Clavreul, Jean. El Orden Médico PDF
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ORDEN
MEDICO
:omo su objeto: la
enfermedad. No es menos
ascinante por su eficacia
;obre lo que destituye: el
lombre como sujeto del
Jeseo.
El psicoanlisis ha
demostrado que tambin se
sufre de lo que no se
puede decir. El discurso
mdico, por medio de
sus mecanismos de
censura, no deja sitio para
lo que no entra en su
propia coherencia.
Reconoce la existencia de
un factor psquico, nada
desdeable en las
enfermedades que
constituyen el repertorio
de la medicina, e invita al
psicoanalista a integrarse a
su discurso aportando una
tcnica de complemento en
el tratamiento de esa
incmoda enfermedad:
la locura.
Pero la objetivacin
cientfica ha instaurado la
imposibilidad de conceder
algn espacio al Sujeto.
Jean
Clavreul
EL
ORDEN
MEDICO
Prlogo
Antoni Vicens
Clavreul. Jean
El orden mdico
c n g o t
Ttulo original:
L'ordre
medical
Pars, 1978
Diciembre de 1983
Prlogo
PSICOANALISIS, MEDICINA.
por Antoni
Vicens
Dos discursos, dos prcticas, dos realidades: el psicoanlisis, la medicina. Tratar de estos dos temas de manera con^
junta supondr suscitar los habituales problemas ejvtr'la
palabras y las cosas. Porque si psicoanlisis y medicina
son dos palabras diferentes que significan cosas distintas
cmo habra de suscitar eso cuestin alguna? Si hay malentendido, y lo hay, hemos de concluir algn poder especial
en esos trminos que hace que se interfieran mutuamente.
Una solucin completa de la cuestin requiere la exhaustin raciona] al completo de ambos campos, es decir, una exposicin de sendas construcciones conceptuadas que no dejen lugar al equvoco. Construcciones as necesitan un proceso que podramos llamar de autoconciencia, una, al menos
momentnea (o mediata, por contradictorio que parezca)
clausura del discurso en su operacin de referencia a s mismo, metalingstica. Con ello queremos decir que hay que
esperar que cada uno de los campos la resuelva por su lado.
Entre los esfuerzos del cuerpo mdico para desentraar
el ncleo racional de su actividad, de su prctica y de la efectividad de sta, sealaremos como ejemplo las obras de
Georges Canguilhem (Lo normal y lo patolgico),
o El naci5
PROLOGO
miento de la clnica de Michel Foucault. En el campo del psicoanlisis en cambio no nos parece tan fcil enumerar, pues
toda la teora est dedicada al esclarecimiento de las condiciones mismas de efectividad de la prctica. Si por una parte
podemos legtimamente hablar de un Cuerpo mdico, determinado por su objeto el cuerpo como sustancia extensa,
en palabras de Jacques Lacan por la otra, en psiconlisis
slo nos es posible descubrir un discurso, un movimiento,
un conjunto de vnculos sociales que no llegan a palparse como corporacin. Podramos jugar con los trminos y decir
que el Cuerpo mdico es extenso, tiene dimensiones fijas,
mientras que el discurso psicoanaltico slo se determina inmerso en la topologa impalpable de la sustancia gozante.
Veremos, dejndonos guiar de la mano de Sigmund
Freud y de Jacques Lacan, ; tres casos de relacin entre el psicoanlisis y la medicinal. Es suficiente ser mdico para efectuar tratamientos psicoanalticos? Es necesario ser mdico
para ser psicoanalista? Qu puede ser el discurso psicoanaltico en la cura mdica?
' Medicina
y psicoanlisis.
El anlisis
salvaje.
PSICOANALISIS, MEDICINA
PROLOGO
PSICOANALISIS, MEDICINA
PROLOGO
Psicoanlisis
medicina.
PSICOANALISIS, MEDICINA
y un nico fin: El hecho de que se presente al anlisis profano como un problema a debatir es una forma ms de resistencia al psicoanlisis en general; se trata entonces de hablar
con vistas a levantar esa resistencia. En una carta a Eitingon,
Freud deca: "El movimiento contra el anlisis profano no
parece ser otra cosa que un nuevo brote de la resistencia
contra el anlisis en general" (E. Jones, Vida y obra de S.
Freud, t. III, p. 312). Y el mismo texto que comentamos comienza refiriendo que si hasta el momento actual nadie se
haba ocupado de quines ejercan el psicoanlisis ello se deba al "deseo unnime de que nadie lo ejerciese".
El mtodo que Freud quiere utilizar aqu es el examen de
las razones del psicoanlisis de modo que se pueda convencer a un interlocutor racionalmente cndido. Se trata para
Freud de encontrarse con un profano del todo, sobre todo
profano en psicoanlisis, pero que responda desde una posicin ilustrada, exenta de prejuicios. El habr de entender
que el psicoanlisis es algo nuevo y que por tanto, no es que
est fuera de la ley, sino que las leyes civiles actuales an no
se han podido ocupar de l. Cuanto menos por no haber entendido su especificidad.
El legislador, que es aqu el tercero de la argumentacin,
se ver obligado a or las justificaciones del psicoanlisis fuera
de la situacin analtica. En efecto, el lugar tercero, de intermediario, que se le supone por definicin a la ley, no puede
ocuparlo una persona en el acto analtico. Supongamos al
analizante en el divn y a su analista en el silln: en la sesin,
dice Freud, el espectador (1) "no recibira impresin alguna
ajustada", es decir, podra creer que en lo que se habla se trata de l; (2) "correra el peligro de no comprender de qu se
trataba entre el analtico y el paciente", es decir, no reconocera la situacin como analtica, o (3) "se aburrira", es decir,
entendera algo pero el principio del placer le hara no darse
cuenta de nada de lo que est pasando. El autntico destinatario del dilogo responde pues a la lgica del Otro, A, de Lacan: siempre ausente, ms all del principio del placer, pero
no por ello menos real en sus efectos sobre el sujeto.
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PROLOGO
PSICOANALISIS, MEDICINA
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PROLOGO
PSICOANALISIS, MEDICINA
no ocurre, por ejemplo, en el caso de los tratamientos quirrgicos. La gente, en el caso de las neurosis, se satisface con
poder decir que el mdico "se ha tomado mucho trabajo"
con el paciente.
La formacin especfica para el ejercicio del psicoanlisis
sigue dos ejes. El primero es el sometimiento al psicoanlisis
del futuro psicoanalista. La otra es el estudio de la teora psicoanaltica propiamente dicha, adems de una serie de disciplinas con ella relacionadas. Entre ellas hay unas que pueden estar en comn con las de la medicina: Introduccin a
la Biologa, Ciencia de la vida sexual, los cuadros clnicos
de la psiquiatra. Otras que son ajenas al mdico: Historia
de la civilizacin, Mitologa, Psicologa de las religiones,
Ciencia de la literatura. En estas ltimas se trata, como se
ve, de saberes en los que aparece ejemplificada la peculiar
lgica que siguen los procesos inconscientes.
Vemos pues que Freud deja planteadas todas las cuestiones que pueden suscitarse respecto a este tema, y muchas de
ellas las deja resueltas. Ya en 1904 en el artculo Sobre psicoterapia haba empezado a tratar el tema de, por decirlo as,
la insercin social de la cura psicoanaltica.
Ya hemos indicado la ocasin que motiv este escrito de
Freud. A su propuesta, aparecieron luego en los rganos oficiales del psicoanlisis por aquel entonces el Internationale Zeitschrift y el International journal las piezas de un debate interno sobre la cuestin. La conclusin de este debate
la puso Freud en un corto texto, que se suele editar como
apndice al que aqu reseamos. En l levanta acta de que
la cuestin divide al movimiento psicoanaltico y se reafirma en todo lo que haba argumentado antes del debate.
En efecto, el problema del anlisis profano no slo ha de
ser considerado a la luz del proceso contra Theodor Reik, o
de otros semejantes que se siguieron contra otros psicoanalistas (Williams en Pars en 1951, Kemper en Brasil en 1955). El
problema no qued resuelto, y esto es lo ms grave, en el interior de las Sociedades psicoanalticas existentes entonces.
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PROLOGO
PSICOANALISIS, MEDICINA
en a
medicina.
PROLOGO
"Las funciones del organismo humano han sido objeto
siempre de una puesta a prueba segn el contexto social" (p.
37). Y ah est justamente el cambio. Slo una sociedad
cientfica poda poner esas funciones en posicin de siervo
en "las organizaciones altamente diferenciadas que sin la
ciencia no habran nacido" (p.37). Esto es, bsicamente el laboratorio; y no slo como lugar de observacin, sino como
lugar donde se reconstruyen las funciones del organismo en
unos montajes sin lmite que son equivalentes a esas
funciones previamente aisladas como construccin ms o
.menos matemtica. Lacan pone ah como ejemplo que una
, reconstruccin cientfica de los aparatos respiratorio y cardiovascular no slo es un progreso para la ciruga, sino que
las naves espaciales son posibles gracias a esa misma formalizacin; y las compara a "formidables pulmones de acero".
Lo que desde la metfora filosfica era inimaginable por
ejemplo que el hombre soportara la ingravidez el discurso cientfico lo ha convertido en cotidiano.
Un hombre nuevo, servidor de "las condiciones de un
mundo cientfico" comporta para el mdico problemas nuevos. El mdico mismo ha perdido su privilegio cuando es el
mundo industrial quien le proporciona los, medios de su poder de actuacin.
.
"El mdico es requerido en la funcin del investigador fisilogo, pero sufre otras llamadas: el mundo cientfico derrama entre sus manos el nmero infinito de lo que como
agentes teraputicos nuevos, qumicos o biolgicos, puede
producir. Ese mundo de la ciencia los pone a disp .cin del
pblico y le pide al mdico, como.agente responsable de la
distribucin y dosificacin, que los ponga a prueba. Dnde
est el lmite en el que el mdico ha de actuar? A qu ha
de responder? A algo que se llama la demanda" (p. 39).
Por una parte pues el desarrollo cienutico hace mella en
la forma en que al mdico actual se le presenta la demanda.
El derecho a la salud, de intencin de alcance universal, viene a reunir el poder de la ciencia con la posibilidad que tiene
cada uno de nosotros de acudir al mdico en demanda de la
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PROLOGO
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PROLOGO
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EL ORDEN MEDICO
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Introduccin
Todas las obras que tratan de la medicina tienen un carcter comn. Es su absoluta inutilidad en lo que concierne
a la medicina misma, que se caracteriza por ser una prctica
indiferente a lo que de ella se diga. Los libros sobre medicina, o bien contribuyen a fortalecer la ideologa mdica, o
bien la combaten. Son discursos sobre la medicina. El discurso mdico es otra cosa, sigue unas leyes que le son propias, y que imponen su coaccin tanto al enfermo como al
mdico.
Este libro no pretende derogar esa tradicin. Cabe prever por anticipado que, sean cuales fueren sus convicciones
personales, si el lector experimenta algn malestar tomar
un remedio. Y si es mdico, aunque personalmente impugne
el Orden mdico, si lo llaman para que vea a un enfermo,
lo medicar. En el fondo nadie podra oponer objecin alguna cuando se sabe que un tratamiento anodino puede terminar con una enfermedad o que una intervencin tcnicamente compleja puede salvar una vida perdida. No se deroga
una obligacin que est constituida por un saber seguro y
firme.
Esto proporciona la justa medida de cualquier propsito
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EL ORDEN iMEDICO
referido a la medicina. El libro del gran mdicoi[ue ha llegado a la cima de una carrera brillante o que entra en su declinacin, procede a reajustar la ideologa necesaria para el
advenimiento de nuevos progresos tcnicos. Su objetivo es
informar y educar al pblico, sea mdico o no, rematar con
su autoridad lo que transmiten los medios de comunicacin.
Poco a poco modifica la imagen que el mdico se hace de s
mismo. Despus de haber sido un combatiente en la vanguardia de las fuerzas que luchaban contra el Mal, al lado
del moralista y del telogo, el mdico se convirti en el sabio que contemplaba el cadver, lugar de su fracaso, y extraa de l el saber que le permitira revertir en victoria ese
fracaso. Hoy el mdico mira al enfermo mantenido artificialmente con vida, y descubre que l es el nico que toma
decisiones sobre los mtodos e incluso sobre la oportunidad
de su supervivencia. Estas imgenes estereotipadas forman
parte de la medicina; no son la sustancia del discurso mdico.
Tambin el libro antimdico y el panfleto contestatario
forman parte de una larga tradicin. Hacen mucho ruido,
porque arremeten contra la imaginera de la funcin y del
poder del mdico. Es una guerra legtima, incluso cuando se
llega a preconizar la desmedicalizacin de la sociedad. Pero los mdicos se limitan a sonrer ante esos panfletos, cuando no son ellos mismos quienes los han escrito. Porque, en
ltima instancia, denunciar las insuficiencias de la medicina
no es acaso desear su progreso?, criticar sus excesos no
es acaso referirse al antiguo adagio mdico Primun non nocerel Se pueden discutir los resultados de la medicina, pero
cientficamente, tcnicamente, con el apoyo de cifras.
No se discute la tica mdica, la finalidad que se asigna a s
misma. Estas cosas no tardan en aparecer como polmicas
vanas, como literatura, o bizantinismos, que en nada cambian el avance de la medicina. O ms bien lo nico que cabe
retener de estos discursos acerca de la medicina es el insistente malestar de los autores que la alaban o la critican.
La medicina no tiene en cuenta ese malestar, y con ra26
INTRODUCCION
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EL ORDEN iMEDICO
K. Marx, La ideologa
alemana,
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INTRODUCCION
EL ORDEN iMEDICO
rgimen poltico, ninguna condicin econmica nueva, vendr a modificar la permanencia de la sumisin del enfermo
al poder del mdico. Ninguna militancia poltica puede venir a compensar sobre este punto lo que es efecto del discurso mdico.
INTRODUCCION
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EL ORDEN iMEDICO
INTRODUCCION
El prejuicio del psicoanalista no coincide con el del mdico y el del enfermo, prejuicio que consiste en volver a poner
en la lnea correcta, la de la normalidad,
lo que la patologa
ha constituido como aberracin. ElLdiscurso mdico,]el que
se interpone entre el mdico y el enfermo, es un discurso
normativo,Jo cual implica que haya una sancin, la sancin
teraputica. Lo que la epistemologa puede decir del discurso mdico admite necesariamente como un dato esta pretensin que funda su coherencia. No sucede lo mismo con el
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INTRODUCCION
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INTRODUCCION
promesa de una supervivencia inscrita en el registro de la Seguridad social. Lo cual al parecer no basta para exaltar a todos aquellos que han encontrado los medios para darse la
muerte, y que por lo dems hacen uso sin dudarlo de los txicos que sin la medicina no se conoceran ni se produciran.
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El Orden
mdico
No han faltado las ironas acerca de la biblioteca del medico. Irona fcil, slo da testimonio de la censura que ejerce
el Orden mdico. Marcel Proust al menos no est ausente en
ella. No sabemos demasiado bien si el doctor tuvo tiempo
de leerlo. Qu ms da! A fin de cuentas a los mdicos les
irrita un poco el Profesor Dieulafoy [Dios-la-fe], elegante y
cultivado, cuyas concesiones a lo mundano son en conjunto
ms bien humillantes. Dejando aparte lo injurioso, se reconocen mejor en el Dr. Cottard, "gran clnico y obstinado imbcil". Para l el mundo est compuesto por mdicos y por
enfermos o futuros enfermos; sabe que en ltima instancia
recurrirn a l. El resto del mundo, por emperifollado que
est, no vale ms que sus propios retrucanos, los peores de
los cuales son demasiado buenos para lo que se merece.
mostrado. Los mdicos son sus ejecutores, sus funcionarios,
muchafveces humildes, unas pocas gloriosos, pero el Orden
se impone por s mismo. Est siempre presente en nuestra vida, desde nuestro nacimiento en una maternidad hasta nuestra muerte en el hospital, desde los exmenes prenatales hasta la verificacin-), hasta la autopsia. Ms an que la efica-
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EL ORDEN iMEDICO
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G. Canguilhem, Lo normal
y lo patolgico,
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los casos esto sigue siendo una medicalizacin de la "enfermedad del enfermo", es decir, una extensin del campo y del
poder mdicos.
Hay otra consecuencia no menos digna de notarse. Leriche niega en cambio el atributo de enfermedad a las formas
llamadas silenciosas de las enfermedades, como por ejemplo
un cncer de rion que ha permanecido latente y que es descubierto al practicar una autopsia despus de una muerte
intercurrente. Esta es una afirmacin extrema que se encuentra siguiendo la distincin que hace Leriche. Pero est claro
que los mdicos no pueden suscribirla. Como tampoco Canguilhem, que conviene sin embargo con Leriche en que ha
de haber necesariamente conciencia mrbida del enfermo
antes de emitir un diagnstico mdico. "Nada hay en la
Ciencia que no haya aparecido antes en la conciencia." Afirma por tanto que ha habido conciencia mrbida, si no en
quien tuvo una forma silenciosa del cncer de rion, s al
menos en los enfermos que en otro tiempo han recurrido al
mdico por la misma forma de cncer en un estadio ms
avanzado.
Esta es una afirmacin de principio. Su objetivo es salvar
la idea que la medicina se hace de s misma: de su coalescencia con la demanda del enfermo. Es tambin la afirmacin,
hecha por un filsofo, de la primaca de la conciencia sobre
la ciencia. Pero esta es una afirmacin inexacta. Un enfermo
afectado de idiotez, por ejemplo (una idiotez fenilpirvica,
que evidentemente nos remite a la medicina) nunca, ni hoy
ni antao, se ha constituido en enfermo como tal, y por razones obvias. Sus padres s lo han hecho, informados de que
el discurso mdico podra tener algo que decir al respecto.
De modo que es el discurso del mdico el que ha hecho posible la identificacin mrbida, y no a la inversa. Del mismo
modo, en casos extremos es preciso que exista el discurso
mdico para que una fatiga deje de ser atribuida a la pereza,
una afeccin aguda a un castigo del cielo, una anomala gentica a un golpe del destino... No es una toma de conciencia del interesado lo que permite que se constituya el saber
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EL ORDEN iMEDICO
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EL ORDEN iMEDICO
Todos nosotros, uno a uno, somos demasiado solidarios
con el discurso mdico como para no adoptar de antemano
sus razones. Razn por la cual la nica crtica verdaderamente radical que yo conozca del Orden mdico est dada
por un hecho que refieren los etnlogos, y porque este hecho
no tiene que embarullarse con consideraciones menores
acerca de los lmites y los fracasos de la medicina, e impone
a nuestra reflexin lo que resulta del xito de la medicina
cuando es total. La rplica est dada por los enfermos mismos, curados pero medicalizados en cierto modo por sorpresa, y que no participan por tanto del discurso mdico.
Lvy-Bruhl 5 consagr un importante estudio a las inesperadas consecuencias de las curaciones que lograron mdicos europeos entre indgenas de Africa y Amrica. Estos ltimos, lejos de testimoniar su agradecimiento al mdico que
acaba de salvarles la vida, vienen en cambio a reclamar como una deuda que siga asegurndoles un sostn material y
moral, y se muestran desconcertados e irritados cuando se
les niega. Lo que ms les choc y les escandaliz a los observadores fue, claro est, que los enfermos curados venan a
reclamar dinero! Entonces Lvy-Bruhl explica pacientemente que no hay que ver en ello ninguna ingratitud, sino que
la mentalidad primitiva de los indgenas les hace creer que
su vida no por haber sido salvada por la intervencin del
mdico est menos amenazada por los demonios que ya intentaron perderlos, y que por el contrario estos demonios
podran mostrarse tanto ms amenazadores cuanto que su
i
primer intento fracas. En consecuencia, la proteccin del
V-""1 poderoso brujo blanco ha de perpetuarse.
No cabe duda de que una interpretacin tan comprensiva incita* al mdico colonial a una indulgente condescendencia frente a la falta de urbanidad del indgena. Despus
de todo, el Orden mdico no aparece gravemente amenazado porque el primitivo ignore el sentido que debe seguir la
circulacin del dinero en el mundo capitalista. De todo esto
5.
Lvy-Bruhl, La mentalidad
primitiva,
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EL ORDEN iMEDICO
slo cabe retener una ancdota folklrica debida a la supervivencia de supersticiones de otros tiempos. El etnlogo se
planta as en su funcin de paleontlogo de la especie humana, de observador de culturas y civilizaciones en vas de desaparicin. El salvaje sigue siendo el buen salvaje, como debe ser. En cuanto al mdico, puede proseguir en sus funciones de benefactor, con patente, de la Humanidad.
Dejemos al etnlogo la responsabilidad de una explicacin que tiene el dudoso mrito de no cuestionar nuestros
hbitos de pensamiento. Sin embargo yo no creo que el etnlogo salga de los caminos que tiene marcados mientras se
limite a estudiar las costumbres de los primitivos como el
zologo que observa los animales inferiores, inferiores al
hombre al menos, mientras estudie sus mitos, costumbres de
matrimonio, su Edipo, teniendo por medida el hombre occidental.
La demanda de dinero por parte del indgena no por ello
cuestiona menos la generosidad del mdico, generosidad
que se limita al desempeo de proezas tcnicas y especializadas, generosidad que no se dirige al individuo en cuanto tal,
sino a un representante cualquiera de la humanidad, y slo
en la medida en que se encuentra en la situacin peculiar del
enfermo. Para el mdico occidental es obvio que se puede
y se debe devolver la vida, sin preocuparse de las razones
ni de los medios de vivir del beneficiado. Y sin embargo podemos imaginar que un espritu no prevenido, como lo es el
del indgena, haya de tener dificultades para orientarse en
un sistema de valores cuyos imperativos son a la vez tan
poderosos y tan limitados. Queda pues intacta la pregunta
que el indgena plantea: al curar, no contrae el mdico una
deuda con aquellos mismos a quienes cuida? Tal vez los
funcionales y los neurticos que atestan las salas de espera de los facultativos sean portadores ante todo de esta
pregunta.
Porque es cierto que la medicina nunca habla de la muerte, a no ser para tratar de intentar postergar su plazo; nunca
habla de la vida y del placer, a no ser para reglamentarlos;
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EL ORDEN MEDICO
niega toda razn de vivir que no sea la razn mdica que hace vivir, a la fuerza si hace falta. Pero al menos la medicina
tiene que rendir cuenta a sus administrados.
Esta misma dificultad puede ser abordada desde otro ngulo que nos es familiar. A veces la opinin pblica se conmueve cuando se pone en movimiento un poderoso arsenal
tcnico para prolongar la vida y por lo tanto los sufrimien-^
tos de algn anciano clebre. Uno de los dictadores ms
crueles y ms poderosos, tratado as, no pudo mehos que
murmurar: "No creis que estis abusando de m?" Y sin
embargo, quin podra dudar del autoritarismo de Franco,
de la competencia y la abnegacin de sus mdicos, orquestados por un cirujano clebre, su propio yerno? El Orden mdico es ms poderoso que el ms poderoso de los dictadores,
y a veces tan cruel. No cabe resistirle porque no hay ninguna razn para oponerle.
El lamento del dictador viene aqu a reunirse con la reivindicacin del salvaje. Nadie, ya sea mdico, enfermo o futuro enfermo, puede pretender salir indemne de su relacin
con la medicina. Debemos dejar constancia de que la medicina nos deja subjetivamente
divididos. Cada uno de nosotros es seducido, conquistado, menos por sus resultados teraputicos que por la extensin y las certezas del saber mdico, y menos por ellas que por la permanencia de su orden
en el momento en que nuestro propio cuerpo nos abandona.
Pero adems la medicina nos reduce al silencio. No hay ninguna razn que pueda oponerse a la razn mdica, y el mdico no recoge de su paciente ms que lo que puede ocupar
un sitio en el discurso mdico. No podemos pretender salvar
a-la vez el discurso mdico y el discurso del paciente.
Puede el mdico, sin renegar de s mismo, abandonar su
discurso y dar razn a las objeciones de su enfermo, en lugar
_de reducirlas, como est obligado a hacerlo? Esta es en el
fondo la pregunta de G. Duhamel que nunca deja de hacer
sonar con bravura las trompetas de la ideologa mdica: "La
marca de la medicina es indeleble. Est impresa tan profundamente como la marca de lo eclesistico. Sacerdos in aeter48
EL ORDEN iMEDICO
num. No conozco ningn mdico que haya colgado los hbitos. El docto que deja la casa vuelve siempre a ella con comodidad y placer. Sabe que, piense lo que piense y haga lo
que haga, no puede sino actuar y pensar como mdico. Cada palabra que pronuncie, es lo quiera o no lo quiera, una
palabra de mdico 6 ."
Queda por aadir: Si el docto no puede salir del Orden
mdico sino de las rdenes, sobre qu saber habr de
apoyarse el profano para impugnarlo con ms seguridad? El
totalitarismo del discurso mdico, que es el totalitarismo de
su lgica, no es obra de sus doctos. Incluye a todos aquellos
que conocen aunque no sea ms que su existencia.
Se impone la necesidad de hablar de la medicina como
de un discurso. Y de entrada para destacar lo siguiente: que
subjetiva. Despoja por igual al mdico, llamado a acallar
sus sentimientos porque lo exige el discurso mdico. Al mismo tiempo que el enfermo se borra ante la enfermedad en
cuanto individuo, el mdico se borra en cuanto persona ante
las exigencias de su saber. La relacin institucin mdicaparticipamos del discurso mdico, aun cuando no poseamos
su saber ni tengamos su prctica. El ms grande de los mdicos no puede pretender que posee todo el saber y toda la tcnica; a menudo necesita recurrir a la opinin de sus colegas
y tambin a sus libros. A la inversa, el ms ignorante de los
no mdicos puede verse llevado a improvisarse como miembro de una sociedad de socorros, y a realizar as un acto mdico. En medicina hay una jerarqua que es una jerarqua del
saber. No creo que esa jerarqua pueda ser abolida. Incluso
en China los mdicos descalzos cumplen la misma funcin
que los oficiales de sanidad en la Francia del siglo pasado.
Y el mdico famoso, obligado a pasar unos meses en el campo, sigue gozando ciertamente cuanto menos del prestigio
que le otorgan su saber y su brillante carrera. Si se traslada
in situ para instruirse no hace ni ms ni menos de lo que hizo
.
et Couieurs,
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n? 3, 1943.
EL ORDEN iMEDICO
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EL ORDEN iMEDICO
curso, la medicina borra la posicin del enunciador del discurso que es la del enfermo mismo en el enunciado de su sufrimiento, y la del mdico al retomar ese enunciado en el discurso mdico. All es donde habremos de hacer resurgir la
verdad, en la medida en que est enmascarada por la propia
objetividad cientfica.
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Medicina. Ciencias
positivas.
Ciencias humanas.
Conviene reconocerle a la medicina el "sitio a la vez marginal y central", la funcin "significante" para las ciencias
que suele reconocrsele a la biologa, tal y como lo hace especialmente Jacques Monod \ Es cierto que los mdicos
mismos consienten en reconocerle sin tapujos una primaca
cientfica a la biologa, lo cual relega la medicina al rango
de aplicacin de la Ciencia, empaada de contingencias ajenas a la Ciencia pura, al tiempo que ennoblecida por el hecho de tener que tomar en cuenta lo que se suele llamar, bastante confusamente por lo dems, el factor humano. En
esta distincin hay mucho ms que una constatacin, bastante banal adems, porque hay en ella el establecimiento de
un verdadero estatuto de la medicina que se inscribe en el
estatuto de la ciencia, a saber, el establecimiento de una diferencia radical entre investigacin
pura y
desinteresada,
respecto de la cual todo el mundo est de acuerdo en que no
se debe sino a la adquisicin desinteresada del saber, y cieni.
53
EL ORDEN iMEDICO
cia aplicada, vinculada a las utilizaciones tcnicas y pragmticas del saber. Es decir, que la primaca concedida a la biologa sobre la medicina forma parte de la ideologa de la
Ciencia y contribuye a reforzarla.
Esta separacin entre ciencia pura y ciencia aplicada es
continuamente denunciada: se la denuncia en cuanto su resultado es desvincular al sabio de las aplicaciones, a menudo
discutibles y a veces condenables, de sus descubrimientos.
De modo que el mito de la investigacin pura y desinteresada es rechazado por razones de orden moral, y con el fin de
que el cientfico no pueda presumir de su inocencia personal. La cosa no suele ir ms lejos, es decir que afirmamos
que el sabio no puede pretender lavarse las manos respecto
del producto de su trabajo: lo cual lo compromete a tomar
posiciones sociales, polticas o religiosas destinadas a moralizar el uso de la ciencia.
Sabemos que estas exhortaciones a una moralizacin de
la ciencia tienen un efecto muy escaso, puesto que en la
prctica las tomas de posicin de los cientficos recubren poco ms o menos el tablero poltico, moral y religioso tradicional. Lo cual no es de sorprender, porque no se ve en qu
ni por qu una formacin cientfica habra de favorecer una
conciencia poltica o de otra clase superior a la de los dems
hombres. Y por lo tanto, en la prctica, los compromisos
personales de los sabios no tienen ms importancia que los
de los artistas lricos o los de los ases del deporte. Se limitan
a favorecer el reclutamiento que efectan los partidos polticos. Y el efecto ms sensible de estos compromisos consiste
en constituir un estrellato que da a entender que algunos
hombres son ms inteligentes, son ms lcidos, o estn ms
consagrados que los otros a la causa comn de la humanidad.
Precisamente porque tiene la mirada clavada en las aplicaciones de la ciencia, el cientfico (y junto con l el pblico)
es llevado a otorgar a la medicina un estatuto especial, marginal y privilegiado. Toda la ciencia, hasta la biologa, puede ser utilizada con fines blicos, para establecer imperios
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EL ORDEN iMEDICO
G. Canguilhem, Lo normal
y lo patolgico,
56
op.
cit.
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EL ORDEN iMEDICO
ms remotos no es solamente cultural sino indudablemente
gentica".
Este es un acto de fe que lo nico que tiene de cientfico
es la garanta que de l da su autor. Pero es tambin una explicacin racista, o al menos elitista, que justifica por anticipado el nacimiento de una aristocracia intelectual. Sin embargo sta es una explicacin pobre, porque aun cuando el
supuesto gene del deseo de saber" fuera recesivo, cosa que
el autor no dice, cmo explicar entonces que la Antigedad
grecolatina y ms tarde el mundo rabe, despus de perodos de prodigiosa fecundidad intelectual, hayan permanecido improductivos durante siglos? No corresponde aqu remitir al autor a lo que por otra parte l mismo denuncia como una de esas "ontogenias mticas y metafsicas"! Si ha de
plantearse la cuestin de un patrimonio gentico a preservar
hay que plantear tambin la que sealaba irnicamente una
pared de mayo del 68: Los gaullistas tienen un cromosoma
ms?
Por ltimo, es digno de destacar que la irona desaparece
cuando un premio Nobel afirma: "Los cientficos tienen un
gene ms." Esta es la prueba de que una ideologa de la Ciencia y del Cientfico est slidamente establecida y que constituye un estilo moderno de tener una alta alcurnia. Aun
cuando este aspecto puede considerarse secundario, simple
consecuencia sociolgica fortuita del progreso de la Ciencia,
el problema no carece de importancia por lo que concierne
a la Ciencia misma.
No es posible poner entre parntesis, en nombre de la
objetividad (y de la modestia) del sabio, el desarrollo mismo
de la produccin cientfica. La adquisicin del saber introduce un elemento nuevo cuyo efecto consiste en desafiar las
leyes de la naturaleza. Monod evoca de manera especialmente interesante el sitio que puede ocupar la informacin
en relacin con una de las leyes mejor establecidas, la de la
degradacin de la energa, es decir, la entropa 6 . "Vean c6.
bid.,
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59
EL ORDEN iMEDICO
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no deje de desarrollarse. El mito del saberlo todo que aspira a constituir no soporta las zonas de sombra que sin embargo su propio desarrollo ha creado.
Hemos visto que el problema planteado por Maxwell slo encuentra respuesta si consideramos la relacin de su demonio con aquello que es capaz de medir, con la energa.
Asimismo, el problema que plantea el cientfico no puede estudiarse independientemente de lo que constituye su relacin con el saber, esto es, el discurso que l mismo enuncia,
y que l mismo constituye. Ahora bien, los sabios suelen satisfacerse con consideraciones simplistas acerca del lenguaje
que utilizan y sobre el lugar que ellos ocupan como autores
de un discurso cientfico.
Un ejemplo nos mostrar las aberraciones a las que puede conducir un intento de aproximacin a la funcin del lenguaje con pretensiones
cientficas.
J. Lyons escribe 7 : "Cuando Bloomfield escribi su obra
monumental El lenguaje, adopt explcitamente el conductismo como marco para la descripcin lingstica. (No menos explcitamente haba declarado su adhesin a la psicologa mentalista de Wundt en su obra anterior, An introduction to the study of language [Introduccin al estudio del
lenguaje], publicado en 1914). En el segundo captulo de El
lenguaje pretendi que aun cuando en principio pudisemos
predecir si un estmulo determinado llevara a alguien a hablar y, en ese caso, qu dira exactamente, en la prctica no
podramos hacer esa prediccin 'salvo si conociramos la estructura exacta de su cuerpo en ese momento preciso' (p.
36). El sentido de una forma lingstica se defina como 'los
acontecimientos prcticos' que estaban 'en relacin con esa
forma' (p. 30), y en un captulo subsiguiente como 'la situacin en la cual el locutor la enuncia y la respuesta que provoca por parte del oyente' (p. 132). Como ejemplo de una
situacin simple, pero verosmilmente tpica, en la que podramos servirnos del lenguaje, Bloomfield sugiere la si7.
]. Lyons, Chomsky,
61
EL ORDEN iMEDICO
guente: 'Jack y Jill bajan por un camino. Jill ve una manzana en un rbol, y como tiene hambre le pide a Jack que se
la coja; l trepa al rbol y le da la manzana; ella se la come.'
Esta sera la descripcin normal de los acontecimientos. Una
descripcin conductista sera algo diferente: el hambre de Jill
(es decir, algunos de sus msculos que se contraan y algunas secreciones que se producan, sobre todo en su estmago') y la manzana que ve (es decir, ondas luminosas reflejadas por la manzana que afectaron a sus ojos) constituyen el
estmulo. La respuesta directa a este estmulo sera que Jill
trepara ella misma al rbol para coger la manzana. En lugar
de eso, ella produce una 'respuesta sustituta' que toma la
forma de una secuencia particular de ruidos producidos con
los rganos de la palabra; lo cual sirve de 'estmulo sustituto' a Jack, quien se ve llevado a actuar como lo hubiera hecho si l mismo hubiera tenido hambre y hubiera visto la
manzana. Es evidente que este anlisis conductista de la situacin deja muchas cosas por explicar, pero no habremos
de detenernos en eso. El ejemplo de Bloomfield le dar al lector una idea del modo como se consideraba que funcionaba
el lenguaje en situaciones prcticas como sustituto de otros
tipos de comportamiento no simblicos; y esto basta para
lo que queremos decir."
Yo no hara prueba de una gran audacia si propusiera
una interpretacin diferente de estas sabias consideraciones,
puesto que evidentemente el ejemplo la sugiere. Podra muy
bien suceder que Jill tuviera otra cosa que pedirle a Jack, y
no una manzana; por ejemplo, que jugaran a Adn y Eva.
Porque es probable que Jack y Jill hayan odo hablar ya de
historias de manzanas y de paraso terrenal, tanto como ustedes y yo (y seguramente como Bloomfield, Chomsky y
Lyons, aunque nada digan de eso; pero ah es donde se manifiesta la represin mediante el discurso cientfico).
Entonces podemos al menos suponer que la demanda de
Jill es tambin portadora de una demanda de orden sexual.
Pero no creo que podamos volver a alcanzar la explicacin
que da Bloomfield diciendo por ejemplo que el mensaje es
62
EL ORDEN iMEDICO
64
de una manzana. En todo eso, si uno no es un imbcil .pomme- [rematado] uno puede s'y paumer [perderse, recibir golpes]. Y todo tanto ms cuanto que la manzana puede muy
bien ser... un racimo de uvas, como lo hace una cierta representacin que hay en Borgoa de la tentacin de Adn. Y
no hay que olvidar que la pomme d'Adam [la manzana de
Adn] nos resulta tan conocido como su cara [su pomme].
Slo a partir del momento en que consideramos que las
cosas son ante todo seuelos, podemos empezar a hablar seriamente de ellas. La ciencia no se fa de los seuelos, porque
no ve en ellos ms que los avatares de esos silbidos de caza
que se dirigen a la presa a quien se pretende atraer. El cientfico no quiere dejarse atrapar estpidamente, como un pato.
En las ciencias llamadas humanas es l quien lanza los reclamos bajo la forma de cuestionarios, que son como esos laberintos donde el hombre es concebido de antemano como una
rata. Es decir, busca arrinconarlo all donde la sorpresa o la
sumisin le impedirn al otro desbaratar los seuelos que le
han sido tendidos. Razn por la cual las ciencias humanas
debieran llamarse mejor inhumanas, dado que del hombre
slo les interesa lo que no lo especifica como tal. No quiere
decir que estas ciencias no espiguen por aqu y por all algunas que otras informaciones, pero stas slo sirven para
cerrar ese universo en el que todo est organizado a semejanza de un campo de concentracin, de modo que ninguna
sorpresa venga a alterar el orden. De hecho, no es como
consecuencia de las encuestas hechas a las amas de casa que
fue seleccionada la manzana ms adaptada a sus necesidades, la mejor calibrada, la menos problemtica, la manzana
llamada golden, irremediable y uniformemente inspida?
El psicoanlisis no es una ciencia en el sentido de que no
se propone evitar el error y el engao, sino ms bien constituirlos en objeto. As es como el psicoanalista se expone a
ser acusado de impostor, como se acusa de impostura a todos quienes se ocupan de lo que se considera banal. Sin embargo el objeto manzana no es banal, aunque sea reemplazable por otros objetos (frutos por ejemplo), porque ocupa
65
EL ORDEN iMEDICO
cierto lugar. Lacan no lo designa como objeto x, sino como objeto a. Es atrapado en el tiempo de un encuentro,
de un quite entre dos sujetos, cada uno de los cuales puede
incluirlo en su fantasma. Su materialidad importa menos
que su funcin significante, y la posibilidad que proporciona al Sujeto de constituirlo en su discurso. De modo que el
anlisis se interesa en el Sujeto en tanto es autor, sujeto de
su discurso, cosa que lo remite a su fantasma y a lo que
muestra de l: lo cual es muy diferente de tratar de ver cmo
se las arregla en un discurso que le fuera impuesto. El saber
que puede adquirir el psicoanalista escuchando el discurso
cuyo autor es su paciente no lo lleva a enunciados sobre su
deseo, del que hemos visto que se mantiene problemtico y
en definitiva desconocido, sino a formulaciones sobre las relaciones entre su discurso y lo que constituye su fantasma,
es decir su relacin con el objeto. El hecho de que el objeto
est necesariamente presente como soporte del fantasma se
articula con el hecho de que cobra consistencia en tanto objeto del deseo a raz de su desaparicin (al menos como objeto especularizable), de su posible sustitucin por cualquier
otro objeto.
Por ltimo, si por su parte la ciencia aspira a fundar la
realidad del objeto, el psicoanlisis tiende a mostrar su escasa realidad en tanto soporte del deseo. As es como devuelve
al Sujeto un sitio que la Ciencia en cambio tiende a evacuar,
constituyendo un discurso en el que el Sujeto (de la enunciacin) no tiene sitio alguno, dado que la verdad que ella
enuncia debe ser independiente de quien la enuncia.
Cuando ms arriba evocbamos el problema del "demonio de Maxwell para preguntarnos qu es lo que permita
al sabio remontar la entropa del saber, lo hacamos para
preguntarnos sobre lo que por su parte necesariamente se
perda en el curso de esa operacin. Al menos podemos decir que la prdida se efecta del lado del fantasma. El saber
cientfico adquirido sobre los astros excluye la mirada romntica a las estrellas. Cuando miramos por el anteojo puede ser que lo hagamos para soar, pero la ciencia se estable-
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71
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pensable considerar que la medicina moderna, lejos de inscribirse en la lnea de una tendencia natural, se plantea,
por el contrario, como ruptura en relacin con esta tendencia, al privilegiar el destino del individuo contra el de la especie. Basta con observar de qu modo, las ideologas racistas, cuando estn en el poder, se apresuran a darle la vuelta
a esta tendencia instituyendo la eliminacin de los individuos que no son conformes con el ideal de la raza. Pero sera
vano rechazar estas soluciones extremas como propias de
sistemas polticos monstruosos. Todo cuanto tiene que ver
con una medicina efectivamente activa no puede evitar
plantearse los problemas de la eutanasia, el aborto y la contracepcin.
El deseo de curar no es, en modo alguno, una evidencia
natural. No puedo sino suscribir lo que sobre esto dice Luden Israel 2 : "No es verdad que ese deseo no haya sufrido
importantes variaciones en el curso de los siglos." Al menos
no podemos hablar de l sin establecer un paralelo con las
incontables circunstancias en las que nos vemos obligados a
constatar hasta qu punto las sociedades se muestran desprovistas de piedad para con los enfermos, al menos cuando
no pueden pretender recuperarlos.
Los mdicos del nazismo han probado ampliamente que
el cuerpo mdico no ofrece ninguna resistencia a una ideologa racista, y prcticamente no existe ejemplo en el que los
mdicos hayan dejado de dar la preferencia de los privilegios de sus cuidados a sus compatriotas, a sus hermanos de
raza.
Una historia de la medicina fundada sobre el carcter natural del deseo de curar est pues enteramente articulada en
funcin de la ideologa que la medicina contempornea proclama. Es una ampliacin de la ideologa vigente en la sociedad, pero que no la trasciende.
Ms interesantes son los intentos de sealar los verdaderos comienzos de la medicina en funcin de la idea que un
2.
72
73
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74
M-
R. Dacosta, Histoire
de la mdecine
75
prcolombienne,
Pars, 1969.
EL ORDEN iMEDICO
acupuntura china, as como a los mtodos de reinsercin social de los alienados en Africa negra. De todos modos, lo
que no es interpretable en los conceptos en vigor en la comunidad mdica no entra en la historia de la medicina. Si Barity utiliza un concepto tan vago y tan difcil de sostener
como lo es el deseo de curar, es para poder escribir una historia general que es ante todo una nomenclatura.
En la prctica, los mdicos se interesan apenas en el modo como se escribe la historia, y estn convencidos de que
sta es tanto ms objetiva cuanto que se limita a confrontar los hechos. Es una empresa en realidad ahistrica y evolucionista. La filosofa positivista, con la que se relaciona la
medicina contempornea, es causa de ello. Como no quiere
reconocer como suyos ms que los hechos (ms all de las
teoras siempre sospechosas), constituye la historia de la medicina como la de los ensayos-errores tras los cuales slo se
retienen los logros inequvocos. En estas condiciones, la historia tiene un inters exclusivamente anedtico y folklrico.
El genio o la suerte, el deseo de saber o de curar bastan para
explicarlo todo. Se establece una galera de antepasados:
"Grandes mdicos... casi todos", como dice Mondor. Y de
vez en cuando se arroja sobre ellos una mirada cargada de
admiracin y de irona. Sus rostros son nobles, pero son un
poco ridculos con sus vestimentas y sus pelucas. No cabra
decir al mirarlos que son indudablemente geniales, pero que
saban mucho menos que el ms ignorante de quienes los
contemplan?
Sin embargo no se puede escribir seriamente una historia
de la medicina en esta dimensin evolucionista. Cmo explicar, segn esta perspectiva, que durante siglos, durante
milenios, no se haya registrado ningn progreso sensible,
mientras que otras pocas son sumamente fecundas? Entre
otros, Canguilhem 7 ha demostrado que nunca corresponde
invocar el azar o el genio para explicar los descubrimientos.
Los descubrimientos se producen, y a veces en varios luga7.
G. Canguilhem, op.
cit.
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ser confiado y creer en los charlatanes o en los malos mdicos. En suma, no tiene la cualidad en la que se reconoce al
hombre, su libertad, esta libertad que le hace escoger la razn, esto es, la sumisin al orden mdico instaurado por Hipcrates.
En el orden mdico, el enfermo se define como la suma
de dos elementos: el hombre ms la enfermedad. O ms
bien, el hombre se define como constituido por el enfermo
a quien se le ha eliminado la enfermedad: hombre = enfermo-enfermedad. Al curar a los enfermos, al separarlos de su
enfermedad, el mdico procede como el escultor que libera
de la piedra informe la imagen del Hombre, del hombre
ideal. Procede tambin como el filsofo que ensea a apartar las supersticiones y los razonamientos falaces para deducir los caminos de la razn. Todos contribuyen a demostrar
que el hombre es naturalmente sano de cuerpo y espritu,
y que su libertad se manifiesta a travs de su adhesin a las
ideas y a los ideales de la civilizacin. De modo que de
acuerdo con Hipcrates el mdico es uno de los artesanos
que contribuyen a constituir un humanismo que otros forjan
en las leyes, en la filosofa, en el arte, etc. El declinar del humanismo en la Edad Media traer consigo un abandono y
hasta una regresin de la medicina. El Renacimiento ser un
retorno a los valores del humanismo y ser acompaado por
el desarrollo de las ciencias y sobre todo de la medicina.
An hoy, ningn mdico duda de que su referencia son los
valores del humanismo. Y si de unos aos a esta parte surgen aqu y all algunas impugnaciones a la medicina, es porque los valores del humanismo vuelven a ser cuestionados.
Al desarrollar su discurso referido a las enfermedades, la
medicina contribuye, pues, a constituir la condicin del
hombre normal. Al identificar una cantidad cada vez mayor de enfermedades, al caracterizarlas por su sintomatologa, al combatirlas, la medicina ha ganado derecho de ciudadana entre las disciplinas que contribuyen a la constitucin
de nuestra civilizacin. Incluso se ha convertido en el modelo donde se ven representados los ideales que preconiza.
80
En lo esencial, lo que funda a la medicina es su constitucin como discurso, y la funda como cientfica. Discurso totalmente vinculado y articulado con el discurso dominante.
Porque bajo la cobertura de la objetividad de los resultados
consignados y de los efectos del saber adquirido, la mira del
autor del discurso mdico (es decir, la mira de cada mdico)
sigue estando puesta en la existencia sobre el hombre de un
discurso que cada individuo en particular no puede conocer,
pero que, sin embargo, tiene el poder de transformar a la
humanidad apartando de ella esos hechos contingentes e
inesenciales al hombre que son las enfermedades. Este discurso constituye un orden de cosas en relacin con el cual
cada uno habr de situarse, para aceptarlo o para rechazarlo.
Cabra decir algo ms sobre el orden de Hipcrates. Porque constituye un orden jurdico en el sentido en que habla de l Kelsen 10 . El derecho, dice Kelsen, no habla del Ser
(Seiri) sino slo del deber ser (Sollen). Y los medios del derecho (las sanciones) estn destinados a hacer acceder a cada
cual al Sollen. Tal como lo definen el humanismo y la medicina, el hombre pertenece al orden del Sollen. Es el hombre
en buen estado de salud, aqul al que el hombre podr acceder si sigue las prescripciones de la razn y del orden mdico. El Sein, el hombre enfermo, no le interesa a la medicina,
y es en ese sentido en el que podemos decir que no existe relacin mdico-enfermo. El mdico no se dirige al enfermo,
sino al futuro hombre sano, y si en l queda muy poca salud
tomar decisiones en su lugar, presionar a su familia, eventualmente lo har internar.
Gracias a Hipcrates, la medicina ha salido de las recetas
ms o menos satisfactorias que a veces reclaman los enfermos. Establece la salud como un deber que se le impone a
todo ciudadano. El enfermo est all como mero informante
de la situacin de un cuerpo que falla. Se supone que colabora con el mdico en la medida en que puede identificarse
10
81
EL ORDEN iMEDICO
con los ideales propuestos por la medicina. Pero se lo supone colaborador del mismo modo en que por definicin se supone inocente al acusado. Llegado el caso, no se dejar de
imponerle los puntos de vista del orden mdico, tal como al
delincuente se le impone la sumisin a las leyes del pas. La
libertad se encuentra definida ah como la aceptacin del orden. Es cierto que este discurso, particularmente convincente y poderoso cuando se trata de la medicina, no podra ser
cuestionado si no fuera la nocin de libertad la que se encuentra hoy cuestionada.
El discurso mdico no es un discurso sobre el hombre, sino sobre la enfermedad. No por eso lleva menos implcita
una cierta idea sobre el hombre, sobre su libertad, sobre su
Ser. De modo que podemos hacer remontar a Hipcrates los
orgenes de ese discurso, no slo debido a la gran coherencia
interna de su obra, sino sobre todo al hecho de que sta est
en perfecta armona con los ideales de la poca en que naci,
ideales sin los cuales el discurso mdico no podra desarrollarse. El resto, esto es, las teoras a travs de las cuales la
medicina afirma su carcter cientfico, est en concordancia
con las ideas que la ciencia se ha hecho sucesivamente sobre
s misma. Estas teoras son contingentes, porque estn en relacin con la contingencia de una poca. La permanencia no
es la permanencia de los hechos, sino la del discurso mdico
que los constituye como tales.
82
La medicina es un discurso.
Poder e impotencia del discurso.
83
EL ORDEN MEDICO
84
LA MEDICINA ES UN DISCURSO
gota y se vuelven inaptos para engendrar. Estos males afligen a los escitas y hacen de ellos los hombres ms impotentes; agreguemos a las causas de impotencia que llevan permanentemente calzones, que casi siempre estn a caballo,
sin poder llevarse ni siquiera las manos a las partes naturales, que el fro y el cansancio los distraen del deseo de la
unin de los sexos, y que en el momento en que lo intentan
ya han perdido su potencia viril. Esto es lo que tena que decir acerca de la nacin de los escitas."
Podramos elegir otros ejemplos igualmente caractersticos de la obra de Hipcrates. En particular, es especialmente
conocido su estudio sobre la epilepsia 2 . Hipcrates demuestra en l que la epilepsia no es en modo alguno el mal sagrado, y no tiene ningn origen divino. Sus causas son naturales y han de atribuirse a un mal funcionamiento de la glndula pituitaria (la hipfisis).
La obra de Hipcrates ha suscitado comentarios diversos, no todos ellos favorables. Uno de ellos merece nuestra
atencin, porque proviene nada menos que del ms clebre
traductor de Hipcrates. Littr escribe: "A ttulo de instruccin negativa, nada hay ms curioso que ver cmo es posible conformarse con palabras y explicaciones que no explican nada." Pero Littr es un trnsfuga de la medicina, un
desertor, dira Georges Duhamel.
Ms interesante es el breve y perentorio comentario que
hace Barity 3 acerca del texto que se refiere a la impotencia
de los escitas: "La lgica del razonamiento es perfecta." Porque Barity, de qui>n nadie podra dudar que es un gran mdico, en la ms pura tradicin, no habla evidentemente a la
ligera. Sin duda, su opinin est signada por el hecho de que
a propsito de la impotencia no cabe decir que la medicina
haya hecho grandes progresos desde Hipcrates. Salvo en
los casos excepcionales en los que la impotencia es un sntoma que forma parte del cuadro clnico de una enfermedad
2.
3.
85
EL ORDEN MEDICO
general (la mayor parte de las veces endocrina) o local (lesin neurolgica) sigue siendo casi siempre idioptica. Lo
mismo sucede con la epilepsia, que por lo general sigue siendo esencial.
Es poco probable que un mdico contemporneo, aunque sea lector de Hipcrates, cosa que es excepcional, cuente
con descubrir que su enfermo impotente practica la equitacin, o aunque sea el ciclismo, y mucho menos que su curacin dependa de que abandone esa prctica. Tampoco buscara alteraciones de la hipfisis para explicar el origen de
la epilepsia.
Un mdico contemporneo que siguiera estrechamente
las enseanzas de Hipcrates para aplicarlas a sus enfermos
atraera sobre s las sonrisas de sus colegas, que veran en
semejante fidelidad al viejo maestro un respeto excesivo signado por una coquetera cierta respecto de sus lecturas. La
medicina ya no funciona con los paradigmas vigentes en la
poca de Hipcrates, y el cuerpo mdico tiende a encontrar
su lenguaje en torno de nociones nuevas (por ejemplo la
electroencefalografa y la quimioterapia en el caso de la epilepsia). Lo cual hace an ms digno de destacarse el hecho
de que a pesar de que no han aportado nada decisivo, al menos para los sujetos afectados por esas enfermedades, los pasajes de Hipcrates referidos a la impotencia y a la epilepsia
sean considerados por los mdicos, y especialmente por Barity, como ejemplares del modo de proceder especficamente mdico.
Esta aprobacin se debe a que Hipcrates rechaz el argumento religioso como explicacin de la impotencia, y dej
a un lado por principio todo oscurantismo en el estudio de
este sntoma. Razn por la cual hizo de la impotencia una
enfermedad, y oblig a que se le buscasen causas naturales. Esto significa que desde su punto de vista, existe un saber susceptible de dar cuenta de la impotencia, no un saber
oscuro, el de los dioses, que en el mejor de los casos podra
adivinarse y ser exorcizado mediante prcticas religiosas o
rituales (oraciones, ofrendas, sacrificios). Por el contrario,
<2A
LA MEDICINA t o un
EL ORDEN iMEDICO
LA MEDICINA ES UN DISCURSO
89
EL ORDEN iMEDICO
das. Por cierto que invertir en actividades de pura ostentacin una energa que se otorga a los placeres especficamente
erticos, es tomar la representacin de la virilidad por la virilidad misma. Para bien o para mal estas consideraciones
no pueden llevarnos muy lejos en el fortalecimiento del discurso mdico, al aadirle a una organognesis una psicognesis. Lo cual sera la aplicacin de un sistema conceptual
a un objeto que no es el suyo.
El discurso mdico pone en evidencia ciertos hechos, al
permitir articularlos en la lgica que les es propia. No slo
los privilegia. Impone cierta mirada en el dominio por l
constituido. Es una disciplina de evaluacin de los hechos,
e impone una disciplina a quien mantiene ese discurso. Al
limitar el campo de visin, impone cierta perspectiva, hace
ver, como lo ha mostrado con claridad Michel Foucault 4 .
Porque lo que el mdico observa es lo que puede inscribirse
en cierto campo de saber, con exclusin de cualquier otra
cosa; es lo que puede constituir una teora, o al menos un
diagnstico, que tenga alguna coherencia. El resto no existe
para l.
Sin duda la observacin es un don, pero es un don que
se adquiere. El diccionario de Littr indica para
observer:
o
I . Conformarse con lo prescrito por alguna ley, por alguna regla (sentido original, porque en latn observare significa: conservar alrededor). "Observar, Seor, un parecer
importante..."
2 o . Considerar con aplicacin las cosas fsicas y morales.
"Observar la naturaleza, observar los sntomas de una enfermedad, observar las costumbres de las diferentes naciones."
Porque el mdico se conforma al orden del discurso mdico se le da el saber observar. Su fe es la del discurso. No
es casual que Hipcrates hubiese sido el observador excepcional que sabemos que fue, y el hombre que decret las reglas metodolgicas y deontolgicas de la medicina. Cuando
4.
M. Foucault, Nacimiento
de la clnica
90
op.
cit.
LA MEDICINA ES UN DISCURSO
91
EL ORDEN iMEDICO
P. Samuel, Amazones,
Pars, 1975, p. 49-50.
Guerrires
92
et Gaillardes,
editions Complexe,
LA MEDICINA ES UN DISCURSO
93
EL ORDEN iMEDICO
94
LA MEDICINA ES UN DISCURSO
que es la enfermedad, correra entonces el riesgo de constituir, si nos dejsemos llevar por l, la mscara con la que
sera identificado el enfermo. La medicina no debiera olvidar que su discurso le permite conocer admirablemente la
mscara, pero nada ms. Sobre todo, no debiera imaginarse
que basta con retirar la mscara para que aparezca el hombre. Porque detrs de la mscara hay otra mscara, la que
nos permite ver otro discurso.
95
El amo-maestro
del discurso.
El discurso del Maestro de Cos*.
Desde su ttulo, todo este captulo gira en torno del doble sentido del
trmino francs m a i t r e m a e s t r o " y dueo, que no tiene en esa doble acepcin trmino castellano exactamente equivalente. (N. del T.l
97
EL ORDEN iMEDICO
98
99
EL ORDEN iMEDICO
4.
Ib\
H. MMgjfor, Crands
mdecins...
presque
100
tous.
Hipcrates, Prceptes,
101
EL ORDEN iMEDICO
Louis Dubois, "Le juge administratif, le malade et le mdecin" en Mlanges offerts Marcel Walie, p. 400.
Ibid., p. 400.
102
cia o inocuidad de la teraputica puesta en prctica, e incluso sobre el carcter abusivo de las prescripciones. Tampoco
hay decisin que otorge indemnizacin al enfermo que se
pretende vctima de un error teraputico 8 ."
Al constatar un fallo del Consejo de Estado del 31 de
enero de 1964, referido al perjuicio fsico ocasionado por
una intervencin quirrgica hecha sin el consentimiento explcito del enfermo, Louis Dubois dice: "No hay mejor manera de negar todo valor, incluso moral, al respeto de la integridad fsica y de la libertad personal." La Orden de los
mdicos es prcticamente la nica referencia para el juez, y
ste no se muestra "ms audaz (que el Consejo de la Orden)
sino al juzgar la correccin de los mtodos de diagnstico o
cuidados, refirindose sobre todo al criterio incierto de los
usos profesionales, y a comprometer la responsabilidad del
mdico cuyos cuidados no estn de acuerdo con los datos
adquiridos por la Ciencia" 9 .
De modo que el enfermo se encuentra prcticamente desarmado ante el mdico, que slo tiene que rendir cuenta a
sus pares. El enfermo y los jueces tienen un estatuto que es
el del incapaz, porque en este terreno la ley es la competencia. El mdico escapa as a la ley comn.
Hipcrates ya haba evocado perfectamente el eplogo
que cabe formular cuando una enfermedad tiene un desenlace funesto: Quin es el responsable? "El mdico que pone
manos a la obra, sano de espritu y de cuerpo, que razona
sobre el caso presente, y entre los casos pasados, sobre los
que se parecen a ste... o el enfermo que prefiere lo que le
hace agradable la enfermedad a su curacin, que sin duda
no quiere morirse, pero es incapaz de firmeza y de paciencia?" Pregunta: "Cul de las dos alternativas es ms verosmil: admitir que el enfermo, as predispuesto, no cumplir
o cumplir mal las prescripciones del mdico, o admitir que
el mdico, en las condiciones que hemos descrito, har pres8.
9.
103
EL ORDEN MEDICO
cripciones equivocadas?" Concluye con mucha firmeza respecto de ese "desenlace funesto, de cuya responsabilidad
quienes no saben razonar descargan a los verdaderos culpables para arrojarla sobre quien no pudo hacer otra cosa".
Curiosa conclusin. Quien "no pudo hacer otra cosa" no
es el muerto, sino el desdichado mdico injustamente
atacado 1 0 ."
En ms de dos milenios las cosas no han cambiado demasiado. La medicina no puede ser juzgada porque es su propio
legislador. No hay sitio desde donde juzgarla. Hay que fiarse de la sabidura de los mdicos, que se juzgan entre s. Su
discurso es un discurso de amos que no han de repartir nada
con nadie.
La cohesin del cuerpo mdico es el garante de esta responsabilidad. Por consiguiente, todos los mdicos son iguales en trminos de derecho. El ttulo de doctor en medicina
garantiza una igualdad en la formacin y en el saber. Todo
mdico tiene, pues, derecho a practicar las intervenciones y
tratamientos que considere tiles, en cualquier especialidad.
Derecho algo atemperado por la institucin de las especializaciones que limitan prcticamente el poder que tendra el
mdico de cubrir todo el campo de la medicina. Sin embargo, persiste la conformidad del principio de igualdad que
proporciona el acceso al ttulo de doctor.
Para afianzar el poder mdico, all est an, ejemplar, la
obra de Hipcrates. Porque no es el poder en tanto tal lo que
se busca. En su poca, los mdicos ejercan por lo general actividades diversas, como Empdocles, que adems de mdico era estadista, legislador, urbanista, poeta... En cambio,
con Hipcrates, el poder del mdico no le debe nada sino a
su saber, a su funcin. Tampoco recurre a los dioses. La divinidad no cumple funcin ninguna en la gnesis de las enfermedades, de modo que no tiene sentido invocarla para
conseguir la curacin. El mdico no recomendar plegarias
ni sacrificios. El poder del sacerdote, al igual que el poder
10.
104
105
reun
EL ORDEN MEDICO
106
ibid.
EL ORDEN iMEDICO
Hipcrates y hasta nuestros das, el mdico tiene por norma
no pronunciar un pronstico fatal, que slo agravara el estado del enfermo y suprimira las pocas posibilidades de curacin que siempre ha de suponerse que tiene. El Cdigo
deontolgico obliga al mdico a no decirle toda la verdad al
enfermo: Art, 34. En la prctica, esto significa tambin que
ha de hacer ciertos diagnsticos cuando la enfermedad se
considera fatal. Diagnstico y pronstico son tan prximos
que el pblico suele confundir sus nombres: "Los mdicos
reservan su diagnstico!" Es cierto que cuando la Facultad
condena a un enfermo, este juicio de realidad tiene ms
peso que el juicio de valor sobre el criminal condenado
por los tribunales, que todava puede apelar al recurso de
gracia. Existe un parentesco entre el hechicero y el mdico
capaz de establecer un pronstico: el porvenir est inscrito
en las palabras que pronuncian. Los anatomoclnicos del siglo XIX se relacionan con los arspices: supieron analizar las
entraas antes de abrir el vientre. El porvenir est inscrito
en ellas como en un libro, y la medicina aprendi a leerlo.
Poder del discurso mdico! El estudio del cariotipo del
feto susceptible de sufrir una anomala cromosmica permite determinar as el sexo de la criatura que va a nacer. Y los
padres van a considerar la fecha de este anuncio como la fecha del nacimiento. Es la fecha en la que averiguan el sexo
y eligen el nombre; tambin es la fecha en que deciden no
recurrir al aborto que una anomala cromosmica justificara.
109
psychiatri-
EL ORDEN MEDICO
110
op.
cit.
111
EL ORDEN iMEDICO
sentada por el Consejo de la Orden, excluyendo cualquier
otra jurisdiccin. Este trmino podra aplicarse a las extensiones de poder del mdico en los dominios que en principio
son extraos a l. Ha intervenido al lado del Inquisidor contra el brujo, al lado del magistrado contra los criminales. En
los hospicios de la Revolucin separ a los sifilticos, a los
locos, a los delicuentes, a las prostitutas, que hasta entonces
se mezclaban en el mismo vertedero. Su accin fue casi
siempre liberal, pero su dominio es cada vez ms grande
y cada vez menos discutido.
Sera vano emitir un juicio de valor sobre el discurso del
amo. Se desarrolla con la misma certeza de un fenmeno natural, y se extiende mucho ms all, tanto de la personalidad
de cada uno de los mdicos que contribuyen a instaurarlo,
como de sus opositores. Hipcrates tuvo el mrito de establecer con fuerza los elementos que lo constituyen. Su lectura nos permite ver que no son los imperativos tcnicos de la
tecnologa contempornea los que le dan el aspecto que conocemos. Por el contrario, es el discurso en s mismo el que
tiene sus propias leyes. Al volverse cada vez ms riguroso,
su desarrollo se ha adjuntado a los elementos de saber y de
tcnica que le permiten prolongarse de manera cada vez ms
coercitiva.
112
La exclusin del
deseo.
113
EL ORDEN MEDICO
114
115
EL ORDEN iMEDICO
Platn,
"Crmides", Dilogos,
116
117
digestivos, fro, manifestaciones oculares, erupciones cutneas, etc., y si estamos en la poca actual, alteraciones de
la tensin arterial, signos de hipertensin intercraneana, signos paraclnicos diversos, sanguneos, radiolgicos, electroencefalogrficos, etc. La cefalea es atrapada de entrada
en un sistema epistmico que puede dar cuenta de ella.^El acto de dominio en que consiste el acto mdico del diagnstico
consiste en afirmar que el lenguaje mdico dar cuenta de la
enfermedad.!al menos cuando la medicina haya progresado lo suficiente. Dar cuenta de la enfermedad descubriendo
sus causas naturales, las nicas que forman parte del discurso mdico, as como habr constituido otros sntomas en
hechos, y los habr reagrupado en sndromes. La situacin
instaurada as coloca el saber del lado del mdico y el deseo
(al menos de curar) del lado del enfermo.
En cambio Scrates plantea el problema del saber. La sabidura est tanto de su lado como del lado de Crmides, y
Crmides se ve incitado a mostrar su sabidura, o al menos a discurrir sobre ella. En cuanto al deseo, est tanto del
lado de Scrates como del lado del enfermo. Y ese deseo,
que es deseo de curarse, es adems deseo de ensear sabidura y de aprenderla. Plantea el problema de qu es la sabidura, especialmente de qu es la sabidura del cuerpo,: Scrates considera que corresponde apelar a la sabidura de Crmides porque sta es inseparable de la sabidura del cuerpo, ')
Esta no es una cuestin mdica propiamente dicha; ms
bien es una cuestin previa a toda medicina. Implica el presupuesto socrtico de un saber que preexiste al hombre,
siendo la funcin de los filsofos ayudar al hombre a reencontrar las ideas que lo constituyen. Scrates no puede dejar
de comprometer a Crmides en una mayutica donde podr
encontrar la sabidura perdida de su cuerpo, gracias a su deseo de sabidura que se confunde con su deseo a secas. Cabe considerar que aqu se propone una especie de alternativa
al discurso mdico que conocemos^ una especie de medicina
psicosomtica? En todo caso, un discurso psicoanaltico no
podra desarrollarse sobre esta base. Lacan propuso el tr-
118
2.
3.
EL ORDEN MEDICO
120
121
EL OKpEN MEDICO
ms cercanos a ellos, para quienes se puede encontrar la excusa de las obligaciones profesionales. Pero cundo la toxicomana no tiene justificaciones, lo que se ve en ella es solamente la bsqueda de placer, y tanto el mdico como los enfermeros explican que ya bastante trabajo tienen con las enfermedades verdaderas como para que vaya uno a sobrecargarlos enfermndose a propsito. Tampoco los suicidas
se salvan de que los traten con dureza: adems, si fran fracasado no quiere decir que no era en serio? Las consideraciones sobre la histeria son una gran ayuda para evitar un exceso de compasin.
La medicina no puede aceptar la derogacin de su orden
salvo que quepa invocar otro orden. Por ejemplo, garantiza
con su presencia las pruebas deportivas, porque el deporte
constituye un ideal convencionalmente admitido. Se conforma con condenar el uso de drogas, pero no critica el espritu
de competencia que es su causa. Asimismo, proporciona alternativamente sedantes y estimulantes a los ejecutivos y a
los obreros agotados. La farmacopea se pone al servicio del
orden social en cuanto la coartada invocada baste para que
el mdico no vea dnde encuentra el sujeto su placer. Se admite el riesgo vital por la patria o la revolucin, o por cualquier otra causa considerada noble, pero se condena la imprudencia cometida por la sola bsqueda del placer.
Intercambio de buenos procedimientos: el moralista agita el riesgo de las enfermedades para incitar a sus administrados a una vida honesta. Y el mdico, por miedo de ver
oponerse al orden mdico el orden del deseo, aconseja tambin una vida ejemplar. El enfermo y el futuro enfermo tienen que estar preparados para doblegarse ante el orden mdico, es decir, para participar de ese orden. Y si se deja
abierta la brecha del deseo no se alterar el juicio mismo?
"En tanto que funcin del conocimiento, un juicio tiene que
ser siempre objetivo, es decir, tiene que ser emitido sin considerar lo que puede desear el sujeto que lo emite 4 ." Los ju4.
H. Kelsen, Teora
122
ed. franc.,
p. 29.
123
El objeto de la medicina
define el deseo del mdico.
Platn, La Repblica,
340 d.
125
EL ORDEN iMEDICO
va por el deseo del mdico, en tanto constituido por el discurso mdico y toda otra consideracin sobre el deseo ha de
juzgarse en funcin de lo que aqul ordena.
Desde el juramento de Hipcrates y sin duda en todas las
prcticas de la medicina, la deontologa prescribe la exclusin del deseo. Cuesta bien poco decir que no es tan simple,
y que entre mdico y enfermo abunda el deseo, aun cuando
en las publicaciones cientficas se evita poner nada de esto
al descubierto. En ese sentido el mdico desempea una funcin no desdeable en la vida de los enfermos, que a veces
estn enfermos slo de falta de amor, y tambin indirectamente en la vida de los miembros de la familia, que padecen
las consecuencias del investimiento libidinal y del prestigio
al que es promovido el hombre de ciencia que se ocupa del
cuerpo y formula prescripciones e interdictos. Tambin el
mdico aprovecha las ventajas de una prctica en la que su
desvelo por los enfermos le sirve a veces como coartada para breves encuentros de los que no est excluido el paso al
acto (sexual). Los comentarios psicologizantes sobre estas
situaciones estn demasiado difundidos como para que valga la pena detenernos en ellos, aunque creo necesario denunciar una suerte de complacencia en rerse abiertamente,
en las conversaciones privadas, de hecho pese a todo marginales, y en convertir en temas de estudio para grupos especializados, los encantos y los dramas de la transferencia
cuando no son ms que un refrito moderno de las historias
de xitos galantes.
El hecho de que haya una erotizacin de las relaciones
entre mdicos y enfermos no nos autoriza tampoco a tratar
de sistematizarlas como si fueran una relacin del tipo
hombre-mujer que se superpone a la de mdico-enfermo.
Los datos estadsticos y antropolgicos sobre los que pretende apoyarse ]. P. Valabrega 2 no tienen nada de decisivo en
este punto, y debieran estudiarse teniendo en cuenta la predominancia masculina en la elaboracin de todo discurso
2.
J. P. Valabrega, La relation
thrapeutique,
126
del amo. Porque no es slo en la medicina donde las posiciones de dominio estn ocupadas preferentemente por hombres. Tampoco me parece viable asociar la vocacin mdica
a una posicin viril o castradora. En esie sentido se,puede llegar nuy lejos, como lo hace el autor, y considerar que
ser mdico es prolongar los juegos del doctor a que juegan
muchas veces los nios. Pero por qu no hacer un anlisis
inverso? Por qu no considerar ms bien que son los nios
quienes tratan de integrar en sus juegos una de las situaciones ms significativas que ven practicar a los adultos? El intento de domiriio en el que el nio se ejercita, reproduciendo
en su juegq la relacin mdica, es tan importante com el
pretexto qu as encuentra para satisfacer su curiosidad por
el sexo del otro. Sin duda, tambin cabe decir que la eleccin
de una especialidad por parte del mdico se hace en relacin
con preocupaciones, conflictos, tendencias, fantasmas inconscientes que marcaron su infancia. El deseo de cada mdico est amasado con los significantes que constituyeron su
historia personal, y hasta podramos aadir, sin arriesgarnos demasiado, que no cualquier estructura de la personalidad le permite a alguien llegar a ser mdico.
Pero, adonde pueden llevarnos estas consideraciones s
no es a arrojar una sospecha sobre el deseo del mdico, a
presentarlo, en cierto modo, como impuro en relacin con
un ideal? No habra que ver acaso en las pretensiones de
analizar el deseo del mdico en componentes que lo remiten
a su propia historia, un intento de trasponer en pequea
escala las exigencias del psicoanlisis didctico tal como
lo comprenden ciertos autores, es decir, cuando esperan de
l que los ponga al abrigo de los chascos de su propia contratransferencia? Este punto de vista, que no me parece en
absoluto sostenible para la teora del anlisis didctico 3 , lo
es todava menos para la formacin mdica. Si alguien hace
un psicoanlisis, lo hace para su beneficio personal, y slo
3.
127
l'autre,
EL ORDEN iMEDICO
secundariamente, si se estima que en l ha adquirido una experiencia suficiente del Inconsciente, uno puede autorizarse
a convertirse en analista. Esto no es aplicable de ninguna
forma a la medicina. La disciplina que constituye la formacin mdica es especialmente eficaz para que se realice la represin de todo deseo personal, porque en pago de ese sacrificio promete las satisfacciones especficas del ejercicio de la
medicina. Cada mdico acepta el principio de no hacer de
su vida profesional el campo cerrado de sus satisfacciones
personales, que se desarrollan mejor en su vida privada. La
licencia de costumbres de la sala de guardia se corresponde
con la austeridad exigida en las salas del hospital.
Por otra parte, el mdico no se interesa en el cuerpo del
enfermo, como lo dan a entender interpretaciones a veces
malvolas, siempre contingentes, sobre la base de que la relacin mdico-enfermo es, con el matrimonio, la nica en
que la institucin autoriza, y por consiguiente obliga, a tocar el cuerpo del otro. Toda la historia de la medicina (sobre
todo en las medicinas no occidentales) est marcada por el
escaso inters de los mdicos hacia los estudios anatmicos
y fisiolgicos. Estos siempre han preferido las discusiones
abstractas sobre la esencia de las enfermedades y se han
apartado del anlisis clnico. Actualmente, de nuevo, un
mdico puede hacer casi enteramente su diagnstico partiendo de los elementos recogidos en el historial, ms rico
en anlisis paraclnicos que en observaciones recogidas en
el anlisis clnico, que pone el cuerpo del mdico en relacin directa con el del enfermo. La presentacin de enfermos, gran rito de la exposicin magistral, es cada vez ms
la presentacin de un dossier en el cual el enfermo es una
comparsa.
Slo el siglo XIX y los comienzos del siglo XX vieron a los
mdicos interesarse directamente por el cuerpo del enfermo,
y esto debido a un hecho: el descubrimiento de la importancia de la anatoma patolgica. Cabra decir que el mdico se
interesa por el cuerpo en tanto est muerto o condenado
a morir. Se ha hecho mucho hincapi en que los estudios de
128
medicina comienzan poniendo al estudiante frente a cadveres, lo cual no tendra como nica funcin ensearle anatoma, sino tambin confrontarlo con la nica realidad que
constituye el objeto de la medicina. Esta interpretacin no
me parece fundada. Si bien el anlisis del cadver le ensea
algo al mdico, el mdico ignora la muerte en su especificidad, y slo se ocupa de sus causas, esto es, de las enfermedades. En todo caso, de lo estudios de anatoma patolgica no
cabe sacar la conclusin de que sea algo del orden de la pulsin de muerte lo que habitara al mdico en su actividad
profesional, como lo hace Lemoine 4 .
Por lo dems, no deja de ser cierto que carabin es un
trmino francs que se aplica tanto a una variedad de insecto necrforo como a los estudiantes de medicina. Pero esto
es slo un chiste fcil. No es el cuerpo muerto como tal lo
que interesa al mdico, sino lo que en l se puede leer. Al
proponerle otra lectura de la enfermedad, los progresos de
la fisiopatologa vinieron a ocupar el sitio de los estudios de
anatoma y de anatoma patolgica. La muerte del enfermo
ha dejado de interesar al mdico desde que se han vuelto
ms importantes los anlisis en vivo. Ya no hay en los servicios esos enfermos a quienes se conservaba un poco por caridad, pero de quienes se esperaba que murieran para saber
lo que tenan. Esta desagradable prctica ces a partir del
momento en que los exmenes paraclnicos permitieron hacer violencia a la naturaleza sobre el cuerpo vivo. El cuerpo
es slo el sitio donde se inscribe la enfermedad. Lo que se
llama un caso bonito nunca ha aludido a consideraciones
estticas sobre el cuerpo del enfermo, ni vivo ni muerto. Slo la enfermedad o las enfermedades de las que es portador
lo entregan a la admiracin de los mdicos.
El resto, es decir, el cuerpo del enfermo, no es objeto de
su deseo, porque es slo lo que queda cuando la enfermedad
se ha retirado. Razn por la cual la medicina ignora con la
4.
129
EL ORDEN iMEDICO
130
tudes
131
EL ORDEN iMEDICO
Hamburger, La Puissance
et a Fragilit,
132
133
EL ORDEN iMEDICO
134
mismo, la puesta en causa de los microorganismos tiene como consecuencia su estudio especializado in vitro, como as
tambin la contribucin, la instauracin de la antibioterapia
que tambin se hace in vivo. Aqu como all, el soporte de
la enfermedad constituido por el cuerpo del enfermo se borra para ser slo el sitio sin duda privilegiado de su aparicin y desarrollo. Se convierte en el terreno.
No por haber abandonado una ontologa simplista, que
buscaba conocer el ser de la enfermedad tras de una sintomatologa, la medicina se plantea menos el problema de su
realidad. Realidad que tiene consistencia en razn de que entre en el lenguaje mdico, con lo cual cualquier mdico puede identificarla con los mismos trminos. Sin embargo, la
profundizacin de su estudio culmina con lo que Hamburger
llama "la dispersin de la entidad enfermedad" 9 . No por
eso se plantea menos la cuestin de lo real en el punto extremo de la investigacin mdica. Aqu es donde ocupa su sitio
el problema de lo escrito, o mejor dicho, el de la inscripcin
de la enfermedad, que sera independiente del lenguaje mdico. Porque del lado del lenguaje mdico los sntomas, las
enfermedades indentificadas, los sndromes, se relacionan
con el sistema simblico que constituye el discurso mdico.
Pero lo real se ve identificado con la inscripcin directa de
la enfermedad, con su escritura. (Me refiero aqu a Lacan,
que asocia la palabra con lo simblico y la escritura con lo
real). Es indudable que el xito de la anatoma patolgica se
debe al hecho de que los mdicos leyeron en ella (en el libro
abierto 10 que es el cadver) la inscripcin de un real irreductible. No sin cierto abuso, porque era olvidar que la imagen del libro en el que est inscrito el destino despus de todo es slo una metfora, y descuidar lo que luego enseara
la fisiopatologa. Ahora la reemplaza la lectura de cifras e
inscripciones de los anlisis paraclnicos. No sin frecuentes
abusos tambin en este caso; por ejemplo, cuando un traza9.
10.
Ibid, p. 59.
M. Foucault, Nacimiento
de la clnica,
135
EL ORDEN iMEDICO
136
practicar. Pero una vez tomada la determinacin, debe poner manos a la obra para que el enfermo la acepte, el enfermo cuyo juicio es doblemente sospechoso, por su incompetencia y por el estado en que lo pone su enfermedad. Esta
es la lgica en la que se ve comprometido el deseo del mdico a raz del discurso que lo constituye.
137
Decir que el objeto de la medicina es la enfermedad puede parecer un lugar comn, hasta el punto de que se considere intil hablar de l. Sin embargo, lo que es una perogrullada para el pblico, y especialmente para el pblico mdico,
suele ser rechazado por los filsofos de la medicina, porque
remite a una concepcin ontolgica de la medicina, de resonancias religiosas y msticas, que los comienzos del siglo
XIX contribuyeron grandemente a conjurar, permitiendo
que cobrara vigor la medicina contempornea. Creo que
por el contrario la cuestin sigue abierta, porque los mdicos permanecen fieles a una ontologa que, aunque no se la
llame as, persiste haciendo caso omiso de los ataques de que
es objeto. Aqu me esfuerzo en demostrar que tienen fundamentos para proceder as. El saber mdico es un saber sobre
la enfermedad, no sobre el hombre, que no interesa al mdico sino como terreno en el que evoluciona la enfermedad.
Para el conocimiento de ese terreno se han hecho necesarios
los estudios sobre anatoma y fisiologa humana, del mismo
modo como el botnico no puede prescindir del suelo donde
crecen las plantas, o como el zologo no puede ignorar el
entorno donde vive el animal. Pero el sitio donde subsiste
el objeto no es el objeto.
139
EL ORDEN iMEDICO
Para poder constituir la enfermedad como objeto de estudio ha sido preciso darle una entidad, constituirla en tanto
ser, reconocible en sus manifestaciones semejantes de un
enfermo a otro. Sin duda los mdicos no pudieron dejar de
descubrir que ese semejante no puede sino remitir al semblante a travs del cual se constituye todo discurso del amo
o maestro, y por consiguiente constatar que el objeto que su
ciencia constituye se disgrega conforme va siendo estudiado. Pero esto no puede impedir el necesario retorno a una
conceptualizacin de la entidad enfermedad. Hamburger
escribe: "En ltima instancia, la dispersin de la entidad
enfermedad podra alcanzar un grado tal en algunos dominios de la medicina que en virtud del singular rodeo de
una creciente exigencia de rigor, los hechos daran la razn
al antiguo concepto intuitivo que enunciaba: No hay enfermedades, slo hay enfermos. Pero en seguida percibimos
la inquietante dificultad cientfica que surge entonces, porque slo hay ciencia de lo general y de lo correlativo, y no
de lo particular 1 ."
Esta inquietante dificultad no es asunto del mdico. Es
asunto del filsofo de la medicina, y lo es tambin del enfermo, porque el enfermo permanece en lo particular. El hecho
de que le expliquen que su enfermedad no le pertenece con
exclusividad, no basta para hacerle olvidar que l es su sede.
Y la inquietud se agrava especialmente cuando se ve afectado de lo que se llama sin exactitud ninguna enfermedad
mental, porque entonces no es slo el sitio sino tambin el
sujeto de su enfermedad. La aplicacin de un concepto, perfectamente utilizable en otros sitios, se transforma entonces
en un golpe de fuerza contra s mismo, cuya funcin consiste
en primer lugar en hacerle objetivar como otro lo que es suyo. Sus sntomas, su angustia, su delirio, tras el etiquetaje
mdico, vuelven a l como entidades que le fueran extraas.
Lo cual no deja de complacerlo, ya que en ello se apoya para
1.
Hamburger, La Puissance
et a Fragitt,
140
'
M. Foucault, Nacimiento
de la clnica,
141
op.
cit.
EL ORDEN iMEDICO
esforzarse por hacer visible en el ser vivo lo que hasta entonces era invisible y slo poda dar a conocer la autopsia. El
Ser de la enfermedad deja entonces de ser una entidad interesante para el mdico, porque ste se dedicar a localizar
la superficie de ataque, all la autentificar antes de poder
vencerla.
"Si en medicina existe un axioma, es el que dice que no
existe enfermedad sin sede", deca Bouillaud, refirindose al
principio de los tejidos orgnicos de Bichat. Toda la anatoma patolgica, al permitir verificar sobre el cadver la
realidad de las nuevas concepciones mdicas, se desarroll
sobre estos principios nuevos que proporcionan la base de
la nosologa y del vocabulario mdico contemporneo.
A pesar de la importancia que tuvo el descubrimiento de
la anatoma patolgica, no creo que fuese la mirada mdica
la que cambiara de orientacin. Al "abrir algunos cadveres", como dice Foucault, ms bien fue un libro lo que los
mdicos abrieron. Llegaron menos a ver la verdad ltima de
la enfermedad que a leer lo que la enfermedad inscriba en
los cuerpos. La lesin orgnica cobr el estatuto del escrito,
de aqul que indica el destino, aqul que permite interpretar
la enfermedad, su evolucin, la inconstancia de los sntomas, su carcter engaoso. La inscripcin corporal tiene el
estatuto de lo que no engaa, y por lo tanto puede reemplazar las hiptesis sobre el Ser. Pero esta mirada mdica no es
nueva, y no se lo debe todo ni a la medicina, ni al siglo XIX,
cuando los Inquisidores se dedicaban a probar la posesin
diablica a travs de la existencia de seales corporales
(punctum diabolcum,
stigma sigilum diaboli,,,) 3 . Y, del
mismo modo, en esa poca tampoco nadie se satisfaca con
los signos inmediatamente visibles; formaba parte de la investigacin inquisitorial la bsqueda de zonas sensibles del
cuerpo, y en los procesos contra la brujera era indispensable la presencia de los mdicos; lo cual no dej de abrir el
3.
J. Bodin, De la dmonomanie
trime, p. 358.
des sorciers,
142
camino a una psiquiatrizacin de la brujera 4 . A la recproca, la psiquiatra siempre se consagr a la bsqueda de seales fsicas, y hasta de una organicidad.
No habra que sobreestimar los efectos que tuvo sobre el
progreso mdico el advenimiento de una medicina localizadora. Las fiebres esenciales, que son casi todas, siguieron
siendo un enigma para el siglo XIX. Una medicina no localizadora, la pasteuriana, fue la que nos ense lo ms importante sobre estas fiebres, al identificar los bacilos, las bacterias y virus que las provocaban, y al mostrar adems que las
localizaciones eran inconstantes, infieles, con lo que abri el
camino a la teraputica mediante vacunas, seroterapias, antibioterapias. Hace falta decir que la medicina de Pasteur
fue un retorno a la ontologa mediante el abandono del slido terreno de la anatoma patolgica? Y cmo no hacer notar que la Escuela de Cos debe su xito a un rechazo de la
medicina localizadora (la de la Escuela de Cnido)? No por
eso la mirada que lanz Hipcrates sobre las enfermedades
fue menos la de un clnico, poco propenso a dejarse llevar
por consideraciones metafsicas y patogenias msticas. Las
fiebres que hubo de conocer, sobre todo la paldica, se prestaban ms a la observacin mdica por su duracin, su periodicidad, los sitios donde se manifestaba preferentemente,
que a un estudio anatmico poco convincente.
El hecho de ser o no localizador, no cambi en lo fundamental el mtodo mdico, que se ha dedicado menos a demostrar lo especfico de la enfermedad de cada enfermo que
a volver a hallar lo que identifica la enfermedad de uno y
de otro. Razn por lo cual siempre tiende a ser ontologista.
Por ltimo, las afirmaciones de los ontologistas aparecen
menos como monstruosidades cientficas que como formulaciones sorprendentes en un lenguaje algo cado en desuso:
"El Ser supremo no est sometido a leyes menos ciertas al
producir enfermedades o al madurar los humores mrbidos
4.
J. Wier, De praestigis
III, Pars, 1569.
dcemonium
et incantationibus
143
et veneficiis,
livre
EL ORDEN iMEDICO
Sydenham, Mdecine
Jault).
Ibid; t. I, p. 88.
pratique,
144
145
EL ORDEN iMEDICO
146
rior de los intelectuales" (si no de los burgueses), y que llegan "a su mxima complicacin en las familias de los mdicos" (si no en las gentes de mundo). Porque todos sabemos
y decimos que son los mdicos mismos quienes padecen las
enfermedades ms desorientadoras, las ms resistentes a
los tratamientos. Sin duda, esas desdichas son el justo castigo de quienes han saboreado demasiado los frutos del Arbol del Conocimiento del Bien y del Mal, y que por consiguiente no se dejan atrapar dcilmente por el orden del discurso mdico.
La lucha contra el Mal, fuertemente arraigada en la tradicin mdica, se vuelve de buena gana lucha poltica. Lanthenas soaba: "La medicina ser lo que debe ser, el conocimiento del hombre natural y social." El compromiso revolucionario toma el relevo de la ascesis y de la piedad que recomendaban los sacerdotes y que todava hoy imponen algunas sectas msticas. Por otra parte, las prescripciones son
ms sorprendentes y se ponen al da: de la libertad sexual,
laica y obligatoria, se esperan los mismos efectos que de la
instruccin republicana. De la revolucin proletaria se espe- ~
ra lo que no dio la revolucin industrial, de la vida en comunidad lo que no puede dar la vida familiar. Son tonteras,
y en eso los profesionales de la revolucin no se equivocan,
ni Marat que califica a Lanthenas de pobre de espritu, ni
Trotsky que aconsejaba a sus amigos que fueran a consultar
a mdicos burgueses. Tomada demasiado en serio, la ideologa mdica obliga a salir del discurso mdico. El alistamiento
de la medicina en la poltica nunca fue favorable, ni a los
movimientos revolucionarios, ni a la medicina.
En el siglo XIX, el rechazo de toda ontologa de la enfermedad se tradujo de modo interesante en un neohipocratismo. As como Hipcrates relacionaba los "temperamentos"
del hombre con "los terrenos, los lugares...", Broussais, saliendo con violencia a la lucha contra los nosologistas, vea
en el equilibrio entre el organismo y su contorno el secreto
147
EL ORDEN iMEDICO
de su buen funcionamiento,
de la salud. El origen de todas
las enfermedades resida "en el exceso o la deficiencia de excitacin de los diferentes tejidos por encima y por debajo del
grado que constituye la situacin normal". Los trabajos de
Claude Bernard sobre las perturbaciones
del metabolismo
de las glucosas se inscriban en esta definicin de la enfermedad. La fisiologa y la biologa acudan en auxilio de la medicina. Haba una continuidad entre la fisiologa normal y
la fisiologa patolgica. Lo cual no estaba libre de excesos:
todo se converta en una cuestin de grados. Broussais y
Lynch llegaron a constituir una escala de grados de prevencin, de cero a ochenta. Al abandonar la identificacin de
las especies, la medicina dejaba de ser cualitativa para
volverse cuantitativa.
As es como apareci la nocin de trmino medio, la posibilidad de definir la normalidad como correspondiente a lo
que ms se acerca a ese trmino medio, que se puede cifrar
en las distintas medidas biolgicas. Pero, tal y como lo desarrolla con precisin Canguilhem, ya no se trata de un promedio estadstico que recoja los resultados observados en
una gran cantidad de individuos. El trmino medio es el que
define el mismo organismo al desarrollar mecanismos que
aseguran la homeostasis, el retorno a un estado de equilibrio
especfico cuando las circunstancias exteriores (las que dependen del medio ambiente) lo han perturbado. La nocin
de normalidad es reemplazada por la nocin de que el organismo es normativo, es decir, que establece sus propias
normas, y las hace respetar, al menos en un medio determinado, dado que ciertas circunstancias (clima, esfuerzos) son
subsceptibles de modificar la norma decretada por el organismo .
Esto no deja de modificar considerablemente a nocin
de normalidad, y por consiguiente la de morbidez. Referida
slo al individuo, una anomala no es precisamente una
enfermedad.
Es el caso de algunas anomalas crnicas que pueden pasar totalmente desapercibidas, y son compatibles con una
148
perfecta adaptacin del individuo a su medio. Otras anomalas (la hemofilia, por ejemplo) slo aparecen como tales si
el sujeto est sometido a ciertos accidentes, como traumatismos, los nicos que ponen en evidencia las alteraciones de
la coagulacin sangunea. Pero no habra que considerar
normal que el individuo pueda defenderse contra esas
agresiones del mundo exterior? Hay otras anomalas, sin
embargo, que pueden resultar favorables a la supervivencia
de los individuos en ciertas circunstancias. Es el caso de la
anemia de hemates falciformes, que proporciona una resistencia particularmente grande al paludismo; esta anomala
privilegi la supervivencia de individuos que eran portadores de ella en zonas pantanosas del Africa negra y en la cuenca mediterrnea. Slo se convirti en una enfermedad para
los individuos que fueron transplantados a regiones ms salubres, donde tuvieron que sufrir los inconvenientes de la
anomala bajo la forma de anemia, de disnea... Otras anomala cromosmicas, como el mongolismo, slo son reconocibles como tales en relacin con una norma que corresponde al patrimonio gentico ms difundido.
De modo que el establecimiento de una norma no puede
considerarse con relacin a un slo individuo, y hay que hablar en efecto de enfermedad, refirindose a una norma que
es la de la especie y no la del individuo, lo cual es evidente
sobre todo cuando se trata de la hemofilia o de la idiotez fenilpirvica, cuando el sujeto afectado est destinado a llevar
una existencia marcada de peculiares sufrimientos fsicos debidos a su anomala. En mi opinin, hay que llegar ms lejos
que Canguilhem. Porque la anomala no puede juzgarse exclusivamente en funcin de los perjuicios que ocasiona al individuo en su adaptacin al medio natural. Este sera un
punto de vista estrictamente mdico, que exigira de los dems individuos de la misma especie (los dems hombres)
una tolerancia que ostensiblemente no tienen (y que es evidente que no existe en las otras especies animales). Por el
contrario, es evidente que toda anomala notoria provoca
manifestacions de rechazo para con el individuo que la pade-
149
EL ORDEN iMEDICO
ce (aun en los casos en que ocbra slo el aspecto de una peculiaridad racial) o al menos hacia la anomalas misma (la accin teraputica es entonces sobre todo reductora de la
anomala). El mdico que exige la mxima tolerancia respecto de las anomalas y ostenta un liberalismo de principios, no
aceptar sin embargo de buen grado casarse, o que sus hijos
se casen, con sujetos portadores de anomala. De modo que
el portador de una anomala, aun cuando sta no le procure
ms que incovenientes menores en su vida natural y cotidiana, habr de sufrir el ostracismo (al menos sexual) del
que es objeto, aun cuando ese ostracismo cobre la apariencia de una caritativa tolerancia. Ser anormal es tambin no
ser conforme a las normas de la especie o al menos sus
ideales.
Puesto que la enfermedad, y en trminos generales todo
lo que es anormal, no puede ser analizado desde el punto de
vista exclusivo del individuo, me parece necesario retomar
una controversia muy importante, suscitada por Leriche y
continuada por Canguilhem:
"Sea el ejemplo de un hombre cuya vida ha sido interrumpida por un asesinato o una colisin, sin que l hubiera
acusado ningn incidente patolgico. Segn la teora de Leriche, si una autopsia de intencin mdicolegal revelara un
cncer de rion que el difunto portador ignoraba, habra que
considerarlo como una enfermedad, aunque no habra nadie
a quien atribuirla, ni al cadver, ya que no puede estar enfermo, ni retroactivamente a la persona viva que no inquiet por ella, ya que su vida concluy antes de que su cncer
llegara al estado de su evolucin en el que de acuerdo con
toda probabilidad clnica los dolores hubieran puesto en evidencia el mal. La enfermedad, que no existi nunca en la
conciencia del hombre, se pone a existir en la ciencia del mdico. Pues bien, creemos que no hay nada en la ciencia que
antes no haya aparecido en la conciencia,
y que en el caso
que nos ocupa es el punto de vista del enfermo el que en el
fondo es el verdadero. Veamos por qu mdicos y cirujanos
tienen una informacin clnica y a veces utilizan tambin
150
tcnicas de laboratorio que les permiten saber que estn enfermas personas que no se sienten enfermas. Es un hecho.
Pero un hecho a interpretar. Ahora bien, los mdicos de hoy
pueden adelantarse y superar en perspicacia clnica a sus
clientes habituales u ocasionales nicamente porque son herederos de una cultura mdica transmitida por los mdicos
de ayer. Siempre ha habido un momento en el que a fin de
cuentas la atencin del mdico se ha visto atrada por ciertos
sntomas nicamente objetivos, por hombres que se quejaban de no ser normales, es decir, idnticos a su pasado, o
de sufrir. Si hoy el conocimiento que el mdico tiene de la
enfermedad puede hacer que el enfermo prevenga la experiencia de la enfermedad, es porque en otro tiempo esa experiencia suscit, llam a aquel conocimiento. De modo que
siempre de derecho, si no de hecho en la actualidad, hay una
medicina porque hay hombres que se sienten enfermos, no
es porque haya mdicos que los hombres toman conciencia
de sus enfermedades. La evolucin histrica de las relaciones entre el mdico y el enfermo en la consulta clnica no
modifica en nada la relacin permanente del enfermo con la
enfermedad n . "
La crtica de Canguilhem es totalmente irrefutable en la
medida en que remite al mdico a su deuda con el enfermo,
y si no ha de ocuparse de la deuda que tiene para con el enfermo, se ocupar al menos de la deuda que antao contrajeron sus antepasados con los enfermos que llegaron a ellos
como demandantes.
Canguilhem no deja de mostrar lo que
es la deuda de toda la patologa y la biologa para con la
constante presin de la demanda de los enfermos; ya he dicho que no poda menos que suscribir a ella porque es histricamente verdadera, y no puede sino incitarnos a hacer la
crtica del mito de la investigacin pura y desinteresada que
de buena gana se atribuyen el sabio y tambin el mdico, pese a la evidencia de lo que les ensea su prctica.
Por su parte las tomas de posicin de Leriche han tenido
11.
fran.
EL ORDEN iMEDICO
152
153
EL ORDEN iMEDICO
dicitis crnica no corren el riesgo de agravarse un da, y lejos de todo posible auxilio mdico. Es cierto que en este caso
el enfermo tendra derecho a reprocharle al mdico no haberlo puesto en guardia. Por otra parte es de notar que en
la prctica, los interesados siempre estn de acuerdo con el
punto de vista del mdico, y que aceptan someterse a los
anlisis y al tratamiento propuestos casi con tanta frecuencia como si la enfermedad les ocasionara una incomodidad
efectiva. Adems, no aceptan tambin los tratamientos meramente preventivos que son las vacunas? En el fondo lo
ms notable es que no existe un punto de vista del enfermo,
una vez que se ha pronunciado
el mdico. A lo sumo, se da
un rechazo de la opinin mdica, una negativa en cuanto a
la competencia del mdico o a la medicina en su totalidad,
pero esto es prcticamente independiente de los sufrimientos
subjetivos que experimenta el interesado.
Lo que es preciso poner en cuestin es la nocin de conciencia mrbida, que no puede considerarse independientemente de la evolucin del discurs mdico. Canguilhem escribe y subraya: "No hay nada en la ciencia que no haya
aparecido antes en la conciencia 12 ." Pero esta conciencia
evoluciona con los progresos de la ciencia. Si bien es verdad
que en cierto sentido la primera es la demanda del enfermo,
sin embargo hay que aadir que la demanda slo puede existir y formularse en funcin de la esperanza que el enfermo
tiene de que alguien sepa ms que l y pueda venir en su
ayuda. Sin duda lo primero es el sufrimiento del enfermo,
pero no su demanda, que supone la existencia de un saber
mdico, por embrionario que sea. Por lo dems, la demanda
dirigida al mdico puede ser obra o sugerencia de un amigo,
de los padres (sobre todo en el caso de los nios), y hasta
de los poderes pblicos. El hecho de que la enfermedad siga
siendo esencialmente asunto de aqul que es su portador es
una constatacin de simple sentido comn, pero precisamente por eso hemos de desconfiar de ella. Seala solamente
12. bid., p. 53.
154
que el enfermo se ve afectado por lo que le sucede. La afirmacin de que el enfermo es libre de hacerse examinar o no,
de aceptar o no un tratamiento, no va ms all de una afirmacin de principios. En realidad esta libertad slo se ejerce
en las circunstancias en las que el saber mdico permanece
en la incertidumbre. En lo esencial, el discurso del mdico
se dirige a desposeer al enfermo de su enfermedad, y en lo
posible a liberarlo de ella.
155
EL ORDEN iMEDICO
156
157
Saber; secreto;
sagrado.
Sujeto-supuesto-saber.
159
EL ORDEN iMEDICO
En cambio la medicina occidental es resueltamente humanista, y obliga a preservar la supervivencia del individuo
a costa del resto del mundo, e incluso a expensas de la especie. El creciente coste de las prestaciones llamadas sociales,
por ejemplo, no deja de mostrarnos que ese a expensas de
la especie se expresa efectivamente en trminos de gastos.
La opcin es clara y constituye un desafo al orden natural, en el sentido de que garantiza la supervivencia y la reproduccin de individuos a quienes la seleccin natural habra eliminado sin piedad, en razn de sus taras y de su incapacidad para la adaptacin. Bilogos y genetistas no han dejado de alarmarse, sin poder sin embargo, sino seguir trabajando en un sentido antiselectivo, so pena de preconizar una
utilizacin racista de su ciencia, que justificara especialmente la eliminacin fsica o al menos la esterilizacin de los individuos no conformes con el ideal de la raza.
El saber mdico no es inocente de opciones polticas que
conciernen no solamente al porvenir de una nacin sino al
de la humanidad. No parece posible disociar su desarrollo
y su progreso del humanismo helnico primero, y de su reanudacin en la poca del Renacimiento. El saber mdico se
encuentra al servicio de cierto humanismo, al tiempo que es
uno de los elementos que lo componen. La cientificidad,
la objetividad del mdico, proporciona una visin del individuo, definindolo como normal, o como anormal, e impone una opcin: garantizar la supervivencia a toda costa
del individuo, o la eliminacin de aquellos a quienes la
medicina puede seleccionar en funcin de los criterios que
establece.
La dramatizacin que impusieron ciertos hechos nacionales e internacionales tales como el fascismo no basta para
demostrar que la humanidad ha hecho su opcin y ha resuelto los problemas que los progresos de la medicina permiten slo empezar a plantear. Los efectos del discurso mdico
se hacen sentir slo desde pocas muy recientes, pero el problema est planteado desde que el discurso mdico existe.
Hipcrates, que era poco sospechoso de complacencia con
160
SUJETO-SUPUESTO-SABER
El saber mdico funciona en el desconocimiento del discurso que lo constituye:"Las hiptesis pasan, la observacin
queda: una mirada lanzada sobre nuestro arte nos lo representa como una inmensa columna que se levanta en medio
de los siglos, de un lado sobre la base siempre intacta de los
hechos observados, y del otro sobre las ruinas dispersas de
las opiniones humanas... 1 " Esta representacin pomposa e
ingenuamente flica del bien comn de los mdicos consagra, dentro de la ms pura tradicin mdica, el don de observacin como la virtud por excelencia del mdico; y desdea las opiniones humanas, incluidas las mdicas, es decir,
en lo esencial desdea las teoras. El cuerpo del saber ha de
considerarse en s mismo, independientemente de lo que lo
ha hecho necesario y slo posible. Slo su coherencia lo justifica, y su alcance significante sobre las relaciones humanas
es una incidencia posterior, por no decir secundaria. Paralelamente, se ignora lo que ha producido ese saber, o al menos
no se lo ha hecho objeto de ningn estudio cientfico. La explicacin por el don de observacin, el genio de los grandes
1.
Dassault,
161
M-
EL ORDEN iMEDICO
mdicos, ataja cualquier otra evaluacin del proceso de descubrimiento. En el fondo, esta explicacin que no lo es, pero
que tiene fcil aceptacin porque es halagadora para los mdicos, se satisface con un pragmatismo que no deja mucho
lugar para la teora, reducindola a la funcin de soporte
contingente e ideolgico del pensamiento. La medicina, lo
mismo que la ciencia en general, no est lejos de pensar que
su progreso se debe a una sucesin de ensayos, de errores,
y el mrito del cuerpo de enseantes consiste en haber retenido, registrado, transmitido tan slo los logros a las generaciones siguientes.
Con ello el saber que capitaliza el cuerpo mdico es un
saber universitario, y se jacta de no ser patrimonio de un solo hombre. De modo que lejos de aspirar a formar mdicos
que posean la totalidad del saber mdico, los estudios de los
mdicos se dirigen a imponer una justa relacin con el saber.
Una encuesta reciente 2 sealaba que el 92% de los mdicos
y el 91 % de los estudiantes de medicina estiman que los estudios les preparan insuficientemente para el ejercicio de la
profesin: lo que significa prcticamente el 1 0 0 % , si tenemos en cuenta el hecho de que muchos mdicos estn estrechamente especializados, otros son poco exigentes, otros
son presuntuosos. Entonces se saca la apresurada conclusin
de que los estudios estn mal concebidos, demasiado centrados en las ciencias fundamentales, de escasa utilidad en la
prctica. Sin embargo, los estudios de medicina no son criticables desde ese punto de vista, porque sera desconocer que
no es su objetivo formar buenos mdicos. Ante todo se
proponen inculcar una determinada idea sobre el saber mdico. Lo ms importante es ensearles a los mdicos que no
pueden saberlo todo, distanciarlos de un saber pragmtico,
emprico y hbil que podra imponer respeto como si de un
verdadero saber se tratase. De modo que el estudiante ha de
aprender ante todo que el saber mdico no reside en lo que
l pudo retener. Tambin aprender que los depositarios de
2.
Le Quotidien
du mdecin,
76.
162
SUJETO-SUPUESTO-SABER
163
medcale,
1943,
EL ORDEN iMEDICO
Hamburger, La Puisance
et la Fragit,
164
SUJETO-SUPUESTO-SABER
funcin del sirviente que lleva a la mquina las informaciones, y sin duda garantizara tambin la funcin de publicrelations de la mquina. El hecho de que este sueo, que
tambin podra considerarse una pesadilla, pueda materializarse en parte en un futuro prximo, no debe impedir que
lo consideremos un mito.
El mito es el de un saberlo todo, un saber
absoluto,
que permitira el acceso a un saber total acerca del cuerpo
enfermo. Mito lo suficientemente apremiante como para
que los mdicos, que participan de ese mito general de la
ciencia, dejen de hacerse preguntas acerca de lo que constituye ese saber y sobre su metodologa. Al limitarse a hacer
la contabilidad del saber acumulado, la medicina se refiere
a su finalidad (el saber absoluto); da una interpretacin teleolgica de su constitucin progresiva. De modo que no
hay una historia de la medicina propiamente dicha, y los
mdicos se ven llevados a hablar de la evolucin y del
progreso de su ciencia y de su arte. Admiten sus aspectos
anecdticos, pintorescos, pero estos son siempre contingentes respecto de esa culminacin final que es un saber totalizador, hacia el cual no dudan que tienden las investigaciones emprendidas por aqu y por all; a tientas y a ciegas antao y en las culturas no occidentales, coherentes y organizadas de unos siglos a esta parte, en relacin con el perfeccionamiento de la supremaca de la ciencia. "El tiempo como lo hace notar con exactitud Dominique Lecourt 5 no
tiene nada que ver. O mejor dicho: el tiempo slo puede
intervenir bajo la forma de la demora y de la
anticipacin.
La historia de la ciencia es slo un desarrollo, a lo sumo una
evolucin que lleva al conocimiento desde el error a la verdad; donde todos los conocimientos se miden de acuerdo
con el ltimo en surgir."
Al considerar que en ltima instancia no hay otra referencia que este saber absoluto y totalizador, que todo cono5.
D. Lecourt, Pour
1972, p. 11.
une critique
de l'pistemologie,
165
Maspero, Pars,
EL ORDEN iMEDICO
cimiento se evala en la medida de su coherencia con el discurso mdico, la medicina se cierra sobre s misma en un positivismo tanto ms riguroso cuanto que descuida incluso el
enunciarlo en trminos filosficos. Si se somete a la crtica,
es slo a la crtica interna, y no recibe elementos extraos
sino reducindolos a lo que no empaa su propia lgica. Es
fcil imaginar la ignorancia sistemtica de los saberes parciales que esta exigencia ha necesitado en el curso de los siglos: remedios de comadres y curanderos, de charlatanes y
brujas, medicinas extranjeras o exticas, cuyas experiencias
y recetas, despus de suscitar un movimiento de curiosidad,
terminaron siendo arrojadas al captulo de los maleficios demonacos, brujeras, prcticas mgicas o supersticiosas. El
escaso inters que se ha puesto de nuevo en todo ello se debe
exclusivamente a la conviccin adquirida de que todo eso es
integrable en una ciencia que ha llegado un grado suficiente
de madurez como para poder explicarlo todo. Sin duda se
espera que la hierba utilizada empricamente le confiese a
la ciencia su alcaloide; pero si no lo tiene habr que fiarse
del testimonio de quienes la utilizan? La seguridad con la
que se explica la acupuntura en terminologa de arcos reflejos, teora que siempre recibe los honores cuando aparece,
ignora deliberadamente que la medicina china se funda en
la oposicin de un principio femenino y un principio masculino, y que siempre se ha desentendido de la anatoma y de
toda localizacin precisa para la aplicacin de las agujas.
Pero es el colmo que se haya llegado a justificar la medicina
coprolgica del Egipto antiguo por un conocimiento intuitivo de la accin de los antibiticos presentes en los excrementos. Esta recuperacin de recetas y de prcticas, ms
complejas sin duda, por parte de la medicina contempornea en la medida en que puede comprenderlas, testimonia
ante todo la falta de inters de los mdicos respecto de los
intentos originales.
Habra mucho que decir, o mejor dicho que enumerar,
acerca de lo que la medicina contempornea ha perdido e ignora; por cierto que los mdicos no dejan de observar en
166
SUJETO-SUPUESTO-SABER
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EL ORDEN MEDICO
I. illich, Nmsis
medcale:
expropiation
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SUJETO-SUPUESTO-SABER
1 AO
EL ORDEN iMEDICO
Tambin la Iglesia rechaza los suyos cuando carecen de significacin espiritual, porque son sospechosos de ser obra de
la hereja o del diablo. Asimismo los milagros de la medicina
siempre son sospechosos de ser el efecto de una vil sugestin
cuando no se los puede interpretar en su orden, o cuando remiten a una comprensin demasiado vulgar. Razn por la
cual los empiristas, ensalmadores, curanderos, barberos, todos aquellos a quienes se puede juzgar de viso, siempre
constituyeron una casta aparte, una casta despreciada, en el
medio mdico. En casi todas las medicinas encontramos una
distincin anloga; estaban los verdaderos mdicos, que solan ser sacerdotes, poseedores de un saber verdadero, esotrico, a menudo religioso o mgico, el Xabu (Egipto), el Asijutu (Babilonia), el Won (China), el Echuri (Incas), el Simara (Tarascos), el Tetlamicailico
(Nahuatl). Y por otra parte
los que curaban, el Swan (Egipto), el Asutu (Babilonia), el
Y (China), el S ncoyoc (Mxico), el Xerhica (Tarascos), el
Ahemn (Mayas), el Ticil (Aztecas) 7 .
El esoterismo y el carcter religioso del saber mdico son
afirmados continuamente. Los mdicos deben preservarlos
porque "han recibido de los dioses los principios que nos
han transmitido". La prctica de la medicina sigue exigiendo
la prestacin de juramento, por curiosa que se haya vuelto
esta prctica en nuestra sociedad. El juramento dice explcitamente: "Colocar a mi maestro de medicina en el mismo
rango que los autores de mis das, compartir con l mi haber, y llegado el caso proveer a sus necesidades; sus hijos
sern hermanos para m, y si quieren aprender medicina yo
se la ensear sin salario ni compromiso. Har participar de
los preceptos, de las lecciones orales y del resto de la enseanza a mis hijos, a los de mi maestro, y a los discpulos vinculados a la ley mdica mediante un compromiso o un juramento, pero a nadie ms 8 ." Hace milenios que el modo de
7.
8.
170
SUJETO-SUPUESTO-SABER
Le Serment,
171
EL ORDEN iMEDICO
172
SUJETO-SUPUESTO-SABER
el estudio de la transmisin de la informacin necesaria para
la constitucin del animal (o del hombre) adulto, tanto en
el nivel morfolgico como en el de sus posibilidades de
adaptacin y reproduccin que es, digmoslo una vez ms,
un saber muy complejo. Sabemos que esta transmisin puede fallar, ocasionando mutaciones y anomalas genticas.
De todos modos, este saber no puede identificarse con el
saber cientfico, en particular mdico, y todo razonamiento
por analoga sera engaoso. El saber cientfico no tiene soporte gentico. Su nico soporte es el lenguaje. En este sentido, obedece a sus leyes. Al menos cabe decir que est contenido en el enunciado del discurso cientfico sin que pueda inferirse sin embargo que su enunciador lo sepa: el copista, el
que recita, pueden transmitir lo que ellos mismos no saben.
El sueo dice lo que quien suea no sabe, o no sabe todava.
El poeta, el sabio, el filsofo, no saben el alcance de lo que
enuncian. Toda formulacin, y sin duda ms que ninguna
otra una formulacin matemtica, tiene la peculiaridad de
que sus implicaciones y aplicaciones son mltiples, debido
al carcter intercambiable de los elementos que la constituyen.
De modo que el problema del saber de que un texto es
portador no es reductible al saber de quien lo enuncia. La
experiencia del psicoanlisis, que es una experiencia del discurso, es una experiencia donde se pone en evidencia ms
que en ninguna otra parte el hecho de que decimos ms de
lo que sabemos, y de que descubrimos que lo sabemos en un
momento posterior. Nos damos cuenta de que hemos hallado (en el sentido en que el hallazgo es el tropo, la figura estilstica) una respuesta (no necesariamente exacta) a una
pregunta que no habamos planteado. El problema del sujeto se desliza del sujeto que enuncia el discurso al sujeto contenido en el discurso mismo.
No por eso se supone en menor medida que el enunciador del discurso sabe lo que dice, y lo supone ms el que lo
escucha que el que lo pronuncia. De ah proviene la jerarqua del saber, particularmente notable en medicina. El en-
173
EL ORDEN iMEDICO
fermo supone que el mdico sabe ms que l (que su organismo), el mdico supone que el especialista, el patrn, sabe
ms que l, y el patrn supone que en alguna parte (en el
futuro) existir un saber totalizador. El elemento constituyente de esta jerarqua es el no-saber del organismo ante
su enfermedad; y por esa razn el mdico se ve promovido a la funcin de Sujeto-supuesto-saber. El mdico es ante todo mdico a su pesar, una exigencia que no es la suya, aunque l la comparte, lo ha elevado a ese puesto insostenible, la exigencia de una sociedad que en los juegos del
lenguaje ha experimentado la posibilidad de ejercer un dominio sobre un real cuya esencia permanece sin embargo
inaccesible.
Lo que Lacan llam "la funcin sacralizada" del mdico
est vinculada con ese poder del discurso, poder de constituir un Corpus que no es solamente de saber, a travs del
cual algo se propone y hasta se impone a quien tenga acceso
a l. Los psicoanalistas no debieran olvidar que sus pacientes los colocan de entrada en ese sitio instaurado por generaciones de mdicos, y que esto sucede cualquiera que sea el
deseo que los pacientes pueden afirmar en cuanto al rechazo
de una medicalizacin de aquello de lo que acaban de hablar. Porque siempre se trata de encontrar lo que el orden
del discurso (de todo discurso) permite modificar en su propio destino.
174
10
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EL ORDEN iMEDICO
perimenta. Habra que decir ms bien sufrimiento, trmino que incluye al dolor, pero designa de modo ms general
el estado de tensin interna que ha de culminar en una resolucin, especialmente en la crisis que seala el apogeo y el
fin de las afecciones agudas descritas por los autores antiguos. Sufrimiento, pues, con su connotacin de estar a
la espera*.
Ahora bien, no es en absoluto evidente que este estado
de tensin del organismo deba ser considerado exclusivamente bajo el ngulo del dolor. Cuando Leriche dice que la
salud es "el silencio de los rganos" olvida que la tensin del
deseo sexual (y la del hambre, etc.) no es por cierto el silencio de los rganos. Una buena salud sin deseo sexual, sin
hambre, sin sed, sin fatiga, sin necesidad de dormir, etc. es
decir, sin estados de tensin, no sera salud. Y esos estados
de tensin no son desagradables en s mismos, no slo en
funcin de la promesa de saciedad, de distensin, de una
descarga prxima, sino porque atestiguan una exigencia de
la vida. As que no es en absoluto ilegtimo hablar de una
erptizacin de las sensaciones coenestsicas, aun cuando nos
neguemos a incluir en ese trmino hechos de los que se beneficia el masoquismo.
De modo que sera abusivo pensar a priori que todo estado de tensin no espera ms que una resolucin, y sobre todo una resolucin mdica. Todos los mdicos conocen a
esas personas que tienen achaques continuos, y de quienes
nadie ni el mdico, ni el contorno, ni el interesado
mismo imaginara .que pueden vivir sin sus pequeas miserias. Ms an, hay casos en que una enfermedad accidental ms o menos grave transforma favorablemente las relaciones con el mundo de la persona que la padece, hasta el
punto de que temporariamente desaparecen graves manifestaciones neurticas o psicticas (cosa que no significa en
*
176
177
EL ORDEN iMEDICO
As que el deseo de reconocimiento es pues, antes que
nada, deseo de existencia; y para existir en el discurso mdico, y por consiguiente ante el mdico, hay que estar enfermo. Cierto que a veces no basta querer estar enfermo para enfermar, pero cuando eso ocurre no hay que extraarse
de que el deseo de curar no sea tan intenso como se pretende! No hay ninguna necesidad de que la consulta sea interesada (por razones materiales) para que est pervertida la
convencin implcita de una cura a solicitar. Alertado ocasionalmente de la existencia de una situacin as, el mdico
se descarga a veces de ella derivndola a un psicoterapeuta.
Con mayor frecuencia trata de manejar l mismo la situacin! Pero en la mayora de los casos se trata de una iniciativa condenada al fracaso, porque el enfermo desea precisamente ser reconocido slo en un sitio de enfermo, en el discurso mdico y en ninguna otra parte. Lo ms frecuente es
que mdico y enfermo sepan mediante una convencin tcita que, tras el tratamiento de una enfermedad, bien rotulada, se desenvuelve un juego cuyos elementos no conocen
muy bien, y sobr el cual es preferible echar un pdico, y
prudente, velo.
Sera abusivo transformar estos componentes de la demanda del enfermo en un elemento esencial de la consulta
mdica, introducindonos en una medicina psicosomtica.
Hay muchos otros: demanda de amor, provocar al mdico
para que haga una demostracin de maestra, agresividad
contra el hombre de ciencia y el burgus; demanda de que
la autoridad del mdico se interponga a modo de rbitro en
un conflicto familiar, etc. Por lo general, el mdico no ignora todo esto y se presta ms o menos de buen grado a lo que
se le propone, en funcin de sus tendencias personales y de
la nocin que tiene acerca de la funcin social del mdico.
Le sucede, y a menudo no sin riesgo, que se sale de la ortodoxia de su profesin haciendo practicar anlisis paraclnicos que ocupan al enfermo y le dan la impresin de que alguien se ocupa mucho de l; dando un calmante al nio que
alivia apenas la angustia de la madre; internando a un ancia-
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EL ORDEN iMEDICO
tambin puede considerar que ya en su grito el nio la engaa, finge necesitar algo cuando lo que busca es acaparar su
atencin, y tal vez de manera abusiva. Puede negarse a responder al grito del nio por esa razn, en funcin de principios educativos; o bien acepta entrar en el juego viendo en
el grito una demanda de amor a la que sera cruel y nefasto,
incluso en el plano educativo, no responder,. A partir del
momento en que la necesidad, por imperiosa que sea, pasa
por ese llamado que tiene lugar en el discurso maternal, deja
de ser un grito para convertirse en palabra, ocupa un lugar
en el lenguaje o ms bien en la lengua llamada, y con exactitud, lengua materna.,Se convierte en palabra, es decir, se
hace sospechoso de mentir.
Ingresar en el discurso es ingresar en el discurso del Otro
(que Lacan escribe A), porque es el Otro quien capitaliza los
significantes en los que ha de articularse todo, lo que no
quiere decir no importa cmo, puesto que el lenguaje es portador de las articulaciones especficas que lo constituyen En
l es reconocible la dimensin del engao, y lo reconoce la
madre, que con razn sospecha que el nio la engaa, la hace acudir para satisfacer otra necesidad que la que parece
prioritaria, para medir, por ejemplo, el poder que tiene sobre ella simulando dolor. Engao mutuo, porque ella misma, la madre, puede negarse a entrar en ese juego para no
dejar que el beb le imponga sus normas, o por razones puramente materiales, porque no est en condiciones o dispuesta a apaciguar, al menos de inmediato, las necesidades
del nio. As el hambre o la sed pueden engaarse con un
chupete o un sonajero, o hacindole acariciar el gatito. Es
un procedimiento que suele dar buenos resultados, y' que el
adulto utiliza consigo mismo cuando decide pensar en otra
cosa, cuando el asunto no marcha. El discurso tiene un poder considerable para desviar el deseo de su objeto, y los fetiches y sonajeros son incontables. De todas maneras, lo que
al comienzo no era ms que una necesidad inarticulada, introduce, al pasar por los desfiladeros del lenguaje la problemtica del Otro. Para el nio, el deseo de la madre (que se
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EL ORDEN iMEDICO
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Fiessinger, Le raisonnement
en
mdecine.
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EL ORDEN iMEDICO
El mdico no espera que el enfermo razone. Sin duda habla, pero no puede saber lo que dice. Porque lo que dice de
sus sntomas cobra sentido slo en el discurso mdico, y desde ese punto de vista lo que dice su cuerpo es ms seguro
que lo que dice su voz. Los signos clnicos comportan los
signos fsicos (y los signos paraclnicos), pero la sintomatologa subjetiva es sospechosa. Todo sntoma que pueda
lograrse por la sola voluntad del sujeto o por sugestin, todo sntoma pititico corresponde a la categora de la histeria y se sale del campo mdico propiamente dicho. No obedece a las leyes que conoce la medicina, lo cual lleva a la medicina a sacar la precipitada conclusin de que no sigue ley
ninguna, dado que las leyes de la pasin no pertenecen al orden de la ciencia. Las nicas leyes que conozca el mdico sobre los sntomas histricos son las de un juego que tiene sus
reglas, pero son las reglas de un juego que es el puro artificio
de la hipnosis y de la sugestin. Permiten, o al menos permitieron el lucimiento de talentos de prestidigitadores, donde
las histricas fueron las comparsas ideales de un juego de pasapasa, donde restituan, bajo la forma de sntomas, lo que
haba pesto all la medicina.
Las histricas no son las nicas que abordan la consulta
con esas pasines que las empujan a ofrecer sntomas al mdico, ese pasto a disposicin del deseo del mdico. Pasto o
ms bien cebo, porque el destino d la histrica consiste en
proporcionar un incentivo que no es seguido por el cortejo
de sntomas que retendra realmente la atencin del mdico.
Para el mdico el verdadero enfermo es el portador de una
sintomatologa no flotante, sino inscripta en su cuerpo y que
puede inscribirse en el saber mdico. En un primer, momento
la demanda del verdadero enfermo no se distingue en nada de la demanda de la histrica. Lo que trae es un conjunto
que se ofrece al examen, y el examen mdico tiene en cohn
con el examri universitario el hecho de recibir la sancin del
hombre del saber, que le otorga la inscripcin en ese orden,
con la responsabilidad consiguiente; o un rechazo, una imposibilidad de inscripcih, t o n la expulsin a la clase infe-
184
rior, la de la subjetividad. Todos sabemos que las leyes de admisin a los exmenes no obedecen solamente a una ponderada evaluacin de competencias, sino tambin a elementos ms
sutiles, donde la sumisin del examinado al orden establecido
y su seduccin no son factores desdeables. Esto para evocar
slo lo ms evidente de esta confrontacin con el examen cuya
costumbre nos hace olvidar lo que tiene de increble.
El examen no es slo una situacin encrucijada. Tambin
es una palabra encrucijada. J.P. Brisset, que fue Jefe de Polica y a quien todo el mundo considera como un loco, habla
del examen en su Grammaire
logique3.
"Je me exe mine ai. Tu te exe a mine a. Le sexe a mine
a. C'est le sexe la main ou la mine que l'anctre s'examinait, sexe mine ai. Mine a valu main. La main faisait mine
et minait le terrain. Che mine, chemine; che main,
chemin,
disaient galement:
ici, la main. Done le crateur de: Je
m'examinai, etc., disait: J'ai mon sexe la main, etc. C'est
en examinant son sexe que l'anctre faisai son examen, son
sexe la main, son exe mairi, son sexe main.
L'examen
du sexe est le premier que Yon subit en venant au monde*. '
Texto subversivo y loco, por cierto, Pero hay una lgica
del significante. Por haberla seguido, J.P. Brisset 'tiene al
menos el mrito de restituirnos una verdad primera, sobre
el primer examen, un examen mdico, jan examen sobre el
sexo que determina la inscripcin significante' para el registro civil y en el fantasma de los padres.
J.C. Morali, que dio este texto como tema de examen
3.
*
185
EL ORDEN iMEDICO
a sus alumnos de filosofa, tambin sigui esta lgica. Porque hubo de sufrir una sancin por parte de la Universidad... a causa de la presin de una personalidad extrauniversitaria que era... poltico, claro, pero adems mdico y
gineclogo!
Porque ocupa la posicin del examinador, de poseedor
del saber, el mdico coloca a su enfermo en una situacin dividida, que se traduce en primer lugar en la ruptura que se
produce entre el hombre y la enfermedad. El mdico no escuchar nada acerca de lo que la enfermedd despierta del
lado del fantasma, porque no est obligado a saberlo, salvo
para sospechar sus efectos que corren el riesgo de entorpecer
su intervencin i Por otra parte, el enfermo puede encontrar
satisfaccin en l situacin regresiva que le permite su estado, para limitarse a esperar que toda solucin a su fantasma, toda resolucin de tensin provengan de aqul en cuyas
manos se ha entregado.
La palabra clave de la demanda del enfermo es sufrimiento. "Sufre, muere o crate, pero sobre todo vive hasta
tu ltima hora" 4 , dice el mdico,. "Sufre un momento ms,
todo es cmbio, el eje da vueltas, mi corazn, sufre un momento ms" 5 , dira ms bien el psicoanalista. Es por azar
que Littr asocia estas dos citas? Sufrid, a menos que yo reproduzca su proximidad y. su lejana. Ms que un razonamiento, resuena la exigencia de la demanda que se nos dirige. No hay frmula que pueda oponrsele a sta como poseedora de la verdad. Slo se trata del modo como est hecho el odo que la escucha, del discurso del que es portador
quien puede escucharla. El ca va mal [esto no marcha]
del enfermo se inscribe en una continuidad, como en una
cinta de Moebius. Slo el enfermo explora la continuidad de
la nica cara de la banda. Pero slo colocndonos resueltamente de un costado, y excluyendo por consiguiente otra
lectura, podemos leer la demanda.
4.
5.
186
187
188
11
Discurso mdico
y discurso
psicoanaltico.
Lo que hasta ahora hemos expuesto, y que est constituido por elementos dispersos, es una cierta lectura del discurso mdico. Con qu derecho, es decir, desde qu punto de
vista es posible hacerlo, puesto que se podra objetar que el
discurso mdico es en s mismo suficientemente coherent,
y sus efectos son lo bastante poco discutibles como para que
nos abstengamos de hablar de l con otra intencin que la
de presentarlo como modelo?
Me he referido constantemente al psicoanlisis, especialmente a la enseanza y teorizacin de Lacan, y si no he tenido en cuenta siempre explcitamente sus formulaciones, era
porque me pareca ms importante mostrar que demostrar,
es decir poner en evidencia, que una lectura psicoanaltica
del discurso mdico permita despejar una cantidad de hechos que permanecen en la sombra mientras el discurso mdico sea el nico punto de referencia terico reconocido. Por
cierto que estos hechos no son ignorados y en muchos casos
han sido escritos y descritos, aunque sea parcialmente. Pero
en la mayor parte de los casos, se lo ha hecho con un espritu
polmico frente a la medicina; o bien se los ha sealado como fracasos y malentendidos que en su progreso la medicina
189
EL OftDEN MEDICO
J. Lacan, La Psychanalyse
l'envers,
190
Seminario de 1971.
y el significado que designa lo representado por el significante. Significante y significado son las dos caras de una
nica produccin, de modo que estn indisolublemente
.,
,
,
significante
,
,
unidos en la relacin
, como el anverso y el resignificado
verso estn vinculados por una relacin necesaria. No haremos aqu la crtica de esta aproximacin, y nos limitaremos
a recordar que no deja de suscitar algunas dificultades, especialmente cuando se trata de dar cuenta de aquello que se
subraya como lo que ha de ser la primaca del significante
para un estudio lingstico riguroso.
Lacan se aparta de los lingistas especialmente al consij
i
i ' significante, ,
,
derar que en la relacin
la barra que separa los
significado
dos elementos forma una barrera contra la significacin, en
lugar de constituirla. Por el contrario, la significacin procede de la relacin de los significantes entre s, de su secuencia,
del hecho de que constituyen una cadena significante, Cada
significante remite en primer lugar a otro, a los dems signi- >
ficantes, como una palabra del diccionario remite en primer
lugar a las dems palabras del diccionario. Cada uno de
ellos existe solamente en el sitio que le han dejado libre los
otros significantes, con los cuales no puede confundirse, o
al menos no puede hacerlo de manera duradera. Lo que disipa la confusin y permite que se constituya la significacin
es la trabazn, la secuencia de los significantes, que se organizan en una serie constitutiva del discurso.
De modo que el significante no cobra sentido sino en la
cadena de los significantes. No hay una relacin entre significante y significado. Lo que el significante representaos
un
sujeto, y esta representacin del sujeto slo tiene su consistencia por el sitio que ocupa entre los dems representantes,
es decir, entre los dems significantes. "El significante es el
representante del Sujeto para otro significante."Esta formulacin incluye el problema de la enunciacin, dado que la
eleccin del significante, de la cadena significante, modifica
191
EL OftDEN MEDICO
el modo de representacin del sujeto, constituyendo la escena donde se produce la representacin y los elementos que
habitan esa escena. As es como hemos podido hablar de
examen en contextos diferentes, que hacen de l en un caso una prueba mdica y en el otro una prueba universitaria.
Slo el discurso en el que est incluido le otorgar su significacin, y de ese discurso hemos de concluir por lo menos
que el sujeto que lo enuncia se encuentra en una problemtica mdica o universitaria, aun cuando en ninguna parte diga
Yo [Je]. En cuanto a J. P. Brisset, cuando habla de los exmenes, descompone el trmino en significantes ms primordiales, de donde deducimos que es un lgico del significante... o un loco.
Cuando Lacan coloca la barra sobre la S que designa al
Sujeto, escribiendo entonces 8, no slo hace un desplazamiento de la barra originalmente colocada sobre el signo,
que separaba el significante del significado. El Sujeto est dividido por ser a la vez sujeto del enunciado y sujeto de la
enunciacin. Se encuentra sobre todo en una doble relacin:
por una parte una relacin con la cadena significante, y por
otra una relacin con el objetos El objeto entendido, no segn la tradicin filosfica, como opuesto, como susceptible
de oponerse al Sujeto, sino como vinculado con l en el fantasma./El fantasma no es una produccin imaginaria a la
que cabra oponer la realidad, sino la indicacin de toda relacin posible entre el Sujeto que discurre y lo real que su
discurso tiende a circunscribir y a constituir como realidad.
El objeto as designado (como objeto a) deja en suspenso
el problema de su realidad. 'Ante todo es reconocible como
un sitio vaco, constituido por el Sujeto, sin que pueda referirse su realidad del solo hecho de su coalescencia con el objeto de fantasma. Su existencia slo es la que ocupa en el discurso que lo constituye.
El discurso comprende al Sujeto (S) en su relacin con el
objeto (objeto a). Se inscribe en la cadena significante S 1 (
S 2 , S 3 , S 4 , etc., entendindose que el significante Sl que representa al Sujeto (y no al objeto) ocupa en ella un sitio pri192
193
EL OftDEN MEDICO
otorgar al discurso del amo o maestro se debe exclusivamente al hecho de que es el discurso primero, el que da primaca
al significante S x , es decir, al elemento constitutivo de todo
discurso. El otro sitio privilegiado corresponde al discurso
psicoanaltico, que toma en cuenta en primer lugar al objeto
a como sitio del goce en tanto que el discurso del amo o
maestro no puede articular nada sobre eso.1
Allouch, Journes
de l'cole freudienne,
194
Lettres de l'cole,
1972.
195
EL OftDEN MEDICO
mo la tierra gira no es por eso menos verdadero. La retraccin de la subjetividad en el discurso del maestro se escribe colocando la 8 bajo la barra, para mostrar que el Sujeto r.o est manifiesto en el discurso:
'
. 8
'
'
s2
196
Si
^ s2
2 o . El discurso del universitario como obligada prolongacin del discurso del amo, privilegia la cadena significante
S 2 , es decir, el discurso constituido en saber. En la Universidad nos las tenemos que ver con l, porque en la Universidad se ensea el saber adquirido junto a los amos-maestros.
En la Universidad, son los profesores quienes leen a los
maestros, o se supone que lo hacen. En la mayora de los casos no leen otra cosa que documentos de segunda mano. Los
. estudiantes no lo hacen por s mismos, y si son invitados a
ello es para que recojan lo que los comentadores y transmisores hayan podido omitir del producto del trabajo del amomaestro. La funcin de la Universidad es recoger y transmi. tir el saber, entendido como informacin organizada, capitalizada, acumulativa.
<
La transmisin de ese saber, destinado a ser transmitido
de nuevo slo parcialmente y tras haber sufrido necesariamente a degradacin, no es un problema secundario. La
Universidad lucha contra lo que es una entropa del saber,
en el sentido en que hablamos de entropa de la energa. La
pedagoga se esfuerza por reducirla; no por eso la entropa
es en su principi mismo menos ineluctable, como lo es la
entropa de la energa. La pedagoga sirve para recoger y organizar los significantes S 2 , S 3 , S 4 ... entre ellos, sin privilegiar a ninguno, y sin recoger un significante nuevo salvo que
ocupe su sitio en el orden de un discurso constituido. De
modo que hasta cierto punto la Universidad obstaculiza el
advenimiento de significantes nuevos, si son destructores
del orden establecido. El saber constituido obstaculiza la to-
197
EL OftDEN MEDICO
198
S;
a
S
199
EL OftDEN MEDICO
200
pero a falta de ser recibido como tal, su discurso slo es considerado como remitindola a s misma, a su objetividad, a
su locura, a la hoguera donde se encuentran tambin los
hombres de ciencia, o al menos sus libros.
Queda lo que la funcin misma de la emergencia de los
significantes tiene por funcin enmascarar, su fantasma, su
relacin con el objeto a. Razn por la cual en la frmula
del discurso histrico lo colocaremos bajo la barra, bajo el 8:
8
_Sj_
S2
EL OftDEN MEDICO
al objeto del saber cn el que el discurso del amo lo ha constituido. Es lo que esboc en el captulo 2 refirindome a Ta
manzana. Para que podamos poner en evidencia su valor de
mero seuelo en el juego entre Jack y Jill tenemos que demostrar primero su escasa realidad como alimento, lo que
pone al descubierto su importancia en uno y otro de los protagonistas, en funcin de lo que podemos suponer sobre sus
fantasmas y sobre su relacin con un trasfondo cultural comn, que no es demasiado osado sospechar, dado que se da
por supuesto que hablan la misma lengua. As que si queremos conocer el fantasma personal de Jack y Jill tenemos que
hacer a un lado S 2 , el saber sobre el objeto manzana tal como puede conocerlo el discurso cientfico, y tambin el saber sobre el mito de la manzana. Colocamos a S 2 bajo la
barra:
a
' s f
De la colocacin del a en primer lugar, resulta la produccin de Sj como significantes en su relacin con 8. Lo
escribimos bajo la barra, porque all son reconocibles como
representantes del Sujeto en su divisin.. La frmula del discurso del analista se escribe:
a
S2
8
Sj
A partir de estas formulaciones sobre los cuatro discursos, no quisiera dejar de hacer notar que la posicin personal del mdico procede necesariamente de cada uno de ellos.
En lo esencial, es discurso del amo, en el establecimiento del
diagnstico y del pronstico, en la investigacin, en su constante posicin de conquista frente a lo desconocido de la enfermedad. Tambin es discurso universitario cuando a par202
203
12
Clnica mdica
y clnica
psicoanaltic.
EL OftDEN MEDICO
cin que se inclina hacia el lado del oftalmlogo si es mdico, y hacia el lado del ptico si no lo es. No es slo el cuerpo
mdico el que le impone esa condicin. Los psicoanalistas
mismos, al no identificar lo que hace la originalidad de su
propio discurso y de su clnica en relacin con la medicina,
se han dejado encerrar en esa alternativa. No han afrontado algunos el ridculo reclamando en pblico, como Marie
Bonaparte, que les sea otorgada una condicin comparable
a la de los cirujanos-dentistas y a la de las comadronas?
fAunque no se la considere menor, esta situacin subordinab a no es aceptable, porque no pone en evidencia el hecho de
que el psicoanlisis instaura un discurso diferente, y por
consiguiente una clnica diferente. I
En la prctica, los mdicos proclaman de buen grado que
es escandaloso que un psicoanalista tienda en su divn a un
enfermo que padece un tumor cerebral o una sfilis nerviosa
que justifican un tratamiento adecuado. A lo cual los psicoanalistas responden que es mucho ms importante la cantidad de neurticos e histricas sometidos a intervenciones
mdicas y quirrgicas inadecuadas, y que las consecuencias
de esos errores no son menos temibles, aun en el plano vital,
porque un neurtico puede desesperarse en vista de que su
demanda no es escuchada all donde debe serlo, lo cual puede llevarlo a soluciones desesperadas.
Estas acusaciones ponen en evidencia cierta mala fe recproca. Porque en la mayora de los casos no corresponde
imputar al analista la priorizacin de las causas psquicas
sobre los sntomas del enfermo. Es el mismo mdico, o la familia, quien recurre por propia voluntad a ese diagnstico
etiolgico demasiado cmodo, que slo se ha establecido en
razn de la exasperacin que provoca la persistencia de los
lamentos, cuando no se ha hecho un diagnstico mdico
propiamente dicho. As sucede que un enfermo es embarcado por su mdico en una psicoterapia improvisada, asociada
a una quimioterapia, o incluso remitido al psicoanalista, como podra remitrselo a un curandero, como ltimo recurso,
pero sin que se le hayan practicado anlisis elementales. En
206
este caso sera algo abusivo atribuir al psicoanlisis la responsabilidad de la actitud dimisionaria de ciertos mdicos
demasiado apresurados.
A la inversa, la multiplicacin abusiva de los exmenes
paraclnicos, de los tratamientos mdicos y quirrgicos en
los neurticos, muchas veces se debe menos a la incompetencia del mdico que a su creencia (ms ingenua que interesada) de que los efectos psicoteraputicos de una confrontacin del neurtico con realidades terminarn por tranquilizarlo, o al menos por disuadirlo de que acuda al mdico.
Cosa que no sucedera si los mdicos no estuvieran tan frecuentemente convencidos de que una cura psicoanaltica es
una empresa prolongada, misteriosa, cara y sospechosa de
charlatanismo.
A esta sospecha no le faltan fundamentos, porque el mdico slo conoce del psicoanlisis su ideologa o ms bien su
mito, difundido por el considerable nmero de quienes, como dice A. Lussier, "tienen prisa (...) un vez concluida su
formacin (...) por alejarse del psicoanlisis" 1 para volver
al ejercicio de la psiquiatra, o de la medicina llamada psicosomtica, aadiremos nosotros. Al invocar el factor psquico de toda enfermedad somtica y la complacencia somtica de toda neurosis, se practican azarosos arreglos
donde el eclecticismo teraputico hace las veces de doctrina
en medio de una confusin terica total. No cabe demorarse
en esta medicina que, bajo el pretexto de hacerse cargo del
hombre total, de hecho tiende a convertir al mdico en un
hombre-orquesta. Bajo la cobertura del militantismo teraputico, slo sirve para retornar a una prctica mdica y
psiquitrica tradicional, propia de quienes se hacen pagar
un viaje furtivo a una disciplina psicoanaltica que no tardan en olvidar o de la que se desvan. En principio, los sitios
donde coinciden mdicos y psicoanalistas son sin duda
aquellos donde puede decirse todo porque no hay posibili1.
207
EL OftDEN MEDICO
dad de rigor. En el mejor de los casos, son sitios de transicin donde se afirman vocaciones, y en el peor, cinagas
donde las veleidades se hunden. El simple desarrollo del
concepto de epistemosomtica dado por Lacan permitira
salir de esta divisin entre psique y soma, que el guin de
psico-somtica acaba de separar.
Ms all de los compromisos indecisos o interesados, est la gran incertidumbre doctrinal de loS mismos psicoanalistas en lo que concierne a la medicina. Freud se alej muy
poco a poco del vocabulario mdico, afirmando en reiteradas ocasiones que el psicoanlisis en rigor no apelaba a conocimientos de medicina; de modo que deba autorizarse su
prctica a quienes no eran mdicos. Tambin escribi: "En
sus comienzos el psicoanlisis fue slo un mtodo teraputico, pero quisiera que el inters de ustedes no se dirigiera exclusivamente a esta utilizacin, sino tambin a las verdades
que encierra nuestra ciencia, a las conclusiones que permite
extraer respecto de lo que concierne ms de cerca al hombre:
su propio ser, y por ltimo a las relaciones que descubre entre las formas ms variadas de la actividad humana 2 ."
Pero en gran mdida se sigue considerando que lo que
constituye el campo freudiano es una extensin interesante
pero facultativa del psicoanlisis, cuya vocacin esencial seguira siendo la cura de las neurosis y tambin de algunas
enfermedades mentales o no. La condicin del psicoanalista no mdico sigue siendo inferior en las instituciones psiquitricas y psicopedaggicas, donde trabaja bajo la responsabilidad de un mdico, y con la amenaza de que un reglamento administrativo ponga fin a lo que no es otra cosa que
una tolerancia, adems mal pagada. Cuando las autoridades
se oponen, como fue el caso de la fundacin de la Sociedad
psicoanaltica portuguesa, los analistas que no son mdicos
quedan excluidos.
Es cierto que sta no es solamente sumisin al poder m2.
S. Freud, Nuevas
ciones.
lecciones:
Aclaraciones,
208
aplicaciones
observa-
dico. Las sociedades psicoanalticas prcticamente no resisten el poder pblico: Acaso en tiempos del nazismo los judos no fueron apartados de la sociedad psicoanaltica alemana? Cabe preguntarse para qu sirve una sociedad psicoanaltica internacional si no es capaz de hacer respetar
una decencia elemental y si se presta a ser una mera correa
de transmisin de los poderes pblicos, como lo es tambin
la Orden de los mdicos. Estos no son acontecimientos anecdticos opacos, que podamos simular creer que no se reproducirn. Los psicoanalistas pierden toda posibilidad de resistir a los poderes cuando teorizan como criterio de normalidad la adaptacin a la sociedad. Al precipitarse a aceptar
la banqueta supletoria, el traspuntn que ofrece el Establishment, sobre todo mdico, pero tambin universitario, los
psicoanalistas adquieren sin duda alguna ventajas inmediatas, pero pierden lo que es propio de su vocacin. Por ese
camino, siguen la pendiente del discreto retorno al orden
mdico y universitario. El psicoanlisis impugna el principio
mismo de la funcin superyoica de un orden al que habra
que plegarse y adaptarse, y lo impugna tanto en su relacin
con los poderes pblicos como en las curas individuales.
El psicoanlisis subvierte la nocin misma de psicoterapia. La hipnosis y la sugestin eran la prolongacin directa
del discurso mdico, en el sentido de que el mdico influa
decisivamente en las ideas exactas que el enfermo tena que
tener en lugar de las suyas propias para que desapareciera la neurosis. No bastaba con terminar con sus contrasugestiones. No hay duda de que muchos analistas no
han hecho otra cosa que retomar esa posicin, considerando
que su funcin consista en darle al paciente la teora exacta
de su organizacin libidinal, y en terminar con las resistencias que se le oponen: con lo cual no hacen sino proponer
un adoctrinamiento ms sutil. Pero la teora psicoanaltica
no es un cuerpo doctrinario que habra que ensear, sino el
conjunto de pautas que permiten al analista escuchar al paciente. Este sufre por no poder decir lo que tiene que decir,
por no poder representar sus pulsiones sino bajo la formk
209
EL ORDEN MEDICO
210
de una histeria
2(1
(Caso
Dora).
EL OftDEN MEDICO
S. Freud, Interpretacin
de los sueos,
Madrid, Vol. VI y VII.
212
Obras Completas,
Bibi. Nueva,
rpida y fatal confirm infortunadamente lo que el psicoanalista haba estado en condiciones de suponer frente al neurlogo.
Seguramente hoy los psicoanalistas no formularan en
los mismos trminos los principios enunciados por Freud.
Pondran ms explcitamente en relacin con la transferencia las perturbaciones de la memoria de las histricas. Asimismo, en la historia clnica que Freud relata en la Interpretacin de los sueos, cabra recordarle que segn su propia
teora debiera haber previsto que la etiologa sexual no le
fuera revelada de inmediato. Dicho de otro modo, el error
de diagnstico que confiesa con vergenza (la misma vergenza que tuvo el enfermo para hablar de sexualidad) no
hace sino confirmar su teora, dado que sta no considera
que la etiologa sexual est en el origen de la neurosis sino
cuando se acompaa de dificultades en la rememoracin o
de negativa a someter los problemas sexuales al examen propuesto. Todo esto ya forma parte del juego de la transferencia y la contratransferencia. La amnesia de uno o la reticencia del otro son sntomas tan dignos de destacar como los
dems. No se trata de vencer los sntomas, sino de interpretarlos. La clnica psicoanaltica comienza ah, en las manifestaciones de la transferencia, en el sitio donde se detiene
la clnica mdica.
Sin embargo, los mdicos no ignoran la importancia de
la adhesin del enfermo a su mdico en trminos de confianza, sea que intenten favorecerla o que la desbaraten
cuando el enfermo, por miedo, desconfianza o pudor oculta
ciertos sntomas o se niega al tratamiento. Pero esta comprobacin tiene importancia slo como elemento contingente, inesencial para la prctica mdica propiamente dicha. La
evolucin de la enfermedad depende de que se observen los
ritos mdicos, independientemente de los sentimientos conscientes o inconscientes que el enfermo tiene hacia su mdico.
De modo que la clnica mdica se otorga, y con razn,
el derecho a transgredir todo lo que se refiera a las posiciones subjetivas del mdico y el enfermo. El mdico se sirve
213
EL OftDEN MEDICO
de la confianza del enfermo para obtener de l el mayor nmero de informaciones posibles, pero la obtiene tambin de
los familiares del enfermo, y usa su autoridad para imponer
todos los anlisis clnicos y paraclnicos que pueda, de manera de establecer su diagnstico con la mayor certeza y precisin que cabe. Asimismo, decide lo que conviene hacer en
funcin de criterios mdicos que slo l conoce, y se empea
en que sean aceptados, reservndose la libertad de minimizar el riesgo de la solucin que haya adoptado (para no despertar la angustia de su paciente), y de trazar un cuadro
sombro de lo que suceder si no se cumplen sus indicaciones, con el fin de lograr el consentimiento. En nombre del
principio segn el cual el saber est en el mdico y la ignorancia en el enfermo, queda justificado que decida como
dueo absoluto, y nadie pone en duda que l sepa mejor que
cualquier otro dnde est el bien de su enfermo, ni que l
no pueda desear sino su bien.
La clnica psiquitrica no difiere en lo fundamental de la
clnica mdica. Ah tambin lo que importa es obtener la
mayor cantidad posible de informaciones, y se renen las de
la familia y las del asistente social, con tanto o ms respeto
que lo que el enfermo dice. En gran parte, este mtodo es
propio del interrogatorio policial. Lo cual no excluye ni los
mtodos de intimidacin ni la astucia. A veces se ha comparado el interrogatorio psiquitrico con las corridas, donde se
espera al toro en ciertas encrucijadas, se preveen sus reacciones, se sabe que arremeter contra lo que lo enfurece, ofrecindose as a la estocada, al trmino de un combate que no
es un duelo y cuyo resultado es previsible. Estos brillantes
combates han atrado gran cantidad de espectadores y han
hecho la gloria de los grandes clnicos. Actualmente, en ellos
es de cierta utilidad el empleo del saber psicoanaltico. Permite al menos agitar un trapo rojo ms. Pero aqu el psicoanlisis est puesto al servicio de un proyecto que no es el suyo, sino el proyecto mdico. Aqu slo se trata de justificar
el encierro, al menos en una categora nosolgica preparada
de antemano. Este mtodo tambin tiene sus lmites. No to-
214
dos los locos son buenos toros, y la clnica psiquitrica siempre ha padecido el hecho de estar centrada en torno de lo
que constitua su momento de gloria: la presentacin de enfermos interesantes por el patrn, brillante torneo cuyo
reflejo se esforzaban por dar los mdicos jvenes al presentar enfermos en las oposiciones. Las obligaciones de la espectacularidad privilegian a ciertos enfermos, y en cada uno
de ellos lo que se ofrece a la vista. La complicidad de los toros puede dar ms brillo al espectculo, tambin para ellos
es el momento de gloria en el montono mundo del asilo.
Lo que sucede en una consulta pblica necesariamente est
marcado por la autosatisfaccin que saca cada cual, tanto
el clnico como el enfermo, de haber tenido una actuacin
brillante, y los espectadores de haber experimentado el estremecimiento de una aproximacin a la locura y el sentimiento de haber comprendido algo de ella.
Lo que no pasa por las candilejas es ms desconocido para la clnica psiquitrica. Asi no se ve que el loco aprende
rpidamente lo que debe confesar de su delirio y lo que debe
criticar en funcin de lo que quiere conseguir de los psiquiatras. Sin embargo, lo aprende igual como aprende el
delincuente lo que le interesa callar a confesar a la polica.
Sabemos que existe ese juego, sin ms, en tanto viene a inscribirse en las reglas que impone la clnica psiquitrica.
Claro que para dar cuenta de l existen trminos apropiados: desconfianza, simulacin, autismo... otras tantas etiquetas que se agregan al historial del enfermo. De modo que
la clnica psiquitrica no puede conocer sino los sitios que
ella misma ha constituido, como aquellos donde sabe que el
otro ir voluntariamente a dar el traspi. Sitios constituidos
por el discurso dominante del que el psiquiatra es portavoz
advertido.
El sitio donde aparece el sntoma no es ni puede ser independiente de su encuentro con el discurso del Otro, y esto
es igualmente cierto al dirigirse al psicoanalista, al mdico
o al psiquiatra, dado que el Otro, el que Lacan escribe A
mayscula, contiene el "tesoro de los significantes", es decir,
215
EL OftDEN MEDICO
217
EL OftDEN MEDICO
218
dirige sobre todo a poner en evidencia su organizacin fantasmtica, en una permanencia que anuda su historia con su
vida actual.
Debido a que se centra en torno de la posibilidad de iniciar y proseguir una cura, la clnica psicoanaltica pone en
cuestin la demanda del paciente, dado que la prosecucin
de la cura depender en todo momento de ella. Desplegado
a travs de la enumeracin de sus sntomas, de sus angustias, de sus desdichas, el deseo del paciente, en lo que se refiere a su curacin, es todava menos evidente que en medicina. Segn Freud, la neurosis es la solucin ms econmica a los conflictos. De manera que cabe esperar que la neurosis se defienda, resista al anlisis que impugna una organizacin neurtica que slo comporta aspectos negativos y
penosos. Los mecanismos que presidieron la represin siguen funcionando en la edad adulta tanto como en la poca
en que su funcin fue determinante. Ni la teora ni la prctica psicoanaltica permiten suponer que la cura pueda desarrollarse sin dificultades.
De modo que la cuestin para el psicoanalista consiste en
saber qu es lo que determina a alguien a consultarle. Es digno de ser destacado, aunque no de extraar por lo que hemos visto, que no sea el trmite mdico habitual lo que decide en la mayora de los casos las curas analticas a iniciar.
Digno de destacarse, porque los mdicos estn sobrecargados de neurticos, psicosomticos, funcionales y otros, que
los importunan porque se puede hacer poca cosa por ellos,
y a quienes el psicoanlisis les ofrece una salida que al nivel
de la sintomatologa tradicional es, en ltima instancia,
mucho ms eficaz que la mayora de las especialidades mdicas a las que los mdicos no vacilan en recurrir. No es de
extraar sin embargo que por lo general se recurra al psicoanalista en casos extremos, despus de que ha fracasado todo
otro intento teraputico, y en las peores condiciones, ms o
menos como quien aconseja un peregrinaje a Lourdes o una
visita a un curandero. El psicoanalista consultado en esas
condiciones es una especie de mago moderno, respecto de
219
EL OftDEN MEDICO
quien se consiente en suponer que posee recetas inexplicables pero tal vez eficaces. En esas condiciones llega el paciente, portador de un discurso que en modo alguno es el suyo,
sino el ambiguo discurso del mdico que slo a pesar suyo
se resigna a esta confesin de derrota de la ciencia de la que
es portavoz. El psicoanalista suele verse, las ms de las veces, en la alternativa de tener que aceptar una situacin difcil, en la que el paciente es el intermediario de una partida
que en realidad se juega entre el mdico y el anlisis, cuando
no el mismo analista, o bien de tener que instaurar bases
nuevas para la empresa analtica, con el riesgo de contradecir a su interlocutor... y de alienrselo. Porque no es fcil
pasar del discurso mdico al discurso analtico ni para el paciente ni para el mdico, sean cuales fueren su buena voluntad y su apertura a una disciplina que le es fundamentalmente ajena.
En funcin de los criterios mdicos tradicionales, es difcil discernir lo que determina a alguien a solicitar un anlisis. Nos enteramos de que lo que ha desencadenado la decisin es la muerte de un familiar, el matrimonio de una hermana, el anlisis de un amigo, el azar de una lectura o el final de los estudios, cuando no la resolucin de una antigua
situacin conflictiva, la curacin de una enfermedad orgnica, etc. Una persona que haca tiempo que pensaba en hacer
un anlisis pero que no crea en l se decide a empezarlo
el da que se entera de que su marido no es el hijo de su padre legal! Otro, acostumbrado hace tiempo a llevar cuernos,
resignado ya que no consentidor, descubre de pronto que la
situacin es intolerable al leer una carta del amante de su
mujer: est llena de faltas de ortografa, cosa que evidentemente no se puede soportar cuando uno mismo es profesor
en letras! Podramos multiplicar al infinito los ejemplos que
un mdico escuchara como pertenecientes al orden de lo
anecdtico, de lo pintoresco, pero donde el psicoanlisis ve
hechos que revelan las fallas de una estructura. Por lo general el paciente no les da importancia porque no espera que
eso sea lo que se escucha de su discurso, y tambin porque
220
no puede hacer nada con ellos. Insignificantes por el momento, esos hechos aparecern como significantes y sintomticos desde el punto de vista de un discurso psicoanaltico
que queda por instaurar.
La clnica psicoanaltica pasa mucho menos que la clnica mdica por lo que entra en las categoras nosolgicas que
definen lo patolgico. Sin embargo, no toma en cuenta el
sufrimiento del sujeto, en tanto identificado con el dolor
que experimenta: la organizacin neurtica soporta el dolor, se sostiene sobre un masoquismo no desmentido por el
lamento del interesado, ni por la afirmacin de que aspira
slo a una vida mejor que la que le es impuesta. Es ms fcil,
y hasta hace ms feliz, contentarse con el espectculo del
propio dolor que con las ambigedades del discurso que se
puede enunciar a partir de la propia posicin subjetiva. A
quien viene a ofrecerse como espectculo, o a proponerse
como objeto a la demostracin del supuesto poder del analista, ste no puede oponer sino su negativa a entrar en el
sistema neurtico constituido. Esta negativa, es decir, su silencio, es lo que permitir que la cura se desarrolle.
El problema de la transferencia est presente en los primeros pases de armas que constituyen las entrevistas preliminares. En ellas analista y analizante se miden, toman posicin y evalan si se entienden. Las razones de nivel tcnico,
de inters cientfico que despierta el otro, que predomina en
la consulta mdica, no sirven de coartada suficiente para decidir iniciar una cura psicoanaltica. El mdico puede pretender acallar sus sentimientos personales, y el enfermo puede
aspirar slo a encontrarse con el mejor especialista, pero la
cohabitacin de varios aos que implica un psicoanlisis no
puede decidirse sin prever el modo en que se establecer.
Transferencia y contratransferencia tienen ya su sitio, lo
cual no significa amor ni confianza, sino ante todo posibilidad de entrever que la partida no est jugada de antemano,
y que su inters se sostendr. En estos primeros encuentros
intervienen muchos elementos contingentes, que determinan
la decisin de anlisis y tambin la eleccin del analista. No
221
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misma. El del gran Otro como sitio donde se encuentran capializados los significantes, donde puede inscribirse su sufrimiento, que no puede saber por s mismo qu es. La aventura mdica aspira a responder a esta demanda con el objetivo
de suprimirla. En efecto, cesa desde el momento en que la
medicina se encarga del enfermo, dado que no es ella la que
condiciona la prosecucin o interrupcin de la intervencin
mdica, sino una lgica que se desprende de lo que la medicina sabe de la enfermedad. En cambio, con el analista, el
motor de la cura es el mantenimiento de la demanda, y su
saber no aspira a ser reductor, puesto que de ejercerse como
un poder, aunque fuera poder de curar, no podra sino reducir esa demanda.
En su tesis5, J. Guey estudi los efectos de una colaboracin confiada y esclarecida por parte de mdicos y psicoanalistas en torno de un sntoma especialmente notable, el
ataque de epilepsia: el gran mal, el mal sagrado, la enfermedad de los comicios. La medicina se organiza necesariamente alrededor de la desaparicin del sntoma, y tambin alrededor del trazado electroencefalogrfico, esa escritura de la
enfermedad de la que sabemos, sin embargo, que no es ni
constante ni significativa de modo absoluto. Al mdico le
importa poco si el enfermo soporta bien sus crisis, si le importunan poco, si no las busca incluso a modo de autoestmulo. Tampoco las graves perturbaciones psquicas que
suelen acompaar la desaparicin de las crisis inciden mucho en las decisiones teraputicas. Sin embargo, lo ms
notable es el lugar subalterno que la medicina y las familias
otorgan al psicoanalista, a pesar de la indiscutible influencia
de los episodios sucedidos en la vida del epilptico, especialmente de las aproximaciones psicoteraputicas. El que
da las rdenes sigue siendo en todas las circunstancias el mdico, pese al carcter a menudo frustrante de los tratamient o s mdicos.
5.
225
du sujet: L'pilepsie,
tesis,
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13
Semiologa
clnica y
semitica.
A partir de la comprobacin de que el trmino semiologa no tiene la misma acepcin ni cubre una prctica comparable en medicina y en lingistica, hay una cuestin que no
puede dejar de plantersenos. Sin embargo, en una y otra
disciplinas la semiologa aparece definida como ciencia de
los signos. De esta advertencia preliminar podemos deducir, al menos, que los mdicos y los lingistas no tienen la misma prctica ni la misma nocin, ni de la ciencia
ni de los signos. Una vez que hemos puesto de relieve el hecho de que estas palabras no tienen la misma significacin
en la boca de un mdico y en la de un lingista, evidentemente nos vemos llevados a reintroducir el problema del Sujeto que habla. Pero no nos referimos a una categora idealista del Sujeto, porque el Sujeto del que se trata es el que
puede definirse como el que emite determinado discurso, ya
sea mdico o lingstico.
Podramos al menos afirmar desde ahora que la ambigedad que acabamos de poner de relieve es por s misma
un signo: signo de una evolucin doble y paralela del concepto signo de la que conviene tomar nota. Evolucin que
no deja de transparentarse, si no en la definicin, s al menos
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en el empleo de los trminos, dado que los mdicos contemporneos hablan casi exclusivamente de semiologa, mientras que los lingistas hablan indiferentemente de semiologa y de semitica (como lo hacan los antiguos mdicos).
Reunidos, ya que no por las mismas cosas, s al menos
por las mismas palabras, mdicos y lingistas no se encuentran. Mejor dicho, si los epistemlogos contemporneos se
han interesado mucho por la medicina, como lo apunta con
exactitud Dominique Lecourt, se han encontrado sin respuesta. En efecto, los trabajos de los epistemlogos no han
modificado en nada la semiologa mdica. No cabe duda de
que no es apta para ser modificada, y desde este punto de
vista, podemos situar la epistemologa contempornea en la
tradicin filosfica, no apta para modificar el curso de la
ciencia. Pero en estas condiciones queda por preguntar si este trayecto de sentido nico no da a la crtica epistemolgica
una garanta cientfica para una elaboracin que no lo es necesariamente.
Creo interesante plantear algunos problemas en torno
del trmino sntoma. En su libro Nacimiento de a clnica,
Foucault se detiene en l, no sin algn embarazo. El sntoma, dice, es una "capa primaria indisociablemente significante y significada 1 ." As que la relacin s ' n ' ^ c a n * : e q u e
significado
los lingistas conciben como constitutiva del signo no sera
aplicable al sntoma, lo que parece sealarlo como el sitio
donde se cruzan significantes corporales y lingsticos, y
merecera ser desarrollado, especialmente a partir de lo que
sobre ese tema nos aporta la clnica de la histeria. No quedamos ms esclarecidos cuando Foucault aade: "Es la soberana de la conciencia la que transforma al sntoma en
signo 2 ." Aqu la conciencia aparece identificada en cierta
medida con la mirada mdica, con ese acceso a lo visible
del que sabemos que Foucault convierte en el momento
1.
2.
M. Foucault, Nacimiento
Ibid.
de la clnica,
228
op.
cit.
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enciclopdico
de las ciencias
del
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.. S 2 S 3 S 4 ...
El abuso en que incurre el historiador al destacar el nombre del autor no se debe, sin embargo, al hecho de que denuncie el discurso cientfico en lo que pretende ser, esto es,
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S. Freud, Observaciones
psicoanalticas
sobre un caso de paranoia
(Caso
Schreber),
S. Freud, Cinco psicoanlisis,
Anlisis de un caso de neurosis
obsesiva
(Caso El hombre de las ratas).
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el Sujeto se apoya en su fantasma, el objeto a. Es evidente
que antes del psicoanlisis, a partir solamente de la clnica,
ya se saba que la histrica produce los sntomas a partir de
su subjetividad (S
S x ). Lo que el psicoanalista ha mostrado es que la verdad de la posicin subjetiva queda al descubierto colocando al Sujeto (8) en relacin con su relacin
enmascarada con el goce 8 O a. C o s a que permite escribir as a la histrica:
a
En cuanto al delirio, sabemos hasta qu punto puede cobrar las caractersticas de un razonamiento riguroso, as como los trminos y hasta el aparato del discurso cientfico.
De l no diremos que se distingue de este ltimo porque sea
falso, sino porque constituye una teorizacin
del goce del
Otro. De modo que al discurso que ms se aproxima es al
discurso psicoanaltico (razn por la cual la comparacin
entre teora y delirio ha surgido de la pluma del psicoanalista y no de la del cientfico). No es nuestro propsito aqu
profundizar en este problema. Limitmonos a decir que el
problema merece seguir planteado en todo momento, porque no se puede pretender que el psicoanalista (sin duda gracias al psicoanlisis didctico) no est subjetivamente implicado en las interpretaciones que da, a diferencia del psictico que proyecta sus propios fantasmas. Esto sera remedar
el discurso cientfico en su pretensin de hacer a un lado la
subjetividad del sabio, y volver implcitamente a una ideologa del Sujeto a salvo de su dependencia respecto de los
significantes que lo constituyen, idealmente libre.
4. Sobre los trabajos de los epistemlogos.
El modelo casi exclusivo que han tomado los epistemlogos es el del discurso cientfico, al menos ese discurso tal como se da en su
forma acabada, presentable, una vez que ha logrado velar
el problema del Sujeto. Esto los condena a no tener en cuen-
240
S!
Volvamos a nuestro Sujeto: el hecho de que el Sujeto haga su aparicin, y ocupando el primer lugar en el discurso
(como sucede en el caso de la histrica) no basta para condenar como incoherente ese discurso. Precisamente lo que ha
mostrado el psicoanlisis es su coherencia, al revelar que las
articulaciones significantes funcionan en el inconsciente que
est estructurado como un lenguaje, tal como lo ha mostrado Lacan, retomando la teora de los descubrimientos especficamente freudianos. Lo que se pone en evidencia con
la histrica, es que no se la puede dejar de ver subjetivamente comprometida, que su discurso es dirigido por un Sujeto
a Otro que lo escucha, y que en l funcionan todos los juegos_.de la seduccin, la provocacin y el odio. Comprendemos que al epistemlogo, le repugne poner en peligro la serenidad de que goza en las bibliotecas, pero no es motivo
para condenar al discurso de la histrica por su incoherencia, para convertirlo en una especie de no-discurso.
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14
No hay relacin
mdico-enfermo.
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Tesis de A. Chauvenot, Pars, Centre d'tude des mouvements sociaux, febrero de 1973, p. 5.
Bulletin de l'Ordre des mdecins, junio de 1972, p. 111 y ss.
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no pagan a su mdico merecen antes el desprecio que la venganza.,. Vuestras pretensiones en cuanto a salarios han de
limitarse a lo necesario para perfeccionaros en vuestro arte.
Os conjuro a no comportaros de modo inhumano en ese
sentido, a despreciar los bienes y riquezas superfluos y a
brindar gratuitamente vuestra atencin en ciertos casos,
prefiriendo dejar a los enfermos un recuerdo agradecido a
aseguraros mayores ingresos (...). El buen mdico trabaja
con todas sus fuerzas para no cometer faltas (...). Para lograr tratar a los enfermos de modo irreprochable no descuida nada, aun en presencia del ms msero de los indigentes,
porque es a la vez justo y l e a l 3 . "
La actitud del mdico ante el dinero puede leerse de dos
maneras. En el nivel ideolgico, con su falta de avidez de ganancia y su consentimiento en atender gratuitamente, se
construye la imagen de un hombre entregado a la ciencia y
a la humanidad. Esto puede remitir a un procedimiento publicitario banal, como el sugerido en Knock (da de consultas gratuitas-cuidados brindados a una pobre). La ciencia
mdica saca ventajas de ello, por las posibilidades que da la
concentracin de un gran nmero de enfermos indigentes y
de mdicos competentes. Michel Foucault da ejemplos donde se confiesa, clnicamente, la esperanza de que los descubrimientos realizados en el hospital incidan en la prctica
liberal 4 .
Es indudable que los mdicos piensan que stas son consideraciones contingentes respecto de lo que funda la relacin de dinero entre mdico y enfermos, un poco porque no
quieren saber nada de estos aspectos un tanto srdidos. Y,
sobre todo, porque en ltima instancia slo aceptan la idea
de Hipcrates, segn la cual el enfermo adquiere el sentimiento de que existe un contrato, porque al pagar los honorarios compromete al mdico mediante la conciencia que le
da de que tiene deberes para con l.
3.
4.
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7.
8.
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Es lo que saba aquel charlatn que en la plaza pblica alababa las virtudes del curalotodo; y tambin el curandero
que daba a entender la existencia de un discurso mstico, como lo hace notar una vez ms P. Benoit 9 .
El medicamento tiene en primer lugar un efecto placebo.
Es decir, todo medicamento, incluso cuando es biolgicamente inactivo, puede comportar remisin y cura en una
proporcin apreciable de casos que pueden superar el 2 0 % .
Todos los mdicos lo saben, y los investigadores no dejan
de tenerlo en cuenta en sus experimentos sobre un medicamento nuevo. Pero es para poder eliminar una causa de
error sobre la apreciacin de la eficacia del medicamento y
no para tratar de comprender nada. Tenemos aqu un ejemplo especialmente llamativo de un hecho indiscutido, inabordable para el discurso cientfico. Multiplicar las experiencias que se refieren al efecto placebo confirmara el hecho sin informar de nada ms. En el mejor de los casos, el
mdico considera que el medicamento es la promesa de un
plus de goce para su enfermo, una promesa de curacin.
No sabe, no puede saber, que el placebo es ya un plus de
goce para el enfermo, porque es algo que se le debe y que
le es restituido bajo la forma banal de un comprimido, del
que slo sabe que es portador de un producto qumico, de
nombre complicado, que el enfermo ignora y que el mdico
y el farmacutico no conocen mucho mejor. Es su mismo
misterio quien le confiere la condicin de objeto a y asegura su eficacia en tanto placebo.
El medicamento conserva ante el pblico su funcin de
objeto sospechoso, en tanto empeado por su ambiguo papel respecto del goce esperado. No hay medicamento que no
pueda servir como objeto toxicomanaco. Prohibido sin receta, controlado, reglamentado, el medicamento pertenece
al orden de lo mdico. Consumido sin receta, o gracias a un
juego de recetas libradas por varios mdicos, el medicamento sirve a los toxicmanos. El ms antiguo de los medica9.
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mentos, la triaca, deba sus efectos principales a los opiceos. Todos los medicamentos llamados psicotropos, ese refugio contra los fracasos de la medicina, tienen por igual el
destino de servir tanto para la intoxicacin del enfermo como para su alivio. Son portadores de la funcin del objeto
a. Estn verdaderamente en el lugar de lo que no puede
darse. Hace falta cada vez ms para conseguir el efecto que
evidentemente una pequea dosis no pudo lograr. Tambin
suelen padecer la vocacin del objeto a, la de terminar en
el cubo de la basura. No slo los psicotropos, sino tambin
todos los medicamentos cuya principal funcin ha sido la de
procurar un beneficio que se esperaba en otro lugar. La fantstica mezcla de medicamentos que esperan en la farmacia
familiar antes de ser arrojados a la basura, procede de esa
funcin del objeto a de ser un objeto a tirar.
El mdico no puede y, sobre todo, no quiere saber nada
sobre el efecto placebo. No ve en l otra cosa que el soporte
charlatanesco de la sugestin, de procedimientos extracientficos, indignos de l. A veces ocurre que hace uso de ellos,
a falta de un tratamiento eficaz, pero no se jacta de ello, y
menos en los congresos mdicos. Aun cuando su honestidad
le haga decir a su enfermo que la medicina no puede prcticamente nada, que la enfermedad evolucionar sola en sentido favorable o desfavorable, no por eso dejar de darle al
menos una pequea lista de medicamentos. Y, como hay
que observar el rito hasta el final, el enfermo los comprar,
se los tomar, y la Seguridad social los reembolsar.
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antomo-clnicos del siglo XIX, independientemente del nacimiento del humanismo occidental, del Renacimiento, de la
dominacin del discurso cientfico. Y sin duda es el cuestionamiento del humanismo occidental lo que explica que en la
actualidad las controversias sobre la medicina se hayan
vuelto apremiantes. Sin embargo, convertirlo en un aspecto
particular de la ideologa que le es contempornea sera reducir el problema de la tica mdica. Las preocupaciones
humanitarias y caritativas que manifiesta la medicina occidental se han atribuido a la influencia del cristianismo. Pero
mucho antes de que San Gregorio fundara los primeros hospicios cristianos en Cesarea, el rey Prijida en la enumeracin
de sus buenas acciones poda incluir la fundacin de dieciocho hospitales destinados a los indigentes. Paralelamente, la
conmiseracin budista llegaba a edificar dos clases de hospitales, unos para hombres y otros para animales 1 . Sin embargo, el inters por los hospitales no es una peculiaridad
extica. En Francia una epizootia tuvo que arrasar el sudeste
del pas para que la fundacin de la Sociedad Real de medicina en 1776 pusiera en cuestin los privilegios de la Facultad de medicina.
La ideologa que sostiene una tica (humanista, cristiana
o budista) es una superestructura. Pero tampoco se podra
reducir la accin mdica al inters que en ella encontraran
quienes fueron sus autores o comanditarios. La nocin de
epidemia, que podra explicar la preocupacin interesada
por cuidar pobres y animales es una nocin antigua, pero la
de contagio lo es mucho menos, y era muy vaga. De todos
modos el auxilio mdico se extenda a enfermedades no contagiosas y no se limitaba a la segregacin de los enfermos.
Es probable que el horror que inspiran el rostro y las llagas
de los leprosos haya sido ms determinante del origen de las
leoproseras que el miedo a la contaminacin. Haba que sealar al monstruo y quitarlo de la vista, curndolo o ence1.
de la mdecine
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dans l'Antiquit,
Hachette,
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conciencia que el terapeuta empedernido" 3 , dice J. R. Debray, de quien, sin embargo, es difcil sospechar que tome
actitudes crticas respecto de los mdicos. Jean Bernard nos
da la razn de esta actitud: "Por lo general, parece deseable
que el mdico encargado de tratar nios leucmicos distribuya su vida entre sus enfermos y sus investigaciones experimentales (sic). La investigacin
cientfica proporciona
al
mdico un refugio necesario, la justificacin
indispensable4;
le permite soportar todas las penas que genera la enfermedad mortal..." No dudamos de que el mdico necesita espritu de investigacin para evitar una compasin intil: es una
de las necesidades de desubjetivizacin constitutivas del discurso del amo. Pero este espritu de investigacin llega muy
lejos. Hay adultos, y sobre todos hay nios, a quienes se
mantiene en una supervivencia dolorosa que no tiene otra
justificacin que el espritu cientfico del mdico. La expresin investigaciones experimentales que emplea J. Bernard
seguramente es ms apropiada que la de investigacin clnica. Los enfermos y la familia no se engaan respecto del
papel de cobaya que le hacen desempear a su hijo bajo la
inadmisible coartada de un descubrimiento cienffico intercurrente que podra salvar al nio, condenado de todos modos a una vida dbil y miserable. El impresionante cortejo
cientfico atrae la adhesin del pblico, mdico o no: Cmo retirar a un nio de un servicio altamente especializado,
si se sabe que retirarlo es condenarlo a muerte en un plazo
breve? Cmo se negara el equipo mdico a aprovechar la
oportunidad excepcional de extraer una enseanza inapreciable de una afeccin sangunea, renal, nerviosa o de otra
ndole? La sociedad no da acaso su garanta al aceptar pagar sumas altsimas, hasta de 1.000 francos por da, a veces
durante aos?
De la observacin a la experimentacin, del intento ex3. J. R. Debray, Le malade et son mdecin, op. cit. p. 80.
4. J. Bernard, Expuesto en el 1? Coloquio internacional de moral mdica,
t. II de los Travaux du Congrs, Masson. Cita extrada del Coloquio
de mdicos de Francia n? 132 (subrayado por el autor y por m).
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plorador al intento teraputico, slo hay un paso. Las irradiaciones atmicas sobre un grupo de ciento once enfermos,
de dudoso consentimiento, afectados de cncer generalizado, leucemias, enfermedades de Hodgkin, produjeron escndalo. Slo ulteriormente fueron denunciadas y estigmatizadas por el senador Kennedy 5 . Cabe preguntarse si estas
protestas virtuosas no son propias de periodistas y polticos
ms movidos por razones polticas que por razones humanitarias. En Estados Unidos se entregaron subsidios a enfermos de sfilis para que durante treinta aos no se cuidaran,
con el objetivo de seguir la evolucin espontnea de la enfermedad. Cierto es que este escndalo, que curiosamente slo
fue descubierto cuando hubo concluido la experimentacin,
afectaba a una poblacin de negros.
En los campos de concentracin nazi la experimentacin
humana se practic de modo ms sistemtico. Son de destacar las investigaciones sobre enfriamiento y tcnicas de recalentamiento. Los aprobemos o no, los resultados de estos experimentos son utilizables y utilizados por los mdicos. Sabemos poco sobre las actividades del Dr. Karl Clausberg,
porque la proteccin de justicia y de los expertos mdicos
(todos se declararon incompetentes) demor el proceso durante mucho tiempo. Finalmente, K. Clausberg fue hallado
colgado en su celda; la investigacin oficial estableci que
se trataba de un suicidio, pero los periodistas alemanes han
dejado entender que poderosas sociedades qumicas y laboratorios farmacuticos, para quienes en otros tiempos haba trabajado Clausberg, queran comprar su silencio.
"Quin mat a Clausberg? Tal vez simplemente el mismo
Clausberg" 6 . Es probable que actualmente utilicemos medicamentos que se beneficiaron con los experimentos humanos que practicaba Clausberg.
Mdicos alemanes participaron tambin en tcnicas de
5.
Washington
6.
Christian Bernadac,
p. 172.
mdicins
270
maudits,
France-Empire,
1967,
esterilizacin; Victor Breck, por ejemplo, que para defenderse dice haber querido salvarlos de la muerte. Tambin
puso en prctica tcnicas de eutanasia, sin duda para proprocionar una muerte menos dolorosa a quienes de todos
modos estaban condenados. No se trata de hechos mostruosos. Acaso en Francia el Dr. Guillotin no debe su celebridad a la puesta en marcha de una mquina eutansica que
sigue funcionando* ?
La conmiseracin mdica dirigida a los condenados por
derecho pblico, as como a los condenados por enfermedad, tiene aspectos extraos. En 1971 7 la Gazette des Hpitaux publicaba una editorial de J. Duchier titulado Una
muerte para nada. Vale la pena destacar el pasaje siguiente:
"...Por qu razn los condenados a una privacin de libertad, que puede llegar a la pena de muerte, bajo el pretexto de la integridad personal, no pueden ser utilizados con fines cientficos? A esto se suele responder que el condenado
ya no dispone de su libre arbitrio para decidir libremente;
pero consinti en permanecer tras las rejas o en dejarse cortar la cabeza? Desde el momento en que la sociedad ha decidido un castigo definitivo, ste ha de ser utilizado del mejor
modo posible. Claro que no se trata de proponer un negocio
asimilable a un trfico de indulgencias, sino de obtener
por este medio una revalorizacin del individuo. Para un
criminal empedernido el hecho mismo de resultar til podra
contribuir tanto como el psiclogo a la reeducacin y reinsercin social del condenado. Al mismo tiempo que mdicos y cirujanos luchan por preservar la vida, no es un
inadmisible desperdicio decidir deliberadamente una
muerte para nada?... El concepto de pago de una deuda
social queda mejor asegurado con una venganza intil que
mediante una contribucin al progreso mdico o cientfico?... El asesino que ha destruido una vida, no se redime
al contribuir a la salvacin de otras vidas?"
*
7.
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EL ORDEN MEDICO
Los argumentos son siempre los mismos: de todos modos el sujeto est condenado por la enfermedad o por la sociedad. Pertenece a una humanidad inferior. Slo despus
de las insuficiencias de sus experimentos con los cerdos, los
nazis experimentaron a costa de los judos, los gitanos y los
opositores al rgimen. Los negros y los condenados de derecho comn desempean en la actualidad la misma funcin.
El principio mismo de la experimentacin humana apareci defendido en abril de 1964 en la revista suiza Mdecine
et Hygine: "El animal experimental ideal es el hombre.
Siempre que se pueda es preciso tomar al hombre como animal de experimentacin. El investigador clnico tiene que tener presente que para conocer la enfermedad humana hay
que estudiar al hombre. No hay investigaciones ms satisfactorias, ms interesantes y lucrativas que las practicadas
sobre los seres humanos. De modo que tenemos que avanzar
ms en la investigacin sobre el ms desarrollado de los animales: el hombre."
Es cierto que estas tomas de posicin no son aberrantes.
En nombre de qu formulara la Orden de los mdicos condenas contra estas prcticas, esa Orden tan dispuesta a tomar posiciones moralizantes en otras circunstancias? S no
lo ha hecho es porque esas prcticas pertenecen al orden del
discurso mdico. Es significativo que las experiencias con individuos enfriados por inmersin hayan sido practicadas
por una eminente personalidad mdica, el Dr. Holzlhner,
de quien el capitn Schultzer deca: "Era de una abnegacin
ejemplar. No habamos conocido nunca a un mdico tan humano. Slo una cosa contaba para l: nuestra curacin 8 ."
Consinti en practicar experimentos humanos para salvar a
otros miles de seres humanos. Y es probable que ese mdico
muy humano no haya renunciado sin esfuerzo a la utilizacin de la anestesia. Sigue plantendose la pregunta de Malgaigne: "El hecho de que un enfermo sufra ms o menos es
272
de algn inters para la Academia de las Ciencias'?" Malgaigne poda justificar el doble inters por la anestesia mediante ter, porque al evitar los sufrimientos del enfermo la
intervencin quirrgica se haca ms fcil. El inters del enfermo coincida con el de la investigacin mdica. Para
Holzlhner el problema se planteaba en otros trminos: si
los pacientes hubieran sido anestesiados la experimentacin
hubiera resultado falseada e inutilizable.
En ltimo anlisis, lo que predomina es el inters de la
ciencia. "Hay algo ms importante que el enfermo y el mdico, que es la medicina", deca Knock. Bajo esta forma la
enunciacin es demasiado abrupta como para ser admisible.
Pues hay que guardar silencio sobre las exigencias del discurso. Slo se estigmatiza como exceso lo que es inadmisible
para la ideologa de la poca y para el poder poltico. Pero
la ideologa de la poca se transforma tambin en funcin
de lo que permite la prosecucin del discurso mdico. Durante la guerra las condiciones de vida en los hospitales psiquitricos y en los asilos de ancianos fueron escandalosas,
y en ellos se contaron por decenas de millares los muertos
por desnutricin. El silencio del cuerpo mdico se explica sobre todo por la imposibilidad de conmover al pblico con
seres considerados inferiores, como los judos, los leprosos,
los locos o los criminales. La posibilidad cada vez mayor de
asegurar una vida normal a esos internos cambia poco
a poco la ideologa comn. Asimismo, la existencia de tcnicas simples y sin riesgo familiariza con la idea del aborto. El mdico ya no puede ignorar que su negativa a practicar un aborto puede llevar a la mujer que ha ido a consultarlo a practicar ella misma una intervencin peligrosa y
mutiladora.
Los problemas que plantea el desarrollo de la tcnica mdica cambian continuamente, y es en vano que los mdicos
pretenden no dominarlos. Hamburger 10 cuenta cmo fue
9. Citado por H. Mondor, Grand mdecitis, Pars, 1943, p. 288.
10. Hamburger, Grandeur et tentation de la mdecine, op. cit. p. 124.
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EL OftDEN MEDICO
llevado a consultar al profesor Janklvitch, titular de la ctedra de Moral de la Sorbona, para exponerle los problemas
que le plantea la prctica mdica. Por pomposo que sea, este
encuentro entre dos celebridades tiene algo de conmovedor
debido a la ausencia que consagra, la del principal interesado: el enfermo. Janklvitch declin toda competencia. El
mdico asume solo sus responsabilidades. Sin duda, vemos
as la justa reserva de un filsofo ante una ciencia y un arte
del que no pretende ser practicante. Pero no es precisamente una singularidad sorprendente el hecho de que el mdico
est tan solo en su prctica? No resulta rechazado de antemano cualquier otro discurso, incluso el de un intelectual,
aun cuando ha sido solicitado?
Sin embargo, la supresin de toda posicin crtica que
pueda oponerse a la tica impuesta por el orden mdico debiera convertirse en un problema, si no para los mdicos s
al menos para los moralistas. La prioridad dada al impertivo
tcnico, cientficamente establecido, no concierne slo a la
medicina, sino a la economa, a la poltica, al urbanismo...
. Pero es evidente que el imperialismo cientfico afecta de modo especial a la medicina, que concierne directamente a los
cuerpos. Las protestas contra este imperialismo suelen ser
aberrantes o juzgadas como tales cuando se trata de toxicomanas y de las diferentes formas de suicidio a las que recurre un sector de la poblacin considerado como enfermo y
marginal. A veces revisten tambin la forma de negativa a
recurrir a la medicina tradicional, y de recurso a diferentes
formas del charlatanismo entre las que suele incluirse sin vacilacin el psicoanlisis. Pero no reside el verdadero problema en la negativa que opone la Ciencia a tomar en consideracin lo que no marcha en el sentido de su progreso?
Pero hay tambin formas explcitas de resistencia al orden mdico, que los mdicos apartan con un revs desdeoso. Veamos por ejemplo lo que escribe J. R. Debray de los
magistrados: "Por qu, al da siguiente de la reforma de
1945 que introdujo en los textos legislativos la novedad del
delito por omisin, comentadores apresurados, por no de274
et son mdecin,
275
EL OftDEN MEDICO
276
16
De la ideologa
a la
deontologa.
1.
277'
citado en Histoire de la
EL OftDEN MEDICO
de juramento es lo bastante singular como para que nos detengamos en l. Ante los dioses, ante Dios, ante el Ser supremo, segn las pocas, otorga a la obtencin del doctorado
en medicina la solemnidad de un compromiso religioso. Ante el cuerpo mdico, ante la Facultad, es un compromiso adquirido ante los futuros colegas. Implica la sacralizacin del
acto mdico, al tiempo que la instauracin de una fidelidad
corporativa. Los mdicos constatan, no sin satisfaccin, la
perennidad de ciertos grandes principios que desafan el distanciamiento de las prcticas mdicas en el tiempo y en el
espacio. En cierto modo ven en ella la prueba de que un fundamento natural de la prctica mdica encuentra en todas
partes los mismos principios y los mismos trminos.
As es como se manifiesta una de las funciones menos
discutibles de la ideologa. Es principio de reagrupamiento,
de homogeneizacin de un cuerpo social. Se constituye un
ideal alrededor del cual puede identificarse el grupo, tal como una ideologa poltica estructurada permite a los militantes y a los partidarios reconocerse. Lo cual implica tambin
la exclusin de los dems, de los que no forman parte del
grupo. Una formacin comn en la Facultad de medicina, la
prestacin del juramento y ahora la pertenencia a un mismo
Orden de los mdicos contribuyen a la constitucin y homogeneizacin del grupo. La equivalencia de los ttulos dentro de la misma nacin y, ms recientemente, entre naciones
diversas, ensancha la nocin estrechamente corporativa
para fundar la asociacin de los mdicos bajo una misma
bandera.
En el curso de la prehistoria de la medicina no .se hizo
evidente la necesidad de asociacin de los mdicos en una
sola unidad corporativa. En Egipto, los mdicos estaban sumamente especializados. Herodoto escriba-, "Cada mdico
cura slo una enfermedad. De modo que son legin: uno para los ojos, otro para la cabeza, los dientes, el vientre, e incluso para las enfermedades no localizadas 2 ." Los comenta2.
Histoire
de la mdecine
dans l'Antiquit,
278
op.
cit.
DE LA IDEOLOGIA A LA DEONTOLOGIA
dores permanecan incrdulos. Hicieron falta los descubrimientos arqueolgicos recientes para juzgar la exactitud de
la descripcin. Haba hasta un "custodio del orificio intestinal real". El ejemplo ms extremo de la dispersin del saber
mdico nos lo da tambin Herodoto: "Otra costumbre babilnica es el modo como tratan a sus enfermos. Como en Babilonia no hay mdicos, llevan todos los enfermos a la plaza
pblica. Los transentes se acercan, discuten con el enfermo, le dan consejos si ellos o uno de sus amigos han tenido
la misma enfermedad. Est absolutamente prohibido pasar
junto a un enfermo sin interrogarlo ni preguntarle qu
tiene 1 ."
Nos damos cuenta de que no resultaba evidente el hecho
de que haya una identidad natural entre enfermedades tan
diferentes como una malaria y una afeccin sea, una afeccin ocular y la esterilidad. Cmo suponer que es el mismo
Dios quien cura todas las enfermedades? Eran especializados, no adoraban al mismo Dios: era natural entonces que
los mdicos egipcios se tuvieran celos mutuamente y constituyeran reas de influencia que no favorecan que su saber
se hiciera comn.
Uno de los aspectos ms destacables de la obra de Hipcrates consiste precisamente en haber luchado por la constitucin de un cuerpo mdico homogneo, silenciando querellas y discusiones internas. Seguramente su rechazo de la
medicina localista de la Escuela de Cnido est en relacin
con su inquietud por evitar especializaciones contrarias a la
homogeneizacin del cuerpo mdico. Hoy la proliferacin
de especialidades es una de las preocupaciones de los dirigentes de la medicina, y se denuncian los riesgos de una medicina que se convertira en una medicina de rganos, y en
la que el mdico de medicina general reducira su funcin a
la de orientar.
La unidad del cuerpo mdico se funda en la participacin
en un saber comn, pero tambin en un vocabulario comn.
3.
Ibid.,
p. 120,
279
EL OftDEN MEDICO
E) latn y tambin la lengua de Diafoirus contribuyeron poderosamente a la unificacin del cuerpo mdico, cuyo vocabulario cada vez ms tcnico es inaccesible a los profanos.
Todo lo cual implic, claro est, prdidas: qued excluido
el saber de los empiristas, de los charlatanes, de los ensalmadores, de los brujos... que sin duda contiene secretos y recetas preciosos. Pero la unificacin era necesaria para el establecimiento de una base cientfica de la medicina.
La existencia de un cuerpo mdico homogneo va acompaada de una jerarquizacin sumamente fuerte, especialmente en las estructuras hospitalarias que han sido descritas
como autnticos feudos, que aseguran la soberana de los
patrones, quienes ofrecen a cambio su proteccin a mdicos
con menos ttulos y ms jvenes. Curiosamente, no es una
estructura arcaica que la evolucin tienda a reducir. Por
el contrario, la pirmide jerrquica tiende a ensancharse,
dado que la cantidad de jefes de servicio aumenta poco,
mientras que la cantidad de asistentes aumenta considerablemente. Lo mismo es vlido para el personal de enfermera, donde supervisores y supervisoras dirigen a un
personal subalterno cada vez ms numeroso. Paralelamente
se forma una jerarqua entre los servicios. Lo ms alto de la
escala est constituido por los servicios en los que la tcnica
es ms sofisticada, y la parte inferior de la escala por la medicina general, los servicios de atencin para ancianos y la
psiquiatra 4 .
La jerarquizacin, la instalacin de los servicios especializados, responde a coacciones administrativas evidentes.
Pero sobre todo queda constituida as una imagen ideal de
la medicina, de la alta competencia de los mdicos, de la
puesta en prctica de los medios tcnicos ms sofisticados.
Imagen ampliamente devuelta por los medios de comunicacin de masas. El mdico interno recuerda, y recuerda a los
dems, que ha puesto all los pies. All encuentra la cobertu4.
280
De
DE LA IDEOLOGIA A LA DEONTOLOGIA
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282
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283
fran.
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a su reputacin de inferior competencia. Sin embargo la organizacin hospitalaria actual no es obvia. Con la Revolucin Francesa se haba adquirido la idea de que uno de los
deberes humanitarios principales era suprimir los hospitales; esta opinin estaba fundada en la idea de que el enfermo
deba ser observado y atendido en su medio natural, su
familia. En el curso del Ao II toda una legislacin apuntaba a la deshospitalizacin. "Un hombre no est hecho para
los oficios, ni para el hospital, ni para los hospicios: todo
eso es horrible" 6 , deca Saint-Just. Ya no estamos en eso, y
no es el caso de volver a ello. Hay consideraciones tcnicas
que han modificado la nocin de respeto a la vida y a la
persona humana. El medio natural no forma parte de
ello. Nacemos, sufrimos y morimos en el hospital. Quin
se atrevera a oponer otras razones a la razn mdica?
Otro tema de la ideologa mdica es la igualdad de los
hombres ante la medicina. El art. 3 del Cdigo de deontologa precisa: "El mdico ha de atender con la misma conciencia a todos los enfermos, cualesquiera que sean su condicin, su nacionalidad, su religin, su reputacin y los sentimientos que le inspira." Lo cual entra en contradiccin con
el art. 35: "Haciendo excepcin de casos de urgencia o de casos en los que sera una falta de humanidad, un mdico tiene
siempre derecho a negar sus cuidados por razones profesionales y personales." Los enfermos tienen a menudo el sentimiento de una discriminacin. Y es un hecho 7 que la clientela de los servicios ms especializados (y por consiguiente
ms caros) est formada por enfermos que pertenecen sobre
todo a medios acomodados (pese a la nivelacin de la Seguridad social), mientras que a los servicios menos especializados y menos caros acude casi exclusivamente una clientela
pobre. Evidentemente, los burgueses acuden al hospital slo
cuando necesitan un tratamiento que en una clnica privada
6.
7.
284
parlementaire,
t. XXXV,
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285
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286
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J. R. Debray, Le malade
et son mdecin,
287
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Ibid.,
p. 10.
288
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289
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Ornicar?,
n? 3, p. 12.
290
DE LA IDEOLOGIA A LA DEONTOLOGIA
en el comentario de su obra. Tambin el mdico es un filntropo y no lo duda. Su conciencia est segura de no haber
hecho sufrir nunca intilmente a un enfermo. El ojo del observador del Panptico puede ver sin ser visto. Toda la
mquina funciona a partir de este principio. La moralidad,
la probidad, la ciencia del mdico, el secreto del que se rodea, su eventual multiplicacin en innumerables especialistas que representan al cuerpo mdico, todo ello contribuye
a hacer invisible al mdico. Es la pura mirada mdica.
Cierto es que el Panptico era una mquina penitenciaria.
Anunciaba Fleury-Mrogis, la crcel modelo, la crcel en la
que son ms numerosos los suicidios. El mal contra el que
luchan los mdicos es de otro orden. Se llama enfermedad.
Pero los huspedes de un universo tan perfectamente asptico son ingratos cuando a veces consideran que el hospital,
el sitio donde se encuentran bajo la mirada del mdico, es
una mquina inquietante? "Entramos en la era del anlisis
infinito y de la objetivacin apremiante 14 ." Ms an que la
justicia, la medicina es creadora de esta nueva era. En privado, los mdicos no dejan de estar de acuerdo en esto. Pero
es ste un hecho que pueda ocupar un lugar en el discurso
mdico?
14.
291
17
Orden cientfico
y orden
jurdico.
Contri, Le Non-Agir
burgo 1976.
293'
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294
livre de raison: diario, libro de cuentas que llevaba el cabeza de familia; arraisonner un barco: inspeccionarlo. En castellano jugaramos
con: hacer entrar en razn, tomar razn, etc. (N. del E.)
H. Kelsen, Teora pura del derecho, op. cit., ed. fran. p. 32, nota 1,
p. 33.
295
EL OftDEN MEDICO
proceso Reik, nos proporciona los elementos del trnsito del
orden jurdico al orden cientfico. De Kelsen cabra decir lo
que dice Lacan de los telogos-, son los nicos ateos verdaderos, porque saben de qu hablan. Kelsen ha demostrado de
manera soberbia que ni la justicia, ni la libertad del hombre,
ni la igualdad, ni el derecho natural, ni la moral, son nociones admisibles para el llamado Orden jurdico. Slo le faltaba saber que l era un ateo de ese Orden. Cosa que le habra
permitido concluir, si no de su obra s de su artculo para
Imago 5 que en el derecho positivo nada puede oponerse
a lo que promulga el legislador sobre leyes raciales 6 . Esto
hubiera demostrado al menos que los dos judos vieneses estaban comprometidos en 1a misma lucha contra las virtudes
fariseas que apuntalaban el nazismo, del que ambos fueron
vctimas, y sin duda los nicos verdaderos tericos.
Para fundar una ciencia del derecho, dice Kelsen 7 , es
preciso distinguirla de las ciencias de la naturaleza. Estas establecen relaciones de tipo causal entre los hechos, mostrando y demostrando que cada hecho es una causa que produce
(o producir) un efecto en ciertas circunstancias. Cada causa
es ella misma el efecto de otra causa es la hiptesis fundamental del determinismo universal, de modo que la ciencia proporciona su sistema de explicacin del mundo sobre
la base de la comprobacin de una serie infinita de causas
que se engendran unas a otras.
A la inversa, el derecho establece un sistema de imputacin entre dos hechos, de los cuales uno es un delito y el otro
su sancin jurdica. El terico del derecho no puede considerar que la sancin sea efecto del delito: en primer lugar porque la sancin no se produce necesariamente, dado que el
delincuente puede escapar al Orden jurdico; pero tambin
porque el Orden jurdico, aun estableciendo la realidad del
5.
H. Kelsen, "Le concept d'tat et la psychologie sociale. Avec pour rference particulire la psychologie des masses de Freud", Imago, 1922,
viii, 2 , 9 7 ,
6.
7.
141.
296
EL OftDEN MEDICO
cho. Tambin es muy diferente de la norma tal como la entiende Canguilhem, quien deduce que el productor de normas, el normativo, es el organismo y no ya el legislador, en
el sentido de que produce las normas mediante las cuales se
mantienen sus constantes biolgicas, llegando a constituir
nuevas normas en vistas a su adaptacin al medio. En el fondo la norma "no hay que robar" o la norma "slo se puede
robar en el marco autorizado y protegido por la ley" es una
norma de adaptacin; en particular, la norma moral es del
orden del ser (sein) y no del deber-ser (sollen) jurdico. Entra
en el marco que define Canguilhem y no en el que estudia
Kelsen. El equvoco referido al trmino ley (ley jurdica y ley
natural) es el mismo que concierne al trmino norma: norma
jurdica (prescriptiva de una sancin) y norma natural (de
adaptacin al medio).
El principal mrito de Kelsen desde nuestro punto de vista es el haber replanteado el problema del Sujeto. El sujeto
del derecho no es en modo alguno como lo dice la doctrina
tradicional el que tiene derechos que hacer respetar, el derechohabiente, por ejemplo el propietario. La existencia misma de este derechohabiente y su accin no son en absoluto necesarias para poner en funcionamiento el aparato judicial. Lo cual se pone en evidencia desde el momento que la
ley protege a un incapacitado (menor o loco), y nombra
un tutor o un administrador que defienda sus derechos. Ms
an, cuando hay un asesinato no es el asesinado quien moviliza el aparato judicial para hacer respetar el sollen quien
ha matado debe ser castigado con la muerte. Tampoco el
Sujeto es el legislador que establece normas, porque es cierto
que la norma establecida por una ley funciona, independientemente de la voluntad del legislador (y adems mucho despus de que haya muerto), y nadie puede prever todas las
consecuencias de una ley que la jurisprudencia interpretar
y hasta rectificar. Evidentemente el Sujeto del derecho es
quien est sometido a las sanciones que el derecho impone
a cualquiera que comete un delito, lo que nos permite entrever que su posicin subjetiva sigue siendo problemtica en
298
p. 114 y ss.
299
EL OftDEN MEDICO
derecho, objeto de la Ciencia del Derecho, pero no enuncia, es decir, no decreta normas jurdicas, cosa que le toca
al legislador. Tambin dice que la posicin del cientfico del
Derecho no le da ninguna autoridad especial para hacerse legislador.
Cabra ponerlo en duda, dado que el mismo Kelsen fue
autor de la Constitucin del Estado austraco en 1920 y como consecuencia fue consejero de Estado. Decir la ley es
tambin hacer la ley, como lo evoca lo que M. Foucault llama el discurso proftico 9 , discurso que interpreta la voluntad de Dios, y que al profetizar el porvenir contribuye a
crearlo revelando lo que est escrito, el destino, comprometiendo as a los hombres a doblegarse de antemano ante l
y a favorecer su advenimiento. Al reivindicar para el terico
del derecho las mismas prerrogativas que para el terico de
los hechos de la naturaleza, las de no abrir juicio sobre lo
que estudia y desentenderse de las consecuencias de lo que
establece, Kelsen confirma lo que es (el derecho positivo, el
Estado) y se ofrece a la acusacin de ponerse en posicin
conservadora, cuando no reaccionaria. Cosa que equivocadamente ha hecho desistir a los comentadores de estudiar su
obra. Porque Kelsen no trata de evitar el problema de los
fundamentos del derecho, y nos proporciona elementos
muy valiosos que esclarecen considerablemente la cuestin:
En La Ciudad de Dios, San Agustn pregunta qu es lo
que diferencia al recaudador que percibe los impuestos de la
banda de ladrones que exige un tributo. No es, nos dice Kelsen, la mayor credibilidad de las fuerzas del Estado la que
basta para explicar que en el primer caso lo acatemos y en
el segundo nos opongamos. Se debe sobre todo a que el Estado, al instaurar su poder, proporciona tambin un Orden
jurdico, un conjunto de normas, a las cuales cada cual
adhiere en mayor o menor grado y que funda la validez del
sistema jurdico entero. As es como se constituye una
Grund-Norm, una norma fundamental, sobre la cual se apo9.
300
yan todas las normas instauradas por el sistema jurdico. Esta constitucin del Estado est marcada por el hecho de que
el sistema instaurado se convierte en un sistema objetivo que
depende de la coherencia de sus normas, normas que son
prescriptivas para los ciudadanos pero que tambin los protegen. Lo que diferencia al Orden venido del estado del orden venido de la banda de ladrones es que el ciudadano no
puede reconocer en este ltimo sino el derecho subjetivo del
ladrn, mientras que el Estado procura un sistema
objetivo.
Este establecimiento no est exento de dificultades, ya que
en sus comienzos un orden estatal nuevo siempre es considerado por ciertos ciudadanos y por los pases extranjeros como el resultado de una banda de ladrones (la Francia de la
Revolucin, la Rusia sovitica, etc.), y slo ulteriormente se
lo reconoce como Estado.
Tambin en este punto Kelsen nos muestra que se trata
del problema del Sujeto. En el momento en que la ley se da
como puro enunciado (Kelsen dira como objetiva) se borra
el problema de la subjetividad
de quien la enuncia. Y en ese
mismo momento aparece la subjetividad del ciudadano (Sujeto del derecho) sometido a las sanciones de la ley. Pero entonces tenemos que interrogar a Kelsen acerca de qu es lo
que distingue al terico del derecho del legislador, si tanto
uno como otro proporcionan un enunciado objetivo, es
decir, un enunciado en el que desaparece la subjetividad. En
efecto, es evidente que un legislador es un terico del derecho, a menos que haga leyes irrelevantes (dice el mismo
Kelsen), en cuyo caso ya no es legislador. El terico y el legislador son un solo y el mismo personaje. As es como podemos comprender lo que dice Kelsen de la validez de un orden jurdico: el orden jurdico que se impone no es el del ms
fuerte sino el ms fuerte, el ms vlido, porque constituye
en aliados a aquellos a quienes someter. As es como queda
sealado lo que a partir de Lacan hemos aprendido a identificar como el orden simblico, y la predominancia que tiene
debido slo a su propia coherencia; pero esto merece un
anlisis ms detallado.
301
EL OftDEN MEDICO
Tenemos que volver al discurso, especialmente al discurso del amo, del que ahora podemos decir que es el discurso
del jurista, ms que el discurso cientfico, que es slo su prolongacin.
Cuando Kelsen habla de la ciencia de los hechos de la
Naturaleza como ciencia que muestra la serie infinita de causas y efectos, confunde el discurso universitario,
que registra una coherencia, con el discurso del amo, que la constituye. Para poner en evidencia una causa como productora de
un efecto, el investigador tiene que aislar en primer trmino
un solo hecho (cuestionado) para ponerlo en relacin con
otro hecho solo, (del que demuestra que es su efecto). As
que pone entre parntesis lo que piensa de la teora de la serie infinita de las causas y los efectos. Hace un corte, violenta a la Naturaleza para establecer una relacin que ser coherente con el conjunto de la teora cientfica, o que permitir establecer una teora nueva. As, para retomar el ejemplo
que dio Kelsen, no se pregunta acerca de lo que causa la
fuente de calor para demostrar que el calor dilata los cuerpos, porque es indiferente para su demostracin. Y si es l
mismo quien ha procurado la fuente de calor con un fin experimental, no se interroga sobre las causas que lo hacen interesarse en la Ciencia, y si lo hace, estas consideraciones no
ocupan ningn sitio en el protocolo donde se consignar su
experiencia. Tambin all la condicin de objetividad
exige
que se borre la subjetividad de su autor. La ley debe ser un
puro enunciado. Y por objetivo que sea, ese enunciado es el
resultado de un acto totalmente arbitrario del investigador,
que hubiera podido proceder a cualquier otra demostracin
de los efectos del calor (por ejemplo la licuacin de un slido, la destruccin de las materias orgnicas, etc.).
La arbitrariedad con la que procede el sabio no se nos
hace evidente porque sabemos que cualquier
mostracin
que haga slo interesa en tanto demostracin,
esto es, establecimiento de su coherencia con la teora cientfica y de su
aptitud para formar parte del patrimonio cientfico: sin lo
cual no sera ms que una curiosidad o una prctica de ilu-
302
EL OftDEN MEDICO
dad de objeto. Ya hemos visto que el equvoco sobre el trmino semiologa y sobre el trmino signo no remite slo al
abandono de la ontologa por la medicina sino a la instauracin de una metodologa diferente, donde el signo es el representante de un objeto (enfermedad) y ya no el significante de un Sujeto. Pero tambin existe, y hay que retomarla,
la oposicin que entabl Levi-Strauss entre Naturaleza y
Cultura: por donde aparece que sntoma remite en medicina
al signo (y al objeto que representa) como por otra parte remite al significante (y al Sujeto que representa). Distincin
que podemos considerar esencial, dado que se trata de la
esencia de dos fenmenos, que si bien en el enfermo se encuentran en la misma enunciacin del sufrimiento,
no por
ello pueden ser aprehendidos sino en sistemas epistmicos
diferentes.
La confusin debiramos extraarnos de que no se haya disipado enmascara otro problema, cuidadosamente
disimulado, que es el de la relacin del sabio (o del cuerpo
cientfico) con el discurso cientfico, y tambin la relacin
del legislador (o del Estado) y del terico del derecho con la
ley. Pierre Clastres se ha planteado lo que diferencia, u opone, a la sociedad del Estado, y ha demostrado que hay sociedades que se han revelado totalmente capaces de hacer respetar las leyes a travs de las cuales el hombre afirma la
preeminencia del orden cultural sobre el de la Naturaleza.
Estas leyes que son las del intercambio (intercambio de mujeres, de bienes y de la palabra) deben ser protegidas, especialmente contra las empresas estatales en tanto stas instauran lo que l llama el monopolio de la violencia, y que creo
que es el monopolio de decir la Ley y hacerla aplicar. Las
sociedades precolombinas exorcizaban la empresa estatal 10
dndose un jefe a quien no se le daba la posibilidad de concebirse como jefe. Al parecer, tenan bastante xito.
10.
304
Pero Perre Clastres seala tambin que el verdadero peligro para esas sociedades resida menos en la ambicin de
un jefe emprendedor o aun en el salvajismo del conquistador
espaol, que en el discurso del chamn, sacerdote y mdico,
portador de un discurso sobre el hombre y la sociedad,
quien bajo el nombre de pa'i11 se presentaba como profeta
y arrastraba a los hombres a grandes migraciones msticas
y destructoras del orden social; de l haba que burlarse en
los cuentos para exorcizar su poder 12 . De modo que nos encontramos de nuevo con el problema constituido por una
equivalencia: Decir la ley es hacer la ley. Se trata del autor,
y tenemos que tener tanto ms cuidado cuanto que se adelanta enmascarado. Chamn, profeta, mdico o sabio, nos
dicta nuestra conducta con tanta ms seguridad cuanto que
la coherencia de su discurso funda la validez del orden
que nos impone.
De modo que no hemos de esforzarnos por diferenciar el
orden causal (cientfico) del orden de imputacin (jurdico).
Kelsen destaca con acierto la ambigedad de la clebre frmula de Herclito: "Si el sol no sigue el camino que tiene
prescrito, las Erinias, instrumento de la Justicia, sabrn devolverlo al recto camino." El camino recto es el camino del
derecho. La norma biolgica de Canguilhem resulta preservada por la norma tica de la medicina. Los mdicos son las
Erinias. La ley cientfica, lo mismo que la de los juristas, est
escrita por los hombres. Su enunciacin es una accin de encausar, verdadero sentido del trmino acusacin. El trmino
griego ama
significaba por igual falta y causa. Podemos
bromear diciendo: "Causa siempre me interesas", pero es la
frmula misma de nuestro inters tanto por la ciencia como
por el derecho, inters por la palabra sin duda, pero tambin reconocimiento de que el lenguaje es soporte de todo
saber transmisible, en cuanto alguien lo organiza en un
discurso*.
11.
12.
*
305
toujours,
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tu m'intresses, y establece un juego de palabras intraducibie al castellano: cause es causa pero es tambin una inflexin del verbo
causer (charlar, conversar), de manera que la frmula significa indistintamente: Habla siempre, me interesas o Causa, siempre me
interesas. (N. del T.)
306
Cabra preguntarse ms largamente acerca de esta inversin del problema del Sujeto del saber que se opera cuando
pasamos del Orden jurdico al Orden cientfico. El trnsito
de uno a otro fue abierto por la apropiacin del sistema de
leyes por parte de un pequeo nmero de individuos que
conforman el aparato del Estado, y tambin el cuerpo cientfico, donde el cuerpo mdico ocupa un buen lugar; los epgonos, sacerdotes y filsofos, sirven de apoyo muchas veces
necesario. Una etapa decisiva de esta apropiacin fue marcada por el trabajo del Inquisidor, el jurista, flanqueado por
el telogo y por el mdico, por el representante del pasado
y por el representante del futuro. El orden de la sociedad se
confunda entonces con el de la fe y con el de la ciencia: no
se reconoca otro saber que el de la ciencia oficial, que no
tard en cobrar vigor. El siglo de las Luces se caracterizaba
por el rechazo del saber de las Sombras, el de Satans.
En la actualidad, se niega la importancia de la funcin
del jurista, sobre todo desde que Marx denunci al Orden
jurdico como superestructura del materialismo histrico.
Quienes hoy hacen ciencia poltica o ciencia sociolgica
antes que derecho suelen invocar este anlisis marxista. Pero
al convertirse en enunciadores de significantes dentro de los
cuales creen poder encerrar a los hombres como si fueran ratas en laberintos, los socilogos son tambin juristas. Segn
ellos, lo nico que queda por hacer es dar forma a las leyes
que hari credo reconocer, utilizar las armas que ellos fabricaron ./Los mejores sirvientes de esas armas son quienes las
han hecho, de modo que el poder Ies es confiado a ellos o
a sus discpulos. Las Grandes Escuelas abastecen esta contingencia... Lo cual es olvidar o fingir olvidar que Marx haba
denunciado como ideologa tanto al derecho como a la ciencia: la relacin de opresin y dominacin no cesa de invocar
sucesivamente los nombres de la religin, del derecho y de
la ciencia.
El saber que se presume que posee el psicoanalista, pro
cede finalmente ms del saber del jurista que del saber del
mdico. Es un saber acerca de lo que regula las relacionen tic
307
EL OftDEN MEDICO
308
18
psicoanaltica.
EL OftDEN MEDICO
dicho quiere creer slo en l. Para nosotros, los psicoanalistas, el objeto funciona en tanto ausente, a lo sumo en tanto
objeto a, esto es, hace funcionar el deseo, incluido el deseo de saber del investigador, que no ha desesperado de encontrarlo.
El problema de las relaciones entre el psicoanlisis y la
ciencia se plante hace medio siglo, como respuesta a la exigencia de Kelsen. Freud reemplaz la distincin que se haba
hecho hasta entonces entre psicoanlisis mdico y psicoanlisis aplicado por la distincin entre psicoanlisis
cientfico y psicoanlisis aplicado, dividido a su vez en
dos zonas: el dominio mdico y el dominio no mdico. Es
aproximadamente la distincin que retom Lacan cuando
cre tres sectores en la Escuela freudiana: 1?) Psicoanlisis
puro; 2?) Clnica; 3?) Campo freudiano. Posicin ms prudente, dado que deja en suspenso, bajo el rubro de pureza, el problema del carcter cientfico del psicoanlisis. Es
tambin un retomar la exigencia de Kelsen, que fundaba una
teora pura del derecho.
Esta distincin responde a la preocupacin por aislar un
sector donde el psicoanlisis tiene el deber de tomar conciencia de s mismo. No debe considerarse de ningn modo equivalente, por ejemplo, a la distincin que existe entre biologa (ciencia pura) y medicina (ciencia aplicada) cuyos caminos sin salida hemos visto. Por otra parte, Freud no dejaba
de sealar tambin su rechazo de todo dogmatismo esterilizante: "Nosotros, los psicoanalistas, queremos permanecer
en contacto con el modo de pensar popular (...), hacer los
conceptos cientficamente utilizables antes que rechazarlos"
(Advertencia final del problema del anlisis profano). Y Lacan, al mostrar la interdependencia entre el discurso psicoanaltico y los otros tres discursos demostraba que para establecerse en su pureza, es decir, para depurarse, el psicoanlisis deba pasar por el anlisis de los dems discursos, especialmente del discurso histrico de donde la clnica saca lo
esencial de su sustancia.
Al mostrar lo que el discurso cientfico le debe al discur310
so jurdico y por consiguiente al discurso del a m o hemos recorrido el camino inverso al que se practica habitualmente, que aspira a enmascarar la especificidad del derecho
puro, poniendo de manifiesto la contingencia de su contenido, cuando lo que acertadamente revel Kelsen es la permanencia de su estructura. Sea como fuere, el derecho se aplasta ante la ciencia: sabemos el lugar creciente que ocupan los
cientficos (sobre todo los mdicos) ante los tribunales.
Tambin sabemos que las teoras del Derecho, al invocar la
ciencia (marxistas y sociolgicas) tienden as a constituir el
orden jurdico como una superestructura que incita a que
no se le otorgue ms que una atencin distrada. Me ha parecido ms importante
mostrar que, en tanto discurso,
el
orden jurdico constituye
la infraestructura
del
discurso
cientfico.
Despus del derecho y la ciencia, el psicoanlisis es un
nuevo discurso normativo? Podramos glosar la utilizacin
que se ha hecho en ese sentido, ms o menos a conciencia,
de sus conceptos. El acceso al genital love o al amor
oblativo, cuando no la adaptacin a la sociedad han fracasado
totalmente. Omos decir a menudo que hay que haber simbolizado la castracin o desanudado el nudo borromeo.
Esto no ira muy lejos, y traiciona solamente el deseo que
tiene cada cual de encontrar un discurso que se sostenga,
un discurso que no sera'semblante. Considerndolo bien,
en esa expectativa un fanto ingenua, prefiero lo que me deca con toda claridad una mujer que vino a consultarme:
"Vengo a verlo porque ya no s a qu santo encomendarm e " * . Nuestros pacientes aprenden enseguida que si se trata
de normas, habr que hablar de las de ellos.
Lo que tenemos que escuchar es menos vago y ms circunstanciado. Nos cuentan por ejemplo Las desdichas
de
*
El autor escribe ... quel sein m'avouer que se pronuncia casi exactamente como la frase que traducimos. Significa ...a qu seno confesarme. Aade entre parntesis: "(sic, pero la ortografa es ma, pues ella
no saba escribir)". (N. del E.)
311
EL OftDEN MEDICO
312
que les espera si no ceden en sus pretensiones? Kant responde que en el segundo caso no se puede saber nada. Lacan
aade que, contrariamente a lo que cree Kant, tampoco se
sabe nada en el primero. Pero queda abierta una pregunta:
quin instal la horca? No es el prncipe, por cierto, que se
burla de los estados de nimo de sus sbditos y persigue sus
fines no importa por cules medios, entre otros la horca.
Evidentemente es el mismo Kant, en tanto terico, un terico de la libertad. No es el prncipe quien da la libertad, se
la toma su sujeto del derecho a quien le queda la posibilidad de desafiarlo. Quien enuncia la ley en la que se reconoce
la libertad no es el prncipe sino el terico 3 . Una vez ms el
enunciador se sustrae cuando coloca al prncipe en el enunciado, en lugar de a s mismo. Al simular que se
proporciona
un puro enunciado se produce un Sujeto, de quien se afirma
que es libre, porque se lo ha constituido como dividido. Encontramos aqu de nuevo lo que especifica al derecho cuando se presenta como objetivo.
Es en esta divisin donde nosotros, los psicoanalistas,
atrapamos al Sujeto, entre Pinto y Valdemoro, entre la
muerte y el goce, entre la ley y el deseo, entre el deseo de
vivir y el de vivir de auerdo con su deseo. En materia de
derecho del hombre, slo- hay "la libertad de desear en vano", dice Lacan. Frmula que reconocemos porque es la de
la histrica. Tuvieron que ensernosla las mujeres para que
sepamos reconocerla tambin en los hombres. Ese es nuestro
punto de partida, el comienzo de nuestra clnica.
Por su parte, los hombres se muestran excesivamente
preocupados por "deslizarse subrepticiamente en el discurso" 4 como para reconocer que los deja partidos. Sus padres
hicieron ese discurso, para asegurar a los hombres ese dominio que les garantiza el orden simblico, sin el cual no seran
3.
4.
Como Kant. Pero tambin Olympe de Gougues, que entre los derechos
de la mujer reclamaba el de subir a la guillotina. Derecho que le fue
personalmente otorgado. Les droits de la femme, art. 10, 1789.
M. Foucault, L'ordree du discours, op, cit.
313
EL OftDEN MEDICO
314
op.
cit.
315
EL OftDEN MEDICO
K. Marx, La ideologa
alemana,
op.
316
cit.
317
Indice
Prlogo
El orden mdico
23
Introduccin
...
1. El Orden mdico
2. Medicina.
humanas
3. Los orgenes
positivismo
Ciencias
39
positivas.
de la medicina.
4. La medicina es un discurso.
cia del discurso
5. El amo-maestro
del discurso.
Maestro de Cos
6. La exclusin
25
del deseo
Ciencias
Mitologas
Poder e
del
impoten-
El discurso
del
53
69
83
97
113
319'
7. El objeto
mdico
de la medicina
define
8. El objeto de la medicina es la
Una ontologa que insiste
9. Saber;
ber
secreto;
sagrado.
el deseo
enfermedad.
Sujeto-supuesto-sa-
la espera.
11. Discurso
y discurso psicoanaltico
mdico
del
El enfermo
125
139
159
175
..
189
215
13. Semiologa
227
clnica y semitica
mdico-enfermo
del discurso
16. De la ideologa
17. Orden cientfico
18. Para introducir
mdico:
243
una tica en
a la deontologa
y orden jurdico.
una clnica psicoanaltica...
320'
^261
277
293
309