El Misterioso Encanto de Las Victimas

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El misterioso encanto de las vctimas

Gabriel Gatti*
DOI: http://dx.doi.org/10.7440/res56.2016.09

Una figura reciente


Vctimas. Las hay por todas partes y las hay de todo.
Se las ve en Europa, en Estados Unidos, en Oriente
Medio y en frica; se las ve, y mucho, en Amrica
Latina, donde se encuentran de sur a norte y de este
a oeste. Su dolor se muestra organizado a veces,
solitario otras. A veces ni se ve ni se oye directamente, pero s a distancia de televisor o se intuye que
es profundo cuando otros expertos, profesionales,
gentes solidarias nos hablan de l. Y lo son de
muchas cosas, de muchos dolores distintos, con sufrimientos de intensidades y causas variadas, tantas
que son incomparables. Pero son muchas, casi tantas
como ciudadanos.
Hasta hace algunos aos, no mucho ms de un par de
dcadas, solamente merecan ese sustantivo, vctimas,
quienes sufran violencias trascendentes, esas que
hacen a los pactos sociales que sustancian la vida en
comn: perseguidos polticos, los que sufren genocidio,
muertos por el ejercicio de la violencia de Estado,
familiares de desaparecidos, asesinados por violencias
terroristas. Las vctimas, por entonces, se paseaban por
los mismos pasillos en los que la historia coloc a hroes
o mrtires; no siempre eran pasillos de palacio, aunque
muchas de ellas, sin quererlo, alimentaban el nutrido
martirologio de las narrativas nacionales, que iniciaban
o contribuan a estructurar, y daban con eso alimento y
justificacin a algn que otro relato de poder. Tambin
haba entonces, hace aos, vctimas con residencias
ms modestas las del pueblo, o del progreso, o de
la revolucin; pero aunque modestas, stas, como
las otras, satisficieron roles de peso, trascendentes:
ayudaban a elaborar narrativas extraordinarias, las
que constituyen lo comn cuando lo comn es grande
y se escribe con maysculas (naciones, patrias, pases,
pueblo). Eran vctimas extraordinarias, funcionales a
fenmenos extraordinarios.

Pero desde hace un tiempo, dos dcadas, no creo que


ms,1 eso cambi. El sustantivo vctima se hizo
comn, se hizo ordinario. Hasta democrtico. Quienes
podan usarlo con legitimidad, si antes eran muchos y
muchas, ahora son muchos ms. Ahora, solas u organizadas, las vctimas lo son de muchas razones, algunas
trascendentes como las de antes, de esas que organizan
relatos nacionales e Historias, pero otras, mucho menos:
accidentes, violencias domsticas, y por frecuentes
comunes, catstrofes, desahucios, ataques de animales,
negligencias mdicas, olvidos de la historia De
quererlo, sera difcil ser exhaustivo pues lo humano
todo, casi todo, aparecera recogido en la larga lista de
las vctimas contemporneas.
Y no, no estoy haciendo un uso licencioso, esto es, abierto
y metafrico de la figura. Es apenas una fotografa
rpida de por dnde aparece as nombrado, vctima,
este personaje central de la vida social contempornea.
Lo encontramos en los usos vulgares de cualquier
reality show de vocacin lacrimgena, y tambin en las
cumbres de los dispositivos de produccin de verdad,
las leyes, que sobre vctimas las hay de todo tenor y
alcance: sobre vctimas de la violencia de gnero; sobre
vctimas de la desaparicin forzada de personas; sobre
las de grandes accidentes; en muchas leyes propias
de perodos transicionales leyes de reconocimiento
o de reconciliacin o de reparacin de sufrimientos
pasados; o en leyes de vctimas, sin ms, como las
que ya han sido aprobadas por el legislador en muchos
pases de Occidente (Francia, Espaa).

y una figura difcil de pensar


Y desde que se presentaron en multitud en la escena
pblica, siempre han sido personajes difciles de pensar
para las ciencias sociales, por mucho que se multipliquen
1

* Doctor en Sociologa por la Universidad del Pas Vasco/Euskal


Herriko Unibertsitatea (Espaa) y profesor de la misma
Universidad. Es Director del programa Mundo(s) de vctimas, y
autor, entre otros libros, de Surviving Forced Disappearance in
Argentina and Uruguay. Nueva York: Palgrave Macmillan, 2014.
* [email protected]

Lo creo, junto al equipo del proyecto Mundo(s) de vctimas,


un proyecto pionero en abordar la figura de la vctima, sin
atender a sus apellidos (de gnero, poltica, de trfico) sino
a lo que la sustancia. El proyecto fue financiado por el antes
llamado Ministerio de Innovacin espaol en su programa
de investigacin de excelencia entre 2012 y 2015 (ref. CSO
2011-22451). De lo discutido y aprendido con ese equipo surge
lo que contiene este ensayo.

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las propuestas para hacerlo. Hay de todo: trabajos teraputico-curativos qu hacer para que la vctima no sufra/
supere el trauma/gestione el trauma/?; descripciones
estadsticas cuntas vctimas hay/qu debe repararse/
qu causas deben atenderse?. Hay bibliografa atenta a
su expansin, masiva e invasiva (Chaumont 1997; Erner
2007); otra que calibra por qu y con qu alcance el dolor
estructura la vida social (Kleinmann, Das y Lock 1997);
textos que con mirada crtica analizan el aparato, los
dispositivos, que se conforman para ellas y por ellas, y
que las amplifican (Agier 2008; Boltanski 1993; Fassin
y Rechtman 2007); e incluso otros que apuestan por
pensarlas desde la conviccin que hacerlo da acceso a la
condicin humana en algunas de sus dimensiones ms
esenciales (Butler 2006).
Mucho, y bueno. Si se organiza algo ms esa bibliografa se observan en ella dos formas de afrontar
la figura en su dimensin social (Gatti 2014a). Una
de marcado acento francs es sensible a cmo la
vctima aborda y desborda el viejo y central personaje
del ciudadano. En esta tradicin, ante la avalancha de
sujetos que ingresan en la vida social, la vida poltica,
la vida jurdica, desde dolores privados, la reaccin es
de profundo recelo, con el desprecio en el extremo y
la denuncia o el anlisis en clave de sospecha como
el mejor resultado: la vctima, se dice, quita espacio,
confronta, rivaliza, polemiza, y hasta disputa, la
posicin central del que ha sido el soporte subjetivo
del lazo social moderno, de la sociedad la francesa,
el ciudadano (Chaumont 1997; Erner 2007; Garapon y
Salas 2007; Wieviorka 2003, entre otros). La vctima
representa, se afirma, una identidad negativa, que
impide la ciudadana y dificulta el funcionamiento
del engranaje de la vida colectiva. Es seal de una
ciudadana inmadura, sin responsabilidad, asistida,
asentada en la queja. Sospecha es la palabra clave.
Otra bibliografa de sonoridad ms anglosajona
aborda la vctima como una manifestacin del ser
humano en situacin doliente. Pensar sobre la condicin
antropolgica del que sufre supone un alto precio por
pagar: la deshistorizacin y la naturalizacin. Aunque
tambin es alta la ganancia: sensibilidad por el sujeto
sufriente, por lo especfico de su lenguaje, y por sus
capacidades de articular comunidad y sentido (Ortega
2008). En esta forma de aproximarse a la vctima, sta
es un sujeto que hace su agencia en el dolor, pese a que
no es transmisible, y hace comunidad (Jimeno 2008;
Ortega 2008) desde esa experiencia, desde el cuerpo
roto, desde su lenguaje quebrado. Comprensin es aqu
el trmino sntesis.2

2 Hay, es claro, mucho ms que eso: la poderosa produccin


acadmica generada a partir de la experiencia histrica
de varios pases de Amrica Latina, por ejemplo, fuera de
los trabajos ms empricos, les ha dado vueltas a algunas
variantes locales de la figura, con conclusiones relevantes
sobre su presencia en las polticas de la memoria (Jelin 2002),

Poderosos argumentos de estas dos tradiciones. La una


es racional y crtica. La otra, sensible e intensa. Pero una
es insuficiente para entender una figura de densidades
nuevas, que pone en juego aspectos otros que los que
caracterizan a un actor social convencional, y desde
luego, muy distinta al ya viejo ciudadano moderno. Y la
otra parece pobre para acercarse a la historicidad de una
figura de calidades muy contemporneas, difcilmente
desligable de la expansin planetaria de la sensibilidad
por lo vulnerable y lo humano descompuesto, y de sus
maquinarias de gestin.
Ninguna parece, en todo caso, bastar para acercarse a
una figura tensa, intensa, misteriosa. Y sobre todo, muy
paradjica, de texturas extraas, complicada: lo es por su
agencia, pues, dice el tpico, es pasiva, y sin embargo la
literatura y la mirada socioantropolgica nos muestran
que tiene agencia, y que la tiene, incluso, colectiva
(Lefranc y Mathieu 2009); lo es tambin por su palabra,
pues no habla, no puede, pues la palabra dolorida
se quebr a partir de lo que sea que la llev a su actual
condicin, y sin embargo no solo habla es incluso
parlanchina (Boltanski 1993) sino que dice muchas ms
cosas de lo que dicen en su lugar sus muchos voceros
expertos, asistentes, cuidadores; es paradjica
tambin la identidad que otorga a quien puede ostentarla
con legitimidad, mucha, muy intensa, muy profunda,
por mucho que al tiempo la condicin de vctima sea
poco deseable; y es una figura paradjica tambin por su
extrao equilibrio entre particularidad y universalidad,
pues aunque entendemos que el sufrimiento se vive con
intensidad intransferible que es indecible, pensamos,
que no se puede contar, decimos o difcilmente transferible slo otros igual que ellas los comprenden, afirma
el tpico, la condicin de vctima constituye uno de los
catalizadores ms intensos de la solidaridad social hoy;
esto es, las vctimas son uno aislados, solos, incomunicados y son tambin multitud.

La envidia de pena, o el deseable encanto


de la vctima
En la Navidad de 2015, en Argentina, apareci una ms,
se pens que la 120, de las hijas de desaparecidos que all
llaman nietas o nietos, pues son las Abuelas de Plaza
de Mayo las que suelen liderar su bsqueda y, en este caso,
recuperacin. Se trataba de la nieta de Chicha Mariani,
Clara Anah, secuestrada con apenas tres meses en un
operativo del Ejrcito argentino, recuperada, se crea, 39
aos despus. La noticia corri rpidamente, recorri la
prensa y gener una intensa algaraba en las redes sociales.

su marcado familismo (Vecchioli 2005), la centralidad de


las vctimas de raz poltica en la construccin de las narrativas nacionales postransicionales (Piper 2005) o las muchas
polticas nacionales de administracin del dolor (Aparicio
2012; Castillejo 2009). Tampoco es de desdear la produccin
espaola en la materia.

rev.estud.soc. No. 56 abril-junio Pp. 117-120 ISSN 0123-885X eISSN 1900-5180 DOI: http://dx.doi.org/10.7440/res56.2016.09

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Los intensos y tambin muy institucionalizados


circuitos que en los ltimos quince aos se fueron
organizando en aquel pas en torno a las reclamaciones por los derechos humanos trasladaron la buena
nueva con la rapidez con la que corre la plvora. No
era la primera vez que esto ocurra 119 nietos haban
aparecido antes pero el caso tena algunas singularidades que explicaban la intensidad especial de la
celebracin: la Abuela de la nia, ahora una adulta de 39
aos, fue fundadora y presidenta de las Abuelas de Plaza
de Mayo y es un personaje de cierta notoriedad pblica,
con mucho predicamento en los circuitos del activismo
en pro de los derechos humanos en Argentina y con
una fundacin,3 la fundacin Clara Anah, que ayudaba a
mantener el caso presente en la memoria; el secuestro,
desaparicin y asesinato de los padres de Clara Anah,
aun no siendo ni ms brutales ni ms dramticos que
otros, s tuvo algunas caractersticas que contribuan
a singularizarlo; una magnfica novela, La casa de los
conejos (Alcoba 2008), recreaba la vida de la clula de
Montoneros a la que pertenecan los padres de Clara
Anah antes de su desaparicin
Y adems, y sobre todo, desde la celebrrima aparicin
en agosto de 2014 del nieto de la presidenta de las
Abuelas de Plaza de Mayo, Estela Carlotto (Gatti 2014b),
la celebracin de estas reapariciones haba adoptado
una cierta ritualidad, algo banal, algo pop, que en este
caso tambin se dio. Siguiendo sus reglas, en apenas
un da, se desplegaron los festejos, las manifestaciones
pblicas y privadas de alegra y las celebraciones:
Bienvenida Clara Anah, Lleg la 120, ahora el 121,
las Abuelas son lo mejor de Argentina La fiesta era,
una vez ms, unnime, sincera, sensible, sentida.
Pero a los dos das salta la noticia que quiebra los
nimos: el cotejo de las muestras de ADN entre quien
dijo ser Clara Anah y su abuela revelaba que no haba
vnculo biolgico entre ambas. La vctima no lo era.
Usurpadora, mentirosa patolgica, farsante,
impostora, codiciosa, se dijo. La vctima era una falsa
vctima. No era ms Clara Anah Mariani. Volva a ser
nadie, Mara Elena Wehrli, slo una hurfana sin una
historia destacable detrs (Leguizamn 2015).
No es la primera de la historia: Enric Marco, en Espaa,
que alcanz altas cotas de popularidad y cierto poder
en lo que algunos han llamado industria de la memoria
histrica (Cercas 2014), se hizo pasar por superviviente
del campo de concentracin nazi de Flossenbrg, sin
serlo; en Estados Unidos, Tania Head/Alicia Esteve pas
durante seis aos por vctima de los atentados del 11 de
septiembre de 2001 en Nueva York, llegando a dirigir
una de las asociaciones que agrupaba a las vctimas y
los afectados por aquellos hechos; Somaly Mam, que
3 Su sitio web, muy desfasado actualmente, puede orientar al
lector interesado sobre estas peculiaridades, https://fundacionanahi.wordpress.com

construy una dura biografa de esclava sexual, que la


llev a las ms altas cimas en la escala de las vctimas
reconocidas (Premio Prncipe de Asturias, Naciones
Unidas), construy con datos inciertos parte importante de su historia de dolor.
Son stas, o la de la falsa Clara Anah, manifestaciones
de simples patologas? Acaso son apenas una muestra
ms de a dnde pueden llegar las argucias del pcaro?
Aunque una y otras son las explicaciones ms al uso,
ni una ni otra pueden conformar las inquietudes de un
cientfico social. Apostemos por otra hiptesis: estos
casos son muestras de las consecuencias no deseadas,
es claro de la institucionalizacin de las maquinarias
del humanitarismo, maquinarias que generan las condiciones de su propia posibilidad y que requieren oficios,
experticias que las armonicen, testimonios que les den
calor y relato y tambin vctimas que les proporcionen
carnadura, materialidad sufriente.
Hace ya unos aos, en 1997, Jean-Michel Chaumont
propuso entender la comparecencia masiva al espacio
pblico de vctimas del Holocausto con el trmino
concurrencia, concurrence, es decir, competencia.
Aunque asociado a una situacin indeseable el sufrimiento pasado, ser vctima daba acceso a bienes
deseables reconocimiento, visibilidad, identidad.
Planteada as, la cuestin de casos como el Clara
Anah y las otras falsas vctimas no se dirime en un eje
delimitado en los extremos por la verdad o la mentira;
esto es, no se trata aqu ni de saber ni de juzgar si
se es o no vctima de verdad, si se es un sufriente real:
Qu delimita el sufrimiento legtimo del intolerable?
Cul es el sufrimiento reconocido? Es vctima todo
aquel que sufre? Quin sufre de verdad? Quin es,
entonces, una vctima? La categora es demasiado
escurridiza y muy poco universalizable para que nos
tomemos en serio la posibilidad de hablar con base
sociolgica de verdaderas y falsas vctimas.
La cuestin pasa entonces por saber cmo se otorga
reconocimiento al sufrimiento, cul es el estatuto que
alcanza aquel que es nombrado por esa condicin la de
sufriente, la de vctima y cul es la centralidad de esa
condicin en el espacio social que la contiene, y lo que
estar en esa condicin comporta: Piedad? Ayudas?
Dinero? Poder? Olvido? Prebendas? Identidad?
Dolor? Patetismo? (In)existencia social? Silencio?
De todo hay, de todo ha habido. Hoy la posicin social de
la vctima suscita no slo la concurrence, en el sentido
de Chaumont, sino tambin la concurrencia, a saber:
multitud son los que concurren a ese lugar social (Gatti
2014a), los que acuden al tentador llamado de la vctima.
Miles de personas demandan, en efecto, ser reconocidas a travs de lo que les ha hecho sufrir; cientos de
miles reclaman ser nombradas por lo que han padecido
o padecen; millones entienden, entendemos, que somos
ciudadanos a travs de algo, lo que sea, la causa importa
El misterioso encanto de las vctimas | Gabriel Gatti

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poco, que justamente impide que lo seamos. El deseo


de ser vctima invade, s, la sociedad contempornea:
otorga reconocimiento, ayuda a salir de la invisibilidad
social y colectiva Permite existir a quienes, si no, instalados en otras categoras, raramente resultan audibles.
Dicen que Mara Elena Wehrli, cuando se present en la
Fundacin Clara Anah, dijo: Soy hija de desaparecidos.
Estoy buscando mi identidad. No menta. Poda haber
sido una vctima de ETA en Espaa, un sobreviviente de
Auschwitz, una sobreviviente del 11-M de Madrid o del
11-S de Nueva York, o una vctima de las FARC o de algn
grupo paramilitar en Colombia. Deseaba ser alguien,
ocupar un lugar que se reconociese y abandonar el lugar
de los nadie: hospicios, orfanatos, pobreras, historias
annimas La nada. Envidiaba la pena de otros, que era
pena nombrada, visible, reconocida. Hoy, ser vctima
es nada ms y nada menos que una va de acceso a la
condicin de ciudadano.

Referencias
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