Una Interpretacion Antropologica de La Corrupcion
Una Interpretacion Antropologica de La Corrupcion
Una Interpretacion Antropologica de La Corrupcion
de la corrupción
Ludwig Huber
Gracias a Dios, se les puede corromper.
No son lobos sino seres humanos,
y les tira el dinero.
La corrupción es para esos hombres
lo que la misericordia es para Dios.
La corrupción es nuestra única esperanza.
Mientras exista, habrá una justicia indulgente,
y hasta los inocentes podrán
salir bien parados de un tribunal.
Bertolt Brecht
Madre Coraje y sus hijos
Antonio Gramsci
Notas sobre Maquiavelo
Introducción 2
Bibliografía 110
1
INTRODUCCIÓN
Por consiguiente, desde los años noventa la comunidad internacional ha lanzado una
enorme cantidad de iniciativas y campañas, para erradicar prácticas corruptas y
promover el “buen gobierno” en los países subdesarrollados del Sur y en los países de
transición de la otrora Unión Soviética. Organismos transnacionales como el Banco
Mundial o el Fondo Monetario Internacional otorgaron a la lucha contra la corrupción
un lugar privilegiado en sus agendas y diseñaron una serie de programas para buscar
salidas de un mal aparentemente endémico. Instituciones no gubernamentales, entre
las cuales destaca Transparency International (TI), se han unido a la lucha. A nivel
nacional, no hay país que no tenga alguna forma de una agenda anti-corrupción.
Detrás de este consenso post-Guerra-Fría está la convicción que transparencia y
accountability1 promueven la democracia y contribuyen a la estabilidad política en los
países subdesarrollados.
1
Accountability, palabra anglosajona que hoy en día forma parte imprescindible del vocabulario
relacionado con el desarrollo, sin haber encontrado una traducción adecuada. Los diccionarios
lo traducen como “responsabilidad”, aunque el significado más cercano en el contexto de este
trabajo es el de “rendición de cuentas”.
2
Estos esfuerzos fueron acompañados por una producción académica cada vez más
numerosa, principalmente desde las ciencias económica y política, cuyos resultados
se dividen entre ensayos analíticos sobre causas y efectos, el análisis del marco
institucional del fenómeno y un amplio debate sobre posibles soluciones, entre las
cuales destacan diversos modelos para el adecuado comportamiento de funcionarios,
políticos y ciudadanos.
3
Con muy contadas excepciones, la antropología se ha mantenido al margen de estas
discusiones. Recién en los últimos años se han publicado algunas recopilaciones2 y un
buen número de artículos en revistas académicas que analizan la corrupción desde
una perspectiva explícitamente antropológica y la presentan como un fenómeno social
multidimensional con variaciones locales específicas. Esta perspectiva implica una
exploración del contexto social que produce y sostiene la corrupción y los discursos
que se arman alrededor de ella.
Como bien señala Scott (1972: 2), cada disciplina se acerca al tema de la corrupción
con sus propios términos y plantea preguntas e hipótesis de acuerdo a su perspectiva
y a sus intereses. La antropología considera las definiciones convencionales de la
corrupción como demasiado estrechas y, para una cabal comprensión del fenómeno,
insiste en su contextualización sociocultural. Esa es también la propuesta de nuestro
trabajo. Entendemos la corrupción no como una actividad con expresiones idénticas y
objetivas, independientemente del tiempo y del espacio donde ocurra, sino como una
práctica social compleja y con variaciones locales y diacrónicas. Para el estudio de
caso, hemos escogido la ciudad de Ayacucho, no porque la consideramos
particularmente corrupta en comparación con otros escenarios, sino porque, con su
condición híbrida entre lo tradicional y lo moderno (Huber 2002), nos pareció un
escenario interesante y adecuado que le da cierta representatividad para contextos
sociales alcanzados sólo defectuosamente por la modernidad.
2
Visvanathan y Sethi (1998); Lomnitz (ed., 2000); Pardo (ed., 2004); Haller y Shore (eds.,
2005); Blundo y Olivier de Sardan (eds., 2006); para el caso peruano Ugarteche (ed., 2005) y
.Portocarrero S. (ed.) 2005.
4
Dicho eso, nos parecen necesarias algunas palabras de advertencia sobre los
problemas metodológicos intrínsecos en el estudio cualitativo de la corrupción.
Theobald (1990: 1) señala que “bajo la lupa de las ciencias sociales, la corrupción
resulta ser un fenómeno elusivo y complejo; de hecho, mientras más se la examina,
más difícil es separarla de otras formas del intercambio social”. Ello significa también
que, a pesar de su pasmosa presencia en los discursos públicos y privados, la
incidencia actual de la corrupción es extremadamente difícil – diríamos imposible – de
estudiar. Esa es una experiencia que se ha mencionado virtualmente en todos los
estudios antropológicos que hemos revisado.
Sin embargo, estas “observaciones informales” obviamente tienen sus límites, pues
permiten una evaluación de percepciones a través de un análisis de discursos, pero en
el mejor de los casos sólo una aproximación a la ocurrencia real de la corrupción. El
hecho que se trate además de un concepto cargado de connotaciones ético-morales
negativas, implica que hay también un sesgo inevitable en la recopilación de los datos,
pues “los que dan, declaran, pero los que reciben, por lo general no lo hacen” (Parry
2000: 43). Una de las características del fenómeno es que los corruptos siempre son
los “otros”.
En suma, más que datos duros sobre incidencias efectivas de la corrupción – lo cual,
estamos convencidos, ningún trabajo sobre la corrupción que reclama seriedad puede
proveer – lo que podemos presentar es un estudio sobre la moral pública. Nuestro
interés, por cierto, se dirige más hacia la comprensión que hacia la propuesta de
soluciones inmediatas. Sin embargo, los pobres resultados de la lucha contra la
corrupción – a pesar de todos los planes nacionales y medidas legislativas, las
decenas de manuales y cientos de artículos con proposiciones muy concretas y
aparentemente bien elaboradas – estimula nuestra convicción que un estudio
comprensivo no está de más.
5
1 EL DESCUBRIMIENTO DE LA CORRUPCIÓN COMO PROBLEMA
En su presentación del libro “El pacto infame. Estudios sobre la corrupción en el Perú”,
Felipe Portocarrero (2005: 8-9) define la corrupción como “un mal endémico y casi
omnipresente en todas las sociedades antiguas y contemporáneas”. Con esta
apreciación, el autor está en la línea de la gran mayoría de las publicaciones sobre el
tema, que en los últimos años han aumentado exponencialmente. Casi todos
presentan la corrupción como un obstáculo para el desarrollo económico,3 un anatema
que fomenta un ambiente anti-democrático y engendra el desprecio hacia las
instituciones constitucionales,4 estorba la instauración de valores morales
(Cumaraswamy 2006), promueve el uso incorrecto de fondos públicos (Mauro 1997) y
perjudica sobre todo a los pobres.5 En suma, la corrupción es una patología social; las
connotaciones de desintegración y descomposición que acompañan al término sólo
permiten la conclusión que las consecuencias de la corrupción no pueden ser otra
cosa que nefastas.
Ello parece tan obvio, que nos cuesta imaginar a alguien que pueda encontrar
aspectos benévolos en ese “mal endémico”. Pero así es. En los años sesenta del siglo
pasado, un grupo de estudiosos – inspirados por el funcionalismo de Robert K.
Merton6 y conocidos colectivamente como los “revisionistas” – defendió la idea que la
corrupción, en ciertas circunstancias, puede ser de utilidad social. Retomando, al
menos implícitamente, la opinión que los vicios privados generan beneficios públicos,
idea que había adelantado Mandeville a comienzos del siglo XVIII,7 los “revisionistas”
sostenían que la corrupción puede corregir las fallas del mercado y los tropezones de
3
Véase Bardhan (1997) y Robinson (1998) para una presentación de estudios sobre las
consecuencias de la corrupción para el desarrollo económico.
4
Johnston (2000) discute los principales temas sobre corrupción y democratización.
5
En su World Development Report 2000/2001 (Attacking Poverty), el Banco Mundial sostiene
que “la carga de la pequeña corrupción cae de manera desproporcionada sobre la gente pobre”
(p. 201).
6
Merton (1968) describe como las relaciones clientelísticas características de las “máquinas
políticas” en los Estados Unidos de la primera mitad del siglo pasado beneficiaron tanto a los
patrones (“bosses”) como a grupos desfavorecidos – inmigrantes irlandeses, italianos o judíos,
o los afroamericanos – que no tenían acceso a los canales institucionales y acudieron al
clientelismo para obtener servicios básicos. El nepotismo y favoritismo de estas relaciones a
menudo transgredió la ley, pero la corrupción de la “máquina política” cubría necesidades
sociales no atendidas por el sistema político formal y de esta manera perseveraba el orden
social en un contexto de rápidos cambios sociales promovidos por la industrialización y la
urbanización.
7
En 1714, el médico holandés radicado en Inglaterra Bernard de Mandeville (1690-1733)
publicó La fábula de las abejas, una sátira política donde sostiene que el egoísmo y el vicio
privado son procuradores del bien público. La idea, conocida como “la paradoja de Mandeville”,
tuvo influencia en el utilitarismo de Jeremy Bentham y en la economía política de Adam Smith.
6
gobiernos y burocracias ineficientes, que se generaban sobre todo en los países
subdesarrollados.
8
Uno de los representantes más distinguidos de esta posición fue el constitucionalista y teórico
político Carl J. Friedrich. Véase Friedrich (1963: 167), donde afirma que “la corrupción y el
nepotismo pudren las buenas intenciones y retardan políticas progresivas”, y Friedrich (1972).
7
monopolística” (ibíd.: 393), más aún en situaciones en las que los empresarios
pertenecen a un grupo políticamente desfavorecido, como por ejemplo una minoría
étnica.9 En fin, “si el gobierno se ha equivocado en sus decisiones, el camino ofrecido
por la corrupción bien puede ser el mejor” (ibíd.: 397) – tanto así que la preocupación
por la corrupción puede convertirse en un “obstáculo para el desarrollo” cuando desvía
el interés por otras, y quizás más graves, deficiencias políticas y económicas en la
sociedad (ibíd.: 403).
También Bayley (1997 [1966]) enumera una serie de posibles resultados beneficiosos
de la corrupción en los países subdesarrollados: puede incrementar la calidad del
servicio público motivando a personas talentosas a aceptar puestos con sueldos
sumamente bajos (“los corruptos no siempre son los ineptos ni son siempre
antipatrióticos”; ibíd.: 946); ayuda a nivelar en cierta medida exclusiones sociales y
escisiones ideológicas; da un mínimo de estabilidad y apoyo a los gobiernos; y puede
humanizar el sistema en un contexto no familiarizado con mecanismos institucionales
y acostumbrado más bien a confiar en relaciones personales. Por otro lado, el autor es
9
Scott (1969, 1972) – otro de los “revisionistas” – describe cómo la corrupción ayudó a los
empresarios de la minoría étnica china en Malasia en la consolidación de sus negocios. Según
Scott, la exclusión de un grupo de la política formal deja, como último recurso, sólo el recurrir a
la corrupción o a la violencia. En un trabajo más reciente, Khan (1998) señala que los chinos
impusieron a sus propias empresas una manera de “impuesto” voluntario que fue transferida a
la mayoría malasia. De esta manera, evitaron en buena medida las tensiones étnicas que
asedian otras partes de la región.
10
Leys menciona específicamente el ejemplo de Gran Bretaña, donde la ética pública actual se
ha desarrollado históricamente: “Gran Bretaña ha pasado por un periodo en el cual conductas
aceptables según los estándares antiguos llegaron a ser considerados como corruptos.
Considerando esta experiencia, podría decirse que la vida pública en Gran Bretaña no fue
mucho menos ‘pura” como la es hoy en día” (Leys 1965: 22). Evidentemente, Leys está muy
consciente de la historicidad de la corrupción, cuyo significado cambia con el tiempo.
8
consciente que la corrupción desvía recursos escasos, dificulta la implementación de
políticas de Estado y sofoca la autoridad de los gobernantes. Si las consecuencias de
la corrupción son buenas o malas, entonces, depende de la situación específica. En
todo caso, la corrupción se puede evitar sólo cuando las soluciones que ofrece la
normatividad institucional del gobierno o del sistema implican un costo menor que los
actos corruptos. De no ser así, “la corrupción puede servir como medio para impulsar
elecciones mejores, aún en términos de los objetivos expresados por el mismo
gobierno” (ibíd.: 944).
11
Nye es también autor de una definición de la corrupción usada hasta la actualidad en
muchas publicaciones: “Corrupción es una conducta que se desvía de los deberes formales de
un cargo público debido a intereses privados (personales, familia cercana, grupo privado)
pecuniarios o de ganar estatus; o que viola reglas contra el ejercicio de ciertos tipos de
influencia con intereses privados”. Eso incluye sobornos, nepotismo y malversación de fondos
públicos (Nye 1967: 419).
9
nivel puede “humanizar el gobierno y hacerlo menos imponente” (ibíd.). “Incentivos
materiales” pueden también incrementar la gobernabilidad; en la revolución mexicana,
por ejemplo, la corrupción ha jugado un rol importante en la transición de la fase
violenta hacia la institucionalizada y en la instauración del Partido Revolucionario
Institucionalizado (PRI).
El autor deja claro que las consecuencias positivas de la corrupción son más
excepción que regla. Contrastando posibles beneficios y trastornos (desperdicio de
recursos, inestabilidad política, reducción de capacidad gubernamental), Nye llega a la
conclusión que, con muy contadas excepciones, “es probable que los costos de la
corrupción en los países menos desarrollados excedan sus beneficios” (ibíd.: 427). En
todo caso, insiste en que la corrupción es un fenómeno complejo y “demasiado
importante como para dejarlo a los moralistas”.
El politólogo filipino José Veloso Abueva (1966), quien hizo un estudio en su país con
el enfoque de los “revisionistas”, resume las ventajas de la corrupción – es decir, tal
10
como han sido percibidas por esta línea de interpretación – en relación con la
consolidación política de las naciones emergentes de la época:
Hemos emprendido este rápido recuento para demostrar cómo, hace medio siglo,
surgió una corriente importante en las ciencias sociales que consideraba la corrupción
como funcional para el desarrollo económico y como mecanismo efectivo para
consolidar sistemas políticos inestables. Si bien casi todos los autores coinciden en
que la corrupción es un indicador de una institucionalidad débil, insistieron en que, en
ciertas circunstancias, puede contribuir a una mayor eficiencia burocrática, a la
estabilización de gobiernos endebles, a la inclusión de grupos marginados y a la
formación de instituciones políticas. En determinados contextos, la corrupción
simplifica y acelera la administración pública, consolida las relaciones entre clases y
estratos sociales, y optimiza la economía cuando hay escasez de recursos; en suma,
la corrupción cumple funciones sociales.
Ahora bien, es importante notar que las posiciones que acabamos de resumir se
refieren a la pequeña corrupción, es decir, al pago de coimas y otras actitudes ilícitas
en escala reducida. Los autores estaban definitivamente conscientes de los peligros
de una corrupción sistémica y desenfrenada, que sí podía presentar una amenaza
para el crecimiento económico. Aún así, se les puede imputar una banalización del
problema, como efectivamente lo han hecho los “moralistas” y toda una generación de
publicaciones posteriores. En una respuesta a los “revisionistas”, Caiden y Caiden
(1977), por ejemplo, critican el funcionalismo de su razonamiento, aludiendo que la
misma funcionalidad de la corrupción es “un síntoma o una indicación para la
necesidad de una reforma” (ibíd.: 306). Para estos autores, la corrupción – una vez
hecha sistémica – tiene efectos contrarios a los postulados por los “revisionistas” en
todos los aspectos: intensifica las divisiones sociales y económicas, impide la cohesión
social y el cambio político, contribuye a la anomia social, entre muchas otras
consecuencias negativas (ibíd.: 307). Más recientemente, el economista del Banco
11
Mundial Daniel Kaufmann (1997) ha refutado los argumentos de los “apologistas de la
corrupción” (ibíd.: 117), insistiendo sobre todo en el impacto pernicioso de la
corrupción para la gobernabilidad.12
Aún cuando se aceptan estas críticas, hay por lo menos dos aspectos mencionados
por los “revisionistas” que merecen ser rescatados. El primero es la historicidad
mencionada por Leys, es decir, la observación que lo que se considera como un acto
corrupto cambia con el contexto sociohistórico.13 El otro aspecto, quizás más
importante aún, es expresado con mayor claridad por Bayley: el referente que la
corrupción sólo es negativa en la medida que la normatividad contra la cual atenta es
mejor. Es decir, el análisis de la corrupción implica necesariamente un juicio ético.
Volveremos sobre este punto en la parte etnográfica. Por ahora, nos contentamos con
la constatación que el mérito de los “revisionistas” está en la contextualización de la
corrupción, la cual se ha perdido en las publicaciones de los años subsiguientes.
12
Véase también Kaufmann (2006a), entre muchas otras publicaciones del autor. Sin embargo,
la discusión si la corrupción “engrasa” o “estanca” el crecimiento económico está lejos de ser
concluida; véase por ejemplo Méon y Sekkat (2005).
13
Varios artículos en el libro editado por Claudio Lomnitz (2000) demuestran cómo el
significado de la corrupción ha cambiado en México a lo largo de los siglos.
14
El término “cáncer de la corrupción” es atribuido al ex presidente del Banco Mundial, James
Wolfensohn.
12
El camino para esta posición, diríamos rigurosa, fue preparado en los años setenta por
algunos autores que desde el inicio cuestionaron la percepción condescendiente de
los “revisionistas”. Los economistas Gordon Tullock (1967) y Anne Krueger (1974)
desarrollaron la teoría de la búsqueda de rentas (rent-seeking), que se refiere a la
manipulación de gobiernos democráticos para obtener privilegios particulares. Las
rentas se generan cuando el Estado restringe las operaciones del mercado, y los “rent-
seekers” utilizan las instituciones públicas y/o presionan a los gobiernos – a veces
utilizando medidas legales como el cabildeo, a veces ilegales como el soborno – para
que intervengan a su favor, asegurándose así rentas que el mercado, operando
abiertamente, no les entregaría. Considerando que el rent-seeking es “directamente
relacionado con la magnitud de la actividad gubernamental en la economía y con el
tamaño relativo del sector público” (Buchanan 1980: 9), la solución que se propone es
evidente: “la influencia del Estado debería ser reducida a un mínimo, y el control
burocrático debería ser reemplazado por mecanismos del mercado siempre y cuando
sea posible” (Evans 1995: 24). Así, la teoría del rent-seeking marca los albores del
neoliberalismo, pues fue utilizada para “demostrar que, cuando se presenta la
oportunidad, los gobiernos de los países en vía de desarrollo sólo servirían a sí
mismos y a sus seguidores. Por lo tanto, se argumentó que el desarrollo debe basarse
en el mercado y no en el Estado” (Polzer 2001: 7).
Entre los autores que reforzaron esta tendencia en los años siguientes destacan, por
su influencia, los economistas Susan Rose-Ackerman y Robert Klitgaard; ambos, en
su momento, consultores del Banco Mundial. En 1978, Rose-Ackerman – hoy en día
una de las expertas más reconocidas a nivel mundial en el tema de la corrupción –
escribió que la corrupción, por más eficiente y necesaria que parezca, siempre será la
segunda mejor solución. En su análisis económico llega a la conclusión que la
ilegalidad del soborno produce el desperdicio de recursos, pues tanto el mantener las
transacciones en secreto como la elaboración de leyes contra la corrupción tienen un
costo. Las ganancias de la corrupción por lo general no son invertidas, sino gastadas
para el consumo o depositadas en cuentas secretas en el extranjero, lo cual perjudica
el desarrollo del respectivo país. Por otro lado, los gastos para la corrupción son
incluidos en el costo de los bienes y servicios, lo que genera una tergiversación de los
precios y una limitación de la demanda. La mano de obra disponible no es utilizada en
la posición adecuada, y las energías de los empleados son desviadas de actividades
benévolas para la sociedad hacia actividades corruptas, pues éstas prometen
ganancias fáciles. Pero aún cuando fuese económicamente justificable, la
13
condescendencia frente a la corrupción puede gradualmente corromper todo el
sistema (Rose-Ackerman 1978).15
A mediados de los noventa, esta posición fue consagrada por el Banco Mundial, cuyo
presidente declaró la corrupción como el obstáculo más grande para el desarrollo
económico.16 La insistencia de Wolfensohn durante la asamblea anual de los socios en
1996, de que el Banco “tiene que afrontar el cáncer de la corrupción”, marca un punto
de inflexión en la política de la institución, de los demás organismos de la cooperación
internacional y, como secuela, de las ONGs nacionales.
14
connotación demasiado política y el Banco argumentaba que sus estatutos no le
permitían hacer decisiones basadas en criterios políticos.17 Entonces siguió prestando
dinero a regímenes corruptos aunque sabía que parte de los fondos eran desviados a
las cuentas privadas de los gobernantes y sus seguidores.
¿Por qué este giro? Varios autores se han planteado esta pregunta y han ofrecido un
conjunto de explicaciones19 que confluyeron en dos factores centrales: por un lado, se
había hecho evidente la necesidad de redefinir la estrategia del Banco Mundial ante la
realidad que los países subdesarrollados poco se habían beneficiado de sus
programas. Por otro lado, el cambio del clima geopolítico después del derrumbe de la
Unión Soviética y sus satélites modificó también los parámetros para la cooperación
internacional:
17
Cuenta Wolfensohn que cuando él llegó al Banco Mundial, "me contaron que había una
palabra que no podía usar, que era la palabra ‘C’, y la palabra ‘C’ era ‘corrupción’. Es que la
corrupción fue identificada con política, y si me meto en eso tendría problemas terribles con mi
consejo directivo” (Marquette 2004: 421).
18
Véase “The World Bank Fights the Cancer of Corruption”, en
http://www.voanews.com/specialenglish/archive/2006-04/2006-04-07-voa2.cfm
19
Véase por ejemplo Krastev (2004), Marquette (2001, 2004), Polzer (2001) y Szeftel (1998).
15
“Durante la Guerra Fría, algunos se vieron tentados de considerar la corrupción
en la Unión Soviética o en los estados africanos unipartidarios como un acto de
desafío, una demostración de iniciativa empresarial más que un ejemplo de
deshonestidad furtiva. Si el ‘empresario’ usaba la corrupción para saltar hacia
el frente de la cola que habían montado los burócratas, entonces era una
recompensa para su iniciativa y mala suerte para aquellos que quedaban
rezagados al final de la fila. Ahora el zapato está en el otro pie y la corrupción
ha perdido mucho de su encanto de pirata. Si es todavía un acto de desafío
político, es uno ejercido en contra de las condiciones de los donantes. El precio
que impone no afecta solamente al desafortunado ciudadano africano, sino
también a negocios occidentales, a la ayuda de los donantes y a las
aspiraciones del mercado libre. No puede sorprender, entonces, que ahora sea
condenada como amenaza para el desarrollo y la democratización” (Szeftel
1998: 228).
La lucha contra la corrupción se convirtió así en una “nueva estrategia del Banco
Mundial, y en menor medida del FMI, para demostrar su utilidad en el mundo post-
Guerra Fría” (Krastev 2004: 20).20 El nuevo contexto, en el cual los gobiernos de los
países industrializados trataron de adaptar la ayuda externa a presupuestos cada vez
más reducidos y a la vez se vieron enfrentados con los reclamos de movimientos
sociales, tanto en el Sur como en sus propios países, generó la demanda por una
mayor accountability y por resultados concretos y mensurables. Eliminado el bloque
socialista, ya no fue necesario el apoyo a dictadores corruptos, y la ayuda pudo
limitarse a los gobiernos que lo “merecían”. Surge entonces el paradigma del “buen
gobierno”, que denomina un conjunto de medidas políticas dirigidas a convertir
instituciones públicas “disfuncionales” en proveedores de servicios eficientes y
transparentes.
Ahora bien, de acuerdo con sus propios estatutos, el Banco Mundial no puede basar
sus decisiones en criterios políticos y, por lo tanto, tiene que des-politizar la
corrupción.21 Por consiguiente, el Banco ha optado por un enfoque economicista que
presenta la corrupción como un problema económico y social, más no político; una
disfunción institucional que aflora siempre y cuando las políticas económicas no son
bien diseñadas, el nivel de educación es bajo, la sociedad civil subdesarrollada y la
accountability del sector público débil. Arriesgando a “devaluar la democracia en su
valor propio” (Marquette 2004: 425), el Banco Mundial se abstiene de la valoración
20
Después del derrumbe del bloque socialista, el Banco Mundial estaba en la mira de círculos
políticos conservadores estadounidenses que presionaron por cerrarlo, o al menos disminuir su
función (Krastev 2004: 20).
21
“El Banco puede emprender muchas acciones en el marco de sus estatutos [Articles of
Agreement] para ayudar a los países en su lucha contra la corrupción. Sin embargo, el Banco
tiene que enfocar los aspectos económicos de acuerdo con su mandato y tiene que abstenerse
de interferir en los asuntos políticos de los países” (World Bank 1997a: 5).
16
ética del sistema político en su conjunto; no está dentro de su mandato. El Banco
asume la “posición del experto y promotor de lo ‘bueno’ simplemente expresando la
inferioridad de sistemas corruptos” (Polzer 2001: 12), sustentándose en un enfoque
“universal, cuantitativo, institucional y basado en la maximización individual
calculadora y racional. Apreciaciones alternativas, como percepciones éticas,
culturales o políticas son consideradas como ingenuas, engañosas o maliciosas”
(ibíd.). Obviamente, los principios universalmente aplicables implican la
descontextualización de la corrupción, contra uno de los aspectos más importantes
propagados por los “revisionistas” en los años sesenta.
De acuerdo con esta percepción, el Banco apuesta por soluciones técnicas a través de
reformas normativas. Como la corrupción es explicada con la actitud rentista de
funcionarios públicos, debe ser superada a través de la desregularización: es decir,
mientras menos burocracia (léase: Estado), menos corrupción. Así, los programas
para combatir la corrupción apoyan al Estado sólo “en la medida en que éste
administra su propio declive” (Brown y Cloke 2004: 287). La retórica anti-corrupción se
convierte en una justificación para reformas neoliberales, despolitizadas y tecnócratas
(Polzer 2001: 7; Harrison 2006: 17; Krastev 2004: 35).
Curiosamente, los parámetros que el Banco adoptó a partir de 1996 para su lucha
contra la corrupción fueron elaborados poco antes por un pequeño grupo de
disidentes, que había renunciado a la institución precisamente por su actitud
indulgente frente al problema en los proyectos que financió. En 1993, este grupo,
liderado por Peter Eigen,22 fundó Transparency International (TI), que en los años
siguientes se convertiría en la organización privada más importante a nivel mundial en
lo que se refiere a la lucha contra la corrupción. Hoy en día, TI tiene una posición casi
monopólica en la materia; mantiene excelentes relaciones con los principales donantes
de la cooperación internacional y cuenta con más de 90 secciones nacionales en todos
los continentes.
22
Eigen había trabajado para el Banco Mundial en Kenya hasta comienzos de los noventa.
Cuenta el “mito de origen” de TI que él y su esposa – una médico – habían llegado a la
convicción que la corrupción era uno de los problemas principales, si no el principal, para los
países del Tercer Mundo. Para que el desarrollo tenga éxito, deberían romperse las estructuras
corruptas y sustituirlas con sistemas transparentes. Como esta posición no fue compartida por
su empleador – el Banco –, Eigen decidió renunciar (Martiny 2004).
17
Enron23 y lo define ahora como “abuso de un poder encomendado para el beneficio
privado”. Con esta precisión, la institución admite la posibilidad que la corrupción se
puede dar también en el sector privado. El hecho que sigue siendo una definición
“ahistórica y universal” (Shore y Haller 2005: 16) no le quita influencia en las
instituciones gubernamentales o transnacionales, ni en las publicaciones sobre el
tema; “la corrupción, señala Sampson (2005: 121), es lo que Transparency
International dice que es”.
23
La bancarrota fraudulenta de la corporación Enron en 2001 fue probablemente el caso de
corrupción más sonado en la historia de Estados Unidos (véase Eichenwald 2005).
24
www.transparency.org
25
El Informe Global de la Corrupción 2006 está dedicado al tema de la corrupción en salud;
véase http://www.transparency.org/publications/gcr.
18
percibido, sustentado en un conjunto de sondeos que confían principalmente en
información obtenida por ejecutivos de alto nivel, académicos y analistas.
El último IPC, del 6 de noviembre del 2006, enumera 163 países, entre los cuales el
Perú comparte el lugar número 70 con Brasil, Ghana, México, la India, China y Arabia
Saudita, entre otros. En una escala de 0 (muy corrupto) a 10 (nada corrupto), estos
países alcanzan 3.3 puntos.26 Los primeros lugares los ocupan, como siempre, países
noreuropeos y oceánicos; esta vez le tocó a Finlandia, Islandia y Nueva Zelanda con
9.6 puntos; en el otro extremo se encuentra Haití con apenas 1.8 puntos. El IPC,
obviamente, expone una ostensible correlación entre bienestar y corrupción: mientras
más pobre un país, más corrupto.
A pesar del éxito del IPC,27 no faltan críticas tanto metodológicas – expresadas, entre
otros, por uno de los fundadores de TI (Galtung 2005) y por investigadores del Banco
Mundial (Kaufmann, Kraay y Zoido-Lobatón 1999) – como políticas. Las críticas
relacionadas con la metodología señalan que la corrupción es demasiado difícil de
medir, algunos dirían imposible, tratándose de una actividad ilegal y clandestina. En el
mejor de los casos, el índice puede señalar tendencias y posiciones relativas entre los
países, pero con un sustento cuestionable que confía en las percepciones subjetivas
de “expertos”, es decir miembros de la elite en los países industrializados, y no toma
en cuenta las opiniones de otros sectores de la población. Además, el IPC no
considera la multidimensionalidad de la corrupción, es decir no contempla las múltiples
formas que puede asumir ni la manera en que se gasta el dinero, a pesar que las
variaciones al respecto tienen diferentes consecuencias económicas. En suma, lo que
hace el índice no es más que señalar cómo la corrupción sistémica es percibida por un
grupo elegido de informantes (Andvig et al. 2000).
Por otro lado, se ha criticado que el índice reafirma prejuicios frente a los países más
pobres que siempre se encuentran en la cola del ranking. Además, la concentración en
la administración pública omite formas más directas del abuso gubernamental.
Singapur, por ejemplo, tiene una administración pública muy eficiente, pero un
gobierno autoritario que utiliza sistemáticamente el aparato jurídico y las agencias
gubernamentales para intimidar a sus adversarios. Sin embargo, figura como uno de
26
Pareciera que la situación en el país ha empeorado ligeramente. En 2005, el Perú tenía
todavía 3.5 puntos y ocupaba el lugar número 65.
27
El éxito del IPC ha animado a TI a experimentar con otros índices, como el Índice de
Fuentes de Soborno (Bribe Payers Index), publicado por primera vez en 1999, después en
2002 y últimamente en octubre del 2006. Entre las 30 economías enlistadas no figura el Perú.
19
los países menos corruptos del mundo; en el IPC del 2006, ocupa el quinto lugar con
9.4 puntos, por encima de Suecia y la Suiza. Con estas limitaciones, el IPC, más que
un inventario de incidencia, es “principalmente un instrumento de presión política y
debe ser evaluado como tal” (Blundo y Olivier de Sardan 2006a: 10). Para la cruzada
contra la corrupción iniciada por el Banco Mundial, sin embargo, es mucho más que
eso:
28
“[L]os riesgos de corrupción se entenderán como aquellas condiciones – principalmente
institucionales – que favorecen que los actos de corrupción se cometan y que se reproduzcan.
En consecuencia, los niveles de riesgo de corrupción […] se pueden interpretar como el
margen de libertad que tienen los actores corruptos para actuar con éxito […[. El nivel de
corrupción existente […] dependerá entonces de la motivación (íntegra o corrupta) de los
diversos actores frente a los riesgos existentes” (Proética 2006b: 4).
20
transparencia y las limitaciones para garantizar el acceso a la información; y, las
debilidades de la vigilancia ciudadana.
21
2 HACIA UNA INTERPRETACIÓN DE LA CORRUPCIÓN DESDE LA ANTROPOLOGÍA
Vemos, entonces, cómo a partir de los años noventa se ha iniciado una cruzada
mundial contra la corrupción liderada por el Banco Mundial y Transparency
International. Organizaciones transnacionales,29 gobiernos nacionales y
organizaciones no gubernamentales han identificado la corrupción como principal
obstáculo para el desarrollo económico y la estabilidad política y lanzaron todo un
arsenal de iniciativas y campañas para erradicar prácticas corruptas y promover el
“buen gobierno”, sobre todo en los países en vía de desarrollo y/o de transición en las
sociedades postsocialistas. Detrás de este consenso está la premisa que
transparencia y accountability acaban con la actitud rentista de los burócratas,
estabilizan la democracia y, sobre todo, consolidan el mercado y promueven el
desarrollo económico.
29
Entre las convenciones internacionales destacan la Convención contra la Corrupción de las
Naciones Unidas, del 2003, y la Convención contra el Soborno, de la Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), del 2002.
22
unidad económica que intenta maximizar sus ingresos, tal como fue adelantado hace
medio siglo por el profesor Jacob van Klaveren (1997 [1957]: 26).30 Es tarea de la
política pública minimizar los acicates, y la lucha contra la corrupción se reduce a “la
manipulación efectiva de las estructuras de incentivos” (Bukovansky 2006: 183).
Predomina “un enfoque normativo y teleológico que enfatiza soluciones técnicas
‘neutrales’ para problemas que fueron despojados de su contenido ideológico y
político” (Blundo y Olivier de Sardan 2006a: 6). En los años sesenta, la idea de
diseñar un paquete global para combatir la corrupción y ofrecerlo a países tan distintos
como México, Indonesia, el Congo o Bangladesh hubiera sido considerado como
disparate tanto por “moralistas” como “revisionistas”; hoy en día, es moneda común.
30
“Si [el funcionario público] quiere, puede abusar de su posición monopólica para explotar al
público, solicitando para cada acto oficial la recompensa máxima que el sujeto con que está
tratando está dispuesto a pagar. Estamos así frente a un método de explotación a través del
cual una parte constituyente de la esfera pública es utilizada como si fuera una esfera del
mercado. Por lo tanto, pensamos en la corrupción en términos de un funcionario público que
considera su oficio público como negocio, cuyos ingresos trata, en el caso extremo, de
maximizar. El oficio se convierte en una ‘unidad maximizante’” (van Klaveren1997 [1957]: 26).
31
Se considera como hecho social total (fait social total) “una actividad que tiene implicaciones
en toda la sociedad, en las esferas económicas, legales, políticas y religiosas” (Sedgewick
2002: 95). A través de un hecho social total se vinculan diferentes prácticas e instituciones.
32
“El fracaso de antropólogos, sociólogos y politólogos en desafiar el monopolio de los
economistas sobre el tema de la corrupción tiene que ver con el descubrimiento que los
argumentos culturales con respecto a la corrupción son políticamente incorrectos” (Krastev
2004: 29).
33
Estamos simplificando, pues aún sin entender mucho de la materia somos conscientes que
hay diversos enfoques económicos, que se distinguen también en la manera como tratan el
tema de la corrupción. En el marco de la Nueva Economía Institucional se han producido
algunos estudios que sí toman en cuenta explícitamente el contexto específico; véase al
respecto Lambsdorff, Taube y Schramm eds. (2005), y sobre “un enfoque neoinstitucional
sobre la corrupción en el Perú”, Ortiz de Zevallos y Calderón (2005), quienes sostienen que
“antes de analizar una ley, hay que evaluar cuál es el código cultural vigente sobre ese mismo
tema, porque es la interacción entre normas formales e informales […] lo que determina las
posibilidades del cambio institucional” (ibíd..: 133).. Sin embargo, la gran mayoría de los
23
demasiado limitadas para explicar el fenómeno. En antropología, la corrupción es
considerada una práctica social compleja con sus variaciones locales, donde se
entremezclan prácticas como el nepotismo, el abuso de poder y la malversación de
fondos públicos con estructuras particulares de reciprocidad y de poderes locales. Es
decir, la corrupción no existe en el vacío social; para entenderla, hay que
(re)contextualizarla:
“Lo que es considerado como corrupto desde un punto de vista (político, social,
económico o moral), puede ser considerado como más o menos legítimo desde
otro punto de vista. Puede darse un cierto grado de tolerancia ante formas de la
corrupción que son consideradas como un mal necesario o inevitable” (Pardo
2004: 14).
24
media carece de medios de producción y no realiza trabajo manual; “su rol económico
se limita a la administración, la política y las profesiones liberales, y el Estado es su
principal empleador” (ibíd.: 22). En esta situación, sus miembros recurren al
“compadrazgo”, un sistema tácito de ayuda mutua que consiste en el intercambio
continuo de favores. El “compadrazgo” – que no debe confundirse con el parentesco
ritual del mismo nombre – es el principal mecanismo para conseguir apoyo político,
una de las apreciadas vacantes en una escuela de alta reputación, o un puesto de
trabajo en la administración pública que se “llena a través del apadrinamiento político y
social” (ibíd.):
Para participar en el sistema del “compadrazgo”, los actores deben respetar las reglas;
la reciprocidad, por ejemplo, no incluye regalos tangibles y descarta cualquier pago en
dinero. La práctica encierra además un componente de igualdad, pues el
“compadrazgo” es esencialmente una relación personal entre individuos que se
consideran del mismo nivel social, lo cual permite encubrir la relación con una
“ideología de la amistad” (ibíd.: 23) y diferenciarlo discursivamente del nepotismo y del
soborno que es considerado un “intercambio de mercado” con la clase alta e “implica
la ausencia de cualquier tipo de relación personal, o de la mera posibilidad de tener
amigos en común” (ibíd.: 31). En conclusión,
Podemos rescatar del trabajo de Larissa Lomnitz dos aspectos que trataremos de
desarrollar a lo largo de este trabajo: primero, los límites entre el aprovechamiento de
relaciones sociales considerado como legítimo y los actos corruptos son a menudo
borrosos y dependen de la percepción de actores tanto involucrados como ajenos; y
segundo, la corrupción es un concepto cargado de connotaciones ético-morales e
ideológicas.
Larissa Lomnitz es una antropóloga mexicana y se halla entre los más renombrados
estudiosos de las redes sociales, concepto que fue desarrollado en los años cincuenta
25
del siglo pasado, cuando los antropólogos empezaron a estudiar los vastos flujos
migratorios desde aldeas o tribus homogéneas hacia ciudades multifacéticas y
políglotas y temieron que estos migrantes, al dejar atrás el contexto normativo de sus
pueblos, terminarían aislados y desorganizados en una "sociedad de masas"
(Kornhauser 1959).
Sin embargo, los investigadores pronto descubrieron que los migrantes, en vez de
"perder comunidad", no solamente establecieron lazos sólidos en su nuevo ambiente
urbano, sino además mantuvieron vínculos fuertes con sus lugares de origen. Es en
este contexto que se abre paso la idea de las redes sociales; desde que la elaboración
del concepto fuera iniciado por Barnes (1954) y perfeccionado por, entre otros, Mitchell
(1966; 1969), Boissevain (1968; 1978) y Epstein (1969), hasta formar parte integral de
la antropología urbana. Mientras que anteriormente la antropología estructural-funcio-
nalista anglosajona se había centrado en modelos culturales relativamente estáticos e
instituciones sociales fijas, el concepto de redes sociales manifestó una tendencia en
las ciencias sociales "hacia conceptos que implican adaptación y adaptabilidad"
(Whitten y Wolfe, 1973: 717). El enfoque trata de explicar la conducta social a través
de las relaciones entre actores concretos, trátese de personas u organizaciones, sin
restarle importancia al trasfondo sociocultural de estos actores: "las personas son
miembros tanto de redes como de categorías" (Wellman, 1988: 32).
Las redes sociales son el concepto sociocultural más mencionado en los estudios
sobre la corrupción en sociedades no occidentales. La mayoría de estos países cuenta
26
con un Estado demasiado indigente como para implementar programas sociales
sostenibles para su población, que bien o mal tiene que recurrir a sus redes sociales
para lograr un cierto nivel de estabilidad económica.
Ejemplos se encuentran en todo el mundo. Ruud (2000), por ejemplo, señala que en
Bengala Occidental la gente dedica mucho tiempo y esfuerzos para construir y
mantener contactos de amistad y reciprocidad. Ruud reprueba la manera etnocéntrica
como el término “corrupción” es usado en la academia y en los medios occidentales,
que no reconocen el imperativo moral de ayudar a los familiares que pesa sobre la
población. En Bengala, la práctica de usar relaciones personales para el beneficio
propio es social y culturalmente aceptada e invade también la esfera estatal, de modo
que es prácticamente imposible prevenir la “corrupción”.
En China, el arte de hacer amigos con pequeños regalos y favores tiene nombre
propio: guanxi, un concepto de suma importancia en la vida cotidiana de los chinos.
Guanxi se refiere a redes sociales basadas en relaciones personales que se
construyen alrededor de ciertos elementos comunes, como el de provenir del mismo
pueblo, haber asistido a la misma escuela, trabajar en la misma fábrica o pertenecer a
la misma sección local del Partido Comunista. Sin embargo, la pertenencia a una red
guanxi no depende exclusivamente de estas experiencias compartidas, sino puede ser
establecida también a través de terceros cuya reputación es garantía para la conducta
apropiada de la persona introducida. De esta manera, los individuos pueden extender
sus relaciones sociales y económicas, llegando a integrar varias redes que controlan
diferentes recursos (Schramm y Taube 2002: 5).
34
Gupta (1995), Parry (2000), Pavarala (1993), Wade (1982).
27
Pertenecer a una red guanxi implica asumir obligaciones recíprocas que se mantienen
a través de un flujo permanente de regalos, pequeños favores o agasajos, que
siempre tienen que ser devueltos y cuyo valor material crece de acuerdo con la
profundidad de la relación social.35 Las relaciones están cargadas con un contenido
ético muy importante; negarle a un miembro de la red guanxi una ayuda solicitada
implicaría “perder la cara”, una carencia de sentimientos humanos, una violación de
los códigos morales. Eso no descarta que “uno se puede sentir obligado de ayudar al
otro con un cierto sentido de interés propio y pensando en el beneficio material” (Yang
1994: 140). El guanxi, entonces, es una constelación social generada alrededor de
expectativas mutuas.
En muchas áreas de la sociedad china, el guanxi sigue siendo un factor que atraviesa
todos los aspectos de la vida social; es el mecanismo al cual uno recurre para
conseguir un puesto de trabajo, una licencia para un negocio, un crédito, un
departamento y hasta atención médica (Heberer 2001: 13). Virtualmente cada
individuo, de todos los estratos sociales, pertenece al menos a una red guanxi, y los
recursos invertidos no son nada despreciables. Schramm y Taube (2002: 5) citan un
estudio en un pueblo rural, según el cual un hogar gasta entre el 10 y el 20% de su
ingreso para mantener sus redes, y según la Comisión Independiente Contra la
Corrupción en Hong Kong, los empresarios del enclave gastaron en 1993 entre el 3 y
el 5% de sus inversiones en regalos con el mismo objetivo (ibíd.)
Ahora bien, la frontera que divide el regalo o el favor de la corrupción es por lo menos
tan vaporosa como en el caso del “compadrazgo” en Chile que mencionamos arriba,
de modo que “en el discurso cultural chino existe muchas veces una línea fina entre el
arte del guanxi y el soborno” (Yang 1989: 48). Muchos autores consideran el guanxi,
por decir lo menos, como una forma de proto-corrupción y advierten sobre su potencial
de sofocar las normas sociales, éticas, jurídicas y políticas del Estado. Sin embargo,
según la antropóloga Mayfair Mei-Hui Yang, sería erróneo reducir el “arte del guanxi” a
una noción occidental de la corrupción, porque las cualidades personales y éticas
intrínsecas en las relaciones de reciprocidad tienen la misma importancia que las
transacciones para el beneficio material (Yang 1994: 108).
35
La obligación de devolver un regalo o un favor como principio universal de la humanidad fue
mencionada por primera vez por el antropólogo francés Marcel Mauss (1972 [1925]); véase
también Sahlins (1965).
28
La necesidad de valorar el guanxi desde su contexto específico es reconocida también
por parte de algunos economistas; aplicando el enfoque de la Nueva Economía
Institucional, Schramm y Taube llegan a la conclusión que
29
‘materializado’, dominado por el pragmatismo y el mercado” (Michailova y Worm
2002:25; véase también Krastev 2004: 59ss).
Ahora bien, el continente que mayor número de estudios sobre la relación entre la
corrupción y el contexto sociocultural ha incitado es África. Eso porque la incidencia
aparentemente es más alta que en cualquier otra parte del mundo; sobre todo la África
sub-sahariana parece ser el universo corrupto por excelencia:
Chabal y Daloz analizan los estados del África sub-sahariana y formulan algunas tesis
subversivas, que se expresan en el subtítulo del libro (“el desorden como instrumento
político”). Según estos autores, a diferencia del Estado occidental, que se caracteriza
por su administración independiente, el Estado africano es considerado como un
recurso privado. Es decir, en vez de constituirse el Estado y la sociedad como dos
esferas separadas, éstas se entremezclan: sometiéndolo a la lógica de obligaciones y
solidaridades particulares, el Estado es “capturado” por la sociedad; es un recurso
30
donde la estructura administrativa y burocrática tiene una función principalmente de
fachada.
Sin afán de defender, sino de entender, los autores critican la visión normativa en los
estudios sobre la corrupción y su aplicación en la práctica; según ellos, la mejor
manera para avanzar en la comprensión del fenómeno es evitar simplificaciones e
ideales burocráticos que en Occidente se toma como universales:
También Bayart argumenta que en África, el Estado y la sociedad civil no son dominios
separados. La corrupción no es sólo una desviación episódica y marginal de un ideal
weberiano,36 sino que se halla entretejida en la misma estructura de los estados. A la
práctica de capitalizar redes sociales, que él denomina “política del vientre”,
corresponde un esquema mental – Bayart recurre al concepto foucaultiano de la
“gubernamentalidad” – que “se sirve de un conjunto de géneros discursivos, los
mezcla y, como resultado, inventa culturas estatales originales” (Bayart 1993: 24).
Uno de los puntos en común de los estudios que acabamos de resumir es la referencia
a redes sociales que se encuentran en evidente contradicción con la percepción
weberiana de un orden burocrático, que se sustenta en la separación nítida entre los
sectores público y privado. Efectivamente, esta separación es un concepto occidental
36
Sobre Weber ver capítulo 4
31
que se difundió en los países noreuropeos a lo largo del siglo XIX y coincidió con la
formación de los Estados nacionales. La situación en los estados postcoloniales,
según los autores mencionados, es más compleja,37 y uno de los contenidos más
importantes de la política en estos países son precisamente las negociaciones sobre la
manera en que las instituciones y valores culturales tradicionales se ajustan a las
disposiciones del Estado moderno (Szeftel 1998: 235).
De esta manera, reaparece un tema que había sido medular entre los “revisionistas”
de los años sesenta: la contextualización de la corrupción, es decir, el postulado que
se trata de un fenómeno que es afectado por factores como la historia específica del
país en cuestión, valores culturales y el estatus socio-económico de los involucrados, y
que por lo tanto tiene que ser analizado en su contexto específico. Una definición
demasiado estrecha de la corrupción como “abuso de un cargo público para el
beneficio privado” no permitiría entender por qué en diferentes sociedades y entre
diferentes personas y grupos de la misma sociedad se encuentran diferentes formas y
conceptos del fenómeno, por qué determinadas conductas son consideradas como
legítimas y hasta loables por unos y violentamente rechazadas por otras.
Obviamente, la visión emic tiene que cuidarse de varias trampas. En primer lugar, se
expone al peligro de caer, al menos implícitamente, en la justificación, una acusación
que ya enfrentaron los “revisionistas” que fueron tildados de “apologistas de la
corrupción” por autores domo Klitgaard, Kaufmann y muchos otros. En segundo lugar,
37
El sociólogo nigeriano Peter Ekeh distingue entre una “esfera pública primordial” y otra
“cívica” en los países africanos postcoloniales (Ekeh 1975).
38
En realidad, la posición de TI no es muy coherente al respecto. Por un lado reconoce que
“hay diferencias significativas en las percepciones y prácticas entre varias culturas. Lo que
unos aceptan como razonable y apropiado puede diferir considerablemente” (Transparency
International 2000: 9); por otro lado defiende la posición eurocentrista que hemos descrito
arriba.
39
La distinción entre estudios de carácter emic y etic (derivaciones de los términos "fonémico" y
"fonético") en la investigación antropológica fue introducida por Marvin Harris. Según Harris, la
perspectiva emic caracteriza a las estrategias de la antropología que se basan en la visión
propia de una cultura, y se supone que representa una estrategia hermenéutica para el análisis
cultural. Esto se diferencia de la perspectiva etic, que representa un enfoque exterior,
desarrollado por el investigador para generar una teoría científica.
32
puede degenerar en un esencialismo cultural y culpar a las mismas víctimas de la
corrupción por su desgracia:
“Hay muchos argumentos para pensar que diferentes cosas son consideradas
como corruptas en diferentes culturas y lugares, pero es menos plausible que
las culturas no compartan valores morales o concepciones comunes sobre la
corrupción” (ibíd.: 274).
40
Son evidentes las analogías, con el concepto de la “cultura de la pobreza” del antropólogo
norteamericano Oscar Lewis (Lewis 1996 [1966]) que implica una visión del mundo de los
pobres que impide iniciativas para mejorar las condiciones de vida y genera un círculo vicioso,
reproduciéndose y perpetuándose la situación de pobreza.
41
“No es raro que una familia ghanesa consista de 500 personas” (Werlin 1972: 253)
33
El antropólogo francés Jean Pierre Olivier de Sardan (1999) trata de evitar el
determinismo cultural identificando un conjunto de “lógicas culturales” que influyen en
el “complejo de la corrupción”;42 se trata de normas sociales generalizadas que son
capaces de generar una aprobación de la corrupción, sin que ello necesariamente
suceda. Olivier de Sardan menciona cinco de estas “lógicas culturales” predominantes
en sociedades africanas, que están lo suficientemente arraigadas como para
“comunicar con o influir en las prácticas de la corrupción” (ibíd.: 26): la lógica de
negociar que regula casi todas las formas de intercambio en África; la lógica de los
regalos, o la costumbre de intercambiar pequeños obsequios; la lógica de las redes
sociales que hemos mencionado más arriba; la lógica de la autoridad depredadora,
que se refiere al supuesto “derecho” de los líderes y gobernantes de enriquecerse a
costa de sus súbditos; y la lógica de la adquisición redistributiva, que se refiere a la
presión social ejercida a los funcionarios públicos de redistribuir parte de sus ingresos
a sus parientes o amigos.
En síntesis, lo que queríamos resaltar en esta primera parte es nuestra convicción que
la corrupción no existe en el vacío social. Nos basamos en una amplia bibliografía,
parte de la cual acabamos de resumir, que demuestra la necesidad de comprenderla
en relación con “las lógicas culturales” – para quedarnos con la terminología de Olivier
42
El “complejo de la corrupción” incluye un conjunto de prácticas ilícitas que son “técnicamente
distintas” de la corrupción, pero tienen en común con ella su referencia al Estado y a funciones
paraestatales o burocráticas, y están en contradicción con la ética oficial del “servicio público”.
Olivier de Sardan se refiere, entre otros, al nepotismo, al abuso de poder, a la malversación de
fondos y al tráfico de influencias (1999: 27).
34
de Sardan – en su contexto específico. En este sentido, nos distinguimos del
mainstream de los estudios sobre la corrupción, que analizan la corrupción desde la
estructura de incentivos para el individuo. Pensamos que estos estudios necesitan ser
complementados con trabajos enfocados en la cultura, un aspecto que se ha tomado
en cuenta sólo de una manera muy periférica, también en los trabajos sobre la
corrupción en el Perú. Queremos dejar bien claro que no estamos propagando un
determinismo cultural, ni abogamos por un relativismo justificante. Pensamos, eso sí,
que la comprensión cabal del fenómeno es un criterio indispensable para su
eliminación.
Ahora bien, lectores atentos habrán notado que hemos evitado proponer una definición
de la corrupción. Eso fue a propósito. Ya mencionamos que los enfoques económicos
y políticos tratan el fenómeno según criterios universales y parten del concepto
weberiano de la burocracia como el tipo más puro de la dominación legal. Para
nosotros, este enfoque no solamente tiene debilidades epistemológicas que impiden
comprender el fenómeno en un contexto no occidental, sino además tiene
consecuencias para la lucha contra la corrupción, pues en vez de basarse en un
análisis de lo que actualmente está pasando en el nivel local, confía en soluciones
importadas desde entornos diferentes, elaboradas y de cierta manera impuestas por
los donantes de la cooperación internacional. Estamos plenamente de acuerdo con el
antropólogo italiano Italo Pardo:
“Para decirlo con franqueza, un análisis que confía en una definición absoluta
de la corrupción no sirve para nada porque es restringido por un razonamiento
subyacente que explica los actos corruptos a través de intereses materiales y
moralidades dudosas. Es muy posible que la corrupción y las prácticas
relacionadas efectivamente impliquen este tipo de intereses y moralidades; sin
embargo, sería demasiado reduccionista asumir que uno de estos aspectos, o
ambos, sean suficientes para explicar la corrupción. Más seguro es que no
siempre son decisivos para la dinámica de la acción corrupta, y que no
necesariamente juegan un rol importante” (Pardo 2004: 5).
35
3 LA CORRUPCIÓN EN EL PERÚ: LEGADO HISTÓRICO Y DISCURSO RECIENTE
Varios autores han destacado las raíces históricas de la corrupción en el Perú, desde
la Independencia (Vargas Haya 2005) o aún antes. El historiador Alfonso Quiróz
(2000), por ejemplo, sostiene que “la corrupción se puede explicar como un legado
colonial, es decir, como la persistencia de prácticas tradicionales en la administración
pública” (ibíd.: 685-686). También Klaiber (1988) remonta los orígenes de la corrupción
en el Perú a la sociedad colonial, en la cual convivieron el ideal de la ética comunitaria
y una ética individual, siendo una especie de término medio entre ambos la “ética
corporativa”. Los rasgos esenciales del gobierno colonial eran el autoritarismo y el
paternalismo. La última instancia siempre fue el poder personal, el Rey, quien
mediante sus representantes y la burocracia establecía una relación fundamental con
sus sujetos: a cambio de servicios y del cumplimiento de obligaciones, ellos recibían la
protección y el favor reales. La conciencia fundamental de todos era la de pertenecer a
un “cuerpo”, o a un pueblo, o a una raza. La sociedad se caracterizaba entonces por
una fuerte fragmentación en diversos grupos sociales, factor que robustecía la
autoridad del soberano.
Uno llegaba a la atención del Rey o de alguno de sus delegados mediante muchos
“regalos” o sobornos, como escalando peldaño tras peldaño, a fin de conseguir algún
beneficio. Son los orígenes de la “institucionalización del favor” en América Latina que
menciona García Canclini (1989: 73), “tan antimoderno como la esclavitud, pero ‘más
simpático’ y susceptible de unirse al liberalismo” (Ibíd.: 74); y por lo tanto capaz de
mantenerse también durante la República.
36
de la conquista “una historia de fragmentación y disolución de unidades étnicas” (Blum
1994: 13) ha reducido su campo de acción cada vez más a su condición inmediata:
Es conocida la distinción que hace Basadre entre el Perú oficial y el Perú real, el que
nace con la República. Al derribarse la dominación española, resultó imposible
encontrar una autoridad sustituta que obtuviera el consentimiento general, de modo
que sobre las ruinas del Estado colonial se erigieron “repúblicas independientes al
amparo de las ambiciones o de los intereses de los caudillos” (Basadre 1981: 38), una
manera de oligarquías regionales y locales:
37
antisocial, una aversión al trabajo, y una afinidad para la violencia y el autoritarismo"
(Harrison 1988: 31), de modo que "en el caso de América Latina vemos un patrón
cultural, derivado de la cultura hispánica, que es antidemocrático, antisocial,
antiprogreso, antiempresarial y, al menos entre la élite, antitrabajo" (ibid.: 165), es sólo
una transcripción un tanto cruda de las expresiones de un pensador tan perspicaz
como José Carlos Mariátegui sobre el legado de los conquistadores:
"La incapacidad del coloniaje para organizar la economía peruana sobre sus
naturales bases agrícolas, se explica por el tipo de colonizador que nos tocó.
Mientras en Norteamérica la colonización depositó los gérmenes de un espíritu
y una economía que se plasmaban entonces en Europa y a los cuales
pertenecía el porvenir, a la América española trajo los efectos y los métodos de
un espíritu y una economía que declinaban ya y a los cuales no pertenecía sino
el pasado" (Mariátegui 1994: 59).
Se podría decir, entonces, con el sarcasmo que distingue a Claudio Véliz de que "en
un mundo en que la eminencia del cambio es abrumadora, la capacidad de los
pueblos ibero-americanos de resistirlo ha sido ampliamente subestimada" (ibíd.: 14). El
rotundo "¡Que inventen ellos!" de Miguel de Unamuno para rechazar vituperios porque
los españoles no habían contribuido al repertorio de invenciones modernas, es quizás
el testimonio más elocuente de la "esterilidad arrogante" (ibíd.: 206) que impidió la
modernización económica de las colonias hispanas después de lograr la
independencia.
38
ser leal con la corporación básica a la que se pertenece. La lealtad a un cuerpo
determinado no está asociada a un sentido del bien común por encima de los
intereses de su propio grupo; una sociedad de “favores” es una sociedad donde
prevalecen las relaciones personales:
39
sociedades latinoamericanas contemporáneas la puntualiza el último informe del
Latinobarómetro:
43
Según el mismo informe, el 58% de los latinoamericanos confía en el vecino, pero sólo el
22% confía en terceros.
40
estándar de conducta moral y legal” (2004: 76). Susan Rose-Ackerman distingue entre
la confianza generalizada interpersonal, la confianza unilateral y la confianza
recíproca. Según la autora, los gobiernos y mercados legítimos dependen de la
confianza unilateral en las instituciones públicas; un régimen corrupto, en cambio,
opera usualmente con altos grados de confianza recíproca y basada en el afecto. Una
relación donde ambas partes – la que paga y la que recibe sobornos – actúan fuera de
la Ley implica el riesgo de incumplimiento, el que disminuye cuando hay vínculos de
parentesco o amistad de por medio (Rose-Ackerman 2001b).
Ahora bien, a pesar de tener una larga tradición en el Perú, la corrupción ha irrumpido
impetuosamente en la conciencia pública nacional peruana recién en los últimos
cuatro o cinco años. Por un lado, ha copado las portadas de los medios de
comunicación capitalinos que parecen en carrera por ganar la primicia en denuncias
contra funcionarios públicos del más alto nivel. Por otro lado, ocupa un lugar
privilegiado en las encuestas sobre las problemáticas nacionales, aunque con una
amplia distancia respecto a los habituales problemas económicos:
Tabla 2
¿Qué problemas afectan en estos momentos a
nuestro país?
(% total de menciones espontáneas)
2002 2003 2004 2006
Desempleo 75 70 73 61
Pobreza 60 61 51 48
Delincuencia 31 27 25 47
Corrupción 29 25 26 30
Consumo de drogas 16 13 12 16
Educación inadecuada 11 10 10 11
Fuente: Proética, Cuarta encuesta nacional sobre corrupción. 2006.
41
militares (Rospigliosi 2000) y un sector del empresariado (Durand 2004).44 El
debilitamiento de las instituciones de control del Estado45 y la eliminación de la
competencia política a través de la captación (o intimidación) de contrincantes políticos
generaron una concentración de poder que, según Tanaka (2005), sería la causa
principal para que pudiera aflorar la corrupción durante el gobierno de Fujimori a los
niveles que todos conocemos.
44
Dammert (2001) califica al Estado de Fujimori-Montesinos como “Estado mafioso”.
45
Por ejemplo la Contraloría General de la República (CGR) que fue intervenida y radicalmente
desorganizada; o la misma SUNAT que generó el llamado “RUC sensible”, destinado a
proteger el secreto de los ingresos de Montesinos y que se extendió luego a un grupo
numeroso de altos funcionarios (Zapata 2005).
46
Véase al respecto los informes mensuales de la Defensoría del Pueblo sobre conflictos de la
población con sus autoridades en www.defensoria.gob.pe.
42
Tabla 3
¿En qué gobierno considera usted que hubo más
corrupción? (%)
2003 2004 2006
Gobierno de Fujimori 49 43 54
Primer gobierno de García 21 20 23
Gobierno de Toledo 20 30 16
Gobierno de Belaúnde 2 1 1
No precisa 8 6 6
Fuente: Proética, Cuarta encuesta nacional sobre corrupción. 2006.
43
del Banco Mundial. La verdad es que “no sabemos qué está pasando. Puede ser la
punta del iceberg, puede ser también que hay más discurso que incidente” (Larmour
2005: 1).
“Tildar a alguna persona o acción de corrupta no sirve tan sólo para tipificar un
determinado comportamiento o calificar a una determinada persona, sino que
provoca una estigmatización que puede ir más allá de lo razonable. Considerar
a alguien como corrupto tiene una gravedad extrema, pues no es exagerado
decir que – en el uso habitual del lenguaje – supone negarle su esencia; un
político corrupto es algo más que un político corrupto, es un no-político; un juez
corrupto no es solamente un mal juez, es alguien que no es acreedor a tal
título; un religioso corrupto no es simplemente un mal religioso, es un no-
religioso que, con seguridad, deberá ser expulsado de la comunidad a la que
pertenece” (González Amuchástegui 2003: 66).
Eso no es un detalle marginal. Creemos más bien que el discurso sobre la corrupción
es una práctica social en sus propios términos, en buena medida independiente de la
incidencia real. Desde Foucault sabemos que el discurso – lo que se dice y lo que no
se dice, lo que se puede decir y lo que no se puede decir – es un fenómeno
eminentemente político. En este sentido, el discurso reciente sobre la corrupción en el
Perú hace visible una imaginación generalizada sobre la sociedad, el Estado y la
política en su conjunto, más allá del fenómeno mismo (Bubandt 2006).
Profundizaremos estas ideas en el siguiente capítulo etnográfico.
47
En talleres con personal del sector educación en Ayacucho, Lambayeque y Loreto, Gloria
Helfer y sus colaboradores recogieron más de 40 modalidades de corrupción, entre los cuales
figuran el acoso sexual y el robo de recursos (Helfer et al. 2004: 77); véase el capítulo 4.
Proética, por su parte, incluye en sus actos de corrupción el “comprar productos piratas”
(Proética 2006a). Véase también nuestra parte etnográfica.
44
4 LA PEQUEÑA CORRUPCIÓN EN AYACUCHO: UN ESTUDIO DE CASO
Como señalamos en la introducción, la mayor parte de los estudios que se han hecho
sobre la corrupción en el Perú se acopla al mainstream y se centra en las dimensiones
políticas y económicas del fenómeno, tomando como definición, explícita o
implícitamente, aquella según la cual la corrupción es “un abuso de un cargo público
para el beneficio privado”. El enfoque percibe la corrupción como un conjunto de
condiciones objetivas que pueden ser observadas y medidas; una práctica
desequilibrada de individuos codiciosos que roban recursos del Estado; una
“disfunción” que debe corregirse a través de reformas institucionales y mecanismos de
control.
No faltan datos para sostener tal percepción. Cualquier mapa de pobreza coloca a la
región en alguno de los últimos puestos. De acuerdo con el Compendio Estadístico
2005 del INEI, el 70% de la población ayacuchana vive en condiciones de pobreza, la
mitad de ellos en pobreza extrema. El Mapa de Pobreza del Foncodes del 2000 sitúa
al departamento en el grupo de los “muy pobres”, y el Índice del Desarrollo Humano
del PNUD lo ubica en el puesto 23, superando sólo a los vecinos departamentos de
Huancavelica y Apurímac. La “mancha india” sigue esperando su conexión con el país.
Por otro lado, la Comisión de la Verdad encontró que el 40% de las víctimas fatales de
la guerra interna correspondía al departamento de Ayacucho, y que el 36% de su
45
población fue afectada por el desplazamiento, siendo la ciudad de Huamanga uno de
los principales receptores. Si la violencia hubiera tenido la misma intensidad en todo el
país, hubieran muerto más de un millón de peruanos. Sin embargo, más allá de los
números que dan cuenta de la magnitud del conflicto, son las particularidades de este
las que han dejado cicatrices profundas, de difícil curación. La que azotó la región no
fue una guerra cuasi-colonial entre opresores y oprimidos; la guerra estaba “adentro”,
en los pueblos, enfrentaba a padres con hijos, a vecinos y a comunidades. Se
agudizaron los innumerables microconflictos inter e intracomunales, entre familias y
hasta entre familiares, que siempre han existido en el mundo andino; estos se
fusionaron con la lucha armada senderista y alcanzaron una nueva dimensión, violenta
y sanguinaria. Es una guerra que ha dejado graves secuelas en el tejido social y en la
confianza interpersonal (Theidon 2004).
Pese al fastidio que muchos ayacuchanos experimentan cuando se ven, sobre todo
desde Lima, irreflexivamente relacionados con la violencia, es notorio que las
consecuencias del conflicto, junto con la precariedad económica, influyen en la
constitución de un clima social muy peculiar, extremadamente fragmentado. Esta
fragmentación se expresa de muchas formas y ni siquiera es una particularidad
ayacuchana, sino un fenómeno que ha llevado a numerosas zonas en el interior del
país al borde de la ingobernabilidad; sin embargo, pareciera que en Ayacucho todo
alcanza algo más de gravedad. Acá basta con el 16% de los votos emitidos para ganar
las elecciones municipales.
Fernando Eguren, entre otros, ha constatado la ausencia de “una elite que oriente al
país hacia el logro de objetivos políticos, económicos y culturales de largo aliento.
Existen grupos dominantes, pero no una elite dirigente” (Eguren1998: 196). Si tal es la
situación en el país, en Ayacucho llega a su extremo, porque ni siquiera hay grupos
dominantes. Los hacendados se han ido, muchos de ellos ya antes de la Reforma
Agraria; no hay industria y por lo tanto tampoco existe una clase empresarial con
visión de impulsar el desarrollo regional; la Cámara de Comercio representa apenas a
pequeños y micro empresarios y artesanos; la Iglesia Católica mantiene cierta
influencia en el ámbito urbano, aunque ha perdido mucho en el campo con el avance
de las iglesias evangélicas. Si bien hay una vida intelectual en nada despreciable para
una ciudad provinciana tan pobre, ella está desvinculada de la política. Lo que queda
es un “entramado de autoridades y representantes que conforman el universo
institucional local” (Diez Hurtado 2003: 133); es decir, los titulares de algún cargo
público que Alejandro Diez (ibíd.) llama “élite por función”. Pero son élites – si es que
46
cabe el término – anémicas, circunstanciales, subidas a un cargo oficial más por el
capricho de la coyuntura política que de un respaldo orgánico en la población. La baja
legitimidad de las autoridades es una constante, la percepción que la población tiene,
por ejemplo, de sus alcaldes y congresistas es pésima.
La segunda vuelta de las elecciones generales del 2006 significó una altísima votación
por Ollanta Humala en Ayacucho. Ello motivó que algunos analistas señalaran este
hecho como el surgimiento de un movimiento con posibilidades de consolidarse. Sin
embargo, a los tres meses, todo quedó pulverizado. A la ruptura de la alianza entre el
Partido Nacionalista y Unión Por el Perú, le siguieron disputas internas que debilitaron
al primero, obteniendo ambos partidos una mucha menor votación de la esperada. Si
en la segunda vuelta de las elecciones generales el voto por Ollanta Humala en
Ayacucho bordeó el 80%, en las elecciones regionales de noviembre de 2006, el
Partido Nacionalista obtuvo menos del 15% de los votos válidos; en tanto Unión por el
Perú ni siquiera llegó a participar.
47
“En fin, el cinismo y la sinvergüencería [del alcalde provincial] va llegando a sus
límites, negándose incluso la realización de una fiesta en los ambientes de la
municipalidad con motivo de su cumpleaños hasta cerca de la medianoche. Méritos
suficientes para ser ¡reelegido! (¿?)” (Opinión, Agosto 2006)
“En el mítin de cierre de campaña [NN] habló pero como cualquier analfabeto. Dijo
incoherencias y lo único que se le entendía era la palabra ‘Jujimori presedente’ que
repetía a cada momento. La gente que escuchó su discurso decía: ’¿Y este burro
quiere ser nuestro presidente?’ ¡¡¡Qué vergüenza!!! Ajjjj” (Línea Roja 16.11.2006)
“Amares o Amarres. Uno de los proyectos que maneja una millonada de dinero, de
dólares es el famoso Proyecto Amares. Pero el problema es que nadie sabe en qué
invierten tanto dinero. Sería bueno una explicación. Es más, a los directores regionales
de la DIRESA, Amares le sobornaría con 3 mil soles mensuales para que no digan
nada. ¿A la nueva directora ya le habrá picado el bicho de la corruptela?” (Rebelión
23.07.2006)
48
automáticamente, contra las autoridades; el 1 de julio 2004, una turba incendió los
locales de la Municipalidad y del Gobierno Regional y saqueó la tienda del congresista
Walter Alejos.
Desde Toqueville sabemos que una sociedad civil fuerte, con muchas organizaciones
cívicas, es buena para la democracia. Con este afán, un grupo de ONGs, de las cuales
existen alrededor de 50 en la Huamanga post-guerra, y el mismo Estado han hecho
grandes esfuerzos para frenar la pulverización sociopolítica. Ante la crisis de las
instituciones de la democracia representativa, apuestan por la “sociedad civil” y la
“participación ciudadana”. La inclusión de actores locales en la toma de decisiones
relacionadas con el presupuesto público y otros aspectos de la política del Estado, se
supone, ayudaría a superar las deficiencias de las instituciones públicas.
Los resultados, sin embargo, han sido muy modestos. Instancias de representación de
la sociedad civil, como el Consejo de Coordinación Regional (CCR) y los Consejos de
Coordinación Locales (CCL), no han pasado de ser meros formalismos. En el caso de
estos últimos, algunos han intentado funcionar, sobre todo en el ámbito de las
municipalidades distritales, pero han terminado por caer en la inoperancia. Si bien
existen esfuerzos de vigilancia como el caso de Vigila Perú, este trabajo no trasciende
hacia la población, el interés por sus resultados no va más allá del entorno de algunas
ONG e instituciones pocas. Asimismo, los procesos de presupuesto participativo
congregan a pocos interesados, sobre la base de una parte ínfima del total del
presupuesto. Por su lado, la Mesa de Concertación para la Lucha contra la Pobreza,
uno de los pocos espacios de concertación en la localidad, tuvo una significativa
presencia inicial, a la que le ha sucedido un periodo de aletargamiento del que no ha
logrado recuperarse del todo hasta hoy.
Hace casi medio siglo, las ciencias sociales han inventado conceptos como el “bien
limitado” (Foster 1965), la “cultura de la pobreza” (Lewis 1996 [1966]), o el “síndrome
49
del encogido” (Erasmus 1968) para explicar situaciones sociales de este tipo.48 En los
ochentas, se dio una efímera discusión sobre la anomia social y la sociedad de masas
en el Perú (Neira 1987; Romero 1987; Lynch 1989; Carrillo y Sulmont 1991), y algunos
autores presentaron el país como una aglomeración anómica de individuos sin lazos
sólidos entre ellos (Husson 1993; Pásara 1988).
48
La “imagen del bien limitado” se refiere a una “orientación cognitiva”, según la cual los
campesinos consideran que todas las cosas deseables en la vida existen en una determinada
cantidad (escasa) que no puede ser aumentada. En un juego de suma cero, cualquier progreso
de una persona perjudicaría necesariamente a los demás, que por lo tanto hacen todo lo
posible para evitarlo. También la “cultura de la pobreza” implica una visión del mundo que
impide iniciativas para mejorar las condiciones de vida y genera un círculo vicioso,
reproduciéndose y perpetuándose la situación de pobreza. Erasmus, por su lado, distingue dos
tipos de personalidades: el “entrón”, que busca el contacto con intermediarios sociales para
mejorar su situación, y el “encogido”, que se encierra en su propio mundo, sin ambiciones de
sobresalir y de cooperar con otros. El tipo “encogido” caracterizaría a las clases bajas rurales
latinoamericanas. Son variaciones de la escuela denominada “cultura y personalidad”, que
dominaba la antropología cultural norteamericana hacia mediados del siglo pasado.
49
El “familismo amoral” se refiere a la “incapacidad de los pobladores para cooperar en busca
de su beneficio colectivo o de cualquier beneficio y pensar más allá de los intereses materiales
de la familia nuclear” (Banfield 1958: 10). Basándose en su trabajo de campo en el sur de Italia,
Banfield cree que esa es una característica universal en el mundo rural premoderno.
50
cuyas características sería la de integrar el Estado en el ámbito de las relaciones
personales. La captura del Estado por la sociedad, como dirían Chabal y Daloz.
50
Dice Myrdal que “el folklor de la corrupción contiene hechos sociales importantes que
merecen una investigación intensiva en su propio valor. Las creencias sobre la corrupción y las
emociones relacionadas con ellas tienen una relevancia crucial para la manera en que la gente
conduce su vida privada y cómo ve los esfuerzos de su gobierno para consolidar la nación y
para dirigir y estimular el desarrollo” (Myrdal 1968: 940-941).
51
propio y parte de un imaginario social y político sobre la sociedad y su futuro (Bubandt
2006: 428). En este sentido, el análisis del discurso va más allá del fenómeno mismo,
y
- Regidor provincial afirma que se debe detener acción de malos policías. Menciona
cupos a los oficiales y afirma que estar en la policía de tránsito es un “cachuelo
seguro” (Correo 08.08.2006: 3).
- Diario denuncia que en el concurso para directores de UGELs hay favoritismo hacia
los militantes apristas postulantes (Jornada 09.08.2006: 3).
52
- En su nota editorial, el diario Jornada afirma que la corrupción está enraizada en
Ayacucho. Menciona tráfico de influencias, chantaje, acoso sexual, cobros por
expedición de licencias irregulares, etc. (Jornada 11.08.2006: 2).
- Madre denuncia que un policía le pidió 300 soles para liberar a su hijo, acusado de
intento de violación. (Jornada 11.08.2006: 3).
- Comuneros refieren que profesor alcohólico los amenaza con hacer que los retiren
del Programa Juntos si lo denuncian (La Calle 11.08.2006: 6).
- La misma columna sugiere que el Ministerio Público tome acciones contra médicos
que expiden certificados irregularmente (Correo 14.08.2006: 3).
53
de firmas para expedir licencias de conducir, otorgamiento de permisos de circulación
irregulares, etc. (Jornada 14.08.2006: 8-9).
- Un columnista del diario La Calle refiere que existe el pago de cupos a cambio de
puestos laborales (La Calle 17.08.2006: 2).
Como señalamos, un mes cualquiera, elegido al azar; cualquier otro mes hubiera
arrojado resultados similares. En los cotidianos medios escritos de comunicación en
Ayacucho abundan las referencias que, de una u otra forma, se hacen al tema de la
corrupción. Algunos de estos medios, los más radicales y que sólo aparecen
esporádicamente, se dan nombres que los presentan como fiscalizadores y
defensores de la moral pública: El Vigilante, El Observador Radical, Rebelión, Horas
de Lucha, Línea Roja, y a menudo aplican un tono descalificador, furibundo y, a veces,
aún insultante.
54
“… el tal [NN] habría querido chantajear al Alcalde del distrito de San Juan Bautista,
pidiéndole la suma de S/. 2,000.00 nuevos soles (la esposa del alcalde) lo que hizo fue
propinarle un sonoro cachetadón al asqueroso […] quien no tuvo más remedio que
correrse como una mariquita…” ([NN] cacheteado por esposa de alcalde del distrito de
San Juan Bautista”. Observador Radical 20.08.2006: 6).
“Si el Poder Judicial absuelve a [NN], entonces el próximo gobierno del Comandante
Ollanta Humala, deberá como primera medida desactivar el sistema judicial y mandar
al paredón a todos los jueces y vocales que son peores o iguales que los congresistas
corruptos del fujimontesinismo y del fujitoledismo que se venden al mejor postor,
gracias al maldito dinero” (“[NN], planea corromper vocales, para que lo liberen!!”.
Rebelión 23.01.2005: 12).
“…Es decir, la población Ayacuchana, los cojudos contribuyentes (con el perdón del
término) pagaremos a la MPH durante el presente año, para que los nombrados
engorden más, la suma de S/. 600,000.00 Nuevos Soles” (“¡Exterminemos el municipio
corrupto! No a la tributación”. Rebelión 23.07.2006: 3-4).
Algo que salta a la vista en la revisión cotidiana de los diarios locales es la recurrencia
al uso de los llamados “condicionales de rumor”, como “habrían”, “tendrían”, “serían”,
etc., es decir, condicionales con valor conjetural o de información no asegurada. El uso
de estas formas indica que las noticias que se cuentan no han sido comprobadas o
han sido tomadas de fuentes dudosas. Su utilización puede obedecer a razones de
precaución frente a la posibilidad de procesos judiciales por calumnia o difamación.
Los programas radiales que, sobre todo en las zonas peri-urbanas y rurales, son el
medio de comunicación más importante, no se quedan atrás; en las entrevistas,
muchas veces emplean un tono de voz propio de un interrogatorio policial. Acusar de
corrupción a cualquier funcionario público se ha convertido en un tema recurrente, muy
al estilo de “Magaly TV” que, como bien señala Gisela Cánepa (2005: 100, nota de pie
3), “se ha constituido en una especie de observador y juez de la conducta moral de los
personajes públicos”.
55
Obviamente, esta no es ninguna particularidad ayacuchana. También los medios
capitalinos parecen hallarse en carrera por ganar la primicia respecto a algún caso de
nepotismo en el gobierno, y Gonzalo Portocarrero tiene probablemente razón cuando
dice que “[l]a denuncia de los medios no proviene, en la mayoría de los casos, de un
compromiso firme con la verdad, sino de la expectativa de un alto rating que significa,
desde luego, una mayor utilidad” (2005: 117). El sensacionalismo de los medios
ayacuchanos es el mecanismo de autotitulados periodistas, generalmente poseedores
de una nula o deficiente formación profesional, quienes experimentan una sensación
de poder que, a su vez, les permite la “ratificación narcisista” que denuncia
Portocarrero (íbíd.). “Señalar a alguien o a un acto como corrupto implica ubicarse en
una posición de poder”, dice Gisela Cánepa (2005: 94); “está en una posición de poder
quien ejerce vigilancia; pero, al mismo tiempo puede escapar de ella”.
Sin embargo, habría que aclarar que el público no es sólo un receptor pasivo. Ante la
dificultad de acceder a las instancias formales para quejarse por actos de corrupción,
abusos de autoridad y otros, reales o no, muchas personas acuden a los medios de
comunicación, mayoritariamente las radios y, en menor medida, la prensa escrita,
pues ellos sirven como caja de resonancia a fin de llamar la atención de las
autoridades respectivas para atender las denuncias. El discurso mediático, entonces,
no sólo construye, sino también refleja las percepciones de la población, donde la
corrupción está igualmente presente y se expresa en una percepción de que “todo
está podrido”; pareciera que ningún ciudadano puede siquiera imaginarse que un
funcionario público asuma su puesto con honradez y responsabilidad.
51
Expresión de una empresaria ayacuchana en una entrevista.
56
dominante o para condenar un statu quo”. Y eso es precisamente lo que sucede en
Ayacucho; ya aludimos al clima hostil y a las denuncias a menudo infundadas contra
las autoridades que caracterizan a la sociedad ayacuchana de comienzos de siglo.
Sin embargo, una perspectiva funcionalista, que analiza la corrupción sólo en relación
con la manera en que se la utiliza para lograr un determinado objetivo, prescinde de
implicaciones sociopolíticas importantes. Y es que, obviamente, la corrupción sólo
sirve para la denuncia cuando atenta contra una normatividad aceptada; es decir, su
uso “utilitario” solamente da resultados cuando ella es considerada como mala y
perniciosa. En tal sentido, el discurso acusador expresa, más allá del objetivo
inmediato, una moral y un sistema de valores subyacentes; como señala Deborah
Poole, en los discursos sobre la corrupción “parece habitar nuestra capacidad de
reclamar o revalorizar los conceptos de justicia, política y Estado” (Poole 2005: 60). He
aquí la importancia que la corrupción tiene (también) como práctica discursiva, pues
como tal no sólo expresa, sino además refuerza y en última instancia genera normas
sociales:
“Definir una actitud como ‘corrupta’ implica inevitablemente un juicio sobre qué
es considerado como legítimo y qué no lo es. Los juicios sobre la legitimidad
son parte de un marco de concepciones normativas que la gente produce en
todas las estructuras sociales conocidas. Las normas no vienen desde arriba,
ni surgen, en la mayoría de los casos, […] en un proceso de evolución que
selecciona de acuerdo con la eficiencia. Las normas, más bien, se establecen,
reproducen y/o cambian en el curso de las actividades normales de cada
grupo” (Granovetter 2004: 8).
En el mundo de hoy, pocos fenómenos son rechazados con tanta unanimidad como la
corrupción, y las connotaciones valorativas de este rechazo van mucho más allá de la
noción predominante que la define como “abuso de un cargo público para el beneficio
privado”. Ayacucho no es ninguna excepción, como se muestra en la siguiente
selección – pequeña, pero representativa – de respuestas entre nuestros entrevistados
a la pregunta de cómo entienden la corrupción:
57
- “Algo que no es hecho legalmente, no lo hacen con una legalidad, lo hacen con
coimas, por hacer un servicio, por darles un servicio reciben dinero”;
- “Una falta de valores, si te han inculcado ciertos valores, tú jamás vas a entrar a eso,
a que por lo bajo, oye, te estén pasando algo y que les facilites las cosas, es la falta de
educación en valores”;
- “Para mí es un vicio, ¿no? de gente que está en alto, por ejemplo, personas que
tienen recursos económicos, quieren más y más, son las personas que realmente no
trabajan, ¿no? sólo les gusta la plata”;
- “Yo creo que es cuando tú rompes una especie de regla… son reglas que tenemos
en común, para poder vivir armoniosamente, porque detrás de eso hay respeto a la
otra persona, porque supuestamente si yo quiero algo del otro, estoy rompiendo las
reglas”;
- “Es una conducta inadecuada, impropia, que atenta contra las normas sociales, que
atenta contra la sociedad misma, que atenta contra todo lo que nosotros normalmente
conocemos como adecuado”.
58
También en un departamento como Ayacucho, mucho podría y debería ser diferente,
no sólo en relación con la notoria pobreza. El apelativo de la región como “mancha
india” en el lenguaje común, reemplazado sólo en la terminología oficial por el
políticamente correcto “trapecio andino”, expresa un desprecio racial hacia la
población mayormente quechuahablante y manifiesta que la exclusión no se limita sólo
al aspecto económico. Consecuentemente, el término “exclusión social” que el
economista Adolfo Figueroa utiliza para caracterizar estas zonas rurales del Perú se
refiere no solamente a la pobreza o extrema pobreza, sino al acceso a cualquier tipo
de poder; es decir, se refiere también a la exclusión política y a la exclusión cultural
(Figueroa 1999).
“-… [s]ostener sin más que toda corrupción afecta al bien común o el interés
general es una aseveración propia de lo que he llamado ‘perspectiva
moralizante’ ya que, si bien es cierto que todo acto o actividad corrupto(a) es
52
Sobre la situación postguerra en Ayacucho, véase Huber ed. (2003), Peralta Izarra 2004).
59
disfuncional y antisistémico(a), también lo es que no todo sistema normativo
relevante promueve el bien común” (Garzón Valdés 2003: 32).
Esta dinámica se agrava en un contexto como el ayacuchano. Por un lado, existe una
patente precariedad en las instituciones estatales, tanto así que hay empleados
públicos que recurren a la pequeña corrupción con el objetivo de conseguir materiales
de escritorio para su oficina (el caso del policía que pidió papel bond para su oficina
que mencionremos más abajo en nuestro listado de los hechos, por ejemplo;53 lo cual,
dicho sea de paso, demuestra que la corrupción no solamente se presta para el
beneficio privado). Por otro lado, y esto es más importante, la mitad de la población
económicamente activa en Huamanga trabaja en el sector servicios (PROAGUA 2000)
y la mayoría de los demás se mantiene con un pequeño negocio. Ello genera una
relación particular entre la población y el sector público, la que se expresa en las
expectativas de lograr algún acuerdo de compraventa con una oficina pública o
conseguir un empleo. Es un paso muy corto que separa el Estado como contratante o
como empleador del Estado como “botín”.
53
Es habitual que los policías de tránsito pidan a los choferes una “colaboración para la
gasolina”, lo cual evidentemente sirve de disimulo para un acto de extorsión. Sin embargo,
sabemos de casos donde no se ha entregado dinero, sino los materiales solicitados.
60
estratificación social […]. Es un discurso sobre igualdad social y justicia”
(Krastev 2004: 45-46; cursivas nuestras).
El discurso contra la corrupción nos devuelve así a los “revisionistas” que presentamos
en el capítulo inicial. En el marco de la discusión teórica sobre la corrupción en los
años sesenta, David H. Bailey señaló un aspecto que nos parece de suma
importancia: la corrupción sólo es negativa en la medida que la normatividad contra la
cual atenta es considerada como superior. En un contexto como el que acabamos de
describir, ello obviamente no es el caso. El “folklor de la corrupción”, que denomina los
discursos y las percepciones de la gente sobre las instituciones públicas, en Ayacucho
es un “foklor” lleno de dudas, sospechas y desconfianza, que revela cómo la idea del
Estado está construida entre los que se sienten excluidos y marginados; es, en fin, una
de las formas como el Estado es apropiado en las prácticas ciudadanas cotidianas. El
Estado es el “otro” excluyente, frente al cual, como dijimos, la sociedad se presenta
con una identidad colectiva éticamente superior, tal como lo encontró la antropóloga
Sian Lazar en su estudio sobre la corrupción en El Alto, Bolivia:
61
Ackerman, “uno no condena a un judío por sobornar su salida de un campo de
concentración” (1978: 9). No tiene que llegar a estos extremos; basta con una fuerte
sensación de indignación moral y el sentir de injusticia social. En un interesante intento
de analizar la corrupción con la teoría de la justicia de John Rawls, el politólogo Jong-
Sung You, de la Universidad de Harvard, llega a la conclusión que en ciertas
circunstancias, la corrupción puede justificarse, aunque fuese
62
Como señalamos más arriba, no existe una relación orgánica, o “lógica”, entre el
discurso y la incidencia. A nuestro entender es difícil – en realidad, imposible –
establecer indagaciones cuantitativas sobre la incidencia efectiva de la corrupción, y
mucho menos medirla.54 Hay que entender así también el Mapa de Riesgos de
Proética, que otorga a Ayacucho un coeficiente de 76,84% – es decir, “alto” – en el
rango de riesgos de corrupción (Proética 2006b). El Mapa de Riesgos es un esfuerzo
que combina metodologías cualitativas (entrevistas, grupos focales, revisión de
periódicos) con un análisis cuantitativo que evalúa la modalidad en las adquisiciones
del Estado y mide el acceso a la información, los modelos de vigilancia ciudadana, la
investigación y el control interno, y las propuestas de los partidos políticos. Es,
evidentemente, una metodología selectiva, y como tal tiene sus limitaciones. No hay
que fijarse tanto en los números; al igual que el Índice de Percepciones de
Transparency International, el Mapa de Riesgos de Proética es, principalmente, una
herramienta para generar incidencia pública.
Son historias como la siguiente las que caracterizan la situación; historias que hemos
escuchado por decenas durante el trabajo de campo y que de una u otra forma todos
hemos vivido en carne propia. Historias aparentemente sin importancia, pero que
revelan aspectos importantes sobre las implicancias sociales de la pequeña
corrupción; aspectos como la compenetración de la corrupción en los sectores
populares; la percepción que la gente tiene de su Estado; la conveniencia; la
impotencia.
54
El reciente intento del economista del Banco Mundial, Daniel Kaufmann, de defender la
mensurabilidad de la corrupción se refiere, en realidad, principalmente a percepciones
subjetivas (Kaufmann 2006b).
55
Esa es la observación que Médard (1986: 124) hace para los países africanos, donde “no es
tanto la corrupción la que debe ser explicada, sino su ausencia”.
63
El testimonio de Soledad
“Volví a mi colegio después de mucho tiempo, para conseguir vacantes para mis
cuñados que vivían en Huancapi. Ellos venían a estudiar acá. Bueno, entonces fui y le
pregunté a la secretaria si habían vacantes. Ella me dijo que ya no habían. En mi
desesperación yo insistí, quise conversar con ella, habían otros papás que estaban
como yo, no había vacantes pues. Ella dijo: ‘Señores, ya no tenemos vacantes,
hubieran venido pues los primeros días’.
Saqué mi cuenta y habían pasado como ocho días desde que se habían abierto las
vacantes. En el cronograma estaba indicado, ‘Vacantes abiertas del 1º al 15 de
marzo’. Entonces me fui a hablar con el subdirector del colegio, insistiendo por las
vacantes, pero él lo único que me dijo es que le pregunte a la secretaria. Ella se
acercó y dijo otra vez que ya no hay, ya no hay vacantes.
Entonces yo estaba triste y también estaba molesta conmigo, por haberme demorado
y no haber venido los primeros días. Pero igual, por si acaso, esperé que se desocupe
la secretaria para hablar con ella otra vez. En eso vi que ella atendía a una chica y al
lado de ella estaba una profesora. Después de un rato, la chica salió y estaba llevando
unos documentos, entonces pensé que seguro había conseguido vacante. Corrí y la
alcancé en la puerta del colegio; le pregunté si había conseguido una vacante y me
dijo que sí y también me dijo: ‘espera a la secretaria y a ver si te consigue vacantes,
pero espera que se vayan todos’.
‘Te puedo conseguir esas vacantes, pero así nomás no es, ah. Tienes que darme algo,
aunque sea para la gaseosa’. Le pregunté cuánto era y me dijo diez nuevos soles por
cada uno, o sea, veinte por los dos. Entonces yo puse los veinte soles encima de su
escritorio y justo en ese momento sale el subdirector y entonces la secretaria me dice
que me aleje, yo me imagino que era para que no se dé cuenta. Entonces el
subdirector entra de nuevo en su oficina y ella me da unos formatos y me dice ‘sácale
tres copias’.
Ahí le di las copias, luego me hizo pagar APAFA y empezó a llenar los papeles. De
repente apareció de nuevo la señora del campo, con una gaseosa de dos litros y lo
puso en la mesa: ‘gasiosachaytaya chaskikuway (mi gaseosita pues recíbeme)’. La
secretaria sonrió y le dijo ‘gracias mamita’. La profesora que andaba rondando por ahí
se acercó y sirvió la gaseosa. La secretaria se tomó su vaso de gaseosa con una
64
pachocha y después de rato entró a la subdirección y salió con las firmas del
subdirector y ya tenían vacante mis cuñados.
Pero eso no es todo lo que pasó ese día, yo ya me estaba por ir a mi casa cuando
llega un señor y le dice que le devuelva la plata, era otro señor del campo también,
dice que sus hijos ya no iban a venir no sé de dónde y la secretaria se molestó fuerte
y le dijo ‘no hay devoluciones señor, ya todo pasó a tramitarse’. Yo pensaba cómo
quisiera denunciarlos, me hubiera gustado grabarlos, pero para qué haces eso pues,
después se vengan con los chicos, mis cuñaditos…
Sin pretender abarcar todo el espectro, podemos ordenar las formas de la pequeña
corrupción que hemos encontrado en nuestro trabajo de campo en cinco rubros:56
comisiones pagadas por servicios ilícitos; pagos injustificados por servicios públicos
regulares; los “cupos”; nepotismo y favoritismo; y la malversación de fondos públicos.
Como ilustración, acompañamos la presentación de las formas con una pequeña
selección de casos encontrados:
De acuerdo con el diario Jornada (14.08.2006, pág. 8-9), cuyos periodistas tuvieron
acceso al informe de un examen especial hecho a la Dirección de Circulación
Terrestre de la Dirección Regional de Transporte y Comunicaciones, se halló que la
firma de un postulante a obtener su licencia de conducir en el examen de Reglamento
de tránsito, carga, pasajeros y mecánica era falsa, cosa que fue corroborada por un
perito grafotécnico. Pero este no es el único caso de obtención de licencia de conducir
fraudulenta. En el mismo informe, la Oficina de Control Institucional concluye,
basándose en un informe grafotécnico, que en los exámenes de Reglamento de
Tránsito de un grupo de 20 postulantes existe similitud de caligrafías en el llenado de
las respuestas, es decir, que los exámenes no fueron absueltos por los postulantes,
sino por una tercera persona. Los trabajadores del MTC hallados responsables han
sido sancionados.
56
Nuestros hallazgos coinciden en mucho con la clasificación elaborada por Blundo y Olivier de
Sardan (2006b: 72-80).
65
grados académicos y títulos profesionales. Ello llevó a la conformación de una
Comisión Especial investigadora, la que tomó una muestra de 171 actas de evaluación
final de los años 2000 a 2005, de las cuales 62 habían sido alteradas, mediante
falsificación de firmas y adulteración de notas. La Comisión determinó que 42
personas se hallaban involucradas, entre los cuales se contaban 18 estudiantes, 9
graduados y 15 titulados. Luego del informe, el Consejo de Facultad de Ciencias
Biológicas acordó solicitar la anulación de las actas adulteradas, instaurar proceso
administrativo y denuncia penal al ex Secretario de la Escuela, iniciar proceso
administrativo a los estudiantes implicados, responsabilizar a dos docentes por
negligencia y solicitar la anulación de diplomas de grados académicos y títulos
profesionales de los egresados implicados. También se dispuso que la Oficina de
Control Interno de la UNSCH ejecute una acción de control interno de la Escuela,
desde el inicio de su funcionamiento, hasta la actualidad.
En este caso, el funcionario recibe del usuario un pago por un servicio que está dentro
de su desempeño regular. Es una manera de “privatización” del cargo público, que
sucede o por presión del funcionario, o por ofrecimiento voluntario del usuario. Una
modalidad muy común de esta forma es la de “acelerar trámites”.
Este caso configura corrupción, sin llegar rigurosamente a la ilegalidad. Pero existen
también casos en que se violan las normas pertinentes, como cuando el funcionario
recibe sobornos a cambio del otorgamiento de puestos de trabajo o licitaciones:
“Ayer, a la hija de la Vilcatoma, le han pedido dos mil soles para que le ayuden a darle
un trabajo, ella es auxiliar, le ha pedido alguien en EsSalud, desesperada por
conseguir esa plata. Hay una señora que me quiere ayudar para dar el trabajo, dice
66
que tiene un pariente en Lima que trabaja en EsSalud, pero le tengo que dar dos mil
soles” (dirigenta vecinal).
Una señora quería que le den en concesión el cafetín de una institución y le pedían
una “colaboración”, que ella estaba dispuesta a pagar: “Yo lo vería como un negocio, o
sea, si me dicen que les dé algo, yo lo tomo como negocio y les pago. Si sé que me
van a hacer un contrato, que voy a trabajar un año, entonces le doy, le pago pues,
porque sé que voy a tener un contrato de un año. Que los demás se queden sin
negocio, los otros postulantes, pero así es, tú ya quieres salir arriba, adelante, es verlo
como un negocio”.
“Me dijeron cómo es, al menos pronúnciate para la gaseosita, o para el cebichito, tú
dirás” (taxista).
Por lo general, el “problema” se resuelve con dos o tres soles; sin embargo, hay otros
casos, referidos a otras instituciones, que pueden llegar a mayores:
“Los peores han sido los del Ministerio de Trabajo. Una vez vinieron un grupo a comer,
a tomar, y a la hora de pagar me dicen que son del Ministerio de Trabajo, que
cualquier cosa que se presenta me iban a favorecer. O sea, para no pagar la cuenta.
Yo me negué, les dije que tenía todo en orden. Igual, cuando despedí a un cocinero
por borracho y acoso sexual, me pusieron una multa de 15 mil soles” (dueña de
restaurante).
Un caso que alcanzó gran resonancia es el del ex presidente del Jurado Electoral
Especial de Huamanga, quien pidió a la dueña de la casa donde funcionaba su
67
institución la cantidad de 300 soles, amenazándola con rescindir el contrato de alquiler
si la señora no entregaba el dinero solicitado. Al ser intervenido, se halló en manos del
funcionario los tres billetes de cien soles que fueron previamente marcados por los
interventores. El Ministerio Público de Huamanga ha pedido una pena de ocho años
de cárcel para el ex funcionario.
Nepotismo y favoritismo
El nepotismo y/o favoritismo, el “dar una mano” sin necesidad que exista una
contraprestación a familiares y/o amigos, es una práctica generalizada – aceptada y
aún apreciada – que se expresa de las más diversas maneras, aunque la modalidad
más común es la ayuda en conseguir un puesto de trabajo.
Modalidades más cotidianas, asumidas como tan normales que no llevan ninguna
carga peyorativa sino más bien anecdótica, consisten en dar la preferencia a la
relación personal antes que al reglamento:
“En la universidad, pocos sabían que mi mamá era enfermera, el día de mi titulación,
fui a sustentar y mamá estaba, y una profesora que me había hecho la vida imposible
la conocía, recién se entera y me dice ¿es tu mamá?, me hubieras dicho antes. Yo no
tenía que decirle nada, pero muchas cosas funcionan así, ah, tú eres hija de tal
persona, que conocemos, y entonces te apruebo, así funciona pues” (enfermera).
68
Malversación de fondos públicos
Esta forma consiste en el uso de bienes o fondos públicos para el beneficio privado,
que también puede tomar diversas modalidades: desde la secretaria que usa la
computadora y el papel de su oficina para hacer trabajos de mecanografía para
terceras personas, como una manera de obtener un ingreso adicional, hasta las
irregularidades en las adquisiciones del Estado.
“El caso de las librerías. La que está en el jirón Callao, cerca del Gobierno Regional,
sobrevaloran los precios y encima coimean, el cajero, todos ellos, siempre reciben
algo. Por ejemplo, se supone que han recibido 20 papeles, pero en realidad sólo les
han dado 10, ahí hacen sus jugadas. Ahí todos roban, desde el portero hasta el
presidente” (ex trabajadora del CTAR).
Un caso que ocupó a los diarios locales, emisoras radiales y a la opinión pública
ayacuchana fue el de los trabajadores de Serenazgo que, percibiendo un sueldo de la
municipalidad, trabajaban en realidad en el hotel perteneciente a la esposa del alcalde
provincial. Tras la acusación que hizo un ex funcionario municipal, se llevó a cabo una
intervención del mencionado hotel, donde fueron detenidos los serenos mencionados.
El argumento utilizado por el alcalde fue el que estaban cumpliendo tareas de
resguardo personal, protegiéndolo. Al llevar a cabo la intervención, uno de los serenos
se hallaba en la administración, registrando en el libro a los huéspedes del hotel,
mientras los otros realizaban labores de limpieza, entre otras propias del hotel.
Ahora bien, todo lo aquí mencionado es “pan de todos los días” en Ayacucho. Es algo
que “se sabe” y se asume como normal en la vida cotidiana de la ciudad, aunque muy
pocas veces es materia de quejas o de denuncia formales. Es ya parte de una manera
69
de convivir, que además contradice el discurso a través del cual la sociedad se
presenta sólo como víctima. En realidad, más que víctima, la sociedad es cómplice.
Este es un tema que vamos a desarrollar más adelante, luego de abordar en las
siguientes páginas la incidencia de la corrupción en un sector específico, el educativo,
lo que nos ayudará a analizar el problema más de cerca.
Según Chapman (2002: 3), los sistemas educativos son particularmente vulnerables
ante la corrupción por tres razones: (1) como una de las pocas instituciones
gubernamentales con alta visibilidad aún en el nivel comunal, el sistema educativo
constituye una estructura atractiva para el clientelismo y la manipulación de
sentimientos locales; (2) la educación implica la toma de decisiones en diferentes
niveles, todas de crucial importancia; y (3) una parte considerable de los fondos para
la educación es gastada en montos pequeños y en lugares muy dispersos, lo que hace
difícil un sistema eficiente de monitoreo y de control. El autor sostiene que las
consecuencias más graves provienen de la pequeña corrupción, la que penetra las
transacciones cotidianas en el aula, en la escuela y a nivel de la jurisdicción.57
57
Lo mismo sostiene la GTZ en un manual para combatir la corrupción en la educación: “La
pequeña corrupción [en educación] es extremadamente extendida… y los más afectados son
los pobres” (GTZ 2004: 8).
70
de manera periférica. Una excepción notable es el libro “Educación Libre de
Corrupción” de la entonces congresista Gloria Helfer (Helfer et al. 2004).
El año 2004, Helfer dirigió un grupo de trabajo para elaborar un Proyecto de Ley
Anticorrupción en el sector educativo. Los autores del libro producto de este trabajo
ensayan una definición de corrupción específica para dicho sector, puesto que hallan
que los conceptos comunes – que giran alrededor del generalizado “uso y abuso del
poder público en provecho propio” – no tienen la suficiente flexibilidad como para
abarcar la enorme variedad de irregularidades producidas al interior del sector. Para
ellos, entonces, es corrupción cualquier “acción de abuso de poder cometido por un
empleado público […] o por algún representante de la comunidad educativa, sea por
acción u omisión, para la obtención de un beneficio económico o de otra índole, sea
para sí o a favor de un tercero” (Helfer et al 2004: 28).
Aplicando esta amplia definición, los autores identifican más de 40 tipos de corrupción
en la educación, que van desde la concusión, el clientelaje y los favoritismos políticos
en el más alto nivel, hasta el robo de los recursos de las APAFA, los cobros para
aprobar a los alumnos, los cobros para la contratación de profesores y la falsificación
de registros y actas de evaluación – sólo por citar algunos casos – a nivel de los
centros educativos (Helfer et al 2004: 77-80). De acuerdo con los autores, la
corrupción es un comportamiento que “se ha institucionalizado en toda la
administración educativa” y que atraviesa todo el sistema, puesto que se ejerce desde
el poder tanto de la alta autoridad como de las diferentes instancias menores, que
ejercen poder de decisión en asuntos concretos.
71
través del mal ejemplo – a creer que el éxito personal proviene de favores, coimas y
fraudes, y no del trabajo y de los méritos propios. La pequeña corrupción rompe el
nexo entre el esfuerzo personal y la respectiva recompensa; ello, a su vez, perjudica al
desarrollo económico y social más allá de la corrupción misma y puede socavar el
futuro de la sociedad civil de un país, pues “son los mismos fundamentos de la
sociedad los que están en peligro, cuando los niños llegan a creer que el esfuerzo
personal y el mérito no cuentan” (Meier 2004: 2; véase también Heyneman 2004 y
GTZ 2004).
El sector educación es la institución más quejada ante la Defensoría del Pueblo a nivel
nacional, con más de tres mil casos entre abril 2004 y abril 2006. Lo mismo sucede
con la Dirección Regional de Educación de Ayacucho, donde
Sin embargo, las denuncias formales son sólo la punta del iceberg. Tratándose de una
actividad por lo general oculta, tal como mencionamos arriba, no es posible evaluar la
incidencia numérica real; aunque nuestras entrevistas con funcionarios públicos del
sector educación, con docentes de ambos sexos (algunos con empleo, otros no), con
la Defensoría del Pueblo y con expertos del Proyecto Educativo Regional, así como el
seguimiento a los medios de comunicación y la revisión bibliográfica permiten
constatar que, efectivamente, se trata de un problema que es considerado como
58
En agosto 2006, cuando hicimos una entrevista a personal de la Defensoría en Ayacucho,
todavía no había cifras oficiales sobre lo que iba del año, pero se calculaba que se habían
presentado alrededor de 300 casos.
72
extremadamente grave por todos,59 aún al interior del mismo sector. Un funcionario de
una Oficina de Control Interno resume la situación de la siguiente manera:
Sin embargo, la mayor disputa entre el Gobierno Regional y la DREA tuvo que ver con
la designación de los directores de las UGEL, atribución que cada uno de estos
59
Tanto así que en muchas entrevistas, mientras estábamos sondeando cómo acercarnos al
tema sensible de la corrupción, éste salió por sí solo en el curso de la conversación, como un
tema cuasi inevitable cuando se habla de la educación en Ayacucho.
73
organismos reclamaba para sí. Así, por ejemplo, en agosto de 2005, unos 50
integrantes del SUTE Vilcashuamán tomaron los locales de la UGEL durante 72 horas
y denunciaron la presencia de dos directores de la institución, uno designado por el
Gobierno Regional y otro por la DREA. El Sub Gerente de Desarrollo Social del
Gobierno Regional mencionó que el DS Nº 09- 2005-EDU los autoriza a nombrar al
Director de la UGEL siempre que haya concurso público. La DREA, por su parte,
sostuvo que esta competencia es para cargos de confianza, no para la designación de
Directores. Si bien la Defensoría del Pueblo informó al Gobierno Regional que la
DREA es la instancia competente para la designación de Directores de UGEL, el
conflicto no terminó ahí,60 de tal manera que en junio de 2006 el Gobierno Regional
designó al director de la UGEL de la provincia de Víctor Fajardo, y al mes siguiente la
DREA designó al nuevo director de la UGEL de Vilcashuamán.
60
http://www.ombudsman.gob.pe/modules/Downloads/conflictos/conflictos_sociales31.pdf,
Reporte Nº 31. Conflictos sociales conocidos por la Defensoría del Pueblo al 30 de septiembre
de 2006.
74
con la designación hecha por el Gobierno Regional, pues “respondía a intereses
políticos apristas”. Aducían además que la designación debía ser hecha por la DREA y
no por el Gobierno Regional. Una semana después, el director intentó nuevamente en
forma infructuosa tomar posesión de su cargo. Ya durante los primeros días de agosto,
un nuevo intento del director implicó el enfrentamiento de la policía con unos 400
pobladores, mediante el empleo de gases lacrimógenos, que no bastaron para que el
mencionado funcionario pudiera al fin posesionarse de su cargo.
Corrupción en la burocracia
75
derechos por parte de los docentes –, que multiplicados por la enorme cantidad de
profesores que laboran en la región, suman varios miles de soles. Adicionalmente,
entre los trabajadores que llevan años trabajando en la institución – algunos de ellos
nombrados –, se acumula cierto poder, pues “son los únicos que manejan las claves,
los sistemas” y constituyen “una mafia enquistada”, según nos dice un funcionario de
la UGEL Huamanga, de tal forma que se han dado casos en que ha habido
irregularidades en los diskettes que llevaban los empleados al Banco de la Nación,
para proceder al depósito de los sueldos en las cuentas individuales de los profesores,
obteniendo así dinero que no era sólo para ellos, sino para diversos funcionarios que
tenían conocimiento del caso y se dedicaban a chantajear a los implicados, obteniendo
“su parte”. El entrevistado nos cuenta que sobre este caso ha habido una denuncia
penal, que no ha llegado a mayores resultados, pues no se halló responsabilidad en
los implicados, por “falta de pruebas”.
También se nos refirió, en una entrevista con una funcionaria del sector educación, el
caso que a cierto número de profesores que reciben su sueldo en determinada escala
remunerativa61 les descuentan 30 o 40 soles. Cuando estos se van a quejar, les dan
explicaciones tales como que se les había pagado en exceso en anteriores
oportunidades y que simplemente se está compensando tal diferencia. Muchas de
estas explicaciones se basan en el desconocimiento de los docentes acerca de su
escala y, como dice la trabajadora entrevistada de la UGEL Huamanga, en el
“desconocimiento de sus derechos por parte de los profesores”.
Otras modalidades de corrupción tienen que ver con los desplazamientos de personal
docente de forma irregular. Las reasignaciones – desplazamientos definitivos de un
lugar de trabajo a otro – y los destaques – desplazamientos temporales – pueden
responder a favores políticos, amicales, familiares o al cobro de dinero o sueldos por
parte de los funcionarios que tienen poder de decisión sobre tal. Lo cierto es que
muchos docentes que trabajan en las zonas rurales, lejos de las ciudades, hacen todo
lo que está a su alcance, incluso si es ilegal, para ser trasladados a zonas urbanas,
qué mejor si es a la capital, Huamanga.
“La corrupción está muy extendida. Porque es la manera más fácil, entonces una no
quiere ser profesora del campo, quiere trabajar en la ciudad, ¿entonces qué hace?
61
Las escalas de remuneraciones se dan en base a la categorización de los docentes, por el
nivel en que se hallan o por el cargo que ejercen.
76
Dos o tres sueldos dan, para trabajar en la ciudad. Eso se da mucho” (ex trabajadora
Gobierno Regional).
A ello se agregan los malos manejos de los fondos obtenidos como recursos propios,
vía el cobro por certificados, los pagos por matrícula, los alquileres de local, las
concesiones de las tiendas escolares, venta de insignias, etc. Estos fondos no son
nada despreciables; de acuerdo con un funcionario entrevistado, por ejemplo, uno de
los colegios más conocidos de Huamanga recauda como recursos propios
aproximadamente ciento ochenta mil soles al año. Algunos fondos son recaudados
directamente por la institución educativa, otros a través de la APAFA; en ambos casos
pueden encontrarse malos manejos.
“Para imprimir libretas o tarjetas, ya tienen arreglos con ciertas imprentas, si se quiere
cambiar a otro sitio, ellos que reciben una comisión, se oponen. Hay instituciones que
tienen ingresos propios, eso lo manejan, cuando lo quieren reestructurar, chocan. Los
fondos de APAFA, igual manera, también se choca con intereses cuando se quiere
cambiar. A veces alguien quiere cambiar no porque sea honesta, sino para obtener
también su comisión aparte. ¿Cuándo se ha escuchado que la pugna en un colegio es
por una situación académica? Nunca. Siempre por medio está el dinero, que no hay
cuentas, que no hay balances, etc.” (profesor).
77
A ello se añaden las ausencias ya mencionadas de los docentes, como el caso
relatado por una trabajadora de la UGEL Huamanga, sobre unos maestros que
viajaban todos los días a su institución educativa, en una zona rural huantina, que
ocupaban la mayor parte del tiempo en llegar, a pie, a la escuela, marcar su
asistencia, permanecer aproximadamente una hora y luego emprender el retorno.
Todos los días.
Pero no acaban ahí las corruptelas a nivel de las instituciones educativas. En otros
casos, son los recursos propios los que están en juego. Así, en ocasiones hay poca o
nula transparencia respecto a estos fondos, a sus montos y a su destino. Y es que no
poco dinero se recauda por concepto de alquileres de kioscos para la venta de
refrigerios, golosinas y similares; de la venta de buzos, polos e insignias; de la
expedición de certificados y constancias, etc.
78
dispone de él sin ningún control. Es el caso de una integrante de la directiva de la
APAFA de una institución educativa de Carmen Alto, uno de los distritos
huamanguinos, quien sólo ante la presión de sus pares tuvo que admitir que los casi
dos mil soles que se identificaron como un desbalance habían sido gastados por ella
“por motivos de salud”, comprometiéndose a devolver el dinero en cuotas mensuales.
Un caso parecido se presentó en el distrito de Jesús Nazareno:
“En la APAFA pasan cosas también, también hay apropiación ilícita, por ejemplo
entran, no tiene a todos los miembros que lo controlan, el presidente agarra el dinero
como si fuese de él, entregan recibos que no son ciertos, reales, y las autoridades no
dan apoyo a estas denuncias. Yo acá tengo una denuncia, tengo los papeles, el
presidente de APAFA, mas de cuatro mil soles se los tiró olímpicamente, hay una junta
directiva, secretaria, tesorera, etc., entonces ese señor mandó a cobrar a su sobrina, a
cobrar lo que se paga de las matrículas, toda la cobranza que ha hecho no ha
depositado, él lo tenía en su casa, él y el vicepresidente lo han gastado. Cuando se
pidió la rendición de cuentas presentaron facturas que no sustentaban el gasto real.
Se puso denuncia en la fiscalía, hasta ahorita no hay nada. Las mismas autoridades
recibirán coima, ¿no?” (dirigenta vecinal).
Corrupción en el aula
Forma ya parte del “folklor” de las instituciones educativas – de alguna manera hay
que llamar a esta naturalización de la corrupción – que a fin de año algunos docentes
79
“cosechen” dinero a cambio de notas aprobatorias. Un entrevistado nos contó entre
risas que, estando en el colegio, un profesor, que bebía cerveza en una tienda frente
al local escolar, llamó a uno de los jóvenes estudiantes y le encargó la recaudación del
dinero, “diez soles el que quiera aprobar, me traes la plata aquí”.
Pero las corruptelas van más allá y aún llegan a contaminar el trabajo académico. Por
ejemplo, muchos alumnos utilizan herramientas como Internet para evitar hacer sus
tareas, acudiendo a sitios web como www.monografías.com o
www.elrincondelvago.com, donde hallan trabajos escolares listos para ser impresos y
entregados. A ello se agregan los servicios de diversas cabinas de internet, que
ofrecen a sus clientes el hacer los trabajos escolares a cambio de unas monedas.
80
Como se ve, la normatividad vigente implica un traslado de la capacidad de
contratación de los órganos intermedios (como la DREA o la UGEL), a instancias
pertenecientes a cada institución educativa. Ella responde a la lógica de la
descentralización del sector educativo, la que se hizo explícita el año 2003, cuando se
promulgó la Ley General de Educación, 28044, la que
Ahora bien, existen dos formas de contrato por las que un docente puede trabajar en
el sector educativo: el contrato de plazo indeterminado (llamado “nombramiento”) y el
contrato de plazo determinado, temporal (llamado comúnmente “contrato” o
“contrata”). El primero de ellos se alcanza vía concurso nacional, aunque en los
últimos años no se ha llevado a cabo. Es la segunda forma la que nos interesa, en
tanto es la que depende mayoritariamente de las instituciones educativas. Estos
contratos están sujetos a la disponibilidad de plazas, de tal forma que algunos lo son
por todo el año escolar, mientras que otros sirven para cubrir contingencias, como las
licencias por enfermedad, las licencias sin goce de haber, las licencias por maternidad,
la creación de plazas por “demanda educativa”,63 etc.
“En el fondo, los directores capturan el poder para lucrar a costa de las instituciones
educativas, esto se demuestra con que muchos de los directores son dueños de
instituciones educativas particulares” (funcionario UGEL).
63
Esto se refiere a la habilitación presupuestal de plazas para cubrir la demanda por cantidad
de alumnado no atendido.
81
“Al final, lo que he visto es que las APAFAs no participan, por más que estén
presentes, son personas que no tienen autoridad, son avasallados, desconocen, son
personas del campo pues. Ven, siéntate acá, toma tu gaseosa, simplemente haces
presencia, firmas. Un padre obedece” (docente).
“Entre los varones es más fácil, se pueden ir a tomar con el director, por ejemplo.
También hay mujeres que aceptan estar en un hotel, ¿no?, y ella gana porque hay
cinco señoritas que te ofrecen dinero y una te ofrece el hotel, ella gana pues”
(profesora).
“Hace una semana un dirigente del SUTEP me dijo, profesora, todavía no tienes
trabajo, anda con tus mil soles y ponle en la mesa al director, y el director te va a dar
trabajo. Me quedé pasmada, no pensé que un dirigente del SUTEP me iba a decir eso.
No hay oportunidad en centros educativos. Te presentas ahí, pero ya sabes que vas a
fracasar” (profesora sin empleo).
“En muchos lugares, los directores de UGELes o quienes tienen cargo jerárquico, han
hecho cobros, por ejemplo, el director de la UGEL de […], a un amigo que pidió una
plaza para su esposa, porque lo conocía, le dijo mira sabes qué, tú sabes que esto no
funciona así, sabes cómo funciona, no te preocupes, será un sueldito, y el día pactado
se encuentran y le cambió el rollo, porque otra persona le había ofrecido más,
entonces las plazas están sujetas a oferta y demanda, quien da más se la lleva. Hay
profesoras que han sido sujetos también a chantajes sexuales, no sólo en Ayacucho y
no sólo en Educación” (profesor).
82
todos los pasos necesarios para la contratación irregular, sin que el director tenga que
aparecer implicado.
Sin embargo, no siempre están de por medio las exigencias o chantajes de quienes
deciden las contrataciones. En otros casos, son los docentes los que buscan de una u
otra manera tener ventaja sobre sus competidores, consiguiendo documentación extra,
sea legal, asistiendo a cursos de actualización, o ilegalmente, consiguiendo
documentos de favor o falsificándolos. Una de estas modalidades es la falsificación de
los documentos que conforman el file personal, sean anteriores resoluciones de
contratación, boletas de pago, constancias e incluso títulos pedagógicos. Ello incluye
la falsificación de certificados de capacitación, aunque esto no sea tan necesario
83
últimamente, ya que diversas instituciones, educativas o no, han visto que es un buen
negocio organizar cursos de capacitación que, con el auspicio de la DREA, a través de
algún contacto, adquieren carácter “oficial” y, por lo tanto, puntuable a la hora de
calificación de expedientes personales (en todo caso, estos certificados también
pueden ser comprados, sin necesidad de asistir efectivamente a las capacitaciones).
“En la escuela estatal, el mecanismo para contratar a una persona, si tiene más
expediente, los volúmenes de expedientes, tiene más ventaja, pero los puedes
comprar, esos eventos que realizan los compras, tienen 400 horas, las resoluciones no
tienen ningún valor de formación para el profesor, lo que te debe garantizar un
certificado es que tú efectivamente te has formado en algo, pero eso no sucede, tú
compras… para que tengas una resolución de felicitación, que vale un punto, más que
un certificado, tiene peso, la gente se pelea por tener esas resoluciones de felicitación,
para que puedas acceder a una resolución, tienes que participar por ejemplo en un
concurso de carnavales, y las competencias profesionales no tienen valor, porque una
persona que tiene un expediente voluminoso, aunque no sea una persona
competente, tiene más ventaja aunque se desapruebe en conocimientos, de entrar al
puesto de trabajo. Entonces falsificas o consigues de favor los documentos” (promotor
ONG).
64
La situación es muy similar a lo que observa Ruud en su estudio sobre la pequeña
corrupción en la India: “En la mayoría de los casos, el soborno es el último recurso para los que
no tienen otros medios de persuasión. El intercambio monetario directo – es decir, la compra
de un servicio – significa una derrota para el comprador, pues es la prueba que no tiene
contactos adecuados en el sistema […] donde el activo más importante es tener contactos, o
contactos que tienen contactos” (Ruud 2000: 290).
84
“En realidad, los buenos en el Perú no están en su lugar. Empezando de las altas
esferas y terminando en las esferas inferiores, el bueno puede saber que hay maneras
incorrectas de participar y por eso ni siquiera se presenta. Por eso es que muchas
veces yo dudo en presentarme en esas convocatorias, porque uno ya sabe que es
amañado, entonces, mejor, trato de avanzar por otro lado…” (docente postulante a
una plaza).
La persistencia de la corrupción
Ahora bien, reiteramos que todo eso se conoce; quizás no siempre los detalles, pero
hay una conciencia pública muy marcada en Ayacucho que el educativo es uno de los
sectores más corruptos; opinión que está confirmada en buena medida desde el
interior de las mismas instituciones. La corrupción, se supone, está relacionada con
una “cultura del secreto”, pero en este caso son secretos a voces. Se impone,
entonces, una pregunta obvia: ¿Por qué persiste la corrupción en el sector educación
de una manera tan patética, si todos están enterados y a menudo, al menos en el
discurso, la condenan? ¿Por qué las medidas que se han tomado para frenar la
corrupción en el sector educación no han dado los resultados esperados?
Revisando la bibliografía sobre el tema, queda claro que el problema es uno muy
común en los países en vías de desarrollo donde el sector educación constituye, por lo
general, el mercado laboral más importante, sobre todo en las regiones más remotas.
En vista de ello, varios autores han planteado precisamente esta misma pregunta y
propuesto algunas respuestas posibles que giran alrededor de temas como la
competencia en el mercado laboral; sistemas ineficientes de exámenes y de otros
tipos de control; personal corrupto encargado de tomar pruebas; y el rápido desarrollo
de la tecnología electrónica que facilita el plagio (Chapman 2002; GTZ 2004;
Heyneman 2004; Rumyantseva 2005; Tanaka 2001; Waite y Allen 2003). Meier (2004)
identifica una “relación clara entre factores económicos y la corrupción” en la
educación: “Salarios inadecuados, pagados además con irregularidad y atrasos, para
el personal de administración y profesores los obliga a menudo a buscar otras formas
para complementar sus ingresos” (Meier 2004: 8-9).
Que los empleados del Estado peruano, entre ellos los docentes, reciban sueldos
míseros es un hecho conocido, y según Francke y Saco un aspecto que contribuye a
85
la aceptación de la pequeña corrupción en la población y, por lo tanto, a su
persistencia:
“Hay una idea constante que ronda en el imaginario social, y es aquella que
señala que como los trabajadores judiciales, policías o maestros perciben
ingresos bajos, en cierto sentido las ventajas que estos obtienen por medios
cuestionables se justifican porque tienen que llevar el pan a sus hijos” (Francke
y Saco 2004).
“¿Cómo vive un trabajador nombrado de las instituciones públicas? Tú ves las planillas
y están recibiendo 200, 300 soles líquido, porque como sacan créditos, les descuentan
por una u otra cosa, cooperativa, préstamos de banco, reciben así, 200 soles, ¿de qué
viven? Hay que pagar agua, luz, teléfono. Y encima hay casas en que trabajan sólo los
esposos y no las esposas, entonces ellos viven de la corrupción” (comerciante, ex
empleada pública).
Con sus matices, todos estos factores tienen relevancia en el contexto peruano en
general y ayacuchano en particular. Efectivamente, hay una falta de criterios claros
para normar el sector, siendo la duplicidad en la contratación de los directores de
UGELs, que mencionamos arriba, quizás el caso más patético. El tema de la
participación de la comunidad es más bien ambiguo. Por un lado, se ha notado el gran
esfuerzo que hacen por ejemplo las comunidades campesinas para la educación de
sus hijos (Degregori 1986); por otro lado, les faltan criterios para evaluar la calidad de
la educación y la participación directa es más bien escasa. Además, como hemos
86
visto, las APAFAs no se libran del contexto de corrupción en las instituciones
educativas.
“La vez pasada para dos plazas en Sachabamba, 40 postulantes. Para el pedagógico
de San Miguel, 6 vacantes y 260 postulantes” (promotor de una ONG dedicada al tema
de la educación).
Es así que la competencia por las pocas plazas disponibles es considerada, por los
mismos docentes, como la causa principal de la corrupción en el sector educación:
Sí (todas)
¿Por qué?
87
(Grupo focal con docentes mujeres sin empleo)
(Grupo focal con absolventes varones de un Instituto Pedagógico, todavía sin empleo)
88
conseguir. Y para eso pues, si tienes oportunidades, hay que aprovecharlas. En este
caso yo tendría que aceptar porque hay muchas personas que me llevan la ventaja de
estar laborando más años que yo, tal vez tendría que aceptar ese sistema hasta llegar
a la cabeza y desde la cabeza tal vez hacer algunos cambios…
B: Yo creo que estaría embarrándome, yo trabajaría en cualquier cosa, antes que eso.
C: Sobre todo los que tienen familia, lo aceptan. Con la sobrevivencia ya no hay
ideales.
89
trabajadores de estos sectores entonces conocían muy bien de antemano la
realidad a la que destinaban su profesión. En tanto estos trabajadores
continúen con un discurso en el que ellos son únicamente víctimas de un
sistema injusto, y no también actores responsables de desarrollo y cambio
social, no habrá posibilidad de iniciar los pasos serios para ir remontando esa
triste realidad” (Francke y Saco 2004).
Una vez conseguido el empleo forman parte de un círculo que los obliga, en el mejor
de los casos, a convivir con la corrupción. La observación de Chapman, en su trabajo
comparativo sobre la corrupción en la educación, de que “algunos puedan temer
perder su trabajo si no participan en las prácticas corruptas en sus alrededores, o al
menos las cubren” (2002: 11) tiene plena vigencia también en Ayacucho. Obviamente,
la situación empeora cuando consiguieron el puesto recurriendo a algún acto de
corrupción.
“Quiérase o no, quien no forma parte de todo esto es mal visto, te van a aislar. Sales al
final mal” (docente).
“Los mismos perjudicados saben en su conciencia que han obtenido sus plazas por
esas razones corruptas y no pueden denunciar porque son parte del problema; sólo
denuncian por ejemplo, si yo fuera mujer y el director me pide que me acueste con él y
yo lo hago y después no me da la chamba, entonces denuncio, sólo si una parte
incumple, ¿no? Además, el que denuncia nunca es tomado en cuenta, al contrario, lo
procesan. Es que el Poder Judicial no actúa conscientemente. Es tu palabra contra la
palabra del otro; un buen abogado, al culpable lo saca libre y al que denuncia, lo
procesan por difamación o por esas cosas … “ (docente).
“Estas cosas no se dicen, o sea que se paga al director para tener chamba, porque el
que paga también queda mal pues. Entonces se quedan callados, no te dicen cómo
han obtenido el trabajo, las mujeres peor” (docente desempleado).
90
el problema es que presenta sólo la percepción desde el lado de los que se sienten
víctimas. No explica la conducta de los “perpetradores”: los burócratas que hacen
descuentos irregulares, los directores que chantajean a postulantes, los profesores
que venden notas – en fin, los que escapan de las metodologías habituales de la
antropología, como la observación participante y las entrevistas cualitativas, porque
saben que su conducta es éticamente reprochable y legalmente vedada.
Esa es, grosso modo, la situación que encontramos. Nos hemos concentrado en
educación por ser el sector público más grande, por consiguiente más visible, y el
mercado laboral más importante en Ayacucho. Es plausible que las incidencias de
corrupción en este sector estatal sean mayores que en los otros en términos
numéricos, aunque no necesariamente diferentes en lo cualitativo.
65
Que la relación entre los “funcionarios” y los “ciudadanos” es más compleja de lo que por lo
general se suele señalar, encontraron también Miller, Grodeland y Koshechkina en su estudio
en cuatro países post-socialistas de Europa occidental: “Para cada cual quien recibe una coima
debe haber alguien que la proporciona, pero la relación no es necesariamente igualitaria. Si los
ciudadanos toman la iniciativa, presionando sus coimas – y sus demandas – sobre un
funcionario renuente, pero quizás mal pagado, entonces podemos describir los ciudadanos
como fuente de la corrupción. Si ocurre lo contrario y los funcionarios abusan de su posición
para extorsionar pagos extraoficiales a ciudadanos débiles, impotentes y renuentes, entonces
podemos describir a los ciudadanos como víctimas. Y si la relación es más igualitaria, si los
ciudadanos quieren proporcionar y el funcionario está feliz en recibir, entonces podemos
describir a los ciudadanos como cómplices” (Miller, Grodeland & Koshechkina 1998: 274).
91
Según Garzón Valdés, una de las características habituales de un contexto corrupto es
la coexistencia de una “adhesión retórica al sistema normativo relevante” (Garzón
Valdés 2003: 27) con
“La corrupción se ve como normal, nos hemos acostumbrado. Ven lo más fácil, lo hago
y no pasa nada, si tantos roban, lo ven como normal …” (ex funcionaria pública).
Como vimos en la sección anterior, quienes están dispuestos a hablar sobre el tema
se presentan como víctimas y justifican su eventual disposición a participar en actos
de corrupción, principalmente, por su necesidad de conseguir trabajo, asumiendo una
postura de “no me queda otra”, “si no lo hago me quedo fuera, porque otros sí lo van a
hacer”.
¿En qué medida es válido el argumento acerca de que las necesidades económicas y
la falta de oportunidades prácticamente empujan a la corrupción? Es difícil hacer
generalizaciones al respecto, pues los estudios sobre la corrupción y la pobreza, por lo
66
Continúa Garzón Valdés diciendo que “[p]or ello, la corrupción-soborno tiene una pretensión
normativa antisistémica que la coloca en la vecindad de las actividades revolucionarias” (ibíd.).
92
general, sólo consideran los efectos de la corrupción para los pobres (Chetwynd,
Chetwynd y Spector 2003). Casi no existe material que analice la pobreza como
impulsor de la corrupción, pero contamos con un estudio de Lipset y Lenz (2000),
quienes analizan la relación entre la corrupción y las oportunidades profesionales.
Basándose en el World Values Survey de 1995, los autores establecen una relación
positiva entre la motivación y la corrupción; es decir, por lo general la gente está
dispuesta a incurrir en actos ilícitos para lograr sus objetivos en el mercado laboral.
Ello se da, según Lipset y Lenz, sobre todo en sociedades que realzan el éxito
económico, pero a la vez restringen el acceso a las oportunidades. “Una sociedad de
workaholics frustrados, dice Tavits (2005: 38), es un caldo de cultivo para la
corrupción”. Sin afanes justificatorios, podemos aceptar que ello vale no solamente
para los adictos al trabajo, sino también, y probablemente más aún, para personas que
necesitan desesperadamente un empleo para ganarse la vida. En su desesperación
por hallar una fuente de ingresos, el insistir a toda costa en la probidad no sólo sería
irreal, sino una irresponsabilidad para con sus obligaciones familiares.
Esta situación matiza en cierta medida las afirmaciones de que las principales víctimas
de la corrupción son, inevitablemente, los más pobres. Por lo general, estas
aserciones carecen de sustento empírico y son usadas más bien como arma
ideológica en la lucha contra la corrupción. En su análisis de la Encuesta Nacional de
Hogares (ENAHO) del cuarto trimestre de 2002, Herrera y Roubaud, por ejemplo,
encontraron un panorama complejo que se distingue del estrictísimo en las
publicaciones de organismos como el Banco Mundial o Transparency International:
“En oposición al consenso existente [se refieren al Banco Mundial], en Perú, los
pobres son los menos afectados por la corrupción. La incidencia de la
corrupción aumenta en concordancia con los estándares de vida. Sin embargo,
dos elementos relativizan este diagnóstico. Por un lado, la diferencia en el
acceso a los servicios públicos se debe, en gran medida, a la corrupción, la
cual desmotiva en particular a aquellos individuos menos capaces de asegurar
efectivamente la protección de sus derechos, es decir, a los pobres. Por otro
lado, el coeficiente de corrupción no varía sustancialmente con relación a los
estratos socioeconómicos, y los montos pesan más entre los pobres, cuyos
gastos en necesidades básicas son ya insuficientes” (Herrera y Roubaud 2003:
2).
Obviamente, existe un impacto negativo sobre la pobreza cuando, por decir, la única
manera de conseguir un trabajo es mediante la coima y favorece a los que tienen
dinero para pagarla, o si buena parte de los programas sociales no llega a sus
destinatarios (Rose-Ackerman 1997; Francke y Saco 2004). Sin embargo, también hay
93
conveniencia: el transportista cuyo vehículo no cuenta con autorización, el taxista que
trabaja sin licencia de conducir, los ambulantes que invaden las veredas – todos saben
que, en el peor de los casos, pueden “arreglar” su infracción con un soborno
relativamente pequeño; y lo saben porque ellos forman parte de este “complejo de
corrupción” (Olivier de Sardan 1999).
94
cotidiana, tal como lo propone todo un conjunto de estudios desde la antropología y
ciencias sociales afines.67
“El estudio del Estado, con su enfoque en estructuras grandes, eventos que
hacen época, políticas mayores y gente ‘importante’, fracasó en esclarecer las
prácticas cotidianas de los burócratas, que nos cuentan mucho sobre los
efectos del Estado en la vida cotidiana de los pobladores rurales. Se han
conducido sorprendentemente pocas investigaciones en pequeñas ciudades,
[aunque] ese es el lugar donde la mayoría de la gente […] entra en contacto
con ‘el Estado’, y donde se forman muchas de sus imágenes sobre el Estado”
(Gupta 1995: 376).
67
Alonso 1994; Aretxaga 2003; Blom Hansen y Stepputat (eds.) 2001, Corrigan y Sayer 1985;
Das y Poole (eds.) 2004; Joseph y Nugent (comp.) 2002; Nagengast 1994; Steinmetz (ed.)
1999.
68
La idea, por cierto, tampoco es tan nueva en la antropología y ya fue expresada de cierta
manera por Radcliffe-Brown en su introducción a “Sistemas políticos africanos”.
95
Este punto es crucial para una comprensión de la corrupción en un país como el Perú.
Si en algo coincide la teoría política convencional con la ideología neoliberal y las
iniciativas de organizaciones como Transparency International y Proética, es en su
definición de la corrupción como violación de la separación entre la esfera pública y la
privada:
“Se requería de una autoridad racional y legal con la idea de un oficio público,
reglas impersonales y la demarcación entre lo público y lo privado, entre oficina
y casa, para crear el discurso sobre la corrupción como lo conocemos. La
corrupción es el espectáculo donde se fusionan estos antagonismos”
(Visvanathan y Sethi 1998: 5).
Las burocracias son instrumentos del poder, y Weber puso mucho énfasis en
presentar la administración burocrática como una forma de dominación racional y
legal, contrastándola con las formas tradicionales y carismáticas que se basaban más
bien en las costumbres y el personalismo. Sin embargo, el mismo Weber era
consciente de que su modelo se refería a una situación ideal – o “arquetípica” (Bendix
1962: 389) –, difícilmente alcanzable en su plena realización aún en el contexto de su
análisis, la Alemania en el umbral del siglo XX. Más aún en un país económicamente
atrasado como el Perú republicano, donde los intentos de construir un funcionario
público moderno, que se presentaron a partir de la mitad del siglo XIX, fracasaron
sucesivamente debido a “las condiciones materiales y el propio desarrollo económico
del país y la forma de participar de los distintos grupos sociales” (Muñoz 2001: 536).
69
“La corrupción se opone a los valores burocráticos de equidad, eficiencia, transparencia y
honestidad” (World Bank 1997b: 17).
96
Algo quizás más importante aún es que la lectura de Weber deja en claro que la
burocracia racional es un concepto relativamente reciente en las sociedades europeas,
donde el oficio era considerado como patrimonio hasta la consolidación del Estado-
nación moderno.70 Recién a partir de fines del siglo XVIII se desarrolló con plenitud la
idea de una administración pública y se produjo la separación entre el cargo y el titular;
muchas prácticas, consideradas antes como perfectamente legítimas, se han
convertido así, en un proceso largo y gradual, en corrupción y nepotismo (Scott 1969).
70
Véase el capítulo sobre la dominación patriarcal y patrimonial en Weber (1980: 580ss) y
Zabludovsky Kuper (1989).
97
administración, una quimera. Siempre hay una “zona gris” entre las esferas pública y
privada, los funcionarios siempre mantienen un cierto nivel de discreción y márgenes
para maniobrar:
“Todas las decisiones son decisiones políticas en el sentido que están tomadas
por individuos situados en un contexto, necesariamente jerarquizado, de
autoridad y poder, y cuya conducta es inevitablemente influenciada por
intereses, ambiciones, temores, frustraciones, deseos de estatus,
satisfacciones o la necesidad de llevar una vida tranquila, para no mencionar
las complejidades de la interacción informal entre diferentes grupos. Por
consiguiente, la imagen de un funcionario público que trabaja meticulosamente
de acuerdo con las normas y los procedimientos establecidos para llegar a una
decisión objetiva es, por decir lo menos, simplista. La toma de decisión y la
formulación de políticas es, en cualquier organización, un proceso de
‘arreglárselas’” (Theobald 1990: 13).
71
Concepto desarrollado por Banfield, como se ha visto.
98
resistencia del patrimonialismo, amiguismo y compadrazgo es una
manifestación de este particularismo incrustado, como también lo es el nivel
generalizado de mirar hacia adentro, la adscripción, la falta de transparencia, y
la desconfianza hacia desconocidos que rodean el desempeño de las funciones
públicas” (Nef 2001: 167).
“Cuando alguien tiene un cargo, sabe que le van a pedir favores, trabajas en cierto
puesto y ya sabes que te van a venir con regalitos. A […], asesor del congresista […],
en el primer cumpleaños que tuvo después de que entraron al Congreso, yo estuve en
ese cumpleaños, había un montón de gente, le llevaban botellas de whisky, qué sé yo.
También estuve en su último cumpleaños, cuando ya había salido, estábamos solo
sus patas [risas], y así, tomando ron Cartavio…” (profesional).
Recordemos que el antropólogo francés Jean Pierre Olivier de Sardan (1999) llama
“lógicas culturales” a las normas sociales que pueden influir en el desarrollo y la
divulgación de la corrupción, sin que ello necesariamente suceda. En este sentido, no
99
hay contradicción alguna con el economista del Banco Mundial, Daniel Kaufmann,
quien rechaza los enfoques culturales en el estudio de la corrupción afirmando que “no
hay evidencia sólida de que la corrupción es culturalmente determinada” (Kaufmann
2003: 3; cursiva nuestra). Eso es probablemente cierto; sin embargo, hay
disposiciones socioculturales que empujan a una determinada constelación de
incentivos con más facilidad hacia la corrupción que otras.
De las cinco “lógicas culturales” que menciona Olivier de Sardan,72 la que más impacto
tiene en Ayacucho es la “lógica de las redes sociales”, que a menudo implica una
presión social sobre los funcionarios públicos de aprovechar su posición para el
beneficio de parientes o amigos; es decir, termina en una “lógica de la adquisición
redistributiva”.
72
Véase arriba, capítulo 2.
73
Refiríendose a nuestro trabajo, Blum (2001) considera las redes sociales como uno de los
sistemas de “seguridad social” en el Perú.
100
Últimamente, la idea del rol benévolo de las redes sociales ha ganado fuerza en las
agencias del desarrollo, si bien ellas prefieren el término “capital social” (Kliksberg y
Tomassini 2000), que tiene sus orígenes en la sociología clásica del siglo pasado. Su
uso actual, sin embargo, debe mucho a los trabajos de Pierre Bourdieu. Bourdieu
extiende la noción del capital más allá de una concepción netamente económica e
incluye formas inmateriales como el capital cultural y el capital social, definido este
último como “el conjunto de recursos reales o potenciales vinculados a la posesión de
una red durable de relaciones de mutuo conocimiento e identificación más o menos
institucionalizadas – en otras palabras, a la pertenencia a un grupo” (Bourdieu 1986:
248). Putnam (2000), quizás el autor con mayor influencia entre los organismos
internacionales de desarrollo en lo que se refiere al capital social, argumenta que las
asociaciones cívicas contribuyen a la estabilidad democrática porque fomentan hábitos
de cooperación y solidaridad; la acción colectiva genera confianza que, a su vez,
favorecería el desarrollo económico. La idea fue asumida por el Banco Mundial, que
ha instalado una página web sobre el tema,74 donde constata una “evidencia creciente
[que] demuestra que la cohesión social – el capital social – es crucial para la reducción
de la pobreza y el desarrollo humano y económico sostenible”.75
74
http://www1.worldbank.org/prem/poverty/scapital/home.htm
75
Esa es también la argumentación de Fukuyama (1995), quien sostiene que la confianza es
beneficiosa para el desarrollo del capitalismo; si una sociedad tiene una cultura de confianza
más allá del círculo íntimo de la familia, se genera capital social que es tan importante para el
bienestar como el capital financiero y el capital humano.
101
En la corrupción – o, para ser más preciso, en lo que James Scott denomina la
“corrupción parroquial”76 – se expresa este lado oscuro del “capital social”.77 El
particularismo de las redes sociales informales – las cuales, dicho sea de paso, no
forman estructuras petrificadas, sino "se inician, se prosiguen, se deshacen, se
abandonan, se trasforman; nunca parecen alcanzar una forma definitiva" (Grompone;
1990: 39) – obliga a un trato favorable para sus integrantes, aún cuando esté
perjudicando los derechos de otros. El hecho que alguien sea circunstancialmente
portador de un cargo público no cambia nada; la burocracia estatal, que de acuerdo
con la normatividad debería ser inmune a los intereses personales, no se libra de
estos esfuerzos de personalizar las relaciones sociales. Si bien esta práctica no se ha
institucionalizado con nombre propio como el blat, ni está sometida a códigos formales
tan estrictos como el guanxi, igualmente se ha generalizado; existe una presión social
que hace difícil, si no imposible, rechazar la demanda de un familiar o de un amigo:
“La gente después dice, cómo, siendo tu familia, no lo has apoyado […]. La otra gente
que no ha podido entrar porque has dado tu apoyo a tu pariente también estará en tu
contra, pero, ¿con quién prefieres quedar mal?” (grupo focal con jóvenes
profesionales).
“El favoritismo es también una forma de corrupción, aunque no haya coima, dinero.
Eso puede ser aceptable porque muchas veces de ahí puede venir el resentimiento.
Por decir, un amigo viene porque sabe que fulano está ahí, viene con esa seguridad
de que tú le vas a ayudar, le vas a dar. Entonces si ese amigo si no le ayuda, ahí
puede haber resentimiento” (dirigenta vecinal).
Los funcionarios públicos, que se ven confrontados con una amplia gama de
demandas que no están en su manual de funciones, se encuentran así en una
“situación esquizofrénica” (Olivier de Sardan 1999: 44), entre las demandas de una
administración profesional y la lógica cultural de las redes sociales. El amiguismo, el
compadrazgo, el paisanaje, la familia extensa son manifestaciones de este sistema de
relaciones informales, que penetran la estructura administrativa formal y disuelven sus
pretensiones universalistas en un conjunto de características particulares. Las
fronteras entre reciprocidad y corrupción se diluyen así en un continuo de diferentes
tipos de interacción, entre gestos de agradecimiento, regalos y coimas abiertas, siendo
76
Scott distingue entre la “corrupción parroquial” y la “corrupción de mercado”: La corrupción
parroquial se refiere a una situación en la cual “sólo lazos de parentesco, afecto, casta y así por
el estilo determinan el acceso a los favores de los gobernantes, mientras que la corrupción ‘de
mercado’ significa un proceso virtualmente impersonal, en el cual la influencia es concedida a
los que pueden ‘pagar” (Scott 1969: 330).
77
Sobre la relación entre corrupción y capital social, véase Warren (2001).
102
el soborno pecuniario el último recurso para los que no tienen otros medios de
persuasión: “sin plata no da tanto roche”. Krastev (2004: 61) considera el blat ruso
como un “botiquín para la supervivencia”; lo mismo puede decirse de las redes
sociales. Se diluye así la contradicción entre el discurso y la práctica:
“Es que muchos ya vienen con su solcito en la mano, con su gaseosa, y tengo que
explicarles que así no es. Pero bueno, otros colegas también aceptan, ¿no?”
(empleado de la Municipalidad de Huamanga).
78
Heidenheimer (1997) propone tres tipos de corrupción: “blanca”, “gris”, y “negra”. La
corrupción “negra” designa acciones rechazadas por la mayoría tanto de la élite como de las
masas. La corrupción “gris” denomina casos condenados sólo por algunos sectores de la
población, que por lo general pertenecen a la élite, mientras la actitud de las masas es
ambigua. En el caso de la corrupción “blanca”, ni la elite ni las masas consideran que los actos
merecen un castigo.
79
Una función similar a la del blat en la Rusia comunista: “Según el discurso de la mayoría de
la gente las ‘conexiones’ [del blat] eran desiguales, pero la única manera para ‘humanizar’ la
naturaleza burocrática del sistema. La palabra ‘burocracia’ tenía una connotación más negativa
que conexiones” (Krastev 2004: 65).
103
La expectativa que las relaciones deben ser de alguna forma recíprocas genera un
círculo vicioso que trasciende los círculos de las relaciones personales, convirtiendo
así las percepciones sobre el Estado y sus funcionarios en una realidad: todos pagan
coimas porque piensan que deben hacerlo, y los funcionarios se vuelven corruptos
porque todos asumen que lo son (Parry 2000: 44-45). Siendo eso así, es difícil para
ambos lados evitar ser arrastrados al mundo de la corrupción burocrática. La misma
observación hace el economista peruano José Távara quien, citando a Bardhan
(1997), señala que
Una de sus especialidades es acelerar trámites, “de todo”, como el mismo dice,
“licencias de construcción, licencias de funcionamiento, partidas al gusto del cliente,
mapas de esos que hacen los ingenieros, pago de impuestos. Un expediente que está
al final, lo hago correr al principio”. Dice que si no fuera por él, los trámites demorarían
muchísimo, los “dejan dormir”.
104
Con ellos hace sus “negocios”: sacar, por decir, una partida en la que no figure el
nombre de casada de una mujer que quiere seguir cobrando la pensión de 800 soles
de su madre difunta. Ramiro dice que eso cuesta como 300 soles, “100 para mí y 200
para el tío del registro”. También hay ocasiones donde le dicen, “no, a ti cómo te voy a
cobrar, invítame un bistec”.
Al principio no cobraba por sus “favores”, más bien los consideraba como servicio a los
amigos que lo necesitaban. Hasta que un empleado le dijo: “Tienes que cobrar,
¿acaso eso se hace gratis?, no seas tonto”. Entonces empezó a pedir su “porcentaje”,
aunque, según él, menos que otros, pues “hay varias personas que viven de eso”.
105
“Cuando hay campañas políticas o cuando hay concursos de plazas vacantes se
exceden en los gastos. Yo he manejado caja, fui tesorera, sé que no se puede
despilfarrar el dinero, pero ellos no lo tienen en cuenta y justifican las boletas, pero el
dinero va a otros lugares, o si no, agasajan a la gente del partido y dicen comisión de
servicios. Justifican siempre” (ex funcionaria pública).
Hace casi dos décadas, Stein y Monge (1988) han proclamado “la crisis del Estado
patrimonial en el Perú” y adivinaron una nueva práctica social y una nueva cultura
política, basadas en la constitución de nuevos sujetos sociales populares. Hoy
sabemos que la predicción pecó de un optimismo exagerado y que sólo la primera
parte se ha cumplido. Es decir, el patrimonialismo oligárquico feneció, pero no por ser
reemplazado por una nueva institucionalidad adecuada a la realidad de estos nuevos
sujetos sociales, sino por un sistema que se ha denominado neo-patrimonialismo
(Eisenstadt 1973; Erdmann y Engel 2006).
106
A MODO DE CONCLUSIONES
La gran mayoría de los estudios sobre la corrupción se acercan al tema desde una
perspectiva normativa y tratan el fenómeno como una respuesta de individuos a una
determinada estructura de incentivos. En coincidencia con esta visión, las instituciones
que abanderan la lucha contra la corrupción, como el Banco Mundial y Transparency
International – incluido su capítulo peruano, el Consejo Nacional para la Ética Pública
(Proética) – afrontan el problema desde el lado institucional, a través de la búsqueda
de reformas administrativas y de mecanismos de control.
107
encontramos también en Ayacucho, donde existe una contradicción palmaria entre la
expresión discursiva en contra de la corrupción y una práctica casi generalizada en la
vida cotidiana.
Queremos dejar claro que con ello no promovemos un determinismo cultural, pues si
bien las lógicas culturales influyen fuertemente en las prácticas de corrupción, están
lejos de determinarlas del todo. Un buen número de casos que encontramos en
nuestro estudio expresan sólo la burda ausencia de una cultura cívica, un nivel garrafal
de cinismo, un “todo vale”; una demostración de cómo “[l]a corrupción puede ser un
‘goce’ [y] convertirse en una actividad que es un fin en sí misma, algo que se hace ‘por
gusto’, pues produce algún tipo de satisfacción” (Portocarrero 2005: 114). Sin
embargo, sólo en coincidencia con disposiciones socioculturales favorables, la
corrupción puede obtener un nivel de “normalidad” tan alarmante y un rango
estructural, diríamos casi autónomo, que la inmuniza en buena medida contra medidas
de reforma; es decir, funciona de acuerdo con su propia lógica sociocultural y las
iniciativas dirigidas hacia la reforma de aspectos externos, como la estructura de
iniciativas, no la afectan.
108
Todo lo dicho tiene consecuencias evidentes para la lucha contra la corrupción. Si las
formas y la incidencia se encuentran fuertemente influenciadas por el contexto
sociocultural específico, entonces es razonable concluir que los esfuerzos para su
reducción deben ser social y culturalmente adecuados. Las iniciativas contra la
corrupción deberían evitar simplificaciones, como la de dar por sobreentendido unos
ideales burocráticos generalizados, y considerar la relación compleja entre legalidad y
legitimidad, “entre la moral y la Ley” (Pardo 2004) en un contexto específico. Estamos
convencidos que no hay soluciones “a medida”, universalmente aplicables.
109
Bibliografía
Abrams, Philip
1988 "Notes on the difficulty of studying the state". Journal of Historical
Sociology 1: 58-89.
Aidt, Toke S.
2003 "Economic Analysis of Corruption: A Survey". The Economic Journal
113: F632-F652.
Anders, Gerhard
2005 Civil Servants in Malawi: Cultural Dualism, Moonlighting and Corruption
in the Shadow of Good Governance. Tesis doctoral. Universidad
Erasmus, Rotterdam.
Andvig, Jens Chr., Odd-Helge Fjeldstad, Inge Amundsen, Tone Sissener y Rina
Soreide
2000 Research on Corruption. A Policy Oriented Survey. Oslo: Chr.
Michelsen Institute & Norwegian Institute of International Affairs.
www.icgg.org/downloads/contribution07_andvig.pdf
Aretxaga, Begoña
2003 "Maddening States". Annual Review of Anthropology 32: 393-410.
Aristóteles
1998 Acerca de la generación y la corrupción. Tratados breves de historia
natural. Madrid: Gredos.
Banfield, Edward C.
1958 The Moral Basis of a Backward Society. Glencoe: The Free Press.
110
Bannon, Ian
1999 The Fight Against Corruption. A World Bank Perspective. Washington:
The World Bank.
http://www.iadb.org/regions/re2/consultative_group/groups/transparency
_workshop6.htm
Bardhan, Pranab
1997 "Corruption and Development: A Review of Issues". Journal of
Development Literature XXXV: 1320-1346.
Barnes, John A.
1954 "Class and Comittees in a Norwegian Island Parish". Human Relations
7, Nº 1: 39-58.
Basadre, Jorge
1981 Sultanismo, corrupción y dependencia en el Perú republicano. Lima:
Milla Batres.
Bayley, David H.
1997 [1966] "The Effects of Corruption in a Developing Nation". En Arnold J.
Heidenheimer, Michael Johnsotn y Victor T. LeVine (eds.), Political
Corruption. A Handbook. New Brunswick, Londres: Transaction
Publishers.
Bendix, Reinhard
1962 Max Weber. An intellectual portrait. Garden City: Doubleday.
Blum, Volkmar
1994 “Ethnizität und Intervention: Indianerbewegungen und kollektive
Menschenrechte als Schwert der Finsternis?”. Peripherie Nº 55/56: 122-
138.
2001 Hybridisierung von unten. Nation und Gesellschaft im mittleren
Andenraum. Muenster, Hamburgo, Berlín, Londres: Lit Verlag.
Blundo, Giorgio
2006 “Corruption in Africa and the social sciences: a review of the literature”.
En Giorgio Blundo y Jean-Pierre Olivier de Sardan (eds.), Everyday
Corruption and the State. Citizens & Public Officials. Londres, Nueva
York: Zed Books
111
2006a "Why should we study everyday corruption and how should we go about
it?". En Giorgio Blundo y Jean-Pierre Olivier de Sardan (eds.), Everyday
Corruption and the State. Citizens & Public Officials. Londres, Nueva
York: Zed Books.
2006b “Everyday corruption in West Africa”. En Giorgio Blundo y Jean-Pierre
Olivier de Sardan (eds.), Everyday Corruption and the State. Citizens &
Public Officials. Londres, Nueva York: Zed Books.
Boissevain, Jeremy
1968 "The place of non-groups in the social sciences". Man: Journal of the
Royal Anthropological Institute of Great Britain and Ireland 3, Nº 4: 542-
556.
1978 Friends of Friends. Networks, Manipulations and Coalitions. Oxford:
Basil Blackwell.
Bonilla, Heraclio
1988 "Etnía, religión y la cuestión nacional en el área andina". En Indianidad,
etnocidio e indigenismo en América Latina. México: Instituto Indigenista
Interamericano.
Bourdieu, Pierre
1986 "The Forms of Capital". En John G. Richardson (ed.), Handbook of
Theory and Research for the Sociology of Education. Nueva York:
Greenwood Press.
Bubandt, Nils
2006 "Sorcery, corruption, and the dangers of democracy in Indonesia".
Journal of the Royal Anthropological Society (N.S.): 413-431.
Buchanan, James M.
1980 “Rent Seeking and Profit Seeking”. En James M. Buchanan, Robert D.
Tollison y Gordon Tullock (eds.), Towards a Theory of the Rent-Seeking
Society. College Station: Texas A & M University Press.
Bukovansky, Mlada
2002 Corruption is bad: Normative dimensions of the anti-corruption
movement. Canberra: Australian National University, Department of
International Relations, Working Paper 2002/5.
rspas.anu.edu.au/ir/pubs/work_papers/02-5.pdf
2006 "The hollowness of anti-corruption discourse". Review of International
Political Economy 13, Nº 2: 181-209.
Cánepa, Gisela
2005 "Imágenes públicas de la corrupción: objetivación, vigilancia y
espectáculo en los vladivideos". En Óscar Ugarteche (ed.), Vicios
públicos. Poder y corrupción. Lima: SUR, Fondo de Cultura Económica.
112
Carrillo Montenegro, Juan Carlos y David Sulmont Haak
1991 "¿Teoría de la anomia o anomia de la teoría?" Debates en Sociología
16: 209-221.
Cotler, Julio
1978 Clases, Estado y Nación en el Perú. Lima: IEP.
Cumaraswamy, Param
2006 “Integrity and Ethics”. UN Conference on Anti-Corruption Measures,
Warsovia 8 – 9 de noviembre 2006.
www.ohchr.org/english/issues/development/governance/docs/Cumarasw
amy.pdf
Chapman, David
2002 Corruption and the Education Sector. Washington: USAID, Serie
Sectorial Perspectives on Corruption.
admin.corisweb.org/files/Chapman2002_Corruption_and_the_Education
1122027938.pdf
113
Degregori, Carlos Iván
1986 "Del mito de inkarri al mito del progreso: poblaciones andinas, cultura e
identidad nacional". Socialismo y Participación Nº 36: 49-56.
2004 Ilave: Desafío de la gobernabilidad, la democracia participativa y la
descentralización. Lima: Grupo Propuesta Ciudadana, Cuadernos
Descentralistas 13.
Durand, Francisco
2004 "Cleptocracia y empresariado en el Perú". Nueva Sociedad 194: 119-
132.
Eguren, Fernando
1998 "Clases y élites: reflexiones". En Bruno Revesz (ed.), Descentralización
y gobernabilidad en tiempos de globalización. Lima: IEP.
Eichenwald, Kurt
2005 Conspiracy of Fools: A True Story. Portland: Broadway Books.
Eisenstadt, Samuel N.
1973 Traditional Patrimonialism and Modern Neopatrimonialism. Londres,
Beverly Hills: Sage.
Ekeh, Peter
1975 "Colonialism and the Two Publics in Africa. A Theoretical Statement".
Comparative Studies in Society and History 17, 1: 91-112.
Ekpo, Monday U.
1979 "Introduction". En Monday U. Ekpo (ed.), Bureaucratic Corruption in
Sub-Saharan Africa. Toward a Search for Causes and Consequences.
Epstein, A. L.
1969 "The Network and Urban Social Organization". En J. Clyde Mitchell
(ed.), Social Networks in Urban Situations. Manchester: Manchester
University Press.
Erasmus, Charles J.
1968 "Community Development and the Encogido Syndrome". Human
Organization 27, 1: 65-74.
Escalante, Fernando
2000 "Piedra de escándalo. Apuntes sobre el significado político de la
corrupción". En Claudio Lomnitz (ed.), Vicios públicos, virtudes
privadas: La corrupción en México. México: CIESAS.
114
Evans, Peter
1995 Embedded Autonomy: States and Industrial Transformation. Princeton:
Princeton University Press.
Figueroa, Adolfo
1999 Social Exclusion and Rural Underdevelopment. Ponencia presentada en
la conferencia del Banco Mundial sobre evaluación y reducción de la
pobreza, Washington, junio 1999.
www.rrojasdatabank.info/wbpover/02Social_Exclusion.pdf
Foro Educativo
2006 Encuesta Nacional de Educación 2005. Lima: Foro Educativo.
Foster, George M.
1965 "Peasant Society and the Image of the Limited Good". American
Anthropologist 67: 293-315.
Friedrich, Carl J.
1963 Man and His Government: An Empirical Theory of Politics. Nueva York:
McGraw-Hill.
1972 The Pathology of Politics: Violence, Betrayal, Corruption, Secrecy and
Propaganda. Nueva York: Harper & Row.
Fukuyama, Francis
1995 Trust: The Social Virtues and the Creation of Prosperity. Londres:
Hamish Hamilton.
Galtung, Fredrik
2005 "Measuring the Immeasurable: Boundaries and Functions of (Macro)
Corruption Indices". En Fredrik Galtung y Charles Sampford (ed.),
Measuring Corruption. Aldershot: Ashgate.
Génaux, Maryvonne
2004 "Social sciences and the evolving concept of corruption". Crime, Law &
Social Change Nº 42: 13-24.
115
Granovetter, Mark
2004 The Social Construction of Corruption. Ithaca: Cornell University, Center
for the Study of Economy & Society. Ponencia presentada en la
conferencia "The Norms, Beliefs, and Institutions of 21st-Century
Capitalism: Celebrating Max Weber's The Protestant Ethic and the Spirit
of Capitalism", 8 de octubre 2004.
www.economyandsociety.org/events/Granovetter_paper.pdf
Grompone, Romeo
1990 "Las lecturas politicas de la informalidad". En Alberto Bustamante et al.
(ed.), De marginales a informales. Lima: Desco.
Gupta, Akhil
1995 "Blurred boundaries: The discourse of corruption, the culture of politics,
and the imagined state". American Ethnologist 22, 2: 375-402.
Haller, Dieter
2003 Der andere Blick: drei Thesen über Korruption aus ethnologischer
Perspektive. Bonn: Bundeszentrale für politische Bildung.
http://www.wahlthemen.de/themenwahl/phasen/politikodershow/phase2/
experten/expertenkorruptionundskandale/dieterhaller
Harrison, Elizabeth
2004 "The 'Cancer of Corruption'". En Italo Pardo (ed.), Between Morality and
the Law. Corruption, Anthropology and Comparative Society. Aldershot:
Ashgate.
2006 “Unpacking the Anti-corruption Agenda: Dilemmas for Anthropologists”.
Oxford Development Studies 34, Nº 1: 15-29.
Harrison, Lawrence E.
1988 Underdevelopment is a State of Mind. The Latin American Case.
Lanham: Madison Books.
1992 Who Prospers? How Cultural Values Shape Economic and Political
Success. Nueva York: Basic Books.
Harriss, John
2001 Social Capital Construction and the Consolidation of Civil Society in
Rural Areas. Londres: Development Studies Institute, Working Paper
Series No. 00-16.
http://www.lse.ac.uk/collections/DESTIN/pdf/WP16.pdf
Heberer, Thomas
2001 Korruption als globales Phänomen und seine Ausprägungen in
Ostasien. Duisburg: Gerhard-Mercator-Universität, Institut für Ostasien-
wissenschaften, Discussion Paper 9/2001.
116
Heidenheimer, Arnold J.
1997 "Perspectives on the Perception of Corruption". En Arnold J.
Heidenheimer, Michael Johnsotn y Victor T. LeVine (eds.), Political
Corruption. A Handbook. New Brunswick y Londres: Transaction
Publishers.
Helfer Palacios, Gloria; Verónica Alvarado Bonhote, Tomás Gutiérrez Sánchez y Nelly
Pascasio Quiñones
2004 Educación libre de corrupción. Sistematización de una experiencia
participativa en la elaboración del Proyecto de Ley Anticorrupción en el
Sector Educación. Lima.
Heyneman, Stephen P.
2004 "Education and corruption". International Journal of Educational
Development 24: 637-648.
Huber, Ludwig
1997 Etnicidad y economía en el Perú. Lima: IEP. Documento de Trabajo No.
83.
2002 Consumo, cultura e identidad en el mundo globalizado. Estudios de
caso en los Andes. Lima: IEP.
Huntington, Samuel P.
1996 [1968] El orden político en las sociedades de cambio. Buenos Aires: Editorial
Paidós.
Husson, Patrick
1993 "Democracia vs. totalitarismo: el impacto político de la 'masificación' de
la sociedad peruana contemporánea". En Alberto Adrianzén et al.
(eds.), Democracia, etnicidad y violencia política en los países andinos.
Lima: IFEA, IEP.
117
Hutchcroft, Paul D.
1997 "The Politics of Privilege: Assessing the Impacts of Rents, Corruption,
and Clientelism in Third World Development". Political Studies XLV:
639-658.
Johnston, Michael
2000 “Corruption and Democratic Consolidation”. Exposición preparada para
la conferencia sobre Democracia y Corrupción, Universidad de
Princeton, 12 de marzo 1999.
http://www1. worldbank.org/publications/anticorrupt/Princeton.pdf
Kaufmann, Daniel
1997 "Corruption: The Facts". Foreign Policy 107: 114-131.
2003 “Anti-Corruption within a Broader Development and Governance
Perspective – Some Lessons from Empirics and Experience”. Ponencia
presentada en el Congreso de la Convnción de las Naciones Unidas
contra la Corrupción, Mérida, Mexico, 9-11 de diciembre 2003.
www.worldbank.org/wbi/governance/pdf/merida_webstatement.pdf
2006a “Myths and Realities of Governance and Corruption”. En The World
Economic Forum. Global Competitiveness Report 2005-2006.
Washington: The World Bank.
2006b Measuring Corruption: Myths and Realities. Washington: World Bank.
www.worldbank.org/wbi/governance/pdf/six_myths_measuring_
corruption.pdf
Khan, Mushtaq H.
1998 "The Role of Civil Society and Patron-Client Networks in the Analysis of
Corruption". En United Nations Development Programme (ed.),
Corruption and Integrity Improvement Initiatives in Developing Countries.
Nueva York: PNUD.
Klitgaard, Robert
1988 Controlling Corruption. Berkeley, Los Angeles: University of California
Press.
Kornhauser, William
1959 The Politics of the Mass Society. Glencoe: The Free Press.
118
Krastev, Ivan
2004 Shifting Obsessions. Three Essays on the Politics of Anticorrupton.
Budapest: CEU Press.
Krueger, Anne
1974 "The Political Economy of the Rent-Seeking Society". The American
Economic Review 64, Nº 3: 291-303
Larmour, Peter
2005 Civilizing techniques: Transparency International and the spread of anti-
corruption. Canberra: The Australian National University, Discussion
Paper 05-11.
http://apseg.anu.edu.au/degrees/pogo/discussion_papers/PDP05-11.pdf
Latinobarómetro
2006 Informe Latinobarómetro 2006.
www.latinobarometro.org
Lazar, Sian
2004 "Personalist Politics, Clientelism and Citizenship: Local Elections in El
Alto, Bolivia". Bulletin of Latin American Research 23, 2: 228-243.
2005 "Citizens despite the state: Everyday corruption and local politics in El
Alto, Bolivia". En Dieter Haller y Cris Shore (eds.), Corruption.
Anthropological Perspectives. Londres, Ann Arbor: Pluto Press.
Ledeneva, Alena V.
1998 Russia's Economy of Favours. Blat, Networking and Informal Exchange.
Cambridge: Cambridge University Press.
Leff, Nathaniel
1997 [1964] "Economic Development Through Bureaucratic Corruption". En Arnold
J. Heidenheimer, Michael Johnsotn y LeVine Victor T. (eds.), Political
Corruption. A Handbook. New Brunswick, Londres: Transaction
Publishers.
Lewis, Oscar
1996 [1966] "The Culture of Poverty". En George Gmelch y Walter P. Zenner (eds.),
Urban Life. Readings in Urban Anthropology. Prospect Heights, Ill.:
Wavelend Press.
Leys, Colin
1965 "What is the Problem About Corruption?" The Journal of Modern African
Studies 3, 2: 215-230.
119
Lipset, Seymour Martin y Gabriel Salman Lenz
2000 "Corruption, Culture and Markets". En Lawrence J. Harrison y Samuel
P. Huntington (eds.) (ed.), Culture Matters: How Values Change Human
Progress. Nueva York: Basic Books.
Lomnitz, Claudio
1992 Exits from the Labyrinth. Culture and Ideology in the Mexican National
Space. Berkeley, Los Angeles, Oxford: University of California Press.
2000 "Introducción". En Claudio Lomnitz (ed.), Vicios públicos, virtudes
privadas: La corrupción en México. México: CIESAS.
Lomnitz, Larissa
1994 "’El compadrazgo', reciprocidad de favores en la clase media urbana de
Chile". En Larissa Adler Lomnitz (ed.), Redes sociales, cultura y poder:
Ensayos de antropología latinoamericana. México: Flacso.
López, Sinesio
1997 Ciudadanos reales e imaginarios. Concepciones, desarrollo y mapas de
ciudadanía en el Perú. Lima: Instituto de Diálogo y Propuestas.
Lynch, Nicolás
1989 "¿Anomia de regresión o anomia de desarrollo?" Socialismo y
Participación 45: 19-27.
Marquette, Heather
2001 "Corruption, democracy and the World Bank". Crime, Law & Social
Change 36, Nº 4: 395-407.
2004 "The Creeping Politicisation of the World Bank: The Case of Corruption".
Political Studies 52, 413-430.
Martiny, Anke
2004 "Transparency International - Die Koalition gegen Korruption".
Vierteljahrshefte zur Wirtschaftsforschung 73, Nº 2: 330-338.
Mauro, Paolo
1997 Why Worry About Corruption? Washington DC: International Monetary
Fund, Economic Issues 6.
Mauss, Marcel
1972 [1925] "Ensayo sobre el don. Forma y razón del intrcambio en las sociedades."
En Marcel Mauss (ed.), Sociología y Antropología. Madrid: Tecnos.
Médard, Jean-François
1986 "Public Corruption in Africa. A Comparative Perspective". Corruption
and Reform Nº 1: 115-131.
1998 "La crise de l'Etat néo-patrimonial et l'évolution de la corruption en
Afrique sub-saharienne". Mondes en Développement 26: 55-67.
120
Meier, Bettina
2004 Corruption in the Education Sector. Oslo: Christian Michelsen Institute.
Mitchell, J. Clyde
1966 "Theoretical Orientations in African Urban Studies". En Michael Banton
(ed.), The Social Anthropology of Complex Societies. Nueva York:
Praeger.
1969 "The Concept and Use of Social Networks". En J. Clyde Mitchell (ed.),
Social Networks in Urban Situations. Analysis of Personal Relationships
in Central African Towns. Manchester: Manchester University Press.
Mujica, Jaris
2005 "Estrategias de corrupción. Poder, Autoridad y redes de corrupción en
espacios locales". En Oscar Ugarteche (ed.), Vicios públicos. Poder y
corrupción. Lima: Fondo de Cultura Económica, SUR.
Muñoz, Fanni
2001 "Notas para una historia de la corrupción en el Perú. La construcción del
funcionario público moderno durante la mitad del siglo XIX". En
Santiago López Maguiña, Gonzalo Portocarrero, Rocío Silva
Santisteban y Víctor Vich (eds.), Estudios culturales. Discursos,
poderes, pulsiones. Lima: Red para el Desarrollo de las Ciencias
Sociales en el Perú.
Myrdal, Gunnar
1968 "Corrupton as a Hindrance to Modernization in South Asia". En Gunnar
Myrdal, Asian Drama. An Inquiry Into the Poverty of Nations. Tomo 2.
Harmondsworth: Penguin.
121
Nagengast, Carol
1994 "Violence, Terror, and the Crisis of the State". Annual Review of
Anthropology 23: 109-136.
Nef, Jorge
2001 "Government Corruption in Latin America". En Gerald E. Caiden, O. P.
Dwivedi y Joseph Jabbra (eds.), Where Corruption Lives. Bloomfield:
Kumarian Press.
Neira, Hugo
1987 "Violencia y anomia: reflexiones para intentar comprender". Socialismo
y Participación 37: 1-11.
Nye, J. S.
1967 "Corruption and Political Development: A Cost-Benefit Analysis".
American Political Science Review 5, 1: 417-427.
Oswald, Ingrid
2002 "Elemente einer Theorie der offenen Hand. Zur Verbindung von
Korruptions- und Gesellschaftsanalyse am Beispiel Russlands." En
Harald Bluhm y Karsten Fischer (eds.), Sichtbarkeit und Unsichtbarkeit
der Macht. Baden-Baden: Nomos.
Pajuelo, Ramón
2005 Municipalidades de centros poblados y conflicto local: Las lecciones del
caso de Ilave. Lima: Asociación SER.
Pardo, Italo
2004 "Introduction: Corruption, Morality and the Law". En Italo Pardo (ed.),
Between Morality and the Law. Corruption, Anthropology and
Comparative Society. Aldershot: Ashgate.
Parry, Jonathan
2000 "The 'Crisis of Corruption' and 'The Idea of India': A Worm's-Eye-View".
En Italo Pardo (ed.), Morals of Legitimacy. Between Agency and
System. Nueva York: Berghahn Books.
Pásara, Luis
1988 "La 'libanización' en democracia". En Luis Pásara y Jorge Parodi (ed.),
Democracia, sociedad y gobierno en el Perú. Lima: CEDYS.
122
Pavarala, Vinod
1993 "Corruption as a Site for Contested Meaning: Elite Constructions in
India". Qualitative Sociology 16, Nº 4: 405-422.
Polzer, Tara
2001 Corruption: Deconstructing the World Bank Discourse. Londres:
Development Studies Institute. DESTIN Working Paper Series No. 01-
18.
Poole, Deborah
2000 “Videos, corrupción y ocaso del fujimorismo”. Ideéle 134:55-59.
2004 "Between Threat and Guarantee. Justice and Community in the Margins
of the Peruvian State". En Veena Das y Deborah Poole (eds.),
Anthropology in the Margins of the State. Santa Fe, Oxford: SAR Press,
James Currey.
2005 "Los dos cuerpos del juez: Comunidad, justicia y corrupción en el Perú
de los neoliberales". En Óscar Ugarteche (ed.), Vicios públicos. Poder y
corrupción. Lima: SUR, Fondo de Cultura Económica.
Portocarrero, Gonzalo
2005 "La 'sociedad de cómplices' como causa del (des)orden social en el
Perú". En Óscar Ugarteche (ed.), Vicios públicos. Poder y corrupción.
Lima: SUR, Fondo de Cultura Económica.
Price, Pamela
1999 "Cosmologies and Corruption in (South) India - Thinking Aloud". Forum
for Development Studies 2: 315-327.
123
Putnam, Robert
2000 Bowling Alone: the Decline and Revival of Community in America.
Nueva York: Simon & Schuster.
Qizilbash, Mozaffar
2001 "Corruption and Human Development: A Conceptual Discussion".
Oxford Development Studies 29, Nº 3: 265-278.
Quiróz Alfonso W.
2000 “Historia de la corrupción en el Perú: ¿es factible su estudio?”. En
Homenaje a Félix Denegri Luna. Lima: PUCP.
2004 “Basadre y su análisis de la corrupción en el Perú”. En Scarlett
O’Phelan Godoy y Mónica Ricketts Sánchez-Moreno (eds.), Homenaje
a Jorge Basadre. El hombre, su obra y su tiempo. Lima: PUCP, UP.
Rawls, John
1979 Teoría de la justicia. México: Fondo de Cultura Económica.
Robinson, Mark
1998 “Corruption and Development: An Introduction”. The European Journal
of Development Research Vol. 40, Nº 1: 1-14.
Romero, Catalina
1987 "Violencia y anomia: comentarios sobre una reflexión". Socialismo y
Participación 39: 75-80.
Rose-Ackerman, Susan
1978 Corruption. A Study in Political Economy. Londres, Nueva York:
Academic Press.
1997 "Corruption in the Global Economy". En Kimberly Ann Elliott (ed.),
Corruption in the Global Economy. Washington DC: Institute for
International Economics.
2001a La corrupción y los gobiernos. Causas, consecuencias y reforma.
Madrid: Siglo XXI.
2001b Trust, Honesty, and Corruption: Theories and Survey Evidence from
Post-Socialist Societies. Ponencia preparada para el taller sobre
Honestidad y Confianza en Sociedades Post-Socialistas del Collegium
Budapest, 25-26 de mayo 2001.
http://www.colbud.hu/honesty-trust/rose/pub01.htm
Rospigliosi, Fernando
2000 Montesinos y las Fuerzas Armadas. Cómo controló durante una década
las instituciones militares. Lima: IEP.
Rumyantseva, Natalia L.
2005 "Taxonomy of Corruption in Higher Education". Peabody Journal of
Education 80, Nº 1: 81-92.
Sahlins, Marshall
1965 "On the Sociology of Primitive Exchange"". En Michael Banton (ed.),
The Relevance of Models for Social Anthropology. Londres: Tavistock.
124
Sajo, Andras
1998 "Corruption, clientelism and the future of the constitutional state in
Eastern Europe". East Europe Constitutional Review 7, Nº 2: 37-46.
Sampson, Steven
2005 "Integrity Warriors: Global Morality and the Anti-Corruption Movement in
the Balkans". En Dieter Haller y Cris Shore (eds.), Corruption.
Anthropological Perspectives. Londres, Ann Arbor: Pluto Press.
Scott, James C.
1969 "The Analysis of Corruption in Developing Nations". Comparative
Studies in Society and History 11, 315-341.
1972 Comparative Political Corruption. Englewood Cliffs: Prentice-Hall.
Sedgewick, Peter
2002 Cultural Theory: The Key Concepts. Londres y Nueva York: Routledge.
Stern, Steve
1982 Peru’s Indian Peoples and the Challenge of Spanish Conquest.
Huamanga to 1640. Madison: The University of Wisconsin Press.
125
Streck, Bernhard
1987 "Netzwerk". En Bernhard Streck (ed.), Wörterbuch der Ethnologie.
Colonia: DuMont.
Szeftel, Morris
1998 "Misunderstanding African Politics: Corruption & the Governance
Agenda". Review of African Political Economy 25, 76: 221-240.
Tanaka, Martín
2005 "La estructura de oportunidad política de la corrupción en el Perú:
algunas hipótesis de trabajo". En Felipe Portocarrero S. (ed.), El pacto
infame. Estudios sobre la corrupción en el Perú. Lima: Red para el
Desarrollo de las Ciencias Sociales en el Perú.
Tanaka, Shinichiro
2001 "Corruption in education sector development: a suggestion for
anticipatory strategy". The International Journal of Educational
Management 15, 4-5: 158-166.
Távara, José
2005 "La captura del Estado y la persistencia de la corrupción como desafíos
de la democracia". En Óscar Ugarteche (ed.), Vicios públicos. Poder y
corrupción. Lima: SUR, Fondo de Cultura Económica.
Tavits, Margit
2005 Causes of Corruption: Testing Competing Hypotheses. Oxford: Nuffield
College, Universidad de Oxford.
www.nuffield.ox.ac.uk/Politics/papers/2005/Tavits%20Nuffield%20WP.
pdf
Theidon, Kimberly
2004 Entre prójimos. El conflicto armado interno y la política de la
reconciliación en el Perú. Lima: IEP.
Theobald, Robin
1990 Corruption, Development and Underdevelopment. Durham: Duke
University Press.
Transparency International
2000 TI Source Book 2000. Berlín: Transparency International.
Trouillot, Michel-Rolph
2001 "The Anthropology of the State in the Age of Globalization". Current
Anthropology 42, 1: 125-138.
Tullock, Gordon
1967 "The Welfare Costs of Tariffs, Monopolies, and Theft." Western
Economic Journal 5, 224-232.
126
Uslaner, Eric M.
2004 "Trust and Corruption". En Johann Graf Lambsdorff, Markus Taube y
Matthias Schramm (ed.), The New Institutional Economics of Corruption.
Londres y Nueva York: Routledge.
Véliz, Claudio
1994 The New World of the Gothic Fox. Culture and Economy in English and
Spanish America. Berkeley, Los Angeles y Londres: University of
California Press.
Wade, Robert
1982 "The System of Administrative and Political Corruption: Canal Irrigation
in South India". Journal of Development Studies 18, Nº 3: 287-328.
Warren, Mark E.
2001 Social Capital and Corruption. Washington: Universidad de Georgetown.
Manuscrito.
www.huss.ex.ac.uk/politics/research/socialcapital/papers/warren.pdf
Weber, Max
1980 [1921] Wirtschaft und Gesellschaft [Economía y Sociedad]. Tübingen: J.C.B.
Mohr.
Wellman, Barry
1988 "Structural analysis: from method and metaphor to theory and
substance". En Barry Wellman y S. D. Berkowitz (ed.), Social structures:
a network approach. Cambridge: Cambridge University Press.
Werlin, Herbert H.
1972 "The Roots of Corruption - The Ghanaian Enquiry". The Journal of
Modern African Studies 10, Nº 2: 247-266.
Whitehead, Laurence
2000 “High-Level Political Corruption in Latin America: A ‘Transitional’
Phenomenon?”. En Joseph S. Tulchin y Ralph H. Espach (ed.),
Combating Corruption in Latin America. Washington, Baltimore:
Woodrow Wilson Center Press, Johns Hopkins University Press.
127
Whitten, Norman E. Jr. y Alvin W. Wolfe
1973 "Network Analysis". En John J. Honigmann (ed.), Handbook of Social
and Cultural Anthropology. Chicago.
World Bank
1997a World Development Report 1997. Washington: World Bank.
1997b Helping Countries Combat Corruption: The Role of the World Bank.
Washington: World Bank.
http://www1.worldbank.org/publicsector/anticorrupt/corruptn/coridx.htm
You, Jong-Sung
2006 “Corruption as Injustice”. Ponencia presentada en la Reunión Anual de l
a Midwest Political Science Association, Chicago 20 al 23 de abril 2006.
irps.ucsd.edu/assets/003/5297.pdf
Zapata, Antonio
2005 "La corrupción bajo el fujimorismo". En Felipe Portocarrero S. (ed.), El
pacto infame. Estudios sobre la corrupción en el Perú. Lima: Red para
el Desarrollo de las Ciencias Sociales en el Perú.
128