Jairo Canta A Borges
Jairo Canta A Borges
Jairo Canta A Borges
BUENOS AIRES
Antes, yo te buscaba en tus confines
Que lindan con la tarde y la llanura
Y en la verja que guarda una frescura
Antigua de cedrones y jazmines.
En la memoria de Palermo estabas,
En su mitologa de un pasado
De baraja y pual y en el dorado
Bronce de las intiles aldabas,
Con su mano y sortija. Te senta
En los patios del Sur y en la creciente
Sombra que desdibuja lentamente
Su larga recta, al declinar el da.
Ahora ests en m. Eres mi vaga
Suerte, esas cosas que la muerte apaga.
MILONGA DE CALANDRIA
Servando Cardoso el nombre
y No Calandria el apodo;
no lo sabrn olvidar
los aos, que olvidan todo.
No era un cientfico de esos
que usan arma de gatillo;
era su gusto jugarse
en el baile del cuchillo.
Cuntas veces en Montiel
lo habr visto la alborada
AL HIJO
No soy yo quien te engendra. Son los muertos.
Son mi padre, su padre y sus mayores;
son los que un largo ddalo de amores
trazaron desde Adn y los desiertos
de Can y de Abel, en una aurora
tan antigua que ya es mitologa,
y llegan, sangre y mdula, a este da
del porvenir, en que te engendro ahora.
Siento su multitud. Somos nosotros
LA ROSA
La rosa,
la inmarcesible rosa que no canto,
la que es peso y fragancia,
la del negro jardn de la alta noche,
la de cualquier jardn y cualquier tarde,
la rosa que resurge de la tenue
ceniza por el arte de la alquimia,
la rosa de los persas y de Ariosto,
la que siempre est sola,
la que siempre es la rosa de las rosas,
la joven flor platnica,
la ardiente y ciega rosa que no canto,
la rosa inalcanzable.
LA LLUVIA
Bruscamente la tarde se ha aclarado
Porque ya cae la lluvia minuciosa.
Cae o cay. La lluvia es una cosa
Que sin duda sucede en el pasado.
Quien la oye caer ha recobrado
El tiempo en que la suerte venturosa
Le revel una flor llamada rosa
Y el curioso color del colorado.
Esta lluvia que ciega los cristales
Alegrar en perdidos arrabales
Las negras uvas de una parra en cierto
Patio que ya no existe. La mojada
Tarde me trae la voz, la voz deseada,
De mi padre que vuelve y que no ha muerto.
EL GAUCHO
Hijo de algn confn de la llanura
Abierta, elemental, casi secreta,
Tiraba el firme lazo que sujeta
Al firme toro de cerviz oscura.
Se bati con el indio y con el godo,
Muri en reyertas de baraja y taba;
Dio su vida a la patria, que ignoraba,
Y as perdiendo, fue perdiendo todo.
Hoy es polvo de tiempo y de planeta;
Nombres no quedan, pero el nombre dura.
Fue tantos otros y hoy es una quieta
Pieza que mueve la literatura.
Fue el matrero, el sargento y la partida.
Fue el que cruz la heroica cordillera.
Fue soldado de Urquiza o de Rivera,
Lo mismo da. Fue el que mat a Laprida.
Dios le quedaba lejos. Profesaron
La antigua fe del hierro y del coraje,
Que no consiente splicas ni gaje.
Por esa fe murieron y mataron.
En los azares de la montonera
Muri por el color de una divisa;
Fue el que no pidi nada, ni siquiera
La gloria, que es estrpito y ceniza.
Fue el hombre gris que, oscuro en la pausada
Penumbra del galpn, suea y matea,
Mientras en el oriente ya clarea
La luz de la desierta madrugada.
Nunca dijo: soy gaucho. Fue su suerte
No imaginar la suerte de los otros.
No menos ignorante que nosotros,
No menos solitario, entr en la muerte.
BUENOS AIRES
Y la ciudad ahora es como un plano
De mis humillaciones y fracasos;
Desde esta puerta he visto los ocasos
Y ante este mrmol he aguardado en vano.
Aqu el incierto ayer y el hoy distinto
Me han deparado los comunes casos
De toda suerte humana, aqu mis pasos
Urden su incalculable laberinto.
Aqu la tarde cenicienta espera
El fruto que le debe la maana;
Aqu mi sombra en la no menos vana
Sombra final se perder, ligera.
No nos une el amor sino el espanto;
Ser por eso que la quiero tanto.
DESPEDIDA
Entre mi amor y yo han de levantarse
trescientas noches como trescientas paredes
y el mar ser una magia entre nosotros.
No habr sino recuerdos.
Oh tardes merecidas por la pena,
noches esperanzadas de mirarte,
campos de mi camino, firmamento
que estoy viendo y perdiendo...
Definitiva como un mrmol
entristecer tu ausencia otras tardes.