Lucas Marin - El Estudio Sociológico de La Organización Empresarial

Descargar como doc, pdf o txt
Descargar como doc, pdf o txt
Está en la página 1de 30

Antonio Lucas Marín (ed.

)
Sociología para la empresa
Ed. McGraw Hill, Madrid, 1994

I. EL ESTUDIO SOCIOLÓGICO DE LA ORGANIZACIÓN EMPRESARIAL

1. Sociología y Sociedad Moderna


La aparición de las ciencias sociales, y concretamente de la sociología, es una de
las características sobresalientes de la sociedad moderna. A su vez la sociología es un
enfoque analítico, comprensivo y crítico de esta sociedad, determinada por la existencia
de las organizaciones empresariales. Nos proponemos situar en un amplio marco el
proceso histórico de la formación de la sociedad moderna y sus características. Esto nos
ayudará: a entender con mayor profundidad el sentido que tienen las teorías actuales
sobre la organización del trabajo; a la consideración de la empresa como organización y
como institución; y, finalmente, a ver la importancia que puede tener para la empresa la
aportación de la sociología y las demás ciencias sociales.

El proceso de industrialización es una transformación de las sociedades tradi-


cionales, basadas sobre todo en la producción agrícola, en otras de nuevo cuño en que la
organización y la producción industrial, la fábrica, tiene una importancia fundamental en
la organización de la convivencia. Pero este cambio iniciado en algunos sitios durante el
siglo XVIII hay que estudiarlo en su desarrollo histórico expansivo, en el que se han
venido a ver algunos momentos de cierta aceleración que se han llamado las tres
revoluciones industriales. La primera de ellas significa el inicio de la industrialización, la
segunda supone la aparición de algunos signos de madurez institucional en el nuevo tipo
de sociedad patente ya a principios del siglo XX, la tercera revolución industrial viene a
significar el cambio reciente que estamos dando hacia una sociedad post-industrial o
post-moderna.

En este marco evolutivo de cambio histórico podemos intentar comprender las


consecuencias de la transformación social que se está dando, con numerosas
características cuya evolución nos señalan de una forma precisa el sentido concreto del
proceso social. Especialmente nos interesan las proyecciones concretas hacia el futuro
de la modernidad en el mundo del trabajo.

La madurez de la industrialización es concomitante con la aparición de diferentes


esquemas teórico interpretativos del mundo del trabajo, que forman lo que ha venido a
llamarse las teorías de la organización laboral. Todas ellas, parece adecuado clasificarlas
siguiendo un criterio tanto histórico como de la concepción subyacente del hombre, en
teorías clásicas, teorías de las relaciones humanas y las reciente teorías sistémicas sobre
la conducta laboral. Su repaso, ver la tendencia convergente en que se mueven, nos
será de gran utilidad para situarnos en los actuales esquemas de valoración de lo que ha
venido a llamarse la cultura de las organizaciones.

En este ambiente intelectual veremos el múltiple sentido que tiene la empresa


como organización compleja distintiva de las sociedades modernas. Estamos ante una
organización formal, planeada por la dirección, a la que se superpone una organización
informal, en la que priman lazos espontáneos de naturaleza afectiva, coexistente con
una organización en la que se intentan satisfacer necesidades individuales y, además,
en la que no puede dejarse de tener en cuenta el influjo del sistema estratificador de la
sociedad. La consideración de la empresa como organización es paralela a su estudio
como institución, cristalización de roles o papeles sociales en torno a una necesidad
básica de la sociedad.
1

Finalmente, vamos a ver como la propuesta de la sociología y de las demás


ciencias sociales debe enmarcarse en el campo de la racionalización de la vida social, de
su comprensión más profunda. No se trata tanto de hacer propuestas específicas para
mejorar la eficacia de la empresa o de las organizaciones económicas, como de ayudar a
entender el mundo que le rodea, o el sentido de los problemas que le afectan y las
consecuencias internas y externas de las soluciones propuestas. Pero intentando
separar, en todo caso, el terreno más práctico de la actividad propiamente empresarial
del más intelectual en el que debe procurar moverse la ciencia.

En esta perspectiva señalada, la aparición de una disciplina llamada Sociología a


lo largo del siglo XIX es posible porque hay una creciente toma de conciencia de la
existencia de la sociedad, que va cada vez más siendo considerada como objeto de
estudio al que es posible intentar la aplicación del método científico. La continua
acumulación de conocimientos sobre la sociedad se realiza en una atmósfera intelectual
racionalista y progresista, y en un ambiente ideológico liberal.

Comte es tenido como el padre de la Sociología, por su clara apreciación de la


sociedad como objeto de estudio y por su inclusión en una clara línea de filosofía
positivista. La disciplina por él fundada, inicialmente con el nombre de "física social",
tuvo continuidad en otros intelectuales y profesores como Spencer, Durkheim y Weber,
dando lugar a uno de los intentos racionalizadores de la sociedad moderna más
fructíferos.
El estudio de las relaciones del hombre y la sociedad va apareciendo cada vez
más como punto central de referencia de las ciencias sociales. Va perfilándose cómo el
hombre es productor de la sociedad en que vive y a la vez es consecuencia de esta
sociedad (Figura 1.1), de manera que entender el carácter dialéctico de la sociedad, la
simultaneidad e interrelación de los procesos de objetivación social y de socialización, es
necesario para calibrar con precisión las posibilidades de la ciencia y de la intervención
humana. Conceptos como los de individualismo, libertad, conciencia o liberalismo, nos
llevan a señalar una cierta insistencia -aunque sea puramente intelectual- en la prioridad
del hombre en la dialéctica social, de la misma manera que los conceptos de
sociologismo, estructura social, normas sociales o socialismo llevan a colocar primero a
la sociedad. De esta manera, desde campos tan diversos como la concepción de la
unidad básica de estudio científico (individualismo-sociologismo), la filosofía (libertad-
estructura social), la ética (conciencia-normas sociales) o las ideologías (liberalismo-
socialismo) se tiende a romper el necesario equilibrio Hombre-Sociedad.
1

Figura 1.1

ESQUEMA DE LAS RELACIONES

DEL HOMBRE Y LA SOCIEDAD

Individualismo Sociologismo

Libertad Estructura social

Objetivación

Social

----------------->

HOMBRE SOCIEDAD

<-----------------

Socialización

Conciencia Normas sociales

Liberalismo Socialismo

Es interesante tener presente que Comte, como discípulo de Saint-Simon, ve la


sociedad básicamente como "industrial". La fábrica, el sistema de producción fabril, va a
ser lo más sobresaliente en el nuevo tipo de sociedad que se va instaurando rápida y
progresivamente, para sustituir a las sociedades tradicionales cuya base productiva es la
agricultura. En la especulación posterior de los sociólogos clásicos la empresa va apare-
ciendo como institución básica y ejemplar de la nueva sociedad, como cristalización de
los roles más dinámicos que van emergiendo en una convivencia centrada en la
productividad. Los "señores industriales" de Saint-Simon y los "proletarios" de Marx,
unidos por vínculos recíprocos de derechos y obligaciones, van a formar el núcleo de
esta institución a la que se irán incorporando nuevas posiciones sociales (técnicos,
empleados y mandos intermedios). La expansión de esta forma de organización durante
los siglos XIX y XX es tanto espacial -fábricas (empresas) por todas partes- como
funcional -otras instituciones adquieren formas empresariales (ejército, iglesias o
partidos políticos)-.

2. Las Revoluciones Industriales


Vamos a iniciar el estudio del cambio social que está teniendo lugar actualmente
en el mundo con una escueta referencia a las sociedades tradicionales o preindustriales.
Podemos decir que los inicios de la industrialización pueden situarse en algunos países
europeos durante los siglos XVI y XVII. Los tímidos ensayos aislados de instalar fábricas y
en general de usar máquinas para la producción constituyen ya un claro proceso en
expansión a finales del siglo XVIII en Inglaterra. La extensión de este fenómeno ha
venido llamándose la Revolución Industrial, que consiste, en una definición simplista, en
pasar de una sociedad con una economía de base agraria a otra fundamentada en la
producción fabril.
1

Ralph Dahrendorf nos ha advertido con una cierta ironía de las peculiaridades de
esta revolución industrial, que no es ni revolucionaria ni industrial. En efecto, es muy
difícil hablar de revolución cuando nos encontramos ante un cambio tan difícil de fechar.
Así, por ejemplo, en Inglaterra diversos autores señalan que tiene lugar en diferentes
momentos, que van desde 1768 hasta o finales de siglo, dependiendo de los indicadores
que se utilicen (aparición de la máquina de vapor o duplicación continua de comercio
exterior). En España hay claros indicios de industrialización a mediados del siglo XIX,
pero algunos autores como Nadal piensan que no se culmina hasta 1960. Igualmente es
equívoco calificar de industrial la revolución, cuando su causa y sus efectos más im-
portantes son ajenos a la industria, pues lo fundamental es el cambio de las ideas y de la
estructura de pensamiento de la población, es por tanto un cambio ideológico.
Después de la Segunda Guerra Mundial hay unos intentos serios por parte de
economistas y sociólogos de plantear un modelo de desarrollo que sirviera a los políticos
para situarse en el esfuerzo post-bélico de recuperación que se avecinaba,
primeramente en Europa y después en otros países atrasados. Entre todas las propuesta
es especialmente interesante la de Rostow al indicar cinco etapas en el cambio: la socie-
dad tradicional; las condiciones para el impulso (warming up); el impulso inicial (take
off); la marcha hacia la madurez; y la era de alto consumo de masas. Esta nomenclatura,
con influencia de la empleada en la aviación, nos viene a indicar el momento en que se
encuentra cada grupo o sociedad estudiada, procurando incluso asociarla con algunos
indicadores económicos fácilmente medibles (la tasa de inversión, por ejemplo, entre el
5 y el 10 por ciento del ingreso nacional para que se dé el impulso inicial o despegue)
(Rostow, 26-32).

┌┌┌┌┌┌┌┌┌┌┌┌┌┌┌ ┌┌┌┌┌┌┌┌┌┌┌┌┌┌┌
┌ IGUAL ┌ ┌ IGUAL ┌
┌┌ → ┌ CAPITAL ┌┌┌┌┌┌┌ → ┌PRODUCTIVIDAD┌┌┌┌┌┌
│ └─────────────┘ └─────────────┘ │
┌ ┌
┌ ↓
┌───┴─────────┐ ┌────────┴────┐
┌ NO ┌ ┌ IGUAL ┌
┌ INVERSION ┌ ┌INGRESO REAL ┌
└───┬─────────┘ └────────┬────┘
↑ ┌
┌ ┌┌┌┌┌┌┌┌┌┌┌┌┌┌┌ ┌
┌ ┌ NO ┌ ┌
┌┌┌┌┌┌┌┌┌┌┌┌┌┌┌┌┌┌ AHORRO ┌ ← ─────────────┘
└─────────────┘

Figura 1.2. CIRCULO VICIOSO DE LA POBREZA


1

┌┌┌┌┌┌┌┌┌┌┌┌┌┌┌ ┌┌┌┌┌┌┌┌┌┌┌┌┌┌┌
┌ AUMENTO ┌ ┌ MAYOR ┌
┌┌ → ┌ CAPITAL ┌┌┌┌┌┌┌ → ┌PRODUCTIVIDAD┌┌┌┌┌┌
│ └─────────────┘ └─────────────┘ │
┌ ┌
┌ ┌
┌───┴─────────┐ ┌────────┴────┐
┌ MAYOR ┌ ┌ MAYOR ┌
┌ INVERSION ┌ ┌INGRESO REAL ┌
└─┬─┬─────────┘ └────────┬────┘
↑↑ ┌
┌┌ ┌┌┌┌┌┌┌┌┌┌┌┌┌┌┌ ┌
┌┌ ┌ ┌ ┌┌┌ ┌
┌ ┌┌┌┌┌┌┌┌┌┌┌┌┌┌┌┌┌┌ AHORRO ┌ ← ──────┼─┼─┼──┤
│ │ └─────────────┘ ││ │ │
┌┌ ┌┌┌ ┌
┌┌ ┌┌┌ ┌
┌┌ ┌┌┌┌┌┌┌┌┌┌┌┌┌┌┌ ┌┌┌ ┌
│ └─────────┤ MAYOR ├ ←
─────────────┴─┴─┴──┘
┌ ┌ DEMANDA ┌ ┌┌┌
│ └─────────────┘ ││ │
┌ ┌┌┌
┌─┴───────────┐ ┌─┴─┴─┴───────┐
┌ ┌ ┌ FACTORES ┌
┌ EXTERIOR ┌ ┌ SOCIALES ┌
└─────────────┘ └─────────────┘

Figura 1.3. MODELO DE DESARROLLO

El punto de partida del proceso, la sociedad tradicional, viene definida en términos


económicos por su situación de pobreza, o más precisamente por estar sometida al
circulo vicioso de la pobreza (Figura 1.2), que es algo más que escasez de bienes, pues
conlleva en sus manifestaciones sociales: estancamiento (escasez de innovaciones),
dependencia de la agricultura, ausencia de especialización profesional y falta de
integración geográfica. Podemos ver en la figura adjunta cómo en términos económicos
este círculo significa ausencia de ahorro (al funcionar a nivel de subsistencia) y, por
tanto, al ser el capital constante el mantenimiento de una productividad baja, lo que
repercute en unos ingresos bajos y sin posibilidades de ahorro, y vuelta a empezar el
ciclo. Las posibilidades de romper el estancamiento e iniciar un proceso de desarrollo
(Figura 1.3) provienen no tanto de una inversión extraordinaria -generada en el exterior,
por ejemplo- como de la existencia de unos factores sociales que hagan que cualquier
inversión, por pequeña que sea, no termine generando una mayor demanda (de
artículos de lujo, con frecuencia), si no que de lugar a un ahorro y aun proceso
autosostenido de inversión.

La ruptura del estancamiento y el proceso autosostenido de crecimiento es la


manifestación económica de lo que denominamos Primera Revolución Industrial. Se
inicia en el Reino Unido a finales del siglo XVIII y se va contagiando paulatinamente a los
demás países, inaugurando una nueva etapa, radicalmente distinta de las precedentes
en la historia del hombre. Ha sido sintéticamente definida por Jordi Nadal al precisar
como el cambio: "consistió en sustituir la base agraria de las sociedades tradicionales
1

por otra nueva, de cuño industrial. En términos ochocentistas y europeos, ese tránsito se
ha asentado, a su vez, sobre la hegemonía de dos sectores básicos -el sector algodonero
y el sector siderúrgico- y ha encontrado su impulso en la energía del carbón de piedra,
ya sea utilizada directamente, ya sea convertida en las bombas de vapor" (Nadal, 10).

Es posible hablar de la aparición de un nuevo tipo de sociedad por la magnitud de


la acumulación de cambios, que en el caso inglés se han llegado a especificar
analíticamente en cuatro revoluciones diferentes: demográfica, agrícola, comercial y de
los transportes (Deane, 27). Pero la característica económica sobresaliente de la Primera
Revolución es un aumento extensivo de la producción industrial, la aparición de fábricas
que se extiende progresivamente a todas las ramas de la producción. El nuevo modo de
producción da lugar siempre a un uso más productivo de los factores. De esta manera,
buscando el individuo el propio interés, ante la posibilidad de atender mercados más
amplios, se expande la producción mediante aplicación de nuevas técnicas y métodos
de organización. Hay un incremento claro de la productividad del trabajo humano, que
permite y exige una acumulación de bienes productivos, con lo que la expansión se
realimenta (Kemp, 18 y 19).

En términos generales la Primera Revolución Industrial da lugar a un gran


desorden social en casi todos los campos de la vida, esto es patente en la literatura
costumbrista europea y se manifiesta en la aparición de numerosos reformistas sociales.
Frente al orden tradicional estable, pero visto como arcaico, aparece el caos de la
modernidad, que puede resumirse en los siguientes planteamientos: 1. La
transformación de la sociedad estamental o de castas en una sociedad de clases; 2.
Ruptura de las jerarquías tradicionales; 3. Creación de situaciones de inadaptación y
alienación para los trabajadores; 4. Se provocan situaciones crecientes de miseria social
entre los trabajadores industriales; 5. Valoración inicial del obrero no como persona sino
como relleno de la máquina; 6. El aumento de la importancia del trabajo en la vida del
hombre; y 7. La oposición creciente de las clases sociales (Dahrendorf, 68-71 y
Castronovo, 130-138).

Si el desorden es la señal genérica más marcada del comienzo del proceso de


industrialización, la evolución histórica sigue su marcha en la búsqueda de un cierto
orden o institucionalización de los nuevos procesos y formas de vida. El paso para
conseguir un orden industrial es lo que hemos llamado Segunda Revolución Industrial o
Revolución Científico-técnica, consistente en una etapa de aceleración del proceso que
se distingue por un aumento intensivo de la producción industrial -frente al carácter
extensivo que atribuíamos a la primera- con base en un incremento de la racionalización
productiva.

Se da el cambio a esta situación de madurez industrial de una manera clara en


Norteamérica y, posteriormente, en algunos países europeos a finales del siglo pasado y
a comienzos del presente, con un crecimiento económico sin precedentes, como
consecuencia de la extensión de los mercados y el desarrollo técnico y organizativo.
Desde el punto de vista técnico es la energía eléctrica la que da el sello característico
acompañado por el uso de nuevos combustibles líquidos y gaseosos que se unieron al
carbón, que había sido el primer "pan de la industria" (Friedmann, 28). En el aspecto
organizativo, la Segunda Revolución Industrial se basa en la Organización Científica del
Trabajo y en la experiencia organizativa acumulada en el fordismo, que supone: un
aprovechamiento más intenso de los lugares de producción, más que creación de otros
nuevos; concentración industrial, en lugar de dispersión; reorganización de la propia
mano de obra para aprovechar intensivamente el capital humano; racionalización y
economía de los medios existentes, más que ampliación de estos; importancia creciente
1

de la gran empresa; aparición de la sociedad anónima, que separa la propiedad y el


control de los medios de producción.
Desde el punto de vista de las consecuencias sociales de la Segunda Revolución
Industrial debemos hacer hincapié en su sentido integrador o institucionalizador. De esta
manera la madurez de la industrialización se manifiesta en nuevas normas sociales.
Vamos a pasar a una enumeración escueta de las consecuencias sociales de la nueva
industrialización, que podemos resumir en las siguientes (Dahrendorf, 74-76):
1. Institucionalización de la movilidad social, sobre todo a través del sistema de
instrucción; 2. Surgen nuevas líneas de estratificación de los trabajadores por las
necesidades de la producción; 3. Se ponen de manifiesto formas de vida ya
específicamente industriales: los bancos o la burocracia administrativa estatal, por
ejemplo; 4. Institucionalización de la seguridad social, del derecho social a la protección
(Estado del Bienestar); 5. Institucionalización de la oposición de clases, surgen los
sindicatos o los partidos políticos de clase; 6. También se institucionaliza la separación
entre las tareas de pensamiento y ejecución del trabajo; 7. Valoración definitiva del
obrero como relleno de la mecanización; 8. Aparición de los grupos en el trabajo; 9. Se
perfila lo que podríamos llamar el sistema de roles de la empresa industrial; 10. La
aparición de la sociedad de consumo.

Pero estas formas y modos de convivencia y de trabajo propias de las sociedades


industriales, son situaciones ya pasadas o antiguas en muchos sitios. Las perspectivas
actuales de evolución de las sociedades industriales maduras es hacia un nuevo tipo de
sociedades que se han denominado de maneras muy diversas: post-industriales, post-
modernas, tecnocráticas, programadas, corporativas, activas, tecnotrónicas, tecnológi-
cas, técnico-científicas, post-económicas, post-capitalistas, post-burguesas, post-
bienestar o post-ideológicas, según la faceta fundamental del cambio que se considere.
En cualquier caso, desde hace algunos años estamos asistiendo a la emergencia de un
nuevo tipo de sociedad que va a representar "un cambio en la estructura social y sus
consecuencias variarán según las diferentes configuraciones políticas y culturales de la
sociedad" (Bell, 13).

Por eso hablamos de la Tercera Revolución Industrial, con la inseguridad de no


saber si estamos refiriéndonos a una situación que se vislumbra para un futuro muy
próximo, sobre la que quizás nos falta perspectiva, o si estamos plenamente metidos en
ella y no somos capaces de apreciarla en sus detalles. Esta situación previsible pero real
en muchas de sus facetas, se puede definir como un aumento muy intensivo de la
producción mediante la "automación". Sabemos que no estamos más que ante
"extrapolaciones, de hipótesis o previsiones" (Friedmann y Naville, 368), o, de manera
muy precisa, de "prognosis" (Bell, 18).

En la Tercera Revolución Industrial, la base energética del cambio estará en la


utilización de la energía atómica, aunque no se desecha el aprovechamiento extensivo y
continuo de otras formas más pobres de energía, pero de fácil acceso, como la solar.
Desde el punto de vista económico parece que lo importante es la aparición de la
automoción, del control automático o "uso de las máquinas para controlar otras máqui-
nas" (Dawey, 291). Hay un continuo incremento de la productividad basado en la
existencia de grandes inversiones de capital, en unos procesos productivos cada vez
más largos y complejos, en el afianzamiento de una economía de servicios, en
planteamientos económicos a cada vez más largo plazo y en la interacción creciente
entre las decisiones económicas y sociales.

Las consecuencia sociales en el trabajo de estos cambios que se vislumbran se


pueden resumir en: 1. El trabajo es cada vez más una actividad fundamentalmente
1

simbólica y documental; 2. La tarea del obrero se aprecia como relleno de la


automación; 3. Nuevas formas de separación entre pensamiento y ejecución de las
tareas (programadores, ejecutantes y mantenedores); 4. Pérdida definitiva de peso del
trabajo manual; 5. Pérdida de importancia del "grupo obrero"; 6. Se desdibuja la lucha de
clases; 7. Intentos de superación de la enajenación a que se ha sometido al obrero y su
medio; 8. Disolución progresiva del régimen de salarios; 9. Importancia creciente del no
trabajo; 10. La red de trabajo sustituye cada vez más el grupo de trabajo (Friedmann y
Naville, 368-386).

3. Características de la Sociedad Industrial y Post-Industrial

Vamos a hacer referencia a un conjunto de veinte características sobresalientes


de la sociedad industrial, que la distinguen de una manera clara de las sociedades
tradicionales. Como veremos, casi todas estas facetas señaladas tienen su propia
dinámica, de manera que el progreso de la industrialización hace que podamos
referirnos en cada una de ellas a situaciones muy distintas como consecuencia de la
Segunda y Tercera Revolución.

Son muchas las características que intencionadamente hemos elegido y sólo


haremos una descripción somera de cada una de ellas. Posiblemente el cambio hacia un
nuevo tipo de sociedad queda más patente en esta descripción polifacética y evolutiva.
Quizás nos detendremos un poco más en la primera de todas porque manifiesta de una
manera especial el carácter evolutivo que hemos señalado.

Veamos pues estos veinte rasgos sobresalientes de la industrialización:


1. El crecimiento de la población. Hasta el siglo XVII la evolución de la población en el
mundo es muy lenta, hasta el punto de poderse hablar de una estabilidad demográfica.
Así, sabemos que mientras durante siglos, hasta 1650, la tasa de aumento de población
no pudo haber excedido del 0,5 por ciento y por siglo, pasa a ser en los países indus-
triales del orden del 1,5 por ciento anual, ésto significa un crecimiento 300 veces supe-
rior, y se ha podido hablar de la explosión demográfica del mundo moderno. La causa
está perfectamente determinada: disminución de la mortalidad, especialmente de la
mortalidad infantil, que se consigue por mejoras en la alimentación, la lucha eficaz
contra las epidemias y un mayor cuidado sanitario. De todas maneras la madurez indus-
trial lleva a un decrecimiento de la natalidad que produce un nuevo equilibrio
demográfico. El caso español -aunque se realiza con mucho retraso- es claramente
ilustrativo, pues de 1900 a 1971 las tasas de natalidad descienden de 33,4 por mil y por
año a 19,5, y la mortalidad de 28,3 a 7,45, con un estancamiento actualmente por
igualarse las tasas de natalidad y mortalidad.
1

Figura 1.4.
MODELO DE LA TRANSICION DEMOGRAFICA

El modelo de la transición demográfica (Figura 1.4) es una interesante racionaliza-


ción de cómo ocurre el cambio de tendencia de la población al transformarse una so-
ciedad tradicional en otra moderna, pasándose de una situación inicial de equilibrio con
altos índices de natalidad y mortalidad a otro nuevo equilibrio pero con bajas tasas de
natalidad y mortalidad. De esta manera la población que no crecía naturalmente en los
países tradicionales pasa a no crecer de nuevo en los países más industrializados, aun-
que con un proceso intermedio de expansión.

Por encima de los límites del modelo expuesto (referencia exclusiva al movi-
miento natural sin tener en cuenta las migraciones, etnocentrismo en la referencia clara
a los países desarrollados y falta de referencia a las relaciones sociales subyacentes),
nos sirve para situarnos en la evolución de la población a escala mundial y regional.

2. La urbanización. Con la industrialización se da el crecimiento de las ciudades a un


ritmo muy superior al de la población total, por producirse un continuo traslado de
población del campo a la ciudad. Normalmente cuanto mayor es la población mayor es
el crecimiento. Esto supone la progresiva desaparición de las áreas rurales y lo que es
más importante la aparición de megalópolis, conurbaciones o áreas metropolitanas, en
general de grandes aglomeraciones poblacionales que agrupan partes muy significativas
de la población del país. Es ilustrativo de esta tendencia, por ejemplo, que en España en
el período 1960-1970 el éxodo rural se calcula que afectó a 3,7 millones de personas.
Tenemos como ejemplos de megalópolis: México (con 20 millones de habitantes en 1990
de los poco más de 90 que tiene el país), Tokio (18 millones), Sao Paulo (17 millones),
Nueva York (16 millones) y Buenos Aires (13 millones). Hay que tener presente que este
proceso de crecimiento, claro en las primeras etapas de la industrialización y en la
industrialización madura, se invierte posteriormente dando lugar a procesos de
suburbanización, en que la vida ciudadana intenta "ruralizarse" sin perder las ventajas
de la vida urbana. Se extiende así la ciudad por suburbanización, ocupando grandes
áreas, como es el caso de la costa Este norteamericana (desde Boston a Nueva York).

3. La Industrialización. La generalización de la producción en fábricas, el sistema de


factorías, supone la aparición del concepto moderno de empresa, el uso intensivo del
1

capital, el nacimiento de las clases sociales y sobre todo una nueva distribución de la
fuerza del trabajo. Si nos acogemos al esquema teórico de Colin Clark de distinguir tres
sectores productivos fundamentales: primario (actividades agrícolas y extractivas),
secundario (actividad industrial) y terciario (actividad de servicios y comerciales),
podemos decir que la industrialización supone un trasvase de la fuerza del trabajo del
sector primario al secundario y posteriormente al terciario. En España el cambio de 1960
a 1975 ha sido muy importante, pues mientras en la primera de estas fechas la
distribución de la mano de obra en los tres sectores era del 70 por ciento en el primario
y del 15 por ciento en los otros dos, en 1975 habíamos pasado al 25, 40 y 35 por ciento
respectivamente. En 1991 la distribución porcentual de la población por actividades ha
sido del 15 en el primario, del 25 en el secundario y del 60 en el terciario. Es interesante
señalar que en los países más avanzados la expansión del sector terciario ha sido tan
significativa que ha hecho necesario distinguir entre el sector tradicional de servicios y el
sector cuaternario formado por los servicios relativos a la comunicación. En el último
censo norteamericano el sector primario suponía el 5 por ciento de la población, el
secundario un 15, y el terciario y el cuaternario un 40 por ciento cada uno. La evolución
en la estructura de la población activa española en lo que va de siglo es muy significa-
tivo, pasamos de tener un 70% de la población en el primario, un 15% en el segundario y
otro 15% en el segundario a 12%, 33% y 55% respectivamente.

4. El crecimiento de la movilidad física. Es indudable que se origina un auge creciente de


las comunicaciones, acortándose la distancia entre el campo y la ciudad, y entre países
o continentes, facilitando el comercio, abriendo al progreso a numerosas áreas
geográficas caracterizadas por su aislamiento y dando una agilidad extraordinaria al
traslado de mano de obra. Las mejoras en la navegación, el tren, la utilización masiva
del automóvil y el empleo creciente del avión, las posibilidades de viajes extraterrestres,
están dado lugar a cambios que todavía no podemos sopesar con perspectiva. El
proceso sigue en marcha, generalizándose a muchas personas, y dando lugar a
fenómenos tan extraordinarios como el turismo de masas (España ha recibido a más de
cuarenta millones de visitantes en los últimos años). De todas maneras, es necesario
tener presente que la gran importancia de la movilidad física está sobre todo en las
posibilidades de nuevas experiencias directas que ha abierto choques culturales sobre el
terreno, con los consiguientes cambios de mentalidad.

5. El aumento de la movilidad social. La modernización supone el paso de una sociedad


socialmente cerrada (estratificación estamental o por castas) a otra abierta (de clases).
Consiste el cambio en la prevalencia del estatus adquirido frente al adscrito. En la
sociedad tradicional era el nacimiento prácticamente la fuente casi exclusiva de la
definición social del individuo, determinando los roles que le incumbían. En la sociedad
moderna, el esfuerzo y la capacidad personal constituyen factores determinantes de los
roles a realizar por cada individuo, y de su correspondiente estatus. La apertura,
aparentemente en continuo crecimiento, aunque no sea absoluta (es más jurídica que
real), es una característica relevante de la sociedad industrial y la distingue de la tradi-
cional. Es importante señalar que la movilidad social supone, igualmente, nuevas
experiencias sin la necesidad de grandes cambios de localización.

6. La expansión de la movilidad psíquica. Entendida como la capacidad del hombre


moderno de adaptación a las continuas nuevas demandas de la vida, o dicho de una
forma más concreta y exacta, el conocimiento práctico de un gran repertorio de roles. La
expansión de la movilidad psíquica proviene inicialmente de la experiencia recibida por
la gente a través de los viajes o la movilidad social, pero se ha acrecentado nota-
blemente con las "experiencias mediadas" conseguidas a través de los medios de
comunicación de masas (la prensa, los libros, la radio y la televisión), que multiplican las
posibilidades de experimentar nuevas situaciones y hacen al hombre capaz de
1

imaginarse en momentos, lugares y tiempos extraños. Estos medios industriales de


comunicación están en interacción con los personales. Se ha venido a señalar
recientemente que los medios, en una consideración a largo plazo, tienen sobre todo
"efectos cognitivos" sobre la audiencia, afectando al conocimiento del mundo real que
rodea al individuo. Así, por ejemplo, podemos afirmar que cualquier habitante del pueblo
más pequeño podría ser capaz, merced a la experiencia adquirida por la televisión, de
saber como manejarse en una fiesta de "high society" en Nueva York o en París.

7. La aceleración del cambio social. O lo que es lo mismo, el incremento creciente en el


ritmo de cambio social, entendido como proceso por el que en un sistema social
aparecen diferencias medibles en un período de tiempo dado. La aceleración proviene
de la realimentación mutua entre los diferentes procesos de cambio social señalados en
las características que estamos viendo. El aumento de velocidad en el cambio, ésto es la
aceleración, descontrolada en algunos casos, hace que con facilidad en muchos
aspectos parciales de la vida pueda hablarse de revoluciones. La consecuencia
inmediata está en que muchas personas necesitan una continua adaptación a la
sociedad en que viven, para no quedar marginados en el trabajo o en las posibilidades
de relación social. Esto está dando lugar también a numerosos problemas
generacionales, de coexistencia de diferentes culturas, incluso en el seno de una misma
familia, en la que los más pequeños tienen que ser con frecuencia "profesores" de los
mayores (ejemplos cotidianos tenemos en las necesidad de explicaciones adicionales de
los niños a los abuelos en campos tan diferentes como el uso de electrodomésticos o la
comprensión de un telefilm).

8. El aumento de importancia de la tecnología. La técnica, que existe en todas las


sociedades y que en un sentido muy estricto sirve para transformar o utilizar energía, ha
permitido en nuestro caso pasar de un sistema de energía de "bajo grado" a otro de
"alto grado". Desarrollo significa siempre aumento del consumo energético, para
producir a conveniencia frío o calor, inmovilidad o movimientos controlados. El
industrialismo se ha caracterizado por la utilización de la máquina de vapor, y por el uso
y abuso del carbón, del petróleo, de la electricidad y de la energía atómica; con cre-
ciente superación y abandono de la energía mecánica animal o directamente humana. El
orden en la clasificación del grado de industrialización de un país coincide con el del
consumo energético per capita que tiene.

9. La racionalización creciente. El racionalismo, la decisión de dar prioridad a la


explicación racional en la vida del hombre, se fortalece, junto con la idea de progreso
con la que forma una propuesta vital, en los planteamientos de los filósofos de la
Ilustración. La diosa razón entronizada por la Revolución Francesa se ha mantenido
desde entonces como una prioridad en el horizonte mental de los hombres. El esfuerzo
desarrollado por la ciencia en todos los campos es una manifestación clara de la
búsqueda sin pausa de la racionalidad. El avance extraordinario en el conocimiento
provocado por las ciencias de la naturaleza, especialmente de la Física, con el
consiguiente dominio y aumento de la capacidad de predicción sobre los fenómenos ha
servido de modelo en otros campos de la vida humana. El nacimiento y la expansión de
las ciencias sociales hay que entenderlo en este contexto. Weber al considerar la racio-
nalización creciente de la sociedad como el aspecto sobresaliente de la modernidad,
plantea la aplicación específica de este principio e indica que la racionalización de la
producción es el capitalismo, la de la administración es la burocracia y la de la política la
democracia.

10. La aparición del espíritu capitalista. Sin entrar en la consideración precisa de su


origen, concomitante para Weber con la aparición de la ética calvinista y su ascética
intramundana, es fácil aceptar que el cambio hacia la modernidad viene acompañado de
1

la aparición del capitalismo, que existe "donde quiera que se realiza la satisfacción de
las necesidades de un grupo humano con carácter lucrativo y por medio de empresas,
cualquiera que sea la necesidad de que se trate" (Weber, 236). Son las grandes
empresas lucrativas las que se ocupan de la satisfacción de las necesidades cotidianas y
la contabilidad racional del capital hay que verla como norma para todas sus
actuaciones. Pero hay unas premisas o requisitos sociales para que existan esas
empresas que podemos concretar en: 1. Apropiación por las empresas de los bienes de
producción como propiedad de libre disposición; 2. Libertad de mercado; 3. Técnica
racional contabilizable; 4. Derecho racional, calculable, con actuación previsible de los
tribunales; 5. Trabajo libre, es decir, personas jurídica y económicamente obligadas a
vender libremente su actividad en un mercado; y 6. Comercialización de la economía,
con uso general de títulos de valor transferibles para los derechos de participación en las
empresas (Weber, 237).
11. La burocratización. Perfectamente descrita y anticipada por Max Weber al señalar
sus características: funciones determinadas, jerarquía formal, reglas abstractas
aplicables a casos particulares, impersonalidad y cualificación del funcionario. La
burocratización hay que entenderla en un proceso creciente de racionalidad de la vida
social que lleva a organizar la administración y es, por tanto, aplicable tanto en la
dirección de la máquina estatal como en las grandes empresas industriales, que la
utilizarán, a pesar de sus inconvenientes, como el sistema más eficaz. El niño se
enfrenta ya en los inicios de la educación formalizada con los primeros choques burocrá-
ticos que le van a acompañar hasta la muerte. El tratamiento frío y burocrático de los
problemas, prescindiendo de elementos personales y afectivos, se ha concretado en los
números de identificación personal para las distintas áreas de actividad del individuo
(vestido, actividad económica, comunicación, consumo cultural, sanidad, etc.). La
situación actual va hacia una pérdida de rigidez normativa, desregulando
planteamientos ya habitualizados.

12. Expansión de la democracia. Esta es una de las características de la evolución de la


sociedad señaladas por Tocqueville como consecuencia de la desaparición del antiguo
régimen, llegando a decir: "El desarrollo gradual de condiciones constituye, pues, un
hecho providencial, con sus principales características: es universal, es duradero, escapa
siempre a la potestad humana y todos los acontecimientos, así como todos los hombres,
sirven a su desarrollo" (Tocqueville, vol.I, 9). Esta expansión ha sido sobre todo entre
países, donde la democracia política se considera un requisito del desarrollo auténtico,
pero también en sectores de la vida social alejados de la política. Especial interés tienen
los intentos de democracia en los campos económico y laboral, en los que se han
multiplicado la experiencia de organizaciones con el esquema un hombre un voto, o en
los que se promueven la participación popular (Széll, 1992). Si la aparición y
fortalecimiento del Estado es un claro síntoma del advenimiento de la modernidad,
donde aparece como garantizando el nuevo orden y la participación ciudadana, la crisis
del Estado moderno -El Estado Benefactor- es un síntoma claro de la crisis de la
modernidad.

13. La producción en masa. Que significa la disposición creciente de bienes y servicios


en grandes cantidades, con capacidad de sobrepasar las demandas. La división del
trabajo se ha considerado como el punto fundamental que ha dado lugar a la apertura
del cuerno de la abundancia. Como ha precisado con exactitud el fundador de la
Economía, Adam Smith: antes diez artesanos trabajando cada uno de ellos producían en
total cien alfileres diarios, ahora estos mismos diez artesanos, ateniéndose a una división
y coordinación de funciones en el trabajo, son capaces de producir trescientas veces
más, lo que significa teóricamente el fin de la escasez. En la práctica sabemos que la
división del trabajo ha tenido unas consecuencias muy negativas para la sociedad, y que
se han generalizado problemas como la insatisfacción en el trabajo, la alienación o la
anomía. En definitiva, que las consecuencias de la división del trabajo sobrepasan su
1

incidencia puramente económica, provocándose situaciones inmersas en la lucha por el


poder. La segunda industrialización lleva la división del trabajo hasta las últimas
consecuencias, con esquemas técnicos productivistas como el taylorismo y la cadena de
montaje. Los intentos recientes de flexibilizar la producción, como las propuestas de
democracia industrial y económica, apuntan a resolver los problemas planteados.

14. Importancia del consumo. Desde la escasez habitual de los bienes de consumo
básicos para la vida humana, considerada como norma en las sociedades tradicionales,
hemos pasado en las sociedades modernas a una sobreabundancia en la producción de
bienes y servicios, no sólo básicos sino también superfluos, de forma que el problema
deja progresivamente de ser la producción y se traslada al consumo. El papel
predominante del consumo, necesario para el mantenimiento de la producción e incluso
para evitar el colapso de la sociedad, tiene como consecuencia la aparición de una ética
consumista en la que el prestigio va íntimamente unido a unos niveles de consumo, que
son, por otra parte, la motivación para el trabajo de una buena parte de la sociedad.

15. La masificación de la sociedad. Referida a la aparición del hombre masa como


producto genuino de las condiciones que hemos detallado anteriormente, con la
uniformización y el anonadamiento de la cultura urbana, con su sometimiento a la
propaganda y a las persuasiones ocultas y controladas, con su deshumanización "por el
trabajo hecho trizas" y la repetición mecánica de un sistema o tarea rutinaria y sin
creatividad. La sociedad de masas, es masiva hasta en las propuestas que pretenden
aportar originalidad, como puede verse en muchos de los planteamientos de grupos
juveniles protestatarios o en la uniformidad de vestimentas supuestamente alternativas.
Entre sus críticos están tanto los ecologistas y ascetas anticonsumistas como los
partidarios de conservadurismo y elitismo prevalecientes en la cultura occidental.

16. Se explicitan las posibilidades de intervención social. La experiencia continuada del


cambio social, de vivir en un mundo cambiante, al igual que el frecuente y generalizado
choque cultural, han llevado a plantearse las posibilidades de intervención del hombre
sobre la sociedad. Todo ello viene favorecido por la aparición de las ciencias sociales,
inmersas en una idea general de la autonomía de la sociedad y comprometidas en la
búsqueda de las condiciones de su evolución. La Economía es la primera ciencia social
que aparece en el siglo XVIII, afirmando de una manera rotunda la autonomía de la
sociedad y la existencia de una "leyes sociales" independientes de la voluntad del
legislador, de las que puedan plantear los que detentan el poder político. En definitiva,
se plantea que la riqueza de un país, la importación o exportación del oro, o los índices
de paro o de inflacción no son consecuencia de la voluntad de sus dirigentes. El mismo
camino seguirían después la Sociología, la Antropología Social o la Ciencia Política. De la
misma manera, se va haciendo evidente la existencia de una dialéctica social por la que
el hombre y la sociedad interaccionan: el hombre construye la sociedad y la sociedad
construye al hombre, sin que tenga sentido prescindir de ninguno de los términos de
esta relación. En cualquier caso, es indudable que ha habido una progresiva toma de
conciencia de la existencia de los "problemas sociales", que afectando a toda la sociedad
son independientes de la actuación de cada sujeto individual, y sólo pueden ser
resueltos mediante su estudio y la actuación conjunta. La discriminación racial o la de la
mujer, al igual que la pobreza y la marginación hay que entenderla en estos términos. La
complejidad de su estudio sólo puede abordarse en un planteamiento interdisciplinar.

17. La valoración del tiempo. Si inicialmente se hizo referencia a que la máquina


representativa de la primera industrialización había sido el tren, como el coche lo fue de
la segunda y posiblemente el avión de la tercera, es fácil ahora pensar que la máquina
por excelencia de toda la modernización ha sido el reloj. Con este instrumento se consi-
gue la medida cada vez más precisa del tiempo, la objetivación de una categoría
1

humana tan subjetiva y por tanto un procedimiento de división aceptable. La


secularización creciente de la vida, con referencias decrecientes a la eternidad, ayuda
también a valorar las disponibilidades temporales, mediante el reconocimiento de que
es un don limitado que debe apurarse. La valoración del trabajo que acompaña a la
industrialización lleva a considerar también que el tiempo es un bien de valor
incalculable. La experiencia personal en los países más avanzados nos señala que casi
todos los problemas ordinarios tienen que ver con el uso tiempo, la puntualidad o la rapi-
dez; de la misma manera, resulta muchas veces incomprensible la poca importancia que
se concede a estas cosas en las sociedades menos desarrolladas.

18. La estandarización. La prioridad en aumento de los factores económicos y


tecnológicos, la preponderancia del mercado y de la comunicación, ha ido forzando la
homogeneización de las instituciones. La posibilidad de que el mundo se vaya
convirtiendo en una "aldea global" está subordinada a la marcha de este proceso. Por
otra parte, la dificultad de los fines propuestos hace necesario la existencia de unas
organizaciones cada vez más complejas. El resultado es que ha ido apareciendo un tipo
nuevo de sociedad que ha venido a llamarse corporativa, en la que la acción social
importante se realiza por medio de instituciones o corporaciones. Todas las sociedades
necesitan para poder colaborar entre sí de unos sistemas de organización semejantes.
De esta manera si en una sociedad concreta no hubiera universidades o sindicatos
tendrían que inventarlos para poder entablar un diálogo a nivel internacional.

19. La búsqueda de la seguridad. Los avances en el dominio de la naturaleza y el


conocimiento que tenemos cada vez mayor de la sociedad han ido creando en el hombre
un hábito de búsqueda de la seguridad, que se ha ido transformando en un valor
irrenunciable. Las referencias que anteriormente se hacían al azar, al destino o a la
providencia han sido sustituidas en la interpretación de la vida humana por la ciencia, la
voluntad de los hombres y la planificación. La generalización del individualismo, en el
que el sujeto afronta los problemas de forma aislada, prescindiendo en buena parte del
refugio de la comunidad, ha dado lugar a un aumento de inseguridad, acrecentada por el
aumento del ritmo de cambio de la vida social. La proliferación de compañías de seguros
en actividades y campos tan diferentes de la vida, para que los sujetos puedan
resarcirse en todo caso de las consecuencias económicas negativas o al menos obtener
una satisfacción vicaria, es un buen exponente de esta característica. De todas maneras,
lo realmente importante es el cambio de mentalidad, que impone en los países más
avanzados unas autolimitaciones -en materias como la salud, la alimentación o la
seguridad ciudadana- de tal grado que hacen difícil la comprensión de la vida ordinaria
en otros países subdesarrollados.

20. La extensión de la educación. Durante los dos últimos siglos hemos asistido a una
generalización de los procesos educativos formalizados, que tienden a abarcar a todas
las personas en todos los lugares. La lucha contra el analfabetismo, considerada como
una lacra social, al igual que la escolarización de la población infantil, se ha
transformado en una propuesta política irrenunciable. La creciente complejidad de los
procesos productivos -especialmente después de la revolución científico-técnica- y de la
misma vida social, ha hecho necesario una mayor exigencia de una población culta, y ha
dejado marginados a los que no alcanzan unos ciertos niveles de formación. La falta de
una formación general básica (analfabetismo y no escolarización) se ha venido
señalando como causa principal de la pobreza. Por otra parte, una vez conseguida la
generalización del proceso educativo, asistimos a una progresiva ampliación de este
hasta edades muy avanzadas (estar con más de 25 años estudiando en la universidad
no es algo que actualmente pueda considerarse sorprendente en muchos países) para
conseguir determinadas especializaciones.
1

Al hilo de las anteriores comentarios sobre las sociedades industriales, hemos ido
viendo las grandes diferencias con las sociedades tradicionales. De la misma manera
hemos apuntado las tendencias que nos llevan de la modernidad a la postmodernidad.
El Cuadro 1.1 puede servirnos como resumen de todas estas tendencias:

Cuadro 1.1
TENDENCIAS EN EL
PROCESO DE INDUSTRIALIZACIÓN

SOCIEDAD SOCIEDAD SOCIEDAD POSTINDUS-


TRADICIONA INDUSTRIAL TRIAL
L

POBLACIÓN Estable Creciente Estancada

ASENTAMIE Rural Urbano Sub-urbano


NTO
Agrícola Industrial Servicios
PRODUCCIÓ
N Extractiva Fabricación Información

ACTIVIDAD
ECONÓMICA

MOVILIDAD Pequeña Grande Muy grande


FÍSICA

ESTRATIFIC Estatus Estatus Desdibujada


ACIÓN adscrito adquirido

COMUNICACI Personal Colectiva Global


ÓN

VALORACIÓ Escasa Grande: Muy grande:


N Puntualidad Flexibilidad
DEL TIEMPO

EDUCACIÓN Minoritaria Generalizada Especializada

GOBIERNO Absoluto Limitado Democrático

ORGANIZACI Afectiva Burocrática Desregulada


ÓN

RELACIONES Comunitarias Capitalistas Participativas


SOCIALES

4. Evolución de las Teorías de la Organización

La existencia de organizaciones es una de las características distintivas de la


sociedad moderna, donde se emplean para conseguir fines que superan las
1

posibilidades individuales. Aparecen como actores en la vida social, con sus


propios derechos y obligaciones, lo que nos lleva a hablar de personas corporativas
o personas jurídicas. En este sentido -parodiando a McLuhan-, podríamos decir que
las organizaciones son extensiones del mismo hombre, en la medida que encauzan
la acción social individual, que es más eficaz a través de las organizaciones (Scott,
4-8). Se considera de esta manera que las organizaciones constituyen el punto de
intersección y de sincronización de las funciones de utilidad individuales, el lugar
algo fortuito en que las micromotivaciones de los actores se transforman en
macrocomportamientos individuales. Las organizaciones constituyen las
herramientas con las que los participantes tratan de alcanzar sus metas personales
(Abravanel, 20).

En la evolución de los estudios sobre la organización del trabajo podemos


considerar tres grandes modelos generales: la Escuela Clásica, la Escuela de
Relaciones Humanas y la Escuela Sistémica. Estas tres corrientes de pensamiento,
que llegan hasta la actualidad en intrincados intentos de síntesis y superación, nos
enmarcan las aportaciones principales de las ciencias sociales al estudio de las
organizaciones.

En la Escuela Clásica de la organización del trabajo, aparecida antes las


iniciales necesidades de interpretación de una sociedad industrial ya asentada a
principios de siglo en Norteamérica y en muchos países europeos, han destacado
la Teoría de la Burocracia de Weber, la Teoría de la Organización Científica del
Trabajo de Taylor y la Teoría de la Organización Formal de Fayol. Todos ellos
consideran la racionalidad del individuo como elemento dominante de la actividad
humana, y, por tanto, como elemento básico de la organización del trabajo,
reduciendo en buena parte su concepción del hombre a la de un "homo
economicus" con un sentido muy individualista de su acción. El modelo implícito de
información en esta perspectiva es unidireccional, siguiendo los cauces y las
necesidades reflejadas en la línea de mando que señala el organigrama.

La crítica a la Escuela Clásica a partir de los años 30, y a lo que se considera


su excesivo racionalismo, hace ver la luz a la Escuela de Relaciones Humanas,
donde se ve la actividad humana productiva de una forma más natural, con unos
componentes afectivos e informales que la caracterizan y le dan un sello distintivo.
En esta línea están fundamentalmente los descubrimientos de Elton Mayo en el
Experimento de Hawthorne, afines intelectual y afectivamente con los
planteamientos más humanistas de Chester Barnard en su búsqueda de los
motivos de integración de los individuos en las organizaciones. Las bases
psicológicas puestas en la Teoría de la Jerarquía Funcional de las Necesidades,
desarrollada por Maslow, al igual que la síntesis y aplicación realizada por otros
autores, como Herzberg y McGregor, dan consistencia a estos nuevos esquemas
teóricos.

En la Escuela de Relaciones Humanas se intenta superar el reduccionismo


economicista y tecnicista de las Teorías Clásicas con la consideración del sujeto
productivo como ser social "homo socialis", incluso de persona que busca
"realizarse" en las tareas que ejecuta. De todas formas, su preocupación excesiva
por la productividad, la no consideración del carácter esencial del conflicto en las
organizaciones y la ideología general que la contaminan, ciertamente empresarial,
aunque benevolente para los trabajadores, hacen que los trabajos realizados
tengan una utilidad relativa o lo que es lo mismo una cierta falta de generalidad.
Incluso en la misma escuela de pensamiento, intentando salirse de las recetas
productivistas, viene hablándose cada vez más de "recursos humanos" en lugar de
1

"relaciones humanas", que por otra parte dan la apariencia de referirse a aspectos
externos y superficiales de la conducta individual. La preocupación por la
integración e incluso participación de todos los trabajadores en la organización se
encuentra ciertamente en esquemas manejados en esta línea de pensamiento,
aunque con las limitaciones indicadas en las críticas básicas anteriores. En el
modelo planteado de relaciones personales la comunicación ascendente y des-
cendente aparece importante, incluso necesaria para el buen funcionamiento de la
organización.

Con la más reciente aparición de la Escuela Sistémica de la conducta


laboral, en los años sesenta, se pretende ir más allá de la consideración del indi-
viduo como "homo economicus", como "homo socialis" o como "hombre que se
realiza", para enfrentarse al "hombre complejo" que actúa en una organización
compleja. Siguiendo las ideas básicas de Bertalanffy sobre el concepto de sistema,
se plantea que la mejor representación de una organización es considerarla como
un sistema social, haciéndose, por tanto, hincapié en que estamos ante un todo
formado por partes interrelacionadas en equilibrio dinámico. No podemos olvidar
en este punto la conexión teórica que se establece con el análisis estructural
funcional, que tiene el concepto de sistema social como núcleo de sus consi-
deraciones, para intentar evitar en lo posible las referencias organicistas.

De esta manera, en un proceso de evolución teórica, las redes de individuos


coordinados espacial y temporalmente nos aparecen como sistemas sociales bien
establecidos, comúnmente conocidos como organizaciones. Interesa destacar el
afianzamiento progresivo de tres ideas acerca de la organización como sistema: su
dinamismo, su apertura y la importancia de la comunicación. En efecto, la imagen
inicial de una organización como algo estático es consecuencia de una
sobredimensionalización de su estructura, porque la organización humana es
siempre un proceso adaptativo, proceso en marcha continua y raramente estable,
es más, usualmente con un dinamismo un tanto "febril" (Kreps, 5). Por otra parte,
una vez consideradas las organizaciones como sistemas es necesario tener
presente que estamos ante unos sistemas abiertos; como sistema abierto las
organizaciones están constituidas por "actividades interdependientes que une
coaliciones cambiantes de los participantes; los sistemas están engastados en el
ambiente en que operan" (Scott, 25). En este modelo organizativo, en el que se
subrayan las partes interconectadas formando una unidad, es fácil apreciar la
importancia de la comunicación, su carácter esencial en la organización, que
podemos definirla como poco más que una forma específica de entrelazar las
comunicaciones. Este es el momento en que aparece la necesidad de estudiar la
cultura de las organizaciones, los comportamientos comunes que la caracterizan y
le dan su identidad.
Cuadro 1.2.
PRINCIPALES ESCUELAS PARA EL ESTUDIO DE LA CONDUCTA ORGANIZACIONAL
19
En resumen, tal y como señalamos en el Cuadro 1.2 adjunto de las Princi-
pales escuelas de conducta organizacional (Roger, 30 y 31) y antes de apuntar la
convergencia de las Teorías de la organización, conviene recordar que para la
Escuela Clásica la organización es como una máquina y los miembros de la orga-
nización son como meros dientes del engranaje, que deben actuar de la forma más
estandarizada posible, pudiendo ser sustituidos con facilidad; en su lógica,
desgraciadamente los hombres que componen las organización no siempre actúan
racionalmente (Kreps, 76). En la Escuela de Relaciones Humanas se considera que
junto al esqueleto racional de relaciones posicionales planificadas, que constituyen
el núcleo de la organización, existen unas relaciones sociales más complicadas que
le dan una cierta consistencia; estas relaciones afectivas, en los grupos primarios,
personales, de intereses vitales comunes, son las que dan estabilidad a la
organización. En las Teorías Sistémicas al plantearse la necesidad de afrontar
problemas complejos, difíciles, impredecibles y equívocos, necesitamos la ayuda
de otros, se considera que nos juntamos con otros para interpretar coo-
perativamente los problemas y desarrollar estrategias significativas cara a
conseguir nuestros objetivos individuales o colectivos (Kreps, 105).

Hemos intentado mostrar en términos generales cómo las propuestas de


superación señaladas en las concepciones imperantes sobre la organización en el
trabajo, al procurar resolver mediante la crítica las dificultades de la Escuela
Clásica y de la Escuela de Relaciones Humanas, nos han llevado a la Escuela
Sistémica. Podríamos decir que las líneas de convergencia teóricas han ido tras la
búsqueda de integración de los aspectos racionales e intuitivos o afectivos de la
conducta humana, tal y como señalamos en la figura adjunta. Ha sido
precisamente en este esfuerzo intelectual de síntesis y superación donde han
aparecido los estudios sobre la cultura de las organizaciones, según podemos ver.
De esta manera, estudiosos claramente situados en unos esquemas sistémicos, se
han distanciado de la prevalencia interpretativa de la racionalidad para acudir a
otras variables más complejas, a las variables culturales, desde donde podría partir
una nueva Escuela.

En efecto, en un planteamiento que pretende trascender el esquema de las


tres grandes escuelas de organización explicadas, debemos considerar que
algunos teóricos de las organizaciones -Taylor, Fayol, Weber y Simon- parten para
su estudio de una perspectiva de un sistema racional y ven las organizaciones
como "colectivos orientados a la consecución de fines relativamente específicos,
exhibiendo una estructura social relativamente formalizada" (Scott, 18). Otros, en
un esquema sistémico más natural -Mintzberg, Jay Galbraith y Weick- consideran
que "las organizaciones son colectividades cuyos participante comparten un
interés común en la supervivencia del sistema y están unidos en actividades
colectivas, informalmente estructuradas, para asegurar este fin" (Scott, 25). Es en
esta segunda situación donde aparecen los estudios sobre la cultura de las orga-
nizaciones.
19
Integración de teorías
Racionales e Intuitivas

Escuela • • Teoría de la
Sistémica Cultura Organizativa

Escuela • • Escuela de
Clásica Relaciones Humanas

Figura 1.5
CONVERGENCIA DE LAS TEORÍAS
DE LA ORGANIZACIÓN

5. El estudio de las organizaciones complejas


En términos de la concepción implícita del hombre manejada en cada una
de las escuelas de la conducta organizacional, hemos visto que la evolución teórica
nos ha llevado de la consideración de la persona como "homo economicus"
(Escuela Clásica), como "hombre social" (Escuela de Relaciones Humanas) u
"hombre que se realiza" (Teoría de Maslow) y, finalmente, como "hombre
complejo" (Escuela Sistémica). En realidad no solo se tiende a considerar cada vez
más que el hombre es un ser complejo, si no que somos más consciente de que el
principal ámbito de su conducta -la sociedad- es una construcción humana muy
intrincada. Lo que significan las organizaciones es un intento de adaptación del
hombre a la complejidad, pero esta adaptación no se consigue por un
procedimiento sencillo. En planteamientos económicos y de la organización del
trabajo, tal y como estamos considerando, la existencia de unos procesos pro-
ductivos cada vez más largos, complicados y racionalmente elaborados nos lleva a
aceptar la afirmación de que "la promesa metodológica de la segunda mitad del
siglo XX es la dirección de la complejidad organizada" (Bell, 43).

Para intentar sistematizar de alguna manera el estudio de la empresa,


podemos considerarla primero como una organización y, en segundo lugar, como
una institución. Ambas visiones nos pueden ayudar a una racionalización o
comprensión general y sistemática de esta realidad compleja e importante. Como
organización, la empresa está formada por un conjunto de personas en interacción
mutua, duradera y específica, agrupadas para conseguir un determinado fin en el
campo de la producción y distribución de bienes y servicios escasos. Como
institución, la empresa es una cristalización de roles en torno a la satisfacción de
unas necesidades económicas. Veamos, por tanto, primero las formas de
organización que dan lugar a la empresa y, después, los principales roles que la
componen.
19

La empresa se nos presenta como una única organización dirigida a conse-


guir mediante la colaboración de todos un fin económico preciso y claramente
determinado. Sin embargo, desde el punto de vista analítico, podemos verla como
un conjunto de diferentes organizaciones dirigidas a conseguir diferentes fines
entre los que parece existir una cierta coordinación o armonía. Hay diversas
formas de relacionarse para conseguir cada uno de estos fines. Existe, en primer
lugar, en cualquier empresa una organización planeada por la dirección o formal.
También existe una organización espontánea o informal, consecuencia de las
relaciones personales y afectivas entre los miembros de la organización. Hay unos
intentos individuales de conseguir una organización marcadamente individualista,
siempre propicia a satisfacer las propias necesidades. Y, finalmente, hay una
organización, impuesta en buena parte desde el exterior, como consecuencia de la
valoración o estatus social de los sujetos involucrados. Vamos a referirnos sobre
todo a la organización formal y a la informal (Figura 1.6), más centrales en la
realidad ordinaria de la empresa, aunque no podemos dejar de percibir tanto la
existencia de necesidades individuales como la existencia de una jerarquía de las
posiciones sociales.

Figrua 1.6
LA ORGANIZACION REAL COMO SUMA DE LA FORMAL
Y LA INFORMAL

Para conseguir una relaciones adecuadas entre las personas que forman un
empresa y conseguir la eficacia en la producción, por ejemplo, es necesario
planear estas relaciones, plantearlas con criterios de racionalidad de una forma
explícita o pública, a esto es a lo que llamamos organización formal. Su existencia
precede normalmente a la de la empresa y está fuertemente influida, si no
impuesta, tanto por el fundamento técnico del trabajo, como por los valores del
propietario o iniciador de la empresa (Dahrendorf, 84). En la definición de la
organización formal se excluye el medio físico, las situaciones particulares y los
miembros específicos de la organización; al contrario, las relaciones señaladas son
impersonales, racionales, de tipo ideal e incluidas en sistemas cooperativos más
amplios (Miller y Form, 144). La organización formal consigue sus objetivos
mediante "una maquinaria administrativa especializada, cuya responsabilidad con-
siste en mantener activa la organización y en coordinar las actividades de sus
miembros" (Blau, 73). Esta misma estructura administrativa fortalece el carácter
planificado de las organizaciones y le da unidad en su dinamismo.
19
Los aspectos fundamentales a tener en cuenta en la organización formal son
dos: el que se deriva de la división del trabajo, que da lugar a una diferenciación
de funciones denominada organización funcional; y el relacionado con las
diferentes esferas de autoridad y poder, repartidas de arriba abajo en toda la
empresa, que hacen necesaria una organización jerárquica. La organización
funcional se basa en la división del trabajo, al considerarse que con la espe-
cialización y repetición se consigue la destreza necesaria para un funcionamiento
óptimo; tiende a considerarse que es un requisito técnico para aumentar la
productividad; y da lugar en último término al puesto de trabajo. La organización
jerárquica, escalar o de subordinación, se fundamenta en la necesidad de
coordinación de los diferentes puestos de trabajo, mediante un orden de prioridad
formal en las tareas de responsabilidad, mando y comunicación, para armonizar el
desarrollo de las funciones particulares y procurar el cumplimiento de las
generales; la jerarquía de autoridad es continua en la empresa de arriba a abajo,
desde el director general al último ejecutante de la tarea más simple, nos facilita
por los mismos canales las líneas de comunicación y deja entrever las vías de
ascenso personal.

La organización formal es, por consiguiente, la consecuencia de la inte-


gración de la organización funcional con la jerárquica, y su plasmación gráfica es
el organigrama, que tendrá en consecuencia las dos dimensiones: vertical y
horizontal. El organigrama nos proporciona una visión fría y racional de la empresa,
señalándonos una red explícita de relaciones sociales necesarias para conseguir
sus fines, hasta el punto de poder afirmarse que representa la "columna vertebral"
o estructura de la organización. A partir de la organización formal es posible
analizar una parte importante y decisiva de las formas de comportamiento de la
empresa y de las relaciones sociales de sus diversos grupos. En definitiva, al
estudiar la empresa como organización social hemos destacado primeramente su
estructura formal o ideal, planteada para buscar la eficacia productiva. Las
relaciones sociales que surgen de la estructura formal deben comprenderse en una
lógica racional donde lo que importa es el costo y la eficacia; por este motivo
podemos afirmar que objetivamente son necesarias y subjetivamente deseables.

Junto a todo lo dicho, cuando nos encontramos con una organización ya


constituida, es fácil darse cuenta de la existencia de relaciones personales y
sociales que no se hallan definidas o prescritas por la organización formal. Elton
Mayo en las conclusiones del Experimento de Hawthorne puso el acento sobre las
relaciones no planeadas o informales y la importancia de los grupos informales en
la empresa, surgidos por múltiples causas como puede verse en la Figura 1.7:
relaciones formales previas como consecuencia de la permanencia constante en
un lugar de trabajo común, por ejemplo, entre los trabajadores de una línea de
ensamblado (Grupo I); por razón de la igualdad de posición, a pesar de la sepa-
ración espacial en el local de trabajo, por ejemplo, entre contramaestres (Grupo II);
por razón de posiciones de igual prestigio, pese a la separación espacial en el lugar
de trabajo, por ejemplo, entre soldadores y torneros (Grupo III); y por razón de
conocimiento o de intereses comunes fuera de la empresa, por ejemplo, entre
vecinos o miembros de sociedades deportivas, partidos políticos, etc. (Grupo IV)
(Dahrendorf, 104 y 105).
19

Figura 1.7
GRUPOS INFORMALES EN LA
EMPRESA INDUSTRIAL

Podemos mencionar como aportaciones positivas de los grupos informales a


la organización total las siguientes: 1. Son un factor de integración, evitando las
tensiones y la competencia extrema en los grupos de trabajo; 2. Disminuyen la
monotonía, el aburrimiento y la fatiga mediante juegos, ayuda mutua, bromas y,
en general, un planteamiento de apoyo y comprensión en todas las situaciones; 3.
Facilitan las comunicaciones, creando otras vías diferentes a las formales esta-
blecidas y aumentando algunos aspectos deseados de la información; 4. Ofrecen
posibilidades de ganar prestigio en aspectos complementarios o ajenos a la
profesionalidad; 5. Hace menos ajeno el trabajo, al dar un factor emotivo de
integración en la empresa, proporcionar seguridad, mitigar la impersonalidad e
incluso posibilitar un cierto grado de independencia bajo el amparo del grupo.

Entre las consecuencias disfuncionales de la existencia de los grupos


informales en la empresa, se ha hecho referencia con frecuencia a los rumores y al
problema del frenado de la producción. Pero puede decirse que la aportación a la
organización de las relaciones informales se considera positiva. De manera que el
"esqueleto", o estructura más rígida que aporta la organización formal, es
completado por la "musculatura" o estructura flexible que incorpora la orga-
nización informal. Por este motivo, se ha señalado que los grupos informales son
"el factor de integración más importante de la empresa en general, de aquí la
preocupación de los departamentos de relaciones industriales de las grandes
empresas para promoverlos" (Dahrendorf, 106).
De esta manera, como resumen de todo lo dicho sobre la empresa como
organización, puede afirmarse que la primitiva organización planeada por la
dirección es continuamente modificada por otra informal. Existen, además, otros
dos tipos de organización que se le superponen, provenientes de los intentos
individuales para conseguir una satisfacción personal y de las categorías sociales
impuestas desde el exterior. Fruto de todas estas influencias son las relaciones
sociales reales de la empresa.
19
6. La empresa como institución

Hemos hablado de la empresa como organización, y vamos a hacer a


continuación una escueta pero práctica referencia a ella como institución o con-
junto de roles cristalizados en torno a unas necesidades económicas básicas de la
sociedad. En efecto, nuestra experiencia habitual nos lleva con frecuencia a
encontrarnos con que los individuos actúan de ordinario con una referencia básica
a la posición social que ocupan, que se manifiesta: en un conjunto de deberes que
dan lugar al "estatus social" y en un conjunto de derechos que constituyen el "rol".
De esta manera, aparece el concepto de rol como conjunto de deberes adscritos a
una determinada posición social, es decir, como obligaciones o expectativas
sancionadas de unas posiciones que son, por tanto, derechos de otras posiciones
con la que tengan reciprocidad.

La empresa, institución característica de las sociedades industriales, puede


estudiarse como producto de la cristalización de diferentes roles históricamente
determinados, entre los que podemos señalar cinco de especial interés: directivo,
obrero, técnico, mando intermedio y empleado. Su análisis puede ser comple-
mentario de las referencias a la organización.

Los dos primeros roles -director y obrero- han sido llamados roles mayores,
por su carácter preponderante y por ser puntos de referencia de los demás. Es-
pecial interés tiene el rol de empresario o director de empresa, iniciado bajo la
forma del "capitán de industria" que acomete la tarea de montar un negocio,
aunque pronto es sustituido progresivamente por el directivo o gerente profe-
sional, basado en la formación. Viene definido por varias funciones: 1. Énfasis en
las relaciones humanas, se espera de los que ocupan esta posición una habilidad
social para el trato con personas; 2. Formulación de la política general de la
empresa; 3. Vigilancia de los programas de acción; 4. Determinación del organi-
grama; 5. Cierto conocimiento técnico, más especialmente en el area económica y
de las "técnicas de dirección" (Witehead, 93-99). A esto se unen algunos
problemas típicos: gran responsabilidad y ambigüedad del cargo; la necesidad de
mantener una postura de independencia y neutralidad emocional, sobre la que
puedan descansar los demás miembros de la empresa; y la inseguridad del cargo.

La producción industrial da lugar, de forma paralela, a que aparezca una


situación de trabajo que ha sido denominada de muy diferentes formas: obrero,
operario, empleado, proletario, trabajador, productor, etc. Esta posición sintetizada
en el rol de obrero tiene como característica específica la posesión de la fuerza de
trabajo, en la que se resume su aportación al proceso productivo. La importancia
numérica de los que han desempeñado este rol ha sido grande, aunque ido
disminuyendo mucho en la evolución al post-industrialismo, pero más ha sido la
teórica, El rol de obrero se ha planteado con la pretensión teórica de construir un
tipo ideal al que pueden referirse otros roles, y ha servido punto de apoyo de
algunos de los movimientos sociales y políticos más significativos de nuestro
tiempo, dando lugar a numerosos planteamientos reformistas y revolucionarios
(Schneider, 21). Se han considerado elementos funcionales del rol de obrero: 1. La
importancia del entorno físico, con orientación a los elementos más materiales del
trabajo; 2. Realización de tareas manuales; 3. Su situación central en el proceso
productivo, aunque está siendo desplazados últimamente por los técnicos; 4.
19
Realización de tareas concretas y limitadas; 5. Situación cambiante determinada
por la tecnología; 6. Relaciones sociales escasas y limitadas. Todo ello va unido a
muchas consecuencia negativas.

De los roles intermedios el de técnico está cobrando una importancia


creciente por la influencia acumulativa de la ciencia en la empresa después de la
Revolución Científico-técnica y por su dominio de la aplicación de una tecnología
cada vez más intrincada y refinada a la producción. Su tarea básica consiste en:
aplicar conocimientos y aptitudes escasos y adquiridos de forma ordenada y
sistemática al proceso de producción, en definitiva, intentar aplicar los principios
de la ciencia a los dominios de las organizaciones complejas (15). El rol de
empleado se ha visto fácilmente -mediante su transformación en trabajador de
cuello blanco- asimilable al de obrero aunque conserve sus peculiaridades. Y el de
mando intermedio es un híbrido entre el de director y el de obrero, más cerca del
segundo (Lucas 1992, 171-192).
La visión de la empresa como sistema de roles nos permite, por ejemplo
unos nuevos planteamientos para la formación en la empresa, más eficaces que el
modelo tradicional (Figura 1.8).

El proceso que tradicionalmente se intentaba en los programas de formación


de mandos, se iniciaba siempre con una información de unos principios teóricos,
para llevar al convencimiento lógico de que era necesario conducirse por unos
nuevos cauces en las relaciones interpersonales. Se esperaba que las enseñanzas
recibidas dieran lugar a ver los problemas de otra manera y de esta forma los
mandos cambiarían sus conductas aproximándose hacia el modelo ideal
presentado. La nueva conducta a la que se pretendía llegar era, por supuesto,
mucho más eficaz que la inicial.

Figura 1.8
MODELO TRADICIONAL

Desgraciadamente, es muy frecuente que la cadena se rompa antes de que


tengan lugar los cambios significativos. Suele, además, ocurrir que el mando
aprecia, ve con claridad, la necesidad de cambiar, pero no sabe con precisión el
camino a seguir.

Para intentar lograr una mayor eficacia en los resultados, se ha ido


desarrollando el nuevo enfoque (Figura 1.9). El planteamiento está en la línea de
dar a los mandos respuestas alternativas a la variedad de problemas que se les
19
plantea habitualmente en las relaciones interpersonales de trabajo. Se intenta
conseguir cambios en la conducta sin un cambio previo de actitudes. Es más, los
cambios en las actitudes deberán seguir a los cambios en la conducta. Así, cuando
el mando experimente, aunque sea de forma mediada, la mayor eficacia de una
nueva conducta, será fácil que tenga lugar un cambio de actitudes hacia posi-
ciones más consistentes con esta nueva conducta.

Figura 1.9
MODELO DE MODIFICACION DE LA CONDUCTA

El interés que tiene referirse a la empresa como un sistema de roles, al igual


que como un conjunto de organizaciones superpuestas, es manifestar esquemas
generales de análisis, que puedan ayudarnos a entender la complejidad de la
realidad empresarial. Realidad en la que confluyen multitud de intereses, y por
tanto de planteamientos ideológicos en conflicto, a los que la ciencia no puede ser
ajena aunque no tenga la solución.

Por eso, para terminar, vale la pena precisar algo más cual puede ser la
aportación de la Sociología y de las ciencias sociales en general al mundo
empresarial. Con frecuencia nos encontramos en este ámbito con demandas
concretas para problemas específicos y urgentes, como también hacen los políticos
o los reformadores sociales en campos más generales de la sociedad. En estos
casos el científico social debe ser consciente de los límites de su papel.

La actividad del sociólogo en la empresa no es dar normas de conducta o


recetas para saber como alcanzar una mayor productividad, sino difundir racio-
nalidad, dar conocimientos, hacer más comprensibles a todos -no sólo a los
empresarios- los procesos sociales del grupo, con sus subgrupos y grupos de
referencia (Dahrendorf, 18 y 19). Es una labor de análisis de una institución com-
pleja en una sociedad también compleja. Podrá así contribuir a su funcionamiento
óptimo, pero no es su tarea decir en qué consiste este funcionamiento o cómo se
consigue. Su interés por los problemas económicos: productividad, estabilidad o
pérdidas por conflictos, es muy indirecto. Aunque en estos campos y en otros más
generales en íntima conexión con ellos, sus aportaciones, con base a sus propias
investigaciones, y a las realizadas por la comunidad científica, puedan ser muy
prácticas para comprender realmente el problema, plantear correctamente su
solución y enmarcarla en una perspectiva de futuro.
19
BIBLIOGRAFÍA BÁSICA

Garmendia, J.A., Navarro, M., y Parra Luna, F. (eds.)


Sociología Industrial y de la Empresa
Madrid, Aguilar, 1987
Su interés proviene de ser un intento conjunto y conseguido de elaborar un
manual amplio de Sociología Industrial. Los autores de los correspondientes
capítulos son dieciocho profesores de diferentes universidades española
especializados por este campo de estudio. Las aportaciones de cada uno son muy
diferentes, en extensión, en interés y en originalidad, sin una coordinación
excesiva. Estamos ante un intento netamente español y con un nivel explicativo,
científico y pedagógico aceptable, por más que empieza a notarsele el paso del
tiempo, además de la ausencia de algunos contenidos que hoy parecen
aconsejables, e incluso necesarios a nivel de manual, tales como el absentismo
laboral, el papel de la mujer en el trabajo, la comunicación y la cultura de las
organizaciones o algunos capítulos dedicados al conflicto industrial.

López Pintor, Rafael


Sociología Industrial
Madrid, Alianza, 1990, 2ª ed. revisada
Es un manual fruto de la experiencia docente e investigadora del autor,
especialmente en la Universidad Autónoma de Madrid. Las referencias a la
situación española son abundantes y precisas. Intencionalmente se tratan con
más profundidad los temas referentes a la "sociedad industrial", dejando de lado
otros de más interés para el "mundo empresarial".

Antonio Lucas Marín


Sociología de la Empresa
Madrid, Iberico Europea, 1992, 5ª ed.
Hecho para servir de libro de texto en Facultades de Ciencias Econónica y
Empresariales. Se da un repaso a los temas clásico de Sociología industrial,
Sociología de las Organizacines y Sociología de la empresa. El planteamiento es
eminentemente didáctico, procurando no dar unos conocimientos previos
supuestos. Se nota el paso del tiempo en la ausencia del tratamiento de algunos
temas importantes en los estudios actuales de las ciencias sociales sobre la
empresa.

W. Richard Scott
Organizations: Racional, Natural and Open Systems
New Jersey, Prentice Hall, 1992, 3ª edición
Se trata de un estudio clásico de las organizaciones desde el punto de vista
de la sociología en el que se intenta comparar y describir las numerosas teorías
existentes para obtener una perspectiva general. Aunque el autor es consciente
de la interdisciplinaridad que debe caracterizar el estudio de las organizaciones,
donde las contribuciones recientes de la psicología, la antropología y la ciencia
política deben ser tenidas en cuenta, el enfoque es básicamente sociológico. Se
presta una especial atención a las recientes aportaciones de la sociología
contemporánea. Da una gran utilidad al libro el abundante acopio actualizado de
bibliografía, unos mil títulos. También los índices de nombres y materias
generosamente realizadas.

Gary L. KREPS
19
Organizational Communication
New York, Longman, 1990, 2ª ed.
Aunque está centrado en el estudio de la comunicación de las
organizaciones, se hacen interesantes referencias a la actuales aportaciones
teóricas en el campo de la Sociología de las Organizaciones. Más allá del interés
práctico del estudio de la comunicación, por la evidencia de que multitud de
problemas ordinarios de las diferentes organizaciones -empresas, centros
gubernamentales, asociaciones, etc.- tienen que ver con disfunciones
comunicativas, se hace una reflexión moderna, completa y casi exhaustiva sobre
las organizaciones. Se plantea un enfoque sólido del estudio de la comunicación
en las organizaciones, intentando fundamentarlo en el estudio de la misma
naturaleza de la organización, en la que los aspectos comunicativos han ido
alcanzando importancia creciente como constructores de su realidad.
19
BIBLIOGRAFÍA GENERAL

AKERMAN, J.A: Teoría del Industrialismo, Madrid, Tecnos, 1968.


ARON, R.: Dieciocho lecciones sobre la sociedad industrial, Madrid, Seix Barral,
1964.
BARNARD, C.I.: "The Executive Function", en D. S. Pugh, ed., Organization Theory,
London, Penguin Books, 1978.
BELL, D.: El advenimiento de la sociedad post-industrial, Madrid, Alianza, 1976.
BENDIX, R.: Trabajo y autoridad en la industria, Buenos Aires, Eudeba, 1966.
BERGER, P. Y LUCKMANN, T.: La construcción social de la realidad, Buenos Aires,
Amorrortu, 1978.
BLAU, P.M.: "Estudio de la organización formal", en T. Parsons La Sociología
norteamericana contemporánea, Buenos Aires, Paidós, 1969.
BOLLE, M. : Sociología del trabajo, Barcelona, Nova Terra, 1973.
BROWN, R.K.:Understanding industrial organizations. Routedgle, New York. 1992.
CAPLOW: Sociología del trabajo, Madrid, "Revista de Occidente", 1960.
CASTILLO, J.: Sociología de la empresa, Madrid, U.N.E.D., 1976.
CASTRONOVO, V: La Revolución Industrial, Barcelona, Novaterra, 1974.
CROZIER, M.: El fenómeno burocrático, Buenos Aires, Amorrortu, 1974
DAHRENDORF, R.: Sociología de la Industria y de la Empresa, México, Ed. Uteha,
1965.
DAVIES, D., BANFIELD T. y SHEAHN, R.: El técnico en la sociedad moderna, Barcelo-
na, Gustavo Gili, 1979.
DEANE, Ph.: La Primera Revolución Industrial, Barcelona, Península, 1975.
DUNLOP, Ph.: Sistemas de relaciones industriales, Barcelona, Ed. Península, 1978.
FERRAROTI, F.: Hombres y máquinas en la sociedad industrial, Barcelona, Labor,
1976.
FRIEDMANN, G. y NAVILLE, P.: Tratado de Sociología del Trabajo, México, F.C.E.,
1963.
FRIEDMANN G.: La crisis del progreso, Barcelona, Ed. Laia, 1977.
GALBRAITH, J.K.: El Nuevo Estado Industrial, Barcelona, Ariel, 1974.
GARMENDIA, J.A. (ed.): Sociología Industrial y de la Empresa, Madrid, Aguilar, 1987.
GARMENDIA, J.A.:Desarrollo de la organización y cultura de la empresa. Madrid,
ESIC, 1990.
GENESCA, E.: Motivación y enriquecimiento del trabajo, Barcelona, Hispano
Europea, 1977.
GINER, S.: Sociedad de masas, Madrid, Ed. Península, 1979.
GINER, S. y PÉREZ YRUELA, M.: La sociedad corporativa, Madrid, C.I.S., 1979.
GIRARD, G: Trabajo, motivaciones y valores sociales, Madrid, Ed. Revista del Traba-
jo, 1975.
HERZBERG, F.: Work and the nature of man, London, Crosby Lockwood, Staples,
1974.
KEMP, T.: La Revolución Industrial en la Europa del siglo XIX, Barcelona, Fontanella,
1976.
KLISBERG, B.: El pensamiento organizativo: de Taylor a la teoría de la organización,
Buenos Aires, Paidós, 1979.
KORMAN, A.K.: Psicología de la Industria y de las Organizaciones, Madrid, Marova,
1978.
KREPS, G.L.: Organizational communication. Longman, New York. 1990.
LÉVY-LEBOYER: Psicología de las organizaciones, Barcelona, Planeta, 1975.
LÓPEZ PINTOR, R: La Sociología Industrial y de la Empresa, Barcelona, Vicens
Vives, 1976.
LUCAS, A.: Sociología de la Empresa, Madrid, Ibérico Europea, 1992.
19
LUCAS, A.: Razón y Sociedad, Madrid, Ibérico Europea, 1992.
MALLET, S.: La nueva clase obrera, Madrid, Tecnos, 1975.
MARAVALL, J.M.: Trabajo y conflicto Social, Madrid, Edicusa, 1967.
MARCH J. H. y Simon H. A.: Teoría de la organización, Barcelona, Ed. Ariel, 1977.
MAYO, Elton : Problemas humanos de una civilización industrial, Buenos Aires, Ed.
Nueva Visión, 1972.
McGREGOR, D. : El aspecto humano de las empresas, México, Diana, 1975.
MILLER Y FORM: Sociología Industrial, Madrid, Rialp, 1969
NADAL, Jordi: El fracaso de la Revolución industrial en España, 1814-1913,
Barcelona, Ariel, 1974.
NEFF, W. S.: El trabajo, el hombre y la sociedad, Buenos Aires, Paidós, 1972.
PARKER, D: The Sociology of industry, London, allen and Unwin, 1977.
PERROW, Ch.: Sociología de las Organizaciones, Madrid, McGraw-Hill, 1992.
POLANYI, K. : La gran transformación: crítica del liberalismo económico, Madrid, La
Piqueta, 1989.
PUGH, D.S., ed.: Organization Theory, London, Penguin Books, 1978.
RICHTA, R.: La civilización en la encrucijada, Madrid, Ayuso, 1974.
ROSTOW, W. W.: Las etapas del crecimiento económico, México, F.C. Económica,
1973.
RUCH, W. V.: Corporate communications. Quorum, Connecticut. 1984.
SCOTT Y MITCHELL: Sociología de la organización, Buenos Aires, Ed. Ateneo, 1978.
SCHNEIDER, E.: Sociología industrial, Madrid, Guadarrama, 1976.
TAYLOR, F.W.: Management Científico, Barcelona, Oikos-Tau, 1970.
TOCQUEVILLE, A. de: La democracia en América, Madrid, Alianza, 1980.
TOURAINE, A.: La sociedad post-industrial, Barcelona, Ariel, 1973.
VEGARA, J.M.: La organización científica del trabajo: ¿ciencia o ideología?,
Barcelona, Fontanella, 1971.
WEBER, M.: Historia Económica General, México, F.C. Económica, 1984, p. 257.
WEBER, M.: La Etica Protestante y el Espíritu del Capitalismo, Barcelona, Península,
1977.
WEBER, M.: Economía y Sociedad, México, F. C. Económica, 1964.
WITEHEAD, K.: Industrial relation, London, Ed. Office, 1977.
YELA M. y otros: La humanización del trabajo en Europa, Madrid, Ibérico Europea
de Ediciones, 1979.

También podría gustarte