La Exhibicion Del Otro ANTITESES
La Exhibicion Del Otro ANTITESES
La Exhibicion Del Otro ANTITESES
2014v7n14p94
Mario Ruffer
RESUMEN
Este artculo parte de la nocin de complejo exhibitorio sobre la funcin pedaggica clsica del museo
occidental (histrico y etnogrfico), y la repasa en contextos latinoamericanos contemporneos,
especficamente mexicanos. El texto contrapone trabajo de corte etnogrfico en museos comunitarios
con ciertos aspectos de las salas de etnografa en el Museo Nacional de Antropologa de Mxico. La tesis
central que persigue demostrar es que la retrica actual del patrimonio en entornos poscoloniales y de
diversidad cultural, sigue utilizando la lgica del complejo exhibitorio pero con un mecanismo y un fin
diferente a la nocin clsica de inicios del siglo XX. Ya no se tratara de exhibir las proezas del orden
moderno y de la construccin nacional, sino de una potica del retorno. La tradicin no estara ya fijada
por siempre en el museo nacional de la capital, sino que se instala en la lejana espacial del pueblo o de la
aldea: los que fueron objeto del museo y de exhibicin se vuelven sujetos de produccin de una mirada y
de un orden. Finalmente se pregunta: se han desplazado realmente los mecanismos que definan y
retenan la autoridad cultural sobre el patrimonio?
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ABSTRACT
This article starts from the notion of "exhibitionary complex" on the classical pedagogic function of the
western museum (historical and ethnographic) and goes over them through contemporary Latin
American contexts, specifically Mexican. The text contrasts an ethnographic cut in community museums
with certain aspects of the ethnographical halls in the National Museum of Anthropology of Mexico. The
central thesis, which it aims to demonstrate, is that the present rhetoric of heritage in post-colonial and
"cultural diversity" entourages still uses the logic of the exhibitionary complex but with a different
mechanism and goal from the classical notion from the beginning of the 20th century. It does no longer
tries to exhibit the achievements of modern order or national establishment, but rather a rhetoric of
return. Tradition would no longer forever fixed in the national museum of the capital city, but now installs
itself in the distant space of the town or village: what used to be objects of the museum and exhibition,
become subjects which produce a glance and an order. Lastly, he questions: have the mechanisms that
defined and retained the cultural authority over patrimony been truly displaced?
Introduccin
Cuando los visitantes comenzaron a alejarse, Idriss se acerc al armario.
Aquellas joyas de plata las haba visto sobre su madre, en sus tas, en
muchas otras mujeres de Tabelbala. Algunas fotografas mostraban rostros
cubiertos con las rituales pinturas faciales, sobre los que Idriss casi hubiera
podido colocar algunos nombres familiares. Y al final, al apartarse de la
vitrina del museo, vio aparecer un reflejo, una cabeza con cabellos negros y
exuberantes, con el rostro delgado, vulnerable e inquieto, el suyo propio,
presente de aquella evanescente manera en ese Sahara disecado.
Michel Tournier La Gota de Oro.
Desde hace algn tiempo estudio museos y especficamente las relaciones entre
exhibicin (musestica), memoria e historia (RUFER, 2006, 2010a, 2010b). En los ltimos aos
y con la necesidad de comprender cmo la proliferacin de voces (subalternas, hbridas,
desde abajo o como mejor acomode a nuestras sensibilidades tericas) estaba acercndose
tambin al terreno de la exhibicin, empec a trabajar sostenidamente sobre museos
comunitarios y festivales de tradicin ritual (y espectacular). De algn modo tena la
intencin de pensar crticamente la importancia de la historia exhibida y de las pugnas
polticas en la redefinicin de memorias poscoloniales en pases latinoamericanos, con las
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pueblo o la aldea: que los que fueron objeto del museo y exhibicin se vuelvan sujetos de
produccin de una mirada y de un orden (CLIFFORD, 2013, p 15-18). El fin es el que considero
ms problemtico: si bien no puedo hablar desde la lgica de un proyecto orquestado como
poltica cultural homognea, s considero que existe una connivencia entre estas poticas de
exhibicin de patrimonio comunitario y local con las formulaciones particulares de
estatalidad en trminos de produccin de alteridades. Los estados-nacin poscoloniales, en
sus intentos de articulacin hegemnica, no suprimen la diferencia: intentan producirla,
consumirla, performarla como grotesco y devolverla como mercanca. A veces no lo logran,
justamente cuando la diferencia se reformula constantemente hibridndose con los
discursos del estado, sometindolos al juego, anulando su pretendida pureza como origen.
Este texto est dividido en tres partes: en la primera intento un recorrido de la nocin
de exhibicin pblica y sus versiones vernculas en contextos latinoamericanos para
entender de qu forma exhibir sigue siendo parte de una tensin por luchas simblicas
entre polticas de identidad y formulaciones de diferencia en discursos centralizados o
locales. En la segunda parte trabajar con algunas vietas de trabajo de campo en un museo
comunitario especfico, intentando abordar las nociones locales de objeto, imagen y
comentario como tensiones especficas entre visiones centralizadas de patrimonio y
formaciones locales de memoria. 1 En la ltima parte intento un contrapunto entre las
estrategias visuales escogidas por el museo comunitario y las clsicas elegidas por el Museo
Nacional de Antropologa (MNA) para hablar de la tradicin. En ese contrapunto intentar
mostrar la pugna entre lo que llamo la herldica (acuada por el MNA) y la memoria
(comunitaria). Abordar cmo se reproducen formulaciones puras y arcaizantes que
reproducen la colonialidad de los enunciados sobre nacin, patrimonio y diversidad
cultural.
La exhibicin
En Mxico fue creado el Programa Nacional de Museos Comunitarios (PNMC) en 1983, por iniciativa del
Instituto Nacional de Antropologa e Historia, con sucesivas reediciones. El programa implic la aplicacin
de los criterios de la Nueva Museologa como tendencia global y la vinculacin directa con las comunidades
para la comprensin, valoracin y gestin del patrimonio local. La nocin central del PNMC fue promover
la creacin de museos desde y para la comunidad, autogestionados, sin demasiada interferencia oficial en la
narrativa, el guin o la curadura. En este sentido es importante la labor del programa de museos
comunitarios como un disparador para generar visiones locales de historia, memoria y patrimonio.
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del capitalismo transnacional como orden naturalizado (LANDAU, 2002). Las exhibiciones
mundiales de Paris a mediados del siglo XIX as como la invencin del Muse de LHomme en
las primeras dcadas del siglo XX tambin en Pars fueron paradigmticas para la creacin
de una tecnologa de la exposicin y de una pedagoga de lo visible como ordenamientos del
progreso, la flche du temps y la irreversibilidad de la modernidad capitalista como opcin y
estrategia. Las crticas frecuentes a esas prcticas de exhibicin como rdenes del discurso
ritualizado y con funciones especficas de poder han desarrollado argumentos acerca de, al
menos, tres especificidades: a) la nocin de que la exhibicin selecciona por separacin
(taxonomiza, clasifica); b) la idea de que las exhibiciones operan con la temporalidad de
manera diferente a la idea secuencial y lineal del tiempo vaco y homogneo y que
justamente por eso fueron capaces de crear una gramtica de la globalidad (mediante la
exposicin y la exclusin) que direccion con cierto xito una forma de concebir el mundo
moderno; c) la nocin de que la exhibicin concentrada en un espacio puede condensar en
un objeto-imagen la necesaria funcin del legado-patrimonio (colonial, nacional y
recientemente, de la humanidad).
Al final de este apartado quisiera agregar un elemento ms: en esa composicin
especfica, se orden tambin sgnicamente una tecnologa de la mirada que dirige hasta hoy (con
evidentes alteraciones) un cdigo especfico y jerrquico de lectura de smbolos, cuerpos y paisajes.
Un paradigma en sentido barthesiano que fue capaz de articular el valor de lo que existe
desde aquello que est dispuesto en el orden de la exhibicin: la tradicin, la barbarie, lo
extico, versus lo moderno, mecanizado, tecnificado y racional, fueron condensados en la
tecnologa de la exhibicin y procesados en un particular cdigo de mirada que es, tal vez, lo
ms duro de remover como punto ciego del funcionamiento ideolgico. 2
Lo que procur la sintaxis primera de la exhibicin decimonnica fue una formulacin
de sensibilidades a partir de los fragmentos, algo que hasta hoy sigue vigente como una
forma de comprensin (de una cultura, de un pueblo a travs de la sincdoque: la vasija
2
Para justificar la exhibicin etnogrfica LAfrique Indompte (frica indmita) montada en Paris en 1892
sobre las condiciones de vida en frica Occidental, un peridico francs anotaba: En efecto, No nos parece
un mal sueo que a pocas horas de camino de Cotonou donde tenemos una residencia, una guarnicin
militar, una oficina de correo y un telgrafo, se cometan, en diferentes momentos del ao y bajo pretexto de
divertimento pblico, de solemnidad, asesinatos y masacres de criaturas humanas en los cuales las
vctimas se cuentan por miles? [.....] En 1890! Pareciera que estamos soando. (CAMPION VINCENT, 1967,
p.1) De algn modo, en esa imagen desmesurada de los incontables sacrificios humanos perpetrados por
los africanos habitantes de Dahomey (hoy Benn), stos se inventan no slo como salvajes, sino que tambin
se les atribuye el desperdicio de los recursos eficientes del capitalismo: los hombres en la decapitacin y el
tiempo en el ritual. De algn modo transgredan el espritu de acumulacin. En la exhibicin no era slo el
atraso lo que sellaba a frica, sino su condicin de escenario patolgico de la Historia violada: el telgrafo
coexista con la plataforma sacrificial, universo slo posible en el mundo onrico en el cual la Historia no
tiene compromisos por cumplir. Pero en el mundo real, haba que salvar el hiato, restituirle la garanta
teleolgica a la Historia o, lo que es igual, desplazar las posibilidades alternativas de existir en el tiempo. La
herramienta eficaz, dems est decirlo, era la colonizacin. La ocupacin francesa de Benin comenz, stricto
sensu, en 1895, tres aos despus de la exhibicin.
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que representa / reemplaza a los otomes). 3 Haramos aqu, sin embargo, una diferencia
crucial entre la disposicin de esos fragmentos y su correlacin con la condensacin ms
amplia de saberes disciplinarios. Foucault argument la fuerza que tuvo el ordenamiento
disciplinar decimonnico para crear un esquema de empiricidades que ser de ah en ms
regulado por la Historia.4 En el rgimen del complejo exhibitorio, los fragmentos ya no
sern
ms
el
destilado
de
la
curiosidad,
mirada
de
asombro
ejercicio
de
Tambin fue esta una forma retrica de la escritura etnogrfica. La aldea ner en la que Evans-Pritchard
pas aos investigando su etnografa desemboc en Los Ner, su libro por excelencia. El fragmento por el
todo marc una tecnologa de la indagacin cultural desmontada slo con la impronta del giro narrativo en
las disciplinas (CLIFFORD, 1995).
4
A partir de fines del siglo XVIII, segn Foucault ya nada es posible de ser pensado fuera de la tensin entre la
Historia y la historia, entre lo que es y su destino. Todo lo dado en la historia (lo contingente) tiene un Orden
en la Historia, mismo que deja de escudarse en la semejanza para explicarse en el lenguaje de la clasificacin
y la taxonoma. (FOUCAULT, 1969, p. 33-35)
5
Para un estudio sobre las exposiciones nacionales de Mxico vase Tenorio (1995). Sobre las imbricaciones
entre ciencia, dispositivos visuales y exhibiciones universales, Hodeir (2002).
99
Para un anlisis ms detallado de esta fractura entre historia y etnografa en los espacios de exhibicin entre
finales del siglo XIX y principios del XX vase Conklin (2013, p.100-123).
7
En ese tiempo global, desde la Exhibicin Mundial de Paris en 1889 es conocida la utilizacin de escenas
vivientes mostrando estampas de la vida colonial (el aprendiz de tejedor y el tejedor; la mujer hilando; los
danzantes). Estas especies de dioramas vivientes fueron una nueva tecnologa de la visin que permiti la
accin de reconocimiento/distanciamiento impuesta por el orden colonial, ahora desde la metrpoli. Para
un estudio detallado de este punto vase Hodeir (2002). Como apunta Hodeir, estas exhibiciones fueron un
elemento crucial para la aprobacin generalizada de la labor colonial, sobre todo en frica.
100
Para un anlisis sobre los discursos oficiales y la cultura pblica para integrar al indio y forjar el discurso
hegemnico sobre el mestizaje vase Alonso (2005). Para un estudio sobre la genealoga de lo mexicano
como producto de poltica cultural despus de la Revolucin vase Prez Monfort (1999).
La antroploga Paula Lpez Caballero plantea que el tpico de la definicin histrica identitaria en Mxico
hunde sus races en una problemtica formulacin sobre la autenticidad del legado indgena en el
presente. En su argumentacin, Lpez distingue pasado (como una figuracin reificada, expuesta casi
mgicamente como trasposicin original o autntica) de legado (como las mediaciones y latencias de ese
pasado en el presente, ambiguo, contradictorio y ampliamente discursivizado). La autora explica hasta qu
punto la frmula de la historia nacional se constituy en una tenaz bsqueda de orgenes que reprimi la
pregunta por el legado colonial y ensalz el interrogante por la presencia del pasado indgena. (LPEZ
CABALLERO, 2008, p.330-331). Desde otro lugar, la historiadora Frida Gorbach indaga este problema como
antropologizacin de la historia y se pregunta hasta qu punto lo sintomticamente ausente en esa
latencia histrica, es la Conquista (GORBACH, 2012).
101
En los ltimos 50 aos las salas de etnografa del Museo Nacional de Antropologa
representaron prcticamente la nica cita sobre las culturas otras de Mxico en trminos
de complejo exhibitorio. Como interpela Garca Canclini, en el Museo no hay negros, ni
judos ni chinos como componentes nombrables de la nacin (CANCLINI, 2009, p. 175).
Seguramente porque el ordenamiento del paradigma tutelar del estado definiendo legal y
jurdicamente a aquellos que deban ser trados a la modernidad a partir de ejercicios de
tutela estatalera ms cmodo y poderoso que la definicin de otros heterrquicos (no
anacrnicos, ni primitivos ni nuestros, como gran parte del indigenismo los nombr:
nuestros indios). Esto dio la pauta de lo que Garca Canal (2013, p. 70-74) denomina la
maquinaria visual de la mexicanidad que configura la anatoma del mexicano como
estampas jerrquicas y racializadas claramente identificables donde nuestros indios
cumplen una funcin crucial de tutela y redencin de la nacin posrevolucionaria (estampas
alimentadas hasta la extenuancin por el muralismo, el cine, la pintura, etc).
Los aos 80 del siglo XX dieron inicio a un giro cabal en ese discurso: las ideas de
democratizacin (dentro de la ola neoliberal) dieron cabida a una nocin completamente
distinta del concepto cultura nacional. El estado reconoca la existencia de otros no por
haber sido dejados atrs en la lnea del proceso-progreso, ni por ser remanentes de una
cultura que deba solidificarse, sino como sistemas simblicos por derecho propio a la
diferencia que deba ser preservada por el estado-nacin. Estas polticas que se conocen
como multiculturales (y que en realidad difieren bastante del paradigma liberal hegemnico
del multiculturalismo estadounidense por ejemplo) forman parte de lo que Briones y Segato
han llamado formaciones regionales de diversidad o producciones nacionales de
alteridad, respectivamente (BRIONES, 2005; SEGATO, 2007). Esto, por supuesto, merece un
anlisis detallado y preciso que no puedo hacer aqu. Lo cierto es que hubo dos elementos
que, como parte del complejo exhibitorio contemporneo, coadyuvaron a la presentacin de
este panorama de la diversidad nacional: los festivales de la cultura nacional (coordinados
en esfuerzos de la Secretara de Turismo y CONACULTA) y la creacin por parte del Instituto
Nacional de Antropologa e Historia (INAH) del Programa Nacional de Museos y Entornos
Comunitarios. Parte de la nueva estrategia como Mxico: Nacin Multicultural impulsado
por CONACULTA desde 2001 fue la impronta de devolver la voz a los actores, permitir la
narracin de s mismos en las varias voces que componen Mxico (RUFER, en prensa). En
el caso de los museos comunitarios centrar mi esfuerzo de anlisis en lo que resta del texto,
bajo las siguientes preguntas: qu cambios se produjeron en las nociones mismas de
herldica, historia y remanente con la intoduccin de estos espacios para la voz y la
estrategia narrativa de los propios actores? De qu forma de torsion el complejo
exhibitorio que con cierta articulacin hegemnica y muchos puntos de fuga haba
amalgamado la estrategia de exhibicin en la ruina, la exuberancia nacional, la reliquia
patria y la etnografa? Qu signific esa devolucin del guin a los grupos sociales,
mestizos e indgenas concretos que ahora podran narrar
102
As palabras de Daniel, uno de los impulsores del museo de Zquite, Zacatecas, resumen
parte de lo me interesa analizar aqu. En un poblado pequeo, a poco ms de 30 km de la
capital del estado zacatecano, el Museo de Zquite me interes particularmente. 11 Saba que
haban construido un Museo Comunitario en la dcada de 1990 con cierto xito a partir de
las piezas de un mamut que apareca en la regin. Me haban platicado tambin sobre los
recursos invertidos en el ecomuseo y sobre la particularidad de las exhibiciones all
expuestas de objetos cotidianos de la vida campesina. En medio de otros compromisos de
investigacin, llegu a Zquite a inicios de 2014 extraado, en primer lugar porque en ese
poblado reseco de un valle sin trascendencia, no haba posibilidad alguna de reproducir las
citas de la grandeza nacional: ruinas, piezas arqueolgicas, culturas prehispnicas
espectaculares. En segundo lugar porque el museo comunitario convirti, como intentar
mostrar, a la vida cotidiana campesina en una escena para fragmentar y exhibir con un
guin peculiar, altisonante incluso con la clsica versin de las salas de etnografa del MNA.
Direccionar la mirada es un objetivo bsico de la exhibicin, y eso hizo Daniel conmigo
desde el inicio.12 l hablaba de uno de los dioramas ms recurridos y visitados en el museo
comunitario (figura 1 y 2). Para m, estudioso de museos y lugares de memoria desde haca
tiempo, haba una curiosa similitud entre las tcticas de exhibicin de la sala de etnografa
del Museo Nacional de Antropologa y esta escena, con una diferencia crucial por
supuesto: en el MNA la etnografa slo parece pertenecer a los pueblos indios de Mxico.
10
Entrevista del autor con Daniel Herrera, Zquite, Zacatecas, mayo de 2014.
Zquite es un poblado de 4,300 habitantes muy cerca de la ciudad de Zacatecas, que compone el municipio
de Guadalupe. De una austeridad notoria, cumple el rol de nexo entre la ciudad capital del estado y los
caseros de campesinos ms aislados, y las pocas haciendas al norte.
12
Los nombres de los entrevistados han sido cambiados. En mis primera visita a Zquite, pude entrevistarme
con la encargada en funciones del museo quien me dio generosamente las explicaciones generales sobre el
material y el funcionamiento. Sin embargo fue Daniel Herrera, a quien pude entrevistar en mi segunda
visita en mayo de 2014, quien me dio precisiones cruciales para las preguntas que persigo responder.
11
103
Figura 2- La cdula
13
Una historia de luchas campesinas contra el latifundio y contra las expropiaciones mineras define la
historia de Zacatecas de los ltimos 150 aos. En este sentido la figura del campesino es poco retratada y no
pertenece en absoluto a las glosas de polticas de identidad como indgenas regionales o geros de rancho.
14
Para tratar sobre la diferencia entre procedimientos de montaje in situ y en contexto vase KirshenblattGimblett (2011). Para una crtica de algunos procedimientos de exhibicin en la sala de etnografa del Museo
Nacional de Antropologa vase Dorotinsky (2002).
104
105
15
Por supuesto en algunos casos sucede esa traduccin mimtica de los museos comunitarios con respecto a
la historia hegemnica nacionalista. No es mi intencin discutir aqu el problema de la autenticidad de las
culturas o de las narrativas de los actores sobre s mismos. Ese es un tema de amplio debate acadmico en
Mxico. En primer lugar, considero que plantear el asunto en esos trminos hara referencia a proponer la
propiedad aurtica de un original borroso, deslavado, que los dispositivos culturales (museo, historia,
memoria exhibida) deberan poder exhumar, rescatar y exponer. Pero sabemos que los originales no existen.
No hay nada ms o menos autntico en la expresin de una identidad. Hay textualidades mediadas y
procesos polticamente activos (y otros histricamente latentes). Y por supuesto, de manera contundente,
existe tambin la creencia frreamente depositada en ese original (el indio, el huichol, el oaxaqueo), cosa
que no es menor. Pero en esa bsqueda del original, hay un proceso de diferenciacin y parcelacin de las
multiplicidades que hace mmesis en los enunciados del estado nacional. Digo esto para explicar desde
dnde trabajo las nociones de patrimonio local y memoria comunitaria y desde qu lugar intento escapar
a visiones romantizadas del patrimonio comunitario: porque considero que son justamente esas nociones
nativistas y romnticas (a veces bien intencionadas) las que perpetan las jerarquas, asimetras y axiologas
que el estado-nacin moderno y excluyente ha entablado como una lucha silenciosa por los recursos para
enunciar, incluso para enunciar la diferencia, la pluralidad y la diversidad. Para una discusin ms amplia
vase Rufer, en prensa.
16
El contexto de migracin y crisis del agro repercute en Zacatecas de manera notable entre la huida a la
ciudad capital, como empleados a las empresas mineras o de manera notoria desde 1970 como braceros en
Estados Unidos. La mayora de poblacin de avanzada edad es, como en otros estados mexicanos, una
constante. (MESTRIES BENQUET, 2002).
106
107
Algunos objetos exhibidos estn all porque son parte del paisaje, entendido ste como
estructura de afecciones. Un elemento que permea en gran parte de la narrativa de los
museos comunitarios mexicanos tiene que ver con una relacin que el tiempo
metropolitano, vaco y homogneo de la nacin, desconoce con respecto al paisaje. La
comunidad (sea lo que fuere que este trmino designe) 17 se concibe como una emanacin del
paisaje. Los objetos, los ros y los bosques preceden y suceden a las personas y esa es una
constante sobre la forma como se explica la temporalidad en los museos comunitarios, una
reversin de la temporalidad centrada en la secuencia poltica o acontecimiental de lo
relevante. En una mesa al costado del lavadero haba una serie de cacharros de barro como
los que se encuentran hoy en cualquier mercado de Mxico (incluso del Distrito Federal) (ver
figura 5).
17
Sobre la discusin acerca de qu designa la comunidad en la retrica estatal y en la de los actores locales
involucrados, vase Rufer (en prensa).
108
Cuando, despus de leer la cdula sobre los Objetos con memoria me dispuse a
mirar esa mesa, Daniel me explic:
Nada ms claro sobre los detonadores de memoria, sobre el lugar de los afectos en la
construccin de sentido de la experiencia. 18 Pero quizs haya algo ms aqu implcito. Y creo
18
Cuando en 2012, visit Jamapa, Veracruz, con motivo del Encuentro Nacional de Museos Comunitarios, le
pregunt a don Rodolfo, uno de los pintores del museo comunitario de esa localidad, por qu una figura
estaba en la vitrina que se titulaba Narigones de Remojadas, siendo que muchas, exactamente iguales,
aparecan arrumbadas en una especie de bodega. Transcribo un fragmento del dilogo: Don Rodolfo: Ah, le
parecer extrao. Tomamos finalmente a esa porque cuando hacan la carretera las encontramos. Llamamos a los
miembros de la comunidad, vinieron algunos, nos juntamos, las observamos a todas, las tomamos entre las manos,
las llevamos con nosotros y las regresamos, y despus de discutir un momento dijimos que era esta. Esta.
Rufer: Que esta era qu cosa?
109
temporalidades
distintas,
no
necesariamente
lineales
ni
compatibles,
110
Por otra parte, si la cdula sobre el lavadero de piedra reza que todava es comn su uso
en comunidades rurales, pero cada vez ms estn siendo desplazadas por lavadoras
automticas, sobre la Guadaa y la hoz se explicita que eran usados para cortar el maz
seco; en tanto los guaraches era el nico calzado que protega los pies del campesino. Una
mueca hecha de rafia simula una mujer apostada sobre el lavadero de piedra.
111
procesos y actores sociales, tiene que ver con la persistencia de una nocin culta de cultura
como parte del acervo patrimonial. 19
En las salas de etnografa del Museo Nacional de Antropologa de Mxico podemos ver
una distincin bastante dramtica entre la
etnogrfico en trminos de objetos.
20
Fuente: Museo Nacional de Antropologa, Mxico. Fotografa de Carlos Alberto Gonzlez Navarrete (2014)
En los dioramas recreados (stricto sensu las llamar escenas por tratarse, en muchos
casos, de planos en tercera dimensin con maniques y objetos) predomina el orden de la
escena sincrnica, la romantizacin de una performance captada ms cercana a la escena
19
Coincido con el historiador Buron Daz cuando afirma: los museos comunitarios no son elaborados
nicamente por y para la comunidad, no pueden ser nicamente fieles espejos donde la comunidad se
reconoce, no pueden serlo porque adoptan un lenguaje que denota, primero, su hbil apropiacin de cdigos
institucionales tradicionalmente ajenos a ella y, por consiguiente, una participacin clara y decisiva de la
comunidad cientfica, con unas concepciones historiogrficas especficas que se reflejan en los discursos
musesticos comunitarios, y que concuerdan de manera lgica con una serie de cambios conceptuales que es
posible rastrear (BURN DAZ, 2012, p.85).
20
Se tratara, a mi modo de ver, de una especie de adecuacin peculiar de las formas en contexto e in situ.
21
El MNA fue inaugurado en 1964 en el monumental edificio diseado por el emblemtico arquitecto de la
segunda modernidad mexicana, Pedro Ramrez Vzquez. En la planta baja se encuentran las salas
correspondientes a Arqueologa y en el primer piso, a cada cultura arqueolgica que se encuentra en la
planta baja, le corresponde su correlato cultural contemporneo en la seccin Etnografa. Cada una se de
las dos secciones cuenta con once salas. (CANCLINI, 2009, p. 164-177; ROSAS MANTECN; SCHMILCHUK,
2010).
112
del festival que de la vida: los trajes pulcros, los objetos dispuestos simtricamente, la vista
difana dirigida hacia el otro-espectador. La mirada pensada en esa exhibicin es la del
espectador de un espectculo desconocido de belleza y armona.
En el caso de las vitrinas cerradas, conservan la asepsia de lo que se exhibe por singular
y precioso de una cultura-otra a la contemplacin de una vista entrenada (urbana, culta)
que reconocer formas irreproducibles y el aura de un objeto autntico. En la escena, la
cotidianidad es una funcin espectacular de la belleza del otro; el objeto precioso de la
vitrina, una exhibicin del patrimonio cultural aqu s de la nacin.
Una de las muestras ms rotundas de la colonialidad que persiste en los enunciados est
cifrado en esa usurpacin: la operacin quirrgica que extirpa el objeto del contexto para
convertirlo en patrimonio de la nacin, deja de responder a las lgicas de uso, creacin y
circulacin en el mundo de las prcticas cotidianas para simbolizar el patrn de una cultura.
Esa conversin que pasa de prctica a smbolo vitrinizado es una metonimia de la cultura
nativa (KIRSHENBLATT-GIMBLETT, 2012).
Figura 7- La vitrina
113
local, a objeto que hace sentido en una unidad mayor (el patrimonio nacional). Califico a esta
operacin como persistencia de la colonialidad en tanto el aparato de enunciacin que
define y representa, sigue estando operado por la tutela de los agentes del estado-nacin con
matrices de modernidad colonial.22 De objetos creados y manipulados por sujetos concretos
a objetos-sincdoque: mscara huichol, traje de los chinelos. En esos desplazamientos lo
que se forcluye23 es precisamente el objeto-en-su historia: la marca de la exclusin, la
jerarquizacin y la racializacin en la conformacin de la nacin multicultural.
Estas palabras de Manuel, huichol que visit el MNA en 2008, parece referir a ese vaco
que soluciona el Museo Nacional: la pieza exhibida en un maniqu pintado y moldeado
como cuerpo indio, en su pureza de traje huichol, habla por un componente asptico de
la nacin en la poltica de identidades entendida como una herldica, como uno de los
escudos que componen el teln diverso de la cultura nacional. 25 En las propias palabras de
Manuel podemos leer cmo, en la operacin museolgica, se soslayan varios procesos
sustanciales: a) que esa herldica es producida desde un lugar de enunciacin usurpado,
reemplazado. No es ni siquiera el del hablante generalizado (los huicholes) sino uno tcito,
22
Para trabajar el concepto de colonialidad acuado por Anbal Quijano, sigo a Rita Segato cuando plantea que
tenemos la necesidad de percibir una continuidad histrica entre la conquista, el ordenamiento colonial del
mundo y la formacin poscolonial republicana que se extiende hasta hoy (SEGATO, 2007b, p. 158). Por
supuesto, no estamos hablando de continuidades en los trminos en los que el estructuralismo clsico las
perciba, o como cierta historiografa serial las concibi, como series inmutables que pesan cual condenas
histricas por encima de los sujetos sociales que las viven. Hablamos, en cambio, de reconocer continuidades
mimticas silenciadas, parodiadas bajo el aparente quiasma del sujeto nacional, amparadas por las
disciplinas que a su sombra se construyeron, asumidas y practicadas como nuevos rdenes polticos,
metamorfoseadas en la aparente singularidad histrica del ser nacional presentado como autoctona,
tradicin, herencia.
23
Entiendo por forclusin el mecanismo descrito por Lacan por el cual un significante es excluido del universo
simblico del sujeto, por ende es obturada tambin la significacin de su historicidad.
24
Entrevista realizada por la antroploga Sonia Vzquez en el MNA, septiembre de 2008. Agradezco a la Lic.
Vzquez la generosidad de pasarme sus entrevistas para este trabajo.
25
Uso el concepto de herldica por el poder evocativo que tiene para ilustrar lo que intento explicar aqu. La
herldica, ciencia de blasones y escudos identitarios como tecnologa simblica, produce un desplazamiento
sgnico particular desde tiempos medievales: el smbolo (el blasn) reemplaza al grupo que representa slo
con la evocacin de sus componentes claramente distribuidos en el escudo. Pero es fundamental atender que
en estos casos, el aparato que define las equivalencias de cada componente no es el grupo mismo, sino el
paraguas de la nacin. El objeto (supongamos, el traje huichol) deja de ser tcnica de uso cotidiano e
histrico de un grupo, para ser heraldo de un conjunto mayor, la nacin mexicana. En este uso de la
herldica soy deudor del anlisis de Segato (2007).
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implcito (el del estado-nacin mestizo, moldeado sobre la base del pensamiento criollo), b)
que a ese lugar de enunciacin le corresponde un rgimen de la mirada que ordena, expone
y clasifica lo bonito de la nacin, c) que en ese ordenamiento se traduce una sintaxis de lo
visible que arroja fuera del sentido a los procesos que separan al objeto de su tcnica y a la
pieza de sus creadores: eran y no eran los mismos, ramos y no ramos nosotros.
En el museo comunitario y sus dioramas vemos otro punto: una postal ms expuesta, si
se quiere, al flneur, al paseante que capta una escena cualquiera de desorden, jabones, ropa
tirada, objetos arrumbados y vivos, a veces sucios y desprolijos. La mueca tiene el delantal
claramente sucio frente al lavadero de piedra. Esa tradicin distinguible de la pobreza no
deja lugar, sin embargo, a la imagen arcaizada y esttica del patrimonio. En Zquite el
patrimonio es un cuadro de tradicin como comprensin de la historia seguramente
tambin parcializada y romantizada, pero nunca usurpada al paisaje, a lo que existe encontexto. Es una nocin de tradicin contextualizada: no la herldica dentro de la nacin,
sino lo que se percibe como objeto de memoria en el instante de un peligro (el de que todo
sea reducido a los escombros que produce la modernizacin: las casas de latn, los tanques
de plstico, la basura, la obligacin impuesta a migrar).
Pero al mostrar lo espurio, desordenado y sucio, el museo comunitario hace lo
prohibido a la herldica: profana la historia-estampa de lo bonito. Giorgio Agamben
expuso con sutileza cmo la experiencia postmoderna se ha tornado contemplativa: el
mundo mismo parece ser cada vez ms un museo en el que nada puede ser profanado
(AGAMBEN, 2005, p. 109-112) As, en el Museo Nacional y en sus salas de etnografa, la
eficacia pedaggica del complejo exhibitorio sobre la diversidad de la nacin poscolonial
descansa en una tecnologa visual de la separacin: se intenta que lo bello y singular de la
pieza que es parte del collage patrimonial no se piense nunca en la proximidad de los
sujetos que usan diariamente (y profanan) la pieza exhibida.
Sin embargo ese mandato de no profanar oculta un procedimiento bsico. Si Benjamin
explic cmo la exhibicin de mquinas y novedades industriales en las exposiciones
universales de fines del siglo XIX eran una peregrinacin hacia el fetiche del capital
(BENNETT, 1988, p. 96), en contextos como el mexicano, el objeto cultural del otro se vuelve
sacro (y por ende no profanable) en pos de un peregrinaje hacia el fetiche de la tradicin.
En este caso uso enfticamente la nocin marxista de fetiche que intenta retener el poder
ideolgico de los aparatos: el objeto-tradicin forcluye todo sujeto, toda violencia, todos los
procesos cotidianos de designacin y diferencia en los que descansa la mirada racializada y
de raz colonial sobre los sujetos de la tradicin. Esos sujetos que visitan de noche el
Museo de Antropologa y reconocen en la mmesis los ocultamientos de la modernidad
colonial, son aquello que la herldica intent borrar en el proceso metonmico: el traje
huichol es patrimonio nacional, pero el traje de Manuel, tal vez deslavado y con las marcas
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del uso cotidiano, es en todo caso el remanente invisible de un paisaje lejano (en el espacio y
en el tiempo).
Conclusiones
Entrevista del autor con Daniel Herrera, Zquite, Zacatecas, mayo de 2014.
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