Starobinets Anna
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ANNA STAROBINETS
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ARGUMENTO
Sin concesiones a la explcito, ni una sola, la joven
escritora rusa viaja por la psicologa del miedo (de los
diferentes niveles del miedo) activando nuestra
imaginacin para que sea ella quien nos asuste y
desasosiegue, no sus escenas.
Una pareja de gemelos de diferente sexo viven
felices con su madre hasta que el chico empieza una
transformacin tanto fsica como de carcter. En un
Mosc postapocalptico una mujer intentar rehacer su
vida con un clon de su marido fallecido. Un pasajero
de tren descubre que su vida no es la que recuerda
sino que otra familia le reclama. Un mediocre hombre
a quien se le para el corazn, sigue haciendo vida
normal hasta que se certifica su defuncin tras lo cual
al estar legalmente muerto todos sus conocidos le
hacen el vaco. Una voz invisible gobierna la vida de
un joven.
Y otros textos ms que harn que sus lectores
deseen no haber empezado nunca este libro, pero que
una vez iniciado preferiran no terminarlo jams, ya
que ese ser el ultimo mes feliz de sus vidas.
Atrvanse a jugar con su sueo, enfrente se a sus
temores. Nada volver a ser igual despus de leer esta
obra.
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Prlogo
TODOS AMAMOS A LA REINA
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Aquel da fueron a pasear los tres por el bosque (Marina casi se alegr de
haber comprado el piso precisamente en Ysenevo, porque en qu otro
lugar de Mosc haba un bosque a diez minutos a pie de casa?) y
observaban los pjaros.
Haba muchsimos; no era normal que hubiera tantos. Lo inundaban todo
con sus cantos roncos y gruones, abriendo con ansia el pico osificado y
ancestral, volando entre los rboles a una altura muy baja, casi a ras de
suelo.
Mami, qu hacen? Intentan cazar la pelusa de los lamos?
pregunt Maxim.
No creo respondi Marina. Seguramente presienten que va a
llover. Los pjaros se comportan as cuando est a punto de llover.
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Para.
Las uitas.
De acuerdo. Ya paro.
Qu tal van las cosas?
Marina apret la tecla de colgar. Se qued un rato junto al telfono
esperando a que llamara l. Despus volvi a la cocina y vio que el gato
haba vomitado debajo de la mesa.
Lo limpi.
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Doce
Tienen algn problema en la familia? pregunt Yelena
Guenndievna, cubrindose muy educadamente la boca con la mano
regordeta para ocultar un bostezo.
En qu sentido?
En el sentido... Son una familia monoparental? aclar con voz
cordial Yelena Guenndievna, aadiendo una expresin an ms
interrogativa a sus ojos de vaca de un azul apagado, protegidos por los
cristales bifocales.
Por qu lo pregunta? dijo Marina, malhumorada.
Bueno, he observado ciertos rasgos... Yelena Guenndievna cruz los
brazos sobre el pecho, blancos como la leche, adornados con pulseras y
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Diez
Un da, cuando tena diez aos (estaba en cuarto curso), la maestra llam
a Marina y le dijo que, todos los das, Maxim le quitaba el desayuno a su
compaero Liosha Gvzdev y se lo coma (Marina visualiz a aquel nio
endeble y enfermizo, cuyas venitas azuladas de la cara se le
transparentaban a travs de la piel), un pastelillo dulce de queso y unos
bollitos de mantequilla que se llevaba de casa. Se haban enterado el da
anterior; una nia lo haba visto y lo haba contado. Gvzdev no se haba
atrevido a decirlo ni a los maestros ni a sus padres, porque Maxim lo haba
amenazado: si se lo contaba a alguien, lo estrangulara y lo enterrara en el
bosque.
Que lo enterrara en... el bosque? repiti Marina en voz baja.
Eso dijo. En el bosque corrobor la maestra con rostro imperturbable
. Quiere saber qu pas despus?
Marina intent imaginarse a Maxim apretando con las dos manitas el
fino cuello de pollo de Liosha Gvzdev. Los ojos de Liosha se le salan de las
rbitas, se le llenaban de sangre; su cara poseda por el pnico...
Ped a su hijo que se quedara despus de clase y le pregunt cmo
poda comportarse de aquella manera. Y sabe qu me contest? Marina
neg con la cabeza. Me contest: Yo puedo hacer cualquier cosa. Y
por qu?, le pregunt. Y l me dijo... Sabe qu fue lo que me dijo?
Qu?
Dijo: Yo puedo hacer cualquier cosa porque soy la reina.
La reina? Marina no caba en s de asombro. No dira el rey?
No. La reina. La maestra la mir como si Marina no estuviera en su
sano juicio. Entonces, usted cree que, si hubiera dicho el rey, no estara
pasando nada raro?
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Doce
En el recibidor se encontr con su hija. Era delgada e inquieta; toda ella
formaba un extrao contraste con su hermano gemelo. Vika bes a su
madre en la mejilla sin decir nada, esper a que esta colgara el abrigo y se
pusiera las zapatillas y la sigui hasta la cocina pisndole los talones.
Mama, no quiero compartir habitacin con Max dijo Vika.
Por qu?
No se lava. La habitacin huele fatal. Y adems... En su cama hay cosas
que se mueven. Hay bichos.
No te inventes cosas.
Que s! Que es verdad, se mueven! Los he visto ms de una vez. Y
una noche vi como le corran por encima cuando dorma. Por favor, mam,
puedo cambiarme a tu habitacin, contigo?
Pero... Vika, ya sabes que de vez en cuando viene el to Vitia y se queda
en mi habitacin.
Por favor! El to Vitia viene ya muy, muy pocas veces!
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Una edad difcil. Solo est pasando por una edad difcil intentaba
convencerse Marina mientras revolva los trapos arrugados, examinando
distradamente los jersis con bolas y los vestidos viejos y metindolos en
bolsas. A esta edad, a menudo hay alteraciones en el metabolismo. Por
eso tiene sobrepeso y acn...
De repente le vino a la memoria el nio carioso, hablador y vivaracho
que un da fue, y se qued un instante paralizada. Solt la bolsa que
sujetaba en las manos de tan vivido y punzante que fue aquel recuerdo... S,
estaba pasando por una edad de cambios; aquello explicaba muchas cosas.
Pero cmo se explicaba aquel extrao temor manitico del aire fresco
(en invierno no consenta que ventilaran el piso de ninguna de las maneras),
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Marina mir asustada aquella cara de expresin vaca, plida como una
enorme y abotagada vela de cera, y le dijo con voz dulce y falsa:
Maxmochka, maana, t y yo iremos al mdico, de acuerdo?
No. Maxim neg lentamente con la cabeza.
El nio alarg la mano al tarro de los bombones de chocolate, cogi un
Blochka, lo desenvolvi rpidamente y se lo meti en la boca.
Marina advirti que por la nariz de Maxim, hundiendo las patitas
inquietas en los poros grasientos de su piel, corra una hormiga. Marina
alarg la mano para quitrsela,
una vez vi como le corran por encima
pero Maxim retrocedi.
Ni lo suees dijo con voz ronca. T. No te atrevas a tocarme.
T. De repente, Marina pens que ya ni se acordaba de cundo fue la
ltima vez que Maxim la llam mam. Y tambin pens que quiz no
deseaba or aquella palabra saliendo de aquellos labios babosos y glotones.
La hormiga lleg hasta la ventana de la nariz y se detuvo de golpe.
Perpleja, movi las antenas y las patitas delanteras hacia el abismo negro y
ventoso. Al cabo de unos momentos se zambull decididamente en la
oscuridad.
Y no te atrevas a entrar en mi habitacin dijo Maxim. Est claro?
Percibi en l una fuerza desconocida,
no soy un nio
pero implacable y sosegada, ante la cual se senta muy pequea,
impotente y estpida. Aquella fuerza, fuera lo que fuera, someti su
voluntad y la oblig a decir:
S. Est claro.
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Dos meses atrs, Marina compr un gatito gris atigrado en los puestos
del metro. Vika se entusiasm con el animalito. Enseguida at un papel de
plstico a un cordel y estuvo toda la tarde jugando con el nuevo Fedia.
Maxim le lanz una rpida mirada hostil y se march a su habitacin.
Al principio, Fedia estaba asustado. Se escondi debajo del radiador y
desde all, sin moverse, segua con la mirada codiciosa los complejos
movimientos del misterioso papel. Pero despus sucumbi a la curiosidad.
Dio un par de zarpazos desde debajo del radiador con las uas separadas y
al cabo de dos minutos se lanz resueltamente a la caza.
Por la noche ya haba conquistado el sof, la butaca y los visillos, haba
adaptado el empapelado del pasillo a sus necesidades profesionales de
afilador y recordaba donde estaba su platito.
Cosa inhabitual en l, Maxim cen muy poco aquella noche y no quit el
ojo de encima al nuevo compaero de piso. Fedia, por su parte, mostr
inters por Maxim.
Primero desde lejos, desde el rincn opuesto de la cocina, y despus...
Despus, Fedia arque el lomo en posicin belicosa, levant la cola fina, la
curv, tensa, tomando repentinamente una similitud asombrosa con un
macaco de dibujos animados, y corri hacia Maxim con saltos valientes y
torcidos. El gato pis el freno junto a su pierna, se le agarr al pantaln con
las uitas y empez a trepar, colgando de las patas delanteras, soltando
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Por supuesto, algo de verdad s que haba en la leyenda familiar. Para ser
estrictos, Sara Mrkovna estuvo embarazada de trillizos, los trajo al mundo
y los aliment durante la guerra (y aquella fisiologa felina result ser tan
fuerte que el misterioso gen de los gemelos pas a los hijos de Marina). Sin
embargo, a Marina le pareca del todo evidente que no haba llevado a cabo
su proeza gracias a una cabra blanca como la nieve. Fuera cual fuera la
verdad (probablemente sera de lo ms aburrida y prosaica), se la llev
consigo a la tumba.
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Diecisis
Un cuento,
una moraleja,
una cuada atada
a la pata, a la silla,
a la rama de tilo,
en la guarida del perro.
Cancin infantil del siglo XIX para echar algo a suertes
Salgo igualmente? Lo invito yo? No. No salgo. Me espero aqu.
Demasiado maquillaje pens desesperada Vika, estudindose en el espejo
del lavabo del colegio. No tendra que haberme pintado los prpados,
para nada. Y menos de color lila con purpurina. Queda de lo ms vulgar. Y
tendra que haberme puesto el vestido largo. Me quedara mejor. Este se me
levanta de atrs; tengo que bajrmelo todo el rato. Qu mal. He echado por
la borda la fiesta de fin de curso.
La puerta se abri y el lavabo se llen con el ruido desaforado de la
discoteca, las pisadas irregulares de tacones, el susurro de los aerosoles de
desodorante y la mezcla del sudor adolescente con un aroma qumico de
flores.
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noche, y an eran las once y media. Se iba media hora antes? Angustiada,
Vika volvi a mirar al umbral vaco, y precisamente en l apareci la masa
informe de su hermano (pero qu haca ah? No era que no iba? No, por
favor. Por qu haba ido...). Vika se gir de inmediato y fingi que se
estudiaba las medias rotas. Se avergonzaba de su hermano. Enrojeca solo
de pensar que toda la escuela lo saba. Saban que ella y aquel monstruo
imbcil y torpe vivan bajo el mismo techo, que coman en la misma mesa, y
que diecisis aos atrs haban nacido al mismo tiempo, de una misma
madre, despus de haber compartido el mismo vientre durante nueve
meses, entrelazados ntimamente el uno con el otro.
Vika observ de reojo a su hermano. Recorri la sala de actos con la
mirada turbia, meti pesadamente un pie en la sala, pero cambi de opinin
y se march. Vika suspir, aliviada. Se qued sentada un poco ms, luego
se levant, fue hasta la puerta abierta y se asom con cautela. Su hermano
haba desaparecido; seguramente se haba ido a casa. Pero, en cambio,
quien se acercaba a zancadas rpidas a la puerta de la sala era Liosha
Gvzdev. Vika volvi a meterse en la msica y el calor sofocante, y sonri.
Al final no se haba ido. Qu bien, al final no se haba ido.
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Y todo sucedi tal como ella haba querido. Tal como haba soado
durante los ltimos dos aos. l la llamaba todas las tardes y hablaban
mucho rato. Quedaban casi todos los das. l no iba mucho a casa de Vika,
cierto; su hermano siempre estaba en casa, y era prcticamente imposible
estar ah: si su madre no sala, no tenan sitio para sentarse, aparte de la
cocina (pero tambin apareca por all, y ni siquiera podan abrazarse), pero
si su madre no estaba, an era peor. La habitacin donde dorman ella y su
madre estaba libre, pero el hecho de saber que, al otro lado de la pared,
Maxim estaba tumbado en su cama apestosa y que poda levantarse en
cualquier momento y quedarse detrs de la puerta, escuchando, espiando, o
incluso entrar, no los dejaba estar tranquilos y los empujaba a la calle, lejos,
cuanto ms lejos, mejor.
Por ello, a veces iban a casa de Liosha (aunque tampoco se sentan
demasiado cmodos, porque a su madre no le gustaba Vika, pese a que l lo
negara), otras veces iban al cine y otras, las ms, paseaban por el bosque. Y
se besaban. Y hablaban del futuro.
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DIARIO DE MAXIM
boi a escrivir un diario ya no soi pequeo i pronto ire al
colejio. no boi a ensear el diario anadie.
Maxim 6 aos
10 de junio de 1994
e dicho a papa que boi a escrivir un diario, papa se a
puesto contento i me a filizitado. dize que toda lajente
intelijente escrive un diario, escriven ai lo que piensan i papa
me a filizitado.
Vika no tiene diario yo creo que porqus tonta.
11 de junio de 1994
no me gusta la agela mama de papa, pero eso esta mal,
tene en la barba una berruga y tene bigote.
es toda fea. no quiere a mama y a enseado mal a papa,
poreso papa amarga la bida de las pesonas y ella es una
bieja.
12 de junio de 1994
oi no e pensado nada i no e echo nada e sacado la basura
pero no es inporante.
15 de junio de 1994
papa i mama gritan i se pelan todo eltiempo. yo i vika
emos pensado acer un cuento para que no se pelen. Los
amamales se pelan i luego biene unleon i les da a todos lo
mismo i ya no se pelan.
tamien pense un cuento de piratas del espasio pero a
mama no le gusta i vika no entiende.
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17 de junio de 1994
el cuento a salido mal, todo el rato vika se olbidaba de las
fases i no ace bien el sorro i la ardiya, papa i mama se reian
poco, no se reian i luego por la noche otra bez gritaban.
21 de junio de 1994
papa se a ido de biaje de trabajo
25 de junio de 1994
oi mama a echo ber que estaba mui contenta a dicho nos
bamos. al zoo o a casa de la tia masha, vika quera ir a casa
de tia masha i yo al zoo, emos jugado a piedra papel estijera i
e ganado yo, yo tenia piedra i vika estijera
yo le e chafado las estijeras. vika siempre saca estijeras i oi
tambin, las saca.
e bisto: jirafas, alefantes, ipopotamos, monos i un oso
pardo.
no e bisto: abestrus i oso blanco i yo queria berlos e
comido: un algodn uno i un elado de baya entarrina uno.
29 de junio de 1994
oi a vuelto papa!!
2 de julio de 1994
papa otra bez se a ido de biaje de negocios, cuando papa
se a ido mama le a gritado i luego loraba, vika le preguntaba
cuando vuelve pero mama dice que es de negocios
que este negocio es mui largo i igual siempre
pero papa puede venir del negocio a beces acasa los
domingos.
mui raro, yo nontiendo i vika nontiende.
16 de julio de 1994
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nos
an
mentirosos!
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NOQUIERO
mentirosos,
mentirosos!
5 de agosto de 1994
mamai papa se separan
vika i yo bamos a bibir con mama, pero no boi a escribir
mas el diario ya no me gusta i no quero
20 de agosto de 1994
nos emos canbiado de casa, la casa nueva es mui fea. no
me gusta nada, me escapare nose. me gustaba la casa de
antes, esta no me gusta nada, es mui pequea i fea i no es
grande.
1 de septiembre de 1994
oi emos ido a col nos a llebado mama, primero un tinbre i
luego la clase dela paz.2 vika i yo nos an puesto en clases
diferentes, yo A i vika B. me da pena poque vika a llorado
pero es igual nos an puesto en clases separadas.
todas las clases las ara nadezhda mijailovna. dize que
lascuela es nuestra segunda casa i que ai que cuidarla.
yo me pareze que no me gusta la segunda casa.
a mi lado se a sientado un nio todo el rato se mete el
dedo en la nariz i tene mocos, despus de clase se va a su
casa bolando con su papa en abion
papa tanbien bendra a buscarme al cole pronto
2 de septiembre de 1994
nos an dado una oja i nos an dicho de acer una redonda en
las banderitas i acer raitas. para qe sirve?
2 La clase de la paz es la primera clase que se hace al comenzar cada curso, en la que se
habla del civismo, la patria rusa y las bondades de vivir en paz. (N. de la T.)
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Maxim. 8 aos
10 de septiembre de 1995
Ayer
Hoy ha sido nuestro cumpleaos. Mama me ha regalado
una pistola de agua. No me gusta. Vika ha dicho que por mi
culpa no ha benido nadie y
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Ayer tuve
y aora Vika no me abla. Es tonta. Yo no tengo la culpa si
estoy enfermo. Si fuera ella la que esta enferma yo no abria
dicho nada asi.
Ayer tuve mis primeros hijos. Me comi tres. Necesitaba
fuerzas.
17 de septiembre de 1995
El gato se ha puesto rabioso. Yo no le he hecho nada malo
y el se me ha tirado a la cara desde el armario y me ha
araado la frente. Lo odio! Y luego ha saltado por la ventana
y se ha escapado. Mama ha ido a buscarlo. Si lo encuentra y
lo trae a casa lo voi a cojer esta noche por las patas y lo voi a
colgar de la cola.
Tenia razn. Es un buen
17 de septiembre de 1995 noche
No lo ha encontrado. Dice que ha cojido la rabia y se ha ido
a morirse. Mi gatito! Por que he querido torturarlo? El no
tiene la culpa si se ha puesto enfermo.
Tenia razn. Es un buen sitio. No podia
18 de septiembre de 1995
Me an puesto una indiccion contra la rabia. Es igual si
encuentro a ese gato lo voi a atar y le voi a dar una paliza.
No podia aber encontrado un sitio mejor para el Reino. Aqui
ace calor
19 de septiembre de 1995
Aqui ace calor y es bastante seguro. Hay bastante comida.
10 de noviembre de 1995
Hoy me he dado cuenta de que no echo de menos a papa.
Vika si que lo echa de menos pero yo no. Todo el rato esta
preguntando cuando viene papa. Le gusta mucho salir con el.
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cuidar
animales.
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Sabemos
cazar
criar
insectos,
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Otoo
A veces me da pena
nos da pena
Cree que en su casa vive su hijo.
Pero en su casa vive el Hormiguero.
Pero en su casa vive el Reino.
Nos hace gracia.
Cmo deberamos llamarla? Ya no es nuestra mam.
Nuestra mam, mamata, nuestra mam es la Reina. La Reina
est en nuestra cabeza.
Ella es una Madre extraa. Ella solo nos alimenta. No
queremos a la Madre. Queremos a mami. Queremos a
mamita. Queremos a la mami de las hormigas. A la Reina de
las hormigas.
23 de octubre de 1998
Me han dejado escribir. Ya no queda casi nada de m. Son
muchas ya viviendo dentro de m. Tal vez varios miles. Es
difcil calcularlo ya.
A veces las entiendo muy bien. A veces oigo claramente su
voz. La voz de la Reina, que las gobierna. Y a m tambin.
Tiene una voz muy bonita.
S cuando tienen hambre y quieren que les d de comer. O
cuando tienen fro. O cuando tienen miedo y debo
protegerlas.
Ahora ya no veo que esto tenga nada de malo. Al revs, mi
obligacin es proteger a la Reina.
Pero me da la impresin de que hay algo ms grande. Me
da la impresin de que tienen un objetivo. No solo vivir
dentro de m y gracias a mi ayuda. Pero no s cul es ese
objetivo. De momento me lo esconden. Es posible que estn
ponindome a prueba. Es posible que no confen en m lo
suficiente...
Ya no queda casi nada de m. Cuando no quede nada en
absoluto, entonces sabr cul es el objetivo.
24 de octubre
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ha
empeorado,
en
modificar
la
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Incluso
matar
nuestras
hijas!
Quera
arruinar
el
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Primer ao
Con un gemido, Vika expuls de su interior tres grandes huevos
viscosos, unidos por el cordn umbilical. Parecan un aberrante racimo de
uvas. Muri al cabo de unos minutos, en el mismo momento en que las
hormigas empezaban a abandonar el cuerpo inerte de su hermano.
Abandonaron su cuerpo. Salieron al exterior. Miles y miles.
Primero caminaron por su cuerpo, por su casa fra e inmvil, trazando
senderos finos y tortuosos por las mejillas, por el mentn, por los ojos
abiertos y vidriosos.
Despus bajaron al suelo y, despacio, en fila, formando un negro y triste
cortejo fnebre, se dirigieron a los huevos. Los lomos brillaban dbilmente a
la luz de la lmpara de queroseno.
En el centro de la madriguera, varios centenares de hormigas se
separaron del torrente general y se arrastraron hacia la salida. Cargaban con
un cuerpo gigante y retorcido, el de la madre de las hormigas. Estaba
muerta. La sacaron de la madriguera y se la llevaron lejos, con cuidado, a
las profundidades del bosque. Queran enterrar a su Reina en la tierra
hmeda de abril, entre las hojas putrefactas del ao anterior.
El resto de hormigas se acercaron a los huevos. Con las patitas negras,
con las afiladas mandbulas negras rompieron la capa blanquecina y blanda
de los huevos.
Un nio estaba totalmente azul y no respiraba. Los otros dos aspiraban
con ansia el aire liviano y fro de abril y lloraban con chillidos estridentes y
penetrantes.
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Hay que darles leche, hay que comprarles comida de bebs, hay que
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VIVOS
Suena el telfono.
Incluso ahora, dos semanas despus de que me montaran el enorme
acuario en casa, sigo sin poder decidirme.
Es el cuarto da que me llaman de la fbrica y me dicen que ya est listo.
Pero todava dudo. No estoy segura del todo.
No, no es verdad. Hace tiempo que lo decid, y no hago ms que darme
largas. Pero ya no puedo echarme atrs. Desde luego, no es porque ya lo
haya pagado (y eso que me ha costado mucho, mucho dinero!), sino porque
me da la sensacin de que ltimamente solo he vivido para esto. Y si hoy
me echo atrs, maana no tendr ningn motivo para levantarme, vestirme,
obligarme a comer... Ningn motivo para moverme.
De modo que le digo al auricular del telfono: S, ir hoy. Quedamos all
sobre las cinco. Y voy a prepararme.
El gerente de ventas se rene conmigo en el vestbulo. Ms que reunirse
conmigo, se me tira encima como un perro loco de felicidad con la vejiga
urinaria a punto de explotar ante la inminente perspectiva del paseo. Me
imagino con repugnancia cmo mueve el mun de la cola, cortada cuando
era pequeo, dentro de los estrechos pantalones negros.
El gerente me estrecha la mano y sonre ampliamente y con dulzura.
Empiezo a sospechar que tambin con sinceridad. Es decir, que se alegra de
verdad de verme.
Es comprensible. Soy una cliente muy importante para l. He pagado por
este encargo tanto dinero que el gerente de ventas podra dejar de ser
gerente de ventas y vivir con ese dinero hasta que se muera, incluso si tiene
una vida muy larga.
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Echo la ltima firma y por fin cojo mi caja. Ha estado todo el tiempo all,
encima de la mesa, mientras formalizbamos el contrato, y he intentado no
mirarla. Pero ya la tengo en mis manos.
La ayudo a llevarla? me pregunta el gerente.
No, gracias.
No pesa. No pesa nada.
No pesa nada digo con tono inquisitivo.
Claro, es normal repuso el gerente. Era previsible.
Me siento estpida. Como si hubiera preguntado a un empleado del
crematorio cmo era posible que un cuerpo tan grande cupiera en una caja
tan pequea.
A decir verdad, se diferencia muy poco de...
Sigo sentada en el silln con la caja en las manos.
Le apetece un cafecito? Parece que el gerente no sabe qu ms hacer
conmigo.
No, claro que no! Me levanto de un salto. Solo faltaba eso.
Salgo de la fbrica y pienso que lo ms probable es que nunca ms
vuelva a ver al gerente. Cosa de la que me alegro. Porque sabe muchsimo
de m. Si en lugar de ir a la fbrica todos los das de este mes hubiera ido a
la iglesia a confesarme, el sacerdote no sabra tanto de mi vida como l.
Adems, al sacerdote no hay que mirarlo a la cara. A su cara joven,
satisfecha, elstica.
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En fin, que no puede decirse que me prepare comidas decentes. Para qu?
Para m sola?
En la nevera hay leche, zumo, un trozo amarillento de mantequilla en un
papel de plata roto y grasiento, un montn de tarros de conserva, una
cazuela de pasta reseca y un coco.
Procuro no pensar en la caja que hay en el pasillo.
Saco el coco. Despus de buscar mucho rato, por fin encuentro un
martillo. Pongo el coco en el suelo, levanto la mano y le doy. El coco sale
disparado hacia atrs un metro, sano y salvo. Me acerco a l y lo golpeo de
nuevo, con el mismo resultado. Me paso diez minutos persiguindolo por la
cocina, martillo en mano. Qu diez minutos tan felices: estoy tan
concentrada en el coco que no pienso en nada. Ni siquiera en la caja.
Al final lo tengo atrapado. Est acorralado en un rincn de la cocina,
entre las dos paredes y el suelo. Ya no puede huir a ningn sitio. Levanto la
mano y golpeo (no muy fuerte, para no estropear la cscara). El coco suelta
un crujido alegre y se resquebraja, sumiso. Se abre a m, hospitalario,
partindose en dos mitades iguales. La cscara marrn es spera y sucia,
pero el interior es liso y blanco como la nieve, y de l rezuma un fluido
tropical.
Cojo un cuchillo, quito la pulpa y la pongo en un plato.
No puedo comer en la cocina. Sentarme frente a este plato solitario en
silencio. Masticar en silencio. Como una autmata. Siento que es la
quintaesencia de mi soledad. Cojo el plato y voy a la habitacin del
televisor. El televisor no funciona, pero el vdeo s. Meto una cinta, pero el
aparato no la quiere, se le atraganta. Al final la engulle a desgana. Al cabo
de cinco segundos emite un zumbido atormentado y, por fin, tras un gran
esfuerzo, despide aliviado un eructo electrnico desde lo ms profundo de
sus entraas y se queda en silencio. Aprieto el play.
El encantador Johnny Depp, vestido con una chaqueta de cuadros, un
sombrero negro y un lazo blanco al cuello, tiembla largo rato, una
eternidad, en una lgubre locomotora que no cesa de silbar. Agarrando la
maleta con sus manos refinadas, mira a los lados, acorralado. Mira por la
ventana. Mira a sus vecinos sucios, medio salvajes.
De dnde eres?
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Anna Starobinets
De Cleveland.
Cleveland...
Del lago Erie.
Tus padres viven en Erie?
Murieron hace mucho.
Entonces, tienes mujer en Erie?
No.
Prometida?
Estuve prometido, pero ella se ech atrs...
Encontr a otra persona.
No!
S, claro que s. Da igual; eso no explica por qu has hecho todo este
viaje. Porque este es el viaje al infierno...
Ya s que no acabar de ver esta pelcula. Es demasiado lenta. La he visto
demasiadas veces. No podr distraerme. No me ayudar a no pensar.
Aparto el plato con el coco. La pulpa est muy dura y cuesta de masticar.
Me quedo sentada a regaadientes un cuarto de hora ms.
Una hoja corta y reluciente hurga en la carne delicada de Johnny Depp.
Tienes una bala de un hombre blanco junto al corazn. He intentado
sacarla, pero no puedo. Si sacara la bala, te sacara tambin el corazn...
Basta, ya no puedo ms. Aprieto el stop.
Cojo un cuchillo de la cocina y abro con cuidado la caja. Saco un paquete.
Voy quitndole las capas finas y crujientes que lo cubren. Lo que sostengo
en mis manos parece ms bien un muequito. Un mueco desnudo. Al
tacto es spero y seco. Como una seta deshidratada. Me recuerda... No s a
qu.
No, en realidad no se parece a eso. Tiene demasiadas arrugas. A decir
verdad, no tengo ni idea de a qu se parece. Si se lo mira bien, da miedo.
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Anna Starobinets
Por mucho que posea, por muchas casas bonitas que tenga en el centro
de Mosc (y me pertenecen, por ejemplo, la Casa del Embarcadero, la gran
casa amarilla con estatuas de la calle Podkolokolni y otras tantas), con l
vivir en casa. Nuestra casa est en los Estanques del Patriarca. Un estpido
piso de tres habitaciones de distribucin caprichosa, con una columna
absurda en el pasillo y unas habitaciones estrechas y largas como vagones.
Con un linleo horrible y siempre sucio. Un piso fro de tres habitaciones
que tiempo atrs fue una portera cuya puerta daba directamente a la calle.
Un piso oscuro de tres habitaciones con rejas en las ventanas y las cortinas
permanentemente echadas para que los transentes no vieran el interior.
Aunque, de hecho, ya podra quitar las rejas y las ventanas, porque no hay
transentes. Ni tampoco ladrones. Todos lo que quedan en la ciudad son
sus copropietarios. Todos son ricos.
Pego la cara al cristal. Est en el fondo, sin moverse, con los brazos y las
piernas abiertos, como una estrella de mar. No me lo esperaba as: no s por
qu, pensaba que se pondra en posicin fetal.
Se ha hinchado bastante. Ha alcanzado el tamao de un nio de tres
aos. Le ha crecido pelo en la cabeza. Tiene la piel blanqusima. Los rasgos
de la cara todava no se le distinguen con claridad. Meto el enchufe en el
alargador y arrastro la lmpara ms brillante que tengo hasta el cristal del
acuario. Conteniendo la respiracin, estudio estos rasgos. Se parece, se
parece mucho, pero... es una cara totalmente distinta. Tengo miedo. Queda
un da. Todava tiene que crecer hasta llegar al tamao normal.
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Anna Starobinets
Anna Starobinets
Hace muy poco tiempo que fue posible ir a la regin. Hasta entonces,
aqu, en Mosc, no tenamos ni idea de que quedaba gente viva fuera de los
lmites de la ciudad.
Hace un par de meses nos permitieron salir. Y sin embargo, la fbrica
est all, en la regin. No sufri daos gracias a algn milagro.
Se implant un estricto sistema de permisos para los moscovitas. Pero
aqu, igual que antes, no dejan entrar a nadie.
Todos los das del mes pasado fui a la regin. A la fbrica. Con infinidad
de fotografas, con grabaciones de vdeo y de audio, con camisetas y
camisas viejas, con libretas. Y hablaba, hablaba y hablaba. De todo. Por las
noches llenaba infinidad de papelitos con letra minscula, anotndolo todo
para no olvidar nada, para no dejarme ningn detalle. Y al da siguiente
volva a explicarlo todo.
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Anna Starobinets
Se podra, por decirlo as, poner entre parntesis ciertos recuerdos. Los
desagradables. Los de alguna ria, por ejemplo...
No.
El gerente se encoge de hombros casi imperceptiblemente.
Muy bien... Se hace el silencio. Le apetece un cafecito?
No, gracias.
Muy bien... Volvamos al aspecto exterior. El color de los ojos?
Marrones. Marrn oscuro.
Por favor, indquemelo.
El gerente me pone en las manos un lbum grande que huele
agradablemente a tinte tipogrfico recin salido de la imprenta. He visto
lbumes similares en la peluquera. Con mechones de pelo de distintos
colores. En este, las pginas estn llenas de dibujos de ojos de todos los
tonos posibles de verde, azul oscuro, gris, azul claro, marrn... Incluso los
ojos rojos de los albinos. Tardo un rato; no soy capaz de decidir cul de los
tres tonos de marrn es el que ms se parece. Entorno los ojos, intento
recordar... aquellos ojos cansados, atormentados por las lentes rgidas de
contacto...
Sealo un ojo con el dedo.
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Anna Starobinets
Segu viva y recorr con total libertad las calles vacas de esta ciudad tan
grande en la realidad, y no solo en los mapas. A cualquier hora del da. Sin
un solo atasco.
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... un modelo sin ninguna tecla. Pero nuestra tecnologa punta utilizada
en el mecanismo hace que sea totalmente indistinguible de...
Perfecto. Quiero este.
Pero... Mi obligacin es advertirle que es imposible interrumpir el
funcionamiento de este modelo. No puede apagarse. Tampoco puede
reprogramarse. Es una obra de artesana dentro de su gnero, por lo cual,
claro, es tres veces ms caro que el que le he propuesto...
El gerente se congela y se queda mirndome interrogativamente con la
cabeza torcida.
El dinero no es problema.
Muy bien... El gerente se descongela con alivio. Tambin tengo la
obligacin de advertirle que el modelo M no es simplemente un objeto
parecido a una persona; es una rplica exacta. Funciona segn los mismos
principios que el organismo humano. Teme el fro y el calor, necesita agua y
comida, reacciona ante los estmulos externos como cualquier ser vivo... Es
extremamente frgil y vulnerable. En este sentido, no es el modelo ms
cmodo para la vida cotidiana...
Es exactamente lo que quiero.
Muy bien... En ese caso, los prximos das le dar instrucciones
detalladas. Como ya le he dicho, usamos tecnologa punta para la
fabricacin del modelo. Su puesta en funcionamiento se realiza en el
ambiente de la casa donde vivir en el futuro. Necesitar usted un acuario
grande donde verter la solucin nutritiva en la que M terminar de
formarse. Tambin necesitar...
Instal el acuario aquel mismo da. Desde entonces han pasado dos
semanas y dos das. Solo falta uno.
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Fue el uno de marzo de hace dos aos. Un fro inesperado y muy intenso
(recuerdo que pens: caramba, cmo empieza la primavera) convirti todas
las vas moscovitas sin excepcin en pistas de patinaje espolvoreadas con
primorosa perfidia con diminutos copos helados y duros de nieve, debido a
lo cual quedaron prcticamente inutilizables. No solo no poda desplazarme
en mi rabioso Golf de culo inquieto, sino en ningn medio de transporte, ni
siquiera en los que iban sobre patines.
Los neumticos cuatro estaciones se deslizaban peligrosamente por la
superficie lisa, turbia y hostil de la ronda Sadvoie, de modo que dej el
coche junto a la estacin de metro ms cercana y, aunque no soporto
meterme bajo tierra, baj, porque de alguna manera tena que ir al trabajo.
Y fue all, en el trasbordo de Teatrlnaia a Plaza Revolucin, cuando me
di cuenta de que algo no iba bien.
Por los altavoces flua una viva voz masculina, casi olvidada pero
conocida, desagradablemente familiar. Una voz de mi corta infancia
socialista, una voz que me turbaba el sueo (Y escuchemos ahora el
Amanecer Pionero!3), una voz que me arrullaba en la cocina (En las ondas
de Mayak, un concierto a peticin de los radioyentes!) mientras mi madre
preparaba los platos ms malolientes (aspic) y ms incomestibles (col
estofada), una voz teida de tedio jovial que todos los das intentaba
convencerme de que en Petropvlovsk-Kamchatski siempre es medianoche.
Sin embargo, aquel da de marzo, la voz hablaba de algo totalmente
distinto. (Pero de dnde haban rescatado a aquel optimista impasible y
odioso y nos lo haban colado en nuestro tiempo? Es que no haba muerto?
Es que no envejeca? Entonces, por qu en aquel bartono engredo no se
distinguan notas discordantes y seniles? O acaso esa voz eterna nunca
tuvo dueo? Era una adaptacin del vox Dei para la gente normal? Era
una mierda sinttica?)
Aquel da deca algo totalmente distinto, pero con la misma arrogancia
pionera:
... si observan la existencia de personas que ensucian la ropa de otros
pasajeros, que perturban el orden pblico, que se dedican a mendigar o que
3 Amanecer Pionero (Pionrskaia zorka) era un programa infantil que se emita todos los
das en la radio. Existi desde 1925 hasta 1991. (N. de la T.)
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Al final del trasbordo haba una seora de edad indefinida con un viejo
abrigo rojo de plumn y botas de fieltro que sostena tres ramilletes de
campanillas de invierno.
Enfrente de ella, en un taburete plegable, mendigaba una viejecita
encogida de cara demacrada y cetrina. Su nariz larga y afilada como una
flecha de hueso apuntaba hacia abajo, a un cartn de leche cortado
groseramente. En el fondo del cartn distingu algunas monedas de un
rublo y un par de cinco.
Arroj al cartn de leche un billete de diez y o claramente: Z-zorra.
Qu ha dicho? No daba crdito a mis odos.
Que Dio-os la be-endiga sise con odio la vieja, que be-endiga a
to-odos lo-os vivoos.
mnemotcnica para recordar los colores del arco iris mediante las iniciales de cada palabra.
(N. de la T.)
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haca muchos aos que exista aquel ritual urbano: alguien escriba en un
papelito (tena que ser muy pequeo, de dos centmetros por dos) su deseo
ms secreto, normalmente en letra microscpica, para que cupiera, pero sin
abreviaturas. Luego lo dejaba en la estatua y esperaba tres das. Entonces
regresaba, buscaba su papelito y, si lo encontraba, mala suerte; significaba
que la estatua se haba negado a cumplir su peticin. Pero si el papelito no
estaba, quera decir que la estatua lo ayudara.
Met la mano en el delantal de bronce de aquella gigantesca figura, ya
fuera una ordeadora o una revolucionaria (llevaba la cabeza envuelta en
una paoleta de bronce y tena el rostro color caf un poco manchado de
verdn; qu serenidad tan sobrenatural), rebusqu y saqu dos bolitas de
papel. Desplegu una: Que la relacin con Vitia se mejore, se vuelva
tranquila y estable, y que luego nos casemos. Y la otra: Que ganemos
pronto. Me las met en el bolsillo y me dirig al tren.
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Llego a casa por la tarde. Al acercarme a la puerta siento que est ah,
dentro. Como antes. Exactamente igual que antes.
Me lo encuentro en el pasillo.
Hola, cielito.
Me paro y me apoyo en la pared. No digo nada. Tengo miedo de
moverme, tengo miedo de mirar, tengo miedo de crermelo, de huir.
Dnde has estado todo el da? Me he aburrido.
Avanzo un paso hacia l y levanto la cabeza.
Lo miro, lo miro, lo miro. Cmo he podido dudar... Dios mo, cmo he
podido vivir todo este tiempo...
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No vi con mis propios ojos lo que pas despus. No vi como hubo cada
vez ms y ms ni como cambi su comportamiento. Pero una compaera de
trabajo nos lo contaba con todo detalle.
Esta compaera coga casi siempre el metro. No soportaba los atascos. No
era de extraar: aquellos das, Mosc, con sus arterias obstruidas, Mosc,
que sufra graves apoplejas automovilsticas, estaba paralizada casi
completamente.
Empezaron a acercarse a ellos, contaba mi compaera. La gente de la
muchedumbre que flua de aqu para all, la gente vestida con ropa limpia,
se acercaba a los que estaban apoyados en las paredes. A los que coman
tomatitos en el suelo. A los que ensuciaban. A los que no tenan domicilio
fijo.
Conversaban con ellos. Empezaron a sentarse unos al lado de los otros en
los apestosos vagones del metro. Empezaron a comer juntos. Pelaban las
patatas cocidas con los dedos negros de uas azuladas, duras y curvadas
como garras. Masticaban plcidamente.
Pero la voz, aquella voz jovial de cadver, se diriga directamente a ellos:
En el caso en que detecten objetos abandonados o sospechosos en el
vagn del metro, cjalos. Cjalos.
Hgalos explotar. Hgalos explotar.
Cu-cu-ru-cu!
Recuerde que la escalera mecnica es un medio elctrico de
desplazamiento con un alto grado de peligrosidad. Squenle provecho!
Squenle provecho!
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Cu-cu-ru-cu! Es-pe-res-pe-re!
... anuncia el inicio del curso de maquinista de tren elctrico y de
ayudante de maquinista. Y a usted qu le importa? Es que no puede
arreglrselas sin estos cursos estpidos?
Cu-cu-ru-cu! Es-pe-res-pe-re!
Comprando campanillas de invierno a los vendedores ilegales, est
contribuyendo a la extincin... A la mierda las campanillas! Hay otras
maneras!
Cu-cu-ru-cu!
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les llama por su nombre, robots? Si, de todas formas, nadie los considera
personas. Bueno, es cierto que son muy tiles en las tareas de la casa. Son
constructores, mecnicos, soldadores. Son policas. Pero chirran al andar!
Tienen los ojos vacos. No tienen cerebro. Maldita sea, tienen teclas en los
brazos y en la nuca!
Sin embargo..., esa serie femenina que sali el ao pasado..., desde
luego, es casi igual. A veces, en el supermercado hay alguna expuesta con
un carrito... Buen tipo, atltica, fina, bronceada, indiferente... Ojos
lnguidos... Una mujer-hada, una mujer de aire, una mujer de polietileno...
Y no puede decirse a simple vista si es una mujer sencillamente bien
arreglada (se encontraban de esas hace diez aos, cuando an no exista
este sector de produccin) o una persona no viva. En estas, en las nuevas,
no se les ven las teclas, porque van por debajo de la piel. A veces se les
transparentan con la luz. Pero a veces no se les notan en absoluto.
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Dos puos empezaron a golpear las ventanas del coche, cuatro puos,
dejando las huellas en el agua sucia y gelatinosa con sumo deleite, seis,
ocho. Alguien se encaram de un salto gil al techo del coche y empez a
dar vivas patadas a la endeble hojalata metalizada. Una rueda delantera
produjo un ruido sordo y se asent con un siseo.
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As empez la revolucin.
Jams supe contra quin se diriga. Parecan querer ajustar las cuentas
con los robots por algn motivo. Se llamaban a s mismos Vivos e iban a
exterminar a los no vivos. Pero, en realidad, no solo a aquellos.
Exterminaban a todo el mundo. Al principio, a los que se quedaron arriba, a
los que no se les unieron. Y luego se mataban entre s.
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todo
bien,
pero
ya
estaba
cambiado
en
la
Esto no puede ser! Qu pasa? Es que en todos los nmeros tiene que
haber errores? Por favor, es que somos nios? Hay objeciones con respecto
a las noticias?
Las noticias estn bien.
Lo nico que veo es que el grfico es un poco raro, el de la pgina
ocho... Mirad, los valores estn en vertical, pero los horizontales no
corresponden. Lo que est escrito disminuye claramente en relacin
directamente proporcional... No podemos burlarnos as de los lectores...
Lena, por qu no estn los datos horizontales?
Es que las chicas que han dibujado el grfico no entendan qu
significaba.
Pues busca unas que lo entiendan!
Es que por lo que pagamos no hay nadie que quiera entenderlo...
Muy bien, sigamos. Pknikov ha escrito una columna.
Oh! Oh!
El gordo y solemne Pknikov, de barba espesa y frente ancha de sabio,
poseedor del paquete mayoritario de acciones del peridico, adjunto del
redactor jefe, director financiero y redactor creativo, escriba una columna
cada semana, pero los compaeros se alegraban como nios cada vez y lo
colmaban de alabanzas desenfrenadas.
Babjina ha escrito un artculo.
No se entiende nada...
Por qu hemos escrito sobre ese tema?
Babjina no tiene ni idea de eso!
Babjina an es joven...
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Me subo al coche (hace medio ao cog un Golf que no tena dueo, casi
igual que mi antiguo coche) y me dirijo a la Sadvoie. Ya hace tiempo que
han retirado los esqueletos de los coches asesinados. Conduzco por la
ronda. No hay trfico. Aparte de m, no hay ningn coche. Enciendo el
radiocasete de otro, que empieza a masticar con pereza la vieja msica de
otro. We all live in a yellow submarine, yellow submarine, yellow submarine...
Doy diez vueltas lentas a la ronda y vuelvo a casa.
Me lo encuentro en el pasillo.
Hola, cielito!
Tengo fiebre. Estoy tiritando. Escojo las palabras con sumo cuidado. Le
cuento confusamente toda la verdad, intentando, sin xito, no hablar como
hablan en Solaris, Inteligencia artificial, Blade Runner y Dios sabe en cuntos
sitios ms. Porque ya no puedo ms.
Le digo: no eres real.
Le digo: de nosotros dos, solo yo segu viva.
Pero qu disparates dices? dice, estallando en una carcajada,
exactamente igual que haca antes cuando crea que mis palabras no tenan
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Y la estatua me ayud.
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LA FAMILIA
Dima lleg corriendo al andn solo dos minutos antes de que saliera el
tren, pas un minuto respirando sofocado encima de la encargada del
vagn, echndole el aliento de menta, y se rebusc el billete en los bolsillos
de la chaqueta. Por fin, bes a su acompaante de rosadas mejillas como si
fuera su dueo y se meti trastabillando en el vagn bamboleante.
Entr en su compartimento. No haba nadie. Movindose pensativo de
un lado a otro y maldiciendo en voz baja, Dima se pele largo rato con la
hmeda ropa de cama. Tras conseguir la victoria, se encaram con un
gemido a la litera de arriba, escondi la cartera debajo de la almohada y se
qued dormido al instante.
Mientras dorma, Dima so que el tren haca una parada nocturna y
entraba en el vagn un hombre gordo y sudoroso con una maleta pequea
y un bastn pasado de moda. Se sentaba junto a la ventana, resollando, y se
quitaba el gorro negro de conejo enfermo y pelado. Debajo del conejo
apareca solo media cabeza, que pareca un nido triste sobre un cuello corto
con muchos pliegues, como el de una foca. De forma inexplicable, faltaba la
parte superior del crneo: no tena ni frente, ni cogote, ni bregma, como si
se la hubieran cercenado con precisin por la lnea de las cejas, como si le
hubieran quitado la tapa oxidada a una olla ambulante.
Soy discapacitado se present el viajero con un leve tono de
disculpa.
Diii... balbuce incomprensiblemente Dima en respuesta.
Viajaron en silencio. Perezoso, el discapacitado se meti en la cabeza una
mano regordeta de uas descuidadas y padrastros mordidos, rebusc
atentamente, sac unas uvas hermosas y se puso a comrselas sin ningn
apetito. Llevaba muchas uvas en la cabeza; cuando el tren traqueteaba con
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Cuando qued claro que en la estacin no habra ningn tipo bajo con
bigote y traje azul que llevara un bulldog, que la cartera no aparecera, que
no exista ningn usuario con el nmero de Katia, que el gordo era el
padre de Liza y se llamaba Guennadi lich, y que no tena ningn lugar
adonde ir, cuando todo aquello result tan claro y tan cotidiano, Dima se
acerc al cubo de la basura, tir los dos Parliament que quedaban en el
paquete y se ech a llorar.
Sus nuevos parientes se mantenan apartados a una distancia respetuosa,
apoyndose en un pie y en el otro alternativamente, incmodos, en el suelo
otoal de fango medio derretido de la estacin del tren, arrebujados en
abrigos grises, expulsando vaho al respirar. Cuchicheaban.
Dima les dio la espalda y ech a andar, decidido, con pasos rpidos,
tropezando, sorbindose la nariz. Se detuvo. Se gir. Estaban en el mismo
sitio y lo miraban en silencio. Lo miraban con mucha tristeza. Y casi con
ternura.
Dima volvi con ellos. Y se fue con ellos.
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articulaciones: tena los dedos de las manos y los pies doblados en todas
direcciones, como si fueran de gutapercha. Adems, en las vrtebras del
cuello se le acumulaba sal. Para desentumecerse el cuello rgido, de vez en
cuando tena que hacer unos ejercicios: girar la cabeza despacio de lado a
lado para que le crujieran todos los huesos. Durante los veinte segundos
que duraba el ejercicio, en el cerebro de Guennadi lich se disparaba un
mecanismo misterioso y todo l se apagaba automticamente. Mientras
giraba la cabeza, no poda hablar ni oa lo que le decan, no pareca ver nada
y seguramente tampoco respiraba.
Los dolores de espalda y los apagones frecuentes le provocaron
algunas situaciones peligrosas en la carretera, de modo que, un da,
Guennadi lich, con el corazn destrozado, entre gemidos y lamentaciones,
se haba obligado a salir del interior de su clido y ronroneante Lada 8 para
no volver a entrar jams.
Despus, segn la versin oficial, el coche haba pasado a Dima, quien se
haba puesto loco de contento. Pero Dima no se lo crea. No le gustaban los
coches; le gustaban los perros. Y l gustaba a los perros. Los perros eran su
ltimo bastin, y no pensaba entregarlo sin guerrear.
Te gustan mucho los coches dijo Guennadi lich con conviccin.
Me importan un rbano replic inseguro Dima.
Te gustan mucho. Mira, imagnate: un Audi A4...
Su suegro chasque los labios con aire soador. No, mejor un
Subaru Legacy Outback. Traccin en las cuatro ruedas. Tres litros de
consumo, seis cilindros, veinticuatro vlvulas... Una potencia de ciento
cincuenta y cuatro caballos...
Ya me lo he imaginado dijo sombramente Dima.
Y qu? No te apetece llevar ese cacharro?
Pero para qu leches lo quiero? se enfad Dima. Prefiero adiestrar
perros.
Muy bien... Pues ponte a adiestrar perros...
El suegro mene la cabeza expresando reproche, pero algo le cruji
debajo de la barbilla. Guennadi lich se tens y se le pusieron los ojos
vidriosos.
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... litera superior. Salida a las 18:45, llegada a las 14:32 lo inform con
voz asesina la taquillera. Lo quiere?
S.
El corazn le lata con tanta fuerza que le ensordeca los odos, se le suba
hasta la garganta con acelerados espasmos felices, le contraa con
impaciencia las puntas de los dedos. Se arremang de un tirn para mirar el
reloj y, torpe, dio un golpe al que estaba detrs de l en la cola.
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Nada ms arrancar el tren le son el mvil. Era una amiga de Liza que le
deca, con una terrible voz de ultratumba, que Liza se haba puesto de parto
prematuro y se la haban llevado a la casa de maternidad nmero 16.
Dile que llego maana! grit Dima. Maana!
Se cort. Estuvo un rato en su compartimento y despus se fue al vagn
restaurante a comprar tabaco.
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Dos, cinco, siete. Mierda, dos, cinco, siete dijo Dima en voz alta.
El cdigo no funcionaba. Al final, una viejecita sali del portal y solt un
grito cuando vio a Dima. Este la empuj y se meti corriendo en el edificio.
Lleg hasta su piso y descubri con asombro que la puerta era nueva y de
hierro. Pero, por si acaso, meti su llave en la cerradura. Por supuesto, la
llave no entr. Sin embargo, la puerta se abri, pero desde dentro. Un gordo
enorme, brillante de sudor o grasa, vestido con una camiseta de marinero,
sali al rellano con hostilidad.
Qu quiere? le pregunt malhumorado el gordo, pasndose los
dedos por el pelo del pecho con aire amenazador, por debajo de la tela de
rayas.
Disimuladamente, Dima ech un vistazo detrs del gordo para ver el
recibidor del piso. Estaba forrado con un desconocido papel de rombos
lilas.
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No fue hasta que Grisha el alcohlico le jur que haca un ao que haba
dejado de beber y le pidi que no lo tratara de t; no fue hasta que Dima
recorri todas las casas de sus conocidos, sin xito, y telefone a todos los
telfonos que se saba, sin xito; no fue hasta entonces que Dima fue a la
polica a denunciar que su mujer haba desaparecido.
Mira, pap ha vuelto dijo Katia, y le puso en las manos un bulto que
chillaba y pataleaba. Por qu has tardado tanto? Haba cola? Qu te ha
pasado en la cara?
El schnauzer olisque a Dima en los pantalones con indiferencia. El bulto
se call de repente. Su cara pequea y roja se frunci en un espasmo y
luego se le relaj, y clav sus ojos inflamados e indiferentes en Dima sin
ninguna expresin.
Tenemos ditesis dijo Katia. Vas a cenar?
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Por la noche, Dima estuvo mucho rato dando vueltas en la cama estrecha.
Con repugnancia apoy la frente en el hombro ajeno de Katia, que
desprenda un olor ajeno y penetrante de sudor. Al final se calm y se le
regul la respiracin.
So con Liza. Flaca, de piernas largas, triste, plida. En los brazos
sostena un mueco envuelto primorosamente en una mantita de beb. Un
angelito de goma, inmvil, con la cara crea y las mejillas redonditas y
coloradas.
Lo meca en los brazos, muy deprisa, produciendo un extrao crujido
como de madera.
Tienes que aceitar las bisagras le deca Dima, muy triste, casi
llorando de ternura.
Pero Liza no lo oa. Meca al beb y repeta:
Ven, Dima. Vuelve, Dima.
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LA AGENCIA
En el centro del patio hay un cuadrado con arena donde juegan con
cubos dos chicos grandullones. Unos columpios bajos y una mesa de
madera podrida. Agolpados a su alrededor, unos nios miran algo,
boquiabiertos. Me acerco y la veo.
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Los nios salen corriendo entre risitas. La nia se gira de golpe hacia m
y suelta la lombriz, que cae al suelo. Me mira. Con la mirada vaca, sin
ninguna expresin, una mirada que se desliza por mi ropa.
Qu ests haciendo? le pregunto con voz tranquila.
La nia baja la cabeza. Se sorbe los mocos. El gusano est en el suelo sin
moverse, en el mismo sitio donde ha cado.
Jugbamos a los hospitales. Empuja el gusano con la punta de la
bota. Yo era la doctora. El gusano se enrosca convulsivamente.
Operaba a los enfermos.
Pero no ves qu has hecho? le digo. Has matado al escarabajo. Su
mam va a ponerse muy triste.
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Me quito las gafas oscuras y la miro a los ojos. Con tristeza y un poco de
reproche. Por fin, su rostro se arruga en un puchero. Las lgrimas gotean en
la mesa. Frunce los ojos.
Sabes qu puedes hacer para que su mam te perdone? le digo.
Qu?
Tragarte el cristal.
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Por lo dems, los clientes adoran Titanic. Juntar a todos los que les caen
mal en una carraca enorme y hundirla con toda solemnidad es una
alternativa muy seductora, pero cara y vulgar. La Agencia acept un
encargo semejante solo una vez, en 1912, cuando alguien (no puedo decir
nombres) ide el tinglado con pelos y seales. En aquel entonces se
consider que el guin era efectista y provocador. Pero repetir el mismo
truco una y otra vez es el sino de la gente sin pizca de fantasa. A ese tipo de
clientes solemos proponerles que se contenten con una catstrofe area.
Normalmente aceptan. Y otros hasta se dan por satisfechos con un accidente
de tren o de autobs.
Los guiones independientes suelen ser malsimos. Por ejemplo, a los
papas multimillonarios les gusta encargar por adelantado prcticamente
toda la vida de sus queridos hijitos. El nacimiento, los estudios, el trabajo, el
matrimonio y una muerte dulce. Y yo invento toda suerte de detalles y
algn giro de la trama que d un poco de sal a esos argumentos
esquemticos y desnudos. Qu aburrimiento tan grande. Pero qu le vamos
a hacer: todos los das, los ms ricos del planeta o simplemente los muy
ricos nos traen su dinero. Tanto dinero que basta para el mantenimiento de
la Agencia. Tanto dinero que nos da para tenerlo todo.
El Escritor va a la estacin de tren para comprar los billetes de vuelta.
Como es normal, no aguantan ms aqu. Es una ciudad pequea, y hasta los
perros saben qu les ha sucedido. Por lo dems, esta tranquilidad de
provincias no les hace ningn bien, y no parece probable que el Escritor
pueda seguir trabajando en su nueva novela. Lo nico que quiere es
regresar a su ciudad, a la gran ciudad ruidosa y amicalmente indiferente.
Camina con la cabeza baja. Voy detrs de l. Lleva una bufanda de color
rojo intenso, una mancha estpidamente alegre sobre la ropa negra. Llevo
espindolo ms de una semana, pero es la primera vez que le veo esta
bufanda. Puede que la haya cogido sin fijarse y se la haya puesto sin pensar,
porque el Escritor suele tener gusto vistiendo. O tal vez se la haya puesto
adrede para que la gente dirija sus miradas de compasin a ese trapo
chilln y no a su cara.
Compra los billetes y arrastra los pies despacio por el estrecho andn
vaco. Lo sigo. Me da pena. No oye mis pasos a su espalda, pues los ahoga
el ruido del tren que se acerca.
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Me gir.
Con aquel Cliente todo fue extrao, muy extrao, desde el principio. En
primer lugar, aquel da no haba recibido un guin; estuve toda la maana
esperando, y nada. En segundo lugar, nadie me avis de aquella visita. Vino
solo, por iniciativa propia. Y en tercer lugar, tena llave de mi casa, por lo
visto. De lo contrario, cmo haba entrado? Siempre cierro la puerta con
llave.
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Los libros del Escritor estn expuestos en la mesa central bajo el letrero
Superventas. Sus dos novelas (todo lo que ha llegado a escribir) estn
colocadas ordenadamente en dos pilas. Muchas manos se alargan hacia l,
manos con laca de uas rosa, con laca verde, sin laca, con las uas
mordidas, con dedos peludos, con anillos de compromiso... Cuando la
altura de las pilas disminuye, una lnguida dependienta de piernas largas
que camina arrastrando los tacones altsimos se acerca con ms libros. Yo
tambin alargo la mano, cojo las dos novelas y me pongo a la cola de la caja.
Delante de m hay una chica de pelo ralo y rubio que lleva en las manos los
mismos libros que yo. Mira las cubiertas con indiferencia. Una es de color
verde vivo y lleva dibujado un perfil vago e indefinido. En la otra, de un
rojo sucio, hay filas interminables de latas de conserva y botes de salsa.
Estoy empezando a odiar al Escritor.
Junto a la caja registradora hay un platito con caramelos. La rubia se mete
en la boca unos cuantos de una vez y mastica, provocando unos crujidos
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Y me he ido. Antes de acabar con ella, tengo que aclarar ciertas cosas.
Tengo un montn de preguntas que hacer al Cliente.
Por qu ha dejado de llamarme el Coordinador? Por qu ha gritado as
la mujer? Pero lo ms importante...
Por qu tanto odio?
A m mismo me sorprende haberme decidido a preguntrselo por fin. l
no responde.
Estoy muy nervioso, tanto que me tiemblan las manos. Noto que me arde
la cara. Voy al bao para mojrmela con agua fra. l me sigue en silencio.
Me lavo la cara y me encuentro un poco mejor. Me la seco con una toalla
y oigo como cierra la puerta del bao por dentro. Me da miedo. Se queda
justo detrs de m. Est loco.
Levanto la cabeza. En el espejo que hay encima de la pila se refleja su
cara monstruosa. Y de repente veo que por su mejilla resbalan las lgrimas.
Est llorando?
En respuesta, sonre. La mitad izquierda, claro.
Lagoftalmia dice.
No entiendo.
Lagoftalmia, el ojo de liebre. Por la parlisis de los msculos que
rodean el ojo, los prpados no se me cierran, cosa que impide la circulacin
de las lgrimas por dentro del ojo.
Es de nacimiento? le pregunto, pero l niega con la cabeza.
Un accidente de coche, har poco ms de cinco aos. Fracturas
mltiples en las extremidades, una brecha en el crneo y el deterioro del
nervio facial. Me qued paralizada media cara. Estuve tres meses en
cuidados intensivos. Despus pas medio ao en el departamento
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LA GRIETA
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Se puede.
Seis?
No se puede.
Es decir, los nmeros pares? pregunt sin razn aparente, pero ella,
por supuesto, no respondi: no saba qu eran los nmeros pares. Y
cmo sabes t eso?
Al parecer, aunque no me he dado cuenta, mi tono ha destilado irona.
En todo caso, ella nota que algo no cuadra y arruga los labios, enfadada.
Ya te he dicho que no te lo creeras.
Cmo lo sabes? repito con el tono ms serio y penetrante que
puedo.
Pero ella no se fa de m. Adems, parece que la conversacin la aburre.
Se concentra otra vez en la blanca trenza sinttica y responde a
regaadientes sin mirarme.
Lo s. Lo s y ya est.
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Tengo este mismo sueo desde que era nio. Estoy en el andn y se
acerca un tren rojo y reluciente, aunque su color no es exactamente como el
del Flecha Roja, el que sale de la estacin de Leningrado a las 23:55. Mi tren
es de otro tono de rojo. Es rojo como un coche nuevo americano de carreras
que reluce al sol del medioda. Es rojo como el esmalte caro de uas de las
modelos. Es rojo como la sutil lencera de encaje que no cubre el cuerpo de
una ramera.
Se acerca disminuyendo la velocidad y despus... Nada, no me caigo a la
va, el tren no me convierte en un amasijo asqueroso, no pasa nada de eso.
Lo nico que hace es detenerse junto al andn. Pero no puedo imaginar un
pavor ms intenso, una pesadilla ms terrible que esta.
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LAS REGLAS
Las grietas negras del asfalto imponan sus propias condiciones. Eran un
peligro. Haba muchas, demasiadas, y alteraban completamente el ritmo.
Sasha trotaba deprisa por la calle con las manos sudorosas metidas en los
bolsillos de los vaqueros. Haba que correr de la siguiente manera: cuatro
pasos cortos, y al quinto pisaba una grieta con el pie derecho; daba cuatro
pasos ms y, otra vez, pisaba con el izquierdo una franja negra y
deshilachada por los extremos. Lo malo era que uno poda encontrarse una
grieta al tercer paso o incluso al segundo, y Sasha frenaba en seco,
tropezaba, cambiaba de pie frenticamente, pero muchas veces acababa
pisando con la pierna que no tocaba y segua corriendo hacia delante
aterrorizado, intentando advertir las grietas solo con el rabillo del ojo y no
enfocar directamente la vista hacia ellas en ningn caso para no ver los
papeles, los cascajos, las monedas y los brotes de hierba sucia y salpicada de
aceite de los coches, que se ocultaban en su interior. Para ver solo las franjas
negras, los bordes afilados que no poda tocar bajo ningn concepto.
En el metro, las Reglas cambiaron de improviso. Las baldosas cuadradas
de color albaricoque que pavimentaban el andn, todas iguales, jugaban a
otro juego. En este caso, era al revs: tena que pisar los bordes de modo que
quedaran justo en medio de la suela. Caminar result ms fcil: haba
muchas rayas y eran regulares, y poda adaptarse a ellas. De repente, a
medio camino, los cuadrados liberaron a Sasha de sus garras geomtricas y
tenaces. Y una voz inaudible, la que diriga el juego, la que nunca se
equivocaba, confirmaba casi con dulzura: recreo, libertad absoluta, puedes
caminar como quieras. Confiado, Sasha levant el pie de la raya y avanz
dando saltitos, procurando mirar solo hacia arriba y hacia los lados. Su
padre lo cogi de la mano y cruzaron la oscuridad angosta que separaba el
andn de la puerta del tren y entraron en el vagn.
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Para comer haba sopa de col agria y esturin con patatas. Un olor fuerte
a pescado junto con un concierto para violn emitido por la radio solan
despertar en su madre la sensacin de la comodidad de la casa. En su padre
provocaban un flujo de melancola inexplicable (mientras que, por el
contrario, las patatas con setas lo animaban) y una necesidad imperiosa de
llamar por telfono. A Sasha no le gustaba el pescado, pero, como tena
fsforo, pas a formar parte de la lista de tormentos obligatorios
alimenticios.
Sasha palpaba minuciosamente con la lengua la pasteta de carne de
pescado que acumulaba dentro de las mejillas, buscando espinas que
pudieran traspasarle el esfago y llegarle al corazn por los vasos
sanguneos. Despus separaba el bolo ultramasticado en porciones
pequeitas y se las tragaba sin conviccin alguna.
Sania, no te columpies en el taburete! Se le van a desenroscar las patas
exclamaba su madre, enfadada, y acto seguido se diriga a su marido.
Qu haces! Sabes perfectamente que las espinas se tiran al cubo de la
izquierda. En el derecho se echa solo lo que podemos dar a los perros de los
vecinos.
Con una sonrisa sumisa, el padre meti la mano en la bolsa abierta del
kfir (donde se echaban los restos pequeos de basura) y sac las espinas.
La expresin bondadosa desapareca raras veces de su rostro. En primer
lugar, la propia cara, redonda y bien afeitada como un blin de labios
gruesos y benvolos, tena siempre buena predisposicin. En segundo
lugar, llevaba diez aos de entrenamiento. Desde el primer da de su vida
familiar, el padre se aferr firmemente a las enseanzas de Dale Carnegie:
sonrer. Tena una sonrisa encantadora.
Mientras estaban tomando el t son el telfono.
Sasha, contesta t, que ests ms cerca.
Sasha esper exactamente cuatro timbrazos y descolg.
Dgame dijo como lo deca su padre.
Hola? S? gorje una voz desconocida, femenina y dulce, entre
dbiles chisporroteos. Por favor, dile a tu padre que se ponga.
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Sasha estaba boca arriba con los ojos cerrados. No poda conciliar el
sueo boca arriba, pero las Reglas prohiban ponerse de lado por el
momento. Primero, boca arriba. Adems, todava tena que levantarse y
encender la luz, cuando sus padres se fueran a su habitacin y no pudieran
ver la delictiva raya amarilla de la base de su puerta. Ya eran ms de las
once, y segn las reglas observadas con severidad por toda la familia, Sasha
tena que estar dormido. Segn las otras Reglas, tena que levantarse. Para
ver si el jarrn estaba bien puesto en el alfizar. Antes, aquello no pasaba,
porque por la noche se interrumpa el Juego. Pero ltimamente, cada vez
ms a menudo, ocurra que algunos objetos le pasaban desapercibidos a la
luz elctrica. Despus, de repente, cuando todo se sumerga en la oscuridad,
se manifestaban, junto con una ola de sudor fro y pegajoso y los latidos
fuertes del corazn. Podan estar mal puestos. Tal vez desde haca mucho
tiempo. A veces se acordaba de golpe de objetos que no haba puesto en
orden desde haca das. Si los dejaba tal cual, pasara algo. Algo terrible y
fatal, algo que hara que su vida fuera una pesadilla y quebrara el orden de
las cosas. Si los colocaba bien, pero tarde, sucederan las contrariedades
habituales. Si los colocaba bien y a tiempo, no pasara nada. Las Reglas no
contemplaban premios; solo castigos. Solo el miedo constante del Gran
Error.
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manos y el jersey. Su madre abri los ojos y se qued mirando las gotas
turbias.
Nuestro pap ha muerto dijo.
Sasha se gir y fue al cuarto de bao. Se lav las manos con jabn
escrupulosamente, diez veces, y eso que no haba estado acariciando a
ningn perro.
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LA ETERNIDAD DE YASHA
Yasha Heine se despert antes del amanecer, mucho antes de que sonara
el despertador, a causa de una calma extraa que lo colmaba por dentro.
La noche anterior ya se haba encontrado mal, como si estuviera
incubando la gripe. Le dolan las articulaciones, los msculos y la cabeza, y
estaba muy chafado y dbil. El termmetro marcaba 37,2; tena fiebre, no
mucha, pero algo era, y era peor que tenerla alta. Por la noche, Yasha se
tom dos Upsa y por si acaso se ech gotas en la nariz, aunque no estaba
resfriado, y pidi a su mujer que le dibujara en el pecho y en la espalda una
telaraa de yodo para evitar la tos. Porque no poda quedarse en cama al
da siguiente y tena que ir a trabajar sin falta, quieras que no.
As que Yasha estaba sentado en la cama, arrebujado en la manta,
encontrndose fatal. Era como si tuviera el estmago y el pecho (no, no solo
el estmago y el pecho, sino el cuerpo entero) llenos de algodn dulce
congelado. O de gelatina de manzana helada. Pero lo principal era la calma,
aquella extraa calma... Haba algo dentro de l que iba mal, pero que muy
mal. Haba que buscar qu engranaje se le haba roto, qu era lo que
impeda trabajar con normalidad al mecanismo complejo y no siempre
perfecto, pero relativamente armnico, que rega el cuerpo de treinta y
cinco aos de Yasha. Buscar el problema, encontrarlo y resolverlo. Con
remedios farmacuticos. Si era necesario, con antibiticos. Tena que
presentarse en el trabajo a toda costa.
Yasha se tumb en la cama y se qued unos cinco minutos inmvil,
escuchando su cuerpo atentamente, como si estuviera palpndose por
dentro, estudindose cada rgano y preguntndole si estaba sano.
No le dola la garganta. No tena tos, ni estaba resfriado, ni le picaban los
ojos. Incluso el dolor de cabeza de la vspera se le haba pasado. En
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corazn no late, la sangre no circula por las venas y... Y qu? Algo del
oxgeno. Seguramente habr una falta de oxgeno, y la persona no podr
respirar y se morir enseguida. S, la persona dejara de respirar... Yasha
contuvo la respiracin. Y de golpe se dio cuenta de que no le haca ninguna
falta respirar. Es decir, era capaz de respirar, pero lo haca solamente por
costumbre, y si lo deseaba, poda pasar tranquilamente sin respirar, cuanto
tiempo quisiera.
Haca casi quince aos, Yasha se haba casado con aquella mujer no
exactamente por amor, sino por algo parecido. Tal vez, no por amor, sino
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solo porque era joven. O porque era tonto. O porque aquel fue el curso
natural de las cosas. Ella era diez aos mayor que l, y su madre, treinta, y
ambas saban muy bien como manejar a un chaval de veinte aos y nariz
larga. En resumen: los motivos que en aquel entonces haban empujado a
Yasha no le parecan tan evidentes al cabo de los aos. Sin embargo, si
quisiera llegar al fondo de la cuestin, podra llegar sin ningn problema, y
si hasta entonces no lo haba hecho era simplemente porque no haba
sentido la necesidad. Y fuera lo que fuera lo que hubiera pasado al
comienzo, eran muchas las cosas que los haban ido uniendo despus, los
aos que haban vivido juntos, las cosas que haban comprado juntos, las
peleas en las que se haban exprimido y chupado hasta la ltima gota, da y
noche, como vampiros desquiciados, el tedio mutuo, la rabia mutua y
muchas otras cosas.
Un ao despus de la boda, de forma inevitable e imperiosa, como
cuando a Cenicienta le desaparecen las joyas y la ropa cara a medianoche,
como cuando un hombre lobo se cubre de pelo bajo la luna llena, su mujer
se convirti en su madre. Y su madre era una persona nerviosa, susceptible
e increblemente parlanchina.
Huir? S, en cierto momento, Yasha acarici el sueo de la liberacin. Sin
embargo, no realiz el menor intento real de fuga. En lugar de ello, lo que
hizo fue desarrollar una sencilla habilidad de proteccin psicolgica, una
especie de know-how propio: cuando ella hablaba ms de unos pocos
segundos, l se apretaba un botn invisible que tena en la cabeza, el
responsable de la percepcin del discurso humano. El sonido de su voz
flotaba en el aire, pero no tena ms sentido que, por ejemplo, el ruido de las
olas o el chillido de los neumticos de un coche cuando frena bruscamente.
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t e irse a trabajar. Ya ira por la tarde a una clnica privada, donde haba
buenos especialistas.
El zumbido indignado que llenaba la habitacin y trataba de introducirse
tenazmente en su interior, por fin se abri camino entre los obstculos y
penetr en la zona perceptiva de Yasha. ... qu, no me ests escuchando...
como si... la tortilla... no me ests escuchando... como una estatua... la
tortilla... ya que me he levantado... se va a enfriar... ya que he tenido que...
ve...
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Bueno, es como que Mijal est demasiado cansado. Es como que no siento que
tenga el potencial de antes. Con algunas respuestas a algunas preguntas es como
que ha deshonrado el nombre del equipo, y adems no siente su espritu...
... despedido.
Aquel fatdico da en el que se fue corriendo al mdico, Yasha entreg su
artculo sin haberlo revisado. Por ello no advirti un error desafortunado
fruto de las prisas. l no lo advirti, pero tampoco el redactor de seccin,
quien seguramente tambin tena prisa, estaba pensando en las musaraas
o (lo ms probable) confiaba plenamente en Yasha y se ley el texto sin
prestar atencin. Tampoco lo advirti el redactor jefe, quien, a su vez,
confiaba plenamente en el redactor de seccin. Para ser sinceros, hay que
reconocer que el corrector s que detect el error de Yasha, pero,
lgicamente, consider que no era asunto suyo, porque su trabajo era
corregir la ortografa y la puntuacin. Y Yasha haba puesto correctamente
todos los signos de puntuacin. En fin, que el artculo sali felizmente tal
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circunstancias...,
sus
tristes
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Qu vida esta dijo Yasha en voz alta, y entr en la habitacin con las
botas puestas. Apoy la cabeza en la ventana empaada. Es hora de ir a
trabajar... Qu vida esta... Qu sueo tan absurdo... Pero podra hacer como
aquel de la pelcula El da de la marmota... Yasha abri la ventana y se
encaram al alfizar. Como aquel... Su apellido empezaba por eme...
Yasha cerr los ojos y salt desde el undcimo piso.
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ESPERO
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da llam a mi madre y le ped si poda irme a vivir con ella un tiempo. Ella
me dijo que s. Se alegr.
Me mud, pero al cabo de una semana empec a ponerme nerviosa. Al
fin y al cabo, la responsabilidad era ma. No dejaba de pensar en cmo
estara all, sin m. Sola, envuelta en las bolsas.
De modo que regres. Me mare del olor, que impregnaba todo el piso de
modo insoportable.
La puerta de la cocina estaba abierta.
Las bolsas estaban tiradas en el suelo.
Y entonces la vi. Se me acerc confiada, curiosa. Era muy pequea.
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Ttulo original:
Primera edicin en Nevsky Prospects: 2012
Traduccin del texto: Raquel Marqus Garca 2012
Prlogo: Ismael Martnez Biurrun 2012
Edicin: Editorial Nevsky Prospects 2012
Coordinacin: James Womack
Correccin: Nikoli Berdikov
ISBN: 978-84-939358-2-5
15-08-2013
Scan V.1 Lerele y Joseiera
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