos una pieza para violín y cinta. Nos abocamos al problema del
rígido manejo temporal de la parte electrónica. El primer paso es reemplazar la
cinta por una computadora que ejecute la parte de cinta en tiempo real. Hasta
el momento no nos hemos apartado en grado significativo del paradigma de la
música para cinta, puesto que una máquina que ejecute una secuencia
independientemente del instrumentista es tan inflexible como una cinta. No
obstante, ingresemos la partitura del ejecutante en la memoria de la
computadora y programémosla para que "escuche" las notas que toca el
violinista, y que envíe información a un sintetizador, ajustando su tempo según
el del violinista. (La tecnología que permite que la computadora escuche a!
violinista se describe en el Apéndice 2) Aun en el caso de que el violinista tome
decisiones extremas en lo que concierne a cambios de tempo, la parte
electrónica lo acompañara. Tal esquema podría denominarse el "modelo de
quien sigue a la partitura" y comparte con el modelo del teclado la
característica de que el componente electrónico se subordina al ejecutante. Sin
embargo, a diferencia del modelo del teclado, es una computadora y no un
instrumentista quien en última instancia esta ejecutando la música. Este cambio
posibilita un complejo control de la síntesis sonora, mayor del que pueda
producirse en el modelo del teclado puro. Se conserva el manejo de detalle
propio de la música en cinta, si bien se transfiere al ejecutando el control del
tempo.
Un esquema alternativo pero similar en su concepción, que tiene como primer
antecedente el programa Conductor creado por Max Mathews, es el °modelo
del secuenciador dirigido", en el cual un músico en vivo dirige el tempo del
secuenciador utilizando una batuta electrónica especialmente diseñada,
pudiendo además controlar la dinámica de la música sintetizada. Aquí
nuevamente la inflexibilidad de la música de la cinta esta mitigada por un
ejecutante en vivo. En efecto, el "modelo de quien sigue la partitura" puede
considerarse como un caso particular de secuenciador dirigido.
En contraste, partamos ahora del modelo de teclado y corrámonos un paso
hacia el modelo de la música para cinta. Para abordar el problema de la
limitada cantidad de información que un pianista puede transferir al sintetizador,
abstraigamos y amplifiquemos las acciones del pianista por medio de "eventos-
gatillo". Ahora, en lugar de una correspondencia uno a uno entre las notas
tocadas por el tecladista y el sonido electrónico producido, consideremos que la
acción del tecladista es un comando para que la computadora produzca cierto
evento musical. La naturaleza del evento depende de la programación de la
computadora. Por ejemplo podríamos programarla para que produjera un
acorde por cada nota ejecutada por el tecladista. Las alturas del acorde podrían
depender de cual nota fuera tocada. Posteriormente podríamos introducir una
dependencia del contexto, de modo tal que el mapeo de la nota ejecutada al
acorde resultante cambiara con el transcurrir de la pieza, posiblemente basada
en lo que ocurrió con anterioridad. Como un ejemplo más complejo, la
computadora podría responder con un fragmento melódico en particular cada
vez que el ejecutante tocara una notes en particular. Más generalmente, según
las acciones que realice el ejecutante se puede iniciar, alterar o detener
cualquier proceso composicional que pueda programar en una computadora.
Este rumbo nos conduce invariablemente a un terreno donde los roles del
ejecutante y el director se funden; nos encontramos hablando de la
computadora como algo capaz de ejecutar acciones típicamente humanas
como "escuchar”, "entender" y "responder". Soslayando la consideración de si
estas metáforas son validas cuando hablamos de máquinas, resulta claro que,
cuando se lo compara con los modelos de la música pares cinta y de la música
para teclado, la computadora esta asumiendo un rol más activo y
contribuyendo al conjunto instrumental de manera única. Este es el ámbito de
la música interactiva por computadora.
Conclusión
Hemos formulado mas preguntas de [as que hemos respondido, natural
consecuencia de intentar la descripción de un campo de la música que a la
fecha recién comienza a existir. En nuestra propia obra hemos encontrado que
las computadoras pueden acrecentar de un modo significativo [as posibilidades
del conjunto instrumental y son particularmente apropiadas para una música
con elementos improvisatorios.
Pero la utilidad de extender con computadoras el conjunto instrumental no se
limita a la música de improvisación. Efectivamente, si expandimos la definición
de improvisación para que abarque una situación en la cual un ejecutante
espont6neamente varia parámetros tales como la dinámica y el tempo, en tanto
otros como la altura y el ritmo están fijados por la partitura, descubrimos que
toda la música ejecutable es en algún sentido música improvisada. Aquello que
hace que el conjunto instrumental extendido por computadora se destaque en
la improvisación orientada al campo de alturas se traslada en general a is
música ejecutada electronicamente. Efectivamente, con el reciente
advenimiento de los "instrumentos-robot", esto es, instrumentos acústicos que
pueden controlarse por una computadora, el dominio del conjunto
computacionalmente extendido se amplia incluyendo música puramente
acústica además de la música electrónica.
Para finalizar diremos que hemos sido cuidadosos en entrar en una discusión
del estilo. No hay nada en la naturaleza del conjunto extendido por
computadora que lo limite a un genero particular. Solamente requiere músicos
y compositores ávidos de explorar algo nuevo.
Algunas de las limitaciones del modelo de música para teclado (y por lo tanto
de mucha de la música electrónica compuesta recientemente) se origina en la
especificación MIDI mediante la cual Jos teclados transmiten información a los
sintetizadores. MIDI fue concebido originalmente como un medio de describir el
estado de un teclado del tipo de un piano, y transmitir esa información a un
sintetizador para producir sonido. MIDI define mensajes del tipo "note on", "note
off", "sustain pedal on" y "sustain pedal off" pero resulta inadecuado para
describir el estado de los instrumentos de viento, de cuerda, o de otros
instrumentos con muchos parámetros continuos. Por este motivo las
limitaciones del modelo de la música para teclado son una consecuencia
directa de las limitaciones del piano corno productor sonoro en general. Por
ejemplo, un piano no tiene manera de producir un verdadero glissando. Un
teclado MIDI es ligeramente superior en este sentido, puesto que tiene un
controlador "pitch bend wheel" que posibilita que una altura pueda "combarse"
(bend) hacia arriba o hacia abajo si el ejecutante quita una de sus manos del
teclado y mueve la rueda "pitch bend". Pero esto lo deja con una Bola de sus
manos para ejecutar el teclado. Además es difícil o imposible la ejecución de
verdaderos glissandi en dos direcciones al mismo tiempo. Esta limitación
proviene no solo del hecho de que el ejecutante solamente dispone de dos
manos sino además de que la misma especificación MIDI restringe cada canal
MIDI a un glissando simple. Para finalizar, MIDI no es aplicable al problema de
una definición precisa del sonido mismo ni de la especificación de los cambios
que ocurren en frecuencias de audio. A pesar de todo esto, el MIDI es
extremadamente útil, simplemente porque ha sido adoptado como un standard
que permite interconectar los dispositivos producidos por todos los fabricantes.
Agradecimiento
Referencias
Ruido de tránsito.
Música que brota de los receptores de radio de los autos que pasan.
Schöning: El corte es el instrumento más radical del que se dispone para crear
una pieza radiofónica: elimina los errores. (Sin embargo: ¿qué es un "error"?).
El corte también deja entrever el punto de vista de quien lo decide. El corte es
un proceso quirúrgico...
Kagel: ...porque desempeña un papel activo creador en el proceso de
fabricación. Un papel activo, porque el corte, combinado con el montaje de
lenguaje, puede intervenir acústicamente al nivel de la puntuación y de la
interpretación del contenido concreto. Un papel creador, porque los cortes a
menudo sirven para formar, papa transformar, mediante modificaciones a
posteriori, lo que no se había registrado de esta forma. Si aun pudiese
emplearse el término "manipulación", del cual durante tanto tiempo se ha
abusado, este seria el lugar para hacerlo.
Schöning: Yo diría mas bien que el corte modifica lo que se ha registrado.
Destruye una realidad (acústica) y crea una nueva.
Kagel: Cuando se decide hacer un corte, se decide, por ese mismo hecho,
cierta continuidad. Es totalmente posible, en el nivel del discurso y de la
atmósfera, hacer que todo corra como en la fuente original, sin recurrir al corte
(aquí entrarían a jugar consideraciones de orden estético o técnico), peso solo
los cortes pueden asegurar una continuidad ideal convincente en su
artificiosidad.
Schöning: Usted habla de manipulación. Yo también creo que el corte es una
manipulación, un medio para manipular que se oculta al oyente y que, al mismo
tiempo, sirve para clarificarle las cosas. Ambas pertenecen a la practica de la
pieza radiofónica.
Kagel: A la manufactura de la practica de la pieza radiofónica.
Schöning: Sí. La manipulación oculta depende del texto o de la gramática de la
lengua. Vale decir que el texto que sirve de base a la realización acústica
también constituye, por así decirlo, -el modelo de corte según el cual se ha
cortado la grabación. Se manipula (literalmente) de modo que texto y
realización acústica se tornen idénticos. Por otra parte, existen grabaciones en
las que el texto no esta fijado de antemano, como nuestra conversación, por
ejemplo, y que deben cortarse. Eliminamos los lapsus que denominamos
generalmente "errores", nos basamos en la gramática, la sintaxis de la lengua,
la lógica del pensamiento: manipulación oculta.
Kagel: Propongo presentar un ejemplo claro, constituido exclusivamente por los
restos provenientes de la expurgación de una conversación espontánea como
la nuestra, y que el oyente jamas oiría de otro modo.
Ejemplo:
(Para este ejemplo se han cortado y montado, unos tras otros, numerosos
lapsus y vacilaciones, los "eh" "oh"; "mm"; y otras cosas por el estilo, que se
produjeron hasta el momento de la emisión. Ese material llnguístico
voluntariamente desechado también sirvió como ejemplo de información
manipulada, puesto que la elección del material y su disposición rítmica fueron
compuestos.)
Schöning: En la práctica radiofónica es infrecuente que se revele así un caso
de manipulación oculta. La propia manipulación clarificadora del corte se funda
en la realidad de los fenómenos acústicos registrados. Aquí el criterio ya no es
la sintaxis lo mas correcta posible, sino una nueva gramática de los fenómenos
acústicos: idioma, sonidos, ruidos, representan elementos de igual valor,
reunidos Para componer una nueva realidad y una nueva forma de
comunicación.
Kagel: Me gustaría que se considerara al corte como un instrumento
independiente, y sobre todo independiente del "montaje". A fin de definir bien el
corte con relación al "montaje" propongo que aportemos precisiones acerca de
ambas herramientas.
El montaje es simplemente resultado de una intención, cuyo contenido puede
definirse. Esta intención motivada por una necesidad de clarificación a nivel de
la dramaturgia, no puede realizarse sino mediante la artimaña del corte dirigido.
En cambio, el corte es posible sin que tenga una intención de contenido, puesto
que no altera la situación dramática, sino que, simplemente, contribuye a
asegurarle un desarrollo menos caótico. En ese caso, el tiempo del enunciado
se acelera, Pero en el no resultan nuevos contextos. Y acaso este aquí la
diferencia principal entre corte y montaje: el corte interviene a nivel de la
formulación de contextos preexistentes; por el contrario, el montaje interviene a
nivel del propio contexto, en el cual crea novedades.2
Trataremos de precisar algunos puntos que hacen a la sintaxis del corte. AI
principio, el corte sustituyo al clásico fundido suave. Así pudo utilizarse la
técnica de la disposición sin empalmes visibles de diversos espacios, diversos
desarrollos en el tiempo, diversas situaciones que reflejan todo el abanico de
variaciones dramáticas. Los limites de la técnica se han suavizado cada vez
más. La sucesión de oposiciones, medio estilístico lógico empleado en la pieza
radiofónica, ha sufrido, por cierto, la influencia del cine, así como de las
técnicas narrativas que, a partir de Joyce y de Döblin, forman parte, casi a título
de convención, de la literatura no convencional. Asimismo, el dominio
sistemáticamente explorado por el surrealismo en la poesía moderna, tanto la
transmisión simultanea de pensamientos como de sentimientos lo más dispares
posible desempeña, en relación con el corte en la pieza radiofónica, un
importante papel en la formación de una sensibilidad nueva. Poco a poco se ha
ido tomando conciencia de que los cortes draconianos constituían uno de los
medios más eficaces Para Ilegar a una continuidad, y de que era posible
servirse de ellos sin que se hiciese sentir un regusto estilístico. Podían
satisfacer igualmente bien las exigencias del realismo fotográfico en el tono 0,
que las de un naturalismo imitativo o las onomatopeyas de la pieza radiofónica
de estilo concreto.
Schöning: Por cierto que los métodos del corte han sufrido la influencia de los
métodos de corte del cine, puesto que la radio utilizó en forma relativamente
tardía la cinta magnética. Inclusive en los autores que usted menciona puede
encontrarse la huella de los métodos de corte cinematográfico, de suerte que
se desarrolló una técnica de narración fundada en el montaje, técnica esta que
ha ocupado una posición central en el seno de la nueva literatura.
Sorprendentemente, y con excepción de algunas tímidas tentativas que datan
de los anos '20, la historia de la pieza radiofónica ha descuidado, en el
transcurso de las décadas de 1950 y 1960, la técnica de montaje. Sus múltiples
variaciones, por más que actualmente puedan producirse sobre la cinta
magnética, no se integraron sino muy tarde a la practica de la pieza
radiofónica. Algunos autores-directores y algunos dramaturgos han reconocido
que, para fijar el arte acústico aún inestable, era menester trabajar en una
Teoría del montaje acústico (y de sus signos acústicos), del mismo modo en
que la cinematografía desarrolló una, desde muy temprano, para la óptica.
Como tantas otras cosas, este proyecto aun no ha sido más que esbozado.
Kagel: Probablemente esto se haya producido porque los autores y directores
de piezas radiofónicas de los años '60, ligados a una dramaturgia teatral mas o
menos convencional, se conformaban sobre todo con los supuestos de una
escena ausente, antes que con las posibilidades de un lugar imaginario en el
espacio. Del mismo modo, durante mucho tiempo se ha calificado de
comediantes y no de "habladores" a sus participantes. El teatro en la radio
servia de base a un "como si" radiofónico que impedía, por cierto, el desarrollo
de una dramaturgia abierta.
Reproches análogos a los dirigidos contra ciertas técnicas de montaje de
piezas radiofónicas, se alzaron igualmente en ocasión de la disputa que
enfrento, durante la década de 1930, el montaje duro ruso con el montaje
norteamericano suave. Si bien la técnica norteamericana del montaje alcanzó,
con Griffith, su primer pináculo, en cuanto atañe a la acción combinada del
corte, de la composición y de la narración cinematográfica, y aunque Griffith
influyó netamente sobre el arte cinematográfico ruso, casi hasta el comienzo de
la Segunda Guerra Mundial, en el caso de montajes de estilo análogo, se
señalan antes bien los cortes de Pudovkin y de Eisenstein, que los de los
cineastas norteamericanos, o bien el corte no nos preocupa en forma inmediata
cuando contemplamos sus obras. Desde luego que la elección del tema, la
precisión de su fundamentación ideológica y el efecto de agitación política lo
más extendida posible a través del arte, constituye el tema de la disputa.
Schöning: Eisenstein, quien, por lo demás, señala la influencia de Flaubert en
lo que hace al desarrollo de su teoría del montaje, se sirve del corte analítico
duro precisamente para que se lo destaque: como un medio de expresión
evidente, que clarifica ritmo y dialéctica. En consecuencia, las dos "escuelas"
de las que usted habla se hallaran mas tarde, en ocasión di la disputa casi
ideológica acerca del medio de la pieza radiofónica en los años '60, entre el
corte abrupto y el fundido suave. Entre el efecto de distanciación y la intuición.
El corte y el fundido influyen asimismo sobre el contenido, como todos los
medios que participan en la creación de la forma.
Kagel: Creo que aquí se trata de una cuestión de dosificación. Diez años
después de la introducción de la cinta magnética, se seguía trabajando con el
fundido. En el curso de la historia de la tecnología siempre hubo períodos de
superposición, durante los cuales nuevas técnicas sometidas a prueba se
utilizaban bajo formas ya conocidas y seguras. De inmediato las soluciones que
no eran adecuadas, nuevas ni radicales, casi siempre aparecían
insoportablemente triviales.
Schoning: En ocasión de una emisión anterior, al tratar la herramienta
"micrófono", dijimos que el micrófono monofónico influyo mucho sobre la
dramaturgia tradicional, porque no parecía haber alternativa. Cuando se
descubrió la técnica estereofónica, también hizo su aparición un nuevo criterio
estético en el seno de la dramaturgia, un criterio que provoco vehementes
discusiones. Lo mismo sucede en el caso del corte y el fundido. Cuando la
técnica del corte y la estética del montaje volvieron a cuestionar la exclusividad
estética del fundido, la dramaturgia conoció nuevamente un desorden
productivo.
Sin embargo, ya desde muy temprano, los oyentes aceptaron a tal punto la
tendencia a la distanciación, a la interrupción abrupta que Ilega hasta el efecto
de choque, que la misma se ha convertido en una convención auditiva, y que
ya no se puede sino alcanzar difícilmente el objetivo fijado desde el origen.
Esto demuestra que el efecto y la eficacia de este medio estilístico son
limitados (en el tiempo). Cuando un estilo ha alcanzado una posición
dominante como, por ejemplo, el estilo caracterizado por el fundido, la mayor
parte de las veces resulta sustituido por otro que se le opone, como, por
ejemplo, el del corte. La ausencia del estilo que se hizo sentir a fines de la
década de 1970 (también) en el empleo del corte y del fundido, podría haberse
considerado como un fructífero proceso de integración... si el conocimiento de
las posibilidades de la herramienta acústica -herramienta de la cual todos,
gracias a los ejemplos, podían disponer- no hubiese quedado en patrimonio de
tan solo algunos.
Kagel: ¿Qué era el fundido para la época? Una forma particular de puntuación.
Podría definírselo como un signo de dos puntos, a la vez anticipado y
prolongado: Un doble punto que comienza antes de lo que debería porque hay
una superposición sintáctica con la frase siguiente, del mismo modo que esos
verbos que, a partir de la segunda mitad de la frase, no necesitan que se los
complete expresamente, porque el oyente o el lector ya sabe, por experiencia,
la segunda parte del verbo, y espera pacientemente la continuación. La
superposición también sirve aquí como medio de aceleración, puesto que el
oyente, gracias al pasaje suave, tiene la ilusión de un desarrollo convincente.
En esta época, el corte se ha convertido en una forma suplementaria de
puntuación y, por consiguiente, no hubiese debido entendérsela como una
negación del fundido. Gracias al corte era más fácil articular con mayor nitidez
lo que, de ordinario, se expresaba entre líneas. Por definición, el corte -por
oposición al fundido- no es sentimental.
Schöning: Corte significa también tajo. Y tajo significa fragmento. El montaje de
fragmentos da una visión de perspectivas múltiples de la realidad, antes que
una visión unidimensional. Esta visión también marca una diferencia entre la
estética nueva y la estética tradicional y ello en todos los terrenos del arte. Por
consiguiente, corte y montaje se convierten en la herramienta primaria de la
nueva pieza radiofónica. Desde que se comenzó a realizar montajes de textos
en la pieza radiofónica, ya no quedaba sino un paso desde el montaje de textos
literarios hasta el montaje de materiales acústicos. Los trucos que la literatura
ha vuelto a dar al medio técnico, se utilizan ahora por parte de quienes hacen
piezas radiofónicas con ayuda de una realidad acústica grabada (= sonido
original; como "texto" destinado al corte operatorio. Hablábamos en esa época
de literatura de cintas magnéticas. La misma ha encontrado una forma estética
adecuada en el montaje y en el collage acústicos.
Kagel: En cuanto atañe a las posibilidades de sus funciones y sus
significaciones especificas y superiores, el montaje es tan ambiguo como el
corte. Pero el corte se ha convertido en una herramienta esencial para la
creación de la nueva ilusión. Aparición, desaparición, repartición, aceleración,
prolongación: conceptos que solo se tornaron efectivamente perceptibles
gracias al corte. Este procedimiento, confirmación estilística del contenido,
condujo entonces, sin tropiezos, a la mecánica del montaje.
Schöning: En esa época, algunos de los que hacían piezas radiofónicas se
atenían con mayor asiduidad a la mesa de montaje que a su mesa de trabajo.
Podría".
Kagel: ¡¡¡ Corten !!!
Pasos. Se cierra una puerta de estudio. Transito en la calle. Música
proveniente de las radios de los autos que pasan. Fundido. 1982
Notas
-Es casi imposible separar ambos conceptos entre sí. Sin embargo, ante la
provocativa palabra posmodernismo se agita muchas veces el fantasma de la
ilusión en el sentido de que la historia sería reversible. Se advierte formalmente
la satisfacción de que, por fin, estaríamos en pre-modernismo idílico. En esta
confusión ideológicamente ornamentada reside el desembozado ajuste de
cuentas con el espíritu del modernismo. Desde aquí debe-ríamos partir, ya que
los resenti-mientos imperantes en pro o en contra del posmodernismo
enturbian la visión de lo esencial. El posmodernismo en tanto eslabón de una
evolución lógicamente fundamentable, en tanto lo lisa y llana-mente
contemporáneo, siempre ha sido tan necesario como la re-flexión acerca de las
consecuen-cias y las variantes posibles de todo lo nuevo.
-Anagrama surgió del deseo de utilizar las lenguas no tanto como vehículo de
la composición musical, sino para desmembrarlas en sus partes acústicas
constitutivas, para así obtener categorías musicales. Las oraciones y las
palabras resultan pasadas por una máquina trituradora tanto retóricamente
lógica cuanto sistemáticamente arbitraria. Todo se orientó hacia la
conformación de sonoridades mixtas. Surgió así material triturado y, al mismo
tiempo, algo formado con ese material triturado. Resultará obvio que esto no
fue posible sin la es-pina dorsal de un haz de método de composición.
Veinte años después surgió, no solo en otros compositores coetáneos, sino
también en mí mismo, la necesidad de una evolución ulterior por medio de
cambios, lentos o abruptos. Sería insensato seguir reproduciendo la música de
la década de 1960 al fijar rígida-mente esas obras, ya que ello se basaría en la
creencia de que existe alguna verdad que habría que eternizar más allá de la
culminación de su acción estética. Por ejemplo, la discusión acerca de la
influencia de la Segunda Escuela de Viena, así como sobre sus sucesores
mediatos e inmediatos, se torna ociosa en cuanto se acopla el método
dodecafónico y la serialidad con una pretensión de verdad. En el pasado esto
ya ha conducido a una estética casi fascistoide, porque la utopía de conservar
el control total sobre todos los parámetros ha acarreado antes bien el
absolutismo sobre los oyentes, con excepción de algunas obras válidas. Por
cierto que los compositores pueden señalar la sinceridad de sus obras, y aun
ensalzarlas como modelos de pensamiento, pero jamás impedirán que otros
compositores y observadores sientan esos esfuerzos como curiosamente
obsoletos, y hasta involuntariamente cómicos.
La vida cultural ama los manierismos, los ismos, las etiquetas. Esto apunta
hacia una simplificación latente en la evaluación y ubicación del fenómeno
estético. En cambio, autores, pintores y compositores están continuamente
empeñados en reelaborar de nuevo sus propias experiencias en la invención,
en enriquecer el proceder. A menudo esto conduce a lentas transformaciones,
que a veces la critica y los oyentes solo perciben cuando la diferencia con lo
precedente ya es inmensa. En la década de 1960 también se encuentran en
mis trabajos ejemplos de rechazo de las recetas imperantes. Así, algunos
aspectos de Phonophonie ya apuntan a Mitternachtstück, solo que en forma
rudimentaria. En esta última pieza me sedujo el texto casi expresionista de
Schumann, y esto me obligó a una transposición musical consecuente, en la
que la comprensibilidad conservaba el rango de mandamiento supremo. De por
sí ya siempre me molestó que los textos basales, que a veces inspiraban a los
compositores a confeccionar manifiestos, solo se tornaran comprensibles a
través del comentario acompañante en el programa del concierto. Los guisos
lingüísticos no son modernos ni posmodernos, sino, entretanto, una
característica tan difundida como puede ser alto, profundo o lento. Dicho en
otros términos: a priori, lo incomprensible no resulta más apropiado a la época
que las palabras claramente perceptibles, o viceversa. Desde temprano ya
existen en mis composiciones elementos del posmodernismo, porque siempre
me sentí fascinado por la posibilidad que tienen los compositores: la de iluminar
o reproducir de una manera nueva material recibido en herencia.
-Con frecuencia, los títulos son documentos de una toma de posición, o parte
de una actitud. Trato de hallar títulos tales que, cuando menos, eviten la
impresión de que mi música formularía la pretensión de ser una ciencia exacta.
Hay que oír las risas de matemáticos y físicos cuando leen más de una
pretenciosa efusión redactada por compositores que pretenden conferir a sus
obras el aura de la precisión infalible. En el fondo, difícilmente tengan los
compositores la formación y el pertrechamiento exigibles como para aportar, al
ocuparse de las disciplinas científico-naturales, una contribución científica
incitante.
De hecho, lo que me interesa es otra cosa:
Un antiguo sueño del compositor es la creencia en la necesidad de los sonidos
que ha encontrado. Sin embargo, este estado de cosas es más complicado de
lo que se creen, porque los compositores están firmemente persuadidos de que
todas sus combinaciones sónicas son imprescindibles. Si se quiere, una
especie de postulado teórico-musical de la infalibilidad.
Volvamos a Mirum para tuba. Al leer u oír este título por primera vez, se piensa
inevitablemente en el Requiem de Mozart. Eso me gusta, porque el reservorio
de nuestra ilustración musical vela elásticamente por una duplicidad o
triplicidad del terreno, un hálito en la historia de la música que puede
desembocar en una expectativa auditiva diferente. Acaso ese título haya sido
una cita temprana de la estética posmodernista, aunque sin citar
expresamente.
-Si echase una mirada retrospectiva, ¿en cuál obra o grupo de obras
reconocería usted mismo un viraje estilístico?
-Por cierto que el propio Adolf Loos era un paladín de la ornamentación, solo
que de una ornamentación severa y objetiva. Esta clase de ceguera poética
subsiste hasta el día de hoy; se prohíbe esto, se censura aquello otro. En
última instancia, lo único que cuenta es el objetivo.
Los que han tenido la experiencia de leer poesía conocen la diferencia entre
ese primer deslumbramiento que se siente como efecto global de una primera
lectura de un gran poema y la profundización por sucesivas lecturas que, sin
cambiar la imagen primera, la definen en sus detalles y la hacen transparente
en sus múltiples sentidos.
Esto es lo que debería ser un análisis musical vivo: estimulado por la primera
impresión, uno se sumerge en la obra y emerge con el conocimiento más
completo y rico en detalles. Pequeños actos de iluminación que llevan a una
visión nítida, transparente del motivo del deslumbramiento inicial.
¿Para quiénes es el análisis? Para el intérprete que quiere acceder al sentido
más profundo, más que a la intención del autor, a la realidad del objeto-obra;
ritmo, articulación, fraseo y forma, pueden guardar sorpresas en ese
acercamiento.
Para el estudiante de composición y el compositor, que esperan descubrir los
mecanismos vivos de la génesis de una obra y la relación entre éstos y la
técnica. Para el musicólogo, para revelar las claves de los estilos y arribar a
una visión objetiva del eje estructura-época. Para el oyente especializado,
aquel que -aunque tenga otras actividades- vive para oír música, para
acercarse más a lo que ama y afinar más su audición del detalle.
Y por fin, y de manera muy especial, para los docentes, los que enseñan a
tocar, a componer o enseñan a analizar y que por esto último, además, tienen
que ocuparse de investigar los modos posibles del análisis, de ampliar y
enriquecer los métodos existentes, y tener siempre presente que un buen
análisis no solo describe sino también explica.
Existen diversas vertientes del actual panorama del análisis musical. La
concepción tradicional, la que se define a través de los trabajos de figuras tan
destacadas como Hugo Riemann y Vincent D'Indy, que se basa en parte en la
evidente relación que hay entre el discurso musical tradicional y el lenguaje
verbal. Ambos devienen en el tiempo, son sonoros, y el primero –la música- ha
sumido a través del canto diversas características de la construcción sintáctica
del discurso verbal.
Este análisis al que llamamos sintáctico-temático, comprende cuatro áreas:
1) El análisis armónico, 2) el análisis motívico-temático, que involucra a la vez
el detalle celular de lo melódico rítmico, 3) el análisis sintáctico o segmentación
del discurso y el análisis de los esquemas formales o de la forma global. Una
metodología importante derivada de esta vertiente (centrada en el área 1) fue
propuesta por H. Schenker, y difundida particularmente en los Estados Unidos
por su seguidor Félix Salzer.
Una tendencia de este último análisis, en el orden de la construcción de frases,
oraciones y esquema formal, es querer determinar la pertenencia de las formas
examinadas a modelos ideales, de los cuales -en el peor de los casos- la forma
concreta examinada sería un desvío indeseable. No se asume la evidencia de
la forma viva y única, sino que se trata de asimilarla a un esquema formal
anterior y diferente de la mayoría de las formas reales examinadas.
Un análisis actual, orientado hacia el análisis sintáctico-temático tendería a
estudiar la naturaleza única de una obra particular y luego definirla respecto del
esquema más próximo.
El primer aporte importante al siglo en el análisis musical ha venido de la
fenomenología, a través de los psicólogos gestálticos, que profundizaron las
condiciones de la percepción. Estudiaron en particular la posibilidad de una
base espontánea, no aprendida de la percepción, y desarrollaron lo que se ha
llamado la psicología de la forma o configuración. Sus investigaciones se
desarrollaron esencialmente en el orden visual. Se pudo tomar aspectos de sus
descubrimientos, más que de su teoría fundamental, y aplicarlos al análisis
musical. Los primeros aportes provienen de Arnold Schoenberg, y luego de
Boris de Schloezer, a través de sus libros Introducción a Juan Sebastian Bach,
y La música moderna. Aportes más sistemáticos fueron efectuados por el
musicólogo norteamericano Leonard Meyer, en su libro sobre las estructuras
rítmicas.
Más tarde, en la década del sesenta, el análisis fenomenológico hace use
frecuente de la representación analógica -la representación en el papel, de
manera proporcional- de la evolución en el tiempo de un proceso musical, en
varias de sus dimensiones. Esto era especialmente útil en procesos donde era
problemático separar sonido y estructura, Como es el caso de la música
electrónica, en sus concepciones más avanzadas.
También utilizó elementos de la Teoría de la Gestalt el francés Abraham Moles,
quien además introdujo en el análisis musical la teoría de la información,
proveniente de la cibernética. Es muy interesante en este sentido su libro
Teoría de la información y percepción estética, donde trata de conjugar los
resultados de la psicología de la forma con los lineamientos más científicos que
provienen de la teoría de la información. El problema de esta tendencia es que
cayó peligrosamente en Ios métodos estadísticos. Otra vertiente proviene de la
lingüística moderna, a partir de las teorías del suizo Ferdinand Saussure,
pasando por el estructuralismo francés, y desembocando en la semiología.
Otros aportes importantes durante la década del setenta fueron efectuados en
Francia y en particular por el franco-canadiense Nattiez. (La revista Musique
aux Jeux publicó varios de sus trabajos).
Hubo otra Iínea interesante de investigación, conducida por algunos
musicólogos chilenos, con Gustavo Becerra a la cabeza. Estos aplicaron, como
instrumento de análisis, la lógica simbólica; estas experiencias se efectuaron
entre 1961 y 1963 aproximadamente y no fueron continuadas posteriormente.
Por fin, últimamente ha tomado importancia el trabajo mediante computadoras,
partiendo de la Ilamada "gramática generativa" del lingüista norteamericano
Noam Chomsky y también de las investigaciones sobre inteligencia artificial.
Hasta aquí los aportes más importantes al análisis en el siglo XX.
A mi juicio, y hasta tanto se concrete un enfoque propiamente científico -si esto
es posible del análisis musical, son aplicables de manera fructífera dos tipos
generales de análisis: un análisis sintáctico-temático, enriquecido por aportes
de la teoría do la forma y de la semiología que principalmente es útil en el
análisis de obras tradicionales o actuales donde sigue vigente la organización
puntual de la altura y el ritmo, donde el sonido es materia portadora; y un
análisis fenomenológico (que puede ser complemento del primero), para
profundizar nociones relativas a la forma real de una obra, así como para
realizar representaciones gráficas clarificadoras. Este análisis debe incluir el de
las texturas y puede ser aplicado sin el primero, es decir, sin el análisis
sintáctico al conocimiento de obras actuales que solo sería útil analizar desde
esta perspectiva. Aquí también es necesario hacer hincapié en que este
análisis será fructífero en la medida en que supere la mera descripción para
afrontar criterios explicativos sobre las propiedades estructurales de las obras
musicales analizadas.
Francisco Kröpfl
Análisis rítmico de la pieza N° 2 de las Cinco piezas para cuarteto de cuerdas op. 5
(1909) de Anton Webern
Premisas
2da. de las tres Improvisaciones para flauta sola (1983) de Francisco Kröpfl.
Empezaré por mencionar las decisiones relativas a la forma que tome antes de
empezar a componer la pieza.
1. En cuanto al control de alturas evolucionaría desde un campo diatónico a
uno cromático mediante una suerte de procedimiento modulatorio. Las dos
estructuras principales de la obra contienen ambas estos dos campos; el
cromático sería predominantemente resolutivo, podría decirse de naturaleza
cadencial. Para la organizacidn de las alturas empleé patrones interválicos
básicos que llamo "micromados" (grupos interválicos de tres notas), que cubren
todas las relaciones interválicas posibles en el ámbito de los doce grados
cromáticos. En estas piezas utilicé su combinación libre dentro de un plan
general inicial.
2. Con respecto al ritmo, utilicé asimismo un procedimiento modulatorio en un
campo pulsado y uno no pulsado.
3. También preví el tipo de balance entre los campos resolutivos y suspensivos
(áreas con predominancia de grupos de final acentuado o no acentuado).
4. El campo no pulsado sería lento y el pulsado rápido.
5. Habiendo decidido inicialmente utilizar únicamente dos tipos de estructuras,
sentí la necesidad de introducir una tercera con función cadencial asociada
indistintamente a una u otra de las dos estructuras básicas. Esta 3er. estructura
tendería gradualmente a adquirir un espacio formal autónomo y creciente.
6. La repetición de alturas y células rítmicas sería formalmente relevante.
Una vez que la forma de la pieza fue concebida en términos globales comencé
directamente a escribir; por lo tanto el presente análisis se basa en parte en los
aspectos globales establecidos comencé directamente a escribir; por lo tanto el
presente análisis se basa en parte en los aspectos globales establecidos a
priori pero también en el resultado de la sintaxis producida a partir de una
escritura relativamente libre.
Me limitaré únicamente a ls dos primeras secciones de la pieza que muestran
claramente las características de las dos estructuras básicas hasta cierto punto
el crecimiento inicial de la estructura complementaria, que cobrará mayor
importancia más adelante. Utilizaré en este análisis los nombres tradicionales
de oración, frase, miembro de frase y célula rítmica en el caso de unidades
rítmicas, para indicar la segmentación a distintos niveles sintácticos.
Primera sección
La primera oración está formada por dos frases, siendo la segunda una especie
de contracción de la primera y subrdinada a ella.
La frase principal contiene tres unidades rítmicas, todas ellas de finales no
acentuados. Siendo sus duraciones decrecientes dan lugar a jerarquías. El
primer ritmo constituye el primer miembro de frase y los otros dos, el segundo.
La repetición juega un papel muy importante aquí. Según mi punto de vista, el
factor que permite superar la ambigüedad en cuanto al agrupamiento de los
distintos elementos es el eje del sol sostenido. Entre el primer grupo y el
siguiente, la duración de la primera nota y la longitud del silencio que lo separa
del segundo producen ambigüedad. El fa sostenido tendería a unir el primero al
segundo grupo si la repetición del sol sostenido no constituyese un factor de
separación. Nótese que mientras el primer grupo esta constituido por intervalos
descendentes, los dos siguientes son ascendentes, dando así un carácter
suspensivo a la frase. La última unidad rítmica, la más corta, al repetir las notas
de la precedente provoca un efecto cadencial y cierra de este modo la frase. Es
aquí donde aparece la estructura complementaria con función cadencial por
primera vez y en adelante irá cobrando mayor importancia a través de
sucesivas ampliaciones.
La frase subordinada siguiente tiene un carácter ligeramente resolutivo del
intervalo de tiempo entre el si y el fa sostenido inicial (me parece sin embargo
que la repetición del sol sostenido es suficiente para definir el peso del acento
inicial de esta unidad rítmica y, por lo tanto, la naturaleza suspensiva de la
misma).
La frase subordinada siguiente es en cierta medida una extensión de la primera
así como una síntesis de la dirección de toda la primera frase.
El fa sostenido cumple la misma función que cumple el sol sostenido en la
primer a frase. La siguiente unidad de tres elementos puede considerar se una
ampliación de la unidad conclusiva do la frase anterior. Debido a que el valor
inicial está acentuado dinámicamente y por el efecto adicional de la articulación
y del intervalo de tiempo entre el último componente y el primero de la oración
siguiente, este es un ritmo de doble acentuación (inicial y final).
Este ritmo está definido por el acento de mayor jerarquía dando lugar en
definitiva a un patrón rítmico fuerte-débil.
Segunda sección
Notas
1.- Siendo el ritmo agrupamiento, es necesario tener presentes los factores que
contribuyen a unir o separar elementos o grupos. Para esto, es útil recordar
algunas leyes de la teoría de la Gestalt. Cuatro serán suficientes:
-Ley de contigüidad: separación causada por lapsos de tiempo, altura,
intervalo, registro, intensidad, o tipos de articulación.
-Ley de similitud: asociación de elementos por factores tímbricos, envolventes
dinámicas, texturas, tipos de articulación, etcétera.
- Ley de simplicidad o pregnancia: simplicidad de formas que
consecuentemente une a los elementos que la componen, relaciones de
simetría, proporciones simples, etcétera.
- Ley de hábito o experiencia: la exposición frecuente a ciertos patrones
privilegia su captación sobre otros y reduce su grado de complejidad.
Magnitudes de tiempo y memoria, velocidad, diferencia y variedad juegan
obviamente un rol decisivo en el agrupamiento.
Francisco Kröpfl
(Primera pausa)
(Segunda pausa)
E: Diga lo que diga, durante veinticinco años de su vida la vieja tecnología jugó
un papel decisivo en su música. ¿No hay un toque de desagradecimiento hacia
ella en su posición actual?
K: ¿Me llama traidor?...
E: Quizá. Aunque en arte, las traiciones han sido moneda corriente. Picasso,
Stravinski, Schoenberg, todos ellos han sido, en cierta forma y bajo cierta
óptica, infieles, desleales y por supuesto egoístas.
K: Ya ve, no tengo por qué defenderme. Qué podría decir sobre mi utilización
de la vieja tecnología, además de que sin ella tal vez no sería conocido para los
que no alcanzaron a vivir en este siglo...
E: ¿Está seguro de lo que acaba de sugerir?
K: No mucho. Mi "electrónica" fue antes que nada una cuestión práctica.
Recuerde que aún no existían las técnicas para la transmisión no acústica de la
música. A esta había que hacerla sonar y las viejas orquestas con sus músicos
me habían decepcionado fuertemente. Consideré la tecnología como mi
alternativa para hacerme oír externamente, pero nunca decidió sobre el estilo o
la estética de lo que hacia. Simplemente me valí de ella.
E: ¿Con desagrado?
K: AI contrario, la disfruté.
E: Yo siempre pensé que la adoraba. Le permitió ser compositor, director a
intérpretes al mismo tiempo. Debió usted sentirse con mucho poder...
K: ¿Qué poder?
E: El de controlarlo todo, o en su defecto lo mar posible. Por un tiempo cultivo
una composición sin intermediarios, sin más intérprete que usted.
K: Lo disfruté.
E: ¿Y a quién se proponía seducir?
K: En esa época a los oyentes, además de a mí mismo.
E: ¿Por qué no a los intérpretes, al público como gran mirón?
K : Creí que no me hacían falta.
E: Y en algún momento se sintió, digamos, un poco solo.
K: Siempre. Por eso empece a introducir cambios. Primero envíe los sonidos al
escenario. Eran como actores invisibles. No fue suficiente y decidí meterme yo
mismo de cuerpo entero. Fue con Caperucita, y especialmente en
Blancanieves.
E: ¿Acaso era usted alguno de los enanitos?
K: Jamás. Yo era el pianista. Daba mejor impresión. Más adelante fui
empujando a mis amigos al escenario y la tropa se volvió numerosa.
E: Es decir que su electroacústica de altoparlante fue penetrada por elementos
extraños de carne y hueso -usted y sus amigos-, y así todo el mundo se sintió
más confortable. Era una música en confianza. Música con un poco de teatro...
K: Yo los relacione. Eran dos, se miraron, se gustaron...
E: Y se casaron y tuvieron hijitos. ¡Bravo! Eso se llama relaciones productivas.
Usted tuvo piedad, no permitiendo que su música se quedara demasiado sola.
La cuidó, me parece, muy bien. Era, además, su deber.
(Tercera pausa)
-La pieza estaba basada en una canción de Berlioz, La muerte de Ofelia, una
canción que ronda en mi cabeza desde no sé cuando. Aunque puedo decir que
en 1969 empezamos a escribir con Gerardo Gandini una ópera que se llamaba
La muerte de Ofelia; estábamos en Washington y llegamos a completar el
primer cuadro. Para esta nueva pieza compuse una introducción en piano en
base a algunos procedimientos ligetianos. Salió bien, pero esos quince
compases iniciales terminaron invalidando toda la continuación. El primer
resultado interesante rítmica y melódicamente; había optado por fraccionar las
doce semicorcheas del compás de Berlioz en figuras desiguales: 11, 6, 5, etc.,
formando distintas melodías y ritmos. Pero cuando quise integrar la canción de
Berlioz se me vino el mundo abajo; esa melodía era maravillosa en Berlioz era
tonta en Tauriello. La reacción fue inmediata. Tenía dos caminos: tomar el
material y componer otra cosa, lo cual no es lo definitivamente descartado, o
hacer algo completamente distinto. Decidí escribir un cuarteto.
-Es una obra muy severa; severa en su densidad polifónica, en sus relaciones
melódicas y armónicas. Podría decirse que es también muy melódico, Pero en
un sentido más complejo. Está escrito en un solo movimiento y son variaciones
sobre dos temas de El prisionero de Dallappicola. No hay citas literales; son
ecos, de ecos, de ecos... Es evanescente, inmaterial.
-Es un homenaje a uno de los dos músicos que han influido más decisivamente
sobre mí. El otro es el que le da el nombre a esta revista, Berg. Y ambos por la
misma razón: porque la complejidad no excluye la poesía. Dallappicola fue para
mí un descubrimiento. La escuela de Viena, especialmente con Schoenberg,
me producía incluso cierto malestar. Cuando Ginastera me hacía tocar las
Piezas del op. 11 no sentía ningún placer; me parecía que las notas estaban
puestas en forma arbitraria, lo cual, por supuesto, era totalmente injusto de mi
parte...
-Sí. Es por una admiración muy profunda que siento por Schoenberg, Pero
siempre fue para mí demasiado duro. Exceptuemos desde luego obras como el
Pierrot, que es una obra maestra; o las Cinco piezas para orquesta, que entran
directamente... o la Serenata, que es genial desde todo punto de vista. Me
refiero a la totalidad de su obra. Berg, en cambio, acepto los planteos de la
escuela Pero lo que suena no tiene demasiado que ver con lo que preconiza.
Es una especie de magia. Hay algo mágico en LuIú. Berg deriva por una
formula numérica los temas de los personajes. Es increíble que por la fórmula
de contar una nota de cada siete de la serie dodecafónica saque el tema de
Alwa; o como hace que esa misma serie pueda contener el tema de la
Condesa, que es una escala pentatónica y que Berg la escribió pensando en
los griegos, ya que suponía que los griegos tenían Mitos sexuales similares a
los de la Condesa. Y el tema da perfecto. El tema de Alwa es una maravilla
musical y esta hecho de esa manera. Yo me pregunto: cómo este hombre ha
podido calcular todo eso.
-Fue totalmente al azar, y nadie dijo nada. Pero hay otro aspecto todavía más
problemático: el film. El film dura exactamente tres minutos, para una acción
que podría dar toda una película. Esto creó problemas gravísimos. El film se
hizo en el estreno do Zurich, en 1937, pero a partir de los años ' 60 se incluye
en el programa la descripción del interludio con todo lo que sucede: Lulú en la
cárcel, Lulú enferma, Lulú se fuga... todo. Tengo entendido que últimamente
solo el Covent Garden intentó hacerla con el film. Creo que Boulez hizo
encender las luces de la sala durante el interludio, y la gente tenía la hojita con
la narración de los hechos.
-Me parece que lo mejor es imaginarse todo durante esos tres minutos. Boulez
tiene razón cuando dice que si todo se hace como Berg quiere, parece una
película de Chaplin. Pero sin duda el problema más serio, y yo lo viví muy
intensamente, es el del tercer acto. El tercer acto tiene problemas porque
incluye demasiados personajes. Es confuso, por momentos no se entiende
nada. Yo pienso, y por esto debería haber comenzado, que la versión definitiva
de Lulú todavía no está, y quizá no vaya a estar jamás. Por ejemplo, Berg
escribía diálogos hablados, algunos de los cuales duran cinco minutos. Cinco
minutos en ópera es la eternidad. Yo creo que si Berg, un hombre de teatro
genial, hubiese llegado a ver la ópera, habría cancelado o modificado todo este
tipo de cosas.
-De todas maneras, pienso que todavía se pueden mejorar muchas cosas del
comienzo del tercer acto. No creo que Cerha haya acertado en todo y he
notado algunos cambios entre su orquestación y la versión de Boulez.
-Por ejemplo, algunos pasajes muy difíciles de cuerda los transformo para
vientos. Lo que era muy difícil para un violín lo hace un clarinete, y lo que es
dificil se convierte en fácil. De cualquier forma, el 80 o 90 por ciento de la opera
esta escrita por Berg, de modo que la ópera vale como tal. Ya no se puede
seguir pensando en dos actos solamente, porque además debemos considerar
la simetría berguiana: no dar el tercer acto es destruir esa simetría. Y hay allí
otro aspecto genial de Berg, muy remarcable, que consiste en que los hombres
que mueren causa de Lulú vuelven al final en el papel de vengadores: el
medico, el negro y Jack el Destripador. Eso es también genial desde el punto
de vista de la economía.
-Entre las dificultades de Lulú también podrían mencionarse las seis formas
distintas entre el canto y el habla que especifica Berg.
-Bueno, ni hablar. Esos seis sistemas diferentes constituyen una gran utopía.
Hay momentos en que Berg, y esto lo dice Adorno, y también lo dice Boulez, es
como un gran diletante... Es que el que arriesga tanto...
-Algo parecido pasó con el Wozzeck que usted iba a hacer con Jaime Kogan.
-Es un panorama tan vasto, que estoy seguro de que ya el año que viene
cambiaría de nuevo el enfoque. Y por eso es La obra genial. Puedo contar algo
muy gracioso: la primera vez que toque el Wozzeck, el director de estudios del
CoIón era Kinsky. El me avisó un mes antes y yo pensé: un mes... ufff, tengo
tiempo de sobra.
-¿Cuáles?
-Recuerdo un artículo de Boulez donde decía que la única persona que sabía
escribir para arpa era Kagel. Y cuando en el '74 fuimos con mi mujer a
Dinamarca porque iban a hacer una obra mía, nos encontramos con conciertos
totalmente dedicados a Kagel, con Kagel como músico invitado. Él dirigía,
tocaba; era tan fantástico el nivel de todo lo que hacía.
-Es cierto que muchas de sus obras son instrucciones; eso es lo que me
molesta. Una vez estaba en la casa Universal, en Londres, y le dije a una
señorita muy amable: me gustaría ver obras de Kagel. Fue al sótano y me trajo
la obra completa. La miré: casi todas decían: haga tal cosa, toque tal otra,
mueva tal otra. Pero hay obras suyas totalmente escritas que revelan una
técnica y una invención extraordinarias; pienso ahora en una obra para doble
coro, sobre un coral de Bach... eso solamente lo puede hacer un gran músico.
A mí me gustaría que todas sus obras fuesen así, en vez de: haga tal cosa.
Hay otra obra fantástica, el Mare Nostrum, que es el descubrimiento de Europa
por los indios del Amazonas... Sigo admirando también a Berio, y tuve
oportunidad de leer los libretos de sus últimas óperas, La vera storia y Un re in
ascolto. Son libretos de Italo Calvino. La primera parte de La vera storia es una
imitación del Trovatore de Verdi, pero no en la acción dramática sino en los
hechos: grandes coros, barítonos, voces... y en la segunda parte, lo que es
dramático se vuelve lírico. Es fantástico. Un re in ascolto es el ensayo de La
tempestad de Shakespeare, con un regisseur dirigiendo cantantes y
acompañado por guitarra, mandolina, piano, etc. El personaje principal tiene un
problema cardíaco en la escena; creo que muere en el segundo acto, y la
realidad se confunde con la obra. Un libreto genial.
-¿Qué opina de la siguiente frase de George Rochberg?: "Si bien parece que
una gran parte de la música de siglo XX ha sido una música del olvido, la
música de fin de siglo tiende cada vez más a convertirse en una música de la
memoria."
- En realidad, siento que podría evitarla. Como dice Boulez, es preferible que la
cita no esté. Uno tendría que inventar sin subirse a caballo de otro compositor.
Escribir un madrigal no en base a uno de Monteverdi, aunque pueda hacer
recordar remotamente a ciertos procedimientos. Los procedimientos sí me
interesan; los procedimientos antiguos abstraídos. No las notas. Mi Impromptu
sobre Berg, por ejemplo, está completamente vaciado de citas.
Quité todas las notas de Berg y quedó solamente la estructura rítmica. Eso es
un ejemplo de lo que yo puedo crear a partir de algo dado.
Federico Monjeau
Por otro lado, la síntesis de Revueltas que ensaya Juan Carlos Paz en su
Introducción a la música de nuestro tiempo reproduce la inevitable ligereza de
las enciclopedias: "Faltó en Revueltas una elaboración consciente de los
elementos utilizados: problema crucial de todas las músicas nacionalistas
americanas. Existe en su música una sucesión episódica de elementos
melídicos y timbricos, pero no una integración de los mismos en una totalidad
formal esencial". Se podrían discutir por lo menos tres ideas de ese párrafo de
Paz: que en efecto haya faltado en Revueltas una elaboración consciente de
los elementos utilizados; que ese sea el problema crucial de las músicas
nacionalistas americanas (La estancia, con toda su cuidada elaboración de los
elementos autóctonos, podría volver a servir de ejemplo: un fastidioso
nacionalismo de estilo); que una sucesión episódica de elementos melódicos,
tímbricos o de cualquier tipo no pueda quedar comprendida en una unidad
formal específica, como sucede en Debussy o, más antiguamente, en el rondó.
En torno al progreso
Federico Monjeau
Renée Leibowitz fue uno de los primeros teóricos modernos que intentaron
definir con cierta precisión los términos de un progreso en música. Su libro La
evolución de la música de Bach a Schoenberg completado en 1951 y editado
en español por Nueva Visión en 1957, intenta demostrar cómo la música
comprendida en ese período transita de lo simple a lo complejo en un sentido
claramente acumulativo. A la discutible premisa de Leibowitz debemos sin
embargo agradecerle que haya despejado el común malentendido según cual
la música de Bach es más compleja que la de sus sucesores Mozart y Haydn,
debido a la complejidad de su polifonía. Leibowitz señala la estrechez de un
criterio muy popular entre la crítica, que consiste en medir distintos grados de
complejidad de acuerdo con la dimensión exclusiva de la polifonía lineal,
aunque no deja de incurrir inmediatamente en un error muy parecido al que
denuncia: suponer una mayor complejidad de Mozart sobre Bach a través del
criterio, también exclusivo, del plan tonal desarrollado en uno y otro caso.
Leibowitz se detiene en la cuestión armónica, no en términos de agregaciones
verticales (que ya en Bach, y esto no escapa a Leibowitz, suelen ser tan
audaces y desarrolladas como en Mozart), sino en términos diacrónicos, de un
recorrido tonal, como también en un nuevo tipo de elaboración temática. El
autor mide la particular complejidad del estilo de Bach con una escala que es
propia de otro estilo, el clásico: esto no quiere decir que en las obras del alto
barroco alemán no encontremos un plan tonal ni una elaboración temática,
pero ocurre que la idea de modulación y desarrollo tal como se plantea en la
sonata bitemática simplemente no tiene lugar en la estructura monotemática y
variativa de la música de Bach. En fin, Leibowitz pretende una versión
acumulativa de la historia de la música: el criterio empleado para medir el
progreso -de esa historia es el de un grado complejidad creciente. No es tan
fácil como hoy podría pensarse rebatir esa idea. De hecho, y es en buena
medida esto lo que nos permite plantear la cuestión del progreso en un ámbito
específico -un poco mas acá de lo que solemos agrupar en la esfera de lo
estético-, la música presenta una idea de historia particularmente fuerte. Sin
duda así lo ha dictado su naturaleza no referencial: el objeto de la música
siempre ha permanecido dentro de sí misma. O al menos podríamos afirmar
que ese aspecto no referencial que finalmente debe ser posible descubrir en
cualquier obra de arte se manifiesta abiertamente en el caso de la música. La
idea de Wölfflin, según la cual todos los cuadros deben más a otros cuadros
que a la observación directa de la realidad, no encontraría ninguna resistencia
si se la traslada campo de la música. Por otro lado, el sentido de tradición e
intercomunicación que supone esa idea puede aproximarse bastante a una
hipótesis de progreso en arte. Pero la acumulación no aparece como una
propiedad tan clara para la historia de la música como para la de la pintura. En
Arte e ilusión (Oxford, Phaidon, 1989), de Ernst Gombrich, podemos aprender
que la pintura fue considerada durante algunos siglos el arte acumulativo por
excelencia; historiadores como Plinio y Vasari registraron prolijamente la serie
de inventos que posibilitaron representaciones cada vez más perfectas y
refinadas de lo real lo cual no significa un progresivo naturalismo, sino una
naturaleza ella misma perfeccionada, según lo describe Panofsky en un libro de
1924, Idea (Madrid, Cátedra, 1985). De cualquier manera, la posibilidad de una
acumulación aparece más claramente en tanto es posible hablar de un
elemento, en este caso el objeto representado, que el arte comparte con el
mundo extraartístico, elemento que en algún sentido cobra la forma de una
finalidad. Entonces no había una separación entre arte y artesanía,
probablemente tampoco entre arte y ciencia; el progreso podía darse por
supuesto. Deja de ser así desde mucho antes de la irrupción de las
vanguardias y la pintura abstracta, ya a partir del concepto de autonomía tal
como se plantea en la época romántica; la autonomía respecto de los otros
asuntos humanos desvincula el arte de la producción artesanal y lo
desfuncionaliza. Una idea de progreso tal como ha sido históricamente
formulada (véase al respecto: R. Collingwood, La idea de la historia), en un
sentido inclusivo y acumulativo, difícilmente puede sobrevivir sin arreglo a
algún tipo de funcionalidad.
En el capítulo XXII del Doktor Faustus, Mann y Adorno ponen en boca del
compositor Leverkühn-Schoenberg una de las mayores utopías de la historia
musical, que consiste en la organización racional integral de la obra: la música
es un matorral -argumenta aproximadamente Leverkühn-. [Varios pasajes del
Doktor Faustus están escritos verdaderamente a cuatro manos. La
argumentación de Leverkühn en pp. 283-284 (Buenos Aires, Sudamericana,
1958) cita casi textualmente pp. 47-48 de Filosofía de la nueva música (Buenos
Aires, Sur, 1966). A su vez, la conferencia de Kretzschmanr sobre la Sonata
Op. 111 de Beethoven reproduce trechos enteros del ensayo de Adorno sobre
"El estilo de madurez en Beethoven" (Reacción y progreso).] Melodía, armonía,
contrapunto, forma e instrumentación se han desarrollado históricamente sin
plan y con entera independencia unos de otros. Cuando uno de estos
elementos ha progresado históricamente, los otros suelen quedar en un lugar
residual. Así, por ejemplo, el contrapunto no es en la música romántica otra
cosa que un añadido a la composición homofónica. Los compositores de ese
período se limitan a combinar de forma exterior los temas pensados
homofónicamente o a adornar el coral armónico con partes polifónicas. Pero el
verdadero contrapunto exige la simultaneidad de voces independientes. Cuanto
más se desarrollan ciertos elementos, como ocurre en los románticos con la
sonoridad instrumental y la armonía, más atractiva e imperiosa es la
organización racional en su conjunto, una organización que acabe con los
desequilibrios anacrónicos y evite que un elemento se convierta en mera
función de otro. Lo que se persigue es la unidad total de las dimensiones
musicales. Y, en último término, la supresión del conflicto entre el estilo fugado
polifónico y la esencia homofónica de la sonata. La utopía de Leverkühn-
Schoenberg pretende una racionalización integral de la música a través de la
adopción de la técnica de los doce sonidos. Como se sabe, el dodecafonismo
no consiguió resolver el problema de las desproporciones; más bien podría
decirse que acabó construyéndose sobre ellas. La gran ilusión de causalidad
que supone la presencia de una serie de la cual derivan todos los fenómenos
melódicos-armónicos no llega a ocultar el elemento profundamente irracional
de la armonía dodecafónica; la agudísima crítica desarrollada por Adorno, en
Filosofía de la nueva música, sobre el melos, la armonía, el ritmo y el
contrapunto dodecafónicos describe con notable anticipación la nueva ilusión
integracionista del multiserialismo de los años '50, construido sobre la
pretensión de desarrollar los distintos elementos del sonido -altura, duración,
intensidad, timbre y/o modo de ataque- en pie de igualdad, aun cuando todo
derivara de una matriz a su vez derivada de una organización de las alturas, y
que de alguna manera reduce los desarrollos a relaciones numéricas. [Véase la
penetrante critica desarrollada por Gyórgy Ligeti, "Pierre Boulez: Decision and
Automatism in Structure 1a", en: Die Reihe Nro. 4, Pennsylvania, Theodore
Presser, 1960.] La convergencia se pagó al precio de una violenta separación
de los elementos.
Es evidente que la teoría de Popper, trasladada a una historia del arte, se dirige
contra un historicismo que reduce el arte a una manifestación del espíritu de
una época, que homologa la historia del arte con una historia general de las
concepciones del mundo. Para Popper, como también para su deudor
Gombrich, que el arte tiene una historia quiere decir que las obras no son
expresiones sin relaciones entre sí, sino anillos de una tradición. Esto supone
una crítica a una historia del arte en "clave expresionista" (el término es de
Popper y Gombrich), que se puede compartir, sin que sea necesario compartir
algunas de las conclusiones que esa crítica asume específicamente en Popper;
nos referimos a ciertos planteos de su Autobiografía intelectual, que más que
una crítica a una interpretación en clave expresionista resultan una crítica al
expresionismo como estilo. Aquí Popper manifiesta una curiosa adhesión a
prejuicios que siempre ha combatido. De cualquier manera, si agotamos la
existencia del progreso a los términos de respuestas a problemas planteados
por las entidades objetivas del mundo 3; si la agotamos, es decir, si la
reducimos a eso, no es fácil explicarnos los profundos cambios y rupturas a no
ser de un modo tautológico. La fuerza de la teoría estética de Adorno consiste,
en buena medida, en haber conseguido trasladar lo indeterminado al corazón
de la expresión, a través de un agudísimo despliegue del concepto de mimesis
teorizado por Benjamin. [ " `Leer lo que nunca ha sido escrito'. Tal lectura es la
más antigua: anterior a toda lengua -la lectura de las vísceras, de las estrellas o
de las danzas. Más tarde se constituyeron anillos intermedios de una nueva
lectura, ruinas y jeroglíficos. Es lógico suponer que fueron éstas las fases a
través de las cuales aquella facultad mimética que había sido el fundamento de
la praxis oculta hizo su ingreso en la escritura y en la lengua. De tal suerte la
lengua sería el estadio supremo del comportamiento mimético y el más
perfecto archivo de semejanzas inmateriales: un medio al cual emigraron sin
residuos las más antiguas fuerzas de producción y recepción mimética, hasta
acabar con las de la magia". Walter Benjamin, "Sobre la facultad mimética", en:
Angelus Novus, Barcelona, Edhasa, 1971, p. 170.]
Lo nuevo no surge menos de una respuesta a problemas objetivos que de un
punto ciego; es tan inconveniente asimilarlo a la intención del sujeto como
excluirlo de la dimensión de lo expresivo.
Revisar las convenciones significa también comprender lo que alguna vez fue
necesario. Si se pretende autónomo, si es posible resistir con igual fuerza a la
falsa seriedad de la obra maestra y la banalización de la experiencia estética,
no se nos ocurre que el arte pueda abandonar la idea de organicidad al
monopolio de lo clásico, como tampoco la idea de progreso a la fatalidad
historicista.
Federico Monjeau
...siete meses desde la muerte de Juan Pablo Renzi, a los 52 años, y esa
muerte continúa siendo inasimilable. No habíamos notado ningún signo; su
fatiga nos parecía más o menos la misma que la de cualquiera de nosotros o,
en todo caso, una consecuencia natural de la energía física e intelectual que
desplegaba en su trabajo. La fuerza de sus ideas nos arrastraba en una infinita
cadena de asociaciones. Me refiero en principio a sus ideas gráficas: apenas
podíamos entrever todo lo que había por detrás de cada una de sus imágenes,
de sus decisiones sobre tal o cual tipografía, de una definición de color. Su
dispositivo crítico no era menor que su genial intuición estética. Su teoría de los
colores, por ejemplo, que incluía un exacto conocimiento histórico de todas las
teorías, nos excedía por completo. Es difícil imaginar una sensibilidad de color
más fina que la suya. En sus cuadros desde luego esa cualidad se encuentra
magnificada; no me refiero sólo a sus cuadros abstractos, en los que
presumiblemente el color está obligado a una construcción muy específica, sino
también a su pintura representativa. Aún cuando no sea posible hablar sobre
pintura con suficiente propiedad, se me ocurre que unos cuadros no son mas
realistas que otros. No olvido la conmoción que me produjo su retrato de
Schiavoni, El señor de los naranjos, cuando lo vi por primera vez en su estudio
de la calle Bolívar. Una precisa descripción de ese cuadro proporcionaría el
material para un tratado crítico sobre realismo.
Su relación con Lulú no se detenía en la elaboración de imágenes. Es justo
recordar, como un episodio entre otros de nuestras demoradas conversaciones
sobre cuestiones editoriales, que el título del primer artículo editado por la
revista, el primer título decidido por la revista fue idea de Renzi. Era una
entrevista a Tauriello y tenia el mérito -por parte de Tauriello- de no apoyarse
en ninguna frase hecha, ni siquiera en una frase más o menos redonda o
cadencial. No queríamos ceder a la resolución, a la clave interpretativa que
tienden a dar los títulos. Leíamos la entrevista en voz alta una y otra vez hasta
que Renzi, que acababa de Ilegar a la oficina; detuvo la lectura y repitió entre
carcajadas una frase de Tauriello: ése es el título, señaló. Era una frase larga,
desajustada; un auténtico fragmento, no un aforismo. Observé que me parecía
muy larga y Renzi me preguntó qué problema había en ello. De modo muy
simple, se abrió una nueva perspectiva. Renzi conseguía sustituir la lógica
periodística por una lógica más elevada. Creo que los mejores aspectos de la
revista están íntimamente asociados a Renzi, no pocas veces decididos por él.
El problema es ahora cómo continuar con y sin él al mismo tiempo.
Elogio de la desmesura
Federico Monjeau
Creo que a muchos nos suena la palabra fractales y siempre nos pareció algo
curioso y mágico a la vez. Tal vez hemos oído que tienen que ver con la
autosemejanza, y que ayudan a resolver problemas de gráficos por ordenador,
composición musical automática y síntesis de sonido... Lo cierto es que, a los
músicos, su conocimiento y use nos puede ser muy útil, no solo para
reflexionar y entender mejor algunos aspectos de la naturaleza del arte y de la
música, sino también para explorar en las formas musicales, en procedimientos
automáticos de composición "más naturales", o en la síntesis de nuevos
timbres y en cualquier caso como fuente de inspiración. Con este artículo y otro
que le seguirá, se pretende dar una panorámica de estas criaturas y algunas de
sus aplicaciones musicales.
El término fractal viene de la geometría. Su padre, Benoit B. Mandelbrot,
matemático investigador de IBM, estuvo siempre muy interesado en fenómenos
geométricos que, descubiertos por sabios en su mayoría legendarios y
marginados, no encajaban fácilmente en las teorías "normales". Reunió a
muchos de estos engendros en algunas publicaciones, como su libro The
Fractal Geometry of Nature, y en un alarde de genialidad los relacionó más o
menos en un tronco común, la geometría fractal, que intenta explicar las formas
de la naturaleza.
Un fractal es, grosso modo, una curva o línea quebrada que lo es tanto que la
longitud de cualquier trozo de ella es infinita. Además, su dimensión es una
fracción entre 1 y 2, es decir, un fractal es algo entre una línea cuya dimensión
es 1 y una superficie cuya dimensión, 2.
Lo elegante es que estas líneas se pueden generar por medio de operaciones
matemáticas o geométricas muy sencillas repetidas una y otra vez (ver fig. 1).
Una propiedad muy importante es que son autosemejantes, es decir, sus
formas se repiten tanto en escala pequeña como en grande. Lo realmente
espectacular es que algunas de estas líneas recuerdan muchísimo a formas de
la naturaleza, desde el perfil de una isla al de un grano de arena o los nervios
de una hoja. Con ello Mandelbrot demuestra su validez como mejores modelos
de la naturaleza que las líneas geométricas clásicas (triángulo, círculo, etc.) y
además nos hace ver una vez más lo sabia y vaga que es la naturaleza para
manejar la información.
Lógicamente, donde más pronto encontró aplicación todo esto fue en las artes
plásticas, concretamente en los gráficos por ordenador. Se han generado
fractales que superan la imaginación más calenturienta y a la vez nos
proporcionan placer estético. También se han generado dibujos muy realistas
de continentes, montañas, planetas, paisajes, galaxias, etc. que nunca
existieron. Si no recuerdo mal, en películas como El imperio contraataca, los
informáticos de Lucas Films utilizaron estas técnicas extensivamente para
generar los "exteriores".
Composición automática por ordenador
Autosemejanza en la música
Este comportamiento 1/f de la música no nos debe extrañar, ya que tiene, por
lo general, una estructura muy jerárquica: notas, frases, secciones, etc. La
autosemejanza del ruido 1/f y de los fractales es también una forma de
jerarquía aunque más primitiva.
Todos estos conocimientos se pueden aplicar a la composición automática. Por
ejemplo, generar melodías aleatorias siguiendo los tres modelos de ruidos
(blanco, pardo y 1/f) asignando los valores a duraciones y alturas de notas.
Esto se puede de programar fácilmente y oír en cualquier ordenador que tenga
posibilidad de música, con una instrucción del tipo PLAY (DUR, NOT) que
tocaría una nota de duración DUR y altura NOT (do, re, etc. o el número MIDI
de tecla).
Vamos a generar una melodía tipo ruido blanco dentro de 2 octavas sobre el
Do central del piano y utilizando solamente las notas blancas. Las duraciones
podrán ser de semicorchea, corchea, negra y blanca. El programa debe realizar
una simulación del experimento aleatorio siguiente: se introducen 15 bolas
distintas en una urna correspondientes a las 15 notas y otras 4 bolas en otra
urna simbolizando las 4 duraciones. Se extrae al azar una bola de cada urna;
supongamos que obtenernos respectivamente 11 y 1, esto nos proporcionaría
la primera nota, el Fa agudo semicorchea, de la melodía "ruido blanco”.
Devolvemos las bolas a las urnas y repetimos el procedimiento hasta que nos
cansemos. El hecho de devolver las bolas a la urna hace que cada nota sea
totalmente independiente de las que han salido anteriormente, lo que es
característico del ruido blanco.
Hagamos ahora una melodía tipo ruido pardo con las mismas notas y
duraciones. En el ruido pardo lo que es aleatorio no es valor en sí, sino el
intervalo que se suma al valor previo. El programa de ordenador podría simular
lo siguiente: se introducen en una urea bolas con los números -2, -1, 1 y 2 que
corresponden al intervalo a restar (descender) o sumar (ascender) a la nota
anterior; en la otra urna se introducen los mismos números (-2, -1, 1, 2)
correspondientes al intervalo en duración a restar o sumar a la duración
anterior. Partiendo de la primera nota, Si negra, obtenemos de nuestras urnas
-2 y +1, lo que nos da la segunda nota, un Sol (descendiendo 2 desde el Si)
que dura una blanca (de negra a blanca se "ascendiende" 1). AI programar
esto hay quo tener en cuenta quo la melodía puede llegar un momento en que
se salga de los límites en altura o en duración. Para evitarlo se pueden usar
bordes reflectantes, es decir si hemos Ilegado al 00 más agudo y nos sale el
intervalo +2, el valor siguiente sería el La inmediatamente inferior, como si la
melodía hubiera rebotado. Otro tipo de bordes pueden ser: no reflectantes (la
melodía se queda peqada al borde hasta quo se obtiene un intervalo que la
"despega") o elásticos (conforme nos acercamos a un borde la probabilidad de
acercarse más disminuye).
Para la melodía "ruido 1/f” vamos a utilizar un procedimiento sugerido por Voss
que lo aproxima bastante bien: supongamos que queremos una melodía de 8
notas, para ello lanzarnos tres dados de distintos colores. Los números de
orden de las 8 notas de la melodía se escriben en una tabla del 0 al 7 y en
sistema binario: 000, 001, 010, hasta el 111. Se asigna un dado a cada uno de
los tres bits. Por ejemplo, el dado rojo al bit menos significativo, el verde al hit
medio y el azul al más significativo. Cada nota de la melodía se obtiene
sumando los tres valores obtenidos lanzando los tres dados, pero teniendo en
cuenta quo solo se lanza cada dado cuando su bit cambie. Las sumas posibles
de 3 dados varían entre 3 y 18, es decir 15 valores en total que se asignan a
las mismas notas de los dos ejemplos anteriores. Al haber dados quo no varían
de una nota a otra, la melodía parece que "recuerda" de alguna manera valores
anteriores y tiene una estructura jerárquica en tres niveles. Si se realizara una
melodía 1/f por un procedimiento equivalente a este con más dados y aplicado
también a las duraciones, el ruido 1/f se podría obtener en teoría realizándolo
con un numero infinito de dados con infinito número de caras.
Como puede apreciarse en los ejemplos la melodía tipo ruido blanco es muy
impredecible y aleatoria. En cambio la de ruido pardo procede muy
gradualmente y es demasiado predecible, como dice Gardner recuerda a un
borracho dando tumbos, no se sabe hacia donde será el próximo paso pero si
quo no se alejará mucho de su posición anterior. La música 1/f es un caso
intermedio y "es casi buena", se acerca bastante a la música normal. Voss tocó
melodías de estos tres tipos durante dos anos por distintas universidades y
tanto profesionales como aficionados corroboraron estas impresiones. Es por lo
quo sugirió quo la música aleatoria debe de realizarse utilizando ruido 1/f en
vez de usar el ruido blanco como se había hecho hasta entonces con más o
menos variantes y mejoras.
Pero hemos visto quo la cualidad más importante para música es la
autosemejanza. Se pueden utilizar variantes al procedimiento de los dados quo
generarían una gran variedad de melodías autosemejantes alterando muy
pocos parámetros. En el próximo artículo veremos cómo se puede hacer esto y
también cómo se puede utilizar la geometría fractal para componer música
automática en el caso determinista, así como para la síntesis de timbres y
música sincronizada con gráficos por ordenador.
-Yo compuse hasta el año `74 o'75. Esto lo hable mucho con Klaus Huber, con
quien aparte de la relación de profesor y alumno tuve una amistad muy grande
y de hecho la sigo teniendo; me dijo simplemente: no lo preocupes porque en tí
la balanza se haya movido hacia otro sitio, es muy probable que dentro de
mucho tiempo, a lo mejor vuelva al lugar de origen. Ocurre una cosa que en
algún momento es inevitable: una vez que uno comienza a dirigir cada vez
tiene mas compromisos, cada vez tiene menos tiempo libre y la composición es
un trabajo que necesita de una concentración máxima. Esto me lo comentaba
hace poco Stockhausen -aunque no quiero hacer un paralelo-: el reserva de
una manera exclusiva tiempos para componer; pueden ofrecerle lo que sea que
no lo acepta, él tiene ese tiempo y necesita una concentración muy grande.
Ocurre que una persona compone durante una serie de horas un día y luego, al
día siguiente, cuando comienza de nuevo, prácticamente tiene que rehacer el
trabajo previo en la cabeza; es decir no es "aquí estoy y allí parto” sino que hay
que volver al punto de comienzo y para eso se precisa una concentración total.
Ahora bien, yo creo que para un director de orquesta es muy importante la
formación como compositor. Esto es muy curioso porque en general en estos
últimos años -hablo en realidad del siglo XX o más precisamente luego de la
guerra- la mayor parte de los directores no son compositores, mientras que
antes era al revés. AI decir compositor vamos a tomar el caso de un
Furtwängler; no es que fuera un compositor genial, ni de lejos, pero era un
compositor de oficio.
-Lo que pasa es que hay una tradición rota. A causa de la ruptura cultural que
se produjo en Europa del `33 al `45, no exlste una tradición viva de cierto
repertorio. Yo a esto lo he hablado con bastantes musicólogos en Alemania;
por ejemplo, una obra como Erwartung no tiene prácticamente tradición de
interpretes, sólo hay un disco de Scherchen donde no se ve muy claramente lo
que quiere hacer. Mientras que en el repertorio tradicional se siguió una
tradición interpretativa, en el otro hubo una ruptura muy grande, puesto que la
gente que tendría que haberlo hecho, que lo estaba haciendo, se separó, se
desmigajó por todas partes. Ahora volviendo a su pregunta, las obras
tradicionales se conocen, independientemente de si hay discos o no (hay
gente, poca pero la hay, que estudia con discos, lo que es un absurdo; ninguno
de nosotros puede decir que no haya escuchado el Daphnes en un concierto, la
Cuarta de Brahms la hemos escuchado todos. Es decir, en el repertorio
tradicional se trabaja sobre un recuerdo concreto, mientras que una obra
contemporánea en general se trabaja de cero, no solamente cuando es un
estreno absoluto sino en muchos casos pues no hay grabaciones, no hay
documentos sonoros. Por otro lado, hay también algo curioso: cuando se ha
hecho repertorio contemporáneo se oye la música tradicional de otra manera;
se hace por ejemplo esta experiencia del timbre, de la Klangfarben que no se
hace con la obra tradicional.
-Sé que usted ha dirigido también repertorio clásico, Mozart, Bellini, Donizetti...
-Sí, y esto es una cosa que conviene destacar: hay un encasillamiento. Lo hay
en estos momentos por ejemplo con Peter Eötvos, como lo ha habido conmigo
y en parte lo sigue habiendo. Esto viene un poco del pluralismo en un sentido
negativo, es decir, antes de la guerra no existía esta separación, los directores
de orquesta hacían prácticamente todo, una persona como Klemperer se
interesaba por la música de su siglo y hacía tanto Brahms y Bruckner como
Krenek y Schoenberg. Hoy en día, por la comercialización sobre todo, esto se
ha separado en dos líneas, por lo cual, de cierta manera, el intérprete o el
director de música contemporánea está considerado en muchos momentos
como un subproducto. Yo esto lo sé por experiencia propia: cuando se llega por
primera vez con un programa de música contemporánea, los músicos de
orquesta esperan en general una especie de nuIidad. También hay que
reconocer que ha habido directores bastante miles, directores de cuarto o
quinto orden que para ganarse la vida de alguna manera se pan metido en un
repertorio que ni les convencía ni conocían. La sorpresa de los músicos es
grande cuando llega un director que empieza a trabajar el repertorio
contemporáneo de una manera seria, consciente, clara. Entonces el cambio se
produce inmediatamente, todos están muy contentos, vienen v comienzan a
contar las experiencias negativas que han tenido con algunos directores, etc.
Esto es así, hay que vivir con ello v es inevitable Pero, bueno, no es una cosa
demasiado grave. Ahora, hay directores que en un momento determinado
comienzan a abrir el repertorio hacia otros terrenos y generalmente cuando
hacen el repertorio tradicional son mucho más interesantes que muchos de los
rutinarios habituales que todos conocemos pero que por tener, algunos de
ellos, una firma discográfica a sus espaldas, se les abren todos los caminos.
-¿Para usted fue difícil pasar de un circuito al otro? ¿Fue una iniciativa suya o
le propusieron de repente hacer, por ejemplo, Mozart?
-Usted dirigió una producción de Lulú, de Berg, que fue muy esperada...
- No. Lulú se preparó con tres años de anticipación, que para España es
demasiado porque no se prepara más que de año en año. Yo mandé la lista de
los ensayos necesarios y se cumplieron. Tenía un asistente de dirección de
orquesta, Omar Costa; se ensayó muy bien, todos los ensayos tenían una
razón de ser, entonces aquello fue ganando en calidad y según dicen, yo no lo
puedo juzgar, fue una de las veces que mejor se ha escuchado a la orquesta.
Lo recuerdan todos como una versión histórica. Siempre me dicen: "¿por qué
no se repite?". Pero yo creo que estas cosas son muy peligrosas, la
expectación del público era cero, llegaron y se encontraron con algo muy bien
hecho; ahora es doscientos cincuenta, y si nosotros llegáramos a lo mejor a
trescientos dirían: "bueno, pero no era tanto”. Entonces pienso que es mejor
dejarlo allí: fue una gran versión y punto. Es mejor hacer otras cosas, algo
nuevo antes que insistir.
-¿En general los programas que dirige son propuestos por usted o por quien lo
convoca?
-Esto es muy variado. Comúnmente cuando uno va por primera vez a una
orquesta, hay un programa propuesto, sobre todo si se trata de repertorio
contemporáneo. Más adelante, cuando uno vuelve, ya se hacen proposiciones.
Por ejemplo, con estos conciertos del Ensemble Modern, me dijeron que
querían que viniera con ellos y que había tales programas. Yo acepté pero
propuse hacer también otro programa diferente, que es el que hacemos hoy
(primer programa).
-Bueno, siempre hay afinidades, o sea hay ciertos compositores que como
intérprete, como compositor o come oyente, para otro son mucho más
cercanos. En mi caso, me gusta muchísimo, por ejemplo, la música de Boulez,
de Xenakis, algunas composiciones de Stockhausen. Depende: Berio en
ciertos períodos me interesa muchísimo, en otros, sin discutirle la calidad, tiene
menos interés para mí; también Nono: hace poco hice el Prometeo, una obra
con la que no había tenido ningún contacto; fue muy interesante para
conectarme con esa música. De todas maneras, creo que lo importante para un
director es que haya un factor cualquiera en la música que sin o para despertar
el entusiasmo, porque si no se convierte en una labor desgraciadamente
burocrática. Es decir, en todas las obras hay una gran cantidad de niveles, por
lo tanto siempre puede haber ciertas cosas, incluso en una obra de un
compositor menor, que puedan tener un interés, que se puedan hacer resaltar
en una interpretación. Interesante podría ser, aunque a lo mejor la calidad de la
obra o sus presupuestos estéticos no estén de acuerdo conmigo, por ejemplo,
el virtuosismo orquestal desarrollado. El problema, y esto pasa
desgraciadamente bastante seguido, es cuando uno se encuentra con un
programa de obras sin ningún interés ni para la orquesta ni para el director.
Entonces el enfoque del trabajo es de profesional, poner en evidencia ciertos
niveles, aunque se manifiesten de manera rudimentaria. Esto me paso hace
poco en Holanda, donde de un programa completamente anodino conseguí al
menos hacer un programa de interés para los músicos, trabajando ciertos
elementos que si bien estaban de manera incipiente allí, al menos estaban.
-¿El director debe ejercer una función critica con respecto a los programas que
dirige, o debe ser una especie de difusor lo más democrático posible de las
obras que tiene a su alcance?
-Bueno, la música de baja calidad ha existido siempre. Algunos dicen: "es que
en aquella época, hace cien años...". Si, había una serie de músicos de primer
orden, Schumann, Mendelssohn, Brahms, Wagner, pero hoy los hay también,
cuatro o cinco, y hay muchísimos flojos como también los había antes. Leamos
las criticas de aquella época, libros, etc., y se verá que había un número
enorme de compositores. Basta con ver todos los que menciona Schumann en
sus escritos; eran compositores de segundo orden, sin ninguna importancia,
que hoy han desaparecido. Es una cosa normal, o cuántos quedan en cada
siglo? Haydn y Mozart que eran las grandes lumbreras del siglo XVIII?, y luego
había una infinidad de compositores menores como Salieri, etcétera. Sin
embargo, algunos de ellos eran mucho más conocidos que Haydn y Mozart en
aquel momento. 0 sea que no tiene nada que ver lo uno con lo otro. Lo que
ocurre en relación con el público es que la oferta estaba más limitada a una
clase social, dace que tenía una cierta formación y que se interesaba por lo que
en aquel momento existía. Luego con la con la democratización del arte en
cierta manera, el público es mucho más amplio, la demanda es mayor, pero los
estamentos del público son muy diferentes. Lo que pasa actualmente es que
una persona que comienza a interesarse por la música contemporánea porque
ha oído algo y quiere informarse en ese terreno, o porque a lo mejor tiene una
formación cultural importante y desea conocer nuevas corrientes, si tiene
suerte y cae en un ambiente donde la música que se toca es de una cierta
calidad, esto le ayudará pues a seguir adelante. Pero supongo que si cae en
uno de esos conciertos espantosos, sufre una especie de rechazo inevitable -y
no volverá a acercarse. Esto no tiene solución.
-Considerando los últimos quince o veinte años, ¿cuál es la relación actual del
público europeo con la música contemporánea? ¿Hay una cierta aceptación, es
poca, es mayor que antes?
-No, yo creo que hay una especie de constante. No es que haya un gran
público, pero hay un público estable que sigue una serie de conciertos. De
todas maneras, ha cambiado un poco por la misma situación del continente.
Hablando una vez con Xenakis, con quien tengo una amistad bastante grande,
él me contaba sus comienzos y decía: "Por muy brutal que pueda ser lo que
digo, después de los grandes cataclismos, de las grandes guerras, hay una
apertura tal de la gente, quieren conocer tantas cocas para olvidar aquello...
Esa fue nuestra chance en los años '50, la gente quería conocer algo nuevo
para olvidar lo que había pasado. Lo que pasa es que ese impulso, como todo
impulso, a partir de un momento comienza a frenarse, entonces hay como olas.
En los años '50 y 'ó0, los conciertos de "música viva" eran publicitados y
escuchados de una manera increíble. La carrera de un Pierre Boulez no se
hubiera hecho en los años '70, de ninguna manera, es un producto típico de los
años '50 y '60. Siendo un director excelente si él hubiera comenzado en los
años '70, no hubiera llegado tan lejos. Él fue una de esas personas que
apareció en el momento justo; fue impulsado por este interés que había y luego
siguió adelante. Hubo otros directores que comenzaron allí pero como eran
flojos no continuaron de la misma forma. Ahora estamos afortunadamente lejos
de grandes cataclismos, entonces el interés se va sedimentado un poco, pero
siempre existe, pues cuando una corriente se pone en movimiento no se para
nunca. También hay que decir, como aspecto negativo, que en esto ha hecho
mucho daño la industria discográfica, porque ha creado un público con una
visión muy parcial de la música. Lo mismo que la televisión, que ha fallado en
todos los países en su aspecto educativo de una manera radical. También la
crítica; no sé aquí en Latinoamérica, no la conozco, pero en Europa ha fallado
en su aspecto educativo, es decir, se ha convertido en una especie de gacetilla
que no interesa a nadie. A nadie le interesa que digan que el señor Muti dirige
muy bien; es un absurdo. La verdadera crítica fue por ejemplo la de Schumann,
que en esos años era quien a través de una selección personal indicaba ciertas
corrientes que sería conveniente seguir, etcétera. Hoy en día la critica
verdaderamente es tristísima: decir que el señor Pavarotti cantó muy bien o
decir que cantó muy mal, realmente no tiene ninguna importancia.
-Claro, y hay gente que utiliza esto para hacer la carrera personal. Es decir, lo
que quiere alguna gente son críticas buenas, no importa lo que haya hecho.
Por ejemplo, un director de orquesta a mi modo de ver muy mediocre como
James Levine, debe toda su carrera a una crítica que salió en una revista
alemana, que fue un error de Stückenschmidt, diciendo que era un director de
los más sensacionales que había visto. De repente tuvimos a James Levine
hasta en la sopa. Hay ciertas cosas que yo no entiendo: he escuchado una
grabación suya de una obra clásica de repertorio: La Creación, de Haydn, de lo
más chapucero y con una orquesta como la Filarmónica de Berlín. En cambio
escuchando la de Jochum con una orquesta también muy buena como la de
Munich, es otro mundo. 0 sea, este es un señor hecho a través de la
discografía y no hay prácticamente ningún disco suyo que sea válido, porque
todo es bastante flojo. Y la producción es continua, continua y cada vez es más
indiferenciada. Hay una especie de interpretación global, general, que es
terrible para la mósica, una especie de nivelación de todos los elementos y eso
es todo. Es un resultado tal vez agradable pero de una falta de estructuración
musical enorme. Y yo no sé si es que no lo sabe hacer; tendría que saberlo
hacer. Una persona que ha estado al frente del Metropolitan muchos años
tendría que haber tenido un crecimiento, una persona que ha estado con una
orquesta como la Filarmónica de Viena tendría que tener un crecimiento. Pero
de esto realmente es culpable esta industria discográfica que ha condicionado
una serie de cosas de una manera muy importante y lo que más ha dañado es
el repertorio actual porque ni se preocupan con él, no quieren saber nada y si
hacen algnón disco es como una especie de coartada para poder decir que
ellos también han grabado algo, cuando en realidad no producen casi nada de
la música de nuestro tiempo.
-Lo quo yo había oído de ellos me pareció muy bueno. Por ejemplo, a Hilda
Dianda, cuando estuvo en España -yo trabajaba en las juventudes musicales-
le dimos el premio a la mejor composición, un cuarteto de cuerdas excelente.
Mariano Etkin impactó mucho con la serie Soles que estaba haciendo en
aquella época. De Gerardo Gandini hicimos El Adieux, aquello también golpeó
muy fuerte; pero es curioso, en España quedó algo pero no sé por quo luego
no trascendió mucho. Bueno, si sé por qué, porque España estaba
completamente aislada. De un modo general, hay muchos problemas de tipo
editorial, hay editoriales muy fuertes quo prácticamente imponen a sus
compositores. En realidad no es quo impongan, pero la presión es tan grande
quo pueden hacer quo una serie de autores se difundan aunque su música no
sea la mejor. Es una cuestión también de las personas responsables de los
conciertos, es un riesgo a correr por cada programador o cada director. Es
decir, muchas veces hago un encargo a ua compositor quo ha hecho una obra
muy buena y lo que realizes puede no estar muy bien y no olvidemos de
nombrar a alguien con quien tengo bastante contacto, que un poquito es
argentino, Mauricio Kagel. Mauricio ha estado tanto tiempo en Alemania quo
uno se olvida de que es argentino. De él he estrenado su ballet Tantz-Schul en
la Opera de Viena. Fue uno de los primeros estrenos que ha habido en la Staat
Oper de Viena en Ios últimos treinta años; en Viena no son muy arriesgados.
Documentación
I. Caminos 1
"Cuando ciertas personas nos dicen que hemos encontrado el buen camino, lo
más probable es que vayamos mal encaminados. ¿Qué entenderán por el
camino del bien? Si se refieren a la clase de música que se puede sintetizar en
el "esto si que es música" de todos los que sienten el agravio de lo nuevo,
entonces podemos considerarnos perdidos, pues no hay peor fracaso que ser
elogiado por los que están muy lejos de compartir nuestras ideas y nuestros
puntos de vista; o ellos se acercaron a nosotros, lo que no es muy halagüeño, o
sintieron que nosotros nos acercábamos a ellos, lo que es decididamente
insufrible."
Nuestra música mexicana tiene todas las características de esa pueril vanidad
provinciana que se presenta a sus coterráneos con trajes y maneras de la
capital. Es música envuelta en sedas importadas de los bulevares europeos,
música hecha a base de diminutivos empalagosos, tan alejada de la realidad
dolorosa y palpitante de las masas, como una recepción diplomática o un
aristocrático sarao. (Probablemente éste es el buen camino, pues la música
dura y fuerte, que no se pasea en Rolls Royce sino que camina con los pies
desnudos, no es del agrado de los oídos civilizados y refinados de los salones
europeos.)
El grito plebeyo, fecundo en rebeldías, de un desarrapado tiene más fuerza
constructiva que un millón de "five o'clock teas". (Pero éste ha de ser el mal
camino. Desde luego, un camino que no está asfaltado.)2
III. Itinerarios
IV. Esquinas
V. Sensemayá
Uno de los más notables poemas del mulato Nicolás Guillén (Sensemayá,
perteneciente al volumen West Indies Ltd. de 1934) inspiró -con homónimo
título- una de las más notables obras musicales de América Latina. Revueltas
hace su obra más acabada y más maestra fascinado por este canto ritual para
matar una culebra. La magia hipnótica de Guillén se potencia en las estructuras
rítmicas de Revueltas.
i Mayombe-bombe-mayombé!
i Mayombe-bombe-mayombé!
i Mayombe-bombe-mayombé!
i Mayombe-bombe-mayombé!
i Mayombe-bombe-mayombé!
i Mayombe-bombe-mayombé!
Tu le das con el hacha y se muere:
idale ya!
iNo le des con el pie, que te muerde,
no le des con el pie, que se va!
Sensemayá, la culebra
sensemayá.
Sensemayá, con sus ojos,
sensemayá.
Sensemayá, con su lengua,
sensemayá.
Sensemayá, con su boca,
sensemayá ...
¡Mayombe-bombe-mayombé!
Sensemayá, la culebra ...
Mayombe-bombe-mayombé!
Sensemayá no se mueve ...
iMayombe-bombe-mayombé!
¡Sensemayá, se murió!
i Mayombe-bombe-mayombé! o
Sen-se-ma-yá, sen-se-ma-yá o
La culebra tiene ojos de vidrio o
idale ya!
pero tal vez más como guía interna que como traslación textual, más como
lectura poética interna que como estricta musicalización rítmica o melódica.
Según Garland, en la segunda versión, esos elementos musicales se han
mantenido claramente asociados a la composición musical del poema, tanto en
la marcación de las secciones como en los acentos y onomatopeyas
relacionadas con los ritmos tímbricos (o timbres rítmicos) de Revueltas,
aunque, de los dos, el más claro es el segundo. En todo caso, el primero se
define mejor en sus agregados y transformaciones sucesivas.
VI. Ventanas
Notas
Tramos
Graciela Paraskevaídis
Primer tramo
Segundo tramo
De entre los evidentes elementos referenciales que juegan de eventual común
denominador para una posible aproximación a ellas, resultan inconfundibles y
distintivos: a) lo voluntariamente a-discursivo del transcurso, b) la preferencia
por el material microfónico (radial o ambiental) parcial o totalmente utilizado
como fuente básica, el montaje de corte duro,2 c) el humor manejado
sorpresivamente, ch) lo dramático sin retórica, d) la utilización de la voz, sea en
palabra (hablada, recitada, multiplicada, distorsionada, montada, camuflada),
sea en variedades de "canto" (de emisión no europea, por cierto), e) el use del
silencio, f) un amplio espectro de lo reiterativo.
Tercer tramo
Cuarto tramo
Quinto tramo
Sexto tramo
Séptimo tramo
Octavo tramo
El estreno mundial de Tramos tuvo lugar el 'miércoles 15 de octubre de 1975,
en el marco de dos conciertos dedicados a la música electroacústica de
Latinoamérica, organizados por el desaparecido Núcleo Música Nueva de
Buenos Aires en colaboración con el Núcleo Música Nueva de Montevideo, en
el (atestado) auditorio del Instituto Goethe de Buenos Aires. En el debate.
posterior a la audición de las obras, Tramos polarizó una encendida discusión
-entre otras- sobre si "eso" era música. Porque si sí, había que empezar a
cambiar y sustituir las definiciones habituales, indiscutidas y sacrosantas del
inefable arte de combinar los sonidos.10
Notas
RADIO MUNICIPAL
"Encuentros”
(Romero Brest)
tos
RADIO MUMCIPAL
"Fémina"
(Emisión especial de la
Radiodifusión belga)
cortina musical (piano)
RADIO MUNICIPAL
"Encuentros"
(Romero Brest)
-y ponen los ojos en blanco porque dicen que el Barrio Norte parece París, ¡si
es cierto!
RADIO MUNICIPAL
"Fémina"
cortina musical (piano)
RADIO MUNICIPAL
"Casos, cosas y
curiosidades"
(Emisión especial de la
radiodifusión sueca)
-Eeeh... la mujer sueca, bueno,
quiere aparentar tener 25 años toda
la vida y a veces lo logra la primera
mitad de su vida.
RADIO MUNICIPAL
(Desde París, emisión
especial de la
Radiodifusión y TV
francesas)
cortina musical (orquesta tipo jazz)
RADIO MUNICIPAL
(Idem)
-j'aime quand tu es en paix, puis j'aime aussi ton rire
-(risas masculinas)
-La gaieté te va bien.
RADIO MUNICIPAL
"Encuentros"
(Romero Brest)
-... porque...
RADIO MUNICIPAL
"Fémina"
cortina musical (orquesta)
-Fémina...
MANIFESTACION
silbatos, bombos, voces
-... soltá (?) ...
RADIO RIVADAVIA
"La vida y el canto"
-... sí, con él ..., bueno, con nosotras es bastante amigo, así que se prestó
dócilmente a... a las tomas fotográficas...
RADIO MUNICIPAL
"Encuentros"
(Romero Brest)
tos
-... entonces, entonces cuando vienen los europeos y ponen los ojos en blanco
porque dicen que el Barrio Norte parece París, ¡si es cierto!...
RADIO MUNICIPAL
"Fémina"
Cortina musical (piano)
(sigue detrás del texto)
-pensar en la pintura, puede ser, de inmediato, referirse a Brueghel, a Rubens,
a Magritte. Pensar en la canción, puede ser cantar algo de Jacques Brel.
Pensar en hermosas ciudades, será evocar a Brujas y hasta en la novela
policíaca Simenon será un autor inevitable. Esta emisión intentara que usted,
de ahora en adelante, asocie a Bélgica el nombre de sus poetas...
(piano)
RADIO RIVADAVIA
"La vida y el canto"
-Reiteramos los pesos para la gran pelea de esta noche que trasmite
Rivadavia: Cassius Clay 96,250; Joe Frazier 94,677.
RADIO MUNICIPAL
"Casos, cosas y curiosidades"
cortina musical (orquesta)
-¿Tiene usted una idea de cómo es la mujer sueca?
RADIO MUNICIPAL
"Encuentros" (Rolnero Brest)
-... entonces no se quiere nada. Lo que se quiere es seguir andando. Esta es la
gran filosofía política de esta... de estos países. Seguir andando.
MANIFESTACION
tos
silbatos, bombos, voces
-..."Gráfico"...
RADIO MUNICIPAL
"Casos, cosas y curlosldades"
cortina musical (orquesta)
-Casos..., cosas..., y curiosidades.
RADIO MUNICIPAL
"Encuentros"
(Romero Brest)
-... equivocado él también...
MANIFESTACION
silbatos, bombos, voces
-vamos, azules ... ..."Gráfico'
"Gráfico"... soltá...
PAUSA (4´´)
RADIO MUNICIPAL
"Encuentros"
(Romero Brest)
-... no hay ningún motivo para hacer un cuadro de caballete.
PAUSA (4´´)
RADIO MUNICIPAL
"Encuentros"
-Eeeh... la mujer sueca, bueno...
RADIO MUNICIPAL
(Romero Brest)
tos
RADIO MUNICIPAL
"Encuentros"
(cortina musical piano)
RADIO MUNICIPAL
(Desde París)
-...alors, dis-le moi, dis-le moi!
-Arrête, ne joue plus! Ma jolie chatte! Tu sais bien que tu es la seule... La seule
dans cette immensité.
-Desde París, fue un reportaje especial de la Radiodifusión y Televisión de
Francia para esta emisora.
RADIO RIVADAVIA
"La vida y el canto"
-Es un hombre que le gustan mucho [as costumbres de nuestro campo, las
cosas...
-Sí, sí.
-... la criolledad, ¿no? -Sí, sí, por supuesto.
-Eh, eh. Paciente.
-Con un humor excelente, además, y muy particular.
-Además, paciente para la fotografía.
-Sí, sí, con... Bueno, con nosotras es bastante amigo, así que se prestó
dócilmente a ... a las tomas fotográficas.
-Mañana vamos a comentar la fotografía de Borges...
-...cómo no...
-...eh, estee, Alicia. Ahora...
PUBLICIDAD RADIAL:
-(par de sonidos preparatorios de "jingle") "Pinda"...
RADIO MUNICIPAL
"Casos, cosas y
curiosidades"
-la mujer sueca es maravillosa, es elegante (sic), chic y también amorosa.
RADIO MUNICIPAL
"Fémina"
cortina musical (orquesta)
-y pare empezar alegremente este nuevo ano, nadie mejor que Annie Cordy,
vedette internacional aunque nacida en Bruselas. En París actúo recientemente
como estrella de primera magnitud en el estreno de la versión francesa de la
comedia musical americana "Hello, Dolly”.
MANIFESTACION
bombo, silbato, voces
PAUSA (4´´)
RADIO RIVADAVIA
"La vida y el canto"
-Rivadavia adelanta: Alejandro Semenewich ya es jugador de Chacarita, la
operación se realizó sobre la base de 2 millones de pesos moneda nacional.
CADENA NACIONAL DE
RADIODIFUSION
(Congreso Ecuménico)
-(canto colectivo): Tu palabra, Señor, es la verdad y la luz de mis ojos.
IDEM
sonido ambiente de calle
-¿Cómo te llamas?
-Oscar Armando López.
-¿Qué profesión tienes? -Bueno... ahoritita me encuentro lustrando zapatos,
porque usted sabe: la situación de la vida coma se encuentra.
-¿Cuántos años tienes, Oscar?
-Quince años de edad.
-¿Tú sabes ya leer y escribir perfectamente?
-Escribir no, señor.
-Y tienes quince años.
-Quince años tengo, tenor.
-¿Cómo ves lo el... el... la cuestión de la educación? ¿No crees que sin
educación no vas a ir nunca a ninguna parte?
-Pues, cómo no, yo... me desocupo a las cinco de mi trabajo, Ilego a mi casa,
agarro mil útiles y salgo para la escuela. Porque si no me educo no puedo ir a
ninguna parte, señor, porque usted sabe que el dinero y la educación es la
base de vivir en la vida.
RADIO MUNICIPAL
"Fémina"
cortina musical (orquesta) (sigue detrás del texto)
RADIO MUNICIPAL
"Radiodocumental
sobre la definición del
término'agresión' "
-Our accomplishment reflects the spirit of détente in its true meaning... (se
esfuma el inglés y se sobrepone la traducción al español)
-Nuestro logro refleja un espíritu de 'detente" en su significado más exacto.
MANIFESTACION
bombos, voces, autos, silbatos, bocinas, aplausos, ruido de avión
sobrevolando.
1. En la mayor parte del cine que podemos ver a diario, la música acompaña,
viste, neutraliza. Es triste, alegre, sombría o vigorosa según la imagen exija; su
verdadera vocación parece estar en este sincronismo: hacer lo que hace la
imagen (función de puntuación, de amplificación emocional o, más raramente,
de estructuración).
De todo esto, algo parece relativamente claro: la música es usada por el cine, y
salvo contadísimas excepciones, a partir que sus poderes más inmediatos, sus
efectos más triviales, su lenguaje más sumario.
2. La música viene arrastrando este rol de pariente pobre desde los comienzos
mismos del cine. Ya en el mudo, existía una música improvisada o programada
sometida a la necesidad de corresponder con la imagen visual y servir a fines
descriptivos, narrativos o ilustrativos, un poco a la manera de título intermedio.
Y si bien era un continuo, se detenía cada tanto, lo suficiente como para dejar
respirar al pianista que acompañaba a las imágenes, pero sería exagerado,
creo, asignarle un lugar de importancia en la construcción del filme.
Otras funciones se le adjudicaron además en esos primeros tiempos. Veamos
algunas:
a) Neutralizar el ruido del proyector que molestaba la visión (Kurt London).
b) Tranquilizar, en tanto el ruido del proyector unido a la oscuridad de la sala
infundían en el espectador la sensación de quedar librado a un mecanismo
(Adorno-Eisler).
c) Equilibrar, ya que el silencio se liga normalmente a la inmovilidad y ésta,
como tal, debía compensarse (Harris).
Distintas eran, quizás, las ideas que Eisenstein tenía al respecto, sobre todo si
hacemos caso a los análisis que efectuaba para Alejandro Nevsky. Para
Eisenstein era imprescindible que música a imagen formaran un todo en el que
eI movimiento o incluso la vibración seria el elemento común a lo visual y lo
sonoro. Hay aquí una cierta manera de leer la imagen visual que se
corresponde bastante a la audición de la música (vibración o movimiento). De
cualquier manera, sigue presente la idea de correspondencia y aunque ya no
es exterior o ilustrativa, el sincronismo "interno" eisensteniano (asociación de la
música y la imagen por el movimiento o la vibración), considera que el todo
debía ser una unidad superior producto del choque entre lo visual y lo sonoro.
A partir del advenimiento del sonoro-parlante, se pensó que la música quedaría
emancipada y cobraría vuelo. Sin embargo, y dejando de lado por un instante
las tentativas que se fueron produciendo con el correr de los años, quizás la
música permanezca hoy como uno de los capítulos pendientes más retrasados
en relación a otras investigaciones de lenguaje en el cine. Aun en los filmes
actuales más avanzados, la música sigue siendo siempre un decorado anodino
a inofensivo, simple ornamento para compensar el silencio o Ilenar vacíos.
3. La tradición de su uso desde los comienzos mismos parece haber
implantado la música como algo natural al cine, o mejor: como inseparable de
cualquier filme. No se pregunta nunca si se usará o no, sino qué tipo de música
habrá, como si su existencia en una película fuera un hecho consumado e
irreversible al que el cine no podría negarse. Esto me parece uno de los tantos
problemas pesados de sobreentendidos culturales porque la ley que une
música a imagen no tiene nada de fenómeno no inmediato o natural pero
obstaculiza la posibilidad de pensar esa relación de cualquier otra manera
(nueva).
4. En el cine no hay una única banda sonora sino, por lo menos, tres grupos
distintos: palabras, ruidos y música. De todos ellos, en el montaje sonoro de
una película, la música Ilega siempre a último momento, cuando la totalidad del
resto de la banda sonora ha sido completamente concebida y, en muchos
casos, ya armada definitivamente. De esta manera, sin saber junto a que
elementos irá a convivir en el interior mismo de la película, la música pierde
casi toda posibilidad de ser algo más que un simple telón de fondo.
El investigador francés Michel Fano ha insistido muchas veces sobre la
importancia vital que tendría la presencia del músico en la sala de montaje y en
su participación en los elementos sonoros que intervienen como en el
tratamiento musical de los sonidos no musicales. Estos puntos últimos han sido
centrales en el desarrollo del cine de Jacques Tati, en el que las relaciones
intrínsecas entre sonidos resultan deformadas y en el que los ruidos más
triviales pasan casi al estatus de personaje. Se trata de un trabajo muy
profundo en la búsqueda de nuevas relaciones entre los diferentes elementos
de una banda sonora. Entre las admiraciones de Fano, también figuran otros
cineastas que han trabajado en este mismo sentido: Mizoguchi en Los amantes
crucificados o Antonioni en su primera película, Crónica de un amor.
(Oposiciones múltiples entre la proximidad de un tema sonoro y el alejamiento
del tema visual -Mizoguchi- o autonomía de los diálogos y ruidos frente a la
música extremadamente tenue y reducida casi a intervalos-Antonioni-.)
5. A partir de los ochenta, los mundos sonoros que antes se pensaban como
puramente físicos ya no lo son tanto, ya no lo son más. La música
contemporánea y la electroacústica, el rap, las nuevas posibilidades (enormes
e infinitas) en las combinaciones entre lo hablado y lo cantado y las alternativas
de mezclas de todos estos materiales con otros de múltiples procedencias
(musicales y no musicales, ruidos de todo tipo a origen) han con formado una
nueva concepción de la música en tanto universo sonoro, que trasciende viejos
géneros y fronteras. Lo central es este uso o incorporación de materiales
violentamente heterogéneos a lo musical y la aparición de un pensamiento que
redefine a la música a partir de nociones de montaje (choque, colisión) de
elementos de orígenes sumamente diversos.
6. Cineastas que uno identifique rápidamente con el sonido no hay muchos:
Welles, Bresson, Eisenstein, Resnais, Mizoguchi, Santiago, Godard. Pero es
Godard, de todos ellos, el único para e! que la expresión universo sonoro
tendría un sentido fuerte.
Si según Thierry Jousse, Godard en tanto cineasta es un verdadero
programador radial, es porque se trata del único que hace trabajar en niveles
iguales materiales sonoros tan diversos y codificados. Desde una perspectiva
casi eisensteniana, el campo sonoro de Godard es un inmenso campo de
batalla en el que los distintos grupos sonoros avanzan, retroceden, combaten
con una audacia casi sin precedentes.
Tomemos, por ejemplo, El Poder de las Palabras (France-Telecom), un video
que tuve la oportunidad de ver hace muy poco tiempo: aquí Godard lleva hasta
lo último esta idea de banda integral, arte del collage. Las voces amplificadas
electrónicamente, sintetizadas, se transforman en sonidos puestos en el
espacio, propulsados al cosmos, mezclados con ruidos de todo tipo y
canciones de Bob Dylan y Leonard Cohen, arrancadas de su contexto sin el
menor miramiento. Se han pulverizado aquí todas las categorías sonoras hasta
hoy infranqueables: música, ruidos, palabras, en función de una nueva realidad
sonora que sobrepasa completamente las condiciones de lo natural y lo
artificial. Y aquí sí, parecemos estar decididamente del lado de la
electroacústica.
En Carmen, el uso de los movimientos musicales (Beethoven), los ruidos, los
sonidos del mar o los pájaros, el punteado de las cuerdas, e! ruido del tren, los
arrastres del arco y las ráfagas de las ametralladoras; todo esto pero además
sus correspondencias y sus desplazamientos, forman la potencia de un
continuo del que nos es virtualmente imposible distinguir música, ruidos o
palabras independientes sino, más bien, rivalizando, tapándose,
atravesándose, interceptándose permanentemente, obligándonos a leer la
imagen como si fuera una partitura.
En Godard, los ruidos devienen verdaderas músicas concretas. Tomemos la
voz de una cantante de opera, el sonido de un cepillo de dientes eléctrico, una
conversación telefónica parca y tendremos la secuencia de inicio de Sauve qui
peut (la vie).
Sin hablar, por supuesto, de tantas otras secuencias en que la música silencia
los ruidos o las voces. En Godard hay siempre combate, alteración de un
sonido por el otro. Se trata de integrar los hablados y los ruidos a la música
como si fueran cantos, instalar (nuevas) relaciones dinámicas entre los
sonidos.
Quizás sea posible, así, no ya inventar un nuevo espectador sino un nuevo
oyente. Pensando la música en su forma menos pura (cortándola,
contaminándola de otros materiales) quizás se pueda -paradójicamente-
hacerla existir de nuevo, reinventarla, hacerla decir lo indecible.
Carta
Silvestre Revueltas
España
Silvestre Revueltas
Esquinas
Silvestre Revueltas
Planos
Silvestre Revueltas
Se tocó el año pasado. Se dividieron las opiniones. Algunos pensaron que era
Stravinski; quién sabe qué pensaría Stravisnki. Como se usaron dos pianos y
unos gongos, los acordes de principio y del final recuerdan la sonoridad de los
últimos acordes de Las bodas, de Stravinski; sin embargo, no son ni las
mismas notas ni los mismos intervalos; lo que probablemente les da mayor
semejanza.
Planos: arquitectura "funcional" que no excluye al sentimiento. Los fragmentos
melódicos brotan de un mismo impulso, de una misma emoción, que los de
otras obras del mismo autor. Cantan dentro de un ritmo obstinado, siempre en
marcha, dentro de una sonoridad tal vez extraña, por desacostumbrada, que es
como su ambiente. Ritmo y sonoridad reminiscentes de otros ritmos y
sonoridades, probablemente como un material de construcción se asemeja a
otro, o es el mismo, pero sirve a construcciones diferentes, en sentido, en
forma, en expresión.
8 x radio
Silvestre Revueltas
Ecuación algebraica sin solución posible, a menos de poseer profundos
conocimientos en matemática. El autor ha intentado resolver el problema por
medio de instrumentos musicales, con éxitos medianos, del que la crítica
conocedora en achaques de números podrá juzgar con su habitual
ecuanimidad.
Caminos
Silvestre Revueltas
Janitzio
Silvestre Revueltas
-Siendo muy chico aún. Empecé estudiando violoncello, pero tendía a crear
cosas y con el instrumento me di cuenta de la tremenda limitación de la sola
intuición. Entonces pedí permiso a mi padre para trasladarme a Córdoba,
donde estaba Teodoro Fuchs, director de la Sinfónica de Córdoba. Estamos
hablando de 1938-1939. Recién en el '40 me trasladé a Córdoba y,
desgraciadamente, después de hablar con Fuchs para iniciar mis estudios tuve
que volver al Chaco por un problema de salud y volví en 1943 para estudiar
con el directamente composición. Fui prácticamente su único alumno durante
seis años. En el '48 terminó mi trabajo con él y me pidió que hiciera una obra
para demostrar lo que había aprendido en esos años. Esa obra fue el
Concertino para piano y orquesta de cuerdas.
-Sí, afortunadamente, gracias a los buenos oficios del que fuera director
preparador de la Sinfónica Nacional recién creada (1952), Roberto Kinsky. La
parte de piano la hizo Haydée Yordano, muy bien realizada y estudiada. Fue
para mí un regalo impresionante de Kinsky, que apoyaba a la gente joven. El
revisó un poco la orquestación.
-Extrañamente, con anterioridad a esta obra, tenía unos estudios previos, como
la obra para flauta y piano y otro trabajo para canto, clarinete y piano.
-No, no los escuche más. Solo el año pasado. Escuché la Suite para flauta y
piano hecha por Claudia Diehl y María Inés Caramello en piano.
-¿Es decir que una obra del '48 la escuchaste recién en el '88?
-Sí, pero fue muy lindo. También se hizo la otra obra, las Lamentaciones, con
Luis Pérez en canto.
-¿Lo conocías?
-Sí, por intermedio de Fuchs. Entonces Fuchs me dice: "¿Lo invito a Paz?" No
maestro, no me animo. Yo sabía que era una obra primera y que Paz ya estaba
muy evolucionado técnicamente. Sin embargo, mi sorpresa fue notable: al
finalizar el concierto se coloca al lado mío Juan Carlos Paz. Me felicita.
-Lo conocía; muy poco, pero lo conocía. "Leí en el diario y me arrimé", dijo. Me
hizo observaciones muy atinadas sobre la forma. Estuvimos charlando un rato.
Salimos. Saludo al director. Sale la pianista y digo: "La voy a acompañar por lo
menos al taxi", y Paz, con gran sorpresa, agarra un ramo de flores y se lo
acerca a la pianista en el momento en que toma el taxi, que incluso Paz mismo
había llamado. Un gesto para mí impresionante. Nos quedamos charlando, se
habrán hecho las 4 de la mañana.
-¿Sobre el concierto?
-Te pregunto esto, porque me interesa lo que tiene que ver con la música
experimental. Algo que me llama la atención es el espíritu de investigador. Sé
de algunas experiencias con piano, algunas experiencias electrónicas, como
primer individuo en el país, allá por el ´58. Pienso que todavía seguís
buscando.
-Sí, tenés razón. Creo que en general es una época así. Cada obra aporta
nuevas ideas.
-Terminadas esas obras paro para descansar. Esto fue en el '57-'58. Hasta que
encontré una veta que pensé que podía serme de gran utilidad, donde sentí
que podía hacer un aporte: son las técnicas anamórficas. Es decir: un período
bitonal, docetonal, post docetonal. Las Tres piezas para piano -entre el '54 y el
'56- están realizadas con el modo pero no con la técnica ni con el método. La
forma de las tres piezas y sobre todo la segunda, está dada per las alturas, las
intensidades y los toques.
-No, en absoluto. Fue una obra que me llevó un año y pico terminarla. Con esta
idea no hice más intentos. Fueron años de sequedad. Empecé, por otro lado,
los estudios de situaciones no musicales que inmediatamente traté de aplicar a
la música en la obra Funciones para percusión, trompeta y vibráfono
(estrenada en Nueva Música.) Acá empieza otra etapa, en 1960-1961. ¿Qué
significado tiene? El titulo "Funciones", no es un título. (Come decía un crítico
para un diario de Buenos Aires: siempre los compositores actuales le ponen
títulos raros a las obras). No era un titulo raro. Yo estaba trabajando con rectas
y curvas de las cuales, a través de sus distintos puntos, sacaba sonidos. Es
decir, a través de un anamorfismo obtenía sonidos y los trasladaba a un
pentagrama de alturas. La idea de las alturas me la dio Francisco Kröpfl sobre
los instrumentos de percusión y yo le agregué trompeta y vibráfono. Lo de
funciones significaba que el sonido estaba en función de la altura. Me llevó
bastante tiempo concretar esta idea. La realización no fue estrictamente
numérica, siempre guardo un poco la intuición.
-Quiero que marqués esto, porque parecería que entrás en un terreno rayano
con la matemática -eso no es música- a pesar de que sabemos que la música
ha estado ligada a la matemática siempre.
-¿Por que lo Ilamás preparado? Yo lo veo más cerca de las nuevas técnicas
instrumentales.
-Era simple. Busqué que no se desvirtuara el mecanismo del piano. Las alturas
estaban divididas en tres grandes regiones: grave, media y aguda, en donde el
pianista (en este caso yo) al ejecutar cualquier sonido grave de un Do3 para
abajo, hacía sonar toda la región mediante una chapa entre el clavijero y el
martillo. El martiIlo percutía la chapa y ésta percutía las cuerdas.
-Esta obra la grabé y se la llevé a Paz en Buenos Aires para que la estrenara
en Nueva Música (la estrenamos con un disco de pasta). Fue ahí cuando Paz
me contó lo que había hecho Cage. Esta preparación era bastante más burda.
El fagot (mediante el desarme y armado y las posiciones falsas) tenía también
tres regiones. A veces tocaba solo con la punta del fagot produciendo un
sonido muy agudo, un deslizamiento. Los músicos estaban muy
entusiasmados. La obra fue percibida por la crítica muy libremente. Es
importante cuando alguien libremente escucha y dice lo que escucha, sobre
todo con algo que no es tradicional.
-Después hice las Variaciones para violín y piano preparado. En realidad ésta
es la primera de las dos obras. Después dejé este tipo de experimentación y
pasé a otra cosa.
-Esto parece una cosa abstracta, pero vos hablás de un grupo de tres
elementos y sus permutaciones: en el fondo un acorde es eso.
-Los elementos que tomo del anamorfismo, de otras disciplinas mentales, son
aquellos cuya realización abstracta me sirve para la nueva formulación musical.
Mientras que las formulaciones de otras disciplinas que no sean abstractas no
sirven para la música. Eso es lo que yo pienso.
-Creo que en todo pensar compositivo hay una situación regresiva. Empecé a
encontrar las consonancias y sus riquezas después de una disonancia o la de
una disonancia después de dos o tres consonancias. Pienso que el compositor
debe volver a encontrarse con el sonido y sobre todo con relación al oyente.
Toda música es escrita para ser oída. Esto es viejo pero nos habíamos
olvidado un poco. Muy posteriormente, la realización de obras con
computadoras me ha hecho pensar mucho más sobre el sonido en sí mismo y
me he olvidado de todas las situaciones de las que hemos hablado. Por ej.: el
Horeb (significa Montaña de Dios), que es una obra que hice hace poco y que
fue estrenada en el Centro Cultural Ciudad de Buenos Aires. Esta obra intenta
una revalorización no solo de la consonancia sino también de la melodía como
elemento integrante de una situación sonora. Es una relación entre el tema (en
este caso del viejo Testamento) y el sonido. Entonces esa conjunción o
relación entre la situación poética y el sonido conlleva una regresión que hace
que el sonido no sea un ente absolutamente independiente del texto, sino que
se relacione con él.
-¿Podrías vincularlo a un movimiento neofigurativo?
-No, es un recuperar la significación del texto, que se dirige a todos los seres
humanos con relación a un sonido que intenta integrarse fundamentalmente a
ese texto, con una realización no personal, no mía, sino nuestra.
-Este período tiene una continuidad, más allá de que trabajes con medios
electroacústicos o artísticos...
-Se puede dividir en dos: el trabajo con sonido sintético por medio de
computadoras o lo que sea y el trabajo instrumental. Cada una de estas vías
lleva su propio pensamiento: el Horeb (que no es el primer trabajo con
computadoras sino que hay experiencias previas) viene del pensamiento del
cual ya hemos hablado, y el otro, meramente acústico, tiene su propia situación
compositiva. Por ejemplo: el Trío para piano, flauta y clarinete de 1987 consiste
en una suerte de evento sonoro... del proceso en ese momento o sección
añadiéndole situaciones de las que hemos hablado respecto de un tiempo y
espacio topólogicos.
-Sí.
-¿Querés explicarlo?
-Si los eventos no son conectados, si las vías de ejecución no son conectadas
entre sí, se pueden desarrollar tiempos independientes, pero que en un espacio
determinado llegan a ser simultáneos. O sea, hay una simultaneidad que ya
conocemos, por ejemplo un acorde, pero hay una simultaneidad que no precisa
que en el instante se dé, sino que se dé en un espacio determinado, y por no
estar conectados existe una "simultaneidad" más allá de lo simultáneo
concebible. Esta es la idea conductora del Trío. A veces el piano hace de voz
conductora y los otros dos instrumentos interactúan topológicamente. Esto se
ve mucho al final, donde el piano realiza una situación sonora con tres
elementos finitos y opera con ellos. Es lo que habíamos hablado antes. El
trabajo tuvo muchas críticas bastante bien hechas. El pianista tiene un rol muy
importante. Es una obra que me gusta mucho.
-Si yo tengo una idea y la puedo plasmar casi en su totalidad con el sonido,
tengo que sentir que he realizado algo. A veces no es tan así, pero en este
trabajo, sí: me siento contento con la idea y la realización.
-Sí, totalmente. Dicen los que han estudiado el tema que un topólogo es un
señor que no sabe distinguir entre un círculo y una taza de café. Hay que llevar
esta idea al campo sonoro.
-Estaba pensando en cierta polifonía del siglo XII o XVII en donde cada voz
llevaba su propio texto y .su propia organización temporal.
-Claro, pero todavía hay una conexión de tipo poético. Es difícil hacer pensar a
tres instrumentistas que no tienen nada que ver uno con otro.
-En eso estoy. Estoy trabajando con la idea de la topología y la idea de las
curvas fractales.
-Pensemos que hay una temporalización del espacio aunque puede haber una
espacialización del tiempo. Por ejemplo: en Debussy hay una espacialización
del tiempo, carga las tintas sobre el espacio más que sobre el tiempo.
-Claro. Por ejemplo: toda sección en donde exista solamente la ley de paridad
(que es uno de los procesos sin duda impresionísticos o una de las técnicas
más conspicuas) se da más en el espacio que en el tiempo. El pensamiento se
espacializa más que temporaliza. Por ejemplo: en la Romanza para canto y
piano hay ocho compases dentro del mismo acorde. Hay una espacialización.
¿Qué corre en el tiempo? Sin duda.
-Sí, en este caso armónico, en lo que hace a las tres dimensiones. El acorde es
tridimensional por naturaleza. Pero no puedo decir que Schumann es más
espacio que tiempo, es al revés. En Bach el tiempo es lo fundamental, porque
una fuga es 90% tempo y 10% espacio. El contrapunto es una situación
fundamentalmente temporal.
-La melodía es una imagen del tiempo en música y la armonía es más una
imagen espacial. La segunda menor es la imagen del tiempo por antonomasia:
es deslizar en el menor espacio posible un tiempo.
-Pero ¿qué queda para el ritmo, si decís que una segunda menor es una
medida de tiempo?
-Digamos que en lo obra, a partir de este momento, hay una bifurcación: por un
lado, la experiencia electroacústica que termina con la computadora, y por otro
lado, la lutheria que se orienta al encuentro de dos corrientes, la topológica
(temporal) y las curvas fractales.
-En cierto mismo, siempre seguís con esta idea del anamorfismo.
-El encuentro con Paz fue una cosa bastante extraña porque era bastante
mayor que yo, y sin embargo desde el primer instante me demostré mucha
afectividad. Siempre me dijeron: es un hombre seco, de muy poca
comunicación, etc. Sin embargo no fue así. Desde el primer instante me arrimé
a él y me recibió como un viejo, conocido y querido amigo y así yo lo he
sentido. Por ejemplo: yo iba a Buenos Aires y lo primero que hacia era ir a su
casa. Tocaba la puerta, aparecía él en persona e incluso hasta dejaba de
trabajar. Salíamos, tomabámos café, etc. Así todos los días. El fue el que me
contó hacia el '51-'52 las experiencias de Schaeffer y de su libro famoso.
Prácticamente lo leímos juntos. También conocí las experiencias de George
Perle. Luego leí artículos de Paz. Creo que ha sido para mí el maestro, no tan
directo en el sentido de, la enseñanza personal, pero sí indirectamente y creo
que lo ha sido para muchos de nosotros. Era para mí un personaje muy
respetable y querido. Se me ha dado esa relación tan hermosa con él, que es
inolvidable. Nos escribíamos semanalmente.
-No tanto. El era muy respetuoso de la línea de cada uno. Lo que él cuidaba
era la línea de conducta a seguir y eso lo transmitía, y de eso hemos hablado
siempre: del creador frente al sonido de nuestro siglo. Ha sido señero para mí
sin que yo lo siga como técnica o conducta mental frente al sonido. No lo
olvides de que él era un antirromántico por naturaleza, hablando de la estética.
Cuando lo conocí era muy reacio a Debussy.
-El único lugar que tenemos en cierta forma para poder vivir un poco...
-Lo difícil es encuadrar un proyecto para un curso, porque todos los años
entran veinte o treinta alumnos, de los cuales un año quince son bastante
parejos, el otro hay diez que no saben nada, cinco que saben un poco más,
etc. Lo primero es captar un estado, un nivel. Pensemos en lo siguiente: un
curso entra, estoy frente al curso, tengo conciencia de que no puedo enseñar a
componer, no puedo introducirme y dar la cantidad suficiente de impulsos
creadores. Entonces ¿qué hago? Lo primero es nivelar el curso, para lo cual es
bueno decir las siguientes palabras: '”Toda composición es un sistema de
sistemas. El gesto creador es vale de herramientas con las cuales incide en la
materia sonora”. Esto los hace reflexionar. Muchos de ellos piensan que crear
es simplemente intuir algo y realizarlo en un papel; ¿desarrollar el
pensamiento, la creación, no existe?, ¿conocer la mejor herramienta para mi
mejor expresión? Cada uno de ellos debe expresarse solo como es él, pero
debe conocer, comprender y llevar adelante su idea con la mejor herramienta
posible, es decir debe encontrar la mejor forma de expresarse. Es toda una
búsqueda de ellos que una imposición de herramientas de parte mía. Dejo que
ellos se desarrollen.
-Esto debería llevar a que existieran más compositores con rasgos originales y
sin embargo no es así.
-Sí, hay. Podríamos hablar de uno de los casos más típicos: por ejemplo Pedro
Palacios. Se va a Europa hace tres años, sin conocer nada ni tener nada por
delante. AI año me escribe una carta: había sacado un primer premio en París,
de compositores jóvenes. Me llenó de alegría porque era un producto nuestro,
tan nuestro que llego a la escuela sabiendo escasamente la ubicación de los
sonidos en el pentagrama. Lo más lindo es que el año pasado recibí otra carta
en donde me cuenta de sus nuevas adquisiciones en distintas ciudades de
Europa. Dice que allá no estudió con nadie más, intentaba hacerlo con
Messiaen, Boulez, pero parece que no se integra. Eso es un aliciente muy
lindo... y hay otros. Uno dirá: de 150, 200 egresados, que haya uno no es un
gran avance. Yo pienso que si lo es. ¿Cuántos egresados habrá del
conservatorio de París? Miles. ¿Cuántos conocemos? Muy pocos.
-La institución se hace cargo de una parte del problema, la otra le corresponde
al profesor y el alumno tiene a su cargo otra parte.
-Pienso que el alumno tiene una parte más importante. Este chico no es
cordobés. Es un personaje absolutamente ajeno al medio europeo.
-El compositor ha cedido todos sus espacios sociales, se limita a hacer su obra
en su casa, no creando una conciencia de la necesidad de fomentarla.
-¿Programático?
-No exactamente. Vos sabés que las conductas positivas no pueden escapar
de las eternas conductas compositivas que son pocas: o sos programático, o
sos abstracto, o sos evolutivo, o concreto, etc. Hay muchos nombres pero en
realidad las conductas son muy pocas. Creo que la composición que es una
obra de arte es absolutamente independiente y no repetitiva incluso dentro del
mismo autor. Pero hay gente que hace tres obras que son una sola, por
ejemplo: tres obras con ritmo de malambo (que ya se han hecho), pero no ha
evolucionado la rítmica. No es Bartok, que sobre los ritmos populares ha hecho
maravillas.
-Mucho. Ese misterio de como meterse con el folklore sin serlo. Después del
Horeb hice el Trío para piano, clarinete y flauta. ¿Cuál ha sido la intención?
Posiblemente el volver a enfrentar el sonido natural. ¿Cómo realizar una
forma? Sabes que soy muy apegado a la forma, no creo que ninguna obra se
haya realizado sin forma. Decir algo amorfo es decir algo incomprensible. El
Trío tiene como formulación la realización de operaciones en tres elementos, lo
que da la forma, ¿qué es la forma? No es el ropaje exterior de una creación. La
forma no tiene preexistencia, es la realización de un pensamiento. Esto sucede
con el Trío, tiene una macroforma (sistema de sistemas) que envuelve un
pensamiento. El piano es el elemento sonoro permanente, no así los otros dos
instrumentos. Fue pensado más pianísticamente pero sin descuidar a los otros
dos instrumentos. ¿Cuál ha sido la forma armónica? Ha sido mucho más libre.
Por ejemplo: existen las formas armónicas que surgen de funciones, las
disonantes (con predominio de la disonancia), etc. Acá el acorde conforma el
elemento de un grupo de tres elementos casi constantemente hace una suerte
de motívica, en donde los tres elementos, que operan entre sí van dando la
motívica formal del grupo de tres elementos. Cada uno de ellos es un acorde
típico o una simultaneidad típica.
-Hice el Dúo para flauta y computadora el año pasado, que fue pensado y
dedicado a Claudia Diehl, una excelente flautista y música. La operación que
realiza la computadora, la tiene que hacer la flauta, es una confrontación entre
el sonido sintético y el sonido acústico. La dificultad es que la máquina no
espera ni fracción de segundo, tiene un rigor rítmico. La utilización del tiempo
para la flauta es diferente que para la computadora. Claudia lo hizo bien.
-Después hice el Canticum para computadora sola. Ahora tengo un proyecto
nuevo: ahondar con las situaciones topológicas y las situaciones fractales.
Carmelo Saítta
Bibliografía
Jean Mitry, Estética y psicología del cine, tomo I: Las Estructuras; tomo II: Las
Formas. España, SigloXXl editores, primera edición en castellano, 1978.
Henri Pousseur, Música, semántica y sociedad, Madrid, Alianza Editorial, prime
ia edición en castellano, 1984.
Pierre Shaeffer, Tratado de los objetos musicales, Madrid, Alianza Editorial,
1988.
Umberto Eco, La estructura ausente, Barcelona, Editorial Lumen, 1978.
Gisèle Brelet, Christian Metz, Jean Mitry y otros, Estructuralismo y estética,
Buenos Aires, Ediciones Nueva Visión, 1969.
Umberto Eco, Apostillas a El nombre de la rosa, Editorial Lumen- Ediciones de
is Flor, 1987.
Theodor W. Adorno, Hanns Eisler, El cine y la música, España, Editorial
Fundamentos, 1976.
Nöel Burch, Praxis del cine, España, Editorial Fundamentos, 1985.
No hay instante de rapto, pero toda la audición es una situación de rapto, casi
inmaterial, a diferencia de una materialidad fuerte como las del rock y el jazz.
¿Se puede hablar de partes? ¿Percibo partes del Cuarteto? ¿O sólo células,
unidades mínimas de sonidos perfectamente organizados y significativos?
Unidades: en cada una de ellas hay formas diferentes de tocar las notas: con
los dedos, con el arco en forma continua, en pequeñas frases, nota a nota,
acordes de los cuatro instrumentos, unísonos, pequeños quejidos, fugas…
Han transcurrido cuatro horas: hay lo que yo llamaría un protagónico del violín,
respondido por acordes continuos de los otros instrumentos. Distingo todo con
una claridad casi excesiva. Sin embargo, la música tiene una cualidad
ondulante y respiratoria.
Goethe1
"... mi enseñanza, en contraste con métodos más rápidos, retarda el tiempo del
proceso educativo. Esto no solo guía al alumno hacia el conocimiento genuino,
sino que también eleva la moral de las actividades artísticas en general.
Seguramente es ya tiempo de poner fin a la enseñanza de la música en cursos
condensados, como se enseña idiomas para su use en el comercio."
Notas
1.- Citado por Schenker en Free Composition, New York, Longman Inc.
2.- Op. cit., pág. XXIII.
3.- Primera edición, New York, Charles Boni, 1952; 2da. edición, New York,
Dover Publications, Inc., 1962.
4.- New York, McGraw-Hill Book company, 1969.
5.- Wien, Universal Edition A. G., 1934
6.- New York, Schirmer Books, 1982.
7.- Free Composition, ver Nota 1.
8.- New York, Alfred A. Knopf, 1945.
9.- New York, W. W. Norton & Co., Inc., 1982.
10.- New Haven, Yale University Press,1977.
11.- New Haven, Yale University Press, ]983.
12.- Citas de Oswald Jonas en la Introducción de Schenker, Heinrich, Harmony,
Chicago, The University of Chicago Press, 1954, pp. XII y XIII.
13.- 2 vols., Berlín, 1771-1776.
14.- Jonas, loc. cit., énfasis del autor.
15.- Schenker, Harmony, p. 138.
16.- Op, cit., p. 25, énfasis del autor.
17.- El propio Rameau abrió un intersticio para la duda, al considerar la primera
inversión del II7 como un IV con "sixte ajoutée" (N. del A.)
18.- Ver el concepto de "transferencia de registro" en Forte, Allen y Steven E.
Gilbert, Introduction to Schenkerian Analysis, p. 123.
19.- Ver los conceptos de "sucesión" y "progresión" de acordes en Green,
Douglas M., Form in Tonal Music, New York, Holt Rinehart & Winston, Inc.,
1965, p. 17.
20.- Ver concepto de "período paralelo" en op, cit,, p. 63.
(LULÚ número 4, Noviembre de 1992)
Felix Schmidt y Jean-Michel Damian
Dos reportajes a Mauricio Kagel: De Beethoven a Ludwig van
Ludwig van
Mauricio Kagel: Es tan importante para mí, que he decidido rodar Ludwig van, y
avenirme a los malos entendidos.
F.S.: Si usted concuerda en que debería juzgarse la música sobre todo según
la posición histórico-filosófica que ocupa, ¿qué importancia tiene entonces la
obra de Beethoven desde ese punto de vista?
M.K.: Tiene, por cierto, la importancia de un arte que hace estallar los límites
impuestos por las formas y las actitudes transmitidas. Esta manera de concebir
la música cuestiona todo cuanto pertenezca al pasado. Así, Beethoven
presentó a la sociedad vienesa las formas musicales que ésta prefería -como
las sonatas y los conciertos para piano-, pero la retórica de las obras no se
ajustaba a los cánones, y parte de Io que el simple desprecio por las
convenciones había destruido confirió a la música de Beethoven, por el
contrario, gran capacidad de resistencia. Ante todo, esto tuvo dos
consecuencias: ya no se pensaba que el compositor sólo debía ofrecer
diversiones a su público, ya que Beethoven encaraba, por medios musicales,
problemas extraños a los dominios de la música. Por añadidura, el aspecto de
diversión de esas obras asumió un sentido equívoco, ya que cuanto esa época
consideraba incómodo, casi intocab!e, echaba a perder de continuo el placer.
F.S.: ¿Puede darnos un ejemplo preciso?
M.K.: Los cuartetos de cuerdas y las sonatas para piano del último período
bastarían para demostrar esta tesis. Pero tomemos una de las sinfonías pares,
ya que -excepción hecha de la sexta- interesan visiblemente menos a público y
músicos. Por ejemplo, la cuarta. En tanto composición, su importancia es
menos espectacular quo la de la tercera o quinta. Sin embargo, en el Adagio, la
insistencia rítmica del acompañamiento del tema es típica del modo en quo
Beethoven deforma lo que es familiar.
F.S.: ¿Quiere usted decir que en la elección del tema, o bien en el desarrollo
armónico?
M.K.: Diríase que cumplen una función de remedio. Por un lado, son el diario
donde se inscriben los conflictos entre espontaneidad y sujeción y, por el otro,
los cuadernos de conversación musical que le permiten modificar sus ideas con
plena conciencia del objetivo al cual aspira. Los cuadernos de apuntes también
nos permiten ver que parte de la tarea preparatoria consistía en atenuar las
insuficiencias técnicas de los instrumentos. He aquí lo que aun debería indicar
a Ios compositores actuales el rumbo a seguir. No es posible remedar
positivamente Ias contrariedades técnicas de Ios intérpretes si no se las
comprende de inmediato en toda su extensión. De esta suerte, la jeremiada de
que "mi instrumento no Ilega", se convierte en "Iástima que mi instrumento no
llegue".
F.S.: En vista del culto consagrado a Beethoven durante los últimos ciento
treinta años, ¿podemos percibir aun como música la compuesta por
Beethoven? Un concierto de obras de Beethoven, ¿no se ha convertido en un
ritual?
M.K.: Los conciertos tradicionales son más un ersatz de ritual que el propio
ritual en sí. Sin embargo, en el caso de Beethoven, la sublimación moralizadora
lo torna insoportable. La divisa de que "el ha sufrido por nosotros, estamos en
deuda con su obra" evoca forzosamente ideas neoteológicas. La herencia que
Beethoven nos ha legado es el armamento moral.
M.K.: Para nosotros los adultos, tengo otra solución. No tocar más Beethoven
durante cierto tiempo, a fin de permitir la recuperación de Ios nervios auditivos
que reaccionan ante su música. Es posible que esta solución haya de toparse
con dificultades similares a las de la planificación familiar en la India, pero el
resultado valdría la pena. Si además dejásemos de contar historias apócrifas,
habría una posibilidad de que los oyentes más jóvenes no resulten
contagiados.
M.K.: Si, considero que nos vemos obligados a velar por que los oyentes no se
deformen más aun. Por eso deberíamos tratar de desembarazarnos
rápidamente de las estupideces literarias que hemos debido avalar, para poder
escuchar nuevamente la música sin que ningún regusto literario la eche a
perder.
M.K.: EI pianista Glenn Gould. Desde hace algunos años prefiere rodar filmes.
Afortunadamente, el Cuarteto Lasalle aún no se ha detenido.
M.K.: Los tempi no deben ser de una regularidad estricta. Beethoven rara vez
escribe "tempo rubato", pero es lo que tiene en mente. En esta música es
indispensable respirar a menudo. De este modo se torna evidente el carácter
de improvisación (rechazada). Un segundo punto concierne al aspecto
anguloso. Los sforzati...
M.K.: ... Sí, aun se tocan los sforzati como si fuesen simplemente acentos
dentro del matiz indicado en último término. De esta suerte, se controla la
intensidad. No quiero pretender que todos los sforzati hayan de dislocar el
discurso musical, pero deben producir el efecto de una ruptura, de una arista
viva. Los jóvenes directores de orquesta que acaso lo conciban de este modo
tienen tanto miedo a las orquestas de renombre, que prefieren ponerse
verbalmente de acuerdo con el primer violín respecto del toque personal que
podrían aportar en la velada del concierto.
F.S.: ¿Y la instrumentación?
M.K.: : Todos los retoques, aun los más célebres, aquellos heredados del
director de orquesta Weingartner y de sus sucesores, deben eliminarse. Es una
bendición el que Beethoven haya tenido instrumentos imperfectos, pues esa
imperfección a menudo se manifiesta allí donde los clisés sonoros propios de
esta época producen un efecto revelador. "Suavizar" la dureza del sonido es
detestable. Inclusive si ello no es resultado de retoques, sino de un incremento
enorme de los efectivos de la orquesta, o aun de la disposición particular de los
micrófonos.
F.S.: ¿De modo que usted no admite el hermoso sonido redondo al que aspiran
tantos directores de orquesta?
M.K.: No. Lo ideal sería interpretar a Beethoven tal como él oía, es decir, "mal".
Eso es lo que traté de componer en mi filme Ludwig van. La idea básica era
reorquestar su música de modo de tratar consecuentemente ciertas regiones
sonoras y ciertas frecuencias que un sordo percibe apenas o aun de una
manera deformada. Las deformaciones tímbricas nos han permitido constatar
claramente, una vez más, en ocasión de las grabaciones, hasta que punto se
trata allí de una música verdaderamente grandiosa. Todos los. músicos
participantes, y yo mismo, estabamos continuamente emocionados. Jamás
había vivido una experiencia semejante.
F.S.: ¿En su opinión, no hay ningún vínculo entre los últimos cuartetos y las
obras de los compositores que sucedieron a Beethoven, antes del opus 7 de
Schoenberg. Ahí tenemos un período vacío de ochenta años. ¿Cómo explica
usted eso?
M.K.: En el ínterin tenemos a Reger (el del último período), pero hoy en día no
parece ortodoxo mencionar su nombre... Creo que no puede considerarse el de
los últimos cuartetos sino como un caso de rara complicación. Un lenguaje
musical que es también la negación de un "querer-hablar-hasta-el-extremo"
(siendo justamente eso desde el punto de vista existencial) se manifiesta en
ellos, mientras que también aparece en ellos una forma musical que anuncia,
ella misma, su propio fin. El Cuarteto opus 131 es un ejemplo perfecto de esto.
Una situación semejante no existió inmediatamente después hasta en
Schoenberg. No en vano menciona usted su primer Cuarteto de cuerdas, opus
7. En ésta, la más íntima de las formas musicales, Schoenberg expresa la
intimidad de su cuestionamiento. Y esta pieza vio la luz inmediatamente
después del gigantesco aparato de Pélleas et Mélisande opus 5, y mientras ya
se hallaban en gestación los Gurrelieder.
F.S.: ¿Qué piensa usted acerca de la tesis según la cual el estilo del último
período de Beethoven influyó de manera determinante sobre los compositores
modernos?
M.K.: Me resulta difícil creer que Beethoven haya tenido tal pretensión. Le han
endosado el mal du siècle. Beethoven abarcó la Oda de Schiller tal como los
compositores lo hacen habitualmente: repiti6 el texto fuerte y largamente, hasta
que el oyente finalmente a no percibe las palabras sino tan sólo la música.
M.K.: En absoluto, ¿por qué? Cuanto más aprendemos sobre él, tanto más se
nos acerca. Y su música parece tanto más ilimitada y enigmática.
M.K.: Un momento, por favor. ¿Puedo ofrecerle esta crónica como recuerdo?
***
Beethoven
-Mauricio Kagel: No hago mucha diferencia entre filme y música, sobre todo del
modo en que considero que el músico puede hacer el filme. Cuando se trabaja
durante tanto tiempo en el estudio de música electrónica come lo he hecho, y
después se corta un filme, se está muy consciente de que se corta el tiempo,
todo el tiempo. Una especie de actividad. Nunca hice muchas diferencias
J.M.D.: ¿Pero cómo ocurrió en Ludwig van, por ejemplo? Porque parece que la
música misma naciera de una visualización; puesto que hay partituras pegadas
sobre los objetos, y que a veces la música parece seguir esto. Entonces, ¿qué
nació primero?, ¿ambas cosas nacieron juntas? ¿Cómo trabajó usted para ese
filme?
M.K.: La idea de la "sala de música", ese museo imaginario, nació del punto de
vista visual. Me dije: hay que hacer una sala donde no haya dimensión de
profundidad, donde todo esté Ileno. Pero al mismo tiempo dije: se va a oír toda
la música de Beethoven que se vea. Es decir que primero hice un filme mudo, y
luego pasó las secuencias, un juego entero para una orquesta de dieciséis
músicos y se grabó sólo lo que la cámara había registrado antes...
J.M.D.: Lo que sorprende en sus filmes, y ahí acaso pueda verse una
correspondencia con su música -me gustaría saber si usted esta de acuerdo-
es la importancia que usted concede a los detalles. Es decir que, en sus filmes,
muy a menudo la cámara apunta hacia un detalle, el detalle de un mecanismo,
de un funcionamiento cualquiera, a menudo malfuncionante, y me parece que
su música también es una música bastante "al microscopio"... Se ve cierto
numero de detalles, de maquinarias, que funcionan ora en la música, ora en el
cuerpo del músico, y a usted le gusta poner de relieve esas diferentes
máquinas que funcionan un poco por todas partes; que a veces... se trastornan.
M.K.: La forma. He dicho que Ludwig van era una declaración de amor por
Beethoven. Pero cuando se habla positivamente en pro de algo, se le echa una
sombra, nada clara... Y es muy difícil decir exactamente qué es Beethoven
para mí... Porque lo amo al punto... Nací en una tradición... ¡tradicional,
digamos! Pero justamente esas relaciones muy fuertes con la música del
pasado son para mí la razón para repensar siempre que es la música del
pasado. La frase de Schwitters -la tradición soy yo- es absolutamente válida en
la música, a mi entender. Usted conoce Ios ejemplos de 1920, cuando en Rusia
-cuando aún se podía hablar de la revolución rusa- se hizo Mozart de frac,
Nozze di Figaro... Y no digo que esa haya de ser la especie de modernización
necesaria para Mozart, pero hace falta una interpretación en ocasiones muy
cercana a nuestra manera de hacer música hoy en día. Eso es exactamente lo
que hice con Beethoven... Y vea usted, los músicos que tocaron esa música,
que son de veras muy buenos músicos, no tuvieron problemas de conciencia.
No decían "están matando a Beethoven", sino "¡hemos descubierto cuanta
modernidad hay en esta musical!" Creo que es exactamente la tesis de
Beethoven: ¡la música del pasado está más cerca de nosotros en la medida en
que la interpretemos de una manera diferente!
Vea usted, una tesis para Ludwig van era la de hacer la música a partir de esta
idea: como había escuchado Beethoven su música durante los últimos diez
años de su vida, es decir, mal. No oía muy bien los agudos... No oía muy bien
los graves... iY, finalmente, no oía casi nada! Cuando se piensa que la Novena
Sinfonía se ejecutó con dos ensayos, uno puede tener una idea de la calidad
de esas ejecuciones... Y si usted las compara con Karajan, por ejemplo, resulta
clarísimo que la ejecución de la Novena Sinfonía con dos ensayos no fue
buena... Pero fue mas fuerte, porque de este modo la música se convierte en
una cosa de una crudeza excepcional.
Y creo que esa crudeza es mucho mejor que escuchar una sinfonía perfecta,
con un gran coro a la Mahler, y todo eso... Y es exactamente lo mismo que
cuando usted escucha actualmente una Pasión según San Mateo con dieciséis
niños, y que usted escuche la ferocidad de esos contrapuntos... Es algo más
cercano a nosotros que esas versiones románticas, a la Leipzig, digamos a la
Mendelssohn: ifue él quien realmente creó esa inflación romántica de la música
del pasado! iY yo estoy a favor de esta clase de investigación, y no siento
piedad alguna por las falsas tradiciones! Muchas veces se me ha acusado de
destrucción. Y desde un punto de vista ético, siempre diré que no; desde un
punto de vista lógico, que sí. Es decir que establezco una diferencia entre
ambas dimensiones. Porque precisamente a causa del pasado hemos
padecido muchos males: se ha mezclado la estética con la moral, la ética con
la lógica propia de la música o del teatro. Y lo que yo hago es un análisis
despiadado de la cosa...
Entonces, cuando se trabaja así, se Ilega naturalmente a una burla exagerada,
tal vez... Pero eso es necesario para ver claro, para mí. Aunque es muy duro...
Porque yo no le doy una receta constructiva. No le doy más que una visión muy
destructiva de la cosa... Pero si usted tiene la capacidad de admitir eso,
entonces usted puede liberar de ello su espíritu. Ese es exactamente mi
mecanismo de trabajo.
Mayo de 1972
Pablo di Liscia
Notas
1.Die Reihe, vol. II, Viena, universal Edition, 1955.
2. Texte 1, Köln, Du Mont Schauberg, 1963.
3. Die Reihe, vol. II, Pensylvania, Theodore Presser Co., 1958.
4.Originalmente en Die Reihe (1953), luego en los Texte y la versión inglesa
antes mencionada.
5.Originalmente en Die Reihe (1957), luego en los Texte y la versión inglesa
antes mencionada.
6.Domain musical, Paris, 1954. Versión en alemán en los Texte.
Ya que los más elementales procesos de la música serial se han aclarado, los
interrogantes más inmediatos se refieren a la organización musical. Una
composición de Webern provee el paradigma para uno de los más urgentes:
¿Qué conexión orgánica hay entre estructura y tiempo vivencial?
Por tiempo vivencial entendemos lo siguiente: cuando escuchamos una pieza
musical, se suceden a varias velocidades procesos de alteración. Disponemos
de menor o mayor tiempo para aprehender estas alteraciones.
Consecuentemente, algo que es repetido inmediatamente, o que recolectamos,
es aprehendido más rápidamente que lo que cambia. Experimentamos el
pasaje del tiempo a través de los intervalos entre las alteraciones: cuando nada
es alterado, perdemos nuestra orientación en el tiempo. Aun una repetición es
una alteración: algo ocurre -luego no ocurre nada- luego algo vuelve a ocurrir.
Aun dentro de un proceso muy simple experimentamos alteraciones: el proceso
comienza y termina. Al intervalo entre el comienzo y el final lo llamamos
duración, al intervalo entre los comienzos de dos procesos sucesivos lo
llamamos intervalo de entrada. La percepción de un simple sonido implica
experimentar fluctuaciones periódicas o aperiódicas de presión en el aire. En
toda percepción nos encontramos con alteraciones variables que tienen una
estructura particular; a esas variadas tiempo-estructuras las experimentamos
cualitativamente a través de varios conceptos (parámetros). La repetición tiene
el más pequeño grado de alteración, un evento absolutamente sorpresivo, el
más grande.
El tiempo vivencial es también dependiente de la densidad de alteración: más
eventos sorpresivos ocurren, el tiempo pasa más rápidamente; más
repeticiones ocurren, el tiempo pasa más lentamente. Pero hay sorpresa
únicamente cuando algo inesperado ocurre: sobre la base de eventos previos
esperamos una sucesión de alteraciones de cierto tipo y, de pronto, ocurre algo
que es totalmente distinto a lo que esperábamos. En ese momento somos
sorprendidos, pero nuestros sentidos son extremadamente receptivos para
absorber la alteración inesperada, para ajustarse a ella. Por ello, luego de un
tiempo muy breve, una sucesión de contrastes se tornará tan "aburrida” como
una repetición constante: cesamos de esperar algo específico, y no podemos
ser ya sorprendidos: la información completa de una sucesión de contrastes
desciende al nivel de información simple.
El grado de información es así mayor cuando a cada momento del fluir musical
el momento sin de sorpresa (en el sentido en que lo describimos) es mayor: la
música tiene constantemente "algo que decir”. Pero esto significa que el tiempo
vivencial fluye alterándose de manera constante a inesperada.
Una evidente paradoja es inmediatamente explicada: cuanto más grande es la
densidad temporal de alteraciones inesperadas más es el tiempo que
necesitamos para asimilar eventos, y cuando tenemos menos tiempo para la
reflexión, el tiempo pasa más rápidamente. Cuanto más baja la densidad
efectiva de alteración (no reducida por remisión o por el hecho de que las
alteraciones coincidan con nuestras expectativas), los sentidos necesitan
menos tempo para reaccionar, se ubican mayores intervalos de tiempo
vivencial entre los procesos, y el tiempo pasa más lentamente.
El tiempo vivencial depende, principalmente, del tempo medido (determinando
la velocidad de la unidad de medida más breve para los intervalos de tiempo de
los procesos) y en la velocidad de los procesos sucesivos. Puede así
transcurrir muy lentamente cuando hay una sucesión de procesos muy rápida
que, sin embargo, no tiene alteraciones (por ejemplo en procesos regulares de
tipo periódico) o, si las hay, son muy pequeñas. Por el contrario, el tiempo
vivencial puede pasar muy rápidamente en un tempo lento o una sucesión lenta
de procesos si hay un alto grado de alteración.
Es siempre necesario, para lograr un alto y efectivo grado de alteración y, en
consecuencia, un alto momentum de sorpresa, que obtengamos del tiempo
experimentado una cierta lógica de flujo, sobre la base de la cual comenzamos
a experimentar anticipadamente, a esperar algo.
Si advertimos al final de una obra musical -sin considerar cuánto duro, si era
rápida o lenta, o si tenía muchas notas o pocas- que hemos "perdido toda
sensación de tiempo", entonces hemos experimentado el tempo más
fuertemente.
De esta manera es como reaccionamos siempre ante la música de Anton
Webern y deseamos buscar en su estructura alguna explicación parcial de ello.
Tomemos un ejemplo simple: la primera sección del segundo movimiento del
Streichquartett op. 28.
Oímos una sucesión de 35 intervalos de tiempo iguales. La distancia entre los
procesos individuales de alteración permanece, por lo tanto, constante. Pero
luego del primer movimiento, en el que los valores temporales son
notablemente diversos, no esperamos esta ininterrumpida sucesión de valores
temporales iguales, y la expectativa de alteraciones en las duraciones continúa
hasta el final de la sección. Así es que el tiempo vivencial se acelera hasta
aproximadamente la mitad de la sección y, luego, se desacelera: la intensidad
con la que esperábamos valores temporales diferentes decrece. Luego, en este
caso la repetición constante de valores temporales produce sorpresa, a causa
de lo que escuchamos anteriormente. Con la repetición del proceso este
momentum de sorpresa desaparece (aun cuando la repetición ya actúa como
una preparación de la estructura siguiente, esto no lo sabemos en una primera
audición). Tan pronto como conocemos bien la pieza, nuestra expectativa
cubre más y más cosas. Finalmente conocemos todo –hasta tal punto que las
únicas alteraciones que advertimos son las de la interpretación, etcétera-.
Afortunadamente esto rara vez ocurre, porque la memoria difícilmente puede
retener todos los detalles de la obra. El proceso que describimos anteriormente
dura aproximadamente media minuto y en ninguna de sus obras sobrepaso
Webern esta duración en la constancia absoluta de un parámetro (en este caso
las duraciones y los intervalos de entrada).
Cuando un parámetro permanece constante, nuestra atención se dirige hacia
los otros procesos; luego de 14 negras, todas tocadas pizzicato, ocurre el
primer legato (en el primer violín). Dos negras luego le sigue el segundo (viola)
y los grupos de legato comienzan a ser más densos, para equilibrar el
decrecimiento del momentum de sorpresa; vuelven luego a decrecer para dejar
paso nuevamente a los pizzicati. De esta manera, el modo de ataque participa
en el proceso de moldeo temporal.
Un posterior criterio para el tiempo vivencial es la densidad vertical. De 31
simultaneidades (sin contar la repetición) 23 son de 3 sonidos, o de cuatro
sonidos, y, al comienzo, hay un solo sonido y un bicordio. Los seis acordes de
4 sonidos están distribuidos de manera tal que, en el contexto de los 3 sonidos,
producen un alto grado de alteración: de cada acorde de 4 sonidos al siguiente,
los acordes de 3 sonidos están dispuestos para formar intervalos de tiempo
vivencial supra-ordenados que se van haciendo cada vez más pequeños y más
largos nuevamente. Comenzando de la doble barra oímos intervalos de tiempo
de 9-5-5-3-1-5 negras en el sentido antes aludido.
La repetición provee una doble oportunidad de seguir los procesos de
alteración: si la primera vez atendimos más a las alteraciones en el ataque
(Pizzicato/Legato) nuestra atención tornara ahora a las alteraciones en
densidad polifónica o viceversa.
Resulta aquí evidente que la densidad de alteración de la música no cambia en
proporción directa a la densidad de vivencia. Por ejemplo: si los intervalos
temporales entre las alteraciones permanecen constantes, el tempo vivencial
se vuelve progresivamente lento; si la densidad temporal de las alteraciones se
incrementa, el fluir de tiempo vivencial permanece de momento constante, y su
tempo se incrementa solo cuando el grado de alteración se incrementa.
Consecuentemente, si el tiempo vivencial va a pasar a una velocidad constante
cuando el grado de alteración permanece constante, la densidad temporal de
las alteraciones debe incrementarse; viceversa: si cuando la densidad de
alteración permanece constante el grado de experiencia va a ser el mismo -i.e.
el tiempo vivencial no va a retardarse-, entonces el grado de alteración debe
incrementarse. Encontramos ambos procesos en el ejemplo elegido. Vemos
que cuando los acordes individuales van configurando una sucesión regular,
Webern constantemente altera el tiempo vivencial a través de procesos supra-
ordenados de alteración; y vemos como lo hace.
El intervalo temporal entre alteraciones equivalentes del mismo grado
(yuxtaposición de acordes de 3 y 4 sonidos) decrece y luego se incrementa
más rápidamente; esto es: mientras el grado de alteración permanece
constante, la densidad se incrementa y decrece otra vez.
Aquí el ataque legato tiene un grado más alto de alteración que el de la
aparición de acordes de 4 sonidos, dado que es introducido luego de 14
ataques pizzicato y uno está prestando menor atención al modo de ataque, ya
que permanecía constante. Por otra parte, la yuxtaposición de acordes de 3 y 4
sonidos ya ha sido experimentada como momentum de sorpresa desde el
comienzo de la obra. A causa de esto la densidad de las alteraciones de
pizzicato a legato se incrementa más rápidamente para obtener el mismo nivel
de información. Los intervalos de entrada en negras son: 3-2-2-1-1-1-1-1-2 (ya
que el último número es 5 cuando se ejecuta la repetición) y cuando, a través
de la repetición de 5 ataques legato separados por un intervalo de negra, la
densidad se torna constante, el grado de alteración se incrementa en la
dimensión vertical: más ataques legato son escuchados en simultaneidad,
siendo la sucesión de estos:
2-4-3-2/ 2-3-2
forte> piano>
sol#5 fa5
do#5 si4
si3 lab4
sib2 fa#4
(Indice acústico usado: do 4 = do central [N. Del T.])
27-20-26-21
34-31-14-27-11-20-6-10
Do6-Si6 2
Do5-Si5 29
Do4-Si4 46
Do3-Si3 25
Do 2 - Si2 4
Europera 5 de John Cage. Estreno mundial. The North American New Music
Festival. Buffalo University, New York, 18 de abril de 1991. (Obra encargada
por la Universidad de Buffalo y el centro de Ijsbreker para las Artes de
Amsterdam, Holanda.)
Cage a los 78. Entre los puntos salientes del 9 North American New Music
Festival organizado por la Universidad del Estado de Nueva York en Buffalo,
dos encuentros con la música de John Cage. Europera 5, la última de la serie
de óperas con el mismo título, hace su primera "performance" mundial en esta
universidad. Extraña paradoja de un país donde la música actual parece
palpitar únicamente en los ámbitos académicos. Cage está aquí, anunciado por
la prensa como el innovador, el indomable...
Cage llega un día antes. Cualquier distraído que caminara por algún pasillo de
la facultad de música podía encontrarse con un Cage solitario, caminando ya
muy despacio, y saludando a todo aquel que se cruzara, sin alterar la cotidiana
calma del instituto. En el Slee Hall, mientras tanto, un cúmulo do músicos y
técnicos trabajan para poner a punto lo que al día siguiente sería otras de las
sorpresas a que Cage nos tiene acostumbrados.
Uno do los espectadores pregunta sobre la ópera que se estrenaría horas más
tarde. Cage se limita a explicar los instrumentistas que participan en ella, dato
que ya todos sabíamos por los anuncios. Se queda en silencio, pensando unos
instantes y agrega: "no puedo decirle nada más ya que hoy la escuché por
primera vez.. . ". Silencio, y algunas tímidas risas esparcidas en el auditorio.
Elementos participantes: una vitrola, luces, radio, dos cantantes, un piano v una
televisión muda. Objetos que van a coexistir en el trabajo y que junco con los
bongos forman parte de sus eternas obsesiones. Los cantantes elign pasjes de
óperas de dominio público y las cantan en diferentes momentos. Europera 5 es,
dice Cage, una forma de teatro, pero en la que el teatro sigue siendo teatro:
"Así ponen en acción elementos independientes como las luces, el canto, la
ejecución del piano, televisión y radio, todos juntos. Estos elementos actúan
independientemente unos de otros. Es un tipo de teatro. No es una ópera con
decorados ni un concierto ópera, ya que los cantantes se desplazan de un
lugar a otro".
La parte de piano fue ejecutada por Yvar Mikhashoff. Pero el piano -y esto
divierte a Cage- está muchas veces en silencio. El pianista debe tocar piezas
relacionadas con óperas -transcripciones, etc. Pero el piano, en ciertos
momentos, es tocado como por una sombra: las teclas no son realmente
presionadas a menos que esto suceda por error. El pianista recorre las teclas
como si estuviera tocando correctamente, pero en realidad, no las está
tocando. Esta particularidad parece manifestar la intención de mantener los
roles del piano con el de los cantantes en una absoluta independencia.
El escenario, a su vez, contará con dos ejecutantes más. Sobre una mesa se
ubica el técnico de sonido que controlará la radio, la televisión y breves
intervenciones de sonoridades registradas en cinta magnetofónica; y sobre
otra, el ejecutante de las luces con la ayuda do una computadora, siguiendo
estrictamente su "partitura". Las luces juegan un rol de independencia absoluta.
Con precisión, siempre iluminarán cualquier objeto o rincón de la sala o del
escenario, casi nunca lo que se esperaría que iluminen. Estos enfoques serán
cambiados continuamente. Si bien la compaginación luminosa no tiene ninguna
relación concreta con lo que sucede en la escena, estos cambios parecen -no
obstante-mantener siempre un mismo patrón temporal, que también se impone
para todas las acciones de la obra. Este detalle es quizás uno de los más
significativos. La velocidad en la que transcurren todos los hechos do la ópera
siempre es la misma, sin alterarse a lo largo de la hora de duración. Otro hecho
destacable es que también en este caso Cage utilizó el método de
probabilidades y el I-Ching para determinar las duraciones, proporciones y
evolución do todos los acontecimientos.
La vitrola tocando viejos discos de pasta con arias do ópera, superpuesta con
el piano o los cantantes, también ejecutando óperas, nunca Ilegan a fundirse. O
lo que es más llamativo, nunca parecen contener la misma significación.
ose de los mismos como muletas que la composición musical se aventuró, por
una parte, primero a dar pesos mayores y a ampliar su ámbito, hasta tal punto,
en algunos casos, que sólo se pudiera Ilenar mediante recurso al falsete -que
por lo demás se presenta también en ocasiones como la manera exclusive del
canto (así por ejemplo, entre los wanyamwesi), y que, por otra parte, y aun en
unión con ello aprendió, si no a distinguir claramente las consonancias, si por lo
menos a fijarlas y a servirse deliberadamente de ellas como medio artístico.
Lo que en el desarrollo de una tonalidad primitiva distinguía a los intervalos
armónicamente más puros -la octava, la quinta y la cuarta-, frente a otras
distancias, era probablemente en general la circunstancia ante todo de que,
una vez "reconocidos", se destacaban manifiestamente pare la memoria
musical, gracias a su mayor "claridad", de entre la profusión de las distancias
de tono vecinas. Del mismo modo que resulta en general más fácil retener
correctamente en la memoria hechos vividos que inventados y pensamientos
corrector que confusos, así puede aplicarse esto también efectivamente en
buena parte a Ios intervalos "correctos" y "falsos" -hasta aquí, por lo menos, se
extiende la analogía entre lo musicalmente y lo lógicamente racional. Por otro
lado, la mayor parte de los instrumentos antiguos de, además, por lo menos los
intervalos más simples como enarmónicos o directamente como tonos
laterales, y pare los instrumentos de afinación móvil sólo podían emplearse, en
cambio, aquellos, sobre todo la quinta y la cuarta, como sonidos de afinación
unívoca y retenerse así en la memoria.
Una vez reconocido el fenómeno de la "medición" del intervalo "justo", ha
ejercido una impresión extraordinaria sobre la fantasía, como lo demuestra el
inmenso misticismo de los números que de ella surge. Sin embargo, la
distinción de determinadas series de tonos se ha desarrollado corno producto
de la reflexión teórica, ateniéndose probablemente sin excepción a aquellas
fórmulas musicales típicas que ha poseído casi toda música a partir de una
determinada etapa de desarrollo de la cultura. En efecto, hemos de recordar al
hecho sociológico de que la música primitiva fue en buena parte sustraída muy
tempranamente al puro goce estético y sometidas a fines prácticos, ante todo
mágicos: en particular apotropeicos (relativos al culto) y exorcísticos (médicos).
Con lo que se vio enmarañada en aquel desarrollo estereotipizante al que se
hallan inevitablemente expuestos tanto todo acto mágico corno todo objeto
mágicamente significativo, ya se trate de las obras de las artes plásticas o de
medios mímicos o recitativos, orquestales o del canto (o bien, como es el caso
a menudo, de todos epos) pare influir a los dioses y demonios. Y como quiera
que toda desviación respecto de una fórmula prácticamente acreditada destruía
su eficacia mágica y podía atraer la cólera de los poderes sobrenaturales,
resulta que la acuñación en sentido propio de las fórmulas musicales: era una
"cuestión vital", y el canto "incorrecto" un sacrilegio -que a menudo sólo se
podía expiar mediante Ia ejecución inmediata del culpable-; de ahí que la
estereotipación de los intervalos musicales, una vez canonizados por cualquier
motivo, hubiera de ser extraordinariamente fuerte. Y como quiera que, además,
también los instrumentos que contribuían a la fijación de los intervalos estaban
diferenciados según el dios o demonio a cuyo servicio estaban -el aulos griego
fue originariamente el instrumento de la Madre de los dioses y, más adelante,
de Dionisos-, es probable que también las tonalidades más antiguas de una
música, percibidas coma realmente distintas, fueran regularmente complejos de
formulas musicales típicas al servicio de determinados dioses, o contra
determinados demonios, o que se empleaban en ocasión de determinadas
celebraciones solemnes. Por desgracia, fórmulas primitivas de esta clase
apenas nos lean sido trasmitidas en forma segura: precisamente las más
antiguas eran por lo regular objeto de un arte oculto que, bajo la influencia del
contacto con la cultura moderna, decayó rápidamente. Las antiguas fórmulas
musicales inaccesibles del sacrificio de Soma, de los hindúes, pero conocidas
todavía, por ejemplo, de Haug-, parecen haberse perdido para siempre con la
muerte prematura de ese investigador, ya que, por razones económicas, el
sacrificio en cuestión, muy caro, desaparece. Los intervalos en que tales
fórmulas se movían, sólo tenían probablemente en común el poseer carácter
melódico; el hecho, por ejemplo, de que un intervalo se emplee en la melodía
en el descenso -y en la mayoría de las melodías antiguas predomina éste
-probablemente por motivos puramente fisiológicos al principio, lo que se
considera también como lo normal el la música griega-, no significa en modo
alguno, lo mismo por lo demás que en el contrapunto todavía tradicional, que
se lo pueda también emplear come descendente. Y en general, la escala de los
intervalos es en la mayoría de los casos sumamente incompleta y, desde el
punto de vista del criterio armónico, muy arbitraria, no adaptándose en todo
caso a los postulados de Helmholtz derivados del parentesco tonal
proporcionado por los tones parciales. Con el desarrollo de la música hacia un
"arte" de estamento -ya sea sacerdotal o aóidico-; con extenderse más allá del
uso meramente práctico de fórmulas tradicionales, o sea, con el despertar de
necesidades puramente estéticas, iniciase regularmente su racionalización
propiamente dicha. Es propio que las músicas primitivas, sólo que en grado
considerablemente mayor, un fenómeno que ha influido también sobre el
desarrollo de las músicas cultivadas, a saber: el que los intervalos se alteren
según las necesidades de la expresión y aun -a diferencia de la música ligada
armónicamente- en pequeñas distancias irracionales, de modo que figuran en
una misma composición musical tonos que quedan muy cerca unos de otros
(en particular, diversas clases de terceras) Constituye un progreso de principio
el que determinados tonos que quedan irracionalmente unos cerca de otros,
como es el caso en la música arábiga práctica y, por lo menos en la teoría
también en la música helénica, se excluyan del empleo común. Esto se
consigue mediante el establecimiento de series típicas de tonos. Y no siempre
tiene lugar típicamente, en modo alguno, por motives "tonales", sino en la
mayoría de los cases, en vista de un objetivo esencialmente práctico: en efecto,
los tonos que aparecían en determinados cantos habían de agruparse de tal
manera que la afinación de los instrumentos pudiese adaptarse a ellos. E
inversamente, se enseñó entonces la melopea de tal manera, que la melodía
se adaptara a uno de dichos esquemas y, con ello, a la afiliación
correspondiente de los instrumentos. Ahora bien las series de intervalos en
cuestión no poseen, en una música orientada melódicamente el sentido
armónicamente determinado de nuestras tonalidades actuales. Las diversas
"tonalidades" de la música artística griega y los fenómenos muy similares de
las músicas hindú, persa, arábiga y asiático-oriental, así como, aunque con un
carácter "tonal" mucho más pronunciado, los modos eclesiásticos de la Edad
Media, son, según la terminología de Helmholtz, escalas "accidentales" y no,
como las nuestras, "esenciales", lo que significa que aquellas no se hallan
limitadas arriba y abajo, como estas, por una "tónica", ni representan una suma
de acordes de tres sonidos, sino que son simplemente, en principio por lo
menos, esquemas construidos únicamente conforme a la distancia, que
contiene el ámbito y los tonos admisibles y sólo se distinguen entre sí
inicialmente en forma negativa, sin excepción, o sea según los tonos e
intervalos que, del material conocido en general de la música correspondiente,
no utilizan. Los griegos, por ejemplo, tenían a fines del periodo clásico en sus
instrumentos, en el aulos individual y, potencialmente, también en la cítara
individual, la plena escala cromática, los árabes tenían en el laúd todos los
intervalos racionales a irracionales de su sistema musical. Sin embargo, las
escalas utilizadas constituían siempre una selección de entre aquellos, que se
caracterizaba, primero, por la posición de los pasos de semitono en el interior
de la serie de tonos y, luego, por el antagonismo de determinados intervalos
-entre los árabes, por ejemplo de las terceras- entre sí. No conocen el "tono
fundamental" en el sentido nuestro, porque la sucesión de sus intervalos no
descansa en el fundamento de acordes de tres sonidos, sino que contradice a
menudo el criterio del acorde aun allí donde estos están contenidos en la serie
diatónica de los tonos. En particular, la tonalidad más genuinamente helénica,
la "dórica", que corresponde al modo eclesiástico llamado "frigio" (tono final
"Mi"), es la que más repugna, al lado de éste, a nuestra moderna tonalidad
armónica del acorde: un "final entero" auténtico según nuestra concepción es
imposible, como es sabido, en el modo eclesiástico frigio, si se trata el tono
más abajo a la manera de nuestro "tono fundamental" -como no había de tardar
en ocurrir-, aunque sólo sea por el hecho de que el acorde de dominante lleva
de si a fa sostenido como quinta, o sea que negaría la peculiaridad,
fundamental desde el punto de vista de la concepción conforme a distancia, de
la escala frigia: su inicio con el paso de semitono mi-fa; pero aquel debería
contener como tercera la séptima mayor "re sostenido" a título de "tono
sensible", cuyo empleo, sin embargo, es imposible en la tonalidad frigia, porque
colocaría el tono inicial mi, en contradicción con los principios de la diatónica,
entre dos pasos de semitono directamente consecutivos. por consiguiente, el
lugar de la "dominante" sólo puede ocuparlo aquí la subdominante, en forma
correspondiente por completo a la posición fundamental de la cuarta, con la
que nos topamos en la gran mayoría de los sistemas musicales puramente
melódicos. El ejemplo ilustra en forma suficientemente clara la diferencia entre
las "escalas" de construcción tonal y las de estructura conforme a la distancia
desde el punto de nuestra concepción musical armónica. Y es totalmente
imposible, a mayor abundamiento, adaptar a nuestros conceptos de "mayor" y
"menor" una música racionalizada según el criterio de la distancia (y en
particular las antiguos tonos eclesiásticos anteriores a Glareano). Allí donde en
un modo eclesiástico (por ejemplo, el dórico o, después de su recepción el
eólico) el final hubiera debido ser un acorde menor, terminábase sencillamente,
porque la tercera del modo menor no se consideraba lo bastante consonante,
en quinta vacía, de modo que los acordes finales hubieran sonado siempre
para nosotros como acordes de "mayor" -uno de los motivos del tan decantado
carácter "mayor" de la antigua música eclesiástica, la cual, sin embargo, se
halla en realidad todavía fuera de esta clasificación. Como es sabido, puede
observarse en J. S. Bach todavía -lo que ya señaló Helmholtz- la repugnancia
por los finales en menor, por lo menos en los corales y otras composiciones
musicales específicamente completas en sí.
Pero, ¿en qué consistía, en las etapas tempranas de la racionalización
melódica y de acuerdo con la concepción de la práctica musical misma de la
época, la importancia de las series de tonos, y en qué se manifestaba en el
sentimiento musical de entonces lo que correspondía a la sazón a nuestra
tonalidad?
Por una parte, en el gravitar alrededor de determinados tonos principales quo
(por decirlo con el lenguaje de la escuela de Stumpf) representaban una
especie de "centro de gravedad melódico", quo sólo se manifiesta inicialmente
en su frecuencia cuantitativa, pero no necesariamente en una función musical
cualitativa que les fuera propia. En casi todas las músicas verdaderamente
primitivas se encuentra uno de esos tonos, y aun a veces dos. Sin duda en el
marco del canto eclesiástico antiguo, la petteia -según reza la expresión técnica
en la música eclesiástica bizantina y también en la armenia, de estereotipación
bastante arcaica- constituye un resto de las costumbres de la salmodia, lo
mismo que el "tono de repercusión" (tonus currens), así llamado desde antiguo,
de las fórmulas modales eclesiásticas. Pero también la "mese" de la música
griega ejercía probablemente al principio -aunque en las composiciones
conservadas sólo en restos- una función parecida, lo mismo quo el tono final en
las tonalidades eclesiásticas plagales. Y ese tono principal se sitúa
regularmente, en todas las músicas relativamente antiguas, en el centre del
ámbito de la melodía. Forma, allí donde las cuartas aparecen en su función
articuladora del material sonoro, el punto de partida pare el cálculo hacia arriba
y hacia abajo; sirve, en la afinación de los instrumentos, de tono inicial, y es, en
las modulaciones, inalterable. Pero más importantes todavía que ese mismo
tono, desde el punto de vista de la práctica, son las fórmulas melódicas típicas
en las que determinados intervalos se manifiestan como característicos de la
"tonalidad" correspondiente. Ésta es la situación todavía, por ejemplo, en las
tonalidades eclesiásticas de la Edad Media. Es sabido cuan difícil resultaba en
ocasiones la atribución de una melodía a una tonalidad eclesiástica y cuan
ambigua se hacía, a mayor abultamiento, la computación armónica de los tonos
individuales en aquéllas. La concepción de las tonalidades eclesiásticas
"auténticas" como géneros de octavas caracterizados por su tono más bajo
cual finalis, constituye probablemente un producto tardío de la teoría influida
por Bizancio. Pero también el práctico de la música de la alta Edad Media
reconocía de la manera más segura la pertenencia de una melodía a su
tonalidad eclesiástica, que en nuestro sentir musical resulta a menudo
fluctuante, en tres caracteres principales: la fórmula final, el llamado. intervalo
de repercusión y el "tropo". Desde el punto de vista histórico, precisamente las
fórmulas finales pertenecen en todo caso, en la música eclesiástica, al fondo
desarrollado tempranamente -y en todo case antes de la fijación teórica de los
"tonos eclesiásticos"- como género de octavas. En la música eclesiástica más
antigua hubo de predominar, en la medida en que la música armenia permite
sacar conclusiones, el intervalo de la tercera menor, común a muchas músicas
coma cadencia final recitativa. Las fórmulas finales típicas de las tonos
eclesiásticos corresponden sin excepción a los usos de músicas que no han
perdido, a través de los virtuosos, su base tonal. Precisamente las músicas
más primitivas tienen normas bastante fijas pare los finales, las cuales, sin
embargo, lo mismo que la mayoría de las reglas del contrapunto, consisten
menos en prescripciones positivas que en la exclusión de determinadas
libertades permitidas en otros casos: así, por ejemplo, en la música vedda, el
final -en contraste con el curso de la melodía misma- parece tener siempre
lugar subiendo, o a una altura de tono igual, y parece no estar permitido en
particular, en ella, el contacto, en el final, del peso de "semitono" que se sitúa
por encima de las dos tonos normales de la melodía. Créese poder observar,
en el case de las veddas, cómo a partir de dicho final regulado la
reglamentación se extiende hacia atrás: en efecto, corresponde al final una
"estructura previa", típica en buena parte, de reglas asimismo bastante fijas. Y
en forma idéntica, el desarrollo de vinculaciones de la melodía a partir de la
"coda" es probable asimismo en el canto de la sinagoga y también en la música
eclesiástica. Esta también regulado a menudo el tono final en esa forma
precisamente en músicas no racionalizadas todavía en absoluto: en efecto,
según permiten observarlo las fonogramas actuales, el final y el final diferido
sobre el tono melódico principal constituyen a menudo en mochas músicas la
lógica casi sin excepción, y cuando lo es otro intervalo, entonces destacase en
forma muy clara la relación de quinta y cuarta. Con mocha frecuencia, polo no
siempre -como lo ha ilustrado bellamente v. Hornbostel, concretamente en las
cantos de las wanyamweses-, el tono principal tiene un "tono previo", o aun
varios de ellos, quo ee percibe come melódicamente "sensible" del mismo. Éste
queda también a menudo, en músicas de melodías predominantemente
descendentes, por debajo del tono principal y puede formar hacia él diversos
intervalos "progresivos" -según v. Hornbostel, hasta de una tercera mayor. La
posición y el desarrollo de dicho "antetono" en las músicas puramente
melódicas presenta -en comparación con el papel del "tono sensible" de la
armonía, que queda siempre en el peso de semitono abajo de la tónica- un
cuadro muy variado. Las escalas racionalizadas desde el punto de vista de las
instrumentos de cuerda tienen en ocasiones las pequeños pasos de tono
-como la cuarta dórica de los griegos-, ya que, al lado de la tendencia de la
melodía al descenso, su afinación es probablemente también más fácil de
practicar de arriba a abajo, en la vecindad del tono límite de su intervalo
fundamental, quo en el Pseudo-Aristóteles se caracteriza como "conducente"
claramente a la hipate (y de aquí que en el canto resulte difícil de sostenerlo
como tono independiente. La escala de quintas arábiga ligada experimentó
más adelante con tres modalidades distintas de tonos vecinos por debajo de
sol y do, o sea, con antetonos superiores. La degradación del semitono,
dondequiera en la escala china, hacia un paso de tono de valor menor es
manifiestamente producto asimismo del carácter de "dependencia",
determinado por su posición melódicamente "sensible", que en él se percibe. Si
por lo regular el desarrollo se orienta en el sentido de atribuir al paso de
semitono el papel del "antetono" melódico -corresponde también al mismo tipo
de hechos su presencia relativamente frecuente, juntamente con el tono de
repercusión y en contraste con la evitación regular del cromatismo, en la
música eclesiástica-, ni esto ni el desarrollo hacia el "tono sensible"
constituyen, sin embargo, algo simplemente general. En determinadas
circunstancias, las músicas puramente melódicas se desprenden en absoluto
de la tendencia hacia un antetono típico. Y en tanto que la existencia de
intervalos típicos de antetono, lo mismo que la tendencia tanto hacia el
desarrollo de cadencias finales come hacia la organización "tonal" de los
intervalos y su puesta en relación con el tono principal como "tono
fundamental", se prestan sin dada a ser alimentadas -constituyen precisamente
un ejemplo de ello los tonos eclesiásticos-, las músicas puramente melódicas
siguen en cambio a menudo, en el curso de su desarrollo hacia el arte del
viituosismo, el camino opuesto, y descartan tanto los intentos de cadencias
finales fijas -que, si v. Hornbostel está en lo cierto, se encuentran ya tal vez en
la música wanyamwesa- como el papel de los "tonos principales". En la música
griega, que en época histórica sólo conoce algo correspondiente a nuestras
cadencias finales a lo sumo en sus inicios -o tal vez, al revés, en los últimos
residuos- (segunda, pero generalmente subsegunda mayor y supersegunda
menor ante la nota final), puede con todo observarse también un tono final
típico, aunque no en absoluto sin excepción, también para los subperíodos
(finales de verso). El tono final coincide en esos casos con los tonos límites de
las cuartas que están en la base de la escala tonal. Pero muchas otras músicas
artísticas, entre otras muchas de las asiáticas, apenas conocen algo parecido y
desembocan con total despreocupación no sólo en la segunda del tono inicial,
por ejemplo, que como ya se dijo juega con frecuencia en cuanto intervalo
constituido por cuarta y quinta una especie de papel armónico, sino también en
otros intervalos cualesquiera, y en la música griega aparece aquel tipismo
"tonal" como tanto más exiguo cuanto más refinadamente esta elaborada
melódicamente la composición musical. Lo que puede observarse, antes bien,
corno peculiaridad frecuente tanto en aquella como en otras músicas primitivas
o cultivadas son ciertos fenómenos rítmicos: alargamientos particularmente
frecuentes de los valores de tiempo de los sonidos, como los que se
encuentran en la mayoría de las músicas primitivas y han jugado
posteriormente, al igual en las sinagogas que en las melodías eclesiásticas, un
papel tan importante. Y es más inseguro todavía el principio, observado sólo
pasajeramente en los antiguos tonos eclesiásticos y vuelto luego a modificar,
según el cual la composición musical deba empezar con el tono final (así según
Wilhelm v. Hirsau) o, en todo caso, con un intervalo armónico con respecto al
mismo (en el siglo XI, quinta o cuarta, más adelante tercera o segunda y, en
todo caso, no más alejada de aquél que la quinta). De ello nada se encuentra,
por ejemplo, en la música helénica, en la medida en que los documentos lo
ilustran. Y otras músicas muestran los uses más variados: el principio en la
segunda menor del tono final se encuentra (en la música arábiga y en otras
músicas asiáticas aisladas) lo mismo que, en otras músicas primitivas, el
principio en la octava (en los negros ewhe) o en una de las dominantes. Los
periodos musicales son también en ]as composiciones de los modos
eclesiásticos el asiento principal de los "tropos", o sea, originariamente, de
formas melódicas que se ejercitaban mnemotécnicamente sobre la base de
sílabas de memorización y contenían por lo menos los intervalos de
repercusión característicos de la tonalidad. No son en este caso primitivos ni
han revestido nunca, como toda música en el cristianismo, significado mágico.
El intervalo de repercusión, mismo, por fin, era un intervalo especifico de cada
uno de los modos eclesiásticos, que resultaba del ámbito y de la estructura del
mismo dada por la posición de los pasos de semitono y ocurría con particular
frecuencia en las melodías correspondientes, en la época en que los modos
eclesiásticos habían sido ya racionalizados según el modelo eclesiástico en
cuatro tonalidades "auténticas", que subían de re, mi, fa, sol come tonos finales
hasta la octava, y cuatro tonalidades "plagales", que partían de los mismos
tonos finales, pero llegaban pasta la subcuarta y la superquinta: en las
auténticas, con excepción de la "lidia" que partía de fa, hasta la quinta; en la
lidia, hasta la sexta, y en las plagales, dos veces hasta la cuarta, una vez hasta
la tercera mayor y una vez hasta la tercera menor, a partir del tono final. Los
intervalos parecen en la mayoría de los cases estar condicionados por el hecho
de que el inferior de los dos tonos del intervalo de semitono de la tonalidad se
evitaba come tono superior del intervalo de repercusión, lo que probablemente
ha de considerarse menos como resto de la pentafonía que como síntoma del
papel del semitono inferior percibido como "sensible". también los "tropos"
aceptados sólo tardíamente y con vacilación por parte de la Iglesia son
análogos a los echamata de la música bizantina, y aun tal vez tornados en
parte de ella, cuya teoría distinguía en general toda una serie de fórmulas
melódicas determinadas. Esta misma es a su vez una transformación del
antiguo sistema musical helénico -tal vez bajo influencia oriental (hebrea), que
sin embargo sólo se puede confirmar por desgracia en su orientación, pero que
difícilmente se remonta aquí, en la construcción de las fórmulas, a la práctica
griega. Porque, que ésta hubiera también trabajado, en los últimos tiempos
acaso, con fórmulas melódicas fijas es cuestionable, por muy probable que sea
en sí; en relación con la época histórica, en todo caso, nada se puede denostar
en tal sentido, y en cuanto a que la música eclesiástica recurriera precisamente
a fórmulas musicales sacras de un culto pagano parece excluido en si mismo.
No se puede determinar con seguridad la influencia obvia en sí misma, de la
música de sinagoga, que ha desarrollado asimismo los tropos y coincide
también directamente en otros aspectos, en una cantidad de giros melódicos,
con fragmentos del canto gregoriano, pero que dependía con todo en alto
grado, por lo menos en sus nuevas creaciones, de los usos musicales del
medio ambiente, y fue en Occidente, entre los siglos VIII y XIII, el elemento
receptor, sobre todo del canto gregoriano y de la melodía popular y, en Oriente,
de la música helenística, así come también, con mayor limitación, de la persa y
la árabe. Como ya se mencionó en su lugar, sus escalas corresponden
esencialmente a las tonalidades eclesiásticas de la Edad Media.
Los intervalos que en un sistema musical sujeto en principio a racionalización
aparecían con mayor regularidad en una afinación son, como ya se ha dicho
reiteradamente, la quinta y la cuarta. Lo mismo que en la música cultivada
japonesa, por ejemplo, y en otras, encuéntrase ya en la música de los negros
que las "modulaciones", o sea aquí desplazamientos del centro de gravedad
melódico, tienen lugar de preferencia hacia las posiciones de quinta o de
cuarta; entre los negros ewhe, que muestran una articulación "temática" muy
clara de sus canciones, en lugar de la variación bastante desordenada del
mismo motivo predominante en otros casos, aparece también la repetición
escalonada del motivo, y aun en la cuarta, lo que constituye un hallazgo
característico en relación con la naturaleza primitiva del problema de la
transposición, tan importante desde el punto de vista de la evolución histórica.
Sin embargo, la existencia de una "tonalidad" melódica de quintas y cuartas y
aun la ejecución de acordes de tres sonidos no impiden (así, por ejemplo, entre
los ewhe) que, al lado de aquellas modulaciones "normales" en nuestro sentir,
aparezcan también tonos sueltos cromáticos totalmente irracionales. Su
aparición en una música, inclusive allí donde posee carácter armónico y la
quinta y la cuarta constituyen los intervalos de acompañamiento en el canto
polifónico, no significa en absoluto su racionalización a fondo. Antes bien,
encuéntranse en determinadas ocasiones al lado de los mismos, como
soportes de la armonía, los intervalos más irracionales en la melodía, como
habremos de señalarlo todavía más adelante. Por otra parte, los dos intervalos
mismos, que como inversiones uno de otro se corresponden, aparecen en
parte en cooperación y, en parte, en competencia uno con otro. Es distancia
fundamental melódica, con mucha regularidad, la cuarta, en tanto que la quinta
constituye muy a menudo el fundamento de la afinación instrumental. Pero al
lado del "tetracordio" se encuentra también el "pentacordio", en tanto que por
otra parte, como por ejemplo, en Arabia, se ha puesto ocasionalmente en
entredicho, bajo la influencia de la tonalidad de cuartas, la cualidad de
consonancia de la quinta también en el desarrollo de la música se manifiesta la
competencia de ambos intervalos, que sólo terminó en la teoría de la música
polifónica de la Edad Media, una vez que la quinta hubo hallado un refuerzo por
medio de la tercera, en degradación de la cuarta a disonancia. En cambio, más
vigorosamente todavía que en las tonalidades eclesiásticas ya fuertemente
orientadas hacia la quinta, destácase, tanto en la música bizantina como, en
mayor grado todavía, en la música griega antigua, la importancia de la cuarta
como intervalo principal. Los modos eclesiásticos forman, las tonalidades
secundarias "plagales" a partir de la "dominante" (subcuarta quinta) de Ia
tonalidad principal authentes, y por lo menos tres de los "auténticos" tienen
quintas corno intervalo principal, en tanto que Ias tonalidades plagales,
importadas probablemente del Oriente, en has que la cuarta queda abajo,
evitan los saltos de quinta. En contraste con ello, la teoría musical griega
antigua formaba la serie de sus tonalidades secundarias (las tonalidades
"hipo") a partir de la subdorninante (subquinta - cuarta). Si las reproducciones
fonográficas de muchas melodías primitivas son correctas (la razón de la duda
sólo consiste en ]as fuertes tendencias, ya mencionadas, de la voz a
desentonar), entonces los intervalos diatóicos, ante todo la cuarta, la quinta y el
tono entero, aparecerían en magnitud correcta también en aquellas músicas
cuyo ámbito queda por debajo de la octava (así, por ejemplo, entre los
patagones, los cuales, según informes de los viajeros, poseen una aptitud
fantástica para la imitación inmediata de melodías europeas). En tal caso
habría que considerar a la cuarta corno históricamente primera y a la octava
como más reciente de las tres consonancias principales. Sin embargo, hasta el
presente no existe seguridad alguna en tal sentido y, por consiguiente, los
intentos encaminados, por ejemplo, a explicar también el sistema musical
griego en esta forma han de considerarse corno prematuros. Sin duda,
tendíase aquí, lo mismo que en otras músicas de orientación puramente
melódica, no sólo a la división aritmética de la octava por la cuarta como la
partición propiamente "igual" -así según el Pseudo Aristóteles-, sine que, lo que
ocasionalmente sólo se atribuye a Pitágoras, la elevación de la quinta a la
categoría de intervalo fundamental. Sin embargo, es posible que esto se
reduzca a la racionalización de la octava dividida en dos cuartas "diazéucticas"
separadas por el "tonos", en la que cada tono de una de ellas (por ejemplo mi-
mi-la) estaba separado en una quinta del tono correspondiente de la otra (si-
mi), o sea a la fijación de la afinación de los instrumentos mediante el círculo de
quintas. No se sabe de cierto cómo se presentaría la afinación más antigua de
la cítara de tres cuerdas. Pero, por lo que se refiere a las distintas
"tonalidades", apenas cabe tampoco dude alguna en cuanto a Grecia de que
históricamente su origen tuvo lugar por racionalización de fórmulas melódicas
típicas, que se empleaban al servicio de deidades, distintas de una región a
otra, como sus respectivos "tonos eclesiásticos" específicos, por decirlo así y
que luego hubieron de hallar su desarrollo teórico en la "lírica" y la "elegía"
profanas (canto acompañado por la lira y flautas), pese a que de su historia no
se haya conservado más que el esquema de los nombres ("dórica", "frigia",
etc.). El papel que puedan haber jugado en ello los instrumentos se examinará
más adelante. Si la construcción generalmente aceptada luego -y trasmitida por
la conocida teoría complicada griega de las escalas- de las series tonales
recibidas en sendas series de intervalos distintas unas de otras por la posición
de los pesos de semitono en el ámbito de la octava se encontró primero
partiendo sucesivamente de cada uno de los siete tonos de una octava
diatónica (con prolongación del ámbito más allá de ésta y hasta dos octavas), o
bien en forma de reagrupación de los intervalos en el interior de la misma
octava, mediante reafinación de los instrumentos, es asimismo cuestionable.
No vamos a ocuparnos de los detalles, ya que lo único que aquí nos interesa
son las tensiones de dichos sistemas de tonos.
El círculo de quintas corno base teórica de la afinación, por una parte, y la
cuarta como intervalo fundamental melódico, por la otra, habían de entrar
naturalmente en tensión, una vez que la octava se hubo tomado como base del
sistema y que el ámbito de la melodía seguía ampliándose precisamente en
aquel lugar en que aparece en la armonía moderna: en la construcción
asimétrica de la octava. La escala dórica, que progresaba diatónicamente del
tono central (mese) la hacia abajo, y del tono central secundario (paramese) si
hacia arriba hasta el la o respectivamente el la´, o sea hasta el ámbito normal
de la voz humana, de dos octavas según Aristóteles, considerábase en la
época posclásica como escala fundamental de los tonos, como probablemente
lo fuera también históricamente. Contenía, de mi hacia abajo y hasta Si, y de mi
´ hacia arriba hasta Ia´ dos cuartas simétricas de la cuarta central mi-la y de la
cuarta "diazéuctica" si-mi', de las cuales, sin embargo, cada una tenia el tono
inicial común con la precedente y estaba con ella en "synaphe", o sea en
relación de cuarta de los tonos paralelos, en tanto que, debido a la asimetría de
la octava, la cuarta central mi-la se encontraba en diazeuxis con la cuarta
diazéuctica si-mi´, o sea en relación de quinta de los tonos paralelos.
Considerábanse como fijos, o sea como tonos que no se podían cambiar a otra
tonalidad de otro modo los tonos extremos de las cuatro cuartas, Si, mi, la, si,
mi', la´ y el tono adicional inferior (proslambanómenos) La. En forma totalmente
análoga, los tonos extremos de las cuartas se consideraban también come
"inmóviles" en otras músicas, y los otros como elementos melódicos variables.
por lo tanto, una modulación regular (metabolé) a otra tonalidad u otro modo
(relación de cuarta) sólo hubiera podido tener lugar por encima de dichos tonos
fijos. Lo asimétrico de esa división era obvio. Una escala simétrica de la cuarta
central mi-la y al propio tiempo en sinafe (relación de cuarta) sólo podía
obtenerse hacia arriba mediante introducción del tono si bemol al lado de si.
Que es lo que en la música práctica tuvo efectivamente lugar mediante adición
a la citara de la cuerda "cromática" de si bemol. Y la designación de
"cromática" tiene realmente en este caso un significado de igual carácter que
en la música armónica, porque expresa un hecho tonal, y no una mera relación
de distancia entre tonos. Porque el empleo de la cuerda de si bemol se
interpretaba como una modulación (en terminología griega, la agogé
periphéres) a otro "tetracordio", la, si bemol, do', re', simétrico de la cuarta
diazéuctica si, do', re, mi, unido (sineménon) a través de la mese (la) a la
cuarta central (mi-la), o sea, en términos tonales, de la relación de quinta a la
relación de cuarta. La serie de las cuartas enlazadas alcanza así su término en
re'. Por supuesto, el paso si bemol-si mismo no podía ser un paso admisible
desde el punto de vista de la tonalidad, sino que, para utilizar la cuerda de si
bemol, había que subirlo de la "mese" la, que es la que proporcionaba la
modulación, en una de las dos cuartas (la, si bemol, do', re', o si, do' re', mi´), y
bajarlo luego en la otra nuevamente a la mese. Así por lo menos en teoría.
El verdadero motivo de la construcción del "sineménon" se halla por supuesto
dado simplemente por el hecho de que, en la escala diatónica que también los
griegos tenían por normal, Fa es el único tono que, debido a la asimetría de la
división de la escala, no tiene por sobre de si cuarta a1guna, y la cuarta es un
intervalo fundamental de la melodía de casi todas las músicas antiguas. La
contigüidad de las relaciones de quinta y cuarta, que se manifiesta en la
combinación de tetracordios diazéucticos y enlazados, se encuentra en esta
forma no sólo en la música helénica, sino al parecer también en Java, por
ejemplo, y, en forma algo distinta, en Arabia. Esta teoría de la escala arábiga
de la Edad Media, que debido a los errores de Villoteau-Kiesewetter aparece
como sumamente confusa, Collangettes la ha llevado a un terreno si no tal vez
totalmente seguro, sí por lo menos plausible. Las cuartas divididas
pitagóricamente de arriba y de abajo, antes del siglo X bajo influencia griega,
que de acuerdo con ello contenían cada una los cinco tonos do, re, mi bemol,
mi, fa-fa, sol, la bemol, la, si (re, mi, la, contados desde arriba, y mi bemol, la
desde abajo), habían admitido en si durante el siglo X, según habrá de verse
más adelante, dos claves distintas de terceras neutras, que dan en la octava
diecisiete intervalos, en parte totalmente irracionales. En el siglo XIII se
racionalizaron luego las cuartas por la teoría, si Collangettes está en lo cierto,
en el sentido de que una de las terceras neutras conservadas también en
adelante recibió a su lado una segunda asimismo irracional, separada de ella
por un paso de tono pitagórico, en cada cuarta, y de que los intervalos entre
dichos tonos racionales neutros y pitagóricos, reducidos al volumen de restos
pitagóricos de intervalos, se incorporaran al esquema de la composición
musical con los números 2 y 3. La inferior de las dos cuartas contenía así
(reducida a do) los siguientes tonos: do, re bemol pitagórico, re irracional, mi
bemol pitagórico, mi irracional, mi pitagórico y fa, con seis distancias, o sean,
leima, leima, apotomé (distancia residual al deducir el leima del tono entero
pitagórico), leima, apotomé menos leima y leima; queda, pues, eliminado el re
racional; la cuarta superior comprendía por su parte -ya que no se osó suprimir
la quinta armónica sol- los tonos siguientes: fa, sol bemol pitagórico, sol
irracional, sol armónico, la bemol pitagórico, la irracional, la pitagórico, si bemol
armónico, y las siete distancias: leima, leima, apotomé menos leima, leima,
leima, apotomé menos leima y leima; hacia arriba quedaba el paso de tono
entero a do', que figuraba en la octava de esa cuarta diazéuctica al lado de la
cuarta enlazada, con el que empezaba un nuevo sistema enlazado de cuartas.
La cuarta inferior contenía luego tres, y la superior cuatro pasos de tono entero
que engranaban unos con otros. La cuestión acerca de cual de las dos
posiciones de cuarta sea más antigua, si la tonalidad de cuartas o de quintas,
puede contestarse, si no con seguridad, si por lo menos con probabilidad, en
favor de la quinta, esto es, de la cuarta diazéuctica. Así, por lo menos, por lo
que se refiere a aquellas músicas que conocían la octava y partían de ella, en
tanto que, en las músicas primitivas, la cuarta pudo con todo haber jugado su
papel, aunque fuera sólo desde el punto de vista melódico. En Java, el sistema
de las cuartas enlazadas (siempre que se pueda interpretar corno tal el sistema
Pelog, como se hace aquí) hubo de ser probablemente de importación arábiga.
Si en la música china los tetracordios jugaron o no alguna vez un papel en la
articulación de la octava ya no es posible averiguarlo. En Grecia, es probable,
según la tradición y la forma de designación, que la cuerda cromática, o sea la
cuarta enlazada, se haya añadido posteriormente. Y así hubo de ser
probablemente por doquiera que el esquema doquiera de cuartas aparece al
lado del esquema no enlazado. Es probable que sólo hiciera su aparición aquí
cuando bajo la influencia de los instrumentos el ámbito de los tonos empleados
se había ampliado más allá de la octava, surgiendo así asimétricamente, al
lado de las cuartas no enlazadas de la octava inicial, cuartas enlazadas hacia
abajo y hacia arriba.
Sin embargo, la necesidad de simetría que reaccionaba contra ello descansaba
prácticamente en primer término, probablemente, en la tendencia, tan
importante en general desde el punto de vista histórico de la música, a la
posibilidad de transposición de las melodías a otras tesituras. Exactamente el
mismo proceso, o sea la intercalación de un sólo tono cromático prodújose en
la Edad Media, lo mismo que en su día en Grecia, bajo la presión de la misma
necesidad y en el mismo lugar. En la música bizantina, en particular, hubo que
rebajar en el tercer ejos (=frigio), llamado por ello ejos vagus el tono
correspondiente a nuestro si, para poder transportar melodías a la quinta sin
dificultad, a si bemol. Y exactamente el mismo proceso se encuentra en
Occidente. Sin embargo, lo que aquí se aparta de la Antigüedad es la manera y
la dirección de la actualización práctica de la necesidad de simetría.
Externamente su vehículo fue entonces la escala de solmisación.
Como es sabido, la "solmisación" es un "silabeo de los tonos" mediante
establecimiento no de estos mismos, sino de la posición relativa de los pasos
de tono, y en particular de los de semitono, dentro del esquema que designa la
sucesión de los tonos, que en el Occidente ha servido desde siempre y sigue
sirviendo todavía principalmente al ejercicio de la escala en la enseñanza del
canto. Para sus modos de tetracordio, los griegos tuvieron algo parecido. Y lo
mismo existía en la India. La práctica eclesiástica del canto de la Edad Media
puso para ello come base, en la escuela de Guido de Arezzo, una serie
diatónica de seis tonos. No, pues, de siete tonos -en la que sólo se fue
transformando paulatinamente a partir del siglo XVII, después que hubo
agotado la parte principal de su papel y del hecho de que entre los latinos y los
ingleses empezaba a convertirse en simple designación absoluta de los tonos,
mediante adición de la séptima sílaba (si)-, ya que, en el marco de la diatónica,
esto sólo habría dado una escala única, indesplazable y partida en forma
asimétrica por el paso de semitono. Ni tampoco una serie de cuatro tonos,
como en la Antigüedad, porque, por muy importante que siguiera siendo la
posición de Las cuartas, sobre todo en la teoría, aquélla iba con todo cediendo
terreno, en comparación con la Antigüedad, debido a la desaparición de la
cítara, que había sido el soporte del tetracordio y de la práctica y la enseñanza
de la música en aquella época, y a causa de su sustitución, en tanto
instrumento de escuela, por el monocordio, así corno al hecho, en general, de
que la enseñanza musical se fuera centrando única y exclusivamente, al
principio por lo menos, en el canto. Buscábase antes bien, por lo visto -y esto
ha sido expuesto en forma convincente por H. Riemann-, la mayor sucesión de
tonos divisible más de una vez, de modo homogéneo y simétrico, por el paso
de semitono, en el marco de la escala diatónica. Pero ésta es una sucesión de
seis tonos, una vez a partir de Do y otra a partir de Sol, partida en ambos casos
exactamente en el centro por el paso de semitono. Como es sabido, las
sílabas, ut, re, mi, fa, sol, la, de las que mi-fa designa siempre el paso de
semitono, fueron tomadas del principio de los hemistiquios, ascendentes en
pasos diatónicos, de un himno a San Juan. Pero, además, introdújose al lado
de las dos series simétricas de seis tonos a partir de Do y de Sol un tercer
hexacordio a partir de Fa. Ya antes de Guido de Arezzo, que en cuanto
diatónico estricto rechazaba todo cromatismo, la práctica había vuelto a admitir,
para disponer también de una cuarta a partir de Fa, el tono b, el "b molle" (si
bemol), al lado de b quadratum (si) y frente a éste. Y precisamente a esa
simetría de tetracordio enfrentóse ahora la simetría del hexacordio, pose a
aceptar el tono cromático, o tal vez debido precisamente a ello y, aunque tal no
fuera quizá la intención, acabo, con todo, por desplazarla. Así, pues, a partir de
intereses puramente melódicos y sin que ciertamente mediara intención alguna
en tal sentido, el tono fundamental, la dominante y la subdominante de nuestra
escala de Do mayor se habían convertido en puntos de partida de los tres
hexacordios. Por supuesto, esto no era en modo alguno indiferente por lo que
se refiere al desarrollo de la tonalidad moderna. Pero era natural, aunque no
decisivo, ya que, en sí, el b molle (si bemol), surgido como concesión a la
antigua supremacía de la cuarta, en la que la séptima menor "se apoya" de
igual modo a como la séptima mayor "conduce" a la octava, hubiera podido
actual en favor de la "tonalidad de cuartas" y del "sistema del tono central".
Que esto no fuera así se debe a peculiaridades decisivas del desarrollo de la
música occidental, en relación con las cuales la elección del hexacordio fue sin
duda más bien síntoma que causa. En efecto, como tal sólo puede
considerarse (al lado de otras) en el sentido de que, una vez abandonado en
algún punto el apego a la división del tetracordio basada en el principio de la
distancia, la "lógica interna" de Las relaciones entre los tonos había de impelir
inmediatamente por la senda de la formación moderna de las escalas.
El papel preponderante de las cuartas y has quintas en la música antigua, con
la que nos encontramos por doquiera, se basa ciertamente en la influencia
ejercida desde siempre por la claridad de su consonancia en la afinación de los
instrumentos de tonos móviles. Ese papel no podía jugarlo la tercera, ya que,
de los instrumentos de tonos fijos los más antiguos no la daban todavía o la
daban sólo como tercera neutra: tal, por ejemplo, la mayoría de los cuernos y
flautas y la gaita, con la excepción característica, a la que habremos de
referirnos todavía, de uno de Los instrumentos más antiguos conocido en el
alto norte de Europa. En cuanto al hecho de que en cierto modo la cuarta
adquiriera preponderancia con respecto a la quinta, tiene probablemente su
causa, de modo general, en la circunstancia simplemente de ser aquélla la
distancia menor de dichos dos intervalos. Sin duda, se ha tratado también de
explicar en otra forma su preponderancia primera y su retroceso posterior
frente a la quinta, así, por ejemplo, recientemente (A. H. Fox-Strangwavs),
sobre una base puramente física, por el carácter puramente vocal de la música
polifónica relativamente antigua: en el canto -se dice- la más alta de las dos
voces posee la tendencia de atraer la melodía hacia sí, en tanto que la más
baja trata de adaptársele, y concretamente en la cuarta, porque en esta forma
el cuarto tono armónico de ésta coincide con el tercero de aquella, y esto
constituiría el parentesco más directo, en la octava, de los tonos así dispuestos
(tonalidad de tetracordio). En el dúo instrumental; en cambio, es el bajo el que
posee mayor resonancia, y el alto se le adapta armónicamente en la quinta, ya
que en ésta el tercer tono armónico de aquél coincide con el segundo tono de
la voz superior (tonalidad de escalas). Pero si se la considera desde el punto
de vista histórico, dicha explicación -de la que sólo los especialistas pueden
juzgar definitivamente- parece un tanto problemática, pues presupone la
polifonía y, por otra parte, es notorio que, en el canto a dos voces, sin
acompañamiento, de los que carecen de toda cultura musical, son las quintas
las que suelen producirse con mayor facilidad. Ni habla tampoco en favor de la
misma el desarrollo del sistema musical arábigo, particularmente rico en
instrumentos, en cuyo marco la cuarta -y concretamente dividida siempre de
arriba hacia abajo- pudo progresar, con todo, a expensas de la quinta. Antes
podría aducirse el desarrollo hindú. Pero también aquí, una vez más, el
ascenso de la cuarta en los modos eclesiásticos frente a la música helénica
tuvo lugar pese al fuerte retroceso de los instrumentos musicos. Por lo visto,
esto dependería de la clase de los mismos. En cambio, por lo que se refiere a
la importancia del bajo instrumental y a la escritura por él fomentada de las
armonías de abajo hacia arriba, la explicación en cuestión es seguramente
concluyente. Sin embargo, la posición de la cuarta en las antiguas músicas sólo
podría explicarse a su vez en tanto que en dicha forma la peculiaridad de las
antiguas melodías en el sentido de transcurrir preponderantemente en
descenso -lo que, sin embargo, nada tiene ciertamente que ver con la mayor
resonancia de una voz más alta- empujaría efectivamente como final de una
frase melódica hacia la cuarta. En efecto, aun desde el punto de vista
puramente melódico, una frase que bajaba de un sólo trazo a través de la
escala de los tonos intermedios hasta la quinta (o sea, pues, de do a fa)
resultaba muy larga, y comprendía, si el semitono se hallaba al principio o al
fin, la disonancia de tritono, difícil inclusive melódicamente, y la interpolación
del semitono en su centro sólo resultaba convincente -como en nuestra tesitura
actual, por ejemplo, la frase de sol a do-, cuando la tercera se comprendía ya
armónicamente. O sea que, mientras la tercera se seguía percibiendo conforme
a la distancia como ditono, la cuarta era la primera consonancia clara que
alcanzaba un curso melódico. Cuando se conocía la octava aquella surgía casi
siempre con la quinta. Por lo menos para todos aquellos pueblos que no
poseían el acorde de tres sonidos, parece haberse percibido entre los
intervalos, aun como salto melódico, como relativamente fácil de entonar. Y el
hecho de que fuera al propio tiempo el intervalo más pequeño de consonancia
clara, en contraste con la ambigüedad de la tercera, decidió finalmente en su
favor, aun en una música que conseguía su material sonoro según el principio
de la distancia, como punto de partida de la división racional del intervalo.
Ahora bien inclusive una cimentación "tonal" fuertemente arraigada empieza a
tambalearse en las músicas de desarrollo puramente melódico tan pronto como
éstas han empezado a desprenderse de las antiguas fórmulas musicales
típicas de carácter sacro o medicinal que ofrecían soportes firmes. E incluso el
derrumbe de todas las barreras "tonales" resulta tanto más completo bajo la
presión de la necesidad creciente de expresión, cuanto más refinadamente se
ha desarrollado el oído en la dirección melódica. Así fue en la música helénica.
Vemos que la interpretación de la cuerda cromática como elemento de un
"tetracordio" particular enlazado y la fijación de los tonos externos de los
tetracordios limitaban fijamente en la teoría, los medios de la modulación. Y de
hecho, algo análogo se puede si no demostrar estrictamente en relación con la
práctica en los instrumentos musicos, sí por lo menos encontrar aquí y allá a
manera de indicio. Sin embargo, muchos comentarios de los escritores
musicales, y a mayor abundamiento los monumentos de la música, entre otros,
por ejemplo, el gran primer Himno délfico a Apolo, muestran claramente que de
la practica de la música lo menos que puede decirse es que se regía muy poco
por la teoría. Se pueden racionalizar más fácilmente -como han demostrado los
infatigables intentos de Gevaert, aunque en principio no puedan suscribirse-,
inclusive en su caso con nuestras ideas armónicas, los cantos corales
conservados de melodía en parte verdaderamente antigua y, en parte, de
intención manifiestamente arcaizante. La primera Oda pítica de Piídaro (de
composición incierta en cuanto al tiempo), los Hinnos de Mesomedes y,
además, el pequeño canto funerario de Seikolos, que imita probablemente
aires populares, se adaptan a la teoría en forma tolerable. Resiste en cambio
toda racionalización (aun admitiendo la hipótesis de Riemann en el sentido de
la mutilación de un signo de notación) el segundo gran Himno a Apolo, que
pertenece al siglo II a. c. La teoría del tetracordio de los griegos ponía en tanto
limites al cromatismo melódico, pues no podían ponerse uno a continuación de
otro más de dos intervalos de tono principal, lo que Aristoxenos explicaba
diciendo que, en otro caso, las relaciones de consonancia se perderían dentro
del esquema de cuartas. El Himno a Apolo, en cambio, contiene tres intervalos
cromáticos sucesivos, y también en otros aspectos sólo podría interpretarse
teóricamente en el supuesto de modulaciones sumamente libres en
cualesquiera direcciones, recurriendo a la interpretación de Gevaert en el
sentido de que se hallan aquí combinados unos con otros tetracordios de
estructura interna totalmente distinta (y también de modos tonales totalmente
distintos). Indudablemente, un teórico antiguo habría construido los hechos en
dicha forma, al igual que ocurre también algo parecido en la teoría de la música
arábiga, por ejemplo, mediante combinación de tetracordios y pentacordios
diversamente articulados.
Pero en tal caso había precisamente que abandonar aquí en realidad toda
relación "tonal" de "cuartas" y "quintas" -en el sentido griego-, excepto en
cuanto a los tonos extremos de los tetracordios, y se habría desarrollado un
sistema rnelódico desligado en gran parte de toda vinculación. Este se
comporta al parecer respecto de los fundamentos teóricos en forma análoga a
como la música moderna se comporta con respecto a la estricta teoría
armónica reproducida al principio (en versión ya relativamente "moderna"). Y se
trata precisamente en ello de música oficial ateniense (un canto de loa al dios
después de realizado el asalto celta). Así, pues, la tendencia a la ampliación de
los medios de expresión parece haber conducido en la música helénica, y
precisamente en su apogeo, a un desarrollo extremadamente melódico que
rompió en buena parte los elementos "armónicos" del sistema musical. Y si en
el Occidente la misma tendencia ha Ilevado desde fines de la Edad Media a un
resultado totalmente distinto en la evolución de la armonía de acordes, se
propenderá a atribuirlo en primer lugar al hecho de que, en el momento de
iniciarse aquella necesidad mayor de expresión, el Occidente se hallaba ya, en
contraste con la Antigüedad, en posesión de una música de varias voces, en
cuyo curso hubo de desembocar el desarrollo del nuevo material sonoro. Lo
que sin duda es así en buena parte. Es el caso que, sin embargo, la polifonía
no existía en modo alguno únicamente en la música occidental, de modo que
empieza por plantearse la cuestión acerca de sus condiciones específicas de
desarrollo.
Aquí sólo designarnos como "polifónica" una música, inclusive en el sentido
más vasto, cuando las distintas voces no transcurren exclusivamente en
consonancia o en la octava de unas con otras. De hecho, el unísono de
instrumentos y voces cantantes lo conocen casi todas las músicas y lo conocía
también la Antigüedad. Y constituye asimismo un fenómeno muy general, y por
supuesto familiar también a aquella, el acompañamiento de las voces en
octavas (voces masculinas, de niño o femeninas). Parece ser, sin embargo,
que, dondequiera que se presente, la octava es percibida como "identidad en
otro plano". En aquel sentido más amplio, pues, la música polifónica puede
adoptar caracteres típicamente diversos, entre los cuales se dan, por supuesto,
toda clase de transiciones, aunque en sus casos extremos puros se separen
unos de otros de modo muy estricto y se remonten además también
históricamente a raíces distintas ya en las músicas muy primitivas.
Primero: la moderna "plurisonancia" -como, debería decirse en realidad en
lugar de "polifonía"- armónica de acordes. Porque las progresiones de acordes
no han de concebirse necesariamente en modo alguno, en si mismas, como
pluralidad de "voces", a distinguir unas de otras, que caminen juntas. Ni
siquiera comportan necesariamente, por el contrario, el progresar "melódico" de
una sola voz. Por supuesto, la falta de toda melodía en absoluto, en el sentido
usual, no es más que un caso extremo. Ni ella ni lo que musicalmente se le
aproxima tienen, en la música de los pueblos no occidentales y en el pasado
antes del siglo XVIII, analogía alguna. Sin duda, las naciones del Cercano y del
Lejano Oriente, y precisamente las de música artística más desarrollada,
conocen la consonancia de varios tonos. Y tal como ya se señaló
anteriormente, parece ser que, por lo menos, el acorde del modo mayor, es
aceptado como "bello" inclusive por parte de pueblos cuya música carece de
toda tonalidad en el sentido nuestro o descansa, como en el caso de los
siameses, en fundamentos totalmente distintos. Sin embargo, ni interpretan el
acorde en sentido armónico, ni lo disfrutan como acorde a la manera nuestra,
sino como combinación de intervalos que quieren oír separadamente y que
prefieren pulsar "arpegiando", o sea, tal como surgían espontáneamente en el
arpa y en los antiguos instrumentos de cuerdas separadas. En esta forma, el
acorde es probablemente antiquísimo en todos los pueblos de instrumentos de
varias cuerdas; Pero, además, todavía al perfeccionarse el piano en el siglo
XVIII era precisamente la belleza sonora de los acordes arpegiados obtenidos
del laúd uno de los efectos que se buscaban y apreciaban. Pero se encuentran
también series de acordes de arpa de dos y tres sonidos, entre las partes
alternas del sólo y del coro, en las atractivas recitaciones de leyendas
semidramáticas de los negros bantú, por ejemplo, que P. H. Trilles ha recogido,
sin que por ello dichas series (muy simples) tengan nada que ver con nuestras
progresiones armónicas. En efecto, en la mayoría de casos vuelven a concurrir
en el unísono o bien, de no ser así, terminan, en determinadas circunstancias,
en fuertes disonancias (en el tritono, por ejemplo, si la reproducción es
correcta). La abundancia sonora es lo que se persigue esencialmente. Un caso
externo opuesto lo representa aquella pluralidad vocal que se designa
técnicamente como "polifonía" y ha hallado su tipo más consecuente en el
"contrapunto": varias voces tratadas en absoluto como de igual derecho corren
una al lado de otra y están armónicamente ligadas entre sí de tal manera, que
todo progreso de una de ellas tiene en cuenta el de las otras, por lo que queda
sujeta a reglas precisas. Estas reglas de la polifonía moderna son en parte las
de la armonía de los acordes y persiguen, en parte, el objetivo artístico
(expresado en la forma más general posible) de conseguir un progreso de las
voces tal, que cada una de ellas encuentre su pleno reconocimiento melódico,
pero conservándose al propio tiempo en el conjunto, a pesar de ello y en lo
posible, gracias precisamente a ello, una estricta unidad musical (tonal). En
tanto, pues, que la pura armonía del acorde piensa "en dos dimensiones"
-verticalmente a las líneas de las notas y al propio tiempo horizontalmente a lo
largo de ellas-, el contrapunto por su parte piensa en primer lugar en "una
dimensión", o sea en dirección, y sólo luego verticalmente, en la medida en que
los acordes, no nacidos en él de figuras construidas unitariamente conforme a
la armonía, sino originados en cierto modo casualmente en el progreso de las
distintas voces independientes, requieren reglamentación armónica. La
oposición parece relativa y lo es efectivamente en gran parte. Pero, hasta que
punto se la pueda percibir agudamente lo demuestra probablemente más
todavía que la lucha enconada de la sensibilidad musical italiana de fines del
Renacimiento contra la "barbarie" del contrapunto en favor de la música
homófona armónica, la actitud incluso de contrapuntistas como Grell (director
de la Academia de Canto de Berlín), quien en el último tercio del siglo XIX
fulminó póstumamente su condena contra todas las innovaciones de la música
a partir de J. S. Bach, y eventualmente también de su discípulo Bellermann, así
como, por otra parte, la dificultad notoria para la sensibilidad moderna,
orientada hacia el acorde -y aun precisamente entre los artistas creadores- de
interpretar Palestrina y Bach en el sentido musical con que lo hacían estos
mismos y su época. La polifonía, en tal sentido, y en particular el contrapunto,
sólo los conoce el Occidente en forma deliberadamente cultivada a partir del
siglo XV, pese a todas las etapas previas, y halló en Bach su expresión más
acabada. No la conocen ni otra época ni otra cultura alguna, ni la conocieron
tampoco, como Westphal supuso a base de una interpretación errónea de las
fuentes, los griegos, en los que por lo que sabemos faltan antes bien por
completo inclusive has etapas previas de la polifonía que se encuentran en los
pueblos más distintos de la tierra en forma totalmente análoga a la del
Occidente. Para ellos, en efecto, la última palabra, tanto por lo que se refiere al
acorde como a todo empleo simultáneo de las consonancias en la música en
general, rezaba: sinfonía ouk ejei ethos o sea, según el sentido -como resulta
de otro pasaje del Pseudo Aristóteles-: los acordes consonantes (conocidos ya
a partir de la afinación de los instrumentos) son sin duda gratos al oído, pero no
poseen significado musical alguno. La frase se aplicaba, por supuesto, a la
música culta. No demuestra, naturalmente, que los griegos no conocieran el
acorde en absoluto, sino lo contrario, como se ve asimismo por los comentarios
de los teóricos acerca de la ?????? en las consonancias en contraste con las
disonancias. Y aunque se propenda por parte de muchos a suponer que en
Grecia hubo de darse tal vez también un canto de varias voces en la forma
primitiva de los paralelos de consonancias, no se puede, sin embargo, ni
demostrar de modo cierto in, por otra parte, desvirtuar. No obstante, de haber
existido -lo mismo que el empleo de los acordes-, dicha música hubiera sido
precisamente "música popular" (de la que por supuesto no poseemos huella
alguna), y hubiera pertenecido a aquella clase de regocijo de verbena de la
"crápula", a cuyo propósito Aristóteles se expresa en forma tan despectiva.
Hay que recordar todavía con unas breves palabras los medios artísticos
específicos de la plurivocalidad "polifónica". La unidad de una composición
melódica polifonía en sentido técnico se observa de la manera más sencilla en
el "canon", o sea en el simple correr uno al lado de otro, a distintas alturas de
tono del mismo motivo, mediante su adopción sucesiva por otras voces antes
de terminar en una de ellas: forma de canto que se presenta tanto en la simple
música popular como también como producto artístico. El primer ejemplo
conservado de ello (fechable con seguridad por la escritura), aunque no por ello
el más antiguo ni con mucho, por supuesto, de la música occidental, lo
constituye el célebre Canon del Verano, del monje de Reading (manuscrito de
mediados de siglo XIII). Pertenece en cambio exclusivamente a la música culta,
cual una de las formas artísticas más elevadas del contrapunto, la "fuga"; en su
esquema más simple: un "tema" dado es imitado por un "compañero" en otro
tono (normalmente, en la quinta); al "compañero" se le enfrenta a su vez,
nuevamente en el tono inicial, una "oposición"; este antagonismo es
interrumpido por medio de "frases intermedias" y diversificado por medio de
cambios de tiempo y modulaciones (normalmente de escala emparentada), y
se concentra y subraya el sentido musical de la composición eventualmente,
mediante "paso angosto" (entrada del compañero, en forma de canon, al lado
del mismo tema), así como, especialmente hacia el final, mediante paso de las
voces por encima de un tono sostenido ("punto de órgano"). Los inicios de la
fuga se remontan a mucho atrás, en tanto que su pleno desarrollo sólo lo
consiguió, como es sabido, en los siglos XVII y XVIII. También fuera de estas
dos formas extremas, en cierto modo características, constituye el elemento
vital de la polifonía como música de arte, la "imitación" más o menos libre del
motivo melódico dado, enriquecido siempre de nuevo a interpretado desde
todos los lados en forma cada vez más penetrante y en escalas siempre
distintas. El desarrollo de la "imitación" hasta dicha posición dominante como
medio artístico corresponde sólo al siglo XV, aunque sus inicios se sitúen
considerablemente más atrás, y desplazó entonces, como segunda ars nova, el
estilo preponderablemente coloreado del siglo XIV y la regulación mecánica
más antigua del movimiento de las voces. Y no es sino a partir de entonces
cuando el contrapunto ha dominando no sólo todo el arte del canto polifónico
eclesiástico, a partir de la nueva fundación de la capilla papal en el siglo XV
una vez terminado el cisma, sino también, en fuerte grado la composición
conforme a arte de cantos populares a partir del siglo XVI. Partiendo del simple
movimiento de dos voces, "punctus contra punctus", hasta movimientos de
varias docenas de voces y, con 2, 3 y 4, de una contra otra de ellas, y
progresando del contrapunto "simple" al "múltiple", esto es, formado por voces
susceptibles de volverse una contra otra, la composición polifónica hubo de ir
enmarañándose en una construcción cada vez más sublimada y complicada de
reglas artísticas. Ya antes del advenimiento de esas tareas complicadas
constituían los problemas simples del "movimiento paralelo", el "movimiento
lateral" y el "movimiento contrario" de las voces, con sus reglas y prohibiciones,
el objeto específico de una teoría de la plurivocalidad desarrollada
paulatinamente a partir del siglo XII. Para ésta figuraban ante todo en el primer
plano del interés dos prohibiciones -una por lo menos desde el siglo XII, pero
probablemente ya desde antes, y la otra desde el siglo XIV-, a saber: la
evitación del "tritonus"( cuarta aumentada en medición pitagórica, por ejemplo,
fa-si), que en la Edad Media se consideraba como exponente de todo lo malo y
feo, y la prohibición de las progresiones en paralelo de "consonancias
perfectas" y, en particular; de las octavas y las quintas. La prohibición rigurosa
del tritono, sin duda fuertemente disonante (cae también en la teoría de
Helmoltz en la categoría de los intervalos "turbados" por enarmónicos
particularmente cercanos), pero que pertenecía, con todo, a la tonalidad "lidia"
(que parte de fa) a título de intervalo especifico, no la conocía todavía el coral
gregoriano genuino. Como tampoco se impuso en parte alguna donde el
dominio de la iglesia permaneció relativamente débil (por ejemplo, en Islandia).
El empleo de la tonalidad lidia era perfectamente familiar a la música
eclesiástica más antigua, pero estaba en cambio prohibido posteriormente, por
lo menos en su forma pura: ningún coral eclesiástico está escrito en ella.
Podría propenderse a explicar el origen de la prohibición por la introducción del
sistema griego del tetracordio en la teoría de la música a partir de la época de
los Carolingios. No, por supuesto, la de la práctica artística helénica genuina de
las épocas clásica y posclásica, la cual según el testimonio de los monumentos
no evitaba el tritono en modo alguno, ni aun siquiera como salto directo. Pero si
tal vez la de la concepción de la "tonalidad" de la época final, influida ya en
sentido cristiano y, con ello, indirectamente en sentido oriental. El paso de
tritono no parece tampoco ser fác