Eso No
Eso No
Eso No
ESO NO
La sonrisa vertical, 123
Esta obra fue declarada finalista del XXV Premio La Sonrisa Vertical (febrero de
2003) por un jurado compuesto por Luis Garca Berlanga, Rafael Cont, Almudena
Grandes, Juan Mars, Eduardo Mendicutti, y Beatriz de Moura en representacin de
Tusquets Editores.
NDICE
Slo ciertos enigmas (Un cuento policial)
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Pero la segu como otro de los tantos transentes impotentes que la miraban
pasar con furia contenida, sofocando el deseo de sugerirle que se sentara en cuclillas
sobre sus rostros, dejando el mnimo espacio para poder apreciar sus cavernas de
fuego pero no tan lejos como para perder la suave brisa quieta de sus nalgas, de
ofrecerle sus vergas como consuelo porque la belleza siempre lo precisa, sus
dedos como aliciente.
Seora Tures, quera decirle, comprendo que usted no quiera darle el culo a
un infeliz como su marido, pero le prometo que mi verga se tornar bella y buena
para usted; le abrir el orto como si se tratara de una puerta recin fabricada: dcil,
engrasada, sin ms ruido que el de un artefacto que funciona a la perfeccin. Seora
Tures, djeme hacerle el culo o me muero.
Sin embargo, si no hubiera respetado mi tica detectivesca, hoy por hoy no slo
no podra hacerle el culo a la seora Tures, sino que estara muerto de hambre y sera
despreciado incluso por las mujeres no tan bellas como la seora Tures que
aceptaban mamrmela, sobrmela y en muchas ocasiones, aunque muchas menos de
las que quisiera, me ofrecan sus culos frescos, recin lavados, como pequeos diablos
que no tuvieran otro sitio donde recibirme.
Era el culo de la esposa de un cliente: dos mullidos almohadones sagrados y un
agujero viscoso y voraz, que no tragara un pedazo de m en esta vida. Maldije mi
trabajo y me perd en la boca del subte que sale directamente de aquel centro de
compras.
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Al da siguiente de haber atisbado el culo de la seora Tures en los pasillos del
shopping, llegu a mi estudio no ms temprano de lo habitual y encontr al seor Tures
aguardndome con un sobre de papel marrn claro en las manos. Lo hice pasar, dej
el sobre encima de mi escritorio y dijo:
El culo de mi seora.
Asent en silencio y mir el sobre sin abrirlo.
Necesita que me baje otra vez los pantalones? aadi con voz serena el
seor Tures.
No, gracias.
Es que hoy la tengo parada me dijo. Quizs le sirva verla en ese estado.
Tengo la suficiente experiencia como para poder predecir los resultados. Pero
a qu se debe que est empinado?
Acabo de revelar las fotos, y entre lo queme imaginaba que poda pensar el
dueo de la casa de fotografas y la sola mirada al culo de mi mujer, se me puso como
un hierro caliente.
Pues vaya a desfogarse a su casa le dije. O pguese una puta que se deje
dar por culo. Lo llamar cuando tenga noticias.
Estoy cansado de cogerme a una dominicana que tiene el culo de una leona
se quej cuando ya se iba, con la puerta ya medio cerrada. Lo que quiero es que
usted me ayude a romprselo a mi esposa.
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Primero me los soba, los envuelve en sus manos, y luego los aprieta con vigor.
Me encanta eso.
A m tambin, quise decirle. Pero estaba ante un cliente.
Necesitar una foto de boca y parte superior del cuerpo desnudo de su esposa.
Ponga especial cuidado en que se vean bien los pezones. Las mamadoras suelen usar
los pezones para rozar el tronco del beneficiado, y hay que ver con qu cuenta su
esposa.
Lo entiendo dijo el seor Atilio Rasputn, como se lea en la tarjeta que me
extendi en ese momento.
Ya puede subirse los pantalones agregu.
Obedeci y sali de inmediato, temeroso 4e robarme ms tiempo, mientras
aseguraba que al da siguiente traera la foto de los labios carnosos y las tetas llenas de
su seora esposa. Aunque resulte difcil de creer en un hombre experimentado, se me
volvi a parar la verga. No haba tenido tiempo de abrir el sobre con el culo de la
seora Tures cuando entraron sin llamar. Era Nicols, el cafetero. De un tiempo a esta
parte, le ha dado por entrar sin llamar.
Es un querubn de unos veinte .aos, de pelo negro y un rostro siempre blanco,
sin rastro de barba, que resultara un verdadero retrato de la inocencia de no ser por
ese brillo malsano que, cada vez que me mira, le nubla los ojos.
Como de costumbre, dej caer al piso uno de los vasitos de plstico, que rod
hasta debajo de mi escritorio, y se agach a recogerlo. Slo as pudo percatarse de mi
ereccin, pues yo haba permanecido sentado.
La tienes hinchada me dijo. Por lo menos, est hinchado el pantaln.
En cinco ocasiones anteriores, haba sido mucho menos elptico: mirndome
fijamente, me haba dicho que sus nalgas estaban frescas como las de una nia y que el
agujero de su culo quera darle un mordiscn a mi verga.
Yo lo haba rechazado, unas veces de manera destemplada, otras con una
despreciativa sonrisa, y en general aguardando en silencio a que se fuera, con
expresin de fatiga. Pero nunca me haba tocado sufrirlo con la verga dura y unas
fotos de lo que, se supona, era el mejor culo que haba tenido en aos sobre mi
escritorio.
Mis esperanzas fueron defraudadas: aquel culo que se esconda en el sobre de
papel marrn no slo era el mejor que haba visto en aos: era el ms portentoso que
haba conocido en mi vida. Nicols sali de debajo del escritorio y dej el vaso de
plstico encima; tuve que impedirle, con el dorso de mi mano, que me llenara el vaso
de caf humeante, pues antes deba ponerle mi doble medida de whisky. Entonces s,
sobre el lquido amarillo, verti el brebaje negro.
Ese whisky que te pones en el vaso me dijo no debe de ser ms sabroso
que tu meo: quiero probarlo. No me puedes mear primero en la boca, aguantar el
chorro y mearme el resto en el culo?
No respond, con la verga todava restallando, casi contradicindome,
djame en paz.
Pero en el agujero del culo, te digo, eh? Sabes qu lindo debe de ser ver
perderse el lquido amarillo en mi agujerito marrn?
Ante mis ojos se desplegaban las nalgas y el ano de la seora Tures. Eran nalgas
de caderas: de esas como dos continentes, poderosas, slidas y, siempre
paradjicamente, tan rebeldes como sumisas; esas nalgas macizas que en su
consistencia llaman al intento de derrotarlas. Dos culos en uno, dos cachetes de piel de
gacela, pidiendo al cazador que las obligue a hacer lo suyo: a gozar por el ano, a
apretar la presa y ser presa a su vez.
Nicols vio las fotos y volvi a agacharse. Esta vez, sin preguntar, me la toc.
Le di un papirotazo en la cabeza; pero no en la mano, con la que Nicols me
haba bajado la bragueta. Me baj los calzoncillos con habilidad y me agarr la verga
con una pericia que pareca corroborar el mito de que los mejores putos saben cmo
masturbar a un hombre. El culo de la seora Tures pareca querer decirme algo. Tuve
la muy poco profesional intuicin de que, slo con entender el lenguaje del culo de la
foto, el caso estara resuelto. Las nalgas queran conversar con el ano, y ambos
dirigirse a m. Siempre decan lo mismo: Fllame, s el animal que entra a la caverna,
regresa al Comienzo de los hombres, cuando nos tomaban sobre terrenos ridos,
hazme el culo sin aceites, frota tu garrote entre los pliegues de mi vivienda, destryela
y constryela: te dar un regalo desconocido. Nicols encapull mi verga en su boca
y me masaje los huevos como un adivino. No poda apartar los ojos de la foto; de
otro modo, me lo hubiera sacado de encima.
Repentinamente, el cafetero abandon su tarea, se par delante de m, se quit la
camisa, se baj los pantalones y dej caer unas gotas de caf hirviendo por su espalda.
Se baj un poco los calzoncillos y pude ver una nalgas femeninas, quizs no tan
redondas como las del seor Tures, pero infinitamente ms dispuestas a recibir el
latigazo masculino. Las gotas de caf se perdieron, disminuidas, en la raya que nace
donde termina la espalda y conduce al ano.
Me est ardiendo el culo dijo.
Hazte un enema con un sifn de soda suger.
Unas intrpidas gotas de mi propio semen, contenidas, casi contrabandeadas, me
humedecieron el glande. Nicols comprendi que tampoco en esa ocasin le rompera
el culo, y como un centinela se lanz cuerpo a tierra bajo el escritorio por tercera vez
en la maana. Le pegu un puetazo en la cabeza, pero su boca se mantuvo firme en
mi verga; pareca una boa. Me apretuj los huevos con la fuerza exacta y le tir del
pelo, pero yo ya no saba si era para sacarlo de all o para terminar de vaciarme. Sin
despegar la vista de las fotos, sent mi leche entrando en su garganta, liberndome,
permitindome una vez ms despreciarlo, deseoso de que Nicols se retirara
inmediatamente. Pero cundo haba sido la ltima vez que alguien tragaba mi leche
con semejante voracidad? Adriana la escupa e Isadora ni siquiera llegaba a eso: la
reciba entre los pechos porque no la quera en la boca. El puto Nicols, en cambio, se
puso de pie ante m sin una gota entre los labios, y tampoco haba dejado ninguna en
el suelo.
Cuando quieras dijo levantndose por fin los pantalones, me sentar en tu
pija como en un silln reclinable. No creo que haya un ano ms sucio y dispuesto que
el mo. Y poco usado! Sers el segundo que me lo despliega: el primero fue mi to.
Pero a l no tuve que tratar de convencerlo.
Tu historia familiar dije mientras le indicaba con una mano que se retirara
me resulta an ms aburrida que el bochornoso episodio que acabas de protagonizar.
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cuando atendi ya no quedaba whisky. Tendra que bajar a comprar. Todo pareca
indicar que volvera a beber. A cuntos aos de vida til poda aspirar?
Normanda, mi amor le dije, cmo est tu culo hoy?
Acabo de prepararlo respondi. Podrs decir que es telepata, pero no
quera irme a dormir sin dejarlo listo por si acaso. La verga... parada?
No en este momento dije. Pero esas cosas cambian. Cunto tardas en
llegar?
Un poco ms de lo que tardes en empinarte.
Me la puedes chupar primero?
Voy para all.
Yo todava no me la haba lavado desde lo de Nicols. Y tampoco tena ganas de
lavrmela. Normanda no era la mejor chupadora de todas, pero ella s tragaba con
ansias; y le gustaba limpiarla. No la haba incluido en la comparacin con Nicols,
simplemente por respeto. Normanda se haca valer. Su culo saba cmo provocarme:
ella jugaba a no drmelo hasta que yo lo consegua, con una supuesta sntesis de
fuerza y seduccin. Yo saba que era mo desde el inicio, y tambin jugaba a
conquistarlo. Pues no hay mayor placer para una verga que someter un culo que la
rehuye, y escuchar convertido en placer el gemido que antes fue de miedo. Y aunque
todos saben esto, no deja de ser prudente repetirlo, para solaz de las futuras
generaciones, que an no han conocido el goce de la sodoma y fornican
reproductivamente, con lo que ponen en peligro demogrfico a nuestro atestado
planeta. Normanda llam por el portero elctrico hacia el final de mis poco novedosas
reflexiones. Subi con un traje de serfer, como si fuera a la playa a hacer surf, el traje
que prefiero para romperle la parte de atrs y traspasar a un tiempo la goma de la
ropa y el cuero de su ano. No s qu pensara algn vecino, en caso de compartir el
ascensor con ella, al ver que no llevaba la consabida tabla de surf. Pero tampoco me
importaba demasiado. Normanda entr sin golpear, yo haba dejado la puerta abierta
a propsito, y apareci erguida delante de m, que la miraba tirado en el sof.
Ech hacia atrs su largo cabello color trigo, se junt las tetas con ambas manos y
comenz a contonearse como una pitonisa. Cuando lo crey oportuno, cay con su
boca sobre mi verga, que ya estaba afuera, y la succion hasta que alcanz un
mediano grosor. La cerr entre dos de sus dedos y me dijo:
Y todava no me la das toda. Pero qu gruesa es! Eso es lo que me gusta.
Se puso nuevamente de pie y me dio la espalda. Ceido por la goma del traje, su
culo pareca un delfn con la parte inferior de cuerpo humano. Siempre he acariciado
el bizarro pero intenso deseo de follarme una mujer delfn.
Hoy no te quiero romper el traje le dije. Por favor, qutatelo y mustrame
el culo directamente.
Normanda se desvisti con cierta dificultad y frente a mis ojos aparecieron sus
dos suntuosas nalgas. Las haba lubricado con una melaza casi lquida, y parecan dos
pasteles almibarados. Me las acerc hasta la boca y las chup. Pero, pese a todo, an
circulaban por mi memoria las imgenes de la seora Tures. Normanda se puso en
cuclillas sobre mi cara, y comenz a subir y a. bajar, mostrndome el ano en todo su
esplendor, abrindolo y cerrndolo. Luego se llev un dedo a la boca, lo chup y se lo
meti. Lo sac, me lo pas por la frente, y volvi a enterrarlo.
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Le pidi que se tomara del cao de la banadera y apoy la verga entre las nalgas.
Me quise suicidar por el dolor de no ser yo: no era difcil, bastaba con dejar caer la
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escalera hacia atrs. Para que este mundo resultara soportable, aquel espectculo
deba ser lo que cada nio viera al comenzar la vida. Qu culo! Qu nalgas! Qu
majestuosa la verga entre las nalgas de la seora Tures!
No pases de ah le advirti la seora Tures mientras enjabonaba la verga y
las bolas de su esposo. Sabes que no me gusta por el culo.
Lo s. Pero pens que quizs con el relax del agua...
Menos an dijo ella. Con el jabn, arde.
La verga del seor Tures, pese a las palabras de su mujer, pugnaba con
desespero contra el ano prohibido. Sin embargo, el agua es mala conductora de
vergas, y el jabn no haba llegado a la punta.
Si quieres dijo la seora Tures, puedo ofrecerte un pedo en la pija: el calor
resultar agradable.
Adelante suplic l.
Debi de entrar algo de jabn en el ano de la seora Tures, pues una brevsima
brisa de burbujas sacudi imperceptiblemente la verga del seor Tures, que eyacul
como un caballo y cay rendido sobre la espalda de su seora; sta sonrea
malignamente, no de maldad, sino por esa extraa satisfaccin competitiva con que
algunas hembras reciben al macho rendido, un segundo antes brioso corcel, ahora
pobre bicho. Pero el seor Tures no se amedrent y, an con la sombra del placer
sobre su verga apagada, dio vuelta a la seora Tures y puso entera la verga flcida en
su boca. Tem tener que derivar el caso a homicidios, pues entre la verga en la boca y
el agua que a ratos le entraba en la nariz, no saba cmo sobrevivira la ardiente seora
Tures. Pero demostr una sabidura ancestral: mam con pasin el miembro de su
esposo y le pas la esponja por los huevos, incluso hundindola un poco en el ano. Si
la seora Tures mostraba cierta reticencia a dejar que entraran por all, el seor Tures
reaccion de un modo absolutamente opuesto. Maravillado, persuadi a su esposa de
que le hundiera an ms la esponja.
Luego ambos se pusieron de pie y ella le meti en el culo un cuarto del mango
del cepillo de restregarse la espalda. Mi propia verga pareca querer ocupar un lugar
en aquel cuadro.
Finalmente, ella le dio la espalda, tom la verga del seor Tures y, pasndola
previamente por las nalgas, en un ir y venir hmedo y aplicado, se sumergi la verga
de su seor esposo en el coo, pegando unos alaridos a la vez ridculos y celestiales,
para acabar de un modo que nunca hubiera sospechado en ella: su rostro de Rossellini
y Kinski se transform en el de la simple Sofa Loren, en cuyas tetas yo hubiera
dormido cada uno de los das de mi vida, y a quien amaba en secreto desde nio. Me
alivi la seora Tures, pues era humana.
Satisfecha, abiertas las sensuales fosas de su nariz, dijo a su marido:
Y ahora necesito unos minutos el bao... Quieres mirarme el rostro?
No, gracias respondi el seor Tures.
Pero has acabado esta vez?
A lo que el seor Tures respondi mirando de reojo por la ventana en la que
saba que yo estaba y bajando su prepucio; segundos despus, dej asomar la cabeza
roja del glande, del que sali disparado un chorro de leche que enchastr la barbilla de
la seora Tures.
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El hombre la tom por las caderas y, sin lubricar, le insert la verga hasta el
fondo. Comenz un vaivn en el que entraba y sala hasta el glande, el tronco y los
huevos. La seora Tures no hablaba, pero eso deba de doler.
En efecto, tena el rostro crispado en una mueca de dolor, y, en el afn de
someterse, se morda los labios. Sus manos fueron hacia atrs y palparon lo poco de
tronco que restaba afuera y los huevos con verdadera pasin. Precisamente, lo que
ms me enardeci de esa escena fue la fina motricidad de los dedos palpando,
tanteando los huevos; como desligados del espectculo brutal en el que aquel ano se
renda. Los dedos masajeaban, reconocan, amaban, interiorizaban los huevos del
hombre, mientras en el rostro de la seora Tures asomaba el dolor, y en el ano, seguro,
se padeca.
El negro sac la poronga de aquel culo derrotado, y vi a un tiempo la verga
apenas sucia y el ano abierto casi al doble de su circunferencia inicial. No haba ni
rastro de leche: el seor an no haba acabado. Perd a ste de vista y luego regres
con un frasco blanco en una mano. Meti un dedo en el frasco y lo sac embadurnado
en una sustancia del mismo color.
Esperaba yo que la crema lubricante fuera tambin anestesiante para el ano de la
seora Tures. El hombre meti el dedo con mucha ms delicadeza de lo que haba
metido la verga, fue rodeando el ano de la seora Tures, y hasta pareci reducirlo a su
dimetro normal. Entonces apoy de nuevo el glande en el agujero marrn de cuero
de la pobre seora mi diosa, mi Afrodita, mi reina, de pronto convertida en una
pobre mujer culeada, y recomenz la tarea de drenaje y de friccin. Los labios
perfectos, en la cara interesante de la seora Tures, formaron una palabra muda e
inconfundible, que yo no escuchaba debido a la distancia pero que aquel hombre
oscuro deba de estar oyendo a los gritos.
El hombre, como sucede habitualmente en estos casos, no la sac.
Vi su cara, la del hombre, contraerse y relajarse en una expresin inequvoca de
desesperacin y goce, e imagin que los msculos de su rostro repetan fielmente los
estertores de su verga en el momento de temblar dentro del apretado ano de la seora
Tures. Retirada la verga, la mujer se subi a toda prisa los pantalones y sali corriendo
del rancho. Al poco se detuvo junto a un rbol y se puso en cuclillas; fij el largavistas
en su rostro, y dej de mirar.
Durante unos instantes, una conclusin me acompa como un buen trago de
whisky: la seora Tures no haba gozado de la culeada.
Mientras se aliviaba junto al rbol, pude descubrir las lneas de su rostro cuando
algo le agradaba, pero tampoco eso era placer sexual. Y mientras la empalaban, si bien
llegaba a soportar el dolor, ese dolor no se transmutaba en placer. Por algn motivo
distinto del placer, me dije, se est dejando dar por culo.
Dirig el largavistas hacia el rostro relajado del negro, y me asalt un recuerdo
que me haba acosado, como un dja vu, desde el primer momento en que le vi, haca
unos minutos, al encontrarse ambos en el rancho: yo conoca a ese hombre. Era Benito
Menegazo, el nico negro argentino que era campen de boxeo. Incluso haba hablado
alguna vez con l, en los comienzos de mi carrera. Y, con respecto a la carrera de
Menegazo, debo decir que haba sido an ms accidentada que la ma, si cabe.
Haba venido a consultarme, unos veinte aos atrs, por el caso de una mujer
blanca que no poda evitar chuprsela cuando lo tena a su alcance. La mujer era
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lo busqu ni pretend acercarle algn tipo de consuelo. Cuando no puedo hacer nada
por alguien, procuro al menos no molestar.
Pero ahora el destino volva a reunimos en un punto nico en el universo: el ano
de la seora Tures. La segu, ya sin necesidad de usar el largavistas, cuando sala de la
quinta, y me result algo penoso ver a esa gran seora, caminando sola, desvalida, por
el camino de tierra, hasta alcanzar el acceso a la General Paz. Tir el largavistas dentro
del auto, corr y me acerqu solcito.
Puedo ayudarla en algo? pregunt. Necesita un remisse?
En realidad, siempre tomo el mismo me dijo. Est del otro lado de la
autopista.
Por el modo de hablar, se notaba que tena l culo abierto y una gran necesidad
de sentarse.
Pues yo tengo el auto ac mismo... La vi pasar y me dije: Qu hace por aqu
esta seora? Tal vez se ha perdido. Seguro que necesita un auto.
Usted es remissero? pregunt, con un deje de sospecha.
Claro dije, intentando resultar lo ms inofensivo posible.
Pero debi de ver mi ereccin, o sencillamente no aceptaba invitaciones para
viajar con desconocidos. As pues, me agradeci y cruz la calle cuando los autos se lo
permitan. Del otro lado, un auto verde estacion junto a ella. Subi y rumbearon para
la capital. Regres a mi propio auto, me masturb sin importarme que me viera algn
transente y cuando una seora que pasaba con la bolsa de la compra me seal,
riendo, a su compaera, eyacul profusamente. Sin limpiarme, apenas tapndome con
la camisa, retom yo tambin el camino hacia mi estudio.
Entr con el botn del pantaln desabrochado y la bragueta abierta tapado por
la camisa, me sent en mi silla y suspir.
Nicols haba estado esperndome. Entr inmediatamente despus.
Me molest mucho que no trajera su termo de caf: por ms que lo utilizara de
pretexto, lo prefera a la expresin clara que se lea en su cara.
Est bien me dijo sin prembulos. Me resigno a que no me redondees el
culo. Mi to me lo viene pidiendo hace aos, despus de la nica vez que lo tuvo, y se
lo niego: lo quiero tener fresco y sucio para ti. Y t no lo quieres. Lo acepto. Pero, al
menos, djame chuprtela.
En eso estaba pensando le dije.
Se tir nuevamente bajo el escritorio y me levant la camisa con un discreto
alarido de asombro, goce y decepcin.
La tienes afuera! grit. Qu hermoso grosor! Y luego, la decepcin:
Pero ya te sacaste la leche!
Estoy esperando que me la limpies respond.
No aguard ni un instante; se la encaj en la boca, que, lo admito, reput como
maravillosa. Chup con avidez y habilidad. Pero mi miembro permaneca flcido.
Masturb, sob los huevos, e incluso intent meterme un dedo en el culo, lo que le
imped sin atenuantes. Sigui chupando. Gozaba tratando de excitarme. Yo pensaba
en la seora Tures.
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Tuvieron que pasar dos das para que pudiera seguir a la seora Tures a la
quinta de la localidad de Castelar, donde la aguardaba impertrrito el boxeador negro
Benito Menegazo. Todava no haba conseguido noticias para Atilio Rasputn, quien
me haba llamado dos veces. An no haba recibido la revelacin. Dije al seor Tures,
no obstante, sin darle el menor dato, que preparara el dinero, pues se acercaba el final
del caso.
La seora Tures se llamaba Betina. Me enter cuando vi la boca de Menegazo
pronunciar su nombre, mientras le clavaba la verga con mucha ms consideracin que
la vez anterior. El seor Tures no me haba revelado hasta entonces el nombre de su
esposa, quizs porque, al igual que el seor Rasputn, consideraba que deba
ocultarme algo: un detalle que tuviera la fuerza de recordarme que los dos me
mostraban a sus esposas desnudas por obligacin, por trabajo; pero que las seguan
amando y pretendindolas para ellos solos. El nombre de la seora Tures tena una T,
que se acentuaba al repetirse en su apellido.
Quizs este dato, el nombre oculto, fue lo que finalmente dispar mi intuicin.
La T se me apareci como una figura pornogrfica y, al mismo tiempo, como un
recuerdo: la figura pornogrfica era el cuerpo de la seora Tures en su actual posicin
mientras la verga de Benito Menegazo entraba una vez ms en su culo, convertida en
el trazo vertical, perpendicular, de la misma letra; y el recuerdo era que la joven que le
haba arruinado involuntariamente la vida a Benito se llamaba Betina Mildared.
La escena, para el fisgn, fue idntica a la del anterior encuentro.
Pero en el rostro del amante se lea el renovado entusiasmo que el encule
siempre brinda. No hay segunda vez en la sodoma: siempre es una novedad. Sin
embargo, tampoco en esta ocasin rezum placer el rostro de la seora Tures, a la que
yo haba visto gozar sobradamente con su marido.
Terminaron el acople en una sola enculada, y la leche, rebalsando, se derram
desde el ano hasta los tobillos de la seora Tures, ya de pie, cuando aquella verga sali
como un corcho de champaa aunque definitivamente ms grande y gruesa, con
un ruido que pude imaginar, y casi or, por el solo acto de ver cmo se desabotonaba a
presin.
Una vez ms, la seora Tures se apresur hacia el rbol, pero tampoco en esta
ocasin la vi disfrutar. Luego, corriendo hacia la tranquera, se subi los pantalones y
sigui por el acostumbrado camino de tierra.
Enfoqu a Benito Menegazo. Permaneca sentado en una silla de paja.
Melanclico y desconcertado, miraba al techo y la verga alternativamente. No se la
tocaba ni haca ademn alguno de levantarse.
De la nada, apareci una mujer que ech por tierra todas mis presunciones.
Era la seora Rasputn.
Muy monda y lironda, la seora Rasputn hundi la verga de Benito Menegazo
en su boca, sin que ste atinara siquiera a rozarle el cabello. Mam, mam y mam. De
pronto, la verga de Benito relumbraba. Pareca an mayor.
Espero que no se le ocurra metrsela en el culo murmur tras mi
largavistas, porque entonces voy a tener que llevarla al hospital.
Pero no la encul. La seora Rasputn yo desconoca su nombre y Benito no lo
dijo le chup y masaje los huevos con deleite. Lo tomaba por el prepucio y lo
masturbaba dentro de la boca. Yo ya no puedo soportar, por ejemplo, que me la
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chupen sin pajermela. Y esta mujer lo saba: por qu habra de dejar de masturbar
mientras chupa? Es como el sabor de helado de sambayn con almendras: por qu
alguien habra de pedirlo sin almendras? Tom una decisin: la prxima vez que
Normanda me la chupara, me tomara un helado de sambayn con almendras.
Benito eyacul menos semen que con la enculada, pero de todos modos era un
volumen considerable. La seora Rasputn agradeci pasndose la leche por el pelo y
los pezones. Le mostr el culo, pero el hombre hizo que no con la cabeza.
Sin dar razones, me pareci comprender. Pero ella desapareci tan
inexplicablemente como haba llegado, y, con ella, mi sensacin de inteligibilidad. No
obstante, ejecut los pasos que me haba propuesto: camin hacia la casa de adobe y
golpe la puerta.
Benito me abri sin preguntar y me invit a pasar sin sorprenderse.
El sorprendido fui yo cuando me dijo:
Hace veinte aos que te estoy esperando.
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Supongo que vas a contrmelo todo repliqu. Benito prepar un mate.
No respondi. Por qu habra de hacerlo? No contest.
Ya estamos libres de la seora Rasputn?
S respondi. Amanda ya se ha ido.
Seal una puerta abierta, en la que yo no haba reparado: a lo lejos, a campo
traviesa, se vea a la seora Rasputn corriendo hacia un auto verde vaco. Subi al
auto, cerr la puerta y arranc.
Vas a contrmelo todo le dije a Benito porque no tienes con quin hablar.
Los boxeadores son muy parecidos a los toreros: se enfrentan a la muerte en cada
combate. Sabes qu hizo el torero que se garch a Ava Gardner, inmediatamente
despus?
Sali corriendo dijo Benito con una sonrisa, extendindome el mate.
Ella le pregunt: Adonde vas?. Y l respondi: A contarle a mis amigos
que me he follado a Ava Gardner.
Benito estall en una carcajada y reclam el mate.
No tienes con quin hablar, Benito continu. Debe hacer por lo menos un
mes que ests desesperado por contarle a alguien cmo te coges por el culo a la esposa
del seor Tures, y cmo te la chupa la seora Rasputn.
Betina y Amanda precis Benito, A ti te parece que, despus de lo que
sufr, me quedan ganas de contarle algo a alguien?
A ti te parece que, despus de lo que ests gozando, puedes reprimir las
ganas de contrselo a alguien? lo remed.
Otra vez se carcaje. Me alegraba verlo rerse.
No supondrs que esto es una coincidencia me dijo.
Agradezco a Dios que me confirmes que no lo es repliqu aliviado.
Porque de lo contrario, voy a volverme loco.
No metas a Dios en esto me amonest, enojado.
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No lo s dijo Benito. Pero fuiste t el que dijo que Dios estaba en todas
partes. Si no me contradice, entonces es que el adulterio es un pecado capital.
Como conclusin teolgica es un poco apresurada discut. Pero los
telogos no son mucho ms rigurosos.
Para m, es un pecado capital, y no me interesan esas cosas. Primero me enter
de que Betina estaba casada, porque la segu, hasta un shopping. Entonces vi que t
tambin la seguas.
Di un respingo.
No me di cuenta dije. Tendr que retirarme de la profesin: no haber
percibido un corpachn como el tuyo... A la vejez, ceguera.
Como sea. Supe que lo de Betina se haba descubierto, y que lo mejor era
terminar el ao sin ms complicaciones. Volvera a su marido y le dara el culo a su
legtimo.
No se lo da dije. No le gusta que le den por el culo.
Pens que quizs con el marido...
Con nadie dije. Y call el resto de mi frase: Ni siquiera me lo dara a m.
Pero con Amanda el asunto era diferente. Tena que encontrar el modo de
interrumpir la chupadera sin ser yo quien se lo dijera al marido.
Pero cmo lleg Amanda a chuprtela?
No s si tiene un campo por ac o qu me respondi Benito. Pero un da
en que yo estaba meando en el descampado, apareci de improviso y me vio por
descuido la verga. Sin dejar que terminara de mear, empez a chuprmela. Se lo
permit aquella vez, y luego me enter de que me espiaba mientras enculaba a Betina.
Me suplic que le permitiera chuprmela cada vez que Betina se fuera. Acced. Por
qu no iba a hacerlo? Para continuar sin relacionarte con la gente dije. Ya ves
que no se puede dijo sealndome. Esperaba que, ya que el destino haba vuelto a
juntarnos a ti y a m... En el ano de una mujer agregu. Asinti y sigui:
... esperaba que esta vez pudieras ayudarme. Ayudarme como no me ayudaste
cuando pudiste. Espero que deshagas estos dos adulterios. No s cmo. Pero es tu
responsabilidad. Yo me acerqu al seor Rasputn en un bar de ac cerca, fingiendo
ser un borracho ms, y aprovechando su cara de desesperado, su completa desolacin
(aunque no beba), entabl conversacin con l. Ya saba que ibas tras los pasos de
Betina, aunque no saba por qu, y tom esa mano del azar. Cuando Rasputn me
cont su drama, sin saber que se lo contaba al mismsimo culpable, te recomend.
Pero t no eres culpable.
Es cierto dijo Benito. Nunca lo fui. Pero terminarn hacindomelo creer.
Pues voy a cumplir con mi parte dije. Y es la ltima parte. Eso
esperamos todos dijo Benito.
A propsito dije. Ahora que voy a dejar el oficio, pienso matar las horas
muertas escribiendo. No se me da mal: comenc por una carta a tu ex esposa.
Benito se levant como un mueco de resorte y me tom por los hombros con
una fuerza que, si hubiera sido el cuello, no habra escrito yo lo que sigue.
Le expliqu detalladamente los sucesos de hace veinte aos dije con los
brazos a punto de descoyuntarse y de los que fui testigo. Ella, desde Chile, en un
telegrama, me agradeci de inmediato. Yo creo que regresa.
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Benito me solt, me mir, sorprendido por primera vez desde que entr a su
rancho.
Voy a solucionar el resto, Benito dije.
Benito me abri la puerta. Cuando sala, me pregunt:
Por qu no viniste hace veinte aos? Era muy joven respond. Y por
qu ahora...? Porque ya soy viejo.
Lo escuch cerrar la puerta. Y sal por aquella tranquera que nadie cuidaba.
9
Llam primero al seor Rasputn. Lo recib con un rostro de velorio. Su propia
cara no mejor el clima.
Lamento decirle que, de haberlo sabido, no habra tomado su caso.
Con su silencio, me invit a seguir.
Es un vulgar caso de infidelidad segu. Su esposa se la chupa a otro
porque quiere.
El seor Atilio Rasputn me detuvo con un gesto de la mano.
Eso es todo lo que necesitaba saber.
Mi consejo, aunque no debera meterme en estas cosas, es que la abandone. No
es higinico, seor Rasputn.
El seor Rasputn neg firmemente con la cabeza.
No puedo dejarla me dijo. No puedo. Es mi vida entera. No es tan linda,
pens. Si conociera a la seora Tures...
Nada ms la chupa?
Hasta donde yo s, s contest.
No da el culo, no le tocan el coo, no la follan por ah?
No puedo dar fe de ninguno de los actos que usted menciona.
Con eso me basta. Pens que quizs haba algo extrao detrs. Como ya le dije,
una adiccin.
Al respecto, seor Rasputn le dije, debo disculparme. Hasta este caso, yo
pensaba que la adiccin a la mamada de verga ajena no era infidelidad. Pero si usted
viera los daos que causa a las personas... Es como las malas drogas: no porque sea
imposible dejar de consumirlas, dejaremos de considerarlas malas.
El tema se presta a debate dijo, ahora ms calmado, el seor Rasputn.
Usted sabe que algunos no las consideran malas, e incluso pretenden legalizarlas...
Pero matan dije. Eso es innegable. Igual que la adiccin a las mamadas de
verga ajena. Por eso, antes de retirarme, y le anticipo que me retirar no bien resuelva
el siguiente caso, dejo mi testamento intelectual: en las mujeres casadas, la voluntad,
la represin personal, debe sobreponerse al impulso de mamar pijas ajenas. La
sociedad toda se beneficiar de este nuevo punto de vista sobre el tema. Se lo aseguro.
Es infidelidad a secas, al menos desde mi punto de vista, Y no voy a cambiar al
respecto.
Pero yo no puedo abandonarla gimi Rasputn. Incluso s lo que siente.
Llega a casa los jueves, sin hacerse grgaras, sin ni siquiera lavarse la boca, y espera
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Sin que Nicols pudiera acercar la boca, el seor Tures subi con toda facilidad
los pantalones de gimnasia, con la leche todava en el culo y, olvidando la foto de su
mujer, march a la carrera.
Esto es un insulto dijo con furia contenida Nicols.
El ltimo insulto lo remed. Si sales de mi oficina, me haces un gran favor.
No volvers a pisarla mientras yo est aqu.
Cmo vas a impedirlo?
Porque no voy a venir ms.
Sin revisar los cajones, sin fijarme si olvidaba algo en el escritorio, sabiendo que
llevaba el dinero en el bolsillo y echando una mirada fugaz al culo de mi amada
seora Tures, sal de mi despacho por ltima vez. Ya se encargara Normanda de
pasar a retirar los restos, incluyendo la foto, que le pedira incinerara.
Tena el bolsillo lleno de dinero, la verga saciada y la cabeza clara. Llam a
Normanda y, como siempre, sin prolegmenos, le dije que por fin aceptaba su oferta
de venirse a vivir conmigo.
Hoy a la noche empezamos respondi.
No traigas el traje de serfer dije. Te prepar algo especial.
Adelntame... pidi.
Yo no s resistirme a las mujeres bellas ni, por lo tanto, guardar sorpresas:
Te la voy a meter por el coo.
Sent su lbrico gemido de asentimiento.
Y sin ninguna proteccin.
La comunicacin se interrumpi de pronto. La sorpresa la haba devastado.
Quizs hiciera falta un polvo ms por el culo antes de comenzar esa nueva vida.
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Kausus
1
El profesor Kausus permaneci mirando el cigarrillo luego de la segunda pitada,
como si aquel prodigio no lo hubiera descubierto l. Su futura esposa, Lisa, lo
aguardaba en la cama con el camisn blanco de seda abierto. Desde all poda ver a su
amado. Y el sexagenario profesor, a su vez, encontraba a disposicin de sus ojos los
pechos amplios y firmes de la mujer. Aquella hierba, definitivamente, alargaba el
tiempo. Lisa se levant de la cama de un salto, corri hasta el profesor y, sin darle
tiempo a reaccionar, apoy uno de sus rosados pezones contra la brasa ardiendo del
cigarrillo.
Ahh... grit con un sollozo, de dolor pero temerario. Regres corriendo a la
cama, se chup un dedo y, pasndolo por el pezn enardecido, dijo a su futuro
marido: Son cosas que no se pueden hacer de casados. Ahora ven a pasarme la
lengua hasta que amaine.
Si le hubieran preguntado al profesor Kausus por qu finalmente haba decidido
abandonar su sempiterna soltera por la mujer de cuarenta aos ms bella del barrio,
habra callado la verdad que a s mismo se deca: Porque puedo lograr que Lisa
llegue al climax lamindole y tocndole los pezones. Nunca en mi larga vida sexual he
conocido una mujer semejante: basta con que me dedique con tesn a sus pezones.
Quizs sus amigos y conocidos no reputaran esta afirmacin como un
argumento decisivo para el matrimonio, pero al profesor Kausus le bastaba. Una
afirmacin tan definitiva como el hecho de que la hierba que haba descubierto en su
jardn dos semanas atrs alargaba el tiempo humano. Luego de fumarla, las acciones
que antao entraban a duras penas en un da, sucedan en dos o tres horas. Los das
duraban dos o tres das; y los meses, trimestres. No alcanzaba a dar con la cifra exacta,
pero durante su acto preferido, la fornicacin, haba evidencias suficientes como para
confirmarlo en la conviccin de que haba por fin dado con el invento ms importante
de su vida. Era una fortuna inaudita haberlo conseguido a una edad tan temprana
como los sesenta aos.
Corri al lecho y pas la lengua por el pezn ardiente. Luego aplic toda la boca
al otro pezn. Lisa dej escapar un mugido. A Kausus le gustaba imaginar que era una
vaca convertida en mujer. No por lo que los hombres ignorantes suponen que se
puede llamar vaca a una mujer, sino porque, en la piel blanca, en las caderas fuertes y
en el cuerpo amplio de Lisa, Kausus vea a esos delicados mamferos. Le gustaba
pedirle que se pusiera en cuatro patas y mugiera, tarea a la que ella se entregaba con
devocin. Tambin le peda que le mamara la verga como si estuviera rumiando
pasto. En ocasiones, luego de fingir ordearla, l llegaba a pegarle en el culo con un
rebenque. Entonces Lisa muga dolorida y, sin abandonar su posicin cuadrpeda,
arremeta con la cabeza contra el respaldar de la cama, como una verdadera vaca en el
camin de ganado. En esos casos, su culo quedaba especialmente expuesto, y la
naturaleza la haba dotado de unas nalgas a las que bastaba con elevar un poco para
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que de inmediato revelaran el botn marrn que fingan proteger. Ms de una vez, el
profesor Kausus se haba preguntado si, en las mujeres, las nalgas protegan el ano, o
por el contrario incitaban a su penetracin. Las nalgas femeninas eran guardianas y
traidoras a un tiempo: ocultaban el ano en un refugio, pero no eran acaso culpables
del deseo masculino de alcanzarlo? Quin querra penetrar un ano, de no ser por las
nalgas? Ahora Lisa haba tomado la posicin bovina y se cacheteaba las nalgas con la
mano derecha.
Vamos, patrn, vamos le susurr a Kausus. Que esta vaca se escapa.
En lugar de ir a buscar el rebenque, el profesor Kausus se incorpor de
inmediato y le clav la verga en el coo. Casi al mismo tiempo, le oprimi cada uno de
los pezones con el pulgar y el ndice de ambas manos; del pezn chamuscado
emanaba un calor animal. Lisa alarg una mano y sac el rebenque de debajo de la
almohada. El profesor Kausus casi ri de la sorpresa: acostumbraba guardarlo en la
parte superior del armario.
Mtemelo en el culo le pidi Lisa.
Kausus sac la verga del coo y, con mucha suavidad, insert apenas la punta
del mango del rebenque en el culo de la mujer. Pas rpidamente abajo y volvi a
clavarle la verga en el coo. Mientras le martirizaba los pezones con las dos manos, la
posey brutalmente. Lisa comparta el entusiasmo; toda ella se mova como un
temblor de tierra. Al agitarse, el cuero del rebenque le rozaba las nalgas, y Lisa gritaba
pidiendo ms. Aqulla era la ms enrgica de las folladas que el profesor Kausus
haba dedicado a su novia desde que se fueran a vivir juntos: estaba festejando su gran
descubrimiento. Lisa acab en diez minutos, gritando: Kausus!, pidindole que le
retorciera los pezones an ms fuerte y, por ltimo, exclamando: Hijo de puta!.
Pero cuando ya la leche se haba derramado en el coo de Lisa, el profesor Kausus
continuaba follando, repitiendo cada uno de los movimientos, disfrutndolos por
media hora, una hora. Eyacul a las dos horas, una hora y media despus de que Lisa
acabara de dormirse, saciada. Gracias a la hierba recin descubierta, las acciones
compartidas con humanos le permitan, o bien realizar en minutos lo que antes
tardaba horas mientras la otra persona perciba el tiempo como habitualmente, o,
como en este caso, disfrutar de dos horas de sexo en diez minutos. Lisa dorma, y el
profesor Kausus se dedic a sus tareas habituales. Con aquella hierba, a la que todava
no haba puesto nombre, poda entregar su trabajo cotidiano en cuestin de minutos.
Termin de anotar la frmula del detergente que realmente dejaba blanca la ropa,
prepar un compuesto para desengrasar cocinas y despus logr convertir en pastilla
un lquido que, una vez ingerido, cambiaba el olor de la transpiracin humana.
Orden las frmulas y los compuestos en su caja, que enviara al da siguiente al
laboratorio, y se tir en la cama junto a su novia. En un mes, se casaran. Kausus
decidi llamar Lisa a su nuevo descubrimiento.
2
Tan prudente y riguroso haba sido Kausus en la confeccin de los discretos
adelantos cientficos que le ganaban su paga mensual, como arriesgado y disparatado
en la bsqueda de inslitos inventos que justificaran su paso por la Tierra. Haba
inventado una pastilla que obligaba a las mujeres a sentir una desmedida gana de ser
cogidas por el culo; un lquido que haba utilizado en una sola ocasin que
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Ethelvina no respondi.
Kausus le pellizc una nalga, que enrojeci al instante, y repiti:
Dime que tienes pelotas.
Tengo pelotas, dijo Ethelvina.
Dime que eres una imbcil, insisti Kausus insertndole sorpresivamente la
verga hasta la mitad del tronco.
Ahhh solt
destrceme...
Ethelvina.
Soy
una
imbcil.
Profesor
Kausus,
flleme,
Kausus le abri las nalgas y enterr la verga hasta los huevos. Si tu mam
supiera cmo te estoy haciendo la cola... Usted..., jade Ethelvina, usted siempre
se quiso coger a mi mam, no?
Quise?, respondi Kausus con un jadeo y una carcajada. Quise? Tu padre
no le debe de haber horadado el coo ni la mitad de las veces que yo. Pero ella quera
casarse. Tu madre es una bella mujer, mucho ms bella que t; inteligente y graciosa.
Pero en esa poca yo no quera casarme... Aprieta el culo.
Ethelvina hizo lo que pudo.
As no, imbcil!, la ri Kausus tirndole del pelo. Y en el dolor de la tirada, el
culo de Ethelvina se frunci. As. Tu madre s que saba cmo apretar el orto. No s
cmo pudiste haber salido t de semejante madre.
Usted me est haciendo de nuevo, dijo Ethelvina.
Kausus, durante unos segundos, se conmovi. Pero la mirada simultnea al
rostro de la madre y al prieto culo de la muchacha volvi a descontrolarlo:
Tu madre me suplicaba una relacin estable. Quera un noviazgo y casamiento.
Yo la quera, no la amaba, pero la deseaba. La quera mucho. Pero por entonces yo
prefera la variedad.
Le cerr las nalgas en torno a su verga e imprimi mucha mayor fuerza a las
embestidas.
Me lo va a romper!, gimi ella.
Un culo como el tuyo no se rompe, dijo Kausus. Conozco muchos.
Pero pare un poco, por favor..., y en su splica Kausus intuy lo que poda
pasar, ... estamos en la cama de mis padres... Kausus continu como si le hubiera
suplicado lo contrario.
Levant la cara de la sodomizada tirndole del pelo y puso los ojos de Ethelvina
contra los ojos de la madre en la foto.
Mira!, grit Kausus mientras se derreta en la jungla oscura de las entraas.
Se limpi la verga con una almohada, y sent rpidamente a Ethelvina en el
acolchado, logrando que dejara la cama hecha un desastre. Se fue silbando,
subindose la bragueta en el ascensor, disfrutando de la idea de Ethelvina fregando
vanamente el acolchado, y dicindose una y otra vez que lo primero que deba hacer
al llegar a casa era lavarse la pija.
4
La segunda, y ltima, amante de Kausus era Anastasia, una hermosa mujer de
por entonces treinta aos, a la que haba conocido unos diez aos atrs. Tena un
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cuerpo juncal, con unos pechos aceptables y un culo redondo pero algo pequeo; el
torso siempre terso, los labios carnosos y, lo que ms le gustaba a Kausus, un rostro
moreno y unos oscuros ojos brillantes. Si Kausus, mientras haca el amor con Lisa,
tena dificultades para llegar al orgasmo, entonces recordaba los ojos de Anastasia y
eyaculaba al instante. Anastasia era la nica mujer a la que, tambin por nica vez, le
haba aplicado el lquido para borrar un recuerdo.
Anastasia haba llegado a su vida cuando sta apenas tena veinte aos, y el
profesor Kausus cincuenta. Por entonces Brisa, la mujer de la que Kausus haba estado
enamorado desde sus propios veinte aos, su primera esposa, lo haba abandonado
por una mujer. Kausus se haba enamorado y luego casado con Brisa, y la haba
amado durante toda su vida adulta, aun cuando ella nunca dej de mostrar cierto
desapego por la idea de pasar la vida juntos. Se haba negado persistentemente a tener
hijos. Pero Kausus no poda sino amarla: amaba su insolencia, sus pechos
desbordantes, su boca de cortesana oriental, su cuerpo clido y su culo, que aunque
nunca fue un gran culo, para Kausus era ni ms ni menos que el culo de la mujer
amada: el que ms quera penetrar. Era un culo muy agradable, de seora, con
grandes nalgas y un ano perfecto: un culo de esposa.
El matrimonio por amor tena para Kausus un incentivo afrodisaco. Se deca a s
mismo, cada vez que Brisa lo invitaba a la sodoma: Le estoy haciendo el culo a mi
esposa. Y a veces Brisa deca en voz alta: Gracias, mi seor esposo, por
redondearme el culo. No caba duda de que ella lo haba amado. Se besaban, con la
verga bien adentro del culo, el ano convertido en un guante. Amaba besarla mientras
culeaba.
Las tendencias lesbianas de Brisa haban sido para Kausus un aliciente ms,
parte de su insolencia fresca e irresistible. Pero cuando finalmente lo dej por una
profesora de gimnasia, se quiso morir. Del mismo modo que ahora, a los sesenta aos,
se propona dedicar el resto de su vida a follar para disfrutar del tiempo que le
quedara, luego de aquel abandono, a los cincuenta, se dijo que quera morir follando,
que el mundo se le viniera encima mientras l estaba encima de alguien. Foll todo lo
que se le cruz: ancianas, modelos, mujeres polica, travests y hasta una mendiga. No
senta el menor afecto por sus presas, y muchas veces ni siquiera atraccin: las cazaba,
invariablemente las sodomizaba y sala en busca de una nueva.
Los encuentros lo saciaban apenas por un da, y al da siguiente, igual de
desesperado, como un adicto, continuaba buscando su dosis. No amaba, no
disfrutaba: la vida haba perdido todo su sentido. Hasta que apareci Anastasia.
Lo abord en una fiesta; l estaba borracho, y ella le pregunt si era el profesor
Kausus, el que haba descubierto la locin para impedir el crecimiento de las uas de
los pies. Kausus lo admiti, y la mujer le dijo que su padre, quien haba muerto haca
pocos meses, haba sido profesor de Kausus en la universidad: no cesaba de expresar
el orgullo por el hecho de que al menos uno de sus alumnos fuera un genio.
Kausus, pese a la borrachera, se emocion hasta las lgrimas. Los ojos de aquella
mujer lo estaban salvando del abismo. Esas lgrimas fueron las primeras que sinti de
verdad desde que Brisa lo abandonara; e inesperadamente se lanz sobre los hombros
de Anastasia a llorar como un nio. Suele decirse que consolar a una mujer es el mejor
prolegmeno para poseerla, pero en este caso fue a la inversa. Kausus y Anastasia
salieron juntos de la fiesta; Anastasia, con sus frgiles veinte aos, a duras penas poda
sostener a un Kausus borracho, y el resto de los invitados los miraban a ambos con
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Lisa que llegara tarde al trabajo, pero record que la droga del tiempo lo estaba
bendiciendo, y que para Lisa aquello no durara ms que unos pocos minutos. Vio
desparramarse su semen entre los pechos de Lisa, y al mismo tiempo continu
gozando de aquella caricia morosa, sublime. Cmo se apretaba Lisa los pechos y se
homenajeaba a s misma los pezones! Qu vaca hermosa!
El da de nuestro casamiento le dijo entonces Lisa te voy a regalar un
misterio especial. Un regalo de vaca.
Y mugi: se fue el instante, en el tiempo de Lisa, en que Kausus le derram la
leche y la dej ir a trabajar. Kausus disfrut de su esposa durante dos horas ms.
Luego corri al bao a lavarse y se prepar para salir. Aunque no senta deseo,
Anastasia lo aguardaba en su refugio infiel.
No me gusta que nos encontremos en mi casa dijo Anastasia cuando
finalmente lleg Kausus.
Kausus observ los diplomas del experto en marketing, todos ellos con
menciones honorficas vagas: certificados de participacin en encuentros de
publicidad, de venta de cigarrillos, de campaas polticas...
Te hace feliz? pregunt Kausus.
Mucho.
Y te hace el culo? pregunt Kausus de inmediato, tendindole una trampa.
Nunca. Es slo para ti.
Anastasia corri hacia la cama, se par sobre el colchn, contra la pared, y se baj
la pollera. Las nalgas morenas asomaron.
Quiero verte los ojos pidi Kausus sin acercarse a la cama.
Anastasia lo mir sin dejar de mostrarle el culo.
Por qu me das el culo? pregunt Kausus.
Porque me calienta saber cmo lo gozas.
Tanto como que te la meta en el culo?
No, me calienta ms que me la metas en el coo. Siempre.
Y preferiras que nunca te la hubiera metido en el culo?
No! grit Anastasia con una risa. Me gust que me lo ensearas. Y no
hubiera querido pasar por la vida sin conocer tu pija en mi culo. Pero ahora que ya
pas el tiempo, te lo doy porque me calienta escucharte cuando la tengo adentro, tan
adentro...
Te voy a follar siempre por el coo dijo Kausus.
Haz lo que quieras dijo Anastasia.
Y tu marido? Dnde se fue esta vez?
A Cannes, a un congreso de publicitarios.
Siguieron unos instantes de silencio y Kausus dijo:
Anastasia, mucho me temo que estoy envejeciendo.
El efecto de la droga del tiempo ya lo haba abandonado.
Anastasia volvi a rerse.
Y qu? Siempre fuiste viejo, desde que te conoc. Y cuando yo tena veinte
aos, te vea mucho ms viejo que ahora.
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El tiempo mismo era una droga extraa, pens Kausus; quizs no haba
inventado nada.
Quiero decir que, en este momento, mientras tengo delante de m a una de las
mujeres ms bellas del mundo, mostrndome sus nalgas, no se me para.
Anastasia se inclin an ms, mostrndole tambin el ano y el coo.
Kausus sinti ternura. Se acerc hasta la cama, subi y le pas el miembro sin
empinar por el coo, como una caricia. Anastasia gimi.
Quiero que seas feliz dijo Kausus.
Lo soy con lo que tengo dijo Anastasia. Y se apret ambos pechos.
Kausus tom durante unos segundos las manos de Anastasia sin sacarlas de sus
pechos y luego baj de la cama. Sin subirse los pantalones, le dijo:
Tal vez es hora de que te permita darle el culo a tu marido. Por fin podrs
entregarte del todo.
Nunca dijo Anastasia volvindose hacia l y clavndole sus intensos ojos
negros. Este culo ser siempre tuyo. Mi culo es tuyo, aunque nunca ms lo quieras.
Siempre lo voy a querer! grit Kausus patticamente. Pero estoy viejo!
Invocaba su vejez porque no se atreva a decirle que su futura esposa le haba
vaciado los huevos.
Este culo es tuyo para siempre repiti Anastasia.
Baj hasta la verga de Kausus y se la meti en la boca mirndolo a los ojos.
Instantes despus, Kausus se derramaba en la boca de la mujer morena.
Se despidieron con tristeza.
Era invierno. Kausus lleg a su casa poco antes de que oscureciera, a las seis y
media de la tarde. Lisa llegara en una hora y media. Lo que vio entonces sobre su
cama matrimonial casi lo dej sin vida. Una muchacha de no ms de veinte aos lo
aguardaba en cuclillas, tomada del respaldar de la cama.
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Kausus supo, en lo ms profundo del corazn y de inmediato, que no se follara
a esa chica ni en mil aos. No quera arruinar su vida, y menos an en su propia casa.
Una infinidad de sospechas lo turbaron antes de preguntarse: era acaso una trampa
de su amada Lisa, una prueba a la que lo someta? O quizs un regalo de su futura
esposa, un regalo de despedida del reino de la infidelidad? Se trataba de una ladrona
que, descubierta por la sbita entrada del dueo de casa, se entregaba de aquel modo
para no ser entregada a la polica? Era una admiradora annima, una amiga de
Ethelvina?
La muchacha lo mir y le habl antes de que Kausus pudiera despegar los labios,
sellados por la impresin.
Hola, precioso.
Kausus, al verle en el pecho izquierdo una mancha violeta, record de quin se
trataba. Se sumergi en el recuerdo mientras pensaba qu decirle. Ella, balancendose,
siempre en cuclillas, tomada del respaldar de la cama, haba vuelto su rostro hacia la
pared.
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Cuando a los quince minutos lleg el remisse, Kausus baj a pagarle por el viaje
en vano y regres a su casa con el nimo algo recuperado. Busc sin demasiado
esfuerzo por algunos rincones de la casa, en el patio y en el bao.
Abri los armarios. No haba caso. Jimena se haba esfumado tan abruptamente
como haba llegado. O quizs estaba escondida en un sitio inesperado, o muerta,
hecha un ovillo en cualquier rincn de la casa. El tiempo dira.
Lisa lo despert a las siete de la tarde. Kausus abri los ojos con dolor. Pero
cuando su futura esposa le bes el cuello y le mostr los pezones, l se dijo que todo
haba pasado. No saba qu haba sido aquello, ni quera saberlo. A veces el mundo se
ensaaba con nuestra razn, pens, y lo mejor era no hacerle caso.
Aquella noche, Kausus pas las palmas de las manos por los pezones de Lisa, y
luego les aplic un lquido apenas cido que quemaba sin lastimar, y tambin los frot
con su verga, y los enharin y los chup devotamente. Lisa acab sin emitir sonido
alguno, con la respiracin profunda y contenida, y Kausus se durmi con la verga
parada, sin eyacular.
Despert en. la mitad de la noche, con la verga todava dura y, en su conciencia,
un dato estremecedor: Jimena, durante la aparicin, era una muchacha de no ms
veinte aos. No haba cambiado en diez aos!
6
Por la maana, cuando Kausus despert, Lisa ya no estaba a su lado. Nunca
despertaba solo. Compartan un mate, y a veces ella le peda que le hiciera el culo
antes de baarse. Kausus sinti cierta desazn al ver la cama vaca.
Ciertamente, se dijo, el universo est enloqueciendo.
Trabaj con esmero durante toda la maana, y se fum el primer cigarrillo de la
droga del tiempo recin a las doce del medioda. Por primera vez desde que haba
descubierto la droga, prefera trabajar en tiempo real, para entretener sus peores
pensamientos. No supo cuan certero haba estado en su afirmacin acerca de la
insania del universo hasta que vio a la anciana desnuda en el bao. Ahora s era el
final: Lisa llegara en apenas media hora.
Vine a que me d otra emocin dijo la anciana.
Esta vez, Kausus record de inmediato a la anciana. Le haba desfondado el orto
haca una dcada, en el piso veinticuatro de un hotel cinco estrellas vaco. Lo haban
convocado al congreso Qumicos en la Vida Domstica, que se celebraba en
Necochea. Kausus, tan desinteresado de aquel congreso como de la vida en general
durante aquel invierno fatdico, haba exigido, para concurrir, ser alojado en un hotel
cinco estrellas. Slo haba un hotel as en Necochea; el resto de los cientficos se
alojaron en una residencia de la municipalidad. El hotel Necochea no tena ms
husped que Kausus, y lo que para muchos hubiese sido un remanso, para l, en
aquellos das, signific habitar el piso veinticuatro del infierno. La mucama que lo
atenda, una mujer de sesenta aos, insisti durante toda aquella semana, con total
inocencia, en mostrarle la Suite Emperador, para que Kausus la disfrutara en el
verano con su seora esposa. Fue este ltimo argumento, casi al final del congreso,
lo que llev a Kausus a aceptar. La mucama le mostr los dos ambientes de la suite:
una recepcin, con una estupenda mesa enana de caoba, y la magnfica habitacin,
con su palaciega cama matrimonial, desde la que se vea el mar. Mientras recorra la
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pieza, Kausus roz a la desavisada mujer con su verga, pero ella no pareci
reaccionar. Cuando llegaron al bao, Kausus estaba empinado como un adolescente.
La tom por ambas manos, apret sus manos contra el espejo del bao, e inclinndola
levemente sobre la pileta de lavarse las manos, le levant apenas su delantal bord, le
baj la bombacha lila y le insert la verga en el ano sin lubricar. Por los motivos que
fueran, el culo se abri de inmediato y Kausus lo trepan jadeando, tomndola por las
caderas y metindole los dedos en la boca. Se pasaba una mano por el tronco que
acababa de salir del culo de la sexagenaria, y llevaba esos mismos dedos a la boca,
mientras su verga segua taladrando. Le inund el culo con una moderada carga de
leche y los odos con un grito de triunfo.
Vieja puta, le dijo hacia el final, en un susurro ronco.
Una vez se despegaron, la mujer tom la verga saciada y, mientras la lavaba con
agua y jabn en la pileta de las manos, le dijo:
Ay, seor, no sabe cunto le agradezco. Mi finado marido me la daba siempre
por el culo, y desde su muerte no encontr quin reemprendiera la tarea. Se la voy a
dejar limpita, limpita.
Kausus sonri. Lo que con mayor agradecimiento recordaba fue que, al da
siguiente, cuando dej el hotel, la vieja lo haba saludado con el respeto y la
consideracin que cualquier husped mereca. Sin una mencin al incidente ni una
palabra de ms.
No necesit contemplarla con mucho detenimiento para comprobar que, al igual
que Jimena, la mujer no haba envejecido desde aquella culeada. Como si la verga de
Kausus las hubiera dejado detenidas en el tiempo.
Kausus no pregunt qu haca all ni cmo haba llegado. Slo dijo:
Espreme un minuto.
A lo que la mucama replic con una sonrisa aquiescente.
Kausus corri en busca de la hierba, se arm un cigarro y regres al bao
fumndolo. Ahora no tendra que preocuparse por la llegada de Lisa, podra mantener
una conversacin de horas en minutos.
Sospecho que ya tiene suficiente emocin con haberse metido en mi bao de
improviso dijo por fin Kausus.
Seor dijo ella, no s qu hago ac. Dnde est mi ropa?
Sintese dijo Kausus dando una pitada y sealndole el inodoro.
Le juro que no s cmo llegu sigui la mujer. Estaba resolviendo un
crucigrama. Y ac estoy, desnuda. Slo s una cosa: quiero que me vuelva a hacer el
culo.
Kausus sonri compasivo.
Mi querida seora, eso es imposible. Le agradezco mucho su oferta, pero en
menos de un mes me caso.
Qu suerte dijo ella con alegra no fingida. Le deseo toda la felicidad del
mundo. Aquella vez que me rompi el culo (porque la verdad es que, aunque entr
fcil, me lo rompi, eh?, no vaya a creer), me llen de esperanzas. Desde la muerte de
mi marido, ms de una vez estuve a punto de recibir una bendicin. Primero pens
que el portero de mi edificio, un viejo borracho, me dejara chuprsela para dormir
ms fcil. Pero el cochino prefera pagarle a una negrita y me solt: Salga de aqu,
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vieja atorranta. Despus me le ofrec al boletero del nico cine de Necochea, que en
invierno no tiene nada que hacer, y por ltimo trat de pajear al conserje del hotel;
pero todos me rechazaron. Hasta que lleg usted, como un ngel cado del cielo, con
su verga flamgera, y me humedeci la cola. Sabe lo que fue sentir otra vez regado
ese culo yermo? Fue como una irrigacin...
La mujer call y se qued pensativa, como si la palabra irrigacin evocara en
ella algo.
Kausus la observ. Todo en ella recordaba a un museo: los pechos, cados y
marchitos, semejaban esos animales embalsamados que, no obstante, transmitan al
espectador su fulgor pasado. Las caderas an eran amplias y femeninas, pero el culo
pareca una pelota de goma desinflada. Sin embargo, Kausus lo haba gozado con la
misma intensidad que el de, por ejemplo, Ethelvina.
No puedo hacer por usted ms de lo que ya hice dijo Kausus. Pero quizs
usted pueda hacer algo por m.
Chuprsela, darle otra vez el culo, lo que usted quiera... No le ofrezco las tetas
porque, ya ve..., no lo quiero ofender.
No, no dijo Kausus. Nada de eso. Adems, no me ofende.
En el cuerpo de aquella mujer, Kausus tema ver su propia decadencia fsica.
Pero lo cierto era que, por muy vanidosamente ridculo que pareciera, Kausus estaba
contento con su propio cuerpo. El vello cano en el pecho se le antojaba viril, no tena
panza y no perda las ganas de follar. Sus ojos seguan mereciendo el halago femenino
y su verga responda como siempre.
Lo que quiero pedirle es un consejo dijo Kausus. Usted ha visto mundo;
no s si ha viajado, pero todos los veranos pasan por su hotel centenares de familias,
de parejas..., en suma, historias. Ayer apareci sobre mi cama una seorita de no ms
de veinte aos, lo mismo que usted...
Ay, gracias dijo la mucama enrojeciendo de dicha, destrceme el culo
ahora mismo...
No, no... la interrumpi Kausus. Quiero decir que apareci desnuda, y sin
saber cmo haba llegado aqu. Y tambin ofrecindoseme.
Entiendo. Le barniz el culo a una nena, y ya no le quedan ganas.
No, no. Ni siquiera me ofreci el culo. No le hice nada... Lo que quiero saber es
qu puede estar pasando. En menos de dos das, dos mujeres, usted y la chica,
aparecen desnudas en mi casa, as, sin ton ni son. Usted es mayor, yo tambin: pero
usted sabe ms que yo, estoy seguro. Yo la conoc a usted hace diez aos, y a la chica
tambin. Ninguna de las dos parece haber envejecido desde entonces.
Los ojos de la mujer se iluminaron.
El tiempo dijo la mucama.
Qu pasa con el tiempo?
Cuando mi marido muri sigui la mujer, concurr a un espiritista, y ste
me pregunt si quera hablar con mi marido. Le dije que no me importaba tanto
hablar como que me viniera a dar por culo. Lo extraaba sobre todo por eso. Tambin
quera que me chupara una vez ms los pezones. l no tena reparos: me amaba de
toda la vida, y para l mi cuerpo siempre era deseable. Era amor.
Entiendo perfectamente dijo Kausus.
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fosas nasales; y un par de orejas de vaca como una de esas cabeceras del ratn Mickey.
Con las manchas, semejaba una vaca holandesa-argentina. Una cadena de dos metros
la ataba a una pata de la cama.
Muuuu... dijo Lisa.
Y la verga de Kausus respondi con un bramido de dureza y poder. Corri hacia
su esposa, le abri la boca y le meti la verga desesperado. Cuando la dej respirar,
ella dijo:
Anda a buscarme una de las pastillas para encular.
Kausus actu con rapidez.
Ponme la pija en el culo, slo apoyndola, y mteme la pastilla en la boca
orden Lisa.
Kausus lo hizo todo como ella le peda.
Ay, qu ganas! No me la metas todava. Deja que sienta an ms ganas. Ay,
cmo me ansia el culo! Ay, qu ganas! Qu ganas de que me la metas en el culo! Qu
bien te sali esa pastilla, hijo de puta! Ahora mtela, mtela.
Kausus, sin embargo, demor unos instantes, solazado en la visin de aquel ano
que lata al ritmo de la splica.
Ya, puto de mierda, encjame la barra en el culo. Te lo pido como una vaca.
Dale, mtela que sufro... No sabes cmo lo desea mi culo. Hazme el culo, hazme la
cola. Mtela.
Kausus capitul. Lubric con saliva y comenz una follada antolgica. Era, sin
duda, la mayor gozada por el culo que su mujer le haba brindado. Miraba una y otra
vez su cuerpo disfrazado de vaca, la tomaba por las caderas y, mientras la someta a
un taladrar parejo, le gritaba con voz de capataz:
Tome, mi vaca, tome! Reciba en su culo puto la cucarda del amor!
Lisa no se quedaba atrs.
Ay, esa cabeza de pija me est rebautizando el orto. Me lo redobla, me lo
redondea. Qu gruesa es!
Kausus goz como un esclavo liberto y dej la prueba de leche. Entonces Lisa,
an encadenada, se puso en cuclillas en el suelo y dijo:
Ahora voy a darte la sorpresa prometida.
All mismo, frente a los ojos de su marido, soltando gemidos apagados, le regal
el perverso misterio.
Kausus sufri una ereccin inesperada pues recin eyaculaba slo de ver a
su esposa en aquella situacin.
Y ahora ndate, que quiero preparar todo de nuevo dijo Lisa con esa
tranquilidad que slo tienen las mujeres.
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Cuando Kausus regres al lecho en su noche de bodas, Lisa lo aguardaba en su
camisn blanco, virginal, como una novia.
Lo invit a acostarse junto a ella, se lo subi encima y lo ayud a insertarle la
verga en el coo. Comenzaron un amor acompasado, de esposos.
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Y ahora quiero que me cuentes todo dijo Lisa. Cada una de las mujeres
que follaste en los ltimos diez aos, y qu le hiciste a cada una de ellas. Te acabo de
sacar la leche con el culo, as que vamos a tardar un buen rato. Tenemos tiempo.
Como ves, no necesitabas la droga.
Kausus solt una risa.
De acuerdo. Pero antes, mi querida Lisa, como ya somos marido y mujer, y
como sta es nuestra primera y ltima noche de miel, quiero que primero me reveles
una verdad.
Lo que usted mande, mi dueo y seor.
Quiero saber, Lisa, si es verdad que nunca te hicieron el culo.
Lisa no respondi.
No me enojar dijo Kausus. Pero antes de que durmamos juntos por
primera vez como esposos, quiero saberlo, y nunca ms volver a preguntarte al
respecto.
Me hicieron el culo en dos ocasiones dijo Lisa entre avergonzada y
caliente. La primera, un compaerito de la secundaria que no me quera dejar
embarazada. Y la segunda, un amante durante mi primer matrimonio.
Y tu primer esposo?
Nunca.
No te lo pidi?
No me acuerdo. Pero s s que nunca lo hicimos.
Kausus aceler las acometidas en el coo de su esposa, que rezumaba.
Cul de las dos veces te gust ms?
Ninguna comparada a la culeada que me acabas de dar, y que tan buenos
resultados te proporcion.
Ah... jade Kausus sacando la verga casi por completo y enterrndose una
vez ms en el coo. Pero me refiero a las del estudiante y el amante. Cul te gust
ms?
Hum..., recuerdo tan poco... Me gust ms la del estudiante, que me separ las
nalgas y me escupi en el ano directamente. La meti rpido y me doli, pero no era
su intencin. ramos tan inexpertos... Me gust su frescura, su ignorancia febril.
Y cmo fue la del amante?
Era un amigo de mi primer marido. Fue durante un otoo; mi primer marido
se haba accidentado con el auto, por correr carreras, como un idiota aficionado, por
las calles de la ciudad. Coincid en la habitacin del sanatorio con uno de sus amigos.
Como a cada rato le tena que acomodar la almohada a Fernando, mi primer marido,
el amigo termin vindome el culo casi inevitablemente. En una de las ocasiones en
que acomod la almohada, no aguant ms y me apoy.
Delante de tu primer marido?
S, que era un idiota completo.
Y qu hiciste?
Le sonre. Como a Fernando le haban dado un calmante para el dolor, se
durmi profundamente. Me encerr con Augusto en el bao y me la meti apoyada
contra la pileta. Me acuerdo de que, en algn lado, haba un par de esos guantes de
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enfermero, sin usar, en una bolsita, y Augusto me palp varias veces el ano, jugando,
antes de metrmela.
Y por qu por el culo?
Creo que lo excitaron los guantes, la idea de ser un proctlogo que me estaba
haciendo una revisin.
Cundo despert tu primer marido?
Cuando Augusto ya se haba ido y yo me estaba limpiando la leche.
Kausus se ri y sac la verga. El coo de Lisa estaba apretando desusadamente, y
no quera acabar. Aquella noche deba ser eterna. Lisa le pidi que le contara historias,
y Kausus busc entre las ms terribles: quera una capaz de matarle el punto a la
aventura de Augusto en el sanatorio.
Y por qu no debera temer yo que me hagas lo mismo alguna vez?
pregunt Kausus.
Porque eres el amor de mi vida, porque te cuidas tanto como me cuidas a m, y
porque no necesito a nadie ms que a ti en el mundo.
La garganta de Kausus se cerr por la emocin.
Me lo diste todo dijo Kausus.Y quiero ms. Pero parece que no soy tan
cuidadoso. Y el escndalo que arm con el tiempo?
Usted es un genio, profesor Kausus dijo Lisa anticipando una nueva
culeada. Y los genios corren riesgos que valen la pena. Idiota es el que se arriesga
por nada.
Creo que esa declaracin merece que te martirice el orto con amor.
Lisa abri grandes las nalgas y mugi. Ya no estaba encadenada y se haba
sacado el aro de bronce, pero Kausus no necesitaba ms que sus expresiones para
amarla siempre como la vaca de su vida, la vaca que se haba hecho mujer por amor.
Ninguno de los dos estaba preparado para ver aparecer entre medio a Ethelvina.
Surgi no como la joven de casi diecisis aos, sino como la quinceaera a la que
Kausus haba enculado por primera vez: de todos los scubos del tiempo que se le
haban aparecido, sta era la primera que no iba desnuda. Llevaba su vestido de fiesta.
Esto s es el colmo! dijo Lisa, sin enojo, pues haba visto aparecer a aquella
chica de la nada, y comprenda que no poda echarles la culpa ni a la muchacha ni a su
marido.
Ethelvina le orden Kausus, vuelve a tu fiesta.
Vine a ser enculada: usted me prometi que me enculara cuando cumpliera
quince aos, y aqu estoy.
Pues es una promesa que no pienso cumplir dijo Kausus con severidad. Y,
ridculo, le seal con el ndice extendido y una expresin furibunda la puerta de
salida de la habitacin.
Ethelvina no se inmut.
Yo no me voy de ac hasta que no me d por culo.
A patadas en el culo te voy a sacar grit Kausus enfurecido. Y se dispona a
hacerlo cuando Lisa lo detuvo.
Te juro que no volv a probar la droga del tiempo! dijo Kausus a su esposa.
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Eso no
Posiblemente jams se casara con l, ni siquiera sera su novia, pero no podra evitar
dejarse hacer el culo o apretarle los huevos, fingiendo luego que fue forzada en
extraas circunstancias. No, uno debe cuidar lo que tiene, y aceptar lo que le dan. La
felicidad sexual es el bien ms escaso de la Tierra: ms escaso que el petrleo y el oro.
El ano femenino ofrecido con pasin, la boca hmeda entregada sin reservas y la
vulva extasiada abrindose no mucho y todo lo que puede al mismo tiempo, son
riquezas que los pobres infelices como yo debemos proteger mucho ms de lo que los
ecologistas protegen a las ballenas y los espacios verdes. El espacio marrn, el espacio
rojo, la marfilea superficie de los pechos y la rosada de los pezones, son mi reserva
natural, mi especie en extincin.
Pero por muy limitado que fuera mi poder, y por mucho que cuidara de mis
dominios, Miguel era an menos poderoso y tena an ms miedo de perder lo suyo.
Por eso lo arriesg. Son pocos los conquistadores que se lanzan a la guerra por
temeridad; la mayora de ellos lo hace por temor. El temor a perder lo propio se
transforma en una compulsin a perderlo antes de que un supuesto enemigo lo
arrebate. Por eso, creo, Miguel me ofreci intercambiar esposas.
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hombre como yo; y yo jams vertera las aguas de mis problemas en las cuencas de un
tipo como Jimnez. La declaracin de la desdicha sexual de un macho a otro, con una
hembra apetecible por medio, es siempre una oferta pecaminosa. Pero Miguel ya se
haba decidido antes de comenzar a hablarme, y no creo que ignorara el efecto de sus
confesiones.
No tard mucho, slo unos tres whiskys, en sugerirme que debamos insuflar
un poco de aire en nuestras relaciones. Habl en plural, nuestras relaciones,
refirindose a l y a m, aunque yo no haba dado la menor seal de que en mi
matrimonio ocurriera algo semejante. No s cuntas veces lo hacemos por semana
Fernanda y yo: en unas ocasiones, pasamos semanas sin hacerlo y, en otras, durante
una semana lo hacemos cinco veces; lgicamente, como en ese campo no tengo
problemas, no cuento las veces que lo hacemos. Con Bea tengo un culo siempre que
quiero, y con Alejandra la mamada con tragada. Fernanda pocas veces est dispuesta
por el culo y casi nunca traga la leche. Pero ninguna me calienta como ella, a ninguna
amo como a ella, y con ninguna quiero permanecer en el lecho despus de acabar
como con ella. De modo que, dentro de los lmites de la desdicha humana la
condicin sine qua non de nuestro paso por la Tierra, me las arreglo. Pero Miguel no.
No es que sufra (creo que yo sufro ms que l), es que es dbil. Por mucho que nos
sorprenda, los dbiles sufren menos: sus dolores son menos intensos que los que
padecemos los hombres que nos responsabilizamos de nosotros mismos, de nuestras
decisiones y errores. Los dbiles, por decirlo metafricamente, se dejan coger; y por
mucho que lloren y que griten que les duele, son ms felices as que si se vieran
obligados a tomar decisiones. No obstante, todo hay que decirlo, con su propuesta
Miguel son temerario.
Hay que insuflar un poco de aire en nuestras relaciones dijo.
Aceptmoslo, los swingers son ms felices que nosotros. A m no me cabe duda de que,
si dejo a Rita acostarse con otro tipo, en mi casa mejorarn las cosas. La perversin la
va a caldear. Ahora no quiere siquiera ponerse lencera mnimamente ertica. Est
transformada en una madre. Y como Juanita ya tiene dieciocho aos, y lo que menos
necesita ahora es una madre a tiempo completo, se frustra y no puede ser madre ni
amante. Ni puede sobreproteger a Juanita, porque ella no la deja; ni puede acostarse
conmigo, porque no tiene ganas. En fin, hay que emputecer a nuestras mujeres... para
que vuelvan a ser amantes.
La otra tarea a la que se abocaba ftilmente Rita era la confeccin de figuras,
humanas, naturales, o abstractas, en cermica. Ms de una vez, Miguel o Rita,
indistintamente, me haban pedido que la lanzara a la fama publicando en el
peridico una nota, a partir de la cual podra iniciarse como docente. Yo haba
respondido siempre con evasivas, sin atreverme siquiera a mirar sus piezas. Por otra
parte, aunque Rita poseyera verdadero talento, era imposible escribir nada
periodstico de una persona que haca cermicas en su casa; pero se no era un detalle
que Miguel o Rita estuvieran dispuestos a entender.
No repliqu que yo no padeca problemas similares con Fernanda, que nuestro
hijo haca su vida con toda tranquilidad y que podamos conciliar perfectamente
nuestros roles como padres con nuestros deseos mutuos. No aclar que en los ltimos
meses atravesaba uno de esos escasos momentos de tensin ertica clara y persistente
con mi esposa, momentos de alegra y perversin. Tampoco especifiqu que, cuando
estoy muy bien con Fernanda, siempre siento ms deseos de garcharme a otras. Es una
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Ah no te sigo reconoc.
Ya vas a ver. Quiero decir que yo aceptara que t te acostaras con Rita,
siempre y cuando t aceptes que yo me acueste con Fernanda...
Aqu me siento obligado a interrumpir el dilogo, porque quiero repetir que lo
importante no era el deseo de Miguel de acostarse con Fernanda, si no la necesidad de
no sentir que yo sala ganando en el trato. l me hubiera ofrecido de buena gana a su
esposa incluso sin acostarse con la ma; pero como necesitaba luego de tantas
cavilaciones que yo o algn otro se garchara a Rita para sacarla de su sopor,
precisaba tambin este conato de transaccin para no quedar como un cornudo o un
palurdo. Conato de transaccin, digo, y no transaccin propiamente dicha, porque
Miguel no necesitaba acostarse con Fernanda; lo que l necesitaba era volver a recibir
a Rita caliente. Yo, por mi parte, no necesitaba garcharme a Rita, pero s lo deseaba
ardientemente; sobre todo, si me lo ofreca su marido.
... con la condicin sigui Miguel de que no hagamos ciertas cosas.
Sonre.
Incluso en las guerras hay disposiciones humanitarias dije comprendiendo.
Miguel asinti y se sirvi otro whisky.
Hay cosas que no me va a gustar que hagas con Rita. No soportara tenerlas en
mi recuerdo. No podra mirarla ni besarla.
Claro dije. Intercambiamos mujeres, pero est prohibido hacerles el culo.
Miguel se quit el vaso de la boca, sorprendido. Me mir durante un rato, y dijo:
No haba ni pensado en eso me dijo. Yo quera prohibir...
Otra interrupcin: aqu reconfirm mi anunciada certeza de que Miguel
terminara quejndose, que saldra mal parado del asunto. No haba pensado en
prohibir la sodomizacin de su esposa durante esta batalla? Entonces es que no saba
lo que era la posesin, ni la memoria, ni el deseo. No me sorprenda que Rita se le
estuviera negando desde haca tanto tiempo: de pronto intu que no lo haba querido
ms que como un padrillo, padre de su hija y esposo de nombre. Es responsabilidad
de todo esposo hacerle el orto a su mujer e impedir que cualquier otro se lo haga. De
eso depende la felicidad matrimonial y el poder del hombre en la pareja. Pero
entonces, ms que nunca, la propuesta de Miguel me result un tesoro que, en lugar
de forzar a sus buscadores a largas peripecias o desentierros, me caa del cielo sobre
m.
Yo quera prohibir... dijo Miguel... la mamada. No te la puede chupar. Y,
por supuesto, Fernanda no me la puede chupar a m.
Me molest tanto que mencionara a mi esposa por el nombre que estuve a punto
de negarme. Mencionarla, ponerla en palabras, me haca verla desnuda con sus
pezones de diosa y su boca de lava frente a Miguel, y la escena me irritaba y
deprima. Pero no quera perder esa oportunidad nica.
No s qu podras hacer con mi esposa dije evitando el nombre. Ni me
interesa. Ni me lo tienes que contar nunca, so pena de que alguna vez te mate. Pero si
t tienes una lnea roja, y yo la acepto, yo tengo otra: el culo. No puedes hacerlo por el
culo.
Entonces, ella no te la va a chupar? pregunt Miguel por toda respuesta.
No acept.
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prohibida haba inoculado en ella el peor de los impulsos humanos: el que nos lleva a
la destruccin como si fuera la felicidad.
No hablaron luego de aquel breve dilogo, pero, por primera vez en tres
semanas, lograron hacer el amor como hombre y mujer. Entregados, por momentos
salvajes. Rita se coloc encima de Miguel sin decir una palabra, y lo cabalg hasta
arrancarle todo. Fue un coito rpido, y Miguel apenas tuvo tiempo de apretarle los
pechos y meterle un dedo entre las nalgas, sin llegar al culo propiamente dicho.
Aunque incompleto, Miguel, luego del arrebato de Rita, supo que el camino
emprendido era el correcto. No volvi a mencionar el tema con su esposa.
Mi parte con Fernanda era mucho ms fcil. Yo no tena ms que comenzar por
mencionar los problemas que Miguel me haba confesado, y dejar caer, como algo sin
importancia, la bizarra propuesta que se haba atrevido a exponer.
Fernanda primero se ri, y luego se relami. Vio mi verga de pie.
Y por qu se te para ahora? me pregunt. Por cmo te reste dije. Y
por todo, en general. Fernanda me la chup. Pero descubri que su lengua y el calor
de su boca no me quemaban tanto como el relato. Y t qu piensas? pregunt.
Que es una locura respond cauteloso.
Yo no quiero acostarme con Miguel.
Por supuesto que no! aprob.
Pero que t te cojas a Rita..., no s aadi con una sonrisa que negaba sus
palabras, convirtindolas en un chiste de madrugada. Es presumida sigui
Fernanda. No digo que no sea mi amiga. Pero me molesta que siempre pretenda
tener lo mejor. Cree que su marido es ms serio que t, que su hija es ms requerida
que el nuestro...
Bueno dije conciliador, Miguel es ms serio que yo, de eso no cabe duda.
Pese a este brulote que acaba de mandarse. Y la hija de ellos es mujer, y el nuestro
varn. No me extraa que ella sea ms requerida: no hay quien no se la quiera coger.
Fernanda se ri y asinti.
Y quin no va a querer cogerte a ti? dije. Y le toqu un pezn.
Fernanda gimi.
Tu amigo me querr coger? pregunt.
No tanto como quiere que me coja a su mujer respond. Pero s, claro. A
m me da miedo cuando vamos a la playa: los hombres te miran el culo, los pezones y
la boca.
De verdad?
Se me para la pija slo de ver cmo te miran, y la mantengo parada hasta que
llega la noche, para que seas siempre slo ma.
Pero... y si me entregas a Miguel?
Seras ms ma que nunca. Miguel es ese tipo de hombres que no hacen ms
que fortalecer mi poder sobre ti.
Es un poder democrtico? pregunt Fernanda, slo a medias en broma.
No reconoc. Pero el poder que ejercen tus pezones, tu boca y tu culo
sobre m tampoco lo es. Yo soy tu esclavo cuando me das el culo. Tu esclavo y tu amo.
Sera capaz de darte cualquier cosa, y tambin de matarte.
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De todas maneras, no creo que te haga la nota, pens, pero la cola... , por qu
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Pero, querido diario, si todo fuera tan fcil como satisfacer el deseo, no habra en
el mundo guerras ni entuertos. Ni insatisfaccin, ni locura, ni suicidios. El problema
reside, querido diario, en que el deseo escapa de todas nuestras acciones y se instala
en nuestras limitaciones. De otro modo, repito, todo hubiera sido tan fcil como
permitir que Rita alcanzara el xtasis con mi verga bien adentro de su concha y la
cabeza del Buda completamente hundida en la abertura de su orto, lo bastante
preparada por el previo ingreso de mi instrumento, que, puedo decirlo sin modestia
en este mensaje de m a m mismo, era bastante ms grueso que la cabeza del Buda.
Pero ya con la mitad del obeso Buda dentro de su culo y mi no menos gruesa verga en
sus entraas, Rita se negaba a acabar, y yo, otro tanto. Porque desde el primer
segundo, desde que se levant y yo la segu pensando que antes de hacerle la nota le
hara la cola, la buena Rita, la ahora excelsa Rita, la presentemente genial Rita, y un
servidor, haban pensado, inevitablemente, en una mamada. Una mamada en regla,
con un prolegmeno de chupada de huevos, luego una lamida superficial de glande,
y, finalmente, glande y cuerpo de la verga dentro de la boca, paja con verga dentro de
la boca hasta el fondo, apretada de lo poco de huevos que quedara fuera, y acabada
fulminante y proteica en la garganta.
Todo eso habamos imaginado, s, querido diario, mientras nos dirigamos al
estudio, y mucho ms mientras follbamos como dos seminaristas. Como dos
seminaristas, digo, porque el beso inicial, la apretada de pezones, la culeada y la
fornicacin vaginal, todo nos pareca un juego de nios, un intento de aprendices,
frente a la prueba realmente prohibida, el placer eterno y fugitivo, la verdadera unin
de los cuerpos, en la mamada negada por la ley seca de aquel acuerdo. Una verdadera
ley seca: la imposibilidad de Rita, decretada por su esposo, de beber mi semen. Mi
urgida simiente.
Voy a acabar le dije a Rita, dolorido.
Lo cierto es que no quera acabar, aquello me estaba gustando mucho. Le estaba
modelando los pezones como si fuera uno de sus futuros alumnos de cermica
porque ahora estaba seguro de que escribira una nota consagratoria, de que
secuestrara al director del diario y le cobrara como rescate la publicacin de la nota
sobre el Buda de Rita, por absurdo e imposible que resultara, ese Buda que le haba
visto el culo por dentro, y le estaba metiendo y sacando el Buda del culo, en un
vaivn que me fascinaba, y estaba entrando y saliendo de su concha con un placer que
haca mucho tiempo no senta en concha alguna, excepto en la de Fernanda.
Voy a acabar repet, jadeando.
Entonces, scala me pidi. Porque no me cuido con nada.
La saqu, pero el Buda qued dentro del culo.
Date vuelta, por favor le rogu.
Ella se volvi y vi la figura de cermica insertada hasta la mitad en su ano. Qu
hacan entretanto Fernanda y Miguel? No me import. Una gota de leche se atrevi a
aparecer por la punta de mi glande, pero retuve el resto.
Qudate as me pidi Rita.
Sin sacarse el Buda del culo, tom un puado de cermica fresca y comenz a
modelar una figura. Era mi verga. La copiaba con una rapidez y facilidad que, por
primera vez en todo aquel taller o estudio, denotaba talento. Form los huevos, con
sus arrugas pero hinchados, de un grosor y un largo bastante similar, y el glande,
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la nuca y, visto que ella me aguardaba indulgente, utilizar esa mano para pajearme
como me gusta, sin sacarla de la boca de Rita, para acabar.
Cunta leche le dej en la garganta? Es, como deca Somerset Maugham, un
misterio que comparte con el universo el mrito de no tener respuesta. Pero fue
mucha. Mucha. Una leche universal en su misterio.
Rita la trag con dedicacin, paladendola en sus fauces, mientras su expresin
deca que apreciaba tanto el sabor como la consistencia y la cantidad.
Algo sali mal dijo.
Y el Buda, para rubricar su afirmacin, se le sali del culo y fue a dar al piso.
contigo. Pero necesitaba hablar con alguien, entender qu pas... Ellos no me cuentan
nada: me dicen lo mismo que t. Que son cosas de grandes, de adultos... Qu
adultos? Hijos de puta, ms bien!
Nadie saba que ibas a llegar... dije, tratando de minimizar las cosas. Eso s
fue terrible. Pero t habas dicho...
Lo nico que falta es que me echen la culpa a m! dijo Juanita con lgrimas
en los ojos. Y yo no pude sino recordar que, cuando le met la verga en el culo a Rita,
le brotaron unas lgrimas similares. No s cmo estoy ac hablando contigo. Pero
necesito saber, porque si no, voy a volverme loca...
Y aqu dijo, querido diario, lo que yo tanto haba temido:
Me voy a matar..., no s qu voy a hacer...
Bueno! dije, con cierto enojo, como retndola; despus de todo, yo era el
adulto. Tampoco es como para tomrselo as. Sobre todo a tu edad... Vosotros, los
jvenes, no paris de pedirnos libertad y qu se yo! A fin de cuentas, matarse es peor
que cualquiera de las cosas que mencionas. Pongamos un marco, no nos vayamos
para cualquier lado. Si puedo ayudar en algo, te voy a ayudar.
Mi reaccin intempestiva, ciertamente admonitoria, pareci calmarla. La haban
retado, un adulto le haba hecho frente, y aquello result. Recobr cierta calma, y
espet, sin alardes:
Cuntame.
Bueno repet. No hay mucho que contar. Lo que te dijeron tus padres es
cierto. No hubo traicin. No hubo engaos. No hubo ninguna actitud maliciosa o
maligna. Cosas de grandes, cosas que no se pueden entender si uno no lleva casado
veinte aos. Creo que lo puedes deducir con facilidad, aunque hoy no puedas acabar
de entenderlo. Y saber lo que pas, aunque uno no lo entienda, ayuda. T siempre les
pides a tus padres que te entiendan, que te permitan quedarte a dormir con tu novio...
Juanita dio un respingo.
... que te dejen ir a tal o cual campamento o actividad, que no te molesten si
fumas. Incluso, que no te hagan escndalo si te encuentran un porro. Bueno dije por
milsima vez, ahora ellos, los adultos, te piden que los entiendas, que los perdones,
que los comprendas. Por una vez. Fue una desgracia que aparecieras de improviso.
Eso fue todo, y es lo ms grave. Un accidente. Un accidente terrible pero un accidente:
no fue una puesta en escena ni algo preparado. Un error terrible, y te pedimos que nos
perdones. Por una vez.
Juanita me mir desolada y muda.
Pero yo soy la hija.... dijo con cordura. Yo puedo cometer esos errores, me
pueden pasar esas cosas, algunas a las que tengo derecho... Yo puedo cometer errores,
ellos no.
Ahora yo la mir desolado.
Ya ves que s dije.
Juanita como su madre, y luego ella, se haban tapado la boca se tap los
ojos. Junt los brazos sobre la mesa y, regalndome el espectculo de su cabellera,
hundi los ojos entre los brazos. Sin levantar la cabeza, cont con voz sorda:
Mi novio me enga. En lo de mi amiga. Por eso volv a casa. Lo que menos
necesitaba era encontrarme con que mi madre le mete los cuernos a mi padre.
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No fue as dije. No hubo cuernos ni engaos. Y creo que est todo dicho:
ahora slo resta olvidar.
Pero no hubo caso. Juanita se ech a llorar con los ojos entre los brazos. Bramaba
de pena. Acerqu mi mano a su cabellera, la apoy con toda la levedad del mundo,
apenas un segundo, y la retir.
Por qu me enga? pregunt Juanita, llorando.
Los que nos hacen dao no merecen que nos preguntemos por qu lo han
hecho respond.
Juanita, sin dejar de llorar, ri entre sus brazos.
Te llevo a tu casa le dije.
Pagu, la saqu del bar y par un taxi. La gente nos miraba, pero en cuanto
subimos al taxi me sent a salvo: lo peor ya haba pasado. Nos detuvimos en su casa y
le pregunt si se senta lo bastante bien como para quedarse sola.
Necesito preguntarte unas cosas ms pidi sin enojo. Mi sicloga me dijo
que lo mejor que puedo hacer es hablarlo. Ella, claro, sugiri que hablara con mis
padres. Pero ellos no pueden hablar. Lo intent, pero yo tampoco puedo. Contigo
pude hablar. Unas preguntas ms?
Un t dije. Como para que te recompongas, y me voy.
Juanita asinti.
Pero me vas a contestar? aadi.
Lo que pueda dije.
La casa estaba vaca sin parecerlo. Por cada uno de sus rincones caminaban los
fantasmas del afrecho. El pecado y sus secuaces, la lujuria y los fluidos, se rean
todava de nosotros, jugaban al juego que jugamos sin conocer sus reglas, padeciendo
creyendo que nos divertimos, dilapidando nuestras vidas en la presuncin de que las
reproducimos. Era una casa embrujada por el fornicidio.
Juanita tom asiento, indolente, en un silln individual del comedor. Yo me
sent, recatado, en una silla de madera junto a la mesa, la mesa donde los ravioles y el
vino tinto haban precedido a la debacle.
Lo planearon antes? me pregunt, y en un arrebato del lenguaje propio de
adolescente o de estudiante de teatro, agreg: O surgi?
Surgi ment.
Juanita chist.
La de veces que me habr escondido como una delincuente... para no molestar,
para que mis viejos no se enteraran de nada... Y mira...
La que mir fuiste t, pens en decir. Pero opt por el silencio.
Quiero fumar dijo Juanita.
Puse cara de circunstancias y me palp los bolsillos.
Yo no fumo me excus.
Yo no era su padre, ni mucho menos su tutor, pero senta que un halo de
corrupcin hubiera rodeado la escena de Juanita fumando delante de m. Me alegr
que no hubiera cigarrillos cerca. Pero mi alegra dur poco.
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mantener el juicio, mucho ms yo, que slo estaba caliente. La saqu y la di vuelta y,
permitindole imitar las posiciones de su estirpe, puse las palmas de sus manos contra
la mesa de trabajo. Le quit la verga de cermica, que asomaba como un mstil de su
culo, en un pesebre perfecto, e intent penetrarla con la ma. Me gustara poder
decirte, querido diario, que dada la dilatacin que le haba provocado con el modelo
de cermica, no tuve ms que golpear a las puertas del ano con mi verga. Pero la triste
verdad es que no entraba. La embadurn con saliva, presion y empuj. Pero no
entraba.
La iba a girar en redondo nuevamente para que terminara con la boca lo que con
la boca haba empezado, cuando me pidi:
Prueba una vez ms.
Le mir el ano: palpitaba; se abra y se cerraba. Met uno de mis dedos en su
concha.
Si ellos hacen lo que quieren.... dijo Juanita mientras yo me lanzaba de
nuevo al ruedo, transpirando, sobrepasado, respirando entrecortadamente... , yo
tambin.
Algo hizo, con su msculo anal y con sus caderas, que permiti a la pija entrar.
Querido diario, no puedo describir lo que sigui. Llega un punto en que el sexo es
mudo y en que, muy de vez en cuando, nos son permitidos sucesos que las palabras
no pueden aprisionar. Con pericia, delicadeza y lo reconozco con pasin, lo hice
durar. Y Juanita acab. Se estremeci de tal modo que Caperucita y el lobo, y las
figuras de Los miserables, fueron a dar al piso y se partieron en varios pedazos. Slo el
Buda, milagrosamente, permaneci de pie, en la mesa, observando con su sonrisa
sarcstica o beata los restos del amor.
Aunque pienses que estoy loca dijo Juanita ya vestida, me siento mejor.
Por el faso? pregunt mientras me vesta.
Juanita sonri e hizo que no con la cabeza. Era la primera vez en la tarde que
sonrea. Nos despedimos con un beso en la mejilla.
Quizs realmente la salv, pens en el taxi.
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por azar. Qu s yo. Pero no pas de la cabeza de mi pija. La mov sin pasar del
glande, circunvalando el orto, tomndome de las nalgas de mi ex amigo.
No pas ms all porque alcanzaba con eso. No llegaba a ser una relacin
homosexual: era el rito del gorila macho demostrando el poder ante la manada,
garantizando su jefatura delante de los otros machos. Los machos de la manada le
ofrecen simblicamente el culo al gorila jefe; no ms que eso. Seguramente, as
imaginaba Jimnez a los esposos de sus amantes. Pero a m, a diferencia de Buuel, y
seguramente a diferencia de Jimnez, no me bastaba con imaginrmelo. Vi el glande
de mi verga apretado por el ano marrn.
Eyacul cuando escuchamos la llave de Fernanda entrando por la cerradura de la
puerta de calle. Miguel se subi rpidamente los pantalones, y tambin yo, mientras
los pasos de Fernanda resonaban en la escalera. Todava no s, querido diario, si
hubiera preferido que Fernanda nos encontrara abotonados, o si fue mejor as. Por
ahora, an no se lo he contado.
Qu hacen? pregunt Fernanda.
Miguel miraba distradamente los discos.
Charlbamos dije.
Yo ya me iba dijo Miguel.
Y yo ya me fui no pude evitar decir, enigmticamente, en una frase sobre la
que Fernanda no me pidi explicacin.
Miguel abandon mi casa, creo que para siempre. Pero las creencias, ya se sabe... ,
querido diario, qu se puede esperar de las creencias?
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Ana Laura
1
La maana estaba vaca dentro de la peluquera Maderos. Ana Laura aguardaba
con una sensacin ambivalente: saba que, si no entraba una dienta antes del
medioda, significara una gran prdida para el negocio, pero tampoco tena ganas de
trabajar. Tom el secador de pelo y se dirigi al cuartito de descanso, donde tomaba
mate y coma galletas por la tarde con Sofa, su empleada.
Los masajes que se daba con el secador de pelo eran una caricia exclusiva de la
maana, pues cuando llegaba Sofa se terminaba la intimidad. Lo prendi al mximo y
esper que el aire ardiera. Se aplic la rfaga caliente al pezn derecho pensando en
Gastn. El pezn se le eriz, y de inmediato se le humedeci el cono. Pas el secador
al otro pezn, y record la lengetada de cono que le haba dedicado Alberto no haca
ms de dos noches atrs. Continu regndose el torso con el aire caliente, y empez a
bajar hasta llegar al cono. El aire caliente le humedeca y le secaba a la vez. Tom
entonces un poco de gel acondicionador para el cabello y se meti un dedo pringoso
en la vagina. Llev el mismo dedo al culo y, luego de masturbarse unos instantes el
ano, hizo como si se peinara con la yema los escasos pelos que all haba. Apag el
secador y comenz a masajearse el cltoris a conciencia: rogaba poder acabar antes de
que la interrumpiera una dienta inoportuna. Sus plegarias fueron desatendidas: la
suave alarma que sonaba al abrir la puerta la sorprendi en medio de su personal
galopada, iba hacia el climax soando que Braulio le mordisqueaba el cltoris, una
habilidad que ningn otro dominaba.
Ana Laura sali del cuartito apenas recompuesta e insult en silencio a la
cincuentona que vena a molestarla. Para qu querr cortarse el pelo?, pens.
Haga lo que haga, se quedar igual de fea. Est marchita.
La mujer tom asiento en la butaca y Ana Laura vio ms de cerca el nido rido
de pelo rojizo. Pareca un pajar. Una gruesa raya calva separaba en dos desagradables
mitades el cabello muerto.
La mujer pidi un recorte con apenas forma.
Deforme quedar de todos modos, se dijo Ana Laura.
Entonces la mujer, como si la hubiera odo, se quit el pelo del crneo, es decir, la
peluca que llevaba, y su rostro se torn cadavrico. Los huesos aparecieron tras los
pmulos transparentes y unas intensas venas verdes surgieron como ros de veneno
seco.
Te has burlado de m desde que entr mascull la mujer calva con voz
amenazante.
Ana Laura no supo qu responder.
No abr la boca dijo por fin.
77
haba decidido
un breve saludo.
que acababa de
llorar como una
Espera dijo Ana Laura. Te har un regalo. Cierra los ojos. Sofa obedeci.
Cuando los abri, Ana Laura le haba puesto el secador de pelo en la mano.
Te dejo sola le dijo Ana Laura. Psate el aire caliente por los pezones, por
el cono y por el culo. Luego me cuentas. En sas, se abri la puerta de la peluquera
y Ana Laura vio entrar a la seora Libonati. Dedcate con calma a lo que te he
indicado le dijo a Sofa. Yo atiendo.
Y se puso a trabajar pensando en que no haba podido contarle una palabra
sobre la vieja calva. Tena la fuerza necesaria para obrar como una profesional aun en
las peores situaciones, pero al ver la mancha de la sangre, que haba quedado justo
debajo de la butaca, tuvo que hacer un gran esfuerzo para no chillar. Lo de siempre
pidi la seora Libonati. Ana Laura comenz el corte y observ que, como de
costumbre, los pechos de la Libonati excedan el escote sin que por ello perdiera su
temple de seora seria. Era un verdadero milagro: cualquier otra mujer con
semejantes pechos en semejante escote habra parecido la puta del barrio; pero la
seora Libonati pareca una decente directora de escuela, bella sin ser perversa, y
moderada sin ocultar un pozo de lujuria reprimida.
Por lo que Ana Laura saba, la vida conyugal de la seora Libonati era feliz. En
cierta ocasin, el marido la haba dejado en la entrada de la peluquera, y tras
despedirse con un beso en la boca, Ana Laura vio que la mano de la seora Libonati
oprima levemente el bulto de su esposo, como un escondido saludo procaz. La mujer
era de edad indefinida poda tener cuarenta o cincuenta aos, alta y opulenta, y el
cabello, siempre muy rgido y bien peinado, rebosaba no obstante vida y alegra. Ana
Laura imaginaba que la seora deba de tener un lunar entre el nacimiento del pecho y
el pezn, y otro en la nalga izquierda. Una vez, Ana Laura se haba masturbado, en su
casa, pensando en que el marido le peda a la seora Libonati que no le mostrara el
culo salvo el breve espacio de nalga donde apareca el lunar, y luego lo mismo con el
pecho, sin sacarse el corpio. S, para Ana Laura, la seora Libonati, tena sin duda un
lunar en un pecho y otro en una nalga. Perdida en sus divagaciones, termin de
cortarle el pelo; se lo haba cortado muy bien, y mucho ms rpido que si se hubiera
concentrado. No pudo evitar lanzar una mirada de envidia al portentoso culo de la
seora Libonati cuando sta se alej bambolendose, y otro vistazo codicioso a esos
pechos de madre sin hijos. Ya le hubiera gustado a Ana Laura tener unos pechos como
sos; unos pechos que los hombres desearan chupar, o morir si no podan hacerlo.
Cuando regres al cuartito, Sofa la aguardaba semidesnuda, con los pechos
afuera y el secador an en la mano.
Hija de puta le dijo la empleada con una mirada lbrica. Slo una vez, y
casi me he vuelto adicta aadi mientras se suba los corpios.
Cuando estaba por ponerse la camisa, Ana Laura le pidi: Espera. Hazme un
favor. Psame el aire caliente del secador por los pezones. Siempre lo hago sola:
quiero saber qu se siente cuando te lo hace otra persona.
Sofa dud. Pero el brillo de sus ojos revel que pudo en ella ms la lascivia que
el sentido comn. Sin ponerse la camisa, le pidi con un gesto a Ana Laura que se
desnudara de cintura para arriba. Aunque los pechos de la peluquera eran poco
voluminosos, tena unos pezones firmes: las mujeres ganan en belleza cuando se
desnudan slo de cintura para arriba o slo de cintura para abajo. A Sofa le gust la
tarea que acababan de encomendarle.
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Pas el secador por el pezn derecho y Ana Laura solt un maullido: senta un
placer muy superior al que le haba deparado la rfaga de la maana. Sofa, divertida,
calent el otro pezn: le gustaba hasta el ruido que emita el secador. De pronto, la
asalt un deseo que muchas veces haba acunado: poseer, por un tiempo, un pene. El
secador, esa suerte de miembro ligero y ruidoso, era perfecto: no la converta en un
hombre cosa que la hubiera desagradado, pero la haca sentirse algo ms que una
mujer.
Sin dejar de aplicar aire al pezn, pregunt a su patrona: No soaste, alguna
vez, con tener durante algn rato una pija? Un rato? Las pijas las quiero durante
horas contest Ana Laura, perdida toda compostura debido a los efectos del
secador. No, no dijo Sofa circunvalando el pezn. Me refiero a tener una verga
tuya, a tener t una verga como las que tienen los hombres.
Mmm, s reconoci Ana Laura. Pero nunca para follar. Me imagino que
me la chupan, o que me la meto yo misma. Es extrao: como si fuera hermafrodita.
A m en cambio me gustara saber qu sienten los hombres cuando la meten
dijo Sofa.
Y a quin se la meteras? pregunt Ana Laura.
Sofa no respondi. Apag el secador y le dijo:
Bjate los pantalones, que te voy a dar aire caliente en el cono.
Ana Laura se apresur a obedecer, y se abri los labios de la vulva para que el
aire le diera en el cltoris.
Me lo tocas un poquito?
Sofa, asustada, hizo que no con la cabeza.
No con los dedos pidi Ana Laura, slo con el secador.
Sofa acept sin hablar. El plstico caliente del secador roz el cltoris de Ana
Laura. Solt un gemido.
Se retir como si la hubieran quemado y subi en cuatro patas a la mesa del
cuarto, dndole el culo a su empleada. Sofa dirigi el aire caliente hacia el culo. Esta
vez, para que la rfaga alcanzara el ano, Sofa le abri las nalgas sin que Ana Laura se
lo pidiera. Fue tal el goce al sentir las manos de su empleada en sus cachetes, una
mano humana despus de tanto artefacto, que solt involuntariamente su propia,
aunque mucho ms breve, e nfima rfaga de aire caliente.
2
Aquel da, Ana Laura lament profundamente vivir sola. Luego de deshacerse al
calor del secador empuado por Sofa, las haban atareado una seguidilla de dientas.
Y cuando por fin tuvieron un minuto libre, poco antes de cerrar, estaban tan turbadas
por lo que se haban permitido que la vergenza y distancia que suele suceder a los
momentos de mayor calentura les impidi hablar, y a Ana Laura confesar el terror que
haba sentido con la dienta calva. Pero quizs lo ocurrido con Sofa haba sido mejor
que hablar; quizs, entre los humanos, no hay mejor consuelo que las caricias
impdicas. Sucia humana, record que la haba llamado la mujer calva.
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Poco despus de llegar a su casa, tocaron al portero elctrico y Ana Laura dio un
saltito de alegra; fuera quien fuera, ya no estara sola.
Soy Gastn dijo la voz en el portero elctrico.
Ana Laura se arrepinti de su alegra. Hubiera agradecido la visita de cualquier
otro hombre, mujer, o incluso de un perro, pero no de Gastn. Realmente se haba
compadecido del llanto de Sofa, a la que ahora consideraba ya una amiga. Y le dola
haberle hecho la canallada de engaarla con el novio. Decidi que lo rechazara no
bien cruzara la puerta. Despus de todo, la visita tendra sus beneficios: podra decirle
adis a la cara, sin necesidad de uno de sus tantos llamados clandestinos.
Un brillo extrao humedeca los ojos de Gastn cuando le abri la puerta. No
pareca el mismo.
Vine a decirte adis dijo Gastn.
Pues qu suerte respondi Ana Laura.
Vine a darte la follada del adis agreg Gastn.
Mejor un adis sin follada replic Ana Laura, pero a media frase su voz
flaque.
De todas las mentiras entre amantes, la del ltimo amor es quizs la ms
efectiva, y perniciosa. Suele funcionar, especialmente con las mujeres solas, sin marido
ni novio, que pasan largas semanas sin follar, o follando sin escuchar una palabra de
ternura. Ana Laura tena treinta y nueve aos, y era guapa, inteligente y, cuando
quera, sensual. Hasta los treinta haba preferido no comprometerse en ninguna de sus
muchas relaciones, y despus de los treinta haba descubierto que ninguna de sus
muchas relaciones quera comprometerse con ella. Los hombres la buscaban slo una
vez: no insistan si ella se negaba, y no la llamaban ms que para follar en ocasiones.
Ana Laura conoca los tonos de voz, y stos indicaban: Mi esposa est de viaje, Mi
novia est trabajando, Estoy ms solo que un faro, etctera. Era una mujer
suplente.
Si mal no recuerdo dijo Gastn, nos queda un punto pendiente.
En alguna ocasin, Ana Laura le haba prometido, y ofrecido, el culo; unas veces,
haba sido una oferta que l rechaz; otras veces, la misma Ana Laura lo haba
postergado.
Slo me queda hacerte el culo y marcharme en paz. La hemos pasado bien.
No lo niego dijo Ana Laura.
Pues dame el culo y tengamos solaz. No volvers a saber de m.
Qu garantas me das?
Alguna vez te importun, te llam a destiempo o insist ante una de tus
negativas?
Nunca reconoci Ana Laura.
Pues no dejemos esto a medias: los amores incompletos son eternos. Lee
Cumbres borrascosas. Yo quiero que esto termine ac. Y Ana Laura vio que la verga le
abultaba el pantaln. Gastn la tom por los hombros y le dio el beso ms dulce de
toda aquella imposible relacin. La apret contra s, y la ereccin que not Ana Laura
en l le record las exactas proporciones de aquel miembro: ni le provocara dolor ni
le faltara grosor para hacerla disfrutar.
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Es hora de que hablen los cuerpos dijo Gastn inclinndola hacia el sof,
ayudndola a apoyar las manos mientras permaneca parada y comenzando a
desabrocharse el cinturn.
Ana Laura no lo mir, y pens que no estaba mal despedirse de aquel modo.
Gastn inici una andanada de piropos que la halagaron hasta hacerla sonrojarse,
Nunca te dije cunto me gusta tu cola le dijo mientras le acariciaba con
suavidad los cachetes. Me alegro tanto de no habrtela hecho... As este momento
ser inolvidable. Sabes cul es la ventaja de tu culo sobre el de muchas otras mujeres?
Tu cara: tu expresin inteligente hace que penetrar este culo sea mucho ms
interesante. No s cmo quedaran estas nalgas en una mujer con cara de bobalicona,
o simple, pero en ti, este par de apoyaderas resultan deliciosas. Ni otra cara ni otro
culo: tu culo y tu cara juntos pueden conseguir que cualquier hombre se desespere por
tu ano. Ahora mismo, si me pidieras cualquier cosa, te la dara a cambio de que me
dejes sodomizarte.
Pues te pido que no nos veamos ms se sincer Ana Laura. Y record que
un hombre le haba ofrecido a Sofa un departamento a cambio de que le diera la cola.
Tus deseos son rdenes dijo Gastn mientras le introduca en el ano un dedo
ensalivado, con lo que Ana Laura solt un ronquido de placer. Eres modesta en el
pedir: una vez, a Sofa le ofrecieron un departamento.
Ana Laura sinti las fuertes manos masculinas separndole los cachetes del orto,
y tom aire para recibir el embate de la verga. Pero lo que sucedi a continuacin
rebas su imaginacin. La verga de Gastn cobr una dimensin tres o cuatro veces
superior a la que ella conoca. Era un ariete largusimo y de un grosor
inconmensurable. Cundo le haba crecido as la pija? Al notar el dolor, se llev la
mano atrs y trat de sacar la verga. Pero sta ya le estaba revisando las entraas,
como cortndola por dentro. Se volvi para mirarlo de frente y encontr en sus ojos
un destello maligno, asesino. En el espejo, vio los huevos enterrados entre sus nalgas:
la verga estaba toda adentro. Un hilo de sangre le caa por entre los muslos.
Por el culo sufrirs dijo Gastn con la voz de la anciana calva, hasta que
levanten la prxima cosecha.
Luego, tomndola por las caderas y embistindola una y otra vez, la someti a
un dolor infinito. Ana Laura no supo cunto dur aquello; slo poda recordar que no
haba gritado, y que, en algn momento, Gastn, sin llegar a eyacular, se apart, la
dej tirada en el piso y se fue. Ana Laura logr arrastrarse hasta su cama, y hundi el
rostro en la almohada; pas sin interrupcin de un llanto mudo a un sueo profundo.
3
Amaneci con el culo en buen estado. Lo supo cuando, al despertarla el timbre
del telfono, not que no le dola ni lo senta especialmente abierto. Escuch la voz de
Sofa en el tubo y vio la hora en el reloj de mesa: eran las doce del medioda. Sofa le
estaba preguntando por qu no haba abierto el negocio por la maana, por qu no
haba ido a trabajar.
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Respondi con una mentira a medias y en tono risueo: dijo que haba
mantenido un encuentro indecente que se prolong hasta altas horas de la noche.
Tomndose las libertades que su patrona pareca estar dndole, Sofa pregunt:
Tan caliente te dej el secador?
Ese secador humedece respondi Ana Laura, manteniendo el tipo. Voy
para all.
Cuando Ana Laura lleg a la peluquera, luego de ducharse y comprobar en el
espejo que su ano estaba en perfectas condiciones como si el suceso de la noche
anterior no hubiera dejado huellas, Sofa terminaba de arreglar el pelo corto de una
jovencita. Ana Laura la conoca, se llamaba Matilde y el cabello as cortado, pegado al
crneo, le daba un aire irresistible de varoncito mujer.
Tena unas tetas pequeas pero respingonas, y un culito igual de pequeo, pero
muy provocador. Haba mujeres, definitivamente, que saban qu corte les convena.
Sofa y Ana Laura se reunieron en el cuartito a tomar un mate antes de que
llegara la siguiente dienta.
Cuntamelo todo dijo Sofa, en una voz que trasluca la excitacin.
Tanta confianza nos tenemos en tan poco tiempo? pregunt Ana Laura.
Ayer hicimos cosas peores que hablar replic Sofa.
Me rompieron el culo y me sent morir dijo Ana Laura. Pero hoy amanec
en perfecto estado.
Siempre es as con el culo dijo Sofa. Parece que te van a partir, pero
cuando salen, slo queda el placer.
La verdad es que, en esta ocasin, no fue exactamente placentero.
Te viol el culo? se compadeci Sofa. No. Yo se lo di. Era un pacto. Pero
fue como si la pija, una vez la tuvo adentro, le creciera al triple. Una leve e
indeseada esquirla de perversin surc la mente de Ana Laura mientras se confesaba a
s misma que le estaba relatando a Sofa cmo su novio le haba roto el culo.
Y eso te disgust?
Es que quiso disgustarme. Las pijas ms grandes te entran con amor, pero una
pequea puede hacerte sufrir con odio.
Yo nunca doy el culo si no es por amor dijo Sofa.
Lo bien que haces replic Ana Laura, Me parece a m o se te pararon los
pezones?
Por mucho que te haya dolido confes ahora Sofa, en voz alta, ortelo
contar me ha calentado.
Y qu hars al respecto?
Pensaba suplicarte que fueras a buscar la locin capilar con aroma de manzana
se atrevi a pedir Sofa.
No s si la quieres para que te la ponga yo, pero qu buena idea!, tiene la
consistencia ideal para sobar pezones.
Sobrevino un largo silencio, y Ana Laura fue a buscar la locin.
Cuando regres al cuarto, Sofa la aguardaba recostada, sin camisa ni corpios,
sobre la mesa rstica, mirndola. Ana Laura volc una buena cantidad de locin en la
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palma de su mano, y la distribuy a tontas y a locas por los pechos y los pezones, lo
que provoc una risa infantil en Sofa.
A trabajar dijo Ana Laura.
Comenz a masajear los pezones de su empleada: los oprima despacio con las
yemas, los soltaba, los asfixiaba. Sofa gema. La locin era fresca y untuosa.
Ay, por amor de Dios rog Sofa, mteme un dedo en el cono.
Ana Laura recogi un poco de la locin que cubra los pechos y llev el dedo
adonde su empleada lo peda.
Y ahora, por lo que ms quieras, el pulgar en el culo.
Ana Laura solt un risa y la encul con su pulgar izquierdo.
Arriba y abajo, arriba y abajo, as canturre Sofa. Y adentro, bien adentro,
que el tuyo no duele.
La enculada dur una eternidad y un suspiro, como dura todo en el sexo. Aquel
dedo fue para Sofa, por dos motivos, una verga de sueo: porque le daba mayor
placer que el que ninguna verga le haba dado en el ano hasta ese momento, y porque
no era una verga, sino un eco de verga. Sofa, apoyando las manos en la mesa, se elev
un poco para caer con fuerza y empalarse ms sobre aquel pulgar que la enculaba.
Ana Laura no pudo evitarlo: se inclin y comenz a lamerle el cono.
Las dos mujeres intercambiaban gritos apagados; en sus corazones, flotando
sobre aquel campo encendido, se abran paso varias preguntas: acaso somos
lesbianas?, dnde terminar esto? Si el destino fuera benvolo, las habra
tranquilizado dicindoles que era tan slo una semana de jolgorio, y que ninguna de
las dos se quedara a vivir en el pas de Safo.
Ahora te toca a ti dijo Sofa poco despus de que su ano palpitara en un
estertor final alrededor del pulgar de Ana Laura y el flujo le llenara la boca a sta.
La empleada encendi el secador de pelo y la patrona se encaram en cuatro
patas sobre la mesa. En aquella posicin, a Sofa le resultaba difcil calentar los
pezones de Ana Laura; pero de todos modos se los dej morados y rgidos como dos
uvas inmaduras. Estir el brazo para llegar con el aire caliente al cono y, al moverse,
cometieron una hereja: se besaron en la boca y entrelazaron las lenguas. Concluido el
beso, azoradas pero incapaces de detenerse, Sofa pas a la zona posterior de su
empleadora y dirigi el aire caliente hacia el ano, que se abra ante la expectativa del
goce. Entonces Sofa dijo algo que provoc que a Ana Laura se le cerrara el ano con un
espasmo:
Hasta que levanten la prxima cosecha.
La voz de Sofa era idntica a la de la vieja calva y a la de Gastn. Y el aire que
comenz a salir del secador le inciner el culo igual que la verga del novio de la mujer
que ahora la martirizaba.
No! grit Ana Laura, al tiempo que le pareca sentir el olor a chamuscado
de los pelitos que le rodeaban el ano.
Intent zafarse, pero Sofa, aprovechando el largo del cable, con un movimiento
inhumanamente rpido, le dio una vuelta alrededor del cuello, la apret como un
matambre, y continu quemndole las nalgas y el orificio. Con los ojos llenos de
pavor, Ana Laura imagin su ano marrn imitando a negro; un carbn encendido
cocinando la nada.
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No debes burlarte de las dientas farfull Sofa con una voz terrible. No de
las dientas que no son de este mundo. Qu hizo tu posible benefactora, tu posible
hada, sino pedirte que le arreglaras el pelo? Sufrirs por el culo hasta que levanten la
prxima cosecha.
Cuando el cable estaba a punto de ahorcarla, Ana Laura logr romperlo de un
tirn. Una poderosa descarga elctrica la arroj fuera de la mesa, y en su cada vio el
cable partido en dos y echando chispas. Sofa sostena en su mano el secador, que
lanzaba una llama de un color desconocido.
Por amor de Dios grit Ana Laura, pido perdn.
Mientras se alejaba con el secador en la mano, Sofa respondi como una posesa:
Est ms all de mis posibilidades perdonar una ofensa.
Y sali de la peluquera como si fuera una dienta. Antes de cruzar el umbral,
dej caer el secador.
Ana Laura, enloquecida, se subi con premura al mostrador del saln central y
se mir el ano en el espejo. Estaba intacto. De improviso, entr a la peluquera la
seora Libonati.
Vena a comprar un fijador dijo tratando de disimular su sorpresa, pero
no saba que hubiera funcin por las tardes.
Ana Laura baj de un salto y se tap la cola con las dos manos.
4
Ana Laura le vendi el fijador para el cabello y le entreg el vuelto y la factura
con una profesionalidad que pareca negar que, instantes antes, la seora Libonati la
hubiera pillado mirndose el ano en un espejo. Lo cierto es que la discreta mujer trat
de restar importancia al incidente, y coment como quien no quiere la cosa:
Ha visto cunto ms bellos son nuestros cuerpos reflejados en el espejo?
Ana Laura percibi una profunda sabidura en las palabras de la mujer, y viendo
en ella a una madre distinta de la verdadera a la que no poda contarle, por natural
pudor, el infierno que estaba atravesando, cay sobre sus hombros presa del llanto.
Bueno, bueno, que no pas nada la calm la seora Liboniti, compadecida.
No es eso, no es eso... dijo llorando Ana Laura.
Y como una vctima que narra su testimonio frente a una cmara fija, en una
casete que no sabe si alguien ver, detall en una parrafada el calvario completo,
desde la llegada de la mujer calva hasta la partida de su empleada poseda.
La seora Libonati la mir, entre conmovida y asustada, durante un instante. Sus
pechos, ya de por s voluminosos, se henchan a medida que su respiracin se
aceleraba. Cunta excitacin habra detrs de aquel estupor? Cuando logr
normalizar su respiracin, le contest con calma consejera:
Pues no creo que se trate de una obsesin tuya ni de alucinaciones. Hay que
tomar el toro por las astas: esto te est ocurriendo de verdad. Sabas que mi marido
es estanciero?
No respondi Ana Laura, que empez a sentirse aliviada.
85
Por algn lado hay que empezar dijo la seora Libonati. Tus armas son lo
que conoces: cuando te hunden en una situacin ilgica, debes aceptar las reglas, sean
cuales fueren, para librar la batalla. Por empezar, hay que saber cundo se levanta la
prxima cosecha. Qu cosecha, te preguntars? Pues la ms cercana. Si la bruja no
aclar de qu cosecha se trataba, lo nico que podemos hacer es elegir nosotros qu
cosecha terminar con este conjuro. Por ah funciona.
Usted le preguntar a su marido cundo se levanta alguna cosecha?
l mismo ordena el comienzo de la cosecha de trigo, tomates y hortalizas.
Salgo de ac y lo llamo.
Me parece bien.
Pues te llamo maana dijo la seora Libonati retirndose.
Ana Laura march al cuartito de atrs con la dbil esperanza de que contaba al
menos con una aliada, alguien que le crea y que estaba dispuesta a ayudarla. Sofa
regres con su rostro de siempre y, en la mano, galletitas para el mate. Era la misma
mano que le haba quemado el culo con el secador. Ni mencion el suceso ni pareci
haberlo vivido nunca. Ana Laura no hizo preguntas. Se jur que era la ltima vez en
su vida que probaba un hombre ajeno.
La tarde se fue en diez dientas y en dilogos anodinos con Sofa. Tampoco a ella
pensaba volver a tocarla.
El negocio repuntaba y, por momentos, Ana Laura quera creer que lo peor ya
haba pasado. Se consolaba dicindose que aquel desastre al menos la haba librado de
Gastn. Pero cuando baj la cortina del local y vio salir a Sofa, fragante y feliz, rumbo
a su encuentro con su novio, de golpe le cay encima toda su soledad. Una vez en
casa, se morira de tristeza. Su corazn le dijo entonces que no podra pasar aquella
noche sin compaa.
Sali de la peluquera y llam a Alberto sin esperar siquiera a llegar a su casa.
Alberto era el nico soltero de sus amantes, y no haba querido preguntarle si tena
novia. Nunca la llamaba pero, si lo llamaba Ana Laura, escasas veces se negaba. Esta
vez, como tantas otras, acept, y qued en recibirla en su coqueto departamento de
soltero.
Hubiera preferido un abrazo, quizs unas palabras, pero Alberto la recibi a las
ocho de la noche con la verga afuera. Vestido como para salir a cenar, pero con la
polla parada asomando por la bragueta. No poda echrselo en cara: a menudo Ana
Laura haba considerado esa exhibicin como una bienvenida elogiosa.
Mi verga te estaba llamando desde hoy a la maana le dijo. Me levant
con la polla tiesa como un obelisco, y no me la quise cascar hasta perder toda
esperanza de vernos. Qu suerte que me des tu cono antes de las doce de la noche.
Por qu? pregunt Ana Laura, y sonri. Acaso despus se convierte en
carroza?
En carroza se convierte despus de usarlo reconoci Alberto. Sabes que no
puedo dar ms que una lechada por da.
Me sobra con sa dijo Ana Laura, tomando esa desesperacin sexual como
una forma de ternura, y rode con su mano el capullo.
Follaron como dos amantes considerados. Parecan amarse. Ana Laura le chup
los huevos durante largo rato; saba que, si pasaba la lengua por el glande, se
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acelerara el ritmo de Alberto, cosa que no quera. Haba que cuidar aquel disparo
como si se tratara del ltimo de su vida: la soledad, ese enemigo agazapado, se
lanzara sobre ella despus del amor furtivo.
Alberto le suplic entonces que, mientras le endulzaba los huevos, le tomara la
verga con las manos; ella lo hizo con una prudencia de maestra. Desliz hacia atrs y
hacia adelante con mucha suavidad la piel del instrumento, como si deseara que, esta
vez, no sonase. Ana Laura le pregunt a Alberto si era capaz de metrsela en ese
instante en el cono sin llegar a eyacular, Y l, que se senta confiado por las caricias
amantes de la mujer, asinti de inmediato.
La gruesa cabeza del pene, pese a ser ste de un tamao mediano, le regal a
Ana Laura el placer inicial que tanto agradeca en aquel amante. Luego comenz el
entrar y el salir, que tambin en esta ocasin Ana Laura agradeci, pues ms all de
las proporciones y las sensaciones, se senta acompaada.
Terminaron juntos en un beso callado. Alberto cay a un costado de la cama, y
Ana Laura se incorpor hasta sentarse, paladeando el trance, la tregua.
Entonces Alberto la tom por la espalda y la coloc boca abajo. Ana Laura
sonri. Como bien haba reconocido Alberto, con l nunca haba una segunda vez.
Pero el dedo benefactor que en esos instantes empez a escarbarle el culo sugera que
al menos estaba dispuesto a regalarle otro momento, aunque no fuera con la verga.
Sin embargo, desdiciendo todas sus experiencias anteriores con Alberto, sinti la
verga dura golpeando sus nalgas, luego una inesperada apertura de los cachetes y
finalmente un escupitajo que impact en el ano con una puntera aterradora. Alberto
nunca le haba pedido el culo, deca que le daba asco. No lo haba aceptado ni cuando
ella, un da en que celebraban el cumpleaos de Alberto, se lo ofreci a modo de
sorpresa. Hasta aquel momento, haba supuesto que Alberto estaba fuera del crculo
de quienes podan ponerla en peligro: crea que la bruja slo ejercera influencia en
personas relacionadas con la peluquera.
As pues, esa inslita segunda ereccin, y el repentino inters en el ano por parte
de un amante que repetidas veces haba rechazado la sodoma, la convencieron de que
algo no andaba bien. Ana Laura no esper a que siguiera adelante para intentar
escapar. La mirada de Alberto no era la misma cuando sali de la cama. Su verga
pareca haber aumentado y los ojos la miraban sin verla.
Cuando se lanz sobre ella de un salto, Ana Laura supo que se haba convertido
en uno de sus enemigos. Ya fuera de la habitacin, ambos rodaron por la alfombra.
Alberto alcanz a meterle un dedo entre las nalgas, pero no roz el ano. Ana Laura le
propin una patada en las partes y corri hacia la puerta. Tambin Alberto se levant
de inmediato, y la atrap a la altura del equipo de msica. La empuj contra la misma
puerta que Ana Laura quera abrir, pero con tal violencia que ella dio por tierra.
Alberto mont a horcajadas sobre ella, tirndole del pelo y ponindola boca abajo.
Ahora la verga s se apoy en la circunferencia anal. Ana Laura levant la cabeza con
fuerza, y le parti dos dientes delanteros, con lo que logr sacrselo de encima.
Cuando se dio vuelta, vio que a Alberto le sangraban los labios y que escupa pedazos
de dientes. l la tom por la cara y la aplast bajo sus piernas. Inclinndose, su boca
sangrante mordi la nalga derecha de Ana Laura y la lengua busc el ano. Lo encontr
y lo lami, pero en lo que para Ana Laura sola ser una caricia sin par, haba ahora
espinas de cardo, dolor y miedo verdadero.
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Fueron los pies de Ana Laura los que pegaron, con menos fuerza, en los ojos de
Alberto, y logr zafarse una vez ms. Pero l la empuj y esta nueva cada pareci la
vencida. Unas manos fuertes desgajaron sus nalgas, y la verga insisti contra el ano. El
glande, como un ariete cido, pareca disolver el ano a su paso. Ambas manos
opriman las nalgas como si gozaran mansamente en medio de aquella tortura
demonaca.
Eso no! grit Ana Laura como si alguien pudiera escucharla.
El cable de uno de los auriculares se le apareci como una soga salvadora, y tir
de l logrando milagrosamente que el pesado equipo de msica cayera sobre la cabeza
de Alberto. As ocurri, y Alberto recibi el golpe, pero no cej. Sin embargo, Ana
Laura aprovech el breve atontamiento para empujar el sof y medio atraparlo bajo l.
Alberto intent incorporarse, y era evidente que lo lograra antes de que Ana Laura
pudiera abrir la puerta para escapar, desnuda. Mont sta entonces sobre Alberto,
introducindose la verga en el cono, y comenz una galopada de pelcula
pornogrfica. Le apret los huevos como una esposa caliente que quiere obligar al
marido a follar luego de descubrirlo mirando a una jovencita. Salt y salt sobre
aquella verga enhiesta, y no par hasta sentir la andanada de leche dicindole que s.
Deshizo el encastre rogando que el pene no volviera a levantarse. Recogi la camisa
cada en el living, que le tapaba hasta los muslos, y sali dando un portazo. Tom un
taxi que no hizo preguntas y se encerr en su casa temblando.
Busc el telfono de la seora Libonati. Ahora que saba que el rea de influencia
de la bruja era desconocida, ni siquiera en su tetona dienta poda confiar, pero prefera
morir en manos de los Libonati que seguir padeciendo aquella soledad llena de
amenazas. Si ni siquiera poda confiar en ella, pues que se la tragara el infierno. La
seora Libonati atendi y no tard en ofrecerle todo su apoyo.
Usted me ha tenido una confianza ciega, mi hija le dijo. Y quiero tratarla
como a mi propia hija, que vive en Italia y no me da ni la hora.
Quiero pedirle que me lleven al campo con ustedes. All veremos lo de la
cosecha, pero... sobre todo... huir de ac. No puedo ms. Loca ya estoy, pero no
quiero morir as.
Maana mismo la llevo al campo. Y no me hable de morir aadi la seora
Libonati. Amoldo nos va a explicar lo de la cosecha como si furamos alumnas. No
se preocupe, que en el campo se resuelve todo. La paso a buscar yo con la cuatro por
cuatro. Le parece?
Cundo? pregunt Ana Laura esperanzada. Maana a las seis de la
maana, si para usted est bien. Cuando quiera dijo Ana Laura, y le dio su
direccin. No me voy a mover de ac.
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Subir a la cuatro por cuatro de los Libonati a las seis y cinco de la maana fue
como navegar en una realidad sobre la que no ejerca el menor control. No tena sueo
ni estaba despierta, no se senta inapetente ni con ganas de desayunar; no haba
tomado siquiera un mate al levantarse, cosa inconcebible en ella.
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Anal, y ah le peg la bruja, no poda ser de otra manera. Y agreg: Tmate un mate,
Emma.
Ana Laura se lo alcanz, y luego de imprimirle una fuerte chupada a la bombilla,
como haciendo fuerzas con todo el cuerpo, grit de pronto Emma Libonati:
Pero cmo puedo gozar tanto por el culo! Llevamos ms de veinte aos de
casados y es sentirte la verga en el culo y cagarme de placer!
Que no sea para tanto replic con una sonrisa Amoldo. A lo que iba,
querida amiga: este invierno yo tena que levantar los tomates hace ya como una
semana. Pero lo cierto es que tengo un vecino de campo, un tal Samaniego, que
necesita mis tomates mucho ms que yo. Samaniego tena una deuda en dlares y, por
motivos que no vienen al caso, me pag a m el doble en pesos para que yo
respondiera de su deuda con la venta de mis tomates, que son de exportacin y me
rinden en dlares. Todo est preparado para que esta semana yo le entregue los
tomates al exportador que negocia con los norteamericanos. Es un trato nimio, pero a
m me reporta una fortuna.
La fortuna es ma por tener esta poronga en el culo! grit la seora Libonati.
Pero este seor Samaniego prosigui su marido se complic en una serie
de maniobras delictivas que me afectan no tanto a m sino al erario pblico. Es un
corrupto y un traidor. Yo haba pensado castigarlo dejando que la helada de la semana
que viene, anunciada con toda certeza, echara a perder los tomates; y como yo ya
cuento con el efectivo, y no habra modo de culparme, el seor Samaniego se hundira
en el oprobio. A quin podran culpar? No obstante, debido a sus padecimientos,
seorita Ana Laura, he dado orden de que levanten hoy mismo la cosecha. Tengo
pruebas suficientes para acusar a Samaniego e impedirle los rditos de nuestro trato.
Qu puedo hacer por ti, mi vida? le pregunt la seora Libonati a su
marido. Cmo me has puesto el culo! Sube y baja tu verga como un pistn! Puede
ser que sea sta la gozada por el culo ms campera y apasionante de todas las que me
hayas dado?
Hum... dud Amoldo, delante de una enternecida Ana Laura. Cada cual
tiene la suya. Acurdate de cuando te cule en el aljibe, delante de una india, y
despus ella te limpi el culo con agua de pozo. Acurdate de la luna de miel, lo que
pas con el colchn y todo eso... S, cada cual tiene lo suyo.
Ay, mi amor dijo Emma. Es que cada vez parece la segunda: porque la
primera duele; pero lo tuyo es todo amor.
Si usted me permite dijo Amoldo a Ana Laura, mi mujer me est
calentando con tanto halago, y creo que lleg la hora de darle lo que su cuerpo
siempre pide.
Le abri la camisa, haciendo saltar los botones, y asomaron los dos pechos
lechosos, cargados, despampanantes.
Qu tetas! grit Amoldo, antes de que pudiera gritarlo Ana Laura, ya un
poco caliente.
Mientras enculaba a su esposa, le masaje pechos y pezones con una saa y una
excelencia que Emma, de la calentura, no pudo hablar ms. Gema y babeaba. Se
aferraba con ambas manos a los huevos de su marido. Era un matrimonio feliz.
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Esto es amor dijo Amoldo. Y le aseguro que hemos vencido a todos los
maleficios.
Ah... exclam Emma. No pares nunca de mearme el culo con guasca!
Mi puta, mi puta, mi puta! grit Amoldo rendido.
Cuando terminaron y Emma se levant, del culo le chorreaba un hilo de leche.
Quieren que los limpie? se ofreci Ana Laura. Es lo menos que puedo
hacer.
Marido y mujer respondieron, en silencio, con una simptica negativa.
Por la ventana, al atardecer, Ana Laura divis un caballo montando una yegua:
parecan tomar el relevo del amor que aquel matrimonio maduro haba dejado en
reposo. Ana Laura sinti envidia y, a la vez, la escena le insufl cierta esperanza:
estaba segura de que, con la recoleccin del tomate en lo de los Libonati, su culo
volvera a dar goce a los dems y a s misma. Y del culo de esa mujer portentosa haba
aprendido que, en adelante, deba seleccionar cuidadosamente cada verga, cada
hombre.
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Ana Laura durmi aquella noche en la despojada habitacin de huspedes de la
mansin campestre. La cama era cmoda, pero el recinto hmedo y las paredes toscas.
Una enorme ventana la comunicaba con el campo abierto. Vio pasar, en la noche, una
hilera de camiones con grandes montacargas tapados con lonas verdes. Las voces de
los peones gritndose entre s, adems de transmitirle cierto aire masculino cabro, le
informaron que aqulla era la cosecha de tomate que marchaba hacia la ciudad. Se
durmi escuchando esas voces.
No supo qu la haba despertado ni qu hora era. La ventana estaba abierta, el
ambiente era sorprendentemente clido y, en la oscuridad del cielo, las estrellas se
negaban a decir si era la noche, la madrugada o una hora fuera del tiempo. La mano
del seor Libonati al posarse en su hombro no la asust.
Emma y yo hemos pensado que no estaremos tranquilos hasta confirmar que
la maldicin se ha desvanecido.
Ana Laura asinti y, plegndose a lo que le indicaba la mano del seor Libonati,
se puso en cuatro patas sobre la cama.
Pero est al tanto Emma?
El seor Libonati Sonri mientras su esposa entraba por la ventana con una
suave camisa de Holanda.
Somos un matrimonio. Si t vienes a la romera, a pedir que tu cuerpo se abra,
no te pongas un velo de luto, sino dulce camisa de Holanda dijo entonces el seor
Libonati mientras desabrochaba el botn de los incmodos pantalones vaqueros con
los que Ana Laura se haba dormido.
Qu te parece? pregunt el seor Libonati a su esposa, sealando las nalgas
de Ana Laura luego de bajarle la bombacha.
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Steing tuvo que esperar a que subiesen al avin para que Philby le contase la
historia, cincuenta y dos horas ms tarde. No es que Philby hubiese querido guardar
el secreto, sino que le pareca una historia que deba contar sin interrupciones.
John comenz su carrera a finales de los aos sesenta. Los que participamos de
aquel suceso hemos prometido no revelar su nombre ni su apellido.
Pero yo he visto su cara.
T y yo somos los nicos en todo el servicio que hemos visto su cara en los
ltimos veinte aos. E intuyo que eso no le inquieta, siempre y cuando nos olvidemos
de quin fue: el mejor de los espas ingleses de la dcada de los setenta. Trabajaba con
Stfani Unf.
La Culebra!
La misma. Stfani y John perfeccionaron un mtodo de trabajo infalible, al
menos con los soviticos y sus aliados. Todos los servicios secretos del mundo
trabajan con dos armas primordiales: el sexo y el dinero. Miles y miles de contactos y
soplones en todos los rincones del mundo han sido reclutados con una buena cantidad
de libras o un buen par de caderas. Sin embargo, si todas las personas pudieran
comprarse con dinero o sexo, el mundo del espionaje sera un caos. Los agentes
cambiaran permanentemente de bando, atrados por el mejor postor o las mejores
caderas. Ms de una vez ha ocurrido, pero no con tanta frecuencia como para destruir
la lgica de esta guerra secreta.
Con esto quiero decirte, querido Steing, que la ideologa existe. Y los que creen
de veras en ella son insobornables. Alguna vez has intentado untar a un miembro del
Mossad? Lo ms probable es que le des dinero y encima te conviertas en agente de
ellos. As es: hay gente insobornable o imposible de seducir. Y la historia que voy a
contarte tiene como protagonista a gente muy difcil de seducir. Durante mucho
tiempo nos parecieron imposibles, pero luego descubrimos que slo eran muy, muy
difciles.
A principios de los setenta se vivi una fuerte crisis en nuestros servicios.
Durante aos nos habamos formado en la lucha contra el nazismo y el estalinismo.
Coincidirs conmigo, Steing, en que no es maniquesmo decir que Hitler era el mal
absoluto. Era el mal absoluto aprob Steing.
Tampoco tendrs mayores problemas en aceptar que se poda combatir a
Stalin en nombre de la libertad. Por muy sucios que fueran nuestros manejos,
sabamos que del otro lado las cosas eran peores. Eso es ideologa. La ideologa, ms
que el dinero o el sexo, te permite quebrantar la moral sin que la culpa te lleve al
suicidio. A principios de los setenta, algunos males histricos se mantenan, pero
comenzaron a aparecer enemigos borrosos. Personalmente, en una celda de Londres,
vi torturar a un joven salvadoreo cuyo pecado haba sido aglutinar a un par de
campesinos armados y colaborar con los guerrilleros izquierdistas. No lo tortur un
ingls, es cierto; le cedimos el escenario a un compaero de la CA. Se sospechaba que
el salvadoreo tena vnculos con la Baader Meinhoff. Nunca supe qu haba de cierto
en esa acusacin, pero s recuerdo que el muchacho lanzaba alaridos y maldiciones en
castellano. Yo estaba acostumbrado a escucharlos nicamente en alemn. En distintos
rincones del mundo, comenzamos a descubrir, del otro lado, latinoamericanos
progresistas, intelectuales, negros. En fin, no eran los enemigos a los que
acostumbrbamos odiar, justamente, sin contemplaciones.
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Puedo decirte que, en este aspecto, John era un as. Nunca se apart del motivo
por el cual se haba iniciado en el espionaje: salvar vidas humanas. Tal vez te parezca
melodramtico, pero fue la nica vez, en toda mi carrera, en que vi a un agente seguir
esta mxima como un evangelio. John tena el talento de reconocer al enemigo: saba
cundo se trataba de un psicpata terrorista que pone bombas y cundo de un
revolucionario de caf. Y tambin saba cundo ese revolucionario de caf poda poner
una bomba. Saba distinguir entre un afiliado al partido comunista y un agente del
KGB. John se negaba a cumplir dos de cada tres misiones que le daban. Y por qu lo
mantenan en el servicio? Porque cada misin que aceptaba vala por tres. La primera
mitad del Muro de Berln la derrib John.
Stfani y John comenzaron a actuar juntos el primero de noviembre de 1969.
John ya era para entonces un agente muy valorado; Stfani, en cambio, era una
alternadora patritica, que comenzaba a ser tenida en cuenta, siempre en su rubro,
para tareas de mayor importancia. Durante el ao 68, Stfani haba sido la amante del
agregado cultural de la embajada de la URSS en Pars. Fue una operacin concebida y
orquestada por John desde Londres. El secretario se llamaba Boris Techenko y era un
rara avis. Hombre culto y sensible, ms pareca un francs de izquierda que un ruso
del Partido. Stfani, que contaba por entonces con veintids aos y el mejor cuerpo de
Europa, cay en sus brazos a finales de mayo de 1968, huyendo de una redada
policial. Temblando contra l, le pidi que por favor la ocultase en algn sitio.
Techenko no la poda llevarla a su casa. Tom un camino que le haban enseado para
despistar posibles vigilancias, y recalaron en un hotelucho donde siempre tena una
habitacin reservada por si alguna vez necesitaba esconderse. Por supuesto, nadie los
encontr, pues nadie persegua a Stfani. Sabes por qu le decan la Culebra?
Por cmo se mova contest Steing.
Especialmente, por cmo mova la pelvis complet Philby. Era una
maestra en el arte de la sodoma. Esta habilidad nos haba dado esplndidos
resultados con los chinos. Como sabes, Mao era bastante estricto en cuanto a las vas
de acceso sexual de sus seguidores. Nada de perversiones. La primera vez que el
encargado de asuntos comerciales de la embajada de Pekn en Blgica prob las ancas
de Stfani, prcticamente nos revel todos los secretos nucleares que estaban a su
alcance. Lamentablemente para l, no eran muchos, y pronto no nos fue de ninguna
utilidad. Stfani lo dej a la semana. El pobre tipo era un eyaculador precoz. Aqulla
fue la primera vez que prob un culo y, para colmo d la dureza del de Stfani;
empez a darse a la bebida, intent vanamente suicidarse y termin desertando. La
mayora de los secretos chinos mejor guardados en materia de seguridad los
conseguimos gracias a los buenos oficios de las profundidades de mujeres a nuestro
servicio, en particular de sus profundidades traseras.
Techenko, aunque menos desesperado que los chinos continu Philby,
degust con saa el ardoroso ano de Stfani. Funcionario avezado, no revelaba un
solo detalle de intimidad oficial sovitica a su amante. Sabamos que se comportara
as, y no lo queramos para que hablara. Lo que nos interesaba de l era saber dnde
estaba en cada momento. Habamos sobornado a uno de los guardias de la embajada
para que nos fotografiara ciertos documentos que Techenko guardaba en su despacho.
Techenko, como la mayora de los embajadores de los aos setenta, evitaba los
horarios fijos, para que el enemigo no tuviera cmo localizarlo. Tanto poda pasar la
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De modo que su ascenso fue una ficcin que nosotros cremos, y le pasaron
informaciones falsas slo para comprobar si era o no un agente imperialista. Nada
mejor que mover a un hombre de su sitio para ver cules son sus races.
En fin, antes de contarte el plan elaborado por John para reconquistar a
Techenko cuando creamos que lo haban ascendido, te dir que Techenko cay en la
trampa de John, que tuvimos acceso a toda la informacin que le llegaba, pero que la
informacin no nos sirvi de nada porque eran cebos preparados por los rusos, y que
Techenko fue ajusticiado por sus camaradas.
Pues bien: John, que conoca el perimido romance entre Techenko y Stfani,
asegur que poda hacerlo florecer nuevamente. Recuerdo como si fuese hoy el da en
que John dise frente a nosotros, sin tapujos, su plan:
"Esta mujer le ha dado a Techenko todo lo que tiene. Nada ms puede
pretender un hombre corriente como l de una mujer. Los encuentros entre Techenko
y Stfani siempre fueron furtivos y breves. Nada saban el uno del otro fuera de las
cuatro paredes del hotel Casignac. Sabemos que Techenko es soltero, pero nunca se lo
dijo a Stfani. Jams le revel su estado civil, tampoco le requiri el suyo. Si una mujer
le ha dado todo lo que tiene, es el momento de que acte un hombre".
Nos quedamos mirando con una sonrisa torcida a John.
"Techenko homosexual?", me sorprend.
"Jams", dijo John. "Por las innumerables veces que se la ha dado por detrs a
Stfani, podramos pensar que no le dira que no a un buen culo, por ms que sea de
un hombre; pero seguramente le dira que no. Un hombre que se aburre de una mujer
busca a otra mujer, nunca a un hombre. Buscas a un hombre cuando las mujeres te
asustan o te fascinan al punto de no poder poseerlas, pero no cuando te aburren. El
aburrimiento es el corolario de toda relacin heterosexual sana. Necesitamos a un
hombre, pero no para recibir por detrs a Techenko."
Todos lo interrogamos con la mirada, mudos.
"Necesitamos a un hombre para que sea el novio de Stfani", prosigui John.
"Una mujer no ha dado todo de s cuando, al abandonar aun hombre, encuentra a otro
a quien quiere drselo todo. El hombre aburrido de una mujer vuelve a desearla no
bien nota que otro puede divertirse con ella. En el caso de Techenko, os garantizo que
as ocurrir."
E1 mismo John se ofreca para hacer de faldero. Aceptamos. Por aquel entonces,
ya tenamos mucha confianza en l. Hoy, nuestra confianza en l es ilimitada.
Con el ascenso, las costumbres de Techenko no variaron. Se mantena sobrio y
discreto, sin dilapidar un solo rublo de los que el Estado sovitico destinaba a sus
funcionarios en el exterior. Continu cenando en el mismo bodegn sirio del Barrio
Latino, Tiros, y a su nueva amante, una francesa de cuarenta aos, la llevaba al
hotelucho adonde haba llevado a Stfani. Todos, menos John, nos sorprendimos de
que Techenko hubiese elegido una matrona luego de abandonar a Stfani.
"No importa lo joven o bella que sea una mujer. Para que la deseemos, basta con
que sea distinta", sentenci.
"Distinta de qu, de quin?", le preguntamos.
"Distinta de lo que siempre quisimos", apunt John, "que sorprenda nuestros
gustos". Y tras sonrer, agreg: "Les aseguro que Stfani ser distinta".
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que le vio el culo, qued prendado. Cuando decidi pasarse a nuestro bando, pidi
como precio el culo de John.
Nuestro servicio dud y concedi. A partir del da en que Vlin le hizo el culo a
John, comenz a derribarse el Muro. Vlin fue topo nuestro entre los rojos, el mejor que
hayamos tenido. La operacin con los japoneses fue una cortina de humo montada
por Vlin y los nuestros para que John se le entregara.
Y Stfani?
Vlin la hizo matar por celos. Fue un acto impulsivo. Pero la misma tarde en
que cogi a John y mat a Stfani, entreg a nuestro servicio ms informacin de la
que hubiramos podido juntar en un ao; de modo que, por la muerte de Stfani,
nuestro servicio slo elev una pequea protesta y Vlin dio una pequea disculpa.
Pero cmo pudieron entregar a un agente como John?
En las altas instancias haba gente a la que le fastidiaba un poco la moral de
John, sobre todo sus renuencias a la hora de maltratar enemigos. Para los ms duros,
John comenzaba a ser ms til como carne de can que como agente.
La Corona entreg a sabiendas el culo de John? volvi a preguntar Steing,
incrdulo.
Y l no? pregunt a su vez Philby.
El ruido del avin al aterrizar concluy, con esa pregunta, el dilogo.
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La profesora de Lengua
1
En oposicin a los relativistas y estructuralistas, siempre he considerado que, en
los relatos, la moraleja reviste gran importancia. Las fbulas, los mitos, las parbolas... ,
en suma, todo lo transmitido oralmente de generacin en generacin se engrandece
cuando nos brinda una clave o un consejo para afrontar la vida cotidiana.
As pues, como profundo conocedor y defensor de las moralejas que soy, debo
excusarme ante el lector por invertir el orden habitual: primero presentar la moraleja,
y luego el relato. Dividir la moraleja en dos partes: una deduccin y una conclusin.
La deduccin es que los nios y adolescentes enamorados de mujeres adultas
ignoran, en su pasin, que mientras ellos crecen, ellas envejecen; sospechan, alienados
por el amor, que el cuerpo maduro y consistente de la mujer deseada los aguardar
intacto hasta que se encuentren listos para poseerlo. Y la conclusin: por mucho que
comprendamos que aquella mujer ha envejecido mientras crecamos, el amor habita
una dimensin distinta de la del tiempo, y ni siquiera nuestro conocimiento nos libra
de su tirana.
Dicha la moraleja, podemos pasar al relato.
En el verano del ao 2000 mi vida haba terminado. Yo an no haba cumplido
treinta y cuatro aos, pero la catstrofe descargada sobre mis espaldas superaba el
concepto de ruina. Por muchos motivos, uno de ellos muy concreto que en breve
explicitar, yo era algo peor que un fantasma. Tan devoto como de las moralejas, lo
soy de la claridad, y no quiero minimizar ni eludir el suceso que me llev a la
desintegracin: descubr a un vecino sodomizando a mi esposa.
Clarisa en cuatro patas, agarrada del respaldar de nuestra cama matrimonial,
una pierna a cada lado del cuerpo del sujeto masculino tambin en posicin
cuadrpeda, Ignacio, y puedo decirlo porque lo vi en primer plano la verga de
Ignacio hundida hasta profundidades que Clarisa nunca me haba permitido (yo la
haba sodomizado a lo largo de nuestra vida en comn, pero hasta no ms all de tres
cuartas partes de mi verga, siempre detenindome por sus pedidos de que no
avanzara ms, por dolor u otras molestias), los huevos de Ignacio pegando contra las
nalgas de Clarisa, casi entrando imposiblemente en el ano, abierto ste hasta alcanzar
su mayor circunferencia. Pude verlo con entera comodidad porque en ese instante me
torn invisible.
No es una metfora, no es una sensacin: yo los vi y no me vieron. Como Dios, vi
sin ser visto. Pero como soy un hombre, lo que a Dios hace todopoderoso a m me
priv de la totalidad de mis modestos poderes.
Desaparec, momentneamente, porque el hecho, el suceso visualizado, oper
sobre m una desintegracin absoluta. Por un instante, de m no qued ms que el
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2
Una vez conseguida la habitacin, el encuentro con la profesora Estefana
Garabagi me impuls a salir para comprarme ropa nueva.
Mis anfitriones no eran exactamente una familia, sino la pareja formada por
Estefana y Pedro, su marido. El departamento, en el cuarto piso, consista en un living
comedor con balcn, una cocina, la habitacin matrimonial en suite con el bao, y un
pasillo angosto y oscuro de unos dos metros que separaba estos ambientes del bao y
la habitacin de servicio, donde yo dormira.
Este ltimo bao consista en una ducha casi encima del inodoro. Bajo esa
regadera no slo deba baarme, sino tambin lavarme los dientes y realizar las dems
tareas matinales. Al sentarme en el inodoro, la regadera goteaba sobre mi pie
izquierdo. Pero estas incomodidades, comparadas con dormir en la calle y, antes, con
la visin de mi esposa engarzada analmente por Ignacio, eran insignificantes.
Dorm cuanto pude no mucho, porque me cuesta dormir de da y sal a la
calle a comprar ropa. Como no quera encontrarme con el matrimonio en el comedor
diario ni en la cocina, hice tiempo para regresar bien tarde. Llegu cerca de las once de
la noche, y no haba ninguna luz encendida, excepto la de la pieza de Estefana y
Pedro, que se colaba por la puerta entreabierta.
Pas raudo con mi bolsa de ropa nueva hacia la habitacin y, cuando iba a
probarme el nuevo jean, la camisa y los mocasines, descubr que no me vea en el
espejo. La habitacin de servicio contaba con una cama individual, una ventana tras el
respaldar y un espejo angosto frente al pie de la cama.
Era angosto el espejo, y estaba oxidado, s, pero cualquier persona debera
reflejarse en l. De inmediato supe o intu que, en ese instante, a las once de la
noche, Ignacio sodomizaba a Clarisa en mi antigua casa. Lo imagin tomndola de los
hombros, luego sujetndole el mentn y enterrndosela hasta lmites desconocidos
por ellos mismos.
En los dos primeros das de vagabundeo por la calle, al parecer no me haba
vuelto invisible ni una vez. Seguramente Clarisa haba evitado a Ignacio, preocupada
por mi ausencia. Ahora, tal vez Ignacio mismo haba concurrido a mi antigua casa a
114
3
Los das transcurran sin mayores novedades. Pedro pasaba gran parte del da en
la casa, tomando pastillas de distintos colores. Estaba desocupado.
Estefana continuaba enseando Lengua y Literatura en dos colegios estatales y
uno privado. Aunque la entrada a la casa era una, me bastaba con llegar a las once de
la noche para no cruzarme con ninguno de los dos. Pero ansiaba el momento en que,
por cualquier motivo, Pedro se ausentara y pudiera conversar a solas con Estefana.
Pas un mes. La desdicha no afect especialmente a mi trabajo: mantuve mi
ritmo. Traduje dos libros y un manual cada treinta das. La invisibilidad comenz a
atacarme slo de noche y muy pronto intu por qu: Ignacio y Clarisa seguramente
haban comenzado un romance formal y, como sucede en las parejas, limitaban sus
encuentros sexuales al horario nocturno, a diferencia de su poca de amantes furtivos,
cuando como el da en que los descubr deban hacerlo en cuanto se les presentara
la oportunidad: por la tarde o por la maana, mientras yo no estuviera en casa.
A Ignacio deba de gustarle mucho follarla por el culo, porque yo desapareca
da s, da no. No poda dejar de imaginar el orto de Clarisa modificando su estructura
molecular por gracia de los embates penianos, abrindose, batallando para dar placer
sin rasgarse. Qu le dira? Qu gemidos emitira, qu palabras? Al final de ese mes
me dije que no regresara con Clarisa ni aunque me lo pidiera de rodillas, porque ya
no podra soportar la idea de encontrarme con un ano distinto al que yo haba
conocido. Y, al final de ese mes, tambin logr por primera vez desde mi llegada a la
casa, sin contar la brevsima entrevista inicial, hablar a solas con Estefana.
Llegu a las once de la noche y Pedro dorma profundamente en el sof, con un
frasco de pastillas en el piso, junto a sus pies despatarrados.
Pobre hombre: la mitad de su cuerpo en el sof, y la otra mitad en el suelo. Como
yo, con medio cuerpo adentro y medio afuera de la vida. Poco sorprendido, debido a
la hora, no me encontr en el espejo de la habitacin.
Yo no estaba en mi habitacin.
Camin a la habitacin de Estefana con la esperanza de que estuviera despierta
y pudiera observarla mientras miraba la televisin o, mucho mejor, aunque no
esperaba tanta suerte, masturbndose a solas. Ni lo uno ni lo otro: dorma con la luz
prendida. Roncaba como una vieja y, dormida, pareca una vieja. Es ms, era una
vieja. Pero yo levant suavemente el acolchado que cubra sus senos y me masturb
mirndolos. Sin embargo, al ver que la verga no acababa de reaccionar, hice algo muy
extrao: me acost a su lado. La abrac con fuerza y, curiosamente, sin apoyarle la
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verga entre las nalgas, me dorm sintiendo el aroma que emanaba de su piel. Me
despert ella a las dos de la maana. Por el modo en que se dirigi a m, supe que el
efecto de la invisibilidad haba caducado.
Supongo que alguna vez tena que pasar dijo Estefana.
Pero no pas nada dije.
Claro, simplemente se equivoc de cama ironiz ella. Y como yo soy tan
flaca y frgil, ni se dio cuenta. Dnde est Pedro?
Dormido dentro de un frasco de pastillas dije. En el sof.
Y usted qu hace ac?
Profesora le confes, desde los trece aos quiero coger con usted. Una
bruja mala me llev a vivir a su casa. Me ordenaba que la cogiera por el culo y le
pegara. Deba darle pellizcos en las nalgas, tirarle del pelo, morderle los hombros
hasta dejarle marcas. Pero yo quera coger con usted, mi amor. Perdn, profesora
Estefana. Yo a los trece aos realmente la amaba.
Estefana me acarici el pelo.
Y por qu nunca me lo dijo?
Pues mire, profesora Estefana, yo era muy chico. Apenas si haba eyaculado
por vez primera unos pocos meses atrs. No saba cmo acercarme a una mujer. Pens
que era imposible.
Ella chist.
Salvo la felicidad, nada es imposible dijo.
La frase me par la verga.
Y qu me quera hacer? pregunt.
En qu sentido? repliqu en un susurro, para no despertar a Pedro.
Cmo me quera coger? Cmo se imaginaba que me la meta?
Ah! exclam. Lo pens tantas veces, y de tantas maneras distintas, que ya
no me acuerdo de ninguna. Pero tenga en cuenta que yo tena que follar a la bruja, la
gobernanta que me haba llevado a dormir a su casa...
No entiendo nada dijo Estefana.
Soy hurfano, profesora Estefana le cont, del orfanato pas a un
instituto, y del instituto me sac una gobernanta, la seorita Augusta Diamadela,
gracias a la cual pude estudiar en el colegio Belgrano. Pero, a modo de pago, la
enculaba y le pegaba. As que, con usted, me imaginaba algo suave.
Te obligaba a pegarle? me tute.
S.
Con qu?
Chirlos en las nalgas. Cachetadas en el rostro. Meterle cosas en el ano.
Azotarla con un cinturn. Una vez me pidi que le meara en la cara.
Y se la measte?
No, creo que eso no lo hice nunca. Me lo peda mientras cogamos, y mientras
coga no poda mear.
Con un cinturn en el culo? repiti.
S.
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4
En los das siguientes un nuevo estmulo no reemplaz, pero s comparti un
espacio en mi tiempo espiritual con la desdicha de saber que, da por medio, Clarisa
era culeada por Ignacio, a las once de la noche: mi deseo de garchar otra vez con
Estefana.
Pedro no haba vuelto a quedarse dormido en el sof, y tampoco sala de la casa.
Pero una noche Estefana vino a buscarme a mi habitacin y me dijo:
Le puse un somnfero en el vino.
Lo va a matar! dije.
No estoy loca me respondi. Ya averig: duerme hasta maana y nada
ms. Quiero coger contigo. Me rompiste bien el orto. Me gust cmo me pegaste.
Usted me tutea y me trata de usted alternativamente dije.
T no te diste cuenta, pero me hiciste llorar de dolor continu impertrrita
. Es lindo llorar.
Si a usted le gusta, lo que usted quiera.
Pero lo dorm para que pudiramos charlar. Quiero que me la metas bien
adentro, no te quepa duda. Pero no te gusta charlar?
Claro que s dije.
Cmo sabes que mi marido no me coge?
Usted no lo deja.
S, sabes mucho. Cmo te has enterado?
Ay, profesora. Eso tambin es una larga historia.
Bueno, para eso lo dorm.
Le cont el prodigio de mi invisibilidad. Su reaccin me desarm: solt una
sincera carcajada.
Le resulta inverosmil? pregunt, tratando tambin de sonrer. Porque por
mucho que me doliera su reaccin, no quera perderla. Sin tenerla, haba sido mi
primera mujer. Y quizs fuera la ltima.
Para nada me dijo. No imagino cmo un hombre de tu edad puede seguir
vivo despus de ver que su esposa bien amada le entrega el ano a otro. Desaparecer
fsicamente sin morir, despus de todo, es una reaccin leve. Al menos t se la habas
metido en el culo varias veces. Supongo que Pedro, a quien no dej siquiera
apoyarme, si ve que otro me la mete por el culo, se muere.
Nunca lo dej siquiera apoyrsela en el culo?
Nunca lo dej cogerme sentenci con calma Estefana.
Pero cunto llevan de casados?!
Veinte aos.
Cmo puede ser?
Te dije que era una larga historia.
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Le apret un pezn y cerr los ojos. Dej que la desdicha me subiera desde el
vientre y agregu oleadas de desesperacin sexual. Pero no ocurri nada.
No conclu. Pens que con un esfuerzo de la voluntad poda determinar
mi reaparicin. Pero ahora trat de utilizar lo que siento cuando desaparezco, para
hacerme invisible, y ya ve, ac estoy. De modo que lo ms probable es que Ignacio le
haya echado un polvo rpido por el culo a mi ex mujer, y por eso reaparec enseguida.
No lo puedo controlar.
Uno de esos polvos en los que la mujer chupa mucho y, un minuto antes de
acabar, el hombre se la mete en el culo.
Eso aprob.
Pero le puedo asegurar que una chupada de culo como la que usted me
obsequi, eso, no creo que muchos hombres puedan brindarlo, mucho menos el tal
Ignacio.
Gracias dije. Pero cunteme de la sirena.
Estefana peg unas palmaditas en la verga de Pedro, y le dio un golpe irritante
con el dedo ndice en el lbulo de la oreja.
Cuando usted lleg a mi casa, Saroka, me asust un poco, porque a m me
echaron del colegio Belgrano por el otro griego.
Y por esta sirena. Me asust porque pens que venan a buscarme, desde los
confines del tiempo, para seguir dandome, jodindome.
Le hizo a usted algo malo el griego?
Estefana dud.
Quizs trat de engaarme. Me dijo que esta sirena conceda deseos.
La mir incrdulo. Yo s crea en los poderes de las sirenas, pero se me antojaba
inverosmil que una profesora de Lengua hubiera credo, a sus cuarenta aos,
semejante historia.
Toda mi vida, Saroka, he enseado Literatura. Y cuando no me permitieron
ensearla, me he dedicado a leer; me he pasado la vida leyendo acerca de genios,
magos, prodigios y sucesos imposibles... Por otro lado, durante toda mi juventud fui
una mujer muy atractiva. No digo hermosa, pero s muy atractiva. Los hombres
babeaban por m...
No necesita decrmelo, profesora.
Sin embargo, de pronto, a los cuarenta aos, al ver la reaccin de tal o cual
amante, comprend que se me acababa el tiempo.
Y que no lo haba aprovechado lo suficiente. Por eleccin, no me haba casado.
Le haba dedicado ms tiempo a la docencia que al amor. No haba aprovechado todo
lo que la vida me haba dado:
no haba tenido todos los hombres que haba querido y, mucho peor, no haba
tenido a ciertos hombres que me volvan loca, hombres casados o mucho ms jvenes
que yo. Y saba, saba como uno puede saber que existe. No la interrump, pero la
expresin de mi cara la oblig a hacer una pausa.
... como uno puede saber que existe sigui, que a partir del ao siguiente
ya no podra conseguirlos. Comenzara a sentir la indiferencia de los hombres, los
rechazos, la falta de atencin. Una arruga surcaba uno de mis pechos, la nalga
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se tap con cera los odos, para qu se hizo atar al mstil? Todo esto expona
Papadpulos, como si se tratara de una clase. Kafka estaba slo cerca de la verdad, me
dijo Papadpulos. Como la literatura, a un paso de la verdad. Las sirenas tienen algo
peor que su canto, a saber, no su silencio, sino sus chupadas de verga.
As lo dijo? pregunt sonriente.
No. Lo dijo con ms sutileza. Pero eso fue lo que dijo. Ni Hornero ni Kafka
conocan la verdad como la conoca aquella sirena de cobre. Ulises haba sido
derrotado. Tenga en cuenta, Saroka, que en aquella aula, en marzo, con el calor
inhumano que haca, yo sudaba a mares, bajo mi camisa blanca y un corpio que por
entonces sostena dos verdaderos pechos...
No me lo recuerde, profesora, que no puedo olvidarlos. El sudor
impregnaba la camisa hasta volverla transparente, y el griego, por muchos esfuerzos
que haca por comportarse como un seor, no poda evitar mirarme los pezones
pegados a la tela por la humedad. Se le par la verga, su verga de trece aos. A m
tambin.
Papadpulos me cont que Ulises, soliviantado por las propuestas que
cantaban las sirenas, se las arregl para deshacer los nudos que lo ataban al mstil. Si
Houdini poda, cmo no lo lograra aquel griego que haba vencido a Polifemo? Sus
marineros no pudieron detenerlo. Las sirenas queran soplarle la polla, chuparle la
verga, mamarle la pija. Como usted quiera. Ulises permaneci en la isla, dejndose
chupar la pija hasta perecer de inanicin. Pero cometi una travesura a favor de la
Historia: imparti instrucciones a uno de sus marinos para que se hiciera pasar por l.
Las sirenas, con sus poderes mgicos, ayudaron a modificar el rostro del hombre que
fingira ser Ulises; las diversas semidiosas que adoraban a Odiseo le concedieron la
voz y los gestos. Y aunque aquel marino nunca termin de parecerse al verdadero
Ulises, haban pasado ms de diez aos desde que marchara a Troya, y Penlope y
Telmaco estaban demasiado ganosos de recibir a su esposo y padre como para
ponerse a buscar los pelos en la leche.
Ulises permaneci en la isla, entregado al placer de las sirenas, hasta su muerte.
Las sirenas no conocan otro modo de satisfacer a los hombres, y por eso eran las
mejores: utilizaban sus pechos, sus manos y, ya lo sabemos, sus bocas. Aquella sirena
de cobre poda conceder un deseo a la mujer que fuera capaz de hacerle una mamada
a un hombre como las sirenas haban hecho con Ulises. Capaz de detener a un hombre
en el tiempo o en su retorno a casa.
Papadpulos termin de contarme esta historia, aquel marzo de hace veinte
aos, con la verga afuera, parada hasta el mentn,
y la sirena parada junto a mi rostro, en el escritorio.... Tena unos huevos peludos
que parecan de hombre grande, y una pija gruesa, pero que sera corta para siempre,
por muchos aos que pasaran. Le apret los huevos y me met la verga en la boca
mirando a la sirena. Camos al suelo. Continu arrodillada, con l en el suelo, sin dejar
de mirar a la sirena. Me toc los pezones, pero yo no quera: se la quera chupar tan
slo para cumplir con el rito.
Debo reconocerle, Saroka, que no me resultaba indiferente el que un pendejo de
trece aos se hubiera puesto tan caliente conmigo, ni me dejaban fra esos huevos
peludos, y el grosor de la verga, pese su escasa longitud. Sin embargo, le aseguro que
yo no hubiera hecho nada de lo que hice de no ser por la esperanza de conseguir la
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gracia de la sirena. De ah que yo no quisiera que tocara los pechos; ni siquiera quera
coger con l.
Como yo deseaba que el chico acabara rpido, lo empec a pajear. Retir la cara
un segundo para pajear sin chupar, y luego volver a metrmela en la boca, un recurso
que siempre les apura la leche. Y entonces descubr que el director nos miraba tras la
ventana. Aunque despus lo neg, en su cara se notaba que se relama. Sea como
fuere, un instante despus, el director desapareci de la ventana, y yo me detuve..
"Pero si no terminamos...", se quej Papadpulos.
"Terminamos", respond mortificada, mirando a la sirena como si sta pudiera
consolarme.
"La sirena no cumple si el hombre no acaba", dijo Papadpulos.
"Usted todava no es un hombre", respond.
"Y usted, por el resto de su vida, no ser ms que una mujer", dijo iracundo.
Se retir, metindose la verga a las apuradas en el pantaln, y me dej la sirena
sobre el escritorio. Supe que haba rendido bien matemticas, y nunca ms volvimos a
vernos.
E1 director me mand llamar, y fui con la sirena en la cartera. Me orden que
abandonara el colegio ese mismo da. Yo le rogu que no revelara los motivos de mi
expulsin: la docencia era mi vida. Si me expulsaba con esa mancha en mi legajo, no
me tomaran en ninguna otra escuela.
"Lo hubiera pensado antes", me dijo, con una mirada en la que se lea, ms que
indignacin, envidia por el alumno.
"A usted le gust", le espet.
"No sea insolente", respondi, yo poda ver el afrecho en sus ojos, "y d gracias
que no la hago meter presa."
Cmo se llamaba el director del Belgrano? la interrump.
Pedro dijo Estefana. Pedro Zambrano. Dej de serlo aquel mismo ao
aadi, y se volvi hacia su marido, que dorma. Me busc por todo el pas. Yo
haba logrado que me contrataran como profesora de alfabetizacin, dos aos despus
de aquello, en una crcel del Chaco. Al final, este hijo de puta me mand a la crcel,
pero no como presa. Fueron los peores aos de mi vida, hasta que me encontr. Me
dijo que aquel da de marzo se haba prendado de m. Siempre le haba gustado, pero
desde que me haba pillado con el griego, ya pudo sacrseme de la cabeza. Primero
me busc por la capital. Despus abandon esposa e hijos, y se lanz a buscarme por
todo el pas. Vena para pedirme perdn, para hacerme su esposa y para ofrecerme el
trabajo que yo quisiera. l se las arreglara. No poda dejar de pensar en m.
Yo creo, Saroka, que la sirena no fue ajena a este extrao resultado. Fjese que el
director, mi marido, aqu presente, me encontr chupando verga junto a la sirena. Es
cierto que yo no hice acabar al griego, y por lo tanto no mereca pedir ningn deseo;
pero se la chup tan bien que la sirena de cobre s me concedi la venganza.
Puede ser dije, absolutamente convencido de la veracidad de la historia.
Las sirenas son raras. Estefana sonri.
Y cmo su marido acept pasar veinte aos a su lado sin cogerla?
Mir a la sirena por toda respuesta. Pero luego agreg:
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5
Aquella noche dormimos cada uno en su cama, Estefana junto a su marido
embotado y yo en mi piecita de servicio, con todos nuestros secretos desvelados.
Pasaron dos semanas sin que volviramos a encontrarnos. Adems, luego del xtasis,
nos atemoriz la osada de haber garchado junto a su marido, de haberle sacado la
verga del pantaln y culeado junto a su cara temerosos de perder finalmente el
control y ser descubiertos, con lo que arruinaramos nuestra modesta y novedosa
aventura; creo que tambin nos intimid y, paradjicamente, nos alej, el hecho de
que nos hubiramos contado todo el uno al otro. Habamos estados desnudos frente a
frente, como jams, desde que la conoc, haca ya veinte aos, lo habamos estado:
debamos dejar pasar varios das para aplacar esa vergenza, ese azoramiento que
asalta al hombre y a la mujer que se ven por primera vez desnudos.
En aquellas dos semanas, sin embargo, aprovech mi invisibilidad para fisgonear
en el cuarto de Estefana y Pedro. Y conquist algo a lo que antes slo haba aspirado:
finalmente, logr hacer durar ms o menos mi invisibilidad. No poda determinar en
qu momento me volva invisible, pero trabajando con mis entraas, con mis
sensaciones y mi voluntad, determinaba la durabilidad.
Cmo lo consegua? Acaso puede explicar un campen de salto en alto cmo
alcanza sus rcords? Es un don: la intuicin, la voluntad y el azar reunidos. Un don,
de todos modos, maldito, porque se me ofrendaba a cambio del ano de mi amada
Clarisa. Ahora te estn haciendo el culo, mi amor, pensaba, invisible, en la pieza de
Estefana y Pedro, los nervios ocultos en los pliegues de tu ano gozan en este
instante. La raja se te ha humedecido al punto de no saber si eres de tierra o de agua.
El culo es de tierra, seguro, pero de qu est hecha la grieta delantera bajo tu mata de
pelo? Te mete all los dedos ahora? Me extraas, o he desaparecido de tu memoria
con tanta eficacia como de la faz de la Tierra? Lo besas mientras te la mete en el culo,
como a m tanto me gustaba? Encuentra tu lengua la de l mientras su verga se
interna en tu orto, para cerrar as un crculo oscuro, ntimo y perfecto? Te toma del
cuello, te lleva hacia s por los hombros, te quita el aire de la garganta para que el ano,
por la asfixia, apriete ms? Le pasas por la verga un trapo hmedo, tu boca, tus
nalgas? Le dices: "Mi rey, mi amo, rmpeme el culo"? Le hablas de m? Contstame,
Clarisa, dime algo, aunque sea invisible. Yo an te amo: nunca regresar contigo, pero
te amo. Nunca ms seremos esposos, pero te lo perdono todo. ,
As penaba yo mientras miraba cmo Pedro le suplicaba a Estefana que le
permitiera meterle la verga en el monte de la concha, donde apenas si quedaban unos
pelos ralos y canosos. Estefana le pasaba las nalgas junto a la nariz y la boca, y le
deca:
Esto no es para ti.
Djame metrtela en la raja peda l.
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Haca veinte aos que repeta el mismo pedido, y todas las noches se converta
en un flamante pretendiente. A m me calentaba mucho. A veces pareca que Estefana
intua mi presencia; y, pasndole el culo por la cara al marido, deca:
Algn otro ac me la podra meter, pero t no.
Perdida toda prudencia, en esas ocasiones yo acercaba la verga hasta dejarla
entre las nalgas de Estefana y la cara de Pedro. Y en un caso se me derram una gota
de leche sobre la alfombra. Sal corriendo a dejar el resto en el bao.
Hubo una noche especialmente violenta en la que Estefana se posicion en
cuatro patas, de culo, frente a la cara de Pedro, a quien evidentemente algunas
pastillas le haban dejado la verga en coma, imposible de parar, y le reclam que se la
metiera en el ano. Se lo peda porque l no poda.
Ahora en el culo, hijo de puta! gritaba como una perra que acabara de
aprender a hablar.
Pedro se desgaitaba con su verga contra el culo desafiante, y trataba de meterla
a toda costa. Se agarraba de las nalgas de Estefana y ella le cacheteaba las manos
hasta que las soltaba.
Te estoy diciendo que me hagas el culo, no que me lo toques. Mtela ahora.
Pero el ano de Estefana, por anciana que ella fuera, era an firme y prieto, y una
verga flcida no entraba, como no atravesara un ejrcito desarmado la Muralla China.
Me calent de tal modo que, invisible, tom a Estefana del pelo y la llev a la rastra a
mi pieza. Cerr la puerta de golpe y le dije sin reparos, recobrando la visibilidad fsica:
Hija de puta, mira cmo me la pusiste.
Mi verga nunca haba estado tan grande y roja.
Qu pedazo dijo Estefana. Y, juiciosa por dos, regres corriendo a su pieza.
Adonde fuiste? escuch que le preguntaba Pedro. Yo ya no poda entrar.
A mear, infeliz. Para sentir al menos algo en la concha.
Te puedo meter los dedos.
Mtetelos t, mtetelos t. As. Y Estefana le meti un dedo en el culo.
Pedro peg un respingo y solt un grito ambiguo.
Permanec tirado en mi cama hasta que se me baj la verga. Media hora despus,
ya no se escuchaba nada. Me levant y me acerqu a la pieza matrimonial. La luz
estaba apagada. En la oscuridad, todos ramos invisibles.
Estefana sali de la pieza con un dedo en la boca, reclamndome silencio.
Tom una pastilla de ms me dijo. Lo puso muy mal no poder metrmela.
Y dej escapar una carcajada en sordina. Llevaba la sirena en la otra mano.
Vino a mi habitacin y, aunque incmodos, nos acostamos el uno junto al otro en
mi exigua cama.
Me toc un poco la verga y se me par de inmediato. Para m no hay nada ms
excitante que haberla tenido muy parada, que se me baje, y luego de un rato me la
vuelvan a tocar. El momento de mayor sensibilidad de mi verga es cuando an est a
media asta, poco despus de haber alcanzado casi el climax, sin acabar, y creo que
Estefana lo saba.
Tengo que confesarte algo me dijo mientras sus dedos apenas rozaban mi
verga, como si quisieran deshacer el nudo de un hilo de seda.
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6
Estefana tuvo al muchacho. Fue una mujer de veinte aos y se lo garch, as me
dijo, me lo garch, luego de conquistarlo en un baile organizado por el curso de
quinto ao.
Lo llev del saln, donde se celebraba el baile, al stano del colegio; all estaban,
entre otras cosas, el material de gimnasia: el cajn, la colchoneta, las sogas, y tambin
compases de madera y mapas.
Estefana se dobl sobre el cajn, el vientre liso apoyado contra la superficie tersa
de la cobertura del cajn, para que Santiago le hiciera el culo. Le chup el miembro
joven, hmedo, reluciente, sentada sobre un enorme mapamundi. Lo invit a meterle
la punta de tiza del comps en el culo. Lo tuvo por la raja mientras le morda los
pezones. Era la primera vez para Santiago.
Poco antes de que dieran las doce, lo hizo acabar en su cara.
Eso no era semen. Era una sustancia divina, una crema de otro planeta. Y ese
rostro mientras acababa, cmo se dilataban las fosas nasales de su rostro juvenil...
Estefana sali corriendo del stano, dejando al muchacho desconcertado. Se
visti como pudo mientras hua por una calle adyacente al colegio. A las doce en
punto volvi a ser una mujer de sesenta aos, con apenas unas monedas en el bolsillo,
que se tom un colectivo y regres a su casa.
Estefana lleg al departamento entrada la madrugada. No pudimos festejar
porque, aquel da, Pedro estuvo especialmente despierto, hasta bien tarde, como si
algo bueno le hubiera sucedido: era el aura de Estefana, repleta, exuberante, que
prodigaba maravillas en aquel cementerio de hombres derrotados. La felicit silente,
con una expresin de gozo y amistad que no s si vio.
El lunes, Santiago pregunt por ella. Primero, aula por aula. Luego, alumno por
alumno, en el patio. Al terminar el da, llam por telfono a cuantos pudo. El
mircoles comenz a buscarla por el barrio, casa por casa. Alguien conoca a una
muchacha de veinte aos llamada Estefana?
La sirena no estaba en la casa. Luego de que cobrara vida, no pudimos hallar la
estatuilla de cobre. Pero Santiago continuaba buscando a una mujer en este mundo.
Entre el domingo y el jueves, no desaparec ni una vez.
Sospech que Ignacio y Clarisa se haban separado por algn motivo, o que l
estaba de viaje. Estefana no dej de venir a visitarme ni una noche, arriesgando
ambos aquella tregua en el dolor que habamos tejido con tanta prudencia. Me
contaba, mientras me sobaba los huevos, mi verga en su ano, que el muchacho segua
130
pozo, le ayudar a su vez a salir. El chivo consiente, esperanzado. El zorro sale y sigue
camino sin preocuparse ms por el chivo.
Y por qu no lo ayud? pregunt.
Lo mismo me pregunto yo. Creo que Esopo pec de discrecin. La historia
tiene otro fin. En realidad, el zorro le pidi al chivo que apoyara las patas en la pared
para apoyarle la verga en el culo. Fingira que trataba de subir, y gozara de las nalgas
del chivo. Pero cuando sinti los cachetes lanares del chivo rozndole la verga y los
huevos, el zorro no lo pudo resistir y se la mand guardar. Hasta el fondo. El chivo no
tuvo tiempo de preguntar qu pasaba. El ano del chivo apret tan fuerte que el zorro
no la pudo sacar. Apasionados y doloridos, quedaron entrampados en el pozo, y all
permanecieron por la eternidad.
Qu bella historia dije.
Pero terrible, como todas agreg Estefana... Odio la vida. Me quiero
vengar. Ven. Me llev de la mano a la habitacin matrimonial.
Le diste un somnfero?
No respondi. Pero duerme.
Estoy visible! exclam.
No se va a despertar por una culeada.
Entramos los dos a la pieza donde dorma el marido y Estefana se arrodill,
tomndose del respaldar de la cama, como el chivo, pasndole primero las nalgas por
la cara a Pedro.
Dale, hazme el culo me dijo.
Yo no me pude contener.
Pedro despert a la mitad del acto sodomita. No s por qu, pero le sonre.
Estefana le sonri con una mueca cruel. El hombre nos vio cogiendo por el culo y se
restreg los ojos. Aquello era la culminacin de una antigua venganza. La de
Estefana, que duraba ya veinte aos, y mi venganza contra la pareja, contra la
humanidad. Cuando por fin Pedro comprendi que aquello no era un sueo ni una
alucinacin, se incorpor, baj de la cama con la verga parada, corri al comedor y no
lo escuchamos ms.
Acab pronto y Estefana gan el comedor a la carrera con el culo chorreando
leche.
No est me dijo.
Yo no escuch la puerta.
Mir la cocina. Vaca. Tampoco haba nadie en el bao central.
Se habr vuelto invisible?, me pregunt sin creerlo.
Estefana sali al balcn y la segu. La gente se agolpaba abajo. Faltaba una de las
cortinas del ventanal del balcn. La vimos en la calle, como envolviendo el cuerpo de
Pedro. Unos minutos despus, son la sirena de una ambulancia.
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7
Narrar ahora los acontecimientos que siguieron a la muerte de Pedro, acaecida
hace ya varios aos. Muchas cosas han cambiado en mi vida desde entonces, y no
todas las convicciones que hasta entonces sostuve pueden aplicarse, por lo tanto, a mi
actual condicin. Pero todo forma parte de una misma y nica historia.
No tuve ms remedio que abandonar la casa de Estefana esa misma noche. Sin
duda la polica iba a hacer preguntas, y decidimos que lo mejor era que yo ya no
estuviera all.
No nos escribimos ni volvimos a hablarnos.
Recorr primero el pas, y luego el mundo. Tambin los barcos, descubr,
necesitaban traductores. Estuve en Asia y en frica.
Recal en Grecia.
Decid quedarme un ao, aunque no quise aprender el idioma.
Durante los viajes, y tambin en los puertos, muchas veces me volva invisible.
Pero un anochecer, en Atenas, nadando contra todas las corrientes de mi ser, contra la
desgracia y el destino, contra el tiempo y la sustancia misteriosa que nos hace ser
quienes somos, me atrev a llegar a la casa de quienes fueran mis padres, aquel
hombre y aquella mujer a los que haban asesinado. Tan slo contempl el umbral y
me retir. Nunca ms volv a desaparecer.
Al concluir aquel ao, decid permanecer otro ms. Me encontraba bien en la
casa en la que resida, cercana al Pireo. Me gustaba sentirme un extranjero y que los
dems se esforzaran en entenderme. Pero finalmente regres a la Argentina.
Una noche de marzo, durante una convencin de productores de maquinaria
agrcola, en una estancia del gran Buenos Aires, al terminar mi jornada de trabajo
una semana duraba la convencin me retir a pasear entre las vacas, a campo
abierto, y me sucedi algo queme marc de manera definitiva.
En la oscuridad de la noche, me tir sobre el pasto, con una brizna de hierba en
la boca, disfrutando del olor del campo y contemplando las estrellas desnudas, como
nunca se ven. Entonces sent los pasos de una mujer que se acercaba.
Qu hace ac solo? me pregunt.
Miro el cielo.
Lo estaba buscando sigui ella.
Me incorpor. Era una voz irreal, pero muy precisa. Era la voz de mi ex esposa.
Hace tiempo que lo busco prosigui. Hace unos aos, un hombre me hizo
feliz y, no s por qu, un da se fue. Para siempre. Desde entonces, lo busco.
Y por dnde lo busca?
Ya ve. Por todos lados.
Y por qu se fue?
No lo s. Nunca me explic. Desapareci.
Desapareci... repet. Y cmo lo busca?
l me hizo muy feliz. Cuando alguien me haga igual de feliz, sabr que es l.
Ha probado a buscarlo mirando los rostros, tratando de identificar la voz?
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FIN
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