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La lengua de las mariposas

Manuel Rivas

Manuel Rivas
El periodista y escritor Manuel Rivas naci en La Corua en 1957. Comenz a escribir en su
adolescencia y colabor en distintos medios de comunicacin. Tambin fund diversas revistas
literarias de corta vida. Es socio fundador de Greenpeace y tiene un puesto en la junta directiva
de la organizacin.
Es considerado el escritor ms sobresaliente de la literatura gallega actual, en la que destaca
su maestra en el uso de la lengua, la autenticidad de sus historias y el compromiso social y
poltico. Cultiva distintos gneros literarios como la novela, el ensayo y la poesa, pero donde
parece que se siente ms cmodo es con el relato.
Los diecisis relatos breves de Qu me quieres, amor? han sido considerados por la crtica
como una joya literaria, algunos de los cuales (y entre ellos, "La lengua de las mariposas")
mereceran figurar en las antologas universales del cuento. El libro tiene como eje central la
incomunicacin personal en las relaciones humanas, donde la soledad y el dolor conviven con
el humor y la ternura

La lengua de las mariposas

Qu hay , Gorrin? Espero que este ao podamos ver por fin la lengua de las
mariposas.
El maestro aguardaba desde haca tiempo que le enviaran un microscopio a los de la
instruccin pblica. Tanto nos hablaba de cmo se agrandaban las cosas menudas e invisibles
por aquel aparato que los nios llegbamos a verlas de verdad, como si sus palabras
entusiastas tuvieran un efecto de poderosas lentes.
La lengua de la mariposa es una trompa enroscada como un resorte de reloj. Si hay una
flor que la atrae, la desenrolla y la mete en el cliz para chupar. Cuando llevis el dedo
humedecido a un tarro de azcar a que sienten ya el dulce en la boca como si la yema fuera
la punta de la lengua? Pues as es la lengua de la mariposa. Y entonces todos tenamos
envidia de las mariposas. Que maravilla. Ir por el mundo volando, con esos trajes de fiesta, y
parar en flores como tabernas con barriles llenos de jarabe.
Yo quera mucho a aquel maestro. Al principio, mis padres no podan creerlo. Quiero decir
que no podan entender como yo quera a mi maestro. Cuando era un picarito, la escuela era
una amenaza terrible. Una palabra que cimbraba en el aire como una vara de mimbre.
Ya vers cuando vayas a la escuela!

Dos de mis tos, como muchos otros mozos, emigraron a Amrica por no ir de quintos a la
guerra de Marruecos. Pues bien, yo tambin soaba con ir a Amrica slo por no ir a la
escuela. De hecho, haba historias de nios que huan al monte para evitar aquel suplicio.
Aparecan a los dos o tres das, ateridos y sin habla, como desertores de la batalla del
Barranco del Lobo. Yo iba para seis aos y me llamaban todos Gorrin. Otros nios de mi edad
ya trabajaban. Pero mi padre era sastre y no tena tierras ni ganado.
Prefera verme lejos y no enredando en el pequeo taller de costura. As pasaba gran parte
del da correteando por la Alameda, y fue Cordeiro, el recolector de basura y hojas secas, el
que me puso el apodo. Pareces un gorrin.
Creo que nunca corr tanto como aquel verano anterior al ingreso en la escuela. Corra como
un loco y a veces sobrepasaba el lmite de la Alameda y segua lejos, con la mirada puesta en
la cima del monte Sina, con la ilusin de que algn da me saldran alas y podra llegar a
Buenos Aires. Pero jams sobrepas aquella montaa mgica.
Ya vers cuando vayas a la escuela!
Mi padre contaba como un tormento, como si le arrancara las amgdalas con la mano, la
manera en que el maestro les arrancaba la jeada del habla para que no dijeran ajua ni jato ni
jracias. Todas las maanas tenamos que decir la frase 'Los pjaros de Guadalajara tienen la
garganta llena de trigo'. Muchos palos llevbamos por culpa de Juadalagara! Si de verdad
quera meterme miedo, lo consigui. La noche de la vspera no dorm. Encogido en la cama,
escuchaba el reloj de la pared en la sala con la angustia de un condenado. El da lleg con una
claridad de mandil de carnicero. No mentira si les dijera a mis padres que estaba enfermo.
El miedo, como un ratn, me roa por dentro.
Y me me. No me me en la cama sino en la escuela.
Lo recuerdo muy bien. Pasaron tantos aos y todava siento una humedad clida y
vergonzosa escurriendo por las piernas. Estaba sentado en el ltimo pupitre, medio escondido
con la esperanza de que nadie se percatara de mi existencia, hasta poder salir y echar a volar
por la Alameda.
A ver, usted, pngase de pie!
El destino siempre avisa. Levant los ojos y vi con espanto que la orden iba para mi. Aquel
maestro feo como un bicho me sealaba con la regla. Era pequea, de madera, pero a mi me
pareci la lanza de Abd el-Krim.
Cul es su nombre?
Gorrin
Todos los nios rieron a carcajadas. Sent como si me batieran con latas en las orejas.
Gorrin?

No recordaba nada. Ni mi nombre. Todo lo que yo haba sido hasta entonces haba
desaparecido de mi cabeza. Mis padres eran dos figuras borrosas que se desvanecan en la
memoria. Mir cara al ventanal, buscando con angustia los rboles de la alameda.
Y fue entonces cuando me me.
Cuando se dieron cuenta los otros rapaces, las carcajadas aumentaron y resonaban como
trallazos.
Hu. Ech a correr como un loquito con alas. Corra, corra como solo se corre en sueos y
viene tras de uno el Sacanto. Yo estaba convencido de que eso era lo que haca el maestro.
Venir tras de mi. Poda sentir su aliento en el cuello y el de todos los nios, como jaura de
perros a la caza de un zorro. Pero cuando llegu a la altura del palco de la msica y mir cara
atrs, vi que nadie me haba seguido, que estaba solo con mi miedo, empapado de sudor y de
meos. El palco estaba vaco. Nadie pareca reparar en mi, pero yo tena la sensacin de que
toda la villa estaba disimulando, que docenas de ojos censuradores acechaban en las
ventanas, y que las lenguas murmuradoras no tardaran en llevarle la noticia a mis padres. Las
piernas decidieron por m. Caminaron hacia el Sina con una determinacin desconocida hasta
entonces. Esta vez llegara hasta A Corua y embarcara de polisn en uno de esos navos que
llevan a Buenos Aires.
Desde la cima del Sina no se vea el mar sino otro monte ms grande todava, con
peascos recortados como torres de una fortaleza inaccesible. Ahora recuerdo con una mezcla
de asombro y nostalgia lo que tuve que hacer aquel da. Yo slo, en la cima, sentado en silla
de piedra, bajo las estrellas, mientras en el valle se movan como lucirnagas los que con
candil andaban en mi bsqueda. Mi nombre cruzaba la noche cabalgando sobre los aullidos de
los perros. No estaba sorprendido. Era como si atravesara la lnea del miedo. Por eso no llor
ni me resist cuando lleg donde mi la sombra regia de Cordeiro. Me envolvi con su chaquetn
y me abraz en su pecho. Tranquilo Gorrin, ya pas todo.
Dorm como un santo aquella noche, pegadito a mam. Nadie me reprendi. Mi padre se
haba quedado en la cocina, fumando en silencio, con los codos sobre el mantel de hule, las
colillas amontonadas en el cenicero de concha de vieira, tal como pasara cuando haba muerto
la abuela.
Tena la sensacin de que mi madre no me haba soltado de la mano en toda la noche.
As me llev, agarrado como quien lleva un sern en mi vuelta a la escuela. Y en esta
ocasin, con corazn sereno, pude fijarme por vez primera en el maestro. Tena la cara de un
sapo.
El sapo sonrea. Me pellizc la mejilla con cario. Me gusta ese nombre, Gorrin!. Y
aquel pellizco me hiri como un dulce de caf. Pero lo ms increble fue cuando, en el medio
de un silencio absoluto, me llev de la mano cara a su mesa y me sent en su silla. Y
permaneci de pie, agarr un libro y dijo:

Tenemos un nuevo compaero. Es una alegra para todos y vamos a recibirlo con un
aplauso. Pens que me iba a mear de nuevo por los pantalones, pero slo not una humedad
en los ojos. Bien, y ahora, vamos a comenzar con un poema. A quien le toca? Romualdo?
Ven, Romualdo, acrcate. Ya sabes, despacito y en voz bien alta.
A Romualdo los pantalones cortos le quedaban ridculos. Tena las piernas muy largas y
oscuras, con las rodillas llenas de heridas.
Una tarde parda y fra...
Un momento, Romualdo, qu es lo que vas a leer?
Una poesa, seor.
Y como se titula?
Recuerdo infantil. Su autor es don Antonio Machado
Muy bien, Romualdo, adelante. Despacito y en voz alta. Repara en la puntuacin
El llamado Romualdo, a quien yo conoca de acarrear sacos de pias como nio que era de
Altamira, carraspe como un viejo fumador de picadura y ley con una voz increble,
esplndida, que pareca salida de la radio de Manolo Surez, el indiano de Montevideo.
Una tarde parda y fra
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotona
de lluvia tras los cristales.
Es la clase. En un cartel
se representa a Can
fugitivo, y muerto Abel,
junto a una marcha carmn...
Muy bien. Qu significa monotona de lluvia, Romualdo?, pregunt el maestro.
Que llueve despus de llover, don Gregorio.
Rezaste?, pregunt mam, mientras pasaba la plancha por la ropa que pap cosiera
durante el da. En la cocina, la olla de la cena despeda un aroma amargo de nabiza.
Pues si, dije yo no muy seguro. Una cosa que hablaba de Can y Abel.
Eso est bien, dijo mam. No se por que dicen que ese nuevo maestro es un ateo.
Qu es un ateo?
Alguien que dice que Dios no existe. Mam hizo un gesto de desagrado y pas la plancha
con energa por las arrugas de un pantaln.
Pap es un ateo?

Mam pos la plancha y me mir fijo.


Cmo va a ser pap un ateo? Cmo se te ocurre preguntar esa pavada?
Yo haba escuchado muchas veces a mi padre blasfemar contra Dios. Lo hacan todos los
hombres. Cuando algo iba mal, escupan en el suelo y decan esa cosa tremenda contra Dios.
Decan dos cosas: Cajo en Dios, cajo en el Demonio. Me pareca que slo las mujeres
crean de verdad en Dios.
Y el Demonio? Existe el Demonio?
Por supuesto!
El hervor haca bailar la tapa de la olla. De aquella boca mutante salan vaharadas de vapor
e gargajos de espuma y berza. Una abeja revoloteaba en el techo alrededor de la lmpara
elctrica que colgaba de un cable trenzado. Mam estaba enfurruada como cada vez que
tena que planchar. Su cara se tensaba cuando marcaba la raya de las perneras. Pero ahora
hablaba en un tono suave y algo triste, como si se refiriera a un desvalido.
El Demonio era un ngel, pero se hizo malo.
La abeja bati contra la lmpara, que oscil ligeramente y desorden las sombras.
El maestro dijo hoy que las mariposas tambin tienen lengua, una lengua finita y muy larga,
que llevan enrollada como el resorte de un reloj. Nos la va a ensear con un aparato que le
tienen que mandar de Madrid. A que parece mentira eso de que las mariposas tengan
lengua?
Si l lo dice, es cierto. Hay muchas cosas que parecen mentira y son verdad. Te gusta la
escuela?
Mucho. Y no pega. El maestro no pega
No, el maestro don Gregorio no pegaba. Por lo contrario, casi siempre sonrea con su cara
de sapo. Cuando dos peleaban en el recreo, los llamaba, parecen carneros y haca que se
dieran la mano.
Luego, los sentaba en el mismo pupitre. As fue como hice mi mejor amigo, Dombodn,
grande, bondadoso y torpe. Haba otro rapaz, Eladio, que tena un lunar en la mejilla, en el que
golpeara con gusto, pero nunca lo hice por miedo a que el maestro me mandara darle la mano
y que me cambiara junto a Dombodn. El modo que tena don Gregorio de mostrar un gran
enfado era el silencio.
Si ustedes no se callan, tendr que callar yo.
Y iba cara al ventanal, con la mirada ausente, perdida en el Sina. Era un silencio
prolongado, desasosegante, como si nos dejara abandonados en un extrao pas.
Sent pronto que el silencio del maestro era el peor castigo imaginable. Porque todo lo que
tocaba era un cuento atrapante. El cuento poda comenzar con una hoja de papel, despus de
pasar por el Amazonas y el sstole y distole del corazn. Todo se enhebraba, todo tena

sentido. La hierba, la oveja, la lana, mi fro. Cuando el maestro se diriga al mapamundi, nos
quedbamos atentos como si se iluminara la pantalla del cine Rex. Sentamos el miedo de los
indios cuando escucharon por vez primera el relincho de los caballos y el estampido del
arcabuz. bamos a lomo de los elefantes de Anbal de Cartago por las nieves de los Alpes,
camino de Roma. Luchamos con palos y piedras en Ponte Sampaio contra las tropas de
Napolen. Pero no todo eran guerras.
Hacamos hoces y rejas de arado en las herreras del Incio. Escribimos cancioneros de amor
en Provenza y en el mar de Vigo. Construimos el Prtico da Gloria. Plantamos las patatas que
vinieron de Amrica. Y a Amrica emigramos cuando vino la peste de la patata.
Las patatas vinieron de Amrica, le dije a mi madre en el almuerzo, cuando dej el plato
delante mo.
Que iban a venir de Amrica! Siempre hubo patatas, sentenci ella.
No. Antes se coman castaas. Y tambin vino de Amrica el maz. Era la primera vez
que tena clara la sensacin de que, gracias al maestro, saba cosas importantes de nuestro
mundo que ellos, los padres, desconocan.
Pero los momentos ms fascinantes de la escuela eran cuando el maestro hablaba de los
bichos. Las araas de agua inventaban el submarino. Las hormigas cuidaban de un ganado
que daba leche con azcar y cultivaban hongos. Haba un pjaro en Australia que pintaba de
colores su nido con una especie de leo que fabricaba con pigmentos vegetales. Nunca me
olvidar. Se llamaba tilonorrinco. El macho pona una orqudea en el nuevo nido para atraer a
la hembra.
Tal era mi inters que me convert en el suministrador de bichos de don Gregorio y l me
acogi como el mejor discpulo. Haba sbados y feriados que pasaba por mi casa y bamos
juntos de excursin. Recorramos las orillas del ro, las gndaras, el bosque, y subamos al
monte Sina. Cada viaje de esos era para m como una ruta del descubrimiento. Volvamos
siempre con un tesoro. Una mantis. Una liblula. Un escornabois. Y una mariposa distinta cada
vez, aunque yo solo recuerde el nombre de una es la que el maestro llam Iris, y que brillaba
hermossima posada en el barro o en el estircol.
De regreso, cantbamos por las corredoiras como dos viejos compaeros. Los lunes, en la
escuela, el maestro deca: Y ahora vamos a hablar de los bichos de Gorrin.
Para mis padres, esas atenciones del maestro eran una honra. Aquellos das de excursin,
mi madre preparaba la merienda para los dos. No haca falta, seora, yo ya voy comido,
insista don Gregorio. Pero a la vuelta, deca: Gracias, seora, exquisita la merienda.
Estoy segura de que pasa necesidades, deca mi madre por la noche.
Los maestros no ganan lo que tienen que ganar, sentenciaba, con sentida solemnidad, mi
padre. Ellos son las luces de la Repblica.
La Repblica, la Repblica! Ya veremos donde va a parar la Repblica!

Mi padre era republicano. Mi madre, no. Quiero decir que mi madre era de misa diaria y los
republicanos aparecan como enemigos de la Iglesia.
Procuraban no discutir cuando yo estaba delante, pero muchas veces los sorprenda.
Qu tienes tu contra Azaa? Esa es cosa del cura, que te anda calentando la cabeza
Yo a misa voy a rezar, deca mi madre.
Tu, si, pero el cura no
Un da que don Gregorio vino a recogerme para ir a buscar mariposas, mi padre le dijo que,
si no tena inconveniente, le gustara tomarle las medidas para un traje.
El maestro mir alrededor con desconcierto.
Es mi oficio, dijo mi padre con una sonrisa.
Respeto muchos los oficios, dijo por fin el maestro.
Don Gregorio llev puesto aquel traje durante un ao y lo llevaba tambin aquel da de julio
de 1936 cuando se cruz conmigo en la alameda, camino del ayuntamiento.
Qu hay, Gorrin? A ver si este ao podemos verles por fin la lengua a las mariposas"
Algo extrao estaba por suceder. Todo el mundo pareca tener prisa, pero no se mova. Los
que miraban para la derecha, viraban cara a la izquierda. Cordeiro, el recolector de basura y
hojas secas, estaba sentado en un banco, cerca del palco de la msica. Yo nunca vi sentado
en un banco a Cordeiro. Mir cara para arriba, con la mano de visera. Cuando Cordeiro miraba
as y callaban los pjaros era que vena una tormenta.
Sent el estruendo de una moto solitaria. Era un guarda con una bandera sujeta en el asiento
de atrs. Pas delante del ayuntamiento y mir cara a los hombres que conversaban inquietos
en el porche. Grit: Arriba Espaa! Y arranc de nuevo la moto dejando atrs una estela de
estallidos.
Las madres comenzaron a llamar por los nios. En la casa, pareca haber muerto otra vez la
abuela. Mi padre amontonaba colillas en el cenicero y mi madre lloraba y haca cosas sin
sentido, como abrir el grifo del agua y lavar los platos limpios y guardar los sucios.
Llamaron a la puerta y mis padres miraron el picaporte con desasosiego. Era Amelia, la
vecina, que trabajaba en la casa de Surez, el indiano.
Saben lo que est pasando? En la Corua los militares declararon el estado de guerra.
Estn disparando contra el Gobierno Civil
Santo cielo!, se persign mi madre.
Y aqu, continu Amelia en voz baja, como si las paredes oyeran, Se dice que el alcalde
llam al capitn de carabineros pero que este mand decir que estaba enfermo.

Al da siguiente no me dejaron salir a la calle. Yo miraba por la ventana y todos los que
pasaban me parecan sombras encogidas, como si de pronto cayera el invierno y el viento
arrastrara a los gorriones de la Alameda como hojas secas.
Llegaron tropas de la capital y ocuparon el ayuntamiento. Mam sali para ir a la misa y
volvi plida y triste, como si se hiciera vieja en media hora.
Estn pasando cosas terribles, Ramn, o que le deca, entre sollozos, a mi padre.
Tambin l haba envejecido. Peor todava. Pareca que haba perdido toda voluntad.
Se arrellan en un silln y no se mova. No hablaba. No quera comer.
Hay que quemar las cosas que te comprometan, Ramn. Los peridicos, los libros. Todo
Fue mi madre la que tom la iniciativa aquellos das. Una maana hizo que mi padre se
arreglara bien y lo llev con ella a la misa. Cuando volvieron, me dijo: Ven, Moncho, vas a
venir con nosotros a la alameda.
Me trajo la ropa de fiesta y, mientras me ayudaba a anudar la corbata, me dijo en voz muy
grave: Recuerda esto, Moncho. Pap no era republicano. Pap no era amigo del alcalde.
Pap no hablaba mal de los curas. Y otra cosa muy importante, Moncho. Pap no le regal un
traje al maestro.
Si que lo regal.
No, Moncho. No lo regal. Entendiste bien? No lo regalo!
Haba mucha gente en la Alameda, toda con ropa de domingo. Bajaran tambin algunos
grupos de las aldeas, mujeres enlutadas, paisanos viejos de chaleco y sombrero, nios con
aire asustado, precedidos por algunos hombres con camisa azul y pistola en el cinto. Dos filas
de soldados abran un corredor desde la escalinata del ayuntamiento hasta unos camiones con
remolque entoldado, como los que se usaban para transportar el ganado en la feria grande.
Pero en la alameda no haba el alboroto de las ferias sino un silencio grave, de Semana
Santa. La gente no se saludaba. Ni siquiera parecan reconocerse los unos a los otros. Toda la
atencin estaba puesta en la fachada del ayuntamiento.
Un guardia entreabri la puerta y recorri el gento con la mirada. Luego abri del todo e
hizo un gesto con el brazo. De la boca oscura del edificio, escoltados por otros guardas,
salieron los detenidos, iban atados de manos y pies, en silente cordada. De algunos no saba el
nombre, pero conoca todos aquellos rostros. El alcalde, el de los sindicatos, el bibliotecario del
ateneo Resplandor Obrero, Charli, el vocalista de la orquesta Sol y Vida, el cantero a quien
llamaban Hrcules, padre de Dombodn... Y al cabo de la cordada, jorobado y feo como un
sapo, el maestro.
Se escucharon algunas rdenes y gritos aislados que resonaron en la Alameda como
petardos. Poco a poco, de la multitud fue saliendo un ruge-ruge que acab imitando aquellos
apodos.
Traidores! Criminales! Rojos!

Grita tu tambin, Ramn, por lo que ms quieras, grita!. Mi madre llevaba agarrado del
brazo a pap, como si lo sujetara con toda su fuerza para que no desfalleciera. Que vean
que gritas, Ramn, que vean que gritas!
Y entonces o como mi padre deca Traidores con un hilo de voz. Y luego, cada vez ms
fuerte, Criminales! Rojos! Salt del brazo a mi madre y se acerc ms a la fila de los
soldados, con la mirada enfurecida cara al maestro. Asesino! Anarquista! Comenios!
Ahora mam trataba de retenerlo y le tir de la chaqueta discretamente. Pero l estaba fuera
de s. Cabrn! Hijo de mala madre. Nunca le haba escuchado llamar eso a nadie, ni
siquiera al rbitro en el campo de ftbol. Su madre no tiene la culpa, eh, Moncho?, recuerda
eso. Pero ahora se volva cara a mi enloquecido y me empujaba con la mirada, los ojos llenos
de lgrimas y sangre. Grtale tu tambin, Monchio, grtale tu tambin!
Cuando los camiones arrancaron cargados de presos, yo fui uno de los nios que corran
detrs lanzando piedras. Buscaba con desesperacin el rostro del maestro para llamarle traidor
y criminal. Pero el convoy era ya una nube de polvo a lo lejos y yo, en el medio de la alameda,
con los puos cerrados, slo fui capaz de murmurar con rabia: Sapo! Tilonorrinco! Iris!.

Preguntas para analizar


1-perspectiva narrativa desde la que est contada la historia. (Quin nos relata
los hechos?).
2- Argumento y tema Resume brevemente la trama del cuento y determina el tema del mismo.
3-Retrato de los protagonistas - descripcin de los personajes (fsicamente/psicolgicamente)
segn sus respectivos papeles en la trama del cuento.

el padre

la madre

Moncho

El maestro. (contrapn la imagen que el Pardal tena de l antes y despus de


conocerlo.)

4-poca en que transcurren los hechos - Explicita las alusiones que aparecen en el relato a
hechos u otros datos que nos permitan establecer el momento histrico exacto en que se da la
trama

5- Cita todas las alusiones que aparecen en el relato que hagan referencia a rasgos sociales
de la poca

hbitos sociales de hombres y/o mujeres

relacin entre ellos

trabajo infantil

oficios;

escuela y el papel social del maestro

emigracin...

6-En el relato aparece la jeada, as como el uso frecuente del diminutivo con el sufijo -io.
A qu lengua peninsular se asocian estos rasgos? Has percibido alguna otra
Caracterstica lingstica que te haya llamado la atencin? Si es as, ctala.
7. La importancia del poema de Antonio Machado
8 - Anlisis del desenlace.
a) En el desenlace de la historia, el miedo es un elemento muy importante (miedo de la
madre, el padre, el hijo). Cmo lo manifiestan cada uno de ellos? Qu relacin hay
entre el miedo y la guerra?
b) El relato termina con las siguientes palabras:
"Grtale t tambin,Monchio, grtale t tambin"(...) Pero el convoy era ya una nube de
polvo a lo lejos y yo, en medio de la Alameda, con los puos cerrados, slo fui capaz
de murmurar con rabia: "SapoTilonorrinco! Iris!".

Reflexiona acerca de ellas y establece: Por qu Moncho siente rabia? Por qu slo
es capaz de vocear nombres de los animales que don Gregorio le ha enseado? Qu
crees que el autor nos quiere resear con ello? O dicho de otro modo, crees que el
Pardal odia al maestro por su ideologa o, presionado por el entorno, hace ver que lo
insulta con claves cmplices entre ellos?

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