Rodolfo Walsh Quien Mato A Rosendo
Rodolfo Walsh Quien Mato A Rosendo
Rodolfo Walsh Quien Mato A Rosendo
QUIN
MAT
A ROSENDO?
EDICIONES
DE LA FLOR
ISBN N 950-515-353-8
A la memoria de
Domingo Blajaquis
y Juan Salazar
NOTICIA PRELIMINAR
Este libro fue inicialmente una serie de notas publicadas en el semanario CGT a
mediados de 1968. Desempe cierto papel, que no exagero, en la batalla entablada por
la CGT rebelde contra el vandorismo. Su tema superficial es la muerte del simptico
matn y capitalista de juego que se llam Rosendo Garca, su tema profundo es el drama
del sindicalismo peronista a partir de 1955, sus destinatarios naturales son los
trabajadores de mi pas.
La publicitada carrera de los dirigentes gremiales cuyo arquetipo es Vandor tiene su
contrafigura en la lucha desgarradora que durante ms de una dcada han librado en la
sombra centenares de militantes obreros. A ellos, a su memoria, a su promesa, debe
este libro ms de la mitad de su existencia.
En el llamado tiroteo de La Real de Avellaneda, en mayo de 1966, result asesinado
alguien mucho ms valioso que Rosendo. Ese hombre, el Griego Blajaquis, era un
autntico hroe de su clase. A mansalva fue baleado otro hombre, Zalazar, cuya
humildad y cuya desesperanza eran tan insondables que resulta como un espejo de la
desgracia obrera. Para los diarios, para la polica, para los jueces, esta gente no tiene
historia, tiene prontuario; no los conocen los escritores ni los poetas; la justicia y el
honor que se les debe no cabe en estas lneas; algn da sin embargo resplandecer la
hermosura de sus hechos, y la de tantos otros, ignorados, perseguidos y rebeldes hasta
el fin.
La publicacin de mis notas en CGT mereci algunas objeciones, en particular de
ciertos intelectuales vinculados al peronismo. Exista segn ellos el peligro de que la
denuncia-contra un sector sindical fuese instrumentada por la propaganda del rgimen
contra todo el movimiento obrero. Se mencionaban precedentes: cinco das despus del
episodio de Avellaneda, La Prensa haba publicado un editorial titulado Entre Ellos, que
exhalaba ese odio inconfundible, a veces cmico, que profesa contra la clase trabajadora
en general. Toda una cadena de editoriales posteriores, entre los que pueden sealarse
los del 17 de mayo de 1967 y 20 de marzo de 1968, reflejaron la inquietud del diario
ante el estancamiento del proceso judicial y su aparente deseo de que, se llegara a
esclarecer la verdad y sancionar a los culpables. Me encontraba pues en peligro de
coincidir con La Prensa, cosa grave.
Supongo que los hechos ulteriores habrn disipado ese temor. Bast que esta
investigacin efectivamente aclarara lo sucedido para que la avidez de justicia de La
Prensa se aplacara y el editorialista se dedicase a la lucha contra la garrapata y la
vinchuca, o a graves reflexiones sobre Doce hombres para colocar un foco, cuando
alcanzan trescientos tontos para escribir un diario.
El silencio que rode esta campaa1 prueba que el inters real de ese periodismo era
mantener el misterio que borraba las diferencias entre ellos. Cuando result que entre
ellos no estaban solamente algunos dirigentes gremiales adictos a la tirana depuesta,
sino la polica, los jueces, el rgimen entero, el desagradable asunto volvi al archivo.
Quedaba todava una punta de objecin, que se expresaba as: Vandor, con sus
errores y sus culpas, era de todas maneras un dirigente obrero; el tiroteo de La Real, un
episodio desgraciado.
Si alguien quiere leer este libro como una simple novela policial, es cosa suya. Yo no
creo que un episodio tan complejo como la masacre de Avellaneda ocurra por casualidad.
Pudo no suceder? Pero al suceder actuaron todos o casi todos los factores que
configuran el vandorismo: la organizacin gangsteril; el macartismo (Son trotskistas);
el oportunismo literal que permite eliminar del propio bando al caudillo en ascenso; la
negociacin de la impunidad en cada uno de los niveles del rgimen; el silencio del grupo
slo quebrado por conflictos de intereses; el aprovechamiento del episodio para aplastar
1
a la fraccin sindical adversa; y sobre todo la identidad del grupo atacado, compuesto
por autnticos militantes de base.
El asesinato de Blajaquis y Zalazar adquiere entonces una singular coherencia con los
despidos de activistas de las fbricas concertados entre la Unin Obrera Metalrgica y las
cmaras empresarias; con la quiniela organizada y los negocios de venta de chatarra que
los patrones facilitan a los dirigentes dciles; con el cierre de empresas pactado mediante
la compra de comisiones internas; con las elecciones fraguadas o suspendidas en
complicidad con la secretara de trabajo. El vandorismo aparece as en su luz verdadera
de instrumento de la oligarqua en la clase obrera, a la que slo por candor o mala fe
puede afirmarse que representa de algn modo.
Restaba un ltimo argumento: Vandor estaba muerto, no poda ganar siquiera una eleccin en fbrica,
ocuparse de l era agrandarlo. Este reproche ingenuo omita el punto esencial, a saber, que el podero de Vandor
no dependa ya de las bases obreras, sino del apoyo del gobierno y las cambiantes tcticas de Pern. Sin movilizar a su gremio, sin un solo acto de oposicin real, Vandor haba recuperado a fines de 1968 toda su influencia,
embarcaba a ms de cuarenta sindicatos en una campaa de unidad y ha vuelto a ser en 1969 el principal
obstculo para una poltica obrera independiente y combativa.
En la reconstruccin de los hechos que narro en este libro cont con la ayuda de los
sobrevivientes Francisco Alonso, Nicols Granato, Raimundo y Rolando Villaflor, y de su
abogado defensor Norberto Liffschitz. La invesntigacin en s fue breve y simultnea a las
notas. Cuando apareci la primera el 16 de mayo de 1968, ignorbamos an los nombres
de los ocho protagonistas "fantasmas" que la polica y los jueces no haban conseguido
identificar en dos aos (ahora han pasado tres). Nueve das ms tarde los tuve en una
conversacin que grab con Norberto Imbelloni, integrante del grupo vandorista. Nmero
a nmero los invit desde el semanario a presentarse y decir la verdad, designndolos
por iniciales. Mi intencin no era llevarlos ante una justicia en la que no creo, sino darles
la oportunidad, puesto que se titulanban sindicalistas, de presentar su descargo en el
peridico de los trabajadores. Ninguno atendi esa advertencia. Si con alguno he
cometido error -cosa que no creo-, no ha sido por mi culpa. No hay una lnea en esta
investigacin que no est fundada en testimonios directos o en constancias del
expediente judicial.
No quise molestarme en cambio en presentar al juez doctor Llobet Fortuny la cinta
grabada y el plano con anotaciones de puo y letra de Imbelloni, que constituan una
prueba material. Por una parte, no era mi funcin. Por otra, tena ya en mis manos una
fotocopia del expediente que es en cada una de sus quinientas fojas una demostracin
abrumadora de la complicidad de todo el Sistema con el triple asesinato de La Real de
Avellaneda. Al relato de los hechos aparecido en el semanario CGT, he agregado un
captulo que resume la evidencia disponible; otro sobre sindicalismo y vandorismo, que
aporta un encuadre necesario aunque todava imperfecto.
Las cosas sucedieron as:
Primera Parte
LAS PERSONAS Y LOS HECHOS
1. RAIMUNDO
Haba que arreglar esa empaquetadora para que la fbrica Conen pudiera seguir empaquetando sus jabones,
las farmacias los vendieran, el grupo Tornquist siguiera cobrando sus dividendos y Raimundo Villaflor comiera
el puchero que comi ese medioda del 13 de mayo de 1966.
Conoca ese frreo crculo de las cosas: lo haba elegido. O tal vez lo eligi su padre, Anbal Clemente
Villaflor, que el 17 de octubre de 1945 contribuy a poner en Plaza de Mayo los gremios ms poderosos de
Avellaneda. Y dos aos despus fue comisionado.
Es probable que para Raimundo Villaflor la primera opcin se haya presentado en el
colegio industrial. Dej en quinto ao, cuando le faltaban dos para recibirse de tcnico.
Tal vez no quera ser tcnico, como el padre, a su tiempo, no quiso ser intendente. Pero
no, dice, fue de haragn. Porque en esa poca nos daban todo gratis: libros, uniforme,
dinero para el viaje.
A los catorce aos entr de aprendiz en Corrado, a los diecisis pas a Baseler
Limitada. All se fabricaban vagones y puentes-gra. Era oficial ajustador cuando cay
Pern y los interventores militares nombraron de oficio los cuerpos de delegados. En
Baseler el delegado general fue Raimundo Villaflor: tena veintin aos.
Como era tan pibe y tena antigedad, pensaron que no me iba a meter en nada.
Entonces les organic el taller y les hice una huelga.
En la casa de la calle Pasteur al 600, este viernes 13, Raimundo Villaflor termin de
almorzar. Tena once aos ms, su mujer Alicia lavaba los platos, su hija Chela estaba en
el colegio.
Ech un vistazo al diario. Parece que ese da no hubiera cambiado el de hoy: 300
ataques areos a Vietnam, aumentos en las tarifas telefnicas, huelgas en Tucumn, la
construccin del Chocn. El presidente (Illia) viajaba a Chubut: el futuro presidente
(Ongana) iba a cazar a Entre Ros. El dlar borde los 190 pesos, la temperatura media
los 15 grados.
-Sabe usted cuntos generales hay en el ejrcito argentino? -preguntaba en
Washington el senador Fulbright, presidente de la comisin de relaciones exteriores del
senado.
-No, seor -responda el secretario de Defensa, Robert MacNamara.
-Se me informa que hay ms generales en el ejrcito argentino que en el norteamericano. Es posible?
-Supongo que s, pero est fuera de la cuestin, seor presidente.
Habiendo tantos generales, Raimundo Villaflor no conoca ninguno, pero el secretario
del general Gallo le habl una vez por telfono
Me dijo que levantara el paro, y si no, toda la comisin y yo a la cabeza, estbamos
todos presos. Le dije que si quera levantar el paro, que viniera l. Me dijo que nos
presentramos inmediatamente al sindicato. Entonces fue la comisin patronal, y fuimos
nosotros por separado, no quisimos ir en el mismo camin. All nos presentaron, y en
seguida nos quisieron apurar.
Un capitn gritaba que daba miedo. Villaflor agrandado grit ms que l:
Que si l estaba acostumbrado a mandar en los cuarteles, con nosotros no iba a
mandar, y que a nosotros no nos iba a manosear ningn general, ni coronel ni lo que
fuera, porque nosotros ramos trabajadores y nos tena que respetar. Que si los patrones
queran levantar el paro, que pagaran las quincenas atrasadas, porque sa era la causa
del paro. Y que adems l poda gritar y darse el lujo de decir las cosas que estaba
diciendo porque l no saba lo que era el trabajo. Se qued sin palabras, y se la
ganamos, no? Se la ganamos.
Pero despus vino la del 56, la gran huelga metalrgica
La gente estaba encojonada, quera guerrear. Se reunieron los personales, y todos los personales decidieron
ir a la huelga. Pero despus en los congresos haba delegados de las fbricas grandes que queran aflojar.
Uno de esos delegados de fbricas grandes al congreso de la Unin Obrera
Metalrgica, seccional Avellaneda, era un orador fogoso de actitudes tibias o prudentes.
Haca sus primeras armas sindicales, representaba a Siam, se llamaba Rosendo Garca.
Oneto Gaona calificaba a la ley como la ms regresiva que ha existido en el pas. La Asociacin Cristiana de
Dirigentes de Empresa demostraba en los hechos que, cristianos o no, los dirigentes de empresa tienden a
inclinarse por la variante reaccionaria de cualquier pleito. El Frente Anticomunista Latinoamericano reclamaba
el veto presidencial, en defensa de la libertad y de la seguridad nacional amenazadas por los imperialistas de
Mosc y Pekn. La CGE, de lejana extraccin peronista, coincida con el Partido de la Revolucin Libertadora,
con la Sociedad Rural, con la Bolsa, con la Cmara de Comercio, con los centros, las federaciones, las
asociaciones, en que era lcito seguir despidiendo a la gente a la vieja usanza, en la forma en que Raimundo y sus
amigos y decenas de miles de trabajadores venan siendo despedidos desde 1955.
A las diez de la noche Raimundo Villaflor se limpi las manos engrasadas, cambi el
mono por un traje a rayas, sali a encontrarse con Rolando, con Blajaquis, con cuatro
miembros ms de su grupo de militantes que, precisamente, estaban organizando un
acto de apoyo a los caeros tucumanos y las reformas a la ley 17.229.
Se top con ellos en la esquina del Automvil Club. Caminaron por Mitre que, segn
explic dos horas despus el parte policial, es una arteria altamente comercial, en lo
ms cntrico de la poblacin, por donde circulan varias lneas de colectivos de transporte
de pasajeros, que enlazan este partido con la Capital Federal y poblaciones aledaas,
tanto de ida como de vuelta, a lo que hay que sumar la de vehculos particulares:
Entre los que se contaron esa noche los del dirigente Vandor, el dirigente Izetta, el
dirigente Castillo, el dirigente Safi y una veintena ms de dirigentes motorizados,
relucientes y bien vestidos, que comieron pollo en el Roma o tomaron whisky en La Real.
Sin contar al finadito Rosendo.
2. AVELLANEDA
Los ltimos saladeros cerraron cuando la fiebre amarilla, pero an perdura en las
orillas del Riachuelo ese olor peculiar que un viajero ingls seal hace un siglo. Los
buques de la Star anidan en los muelles del Anglo, embarcando el chilled que hizo la
riqueza de pocos y la miseria de tantos. Da y noche sube el ganado por las rampas de La
Negra para caer bajo el martillo, o bajo la espada del rabino. Petroleros de doscientos
metros de eslora entran cautelosamente en el Dock Sur, que ilumina de noche el fulgor
anaranjado de la Shell. Millares de hombres transpiran en invierno junto a los trenes de
laminacin, los crisoles, los tornos. Mas que las calles largas y montonas, ms que las
plazas desfoliadas por el humo y los residuos, las fbricas son aqu los puntos de
referencia: la papelera, la cristalera, la Ferrum, la textil.
La historia puede remontarse a las barracas que hace dos siglos fueron de negros
esclavos, al disciplinado asalto de Buenos Aires que en 1820 realizaron los gauchos del
sur al mando de Rosas, a la revolucin del 80 que ensangrent Barracas y Puente Alsina,
donde un ejrcito de lnea pele con milicias de empleados de comercio. Treinta y tantos
aos imper aqu don Alberto Barcel, con el favor electoral de los muertos y la
empeosa prepotencia de los vivos. Persiste en la memoria de los viejos el desafo de su
mejor caudillo, el balazo que lo acechaba en una calle oscura, su muerte en el hospital
que donaron los hermanos Fiorito:
Cuando el sepelio sali
con millares de mortales
por las calles principales
de Avellaneda sigui.2
Si la historia ha de empezar esta noche a repetirse, es ya con otro signo:
Los hombres de Avellaneda sonren cuando oyen hablar de Cipriano Reyes y el 17 de Octubre. Porque aqu dicen- el 17 empez el 16, con el paro de los lavaderos, fbricas de armas, textiles, el vidrio, la Colorada, y ya
esa misma tarde la gente lleg hasta Pompeya, donde la corri la montada.
Por la noche hubo reunin en el Comit de Unidad Sindical, que aglomeraba a todos los gremios de la ciudad, los que estaban en la CGT y los que no estaban obreros de la carne, el cuero, la lana, metalrgicos, madereros, construccin, jaboneros, aceiteros. Sin orden de la CGT, que estaba entregada a secretas cavilaciones
desde que a Pern lo pusieron preso una semana antes, se declar la huelga general y se redact el primer volante
exigiendo su libertad. Presida el comit Ral Pedrera, y en lugar del tesorero ausente firm el acta el vocal Anbal Villaflor.
A las seis de la maana del da siguiente (recuerda don Anbal) sali una comisin de once hombres rumbo a
la Plaza de Mayo. Avellaneda estaba parada, pero en la Capital caminaban los tranvas. Cuando llegaron a la
estacin Barracas increparon a los guardas y a pesar de los ofrecimientos siguieron a pie porque la huelga haba
que cumplirla. Rato despus un taxista voluntario los llev a los once: sobre la plaza estallaban ya las granadas
de gases y la polica reparta sable. Cuando en la Casa Rosada pidieron hablar con el Presidente, les quitaron los
documentos y los recluyeron en una pieza. Una hora despus, inexplicablemente, los llevaron a presencia de
Farrell, del almirante Vernengo Lima, del general valos
Farrell nos dio la mano, qu deseaban ustedes. Le dijimos lo que deseamos es esto. Y
l nos dice, pero cmo es eso que han declarado la huelga, ustedes saben lo que es eso.
Y nosotros le contestamos: el nico que nos dio algo aqu, es Pern. Bueno, dice, pero
qu quieren ustedes? Nosotros queremos hablar con Pern. Y la huelga quin la para?
La huelga no la para nadie, la huelga ya est.
Los mandaron en auto al Hospital Militar. Ms de diez mil personas se apiaban contra las verjas mientras en
el parque los soldados emplazaban ametralladoras.
Fuimos a una salita, y ah estaba Pern, recostado en una cama. Lo primero que dijo
2
Carlos Monteagudo: Vida de Juan N. Ruggiero, citado por Norberto Folino en Barcel, Ruggierito y el
populismo oligrquico.
3. ROLANDO
veneno que le inculcan ah adentro a usted lo hace rebelar contra todo. Porque ellos en vez de llevarlo a uno, de
hacerle comprender, le dan cada paliza de novela y lo quieren domar. Yo mi rebelda no la perd en la crcel,
no me podan domar, porque son hombres como cualquiera, y a m un tipo me levanta la mano y no lo puedo
permitir. Ellos no son ms que nosotros, son menos. Despus estn los empleados de tratamiento, que andaban
con guardapolvo blanco y pusieron el doble de que iban a encaminar a los presos por la buena senda. Pero
nosotros les decamos llaveros tambin, porque son ms verdugos que los mismos llaveros.
Una cosa es contar y otra estar all. Claro que hay momentos en que un hombre
detiene su vida, contempla, mira lo que hizo de positivo, qu hizo de negativo. Yo
comprend que no era para eso, le escrib a la vieja dicindole que no iba a estar ms en
la joda, pero no quera volver a mi casa. Porque yo no tena a quin salir, y si a un
hombre con la conducta de mi viejo, si usted le sale la mosca blanca, con qu cara se le
presenta otra vez en la casa. As que yo no quera volver. Cuando me llevaron a la
Jefatura de La Plata para darme la libertad, no poda creer que saliera, cre que iba a otra
crcel, que me iban a biabar. Y cuando iba a salir, veo una figura que viene corriendo a
toda vela, cruzando la plaza, una placita que hay, toda arbolada, y era mi hermano y
vino corriendo y me dijo: Dame la mano, y yo por reflejo le di la mano, y me dijo: Corr,
y sal como bala de ah adentro. Todo reflejo, porque yo no pensaba nada y cuando me
dijo dame la mano le di la mano y salimos de vuelo. Y del otro lado de la plaza, en una
camioneta, me estaba esperando mi pap.
S, estaba emocionado, pero no poda llorar. Estaba muy duro. No tena sensaciones
casi. Tanto me daba que estuvieran matando a uno, que si no le hicieran nada. Me
haban hecho un tipo muy fro, y de adentro me haban matado.
Pero despus fui viendo que no era as, que yo tena sentimientos, lo que pasa es que
tena una pared de hielo que yo mismo haba creado como defensa dentro de la crcel.
Una barrera que la mente misma se va formando, vio. Y cuando sal, ya era otra cosa.
Despus el contacto con los muchachos, con Blajaquis, con Raimundo...
Y tambin con el Negro Granato, Zalazar y Francisco Alonso, a los que se agregaba
esta noche un nuevo miembro del equipo de activistas, que Blajaquis present con el
nombre de Horacio. Entraron todos en el bar y pizzera La Real, que segn calcularon
ms tarde el subcomisario Martnez y el oficial Dellepiane tiene unas dimensiones,
aproximadamente, de ocho de ancho por doce de largo, que sobre la calle Mitre posee
una puerta de entrada y salida, hacia la calle Sarmiento posee dos entradas y salidas,
una que da al saln general y otra al denominado saln familiar... y que tanto en el saln
familiar como en el saln general no existe ninguna subdivisin, pudindose ver
claramente las mesas ubicadas en ambos lugares, que se diferencian nicamente por tener las del de familias manteles en su parte superior.
Se ubicaron en dos mesas, una grande y una chica, junto a una columna que dista
cinco metros de la entrada de Sarmiento, cuatro metros y medio de la entrada de Mitre.
El mozo Jess Fernndez les sirvi siete moscatos y dos pizzas. An no eran las once.
Rolando le cont a su hermano las gestiones que acababan de hacer en el sindicato de
textiles y el Centro de Estudios Polticos para organizar un acto en apoyo de los caeros
tucumanos.
Le contamos que todos estaban de acuerdo, que el acto se iba a hacer. Porque no era
posible que mientras en el interior se estaban muriendo de hambre, tuberculosos, qu s
yo, ac no pasara nada. Y esos traidores de la CGT no hacan absolutamente nada, al
contrario, trataban de que no se supiera, hasta que nos enteramos que estbamos
comiendo, lo poco que comamos, a costilla del hambre del interior. Y ellos hacan de
dique de contencin, y si alguien saltaba, lo apuntaban a la polica. Entonces nosotros
queramos hacer algo por los muchachos de Tucumn, romper ese hielo que haba.
La cara ancha, burlona del Griego, segua con atencin el gesto empecinado del
converso: La Bestia se interesaba por el prjimo.
S, porque a m, el Griego me deca la bestia. Qu hacs, bestia. Es que yo deca cada
barbaridad cuando ellos hablaban de poltica. Me decan: Ya cay la bestia. S, eso me
deca el Griego.
La historia vena de lejos, de la poca en que Raimundo fue dirigente gremial y
Rolando iba pegado a sus talones, piqueteaba, pegaba carteles. Lo que para el hermano
mayor constitua el centro de la vida, para l era una aventura momentnea, un favor a
los amigos, algo que en el mejor de los casos senta como un vago compromiso
sentimental.
Despus se apart an ms. Muchas veces al regresar de madrugada los encontr
reunidos, hablando de poltica, arreglando el mundo. Francamente, eran del bando de los
giles.
Seguan en lo mismo cuando Rolando sali de la crcel, volvi a rerse de ellos, y el
Griego lo bautiz.
Pero decime una cosa, le digo, Griego, vos cuntos aos tens? Me dijo cuarenta y
pico. Y decime, qu hiciste de tu vida vos? Hasta ahora. Porque yo no veo que nada
hayas hecho vos. Siempre te lo pasaste en cana, porque es la verdad: estuvo en la
Resistencia, en el 9 de junio, lo pasearon por todas las crceles al Viejo -l siempre en su
lucha por los humildes, por sus hermanos de clase, deca-. Y cuando me dijo que no tena
nada, le digo: Claro, qu vas a tener, si vos siempre te la pasaste en cana, molido a
palos, muerto de hambre, sos un hombre grande y no tens hogar, no tens familia, no
tens nada, no formalizaste nada. Y el me dijo: Claro, vos me decs as, dice, porque vos
todava no comprends lo que es luchar por un ideal. Y tena razn el Griego. Tena razn
porque un idealista, la mayora de las veces, no llega a ver sus aspiraciones concretadas,
se muere en la pelea y no tiene nada. Y esas son cosas muy grandes para los hombres.
Cuando uno las llega a comprender, son cosas muy grandes.
Claro, empez a picarme. Yo les deca, pero expliquenm, convenzanm, a ver por
qu hacen eso ustedes. Era lo que estaban esperando estos tipos: me dieron por los
cuatro costados. Uno me soltaba y me agarraba el otro. Y as me fueron formando, hasta
que empec a mirar las cosas como un hombre las tiene que mirar.
A travs de la accin poltica, Rolando Villaflor hizo un tratamiento heroico. El viejo
mundo tironeaba cada vez menos, la polica ya no iba a buscarlo. Se le achic el bobo,
sentenciaron los de antes; pero l saba que era grupo, que sta era ms pesada que la
otra, y cuando un 17 de octubre los cosacos lo quisieron correr a l y a su padre y a su
hermano y a su to, y se rechiflaron todos aguantando los sablazos y manoteando los
caballos, le dijo a Raimundo
-Pero decime, yo salgo de una y me meto en otra peor. Porque aqu nos cagan a palos, no nos tiran un mango,
gritamos como locos y cobramos como perros. Es todo al revs esto?
Slo que ahora se rea.
De simpatizante peronista, se hizo militante revolucionario. Un da o una noche, que
tal vez fueron una sucesin de das y de noches, el Griego le explic su vida Rolando
Villaflor: haba querido salvarse solo, y no hay salvacin individual, sino del conjunto.
Por eso estaba all, sin armas, definitivamente incorporado al mundo de los giles que
piensan en los otros. El suyo haba sido el camino ms duro.
-Si yo les cuento quin entr, no me lo van a creer -dijo Francisco Alonso, que era un
pibe.
Granato y Horacio lo estaban viendo, pero Zalazar y Blajaquis miraron de costado.
Raimundo y Rolando Villaflor tuvieron que darse vuelta para contemplar al Lobo, que
entraba con su squito por la puerta de Sarmiento y enderezaba al saln de familias de
La Real de Avellaneda.
4. EL LOBO
Cuarenta y tres aos, la boca fina y tensa, los ojos claros, una mueca de energa desdeosa: esa cara haba
salido ya muchas veces en las tapas de las revistas, seguira saliendo. Diez aos de lucha, se jactaba en una
solicitada. Ms de diez aos: las primeras escaramuzas en la fbrica de Saavedra, el fervor de los compaeros, la
asamblea del Luna en que Paulino lo present como el nuevo secretario de la Capital. Ms: la cucheta en el rastreador Py, la sala de mquinas, el cabo Vandor. Ms todava: la infancia entrerriana, el pueblo que era una
estancia inglesa. De all haba venido sin nada, con sexto grado, un provinciano tmido al que no le gustaba
hablar en pblico. Ahora no necesitaba hablar, otros hablaban por l en los congresos y los confederales.
Murmuraba uno y se paraba Avelino, dos y hablaba Maximiano, tres y recitaban su libreto Izetta o Cavalli:
eso era organizacin.
En algn momento le pareci que comprenda la esencia del poder: ese punto de equilibrio en que nadie hace
su voluntad, pero el ms hbil opera con la voluntad ajena. En algn momento comprendi lo que es
negociacin: quiz en enero del 59, cuando el correo de Ciudad Trujillo le dijo: No se puede largar la huelga
porque esta noche entregamos el toco. Desde entonces, o ya desde antes, prefiri negociar por su cuenta. Diez
aos de negociacin: Estoy muy satisfecho por el convenio. El doctor Doliera-Siemens sonrea. Los
empresarios son unos explotadores, pero lo acompao a tomar una copa: el ingeniero Negri-Tamet le palmeaba
el hombro. Eso es democracia. Hoy hasta los conservadores nos comprenden, eh, doctor Solano Lima? Es cierto
que hubo algunos malos ratos, pero usted puede volver a ser presidente, general. Y usted, doctor, s que se parece
a Pern, la misma sonrisa: tendramos que trabajar juntos. Pero si lo que los sindicalistas queremos es la
grandeza del pas, coronel, el bienestar social: dnde ha visto un policlnico como ste?
Diez aos de frialdad, de no mover un msculo, de esconder las emociones. A veces un oscuro sentimiento lo
traiciona, pero en seguida recupera la nocin de la realidad, de su realidad. Se dice que ha llorado en Cuba, al
contemplar la revolucin del pueblo -ese sueo enterrado-, pero luego le ha dicho a Ernesto Guevara: Nosotros
nunca podremos hacer lo que han hecho ustedes. Eso es realismo. Volver a llorar dentro de media hora, y en el
acto adoptar las decisiones justas que cambian el curso de las cosas. Eso es poltica.
Diez aos de paciencia, de tejer y destejer alianzas, de empollar en el campo adversario, de convertir derrotas
de los suyos en victorias para s. El ms hbil negociador sindical; el cerebro poltico de las 62; un sindicalista de ideas populares que sabe trabajar con la derecha y frecuentar la embajada de los Estados Unidos son
algunas entre los centenares de frases acuadas por un periodismo que lo convierte en vedette, en mito. Es cierto
que a veces se preguntan si ha llegado el ocaso, el ltimo aullido del Lobo, pero es para remontarlo ms alto:
Todo confluye en Vandor. El Sistema lo ha aceptado plenamente, se divierte con su astucia, es l quien
maneja los piolines, quien suma o resta las 62 a las 19, a los 32, opone o amiga comunistas e independientes,
inventa alineados y no alineados, y cuando terminan los insultos se sienta a un costado y murmura uno para
que hable Vicente o Francisco. Eso es prestigio.
Lstima que las cosas se hayan puesto difciles en los ltimos tiempos. Ahora su enemigo se llama Pern.
Vandor lo ha querido, sin duda: es aqu en Avellaneda donde naci meses atrs el neoperonismo. Quiz el choque
venga de antes, del fracaso de la Operacin Retorno, un buzn que el vandorismo le ha vendido al general. El
conflicto asoma a las versiones periodsticas en junio del 65, estalla cuando Pern enva a su mujer como
delegada personal. Vandor domina en ese momento la Junta Coordinadora del Justicialismo, las 62
Organizaciones, el bloque parlamentario, la Unin Popular, los partidos provinciales: lo que est en juego es todo
el aparato partidario.
La primera batalla se libra en la CGT, en cuya secretara general el vandorismo ha instalado en 1963 al sastre
Jos Alonso, que ahora predica poco menos que la guerrilla, aunque su lucha ms notoria es contra las
comadrejas que acechan su criadero de gallinas. En enero de 1966, cumpliendo las rdenes de Madrid, Alonso
divide el sindicalismo peronista: nacen las 62 de pie junto a Pern que arrastran a veinte gremios, algunos importantes, como textiles y mecnicos; otros luchadores, como azucareros y sanidad. Los vandoristas se burlan
con una solicitada que lleva el ttulo De pie junto al trotskysmo, el metalrgico (y diputado) Paulino Niembro
usa la televisin para delatar como castrista a Amado Olmos, uno de los pocos dirigentes leales a su clase. Yo
soy argentino, cristiano y peronista, lagrimea Alonso, pero en febrero el consejo directivo de la CGT lo expulsa
del secretariado.
La segunda batalla se da en las elecciones de gobernador de Mendoza, el 17 de abril. Contra todos los clculos, en una campaa que dura apenas una semana, pero que cuenta con la presencia y el apoyo de Isabel Pern, el
candidato Corvaln Nanclares obtiene dos tercios de los votos del peronismo, derrotando al vandorista Ser
Garca. Beneficiado en definitiva, el gobernador electo result conservador, pero un dirigente de esa tendencia Emilio Hardoy- considera el episodio como una verdadera catstrofe.
Catstrofe, ganar una eleccin? Un semanario lo explicaba con cierto aire de melancola: El resultado de la
experiencia mendocina oblig a una revisin... Se consideraba como un valor entendido que la influencia directa
de Pern, a la distancia y despus de casi once aos de alejamiento del pas, se haba deteriorado sustancialmente... La hiptesis fue claramente desmentida por los hechos.
Qu pasa con Vandor? Todos admiten que deber replegarse transitoriamente a la lucha gremial. Ms
tarde se vio que esto era un eufemismo. El caudillo metalrgico se repleg, s, pero a los contactos militares que
iban a fructificar dos meses ms tarde con el golpe de Ongana.
El partido estaba empatado esa noche del 13 de mayo en que los jerarcas del vandorismo pensaban reunirse
en Avellaneda para discutir el futuro. Tema Vandor un desempate violento? El 29 de enero, una bomba que
otros llamaron petardo, colocada por amigos de Patricio Kelly, le haba arruinado en el paddock de San Isidro el
goce de su deporte preferido. Por esos das un encumbrado personaje pag cierta suma para sacarlo del medio: el
encargado de la faena arregl con Vandor por una suma ms grande, y con las contribuciones de ambas partes
puso un boliche. Despus una bomba estall en la CGT de Avellaneda, feudo de Rosendo Garca. Veinticuatro
horas antes, en fin, Rosendo haba ajustado cuentas con el disidente Amrico Cambn, hacindole propinar una
histrica paliza.
Detrs de todo eso haba una carta. Dirigida a Jos Alonso el 27 de enero, sealaba a Vandor como el enemigo principal y agregaba: En poltica no se puede herir, hay que matar, porque un tipo con una pata rota hay
que ver el dao que puede hacer. Firmaba Juan Domingo Pern.
Tal vez era el recuerdo de esa carta, distribuida en centenares de copias, lo que tena tan inquieto a Vandor
mientras sorba un whisky y miraba disimuladamente a su alrededor en busca de posibles enemigos.
5. EL INCIDENTE
El mozo Antonio Gonzlez calcul que eran ocho o nueve personas las que entraron en
La Real a las once y media de la noche, sin contar uno que se ubic en forma separada.
Junt tres mesas a lo largo del saln familiar y recogi el pedido de coac y whisky
importado que llam la atencin no slo a Gonzlez, sino al patrn Hevia e incluso al
mozo Oscar Daz, por ser poco frecuente.
Solamente el parroquiano solitario, sentado junto al ventanal de Sarmiento, rechaz el
convite de los notables, y pidi, modestamente, un vaso de moscato y dos porciones de
muzzarella. Se llamaba Acha, le decan Hacha Brava y su misin aparente era cuidar la
puerta.
Parecida funcin, cerca de la entrada de Mitre, cumplan tres hombres ms a quienes
los mozos no relacionaron con el grupo vandorista. Eran Luis Costa, tambin llamado
Arnold, guardaespaldas que empez su carrera en Mataderos al servicio del dirigente
Carrasco: Tiqui An (o Agnon), del secretariado de la UOM, y un metalrgico de San
Nicols, Juan Ramn Rodrguez, que estaba de paso en Buenos Aires.
El despliegue protector, que reflejaba las aprensiones del dirigente metalrgico, se
repeta en su propia mesa. A su derecha, en la cabecera, estaba Armando Cabo, un
hombre de la vieja guardia metalrgica, hroe de la Resistencia, ahora dilapidado por las
transacciones y el alcohol; a su izquierda, un guardaespaldas: Ral Valds; seguan Juan
Taborda, chofer de Vandor; el asesor del gremio metalrgico, Emilio Barreiro, y otro
hombre que figur en la Resistencia: Jos Petraca. Frente a ellos se ubicaron Norberto
Imbelloni, delegado de Siam Automotores, con licencia gremial; Rosendo Garca y Nicols
Gerardi, prosecretario del bloque justicialista de diputados de la provincia3.
Gerardi haba insistido en concurrir a la reunin de jerarcas, cuya primera parte se
estaba desarrollando en el Roma.
-No te van a dejar entrar -le dijo Vandor cuando lo encontr esa noche en la UOM.
-Con el carn que tengo, no me para nadie -brome el prosecretario, y Vandor lo llev
en su auto.
Con excepcin de Barreiro, Imbelloni y Gerardi, todos estaban armados.
No se sabe con seguridad quin fue el primero que repar en las mesas de Blajaquis.
Ms tarde, declarando ante el juez, Vandor dir que al levantar la vista en forma
instintiva observ a un grupo de personas en una mesa ubicada a unos ocho metros. Le
pareci ver que buscaban espacio moviendo las sillas y eso le llam la atencin. Imagin
entonces por un sexto sentido que esas personas trataran de provocar.
-Qu te pasa que ests tan nervioso? -le pregunt Rosendo.
-De esa mesa me estn mirando -dijo Vandor-, me estn haciendo muecas. Ya no se
puede ir a ningn lado.
Segn Imbelloni, el asesor Barreiro atiz los temores.
-Son trotsquistas -dijo.
Armando Cabo quiso salir de dudas. Orden a Taborda:
-And a, buscarlo a Safi.
El senador Julio Safi era uno de los que cenaban en el Roma, muy cerca de all. Haba
tenido contactos con el grupo de Blajaquis, y era la persona apropiada para establecer su
filiacin. Se despidi del pollo y acudi en compaa del dirigente del vidrio, Maximiliano
Castillo, y del propio Taborda. Estas son las tres personas que todos los testigos vieron
entrar unos minutos despus de Vandor.
Lo que hizo Castillo, se ignora. Taborda cedi su silla a Safi, quien pidi un coac que
no llegaron a servirle, y segn algunos pretendi disipar las dudas de Vandor; segn
otros, agravarlas.
Acababa de sentarse Safi, cuando del grupo opuesto se levant un hombre, avanz en
3
Ver croquis.
direccin a ellos, sigui de largo hacia el bao ubicado en el fondo. Norberto Imbelloni se
par y fue tras l. Y detrs de Imbelloni, alguien ms, que pudo ser el propio Castillo.
Rolando Villaflor estaba pagando la cuenta cuando vio que se levantaba Imbelloni: 710
pesos.
-Qu comimos, pepitas de oro? -bromeaba el Griego, pero Rolando no le hizo caso.
Cuando vi que Horacio no volva, yo le digo a mi hermano: Mir, aqu pasa algo,
seguramente que lo estn apretando. Y entonces yo me levanto y voy para el bao. Y
efectivamente, lo tenan agarrado a Horacio, le decan que se las tomara. Entonces yo
discut con Imbelloni, le dije unas cuantas barbaridades. Porque l dice: Mir, dice
Imbelloni, me extraa que nos vamos a arremeter entre nosotros, es una lstima porque
somos todos peronistas. Y yo le dije: No te confunds, peronistas somos nosotros, y
ustedes son una manga de traidores al movimiento, y no slo al movimiento obrero,
ustedes son unos entreguistas, son capaces de entregar a la madre. Y l me dice: Bueno,
tomensels igual, porque ya no da para ms. Estn todos calzados, los van a reventar. Y
yo le digo: Nosotros no tenemos nada, pero si nos vienen a prepear as, vamos a ver qu
pasa.
Horacio y Rolando volvieron a su mesa.
-Vamons -dijo Rolando-. Ya salt la bronca.
Fue entonces que Francisco Alonso se dio vuelta como presintiendo la cosa y vio a su
derecha la otra mesa con tres tipos que los observaban.
-Mir -dijo Alonso-, ac estn los guardaespaldas.
Granato mir y vio confusamente al hombre alto rubio, al otro alto y moreno y al
tercero de poncho y anteojos.
Estaban en una ratonera.
6. ROSENDO
Rosendo Garca haba escuchado los aplausos ahogados que venan tras las puertas cerradas. Pens: Ya
termina, y mir su reloj pulsera de oro: las nueve. Cuando Vandor sali del saln de actos de la CGT, donde
sesionaba el congreso de delegados metalrgicos de Capital, lo mir con extraeza:
-Dijiste que te ibas a Rioja.
-Como vi que te aplaudan tanto, supuse que terminabas en seguida.
Conoca los mecanismos, despus de diez aos: el breve discurso de inauguracin
donde se hablaba para el periodismo y la gilada. Despus no haca falta quedarse, el
aparato funcionaba solo.
El da de Rosendo estuvo hecho de pequeos desencuentros, frustradas despedidas.
Nadie lo esperaba a almorzar en su casa -modesta- de tejas coloradas y raqutico jardn,
a catorce cuadras de la estacin Lans, donde su mujer, Teresa Moccia, tena el da
entero para s sola y el nico hijo, Nstor, nacido dos aos despus del casamiento y de
la revolucin que Rosendo tal vez aplaudi, porque al menos al principio haba sido
radical. All paraba poco y a veces no paraba, porque la poltica, porque el sindicato,
porque algunos dicen las mujeres y sin duda la quiniela bancada por sus aclitos a la
puerta misma de las fbricas a beneficio de la organizacin.
Solamente los fines de semana descansaba, y an eso era relativo, porque los sbados iba Vandor a almorzar
acompaado de su propia mujer, y ramos todos una gran familia, dir Teresa. Pero ese viernes fue a medioda,
y comi solo y se march a las tres: ella no lo vio ms.
Eran las siete cuando subi al auto de Vandor, manejado por Taborda: se sent atrs.
Media hora despus llegaban al Ministerio de Trabajo, se entrevistaban en el cuarto piso
con miembros de la federacin empresaria, a los que entregaron un anteproyecto de
convenio. De ah fueron a la CGT y por algn motivo Rosendo se qued ambulando, en
vez de regresar a la UOM, como haba dicho.
El congreso metalrgico, Vandor en el escenario, los aplausos eran el ltimo eco de
una batalla que en el campo gremial ya pareca definida con la expulsin de Alonso.
No cabe duda de que Rosendo secund a Vandor sin reservas en esa batalla, como lo haba secundado diez
aos. En los congresos de la UOM, en los confederales de la -CGT, su palabra fue siempre la palabra de Vandor.
Particip en sus manejos, asimil sus enseanzas, se propuso sus mismos objetivos. Forjado en el sindicalismo
negociante, rechazaba por hipcritas los arrestos verbales de un Alonso, por imposibles las frmulas revolucionarias. El comentario ms favorable que le arranc una gira por Cuba, fue que los cubanos eran unos locos
lindos. Igual que Vandor se enriqueci, igual que l adquiri poder, a diferencia de l lleg a ser querido por
muchos. Simple delegado de Siam en 1956, secretario de la UOM de Avellaneda en 1958, secretario nacional
adjunto ese mismo ao, estaba en esa encrucijada de los caudillos: era el segundo, destinado a heredar a un
hombre apenas seis aos mayor.
Haba crecido, sin embargo. Avellaneda era su feudo, y en Avellaneda se discutira esa
noche el problema central del peronismo enfrentado con Pern. Le gustaba a Rosendo
ese papel? Hay un indicio para conjeturar su posicin: en abril se niega a viajar a
Mendoza en apoyo del candidato vandorista a gobernador y prohbe que ninguno de sus
hombres intervenga en esa campaa.
No era quizs el nico punto de friccin. Despus de lo ocurrido en Mendoza, muy
pocos pensaban que el gobierno de Illia pudiera durar hasta las elecciones de gobernador
en la provincia de Buenos Aires, previstas para marzo de 1967. Ese era en realidad el
obstculo que acortara su gobierno. Estaba claro que el peronismo volvera a triunfar
como ocurri en 1962, cuando la eleccin de Framini provoc la inmediata cada de
Frondizi. Pero esta vez los golpistas iban a salvar las apariencias. Desde un semanario
enrolado en la conspiracin, el doctor Cueto Ra predijo certeramente el 28 de abril: Es
evidente que el golpe de Estado se producira antes de abrirse el proceso electoral.
Uno de los pocos que al parecer crea en las elecciones era. Rosendo Garca. Su
nombre figuraba ya como candidato a gobernador de la provincia. Para dar ese salto, que
lo arrancara quiz definitivamente de la rbita secundaria a que estaba relegado, era
preciso, desde luego, que hubiera elecciones. Pero Vandor no quera elecciones: Vandor
estaba en el golpe.
Quizs hablaron de eso cuando volvieron esa noche a la Unin Obrera Metalrgica y se
encerraron casi dos horas en la oficina de Rosendo. Despus viajaron separados a
Avellaneda.
Fue el propio Vandor quien propuso que no fueran al Roma, donde los esperaban
como las figuras centrales de la noche. Los motivos que aleg son interesantes: al llegar
juntos, empezaran los aplausos y les ofreceran la cabecera. Siempre haban tratado de
evitar estas situaciones (agrega Vandor en su declaracin judicial) para que no hubiera
lugar a interpretaciones de golpes polticos personales. Tema quiz que le ofrecieran
la cabecera a Rosendo, y no a l, que Rosendo le hiciera escuchar una rplica de los
aplausos que sonaron esa tarde en la CGT?
Lo cierto es que Rosendo acept. Estacionaron sus automviles frente al Sindicato de
Municipales, donde deba realizarse despus el verdadero debate. Para hacer tiempo,
caminaron a La Real. Pidieron sus whiskys. All Vandor sinti el aguijn de su sexto
sentido. Cada vez ms inquieto, habra sacado un arma de la cintura y la habra puesto
sobre sus rodillas.
El mismo admite que previno a Rosendo contra aquellos hombres, que desde la otra
mesa lo miraban con cara burlona: Seguramente intentaran algo contra ellos -declar
ms tarde-, ya que la expresin de sus rostros no era tranquilizadora.
Rosendo Garca ech un vistazo.
-Bueno -dijo-, no te hags problemas.
Y agreg esta extraa frase
-O qu quers, que nos matemos entre todos?
7. GRANATO
Francisco Granato haba visto cmo el aire se pona espeso de miradas y malas intenciones. Porque es cierto,
ellos los miraban con repugnancia, hicieron sus chistes y la cosa vino pesada. As que Granato, 29 aos, un
hombre slido, de cara huesuda, tambin pens que haba que irse y saber perder frente a aquella gente que al fin
era peor que los patrones: la maffia sindical, el Lobo disfrazado de cordero que rodeado de matones terminaba su
whisky importado y aprontaba su revlver. Gracias a ellos, l andaba sin trabajo ni sindicato, changueando para
ganarse la vida.
Aunque yo siempre anduve a, los saltos, por una cosa o por la otra, toda mi vida fue as.
Toda su vida a los saltos, con esas cuatro o cinco escenas que moldearon su carcter y que ya eran l mismo:
Eva Pern en su piedad besando al vecino anciano y tuberculoso; la lluvia en el rancho inundado; el patrn Kun
que lo mandaba al carajo y la huelga que hizo temblar a la Shell, todas las ranas de Dock Sur cantando en la noche mientras el griego Mingo le hablaba con paciencia del comunismo primitivo y la formacin de la sociedad
capitalista. Esas eran las cosas que nunca se iran de su mala memoria, las cosas que Francisco Granato puede
contar lentamente, hoy, ayer y maana.
Cinco hermanos y el viejo albail. Vivamos en un galponcito forrado con madera y se
criaban chinches y toda una serie de cosas, y la vieja deca que ms vale hacer una pieza
en el terreno que haba comprado el viejo, aqu en Gerli. Y l se decidi un da y con un
amigo levantaron la pieza. Las chapas alcanzaron para el techo, que es lo fundamental, y
el resto lo cerraron con una lona. Esa noche llovi y tuvimos que andar por arriba de las
camas, porque se haba inundado todo y era un terreno que no tena zanja. Despus
nosotros mismos hicimos la zanja, y la pieza se fue terminando de a poco con ladrillos, y
la cocina con chapas de cartn. Haba muchas miserias en aquel entonces, y lo sigue
habiendo. Naturalmente, hay veces que cuando los padres conversan, no se dan cuenta
de que los hijos estn escuchando o se dan cuenta, pero no saben en el subconsciente
todo lo que puede quedar en un ser humano, no? El viejo se daba maa para todo,
colocaba mosaicos, levantaba paredes, haca fino y grueso, pero bajo patrn no
aguantaba mucho tiempo. Cambiaba de trabajo como de camisa, porque deca: A m no
me van a explotar estos hijos de puta, y a veces contaba cmo eran las cosas
anteriormente, cmo algunos se dejaban explotar, cmo algunos resistan la explotacin,
cmo se rebelaban. El, ms bien trabaj de changa, claro que a veces terminaba
vendiendo empanadas. El tena su rebelda, naturalmente, era peronista, pero no era un
hombre armado ideolgicamente.
La madre, en cambio, andaba agitando por ah: una mujer decidida que se meta en
todos lados, gritaba en los actos con Francisco pegado a las faldas y, principalmente, en
aquel acto increble, cundo se juntaron las mujeres de Gerli y vinieron juntas en todos
los tranvas del Sur, que a lo mejor eran todos los tranvas del mundo: derecho en
procesin los tranvas a la Secretara de Trabajo, a pedirle a Evita que pusiera agua
corriente en Gerli.
La primera vez que Eva Pern se fij en aquel chico de ojos hundidos y oscuros, fue
cuando se adjudicaron las casas a los campeones olmpicos: Iglesias y Delfor Cabrera,
que eran del barrio.
Me dio la mano y, bueno, naturalmente, la casa de nosotros era bastante friolenta y
yo tena fro, as que me acuerdo que la mano de Evita era muy caliente.
Ella le acarici la cabeza. El le pidi una bicicleta.
La prxima vez Francisco Granato andaba literalmente a los saltos. A los catorce aos
haba empezado a trabajar en la seccin ajustes de Carilino Inca, un taller metalrgico
que ya no existe. Ganaba cuarenta y cinco centavos la hora. Despus hizo de todo: un
poco de torno, un poco de limadora, un poco en la fresa y la amortajadora que haca los
chaveteros, los ratos libres admiraba a los pulidores, y cuando haca alguna cosita para
l, iba a pulirla y aprenda. Fue una viruta de torno la que le cort un tendn del pie.
Durante mucho tiempo camin con una pierna sola, pero el Seguro igual le daba el alta y
tena que volver al trabajo.
Entonces Eva Pern le pregunt por qu rengueaba, fulmin sus rdenes, el Seguro se
call la boca y las palabras calcio, radioterapia empezaron a significar algo para
Francisco Granato
Era una noche, no s en qu tiempo fue, bueno esto fue hace muchsimos aos.
Debi ser en el 51, cuando su madre recibi la carta de la Fundacin, fue con l,
hicieron las horas de espera hasta la medianoche, conversando el chocolate y los sandwiches de miga, hasta que ella los recibi, y la madre pidi la mquina de coser pero
tambin las chapas para terminar la pieza, y al fin, con un supremo esfuerzo, la
dentadura postiza,
-Si no fuera demasiado abuso.
Vio, con esa humildad de todos los humildes, que les parece que siempre piden
mucho, y Evita le dice: No, si eso no lo pide nadie; al contrario, necesitamos gente que
pida eso, para que los mdicos puedan estudiar, y le hizo un chiste como agradecindole
que se atreviera a pedir los dientes postizos para ella y para el viejo.
A los dos o tres das lleg el camin con las chapas, las camas, los colchones, la bolsa
de azcar, las tazas, los platos, la ropa, las hormas de queso, las dentaduras postizas.
Despus ella se muri. Despus Francisco Granato cambi de trabajo. Despus cay
Pern. La infancia habla concluido.
Debi ser por el 55 que se fundi Carilino Inca y Granato entr de medio oficial pulidor
en la Compaa General de Automotores. De all pas a la Shell, donde todo el mundo
ingresa de ayudante. Pero Granato hizo mritos: si otros se lavaban las manos a las
menos diez, l se lavaba a las menos cinco, cosa de conseguir la categora. Se convirti
en un obrero digno de la patronal.
Su ascenso provoc los primeros e inesperados conflictos. Ahora todos queran ser
medio oficial. Lo eligieron subdelegado. Su carrera gremial culmin en las movilizaciones
ms grandes que hayan realizado en Avellaneda los petroleros privados.
Se arm cada podrida que bueno bueno, dentro de las posibilidades mas, porque yo
fui hasta cuarto grado y no tengo muchos estudios, lo que pude aprender lo aprend
leyendo y escuchando. Despus me largu a hablar en las reuniones, hasta que al fin me
anim a hablar en las asambleas. Ah choqu con algunos que siempre buscaban
soluciones dentro de la legalidad. Yo era muy impulsivo y nervioso, las posibilidades
legales siempre eran cortas para m. Y bueno, naturalmente, cuando se hace un movimiento pasa del cuerpo de delegados a la comisin interna y despus al cuerpo
administrativo del sindicato. Pero a veces las cosas rebalsaban y antes que se llegara a la
comisin interna ya los movimientos estaban hechos.
Yo pensaba que todo lo que iba a pedir era poco, de lo que en realidad le corresponde
a la clase trabajadora, pero lo poco que iba a pedir crea necesario que se hiciera.
Eso no le gust al jefe Kun. Un da insult a Granato. No termin de insultarlo, que le
hicieron un paro.
El paro vena bravo y el jefe de personal acudi a pedirle a Granato que hiciera lo
posible por levantarlo porque el holands Kun no saba conversar bien en castellano. La
posicin de Granato fue inconmovible:
Que l no era muy instruido, pero crea que todos los extranjeros que vienen de
afuera deben tener un profesor de castellano que les ensee cules son las palabras
buenas y las palabras malas y cmo tienen que comportarse en la Argentina. As que el
jefe Kun deba pedir perdn.
Pedir perdn en pblico un alto jefe de la Shell? No le qued ms remedio, pero
Granato estaba marcado.
El impulso que l cre lo desbordaba. Aparecieron los oportunistas que planteaban
cosas imposibles. Por primera vez Granato quedaba en minora en una asamblea que
planteaba un paro.
Vieron la oportunidad de quemarme. Yo vea el juego cmo vena, me retir, me fui al
bao. Bueno, son cosas, me puse a llorar un poco, deca: No tienen confianza en m. Y
stos impulsaron tanto que desencadenaron un movimiento de huelga. Ahora resulta que
cuando llega el momento de las papas, los que daban la cara ah en la reunin se echan
atrs. Y cuando viene el ingeniero y entra a tomar los nombres de los que van a trabajar
y los que no, la gente agarra para cualquier lado. Y yo que veo eso, los reno de nuevo y
les digo: Bueno, yo estaba en contra, pero ahora me hago cargo. Me hago cargo, porque
est el paro.
Fue su ltima batalla gremial. Cuando tiempo despus la empresa decide indemnizar a
los miembros de la comisin interna que aceptan el arreglo y dejan la planta en banda,
Granato queda solo. Ya ni era delegado. A ltimo momento los compaeros hacen una
asamblea y vuelven a elegirlo. Mandan el nombramiento al sindicato, y el sindicato en
vez de elevarlo dentro de las veinticuatro horas, como establece la ley, tarda cuarenta y
ocho horas, dando tiempo a la patronal para echarlo y no reconocer la proteccin legal al
delegado. Esta era, ya en 1961, la maniobra favorita descubierta por el vandorismo en
combinacin con las empresas, aplicada sistemticamente en el seno de la UOM,
extendida luego a todos los gremios dciles.
Granato ya no era nadie: haba dejado de molestar a la Shell y a la burocracia sindical.
Detrs de l, despidieron a trescientos obreros. Uno de ellos era Raimundo Villaflor.
El sindicato se cerraba cada vez ms para los militantes de la Resistencia. Ahora slo quedaba el campo
poltico, donde estos hombres acosados, perseguidos, traicionados, siguieron activando:
Hoy en da uno piensa todo lo que activ y parece mentira. Al principio yo era uno de
esos peronistas de escudito, tena mucho fanatismo y un desconocimiento casi absoluto
de las cosas, de los intereses que se mueven detrs de la poltica. Nosotros, en Gerli,
habamos creado la juventud peronista, pero tambin bamos a las reuniones con los ms
viejos, los del Consejo de Partido. A ellos les parecamos marcianos. Cuando pintbamos
con pintura colorada nos decan que ramos comunistas, y cuando pintbamos con
pintura negra nos decan anarquistas. As fuimos sacando ciertas conclusiones, cierta
experiencia, vimos la mediocridad con que ellos miraban el peronismo y la perspectiva
del futuro.
Como a todos sus amigos, fue el mitolgico Griego el que lo inici en los secretos, le
hizo comprender lo incomprensible. Entre los muchachos del barrio, Domingo Blajaquis
tena esa aureola de algunos viejos comunistas que toda su vida fueron corridos por la
polica y al final por el partido. Una paciencia infinita, y una bondad casi absurda, se era
Mingo
Capaz que nos hablaba de pescar ranas o agarrar anguilas, o de los hongos que eran
venenosos y los que se podan comer, y despus nos enchufaba la inyeccin de cmo son
las cosas, no?, encontraba la semejanza entre los hongos y la sociedad, y nos iba dando
instrucciones en forma escalonada y despacito, a medida que nosotros asimilbamos la
historia, cmo haba crecido el mundo hasta llegar al capitalismo, y lo que nosotros
tenamos que hacer.
El viejo enorme Mingo, prematuramente encanecido y corto de vista, con sus grandes manos manchadas para
siempre de curtiente, sin un arma encima despus de haber luchado tanto, de haber enseado tanto, y que ahora
iba a morir asesinado, pero antes dijo:
-Vmonos, que va a haber lo.
Raimundo Villaflor se dio vuelta. Miraba no ms, clavado en esa cara de la punta en la otra mesa.
8. LA BRONCA
A Jos Petraca no le gustaba cmo lo estaba mirando ese hombre de ojos oscuros y
cara angulosa. Ya no le haban gustado algunas cosas que le pareci or de la otra mesa.
Y cuando aquella gente pagaba para irse, el hombre lo segua estudiando, con ese gesto,
medio de burla y de desprecio.
Entonces Petraca se par y dijo:
-Qu carajo mirs, guacho hijo de puta?
Petraca no lo conoca. Por uno de esos chistes de la suerte, Raimundo Villaflor haba
repartido volantes pidiendo su libertad cuando Petraca estuvo preso durante la
Resistencia.
-Qu carajo te interesa, ms guacho hijo de puta sers vos.
El cajero Hevia se dispuso a intervenir. Incluso apoy la mano en el mostrador mvil
para franquearse el paso. Pero en ese momento media confitera se par, y el cajero lo
pens mejor.
Norberto Imbelloni, armado de una silla, se abalanzaba sobre Rolando
-Me tir un sillazo y se le emboc a la vitrina. Despus nos agarramos a las pias.
Rosendo Garca se incorpor de un salto, ech mano a la cintura y sac un revlver
38.
Petraca ya estaba sobre Raimundo.
-Yo tambin me par -dice Raimundo- y lo serv.
El parroquiano Mario Basello tomaba una coca-cola de pie junto al mostrador. Dispar
por Sarmiento, sin pedir la cuenta. Prximo a esta puerta, el pen de taxi Jorge P.
lvarez vio ms claridad hacia Mitre y corri en esa direccin.
Juan Garca, el diariero de la esquina, estaba tomando el caf de costumbre en la
mesa de costumbre, frente a la avenida Mitre. Tena los diarios apilados en una silla junto
a la puerta, y la distancia que lo separaba del grupo de Blajaquis, al que daba la espalda,
era de dos metros. De pronto oy un ruido de sillas y presenci una escena surrealista:
El mozo Oscar Daz, con bandeja y botella en alto, iba corriendo hacia la puerta y al pasar le gritaba:
-Raj que hay lo!
El diariero dispar con tanta velocidad que ni siquiera dio vuelta la cabeza para fijarse
qu pasaba. Al cruzar el umbral, oy el primer tiro.
Segn Imbelloni, el autor de ese disparo era Juan Taborda, que segua parado junto a Safi.
Hubo una pausa y despus un tiroteo tan cerrado que a Oscar Daz, desde la calle, le
pareci una rfaga de ametralladora.
Rosendo Garca no alcanz a gatillar su revlver. Un balazo, exactamente
perpendicular a la trayectoria que llevaba, le atraves la espalda. El arma qued junto al
mostrador mvil.
Una bala 45 rebot en el borde de ese mostrador y fue a pegar sobre la puerta de
Mitre, a cuatro metros de altura. El desconocido tirador apret nuevamente el gatillo, la
bala entr por la solapa derecha de Blajaquis, que no haba atinado a levantarse,
destroz la arteria pulmonar y sali por la espalda. El Griego se desmoron.
En la cabecera de la mesa vandorista, Armando Cabo se haba parado y avanzaba tirando metdicamente con
su 38 especial. Zalazar se derrumb.
Carlos Snchez, paraguayo, cortador de pizza, estaba en la cuadra amasando para
empanadas gallegas. Se asom a la ventanilla y entre el remolino de personas vio una
mano con un revlver negro que haca fuego. Crey que era un asalto y se arm de una
cuchilla, dispuesto a defender sus empanadas hasta las ltimas consecuencias. Entonces
vio a su patrn Hevia, que vena caminando en cuatro patas y le peda que llamara a la
polica.
Petraca haba desaparecido de la vista de Raimundo. Tras l llegaba Gerardi.
-Se me vino encima -dice Raimundo-. Le di una trompada y se fue al suelo.
Raimundo se abalanz sobre l y sigui golpendolo en la cara. Gerardi no
reaccionaba. Lo que lo haba derribado era una bala calibre 45, que le entr por la espalda.
Francisco Alonso vio el brazo armado de Vandor apuntando en su direccin. Dio un salto a la izquierda, se
encontr con la pelea de Imbelloni y Rolando, colabor con una pia. En ese momento Rolando oy a su espalda
un estrpito de vidrios rotos. Crey que le haban tirado un botellazo y grit:
-Erraste, turro!
Ms tarde razon que era un balazo.
-Perd la nocin de todo -dice Alonso-. Corr hacia la puerta de Mitre. Cuando iba
corriendo sent un golpe en la pierna, pens que estaba herido.
No estaba herido: una bala haba picado bajo la suela de su zapato, y el golpe le adormeci la pierna.
Detrs de la mesa de Blajaquis, el mozo Jess Fernndez atenda a un parroquiano. Al
or los tiros se ech al suelo y se arrastr hasta quedar a cubierto tras la curva del
mostrador, paralela a Mitre. El parroquiano huy, lo mismo que cuatro estudiantes que
estaban sobre la calle Sarmiento, que dejaron sus portafolios.
El copropietario Ramn Garca estaba junto a la pileta. Cuando oy los tiros se meti
bajo el mostrador. El ltimo en enterarse de lo que pasaba fue el mozo Antonio Gonzlez.
Sordo del odo derecho, estaba de espaldas al local. Sostena en la mano la bandeja con
una botella de coac, destinada a la mesa de Vandor, que acababa de recibir de su
colega Hctor Gmez, y estaba esperando la copa. De pronto Gmez se zambull.
Mientras trataba de explicarse el motivo de tan misteriosa conducta, Gonzlez crey or
una motocicleta. Entonces se le vinieron encima Imbelloni y Rolando, que luchaban
entre s a puo limpio. Vio a Blajaquis y Zalazar, cados, dej la bandeja sobre el
mostrador y se agach: as estuvo cinco minutos.
En la mesa de tres que flanqueaba al grupo Blajaquis, tambin se haban parado. Juan
Ramn Rodrguez gatill una vez su revlver 38, y el disparo no sali: en su fuga,
perdera el arma. Luis Costa y Tiqui An se corrieron hacia la puerta de Sarmiento.
Segn Imbelloni, hicieron fuego desde all.
Horacio desapareci, simplemente. Presentado por Blajaquis, slo se sabe que
militaba en la juventud peronista. Nunca se present a declarar.
Francisco Granato corri hacia la puerta de Sarmiento. Vio el tropel vandorista que
avanzaba en direccin contraria, entre ellos el propio Vandor guardaba un arma en la
cintura. Granato les arroj una mesa y escap. Delante de l trotaba el senador Safi,
herido en una nalga.
-Mir lo que me hicieron! -gimi Safi cuando Granato lo alcanz en la esquina.
Raimundo segua a caballo sobre Gerardi. De pronto recibi un sillazo en la cabeza.
Era Imbelloni, que despus de zafarse de Rolando completaba as su retirada.
Y ahora Raimundo vea a un hombre con el revlver en alto, acercarse desde el fondo:
presumiblemente Armando Cabo.
En ese momento se interpuso Rolando, que gritaba a su hermano
-Par, que Mingo est herido!
El hombre que avanzaba, quiz con el revlver descargado, se detuvo. Vio a Rosendo
cado, trat intilmente de levantarlo. Descubri junto a la caja el revlver de Rosendo,
lo alz y se lo puso en la cintura. Despus se march con la misma serenidad con que
haba tirado.
Alrededor de doce segundos haban transcurrido desde que empez el incidente.
Ahora slo quedaban en La Real los cados y los hermanos Villaflor. Desde la esquina
Granato oy que Rolando gritaba desesperado
-Mingo! Mingo!
Volvi. Segundos despus regresaba Alonso. Los cuatro amigos se quedaron mirando.
El Griego tena un tiro en el pecho, y de la mejilla de Zalazar brotaba incesante un chorro
de sangre, como un surtidor.
9. EL GRIEGO
Entonces Rolando que quera agarrar a los dos, y Raimundo que deca: No que est
muerto, no que est muerto. Porque l ya haba visto que Mingo no reaccionaba, y lo
pesado que era para moverlo pero Raimundo segua masajendolo, implorndole:
Griego, reaccion Griego, que no es nada, te la dio en la derecha, esto se cura, viejo.
Pero no se curaba. Un rato despus el viejo Mingo mora en el Fiorito y lo que de l
quedaba es ese Te acords? con que empiezan tantas conversaciones:
Te acords, Negro?, esa tarde fuimos a buscarlo a la sociedad de fomento, y cuando
nos venamos todos juntos haba una vieja en el barrio y l le hizo un chiste, le dice:
Ac me voy yo con toda mi prole, te dice el finadito. Y la vieja le dijo: Cuidensn,
muchachos, cuidensn muchachos, pero l se mora de risa, No tenga miedo viejita que
a m no me pueden hacer nada, deca, yo soy como el Ave Fnix. No s cmo es la
milonga esa,-no? pero es uno que se muere y vuelve a renacer, el Griego siempre tena
esos chistes.
En los pibes de Gerli que hoy son hombres resignados o conformes o rebeldes, la
figura de Domingo Blajaquis fue desde siempre la parte del misterio, que al mismo
tiempo era la insuperable bondad, y desde lo ms remoto que nadie se acuerde, trat de
unir para luchar, incluso a los chicos que encontraba perdiendo el tiempo en las
esquinas:
-Qu hacen ustedes?
-Y, aqu estamos, sentados.
-Por qu no leen, por qu no se juntan, por qu no se organizan? Ustedes saben que
en la antigedad existi un ser que se llam Espartaco. Por qu no forman ustedes, la
juventud, ah tienen un nombre, la juventud espartaquista?
Y se iba cargado de sus libros, folletos, diarios, dejndolos atnitos de que se dignara
hablar con ellos, porque todos saban que Domingo Blajaquis haba estado preso tal vez
desde que naci, y que era el primer hombre que sufri la Picana, tal vez el inventor del
Gran Sufrimiento de la Picana, que la polica siempre lo busc y que l contest a la
polica y a todos los explotadores del mundo con bombas que hacan saltar los puentes y
las fbricas de los explotadores. As creca el mito:
Lo mirbamos como a un jugador de ftbol, qu s yo. La prueba est que despus,
en cierto momento, l quiere practicar boxeo. Entonces en el club Villa Modelo venan ya
boxeadores de cartel pero todos los pibes bamos adonde se entrenaba Blajaquis.
Despus vino el 55 y el oscuro drama de Blajaquis con su partido, el partido
comunista, del que reneg y no reneg porque como dice uno de los que fueron sus
amigos a Mingo lo cascaron los conservadores, lo fajaron los radicales, lo expulsaron los
comunistas, lo torturaron los libertadores y al final lo masacraron los que se dicen
peronistas. Y eso que l nunca quiso hablar mal de nadie y hasta resultaba ingenuo en
su afn de encontrar lo que haba de bueno en cada uno. Pero el 16 de junio fue de los
que sostuvieron que haba que armar milicias obreras, y por eso lo radiaron los
burcratas. Marxista convencido, los peronistas de la base lo aceptaron como suyo: el
dilema que an no termina de aclararse en los papeles, se resolva en el corazn de un
hombre al que nadie tuvo que explicarle dnde estaba el pueblo del que formaba parte.
Lo que s quera el Griego era una revolucin, y a eso dedic los das y los minutos de su
vida, sin ms descanso que una partida de ajedrez, una jarra de vino o una aventura
ocasional que provocaba las risas de sus compaeros.
Preso en un barco, preso en Caseros, preso en Esquel, perseguido siempre, derrotado
nunca, le quemaban los libros con querosn, se escapaba por un agujero debajo de la
cama que daba a un balda, se zambulla detrs de una cerca, y reapareca siempre con
una sonrisa y un chiste malo, con su chaqueta de cuero y su gorra, con su aspecto de
obrero que no pudo perder ni leyendo a Hegel ni desmenuzando el idealismo alemn, con
su formidable impulso organizador: las huelgas de una dcada al, sur del Riachuelo
llevan el sello de Domingo Blajaquis.
Con el balazo que lo derrumb haba saltado de la mano de Rosendo Garca el revlver 38 especial que
alcanz a sacar de la cartuchera ceida al cinturn. Mientras manoteaba desesperadamente el piso de La Real,
oy el resto de los tiros que zumbaban sobre l, se arrastr entre convulsiones hasta quedar casi sentado, con la
espalda apoyada en la cabecera de la mesa: en esa posicin alcanz a verlo Raimundo Villaflor.
Despus ces el tiroteo, lo rode el tropel de pasos fugitivos. Una mano -la de Armando Cabo- lo
sacudi por el hombro, trat intilmente de enderezarlo. Con ojos turbios pudo contemplar el desastre
-Gerardi inmvil, los cados en el bando adversario- mientras se preguntaba quin a su espalda, qu
cuenta arreglada; y cmo era que todos lo dejaban solo. Entonces volvi a arrastrarse en direccin a
la puerta, la salida, la vida que se escapaba y comprendi lo jodido que estaba cuando tuvo que
apoyarse nuevamente contra la pared de La Real. All lo vera el desesperado Rolando mientras
cargaban pesadamente con Zalazar y Blajaquis, los metan en el taxi de Jorge Prspero lvarez y
volaban al Fiorito.
Entonces Rosendo volvi a arrastrarse hasta la calle y qued tendido a lo largo sobre la vereda de Sarmiento,
mientras Norberto Imbelloni buscaba un auto que el dirigente Izetta le neg por no estropear el tapizado, y
consegua al fin el Fiat 1500 de Maximiliano Castillo, donde lo cargaron con la ayuda de Tiqui An, y ese fue
el momento que eligi Rosendo para decir, tal vez con tristeza o como una simple comprobacin, porque ya se
iba, el momento que eligi para decir a sus amigos
-Justo a m me la fueron a dar.
S, justo a l, el hombre que haba crecido demasiado en Avellaneda y en la UOM, el hombre que aspiraba a
ser gobernador de la provincia, el nico que a corto o largo plazo poda desplazar a Vandor.
Nicols Gerardi qued totalmente abandonado sobre las baldosas de La Real. Cuando lleg la polica, el vigilante Segovia lo meti en un taxi. Gerardi quera que lo llevaran al sanatorio de la UOM y parece que volvi a
acordarse de su carnet de la Cmara de Diputados. El taxista se dio vuelta y le dijo:
-Gracias que te llevo al Fiorito.
11. ZALAZAR
Porque para ser peronista, hay que estar con Pern, y si no se es peronista, se es traidor al movimiento. Estas eran las cosas que Juan Zalazar haba empezado a escribir en un cuaderno a los 34 aos y que mostraba
candorosamente a los que llamaba sus hermanos. Mingo y Raimundo podan hablarle de Argelia o del Congo, de
Cuba o de Vietnam, que l respondera:
-Eso es peronismo?
Asombrado de que alguien quisiera ensearle algo, por primera vez. Aunque los resultados no fueran deslumbrantes sobre el papel, Zalazar intentaba explicarse el amargo mundo, su maltratada suerte
-Toda su vida -explica Granato- fue una desesperacin por conseguir trabajo.
Boxeador mediocre en su juventud, las peleas disminuyeron a medida que aumentaba la familia. Lleg a
tener cinco hijos, cuyo porvenir lo desesperaba. Que no sean burros como yo, repeta. Su destino natural de
militante en la Resistencia fue el de guardaespaldas de los que iban a convertirse en jerarcas y olvidarse de l. Un
da acudi a ver a uno de esos hombres a quienes l haba cuidado: quera un permiso para un puestito de
sandas.
-Con cunto vamos? -le pregunt el concejal.
-Mir estos hijos de puta -coment Salazar.
Nunca pudo entender esas cosas.
La obsesin del trabajo se convirti casi en locura. Un da entr con un amigo a trabajar de prepotencia en
una fbrica. El capataz los quera matar y los operarios se rean.
-Mir estos hijos de puta -volvi a decir Zalazar-. En vez de ayudarnos, se ren de nosotros.
Los corrieron a bulonazos mientras l desafiaba a todos a que salieran a pelear a la calle. Pero igual sigui sin
entender.
Ahora boxeaba cuando poda, en cualquier festival, contra cualquiera. Lo amasijaban, y se iba contento con
unos pesos para que comieran los pibes. Una vez de las tantas veces que no hubo nada en la casa, trajo unos
pescados que encontr en la costa. Se intoxicaron todos.
Anduvo en una bicicleta vendiendo flores. Quiso inventar una mquina de hacer chorizos donde l era el
motor: Porque yo tengo fuerza, se rea. Y la noche que lo mataron acababa de trabajar 36 horas seguidas en la
Shell, porque al fin haba agarrado una changa y no la quiso desperdiciar, y an le quedaban ganas para reunirse
con sus compaeros, a ver si podan hacer algo por los caeros de Tucumn.
Entonces Armando Cabo, que estaba sentado al lado de Vandor, termin de tomar su whisky, hizo puntera y
lo mat.
Pero ya no importaba tanto porque Juan Zalazar tambin se haba salvado en los otros, en la fraternidad de
los que luchan y al fin comprenden. Sea una vez ms su hermano Raimundo Villaflor quien lo despide:
Era la imagen y la expresin del hombre simple que pugna por romper esa simpleza.
Saba poco de retricas intelectuales, pero saba muchas cosas prcticas. En la medida
que descubra la traicin incubada por la burocracia, la postracin del movimiento y la
frustracin de los militantes, nos unimos, y las pasamos juntos, y las comimos juntos.
Nos preguntamos por la muerte y por la vida, si duramos o vivimos. Durar, dura el
borrego. Vivir, vive el militante revolucionario.
Segunda Parte
LA EVIDENCIA
-Pero, cmo van a hacer eso? -exclam el cortador de pizza Carlos Snchez al ver que los primeros baldazos
caan sobre el piso ensangrentado de La Real. No hay que tocar nada!
-Y t que sabes? -dijo el patrn Hevia.
-Es que yo he sido polica militar en Paraguay. Los cepillos de goma y los trapos de piso quedaron en
suspenso.
-Hombre -repuso Hevia-, si ya estuvieron ellos aqu, y no han dicho que no lavramos. Esta es la hora de la
limpieza, as que a limpiar.
Snchez de todas maneras llam por telfono.
-Podemos limpiar?
-S, claro -le respondieron de la comisara.
Los mozos volvieron a su tarea. Recogieron vasos rotos, enderezaron mesas y sillas cadas, lanzaron nuevos
baldes de agua sobre las manchas de sangre. En seis minutos la confitera qued reluciente, como si no hubiera
pasado nada.
-As da gusto -suspir Hevia.
En ese momento son el telfono y una voz spera grit en el odo de Snchez
- No toquen nada!
-Han visto? -dijo Snchez.
-Coo -dijo Hevia.
La destruccin sistemtica de la prueba por la polica de Avellaneda haba empezado media hora antes
cuando una persona particular, visiblemente azorada se present en la comisara primera y denunci ante el
jefe de turno, subcomisario Alberto Martnez, lo que acababa de ocurrir. El subcomisario no identifica al testigo,
y el juez Nstor Cceres, al interrogarlo un mes despus, no le pregunta quin era.
Martnez acudi a La Real con el ayudante Atilio Dellepiane, el cabo Santamara, los agentes Segovia,
Cristaldo y Zacaras. All se enter que Rosendo estaba en el Fiorito y se hizo llevar en un automvil que pasaba,
dejando a Dellepiane con las rdenes del caso.
Junto a la curva del mostrador, frente a la caja, el cabo Santamara encontr una cpsula 45 y un plomo del
mismo calibre. Sin la menor precaucin los recogi.
El agente Zacaras levant otra cpsula en el pasillo divisorio de los dos ambientes y dos ms
cerca de la caja registradora. Cuando el juez le pida que por lo menos seale dnde las encontr,
responder que en cinco aos que lleva en la polica es la primera vez que interviene as en un
procedimiento de un hecho de esta naturaleza y magnitud, por lo que no puede asegurar precisin en
las referencias que hace sobre el croquis.
Rato despus, las cpsulas ya eran cinco. Nadie aclara dnde apareci la quinta, ni quin la hall. El revlver
de Juan Ramn Rodrguez, que estaba cado bajo una mesa, anduvo de mano en mano antes que Hevia lo
entregara a Dellepiane.
Volvi el subcomisario del hospital y en seguida se retiraron todos sin dejar vigilancia ni consigna. El copropietario Ramn Garca, declarando ante el juez, dir que antes de irse Dellepiane, su socio Hevia le pregunt
qu haca con el local, respondiendo el polica que podan limpiar. Hevia no recuerda ese dilogo pero seala
que habiendo estado ya la polica y no habiendo dejado rdenes en contrario se poda limpiar. Dellepiane se
justifica alegando que se traslad al hospital, dejando cerrado el local, no recordando si qued vigilancia, y al
volver observ que se haban lavado las manchas de sangre, pues fue difcil hacer cumplir las directivas por la
confusin reinante. Habla, suponemos, de la confusin reinante en su cabeza.
Cuando ocho horas despus del tiroteo se present en La Real el perito en rastros de la polica bonaerense
Alberto Giglio, no encontr siquiera una copa que no hubiera sido lavada. El pianista Dardo Osle hizo un croquis
muy preciso de un local que ya tena poco que ver con el escenario de los hechos. Las tres mesas rectangulares
del grupo vandorista no conservaban siquiera su forma, pues los mozos las haban reemplazado por otras
redondas, adems de correrlas aproximadamente un metro con setenta centmetros hacia el fondo del saln
familiar, y unos veinticinco centmetros hacia la calle Sarmiento. Las dos mesas del grupo Blajaquis tampoco
estaban ya junto a la columna, sino desplazadas alrededor de un metro con treinta y cinco centmetros hacia el
saln familiar. Con este croquis trabajaron los dos jueces de la causa.
La nica evidencia que la polica de Avellaneda no consigui suprimir fueron las huellas fsicas de los
balazos. El parte redactado por el subcomisario Martnez inventa sin embargo cuatro perforaciones producidas
presumiblemente por armas de fuego en la pared que estaba a espaldas del grupo vandorista. Eran en realidad
simples astilladuras superficiales, originadas en cualquier causa anterior, y no aparecen por supuesto en el
relevamiento pericial que descubre once accidentes balsticos registrados en trece tomas fotogrficas. Ninguno
de estos disparos haba hecho blanco a espaldas del grupo vandorista, ni en sus inmediaciones, pero el errneo
informe de Martnez permiti mantener a nivel periodstico la ficcin de que se haba producido un autntico
tiroteo, con fuego de ambos bandos: el 15 de mayo La Nacin publicaba un croquis donde aparecan las cuatro
famosas perforaciones.
Martnez y Dellepiane no resultaron ms afortunados al atribuir la muerte de Rosendo a una herida de bala
en la cara anterior de abdomen con orificio de salida en regin dorsal. Como se sabe, era exactamente al revs:
la bala entr por la espalda y sali por el ombligo. Diecisis meses ms tarde el segundo juez de la causa, doctor
Llobet Fortuny, censuraba amargamente el sumario policial: No puede establecerse que la actitud de los
conductores del procedimiento haya sido maliciosa, pero s al menos incauta.
Las cosas mejoraron algo cuando lleg el titular de la primera. El comisario Luis Fernndez da intervencin
al juez Nstor Cceres, pide instructor a la Direccin Judicial, solicita por radio la presencia de peritos, demora a
los testigos y a las dos y quince de la madrugada va al Fiorito donde en presencia del inspector San Flix y el
mdico policial doctor Rodrguez Jimnez recoge las ltimas palabras del agonizante Zalazar:
... nos trasladamos a la camilla donde se encuentra JUAN ZALAZAR y a instancias del seor Mdico, esta
instruccin acierta hacerle algunas preguntas, respondiendo ZALAZAR, con apenas un murmullo y en forma
entrecortada, entre lo que se destaca el nombre de VANDOR, relacionando su presencia en lugar, pues oy que
lo nombraron y cree haber odo que decan no tire VANDOR (Literal)."
El mundo se le borraba al ex boxeador, su perspectiva de derrotas, de hombres sin trabajo y chicos
desamparados. Entr en el coma, treinta horas despus en la muerte. Esas fueron sus ltimas palabras, la plena
conciencia de su drama.
Tirado en el piso del Fiorito, Domingo Blajaquis apenas respiraba. Granato y los Villaflor intentaban reanimarlo con masajes al corazn, cuando entre varios trajeron a Rosendo. Enloquecido, Rolando se les fue encima,
en la escaramuza le peg una trompada a un mdico mientras Luis Costa escapaba a la calle.
A John William Cooke el telfono lo despert despus de medianoche: el Griego estaba herido. Eran amigos,
en 1956 haba compartido una de sus tantas crceles. Corri al hospital, cuando lleg haba un acta de defuncin
con la hora precisa: una menos veinte. Le contaron.
Cooke mantuvo su acostumbrada serenidad, observ cmo el Fiorito se iba poblando con los notables del
peronismo oficial, diputados, senadores, dirigentes, cmo creca en los cuchicheos la ola de consternacin que
tan eficazmente iba a utilizar el vandorismo: Rosendo haba muerto a las doce y veinte.
-Disparen -dijo.
-Pero si nosotros estbamos desarmados.
-Disparen -dijo Cooke-. Les van a tirar con todo Buenos Aires.
Granato no poda creerlo. En su inocencia se haba ofrecido para ir a buscar un remedio que necesitaba con
urgencia Nicols Gerardi, herido del otro bando, y lo haba conseguido en Dock Sud, despus de largo peregrinaje.
Al salir Rolando se encontr con Alonso que le dijo:
-Me parece que estoy herido en un pie.
Tena la pierna paralizada por el rebote de una bala en la suela del zapato.
-Si es un pie, no es nada -dijo Rolando.
Tomaron un taxi y fueron a avisar a una hermana de Blajaquis que viva en Gerli. Volvieron a casa de Rolando, se cambiaron las ropas ensangrentadas. Rolando tom un colectivo a Buenos Aires, en busca de su amigo,
el abogado Norberto Liffschitz.
Raimundo Villaflor no supo que tena sangre en la cara hasta que not que un vigilante lo miraba en el pasillo
del Fiorito. Fue al bao, se lav ante un espejo. Regresaba de la furia, de la desesperacin, eran las cuatro de la
maana y estaba solo con Granato.
Al salir del hospital compraron los diarios. La profeca de Cooke empezaba a cumplirse. Durante quince das
nicamente el vandorismo hablara por boca de la prensa, mientras los sobrevivientes de la matanza pasaban a la
clandestinidad.
Una sola persona, quiz, tena en la tarde del sbado 14 un cuadro medianamente claro de lo ocurrido. El
instructor, comisario Nstor De Toms, haba acumulado metdicamente en sesenta fojas el resultado de unas
treinta diligencias, entre ellas los ocho testimonios de mozos y propietarios de La Real. Tres eran particularmente importantes.
Ramn Garca, copropietario del negocio, declaraba a fojas 27 que momentos antes de comenzar los disparos observ a una persona de espaldas quien se arroj sobre los que estaban reunidos (en el sector Blajaquis)
agitando sus manos tal como si golpeara a alguien. En su segunda declaracin, ante el juez Llobet, marcar en
el croquis el lugar del incidente, que es el de Rolando Villaflor agredido por Imbelloni.
El mozo Oscar Daz observ que una de las personas integrantes del segundo grupo, se levantaba de improviso, dirigindose a la mesa de los primeros y sin mediar palabras, comenz a golpear a todos indistintamente,
ponindose de pie los integrantes del segundo grupo y armndose de sillas comenzaron a golpear a quienes en
ningn momento haba provocado. En ese instante comenzaron a escucharse disparos...
El testimonio de Fructuoso Hevia es an ms significativo por la posicin privilegiada que tena como observador desde la caja registradora. Dice:
En un momento dado, las personas que haban llegado en primer trmino se levantan de la mesa presumiblemente con la intencin de retirarse, y es en ese preciso instante que una de las personas del segundo grupo, se
levanta de improviso, arrojndose contra los que ya se retiraban, comenz a golpearlos, siendo repelida la agresin.
Esta es una descripcin bastante exacta de la acometida de Jos Petraca contra Raimundo Villaflor. Pero
Hevia dice ms:
En ese instante los dems integrantes del segundo grupo se sumaron a la refriega originada, armndose algunos de sillas, agrediendo a los que llegaran en primer trmino. Fue en ese instante que el dicente observ cmo
la lucha tomaba incremento y escuch una serie de disparos de arma de fuego, cree que del bando atacante.
El 19 de mayo surgir un cuarto testimonio sobre el origen de la agresin. Es el del joven comerciante Mario
Basello, quien declara que sin que existiera discusin previa se arm un revuelo de mesas y sillas que partan de
una mesa instalada en el sector familiar... haca otra dem distante unos cinco metros... Que luego de esa gresca
entre ambos bandos con mesas y sillas siguieron disparos de armas de fuego. Que el que depone... se hallaba...
de pie junto al mostrador bebiendo una coca-cola, es decir dando espaldas al local y con la vista al saln familiar,
de all su aseveracin acertada de que la provocacin partiera de ese grupo.
Un episodio tragicmico oscureci momentneamente la pesquisa. En la madrugada del 14 ingresa al Fiorito,
herido de bala, Dante Navarro. Morir despus. A fojas 104 Miguel Argello, tras aclarar que est comprendido
en las generales de la ley por la ntima amistad que lo une a la vctima Dante Navarro, explica compungido
cmo fue. Iba caminando con un tal Ruziak cuando se topan con Navarro y entran en La Real. El que habla en
el instante preciso en que iba a penetrar oye que alguien grita traidores hijos de puta; no obstante entra y en ese
momento observa una descomunal ria entre gran cantidad de gente, cuyo nmero no pudo determinar. Navarro
cae herido.
Es, como se advierte, una de las versiones ms coloridas del tiroteo. Lstima que sea
totalmente falsa. Argello haba baleado a Navarro en otro lugar, por motivos que no
eran precisamente polticos, y se col en la matanza de La Real. La ntima amistad que
lo una a la vctima es una notable contribucin a la picaresca del hampa.
-Yo, Vandor, Negro, te lo juro!, sabs cmo s querer yo, y yo s cmo pensabas vos, te prometo que s los
trabajadores argentinos no ven aparecer a los culpables en los prximos das, ac va a correr un ro de sangre.
Estas son las palabras, quebradas por la emocin, que un periodista crey or de boca de Augusto Timoteo
Vandor en el cementerio de Avellaneda, la templada maana del 16 de mayo de 1966.
Hoy es preciso acudir a los archivos de las diarios para advertir que de las palabras de Vandor ha quedado
otra versin, menos hermosa pero acaso ms fiel: S dentro de pocos das los responsables de este crimen no
levantan la bandera de la paz, entonces s habr un ro de sangre. La diferencia poda parecer una sutileza en
aquellos momentos. Hoy es reveladora. La primera versin es lo que Vandor debi decir, lo que todo el mundo
esperaba que dijera, y tal vez por eso crey escucharlo el periodista de Primera Plana: Si no aparecen los culpables, correr un ro de sangre. Pero los culpables no aparecieron, y el ro de sangre slo ha corrido en el
papel. La segunda versin en cambio se cumpli. Los que Vandor llamaba responsables levantaron en efecto la
bandera de la paz y ya el ro de sangre era innecesario. Vandor no tena inters en que apareciera nadie, ni los
guardaespaldas que lo secundaron, ni los sobrevivientes que iban a denunciarlo.
Una transformacin casi milagrosa se haba operado en el hombre que cincuenta horas antes, en el sindicato
Municipales de Avellaneda, lloraba por anticipado la muerte de Rosendo, y el fin de su carrera poltica. En una
de las farsas ms espectaculares que haya presenciado el pas, apareca ahora corno el vengador de su propia vctima.
Decenas de coches cargados de flores haban precedido el fretro del ltimo caudillo de Avellaneda. Una de
las coronas ostentaba el nombre de Juan Pern. La que mand Isabel Pern, en cambio, haba sido pisoteada y
destruida por furibundos vandoristas. Una muchedumbre enorme y apesadumbrada camin durante dos horas detrs de las eminencias del peronismo, acompaadas por polticos de todos los partidos, mientras las fbricas paraban y la ciudad entornaba sus puertas. Monseor Podest ofici el responso. La polica, entretanto, demoraba
la entrega del cadver de Zalazar para evitar incidentes.
Sin visitar a Rosendo en el Fiorito ni aguardar el desenlace, Vandor se haba trasladado a la sede de la UOM,
en la calle Rioja, donde convoc al abogado Fernando Torres. De all surgi una estrategia elemental pera
efectiva: proseguir la destruccin de la prueba iniciada por la polica. Armando Cabo se encarg de reunir las
armas utilizadas y hacerlas desaparecer. Alguien sustrajo del Fiorito el saco, el chaleco (perforados de bala) y la
corbata de Rosendo. Cabe suponer que de Gerardi tambin ha desaparecido alguna ropa, pues la nica que consta
en autos es una camisa de corderoy que en el acta de recepcin de la comisara es azul mientras que en la
pericia balstica sobre ropas es gris: parece poco abrigo para una noche invernal. El propio Gerardi fue sacado
del hospital, conducido al policlnico de la UOM en la calle Pueyrredn y operado por el doctor David Bracuto,
quien dice que le extrajo un proyectil 45 y lo entreg no a la instruccin sino a Fernando Torres.
Han pasado treinta y seis horas desde el tiroteo cuando Torres, invocando su carcter de apoderado general
de la Unin Obrera Metalrgica, se presenta con el saco. El instructor le pregunta quin se lo dio. Responde que
una persona cuyo nombre y apellido se reserva, amparndose como letrado dentro del secreto profesional.
Entrega tambin la bala de Gerardi.
El 16 de mayo vuelve a presentarse el milagroso doctor Torres. Trae esta vez un revlver Colt 38 con seis
proyectiles intactos que perteneciera a la vctima de autos Rosendo Garca.
-Quin se lo dio, doctor?
-Secreto profesional, comisario.
La destruccin de la evidencia se completar con el ocultamiento de los protagonistas. A La Real han entrado
por lo menos quince. Los mozos mencionan doce porque los tres restantes se ubicaron aparte. La tctica consiste
en suprimir a los guardaespaldas y presentar solamente a los heridos, a Vandor (no hay ms remedio), a Castillo,
diputado protegido por sus fueros y al inofensivo asesor Barreiro. Sus declaraciones, obviamente concertadas,
mienten en los mismos puntos. As Julio Safi dice que estaba por entrar en La Real en compaa de Castillo
cuando empez el tiroteo y se sinti herido. La verdad es que haba entrado y se haba sentado, pero la negativa
le permite sostener que no reconoci a ninguna de las personas que rean y que tampoco pudo ver a la
persona de Augusto Timoteo Vandor u otro perteneciente al gremio metalrgico. Casi un ao ms tarde
admitir ante el juez Llobet que entr, que al llegar al bar se encontr de frente con Rosendo Garca
(metalrgico) y con Gerardi, de quien es amigo ... que Rosendo Garca lo invit a tomar un caf o una copa y
que permaneci en La Real dos o tres minutos, que pudieran ser cuatro.
Barreiro declara haber visto solamente a Rosendo, Vandor y Gerardi. Admite que haba varias personas ms
pero no les prest atencin alguna. Castillo repite la versin de Safi y asegura que se qued en la calle. Cuando
termina el tiroteo lleva en su auto el cuerpo de Rosendo ayudado por varias personas a las que considera sim-
ples transentes a los que no conoca. Tales simples transentes eran Imbelloni, Tiqui y Rodrguez: Castillo
los conoca perfectamente.
Pocas horas despus de la farsa en el cementerio de Avellaneda, declara el propio Vandor. Cuenta su llegada
a La Real:
-Me sent de espaldas a Sarmiento. Como una cosa que ya resulta comn, varios compaeros que seguramente nos haban reconocido, entraron y se sentaron a mi lado.
COMISARIO DE TOMAS: -Quines eran?
VANDOR : -No conozco sus apellidos, pero tengo la esperanza de individualizarlos e invitarlos a que concurran a prestar declaracin.
Ya va para tres aos que el dirigente metalrgico alienta esa esperanza. La memoria, infortunadamente, no le
ayud a identificar a sus propios guardaespaldas.
Describe sus temores, su sexto sentido el incidente del bao, y agrega:
A todo esto Rosendo, nervioso por naturaleza, se hallaba cada vez en mayor tensin. Transcurren escasos
segundos y de pronto, tres o cuatro de los individuos de la otra mesa se ponen de pie, aclara que no medi
provocacin alguna de parte de ningn grupo, y al ruido de las sillas al levantarse, sumado a la atencin que
prestaba el dicente, hizo que rpidamente se percatara de la situacin, tratando de buscar refugio, no as Garca,
que imprevistamente dando un salto y con los brazos en alto se pone frente a los atacantes. En ese momento el
dicente escucha un disparo y casi de inmediato una sucesin de ellos...
Subrayemos: Garca dando un salto y con los brazos en alto se pone frente a los atacantes, y en ese momento
se escucha un disparo. Sin quererlo, Vandor prueba que Rosendo fue muerto por su propio grupo. Basta recordar
que la bala le entr por la espalda.
Pretende Vandor que ya agazapado perdi la nocin de cuanto lo rodeaba. Quiz para explicar el abandono
que hace de Rosendo, afirma que suponiendo el dicente que la reyerta no haba tenido mayores consecuencias,
se dirige a la central de calle Rioja. Omite la escena de llanto pblico en Municipales. Simula que dej a su
chofer Taborda en el auto. Alega que no vio a Safi ni Castillo. En ese punto el instructor, hacindose eco de un
secreto a voces, le pregunta:
-Estaba sentado Cabo junto a usted?
Vandor: Que terminantemente, refiere que sentado junto al que habla no se hallaba ni Dardo, ni Armando
Cabo. Dardo Cabo (que ms tarde iba a comandar la expedicin a las Malvinas) no tuvo por supuesto la menor
intervencin en la matanza de La Real. Pero su padre, Armando, ocupaba la silla contigua a Vandor.
Juan Taborda, chofer de Vandor, arguye que no entr en La Real. Se qued en el auto y no vio a nadie ms
que Rosendo y Vandor. Olvida explicablemente que fue el iniciador del tiroteo. No ser siquiera procesado.
El interrogatorio de Nicols Gerardi es postergado hasta el 26 de mayo, por indicacin de los mdicos de la
UOM. Dice que lleg a La Real con Vandor y Rosendo, y que con ellos penetraron varios muchachos que l reconoce como activistas metalrgicos... cuyos apellidos desconoce. Cabe preguntarse por qu el desdichado
Gerardi protege de este modo a sus propios heridores. Estaba a merced del aparato de la UOM. Ms tarde administrara desde un silln de ruedas el hotel metalrgico en Mar del Plata.
Una parte del testimonio de Gerardi es a pesar de todo prueba de cargo. Fojas 108 v.:
Inmediatamente tres o cuatro individuos de la mesa observada se ponen de pie, moviendo sillas y mesas de
manera brusca, sin que mediara ninguna provocacin por parte de la mesa integrada por el dicente. En el acto
Rosendo se levanta imprevistamente, dando un salto y sin nada en las manos se pone frente a los atacantes. Son
un disparo en la mesa contraria...
Subrayemos una vez ms: sin nada en las manos, frente a los atacantes, son un disparo que Gerardi atribuye a la mesa contraria sin explicar por qu. Un ao despus Gerardi admitir que esa noche no vio a ninguna
persona con armas ni antes, ni durante, ni despus del conflicto.
Entretanto, alguien le ha soplado al instructor el nombre de un tal Imbellone. El doctor Torres saca un
nuevo conejo de su inagotable galera: presenta a ngel Imbelloni que no tiene ms relacin con los hechos que
ser hermano de Norberto. Descubierto el truco, comparece Beto, quien relata su incidente en el bao pero omite
su pelea con Rolando y no identifica a otros actores que Rosendo, Gerardi y Vandor.
El 19 de mayo inopinadamente el comisario De Toms resuelve cambiar la cartula del sumario, de
homicidio simple a triple homicidio y lesiones graves en ria. Ordena sin embargo la detencin de Vandor y
designa para buscarlo al cabo Antonio Crucci. Dejando a salvo sus grandes mritos como torturador (hoy
procesado) Crucci no era quiz la persona indicada. El 20 de mayo informa que Vandor y Barreiro han
desaparecido de sus domicilios y lugares que frecuentaban asiduamente.
El destino del vandorismo pasaba en ese momento por esferas ms altas que las de
Crucci y el propio De Toms. Las febriles negociaciones, los encuentros, las conjeturas
sobre cifras en juego han engrosado el folklore judicial. Lo cierto es que el mismo 20 de
mayo Vandor consegua que el juez de la causa, Nstor Cceres, lo eximiera de prisin.
Armado con ese papelito, se presenta en Avellaneda y le dice rotundamente al instructor
que l no habla ms: por lo menos en la comisara.
Entonces yo agarr y me fui a mi casa. En mi casa me qued un da, y mi mam me preguntaba, Qu te pasa,
qu te pasa, le digo No, no nada, nada. No ves el problema que hay, qu quers que haga. Me dice, Pero qu te
pas, le digo No, nada, nada, y entonces me dice, Cmo, no vas a dormir hoy a tu pieza, le digo No, me voy a
quedar ac, y entonces mi mam desconfiaba, Cmo, si nunca se queda ac, qu raro. Entonces yo no poda
dormir, ni dorm. Al otro da me fui de mi casa. Me fui, fui a casa de unos amigos, despus volv de nuevo a mi
casa, y mi mam me dice, Cmo no te pas nada ayer, si ayer mataron a Zalazar, estaba herido Zalazar, y
mataron a Blajaquis. Le digo No, lo que pasa es que yo no te quera contar nada, si vos sufrs del corazn, para
qu ms problemas, bastante con lo, me dice S, pero cuidate porque ahora te van a, te van a matar a vos y yo,
mi mam lloraba, le digo No, no me van a matar le digo, no, de jame que no me va a pasar nada. Entonces yo
agarr y me fui. Me fui, iba a ir a, ya haba pasado un da y pico, iba a ir al velorio de Zalazar, pero unos
amigos me dicen, No, no vays, porque ah te van, ah te van a.
Haca bien Francisco Alonso en desconfiar. En sus declaraciones ante el instructor los vandoristas pretendan
ignorar la identidad de sus rivales : Nadie quiere jugarla de delator, explic a Primera Plana un dirigente. Por
debajo, la verdad era menos bella. Un breve parte del cabo Crucci, fechado el 20 de mayo, la pone al descubierto: Segn versiones circulantes dentro de personas vinculadas al gremio metalrgico, entre los integrantes
del grupo isabelino figurara una persona de apellido Alonso.
La identidad de los hermanos Villaflor y de Granato haba sido revelada a la polica por un hermano del mismo Blajaquis, de nombre Jacinto. El instructor pidi su paradero y despus su detencin.
Los sobrevivientes de la matanza pasaron a una lgubre clandestinidad. De refugio en refugio, durmiendo
amontonados, a veces cuatro en una cama, una formidable campaa de prensa descargaba sobre ellos toda la
indignacin del pas. A veces escuchaban con un sobresalto las noticias radiales que los imaginaban cercados en
tal o cual lugar. No haban podido asistir al entierro de sus amigos queridos. Cuando cambiaban de escondite, era
de noche, furtivamente. La Banca Tornquist no permaneci del todo indiferente a sus destinos: el 19 de mayo la
empresa Conen ordenaba el despido de Raimundo Villaflor. De este modo Tornquist expresaba su solidaridad
nunca desmentida con Vandor y el mecanismo de delacin interna que tantos estragos ha causado entre los
delegados de Tamet y otras empresas del grupo.
En los medios peronistas, la verdad se iba filtrando lentamente. Ya en el entierro de Zalazar, Alicia Eguren
haba formulado contra el vandorismo una acusacin apenas velada. Una reunin en el sindicato de Sanidad,
dirigido entonces por Amado Olmos, permiti esclarecer los hechos ante dirigentes obreros. Olmos prest su
automvil para realizar las diligencias judiciales necesarias. Una campaa reuni penosamente los ciento veinte
mil pesos de las fianzas. Jos Alonso, en cuyo nombre -segn los diarios- se haban enfrentado las facciones de
La Real, contribuy con quince mil pesos, algo as como la milsima parte de la valuacin de su finca en la calle
Santos Dumont.
Detrs de Vandor, haban sido eximidos de prisin Barreiro e Imbelloni. Esto decidi al doctor
Liffschitz a presentar a sus propios defendidos. Pero antes hubo una reunin de abogados de las
partes.
Viendo crecer la prueba en contra a pesar de sus manejos, el vandorismo haba echado a rodar una nueva
versin de los sucesos. Segn esta fbula, un tercer grupo formado por policas de la provincia de Buenos
Aires intervino en la ria, la convirti en tiroteo y se hizo culpable de las muertes. Era una forma de remitir al
limbo la identidad de los victimarios, y un aporte circunstancial al clima del golpe militar que se estaba gestando
contra el gobierno radical. Torres propuso abiertamente a Liffschitz que aceptara esa versin. Liffschitz la
rechaz y el 31 de mayo present al instructor sus defendidos Raimundo y Rolando Villaflor, Francisco Granato
y Francisco Alonso. Con excepcin de Horacio, que no aparece, constituyen la totalidad del grupo sobreviviente
de Blajaquis.
Sus declaraciones son las ms amplias y ricas en detalle incorporadas a la causa. En minuciosos croquis, los
cuatro identifican y ubican correctamente a Rosendo, Vandor, Safi e Imbelloni. Cometen errores parciales con
Gerardi y Barreiro, a quienes no conocan bien. Describen a los desconocidos. Los vandoristas son diez en las reconstrucciones de Raimundo y Alonso; once, en las de Granato y Rolando. Ninguno menciona a los tres guardaespaldas en la mesa de Luis Costa, que haban sido vistos borrosamente por Alonso y Rolando. Probablemente
no queran dar pbulo a la versin del tercer grupo. El solitario Acha tambin les pas inadvertido.
Raimundo dice que Vandor extrajo una pistola, aunque no lo vio tirar porque en ese momento estaba ocupado
con Gerardi; Rolando dice que Vandor, con una pistola 45, tiraba continuamente y al montn... en su cara
reflejaba una desesperacin tal que daba la sensacin que quera barrer con todo lo que haba delante. Granato
sostiene que lo vio tirar con una pistola e inclusive escuch a alguien del grupo antagnico que deca: No tire
Vandor, no tire Vandor , confirmando as el testimonio de Zalazar moribundo. Alonso dice que Vandor sac
una pistola. A pesar de la unanimidad, ste es un punto conflictivo: como veremos luego, Imbelloni asegura que
Vandor tir con un revlver 38.
Esa noche por primera vez los diarios desplegaron la versin de los atacados.
Entretanto el laboratorio balstico forense de la polica provincial aportaba una prueba decisiva. Es la pericia
realizada por el comisario inspector Arnaldo Romero. Tras describir los once accidentes balsticos que ya
mencionamos, llega a las siguientes conclusiones:
a) Que en el interior del bar y pizzera La Real, se han constatado cuatro perforaciones, cinco impactos y
dos roces de proyectiles servidos por armas de fuego.
b) Que el roce ubicado en el mostrador mvil corresponde a un proyectil de grueso calibre tal como el .44
.45.
c) Que la perforacin en la mesa situada en el sector bar, ha sido producida por un proyectil calibre .44
.45.
d) Que la perforacin existente en la silla corresponde a un calibre no mayor del .38.
e) Que se han efectuado dentro del local por lo menos nueve disparos, con las consecuencias ya sealadas.
f) Que se han utilizado armas de distintos calibres.
g) Que no se ha verificado huellas de ahumamiento o tatuaje, que son evidencias de disparos prximos al
blanco.
h) Que se han constatado dos zonas claras y definidas desde donde partieron los disparos, una de ellas
situada en las proximidades de la puerta de acceso que da sobre la calle Sarmiento, y la otra en el sector
familiar. En el plano adjunto, para su mejor interpretacin, se marcan las reas de tiro que son sealadas con
las letras A y B.
i) Que desde el rea A se efectuaron disparos hacia el NO. y desde el rea B (sector familiar), disparos de arma de fuego tambin hacia el NO. y hacia el sector bar, o sea el SO.
j) Que no existen huellas de que se hayan efectuado disparos dirigidos hacia el sector familiar o a las adyacencias de la puerta de acceso a la calle Sarmiento.
En resumen, que se ha tirado desde la puerta (rea A) y desde el sector familiar o vandorista (rea B). No se
ha tirado contra la puerta ni contra el sector vandorista. No se dice pero surge del plano, y lo admitir ms tarde
el propio juez Llobet, que hay una nica zona batida por las dos reas de fuego, y que esa zona es la que ocupaba
el grupo Blajaquis5.
La conclusin es transparente: el grupo vandorista tir, el otro no tir.
La pericia es un buen trabajo. Para ser perfecta debi establecer el calibre de todos los impactos y perforaciones. Si es posible determinar el calibre del proyectil que produce un simple roce en un mostrador, cabe dentro de
lo razonable exigirle al perito que diga qu clase de bala hizo un ntido agujero en una vidriera.
De todos modos, las cosas empezaban a ponerse feas para Vandor.
-Si esto fuera menos conversado -se le oy decir tristemente al comisario De Toms-,
ya estara todo resuelto.
Ver croquis.
En el mes de junio, a medida que se precipitaban en el pas los acontecimientos polticos, la investigacin entraba progresivamente en coma. El da 6 el comisario De Toms da por terminada la instruccin y eleva las
actuaciones al juez de La Plata, Nstor Cceres. El 17 se recibe la pericia balstica sobre ropas, armas, cartuchos,
vainas y proyectiles. Contiene una novedad sensacional, que pasa inadvertida para todo el mundo.
La autopsia de Rosendo haba establecido ya que su muerte fue provocada por un proyectil con orificio de
entrada en la regin dorsal sobre la lnea media a nivel de la duodcima vrtebra dorsal y orificio de salida en la
cara anterior del abdomen.
Pero la pericia efectuada sobre el saco, la camisa y la camiseta, afirma: a) Que las ropas de Rosendo Garca
han sido afectadas por un disparo de arma de fuego... ; d) Que no se ha constatado orificio de salida del
proyectil.
Dicho. de otro modo, la bala que atraves el cuerpo de Rosendo, se par ante la camiseta. Esta impresin se
acenta cuando a fojas 11 v. del expediente leemos que el secretario del instructor ha recibido: Correspondientes a la vctima Rosendo Garca, los efectos que se detallan: una camiseta de malla, con manchas de sangre en su
parte posterior; una camisa blanca, mangas largas, tambin con sangre en su parte posterior. Parece, pues, que
en estas ropas no slo no hay orificio de salida; ni siquiera hay sangre en la parte delantera, donde sali la bala
que haba rozado la aorta y provocado una terrible hemorragia.
Estos absurdos resultados son el fruto de la sistemtica adulteracin y manipuleo de la prueba.
Blajaquis, contina la pericia, fue alcanzado por un proyectil de un calibre no mayor al 45, dirigido de adelante hacia atrs, de derecha a izquierda y de arriba hacia abajo. Debi no estar erguido, fundamentado este
concepto, en base a la altura del orificio de entrada en relacin a la estatura de la vctima. En resumen, a
Blajaquis lo mataron sentado.
En las ropas de Zalazar no hay perforaciones. Recibi un tiro en la cara y se le extrajo una bala 38.
La camisa de Gerardi tiene un balazo en la espalda. El proyectil que se le extrajo y el que apareci en el lugar
del hecho han sido disparados por la misma arma. Las cinco vainas encontradas tambin han sido servidas por
una misma arma de calibre 45.
El revlver Colt entregado por Torres como propiedad de Rosendo no haba sido disparado en fecha reciente.
El Eibar 38 (de Juan Ramn Rodrguez), alojaba seis cartuchos, uno de ellos percutido en forma excntrica por
desajuste del tambor: el disparo no sali.
El 28 de junio, cuando los tanques calentaban sus motores para inaugurar la era de Ongana, aparece Norberto Imbelloni ante el doctor Cceres y recuerda que tiene una causa anterior en un juzgado de Baha Blanca.
Una semana despus Cceres arguye esa novedad, para declararse incompetente, e invocando un artculo del Cdigo de Procedimientos, un inciso de otro artculo, tres acordadas y una sentencia de la Corte, remite la causa al
doctor Llobet Fortuny. El juez de Baha Blanca se la devuelve, persignndose sobre otro artculo del mismo cdigo. Cceres saluda ese artculo, admite que se equivoc de inciso, emboca el inciso adecuado y plantea la
cuestin de competencia. Siguen cuarenta y dos das de parlisis total.
El 22 de agosto presta declaracin indagatoria Augusto Timoteo Vandor. Ha perfeccionado su
relato. Ahora resulta que al comenzar el tiroteo no slo se agazap sino que se tir al suelo y se
levant recin cuando ya haba cesado el incidente. De la existencia de Imbelloni, que pudo o no
estar en su mesa, se enter despus. No tena armas, no ha hecho fuego, sigue sin recordar los
nombres de sus acompaantes.
Durante seis meses ms, el expediente fue celebrado por la polilla. El 14 de febrero de 1967 la Suprema
Corte de la provincia notifica a Cceres que los cdigos, artculos, incisos, causas, acordadas y sentencias
coinciden en que la causa por la masacre de Avellaneda pase al lejano juzgado de Baha Blanca.
El tiempo transcurrido no le ha alcanzado al doctor Cceres para disponer el careo de
los protagonistas, identificar a los ausentes por el sistema identikit, confrontar a Taborda
y Cabo (mencionados en el expediente) con el grupo atacado y con los mozos, periciar el
pantaln de Safi, reconstruir sobre el croquis policial la posicin de los protagonistas,
advertir las contradicciones sobre la ropa de Rosendo e investigar las dudosas intervenciones del doctor Torres.
El revlver con que Miguel Argello mat a Dante Navarro, a pesar de la ntima amistad que los una,
estaba animado del mismo espritu burln que su dueo. Sin que nadie sepa por qu, aparece entre las armas y
efectos recibidos por el juzgado de Baha Blanca. El doctor Llobet Fortuny seriamente ordena periciarlo para establecer si con l se ha dado muerte a Zalazar. La respuesta, por suerte, es negativa.
En abril de 1967, propietarios, mozos y parroquianos de La Real inician su peregrinaje a Baha Blanca y repiten sus declaraciones, ms cautelosas que las primeras. Snchez, que antes haba visto una mano disparando un
revlver, ahora se acuerda del revlver pero no de los disparos. El comerciante Basello, que ha tenido un ao
para reflexionar, invierte su testimonio: sin intervencin alguna de la gente que estaba en el sector vandorista,
se arm en el sector opuesto un revuelo de mesas y sillas.
EL JUEZ. -Eso es lo contrario de lo que usted ha declarado.
BASELLO. -Me habr confundido, doctor.
Garca, Hevia y Daz confirman en cambio el origen de la agresin.
Gerardi agrega algn detalle a su testimonio anterior: tiene el vago recuerdo de haber visto entrar del lado de
Mitre al diputado De Cicco y al doctor Sanz, diputado provincial.
Son dos testigos falsos, segn Imbelloni, sugeridos por la inagotable inventiva del doctor Torres. Valentn De
Cicco, metalrgico, declara que al entrar en La Real vio a Gerardi discutiendo o conversando; a Vandor que
pareca estar cayndose o agachndose y se tomaba de la mesa con una de las manos; seala en el croquis
una, posicin donde Vandor nunca estuvo; sali a la calle arrastrado por la gente, pasado el tiroteo entr con
Sanz y se cruzaron con Vandor, que se incorporaba por detrs de una mesa ; vieron tres heridos, entre ellos
Gerardi y Rosendo; el doctor Sanz, como mdico, les ech un vistazo y le dijo al declarante: Che, estn
jodidos. Lo que toda esta colorida invencin tiende a demostrar es que Rosendo, cado, no estaba en la lnea de
fuego de Vandor. Para eso hay que arrastrarlo detrs del mostrador de la heladera.
El doctor Sanz repite la fbula, pero menos hbil que De Cicco debe marcar dos veces la posicin de Vandor,
y otras dos las de Rosendo, para que al fin se interponga entre ellos el codo del mostrador...
El 2 de junio de 1967 por primera vez se constituye el doctor Llobet en La Real, sin que de esa visita surja
nada concreto. Totalmente desorientado, la emprende entonces contra el nico punto slido de la pesquisa: la pericia balstica. El 22 de junio formula al perito tres preguntas. La tercera quiere saber si los roces, perforaciones e
impactos que menciona el laboratorio son sin duda producto de disparos de armas de fuego ; y no, digamos, de
otros tantos sartenazos o tentativas frustradas de clavar un clavo.
La segunda muestra, en cambio, la direccin en que estn funcionando las ideas del juez. A saber: Si en su
criterio tcnico no resulta aventurado atribuir a las zonas de tiro identificacin segura con la posicin. de dos
grupos antagnicos en el local, atendiendo al escaso permetro en que se movieron presumiblemente y con extrema rapidez las numerosas personas que intervinieron en la agresin o que buscaron proteccin.
La respuesta del comisario inspector Romero es cortante. La fundamentacin tcnica de que los roces, perforaciones e impactos corresponden a disparos de armas de fuego descansa en las caractersticas morfolgicas
netas y bien definidas que se apreciaron a la observacin fsica directa o indirecta, realizada esta ltima mediante
el auxilio de instrumental de ptica adecuado. Estas caractersticas estn representadas fundamentalmente por las
formas, profundidad, coloracin, direccin, residuacin, friccin, zonas de enjugamiento, etctera.
En cuanto al punto segundo -dice el perito- hago constar que identifiqu con absoluta seguridad dos zonas
definidas de tiro. Agrega, naturalmente, que no ha asignado ubicacin en ellas a presuntos grupos antagnicos,
y aprovecha para dar al magistrado una velada leccin sobre los respectivos oficios : Para fundar mi apreciacin
de las zonas de tiro, no he tenido en cuenta otra cosa que las huellas de impacto de proyectil de arma de fuego
que localizara en el mbito del suceso... haciendo absoluta abstraccin de dimensiones del local, movilizacin de
actores y toda otra circunstancia extrapericial.
Abruptamente, el 18 de septiembre de 1967, el doctor Llobet Fortuny decide sobreseer a todo el mundo.
El auto de sobreseimiento se funda en una serie de datos falsos, de presunciones errneas y de testimonios y
pruebas mal interpretados, que merecen examinarse en detalle.
Considera el juez que Rosendo Garca fue herido por un proyectil del calibre 38, lo que es verosmil, pero
no est probado en las actuaciones que juzga. En efecto, esa presuncin se basa en el peritaje de ropas que, tras
ser manipuladas por el abogado de una de las partes, ofrecen la increble contradiccin de no presentar orificio
de salida del proyectil, a pesar de pertenecer a una vctima atravesada por un balazo.
Acepta el juez, sin ms ni ms, las declaraciones de Sanz y De Cicco. Elude en cambio o minimiza el testimonio de los mozos, alegando que slo Daz y Hevia atribuyen la primera hostilidad a un desconocido... de la
mesa del segundo grupo. Omite la declaracin coincidente de Ramn Garca, y olvida sealar que estas tres
personas son la mitad del personal presente (Snchez y Marn estaban adentro, en la cuadra) y las ms prximas
al lugar de los hechos.
No tiene en cuenta para nada las palabras que oy Zalazar al comenzar el tiroteo y que repetira antes de
morir: No tire, Vandor. Cabe presumir que si alguien le grit a Vandor que no tirara, es porque ste ya estaba
tirando, o iba a hacerlo, y en todo caso empuaba un arma.
Deduce correctamente el magistrado que la zona nica batida, o sea el punto donde se entrecruzan las
trayectorias de los disparos, coincide con el lugar donde haba estado el primer grupo (o sea el de Blajaquis).
Con esto slo, ha llegado el juez al centro de la verdad. Pero en seguida la descarta: El mismo perito declara
relativa la posibilidad de atribuir nicamente al segundo bando los disparos que dejaron huellas. El perito no
declara ni puede declarar tal cosa, porque no entra en sus funciones. El perito, en principio, ignora hasta la
existencia de bandos. Analiza un escenario vaco, las huellas que han quedado en ese escenario, y dice: dos
zonas de tiro, no dos bandos. Lo que el perito dice es: No he tenido en cuenta otra cosa que las huellas de
impactos, haciendo abstraccin del movimiento de los protagonistas y de toda otra circunstancia extrapericial.
Pero el doctor Llobet alcanza el sumum de la parcialidad cuando por su propia cuenta, sin respaldo alguno en
los hechos, oponindose a la prueba de los hechos, afirma: 2Hubo en todo caso una tercera zona de tiro con respaldo en las mesas del primer grupo y en direccin al lugar donde estaba el segundo. Sosteniendo, pues, que
desde el grupo Blajaquis se tir hacia el grupo Vandor, el juez se sustituye al perito y contradice con una
invencin el examen cientfico.
Se funda para ello en la posicin en que segn l cayeron las vctimas: Gerardi casi junto a su silla; Garca
junto a la cabecera de su mesa, y Safi fue alcanzado desde atrs, cuando corra hacia la puerta de los hechos.
De dnde saca el juez que Gerardi cay casi junto a su silla? Segn l, del conjunto de la prueba
reunida. Ese conjunto de la prueba se reduce a la primera declaracin de Gerardi, que Gerardi desestima en la
segunda. La primera vez ha dicho (fojas 108): Son un disparo de la mesa contraria (sic) y en seguida varios
ms y all el que depone se siente herido. La segunda vez declara (fojas 449): ...el declarante se sinti herido.
Que en ese primer momento el declarante debe haber perdido el conocimiento porque no recuerda haber
caminado; pero sin embargo debe de haberlo hecho porque cuando recuper la conciencia estaba cado muy
cerca del lugar donde estaba cado tambin Garca.
Subrayemos: Gerardi debi caminar; por lo tanto no cay junto a su silla. Ningn testimonio, ni siquiera
los de Sanz y De Cicco, ubica a Gerardi cado casi junto a su silla.
En todo caso lo que el juez desestima es que Rosendo, Gerardi y Safi fueron heridos por la espalda, y que
tanto en las posiciones que l acepta, como en la posicin corregida para Gerardi, lo nico que tenan a la
espalda es el grupo de Vandor. Lo que esto prueba, no es entonces lo que dice el juez: prueba precisamente lo
contrario.
El mismo lo ha dicho, aunque no quiera verlo: La zona nica batida... coincide con el lugar donde haba
estado el primer grupo. Cul fue entonces el punto batido por su tercera zona de tiro, cul fue esa zona suicida que tira y se bate a s misma en el nico punto batido? Me gustara que el seor juez la dibujara en el croquis.
Sin embargo l insiste, ciegamente: Si se admite que hubo zonas o agrupamientos de tiradores, debe tambin
admitirse que ellas no sealan a uno solo de los grupos sino a los dos. Quod erat demostrandum.
En el segundo grupo -contina el magistrado- estaban Augusto Timoteo Vandor, Rosendo Garca, Nicols
Severo Gerardi, Emilio Hctor Barreiro, Norberto Imbelloni y Julio Safi. Nadie ms? Esta es, por supuesto, la
falla ms catastrfica de toda la investigacin, que se traga ocho participantes del grupo Vandor: ms de la
mitad.
Aduce luego el doctor Llobet los antecedentes penales de Rolando y su enemistad y la de su grupo
con Vandor, para sealar las vivas sospechas de parcialidad que despiertan sus testimonios. Es bien
curioso que la enemistad que sirvi para masacrar a Zalazar y Blajaquis se invoque ahora para
sobreseer a sus asesinos. Solamente en este caso hace el juez la evaluacin de una personalidad.
Claro que no tena a su alcance los antecedentes de Costa, Valds, Tiqui y otros bellos personajes.
Miente o se confunde Raimundo Villaflor -pontifica el juez- al decir que golpe a Gerardi. En qu se
funda? En que la pericia mdica no encontr en Gerardi otra lesin que la del balazo que lo paraliz. Bravo!
Pero resulta que el brevsimo informe del mdico policial se refiere tan solo a la herida de bala y sus graves
efectos (shock, hematuria, trastornos motores y sensitivos). No dice que no existan lesiones menores. Raimundo
tampoco declara que lo haya lesionado; dice que lo golpe. Si la cada no produjo lesiones, por qu habran de
producirla los golpes? Lo ms lgico es que tanto la cada como los puetazos hayan provocado alguna
magulladura de escasa importancia, y que esa escasa importancia explica su ausencia en el informe. Dice el juez:
Gerardi no tendra inters en encubrir la accin de su supuesto atacante. Por pasiva: qu inters tendra
Raimundo en declararse atacante? Cualquier mdico pudo explicarle al doctor Llobet que son comunes los
estados de amnesia que borran de la memoria los episodios inmediatamente anteriores a un shock violentsimo
como el que sufri Gerardi.
Cuando llega el momento de pronunciarse sobre la muerte de Rosendo, dice el doctor Llobet que pueden
formularse slo conjeturas. Y en tren de formularlas, acierta con la siguiente: Podra calcularse como posible
que al ponerse de pie, dando la espalda al primer grupo, desde all pudo llegarle de inmediato el disparo que a su
vez bien pudo haber sido dirigido a Vandor, que estaba en la misma lnea de tiro.
Pero, quin le ha dicho al juez que Rosendo dio la espalda al primer grupo, al de Blajaquis? Le han dicho
todo lo contrario, a saber
VANDOR. Garca..., imprevistamente, dando un salto y con los brazos en alto, se pone frente a los
atacantes. En ese momento el dicente escucha un disparo... (fojas 49 v.). Rosendo Garca... dio un salto
ponindose de pie, con los brazos en alto y dando el frente a la otra mesa: que despus de esto son el primer
tiro... (fojas 279).
GERARDI. En el acto Rosendo se levanta imprevistamente, dando un salto y sin nada en las manos se
pone frente a los atacantes. Son un disparo... (fojas 108 v.).
Estimulado en su inventiva por la facilidad con que contradice todos los testimonios existentes, prosigue el
doctor Llobet Fortuny: Garca, segn las referencias, se puso de pie y luego salt girando para dar frente al otro
grupo, agitando las manos en alto. Cabe en lo probable que en ese instante ya estuviese herido, puesto que cay
aproximadamente en el sitio.
Para esta acrobacia del razonamiento, era necesario convertir al propio Rosendo en un Nijinsky, que se pone
de pie, da la espalda al otro grupo (nico modo de que el balazo entre perpendicular a la espalda), salta girando
y slo entonces da frente a los atacantes mientras suena el disparo que lo hiri cuando estaba de espalda,
camina todava varios pasos y cae junto a la cabecera, o se olvida el doctor Llobet que all lo dej ocho fojas
antes, y no aproximadamente en el sitio?
No hay una sola referencia que diga que Rosendo salt girando. Ese salto giratorio slo figura en la imaginacin del doctor Llobet.
Supone el magistrado que las circunstancias con respecto a Gerardi tambin pueden conjeturarse de modo
similar. Tambin estaba en la lnea de tiro hacia Vandor y recibe el balazo en la lnea axilar posterior derecha, es
decir, que si fue herido al ponerse de pie como l mismo lo refiere, el proyectil vino desde atrs a su derecha,
donde estaban sus antagonistas. Lo que cuenta Gerardi en su segunda declaracin es que se puso de pie Garca
y tambin el declarante, con la intencin de tomarlo de un brazo e impedir que se dirigiera a la mesa B y se
sinti herido. Para que las hiptesis del juez fuesen aceptables, habra que admitir que Gerardi no enfrent al
grupo adversario, ni se dio vuelta siquiera ligeramente hacia la derecha para tomar de un brazo a Rosendo; que el
grupo adversario dispar sin hacer en el sector vandorista ningn otro blanco que el ya milagroso de Rosendo y
el de Gerardi; que la bala que atraves a Rosendo no impact despus en ninguna parte (quiz porque la contuvo
la camiseta); que el proyectil calibre 45 disparado por la misma arma que hiri a Gerardi dio una vuelta carnero
en el aire para ir a batir la zona nica, etctera. O tampoco recuerda el juez ese pedazo abollado de plomo que
encontr el cabo Santamara al pie del mostrador?
Es curioso que el mismo magistrado que afirma que Gerardi y Rosendo estaban en la lnea de tiro hacia
Vandor no advierta que por consiguiente estaban en la lnea de tiro desde Vandor, y que para aceptar la hiptesis
de que fueron baleados por sus propios compaeros no hay que violentar testimonios ni pericias, ni gestionar que
nadie salte girando, ni procurar que Gerardi caiga al pie de su silla cuando admite que debi haber caminado,
ni inventar una tercera zona de tiro, estampidos retroactivos, una bala fantasma y otra bala bumerang.
Como resultado de tan brillantes conjeturas, el doctor Llobet Fortuny concluye que: No se demuestra quin
o quines fueron el o los autores de esos disparos, ni quin efectu disparo alguno, ni siquiera quin esgrimi o
simplemente tena en su poder un arma.
En consecuencia, sobresee a todos.
Safi, Imbelloni y Barreiro aceptan el sobreseimiento. Los hermanos Villaflor, Alonso y Granato lo rechazan
entre el 28 de septiembre y el 4 de octubre. Vandor se ve obligado a rechazarlo el 2 de noviembre.
El 12 de febrero de 1968 el doctor Llobet produce una restallante resolucin. Sostiene ahora que la autora y
responsabilidad penal de los imputados... surgen prima facie de sus respectivas declaraciones indagatorias. Y
decreta su procesamiento por resultar de lo actuado indicios vehementes y la semiplena prueba de ser autores
penalmente responsables de los delitos de triple homicidio en ria, etctera.
Se haban acabado los giros y los saltos. Empezaba el sueo.
-Bueno, Imbelloni, mire: yo quisiera que usted me hiciera un relato de cmo pasaron las cosas esa noche en
La Real. Desde que ustedes llegan, inclusive desde antes que ustedes llegan; si quiere; cuando van en el auto,
cuando salen de la Unin Obrera Metalrgica, eh?
-Exactamente.
El hombre rubio y atltico haba salido vistindose del bao en la casa de Lans. Cuando salud sin
animosidad a Rolando Villaflor, me sent aliviado. Era la noche del 25 de mayo de 1968. Dos aos atrs
Imbelloni y Rolando haban cambiado furiosas trompadas y sillazos mientras a su alrededor creca el tiroteo.
Ahora estaban juntos, iban a reconstruir en mi presencia lo ocurrido.
Contrariamente a nuestras fantasas, Imbelloni no nos esperaba con una ametralladora, sino con un mate. Yo
estaba publicando en el Semanario CGT mis primeras notas sobre el caso. Quera saber los nombres de los ocho
protagonistas que se haban esfumado. El misterio que resisti dos aos se iba a develar ahora en cinco
minutos.
Imbelloni era el hombre para eso. Distanciado de Vandor a raz del cierre de la planta Siam Automotores, el
30 de septiembre de 1967 public una violentsima solicitada acusando a Vandor de ser el nico y verdadero
culpable de la muerte de Rosendo. Vandor acudi al juez y en aras de las posibilidades de esclarecimiento de
la muerte de Rosendo Garca cuya memoria es sagrada e inviolable para el suscripto, pidi que se investigara
la acusacin. Citado, Imbelloni se retract parcialmente. No poda afirmar que Vandor fuese el ejecutor material
de Rosendo, tampoco poda afirmar lo contrario: se refera, s, a su responsabilidad moral.
Le pregunt a Imbelloni por qu se haba retractado. Respondi que falto de apoyo sindical y poltico, no
tena confianza en que se hiciera justicia. Lo preocupaba, adems, la causa anterior pendiente. Pero hablara
ahora? S, ahora hablara.
Prend el grabador.
Lo que sigue es una transcripcin casi total de la cinta grabada. Me he limitado a suprimir repeticiones y
unificar algunos pasajes separados que hablan del mismo tema.
PERIODISTA. - Ustedes salieron de la calle Rioja, y usted iba en el mismo coche de Vandor, no es cierto?
IMBELLONI. - Exactamente.
P.- Aj. Y qu pas despus?
I. - Bueno, llegamos al teatro Roma, donde haba una cena de la Junta Nacional del Partido.
P.- Con los diputados y todo eso.
I. - Exactamente. Ahora resulta que debido a que todava estaba la cena, y nosotros ya habamos cenado,
fuimos con el compaero Rosendo hasta el bar de la esquina, la confitera La Real. Cuando bamos caminando
con Rosendo por la calle, Vandor pregunt dnde bamos. Entonces Rosendo le contest que bamos a tomar
una copa a La Real... Sigue preguntando usted?
P. -No, no, no. Usted siga contando noms. Usted cuente todo lo que pas.
I. -Bueno, al llegar a La Real ocupamos una mesa, donde estbamos varios compaeros, entre ellos Luis
Costa, Ral Valds, Armando Cabo, An (Tiqui), que est en el Secretariado, el compaero Gerardi,
Rosendo, Vandor, Barreiro y Jos Petraca.
De un golpe surgen aqu cinco de los ocho protagonistas que la polica y la justicia no haban podido identificar en dos aos. Los tres que faltan aparecern en seguida.
P.- En las posiciones que estn ah marcadas en el plano, no es cierto?
I.- En las mismas posiciones que est marcado el plano se que yo le confeccion a usted. Ms o menos,
poquito Gerardi corrido hacia atrs, Armando casi en el centro de la mesa, y Vandor haciendo cruces
justamente con el compaero Rosendo Garca. Bueno, ah apenas nos sentamos en la mesa, not que el
compaero Vandor estaba muy nervioso, los motivos los ignoro hasta ahora, entonces le pregunt Rosendo qu
le pasaba, y le dijo: De una mesa de ah me estn mirando, me estn haciendo gestos, dice, no se puede ir a
ningn lado. Entonces Rosendo dijo: Bueno, no te hagas problemas, dice, no tens necesidad de ponerte tan
nervioso, y si no, dice, qu quers, que nos matemos entre todos. Entonces entablamos una pequea discusin
con el compaero Barreiro, el cual deca de que en la mesa que sealaba se encontraban algunos compaeros
que l deca que eran trotsquistas. Entonces le dije de que eso no era cierto, de que eran muchachos peronistas
y que estaba equivocado, que no echara todava ms lea al fuego. Entonces Armando mand a llamar por
intermedio de Taborda, que estaba sentado al lado de l, al compaero Julio Safi, que estaba en la cena esa.
Ahora al llegar el compaero Safi desminti categricamente lo afirmado por Barreiro...
Juan Taborda, el chofer de Vandor, es pues el sexto desconocido.
I.- Eh, a partir de ah fui al bao, convers con algunos de los muchachos que estaban en la mesa opositora,
y me volv a sentar. Apenas me siento, se levanta este compaero Jos, porque haba tenido unas miradas o no
s qu haba tenido con un compaero de la otra mesa, y lo acompa ah, tuvimos unos cambios de sillas y de
trompis, y en eso son el primer disparo.
P. - Usted tuvo un cambio de sillas y de trompis con, ac con Rolando, no?
I. - S, con Rolando.
ROLANDO. - Porque l en ningn momento tuvo armas. El, cuando se levant el otro que nombr recin, l
se me vino a m, y conmigo se agarr a trompadas.
I. -Ahora, cuando estbamos en medio de la trifulca, si se puede decir as, son un primer disparo que fue
hecha por -el seor Taborda, con un arma, no s por qu ser, son con menos potencia que los tiros que le
sucedieron, siendo igual 38 largo.
P. - Cartucho defectuoso.
I. - Exactamente. Despus de eso sonaron casi una veintena de disparos, seguir relatando lo que suceda,
bueno, podamos decir que se poda seguir relatando a la finalizacin de esos disparos porque mientras estaban
los disparos, eso pareca una guerra. Entonces cuando ces el fuego, fue que vi salir a Vandor corriendo y que
todava haca fuego de la puerta del local...
P. - El tiraba al salir?
I. - Segua tirando al salir.
P. - Usted sinti algn disparo cerca suyo?
I.- S, por lo menos dos o tres disparos cerca mo, s.
ROLANDO.- Eso, hay una ancdota entre l y yo, no? Porque resulta que en un determinado momento
nosotros dos, en vez de estar agarrados a galletazos, yo lo agarr a Reto de los brazos. Te acords vos de ese
pasaje?
I. - S, s.
R. - Y en eso sent un ruido fuerte atrs mo. Y yo cre que me haban tirado un botellazo. Y yo me di vuelta y
le dije: Erraste, turro. Pero yo cre que era un botellazo, y no era, porque ah no hubo botellazos; ah lo que
eran balazos.
I.- Ahora, cuando salamos, que ya haba cesado el fuego, todava estaban los compaeros Villaflor,
Granate, que me enter que era Granato mucho despus, estaba el compaero Rosendo Garca tirado, ya estaba
casi muerto... Las nicas personas que se quedaron ltimamente fueron de la otra mesa, y de los nuestros qued
nada ms que Juan Ramn Rodrguez y Acha, que Acha estaba sentado en una mesa a la izquierda nuestra, o
sea entrando por Sarmiento a la derecha, solo.
P. - Que pidi un vaso de vino y una pizza.
I. - Exactamente. Ni ms ni menos.
Aparecen de este modo los ltimos dos ausentes.
I. - Bueno, terminado eso, le grit al compaero Vandor que Rosendo estaba herido, y el compaero Vandor
sigui su camino, que fue el sindicato, la federacin municipales. Entonces cuando llegamos a la federacin,
para decirle que vengan que tenamos que llevar a Rosendo, que facilitaran un coche, le ped el coche a Izetta,
el cual lo neg rotundamente, y Vandor estaba llorando; llorando, que no lo podr negar, no s si lloraba de
haber sentido que quizs l haya matado al compaero, o lloraba de miedo, no s.
Volvimos otra vez al saln de La Real con Tiqui y con Rodrguez, subimos al coche de Castillo, el Fiat 1500,
de color azul, a Rosendo, en el cual lo trasladaron Tiqui y Rodrguez al hospital Fiorito. Entonces me encontr
con Armando y le dije que iba a ir hasta el Fiorito a ver qu es lo que haba pasado con los muchachos que
estaban all. Ah me traslad al hospital y del hospital me traslad hasta el Secretariado. Y ah finaliz todo.
P.- Y despus usted tuvo que transportar las armas?
I.- S.
P.- Y qu armas haban tirado?
I. -Bueno, haban tirado una 45; otra que se haba trabado, con empuadura blanca.
P.- Esa, de quin era?
I.- Bueno, sa era de propiedad del Secretariado.
P.- Pero quin tir con sa?
I.- La tena en uso esa, Tiqui.
P.- Esa se le trab.
I.- S, igual que a Juan Ramn Rodrguez, que no tir, que apareci ah un revlver... el cual no pudo tirar
porque se le trab.
P.- Y el arma de Cabo estaba disparada totalmente?
I.- Esa s.
P.- Cinco tiros son esos.
I.- Seis tiros.
P.- Si es el especial de calibre...
I.- El corto. Cinco tiros.
P. - Cinco tiros. Y qu otra haba? La de Taborda, la de Vandor. La de Vandor, cuntas balas tir?
I.- Bueno, Vandor, en la puerta de adentro de municipales estaba con el arma en la mano y la tena
totalmente descargada.
Cabe aclarar aqu que segn Imbelloni las armas de Taborda y de Vandor eran revlveres calibre 38.
P.- Y todas esas armas fueron eliminadas despus?
I.- S, fueron todas al Secretariado y despus se hizo cargo Armando Cabo.
P.- De este lado de la mesa, quin tena una 45?
I.- Del lado donde estbamos nosotros?
P.- S.
I.- Ninguno.
P.- Y quin se puede haber corrido para tirar desde aqu, mire, fjese. (Le muestro la pericia balstica.) Para
tirar desde aqu, ms o menos, un tiro de 45. 0 de aqu o de atrs, en esta lnea.
I.- Bueno, se pudo haber corrido Ral Valds. El nico que tena 45.
P.- Sabe por qu le digo? Porque aqu, en este mostrador, hay un tiro de 45, que aqu lo puede ver en la pericia. Esta bala, que agarra el mostrador y va a pegar aqu, a dos metros de altura, es 45. Puede haber sido
Valds?
I.- Puede ser. El nico que tena 45.
P.- Y en esta mesa que estaba atrs de los hermanos Villaflor, quines me dijo que estaban?
I.- Estaban tres muchachos amigos nuestros y del gremio. Luis Costa era del gremio de la carne, el cual me
lo haba mandado Vandor a la CGT cuando fue el problema con Alonso. Y estaba Tiqui, y este muchacho amigo
mo, Juan Ramn Rodrguez (Plomo). De ellos, Plomo tena el arma inutilizada, a Tiqui se le trab al
cuarto tiro, y el otro, Luis Costa, tambin tir tres o cuatro tiros. Todava le quedaban tres o cuatro tiros en el
cargador.
P.- Y este Acha, quin es?
I.- Acha es un hombre que est en el Secretariado, pertenece al Policlnico Central y era muy amigo de
Rosendo. Despus de lo sucedido lo ralearon directamente del Secretariado; todo el mundo busc de darle lea
y separarlo. Era un muy buen muchacho.
P.- Qu aspecto fsico tiene?
I.- Morocho, petiso, de bigotes, no s si los conservar todava, pelo bien renegrido, ondulado.
P.- Y Luis Costa?
I.- Hoy en da es guardaespaldas de Vandor. Rubio, ms o menos un metro ochenta, cara bastante lisa y cabello rubio liso.
P.- Tiqui?
I.- Bueno, Tiqui tiene una estatura mediana, anteojos, se distingue por anteojos con bastante aumento, y
todava me acuerdo de l una ancdota, cuando le tir los lentes de contacto, que no saba lo que eran y se los
tir. Est de guardaespaldas de Vandor, y aparte de guardaespaldas es el que seala las fijas a Vandor y le
lleva los boletos cuando est en el hipdromo.
P.- Rodrguez.
I.- Bueno, Plomo es un pedazo de pan, que es el que tena el revlver niquelado; un pedazo de pan.
P.- Y Ral Valds?
I.- Pertenece a la fbrica Philips, a la fbrica donde perteneca Vandor. Sigue tambin como
guardaespaldas de Vandor.
P.- Nos falta Petraca, nada ms.
I.- Bueno, Jos es un muchacho amigo del gremio, muy amigo de Armando, muy buena persona. Es un caballero, Josecito. Y estoy seguro que no tir, porque fue uno de los que me agarr a m, para que me tirara
cuerpo a tierra cuando empez el tiroteo. Que todava me deca, cuando estbamos ah, me deca: Qu desastre
que es esto. Josecito Petraca.
P.- Ahora, Armando ha tirado a pegar, no?
I.- Bueno, Armando es un hombre que sabe tirar muy bien.
P.- El hombre con el que pele Raimundo, era Gerardi?
I.- Era Gerardi.
P.- Y Gerardi despus no se acuerda de nada de eso.
ROLANDO.- Y, con el tiro que le han pegado se conoce que perdi toda nocin.
P.- Usted lo vio a Raimundo encima de l?
I.- S, s.
R.- Si l le peg el sillazo cuando se iba.
P.- Ya que estaba le dio un sillazo.
R.- Le dio un sillazo en el mate.
I.- S.
R.- A la pasada noms, a la carrera, agarr una silla y se la dio en el meln.
P.- Usted me deca que Rosendo tena un traje gris con chaleco?
I.- Un traje gris con chaleco, y como dato, que recuerdo fehacientemente cmo estaba vestido, tena una
corbata, la cual se la haba regalado yo. Una a l y otra a Vandor le haba regalado, que Vandor tuvo la
desgracia de usarla por primera vez cuando fue a felicitarlo a Ongana, despus de la revolucin.
P.- Y eran iguales las corbatas?
I.- Eran iguales, gemelas.
P.- Qu pas con la ropa de Rosendo?
I.- Bueno, la ropa de Rosendo yo s que la trajeron como a las tres de la maana, tres y media de la maana,
al Secretariado, a Rioja. Quin la trajo, en este momento no tengo...
P.- Usted se acuerda qu ropa llevaron? El saco solamente?
I.- El saco solamente.
P.- Aj.
I.- Y que han llevado otro saco, s, a presentar a la comisara: lo pidi el doctor Torres, era casualmente un
traje que tena el compaero Rosendo en el ropero del Secretariado, donde tena un dormitorio.
P.- Y lo sacaron de ah para cambiar el saco?
I.- Lo sacaron de ah para presentarlo en la comisara.
P.- Es decir que ah parece que hubiera habido un cambio de saco. Y el resto de la ropa, usted no sabe?
I.- El fin que tuvo la ropa de Rosendo, no.
P.- La camiseta est agujereada atrs y no adelante.
I.- Cmo era?
P.- Era una camiseta musculosa.
I.- Sin mangas?
P.- Creo que s, yo no la he visto.
I.- Si es de malla, pudo haber ocurrido. Porque creo que el tiro le entr por ac, por la espalda, y le sali...
P.- Encima del ombligo.
I.- S, por ah yo vea que tena un manchn de sangre.
P.- Bueno, ah toca otro punto. La ropa de Rosendo est manchada de sangre atrs y no adelante. La camisa
y la camiseta.
I.- Manchada atrs, y no adelante. Tena que... y el chaleco. Tena chaleco l.
P.- El chaleco no apareci nunca.
R.- Te das cuenta de lo que pasa? Vos fijate la milonga que han hecho.
P.- Lo de la ropa, todava no me lo explico.
I.- Ahora, para el calibre puede ser.
P.- S.
I.- La nica manera. Ahora, figura bala 38?
P.- En lo del saco, s.
I.- Y bueno, es 38 lo que lo mata.
P.- Entonces, no me explico para qu hicieron la manganeta.
I.- Habrn llevado el saco y cambiado ... S, pero para qu hicieron la manganeta.
P.- Para ver; a lo mejor no saban.
R.- Quin sabe cmo es esa joda. Yo me rompo la cabeza y no me la puedo explicar.
P.- Dgame, Imbelloni, estos que entraron al final, De Cicco y Sanz, no tuvieron nada que ver?
I.- No.
P.- Entraron de casualidad noms ah?
I.- Pero yo no lo vi a Sanz, eh?
P.- No, ellos entraron. Han declarado inclusive...
I.- Ah, no, no, no. Pero le voy a decir por qu han declarado. Esa es otra triquiuela. Metal, metal.
P.- S.
I.- Eh, hgame la pregunta.
P.- S. Por qu han declarado Sanz y De Cicco?
I.- Y bueno, De Cicco y Sanz en ningn momento estuvieron ah. Escuch una conversacin de Torres de
como tenan inmunidad por ser diputados y faltaban personas, que el comisario De Tomas le peda que faltaban
todava tres o cuatro personas de metalrgicos, el doctor Torres dijo, bueno, vamos a mandarlos a De Cicco y
Sanz...
P.- As que no estuvieron.
I.- No estuvieron en ningn momento.
Norberto Imbelloni ha sealado en el croquis el lugar donde cay Rosendo, recuerda ahora sus ltimas
palabras
I.- Yo le met la cabeza adentro, que el Fiat, vio, que es incmodo para ponerlo. Y Tiqui en vez de entrar primero l y despus agarrarlo, se quera entrar juntamente con el cuerpo de Rosendo, y los dos no entraban.
Cuerpo muerto, viste, en un Fiat atrs. Y Rosendo dijo: Justo a m me la fueron a dar.
La imagen de Vandor llena todos los resquicios de la historia que ya casi de madrugada est llegando a su
fin.
I.- Lo de Rosendo, me lo dice cuatro veces que es una pistola 45 que lo mat. Ah se deschav solo Vandor
de que fue el revlver de l el que lo mat. Si no, por qu me insiste? Porque el hombre de la duda era yo, si la
misma noche me llama para decirme cmo haba, visto l la pelea, y para decirme, incluso, despus cuando lo
estbamos velando, que apareci con un croquis diciendo que todos los tiros estaban contra el lugar donde
estbamos nosotros sentados.
P.- No hay ningn tiro contra ustedes. En la zona de ustedes, ni un solo tiro.
I.- Por eso. Y ah me avivo yo. Porque Vandor sabe que yo s que l lo mat.
19. RECONSTRUCCIN
Al empezar la investigacin de estos hechos en el Semanario CGT, me compromet a probar los siguientes
puntos:
1. Que los hombres del grupo Blajaquis estaban desarmados y no hicieron fuego.
2. Que Rosendo Garca fue muerto por la espalda, por un disparo que parti del grupo de Vandor.
El primer punto, creo, ya est demostrado. No hay un solo testigo, un solo procesado -ni siquiera los del
sector vandorista- que declare haber visto armas entre los agredidos. nicamente Gerardi dice que son un
disparo de la mesa contraria, pero un ao ms tarde admite que no vio a nadie con armas. La prueba de la
parafina, realizada sobre las manos de Blajaquis y Zalazar, result negativa. La pericia balstica no sita en las
mesas de este grupo ninguna de las dos zonas de tiro; al contrario, es la zona nica batida, segn el propio juez
Llobet.
El segundo punto tambin es bastante claro: que Rosendo fue muerto por la espalda, lo dice la autopsia; que
no tena a la espalda a ningn miembro del bando adversario surge de la mayora de los testimonios,
principalmente los de Vandor y Gerardi.
Era posible ir ms lejos? La identificacin de las ocho personas que faltaban en el grupo vandorista, demostr que s. Cabe preguntarse ahora si con la evidencia disponible -mutilada como ha sido en el proceso-, se
puede intentar una reconstruccin ms detallada de los hechos. Los resultados, naturalmente, sern conjeturas;
a diferencia de las que formul el doctor Llobet, espero darles una fundamentacin en los testimonios y pericias.
El primer paso es reconstruir el escenario de los hechos tal como estaba antes de la limpieza realizada por los
mozos. Los detalles, necesariamente farragosos, de esa operacin, quedaron expuestos en la serie que publiqu
en CGT, y es intil repetirlos. Baste decir que para la modificacin del plano policial he usado los testimonios de
Fructuoso Hevia, propietario; Osvaldo Daz, mozo; Jorge P. lvarez, parroquiano; Nicols Gerardi, vctima, y de
los procesados Raimundo y Rolando Villaflor, Granato, Alonso, Imbelloni. Al escenario, as depurado de
errores, que puede verse en pgina 129, he incorporado los datos de la pericia balstica.
En los aspectos ms generales, hablan por s mismos. Los miembros del grupo Blajaquis fueron tiroteados
primero desde el saln familiar, luego desde la puerta por los que iban saliendo. Las dificultades aparecen
cuando descendemos a lo particular. As, el nmero total de disparos no puede establecerse con certeza. La
pericia recoge siete impactos en paredes y vidrieras. Una bala le fue extrada a Zalazar y otra a Gerardi.
Tenemos, pues, nueve proyectiles con impacto final comprobado. Hay, adems, dos roces, tres balas que
atravesaron a Rosendo, Safi y Blajaquis, dos perforaciones (mesa y silla) y un rebote en el zapato de Alonso.
Total de episodios: 17. Pero es indudable que los roces y algunas perforaciones estn ya contados en los
impactos finales. La cifra oscila entonces entre un mnimo de nueve y un mximo de diecisiete, salvo que algn
efecto balstico haya escapado a los peritos, o que algn herido no se haya presentado: tal como el que crey ver
Alonso.
Si empezamos por los puntos que permanecen oscuros, el principal es la identidad del tirador de pistola 45,
que hiri a Gerardi y mat a Blajaquis.
El proyectil nmero 1, aunque de calibre 45, puede descartarse como causante de la muerte de
Blajaquis. El roce inicial sobre el mostrador mvil se produce a un metro diez de altura; el impacto
sobre la pared de Mitre, a cuatro metros con cinco: es fcil establecer que pas a dos metros
cincuenta de altura sobre las mesas atacadas.
El proyectil nmero 2, en cambio, pudo matar al Griego. Basta admitir que en el momento del incidente
estaba sentado, mirando casi de frente al sector vandorista, con el cuerpo algo echado hacia adelante y apoyando
el codo izquierdo sobre la mesa. En esa posicin la bala habra entrado a 95 centmetros de altura sobre el piso, y
salido a 90 centmetros, siguiendo la trayectoria de derecha a izquierda y de arriba abajo, que sealan la autopsia
y la pericia sobre ropas. Esa trayectoria conduce al roce en la pata de una mesa, a 25 centmetros de altura, que
se produce tres metros veinte ms lejos. Infortunadamente, la pericia no determina el calibre del proyectil que
roza la pata de la mesa e impacta luego en la pared.
Si esa bala fuese de calibre 45, podra afirmarse que mat al Griego: an as ignoraramos quin la dispar.
Segn Imbelloni, Tiqui hizo tres disparos de 45 y Luis Costa tres o cuatro, pero sabemos por las cpsulas halladas que alguien tir cinco veces, y que por lo menos uno de los disparos (el nmero 1) ha sido hecho desde una
posicin difcil de alcanzar para Tiqui y para Costa en las posiciones en que Imbelloni los coloca: accesible en
cambio para Ral Valds.
Las mismas dudas con respecto al heridor de Gerardi. Las sospechas se dividen entre Tiqui, Costa y Valds.
Juan Zalazar fue muerto por una bala 38 largo, sin orificio de salida, que entr por la mejilla derecha y sigui
una trayectoria de arriba-abajo, adelante-atrs y ligeramente derecha-izquierda. Esto elimina como sospechosos a
Valds, Costa y Tiqui, armados con pistola 45. Rodrguez apret el gatillo de su revlver 38, pero la bala no
sali. Rosendo tambin tena un 38: nadie lo vio tirar y la prueba de la parafina result negativa. Petraca enfrent
primero a puetazos a Raimundo y se arroj despus al piso junto a Imbelloni: nadie lo vio tirar. Imbelloni
estaba desarmado, segn Rolando, que pele con l. Barreiro, Safi y Gerardi: desarmados, nadie los vio hacer
fuego. Quedan solamente Taborda, Vandor y Armando Cabo. Tanto por ser mejor tirador como por la posicin
que ocupaba junto a la cabecera de la mesa, las probabilidades favorecen -si se puede decir as- a Armando
Cabo.
El disparo nmero 3 arranca de su silla. Pas a unos veinte centmetros del asiento de Zalazar y aproximadamente a un metro ochenta de altura, para perforar a dos metros de alto la vidriera de la puerta que da sobre Mitre.
El disparo mortal debi seguir una trayectoria paralela y algo ms baja. El proyectil nmero 2 (cuyas
posibilidades ya examinamos en relacin con Blajaquis), pudo formar tambin parte de la serie. La
incertidumbre que resta obedece una vez ms a que la pericia no establece el calibre de los proyectiles 2 y 3, a
pesar de los abundantes rastros que dejaron.
La distraccin del juez Cceres al no disponer la pericia del pantaln de Safi impide formular hiptesis alguna sobre la bala que lo alcanz de atrs en la nalga derecha.
Llegamos as al interrogante principal: Quin mat a Rosendo?
Rosendo Garca -dice la autopsia- fue muerto por un proyectil con orificio de entrada en la lnea media de la
regin dorsal, a la altura de la duodcima vrtebra dorsal, que result fracturada, y con orificio de salida en la
cara anterior del abdomen, lnea media de la regin umbilical.
Traducido al idioma corriente, esto quiere decir que la bala entr perpendicularmente por la espalda, a una
altura aproximada de un metro quince centmetros sobre el suelo, siguiendo una trayectoria de atrs adelante y
ligeramente de arriba hacia abajo.
El proyectil que lo mat, segn la autopsia, es de grueso calibre, lo que tanto puede significar 38 como 45.
La pericia sobre las ropas dice 38. Es cierto que las ropas fueron manipuladas; personalmente dudo de que se
haya llegado al extremo de cambiar un saco por otro, perforar ste con un balazo que deba coincidir son los
agujeros de la camisa y la camiseta, mancharlo de sangre, etc. Lo verosmil es que el doctor Torres quisiera saber
por anticipado lo que iba a revelar la pericia, para adecuar la defensa de Vandor. El resultado neto, sin embargo,
es que las conclusiones de la pericia sobre la ropa de Rosendo dejan de ser una certeza para convertirse tambin
en conjetura, y queda sin explicar la ausencia de orificio de salida en la camisa y la camiseta.
Esta incertidumbre empalma, irnicamente, con las contradicciones de los testigos. No hay duda que Vandor
tir. Lo dicen todos los sobrevivientes del grupo Blajaquis. Lo dice Imbelloni, del grupo vandorista. Y el agonizante Zalazar repite las palabras que oy: No tire, Vandor! Es decir que estaba tirando o tena un arma en la
mano. Pero qu arma? Pistola 45, asegura Rolando Villaflor, y lo repiten con decrecientes grados de seguridad
sus compaeros. Revlver 38, sostiene Imbelloni. Parece imposible avanzar ms.
Afortunadamente existe entre los testigos una cierta coincidencia sobre el lugar en que cay Rosendo. En
base a esa coincidencia se puede afirmar que no sali del sector familiar, que no traspuso la lnea imaginaria que
prolonga la caja hasta la puerta de Sarmiento.
Sabemos adems que Rosendo se par de un salto, enfrent a los miembros del otro grupo y recibi un tiro
en la espalda.
Es obvio que debemos buscar el tirador entre la gente armada que qued a su espalda, en el sector familiar.
Podemos descartar entonces a Rodrguez, Tiqui y Luis Costa, que no estaban en el saln general.
Jos Petraca fue el primero en adelantarse en direccin a Raimundo. Descartado.
Imbelloni se adelant, no tena armas y pele a puetazos con Rolando. Descartado.
Safi, Gerardi, Barreiro. Desarmados. Los dos primeros tambin resultaron heridos de atrs. Se los descarta.
Acha estaba sentado junto a la ventana de Sarmiento, fuera de la lnea de fuego. Nadie lo vio tirar y por eso
lo descarto.
Es posible que Rosendo cruzara en algn momento la lnea de tiro de Armando Cabo, representada por la trayectoria del proyectil nmero 3. Para dirigirse de frente al grupo opuesto, sin embargo, debi seguir un trayecto
oblicuo en relacin con las mesas vandoristas, y como la lnea de tiro de Cabo es paralela a esas mesas, en caso
de hacer blanco en Rosendo el proyectil debi atravesarlo oblicuamente de derecha a izquierda. La bala que
mat a Rosendo, en cambio, entr y sali perpendicularmente.
En consecuencia, Cabo queda descartado.
Taborda debi retroceder varios pasos para poner en lnea de tiro a Rosendo. Descartable.
Quedan como posibles autores de la muerte de Rosendo Garca, Ral Valds y Augusto Timoteo Vandor.
La posicin de Vandor, especialmente, coincide con la trayectoria del proyectil nmero 4 establecida por la
pericia. Esa bala hizo impacto sobre la curva del mostrador en su plano vertical, prximo y por debajo del
posavasos. Este efecto se encuentra a un metro de altura y por sus caracteres corresponde a un disparo efectuado
ligeramente de arriba hacia abajo, de izquierda a derecha (con respecto al tirador) y desde una zona prxima al
saln familiar.
Si recordamos que la bala matadora de Rosendo entr aproximadamente a un metro quince de altura sobre la
espalda, que sigui una trayectoria ligeramente de arriba hacia abajo, si suponemos que es la misma que impact
a un metro de altura sobre el mostrador, si prolongamos esta trayectoria hasta la silla de Vandor, obtenemos una
altura de la boca del arma de un metro cuarenta centmetros, que es coherente para un tirador de estatura normal,
quizs algo agazapado.
Esa es mi conjetura particular: que el proyectil nmero 4 fue disparado por Vandor, atraves el cuerpo de
Rosendo Garca e hizo impacto en el mostrador de La Real, que hasta el da de hoy exhibe su huella. Admitiendo
que no baste para condenar a Vandor como autor directo de la muerte de Rosendo, alcanza para definir el tamao
de la duda que desde el principio existi sobre l.
Sobra en todo caso para probar lo que realmente me compromet a probar cuando inici esta campaa:
Que Rosendo Garca fue muerto por la espalda por un miembro del grupo vandorista6.
Ver plano. Las iniciales en el grupo atacado corresponden a Alonso, Horacio, Granato, Raimundo y Rolando Villaflor. Se marcan
con puntos negros los lugares en que cayeron Zalazar y Blajaquis. En el primer grupo vandorista las iniciales corresponden a Juan Ramn
Rodrguez, An y Luis (Costa). El hombre solitario sentado junto al ventanal de Sarmiento es Hacha (o Acha). En las mesas del propio
Vandor, las iniciales corresponden a Jos Petraca,. Barreiro, Taborda (parado), Safi, Ral Valds, Vandor y Cabo. Del lado opuesto de la
mesa estaban sentados Gerardi, Rosendo (marcados con puntos negros en los sitios donde cayron) e Imbelloni. La pericia estableci dos
reas de tiro, marcadas con las letras A y B; la segunda corresponde a las mesas vandoristas, la primera a la puerta por donde salieron los
miembros de este grupo. El proyectil nmero 4, que hizo blanco en el mostrador, es probablemente el que atraves por la espalda a Rosendo
Garca, dndole muerte. La prolongacin de su trayectoria conduce a la silla de Vandor.
Tercera Parte
EL VANDORISMO
1. LA BASE
Que dar origen a un desdoblamiento sindical. Parte de los trabajadores estn agremiados en SMATA. Otros
forman sindicatos por empresa.
secretario general Aurelio Hernndez, y la imponen en el Congreso de la CGT. En el nuevo secretariado, que
preside Jos Espejo, figura por primera vez un hombre de la UOM. Cubano de nacimiento, se llamaba Armando
Cabo.
La lucha por el predominio cegetista no suprimi las pujas internas. Conduca el gremio en ese entonces
Hilario Salvo, un guitarrista que en sus ratos de ocio se dedicaba al contrabando. En 1953 es destronado por el
secretario adjunto Abdala Baluch.
El gremio se mantuvo peronista, aunque en 1954 Salvo aliado con sectores comunistas lo empujaron a una
huelga que el gobierno declar ilegal. Motivo: indefinida dilatacin del convenio por las empresas, cuyo idilio
con el peronismo ha concluido y que entonan ya con mucha fuerza la cantilena de la productividad. La
conduccin es rebasada y Baluch cae. Slo ms tarde cobrar importancia un hecho que entonces pasa
inadvertido. A propuesta, de Paulino Niembro, que en su carcter de componedor de tendencias declina
aspiraciones propias, el congreso de la UOM reunido en el Luna Park elige secretario general de la Capital a un
delegado de la firma holandesa Phillips. Lo apodan, precisamente, el holands: alguno de sus antepasados
debi sustituir el Van Thorpe original por el Vandor -Augusto Timoteo- con que figuraba en las boletas. Su
prontuario, depurado en agosto de 1958, dice que naci en Bovril, provincia de Entre Ros, el 26 de febrero de
1923.
Alrededor de este hombre ha de confluir la mayor cantidad de expectativas, temores, ansiedades y mitos en la
historia del gremialismo argentino. Es poco lo que se sabe de su pasado. Seis aos transcurridos en la Armada,
de donde egres como cabo primero, alimentan la versin de que fue siempre un agente del servicio de
informaciones navales. Otras fantasas se oponen a sa en junio de 1955 habra encabezado las columnas metalrgicas que desafiando precisamente el bombardeo de la Marina acudieron en auxilio de Pern. Unos lo pintan
regando de clavos Miguelito los caminos de la represin, en el ao 56; otros, negociando en secreto con los jefes
de esa represin.
La historia no necesita de semejantes muletas. Es til en cambio dar una nueva mirada al campo en que el
vandorismo iba a operar, tal como era en septiembre de 1955. Ese ao la industria metalrgica registr la ocupacin ms alta de su historia
315.000,
es decir que uno de cada tres obreros ocupados en la manufactura industrial era metalrgico. La proporcin
de los sectores ya no era la misma que veinte aos atrs en metales se haba multiplicado por tres, en vehculos y
maquinarias por tres y medio, en aparatos elctricos por once. El valor de la produccin se haba multiplicado
por cuatro, y el nmero de establecimientos haba crecido de 8.800 a ms de 48.000. Esta cifra, por supuesto, no
expresa el grado de concentracin a que ya haba llegado la industria en general. En 1954, el uno por ciento de
los establecimientos industriales empleaba casi la mitad de los trabajadores y acaparaba ms de la mitad de la
produccin.
En esas empresas predominaba el capital nacional. Durante la poca peronista no se establecieron en el sector
metalrgico nuevas firmas extranjeras. Las que existan -Tamet, La Cantbrica, Santa Rosa- databan de antes.
Aliado con ellas y con sus enemigos oligrquicos de ayer, este empresariado iba a ser el motor de una
gigantesca represin. En su nombre se produciran los despidos masivos, las crceles, las torturas, los fusilamientos.
Los sindicatos no estaban preparados para esa guerra a pesar del nmero de afiliados (seis millones en 1953,
segn la CGT), y de los cuantiosos fondos con que contaban. Enfrentaron la embestida y fueron deshechos. La
revolucin libertadora intervino la CGT, derog la ley de asociaciones, asalt locales, encarcel dirigentes, disolvi hasta los cuerpos de delegados.
Nace entonces una etapa oscura y heroica, que an no tiene su cronista: la Resistencia. Su punto de partida es
la fbrica, su mbito el pas entero, sus armas la huelga y el sabotaje. Las 150.000 jornadas laborales perdidas en
la Capital en 1955, suben al ao siguiente a 5.200.000. La huelga metalrgica del 56 es una de las expresiones
ms duras de esa lucha. Empieza la era del cao, de los millares de artefactos explosivos de fabricacin rstica
y peligroso manejo, que inquietaron el sueo de los militares y los empresarios. Domingo Blajaquis era uno de
los hombres que vivieron para eso, y como l hubo muchos, convencidos de que a la violencia del opresor haba
que oponer la violencia de los oprimidos; al terror de arriba, el terror de abajo. Era una lucha condenada por falta
de organizacin y de conduccin revolucionaria, pero alter el curso de las cosas, derrot las fantasas del ala
ms dura de la revolucin libertadora y facilit el triunfo de su ala conciliadora y frondizista.
La impotencia gorila se manifiesta cuando a fines de 1957 pretende normalizar la CGT. En las elecciones de
delegados triunfan candidatos peronistas que copan la comisin de poderes. Al interventor Patrn Laplacette no
le queda ms remedio que disolver el Congreso, pero all hacen su aparicin las 62 organizaciones peronistas y
los primeros dirigentes ganados por el pacto con Frondizi. En ese congreso los delegados de la Unin Obrera
Metalrgica representan a
180.000 afiliados
sobre 302.000 trabajadores de la industria.
Doce mil metalrgicos han cado en esa primera ola represiva, pero el gremio mantiene su poder. La influen-
cia de Vandor es ya importante. Su despido de Phillips, tres meses de crcel, cierto papel en la Resistencia, le
abren el camino.
Frondizi y Vandor son los hombres adecuados para encontrar una salida al callejn en
que se ha metido el gorilismo. En 1958 ambos alcanzan el escaln ms alto de sus
carreras: Frondizi la presidencia, Vandor la secretara general del gremio. Ambos usarn
el mismo mtodo: Frondizi convirtiendo una teora de liberacin en prctica de entrega;
Vandor presentando como Resistencia lo que ya era negociacin. Ambos se prestarn
mutuos servicios : Frondizi permitiendo el regreso de un dirigente cesante e intervenido,
poltica que luego desaparece para siempre del gremio; Vandor, dilatando en todo lo
posible la reaccin obrera. De los dos, el caudillo metalrgico resulta el ms astuto.
Acostumbrado a la negociacin entre bambalinas, que no compromete ante las bases,
sus contradicciones pasan inadvertidas fuera del gremio; las de Frondizi lo arrastran a
una cada sin gloria. Cuando eso ocurra, Vandor podr permitirse una sonrisa.
2. LA NEGOCIACIN
A cambio de los votos peronistas en las elecciones de 1958, Frondizi prometi una central obrera nica y
poderosa, con un sindicato por industria, la restitucin del derecho de huelga y la ley de asociaciones, un ministro de trabajo obrero, salario mnimo, vital y mvil, restitucin de las cajas, y hasta un diario de. los trabajadores.
Se trataba pues de desandar el camino recorrido por la revolucin libertadora. A travs de Frondizi las clases
dominantes descubren que no es necesario, ni siquiera deseable, destruir la organizacin sindical. Se puede en
cambio reconstruir sus lazos con el Estado y darle un papel en el proceso de desarrollo: era en suma el viejo y
nuevo sueo de la participacin. Slo que ahora se trataba de un Estado entregador que renunciaba al desarrollo autnomo y abra las puertas a la inversin extranjera. Para el movimiento obrero, sensibilizado por una
dcada de nacionalismo, era un hueso difcil de tragar. Las dificultades empezaron enseguida, y ya en agosto el
Pacto pareca quebrado en el campo sindical. El frondizismo libra entonces una hbil accin de retaguardia
mientras se firman los contratos: en el momento preciso aparecern los tanques. Sus aliados principales son el
dirigente de la carne Eleuterio Cardozo, el petrolero Gomiz, el tranviario Cartillas, el metalrgico Vandor.
Las cosas estallan el 11 de enero de 1959 cuando el gobierno anuncia la transferencia a la CAP del Frigorfico Nacional. Era la gota que desbordaba un vaso bastante lleno: huelgas declaradas ilegales, ley de cesantas,
programa de austeridad, movilizacin de ferroviarios sometidos al salto de rana y la mquina triple cero. La
presin de las bases crece tumultuosamente. El 12, Rosendo Garca, ya secretario adjunto de la UOM, debe
desenfundar su revlver en plena calle para impedir que un grupo de metalrgicos irrumpa en el local del sindicato. El 15, millares de trabajadores en asamblea resuelven ocupar el frigorfico; dos das ms tarde eran
violentamente desalojados. Las 62 Organizaciones, reunidas en la UOM, decretan el paro general. Mientras el
presidente vuela a los Estados Unidos para convencer a los inversores de las ventajas de su mtodo, el
frondizismo desnuda su verdadera entraa: petroleros y tranviarios son movilizados, rige el plan Conintes, actos
de desobediencia a los jefes militares se castigan hasta con quince meses de prisin. Millares d dirigentes y
militantes fueron puestos a disposicin del Poder Ejecutivo. El nombre de uno de ellos pas entonces
inadvertido: Felipe Valiese. El propio Vandor retorna fugazmente a un buque de guerra, esta vez como detenido.
La huelga dura dos das en toda su fuerza. Los 19 gremios comunistas y los 32 democrticos son los primeros en levantarla, les siguen las 62. Avelino Fernndez, sombra de Vandor, afirma que en esa decisin gravitaron considerablemente conversaciones con funcionarios a los que no menciona. El 24, La Nacin
comentaba regocijadamente:
Hubo explosiones en Mataderos y en las vas de distintas lneas ferroviarias. En contraste con la violencia, y
como expresin de fe en los das de la Argentina prxima, siete empresas extranjeras obtuvieron ayer la
autorizacin que estaban gestionando para radicar sus capitales en este pas.
Los huelguistas del Lisandro quedan solos. Testigos de la poca acusan a Vandor de haber propuesto como
alternativa al paro general una escalada de conflictos parciales. As son derrotados uno tras otro los obreros de
la carne, los bancarios, los propios metalrgicos y los textiles: caen los baluartes del gremialismo, sus vanguardias son barridas, pero quedan sus direcciones. Siete aos despus en una repeticin exacta de esta maniobra,
Ongana batir sucesivamente a portuarios, ferroviarios y petroleros.
La huelga metalrgica declarada el 25 de agosto de 1959 es el ltimo enfrentamiento real del
vandorismo con el rgimen. Empieza por una exigencia de aumento de salarios, al que las
federaciones empresarias acceden, siempre que las mejoras correspondan a un aumento de la
productividad. Este aspecto, al principio secundario, se torna luego decisivo. Los trabajadores
cumplen disciplinadamente el paro, acompaado de una nueva ola de terrorismo, que Vandor y
Rosendo Garca condenan al salir de una entrevista con lvaro Alsogaray.
A fines de septiembre la polica allana los locales del sindicato, detiene dirigentes, busca en vano a Vandor.
Para encontrarlo, le habra bastado quiz seguir los pasos de un joven y ambicioso funcionario de la Secretara de
Trabajo y Previsin, llamado Rubens San Sebastin: el 6 de octubre los metalrgicos se enteran de que en su
despacho de subdirector de relaciones laborales est reunida la paritaria. Al da siguiente se levanta el paro, que
ha durado un mes y medio.
Las negociaciones son prolijas. A la patronal no le importa dar mil pesos de aumento, en vez de los novecientos que inicialmente ofreca. Lo que le importa es que la oferta de aumento est condicionada a clusulas de
productividad ... mejor organizacin y rendimiento del trabajo.
El 30 de octubre se firma el acuerdo. En nombre de la Federacin Argentina de la Industria Metalrgica, dice
el doctor Juan Carlos Doliera
-Estoy muy satisfecho. El acuerdo representa un gran paso adelante para el bien del pas.
3. EL APARATO
El vandorismo tiene su discurso del mtodo, que puede condensarse en una frase : El que molesta en la
fbrica, molesta a la UOM; y el que molesta a la UOM, molesta en la fbrica. La secretara de organizacin del
sindicato lleva un prolijo fichero de perturbadores, permanentemente puesto al da con los ficheros de las
empresas. Se explica ahora que la Banca Tornquist despidiera a Raimundo Villaflor an antes de que su nombre
apareciera en los diarios?
Al despido sigue siempre la expulsin del sindicato, o viceversa: el artculo 9 de los estatutos permite expulsar a un afiliado sin asamblea, por simple resolucin de la directiva.
De este modo fueron arrasadas a partir de 1959 las vanguardias ms combativas. Las denuncias rara vez
llegaban a los diarios: recin en 1967, con la aparicin de fuertes listas opositoras, es posible documentar esa
interminable sangra. En septiembre de ese ao, la lista gris (peronista) prueba la complicidad de la UOM con los
despidos de ms de setecientos trabajadores antivandoristas en veinte empresas.
Al principio, la UOM prestaba asistencia legal a los cesantes. Despus dej de hacerlo. Esa quiebra de los
ltimos escrpulos es ilustrada dramticamente por el caso de Sergio Martnez, delegado de la firma Guillermo
Decker. Detenido el 28 de junio de 1968 en el acto organizado por la CGT opositora, la empresa lo despidi.
Ricardo Otero, secretario de organizacin gremial de la UOM, dijo simplemente:
-El sindicato no mueve un dedo.
Y no lo movi.
Hay desde luego quienes no se conforman: protestan, agitan, piden asambleas. Acta entonces el segundo escaln del aparato: una buena paliza suele disuadir al perturbador. Si aun eso es insuficiente, o se trata de un
traidor que se queda con fondos de la organizacin, puede aparecer con un tiro en la cabeza en un camino
suburbano.
Esto no sirve cuando el rebelde tiene ciertas condiciones, cuando en vez de llamarse Rodrguez (por ejemplo)
se llama Felipe Vallese y es un luchador sin miedo. Aparece aqu el tercer escaln: la polica. Secuestra, tortura,
mata. No importa que el secuestrado en la comisara de Villa Lynch de a dos detenidos que salen en libertad el
nmero telefnico de la UOM; no importa que, en efecto, llamen ah: El sindicato no mueve un dedo. No
importa que todava haga llegar a Vandor un mensaje desesperado donde dice que lo estn destrozando: el
papelito se pierde, Vallese es comunista. Despus no faltarn quienes compongan un libro para explicar todo
lo que hizo la UOM para encontrar a Valiese: el aparato tiene sus escritores, sus ensayistas, sus socilogos.
Es una casualidad que los metalrgicos Mussi y Retamar, asesinados por la polica en San Martn, pertenezcan a ese grupo de rebeldes? Quiz. Es tambin una casualidad que Amrico Cambn, al participar de una
manifestacin en Ramos Meja sea perseguido hasta el interior de un garage por un polica que all lo hiere de un
tiro? Se trata en todo caso del mismo Amrico Cambn que veinticuatro horas antes del tiroteo de La Real recibe
por orden de Rosendo Garca una formidable paliza, cuyos ejecutores materiales son policas de la provincia.
Si an esto falla, se puede acudir a la difamacin. Acusar de coimero, por ejemplo, al ex asesor gremial
Lorenzo Oddone. Es intil que Oddone pruebe que el acusador es gerente de la compaa en que estn
asegurados los bienes de la UOM. Intil que el juez lo absuelva: la UOM tiene ms dinero para pagar solicitadas
ms grandes que sus adversarios.
Cunto dinero? Ochocientos millones asegurados en la empresa del acusador, seor Plut. La cifra puede ser
diez veces mayor, o puede estar comida por las deudas. Nadie lo sabr hasta que el vandorismo responda a las
preguntas que desde hace dos aos viene formulando la oposicin en el gremio. Lo nico seguro es el descuento
del uno por ciento sobre los salarios de todos los trabajadores de la industria, afiliados o no: un ingreso superior a
los mil millones anuales. No es de all, sin embargo, de donde salen los fondos secretos que tanto sirven para
disuadir a un opositor apresurado como para aceitar las ruedas de la justicia: la quiniela bancada en las fbricas
forma parte del acuerdo con los patrones, as como los intereses fuera de planilla sobre fondos retenidos, o la
movilidad social que permite a un obrero convertirse en industrial de la chatarra. Tampoco salen de all ciertas
mercedes (Benz) recibidas por Vandor de la empresa que, casualmente gana una millonaria licitacin de equipos
para el policlnico. Es que, como dice Vandor, nadie puede estar al frente de un gremio si no mantiene una lnea
de conducta acorde con lo que piensan y sienten sus representados.
Vandor se ha mantenido diez aos al frente de su gremio, y lo que pensaban sus representados se ignor hasta
mayo de 1967 cuando dos listas opositoras se presentaron a discutirle la conduccin. Cualquiera de las dos, la
gris o la rosa, bastaba para derrotarlo. Pero sus amigos de 1959 haban escalado posiciones: el subdirector de
relaciones San Sebastin era ya el secretario de trabajo San Sebastin, y en ese carcter orden la suspensin de
las elecciones en la UOM y la prrroga de los mandatos de sus dirigentes. La maniobra result visible hasta para
Inscriptos
Votaron
1000
900
180
1200
200
350
90
70
120
150
120
25
88
6
0
0
0
0
El colegio electoral surgido de este modo reelige a la plana mayor del vandorismo. Se viola as la resolucin
969 que dispone la eleccin directa, pero San Sebastin vuelve a callar. Entretanto, los candidatos opositores son
despedidos en masa.
Falta an elegir los cuerpos de delegados. Se hacen algunas elecciones maravillosas, con sobres
abiertos que entran de a tres en las urnas, carnets falsos, voto cantado, urnas cambiadas. En la fbrica
de envases Centenera, Bunge y Born facilita el triunfo de sus amigos despidiendo a cuarenta
activistas opositores. A pesar de todo el vandorismo empieza a perder en las empresas ms grandes:
Tamet, Camea, BTB. Entonces se suspenden las elecciones y la mayora de las fbricas permanecen
hasta hoy sin delegados, los trabajadores sin defensa alguna ante los patrones. Igual que en 1955, el
gremio est intervenido. Slo que el interventor es ahora el secretario general de la UOM.
A medida que esta realidad penetra cada vez ms profundamente en las bases metalrgicas, el gremio se
despuebla. En 19,63 la Unin Obrera Metalrgica tena
219.000 afiliados
En 1966,
121.000
Faltaba poco para desandar todo el camino recorrido desde 1945. Es posible que ese retroceso se haya
cumplido ya. Pero quiz mejor que las cifras, exprese la realidad del gremio y el sentimiento de los trabajadores
Cuando el Aparato se extienda a la CGT, cuando la Negociacin invada hasta los ltimos rincones del sindicalismo, los resultados sern los mismos que en el gremio metalrgico: la destruccin del movimiento obrero
argentino, la quiebra absoluta entre los dirigentes y sus bases.
El caso Rosendo Garca desempe un papel en ese eplogo.
El manejo total de los recursos informativos permiti al vandorismo mantener durante quince das la ficcin
de que el tiroteo de La Real fue un atentado contra los dirigentes metalrgicos, e incluso contra toda la plana
mayor del neoperonismo. Menos tiempo necesit Vandor para resolver favorablemente el pleito interno de la
CGT, iniciado en febrero de 1966 con la expulsin de Alonso.
Jugando de carambola, explotando la muerte del amigo y la mentira del atentado, acorral literalmente al
sastre isabelino, lo llen de pavor con aquella famosa amenaza pronunciada ante el atad de Rosendo en el
cementerio de Avellaneda: Si en los prximos das los responsables de este crimen no levantan la bandera de la
paz, aqu van a correr ros de sangre. El hombre que estaba de pie se sinti responsable de un crimen, cuando
slo era responsable del abandono de las vctimas y de los sobrevivientes, que debieron esconderse. La bandera
de la paz levantada por Alonso, flamea hasta hoy en Azopardo 802.
De la montaa de informacin publicada en esos das, basta resear la del diario La Prensa que
habitualmente refleja en su forma ms cruda los intereses antiobreros. Objetivamente dice el 15 de mayo se
tiene la impresin de que el grupo de sindicalistas adictos al tirano prfugo que acta bajo las directivas del
dirigente metalrgico Vandor es la que fue atacada, al parecer sin dar tiempo a sus integrantes a defenderse. No
poda pretenderse desde luego que el matutino cambiara su jerga: lo que contaban eran los hechos. El 17
mencionaba al propio Vandor como posible destinatario de la agresin, hablaba de los atacantes de Rosendo
Garca, citaba como presunto inspirador del ataque a Hctor Villaln. El 18 afirmaba falsamente que las
pericias balsticas certifican disparos de armas de fuego de ambos grupos. El 19 insista en la responsabilidad
de ambos grupos, volva a llamar agresores al bando de Blajaquis, informaba que Garca fue alcanzado por un
disparo de ametralladora cuando intentaba darse vuelta y publicaba un croquis totalmente tergiversado, pero
de indudable fuente vandorista, del escenario de los hechos9.
Esta enorme presin rendira sus frutos. Ya el 19 La Prensa relacionaba el caso con la situacin de la CGT
diciendo que la posicin del sector peronista dirigido por Augusto Vandor se robustece considerablemente.
Esa misma tarde el Comit Central Confederal iniciaba sus sesiones con un minuto de silencio en homenaje a
Rosendo, aceptaba la renuncia del Consejo Directivo y designaba secretario general al vandorista Francisco
Prado. Emotivamente rese el episodio la revista Confirmado: Augusto Vandor obtuvo, el jueves pasado, uno
de los triunfos sensacionales de su carrera poltica y gremial: una CGT ampliamente representativa se pona, otra
vez, en marcha. Pero no pudo festejarlo con quien hubiera querido hacerlo: Rosendo Garca.
El alonsismo estaba vencido.
La fuerza de la CGT poda jugarse ahora en favor del golpe. El 7 de junio un formidable paro inmoviliz el
pas. El 29 Vandor sonrea en la Casa Rosada junto al nuevo presidente.
Poco despus el convenio metalrgico era oficializado -primera vez en la historia- en el saln de invierno con
la presencia de Ongana. Vandor correspondi la gentileza ponindose tambin por primera vez una corbata,
gemela de la que llevaba Rosendo la noche de su muerte.
Yo creo que el presidente est muy bien inspirado en el tema de la unidad de la CGT, declaraba Vandor en
septiembre.
Lo que sigue es de sobra conocido. En octubre estalla el conflicto en el puerto, el gremio es intervenido. El
30 de noviembre los portuarios son apaleados por la polica a la puerta de la CGT mientras los dirigentes
discuten si los dejan entrar. Vandor admite que se le han visto las patas a la sota. El portuario Telmo Daz tiene
dificultades para que lo dejen hablar. Es una vergenza ruge al fin. Yo no vengo a tirar mierda, pero quisiera,
verlos a ustedes con las bases peleando todos los das, llenos de necesidades. Claro que la posicin de ustedes es
cmoda. Aqu se han callado. Aqu cada uno cuida su boliche. Nos han dejado solos. No vengamos aqu
diciendo que vamos a parar dentro de quince das, porque si no, les sugerira que paremos la noche de Reyes.
De esta tormenta nace el plan de accin: el 14 de diciembre una huelga paraliza al pas. El
gobierno responde encarcelando a Tolosa, negociando bajo cuerda con el vandorismo. Las viejas
9
En el breve perodo de una semana, que abarca esta defensa del vandorismo, La Prensa public, adems, dos editoriales, dos cartas,
una solicitada y decenas de declaraciones contra la ley de despido; seis editoriales antiobreros con ttulos como stos: Anarqua en los
ferrocarriles, Ocupacin de una fbrica en Crdoba; una foto de una mquina agrcola saboteada por un pen en el King's Ranch, de
Santa Fe, y esa pieza antolgica del resentimiento que bajo el ttulo Entre ellos, comenta el tiroteo de La Real.
alianzas se reconstruyen: el 21 de febrero de 1967 Liberato Fernndez publica una carta abierta -se
dice escrita por Frondizi- donde aconseja a Vandor el repliegue tctico. A las etapas del plan de
accin suceden nuevas represalias: el gobierno interviene la Unin Ferroviaria, dicta la ley de
servicio civil. El 9 de marzo el confederal levanta el plan de lucha. Si hubiera trado una valija de
cinturones, los vendo todos -grita Telmo Daz-, a ustedes se les han cado los pantalones.
A la renuncia de Prado suceden los intentos de normalizar la CGT. El gobierno necesita ahora un ao de
plazo para imponer el congelamiento de salarios, derogar la legislacin social, implantar la racionalizacin. Para
obligar al vandorismo a cumplir su parte del acuerdo, conserva en rehenes la personera gremial de la UOM,
pero libera sigilosamente sus fondos y en mayo suspende los comicios del gremio salvando a Vandor de una
derrota segura. Una comisin delegada sumisa al vandorismo posterga una y otra vez el congreso normalizador.
El 28 de marzo de 1968 estalla al fin la rebelin: el congreso convocado segn los estatutos, con qurum
reglamentario, elige secretario general de la CGT a Raimundo Ongaro.
Es la primera votacin de este tipo que pierde Vandor. Ni l ni el gobierno aceptan la derrota. Con pretextos
pueriles retira a los gremios adictos, crea una segunda CGT, formaliza la divisin del sindicalismo. Con l se
apartan los responsables de una cadena interminable de derrotas populares: Alonso, Coria, Taccone, Cavalli,
March, artfices y beneficiarios del colaboracionismo. En septiembre dejan librada a su suerte la huelga petrolera
de Ensenada. Lo dems, hasta hoy, es comedia.
Cabe preguntarse ahora por los resultados concretos que ha obtenido el vandorismo en diez aos de
dominacin abierta o solapada sobre el movimiento sindical argentino. La participacin de los asalariados en el
ingreso nacional, que en 1958 era del 57 %, en 1965 haba descendido a menos del 47 %. Los salarios reales en
la industria se mantienen al nivel de 1943. Ya en 1965 la CGT denunciaba la existencia de ms de un milln de
desocupados. Han desaparecido las convenciones colectivas y el derecho de huelga, se han aumentado los topes
jubilatorios, se destruye paulatinamente el sistema de previsin social, 500.000 trabajadores tienen sus sindicatos
intervenidos. Para esto ha servido tanta astucia, tanto Lobo, tanta maraa de tcticas, tanto engranaje de
claudicaciones.
En 1953 la CGT se jactaba de nuclear a
6.000.000 de afiliados.
Quiz la cifra era exagerada. En todo caso haba disminuido en 1963 a
2.400.000 afiliados.
En octubre de 1966 el gobierno de Ongana pudo anunciar triunfalmente que esa cifra quedaba reducida a
1.900.000 afiliados
sobre un total de casi
9.000.000 de trabajadores.
Es decir que apenas un obrero de cada cinco prefiere confiar al sindicato la defensa de
sus derechos. En este campo tambin se ha regresado a 1943. Como diran los
comentaristas gremiales: Un nuevo triunfo del vandorismo.
5. LA CAMISETA
6. LAS IDEAS
En alguna oportunidad el vandorismo se ha jactado de no precisar para su accin teoras polticas complicadas. En efecto, los supuestos de esa accin estn catalogados prcticamente desde que naci el movimiento
obrero contemporneo.
El vandorismo, juzgaba en 1966 uno de sus grandes impugnadores, Amado Olmos exhibe una brecha
imposible de cerrar: su falta de ideologa. As Vandor obra a merced del aventurerismo, del oportunismo poltico.
Los resultados de la accin son desde luego ms importantes que los discursos y las intenciones, que Vandor
relega sensatamente a los idelogos del aparato. Por lo menos en una ocasin, sin embargo, expuso por escrito
sus ideas10. En la medida en que corresponden a los hechos producidos en una dcada, vale la pena detenerse en
ellas.
Vandor atribuye al Sindicalismo (con mayscula) un poder casi ilimitado: En todas las latitudes... ha sido y
es fundamentalmente constructivo. En nuestro pas, las elecciones de 1958 demostraron su poder real y
concreto. Sin l no se puede gobernar, si se lo elimina de la conduccin nacional se produce el estancamiento
econmico.
Qu pretende este sindicalismo? No hay que asustarse. No se trata de sostener un planteo clasista y
sectario. Clasista, pues, equivale a sectario. Ya Taccone, secretario general de Luz y Fuerza, lo ha dicho con un
epigrama: La clase obrera no es clasista. Ser clase, por lo menos? Ser obrera?
Los obreros no persiguen ningn fin separado como clase: Si consideramos que el Sindicalismo
es columna vertebral de la Nacin, es porque pensamos en trminos nacionales, es decir de totalidad,
de comunidad. La Nacin es, pues, de una vez y para siempre la estructura actual, con sus opresores
y sus oprimidos. La comunidad incluye de una vez y para siempre a los propietarios y los
desposedos. Esa estructura no debe ser alterada ni atacada mediante planteos clasistas y sectarios:
La Paz Social no slo es posible sino necesaria.
Se trata de reformar la antigua sociedad liberal e individualista, de convertirla en una verdadera comunidad nacional. Para ello el sindicalismo debe institucionalizarse, ser factor de poder, parte integrante
del poder: Pienso que la nica forma en que las relaciones entre el Sindicalismo y el Poder Pblico adquieren
carcter permanente, es con la participacin del Sindicalismo en este ltimo.
El modelo ideal de esa participacin es, naturalmente, el perodo de gobierno peronista, concebido no como
un paso adelante para la clase trabajadora, sino como el paso definitivo, el nivel ltimo de ascenso, el no-va-ms
de la historia. En ese perodo El Sindicalismo... es parte integrante del gobierno e interviene en todas las
decisiones que hacen a la vida nacional. Este modelo de relacin entre los sindicatos y el Estado es, al parecer,
eterno, independiente de la naturaleza de ese Estado y de las fuerzas econmicas que expresa. La proposicin
aceptada por un estado burgus nacionalista, que traduce la expansin de las fuerzas productivas internas, puede
formularse al Estado frondizista que refleja el retroceso de esas fuerzas, reformularse ante el Estado de Ongana
que sanciona la definitiva penetracin de los monopolios. Se trata de participar con cualquiera: basta que a uno
lo dejen.
Si el modelo peronista es el ideal, el frondizista merece un disimulado homenaje: La institucionalizacin
debe producirse dentro de un estado que impulse un verdadero desarrollo econmico..., est ligada a una
planificacin de desarrollo econmico e industrial... Se habla de planificar para todos los argentinos. Cabe, en
fin, un saludo a las pretensiones cesaristas de Ongana: La era de la ficcin y de los intermediarios tiene que
terminar, una reverencia a sus veleidades comunitarias: Aun en la coyuntura ms desfavorable, nuestro
Sindicalismo ha probado su notable voluntad comunitaria... Policlnicos, servicios sociales en general, turismo,
planes de vivienda, campos de deporte, bancos sindicales..., son la prueba...
Como un corte geolgico o el tronco de un rbol, este documento de la ideologa vandorista exhibe las
sucesivas etapas de la transaccin, los estratos histricos en que se volvi a negociar lo ya negociado, todas las
variables del oportunismo que acusaba Olmos.
Este conjunto de ideas y proposiciones han aparecido reiteradamente en las solicitadas de la UOM, en los
reportajes a Vandor. Citaremos solamente uno, publicado a comienzos de 1968 en la revista Siete Das. All
Vandor refirma: Lo que hay que rescatar es la revolucin, no interesa quin la haga..., todos los sectores
sociales sin prejuicios de clase... Yo no soy partidario del movimiento clasista. Incidentalmente, el no clasismo
de Vandor se ha revelado en cada momento crtico como macartismo autntico.
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Nueve carillas dactilografiadas bajo el ttulo Relaciones del Sindicalismo con el Poder Poltico. En forma de
reportaje, aparecieron condensadas en un semanario, a comienzos de 1967.
Como se ve, la burguesa no tiene nada que temer de Vandor. Lo que l pretende es que las cosas mejoren
dentro del Sistema, discutir y decidir en un pie de igualdad, llegar a un arreglo permanente. Discutir con
quin, arreglar con quin? Con los empresarios, naturalmente, y con el ejrcito, que es una realidad. Esto
conviene a todos. A mayor consumo de la clase trabajadora, mayores inversiones de capital y mayor desarrollo industrial. La relacin, en suma, se define como decidida participacin en el desarrollo.
La comunidad capitalista no aparece cuestionada, la lucha de clases no es reconocida, la paz social debe
mantenerse, se quiere ser factor de poder y no tomar el poder.
Discutir el vandorismo desde la perspectiva de una teora revolucionaria de la clase obrera es reencontrar uno
por uno los viejos lugares comunes del reformismo, del sindicalismo burgus. En todo caso Vandor es derrotado
por los hechos, adems de la teora. Si los trabajadores lo juzgan hoy duramente es por los resultados de su
accin, por lo que l ha conseguido con sus negociaciones, sus maniobras y sus pactos: destruir el gremio
metalrgico convirtindolo en simple aparato, dividir la CGT, quebrar la confianza de los trabajadores en sus
dirigentes, retrotraer el movimiento obrero a 1943.
Es bueno, sin embargo, que los trabajadores aprendan a reconocer las ideas que conducen a esos hechos, y
que sepan tambin que las ideas no son inocentes, que el desprecio por la ideologa de la clase obrera es una
promesa segura de traiciones, y que las traiciones no se consuman porque s, sino en pago de algo. Bien lo dijo
Amado Olmos, refirindose no slo a Vandor, sino al grupo de jerarcas enriquecidos, de burcratas complacientes que lo han acompaado en sus aventuras:
Estos dirigentes han adoptado las formas de vida, los automviles, las inversiones,
las casas, los gustos de la oligarqua a la que dicen combatir. Desde luego con una
actitud de ese tipo no pueden encabezar a la clase obrera.
7. CONCLUSIN
Hasta aqu la historia del caso Rosendo Garca, con algunas, no todas, sus implicaciones. No quiero cerrarla
sin decir lo que a mi juicio significa.
Hace aos, al tratar casos similares, confi en que algn gnero de sancin caera sobre los culpables : que el
coronel Fernndez Surez sera castigado, que el general Quaranta sera castigado.
Era una ingenuidad en la que hoy no incurrir. Sinceramente no espero que el asesino de Zalazar vaya a la
crcel; que el asesino de Blajaquis declare ante el juez; que el matador de Rosendo Garca sea siquiera molestado
por la divulgacin de estos hechos.
El sistema no castiga a sus hombres: los premia. No encarcela a sus verdugos: los mantiene. Y Augusto
Vandor es un hombre del sistema.
Eso explica que en tres aos la polica bonaerense no haya podido aclarar el triple homicidio que nosotros
aclaramos en un mes; que los servicios de informaciones, tan hbiles para descubrir conspiradores, no hayan
desentraado esta conspiracin; que dos jueces en tres aos no hayan averiguado los ocho nombres que faltaban
y que yo descubr en quince minutos de conversacin, sin ayuda oficial, sin presionar a nadie ni usar la picana.
No se trata, por supuesto, que el sistema, el gobierno, la justicia sean impotentes para esclarecer este triple
homicidio. Es que son cmplices de este triple homicidio, es que son encubridores de los asesinos. Sin duda ellos
disponen de la misma evidencia que yo he publicado y que en otras circunstancias serviran para encarcelar a
Vandor y sus guardaespaldas. Si no lo hacen es porque Vandor les sirve. Y si Vandor les sirve es, entre otras
cosas, porque esa amenaza est pendiente sobre l. El poder real de Vandor es hoy el poder de Ongana, el poder
de San Sebastin. El vandorismo es una pieza necesaria del sistema.
Ya hemos visto que esa complicidad entre Vandor y el sistema no se reduce al caso Rosendo Garca, que
dentro del mecanismo general de corrupcin y violencia, de acuerdos y traiciones que en mnima parte reseamos, el caso Rosendo Garca es, en efecto, una ancdota, pero una ancdota que desnuda la esencia del vandorismo: ningn otro factor aislado ha contribuido tanto a quebrar la resistencia del movimiento obrero y entregarlo atado de pies y manos al gobierno de los monopolios.
Esto fue posible porque efectivamente Vandor y muchos de los hombres que lo rodean haban luchado en su
momento, y al defeccionar provocaron en los trabajadores esa tremenda quiebra de confianza que slo es
comparable a la que produjo en el pas entero el frondizismo. La traicin de un lder es ms difcil de superar que
la oposicin de un enemigo abierto. Por eso pudo decir con legtimo derecho uno de los sobrevivientes de la
matanza de La Real: Vandor es peor que los patrones.
Los ros de tinta que en mayo y junio de 1966 presentaron a los agresores como vctimas y a los atacados
como asesinos, no han desandado su curso hoy que el misterio est aclarado. La prensa del rgimen no ha
retirado una coma de lo que falsamente dijo. No esperaba yo otra cosa. Esta denuncia ha transcurrido en el
mismo silencio en que transcurri Operacin Masacre. No es la nica semejanza. Tanto en un caso como en
otro se asesin cobardemente a trabajadores desarmados como Rodrguez, Carranza y Garibotti, como Blajaquis
y Zalazar. En mayor o menor grado estos hombres representaban una vanguardia obrera y revolucionaria. Tanto
en un caso como en otro los verdugos fueron hombres que gozaron o compartieron el poder oficial: esa es la
afinidad que al fin podemos sealar entre el coronel fusilador Desiderio Fernndez Surez, y el ejecutor de La
Real, Augusto Timoteo Vandor.
Ese silencio de arriba no importa demasiado. Tanto en aqulla oportunidad como en
sta me dirig a los lectores de ms abajo, a los ms desconocidos. Aquello no se olvid,
y esto tampoco se olvidar. En las paredes de Avellaneda, de Gerli, de Lans, ha
empezado a aparecer un nombre que hace mucho tiempo que no apareca. Slo que
ahora va acompaado de la palabra: Asesino.
Desde mayo de 1966, los protagonistas de esta historia encontraron la forma de continuar participando de la
ardua militancia sindical y hasta hubo alguno que logr escalar posiciones en la poltica.
A los hermanos Villaflor la tragedia los envolvi sin piedad.
Raimundo, de quien Walsh escribi el clido retrato que ocupa el primer captulo de
este libro, desapareci en agosto de 1979, cuando segua siendo un militante de base del
gremio metalrgico. Junto con l desapareci su compaera, Elsa Martnez. Y un da
antes fueron secuestrados Josefina Villaflor, la otra hermana de Raimundo, y su esposo,
Jos Luis Hassan. La larga mano de la represin militar se ceb con los Villaflor, esa
familia de activistas que en Avellaneda representaban una tradicin de hombres y
mujeres a los que se poda matar, pero no comprar. Josefina Villaflor era asesora gremial
de la Federacin Grfica Bonaerense cuando desapareci, en los tristes das de 1979. Y
otra Villaflor, la Azucena Villaflor que las Madres de Plaza de Mayo levantaron como
bandera de todas ellas, madre de un muchacho que desapareci acompaado por su
novia, tambin fue secuestrada en septiembre de 1977, en Sarand, a dos cuadras del
puente. De los Villaflor sobrevivi Rolando, a quien Walsh dedica el tercer captulo de
este libro, que sigue siendo obrero metalrgico, cuida a los hijos de Raimundo y,
apartado temporariamente de la vida sindical, con su sola presencia recuerda el pasado
combatiente de una Avellaneda de fbricas que ya no existen y de obreros que han
emigrado. Y un primo de Raimundo y Rolando, el grfico Osvaldo Villaflor, despus
de ocho aos de exilio en Per y Mxico, al cabo de casi un ao de prisin, es la presencia
viva de una leyenda familiar sealada por el coraje y la persecucin.
Otros, por el contrario, hicieron carrera poltica. Norberto Imbelloni, cuya confesin
permiti a Walsh reconstruir lo que haba pasado en La Real de Avellaneda, es realmente
el mismo diputado Norberto Imbelloni elegido en 1983.
La pista de otros testigos y protagonistas se ha perdido en la historia de la ciudad, en
los relatos de la represin y del exilio. Es posible que algunos cayeran sin nombre,
cuando las dos vertientes del sindicalismo peronista, que Walsh revis de cerca en este
libro, se enfrentaron con violencia.
Escribir la historia de los Villaflor despus de La Real es un tema que hubiera apasionado a Walsh. El Editor
solamente desea dejar impresa la noticia de la suerte diversa que acompa a algunos de estos hombres a
quienes un aparente hecho policial introdujo para siempre en la historia de la literatura poltica argentina
contempornea.