Cohen Arato - CAPITULO - SOCIEDAD CIVIL Y TEORIA POLITICA PDF

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SOCIEDAD CIVIL Y TEORA POLTICA

Autores: Jean L. Cohen, Adrew Arato. Fondo de Cultura Econmica. Mxico, 2001.
Pginas 556-635.
Captulo X. LOS MOVIMIENTOS SOCIALES Y LA SOCIEDAD CIVIL
Nuestra tesis es que los movimientos sociales constituyen el elemento dinmico en
proceso que podran convertir en realidad los potenciales positivos de las
sociedades civiles modernas. Tambin afirmamos que nuestra teora reconstruida
de la sociedad civil es indispensable para entender adecuadamente la lgica, lo que
est en juego y los potenciales de los movimientos sociales contemporneos. Como
se indic en el primer captulo, el tema de la autodefensa de la sociedad contra el
Estado (y contra la economa de mercado capitalista no regulada) ha sido
planteado por varios actores colectivos contemporneos que luchan por una
sociedad civil autnoma y democrtica. Tambin hemos demostrado la continua
importancia de las categoras clave de la sociedad civil moderna y el carcter
bidimensional de sus instituciones centrales. Lo que queda por mostrar es: 1) la
relacin sistemtica entre los potenciales de una sociedad civil que ya es moderna
(aunque incompletamente) y los proyectos de actores colectivos contemporneos, y
2) la importancia de nuestra reconstruccin de la categora de sociedad civil en
trminos de la distincin sistema/mundo de la vida para una interpretacin
(reconocidamente partidista) de estos proyectos. Tratamos el primer tema
demostrando la centralidad de los rasgos clave de la sociedad civil moderna para
sus dos principales paradigmas tericos en el estudio de los movimientos sociales.
Mediante el ejemplo del movimiento feminista, tratamos luego de mostrar que la
estrategia dual de los movimientos contemporneos que buscan la democratizacin
poltica y societal puede entenderse mejor a la luz del anlisis estructural de la
sociedad civil contempornea que se bosquej en el captulo XI.
Nuevos paradigmas tericos y movimientos sociales contemporneos
El trmino nuevos movimientos sociales ha obtenido amplia aceptacin entre los
tericos simpatizantes de los movimientos pacifistas, feministas, ecologistas y a
favor de la autonoma local que han proliferado en Occidente desde mediados de la
dcada del setenta. Pero an no est claro si realmente hay algo significativamente
nuevo en estos movimientos y cul es la importancia terica o poltica de las
innovaciones. En realidad, hay poco acuerdo entre los tericos sobre lo que es
exactamente un movimiento, sobre lo que se puede calificar como un nuevo tipo d
movimiento y sobre el significado de un movimiento social distinto a un partido
poltico o un grupo de inters.
Hemos tratado muchos de estos temas en otras partes. Aqu no nos interesa ni la
definicin ni lo nuevo de los movimientos sociales per se, sino ms bien la relacin
entre la accin colectiva contempornea y la sociedad civil. Nos aproximaremos a
este tema estudiando la forma en que se le trata a los dos paradigmas que
compiten en este campo: el paradigma de la movilizacin de recursos y el
paradigma orientado a la identidad. Cada aproximacin supone una estructura
terica que excluye el principal foco de atencin del otro. Trataremos de mostrar
que estas aproximaciones no son necesariamente incompatibles, en parte porque
ambas dependen de rasgos clave de la sociedad civil moderna para sealar lo que

es especfico a los movimientos sociales modernos. Ninguno de los paradigmas


trata directamente la importancia terica de la odisea de la sociedad civil para la la
emergencia y transformacin de los movimientos modernos, pero una mirada
general a los anlisis desarrollados dentro de cada perspectiva revela la centralidad
del concepto de sociedad civil para cada una de ellas.
Nuestra presuposicin es que los movimientos contemporneos son nuevos de
alguna manera significativa. Lo que tenemos en mente, ante todo, es la
autocomprensin que abandona los sueos revolucionarios a favor de una reforma
radical que no se orienta, ni necesaria ni principalmente, al Estado. Llamaremos
radicalismo autolimitado a los proyectos para la defensa y la democratizacin de
la sociedad civil que aceptan la diferenciacin estructural y reconocen la integridad
de los sistemas polticos y econmicos. No creemos que sea posible justificar esta
afirmacin sobre lo que es nuevo en los movimientos tomando como base una
filosofa de la historia que vincule la esencia verdadera de lo que los movimientos
realmente son (sin importar lo heterogneo de sus prcticas y formas de
conciencia) a una supuesta nueva etapa de la historia (la sociedad postindustrial).
Tampoco el tema de la sociedad contra el Estado, que comparten todos los
movimientos contemporneos (incluyendo algunos de la derecha), implica en s
algo nuevo en el sentido de una ruptura radical con el pasado. Por el contrario,
supone la continuidad con lo que vale la pena conservar (aunque se le dispute
acaloradamente) en las instituciones, normas y culturas polticas de las sociedades
civiles contemporneas. Entonces, el problema es saber si este tema ha sido
conectado, y de qu manera, con nuevas identidades, formas de organizacin y
escenarios de conflicto.
Hay dos formas posibles de responder a estas preguntas. La primera supone una
aproximacin hermenutica a la autocomprensin de los actores colectivos
contemporneos vis--vis su identidad, objetivos, metas y estrategias. Pero la
pregunta por la identidad de los movimientos contemporneos basada en
interpretaciones de formas tericas de autoexpresin no debe absolutizarse
metodolgicamente. En particular, confrontar este mtido con la ciencia social
sistemtica debe ser muy til. Por ejemplo, sera importante, al juzgar la
contribucin de paradigmas sociales-cientficos en competencia, determinar la
medida en que cada uno es capaz de explicar las experiencias articuladas por las
teoras para y dentro de los movimientos. Si queremos evitar la falacia objetivista
que define la verdad como posesin nica del sistema de la ciencia, tenemos que
insistir en el aprendizaje no slo sobre los movimientos, sino tambin de los
movimientos. Pero tambin debemos tener cuidado de evitar la falacia
hermenutica. La investigacin hermenutica debe ser complementada por un
enfoque que implica tomar el punto de vista del observador, en vez del de los
participantes. Esto nos permitir evaluar las formas en que el contexto y las
transformaciones de la sociedad civil estn relacionados con la aparicin y lgica de
la accin colectiva. Este caso supone un diferente nivel analtico el de la ciencia
social objetivadora-. Las teoras de los movimientos contemporneos deben, por lo
tanto, plantear las siguientes preguntas: En qu tipos de sociedad ocurren los
movimientos? Qu continuidades o discontinuidades existen respecto al pasado?
De qu instituciones se trata? Cules son los intereses polticos generales de los
conflictos? y Cules son las posibilidades de desarrollo disponibles para los actores
colectivos? Mostraremos que las categoras de la sociedad civil proporcionan
indicios para responder en ambos paradigmas. Tambin estructuran el enfoque
clsico del estudio de los movimientos sociales ante el cual los nuevos
paradigmas se distinguen explcitamente. Resumiremos este enfoque con el fin de
subrayas los cambios en la evaluacin de la interrelacin entre la sociedad civil y

los movimientos sociales que sirven como el punto de partida de ambos paradigmas
contemporneos
El paradigma terico clsico, que predomin hasta principios de la dcada de 1970,
fue la tradicin social sociopsicolgica de la Escuela de Chicago. Las variantes a las
que los tericos contemporneos han prestado ms atencin y crtica, han sido las
teoras de la sociedad de masas (Kornhauser, Arendt, etc.) y el modelo estructuralfuncionalista de la conducta colectiva presentado por Smelser. Hay importantes
diferencias entre estas versiones de la teora de la conducta colectiva, pero todas
comparten los siguientes supuestos:
1. Hay dos clases diferentes de accin: la institucional-convencional y la no
institucional-colectiva.
2. La accin no institucional-colectiva es una accin que no est orientada por las
normas sociales existentes, sino que se forma para hacer frente a situaciones no
definidas o no estructuradas.
3. A estas situaciones se les entiende en trminos de un colapso, devido a cambios
estructurales, ya sea de los rganos de control social o de lo adecuado de la
integracin normativa.
4. La presin, descontento, frustracin y agresiones resultantes hacen que los
individuos participen en la conducta colectiva.
5. La conducta no institucional-colectiva tiene un ciclo de vida, abierto al anlisis
causal, que pasa de la accin espontnea de la multitud a la formacin de pblicos
y de movimientos sociales.
6. La emergencia y crecimiento de los movimientos dentro de este ciclo ocurre por
medio de procesos simples de comunicacin: la comunicacin rpida, el rumor, la
reaccin circular, la difusin, etctera.
Los tericos de la conducta colectiva se han concentrado en la explicacin de la
participacin individual en los movimientos sociales, considerando los reclamos y
valores como respuestas al rpido cambio social (presin) y a la desorganizacin
social. Por supuesto, no todos los tericos en esta tradicin consideran que la
conducta colectiva es una respuesta anormal o irracional al cambio por parte de
individuos no vinculados. No obstante, todos consideran a la multitud como el
tomo bsico de la anatoma de la conducta colectiva. Todos los tericos de la
conducta colectiva ponen nfasis en las reacciones psicolgicas ante el colapso, los
modos burdos de comunicacin y metas cambiantes. Esto marca un sesgo implcito
al considerar la conducta colectiva como una respuesta no racional o irracional al
cambio. Es dicho sesgo, ms explcito en los enfoques de la sociedad de masas del
tipo de Smelser, el que ha generado la crtica de los tericos contemporneos. Este
sesgo tambin es el que impide cualquier examen de la relacin entre la accin
colectiva y la modernizacin de la sociedad civil, porque presupone desde el
principio que la accin colectiva se deriva del colapso (normativo e institucional) de
la sociedad civil.

Lo inadecuado de la tradicin clsica se hizo patente en las dcadas de 1960 y


1970, cuando surgieron movimientos sociales de gran escala en los Estados Unidos
y Europa. El desarrollo de los movimientos en los sistemas de organizacin poltica
caracterizados por los pluralistas como democrticos y en sociedades civiles con
una multiplicidad de asociaciones voluntarias y esferas pblicas y privada vitales,
puso en cuestin la versin de la sociedad de masas del paradigma de la conducta
colectiva. Tambin contribuy el hecho de que los actores en los movimientos de la
Nueva Izquierda, de derechos civiles y feministas difcilmente se ajustaban a la
imagen de disconformes sociales anmicos, fragmentados e irracionales. Tampoco
el modelo de Smelser (presin estructural/creencia generalizada/explosin) es
adecuado para explicar el momento, el carcter cognitivo, las formas organizativas,
la conducta ni las metas de los actores de los movimientos. Los movimientos de las
dcadas de 1960 y 1970 no fueron respuestas a la crisis econmica o al colapso
normativo. Suponan metas concretas, valores e intereses generales claramente
articuladas, y clculos racionales de estrategias. Quedaba claro que requeran un
nuevo enfoque terico. En los Estados Unidos la respuesta fue el paradigma de la
movilizacin de recursos; en Europa occidental, lo fue el paradigma de los
nuevos movimientos sociales.
A pesar de diferencias cruciales, ambos paradigmas suponen que los movimientos
sociales se basan en conflictos entre grupos organizados con asociaciones
autnomas y formas sofisticadas de comunicacin (redes, pblicos). Ambos
argumentan que la accin colectiva conflictiva es normal y que los participantes por
lo comn son miembros racionales bien integrados en organizaciones. En resumen,
la accin colectiva supone formas de asociacin y de estrategias propias del
contexto de una sociedad civil pluralista moderna. Este contexto incluye los
espacios pblicos (las instituciones sociales), los medios de masas (la prensa), los
derechos (de asociacin, de expresin, de reunin), las instituciones polticas
representativas y el sistema legal autnomo, todos los cuales son blanco de los
movimientos sociales que tratan de influir en la poltica o de iniciar un cambio.
Ambos enfoques tambin distinguen entre dos niveles de accin colectiva: la
dimensin manifiesta de las movilizaciones a gran escala (huelgas, mtines,
manifestaciones, plantones, boicots) y el nivel menos visible, latente, de las formas
de organizacin y comunicacin entre grupos que hacen posible la vida diaria y la
continuidad de la participacin de los actores. Es la insistencia de estos enfoques en
la organizacin previa de los actores sociales y en la racionalidad del conflicto
colectivo lo que desafa directamente a las teoras clsicas de los movimientos
sociales, porque implica que caractersticas que antes se consideraban exclusivas
de la accin colectiva convencional son tambin vigentes para las formas no
convencionales de conducta colectiva. En otras palabras. Es la sociedad civil, con
sus asociaciones intermedias y autnomas tan apreciadas por los pluralistas, y no
su terrorfica imagen de la sociedad de masas la que allana el terreno en el que
aparecen los anatematizados movimientos sociales!
El paradigma de la movilizacin de recursos |Los tericos de la movilizacin de
recursos empezaron rechazando el nfasis en los sentimientos y en los reclamos, el
uso de las categoras psicolgicas y la concentracin en el colapso caracterstico del
enfoque de la conducta colectiva. Adems, reunieron una cantidad impresionante
de evidencia emprica para refutar la idea de que individuos desvinculados,
motivados por la presin social, son los principales actores en los movimientos
sociales. Ms significativo desde su propio punto de vista, los tericos de la
movilizacin de recursos demostraron que se necesitan formas organizativas y

modos de comunicacin complejos que van ms all de los burdos mecanismos


descritos en la literatura clsica para movilizar a la accin colectiva.
Basados en la obra de economistas (Olson), de cientficos polticos (Salisbury ) y de
historiadores (Rud, Hobsbawn, Soboul, Wolf), los tericos de la movilizacin de
recursos resaltan en variables objetivas comola organizacin, los intereses, los
recursos, las oportunidades y las estrategias para explicar los movilizaciones en
gran escala. A estas variables se les trata desde el puntode vista de una lgica
neoutilitarista imputada a los actores colectivos. El actor racional (el individuo y el
grupo) que emplea un razonamiento estratgico e instrumental, remplaza a la
multitud como referente central para el anlisis de la accin colectiva. Por
supuesto, hay diferentes orientaciones dentro de este paradigma, que van desde la
lgica rigurosamente individualista, utilitaria, del enfoque del actor puramente
racional (propuesta inicialmente por Olson) hasta el enfoque organizativoempresarial de McCarthy y Zald, y el modelo de los procesos polticos propuesto por
los Tilly, Oberschall, Gamson, Klandermann y Tarrow. La mayora de los miembros
de este ltimo grupo hacen menos rgido el riguroso clculo individualista de
intereses caracterstico de Olson, al postular a grupos de solidaridad con intereses
colectivos como los protagonistas de la accin colectiva. A pesar de sus diferencias,
todas las versiones del enfoque de la movilizacin de recursos analizan la accin
colectiva en trminos de la lgica de la interaccin estratgica y de los clculos
costo-beneficio.
Los tericos de la movilizacin de recursos comparten los siguientes supuestos:
1. Debe entenderse a los movimientos sociales en trminos de una teora de
conflictos de la accin colectiva.
2. No hay ninguna diferencia fundamental entre la accin colectiva institucional y la
no institucional.
3. Ambas suponen conflictos de intereses construidos dentro de las relaciones de
poder institucionalizadas.
4. La accin colectiva implica la bsqueda racional de intereses por los grupos.
5. Los objetivos y reclamos son productos permanentes de las relaciones de poder
y no pueden explicar la formacin de los movimientos.
6. Los movimientos se forman debido a cambios en los recursos, organizacin y
oportunidades para la accin colectiva.
7. El xito implica el reconocimiento del grupo como un actor poltico o la obtencin
de mayores beneficios materiales.
8. La movilizacin implica organizaciones formales a gran escala, con un propsito
especial, burocrticas.

Organizacin y racionalidad son palabras clave de este enfoque. El anlisis no


procede de una relacin hermenutica con la ideologa o autocomprensin de los
actores colectivos. Por supuesto, desde el punto de vista de la hermenutica, se
puede responder que el punto de vista del anlisis s se aproxima al de un
organizador de movimientos interesado en los imperativos de la movilizacin, pero
es ms justo decir que lo que domina aqu es el punto de vista de un observador
del ambiente poltico, punto de vista que puede ser til para los organizadores.
No obstante, encontramos sorprendentemente que las referencias a comunidades
todava viables o parcialmente viables o grupos asociativos organizados para fines
distintos de la oposicin (Oberschall); a la existencia de intereses colectivos
(Tilly); incentivos sociales (Fireman, Gamson) o a bases sociales con conciencia
que donan recursos (McCarthy, Zald) abunden en la literatura sobre el tema, lo que
supone el reconocimiento de una base societal civil y no de masas de la accin
colectiva racional, organizada, moderna. Lo que sigue siendo problemtico en todo
el enfoque es que no da una explicacin adecuada de las formas organizativas que
presupone. Tal explicacin requerira explorar el terreno social y poltico que
constituye la condicin de posibilidad para la emergencia y el xito de los
movimientos modernos.
La reconstruccin hecha por Charles Tilly del impacto del desplazamiento de las
estructuras de poder locales a las nacionales sobre las formas organizativa y tipos
de accin colectiva da un paso importante en esta direccin. Adems, su versin de
la teora de la modernizacin describe la emergencia del repertorio de acciones y
los tipos de asociaciones presupuestos por la teora de la movilizacin de los
recursos. As, su anlisis histrico-comparativo ubica y a la vez trasciende su
estructura, y muchos de sus descubrimientos ms significativos respecto a las
nuevas formas de vida del grupo tienen consecuencias para el desarrollo de
dimensiones clave de la sociedad civil que no pueden reducirse a las categoras
analticas de su enfoque de la movilizacin de recursos. Tampoco ofrece medios
adecuados para explicar las nuevas formas de organizacin o los proyectos de los
movimientos contemporneos que no simplemente tienen como objetivo que la
economa o el Estado los incluyan o les concedan beneficios materiales. En realidad,
el lmite del correctivo de Tilly al modelo de la movilizacin de recursos es que
permite a la sociedad civil (diferenciada del Estado y de la economa), aparecer
como el terreno, pero no como el blanco de la accin colectiva. No obstante, como
presenta el ms fuerte argumento a favor de la importancia de la sociedad civil
para entender a los movimientos modernos, vale la pena estudiar con ms detalle
el modelo de Tilly.
A pesar de su polmica explcita con las versiones de Smelser y de Durkheim del
modelo del colapso de la conducta colectiva, Tilly retiene la tesis de que el cambio
estructural en gran escala (la modernizacin) afecta a la accin colectiva.
Demuestra que las teoras comunes del colapso estn equivocadas porque el
momento y la rapidez de la urbanizacin y la industrializacin no rigen el ritmo de
la accin colectiva y porque no es posible vincular directamente las dificultades, la
anomia, a las crisis y al conflicto. Pero su anlisis del cambio estructural no pone en
duda el hecho de la diferenciacin en la transicin de la comunidad a la
sociedad. En cambio, muestra la forma en que la transformacin econmica, la
urbanizacin y la conformacin del Estado producen un desplazamiento a largo
plazo en el carcter y en las personas de la accin colectiva. Estos procesos (junto
con el desarrollo de los medios de comunicacin de masas) facilitan la emergencia

de nuevos tipos de movilizaciones y organizaciones que debilitan a otros. Lo que


nuevo en la versin de Tilly de la teora de la modernizacin es la relacin que
establece entre un repertorio de accin especfico y cambios estructurales que
tienen un efecto sobre la vida diaria de los actores relevantes: La reorganizacin
de la vida diaria transform el carcter del conflicto [...] la reconformacin a largo
plazo de las solidaridades, en vez de la produccin inmediata de la presin y de la
tencin, constitiyeron el efecto ms importante del cambio estructural sobre el
conflicto poltico.
Por medio del anlisis de los cambios en las rutinas diarias de las poblaciones su
lugar y modo de trabajo, la estructura de vida en vecindades, los desplazamientos
de la poblacin del campo a la ciudad y los cambios en los espacios del poder- Tilly
muestra la forma en que los repertorios de la accin desarrollados por los actores
colectivos se interrelacionan con sus formas de asociacin y la razn por la que
emergen nuevas formas. El desarrollo a largo plazo supone el reemplazo de las
solidaridades comunales por las asociaciones voluntarias. Esto, a su vez, supone un
desplazamiento de la accin colectiva alejndose de las asambleas rutinarias de
grupos comunales y de los mercados locales, festividades y reuniones aprobadas
oficialmente, hacia reuniones convocadas deliberadamente por grupos organizados
formalmente. As, las principales formas de accin colectiva cambian: los motines
para pedir alimentos, las rebeliones por impuestos y las solicitudes a las
autoridades paternalistas que caracterizaron al repertorio de acciones del siglo
XVIII son reemplazados por las demostraciones y las huelgas caractersticas del
repertorio de acciones del siglo XIX.
Las categoras analticas que propone Tilly para los tipos de accin colectiva captan
este cambio general. El repertorio de acciones del siglo XVIII supone demandas
competitivas y reactivas. Las primeras implican conflictos entre grupos
comunales existentes a nivel local sobre los recursos pretendidos por rivales. La
accin colectiva reactiva compromete a grupos comunales amenazados por los
esfuerzos de los partidarios del Estado por obtener el control de la poblacin
general y sus recursos. Tambin supone una resistencia en la prioridad de las
necesidades y tradiciones locales. En este caso, un grupo reacciona a las demandas
de otro grupo por un recurso que actualmente est bajo su control. En ambos
casos, la accin colectiva es realizada por comunidades solidarias preexistentes. Da
cuenta de una accin ricamente simblica y expresiva, admirablemente descrita por
Tilly a pesar de su nfasis general en la racionalidad estratgica, incluso de estos
tipos de conflictos.
Por otra parte, las acciones colectivas proactivas asumen las demandas grupales
de poder; privilegios o recursos que previamente no existan. En este caso, los
esfuerzos por controlar y no rechazar, a los elementos de las estructuras
nacionales, llevan a la formacin de organizaciones complejas que tienen
finalidades especiales, en lugar de los grupos comunales.
Los tipos de movilizacin que corresponden a los ltimos dos tipos de demandas
son defensivos y ofensivos, respectivamente. Las luchas reactivas implican
movilizaciones defensivas ante una amenaza del exterior. Claramente, lo que est
en juego es la defensa de un mundo de la vida tradicional, estructurado
comunalmente, contra la modernizacin, Las movilizaciones ofensivas
caractersticas de los demandantes proactivos suponen la constitucin de un fondo
de recursos para obtener reconocimiento o una mayor participacin en el poder.

Tilly continuamente nos advierte que no hay que ver a las acciones colectivas
competitivas, reactivas y proactivas como etapas en un proceso evolutivo. Adems,
argumenta que los elementos de un repertorio de acciones pueden usarse para
lanzar una variedad de demandas. Una manifestacin no es por definicin ni
proactiva ni ofensiva. No obstante, l describe un cambio a largo plazo, en que las
dos primeras dominan hasta mediados del siglo XIX y la tercera a partir de esa
fecha. El cambio ocurri porque las grandes estructuras obtuvieron el control de
recursos que anteriormente manejaban los hogares, las comunidades u otros
grupos pequeos. Adems, la urbanizacin y los medios de comunicacin de masas
redujeron los costos de la movilizacin a gran escala para las asociaciones
organizadas formalmente. El nuevo lugar del poder y las nuevas estructuras de la
vida diaria promovieron la seleccin de un nuevo repertorio de accin y la
emergencia de nuevas formas asociativas. El conflicto social tom cada vez ms la
forma de luchas proactivas, ofensivas, por la inclusin en las estructuras que
controlan los recursos a nivel nacional. Finalmente, pero no menos importante, el
desarrollo de la poltica electoral de masas cre un ambiente favorable a la
asociacin voluntaria y a la movilizacin a gran escala.
En realidad, Tilly argumenta que el aumento de la importancia de las elecciones y el
principio de la participacin popular en la poltica nacional promovi la difusin de la
manifestacin como una forma clave de accin colectiva, porque supona una
cubierta legal que poda extenderse a ms y ms grupos y tipos de reuniones. El
otorgamiento de legalidad a una asociacin electoral o asamblea electoral
proporciona una base para la legalidad de asociaciones y asambleas que no son del
todo electorales, no slo electorales, o no electorales por el momento. Los
derechos de organizarse, reclutar, hablar en pblico, de celebrar asambleas, de
solicitar, de hacer algo pblico y de manifestarse (los componentes institucionales
clave de la sociedad civil moderna) son, por supuesto, esenciales para un sistema
multipartidista que operan en un contexto de sufragio universal. La presencia de
lites con un fuerte inters en una definicin amplia de la actividad poltica
aceptable, hace difcil para los gobiernos, con el transcurso del tiempo, dejar fuera
de estos derechos a otros actores sociales. As, la poltica electoral ofrece un
incentivo a los actores sociales para seleccionar la manifestacin, la reunin pblica
y la huelga como modos de la accin colectiva, puesto que los grupos que por lo
general tienen ms xito son los que pueden producir el mayor nmero,
compromiso y articulacin de las demandas
Esto significa que la sociedad civil se ha convertido en el terreno indispensable en el
que se renen, organizan y movilizan los actores sociales, pese a que sus objetivos
sean la economa y el Estado. Por lo tanto, la obra de Tillu se opone a las
conclusiones de Foucault, que sostiene que todos los medios para lograr una
solidaridad autnoma, efectiva, han sido abolidos por las tcnicas
individualizadoras y normalizadoras que han trado consigo las formas
modernas de poder. Tilly muestra que las solidaridades comunales de los famosos
cuerpos intermediarios del antiguo rgimen, junto con los sitios y tipos de
reuniones polmicas propias de las estructuras de la vida diaria en las condiciones
premodernas (siglo XVIII) eventualmente desaparecieron. Pero lo que l afirma
es que fueron reemplazadas por nuevas formas de solidaridad, de asociacin, de
recursos de poder y de modos de conflicto en el terreno de la sociedad civil
moderna. De hecho, Tilly considera estas formas de organizacin y protesta como
ms autnomas que las reuniones espontneas caractersticas del repertorio de
acciones del siglo XVIII, las que Foucault describe tan atractivamente!

Desde nuestro punto de vista, la obra de Tilly muestra que la accin colectiva
moderna presupone el desarrollo de espacios sociales y polticos autnomos dentro
de las sociedades civil y poltica, que estn garantizados por los derechos y
apoyados por la cultura poltica democrtica que subyace en las instituciones
polticas representativas formales. Pero pone nfasis principalmente en las
oportunidades polticas y en las implicaciones estratgicas que aquellos tienen para
la emergencia del repertorio de acciones del siglo XIX. En resumen, slo observa
las dimensiones de estos procesos que son relevantes para la movilizacin de
grupos organizados que compiten por el poder. El trabajo histrico de Tilly implica
que la transformacin de los espacios del poder y los correspondientes cambios e la
forma de la accin colectiva presuponen la creacin de nuevos significados, nuevas
organizaciones, nuevas identidades y un espacio social (es decir, la sociedad civil)
en el cual stos puedan aparecer. Pero la perspectiva de la movilizacin de recursos
que l acepta, lo lleva a tratar a estos ltimos meramente como precondiciones
obvias para la accin colectiva efectiva. Los modelos del sistema de organizacin
poltica y de movilizacin combinados enfocan la atencin en la interaccin entre la
represin/facilitacin, poder y oportunidad/amenaza por una parte, y los intereses,
la organizacin y la movilizacin de las capacidades por la otra. Se presupone que
la accin colectiva supone costos y trae beneficios en forma de bienes colectivos
(incluyendo la inclusin). Se representa la lucha como si se diera entre miembros y
competidores por la inclusin en el sistema de organizacin poltica (acceso al
poder) y por las recompensas materiales que esto puede traer consigo. En
resumen, los conflictos sociales (en y acerca de las instituciones de la sociedad
civil) y la forma de la esfera pblica poltica son considerados slo unilateralmente:
como reacciones defensivas u ofensivas a las cambiantes relaciones de poder.
Hay varias desventajas en este limitado enfoque. Primero, presupone algo que se
ha vuelto problemtico y que requiere ser explicado, con la transicin de la base
comunal a la asociacin de la identidad de grupo. En otras palabras, la propia obra
histrica de Tilly sugiere que la construccin de la identidad de grupo, el
reconocimiento de los intereses compartidos y la creacin de solidaridad dentro y
entre los grupos ya no pueden, con la emergencia de la sociedad civil moderna, ser
tratados como si estuvieran dados. Estos son logros que han llegado a ser cada vez
ms reconocidos por los actores implicados en estos procesos. La creciente
autorreflexin respecto a la construccin social de la identidad y de la realidad,
supone el aprendizaje siguiendo dimensiones no estratgicas. Estas cuestiones se
vuelven cada vez ms urgentes si consideramos a los actores colectivos
contemporneos que no simplemente convierten al Estado o a la economa en el
blanco de sus esfuerzos por ser incluidos o por obtener beneficios mayores, y cuyas
identidades no pueden deducirse de estos subsistemas. En resumen, el enfoque de
Tilly excluye la posibilidad de analizar las polticas de identidad de los actores
colectivos contemporneos.
Segundo, aunque Tilly proporciona instrumentos para analizar la forma en que las
instituciones de la sociedad civil y de la poltica pueden ofrecer medios para que
grupos excluidos y relativamente impotentes puedan ejercer presin sobre los que
tienen el poder (y el dinero), con el find} de ingresar al sistema de organizacin
poltica, su concentracin en el objetivo de la inclusin y en la adquisicin de poder
lo lleva a oscurecer las consecuencias de la poltica de la influencia dirigida a la
sociedad poltica. La influencia, como ya hemos visto, es un medio peculiar que se
ajusta especficamente a las sociedades civiles modernas cuyas esferas pblicas,
derechos e instituciones democrticas representativas estn, al menos en principio,
abiertas a los procesos discursivos que informan, tematizan y potencialmente
alteran las normas sociales y las culturas polticas. Es posible para los actores
colectivos en la sociedad civil ejercer influencia sobre los actores en la sociedad

poltica, hacer uso del discurso pblico no slo para obtener poder y dinero, sino
tambin para restringir el papel de los medios de poder y de dinero en el mundo de
la vida con el fin de asegurar la autonoma y modernizar (democratizar y liberalizar)
las instituciones y las relaciones sociales de la sociedad civil. Al fusionar
implcitamente el poder y la influencia, Tilly no ve la lgica de la accin colectiva
que busca aplicar los principios de la sociedad civil a ella misma y realizarlos ms
plenamente dentro de las instituciones sociales. Nuestra tesis es que en los
movimientos sociales contemporneos, una poltica dual de identidad y de
influencia, dirigida tanto a la sociedad civil como al sistema de organizacin poltico
(o sociedad poltica), reemplaza a la lgica monista de la accin colectiva en la que
hace hincapi Tilly.
Adems, Tilly ha rechazado explcitamente la idea de que los cambios en las
tcticas (huelgas con plantones, manifestaciones de masas, ocupacin de locales),
los temas (autonoma local, igualdad de gneros, ecologa, derecho a un estilo de
vida diferente) o actores (prevalencia de las nuevas clases medias) que participan
de la accin colectiva contempornea equivalen a un nuevo repertorio de accin.
Sin embargo, si se les observa con detalle, casi todos estos casos suponen formas
de accin que ya tienen sus propias historia. A pesar de algunas innovaciones, los
actores colectivos contemporneos continan usando las rutinas de las reuniones,
manifestaciones, huelgas, etc. Entonces, para Tillyaunque los temas y las
alineaciones han cambiado, el hecho fundamental es la continuidad los medios de
la accin han seguido siendo los mismos-. Pero tienen el mismo significado? Son
las manifestaciones, las reuniones, etc., de los nuevos movimientos realmente nada
ms proactivas y ofensivas? Est claro que en el caso de las nuevas dimensiones de
los movimientos feminista, homosexual, ecolgico, pacifista y favorables a la
autonoma local, esto no es as. Y el mismo Tilly ha argumentado que ninguna
accin es en s misma proactiva reactiva, ofensiva o defensiva. En realidad, los
movimientos contemporneos combinan las caractersticas de los dos tipos
principales de Tilly. Son frecuentemente defensivos y reactivos, pero no protegen a
comunidades tradicionales preexistentes de las penetraciones del exterior. Ms
bien, defienden espacios para la creacin de nuevas identidades y solidaridades y
buscan hacer a las relaciones dentro de las instituciones de la sociedad civil ms
igualitarias y democrticas. Aunque estn organizadas asociativamente las
asociaciones son tratadas no como grupos de inters sino como fines en s mismos.
Tampoco se construye a los espacios pblicos ampliados, a las esferas
contrapblicas literarias y basadas en los medios, a las formas de la resolucin
discursiva de los conflictos y a la participacin democrtica slo como medios, a las
formas de la resolucin discursiva de ls conflictos y a la participacin democrtica
slo como medios con el fin de obtener mayores beneficios materiales o la inclusin
como grupo de inters para el acceso y ejercicio del poder. Finalmente, los nuevos
movimientos tambin tienen un lado ofensivo, no slo en el sentido de luchas por
la inclusin y el poder en el sistema de organizacin poltico, sino en la medida en
que suponen esfuerzos para influir en los actores de la sociedad poltica para que
tomen decisiones polticas e inicien reformas adecuadas a las nuevas identidades
colectivas.
Muchos tericos de la movilizacin de recursos han reconocido los aspectos nicos
de los movimientos contemporneos. De hecho, el paradigma fue elaborado
inicialmente por los tericos comprometidos o afectados directamente por la Nueva
Izquierda. Estos tericos trataron explcitamente las innovaciones en las
organizaciones, procesos de movilizacin, estrategias y objetivos de los
movimientos de la dcada de 1960 y principios de la de 1970. Segn uno de los
anlisis ms significativos, estos movimientos eran nuevos precisamente en la
medida en que los movilizaban Organizaciones profesionales de Movimientos

Sociales, OMS (SMO, por sus siglas en ingls) (lderes externos en vez de nativos),
que cuidadosamente calculaban y dirigan la accin colectiva con el propsito de
que obtuviera la cobertura de los medios de comunicacin y la simpata pblica
hacia su objetivo con la finalidad de influir de esa manera sobre la conciencia de los
integrantes de las lites para que proporcionaran financiamiento y defensa que
pudiera resultar en la profesionalizacin adicional (burocratizacin) del descontento
social y xito en el sentido de asegurar la representacin de los insuficientemente
representados por medio de grupos de inters viables. Claramente, la meta de esta
teora es la de explicar la posibilidad y el xito de la accin colectiva por parte de
aquellos que estn excluidos de la representacin directa dentro del sistema poltico
ya sea por los partidos o por los grupos de inters predominantes. El anlisis de
esta estrategia particular de influencia por parte de las OMS profesionales muestra
que la accin colectiva contempornea no implica simplemente luchas de poder
directas entre los contendientes y las autoridades. De hecho, la estructura
descentralizada, pblica y pluralista de la sociedad civil alienta los esfuerzos por
influir a los sectores de la opinin pblica, en este caso la opinin de electorados
conscientes externos, es decir, lites sociales.
Este anlisis es muy convincente si se piensa en grupos desorganizados y sin poder
que de otra manera no estaran representados, como los nios, los pobres o los
consumidores. Sin embargo, como en el caso de Tilly, el centro de atencin
exclusivamente en las estrategias para obtener representacin y beneficios polticos
resulta en una comprensin unilateral del poder peculiar de la influencia y
oscurece la distincin entre movimientos sociales y grupos de inters. Los
movimientos quedan reducidos a organizaciones poltico-instrumentales. Segn
este anlisis, los actores colectivos no pueden ser ni movilizados ni tener influencia
es el recurso por excelencia de los que carecen relativamente de poder, de los que
se encuentran fuera de la poltica y de los que no tienen fuerza econmica. De aqu
la importancia de las OMS profesionales. Sin importar lo convincente que esta
lgica pueda ser en abstracto, en el caso de la teora de McCarthy y de Zald resulta
que incluir a la influencia en los medios del dinero y el poder tiene un efecto poco
afortunado de que la dinmica y la lgica de los movimientos sociales
contemporneos ms importantes son represntadas de manera equivocada.
Como lo demuestran Jenkins y Eckert, entre otros, los nuevos movimientos sociales
fueron desafos nativos organizados por lderes locales que emergieron de las
poblaciones ofendidas y obtuvieron el apoyo de redes autnomas de asociaciones
locales, grupos de bases, clubes sociales, iglesias (para el movimiento de derechos
civiles), etc., para movilizar a la accin colectiva. Se organizaron en OMS clsicas,
asociaciones dependientes del trabajo voluntario de los beneficiarios directos y
emplearon tcticas innovadoras que obtuvieron xitos notables antes de que
tuviera lugar la profesionalizacin. Sus estrategias buscaban influir a la opinin
pblica y, por lo tanto, indirectamente a las lites, no para obtener su apoyo o, en
primera instancia, ni siquiera el poder poltico, sino para convencer a otros de la
justicia de su causa. De hecho, una vez que las OMS profesionales se convirtieron
en las ms importantes, como ocurri en la dcada de 1980, se inici (aunque ellas
no lo causaron, en lo que estamos de acuerdo con Piven y Cloward) la decadencia
del ciclo de protestas y del carcter de movimiento de la accin colectiva. As,
hemos confirmado nuestra tesis de que las asociaciones autnomas, voluntarias y
nativas dentro de la sociedad civil que usan y amplan el discurso pblico y los
espacios pblicos para el discurso son la differentia specifica de los movimientos
sociales contemporneos.

Incluso cuando el xito es definido en los trminos usuales de la teora de la


movilizacin de recursos como la inclusin poltica de grupos anteriormente
excluidos o como beneficios materiales mayores, sera imposible entender el xito
del movimiento de los derechos civiles si se confundiera la influencia con el poder y
si los blancos de la influencia se redujeran a patrocinadores potencias o adversarios
polticos. Las ocupaciones de locales, los boicoteos y las marchas por la libertad
tenan el propsito de influir en la opinin pblica y por lo tanto en las cortes
(federales y Suprema) para que hicieran cumplir las leyes federales e invalidaran,
por inconstitucionales, disposiciones locales que institucionalizaban la segregacin.
Fue la influencia, no el dinero o el poder, lo que estaba operando aqu.
Ciertamente, la estrategia de la influencia tambin estaba dirigida a persuadir a las
lites polticas en el Congreso para que aprobaran la legislacin. En el contexto de
una estructura de oportunidad poltica favorable, estas estrategias orientadas a la
influencia de la accin colectiva llevaron a las leyes de derechos civiles de 1964 a
1965 y a la institucionalizacin de significativos xitos durante los primeros aos de
la dcada de 1970. Todos stos fueron xitos de la organizacin nativa y de un
movimiento de masas.
El patrocinio y la profesionalizacin de hecho ocurrieron en los movimientos de
derechos civiles y de otro tipo, pero este proceso no inici, control, tranquiliz o
coopt a los movimientos. Ms bien, desempearon un papel importante en lo que
ocurri despus de sus victorias. Como lo han demostrado los movimientos
feministas y ecologistas, el litigio, la supervisin muy de cerca de las agencias
gubernamentales y el cabildeo profesionalizado pueden ser muy efectivos si van
acompaados de un movimiento nativo y si hay una base claramente legal y
administrativa para su realizacin. Adems, la disminucin de los movimientos no
se debi a la cooptacin o a la profesionalizacin, como algunos crticos de
McCarthy y Zald han afirmado, sino a los xitos de los movimientos y a sus lgicas
internas de desarrollo, ninguno de los cuales supona la transformacin de los
objetivos y tcticas a cambio de la incorporacin poltica.
El anlisis de Jenkins y Eckert debe ser tomado como un correctivo en vez de cmo
una alternativa al paradigma de la movilizacin de recursos. Aunque demuestran
que la accin colectiva de xito debe implicar ahora, a la vez, movimientos de masa
nativos (basados en asociaciones autnomas y locales) y grupos de inters
profesional, todava definen el xito como introducir a un grupo excluido en el
sistema de organizacin poltico. Aunque amplan los objetivos de la influencia
para incluir no slo a los adversarios polticos o a los patrocinadores potenciales
sino tambin sino tambin a la opinin pblica en general, sigue existiendo un
fuerte sesgo poltico en la discusin que lleva a una interpretacin unilateral de los
movimientos contemporneos. De conformidad con lo anterior, el carcter dual de
la accin colectiva contempornea nicamente es reconocido respecto a la
organizacin (las asociaciones de base adems de los grupos de intereses); el
blanco ltimo de estas organizaciones y de la accin colectiva en general se sigue
construyendo monsticamente. El reconocimiento pleno y la inclusin dentro del
sistema de organizacin poltico, y no la defensa y la transformacin de la sociedad
civil, es lo que se trata en esta interpretacin. Sin embargo, el objetivo del
movimiento de derechos civiles no era slo adquirir derechos civiles, sino tambin
modernizar la sociedad civil en el sentido de desmantelar las estructuras
tradicionales de la dominacin, exclusin y desigualdad arraigadas en las
instituciones sociales, las normas, las identidades colectivas y los valores culturales
basados en el prejuicio racial y de clases. Para tomar otro ejemplo, el movimiento
feminista convierte en su blanco a las instituciones patriarcales de la sociedad civil
y trabaja a favor del cambio normativo y cultural tanto como por obtener poder
econmico y poltico. En realidad, la preocupacin general por parte de todos los

actores colectivos contemporneos por la autonoma, la identidad, los discursos, las


normas sociales y los significados culturales queda sin explicar en esta teora.
La teora de la movilizacin de recursos se ve limitada en general por su
concentracin en el poder para tratar el tema de los usos estratgicos de la
influencia. En otras palabras, el enfoque se centra en la expansin de la sociedad
poltica para incluir nuevos actores o aumentar el poder de los antiguos.
Ciertamente, sta es una dimensin importante de la accin colectiva
contempornea, como lo es el xito definido en trminos de mayores beneficios.
Pero esto difcilmente es toda la historia. Un enfoque orientado hacia la sociedad
civil puede destacar dos dimensiones adicionales de la accin colectiva
contempornea: la poltica de la influencia (de la sociedad civil en la sociedad
poltica) y las polticas de identidad (el enfoque en la autonoma, la identidad y la
democratizacin de las relaciones sociales por fuera del sistema de organizacin
poltica).
A pesar de todo, con estos lmites en mente sera posible aplicar algunos de los
conceptos centrales del enfoque de la movilizacin de recursos a los movimientos
contemporneos. En el espritu de la obra de Tilly, podemos preguntar si se est
conformando un nuevo repertorio de accin para el siglo XX. Podramos intentar
correlacionar cambios en las formas organizativa, objetivos y tcticas de la accin
colectiva (los intereses de la movilizacin de recursos internos) con los cambios en
el locus y en la tecnologa del poder. Los recursos y la oportunidad poltica (temas
externos del modelo del sistema de organizacin poltica), alteraciones en las
relaciones entre el Estado, la economa y la sociedad, y transformaciones en las
experiencias y estructuras de la vida diaria. En otras palabras, los elementos
abstractos del enfoque de la movilizacin de recursos pueden usarse para
desarrollar una explicacin terica de los cambios reconocidos por todos en los
aspectos de las acciones colectivas contemporneas. El mismo Tilly acepta la
legitimidad de esa investigacin.
Sin embargo, esta investigacin debe trascender la limitada estructura y el enfoque
de la teora de la movilizacin de recursos. Los actores colectivos contemporneos
luchan conscientemente por el poder, para construir nuevas identidades, para crear
espacios democrticos tanto dentro de la sociedad civil como del sistema de
organizacin poltica para la accin social autnoma y para reinterpretar las normas
y reconformar las instituciones. Por lo tanto, el terico debe ver la sociedad civil a
la vez como el objetivo y el terreno de la accin colectiva, observar los procesos por
los que los actores colectivos crean identidades y solidaridades que defienden,
evaluar las relaciones entre los adversarios sociales y lo que est en juego en sus
conflictos, analizar la poltica de la influencia ejercida por los actores de la sociedad
civil sobre los de la sociedad poltica, y analizar los desarrollos estructurales y
culturales que contribuyen a una mayor antorreflexin de los actores.
El paradigma de los nuevos movimientos sociales
El paradigma de los nuevos movimientos sociales pretende hacer todo esto. Los
tericos europeos de los movimientos contemporneos recurrieron a la dimensin
de la integracin social en la accin colectiva, no obstante, sin reproducir la
orientacin de Durkheim hacia la tesis del colapso, o mos modelos de Smelser de la
conducta colectiva. Estos tericos tambin son conscientes de lo inadecuado de los
anlisis marxistas de los movimientos sociales, a pesar de su simpata con la

conciencia, la ideologa, la lucha social y la solidaridad para la accin colectiva.


Estos pensadores posmarxistas argumental que las teoras que subrayan la
primaca de las contradicciones estructurales, de las clases econmicas y de las
crisis en la determinacin de la identidad colectiva no son adecuadas para entender
los actores colectivos contemporneos. Tambin afirman que uno no puede sentirse
satisfecho con la aplicacin de modelos neoutilitaristas, de actores racionales, al
conflicto contemporneo (en la forma en que lo hace la teora de la movilizacin de
recursos) porque la accin colectiva no est limitada a los intercambios,
negociaciones y clculos estratgicos polticos entre los adversarios. Hoy en da, los
actores colectivos se concentran principalmente en temas relacionados con las
normas sociales y con la identidad colectiva. Esto significa que la lgica de la
interaccin colectiva lleva a algo ms que la racionalidad estratgica o instrumental.
Sin embargo, sera equivocado suponer que se ha formado un nuevo paradigma en
torno a un modelo de identidad puro como el propuesto por Pizzorno. En realidad,
este modelo tiene graves dificultades y ha sido criticado en un enfoque terico ms
complejo articulado por Alan Touraine y su escuela.
Touraine define a los movimiento sociales como interacciones orientadas
normativamente entre los adversarios con interpretaciones en conflicto y modelos
societales opuestos de un campo cultural compartido. No obstante, rechaza
explcitamente un anlisis puramente orientado a la identidad de los movimientos
sociales, argumentando que estos anlisis tienden a reproducir la autocomprensin
ideolgica de los actores o a caer en una explicacin sociopsicolgica de la
interaccin a costa dde un autntico anlisis sociolgico de la lucha. Esto es
especialmente riesgoso en el caso de actores colectivos contemporneos. Sus
bsquedas de identidad personal y comunal, su defensa de la accin expresiva y no
de la estratgica y el centro de su atencin en la participacin directa implican una
tendencia a retirarse a la autonoma abandonar el campo de la lucha
sociopoltica y volverse hacia s mismos a la manera de los grupos comunitarios o
sectarios-. As, un enfoque exclusivamente terico en la creacin de la identidad
slo sera paralelo a la tendencia de algunos actores contemporneos a construir
sus propias representaciones ideolgicas de las relaciones sociales (directas,
democrticas, comunales) como un principio organizador utpico para toda la
sociedad y a igualar su desarrollo expresivo de la identidad con los intereses
culturales de la lucha. Aunque Touraine afirma que la orientacin cultural no puede
ser separada del conflicto social, insiste en la objetividad de un campo cultural
comn compartido por los oponentes. Los varios potenciales institucionales del
campo cultural compartido, y no simplemente la identidad definida de un grupo en
particular, comprenden lo que est en juego en la lucha. Los actores y analistas que
se centran exclusivamente en el anlisis de la dinmica de la formacin de la
identidad tienden por lo tanto a salir de los lmites de los movimientos sociales.
Sin embargo, es posible argumentar que el rasgo sobresaliente de los nuevos
movimientos sociales no es que participen en la accin expresiva o afirmen sus
identidades, sino que comprometen a actores que han adquirido conciencia de su
capacidad para crear identidades y de las relaciones de poder implicadas en la
construccin social de esas identidades. Los actores contemporneos estn
interesados no slo en afirmar el contenido de una identidad especfica, sino
tambin en los elementos formales comprendidos en la formacin de identidad. Han
articulado el principio formal de que todos deben de tener igual oportunidad para
participar en los procesos del grupo por medio de los cuales se forman las
identidades, y se han vuelto autorreflexivos en lo que se refiere a los procesos
sociales de la formacin de identidad.

Esta mayor autorreflexin tambin se aplica alas normas societales existentes y a


las estructuras de dominacin implicadas en su conservacin. En otras palabras, los
actores colectivos contemporneos ven que la creacin de identidad supone un
conflicto social en lo que se refiere a la reinterpretacin de las normas, a la creacin
de nuevos significados y al desafo de la construccin social de los lmites mismos
entre los dominios de la accin pblica, la privada y la poltica.
Sobre esta base, es posible decir que los actores colectivos se esfuerzan por crear
una identidad de grupo dentro de una identidad social general, cuya interpretacin
ponen en duda. Sin embargo, incluso un nfasis en la nueva autorreflexin de los
movimientos sociales respecto a los problemas de la identidad, no introduce por s
solo la dimensin de las relaciones sociales plenas de conflicto entre los
adversarios. Ni siquiera la defensa autorreflexiva de una identidad ya existente o
recientemente creada supone un objetivo poltico generalizable. As, lo que se
necesita es un enfoque que contemple los aspectos polticos del conflicto y nos
pueda decir por qu la identidad se ha convertido hoy en da en el principal punto
de atencin.
No obstante, los anlisis que se centran exclusivamente en las estrategias tambin
tienden a salir del mbito de los movimientos sociales. La accin estratgica es
apenas social y relacional. Por supuesto, implica tener en cuenta los clculos
probables de otros de acuerdo con las reglas de juego e implica la interaccin en
este sentido mnimo. Pero los clculos estratgicos excluyen la referencia explcita a
un campo cultural comn o a relaciones sociales estructuradas entre los actores.
Un concepto estratgico del cambio implica la reduccin de la sociedad a las
relaciones entre los actores y en particular a las relaciones de poder, separadas de
cualquier referencia a un sistema social [...] no hay nada en juego en la relacin
social y no hay ningn campo distinto al de la relacin en s.
Por lo tanto, una estructura analtica que s concentra exclusivamente en la
interaccin estratgica es incapaz de captar, ni la orientacin cultural, ni las
dimensiones estructurales del conflicto y por lo tanto no contempla lo que es propio
de los movimientos sociales.
Touraine ve las orientaciones que slo consideran a la identidad y a la estrategia
como dos caras de la misma moneda. Ambas contemplan los conflictos sociales en
trminos de una respuesta al cambio a largo plazo (modernizacin) en vez de en
trminos internos de la estructura social. Adems, ambas corresponden a una
imagen de la sociedad contempornea como un conjunto dbil sujeto a una espiral
permanente de innovacin tecnolgica y cambio estructural conducidas por las
lites generenciales-empresariales o por el Estado. Desde este punto de vista, la
sociedad est estratificada en trminos de la habilidad de los actores para
adaptarse con xito al cambio (las lites), a su xito para asegurarse proteccin del
cambio (operativos) o a su victimizacin por el cambio (las masas marginadas).
Las dos explicaciones no sociales de la accin colectiva teorizan sobre la conducta
en el conflicto de actores concebidos en uno de esos tres trminos. El modelo de
identidad puro corresponde a la conducta defensiva de actores que se resisten a ser

reducidos al status de consumidores del cambio sin poder y dependientes,


replegndose a contraculturas o rechazando innovaciones que amenazan los
privilegios existentes o la integridad cultural de los grupos. Por el contrario, el
anlisis estratgico puro corresponde al punto de vista de las lites gerenciales o
estatales, incluso cuando se supone que toman el partido de la persona ordinaria
y presentan el punto de vista desde abajo. Cuando lo que est en juego en la
accin colectiva se construye como la posibilidad de pertenecer a las lites que
controlan los recursos del desarrollo, la accin colectiva se presenta como luchas
proactivas, ofensivas, de grupos de inters que compiten por el poder y el privilegio
en reas abiertas por el desarrollo o modernizacin. En este caso el esfuerzo no es
para resistir al cambio, sino para adaptarse al mismo. El problema con este enfoque
es que ni la direccin del cambio ni las relaciones estructurales de dominacin que
ste supone parecen estar abiertas a disputa porque los actores se relacionan con
un ambiente cambiante, en vez de entre ellos. En resumen, estas teoras de la
accin colectiva slo articulan aquellas dimensiones de la conducta de conflicto que
corresponden a desarrollos organizativos o a crisis estructurales del Estado y del
sistema poltico.
El propio enfoque de Touraine empieza desde una relacin hermenutica con la
autocomprensin y las ideologas de los movimientos contemporneos. Pero
trasciende este nivel de formacin de identidad para explicar el contexto histrico y
estructural del conflicto social y los nuevos intereses y caractersticas de la lucha
la autorreflexin respecto a la creacin de la identidad y las normas, el nfasis en la
democratizacin de la sociedad civil, la autolimitacin y la concentracin en temas
culturales-. Su obra se desarrolla a dos a dos niveles analticos: la elaboracin de
una teora de las dimensiones estructurales y culturales de la sociedad
contempornea y el anlisis mediante la teora de la accin de los procesos plenos
de conflicto de la construccin de identidades y de la formacin de proyectos
polticos por los actores colectivos. Adems, se centra en la dimensin social de la
accin colectiva, rescatando en parte el concepto de sociedad civil. De hecho, su
estructura terica nos permite ver la razn de que la sociedad civil sea a la vez el
lugar y el objetivo de los movimientos sociales contemporneos y de que ste sea
el caso sobre todo en los pases que ya tienen sociedades civiles vitales.
Para aclarar la diferencia entre los modos de conducta de conflicto descritos antes y
el concepto de un movimiento social, Touraine introduce la distincin analtica entre
el patrn de desarrollo de una sociedad (eje diacrnico) y su modo de funcionar
(eje sincrnico). El Estado, las crisis del sistema, el cambio y la conducta de
conflicto que opone las lites a las masas estn situados en el eje diacrnico. Las
relaciones sociale sy el sistema de accin histrica es decir, los procesos plenos
de conflicto por los cuales los actores sociales crean y cuestionan las normas, las
instituciones y los patrones culturales- estn situadas en el eje sincrnico. Las
acciones colectivas en las que est interesado Touraine y para las cuales reserva el
trmino movimiento social, son las luchas en torno a los potenciales institucionales
de los patrones culturales de un determinado tipo societal.
As Touraine reintroduce muchas de las dimensiones de la accin colectiva en que
hacan hincapi los conductistas colectivistas, puesto que argumenta que los
conflictos sociales entre actores deben ser entendidos en trminos culturales y
normativos. Pero hay tres diferencias entre el enfoque de Touraine y el de la
tradicin clsica. Primero: Touraine rechaza todas las versiones de la tesis del
colapso; en su modelo, el colapso y el desarrollo gobiernan la conducta de conflicto
sobre el eje diacrnico del cambio. Segundo: considera que los movimientos
sociales no son ocurrencias anormales, sino creadoras de vida social por medio de

la produccin y desafo de las prcticas, normas e instituciones sociales. Tercero: a


diferencia de Parsons, no cree que las orientaciones culturales de una determinada
sociedad (su patrn de conocimiento, tipo de inversin e imagen de la relacin de
los humanos con la naturaleza) sean algo incuestionable, dado, traspuesto
inseparablemente dentro de las normas e instituciones sociales. En cambio,
argumenta que la forma en que una sociedad institucionaliza sus orientaciones
culturales supone a la vez el conflicto social y las relaciones sociales de dominacin.
A la propia sociedad se le entiende como el producto cambiante, inestable,
aproximadamente coherente de las relaciones sociales, la innovacin cultural y los
procesos polticos. A diferencia del modelo societal de los tericos de la accin
estratgica, sin embargo, este panorama fluido supone una concepcin de la
sociedad como un conjunto de sistemas de accin o de relaciones sociales
estructuradas entre los actores. En consecuencia, las dimensiones de la accin
social ignoradas por la teora de la movilizacin de recursos pasan a ocupar el
centro del anlisis. El enfoque se dirige a los campos de relaciones sociales
alterables, pero no obstante estructuradas, en vez de al desarrollo, el Estado o el
mercado. En este caso, lo civil en vez de la sociedad poltica, es lo que pasa a
ocupar el centro del escenario, en tanto qu las dimensiones culturales de la
sociedad civil adquieren una gran importancia.
Por lo tanto, se redefine el significado de la accin colectiva. La accin se refiere
ahora a la capacidad de las sociedades humanas para desarrollar y modificar su
propia orientacin es decir, para generar su normatividad y sus objetivos-. Una
accin slo es social si est orientada normativamente y situada en un campo de
relaciones que incluya al poder y a orientaciones culturales compartidas. Un
movimiento social supone una doble referencia a orientaciones culturales y a
relaciones sociales, y no a los proyectos sociales a las cuestionadas estructuras de
dominacin. Por lo tanto, el campo social que impugnan los movimientos no puede
ser concebido como un campo de batalla para el que sea adecuado el modelo
militar de accin (estrategia).
Pero cul es el terreno social cuestionado que no es ni el Estado ni el mecanismo
del mercado?, es, por supuesto, la sociedad civil. Segn Touraine, la sociedad civil
es el lugar del lado ligero de la accin colectiva de los movimientos sociales-. En
realidad, surgen y caen juntos: ambos requieren cierta autonoma del Estado para
existir y ambos pueden ser aplastados por un Estado total. No obstante, los
movimientos sociales no van dirigidos contra el Estado; implican confrontaciones
entre adversarios sociales, civiles, dentro y acerca de las instituciones de la
sociedad civil. Entonces, se ve a la sociedad civil, en trminos de la accin, como el
dominio de las luchas, de los espacios pblicos y de los procesos polticos.
Comprende el campo social en que se ubica la creacin de normas, identidades,
instituciones y relaciones sociales de dominio y resistencia.
Touraine sabe de las teoras que niegan implcita o explcitamente la importancia de
la sociedad civil para los sistemas sociales contemporneos- De hecho, acepta
que la creciente capacidad de la sociedad contempornea para actuar sobre s
misma a costa del poder absoluto del Estado y las garantas metasociales del orden
social tambin abre el camino para aumentar el papel del Estado en la vida social y
cultural. No obstante, sostiene que la creciente autorreflexin societal implica la
expansin de la sociedad civil y el campo pblico. Esta dovle visin revela, al menos
al nivel descriptivo, los nuevos intereses que estn en juego para los movimientos
contemporneos. La idea de Touraine de la expansin de la sociedad civil est
relacionada directamente con los movimientos contemporneos que desafan el
control de un rango cada vez mayor de actividades sociales que previamente

estaban protegidas del escrutinio pblica por la tradicin, por una esfera privada
rgidamente definida, o por garantas metasociales:
El espacio pblico -Offentlichkeit- rigurosamente limitado en una sociedad
burguesa, fue ampliado hasta abarcar los problemas del trabajo de una sociedad
industrial y ahora se difunde por todos los campos de la experiencia [...] los
principales problemas polticos hoy en da tratan directamente con la vida privada:
la fecundacin y el nacimiento, la reproduccin y la sexualidad, la enfermedad y la
muerte y, de una manera diferente, el consumo de los medios de masas en los
hogares [...] La distancia entre la sociedad civil y el Estado est aumentando, en
tanto que la separacin entre la vida privada y la pblica est desapareciendo.
Los temas presentados por los movimientos feminista, ecologista pacifista y por la
autonoma local estn, por lo tanto, relacionados con los cambiantes lmites entre la
vida pblica, la privada y la social e implican luchas en contra de las antiguas y
nuevas formas de dominacin en estas reas.
En los pases que ya han asegurado las instituciones vitales de la sociedad civil por
medio de los derechos, el terreno recientemente abierto es vulnerable a la
penetracin y al control estatales. Por esto es que Estado modernizador que impone
regulaciones econmicas y el Estado administrativo que interviene en las
organizaciones sociales y culturales, tanto como lo hace en el orden econmico; se
han convertido en los blancos de la resucitada corriente liberal que pone nfasis en
la expansin de los derechos humanos y en la autonoma de la sociedad ante el
Estado. No obstante, en una de sus percepciones ms importantes, Touraine insiste
en que, como movimientos sociales, lo que est en juego en los conflictos
contemporneos no es simplemente la defensa y autonoma de la sociedad civil
frente al Estado. Ms bien, lo que importa es, ante todo, qu clase de sociedad civil
es la que deber defenderse. No basta asegurar la autonoma o incluso la primaca
de la sociedad civil frente al Estado, porque, como lo muestra el ejemplo del
capitalismo liberal en los Estados Unidos e Inglaterra, esto podra significar
simplemente la primaca de las lites socioeconmicas sobre las administrativas.
Ms bien, los movimientos sociales deben esforzarse por defender y democratizar
todas aquellas instituciones de la sociedad civil en que se ha hecho visible y se ha
desafiado la discriminacin, la desigualdad y la dominacin. Si seguimos nada ms
en el eje diacrnico, entonces el proyecto liberal de defensa de la sociedad contra el
Estado en realidad parecera anacrnico o, en el mejor de los casos, una accin de
contencin que servira principalmente a los intereses de las lites dominantes en
las instituciones no estatales. Pero si continuamos centrando nuestra atencin
exclusivamente en el eje sincrnico, podemos perder de vista el hecho de que el
Estado moderno siempre es capaz de intervenir en el campo de los movimientos
sociales, modificando decididamente o incluso aboliendo las condiciones que hacen
posibles los movimientos sociales y su lucha. La doble perspectiva que ofrece
Touraine es por lo tanto crucial para una comprensin de la razn por la que, en la
mayora de las sociedades civiles en Occidente, la autonoma y la democratizacin
de las instituciones de la sociedad civil contempornea siguen encontrndose al
centro de los conflictos sociales contemporneos.
Pero como hemos tenido el privilegio de haber vivido varios siglos en sociedades
cada vez ms civiles, no es nuestro deber buscar la gran alianza entre la lucha
liberadora contra el Estado y un conflicto social que busca impedir que la misma se
realice nicamente en beneficio de los lderes de la sociedad civil?

En resumen, sera un gran error apoyar slo el proyecto libera de defender a la


sociedad frente al Estado, porque esto dejara intactas las relaciones de dominacin
y de desigualdad dentro de la sociedad civil.
Sin embargo, en vez de continuar y aclarar esta sugerente lnea de investigacin,
Touraine se orienta a un nivel analtico diferente y construye un modelo de nuestro
tipo societal contemporneo al que llama postindustrial o programado, con el fin
de especificar los intereses de los movimientos contemporneos y fundamentar la
afirmacin de que son radicalmente discontinuos en relacin con los movimientos
anteriores. Si bien este modelo terico puede sealar los nuevos escenarios que se
abren al conflicto, tiene la desventaja de que oscurece la importancia del concepto
de sociedad civil que es tan central para la comprensin de la propuesta de
Touraine, a la vez que conduce a un punto de vista unilateral de los movimientos
sociales contemporneos.
La sociedad postindustrial es supuestamente un nuevo tipo societal caracterizado
por nuevos espacios de poder, nuevas formas de dominacin, nuevos modos de
inversin y un modelo cultural autorreflexivo. El poder, la inversin y la
dominacin se ubican al nivel de la propia produccin cultural. Las innovaciones en
la produccin de conocimientos (medios, computadoras, bandos de datos)
transforman nuestra representacin de la naturaleza humana y del mundo externo.
Por estas razones, la investigacin y el desarrollo, el procesamiento de
informacin, la ciencia y las tcnicas biomdicas, y los medios de comunicacin de
masas son los cuatro principales componentes de una sociedad postindustrial. Cada
vez ms dominios de la vida social son abiertos a los proyectos tecnocrticos de
control o a proyectos alternativos para conservar la autonoma y asegurar la
estructura democrtica interna del terreno recientemente en disputa. En resumen,
la sociedad postindustrial se representa a s misma como capaz de producir su
propio conocimiento, guas normativas y formas socioculturales. Lo que est en
riesgo en el conflicto social se refiere a la institucionalizacin de este modelo
cultural: instituciones autnomas, autogobernadas, igualitarias vs estructuras
controladas por las lites, manejadas tecnocrticamente y saturadas por las
relaciones de dominacin.
El aumento en la autorreflexin acarreado por estos desarrollos rige el cambio en la
identidad de las acciones colectivas y las clases de movimientos que desarrollan. La
lucha por instituciones sociales autnomas, democrticas, y el inters en las formas
participativas de asociacin por parte de los actores colectivos contemporneos, se
deben al reconocimiento de que los medios y los fines de la produccin social son
productos sociales. Por esto es que se concentran en las dimensiones culturales y
normativas de la vida diaria y conciben sus luchas en trminos de un derecho de la
poblacin a elegir su propia clase de vida e identidad. Las nuevas dimensiones de
identidad de los actores contemporneos y lo que hace que sean radicalmente
discontinuos respecto a los movimientos anteriores, no es por lo tanto su repertorio
de acciones sino el nivel de autorreflexin y el cambio en el lugar y en los intereses
de las luchas que corresponden a la emergencia de un nuevo tipo societal.
La circularidad en este modo de argumentacin es obvia. La accin colectiva
contempornea es nueva porque supone la lucha alrededor de reas abiertas por la
sociedad postindustrial, pero la sociedad postindustrial es un nuevo tipo societal
porque hace surgir nuevas formas de accin colectiva. Sin embargo, el modelo
terico de Touraine no pretende ser neutral. De hecho, espera evitar la circularidad

del argumento terico por medio de su mtodo partidista de intervencin


sociolgica. Su propsito es obtener de la conducta conflictiva existente la
dimensin de un movimiento social (en nuestros trminos, la nueva identidad
colectiva autolimitada):
Lo que debemos descubrir ahora es la manera en que, en nuestras clases de
pases, las reacciones defensivas contra el cambio permanente pueden ser
transformadas en conflictos sociales y accin antitecncrata, y la manera en que
esas luchas se extienden hasta el rea de la actividad poltica y crean lo que
podramos llamar un nuevo ffentlichkeit [...] El principal problema es pasar de la
defensa a la contraofensiva, de la bsqueda de la identidad a la accin colectiva,
para controlar el proceso de cambio.

Aunque este mtodo proporciona interesantes datos sobre la autointerpretacin de


los actores colectivos contemporneos, a la vez que revela, en algunos casos, la
emergencia de una nueva identidad autorreflexiva, no libra a la teora de su
circularidad.
En otros escritos hemos criticado los aspectos dogmticos de la metodologa de
Touraine y su creacin de una jerarqua de formar de la lucha social para que
correspondan a la teora de los tipos sociales. Tambin hemos criticado su
insistencia en la discontinuidad radical entre los tipos societales y los movimientos
sociales como Antettica del uso del concepto de sociedad civil. Al usar nuestra
clase de pases, Touraine hace referencia a los pases que han tenido (y todava
tienen) luchas para conservar y ampliar la sociedad civil. Pero la idea de que la
sociedad civil exista en Occidente por lo menos desde el siglo XVII implica una
continuidad institucional y cultural con nuestro propio pasado idea que se
contrapone a la tesis de tipos societales, modelos culturales y movimientos sociales
radicalmente discontinuos-. Mientras que la distincin entre los ejes sincrnico y
diacrnico hace visibles las innovaciones de las luchas contemporneas, a la vez
que proporciona un espacio para el anlisis institucional de la sociedad civil; la
teora evolutiva implcita de los tipos societales oculta la continuidad entre el
pasado y el presente. Por lo tanto, se hace imposible explicar los procesos de
aprendizaje por parte de actores colectivos respecto a los movimientos, formas
institucionales y proyectos societales pasados. El concepto tipo societal es
demasiado abstracto para el anlisis institucional de la sociedad civil. Adems, el
concepto ms bien bosquejado de la sociedad postindustrial obliga a representar
como regresivos o anacrnicos aquellos aspectos de la lucha que no implican una
nueva identidad colectiva autorreflexiva.
A la vez, la tesis de un nuevo lugar de dominacin, inversin, poder y protesta,
parece ofrecer una explicacin del carcter dual defensivo y ofensivo- de las
nuevas dimensiones de las acciones colectivas contemporneas. El primero incluye
la preocupacin defensiva por la identidad y la autonoma; el segundo, una
tendencia a asumir la contraofensiva y a participar en las luchas por el control y la
democratizacin de las instituciones sociales. Para Touraine, a diferencia de Tilly, la
accin ofensiva se refiere no a una batalla competitiva orientada
estratgicamente por la inclusin y el poder en un sistema de organizacin poltico,
sino a la lucha por ampliar el campo de la actividad poltica y democratizar los
espacios pblicos existentes y nuevos a costa del control del Estado y del modelo
tecnocrtico de la sociedad. Tanto las reacciones defensivas al cambio permanente
como las luchas ofensivas contra los proyectos tecnocrticos por monopolizar y

reprivatizar el control de las institicuones sociales y la innovacin cultural son


elementos de la accin colectiva contempornea. No obstante, la distincin entre
los ejes sincrnico y diacrnico de la accin s tiene una importante desventaja: le
impide ver a Touraine una importante dimensin de la accin colectiva, esto es, las
luchas por parte de los actores sociales para asegurar la influencia de las
instituciones democrticas en y a travs de todo el sistema poltico y de la
economa. Sin esta dimensin, la sociedad civil sigue siendo vulnerable al poder
econmico y poltico, y el foco de la accin colectiva se reducira a una sola
dimensin. La estructura terico de Touraine no es lo suficientemente compleja
como para permitirle construir un modelo que integre las mejores partes de la
teora de la movilizacin de los recursos.
Adems, aunque Touraine ofrece una sociologa de la accin de los nuevos rasgos
de los movimientos contemporneos, no desarrollo una teora del tipo de accin
que presupone la tesis de una mayor autorreflexin. Por supuesto, s analiza los
procesos de comunicacin en que participan los actores colectivos contemporneos
a medida que articulan nuevas identidades y proyectos societales. Pero una
autorreflexin terica de la accin comunicativa del tipo ofrecido por Habermas
puede articular lo especfico de estos procesos, indicar sus lmites y abrir el camino
a la comprensin de las relaciones entre todos los tipos de acciones en los
conflictos colectivos. Debido a que este nivel de anlisis le falta a su teora,
Touraine comete la equivocacin de excluir a la interaccin estratgica del concepto
de un movimiento social y de su vaga imagen de la sociedad civil. Acierta al afirmar
que un enfoque unilateral sobre la estrategia omite las dimensiones sociales y las
orientadas a las normas de las luchas contemporneas que son centrales para la
emergencia de nuevas identidades colectivas. Pero se equivoca al restringir la
interaccin estratgica a los niveles inferiores del conflicto o al eje diacrnico del
cambio porque, como lo demuestra claramente la teora de la movilizacin de
recursos, tanto los movimientos sociales como la sociedad civil suponen una
interaccin estratgica.
La reciente reformulacin, por parte de Habermas, de la teora de la accin
comunicativa nos permite ver la manera en que el paradigma de la accin colectiva
antes discutido puede ser complementario. Su tipologa de la accin corresponde
muy bien a las varias lgicas de la accin colectiva. El concepto de accin
teleolgica presupone un actor que elige recursos alternativos de accin (medios)
con vistas a obtener un fin. Esto implica relaciones entre un actor y un mundo de
situaciones existentes (estados existentes) que pueden ser obtenidas o realizadas
mediante una intervencin con un propsito. El grado de racionalidad de la accin
puede ser evaluado por una tercera persona respecto al xito y a la verdad es
decir, al ajuste entre las percepciones del actor y el caso real-. As, la accin
teleolgica corresponde al concepto de la accin racional que se encuentra al centro
de la teora de la movilizacin de recursos.
El modelo puro de la identidad argumenta (en pro de una racionalidad de la accin)
que es especfica a los nuevos movimientos sociales que se ajusta al modelo de
Habermas de la accin representada. Este tipo de accin implica la fabricacin
intencional y expresiva de la sobjetividad de la persona, as como su manifestacin
(sentimientos, deseos, experiencia, identidad) A un conjunto de otros que
constituyen un pblico. Aqu, se presuponen por lo menos dos relaciones con el
mundo: una orientacin al mundo subjetivo del actor y una al mundo externo. La
presentacin del yo mismo implica un esfuerzo por obtener que se reconozca la
identidad y la subjetividad de uno mismo. Pero desde el punto de vista del actor,
las relaciones interpersonales reguladas normativamente slo son consideradas

como hechos sociales. As{i, la accin dramatrgica puede asumir cualidades


estratgicas latentes y convertirse en una administracin cnica de la impresin. La
dimensin de la accin colectiva que abarca la afirmacin expresiva de una
identidad no es, por lo tanto, un asunto de expresividad espontnea sino que
implica una representacin estilizada y planificada de la identidad propia con el fin
de obtener reconocimiento o influecia.
El concepto de Smelser de un movimiento social orientado normativamente
corresponde al concepto de la accin normativa. Sgn Hebermas, el concepto de
accin normativamente regulada se refiere a los integrantes de un grupo que
orientan sus acciones a valores comunes (institucionalizados) que tienen una fuerza
obligatoria general para las relaciones interpersonales. Cada uno tiene derecho a
esperar que otros cumplirn con las normas compartidas. As, adems de
presuponer el mundo externo, la accin normativa implica una relacin con un
mundo social y una identidad social -es decir, un contexto normativo que designa la
totalidad de las relaciones interpersonales legtimas-. Esto significa que las
dimensiones cognitiva y motivacional son importantes para la evaluacin de la
validez de la accin normativa y que el aprendizaje puede ocurrir a ambos niveles.
Se puede evaluar la accin en trminos de su conformidad con una norma
determinada; las normas pueden ser evaluadas en trminos de si merecen o no ser
reconocidas sobre la base de un estndar aceptado. Debe observarse que, para
Smelser, los movimientos que no actan en nombre de un orden de normas vlidas
en ltima instancia, se vuelven irracionales.
La interaccin comunicativa lleva ms lejos al segundo nivel de cuestionamiento de
las normas. Este concepto traspasa los lmites de la teora de la accin de Parsons y
de Smelser. Se refiere a un proceso intersubjetivo, mediado lingsticamente, por el
que los actores establecen sus rleaciones interpersonales y coordinan sus acciones,
y que implica la negociacin de las definiciones de las situaciones (normas) y el
logro de un acuerdo. Mientras que la accin normativa presupone un consenso que
simplemente se reproduce con cada acto interpretativo, la accin comunicativa
supone una comunicacin sin restricciones entre los actores que primero deben
crear un consenso. Esto implica una relacin autorreflexiva con las dimensiones de
los tres mundos el objetivo, el subjetivo y el social-. En este caso, cualquier
aspecto de nuestro conocimiento incorporado culturalmente que se haya vuelto
problemtico puede ser tematizado y puesto a prueba por medio de la
determinacin de la validez de las demandas. El concepto de Touraine de un
movimiento social utiliza esta concepcin de la accin comunicativa.
Si aplicamos este anlisis abstracto de la accin a las estrategias conceptuales
antes descritas, queda en claro que, aunque cada una tiende a filtrar las formas
de accin analizadas por nosotros, todas pueden informar al estudio de la accin
colectiva. Es perfectamente concebible que un movimiento social concreto pueda
comprometer a todas las formas de accin. Esto es obvio en el caso de las acciones
colectivas contemporneas. Sectores clave de los nuevos movimientos desde el
feminismo hasta el ecolgico-, tienen una relacin autorreflexiva con los mundos
objetivos, subjetivos y sociales en la medida en que tratan los temas de la
identidad personal y social, defienden a las normas existentes, impugnan las
interpretaciones sociales de las normas, crean comunicativamente nuevas normas y
proponen formas alternativas de relacionarse con el ambiente. Como se dijo antes,
toda accin colectiva supone tambin actividad estratgica, instrumental y
normativa. Por lo tanto, no hay razn para que el anlisis de las varias lgicas de la
accin colectiva deba verse como incompatible, en tanto que no se las presente
como nica forma de racionalidad de la accin colectiva con exclusin de los dems.

Sobre la base de este anlisis, tambin es posible ver que los movimientos pueden
luchas simultneamente por la defensa y la democratizacin de la sociedad y por la
inclusin dentro de la sociedad poltica as como por la expansin de esta ltima.
Mientras que el anlisis de los tipos de accin puede incluir a las varias lgicas de la
actividad colectiva, no puede ni explicar una configua}racin particular dentro de
un determinado movimiento, ni unir los tipos en una estructura terica coherente.
Para esto, se debe recurrir a un anlisis de la sociedad civil. La obra de Touraine
seala la direccin correcta, pero l no ofrece una teora de la sociedad civil. En
cambio, hace uso de la categora sin explicar su articulacin interna. Tampoco
explica qu mecanismos conectan a las varias esferas entre s con el Estado y la
economa. En consecuencia, la lgica dual de los movimientos contemporneos se
representa errneamente como alternativas que son dirigidas nicamente a la
sociedad civil. El enfoque de la movilizacin de los recursos adolece de lo contrario,
al poner nfasis slo en las estrategias dirigidas a las estructuras polticas y
econmicas. Los paradigmas en competencia del estudio de los movimientos
sociales nos dejan as con una eleccin insatisfactoria: o uno interpreta a los
movimientos en trminos de la lgica estratgica de la organizacin supuesta en
la presin sobre las grandes estructuras del Estado y de la economa-, o uno opta
por poner nfasis en los modelos de identidad, de normas y de cultura, y en las
formas asociativas articuladas por los propios actores ms innovadores, cuyo
blanco son las instituciones de la sociedad civil. Lo que necesitamos es una
estructura terica que pueda dar cabida a ambos enfoques y explicar la lgica dual
de los movimientos contemporneos.
La teora social dual y los movimientos sociales contemporneos
Empezamos afirmando que los nuevos movimientos sociales consideran a los
modelos culturales, las normas y las instituciones de la sociedad civil como los
principales elementos en juego en el conflicto social. Claramente, los esfuerzos por
influir en las estructuras econmicas y en la poltica de Estado tambin tienen un
importante papel en estos movimientos. Por ejemplo, los ecologistas han recurrido
al Estado para que ejerza presin sobre los actores econmicos que saquean el
ambiente, en tanto que los activistas de derechos humanos y las feministas, han
tratado por medio de varias estrategias organizativas, de ejercer presin sobre el
Estado para que promulgue y haga cumplir leyes que garanticen los derechos de las
minoras y de las mujeres en la economa, la sociedad civil y el sistema de
organizacin poltico. Algunos componentes de los nuevos movimientos han
organizado partidos polticos (el ejemplo ms famoso son los Verdes de Alemania
occidental), en tanto que otros han buscado trabajar dentro de los partidos que ya
existen o ejercer presiones sobre la sociedad poltica mediante esfuerzos de
cabildeo, todo sin renunciar a sus vnculos con los activistas de los movimientos y
las asociaciones que se encuentran fuera del sistema poltico. As, los movimientos
contemporneos tienen una apariencia y una lgica organizativa duales. En el
captulo IX, revisamos los presupuestos sociotericos de esta afirmacin,
reformulando las categoras de la sociedad civil en trminos de la distincin
sistema/mundo de la vida en trminos de las categoras de la sociedad civil y de la
sociedad poltica nos brinda los instrumentos necesarios para explicar, tanto los
aspectos defensivos, como los ofensivos de los movimientos contemporneos.
Las contribuciones ms significativas de Habermas a la teora de los movimientos
contemporneos son tres tesis que, en conjunto, ofrecen percepciones de los
elementos ms importantes de la accin colectiva contempornea. La primera

enuncia que la emergencia de la modernidad cultural o de las esferas


diferenciadas de la ciencia, el arte y la moralidad organizadas en torno a sus
propias pretensiones de validez interna- llevan consigo potencial para una mayor
autorreflexin (y una subjetividad descentralizada) respecto a todas las
dimensiones de la accin y de las relaciones con el mundo. Esto abre la posibilidad
de una relacin postradicional, posconvencional, con las dimensiones clave de la
vida social, poltica y cultural, y de su coordinacin por medio de procesos
autnomos de interaccin comunicativa. Esto formara una base para una mayor
modernizacin del mundo de la vida por medio de la incorporacin de los
potenciales realizados de la modernidad cultural en la vida diaria, lo que implica el
reemplazo de la coordinacin gemeinschaftliche con formas potencialmente
autorreflexivas.
La segunda tesis sostiene la institucionalizacin selectiva de los potenciales de la
modernidad (autorreflexin, autonoma, libertad, igualdad, significado). Un modelo
dual de sociedad, que distingue entre sistema y mundo de la vida, se encuentra en
el ncleo de esta tesis. En este modelo, los procesos implicados en la
modernizacin de la economa y del Estado son distintos de los implicados en la
racionalizacin del mundo de la vida. Por una parte, tenemos el desarrollo de
estructuras orientadas por los medios en que la racionalidad estratgica e
instrumental es liberada y ampliada; por otra, el desarrollo de instituciones
igualitarias, culturales, sociales y socializadoras coordinadas, comunicativamente
adecuadas a las nuevas formas de subjetividad descentralizada que son posibles
gracias a la modernizacin cultural. La racionalizacin societal ha sido dominada,
sin embargo, por los imperativos de los subsistemas; es decir, los requerimientos
del crecimiento capitalista y de la direccin administrativa han predominado sobre
los intereses del mundo de la vida. La institucionalizacin selectiva de los
potenciales de la modernidad ha producido as una excesiva complejidad y nuevas
formas de poder sistmico y el empobrecimiento y subdesarrollo de la promesa
institucional del mundo de la vida. La colonizacin del mundo de la vida
relacionada con el desarrollo capitalista y el proyecto tecnocrtico de las lites
administrativas ha obstaculizado y contina obstaculizando estos potenciales.
La tercera tesis insiste en el carcter bilateral de las instituciones de nuestro mundo
de la vida contemporneo , esto es, la idea de quela racionalidad societal ha
acarreado desarrollos institucionales en la sociedad civil que han incluido no slo la
dominacin sino tambin las bases para la emancipacin. La teora dual de la
sociedad ubica as a los elementos nucleares de la sociedad civil la legalidad, la
publicidad, las asociaciones civiles, la cultura de masas, la familia- al centro de la
discusin. Esta es la dimensin del anlisis institucional ausente en la teora de los
tipos societales de Touraine. Para nosotros lo importante es que el bosquejo de
Habermas de los desarrollos dentro de una sociedad civil ya moderna (aunque
incompletamente) proporciona una va para entender el carcter sobre de los
movimientos contemporneos as como sus continuidades o discontinuidades con el
pasado. La idea del carcter doble de la conformacin institucional de la sociedad
civil es un progreso real porque va ms all del nfasis unilateral en la enajenacin
o en la dominacin (Marx, Foucault) y que un enfoque igualmente unilateral en la
integracin (Durkheim, Parsons). Se nos permite, por lo tanto, contar con un medio
terico para evitar la sombra opcin entre las apologas y la revolucin total. Si las
sociedades modernas no son reificadas del todo, si nuestras instituciones no han
sido penetradas totalmente por las relaciones de poder desiguales, entonces es
posible pensar en trminos de potenciales positivos de la modernidad que vale la
pena defender y ampliar por medio de una poltica radical pero autolimitada.
Considerados junto con la tesis de la colonizacin, stos nos permiten explicar la

razn de que la sociedad civil sea el objetivo as como el terreno de la accin


colectiva contempornea.
En conjunto, estas tesis revelan los elementos importantes de los movimientos
contemporneos en su lucha por la destradicionalizacin y democratizacin de las
relaciones sociales en la sociedad civil. La redefinicin de las normas culturales, de
las identidades individuales y colectivas de los papeles sociales adecuados, de los
modos de interpretacin y de la forma y contenido de los discursos (a la que aqu
hemos llamado la poltica de la identidad) es parte de este proyecto. Sin
embargo, como los instituciones autoritarias frecuentemente son reforzadas por el
control desigual del dinero y del poder, y como la colonizacin de las instituciones
de la sociedad civil por estos medios impide continuar con su modernizacin, los
actores colectivos contemporneos tambin deben dirigirse a la sociedad poltica.
Una poltica de inclusin se dirige a las instituciones polticas para obtener
reconocimiento para nuevos actores polticos como miembros de la sociedad poltica
y para lograr beneficios para aquellos a los que representan. Tambin es
indispensable una poltica de influencia dirigida a cambiar el universo del discurso
poltico para que genere espacios para nuevas interpretaciones de necesidades,
para nuevas identidades y para nuevas normas. Slo con esa combinacin de
esfuerzos puede restringirse y controlarse la colonizacin administrativa y
econmica de la sociedad civil, que tiende a mantener las relaciones sociales de
dominacin y a crear nuevas dependencias.
Finalmente, la democratizacin adicional de las instituciones polticas y econmicas
(una poltica de reforma) tambin es central para este proyecto. Sin este
esfuerzo, cualquier progreso dentro de la sociedad civil est en realidad tenue.
Mientras que la democratizacin de la sociedad civil y la defensa de su autonoma
frente a la colonizacin econmica o administrativa puede ser considerada como
el objetivo de los nuevos movimientos, la creacin de sensores dentro de las
instituciones polticas y econmicas (reforma institucional) y la democratizacin de
la sociedad poltica (la poltica de la influencia y la inclusin), que abriran estas
instituciones a las nuevas identidades y a las normas igualitarias articuladas en el
terreno de la sociedad civil, son los medios para asegurar esta meta.
No estamos argumentando que el propio Habermas haya proporcionado el
paradigma terico sinttico de los movimientos sociales que su estructura hace
posible. Si bien las teoras disponibles sobre los movimientos tienen mucho que
aprender de esa estructura, la propia teora social de Habermas tambin podra
beneficiarse si integrara los resultados de otros anlisis contemporneos. En
realidad, su ms reciente discusin de los nuevos movimientos sociales es
desorientadora porque se basa en una interpretacin unilateral del concepto dual de
la sociedad que l mismo introdujo.
El enfoque de Habermas de los movimientos sociales ha evolucionado en el
transcurso del tiempo. Su primer anlisis se pareca mucho al de Alain Touraine. Al
igual que Touraine, considera a la Nueva Izquierda y en especial al movimiento
estudiantil como agentes potenciales de la democratizacin societal frente a los
proyectos tecnocrticos para funcionalizar a las instituciones sociales y la esfera
pblica existente. Estos movimientos parecen contener la promesa de nuevas
identidades sociales racionales y de una reavivida cultura poltica democrtica en la
medida en que buscan ampliar y democratizar los espacios pblicos de la
universidad al sistema poltico.

En trminos ms tericos, Habermas atribuy dos papeles interrelacionados a los


movimientos sociales. Primero, se vi a los movimientos como el elemento dinmico
en los procesos de aprendizaje social y de formacin de identidad. Aprovechando
los potenciales incorporados en las tradiciones culturales y las nuevas formas de
socializacin, los movimientos sociales trasponen estructuras de racionalidad
disponibles en forma latente a la prctica social, de tal modo que puedan
incorporarse en nuevas identidades y normas. Segundo, los movimientos con
proyectos democrticos tienen el potencial de iniciar procesos por los que la esfera
pblica puede ser reanimada y los discursos institucionalizados, dentro de una
amplia gama de instituciones sociales. Estos papeles fueron situados slo en una
forma muy abstracta a los desarrollos institucionales contemporneos, sin
embargo, debido a la antigua tesis de la Escuela de Francfort de la
unidimensionalidad que an influa en la evaluacin de Habermas de las
instituciones sociales, econmicas y polticas existentes. As aunque l (al igual que
Touraine) critic la retrica revolucionaria de los movimientos de los aos sesenta
por desviar la atencin del proyecto de democratizacin de las instituciones
polticas y sociales a favor de su total destruccin, no pudo proporcionar ninguna
alternativa a su crtica totalizadora de la sociedad moderna. Hemos criticado la
primera versin de la teora de Habermas por su dficit institucional, es decir, por
localizar los potenciales emancipadores al nivel abstracto de la modernidad cultural
y en los procesos de socializacin y no en la articulacin institucional de la sociedad
civil.
Habermas resolvi esta dificultad introduciendo la concepcin dual de la sociedad
como una base para analizar el carcter bilateral de las instituciones
contemporneas. Interpreta los potenciales ambivalentes de nuestras instituciones
sociales en trminos de un choque entre los imperativos del sistema y las
estructuras de comunicacin independiente. Como consecuencia, estas instituciones
estn abiertas tanto a las luchas defensivas para proteger y democratizar la
infraestructura comunicativa de la vida diario como a proyectos ofensivos de
reforma institucional radical. Es tanto ms irnico que su obra reciente tambin nos
ha dado lo que consideramos una interpretacin extremadamente unilateral de los
nuevos movimientos sociales, porque en esta concepcin, estos movimientos
aparecen principalmente como reacciones defensivas contra la colonizacin del
mundo de la vida.
Habermas sostiene que lo que est en juego en las nuevas formas de resistencia y
conflicto no es la defensa del mundo de la vida sociocultural tradicional (comunal,
atributivo, difuso) sino de un mundo de la vida que ya est en parte modernizado.
Tambin distingue entre las defensas de la propiedad y del estatus adquirido en el
terreno de un mundo de la vida modernizado y la accin defensiva que
comprende experimentos en nuevas formas de cooperacin y comunidad. Estos
ltimos forman el ncleo del nuevo potencial de conflicto. No obstante, se considera
a los nuevos movimientos como formas de resistencia y de retirada que buscan
detener la marea de los sistemas de accin organizados formalmente a favor de las
estructuras comunicativas. Aunque representan la capacidad continua del mundo
de la vida para resistir la reificacin, y por lo tanto toman un significado positivo.
Habermas es escptico respecto a su potencial emancipador y sospecha de su
naturaleza aparentemente antinstitucional, defensiva, antirreformista. En resumen,
no ve a los nuevos movimientos como portadores de nuevas identidades sociales
(racionales) sino como estancados en el particularismo. Tampoco los ve como
orientados hacia la promocin de la institucionalizacin de los potenciales positivos
de la modernidad, o a trascender una poltica expresiva de retirada, ni cree que
sean capaces de hacerlo.

No obstante, Habermas presenta una idea interesante cuando argumenta que los
nuevos conflictos surgen en el punto de contacto entre el sistema y el mundo de la
vida acerca, precisamente, de aquellos papeles que institucionalizan los medios
del dinero y del poder y median entre las esferas pblicas y privada y los
subsistemas econmicos y administrativos-. El rechazo a los papeles
funcionalizados del empleado y el consumidor; del ciudadano y el cliente,
seguramente caracterizan mucha de la accin colectiva contempornea:
Son justo estos papeles los que son blanco de la protesta. La prctica alternativa es
dirigida contra la [...] movilizacin dependiente del mercado del poder de la mano
de obra, contra la extensin de las presiones de la competencia y del desempeo
hasta los niveles bsicos de la escuela primaria. Tambin se dirige contra la
monetarizacin de los servicios, de las relaciones y del tiempo, contra la redifinicin
consumista de las esferas privadas de la vida y de los estilos de vida personales.
Adems, la relacin de los clientes con las agencias de servicios pblicos debe
abrirse y reorganizarse de un modo participativo [...] Finalmente, ciertas formas de
protesta niegan las definiciones del papel del ciudadano.
Sin embargo, desde el punto de vista de Habermas, los desafos de los
movimientos a estos papeles son puramente defensivos. Representa a los esfuerzos
de los actores colectivos por crear contrainstituciones dentro del mundo de la vida
para limitar la dinmica interna de los sistemas econmicos y polticosadministrativo, no slo como reactivos, sino como proyectos comunalistas con
tendencias antimodernas de desdiferenciacin y retiro. La nica excepcin que
observa es el movimiento feminista. Slo ste tiene una lgica dual y un potencial
claramente emancipador: un aspecto ofensivo, universalista, interesado en la
inclusin poltica y en la igualdad de derechos, junto con un aspecto particularista,
defensivo, que se concentra en la identidad, los valores alternativos y la superacin
de formas concretas de vida marcadas por los monopolios masculinos y una
prctica diaria racionalizada unilateralmente. La primera dimensin vincula al
feminismos con la tradicin de los movimientos de liberacin burgueses socialistas
y con los principios morales universalistas. La segunda lo relaciona con los nuevos
movimientos sociales. No obstante, como se indic antes, los nuevos movimientos
de resistencia, incluyendo la segunda dimensin del feminismo, suponen
exclusivamente reacciones defensivas a la colonizacin. De aqu que se les califique
de particularistas por su preocupacin por las identidades, las normas, y los
valores alternativos, y de aqu la acusacin de una retirada hacia las categoras
atributivas o biolgicas del gnero. Segn Habermas, la dimensin emancipadora
del feminismo no implica por lo tanto nada nuevo, en tanto que la nueva dimensin
del feminismo adolece de las mismas desventajas que los otros movimientos
nuevos.
Creemos que este anlisis de los nuevos movimientos en general y del feminismo
en particular es desorientador. De hecho, la interpretacin de Habermas de lo que
es nuevo en estos movimientos como reacciones particularistas y defensivas a la
penetracin de la vida social por los medios del dinero y el poder, supone el rescate
de la tesis clsica del colapso. Esto a su vez, se deriva de una interpretacin
unilateral de su propia teora social dual. As, el anlisis de Habermas de los
movimientos no hace justicia al potencial de su teora, por dos razones. La primera
tiene que ver con su fracaso para traducir las categoras del mundo de la vida en
una conceptualizacin plena de la sociedad civil y poltica. Los sugerentes pasajes
sobre las instituciones pblicas y privadas del mundo de la vida descuidan aquella

dimensin clave que le habra permitido evitar la tesis del colapso, es decir, la de
las asociaciones. A pesar de su reconocimiento de que las luchas contemporneas
se localizan en torno a las dimensiones de la reproduccin cultural, la integracin
social y la socializacin, no vincula a stas con el lado positivo de las instituciones
dentro de la sociedad civil y de la sociedad poltica. En vez de reconocer que los
nuevos movimientos tienen un papel que desempear en la modernizacin adicional
de estas esferas, slo percibe su carcter defensivo ante la expansin de los
mecanismos de direccin. En el mejor de los casos considera que los nuevos
movimientos tienen el potencial de contribuir al aprendizaje siguiendo las
dimensiones de la transmisin y socializacin cultural, pero no de acuerdo al
cambio institucional dentro de la sociedad civil.
Habermas est equivocado al concluir a partir de su seguimiento de la
reinterpretacin de las tradiciones y de las identidades, que lo que est implicado
en los nuevos movimientos es slo una poltica cultural antiinstitucional. Los
movimientos tambin generan nuevas solidaridades, alteran la estructura asociativa
de la sociedad civil y crean una pluralidad de nuevos espacios pblicos, a la vez que
amplan y revitalizan los espacios que ya estn institucionalizados. Esto supone
desafiar los papeles mediadores entre el sistema y el mundo de la vida. El otro lado
de la accin colectiva contempornea, sin embargo, supone el cambio institucional
siguiendo la dimensin de la integracin social. Implica conflicto acerca de las
relaciones sociales en instituciones civiles que van de la familia a las esferas
pblicas.
La tendencia de Habermas a considerar los subsistemas como cerrados
autorreferencialmente impide ver la posibilidad de la reforma institucional tambin
en estos dominios. Su separacin excesivamente rgida entre los dominios del
sistema y del mundo de la vida le impide ver las estrategias ofensivas de los
movimientos contemporneos que buscan crear o democratizar receptores dentro
de los subsistemas, porque vuelve el xito tautolgicamente imposible. En
consecuencia, su explicacin de los movimientos no hace justicia a la tesis del doble
carcter institucional a que se aludi antes, y al cual est dirigida la lgica dual de
los movimientos. Por lo tanto, cae en un anlisis reduccionista de la ecologa, de las
iniciativas ciudadanas, de los movimientos de los Verdes y de los movimientos
Juveniles, y en una representacin equivocada de la lgica dual cuando la logra
percibir, como ocurre en el caso del feminismo.
Nuestra reconstruccin de la distincin sistema/mundo de la vida, de conformidad
con los lineamientos de una teora de la sociedad civil corrige estos dos puntos
ciegos. Por una parte, traducimos el concepto del mundo de la vida como la
articulacin institucional de una sociedad civil garantizada por los derechos. Por
otra parte, argumentamos que hay receptores para la influencia de la sociedad civil
dentro de la sociedad poltica (y econmica) y que stos pueden, dentro de ciertos
lmites, ser ampliados y democratizados. En consecuencia, en nuestra versin de la
concepcin dual de la sociedad, la lgica dual de los nuevos movimientos puede
hacerse evidente. Nuestro enfoque nos permite ver que los movimientos operan a
ambos lados de la divisin sistema/mundo de la vida, y as podemos tener en
cuenta las contribuciones de ambos paradigmas de la accin colectiva.
Nuestra estructura tambin nos ofrece una interpretacin ms sinttica del
significado de la accin colectiva defensiva y ofensiva de la que es posible
encontrar en cualquiera de los enfoques discutidos antes. En esta explicacin, el
aspecto defensivo de los movimientos supone conservar y desarrollar la

infraestructura comunicativa del mundo de la vida. Esta formulacin capta el


aspecto dual de los movimientos discutido por Touraine as como la percepcin
(Habermas) de que los movimientos pueden ser portadores de los potenciales de la
modernidad cultural. Esta es la condicin sine qua non de los esfuerzos venturosos
por redifinir las identidades, reinterpretar las normas y desarrollar formas
asociativas igualitarias y democrticas. Los modos de la accin colectiva expresivos,
normativos y comunicativos tienen su lugar adecuado aqu; pero esta dimensin de
la accin colectiva tambin implica esfuerzos por asegurar los cambios
institucionales dentro de la sociedad civil que corresponden a los nuevos
significados, identidades y normas que se crean.
El aspecto ofensivo de la accin colectiva est dirigido ala sociedad poltica y
econmica los campos de la mediacin entre la sociedad civil y los subsistemas
del Estado administrativo y de la economa-. Ciertamente, esto implica el desarrollo
de organizaciones que puedan ejercer presin para que se les incluya en estos
dominios y obtener beneficios de ellos. Los modos estratgico instrumentales de la
accin colectiva son indispensables para esos proyectos. Pero la poltica ofensiva de
los nuevos movimientos no slo implica luchas por el reconocimiento monetario o
poltico, sino tambin una poltica de influencia dirigida a los que se encuentran
dentro del sistema poltico (y quizs econmico) y proyectos (autolimitadores) de
reforma institucional. De qu otra manera vamos a entender los esfuerzos por
volver a estos subsistemas ms receptivos a los nuevos temas e intereses, ms
receptivos a las necesidades y a la autocomprensin de los actores en la sociedad
civil, y ms democrticos internamente de lo que son ahora? En otras palabras,
aquellos elementos de los nuevos movimientos que se dirigen a la sociedad poltica
(y que quizs un da se dirigirn tambin a la sociedad econmica) articulan un
proyecto de reforma institucional autolimitador, democrtico, dirigido a ampliar y
democratizar las estructuras del discurso y del compromiso ya existentes en estos
dominios.
Una crtica feminista de la Teora Social Dual
Aunque creemos que es posible analizar en estos trminos a todos los movimientos
sociales contemporneos, nos vamos a concentrar en el levantamiento feminista
para presentar nuestro punto. Ya han aparecido varias discusiones interesantes de
la importancia de la teora social dual de Habermas para el movimiento feminista
contemporneo. En el artculo ms comprensivo sobre el tema, Nancy Fraser
argumenta que, lejos de facilitar una comprensin del feminismo, la teora social
dual de Habermas y en especial su distincin entre sistema y mundo de la vida-,
no slo es insensible al gnero sino tambin, en importantes respectos,
androcntrica e ideolgica. Fraser propone una crtica mucho ms radical de la
teora social dual que la que nosotros hemos bosquejado antes. Como su crtica
est dirigida al propio aparato conceptual de la teora social dual del que nos hemos
apropiado y revisado, la consideraremos con cierto detalle. Comprende cinco
afirmaciones clave:
1. Fraser sostiene que la distincin entre sistema/mundo de la vida nos lleva a
representar a la familia como una institucin integrada socialmente que nada ms
tiene una relacin extrnseca incidental con el dinero y el poder. Ubicar a la familia
moderna y a la economa capitalista oficial en los lados opuestos de la separacin
sisema/mundo de la vida es ocultar el hecho de que las familias contemporneas
son sistemas econmicos y lugares de trabajo, coercin, intercambio, explotacin y
violencia. Adems, esto legitima la separacin institucional moderna de la familia y

de la economa oficial, de la crianza de los nios y del trabajo pagado, y de las


esferas pblicas y privada que han sido anatema para el feminismo
contemporneo. As, supuestamente Habermas ignora el hecho de que la crianza de
los nios es el trabajo no pagado por supervisar la produccin del poder de mano
de obra adecuadamente socializada que la familia intercambia por salarios.
2. Se presenta un argumento ligeramente distinto respecto a la distincin que hace
Habermas entre las formas normativamente aseguradas, convencionales, de la
integracin social y las establecidas comunicativamente, autorreflexivas,
posconvencionales. Fraser concede que esta distincin proporciona recursos crticos
para analizar las relaciones interfamiliares al hacer que los consensos sobre las
normas y papeles familiares sean sospechosos en la medida en que o son
prerreflexivos o se ha llegado a ellos por medio de un dilogo viciado de injusticia,
coercin o desigualdad. No obstante, afirma que se da una importancia insuficiente
al hecho de que las acciones coordinadas por el consenso asegurado
normativamente en la familia nuclear patriarcal son acciones reguladas por el
poder. Aqu el error se encuentra en la aparente restriccin que hace Habermas del
uso del trmino poder, limitndolo a los contextos burocrticos. Como
consecuencia, las relaciones de poder dentro de la familia son construidas como si
fueran resultado de presiones externas sobre la misma (presiones econmicas en el
caso del capitalismo clsico; presiones burocrticas en el caso del Estado
benefactor).
3. Este enfoque tiene la consecuencia, segn Fraser, de que el dominio masculino
es un signo de insuficiente modernidad de las relaciones sociales. El hecho de que
el patriarcado es intrnseco al capitalismo, en vez de un derivado accidental del
mismo, se ve obscurecido de esa manera.
4. Aunque Fraser (de forma inconsistente) alaba la ampliacin que hace Habermas
de la distincin pblico/privado clsica en un esquema de cuatro partes de la
familia, la esfera pblica, la economa y el Estado (claramente basada en la
distincin entre el sistema/mundo de la vida), argumenta que el potencial crtico de
este modelo se ve obstaculizado por la ceguera respecto al gnero del enfoque
general. Habermas errneamente conceptualiza los papeles en torno a los cuales se
conforman las relaciones de intercambio entre los cuatro trminos del modelo
(trabajador, consumidor, cliente, ciudadano) en trminos neutrales al gnero.
Adems, no menciona el hecho de que estos papeles son complementados por un
quinto papel crucial de las personas que cran a los nios. Aqu el punto de Fraser
es que las relaciones entre los dos conjuntos de esferas pblica y privada son
aclaradas por igual, tanto a travs del medio del gnero, como a travs de los
medios del dinero y el poder.
5. Finalmente, Fraser argumenta que la tesis de la colonizacin lleva a Habermas a
representar errneamente las causas y a construir en forma equivocada la amplitud
del desafo feminista al capitalismo del Estado benefactor. Segn esta tesis, las
esferas privada y pblica de la sociedad civil dejan de subordinar los sistemas
econmico y administrativo a las normas y valores de la vida diaria, y en cambio
son cada vez ms subordinadas a los imperativos de esos sistemas. Sin embargo,
Fraser indica que las normas patriarcales continan estructurando la economa
capitalista regulada por el Estado y la administracin estatal, como lo indica la
continua separacin de la fuerza de trabajo y la estructura de los sistemas de
bienestar social. As, los canales de influencia entre los sistemas y el mundo de la
vida son multidireccionales. El anlisis de Habermas de la ambivalencia de las

reformas del Estado benefactor, sin embargo, no toma en cuenta el subtexto de


gnero que contienen estos desarrollos. El hecho de que las mujeres sean
abrumadoramente las nuevas clientes de precisamente esas reformas
ambivalentes del sistema benefactor no se observa. La tesis de la colonizacin
para el Estado benefactor agrava as los errores y omisiones que se derivan de la
concepcin terica original de la separacin entre el sistema/mundo de la vida.
Ignora la perspectiva de gnero y es androcntrica.
Esta crtica presenta cuestiones que no es posible descartar, en especial si uno
desea argumentar que la teora social dual (tal como la hemos reconstruido)
contribuye a la comprensin de los movimientos contemporneos. Es cierto que
Habermas no prest mucha atencin al gnero, y que el no considerar la
perspectiva de gnero en su modelo de hecho oculta importantes caractersticas de
los acuerdos institucionales que desea entender. No obstante, la afirmacin de que
la distincin entre el sistema/mundo de la vida y la tesis de la colonizacin son
antitticas a esas cuestiones no es convincente. Creemos que el potencial crtico de
la teora y su importancia para los movimientos feministas puede ser demostrado.
De hecho, la mayora de las dificultades citadas por Fraser se encuentran no en el
modelo terico general, sino en la interpretacin del mismo por Habermas. As,
mostraremos que, en gran medida, la parte vlida de su crtica puede encontrar
cabida en nuestra versin revisada del modelo, que a su vez puede arrojar luz
sobre algunas de las formas de dominacin y de conflicto propias del feminismo
contemporneo.
1. Como hemos visto, Fraser rechaza la distincin sistema/mundo de la vida,
argumentando que no hay manera de diferencias categricamente entre las esferas
de la mano de obra pagada y la no pagada, entre la economa de la familia y la
oficial. En realidad, argumenta que no hay ninguna garanta para suponer que
una organizacin sistemtica integrada de la crianza de los nios sera algo ms
patolgica que la de cualquier otro trabajo. Sin embargo, esta respuesta no capta el
sentido real de la distincin entre sistema e integracin social y a su vez es poco
convincente.
Si bien Habermas, en sus momentos ms marxistas, trata de distinguir entre los
procesos reproductivos simblicos y materiales, el ncleo de su teora se basa en la
distincin mucho ms importante entre los modos de coordinacin de la accin y no
en los elementos sustantivos de la propia accin. En resumen, la afirmacin que
Fraser no ha refutado de ninguna manera es que hay una diferencia fundamental
entre los procesos (reproduccin cultural, integracin social, socializacin); las
relaciones sociales y las instituciones en que la ponderacin de la coordinacin debe
ser comunicativa y las que pueden ser digeridos por los medios sin distorsin,
como los mercados o las burocracias. Esto es as, no porque la actividad de la mano
de obra o actividad creativa/productiva se realice slo en el segundo dominio, sino
porque los significados, las normas y las identidades no pueden ser mantenidas,
reinterpretadas o creadas a travs de sustitutos funcionales de los efectos
coordinadores de la interaccin comunicativa. Lo central de la diferencia entre
conjuntos formalmente organizados de relaciones sociales (subsistemas) y otros, se
encuentran en la tendencia de los primeros a neutralizar los antecedentes
normativos de contextos de accin informal, regulada por costumbre o moralmente,
que estn ligados a pretensiones de validez y a sustituir stos por contextos de
interaccin generados por la ley positiva y dirigidos por los medios. Estos ltimos
son coordinados por medios que operan a travs de cdigos lingsticos; sin
embargo, estos cdigos liberan a los actores de la necesidad de acordar
mutuamente la definicin de la situacin implicada en toda interaccin relevante,

evitando as (o haciendo imposible) la referencia a las pretensiones de validez


normativa. Los significados, las normas y las identidades no son creadas en esos
contextos, aunque se las usa (o se las refuerza) para fines sistmicos.
Considerar a la familia como un sistema econmico implicara, por lo tanto, o una
aceptacin total de la teora de sistemas (hacindola as inmune a la crtica
normativa que quiere hacer Fraser), o una comprensin equivocada de lo que es un
sistema en la teora de Habermas: un conjunto de relaciones sociales organizado
formalmente y dirigidas por los medios. Si uno tiene la intencin de desafiar los
significados, normas e identidades constitutivos de la desigualdad de gnero,
entonces ste es el camino equivocado. El enfoque de la teora de sistemas
destruye las mismas dimensiones en que stos se crean y reproducen. Aunque las
familias realizan funciones econmicas, aunque pueden ser funcionalizadas, (y de
hecho lo son) por los imperativos del subsistema econmico administrativo, aunque
hay interacciones estratgicas dentro de ellas as como intercambios de servicios y
de mano de obra por dinero o apoyo, y aunque stos se distribuyen siguiendo la
separacin de los gneros, las familias no por eso son sistemas econmicos. No
estn ni organizadas formalmente ni dirigidas por los medios. Por lo mismo, no se
las puede describir como sistemas administrativos aunque ciertamente s contienen
relaciones de poder.
El trabajo realizado por las mujeres dentro de la familia no es conocido, no se le
remunera y no se le recompensa, y por lo tanto pone en desventaja a las mujeres
incluso en el mercado de trabajo oficial (lo que refuerza la imagen de la
dependencia en un hombre que es el que gana el pan) No obstante, no es til
describir la crianza de los nios como si fuera igual al resto del trabajo social. El
hecho es que se le puede transferir parcialmente, y as ha ocurrido; a centros de
cuidado diario o guarderas, y aunque se trate de un trabajo remunerado esto no
significa que se le puede organizar formalmente de la manera en que es posible con
otros trabajos, o que sea deseable o posible transferir el cuidado de los nios
totalmente a un ambiente institucional integrado sistemticamente. La coordinacin
comunicativa de la interaccin sigue siendo el elemento central del cuidado y
crianza de los nios, como lo sabe cualquier padre, trabajador social encargado del
cuidado d nios o profesor de una guardera. A menos que uno est proponiendo la
institucionalizacin total de los nios en edad preescolar y la mercantilizacin total
de la crianza de los nios como la nica alternativa a ser criados por madres de
tiempo completo, entonces se debe suponer que los nios van a la cada en algn
momento del da momento en el cual requieren atencin y cuidado-. Adems, las
guarderas, los centros de cuidado diario y las escuelas son instituciones dentro de
la sociedad civil. Tienen su propio lado econmico y burocrtico, por supuesto, pero
cuando los requisitos organizativos o econmicos superan las tareas comunicativas
de la crianza y de la enseanza, socavan la raison detre de las instituciones y
tienen consecuencias patolgicas (nios desnutridos o ignorantes).
Aunque ciertamente podemos concebir que ms tareas del hogar pueden
trasladarse del hogar al mercado, con seguridad hay y debe haber un lmite a esto.
No estamos de acuerdo con la nocin de que todas las actividades creativas,
productivas o reproductivas deben necesariamente tomar la forma del trabajo
asalariado. Incluso cuando as lo hacen, esto no significa que las estructuras
institucionales en que ocurren estas actividades pueden ser analizadas como
sistemas econmicos. Slo sobre el supuesto desorientador de que todo trabajo
social es equivalente y por lo tanto igualmente favorable a la distorsin por la
integracin sistmica, es posible considerar a la socializacin y crianza primarias de
la misma manera que los dems trabajos. En resumen, slo si se construye a las

familias simplemente como espacios de tiempo de trabajo socialmente necesario no


pagado, pueden las diferencias entre las relaciones sociales de produccin y las
relaciones interfamiliares desaparecer de nuestra vista. Pero esta clase de supuesto
ha sido criticado por muchas feministas por ampliar exageradamente las categoras
de la crtica marxista del capitalismo a temas que no fueron considerados cuando
se les elabor.
Si uno est dispuesto a aceptar que la economa moderna requiere que algunas
formas de trabajo sean mercantilizadas y organizadas formalmente, la pregunta
central para la teora crtica es de qu manera se distinguirn las clases de
actividades que deben dejarse al mecanismo de mercado u organizarse
formalmente, de aquellas en las que no debe ser as? Aqu hay dos cuestiones
distintas. Por ejemplo, las crticas feministas de los contratos de maternidad
sustituta se oponen a la conveniencia de intercambiar bebs por dinero
(reificacin) y de tratar al embarazo y al nacimiento de los nios con base en el
modelo del contrato de trabajo. La mercantilizacin en esos casos parece
distorsionar la relacin de las mujeres con su cuerpo, su propio ser y su hijo, y no
es necesario explicar esta intuicin sobre la base de argumentos naturalistas o
esencialistas. La idea de la infraestructura comunicativa de las relaciones sociales
de la sociedad civil basta para explicar la distorsin que surge al entregar estas
relaciones de mercado. Y aunque el cuidado diario y la escuela suponen trabajo
pagado (la mercantilizacin de los servicios de los profesores y de los trabajadores
sociales encargados del cuidado de los nios), eso no significa que estas actividades
puedan o deban ser organizadas formalmente. No tienen la misma forma, finalidad
o significado que otro trabajo asalariado. Las instituciones pblicas y privadas en
las que se da cuidado y enseanza a los nios con componentes centrales de la
sociedad civil, a pesar del hecho de que los servicios profesionales de que se trata
son remunerados. En resumen, se requiere algn criterio para evaluar si la
mercantilizacin o la organizacin formal tendrn alguna consecuencia respecto a
ciertas formas de actividad o interacciones que son inaceptables y que no son
necesarias en una sociedad moderna. Nuestra teora de la sociedad civil ofrece un
buen principio en esta direccin.
En vez de intentar hacer compatibles los papeles del trabajador y de la persona que
cuida a los nios asimilando esta ltima al primero-, un anlisis que procede de la
distincin entre el sistema y el mundo de la vida nos llevara a cuestionar el
subtexto de gnero de ambos papeles, a la vez que se insiste en su diferencia. La
modernizacin ya ha trado consigo la migracin del trabajo (incluyendo la
educacin) del hogar al mercado. Pero con certeza una gran parte de la solucin
especficamente feminista a la doble carga de la madre trabajadora, a la
subordinacin e inseguridad vinculadas con el papel de quien conforma el hogar, y
a las desigualdades del mercado de la mano de obra debe incluir la eliminacin de
la asignacin a un gnero de las tareas del cuidado y crianza de los nios y del
cuidado del hogar junto con una lucha contra la divisin segn el gnero de la
mano de obra en el lugar de trabajo. Los salarios por el trabajo en el hogar y el
cuidado de los nios slo reforzaran su carcter sexista y relegaran a las mujeres
an ms decisivamente a los trabajos de servicios mal pagados. La divisin del
trabajo domstico supone claramente una relacin de poder basada en parte en la
dependencia econmica de la mujer, que la priva de una eleccin real y de una voz
igual en la distribucin de esas tareas; se deriva de su propia posicin inferior en el
mercado de trabajo, a la vez que la refuerza. Esta relacin es la que hay que
cuestionar.

Pero este enfoque no se basa en una analoga forzada entre las familias y los
sistemas econmicos, y entre el cuidado de los nios y otros trabajos productivos.
En cambio, supone un cuestionamiento a las normas patriarcales que definen a la
familia y asignan a los gneros las tareas en el hogar o de otro tipo. En realidad, la
misma posibilidad de articular y poner en duda las formas en que la economa
capitalista moderna y la familia nuclear (igualmente moderna) se intersectan (por
medio de papeles asignados segn el gnero) presupone su diferenciacin. Los
cambios en la identidad, en la concepcin normativa y en la estructura interna de
los papeles de la familia, no modificaran el hecho de que las relaciones
interfamiliares incluido el cuidado de los nios- deben ser coordinadas
comunicativamente. Por el contrario, ni siquiera es posible criticar a la familia
contempornea como injusta, como deformada por la distribucin desigual del
dinero, del poder y por relaciones de gnero asimtricas, si uno no presupusiera su
infraestructura comunicativa.
2. La distincin entre las orientaciones convencional y posconvencional capta una
dimensin clave del poder en las normas de gnero existentes. La forma que el
dominio de los hombres toma en la familia nuclear patriarcal y las formas en que
estructura las categoras del trabajo (y las relaciones de cliente en el Estado
benefactor) y las correspondientes identidades de gnero son modernas en el
sentido descriptivo, histrico. Pero no son ni racionales ni modernas en el sentido
normativo, es decir, en la forma en que Habermas usa estas palabras. Las normas
que fundamental el dominio de los hombres son un ejemplo de tradicionalismo por
excelencia, es decir, se basan en un consenso normativo convencional invariable
y perpetuado por las relaciones de poder y de desigualdad que lleva a toda clase de
patologas en el mundo de la vida. La actitud tradicionalista hacia las normas de
facto basadas en ese consenso no significa que las normas relevantes sean restos
de formas de desigualdades premodernas de status. Significa que estn aisladas de
la crtica y tradicionalizadas, por decirlo as. En realidad, se basan en una sociedad
civil selectivamente racionalizadas, y es precisamente a los obstculos para su
mayor modernizacin en el sentido normativo los que la teora de Habermas trata
de articular. Adems, como se indic en el captulo IX, la diferenciacin de los
subsistemas de la economa y del Estado del mundo de la vida es una precondicin
para desencadenar los potenciales culturales de la modernidad y para liberar a la
interaccin comunicativa de la reproduccin ritual de normas convencionales,
sacralizadas. El mundo de la vida no puede ser diferenciado internamente, las
instituciones de la sociedad civil no pueden ser modernizadas, la subjetividad no
puede ser descentralizada y los papeles no pueden ser cuestionados a menos que la
interaccin comunicativa se libere de la tarea de coordinar todas las reas de la
vida.
3. No obstante, hay ms en lo que respecta al dominio de los hombres que incluso
una rama moderna de tradicionalismo y Fraser hace una contribucin real al indicar
una dimensin omitida en el anlisis del poder de Habermas, aunque ella no intenta
llenar esa omisin. Es desorientador restringir el trmino poder a relaciones
estructuradas jerrquicamente en ambientes burocrticos sin proporcionar otro
trmino para articular las relaciones sociales asimtricas en otras instituciones.
Sera mejor distinguir entre diferentes clases de poder o, ms bien, entre varios
cdigos de pder y modos de operacin del poder. De otra manera, nos quedamos
sin medios para conceptuar la habilidad diferencial de imponer normas, definir
identidades y silenciar interpretaciones alternativas de la feminidad, la masculinidad
y las necesidades. El tradicionalismo resulta de esta habilidad, pero no la explica.
Es importante que conozcamos las manera en que operan las varias formas del
poder en la construccin del gnero, cmo se introducen en los procesos de
socializacin y de qu forma las normas y las identidades generadas en la sociedad

civil se conectan con el funcionamiento del poder como medio en los ambientes
burocrticos.
Esto implica un anlisis de las relaciones de poder que es complementario (y no de
antittico) a la concepcin del poder como medio coordinador. Hemos argumentado
que la organizacin formal es una precondicin (y por tanto una seal de
identificacin) de la construccin del subsistema autnomo del poder. Es un
prerrequisito necesario para que el poder funcione como medio de direccin (y para
que sea institucionalizado como tal). Pero no es ni el nico modo en que opera el
poder ni su nico cdigo. Como muchos lo han indicado, dentro de las
organizaciones existe poder generado fuera de las reglas formales; existan
relaciones de poder antes de la emergencia histrica del medio del poder y las
relaciones de poder operan en contextos que no estn organizados formalmente.
Nos permitiremos definir al poder en trminos generales como la transferencia de
selectividad (la habilidad para determinar lo que puede hacerse y decirse). El pode
ropera por medio del condicionamiento de las expectativas de la alternancia
relativamente preferidas y relativamente rechazadas por dos personas al menos.
Esta transferencia presupone tanto la disponibilidad de sanciones negativas como
un cdigo (o varios cdigos) de poder. Pero no todos los cdigos de poder
incorporan formas de desigualdad que distinguen entre los individuos como si
fueran de mayor nivel o de nivel ms bajo, o superiores e inferiores.
En una de sus apariencias, dentro de contextos formalmente organizados, el poder
opera como un medio de direccin que puede ampliarse hacia fuera para
funcionalizar relaciones e instituciones de la sociedad civil que no estn organizadas
formalmente y por lo tanto lograr as metas administrativas. Como tal, el medio de
poder separa la coordinacin de la accin de la formacin de consenso en el
lenguaje y neutraliza la responsabilidad de los participantes en la interaccin. Lo
que importa aqu no es la presencia de una jerarqua burocrtica rgida o la
estructura de dominacin en el sentido de una cadena de mando, sino la
formalizacin de un contexto de la accin de tal tipo que las reglas abstractas y los
papeles impersonales (sean cargos o funciones) se convierten por lo menos en el
canal oficial (entre varios) a travs del cual circula la corriente de poder (seleccin
de lo que se puede o no se puede decir o hacer). As la esquematizacin binaria de
las interacciones en conjuntos de cdigos formales (en especial legal/ilegal)
produce una actitud objetivadora hacia la situacin de la accin, una abstraccin de
las personas concretas y una cierta calidad automtica de la continuacin de la
interaccin.
El poder no opera nada ms como medio de direccin. Hay, por supuesto,
relaciones de poder dentro de ambientes institucionales que no estn organizados
formalmente y que por lo tanto carecen de una condicin necesaria para asegurar
al medio del poder. Tambin en este caso el poder opera por medio de cdigos
binarios que transfieren la selectividad, aceleran la comunicacin y evitan los
riesgos de disenso mientras no se les cuestiona. Pero estos cdigos tienen una
estructura diferente de los que estn vinculados a los medios de direccin en
contextos organizados formalmente. Lo que es ms importante, no reemplaza del
todo al lenguaje ordinario en su funcin coordinadora; en cambio, suponen
procesos de segundo orden de formacin de consenso en el lenguaje. Tampoco
implican relaciones sociales despersonalizadas. Habermas ha analizado el prestigio
y la autoridad moral de esta manera, distinguiendo estas formas de comunicacin
generalizada de los medios de direccin. El prestigio y la autoridad moral pueden

motivar a la accin o a la obediencia, pero las pretensiones de validez que los


fundamentan tambin pueden ser impugnadas; y si stas no sobreviven a la crtica,
su base normativa y su poder de motivacin se derrumba. Adems, la autoridad
moral y el prestigio siguen fuertemente ligados a personas y contextos particulares.
Es razonable suponer que la lista de formas generalizadas de comunicacin puede
ampliarse para que incluya el status , la autoridad y el gnero. Adems, de acuerdo
con la distincin de Habermas entre la accin normativa y la comunicativa,
debemos distinguir entre formas que permiten la tematizacin comunicativa y las
dudas hasta cierto punto fijo (como la autoridad tradicional), y las formas que
estn construidas de tal manera que permiten en principio la tematizacin, el
cuestionamiento e incluso la crtica sin ninguna restriccin. Tambin es posible para
la estructura de una forma generalizada de comunicacin cambiar, por ejemplo, de
la autoridad tradicional a la democrtica, del status al mrito, o de un concepto de
gnero a otro.
Sostenemos que el gnero es una forma generalizada de comunicacin o, ms bien,
el cdigo de esa comunicacin. Los cdigos existentes de gnero incluso aunque
cambien histricamente y en ese sentido difcilmente sean tradicionales- estn
construidos de tal manera que no se pone en duda un complejo de significado
supuestamente irrefutable al que se define como natural. El ncleo paradigmtico
ms importante de cualquier teora a la que se pueda considerar feminista es que el
poder opera a travs de cdigos de gnero, reduciendo la libre selectividad de
algunas personas y ampliando la de otras. El gnero no es otro medio de direccin
sino ms bien un conjunto de cdigos en el cual y por medio del cual opera el
poder. Afuera de las organizaciones formales (en las que puede servir como un
cdigo secundario del medio del poder), el gnero contina desplazando a la
comunicacin por medio del lenguaje ordinario y facilita la operacin del poder. Sin
embargo, la codificacin del gnero no separa totalmente a la interaccin del
conocimiento cultural, normas vlidas y motivaciones responsables compartidas en
el contexto del mundo de la vida. Las normas e identidades de gnero estn
basadas en ltima instancia en el reconocimiento intersubjetivo de pretensiones de
validez cognitivas y normativas. Aunque los entendimientos convencionales del
gnero tambin reducen el gasto de energa interpretativa y los riesgos que
acompaan al entendimiento mutuo, su habilidad para motivar a la accin y al
cumplimiento sigue estando vinculada a las alternativas del acuerdo o del consenso
fallido. Esta efecto de alivio no es neutral en relacin con el reconocimiento
intersubjetivo de las normas, identidades o significados.
Por supuesto, el poder peculiar de las interpretaciones convencionales en este
dominio se encuentra en el hecho de que los significados y las normas de que se
trata estn ligados a identidades que se transmiten mediante la socializacin
primaria, y a las que se refuerza en los procesos de socializacin secundaria
durante toda la vida adulta. El poder que opera en el cdigo de gnero no delimita
nicamente lo que uno entiende como objetos y fines sexuales naturales/no
naturales, naturales/culturales, hombres/mujeres, femenino/masculino,
atractivo/no atractivo y adecuado/no adecuado; sino que tambin construye el
significado de los cuerpos y opera sobre ellos. Las normas e identidades de gnero
se ven, adems, reforzadas (aunque no necesariamente) estar vinculadas con un
acceso desigual al dinero y al poder en la forma de medios. Por lo tanto, se las
debe desafiar en dos frentes: los cdigos de poder convencionales basados en el
gnero deben ser disueltos por actores que asumen la responsabilidad de crear
nuevos significados y nuevas interpretaciones ellos mismos, mientras que las
desigualdades en la distribucin del dinero y el poder deben ser impugnadas.

4. Es en este sentido que la identidad de gnero relaciona a los dominios pblico y


privado de la sociedad civil entre s y con la economa y la administracin del
Estado. Considerar al gnero como una forma de comunicacin generalizada, un
cdigo de poder distinto, pero reforzado por los medios del dinero y del poder
generados en los subsistemas, nos da una rica estructura terica para articular la
distincin pblico/privado en trminos del gnero.
La principal brecha en la obra de Habermas es que no consider el carcter de
gnero de los papeles del trabajador y el ciudadano que emergen en el mundo de la
vida junto con la diferenciacin de la economa de mercado y del Estado moderno.
Las historiadoras feministas han documentado la construccin paralela de los
papeles de ama de casa y de madre y la restriccin de la mujer a estos papeles
(como una persona encargada del cuidado de otros), como uno de los aspectos de
la transicin de la economa familiar al modo capitalista de produccin y del
reemplazo del constitucionalismo autocrtico/monrquico con formas
republicanas/liberales. A medida que el trabajo asalariado se hizo dominante, el
papel del trabajador asalariado se lleg a entender como un papel masculino,
determinado por el gnero, en tanto que a la familia se la concibi como una esfera
privada, el dominio de las mujeres, en la que no se haca ningn trabajo real. Lo
mismo es cierto de la concepcin republicana del ciudadano/soldado, que por
definicin excluy a las mujeres. No es casual que a medida que los papeles del
hombre como el que gana el pan y como ciudadano cristalizaron, surgi un culto a
la domesticidad para proporcionar los componentes ideolgicos del nuevo papel de
esposa y madre. Por supuesto, tambin se desarroll un papel de padre, pero ste
era un papel sin contenido, otro nombre para el que ganaba el pan. Por lo tanto,
como un medio de comunicacin generalizado, las relaciones de poder basadas en
el gnero han sido incorporadas en todos los papeles desarrollados en una sociedad
moderna (racionalizadas selectivamente).
Debera ser obvio que esta reconstruccin del subtexto de gnero de la articulacin
institucional de las sociedades capitalistas modernas en conjuntos de relaciones
pblicas y privadas, no debilita la teora social dual que hemos estado defendiendo.
Ms bien, presupone el argumento de que el mundo de la vida reacciona de una
manera caracterstica a la emergencia de los subsistemas econmico y estatal
diferencindose internamente a s mismo en las esferas pblicas y privada de la
sociedad civil, en conjuntos de instituciones orientadas a la transmisin cultura,
integracin social, socializacin e individualizacin. En nuestro anlisis de la
sociedad civil, la adquisicin de los derechos civiles por los que se puede actuar, sin
tomar en cuenta lo selectivo y lo problemtico que stos puedan ser,
institucionaliza a las esferas pblica y privada de la sociedad civil y somete a la
economa y al Estado a sus normas. Las normas de que se trata aqu no son, por
supuesto, las que Fraser tena en mente cuando aprovecha la concepcin del
carcter muntidireccional de la influencia entre las varias esferas pblicas y
privadas del capitalismo clsico. Las normas patriarcales de gnero difcilmente
garantizan la libertad y han justificado la exclusin de las mujeres de los derechos
y normas que se han reconocido. Como consecuencia, las normas de gnero que
conforman los papeles sociales clave que median entre las instituciones deben estar
sujetas a la crtica y ser reemplazadas por identidades y papeles no patriarcales.

5. Por supuesto, lo mismo es cierto para los sistemas de los estados benefactores.
Hemos argumentado que las normas de las sociedades civil y poltica continan

ejerciendo influencia sobre la economa y el Estado a travs de las instituciones


mediadoras de la sociedad poltica y econmica. Los receptores de las influencias
societales en estas esferas estn, sin embargo, limitados y adems son muy
selectivos respecto a las normas que movilizan o refuerzan. Las normas patriarcales
de gnero ciertamente s encuentran entre estas ltimas, y ellas estructuran los
papeles y las polticas establecidas por muchas reformas de los estados
benefactores. Como estas normas (ya apoyadas por las desigualdades en dinero y
poder) representan a las mujeres como dependientes, no es sorprendente que ellas
sean la mayora de quienes se han convertido en clientes. Hoy en da la pregunta
clave no es si las normas del mundo de la vida sern decisivas, sino ms bien
cules de ellas lo sern.
La tesis de la colonizacin destaca los problemas asociados con la direccin opuesta
del intercambio: la penetracin de los medios del dinero y el poder (y de la
organizacin formal) en las infraestructuras comunicativas de la vida diaria. Esto
tiende a reificar y agotar los recursos culturales no renovables que se necesitan
para mantener y crear identidades personales y colectivas. Esto incluye los recursos
necesarios para crear normas no patriarcales en el mundo de la vida y desarrollar
las asociaciones de solidaridad y la participacin activa que les ayudar a ejercer su
influencia en los subsistemas.
El anlisis esquemtico pero extremadamente sugerente- que presenta Habermas
de las nuevas formas de juridificacin utilizadas por los estados de bienestar,
destaca las ambigedades implicadas en el proceso sobre de intercambio entre el
sistema y el mundo de la vida. Por una parte, la juridificacin en el dominio de la
familia implica la extensin de principios legales bsicos a las mujeres y a los nios,
a los que anteriormente se les negaba la calidad de persona legal bajo la doctrina
de la cobertura (por lo menos en los pases angloamericanos). En otras palabras,
los principios igualitarios reemplazan a las normas patriarcales en forma de
derechos de los hijos contra los padres, de la esposa contra el esposo, etctera-.
Estos nuevos derecho tienden a desmantelar la posicin del pater familias a favor
de una distribucin ms igual de competencias y derechos entre los miembros de la
familia. La direccin de la influencia en este caso claramente proviene de la
sociedad civil y se dirige al Estado, suponiendo una eleccin de normas. Son estas
normas las que el Estado refuerza en la sociedad civil como resultado final de la
creacin de leyes.
Por otra parte, si la estructura de la juridificacin supone controles administrativos
y judiciales que no complementan meramente a los contextos integrados
socialmente con instituciones legales, sino que reemplazan a stas por la operacin
del medio de la ley, como es el caso frecuentemente bajo ley del Estado benefactor,
entonces la emancipacin en la familia se logra al costo de un nuevo tipo de posible
dependencia. Los expertos (jueces o terapistas) se convierten en adjudicados de los
nuevos derechos y de los conflictos que los rodean. Intervienen con sus medios
jurdicos o administrativos en relaciones sociales que son formalizadas, disociadas y
reconstruidas como casos individualizados a los que se debe manejar administrativa
o jurdicamente, al igual que cualquier otro conjunto de relaciones entre
adversarios. Los juicios formales, individualizadores y por lo tanto
universalizadores, que no pueden tratar con las complejidades contextuales,
despojan de poder a los clientes al anular sus capacidades para participar
activamente en la bsqueda de soluciones a sus problemas. As, el propio medio de
la ley el que viola las estructuras comunicativas de la esfera que ha sido juridificada
de esta manera. Esta forma de juridificacin va ms all de la codificacin legal
externa de los derechos. La penetracin administrativa de la sociedad civil que

implica, impide el desarrollo de procedimientos para resolver conflictos adecuados a


las estructuras de la accin orientada por el entendimiento mutuo. Obstaculizada la
emergencia de los procesos discursivos de la formacin de la voluntad, de
procedimientos de negociacin y de toma de decisiones orientados por el consenso.
Tambin hace necesariamente abstraccin del contexto, condiciones, relaciones y
necesidades especficas de cada caso individual. Son precisamente los efectos
despojadores de poder de esta clase de toma de decisiones descontextualizada,
individualizadora y formalista los que han sido descritos y criticados con algn
detalle por las analistas feministas de las reformas recientes en la ley familiar.
El debate y la confusin acerca del significado y deseabilidad de la bsqueda de
derechos en este dominio, se encuentra en toda discusin feministas. Creemos que
la distincin entre la ley como institucin y la ley como un medio, y la tesis de la
colonizacin son de ayuda en este caso. Una teora de la sociedad civil construida
siguiendo estos lineamientos permite conceptuar un aspecto importante de lo que
hace a los nuevos derechos tan ambiguos. En este enfoque, queda claro que la
ambivalencia de las feministas en lo que se refiere a la legislacin de los derechos
iguales en este dominio se basa en un dilema real: la adquisicin de igualdad
formal a travs de medios y tcnicas que hacen abstraccin de los contextos
particulares, nivelan las diferencias y obstaculizan la creacin de relaciones sociales
igualitarias dentro de la sociedad civil, es en realidad una ganancia ambigua. En un
contexto no slo de desigualdad sustantiva (la antigua percepcin marxista) sino
tambin de identidades frgiles y puestas en duda, esos medios o generarn
nuevas dependencias o promovern la resurreccin de las antiguas normas
patriarcales como una defensa contra los efectos laterales desintegradores de la
penetracin del Estado. Las formas de vida patriarcal tradicionales han sido
despojadas de legitimidad con los nuevos derechos para las mujeres y los nios,
pero las relaciones cliente/expectro (que proliferan en la sociedad civil a travs del
medio de la ley) no eliminan las desigualdades sustantivas en el pode o en la
capacidad de expresin, ni facilitan la creacin de nuevos significados, identidades
y normas. En efecto, las nuevas relaciones verticales entre el sujeto legal y el juez
o trabajador social sustituyen a las interacciones comunicativas horizontales que se
necesitan para generar nuevas solidaridades, normas igualitarias y formas de vida
que reemplacen a las antiguas. En consecuencia, se obstaculiza los procesos de
adquisicin de poder colectivo y la creacin de identidades no patriarcales en la
sociedad civil.
Sin embargo, sera extremadamente desorientador supone que todas las reformas
del Estado de bienestar tienen la misma estructura o lgica. Ciertamente, las
reformas legales que aseguran la libertad de los trabajadores asalariados para
organizar sindicatos y negociar colectivamente, que los protegen del despido por
haber llevado a cabo esta accin colectiva y que aseguran al trabajador la
representacin en las juntas de la compaa no son de una clase diferente a las
donaciones, despus de que se ha comprobado su necesidad, a hogares con una
solo madre/padre y a los servicios sociales que instruyen a los clientes sobre la
forma en que deben funcionar adecuadamente para criar a sus hijos y ser
proveedores responsables de conformidad con algn modelo preconcebido. La
diferencia entre estos tipos de reformas no es captada plenamente haciendo
referencia a los gneros (o, para tal caso, a la raza) de las personas a las que estn
dirigidas. Adems de enunciar que las mujeres son objeto de un tipo de reforma y
los hombres de otra, uno debe poder decir qu es lo que tienen las propias
reformas que hace que algunas fortalezcan y otras debiliten.

La teora social dual nos permite hacer justamente esto. El primer conjunto de
reformas, a diferencia del ltimo, no crea clientes aislados de una burocracia
estatal, sino que les da a los individuos el poder de actuar juntos colectivamente,
de desarrollar nuevas solidaridades y de lograr un mayor equilibrio de las relaciones
del poder porque estn dirigidas a un rea que ya est formalmente organizada.
Esas reformas crean receptores en el subsistema econmico para la influencia de
las normas y modos de accin de la sociedad civil, al establecer procedimientos
para la resolucin del conflicto discursivo, asegurando as el control de la ltima
sobre la primera sin desdiferenciarlas. El segundo tipo de reforma hace lo contrario:
lleva la fuerza plena de las agencias administrativas a reas que no estn
organizadas formalmente, y que no deben estarlo. Esto amenaza la infraestructura
comunicativa y la autonoma de la sociedad civil y debilita las capacidades de los
beneficiarios para actuar por s mismos o arreglar los conflictos discursivamente.
No obstante, ciertamente uno no deseara argumentar quela juridificacin, la
regulacin o los beneficios monetarios en la sociedad civil por definicin, humillan o
despojan de poder a los que se supone que van a beneficiar. El problema que surge
no es el de si la juridificacin (la creacin de nuevos derechos) o la intervencin
estatal (la concesin de nuevos beneficios) deben ocurrir en la sociedad civil, sino
qu clase de derechos legales, relaciones administrativas o beneficios monetarios
deben establecerse. Si consideramos que las mujeres son los principales
blancos/beneficiarias de las acciones de asistencia en este dominio, ciertamente ese
problema no queda fuera de los intereses feministas.
Una versin feminista de la crtica del Estado de bienestar debe implicar su
continuacin reflexiva. As, la descolonizacin de la sociedad civil y su
modernizacin (en el sentido de reemplazar normas patriarcales sostenidas
convencionalmente por normas logradas comunicativamente) son ambos proyectos
feministas. Tambin lo es el desarrollo de instituciones igualitarias que puedan
influir en los sistemas administrativos y econmico. El primer proyecto permitira la
juridificacin slo en forma que le dan poder a los actores en la sociedad civil sin
someterlos al control administrativo. El segundo eliminara la dominacin masculina
en las instituciones tanto pblicas como privadas. El tercero implicara reformas
estructurales en la sociedad econmica y poltica, para hacerlas receptivas y
complementarias a las nuevas identidades y a las nuevas instituciones
democratizadas, igualitarias, de la sociedad civil.
La poltica dual: el ejemplo del movimiento feminista
Ahora estamos en posicin de presentar nuestra alternativa a la interpretacin de
Habermas de la lgica dual de los movimientos feministas contemporneos. Hemos
argumentado que los objetivos principales de los nuevos movimientos sociales son
las instituciones de la sociedad civil. Estos movimientos crean nuevas asociaciones
y nuevos pblicos, tratan de volver a las instituciones existentes ms igualitarias,
enriquecer y ampliar la discusin pblica en la sociedad civil e influir enlos espacios
pblicos ya existentes de la sociedad poltica, ampliando a stos potencialmente y
complementndolos con formas adicionales de participacin ciudadana. En el caso
del feminismo, el centro de atencin en la eliminacin de formas de vida concretas,
basadas en el dominio de los hombres y en la reintepretacin de las identidades de
gnero, complementan los esfuerzos para asegurar la influencia de nuevas
identidades de gnero ms igualitarias dentro de los espacios pblicos de la
sociedad civil y la poltica y obtener la inclusin poltica en estos trminos.

En vista de la estructura institucional dual de las esferas pblicas y privada de la


sociedad civil moderna, no hay razn para considerar a la primera orientacin como
un retroceso. Construir a la poltica defensiva del feminismo simplemente como una
reaccin a la colonizacin, que busca slo evitar la penetracin de los sistemas de
los sistemas de accin organizados formalmente, es muy desorientador. Tambin lo
es el tono peyorativo del adjetivo particularista para el inters por las identidades,
las concepciones de gnero, las nuevas interpretaciones de necesidades y otras
similares. Esto no se debe considerar como indicio de un retroceso a las
comunidades organizadas en torno a las categoras naturales de la biologa y del
sexo. Por el contrario, tampoco son simplemente reactivas. Ms bien, estos
intereses se concentran en las presuposiciones normativas y en la articulacin
institucional de la sociedad civil. La intervencin feminista constituye un desafo a
las normas y prcticas sexistas particularistas que dominan, tanto en las esferas
pblicas, como en las privadas. Intenta iniciar e influir discursos sobre las normas e
identidades en toda la sociedad. Esos proyectos son universalistas en la medida en
que ponen en duda las restricciones y las desigualdades en los procesos
comunicativos (en lo pblico y en lo privado) que general las normas, interpretan
las tradiciones y construyen identidades. Ciertamente, el contenido de las nuevas
identidades que emergen de esos desafos es particular. Como Touraine lo ha
mostrado claramente, ninguna identidad, colectiva o individual, puede ser
universal. Pero algunas identidades implican un mayor grado de autorreflexin y de
autonoma del ego que otras, y esto es lo que distingue a las identidades
particulares de gnero que estn basadas en normas sexistas jerrquicas de las
que no lo estn.
En vista de la permeabilidad de las instituciones polticas y econmicas a las
normas societales, no hay ninguna razn para descartar la posibilidad del desarrollo
de instituciones igualitarias y democrticas capaces de influir y controlar el sistema
de organizacin poltica y la economa. Los movimientos feministas cuestionan las
normas y estructuras del dominio masculino que han penetrado en toda la sociedad
civil, pero tambin desafan el modo en que stas dan forma a la estructuracin de
los subsistemas en general y de la poltica social en particular. La dimensin
ofensiva de la poltica feminista ciertamente va dirigida al Estado y a la economa,
ejerciendo presin sobre ellas para que se permita la inclusin de las mujeres en
iguales trminos. Es emancipadora y universalista como correctamente
argumenta Habermas, pero el universalismo y la inclusin igualitaria de las mujeres
en el mundo del trabajo y de la poltica, supone un desafo a las normas masculinas
que se encuentran detrs de la estructura (supuestamente neutral) de estos
dominios. Una vez que el trabajador tpico ya no es representado como el hombre
que se gana el pan, la estructura del tiempo de trabajo, la duracin del da de
trabajo, la naturaleza de los beneficios y el valor de los empleos deben ser
revisados concordantemente. Y una vez que el ciudadano responsable ya no es
representado como el hombre soldado, la inclusin de las mujeres en las esferas
poltica y estatal debe implicar cambios significativos tambin en estos dominios. En
resumen, la poltica ofensiva de la inclusin debe suponer la reforma institucional
para ser realmente universalista. La lgica dual de la poltica feminista implica, por
lo tanto, una poltica comunicativa, discursiva, de la identidad e influencia que se
dirija a la sociedad civil y poltica y a una poltica de inclusin y reforma organizada,
estratgicamente racional, que est dirigida las instituciones polticas y econmicas.

En realidad, casi todos los principales anlisis del movimiento feminista (en los
Estados Unidos y en Europa) han mostrado la existencia y la importancia de la

poltica dual. Un breve vistazo a la trayectoria del movimiento estadounidense


demostrar nuestro punto.
Los tericos de la movilizacin de recursos y de la oportunidad poltica argumentan
que la organizacin, las redes, los aliados, la presencia de un ciclo de protesta y un
ambiente de reforma son centrales para la emergencia y xito de los movimientos.
La disponibilidad de estos factores a finales de la dcada de 1960 y principios de la
de 1970, ha sido bien documentada por los anlisis de la segunda ola del
feminismo. Tambin lo ha sido el efecto sobre las mujeres de los cambios
estructurales que facilitaron su ingreso en grandes nmeros a la fuerza de trabajo
remunerada, la universidad y el sistema de organizacin poltico. Pero ni el cambio
estructural ni el aumento en el nmero de miembros de las organizaciones
femeninas as como de su experiencia poltica, ni la existencia de aliados poderosos
bast para convertir en realidad las agendas feministas o los derechos de la mujer.
Los recursos, la organizacin y el liderazgo para un movimiento de las mujeres
haban existido desde inicios de siglo; lo que faltaba era un nmero importante de
miembros que desearan apoyar las demandas de derechos para las mujeres, es
decir, una conciencia feminista.
Los analistas de los movimientos tambin incluyen la emergencia de la conciencia
de grupo, la solidaridad y un sentido de discriminacin injusta entre las
precondiciones para la accin poltica colectiva, aunque la forma que toma esa
accin vara dependiendo de la estructura del Estado y las instituciones polticas en
el pas (sindicatos, partidos). En el caso de las mujeres, la obtencin de una
conciencia de grupo supona un desafo explcito a las formas tradicionales que
identificaban a las mujeres (principalmente en trminos de los papeles de madre y
esposa, y justificaban las desigualdades, la exclusin y la discriminacin. En
resumen, la comprensin tradicional del lugar e identidad de las mujeres tena que
ser cambiado, y se deban construir nuevas identidades, antes de que los desafos a
la discriminacin por sexo pudieran parecer un tema legtimo y fuera posible
movilizar a las mujeres en torno al mismo. En realidad, pronto se volvi evidente
para sectores clave del movimiento de las mujeres que haba un problema ms
profundo tras la resistencia de otra manera inexplicable a los derechos iguales: las
identidades convencionales de gnero construidas socialmente conservaban los
privilegios masculinos y operaban en contra de la autonoma de las mujeres y de la
autodeterminacin de las mismas. As, antes de que cualquier poltica ofensiva de
reforma e inclusin pudiera dar resultados, tena que desarrollarse una conciencia e
ideologa feminista por parte de las mujeres de los movimientos y sta deba ser
comunicada a otras mediante una poltica diferente de identidad, dirigida a las
esferas pblica y privada de la sociedad civil. De aqu que la atencin se
concentrara precisamente en aquellos arreglos y procesos institucionales implicados
en la construccin de la identidad de gnero y en el lema de que lo personal es
poltico.
Por lo tanto, no debe sorprender que el movimiento feminista adoptara una
estrategia dual dirigida tanto al Estado (y a la economa) como a la sociedad civil.
No es sorprendente que esta dualidad encontrara su expresin organizativa en dos
ramas distintas e inconexas del movimiento. La rama antigua (antigua en
trminos de la edad promedio de las activistas y tambin la primera
temporalmente) inclua un rango de grupos de inters que se concentraban en la
inclusin poltica y econmica y se esforzaban por ejercer influencia mediante el
sistema legal y poltico para combatir la discriminacin y obtener iguales derechos.
La rama ms joven, que emergi de la Nueva Izquierda y del movimiento de
derechos civiles, se form como grupos de base autnomos conectados de forma

dbil y que dirigieron su mira a las formas de dominio masculino dentro de las
esferas privada y pblica de la sociedad civil. Estos fueron los grupos que
articularon los temas de gnero, del aborto, de la contraconcepcin, de la
violacin y de la violencia contra las mujeres, y otros similares, que tuvieron una
gran fuerza para movilizar a las personas. Su centro de atencin en la identidad, la
autoayuda, el fortalecimiento de la conciencia y el proselitismo por medio de la
prensa subterrnea, sus propias publicaciones alternativas y las universidades
tenan la finalidad de difundir la conciencia feminista y de lograr cambios
institucionales en las relaciones sociales basadas en las normas tradicionales, no
igualitarias, del gnero en la sociedad civil. Para finales de la dcada de 1960, las
dos ramas del movimiento empezaron a aproximarse. Personas que ya se
encontraban dentro del sistema poltico empezaron a apoyar muchos de los temas
articulados por las feministas activistas, mientras que estas ltimas comenzaron a
entrar en grandes nmeros a los captulos locales de las organizaciones polticas
nacionales. A mediados de la dcada de 1970, las organizaciones del movimiento
de mujeres siguieron todo camino poltico para cambiar la poltica. Se aproximaron
a los partidos polticos, al Congreso, a las Cortes y a la rama ejecutiva: usaron las
enmiendas constitucionales, el cabildeo legislativo y la protesta poltica. A la vez,
las organizaciones que originalmente haban limitado su actividad a las tcticas
comunes de presin poltica empezaron a usar tambin los mtodos de la protesta
y de la persuasin iniciados por los grupos ms radicales. Como consecuencia a
pesar de su diversidad organizativa-, es posible hablar del movimiento feminista
contemporneo en singular, compuesto de varias asociaciones y organizativa que
participan en una amplia gama de estrategias a pesar de lo cual comparten una
conciencia feminista.
No puede haber duda de que la estrategia dual del movimiento contemporneo de
mujeres ha tenido algunos logros en trminos polticos, culturales e institucionales.
Slo en 1792, el Congreso de los Estados Unidos aprob ms legislacin para
promover los derechos de las mujeres que las diez legislaturas previas combinadas.
Las organizaciones del movimiento de mujeres ayudaron a iniciar una ola de accin
legislativa sobre temas feministas que no tiene igual en la historia de los Estados
Unidos. Entre 1970 y 1980, el acceso de las mujeres y su influencia sobre las lites
polticas aument dramticamente. Y ms mujeres fueron elegidas o designadas a
cargos pblicos que nunca antes en la historia de los Estados Unidos. Adems, las
Cortes se convirtieron en un blanco importante y productivo de los movimientos en
sus dos formas y en sus dos frentes. La decisin que hizo poca- en Reed en 1971
inici una serie de casos que usaron la clusula de igual proteccin de la
Constitucin para eliminar leyes sexualmente discriminatorias en el mercado de
trabajo. La decisin en Roe vs. Wade en 1973, us el derecho a la privacidad para
legalizar el aborto, registrando y alentando de esa manera cambios en las
relaciones de los gneros en general y en una institucin clave de la sociedad civil:
la familia en particular. Sin embargo, como lo recalcan la mayora de los analistas,
estos xitos en el sentido cultural en la difusin previa de la conciencia feminista-.
Aqu el punto no es el obvio de que un movimiento de masas puede ayudar
estratgicamente a nuevos grupos que buscan poder e influencia sino, ms bien,
que sin una poltica de identidad dirigida a las normas, relaciones sociales, arreglos
institucionales y prcticas construidas en la sociedad civil, y sin una poltica de
influencia dirigida a la sociedad poltica, el xito en lo primero sera poco probable y
limitado.
La difusin de la conciencia feminista est bien documentada. La encuesta Virginia
Slims de 1980 encontr que 64% de las mujeres favoreca los esfuerzos para
cambiar y fortalecer el status de las mujeres, en contraste con 40% en 1970.
Adems, para 1980, 60% de la poblacin crea que la sociedad no la naturaleza- le

enseaba a las mujeres a preferir las labores domsticas en vez de trabajar afuera
de la casa. Adems, 51% prefera un matrimonio en que el esposo y la esposa
compartieran las responsabilidades del hogar, y 56% favoreca una responsabilidad
compartida en el cuidado de los hijos. Estas estadsticas indican cambios culturales
que van bastante ms all de la aceptacin de los derechos iguales y de la inclusin
de la mujer en la esfera pblica poltica, aunque esta ltima tambin es aceptada
(por lo menos en principio) por la mayora de la poblacin.
As, una poltica de influencia que reciba forma de las nuevas concepciones de la
identidad del gnero, hizo posible convertir el acceso a las lites polticas en las
medidas necesarias para lograr los objetivos feministas. Y lo que fue cierto para los
Estados Unidos tambin ha sido cierto para Italia, Alemania, Inglaterra y Francia.
Para citar un ejemplo, Jane Jenson ha mostrado que la insercin de las necesidades
y de los intereses de las mujeres en la agenda poltica en Francia fue posible slo
despus de que el movimiento de las mujeres tom como su objetivo fundamental
la especificacin de una nueva identidad colectiva. Argumenta que la contribucin
fundamental del movimiento moderno de las mujeres fue su capacidad de modificar
el universo del discurso poltico y presionar as a favor de sus objetivos de
maneras muy diferentes a las usadas por las anteriores movilizaciones de mujeres.
Segn Jenson, el movimiento feminista cambi el universo del discurso poltico que
las haba excluido, mediante la creacin de una nueva identidad colectiva para las
mujeres y logrando que las lites polticas aceptaran esta identidad. Jenson
tambin muestra que las reformas desde arriba que ampliaron los derechos de las
mujeres no suponen, en ausencia de un movimiento feministas, un cambio en el
universo del discurso poltico o un cambio en la identidad de las mujeres. Despus
de la segunda Guerra Mundial, las mujeres de Francia adquirieron el derecho de
votar y un acceso ms libre a los mtodos anticonceptivos, pero el universo
tradicional del discurso poltico que las defina como esposas, como apndices de
los hombres y como madres no fue modificado por estas reformas. No fue sino
hasta que el movimiento feminista penetr en el espacio abierto por la Nueva
Izquierda en 1968 y empez a tratar temas relacionados con las mujeres (como la
crtica de la vida diaria y el derecho a la igualdad y a la autonoma, adems de
redefinir la identidad colectiva de las mujeres en trminos feministas) que el
universo tradicional del discurso poltico empez a modificarse y ocurrieron
reformas cuya intencin e impacto eran feministas.
Es revelador que Jenson se centre en el debate en torno a la legalizacin del aborto
para demostrar el impacto del movimiento de las mujeres sobre el universo de
discurso. En realidad, la mayora de los analistas del feminismo coinciden en que lo
que es nuevo y propio de los movimientos contemporneos de las mujeres en todo
Occidente, y lo que llev a las mujeres a entrar al escenario pblico en masa,
fueron los grandes temas movilizadores del aborto, de la violencia contra las
mujeres (la violacin, el maltrato a la esposa), la coercin sexual, el acoso sexual y
los estereotipos. Las feministas demandaron que los estndares de justicia se
aplicaran en todas las esferas de la sociedad civil, incluyendo la familia. Despus de
que se otorgaron los derechos de ciudadana formales a las mujeres, y junto con los
esfuerzos por obtener derechos polticos iguales, terminar la discriminacin
econmica en la paga y en la oportunidad y combatir la discriminacin sexual en la
fuerza de trabajo as como su segmentacin todos los movimientos feministas
modernos se han movilizado principalmente alrededor de estos temas
anteriormente privados, no polticos y de la sociedad civil. Y todo movimiento
feminista moderno ha procurado explcitamente reconformar el universo del
discurso de tal manera que sea posible escuchar las voces de las mujeres, percibir

sus preocupaciones, reconstruir sus identidades y debilitar las concepciones


tradicionales de los papeles, cuerpos e identidades de las mujeres y el dominio
masculino que les daba sustento. Para tener un carcter feminista, los nuevos
derechos y las reformas institucionales tienen que reflejar los cambios en la
identidad de gnero y en las aspiraciones de las mujeres.
El tema del aborto abarcaba todas estas preocupaciones. Pronto se hizo evidente
que este tema desafiaba al universo tradicional del discurso porque significaba un
cambio fundamental en la definicin y en el status de las mujeres. El tema de la
libertad de eleccin y la demanda por el control sobre nuestros propios cuerpos
expres algo ms que un deseo por derechos iguales. Simboliz una demanda de
autonoma respecto a los procesos autoformativos, de autodeterminacin y de
integridad corporal: en resumen, del derecho de las mujeres a decidir por s
mismas qu quieren ser, incluyendo si quieren o no convertirse en madres, y
cundo desean hacerlo as. Considerada junto con el tema de la violencia contra las
mujeres, las demandas por leyes que legalizaran el aborto y penalizaran la violencia
y la violacin en el matrimonio fueron dirigidas contra una esfera de la sociedad
civil que, bajo la apariencia de vida privada, no haba estado sujeta previamente
a ese escrutinio. Por una parte, la vida privada como autonoma estaba siendo
exigida por y para las mujeres; por la otra, la nocin de que una institucin social
poda ser privada en el sentido de ser inmune a los principios de la justicia, estaba
siendo cuestionada en forma importante.
Los desafos a la identidad y papeles tradicionales asignados a las mujeres,
articulados en los debates relativos al tema del aborto, influyeron y alteraron el
universo del discurso poltico: por primera vez, las mujeres solas y afuera de una
estructura de referencia familiar se convirtieron en sujero del discurso poltico [...]
el nuevo discurso sobre la reforma del aborto lleg a simbolizar nada menos que un
cambio en el status de las mujeres y en su relacin con su propio cuerpo y el
Estado. Este discurso implic una concepcin de las mujeres como autnomas y
como un gnero (es decir, con su propia situacin especfica), y como diferentes y
no obstante merecedoras de una preocupacin y respeto iguales. Por esto es que el
tema del aborto no puede ser construido en trminos de la poltica de inclusin,
siguiendo las lneas de los movimientos burgueses de emancipacin que
introducen a los excluidos en el sistema de organizacin poltica en la economa, en
trminos iguales. Ms bien, es una cuestin vinculada a la nueva dimensin del
movimiento feminista, porque presenta un desafo fundamental a las identidades
tradicionales de los gneros, a las concepciones tradicionales de la familia, al poder
patriarcal y a la concepcin estndar liberal de las esferas pblica y privada de la
sociedad civil. Es un ejemplo paradigmtico de la lgica dual del movimiento
feminista.
La sociedad civil y la poltica dual: un resumen terico
Hemos argumentado que la traduccin de las dimensiones relevantes del mundo de
la vida como sociedad civil, permite dotar de sentido a la doble tarea poltica de los
nuevos movimientos sociales: la adquisicin de influencia por los pblicos, las
asociaciones y las organizaciones en la sociedad poltica, y la institucionalizacin
dentro del mundo de la vida de lo que han obtenido (nuevas identidades, formas
asociativas igualitarias autnomas, instituciones democratizadas). Hemos tratado
de explicar la lgica organizativa dual de los nuevos movimientos en estos
trminos.

Sin embargo, hay otra interpretacin posible de la lgica dual de la accin colectiva
contempornea. Es posible intentar una explicacin en trminos de un modelo de
etapas (o ciclo de vida) en que todos los movimientos sociales se mueven de
formas no institucionales de la accin de protesta de masas, no institucionales, al
grupo de inters rutinario, institucionalizado, o a la poltica de partido. Empieza en
forma de redes amplias, y no obstante flexibles, de asociaciones locales y grupos
de base, con una distincin mnima entre los lderes y los seguidores, los
miembros y los que no lo son. En esta etapa inicial, los actores colectivos poseen
demandas difusas, plenas de valores, no negociables, que son articuladas en
acciones de protesta de masas. Este tipo de accin colectiva es propio del proceso
de formacin de identidad de los nuevos actores colectivos. La primera tarea de los
nuevos movimientos es formar al propio sujeto que se debe convertir en el actor
colectivo que participar en las negociaciones e intercambios polticos y que
posteriormente ser el que reciba las ganancias y las prdidas. Hay una categora
de accin que puede observarse en los conflictos sociales, a la que se puede
entender no preguntando qu ganancias y prdidas producirn para los actores,
sino si producirn solidaridad. Estas acciones denotan el proceso de formacin de
una identidad. As, en el perodo formativo de los movimientos sociales, la accin
expresiva y la participacin directa son adecuadas para la meta de articular una
identidad colectiva nueva, y la poltica de influencia es dirigida a la esfera pblica
con el propsito de obtener reconocimiento del nuevo actor colectivo.
La segunda etapa de la actividad del movimiento social implica la rutina, la
inclusin y finalmente la institucionalizacin. Una vez que el nuevo actor colectivo
logra formas una identidad y obtener reconocimiento poltico, la accin cambia de
expresiva a instrumental/estratgica. La organizacin formal reemplaza a las redes
flexibles, emergen lderes y papeles de los miembros, y la representacin
reemplaza las formas directas de participacin. La lgica de la accin colectiva en
esta etapa es estructurada por la poltica de la inclusin poltica; el xito significa
que los que estaban afuera han entrado en un sistema de organizacin poltica
ampliado. El cambio en la racionalidad de la accin colectiva (de expresiva a
instrumental) y el cambio en la estructura organizativa (de informal a formal) son
vistos como un proceso de aprendizaje que supone la adaptacin racional de las
metas a las estructuras polticas. La institucionalizacin plena implicara el
reconocimiento del grupo (desmovilizado) representado por los nuevos
participantes polticos como un inters especial legtimo, cuyas demandas son
susceptibles de negociacin y de intercambio poltico. El xito significa la inclusin
de los representantes en la poltica normal que supone competencia de los
partidos, participacin en las elecciones, representacin parlamentaria, la formacin
de grupos de inters o de cabildeo y eventualmente la ocupacin de posiciones en
el gobierno.
La teora de las etapas explica la lgica dual de la poltica de los movimientos en
trminos de un modelo lineal de desarrollo. Adems, parece proporcionar una
respuesta tranquilizadora al dilema de Michels, el que parecen enfrentar todos los
movimientos en algn momento el temor de que cualquier avance hacia la
organizacin formal, la inclusin y la institucionalizacin debilitar las metas del
movimiento y amenazar la existencia continua de la accin colectiva en forma de
movimiento-. Enla medida en que estos procesos implican la cooptacin, la
desradicalizacin, la profesionalizacin, la burocratizacin y la centralizacin; el
xito, en trminos de inclusin institucional, indica el final del movimiento y la
disolucin de sus objetivos (la famosa ley de hierro de la oligarqua). Ya que, en su
forma original, este dilema se derivaba lgicamente de la retrica revolucionaria del
movimiento de trabajadores que ha sido subsecuentemente abandonada, los

tericos del ciclo de vida pueden descartarlo como utpico, irreal o peligroso.
Cuando los fundamentalistas de los movimientos articulan esos temores hoy en da,
en ausencia de cualquier pretensin de estas participando en una poltica
revolucionaria, se les puede acusar de una renuencia o incapacidad a aprender. En
resumen, si la trayectoria normal de la accin colectiva es un cambio de la accin
expresiva a la instrumental, a la adaptacin a las limitaciones del sistema poltico y
a la inclusin poltica y a la reforma iniciada desde adentro, entonces el dilema de
Michels desaparece.
Aunque el modelo de etapas ciertamente capta importantes aspectos de la
dinmica del desarrollo de los movimientos sociales, es incapaz de explicar las
caractersticas especficas de los nuevos movimientos que encontramos ms
significativas. En realidad, nuestra breve discusin de la trayectoria del movimiento
feminista estadounidense contradice muchas de sus presuposiciones. Este
movimiento tuvo una lgica organizativa desde sus inicios. Aunque ha ocurrido una
rutinizacin e institucionalizacin, esto no ha excluido o sustituido a la accin
colectiva de masas, a las asociaciones de bases, a las organizaciones de autoayuda
autnomas o a la poltica, orientada a la identidad. En vez de conformarse al
modelo lineal de desarrollo, el movimiento feminista ha recurrido alternativamente
a la accin de masas y a la presin poltica, dependiendo de las oportunidades
polticas disponibles y del tema de que se trate.
Tamoco ha supuesto el aprendizaje (por parte de los activistas) un cambio
unidireccional de la racionalidad expresiva a la instrumental. Nuestra discusin del
desarrollo organizativo del movimiento muestra que ha ocurrido aprendizaje en
ambos lados y en ambas direcciones los que estn dentro del sistema poltico
toman los temas y los mtodos de los activistas de base, mientras que muchos
activistas se han unido a organizaciones formales-. Esto no quiere decir que se
hayan fusionado los dos aspectos del movimiento, sino ms bien que la divisin del
trabajo entre los dos segmentos del movimiento cambia con el tiempo.
Finalmente, las nociones de que el blanco de los movimientos feministas es
principalmente el sistema poltico (y, a travs de ste, la economa) y de que el
xito puede construirse en trminos de inclusin, reforma desde arriba o beneficios,
son muy desorientadoras. Nuevamente, la lucha por el aborto es un buen ejemplo
de lo contrario. Los intereses organizados que ejercieron presin sobre las Cortes
(en los Estados Unidos) o sobre los partidos polticos y los parlamentos (en Europa)
fueron necesarias para lograr importantes cambios en los derechos sobre el aborto.
Pero los desafos a las definiciones tradicionales del papel, lugar e identidad de las
mujeres se encuentran en el centro del tema, como lo entienden tanto los
defensores como los recientemente movilizados oponentes de los derechos al
aborto. De hecho, los esfuerzos por alterar las normas, los papeles y las
identidades de las mujeres dentro de las esferas pblicas y privada de la sociedad
civil han generado mucho ms resistencia (e incluso contramovimientos) que las
demandas de igualdad formal en el lugar del trabajo o de inclusin en la esfera
poltica pblica. El xito del movimiento Pro Vida en la movilizacin de sus
miembros y en el debilitamiento de los derechos al aborto, junto con el fracaso del
esfuerzo por obtener la aprobacin de la enmienda de iguales derechos en los
Estados Unidos debe entenderse en estos trminos. As, la reforma legal y la
inclusin poltica difcilmente bastan para definir o asegurar el xito. La poltica de
la identidad y la movilizacin de las bases permanecen en la agenda.

Es una virtud del modelo de las etapas haner llamado la atencin sobre el hecho de
que los movimientos sociales se dirigen, tanto a la sociedad civil como a la poltica.
No obstante, el modelo es desorientador y en la medida que presenta estas
orientaciones en trminos exclusivos y describe la trayectoria normal de la accin
colectiva, como un movimiento lineal de la sociedad civil a la poltica. Hay dos
problemas bsicos con el modelo. Primero, opera con una concepcin
exageradamente simple del aprendizaje. Se supone que los actores colectivos
aprenden slo en la dimensin cognitivo-instrumental. Es decir, se define su
aprendizaje como un reconocimiento gradual de que la poltica orientada a la
identidad, simblica, no les puede ayudar a lograr sus metas, y el resultado de este
aprendizaje es un cambio hacia una organizacin jerrquica disciplinada y hacia un
modelo instrumental-estratgico de accin. Este punto de vista (que es tpico de los
partidos polticos) tiende a quitarle importancia a la conservacin de la identidad y
de la solidaridad para la accin estratgica a largo plazo. No slo implica una falta
de reflexin con respecto a las races de los actores de la sociedad poltica en la
sociedad civil, sino tambin la nocin de que los movimientos sociales no pueden
concentrarse simultneamente en los requerimientos estratgicos y en la
construccin de identidad. El supuesto tcito de este enfoque es que las identidades
no pueden hacerse ms racionales. En consecuencia, la construccin de identidades
no puede llegar al nivel de reflexin que permite incorporar la tensin entre la
identidad y la estrategia. La historia de los movimientos que han combinado
conscientemente las polticas de identidad y de estrategia es descartada afirmando
que a fin de cuentas esas combinaciones no tienen ni tendrn xito.
En oposicin a este punto de vista, creemos que la evidencia emprica es mucho
ms ambigua respecto a los movimientos pasados y presentes, y que el criterio
para el xito en s necesita ser redefinido. Por ejemplo, los logros y la continuidad
de los movimientos de la clase trabajadora se han debido en parte a su habilidad
para combinar intereses culturales y polticos. Lo reciente de los nuevos
movimientos en este respecto se encuentra, no tanto en su carcter dual, como en
su ms enftica tematizacin de este dualismo. As, su negativa a instrumentalizar
la poltica cultural y la construccin de identidad en aras de un xito poltico
concebido en forma muy limitada, no debe ser representada simplemente como una
renuencia fundamentalista a aprender. Ms bien, uno puede interpretar la
resistencia a la autorracionalizacin por parte de muchos actores colectivos
contemporneos, como un resultado de la percepcin de un rango de problemas
propios de la sociedad civil contempornea que no puede ser rectificado por medios
polticos normales. Si los instrumentos convencionales de la intervencin del
gobierno no son adecuados para los problemas que surgen en reas como el gnero
y las relaciones familiares, la socializacin y las prcticas de la educacin y la
biotecnologa, entonces la accin colectiva autnoma que se concentra en el
fortalecimiento de la conciencia de la autoayuda y de la creacin de poder local s
implican aprendizaje despus de todo. En las reas donde las identidades, los
significados convencionales, las normas institucionalizadas, los patrones de
consumo del estilo de vida y las prcticas de socializacin deben ser modificadas
para producir soluciones a los problemas sociales, se requiere el aprendizaje
siguiendo las lneas de la dimensin moral-prctica. Una poltica autorreflexiva de la
identidad encuentra aqu un lugar adecuado.
El segundo error tiene que ver con cierta pobreza en la concepcin poltica del
modelo. El modelo de las etapas aade la poltica de la identidad a la poltica de la
inclusin y de la reforma articulada por la perspectiva de la movilizacin de
recursos, aunque como una etapa transitoria. Si los dos principales terrenos para la
poltica de movimientos son la sociedad civil y la poltica, entonces las polticas de
identidad y de inclusin pueden entenderse anlogamente, pues describen la

emergencia de los actores en cada dominio. Las polticas de identidad constituyen


los actores de la sociedad civil; las polticas de inclusin, despus de las
transformaciones necesarias en la organizacin y en la orientacin de estos actores,
los establece como miembros de la sociedad poltica. Finalmente, la poltica de
reforma implica la actividad estratgica de organizaciones y partidos polticos en la
generacin de la poltica del Estado. Lo que falta es una concepcin de la relacin
entre los actores colectivos de sociedad civil y los de la sociedad poltica. Esto
sucede as porque en el modelo de las etapas la primera desaparece efectivamente
al emerger la ltima. Se supone que la sociedad civil (a diferencia de la sociedad
poltica) slo puede actuar sobre s misma. Siguiendo los pasos de la teora de la
lite de la democracia, el modelo rompe as el vnculo entre la sociedad civil y la
poltica, entre los actores civiles y los polticos. No hay lugar para una poltica de la
influencia por actores colectivos en la sociedad civil dirigida a los que se encuentran
en la sociedad poltica. Pero as como la sociedad poltica es capaz de actuar sobre
la administracin del Estado, los actores de la sociedad civil son capaces de influir
en el discurso y en los actores de la sociedad poltica. Esta poltica de influencia,
para la que existe una gran cantidad de evidencia emprica (como lo hemos
mostrado en el caso del movimiento de las mujeres) es el elemento clave que falta
en la mayora de los paradigmas usados para estudiar a los movimientos sociales
actualmente.
Con esta concepcin en mente, podemos volver al dilema de Michels que el modelo
de las etapas convierte en su paradigma positivo. Para nosotros, la transformacin
sin rastro de los movimientos en partidos polticos burocrticos o en grupos de
cabildeo, sigue siendo un modelo negativo y evitable. Reconocemos la tendencia de
los movimientos a reproducir las estructuras organizativas determinadas por el
poder y le dinero en el momento en que intentan actuar directamente sobre los
subsistemas de la administracin estatal y de la economa de mercado. Creemos
que la forma de movimiento no puede sobrevivir a su salida de los lmites del
mundo de la vida. Los movimientos no pueden influir a las estructuras coordinadas
por medios diferentes de la interaccin normativa o comunicativa sin sucumbir a la
presin de la autoinstrumentalizacin. En esto, la distincin sistema/mundo de la
vida contina proporcionando lmites que no pueden ser ignorados por los activistas
de los movimientos si quieren ser efectivos.
La autoburocratizacin no sigue a la poltica de la influencia. Ninguna ley de hierro
de la oligarqua est vinculada con la actividad de los movimientos dirigida a las
estructuras intermediarias de la sociedad poltica o a las formas de la esfera pblica
que existen en este nivel. Nuestra respuesta al dilema de Michels es indicar la
duplicacin potencial y real de los actores en la sociedad civil y en la poltica, y la
posibilidad de un nuevo tipo de relacin entre ellos. Reconocemos las tensiones
entre las asociaciones de base en el mundo de la vida que tienen como su blanco a
la sociedad civil y las organizaciones capaces de afectar estratgicamente al Estado
y a los sistemas econmicos, pero slo al costo de la burocratizacin (penetracin
por l}el medio de poder). No obstante, creemos que un mayor nivel de
autorreflexin, arraigada en un dilogo entre la teora y sus interlocutores en los
movimientos, tiene la posibilidad de disminuir estos antagonismos. El programa de
la democracia radical autolimitada implica una crtica del fundamentalismo
democrtico caracterstico de los actores colectivos basados en la sociedad civil- y
una crtica del elitismo democrtico caracterstico de aquells basados en la sociedad
poltica. Sin embargo, esta crtica terica sera impotente a menos que los actores
civiles avanzaran hacia una poltica capaz de influir a los actores polticos en vez de
replegarse en el otro lado del fundamentalismo, que es la pasividad.

Finalmente, nuestra concepcin dual ofrece un criterio para el xito de los


movimientos que difiere del de los fundamentalistas de los movimientos y de los
profesionales polticos. Consideramos muy deseable el desarrollo de actores
autorreflexivos y autolimitados, capaces de influir en la discusin poltica, como lo
son los partidos polticos que mantienen un alto grado de apertura a la sociedad
civil sin abandonar los prerrequisitos de la accin estratgica efectiva. Esto se
deriva automticamente de nuestro argumento. Pero las nociones del xito d}en la
sociedad civil y en la sociedad poltica no deben asimilarse las unas a las otras. En
la sociedad poltica, el automantenimiento organizativo es un desidertum; en la
sociedad civil, no lo es, y si se le presta mucha atencin puede ocurrir una
transgresin del lmite entre el sistema y el mundo de la vida.
El xito de los movimientos sociales al nivel de la sociedad civil debe ser concebido,
no en trminos del logro de ciertas metas sustantivas o de la perpetuacin del
movimiento, sino ms bien en trminos de la democratizacin de los valores,
normas e instituciones que en ltima instancia estn arraigados en una cultura
poltica. Ese desarrollo no puede perennizar a una organizacin o movimiento
determinados, pero s puede asegurar a la forma del movimiento como un
componente normal de sociedades civiles autodemocratizadoras. Por ejemplo, si
parte del logro de los movimientos es la institucionalizacin de los derechos,
entonces el fin de un movimiento social ya sea a causa de su transformacin
organizativa o de su absorcin en las nuevas identidades culturales creadas-, no
significa que se termine el contexto de la generacin y constitucin de movimientos
sociales. Los derechos obtenidos por los movimientos estabilizan los lmites entre el
mundo de la vida, el Estado y la economa; pero tambin son un reflejo de las
identidades colectivas recientemente adquiridas, y constituyen la condicin que
hace posible la emergencia de nuevos acuerdos institucionales, asociaciones,
asambleas y movimientos. Los derechos clsicos obtenidos por las revoluciones
democrticas y los movimientos de los trabajadores ya han funcionado de esta
manera ante los movimientos de derechos civiles y de otro tipo. Los tericos an no
han formulado los nuevos derechos adecuados para desafiar al Estado y a la
economa que presentan los movimientos contemporneos. Actualmente, los dos
modelos de derechos prevalecientes uno vinculado con la posicin preeminente de
los derechos de la propiedad, y el otro estructurado en torno a un modelo de
beneficios asegurados por el Estado- han mostrado su lado oculto. No obstante, los
derechos institucionalizados son a la vez importantes puntos de apoyo y
catalizadores (precisamente debido a sus contradicciones internas) para las luchas
contemporneas por los derechos. Esto es cierto en especial para las iniciativas que
continan reflexivamente los programas de la revolucin democrtica y del Estado
de bienestar al establecer un lugar preeminente de los derechos de asociacin y
comunicacin.
Este programa slo puede ser completado sobre la base de una estrategia dual en
que las polticas de identidad, influencia, inclusin y reforma tengan todas papeles
importantes que desempear. Desde el punto de vista de una teora de la sociedad
civil, la poltica de la influencia es la ms central de stas, puesto que es el nico
medio de desplazar al fundamentalismo de los movimientos y de obstaculizar la va
al elitismo poltico. Sin ella, la poltica de la sociedad civil se convierte en una
antipoltica. As, la poltica de la influencia amerita un estudio ms detallado desde
el punto de vista de la teora poltica; sta es la tarea del captulo XI sobre la
desobediencia civil, uno de los medios ms importantes por medio del cual los
movimientos sociales pueden esperar influir en la sociedad moderna.

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