El Patriarcado Al Desnudo
El Patriarcado Al Desnudo
El Patriarcado Al Desnudo
EL PATRIARCADO AL DESNUDO.
Tres feministas materialistas:
Colette Guillaumin - Paola Tabet - Nicole Claude Mathieu
Indice
Introduccin
De Sur a Norte y de Este a Oeste, un espectro recorre nuestro
movimiento feminista y lsbico: el esencialismo. Deniendo el ser
mujer (o lesbiana) como una identidad que habra que descubrir
o armar, nos perdemos en la bsqueda de revalorizacin de lo
femenino o de la diversidad como algo positivo que nos podra
sacar del impase al que el sistema (hetero)patriarcal, racista y clasista, nos ha llevado. Muchas veces incluso, muchas feministas y
lesbianas ms radicales caen en la tentacin de creer que nalmente,
en el fondo, nuestra situacin descansa sobre una base biolgica: la
famosa diferencia de los sexos, la capacidad que algunas tenemos de
embarazarnos y parir las siguientes generaciones. Uno de los elementos que nos lleva a esta creencia es la famosa teora sexo/gnero,
que muchas hemos aprendido, y hartas veces enseado, en decenas
de talleres1: detrs del gnero, que es social, queda lo biolgico, que
no deja de ser natural Qu alivio! La moral queda a salvo ya que
despus de todo, la heterosexualidad es la forma normal y lgica de
relacionarse, aunque algunas se salgan de ella. Y nos deja con una
esperanza simple: lo femenino, que siempre ha sido oprimido, un buen
da tomar su revancha (aunque no sepamos muy bien como, pero es
de sobra conocido que algn da, por operacin divina, los primeros
sern los ltimos)
Pero no es as. En la sociedad, no hay nada natural , y en
cuanto a Dios quien sabe2. Pero en lo que a nuestras vidas actuales
y concretas se reere, como dice Christine Delphy, una destacada
feminista francesa, el ser humano es social o no es: este es el mundo
que encontramos al nacer y no hay otro. No hay nada por debajo
Ver: Mohanty, Chandra. (por salir). De vuelta a Bajo los ojos de occidente : la
solidaridad feminista a travs de las luchas anticapitalistas . In: SUAREZ NAVAZ,
Liliana ; HERNANDEZ, Rosalva Ada. Descolonizar el feminismo: teorias y prcticas
des les mrgenes. Y tambin Mohanty, Chandra. 1991. Under Western Eyes: feminist
scolarship and colonial discourses . In: MOHANTY, C.T. ; Russo, A. TORRES,
L. (eds.). Third World Women and the Politics of Feminism. Bloomington: Indiana
University Press. Primera publicacin: 1986. Boundary
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Por oposicin a las otras dos tendencias de los aos 70, llamadas lucha de clase
y Psykpo . La tendencia lucha de clase era ms barrial y sindical, vinculada
a partidos de izquierda, mientras que la tendencia Psykpo se arraigaba en reexiones sicoanalticas y literarias. La tendencia Psykpo deriv hasta posiciones
francamente esencialistas y se auto-excluy del movimiento feminista al registrar en
nombre suyo como marca comercial al logo del movimiento feminista y al nombre
MLF (Mouvement de Libration des Femmes). La tendencia lucha de clase ,
a su vez, termin acercndose bastante a la tendencia radical para formar lo que hoy
se conoce como movimiento feminista. Ver por ejemplo: Centre Lyonnais dEtudes
Fministes. 1989. Chronique dune passion. Le mouvement de liberation des femmes.
Lyon, Paris: lHarmattan. Picq, Franoise. 1993. Libration des femmes, les annesmouvement. Paris: Seuil.
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No olvidemos sin embargo que en Estados Unidos, ha habido desde hace tiempo
anlisis radicales, producidos entre otros por feministas y lesbianas afrodescendientes (entre tantas Barbara Smith, Audre Lorde, Cheryl Clarke), latinas (por ejemplo
Gloria Anzalda y Cherrie Moraga) y blancas (por ejemplo Kate Millet y Ti Grace
Atkinson).
Atkinson, Ti Grace. 1984. Le nationalisme fminin, Nouvelles Questions Fministes, n 6-7, pp 35-54.
Clarke, Cheryl. 1986. Living as a lesbian. Ithaca, New York: Firebrand.
Lorde, Audrey. 1984. Sister Outsider: Essays and speeches. New York: Crossing
Press.
Moraga, Cherrie ; Anzalda, Gloria. 1981. This bridge called mi back: writings by
radical women of color. Watertown, Massachussets: Persephone Press. En espaol:
1988. Esta puente, mi espalda. Voces de mujeres tercermundistas en Estados Unidos.
ISM Press: San Francisco. Smith, Barbara ; Hull, G. ; Patricia Bell, S. (compiladoras).
1982 . All the women are white, all the Blacks are men, but some of us are brave:
Black Womens Studies. New York: The Feminist Press.
Millet, Kate. 1971. La politique du mle. Paris: Stock. Primera edicin en ingls,
1970: Sexual politics.
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La revista Feminist Issues, publicada en Berkeley, California, por Mary Jo Lakeland
y Susan Ellis Wolf, fue en un principio muy cercana al Questions Fministes. Entre
1981 y 1991, public a muchas autoras radicales, traduciendo del francs a Colette
Guillaumin, Paola Tabet, Monique Wittig, Christine Delphy, Monique Plaza y Claire
Michard, entre otras.
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Ezekiel, Judith. 1996. Anti-fminisme et anti-amricanisme: un mariage politiquement russi . Nouvelles Questions Fministes, Vol. 17, n1. pp 59-76.
Se trata de un tema largo y conictivo, que se enraza en la historia del movimiento
feminista francs, de la tendencia Psykpo arriba mencionada, en la cuestin de
como viajan las teoras a travs de las fronteras, del papel des Etados Unidos, de
Dice Christine Delphy al respecto: [] Cixous e Irigaray, quienes saben lo que es
el feminismo, deben ser distinguidas una de la otra, siendo la primera anti-feminista
mientras que la segunda se reclama a veces del feminismo. Deben adems ser
distinguidas del segundo grupo, Kristeva, Montrelay y Lemoine-Luccioni, quienes
no saben lo que es el feminismo, y no son feministas ni anti-feministas, sino que prefeministas (Delphy, 1996, nota 4 p. 53).
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Paola Tabet no formaba parte del Comit editorial de la revista, pero si haca y
hace parte de esta corriente.
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La dimensin ideolgica-cultural existe y es importante, pero como lo explica
magistralmente Colette Guillaumin, no es ms que la otra cara de la relacin material
concreta que crea la clase de las mujeres, asi como crea a los grupos racializados. Lo
que queremos dejar claro, aqu, es que la situacin de las mujeres no es un asunto
ideolgico en el sentido de retraso cultural (campesino, indgena, etc), o de
mentalidad (burguesa, proletaria, etc) como tanto lo ha manejado, entre otras,
la izquierda revolucionaria latinoamericana y caribea.
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Los tres textos iniciales que presentan por primera vez con fuerza a las mujeres
como una realidad sociolgica y no como un grupo natural, son:
Wittig, Monique. 1970. in: LIdiot International - Delphy, Christine. 1970. Lennemi
principal, in: Lexploitation patriarcale, n1: lexploitation conomique dans la
famille, Paris: Fministes rvolutionnaires. - Mathieu, Nicole Claude. Notes pour une
dnition sociologique des catgories de sexe presentado en el Congreso mundial
de sociologa en Varna, en 1970, y publicado en 1971 en la revista Epistmologie
sociologique.
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As, Nicole Claude Mathieu teoriz la opresin transcultural y transclase de las
mujeres, mientras que Colette Guillaumin, en numerosos trabajos, teoriz la relacin
intrnseca que existe entre racismo y sexismo y que Paola Tabet trabaj tambin
bastante sobre la discriminacin racista.
Mathieu, Nicole Claude. (dir.). 1985. Larraisonnement des femmes. Essais en
anthropologie des sexes. Paris: EHESS. - Mathieu, Nicole Claude. 1991. Lanatomie
politique, Catgorisations et idologies du sexe. Paris: Ct-femmes.
Guillaumin, Colette. 1972. LIdologie raciste. Gense et langage actuel, Paris:
Mouton. - Guillaumin, Colette. 1992. Sexe, race et pratique du pouvoir. Lide de
Nature. Paris: Ct-femmes - Tabet, Paola. 1997. La Pelle giusta. Torino: Einaudi.
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Sabemos que segn las regiones del mundo, los periodos y las tendencias tericas
de cada quien, estos trminos de radicales , socialistas , liberales , etc,
tienen signicados diferentes e incluyen diversas autoras. Sin embargo, los usamos
aqui para intentar ubicar, aunque sea someramente y provisionalmente, a las grandes
tendencias.
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por medio de la sexizacin) y de l@s esclav@s (cosicad@s y naturalizad@s por medio de la racializacin, sexizadas adems en el caso
de las esclavas), como algo natural e inscrito dentro del marco de un
destino biolgico.
Finalmente, la tercera es la de Monique Wittig17, que converge
bastante con el trabajo de Guillaumin, y en especial con la cuestin
de la apropiacin paralela de las mujeres y de l@s esclav@s del siglo
XVIII. Analiza a la heterosexualidad como un sistema poltico y como
un poderoso dispositivo ideolgico (l que bautiza pensamiento
straight), base de la apropiacin de las mujeres y de su situacin
de clase. Por eso es que Wittig lleg a armar que las lesbianas es
decir, las mujeres que, al igual que l@s esclav@s cimarrones, huyen
de las relaciones de apropiacin que l@s atan a sus am@s no son
mujeres. Para Wittig, heterosexualidad y lesbianismo no son simples
prcticas sexuales privadas, ligadas al deseo sexual y que podran
dirigirse sobre cualquier objeto (mujer, hombre, ni@, animal, etc),
sino que decisiones polticas que permiten, o no, salir de las relaciones
de apropiacin y escapar a su clase. Mucho queda por pensar en torno
a la apropiacin colectiva de las mujeres y como liberarse de ella, ya
que ciertamente las lesbianas, tanto como las monjas de diferentes
confesiones, aunque no pertenezcan a ningn varn en particular,
siguen siendo objeto de una apropiacin colectiva18. No solo no se
libran del hostigamiento y de la violencia sexual, sino que tambin sus
salarios, el tipo de profesin a la que pueden pretender y la imagen
que de ellas se forma la sociedad, no son fundamentalmente diferentes
de lo que les corresponde a las dems mujeres.
Adems, el hecho que cierta cantidad de mujeres escapen individualmente al sistema heterosexual, si bien les puede permitir pensar
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Wittig, Monique. 1980. La pense straight. Paris: Questions Fministes n7, 1980,
Du mouvement de libration des femmes, Tierce.
Wittig, Monique. 1981. On ne nat pas femme . Paris: Questions Fministes n8,
Du mouvement de libration des femmes, Tierce.
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La gran escisin de 1981 entre las lesbianas radicales o separatistas y el
resto del movimiento feminista, incluyendo a parte de las lesbianas feministas, no
fue causada exclusivamente por los analisis de Wittig, tena muchos otros origenes.
Sin embargo, el trabajo de Wittig permitio vislumbrar la posibilidad, o incluso la
necesidad, de un movimiento lsbico autonomo, con objetivos propios. Ver por ejemplo
el editorial de la revista Nouvelles Questions Fministes, n1, que sale despus como
una suerte de continuacin de Questions Fministes, aunque muy cuestionada por
una gran parte del comit editorial original de Questions Fministes. Ver tambin:
Falquet, Jules. 2004. Algunas teoras lsbicas. Mxico: Fem-e -libros.
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Mathieu, Nicole-Claude. 1971. Notes pour une dnition sociologique des
catgories de sexe , Epistmologie sociologique 11: 19-39. [Re-editado in N.-C.
Mathieu 1991.]
1973. Homme-culture et femme-nature ? , LHomme XIII, 3: 101-113. [Re-editado
in N.-C. Mathieu 1991.]
1985 b. Critiques pistmologiques de la problmatique des sexes dans le discours
ethno-anthropologique , Rapport pour lUNESCO, Lisbonne, sept. 1985. Publi in:
N.-C. Mathieu 1991.
1991. Lanatomie politique. Catgorisations et idologies du sexe. Paris, Ct-femmes
Editions, 293 p.
22
Mathieu, Nicole-Claude. 1985 a. Quand cder nest pas consentir. Des dterminants
matriels et psychiques de la conscience domine des femmes, et de quelques-unes
de leurs interprtations en ethnologie , in: N.-C. Mathieu (ed.) 1985, pp. 169-245.
[Re-editado in N.-C. Mathieu 1991.]
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1982 es la fecha de sus primeras elaboraciones tericas al respeto, 1989 esla fecha
de la redaccin del artculo tal como lo hemos traducido.
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Tabet, Paola. 1998. La construction sociale de lingalit des sexes. Des outils et
des corps. Paris: LHarmattan, Bibliothque du fminisme.
Tabet, Paola. 2005. La grande arnaque. Paris: LHarmattan, Bibliothque du
fminisme
25
Tabet, Paola. 1985. Fertilit naturelle, reproduction force , in: Mathieu, Nicole
Caude, compiladora, Larraisonnement des femmes, essais en anthropologie des
sexes. Paris: Cahiers de lHomme, EHESS.
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Tabet, Paola.1979. Les mains, les outils, les armes . Paris: LHomme, Paris,
juillet-dcembre 1979.
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Todo el mundo admite o casi todo el mundo que las mujeres son explotadas, que su fuerza de trabajo, cuando se vende en el
mercado de trabajo, es mucho menos pagada que la de los hombres,
puesto que en promedio los salarios ganados por las mujeres no representan sino dos tercios de los ganados por los hombres. Todo el
mundo concuerda o casi todo el mundo que el trabajo domstico
efectuado por todas las mujeres, que sean por lo dems asalariadas o
no, es efectuado sin salario.
La explotacin de las mujeres es la base de toda reexin
sobre las relaciones entre las clases de sexo, cualquiera que sea su
orientacin terica.
Cuando se analiza y describe la explotacin de las mujeres, la
nocin de fuerza de trabajo ocupa un lugar central. Pero extraamente, esta nocin es empleada en la perspectiva de una relacin
social que es justamente aquella en la que las mujeres en tanto clase
estn ausentes: la fuerza de trabajo es, en esta perspectiva, presentada
como la nica cosa que el obrero tiene para vender, su capacidad de
trabajar1. Esto, que es efectivamente exacto para el obrero-hombre
hoy, no es verdad para el obrero-mujer o para cualquier otra mujer,
hoy. Este signicado de la fuerza de trabajo que representara la ltima cosa de la que se dispone para vivir es inadecuado para la clase
entera de las mujeres.
Esto recuerda el tiempo en que la imaginacin desbocada de los
investigadores lleg hasta considerar, haciendo un esfuerzo prodigioso, que la mayor proximidad posible entre dos individuos de razas
diferentes era el matrimonio (o la relacin sexual).
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Si bien las relaciones de apropiacin en general implican efectivamente el acaparamiento de la fuerza de trabajo, stas son lgicamente anteriores y lo son igualmente desde el punto de vista histrico.
El haber conseguido vender SOLAMENTE su fuerza de trabajo y no
ser uno mismo apropiado es el resultado de un largo y duro proceso.
La apropiacin fsica se manifest en la mayora de las formas de
esclavitud conocidas: por ejemplo la de Roma (en donde por lo dems
el conjunto de los esclavos de un amo se llamaba familia), la de los
siglos XVIII y XIX en Amrica del Norte y en las Antillas. En cambio, ciertas formas de esclavitud que limitaban la duracin de dicha
apropiacin (a tantos aos de servicio por ejemplo, como fue el caso
en la sociedad hebrea, en la Ciudad ateniense bajo ciertas reservas, o
en los Estados Unidos del siglo XVII); ciertas formas de vasallaje
que jaban tambin lmites al uso del siervo (en nmero de das por
semana, por ejemplo) son formas transicionales entre la apropiacin
fsica y el acaparamiento de la fuerza de trabajo. Lo que nos interesar
aqu es la apropiacin fsica misma, la relacin en la que es la unidad
material productora de fuerza de trabajo la que es poseda y no la
sola fuerza de trabajo. Denominada esclavitud y vasallaje en la
economa fundiaria, este tipo de relacin podra ser designado bajo
el trmino de sexaje en lo que respecta a la economa domstica
moderna, cuando ataa a las relaciones de clases de sexo.
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La baja en la natalidad en Europa en los siglos XVIII y XIX permite ver que la
limitacin de los nacimientos no tiene obligatoriamente que ver con una contracepcin
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femenina y que ella puede entrar en los hechos sin esto. Esta baja en la natalidad es
conocida por ser principalmente el resultado de un control masculino (en el sentido
de cotus interruptus, sentido al cual aadiremos el de control poltico de las mujeres
por parte de los hombres). La violencia de la resistencia a un mtodo de contracepcin
(o a un aborto) efectivamente accesible a las mujeres, y a todas las mujeres, muestra
efectivamente que se trata de un conicto de poder.
Por otra parte, en ciertas formas de matrimonio, el hecho de no poder tener hijos,
o de no tener los hijos deseados (varones, por ejemplo) por el marido es una causa
de repudio.
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El propietario de las subsidios familiares, hoy (1978, en Francia), sigue siendo el
marido-padre (y como puede ocurrir igualmente que se haya marchado, sus queridos
hijos pueden atravesar las mayores dicultades para obtener las subvenciones
tericamente destinadas a hacer su sustento menos dicultoso). Por otra parte, el
administrador de los eventuales bienes de los hijos y de la comunidad sigue siendo
el padre; lo que puede ser econmicamente interesante en las clases medias y la
burguesa.
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Por otra parte, la decisin sobre la tutela nunca es denitiva y puede ser cuestionada.
La costumbre y las sentencias comprueban que entre ms pequeos sean los nios (=
ms dura es la carga), ms las madres conservan la exclusividad de la carga material,
mientras que en la adolescencia, cuando ya estn criados, los lazos con los padres
(hombres) se estrechan. Sobre estas cuestiones, ver Christine Delphy, Mariage
et divorce, limpasse double face, Les Temps modernes, n 333-334, 1974; y:
Emmanuelle de Lesseps, Le Divorce comme rvelateur et garant dune fonction
conomique de la famille, Tesina de Maestra, Universidad de Vincennes.
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Posesiones
El cuerpo: muchas de nosotras nos sentimos muy tocadas por
esta cuestin y le atribuimos una gran importancia. Ahora bien, recientemente, en una emisora cultural, un hombre por lo general ms
bien moderado tuvo un ataque de clera cuando explicaba que todas
esas escritoras (lo cito de una manera aproximada) hablaban de las
realidades del cuerpo con insistencia, desde las tripas, diciendo cosas
que habitualmente nadie dice, con una especie de satisfaccin insistente, no dijo mrbida pero era ese tipo de cosas lo que estaba
implicado, en todo caso, todo esto le pareca asqueroso.
Me pregunt qu suceda aqu, dado que siempre es conveniente
escuchar con atencin a la clase antagonista. Un hombre expresaba su
clera ante aquellas de entre nosotras que vuelven sin cesar al cuerpo,
y que lo hacemos por nuestras propias razones: nuestro cuerpo es
negado, desde hace tanto tiempo, descubrmoslo! Nuestro cuerpo
es despreciado, desde hace tanto tiempo, reencontremos nuestro
orgullo!, etc.
En el asco y el desprecio expresados por este periodista, en su
irritacin, escuchaba un eco incierto, que me era familiar y que no
consegua denir. Sus frases parecan visiblemente un comentario
idealista de otra cosa (comentario superestructural de cierta manera)
enunciada all. Yo senta que haba algo efectivamente pero qu?
Todo eso me recordaba Pero claro! El discurso de los poseedores
acerca del dinero (el dinero apesta), el discurso sobre los bienes materiales (los bienes son menospreciables, etc.). El dinero apesta, como las
mujeres, los bienes son menospreciables, como las mujeres. Signica
entonces que bienes, mujeres y dinero son idnticos por algn lado.
Cual? Son posesiones, posesiones materiales.
En tanto que posesiones, toda palabra sobre ellos no es adecuada
sino en la sola boca del propietario que se expresa sobre ellos, de la
forma que a l le conviene; y cuando le conviene. Adems, puesto
que estos bienes estn a su disposicin, l puede despreciarlos segn
la altura de la mirada que caracteriza, a veces, a la gente pudiente
que no se apega, Dios gracias! a los bienes de este mundo, ni ms
ni menos a su ganado que a su dinero; al menos cuando su posesin
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est asegurada.
Mejor an, ellos pueden deshacerse de stos simblicamente,
como por ejemplo de sus posesiones hembras: a travs del pornosadismo literario y cinematogrco, que es inclusive una actividad
abundante y bien establecida en su clase10. Pero, ni hablar de que estos
bienes den brincos en cualquier direccin y cometan el error de creerse
propietarias de lo que sea, y principalmente de s mismas11.
Todo esto no es asunto de desprecio sino de una manera secundaria, y para nada un asunto de negacin. Nosotras escuchamos y
sufrimos desprecio y negacin, pero stos no son sino la apariencia
externa de una relacin social. El desprecio y el asco ante la reivindicacin de su cuerpo por parte de las mujeres no son sino resultados
derivados de la posesin de ese cuerpo por parte de los hombres. En
cuanto a la negacin, negadas no somos exactamente. Por lo dems,
nadie se encarnizara tanto con nosotras (contra nosotras sera
mucho ms justo) si no existiramos materialmente. Es como sujetos
que no existimos12.
Este tipo de literatura es, como los perfumes mortferos (Yatagn, Brut,
Balafre) de uso elegante y conveniente para los ejecutivos y dems intelectuales;
este cine planea ms bien en las zonas de la escasez sexual que tanto conmueve
cuando se trata de machos. En efecto, nunca se habla de escasez sexual en lo que
respecta a las mujeres, y es lgico puesto que la escasez sexual es el hecho de estar
impedido o privado de ejercer sobre las mujeres los derechos que los otros hombres
ejercen. Quin habla aqu de sexualidad?
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Y con mayor razn, no se trata de que una mujer se conduzca como propietaria
de otros cuerpos humanos y de que haga su numerito de porno personal. Habra que
ver la acogida reciente reservada a la ltima pelcula de Liliana Cavani, Ms all
del bien y del mal. Como mximo se puede elogiar por parte de una autora-mujer (o
que se presume como tal) el porno-masoquismo: los trmolos encantados alrededor
de La historia de O fueron signicativos a este respecto; lo mismo que el xito de la
pelcula precedente de Cavani, Portero de noche: las nicas crticas que se elevaron
en la gran prensa tuvieron por objeto las posibles implicaciones racistas de la pelcula,
pero no sus implicaciones sexistas.
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El problema es, de hecho, que estos bienes en particular, por ms materiales que
sean, se mueven y hablan, lo que complica considerablemente las cosas. Es a esto
que los artistas intentan poner orden: privndonos frecuentemente de la cabeza, de
los brazos, de las piernas.
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Materialmente existimos, demasiado materialmente: somos propiedades. Todo esto es un trivial asunto de delimitacin. Es porque
pertenecemos que somos menospreciadas por nuestros propietarios,
es porque somos apropiadas en tanto que clase entera que estamos
desposedas de nosotras mismas.
La reapropiacin mental individual de una misma y el yoga, pueden ayudarnos un momento, pero lo que importa es que retomemos (y
no solamente en nuestra cabeza) la posesin de nuestra materialidad.
Retomar la propiedad de nosotras mismas supone que nuestra clase
entera retome la propiedad de s misma, social, materialmente.
La Venus de Cnide (la que se encuentra en el Museo del Louvre), decapitada, sin
piernas y manca, sigue siendo un ideal femenino de referencia. Y mejor an, una
mujer muerta y an caliente, como lo deja percibir la cultura viril de las bromas y
de los espectadores de westerns.
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No es quizs tan evidente que ellas sean pagadas, porque en denitiva son los chulos
los que reciben el pago lo que es muy normal: ellos arriendan su propiedad. En
cierta forma se puede decir del servicio de las prostitutas que ste es efectivamente
vendido (pues da lugar a un intercambio monetario) pero que stas ltimas no son
pagadas.
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En teora, el paso de la familia extendida a la familia conyugal modic
profundamente los lazos familiares y el peso que stos implicaban. Sin embargo,
si los miembros de una misma familia no viven ya juntos, no por esto ha
desaparecido la carga material que incumbe a las mujeres. Tal vez sea menos
frecuente, pero en Pars mismo, las mujeres continan desplazndose para
llevarle comida a los padres enfermos o de edad, hacer la limpieza, las compras,
hacerles una o varias visitas cotidianas segn la distancia a la que se encuentra
su vivienda. Los tareas que se supone haban desaparecido (nos preguntamos
por qu esta idea est tan difundida) siguen siendo completamente de actualidad.
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contrato. La relacin sexuada generalizada no es traducida y no es traducible en trminos de contrato (lo que es ideolgicamente interpretado
como una relacin garantizada por fuera del universo contractual y
fundada en la Naturaleza). Esto es habitualmente velado con el hecho
de que la forma individualizada de la relacin es considerada como
un contrato: el matrimonio.
Esta forma individualizada contribuye con su apariencia trivial
de contractualidad a ocultar la relacin real existente entre las clases
de sexo, tanto como a revelarla. Esto, porque el universo del contrato
ratica y supone, antes que cualquier otra cosa, la calidad de propietario de los contratantes. Los menores, los locos, aquellos que estn
bajo tutela, es decir, los que son an propiedad del padre y aquellos
que no tienen la propiedad de su subjetividad (quiere decir en realidad
la posesin de bienes propios segn la expresin del Cdigo Civil),
no pueden rmar contratos. Para rmar contratos, supercialmente,
la propiedad de los bienes materiales (races y monetarios puestos
en juego en el contrato), eventualmente la propiedad de cosas vivas
(animales, esclavos, mujeres, nios) parece determinante. Pero lo
que es verdaderamente determinante es la propiedad de s mismo,
que se expresa, a falta de cualquier bien propio, en la posibilidad
de vender su propia fuerza de trabajo. Tal es la condicin mnima de
cualquier contrato. Ahora bien, el hecho de que un individuo sea la
propiedad material de otro lo excluye del universo del contrato; no se
puede ser a la vez propietario de s mismo y ser la propiedad material
de otro. La naturaleza de las relaciones sociales tales como el sexaje
o la esclavitud es de una cierta manera invisible porque quienes estn
incluidos en stas como dominados no poseen un grado de realidad
muy diferente al de un animal o al de un objeto. Por ms valiosos que
sean estos animales u objetos.
La venta o el intercambio de bienes y especialmente de la
emanacin corporal propia que es la fuerza de trabajo constituyen
la vericacin de la propiedad de s mismo (no puedo vender sino lo
que me pertenece).
En el acto que codica el vnculo del matrimonio, no hay tampoco la enunciacin jurdica de la propiedad de s mismo. Como en
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padre-marido y que le perteneca. Slo fue hasta 1907 que las mujeres
tuvieron derecho a recibir su propio salario (sin tener sin embargo un
derecho personal de trabajar: el marido tena la ltima palabra en este
campo y conservaba pues la propiedad de la fuerza de trabajo). Este
hecho jurdico es tanto ms interesante cuanto que, en la vida cotidiana, las mujeres reciban ellas mismas su salario puesto que el marido
la mayora del tiempo, brillaba por su ausencia (la estabilidad de los
matrimonios era endeble), en la clase en que las mujeres trabajaban
como asalariadas. Pero el salario que ellas reciban, no les perteneca
legalmente, era del poseedor de la herramienta de trabajo-mujer19.
B. El sexaje
La reduccin al estado de cosa, ms o menos admitida o conocida en las relaciones de esclavitud y de vasallaje, subsiste hoy en
las metrpolis industriales, ante nuestros ojos, disimulada / expuesta
en el matrimonio, relacin social institucionalizada por excelencia.
Pero la idea de que una clase sea utilizada (en el signicado propio de
manipulada como herramienta), es decir tratada como una vaca o una
segadora, en la muy progresista mente de nuestros contemporneos,
evoca tiempos supuestamente lejanos o despotismos orientales a la vez
que primitivos, o a lo sumo la expresin de un cinismo provocador.
Lo que tenemos delante de los ojos, no le vemos incluso cuando
pertenecemos a la clase avasallada.
Sin embargo, el matrimonio no es sino la supercie institucional (contractual) de una relacin generalizada: la apropiacin de una
clase de sexo por la otra. Relacin que compete al conjunto de las
dos clases y no a una parte de cada una de ellas como podra dejarlo
creer la consideracin nica del contrato matrimonial. Dicho contrato
Se puede decir con toda lgica (y esto no es humorstico para todo el mundo) que
la mujer era mantenida por su esposo con el dinero que ella ganaba (traa como
dice el vocabulario popular).
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Ellas escapan efectivamente a las instituciones, que constituyen una actualizacin del
sexaje, y solamente a las instituciones. La relacin de apropiacin social del conjunto
de la clase de las mujeres por parte de la otra clase sigue vigente, y la apropiacin
colectiva no es quebrada por el simple hecho de que no se d la apropiacin privada.
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A. El mercado de trabajo
El mercado de trabajo no permite a las mujeres vender su fuerza
de trabajo a cambio del mnimo necesario para la existencia, la suya
propia y la de los hijos que inevitablemente tendrn. Por tanto, ellas
estn constringidas por este mercado que no les otorga en promedio
sino dos tercios del salario masculino (hasta el comienzo del siglo
XX, el salario de las mujeres no alcanzaba sino a la mitad del de los
hombres23). Este mercado les impone sobre todo una tasa de desempleo considerablemente ms elevada que la de los hombres: para
comienzos del ao 1977, el Ministerio de Trabajo informa que 82 %
de los solicitantes de empleo menores de 25 aos son mujeres. Estas
cifras, adems, solo se reeren a las mujeres presentes en el mercado
de trabajo. Ahora bien, 52 % al menos no guran ni siquiera en las
estadsticas del trabajo Las mujeres son as intimadas a encontrar
un empleo de esposa (de mujer), es decir de venderSE y no de vender
su sola fuerza de trabajo, para poder vivir y hacer vivir a sus hijos.
B. El connamiento en el espacio
El domicilio es todava hoy jado por el marido (el comn
acuerdo no signica sino la aceptacin de la mujer puesto que en
caso de desacuerdo es el marido el que decide; salvo que la esposa
entable un proceso ante la justicia). El principio general es as jado: la mujer no debe encontrarse en otro lugar sino en la casa de su
marido. Se haba inventado, para los bienes que se mueven pero que
no hablan (cerdos, vacas, etc.), la cerca de estacas, de metal, en malla
o elctrica (vase el catlogo de la Manufactura de Saint-Etienne).
Para lo que se mueve y habla (piensa, es consciente, y quin sabe qu
ms), se intent algo comparable los bienes hembras se guardan
en el gineceo, en el harn, en la casa (en los dos sentidos) pero
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53
26
Cf. Justice patriarcale et peine de viol, Alternatives, n 1 (Face--femmes),
junio 1977.
54
55
Los paraderos de autobs y los muros del metro estn desde hace algunas semanas
cubiertos de un ache involuntariamente cmico: haga poner su foto sobre sus
cheques para garantizar que no sern aceptados por los comerciantes si no es usted
quien los presenta (y no un ladrn). El argumento es la seguridad, y para ilustrar el
propsito la foto de un hombre de unos cincuenta aos gura sobre el cheque al lado
del apellido y de la direccin del propietario de la chequera. Y luego, luego leemos
el apellido de este propietario: Seor y Seora Fulano. Pero no gura la foto de la
Seora Fulana. Es normal, segn todo lo que sabemos de la relacin de clases de
sexo, pero en estas condiciones, cual seguridad? Cualquier mujer (y es verdad
que somos una gran masa) podr entonces utilizar esta chequera sin dicultad? O
ninguna podr utilizarla, ni siquiera la Seora Fulana?
27
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57
58
intentar impedirnos verla con claridad, todos los medios son vlidos.
Incluso los cuentos. Desde la pasin hasta la ternura, desde el silencio
prudente hasta la mentira maniesta, y de cualquier manera, ores,
decoraciones, estn siempre disponibles para coronar la frente del
ganado los das de esta o de feria. Y si esto no es suciente (y de
hecho no basta), desde la violencia fsica hasta la Ley, an hay medios
para intentar impedirnos entrometernos en esto.
Para recapitular:
I. La apropiacin material del cuerpo de las mujeres, de su
individualidad fsica, posee una expresin legalizada: la relacin
contractual de matrimonio. sta apropiacin es concreta y material, no
se trata pues de una gura metafrica o simblica cualquiera; no se
trata tampoco de una apropiacin que solo existira en las sociedades
antiguas o exticas.
Se maniesta a travs del objeto del contrato: 1) el carcter no
pagado del trabajo de la esposa, y 2) la reproduccin, los hijos son
del marido, su cantidad no est jada.
Se maniesta a travs de la toma de posesin fsica material,
del uso fsico, sancionado en caso de desacuerdo por la coaccin,
los golpes.
El uso fsico sin lmites, la utilizacin del cuerpo, el no pago del
trabajo es decir, el hecho de que no haya ninguna medida al uso de
la fuerza de trabajo que emana del cuerpo expresan que el cuerpo
material individual de una mujer pertenece al marido quien, a excepcin del asesinato, tiene derecho contractualmente a hacer uso de ste
sin lmites (la violacin no existe en el matrimonio, la violencia debe
ser grave y repetida para que la mujer tenga el derecho de huir).
Hace unos decenios, la apropiacin se manifestaba igualmente
por la posibilidad que tena el marido de vender, a cambio de un salario, la fuerza de trabajo de la esposa, puesto que en efecto, el salario
de esta ltima le perteneca, corresponda por derecho al propietario
59
de la esposa.
II. Esta propiedad se expresa igualmente a travs de la naturaleza de algunas de las tareas efectuadas. Se sabe que ciertas tareas
estn empricamente empiricamente asociadas a la relacin de apropiacin corporal, al hecho de que los dominados son propiedades
materiales. Esto es histricamente constatable en lo que respecta a
las castas parias en la India, a la esclavitud en la casa del amo en los
Estados Unidos (en los siglos XVIII y XIX). Estas tareas de cuidado
material de los cuerpos, el de los dominantes, de cada uno de los
propietarios en la esclavitud y el matrimonio, pero al mismo tiempo e
igualmente el de las otras propiedades de estos mismos propietarios,
comprenden alimentacin, cuidados, limpieza, cra, deber sexual,
sostn afectivo-fsico, etc.
Cuando la venta a cambio de dinero de la fuerza de trabajo
de los apropiados es posible, esta fuerza de trabajo, por un tiempo
an indeterminado y de ahora en adelante a cambio de un salario,
sigue siendo prcticamente la nica asignada a esas tareas precisas.
Los apropiados efectan desde luego todas las tareas posibles, pero
ellos son los nicos en efectuar las tareas de cuidado material fsico.
Ms del 80% del personal de servicio est compuesto por mujeres en
Francia, este mismo personal est compuesto en Estados Unidos por
Afro-Americanos, mujeres y hombres, en la India por parias, hombres
y mujeres Aqu, hoy, la casi totalidad de las empleadas de limpieza
son mujeres, la casi totalidad de enfermeras son mujeres, lo mismo
que las trabajadoras sociales, lo mismo que las prostitutas, las tres
cuartas partes de los maestros son mujeres, etc.
Si la fuerza de trabajo se vuelve contractualizable, vendible,
esto no signica ipso facto que la apropiacin fsica, la cesin de la
individualidad corporal no persista en otro lugar, en otra relacin.
III. Las contradicciones 1) La clase de los hombres en su
conjunto se apropia de la clase de las mujeres en su totalidad y de la
individualidad de cada una, Y, por otra parte, cada una de las mujeres
es objeto de la apropiacin privada por parte de un individuo de la
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61
62
* Este artculo constituye una versin muy levemente modicada y reducida por la
propia autora, de un artculo publicado en francs bajo el mismo ttulo: Les mains,
les outils, les armes. In: Paola Tabet. (1998). La construction sociale de lingalit
des sexes. Des outils et des corps. Paris: LHarmattan. Pp 9-75. Primera publicacin
en la revista LHomme, XIX, 3-4 (Las categoras de sexo en Antropologa social),
julio-diciembre 1979. N. d. T.
1
C. Lvi-Strauss. La Vie familiale et sociale des Indiens Nambikwara, Journal de
la Socit des Amricanistes, 1948, n.s. XXXVII: 100.
63
Cito slo algunas armaciones que por lo dems se encuentran repetidas de manera casi idntica en gran parte de la literatura antropolgica2. Para Godelier la divisin del trabajo se instaura slo en
la caza de animales salvajes de gran o mediana talla, introduciendo
as la complementariedad econmica de los sexos, su cooperacin
permanente []. Cooperar quiere decir ayudarse recprocamente,
compartir el esfuerzo y sus resultados para reproducirse globalmente
como sociedad (Godelier 1977: 371-372). Dice tambin Arcand
(1977: 8), siempre para la sociedad de cazadores recolectores:
Es necesario recordar que la igualdad de los sexos en estas
sociedades est fundada sobre una divisin del trabajo generalmente rigurosa y que ella resulta de una relacin armoniosa y
recproca entre sectores de actividades diversas. Los hombres
tienen ms poder sobre la caza, las mujeres sobre la recoleccin,
y estos poderes relativos se reproducen en una reciprocidad
igualitaria al nivel de las actividades polticas y religiosas.
Cf. Edholm, Harris & Young (1977) para una primera crtica general de aquellos
conceptos que forman parte de todo un aparato ideolgico que en el pasado
nos impidi analizar el trabajo de las mujeres, la esfera de las actividades de las
mujeres, como parte integrante de la produccin social, entre stos, el concepto de
reproduccin usado en modo plurivalente (en el sentido de reproduccin social,
reproduccin biolgica y reproduccin de la fuerza de trabajo), y el de divisin sexual
del trabajo, presentado como naturalmente ligado a la reproduccin. Tambin en la
mayor parte de los anlisis marxistas, sealan las autoras, este concepto es tomado
como un dato que no requiere ulteriores anlisis. Ver tambin Meillassoux (1975:
41) En realidad, nada en la naturaleza explica la distribucin sexual de los deberes,
ni tampoco instituciones como la conyugalidad, el matrimonio o la descendencia por
va paterna. Todas son impuestas a las mujeres con constriccin y por tanto, todas son
hechos culturales que deben ser explicados en vez de servir como explicacin.
2
64
complementarias: a propsito de los primitivos podemos decir
de estrecha especializacin. Hablando de la divisin entre
caza y recoleccin, correspondiendo uno al hombre y el otro
a la mujer, llega a sostener que esta divisin tiene carcter
orgnico y que tal especializacin aparece por tanto basada
sobre caracteres siolgicos. Adems, porque la totalidad
cultural vital est en el grupo conyugal y subdividida entre el
hombre y la mujer, las actividades tcnicas complementarias
de los cnyuges constituyen un fenmeno de simbiosis en el
sentido estricto, porque no es concebible ninguna frmula de
separacin en el plano tcnico-econmico sin deshumanizar
la sociedad.
65
La nocin de complementariedad y reciprocidad as impuesta, es llevada ms all de las sociedades igualitarias o en general
las sociedades de caza y recoleccin y es convertida en el modelo
descriptivo de la relacin entre los sexos tambin en las sociedades
estraticadas y claramente no igualitarias. Citar un ejemplo entre
los tantos posibles, el de Firth, que para los maori ofrece una descripcin de las actividades masculinas y femeninas (fundamentalmente
coincidente con aquella propuesta por Murdock y Provost 1973 que
veremos ms adelante):
entre las actividades de subsistencia al hombre le corresponden aquellas que requieren fuerza, coraje e iniciativa, denidas
tambin como las ms enrgicas, arduas y excitantes, aquellas
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con un sabor a excitacin y riesgo, mientras que a las mujeres
tocan aquellas que requieren un trabajo paciente y bastante
opaco. De todas maneras Firth nos asegura que si bien las
mujeres trabajan duramente, y ciertos deberes como el traslado
de la lea para el fuego y la escarda de los campos tenda a
hacerlas aparecer encorvadas y viejas antes de tiempo, tambin
los hombres tenan su parte de trabajo pesado, y por tanto la
divisin del trabajo tena un carcter bastante equitativo. Y
una mirada a la organizacin especcamente domstica nos
dice lo mismo. Reciprocidad entre marido y mujer era el lema
econmico de la familia. (Firth 1959: 206, 210)
67
Otros factores propuestos por Murdock y Provost para explicar la asignacin sexual de las actividades son de gran inters (y
las retomar ms ampliamente). Se trata de las correlaciones que
intentan explicar la variacin de atribucin, ora a los hombres, ora
a las mujeres, de las swing activities. Estas actividades tienden a
volverse masculinas en determinadas situaciones especcas: aparecen
correlaciones positivas entre el desarrollo tecnolgico, la especializacin, la sedentariedad, el tipo de agricultura y la masculinizacin de
las actividades oscilantes examinadas.
Existe por tanto una tendencia a describir la divisin sexual
del trabajo con parmetros bastante homogneos. En particular, existe
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cierto acuerdo sobre el carcter natural3, casi originario y complementario de esta divisin, incluso para quienes ponen de relieve el
peso que tiene en la desigualdad, el monopolio masculino de la caza,
de la guerra y de las armas conexas (Gough 1975, Arcand 1977).
Quisiera en cambio, en primer lugar poner en discusin justamente este carcter natural de la divisin del trabajo y en particular
la idea de la complementariedad y reciprocidad. La tesis del presente
trabajo es que la divisin del trabajo no es neutra, sino que orientada
y asimtrica , an en las sociedades llamadas igualitarias, que no
Se trata de una relacin de reciprocidad o complementariedad sino de
dominio; que tal dominio se concretiza a travs de elementos objetivos
claros y denibles, y que se pueden encontrar constantes generales y si
se puede decir, materiales, de la divisin de las tareas que expresan las
relaciones de clase entre los dos sexos, an antes de las deniciones
ideolgicas que acompaan las tareas mismas (como por ejemplo la
valorizacin de las actividades masculinas).
Ms bien tal carcter de dominio radica en la instauracin
misma de la divisin del trabajo, por sus elementos de obligacin
y prohibicin vinculados a la relacin entre divisin del trabajo y
obligaciones familiares, y a la creacin de una identidad sociolgica
masculina o femenina, una gender identity para seres biolgicamente
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As, segn P. Aaby (1977: 47): Los instrumentos eran probablemente relativamente
simples, as todos los podan fabricar. Estas posiciones tericas menosprecian
notablemente el peso del trabajo acumulado, el conocimiento tcnico, la habilidad
incorporada en el cuerpo, en el gesto, etc., frecuentemente subrayado por los estudiosos
de prehistoria y tambin por Marx: Ninguna produccin es posible sin el trabajo
pasado, acumulado, aunque sea solamente la destreza que a travs del ejercicio repetido
se ha acumulado y concentrado en la mano del salvaje.
Sera necesario analizar la divisin sexual del trabajo tambin desde el punto de vista
del grado de adquisicin de ciertas habilidades fsico-cognoscitivas, del adiestramiento
hacia la especializacin en una actividad u en otra. Un ejemplo en Laughlin (1968):
entre los aleutis, el muchacho que deber cuando adulto maniobrar el kayak y lanzar
el arpn, es adiestrado desde muy pequeo a permanecer sentado y rodar el brazo en el
lanzamiento. Se trata de una habilidad fsica que ningn europeo pudo alcanzar. Otro
ejemplo: la muy difusa y general habilidad en las tcnicas del lanzamiento de cuchillos,
etc. que los varones adquieren ya desde muchachos, frente a la igualmente generalizada
incapacidad de ofensa y defensa inducida en las mujeres. La especializacin de
la que hablo, es un conjunto de conocimientos tcnicos, manuales e intelectuales (y
psquicos) al mismo tiempo, por lo tanto, va ms all de un adiestramiento fsico
como el de los ejemplos dados.
4
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Ver sobre todo para las sociedades industrializadas, E.Sullerot (1968). Una
investigacin realizada en Francia por M. Guilbert (1966) sobre el trabajo femenino
en la industria, el tipo de tareas conadas a las mujeres y las maquinarias usadas por
los dos sexos, conrma tambin en detalle lo dicho ms arriba. Datos anlogos son
ofrecidos por la Organizacin Internacional del Trabajo en lo que se reere al trabajo
femenino en el Tercer Mundo.
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a las acciones de manipulacin (interdigital o digito-palmar)
encontrando mltiples aplicaciones en las tcnicas humanas,
cermica, trenzado, tejido, etc, muy tarde vienen siendo sustituidos por el instrumento. Siguen siendo el gesto de base ms
corriente de la mano humana. Por tanto, se observa por un lado
una separacin entre el instrumento y el cuerpo del hombre y
una escisin entre gesto e instrumento, por otro lado se mantiene una permanencia de operaciones con la mano desnuda
en donde gesto e instrumento se funden.
En la etapa siguiente, tal vez superada antes del Neoltico, las
mquinas manuales anexan el gesto y la mano en motricidad
indirecta aporta slo el propio impulso motor.
72
sobre la naturaleza.
Mientras est claro que las etapas descritas por Leroi-Gourhan no han impactado en igual medida en todas las poblaciones y
es ms, las ltimas son propias tan slo de las grandes civilizaciones
euro-asiticas, podemos preguntarnos si estas etapas han impactado
en igual medida en los dos sexos. Y si, como parece, este recorrido
no pertenece en igual medida a los dos sexos, no slo en el sentido
del disfrute de los resultados, sino tambin en el de la participacin
en su produccin, tenemos que preguntarnos: a) en qu modo y respecto a cules etapas y elementos se ha producido la diferenciacin
y si se pueden encontrar constantes signicativas, b) cules son las
implicaciones generales de tal fenmeno.
Un problema de tal complejidad supera obviamente los lmites
de un ensayo, requiere adems investigaciones en muchos sectores
especcos que todava faltan. Sin embargo, es legtimo plantearlo
y proponer tambin hiptesis sobre la dimensin de este subequipamiento constante de la parte femenina de la especie humana y sobre
su signicado en la relacin de dominio de los hombres sobre las
mujeres, en la relacin de apropiacin material de las mujeres (Guillaumin 1978). Es necesario preguntarse en efecto qu ha signicado
y qu signica todava hoy que un sexo haya tenido la posibilidad de
extenderse ms all del propio cuerpo fsico con instrumentos que
amplan enormemente el poder sobre las cosas y sobre la sociedad
y que en cambio el otro sexo est limitado solamente a su cuerpo, a
las operaciones hechas con las manos y por tanto a los instrumentos
ms simples de cada sociedad. Es necesario ver si sta nalmente
no es una condicin necesaria para que las mujeres sean utilizables
materialmente ellas mismas en el trabajo, en la reproduccin, en la
sexualidad.
***
Examinando la diferenciacin sexual de los instrumentos, el
primer problema a considerar es la relacin entre divisin del trabajo
e instrumentos a disposicin de cada uno de los sexos. La posicin
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74
2. Mostrar que tambin en las actividades que pueden requerir indumentaria de cierta complejidad e incluso donde su aporte
productivo es el ms considerable, las mujeres usan instrumentos ms
rudimentarios y menos especializados que los hombres de la misma
sociedad para la misma actividad. Y ms an, que en cada trabajo
las mujeres realizan las operaciones ms arcaicas desde el punto de
vista de la evolucin tcnica y sobre todo las operaciones manuales
(manipulacin) y en las cuales la mano es usada en motricidad directa,
con escaso uso de las mquinas manuales y exclusin casi total de los
instrumentos de fuerza motriz no humana.
3. Hacer ver en particular que el uso y el control de los instrumentos por parte de las mujeres tienen lmites claros y precisos, lo
que, es necesario recalcarlo, demostrar que son justamente los instrumentos utilizados los que determinan la atribucin de las diversas
actividades a las mujeres o su exclusin de las mismas. Ciertos datos
estadsticos sobre la divisin sexual del trabajo (Murdock & Provost
1973) adquirirn entonces un sentido ms claro y neto:
1. No hay actividades exclusivamente femeninas.
2. Las actividades femeninas, cualquiera sea su peso en la evolucin tecnolgica, en general son actividades que se pueden
denir como actividades residuales: actividades permitidas
a las mujeres slo cuando son cumplidas sin utensilios o con
utensilios simples, dado que la introduccin de instrumentos
complejos hace atribuir a los hombres hasta las actividades
ms tradicionalmente femeninas.
Tratar por ltimo de mostrar cmo el monopolio de ciertas
actividades claves es fundamental para asegurar a los hombres el
control de los instrumentos de produccin y, en ltima instancia, la
utilizacin global de las mujeres.
75
l.
76
6
Para el conocimiento y explotacin de la naturaleza y en particular la transformacin
de los productos vegetales cf. el viejo texto de Ida Hahn retomado por J. Brown (1975).
Washburn y Lancaster (1968: 295) notan tambin que hay una evolucin del mismo
trabajo de recoleccin. Las sociedades cazadoras y recolectoras conocen diversas
tcnicas preagrcolas de cuidado de las plantas objeto de recoleccin. El pasaje
extremadamente gradual entre recoleccin y agricultura es puesto muy en evidencia
en investigaciones arqueolgicas: cf. adems de los anteriores, MacNeish (1972).
7
Es sobre este punto fundamental que no estoy de acuerdo con los anlisis de E.
Leacock (1975, 1978). Examinando la posicin de las mujeres en las sociedades
igualitarias, llamadas sociedades sin clases, Leacock subraya el carcter difuso de
la autoridad y resalta el peso negativo de la colonizacin sobre las relaciones entre
los hombres y mujeres y en particular sobre el estatus de las mujeres (Leacock 1975).
Pero la divisin sexual del trabajo en estas poblaciones, antes de la llegada de los
colonizadores europeos, es considerada por Leacock como una divisin de tareas de
igual importancia y que por tanto no requiere discusin. Mi hiptesis sera, ms bien,
que los cambios negativos para las mujeres ligados a la colonizacin, han encontrado
un ambiente favorable justamente en los elementos de desigualdad entre los sexos ya
presentes en la divisin del trabajo.
77
As es tambin para muchos otros grupos australianos: Pienso que les fue
dada, en la literatura etnolgica, una relevancia absolutamente excesiva a las
mujeres como recolectoras de alimento vegetal, mientras que ha sido fuertemente
subvaluada la importancia de pequeas fuentes de protenas como huevos,
pjaros, lucirnagas, animales de cuevas y gusanos. [...]. Las mujeres del Desierto
consideraban que su trabajo deba ser antes que nada la bsqueda de la carne.
(Hamilton 1978: 8 y cf. McCarthy & McArthur 1960).
8
78
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El propulsor se halla por tanto a un nivel cualitativamente diferente de aquel instrumento casi irrisorio que es el palo cavador.
La particular construccin multifuncional del propulsor aranda, hace
que sea al mismo tiempo 1) el instrumento que mejora la precisin
y fuerza del tiro y por tanto sea ecaz como arma y 2) el utensilio
bsico para la fabricacin de otros instrumentos, incluyendo los
de las mujeres.
La relacin entre instrumentos y actividad masculina y femenina es resumido por Warner (1937: 133-134) para otra poblacin
australiana, los murngin:
Entre ms compleja es la tecnologa, mayor es la participacin en ella de los hombres, cuanto ms simples los procesos
tecnolgicos, ms participacin de las mujeres. La tcnica ms
elaborada y la nica tcnica compleja usada por las mujeres
es aquella de hacer cestos [] La extraccin de ame, la
recoleccin de conchillas, races, frutos, son los ms simples
entre todos los procesos econmicos que existen en la sociedad murngin. Del lado de los hombres, la caza de las tortugas
implicando la existencia de tcnicas tan elaboradas como la
fabricacin de una canoa, su navegacin y su correcta utilizacin probablemente constituye la cumbre de la complejidad
tecnolgica murngin.
80
En Africa del sur, en una poblacin de cazadores recolectores que viven en el desierto de Kalahari, los !kung de Nyae Nyae,
mientras que a las mujeres les est prohibido tocar arcos y echas
y participar en la caza porque ponen en peligro la capacidad y
el suceso de los cazadores: ni creencias de este tipo ni reglas
sociales impiden a los hombres la recoleccin. Los hombres de
hecho recogen cuando les place, pero como trabajo cotidiano la
recoleccin es una tarea de las mujeres y los hombres normalmente
no participan (Marshall 1976: 97).
El equipamiento usado en la recoleccin consiste simplemente
en un palo para excavar y en contenedores para transportar
el alimento recogido. Los hombres hacen los bastones para
excavar para ellos mismos y para sus mujeres (Marshall
1976: 98).
81
(aproximadamente 1,37 metros) estaba transportando cerca
de 50 libras (22-23 kilos) en el viaje de regreso. En el calor
opresivo del n de la tarde las mujeres emplearon una hora y
media recorriendo fatigosamente las cuatro millas de regreso
a Gautscha9.
Marshall y sobre todo Lee, dan medidas cuantitativas de este trabajo, el peso de los
vegetales y del agua, etc. transportados cotidianamente y las distancias recorridas
por las mujeres con los hijos sobre la cadera o en la espalda durante la cosecha y en
los frecuentes desplazamientos. R. Lee (1972: 330 ss) calcul que una mujer !kung
transporta su nio durante sus primeros cuatro aos, lo que representa 7.800 km. El
peso del nio sobrepasa 6 kg en promedio el primer ao, y 12,4 kg al cuarto ao (ver
los datos sobre la carga de trabajo de las mujeres: tab. 14.2-14.6). Adems, durante
un da de recoleccin (con un recorrido promedio entre tres y treinta km.), la mujer
lleva entre 7 y 15 kg de productos vegetales.
10
No es solo en el plano del saber tcnico (o religioso) y de la diferencia de
equipamiento entre los sexos que la sociedad !kung aparece menos igualitaria de
lo que frecuentemente se sostiene. El poder masculino se maniesta tambin en
los matrimonios impuestos a muchachas muy jvenes. Cuando son prometidas en
matrimonio las muchachas son demasiado pequeas para protestar (pero existen
casos de protesta). Los progenitores explican que cuando las muchachas se casan,
rpidamente se acostumbran a los maridos (Marshall 1976: 269, 271, y cf. Shostak
1976). El discurso sobre las sociedades igualitarias no puede hacerse, obviando estos
elementos y los datos sobre la violencia sexual (estupro colectivo e individual, ms
o menos ritualizado, cf. tambin Rubin 1975) y en general sobre la violencia fsica
9
82
como instrumento de dominacin masculina, datos sobre los cuales los etnlogos en el
pasado nos han dado generalmente una documentacin absolutamente inadecuada (cf.
Edholm, Harris & Young 1977). Estos elementos son en cambio centrales en el anlisis
de Begler (1978) de las relaciones igualitarias entre los sexos en poblaciones de
cazadores recolectores, donde hay claros ejemplos del papel de la violencia masculina,
en particular de la violencia armada, en las relaciones entre hombres y mujeres
(Ver Tabet 2004 para el entrecruzamiento entre sexualidad, violencia, transaccin o
trueque sexo-econmico, y divisin del trabajo. Sobre la violencia como sistema,
11
Remar es un deber femenino tambin en otras poblaciones (cf. Boas 1888: 50)
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Pero las mujeres cuentan, ante la falta de instrumentos, adems de la mano, tambin
con el uso de los dientes: la lnea evolutiva de Leroi-Gourhan, para quien el gesto
cumplido por el diente del primate se exterioriza en instrumento, aqu no se cumple.
Y el diente retoma un lugar no indiferente en el proceso de elaboracin de un material,
la piel. Las mujeres mastican y ensalivan la piel para suavizarla. Despus de una larga
masticacin, la piel de foca que era oscura se vuelve blanca (Jenness 1922: 6). Boas
describe las noches despus del regreso de los hombres de la caza. Comienza el trabajo
de ablandamiento de las pieles, de masticacin de las botas: Los hombres se visitan
y pasan la noche hablando, cantando, jugando juegos de azar y contando cuentos. Se
habla de los hechos del da, se compara el xito obtenido en la caza, se reparan los
instrumentos de caza que deben ser arreglados y la lanza es secada y suavizada.
Algunos se ponen a la tarea de cortar nuevos utensilios de marl o cordeles para las
focas, o tallado (...). las mujeres se sientan sobre la cama frente a sus lmparas, con las
piernas plegadas bajo s mismas y trabajan continuamente en sus trajes o en los de los
hombres, secando el calzado y los guantes mojados y suavizando la piel masticndola
y restregndola. La suavizacin de las pieles a travs de la masticacin y ensalivado
es muy difundido (cfr. Boas 1888: 523) y no slo en las poblaciones esquimales. Es
un trabajo predominantemente femenino. Siempre entre los esquimales, otro momento
de uso de los dientes es el de exprimir el aceite de la grasa animal para usarlo en las
lmparas. Durante el invierno la grasa helada es batida, en el verano, en cambio el
aceite debe ser exprimido con la masticacin. Es un espectculo desagradable (sic!) ver
14
89
a las mujeres y los nios sentados alrededor de un ancho recipiente masticando todos
la grasa y escupiendo fuera aceite en el recipiente (Boas 1888: 545). La masticacin y
ensalivado como proceso de preparacin de las bebidas fermentadas es muy conocida
y los ejemplos son numerosos, a partir del de las Vrgenes del sol Inca.
90
Otro camino, que restablece los roles masculinos y femeninos de la divisin del
trabajo pero slo entre mujeres, es el de la guerrera Crow, Woman Chief. Woman
Chief era una Gros Ventre hecha prisionera desde nia por los Crow (Denig 1953).
El padre adoptivo, viendo su inters, le ense muy temprano a cazar: antes hace
la guardia armada a los caballos (con arco y echas) y despus obtiene un fusil y
ya de jovencita era igual si no superior a cualquiera de los hombres en la caza ya
sea a caballo o a pie. Antes de participar en expediciones militares se convirti en
una ptima tiradora capaz de rivalizar con los hombres en todas las actividades. A
la muerte del padre adoptivo emprende acciones de guerra y pronto se convierte en
una guerrera famosa. As entra en el consejo de los guerreros y de los jefes con una
posicin de prestigio. Hasta ese momento regalaba las pieles de los animales cazados
mientras la carne era secada y preparada por ella misma y los nios de los cuales se
ocupaba y les haca de padre y de madre. Woman Chief no se casa. Finalmente, para
trabajar las pieles y prepararlas para el comercio, Woman Chief toma a una esposa y
seguidamente toma otras tres, lo que aumenta su prestigio como jefe. Woman Chief
contina otros veinte aos su vida de caza y guerra hasta 1854, cuando es asesinada
a traicin en una visita a los Gros Ventre.
15
91
y esenciales para su trabajo, tambin los instrumentos tecnolgicamente ms elaborados (de proveniencia externa) como el fusil y
las trampas ms complejas. Esto las pone en una posicin absolutamente particular respecto de la diferencia de equipamiento entre
los dos sexos, posicin especialmente relevante ya que el elemento
constante y caracterizador de la posicin de las mujeres en las operaciones de caza es justamente lo opuesto, es decir, la ausencia de
armas, y porque la caza es una de las actividades en la que la lnea
divisoria entre instrumentos masculinos e instrumentos femeninos
es ms ntida y es adems protegida y reforzada por prohibiciones
religiosas respecto al manejar o simplemente tocar armas por parte
de las mujeres.
El segundo dato de inters es que justamente esta actividad
completa, no limitada en sus operaciones por la ausencia o inecacia
de instrumentos, se explica y practica entre las mujeres ojibwa en
momentos en que no viven en pareja. Tienen a veces una familia
(madre, hijo, hija, etc.) pero no se trata de una familia conyugal. No
me parece suciente considerarlos como momentos de emergencia
en los cuales las mujeres son obligadas a hacer tambin el trabajo
masculino. Ms bien parece que para las mujeres, vida matrimonial y actividad de caza con armas (y otras actividades masculinas
complejas) estn en relacin de exclusin recproca: cuando se est
en una no se puede estar en la otra.
Tanto es as que se puede avanzar la hiptesis que la ruptura de la divisin sexual del trabajo, en el sentido de ruptura de la
prohibicin para las mujeres de hacer los trabajos masculinos y la
posibilidad de hacerlos con los instrumentos pertinentes o sea, en
condiciones de equipamiento no inferior al masculino para el mismo
trabajo, es incompatible con la vida conyugal: puede existir slo cuando no hay pareja hombre-mujer. Se ve en los mitos clsicos de las
amazonas o de las vrgenes guerreras y cazadoras, o lo vemos alguna
vez en la realidad (por ejemplo en cuerpos militares que prescriben
la segregacin sexual o en otros grupos que de manera temporaria
o permanente excluyen el matrimonio, o nalmente en situaciones
dramticas y de emergencia). La divisin sexual del trabajo, relacin
92
de dominacin, se conrma como institucin estrechamente vinculada con la familia y con la pareja (Lvi-Strauss 1956).
B. Sobre la participacin de las mujeres y de los nios en
batidas de caza colectivas se tienen numerosas indicaciones de
varias poblaciones, desde los esquimales hasta los pigmeos mbuti,
pasando por los indios de las praderas, los chukchee etc. La dinmica
de esta participacin es bastante similar: la funcin principal de las
mujeres (y frecuentemente de los nios con ellas) es la de empujar
los animales hacia los cazadores con ruidos y gritos o de sealarle
a los hombres apostados la llegada de los animales.
As sucede entre los copper eskimales para las batidas de
caribs (la forma de caza ms fructuosa hasta que la caza se hizo
con arco y echas), donde los animales son encaminados hacia
lagos y ros donde los cazadores estn escondidos en sus kayak, y
son matados a pualadas mientras nadan:
Las mujeres y nios detrs del crvido ululan como lobos
hu-u-u-u-u-u-u y empujan a los carib hacia los cazadores.
Los carib dudan un instante pero mientras tanto los lobos
se acercan cada vez ms, hasta que los caribs aterrorizados se
precipiten uno detrs del otro en el agua y busquen atravesar el
lago nadando. Entonces los hombres de los kayak salen fuera
(...). As es posible matar ms fcilmente un cierto nmero de
carib (Jenness 1922: 148-149).
93
asustan a las focas cuando aparecen donde estn ellos. Los
animales estn obligados a salir por alguna parte, ya que de
otro modo se ahogaran y as, en poco tiempo se obtiene una
amplia provisin. (Boas 1888: 485).
94
(Gusinde 1961: 459)
95
girando sobre s mismo y jugando con las manos y los pies
como hace una foca con las aletas. La foca, engaada, se echa
a dormir y es matada: un cazador experto puede matar diez o
quince por da. En este tipo de caza las mujeres de Repulse Bay
son muy hbiles y cuando no tienen el arpn frecuentemente
usan una maza de madera con la que golpean a la foca en la
nariz, matndola (Boas 1888: 484-485).
A estos mtodos de caza con instrumentos bastante rudimentarios (pero que requieren conocimiento de los animales, espritu
de observacin y habilidades importantes), se asemejan aquellos
practicados por las mujeres ainu, con el contraste que los hombres
poseen un equipamiento mucho ms perfeccionado para la caza de
los mismos animales.
No por casualidad entre los ainu en la caza los hombres tenan
el rol principal. Los ainu de hecho llevan a cabo la caza al ciervo y
al oso sirvindose como armas principales de arcos y de trampas en
arco (puestas en lugares de paso obligado), ambos tipos con echas
de punta envenenada, pero adems de los mtodos ya mencionados,
los ainu cazaban los ciervos con los perros, los tomaban por los cuernos y el cuello con sogas y los mataban con mazazos mientras huan
fatigosamente en la nieve o atravesaban los ros. Este mtodo era
ampliamente practicado entre los ainu; sin embargo parece que era
slo un mtodo complementario entre los otros. Era adems el nico
mtodo de caza usado por las mujeres y muchachos (Watanabe 1964:
36, las cursivas son mas). Las mujeres de hecho no podan practicar
los mtodos de caza ms adecuados e importantes de esta poblacin,
aquellos con el arco y la trampa con arco, ya que era tab para las
mujeres ainu usar arco y echas que constituan las principales armas
de este pueblo y slo los varones podan manejarlos. (Watanabe
1964: 31, 44)
Anlogamente, las mujeres onas dan caza a los guanacos slo
con perros, sin arco ni echas, mientras que como pueblo cazador, los
onas dependan para su subsistencia del arco y dedicaban un cuidado
extraordinario a su construccin, uso y mantenimiento. (Lothrop
1928: 71 y cf. Gusinde 1971: 391)
96
97
Las formas de caza femenina repiten los esquemas ms arcaicos de caza, donde la posibilidad de cazar est limitada al animal
inmaduro, dormido, enfermo, lento, etc. No parecen tener el peso
decisivo que se les contina dando, las restricciones femeninas
como el cuidado de los nios, la necesidad de no alejarse de la casa,
los lmitantes para la movilidad, y ni siquiera los elementos de fuerza
fsica superior. No es la caza lo que les es prohibido a las mujeres,
sino que las armas, y con ello precisamente una fase entera del desarrollo tecnolgico, que se concretiza en los instrumentos de caza (y
de guerra).
98
Se tendr que ver ahora si este bloqueo en el desarrollo tecnolgico involucra tambin el conjunto de los instrumentos que las
mujeres usan en otras actividades.
3. La pesca
La pesca pertenece a la serie de actividades denidas por
Murdock como casi masculinas y tiene un ndice de participacin
masculina de 82,4 %. Pero en algunas poblaciones, es practicada en
modo predominante o casi exclusivo por las mujeres.
A partir de un primer sondeo de la documentacin etnogrca
y del examen del cuadro de clasicacin de instrumentos y tcnicas
de pesca (conjuntamente a los de caza y guerra) propuesto por LeroiGourhan (1973), que parte solamente desde el punto de vista de los
actos tcnicos, y de las clasicaciones funcionales desde el punto de
vista del pez de Monod (1973), se ve que para la pesca la situacin
es bastante ms compleja que para la caza. Las mujeres de hecho pueden tener acceso a una serie no despreciable de instrumentos: varios
tipos de redes, mazas, trampas, lanzas, venenos, etc. La medida en
que tengan efectivamente este acceso y los tipos de instrumentos que
usan son bastante variables.
Sera la lnea de divisin de los instrumentos de pesca, menos
precisa y rgida que en la caza? Habra en el plano tecnolgico un
menor desnivel de equipamiento? Radicara el carcter masculino de
la actividad, slo en la tasa de participacin y no en la diferenciacin
de las tcnicas?
La presencia en el trabajo femenino de un nmero considerable de instrumentos es aqu un hecho a destacar porque se trata en gran
parte de instrumentos que pueden ser producidos con los materiales
que son comnmente objeto de elaboracin por parte de las mujeres,
tales como bras vegetales y animales de diverso gnero, y productos
vegetales, sobre todo para obtener los venenos. Este aspecto adquiere
especial relevancia, ya que el entero proceso tcnico de la fabricacin
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del instrumento hasta su uso sera controlable por las propias mujeres,
por lo menos para los tipos de pesca en los cuales participan, lo que
hace que la pesca se distinga de otras actividades. Pero la posible
autonoma productiva, el control del entero proceso por parte de las
mujeres, se ve impedido por la frecuente necesidad, para que la pesca
sea productiva, de disponer de una embarcacin: la construccin de
las embarcaciones es en cambio masculina en un 96,6%. Las mujeres
participan en diversos casos en las operaciones de recubrir con piel o
corteza, etc., las embarcaciones como canoas etc., pero la construccin
del armazn de madera es casi siempre hecha por los hombres.
Si retomamos la lnea de investigacin que hemos seguido
hasta aqu, y vemos de cules instrumentos disponen las mujeres respecto a los hombres, y sobre todo de cules instrumentos y complejos
tcnicos son excluidas (y por tanto cules son totalmente masculinos),
aparecen las formas de divisin en el uso y posesin de los instrumentos especcos para la pesca, formas que nos conducen nuevamente a
constantes generales que encontramos en otras actividades.
Una primera e importante divisin, es aquella que opone la
pesca con armas a aquella con otros instrumentos y medios (pesca
a mano descubierta, con animal de caza, con engaos, con trampas,
recipientes, redes, etc.). Ms precisamente, retomando la clasicacin de Monod, la diferencia est entre la pesca caracterizada por
la perforacin balstica (y en medida mucho menor y precisando de
cada instrumento, la percusin con objetos contundentes o cortantes),
y aquella caracterizada por paredes inmovilizantes (las redes y las
trampas) y perforacin no balstica (ganchos, anzuelos, etc).
Esta divisin entre pesca con armas y pesca con otros medios
opone ya desde el principio pesca masculina y pesca femenina y
ms an si hay que usar armas no especializadas para la pesca, sino
que usadas tambin para la caza y la guerra como por ejemplo arcos
y echas, lanzas, azagayas, etc. Esa divisin no es, por tanto, ms
que un aspecto de la prohibicin global del uso de armas por parte
de las mujeres.
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4. La Agricultura
La divisin sexual del trabajo en la agricultura, y sobretodo
la presencia de vastas zonas de agricultura femenina contrapuestas a
zonas y sistemas de agricultura masculina, han atrado desde tiempo
la atencin de los estudiosos. En particular, se ha constatado una doble
correlacin: por un lado entre agricultura femenina y cultivo mediante
la azada, y por otro entre agricultura masculina y arado.
Ha sido adems documentado el papel crucial del arado,
instrumento generalmente reservado a los hombres (Boserup, 1970),
en la masculinizacin de la agricultura en su conjunto.
Como nota Goody (1976: 35): La divisin sexual del trabajo
en la agricultura est estrechamente ligada al tipo de agricultura, a las
relaciones de produccin y a los medios de produccin. El arado, en
particular, es un instrumento usado casi nicamente por los hombres
y de hecho, resulta que todo el ganado mayor, caballos, rebaos o
camellos, est casi exclusivamente en manos masculinas. Su uso en
la produccin agrcola ms avanzada signica que el rol masculino se
vuelve, si no dominante, por lo menos igual al de las mujeres, quienes
a menudo juegan el papel productivo principal en la agricultura de
la azada.
Con la agricultura, se pasa de un modo de organizacin del
trabajo en el que domina la separacin de los sexos, como en las sociedades de caza y recoleccin, a una organizacin del trabajo en donde
las principales actividades de subsistencia tienden a ser desarrolladas
conjuntamente por hombres y mujeres. Se vuelve entonces necesario
examinar la distribucin de tareas y procesos de trabajo por sexo en el
interior de cada una de las operaciones agrcolas, en vez de considerar
slo la agricultura en su conjunto.
La participacin masculina en las operaciones tomadas en
consideracin en el anlisis de Murdock y Provost (1973: tab. I, 207)
es la siguiente: desmonte 95.5%, preparacin del suelo 73.1%, siembra
y plantacin 54.4%, cosecha 45.0%, cuidado de las plantas 44.6%.
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por tanto del trabajo pesado de los campos, podan desarrollar todas
las actividades de produccin artesanal y sobre todo las actividades
polticas y de guerra (Roscoe 1911, Fallers 1960). Pero aqu, nos encontramos de hecho frente a grandes cuestiones que la investigacin
antropolgica (an reciente) todava no ha encarado adecuadamente:
las articulaciones estructurales entre la explotacin de las mujeres
en la produccin y reproduccin y los procesos de formacin de la
estraticacin social y econmica. Las relaciones entre explotacin
de las mujeres (en cuanto clase social) y explotacin de clase en el
sentido banal.
La divisin sexual del trabajo en la agricultura, o mejor dicho
el rol y la contribucin de la mujer en la agricultura, estan ligados
a su rol en las sociedades de caza y recoleccin y en particular a la
actividad de cosecha de vegetales silvestres.
As,
Si en la etapa de la caza, las mujeres eran las que recogan
los productos vegetales, sern ellas las primeras en interesarse por los cultivos domsticos de estas plantas; as como
los hombres, que antes se ocupaban de la caza de animales
salvajes, tomarn en sus manos la cra de los animales domsticos (Goody y Buckley 1973: 108).
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un tamao variable que permite manejarla, ya sea estando
encorvado hacia el suelo como en Africa, o en posicin ms o
menos vertical. Se hace con los materiales disponibles en cada
poblacin: metal, piedra, madera, hueso. Sin sufrir transformaciones, puede ser usada por grupos que slo se dedican a la
recoleccin de los productos silvestres, como por agricultores
de todos los niveles (Leroi-Gourhan 1973: 120);
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por otra parte atribuir a las mujeres toda la elaboracin de las tcnicas
no mecnicas. En cambio, sera til por un lado estudiar los lmites
y los condicionamientos diferentes segn las culturas impuestos
al trabajo tcnico e intelectual de las mujeres, y por el otro analizar las
formas eventuales de tcnicas tambin variables que las mujeres han podido elaborar aunque sea en situacin de opresin. As, se
pueden examinar las formas de utilizacin de los medios elementales,
fuego, agua y aire, que caracterizan una parte tan amplia del trabajo de
las mujeres, tan pobre mecnicamente por otro lado. Se puede hablar
nalmente de una lgica de la manipulacin? De una elaboracin del
conocimiento a partir de la experiencia fundamental de las mujeres:
la relacin con la materia a travs de la mano desnuda, sin (casi) la
mediacin de instrumentos mecnicos?
Examinar primero cmo son distribuidos los instrumentos
y las tareas cuando la agricultura es practicada con instrumentos rudimentarios, sobre todo palos cavadores, zapas, etc. instrumentos
comunes al trabajo de recoleccin selvtica; y con instrumentos
como el hacha, el machete, el coupe-coupe, etc. El uso en la agricultura de estos instrumentos que encontramos en las sociedades de caza
y recoleccin, es diferenciado segn el sexo: los instrumentos del
primer grupo, que sirven para los trabajos de preparacin del suelo,
siembra, plantacin, escardado y recoleccin, son usados ya sea por
las mujeres, o si cultivan, por los hombres, con alguna diversicacin
local de los instrumentos entre los dos sexos existen un palo cavador
femenino y una azada femenina ms pequea y ligera, y un palo o una
azada ms pesada para los hombres. El segundo grupo en cambio, es
de uso casi slo masculino. En los estudios generalmente se tiende a
explicar esto como atribucin a los hombres de los trabajos pesados,
de mayor esfuerzo fsico, que requieren repentinos sobresaltos de
energa. Al contrario, quisiera aqu subrayar cmo los instrumentos
masculinos (los que son usados slo para las tareas realizadas casi
exclusivamente por los hombres) tienen, igual que en las sociedades
de caza y recoleccin, dos caractersticas:
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.
Obviamente, la subordinacin de las mujeres en la produccin
se origina en un cuadro mucho ms complejo que el monopolio masculino sobre un solo instrumento. Sin embargo, estos elementos estratgicos de control de la produccin contribuyen a mantenerla.
Un caso anlogo de poder ligado al monopolio de un instrumento, es el de los yir-yiront, donde se observa una estrecha relacin
entre la prdida del monopolio de las hachas de piedra por parte de
los ancianos, la cada del poder gerontocrtico y la transformacin de
las relaciones sociales entre ancianos, jvenes y mujeres (cf. Mtraux
1959). Se puede ver tambin, por ejemplo, la importancia que han
tenido, entre los gouro de la Costa de Marl, los utensilios de hierro,
posesin exclusiva de los mayores, como medio de control por parte
de los mayores mismos de la produccin de los menores y de las
mujeres (Meillassoux 1964: 193). La organizacin del trabajo y la
estructura social tambin juegan un papel importante, que ha sido a
menudo subrayado (Meillassoux 1964, Godelier 1976), por ejemplo
la contraposicin entre el trabajo colectivo de los hombres y el trabajo
individual y aislado de las mujeres. Pero el control de los medios de
produccin sigue siendo fundamental.
El doble rol de los instrumentos masculinos explica tambin
112
su rol simblico, su identicacin con el sexo masculino y con la virilidad: Un hombre sin hacha es un hombre que es como una mujer
(Salisbury 1962: 197)
La razn que los hombres siane dan a la divisin de las tareas
agrcolas [...] es que los hombres hacen todos los trabajos que
requieren el uso del hacha, mientras las mujeres hacen los
otros. El uso del hacha es considerado por los siani la habilidad
tcnica fundamental, lo que signica que los hombres hacen
el trabajo especializado y las mujeres el no especializado.
Hombres y muchachos ostentan de buena gana su habilidad
en el cortar lea y pasan horas alando sus hachas con narena
mojada como si fueran navajas de afeitar. Se dice que los hombres sin hacha son como mujeres. Los jvenes demuestran su
incipiente madurez llevando un hacha a la cintura, aferrandose
vidamente a cada oportunidad de usar sus hachas cuando les
es permitido hacerlo como miembros de un grupo de trabajo
(Salisbury 1962: 49).
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no cortan el tronco del rbol sino que despojan al rbol de todas sus
ramas. Con un hacha muy cortante y continuamente alada, en dos o
tres golpes cortan una rama. De esta manera, un hombre puede despojar un rbol de notables dimensiones de todas sus ramas en unos
diez minutos [...]. Hacia la cima del rbol el trabajo se vuelve cada
vez ms peligroso (Richards 1939: 290).
En este trabajo, cada ao hay vctimas. Pero los bemba estn
orgullosos de su sistema, el icitimene, y este trabajo es objeto de jactancia personal por el coraje demostrado. Sobre el terreno del jefe, el
trabajo es colectivo.
Los hombres jvenes agarran las hachas y trepan veloces
en los rboles, gritando, disputndose el tronco ms alto. Se
desafan unos a otros a acciones increbles y se provocan mutuamente mientras suben. Cada rama que cae es saludada con un
grito especial de triunfo. He recogido casi cuarenta diferentes
gritos ukutema mientras cortan los jardines de Citimukula y de
Mwamba en 1933-34. Son auto-alabanzas formalizadas bajo la
forma de los cantos que comnmente se gritan cuando se est
en presencia de un jefe bant. El cortador se compara con un
animal que se trepa hacia lo alto, o con un jefe feroz que mutila
a sus sbditos cortndoles los miembros como las ramas del
rbol.. [] Durante la primera media hora, mientras las grandes
ramas se desgarran hacia la tierra, el ruido es ensordecedor
(Richards 1939: 290 y ss.).
El trabajo es visto, por tanto, bajo el aspecto de accin heroica, guerrera, intrpida, como desafo o juego. Cada hombre deja las
ramas en el suelo con un cierto orden para distinguirlas de las de los
vecinos. Entonces es cuando empieza el trabajo de las mujeres.
Despus viene el trabajo de apilamiento de las ramas. Aqu,
la razn del sistema icitimene se torna evidente. Claramente,
el motivo de los nativos no es el de limpiar el bosque, sino que
de recoger la mayor cantidad de lea para quemar. A lo que se
da valor, es a la ceniza y a la quemadura del terreno. La mujer
que amontona las ramas las lleva lo ms levantadas posible de
la tierra, de tal modo que no se quiebren ramitas ni hojas en el
115
trayecto y que no se gaste nada del precioso combustible.
Amontonar las ramas es el trabajo ms duro que hace la mujer
bemba, y he escuchado esposas de nativos que viven en la
ciudad, decir que tenan miedo de volver a la aldea donde
debemos amontonar ramas. Las mujeres levantan las ramas, a
menudo largas 15 o 20 pies, bambolendose mientras ponen la
carga en equilibrio sobre su cabeza, se adaptan al peso y parten
con la carga. Toda la maana van y vienen as. Adems, se
requiere mucha habilidad para hacer esos fardos con las ramas.
Las ramas deben apilarse con los troncos hacia el centro, de
manera a formar bultos ms o menos redondos u ovalados. Las
ramas deben ser acumuladas regularmente una sobre otra hasta
que lleguen a una altura de 2 pies. Si una porcin de jardn est
slo ligeramente cubierta por las ramas, el terreno subyacente
ser slo parcialmente quemado (Richards 1939: 293).
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las mujeres. La cermica femenina hecha a mano y la masculina producida con torno coexisten en muchas zonas. Es tal la distancia entre
las dos tcnicas y los dos universos tecnolgicos, que Helne Balfet
seala cmo en el Maghreb se encuentran hoy da, uno al lado del
otro, productos cermicos que dieren tanto unos de otros que podran
ciertamente pasar como ejemplares de pocas diferentes si se tuvieran
que estudiar fuera de contexto (Balfet 1965: 161, las cursivas son
mas. Cf. tambin Balfet 1952).
3. Lo mismo vale para los tejidos: en muchas zonas encontramos la oposicin entre telar de pedal de uso masculino, que en
trminos de rendimiento es muy superior (Balfet 1975: 62), y telar
horizontal o vertical de uso femenino. As, en una extensa parte del
Africa sub-sahariana, est difundido el telar de pedal que produce
cintas estrechas de tejido y es como dice Goody (1971) la nica mquina que posean estas poblaciones. Tambin es rigurosamente de uso
masculino. En algunas zonas, junto a la tradicional actividad de tejido
masculino, se encuentra tambin una forma de tejido femenino, pero el
instrumento usado es diferente: en lugar del telar con polea y pedales,
son telares verticales como entre los nupe y los yoruba (Lamb 1975:
14 ss.). Balfet (1975) nota que para el Maghreb, estos diferentes telares
corresponden a diferentes tipo de producto y de productores: por un
lado las mujeres, que tejeran objetos para uso familiar a tiempo
perdido, en los momentos que les quedan libres entre las variadas
tareas domsticas, por otro lado, hay artesanos especializados que
fabrican productos para la venta.
Sin embargo, cuando los telares de los hombres, de ms alto
rendimiento productivo, son golpeados por la modernizacin econmica y desaparecen o son sustituidos por telares mecnicos, el trabajo
a tiempo perdido de las mujeres resiste a la competencia industrial:
el tiempo de la mujer no cuenta, no tiene valor. Adems, su trabajo
es tal que no podran ni siquiera aprovechar verdaderamente de un
telar ms rpido (Balfet, 1975:62), por tanto pueden trabajar tranquilamente con bajo rendimiento (y ganancias ms bajas an!).
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(Heider 1970: 237). As, de casi 120 mujeres, slo dos no estaban
mutiladas.
Este corte sin embargo viene hecho con criterio: Los pulgares
no se quitan nunca, ni los primeros dos dedos de por lo menos una
mano (ibid: 237). De tal suerte que la estructura econmica y religiosa
de esta sociedad no sea amenazada, ni tampoco por cierto la divisin
del trabajo entre los sexos. De hecho, contina nuestro respetable
etnlogo, las mujeres slo rara vez se quejan (Heider 1970: 239). Y
en cualquier caso La prdida de los dedos no limita drsticamente
la actividad de la mujer. Con los dos pulgares y dos dedos de por lo
menos una mano y, en la mayora de los casos, muones utilizables en
la otra, las mujeres son capaces de manejar los ligeros palos cavadores
femeninos en el trabajo de horticultura. Adems ovillan cuerda y fabrican redes y otros trabajos delicados. Comentarios sobre la prdida de
los dedos eran raros, pero una vez una mujer anciana observ, ms a
manera de chiste que lamentndose, que no poda manejar el pesado
palo cavador de los hombres. Actividades que requieren diez dedos,
como cazar con arco o echas o manejar pesados palos cavadores o
hachas, estn generalmente reservadas a los hombres, pero stas son
justamente las actividades que son caractersticamente masculinas
en la mayora de las culturas (Heider 1970: 239, las cursivas son
mas).16
La cultura de los dani es descrita por Matthiessen (1967: 12-13) como una cultura
antigua de impresionante y verdica belleza. La belleza de una cultura est por
tanto slo en la belleza de sus guerreros (vanse las numerosas fotos que se les dedica
mientras combaten, etc.): las mujeres no tienen nada que ver con las cualidades de una
cultura. Los trabajos de Matthiessen y Heider seran un caso lmite de antropologa
machista que observa a las mujeres como objetos para viviseccionar (Vase tambin
el renamiento del ttulo de uno de los artculos de Heider Dani Sexuality: A Low
Energy System...!)
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producir armas e instrumentos. La exclusividad masculina en la elaboracin de los materiales duros, incluso el carcter particular de las
excepciones (como en el caso sealado por Hamilton), pone a la luz
la roca slida sobre la cual fue construido la dominacin de los hombres sobre las mujeres: la imposibilidad para las mujeres de fabricar
las armas, su dependencia hacia los hombres para la casi totalidad de
los instrumentos de produccin.
El control por parte de los hombres de la produccin y del uso
de instrumentos y armas, se conrma como la condicin necesaria de
la dominacin masculina sobre las mujeres: dominacin basada en la
violencia (monopolio masculino de las armas) y en el subequipamiento de las mujeres (monopolio masculino de los instrumentos). La
exclusin de las mujeres de la fabricacin y del uso de armas e instrumentos es la condicin para usarlas en el trabajo, en la sexualidad
y en la reproduccin de la especie.
Se abren as nuevos problemas a indagar para la investigacin
prehistrica y etnolgica. Si las mujeres son excluidas de las tecnologas sobre las cuales se basa en gran parte el proceso de hominizacin,
segn la ciencia de la prehistoria, desde cundo son excluidas y cmo?
Cules fueron los momentos de corte o de bloqueo en este proceso y
cmo se sitan respecto a los otros elementos de la evolucin tcnica
y de la estructura social?17. Son cuestiones para una antropologa que
no sea la de los hombres, sino del gnero humano.
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1
Dcimo Congreso Mundial de Sociologa ; Mxico, agosto 1982, Simposio 33
(Strategies for womens equality), primera sesin (Theoretical considerations on
the creation, maintenance and conceptualization of sex inequalities). El esquema
en ese momento propuesto para las sociedades occidentales ha sido posteriormente
desarrollado y expuesto, entre otros, en la mesa redonda del CEFUP : Categorizacin
de sexo y construcciones cientcas (ponencias: Modos de conceptualizacin del
sexo y Categoras, grupos o clases de sexo o de gnero? ).
Paralelamente, se estaba continuando un trabajo sobre la consciencia de las mujeres
y la relacin entre sexo y gnero en las sociedades etnolgicas especialmente en
el marco de una investigacin sobre las identidades de sexo/gnero en sociedades
matrilineales-matrilocales. Dicha investigacin ha dado lugar a una comunicacin para
el Coloquio Sexo y Gnero, Paris, CNRS, 3-4 de marzo 1989 ( Las transgresiones
del sexo y del gnero a la luz de datos etnogrcos ).
Se trata en el presente artculo de un intento de clasicacin que integre los datos
occidentales y no-occidentales.
*
141
Efectivamente, en aquella poca, slo los movimientos sociales de mujeres y algunas tendencias de los movimientos homosexuales
masculinos a travs de su cuestionamiento poltico de la relacin
social entre los sexos y por tanto de las nociones comunes y corrientes de hombre y de mujer haban realizado una teorizacin
sociolgica de la nocin de sexo, teorizacin que no exista, por lo
menos en forma explcita, en las ciencias sociales de los aos setenta
(Mathieu, 1971, 1973, 1977).
La nocin de sexo es la organizacin mental de ideas (representaciones, mitos, utopas, etc.: el sexo concebido ) y de prcticas
(relaciones sociales entre los sexos: el sexo actuado ), a menudo
contradictorias. Ya sea que las contradicciones estn valoradas u
ocultadas, ciertas lgicas estn instaladas, intentaremos explicarlas.
La ambiguedad de la nocin de sexo, tal como se maniesta
tanto en la consciencia comn, como en los anlisis de las ciencias
sociales y de los movimientos de mujeres, tiene que ver adems con
la superposicin prescrita, al menos en las sociedades occidentales,
del sexo biolgico y del sexo social. Esta superposicin se encuentra
en el centro de las polmicas polticas que se observan en los anlisis
y estrategias de los movimientos de mujeres, como de las omisiones
y distorsiones en el anlisis cientco .
Es necesario, por consiguiente tener consciencia del tipo de
problemtica en la cual una se ubica, cuando habla de las relaciones
sociales hombres-mujeres, y en particular cuando usa la expresin
vaga como mujer(es) Este tema es por lo general candente en
los movimientos polticos, razn por la cual me haba apoyado en
las tentativas de denicin del trmino mujer de las diferentes
tendencias feministas y lsbicas, para intentar elaborar un esquema
provisional de tres grandes tipos de conceptualizacin del sexo. Pero
este esquema tiene que poder aplicarse tambin a los anlisis en ciencias humanas, as como a los actores sociales estudiados , incluso
en otras sociedades entre otras las que ocialmente admiten una
divergencia entre sexo biolgico y sexo social.
142
143
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145
146
147
No son las deliciosas sutilezas del diccionario Petit Robert (edicin 1973) las
que contradecirn este aspecto de la denicin:
3
Heterosexual. Adjetivo.
Quien siente un apetencia
sexual normal hacia los
individuos del sexo opuesto.
Antnimo: Homosexual.
Heterosexualidad.
Sexualidad normal del
heterosexual.
Ant. Homosexual [sic].
Homosexualidad. Tendencia,
conducta de los homosexuales.
[sic: no hay antnimo].
148
149
150
Ver nota 6.
151
152
cambiaron de sexo en el momento de nacer ; son los sipiniq, sobre quienes notaremos con Rose Dufour (1977: 65) que en la inmensa mayora
de los casos, se trata de un feto varn que al nacer se volvi nia
lo que acerca singularmente sus informadores inuit a los siquiatras
occidentales ( lo contrario no existe: nia transformada en nio ). O
bien, varios grados y diversas formas de transvestismo (los diversos
grados se explican por el hecho de que se puede tener varios epnimos
de sexo diferente): se viste y educa al nio de acuerdo al gnero que
corresponde al sexo del epnimo, o que el epnimo escogi.
A mi juicio, estamos aqu frente a una transgresin del gnero
(del gnero normal del nio, es decir, el que sera el correspondiente
a su sexo) por el sexo (del epnimo).
Ahora bien, en el momento de la pubertad, los nios inuit travestidos (transvestidos), y por lo tanto clasicados, a grados diversos,
como pertenecientes al sexo/gnero opuesto, tomarn (y aprendern)
las actividades y los comportamientos de su sexo/gnero biolgico,
en vistas del matrimonio y de la procreacin. Este nuevo cambio
aparece entonces como una segunda transgresin del gnero (en este
caso del epnimo y por consiguiente del nio) por el sexo (del o de
la adolescente).
Aqu se pone especialmente de maniesto la primaca del
sistema hetero-sexual en la lgica sexualista de este modo I, que
distinguiremos de la lgica ms hetero-social del modo II.
Modo II. Identidad sexuada
Referencia principal: el gnero
Un segundo modo de conceptualizacin del sexo se sita en
una problemtica que llamar de la identidad sexuada el participio
pasivo marca el reconocimiento de una accin, de una elaboracin
hecha por lo social en lo biolgico, la idea de una divisin, de un corte, de una seccin (sexin) de la categora del sexo en dos categoras
sociales de sexo.
153
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161
162
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Para los debates recientes sobre la cuestin de los berdaches, cf. entre otros: Dsy
1978; Whitehead 1981; Callender & Kochems 1983, 1986 ; Blackwood 1984 ;
Blackwood (ed.) 1986. Callender & Kochems (1983: 445) proponen una lista de
ciento trece culturas norteamericanas que reconocieron el estatus de berdache a ciertos
individuos, entre las cuales treinta, a mujeres.
Evelyn Blackwood (1984: 29, nota 7) da una lista de treinta y tres sociedades de
Amrica del Norte donde est comprobada la existencia institucional de un crossing
gender role para las mujeres: Regin subrtica -Ingalik, Kaska ; Norte-Oeste -Bella
Coola, Haisla, Lillooet, Nootka, Okanagon, Queets, Quinault ; California/Oregn
-Achomawi, Atsugewi, Klamath, Shasta, Wintu, Wiyot, Yokuts, Yuki ; Sur-Oeste Apache, Cocopa, Maricopa, Mohave, Navajo, Papago, Pima, Yuma ; Gran-Depresin
-Ute, Southern Ute, Shoshoni, Southern Paiute, Northern Paiute ; Llanos -Blackfoot,
Crow, Kutenai.
12
165
H. Whitehead (1981: 89 y 92-93) vincula sin embargo la presencia entre los indios
del Sur-Oeste de misticaciones de la anatoma de posibles redeniciones de
la siologa que permiten una cross-sex identity adems de una cross-gender
13
166
identity al hecho de que es tambin sobre todo en estas tribus que existen
mujeres berdaches. E. Blackwood (1984), en cambio, preere considerar que se
trataba esencialmente de un cross-gender role y atribuye esta existencia de
mujeres berdaches en las tribus del Oeste relativamente ausentes en los indios de
los Llanos al hecho de que las primeras hubieran tenido un modo de produccin
T
S. A. signica Secciones de asalto (diferentes pero contemporneos de los S.S.,
Seccin especial). Se trataban de unos grupos paramilitares del partido nacional-
167
socialista (nazi), de los que hacan parte muchos homosexuales, de manera muy
abierta. Fueron brutalmente depurados y desaparecidos por los mismos nazis al
cabo de un tiempo. (NdT).
Himmler abarca en una igual desaprobacin: a la masculinizacin de las mujeres
dentro de las organizaciones del Partido ( de tal modo que a la larga la diferencia
sexual, la polaridad, desaparecen. Por lo tanto, el camino que lleva a la homosexualidad
no est lejos ) ; el peso de la Iglesia cristiana (que calica de asociacin ertica
de hombres que aterroriza a la humanidad , desprecia a la mujer , y de paso ha
quemado de cinco a seis mil mujeres alemanas una no se atreve a preguntarse
si Himmler tena el sentido de la irona de la Historia) ; y la esclavitud en la
que las mujeres mantienen a los hombres en Amrica del norte (a tal grado que
la homosexualidad se ha vuelto all una medida de proteccin absoluta para los
hombres ).
Preconiza respecto a las mujeres una actitud caballeresca , no slo para favorecer los
contactos (obviamente reproductivos) entre los sexos, como en la poca de la regla
sana y natural de las aldeas, sino tambin porque el movimiento, la concepcin
del mundo nacional-socialista slo pueden subsistir si estn sostenidos por las
mujeres: porque los hombres comprenden las cosas por medio de su entendimiento,
mientras que la mujer las comprende con su corazn . (Sobre la manera en que
14
168
169
lo que debe ser fortalecido15, y por tanto elaborado. Para los baruya
de Nueva Guinea (Godelier 1982), la leche de las mujeres nace del
esperma de los hombres (el esperma del marido que ingieren, al
igual que los jvenes iniciados ingieren el esperma de sus mayores
no-casados y no-padres).
Se puede decir que en estas sociedades, la heterosexualidad
es vista como eminentemente peligrosa, el sexo masculino como
problemtico, y el gnero masculino (la superioridad de los hombres), amenazado. Pero entre los baruya, existe an la idea de una
complementariedad (asimtrica) de los sexos, al menos en la versin
exotrica, comn a los hombres y a las mujeres, de los orgenes: Sol
y Luna representan en ella respectivamente los principios masculino y
femenino (mientras que en la versin esotrica, reservada a los hombres ms iniciados, Luna es el hermano menor de Sol: al cabo de la
operacin, los poderes femeninos se vuelven masculinos, revestidos
de la ropa de sus amos ; Godelier 1982: 115). Mientras que entre
los gimi, podra decirse que el principio de la asmetra del gnero es
llevado a su lgica extrema, dado que nicamente queda un solo sexo
(encarnado en los hombres y las mujeres): para los gimi, solo hay
una nica sustancia, el esperma, una nica fuente, el pene, de los que
derivan las relaciones de parentesco. Esta entidad singular puede ser,
ya sea viva y movilizada haca arriba como el lquido seminal, ya sea
matada y movilizada haca abajo como la sangre menstrual, pero
ella es indivisible [] El simbolismo sexual de los gimi no supone
ninguna complementariedad (Gillison 1986: 66).
Los hombres baruya practican la homosexualidad ritual inicitica; los hombres gimi, en cambio, realizan ceremonias secretas de
sangramientos rituales que simbolizan las menstruaciones (Gillison
1989) y que conjuran, de alguna manera, la femineidad. Podramos
Cubrir el cuerpo de esperma es tambin a veces una forma de reforzar a una persona,
hombre o mujer, que se encuentra en un estado de debilidad fsica o ritual.
15
170
Con respecto a los ritos gimi, no se puede evitar evocar la frase de Lvi-Strauss
que compara canibalismo y travestismo ritual, aunque se reera a otros contextos:
Figurado en el ritual, el canibalismo traduce la manera en que los hombres conciben
a las mujeres, o ms bien en que los hombres conciben la masculinidad a travs de
las mujeres. En cambio, el payasismo [clownisme] ritual traduce la manera en
que los hombres se conciben a s mismos como mujeres, es decir, intentan asimilar
la femineidad a su propia humanidad. (1975: 353, las cursivas son mas.)
16
171
172
As como lo comprueban al menos los ttulos de trabajos como los de Ortner &
Withehead (eds.) 1981, Tabet 1985 o Caplan (ed.) 1987, aunque los autores no tengan
la misma orientacin terica.
17
173
174
El trmino de sexaje ha sido propuesto por Colette Guillaumin (1978 a), en un anlisis de las relaciones sociales de sexos en
las sociedades occidentales, para designar la relacin social de clase
que se revela en la apropiacin del cuerpo, del trabajo y del tiempo
del conjunto de las mujeres para el benecio personal y social de los
hombres en su conjunto. Apropiacin privada (legalizada por el matrimonio) pero tambin apropiacin colectiva (real aunque menos
visible en nuestras sociedades que en otras) con las contradicciones
que aparecen entre las dos. Tambin mostr que esta relacin social
de apropiacin material en que las mujeres (as como los hombres y
las mujeres en ciertas formas de esclavitud) son tratadas como cosas,
presenta una cara ideolgica-discursiva que es el discurso de la
Naturaleza, en el que la nocin de cosa fusiona con la de Naturaleza (un
rasgo que ella considera propio del naturalismo moderno). Teniendo
una existencia de objeto material, manipulable, el grupo apropiado
ser ideolgicamente materializado (1978 b: 27). Dominantes y
dominadas son considerados(as) entonces como dos especies distintas
de las cuales una, las mujeres, pertenece sin mediacin alguna a la
naturaleza (cf. tambin Mathieu 1973 y 1977).
El gnero, es decir la imposicin de un heteromorsmo de los
comportamientos sociales, ya no es concebido entonces en el modo
III como el marcador simblico de una diferencia natural, sino como
el operador de poder de un sexo sobre el otro notndose aqu que,
siendo la clase de las mujeres ideolgicamente (y materialmente)
denida en cualquier sociedad por su sexo anatmico, la clase de los
hombres lo es objetivamente por el suyo. (Volvemos a hallar aqu la
superposicin entre sexo biolgico y sexo social de la que hablbamos
al principio de este artculo, pero concebida como un hecho social, histrico, debido a la explotacin material de las mujeres y a la ideologa
opresiva del gnero, y (contrariamente al modo II) no necesariamente
imprescindible para la reproduccin de las sociedades.)
Es por esto que se puede llamar identidad de sexo la
consciencia de clase que corresponde al modo III en los movimientos
de mujeres (tendencias feministas radicales y lesbianas polticas) y
en una parte de los movimientos de hombres creados en respuesta
175
al feminismo. Es una identidad de resistencia al gnero. En los movimientos de mujeres, esta consciencia de clase de sexo conlleva a
lo que llamo una politizacin de la anatoma (y que opongo a la
anatomizacin de lo poltico del modo II). La mujer ya no es
concebida como femelidad [fmellit] traducida en femineidad (modo
I), ni como femelidad elaborada en feminitud18, buena o mala segn las
opiniones (modo II), sino que como una femelidad construida: como
hembra objetivamente apropiada e ideolgicamente naturalizada.
Llevando a su extremo la lgica del anlisis de Lvi-Strauss
sobre la divisin del trabajo (y calicndola de teora feminista
fallida , as como la teora de Freud sobre la construccin de la femineidad), Rubin (1975: 178) vea en esta divisin un tab en contra
de la similitud entre hombres y mujeres, un tab que divide los sexos
en dos categoras mutuamente exclusivas, un tab que exacerba las
diferencias biolgicas entre los sexos y as crea el gnero. La divisin
sexual del trabajo puede ser vista tambin como un tab contra las
combinaciones sexuales que no comprenden al menos un hombre y
una mujer, prescribiendo as el matrimonio heterosexual. En el fondo,
dice Rubin, Lvi-Strauss se acerca peligrosamente a armar que la
heterosexualidad es un proceso instituido (p. 180).
Respecto a la autodenicin de los y las homosexuales, la
homosexualidad no es considerada ya como un accidente individual
(modo I), ni como una margen tan fundadora de identidad como la
norma y cuyo derecho a la existencia y a una cultura grupal habra que
reivindicar (modo II), sino que como una actitud poltica (consciente
o no) de lucha contra el gnero heterosexual y heterosocial que es la
base de la denicin de las mujeres y de su opresin.
176
Una frase tipo es la denicin dada en 1970 por las Radicalesbians de Nueva York: Una lesbiana es la rabia de todas las
mujeres condensada hasta su punto de explosin . No se nace mujer,
se llega a serlo, haba escrito Simone de Beauvoir. Las tendencias
ms radicales de los movimientos lsbicos polticos rechazan a la
vez el trmino de mujer y el de homosexual , porque ambos
se reeren a la bicategorizacin de gnero y de sexo, que es aqu
rehusada: lesbiana es el nico concepto que conozca que va
ms all de las categoras de sexo (mujer y hombre) porque el sujeto
designado (lesbiana) no es una mujer, ni econmica, ni poltica, ni
ideolgicamente , escribe Monique Wittig deniendo la lesbiana
como un sujeto trnsfugo de la clase de las mujeres , al igual que
los esclavos cimarrones lo fueron en su momento (1980 b: 83-84).
La autoconcepcin de la homosexualidad en este modo III es
entonces la de una estrategia de resistencia. Por otro lado, el rechazo
de las relaciones sexuales entre hombres y mujeres es visto por estas
tendencias, o bien como lgico y preferible , o bien como lgico
e imperativo, porque estas relaciones son concebidas como una colaboracin de clase (la politizacin de la anatoma que esto implica
es por tanto lo contrario de un naturalismo). Notemos nalmente que
la subversin del gnero se maniesta aqu, en las parejas de mismo
sexo, a travs de un repudio muy general a la biparticin en actitudes
y roles masculinos y femeninos , caractersticos en cambio de
los modos I y II.
La consciencia de clase de sexo no parece limitarse a los
pases occidentales. Ciertamente, en la mayora de las sociedades
tradicionales (pero tambin en las nuestras), es la consciencia de
grupo sexuado que preside las rebeliones de mujeres en contra de su
condicin (rebeliones la mayora de las veces individuales) y los
etnlogos tienen muy a menudo la ligereza de ignorar esta consciencia
dolorosa de las mujeres porque no la encuentran ecaz , diramos,
ya que no logra sobrepasar ni la alienacin de la consciencia, ni el fatalismo, ni la represin. Para un anlisis de la consciencia dominada
de las mujeres y de sus interpretaciones por la etnologa, cf. Mathieu
1985 a, pero tambin Tabet 1987, para ejemplos de algunas formas de
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Ya hemos mencionado algunas de estas asimetras. Recordmoslas brevemente, agregndoles a ttulo de ejemplos entre muchos
otros posibles algunos hechos an no mencionados:
- Aunque la homosexualidad sea relativamente tolerada en los swahili
de Mombasa y no plantee problemas de gnero, existe una diferencia
segn el sexo: las mujeres tienen que pasar por el matrimonio (sexualidad reproductiva) antes de formar una pareja homosexual, mientras
que los hombres no (sexualidad no reproductiva).
- Aunque las parejas de mujeres como las parejas de hombres esten
igualmente caracterizadas entre los swahili por una relacin econmica
de dependencia, la lesbiana dominante no sera admitida en las
asambleas de hombres, mientras que el homosexual pasivo lo es
entre las mujeres (Shepherd 1978).
- Aunque el transvestismo existe en los dos sexos entre los inuit, son
las primeras menstruaciones (reproduccin) las que determinan el
regreso al sexo /gnero de origen para la nia, y al matar a la primera
caza (produccin) para el nio.
- Aunque el transexualismo est presente en el pensamiento inuit, es
sobre todo el sexo de los nios que se transforma al nacimiento. El
sexo de las nias es por lo tanto dado .
- Aunque las y los transexuales estn ntimamente convencidas/os de
pertenecer al otro sexo, los psiquiatras ratican el no-macho como
mujer y tratan la no-hembra como hembra (mujer homosexual).
- Aunque la homosexualidad en ambos sexos sea considerada por
los mismos azande como un resultado de su forma de organizar el
matrimonio, es institucionalizada para los hombres y reprimida entre
las mujeres (quienes se encuentran todas insertas en el matrimonio
heterosexual).
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- Aunque en algunas ceremonias ocasionales y colectivas de travestimento (llamadas ritos de inversin), cada sexo deba supuestamente
caricaturizar el sexo opuesto, la caricaturizacin de las mujeres por
los hombres es mucho ms fuerte y consciente que la de los hombres
por las mujeres (cf. por ejemplo Bateson 1986 [1936] para los iatmul
de Nueva Guinea y Counihan 1985 para la Cerdea moderna; tambin
se observa en la Grecia de hoy comunicacin personal de M. E.
Handman y de M. Xanthakou).
- Aunque los dos sexos tengan la obligacin de entrar en el estado de
matrimonio, la sexualidad en s, es decir, fuera de objetivos reproductivos, es prohibida a las mujeres y nicamente a las mujeres en numerosas sociedades: prohibicin de las relaciones sexuales despus de
la menopausia, o despus que uno(a) de sus hijos(as) haya procreado.
Las relaciones pre o extra-matrimoniales son ms frecuentemente o
durante ms tiempo autorizadas para los hombres que para las mujeres,
y a ellas se las casa ms jvenes. Finalmente, la poliandria (de hecho
poco frecuente) es la mayora de las veces diacrnica, mientras que
la poliginia es generalmente sincrnica.
- Aunque en teora, la divisin del trabajo entre los sexos pueda ser
considerada, tal como lo seala Lvi-Strauss, como la prohibicin
para cada sexo de realizar las tareas del otro, se ha podido demostrar
que de hecho, no existen actividades propiamente femeninas (Tabet
1979). En cambio, en cada sociedad, ciertas tareas estn prohibidas
para las mujeres, y esto segn el grado de tecnicidad de las herramientas, reservndose los hombres las posibilidades de control de los
medios de produccin claves y de los medios de defensa (de all su
poder sobre la organizacin simblica y poltica).
Bernard Saladin dAnglure (1985: 155-156), a la vez que
reconoce la utilidad de mis primeras proposiciones en cuanto a una
denicin sociolgica del sexo (Mathieu 1971), me reprocha no haber
visto sino dos categoras de sexos en el pensamiento de nuestras sociedades: al hacerlo as, aprisiona las categoras de sexo de la
misma forma en que reprocha a los hombres de aprisionar a las mujeres
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Adems de ser un proceso divertido (porque ni yo, ni otros desconocamos la
existencia en las sociedades occidentales de teoras del tercer sexo homosexual
o de la androginia ni tampoco el trabajo realizado sobre Sarrasine de Balzac
por Roland Barthes, el cual, de hecho, menciono), el pleito est sobre todo desfasado
histricamente. De hecho, se trataba en la poca (1971 y no 1977 como se menciona
en el artculo de Saladin) de hacer entrar en el anlisis al lado de los hombres, las
mujeres en cuanto categora social y no biolgica y de hacerlas acceder a la denicin
sociolgica a la que slo los hombres tenan derecho. (Y si la idea triunf
hasta el punto de parecer trivial, falta mucho que resolver en cuanto a la cuestin
epistemolgica de la invisibilizacin de las mujeres en el discurso comn, tanto
como en el discurso cientco , cf. Michard-Marchal & Ribery 1982 y Mathieu
1985 b). Dicho de otro modo, se trataba, paradjicamente, de hacer primero advenir
la bi-categorizacin desde un punto de vista metodolgico: de hacer entender la
determinacin recproca de las dos categoras sociales, que era (y sigue siendo a
menudo) ocultada en los anlisis, a pesar de que funciona en los hechos.
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