Starobinets Anna

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Una edad difcil

Anna Starobinets

ANNA STAROBINETS

UNA EDAD DIFCIL

Una edad difcil

Anna Starobinets

Anna Starobinets (1978- ) es la autora ms destacada


de la nueva generacin de escritores rusos de ficcin
fantstica, alabada por la crtica desde la publicacin
de su primer libro, Una edad difcil (2005). Licenciada
en Filologa por la Universidad Estatal de Mosc,
Starobinets ha trabajado para algunos de los
principales peridicos rusos (Gazeta.ru, Argumenty i
Fakty, Expert) como crtica, reportera y editora de
cultura. En la actualidad ejerce el periodismo en el
prestigioso Russki Reporter. Es autora de varias
colecciones de relato corto, novelas y libros para nios,
entre los que se incluyen El vivo (2011), La tierra de las
nias buenas (2009) y Santuario 3/9 (2006). Alabada por
su estilo personalsimo, a la vez chejoviano y metdico
e impregnado de una incuestionable fantasa de tintes
perturbadores, la joven autora ha sido comparada con
autores como Stephen King o Neil Gaiman, e incluso
ha sido llamada la Philip K. Dick rusa. Starobinets
tambin ha desarrollado escenarios para el circo, o
escrito literatura inspirada en largometrajes manga.
Con el presente libro, Una edad difcil, la autora result
finalista del prestigioso premio Natsionalni Bestseller.

Una edad difcil

Anna Starobinets

ARGUMENTO
Sin concesiones a la explcito, ni una sola, la joven
escritora rusa viaja por la psicologa del miedo (de los
diferentes niveles del miedo) activando nuestra
imaginacin para que sea ella quien nos asuste y
desasosiegue, no sus escenas.
Una pareja de gemelos de diferente sexo viven
felices con su madre hasta que el chico empieza una
transformacin tanto fsica como de carcter. En un
Mosc postapocalptico una mujer intentar rehacer su
vida con un clon de su marido fallecido. Un pasajero
de tren descubre que su vida no es la que recuerda
sino que otra familia le reclama. Un mediocre hombre
a quien se le para el corazn, sigue haciendo vida
normal hasta que se certifica su defuncin tras lo cual
al estar legalmente muerto todos sus conocidos le
hacen el vaco. Una voz invisible gobierna la vida de
un joven.
Y otros textos ms que harn que sus lectores
deseen no haber empezado nunca este libro, pero que
una vez iniciado preferiran no terminarlo jams, ya
que ese ser el ultimo mes feliz de sus vidas.
Atrvanse a jugar con su sueo, enfrente se a sus
temores. Nada volver a ser igual despus de leer esta
obra.

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Prlogo
TODOS AMAMOS A LA REINA

El da que me tropiece con Anna Starobinets, lo primero que voy a


preguntarle es si escribi los aterradores cuentos de Una edad difcil con una
sonrisa en el rostro. Estoy convencido de que s. Tan convencido como de
haber descubierto a una de esas rarsimas mentes con el don de traducir las
obsesiones en literatura.
Narrar el inconsciente requiere dos pares de guantes, los de cirujano y
los de basurero. En este particular oficio, diseccionar el alma es sinnimo de
volcar el cubo de basura que lleva dentro y t, imprudente lector,
reconocers aqu hasta el ms ntimo de tus despojos para despus elevar
la metfora residual a categora de relato sublime. Pocos escritores tienen el
estmago y el talento para hacerlo. He aqu a una.
Anna Starobinets sabe de putrefacciones y sabe de obsesiones. Sabe de
sueos y culpas enquistadas en la conciencia, bultos enmohecidos que bajo
las reglas personalsimas de su ficcin pueden saltar y cobrar vida
acechante. Deseos prohibidos que nos colonizan como insectos. Muertos
que andan y fichan en la oficina. Cobardas transformadas en vidas
paralelas, pesadillas en las que t podras ser la pesadilla de otro t.
Cmo no iba a caerme bien Anna Starobinets? Imagina que tu novia
decide dejarte por un escritor con nfulas, autor para ms seas de un libro
gloriosamente titulado Muerte en el supermercado. Imagina que son muy
felices juntos, tienen xito, una bonita casa, una guapa nia y salen en las
revistas, mientras que t te has quedado solo y destrozado en tu
apartamento cochambroso. Ahora imagina que existe una Agencia

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especializada en hacer que las venganzas parezcan accidentes. Oh, s. Ah


est tu sonrisa.
Pero Anna no nos lo cuenta de esta manera, por supuesto. Sera
demasiado fcil, demasiado considerada con los lectores. Y no hay cosa que
este libro odie ms que ser considerado.
En la encrucijada, Starobinets elige siempre el camino difcil, el de las
circunvoluciones cerebrales por donde transita la locura, el de la alegora
sucia llevada a sus ltimas consecuencias, siempre horribles, siempre
insoportablemente veraces.
Veraces en su imposibilidad, s. Porque en estas pginas habitan cuentos
fantsticos, paisajes sin sealizar entre el sueo y la vigilia, entre lo real y lo
imaginado. La metfora con patas y antenas. Kafka?
Kafka, desde luego. Qu puede haber ms kafkiano que el protagonista
de La eternidad de Yasha, quien un buen da descubre espantado que su
corazn ha dejado de latir, sin que eso suponga un obstculo para continuar
con su pattica vida, bajo el yugo de sus empleadores y de su suegra? Pero
quiz haramos mejor en emparentar este relato con el Atrapado en el tiempo
de Bill Murray. Porque mencionar al autor praguense y hablar de fantasa
intelectual como se ha querido etiquetar al gnero en el que se mueve
Starobinets puede hacer saltar la alarma a ms de un lector prejuicioso:
intelectual? kafkiano? Aqu me van a contar algo que no tiene nada que
ver mi vida diaria. Error.
Te lo puedo asegurar: estos cuentos tienen mucho que ver contigo.
Te invito a que hagas la prueba y saltes a la primera pgina del titulado
Las reglas, uno de mis favoritos. Dime si no te reconoces en ese nio que
camina evitando las grietas del asfalto porque, lo dice la voz, si pisa una de
ellas suceder algo espantoso. Ese nio a quien sus padres rien cuando se
balancea en la silla, y que responde siempre al telfono en el momento
indebido. Ese nio que no puede dormir sin haber colocado en su exacta
posicin cada uno de sus libros y sus lpices, una y otra vez, y que siente
que hay algo incorrecto en el dormitorio de sus padres, algo que necesita ser
arreglado o desplazado imperiosamente...
Uno puede imaginarse el momento exacto en el que Anna Starobinets
sonri mientras escriba cada cuento del libro. En este caso, la frase dice as:

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Enterraron a su padre en un atad cerrado, de modo que Sasha no pudo ver si lo


haban colocado bien.
Cmo lo hace para asestar cuchilladas con tanta elegancia? La prosa de
Anna Starobinets es concisa y afilada, no gasta una palabra ms de la cuenta
pero tampoco deja que ninguna palabra sea inocua. Cada frase te empuja
un poco ms hacia el borde del precipicio. Y con ella sabes que no habr
clemencia en el ltimo paso.
Otro ejemplo, de Espero:
La quera muchsimo. Tanto que a veces la tocaba. Y la abrazaba.
Creci deprisa, muy deprisa. Cada da era, ms o menos, un centmetro ms alta.
Y era guapa. A su manera.
No sorprende que sus colegas periodistas se apresuraran a entronizarla
reina rusa del horror tan pronto como el manuscrito de Una edad difcil
qued finalista del Premio Natsionalni Bestseller de Rusia. A menudo se
nombra a Stephen King y a Neil Gaiman entre sus influencias, lo que esta
joven acepta con entusiasmo de fan, pero sin amputarse de sus races
patrias: en lo ms profundo de estos cuentos laten Ggol, Bulgkov y el
mejor cirujano-basurero mundial de la obsesin humana, Fidor
Dostoievski.
Con todo, Starobinets no deja de ser una rara avis en la literatura rusa,
una figura desgajada de cualquier tradicin o generacin, que ha
demostrado tener la integridad suficiente para mantenerse en pie sin otro
asidero que el de su talento y su originalidad. La joven Starobinets es en s
misma un fenmeno digno de celebrarse, un alumbramiento inesperado en
el neblinoso terreno de la literatura intersticial o slipstream, la voz de una
regeneracin de sensibilidades y de argumentos que extraen su jugo del
inconsciente colectivo pero que en sus relatos adquieren una presencia tan
plstica y cercana como una cazuela de sopa en descomposicin. O como
ese hijo adolescente, gordo y desaseado, que esconde un alijo de dulces en
el forro de su almohada, pero no para l...
Los personajes de estos cuentos son gente tan normal y satisfecha con sus
vidas mediocres como cualquiera de nosotros. Esto es, a punto de estallar.
Al borde de la locura y del deseo aberrante. Enamorados del abismo. Que la
accin transcurra en los alrededores de Mosc o en Rostov no aade un
pice de extraeza ni nos protege del susto: ellos somos nosotros, desde la
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primera lnea hasta la ltima. Reconocemos el patrn de su locura porque


est hecha con jirones de nuestras pesadillas.

Como se hace con los bocados favoritos, he dejado para el final mi


comentario sobre el relato largo que da ttulo a este volumen.
Una edad difcil es una de las historias ms originales y estremecedoras
que he ledo nunca. Definirlo como una metfora grotesca y enfermiza de la
adolescencia sera apuntar demasiado lejos del verdadero logro de este
relato: la contundencia con que nos golpea, el demoledor efecto fsico,
sensorial, visceral, tambin lrico que sus sesenta pginas producen en el
lector. No, no es una lectura reconfortante. En honor a la verdad, ninguno
de los cuentos de esta coleccin te hacen congraciarte con el gnero
humano, pero la intensidad de las imgenes y la crudeza de estilo alcanzan
una cota de desasosiego difcilmente superable en Una edad difcil.
Mama, no quiero compartir habitacin con Max dijo Vika.
Por qu?
No se lava. La habitacin huele fatal. Y adems... En su cama hay cosas que se
mueven. Hay bichos.
Esta es la historia de los gemelos Maxim y Vika, pero sobre todo la de su
madre, Marina, una progenitora tan buena y tan desbordada por el horror
como cualquiera que deba enfrentarse a solas con la "edad difcil" de sus
hijos. Es la suya una familia fracasada?, le pregunta a bocajarro la
profesora del colegio, en busca de la clave que explique el comportamiento
del joven Maxim.
Lo es? La pregunta rebota desde la superficie del libro hasta nuestra
conciencia, golpea las paredes de nuestras propias familias y rompe
nuestras seguridades de cristal como una bala de can. El hogar
amenazado: no es ese el tema central de toda la literatura de terror
contempornea?
Una edad difcil es el relato de una transformacin tanto como de una
posesin. Gregorio Samsa versus la nia del exorcista. Salvo que aqu el
diablo no tiene cuernos, sino antenas, pero, hay alguna diferencia? Lo que
ha ocurrido en el interior de este adolescente puede ser el afloramiento de
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su verdadera naturaleza o la absoluta degradacin de sta, no estamos


seguros. Pero reconocemos el conflicto y la nusea. Reconocemos la voz de
la Reina que nos exige incansablemente su tributo en forma de comida y
otras cosas inconfesables, que nos pide obediencia y amor mientras nos va
aniquilando, devorando desde dentro hacia fuera.
Quin soy? Quin soy en el fondo? He aqu la pregunta que hace girar
los vrtigos de este libro. Quiz de todos los libros. Las respuestas que nos
ofrece Anna Starobinets puede que no sean demasiado consoladoras, pero
son catrticas... a su manera. Porque en los chirriantes engranajes de sus
artificios metafricos distinguimos el aliento de la verdad ms implacable
sobre el ser humano.
Lo que Maxim desea en el fondo, lo que lo desestabiliza de pies a cabeza,
puede que sea algo tan sencillo como un deseo carnal impronunciable. Pero
Starobinets nunca escribira la frase: Maxim estaba secretamente
enamorado de su hermana. Sera pobre y sera mentira. Porque lo que
crepita dentro de este chico es mucho ms inabarcable e innombrable.
En esto tenemos una gran ventaja los autores de gnero fantstico:
disponemos de un segundo lenguaje. Starobinets hace uso de l y lleva la
alegora monstruosa a su literalidad; una literalidad que encuentra vehculo
perfecto en ese diario oculto bajo la cama, donde la horrorizada madre
descubre esa verdad subterrnea y subcutnea de Maxim.
En la cotidianidad apagada y txica de estos cuentos se percibe sin
embargo un fuerte impulso romntico, una bsqueda de lo sublime en el
horror y un descrdito esencial en la razn. Quiz el lenguaje de lo
fantstico sea el nico cdigo capaz de tender puentes de significado entre
nuestro consciente y nuestro inconsciente, entre el individuo que somos
durante el da y el que soamos ser durante la noche. Porque al igual que el
personaje dostoievskiano, tal vez sea el momento de admitir que todos
llevamos el subsuelo en el alma.
Y que todos, sin excepcin, amamos a la Reina.
Ismael Martnez Biurrun
Madrid, febrero de 2012

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Ocho
Frambuesa, frambuesa,
azcar y miel.
El reyezuelo Ivnushka
se va para no volver.
Cancin infantil del siglo XIX para echar algo a suertes
No fue hasta al cabo de unos aos que Marina se dio cuenta de que aquel
da, un trrido domingo de agosto en el que brillaba un sol implacable, fue
el ltimo da bueno de sus vidas. No feliz, sino simplemente bueno.

Aquel da fueron a pasear los tres por el bosque (Marina casi se alegr de
haber comprado el piso precisamente en Ysenevo, porque en qu otro
lugar de Mosc haba un bosque a diez minutos a pie de casa?) y
observaban los pjaros.
Haba muchsimos; no era normal que hubiera tantos. Lo inundaban todo
con sus cantos roncos y gruones, abriendo con ansia el pico osificado y
ancestral, volando entre los rboles a una altura muy baja, casi a ras de
suelo.
Mami, qu hacen? Intentan cazar la pelusa de los lamos?
pregunt Maxim.
No creo respondi Marina. Seguramente presienten que va a
llover. Los pjaros se comportan as cuando est a punto de llover.
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Exactamente dijo Vika.


Maxim mir con incredulidad el cielo azul, completamente limpio de
nubes, y luego de nuevo a los pjaros. Frunci el ceo. Se acerc a ellos,
pero estos piaron inquietos y levantaron el vuelo.
Y cmo se llaman, mami?
Hum... Son vencejos, dira respondi Marina, distrada, sin estar
segura.
S, claro que son vencejos asegur Vika. Qu pasa, Maxik? Es
que no sabes cmo son los vencejos?
Y t s, verdad? replic Maxim.
Volvieron a casa en silencio. Ya en casa, Maxim dijo de repente:
No me gusta esto.
Por qu? le pregunt su madre, sorprendida.
Se haban mudado de casa haca un ao, despus del divorcio y de
vender el piso grande y viejo de Tagnskaia (el marido se haba comprado
uno de una habitacin en Mrino, y ellos, uno de dos en Ysenevo), y todo
aquel tiempo, ella haba credo que los nios estaban contentos all.
Todas las casas son iguales. Y feas.
Marina mir a su alrededor. Bajo el sol, las filas montonas de rascacielos
ennegrecidos por el humo brotaban del csped verde y polvoriento como
gigantescas panochas blanquiazules de maz. Entre ellos, venciendo la
resistencia del aire hmedo y tembloroso como gelatina, la gente sudorosa
y los coches abrasados de calor se arrastraban a duras penas, somnolientos.
Pero tenemos aire puro... dijo, cansada.
Es e-co-l-gi-co, Maxik replic Vika, burlona.

Al da siguiente, Maxim se puso muy enfermo con fiebre muy alta. El


mdico dijo que era una otitis aguda, una inflamacin del odo medio.
Tres semanas despus todava estaba en cama. Ni las compresas calientes,
ni las gotas de alcohol etlico, ni las fricciones con Blsamo de Tigre servan

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de nada. De modo que la fiesta de cumpleaos que haban organizado


(Maxim y Vika eran gemelos, y aquel domingo cumplan ocho aos) tuvo
que anularse.
El da fue un infierno. Con una indiferencia total, Maxim dio un par de
vueltas en las manos a su regalo, una pistola de agua, vio los dibujos
animados de extraterrestres sin ningn entusiasmo y no hizo ms que
quejarse por todo y pedir que no le echaran gotas al menos el da de su
cumpleaos. Vika, al enterarse de que sus amiguitas no vendran, estuvo
berreando durante horas, por la tarde cogi una cazuelita de aluminio que
le haba regalado su ta y prepar una ensalada con trozos de papel,
embutido, pedazos de guata, pastillas de Maxim y zanahorias de plstico,
se la dio de comer al gato Fedia, por lo que su madre la castig, se puso a
berrear otra vez y antes de irse a la cama dijo que se ira a vivir con pap.
Cuando los nios se durmieron, Marina fue a la cocina, cansada, y se
sent un ratito mientras se haca un t. Bebi un par de sorbos y tir el
resto. Freg los platos, se lav y se puso la crema de noche en la cara.
Despus fue al telfono y marc un nmero.
S? respondi con incertidumbre una voz masculina y somnolienta
al otro extremo de la ciudad.
Por qu no has venido? Los nios te esperaban. En el auricular son
el araazo y el chasquido de un mechero. Parece que hay interferencias.
Me has odo?
S.
Por qu no has venido?
No he tenido tiempo.
No has tenido tiempo en todo el da?
No.
Y qu era eso tan importante que has estado haciendo?
Silencio. Con la mano helada y hmeda adherida al auricular, Marina
escuchaba en tensin como unas uitas pequeas y afiladas araaban el
telfono por dentro, como rascaban delicadamente el plstico, como
hurgaban en el cable, como serraban en dos la lnea.
Qu era eso tan importante que has estado haciendo?
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Para.
Las uitas.
De acuerdo. Ya paro.
Qu tal van las cosas?
Marina apret la tecla de colgar. Se qued un rato junto al telfono
esperando a que llamara l. Despus volvi a la cocina y vio que el gato
haba vomitado debajo de la mesa.
Lo limpi.

Al cabo de una semana, el gato se escap.


Haca unos das que Fedia tena un comportamiento extrao. A veces se
paseaba nervioso por la parte de dentro del alfizar, de un lado al otro, con
el pelo erizado y la espalda arqueada dolorosamente como la joroba de un
camello. Otras veces saltaba a la estantera de los libros y se quedaba all,
inmvil, con los ojos amarillos vidriosos fijos en un punto indeterminado. Y
haca unos ruidos muy raros, muy profundos, sin abrir la boca, como un
ventrlocuo. Lgubres, largos, melanclicos, como cuando en las pelculas
de miedo est a punto de ocurrir lo ms terrible, pensaba Marina, justo
antes de que resucite el muerto o que aparezca la cara cubierta de sangre de
un loco en la ventana.
El da en que huy, el gato se neg en redondo a comer y beber. Se pas
varias horas encima del armario moviendo la cola tiesa y temblorosa. De
repente solt un fuerte bufido, como un cohete de fin de ao antes de
explotar, y se tir sin vacilar sobre Maxim, que estaba sentado
tranquilamente en un silln viendo los dibujos animados. Todo ocurri en
cuestin de segundos. Sin dejar de bufar, Fedia, aquel gato tan carioso,
gordo, perezoso y castrado, dio un zarpazo a Maxim en plena cara y le dej
cuatro profundos surcos sangrantes en la frente. Despus salt casi hasta el
centro del saln y de otro brinco se subi al marco de la ventana (por poco
se cay, pero se agarr con las patas delanteras y, con todo el cuerpo pesado
temblando de nervios, consigui encaramarse con torpeza). Luego se
encogi, solt un maullido de demente y salt por la ventana abierta.

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Marina corri al balcn y asom medio cuerpo fuera, temiendo ver el


pequeo cadver atigrado. Sin embargo, el gato trotaba como si nada por el
pavimento y se intern en las profundidades del patio, como si volar desde
un sptimo piso hubiera sido su ejercicio de todas las maanas.
Marina no volvi a verlo nunca ms. Por la tarde fue a dar una vuelta por
los alrededores, sin xito, y regres a casa sintindose, en el fondo, aliviada.
Desde luego, no tena ni idea de qu debera hacer con aquel animal tan
agresivo si lo encontraba. Ponerlo en tratamiento? Dormirlo?
Seguramente, se habr puesto enfermo y se habr marchado a morir a
algn sitio, decidi Marina. Al da siguiente llev a Maxim a que le
pusieran la vacuna contra la rabia.
Al cabo de tres semanas, el gato, asustado y flaco, lleg por fin a su
antigua casa, en Tagnskaia. Vivi un mes ms en la basura, donde todos
los das una viejecita compasiva le llevaba leche en un platito de metal y
salchichas cocidas y cortadas muy finas. Y cuando lleg el fro, la viejecita
compasiva se llev a Fedia a su casa y lo llam Marusia.
Muri al cabo de diez aos, tranquilo, de viejo.

Doce
Tienen algn problema en la familia? pregunt Yelena
Guenndievna, cubrindose muy educadamente la boca con la mano
regordeta para ocultar un bostezo.
En qu sentido?
En el sentido... Son una familia monoparental? aclar con voz
cordial Yelena Guenndievna, aadiendo una expresin an ms
interrogativa a sus ojos de vaca de un azul apagado, protegidos por los
cristales bifocales.
Por qu lo pregunta? dijo Marina, malhumorada.
Bueno, he observado ciertos rasgos... Yelena Guenndievna cruz los
brazos sobre el pecho, blancos como la leche, adornados con pulseras y

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manchas pigmentarias, y se dispuso a soltar un discurso largo y


confidencial. Su hijo muestra trastornos mentales. Se trata de un
problema realmente serio.
Yelena Guenndievna era la psicloga del colegio.
Qu tipo de trastornos?
Falta de atencin, incapacidad para concentrarse, trastornos de la
memoria, somnolencia... Yelena Guenndievna se quit las gafas y
empez a frotarse los ojos con saa, produciendo una especie de fuertes
chasquidos. El nio no es capaz de seguir la clase. Marina guardaba
silencio. Sus notas son malsimas. El nio... Yelena Guenndievna se
interrumpi de repente, buscando una expresin ms afortunada que la que
estuvo a punto de decir. El nio no manifiesta ningn inters por los
estudios.
Ya dijo Marina.
Cmo que ya? pregunt la psicloga, sorprendida, y dej de
limpiarse las sustancias pegajosas de los ojos. No tiene nada ms que
decirme?
Como qu, por ejemplo?
Pues, por ejemplo..., que su hijo de doce aos no tiene ningn amigo.
No le extraa? Yelena Guenndievna volvi a ponerse las gafas con
delicadeza sobre el leve hueco brillante y rojo que ya tena formado en el
puente de la nariz.
Maxim juega mucho con su hermana, y con eso ya tiene ms que
suficiente.
Disculpe, pero yo no veo una gran proximidad entre ellos.
Porque van a clases distintas, por eso no la ve. Tengo que irme dijo
Marina, cansada.
Y, dgame, no le ha notado ningn comportamiento extrao en los
ltimos..., esto..., dos aos? Yelena Guenndievna no se dio por vencida.
Comportamientos extraos pens Marina con tristeza, todos los
que quieras. Pero no voy a contarte ni uno, gallina de cabeza hueca.
No. Marina se levant.

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Por no hablar de su fsico horrible. La psicloga se levant


bruscamente, se puso al lado de la madre, que ya se marchaba, e hizo un
movimiento extrao con las manos, como si quisiera retenerla por el vuelo
del abrigo, pero en el ltimo momento se contuvo. No es solo el
metabolismo... En las personas, todo est interrelacionado! La mente, el
alma...
Marina cerr silenciosamente la puerta a su espalda.

Y el cuerpo, s, el cuerpo, s, el cuerpo... La frase le daba un martillazo


en el cerebro a cada paso.
Cundo haba comenzado todo? Haca dos aos? Tres?
Cuanto ms vueltas le daba, ms le pareca que las cosas haban
empezado a cambiar no dos aos atrs ni tres, sino cuatro, despus de
aquella enfermedad fatdica que se haba alargado un mes. Fue entonces
cuando algo se alter tanto en el alma como en el cuerpo de su hijo.
El cambio fue muy sutil. Al principio se volvi ensimismado, distante,
algo as. Casi dej de salir a la calle. Llegaba del colegio y se pasaba el
tiempo en casa, dibujando y escribiendo en su libreta. Algunas veces, pero
cada vez con menos frecuencia, iban a buscarlo los vecinos con los que antes
sola jugar. Alegres, sofocados. Apretaban el timbre con sus manitas sucias,
impacientes. Llevaban una pelota nueva de cuero marrn, blandita y
crujiente.
Hola, seora Marina! Puede venir Max a jugar?
Claro que puede, si tiene ganas.
Pero Maxim no tena ganas. Negaba con la cortesa irrevocable de un
adulto, sonrea hipcritamente y no les quitaba el ojo de encima hasta que
cerraban la puerta y desaparecan.
En el noveno cumpleaos de los dos hermanos solo hubo invitados por
parte de Vika. Maxim se neg a sentarse con ellos a la mesa, cogi su racin
de pastel, se fue a su cuarto y pas all toda la tarde, solo.

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Y despus... Qu ocurri despus? En qu momento el asunto pas a


ser grave de verdad? Cuando tena diez aos?

Diez
Un da, cuando tena diez aos (estaba en cuarto curso), la maestra llam
a Marina y le dijo que, todos los das, Maxim le quitaba el desayuno a su
compaero Liosha Gvzdev y se lo coma (Marina visualiz a aquel nio
endeble y enfermizo, cuyas venitas azuladas de la cara se le
transparentaban a travs de la piel), un pastelillo dulce de queso y unos
bollitos de mantequilla que se llevaba de casa. Se haban enterado el da
anterior; una nia lo haba visto y lo haba contado. Gvzdev no se haba
atrevido a decirlo ni a los maestros ni a sus padres, porque Maxim lo haba
amenazado: si se lo contaba a alguien, lo estrangulara y lo enterrara en el
bosque.
Que lo enterrara en... el bosque? repiti Marina en voz baja.
Eso dijo. En el bosque corrobor la maestra con rostro imperturbable
. Quiere saber qu pas despus?
Marina intent imaginarse a Maxim apretando con las dos manitas el
fino cuello de pollo de Liosha Gvzdev. Los ojos de Liosha se le salan de las
rbitas, se le llenaban de sangre; su cara poseda por el pnico...
Ped a su hijo que se quedara despus de clase y le pregunt cmo
poda comportarse de aquella manera. Y sabe qu me contest? Marina
neg con la cabeza. Me contest: Yo puedo hacer cualquier cosa. Y
por qu?, le pregunt. Y l me dijo... Sabe qu fue lo que me dijo?
Qu?
Dijo: Yo puedo hacer cualquier cosa porque soy la reina.
La reina? Marina no caba en s de asombro. No dira el rey?
No. La reina. La maestra la mir como si Marina no estuviera en su
sano juicio. Entonces, usted cree que, si hubiera dicho el rey, no estara
pasando nada raro?

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Ms tarde, Marina, caminando nerviosa por la habitacin como un tigre


enjaulado y soltando un grito de vez en cuando, pregunt a su hijo qu
significaba todo aquello (Es que te pongo poco de comer?, Ests
enfadado con Liosha por algo?, De verdad lo has amenazado con
estrangularlo?, Y qu es esta historia de la reina? Me ests escuchando?
Qu es esto de la reina?). Pero Maxim no dijo ni mu. Tena la mirada
lgubre clavada en el suelo y no deca nada, como hacen los nios cuando
estn asustados o no saben como justificarse, como si les pareciera que el
quedarse mudos los hiciera invisibles, inexistentes...
El asunto acab con que Marina lo amenaz con castigarlo quitndole los
dulces durante la semana siguiente. (Tal vez no fuera el castigo ms severo
del mundo, pero a Maxim, que entonces ya estaba demasiado gordo para su
edad, los dulces eran lo nico que le gustaba y que apreciaba.)
No dijo Maxim en voz baja, y por primera vez en la conversacin la
mir a los ojos. Su mirada era malvada y glida.
Y Marina sinti tantas ganas de borrar, de atenuar aquella mirada terrible
y ajena que respondi:
De acuerdo. Pero promteme que no se repetir nada por el estilo.
No se repetir nada por el estilo dijo Maxim como un eco.

En efecto, nadie volvi a quejarse de l nunca ms, ni los compaeros de


clase ni los maestros. (Aunque despus pas lo del libro..., cuando la
llamaron de la biblioteca de la escuela para decirle que Maxim tena que
haber devuelto un libro haca tiempo, y Maxim le dijo que lo haba perdido.
Y ella dijo Bueno, no pasa nada, pag la multa a la biblioteca y al cabo de
un par de das encontr la cubierta de aquel libro y algunas pginas
arrancadas y arrugadas en el cubo de la basura. Hizo ver que no las haba
visto. Pero fue una tontera sin importancia.)

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S, al parecer, fue entonces cuando empez todo pens Marina


mientras abra la puerta e inspiraba el ya habitual olor rancio de la casa.
Los comportamientos extraos.

Doce
En el recibidor se encontr con su hija. Era delgada e inquieta; toda ella
formaba un extrao contraste con su hermano gemelo. Vika bes a su
madre en la mejilla sin decir nada, esper a que esta colgara el abrigo y se
pusiera las zapatillas y la sigui hasta la cocina pisndole los talones.
Mama, no quiero compartir habitacin con Max dijo Vika.
Por qu?
No se lava. La habitacin huele fatal. Y adems... En su cama hay cosas
que se mueven. Hay bichos.
No te inventes cosas.
Que s! Que es verdad, se mueven! Los he visto ms de una vez. Y
una noche vi como le corran por encima cuando dorma. Por favor, mam,
puedo cambiarme a tu habitacin, contigo?
Pero... Vika, ya sabes que de vez en cuando viene el to Vitia y se queda
en mi habitacin.
Por favor! El to Vitia viene ya muy, muy pocas veces!

Y dentro de poco dejar de venir del todo, pens Marina, recordando


con indiferencia el rostro fatigado y sombro de aquel que nunca estuvo a
tiempo de convertirse en parte de la familia. Dos aos atrs, cuando
aparentemente todo iba bien, casi se haba ido a vivir con ellos. Pero las
cosas haban cambiado.
Era cierto: el to Vitia iba a visitarlos muy, muy pocas veces (y aparte de
l, no iba nadie ms a verlos). Llegaba tarde, cuando los nios ya dorman, y

19

Una edad difcil

Anna Starobinets

procuraba marcharse lo ms temprano posible. Ella saba por qu. Tena


miedo de encontrarse, en el estrecho pasillo que llevaba al bao o en la
cocina pequea y ordenada, a Maxim. A aquel ser seboso, sudado y
cubierto de costras del acn. No quera tocar los mismos pomos de las
puertas que tocaban aquellas manos pegajosas ni sentarse en las mismas
sillas calentadas por aquel culo gordo. No quera recordar lo cerca que un
da haba estado de ser casi un padre para aquel monstruo.
Segua yendo de cuando en cuando, dejndose llevar por un sentimiento
de obligacin, o de compasin, o simplemente por la costumbre de acabar
en un lugar ajeno e incmodo. Se acostaba tarde en la cama de Marina, y
algunas veces, al incorporarse en los codos para apagar la luz, ella captaba
cmo la miraba. Era una mirada indagadora y aprensiva, la mirada
asombrada de un extrao que intentaba comprender desesperadamente
cmo la mujer que estaba tumbada a su lado poda haber trado al mundo
un monstruo tan repugnante.
A veces, ella tambin se lo preguntaba. A veces, ella tambin quera
marcharse de all y no volver jams. Pero era su madre. Su madre. Era su
condena...
Por favor, puedo? pidi Vika de nuevo.
De acuerdo. Te har sitio en el armario.

Una edad difcil. Solo est pasando por una edad difcil intentaba
convencerse Marina mientras revolva los trapos arrugados, examinando
distradamente los jersis con bolas y los vestidos viejos y metindolos en
bolsas. A esta edad, a menudo hay alteraciones en el metabolismo. Por
eso tiene sobrepeso y acn...
De repente le vino a la memoria el nio carioso, hablador y vivaracho
que un da fue, y se qued un instante paralizada. Solt la bolsa que
sujetaba en las manos de tan vivido y punzante que fue aquel recuerdo... S,
estaba pasando por una edad de cambios; aquello explicaba muchas cosas.
Pero cmo se explicaba aquel extrao temor manitico del aire fresco
(en invierno no consenta que ventilaran el piso de ninguna de las maneras),

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Una edad difcil

Anna Starobinets

aquella necesidad nauseabunda de un constante calor sofocante? Y cmo


se explicaba lo que haca...
se las coma
... lo que haca con las moscas? Vika se lo haba contado, y luego lo haba
visto con sus propios ojos, haba visto como buscaba moscas muertas en el
alfizar y detrs del radiador, las pona todas en un papel y...
se las coma
... se las llevaba a la habitacin de los nios.
Pasar por una edad difcil explicaba aquello?

Despus de llevar a los nios al colegio, Marina ventil el piso, como de


costumbre. Entr un momento en la habitacin de Maxim (ya no era la
habitacin de los nios; Maxim era su nico propietario, pues Vika ya no
entraba jams all), abri la ventana de par en par y se dispuso a salir. Pero
al pasar junto a la cama deshecha se acord de las palabras de su hija: algo
se mova en su cama. Bichos. Se acerc y observ con atencin la colcha
sucia y gris. No pareca haber nada. Habran sido imaginaciones suyas.
Sin embargo, haba algo raro. Tal vez fuera el penetrante olor rancio que
se intensificaba cerca de la cama, o tal vez, el aspecto tan anormal que
presentaba la almohada, lisa y turgente, demasiado bien colocada encima
de las sbanas arrugadas y manchadas. Quiz... Marina cogi la almohada
por una punta y la levant. Nada. Pero... pesaba mucho.
Marina meti la mano por debajo de la funda. Nada. Pero al sacarla,
palp algo... Una costura? Una cremallera? Rpidamente quit la funda
de la almohada y la golpe una bocanada de olor ptrido. En la lisa
superficie, entre lamparones de t y antiguas manchas indefinidas, haba un
corte largo y recto. En un borde tena unos cuantos botones cosidos con
grueso hilo azul, y en el otro haba unas presillas hechas del mismo hilo.
Marina desabroch aquellos extraos botones, introdujo la mano en el
blando aglomerado de plumas y solt un chillido agudo. Sus dedos se
haban metido en algo hmedo, pegajoso y repugnante.

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Una edad difcil

Anna Starobinets

Sac la mano y con dos tirones secos desgarr la tela vieja de la


almohada y observ el interior de plumas. Era... Pareca como si tiempo
atrs, mucho tiempo atrs, hubiera habido all galletas, barquillos,
chocolatinas... Se haban transformado en una maseta hedionda y pringosa
cubierta por pequeos gusanos blancos que parecan saludarla con sus
ciegas cabecitas negras. (No era la primera vez que vea gusanos como
aquellos. Los haba visto en una ocasin, cuando era pequea, en unas
colonias de pioneros.1 Infestaron la mesita de su vecina en busca de las
golosinas que se haba llevado de casa y que guard all todo el mes. No se
atreva a tirarlas porque se las haba regalado su madre.)
Qu es esto? Provisiones?, pens Marina con horror. Maxim se
pegaba atracones de dulces hasta casi reventar, y cuando no poda ms, se
guardaba el resto en la almohada? Y tal vez no solo en la almohada...
Marina se puso a cuatro patas y mir debajo de la cama. Azcar. Filas
ordenadas de paquetes abiertos de azcar en polvo. Por eso el azcar se
acaba tan deprisa en esta casa. En algunos solo quedaba un poco en el
fondo del paquete; otros estaban a la mitad. Dios mo. Oh, Dios mo. Qu
le pasa a este nio? Qu le pasa?
Lo tir todo. Los paquetes de azcar, la almohada, las sbanas y la
colcha. Limpi el suelo varias veces.
Por la tarde, Maxim fue a verla, arrastrando los pies gordos, hinchados.
T. Has revuelto mis cosas le dijo casi en un susurro.
Maxim, explcame qu... empez a decir Marina.
T. Contesta.
Qu forma es esta de hablarle a tu madre? exclam Marina.
T. Has revuelto mis cosas.
S, y he hecho muy bien, desde luego! Maxim, tienes que entender que
no lo he hecho con mala intencin, sino porque eres mi nio y solo quiero
que...
No soy un nio.

1 Organizacin infantil y juvenil que preparaba actividades y campamentos, a la cual


estaban inscritos la gran mayora de los nios soviticos. (N. de la T.)

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Una edad difcil

Anna Starobinets

Marina mir asustada aquella cara de expresin vaca, plida como una
enorme y abotagada vela de cera, y le dijo con voz dulce y falsa:
Maxmochka, maana, t y yo iremos al mdico, de acuerdo?
No. Maxim neg lentamente con la cabeza.
El nio alarg la mano al tarro de los bombones de chocolate, cogi un
Blochka, lo desenvolvi rpidamente y se lo meti en la boca.
Marina advirti que por la nariz de Maxim, hundiendo las patitas
inquietas en los poros grasientos de su piel, corra una hormiga. Marina
alarg la mano para quitrsela,
una vez vi como le corran por encima
pero Maxim retrocedi.
Ni lo suees dijo con voz ronca. T. No te atrevas a tocarme.
T. De repente, Marina pens que ya ni se acordaba de cundo fue la
ltima vez que Maxim la llam mam. Y tambin pens que quiz no
deseaba or aquella palabra saliendo de aquellos labios babosos y glotones.
La hormiga lleg hasta la ventana de la nariz y se detuvo de golpe.
Perpleja, movi las antenas y las patitas delanteras hacia el abismo negro y
ventoso. Al cabo de unos momentos se zambull decididamente en la
oscuridad.
Y no te atrevas a entrar en mi habitacin dijo Maxim. Est claro?
Percibi en l una fuerza desconocida,
no soy un nio
pero implacable y sosegada, ante la cual se senta muy pequea,
impotente y estpida. Aquella fuerza, fuera lo que fuera, someti su
voluntad y la oblig a decir:
S. Est claro.

Marina intentaba no dar demasiadas vueltas al asunto, pero de vez en


cuando... De vez en cuando no poda evitar preguntarse: quiere a alguien
este nio? A ella probablemente no. Haca tiempo que ya no le manifestaba

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Una edad difcil

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la menor muestra de afecto; ms bien, se limitaba a soportarla. Tampoco


quera a su hermana. Sin embargo, ella lo irritaba menos. Por lo visto, para
Maxim, la convivencia era una simbiosis con la familia. La familia le daba
comida y bebida, y l... Qu les daba Maxim a ellas? No, probablemente,
simbiosis no era la palabra adecuada... Parasitismo describa mejor la
situacin.
El padre? Tambin lo tena olvidado con la ms absoluta indiferencia.
En realidad, era mutuo. Maxim no tena amigos. Le daban miedo los
animales; tal vez hasta los odiase. No haca falta ms que acordarse de aquel
gatito... Y mejor no acordarse.

Dos meses atrs, Marina compr un gatito gris atigrado en los puestos
del metro. Vika se entusiasm con el animalito. Enseguida at un papel de
plstico a un cordel y estuvo toda la tarde jugando con el nuevo Fedia.
Maxim le lanz una rpida mirada hostil y se march a su habitacin.
Al principio, Fedia estaba asustado. Se escondi debajo del radiador y
desde all, sin moverse, segua con la mirada codiciosa los complejos
movimientos del misterioso papel. Pero despus sucumbi a la curiosidad.
Dio un par de zarpazos desde debajo del radiador con las uas separadas y
al cabo de dos minutos se lanz resueltamente a la caza.
Por la noche ya haba conquistado el sof, la butaca y los visillos, haba
adaptado el empapelado del pasillo a sus necesidades profesionales de
afilador y recordaba donde estaba su platito.
Cosa inhabitual en l, Maxim cen muy poco aquella noche y no quit el
ojo de encima al nuevo compaero de piso. Fedia, por su parte, mostr
inters por Maxim.
Primero desde lejos, desde el rincn opuesto de la cocina, y despus...
Despus, Fedia arque el lomo en posicin belicosa, levant la cola fina, la
curv, tensa, tomando repentinamente una similitud asombrosa con un
macaco de dibujos animados, y corri hacia Maxim con saltos valientes y
torcidos. El gato pis el freno junto a su pierna, se le agarr al pantaln con
las uitas y empez a trepar, colgando de las patas delanteras, soltando

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Una edad difcil

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maullidos agudos y resbalndose hacia abajo, como un escalador inexperto


en un precipicio.
Vika se rea. Pero Maxim, plido como una sbana, miraba fijamente al
gato con horror. Despus, con un movimiento brusco, se lo sacudi de la
pierna (el gatito vol unos dos metros) y, sin dejar de patalear con furia,
atragantndose con la saliva, se puso a chillar: Quitaaa! Quita! Quita!
Quita! Quita!. Despus corri a su habitacin.
Marina pens entonces que la reaccin de su hijo era consecuencia del
ataque que sufri por parte del antiguo Fedia, un trauma infantil, y se dijo
que se acostumbrara al cabo de un par de das.
Pero no dio tiempo a que pasaran un par de das. A la maana siguiente,
Marina encontr al nuevo Fedia hecho una bolita temblorosa debajo del
radiador de la cocina en un pequeo charco de sangre. Fedia tena la oreja
derecha arrancada
de un mordisco
y la izquierda colgaba de un frgil y fino hilo de piel.
Aquel mismo da lo evacuaron con urgencia a casa de una pariente
lejana, la abuela Mania, que viva en la barriada de Kchino. La abuela
Mania cur al gatito, pero de todas formas muri a los tres meses de una
enfermedad desconocida.

De modo que estaba claro que aquel nio no quera a nadie.


Sin embargo, haca cierto tiempo, s hubo una persona por la que mostr
un sbito inters e incluso una especie de preocupacin, cosa que
sorprendi desagradablemente a Marina y la haca enfadar. Aquella
persona era la ex suegra de Marina, la abuela paterna (quien morira poco
despus), que llevaba el nombre, semejante a un graznido agorero, de Sara
Mrkovna.
Marina nunca haba sentido una especial simpata por su suegra. No se
trataba de una animadversin instintiva ni celos, sino de un sentimiento del
todo racional; al menos, eso le pareca a ella. La cuestin era que, pese a ser
la nica abuela de los nios (los padres de Marina haban fallecido cuando

25

Una edad difcil

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ella tena diecinueve aos) y pese a no tener ms nietos, no mostraba


ningn inters por Maxim y Vika, nunca les haca regalitos, nunca los
invitaba a su casa y, por lo visto, tena mucha dificultad en acordarse de sus
nombres cuando los vea.
Exista una leyenda familiar en torno a la juventud heroica y a las
hazaas de la gran madre Sara Mrkovna, segn la cual, en el invierno de
1943, Sara Mrkovna, viuda y embarazada de nueve meses (la semana
anterior se le haba comunicado la muerte del marido en la guerra), fue
evacuada a la ciudad de Frunze, la actual Bishkek, en un glido y
traqueteante vagn de mercancas con los cristales rotos. Por la noche le
empezaron las contracciones, y, entre terribles tormentos, dio a luz trillizos.
Con sus propios dientes cort el cordn umbilical, se quit la ropa, envolvi
con ella a los bebs y les puso nombre: Rosa (como su madre), Aglaia (le
gustaba como sonaba) y Albert (como el protagonista de su novela
preferida, Consuelo). A la maana siguiente llegaron a Frunze, y Sara
Mrkovna, casi desnuda y con tres bebs en los brazos, cruz la plaza del
mercado ante los asombrados kirguises y se sent en un banco casi
inconsciente. Los recin nacidos bramaban desesperados: tenan hambre,
pero el pecho de la extenuada Sara Mrkovna estaba seco. En aquel
momento apareci la Salvadora. Era una cabra blanca como la nieve con
unas ubres grandes y preciosas llenas de leche. Nadie supo de dnde haba
salido aquella cabra. Ayud a alimentar a los retoos, no se movi del lado
de Sara Mrkovna durante los dos aos siguientes y cuando termin la
guerra se march, nadie supo adonde, tan inesperadamente como apareci.
A Marina aquella historia le pareca vulgar, falsa, aburrida y, sobre todo,
inventada de cabo a rabo por la propia Sara Mrkovna, que iba contndola a
diestro y siniestro con todo descaro. En opinin de Marina, la madre de su
marido era una persona engreda, de pocas luces, tacaa y en absoluto
abnegada. O, ms exactamente, era egosta a ms no poder. Por no hablar
del nombre horrible y rebuscado con el que haba bendecido a su hijo, sin
importarle que a la mayora de sus conciudadanos el nombre Albert les
sonaba ms a alemn que a francs. Era imposible que no se hubiera dado
cuenta.

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Una edad difcil

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En algunas ocasiones, Marina trataba de justificar la indiferencia que la


suegra senta por Maxim y Vika con los sufrimientos y las privaciones que
una madre de tres nios habra sufrido en los tiempos de la guerra. Quizs
los nios le trajeran recuerdos desagradables de los suyos. Sin embargo,
despus del divorcio, Marina perdi definitivamente las ganas de justificar
a Sara Mrkovna.
La herencia que leg Sara Mrkovna a sus tres hijos se compona de
egosmo y ausencia total de amor maternal. Ni Aglaia ni Rosa tuvieron
descendencia. Albert se cas a los cuarenta y cuatro aos con una Marina
de veinticinco y no pensaba en nios; los trajo al mundo, en fin, por culpa
de un descuido y los abandon sin ninguna pena a los cincuenta y uno,
cuando su reloj biolgico, siempre retrasado, marc la hora de la
correspondiente crisis de la madurez.

Por supuesto, algo de verdad s que haba en la leyenda familiar. Para ser
estrictos, Sara Mrkovna estuvo embarazada de trillizos, los trajo al mundo
y los aliment durante la guerra (y aquella fisiologa felina result ser tan
fuerte que el misterioso gen de los gemelos pas a los hijos de Marina). Sin
embargo, a Marina le pareca del todo evidente que no haba llevado a cabo
su proeza gracias a una cabra blanca como la nieve. Fuera cual fuera la
verdad (probablemente sera de lo ms aburrida y prosaica), se la llev
consigo a la tumba.

La muerte de Sara Mrkovna fue lenta y sosegada. La noche del 15 al 16


de septiembre de 1998 se la llevaron a un hospital sucio y miserable de
Svernoie Chertnovo con el diagnstico de apopleja, le dieron unos
cuantos pinchazos y la dejaron en una camilla, en el pasillo, hasta la
maana siguiente.
Estaba tumbada boca arriba entre las sbanas mugrientas y notaba como
por los brazos, que colgaban ya desprovistos de voluntad, le corran las
cucarachas, pero no tena fuerzas para sacudrselas.

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Una edad difcil

Anna Starobinets

Por la maana se la llevaron, ya paralizada, a la unidad de cuidados


intensivos, donde pas los ltimos das de su vida.
Precisamente aquellos das se dio un cmulo de circunstancias que hizo
que sus hijos estuvieran tremendamente ocupados y no pudieran pasar
tiempo con ella. No obstante, pagaron a las enfermeras con toda la
generosidad que pudieron para que trataran a la paciente con atencin y
amabilidad, le cambiaran la cua en los momentos adecuados, la giraran
para que se tumbara un rato sobre un lado y otro rato sobre el otro, le
pusieran inyecciones y le evitaran las lceras por decbito. A lo largo de
dos semanas (aquel fue el tiempo que dur el viaje de Sara Mrkovna desde
el camastro del hospital hasta la tumba), Aglaia fue a verla dos veces; Rosa,
tres, y Albert, solo una, pero al menos fue con los nios.
Marina no se extra de que Vika aceptara hacer una ltima visita a la
desagradable y antiptica viejecita, que era casi una desconocida para ella,
porque Vika apreciaba muchsimo estar con su padre y aprovechaba
cualquier excusa para pasar un rato con l. Pero la reaccin de Maxim la
dej totalmente descolocada: no solo acept de buen grado ir al hospital
aquella vez, sino que despus sigui yendo a ver a la abuelita enferma todos
los das, l solo.
Todos los das, todos, iba a verla al hospital.
Ella yaca boca arriba y observaba en silencio lo que haca l.
Quera girarse, pero no poda.

Lo que ms asombr a Vika fue que su hermano, tan perezoso, gordo y


siempre somnoliento, era en realidad mucho ms organizado que ella,
por decirlo de alguna manera.
Por ejemplo, con sus cosas. A primera vista parecan desparramadas sin
orden ni concierto. Pero en verdad cada una tena un sitio asignado
rigurosamente, y Maxim se pona hecho una verdadera furia, sufra un
ataque de rabia, si alguien, ya fuera por casualidad o a propsito, le
cambiaba algo de sitio. Tena todas sus cosas dispuestas de tal manera que,
si las necesitaba, poda encontrarlas inmediatamente y cogerlas a cualquier
hora del da o de la noche, incluso con los ojos cerrados.
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Una edad difcil

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O en su rutina diaria. Por las maanas se despertaba solo, sin necesidad


de despertador (de hecho, mucho antes de que sonara el despertador) y
siempre exactamente a la misma hora. Tambin coma siempre a la misma
hora. Es decir: si bien era cierto que coma todo el tiempo, los platos ms
sustanciosos y suculentos se los tomaba con una puntualidad
extraordinaria. Lo cual se traduca en la siguiente rutina: a las ocho y media
de la maana, el desayuno en casa; a las doce del medioda, el almuerzo en
el colegio; a las tres, la comida en el colegio; a las cinco y media, la
merienda en casa; a las ocho, la cena; a las diez, el t de la noche con
galletas, y en mitad de la noche (a las tres, le pareca a Vika, pero no estaba
segura) se despertaba y durante largo rato, masticando ruidosamente,
coma algo que se haba escondido en la cama con anterioridad.
Vika nunca vio el tesoro que esconda en la almohada. Ni tampoco los
paquetes de azcar debajo de la cama. Sin embargo, una vez vio otra cosa,
una cosa que la empuj a dejar la habitacin comn para siempre (al menos,
fue la gota que colm el vaso, y la decidi ms que la peste y otras
incomodidades cotidianas).
Un da, mientras se preparaba la cartera para ir al colegio, a Maxim se le
cay un sobre al suelo. Sin que l la viera, Vika lo cogi, se lo meti debajo
del jersey y no lo abri hasta que estuvo en clase.
En el sobre haba un calendario de aquellos de tarjeta con una ilustracin
abigarrada en el reverso. En los cuatro meses anteriores haba cuatro das
rodeados por un crculo rojo, y otros cuatro, por un crculo azul. Junto a los
azules haba irritados signos de interrogacin escritos con mucha fuerza.
Los mrgenes estaban repletos de incomprensibles clculos, tachones
furiosos con la tinta corrida y torcidos signos de exclamacin e
interrogacin.
A Vika le entraron ganas de romper y tirar aquel hallazgo ininteligible,
pero una sensacin extraa, como si los das sealados en rojo y los
enigmticos cmputos estuvieran relacionados con ella, precisa e
ntimamente relacionados con ella, se lo impidi y la oblig a mirar el
calendario una y otra vez.
De repente lo comprendi. Haca poco que le haba venido la regla, haca
solo unos meses, y todava no se le haba estabilizado. Pero estaba
totalmente segura, para horror suyo, ms que segura, de que los nmeros

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Una edad difcil

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marcados en rojo sealaban los primeros das del ciclo. Qu podan


significar los azules, no lo saba. Pero no era importante. Era suficiente con
los rojos. Rojos como la sangre. Era suficiente con comprender que l haba
estado observndola se le crisp el rostro, sentada al pupitre, de
vergenza y repugnancia, que haba estado espindola.
Aquel mismo da, Vika habl con su madre y por la noche ya durmi con
ella.

Diecisis
Un cuento,
una moraleja,
una cuada atada
a la pata, a la silla,
a la rama de tilo,
en la guarida del perro.
Cancin infantil del siglo XIX para echar algo a suertes
Salgo igualmente? Lo invito yo? No. No salgo. Me espero aqu.
Demasiado maquillaje pens desesperada Vika, estudindose en el espejo
del lavabo del colegio. No tendra que haberme pintado los prpados,
para nada. Y menos de color lila con purpurina. Queda de lo ms vulgar. Y
tendra que haberme puesto el vestido largo. Me quedara mejor. Este se me
levanta de atrs; tengo que bajrmelo todo el rato. Qu mal. He echado por
la borda la fiesta de fin de curso.
La puerta se abri y el lavabo se llen con el ruido desaforado de la
discoteca, las pisadas irregulares de tacones, el susurro de los aerosoles de
desodorante y la mezcla del sudor adolescente con un aroma qumico de
flores.

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Una edad difcil

Anna Starobinets

Me queda mal el lila? pregunt Vika a una amiga que se esparca a


manos llenas el contenido de un tubo de maquillaje en crema encima de la
piel brillante de la nariz regordeta y llena de granos.
Qu lila? pregunt aquella con tono melanclico, concentrada en su
tarea.
El de los ojos! Me los he pintado de lila!
Ah, te queda muy bien. Est bien. La amiga sigui con las mejillas.
Venga, que ahora viene la lenta.
Ya asinti Vika con el aire de un condenado.
Volvi a pensar que era mejor esperar dentro del bao a que pasara
aquella lenta (sera la quinta!). Las cuatro de antes haban sido una
pesadilla tras otra. Durante toda la primera se haba quedado sentada en la
silla como una tonta, apoyada en la pared. l tambin se haba quedado
sentado, era cierto, en la otra punta de la sala de actos, pero le haba
parecido que miraba a una chica de su clase, de piernas largas y flacas, que
bailaba delante de sus narices balancendose de forma un poco torpe, como
un muelle.
Con la msica marchosa, Vika bail en un corrillo de compaeras de
clase. l no bail. Se qued sentado en la silla, muy erguido, y de vez en
cuando la miraba. Aquello le dio esperanzas. Pona mucha atencin en que
todos sus movimientos fueran bonitos y en no meter la pata, pero no estaba
segura de si vala la pena levantar las manos para bajarlas despus
suavemente, con movimientos ondulantes y erticos a lo largo de todo su
cuerpo. Algunas chicas lo hacan y no quedaba mal. Vika lo prob una vez:
levant las manos, empez a bajarlas despacio, pero algo se le encogi por
dentro y al final el movimiento result bastante ms patoso que ertico.
Cuando son la segunda cancin lenta, Vika quiso salir de la sala, pero
por el camino la agarr Iliusha Gusinov (el ms bajito de la promocin y
tambin el ms baboso). A Vika le supo mal decirle que no y bail con l.
Aquello s que fue una autntica pesadilla. Todos los vieron. l los vio. Vika
le sacaba media cabeza. Tena la altura perfecta para poderlo besar
cmodamente en la frente. Ola a algn ungento y a chicle cido Stimorol.
En todo el tiempo, mientras cambiaban el peso de un pie al otro, no dej de
masticar, intimidado, sin decir nada, y cuando el volumen de la msica
empez a bajar, le retir de encima las manos sudadas, que apenas le haban
31

Una edad difcil

Anna Starobinets

rozado la cintura, y se march rpidamente visiblemente aliviado. Lo malo


fue que an quedaba una estrofa entera de cancin, y los dems siguieron
bailando, pero ella tuvo que volver humillada a su sitio, donde descubri
que se le haban roto las medias y tena una carrera horrible desde el pie
hasta arriba. Por eso las siguientes canciones movidas se las pas sentada en
la silla.
La tercera cancin lenta era libre, es decir, las damas sacaban a bailar a
los caballeros. Mientras Vika daba vueltas al mtodo que utilizara para
suicidarse si se levantaba, se acercaba a l, lo invitaba a bailar y l deca que
no, la chica de las piernas largas lo levant resueltamente de la silla, se
apret contra l y empez a bailar como si fuera una lambada,
transgrediendo todas las leyes del ritmo (y las del decoro). Est claro que a
l le gusta pens Vika, mirando de soslayo a su rival. En primer lugar,
va vestida normal, y no tiene las medias rotas (Dios mo, pero por qu no
me habr puesto el vestido largo? No se me vera la carrera!). En segundo
lugar, va a la misma clase que l, y yo a la otra. Vika volvi a mirar un
momento a la pareja. Estaban hablando muy animadamente mientras
bailaban. l se le acerc al odo y le dijo algo con una sonrisa (qu pasaba?,
se lo haba parecido o realmente le haba dado un beso disimulado en el
cuello? Entonces... Entonces...!), y la chica solt una carcajada sonora e
incontenible, y l tambin se ri.
Pero la ms terrorfica fue la cuarta. Cuando empez se le acerc otra vez
Iliusha Gusinov (pero qu poca vergenza! Estaba claro que consideraba
que ella era la ms fea de las tres clases y que estara dispuesta a bailar con
quien fuera) y le alarg en silencio la mano abierta. Ella se neg. Iliusha se
encogi de hombros con indiferencia y ofreci la mano a la vecina de Vika,
que se levant con un suspiro de resignacin. En aquel momento, Vika vio
por el rabillo del ojo que l se levantaba. Se levantaba. Cruzaba la sala.
Hacia ella. Intent esconder la pierna con la carrera debajo de la silla y se
prepar. Lo mir, conteniendo la respiracin, oyendo los latidos
desenfrenados de su corazn. Se diriga directamente hacia ella; no haba
duda. Lleg a su lado, y entonces... pas de largo. Vika se qued paralizada
en la silla, sin atreverse a mirar, temiendo ver hacia qu chica se diriga
exactamente, junto a qu chica estaba, de qu chica esperaba un s.
Por fin, Vika se gir. Justo a tiempo de verle la espalda: sali de la sala.
De verdad se marchaba? El baile de fin de curso terminaba a las doce de la

32

Una edad difcil

Anna Starobinets

noche, y an eran las once y media. Se iba media hora antes? Angustiada,
Vika volvi a mirar al umbral vaco, y precisamente en l apareci la masa
informe de su hermano (pero qu haca ah? No era que no iba? No, por
favor. Por qu haba ido...). Vika se gir de inmediato y fingi que se
estudiaba las medias rotas. Se avergonzaba de su hermano. Enrojeca solo
de pensar que toda la escuela lo saba. Saban que ella y aquel monstruo
imbcil y torpe vivan bajo el mismo techo, que coman en la misma mesa, y
que diecisis aos atrs haban nacido al mismo tiempo, de una misma
madre, despus de haber compartido el mismo vientre durante nueve
meses, entrelazados ntimamente el uno con el otro.
Vika observ de reojo a su hermano. Recorri la sala de actos con la
mirada turbia, meti pesadamente un pie en la sala, pero cambi de opinin
y se march. Vika suspir, aliviada. Se qued sentada un poco ms, luego
se levant, fue hasta la puerta abierta y se asom con cautela. Su hermano
haba desaparecido; seguramente se haba ido a casa. Pero, en cambio,
quien se acercaba a zancadas rpidas a la puerta de la sala era Liosha
Gvzdev. Vika volvi a meterse en la msica y el calor sofocante, y sonri.
Al final no se haba ido. Qu bien, al final no se haba ido.

Bueno, qu, vienes? le pregunt su amiga. Ya haba terminado de


embadurnarse la cara, que haba transformado en la mscara de la muerte,
y estaba rocindose generosamente las axilas con un aerosol de desodorante
muy perfumado, fff,fff,fff.
No respondi Vika.
Cmo que no? pregunt su amiga, sorprendida, an echndose
desodorante, fff,fff,fff.
No.
Pero es la ltima lenta!
Se me han roto las medias.
Te dejo las mas. Llevo unas de reserva.
Vika se puso las medias de licra de color carne, se coloc bien la falda y
sali del bao.

33

Una edad difcil

Anna Starobinets

En el pasillo, junto a la entrada de la sala de actos, estaba Liosha


Gvzdev, sombro, ceudo, observando concentradamente la rugosa
columna verde oscuro, el sitio donde se colgaban las noticias del colegio.
Vika se recoloc la falda de nuevo mientras se acercaba a l, apretando el
paso y pensando que era imposible imaginarse cmo haba sido de
pequeo: flaco y endeble como un pollo. Pero ahora era tan alto. Tan...
inaccesible. Las nias de octavo haban escrito su nombre en las paredes del
lavabo de chicas. Y ella tambin lo haba escrito en la pared una vez. Liosha.
Pero luego lo haba borrado. Liosha.
Ech una ltima mirada a la columna y luego la mir a ella, triste y
nervioso.
Quieres...? dijo casi en un susurro. Quieres bailar conmigo?
A Vika le dio vueltas la cabeza. Se recoloc la falda.
S.

Y todo sucedi tal como ella haba querido. Tal como haba soado
durante los ltimos dos aos. l la llamaba todas las tardes y hablaban
mucho rato. Quedaban casi todos los das. l no iba mucho a casa de Vika,
cierto; su hermano siempre estaba en casa, y era prcticamente imposible
estar ah: si su madre no sala, no tenan sitio para sentarse, aparte de la
cocina (pero tambin apareca por all, y ni siquiera podan abrazarse), pero
si su madre no estaba, an era peor. La habitacin donde dorman ella y su
madre estaba libre, pero el hecho de saber que, al otro lado de la pared,
Maxim estaba tumbado en su cama apestosa y que poda levantarse en
cualquier momento y quedarse detrs de la puerta, escuchando, espiando, o
incluso entrar, no los dejaba estar tranquilos y los empujaba a la calle, lejos,
cuanto ms lejos, mejor.
Por ello, a veces iban a casa de Liosha (aunque tampoco se sentan
demasiado cmodos, porque a su madre no le gustaba Vika, pese a que l lo
negara), otras veces iban al cine y otras, las ms, paseaban por el bosque. Y
se besaban. Y hablaban del futuro.

34

Una edad difcil

Anna Starobinets

Aquel da, un trrido domingo de agosto en el que brillaba un sol


implacable, fue el ltimo da bueno de la vida de ambos.
Aquel da fueron a pasear por el bosque (l la coga de la mano; todo el
tiempo la llevaba cogida de la mano) y observaban los pjaros.
Haba muchsimos; no era normal que hubiera tantos. Lo inundaban todo
con sus cantos roncos y gruones, abriendo con ansia el pico osificado y
ancestral, volando entre los rboles a una altura muy baja, casi a ras de
suelo.
Qu curiosos. Qu pjaros son estos? pregunt Liosha.
Vencejos, dira respondi Vika, y un recuerdo inquietante (de la
infancia?, de algn sueo olvidado?) la sacudi desagradablemente un
momento y desapareci.
Esprame aqu un segundo, vale? dijo Liosha. Tengo que ir a...
Ahora vuelvo.
Se intern entre los rboles y se alej bastante para que ella no lo viera.
Se detuvo detrs de un lamo grande y medio seco y se desabroch los
tejanos. Esper un poco a que se le bajara la ereccin y apunt al tronco.
Por culpa de los trinos estridentes de los pjaros o del murmullo que
haca l tard un poco en or los pasos que se acercaban a su espalda.
Cuando por fin los oy (por qu lo haba seguido? Es que no poda
esperar a que uno fuera al bao?), empez a subirse la bragueta a toda
prisa, pero la cremallera se le atasc. Mientras tiraba de ella, irritado, not
una mano que se le posaba en el hombro, una mano basta y pesada. No era
la de Vika...
Todava pelendose con la cremallera abierta, Liosha se volvi y vio a
Maxim.
Te acuerdas de lo que promet? susurr Maxim.
El qu? Cundo? dijo Liosha tambin en un susurro, sin saber por
qu.
En cuarto. Lo que promet que hara contigo en cuarto.
Liosha dej la cremallera en paz, mir a Maxim a los ojos y solo entonces
se asust de veras. Maxim tena una pupila ms grande que la otra. Una era
un punto negro, diminuto y punzante clavado en un crculo azul; la otra,
35

Una edad difcil

Anna Starobinets

como si el sol deslumbrante de agosto no existiera, estaba totalmente


dilatada y pareca rodeada solo por un fino trazo circular de rotulador azul.
Entonces es que est enfermo de la cabeza pens Liosha y not como
un sudor helado le caa a chorros por la espalda y el abdomen. Tal vez
tenga un tumor... He ledo algo de eso en algn sitio...

Querida mam: Liosha y yo nos hemos ido de viaje. Hace


mucho que lo decidimos, pero tena miedo de decrtelo
porque te habras enfadado cuando te hubiera dicho que
quera dejar el instituto. No te preocupes por m. Cuando
volvamos (dentro de un ao ms o menos), enseguida me
pondr a estudiar. No me busques, por favor. Un beso, Vika.

La nota, escrita en un papelito sucio salpicado de manchas y churretes,


estaba pegada a la puerta de la nevera con un imn en forma de pepino. Su
madre la cogi y la ley una y otra vez. La letra era de su hija, un poco
apresurada y nerviosa, pero era la suya, sin duda. Qu le haba pasado?
Se le haba ido la chaveta? De viaje?
Encontr el telfono de Liosha y llam. Olga Konstantnovna, la madre
de Liosha, le dijo que su hijo tambin haba desaparecido.
No, no ha dejado ninguna nota dijo la madre de Liosha, y ambas
guardaron silencio unos instantes. A mi hijo jams se le pasara por la
cabeza una cosa semejante. Seguro que ha sido idea de su hija... Olga
Konstantnovna solloz con mucha pena y colg.

Desde luego, Marina la busc. No dej de buscarla ni un instante.


Aeropuertos. Estaciones de tren. Estaciones de autobs. Aduanas. Listas de
pasajeros. Fotografas de peridicos.

36

Una edad difcil

Anna Starobinets

Hoteles. Hospitales. Depsitos de cadveres. Bsqueda internacional.


Polica. Detectives privados. Adivinos. Haban desaparecido en agosto, y ya
estaban en abril. Nada.

Y el catorce de abril desapareci Maxim. Haba salido de casa el da


anterior por la tarde, y ya llevaba veinticuatro horas ausente.
Su madre decidi que esperara dos horas ms antes de llamar a la
polica. Fue a la cocina, se hizo un t y se sent un rato. Bebi un par de
sorbos y tir el resto. Luego fue hasta el espejo y se mir el rostro reseco y
surcado de arrugas tristes. Empiezo a parecerme a una momia pens.
Empiezo a parecerme a una vieja.
Antes de llamar a la polica quiso volver a mirar en la habitacin de
Maxim. Tal vez, pens de repente, haba dejado una nota. Igual se haba
cado y no la haba visto.
Conteniendo la respiracin como de costumbre y preparndose para la
nusea que le esperaba, Marina entr. Sin embargo, el olor era casi normal:
haba abierto la ventana el da anterior, despus de que se marchara, y la
habitacin se haba ventilado completamente en aquellas veinticuatro horas.
Las cortinas de tul se agitaban suavemente con la brisa. Miles de motas
doradas de polvo, como una bandada de insectos livianos y microscpicos,
flotaban extasiados en los ltimos rayos de sol. La habitacin,
desacostumbradamente fresca e invadida sin miedo por los copos
cenicientos de la pelusa de los lamos, los gritos de la calle y el olor de la
gasolina, le produjo una sensacin de asombro y de abandono. Una
habitacin abandonada para siempre.
No haba ninguna nota. Por si acaso mir debajo de la mesa, detrs de la
mesita de noche y debajo de la cama. El azcar estaba all, como siempre.
Pero, para su sorpresa, entre los paquetes transparentes y medio vacos
descubri otra cosa. Una libreta.
En la tapa, escrito con caligrafa infantil en letras maysculas de varios
colores, se lea: DIARIO DE MAXIM.
Marina lo abri.

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Una edad difcil

Anna Starobinets

DIARIO DE MAXIM
boi a escrivir un diario ya no soi pequeo i pronto ire al
colejio. no boi a ensear el diario anadie.
Maxim 6 aos
10 de junio de 1994
e dicho a papa que boi a escrivir un diario, papa se a
puesto contento i me a filizitado. dize que toda lajente
intelijente escrive un diario, escriven ai lo que piensan i papa
me a filizitado.
Vika no tiene diario yo creo que porqus tonta.
11 de junio de 1994
no me gusta la agela mama de papa, pero eso esta mal,
tene en la barba una berruga y tene bigote.
es toda fea. no quiere a mama y a enseado mal a papa,
poreso papa amarga la bida de las pesonas y ella es una
bieja.
12 de junio de 1994
oi no e pensado nada i no e echo nada e sacado la basura
pero no es inporante.
15 de junio de 1994
papa i mama gritan i se pelan todo eltiempo. yo i vika
emos pensado acer un cuento para que no se pelen. Los
amamales se pelan i luego biene unleon i les da a todos lo
mismo i ya no se pelan.
tamien pense un cuento de piratas del espasio pero a
mama no le gusta i vika no entiende.

38

Una edad difcil

Anna Starobinets

17 de junio de 1994
el cuento a salido mal, todo el rato vika se olbidaba de las
fases i no ace bien el sorro i la ardiya, papa i mama se reian
poco, no se reian i luego por la noche otra bez gritaban.
21 de junio de 1994
papa se a ido de biaje de trabajo
25 de junio de 1994
oi mama a echo ber que estaba mui contenta a dicho nos
bamos. al zoo o a casa de la tia masha, vika quera ir a casa
de tia masha i yo al zoo, emos jugado a piedra papel estijera i
e ganado yo, yo tenia piedra i vika estijera
yo le e chafado las estijeras. vika siempre saca estijeras i oi
tambin, las saca.
e bisto: jirafas, alefantes, ipopotamos, monos i un oso
pardo.
no e bisto: abestrus i oso blanco i yo queria berlos e
comido: un algodn uno i un elado de baya entarrina uno.
29 de junio de 1994
oi a vuelto papa!!
2 de julio de 1994
papa otra bez se a ido de biaje de negocios, cuando papa
se a ido mama le a gritado i luego loraba, vika le preguntaba
cuando vuelve pero mama dice que es de negocios
que este negocio es mui largo i igual siempre
pero papa puede venir del negocio a beces acasa los
domingos.
mui raro, yo nontiendo i vika nontiende.
16 de julio de 1994

39

Una edad difcil

nos
an
mentirosos!

Anna Starobinets

engaado! mentirosos! mentirosos,

NOQUIERO
mentirosos,

mentirosos!

5 de agosto de 1994
mamai papa se separan
vika i yo bamos a bibir con mama, pero no boi a escribir
mas el diario ya no me gusta i no quero
20 de agosto de 1994
nos emos canbiado de casa, la casa nueva es mui fea. no
me gusta nada, me escapare nose. me gustaba la casa de
antes, esta no me gusta nada, es mui pequea i fea i no es
grande.
1 de septiembre de 1994
oi emos ido a col nos a llebado mama, primero un tinbre i
luego la clase dela paz.2 vika i yo nos an puesto en clases
diferentes, yo A i vika B. me da pena poque vika a llorado
pero es igual nos an puesto en clases separadas.
todas las clases las ara nadezhda mijailovna. dize que
lascuela es nuestra segunda casa i que ai que cuidarla.
yo me pareze que no me gusta la segunda casa.
a mi lado se a sientado un nio todo el rato se mete el
dedo en la nariz i tene mocos, despus de clase se va a su
casa bolando con su papa en abion
papa tanbien bendra a buscarme al cole pronto
2 de septiembre de 1994
nos an dado una oja i nos an dicho de acer una redonda en
las banderitas i acer raitas. para qe sirve?

2 La clase de la paz es la primera clase que se hace al comenzar cada curso, en la que se
habla del civismo, la patria rusa y las bondades de vivir en paz. (N. de la T.)

40

Una edad difcil

Anna Starobinets

atension atension! todos todos todos! inbasion de


bisitantes estraterrextres. bienen de la astrella Al
Fabetagama. ai que vuscar refujio i disparar, tengo una
pistola csmica nueba.
4 de septiembre de 1994
nos an dado palitos para contar rojos
10 de septiembre de 1994
cumpleaos, an benido: papa, agela, tia masha tio vitia
tia zhenia a sido mui aburrido i no dibertido
me an regalado un coche i una cartera nueva i bonita
no se porque si ya tengo cartera
i un libro del espacio bonito i una camisa fea.
no man traido la bici no querian
a vika le an traido dos muecas feas un bestido feo un
armario de gugete i un espego de gugete todo mui feo. la
agela no a regalado nada solo una caja de bonbones i
cuando la emos avierto estaban todos blancos i mama se a
enfadado mucho i dice que estaban cacudados i que abia que
tirarlos, estaban embenenados.
en la mesa mama i papa no an ablado casi i
yo i vika pensamos que papa se quedaba pero se a ido con
la agela.
si mama i papa se separan eso es que no se quieren mas.
11 de septiembre de 1994
ya no quiero escribir mas un diario
Nobela de tobots
Cuando se conocen

41

Una edad difcil

Anna Starobinets

Pronto bolaremos. Nos an dicho, como te lamas? Maxim i


Andrei, Liosha i Vika, Igor i Seriozha.
Nuestro coete es bueno. No ai grabedad. Ai telebisor. Ai
radio. El coete bolara con la belocidad de escape.
Bolamos a algunos planetas. A Marte, a la Luna, a Venus.
Lo que bio Maxim por la ventana
Una bez Maxim miro por la ventana, i grito Ala! i todos los
otros nios fueron a ber.
I que bieron en la Luna? Bieron un castillo con murallas i
una torre. I enbez de otra torre abia un radar.
Dice Maxim bamos a aterrizar amigos. I aterrizamos.
La Luna era grande. Entonces Maxim bio un coete.
Tenia dos paneles solares. Maxim ordeno que fueran todos
a ese coete.
El coete era mui grande. Tenia unos aparatos mui bonitos. I
nos llebamos el coete.
Los tobots que bibian en la Luna nos persigen. Tienen otro
coete. Lo cojen i nos persigen en el coete. Pero entonces
nosotros sacamos el can i empezamos a disparar.
I encendemos la mxima velocidad. I empez la gerra con
los tobots.
Como aterrizamos en la Luna
Ya emos dicho que empez la gerra con los tobots. Los
tobots tenian armas mui buenas. Los tobots se fueron al
espacio. I se llebaron las armas al espacio.
Luego Andrei bio por la ventana un sitio en la Luna.
Aterrizamos all.
Como ganamos a los tobots

42

Una edad difcil

Anna Starobinets

Una bez Maxim dijo que cojemos armas especiales i bamos


a fuera. Cojemos armas especiales i bamos a fuera. Andrei
manda Fuego!!! i los asisarramos i todo el castillo se
destrue.
Fin de la nobela. Maxim 7 aos.

Maxim. Casi 8 aos.


21 de agosto de 1995
Estoy enfermo. Tengo 38 de fiebre. Todo el dia estoy
tumbado, que aburrido. Otra bez voy a escribir el diario.
Ayer paseamos con mama por el bosque. Vika todo el rato
iba de superior.
Vimos pajaros raros. Bueno, los pjaros eran normales pero
acian cosas raras. Gritaban fuerte todo el rato con el pico
abierto. Mama dijo que era porque iba a llover. Pero aller no
llovio. Y hoy tampoco al reves hoy ha echo sol y mucho calor.
Pienso todo el rato en los pajaros. Son muy curiosos. Por la
noche he soado con ellos. Ha sido un sueo raro. Primero
era que yo volaba y era muy bonito. Luego venan unos
pajaros muy grandes y me persegian. Me queran comer.
Entonces yo veia una cueva grande y volaba alli y los pajaros
volaban detras de mi. Luego me he despertado.
21 de agosto de 1995 noche
En realidad no he contado todo el sueo. Pero el diario mio
no lo lee nadie asi que es igual y lo escribo. Cuando soaba
que bolaba yo era como una nia. Tambin llebaba ropa de
nia un vestido como el de Vika. Bueno el suyo es azul con
rayas verdes y el mi era negro. Y del vestido salan unas alas
trasparentes y grandes.
22 de agosto de 1995
Me duele mucho la oreja.
23 agosto de 1995
43

Una edad difcil

Anna Starobinets

Me duele la oreja. Como si algo se arrastrara por dentro. Le


he dicho a mama que hay algo que se arrastra por dentro.
Ella dice que eso siempre pasa cuando las orejas se resfrian.
25 de agosto de 1995
Todo el dia me ha dolido la oreja y la cabeza tambin. Hay
algo que se muebe por dentro.
26 de agosto de 1995
Me duele mucho
1 de septiembre de 1995
Vika ha ido al cole pero yo no. Me duele mucho la cabeza
otra vez y tengo mucho calor. Me cuesta mucho escribir el
diario.
2 de septiembre de 1995
Esta noche he tenido mucha fiebre y por la maana Vika ha
dicho que he gritado mientras dormia y ella ha llamado a
mama. Yo no me acuerdo.
Por la maana mama me ha trado leche caliente y me ha
preguntado que haba soado tan terrible. Todo el rato me
obligaba a beber la leche caliente y yo tenia ganas de
bomitar. He quitado la nata asquerosa de la leche y la he
echado en un platito. No me acuerdo de nada de lo que he
soado.
2 de septiembre de 1995 noche
Ya me acuerdo del sueo. He soado otra vez que era una
nia y tenia unas alas trasparentes y grandes. Pero no quera
que nadie las viera y por eso me las arrancaba con mis
propias manos. Y eso me dolia mucho, mucho mas que la
oreja.
No se lo contare a mama.
5 de septiembre de 1995
44

Una edad difcil

Anna Starobinets

Si le echo mucho azucar a la leche esta mas buena. Pues


si. Y tambin estn buenos los huevos moles. Antes cuando
nos poniamos malos papa siempre nos lo hacia. Aora mama.
No los hace tan buenos pero es igual tambin me gustan.
9 de septiembre de 1995
Otra vez una pesadilla.
Me ponia bueno i iba al colegio. En la clase de lectura tenia
muchas ganas de ir al lababo a hacer caca y pedia permiso.
Iba al lababo, me bajaba los pantalones y veia que mi piel era
negra. Me asustaba y iba al espejo y beia que la cara tambin
era negra y de la boca me salan unos colmillos largos y
negros. Y no tenia los ojos azules, eran negros, todos negros.
O sea que el blanco del ojo era negro y se mesclaba con el
redondo negro que en la realidad es azul.
Me quitaba toda la ropa y me ponia a llorar. Pero tenia
muchas ganas de ir al lababo y acer caca y fui. Pero luego
miraba y lo que abia salido era muy raro. Muchas bolitas
pequeas y blancas. Y entonces tenia mucha ambre y me
coma unas cuantas bolitas. No me acuerdo del sabor. Luego
me ponia a llorar otra vez y sali corriendo del lababo. Corria
por el pasillo del colegio pero iba muy muy despacio. Me
costaba mucho correr. Entonces me ponia a cuatro patas y
entonces corria mas deprisa.
Entraba corriendo en la clase y todos se levantaban y
estaban delante de mi y se reian y me sealaban con el dedo.
Y tanbien Nadezhda Mijailovna se rea. Y entonces me diecia
que saliera a la pizarra. Y yo beia entonces que estaba
desnudo y estaba a cuatro patas. Y me despert.

Maxim. 8 aos
10 de septiembre de 1995
Ayer
Hoy ha sido nuestro cumpleaos. Mama me ha regalado
una pistola de agua. No me gusta. Vika ha dicho que por mi
culpa no ha benido nadie y

45

Una edad difcil

Anna Starobinets

Ayer tuve
y aora Vika no me abla. Es tonta. Yo no tengo la culpa si
estoy enfermo. Si fuera ella la que esta enferma yo no abria
dicho nada asi.
Ayer tuve mis primeros hijos. Me comi tres. Necesitaba
fuerzas.
17 de septiembre de 1995
El gato se ha puesto rabioso. Yo no le he hecho nada malo
y el se me ha tirado a la cara desde el armario y me ha
araado la frente. Lo odio! Y luego ha saltado por la ventana
y se ha escapado. Mama ha ido a buscarlo. Si lo encuentra y
lo trae a casa lo voi a cojer esta noche por las patas y lo voi a
colgar de la cola.
Tenia razn. Es un buen
17 de septiembre de 1995 noche
No lo ha encontrado. Dice que ha cojido la rabia y se ha ido
a morirse. Mi gatito! Por que he querido torturarlo? El no
tiene la culpa si se ha puesto enfermo.
Tenia razn. Es un buen sitio. No podia
18 de septiembre de 1995
Me an puesto una indiccion contra la rabia. Es igual si
encuentro a ese gato lo voi a atar y le voi a dar una paliza.
No podia aber encontrado un sitio mejor para el Reino. Aqui
ace calor
19 de septiembre de 1995
Aqui ace calor y es bastante seguro. Hay bastante comida.
10 de noviembre de 1995
Hoy me he dado cuenta de que no echo de menos a papa.
Vika si que lo echa de menos pero yo no. Todo el rato esta
preguntando cuando viene papa. Le gusta mucho salir con el.

46

Una edad difcil

Anna Starobinets

A mi me da igual. En realidad no me gusta salir ni con papa ni


con los otros nios. Ace mal tiempo, ace frio y todo esta
mojado.
11 de noviembre de 1995
No quiero a papa y ya esta.
No se si quiero a mama. A beces me parece que seria
mejor si tubiera otra mama.
Entonces esto quiere decir que no quiero a nadie? No, no
es verdad. Si que quiero a algien. Siento amor por algien.
Queremos mucho a mama. Ella nos ha tenido a todas. Y
tendr mas de nosotras. Nuestra mama es la Reina. Cuando
seamos mayores nos casaremos con ella.
Aunque... no tenemos sexo. Da igual, nos casaremos con
ella igual.

Maxim. Nueve aos.


Tengo miedo. Me parece que yo

Tiene diez aos


20 de septiembre de 1997
Hace dos aos que vivo aqu. Vivo en la cabeza.
rdenes de la Reina:
1. Obedecer en todo a la Reina.
2. Defender a la Reina.
3. Escribir el diario.
Escribir el diario esta bien. Escribir el diario es necesario.
Sirve para ordenar las cosas. Sirve para ordenar las ideas.
4. Conservar el calor.

47

Una edad difcil

Anna Starobinets

Gracias al calor nos reproduciremos. Gracias al calor


estaremos bien.
5. Alimentar a la Reina y a las hijas de la Reina.
6. Tener provisiones. Tener provisiones es muy importante.
No tenemos suficiente comida. Hay que tener comida. Hay
que esconderla. Hay que cogerla.
Necesitamos: protenas e hidratos de carbono.
Protenas: carne (cruda o cocida, guisada, asada), insectos
(vivos o muertos), setas, plantas.
Hidratos de carbono: el polen, la savia dulce de rbol y los
excrementos de pulgn son muy difciles de conseguir.
Se pueden sustituir por muchas otras cosas: azcar,
chocolate, caramelos, pastelillos, zumo de sanda, miel.
La miel ya no es peligrosa. Ya no nos quedaremos pegados
a ella.
Octubre de 1997
Esto es muy importante. De momento me acuerdo. Yo soy
Maxim. Voy a cuarto de primaria. Casi siempre saco
excelentes.
Cuando abra el diario el prximo da, volver a leer esto y
me acordar. Por si acaso lo volver a escribir.
Yo soy Maxim. Voy a cuarto de primaria. Casi siempre saco
excelentes. Tengo diez aos. Mi madre se llama
Somos todas hermanos y hermanas. Todas somos hijas de
la Reina. Todas somos una. Somos las nias de la Reina.
Somos parte de la Reina. Nosotros Yo quiero a la Reina. Yo soy
la Reina.
Me llamo Maxim. Tengo diez aos. No me dejan
Nuestra raza es muy antigua. Vivimos en la Tierra desde
hace ciento cincuenta millones de aos. A lo largo de este
tiempo nos hemos vuelto sabias.
Hemos aprendido
pulgones.

cuidar

animales.

Hemos aprendido a cazar. Sabemos


cangrejos y hasta animales grandes.

48

Sabemos
cazar

criar

insectos,

Una edad difcil

Anna Starobinets

Hemos aprendido a trabajar la tierra. Sabemos cultivar


setas.
Hemos aprendido a construir. Sabemos cmo construir el
Reino.
Hemos aprendido el arte de la guerra. Sabemos luchar
contra otros Reinos.
Hemos aprendido a amar. Sabemos querer a la Reina.
Hemos aprendido a tener esclavos. Antes sabamos
someter a los insectos y las plantas. Ahora sabemos someter
tambin a
No me dejan
15 de noviembre
Mi madre se ha enterado. Me ha preguntado quin es la
Reina.
rdenes:
1. Protegerse, protegerse, protegerse, protegerse. En esta
forma de existencia, la glndula del veneno no sirve para
atacar ni defenderse. Hay que protegerse de otras maneras.
2. No pronunciar jams la palabra Reina en voz alta. Es
peligroso.
3. No volver a tocar nunca ms su comida. La Madre te
dar los pastelillos dulces de queso y los bollos.
4. Acumular provisiones.
Invierno
Dormir ms. Bien caliente.
Primavera. Verano.
Todo va segn el plan.

Tiene once aos

49

Una edad difcil

Anna Starobinets

Otoo
A veces me da pena
nos da pena
Cree que en su casa vive su hijo.
Pero en su casa vive el Hormiguero.
Pero en su casa vive el Reino.
Nos hace gracia.
Cmo deberamos llamarla? Ya no es nuestra mam.
Nuestra mam, mamata, nuestra mam es la Reina. La Reina
est en nuestra cabeza.
Ella es una Madre extraa. Ella solo nos alimenta. No
queremos a la Madre. Queremos a mami. Queremos a
mamita. Queremos a la mami de las hormigas. A la Reina de
las hormigas.
23 de octubre de 1998
Me han dejado escribir. Ya no queda casi nada de m. Son
muchas ya viviendo dentro de m. Tal vez varios miles. Es
difcil calcularlo ya.
A veces las entiendo muy bien. A veces oigo claramente su
voz. La voz de la Reina, que las gobierna. Y a m tambin.
Tiene una voz muy bonita.
S cuando tienen hambre y quieren que les d de comer. O
cuando tienen fro. O cuando tienen miedo y debo
protegerlas.
Ahora ya no veo que esto tenga nada de malo. Al revs, mi
obligacin es proteger a la Reina.
Pero me da la impresin de que hay algo ms grande. Me
da la impresin de que tienen un objetivo. No solo vivir
dentro de m y gracias a mi ayuda. Pero no s cul es ese
objetivo. De momento me lo esconden. Es posible que estn
ponindome a prueba. Es posible que no confen en m lo
suficiente...
Ya no queda casi nada de m. Cuando no quede nada en
absoluto, entonces sabr cul es el objetivo.
24 de octubre
50

Una edad difcil

Anna Starobinets

Saco casi todo excelentes. Cmo puede ser? No hago los


deberes, no estudio nada. NO S NADA.
Nosotras sabemos muchas cosas. Somos muy antiguas.
25 de octubre
Debera aprender algo ms de ellas.
He cogido un libro muy til de la biblioteca del colegio. Se
llama Insectos: pequeos amigos y grandes enemigos.
Precisamente hay un captulo sobre las hormigas.
Si aprendo ms cosas sobre ellas, tal vez pueda escapar
Ah, es un buen libro. Me gusta mucho. Y si arranco las
pginas ms interesantes y las pego en el diario?
Venga.
Qu interesante nos parece. Estamos contentas.

La importancia econmica de las hormigas es muy grande.


Muchas clases de hormigas son fundamentales para la
formacin del suelo, pues lo mezclan, lo airean y lo fertilizan.
Algunas hormigas (por ejemplo, las hormigas rojas de bosque
o las tejedoras) se emplean para combatir las plagas de
plantas nocivas. Pero algunas hormigas tambin destruyen la
madera y resultan perjudiciales para la agricultura (por
ejemplo, las hormigas recolectoras y las podadoras).
Pero las hormigas recolectoras tambin desempean un
papel positivo: esparcen las semillas de ciertas plantas y
enriquecen el terreno.
Sin embargo, ciertas especies de hormigas pueden
transmitir enfermedades a las personas y los animales.
La reproduccin de las hormigas y su asentamiento se
desarrolla de la siguiente manera: una vez al ao,
normalmente a finales de verano, aparecen muchas
hormigas voladoras en el nido. Los das calurosos levantan el
vuelo. Bandadas de golondrinas, vencejos y otros pjaros
vuelan entre las hormigas lanzando gritos agudos y
cazndolas. La reproduccin tiene lugar tanto en el aire como
en el suelo. Despus, los machos mueren, y las hembras se
cortan las alas con los dientes o se las rompen y buscan un
51

Una edad difcil

Anna Starobinets

sitio para construir el nido. Cuando lo encuentran depositan


la primera tanda de huevos, que suelen ser alrededor de una
decena.
La comunidad habita en el nido entre ocho y diez aos.
Una familia de hormigas puede llegar a tener un milln de
miembros.
La madre puede ser fecundada por unos veinte machos.
Suele hacer solo un vuelo cuando est en celo, pero el
esperma sigue siendo til a lo largo de toda su vida. El
esperma de cada macho se guarda por separado en el
organismo de la madre, de modo que en cada puesta de
huevos se transmite la herencia gentica solo de un padre.
La mayor parte de la descendencia se convertir en
hormigas obreras asexuales. Cuando las obreras de la
primera puesta crecen, la hembra dejar de alimentar a las
larvas y se ocupar solo de poner huevos. A partir de
entonces, las obreras se alimentan por s mismas y alimentan
a la hembra y a las larvas mediante las secreciones de las
glndulas salivales. De vez en cuando llevan al nido restos de
insectos muertos.
Invierno.
Hay que moverse menos. Estar en sitios calientes.
Primavera. Verano.
Tenemos hijitos nuevos!
El ciclo de crecimiento de las hormigas incluye una
transformacin total, como todos los himenpteros. Primero
salen las larvas de los huevos. A lo largo del crecimiento
cambian la cutcula (la capa exterior) varias veces. Esto se
llama muda. La etapa larval termina con la transformacin en
crislida.
Antes de convertirse en crislida, la larva deja de
alimentarse, eructa el meconio (el contenido de su intestino)
y, como sucede en la gran mayora de hormigas, se envuelve
en un capullo de seda (son precisamente estos capullos a los
que la gente llama huevos de hormiga). Dentro de la crislida
tiene lugar una modificacin radical del cuerpo del insecto: la
52

Una edad difcil

Anna Starobinets

larva sin patas y con forma de bolsa se convierte en un


individuo adulto de morfologa compleja (imago). Los
estadios anteriores del ciclo vital de las hormigas se agrupan
bajo la denominacin de cra.

Tiene doce aos


Ya tenemos cuatro aos.
O sea, ya hemos vivido casi la mitad de nuestra vida. Es
hora de pensar en serio en el futuro. Qu queremos ser?
Otoo
La saliva de las personas enfermas tambin atrae a las
hormigas. En general les gustan mucho ms las secreciones
de las personas enfermas que las de las sanas. Por ello
suelen encontrarse hormigas faran en las unidades
quirrgicas. No ha sido sino recientemente que los
trabajadores de algunos hospitales de los pases blticos han
conseguido controlar las plagas de hormigas. Los insectos se
escondan en el algodn y las vendas, y durante la operacin
llegaban hasta el escalpelo del cirujano.
S, los muy respetables autores de este libro estn
totalmente en lo cierto con respecto a nuestros gustos.
Vamos a ver a la abuelita todos los das.
Invierno
No hay nada en el mundo que huela tan bien como nuestra
Reina.
Pero: hay veces en que su Hermana tambin huele muy
bien. Nos gusta. Queremos
26 de febrero de 1999
Es su sangre. Una vez al mes.
53

Una edad difcil

Anna Starobinets

Me he dado cuenta de que Vika


Oh, eso es justo lo que quiere la Reina. Pero lo primero que
hay que hacer es calcular.
Primavera
A las hormigas les gusta vivir en simbiosis con otros
organismos vivos. As, las hormigas cuidan a los pulgones
para poder comerse sus excrementos dulces.
El primero que estudi la simbiosis de las hormigas con los
pulgones fue el importante entomlogo ruso A.K. Mordvilko,
quien mostr que esta forma de simbiosis surgi hace mucho
tiempo: se descubrieron hormigas y pulgones en mbar. Las
hormigas desarrollaron instintos complejos relacionados con
el cuidado de los pulgones. Los protegan para conseguir sus
excrementos, procuraban proporcionarles los brotes ms
tiernos y jvenes y en invierno se llevaban a las hembras al
hormiguero.
Con frecuencia, al favorecer la reproduccin de los
pulgones, las hormigas acarrean serios daos. Sin embargo,
en nuestros bosques, las hormigas cran solo unas especies
de pulgones que no causan perjuicios graves a los rboles.
Tambin existe una simbiosis entre hormigas y plantas
mirmecfilas. Estas plantas suelen tener nectarios especiales
que segregan sustancias lquidas dulces, y estas atraen a las
hormigas, que construyen el nido en la parte central y porosa
del tallo o del tronco o en una cavidad de estos.
Las plantas proporcionan refugio y alimento a las
hormigas, y estas, a su vez, limpian el tronco de parsitos y
las protegen, pues se comportan como sustitutos vivos de las
espinas.
Apuntes de la Reina:
El 20 de agosto de 1995 empec un experimento hasta
ahora nico en la historia de la Tierra: la toma de un cuerpo
humano y la construccin en l de un Hormiguero-Reino.
Penetr por la cabeza del individuo a travs del canal auditivo
y puse all (y he seguido poniendo) los huevos, con la

54

Una edad difcil

Anna Starobinets

subsiguiente diseminacin de la descendencia por todo el


organismo.
Los experimentos anteriores con las plantas Endospermum
formicarum, Cecropia adenopus, Myrmecodia pentasperma y
otras se revelaron como casos de simbiosis excepcionalmente
exitosa y ventajosa para ambos.
La duracin de la vida del individuo excede de largo la
duracin de la vida de las hormigas. Segn mi opinin, en el
Reino Humano podramos vivir no de ocho a diez aos, sino
mucho ms, veinte o tal vez treinta, pues nos asimilaramos
al ciclo vital del individuo. Pero estaba equivocada. Ahora veo
que eso no es posible.
Este cuerpo no es adecuado para el Reino. Se ha
estropeado y ya no sirve.
Estn parcialmente destruidos: el hgado, el estmago, la
vescula biliar, el duodeno, el cerebro.
Con mal funcionamiento: las glndulas sudorparas y las
sebceas.
Adems: la epidermis y el msculo cardiaco estn en mal
estado (150 latidos por minuto y con frecuentes
interrupciones del ritmo).
La circulacin de la sangre en el cerebro es dificultosa.
Malos movimientos peristlticos.
Nuestro propio estado tambin
consonancia con el estado del Reino.

ha

empeorado,

en

No obstante, la edad del cuerpo es de doce aos.


Cunto tiempo seguir funcionando? He ordenado que se
realicen clculos, y el resultado es poco optimista: cuatro
aos; cinco, como mximo.
Considero imprescindible y urgentsimo
orientacin del experimento y prescribo

modificar

la

La Reina prescribe que se haga un clculo general y que


empiece el cumplimiento del Nuevo Plan cuanto antes.
Verano

55

Una edad difcil

Anna Starobinets

La Reina est muy triste. Pobre Reina. Pero no podemos


hacer nada por el momento.
No hay nada que hacer! No hay ninguna regularidad. Tal
como estn las cosas, es totalmente imposible calcular el
periodo de ovulacin. Dudamos de que, tal como estn las
cosas, sea posible que tenga lugar la fecundacin.
Me gustara mucho ayudar a la Reina, pero todava no
puedo! No he crecido lo suficiente. Tengo miedo de no
conseguirlo!

Tiene trece aos


Otoo
Fragmento del ltimo y brillante discurso de la Reina, que
pronunci ante sus sbditos justo esta maana:
Y por eso debemos emplear todas nuestras fuerzas para
llevar a cabo nuestro Nuevo Plan. Pues a da de hoy nadie
tiene dudas sobre su simplicidad, grandeza y conveniencia.
Solo si nos unimos de verdad, solo si crecemos juntas
desde el principio repito: desde el principio!, podremos
conseguir lo que deseamos. Queris un aumento de la
duracin de la vida? Queris vivir hasta los ochenta aos?
Queris ver el nacimiento de una nueva civilizacin, de una
civilizacin ideal? Amigas mas! Hijas mas! Lo haremos
juntas.
A todas les encant el discurso!
A m tambin me gust. No hay nadie ms inteligente, ms
bueno ni ms brillante que la Reina.
Invierno
Fragmento del informe FCRJV (Fraccin Cientfica Real
Juntos, la Vida):
En el presente momento ya podemos afirmar con total
seguridad que el ciclo de la Hermana por fin se ha
estabilizado. La menstruacin y la ovulacin tienen lugar a su

56

Una edad difcil

Anna Starobinets

tiempo debido. Sin embargo, todava es pronto para hablar


de la inmediata realizacin del Plan.
Motivo: el organismo de la Hermana no est preparado
para albergar un feto tan complejo (o tal vez varios). Un
embarazo corriente ya provoca cambios hormonales muy
complicados en el organismo de un individuo humano del
sexo femenino. De modo que la fecundacin con esperma
saturado de larvas de hormiga puede ocasionarle procesos
an ms complejos. A da de hoy, el organismo de la
Hermana no es capaz de soportar la carga deseada ni, por
tanto, puede traer descendencia al mundo a corto plazo,
segn el proyecto "Juntos, la Vida".
Es necesario esperar. El periodo de espera aproximado son
tres aos.

Tiene catorce aos


Los seres necrforos trasladan los cadveres. Las hormigas
sacan a sus congneres fuera del hormiguero. Esta
caracterstica est relacionada directamente con la
quimiorecepcin. Las hormigas son muy sensibles al cido
oleico, una de las sustancias que segregan los insectos al
descomponerse. El individuo que se mancha con cido oleico
es percibido por sus parientes como muerto, y lo sacan del
nido aunque aquel muestre una fuerte resistencia.
Nos encontramos muy mal. Estamos enfermas. Mueren
muchas. Menos mal que, en las condiciones en que se
encuentra nuestro Reino vivo, podemos sacar los cadveres
fuera del organismo de manera mucho ms sencilla que en
las condiciones de un hormiguero normal de bosque.
Estamos tristes. Estamos asustadas. Tenemos miedo de
morir antes de que podamos llevar a cabo nuestro Plan.

Tiene quince aos

57

Una edad difcil

Anna Starobinets

Y le falta poco para los diecisis.


Aguantamos como podemos. Es hora de empezar a cavar
la madriguera. Hay que comer ms. Con la construccin de la
madriguera se nos ir mucha fuerza fsica.

Tiene diecisis aos


Otoo
Hoy hemos ido al bosque y hemos empezado a cavar. Ha
sido el primer da. Antes de empezar a trabajar, la Reina ha
querido hacernos un discurso, pero no ha podido. Nuestra
Reina est muy enferma.
No tendremos que esperar mucho ms. Pero podr la
Reina poner una tanda de larvas suficiente para la
fecundacin inminente? Tendr bastantes fuerzas?
Tenemos un poco de miedo, pero estamos rebosantes de
esperanza.
Invierno
Para no desmoralizarnos, nos entretenemos con cualquier
cosa. Nos quedan los ltimos recortes de su libro. Los
pegamos aqu.
Qu habilidades tan asombrosas poseen las hormigas! Las
segadoras se alimentan de setas que ellas mismas cultivan
en cavidades subterrneas. Preparan abono para las setas y
las fertilizan, separadas por brigadas. La primera brigada
corta trocitos de hojas de los rboles y luego las tritura. La
segunda transporta las hojas trituradas al hormiguero. En
este trayecto, fuertes hormigas soldado acompaan a la
brigada. Sus mandbulas poderosas son capaces de atravesar
la piel humana.
En casa, las hormigas obreras reciben las hojas trituradas y
las mastican con minuciosidad. Despus, las pequeas
hormigas jardineras dividen la masa resultante en porciones
minsculas, eliminan los parsitos y abonan las setas con
esta especie de papilla.
58

Una edad difcil

Anna Starobinets

Las obreras que se ocupan de la agricultura hace tiempo


que perdieron la capacidad de reproducirse. Simplemente, no
tienen los rganos necesarios. Ese es el precio que hay que
pagar por su pericia profesional!
Qu habilidades tan asombrosas... Cunta ingenuidad.
Qu tontera.
Sabemos hacer cosas muchsimo ms complejas. Pero
ahora no viene al caso.
Y aqu va otro fragmento. Este es nuestro preferido. Nos
remos cuando lo leemos.
Las caractersticas del comportamiento de las hormigas a
lo largo de muchos aos han empujado a los estudiosos a
suponer la existencia de inteligencia en estos insectos. Sin
embargo, a da de hoy esta teora est refutada por
completo. Se ha demostrado que las hormigas se guan
exclusivamente por instintos complejos.
Primavera
La madriguera est lista.
Da de verano
Me siento vieja, muy vieja. La juventud se me ha pasado
volando! El da de hoy... Ah! Se parece tanto a aquel, hace
tanto tiempo, cuando yo era joven y guapa! Todos los
hombres, absolutamente todos, me iban detrs. S, aquel da
tuve muchsimos maridos, ms de veinte. Bailbamos,
bailbamos, bailbamos en el aire. Aquel da fund el Reino.
Hoy es el da perfecto para llevar a cabo el Plan.
Tarde de verano
Hoy hemos llevado a cabo el Plan. Primero he tenido que
matar a su macho. Y luego lo he hecho, lo hemos hecho. Ella
chillaba y quera escapar. La hemos atado. Le hemos tapado
la boca con un esparadrapo. Luego hemos hecho lo que t
ordenaste. Con asco. Sin deseo. Ha sido muy desagradable.

59

Una edad difcil

Anna Starobinets

Porque nosotros solo te queremos a ti! Yo solo te quiero a ti,


mi Reina!
La hemos obligado a escribir una nota para la Madre.
La hemos metido en la madriguera. Atada.
Le llevaremos comida. Le llevaremos agua.
hablaremos con ella. Hasta que se cumpla el plazo.

Incluso

Qu he hecho. Dios mo, qu le he hecho a mi hermana!


Porque es mi hermana...
Noche de verano
Estamos todas aqu, hermanos y hermanas. Todas somos
hijas de la Reina. Todas somos uno. Somos las nias de la
Reina. Somos parte de la Reina. Nosotras somos yo. Quiero a
la Reina.
Yo soy la Reina.

Otoo. Tiene diecisiete aos.


Hemos acondicionado la madriguera contra el fro. Para
que sobreviva.
Tarde de invierno
La hemos atado mal. Por poco se escapa. Se ha revolcado
por la madriguera. Saltaba y se pegaba en el vientre.
Quera
Proyecto!

matar

nuestras

hijas!

Quera

arruinar

el

Nos hemos enfadado mucho.


Menos mal que hemos llegado a tiempo.
Abril de 2005
Esta es la ltima anotacin. Me muero. Nos morimos. Ya no
tenemos fuerzas. Pero tengo que llegar hasta la Hermana. Se
ha cumplido el plazo. De verdad tengo que ir con ella,
querida?

60

Una edad difcil

Anna Starobinets

Habla conmigo, despdete de m! Habla con nosotros,


Reina!
Es la ltima anotacin. Me muero.
He hecho todo lo que he podido. He llevado a cabo el Plan.
Es la ltima anotacin.

Primer ao
Con un gemido, Vika expuls de su interior tres grandes huevos
viscosos, unidos por el cordn umbilical. Parecan un aberrante racimo de
uvas. Muri al cabo de unos minutos, en el mismo momento en que las
hormigas empezaban a abandonar el cuerpo inerte de su hermano.
Abandonaron su cuerpo. Salieron al exterior. Miles y miles.
Primero caminaron por su cuerpo, por su casa fra e inmvil, trazando
senderos finos y tortuosos por las mejillas, por el mentn, por los ojos
abiertos y vidriosos.
Despus bajaron al suelo y, despacio, en fila, formando un negro y triste
cortejo fnebre, se dirigieron a los huevos. Los lomos brillaban dbilmente a
la luz de la lmpara de queroseno.
En el centro de la madriguera, varios centenares de hormigas se
separaron del torrente general y se arrastraron hacia la salida. Cargaban con
un cuerpo gigante y retorcido, el de la madre de las hormigas. Estaba
muerta. La sacaron de la madriguera y se la llevaron lejos, con cuidado, a
las profundidades del bosque. Queran enterrar a su Reina en la tierra
hmeda de abril, entre las hojas putrefactas del ao anterior.
El resto de hormigas se acercaron a los huevos. Con las patitas negras,
con las afiladas mandbulas negras rompieron la capa blanquecina y blanda
de los huevos.
Un nio estaba totalmente azul y no respiraba. Los otros dos aspiraban
con ansia el aire liviano y fro de abril y lloraban con chillidos estridentes y
penetrantes.

61

Una edad difcil

Anna Starobinets

La madre descubri la madriguera enseguida. La busc sin pensar, con


indiferencia, guiada solo por una espantosa intuicin, y al llegar a la
entrada se qued paralizada, mirando el sombro interior.
Las hormigas ya haban cortado el cordn umbilical; metdicas, llevaban
hojas, hierba y ramitas a la madriguera y las colocaban alrededor de los
pequeos cuerpecitos con sumo cuidado.
La madre estaba tranquila, muy tranquila, sin saber por qu. Su hijo y su
hija yacan delante de ella, inmviles y vacos. Haban vuelto a adquirir su
semejanza primigenia: la piel del mismo color ocre claro, el vientre
hinchado, impotentes los dos bajo tierra. Sus hijos. Dos envolturas yertas.
Les cerr los ojos y los bes en la frente fra, primero a uno y luego al otro.
Despus mir en el rincn ms remoto de la madriguera. Dos recin
nacidos, un nio y una nia, lloraban sin cesar. Tenan fro. Avanz un paso
hacia ellos, pero se detuvo en seco, pues sinti una amenaza: al percibir que
se acercaba, las hormigas que trajinaban alrededor de los bebs se quedaron
un segundo inmviles, atentas, y luego se movieron hacia ella.
No la atacaron. Simplemente, no la dejaban pasar.
Un poco ms lejos estaba el beb muerto. A l s que le dejaron acercarse.
Lo cogi con cuidado y advirti que era bastante ms pequeo que los otros
dos (seguramente ya habra muerto en el tero) y que no se le haban
formado los rganos sexuales.
Lo enterr all cerca, al pie de un lamo. Sac a Maxim y a Vika de la
madriguera con bastante esfuerzo y los arrastr hasta lo profundo del
bosque, lo ms lejos que pudo de la madriguera. Y regres.
Los bebs seguan llorando.
Dios mo, quieren comer pens. Se morirn de hambre. Quin va a
darles de comer? El diario deca que alimentan las larvas con la secrecin...

Hay que darles leche, hay que comprarles comida de bebs, hay que

62

Una edad difcil

Anna Starobinets

Alimentan las larvas con la secrecin de sus glndulas salivales


traerles un sonajero, un jerseicito
A veces les llevan al nido trozos de insectos muertos

Las hormigas obreras se alimentan a s mismas y alimentan las larvas


con la secrecin de sus glndulas salivales pronunci en voz alta, sin
saber lo que deca.

A la maana siguiente, la madre llev consigo un paquete de azcar y lo


vaci en la madriguera.
Hace tiempo que los vecinos de Ysenevo ya no se extraan cuando se
encuentran por la calle a aquella desgraciada. Ya se han acostumbrado a
ella. Todos lo saben. El dolor la volvi loca despus de que perdiera a sus
dos hijos.
Las mujeres que pasean por la linde del bosque con los cochecitos de
beb y los hombres que sacan a sus pacientes perros despus del trabajo
suelen verla por all. Sonre. Todos los das lleva al bosque un paquete de
azcar en polvo o una bolsita de pastelillos.
Todos los das.

63

Una edad difcil

Anna Starobinets

VIVOS

Suena el telfono.
Incluso ahora, dos semanas despus de que me montaran el enorme
acuario en casa, sigo sin poder decidirme.
Es el cuarto da que me llaman de la fbrica y me dicen que ya est listo.
Pero todava dudo. No estoy segura del todo.
No, no es verdad. Hace tiempo que lo decid, y no hago ms que darme
largas. Pero ya no puedo echarme atrs. Desde luego, no es porque ya lo
haya pagado (y eso que me ha costado mucho, mucho dinero!), sino porque
me da la sensacin de que ltimamente solo he vivido para esto. Y si hoy
me echo atrs, maana no tendr ningn motivo para levantarme, vestirme,
obligarme a comer... Ningn motivo para moverme.
De modo que le digo al auricular del telfono: S, ir hoy. Quedamos all
sobre las cinco. Y voy a prepararme.
El gerente de ventas se rene conmigo en el vestbulo. Ms que reunirse
conmigo, se me tira encima como un perro loco de felicidad con la vejiga
urinaria a punto de explotar ante la inminente perspectiva del paseo. Me
imagino con repugnancia cmo mueve el mun de la cola, cortada cuando
era pequeo, dentro de los estrechos pantalones negros.
El gerente me estrecha la mano y sonre ampliamente y con dulzura.
Empiezo a sospechar que tambin con sinceridad. Es decir, que se alegra de
verdad de verme.
Es comprensible. Soy una cliente muy importante para l. He pagado por
este encargo tanto dinero que el gerente de ventas podra dejar de ser
gerente de ventas y vivir con ese dinero hasta que se muera, incluso si tiene
una vida muy larga.
64

Una edad difcil

Anna Starobinets

Echo la ltima firma y por fin cojo mi caja. Ha estado todo el tiempo all,
encima de la mesa, mientras formalizbamos el contrato, y he intentado no
mirarla. Pero ya la tengo en mis manos.
La ayudo a llevarla? me pregunta el gerente.
No, gracias.
No pesa. No pesa nada.
No pesa nada digo con tono inquisitivo.
Claro, es normal repuso el gerente. Era previsible.
Me siento estpida. Como si hubiera preguntado a un empleado del
crematorio cmo era posible que un cuerpo tan grande cupiera en una caja
tan pequea.
A decir verdad, se diferencia muy poco de...
Sigo sentada en el silln con la caja en las manos.
Le apetece un cafecito? Parece que el gerente no sabe qu ms hacer
conmigo.
No, claro que no! Me levanto de un salto. Solo faltaba eso.
Salgo de la fbrica y pienso que lo ms probable es que nunca ms
vuelva a ver al gerente. Cosa de la que me alegro. Porque sabe muchsimo
de m. Si en lugar de ir a la fbrica todos los das de este mes hubiera ido a
la iglesia a confesarme, el sacerdote no sabra tanto de mi vida como l.
Adems, al sacerdote no hay que mirarlo a la cara. A su cara joven,
satisfecha, elstica.

Vuelvo a casa, dejo la caja en el pasillo, me quito los zapatos y voy a la


cocina. Abro la puerta de la nevera, echo una ojeada dentro, no porque
tenga hambre, sino como una autmata. No hay casi nada. Desde que...
ltimamente casi no como, no tengo apetito. Bueno, s que como, pero
cuando me acuerdo, pero muy pocas veces, muy poco, cualquier tontera.

65

Una edad difcil

Anna Starobinets

En fin, que no puede decirse que me prepare comidas decentes. Para qu?
Para m sola?
En la nevera hay leche, zumo, un trozo amarillento de mantequilla en un
papel de plata roto y grasiento, un montn de tarros de conserva, una
cazuela de pasta reseca y un coco.
Procuro no pensar en la caja que hay en el pasillo.
Saco el coco. Despus de buscar mucho rato, por fin encuentro un
martillo. Pongo el coco en el suelo, levanto la mano y le doy. El coco sale
disparado hacia atrs un metro, sano y salvo. Me acerco a l y lo golpeo de
nuevo, con el mismo resultado. Me paso diez minutos persiguindolo por la
cocina, martillo en mano. Qu diez minutos tan felices: estoy tan
concentrada en el coco que no pienso en nada. Ni siquiera en la caja.
Al final lo tengo atrapado. Est acorralado en un rincn de la cocina,
entre las dos paredes y el suelo. Ya no puede huir a ningn sitio. Levanto la
mano y golpeo (no muy fuerte, para no estropear la cscara). El coco suelta
un crujido alegre y se resquebraja, sumiso. Se abre a m, hospitalario,
partindose en dos mitades iguales. La cscara marrn es spera y sucia,
pero el interior es liso y blanco como la nieve, y de l rezuma un fluido
tropical.
Cojo un cuchillo, quito la pulpa y la pongo en un plato.
No puedo comer en la cocina. Sentarme frente a este plato solitario en
silencio. Masticar en silencio. Como una autmata. Siento que es la
quintaesencia de mi soledad. Cojo el plato y voy a la habitacin del
televisor. El televisor no funciona, pero el vdeo s. Meto una cinta, pero el
aparato no la quiere, se le atraganta. Al final la engulle a desgana. Al cabo
de cinco segundos emite un zumbido atormentado y, por fin, tras un gran
esfuerzo, despide aliviado un eructo electrnico desde lo ms profundo de
sus entraas y se queda en silencio. Aprieto el play.
El encantador Johnny Depp, vestido con una chaqueta de cuadros, un
sombrero negro y un lazo blanco al cuello, tiembla largo rato, una
eternidad, en una lgubre locomotora que no cesa de silbar. Agarrando la
maleta con sus manos refinadas, mira a los lados, acorralado. Mira por la
ventana. Mira a sus vecinos sucios, medio salvajes.
De dnde eres?

66

Una edad difcil

Anna Starobinets

De Cleveland.
Cleveland...
Del lago Erie.
Tus padres viven en Erie?
Murieron hace mucho.
Entonces, tienes mujer en Erie?
No.
Prometida?
Estuve prometido, pero ella se ech atrs...
Encontr a otra persona.
No!
S, claro que s. Da igual; eso no explica por qu has hecho todo este
viaje. Porque este es el viaje al infierno...
Ya s que no acabar de ver esta pelcula. Es demasiado lenta. La he visto
demasiadas veces. No podr distraerme. No me ayudar a no pensar.
Aparto el plato con el coco. La pulpa est muy dura y cuesta de masticar.
Me quedo sentada a regaadientes un cuarto de hora ms.
Una hoja corta y reluciente hurga en la carne delicada de Johnny Depp.
Tienes una bala de un hombre blanco junto al corazn. He intentado
sacarla, pero no puedo. Si sacara la bala, te sacara tambin el corazn...
Basta, ya no puedo ms. Aprieto el stop.
Cojo un cuchillo de la cocina y abro con cuidado la caja. Saco un paquete.
Voy quitndole las capas finas y crujientes que lo cubren. Lo que sostengo
en mis manos parece ms bien un muequito. Un mueco desnudo. Al
tacto es spero y seco. Como una seta deshidratada. Me recuerda... No s a
qu.
No, en realidad no se parece a eso. Tiene demasiadas arrugas. A decir
verdad, no tengo ni idea de a qu se parece. Si se lo mira bien, da miedo.

67

Una edad difcil

Anna Starobinets

Me acerco al acuario, me pongo de puntillas para alcanzar el borde y tiro


el muequito desnudo al agua. Es decir, a la solucin.
Se hunde lentamente hasta el fondo, rodeado por arabescos de burbujitas
que forman una aureola lanosa. Como las aspirinas efervescentes Upsa.
Pero una Upsa al final se disuelve, y en cambio, esto...
Tres das. Tengo que esperar tres das.

Por mucho que posea, por muchas casas bonitas que tenga en el centro
de Mosc (y me pertenecen, por ejemplo, la Casa del Embarcadero, la gran
casa amarilla con estatuas de la calle Podkolokolni y otras tantas), con l
vivir en casa. Nuestra casa est en los Estanques del Patriarca. Un estpido
piso de tres habitaciones de distribucin caprichosa, con una columna
absurda en el pasillo y unas habitaciones estrechas y largas como vagones.
Con un linleo horrible y siempre sucio. Un piso fro de tres habitaciones
que tiempo atrs fue una portera cuya puerta daba directamente a la calle.
Un piso oscuro de tres habitaciones con rejas en las ventanas y las cortinas
permanentemente echadas para que los transentes no vieran el interior.
Aunque, de hecho, ya podra quitar las rejas y las ventanas, porque no hay
transentes. Ni tampoco ladrones. Todos lo que quedan en la ciudad son
sus copropietarios. Todos son ricos.

Pego la cara al cristal. Est en el fondo, sin moverse, con los brazos y las
piernas abiertos, como una estrella de mar. No me lo esperaba as: no s por
qu, pensaba que se pondra en posicin fetal.
Se ha hinchado bastante. Ha alcanzado el tamao de un nio de tres
aos. Le ha crecido pelo en la cabeza. Tiene la piel blanqusima. Los rasgos
de la cara todava no se le distinguen con claridad. Meto el enchufe en el
alargador y arrastro la lmpara ms brillante que tengo hasta el cristal del
acuario. Conteniendo la respiracin, estudio estos rasgos. Se parece, se
parece mucho, pero... es una cara totalmente distinta. Tengo miedo. Queda
un da. Todava tiene que crecer hasta llegar al tamao normal.

68

Una edad difcil

Anna Starobinets

Y qu pasara si esta disimilitud ligera y apenas perceptible no


desapareciera?
Apago la luz. Observo un rato ms el extrao cuerpecillo. Seguramente,
todo esto no servir de nada. Seguramente, esto solo empeorar las cosas...
Algo pasa en el acuario. Observo el agua oscura. Los dedos de la mano
derecha tiemblan un poco, casi ni se nota. Me sobresalto, doy un paso atrs.
Pero vuelvo a acercarme. Nada. No se mueve ms. Doy unos golpecitos
suaves en el cristal con los nudillos, flojo, flojito, como si quisiera atraer a un
pez raro. Nada. Enciendo la luz otra vez; el cuello de la lmpara, blanco,
curvado y de forma de muelle, se refleja en el cristal grueso. Y tras este
reflejo, tras los resplandores amarillo verdosos, me da tiempo a ver como
sus ojos reaccionan ante la luz intensa, como se entreabren solamente un
instante y vuelven a cerrarse.
Salgo de la habitacin muy despacio. Me siento las piernas como si
fueran de pasta de galleta y se desmenuzaran, incapaces de sostener el peso
del cuerpo. Las obligo a moverse con un ltimo esfuerzo, a llevarme por el
pasillo hasta la cocina, a doblarse por las rodillas de forma antinatural y a
sentarme en el desgastado asiento marrn de la silla desvencijada.
Me siento a la mesa desordenada de la cocina, muy mona, de madera,
comprada en IKEA. Me fumo un Kent One, los ms suaves. Echo la ceniza
en una mitad de la corteza del coco. Al lado est la otra mitad, llena hasta
arriba de colillas e inclinada peligrosamente hacia un lado, inmvil. Intento
pensar, pero las ideas se me desparraman como insignificantes y episdicos
arroyuelos sinuosos, se mezclan con nubes de humo, se enmaraan en
ovillos desasosegados sin importancia. Tengo que vaciar el cenicero, est a
punto de desbaratarse... Todo se desbaratar cuando vea el resultado... Hay
que economizar los cigarrillos... No, qu va, no hace falta... Tengo unos
cuantos cartones de reserva... Ms adelante puedo bajar a la tienda y
comprar ms... Ms adelante necesitar ms tabaco, porque tal vez l
tambin... Y comida... Para cuntos aos habr? Para muchos... En Mosc
hay mucha... Hay tantos supermercados... Hay para aburrirlos... No, no
creo... Se echar a perder... Entonces habr que ir a la regin... Seguramente
all plantarn algo... Tendrn cultivos... Y nos vendern algo... Ahora nos
venden agua, no? Si ahora quito el agua... todo se detendra... No, no
puedo... Ya se ha movido... He visto como se mova... No puedo... No puedo
entrar ms ah... Esperar... Mierda, se ha esparcido... por toda la mesa... Qu
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Una edad difcil

Anna Starobinets

asco... La ltima vez que fui no compr agua... Vine directamente de la


fbrica a casa... Tengo que ir otra vez... No tengo ganas... Y el permiso... Qu
ms da ahora... Queda solo un da...

Hace muy poco tiempo que fue posible ir a la regin. Hasta entonces,
aqu, en Mosc, no tenamos ni idea de que quedaba gente viva fuera de los
lmites de la ciudad.
Hace un par de meses nos permitieron salir. Y sin embargo, la fbrica
est all, en la regin. No sufri daos gracias a algn milagro.
Se implant un estricto sistema de permisos para los moscovitas. Pero
aqu, igual que antes, no dejan entrar a nadie.
Todos los das del mes pasado fui a la regin. A la fbrica. Con infinidad
de fotografas, con grabaciones de vdeo y de audio, con camisetas y
camisas viejas, con libretas. Y hablaba, hablaba y hablaba. De todo. Por las
noches llenaba infinidad de papelitos con letra minscula, anotndolo todo
para no olvidar nada, para no dejarme ningn detalle. Y al da siguiente
volva a explicarlo todo.

El gerente de ventas, radiante, escuchaba mis confesiones y de vez en


cuando haca alguna pregunta.
A ver, volvamos a precisar. Usted quiere que nuestro modelo sea una
copia exacta del patrn inicial?
S.
Est segura? Quiero decir, podran hacerse ciertas mejoras. Por
ejemplo, que tuviera una vista del ciento por ciento. Dice que su marido
padeca de migraas... y tambin... Dnde estaba... Con una amplia
sonrisa, el gerente desliza la yema pulcra y rosada del dedo ndice por los
prrafos de la interminable lista. Aqu: tena dolor de muelas... Gastritis...
Podramos corregir todo esto. Quiere?
No.

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Una edad difcil

Anna Starobinets

Se podra, por decirlo as, poner entre parntesis ciertos recuerdos. Los
desagradables. Los de alguna ria, por ejemplo...
No.
El gerente se encoge de hombros casi imperceptiblemente.
Muy bien... Se hace el silencio. Le apetece un cafecito?
No, gracias.
Muy bien... Volvamos al aspecto exterior. El color de los ojos?
Marrones. Marrn oscuro.
Por favor, indquemelo.
El gerente me pone en las manos un lbum grande que huele
agradablemente a tinte tipogrfico recin salido de la imprenta. He visto
lbumes similares en la peluquera. Con mechones de pelo de distintos
colores. En este, las pginas estn llenas de dibujos de ojos de todos los
tonos posibles de verde, azul oscuro, gris, azul claro, marrn... Incluso los
ojos rojos de los albinos. Tardo un rato; no soy capaz de decidir cul de los
tres tonos de marrn es el que ms se parece. Entorno los ojos, intento
recordar... aquellos ojos cansados, atormentados por las lentes rgidas de
contacto...
Sealo un ojo con el dedo.

Lo perd en la revolucin. Muri en aquella horripilante guerra. l, y


otros diez millones y medio de personas.
Y yo segu viva. Yo, y otras mil personas.
Segu viva para participar en la Gran Reparticin.
Segu viva para poseer edificios, parques y bancos, que pasaron a ser de
mi propiedad.
Segu viva para ver como levantaban un gran muro alrededor de Mosc.
Segu viva sin saber qu suceda al otro lado del muro ni si quedaba
alguien vivo all.

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Una edad difcil

Anna Starobinets

Segu viva y recorr con total libertad las calles vacas de esta ciudad tan
grande en la realidad, y no solo en los mapas. A cualquier hora del da. Sin
un solo atasco.

Segu en el mundo de los vivos. Segu viva sin l.

Le recomiendo el modelo L-IOO. Lleva las teclas escondidas; no se


notan nada. Estn bajo la piel. Es un modelo muy econmico, no necesita
que lo alimenten, es ininflamable, es prcticamente irrompible y
prcticamente...
No.
No?
No. No me convence.
Qu es lo que no le convence?
Lo de las teclas, que sea ininflamable, y el resto de cosas. Ya se lo he
dicho: quiero un modelo que no se diferencie en lo ms mnimo del
original.
El gerente baja la mirada y se parapeta detrs de su delicada tacita de
porcelana con caf. Se lo termina sin hacer ruido y se seca la boca corts con
una servilleta perfumada azul.
Muy bien... As pues, lo que usted busca es nuestro ltimo modelo.
Hemos terminado de perfeccionarlo hace solamente unos das. Se trata de
un modelo sin nmero de serie con un nombre sencillo y fcil de recordar:
M.
Eme?
S, M. Como metro.
Madre ma, pero qu idiota! M, como metro. Despus de todo lo que
ha pasado. Lo mismo podra haber dicho: M, como muerto. M, como
morgue.

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Una edad difcil

Anna Starobinets

... un modelo sin ninguna tecla. Pero nuestra tecnologa punta utilizada
en el mecanismo hace que sea totalmente indistinguible de...
Perfecto. Quiero este.
Pero... Mi obligacin es advertirle que es imposible interrumpir el
funcionamiento de este modelo. No puede apagarse. Tampoco puede
reprogramarse. Es una obra de artesana dentro de su gnero, por lo cual,
claro, es tres veces ms caro que el que le he propuesto...
El gerente se congela y se queda mirndome interrogativamente con la
cabeza torcida.
El dinero no es problema.
Muy bien... El gerente se descongela con alivio. Tambin tengo la
obligacin de advertirle que el modelo M no es simplemente un objeto
parecido a una persona; es una rplica exacta. Funciona segn los mismos
principios que el organismo humano. Teme el fro y el calor, necesita agua y
comida, reacciona ante los estmulos externos como cualquier ser vivo... Es
extremamente frgil y vulnerable. En este sentido, no es el modelo ms
cmodo para la vida cotidiana...
Es exactamente lo que quiero.
Muy bien... En ese caso, los prximos das le dar instrucciones
detalladas. Como ya le he dicho, usamos tecnologa punta para la
fabricacin del modelo. Su puesta en funcionamiento se realiza en el
ambiente de la casa donde vivir en el futuro. Necesitar usted un acuario
grande donde verter la solucin nutritiva en la que M terminar de
formarse. Tambin necesitar...

Instal el acuario aquel mismo da. Desde entonces han pasado dos
semanas y dos das. Solo falta uno.

Recuerdo perfectamente el da en que me di cuenta de que algo no iba


bien.

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Una edad difcil

Anna Starobinets

Fue el uno de marzo de hace dos aos. Un fro inesperado y muy intenso
(recuerdo que pens: caramba, cmo empieza la primavera) convirti todas
las vas moscovitas sin excepcin en pistas de patinaje espolvoreadas con
primorosa perfidia con diminutos copos helados y duros de nieve, debido a
lo cual quedaron prcticamente inutilizables. No solo no poda desplazarme
en mi rabioso Golf de culo inquieto, sino en ningn medio de transporte, ni
siquiera en los que iban sobre patines.
Los neumticos cuatro estaciones se deslizaban peligrosamente por la
superficie lisa, turbia y hostil de la ronda Sadvoie, de modo que dej el
coche junto a la estacin de metro ms cercana y, aunque no soporto
meterme bajo tierra, baj, porque de alguna manera tena que ir al trabajo.
Y fue all, en el trasbordo de Teatrlnaia a Plaza Revolucin, cuando me
di cuenta de que algo no iba bien.
Por los altavoces flua una viva voz masculina, casi olvidada pero
conocida, desagradablemente familiar. Una voz de mi corta infancia
socialista, una voz que me turbaba el sueo (Y escuchemos ahora el
Amanecer Pionero!3), una voz que me arrullaba en la cocina (En las ondas
de Mayak, un concierto a peticin de los radioyentes!) mientras mi madre
preparaba los platos ms malolientes (aspic) y ms incomestibles (col
estofada), una voz teida de tedio jovial que todos los das intentaba
convencerme de que en Petropvlovsk-Kamchatski siempre es medianoche.
Sin embargo, aquel da de marzo, la voz hablaba de algo totalmente
distinto. (Pero de dnde haban rescatado a aquel optimista impasible y
odioso y nos lo haban colado en nuestro tiempo? Es que no haba muerto?
Es que no envejeca? Entonces, por qu en aquel bartono engredo no se
distinguan notas discordantes y seniles? O acaso esa voz eterna nunca
tuvo dueo? Era una adaptacin del vox Dei para la gente normal? Era
una mierda sinttica?)
Aquel da deca algo totalmente distinto, pero con la misma arrogancia
pionera:
... si observan la existencia de personas que ensucian la ropa de otros
pasajeros, que perturban el orden pblico, que se dedican a mendigar o que

3 Amanecer Pionero (Pionrskaia zorka) era un programa infantil que se emita todos los
das en la radio. Existi desde 1925 hasta 1991. (N. de la T.)

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Una edad difcil

Anna Starobinets

no tienen domicilio fijo, se ruega que lo comuniquen inmediatamente al jefe


de estacin...
Cu-cu-ru-cu! (Interrupcin electrnica.)
... en el caso en que detecten objetos abandonados o sospechosos en el
vagn del tren, no los toquen y comunquenlo a travs de los interfonos...
Cu-cu-ru-cu!
... no solamente es un chicle de sabor duradero, sino que se deshace en
la lengua...
Cu-cu-ru-cu!
Apreciados pasajeros! Recuerden que la escalera mecnica es un medio
elctrico de desplazamiento con un alto grado de peligrosidad. Cuando se
encuentren en la escalera mecnica, colquense a su derecha y de cara al
sentido del movimiento...
Cu-cu-ru-cu!
El metro de Mosc anuncia el inicio de los cursos de maquinista de
trenes elctricos y de ayudante de maquinista...
Cu-cu-ru-cu!
Recuerdan que las campanillas de invierno, esas flores frgiles y
hermosas, estn incluidas en el Libro Rojo? 4 Comprando campanillas a los
vendedores ilegales, usted contribuye a acabar con esas raras...
Cu-cu-ru-cu!
Sin prestar ninguna atencin al molesto acompaamiento sonoro, sin
mostrar la menor nostalgia, la multitud enfurruada caminaba por el
trasbordo mecindose lentamente de lado a lado. Como siempre, las
seoras sudorosas y medio muertas con abrigo gris y gorrito verde
azuzaban a los que caminan delante de ellas, fingiendo que les clavaban los
puos huesudos en la espalda indiferente.
Pero los objetivos de la caza, esas personas que ensuciaban la ropa de los
dems, esas personas sin domicilio fijo, se agrupaban confiadas a lo largo
de las paredes meadas de granito y escuchaban. Escuchaban muy
4 Libro en el que se recogen especies de animales y plantas raras o en peligro de extincin,
as como las autctonas del territorio ruso. (N. de la T.)

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Una edad difcil

Anna Starobinets

atentamente. Sus rostros hinchados de colores inverosmiles (todos los


cazadores quieren saber donde est...) 5 iban transformndose, formando
extraas muecas expectantes. Sus harapos podridos y apestosos, sus labios
podridos y apestosos se contraan fruto de oscuras fuerzas internas. Su
lengua azulada y pegajosa acariciaba lentamente (asomando y
escondindose, asomando y escondindose) los restos de comida atrapados
entre los dientes. Conversaban. Deliberaban sobre algo.

Al final del trasbordo haba una seora de edad indefinida con un viejo
abrigo rojo de plumn y botas de fieltro que sostena tres ramilletes de
campanillas de invierno.
Enfrente de ella, en un taburete plegable, mendigaba una viejecita
encogida de cara demacrada y cetrina. Su nariz larga y afilada como una
flecha de hueso apuntaba hacia abajo, a un cartn de leche cortado
groseramente. En el fondo del cartn distingu algunas monedas de un
rublo y un par de cinco.
Arroj al cartn de leche un billete de diez y o claramente: Z-zorra.
Qu ha dicho? No daba crdito a mis odos.
Que Dio-os la be-endiga sise con odio la vieja, que be-endiga a
to-odos lo-os vivoos.

Camin hasta el final del trasbordo con la sensacin de que acababa de


meter el pie en un charco ftido. Y por ensima vez pens que Plaza
Revolucin era la estacin ms salvaje de todo el metro de Mosc. Con
aquellas estatuas tan monstruosas que sonrean y se retorcan, cada una en
su pedestal. En algunas se poda meter la mano (es decir, no dentro de la
estatua, sino en las cavidades que formaban los pliegues de la ropa) y
encontrar un par o tres de papelitos arrugados. Casi nadie conoca aquel
misterio, pero un amigo mo lo saba y me lo haba contado. Al parecer,
5 Todos los cazadores quieren saber dnde est el faisn. La frase es, en ruso, una regla

mnemotcnica para recordar los colores del arco iris mediante las iniciales de cada palabra.
(N. de la T.)

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Una edad difcil

Anna Starobinets

haca muchos aos que exista aquel ritual urbano: alguien escriba en un
papelito (tena que ser muy pequeo, de dos centmetros por dos) su deseo
ms secreto, normalmente en letra microscpica, para que cupiera, pero sin
abreviaturas. Luego lo dejaba en la estatua y esperaba tres das. Entonces
regresaba, buscaba su papelito y, si lo encontraba, mala suerte; significaba
que la estatua se haba negado a cumplir su peticin. Pero si el papelito no
estaba, quera decir que la estatua lo ayudara.
Met la mano en el delantal de bronce de aquella gigantesca figura, ya
fuera una ordeadora o una revolucionaria (llevaba la cabeza envuelta en
una paoleta de bronce y tena el rostro color caf un poco manchado de
verdn; qu serenidad tan sobrenatural), rebusqu y saqu dos bolitas de
papel. Desplegu una: Que la relacin con Vitia se mejore, se vuelva
tranquila y estable, y que luego nos casemos. Y la otra: Que ganemos
pronto. Me las met en el bolsillo y me dirig al tren.

El vagn en el que me met ola a rayos. Haba bastantes. No es que


hubiera muchsimos, pero s bastantes ms que, digamos, un mes atrs.
Estaban tumbados todo lo largos que eran, como si estuvieran en su casa,
ocupando dos o tres asientos en el centro del vagn vaco. Los pasajeros
decentes se apiaban repugnados al final del vagn, arrugando la nariz,
escondindola en el cuello del abrigo, intentando respirar lo menos posible,
pasndolo visiblemente mal.
Antes de salir a la calle haba ms. A medio metro de las puertas
transparentes oscilantes, casi obstaculizando la salida, estaban sentados
encima de peridicos hmedos extendidos, comiendo tomatitos verdes y
patatas cocidas en su piel.

Hoy. Hoy es el da.


Deambulo por la calle, sin rumbo, durante todo el da. Tengo miedo de
volver. Tengo miedo de que no salga bien y que l no sea l. Pero an tengo
ms miedo de que sea l.

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Una edad difcil

Anna Starobinets

Llego a casa por la tarde. Al acercarme a la puerta siento que est ah,
dentro. Como antes. Exactamente igual que antes.
Me lo encuentro en el pasillo.
Hola, cielito.
Me paro y me apoyo en la pared. No digo nada. Tengo miedo de
moverme, tengo miedo de mirar, tengo miedo de crermelo, de huir.
Dnde has estado todo el da? Me he aburrido.
Avanzo un paso hacia l y levanto la cabeza.
Lo miro, lo miro, lo miro. Cmo he podido dudar... Dios mo, cmo he
podido vivir todo este tiempo...

Le paso la mano por la mejilla spera y hundida. Toco con un dedo el


araazo a medio cicatrizar que no se ha hecho hoy en la barbilla. No es de
hoy... Cmo lo han hecho? Cmo? No, no pienses en ello. Es mejor no
pensar en ello...
Sin lentillas ve muy mal, muy borroso... Por eso, y solo por eso, la
expresin de sus ojos es distinta, desconocida. Su mirada es al mismo
tiempo fija y perpleja, como si sospechara algo. Y la cara entera adquiere un
aire extrao... Pero solo es porque no lleva las lentillas. As era antes. As ha
sido siempre.
Despus abre la boca, la tuerce un poco. Se vuelve fea y un poco ajena.
Cierro los ojos para no verlo. Todo va bien, es normal. Antes tambin los
cerraba. Siempre los he cerrado.
Se mueve muy despacio. Pone todo su esfuerzo en moverse despacio.
Pero yo s que faltan unos segundos. Solamente unos breves segundos; a m
casi no me da tiempo. Hundo mi cara en su cuello. Me pongo a contar para
mis adentros, sin saber por qu. Uno, dos, tres... Cuando l termina, por fin
me atrevo. Hago lo que tena tanto miedo de hacer todo este rato. Respiro
su aliento.
La expresin de los ojos, la cara ajena... Nada de eso importa. Lo nico
que importa es el aliento. Si l fuera otro...

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Una edad difcil

Anna Starobinets

Lo reconozco. Aspiro, expiro.


Te ha gustado? pregunta en un susurro.
S. Expiro la respuesta y aspiro, aspiro de nuevo.
De verdad te ha gustado?
S. S.

No vi con mis propios ojos lo que pas despus. No vi como hubo cada
vez ms y ms ni como cambi su comportamiento. Pero una compaera de
trabajo nos lo contaba con todo detalle.
Esta compaera coga casi siempre el metro. No soportaba los atascos. No
era de extraar: aquellos das, Mosc, con sus arterias obstruidas, Mosc,
que sufra graves apoplejas automovilsticas, estaba paralizada casi
completamente.
Empezaron a acercarse a ellos, contaba mi compaera. La gente de la
muchedumbre que flua de aqu para all, la gente vestida con ropa limpia,
se acercaba a los que estaban apoyados en las paredes. A los que coman
tomatitos en el suelo. A los que ensuciaban. A los que no tenan domicilio
fijo.
Conversaban con ellos. Empezaron a sentarse unos al lado de los otros en
los apestosos vagones del metro. Empezaron a comer juntos. Pelaban las
patatas cocidas con los dedos negros de uas azuladas, duras y curvadas
como garras. Masticaban plcidamente.
Pero la voz, aquella voz jovial de cadver, se diriga directamente a ellos:
En el caso en que detecten objetos abandonados o sospechosos en el
vagn del metro, cjalos. Cjalos.
Hgalos explotar. Hgalos explotar.
Cu-cu-ru-cu!
Recuerde que la escalera mecnica es un medio elctrico de
desplazamiento con un alto grado de peligrosidad. Squenle provecho!
Squenle provecho!

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Una edad difcil

Anna Starobinets

Cu-cu-ru-cu! Es-pe-res-pe-re!
... anuncia el inicio del curso de maquinista de tren elctrico y de
ayudante de maquinista. Y a usted qu le importa? Es que no puede
arreglrselas sin estos cursos estpidos?
Cu-cu-ru-cu! Es-pe-res-pe-re!
Comprando campanillas de invierno a los vendedores ilegales, est
contribuyendo a la extincin... A la mierda las campanillas! Hay otras
maneras!
Cu-cu-ru-cu!

Bajo la superficie de la tierra haba cada vez menos personas como mi


compaera, personas que se tapaban la nariz, que se apartaban con recelo,
que se sorprendan.
Y un buen da quiso coger el metro, como de costumbre, pero un polica
(uno de esos que ganduleaban perpetuamente en las entradas de las
estaciones) le dijo:
No. Mejor no entre. No entre. Solo estn ellos. Es muy peligroso.

A las once y pico de la noche, se levanta de la mesa y sale al pasillo.


Mil, a pasear! exclama alegremente.
Siento un dolor punzante al notar como esa parte de m donde
seguramente est el alma, en algn punto del plexo solar, se me encoge en
un puo muy pequeo y duro como una piedra.
Vale, vale, espera!
Alarga la mano al colgador y con un movimiento seguro coge una correa
invisible para m.
Todos los detalles. Recuerdo las instrucciones corteses del gerente de
ventas. Debe tener el cuenta todos los detalles. Porque, con el modelo que

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Una edad difcil

Anna Starobinets

ha escogido, si ahora se olvida de mencionar algo, no podremos efectuar


ninguna modificacin despus.

Nuestro perro, un diminuto yorkshire, se llamaba Mil (porque aquel ser


tembloroso y bigotudo nos cost exactamente mil dlares). A Mil le
asustaban mucho los petardos de Ao Nuevo, los truenos, la lavadora
cuando llegaba al programa de aclarado, los golpes en la puerta y en
general cualquier ruido fuerte. Cuando Mil se asustaba, perda totalmente el
control de s, se le ponan los ojillos marrones como los de un loco y solo era
capaz de hacer dos cosas: intentar meter obstinadamente su cuerpecillo
tembloroso y peludo debajo del rincn ms pequeo que encontrara, sin
xito, porque el sitio siempre era tan pequeo que no caba; o correr. Correr
lo ms deprisa que pudiera, daba igual adnde.
Los ruidos de la revolucin fueron muy fuertes. Demasiado fuertes para
l.
Un da en que lo saqu a pasear, algo explot y retumb muy cerca, a
pocos metros. Aunque pasear es una palabra demasiado fuerte (fuerte!),
porque lo mximo que haca era dar tres pasos temerosos y precavidos
fuera de la puerta de casa y le deca nerviosa que hiciera sus cosas
deprisa. Y cuando algo explot y retumb muy cerca, chill Mil, a casa! y
corr a la puerta, y Mil tambin ech a correr, pero en sentido contrario.
Corri precisamente en direccin a la masacre. Por supuesto, no volvi.
Pero l no lo saba. La vspera, l no haba vuelto a casa.
Y yo no tuve en cuenta aquel detalle para la fabricacin del modelo.

Espera, Mil, que te quito el collar.


Los dos han vuelto del paseo. Se agacha y dibuja en el aire un
complicado nudo con sus dedos largos y bonitos.
No hemos encontrado a nadie paseando en el estanque dice mientras
se quita las botas. No ha podido jugar con nadie.

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Una edad difcil

Anna Starobinets

Lo miro, lo miro, lo miro.


Todos los detalles. Tener en cuenta todos los detalles.

Al da siguiente, voy a pasear a Mil. Regreso sola y le digo,


simulando estar alterada de forma muy poco convincente (pero l no se da
cuenta), que Mil se ha escapado.
Se pone muy nervioso. Se marcha a buscarlo. Yo me quedo en casa a
esperar, muerta de miedo por si vuelve su fantasma.
Se pasa todo el da buscndolo hasta que se hace de noche, pero no lo
encuentra.
No s por qu, me pongo triste y me siento avergonzada. Como si
estuviera engandolo.

Dos semanas antes de la revolucin empezaron a salir al exterior, con


cuentagotas al principio.
Cogan a los policas que estaban apostados en las salidas. O a gente
normal que pasaba casualmente por ah. Y se los llevaban abajo.
Con los dedos negros y encallecidos de uas duras y curvadas como
garras arrancaron la tapa de plstico de los escalones que reptaban
lentamente, y echaban el botn, a sus prisioneros, al agujero del que sala el
zumbido sordo de las muelas de la escalera mecnica.
O los tiraban a los trenes. Empezaron a conducirlos ellos, disfrutando de
la velocidad, apretando la boca desdentada y agrietada. Arrojaron a los
maquinistas a los tneles negros desde el tren a toda mquina como regalo
para las ratas gordas. A veces se quedaban algunos cadveres, los dejaban
en el asiento de al lado, y de broma los nombraban sus ayudantes. Los
ayudantes de los maquinistas.
Eso decan los rumores.

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Una edad difcil

Anna Starobinets

Pero los peridicos no hablaban sobre ello. En Internet tampoco haba


nada en concreto, exceptuando, por supuesto, las discusiones histricas de
los foros. Las fuentes web directamente no se abran. No se puede mostrar
la pgina. Error occurred when connecting to the server! Intntelo ms tarde.
Intntelo ms tarde. Si el problema persiste... S, el problema persisti.

En la televisin no hacan ms que poner ballet y programas de deportes.


Pequeos cisnes y gimnastas con cinta bailaban eternamente, desde la
maana hasta la noche. Como si no pasara nada.
Lo de la radio s que fue extrao. Casi todas las estaciones dejaron de
emitir. Solo quedaron dos: Mximum y Europa Plus. Aparte de aquellas, en
todo el espectro de frecuencia no se oa nada ms que un zumbido funesto y
absurdo.
Las escuchbamos todo el tiempo. Las escuchbamos da y noche,
escuchbamos la charlatanera chillona de los DJ, intentando interpretar sus
palabras en otro sentido, en un sentido oculto.
Pero no pareca haber ningn sentido en ellas. Ni oculto ni evidente.
Sencillamente, lo que decan no tena sentido.

La maana en que empez la revolucin estaba escuchando Maximum


mientras me arrastraba hacia el trabajo en primera y punto muerto como
una tortuga acalorada y ronroneante atrapada entre otras tortugas como yo.
Los dos locutores imbciles, entre carcajadas engoladas, llamaban a
chicas en directo.
Ahora vamos a llamar a Mshenka... Ji, ji... Sabemos quin es
Mshenka? S, sabemos quien es Mshenka, aj!
S, Mshenka es directora de una empresa! Trabaja de da, pero de
noche... se divierte!
Y cmo se puede vivir sin divertirse? Sin diversin... estis perdidos!
Qu aburrimiento! Es una pesadiiilla! Verdad, Kolian? Ji, ji... Bueno...

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Una edad difcil

Anna Starobinets

Seguramente nuestros radioyentes estn de acuerdo con nosotros: sin


diversin, todo es...
Bueno, la cosa es que, por la noche, Mshenka se divierte, es decir: va
a la discoteca! Y anoche...
No, djame contarlo a m, ji, ji, venga, porfa, puedo contarlo yo? Me
muero de ganas!
Venga, cuntalo t. A qu cosas hay que renunciar por un amigo...
Bueno, pues resulta que Mshenka ayer fue a la discoteca...

Busco en el dial Europa Plus.


Prostatab es el medicamento verdaderamente ms efectivo no solo para
las afecciones de la prstata, sino para cualquier malestar de los rganos
genitourinarios masculinos. Tenemos en el estudio a la profesora Yelena
Gnshkina, que ha participado en la elaboracin del Prostatab. Yelena
Gnshkina es investigadora, farmacutica y, por encima de todo,
simplemente una buena mdico. Buenos das, Yelena!
Buenos das.
Bien, cuntenos cules son las virtudes milagrosas de este
medicamento, el Prostatab. Para qu sirve?
Prostatab es un remedio nuevo de calidad extraordinaria que, en un
ciento por ciento de los casos, libera a los hombres de problemas... Eee...
Innecesarios. Prostatab es muy efectivo en el cncer de prstata, el adenoma
de prstata, prostatitis, incontinencia nocturna de orina, impotencia,
piedras en los riones... Adems, Prostatab tambin ayuda a las mujeres. Y
no solo a las mujeres: tambin es til para los rob... Ay! Para las personas
no vivas.

Personas no vivas, me repet para mis adentros mientras pona en


marcha el limpiaparabrisas (haba empezado a lloviznar). Se puede saber a
quin le hace falta esta expresin tan polticamente correcta? Por qu no se

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Una edad difcil

Anna Starobinets

les llama por su nombre, robots? Si, de todas formas, nadie los considera
personas. Bueno, es cierto que son muy tiles en las tareas de la casa. Son
constructores, mecnicos, soldadores. Son policas. Pero chirran al andar!
Tienen los ojos vacos. No tienen cerebro. Maldita sea, tienen teclas en los
brazos y en la nuca!
Sin embargo..., esa serie femenina que sali el ao pasado..., desde
luego, es casi igual. A veces, en el supermercado hay alguna expuesta con
un carrito... Buen tipo, atltica, fina, bronceada, indiferente... Ojos
lnguidos... Una mujer-hada, una mujer de aire, una mujer de polietileno...
Y no puede decirse a simple vista si es una mujer sencillamente bien
arreglada (se encontraban de esas hace diez aos, cuando an no exista
este sector de produccin) o una persona no viva. En estas, en las nuevas,
no se les ven las teclas, porque van por debajo de la piel. A veces se les
transparentan con la luz. Pero a veces no se les notan en absoluto.

... y tambin para los rganos digestivos. Prostatab tiene efectos


benficos en todo el organismo en su conjunto! Incrementa las defensas y,
por consiguiente, ayuda a combatir los virus. Reduce el riesgo de contagio
durante una epidemia, por ejemplo, de la de la gripe. Adems, Prostatab es
imprescindible para los nios, incluso para los ms pequeos! Es
totalmente inofensivo. La nueva frmula...

Puse el limpiaparabrisas a su mxima potencia (ya caa un autntico


chaparrn) y volv a Mximum:
...y conoci all al hombre de sus sueos y aquella misma noche se le
entreg. Ji, ji!
Aj!
S? Oiga? Masha? Masha, me oye? Aprtese del aparato de radio lo
ms lejos que pueda. Si no, hace interferencias. As! Muchsimo mejor!
Mshenka!
Ya estoy en el aire?

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Una edad difcil

Anna Starobinets

S! Est en el ms rabioso directo! Nos gustara hacerle una pregunta.


Por qu se entreg al hombre de sus sueos la primera noche en que lo
conoci? Masha, sigue ah?

A dos pasos del cap de mi Golf, donde repiqueteaban las gotas de


lluvia, algo pas como un relmpago (alguien?). Veloz, perturb de golpe
la somnolencia melanclica del rebao inmvil de coches, cuyos faros
delanteros llevaban ms de una hora fijos y ensimismados mirando las
luces de frenado del coche de delante.
Un segundo despus, unas manos largas y sucias agarraron los
limpiaparabrisas, movidos por rtmicos latidos convulsos, y los rompieron
por la articulacin con un crujido que son como el de una nuez. Los
indefensos muones palpitaron un par de veces ms y murieron. El cristal
del parabrisas inmediatamente se cubri con el celofn opaco de la lluvia de
abril.
Apret el botn del cierre centralizado.

Ha estado usted con muchos hombres? Masha?


S, con bastantes.
Y se ha entregado a todos la primera noche?
S, a bastantes.
Oj! Ji, ji! Y despus continuaba la relacin?

Dos puos empezaron a golpear las ventanas del coche, cuatro puos,
dejando las huellas en el agua sucia y gelatinosa con sumo deleite, seis,
ocho. Alguien se encaram de un salto gil al techo del coche y empez a
dar vivas patadas a la endeble hojalata metalizada. Una rueda delantera
produjo un ruido sordo y se asent con un siseo.

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Una edad difcil

Anna Starobinets

Sin saber lo que haca, sin entender nada, desbloque el cierre


centralizado, me deslic rpidamente al asiento trasero (los atacantes
todava estaban delante), salt fuera del coche a la lluvia helada y
ensordecedora y corr. No me persiguieron.
Fuimos pocos los que entonces salimos corriendo de los coches (y esos
pocos nos salvamos). Casi todo el mundo se qued dentro del coche,
supongo que pensando que no era peligroso. Confiando en el grosor de los
cristales y en los absurdos pestillos de las puertas. Deduciendo lgica e
inconscientemente que correr con las propias piernas era una forma de
moverse mucho ms lenta que conducir a la velocidad mnima de sesenta
kilmetros por hora.
Pero el problema era que no podan conducir a ningn sitio. Estaban
completamente impotentes en sus coches absurdamente potentes.
Los destrozaron con mazos, manos, piedras, palos. Al cabo de unas
horas, la ronda Sadvoie se convirti en un vertedero de hierro deformado
y de cuerpos deformados. En un cementerio circular de varios carriles de
doble sentido.
Hu de ellos, hu de ellos, hu de ellos. Pas por delante de los
interminables y horribles escaparates de la tienda Liudmila, de un edificio
marrn que estaba enfermo y vendado con andamiajes, de los coquetos
corazoncitos rojos del Arbat-Prestige, del Pizza Hut y del Atrium... Despus
del Atrium gir a la derecha y me detuve. Me apoy en la pared mojada de
color melocotn. Esper a que el nudo de espinas palpitantes que tena
atascado en la garganta volviera a deslizarse hacia abajo, adentro, hacia la
izquierda, para poder respirar con libertad.
Despus ech a correr de nuevo. Pero tropec con la estacin de tren de
Kursk.
En la plaza de frente a la estacin, aquella gente andrajosa, aquella gente
de cara roja e hinchada estaba cargndose a los policas.
Cogan a cada polica entre diez y le daban patadas en el estmago para
desconectarlo (los policas no vivos tenan los botones en el estmago). Y
despus, durante un buen rato, seguan golpeando los cuerpos inmviles
contra el asfalto con golpes sordos y metlicos como si se tratara de latas de
conserva, hasta que literalmente los hacan pedazos.

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Una edad difcil

Anna Starobinets

Desde las profundidades subterrneas del metro manaba una voz


autoritaria, alegre y conocida, tan fuerte que haca dao a los odos. Y
aquella voz clara recitaba extasiada:
Hurra, ciudadanos!
Adelante, ciudadanos!
Que perturbis la tranquilidad!
Que os dedicis a la mendicidad!
Que contribus a la destruccin!
Sin vivienda fija!
Vivienda!
Vivienda!
Vivos!
Vivos!
Vivos!
Vivos!

As empez la revolucin.

Jams supe contra quin se diriga. Parecan querer ajustar las cuentas
con los robots por algn motivo. Se llamaban a s mismos Vivos e iban a
exterminar a los no vivos. Pero, en realidad, no solo a aquellos.
Exterminaban a todo el mundo. Al principio, a los que se quedaron arriba, a
los que no se les unieron. Y luego se mataban entre s.

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Una edad difcil

Anna Starobinets

Llevamos juntos tres das. Por la maana temprano suena el despertador.


A las siete y media. Medio dormida oigo como se levanta y se arrastra
bostezando a la cocina. Tengo tanto sueo que no me doy cuenta de lo que
pasa.
Vuelve a la habitacin al cabo de cinco minutos.
Levntate, cielito, que si no, llegars tarde dice.
Adnde? pregunto, totalmente adormilada.
A trabajar. Hoy es martes. Tienes que estar all a las nueve y media.
Abro los ojos. Est junto a la cama, medio encogido de fro, con su
camiseta larga de estar por casa, estampada con las palabras New York
City. Va apoyando alternativamente los pies peludos y desnudos,
indefensos, en el suelo. Me sonre. Una sonrisa somnolienta y cansada.
Cariosa. En las manos lleva una taza de caf con leche que tiembla en el
platillo, sobre un charquito de lquido derramado.
Te he trado el caf dice.
El caf. Ya lo s, caf con crema de leche y canela, un poco ms dulce de
como a m me gusta. Bastante ms fro de lo que a m me gusta (la crema
est en la nevera). Como antes.

Como antes de la revolucin. Cuando trabajaba de corresponsal en el


peridico, todos los martes tena que estar en el consejo de redaccin a las
nueve y media (el resto de das, a la hora que quisiera). Tena que salir de
casa a las ocho y media. Y levantarme a las siete y media, cosa que me
resultaba casi imposible sin ayuda ajena (sin su ayuda). Soy un bho. Para
m, levantarme antes de las once es levantarme de madrugada.
Todos los martes pona el despertador, se levantaba (aunque l no tena
prisa por ir a ningn sitio), iba a la cocina, preparaba el caf y me arrancaba
de la cama. Luego yo me iba a la redaccin y escuchaba tonteras durante
una hora y media o dos. En aquel entonces me sacaban de quicio.
Discutamos la portada dice el redactor jefe.
Oh, es una portada perfecta! Qu bien que al final tengamos un nuevo
diseo! dicen todos.
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Una edad difcil

Anna Starobinets

Hay preguntas sobre el contenido?


S, hay dos sitios en que las pginas estn cambiadas.
Lena, cmo es posible que haya pginas mezcladas?
Bueno, estaba
compaginacin...

todo

bien,

pero

ya

estaba

cambiado

en

la

Esto no puede ser! Qu pasa? Es que en todos los nmeros tiene que
haber errores? Por favor, es que somos nios? Hay objeciones con respecto
a las noticias?
Las noticias estn bien.
Lo nico que veo es que el grfico es un poco raro, el de la pgina
ocho... Mirad, los valores estn en vertical, pero los horizontales no
corresponden. Lo que est escrito disminuye claramente en relacin
directamente proporcional... No podemos burlarnos as de los lectores...
Lena, por qu no estn los datos horizontales?
Es que las chicas que han dibujado el grfico no entendan qu
significaba.
Pues busca unas que lo entiendan!
Es que por lo que pagamos no hay nadie que quiera entenderlo...
Muy bien, sigamos. Pknikov ha escrito una columna.
Oh! Oh!
El gordo y solemne Pknikov, de barba espesa y frente ancha de sabio,
poseedor del paquete mayoritario de acciones del peridico, adjunto del
redactor jefe, director financiero y redactor creativo, escriba una columna
cada semana, pero los compaeros se alegraban como nios cada vez y lo
colmaban de alabanzas desenfrenadas.
Babjina ha escrito un artculo.
No se entiende nada...
Por qu hemos escrito sobre ese tema?
Babjina no tiene ni idea de eso!
Babjina an es joven...

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Una edad difcil

Anna Starobinets

El texto de Mitiieva... sobre el mercado de las sopas instantneas...


Muy buen texto!
Pues a m no me parece nada del otro mundo.
Calla, Petter! A todos nos gusta Mitiieva. Sigamos... La seccin de
cultura... Precisamente en esa parte me he dormido...
En aquel entonces me sacaban de quicio. Ahora me gustara verlos.
Sentarme con ellos a la gran mesa de roble. En aquellas butacas negras de
piel tan feas. En aquel cuartito que apestaba a humo, con aquel aire
acondicionado tan ruidoso. Muy, muy temprano por la maana.
Pero ya no queda ninguno de ellos. No est Pknikov con su ancha frente,
ni la incomprensible Babjina, ni el insatisfecho Petter... Ya no existe aquel
cuarto apestoso. Ni existe el edificio gris en el que estaba aquel cuarto, ni la
calle Pravda, estrecha, desagradable y llena de basura, donde estaba el
edificio... Ni siquiera existe el mercado de sopas instantneas...

Me deja el caf al lado de la cama. Gracias, le digo, y doy el primer


sorbo. Pienso en cmo explicarle que no tengo que ir a ningn sitio. Bebo
despacio y en silencio. Al cabo de unos minutos, el caf ya est del todo fro.
Dejo la taza medio llena lejos de m (an queda ms de la mitad).
No te gusta? pregunta sorprendido a la taza rechazada. El dedo
gordo del pie derecho, con una pequea isla de vello rizado y negro,
rascaba con tristeza el tobillo izquierdo.
S, claro.
Cojo la taza y me bebo el aguachirle fro y marrn de un trago. Noto
como me raspan la lengua y la garganta los restos medio crudos de los
granos de caf.
Gracias por despertarme le digo con voz animada.
Me visto deprisa y salgo a la vaca Mosc.

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Una edad difcil

Anna Starobinets

Otro detalle que no tuve en cuenta. Cuntos detalles de estos ms


habr?
He sido yo quien lo ha hecho tal como es. Quera que todo fuera como
antes. La voz, la manera de andar, los gestos. Los gustos, las pasiones, los
recuerdos. Las costumbres, las palabras, las reacciones. Incluso sus cinco
dioptras y su mala coordinacin de movimientos. Incluso las migas que
quedaban alrededor de su silla de la cocina. Incluso el tonto apelativo
cielito con el que me llamaba. Todo, todo. Solo cambi una cosa: lo de la
fbrica. Quise que estuviera siempre en casa. Que no saliera casi nunca y
que no se alejara. Para que no viera el terrible vaco de la ciudad. Para que
siempre estuviera conmigo. Para que siempre regresara. Para que no
volviera a pasar lo mismo. Para que no pasara lo mismo.

Me subo al coche (hace medio ao cog un Golf que no tena dueo, casi
igual que mi antiguo coche) y me dirijo a la Sadvoie. Ya hace tiempo que
han retirado los esqueletos de los coches asesinados. Conduzco por la
ronda. No hay trfico. Aparte de m, no hay ningn coche. Enciendo el
radiocasete de otro, que empieza a masticar con pereza la vieja msica de
otro. We all live in a yellow submarine, yellow submarine, yellow submarine...
Doy diez vueltas lentas a la ronda y vuelvo a casa.
Me lo encuentro en el pasillo.
Hola, cielito!

Tengo fiebre. Estoy tiritando. Escojo las palabras con sumo cuidado. Le
cuento confusamente toda la verdad, intentando, sin xito, no hablar como
hablan en Solaris, Inteligencia artificial, Blade Runner y Dios sabe en cuntos
sitios ms. Porque ya no puedo ms.
Le digo: no eres real.
Le digo: de nosotros dos, solo yo segu viva.
Pero qu disparates dices? dice, estallando en una carcajada,
exactamente igual que haca antes cuando crea que mis palabras no tenan
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Una edad difcil

Anna Starobinets

sentido (levantando las cejas espesas de Mickey Mouse y arrugando la nariz


entre burln y despreciativo: Qu disparates dices?). Pero qu ests
diciendo, cielito? Su voz se suaviza. Qu Vivos? No digas tonteras. No
hay. Perdieron...
Pero se queda mirndome perplejo, como si se asombrara de sus propias
palabras.
... me parece aade, frunciendo ligeramente el ceo.

Recuerdo el final de la revolucin muy vagamente. Mis recuerdos se


hunden en un vapor rosado y salvador. Seguramente, cosas como aquellas
no pueden recordarse con todos los detalles y permanecer en una mente
sana.
Pero de lo ms importante... De lo ms importante s que me acuerdo
perfectamente.
La sangre. El hedor. El humo.
Los cadveres. Las explosiones. Los gritos.
El da en el que l no regres.
El da en que escrib en un trocito minsculo de papel, con letra
diminuta, una sola palabra, Morir, y la llev abajo, a la estatua, abajo,
donde solo estaban ellos. Estaba segura de que no saldra de all. Y sin
embargo, sal (sin conocimiento, medio dormida, no recuerdo cmo). La
estatua me haba rechazado.
De lo ms importante me acuerdo perfectamente.
La soledad.
El dolor.
La despoblacin.
En total quedaron mil personas en una ciudad gigantesca.
Una colosal fosa comn en lo que haba sido el metro de Mosc. Unas
enormes y absurdas letras M, consumidas para siempre, como cruces de un
cementerio.

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Una edad difcil

Anna Starobinets

Letras absurdas y entradas tapiadas del metro. Para que no vuelva a


pasar lo mismo.
Para que no pase lo mismo.

No retomamos la conversacin. No cruzamos palabra hasta la noche.


Entonces l dice:
Me voy a la cama. No tardes mucho.
No digo nada.
Vienes, cielito?
Tengo que ducharme digo con tono sombro.
Ests enfadada por algo?
No, no. Qu va. Tenso los msculos adecuados y me arranco una
sonrisa a la fuerza.

Cierro la puerta. Me desnudo. Me meto en la baera resbaladiza e


incmoda y abro el grifo.
Me paso un buen rato embobada pensando con qu gel de ducha
lavarme, si con Palmolive (de leche con miel) o con Johnson's (de naranja).
Cojo el Palmolive.
Me echo Fructis en el pelo, dos veces, como siempre, y me lo lavo a
conciencia. Estrujo el bote del suavizante del pelo, que expulsa con una
ventosidad los restos en la palma de mi mano, y me embadurno el pelo
ritualmente con l. Estoy largo rato bajo el chorro punzante de la ducha.
Cojo la espuma de afeitar del estante y me rasuro las piernas. Luego, las
axilas. Intento hacerme un corte en la mueca, pero la cuchilla, una Gillette
Venus de color azul acuoso, no me hace nada. Un simple araazo. Alargo la
mano hasta el armarito colgado encima de la baera y encuentro una
cuchilla normal.

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Una edad difcil

Anna Starobinets

Me rajo la piel de la mueca. La sensacin es la misma que si me hiciera


un corte en el brazo con un papel: al principio siento un escalofro por la
espina dorsal y los hombros, y despus, con gran retraso, llega el dolor.
Pero es muy leve.

No sale sangre. La piel se me desprende de los brazos de una forma


extraa, a trozos y en capas hmedas, y debajo veo una pequea placa de
plstico finsimo con dos pulcros botones planos. En uno pone ARRANQUE, y
en el otro, DESCONEXIN.
Qu Vivos? No hay. Perdieron.
Es decir que...
Pero qu cambia para m?

Recuerdo el final de la revolucin muy vagamente. Lo ltimo que


recuerdo es el da en que escrib en un trocito minsculo de papel, con letra
diminuta, una sola palabra, Morir, y la llev abajo, a la estatua, abajo,
donde estaban solo ellos.

Y la estatua me ayud.

Pero qu cambia para m, para m en concreto?


Para m, la evocada por la memoria de aquel que no poda vivir sin m
(adnde fue aquel da?, por qu no volvi a casa?, por qu no me esper,
por qu no esper a mi nuevo yo? Perdi... Todos ellos perdieron). Para m,
la que evoc a aquel sin el cual no poda vivir.
Qu cambia para m?
No puedo ms, de todas formas ya no puedo ms.
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Una edad difcil

Anna Starobinets

Me demoro en la decisin: arranque o desconexin.


No, no es verdad; ya lo he decidido todo. Solo estoy dndome largas.
Cierro el grifo, me siento en el suelo de la baera y aprieto suavemente el
botn.

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Una edad difcil

Anna Starobinets

LA FAMILIA

Dima lleg corriendo al andn solo dos minutos antes de que saliera el
tren, pas un minuto respirando sofocado encima de la encargada del
vagn, echndole el aliento de menta, y se rebusc el billete en los bolsillos
de la chaqueta. Por fin, bes a su acompaante de rosadas mejillas como si
fuera su dueo y se meti trastabillando en el vagn bamboleante.
Entr en su compartimento. No haba nadie. Movindose pensativo de
un lado a otro y maldiciendo en voz baja, Dima se pele largo rato con la
hmeda ropa de cama. Tras conseguir la victoria, se encaram con un
gemido a la litera de arriba, escondi la cartera debajo de la almohada y se
qued dormido al instante.
Mientras dorma, Dima so que el tren haca una parada nocturna y
entraba en el vagn un hombre gordo y sudoroso con una maleta pequea
y un bastn pasado de moda. Se sentaba junto a la ventana, resollando, y se
quitaba el gorro negro de conejo enfermo y pelado. Debajo del conejo
apareca solo media cabeza, que pareca un nido triste sobre un cuello corto
con muchos pliegues, como el de una foca. De forma inexplicable, faltaba la
parte superior del crneo: no tena ni frente, ni cogote, ni bregma, como si
se la hubieran cercenado con precisin por la lnea de las cejas, como si le
hubieran quitado la tapa oxidada a una olla ambulante.
Soy discapacitado se present el viajero con un leve tono de
disculpa.
Diii... balbuce incomprensiblemente Dima en respuesta.
Viajaron en silencio. Perezoso, el discapacitado se meti en la cabeza una
mano regordeta de uas descuidadas y padrastros mordidos, rebusc
atentamente, sac unas uvas hermosas y se puso a comrselas sin ningn
apetito. Llevaba muchas uvas en la cabeza; cuando el tren traqueteaba con
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Una edad difcil

Anna Starobinets

fuerza, las moscatel moradas se caan al suelo, y el gordo, maldiciendo, se


arrastraba por el suelo para recogerlas, pero de la cavidad se le caan ms,
racimos enteros.
Toma. Puso un puado de uvas delante de las narices de Dima con
toda naturalidad, pero este las rechaz porque no tenan pinta de estar
lavadas. Bueno, como quieras. El discapacitado se enfad. Y pollo?
La inquieta y voluntariosa mano hurg hasta el fondo de la cabeza.
Aqu tengo... pollo con ajitos.
Dima tambin rechaz el pollo, y el gordo se gir hacia la ventana, triste.
Se qued en la misma postura mucho rato, con los ojos fijos en la oscuridad
danzante, mordisquendose los padrastros de los dedos. Al cabo del rato, se
levant y fue a tirar las pepitas de las uvas y los huesos del pollo. Despus
se acost con cuidado para que no se le cayera el resto de la comida.
Por la maana, Dima se despert con el correspondiente dolor de cabeza
y una sensacin nauseabunda enteramente nueva, como si la vspera
hubiera devorado unos veinte caracoles y en aquel momento estuvieran
murindose poco a poco en su estmago, retorcindose en su ltima agona.
El gordo estaba all, en el compartimento, y era real. Por lo menos, haba
encontrado la tapa y se la haba encajado en su sitio: la cabeza pareca
normal y redonda. Dima baj de la litera sin dar los buenos das, se
tambale, fue al sucio lavabo y, en varias tandas, se liber por fin de los
bichos que se arrastraban por su interior. Se sinti un poco mejor.
Cuando Dima volvi al compartimento, descubri que, aparte del gordo,
haba una chica. Dima pens que habra dormido en la otra litera de arriba,
pero que no la haba visto porque estaba tan delgada que le habra pasado
desapercibida bajo las sbanas. La chica estaba sentada junto a la ventana
quitndose muy concentrada unas bolitas blancas que se le haban pegado
por la noche a la ropa, consecuencia de la larga y curtida vida de las
sbanas ferroviarias, ya al borde de la desintegracin.
Dima no tena hambre. Se amorr a una botella gigantesca de Aqua
Minerale, se bebi ms de un tercio y volvi a su litera. La chica lo sigui
con la mirada distrada y continu arrancndose bolitas de la camiseta. Al
principio observaba detenidamente cada bolita, pero despus perdi el
inters en ellas y las tiraba al suelo. Se quedaba embobada de vez en cuando
y se sumerga ausente en la contemplacin de sus uas, arregladas con

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Una edad difcil

Anna Starobinets

manicura francesa: el centro, de color rosa, y la punta, blanca. Despus sala


del trance y prosegua con las bolitas.
Del compartimento vecino llegaba la voz aguda y frentica de un nio.
Y este quin es? gritaba. Y este quin es? Y este quin es?
Una voz femenina y profunda lo responda como un eco.
Este es el osito. Este es el osito. Este es el osito.
Dima se qued dormido.

Vas a comer algo, o te encuentras mal? Alguien le sacudi con


violencia del brazo.
Dima mugi de forma bastante indigna y se despert. Frente a l estaba
el discapacitado de la vspera, que le ofreca, agitndolo, un bocadillo
apestoso de embutido de Ostnkino.
Los caracoles supervivientes se le removieron amenazadores en el
estmago.
No respondi, arisco.
Por qu te emborrachaste tanto anoche? lo taladr el discapacitado
. Hay que saber controlarse... Ya te deca yo que...
Dima volvi a adormecerse con aquel sonsonete, pero el gordo se acerc
de repente a l y le peg la cara redonda a la oreja, echndole el aliento
clido y ftido de fruta.
Baja, hombre! le orden en un susurro.
Dima clav una mirada de lelo en su compaero de compartimento y,
angustiado, intent comprender de dnde haba salido aquella familiaridad
entre ambos. Es decir, cundo haban bebido juntos.
Mientras tanto, el gordo cogi su muleta (lo que Dima debi de haber
tomado por un bastn la noche anterior) y dio unos golpecitos impacientes
en la litera de Dima por debajo.

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Una edad difcil

Anna Starobinets

Baja, Dim, baja. Tu mujer est muerta de aburrimiento. El


disminuido seal alegremente con el dedo rojo a la muchacha de la
manicura francesa.
Oye, amigo dijo Dima, harto, djame en paz, vale? Me ests
confundiendo con otra persona. No estoy casado.
Qu dices? Ests loco? susurr el discapacitado, horrorizado.
Entonces, quin es Liza? Y volvi a sealar a la chica.
Y yo qu s! exclam Dima. Quieres que te ensee el pasaporte?
No estoy casado!
La memoria de Dima le obsequi servicialmente con una desagradable
escena de haca dos das. Katia, rolliza y de culo gordo, sorbindose la
nariz, escucha sin la menor atencin su teora de que el matrimonio no solo
coarta la libertad individual, sino que tambin destruye el amor. Pero
Diiim se queja Katia entre lgrimas, anda, por favor... Dima le acaricia
la espalda, comprensivo, bajando la mano cada vez ms...
Venga, venga, ensame el pasaporte! Esto s que promete regres
la voz del gordo.
Eso, eso! Ensanoslo, desgraciado! La chica se ech a llorar
inesperadamente.
Dima lanz una mirada turbia a la psicpata. Estaba ms seca que una
pasa. Pelo asesinado con agua oxigenada. Sus ojos incisivos de color marrn
oscuro con ojeras miraban con malicia. Una boca bastante bonita. La nariz
demasiado larga. En conjunto, un aspecto bastante ajado.
En silencio, Dima se sac el pasaporte del bolsillo de la chaqueta, lo abri
y lo hoje malhumorado. En la pgina decimocuarta haba un sello
pequeo y primoroso. Matrimonio con Yelizaveta Guenndievna Prokpets
inscrito en el Registro Civil de Tverski de la ciudad de Mosc.
Delirium tremens, pens tranquilamente Dima.
No era que Dima bebiera tanto. En primer lugar, su trabajo como
adiestrador de perros exclua el alcohol: a ninguno de sus perros, excepto al
tonto de Fedia, el cocker, le gustaba el olor de alcohol. En segundo lugar, era
un hombre de principios. Pero a veces se coga un par de das libres, que
juntaba con su par de das de fiesta para as tener cuatro, y se emborrachaba
como una cuba.
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Una edad difcil

Anna Starobinets

Un momento, un momento farfull Dima e intent centrarse.


Entonces, a ver, es decir, a ver...
Dima baj al suelo, se sent y se concentr. Es decir, a ver. No tena ni
idea de quin era aquella Yelizaveta Guenndievna. l tena a Katia. Pero no
estaba casado con Katia. Por otra parte, no poda haberse casado con nadie
en el Registro Civil de Tverski, en Mosc, porque l viva en Rostov del
Don.
Son ladrones, aventur con alivio.
El pasaporte haba estado todo el tiempo en el bolsillo de la chaqueta, y
la chaqueta haba estado colgada junto a ellos, a la vista. Lo ms seguro era
que, mientras l dorma, hubieran cogido el pasaporte y hubieran puesto
ellos el sello. Deban de tener algn aparatejo especial para estampar sellos.
O tal vez hubieran cambiado su pasaporte por el de otro.
Dima se abalanz sobre su pasaporte.
El pasaporte era el suyo, no haba duda. Del ciudadano de la Federacin
Rusa Lshadkin Dmitri Vladmirovich. Desde una pgina violeta lo miraba
una cara conocida, tensa, falta de sueo y mal afeitada. Pero bajo la rbrica
Lugar de nacimiento, constaba Ciudad de Mosc. Qu extrao. Y en la
quinta pgina figuraba el padrn de Mosc, enmarcado en un coqueto
cuadrado. Domicilio registrado en la avenida Leningrado, 6Oa, por el
Departamento de Asuntos Internos del distrito del Aeropuerto, Divisin
Administrativa del Norte, Ministerio del Interior.
El padrn de Rostov haba desaparecido sin dejar rastro.
Qu coo pasa aqu dijo Dima, sombro. Meti la mano en la
chaqueta para coger los Chesterfield, pero, obviamente, ayer se le debi de
caer el paquete quin sabe dnde. Tenis tabaco? pregunt a sus
compaeros.
Vaya, desde cundo fumas? El gordo estaba sorprendido.
Dmochka, no sera mejor que te echaras un rato ms? sugiri Liza,
sorbindose los mocos.

101

Una edad difcil

Anna Starobinets

Dima sali a la plataforma despus de asustar sin querer a una criatura


delicada y pelirroja con la que un tipo peripuesto con gafas intentaba ligar
sin mucha conviccin. G orre un Parliament al peripuesto, le dio una
calada profunda y dijo: Lo ms importante es que todo est bajo control.
Nac en Rostov del Don. Tengo treinta y cinco aos. Tengo un buen trabajo.
El peripuesto tir su cigarrillo a medias al suelo, sin razn aparente dio a
Dima el paquete de cigarrillos medio lleno y con una risilla asustada se
retir detrs de la criatura. Dima se meti el paquete en el bolsillo del
pantaln y sigui pensando en el orden de las cosas. Naci en Rostov del
Don. Viva con su madre en la calle Bolshaia Sadvaia, casi en el centro, al
lado de la bajada de Bogatianovski, en un piso destartalado de dos
habitaciones. Estudi en la escuela 57. Quiso entrar en la universidad de
Rostov, pero no lo admitieron. Trabajaba como adiestrador de perros.
Amaestraba perros. Tena una amante que se llamaba Katia. Katia tena un
schnauzer. Haca dos aos, Katia llev su schnauzer a la finca de Dima para
que le enseara a sentarse, tumbarse, ir al lado de ella y llevarle las
zapatillas, y as se conocieron. A Dima le gustaba tanto adiestrar al
schnauzer que a veces se lo llevaba a casa a pasar la noche... junto con Katia.
A su madre le gustaba el schnauzer, pero no le gustaba Katia. La vspera,
Katia y l se tomaron unos tragos. Despus, l se subi al tren que iba a
Mosc para comprar un bulldog. En aquel momento estaba en el tren que
iba a Mosc para ir a buscar el bulldog. Era un cachorro maravilloso,
marcado, de pedigr. El padre haba sido cuatro veces candidato a ser
campen de Bielorrusia, y la madre era americana al ciento por ciento, un
bulldog Johnson. Por la lnea de los abuelos podra decirse que vena del
criadero Bitango Bull... Al da siguiente, el bulldog y l volveran a Rostov
del Don. Tena un billete de vuelta. Estaba en la cartera. Y la cartera...
Dima escupi el cigarro y corri al compartimento.
Ayayayay, nos han robado! repeta el discapacitado, junto a la
puerta, al comps del tren. Ay, ayayay, nos han robado!
La cartera no estaba debajo de la almohada. La ajada Liza, con aire
melanclico, beba t. El portavasos metlico tintineaba alegremente.
La criatura pelada y temblorosa caminaba por el parqu haciendo ruido
con las uas, sali por la puerta e inmediatamente retrocedi con los ojos en
blanco. Dima se quit una bota y la levant. La criatura se sent suavemente
en el suelo. Gimi y se march a rastras.
102

Una edad difcil

Anna Starobinets

De la cocina llegaron unas voces apagadas. Sin ponerse las zapatillas,


Dima se acerc con cautela a la puerta y escuch. Las voces callaron. Como
siempre.
Siempre cuchicheaban. Siempre se callaban cuando se acercaba. Y
sonrean a medias. Y fingan que hablaban, no, de nada en particular.
Pero, mira, tenemos un pastel de barquillos con nueces, de los que
tanto te gustan.
Liza estaba tomndose el caf en una tacita roja con el flaco dedo
meique tieso en ngulo recto. Su suegro le tendi la mano amistosamente.
En la barbilla tena migas del pastel de barquillos de chocolate y gotitas de
sudor.
Qu casero era todo.
Despus de la cena, Dima hizo el ltimo intento de adiestrar a su galgo
italiano, Glasha. Estaba tumbada en el silln con el cuerpo flaco y pelado
enroscado como una rosquilla. Dima se acerc. Glasha se apret contra el
asiento y empez a temblar levemente.
Venga, fuera! grit Dima. Fuera del silln! A tu sitio!
Glasha lo mir con cara de pena y ech las orejas atrs.
A tu sitio te digo!
Dima alarg la mano y la cogi por el cuello. Glasha dej de temblar y se
prepar a morir.
No te atrevas a martirizar a la perra. Liza se asom desde la cocina
. Djala que se siente en el silln. Est ms calentita.
Esto no es un perro respondi pensativo.
Glasha movi la cola un momento, animada por la inesperada ayuda, y
se me en la manga de Dima.
So con el schnauzer. Dima le pona delante del morro un plato con
comida y le deca: No. El schnauzer babeaba y grua. Pero no coma. Y
luego Dima echaba a correr detrs del schnauzer con una navaja de afeitar
para esquilarlo completamente. Pero el schnauzer no quera que lo
esquilasen. Ladraba, se rea como un tonto y deca: Dim, pero si eres un
hombre casado, qu vergenza!.

103

Una edad difcil

Anna Starobinets

Dima se despert a las seis de la maana por el calor y la ereccin. Abri


la ventana. Volvi a la cama y se acerc a Liza por debajo de la sbana.
Dcil, Liza suspir y separ con pereza las piernas flacas y espinosas. Dima
se puso encima de ella. Estaba fresca y un poco hmeda. Ola a jabn de
lavar la ropa y a champ Head and Shoulders.
Pero deprisa, vale? le pidi en un susurro romntico.
Como el da anterior, la primera vez (bueno, segn la versin de Liza, la
milsima primera), Liza enseguida empez a moverse con suavidad y a
gemir montonamente. Dima cerr los ojos y le puso la mano en el culo. El
msculo pequeo y duro se tens con hostilidad formando una bola y se le
escurri de los dedos. No haba ms donde coger. Liza se retorca con
habilidad como un pez en el fondo de un balde de hojalata. La cama
chirriaba levemente, pero le daba grima.
Rabioso, Dima termin deprisa.

Cuando qued claro que en la estacin no habra ningn tipo bajo con
bigote y traje azul que llevara un bulldog, que la cartera no aparecera, que
no exista ningn usuario con el nmero de Katia, que el gordo era el
padre de Liza y se llamaba Guennadi lich, y que no tena ningn lugar
adonde ir, cuando todo aquello result tan claro y tan cotidiano, Dima se
acerc al cubo de la basura, tir los dos Parliament que quedaban en el
paquete y se ech a llorar.
Sus nuevos parientes se mantenan apartados a una distancia respetuosa,
apoyndose en un pie y en el otro alternativamente, incmodos, en el suelo
otoal de fango medio derretido de la estacin del tren, arrebujados en
abrigos grises, expulsando vaho al respirar. Cuchicheaban.
Dima les dio la espalda y ech a andar, decidido, con pasos rpidos,
tropezando, sorbindose la nariz. Se detuvo. Se gir. Estaban en el mismo
sitio y lo miraban en silencio. Lo miraban con mucha tristeza. Y casi con
ternura.
Dima volvi con ellos. Y se fue con ellos.

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Una edad difcil

Anna Starobinets

Guennadi lich se interrumpi a media frase. Enderez la espalda


encorvada y clav los ojos vidriosos e inertes en un punto al frente, en
direccin a Dima, pero no lo miraba a l.
Guennadi lich gir la cabeza a la derecha muy despacio. Se oy un
crujido seco y alarmante. Despus, del mismo modo, a la izquierda, con
cuidado, como si temiera derramar un lquido invisible. Otro crujido, y su
cuerpo resucit inesperadamente, empez a mover vivamente los brazos y
las piernas, a masticar, a mascar; sus ojos encontraron a Dima y lo miraron
con expresin vivaracha y clida, paternal.
Qu estaba diciendo... Ah, s, que te lo di. Para qu lo quiero yo? Me
duele la espalda, me duele el cuello, me duelen las piernas deca con tono
montono Guennadi lich, as que cgelo y condcelo.
Pero si no s le repiti Dima, esquivo.
S que sabes, Dim, s que sabes. Sintate y prubalo, ya vers como te
acuerdas. Y normalmente...
La semana anterior le haban dicho que Dima jams haba sido
adiestrador de perros, sino que su nica pasin siempre haban sido los
coches. Antes de que perdiera la memoria, trabajaba todos los das como
taxista ilegal, y con eso se ganaba la vida.
Dima no se lo crey. Y eso que aquellos das se lo crea casi todo. Para
entonces ya le haban enseado el lbum blanco con rosas repleto de
fotografas de la familia (Liza cuando era pequea, una mueca descolorida
e inexpresiva con un lazo; Dima cuando era pequeo, un nio ajeno y
regordete con una madre ajena y regordeta; la boda; Dima y Liza
intercambindose los anillos, bailando, besndose, bebiendo, riendo).
Incluso vio los dos vdeos de la boda. En el cajn de la mesa haba
encontrado una fotografa en DIN A4 y papel mate en la que apareca l
(era l, desde luego, no caba duda), con una sonrisa orgullosa y estpida, al
volante de un escacharrado Lada 8.
El suegro de Dima, Guennadi lich, estaba enfermo. Tena una vrtebra
de ms, una pequea prolongacin en el coxis, una colita modesta y
frustrada que le daba muchos problemas y por culpa de la cual le dola la
espalda con mucha frecuencia. Adems, padeca una enfermedad de las

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Una edad difcil

Anna Starobinets

articulaciones: tena los dedos de las manos y los pies doblados en todas
direcciones, como si fueran de gutapercha. Adems, en las vrtebras del
cuello se le acumulaba sal. Para desentumecerse el cuello rgido, de vez en
cuando tena que hacer unos ejercicios: girar la cabeza despacio de lado a
lado para que le crujieran todos los huesos. Durante los veinte segundos
que duraba el ejercicio, en el cerebro de Guennadi lich se disparaba un
mecanismo misterioso y todo l se apagaba automticamente. Mientras
giraba la cabeza, no poda hablar ni oa lo que le decan, no pareca ver nada
y seguramente tampoco respiraba.
Los dolores de espalda y los apagones frecuentes le provocaron
algunas situaciones peligrosas en la carretera, de modo que, un da,
Guennadi lich, con el corazn destrozado, entre gemidos y lamentaciones,
se haba obligado a salir del interior de su clido y ronroneante Lada 8 para
no volver a entrar jams.
Despus, segn la versin oficial, el coche haba pasado a Dima, quien se
haba puesto loco de contento. Pero Dima no se lo crea. No le gustaban los
coches; le gustaban los perros. Y l gustaba a los perros. Los perros eran su
ltimo bastin, y no pensaba entregarlo sin guerrear.
Te gustan mucho los coches dijo Guennadi lich con conviccin.
Me importan un rbano replic inseguro Dima.
Te gustan mucho. Mira, imagnate: un Audi A4...
Su suegro chasque los labios con aire soador. No, mejor un
Subaru Legacy Outback. Traccin en las cuatro ruedas. Tres litros de
consumo, seis cilindros, veinticuatro vlvulas... Una potencia de ciento
cincuenta y cuatro caballos...
Ya me lo he imaginado dijo sombramente Dima.
Y qu? No te apetece llevar ese cacharro?
Pero para qu leches lo quiero? se enfad Dima. Prefiero adiestrar
perros.
Muy bien... Pues ponte a adiestrar perros...
El suegro mene la cabeza expresando reproche, pero algo le cruji
debajo de la barbilla. Guennadi lich se tens y se le pusieron los ojos
vidriosos.

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Una edad difcil

Anna Starobinets

En las dudosas tardes familiares, en las penosas noches de insomnio,


Dima recreaba en su mente, una vez tras otra, temblando de placer, la
situacin ideal de una visita al psiquiatra. Le contaba al mdico su historia
descabellada, y aquel le daba una palmadita en el hombro, suave, pero no
compasiva, ms bien amistosa, de hombre a hombre, y le deca: No se
preocupe, Lshadkin, es una cosa muy normal. Le pasa a todo el mundo.
Por ejemplo, yo pens durante muchos aos que era un piloto americano de
pruebas, y resulta que no. Si ni siquiera s ingls... Por tanto, no le d
vueltas al asunto y disfrute del aire fresco; no se estrese....
Dima no fue al mdico; no le apeteca nada ir al manicomio. Liza acept
la decisin con algo de recelo. Muy bien, no vayas, ya se pasar solo.
Un da, Dima ley un anuncio en la parada del autobs (No tiene a
quin contarle sus problemas? Tiene fantasas extraas? No es la persona
que los dems creen que es?) y arranc el telfono de confianza
apuntado all. Llam.
Bien, cuntame, qu te pasa? Comprtelo conmigo dijo una cansada
voz femenina de contralto.
He vivido toda la vida en Rostov del Don...
Oh, es una ciudad preciosa! intervino sin entusiasmo la contralto.
Nunca jams he querido casarme...
Pues claro que no, para qu? Hay que divertirse dijo la contralto
ms animada.
S, ya. No lo entiende. Es que resulta que estoy casado...
Eso no tiene ninguna importancia, mi amor. Cualquier fantasa que
tengas... La contralto emiti un gorgorito carioso. Todo lo que quieras.
Anonimato garantizado. Si quieres, puedes violarme. Quedamos en un
sitio; t me esperas tumbado...
Dima colg.

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Una edad difcil

Anna Starobinets

Lo de adiestrar perros no funcion.


Por el anuncio Sesiones individuales con su perro. Defensa y proteccin,
curso de obediencia, correcciones de la conducta. Todas las razas y edades.
Servicio a domicilio enseguida llam una seora cuarentona que soaba
con educar a su dogo de dos aos.
La seora respiraba pesadamente al hablar por telfono y se quejaba del
dogo. Deca que estaba muy mal educado.
Se tiraba encima de la gente y no quera caminar a su lado. En general no
le gustaba caminar, sino que prefera correr al trote, y la arrastraba consigo.
Y adems, grua y enseaba los dientes a quien se acercara a menos de un
metro a su plato.
Y en qu condiciones tiene al perro? pregunt Dima.
El dogo viva en un piso jruschov de una habitacin, en el quinto, con la
mujer.
Muy bien dijo Dima. Ir a su casa maana a las tres. Trabajaremos
un poco en casa y luego iremos al parque.
A las tres en punto, Dima lleg a la direccin indicada y llam al timbre.
Algo muy voluminoso golpe con fuerza la puerta por la parte de dentro.
Emiti unos gruidos profundos y golpe la puerta de nuevo.
Arnold, deja que mamita abra la puerta pi una voz insegura dentro
del piso. Anda, deja que mami abra la puerta para que entre el educador.
Dima escupi lgubremente en los azulejos verdes. Por fin, la puerta se
abri. Arnold estaba sentado junto a la puerta con el morro arrugado y
gruendo.
Dima entr resueltamente. El dogo se puso tenso y no caba duda de que
estaba listo para saltar. De repente, Dima sinti que tena miedo.
Sencillamente, tena miedo.
Un cansancio sordo, una tristeza pegajosa y oscura, se apoderaron de
Dima, lo envolvieron por todas partes y lo espachurraban contra el suelo.
Perdone, me he equivocado de puerta murmur Dima, y arrastr las
piernas entumecidas hasta la escalera.
Despacio, aspirando profundamente en cada escaln, lleg abajo
arrastrando los pies. Arnold sali todo digno al rellano de la escalera, solt
108

Una edad difcil

Anna Starobinets

un rugido para mantener el orden, para afirmar su victoria, y meti el


morro con curiosidad por debajo de la barandilla.
Arnoldushka, ven a casa con mam, venga oy Dima cuando iba por
el primer piso.

Aquella misma noche, Dima encontr un trabajo.


Pero le dur menos de una semana.
En la parada de autobs, Dima vio un anuncio que deca: Se necesitan
personas para colgar anuncios. Llam al telfono que figuraba y fue a la
direccin que le dijeron. Una dama peluda y entrada en aos le dio un tubo
de pegamento y una pila gigantesca de anuncios que decan: Se necesitan
personas para colgar anuncios. Le dijo que le pagara cuatrocientos rublos
por cada cincuenta anuncios que colgara. Dima pas unos cuantos das
recorriendo las calles de la ciudad en autobs y trolebs y bajando en cada
parada para colgar un anuncio, y otro, y otro, y otro. Profan doscientas
paradas y fue a buscar el dinero. La seora peluda le dio ocho mil rublos y
otra pila de anuncios con el mismo texto.
Y cules son los anuncios que quiere colgar cuando consiga todas las
personas que busca? inquiri Dima.
La dama lo mir sin comprender.
Estos. Seal la pila que llevaba Dima.
Dima se qued descolocado. Cogi los ocho mil rublos, se march a casa
y se neg en redondo a volver a casa de la seora peluda.
Pero qu ms te da lo que ponga en los anuncios? le pregunt Liza,
asombrada. Te paga bien, no?
Qu pasa, que en vuestra ciudad estis todos locos? exclam Dima.
Mira quin fue a hablar... replic su mujer con una sonrisa amarga.

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Una edad difcil

Anna Starobinets

Para Dima, conocer a su madre fue un desastre. Result ser un


hipoptamo taciturno y sombro vestido con una rebeca verde con lorzas y
una especie de monumento sinttico y vaporoso en la cabeza. No pareca
conocer mucho ms a Dima de lo que Dima la conoca a ella; le preguntaba
cmo se las haba arreglado y lo llamaba Dimitri. Miraba a Liza con
abierta repugnancia.
A Dima de vez en cuando se le escapaba tratarla de usted y se acordaba
con tristeza de su propia madre, la real, la de su pasado imaginario, y casi
se sinti feliz cuando por fin la invitada se embadurn de rojo los labios con
gesto decidido y se march.
Lo que pasa es que ya hace unos aos que estis reidos le explic
despus Liza. Casi no os hablis. Ella no quera que te casaras conmigo,
pero t te empeaste... Antes decas que no podas vivir sin m... No te
acuerdas cuando decas...?
Dima se bati en retirada al cuarto de bao. Se acerc al espejo y se puso
a hacer muecas.
... como nunca habas querido a nadie sollozaba Liza desde la cocina.
Dima sac la lengua, la dobl a lo largo en forma de tubo, abri los ojos
como platos.
... y tambin decas que nunca habas sentido tanta calidez con nadie...
Arrug la nariz, hinch las mejillas.
... tanta serenidad...
Esboz una amplia sonrisa y se puso un dedo en la sien, girndolo.
... y le dijiste: Mam, no te metas. Es asunto mo.
Dima sali del cuarto de bao.
Bueno, muy bien, pero tengo amigos?
Hum, s reconoci Liza con desgana. Uno.
Aquel mismo da llamaron al amigo para un careo.
Era Grisha, el alcohlico del edificio de al lado. No tena ninguna
cualidad destacable, pero era majo, apacible y sociable. Dima empez a
beber con l los sbados.

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Una edad difcil

Anna Starobinets

Levanta el embrague. Pon la primera. Acelera un poquito... No, no


tanto, no oyes cmo ruge? As... Ahora suelta el embrague poco a poco...
El coche peg un bote sin moverse del sitio, empez a dar tirones
convulsos y se cal por ensima vez. Guennadi lich se sec el sudor de la
frente.
Has soltado el embrague demasiado de golpe. Venga, prueba otra vez.
Vuelve a arrancar, joder...
Al cabo de una semana, el Lada 8 se haba vuelto ms dcil, y al cabo de
un mes ya lo haba sometido por completo.

En la calle Sadvaia-Samotichnaia se subi el Pasajero que Mandaba un


Mensaje por el Mvil. En la avenida Mir, la Mujer Maltratada por la Vida
(portazo, labios apretados, mirada severa y ensimismada por la ventana,
silencio sepulcral). Desde el VDNJ hasta la calle Nzhnaia Mslovka, Dima
llev a la Mujer Muy Nerviosa (Cierre la ventana. Apague la calefaccin.
Pngase en el carril de la izquierda. Al tercer semforo gire a la izquierda.
Pngase ya en el carril de la izquierda. Tiene que girar a la izquierda en el
segundo semforo. Tiene que ponerse en el carril izquierdo! Me oye?
Cuidado, tiene un coche detrs. Ms a la izquierda. En el siguiente
semforo, a la izquierda. Ahora, a la izquierda! Eh, hay una vieja cruzando
la calle. Cuidado, que casi atropella al seor! Bien, aqu, a la derecha o a la
izquierda...).
En la calle Nzhnaia Mslovka lo par otra mujer, quien tambin pareca
Nerviosa. Por lo menos, llevaba una bolsa muy grande de plstico con cinco
o seis bolsas ms dentro, y Dima se imagin con un estremecimiento cmo
la mujer trasteara con ellas durante todo el trayecto entre susurros
quejumbrosos.
A Dima no le gustaba su trabajo. Ni tampoco le gustaban los pasajeros.
A la estacin de Kursk.

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Una edad difcil

Anna Starobinets

Cunto pregunt Dima mecnicamente, mirando de soslayo las


bolsas.
Cien? propuso la Nerviosa sin conviccin. Dima le ech una mirada
oscura y fingi que reemprenda la marcha. Ciento cincuenta? Dima
apret ligeramente el acelerador. Doscientos? sigui regateando la
chica.
Dima levant el pie del acelerador y la mir sin decir nada. Atractiva,
media melena pelirroja, ojos alegres de color marrn claro.
La llevo por doscientos cincuenta dijo, pero solo a modo de
experimento.
De acuerdo respondi sumisa la Pelirroja.
Puso la bolsa en el suelo del coche y se acomod tranquilamente. Miraba
por la ventana. Llevaba un perfume caro; se haba echado un poco ms de la
cuenta, pero era agradable de todos modos. Y le resultaba familiar.
Dima tena por principio no hablar con los pasajeros ms que de dinero y
la ruta.
Vas a buscar a alguien? O te vas a algn sitio? pregunt de repente
cuando ya llegaban a la estacin, con un tono ms amistoso que el que
pretenda.
Me voy. A casa, a Rostov del Don.
Dima agarr con fuerza el volante y fren a pocos centmetros del Volga,
que estaba a punto de partir.
Ya hemos llegado dijo Dima. No hace falta que me pagues.
De verdad? exclam encantada y sonriendo la Pelirroja, y abraz de
improviso a Dima, estrechando contra l todo su cuerpo, inundndolo con
su perfume penetrante y dulce. Venga a vernos! Venga a Rostov del Don!
Me das tu telfono? Le sali como un graznido ahogado.
Claro! Tiene un bolgrafo?
S, pero no tengo papel respondi Dima, sobresaltado.
Es igual, djeme el boli, se lo escribir en el billete de vuelta.

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Una edad difcil

Anna Starobinets

En el billete? repiti Dima como un bobo. Y cmo vas a


marcharte? Cmo vas a ir a Rostov del Don?
Este billete es de hace dos meses dijo con otra sonrisa la Pelirroja.
Garabate el nmero de telfono a toda prisa, dobl cuidadosamente el
billete en cuatro y lo puso en la palma sudada de Dima. Retuvo su mano en
la de l un par de segundos y luego se inclin sobre su oreja. Un mechn
pelirrojo le hizo cosquillas al rozarlo en la mejilla.
Venga, y no se arrepentir.
S, cuenta con ello! exclam, y le gui un ojo torpemente a modo
de despedida.

Estuvo media hora ms dando vueltas por la ciudad, pero nadie ms lo


par. Dima se dirigi hacia su barrio, el Aeropuerto, avanzando metro a
metro por la atascada avenida Leningrado. Como siempre, le dola la pierna
del embrague. En el coche reinaba un fuerte olor de gasolina y del aire
caliente y seco de la calefaccin, pero an se perciba el rastro del perfume
de la Pelirroja.
Entonces, qu? Podra volver a la estacin de Kursk, aparcar en coche en
cualquier sitio, comprarse un billete para el primer tren que fuera a Rostov
y largarse. En aquel mismo momento. Para pasar el fin de semana. Por qu
no? Podra llamar a su mujer e inventarse algo.

... litera superior. Salida a las 18:45, llegada a las 14:32 lo inform con
voz asesina la taquillera. Lo quiere?
S.
El corazn le lata con tanta fuerza que le ensordeca los odos, se le suba
hasta la garganta con acelerados espasmos felices, le contraa con
impaciencia las puntas de los dedos. Se arremang de un tirn para mirar el
reloj y, torpe, dio un golpe al que estaba detrs de l en la cola.

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Una edad difcil

Anna Starobinets

Su reloj no estaba en la mueca. Ni el dinero: la cartera se le haba


esfumado del bolsillo interior de la chaqueta. Y el bolgrafo. Al borde de las
lgrimas, Dima desdobl el billete con el telfono de la Pelirroja. 123450.
Imbcil.
Seor, quiere el billete o qu? chill de malas maneras la taquillera.
Sin decir nada, Dima se alej de la ventanilla.

Nunca tena granos, ni morados, ni araazos, ni erupciones alrgicas.


Nunca ola a sudor. No desprenda ningn olor humano. Ola a esmalte
de uas, a quitaesmalte, a champ, a desodorante, a jabn de lavar la ropa,
a crema, a gel. A detergente de fregar los platos. A Orbit sin azcar. A veces,
a goma. A veces, incluso a cable quemado. Pero nunca a sudor. Ni a jersey
de andar por casa que lleva muchos das sin lavarse.
Se olvidaba de quitar las etiquetas y el precio de la ropa nueva. Iba con
ellas durante semanas enteras, hasta que el propio Dima, irritado, las
arrancaba.
Dima supo que su mujer y su suegro no eran ladrones al cabo de pocos
das de convivencia familiar. Luego se le ocurrieron otras explicaciones (que
eran licntropos, robots o extraterrestres), pero tambin acab
rechazndolas.
La sombra de sus parientes era absolutamente normal, gris oscura. Dima
se vio obligado a reconocerlo despus de haberlo comprobado varias veces.
Sus cuerpos tampoco parecan tener orificios donde pudieran encajarse
llavecitas.
Sin embargo, Dima nunca saba qu cuchicheaban cuando l estaba en
otra habitacin.
Dima escondi el billete con el nmero de telfono en el coche. Casi
todos los das, antes de volver a casa, lo sacaba de la guantera y lo estudiaba
con atencin. Primero lea la palabra imbcil varias veces. Despus le daba la
vuelta y lea por el otro lado: Tren n 99/100 Atamn Platnov. 4 de
noviembre. Mosc-Rostov del Don. Salida 18:45. Llegada 14:32. Lshadkin.

114

Una edad difcil

Anna Starobinets

Era su billete. Su billete de vuelta, el que haba desaparecido junto con su


cartera haca dos meses en el viaje de Rostov a Mosc.
La vspera de Ao Nuevo, Guennadi lich demostr que su naturaleza
era total y absolutamente terrenal. Muri. Toda su vulnerabilidad y su
fragilidad humanas se pusieron en evidencia.
Guennadi lich muri precisamente cuando iba a casa de ellos. Cogi un
atajo que pasaba por debajo de unas ventanas. Del alfizar de una colgaba
una estalactita puntiaguda. Llevaba all ms de un mes y ms de una vez
haba empezado a derretirse, dejando caer gotas heladas, pero se congelaba
de nuevo. Esper a aquel ascenso de la temperatura y a aquel transente
para caer por fin y abrirle la cabeza y acabar de derretirse justo all, en su
interior, con los ltimos restos de su calor humano.

Liza llor mucho, muchos das, muchas noches, y temblaba mientras la


venca el sueo, y gema mientras dorma. Adelgaz todava ms; la cara se
le hinch; el esmalte de las uas se le caa a trocitos descuidados. La ropa y
el pelo le olan a humo de tabaco. A veces se olvidaba de lavarse el pelo y
dej de ponerse crema en la cara.
Una noche, Dima la abraz. Por primera vez. Ella lo mir un poco
asustada, pero al cabo de un segundo se acerc ms a l, enterr la boca
hmeda y caliente en su pecho y dej de temblar.
Por las maanas, Dima sacaba a pasear a Glasha porque Liza no poda
levantarse.
Despus, cuando regresaba, Dima abrazaba a su mujer amodorrada, casi
sintindola suya, le acariciaba el pelo, la besaba en los ojos rojos y
extenuados. A veces, ella sonrea en sueos.
Una maana, Liza lo mir como si estuviera acorralada y angustiada.
Hazme un nio le dijo. Por favor, hazme un nio.
Tena la cara hinchada de los recin despertados. Y de los nios.
Dima sinti que las manos le temblaban de una manera extraa. Se
desabroch la camisa y dijo como un tonto:
Ya voy, ya voy.
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Una edad difcil

Anna Starobinets

No recuper la memoria. Pero tampoco le haca falta. Haca muy poco


que quera a aquella mujer desconocida y extraa de piernas largas y flacas,
vientre redondo y abultado y un nuevo corte de pelo (el pelo se le haba
afeado con el embarazo y se lo cort), y aquel amor todava no tena pasado.
Mejor dicho, tena un pasado muy corto: solo siete meses. Siete meses para
acostumbrarse, adaptarse, aprender qu le gustaba a Liza y qu no, para
escuchar cmo daba pataditas, para comprarle una bolsa de mandarinas
todos los das.
Sin embargo, por debajo de aquel presente fresco e inesperado y de la
feliz espera, amenazaba una sombra obstinada y permanente, pertinaz, que
acechaba oculta tras los sonajeros y la ropita que esperaba su hora. Aquella
sombra indefinida no era un obstculo paralizante, sino ms bien algo
molesto, pero consegua ponerle de mal humor. Como una promesa
incumplida que no se recuerda a quin ni cundo se hizo. Como un asunto
insignificante dejado siempre para ms tarde y jams concluido. O unas
palabras ofensivas a las que no se respondi en el momento y que despus
martillean en la cabeza una y otra vez, como un eco, en busca de la mejor
respuesta, la ms envenenada.
Solo para verla. Necesito verla, verla y ya est. Ver esa ciudad, Liza.
Tienes que entenderme, clmate, no llores, que vas a hacer dao al beb.
Pero voy a volver, me cruce con quien me cruce, vea a quien vea, Liza...
Y ella deca que no poda ir en aquel momento. Deca que no poda
explicar por qu, pero que no poda ir all en aquel momento, que era un
error, que iba en contra de las reglas. Lloraba y deca que no fuera, que no
fuera, que no fuera. Que ira todo mal.
Es normal que ahora tengas caprichos. Pero voy a ir de todas formas.
Liza, precisamente es lo correcto. Tengo que liberarme de una vez de ese
delirio! Tengo que comprobar que nunca he vivido all y que no conozco a
nadie all. Todo ir bien.

Lo reconoci todo al instante.


116

Una edad difcil

Anna Starobinets

Sin cario y sin sorpresa. Simplemente lo reconoci todo. Rostovianos


de todos los pases, unos!, aquel eslogan chiflado pintado en una pancarta
roja y azul. La Bolshaia Sadvaia. El edificio de la duma municipal, un
colosal pastel de crema blanco y verde. El cine Kinomax, con las rejas en las
ventanas, que recordaba al ambulatorio del distrito; Katia y l haban visto
all Matrix 2.
Dima camin lentamente hacia su casa, dobl la esquina y se detuvo. Su
madre estaba sentada en un banco, junto a la entrada. Con Katia. Estaban
hablando animadamente y se rean, mientras el schnauzer corra como un
loco a su alrededor. Le tiraban un palo una vez cada una.
As que existan de verdad. Se rean. No estaban de luto, no llamaban por
telfono cada dos por tres a los hospitales y a los depsitos de cadveres, ni
lloraban la una encima del hombro de la otra. An no haba pasado un ao
desde el momento en que Dima haba desaparecido de sus vidas, y ellas ya
se rean y jugaban con el perro. Su madre incluso pareca ms joven y estaba
ms guapa. No tena nada que ver con aquella viejecita solitaria y enferma
que haba perdido a su hijo y que haba perseguido a Dima en las pesadillas
nocturnas durante aquellos meses, llamndolo con un dedo tembloroso,
secndose las lgrimas de los ojos con un pauelo. Katia haba engordado
tremendamente. Bajo el blusn amplio y recto se le balanceaba el culo
enorme.
Ellas no lo vean. Dima se removi en el sitio y al final dio unos cuantos
pasos indecisos hacia ellas. Y entonces fue cuando se dio cuenta de que
haba algo ms.
Un cochecito de nio. Un cochecito azul del modelo ms corriente estaba
junto a ellas.
Katia se levant pesadamente del banco, se acerc al carrito
balancendose de un lado a otro, meti las manos y sac a un beb hermoso
y envuelto en rosa y azul. Su madre y el schnauzer revoloteaban a su
alrededor.
Dima se escondi detrs de un rbol y las mir un minuto ms. Qu
felices y ajenas le resultaban. No quiso acercarse ms; no le apeteca
mirarlas a la cara, or sus voces, explicar, pedir explicaciones. Que en su
nueva memoria se quedaran de aquella manera: parecidas a como haban
sido antes, terriblemente parecidas, pero distintas.

117

Una edad difcil

Anna Starobinets

Dima envi un mensaje de mvil a Liza (Hola, no he encontrado a


nadie, no me acuerdo de nada, besos, voy a casa) y ech a andar
lentamente, decado, hacia la estacin. Pas por el parque zoolgico y se
qued mirando a sus pjaros favoritos.
Algunos cormoranes iban tristemente de aqu para all, removiendo
ausentes en el agua con el pico. A unos diez metros de ellos haba unos
espejos enormes.
Quite de ah! No se ponga en medio del rodaje! Una mano firme
apart a Dima hacia un lado.
Un tipo bajo y robusto con gafas y un micrfono se puso donde haba
estado Dima. A su lado se coloc otro con una cmara.
Este bellsimo pjaro, el cormorn, es el orgullo del parque zoolgico
de Rostov dijo la voz melosa del de las gafas. Pero, desgraciadamente,
es muy difcil que engendre descendencia en cautividad. Los cormoranes
solo se reproducen en colonias, y veinte pjaros no constituyen una colonia.
Para formar una colonia son necesarios por lo menos cien. Para crear a los
cormoranes la sensacin de que se encuentran en una colonia grande, la
direccin del parque ha colocado espejos. Albergan la esperanza de que,
gracias a ellos, los hermosos cormoranes se reproduzcan en el parque en un
perodo corto de tiempo.
A Dima le dieron pena los cormoranes. Era evidente que estaban all
muy a disgusto. Miraban acorralados al tipo del micrfono y desde luego
no tenan ninguna gana de multiplicarse. Dirigan miradas totalmente
indiferentes a los espejos, pero daba la clara sensacin de que no los vean.
O tal vez se negaran a considerar que sus propios reflejos eran sus
compaeros de colonia.

Nada ms arrancar el tren le son el mvil. Era una amiga de Liza que le
deca, con una terrible voz de ultratumba, que Liza se haba puesto de parto
prematuro y se la haban llevado a la casa de maternidad nmero 16.
Dile que llego maana! grit Dima. Maana!
Se cort. Estuvo un rato en su compartimento y despus se fue al vagn
restaurante a comprar tabaco.
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Una edad difcil

Anna Starobinets

Dima entr en la plataforma, se apoy en la pared y encendi un


cigarrillo con una profunda calada. A travs del habitual olor mohoso de la
plataforma se perciba claramente un perfume sorprendente en aquel lugar.
Estaba fumando en la plataforma. La chica pelirroja, la misma. Dima tir
al suelo el cigarrillo a medias.
Vaya, hola mascull Dima todo lo amenazante que supo. Cunto
tiempo.
Se acerc a ella con pasos ruidosos, agarr a la Pelirroja por el pelo rojo y
la apret contra las rejas de la ventanilla.
Qu demonios haces aqu?
Trabajo aqu... En esta ruta... Sultame!
Devulveme el dinero, zorra... y el resto. Dima la apret un poco
ms.
El dinero ya no lo tengo replic la Pelirroja, no demasiado asustada
. Pero te devolver el resto! Sultame primero!
Dima afloj la presin y se apart un paso.
Chicooos!!! grit la Pelirroja con todas sus fuerzas.
En la plataforma irrumpieron al instante dos tipos forzudos y morenos.
Uno rode con galantera los hombros a la Pelirroja; el otro le peg un
puetazo en la nariz a Dima sin detenerse. En aquel momento, el tren
traquete violentamente y Dima se cay al suelo sucio y cubierto de
escupitajos.
Ya te lo devolver todo maana! exclam la Pelirroja, soltando una
alegre carcajada.
Ella sali de la plataforma, pero los dos tipos se quedaron.
Dima se esparci la sangre por la barbilla y empez a levantarse,
resoplando. Una suela gruesa de goma con un dibujo en forma de espiga le
pas como un relmpago ante los ojos y se estamp con deleite en su frente.
Dima se cay de nuevo, esta vez de espaldas. El que haba abrazado a la
Pelirroja se puso en cuclillas al lado de Dima y le sac suavemente el mvil
del bolsillo.
Qudate aqu sentado tranquilito le dijo.

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Una edad difcil

Anna Starobinets

La puerta de la plataforma se cerr de un golpetazo. Dima se qued


sentado un minuto ms y luego se arrastr hasta el bao para limpiarse la
sangre.

Una enfermera menuda y mona con granitos en la nariz lanz otra


asustada mirada de reojo a la fisonoma destrozada de Dima y de nuevo
rebusc en los papeles.
No, seguro que no.
No haban llevado a Yelizaveta Guenndievna Prokpets a la casa de
maternidad nmero 16. Dima sali a la calle y quiso llamar a la amiga de
Liza, pero record que el nmero de su telfono haba volado junto con el
mvil.

Dos, cinco, siete. Mierda, dos, cinco, siete dijo Dima en voz alta.
El cdigo no funcionaba. Al final, una viejecita sali del portal y solt un
grito cuando vio a Dima. Este la empuj y se meti corriendo en el edificio.
Lleg hasta su piso y descubri con asombro que la puerta era nueva y de
hierro. Pero, por si acaso, meti su llave en la cerradura. Por supuesto, la
llave no entr. Sin embargo, la puerta se abri, pero desde dentro. Un gordo
enorme, brillante de sudor o grasa, vestido con una camiseta de marinero,
sali al rellano con hostilidad.
Qu quiere? le pregunt malhumorado el gordo, pasndose los
dedos por el pelo del pecho con aire amenazador, por debajo de la tela de
rayas.
Disimuladamente, Dima ech un vistazo detrs del gordo para ver el
recibidor del piso. Estaba forrado con un desconocido papel de rombos
lilas.

120

Una edad difcil

Anna Starobinets

No fue hasta que Grisha el alcohlico le jur que haca un ao que haba
dejado de beber y le pidi que no lo tratara de t; no fue hasta que Dima
recorri todas las casas de sus conocidos, sin xito, y telefone a todos los
telfonos que se saba, sin xito; no fue hasta entonces que Dima fue a la
polica a denunciar que su mujer haba desaparecido.

Qu coo vas a tener una mujer? repeta montonamente el polica


sudoroso y bigotudo.
Dnde est tu registro de entrada? Quin te dio el trabajo de pegar
carteles? Un segundo polica, calvo y con las cejas negras y pobladas, dej
justo delante de Dima su pasaporte con el permiso de Rostov y el familiar
No tiene con quin compartir sus problemas? Lo visitan fantasas
extraas? No es la persona que...?
Por tu culpa, cabrn, han violado a una mujer! rugi el del bigote y
arroj una fotografa encima del anuncio.
La fotografa era de la seora que quera amaestrar a su dogo, toda llena
de cardenales y magulladuras.
Lo pegaron mucho rato, hasta la noche, pero al final lo dejaron marchar.
Ms muerto que vivo, Dima lleg a la estacin de Kursk y compr un billete
para Rostov del Don.

Mira, pap ha vuelto dijo Katia, y le puso en las manos un bulto que
chillaba y pataleaba. Por qu has tardado tanto? Haba cola? Qu te ha
pasado en la cara?
El schnauzer olisque a Dima en los pantalones con indiferencia. El bulto
se call de repente. Su cara pequea y roja se frunci en un espasmo y
luego se le relaj, y clav sus ojos inflamados e indiferentes en Dima sin
ninguna expresin.
Tenemos ditesis dijo Katia. Vas a cenar?

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Una edad difcil

Anna Starobinets

Por la noche, Dima estuvo mucho rato dando vueltas en la cama estrecha.
Con repugnancia apoy la frente en el hombro ajeno de Katia, que
desprenda un olor ajeno y penetrante de sudor. Al final se calm y se le
regul la respiracin.
So con Liza. Flaca, de piernas largas, triste, plida. En los brazos
sostena un mueco envuelto primorosamente en una mantita de beb. Un
angelito de goma, inmvil, con la cara crea y las mejillas redonditas y
coloradas.
Lo meca en los brazos, muy deprisa, produciendo un extrao crujido
como de madera.
Tienes que aceitar las bisagras le deca Dima, muy triste, casi
llorando de ternura.
Pero Liza no lo oa. Meca al beb y repeta:
Ven, Dima. Vuelve, Dima.

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Una edad difcil

Anna Starobinets

LA AGENCIA

Voy por un camino estrecho y maloliente que pasa entre cobertizos.


Curiosamente, todos los cobertizos son verdes; solo de vez en cuando hay
alguno marrn oscuro. Intento no tocar las paredes con los hombros,
porque estn cubiertas de una especie de fango amarillento y de
excrementos de ave con plumas de gallina y de paloma pegadas. Aunque ya
llevo las botas y los pantalones empapados hasta las rodillas de un barro
blanquecino, por inercia sigo mirando al suelo, para no pisar los charcos ni
las cacas de perro.
Un chucho pequeo, a manchas, de vientre hinchado y ojos turbios est
atravesado en el camino royendo un hueso de gallina. Avanzo un paso. El
chucho me ensea los dientes amarillos y grue por lo bajo. Me paro.
Enfrente solo me quedan cuatro cobertizos y, por fin, la salida del laberinto.
Levanto un pie. El perro empieza a aullar y se le eriza el pelo blanco y negro
del lomo. Le pego una patada en el morro. Se aleja corriendo un metro, pero
regresa y estalla en ladridos agudos. Le doy otra patada y lo piso contra el
suelo; grue, pero de forma ahogada, y el morro se le chafa contra el hueso
de gallina. Lo piso ms fuerte. El perro se calla. Se oye un chasquido, pero
no miro qu ha sido. Camino aprisa hasta el final del camino y me
encuentro en un parque infantil. Me limpio las botas en un charco.

En el centro del patio hay un cuadrado con arena donde juegan con
cubos dos chicos grandullones. Unos columpios bajos y una mesa de
madera podrida. Agolpados a su alrededor, unos nios miran algo,
boquiabiertos. Me acerco y la veo.

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Una edad difcil

Anna Starobinets

En la fotografa del peridico parece otra: una mueca perpleja y babosa


con un estpido lazo amarillo en la cabeza y los ojos llenos de miedo. En
persona no tiene nada de particular: una nia de cinco aos, fea y mocosa,
que resopla por la nariz, concentrada en algo. Me abro paso entre los nios
hasta que llego a su lado. Ellos me miran en silencio con los ojos como
platos. Absorta, la nia hurga algo que est en la mesa con un trozo de
cristal verde. A su derecha hay un tarro sucio de mayonesa, por cuyo fondo
se arrastran lombrices de tierra, escarabajos de color naranja y negro, y un
enorme sanjuanero.
Saca un escarabajo del tarro y lo pone panza arriba encima de la mesa.
Tiene las manos sucias y regordetas, y mugre por debajo de las uas.
Sacando la lengua fruto de la tensin, corta el insecto en dos a lo largo de la
panza con el cristal. Los nios observan con curiosidad las dos mitades; las
patitas siguen movindose. La nia vuelve a meter la mano en el tarro y
saca una lombriz de tierra. Atrapada entre sus dedos, la lombriz se retuerce
en el aire hasta que por fin se rinde, ya sin voluntad, y la nia coge el cristal.
Yo pongo cara severa y pregunto en tono amenazador:
Se puede saber qu es esto?

Los nios salen corriendo entre risitas. La nia se gira de golpe hacia m
y suelta la lombriz, que cae al suelo. Me mira. Con la mirada vaca, sin
ninguna expresin, una mirada que se desliza por mi ropa.
Qu ests haciendo? le pregunto con voz tranquila.
La nia baja la cabeza. Se sorbe los mocos. El gusano est en el suelo sin
moverse, en el mismo sitio donde ha cado.
Jugbamos a los hospitales. Empuja el gusano con la punta de la
bota. Yo era la doctora. El gusano se enrosca convulsivamente.
Operaba a los enfermos.
Pero no ves qu has hecho? le digo. Has matado al escarabajo. Su
mam va a ponerse muy triste.

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Una edad difcil

Anna Starobinets

Me quito las gafas oscuras y la miro a los ojos. Con tristeza y un poco de
reproche. Por fin, su rostro se arruga en un puchero. Las lgrimas gotean en
la mesa. Frunce los ojos.
Sabes qu puedes hacer para que su mam te perdone? le digo.
Qu?
Tragarte el cristal.

Regla nmero uno. No hay delito si no hay intervencin fsica. Lo nico


que existe es el curso natural de las cosas ligeramente corregido por
nosotros. Si simplemente quiere usted matar a alguien, bsquese un asesino
a sueldo. Nosotros trabajamos de otra manera. Generamos accidentes.
Coincidencias.

Tenemos de todo. Tenemos habitaciones en pisos altos con balcones a


punto de caer. Papeletas premiadas de lotera. Nuestros propios casinos.
Nuestros propios colegios. Nuestras propias tiendas. Nuestros propios
aviones. Nuestros propios hospitales. Actores que representan papeles
amorosos durante cierto tiempo, desde un par de horas hasta un par de
dcadas. Actrices que hacen de mujeres entregadas. Actrices que hacen de
mujeres traidoras. Actrices que hacen de actrices. Ms de quinientas clases
de venenos mortales. Escaleras de mano defectuosas. Diez mil bacterias
patgenas. Y las vacunas para las enfermedades que generan. Tenemos
gatitos tuertos. Dobermanes de pura sangre. Comida caducada.
Preservativos agujereados. Coches estropeados. Pelculas de cuya
existencia nadie sospecha; en los crditos no aparece ni el director ni el
guionista. Una coleccin inmensa de pelculas, de obras maestras, que
esperan a sus creadores. Colosales estanteras llenas de libros annimos
que algn da sern superventas. Tenemos de todo.

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Una edad difcil

Anna Starobinets

Entr en la Agencia gracias a un anuncio que rezaba: Se necesitan


montadores, operadores de sonido, guionistas, ayudantes de direccin y
actores. Me hicieron la entrevista en una habitacin vaca. Mi interlocutor
era una voz suave y nasal que sala de un altavoz del techo.
Cuntos aos tiene? me pregunt el Altavoz.
Treinta y cinco.
A qu se dedica?
Soy guionista. Escribo guiones para series de televisin.
Cules son sus aficiones?
No tengo. Por la noche veo la televisin. Juego al Counter Strike.
En qu postura duerme?
Qu?
En qu postura duerme? repiti el Altavoz, impasible.
Pues... Habitualmente, sobre el lado derecho. A veces, boca arriba.
Est casado?
No.
Tiene relaciones sexuales?
Qu ms le da? Pero el Altavoz no respondi. No dije yo.
Tiene una amante? O un amante?
No.
Tiene alguna mascota? Plantas?
No.
La entrevista se prolong durante casi cinco horas. Le relat mi infancia
con todo detalle; le habl de mi conejillo de Indias favorito y de cmo se
cay desde un sptimo piso; le habl de mis padres y del funeral de mis
padres; le habl de mi acn juvenil y de mis poluciones juveniles. Enumer
las revistas de papel satinado que me ayudaban a masturbarme. Que me
ayudaban antes, claro. Observ pacientemente unas ilustraciones absurdas
y dije al Altavoz qu me recordaban. Incluso busqu rimas para unas
palabras que me dijo el Altavoz.

126

Una edad difcil

Anna Starobinets

En fin, al final me cogieron en la Agencia. Supongo que porque no soy


nadie. No tengo amigos ni familiares. Tengo un aspecto tan feo y vulgar que
nadie se fija en m. Estatura mediana. Peso normal. Se me puede confundir
con cualquiera. Es imposible acordarse de m. Si asaltara a alguien en pleno
da, la vctima no me identificara en un careo. No tengo lunares, verrugas
ni cicatrices. Tengo los labios finos, una nariz de lo ms corriente, el pelo
mustio, los ojos pequeos e inexpresivos, y las extremidades flacas y flojas.
Soy impotente. No hay nada que me guste. Puedo inventarme historias
interminables y tristsimas sobre nios hurfanos, enamorados separados,
mujeres hermosas que han perdido la memoria o novios prfidos y
codiciosos. Visto ropa oscura y discreta, normalmente gris o azul marino, y
gafas de sol. Mi vida es aburrida. Soy exactamente lo que ellos necesitan. El
Agente ideal.

Hay flores aqu. Se mueven y ondean con el viento. Flores asquerosas y


gordas, de cementerio, casi tan altas como un hombre. Tienen el tallo fuerte
y brillante, y la flor, amarillo chilln. Tambin hay ortigas enormes y hierba
espesa, tiesa, hmeda, que absorbe los jugos de la tierra.
Hay muy poca gente. El Escritor se ha quedado inmvil, mirando al
suelo, encogido, helado. Su mujer no deja de llorar, pero con discrecin, sin
aspavientos. Hay otras mujeres que tambin lloran.
Yo me mantengo a cierta distancia, apoyado en un rbol. Estoy bastante
cerca, pero no tanto para que se fijen en m. Llevo una gabardina gris.
Empieza a llover y me pongo la capucha. Pienso: Qu divertido. Cuntas
veces habr descrito una situacin igual, antes, claro, cuando escriba
guiones. En el primer episodio o en el centsimo; ms tarde o ms
temprano, en todos los culebrones hay un funeral. Y la lluvia no puede
faltar en la escena. Y siempre hay una figura solitaria que se mantiene a
cierta distancia. Con una gabardina gris, detrs de unos rboles.
La lluvia se hace ms intensa, y los presentes no tardan en marcharse,
creando un poco ms de alboroto del que correspondera en una situacin
como esta. Una mujer sigue junto a la tumba. Tiene paraguas.
Me arrebujo la capucha, tanto que casi no se me ve la cara, solo la punta
de la nariz y las gafas, y me aproximo a ella. Hoy no me he puesto las gafas
127

Una edad difcil

Anna Starobinets

oscuras de siempre, sino otras, unas redondas de cristales de espejo. No


quiero que me retenga en su memoria, pero no hay de qu preocuparse;
puedo acercarme a ella un poco ms. Me mirar, pero solo se acordar de s
misma, de su reflejo en mi rostro.
Tiene la cara redonda y bondadosa, con tres pliegues en la papada. Sus
estpidos ojos azules se estudian en mis gafas mientras le pido
sosegadamente que me d la direccin del Escritor. Que quin soy?
Simplemente, un gran admirador de su talento... Qu desastre tan grande...
Yo tambin tengo hijos, no puedo ni imaginrmelo... No, no quiero
importunarle con una visita; solo me gustara enviarle una carta con el
psame, ya sabe, suele reconfortar un poco. Me limitara a llamarlo por
telfono, pero no tienen.
Crdula, asiente y me da la direccin.

Al principio, el trabajo me encantaba. En realidad, la Agencia me llamaba


de tarde en tarde, una vez cada tres meses, no ms. Me dieron un piso y
trabajaba en casa. Todas las maanas encontraba en el buzn un sobre
grande de cartn sin remite y, dentro, el siguiente guin. Nunca vi al
mensajero que llevaba el sobre; seguramente llegaba bien entrada la noche.
Porque exista la regla nmero dos. Bajo ningn concepto ni pretexto, los
trabajadores de la Agencia deben conocerse entre s, ni la cara ni la voz. No
hay ni reuniones ni fiestas de empresa; todos los agentes trabajan de forma
totalmente autnoma. El Coordinador nos llama por telfono y nos encarga
el trabajo: un rollo rapidsimo emitido por una voz nasal y electrnica, sin
vida ni entonacin.
Todas las maanas me coma dos yogures y un huevo revuelto crudo, me
tomaba un t con leche, me lavaba deprisa con agua fra y me pona
enseguida a trabajar. Lea atentamente el guin y haca anotaciones al
margen. Despus an me quedaba una hora y media para dedicarme a mis
cosas antes de que llamara el Coordinador.

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Una edad difcil

Anna Starobinets

El Coordinador era invariablemente corts (Buenos das. Qu tal se


encuentra hoy? Me alegro de que todo vaya bien. Entonces, pongmonos a
trabajar. Un Cliente ir a verlo hoy sobre las cinco. Por favor, examine con l
los detalles del guin. Asegrese de que el guin satisface las necesidades
de la Agencia. Le deseo suerte con el trabajo. Que le vaya bien).
La Agencia es una organizacin secreta. Tiene filiales en todos los pases.
Solo conocen su existencia unos pocos privilegiados.

Nuestros clientes pueden concebir su propio guin o pueden utilizar una


historia ya existente, bien en los libros, bien en las pelculas. El autor ms
solicitado es Stephen King. Varias veces me han pedido El resplandor, Misery
y El cazador de sueos. Un joven de aire melanclico me trajo una copia de un
relato corto de King (ya no me acuerdo de cmo se llamaba) sobre un dedo
que cobraba vida y apareca en el cuarto de bao de un matrimonio. El
joven quera que en algn momento de la tarde soltramos un dedo
mecnico de goma en la pila y el retrete del piso de una encantadora pareja
jubilada de intelectuales. Haba estado ahorrando durante diez aos para
pagar el encargo. Los jubilados intelectuales eran sus padres.
Otro da vino una vieja loca millonaria y pidi un episodio de El
cementerio de animales para una familia muy ruidosa vecina suya.
Y entonces dijo con los ojos en blanco y aire soador, ustedes
provocan un accidente para que atropellen a su gato y se muera. Ellos lo
entierran, pero al da siguiente, el gato muerto vuelve y les pega un susto...
Lo siento mucho, pero eso no es posible repuse con paciencia.
Y por qu no? pregunt la vieja por ensima vez, sorprendida.
Un gato muerto no puede volver. Pero podramos crear un gato igual.
Sera un gato artificial, mecnico. Sinttico, pero con apariencia de muerto.
O tambin podramos usar un gato vivo maquillado para que parezca
muerto.
Ah, no. Si el gato vuelve vivo, no tiene gracia ni sentido. Yo lo que
quiero es que al gato lo atropelle un coche y se muera. Entonces lo
enterraran, y al da siguiente...

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Una edad difcil

Anna Starobinets

Por lo dems, los clientes adoran Titanic. Juntar a todos los que les caen
mal en una carraca enorme y hundirla con toda solemnidad es una
alternativa muy seductora, pero cara y vulgar. La Agencia acept un
encargo semejante solo una vez, en 1912, cuando alguien (no puedo decir
nombres) ide el tinglado con pelos y seales. En aquel entonces se
consider que el guin era efectista y provocador. Pero repetir el mismo
truco una y otra vez es el sino de la gente sin pizca de fantasa. A ese tipo de
clientes solemos proponerles que se contenten con una catstrofe area.
Normalmente aceptan. Y otros hasta se dan por satisfechos con un accidente
de tren o de autobs.
Los guiones independientes suelen ser malsimos. Por ejemplo, a los
papas multimillonarios les gusta encargar por adelantado prcticamente
toda la vida de sus queridos hijitos. El nacimiento, los estudios, el trabajo, el
matrimonio y una muerte dulce. Y yo invento toda suerte de detalles y
algn giro de la trama que d un poco de sal a esos argumentos
esquemticos y desnudos. Qu aburrimiento tan grande. Pero qu le vamos
a hacer: todos los das, los ms ricos del planeta o simplemente los muy
ricos nos traen su dinero. Tanto dinero que basta para el mantenimiento de
la Agencia. Tanto dinero que nos da para tenerlo todo.
El Escritor va a la estacin de tren para comprar los billetes de vuelta.
Como es normal, no aguantan ms aqu. Es una ciudad pequea, y hasta los
perros saben qu les ha sucedido. Por lo dems, esta tranquilidad de
provincias no les hace ningn bien, y no parece probable que el Escritor
pueda seguir trabajando en su nueva novela. Lo nico que quiere es
regresar a su ciudad, a la gran ciudad ruidosa y amicalmente indiferente.
Camina con la cabeza baja. Voy detrs de l. Lleva una bufanda de color
rojo intenso, una mancha estpidamente alegre sobre la ropa negra. Llevo
espindolo ms de una semana, pero es la primera vez que le veo esta
bufanda. Puede que la haya cogido sin fijarse y se la haya puesto sin pensar,
porque el Escritor suele tener gusto vistiendo. O tal vez se la haya puesto
adrede para que la gente dirija sus miradas de compasin a ese trapo
chilln y no a su cara.
Compra los billetes y arrastra los pies despacio por el estrecho andn
vaco. Lo sigo. Me da pena. No oye mis pasos a su espalda, pues los ahoga
el ruido del tren que se acerca.

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Una edad difcil

Anna Starobinets

Desde luego, no estoy dispuesto a contentarme toda la vida con un


puesto de simple guionista. No es que sea un trepador y tenga una
ambicin desmesurada o frustrada.
Simplemente me considero una persona creativa. Siempre he soado con
que algn da... S, algn da me presentar para ser director de la Agencia.
Una maana me llam el Coordinador y, despus de la melopeya
gangosa de costumbre, aadi una frase nueva: Por favor, concrete con el
Cliente los detalles del guin y asegrese de que satisface las necesidades
de la Agencia. Desde el da de hoy tiene usted libertad para ejecutar con
plena independencia los guiones que le encarguen.

Estaba un poco nervioso. Esperaba la llamada del Coordinador y ya


llevaba ms de una hora viendo embobado la televisin. No s por qu,
pero solo funcionaban dos canales, y con el mando a distancia disparaba
alternativamente a los participantes de un programa del corazn y a unos
trabajadores del sector sanitario sospechosamente sonrientes. Cuando estoy
nervioso cambio de canal sin parar. Me tranquiliza.
La puerta estaba abierta.
Haba alguien ms en la habitacin. Alguien que tena una voz ronca y
muy desagradable hablaba conmigo. En la pantalla, una mujer gorda con
minifalda se revolvi incmoda en un enorme silln de piel y se ech a
llorar. La apunt con el mando, apret el botn verde y desapareci aliviada
en el cuadrado negro. Segu mirando la pantalla. Mi reflejo llenaba la
negrura, el mo y el de la persona que tena a mi espalda.
Por favor, deje ese canal. Es mi programa del corazn favorito.
Mov un dedo y la mujer resucit. La presentadora de piernas largas le
alarg un vaso de agua con malevolencia. La gorda se sec las lgrimas con
unos pauelos desechables y mene la cabeza con pesadumbre. Yo saba
perfectamente que era imposible que la puerta hubiera estado abierta.
Siempre cierro con llave.

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Una edad difcil

Anna Starobinets

Me gir.

Con aquel Cliente todo fue extrao, muy extrao, desde el principio. En
primer lugar, aquel da no haba recibido un guin; estuve toda la maana
esperando, y nada. En segundo lugar, nadie me avis de aquella visita. Vino
solo, por iniciativa propia. Y en tercer lugar, tena llave de mi casa, por lo
visto. De lo contrario, cmo haba entrado? Siempre cierro la puerta con
llave.

Dej encima de mi mesa escritorio una carpeta donde pona Guin y


un recorte de peridico casi tan grande como una pgina entera.
El artculo se encabezaba con una frase bastante grandilocuente y
bastante absurda tambin: La nueva voz de una generacin, o La voz de
la nueva generacin, o La generacin de la nueva voz, algo por el estilo;
no me acuerdo. Justo debajo del titular haba una maravillosa y enorme
fotografa de una familia feliz: el marido, la mujer y una nia pequea. El
hombre mira a la cmara por encima de las gafas, un poco irnico, algo
cansado, pero definitivamente bondadoso. La mujer lo mira orgullosa de l
con una sonrisa a la vez estpida y falsa. En una mano sujeta un papel
(parece un diploma) y con la otra rodea los hombros de la nia.
Alrededor de la fotografa haba un texto breve donde se comunicaba que
el famoso Escritor, galardonado con varios prestigiosos premios literarios,
abandonaba la capital junto con su familia con destino a una pequea
ciudad de provincias, lejos del mundanal ruido, para dedicarse plenamente
a la creacin de su siguiente obra.
A continuacin segua una entrevista con el Escritor. Deca que ya llevaba
muchos aos rumiando la idea de la nueva novela. Que en la nueva novela
volveran a tratarse los problemas ms candentes de la sociedad actual. Que
la primera lectora de su nueva novela sera, como siempre, su mujer. Y que
en el piso nuevo que acababan de comprarse en una pequea ciudad de
provincias no tenan telfono. No les hacan ninguna falta conexiones
superfluas con el mundo exterior.
132

Una edad difcil

Anna Starobinets

Alargu la mano hacia la carpeta del guin, pero me detuvo.


Ms adelante. Lo dejamos para ms adelante. Para la prxima vez que
venga.
Se dirigi a la puerta. El guin y el recorte de peridico se quedaron en
mi mesa.
Cundo? pregunt, mirndole a la espalda.
Pronto.
Pero me gustara saber ms. Intent decir aquellas palabras con tono
duro, pero me salieron ms bien serviciales. Tendra que empezar a
planear..., ya sabe, el trabajo.
No se preocupe dijo. Durante los prximos das no tendr ms
trabajo que este.

Era mi primer encargo serio, y decid prepararme a conciencia. Lo


primero que hice fue ir a una librera.

Los libros del Escritor estn expuestos en la mesa central bajo el letrero
Superventas. Sus dos novelas (todo lo que ha llegado a escribir) estn
colocadas ordenadamente en dos pilas. Muchas manos se alargan hacia l,
manos con laca de uas rosa, con laca verde, sin laca, con las uas
mordidas, con dedos peludos, con anillos de compromiso... Cuando la
altura de las pilas disminuye, una lnguida dependienta de piernas largas
que camina arrastrando los tacones altsimos se acerca con ms libros. Yo
tambin alargo la mano, cojo las dos novelas y me pongo a la cola de la caja.
Delante de m hay una chica de pelo ralo y rubio que lleva en las manos los
mismos libros que yo. Mira las cubiertas con indiferencia. Una es de color
verde vivo y lleva dibujado un perfil vago e indefinido. En la otra, de un
rojo sucio, hay filas interminables de latas de conserva y botes de salsa.
Estoy empezando a odiar al Escritor.
Junto a la caja registradora hay un platito con caramelos. La rubia se mete
en la boca unos cuantos de una vez y mastica, provocando unos crujidos
133

Una edad difcil

Anna Starobinets

sonoros. Gira la cabeza para mirarme y enseguida vuelve a darme la


espalda. En la tienda hace un calor agobiante y apesta a pegamento.
Definitivamente, odio al Escritor. Me repugnan los caramelos.

Me pas la tarde leyendo y buena parte de la noche. Los libros eran


bastante cortitos, pero me cost terminar con ellos porque me sacaban de
quicio.
La primera novela se llamaba Muerte en el supermercado. Trataba de una
mujer mayor, soltera, que va al supermercado para comprar una especia
para la sopa de pescado que quiere preparar para cenar. Pero no se limita a
comprar solo la especia, por supuesto, ya que los supermercados estn
organizados de tal modo que los compradores cogen de las estanteras
tantos productos como pueden, sino que deambula entre las salchichas, los
quesos, las salsas, el brcoli envasado y las botellas de Coca-Cola, y
recuerda su infancia, su juventud, toda su vida. Amores que terminaron
mal, abortos, fiestas. Mientras tanto va leyendo las etiquetas de los
productos. Camina, recuerda, lee; no puede detenerse y se pierde en el
laberinto de comida. Le da vueltas la cabeza, se marea y pide ayuda, pero el
estruendo de los carros ahoga su voz dbil de vieja. Y cuando por fin llega
el encargado bien adiestrado para canturrearle su tpico En qu puedo
atenderla?, la seora se desploma y (obsrvese el ttulo del libro) muere.
La novela lleva un eplogo entusiasta en el que se explica como, en sus
obras atrevidas y rabiosas, el Escritor ataca el culto al consumismo.
Qu aburrimiento insufrible, por favor.
El segundo libro hablaba de un loco, un asesino en serie, miembro de
Greenpeace, que destrua a todos los que no amaban lo suficiente a la
naturaleza. No me molest en leerlo; solo lo hoje. Tampoco tena nada de
particular.

El Coordinador dej de llamarme. En la Agencia haban dado la llave de


mi piso al Cliente, y l vena cuando lo consideraba necesario. Se presentaba

134

Una edad difcil

Anna Starobinets

sin avisar, se colaba sin hacer ruido y deca: Cuntame. Infrmame de


todo. Tengo que saber hasta el ltimo detalle.
Y yo le contaba, procurando darle siempre la espalda. Resultaba
imposible mirarlo a la cara. Sin embargo, no mirarlo resultaba igualmente
imposible. Aquella cara era invitadora, hipntica, burlona. Atraa,
embrujaba y succionaba el alma para despus repelerla. Era aberrante. La
caricatura de un payaso.
La mitad derecha de la cara siempre estaba inmvil. En cambio, cuando
hablaba, la otra mitad era un torrente descontrolado de muecas. La boca se
le torca hacia la izquierda; la ceja izquierda bien se le levantaba
sorprendida, bien se le frunca con malicia, y tiraba arriba y abajo, como si
manejara un hilillo invisible, de la mejilla temblorosa y espasmdica y del
ojo que no dejaba de guiar burlonamente. Pero lo ms terrible de la cara
era el otro ojo. El de la mitad muerta, que tena los prpados hinchados y
rojos. Aquel ojo no pestaeaba nunca. Y era redondo. Un ojo de ave
perfectamente redondo.

El Escritor se cae. Mira a los lados, asombrado. Justo en sus narices ve


restos de manzanas, botellas vacas de Coca-Cola, cscaras de pipas, trozos
de cristal verde, latas chafadas de cerveza, todo atrapado entre las traviesas
de la va. Mira hacia arriba y dice dbilmente Socorro!, pero el estruendo
del tren ahoga su voz.
A nadie le extraa. Nadie sospecha nada dice el guin. El Escritor,
como todos los artistas, tiene una personalidad inestable. Y en esa pequea
ciudad hasta los perros saben que tiene un buen motivo para suicidarse.
Desde el borde del andn miro abajo y veo que la bufanda roja como la
sangre no se distingue del fondo.

Despus me voy a correos, compro una postal de Ded Moroz, 6 (ni me


gusta ni es la poca del ao, pero las ilustraciones de las otras son peores:
6 Personaje de la mitologa eslava similar a Pap Noel. (N. de la T.)
135

Una edad difcil

Anna Starobinets

un tentetieso horrendo y unas rosas doradas), consulto el guin, me fijo


bien en la caligrafa y, tratando de imitarla, escribo pulcramente: Lo ves?
Soy capaz de hacer cualquier cosa. Me ha quedado bastante parecida.
Escribo la direccin que me ha dado la mujer de tres pliegues en la
papada y le mando la postal a la mujer del escritor. A la Viuda.

Cuando el Cliente vino a verme por segunda vez, cogi el guin de mi


mesa y me lo tendi.
Lelo en voz alta me dijo.
Empec a leer; mientras tanto, l mova sus repulsivos labios sin emitir
ningn sonido y sonrea de vez en cuando. Se saba de memoria las veinte
pginas. Por primera vez desde que trabajaba en la Agencia sent miedo.
Cunto odio.

As pues, he hecho casi todo lo que quera el Cliente. Casi todo. An


tengo ante m la ltima pgina del guin.
Faltaba la Viuda. Tena que acabar con ella hoy mismo, pero no me he
visto capaz. Me da la sensacin de que algo no cuadra. Claro que a m me
da igual, no es asunto mo, no es ms que mi trabajo, pero... Algo no cuadra.
He ido a su casa con un enorme ramo de tulipanes (Buenos das, servicio a
domicilio de entrega de flores. De parte de los admiradores de su difunto
esposo. Mis condolencias). Pero ella se ha puesto a gritar de una manera...
De una manera tan espeluznante... Me he ido.
S, ya lo s, ya lo s. Hace tiempo que ha perdido el juicio, despus de lo
que le hicimos. Me ha abierto la puerta. Ah estaba, en el umbral, medio
desnuda, con el pelo sucio y apelmazado en la cara. Llevaba en la mano un
pescado congelado enorme y le chupaba la cabeza como si fuera una
piruleta. Clavaba los labios en la boca abierta de la piruleta y le lama los
ojos muertos. Se me ha quedado mirando mucho rato con expresin
alelada, obtusa. Le he ofrecido el ramo y lo ha cogido con la otra mano, lo
ha mirado y de repente lo ha soltado. Y entonces se ha puesto a gritar, a

136

Una edad difcil

Anna Starobinets

aullar como un animal. Seguramente as gritan los dementes. Pero... haba


algo en aquel grito que me ha puesto en guardia.

Y me he ido. Antes de acabar con ella, tengo que aclarar ciertas cosas.
Tengo un montn de preguntas que hacer al Cliente.
Por qu ha dejado de llamarme el Coordinador? Por qu ha gritado as
la mujer? Pero lo ms importante...
Por qu tanto odio?
A m mismo me sorprende haberme decidido a preguntrselo por fin. l
no responde.
Estoy muy nervioso, tanto que me tiemblan las manos. Noto que me arde
la cara. Voy al bao para mojrmela con agua fra. l me sigue en silencio.
Me lavo la cara y me encuentro un poco mejor. Me la seco con una toalla
y oigo como cierra la puerta del bao por dentro. Me da miedo. Se queda
justo detrs de m. Est loco.
Levanto la cabeza. En el espejo que hay encima de la pila se refleja su
cara monstruosa. Y de repente veo que por su mejilla resbalan las lgrimas.
Est llorando?
En respuesta, sonre. La mitad izquierda, claro.
Lagoftalmia dice.
No entiendo.
Lagoftalmia, el ojo de liebre. Por la parlisis de los msculos que
rodean el ojo, los prpados no se me cierran, cosa que impide la circulacin
de las lgrimas por dentro del ojo.
Es de nacimiento? le pregunto, pero l niega con la cabeza.
Un accidente de coche, har poco ms de cinco aos. Fracturas
mltiples en las extremidades, una brecha en el crneo y el deterioro del
nervio facial. Me qued paralizada media cara. Estuve tres meses en
cuidados intensivos. Despus pas medio ao en el departamento

137

Una edad difcil

Anna Starobinets

quirrgico y luego dos aos en el psiquitrico. En cierto sentido fue como


volver a una segunda infancia. Se me haba olvidado cmo se masticaba...
No me apetece lo ms mnimo seguir escuchando.
Por qu me cuenta todo esto?
...y ahora solo puedo ingerir lquidos. Desde hace varios aos, todas las
maanas me llama mi mdico y, como si fuera mi mam que me mima, me
pregunta cmo me encuentro y me da instrucciones para el resto del da.
Me seguira llamando, pienso que me seguira llamando toda la vida si...
Basta!
... si no hubiera cortado la lnea del telfono. No puedo salir a la calle
sin gafas oscuras. Tengo quince cicatrices en la cara, y a veces me duelen
muchsimo...
Cierro los ojos con fuerza.
...y solo me lo alivia el agua helada.
Por qu tanto odio? vuelvo a preguntar, esta vez en un susurro.
En el espejo veo que media boca sonre.
Haz memoria. Es muy fcil.
Me mira con su ojo redondo y muerto. Me miro con mi ojo redondo y
muerto.

Dnde has estado?


La voz me sale malvola, muy alta. No es la ma. O tal vez simplemente
acabe de darme cuenta de cmo suena mi voz en realidad. Qu asco; tengo
la parte de los sobacos de la camiseta empapada en sudor. Dos manchas
negras y acres se extienden por el tejido sinttico azul. Huelo mal. Me duele
el estmago. Despus de pronunciar cada frase me da una arcada que
retumba fuerte y trgica.
Ella no dice nada. Me sirvo otra copa y me la bebo de un trago. Me
enciendo otro cigarrillo intentando que la mano no me tiemble demasiado

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Una edad difcil

Anna Starobinets

al sujetar el mechero. Tengo ganas de vomitar. Inspiro profundamente, toso


con un sonido agudo y repugnante. Inspiro de nuevo.
Podras explicarme qu est pasando?
Ella se queda mirando atentamente un objeto invisible del suelo.
Despus levanta la cabeza, pero en sus ojos no hay nada, nada salvo pereza,
salvo unas descaradas e insolentes ganas de dormir.
Maana, de acuerdo? Hablamos maana. Y sale de la habitacin.
No! Ahora! chillo, yendo en pos de ella, pero sin correr. Me
contengo.
Oigo como se cierra la pared del bao y, despus, el murmullo de la
ducha. Cojo la botella y bebo a morro. Despus digo en voz alta: Ni hablar,
un poco de dignidad, la dignidad ante todo. Me lleno la copa, murmuro
algo ms entre dientes, como un demente, como un deficiente. Y empiezo a
llorar.
Ella se va a la cama.
Mi ataque de nervios. Mi noche. Ahora ya todo da igual, ahora ya todo
vale, me comporto como un nio, ja, ja, doy golpes a las puertas, corro por
el pasillo, sollozo, tengo temblores y me retuerzo. Me preparo el discurso.
Amenazo a algo, demuestro algo al espejo. Bebo. Se termina. Salgo de casa,
me meto en el nauseabundo espacio exterior, que gira a mi alrededor, y
compro ms, y bebo ms.
Me arrastro hasta su cama al amanecer.
Durante todos estos meses, en los que ella procuraba marcharse cuanto
antes y regresar cuanto ms tarde, o las veces en que no regresaba en
absoluto, o cuando de repente se escapaba en plena noche con cualquier
excusa idiota (Mis padres no pueden moverse por la radiculitis. Los
dos? S, los dos, y tengo que sacar a pasear al caniche urgentemente. O:
Mi amiga est hecha polvo por un disgusto amoroso y tengo que ir a
consolarla ahora mismo), y cuando dej de tocarme, y casi dej de
hablarme... Durante todos estos meses nunca me decid a hacerle esta
pregunta. Sigo sin querer hacrsela, pero estoy borracho, y las palabras casi
se me caen de la boca, por s solas, despacio, implacables, como enormes
mordiscos ftidos.
Quieres que me vaya?
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Una edad difcil

Anna Starobinets

Su mirada recorre la habitacin. Sin duda, a mi espalda hay decenas,


centenares de cositas fascinantes e invisibles. Por fin se fija en m. Est a
punto de decir algo. Tengo miedo, tengo mucho miedo.
S.
Eso es todo. Tengo la sensacin como si una garra helada, pequea,
hubiera traspasado sin enterarme las capas de mi piel, de mi grasa y de lo
que haya debajo de ellas, y me agarrara el estmago y apretara con todas
sus fuerzas. Y me muero.
Conversamos un rato, si a eso se le puede llamar una conversacin.
Desde algn lugar del otro mundo le pregunto todo lo que quera.
Preguntas innecesarias, aburridas y triviales. Ni siquiera tengo que
pensarlas; me salen solas, como un autmata. He puesto estas mismas
palabras en boca de mil personajes intiles en mil guiones intiles. Hay
otra persona? Eso quiere decir que todo ha terminado entre nosotros?
Quin es l? Ella responde, intenta parecer culpable, pero no lo consigue.
Parece una alumna aplicada que recita unos versos que se ha aprendido de
memoria sin comprender el sentido. La entonacin no es la adecuada. No
pone el nfasis en los sitios correctos. S, todo ha terminado. S, hay otra
persona. Es un escritor. Me explica todo lo que ha hecho, dcil, me lo cuenta
todo, todo y ms. Tiene tanto talento. Es tan interesante. Todava no ha
publicado ningn libro, pero todo est por llegar, porque lo tiene todo
clarsimo. Es pobre, cierto, y ni siquiera tiene un piso, pero no importa...
Y dnde van a vivir?
Cmo que dnde? Aqu, por supuesto.
Para ella, yo ya soy un fantasma.
Para rematar el asunto cmo ha conseguido este guin del demonio
escabullirse de su inofensivo mundo paralelo y colarse en mi abominable
realidad?, parece que est embarazada. De l, claro. Puede que lo est,
puede que no; no lo sabe seguro. Por las maanas tiene nuseas y todo el
da tiene sueo. Al hablar de esto, se anima visiblemente; lo comparte
conmigo como si fuera una amiga. Para ella, ya soy un fantasma.
Me transformo, por fin, en uno de mis necios personajes. Me pongo a
gritar, digo que lo matar. Y a ella tambin. Y a su maldito hijo, si es que
viene al mundo.

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Una edad difcil

Anna Starobinets

Al parecer, ella tambin sigue uno de mis guiones al pie de la letra,


porque en respuesta suelta una carcajada estentrea y forzada.
T? balbucea entre risas. Venga, mtalo, mtanos... Si eres
incapaz de hacer nada... T no eres capaz de hacerme nada...

Con movimientos febriles meto algunos objetos totalmente intiles en


una bolsa, pego un portazo y salgo a la calle. Al tercer intento abro la puerta
del coche y me siento al volante. Estoy borracho, pero no tanto como para
no saber que no tengo absolutamente ningn sitio adonde ir. Y que estoy a
punto de mandar mi vida a la mierda.
Y el coche vuelca lentamente, a cmara lenta, se queda panza arriba, y
antes de que mi cabeza se pegue un golpe con la ventanilla lateral y mil
cristales se me claven en la cara, me da tiempo a pensar en un montn de
cosas. Y comprendo por qu todo ha sucedido de esta manera. Por qu me
ha tratado as. Creo que porque no soy nadie. No tengo amigos ni parientes.
Soy tan feo y vulgar que nadie se fija en m. Estatura mediana. Peso normal.
Se me puede confundir con cualquiera. Nadie se acuerda de m. Si atraco a
alguien en pleno da, la vctima no me reconocera en un careo. No tengo
lunares, verrugas ni cicatrices. Tengo los labios finos, una nariz de lo ms
normal, el pelo mustio, los ojos pequeos e inexpresivos, y las extremidades
pequeas y flojas. Soy impotente. No hay nada que me guste. Puedo
inventarme historias interminables y tristes sobre nios hurfanos,
enamorados separados, mujeres hermosas que han perdido la memoria o
novios prfidos y codiciosos. Visto ropa oscura y discreta, normalmente gris
o azul marino, y gafas de sol. Mi vida es aburrida. Soy exactamente...
Soy exactamente lo que ellos necesitan. El Agente ideal.

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Una edad difcil

Anna Starobinets

LA GRIETA

Recorro la habitacin con la mirada. Mi hija de cinco aos juega en el


suelo, murmurando algo para s. Est sentada en una alfombra turca de
colorines frotando contra ella los talones desnudos y le hace una trenza a
una mueca grande y vieja. Sonro y cierro la puerta sigilosamente detrs
de m, pero recuerdo que se me ha olvidado decirle que se ponga los
calcetines. Vuelvo a abrir la puerta y le atrapo una mirada asustada e
intensa.
No hagas eso nunca, pap, no hagas eso!
El qu? pregunto, sorprendido.
Nunca abras la puerta dos veces seguidas.
Por qu?
No lo entenders.
Bueno, intenta explicrmelo.
No te lo vas a creer.
Y si me lo creo?
Porque, bueno, porque cuando haces eso dijo de carrerilla, sofocada
, cuando haces eso, se abre una grieta. No es de verdad, bueno, s que es
de verdad, pero es invisible. Se abre una grieta entre los mundos, y Dios
puede pasar muy deprisa por ella y cogerte y llevarte con l. La nia
abri mucho los ojos.
Y si se abre la puerta tres veces seguidas? inquir.
Tres veces no pasa nada. Pero cuatro es peor que dos.
Y cinco? Me haba despertado la curiosidad.

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Una edad difcil

Anna Starobinets

Se puede.
Seis?
No se puede.
Es decir, los nmeros pares? pregunt sin razn aparente, pero ella,
por supuesto, no respondi: no saba qu eran los nmeros pares. Y
cmo sabes t eso?
Al parecer, aunque no me he dado cuenta, mi tono ha destilado irona.
En todo caso, ella nota que algo no cuadra y arruga los labios, enfadada.
Ya te he dicho que no te lo creeras.
Cmo lo sabes? repito con el tono ms serio y penetrante que
puedo.
Pero ella no se fa de m. Adems, parece que la conversacin la aburre.
Se concentra otra vez en la blanca trenza sinttica y responde a
regaadientes sin mirarme.
Lo s. Lo s y ya est.

Me voy a trabajar. Hora punta.


Atencin. Se cierran las puertas. Prxima estacin: Belorrsskaia.
En el vagn contina afluyendo poco a poco una riada de gente resuelta
de ojos vacos. Aunque bajo en la siguiente parada, no intento oponerme a
ellos y dejo tranquilamente que se zambullan en las profundidades del
vagn.
Un chico bajo y elegante se aprieta contra m. Tiene las manos muy
peludas, todos los dedos cubiertos de vello negro y rizado, e incluso en las
palmas parece tener pelusa oscura. Lleva la cara bien afeitada, pero no
puede disimular la sombra de tiesa barba que despuntar en breve y que le
llega casi hasta los ojos. Qu raro, pienso, que una cara tan joven tenga tanto
pelo. Tendra un aspecto mucho ms natural si no tuviera, si su piel fuera
lisa y rosada como la de un beb...
Las puertas del metro se cierran con estrpito y vuelven a abrirse.
Aprtense del borde del andn, se oye por los altavoces. Las puertas
143

Una edad difcil

Anna Starobinets

chocan entre s y se separan de nuevo. Fin del embarque, dice el


maquinista, irritado. Y otra vez, clop, clop. Pero bueno, dejen libre la
puerta!, alla el maquinista, y un gamberro invisible por fin se aparta. El
tren arranca con una sacudida y se interna en la negrura atronadora. El
joven se prepara para bajar: mete su mano peluda en el bolsillo de la
chaqueta, saca una barra de cacao para los labios (hace mucho fro en la
calle) y se lo unta en los labios gruesos y caprichosos.
Un hombre sombro de cara roja, apretado como yo contra el joven (pero
solo de lado), murmura algo de mal humor. El sonido se disuelve en el
estruendo del tren, pero le leo los labios, que dicen claramente: marica.
Me abro paso hasta la puerta. El joven me guia el ojo. El de la cara roja
parece querer escupir al suelo, pero se contiene.
Subo cansinamente las escaleras y salgo del metro.
Esto no es Belorrsskaia. Pero se le parece mucho. La calle Tvrskaia, el
puente... Pero por debajo del puente, arrastrando ruidosamente bloques de
hielo cubiertos de nieve ms all del horizonte, discurre un ro ancho y muy
caudaloso. La gente pasea tranquilamente por el puente. El viento es tan
intenso que tienen que sujetarse el sombrero, y se agita la superficie del
agua.
La plaza de enfrente de la estacin del metro, donde en otros tiempos
haba atascos da y noche, est cubierta de hielo y casi vaca. Solo dos
patinadores solitarios se deslizan con elegancia dibujando ochos perfectos
en el hielo.
Subo al puente de forma mecnica, cruzo el ro medio dormido, gir por
una calle a la derecha, vagabundeo largo rato sin voluntad por calles
desconocidas, hasta que por fin un pnico sosegado se apodera de todo mi
ser. Decido volver al metro, pero ya no s en qu direccin queda. Acelero el
paso, casi corro.
Una seora camina hacia m. Tiene un rostro agradable y bondadoso.
Voy tan deprisa, tan desesperado, que me falta el aliento. Le pregunto
dnde est la parada de metro ms cercana. La mujer se para, me sonre
amablemente y emite un graznido estridente y prolongado de gaviota.
Luego se cubre la boca con la mano, muy turbada, como si se le hubiera
escapado un terrible eructo en la mesa.

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Una edad difcil

Anna Starobinets

Disculpe... Tiene que ir recto y luego a la izquierda, y ya la ver


enseguida.
Me salud con un ademn de despedida.
Espere! Puede decirme dnde estoy?
La seora me mira sorprendida.
Est en... Ioi! vuelve a soltar el grito de gaviota.
Dnde?
En... Ioi! Ioi! Disclpeme, por favor. No puedo decirlo, no hay manera.
Se marcha.

Tomo el camino que me ha indicado y encuentro el metro. Me meto y


bajo. La escalera es muy corta; solo desciendo cinco o seis escalones y ya
estoy bajo tierra.

Espero en el andn y observo como mi sueo ms terrible se hace


realidad.

Tengo este mismo sueo desde que era nio. Estoy en el andn y se
acerca un tren rojo y reluciente, aunque su color no es exactamente como el
del Flecha Roja, el que sale de la estacin de Leningrado a las 23:55. Mi tren
es de otro tono de rojo. Es rojo como un coche nuevo americano de carreras
que reluce al sol del medioda. Es rojo como el esmalte caro de uas de las
modelos. Es rojo como la sutil lencera de encaje que no cubre el cuerpo de
una ramera.
Se acerca disminuyendo la velocidad y despus... Nada, no me caigo a la
va, el tren no me convierte en un amasijo asqueroso, no pasa nada de eso.
Lo nico que hace es detenerse junto al andn. Pero no puedo imaginar un
pavor ms intenso, una pesadilla ms terrible que esta.

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Una edad difcil

Anna Starobinets

Siempre me despertaba en este momento, baado en sudor fro.

Ahora estoy en el andn. El tren rojo y reluciente se acerca a m.


Disminuye la velocidad y se detiene. Subo y me agarro a una barra.
Atencin. Se cierran las puertas.
Se cierran las puertas y el tren arranca.
Jadeando, me muevo por el vagn vaco y espacioso. Prxima estacin.
Cul ser la prxima estacin?

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Una edad difcil

Anna Starobinets

LAS REGLAS

Las grietas negras del asfalto imponan sus propias condiciones. Eran un
peligro. Haba muchas, demasiadas, y alteraban completamente el ritmo.
Sasha trotaba deprisa por la calle con las manos sudorosas metidas en los
bolsillos de los vaqueros. Haba que correr de la siguiente manera: cuatro
pasos cortos, y al quinto pisaba una grieta con el pie derecho; daba cuatro
pasos ms y, otra vez, pisaba con el izquierdo una franja negra y
deshilachada por los extremos. Lo malo era que uno poda encontrarse una
grieta al tercer paso o incluso al segundo, y Sasha frenaba en seco,
tropezaba, cambiaba de pie frenticamente, pero muchas veces acababa
pisando con la pierna que no tocaba y segua corriendo hacia delante
aterrorizado, intentando advertir las grietas solo con el rabillo del ojo y no
enfocar directamente la vista hacia ellas en ningn caso para no ver los
papeles, los cascajos, las monedas y los brotes de hierba sucia y salpicada de
aceite de los coches, que se ocultaban en su interior. Para ver solo las franjas
negras, los bordes afilados que no poda tocar bajo ningn concepto.
En el metro, las Reglas cambiaron de improviso. Las baldosas cuadradas
de color albaricoque que pavimentaban el andn, todas iguales, jugaban a
otro juego. En este caso, era al revs: tena que pisar los bordes de modo que
quedaran justo en medio de la suela. Caminar result ms fcil: haba
muchas rayas y eran regulares, y poda adaptarse a ellas. De repente, a
medio camino, los cuadrados liberaron a Sasha de sus garras geomtricas y
tenaces. Y una voz inaudible, la que diriga el juego, la que nunca se
equivocaba, confirmaba casi con dulzura: recreo, libertad absoluta, puedes
caminar como quieras. Confiado, Sasha levant el pie de la raya y avanz
dando saltitos, procurando mirar solo hacia arriba y hacia los lados. Su
padre lo cogi de la mano y cruzaron la oscuridad angosta que separaba el
andn de la puerta del tren y entraron en el vagn.

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Una edad difcil

Anna Starobinets

Para comer haba sopa de col agria y esturin con patatas. Un olor fuerte
a pescado junto con un concierto para violn emitido por la radio solan
despertar en su madre la sensacin de la comodidad de la casa. En su padre
provocaban un flujo de melancola inexplicable (mientras que, por el
contrario, las patatas con setas lo animaban) y una necesidad imperiosa de
llamar por telfono. A Sasha no le gustaba el pescado, pero, como tena
fsforo, pas a formar parte de la lista de tormentos obligatorios
alimenticios.
Sasha palpaba minuciosamente con la lengua la pasteta de carne de
pescado que acumulaba dentro de las mejillas, buscando espinas que
pudieran traspasarle el esfago y llegarle al corazn por los vasos
sanguneos. Despus separaba el bolo ultramasticado en porciones
pequeitas y se las tragaba sin conviccin alguna.
Sania, no te columpies en el taburete! Se le van a desenroscar las patas
exclamaba su madre, enfadada, y acto seguido se diriga a su marido.
Qu haces! Sabes perfectamente que las espinas se tiran al cubo de la
izquierda. En el derecho se echa solo lo que podemos dar a los perros de los
vecinos.
Con una sonrisa sumisa, el padre meti la mano en la bolsa abierta del
kfir (donde se echaban los restos pequeos de basura) y sac las espinas.
La expresin bondadosa desapareca raras veces de su rostro. En primer
lugar, la propia cara, redonda y bien afeitada como un blin de labios
gruesos y benvolos, tena siempre buena predisposicin. En segundo
lugar, llevaba diez aos de entrenamiento. Desde el primer da de su vida
familiar, el padre se aferr firmemente a las enseanzas de Dale Carnegie:
sonrer. Tena una sonrisa encantadora.
Mientras estaban tomando el t son el telfono.
Sasha, contesta t, que ests ms cerca.
Sasha esper exactamente cuatro timbrazos y descolg.
Dgame dijo como lo deca su padre.
Hola? S? gorje una voz desconocida, femenina y dulce, entre
dbiles chisporroteos. Por favor, dile a tu padre que se ponga.
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Una edad difcil

Anna Starobinets

Su padre termin de masticar su pedazo de pastel de barquillos con


nueces con un chasquido de lengua y se apoy el auricular en la cara
satisfecha.
Dgame. No, se equivoca. S, pruebe a llamar a ese otro nmero.
Al cabo de cinco minutos, Para Elisa empez a sonar melanclicamente
en el bolsillo del pantaln de su padre.
Pero bueno, qu lata... S, dgame! Hola, Vktor Alexseich! S, ya le he
preparado todos los documentos... Bueno, si es muy urgente, podra
drselos hoy mismo...
La voz de su padre se atenu tras la puerta bien cerrada de la cocina. Su
madre puso la tapa en la cazuela de la sopa con un golpe y la guard en el
estante inferior de la nevera.

Sasha estaba boca arriba con los ojos cerrados. No poda conciliar el
sueo boca arriba, pero las Reglas prohiban ponerse de lado por el
momento. Primero, boca arriba. Adems, todava tena que levantarse y
encender la luz, cuando sus padres se fueran a su habitacin y no pudieran
ver la delictiva raya amarilla de la base de su puerta. Ya eran ms de las
once, y segn las reglas observadas con severidad por toda la familia, Sasha
tena que estar dormido. Segn las otras Reglas, tena que levantarse. Para
ver si el jarrn estaba bien puesto en el alfizar. Antes, aquello no pasaba,
porque por la noche se interrumpa el Juego. Pero ltimamente, cada vez
ms a menudo, ocurra que algunos objetos le pasaban desapercibidos a la
luz elctrica. Despus, de repente, cuando todo se sumerga en la oscuridad,
se manifestaban, junto con una ola de sudor fro y pegajoso y los latidos
fuertes del corazn. Podan estar mal puestos. Tal vez desde haca mucho
tiempo. A veces se acordaba de golpe de objetos que no haba puesto en
orden desde haca das. Si los dejaba tal cual, pasara algo. Algo terrible y
fatal, algo que hara que su vida fuera una pesadilla y quebrara el orden de
las cosas. Si los colocaba bien, pero tarde, sucederan las contrariedades
habituales. Si los colocaba bien y a tiempo, no pasara nada. Las Reglas no
contemplaban premios; solo castigos. Solo el miedo constante del Gran
Error.

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Una edad difcil

Anna Starobinets

En aquel momento, el jarrn lo inquietaba. Antes de acostarse, Sasha


haba comprobado cmo estaba, pero despus empez a parecerle que
haba que moverlo un poco a la izquierda. Un poquito nada ms. Se levant
y apret el interruptor de la luz. El jarrn estaba casi en su sitio correcto.
Pero era imprescindible moverlo un poco. Desplazarlo a la izquierda una
milsima parte de un milmetro. Sasha roz la parte derecha del jarrn y
volvi a la cama.
Ya casi dormido, ya de lado, de repente sinti que haba algo ms en la
habitacin que quedara mal puesto irreparablemente si dejaba que lo
venciera el sueo.
Volvi a levantarse y encendi la luz. Recorri la habitacin con la
mirada y por poco no grit de espanto. Los libros, las libretas, los libros de
texto, las fotografas, el cuadro de la pared, la bailarina de porcelana, el
calendario, los bolgrafos, los clips, el teclado del ordenador, los casetes, la
manta de la cama con el contorno de su cuerpo todava marcado..., todo
estaba mal puesto. Peor que mal puesto. Era un caos lgubre y beligerante,
una broma pesada y terrorfica de las cosas que haban vuelto a la vida. Una
autntica guerra que haban empezado los lpices, las gomas de borrar, las
manchas del suelo, las cortinas, las sombras de las paredes. Sasha se qued
inmvil un par de segundos (camiseta blanca, calzoncillos de rayas, la carne
de gallina) y luego se puso a ordenarlo todo febrilmente. A cambiar de sitio
las cosas. A moverlas un centmetro. Un milmetro. A rozarlas.
Por qu no ests durmiendo a estas horas? Qu pasa?
Su madre, malvada y cansada sin maquillaje, estaba en el umbral.
Busco la libreta de los exmenes farfull Sasha con voz apenas
audible.
Corri hasta su madre y se le colg del cuello. Hundi los labios fros en
el pelo rojo que le ola a sudor y a col en vinagre. Sin que se diera cuenta,
comprob con la mano si su pasador (horrible, con abalorios) estaba bien
puesto. Lo movi cuidadosamente con un dedo hacia la izquierda. Salv a
su madre.
Se acost y al cabo de media hora se levant de un salto. Quedaba algo
ms por hacer. Luego pens en su padre y en su madre, en cmo dorman
en la otra habitacin, con todo mal puesto sin lugar a dudas. Esper un
poco ms y se encamin hacia all, pisando el parquet con los pies helados.
150

Una edad difcil

Anna Starobinets

Abri la puerta poco a poco. Encendi la luz. Y la emprendi con la


cmoda, las estanteras de libros, la pila de peridicos..., mientras tuvo
tiempo, mientras su madre, que se protega los ojos de la luz, no pudo
discernir qu estaba haciendo Sasha, y hasta que su padre se puso en pie de
un salto y lo apart de los estores, pero l chillaba, empapado en lgrimas y
babas, y deca que tenan que estar subidos, que era imprescindible que
estuvieran subidos.

A la maana siguiente, su madre lo oblig a que le hablara del Juego


hasta el ltimo detalle. Y algunas de sus palabras, palabras dolidas y
cariosas, palabras firmes, y el sonido metlico de su voz, consiguieron
hacer enmudecer a aquella otra Voz inaudible a la que Sasha obedeca
desde haca ms de un ao. Esquivando los besos pegajosos de su madre y
sus manos insistentes, que queran acariciarle la mejilla todo el rato, Sasha,
con gran alivio, termin aceptando que no, que en realidad no existan las
Reglas, que se las haba inventado l. Y que a partir de entonces haba que
dejar de seguirlas, y punto.
Sin las Reglas, el camino agrietado a la escuela fue un suplicio mayor que
con ellas. Encogido bajo su mochila, pisaba las lneas negras y torcidas,
sintiendo que a lo mejor estaba matando a alguien, que atraa una catstrofe
terrible de modo ineludible. El camino de vuelta no fue tan duro. Al cabo
de un par de das, las grietas todava no le parecan simples grietas, pero ya
le parecan enemigos derrotados e inofensivos. Las pisaba con insolencia y
no sin cierto regodeo. Saba que las torturaba negndose a jugar. Pero el
Juez, al parecer, ya haba dictado sentencia y haba dado a Sasha la victoria
incondicional del Juego. Nadie lo castigaba por no obedecer las Reglas. No
haba truenos. No haba rayos.
Sasha pas la primera tarde sin Reglas bastante mal. Por lo menos un
centenar de objetos estaban desparramados sin orden ni concierto en la
mesa, en el armario, en las estanteras y el alfizar y, asombrados ante su
desaire, ocupaban impunes los sitios ms incorrectos. Esperaron hasta que
se hizo oscuro para empezar a amenazarlo. Hacan muecas e insinuaban
que el Gran Error ya estaba hecho. Y que su resultado fatal e irreversible
pronto se manifestara y perturbara el mundo de forma monstruosa. No

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Una edad difcil

Anna Starobinets

sera una de esas desgracias comprensibles y cmodas de las que su madre


deca ha venido como cado del cielo. No. Seran unos acontecimientos
simples, pequeos, insignificantes e incluso agradables a primera vista, que
estaban a punto de convertirse (ya haban empezado a convertirse) en una
cadena terrible y retorcida de sucesos que conducira a la Catstrofe y
despus al Final.
Sasha se retir la manta de encima, pero sigui tumbado. Si se levantaba,
significara aceptar su derrota total. O si crea a su madre, su enfermedad.
Su cobarda. Al fin y al cabo, qu poda ser ms estpido que levantarse de
la cama calentita para mover el estuche cinco o seis centmetros?
Para tranquilizarse, Sasha se desliz la mano hmeda y fra por debajo
de los calzoncillos. Se masaje un poco los testculos. Cont hasta tres. Par.
Volvi a masajerselos y par al llegar a tres. Otra vez. Uno, dos... Y de
repente, aterrorizado, sac la mano y se acurruc, tragndose las lgrimas y
respirando muy deprisa. Se haba olvidado de anular aquella parte del
Juego. Ya no tena que contar hasta tres. No deba.

Cuando Sasha regres del colegio, al principio le pareci que un perro


aullaba en la cocina. Tal vez hubiera vuelto a escaparse el del la vecina, que
le daba muy poco de comer, y se haba colado en su piso. Entreabri muy
despacio la puerta y mir temeroso por la rendija. Le daban miedo los
perros. Nunca los tocaba por si la garrapata de la parlisis, que viva en el
pelo de los perros, se le pasaba a los dedos y dejaba su cuerpo inmvil para
el resto de su vida. Y tampoco por si coga la rabia, que haca que uno
tuviera siempre espuma en la boca.
Por la rendija no se vea ningn perro. Estara escondido en un rincn. O
detrs de la nevera. Sasha abri un poco ms la puerta y se meti en la
cocina caminando de lado. No haba ningn perro, pero s estaba su madre,
sentada en el rincn, a la mesa. Tena los ojos cerrados, muy apretados; se
balanceaba de una forma extraa, de lado a lado, y se extenda con la mano
el pintalabios rosa alrededor de los labios, formando una mancha. Y gema.
Sasha se asust. Retrocedi hacia la puerta con torpeza y dio un codazo a
una taza de t que estaba en la mesa. El fro lquido marrn le manch las

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Una edad difcil

Anna Starobinets

manos y el jersey. Su madre abri los ojos y se qued mirando las gotas
turbias.
Nuestro pap ha muerto dijo.
Sasha se gir y fue al cuarto de bao. Se lav las manos con jabn
escrupulosamente, diez veces, y eso que no haba estado acariciando a
ningn perro.

Su madre no llor en el entierro. Ni tampoco despus. Sasha comprendi


que quien no la dejaba llorar era la mujer muerta, cuyo cuerpo deformado
sacaron junto con el de su padre del coche destrozado que ola a perfume y
sangre.
Enterraron a su padre en un atad cerrado, de modo que Sasha no pudo
ver si lo haban colocado bien.
De camino a casa, la Voz, que haba estado callada durante medio ao, se
hizo or de nuevo. Se apiad de Sasha en susurros, pero dijo que l tena la
culpa de todo. Con tono triste y de reproche, le explic las nuevas Reglas
del Juego. Eran mucho ms complejas que antes.
Despus de las honras fnebres en casa, despus de que se marcharan los
asistentes, su madre se sent en una butaca y se qued all, inmvil, hasta la
noche. Cuando la oscuridad empez a invadir la sala, Sasha se le acerc
despacio, para que le diera tiempo a contar hasta siete.
Mam, no ests sentada correctamente le dijo.
Ella no se movi. Pero tampoco le contest.
Sasha fue a la cocina, abri el cajn y cogi un cuchillo, el que estaba ms
a la izquierda. El del mango de madera. Despus volvi a la sala y dijo:
Mam, no ests sentada correctamente.

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Una edad difcil

Anna Starobinets

LA ETERNIDAD DE YASHA

Yasha Heine se despert antes del amanecer, mucho antes de que sonara
el despertador, a causa de una calma extraa que lo colmaba por dentro.
La noche anterior ya se haba encontrado mal, como si estuviera
incubando la gripe. Le dolan las articulaciones, los msculos y la cabeza, y
estaba muy chafado y dbil. El termmetro marcaba 37,2; tena fiebre, no
mucha, pero algo era, y era peor que tenerla alta. Por la noche, Yasha se
tom dos Upsa y por si acaso se ech gotas en la nariz, aunque no estaba
resfriado, y pidi a su mujer que le dibujara en el pecho y en la espalda una
telaraa de yodo para evitar la tos. Porque no poda quedarse en cama al
da siguiente y tena que ir a trabajar sin falta, quieras que no.
As que Yasha estaba sentado en la cama, arrebujado en la manta,
encontrndose fatal. Era como si tuviera el estmago y el pecho (no, no solo
el estmago y el pecho, sino el cuerpo entero) llenos de algodn dulce
congelado. O de gelatina de manzana helada. Pero lo principal era la calma,
aquella extraa calma... Haba algo dentro de l que iba mal, pero que muy
mal. Haba que buscar qu engranaje se le haba roto, qu era lo que
impeda trabajar con normalidad al mecanismo complejo y no siempre
perfecto, pero relativamente armnico, que rega el cuerpo de treinta y
cinco aos de Yasha. Buscar el problema, encontrarlo y resolverlo. Con
remedios farmacuticos. Si era necesario, con antibiticos. Tena que
presentarse en el trabajo a toda costa.
Yasha se tumb en la cama y se qued unos cinco minutos inmvil,
escuchando su cuerpo atentamente, como si estuviera palpndose por
dentro, estudindose cada rgano y preguntndole si estaba sano.
No le dola la garganta. No tena tos, ni estaba resfriado, ni le picaban los
ojos. Incluso el dolor de cabeza de la vspera se le haba pasado. En

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Una edad difcil

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definitiva, no tena nada parecido a un catarro ni a una gripe. Ms bien algo


relacionado con la tensin, subidas y bajadas... La salud de Yasha cambiaba
segn el tiempo atmosfrico. O tal vez fuera el corazn; sufra taquicardia
desde pequeo.
Yasha alargo la mano para coger su reloj de pulsera. Esper a que la
aguja segundera llegara al 12 y se cogi la mueca izquierda con la mano
derecha para tomarse el pulso. Despus pos la mano en la arteria del
cuello. Y luego en el pecho.
A continuacin, toco el hombro huesudo de su mujer, que resoplaba a su
lado.
Ira, me parece que estoy enfermo.
Uhm murmur en tono quejumbroso en respuesta y se dio media
vuelta.
Estoy enfermo dijo Yasha en voz ms alta.
Siempre ests enfermo. Si no es por una cosa, es por otra. Venga,
durmete. Pero abri los ojos. Qu te pasa ahora?
Me pasa algo en... Yasha no encontraba las palabras; se pas la punta
de la lengua por los labios fros. Me parece que no me late el corazn.
Dios mo, pero qu tontera ms grande farfull Ira con dificultad a
travs de un bostezo abismal.

Yasha se levant y fue a la cocina. Volvi a apretarse la mano contra el


pecho. Silencio, ah dentro solo reinaba un silencio absoluto. Encendi la
tetera elctrica, que empez a silbar enfadada exigiendo agua. Yasha la
llen y la volvi a encender. Y justo en aquel momento lo invadi un
verdadero pnico. Si de verdad se me ha parado el corazn pens, eso
quiere decir que estoy a punto de morir. Dentro de un segundo. O dentro de
dos. No me dar tiempo de beberme el t. Probablemente no me dar
tiempo siquiera de coger una taza del estante.
Yasha se acerc al armario de la cocina a pasitos cortos y rpidos y cogi
una taza. Bueno, s que me ha dado tiempo. Da igual, qu significa eso?
Nada, desde luego. Suceder igualmente, en cualquier momento. Si el
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Una edad difcil

Anna Starobinets

corazn no late, la sangre no circula por las venas y... Y qu? Algo del
oxgeno. Seguramente habr una falta de oxgeno, y la persona no podr
respirar y se morir enseguida. S, la persona dejara de respirar... Yasha
contuvo la respiracin. Y de golpe se dio cuenta de que no le haca ninguna
falta respirar. Es decir, era capaz de respirar, pero lo haca solamente por
costumbre, y si lo deseaba, poda pasar tranquilamente sin respirar, cuanto
tiempo quisiera.

Una ambulancia! Llama a una ambulancia! Volvi corriendo a la


habitacin donde dorma su mujer.
Qu son estos gritos? Su mujer se despert definitivamente con
muy mala cara y de muy mal humor.
Tiene que venir una ambulancia! No respiro!
Los del loquero son quienes tienen que venir a buscarte, Yasha. Qu
ests diciendo? No me tomes el pelo.
Yasha se apoy en la cmoda y se tap la cara con las manos. Su mujer
sali de debajo de la manta, meti los huesudos pies en las zapatillas con
pompones de felpa y lo mir casi con lstima.
Si de verdad quieres una ambulancia, llmala t. Telefoneas y les dices:
Buenos das, quiero llamar una ambulancia porque ya no respiro y el
corazn ya no me late. Es posible que venga alguien. Es posible que
incluso te den la invalidez. Cuando la cabecita no funciona, es cosa seria.
Cmo va a trabajar una persona as? Una persona as...
En aquel punto, como siempre, Yasha desconect, dej de escuchar. Una
comezn montona y fuerte que se desplazaba a la par que su mujer (de
aqu para all, primero por la habitacin, luego al bao, a la cocina y de
nuevo a la habitacin) sonaba de forma casi sedante, palabras-cscara sin
significado alguno, privadas de sentido, privadas de esencia.

Haca casi quince aos, Yasha se haba casado con aquella mujer no
exactamente por amor, sino por algo parecido. Tal vez, no por amor, sino
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solo porque era joven. O porque era tonto. O porque aquel fue el curso
natural de las cosas. Ella era diez aos mayor que l, y su madre, treinta, y
ambas saban muy bien como manejar a un chaval de veinte aos y nariz
larga. En resumen: los motivos que en aquel entonces haban empujado a
Yasha no le parecan tan evidentes al cabo de los aos. Sin embargo, si
quisiera llegar al fondo de la cuestin, podra llegar sin ningn problema, y
si hasta entonces no lo haba hecho era simplemente porque no haba
sentido la necesidad. Y fuera lo que fuera lo que hubiera pasado al
comienzo, eran muchas las cosas que los haban ido uniendo despus, los
aos que haban vivido juntos, las cosas que haban comprado juntos, las
peleas en las que se haban exprimido y chupado hasta la ltima gota, da y
noche, como vampiros desquiciados, el tedio mutuo, la rabia mutua y
muchas otras cosas.
Un ao despus de la boda, de forma inevitable e imperiosa, como
cuando a Cenicienta le desaparecen las joyas y la ropa cara a medianoche,
como cuando un hombre lobo se cubre de pelo bajo la luna llena, su mujer
se convirti en su madre. Y su madre era una persona nerviosa, susceptible
e increblemente parlanchina.
Huir? S, en cierto momento, Yasha acarici el sueo de la liberacin. Sin
embargo, no realiz el menor intento real de fuga. En lugar de ello, lo que
hizo fue desarrollar una sencilla habilidad de proteccin psicolgica, una
especie de know-how propio: cuando ella hablaba ms de unos pocos
segundos, l se apretaba un botn invisible que tena en la cabeza, el
responsable de la percepcin del discurso humano. El sonido de su voz
flotaba en el aire, pero no tena ms sentido que, por ejemplo, el ruido de las
olas o el chillido de los neumticos de un coche cuando frena bruscamente.

Despus de darle un par de vueltas ms, Yasha resolvi no llamar a la


ambulancia. Entre que llegaban, que si hacan esto, que si hacan lo otro...,
acabara llegando tarde al trabajo. Adems, quin le aseguraba que en la
ambulancia hubiera mdicos competentes? Aquellos brutos malcarados,
cansados y somnolientos despus de haber pasado la noche de guardia? Lo
mejor que poda hacer, pens Yasha, era tranquilizarse un poco, tomarse un

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Una edad difcil

Anna Starobinets

t e irse a trabajar. Ya ira por la tarde a una clnica privada, donde haba
buenos especialistas.
El zumbido indignado que llenaba la habitacin y trataba de introducirse
tenazmente en su interior, por fin se abri camino entre los obstculos y
penetr en la zona perceptiva de Yasha. ... qu, no me ests escuchando...
como si... la tortilla... no me ests escuchando... como una estatua... la
tortilla... ya que me he levantado... se va a enfriar... ya que he tenido que...
ve...

La publicacin que llevaba el nombre de Revista Amena se abra y se


cerraba, se abra y se cerraba, como un ascensor estropeado que se queda
entre dos pisos. Y as llevaba ms o menos tres aos.
No obstante, en la RA trabajaba gente. La inestabilidad de la situacin
crisp los nervios de los trabajadores al principio, pero fueron
acostumbrndose y tomndoselo con ms calma. Saben si ha conseguido
ya? se preguntaban entre s los compaeros, en voz baja. S, eso parece.
El director financiero era algo parecido a un mago. Cuanto menos, un
aspecto mgico s que tena: siempre consegua financiacin.

Yasha lleg a la reunin puntualmente, gracias a que haba corrido todo


el camino desde el metro y, ya en la redaccin, por el pasillo largo y tedioso.
De hecho, no fue solo la puntualidad la que lo oblig a emprender aquella
carrera heroica, sino la esperanza secreta de que semejante actividad
ejerciera un efecto estimulante en su corazn, pero... aquel silencio de
algodn segua llenndole el pecho.
El redactor jefe, Vladmir Vladmirovich Sentdev, termin la reunin en
un abrir y cerrar de ojos. Dur cinco minutos. Precisamente dos semanas
antes, RA haba resucitado por ensima vez, por lo que Sentdev (o Sienta,
tal como lo llamaban todos) estaba claramente de buen humor: miraba
amistosamente a sus subordinados con los ojillos resplandecientes y echaba
la cabeza hacia atrs con un movimiento valiente, apartndose hacia la

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Una edad difcil

Anna Starobinets

coronilla los mechones rebeldes, largos y negros que le colgaban en el lado


izquierdo, negndose a cubrirle la calva sudorosa.
Despus de la reunin, como siempre, muchos fueron al bar a tomar
algo. Yasha tambin se dirigi hacia all, pero a medio camino dud. An
tena demasiado fresco el recuerdo del desayuno reciente. El t fluyndole
por la garganta como un riachuelo caliente y continuo, arrastrando consigo
pedazos resbaladizos de huevo... No le haba resultado en absoluto
necesario tragar. El lquido haba descendido libre por el esfago con un
leve gorgoteo, como un arroyo de primavera que cae a travs de la reja de
una alcantarilla...
Yasha se detuvo unos momentos y despus sigui avanzando por el
pasillo de paredes amarillas, ya vaco. Se meti con torpeza en su lugar de
trabajo, un cubculo de melamina. Encendi el ordenador. Algo se quej
lastimeramente en la torre, luego emiti un silbido desencantado, y el
cubculo se llen de un zumbido intenso y molesto. Yasha abri el Word.
Triste, clav los ojos en la pantalla parpadeante y a disgusto pos las manos
en el teclado sucio y gris. Con el dedo ndice encontr mecnicamente los
pequeos salientes de las letras a y o, 7 como en el mtodo tctil. Aquel da
deba escribir un importante y revelador artculo por encargo (encargado,
de hecho, por el nuevo inversor de RA) y que llevara por ttulo El tema de
la semana. Y le pagaran un extra.
Lo ms importante es no pensar en la respiracin se dijo Yasha, ni
pensar en el corazn. Piensa en los impuestos. En la corrupcin. Escribo
sobre los impuestos, con el mtodo de diez dedos, deprisa, deprisa, escribo
muy deprisa... y no respiro... Pero no, es una tontera. Estoy muy nervioso...
Escribo muy deprisa, y no... Escribo muy deprisa y me voy al mdico ahora
mismo...
La pantalla blanca pi enfadada y se sumergi en la oscuridad. En el
fondo negro se dibujaron unas alegres algas verdes. Del lejano ocano del
ms all llegaron nadando unos pececillos amarillos que se quedaron
mirando a Yasha con los ojos vacos.

7 En el teclado ruso (en alfabeto cirlico). En el nuestro corresponderan a la efe y la jota.


(N. de la T.)

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Una edad difcil

Anna Starobinets

La jornada laboral ya casi haba llegado a su fin, pero el doctor


Zuckerbaum estaba de mal humor. La inminente perspectiva de liberacin
del despacho estrecho y blanco donde pasaba consulta no presagiaba nada
bueno: verdura congelada o pelmeni8 para cenar, una noche vaca, una casa
vaca, una cama vaca. Haca poco que el doctor Zuckerbaum haba perdido
a su mujer.
Seguramente, el doctor Zuckerbaum no era un gran cardilogo. Pero
tena un gran corazn. Por culpa de la segunda caracterstica, sola casarse
con sus pacientes, damas cansadas de mediana edad con insuficiencias
cardacas. Y por culpa de la primera caracterstica, sola perderlas, y cada
vez que eso suceda lo pasaba muy mal. De todas formas, hay que decir que
la primera y desgraciada caracterstica le afectaba solo a la vida privada; en
la vida profesional no se le manifestaba. Se tomaba muy en serio su trabajo.
El doctor simpatizaba con todos sus pacientes con absoluta sinceridad, y la
calidez de su trato compensaba con creces su incompetencia en ciertos
aspectos profesionales. Gustaba a los pacientes, y en el centro mdico
privado Medicorazn se le consideraba el mejor especialista.
Yasha Heine tambin apreciaba y respetaba al doctor Zuckerbaum.
Aunque sus consultas eran caras, de vez en cuando iba a visitarse con
motivo de su taquicardia.
En aquel momento, Yasha habra dado lo que fuera por tener taquicardia.
Mejor soportar ciento cincuenta pulsaciones por minuto que ninguna.
En recepcin le dijeron que el doctor ya haba terminado su horario de
visitas.
Seorita, tengo un problema muy, muy grave, es una cuestin de vida
o muerte arranc a explicarse Yasha, con el miedo en el cuerpo.
Seorita, usted no lo comprende, seorita, de verdad que es necesario que...
La reseca seorita cincuentona levant los ojos sabios y mir a Yasha con
incredulidad.
Un momentito, voy a ver si todava est en su despacho le dijo.
S? Lev Samulovich? Disculpe que lo moleste, lo llamo de recepcin...
Tengo aqu un paciente que insiste en verlo... Ya le he dicho que haba
terminado... Dice que es muy urgente, aunque, la verdad, a m me parece
8 Clase de pasta rellena. (N. de la T.)
160

Una edad difcil

Anna Starobinets

que... Un segundo... Cmo se llama? Heine de apellido. Qu? Muy bien,


ahora sube...
Yasha le arranc el volante de la visita de las manos y corri al despacho.
El doctor Zuckerbaum era un hombre bondadoso, y aquel da no tena
ninguna gana de marcharse a su casa, de modo que no le import quedarse
un rato ms. Y ms sabiendo que Yasha era un caso sencillo, una
insignificante taquicardia sinusal... Tendra que escuchar los lamentos,
tomarle el pulso, recetarle Isoptin y paseos al aire libre... Todo aquello le
llevara unos diez minutos, no ms.
Pero el doctor Zuckerbaum se equivocaba.

Una hora ms tarde, el doctor intent sacar por ltima vez un


cardiograma de Yasha en una mquina distinta, ms nueva. Sin ninguna
esperanza de xito, le palp la mueca y le arranc resueltamente las
ventosas que le haba pegado en las piernas y en el pecho.
Lo siento mucho, joven... dijo el doctor a Yasha mirndolo
profundamente a los ojos.
Qu me pasa?
Ykov Mrkovich! Somos los dos personas adultas, verdad?
Qu me pasa?
Por desgracia, lo mismo nos espera a todos, nos llega ms tarde o ms
temprano...
Pero qu me pasa, doctor? volvi a preguntarle Yasha, y solt una
risita sin venir a cuento.
Lo siento muchsimo. He hecho todo lo que he podido.
Qu? Qu...?

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Una edad difcil

Anna Starobinets

Qu tienes que pensar? Lo primero que hay que hacer es ir al Registro


Civil declar Klavdia Mijilovna sumiendo a Yasha en un doloroso estado
de dj vu.
La ltima vez que la suegra pronunci aquellas palabras haba sido
quince aos atrs. No le gustaba mucho aquel joven e indeciso Yasha, cuya
frente todava luca las huellas recientes del acn adolescente. En realidad
no le gustaba nada en absoluto; incluso lo encontraba aborrecible, como le
parecan todos los pretendientes de Irina que tenan la mala suerte de
dejarse caer por su casa durante media horita para tomar un t y embutirse
en el estrecho espacio que haba entre la mesa, la nevera, la ventana y la
pared.
No obstante, precisamente aquella vez en que Irina invit a Yasha a
tomar el t, el instinto maternal y el sentido comn de Klavdia Mijilovna se
aliaron inesperadamente de la forma ms desafortunada para Yasha y
lograron una firme victoria sobre sus simpatas y antipatas personales. En
otras palabras, Klavdia Mijilovna lleg por fin a la conclusin de que su
hija haca tiempo que deba haber sentado la cabeza y que debera tener, en
primer lugar, una familia, y en segundo, un piso.
Yasha tena piso.
Comprimido en el rincn sofocante de aquella cocina de poco ms de
cinco metros cuadrados, Yasha se senta como un insecto pequeito y
desdichado que ha cado en una telaraa pequea pero resistente y tejida
con una pericia extraordinaria, y est ah pegado sin poder moverse. En la
pared de la cocina junto a la que obligaban a sentarse a los invitados haba
un enorme radiador (un peculiar regalo para los inquilinos de los jruschov
de cinco plantas), y el calor que le suba desde la espalda hasta la cabeza le
embotaba la conciencia y lo sumerga en un estado cercano al desmayo. La
madre-araa lo miraba a los ojos con fijeza y malevolencia. Mientras tanto,
por debajo de la mesa, la hija-araa le acariciaba el dedo gordo del pie
derecho con su piececito delicado y peludo a travs de un agujero que tena
en las zapatillas. No fue capaz de resistirse.
Lo primero que hay que hacer es ir al Registro Civil haba dicho
entonces Klavdia Mijilovna.
Bueno acept Yasha, sumiso.

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Una edad difcil

Anna Starobinets

Durante los quince aos siguientes, la relacin con su yerno no sufri


cambios sustanciales: igual que antes, segua sin gustarle. Siempre mantuvo
la preocupacin maternal y el sentido comn, de modo que en la asamblea
familiar convocada con urgencia por Ira con motivo de los aprietos de
Yasha, Klavdia Mijilovna declar:
Lo primero que hay que hacer es ir al Registro Civil. Y formalizar el
certificado de defuncin para que as puedas heredar el piso.
Cmo? Tengo que ir con l? pregunt Ira.
Puedes ir con l... titube Klavdia Mijilovna, pero tras reflexionar
unos momentos, aadi: Pero al fin y al cabo, es mejor que vayas sola. No
es un caso, digamos, demasiado habitual. Y lo nico que hacen es buscar
pegas. Y adems, qu puedes esperar de l? Mralo, es un intelectual, no
puede ni hacer una cola; le da vergenza preguntar: Quin es el ltimo?.
La suegra ech una mirada rpida de reojo a Yasha, que estaba sentado
en la butaca y finga ver el concurso El Eslabn Dbil. Bueno, quera decir
que le daba vergenza... Yasha carraspe nervioso. De acuerdo, muy
bien, no hay que hablar mal de los muertos. La suegra volvi a mirar de
soslayo a su yerno. Descanse en... Aunque... Tampoco entiendo...
Klavdia Mijilovna call, confusa. Pero, como siempre, no por mucho
tiempo. Me refiero a lo de descansar. Perdona mi brusquedad, Yasha,
pero tendramos que pensar en el funeral. Porque no es as como se hacen
estas cosas.
Qu? Pero cmo lo vamos a enterrar? exclam Ira, enfadada. No
est... No est exactamente muerto.
Vaya, ahora resulta que me queris enterrar vivo? intervino Yasha.
Klavdia Mijilovna no prest atencin alguna a la rplica de su yerno.
Torci la boca gruesa en una mueca de desdn.
Oh, de verdad, cmo vamos a, no est exactamente... parlote de
carrerilla la suegra con voz de falsete, imitando a su hija. Y cmo est
exactamente, segn tu opinin? pregunt en voz normal.
No lo s.
Cmo que no lo s? se enfad Klavdia Mijilovna.
Es una cuestin complicada.

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Una edad difcil

Anna Starobinets

Huy, vaya, una cuestin complicada...


Por qu repites todo el rato lo que digo, mam? Ira se enfad
tambin.
Quin est hundiendo a todo el equipo? pregunt la presentadora.
Pues porque no tengo palabras, por eso repito lo que dices replic la
suegra. Qu vas a hacer con l?
Pues... Podra vivir aqu, de momento. Y luego, no s, quiz las cosas
se arreglen por s mismas... Ya veremos.
Ah, muchas gracias intervino Yasha de nuevo. No lo olvidar en la
vida.
Quin tiene miedo de las preguntas simples? Quin tiene que irse con las
manos vacas?
Te crees muy gracioso? Eh? lo reprendi su mujer. Te crees
muy gracioso? Esto no es ninguna broma, por si no te has enterado! En
serio, es un problema muy grave! En serio, no s qu hacer contigo! Tienes
alguna sugerencia, t?
En la cocina son el telfono.
Qu haces ah plantado como una estatua? Ve a contestar! le
orden su mujer.
Yasha sali de la sala.
Segn la estadstica, el eslabn ms dbil de esta ronda ha sido Mijal dijo
una encantadora voz masculina llenando el silencio que se haba formado
. Solo ha respondido a una pregunta. Y el eslabn ms fuerte es Arkadi. Ha dado
el mayor nmero de respuestas correctas y ha metido dinero en el banco. Sin
embargo, veremos...
Aqu no tiene nada que hacer susurr Klavdia Mijilovna, sealando
con la cabeza hacia la cocina. As no es como se hacen estas cosas,
dejando a los muertos dentro de casa.
Olga, por qu crees que debera marcharse precisamente Mijal?
No s, mam...

164

Una edad difcil

Anna Starobinets

Bueno, es como que Mijal est demasiado cansado. Es como que no siento que
tenga el potencial de antes. Con algunas respuestas a algunas preguntas es como
que ha deshonrado el nombre del equipo, y adems no siente su espritu...

Yasha volvi a la sala con la cara gris de preocupacin.


Quin era? le pregunt su mujer.
Usted es el eslabn ms dbil. Adis!
Quita a esa zorra! grit la suegra, exasperada.
Del trabajo murmur Yasha.
... de todas formas, Olga me ha ofendido mucho, porque no s por qu se lo ha
tomado como algo personal y ha sido tan maleducada diciendo que yo he deshonrado
el nombre del equipo y que...
Ira baj el volumen de la televisin.
En cualquier caso, no tenemos que pensar en el funeral por lo menos
hasta dentro de un mes dijo Yasha, con un atisbo de malicia.
Y eso por qu? pregunt la suegra.
Porque me han...

... despedido.
Aquel fatdico da en el que se fue corriendo al mdico, Yasha entreg su
artculo sin haberlo revisado. Por ello no advirti un error desafortunado
fruto de las prisas. l no lo advirti, pero tampoco el redactor de seccin,
quien seguramente tambin tena prisa, estaba pensando en las musaraas
o (lo ms probable) confiaba plenamente en Yasha y se ley el texto sin
prestar atencin. Tampoco lo advirti el redactor jefe, quien, a su vez,
confiaba plenamente en el redactor de seccin. Para ser sinceros, hay que
reconocer que el corrector s que detect el error de Yasha, pero,
lgicamente, consider que no era asunto suyo, porque su trabajo era
corregir la ortografa y la puntuacin. Y Yasha haba puesto correctamente
todos los signos de puntuacin. En fin, que el artculo sali felizmente tal
165

Una edad difcil

Anna Starobinets

cual, en su primera versin. Y el apellido del inversor (Spichkin se llamaba,


pero tan importante era?), que acababa de asumir la financiacin del
peridico y que, de hecho, haba encargado dicho artculo, desapareci
accidentalmente de la lista de los oligarcas que pagaban religiosamente sus
impuestos y apareci en la lista de los que no los pagaban y defraudaban al
fisco.
La rectificacin, que se public al da siguiente, pareci pobre e
inverosmil.
Spichkin se enfad. Llam idiota al director financiero, llam bicho
hipcrita al redactor jefe y llam judo de mierda a Yasha, y se fue al Tbet a
meditar. Pero en el Tbet an se enfad ms, sinti aoranza, volvi al da
siguiente y suspendi la financiacin. Revista Amena cerr.
Sin embargo..., no del todo. El incansable director financiero volvi a
emprender la bsqueda de fondos. En un consejo de redaccin convocado
con urgencia se decidi que mientras tanto se continuara editando RA,
pero en versin electrnica muy mermada.
Y despus de la reunin, Sienta llam a Yasha a su casa y le pregunt
muy enfadado por qu no estaba en su puesto de trabajo. Yasha le explic
sucintamente la situacin, se disculp y prometi llevar los grficos que
certificaban su muerte a la seccin de personal cuanto antes. Sienta no pudo
ocultar su perplejidad. Resoplaba en el telfono sin decir palabra y ya estaba
a punto de despedirse cuando volvi a pensrselo y decidi de todas
formas decirle para qu lo haba llamado. Despus de carraspear a fondo,
comunic a Yasha que, por culpa de la historia con Spichkin, l mismo
haba decidido despedirlo, por una parte, pero por otra, segn las
condiciones que estableca el contrato, estaba obligado a trabajar un mes
ms en la redaccin.
Yasha no supo qu decir. Sienta esper un poco, resoplando y respirando
con dificultad, y al final dijo inseguro, en tono interrogativo:
Pero... teniendo en cuenta sus
circunstancias..., seguramente no podr...

circunstancias...,

sus

tristes

No, no, no pasa nada. Trabajar este mes. De acuerdo.


Yasha era una persona responsable y consideraba que cumplir las
obligaciones del contrato era su deber sagrado.

166

Una edad difcil

Anna Starobinets

Entonces dijo Sienta, mucho ms animado, si de verdad puede...


S, de verdad puedo...
Muy bien. Entonces, hasta la prxima. Y... ejem... Le expreso mis ms
sinceras condolencias.

Una mirada inteligente y severa. Y tambin un poco cansada; lo decan


las bolsas oscuras de debajo de los ojos. Haca tiempo que no se haba
cortado el pelo rizado, y lo llevaba un poco revuelto, pero el peinado no le
afeaba la cara en absoluto, al contrario: le daba cierto encanto, cierto
misterio, incluso. Tal vez la explicacin estuviera en que las fotografas en
blanco y negro siempre son un poco enigmticas. Era una buena fotografa.
Grande y satinada. Pero la corona era de las baratillas. Fea, de margaritas y
campanillas de plstico...
En el vestbulo de la redaccin, Yasha observaba su propia fotografa
enmarcada en negro con tristeza y orgullo. Con la misma admiracin que
un viejo padre mirara una fotografa de su hijo recin enviado al frente.
Desde la vspera, una calma asombrosa embargaba el alma de Yasha. S,
por la noche, despus de que su suegra se hubiese marchado a su casa,
despus de aquella horrible discusin sobre el inminente funeral, lo haba
invadido el consiguiente ataque de pnico: y si en realidad no era un
sueo? Pero el ataque haba sido ms corto que el anterior, y en aquella
ocasin, Yasha ni siquiera se haba pellizcado la nariz, se haba mordido los
dedos ni se haba dado con la cabeza contra la pared para despertarse. En
lugar de todo aquello, se haba tomado unas gotas de valeriana, haba
caminado de aqu para all por el piso, se haba sentado delante del
televisor y se haba quedado dormido.

En el trabajo recibieron bien a Yasha, y l se sinti muy conmovido.


Colgaron una bonita nota necrolgica en la pgina web de Revista Amena, y
sus compaeros lo recibieron con cario pese a que por su culpa se
encontraran de nuevo colgados. Todos le expresaron su pena tanto por el
despido como por su muerte inesperada. Los hombres le estrecharon la
167

Una edad difcil

Anna Starobinets

mano fra, medrosos pero solcitos, y las mujeres le ofrecieron bombones de


chocolate hechos por ellas mismas. Despus todos fueron al comedor; por
alguna razn desconocida, a l no lo invitaron, as que se qued solo en la
sala. Apag el aire acondicionado. Clic con el ratn un rectngulo negro y
pequeo que deca: Ha fallecido el periodista de la revista [leer ms]. Lo
ley otra vez.
Despus abri la fuente web: haban decidido no encargarle ms trabajos
de importancia, y durante el mes que estaba por venir, su tarea sera
actualizar regularmente la pgina de la RA con las ltimas noticias.

En Kamchatka empieza la competicin panrusa de esqu de montaa


Volcanes de Kamchatka...
En el Distrito Autnomo de Koriakia han desaparecido quince pastores
de ciervos. Los buscan desde hace seis das...
En la capital de Indonesia se ha inaugurado un frum internacional
sobre infraestructura...
Un autobs belga ha sufrido un accidente en carreteras francesas...
Los beneficiarios de la federacin quieren recibir ayudas...
En Veliki Nvgorod ha tenido lugar una conmemoracin de atletismo
en memoria del mariscal Meretskov...
En Novi Urengi, las elecciones municipales pueden considerarse
concluidas...
En Saransk ha concluido el campeonato ruso de lucha grecorromana...
Madonna y Roger Waters han cantado para las vctimas del tsunami...
En Hong Kong se han celebrado carreras de coches propulsados por
energa solar...
Los cadveres de los combatientes podran haber ardido en la casa
derruida...

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Una edad difcil

Anna Starobinets

Yasha llevaba dos semanas presentndose sumisamente da tras da en la


redaccin de la revista cerrada, hurgando en la fuente web, actualizando la
pgina de forma mecnica, sin ningn gusto, sin chispa, como deca el
redactor jefe.

Las noticias del mundo perecedero ya no le interesaban.

A lo largo de las ltimas dos semanas, una fisura amenazante, fina e


invisible haba crecido entre l y el resto de la gente y se haba transformado
en una barrera inquebrantable. Yasha estaba ausente. En el trabajo, empez
a olvidarse de preguntar a sus compaeros cmo iban las cosas; despus
dej de estrecharles la mano, y al final dej de saludarlos. Los colegas, por
su parte, lo miraban con cara rara. Yasha record que era la misma cara con
que haban mirado a la secretaria Olia haca un ao, cuando le lleg la hora
de cogerse la baja por maternidad y continuaba yendo a trabajar con la
enorme barriga. A todo el mundo le pareca inapropiado en cierta manera...
Y todos los das, cuando se encontraban con ella, los compaeros se
extraaban ms y ms, y le preguntaban cada vez con ms insistencia por
su salud y la miraban casi con reprobacin. Resultaba irritante. No podan
fumar en su presencia y deban evitar hacer o decir cualquier cosa que la
alterase, pero lo fundamental era que le haba llegado la hora y no le tocaba
estar all.
Tambin dejaron de fumar delante de Yasha, aunque l no lo pidi. Y
hablaban en voz baja. Y lo miraban como... Como si a l tambin le hubiera
llegado la hora. Le haba llegado la hora.

Y en casa, todo cambi. Sin esperar a que terminase el papeleo de la


herencia, su mujer empez a hacer obras en el piso para airearlo, segn
sus propias palabras. El suelo estaba lleno de peridicos manchados de cal,
cola y Dios sabra qu ms, y todo ola a polvo y pintura. En medio del
saln haba una viejsima escalera de mano, justo al lado de la cual haba
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Una edad difcil

Anna Starobinets

una cama plegable donde dorma Yasha, expulsado vergonzosamente de la


cama matrimonial (En nuestro pas puedes ir a la crcel por necrofilia le
explic tranquilamente Ira, colocando un colchn viejo y deformado de
rayas en el catre. Adems, ltimamente roncas muy fuerte. Al menos, as
podr dormir bien).
Cada vez que chocaban en la cocina, Yasha y su viuda sentan cierta
incomodidad, y Yasha se senta cada da ms como un domovi.9
Luego llegaron los animales malcarados y resacosos de las obras. Ellos no
sentan ninguna incomodidad; simplemente trataban a Yasha como si no
existiera. Al pasar a su lado le daban codazos sin ningn miramiento. No
tenan ningn reparo en beber vodka delante de l (cuando la mujer no
estaba en casa, por supuesto) ni en hurtar embutido de la nevera. En
principio no hablaban con l, con la nica excepcin de la vez en que el
encargado del equipo, Lioja, que tena la cara colorada, lo obsequi con una
sonrisa encantadora (gracias a la cual la noche anterior haba perdido dos
dientes delanteros) y le pidi prestados veinte rublos. En cualquier caso,
Lioja el encargado llevaba tal cogorza en aquel momento que lo mismo
podra haberle pedido los veinte rublos a un armario o a una lmpara, por
decir algo.

Seguramente ellos tambin creen que me ha llegado la hora, pens


Yasha con tristeza, y no le dio los veinte rublos.
En el canal Cultura daban un programa interesante realizado por la BBC:
unos astronautas estadounidenses explicaban cmo se sentan en el espacio
exterior. Yasha se sent a verlo, aunque, a decir verdad, era la hora de irse a
trabajar.
Los dos primeros das tienes una sensacin horrible en el estmago
comentaba alegremente un rostro redondo y rubicundo que pareca hecho a
medida para meterse dentro de una escafandra, porque todo el lquido
del organismo, liberado del efecto de la ley de la gravedad, se desplaza
hacia arriba, por eso siempre llevamos bolsas encima... Pero a veces no nos
sirven de nada, y todo se esparce en el ambiente. La cara sonri con
9 Espritu o duende del hogar en la cultura rusa. (N. de la T.)
170

Una edad difcil

Anna Starobinets

tristeza. Se queda flotando por la nave hasta que termina el vuelo, y es


muy incmodo, ya se imaginan...
En la nave es indispensable que haya una sala de gimnasia explic
un grandulln de cabeza afeitada y unos labios tan finos que no parecan
humanos. En el cosmos es muy importante mantener la forma fsica.
Hacer ejercicio en condiciones no gravitatorias es ms sencillo que en la
Tierra. El nico problema que existe es el sudor. El agua se comporta de una
manera muy distinta en el cosmos. No se cae hacia abajo, sino que se
convierte en bolitas as, saben? Uno se sienta en la bicicleta esttica,
pedalea, y por la espalda le corren esas bolitas, y con cada movimiento
brusco salen volando cada una en una direccin...
El retrete. El primer rostro ocupaba de nuevo la pantalla entera.
Dira que el problema principal de todo cosmonauta es precisamente el
retrete. En condiciones no gravitatorias es muy complicado...
Yasha apag el televisor, fue al pasillo, se puso las botas y se ech a llorar.
De repente, algo se haba desgarrado en su interior. La inquietud
constante, la tensin, la humillacin, el lo de las ltimas semanas, aquel
terrible sueo sin salida O no era un sueo? No, no, por supuesto que era
un sueo), las obras... Hasta entonces lo haba soportado todo como haba
podido, y le haba costado lo suyo, pero el cosmos... El hermoso y
resplandeciente cosmos, sin principio ni fin, que lo atraa desde la infancia,
que era su sueo ms hermoso... Acababa de perderlo. Qu agradable deba
de ser balancearse sin gravedad con un libro en las manos, volar un poquito
de aqu para all por la nave, y pegarse al ojo de buey y mirar sin descanso
a la lejana Tierra y a las colas ardientes de los cometas que pasaban junto a
l... Pero no, nada de eso! Apretar en la mano temblorosa una hedionda
bolsa de papel, esquivar las bolitas de sudor que vuelan alrededor... Las
nuseas, el dolor de cabeza, el retrete con correas y ventiladores... Eso es lo
que haba en la infinitud!
No era que Yasha tuviera la intencin de viajar al espacio exterior;
naturalmente, no tena la intencin de irse a ningn sitio. Pero hasta aquel
momento, el cosmos le haba parecido algo as como el ltimo recurso, la
salida de emergencia en caso extremo. Cuando no quedaban ms sitios
adonde huir.

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Una edad difcil

Anna Starobinets

Qu vida esta dijo Yasha en voz alta, y entr en la habitacin con las
botas puestas. Apoy la cabeza en la ventana empaada. Es hora de ir a
trabajar... Qu vida esta... Qu sueo tan absurdo... Pero podra hacer como
aquel de la pelcula El da de la marmota... Yasha abri la ventana y se
encaram al alfizar. Como aquel... Su apellido empezaba por eme...
Yasha cerr los ojos y salt desde el undcimo piso.

La calle matutina lo recibi con su habitual ruido ensordecedor.


Alrededor de su casa haca ya varios das que estaban en marcha unas
enigmticas obras de construccin o de reparacin, no se saba exactamente.
Todo el edificio estaba rodeado por una zanja profunda sobre la que haban
tirado al travs, aqu y all, unos maderos podridos a modo de puentes. Un
poco ms all, el suelo medio congelado de otoo formaba amorfas
ondulaciones pardas.
Yasha se levant del suelo y se sacudi del pantaln unas hojas amarillas
que se le haban pegado. Haciendo equilibrio con los brazos y mirando justo
enfrente de l, atraves un puentecillo con cuidado. Solo despus de pasar
al otro lado mir hacia abajo con repugnancia. En el fondo del foso
hormigueaban pequeos tayikos con uniforme naranja. Unos, inmersos en
una nube de vapor y chispas cegadoras, taladraban unos tubos
herrumbrosos que emergan de la tierra, semejantes a fragmentos de un
esqueleto carbonizado de un gigantesco animal prehistrico. Otros cavaban
calmosamente.
Cavaban, cavaban la tierra.

Justo en la entrada del metro, Yasha decidi que no ira a trabajar. Ni


aquel da, ni al siguiente, ni nunca ms.
Se qued parado unos momentos.
Dos chicas heladas de fro repartan frenticamente unos papelitos
amarillos a los transentes. Una seora gorda con una boina verde venda
frankfurts con desparpajo. Curiosamente ola a pescado podrido y algas,

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Una edad difcil

Anna Starobinets

como despus de un temporal marino, aunque, desde luego, el mar estaba


muy lejos del metro. Tal vez aquel olor lejano proviniera de la tierra
revuelta de otoo, de las alcantarillas agujereadas...
Me ha llegado la hora pens Yasha, olisqueando el aire. Ir a algn
sitio, al mar... Viajar.

Y viaj largos aos por el mundo. Vivi en muchos pases y en muchas


ciudades, y cientos de mujeres compartieron su lecho con l. Con unas se
quedaba mucho tiempo; envejecan y moran a su lado. De otras se despeda
y dejaba que envejecieran y murieran en soledad.
Cada pueblo le daba un nombre distinto. Cambi de nombre muchas,
muchsimas veces. Y tanto tiempo viaj que ya no poda recordar quin
haba sido al principio ni quin fue despus, ni si estaba vivo o muerto, ni
qu era lo que lo mantena aferrado a este mundo tedioso.
Y tanto tiempo viaj que vio como todos los pueblos envejecan y
desaparecan de la faz de la tierra y las ciudades se convertan en arena y
piedras. Y vio como unos animales asombrosos y extraos colonizaban la
tierra. Y l fue el nico ser humano que qued entre ellos.

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Una edad difcil

Anna Starobinets

ESPERO

No s exactamente de donde ha salido, probablemente, del frigorfico.


Guard ah una olla con sopa. Mucho tiempo. Demasiado. La sopa me la
haba preparado mi madre (antes pasaba por casa de vez en cuando), pero
no como de esa clase. Schi.10 Al cabo de una semana, el contenido de la olla
se cubri con una pelcula de color verdoso plido y empez a apestar. Puse
la tapa a la olla y la met en la nevera. Me daba pena tirarla; la haba
preparado mam.
Un mes despus me despert en plena noche con una sensacin extraa
de inquietud. Fui a la cocina a picar algo. En la nevera no haba casi nada.
Un par de salchichas, unos pelmeni, un limn que haba estrujado aquella
maana. Y la olla. La saqu y me decid a tirar la sopa. Contuve la
respiracin y levant la tapa. Se haba solidificado. Haba cambiado. Era...
casi bonita. Tena que rascar el fondo y las paredes, comprar un producto
para limpiarla y lavarla... No me apeteca hacer nada de eso.
Decid tirarlo todo, la sopa y la olla. Hice un paquete con varias bolsas y
por la maana la tir a la basura antes de ir a trabajar. Me acerqu al
contenedor, pero no fui capaz. Llevaba tanto tiempo conmigo... Me daba
pena. Dej el bulto junto a la basura y me fui a trabajar.
Por la tarde segua all.
Al da siguiente, cuando mir por la ventana, ya no estaba. Me asust.
Baj y me acerqu al contenedor... S, all estaba. Lo que pasaba es que no la
haba visto desde arriba. En cualquier caso, para no preocuparme sin
motivo, me la volv a subir a casa y la met en la nevera otra vez.
Ola fatal. Dej de utilizar la nevera. Y ms tarde, tambin la cocina; puse
un cerrojo de hierro en la puerta de la cocina. Coma fuera, en bares. Y un
10 Sopa de col, legumbres y carne. (N. de la T.)
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Una edad difcil

Anna Starobinets

da llam a mi madre y le ped si poda irme a vivir con ella un tiempo. Ella
me dijo que s. Se alegr.
Me mud, pero al cabo de una semana empec a ponerme nerviosa. Al
fin y al cabo, la responsabilidad era ma. No dejaba de pensar en cmo
estara all, sin m. Sola, envuelta en las bolsas.
De modo que regres. Me mare del olor, que impregnaba todo el piso de
modo insoportable.
La puerta de la cocina estaba abierta.
Las bolsas estaban tiradas en el suelo.
Y entonces la vi. Se me acerc confiada, curiosa. Era muy pequea.

Al principio no saba qu darle de comer. Le preparaba purs de


verduras o de patata, le empapaba pan blanco en leche... Pero no se lo
coma.
Me parece que no coma nada. Ni beba. Tampoco saba hablar.
Dorma en la cocina. Por la noche le abra la puerta de la nevera para que
tuviera luz, como si fuera una lamparita. Si no, tena miedo. Cuando tena
pesadillas, araaba la puerta de mi cuarto; entonces la coga y me la meta
en la cama. A pesar de que echaba una peste horrible.
Hice mucho por ella. Sacrifiqu muchas cosas.
Nunca ventilaba la casa porque le sentaba fatal. Creo que, salvo yo, nadie
podra haber estado a su lado. Pero yo la quera. Llam a mi madre y a
todos mis amigos y les ped que no vinieran ms a mi casa. Llam al trabajo
y dije que lo dejaba. Y despus cort el cable del telfono.
La quera muchsimo. Tanto que a veces la tocaba. Y la abrazaba.
Creci deprisa, muy deprisa. Cada da era, ms o menos, un centmetro
ms alta. Y era guapa. A su manera.
De vez en cuando, alguien llamaba a la puerta, as que romp el timbre.
Para que nadie nos molestara.

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Una edad difcil

Anna Starobinets

Sucedi una maana. Tiraron la puerta abajo y entraron en mi casa. Eran


los vecinos de abajo con una gente vestida con monos de trabajo. Llevaban
caretas antigs. Ella se asust mucho, corri a la cocina e intent esconderse
debajo de la mesa y detrs de la nevera. Pero ya era bastante grande y no
caba en ningn sitio. Abrieron todas las ventanas. Grit: No, paren, se va
a ahogar!. Me ataron las manos y me sacaron de mi piso. No pude
ayudarla.
Vi que tres tipos con mscaras antigs se quedaban dentro. Llevaban
bombonas y rociaron la casa con una sustancia corrosiva y venenosa.
Rociaron las paredes, el suelo, a ella. En plena cara. Y ella no poda
esconderse en ningn sitio.
Qu le hicieron... Dios mo, qu le hicieron...

Desde entonces no la he vuelto a ver. No viene adonde vivo ahora.


Recuerdo los das que pasamos juntas, cada hora, cada minuto, y no
puedo perdonarme. Debera haber sido ms cariosa con ella. Abrazarla
ms a menudo. Hablar con ella. No debera haberla hecho dormir en la
cocina, solita. Cunta soledad debi de sentir.
Me gustara corregir mi error. Lo corregir todo, todo. La semana pasada,
mam me trajo unas manzanas asadas. Las envolv en unas bolsas y las
guard en la mesita de noche. Hoy, cuando se han ido los mdicos, he
abierto el paquete un momento. Ya han empezado a cambiar un poco; se
han reblandecido y se han cubierto de una pelusa blanca. Dentro de unos
das cambiarn an ms.
Espero. Tengo mucha paciencia.
Ella volver conmigo.

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Una edad difcil

Anna Starobinets

***
Ttulo original:
Primera edicin en Nevsky Prospects: 2012
Traduccin del texto: Raquel Marqus Garca 2012
Prlogo: Ismael Martnez Biurrun 2012
Edicin: Editorial Nevsky Prospects 2012
Coordinacin: James Womack
Correccin: Nikoli Berdikov
ISBN: 978-84-939358-2-5
15-08-2013
Scan V.1 Lerele y Joseiera

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