Alberto Dallal. El Ensayo y La Cultura
Alberto Dallal. El Ensayo y La Cultura
Alberto Dallal. El Ensayo y La Cultura
Alberto Dallal 1
En los medios intelectuales de algunos pases europeos existe la conviccin de que el
ensayo, como gnero literario, se presta a confusiones; de que sus exposiciones ambiguas
han alcanzado un punto muerto que le niega existencia y, lo que es an ms grave,
tradicin. Georg Lukcs hermana al gnero con la poesa pero seala que no ha sido capaz
de recorrer el camino de la independencia; da a entender que sus afanes de mimetismo
con respecto a la ciencia, la moral y el arte lo convierten en un fruto literario an no
maduro. Por su parte, Jos Luis Gmez-Martnez explica que en el ensayo no hay lugar
para la vulgarizacin pero tampoco para las expresiones tcnicas. Sabemos, sin embargo,
que el ensayo es una forma de expresin, una forma de decir las cosas vinculada
esencialmente a la cultura de un pas determinado en un periodo especfico de su historia.
Habla (y habla de viva voz si es una obra redonda, hecha) de lo que anteriormente el
pensamiento cientfico, moral y artstico ha expuesto, de lo que la cultura, por ser un
fenmeno real, vivo y dialctico, trae entre manos. Actualizar, describir y re-descubrir
son aspectos del gnero; son sus funciones, ya que sus temas deben apoyar la
problemtica de una realizacin pasada, de una elucubracin lcida, con los giros de todo
aquello que compete a la actualidad; el ensayo, no cabe duda, aprovecha lo
contemporneo del pensamiento literario. Hace literatura de la realidad inmediata.
El ensayo se inclina al sentimiento, nos dice, por su parte, Theodor W. Adorno.
Fortuna y juego, le son esenciales. No poda ser de otra manera pues la visin del
ensayista, que en un momento y a travs de un talento dados, puede captar los lmites y
las crisis de la cultura, abarca la tarea de la interpretacin y de la crtica. El mundo que
utiliza el ensayo para especular se halla abierto por un lado y otro, por el comienzo y el
final. Las cosas acabadas son material de la monografa y a ellas es imposible impregnarlas
de un estado de nimo, de un tinte de actualidad o de un aderezo de sealamientos. El
ensayista, en cambio, nos muestra sus emociones ante el objeto que analiza y estudia, entregndonoslas simultneamente a la aprehensin del objeto mismo a travs de las
palabras. La monografa, a falta de estas emociones que le dan movimiento a la obra, se
asemeja al diagrama rgido de las computadoras y las estadsticas, mientras que el ensayo,
en su ir y venir interpretativo y crtico, bien puede parecerse al cinematgrafo o, en
plena subjetividad al cuadro fotogrfico.
Pero si hablamos del ensayo como forma artstica no debemos culpar a quienes lo
acusen de falta de rigor, esmero y trascendencia. Si bien es cierto que no est a discusin
la autenticidad artstica de un gnero que por sus propias funciones escoge un elemento
externo que bien puede ser tambin artstico para hablar de l por caminos
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literarios, s queda en entredicho el reducido rigor para establecer los lmites entre el
ensayo y el artculo, gnero periodstico ste que tambin se apoya en la interpretacin,
la crtica y la descripcin de los temas de actualidad. Debe entenderse con claridad que
las diferencias entre uno y otro gneros no quedan establecidas por la extensin, sino por
la intencin; no por el contenido propiamente dicho sino por el espritu que los
impregne; de ninguna manera por la mediatez o inmediatez del tema sino por el plan
literario o esttico trazado de antemano (caso ensayo) o la falta de l (artculo de peridico).
Gran cantidad de escritos, de los que se siente satisfecho nuestro periodismo cultural,
no dejan de ser ensayos por su lenguaje ni por su extensin, ni siquiera por su estructura
sino porque adolecen del pigmento que los caracterice; carecen de sentido, de la
intencin actualizante y literaria. El problema se agudiza cuando las compuertas de la
atencin pblica se abren sobre el paisaje cultural; cuando los lectores, sin una capacidad
de seleccin definida, esperan hallar en el periodismo, no obstante que permanecen
insensibles ante la cultura, la satisfaccin de sus inquietudes intelectuales. Permiten el
surgimiento de la funcin propia de la literatura por va del regodeo o la precisin del
texto ensaystico.
Naturalmente, la capacidad del pblico para entender los distintos aspectos de la
produccin cultural de su medio no depende de manera exclusiva ni del nivel de
desarrollo social ni del grado de alcance de la clase social a la que pertenezca. Tampoco
depende nicamente de las capacidades del ncleo intelectual en boga. Los grupos
dirigentes de los estratos artsticos y culturales, los promotores de la cultura, por
llamarlos de algn modo, actan segn los dictados de sus propios conocimientos y no
pueden dejar de reflejar la ausencia de realidad de sus funciones selectivas. Sus
ofrecimientos sus realizaciones, en tanto que equivalen a la proposicin de un
objeto cultural, corren el riesgo de pasar inadvertidos para el pblico activo o de sentir el
rechazo total de una masa annima de espectadores. Sin embargo, la reaccin negativa
del pblico puede deberse a dos causas diferentes, en rigor alejadas, pero en la prctica
unidas por un infinito nmero de matices. La primera queda establecida cuando el hecho
cultural o artstico se opone a los prejuicios del grupo asimilador, cuando el pblico no
est maduro para recibir una idea cultural mente revolucionaria que generaciones posteriores han de apreciar e inclusive de agradecer. En este caso, el hecho cultural aparece
como una provocacin al status mental y sensitivo de los espectadores. Los dirigentes de
la cultura harn mal en empobrecer sus funciones retirando su ofrecimiento y evitando
exponer de mil maneras distintas si se hace necesario las cualidades de la cosa
cultural. La segunda causa de una probable reaccin negativa por parte del pblico
es la que surge de algn equivocado acto de resurreccin en las promociones de la
intelligentsia. Si esta ltima carece de sensibilidad para extraer del pasado los elementos
que la cultura de hoy puede proceder a interpretar, reasimilar y usar, se hallar frente al
repudio, el rechazo de un pblico que tiene toda la capacidad y todo el derecho de
adivinar la presencia de un cuerpo muerto.
Como es fcil deducir, los matices entre una y otra causa son numerossimos y las
mltiples circunstancias que de ellas surgen pueden manipularse en muchas direcciones y
a precio de fluctuantes riesgos. Bstenos poner dos ejemplos: 1) ofrecer al pblico la
reincorporacin de un estilo a la jerga usual: camp, art nouveau, lo barroco, etctera,
exagerando sus cualidades y desparramando sin ton ni son la noticia de sus excelsitudes;
el pblico puede, en un momento dado, interesarse por aquello que le ponen enfrente,
admirarse ante la novedad, pero mostrar recelo en el instante en que la inconsistencia de
los juicios ofrecidos salga a la superficie; 2) no hacer nada por el ordenamiento
sistemtico de la historia cultural del lugar en que se acta ni ofrecer al pblico la
comprensin de dicha evolucin: cada una de las manifestaciones culturales aparecer
como surgida de la nada y las relaciones entre cultura nacional o local, por un lado, y
cultura universal, por otro, se establecern en trminos de aislamiento, individualmente.
(Para que este ltimo punto se realizara de manera expedita, los dirigentes culturales
deberan ser, ante todo, honestos: estar dispuestos a exponer pblicamente, crticamente
las diferencias del medio y las limitaciones si las hay del desarrollo cultural, de tal
forma que lo asimilable de la cultura universal llegara de manera directa, como elemento
renovador, para ligarse a la estabilidad de la certeza y el conocimiento. )
En el plano del testimonio, el papel desempeado por el ensayo literario es anlogo al
que se expuso anteriormente con respecto a la intelligentsia. El ensayo refleja la sntesis
de! pensamiento cultural de una poca y de un medio determinados, aprovechando la
energa de los intelectuales que no slo tienen el deber moral sino tambin el deber
intelectual de decantar, por as decirlo, las corrientes universales de la cultura y
ofrecerlas al grupo de sus contemporneos que forma su pblico. En este sentido, el
ensayo es un gnero divulgador como ningn otro, destacando en este plano su enorme
operatividad para pendrar simultneamente en las instancias literarias y en los medios y
conductos periodsticos.
As pues, dentro de la lista de tareas que el escritor de ensayos debe tener en mente
existe un punto importante: seleccionar para el lector los elementos que, segn su
criterio, convengan para el desarrollo de la cultura local. Muchos escritores niegan
prestarse a los avalares de esta labor porque no aceptan su intervencin en el movimiento
de seleccin que, ineludiblemente, se lleva a cabo en todos los medios culturales, sea esta
relacin directa o indirecta. Las funciones de interpretacin y de crtica ante un hecho
artstico, cientfico o cultural no pueden ser delegadas a los diligentes polticos ni stos
pueden tener la exclusividad de la tarea. Precisamente, lo criticado en mayor medida con
respecto a la vida cultural de los pases socialistas (la enorme centralizacin de las