Cohen Arato - CAPITULO - SOCIEDAD CIVIL Y TEORIA POLITICA PDF
Cohen Arato - CAPITULO - SOCIEDAD CIVIL Y TEORIA POLITICA PDF
Cohen Arato - CAPITULO - SOCIEDAD CIVIL Y TEORIA POLITICA PDF
Autores: Jean L. Cohen, Adrew Arato. Fondo de Cultura Econmica. Mxico, 2001.
Pginas 556-635.
Captulo X. LOS MOVIMIENTOS SOCIALES Y LA SOCIEDAD CIVIL
Nuestra tesis es que los movimientos sociales constituyen el elemento dinmico en
proceso que podran convertir en realidad los potenciales positivos de las
sociedades civiles modernas. Tambin afirmamos que nuestra teora reconstruida
de la sociedad civil es indispensable para entender adecuadamente la lgica, lo que
est en juego y los potenciales de los movimientos sociales contemporneos. Como
se indic en el primer captulo, el tema de la autodefensa de la sociedad contra el
Estado (y contra la economa de mercado capitalista no regulada) ha sido
planteado por varios actores colectivos contemporneos que luchan por una
sociedad civil autnoma y democrtica. Tambin hemos demostrado la continua
importancia de las categoras clave de la sociedad civil moderna y el carcter
bidimensional de sus instituciones centrales. Lo que queda por mostrar es: 1) la
relacin sistemtica entre los potenciales de una sociedad civil que ya es moderna
(aunque incompletamente) y los proyectos de actores colectivos contemporneos, y
2) la importancia de nuestra reconstruccin de la categora de sociedad civil en
trminos de la distincin sistema/mundo de la vida para una interpretacin
(reconocidamente partidista) de estos proyectos. Tratamos el primer tema
demostrando la centralidad de los rasgos clave de la sociedad civil moderna para
sus dos principales paradigmas tericos en el estudio de los movimientos sociales.
Mediante el ejemplo del movimiento feminista, tratamos luego de mostrar que la
estrategia dual de los movimientos contemporneos que buscan la democratizacin
poltica y societal puede entenderse mejor a la luz del anlisis estructural de la
sociedad civil contempornea que se bosquej en el captulo XI.
Nuevos paradigmas tericos y movimientos sociales contemporneos
El trmino nuevos movimientos sociales ha obtenido amplia aceptacin entre los
tericos simpatizantes de los movimientos pacifistas, feministas, ecologistas y a
favor de la autonoma local que han proliferado en Occidente desde mediados de la
dcada del setenta. Pero an no est claro si realmente hay algo significativamente
nuevo en estos movimientos y cul es la importancia terica o poltica de las
innovaciones. En realidad, hay poco acuerdo entre los tericos sobre lo que es
exactamente un movimiento, sobre lo que se puede calificar como un nuevo tipo d
movimiento y sobre el significado de un movimiento social distinto a un partido
poltico o un grupo de inters.
Hemos tratado muchos de estos temas en otras partes. Aqu no nos interesa ni la
definicin ni lo nuevo de los movimientos sociales per se, sino ms bien la relacin
entre la accin colectiva contempornea y la sociedad civil. Nos aproximaremos a
este tema estudiando la forma en que se le trata a los dos paradigmas que
compiten en este campo: el paradigma de la movilizacin de recursos y el
paradigma orientado a la identidad. Cada aproximacin supone una estructura
terica que excluye el principal foco de atencin del otro. Trataremos de mostrar
que estas aproximaciones no son necesariamente incompatibles, en parte porque
ambas dependen de rasgos clave de la sociedad civil moderna para sealar lo que
los movimientos sociales que sirven como el punto de partida de ambos paradigmas
contemporneos
El paradigma terico clsico, que predomin hasta principios de la dcada de 1970,
fue la tradicin social sociopsicolgica de la Escuela de Chicago. Las variantes a las
que los tericos contemporneos han prestado ms atencin y crtica, han sido las
teoras de la sociedad de masas (Kornhauser, Arendt, etc.) y el modelo estructuralfuncionalista de la conducta colectiva presentado por Smelser. Hay importantes
diferencias entre estas versiones de la teora de la conducta colectiva, pero todas
comparten los siguientes supuestos:
1. Hay dos clases diferentes de accin: la institucional-convencional y la no
institucional-colectiva.
2. La accin no institucional-colectiva es una accin que no est orientada por las
normas sociales existentes, sino que se forma para hacer frente a situaciones no
definidas o no estructuradas.
3. A estas situaciones se les entiende en trminos de un colapso, devido a cambios
estructurales, ya sea de los rganos de control social o de lo adecuado de la
integracin normativa.
4. La presin, descontento, frustracin y agresiones resultantes hacen que los
individuos participen en la conducta colectiva.
5. La conducta no institucional-colectiva tiene un ciclo de vida, abierto al anlisis
causal, que pasa de la accin espontnea de la multitud a la formacin de pblicos
y de movimientos sociales.
6. La emergencia y crecimiento de los movimientos dentro de este ciclo ocurre por
medio de procesos simples de comunicacin: la comunicacin rpida, el rumor, la
reaccin circular, la difusin, etctera.
Los tericos de la conducta colectiva se han concentrado en la explicacin de la
participacin individual en los movimientos sociales, considerando los reclamos y
valores como respuestas al rpido cambio social (presin) y a la desorganizacin
social. Por supuesto, no todos los tericos en esta tradicin consideran que la
conducta colectiva es una respuesta anormal o irracional al cambio por parte de
individuos no vinculados. No obstante, todos consideran a la multitud como el
tomo bsico de la anatoma de la conducta colectiva. Todos los tericos de la
conducta colectiva ponen nfasis en las reacciones psicolgicas ante el colapso, los
modos burdos de comunicacin y metas cambiantes. Esto marca un sesgo implcito
al considerar la conducta colectiva como una respuesta no racional o irracional al
cambio. Es dicho sesgo, ms explcito en los enfoques de la sociedad de masas del
tipo de Smelser, el que ha generado la crtica de los tericos contemporneos. Este
sesgo tambin es el que impide cualquier examen de la relacin entre la accin
colectiva y la modernizacin de la sociedad civil, porque presupone desde el
principio que la accin colectiva se deriva del colapso (normativo e institucional) de
la sociedad civil.
Tilly continuamente nos advierte que no hay que ver a las acciones colectivas
competitivas, reactivas y proactivas como etapas en un proceso evolutivo. Adems,
argumenta que los elementos de un repertorio de acciones pueden usarse para
lanzar una variedad de demandas. Una manifestacin no es por definicin ni
proactiva ni ofensiva. No obstante, l describe un cambio a largo plazo, en que las
dos primeras dominan hasta mediados del siglo XIX y la tercera a partir de esa
fecha. El cambio ocurri porque las grandes estructuras obtuvieron el control de
recursos que anteriormente manejaban los hogares, las comunidades u otros
grupos pequeos. Adems, la urbanizacin y los medios de comunicacin de masas
redujeron los costos de la movilizacin a gran escala para las asociaciones
organizadas formalmente. El nuevo lugar del poder y las nuevas estructuras de la
vida diaria promovieron la seleccin de un nuevo repertorio de accin y la
emergencia de nuevas formas asociativas. El conflicto social tom cada vez ms la
forma de luchas proactivas, ofensivas, por la inclusin en las estructuras que
controlan los recursos a nivel nacional. Finalmente, pero no menos importante, el
desarrollo de la poltica electoral de masas cre un ambiente favorable a la
asociacin voluntaria y a la movilizacin a gran escala.
En realidad, Tilly argumenta que el aumento de la importancia de las elecciones y el
principio de la participacin popular en la poltica nacional promovi la difusin de la
manifestacin como una forma clave de accin colectiva, porque supona una
cubierta legal que poda extenderse a ms y ms grupos y tipos de reuniones. El
otorgamiento de legalidad a una asociacin electoral o asamblea electoral
proporciona una base para la legalidad de asociaciones y asambleas que no son del
todo electorales, no slo electorales, o no electorales por el momento. Los
derechos de organizarse, reclutar, hablar en pblico, de celebrar asambleas, de
solicitar, de hacer algo pblico y de manifestarse (los componentes institucionales
clave de la sociedad civil moderna) son, por supuesto, esenciales para un sistema
multipartidista que operan en un contexto de sufragio universal. La presencia de
lites con un fuerte inters en una definicin amplia de la actividad poltica
aceptable, hace difcil para los gobiernos, con el transcurso del tiempo, dejar fuera
de estos derechos a otros actores sociales. As, la poltica electoral ofrece un
incentivo a los actores sociales para seleccionar la manifestacin, la reunin pblica
y la huelga como modos de la accin colectiva, puesto que los grupos que por lo
general tienen ms xito son los que pueden producir el mayor nmero,
compromiso y articulacin de las demandas
Esto significa que la sociedad civil se ha convertido en el terreno indispensable en el
que se renen, organizan y movilizan los actores sociales, pese a que sus objetivos
sean la economa y el Estado. Por lo tanto, la obra de Tillu se opone a las
conclusiones de Foucault, que sostiene que todos los medios para lograr una
solidaridad autnoma, efectiva, han sido abolidos por las tcnicas
individualizadoras y normalizadoras que han trado consigo las formas
modernas de poder. Tilly muestra que las solidaridades comunales de los famosos
cuerpos intermediarios del antiguo rgimen, junto con los sitios y tipos de
reuniones polmicas propias de las estructuras de la vida diaria en las condiciones
premodernas (siglo XVIII) eventualmente desaparecieron. Pero lo que l afirma
es que fueron reemplazadas por nuevas formas de solidaridad, de asociacin, de
recursos de poder y de modos de conflicto en el terreno de la sociedad civil
moderna. De hecho, Tilly considera estas formas de organizacin y protesta como
ms autnomas que las reuniones espontneas caractersticas del repertorio de
acciones del siglo XVIII, las que Foucault describe tan atractivamente!
Desde nuestro punto de vista, la obra de Tilly muestra que la accin colectiva
moderna presupone el desarrollo de espacios sociales y polticos autnomos dentro
de las sociedades civil y poltica, que estn garantizados por los derechos y
apoyados por la cultura poltica democrtica que subyace en las instituciones
polticas representativas formales. Pero pone nfasis principalmente en las
oportunidades polticas y en las implicaciones estratgicas que aquellos tienen para
la emergencia del repertorio de acciones del siglo XIX. En resumen, slo observa
las dimensiones de estos procesos que son relevantes para la movilizacin de
grupos organizados que compiten por el poder. El trabajo histrico de Tilly implica
que la transformacin de los espacios del poder y los correspondientes cambios e la
forma de la accin colectiva presuponen la creacin de nuevos significados, nuevas
organizaciones, nuevas identidades y un espacio social (es decir, la sociedad civil)
en el cual stos puedan aparecer. Pero la perspectiva de la movilizacin de recursos
que l acepta, lo lleva a tratar a estos ltimos meramente como precondiciones
obvias para la accin colectiva efectiva. Los modelos del sistema de organizacin
poltica y de movilizacin combinados enfocan la atencin en la interaccin entre la
represin/facilitacin, poder y oportunidad/amenaza por una parte, y los intereses,
la organizacin y la movilizacin de las capacidades por la otra. Se presupone que
la accin colectiva supone costos y trae beneficios en forma de bienes colectivos
(incluyendo la inclusin). Se representa la lucha como si se diera entre miembros y
competidores por la inclusin en el sistema de organizacin poltica (acceso al
poder) y por las recompensas materiales que esto puede traer consigo. En
resumen, los conflictos sociales (en y acerca de las instituciones de la sociedad
civil) y la forma de la esfera pblica poltica son considerados slo unilateralmente:
como reacciones defensivas u ofensivas a las cambiantes relaciones de poder.
Hay varias desventajas en este limitado enfoque. Primero, presupone algo que se
ha vuelto problemtico y que requiere ser explicado, con la transicin de la base
comunal a la asociacin de la identidad de grupo. En otras palabras, la propia obra
histrica de Tilly sugiere que la construccin de la identidad de grupo, el
reconocimiento de los intereses compartidos y la creacin de solidaridad dentro y
entre los grupos ya no pueden, con la emergencia de la sociedad civil moderna, ser
tratados como si estuvieran dados. Estos son logros que han llegado a ser cada vez
ms reconocidos por los actores implicados en estos procesos. La creciente
autorreflexin respecto a la construccin social de la identidad y de la realidad,
supone el aprendizaje siguiendo dimensiones no estratgicas. Estas cuestiones se
vuelven cada vez ms urgentes si consideramos a los actores colectivos
contemporneos que no simplemente convierten al Estado o a la economa en el
blanco de sus esfuerzos por ser incluidos o por obtener beneficios mayores, y cuyas
identidades no pueden deducirse de estos subsistemas. En resumen, el enfoque de
Tilly excluye la posibilidad de analizar las polticas de identidad de los actores
colectivos contemporneos.
Segundo, aunque Tilly proporciona instrumentos para analizar la forma en que las
instituciones de la sociedad civil y de la poltica pueden ofrecer medios para que
grupos excluidos y relativamente impotentes puedan ejercer presin sobre los que
tienen el poder (y el dinero), con el find} de ingresar al sistema de organizacin
poltica, su concentracin en el objetivo de la inclusin y en la adquisicin de poder
lo lleva a oscurecer las consecuencias de la poltica de la influencia dirigida a la
sociedad poltica. La influencia, como ya hemos visto, es un medio peculiar que se
ajusta especficamente a las sociedades civiles modernas cuyas esferas pblicas,
derechos e instituciones democrticas representativas estn, al menos en principio,
abiertas a los procesos discursivos que informan, tematizan y potencialmente
alteran las normas sociales y las culturas polticas. Es posible para los actores
colectivos en la sociedad civil ejercer influencia sobre los actores en la sociedad
poltica, hacer uso del discurso pblico no slo para obtener poder y dinero, sino
tambin para restringir el papel de los medios de poder y de dinero en el mundo de
la vida con el fin de asegurar la autonoma y modernizar (democratizar y liberalizar)
las instituciones y las relaciones sociales de la sociedad civil. Al fusionar
implcitamente el poder y la influencia, Tilly no ve la lgica de la accin colectiva
que busca aplicar los principios de la sociedad civil a ella misma y realizarlos ms
plenamente dentro de las instituciones sociales. Nuestra tesis es que en los
movimientos sociales contemporneos, una poltica dual de identidad y de
influencia, dirigida tanto a la sociedad civil como al sistema de organizacin poltico
(o sociedad poltica), reemplaza a la lgica monista de la accin colectiva en la que
hace hincapi Tilly.
Adems, Tilly ha rechazado explcitamente la idea de que los cambios en las
tcticas (huelgas con plantones, manifestaciones de masas, ocupacin de locales),
los temas (autonoma local, igualdad de gneros, ecologa, derecho a un estilo de
vida diferente) o actores (prevalencia de las nuevas clases medias) que participan
de la accin colectiva contempornea equivalen a un nuevo repertorio de accin.
Sin embargo, si se les observa con detalle, casi todos estos casos suponen formas
de accin que ya tienen sus propias historia. A pesar de algunas innovaciones, los
actores colectivos contemporneos continan usando las rutinas de las reuniones,
manifestaciones, huelgas, etc. Entonces, para Tillyaunque los temas y las
alineaciones han cambiado, el hecho fundamental es la continuidad los medios de
la accin han seguido siendo los mismos-. Pero tienen el mismo significado? Son
las manifestaciones, las reuniones, etc., de los nuevos movimientos realmente nada
ms proactivas y ofensivas? Est claro que en el caso de las nuevas dimensiones de
los movimientos feminista, homosexual, ecolgico, pacifista y favorables a la
autonoma local, esto no es as. Y el mismo Tilly ha argumentado que ninguna
accin es en s misma proactiva reactiva, ofensiva o defensiva. En realidad, los
movimientos contemporneos combinan las caractersticas de los dos tipos
principales de Tilly. Son frecuentemente defensivos y reactivos, pero no protegen a
comunidades tradicionales preexistentes de las penetraciones del exterior. Ms
bien, defienden espacios para la creacin de nuevas identidades y solidaridades y
buscan hacer a las relaciones dentro de las instituciones de la sociedad civil ms
igualitarias y democrticas. Aunque estn organizadas asociativamente las
asociaciones son tratadas no como grupos de inters sino como fines en s mismos.
Tampoco se construye a los espacios pblicos ampliados, a las esferas
contrapblicas literarias y basadas en los medios, a las formas de la resolucin
discursiva de los conflictos y a la participacin democrtica slo como medios, a las
formas de la resolucin discursiva de ls conflictos y a la participacin democrtica
slo como medios con el fin de obtener mayores beneficios materiales o la inclusin
como grupo de inters para el acceso y ejercicio del poder. Finalmente, los nuevos
movimientos tambin tienen un lado ofensivo, no slo en el sentido de luchas por
la inclusin y el poder en el sistema de organizacin poltico, sino en la medida en
que suponen esfuerzos para influir en los actores de la sociedad poltica para que
tomen decisiones polticas e inicien reformas adecuadas a las nuevas identidades
colectivas.
Muchos tericos de la movilizacin de recursos han reconocido los aspectos nicos
de los movimientos contemporneos. De hecho, el paradigma fue elaborado
inicialmente por los tericos comprometidos o afectados directamente por la Nueva
Izquierda. Estos tericos trataron explcitamente las innovaciones en las
organizaciones, procesos de movilizacin, estrategias y objetivos de los
movimientos de la dcada de 1960 y principios de la de 1970. Segn uno de los
anlisis ms significativos, estos movimientos eran nuevos precisamente en la
medida en que los movilizaban Organizaciones profesionales de Movimientos
Sociales, OMS (SMO, por sus siglas en ingls) (lderes externos en vez de nativos),
que cuidadosamente calculaban y dirigan la accin colectiva con el propsito de
que obtuviera la cobertura de los medios de comunicacin y la simpata pblica
hacia su objetivo con la finalidad de influir de esa manera sobre la conciencia de los
integrantes de las lites para que proporcionaran financiamiento y defensa que
pudiera resultar en la profesionalizacin adicional (burocratizacin) del descontento
social y xito en el sentido de asegurar la representacin de los insuficientemente
representados por medio de grupos de inters viables. Claramente, la meta de esta
teora es la de explicar la posibilidad y el xito de la accin colectiva por parte de
aquellos que estn excluidos de la representacin directa dentro del sistema poltico
ya sea por los partidos o por los grupos de inters predominantes. El anlisis de
esta estrategia particular de influencia por parte de las OMS profesionales muestra
que la accin colectiva contempornea no implica simplemente luchas de poder
directas entre los contendientes y las autoridades. De hecho, la estructura
descentralizada, pblica y pluralista de la sociedad civil alienta los esfuerzos por
influir a los sectores de la opinin pblica, en este caso la opinin de electorados
conscientes externos, es decir, lites sociales.
Este anlisis es muy convincente si se piensa en grupos desorganizados y sin poder
que de otra manera no estaran representados, como los nios, los pobres o los
consumidores. Sin embargo, como en el caso de Tilly, el centro de atencin
exclusivamente en las estrategias para obtener representacin y beneficios polticos
resulta en una comprensin unilateral del poder peculiar de la influencia y
oscurece la distincin entre movimientos sociales y grupos de inters. Los
movimientos quedan reducidos a organizaciones poltico-instrumentales. Segn
este anlisis, los actores colectivos no pueden ser ni movilizados ni tener influencia
es el recurso por excelencia de los que carecen relativamente de poder, de los que
se encuentran fuera de la poltica y de los que no tienen fuerza econmica. De aqu
la importancia de las OMS profesionales. Sin importar lo convincente que esta
lgica pueda ser en abstracto, en el caso de la teora de McCarthy y de Zald resulta
que incluir a la influencia en los medios del dinero y el poder tiene un efecto poco
afortunado de que la dinmica y la lgica de los movimientos sociales
contemporneos ms importantes son represntadas de manera equivocada.
Como lo demuestran Jenkins y Eckert, entre otros, los nuevos movimientos sociales
fueron desafos nativos organizados por lderes locales que emergieron de las
poblaciones ofendidas y obtuvieron el apoyo de redes autnomas de asociaciones
locales, grupos de bases, clubes sociales, iglesias (para el movimiento de derechos
civiles), etc., para movilizar a la accin colectiva. Se organizaron en OMS clsicas,
asociaciones dependientes del trabajo voluntario de los beneficiarios directos y
emplearon tcticas innovadoras que obtuvieron xitos notables antes de que
tuviera lugar la profesionalizacin. Sus estrategias buscaban influir a la opinin
pblica y, por lo tanto, indirectamente a las lites, no para obtener su apoyo o, en
primera instancia, ni siquiera el poder poltico, sino para convencer a otros de la
justicia de su causa. De hecho, una vez que las OMS profesionales se convirtieron
en las ms importantes, como ocurri en la dcada de 1980, se inici (aunque ellas
no lo causaron, en lo que estamos de acuerdo con Piven y Cloward) la decadencia
del ciclo de protestas y del carcter de movimiento de la accin colectiva. As,
hemos confirmado nuestra tesis de que las asociaciones autnomas, voluntarias y
nativas dentro de la sociedad civil que usan y amplan el discurso pblico y los
espacios pblicos para el discurso son la differentia specifica de los movimientos
sociales contemporneos.
estaban protegidas del escrutinio pblica por la tradicin, por una esfera privada
rgidamente definida, o por garantas metasociales:
El espacio pblico -Offentlichkeit- rigurosamente limitado en una sociedad
burguesa, fue ampliado hasta abarcar los problemas del trabajo de una sociedad
industrial y ahora se difunde por todos los campos de la experiencia [...] los
principales problemas polticos hoy en da tratan directamente con la vida privada:
la fecundacin y el nacimiento, la reproduccin y la sexualidad, la enfermedad y la
muerte y, de una manera diferente, el consumo de los medios de masas en los
hogares [...] La distancia entre la sociedad civil y el Estado est aumentando, en
tanto que la separacin entre la vida privada y la pblica est desapareciendo.
Los temas presentados por los movimientos feminista, ecologista pacifista y por la
autonoma local estn, por lo tanto, relacionados con los cambiantes lmites entre la
vida pblica, la privada y la social e implican luchas en contra de las antiguas y
nuevas formas de dominacin en estas reas.
En los pases que ya han asegurado las instituciones vitales de la sociedad civil por
medio de los derechos, el terreno recientemente abierto es vulnerable a la
penetracin y al control estatales. Por esto es que Estado modernizador que impone
regulaciones econmicas y el Estado administrativo que interviene en las
organizaciones sociales y culturales, tanto como lo hace en el orden econmico; se
han convertido en los blancos de la resucitada corriente liberal que pone nfasis en
la expansin de los derechos humanos y en la autonoma de la sociedad ante el
Estado. No obstante, en una de sus percepciones ms importantes, Touraine insiste
en que, como movimientos sociales, lo que est en juego en los conflictos
contemporneos no es simplemente la defensa y autonoma de la sociedad civil
frente al Estado. Ms bien, lo que importa es, ante todo, qu clase de sociedad civil
es la que deber defenderse. No basta asegurar la autonoma o incluso la primaca
de la sociedad civil frente al Estado, porque, como lo muestra el ejemplo del
capitalismo liberal en los Estados Unidos e Inglaterra, esto podra significar
simplemente la primaca de las lites socioeconmicas sobre las administrativas.
Ms bien, los movimientos sociales deben esforzarse por defender y democratizar
todas aquellas instituciones de la sociedad civil en que se ha hecho visible y se ha
desafiado la discriminacin, la desigualdad y la dominacin. Si seguimos nada ms
en el eje diacrnico, entonces el proyecto liberal de defensa de la sociedad contra el
Estado en realidad parecera anacrnico o, en el mejor de los casos, una accin de
contencin que servira principalmente a los intereses de las lites dominantes en
las instituciones no estatales. Pero si continuamos centrando nuestra atencin
exclusivamente en el eje sincrnico, podemos perder de vista el hecho de que el
Estado moderno siempre es capaz de intervenir en el campo de los movimientos
sociales, modificando decididamente o incluso aboliendo las condiciones que hacen
posibles los movimientos sociales y su lucha. La doble perspectiva que ofrece
Touraine es por lo tanto crucial para una comprensin de la razn por la que, en la
mayora de las sociedades civiles en Occidente, la autonoma y la democratizacin
de las instituciones de la sociedad civil contempornea siguen encontrndose al
centro de los conflictos sociales contemporneos.
Pero como hemos tenido el privilegio de haber vivido varios siglos en sociedades
cada vez ms civiles, no es nuestro deber buscar la gran alianza entre la lucha
liberadora contra el Estado y un conflicto social que busca impedir que la misma se
realice nicamente en beneficio de los lderes de la sociedad civil?
Sobre la base de este anlisis, tambin es posible ver que los movimientos pueden
luchas simultneamente por la defensa y la democratizacin de la sociedad y por la
inclusin dentro de la sociedad poltica as como por la expansin de esta ltima.
Mientras que el anlisis de los tipos de accin puede incluir a las varias lgicas de la
actividad colectiva, no puede ni explicar una configua}racin particular dentro de
un determinado movimiento, ni unir los tipos en una estructura terica coherente.
Para esto, se debe recurrir a un anlisis de la sociedad civil. La obra de Touraine
seala la direccin correcta, pero l no ofrece una teora de la sociedad civil. En
cambio, hace uso de la categora sin explicar su articulacin interna. Tampoco
explica qu mecanismos conectan a las varias esferas entre s con el Estado y la
economa. En consecuencia, la lgica dual de los movimientos contemporneos se
representa errneamente como alternativas que son dirigidas nicamente a la
sociedad civil. El enfoque de la movilizacin de los recursos adolece de lo contrario,
al poner nfasis slo en las estrategias dirigidas a las estructuras polticas y
econmicas. Los paradigmas en competencia del estudio de los movimientos
sociales nos dejan as con una eleccin insatisfactoria: o uno interpreta a los
movimientos en trminos de la lgica estratgica de la organizacin supuesta en
la presin sobre las grandes estructuras del Estado y de la economa-, o uno opta
por poner nfasis en los modelos de identidad, de normas y de cultura, y en las
formas asociativas articuladas por los propios actores ms innovadores, cuyo
blanco son las instituciones de la sociedad civil. Lo que necesitamos es una
estructura terica que pueda dar cabida a ambos enfoques y explicar la lgica dual
de los movimientos contemporneos.
La teora social dual y los movimientos sociales contemporneos
Empezamos afirmando que los nuevos movimientos sociales consideran a los
modelos culturales, las normas y las instituciones de la sociedad civil como los
principales elementos en juego en el conflicto social. Claramente, los esfuerzos por
influir en las estructuras econmicas y en la poltica de Estado tambin tienen un
importante papel en estos movimientos. Por ejemplo, los ecologistas han recurrido
al Estado para que ejerza presin sobre los actores econmicos que saquean el
ambiente, en tanto que los activistas de derechos humanos y las feministas, han
tratado por medio de varias estrategias organizativas, de ejercer presin sobre el
Estado para que promulgue y haga cumplir leyes que garanticen los derechos de las
minoras y de las mujeres en la economa, la sociedad civil y el sistema de
organizacin poltico. Algunos componentes de los nuevos movimientos han
organizado partidos polticos (el ejemplo ms famoso son los Verdes de Alemania
occidental), en tanto que otros han buscado trabajar dentro de los partidos que ya
existen o ejercer presiones sobre la sociedad poltica mediante esfuerzos de
cabildeo, todo sin renunciar a sus vnculos con los activistas de los movimientos y
las asociaciones que se encuentran fuera del sistema poltico. As, los movimientos
contemporneos tienen una apariencia y una lgica organizativa duales. En el
captulo IX, revisamos los presupuestos sociotericos de esta afirmacin,
reformulando las categoras de la sociedad civil en trminos de la distincin
sistema/mundo de la vida en trminos de las categoras de la sociedad civil y de la
sociedad poltica nos brinda los instrumentos necesarios para explicar, tanto los
aspectos defensivos, como los ofensivos de los movimientos contemporneos.
Las contribuciones ms significativas de Habermas a la teora de los movimientos
contemporneos son tres tesis que, en conjunto, ofrecen percepciones de los
elementos ms importantes de la accin colectiva contempornea. La primera
No obstante, Habermas presenta una idea interesante cuando argumenta que los
nuevos conflictos surgen en el punto de contacto entre el sistema y el mundo de la
vida acerca, precisamente, de aquellos papeles que institucionalizan los medios
del dinero y del poder y median entre las esferas pblicas y privada y los
subsistemas econmicos y administrativos-. El rechazo a los papeles
funcionalizados del empleado y el consumidor; del ciudadano y el cliente,
seguramente caracterizan mucha de la accin colectiva contempornea:
Son justo estos papeles los que son blanco de la protesta. La prctica alternativa es
dirigida contra la [...] movilizacin dependiente del mercado del poder de la mano
de obra, contra la extensin de las presiones de la competencia y del desempeo
hasta los niveles bsicos de la escuela primaria. Tambin se dirige contra la
monetarizacin de los servicios, de las relaciones y del tiempo, contra la redifinicin
consumista de las esferas privadas de la vida y de los estilos de vida personales.
Adems, la relacin de los clientes con las agencias de servicios pblicos debe
abrirse y reorganizarse de un modo participativo [...] Finalmente, ciertas formas de
protesta niegan las definiciones del papel del ciudadano.
Sin embargo, desde el punto de vista de Habermas, los desafos de los
movimientos a estos papeles son puramente defensivos. Representa a los esfuerzos
de los actores colectivos por crear contrainstituciones dentro del mundo de la vida
para limitar la dinmica interna de los sistemas econmicos y polticosadministrativo, no slo como reactivos, sino como proyectos comunalistas con
tendencias antimodernas de desdiferenciacin y retiro. La nica excepcin que
observa es el movimiento feminista. Slo ste tiene una lgica dual y un potencial
claramente emancipador: un aspecto ofensivo, universalista, interesado en la
inclusin poltica y en la igualdad de derechos, junto con un aspecto particularista,
defensivo, que se concentra en la identidad, los valores alternativos y la superacin
de formas concretas de vida marcadas por los monopolios masculinos y una
prctica diaria racionalizada unilateralmente. La primera dimensin vincula al
feminismos con la tradicin de los movimientos de liberacin burgueses socialistas
y con los principios morales universalistas. La segunda lo relaciona con los nuevos
movimientos sociales. No obstante, como se indic antes, los nuevos movimientos
de resistencia, incluyendo la segunda dimensin del feminismo, suponen
exclusivamente reacciones defensivas a la colonizacin. De aqu que se les califique
de particularistas por su preocupacin por las identidades, las normas, y los
valores alternativos, y de aqu la acusacin de una retirada hacia las categoras
atributivas o biolgicas del gnero. Segn Habermas, la dimensin emancipadora
del feminismo no implica por lo tanto nada nuevo, en tanto que la nueva dimensin
del feminismo adolece de las mismas desventajas que los otros movimientos
nuevos.
Creemos que este anlisis de los nuevos movimientos en general y del feminismo
en particular es desorientador. De hecho, la interpretacin de Habermas de lo que
es nuevo en estos movimientos como reacciones particularistas y defensivas a la
penetracin de la vida social por los medios del dinero y el poder, supone el rescate
de la tesis clsica del colapso. Esto a su vez, se deriva de una interpretacin
unilateral de su propia teora social dual. As, el anlisis de Habermas de los
movimientos no hace justicia al potencial de su teora, por dos razones. La primera
tiene que ver con su fracaso para traducir las categoras del mundo de la vida en
una conceptualizacin plena de la sociedad civil y poltica. Los sugerentes pasajes
sobre las instituciones pblicas y privadas del mundo de la vida descuidan aquella
dimensin clave que le habra permitido evitar la tesis del colapso, es decir, la de
las asociaciones. A pesar de su reconocimiento de que las luchas contemporneas
se localizan en torno a las dimensiones de la reproduccin cultural, la integracin
social y la socializacin, no vincula a stas con el lado positivo de las instituciones
dentro de la sociedad civil y de la sociedad poltica. En vez de reconocer que los
nuevos movimientos tienen un papel que desempear en la modernizacin adicional
de estas esferas, slo percibe su carcter defensivo ante la expansin de los
mecanismos de direccin. En el mejor de los casos considera que los nuevos
movimientos tienen el potencial de contribuir al aprendizaje siguiendo las
dimensiones de la transmisin y socializacin cultural, pero no de acuerdo al
cambio institucional dentro de la sociedad civil.
Habermas est equivocado al concluir a partir de su seguimiento de la
reinterpretacin de las tradiciones y de las identidades, que lo que est implicado
en los nuevos movimientos es slo una poltica cultural antiinstitucional. Los
movimientos tambin generan nuevas solidaridades, alteran la estructura asociativa
de la sociedad civil y crean una pluralidad de nuevos espacios pblicos, a la vez que
amplan y revitalizan los espacios que ya estn institucionalizados. Esto supone
desafiar los papeles mediadores entre el sistema y el mundo de la vida. El otro lado
de la accin colectiva contempornea, sin embargo, supone el cambio institucional
siguiendo la dimensin de la integracin social. Implica conflicto acerca de las
relaciones sociales en instituciones civiles que van de la familia a las esferas
pblicas.
La tendencia de Habermas a considerar los subsistemas como cerrados
autorreferencialmente impide ver la posibilidad de la reforma institucional tambin
en estos dominios. Su separacin excesivamente rgida entre los dominios del
sistema y del mundo de la vida le impide ver las estrategias ofensivas de los
movimientos contemporneos que buscan crear o democratizar receptores dentro
de los subsistemas, porque vuelve el xito tautolgicamente imposible. En
consecuencia, su explicacin de los movimientos no hace justicia a la tesis del doble
carcter institucional a que se aludi antes, y al cual est dirigida la lgica dual de
los movimientos. Por lo tanto, cae en un anlisis reduccionista de la ecologa, de las
iniciativas ciudadanas, de los movimientos de los Verdes y de los movimientos
Juveniles, y en una representacin equivocada de la lgica dual cuando la logra
percibir, como ocurre en el caso del feminismo.
Nuestra reconstruccin de la distincin sistema/mundo de la vida, de conformidad
con los lineamientos de una teora de la sociedad civil corrige estos dos puntos
ciegos. Por una parte, traducimos el concepto del mundo de la vida como la
articulacin institucional de una sociedad civil garantizada por los derechos. Por
otra parte, argumentamos que hay receptores para la influencia de la sociedad civil
dentro de la sociedad poltica (y econmica) y que stos pueden, dentro de ciertos
lmites, ser ampliados y democratizados. En consecuencia, en nuestra versin de la
concepcin dual de la sociedad, la lgica dual de los nuevos movimientos puede
hacerse evidente. Nuestro enfoque nos permite ver que los movimientos operan a
ambos lados de la divisin sistema/mundo de la vida, y as podemos tener en
cuenta las contribuciones de ambos paradigmas de la accin colectiva.
Nuestra estructura tambin nos ofrece una interpretacin ms sinttica del
significado de la accin colectiva defensiva y ofensiva de la que es posible
encontrar en cualquiera de los enfoques discutidos antes. En esta explicacin, el
aspecto defensivo de los movimientos supone conservar y desarrollar la
Pero este enfoque no se basa en una analoga forzada entre las familias y los
sistemas econmicos, y entre el cuidado de los nios y otros trabajos productivos.
En cambio, supone un cuestionamiento a las normas patriarcales que definen a la
familia y asignan a los gneros las tareas en el hogar o de otro tipo. En realidad, la
misma posibilidad de articular y poner en duda las formas en que la economa
capitalista moderna y la familia nuclear (igualmente moderna) se intersectan (por
medio de papeles asignados segn el gnero) presupone su diferenciacin. Los
cambios en la identidad, en la concepcin normativa y en la estructura interna de
los papeles de la familia, no modificaran el hecho de que las relaciones
interfamiliares incluido el cuidado de los nios- deben ser coordinadas
comunicativamente. Por el contrario, ni siquiera es posible criticar a la familia
contempornea como injusta, como deformada por la distribucin desigual del
dinero, del poder y por relaciones de gnero asimtricas, si uno no presupusiera su
infraestructura comunicativa.
2. La distincin entre las orientaciones convencional y posconvencional capta una
dimensin clave del poder en las normas de gnero existentes. La forma que el
dominio de los hombres toma en la familia nuclear patriarcal y las formas en que
estructura las categoras del trabajo (y las relaciones de cliente en el Estado
benefactor) y las correspondientes identidades de gnero son modernas en el
sentido descriptivo, histrico. Pero no son ni racionales ni modernas en el sentido
normativo, es decir, en la forma en que Habermas usa estas palabras. Las normas
que fundamental el dominio de los hombres son un ejemplo de tradicionalismo por
excelencia, es decir, se basan en un consenso normativo convencional invariable
y perpetuado por las relaciones de poder y de desigualdad que lleva a toda clase de
patologas en el mundo de la vida. La actitud tradicionalista hacia las normas de
facto basadas en ese consenso no significa que las normas relevantes sean restos
de formas de desigualdades premodernas de status. Significa que estn aisladas de
la crtica y tradicionalizadas, por decirlo as. En realidad, se basan en una sociedad
civil selectivamente racionalizadas, y es precisamente a los obstculos para su
mayor modernizacin en el sentido normativo los que la teora de Habermas trata
de articular. Adems, como se indic en el captulo IX, la diferenciacin de los
subsistemas de la economa y del Estado del mundo de la vida es una precondicin
para desencadenar los potenciales culturales de la modernidad y para liberar a la
interaccin comunicativa de la reproduccin ritual de normas convencionales,
sacralizadas. El mundo de la vida no puede ser diferenciado internamente, las
instituciones de la sociedad civil no pueden ser modernizadas, la subjetividad no
puede ser descentralizada y los papeles no pueden ser cuestionados a menos que la
interaccin comunicativa se libere de la tarea de coordinar todas las reas de la
vida.
3. No obstante, hay ms en lo que respecta al dominio de los hombres que incluso
una rama moderna de tradicionalismo y Fraser hace una contribucin real al indicar
una dimensin omitida en el anlisis del poder de Habermas, aunque ella no intenta
llenar esa omisin. Es desorientador restringir el trmino poder a relaciones
estructuradas jerrquicamente en ambientes burocrticos sin proporcionar otro
trmino para articular las relaciones sociales asimtricas en otras instituciones.
Sera mejor distinguir entre diferentes clases de poder o, ms bien, entre varios
cdigos de pder y modos de operacin del poder. De otra manera, nos quedamos
sin medios para conceptuar la habilidad diferencial de imponer normas, definir
identidades y silenciar interpretaciones alternativas de la feminidad, la masculinidad
y las necesidades. El tradicionalismo resulta de esta habilidad, pero no la explica.
Es importante que conozcamos las manera en que operan las varias formas del
poder en la construccin del gnero, cmo se introducen en los procesos de
socializacin y de qu forma las normas y las identidades generadas en la sociedad
civil se conectan con el funcionamiento del poder como medio en los ambientes
burocrticos.
Esto implica un anlisis de las relaciones de poder que es complementario (y no de
antittico) a la concepcin del poder como medio coordinador. Hemos argumentado
que la organizacin formal es una precondicin (y por tanto una seal de
identificacin) de la construccin del subsistema autnomo del poder. Es un
prerrequisito necesario para que el poder funcione como medio de direccin (y para
que sea institucionalizado como tal). Pero no es ni el nico modo en que opera el
poder ni su nico cdigo. Como muchos lo han indicado, dentro de las
organizaciones existe poder generado fuera de las reglas formales; existan
relaciones de poder antes de la emergencia histrica del medio del poder y las
relaciones de poder operan en contextos que no estn organizados formalmente.
Nos permitiremos definir al poder en trminos generales como la transferencia de
selectividad (la habilidad para determinar lo que puede hacerse y decirse). El pode
ropera por medio del condicionamiento de las expectativas de la alternancia
relativamente preferidas y relativamente rechazadas por dos personas al menos.
Esta transferencia presupone tanto la disponibilidad de sanciones negativas como
un cdigo (o varios cdigos) de poder. Pero no todos los cdigos de poder
incorporan formas de desigualdad que distinguen entre los individuos como si
fueran de mayor nivel o de nivel ms bajo, o superiores e inferiores.
En una de sus apariencias, dentro de contextos formalmente organizados, el poder
opera como un medio de direccin que puede ampliarse hacia fuera para
funcionalizar relaciones e instituciones de la sociedad civil que no estn organizadas
formalmente y por lo tanto lograr as metas administrativas. Como tal, el medio de
poder separa la coordinacin de la accin de la formacin de consenso en el
lenguaje y neutraliza la responsabilidad de los participantes en la interaccin. Lo
que importa aqu no es la presencia de una jerarqua burocrtica rgida o la
estructura de dominacin en el sentido de una cadena de mando, sino la
formalizacin de un contexto de la accin de tal tipo que las reglas abstractas y los
papeles impersonales (sean cargos o funciones) se convierten por lo menos en el
canal oficial (entre varios) a travs del cual circula la corriente de poder (seleccin
de lo que se puede o no se puede decir o hacer). As la esquematizacin binaria de
las interacciones en conjuntos de cdigos formales (en especial legal/ilegal)
produce una actitud objetivadora hacia la situacin de la accin, una abstraccin de
las personas concretas y una cierta calidad automtica de la continuacin de la
interaccin.
El poder no opera nada ms como medio de direccin. Hay, por supuesto,
relaciones de poder dentro de ambientes institucionales que no estn organizados
formalmente y que por lo tanto carecen de una condicin necesaria para asegurar
al medio del poder. Tambin en este caso el poder opera por medio de cdigos
binarios que transfieren la selectividad, aceleran la comunicacin y evitan los
riesgos de disenso mientras no se les cuestiona. Pero estos cdigos tienen una
estructura diferente de los que estn vinculados a los medios de direccin en
contextos organizados formalmente. Lo que es ms importante, no reemplaza del
todo al lenguaje ordinario en su funcin coordinadora; en cambio, suponen
procesos de segundo orden de formacin de consenso en el lenguaje. Tampoco
implican relaciones sociales despersonalizadas. Habermas ha analizado el prestigio
y la autoridad moral de esta manera, distinguiendo estas formas de comunicacin
generalizada de los medios de direccin. El prestigio y la autoridad moral pueden
5. Por supuesto, lo mismo es cierto para los sistemas de los estados benefactores.
Hemos argumentado que las normas de las sociedades civil y poltica continan
La teora social dual nos permite hacer justamente esto. El primer conjunto de
reformas, a diferencia del ltimo, no crea clientes aislados de una burocracia
estatal, sino que les da a los individuos el poder de actuar juntos colectivamente,
de desarrollar nuevas solidaridades y de lograr un mayor equilibrio de las relaciones
del poder porque estn dirigidas a un rea que ya est formalmente organizada.
Esas reformas crean receptores en el subsistema econmico para la influencia de
las normas y modos de accin de la sociedad civil, al establecer procedimientos
para la resolucin del conflicto discursivo, asegurando as el control de la ltima
sobre la primera sin desdiferenciarlas. El segundo tipo de reforma hace lo contrario:
lleva la fuerza plena de las agencias administrativas a reas que no estn
organizadas formalmente, y que no deben estarlo. Esto amenaza la infraestructura
comunicativa y la autonoma de la sociedad civil y debilita las capacidades de los
beneficiarios para actuar por s mismos o arreglar los conflictos discursivamente.
No obstante, ciertamente uno no deseara argumentar quela juridificacin, la
regulacin o los beneficios monetarios en la sociedad civil por definicin, humillan o
despojan de poder a los que se supone que van a beneficiar. El problema que surge
no es el de si la juridificacin (la creacin de nuevos derechos) o la intervencin
estatal (la concesin de nuevos beneficios) deben ocurrir en la sociedad civil, sino
qu clase de derechos legales, relaciones administrativas o beneficios monetarios
deben establecerse. Si consideramos que las mujeres son los principales
blancos/beneficiarias de las acciones de asistencia en este dominio, ciertamente ese
problema no queda fuera de los intereses feministas.
Una versin feminista de la crtica del Estado de bienestar debe implicar su
continuacin reflexiva. As, la descolonizacin de la sociedad civil y su
modernizacin (en el sentido de reemplazar normas patriarcales sostenidas
convencionalmente por normas logradas comunicativamente) son ambos proyectos
feministas. Tambin lo es el desarrollo de instituciones igualitarias que puedan
influir en los sistemas administrativos y econmico. El primer proyecto permitira la
juridificacin slo en forma que le dan poder a los actores en la sociedad civil sin
someterlos al control administrativo. El segundo eliminara la dominacin masculina
en las instituciones tanto pblicas como privadas. El tercero implicara reformas
estructurales en la sociedad econmica y poltica, para hacerlas receptivas y
complementarias a las nuevas identidades y a las nuevas instituciones
democratizadas, igualitarias, de la sociedad civil.
La poltica dual: el ejemplo del movimiento feminista
Ahora estamos en posicin de presentar nuestra alternativa a la interpretacin de
Habermas de la lgica dual de los movimientos feministas contemporneos. Hemos
argumentado que los objetivos principales de los nuevos movimientos sociales son
las instituciones de la sociedad civil. Estos movimientos crean nuevas asociaciones
y nuevos pblicos, tratan de volver a las instituciones existentes ms igualitarias,
enriquecer y ampliar la discusin pblica en la sociedad civil e influir enlos espacios
pblicos ya existentes de la sociedad poltica, ampliando a stos potencialmente y
complementndolos con formas adicionales de participacin ciudadana. En el caso
del feminismo, el centro de atencin en la eliminacin de formas de vida concretas,
basadas en el dominio de los hombres y en la reintepretacin de las identidades de
gnero, complementan los esfuerzos para asegurar la influencia de nuevas
identidades de gnero ms igualitarias dentro de los espacios pblicos de la
sociedad civil y la poltica y obtener la inclusin poltica en estos trminos.
En realidad, casi todos los principales anlisis del movimiento feminista (en los
Estados Unidos y en Europa) han mostrado la existencia y la importancia de la
dbil y que dirigieron su mira a las formas de dominio masculino dentro de las
esferas privada y pblica de la sociedad civil. Estos fueron los grupos que
articularon los temas de gnero, del aborto, de la contraconcepcin, de la
violacin y de la violencia contra las mujeres, y otros similares, que tuvieron una
gran fuerza para movilizar a las personas. Su centro de atencin en la identidad, la
autoayuda, el fortalecimiento de la conciencia y el proselitismo por medio de la
prensa subterrnea, sus propias publicaciones alternativas y las universidades
tenan la finalidad de difundir la conciencia feminista y de lograr cambios
institucionales en las relaciones sociales basadas en las normas tradicionales, no
igualitarias, del gnero en la sociedad civil. Para finales de la dcada de 1960, las
dos ramas del movimiento empezaron a aproximarse. Personas que ya se
encontraban dentro del sistema poltico empezaron a apoyar muchos de los temas
articulados por las feministas activistas, mientras que estas ltimas comenzaron a
entrar en grandes nmeros a los captulos locales de las organizaciones polticas
nacionales. A mediados de la dcada de 1970, las organizaciones del movimiento
de mujeres siguieron todo camino poltico para cambiar la poltica. Se aproximaron
a los partidos polticos, al Congreso, a las Cortes y a la rama ejecutiva: usaron las
enmiendas constitucionales, el cabildeo legislativo y la protesta poltica. A la vez,
las organizaciones que originalmente haban limitado su actividad a las tcticas
comunes de presin poltica empezaron a usar tambin los mtodos de la protesta
y de la persuasin iniciados por los grupos ms radicales. Como consecuencia a
pesar de su diversidad organizativa-, es posible hablar del movimiento feminista
contemporneo en singular, compuesto de varias asociaciones y organizativa que
participan en una amplia gama de estrategias a pesar de lo cual comparten una
conciencia feminista.
No puede haber duda de que la estrategia dual del movimiento contemporneo de
mujeres ha tenido algunos logros en trminos polticos, culturales e institucionales.
Slo en 1792, el Congreso de los Estados Unidos aprob ms legislacin para
promover los derechos de las mujeres que las diez legislaturas previas combinadas.
Las organizaciones del movimiento de mujeres ayudaron a iniciar una ola de accin
legislativa sobre temas feministas que no tiene igual en la historia de los Estados
Unidos. Entre 1970 y 1980, el acceso de las mujeres y su influencia sobre las lites
polticas aument dramticamente. Y ms mujeres fueron elegidas o designadas a
cargos pblicos que nunca antes en la historia de los Estados Unidos. Adems, las
Cortes se convirtieron en un blanco importante y productivo de los movimientos en
sus dos formas y en sus dos frentes. La decisin que hizo poca- en Reed en 1971
inici una serie de casos que usaron la clusula de igual proteccin de la
Constitucin para eliminar leyes sexualmente discriminatorias en el mercado de
trabajo. La decisin en Roe vs. Wade en 1973, us el derecho a la privacidad para
legalizar el aborto, registrando y alentando de esa manera cambios en las
relaciones de los gneros en general y en una institucin clave de la sociedad civil:
la familia en particular. Sin embargo, como lo recalcan la mayora de los analistas,
estos xitos en el sentido cultural en la difusin previa de la conciencia feminista-.
Aqu el punto no es el obvio de que un movimiento de masas puede ayudar
estratgicamente a nuevos grupos que buscan poder e influencia sino, ms bien,
que sin una poltica de identidad dirigida a las normas, relaciones sociales, arreglos
institucionales y prcticas construidas en la sociedad civil, y sin una poltica de
influencia dirigida a la sociedad poltica, el xito en lo primero sera poco probable y
limitado.
La difusin de la conciencia feminista est bien documentada. La encuesta Virginia
Slims de 1980 encontr que 64% de las mujeres favoreca los esfuerzos para
cambiar y fortalecer el status de las mujeres, en contraste con 40% en 1970.
Adems, para 1980, 60% de la poblacin crea que la sociedad no la naturaleza- le
enseaba a las mujeres a preferir las labores domsticas en vez de trabajar afuera
de la casa. Adems, 51% prefera un matrimonio en que el esposo y la esposa
compartieran las responsabilidades del hogar, y 56% favoreca una responsabilidad
compartida en el cuidado de los hijos. Estas estadsticas indican cambios culturales
que van bastante ms all de la aceptacin de los derechos iguales y de la inclusin
de la mujer en la esfera pblica poltica, aunque esta ltima tambin es aceptada
(por lo menos en principio) por la mayora de la poblacin.
As, una poltica de influencia que reciba forma de las nuevas concepciones de la
identidad del gnero, hizo posible convertir el acceso a las lites polticas en las
medidas necesarias para lograr los objetivos feministas. Y lo que fue cierto para los
Estados Unidos tambin ha sido cierto para Italia, Alemania, Inglaterra y Francia.
Para citar un ejemplo, Jane Jenson ha mostrado que la insercin de las necesidades
y de los intereses de las mujeres en la agenda poltica en Francia fue posible slo
despus de que el movimiento de las mujeres tom como su objetivo fundamental
la especificacin de una nueva identidad colectiva. Argumenta que la contribucin
fundamental del movimiento moderno de las mujeres fue su capacidad de modificar
el universo del discurso poltico y presionar as a favor de sus objetivos de
maneras muy diferentes a las usadas por las anteriores movilizaciones de mujeres.
Segn Jenson, el movimiento feminista cambi el universo del discurso poltico que
las haba excluido, mediante la creacin de una nueva identidad colectiva para las
mujeres y logrando que las lites polticas aceptaran esta identidad. Jenson
tambin muestra que las reformas desde arriba que ampliaron los derechos de las
mujeres no suponen, en ausencia de un movimiento feministas, un cambio en el
universo del discurso poltico o un cambio en la identidad de las mujeres. Despus
de la segunda Guerra Mundial, las mujeres de Francia adquirieron el derecho de
votar y un acceso ms libre a los mtodos anticonceptivos, pero el universo
tradicional del discurso poltico que las defina como esposas, como apndices de
los hombres y como madres no fue modificado por estas reformas. No fue sino
hasta que el movimiento feminista penetr en el espacio abierto por la Nueva
Izquierda en 1968 y empez a tratar temas relacionados con las mujeres (como la
crtica de la vida diaria y el derecho a la igualdad y a la autonoma, adems de
redefinir la identidad colectiva de las mujeres en trminos feministas) que el
universo tradicional del discurso poltico empez a modificarse y ocurrieron
reformas cuya intencin e impacto eran feministas.
Es revelador que Jenson se centre en el debate en torno a la legalizacin del aborto
para demostrar el impacto del movimiento de las mujeres sobre el universo de
discurso. En realidad, la mayora de los analistas del feminismo coinciden en que lo
que es nuevo y propio de los movimientos contemporneos de las mujeres en todo
Occidente, y lo que llev a las mujeres a entrar al escenario pblico en masa,
fueron los grandes temas movilizadores del aborto, de la violencia contra las
mujeres (la violacin, el maltrato a la esposa), la coercin sexual, el acoso sexual y
los estereotipos. Las feministas demandaron que los estndares de justicia se
aplicaran en todas las esferas de la sociedad civil, incluyendo la familia. Despus de
que se otorgaron los derechos de ciudadana formales a las mujeres, y junto con los
esfuerzos por obtener derechos polticos iguales, terminar la discriminacin
econmica en la paga y en la oportunidad y combatir la discriminacin sexual en la
fuerza de trabajo as como su segmentacin todos los movimientos feministas
modernos se han movilizado principalmente alrededor de estos temas
anteriormente privados, no polticos y de la sociedad civil. Y todo movimiento
feminista moderno ha procurado explcitamente reconformar el universo del
discurso de tal manera que sea posible escuchar las voces de las mujeres, percibir
Sin embargo, hay otra interpretacin posible de la lgica dual de la accin colectiva
contempornea. Es posible intentar una explicacin en trminos de un modelo de
etapas (o ciclo de vida) en que todos los movimientos sociales se mueven de
formas no institucionales de la accin de protesta de masas, no institucionales, al
grupo de inters rutinario, institucionalizado, o a la poltica de partido. Empieza en
forma de redes amplias, y no obstante flexibles, de asociaciones locales y grupos
de base, con una distincin mnima entre los lderes y los seguidores, los
miembros y los que no lo son. En esta etapa inicial, los actores colectivos poseen
demandas difusas, plenas de valores, no negociables, que son articuladas en
acciones de protesta de masas. Este tipo de accin colectiva es propio del proceso
de formacin de identidad de los nuevos actores colectivos. La primera tarea de los
nuevos movimientos es formar al propio sujeto que se debe convertir en el actor
colectivo que participar en las negociaciones e intercambios polticos y que
posteriormente ser el que reciba las ganancias y las prdidas. Hay una categora
de accin que puede observarse en los conflictos sociales, a la que se puede
entender no preguntando qu ganancias y prdidas producirn para los actores,
sino si producirn solidaridad. Estas acciones denotan el proceso de formacin de
una identidad. As, en el perodo formativo de los movimientos sociales, la accin
expresiva y la participacin directa son adecuadas para la meta de articular una
identidad colectiva nueva, y la poltica de influencia es dirigida a la esfera pblica
con el propsito de obtener reconocimiento del nuevo actor colectivo.
La segunda etapa de la actividad del movimiento social implica la rutina, la
inclusin y finalmente la institucionalizacin. Una vez que el nuevo actor colectivo
logra formas una identidad y obtener reconocimiento poltico, la accin cambia de
expresiva a instrumental/estratgica. La organizacin formal reemplaza a las redes
flexibles, emergen lderes y papeles de los miembros, y la representacin
reemplaza las formas directas de participacin. La lgica de la accin colectiva en
esta etapa es estructurada por la poltica de la inclusin poltica; el xito significa
que los que estaban afuera han entrado en un sistema de organizacin poltica
ampliado. El cambio en la racionalidad de la accin colectiva (de expresiva a
instrumental) y el cambio en la estructura organizativa (de informal a formal) son
vistos como un proceso de aprendizaje que supone la adaptacin racional de las
metas a las estructuras polticas. La institucionalizacin plena implicara el
reconocimiento del grupo (desmovilizado) representado por los nuevos
participantes polticos como un inters especial legtimo, cuyas demandas son
susceptibles de negociacin y de intercambio poltico. El xito significa la inclusin
de los representantes en la poltica normal que supone competencia de los
partidos, participacin en las elecciones, representacin parlamentaria, la formacin
de grupos de inters o de cabildeo y eventualmente la ocupacin de posiciones en
el gobierno.
La teora de las etapas explica la lgica dual de la poltica de los movimientos en
trminos de un modelo lineal de desarrollo. Adems, parece proporcionar una
respuesta tranquilizadora al dilema de Michels, el que parecen enfrentar todos los
movimientos en algn momento el temor de que cualquier avance hacia la
organizacin formal, la inclusin y la institucionalizacin debilitar las metas del
movimiento y amenazar la existencia continua de la accin colectiva en forma de
movimiento-. Enla medida en que estos procesos implican la cooptacin, la
desradicalizacin, la profesionalizacin, la burocratizacin y la centralizacin; el
xito, en trminos de inclusin institucional, indica el final del movimiento y la
disolucin de sus objetivos (la famosa ley de hierro de la oligarqua). Ya que, en su
forma original, este dilema se derivaba lgicamente de la retrica revolucionaria del
movimiento de trabajadores que ha sido subsecuentemente abandonada, los
tericos del ciclo de vida pueden descartarlo como utpico, irreal o peligroso.
Cuando los fundamentalistas de los movimientos articulan esos temores hoy en da,
en ausencia de cualquier pretensin de estas participando en una poltica
revolucionaria, se les puede acusar de una renuencia o incapacidad a aprender. En
resumen, si la trayectoria normal de la accin colectiva es un cambio de la accin
expresiva a la instrumental, a la adaptacin a las limitaciones del sistema poltico y
a la inclusin poltica y a la reforma iniciada desde adentro, entonces el dilema de
Michels desaparece.
Aunque el modelo de etapas ciertamente capta importantes aspectos de la
dinmica del desarrollo de los movimientos sociales, es incapaz de explicar las
caractersticas especficas de los nuevos movimientos que encontramos ms
significativas. En realidad, nuestra breve discusin de la trayectoria del movimiento
feminista estadounidense contradice muchas de sus presuposiciones. Este
movimiento tuvo una lgica organizativa desde sus inicios. Aunque ha ocurrido una
rutinizacin e institucionalizacin, esto no ha excluido o sustituido a la accin
colectiva de masas, a las asociaciones de bases, a las organizaciones de autoayuda
autnomas o a la poltica, orientada a la identidad. En vez de conformarse al
modelo lineal de desarrollo, el movimiento feminista ha recurrido alternativamente
a la accin de masas y a la presin poltica, dependiendo de las oportunidades
polticas disponibles y del tema de que se trate.
Tamoco ha supuesto el aprendizaje (por parte de los activistas) un cambio
unidireccional de la racionalidad expresiva a la instrumental. Nuestra discusin del
desarrollo organizativo del movimiento muestra que ha ocurrido aprendizaje en
ambos lados y en ambas direcciones los que estn dentro del sistema poltico
toman los temas y los mtodos de los activistas de base, mientras que muchos
activistas se han unido a organizaciones formales-. Esto no quiere decir que se
hayan fusionado los dos aspectos del movimiento, sino ms bien que la divisin del
trabajo entre los dos segmentos del movimiento cambia con el tiempo.
Finalmente, las nociones de que el blanco de los movimientos feministas es
principalmente el sistema poltico (y, a travs de ste, la economa) y de que el
xito puede construirse en trminos de inclusin, reforma desde arriba o beneficios,
son muy desorientadoras. Nuevamente, la lucha por el aborto es un buen ejemplo
de lo contrario. Los intereses organizados que ejercieron presin sobre las Cortes
(en los Estados Unidos) o sobre los partidos polticos y los parlamentos (en Europa)
fueron necesarias para lograr importantes cambios en los derechos sobre el aborto.
Pero los desafos a las definiciones tradicionales del papel, lugar e identidad de las
mujeres se encuentran en el centro del tema, como lo entienden tanto los
defensores como los recientemente movilizados oponentes de los derechos al
aborto. De hecho, los esfuerzos por alterar las normas, los papeles y las
identidades de las mujeres dentro de las esferas pblicas y privada de la sociedad
civil han generado mucho ms resistencia (e incluso contramovimientos) que las
demandas de igualdad formal en el lugar del trabajo o de inclusin en la esfera
poltica pblica. El xito del movimiento Pro Vida en la movilizacin de sus
miembros y en el debilitamiento de los derechos al aborto, junto con el fracaso del
esfuerzo por obtener la aprobacin de la enmienda de iguales derechos en los
Estados Unidos debe entenderse en estos trminos. As, la reforma legal y la
inclusin poltica difcilmente bastan para definir o asegurar el xito. La poltica de
la identidad y la movilizacin de las bases permanecen en la agenda.
Es una virtud del modelo de las etapas haner llamado la atencin sobre el hecho de
que los movimientos sociales se dirigen, tanto a la sociedad civil como a la poltica.
No obstante, el modelo es desorientador y en la medida que presenta estas
orientaciones en trminos exclusivos y describe la trayectoria normal de la accin
colectiva, como un movimiento lineal de la sociedad civil a la poltica. Hay dos
problemas bsicos con el modelo. Primero, opera con una concepcin
exageradamente simple del aprendizaje. Se supone que los actores colectivos
aprenden slo en la dimensin cognitivo-instrumental. Es decir, se define su
aprendizaje como un reconocimiento gradual de que la poltica orientada a la
identidad, simblica, no les puede ayudar a lograr sus metas, y el resultado de este
aprendizaje es un cambio hacia una organizacin jerrquica disciplinada y hacia un
modelo instrumental-estratgico de accin. Este punto de vista (que es tpico de los
partidos polticos) tiende a quitarle importancia a la conservacin de la identidad y
de la solidaridad para la accin estratgica a largo plazo. No slo implica una falta
de reflexin con respecto a las races de los actores de la sociedad poltica en la
sociedad civil, sino tambin la nocin de que los movimientos sociales no pueden
concentrarse simultneamente en los requerimientos estratgicos y en la
construccin de identidad. El supuesto tcito de este enfoque es que las identidades
no pueden hacerse ms racionales. En consecuencia, la construccin de identidades
no puede llegar al nivel de reflexin que permite incorporar la tensin entre la
identidad y la estrategia. La historia de los movimientos que han combinado
conscientemente las polticas de identidad y de estrategia es descartada afirmando
que a fin de cuentas esas combinaciones no tienen ni tendrn xito.
En oposicin a este punto de vista, creemos que la evidencia emprica es mucho
ms ambigua respecto a los movimientos pasados y presentes, y que el criterio
para el xito en s necesita ser redefinido. Por ejemplo, los logros y la continuidad
de los movimientos de la clase trabajadora se han debido en parte a su habilidad
para combinar intereses culturales y polticos. Lo reciente de los nuevos
movimientos en este respecto se encuentra, no tanto en su carcter dual, como en
su ms enftica tematizacin de este dualismo. As, su negativa a instrumentalizar
la poltica cultural y la construccin de identidad en aras de un xito poltico
concebido en forma muy limitada, no debe ser representada simplemente como una
renuencia fundamentalista a aprender. Ms bien, uno puede interpretar la
resistencia a la autorracionalizacin por parte de muchos actores colectivos
contemporneos, como un resultado de la percepcin de un rango de problemas
propios de la sociedad civil contempornea que no puede ser rectificado por medios
polticos normales. Si los instrumentos convencionales de la intervencin del
gobierno no son adecuados para los problemas que surgen en reas como el gnero
y las relaciones familiares, la socializacin y las prcticas de la educacin y la
biotecnologa, entonces la accin colectiva autnoma que se concentra en el
fortalecimiento de la conciencia de la autoayuda y de la creacin de poder local s
implican aprendizaje despus de todo. En las reas donde las identidades, los
significados convencionales, las normas institucionalizadas, los patrones de
consumo del estilo de vida y las prcticas de socializacin deben ser modificadas
para producir soluciones a los problemas sociales, se requiere el aprendizaje
siguiendo las lneas de la dimensin moral-prctica. Una poltica autorreflexiva de la
identidad encuentra aqu un lugar adecuado.
El segundo error tiene que ver con cierta pobreza en la concepcin poltica del
modelo. El modelo de las etapas aade la poltica de la identidad a la poltica de la
inclusin y de la reforma articulada por la perspectiva de la movilizacin de
recursos, aunque como una etapa transitoria. Si los dos principales terrenos para la
poltica de movimientos son la sociedad civil y la poltica, entonces las polticas de
identidad y de inclusin pueden entenderse anlogamente, pues describen la