El Erotismo en Los Poetas
El Erotismo en Los Poetas
El Erotismo en Los Poetas
EDITORAL POSADA, S. A.
CONSEJO EDITORIAL:
Guillermo Mendizbal Lizalde
Eduardo Lizalde
Edgar Ceballos E.
Lilia Aragn
Dibujos Originales de
LUIS CHAVEZ PEN
En esta antologa se encontrarn tan pronto poetas de seiscientos aos de edad, como
de veinte. Lo cual quiere decir que, los de quinientos y seiscientos aos, tambin
tuvieron veinte, pues se ocupan del amor carnal con la misma fiebre y el tranquilo
entusiasmo de los contemporneos.
Alejandro Montano ha preparado una seleccin de poemas (de Espaa, de Amrica
Latina y de Mxico), que desde muchos puntos de vista tienen que ver con el sexo, con
el erotismo y con el amor fsico en general. El lector hallar aqu, a veces, textos de
muy refinado y suave aliento ertico, junto a poemas de abrupta o salvajemente sexuales. Pero todos ellos son, reunidos, ms de medio siglo de amor. Y las races del amor,
pese a los ocasionales triunfos del platonismo literario, han sido siempre rrenunciables
races carnales.
El tabernario siglo XIV del malicioso, donjuanesco y goloso Don Juan Ruiz, Arcipreste
de Hita, se nos ofrece vivo, en los versos del autor, que canta y rememora con deleite
los prodigiosos dones del amor fsico. Igual lo haca Bocaccio, en Italia, en el mismo
siglo, con su clandestino Decamern. Salan apenas aquellos poetas, de un largo sopor
moralista, que haba hecho olvidar a la literatura la grande y libre euforia ertica de los
tiempos clsicos.
Las ideas del Renacimiento transformaron tambin la actitud de los poetas en lo que
toca a la moral y al sexo, como las ideas del romanticismo y las de la filosofa moderna
transformaron la actitud de posteriores poetas en el mismo sentido.
Por esa razn, una antologa potica del erotismo, que tenga la amplitud de la que aqu
presentamos es tambin, de algn modo, una historia de la moral, proyectada sobre los
ms bellos textos por escritores de todas las pocas y latitudes.
La seleccin que aqu se ofrece no comprende slo algunos de los ms conmovedores
poemas erticos de grandes castellanos como Quevedo, nicaragenses formidables
como Daro y estremece dores peruanos como Csar Vallejo. Tambin comprende
excepcionales fragmentos poticos de grandes prosistas como Cortzar, como Rulfo,
como Fuentes o Arrela, entre los argentinos y mexicanos.
Se trata, entonces, de una muy concentrada, pero muy efectiva exposicin histrica de
la poesa, del erotismo, de la esttica y de la tica de la cultura hispanoamericana. Una
exposicin de poemas, que como las muestras de pintura pueden a veces (aunque
sean muy reducidas), representar verdaderamente a todo un perodo artstico, a todo un
milenio, mejor que algunos libros extensamente ilustrados y comentados.
Sobra decir que, en la seleccin, no se ha seguido un procedimiento completamente
lineal, y que se ha intentado dar al lector un cuadro de poemas en los que el amor y el
sexo se contemplan desde mltiples posiciones. Frente a las lricas visiones de Neruda,
viriles y laureadas, pueden encontrarse las atrocidades enrgicas y asombrosas de
Coronel Urtecho, las secas amargusimas y elevadas blasfemias heterodoxas de Luis
Cernuda, las cantantes y lmpidas victorias verbales de Bonifaz Nuo o las poderosas,
requemadas e intelectuales estructuras de Octavio Paz.
DUDA 1972.
Poetas de Espaa
BESOS
Mis besos llovern sobre tu boca ocenica
primero uno a uno como una hilera de gruesas gotas
anchas gotas dulces cuando empieza la lluvia
que revientan como claveles de sombra
luego de pronto todos juntos
hundindose en tu gruta marina
chorro de besos sordos entrando hasta tu fondo
perdindose como un chorro en el mar
en tu boca ocenica de oleaje
caliente besos chafados blandos anchos como el peso de la plastilina
besos oscuros como tneles de donde no se sale vivo
deslumbrantes como el estallido de la fe
sentidos como algo que te arrancan
comunicantes como los vasos comunicantes
besos penetrantes como la noche glacial en que todos nos abandonaron
besar tus mejillas
tus pmulos de estatua de arcilla adnica
tu piel que cede bajo mis dedos
para que yo modele un rostro de carne compacta idntico al tuyo
besar tus ojos ms grandes que t toda
y que t y yo juntos y la vida y la muerte
del color de la tersura
de mirada asombrosa como encontrarse en la calle con uno mismo
como encontrarse delante de un abismo
que nos obliga a decir quin somos
tus ojos en cuyo fondo vives t
como en el fondo del bosque ms claro del mundo
tus ojos llenos de aire de las montaas
y que despiden un resplandor al mismo tiempo spero y dulce
tus ojos que t no conoces
que miran con un gran golpe aturdidor
y me inmutan y me obligan a callar y a ponerme serio
como si viera de pronto en una sola imagen
toda la trgica indescifrable historia de la especie
tus ojos de esfinge virginal
de silencio que resplandece como el hielo
tus ojos de cada durante mil aos en el pozo del olvido
besar tambin tu cuello liso y vertiginoso como un tobogn inmvil
8
De Poesa en movimiento (Mxico 1915-1966), seleccin y notas de Paz, Chumacero, Pacheco y Aridjis.
11
Me estremece
un gran temblor de vspera y de alba,
porque viene derecha toda, a m.
Su gran tumulto y desatada prisa
este pecho eligi para romperse en l,
igual que escoge cada mar
su playa o su cantil donde quebrarse.
Soy yo, no hay duda; el peso incalculable
que atas leves transportan y se llama
felicidad, en todos los idiomas
y en el trino del pjaro,
sobre m caer todo,
como la luz del da entera cae
sobre los dos primeros ojos que la miran.
Escogido estoy ya para la hazaa
del gran gozo del mundo:
de soportar la dicha, de entregarla
todo lo que ella pide, carne, vida,
muerte, resurreccin, rosa, mordisco;
de acostumbrarme a su caricia indmita,
a su rostro tan duro, a sus cabellos
desmelenados,
a la quemante lumbre, beso, abrazo,
entrega destructora de su cuerpo.
Lo fcil en el alma es lo que tiembla
al sentirla venir. Para que llegue
hay que irse separando, uno por uno,
de costumbre, caprichosos,
hasta quedarnos vacantes, sueltos,
al vacar primitivo del ser recin nacido,
para ella.
Quedarse bien desnudos,
tensas las fuerzas vrgenes
dormidas en el ser, nunca empleadas,
que ella, la dicha, slo en el anuncio
de su ardiente inminencia galopante,
convoca y pone en pie.
Porque viene a luchar su lucha en m.
Veo su doble rostro,
su doble ser partido, como el nuestro,
las dos mitades fieras, enfrentadas.
En mi temblor se siente su temblor,
su gran dolor de la unidad que suea,
imposible unidad, la que buscamos,
ella en m, en ella yo. Porque la dicha
quiere tambin su dicha.
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CUERPO DE AMOR
Volcado sobre ti, volcado sobre tu imagen derramada bajo los altos lamos inocentes,
tu desnudez se ofrece como un ro escapando,
espuma dulce de tu cuerpo crujiente,
fro y fuego de amor que en mis brazos salpica.
Por eso, si acerco mi boca a tu corriente prodigiosa,
si miro tu azul soledad, donde un cielo an me teme,
veo una nube que arrebata mis besos
y huye y clama mi nombre, y en mis brazos se esfuma.
Por eso, si beso tu pecho solitario,
si al poner mis labios tristsimos sobre tu piel incendiada
siento en la mejilla el labio dulce del poniente apagndose,
oigo una voz que gime, un corazn brillando,
un bulto hermoso que en mi boca palpita,
seno de amor, rotunda morbidez de la tarde.
Sobre tu piel palabras o besos cubren, ciegan,
apagan su rosado esplendor erguidsimo,
y all mis labios oscuros celan, hacen, dan noche,
avaramente ardientes: pecho hermoso de estrellas!
Tu vientre nveo no teme el fro de esos primeros vientos,
helados, duros como manos ingratas,
que rozan y estremecen esa tibia magnolia,
plida luz que en la noche fulgura.
Djame as, sobre tu cuerpo libre,
bajo la luz castsima de la luna intocada,
aposentar los rayos de otra luz que te besa,
boca de amor que crepita en las sombras
y recorre tu virgen revelacin de espuma.
Apenas ro, apenas labio, apenas seda azul eres t margen dulce,
que te entregas riendo, amarilla en la noche,
mientras mi sombra finge el claroscuro de plata
de unas hojas felices que en la brisa cantasen.
Abierta, penetrada de la noche, el silencio
de la tierra eres t: oh ma, como un mundo en los brazos!
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PANDMICA Y CELESTE
quam magnus numerus Libyssae arenae
.
aut quam sidera multa, cum tacet nox,
furtiuos hominum uident amores.
Catulo, VII
Imagnate ahora que t y yo
muy tarde ya en la noche
hablemos hombre a hombre, finalmente.
Imagnatelo,
en una de esas noches memorables
de rara comunin, con la botella
medio vaca, los ceniceros sucios,
y despus de agotado el tema de la vida.
Que te voy a ensear un corazn,
un corazn infiel,
desnudo de cintura para abajo,
hipcrita lector mon semblable, mon frre!
Porque no es la impaciencia del buscador de orgasmo
quien me tira del cuerpo hacia otros cuerpos
a ser posible jvenes:
yo persigo tambin el dulce amor,
el tierno amor para dormir al lado
y que alegre mi cama al despertarse,
cercano como un pjaro.
Si yo no puedo desnudarme nunca,
si jams he podido entrar en unos brazos
sin sentir aunque sea nada ms que un momento
igual deslumbramiento que a los veinte aos!
Para saber de amor, para aprenderle,
haber estado solo es necesario.
Y es necesario en cuatrocientas noches
con cuatrocientos cuerpos diferentes
haber hecho el amor. Que sus misterios,
como dijo el poeta, son del alma,
pero un cuerpo es el libro en que se leen.
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THAMAR Y AMNN
Para Alfonso Garca-Valdecasas
La luna gira en el cielo
sobre las tierras sin agua
mientras el verano siembra
rumores de tigre y llama.
Por encima de los techos
nervios de metal sonaban.
Aire rizado vena
con los balidos de lana.
La tierra se ofrece llena
de heridas cicatrizadas,
o estremecida de agudos
cauterios de luces blancas.
*
Thamar estaba soando
pjaros en su garganta,
al son de panderos fros
y ctaras enlunadas.
Su desnudo en el alero,
agudo norte de palma,
pide copos a su vientre
y granizo a sus espaldas.
Thamar estaba cantando
desnuda por la terraza.
Alrededor de sus pies,
cinco palomas heladas.
Amnn, delgado y concreto,
en la torre la miraba,
llenas las ingles de espuma
y oscilaciones la barba.
Su desnudo iluminado
se tenda en la terraza,
con un rumor entre dientes
de flecha recin clavada.
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la delgadez de la parra.
Ya la coge del cabello,
ya la camisa le rasga.
Corales tibios dibujan
arroyos en rubio mapa.
Oh, qu gritos se sentan
por encima de las casas!
Qu espesura de puales
y tnicas desgarradas.
Por las escaleras tristes
esclavos suben y bajan.
mbolos y muslos juegan
bajo las nubes paradas.
Alrededor de Thamar
gritan vrgenes gitanas
y otras recogen las gotas
de su flor martirizada.
Paos blancos enrojecen
en las alcobas cerradas.
Rumores de tibia aurora
pmpanos y peces cambian.
*
Violador enfurecido,
Amnn huye con su jaca.
Negros le dirigen flechas
en los muros y atalayas.
Y cuando los cuatro cascos
eran cuatro resonancias,
David con unas tijeras
cort las cuerdas del arpa.
De Romancero gitano
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A FLORALBA
IV
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LA ESPOSA INFIEL
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EL ABRAZO
Cuando te abrazo, asltame la idea
de ser hiedra que oprime a una escultura;
ms, ola azul ciendo la hermosura
de la triunfante Venus Citerea.
Ms, ser crculo de oro que rodea
de un soberbio brillante la luz pura;
ms, ser trozo de sombra en que fulgura
un lucero que vivo nacrea.
Ms, ser del sol engarce peregrino;
ms, ser pao de cliz argentino;
ms, ser sagrario de tu busto terso.
Ms, ser de un alma el amoroso lazo;
y ms, ser Dios cogiendo en un abrazo
la redondez sin fin del Universo.
De Las mejores poesas de amor espaolas, recopilacin de Jorge Montagut
32
HALLAZGO
Desnuda y adherida a tu desnudez.
Mis pechos como hielos recin cortados,
en el agua plana de tu pecho.
Mis hombros abiertos bajo tus hombros.
Y t, flotante en mi desnudez.
Alzar los brazos y sostendr tu aire.
Podrs desceir mi sueo
porque el cielo descansar en mi frente.
Afluentes de tus ros sern mis ros.
Navegaremos juntos, t sers mi vela
y yo te llevar por mares escondidos.
Qu suprema efusin de geografas!
Tus manos sobre mis manos,
tus ojos, aves de mi rbol,
en la yerba de mi cabeza.
De Las mejores poesas de amor espaolas, recopilacin de Jorge Montagut
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EPITAFIO
Palpitante de angustia y de terror te veo.
Ya en tu carne has sentido los dientes del Pecado,
y en medio de las lbricas trallas del deseo
tu pudor se defiende como un ciervo acosado.
A veces, en un mpetu te vuelves irritada,
y tu violencia aplastada y tu coraje hiere,
y en otras, lacrimosa, suplica tu mirada
con el dolor de un alma que de dolor se muere.
Pero, defensa intil. Llegar el caballero,
y hundir en tus entraas virginales, su acero,
y morirs baada entre tu sangre ardiente...
Y entregar tu cuerpo, en medio de la plaza,
a la salvaje y vida lujuria de la gente,
cual sangriento trofeo de su brbara caza!
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ANACRENTICA
Me admiran en Lucinda
aquellos ojos negros,
en Aminta los labios,
en Cloris el cabello,
la cintura de Silvia,
de Cintia el alto pecho,
la frente de Amarilis,
de Lisi el blanco cuello,
de Corina la danza,
y de Nise el acento;
pero en ti, Filis ma,
me encantan ojos, pelo,
labios, cintura, frente,
nevado cuello y pecho,
y todo cuanto escucho
y todo cuanto veo.
De Las mejores poesas de amor espaolas, recopilacin de Jorge Montagut
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QUISIERA SER...
Quisiera ser convexo
para tu mano cncava,
y como un tronco hueco
para acogerte en mi regazo
y darte sombra y sueo.
Suave y horizontal e interminable
para la huella alterna y presurosa
de tu pie izquierdo
y de tu pie derecho.
La de todas las formas
como agua, siempre a gusto, en cualquier vaso,
siempre abrazndote por dentro.
Y tambin como vaso
para abrazar por fuera al mismo tiempo.
Como el agua hecha vaso
tu confn dentro y fuera siempre exacto.
De Primera antologa de sus versos
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HORAS DE AMOR
Te acuerdas? Quise, con impulso leve,
sobre tu pecho colocar mi odo
y escuchar el dulcsimo latido
con que tu blando corazn se mueve.
Prend en mis brazos tu cintura breve
y hund mi rostro en el caliente
nido de tu seno, que es mrmol encendido,
carne de flores y abrasada nieve.
Con qu prisa y qu fuerza palpitaba
tu enamorado corazn! Pugnaba
tu talle, en tanto, ms, con ansia loca,
bajo la nieve el corazn lata,
y, en su gallarda rebelin, quera
saltar del pecho por besar mi boca...
De Las mejores poesas de amor espaolas, recopilacin de Jorge Montagut
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ELEGAS DE TU AUSENCIA
(fragmento)
He de volver a verte
y morirme de nuevo entre tus brazos.
Me he de morir mejor que tantos das.
Invadidos mis ojos por tu aliento,
por la cncava luz de tu garganta,
anunciado de amor entre tus ojos,
me verter en tus venas como un ro.
Qu celestial ternura
he de encontrar brillando en tus mejillas,
mientras tus dulces dedos anochecen
y amortecida en el amor me sueas
mucho mejor tenindome a tu lado.
El rumor de tu pelo,
que advierto slo yo cuando me besas,
resbalar feliz a tus pestaas
por los dulces linares de tus sienes.
Yo aguardar el sonido tembloroso
para verlo brillar entre tus prpados
cuando tus ojos teman de mis besos
el abierto paisaje de mis venas.
El dulce simulacro de tu muerte
sobre tu cuerpo, ya sin fuerzas, mo,
se curvar feliz sobre mi brazo
como una rosa lenta y pensativa.
Cuando tu voz se niegue a ser la tuya
y tus ojos me vean por la niebla
espumosa y mojada de tus prpados,
sers desnuda, doblemente ma.
He de volver a verte
y a morirme de nuevo entre tus manos.
A morirme mejor que en esta ausencia
donde tu doble entrega es aire y nada.
De Las mejores poesas de amor espaolas, recopilacin de Jorge Montagut.
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De RAYUELA
(fragmento)
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Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujndola como si saliera de mi mano,
como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y
recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la
cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por m para dibujarla con mi
mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca
que sonre por debajo de la que mi mano te dibuja.
Me miras, de cerca me miras, cada vez ms de cerca y entonces jugamos al cclope, nos miramos
cada vez ms de cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre s, se superponen y los cclopes se
miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordindose con los
labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va
y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo,
acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviramos la boca
llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el
dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultneo del aliento, esa
instantnea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento
temblar contra mi como una luna en el agua.
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DOS POEMAS
Se juntan desnudos
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DOS MADRIGALES
1
Tu vientre sabe ms que tu cabeza
y tanto como tus muslos.
Esa
es la fuerte gracia negra
de tu cuerpo desnudo.
Signo de selva el tuyo,
con tus collares rojos,
tus brazaletes de oro curvo,
y ese caimn oscuro
nadando en el Zambeze de tus ojos.
De Sngoro Cosongo
2
Sencilla y vertical,
como una caa en el caaveral.
Oh retadora del furor
genital:
tu andar fabrica para el espasmo gritador
espuma equina entre tus muslos de metal.
De West Indies Limited
Poema
Alianza
(sonata)
Ni el corazn cortado por un vidrio
en un erial de espinas,
ni las aguas atroces vistas en los rincones
de ciertas casas, aguas como prpados y ojos,
podran sujetar tu cintura en mis manos
cuando mi corazn levanta sus encinas
hacia tu inquebrantable hilo de nieve.
Nocturno azcar, espritu
de las coronas, redimida
sangre humana, tus besos
me destierran,
y un golpe de agua con restos del mar
golpea los silencios que te esperan
rodeando las gastadas sillas, gastando puertas.
Noches con ejes claros,
partida, material, nicamente
voz, nicamente desnuda cada da.
Sobre tus pechos de corriente inmvil,
sobre tus piernas de dureza y agua,
sobre la permanencia y el orgullo
de tu pelo desnudo,
quiero estar, amor mo, ya tiradas las lgrimas
al ronco cesto donde se acumulan,
quiero estar, amor mo, solo con una slaba
de plata destrozada, solo con una punta
de tu pecho de nieve.
Ya no es posible, a veces
ganar sino cayendo,
ya no es posible entre dos seres,
temblar, tocar la flor del ro:
hebras de hombre vienen como agujas,
tramitaciones, trozos,
familias del coral repulsivo, tormentas
y pasos duros por alfombras
de invierno.
Entre labios y labios hay ciudades
de gran ceniza y hmeda cimera,
gotas de cundo y cmo, indefinidas
circulaciones:
entre labios y labios como por una
costa de arena y vidrio, pasa el viento.
Por eso eres sin fin, recgeme como si fueras
toda solemnidad, toda nocturna
como una zona, hasta que te confundas
con las lneas del tiempo.
Avanza en la dulzura,
ven a mi lado hasta que las digitales
hojas de los violines
hayan callado, hasta que los musgos
arraiguen en el trueno, hasta que del latido
de mano y mano bajen las races.
De Tercera residencia
MUJERES
La mujer imposible,
La mujer de dos metros de estatura,
La seora de mrmol de Carrara
Que no fuma ni bebe,
La mujer que no quiere desnudarse
Por temor a quedar embarazada,
La vestal intocable
Que no quiere ser madre de familia,
La mujer que respira por la boca,
La mujer que camina
Virgen hacia la cmara nupcial
Pero que reacciona como hombre,
La que se desnud por simpata
(Porque le encanta la msica clsica),
La pelirroja que se fue de bruces,
La que slo se entrega por amor,
La doncella que mira con un ojo,
La que slo se deja poseer
En el divn, al borde del abismo,
La que odia los rganos sexuales,
La que se une slo con su perro,
La mujer que se hace la dormida
(El marido la alumbra con un fsforo),
La mujer que se entrega porque s
Porque la soledad, porque el olvido...
La que lleg doncella a la vejez,
La profesora miope,
La secretaria de gafas oscuras,
La seorita plida de lentes
(Ella no quiere nada con el falo),
Todas estas walkirias
Todas estas matronas respetables
Con sus labios mayores y menores
Terminarn sacndome de quicio.
De Antipoemas
DOS POEMAS
LA MANO DE ONN SE QUEJA
Yo soy el sexo de los condenados.
No el juguete de alcoba que economiza vida.
Yo soy la amante de los que no amaron.
Yo soy la esposa de los miserables.
Soy el minuto antes del suicida.
Sola de amor, mas nunca solitaria,
limitada de piel, saco races ...
Se me llenan de ngeles los dedos,
se me llenan de sexos no tocados.
Me parezco al silencio de los hroes.
No trabajo con carne solamente. . .
Va ms all de digital mi oficio.
En mi labor hay un obrero alto. . .
Un Quijote se ahoga entre mis dedos,
una novia tambin que no se tuvo.
Yo apenas soy violenta intermediaria,
porque tambin hay verso en mis temblores,
sonrisas que se cuajan en mi tacto,
misas que se derriten sin iglesias,
discursos fracasados que resbalan,
besos que bajan desde el crneo a un dedo,
toda la tierra suave en un instante.
Es mi carne que huye de mi carne;
horizontes que saco de una gota,
una gota que junta
todos los ros en mi piel, borrachos;
un gotern que trae
todas las aguas de un cicln oculto,
todas las venas que prisin dejaron
y suben con un viento de licores
a mojarse de abismo en cada ua,
a sacarme la vida de mi muerte.
De 14 mudos de amor
EL MUEBLE
Por escupir secretos en tu vientre,
por el notario
que junt nuestros besos con un lpiz,
por los paisajes que quedaron presos
en nuestra almohada a trinos desplumados,
por la pantera an que hay en un dedo,
por tu lengua
que de pronto desprecia superficies,
por las vueltas al mundo sin orillas
en tu ola con nufragos: tu vientre;
y por el lujo que se dan tus senos
de que los limpie un perro que te lame,
un ngel que te ladra si te vistes,
cuatro patas que piensan cuando celan;
todo esto me cuenta solamente tu cuerpo,
un volumen inslito de sueldos regateados,
un ponerme por dentro detectives,
cuidarme en las esquinas de tu origen,
remendar mi herosmo de fongrafo antiguo,
todo el ao lavando mis bolsillos ingenuos,
atrasando el reloj de mi sonrisa,
haciendo blando el da cuando llega visita,
ponindole gramtica a tus ruidos,
poniendo en orden
el manicomio cuerdo de tu sexo;
djame ahora
que le junte mis dudas a la escoba,
quiero quedarme limpio como un plato de pobre;
t,
que llenaste mi sangre de caballos, t,
que si te miro me relincha el ojo,
dobla tu instinto como en una esquina
y hablemos all solos,
sin el uso,
sin el ruido
del alquilado mueble de tu cuerpo.
De Los anti-tiempo
DIOS
HIPTESIS DE TU CUERPO
I
S que no me creern como a espejo sin fondo
que el movimiento clava tu vrtice de armadas
donde momentos miles primero segundos en roca a pique
ya me esperaban en ti girando.
Aunque dijera que no tenas mar
ni que toda tu espuma en tu interior de piedra habita
ni por sangre espumosa esculpida menos viva
ni carcomida,
sino por la frecuencia de tus pecas algo se congregaba.
Porque esperaban la que eras visible
si es que alzabas las manos de concreto
puesto vestido de labrador ya no tarjeta de visita
mientras hay llamamiento de flores a piano
y con tu duelo gigantesco gastas otra violeta
si solitaria,
lo cual no puede aunque posible.
Todo ello en brisa regular compuesta a sentimiento...
Porque esperaban miedo que te clamara a muerte:
"Yo te comparo a un faro"
explicando tu pelo despacio de la noche.
No es comparando.
II
Yo te proyecto desnuda por dentro
como paloma leona interior a la tierra
sin otra sustancia marina que tormenta.
Muerte vida.
REENCUENTROS
1
A esa hora en que la luz
se viene encima como una cosa mansa
estrujas
mi mano sobre tu vientre
miro
aquello que oculta el minuto
entiendo
que hay cosas que atenan
las penumbras
y que hay tambin
ademanes con los cuales sacudirse el cabello
enmudecidos ambos
en una sensacin
de lenguaje fuera
de toda historia
y abres
esa puerta
y sientes
cmo tu cuerpo entero se va aflojando
para recibirme
2
A ella le gusta estar cerca de ti: debo decir cerca
de tu cuerpo
de tus manos que la recorren como a un continente
y la dejan tranquila suspendida en un pensamiento
que va de ti
hacia ella y regresa
mrala
con los ojos entornados
como margarita
como un ro
como lo que es
3
Vuelve con las mismas y desde la ventana platica
tan bajo que nicamente ella se escucha
mientras
por la calle de seguro alguien pasa y se va a quedar
mirndola y sonreir maliciosamente al ver sus senos desnudos
pequeos
casi nada
as
lejos de las manos
lejos de la piel
cerca
de mis ojos
4
Es bueno dormir con l descansando
la cabeza sobre su pecho sintiendo la respiracin debajo
como
un ro subterrneo
y su
mano rondando tus nalgas
haciendo arabescos una vez y otra vez
dicindote
qu suave tienes la piel qu suave
De De parte interesada
XIII
Pienso en tu sexo.
Simplificado el corazn, pienso en tu sexo,
ante el hijar maduro del da.
Palpo el botn de dicha, est en sazn.
Y muere un sentimiento antiguo
degenerado en seso.
Pienso en tu sexo, surco ms prolfico
y armonioso que el vientre de la Sombra,
aunque la Muerte concibe y pare
de Dios mismo.
Oh, Conciencia,
pienso, s, en el bruto libre
que goza donde quiere, donde puede.
Oh, escndalo de miel de los crepsculos.
Oh, estruendo mudo.
Odumodneurtse!
De Trilce
EVA
Entre todas las doncellas que pastan
en los patios del Sofista ninguna ms hermosa
que Eva,
Eva, la del cuello especialmente creado
para ramonear hierba en otros planetas.
Eva,
ahora slo eres un agujero donde el zorro
esconde sus tesoros epilpticos.
Eva,
por tu anillo
pasaban tiritando, el falo erecto, los planetas
iracundos.
Eva y yo a picotazos disputbamos
los gusanillos de los aos.
Ustedes son jvenes,
ustedes nunca sabrn cmo era este
poblado en el tiempo en que la ciudad viva
colgada del rabo de los pursimos mandriles.
La corniveleta muchacha llegaba. Herva la ciudad.
En los billares pastan las calumnias,
en tos circos cacarea la arena.
Me saltan las lgrimas cuando el Dandy
me conduce a los balnearios donde Eva los
obeliscos de nuestra pasin empollaba.
Por las playas buscbamos delirios, quiz estrellas,
megaterios.
Decenios recorrimos las arenas
hasta reconocer tus ojos en una malagua.
Eva: tu belleza ofendi a las matronas.
65
LORENA
He delirado por penetrar en estos desfiladeros,
he padecido por esta estatua
a cuyas tetas todo un pueblo de viciosas pirmides
se prenda.
En aquel tiempo mi rostro era un mdano,
mi voz una araa.
T eras la miel que caa
por las quijadas de mi pesadilla!
No te deb amar.
No deb penetrar en el antro del futuro,
no deb coronar de lceras al rey del sueo,
no deb nacer en esta ciudad de mandbula
babeante,
no deb ser un anacoreta, un insecto,
un herbolario, un profeta, un traidor, un peregrino.
Por entre los fuselajes abatidos de las putas,
enredada en la cabellera del cielo por donde caen
rugiendo los maricas,
igualmente alcanzados por el fuego antiareo,
meneas tu resplandeciente culo.
Yo permito que los cangrejos prosperen
bajo mi lengua,
mientras la cretina derrama sus nalgas
sobre las lucirnagas, devora las murallas centinelas
de mis sueos.
Yo me asomo a mirar el gran mar.
Decenios he mezclado pcimas para hallar
la palabra!
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No hay palabra!
La quimera no permite acariciar su plumaje.
La pasin no es comunicable.
Las galaxias se alejan a trescientos mil
kilmetros por suspiro de nuestros labios.
Lorena:
slo t conoces nuestros gustos,
slo t sabes que al terminar el invierno
debes despertarnos con la cucharada de lucirnagas
sin la cual existir es imposible.
De El vals de los repules
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EL LLAMADO
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"FIAT LUX"
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POETAS DE MXICO
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A UNAS PIERNAS
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NUPCIAL
En el regazo fro
del remanso escondido en la floresta,
feliz abandonaba
su hermosa desnudez el amor mo
en la hora calurosa de la siesta.
El agua que temblaba
al sentirla en su seno, la cea
con voluptuoso abrazo y la besaba,
y a su contacto de placer gema
con arrullo tan suave y deleitoso
como el del labio virginal opreso
por el prfido labio del esposo
al contacto nupcial del primer beso.
La onda ligera desparca jugando
la cascada gentil de su cabello,
que luego en rizos de bano flotando
bajaba por su cuello;
y cual ruedan las gotas de roco
en los tersos botones de las rosas,
por el seno desnudo as rodaban
las gotas temblorosas.
Tesoro del amor el ms precioso
eran aquellas perlas;
cunto no diera el labio codicioso
trmulo de placer por recogerlas!
Cul destacaba su marfil turgente
en la onda semioscura y transparente
aquel seno bellsimo de diosa!
As del cisne la nevada pluma
en el turbio cristal de la corriente,
as deslumbradora y esplendente
Venus rasgando la marina espuma!
Despus, en el tranquilo
agreste cenador, discreto asilo
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CLEOPATRA
La vi tendida de espaldas
entre prpura revuelta...
Estaba toda desnuda
aspirando humo de esencias
en largo tubo escarchado
de diamantes y de perlas.
Sobre la siniestra mano
apoyada la cabeza,
y cual el ojo de un tigre
un palo daba en ella
vislumbres de sangre y fuego
al oro de su ancha trenza.
Tena un pie sobre el otro
y los dos como azucenas,
y cerca de los tobillos
argollas de finas piedras,
y en el vientre un denso tringulo
de rizada y rubia seda.
En un brazo se torca
como cinta de centella
un spid de filigrana
salpicado de turquesas,
con dos carbunclos por ojos
y un dardo de oro en la lengua.
Tibias estaban sus carnes,
y sus altos pechos eran
cual blanca leche vertida
dentro de dos copas griegas,
convertida en alabastro,
slida ya pero an trmula.
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MISA NEGRA
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DOS SONETOS
1
El beso de Safo
Ms pulidos que el mrmol transparente,
ms blancos que los blancos vellocinos,
se anudan los dos cuerpos femeninos
en un grupo escultrico y ardiente.
Ancas de cebra, escorzos de serpiente,
combas rotundas, senos colombinos,
una lumbre de labios purpurinos,
y las dos cabelleras un torrente.
En el vivo combate, los pezones
que se embisten, parecen dos pitones
trabados en erticas pendencias,
y en medio de los muslos enlazados,
dos rosas de capullos inviolados
destilan y confunden sus esencias.
2
Ante el ara
Te brindas voluptuosa e imprudente,
y se antoja tu cuerpo soberano
intacta nieve de crespn lejano,
ntida perla de sedoso oriente.
Ebrneos brazos, nuca transparente,
aromtico busto beso ufano,
y de tu breve y satinada mano
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84
TE HONRO EN EL ESPANTO...
Ya que tu voz, como un muelle vapor, me baa
y mis ojos, tributos a la eterna guadaa,
por t osan mirar de frente el atad;
ya que tu abrigo rojo me otorga una delicia
que es mitad friolenta, mitad cardenalicia,
antes que en la veleta llore el pstumo alud;
ya que por ti ha lanzado a la Muerte su reto
la cerviz animosa del ardido esqueleto
predestinado al hierro del fnebre dogal;
te honro en l espanto de una perdida alcoba
de nigromante, en que tu yerta faz se arroba
sobre una tibia, como sobre un cabezal;
y porque eres, Amada, la armoniosa elegida
de mi sangre, sintiendo que la convulsa vida
es un puente de abismo en que vamos t y yo,
mis besos te recorren en devotas hileras
encima de un sacrlego manto de calaveras
como sobre una ertica ficha de domin.
De Obras completas
85
QUEDAR DENTRO DE TI
Recuerdas?
La pobre piel escalofriada en nervios.
T, de nuevo acariciando el cenicero,
Pero ya sin palabras,
Dulce trasmutacin dulce
Y mi sustancia toda tuya.
Las lgrimas de ti sobre mi cuerpo,
Mis propios huesos hechos lgrimas
En la maana.
De Rueca
87
DESNUDO
Sin pasin, sin la sangre
que excita la mirada y el tacto;
sin el deseo de poseer o de ser posedo
que reduce l corazn a la utilidad de las astillas,
que arrebata a la llama el calor y por su goce
sabe su nombre y su danza deshace.
Sin pasin, sin la sangre,
descubro en mi memoria la lnea que rehace
tu desnudo
de cristales y sombras, de submarinos tallos
de marfiles y esponjas, de granates y marzos
de nubes en la noche y malficos tringulos.
Sin los pliegues del manto que te oculta,
sin pasin, sin la sangre
que excita la mirada y el tacto,
como la llama en su esplendor desnuda
estatua ondulacin secreto vivo
resumes la belleza de los fsicos mundos,
magia de los instintos de la luz
tacto de los pensamientos nocturnos.
De Sueo y Poesa
88
RECINTO
(fragmentos)
II
Que se cierre esa puerta
Que no me deja estar a solas con tus besos.
Que se cierre esa puerta
por donde campos, sol y rosas quieren vernos.
Esa puerta por donde
la cal azul de los pilares entra
a mirar como nios maliciosos
la timidez de nuestras dos caricias
que no se dan, porque la puerta, abierta...
Por razones serenas
pasamos largo tiempo a puerta abierta.
Y arriesgado es besarse
y oprimirse las manos, ni siquiera
mirarse demasiado, ni siquiera
callar en buena lid...
Pero en la noche
la puerta se echa encima de s misma
y se cierra tan ciega y claramente,
que nos sentimos ya, t y yo, en campo abierto
escogiendo caricias como joyas
ocultas en las noches con jardines
puestos en las rodillas de los montes,
pero solos, t y yo.
La mrbida penumbra
enlaza nuestros cuerpos y saquea
mi ternura tesoro,
la fuerza de mis brazos que te agobian
tan dulcemente, el gran beso insaciable
que se bebe a s mismo
y en su espacio redime
lo pequeo de ilmites distancias ...
89
91
NOCTURNO DE LA ALCOBA
La muerte toma siempre la forma de la alcoba
que nos contiene.
Es cncava y oscura y tibia y silenciosa,
se pliega en las cortinas en que anida la sombra,
es dura en el espejo y tensa y congelada,
profunda en las almohadas y, en las sbanas, blanca.
Los dos sabemos que la muerte toma
la forma de la alcoba, y que en la alcoba
es el espacio fro que levanta
entre los dos un muro, un cristal, un silencio.
Entonces slo yo s que la muerte
es el hueco que dejas en el lecho
cuando de pronto y sin razn alguna
te incorporas o te pones de pie.
Y es el ruido de hojas calcinadas
que hacen tus pies desnudos al hundirse en la alfombra.
Y es el sudor que moja nuestros muslos
que se abrazan y luchan y que, luego, se rinden.
Y es la frase que dejas caer, interrumpida.
Y la pregunta ma que no oyes,
que no comprendes o que no respondes.
Y el silencio que cae y te sepulta
cuando velo tu sueo y lo interrogo.
Y solo, slo yo s que la muerte
es tu palabra trunca, tus gemidos ajenos
y tus involuntarios movimientos oscuros
cuando en el sueo luchas con el ngel del sueo.
La muerte es todo esto y ms que nos circunda,
y nos une y separa alternativamente,
que nos deja confusos, atnitos, suspensos,
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93
JUNTO A TU CUERPO...
Junto a tu cuerpo totalmente entregado al mo
junto a tus hombros tersos de que nacen las rutas de tu abrazo,
de que nacen tu voz y tus miradas, claras y remotas,
sent de pronto en infinito vaco de su ausencia.
Si todos estos aos que me falta
como una planta trepadora que se coge del viento
he sentido que llega o que regresa en cada contacto
y vidamente rasgo todos los das un mensaje que nada contiene sino una fecha
y su nombre se agranda y vibra cada vez ms profundamente
porque su voz no era ms que para mi odo,
porque ceg mis ojos cuando apart los suyos
y mi alma es como un gran templo deshabitado.
Pero este cuerpo tuyo es un dios extrao
forjado en mis recuerdos, reflejo de m mismo,
suave de mi tersura, grande por mis deseos,
mscara
estatua que he erigido a su memoria.
De Nuevo amor
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96
LA MUCHACHA EBRIA
Este lnguido caer en brazos de una desconocida,
esta brutal tarea de pisotear mariposas y sombras y cadveres;
este pensarse rbol, botella o chorro de alcohol,
huella de pie dormido, navaja verde o negra;
este instante dursimo en que una muchacha grita,
gesticula y suea por una virtud que nunca fue la suya,
Todo esto no es sino la noche,
sino la noche grvida de sangre y leche,
de nios que se asfixian,
de mujeres carbonizadas
y varones morenos de soledad
y misterioso, sofocante desgaste.
Sino la noche de la muchacha ebria
cuyos gritos de rabia y melancola
me hirieron como el llanto pursimo,
como las nuseas y el rencor,
como el abandono y la voz de las mendigas.
Lo triste es este llanto, amigos, hecho de vidrio molido
y fnebres gardenias, despedazadas en el umbral de las cantinas,
llanto y sudor molidos, en que hombres desnudos, con slo negra barba
y feas manos de miel se baan sin angustia, sin tristeza;
llanto ebrio, lgrimas de claveles, de tabernas enmohecidas,
de la muchacha que se embriaga sin tedio ni pesadumbre,
de la muchacha que una noche y era una santa noche
me entregara su corazn derretido,
sus manos de agua caliente, csped, seda,
sus pensamientos tan parecidos a pjaros muertos,
sus torpes arrebatos de ternura,
su boca que sabia a taza mordida por dientes de borrachos,
su pecho suave como una mejilla con fiebre,
y sus brazos y piernas con tatuajes,
y su naciente tuberculosis,
y su dormido sexo de orqudea martirizada.
Ah la muchacha ebria, la muchacha del sonrer estpido
y la generosidad en la punta de los dedos,
la muchacha de la confiada, inefable ternura para un hombre,
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101
MAITHUNA
Mis ojos te descubren
Desnuda
Y te cubren
Con una lluvia clida
De miradas
Una jaula de sonidos
Abierta
En plena maana
Ms blanca
Que tus nalgas
En plena noche
Tu risa
O ms bien tu follaje
Tu camisa de luna
Al saltar de la cama
Luz cernida
La espiral cantante
Devana la blancura
Aspa
X plantada en un abra
Mi da
En tu noche
Revienta
Tu grito
Salta en pedazos
La noche
Esparce
Tu cuerpo
Resaca
Tus cuerpos
Se anudan
Otra vez tu cuerpo
Hora vertical
La sequa
102
(Salvia te llamo
Llama)
El tallo
Estalla
(Llueve
Nieve ardiente)
Mi lengua est
All
(En la nieve se quema
Tu rosa)
Est
Ya
(Sello tu sexo)
El alba
Salva
De Ladera este
106
ANACLETO MORONES
(fragmento)
Y tu marido qu dice?
Yo no tengo marido, Lucas. No te acuerdas que fui tu novia? Te esper y te esper y me
qued esperando. Luego supe que te habas casado. Ya a esas alturas nadie me quera.
Y luego yo? Lo que pas fue que se me atravesaron otros pendientes que me tuvieron muy
ocupado; pero todava es tiempo.
Pero si eres casado, Lucas, y nada menos que con la hija del Santo Nio. Para que me
alborotas otra vez? Yo ya hasta me olvid de ti.
Pero yo no. Cmo dices que te llamabas?
Nieves ... Me sigo llamando Nieves. Nieves Garca. Y no me hagas llorar, Lucas Lucatero.
Nada ms de acordarme de tus melosas promesas me da coraje.
Nieves ... Nieves. Cmo no me voy a acordar de ti. Si eres de lo que no se olvida... Eras
suavecita. Me acuerdo. Te siento todava aqu en mis brazos. Suavecita. Blanda. El olor del
vestido con que salas a verme ola a alcanfor. Y te arrejuntabas mucho conmigo. Te repegabas
tanto que casi te senta metida en mis huesos. Me acuerdo.
No sigas diciendo cosas, Lucas. Ayer me confes y t me ests despertando malos
pensamientos y me ests echando el pecado encima.
Me acuerdo que te besaba en las corvas. Y que t decas que all no, porque sentas cosquillas.
Todava tienes hoyuelos en la corva de las piernas?
-Mejor cllate, Lucas Lucatero. Dios no te perdonar lo que hiciste conmigo. Lo pagars caro.
Hice algo malo contigo? Te trat acaso mal?
Lo tuve que tirar. Y no me hagas decir eso aqu delante de la gente. Pero para que te lo sepas:
lo tuve que tirar. Era una cosa as como un pedazo de cecina. Y para qu lo iba a querer yo, si su
padre no era ms que un vaquetn?
Conque eso pas? No lo saba. No quieren otra poquita de agua de arrayn? No me tardar
nada en hacerla. Esprenme noms.
Y me fui otra vez al corral a cortar arrayanes. Y all me entretuve lo ms que pude, mientras se le
bajaba el mal humor a la mujer aquella.
Cuando regres ya se haba ido.
Se fue?
S, se fue. La hiciste llorar.
De El llano en llamas
107
EVA
l la persegua a travs de la biblioteca entre mesas, sillas y facistoles. Ella se escapaba hablando
de los derechos de la mujer, infinitamente violados. Cinco mil aos absurdos los separaban.
Durante cinco mil aos ella haba sido inexorablemente vejada, postergada, reducida a la
esclavitud. l trataba de justificarse por medio de una rpida y fragmentaria alabanza personal,
dicha con frases entrecortadas y trmulos ademanes.
En vano buscaba l los textos que podan dar apoyo a sus teoras. La biblioteca, especializada en
literatura espaola de los siglos XVI y XVII, era un dilatado arsenal enemigo, que glosaba el
concepto del honor y algunas atrocidades por el estilo.
El joven citaba infatigablemente a J. J. Bachofen, el sabio que todas las mujeres deban leer,
porque les ha devuelto la grandeza de su papel en la prehistoria. Si sus libros hubieran estado a
mano, l habra puesto a la muchacha ante el cuadro de aquella civilizacin oscura, regida por la
mujer cuando la tierra tena en todas partes una recndita humedad de entraa y el hombre trataba
de alzarse de ella en palafitos.
Pero a la muchacha todas estas cosas la dejaban fra. Aquel periodo matriarcal, por desgracia no
histrico y apenas comprobable, pareca aumentar su resentimiento. Se escapaba siempre de
anaquel en anaquel, suba a veces a las escalerillas y abrumaba al joven bajo una lluvia de
denuestos. Afortunadamente, en la derrota, algo acudi en auxilio del joven. Se acord de pronto
de Heinz Wlpe. Su voz adquiri citando a este autor un nuevo poderoso acento.
"En el principio slo haba un sexo, evidentemente femenino, que se reproduca
automticamente. Un ser mediocre comenz a surgir en forma espordica, llevando una vida
precaria y estril frente a la maternidad formidable. Sin embargo, poco a poco fue apropindose
ciertos rganos esenciales. Hubo un momento en que se hizo imprescindible. La mujer se dio
cuenta, demasiado tarde, de que le faltaba ya la mitad de sus elementos y tuvo necesidad de
buscarlos en el hombre, que fue hombre en virtud de esa separacin progresista y de ese regreso
accidental a su punto de origen".
La tesis de Wlpe sedujo a la muchacha. Mir al joven con ternura. "El hombre es un hijo que se
ha portado mal con su madre a travs de toda la historia", dijo casi con lgrimas en los ojos.
Lo perdon a l, perdonando a todos los hombres. Su mirada perdi resplandores, baj los ojos
como una madona. Su boca, endurecida antes por el desprecio, se hizo blanda y dulce como un
fruto. l senta brotar de sus manos y de sus labios caricias mitolgicas. Se acerc a Eva
temblando y Eva no huy.
Y all en la biblioteca, en aquel escenario complicado y negativo, al pie de los volmenes de
conceptuosa literatura, se inici el episodio milenario, a semejanza de la vida en los palafitos.
De Confabulario
108
TRES POEMAS
Lentamente has llegado
Qu soledad hiriente?
Qu soledad hiriente, qu finsima
desolacin te cie a veces, dura,
que me puebla de un simple, doloroso
temblor; de un evidente miedo?
Cuando la noche es ms solemne y ciega,
cuando en tu cuerpo he conseguido
que despierte el amor, y pliegue a pliegue,
ptalo a ptalo,
poro a poro te extiendes, y el deseo
tiembla bajo tu piel, sin que lo quieras,
se hace visible y brilla;
cuando ms blanda ests, cuando ms cerca
entonces algo, alguno,
alguien a quien no miro te recubre
de pronto de una exacta
cutcula de espanto,
de una piel transparente que no es tuya.
Como si el aire mismo,
tu capullo de atmsfera, cerrndose,
de m te defendiera.
Y no es el miedo de que t te vayas
el que siento, ni el miedo de tenerte;
mira: cuando te quiero
yo no puedo pensar en que ms tarde
t podrs no quererme o querrs irte.
Cuando te quiero, cuando ests, no queda
110
Amiga
Amiga a la que amo: no envejezcas.
Que se detenga el tiempo sin tocarte;
que no te quite el manto
de la perfecta juventud. Inmvil
junto a tu cuerpo de muchacha dulce
quede, al hallarte, el tiempo.
Si tu hermosura ha sido
la llave del amor, si tu hermosura
con el amor me ha dado
la certidumbre de la dicha,
la compaa sin dolor, el vuelo,
gurdate hermosa, joven siempre.
No quiero ni pensar lo que tendra
de soledad mi corazn necesitado,
si la vejez daina, perjuiciosa
cargara en ti la mano,
y mordiera tu piel, desvencijara
tus dientes, y la msica
que mueves, al moverte, deshiciera.
Gurdame siempre en la delicia
de tus dientes parejos, de tus ojos,
de tus olores buenos,
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MI CORAZN EMPRENDE...
Mi corazn emprende de mi cuerpo a tu cuerpo
ltimo viaje.
Retoo de la luz,
agua de las edades que en ti, perdida, nace.
Ven a mi sed. Ahora.
Despus de todo. Antes.
Ven a mi larga sed entretenida
en bocas, escasos manantiales.
Quiero esa arpa honda que en tu vientre
arrulla nios salvajes.
Quiero esa tensa humedad que te palpita,
esa humedad de agua que te arde.
Mujer, msculo suave.
La piel de un beso entre tus senos
de obscurecido oleaje
me navega en la boca
y mide sangre.
T tambin. Y no es tarde.
An podemos morirnos uno en otro:
es tuyo y mo ese lugar de nadie.
Mujer, ternura de odio, antigua madre,
quiero entrar, penetrarte,
veneno, llama, ausencia,
mar amargo y amargo, atravesarte.
Cada clula es hembra, tierra abierta, agua abierta, cosa que se abre. Yo nac para entrarte.
Soy la flecha en el lomo de la gacela agonizante.
Por conocerte estoy,
grano de angustia en corazn de ave.
Yo estar sobre ti, y todas las mujeres
tendrn un hombre encima en todas partes.
De Recuento de poemas
113
COLLAGE
(fragmento)
Si me dejas arrancarte los ojos, amor mo, me haras muy feliz.
Quisiera quemarte el corazn, sellarte la memoria.
No quiero que me ames. Quiero dejarte la boca para que me hables y para que me beses. Y todo
lo dems de tu cuerpo, que es delicioso.
De Maltiempo
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posible una ola grande estall, por fin, y permiti a las aguas veloces baar los dos cuerpos
estar radicado en semejante fuerza cuando l no reciba nada, cuando en realidad Ixca se
sustentaba sobre un inmenso vaco, un vaco en el que ni la piedad, ni el amor, ni siquiera el odio
de los dems, era admitido? Pedro Caseaux se haba entregado a ella, sta era la verdad; al ofrecerse a l, Norma haba recibido, l la haba carburado en su vida de mujer; Rodrigo Pola slo
haba querido lo momentneo, el cosquilleo y la disipacin; Federico Robles haba hecho de ella
un pasaje intermedio, un instrumento, pero as le haba otorgado un lugar en el mundo, un lugar
exterior y visible que satisfaciera su necesidad ms apremiante. Slo Cienfuegos le exiga todo
sin permitirle a ella una sola reclamacin. Tena que haber una explicacin final, murmur
Norma puesta la boca sobre el hombro salado de Ixca, una explicacin clara e inmediata, que no
fuese necesario explicar. Cienfuegos ri, se puso de pie y corri hacia las olas, a perderse de
nuevo mientras ella permaneca, sin fuerza, sobre la faja de arena, aplanada por el gasto sexual.
Podra ponerse el traje de bao pens y darle a entender que no estaba siempre a su
disposicin, desnuda sobre la toalla, esperando a que l regresara de su combate con las olas, a
que emergiera rgido y sensual de su contacto con el gran cuerpo lquido, a vaciar la excitacin
contagiada de una naturaleza potente y clida sobre su cuerpo mostrenco. Pero no pudo, y busc
la cabeza de Ixca en el mar y dese otra vez el contacto mortal y la sospecha de la irona y el
sentirse, por primera vez, sojuzgada, esclava de un amo esto crea pensar, mientras el sol
alcanzaba su extrema altura y todos los ruidos minuciosos se cean a las alas planeadas de las
golondrinas y en la cima de las rocas la casa de Federico Robles se embarraba en el firmamento,
amarilla como un melocotn de yeso teido.
De La regin ms transparente
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SIMMONS, ADIS
Hoy, lecho simmons,
hoy, potro de tortura para ella,
me despido de ti, duermo en tus senos
y caliento tus muslos de algodn
como las playas de una isla
a punto de perderse.
Entro en el mar. Olvido inmensas noches
en que la carne anduvo sola entre las sbanas, sin apenas saberlo.
Hoy cama, oh simmons,
toco tus caderas de resorte,
beso tus pies amados,
nado en tu vello de bestia jia
como sobre rebaos de corderos,
y acaricio el hueco de una espalda
que huy las mantas,
se enfri con su lucirnaga en mi pecho
y desplum sus alas en mi piel de lagarto.
De El tigre en la casa
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CUERPO SECRETO
I
Asemejas tendida en ese lecho
feliz naufragio, ocenide dormida
que se solaza inerte en la mullida
tranquilidad del goce satisfecho.
Despertars acaso y en tu pecho
revivir la llama consumida
que brota como sangre de la herida
para saciar el ansia en que te acecho,
o dormirs tal vez hasta que el sueo,
pjaro malherido en la reyerta,
se fugue hacia su nido de beleo
y seas al despertar como la puerta
de una casa magnfica y sin dueo
esperndome muda y entreabierta.
II
Urde tu cuerpo ardides y semeja
gozosa ciruga, suave tormento
en que mis manos son el instrumento
que al mismo tiempo te acaricia y veja.
Te abandonas al sueo en que te deja
nufraga de dolor y de lamento
la llaga en que se goza mi contento
cuando gozo en el canto de tu queja.
Ya te viertes en m como un torrente
de dolor sin sentido y es tu ruego
piedad que implora pena ms ardiente,
frialdad que se deleita en este fuego,
placer que busca el ltigo inclemente
y horror que se solaza en este juego.
III
Inerte, mutilada, escarnecida
de tan sangrante y vida lujuria
y sometida al beso y a la furia
que socava tu boca enmudecida.
Como bestia, que al goce de la herida
te repliegas inmvil en la injuria
para abrevar en la corriente espuria
de esta amorosa y cruel acometida.
Crucificada, ausente, moribunda,
te abandonas en m; yaces tan yerta
gozando esta caricia gemebunda
con que mis labios riegan la desierta
inmensidad de tu quietud profunda
que tal parece que estuvieras muerta.
BRASA DESNUDA
Es el momento del deseo.
Acostada, desnuda,
te entiendes como la piel de una colina mordida por el sol.
Empiezo a contemplarte desde tu pie dormido en el aire,
tus piernas puntuales, mientras subo mis ojos,
se dan cita en una drsena negra, sitiada
por hmedos carbones, carbones de labios,
labios de lianas.
En este instante cumplo la edad del deseo
en el rostro ms tierno de la tarde.
La fruta resbala,
cada minuto crece, se hincha ardiendo.
A las seis del espejo entro en ti
como l husped ms esperado,
sencillo como el ro del da
te cubro con mi piel de hombre,
soy la lengua que recorre tus venas para callarte,
te quito los ojos dolorosamente,
te doy otros dos brazos para pesar la vida,
mi boca llovizna en tus pechos,
rayo tu espalda para escribir tu nombre,
con mis huesos te hablo,
tu quejido es el ms largo que escuchar la noche.
Qu animales humanos ms hermosos.
Cuando quedamos solos, desnudos cuando termina todo,
graniza la sensacin de que el aire
nos ha descubierto.
De Espejo humeante
EL CRECIMIENTO
LA REALIDAD Y EL SUEO
LA CANCIN DE JOANA
blanca
en el espejo de los amaneceres
tendida
sola
con las piernas abiertas
y tu blusa de seda
y tu sombra enjoyada
y tus ojos de ave
me miras desde ah
desde la fresca sbana
y tu mano se tiende
hacia mis manos vidas
ests bajo mi cuerpo
perfecta
en el silencio
hablas con voz de agua
hacemos una hoguera
con todas las caricias
yo hablo
como un nufrago
tus senos breves
brillan
bajo el escaparate
de mis dedos
tus nalgas en mis manos
y tu sexo de estrellas
iluminan alcoba
respiramos
nuestro propio jadeo
gimes calladamente
inventamos un rbol
una pradera
un salmo
una constelacin
as
desnudos y saciados
el tiempo nos protege
con su mano terrestre
De Mi vida con Joana y otros poemas
(fragmento)
Ha vuelto la sin hijos. Se sienta cansada y parpadeante. Se relaja en la silla. Se estira ms las
medias. Ha vuelto y yo retorno. Yo vuelvo a reencontrarme. Anda hacia atrs imagen por imagen,
deshilvano lo atado. Voy de ahora en ahora, de segundo en segundo hasta tener su cara, hasta or
sus pasos que iban a la cpula.
La incorporo a su cuerpo. Doto a su pecho de senos florecientes; nombro sus muslos donde
estaba el vaco. Pongo en su carne labios. Hablo en su boca lengua. Llevo a sus ojos prpados, a
su cabeza pelo. Doy a sus dedos diez uas insensibles, diez filos que me araan.
Mirndola la busco. Buscndola la pierdo. Las alas que le presto son alas que no tengo. El aire
que respira es aire que no es mo. Lo ido ido est.
Gradualmente la pienso. La acoso con palabras, la conmino a que venga al sueo que la suea. Le
digo a su fantasma que el mundo es ms irreal que ella, que el sueo que me suea tambin la
est llamando.
Tambin la est llamando, con el crujir de mesas y el arder del tiempo, con la frente azul de ese
hombre que habla sin parar, con las manecillas locas que dan vueltas al crculo de mltiples relojes, con frases que se elevan, y elevadas no vuelven.
Persfone se disculpa. Dice que estuvo con l sin deseo alguno. Abusa de detalles. Remueve lo
sucedido. Lava su memoria como a un vestido sucio que al quererlo limpiar se mancha ms.
Dos clientes se acercan por atrs y le tapan los ojos; le halagan los odos; le tocan un pezn y le
tocan el cuello. Ella re, para mostrarle a un viejo que la mira, la blancura pareja de su dientes, el
aguijn inocuo de su lengua.
Al abrir su bolso, cae al suelo un peine de carey, un retrato, un espejo de mano, una moneda;
recoge primero el peine, el espejo de mano, la moneda.
Despus, hace mucho tiempo, pisotea mi retrato.
Acaba de desnudarse, de compartirse, de girar, por su expresin, eficazmente.
Puso en el divn unas prendas, un sonido, un movimiento que nunca volvern a repetirse.
Hbil para intimidar, para superar inhibiciones, se acost, se dej acariciar y acarici, entra lo
entraable, comi lo comestible; dio curso al cauce y a sus impulsos fin; abraz con anudada
prosa.
Alguien est en frente de ella como un resucitado.
Alguien arroja lquido a la cabellera de Jazmn, y la destie; alguien jalonea los pechos de
Rosario, y copos de lana se esparcen por el piso.
Cuatro botones blancos desde ese suter miran: oblea, tinta y pluma..., y un talador salvaje
derriba a Susi contra el suelo, y queda sobre ella cual pesada y envolvente manta.
Se escucha un oui, un yes y un s en una sola boca, debajo de una mesa. Unos muslos se abren
abajo con los pies arriba.
Una joven camina con flores como senos y un tallo encendido como talle.
Una mujer me mira, y quiere detenerse cuando yo la miro, pero los clientes y rameras que vienen
detrs de ella, la empujan.
Un payaso me habla, exige mi atencin con muecas, y cuando hago el gesto de atenderlo, se
retira riendo. El dueo aconseja a un mesero con una voz que parece salir dando traspis: con la
nuca huesuda, echada para atrs, el confidente escucha.
Puedo ver al intemperante silbador de hazaas, elstico y seguro. Saluda a los que pasan, como si
stos al rozarlo le hablaran, lo reconocieran. Un olor enmohecido se desprende de l.
Al sentirme mirndolo vuelve los ojos, y sonre. Tiene sueo en las orejas y el alma en el stano.
Tiene deseo en el sexo. Tiene ojos en el tacto. Su cuerpo de pie, yace dormido. Mujeres ojizainas
y ojizarcas lo contemplan. Un vasto guardarropa mvil y desnudo lo celebra. Rameras que son
perlas enhebradas en un hilo que es tiempo, se aaden a su sonambulismo.
En medio de un programa de ruidos, de desplazamientos que se le quedan en el primer piso, o
que a veces le llegan al desvn, y ah lo habitan como huspedes filiales.
Bajo la playera manchada colores suda, con el mentn preciso y los ojos opacos, con los brazos
henchidos y morenos. Boleados los zapatos y la cara limpia. Sin cinturn y una colilla entre los
dedos. Varonil a cada centmetro de piel, a cada rgano, vsceras, en su taln de Aquiles y en lo
que no se ve de l, en lo que siempre estar lejos, invisiblemente atormentado y lejos.
Colmado de respuestas, que en verdad, son preguntas.
Mirndonos desde un vrtigo considerable. Decidido entre lgidas mitades por emanaciones
vivas, que al dejarlo son muertes.
En su cabeza, cada sonido tiene muchos ecos, cada color muchas penumbras. Es cosa fnebre, en
verdad, lo que creemos vivo.
De Persfone
LUNA CALIENTE
Huelo tu cuerpo
alegre
Abierto junto al mo
racimo de geranios
Heno
trigo bajo la lluvia
Agua que canta
entre mis manos
Cayendo hasta mi planta
veleros en resaca
Danza de flores en el ro
tus besos
Y tu cuerpo entero
luna caliente
En las entraas
De Hoguera sobre el agua
PAUSA
(fragmento)
Ella es dulce como la saliva de ciertas flores que amo,
ella es suave como su piel como la luz muy tenue,
ella es tierna y morena y yo la quiero
y no le gusta vivir al viento,
ah no le gusta vivir al viento,
y yo que part de mis races duras,
que dej las anclas de mi nombre llenas de orn y pesadeces
para poder vivir al viento
y no le gusta;
encindase la lmpara de los das amargos
voy a desconocer una vez ms la libertad
de estar atado a la carne del amor terreno?
y me gustan sus cabellos para esconder la lujuria de mi aliento
y me gustan su talle, y sus caderas
para abrazar la arena de su vientre con mi pecho desnudo,
ay y no le gusta vivir al viento a la nia de mis cantos
qu voy a hacer ahora?
De Alianza para vivir
CIRCE
(fragmentos)
1
Heme aqu, en tu vara, Circe, desnudo: estoy para que me
tomes, estoy;
estoy ahogndome en esta ignominia, en esta espera que
me has designado.
Rebotando en las paredes de este cuarto asfixiante,
asfixindome yo mismo,
llevo por las calles esta hoguera de cuartos vacos generando
vientres desnudos,
cayndose a pedazos, rotos de lascivia, agusanados de impotente
ternura.
Y, mientras, peces de fuego nacen en tus senos, crecen
de ti, en ti,
estn hirviendo en mis huesos y en ellos me hundo lenta
irremisiblemente.
Y, mientras, soy, en esta facilidad de ser, el culo hirviente
de un dios despojado,
herido, haciendo con el amor fantasmas ... Mi corazn
a la altura de mi sexo busca,
acecha, encuentra donde t nada sabes, asedia en los rincones
el flujo,
el revenir de tu tiempo de virgen expuesta, desoda, lanzando
alaridos en el cuarto del deseo.
He aprendido a esperar, en ti he aprendido a esperar
lo que s nunca vendr, y espo,
asediado, el momento en que has de darte, en que rompers,
hechizada,
el nudo de corrupcin que desoyndonos nos ata.
2
Circe con el cuerpo amoratado resurge,
sale cada da de la noche arrastrando sexos intiles,
horas intiles, tiempo corrompido.
Circe me lleva de la mano como a un gato, voy aromando
de m sus vestidos,
dejndole mi cuerpo para su ocupacin de resguardo.
De Salgo del oscuro
Se termin de imprimir este libro en los Talleres de Lito Offset Victoria, S. A., el da 3 de diciembre de
1972. Para la composicin se us tipo Aster de 10 puntos. El cuidado de la edicin estuvo a cargo de
Edgar Ceballos, de Editorial Posada, S. A.
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FRUTOS DE LA POESIA Y DEL EROTISMO
Poetas del siglo XIV al XX, espaoles, latinoamericanos y mexicanos, figuran en este libro.
El erotismo, el sexo, el amor, en su expresin ms directamente carnal, pero tambin ms
esttica, vistos a travs de los versos castellanos de todos los tiempos.
Una antologa como la que contiene el presente libro de nuestra serie es indudablemente un
apretado compendio de muchos cientos de libros, y en cierta forma una antologa de antologas,
porque la reunin de las obras que aqu se entregan significara para cualquier lector un tiempo
largo de consulta y lectura.
Los frutos que el erotismo ha permitido producir a la poesa son con frecuencia los ms
codiciables. El amor fsico, contemplado y tocado, a veces padecido, por sesenta o setenta
poetas, ofrece al lector infinitas posibilidades, como el rayo de luz descompuesto por un prisma
de cristal.
Es este un libro de extrema utilidad y riqueza: comprende, como se advierte en sus primeras
pginas, no slo una acertada exhibicin histrica de la creacin potica sino de algn modo
una sinttica visin de las ideas artsticas y morales que se expresan en los textos seleccionados.
Tambin, el libro tiene la ventaja de exponer, junto a clsicos y grandes creadores de la lengua,
los poemas de autores muy destacados ya, pese a su juventud, para que la antologa cierre
mejor ese panorama del erotismo.
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