Dos Hurras para El Anarquismo - James C. Scott
Dos Hurras para El Anarquismo - James C. Scott
Dos Hurras para El Anarquismo - James C. Scott
James C. Scott
James C. Scott
AGRADECIMIENTOS
A Fred Appel, de Princeton University Press, que con una paciencia ejemplar alent mi experimento de estilo libre, y me ayud a
darle forma, y quien con sus consejos ejerci el tipo de cuidado y
atencin que yo crea que ya haba desaparecido del mundo editorial contemporneo. Y a sus colegas Sarah David y Deborah
Tegarden, con generosidad.
Prefacio
Los argumentos que el lector encontrar aqu se han ido gestando
durante un largo tiempo, mientras me dedicaba a escribir sobre
campesinos, conflicto de clases, resistencia, proyectos de desarrollo y pueblos marginales en las montaas del sudeste asitico. Una
y otra vez, a lo largo de tres dcadas, tras acabar algn debate de
seminario o haber escrito algn artculo, me he sorprendido a m
mismo pensando, esto se parece a lo que argumentara un anarquista. En geometra, dos puntos forman una lnea; pero si el tercero, cuarto y quinto punto caen todos sobre la misma lnea, resulta difcil entonces no prestarle atencin a esta coincidencia.
Desconcertado por ella, decid que haba llegado el momento de
leer a los clsicos del anarquismo y la historia de los movimientos
anarquistas, y a este fin, impart un extenso curso de grado sobre
el anarquismo, un intento de educarme a m mismo y, tal vez, de
poder concretar mi relacin con el anarquismo. El resultado, y
tras posponer el proyecto los casi veinte aos transcurridos desde
que dej de ensear ese curso, ha quedado recogido en este libro.
Mi inters en la crtica anarquista del estado naci de la desilusin y de las esperanzas frustradas de un cambio revolucionario, una experiencia bastante habitual que vivieron aquellos a
quienes la conciencia poltica se les despert en la dcada de 1960
en Amrica del Norte. En mi caso, igual que en el de muchos otros,
la dcada de 1960 fue el punto lgido de lo que podramos
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bien engrasada del futuro socialista; uno solo tena que sustituir a
los militaristas alemanes que llevaban el timn del estado por el
vanguardista partido del proletariado, y la administracin le
quitara toda su importancia a la poltica. No solo hemos
aprendido despus que la riqueza material, lejos de desterrar la
poltica, crea nuevas esferas de lucha poltica, sino que adems el
socialismo estatista era menos la administracin de las cosas
que el corporativismo de las clases gobernantes protegiendo sus
privilegios.
A diferencia de muchos pensadores anarquistas, yo no creo
que el estado sea siempre y en todas partes el enemigo de la libertad. Los estadounidenses solo tienen que recordar la escena de la
federalizada Guardia Nacional en Little Rock, Arkansas, en 1957,
llevando a los nios negros a la escuela a travs de una multitud
amenazante de encolerizados blancos para darse cuenta de que el
estado, en determinadas circunstancias, puede desempear un
papel emancipador. Creo incluso que si esta posibilidad ha surgido se debe solo a que la Revolucin Francesa instaur la ciudadana democrtica y el sufragio popular, que se extenderan subsiguientemente a las mujeres, a los empleados domsticos y a las
minoras. Esto significa que de los aproximadamente cinco mil
aos de historia que tiene el estado, la posibilidad de que los estados pudieran en algunas ocasiones ampliar el mbito de las libertades humanas no ha aparecido hasta hace unos dos siglos. Las
condiciones bajo las cuales estas posibilidades se hacen a veces
realidad, en mi opinin, solo se dan cuando disturbios
multitudinarios ajenos a las instituciones y procedentes de los
niveles ms inferiores amenazan todo el edificio poltico. Incluso
este logro est lleno de melancola, habida cuenta de que la
Revolucin Francesa marc asimismo el momento en el cual el
estado se gan acceso directo y sin mediadores al ciudadano, y en
el que tambin se hicieron posibles el servicio militar universal y
obligatorio y la guerra total.
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La paradoja de la organizacin
Una gran parte de lo que el anarquismo puede ensearnos tiene
que ver con cmo ocurre en realidad el cambio poltico, tanto reformista como revolucionario, con cmo deberamos entender
qu es poltico, y finalmente con cmo deberamos abordar el
estudio de la poltica.
En contra de lo que se acostumbra a creer, las organizaciones no suelen iniciar los movimientos de protesta, sino que, de hecho, sera ms correcto afirmar que los movimientos de protesta
dan lugar al nacimiento de organizaciones que, a su vez, en gene-
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fin de la segregacin, expresan la reivindicacin especfica a ocupar una posicin de superioridad moral con relacin a los derechos democrticos. Qu pasa entonces con los formidables alborotos cuyo objetivo consiste en conseguir la jornada laboral de
ocho horas, o la retirada de tropas de Vietnam o, algo ms vago e
impreciso, por ejemplo, la oposicin a la globalizacin neoliberal?
En estos casos, el objetivo se sigue expresando de forma bastante
razonable, pero la reivindicacin a la superioridad moral se disputa con ms fuerza. Aunque uno pueda lamentar la estrategia de
bloque negro aplicada en el ao 1999 en las proximidades de la
reunin de la Organizacin Mundial del Comercio, los escaparates
destrozados, o los enfrentamientos con la polica durante la batalla de Seattle, no cabe ninguna duda de que sin la atencin que
este violento descontrol casi calculado recibi de los medios de comunicacin, el movimiento antiglobalizacin, anti OMC, anti
Fondo Monetario Internacional y anti Banco Mundial hubiera pasado bastante desapercibido.
El caso ms duro, pero un caso cada vez ms habitual entre
las comunidades marginalizadas, es el de los disturbios generalizados que suelen ir acompaados de saqueos, un caso que es ms
un grito de rabia y de enajenacin incipiente y todava sin forma,
y sin exigencias ni reivindicaciones coherentes. Precisamente porque no est expresado y porque surge de entre los sectores menos
organizados de la sociedad parece ms amenazante, no presenta
ninguna exigencia particular que abordar, ni tampoco lderes claros con los que negociar. Las lites gobernantes se enfrentan a
todo un abanico de opciones. En los disturbios urbanos en Gran
Bretaa a finales del verano de 2011, la primera reaccin del gobierno conservador fue la represin y la justicia sumaria. Otra
reaccin poltica, instada por los dirigentes laboristas, consisti
en una mezcla de reforma social urbana, mejoras econmicas y
castigo selectivo. Lo que es innegable que hicieron los disturbios,
sin embargo, fue atraer la atencin de las lites, sin la cual la ma-
yor parte de las cuestiones subyacentes a los disturbios nunca hubieran salido a la conciencia pblica, sin importar cmo se hubieran abordado y solucionado.
Una vez ms, tambin este caso plantea un dilema. Las
grandes revueltas y la rebelda pueden, en determinadas condiciones, llevar directamente al autoritarismo o al fascismo en lugar de
a las reformas y a la revolucin. Siempre existe el peligro, pero es
cierto, no obstante, que la protesta ajena a las instituciones parece
ser una condicin necesaria, aunque no suficiente, para un cambio estructural progresivo, como por ejemplo el New Deal o los derechos civiles.
Del mismo modo que una gran parte de la poltica que, a lo
largo de la historia, ha tenido alguna importancia ha tomado la
forma de rebelda indisciplinada, tambin es cierto que para las
clases subordinadas, durante la mayor parte de su historia, la poltica ha tomado una forma muy diferente y ajena a las instituciones. En el caso del campesinado y de una gran parte de la primera
clase obrera de la historia podemos buscar en vano organizaciones
formales y manifestaciones pblicas. Existe todo un reino de algo
que he denominado infrapoltica porque se suele practicar fuera
del espectro visible de lo que suele considerarse actividad poltica.
Histricamente, el estado siempre ha frustrado la organizacin de
las clases ms bajas, y ms an la rebelda pblica, un tipo de poltica peligrosa para los grupos subordinados que, en general, han
comprendido, igual que tambin lo han hecho los grupos guerrilleros, que la divisibilidad, los grupos de pocos miembros y la dispersin les ayudan a evitar las represalias.
Por infrapoltica entiendo acciones diversas: dar largas o
inaccin, furtivismo, ratera, disimulo, sabotaje, desercin, absentismo, ocupacin y huida. Por qu arriesgarse a recibir un tiro a
causa de un motn fracasado si la desercin funciona igual de
bien? Por qu arriesgarse a invadir un territorio cuando una ocu-
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que encarnan el mutualismo sin jerarqua son la experiencia cotidiana de la mayor parte de la gente. Solo de vez en cuando representan la oposicin implcita y explcita a la ley y a las instituciones estatales. La mayor parte de los pueblos y de los barrios funcionan precisamente gracias a las redes de coordinacin informales y transitorias que no exigen organizacin formal, y menos an
jerarqua. En otras palabras, la experiencia del mutualismo anarquista est muy extendida. Como observa Colin Ward, lejos de
ser una visin conjetural de una sociedad futura, es una
descripcin de un modo de experiencia humana en la vida diaria
que opera codo con codo con, y a pesar de, las tendencias
autoritarias dominantes de nuestra sociedad.4
La gran pregunta, y una para la que no tengo una respuesta
definitiva, es si la existencia, el poder y el alcance del estado a lo
largo de los ltimos siglos han debilitado la independencia y la capacidad de organizarse de los individuos y de las pequeas comunidades. Son muchas las funciones que antes ejercan el mutualismo entre iguales y la coordinacin informal que estn ahora organizadas y supervisadas por el estado. Se ha hecho famoso el modo
de expresarlo de Proudhon, que se adelant as a Foucault,
Ser gobernado es estar vigilado, ser inspeccionado, espiado, estar dirigido, legislado, regulado, ser
encerrado, adoctrinado, sermoneado, controlado, valorado, mandado por seres que carecen de ttulo, de
conocimiento y de virtud... Ser gobernado es ser, en
cada operacin, en cada transaccin, en cada movimiento, anotado, registrado, inventariado, tarifado,
sellado, mirado de arriba abajo, acotado, cotizado, patentado, licenciado, autorizado, sellado, apostillado,
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gancia desmesurada que pretende comprender el comportamiento de los agentes humanos sin, ni por un momento, proceder a
una escucha sistemtica de dichos agentes para averiguar cmo
comprenden lo que estn haciendo y cmo se explican a s mismos. Insisto, no es que este tipo de explicaciones propias sean
transparentes, y tampoco carecen de omisiones estratgicas y de
motivos ocultos; no son ni ms ni menos transparentes que las explicaciones que hacen de ellas mismas las lites.
El trabajo de las ciencias sociales, tal como lo entiendo yo,
es el de proporcionar, provisionalmente, la mejor explicacin del
comportamiento basndose en todos los datos disponibles, lo que
incluye, en especial, las explicaciones de esos agentes con capacidad de reflexin y con algn propsito cuyo comportamiento se
observa, estudia y analiza. Es absurda la idea que sostiene que el
punto de vista que tiene de la situacin el agente no es pertinente
a dicha explicacin. Sin la visin del agente estudiado, es, sencillamente, inconcebible obtener un conocimiento vlido de la situacin del agente. Nadie ha defendido mejor el caso de la fenomenologa de la accin humana que John Dunn:
Si queremos comprender a otras personas y postular la afirmacin de que, de hecho, hemos
conseguido comprenderlas, es imprudente y vulgar
no hacer caso de lo que esas otras personas tienen
que decir [...] lo que en propiedad no podemos hacer
es afirmar que sabemos que lo comprendemos [al
agente], o que comprendemos su accin mejor de lo
que pueda hacer l mismo si no tenemos acceso a las
mejores descripciones que l pueda ofrecer.6
Cualquier otra cosa equivale a cometer un crimen de ciencias sociales a espaldas de los protagonistas de la historia.
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Me sorprendi ver lo que me costaba reunir el valor necesario para el sencillo acto de cruzar una calle ante la desaprobacin
general, y lo poco que parecan pesar mis convicciones racionales
frente a la presin de las reprimendas de los otros. Cruzar la calle
a grandes y audaces zancadas fingiendo conviccin causaba una
mayor impresin, quiz, pero exiga ms valor del que yo, en general, poda reunir.
Como un medio de justificar mi conducta ante m mismo,
empec a ensayar un breve discurso que imaginaba pronunciado
en un alemn perfecto, y que deca algo parecido a esto: saben, a
ustedes, y en especial a sus abuelos, les hubiera venido bien tener
un espritu algo ms transgresor. Algn da se les pedir que, en
nombre de la justicia y de la razn, infrinjan una ley ms importante, y todo depender de que lo hagan. Tienen que estar preparados. Cmo se van a preparar para ese da en el que la transgresin importe de verdad? Tiene ustedes que estar en forma y a
punto cuando llegue ese gran da. Lo que ustedes necesitan es un
poco de calistenia anarquista. Infrinjan cada da alguna ley trivial que no tiene sentido, aunque solo sea cruzar la calle en rojo.
Utilicen su propia mente y decidan si la ley es justa o razonable.
De este modo, se mantendrn en forma, y cuando llegue el gran
da, estarn preparados.
Ahora bien, antes de decidir cundo es sensato transgredir
una ley es necesaria una cuidadosa reflexin, incluso en el relativamente inocente caso de cruzar una calle con el semforo en rojo.
Un investigador holands retirado al que visit y cuyo trabajo yo
admiraba desde haca mucho tiempo me lo record. Cuando fui a
verle, era un maosta declarado y defensor de la Revolucin Cultural, y un personaje algo incendiario en la poltica acadmica holandesa. Me invit a almorzar en un restaurante chino cerca de su
casa en la pequea localidad de Wageningen. Llegamos a un cruce
de calles y el semforo estaba en rojo. Wageningen, igual que Neu-
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casi universal tema del Soldado Desconocido: ese impreciso todos los soldados de infantera que cayeron con honor en los campos de batalla luchando por alcanzar los objetivos de su nacin.
Este gesto fue, no obstante, muy mal recibido en Alemania,
incluso en la muy reciente Alemania exoriental (glorificada como
el primer estado socialista en suelo alemn), puesto que, por
mucho que los alemanes ms progresistas hubieran repudiado los
ideales de la Alemania nazi, seguan mostrando una gran admiracin por la lealtad y el sacrificio de sus abnegados soldados. Por
mucho que para Bertolt Brecht el buen soldado vejk, el antihroe
checo que prefera permanecer junto a la chimenea bebiendo cerveza y comiendo salchichas en lugar de salir a combatir por su
pas, fuera un modelo de resistencia popular, lo cierto es que a los
dirigentes urbanos del ao del ocaso de Alemania oriental, esta
burla de cartn piedra no les haca ninguna gracia. La estatua descans en las plazas de las ciudades el tiempo apenas necesario
para que las autoridades se reunieran y decidieran prohibirla, y as
empez una alegre persecucin: de Magdeburgo a Potsdam, a Berln oriental, a Bitterfeld, a Halle, a Leipzig, a Weimar, a Karl-MarxStadt (Chemnitz), a Neubrandenburg y a Rostock, para acabar su
recorrido en la entonces capital federal, Bonn. Quiz esta romera
de ciudad en ciudad y la inevitable publicidad que provoc fuera
ni ms ni menos lo que tenan en mente los promotores de la idea.
Esta accin, a la que contribuy la excitante atmsfera de
los dos aos que siguieron a la cada del muro de Berln, fue contagiosa. Al cabo de poco tiempo, progresistas y anarquistas de toda
Alemania haban creado docenas de sus propios monumentos municipales a la desercin. Que una accin tradicionalmente asociada a cobardes y a traidores se considerara de repente honorable y
tal vez merecedora de ser imitada era algo que tena una gran importancia. A nadie debe extraar que Alemania, que sin duda pag
un alto precio por el patriotismo al servicio de unos objetivos
inhumanos, fuera el primer pas en cuestionar pblicamente el va-
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Fragmento 2
De la importancia de la insubordinacin
Los actos de desobediencia nos resultan interesantes cuando son
ejemplares, y especialmente cuando, como ejemplos, inician una
reaccin en cadena que incita a otros a imitarlos. Estamos entonces en presencia, ms que de un acto individual de cobarda o de
conciencia, tal vez de ambos, de un fenmeno social que puede llegar a tener inmensas consecuencias polticas. Multiplicados por
muchos miles, estos pequeos actos de rechazo pueden llegar a
desbaratar por completo los planes soados por los generales o
por los jefes de estado. Estos pequeos actos de insubordinacin
no suelen aparecer en los titulares de los medios, pero del mismo
modo que millones de plipos antozoos crean un caprichoso arrecife de coral, de igual modo miles y miles de actos de insubordinacin y de evasin crean su propia barrera econmica o poltica.
Una doble conspiracin de silencio cubre de anonimato estas acciones. Sus autores no suelen atraer la atencin sobre s mismos
puesto que es su invisibilidad la que garantiza su seguridad. Los
funcionarios, por su parte, se muestran reacios a llamar la atencin sobre el creciente nivel de desobediencia, ya que hacerlo sig-
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varios dedos de su mano derecha. Los ndices de rechazo al reclutamiento obligatorio y de desercin constituyeron una especie de
referndum sobre la popularidad del rgimen y, dada la importancia estratgica que estos votantes con los pies tenan para las necesidades de los intendentes de Napolen, el referndum fue concluyente. Si bien es cierto que los ciudadanos de la Primera Repblica francesa y del imperio de Napolen dispensaron una calurosa acogida a la promesa de la ciudadana universal, mostraron
mucho menos cario hacia su contrapartida lgica, el reclutamiento universal.
Echando la vista atrs por un instante, merece la pena observar una caracterstica particular de estas acciones: casi todas
son annimas, no se anuncian a gritos. De hecho, su discrecin
contribuy a su eficacia. La desercin es muy diferente a un
amotinamiento declarado que desafa directamente a los mandos
militares, no hace afirmaciones pblicas y no emite manifiestos;
ms que una voz, es una salida. Y sin embargo, una vez se conoce
la extensin de las deserciones, restringe las ambiciones de los
mandos, que saben que no podrn contar con sus reclutas.
Durante la tan denostada guerra de Vietnam, el fragging, lanzar
una granada de fragmentacin contra los oficiales que exponan a
sus hombres envindolos una y otra vez a realizar patrullas
mortales, fue un acto mucho ms dramtico y violento, aunque
annimo, concebido para reducir los peligros ms letales de la
guerra a los que tenan que exponerse los reclutas. Uno puede
imaginarse muy bien que los informes de los actos de fragging,
fueran ciertos o no, llevaran a los oficiales a pensrselo dos veces
antes de presentarse voluntarios, ellos y los hombres bajo su
mando, a realizar misiones peligrosas. Hasta donde yo s, ningn
estudio ha analizado nunca la frecuencia real de los actos de
fragging, y menos an los efectos que pudo haber tenido sobre la
gestin y el final de la guerra. La complicidad del silencio es, en
este caso tambin, recproca.
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Es muy posible que las infracciones de la ley y la desobediencia, discretas, annimas y a menudo en complicidad, hayan
sido siempre, a lo largo de la historia, el mtodo de accin poltica
preferido por las clases campesinas y subalternas, para quienes la
rebelda manifiesta les resulta demasiado peligrosa. En Inglaterra
y el Reino Unido, durante dos siglos, ms o menos entre 1650 y
1850, el furtivismo (de recoleccin de madera y lea, de caza y pesca y de recogida de forraje) en las tierras de la corona o privadas
fue el delito ms popular y extendido. Por popular entiendo el
ms frecuente y el que contaba con la ms entusiasta aprobacin
de los plebeyos. La poblacin, que nunca haba aceptado las reivindicaciones de la corona o de la nobleza a la propiedad de los regalos libres de la naturaleza en bosques, arroyos y campos (pra-
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Fragmento 3
Ms sobre la insubordinacin
Para ver cmo la coordinacin tcita y la infraccin de la ley pueden imitar los efectos de la accin colectiva, pero sin los inconvenientes y peligros de esta, podramos observar la manera de aplicar los lmites de velocidad. Imaginemos que la velocidad lmite
permitida para coches es de 90 kilmetros por hora. Lo ms probable es que la polica de trfico no est demasiado predispuesta a
perseguir a los conductores que circulen a 91, 92, 93, 95 e incluso
100 kilmetros por hora, aun cuando, tcnicamente, estn cometiendo una infraccin de la ley. Los conductores se apropian de
este espacio de desobediencia cedido, por as decirlo, que se
convierte en territorio ocupado, y al cabo de poco tiempo el trfico
circula a unos 100 kilmetros por hora. Qu pasa ahora con los
101, 102, 103 kilmetros por hora? Los conductores que circulan a
apenas un par de kilmetros sobre el lmite de facto creen sentirse
relativamente a salvo. Al cabo de poco tiempo, las velocidades de,
pongamos por caso, entre 100 y 110 kilmetros por hora son candidatas posibles a convertirse tambin en territorio ocupado. La relativa inmunidad de todos los conductores que, en este momento,
circulan a unos 110 kilmetros por hora depende ahora de que
estn rodeados por una autntica cpsula de automviles que
circulen ms o menos a la misma velocidad. Lo que ocurre es algo
as como un efecto de contagio que surge de la observacin y de la
coordinacin tcita que est teniendo lugar en la carretera,
aunque no exista ningn comit central de conductores que se
rena y planee acciones de desobediencia civil multitudinaria. En
algn momento, por supuesto, la polica de trfico interviene para
poner multas y realizar detenciones, y el patrn de su
intervencin marca los parmetros del clculo que ahora debern
hacer los conductores para decidir a qu velocidad conducir. Los
conductores que tienen prisa, no obstante, siempre ponen a
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El movimiento que va de la prctica, pasando por la costumbre, hasta los derechos inscritos en la ley es un patrn aceptado
tanto en el derecho consuetudinario anglosajn como en el derecho positivo. En la tradicin angloestadounidense, est representado por la ley de posesin adversa, segn la cual el allanamiento y
apropiacin de propiedad repetidos de forma constante durante
un cierto nmero de aos puede utilizarse para reivindicar un derecho que puede quedar entonces protegido por la ley. En Francia,
una prctica de allanamiento cuya gran antigedad pudiera ser
demostrada cumple los requisitos necesarios para ser considerada
costumbre y, una vez demostrada, puede establecer un derecho
legal.
Parece claro y evidente que los ciudadanos gobernados por
un rgimen autoritario que no tienen representantes elegidos que
defiendan su causa y a quienes se les niegan los medios habituales
de protesta pblica (manifestaciones, huelgas, movimientos sociales organizados, prensa disidente) no tendran ms remedio que
recurrir a la lentitud en el trabajo, al sabotaje, al furtivismo, al
robo y, al final, a la revuelta. Sin duda, la instauracin de la
democracia representativa y de las libertades de expresin y de
reunin tendra que haber dejado obsoletas estas formas de
disidencia ciudadana. Al fin y al cabo, el principal propsito de la
democracia representativa es, precisamente, el de permitir que las
mayoras democrticas hagan realidad sus reivindicaciones, por
muy ambiciosas que sean, de una forma plenamente
institucionalizada.
No deja de ser una cruel irona que esta gran promesa de la
democracia en muy raras ocasiones sea llevada a la prctica. La
mayor parte de las grandes reformas polticas de los siglos XIX y
XX fueron acompaadas de importantes episodios de desobediencia civil multitudinaria, disturbios, infracciones de la ley, alteracin del orden pblico, y, en algunos casos extremos, de guerra ci-
vil. Estos tumultos no solo acompaaron cambios polticos espectaculares, sino que, con gran frecuencia, fueron absolutamente
decisivos a la hora de hacerlos realidad. Es lamentable que las instituciones representativas y las elecciones, por s mismas, en muy
raras ocasiones parezcan poder lograr cambios importantes si no
existe una fuerza mayor, por ejemplo, una depresin econmica o
una guerra internacional, que se lo permita. Debido a la concentracin de propiedades y de fortuna en las democracias liberales, y
al acceso privilegiado del estrato de los ms ricos, situados en posicin ventajosa, a los medios, a la cultura y a la influencia poltica,
no es de extraar que, como observ Gramsci, darle el derecho al
voto a la clase obrera no se tradujera en cambios polticos radicales.1 La poltica parlamentaria comn destaca ms por su inmovilismo que por facilitar las reformas importantes.
Si esta valoracin a grandes rasgos es cierta, nos vemos
obligados a enfrentarnos a la paradoja que supone la contribucin
de la transgresin y de la alteracin al cambio poltico democrtico. Si tomamos a Estados Unidos en el siglo XX como un ejemplo
de este caso, podemos identificar dos perodos de importantes reformas polticas, la Gran Depresin de la dcada de 1930 y el movimiento por los derechos civiles de la dcada de 1960. Lo que ms
llama la atencin sobre cada uno de ellos, visto desde esta perspectiva, es el papel fundamental que desempearon los grandes y
multitudinarios disturbios y las amenazas al orden pblico en el
proceso de reforma.
Los grandes cambios polticos que supusieron la instauracin de la compensacin por desempleo, los gigantescos proyectos
de obras pblicas, la ayuda de la seguridad social y la ley de ajuste
1 Gramsci desarrolla el concepto de hegemona para explicar por qu el sufragio universal no consigui instaurar el gobierno de la clase obrera. Vase Antonio
Gramsci, The Prison Notebooks of Antonio Gramsci, ed. y trad, al ingls de Quentin
Hoare y Geoffrey Nowell Smith, Lawrence and Wishart, Londres, 1971 [hay trad.
cast.: Cartas desde la crcel, trad.: E. Benitez, Veintisiete Letras, Madrid, 2010].
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Otra paradoja: en momentos as, las organizaciones progresistas consiguen alcanzar un nivel de visibilidad y de influencia
que se sustenta sobre una rebelda que ni han incitado ni han controlado, y consiguen esta influencia sobre la presuncin de que sern capaces de disciplinar lo suficiente a esta masa insurgente
para integrarla en la poltica cotidiana. Si lo consiguen, por
supuesto, la paradoja se acenta, puesto que a medida que
remiten los disturbios que alzaron a estas organizaciones a una
posicin de influencia, se reduce tambin su capacidad de afectar
el curso de la poltica.
El movimiento por los derechos civiles en la dcada de 1960,
y la velocidad a la que se impusieron en el sur segregado los censos
federales de votantes, y a la que se aprob y promulg la ley del derecho al voto encajan, a grandes rasgos, en el mismo molde. Las
muy extendidas campaas de registro en el censo de votantes, los
Freedom Rides (campaas por la libertad durante las cuales los activistas recorran Estados Unidos), y las sentadas fueron el producto de una gran cantidad de centros de iniciativa y de imitacin. Esta oleada de rebelda esquiv los intentos de coordinarla,
por no decir organizarla, de muchos de los grupos ad hoc creados
para este propsito, tales como el Student Non-Violent
Coordinating Committee (comit de coordinacin de estudiantes
no violentos), por no hablar de las principales y antiguas organizaciones de derechos civiles tales como la National Association for
the Advancement of Colored People, el Congress on Racial
Equality, y la Southern Christian Leadership Conference. El entusiasmo, la espontaneidad y la creatividad del aluvin de movimientos sociales iban muy por delante de las organizaciones que
deseaban representarlos, coordinarlos y canalizarlos.
Una vez ms, fueron la extensin y la amplitud de los disturbios, desencadenados sobre todo por la violenta reaccin de los
vigilantes segregacionistas y de las autoridades pblicas, las que
crearon una crisis de orden pblico que abarc una gran parte del
sur de Estados Unidos. La legislacin que languideca a la espera
desde haca aos fue de repente enviada a toda prisa al Congreso
mientras John y Robert Kennedy, cuya resolucin se haba fortalecido en el contexto de la guerra de propaganda de la guerra fra,
en cuyo marco poda afirmarse que la violencia en el sur caracterizaba a un estado racista, se esforzaban por contener el aumento
de los disturbios y las manifestaciones cada vez ms numerosas.
Los multitudinarios disturbios y la violencia lograron, en muy
poco tiempo, lo que dcadas de organizacin pacfica y manipulacin de los grupos de presin no haban conseguido.
He empezado este ensayo con el ejemplo bastante banal de
cruzar la calle a pie con el semforo en rojo en Neubrandenburg.
El propsito no era el de instar a infringir la ley porque s, y menos
an por la bastante banal razn de ganar unos pocos minutos. Mi
propsito era, por el contrario, el de ilustrar cmo los hbitos de
obediencia automtica muy arraigados pueden llevar a una situacin que, bien pensado, casi todo el mundo estara de acuerdo en
que es absurda. Prcticamente todos los movimientos de emancipacin de los ltimos tres siglos se han enfrentado, en un primer
momento, a un orden legal, por no hablar tambin del poder de la
polica alineada en su contra. Apenas podran haber subsistido si
un puado de almas valientes no hubieran estado dispuestas a infringir las leyes y costumbres de dicho orden (por ejemplo mediante sentadas, manifestaciones e infracciones generalizadas y
en masa de las leyes vigentes). Sus acciones de desacato, alimentadas por la indignacin, la frustracin y la rabia, no pudieron dejar
ms claro que ni el marco institucional vigente ni los parmetros
legales vigentes podran satisfacer sus reivindicaciones. Por lo
tanto, inherente a su voluntad de infringir la ley estaba, no tanto
el deseo de propagar el caos, sino la firme determinacin de conseguir la instauracin de un nuevo orden legal ms justo. En la
medida en que nuestro imperio de la ley tiene ms cabida y es ms
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Fragmento 4
Anuncio: Lder busca seguidores; dispuesto a seguir vuestro
liderazgo
Los disturbios y el desorden no son el nico modo de que aquellos
a quienes nadie escucha hagan or su voz. En determinadas condiciones, las lites y los lderes prestan una especial atencin a lo
que tienen que decir aquellos a quienes nadie escucha, a lo que les
gusta y lo que no les gusta. Consideremos el concepto de carisma.
Es habitual hablar de alguien que tiene carisma del mismo modo
en el que se dira que tiene cien euros en el bolsillo o un BMW en
su garaje. De hecho, por supuesto, el carisma es una relacin, y
esta relacin depende por completo del pblico y de la cultura. Es
muy posible que una actuacin carismtica en Espaa o en Afganistn no lo sea ni remotamente en Laos o en Tbet. En otras palabras, depende de una reaccin, del efecto que produce en aquellos
que asisten a la representacin, y en determinadas circunstancias,
las lites ponen un gran empeo en provocar este tipo de respuesta, para encontrar la nota adecuada y armonizar su mensaje con
los deseos y los gustos de sus oyentes y espectadores. En muy escasos momentos uno puede ver este proceso funcionando en
tiempo real. Considere el lector por ejemplo el caso de Martin
Luther King, Jr., en opinin de un cierto pblico, tal vez el personaje pblico y poltico ms carismtico del siglo XX. Gracias a la
detallista y biografa de King y de su movimiento escrita por
Taylor Branch con una gran sensibilidad, podemos realmente ver
en funcionamiento y en tiempo real esta bsqueda de la nota correcta, que sigue la tradicin de llamada-respuesta de la iglesia
afroamericana. Presento a continuacin algunos largos extractos
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Roosevelt y sus redactores de discursos trabajaron febrilmente, intentado nuevos temas, nuevos fraseados, y nuevas afirmaciones
parada tras parada del ferrocarril, ajustando poco a poco el discurso segn la reaccin de los oyentes y dependiendo del tipo de pblico. En una poca en la que la pobreza y el desempleo haban alcanzado un grado sin precedentes, Roosevelt se enfrentaba a un
pblico que vea en l la esperanza y la promesa de ayuda, y su discurso de campaa, poco a poco, lleg a encarnar estas esperanzas.
Al final de la campaa, su plataforma oral era mucho ms radical de lo que haba sido al principio. Se tena la sensacin real de
que el pblico que le escuchaba en cada estacin de tren haba redactado (o tal vez sera mejor decir seleccionado) colectivamente los discursos de Roosevelt. No fue solo el discurso lo que se
transform, sino el propio Roosevelt, que ahora se vio a s mismo
como la encarnacin de las aspiraciones de millones de sus
desesperados conciudadanos.
Esta especial forma de influencia desde abajo solo funciona
en determinadas condiciones. Si el seor feudal local contrata al
bardo para que le recite loas a cambio de cama y comida, el repertorio tendra un aspecto muy diferente. Si un poltico vive o muere
sobre todo gracias a grandes donaciones cuyo objetivo es tanto el
de darle forma a la opinin pblica como el de ajustarse a ella, dicho poltico les prestar menos atencin a sus seguidores de base.
Es muy probable que un movimiento social o revolucionario que
todava no ha llegado al poder tenga el odo ms fino que uno que
s ha llegado. Los ms poderosos no necesitan aprender a cantar
afinado. O, como afirma Kenneth Boulding, cuanto mayor y ms
autoritaria sea una organizacin [o estado], tanto mayores sern
las posibilidades de que los gobernantes situados en la cpula funcionen en mundos totalmente imaginarios.4
4 Kenneth Boulding, The Economics of Knowledge and the Knowledge of
Economics; American Economic Review 58, nms. 1/2, marzo 1966: 8.
64 | JAMES C. SCOTT
el punto exacto al que nos llevar si la tomamos. La misma carretera, en su extremo de Guilford, recibe, naturalmente, el nombre
de carretera de Durham, porque les dice a los habitantes de
Guilford adonde les llevar si la toman. Uno imagina que quienes
viven en las poblaciones a lo largo de esta carretera la llamarn
carretera de Durham o carretera de Guilford segn hacia dnde se dirijan. Que la misma carretera tenga dos nombres segn el
punto en el que uno est situado demuestra la naturaleza situacional y contingente de las prcticas denominativas locales; cada
nombre codifica un valioso conocimiento local: tal vez lo ms importante que uno quiere saber de una carretera es adonde lleva.
Las prcticas locales no solo dan como resultado una carretera con
dos nombres, sino tambin muchas carreteras con el mismo
nombre. As, las ciudades cercanas de Killingworth, Haddam,
Madison y Meriden tienen cada una de ellas carreteras que llevan
a Durham y cuyos habitantes llaman carretera de Durham.
Ahora imagine el lector los insuperables problemas que este
eficaz sistema local tradicional le planteara a un forastero que necesitara un nombre nico y definitivo para cada carretera. Una
cuadrilla de peones camineros estatales que llegara con la misin
de reparar los baches de la carretera de Durham tendra que
preguntar cul carretera de Durham?. Por lo tanto, no es ninguna sorpresa que la carretera entre Durham y Guilford se reencarne en todos los mapas y en todas las designaciones oficiales
como la carretera estatal Route 77. Las prcticas denominativas
del estado exigen una visin sinptica, un sistema estandarizado
de identificacin que genera designaciones absolutas y mutuamente exclusivas. Con la denominacin Route 77, la carretera ya
no transmite la idea inmediata de adonde lleva, puesto que el significado del nombre Route 77 no salta a la vista hasta que extendemos un mapa de carreteras en el que aparecen enumeradas todas
las carreteras estatales. Y sin embargo, el nombre oficial puede ser
de vital importancia. Si sufrimos un grave accidente en la carrete-
ra que lleva de Durham a Guilford y quedamos heridos de gravedad, querremos poder decirle sin ambigedad alguna al operador
del servicio de emergencias que la carretera en la que corremos el
peligro de desangrarnos hasta la muerte es la Route 77.
Los sistemas de nomenclatura locales y oficiales rivalizan
entre ellos en muchos contextos. Los nombres locales de calles y
carreteras contienen informacin local codificada. Algunos ejemplos son Maiden Lane (el sendero de las doncellas, que en el pasado llevaba al lugar donde vivan cinco hermanas solteronas que
cada domingo caminaban por l en fila india hasta la iglesia),
Cider Hill Road (el camino que lleva a una colina donde en el
pasado hubo un huerto de manzanos y una bodega que produca
sidra), y Cream Pot Road (el camino que llevaba al lugar donde en
el pasado hubo una lechera en la que los vecinos del lugar
compraban leche, nata y mantequilla). En la poca en la que el
nombre qued fijado, probablemente fuera el nombre ms
significativo y til para los residentes locales, aunque a los
forasteros y recin llegados les pudiera resultar desconcertante.
Otros nombres de caminos y carreteras locales pueden hacer
referencia a caractersticas geogrficas: Mica Ridge Road (camino
cresta de mica), Bare Rock Road (camino de la roca desnuda), Ball
Brook Road (camino del arroyo de la bola). La suma de los
nombres de caminos y de los topnimos en un municipio
pequeo, de hecho, equivale a algo parecido a una geografa e
historia locales, si uno conoce las historias, caractersticas,
episodios e iniciativas familiares que dichos nombres codifican.
Para los residentes locales, estos nombres contienen mucha
informacin y son muy significativos, aunque a los forasteros les
suelan resultar con frecuencia ilegibles. Los planificadores,
recaudadores de impuestos, gestores de transporte, telefonistas
de servicios de emergencias, oficiales de polica, y bomberos, sin
embargo, tienden en general a considerar que es mucho ms
preferible un orden superior de legibilidad sinptica. Habida
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Fragmento 6
Conocimiento oficial y paisajes de control
El orden, la racionalidad, la abstraccin y la legibilidad sinptica
de determinados sistemas de nomenclatura, paisajes, arquitectura
y trabajo se prestan al poder jerrquico. Yo los veo como paisajes
de control y de apropiacin. Por poner un ejemplo sencillo, el sistema casi universal de nomenclatura patronmica no existi en
ningn lugar del mundo hasta que los estados descubrieron que
les resultaba til para la identificacin, y se extendi, junto con los
impuestos, los tribunales, la propiedad de tierras, el servicio militar obligatorio y el trabajo policial, es decir, en paralelo al desarrollo del estado. En la actualidad ha sido superado por los nmeros
* El maz no soporta el fro y, en las regiones templadas, debe plantarse en
primavera. (N. de la t.)
68 | JAMES C. SCOTT
mnimo de los detalles a fin de maximizar el control desde el centro sobre la materia prima y el proceso de trabajo. Es decir, el supervisor de distrito que llega para realizar una inspeccin, armado
de su prctica carpeta y de su correspondiente formulario, puede
evaluar la franquicia segn un protocolo que est incorporado en
el propio diseo. Las neveras son uniformes y su ubicacin est
predeterminada, igual que las freidoras, las parrillas, el protocolo
de limpieza y mantenimiento, los envoltorios de papel, etc., etc. La
forma platnica de la perfecta franquicia de McDonalds y del
perfecto Big Mac han sido soados en la sede central y, gracias a la
ingeniera, han sido integrados en la arquitectura, distribucin y
formacin del personal de tal modo que la puntuacin que se
refleja en el formulario de la carpeta del inspector puede utilizarse
para determinar hasta qu punto dicha franquicia se ha acercado
al ideal. En su lgica inherente, la produccin a la manera de Ford
y del mdulo McDonalds es, como observ E.F. Schumacher en
1973, una ofensiva contra la impredecibilidad, la impuntualidad,
la arbitrariedad y la terquedad de la naturaleza viva, y tambin del
hombre.1
No es ninguna exageracin, creo, ver en los ltimos tres siglos el triunfo de los paisajes de control oficiales estandarizados y
de la apropiacin del orden local. Es del todo lgico, pues, que este
triunfo haya llegado en tndem con el ascenso de las grandes organizaciones jerarquizadas, de las que el propio estado es solo el
ejemplo ms llamativo. La lista de los rdenes locales que se han
perdido es impresionante. Me aventuro aqu a presentarles a los
lectores solo el principio de esta lista, y les invito, si es que tienen
apetito para ello, a aadirle lo que consideren oportuno. Los idiomas nacionales estndar han sustituido a las hablas locales. Las
propiedades agrarias de pleno derecho y mercantilizadas han sustituido a las complejas prcticas de uso comn de tierras locales,
1 E.F. Schumacher, Small is Beautiful: Economics As If People Mattered, Harper, Nueva York, 1989, p. 117 [hay trad, cast.: Lo pequeo es hermoso, Akal, Barcelona, 2001].
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las comunidades y los barrios planificados han sustituido a los antiguos barrios y comunidades sin planificar, y las grandes factoras y granjas industriales han sustituido a la produccin artesanal
y a la produccin agraria mixta y familiar. La nomenclatura estndar y las prcticas de identificacin han sustituido a las innumerables costumbres denominativas locales. La legislacin nacional
ha sustituido al derecho consuetudinario y a la tradicin. Los
grandes proyectos de irrigacin y de distribucin elctrica han
sustituido a los sistemas de irrigacin adaptados a las condiciones
locales y a la acumulacin de combustible. Los paisajes relativamente resistentes al control y a la apropiacin han sido sustituidos por paisajes que facilitan la coordinacin jerrquica.
Fragmento 7
La resistencia de lo local
Est muy claro que los grandes planes modernos de coordinacin
imperativa pueden, para determinados propsitos, ser la solucin
ms eficaz, igualitaria y satisfactoria. La exploracin del espacio,
la planificacin de inmensas redes de transporte, la fabricacin de
aviones y otras empresas de gran envergadura exigen gigantescas
organizaciones minuciosamente coordinadas por unos pocos expertos. El control de las epidemias o de la contaminacin exige un
centro en el que trabajen expertos que reciben y elaboran
informacin estandarizada de cientos de unidades informadoras.
Donde estos sistemas encuentran problemas, en ocasiones
catastrficos, es cuando se encuentran con una naturaleza recalcitrante cuya complejidad tampoco consiguen comprender.
Los problemas que han plagado la silvicultura cientfica,
inventada en tierras alemanas a finales del siglo XVIII, y algunas
formas de agricultura industrial intensiva tipifican ese encuentro.
Los fundadores de la silvicultura cientfica, impulsados por el deseo de maximizar los ingresos por la venta de lea y de madera,
llegaron a la conclusin de que, dependiendo del tipo de suelo, el
abeto noruego o bien el pino escocs eran los rboles que proporcionaran la mxima cantidad de metros cbicos de madera por
hectrea. Con este fin, talaron a ras bosques mixtos y plantaron
una nica especie, simultneamente y en hileras rectas (igual que
en los cultivos nicos intensivos). Su objetivo era obtener un bosque fcil de inspeccionar, que poda ser talado en un momento
programado, y que produjera un tronco uniforme a partir de un
rbol estandarizado (el Normalbaum). Durante un tiempo, casi un
siglo entero, funcion de forma brillante. Despus, empez a fallar. Al parecer, la primera rotacin haba utilizado al mximo
todo el capital de nutrientes acumulado en la tierra del bosque
mixto al que haba sustituido sin reponer lo que haba absorbido.
El bosque de especie nica era, sobre todo, un autntico festn
para las plagas, hongos parsitos, cocoideos y otras pestes varias
especializadas en atacar al pino escocs o al abeto noruego. Adems, un bosque de rboles todos de la misma edad era mucho ms
susceptible a los daos provocados por una tormenta catastrfica
o por el viento. En un esfuerzo por simplificar el bosque como si se
tratara de una mquina de fabricacin de un producto nico, la
silvicultura cientfica haba reducido su diversidad de forma radical, y esa falta de diversidad en las especies de rboles se haba replicado en todos los niveles de este bosque desnudo: en la escasez
de especies de insectos, pjaros, mamferos, lquenes, musgos,
hongos y flora en general. Los planificadores haban creado un
gran desierto y la naturaleza se haba defendido contraatacando.
En poco ms de un siglo, los sucesores de aquellos que haban hecho famosa la silvicultura cientfica hicieron famosos, por su parte, los trminos muerte forestal (Waldsterben y silvicultura de
recuperacin).
72 | JAMES C. SCOTT
Henry Ford, alentado por el xito del Tipo T y por una fortuna inimaginable, se top con casi el mismo problema cuando intent trasladar el xito de la fabricacin de automviles en factoras al cultivo de rboles de caucho en los trpicos. Compr un terreno de un tamao casi igual al del estado de Connecticut en la
cuenca de uno de los afluentes del Amazonas y emprendi la tarea
de crear Fordlandia*. Si el proyecto tena xito, su plantacin
debera aprovisionar en el futuro previsible el ltex suficiente para
equipar todos sus automviles con neumticos. Fue un autntico y
absoluto desastre. En su hbitat natural en la cuenca del Amazonas, los rboles de caucho se encuentran esparcidos aqu y all entre grupos de plantas muy diversas, y crecen muy bien en medio
de esta diversidad, en parte porque estn lo bastante alejados los
unos de los otros, minimizando as el impacto de las enferme* Sobre Fordlandia puede consultarse Fordlandia: The rise and fall of Henry Ford's
forgotten jungle city de Greg Grandin. (N. del e.)
dades y de las plagas que suelen atacar a estos rboles en este ecosistema que es el suyo natural. Los rboles de caucho que los ho landeses y los britnicos trasplantaron al sudeste asitico reaccionaron relativamente bien en grupos de plantaciones precisamente
porque no llevaron consigo todo su complemento de plagas y enemigos. Sin embargo, concentrados en hileras nicas en el Amazonas, sucumbieron al cabo de pocos aos a toda una variedad de
plagas y parsitos que ni siquiera los heroicos y costosos intentos
de triples injertos (fragmento de la cubierta de hojas de la planta
madre injertado en un patrn del tronco que se injerta a un patrn de raz diferente) pudieron superar.
En la sinttica y artificial planta de montaje automatizada
de automviles de River Rouge, construida para un nico propsito, el entorno, aunque con dificultades, poda ser controlado. En
los trpicos brasileos, no. Tras una inversin de millones de dlares, innumerables cambios en el equipo de gestin y modificaciones en los planes, y despus de disturbios y huelgas de los tra bajadores, la aventura brasilea de Henry Ford fue abandonada.
Henry Ford haba empezado con lo que los expertos consideraron ser la mejor calidad de rbol de caucho, y despus intent
modificar el entorno natural para adaptarlo a su plan. Comprese
esta lgica con la imagen opuesta: empezar con un entorno dado y
a continuacin seleccionar la variedad a cultivar que mejor se
ajusta a un entorno dado. Las prcticas tradicionales del cultivo de
la patata en los Andes constituyen un excelente ejemplo de cultivo
tradicional local. Un agricultor andino que cultiva patatas a gran
altitud puede cultivar quiz hasta una quincena de pequeas parcelas, aplicando en algunas de ellas algn tipo de sistema rotatorio. Cada parcela es diferente en cuanto a calidad de suelo, altitud,
orientacin al sol y al viento, humedad, inclinacin e historial de
cultivo. El agricultor no tiene ningn campo estndar, y al elegir
determinadas razas locales, cada una de ellas con caractersticas
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Fragmento 8
Los atractivos de la ciudad desordenada
Pues resulta que no son solo las plantas las que parecen prosperar
mejor en entornos de diversidad, sino que tambin la naturaleza
humana parece rechazar la rigidez de la uniformidad en favor de
la variedad y la diversidad.
El punto culminante del urbanismo se extiende a lo largo de
la primera mitad del siglo XX, cuando los grandes avances de la
ingeniera civil, la revolucin en las tcnicas y materiales de construccin y las ambiciones polticas de reconstruir la vida urbana se
combinaron para transformar las ciudades a lo largo y ancho de
Occidente. En lo concerniente a sus ambiciones, el urbanismo moderno guarda un gran parecido con la silvicultura cientfica y la
agricultura de plantacin, los tres estn cortados por el mismo patrn. La planificacin urbanstica moderna puso el nfasis en el
orden visual y en la segregacin de funciones. Visualmente, un
tema al que regresar ms adelante, los planificadores utpicos
preferan la sublime lnea recta, los ngulos rectos y la regularidad escultural. En cuanto a la distribucin espacial, todos los urbanistas casi sin excepcin preferan la separacin estricta de las
diferentes esferas de actividad urbana: zona residencial, espacios
comerciales de minoristas, espacios de oficinas, zonas de ocio, de
oficinas gubernamentales y de espacio ceremonial. Uno puede
imaginar muy bien por qu esta segregacin les resultaba tan conveniente a los planificadores. Tantas tiendas minoristas al servicio
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de tantos clientes podan ser reducidas a algo parecido a un algoritmo segn el cual se exigan tantos metros cuadrados por tienda,
tantos metros cuadrados de espacio de almacenaje, conexiones de
transporte planificadas, etc.; las viviendas necesitaban tantos metros cuadrados por familia (estandarizada), tanta cantidad de luz,
tanta agua, tanto espacio de cocina, tantos enchufes elctricos, y
tanto espacio de ocio adyacente. La estricta segregacin de funciones minimizaba las variables del algoritmo: era ms fcil planificar, ms fcil construir, ms fcil mantener, ms fcil de vigilar, y,
as lo crean ellos, ms fcil para la vista. Planificar espacios de uso
nico facilitaba la estandarizacin, mientras que, en comparacin, planificar una ciudad compleja y multiusos segn estos mismos parmetros hubiera sido una pesadilla.
Ahora bien, haba un problema. Las personas solan detestar estas ciudades, y las rechazaron siempre que pudieron, y cuando no podan, encontraron otros modos de expresar su desesperacin y su desprecio. Se dice que la era posmoderna empez precisamente el 16 de marzo de 1972 a las tres de la tarde, cuando el
complejo de edificios de pisos Pruitt-Igoe, un proyecto de viviendas sociales en Saint-Louis, fue final y oficialmente dinamitado y
reducido a un montn de cascotes. Sus habitantes ya lo haban reducido a todos los efectos a una estructura casi desierta. El complejo Pruitt-Igoe no era ms que el buque insignia de toda una flota de bloques de apartamentos aislados y de un solo uso, bloques
de viviendas sociales que a la mayor parte de sus residentes les parecan tinglados degradantes y que en la actualidad han sido derruidos casi todos.
Estos proyectos residenciales, que navegaban bajo la ensea
de limpieza de barrios de chabolas y de la eliminacin de plagas urbanas, ya durante su construccin estuvieron sometidos a
las intensas crticas, que acabaran dando sus frutos, de urbanistas, como Jane Jacobs, que estaban ms interesados en la ciudad
tradicional, es decir, en la vida urbana cotidiana, y en cmo la ciudad funciona en realidad, que en el aspecto que tena. La planificacin urbanstica, igual que la mayor parte de los sistemas oficiales,
se caracterizaba por una incmoda visin estrecha de miras, una
visin tnel. Es decir, se centraba implacable en un nico objetivo y diseo con el propsito de maximizar dicho objetivo. Si se
trataba de cultivar maz, el objetivo era el de conseguir el mayor
nmero de toneladas por hectrea; si se trataba de producir el
Tipo T, el objetivo era construir el mayor nmero posible de unidades del Tipo T por obrero y coste de produccin; si se trataba de
dar servicios de salud, se diseaba un hospital con el nico objetivo de la eficacia en dar tratamiento; si se trataba de la produccin de madera, se rediseaba el bosque para convertirlo en una
mquina de produccin de producto nico.
Jacobs comprendi tres cosas a las que estos urbanistas modernos estaban ciegos por completo. Primero, identific una presuncin mortfera segn la cual, en cualquiera de este tipo de actividades solo se haca una cosa, y el objetivo de la planificacin es
maximizar la eficacia de la realizacin de la actividad. A diferencia
de los planificadores, cuyos algoritmos dependan de eficacias estipuladas, por ejemplo el tiempo que se tardaba en llegar al trabajo
desde casa, o el grado de eficacia en la distribucin de productos
alimenticios en la ciudad, Jacobs comprendi que en cualquier actividad humana se hallaban contenidos muchos propsitos humanos. Las madres o padres que empujan los cochecitos de sus bebs
pueden estar al mismo tiempo charlando con amigos, haciendo
sus recados o la compra, y buscando un libro. Un oficinista puede
creer que almorzar o tomarse una cerveza con sus compaeros de
trabajo es la parte ms satisfactoria del da. Segundo, Jacobs comprendi que era por esta razn, y tambin por el puro placer de
deambular en un entorno animado, estimulante y diverso, que los
distritos urbanos de usos mixtos solan ser las zonas ms deseables de una ciudad. Los barrios urbanos populares, es decir, los
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Fragmento 9
El caos tras el orden
Gobernar un gran estado es como cocinar un pequeo
pescado.
Tao Te Ching
Cuanto ms planificado, regulado y formal sea un orden econmico o social, mayores posibilidades tiene de ser un parsito de
los procesos informales no reconocidos por el sistema formal, y
sin los cuales no podra seguir existiendo, procesos informales
que el orden formal por s solo no puede crear y mantener. En este
caso, la adquisicin del lenguaje es una metfora instructiva. Los
nios no empiezan a hablar aprendiendo las reglas de gramtica y
utilizando dichas reglas para producir una frase bien construida,
sino que, por el contrario, aprenden a hablar del mismo modo que
aprenden a andar: por imitacin, prueba y error y prctica infinita. Las reglas de gramtica son las regularidades que pueden observarse en el lenguaje bien construido, y no su causa.
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cas dispersas aqu y all, pequeos montculos que parecan distribuidos en la parcela de forma aleatoria. Puesto que a ojos de los
occidentales los huertos eran a todas luces un desorden, dieron
por sentado que los cultivadores eran negligentes y descuidados.
Los agentes de extensin agraria se pusieron manos a la obra para
ensearles las tcnicas agrcolas correctas y modernas. Tuvieron
que pasar unos treinta aos de frustracin y de fracasos hasta que
a un occidental se le ocurriera la idea de examinar cientficamente
los mritos relativos de los dos tipos de cultivo en las condiciones
africanas, y descubri que el desorden de los campos de cultivo
africanos era un sistema agrcola ajustado hasta el ltimo detalle a
las condiciones locales. El policultivo y la alternancia de cultivos
garantizaban la suficiente cobertura del suelo para prevenir la
erosin y capturar el agua de lluvia todo el ao; una variedad proporcionaba los nutrientes a otra, o bien le daba sombra; las barreras de estacas impedan la erosin de los surcos, y las variedades
estaban dispersas de tal forma que minimizaban los daos causados por las plagas y las enfermedades.
No solo los mtodos eran sostenibles, sino que la produccin superaba a la de los huertos cultivados segn las tcnicas occidentales preferidas por los agentes de extensin agraria. El error
de dichos agentes haba sido asociar el orden visual al orden funcional, y el desorden visual a la ineficacia. Los occidentales estaban presos de una fe casi religiosa en la geometra agrcola, mientras que los africanos haban desarrollado un sistema de cultivo
muy eficaz prescindiendo por completo de la geometra.
Edgar Anderson, un botnico interesado en la historia del
maz en Amrica central, dio con un huerto de un campesino en
Guatemala que demostraba que lo que pareca desorden visual poda ser la clave de un sistema funcional muy preciso. Anderson, en
su recorrido a pie hacia los campos de maz, pasaba a diario junto
a este huerto; al principio pens que se trataba de un vertedero de
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Fragmento 10
El enemigo jurado del anarquista
A lo largo de los ltimos dos siglos, las prcticas locales y tradicionales se han extinguido a tal ritmo que uno puede pensar en este
proceso, sin temor a exagerar, como en un proceso de extincin
total similar al de la desaparicin acelerada de las especies. Y la ra2 Edgar Anderson, Plants, Man, and Life, Little Brown, Boston, 1952, pp. 140-141.
zn es tambin anloga: la prdida de su hbitat. Muchas prcticas tradicionales locales han desaparecido ya de la escena, y muchas otras estn amenazadas.
El principal agente tras su extincin no es otro que el enemigo jurado del anarquista, el estado, y en particular, el moderno
estado-nacin. El auge del moderno mdulo poltico del estadonacin, ahora hegemnico, desplaz y aplast despus a toda una
serie de formas polticas locales tradicionales: bandas sin estado,
tribus, ciudades libres, confederaciones poco rgidas de ciudades,
comunidades de fugitivos e imperios, en cuyo lugar se alza por
todas partes un nico modelo local, el estado-nacin noratlntico,
codificado en el siglo XVIII y que se hace pasar por universal. Si
retrocedemos unos cientos de metros y abrimos nuestros ojos
dispuestos a maravillarnos, no deja de ser asombroso que uno
pueda viajar a cualquier lugar del mundo y encontrarse con el
mismo orden institucional: una bandera nacional, un himno
nacional, teatros nacionales, orquestas nacionales, jefes de estado,
un Parlamento (real o ficticio), un banco central y un aparato de
seguridad, entre otras instituciones. Los imperios coloniales y la
imitacin modernizadora desempearon su papel en la
propagacin de dicho mdulo, pero su capacidad de permanencia
depende del hecho de que este tipo de instituciones son los
engranajes universales que integran una unidad poltica en los
sistemas internacionales establecidos. Hasta 1989, los polos de
imitacin eran dos. En el bloque socialista, uno poda ir desde
Checoslovaquia a Mozambique, a Cuba, a Vietnam, a Laos y a
Mongolia y encontrar el mismo sistema, o casi, de planificacin
centralizada, granjas colectivas y planes quinquenales. Desde
entonces, y salvo escasas excepciones, ha prevalecido un nico
modelo estndar.
Una vez instaurado, el moderno estado(-nacin) emprendi
la tarea de homogeneizar su poblacin y las prcticas tradiciona-
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les locales que se desviaban de la norma. En casi todas partes el estado pas entonces a fabricar una nacin: Francia se puso a crear
franceses, Italia se puso a crear italianos.
Esta tarea implicaba un gran proyecto de homogeneizacin.
Una inmensa variedad de lenguas y de dialectos, a menudo ininteligibles entre s, quedaron subordinados, sobre todo gracias a la
escolarizacin, a un idioma nacional estandarizado, en general el
dialecto de la regin dominante, un proceso que condujo a la
desaparicin de idiomas, literaturas orales y escritas, msica,
leyendas y epopeyas locales, y de mundos enteros de significado.
Una inmensa variedad de leyes locales y de prcticas
consuetudinarias fueron sustituidas por un sistema nacional de
leyes que era, en principio al menos, el mismo en todas partes.
Una inmensa variedad de prcticas de uso de la tierra fueron
sustituidas por un sistema de propiedad, registro y transferencia,
los mejores para facilitar la aplicacin y recaudacin de los
impuestos. Una inmensa cantidad de sistemas pedaggicos
locales (aprendizajes, maestros y tutores itinerantes, sanacin,
instruccin religiosa, clases informales) fueron sustituidos en
general por un sistema educativo nacional tal, que un ministro de
Educacin francs pudo alardear de que, puesto que eran
exactamente las diez y veinte de la maana, saba qu pasaje
exacto de Cicern estaban estudiando en aquel momento todos
los escolares de un nivel determinado en toda Francia. Esta
imagen utpica de uniformidad se alcanz en muy pocas
ocasiones, pero lo que s lograron estos proyectos fue la
destruccin de las tradiciones locales.
En la actualidad, y ms all del estado-nacin en s mismo,
las fuerzas de la estandarizacin estn representadas por las organizaciones internacionales. El principal objetivo de instituciones
tales como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional,
la Organizacin Mundial del Comercio, la UNESCO, e incluso la
UNICEF y el Tribunal Internacional de Justicia, consiste en propagar a lo largo y ancho del globo los estndares normativos (buenas prcticas), derivados, una vez ms, de las naciones del
Atlntico Norte. El poder econmico de estas agencias es tal que el
hecho de no ajustarse a sus recomendaciones conlleva importantes penalizaciones en cuanto a crditos y la retirada de la ayuda. El
proceso de alineacin institucional lleva ahora como nombre el
encantador eufemismo de armonizacin. Las corporaciones
globales son fundamentales asimismo en este proyecto de
estandarizacin, puesto que tambin ellas prosperan en un
entorno cosmopolita, familiar y homogeneizado donde el orden
legal, las normativas comerciales, el sistema monetario y similares
son uniformes. Las corporaciones, adems, a travs de la venta de
sus productos y servicios y de la publicidad, trabajan
constantemente en la fabricacin de consumidores cuyas
necesidades y gustos son los que ellas necesitan.
La desaparicin de algunas tradiciones locales apenas requiere que mostremos duelo por ellas. Si el modelo estandarizado
del ciudadano francs que nos leg la revolucin sustituy formas
de servidumbre feudal en las provincias francesas, se trata entonces sin duda de un avance emancipador. Si los avances tcnicos tales como las cerillas o las lavadoras automticas sustituyeron al
pedernal y la yesca y al lavadero y la piedra, es indudable que se
tradujeron en la disminucin del trabajo pesado. Uno no querra
saltar en defensa de todas las tradiciones locales y en contra de todos los universales.
Las poderosas agencias de homogeneizacin, no obstante,
no tienen tanta sensibilidad. Su tendencia ha sido la de sustituir
prcticamente todas las tradiciones locales con lo que ellas representan como universales, pero recordemos una vez ms que, en la
mayora de los casos, se trata de tradiciones noratlnticas travestidas que se hacen pasar por universales. El resultado es una abru-
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tierra en una de las zonas chabolistas. Los organizadores identificaron entonces a no ms de cinco o seis familias que quisieran
unirse para construir un pequeo asentamiento. Los participantes
en el proyecto eligieron los materiales, seleccionaron la distribucin bsica, disearon las estructuras y se pusieron de acuerdo en
un plan de trabajo comn. Todas las familias eran responsables de
la misma cantidad de trabajo (que realizaban durante su tiempo
libre) a lo largo del perodo de dos o tres aos que dur la construccin. Ninguna de las familias saba qu seccin de las estructuras adosadas ocupara cuando la obra estuviera acabada, y, por
lo tanto, al tener todos el mismo inters en cuidar la calidad, pusieron un gran esmero en todas las fases de la construccin. Los
chabolistas tambin disearon una minscula zona comn que
qued integrada en el complejo. Para cuando el edificio fue
levantado, ya se haba creado y consolidado una estructura de
trabajo y de cooperacin (aunque, desde luego, no sin tensiones).
Ahora las familias tenan una propiedad que defender y que
haban construido con sus propias manos y, mientras lo hacan,
haban adquirido la prctica de trabajar unidos. Ellos, y otros
grupos como ellos, se convirtieron en los nodos institucionales de
un movimiento de ocupacin que haba logrado algo.
El magnetismo de la zona de juegos de Emdrup, que visto
en retrospectiva era evidente, emanaba tal vez del hecho de estar
abierta a cualquier objetivo, de la creatividad y del entusiasmo de
los nios que all jugaban. La zona de juegos estaba deliberadamente incompleta y su libertad era premeditada. Estaba concebida para ser completada por los impredecibles y cambiantes diseos de sus usuarios. Podra afirmarse que quienes concibieron
esta zona de juegos hicieron gala de una radical modestia con relacin a lo que ellos saban sobre lo que pensaban los nios, qu
inventaran, cmo trabajaran y cmo evolucionaran sus esperanzas y sus sueos. Ms all de la premisa de que los nios queran
construir, basada en la observacin de lo que de verdad interesaba
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ra compararlo con el test de Rorschach, lo cierto es que el monumento, no obstante, alcanza su significado ms por lo que le aportan los ciudadanos que por lo que impone el propio monumento.
(Un monumento a la guerra autnticamente cosmopolita, por supuesto, incluira en la lista, junto a los cados estadounidenses, a
todos los civiles y militares muertos en esta guerra, y en el orden
en el que cayeron. Este tipo de monumento exigira un muro que
fuera muchas veces ms largo que el muro existente.)
Podramos comparar el Vietnam Memorial a un monumento a la guerra estadounidense muy diferente: la escultura que representa el momento en el que se iz la bandera estadounidense
en la cima del monte Suribachi en Iwo Jima durante la segunda
guerra mundial. Emotiva por derecho propio, puesto que se refiere al momento final de una victoria lograda a costa de la prdida
de una inmensa cantidad de vidas, la estatua de Iwo Jima es manifiestamente heroica. Su patriotismo, simbolizado por la bandera,
por el tema de la conquista, por su imponente tamao y por su
tema implcito, la unidad en la victoria, deja poco espacio para que
el observador aada algo. Dada la prctica unanimidad con la que
se ve la segunda guerra mundial en Estados Unidos, no sorprende
en absoluto que la estatua en honor de los soldados de Iwo Jima
sea monumental y explcita. Aunque no exactamente falto de originalidad, el monumento a Iwo Jima, en el aspecto simblico, es
ms autosuficiente, igual que la mayor parte de los monumentos
blicos. Los visitantes pueden contemplar con reverencia el monumento, mientras admiran una imagen que, gracias a las fotografas y a la escultura, se ha convertido en un icono de la guerra en el
Pacfico; ahora bien, los visitantes reciben un mensaje, en lugar de
completarlo.
Comparado con la guerra y la muerte, el ejemplo del juego al
que hemos recurrido antes puede parecer trivial. Al fin y al cabo, el
juego no tiene ningn propsito ms all del placer y del disfrute
Washington
D.C.
Fotografa
de
Fragmento 12
Es ignorancia, estpido!
Incertidumbre y adaptabilidad
Parece que el concepto de eficacia se opone a la libertad que caracteriza al juego. Una vez ha quedado perfectamente definido el
propsito de una actividad, fabricar automviles, vasos de papel,
madera laminada o bombillas, a menudo suele parecer que solo
hay un modo eficaz de llevarla a cabo, al menos en las condiciones
vigentes. Si el entorno de trabajo de una institucin o factora se
mantiene repetitivo, estable y predecible, un conjunto de procedimientos rutinarios preestablecidos podra llegar a demostrar ser
de una eficacia excepcional y, por fuerza, cerrado.
Esta visin de eficacia es deficiente en, al menos, dos
aspectos.
El primero, y el ms evidente, es que en la mayora de las
economas y de los asuntos humanos en general, este tipo de condiciones estticas son la excepcin ms que la regla y, cuando las
condiciones cambian de forma apreciable, lo ms probable es que
se demuestre que estos procedimientos repetitivos carecen de capacidad de adaptacin. Cuanto mayor sea el repertorio de aptitudes que tenga el trabajador, y cuanto mayor sea su capacidad de
ampliar dicho repertorio, tanto mayor ser su capacidad de adaptacin a un entorno de trabajo impredecible, y, por extensin, tanto mayor ser sin duda tambin la capacidad de adaptacin de
una institucin compuesta por este tipo de individuos capaces de
adaptarse. La adaptabilidad y la amplitud ejercen la funcin de pliza de seguro personal e institucional frente a un entorno incierto. Podra sostenerse que esta era, en un sentido ms amplio, la
nica y la mayor ventaja que tuvo el Homo erectus sobre sus competidores primates: su impresionante capacidad de adaptarse a un
entorno caprichoso y, al final, de actuar sobre dicho entorno.
taje de piezas defectuosas que necesitaban ser sustituidas se increment de forma vertiginosa. Al final, fue necesario disear de
nuevo la cadena de montaje y disminuir la velocidad a un ritmo
humano. En lo que concierne a nuestro propsito, lo fundamental
aqu es que la resistencia de los trabajadores a la velocidad inhumana de la cadena de montaje es lo que hizo ineficaz el diseo. En
la economa neoclsica no existe un concepto de eficacia laboral
que no presuponga implcitamente unas condiciones de trabajo
que la mano de obra acepte y tolere. Si los trabajadores se niegan a
conformarse a la disciplina del plan de trabajo, pueden, con sus
acciones, invalidar dicha eficacia.
Fragmento 13
PHB: El Producto Humano Bruto
Y qu pasara si planteramos otro tipo de pregunta sobre las instituciones y actividades, una que no fuera la clsica y rgida pregunta neoclsica de cun eficientes son dichas instituciones y actividades con relacin al coste (es decir, recursos, mano de obra, y
capital) por unidad de un producto dado y especfico? Y qu pasara si preguntramos qu tipo de personas engendrara una determinada actividad o institucin? Quirase o no, cualquier actividad
o institucin que podamos imaginar, sin importar cul sea su propsito manifiesto y declarado, tambin transforma a las personas.
Qu pasara si decidiramos dejar en un segundo plano el
propsito manifiesto de una institucin y la eficacia con la que se
consigue dicho propsito y preguntramos cul es su producto
humano? Hay muchas formas de evaluar los resultados humanos
de las instituciones y de las actividades econmicas, y es poco probable que pudiramos concebir un instrumento de medida completo y convincente de, pongamos por caso, el PHB, producto humano bruto, que fuera comparable al PIB, producto interior bruto
La gran tragedia del sistema de educacin pblica, no obstante, radica en que es, sobre todo, una factora que produce un
nico producto. Lo nico que han conseguido los esfuerzos de las
ltimas dcadas por estandarizar, medir, examinar y exigir responsabilidades ha sido exacerbar esta tendencia. En el caso de los
alumnos, profesores, directores de escuela y distritos escolares enteros, los incentivos resultantes han tenido el efecto de desviar todos los esfuerzos a la produccin y modelado de un producto estndar que satisfaga los criterios establecidos por los auditores.
Cul es este producto? Es una cierta forma de inteligencia
analtica, de concepcin muy estrecha y que, se supone, puede ser
medida mediante exmenes. Sabemos, por supuesto, que los seres
humanos tenemos muchas competencias que son valiosas e importantes para el buen funcionamiento de una sociedad y que no
estn relacionadas ni de lejos con la inteligencia analtica, como
pueden ser entre otras el talento artstico, la inteligencia imaginativa, la inteligencia mecnica (el tipo de inteligencia que los primeros trabajadores de Ford llevaron consigo desde sus granjas),
las aptitudes musicales y para la danza, la inteligencia creativa, la
inteligencia emocional, las habilidades sociales y la inteligencia
tica. Algunas de estas aptitudes encuentran un lugar en las actividades extraescolares, en especial los deportes, pero no en las actividades que se miden y califican con notas y de las que ahora tanto
dependen los alumnos, los profesores y las escuelas. Esta nivelacin monocromtica de la educacin alcanza algo parecido a una
apoteosis en sistemas educativos como los que se aplican en Francia, Japn, China o Corea, donde el ejercicio culmina en un nico
examen del que dependen fundamentalmente la futura movilidad
y las oportunidades en la vida de una persona. Aqu, la lucha por
conseguir ingresar en las escuelas que tienen mejor reputacin,
por conseguir horas extras de enseanza particular y por asistir a
cursos especiales acelerados que preparan dicho examen se pone
al rojo vivo.
No deja de ser una gran irona que yo, que escribo esto, y
cualquier persona que est leyndolo, seamos los beneficiarios, los
vencedores, de esta feroz y competitiva lucha. Me recuerda una
pintada que vi en una ocasin en un bao de Yale. Alguien haba
escrito: Recuerda que aunque ganes esta carrera de ratas sigues
siendo una rata!. Debajo, una mano diferente haba garabateado
una rplica: S, pero eres un ganador.
Los que hemos ganado esta carrera somos los beneficiarios de por vida de oportunidades y privilegios que de otro modo
no se nos habran presentado. Tambin es posible que de esta victoria se deriven durante toda nuestra vida la sensacin de pertenencia, de superioridad, de haber conseguido algo, y de autoestima. Pongamos entre parntesis, de momento, la cuestin de si
este dividendo est justificado y de lo que realmente significa con
relacin al valor que nos damos a nosotros mismos y que nos dan
los otros, y limitmonos a observar que representa un fondo de capital social que ajusta radicalmente a nuestro favor las posibilidades de movilidad econmica y social. Se trata de un privilegio
vitalicio que se extiende, como mucho, a tal vez la quinta parte de
todos los ciudadanos que produce nuestro sistema. *
Y qu pasa con el resto? Qu pasa con, digamos, el 80 por
100 de los que a todos los efectos pierden esta carrera? Llevan consigo un capital social menor, y las probabilidades se ajustan en su
contra. Tal vez el hecho de que tienen probabilidades de cargar el
resto de su vida con la sensacin de haber sido derrotados, de ser
menos valorados, y de pensar que son inferiores y torpes sea igual
de importante. Este sistema ajusta todava ms las probabilidades
en su contra. Y sin embargo, tenemos motivos racionales para
darle crdito a los juicios de un sistema que valora solo una parte
tan restringida de los talentos humanos y que mide el xito, entre
* Se refiere, claro, al sistema educativo de Estados Unidos de Norteamrica. En
otras regiones los niveles son an ms inferiores. (N. del e.)
Fragmento 14
Un centro de atencin a la tercera edad
Un escalofriante encuentro con un centro de atencin a la tercera edad hace veinte aos me dej sobrecogido. Dos de mis tas,
ambas viudas y sin hijos vivos, estaban viviendo en una residencia
de la tercera edad en West Virginia, no lejos de la escuela en la que
haban enseado. Era una residencia pequea para unas veinte
mujeres, de las que se esperaba que fueran capaces de vestirse
solas y de caminar sin ayuda hasta el comedor comn. Mis tas
tenan alrededor de ochenta y cinco aos, y una de ellas, tras sufrir
una cada poco tiempo antes, haba ingresado en un hospital, una
estancia que se prolong porque antes de regresar a la residencia
tena que demostrar que era capaz de caminar sin ayuda.
Se dieron cuenta de que, al estar cada vez ms frgiles, tendran que dejar esa residencia e ingresar en un centro de convalecencia que ofreciera cuidados ms intensivos, y por eso, mis tas
me pidieron a m, su pariente ms cercano de la siguiente generacin, que visitara y examinara residencias geritricas a fin de ayudarles a escoger la mejor asistencia que podan permitirse.
Llegu un viernes, y cuando me sent a cenar con ellas en su
residencia el sbado, haba visitado dos centros que parecan adecuados, aunque uno de ellos pareca ms agradable y ms limpio,
al ser menos intenso ese olor que impregna incluso las mejores residencias. Deseoso de saber lo que los propios residentes opinaban del lugar, haba llevado a cabo una especie de encuesta informal yendo de habitacin en habitacin, presentndome, explicando la situacin de mis tas y escuchando lo que los residentes tenan que decir. Las evaluaciones haban sido muy positivas: los ancianos haban alabado los cuidados que reciban, la atencin del
personal y las actividades semanales y pequeas salidas que se les
permitan.
Me puse en marcha el domingo para aadir otras dos residencias cercanas al paquete, esperando poder haber visitado un
total de seis antes de tomar el avin de regreso. Aquella maana
empec, igual que haba hecho el sbado, hablando primero con el
personal y despus con los residentes. En la planta ms cercana a
la zona de recepcin pareca haber solo una enfermera, que me
acompa a visitar las instalaciones y que me iba explicando sobre
la marcha lo que veamos. Una vez finalizada la visita, le dije que
me gustara hablar con algunos de los residentes, y ella, sabiendo
que estaba buscando una plaza para mis tas, me llev en primer
lugar a una habitacin compartida por dos hermanas que haban
llegado juntas el ao anterior.
Tras presentarme y explicarles por qu quera conocer su
experiencia, escuch cmo alababan el cuidado que reciban con
animacin y un cierto entusiasmo. Otro lugar adecuado, empec a pensar. En ese preciso momento, pudo orse el timbre del telfono en la distancia que sonaba en el despacho de las enferme-
ras. La enfermera se excus y, explicando que los domingos siempre estaban un poco escasos de personal, corri hacia el vestbulo
para contestar el telfono. En el mismo momento en que se encontr fuera del alcance del odo, una de las hermanas se puso el
dedo sobre los labios y, con gran amargura, me dijo haga lo que
haga, no enve aqu a sus tas!, nos tratan fatal. Si nos quejamos de algo o pedimos ms ayuda, nos gritan y nos hacen callar.
Me explicaron que algunos miembros del personal retrasaban sus
baos o tardaban en llevarles la comida o sus efectos personales si
las ancianas hacan algo que les molestaba de un modo u otro. En
ese momento, se oyeron los pasos de la enfermera que se acercaba
a la habitacin, una de las hermanas puso el dedo sobre los labios
otra vez y cuando la enfermera entr, habamos retomado una
conversacin inocua.
Tras salir y subirme al coche para ir a inspeccionar una
cuarta residencia, ca en la cuenta de que acababa de presenciar el
funcionamiento de un rgimen de terror de bajo nivel. A juzgar
por esta experiencia, los residentes, siempre dependientes del personal para sus necesidades ms bsicas, tenan miedo de decir
cualquier cosa que no fuera lo que el personal esperaba de ellos, de
lo contrario podan ser castigados. Mis tas, en especial la profesora de ingls y de debate con complejo de Napolen, no llevaran
demasiado bien este rgimen. Tambin me di cuenta de que, hasta
ese ltimo incidente, en todas las ocasiones haba hablado con los
residentes en presencia de un miembro del personal que estaba
siempre conmigo. A partir de aquel momento, cuando visit las
cuatro residencias que todava tena en mi lista, insist en que me
dejaran visitar a solas la mayor parte de las instalaciones y hablar
con los residentes que encontrara. Si se negaban a ello, como ocurri en tres de las cuatro residencias, me marchaba de inmediato.
Al final, encontr otras razones sobre las que basar la eleccin de residencia. En uno de los centros, cuando expliqu que
mis tas eran profesoras, la jefa de enfermeras me pregunt quines eran y entonces exclam: Oh! La seorita Hutchinson! Me
acuerdo de ella, fue mi profesora de ingls en el instituto. Era estricta, pero recuerdo que sola invitarnos a todos a su granja en
Sandyville. Me pareci que mientras mi ta siguiera siendo la seorita Hutchinson, nuestra profesora de ingls y no solo una frgil anciana annima, tena motivos para esperar que recibiera un
cuidado ms atento y ms personal que, en condiciones ideales, se
extendiera tambin a su compaera de habitacin y hermana.
Solo esperaba que el complejo de Napolen de mi ta Elinore no
fuera tan memorable como para que su antigua alumna quisiera
convertir su estancia en la residencia en una Santa Helena.
Lo que me pareci tan desmoralizante fue imaginar que mis
dos tas, que durante mucho tiempo haban sido destacadas figuras de poder y autoridad, pudieran quedar reducidas en la ltima
etapa de su vida a este tipo de servilismo, temor y silencio. Tampoco poda hacer caso omiso del tono tan infantil que utilizaba el sobrecargado personal de los centros para dirigirse a los ancianos a
los que cuidaban: Venga, cario. Es hora de que te tomes las
pildoritas como una nia buena.
No resulta difcil imaginar lo rpida y completamente que
las condiciones de esta absoluta y abyecta dependencia para las
necesidades corporales ms bsicas de un personal mal pagado y
agobiado por el exceso de trabajo pueden inducir una personalidad institucional, y cmo la infantilizacin puede llegar a producir nios ancianos. La residencia de ancianos, no demasiado diferente de la prisin, el claustro, o los barracones, es como una
institucin total de un poder tan aplastante que las presiones
para adaptarse a sus normas institucionales son casi irresistibles.
Fragmento 15
Enfermedades de la vida institucional
La mayor parte de nuestra vida transcurre en instituciones: de la
familia a la escuela, al ejrcito y a la empresa. Estas instituciones
les dan forma a nuestras expectativas, a nuestra personalidad y a
nuestra rutina diaria en un grado bastante considerable. Una vez
reconocido que estas instituciones son variadas y que no son estticas, podemos, aun as, decir algo sobre los efectos acumulados
de este tipo de instituciones al darnos forma?
Yo creo que s podemos, aunque sea de forma sencilla e improvisada. Lo primero que debemos observar es que, desde la revolucin industrial y la urbanizacin precipitada, una gran parte
de la poblacin, y el nmero sigue creciendo a pasos agigantados,
se ha quedado sin propiedades y depende para su supervivencia
de grandes organizaciones jerrquicas. Y aunque es muy posible
tambin que la economa domstica del pequeo granjero,
agricultor o comerciante se haya visto igual de afectada por la pobreza y sufra la misma inseguridad que la de los proletarios, lo
cierto es que estaba mucho menos sometida a la disciplina cotidiana y directa de gestores, jefes y capataces. Incluso el aparcero, sometido a los caprichos del propietario de su parcela, o el minifundista, muy endeudado con el banco o con los prestamistas, poda
controlar su da de trabajo: cundo sembrar, cmo cultivar, y
cundo cosechar y vender. Comprese con el obrero de la fbrica
ligado al reloj desde las ocho de la maana hasta las cinco de la
tarde, atado al ritmo de la mquina y bajo el estrecho control de
personas o mecanismos electrnicos. Incluso en las industrias de
servicios, el ritmo, la regulacin y el control del trabajo sobrepasan
con mucho lo que experimentaba el pequeo comerciante independiente en materia de supervisin minuciosa.
Lo segundo que debemos observar es que estas instituciones, salvo muy escasas excepciones, estn intensamente jerarquizadas y que, en general, suelen ser autoritarias. Podra decirse que
la formacin en los hbitos jerrquicos empieza, tanto en las sociedades agrarias como en las industriales, en la familia patriarcal.
Si bien el autoritarismo de las estructuras familiares en las que se
trata a nios, mujeres y sirvientes como si fueran propiedad personal del cabeza de familia ha disminuido, la familia patriarcal se
mantiene boyante, y no podra describirse precisamente como un
centro de formacin en autonoma e independencia, excepto, tal
vez, en el caso del cabeza de familia. A lo largo de la historia, la familia patriarcal fue siempre ms bien una formacin en servidumbre para la mayora de sus miembros y un campo de formacin en el autoritarismo para los cabezas de familia varones e hijos
varones que se formaban en la jefatura familiar. Cuando la experiencia de la servidumbre en el seno de la familia se ve reforzada
por una vida laboral adulta que transcurre en su mayor parte en
entornos autoritarios que merman todava ms la autonoma e
independencia del trabajador, las consecuencias para el PHB son
deprimentes.
En una democracia, los efectos sobre la calidad de la ciudadana de una vida vivida en su mayor parte en condiciones de sumisin son lamentables y no auguran nada bueno. Es razonable
imaginar que alguien que vive sometido la prctica totalidad del
tiempo y que ha adquirido los hbitos de supervivencia y de autodefensa en este tipo de entorno pueda convertirse de repente, en
una asamblea local, en un modelo de soberana individual, de pensamiento independiente y dispuesto a correr riesgos? Cmo puede uno pasar directamente de lo que suele ser una dictadura en el
trabajo a la prctica de la ciudadana democrtica en la esfera cvica? Es indudable que los entornos autoritarios configuran la personalidad de formas muy penetrantes. En un experimento que se
hizo famoso, Stanley Milgram descubri que la mayora de los su-
jetos, si las autoridades en bata blanca les ordenaban hacerlo, administraban lo que ellos crean que eran intensas descargas elctricas que podan incluso poner en peligro la vida de los otros participantes en el experimento. Y Philip Zimbardo, en un experimento psicolgico, descubri que los sujetos a quienes se les haba
asignado el papel de carceleros tardaban tan poco en abusar de su
poder que el experimento tuvo que ser cancelado antes de hacer
ms dao.3
Ms en general, filsofos polticos tan diversos como
tienne de la Botie o Jean-Jacques Rousseau sintieron una gran
preocupacin por las consecuencias polticas de la jerarqua y de la
autocracia. Crean que este tipo de entornos creaban personalidades de sbditos ms que de ciudadanos. Los sbditos aprendan
los hbitos de la deferencia, eran aptos para adular a sus superiores y adoptar un tono de servilismo, disimulando cuando era necesario, y en muy raras ocasiones aventurndose a formular una
opinin independiente, y menos an, controvertida. Su comportamiento, en general, era cauto, y si tal vez tenan opiniones propias, o incluso subversivas, se las guardaban para s, evitando los
actos pblicos que dejaran patente que tenan criterio propio o
que se marcaban su propio rumbo moral.
Bajo las formas ms rgidas de institucionalizacin (el
trmino en s mismo ya es definitorio), tales como prisiones, manicomios, orfanatos, centros de trabajo para pobres *, campos de
3 Stanley Milgram, Obedience to Authority: An Experimental View, Harper-Collins,
Nueva York, 1974 [hay trad. cast.: Obediencia a la autoridad: un punto de vista experimental, trad.: J. Goitia Gorritxo, Descle de Brouwer, Bilbao, 1980); Philip G. Zimbardo, The Lucifer Effect: How Good People Turn Evil, Random House, Nueva York,
2008 [hay trad. cast.: El efecto Lucifer: el porqu de la maldad, trad.: G. Snchez
Barbern, Paids Ibrica, Barcelona, 2008].
* El centro de trabajo para pobre, workhouse en ingls, fue una institucin britnica aparecida a mediados del siglo XVIII. En sus centros se acoga a los pobres y se
les daba cama, comida, atencin mdica y educacin a los nios a cambio de trabajos que estaban obligados a realizar. (N. de la t.)
Fragmento 16
Un modesto ejemplo contraintuitivo: eliminacin de los
semforos
La regulacin de la vida diaria es tan omnipresente y est tan incrustada en nuestras expectativas y rutinas que pasa casi desapercibida. Tomemos el ejemplo de los semforos en las intersecciones. Inventado en Estados Unidos tras la primera guerra mundial,
el semforo sustituy el buen juicio del tcnico de trfico en el
toma y daca mutuo que haba predominado desde siempre entre
trfico, y no los atascos. A modo de experimento, sustituy el semforo de la interseccin de trfico ms intenso de Drachten, por
la que circulaban 22.000 coches al da, por una rotonda, la prolongacin de un carril-bici y una zona peatonal. En los dos aos que
siguieron a la retirada del semforo, el nmero de accidentes descendi a solo dos, en lugar de los 36 choques en los cuatro aos anteriores. El trfico circula con mayor fluidez por la interseccin
cuando todos los conductores saben que deben permanecer
atentos y utilizar su sentido comn, mientras que los
embotellamientos y la agresividad que se les asocia casi han
desaparecido. Monderman lo compar con los patinadores en una
pista de hielo abarrotada que consiguen adaptar sus movimientos
a los de los otros patinadores. Tambin crea que un exceso de
sealizacin llevaba a los conductores a apartar la mirada de la
carretera, y que, de hecho, contribua a aumentar la peligrosidad
de los cruces.
En mi opinin, la eliminacin de los semforos puede ser
vista como un modesto ejercicio de entrenamiento en conduccin
responsable y cortesa cvica. Monderman no se opona por principio a los semforos, simplemente no le pareca que en Drachten
fueran tiles de verdad en cuanto a la seguridad, a la mejora de la
circulacin del trfico rodado y a la disminucin de la contaminacin. La rotonda parece peligrosa, y sta es precisamente la cuestin. Monderman sostena que cuando se fuerza a los conductores a ser ms precavidos en su manera de conducir, se comportan
con ms prudencia, y las estadsticas de los accidentes posteriores a la eliminacin del semforo confirman su teora. Al tener
que compartir la carretera con otros usuarios y no contar con la
coordinacin obligatoria impuesta por los semforos, el contexto
exige que se le preste atencin, una atencin inducida por la ley
que, en caso de accidentes en los que la culpa resulta difcil de de terminar, declara presunto culpable al ms fuerte (es decir, cul-
Fragmento 18
La etiologa del desprecio
Antes de que empecemos a colmar de elogios a la pequea burguesa, hagamos una pausa para analizar por qu, como clase, tiene tan mala prensa. El desprecio marxista hacia la pequea burguesa es, en parte, estructural. La industria capitalista cre el proletariado y, por lo tanto, solo con la emancipacin del proletariado
se podr trascender el sistema del capitalismo. Curiosa, y tambin
lgicamente, los marxistas, no sin una cierta reticencia, sienten
admiracin por los capitalistas que trascendieron el feudalismo y
desencadenaron las enormes fuerzas productivas de la industria
moderna. Podra decirse que sentaron las bases de la revolucin
proletaria y del triunfo del comunismo entre la abundancia material. La pequea burguesa, en contraste, no es ni chicha ni limonada; quienes pertenecen a ella son en su mayora pobres, pero
son capitalistas pobres. Pueden, de vez en cuando, aliarse con la
izquierda, pero son amigos de conveniencia, y su lealtad, en esencia, no es fiable puesto que tienen un pie a ambos lados de la lnea
y desean convertirse en grandes capitalistas.
La traduccin literal del francs petite al ingls petty* en lugar de, por ejemplo, small, pequea, es ms perjudicial an, porque ahora parece significar no solo pequea, sino adems de una
trivialidad despreciable, como por ejemplo en pettifoggery
(quisquillosidad), petty cash (calderilla) o simplemente petty (in* En ingls, pequea burguesa es petty bourgeoisie, y petty en ingls tiene connotaciones negativas, significa insignificante, nimio, trivial, de escasa importancia, menor, y adjetivos despreciativos similares, de ah todos los comentarios que siguen del autor. (N. de la t.)
2 Paul Averich, Kronstadt 1921, Princeton University Press, Princeton NJ, 1970, p.
66. [Hay trad. cast. http://www.librosdeanarres.com.ar/kronstadt-1921]
3 Vaisberg, hablando en 1929, y citado en R.W. Davies, The Socialist Offensive: The
Collectivization of Russian Agriculture, 1929-1930, Macmillan, Londres, 1980, p. 175.
4 A. V. Chayanov, The Theory of Peasant Economy, ed. Daniel Thorner, trad, al ingls
de Basile Kerblay y R.E.F. Smith, Richard Irwin para la American Economic
Association, Homewood, 1L, 1966, publicado originalmente en ruso en 1926.
Fragmento 19
Sueos pequeoburgueses: el atractivo de la propiedad
Para abreviar una larga historia, hace unos veinte mil aos que el
Homo sapiens corre por este mundo. Los estados no fueron inventados hasta hace unos cinco mil aos ms o menos, y hasta hace
unos mil, la mayor parte de la humanidad viva ajena a cualquier
cosa que pudiera ser llamada estado. La mayora de los que vivan
en el interior de aquellos estados eran pequeos propietarios
(campesinos, artesanos, tenderos y mercaderes), y cuando, a partir del siglo XVII, aparecieron determinados derechos de representacin, fueron concedidos en funcin del rango social y de las
propiedades. Es posible que las grandes organizaciones burocrticas caractersticas de la era moderna, al principio, hubieran tomado como modelo el monasterio o los cuarteles, pero son esencialmente un producto de los ltimos dos siglos y medio. Este es otro
modo de decir que existe una larga historia ajena al estado y que la
vida en el interior del estado hasta el siglo XVIII estableca una
clara diferencia entre una poblacin formalmente no libre (esclavos, siervos y dependientes), por una parte, y, por la otra, una gran
poblacin formada por pequeos propietarios que dispona, en
teora, y a menudo en la prctica, de determinados derechos para
fundar familias: poseer y heredar tierras, unirse en gremios, elegir
a los dirigentes de su pueblo y elevar peticiones a los gobernantes.
La relativa autonoma e independencia de las clases subordinadas
adoptaba, por lo tanto, dos formas: la vida en los mrgenes, fuera
del alcance del estado, o la vida en el interior del estado con los
derechos mnimos asociados a la pequea propiedad.
Sospecho que el gran deseo que puede observarse en muchas sociedades de poseer un trozo de tierra, una casa en propiedad, o un comercio propio, se debe en gran medida no solo al margen real de independencia, autonoma y seguridad que confiere el
ser propietario de algo, sino tambin a la dignidad, rango y hono-
res asociados a la pequea propiedad a ojos del estado y de los vecinos. En opinin de Thomas Jefferson, la agricultura independiente minifundista fomentaba las virtudes sociales y constitua
los cimientos de la ciudadana democrtica:
Los cultivadores de la tierra son los ciudadanos
ms valiosos, son los ms vigorosos, los ms independientes y los ms virtuosos; estn ligados a su pas y
casados con la libertad de intereses de su pas por los
vnculos ms duraderos.5
Durante la poca en la que viv en una sociedad campesina,
y en el curso de mis lecturas sobre el campesinado, me result imposible no prestarle atencin a la increble tenacidad con la que
muchos minifundistas marginales se aferraban al pedazo ms pequeo de tierra. Cuando la pura lgica econmica pareca indicar
que les ira mejor si buscaban un arrendamiento o una aparcera
rentable, o incluso si se trasladaban a la ciudad, se mantuvieron
en la cuerda floja todo el tiempo que pudieron resistir. Los que no
tenan tierra propia que cultivar buscaban aparceras a largo
plazo, preferiblemente en tierras de familiares, la segunda mejor
opcin, en cuanto a estatus, despus de ser propietario. Los que
no tenan tierras propias ni la posibilidad de hacerse una
aparcera viable, y que haban quedado reducidos a trabajar para
otros, se aferraron a las parcelas en las que tenan su casa hasta el
final. En trminos de ingresos puros, una buena parte de los
aparceros ingresaban ms que los minifundistas, y una buena
parte de los peones a sueldo ingresaban ms que los aparceros. A
los campesinos, sin embargo, les pareca que la diferencia en
cuanto a autonoma, independencia y, por lo tanto, posicin social
era decisiva. El minifundista, a diferencia del aparcero, no
dependa de nadie en cuanto a tierras de labranza, y el aparcero, a
5 Henry Stephens Randall, Cultivators, en The Life of Thomas Jefferson, vol. 1,
1858, p. 437.
6 Barrington Moore, Jr., Injustice: The Social Basis of Obedience, M.E. Sharpe,
Armongk, N.Y., 1978 [hay trad. cast.: La injusticia, bases sociales de la obediencia y la
rebelin, trad.: S. Sefchovich, Universidad Nacional Autnoma de Mxico, Mxico,
D.F., 1989].
Fragmento 20
La funcin social no tan pequea de la pequea burguesa
Desde los movimientos de los Diggers (cavadores) y los Levellers (niveladores) de la guerra civil inglesa, pasando por los campesinos
mexicanos de 1911, los movimientos anarquistas espaoles, que se
prolongaron casi un siglo, los grandes y numerosos movimientos
anticolonialistas, y hasta los multitudinarios movimientos en el
Brasil contemporneo, el deseo de poseer tierras y de recuperar la
tierra perdida ha sido siempre el leitmotiv de los movimientos de
masas igualitarios ms radicales. Si no hubieran apelado a los sueos pequeoburgueses, no hubieran tenido ninguna oportunidad.
El desprecio de Marx hacia la pequea burguesa, al que
solo superaba su desprecio por el Lumpenproletariat (el subproletariado), se sustentaba en el hecho de que los pequeoburgueses
eran minifundistas o pequeos propietarios y, por lo tanto, pequeos capitalistas. Solo el proletariado, una nueva clase nacida del
capitalismo y que careca de propiedades, poda ser autnticamente revolucionario, y la liberacin del proletariado dependa de que
11 Vase, p.e., Michel Crozier, que afirma que, incluso en el seno de las grandes
organizaciones burocrticas, la clave del comportamiento es la insistencia del
individuo en su propia autonoma y en su rechazo a cualquier relacin de dependencia. The Bureaucratic Phenomenon, University of Chicago Press, Chicago, 1964,
p. 290.
se trascendiera el capitalismo. Por muy slido que sea este razonamiento en teora, el hecho histrico es que en Occidente, hasta el
final del siglo XIX, fueron los artesanos, tejedores, zapateros, impresores, albailes, constructores de carros y carpinteros los que
formaron el ncleo de los movimientos obreros ms radicales.
Como una antigua clase, compartan una tradicin comunitaria,
un conjunto de prcticas igualitarias, y tenan un grado de cohesin local que la recin reunida fuerza laboral de la factora distaba mucho de igualar. Y, por supuesto, los extraordinarios cambios
en la economa a partir de la dcada de 1830 amenazaron su existencia como comunidades y gremios; su lucha por proteger su autonoma se libraba en la retaguardia. En palabras de Barrington
Moore, que se hacen eco de las de E.P. Thompson,
la principal base social del radicalismo han sido el
campesinado y los pequeos artesanos de las ciudades. A partir de estos hechos, podemos concluir que la
fuente de la libertad humana se encuentra no solo
donde la vio Marx, en las aspiraciones de las clases
que estaban a punto de hacerse con el poder, sino, tal
vez, y ms aun, en el moribundo clamor de las clases
que estn a punto de ser arrolladas por la oleada del
progreso.12
Durante la guerra fra, la opcin contrarrevolucionaria habitual era la reforma agraria preventiva, aunque las lites solan
bloquearla con bastante frecuencia. El consenso neoliberal en organizaciones como el Banco Mundial no erradicara de su agenda
12 Barrington Moore, The Social Origins of Dictatorship and Democracy, Beacon
Press, Boston, 1966 [hay trad. cast.: Los orgenes sociales de la dictadura y de la democracia: el seor y el campesino en la formacin del mundo moderno, trad.: J. Costa y G.
Woith, Pennsula, Barcelona, 2002]. Vase tambin la magnfica obra de E. P.
Thompson, The Making of the English Working Class, Vintage, Nueva York, 1966
[hay trad, cast.: La formacin de la clase obrera en Inglaterra, trad.: E. Grau, Crtica,
Barcelona].
empleando a sus creadores, o bien robando o comprando cualquier idea que parezca prometedora (o amenazadora). La ventajosa competitividad de las grandes compaas radica sobre todo en
su capitalizacin, en su gran capacidad comercializadora, en su
poder de ejercer presin y en la integracin vertical, y no en sus
ideas originales o capacidad de innovar. Y si bien es cierto que la
pequea burguesa no puede enviar un hombre a la Luna,
construir un avin, perforar en busca de petrleo en aguas
profundas, gestionar un hospital, o producir y comercializar un
medicamento importante o un telfono mvil, la capacidad de las
grandes compaas de hacer todas estas cosas descansa sobre
todo en su capacidad de combinar miles de pequeas invenciones
y procesos que ellas mismas no han creado, que tal vez ni siquiera
hubieran podido crear.14 Esto tambin, por supuesto, constituye
una importante innovacin por derecho propio. Sin embargo, una
de las claves de la posicin de oligopolio de las corporaciones ms
grandes radica precisamente en su poder de eliminar o devorar a
sus rivales en potencia. Al hacerlo, sin duda, asfixian al menos
tanta innovacin como la que facilitan.
Fragmento 21
Barra libre por cortesa de la pequea burguesa
Si no puedes sonrer, no abras una tienda.
Proverbio chino
Hace poco tiempo, pas unos das con una amiga en Mnich, en
casa de sus ancianos padres, a los que ella haba ido a visitar. Eran
14 Escribo tal vez aqu porque, a mediados de siglo, exista una cultura de investigacin en grandes empresas como por ejemplo AT&T (Bell Labs), DuPont e
IBM que sugiere que las grandes empresas no son inherentemente hostiles a la
innovacin.
bastante frgiles y la mayor parte de su vida transcurra en el interior de su piso, pero insistan en salir cada da a dar un corto paseo en las frescas maanas de verano por los alrededores de su vecindario. Durante varios das, mi amiga y yo les acompaamos a
hacer su ronda cuando iban a la compra, y ronda sin duda lo era.
Primero iban a una pequea tienda de comestibles donde compraban algunas frutas y verduras y productos no perecederos; luego,
entraban en una tienda cercana que venda mantequilla, leche,
huevos y queso; despus, en una carnicera, en la que compraban
un pequeo lomo de cerdo; a continuacin, visitaban un puesto de
frutas y, finalmente, tras hacer una pausa para mirar un rato a los
nios que jugaban en un pequeo parque, se dirigan a un kiosco
a comprar una revista y la prensa local. Pareca una rutina casi invariable, y en cada tienda, siempre haba conversacin, ms breve
o ms larga dependiendo de la cantidad de clientes. Se comentaba
el tiempo o un reciente accidente de trfico ocurrido en las cercanas, los clientes y tenderos se preguntaban sobre sus amigos o conocidos mutuos, se hablaba de los nacimientos recientes en el barrio, o de cmo les iban las cosas a los hijos, y se hacan reflexiones
sobre lo molesto que era el ruido del trfico, y cosas por el estilo.
Podra decirse que las conversaciones eran superficiales,
poco ms que los cumplidos de rigor, y se hablaba de los pequeos
cambios de la vida cotidiana, pero nunca, nunca eran annimas;
los interlocutores se conocan por su nombre, y conocan tambin
la historia familiar de unos y otros. No pude evitar asombrarme
por la fcil, aunque superficial, sociabilidad que predominaba, y
me di cuenta de que estas rondas eran el punto culminante del da
en la vida social de los padres de mi amiga. Podran sin ningn
problema haber hecho la compra de un modo mucho ms eficiente en el sper cercano. Tras un momento de reflexin sobre ello,
uno puede ver que los pequeos comerciantes son trabajadores
sociales que prestan un servicio no remunerado y que ofrecen un
compaerismo breve pero cordial a su clientela fija. No remune-
rado no es por supuesto del todo correcto, por cuanto sus precios
eran, con toda seguridad, ms altos que los de comercios ms
grandes; los tenderos haban llegado a la comprensin implcita
de que las sonrisas y los cumplidos que les ofrecan a sus clientes
eran un modo de construirse una clientela fija y fiel y, por lo tanto,
de hacer crecer su negocio. Sin querer hacer gala de un excesivo
cinismo sobre la mscara de la sonrisa del tendero, no obstante,
merece la pena observar que este tipo de cortesa y cumplidos
pueden mitigar los efectos negativos derivados de pasar todo el
da tras un mostrador, cortando, pesando y contando dinero.
La pequea burguesa realiza en este contexto una especie
de servicio social diario fiable y gratis que difcilmente ninguna
agencia o funcionario pblico podra reproducir. No es ms que
uno de los muchos servicios gratuitos que los pequeos comerciantes saben que les conviene ofrecer en el ejercicio de sus transacciones. Jane Jacobs, en sus estudios etnogrficos, en los que lleg a una profunda comprensin de la textura de los vecindarios y
barrios y de la seguridad pblica, ha catalogado muchos de estos
servicios.15 Su frase, la mirada puesta en la calle, una observacin absolutamente original en 1960, se ha convertido en el principio director del diseo de barrios urbanos. Hace referencia al control informal y constante del vecindario que ejercen los peatones,
tenderos y residentes, muchos de los cuales se conocen entre ellos.
Su presencia, lo que anima la calle, ejerce la funcin informal de
mantener el orden pblico, con apenas o ninguna necesidad de intervencin. La cuestin para nuestro propsito es que la mirada
puesta en la calle exige un barrio denso y de usos mixtos, en el
que numerosas pequeas tiendas, talleres, apartamentos y servicios garanticen el trfico peatonal constante de personas que hacen sus recados, se dedican a mirar escaparates o hacen entregas.
15 Jane Jacobs, The Death and Life of Great American Cities, Vintage, Nueva York,
1961 [hay trad, cast.: Muerte y vida de las grandes ciudades, trad.: A. Abad Silvestre, A.
Useros Martn, Capitn Swing, Madrid, 2011].
Los pilares de este proceso son los comerciantes pequeoburgueses, que permanecen en su tienda la mayor parte del da, que conocen a sus clientes y que ejercen una vigilancia informal de la calle. Este tipo de barrios son mucho ms seguros que los lugares desiertos y donde el trfico peatonal es escaso. Una vez ms, podemos afirmar que en este tipo de barrios se ofrece un servicio muy
valioso, en este caso la garanta de la seguridad pblica, un producto derivado de la combinacin de otras actividades y que al pblico no le supone ningn gasto. All donde faltan estas estructuras informales, incluso a la polica le costara mantener eficazmente la seguridad.
La pequea burguesa ofrece servicios, como por ejemplo la
sonrisa del tendero, que sencillamente no pueden comprarse.
Jacobs observ que en cada manzana, o casi, haba al menos una
tienda que abra muchas horas, y a cuyos propietarios los residentes les pedan que les guardaran las llaves de su casa para entregrselas a familiares de fuera de la ciudad que utilizaran su piso
mientras ellos estaban fuera. Cuando se lo pedan, el comerciante
ofreca este servicio como una cortesa hacia sus clientes. Resulta
imposible imaginar que una agencia pblica pudiera ofrecer este
tipo de servicio.
No cabe ninguna duda de que los supermercados y centros
de gran distribucin pueden, debido, insistimos, a su poder como
compradores, suministrarles a los consumidores un sinfn de productos manufacturados a un precio ms barato que el que pueda
ofrecer la pequea burguesa. Lo que no est tan claro, no obstante, es si, una vez se han incluido como factores a tener en cuenta
todos los bienes pblicos (las externalidades positivas) que suministra la pequea burguesa, a saber, trabajo social informal, seguridad pblica, el placer esttico de un paisaje callejero animado e
interesante, una gran variedad de experiencias sociales y de
servicios personalizados, redes de conocidos, noticias informales
* Wal-Mart y Home Depot son dos grandes cadenas de distribucin estadounidenses. Wal-Mart opera como discount store, grandes almacenes con los precios
ms baratos del mercado. La segunda est especializada en materiales de construccin y bricolaje para el hogar, tambin con los precios ms baratos del mercado. Han sido objeto de controversia por su poltica de contratacin, condiciones
laborales y salarios. (N. de la t.)
5. PARA LA POLTICA
Fragmento 22
Debate y calidad: contra las medidas cuantitativas de calidad
Cierto da, Luisa, que tena entonces seis aos menos, empez una conversacin con su hermano con estas palabras:
Tom, me asombra...
Alguien la oy, y ese alguien era el seor Gradgrind, que
surgi a la luz, y le dijo:
Luisa, no hay que asombrarse nunca.
En esta frase estaba todo el resorte mecnico del secreto de
educar la razn, sin rebajarse a cultivar los sentimientos y
los afectos. No asombrarse nunca. Arreglar todas las cosas
echando mano, segn los casos, de la adicin, la sustraccin, la multiplicacin y la divisin, y no asombrarse.
Charles Dickens, Tiempos difciles
La fuerza de la idea de la empresa privada yace en su simplicidad aterradora [...] Se adeca perfectamente a la tendencia moderna hacia la total cuantificacin, a expensas de
la apreciacin de las diferencias cualitativas, porque a la
empresa privada no le preocupa qu es lo que produce sino
cunto es lo que gana con la produccin.
Fragmento 23
Y si...? Una empresa de auditora fantasma
Me acompaa el lector en una breve fantasa? El ao es 2020.
Richard Levin, el rector de la Universidad de Yale, se acaba de retirar tras un largo y brillante mandato y ha declarado que 2020 es el
Ao de la Visin Perfecta. Todos y cada uno de los relucientes
edificios han sido reconstruidos, los estudiantes son cada vez ms
precoces y consumados, y estn ms sindicados, que en 2010; la
1 Atlantas Testing Scandal Adds Fuel to U.S. Debate, Atlanta Journal
Constitution, 13 de julio de 2011.
publicacin que ahora fusiona a US News & World Report y Consumer Reports ha clasificado a la Universidad de Yale con el nmero 1
en el ranking global, ah arriba, junto a los mejores hoteles, coches
de lujo y segadoras. Bueno, casi en el ranking global, porque parece que la calidad del profesorado, tal como se refleja en los trascendentales rankings, ha cado. Los competidores de Yale sacuden
la cabeza ante este descenso, y los que saben leer entre las lneas
de las declaraciones aparentemente serenas de la Corporacin
Yale pueden detectar un pnico creciente pero, por supuesto,
siempre decoroso.
El nombramiento de la sucesora de Levin, Condoleezza
Rice, la exsecretaria de Estado, que en el reciente pasado ha llevado a cabo una sensata racionalizacin de la Fundacin Ford con
criterios empresariales, es uno de los indicadores de la preocupacin que reina en la corporacin. S, es la primera mujer de color
en ponerse al frente de Yale y, por supuesto, otras cuatro universidades de la Ivy League* ya tienen a su frente a mujeres de color.
Nada sorprendente, habida cuenta de que Yale siempre ha seguido
la regla de los granjeros y agricultores de Nueva Inglaterra, nunca seas el primero en intentar algo nuevo, ni tampoco el ltimo.
Por otra parte, la rectora Rice no ha sido elegida por su simbolismo, sino por la promesa que representa: la promesa de conducir una total reestructuracin del profesorado utilizando las
tcnicas ms avanzadas de gestin de calidad; tcnicas perfeccionadas desde sus rudimentarios inicios en las Grandes coles de
Pars a finales del siglo XIX, encarnadas no solo en la revolucin
en Ford de Robert McNamara, y ms tarde, en la dcada de 1960,
en su trabajo en el Ministerio de Defensa, sino tambin en la revolucin de Margaret Thatcher con respecto a la gestin de poltica
social y de educacin superior en el Reino Unido en la dcada de
* Grupo de universidades estadounidenses que se distinguen por su excelencia
acadmica, elitismo, antigedad y admisin selectiva. (N. de la t.)
dad de Yale. Producan, por una parte, un profesorado no numerario inseguro que no tena ningn medio de saber cules eran los
criterios de xito y de promocin que se ocultaban tras los gustos y
prejuicios de los titulares de su departamento, y, por la otra, una
gerontocracia oligrquica improductiva y satisfecha de s misma y
a cuyos miembros no les preocupaban los intereses a largo plazo
de la institucin.
El plan de la doctora Rice, nos explican nuestra fuentes, era
de una engaosa sencillez. Propuso utilizar los mtodos cientficos de evaluacin utilizados en otros mbitos acadmicos, pero
aplicndolos, por primera vez, de un modo realmente exhaustivo y
transparente. El sistema giraba en torno a los ndices de citacin:
el Arts and Humanities Citation Index (ndice de citacin de artes
y humanidades), el Social Science Citation Index (ndice de citacin de ciencias sociales) y el abuelo de todos ellos, el Science Citation Index (ndice de citacin cientfico). Por supuesto, con qu
frecuencia los autores de un campo citaban el trabajo de otro de su
mismo campo eran cifras que ya se consultaban de vez en cuando
en las evaluaciones de cara a un ascenso o a una promocin, pero,
si le daban el puesto de rectora, la doctora Rice propona
sistematizar y hacer ms completo este mtodo de evaluacin
objetiva. Los ndices de citacin, insisti, igual que las mquinas
que cuentan votos, no tienen favoritos; son incapaces de
parcialidad, consciente o inconsciente; y representan la nica
medicin impersonal que permite juzgar la distincin acadmica.
Por lo tanto, a partir de aquel momento, los ndices de citacin
seran el nico criterio para la promocin, el ascenso y la
concesin de plazas de profesor titular. Si Rice consegua acabar
con el carcter permanente de las plazas, los ndices de citacin
tambin serviran de base para la destitucin automtica de un
profesor numerario cuya pereza y poca visibilidad le impedan
alcanzar las normas de citacin anual (NCA, para abreviar).
dad de su instructor estar ah, a la vista de todos y para que todos juzguen por s mismos. Los profesores no numerarios ya no
necesitarn temer el capricho de sus colegas numerarios y titulares. Un criterio nico e indiscutible de los logros del profesor proporcionar, igual que un recuento de goles, una medida de calidad
y un objetivo claro y nada ambiguo hacia el que dirigir la ambicin. En opinin de la rectora Rice, el sistema resuelve el sempiterno problema de cmo reformar los departamentos que languidecen en los desvanes de sus disciplinas y se convierten en bastiones de un rgido patrocinio. Esta medida de estatus profesional,
transparente e impersonal y que le da cuentas al pblico, ser utilizada a partir de ahora en sustitucin de los comits de promocin y de contratacin.
Piensen en la claridad! Lo nico que tendr que hacer un
selecto panel de distinguidos profesores (seleccionados segn el
nuevo criterio) ser fijar los techos de citaciones: para la renovacin, para el ascenso a profesor asociado, para el nombramiento
de numerario, y uno ms para el rendimiento posterior a la ocupacin de la plaza de numerario. Despus, y una vez la tecnologa del
gorro haya sido perfeccionada, el proceso quedar totalmente automatizado. Imagnense un profesor de ciencias polticas de las
que marca tendencias y a quien se cita mucho, Harvey Writealot *,
que est dando su clase magistral en una gran y abarrotada aula
de la universidad. De repente, y porque un desconocido investigador acaba de citar su ltimo artculo en la Revista de Recnditas Investigaciones Recientes y que, por pura casualidad, esta es la citacin
que supera su techo y la eleva al siguiente nivel, el gorro reacciona
de inmediato y anuncia la buena nueva lanzando destellos blancos
y azules, acompaados al mismo tiempo con la msica del BoolaBoola.* Los estudiantes, al darse cuenta de lo que acaba de ocurrir,
* Juego de palabras write-a-lot, escribir mucho. (N. del e.)
* Himno con el que los hinchas jalean a los equipos deportivos de la Universidad
de Yale. (N. de la t.)
se ponen en pie y le dedican un aplauso a su profesor por su ascenso. El se inclina con modestia, contento y avergonzado al mismo
tiempo por el revuelo creado, y prosigue con su clase, pero ahora
ya, siendo titular de una plaza. La pantalla sobre la mesa del despacho de la rectora en el Woodbrige Hall le informa de que Harvey
ha conseguido entrar en el crculo mgico de sus propios mritos, y le enva a su vez un mensaje de felicitacin que se retransmite a travs del gorro va voz y texto. En breve le llegar un nuevo
y distintivo gorro de numerario y tambin el certificado
correspondiente.
Los miembros de la corporacin, al entender de inmediato
la cantidad de tiempo y de debates que les ahorrar este sistema
automatizado, y cmo podr catapultar hacia delante a Yale en la
carrera de los rankings del profesorado, se ponen manos a la obra
para refinar y perfeccionar la tcnica. Uno sugiere establecer un
sistema de tiempo de depreciacin de la citacin en el que cada
ao que pase desde la fecha de la citacin, esta pierda un octavo de
su valor. Una citacin de ocho aos se evaporara, de acuerdo con
el ritmo de avance del campo de estudio. Un miembro de la corporacin, no sin una cierta reticencia, sugiere que, por coherencia,
debera fijarse un techo mximo de retencin, incluso en el caso
de los profesores antes numerarios. La rectora reconoce que la
imagen del descenso del total de citaciones de un profesor, degradndose hasta el nivel de destitucin en medio de un seminario,
es sin duda un lamentable espectculo al que asistir. Otro sugiere
que, en este tipo de casos, se podra programar el gorro para que
la pantalla se quedase en blanco, aunque uno supone que el profesor podra leer su destino en la mirada desviada de sus alumnos.
Por divertida que pueda parecer por derecho propio, el propsito de mi ridiculizacin de la medicin cuantitativa de productividad en el mundo acadmico va ms all de la simple diversin.
Lo que pretendo es ilustrar el argumento de que las democracias,
Fragmento 24
Invlido e inevitablemente corrupto
El primer problema, y el ms evidente, que plantea este tipo de
medidas es que muy a menudo no son vlidas; es decir, en raras
mienta brillante, contar las ventanas y las puertas de una residencia. Al principio del ejercicio, la cantidad de ventanas y puertas era
una representacin casi perfecta del tamao de una casa, pero a lo
largo de los dos siglos siguientes, el impuesto de puertas y ventanas, como se le conocera, impuls a la gente a reconstruir su
casa disminuyendo al mximo el nmero de aberturas y, de este
modo, reducir el impuesto a pagar. Uno puede imaginarse a
generaciones de franceses asfixindose en sus mal ventilados
refugios fiscales. Lo que al principio era una medida vlida se
convirti en una medida sin ninguna validez.
Sin embargo, este tipo de polticas no se limita a las ventanas de la Francia prerrevolucionaria. De hecho, mtodos de auditora y de control de calidad similares han llegado a dominar los
sistemas educativos de una gran parte del mundo. En Estados
Unidos, el SAT (Scholastic Assessment Test, examen de aptitud
acadmica) ha llegado a representar la tcnica de cuantificacin
que sirve para distribuir las oportunidades educativas de una forma aparentemente objetiva. Podramos tambin tomar como
ejemplos el infierno de exmenes que domina el acceso a la formacin universitaria, y por lo tanto las oportunidades de futuro
en la vida de una persona, en cualquier otro pas.
Digamos solo que, en lo que respecta a la educacin, el SAT
no es solo la cola que agita al perro, sino que ha reconfigurado la
raza del perro, su apetito, su entorno y las vidas de todos quienes
lo cuidan y lo alimentan. Es un impresionante ejemplo de colonizacin. Un conjunto de poderosas observaciones cuantitativas, insistimos, crean algo parecido al principio de incertidumbre de
Heisenberg en el que la carrera por conseguir la puntuacin
necesaria transforma por completo el campo de observacin. Las
tecnologas cuantitativas funcionan mejor, nos recuerda Porter,
si el mundo que deseamos describir puede ser reconstruido a la
juicios de calidad se convierte, cuando los padres intentan posicionar a sus hijos, en una estrategia. Se hace casi imposible entonces evaluar el significado o la autenticidad de este tipo de comportamiento corrompido por el sistema de auditora.
El deseo de disponer de instrumentos de medida del rendimiento que fueran cuantitativos, impersonales y objetivos fue, por
supuesto, parte integral de las tcnicas de gestin que el nio
prodigio Robert McNamara llev al Pentgono desde la Ford Motor Company, tcnicas que aplicara a la guerra en Indochina. En
una guerra sin lneas de combate claramente delimitadas, cmo
poda uno calibrar el avance? McNamara le dijo al general
Westmoreland, general, enseme un grfico que explique si estamos ganando o perdiendo en Vietnam. El resultado fueron al
menos dos grficos: uno, el ms notorio, era un ndice de desgaste
al que se le incorpor el total del recuento de cadveres del personal enemigo muerto en combate. Sometidos a una enorme presin por demostrar que haba progreso, y a sabiendas de que las
cifras influenciaban en los ascensos, las condecoraciones y las decisiones sobre descansos y permisos, los que hicieron las cuentas
se aseguraron de inflar los nmeros. Omitieron cualquier ambigedad entre cados civiles y militares y prcticamente todos los
cadveres se convirtieron en personal militar enemigo. Al cabo de
poco tiempo, el total de enemigos muertos superaba el total conocido de la suma de los combatientes de lo que se conoca como
Vietcong y del ejrcito norvietnamita. Y sin embargo, en el campo
de batalla, el enemigo distaba mucho de haber sido vencido.
El segundo ndice fue un intento de tomar la medida de las
simpatas civiles en la campaa Win Hearts and Minds,* WHAM, y
el ncleo de este sistema de medicin era el Hamlet Evaluation
System (sistema de evaluacin de las aldeas): todas y cada una de
* Campaa de propaganda estadounidense con la que se pretenda atraer la simpata de la poblacin local durante la guerra de Vietnam. (N. de la t.)
cido con el nombre de precio por accin). Puesto que su compensacin en opciones sobre acciones, en general trimestrales,
dependa del precio por accin, los gestores reaccionaron y se
apresuraron a crear tcnicas, en colaboracin con sus contables y
auditores, con las que poder cocinar los libros de tal modo que alcanzaran el precio por accin requerido y poder as cobrar sus bonificaciones. A fin de forzar al alza el valor de las acciones de la
compaa, inflaron los beneficios y ocultaron las prdidas para
que otros, engaados, ofrecieran un precio ms alto por accin.
Por lo tanto, el intento de darle total transparencia al rendimiento
de los directivos, sustituyendo los sueldos que se les pagaban en
recompensa por su trabajo y experiencia por opciones sobre acciones, produjo un resultado totalmente inesperado y negativo. Una
lgica de estafa similar estaba en funcionamiento cuando las hipotecas fueron transferidas a los complejos instrumentos financieros involucrados en el descalabro de la economa mundial en el
ao 2008. En inters de la transparencia, las agencias de calificacin de bonos, dejando a un lado el hecho de que quienes las financiaban eran los propios emisores de los bonos, pusieron sus
frmulas de calificacin a disposicin de las agencias de inversin. Al conocer los procedimientos, o mejor an, al contratar a los
propios calificadores, se hizo posible la operacin inversa, es decir, emitir bonos teniendo presente la frmula y conseguir as de
este modo las mejores calificaciones (AAA) para instrumentos financieros con un alto grado de riesgo. Una vez ms, la auditora
fue todo un xito, pero el paciente muri.
Fragmento 25
Democracia, mrito y el fin de la poltica
El gran atractivo de las medidas de calidad cuantitativas nace,
creo, de dos fuentes: la creencia democratizadora en la igualdad
ral de la democracia y de la modernidad cientfica. 5 La clase gobernante ya no sera nunca ms un accidente de un nacimiento noble, de la riqueza heredada, o de cualquier tipo de estatus social
heredado. Los gobernantes seran elegidos, y por lo tanto legitimados, en virtud de su capacidad, su inteligencia y sus conocimientos demostrados. (Hago aqu una pausa para observar cmo
otras cualidades que uno podra verosmilmente desear ver en
quienes asumen posiciones de poder, tales como la compasin, la
sabidura, el valor o una gran experiencia, desaparecen por completo de esta enumeracin.) La mayora de la ciudadana educada
dio por sentado que la inteligencia, segn los estndares de la poca, era una cualidad que se poda medir. La mayora dio por sentado, adems, que la inteligencia estaba distribuida, si no de modo
aleatorio, entonces al menos, de una forma ms amplia que la riqueza o los ttulos nobiliarios. La misma idea de distribuir, por
primera vez, la posicin y las oportunidades de la vida fundamentndose para ello en un mrito mensurable ya era una rfaga de
aire fresco democrtico. Le prometa a toda la sociedad lo que las
carreras abiertas al talento y basadas en el mrito de Napolen
le haban prometido a la clase media francesa ms de un siglo
antes.
El concepto de una meritocracia mensurable era democrtico tambin en otro aspecto: restringa radicalmente las pretensiones al poder discrecional que antes haban reivindicado las clases
profesionales. A lo largo de la historia, las profesiones haban funcionado en forma de gremios industriales, marcando sus propias
normas, y guardando celosamente sus secretos profesionales, sin
5 El trmino meritocracia fue acuado a finales de la dcada de 1940 por el britnico Michael Young en su fantasa distpica The Rise of the Meritocracy, 18702033: An Essay on Education and Inequality, Thames and Hudson, Londres, 1958
[hay trad. cast.: El triunfo de la meritocracia, 1870-2033, Tecnos, 1964], en la que reflexionaba sobre las desventajas, para la clase obrera, de la eleccin de la lite go bernante sobre la base de la puntuacin obtenida en un test de inteligencia.
tolerar escrutinios externos que pudieran anular sus propias resoluciones. A los abogados, mdicos, contables, ingenieros y profesores se les contrataba por sus opiniones y juicios profesionales,
en general inefables y opacos.
Fragmento 26
En defensa de la poltica
Los errores cometidos por un movimiento obrero revolucionario son muchsimo ms fructferos y ms valiosos que la
infalibilidad de cualquier partido.
Rosa Luxemburgo
El autntico dao que causa confiar sobre todo en el mrito medido cuantitativamente y en sistemas auditores numricos objetivos para evaluar la calidad es consecuencia de haber descartado
cuestiones vitales que deberan formar parte de un enrgico debate democrtico y ponerlas en manos de expertos a quienes se supone neutrales. Es esta despolitizacin espuria de las decisiones
trascendentales que afectan a las oportunidades en la vida de millones de ciudadanos y comunidades lo que priva a la esfera pblica de lo que por derecho le pertenece. Si hay una conviccin que
comparten los pensadores anarquistas y los populistas no demagogos, esta es la fe en la capacidad de aprendizaje y de crecimiento de una ciudadana democrtica mediante la participacin en la
esfera pblica. Del mismo modo que podemos preguntarnos qu
tipo de persona produce una determinada prctica rutinaria en la
oficina o en la factora, tambin podemos querer preguntar cmo
un proceso poltico podra ampliar el conocimiento y las
capacidades de los ciudadanos. A este respecto, a los anarquistas,
que creen en el mutualismo sin jerarquas y en la capacidad de los
ciudadanos de la calle de aprender a travs de la participacin,
que lo nico que hago es hacer girar la palanca, la de una mquina apoltica de toma de decisiones. El fundamental escudo protector que proporciona este tipo de mquinas apolticas contribuye a
explicar por qu su validez preocupa menos que su estandarizacin, precisin e imparcialidad. Aun cuando el SSCI no mida la calidad del trabajo de un investigador, aun cuando el SAT no mida
realmente la inteligencia ni prediga el xito en la universidad, ambos constituyen un modelo preciso, imparcial y pblico, un conjunto transparente de reglas y objetivos. Cuando este tipo de herramientas triunfan, logran la necesaria alquimia: toman los contenciosos, las batallas por recursos en las que mucho se halla en
juego, las oportunidades en la vida de una persona, los beneficios
para megaproyectos, y los transmutan en decisiones tcnicas apolticas sobre las que presiden funcionarios cuya neutralidad est
ms all de cualquier reproche. Los criterios para las decisiones
son explcitos, estn estandarizados y se conocen de antemano. Se
hace desaparecer la discrecin y la poltica mediante tcnicas que,
en el fondo, estn saturadas al mximo de elecciones discrecionales y presunciones polticas, ahora protegidas con gran eficacia de
la vista del pblico.
El muy extendido uso de ndices numricos no est limitado a ningn pas en particular, ni a alguna rama determinada de
la poltica pblica, ni tampoco, de hecho, al presente inmediato.
Que en la actualidad se hayan puesto de moda adoptando la forma
de sociedad auditora, se debe en parte, por supuesto, al auge de
las grandes corporaciones, cuyos accionistas intentan medir la
productividad y los resultados, y a la poltica neoliberal de las dcadas de 1970 y 1980, ejemplificada por Thatcher y Reagan y su nfasis en el valor por dinero en la administracin pblica, y quienes, tomando prestadas tcnicas de la ciencia de la gestin empresarial en el sector privado, intentaron instaurar puntuaciones y
tablas de liga para escuelas, hospitales, polica, bomberos y otras
instituciones. La causa ms profunda, paradjicamente una vez
ms, radica en la democratizacin y en la exigencia de que se controlaran las decisiones administrativas. Estados Unidos parece ser
una especie de valor atpico en su modo de abrazar las auditoras y
la cuantificacin. Ningn otro pas ha adoptado los sistemas auditores en educacin, guerra, obras pblicas y compensacin de directivos empresariales con el entusiasmo que lo ha hecho Estados
Unidos. Contradiciendo la imagen que el pas proyecta de s mismo, la de una nacin de rudos individualistas, los estadounidenses se encuentran entre los ciudadanos ms normalizados y controlados del mundo.
El gran fallo de todas estas tcnicas de administracin radica en que, en nombre de la igualdad y de la democracia, funcionan
como una inmensa mquina antipoltica que elimina de un plumazo grandes espacios de legtimo debate pblico, expulsndolos
de la esfera pblica y arrojndolos en brazos de los comits tcnicos y administrativos. Estas tcnicas obstaculizan los instructivos
y potencialmente fortalecedores debates sobre poltica social, el
significado de la inteligencia, la seleccin de las lites, el valor de
la igualdad y de la diversidad, y el propsito del crecimiento
econmico y del desarrollo. En resumen, son los medios mediante
los cuales las lites tcnicas y administrativas intentan convencer
a un pblico escptico, al mismo tiempo que excluyen del debate a
este mismo pblico, de que no tienen preferencias, de que no
emprenden oscuras acciones discrecionales, de que no son en
absoluto parciales, sino que se limitan a realizar clculos tcnicos
y transparentes. En la actualidad, estas tcnicas son la marca de
fbrica del orden poltico neoliberal en el que las tcnicas de la
economa neoclsica, escudndose en el clculo cientfico, han
llegado a reemplazar otras formas de razonamiento. 7 Cuando
7 Dnde trazamos la lnea divisoria entre la cuantificacin justificada, la que intenta conseguir transparencia, objetividad, control democrtico y salidas sociales
igualitarias, y la cuantificacin metastsica, que sustituye y, de hecho, asfixia los
debates polticos sobre el rumbo correcto de la poltica pblica?
Es indudable que no podemos concluir que todos los usos oficiales de los
mtodos auditores son errneos o una insensatez, sino que, ms bien, necesitamos
encontrar modos de distinguir entre los usos sensatos y los peligrosos de los nmeros. Cuando nos enfrentamos a auditoras y a ndices cuantitativos, deberamos
hacernos algunas preguntas. Yo sugerira plantear preguntas que respondan a las
preocupaciones planteadas antes en mi anlisis, a saber, la presencia o carencia de
la validez de un constructo, la posibilidad de antipolticas, y la colonizacin y el
peligro de la retroalimentacin. Por lo tanto, nosotros, como ciudadanos, deberamos preguntarnos:
a. Cul es la relacin entre el ndice cuantitativo propuesto y el constructo (la cosa
en el mundo) que se supone que tiene que medir? (Por ejemplo, representa el SAT
con exactitud la aptitud de un estudiante, o ms en general, si el o la estudiante se
merece estudiar en la universidad?)
b. Se oculta o se elude alguna cuestin poltica bajo el disfraz de la cuantificacin?
(Por ejemplo, el sistema de evaluacin de aldeas por puntos y por recuento de cadveres, ofusc el debate en Estados Unidos sobre si la guerra de Vietnam era una
accin inteligente o si, de hecho, poda ganarse?)
c. Cules son las posibilidades de que el ndice sea colonizado o subvertido, tales
como informes falsos, efectos de retroalimentacin o el establecimiento de prejui cios contra otras metas importantes? (la dependencia de las universidades estadounidenses en el SSCI, condujo a la publicacin de psimos artculos o al fenmeno de los crculos de citacin?).
En resumen, no estoy proponiendo un ataque contra los mtodos cuantitativos, ni
en el mundo acadmico ni en el poltico, pero lo que s es cierto es que necesitamos
desmitificar y desacralizar los nmeros, insistir en que no siempre pueden responder a las preguntas y cuestiones que se plantean. Y necesitamos, sin duda, reconocer los debates sobre la asignacin de los escasos recursos por lo que son, poltica, y
por lo que no son, decisiones tcnicas. Debemos empezar por preguntarnos si el
uso de la cuantificacin en un determinado contexto tiene posibilidades de hacer
avanzar o, por el contrario, de obstaculizar el debate poltico, y si tiene probabilidades de alcanzar o socavar nuestros objetivos polticos.
6. PARTICULARIDAD Y FLUJO
Los que escriben la historia son hombres cultos, y por tanto,
para ellos es natural y agradable pensar que la actividad de
su clase constituye la base del movimiento de la
humanidad.
Len Tolsti, Guerra y paz
Fragmento 27
Simpata y bondad al por menor
El herosmo de la ciudad francesa de Le Chambon-sur-Lignon, en
el departamento del Alto Loira, que en la Francia de Vichy consigui dar refugio, alimentar y enviar rpidamente hacia la seguridad a ms de cinco mil refugiados, muchos de ellos nios judos,
ha quedado ahora consagrado por los anales de la resistencia al
nazismo. Los libros y las pelculas han celebrado los muchos actos
de valenta silenciosa que hicieron posible este poco comn
rescate.
En este punto, quisiera hacer hincapi en la particularidad de
estos actos de un modo que, aunque pueda restarle algo de valor a
la magnfica narrativa de la resistencia religiosa al antisemitismo,
los bombardeos de los aliados apenas llegaron a Mnster), la direccin de la casa, en algunas ocasiones un documento de identidad o una tarjeta de visita, fotografas de los miembros de la familia, solos y en grupo (en un picnic, una fiesta de cumpleaos, un
retrato familiar), y una nota sobre el destino que haban corrido:
asesinados en Bergen-Belsen, huidos a Francia y despus a
Cuba, emigrados a Israel desde Marruecos, huidos a Lodz, Polonia, suerte desconocida. En algunos casos no haba fotografa,
solo un rectngulo de puntos indicando el sitio en el que se
hubiera colocado.
Se trataba, por encima de todo, de una muestra organizada
por el ayuntamiento para la ciudadana de Mnster. Los vecinos
de la ciudad podan pasear de calle en calle, y ver a los judos que
haban sido sus vecinos, o los vecinos de sus padres y abuelos, su
casas, sus rostros, en general reflejando momentos ms felices,
que les sonrean. Era la poderosa particularidad, la individualidad,
y su inmensa reiteracin lo que haca la exposicin tan memorable, en el sentido ms literal del trmino. 2 Este homenaje era mucho ms emotivo que muchos de los otros omnipresentes monumentos colectivos dedicados a los judos, a los homosexuales (en
esta esquina, los homosexuales eran reunidos para ser transportados a los campos de concentracin), a los discapacitados y a los
gitanos (Roma y Sinti).3
2 El museo del Holocausto en Washington D.C. reconoce el poder de la particula ridad entregando a cada visitante una tarjeta con una fotografa de un judo de
cuyo particular destino no se enteran hasta finalizar la visita.
3 La mayor parte de estas placas no fueron una iniciativa estatal, sino que fueron
creadas por pequeos grupos de ciudadanos alemanes que insistieron en la importancia de que la historia local del nazismo quedara marcada en la memoria
histrica colectiva. Aunque son menos emotivas en su totalidad que la exposicin
de Mnster, esta sale ganando en una comparacin con Estados Unidos, donde
uno puede buscar en vano memoriales que nos recuerden cosas como en este lu gar se celebraban subastas de esclavos, recordemos Wounded Knee y el Camino de lgrimas, o aqu se llevaron a cabo los infames experimentos de
Fragmento 28
El regreso de la particularidad, el flujo y la contingencia
El trabajo de la mayor parte de las ciencias sociales y de la historia
consiste en resumir, codificar y, en general, empaquetar los movimientos sociales significativos y los acontecimientos histricos
importantes a fin de hacerlos legibles y comprensibles. Dado este
Tuskegee. [Experimento, sin ningn miramiento tico, llevado a cabo entre 1932
y 1972 para estudiar los efectos de la sfilis no tratada entre hombres afroamericanos en Tuskegge, Alabama]
objetivo, y el hecho de que los acontecimientos sobre los que intentan arrojar luz ya han ocurrido, no es ninguna sorpresa que los
historiadores y cientficos sociales despachen a toda prisa y sin
simpata alguna la confusin, el flujo y la tumultuosa contingencia
que han experimentado los actores histricos, por no hablar de los
observadores pasivos corrientes, cuyas acciones estn analizando.
Una razn perfectamente obvia del engaoso y pulcro orden en el que se narran estos episodios es, precisamente, porque
son historia. Los acontecimientos en cuestin resultaron ser de
esta manera y no de otra, ocultando el hecho de que era bastante
probable que los participantes no tuvieran ni idea de cmo acabaran y de que, bajo circunstancias algo diferentes, las cosas podran haber sido muy distintas. Ya lo dice el antiguo proverbio ingls: por no tener un clavo, se perdi la herradura; por no tener
herradura, se perdi el caballo; por no tener caballo, se perdi el jinete; por no tener jinete, se perdi el mensaje; por no tener mensaje, se perdi el reino.
Es inevitable que saber lo que ocurri en realidad, a diferencia de los participantes, infecte la historia y la vace de la mayor
parte de su autntica contingencia. Pensemos por un momento en
alguien que se quita la vida. Resulta casi imposible que los amigos
y familiares del muerto no reescriban la biografa del suicida de
un modo tal que presagie y que justifique el suicidio. Por supuesto, tambin es del todo posible que un breve desequilibrio qumico, un pnico momentneo o una trgica percepcin de un instante puedan haber llevado al muerto a cometer ese acto, en cuyo
caso, reescribir toda su biografa de tal modo que todo lleve al
suicidio significara no haber comprendido esta vida.
El impulso natural de crear un relato coherente que justifique y explique nuestras acciones y nuestra propia vida, incluso
cuando dichas vidas y acciones desafan cualquier crnica coherente, le confiere un orden retroactivo a actos que podran haber
sido radicalmente contingentes. Jean-Paul Sartre ofrece el hipottico ejemplo de un hombre desgarrado entre la obligacin de quedarse y de cuidar a su madre enferma o de marcharse al frente
para defender a su pas. Podramos sustituir esta decisin por la
de declararse en huelga o seguir trabajando en la factora, o por la
de unirse a una manifestacin, etc. El hombre no puede decidirse,
pero llega el da, y llega como un tren lanzado a toda velocidad, en
el que por fuerza tiene que hacer una cosa o la otra, aunque todava no haya decidido cul. Digamos que decide quedarse con su
madre enferma. Al da siguiente, escribe Sartre, ser capaz de explicarse a s mismo, y de explicrselo a otros, por qu l es el tipo
de hombre que decide permanecer junto a su madre enferma. Una
vez ha actuado, debe encontrar un relato que justifique lo que ha
hecho, aunque esto no explique por qu hizo lo que hizo, sino que
ms bien, echando la vista atrs, le da sentido a lo que ha hecho, es
decir, crea un relato que satisfaga su accin, una accin que no
puede ser explicada de ninguna otra manera.
Lo mismo podra decirse de los trascendentales acontecimientos contingentes que han configurado la historia. La historia
y la imaginacin popular no solo borran la contingencia de los
acontecimientos sino que implcitamente les atribuyen a los actores histricos intenciones y una consciencia que no podan de ningn modo haber tenido. El hecho histrico de la Revolucin Francesa ha reconfigurado, comprensiblemente, casi toda la historia
francesa del siglo XVIII de tal modo que lleva de forma inexorable
al ao 1789. La revolucin no fue un nico acontecimiento, sino un
proceso que dependa de las contingencias, la meteorologa, las
malas cosechas y la geografa y demografa de Pars y de Versalles,
mucho ms de lo que dependa de las ideas esbozadas por los
philosophes. Los que asaltaron la Bastilla para liberar a los presos y
apoderarse de las armas no podan haber sabido de ningn modo
(y menos an tenido la intencin) que iban a derribar la
monarqua y que haran caer a la aristocracia, y menos an que
miento o un pase crucial, se utiliza la cmara lenta real para ralentizar todava ms la accin y permitir que el espectador pueda verlo en todo detalle una y otra vez. La combinacin de la perspectiva
a vista de pjaro y de la cmara lenta hace que los movimientos de
los jugadores le parezcan al espectador tan engaosamente fciles
que puede entonces tal vez fantasear y creer que l domina tambin estos movimientos. Por desgracia, ningn jugador real experimenta nunca el partido real desde un helicptero o a cmara
lenta. Y en las raras ocasiones en las que la cmara se sita a nivel
del suelo y cerca de la accin en tiempo real, uno puede por fin valorar al mismo tiempo que los jugadores la deslumbrante velocidad y la complejidad de partido; la breve fantasa que se disipa de
inmediato.
Fragmento 29
La poltica de representacin errnea de la historia
La confusin al ver la causalidad militar es la de confundir
el patio de armas con la batalla, donde es una cuestin de
vida y muerte.
Len Tolsti
La tendencia a ordenar, simplificar y condensar los acontecimientos histricos no es solo una tendencia natural humana o algo que
necesitan los manuales escolares de historia, sino una lucha poltica en la que es mucho lo que est en juego.
La Revolucin Rusa de 1917, igual que la Revolucin Francesa, fue un proceso cuyos muchos y muy diversos participantes no
saban cmo acabara. Quienes han analizado el proceso en todo
detalle estn de acuerdo en varios puntos. Estn de acuerdo en
que los bolcheviques desempearon un papel insignificante en el
La descripcin visual del orden y la disciplina es un elemento esencial de la escenografa del autoritarismo. En medio de las
hambrunas de las zonas rurales, del hambre en las zonas urbanas,
y del nmero creciente de coreanos que huan hacia la frontera
china, Kim Jong-il consigui organizar inmensos desfiles en los
que participaban decenas de miles de personas en un cuadro vivo
diseado para sugerir un pueblo unido marchando al unsono al
ritmo del bastn de mando del Querido Lder.
Esta forma de fanfarronadas teatrales viene de lejos. Puede
encontrarse en los ejercicios de gimnasia multitudinarios, exhibiciones de poder y de disciplina, organizados en grandes estadios
a principios del siglo XX tanto por los partidos socialistas como
por los de derechas. Los movimientos minuciosamente coordinados de miles de gimnastas uniformados, igual que los de una banda procesional marchando al paso en formacin cerrada, transmitan la imagen de un poder sincronizado y, por supuesto, de una
coreografa incluida en un guin obra de un autoritario e invisible
director de orquesta.
El teatral boato del orden simblico es evidente no solo en
las ceremonias publicas tales como coronaciones o los desfiles del
primero de mayo, sino tambin en la misma arquitectura de los
espacios pblicos: plazas, estatuas, arcos y amplias avenidas. Los
edificios suelen estar diseados para intimidar al pueblo llano con
su tamao y majestuosidad, y muy a menudo suelen funcionar
como una especie de chamanismo, un contrapeso simblico de orden frente a una realidad que es cualquier cosa menos ordenada.
El palacio de Ceauescu en el Parlamento de Bucarest, completado
al 85 por 100 en el ao 1989, el de la cada del rgimen del dictador,
es un ejemplo que viene al caso. La asamblea legislativa pareca
un teatro de pera, con sus galeras circulares y un podio en el
centro para uso de Ceauescu equipado de un sistema hidrulico
gaba el poder de las masas para sacarle el mximo rendimiento a la situacin.
que lo haca subir y bajar. Los seiscientos relojes del edificio estaban todos controlados desde una consola en la suite presidencial.
Una gran parte del trabajo simblico del poder oficial consiste, precisamente, en ocultar la confusin, el desorden, la espontaneidad, el error y la improvisacin del poder poltico, tal como
de hecho se ejerce bajo una superficie de orden, deliberacin, racionalidad y control igual de lisa que una bola de billar. A m me
parece una miniaturizacin del orden. Es una prctica que todos conocemos del mundo de los juguetes. El mundo ms amplio
de la guerra, de la vida de familia, de las mquinas y de la naturaleza salvaje es una realidad peligrosa que est ms all del control
de los nios, y la miniaturizacin, en la forma de soldaditos de
plomo, casas de muecas, tanques, aviones y trenes de juguete y
pequeos jardines, domestica estos mundos. En los pueblos
modelo, proyectos de demostracin, maquetas de proyectos
residenciales y granjas colectivas modelo opera casi la misma
lgica. La experimentacin a pequea escala, donde las
consecuencias de un fracaso son menos catastrficas, es, por
C ONTENIDO
AGRADECIMIENTOS...............................................................................7
Prefacio......................................................................................................9
Un sesgo anarquista, o la mirada de un anarquista.........................12
La paradoja de la organizacin...........................................................17
Una mirada anarquista a la prctica de la Ciencia Social...............25
Una advertencia o dos........................................................................27
1. LOS USOS DEL DESORDEN Y DEL CARISMA.............................29
Ley de Scott de calistenia anarquista................................................29
De la importancia de la insubordinacin..........................................36
Ms sobre la insubordinacin............................................................44
Anuncio: Lder busca seguidores; dispuesto a seguir vuestro
liderazgo.............................................................................................54
2. ORDEN LOCAL, ORDEN OFICIAL....................................................63
Los modos de conocer locales y oficiales.......................................63
Conocimiento oficial y paisajes de control.......................................67
La resistencia de lo local.....................................................................70
Los atractivos de la ciudad desordenada...........................................75
El caos tras el orden............................................................................80
El enemigo jurado del anarquista.....................................................88
3. LA PRODUCCIN DE SERES HUMANOS.......................................93
Juegos y libertad de accin.................................................................93
Es ignorancia, estpido! Incertidumbre y adaptabilidad...........102
Los nadie