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ROBERTO ESPOSITO

DIEZ PENSAMIENTOS
ACERCA DE LA POLTICA

FONDO DE CULTURA ECONMICA


Mxico - Argentina - Brasil - Colombia - Chile - Espaa
Estados Unidos de Amrica - Guatemala - Per - Venezuela

Primera edicin en italiano, 1993


Segunda edicin en italiano, 2011
Primera edicin en espaol, 2012

Esposito, Roberto
Diez pensamientos acerca de la poltica. - 1a ed. - Buenos Aires :
Fondo de Cultura Econmica, 2012.
295 p. ; 14x21 cm. - (Filosofa)
Traducido por: Luciano Padilla Lpez
ISBN 978-950-557-917-4
1. Filosofa Poltica. I. Padilla Lpez, Luciano, trad. II. Ttulo
CDD 320.01

Armado de tapa: Juan Pablo Fernndez


Ttulo original: Dieci pensieri sulla politica
ISBN de la edicin original: 978-88-15-14663-2
2011, Societ editrice il Mulino, Bolonia
D.R. 2012, Fondo de Cultura Econmica de Argentina, S.A.
El Salvador 5665; C1414BQE Buenos Aires, Argentina
[email protected] / www.fce.com.ar
Carr. Picacho Ajusco 227; 14738 Mxico D.F.
ISBN: 978-950-557-917-4
Comentarios y sugerencias: [email protected]
Fotocopiar libros est penado por la ley.
Prohibida su reproduccin total o parcial por cualquier
medio de impresin o digital, en forma idntica, extractada
o modificada, en espaol o en cualquier otro idioma,
sin autorizacin expresa de la editorial.
Impreso en Argentina PRINTED IN ARGENTINA
Hecho el depsito que marca la ley 11.723

NDICE
Prefacio

.............................................

11

Poltica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Democracia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Responsabilidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Soberana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Mito . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Obra . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Palabra . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Mal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Occidente . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Comunidad y violencia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

33
61
87
113
141
169
193
219
245
273

ndice de nombres. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

289

I.
II.
III.
IV.
V.
VI.
VII.
VIII.
IX.
X.

PREFACIO
1. Publicado en 1993 con el ttulo Nove pensieri sulla politica, este libro conclua una etapa de mi trabajo iniciada con Categoras de lo
impoltico,1 que en cambio se remonta a la segunda mitad de los
aos ochenta; y comenzaba otra, que la suceda, dedicada en primer trmino a la relacin antinmica entre comunidad e inmunidad y ms tarde a una redefinicin del paradigma de la biopoltica. En ese sentido, las pginas que aqu siguen reeditadas en su
forma originaria, salvo algunos retoques y el agregado de un
nuevo captulo constituyen una suerte de empalme conceptual,
donde tiene su punto de partida una serie de lneas [fili] que llevan a las investigaciones ms recientes acerca de la semntica de
lo impersonal. En este prefacio, que sustituye la introduccin previa, ms que el contenido del libro querra reconstruir el movimiento terico que a partir de l llega a mi perspectiva actual.
Como recin se sealaba, el marco de pertinencia en cuyo seno
Diez pensamientos acerca de la poltica debe situarse est constituido
por ese punto de vista crtico acerca de las categoras polticas modernas, que en la reflexin italiana de los aos ochenta adopt el
nombre de impoltico. Para percibir su sentido de conjunto, la
referencia ms cercana es detectable en la Destruktion de la metafsica operada por Heidegger, ms tarde retomada con original
reajuste de tono por el deconstructivismo francs. Ya en esta opcin filosfica, de tipo continental, es reconocible una toma de
distancia respecto del quiebre conceptual que en cambio caracteriza a una amplia porcin de la filosofa poltica de matriz anglosajona, pero tambin bajo otros aspectos a la posicin de un autor
1

R. Esposito, Categorie dellimpolitico (1988), Bolonia, 1999 [trad. esp.: Categoras de lo impoltico, Buenos Aires, Katz, 2006].
11

12

DIEZ PENSAMIENTOS ACERCA DE LA POLTICA

como Habermas. Mientras ste dio cauce a un discurso todava


arraigado en la reflexin moderna, reconocida como horizonte
necesario de cualquier crtica posible, la perspectiva de lo impoltico tiene la intencin de someter el lxico poltico a una deconstruccin no distinta (en sus intenciones) de aquella que Heidegger
haba reservado a los conceptos fundamentales de la tradicin filosfica. As como bajo su mirada stos resultan marcados por
una indeleble connotacin metafsica, tambin las principales categoras de la poltica moderna se muestran encerradas en una
formulacin, durante un largo perodo productora de orden, pero
llegado este trance cada vez menos capaz de representar las dinmicas contemporneas, y por ello destinada a una paulatina
afasia. Por lo dems, ya en los aos treinta del siglo xx una autora
fuertemente implicada en la semntica como fue Simone Weil haba apuntado que podemos tomar todos los trminos, todas las
expresiones de nuestro lxico poltico, y abrirlos; en su interior encontraremos el vaco.2
Podra afirmarse que en su totalidad la cuestin de lo impoltico gira en torno a qu significado atribuir a dicho vaco. En
primer lugar, no debe confundrselo con lo que cierta literatura
posmoderna quiso entender por la frmula fin de la poltica,
trasladando hacia el objeto una crisis de significacin inherente a
la forma de la filosofa poltica, tal como se fue modelando durante el arco de una poca que, pese a todas sus distorsiones, enlaza a Hobbes con Hegel. Que la maquinaria ordenadora activada por la Modernidad haya visto entorpecido su mecanismo
no deriva de que su motor poltico, evidentemente constituido
por el conflicto, se haya apagado, sino antes bien de la creciente
ineficacia de los dispositivos de neutralizacin que aqulla ide
para conducirlo. Cuando en un texto de inusual capacidad de

2 S. Weil, Ne recommenons pas la guerre de Troie, en Nouveaux Cahiers,


nms. 2 y 3, 1 y 15 de abril de 1937; trad. it.: Non ricominciamo la guerra di
Troia, en G. Gaeta, Simone Weil, San Domenico di Fiesole, 1992, p. 111.

PREFACIO

13

sntesis3 Carl Schmitt atribuye la migracin del espritu europeo


entre diferentes centros de referencia primero teolgico, despus metafsico, tico y econmico a la necesidad de contener
un impacto ya no sostenible en el mbito previo, no slo excluye
la posibilidad de su agotamiento, sino que percibe su constante
regenerarse en el interior de los nuevos lenguajes. En definitiva,
ms que extinguirse, el principio de lo poltico esto es, el conflicto de poder y de inters se reproduce, cada vez ms intenso,
en aquellas esferas que parecen sobrevenirle, tornndolas a ellas
mismas irreductiblemente conflictivas y por ello necesitadas de
una nueva, aunque siempre precaria, neutralizacin. Incluso el
mbito de la tcnica donde por ltimo el espritu europeo, actualmente extendido a escala mundial, busca el espacio neutral
por excelencia se muestra preso de las potencias ms capaces de
apoderarse de l, y por ende ntegramente ocupado por esa
misma poltica que, con todo, se declara acabada.
Contrariamente a todas las posiciones de tipo metapoltico,
pospoltico o antipoltico que, con diversa entidad, impugnan (o
al menos matizan) este anlisis, la perspectiva de lo impoltico no
slo la vuelve integralmente propia, sino que de algn modo la
radicaliza, excluyendo en principio cualquier realidad sustrada al
choque entre poderes en pugna. En ese sentido, dicha perspectiva
se reconoce en la tradicin realista que de Tucdides a Nietzsche,
pasando por Maquiavelo, identifica en el disenso no el resto eliminable, sino el presupuesto mismo de la convivencia humana. Esto
motiva la divergencia, o lo oblicuo de aquella perspectiva con respecto al eje prevalente de esa filosofa poltica moderna siempre
proclive a excluirlo, o a integrarlo dialcticamente en el interior
del orden prefigurado en cada ocasin. En la recurrente tendencia

3 C. Schmitt, Das Zeitalter der Neutralisierungen und Entpolitisierungen,


en Der Begriff des Politischen (1928), Mnich y Leipzig, 1932, pp. 66-81; trad. it:
Lepoca delle neutralizzazioni e delle spoliticizzazioni, en Le categorie del
politico, ed. de G. Miglio y P. Schiera, Bolonia, 1972, pp. 167-183 [trad. esp.: El
concepto de lo poltico, Buenos Aires, Folios, 1984].

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DIEZ PENSAMIENTOS ACERCA DE LA POLTICA

a la conciliacin del conflicto, tpica de la entera tradicin filosfico-poltica, hay una suerte de coaccin a repetir que remite, aun
antes que a la representacin del orden, al orden mismo de la representacin: en el especfico sentido de que para configurarse
en cuanto tal sta debe expulsar fuera de s, o por lo menos domesticar, ese elemento no casualmente definido como diablico
que desestabiliza su aptitud simblica, es decir, componedora de
tendencias en pugna. La desconfianza de los autores impolticos
con relacin al instituto democrtico de la representacin radica,
ms que en una opcin poltico-institucional diferente, en una ajenidad lxica al rgimen de la representacin, concebido como el
lugar de la reductio ad unum de elementos irreductibles a concordia. Sin embargo, ellos niegan el principio representativo tambin
en otro sentido, relativo al significado, ms estrictamente teolgico-poltico, que el catolicismo romano le ha otorgado, en una
modalidad teorizada por el propio Schmitt.4 Se trata de la relacin
vertical con la trascendencia que la idea de representacin, entendida como presencia de un ausente, reconoce (o proyecta) en el
accionar poltico orientado hacia el bien. En este momento, lo impoltico rechaza como falsa e idoltrica precisamente la posibilidad de esa conexin, es decir, la representacin del bien por parte
del poder o la transformacin del mal en bien. Falsa porque empuja al poder hacia un espacio que ste no puede alcanzar, e idoltrica porque somete el bien al juicio de la fuerza, aplastando sobre
el lenguaje del derecho el de la justicia. Cuando Weil declara que
en esta tierra no hay otra fuerza que la fuerza,5 est precisamente cortando esa lnea entre mbitos incompatibles que la teologa poltica presupone como dato o al menos como cosa posible.
No de manera diferente, aunque lo hiciese con un lenguaje dis4

Vase C. Schmitt, Rmischer Katholizismus und politische Form, Hellerau,


1923; trad. it.: Cattolicesimo romano e forma politica, ed. de C. Galli, Miln, 1986
[trad. esp.: Catolicismo romano y forma poltica, Madrid, Tecnos, 2011].
5 S. Weil, Lenracinement. Prlude une dclaration des devoirs envers ltre humain, Pars, 1949; trad. it.: La prima radice, Miln, 1980, p. 191 [trad. esp.: Races
del existir, Buenos Aires, Sudamericana, 1954].

PREFACIO

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tinto, desde otro rincn de Europa se haba expresado Elias Canetti, rememorando que la historia se pone del lado de lo que ha
sucedido y lo separa de lo no sucedido, y para ello construye slidas conexiones. Entre todas las posibilidades se basa sobre aquella nica que ha sobrevivido.6 Lo que ambos rechazan firmemente es una valorizacin del accionar poltico incompatible no
slo con las herramientas que tiene a disposicin, sino tambin
con sus finalidades, en ltima instancia siempre tendientes a reforzar al sujeto o a los sujetos que hacen uso de ellas. Como bien
saben los impolticos, en la dimensin lgica o semntica no es
posible trazar una separacin entre el poder y el sujeto que lo personifica, imaginar un sujeto de antipoder o un poder sin sujeto:
Existir, pensar, conocer nuevamente es Simone Weil quien habla no son otra cosa que aspectos de una sola realidad: poder
[]. Lo que soy est definido por lo que puedo.7
Si bien desde el punto de vista de lo impoltico el valor no
habita la poltica, con todo tampoco habr de contraponrsele
desde el exterior. De manera distinta a la acepcin que Thomas
Mann asign al trmino en sus homnimas Consideraciones,8 lo impoltico a que en esta ocasin se hace referencia no reconoce una
esfera, positivamente escandible, externa a la lgica conflictiva del
poder. Si as fuese, si existiese una zona de lo real ajena a las relaciones de fuerza a que est destinado el mundo poltico, se activara un escenario dualista, de matriz gnstica, entre dos planos
contrapuestos e inconciliables. Pese a cierta tentacin de ese tipo
por parte de algunos de los autores impolticos, el plan de conjunto de esa lnea argumentativa no sigue esa direccin. Lo impo-

E. Canetti, Die Provinz des Menschen. Aufzeichnungen 1942-1972, Mnich,


1973; trad. it.: La provincia delluomo, Miln, 1978, p. 170 [trad. esp.: La provincia
del hombre. Carnet de notas 1942-1972, Madrid, Taurus, 1982].
7 S. Weil, texto indito citado en S. Ptrement, La vie de Simone Weil, Pars,
1973, t. i, p. 154.
8 T. Mann, Betrachtungen eines Unpolitischen, Berln, 1918; trad. it.: Considerazioni di un impolitico, Miln, 1997 [trad. esp.: Consideraciones de un apoltico, Barcelona, Grijalbo, 1978].

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DIEZ PENSAMIENTOS ACERCA DE LA POLTICA

ltico no slo no contrapone a lo poltico valor alguno, sino que es


aquello que lo libera de cualquier valoracin indebida. En este
sentido, no constituye siquiera una categora; de otro modo, terminara engullido en su contrario, esto es, en la lgica de lo poltico. De sta diverge no como algo otro, sino acaso como su reverso. Y en ello llegamos al punto ms problemtico de la
cuestin. Lo impoltico no imagina un mundo exterior al de la poltica, dominado por el conflicto de poderes y de intereses. As, en
ese perfil coincide con el punto de vista del realismo poltico. Pero
a la vez est en divergencia. Coincide, ms exactamente, con su
contrario: en el sentido de que contempla su mismo objeto lo
Real, concebido en su absoluta factualidad pero desde un ngulo
de visin distinto, situado no fuera de aqul, pero tampoco en su
interior. Adherente, antes bien, a la lnea liminar que lo separa de
eso que l no puede ser. Lo impoltico ocupa o, expresmoslo mejor, atraviesa el espacio, sin extensin, constituido por ese no.
Es nada ms que la determinacin de lo poltico, en el sentido literal de que al respecto constituye el trmino ms all del cual aqul
no puede trasladarse, para no entrar en una dimensin de irrealidad. Reaparece la nada que tuvimos como punto de partida,
pero ahora desplazada, imperceptiblemente, desde su significado
estrictamente nihilista hacia una semntica ms orientada en direccin a la finitud. Nada, en este caso, se vuelve esa alteridad,
intangible, que los grandes pensadores realistas sienten vibrar en
los lmites externos de la inevitable lucha por el poder. Categoras
de lo impoltico es atrado por ese vaco, sin conseguir definirlo afirmativamente. Tambin porque, nombrndolo en positivo, lo perdera en cuanto tal. El libro entero, su movimiento, est apresado
en la morsa de esa contradiccin, lgicamente insuperable, de deber afirmar un negativo sin poder invertirlo en un nuevo positivo.
2. Respecto de ese marco problemtico, el presente libro constituye
una profundizacin y un desvo lateral. El trnsito que en l se registra, con relacin al plan de Categoras de lo impoltico, desde el
anlisis de los autores hacia el de los conceptos, no concierne slo

PREFACIO

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a la organizacin formal del discurso, sino tambin a su estrategia


hermenutica. Mientras en Categoras de lo impoltico el sondeo en
la obra de algunos pensadores, de distintas maneras excntricos, o
transversales, con respecto a los mdulos disciplinarios del saber
del siglo xx, permita aislar una peculiar modalidad de mirada sobre la poltica resumible en el nombre de impoltico, en el texto
que ahora vuelve a presentarse ella est directamente activada en
la confrontacin con nueve palabras de la tradicin occidental. El
propsito que lo mueve sigue siendo la deconstruccin de su uso
irreflexivo y por ello incapaz de restituir su entera estratificacin
subyacente. Sin embargo, la operacin aqu intentada no se agota
en una suerte de giro dado a la perspectiva a propsito de categoras que de otro modo se veran achatadas en su significado de
superficie, en busca de un fondo todava impensado. Conforme a
la perspectiva ganada en la indagacin previa, aqullas son sometidas a una rotacin de ciento ochenta grados que las empuja a
contrapelo de su aparente opuesto, as, por ejemplo, el concepto
de democracia es remitido a su vaco de sustancia, de igual modo
que la palabra es perforada por obra del silencio y la labor suspendida en la inaccin. Con la salvedad de que dicho opuesto,
ms que situado ms all de sus confines semnticos, es detectado
dentro de los conceptos mismos que parece negar y de los cuales
constituye, en cambio, la reserva de sentido ms intensa. Tambin
en este caso, en definitiva, se mira lo poltico a partir de la lnea
que lo delimita respecto de aquello que no puede ser, so pena de
deflagracin interna. Pero en este momento dicho negativo, antes
que empujado hacia su frontera externa, es captado en el interior
mismo de aquello que niega: en la antinomia que de ello resulta.
Desde este punto de vista, la contradiccin es considerada como
su recurso ms vital, antes que un lmite (o un defecto) de los distintos conceptos.
Como se nota, tambin en este perfil el desplazamiento de ptica, con respecto al libro de 1989, atae a la nada, en esta oportunidad interpretada ya no como la determinacin negativa de lo
poltico, es decir como su confn, sino como una suerte de opera-

18

DIEZ PENSAMIENTOS ACERCA DE LA POLTICA

dor interno, que lleva a que las categoras de la tradicin moderna


se vuelvan contra s mismas, hasta descentrar su significado manifiesto. Por ejemplo, cuando en las pginas siguientes se dice que
la democracia est definida por la ausencia de comunidad; o, adems, que la soberana asiste a su escansin ms extrema en la extroflexin del sujeto que connota, uno no se refiere slo al marco
(ms all del cual es imposible desplazarse) que delimita lo poltico, sino tambin a un punto de contradiccin interna que, poniendo en movimiento la categora a la que es inherente, impide
su cierre metafsico. Trminos como poltica, democracia,
responsabilidad, soberana, mito, obra, palabra, mal,
Occidente son, sin excepcin, sometidos a este desafo hermenutico que los deconstruye y simultneamente los resemantiza
por fuera de sus perfiles objeto de mayor inflacin. Si se los contempla en conjunto, puede afirmarse que forman un dispositivo
terico funcional a la construccin y preservacin epocal del orden (filosfico y poltico) moderno. Aun la historia ms antigua,
en la cual tienen sus races, fue reconvertida conforme a esa necesidad en una forma que en ciertos casos lleg a borrarse de su
memoria. Mientras esa constelacin cumpli un rol propulsor respecto de las dinmicas de la Modernidad, esos conceptos desataron un extenso potencial de sentido. Cuando ms tarde la
oleada moderna comenz a retirarse, superada por nuevas lgicas o nuevas derivas, tambin esas palabras empezaron a perder
fuerza connotativa, cerrndose dentro de sus fronteras. De este
modo, se vieron desprovistas ya sea de su raz originaria, ya de su
funcin innovadora. Y en ese momento, para evitar una incipiente
entropa, comenzaron a crecer sobre s mismas, desarrollndose
de manera autorreferencial, desvinculada de la realidad que, no
obstante ello, todava declaraban representar. As, por ejemplo, el
significante democracia no slo perdi contacto con su significado inicial, sino que tiende cada vez ms a verse privado de
cualquier connotacin semntica ulterior a la pura evocacin de
un nombre sin objeto. De igual modo, el mito sustrado a su originaria funcin creativa puede tan slo reproducirse mitizn-

PREFACIO

19

dose a su vez, volvindose mito a la segunda potencia, mito del


mito en una forma que constituye simultneamente su consumacin y su disolucin.
La referencia al mito es de especial importancia, porque en
cierto sentido involucra todos los trminos atribuibles a la fenomenologa del sujeto, como son responsabilidad, soberana,
obra, palabra, y eso sucede a lo largo de un itinerario que
tambin cruza la cuestin del mal y la definicin de Occidente,
concebido precisamente como el lugar, o el tiempo, de la extensin, ya sin lmites, de la voluntad humana de podero. Nada traduce la pretensin de consumacin inscrita en el ncleo medular
del mito occidental como lo hace la idea, generada en el racionalismo moderno y vuelta propia por el comunismo, de un hombre
infinitamente productor de su propia esencia. Por ello no se le
contrapone en el libro la esclarecedora fuerza de la razn, convertible en un mito precisamente el de la demitizacin que no le va
a la zaga en capacidad de infiltracin, y por ende portadora de la
misma instancia nihilista. La figura cncava a la que lo impoltico
remite es antes bien aquella de la interrupcin, entendida como el
vrtigo que deja suspendida la consumacin que opera en todas
sus infinitas metamorfosis. Tambin en este caso no opuesta desde
el exterior al mito, sino cavada dentro de l como una herida que
impide su duplicacin metafsica, es especficamente teorizada
por Bataille como mito vaco o acfalo (y por consiguiente
mito, ya que no hay vida sin mito, como tampoco sin obra ni palabra, sino mito retrado en s mismo, cavado por su propia ausencia y fiel a sta como al lmite insuperable que impide su consumacin final). Todos los conceptos analizados estn surcados por
ello de distintos modos: desde la democracia, sustrada a su propio valor sustancial y devuelta a su medida tcnica; hasta la responsabilidad, desafiada en su aptitud tica por el principio, irreductible a ella, de la conviccin; hasta la soberana, librada del
poder de decisin y decidida ella misma en el propio sujeto
portador; hasta la obra, perforada por el misterio de la fe y suspendida en presencia del Objeto; hasta la palabra, habitada por

20

DIEZ PENSAMIENTOS ACERCA DE LA POLTICA

ese silencio en que el derecho puede cruzar, por un breve instante,


la justicia; hasta Occidente, por ltimo, retirado en su corazn de
las tinieblas y expuesto al ocaso que tan slo puede darle paz.
3. Puede sostenerse, de este modo, que Diez pensamientos acerca de
la poltica responde a la pregunta planteada, sin que se llegase a
una respuesta concluyente, en Categoras de lo impoltico? Desde
cierto punto de vista s, ya que las pginas que aqu siguen evitan
el riesgo, al menos potencial, de dualismo implcito en el libro de
1989. En un comienzo, en el sentido de que cortan horizontalmente, por conceptos tomados aparte, la divisoria de aguas vertical que en ese texto delimitaba, a lo largo de toda su extensin, lo
poltico con respecto a lo impoltico. Pero aun ms: porque suplantan la lgica, necesariamente trascendente, de la separacin con
aquella, inmanente, de la interrupcin. Por supuesto, tambin en
este momento, como en el ensayo previo, puede afirmarse que slo
existe la realidad, insuperable, de lo poltico; y a ella remiten, a fin
de cuentas, todas las voces aqu analizadas. Sin embargo, justo
en tanto contradicha, y como engullida en un punto suspensivo
que mina su compactez cada vez que ella intenta reconstituirse mticamente. Y pese a todo subsiste, tambin en Diez pensamientos,
una dificultad de base, un elemento de opacidad, reconocible en el
tono negativo del lxico utilizado. El problema es que la Destruktion heideggeriana tanto como la deconstruccin francesa se
prohben, por principio, una formulacin afirmativa de su propio
objeto. Si examinamos la cuestin en relacin con esa nada que
tuvimos como punto inicial, tampoco en las pginas que siguen
puede decirse que ella encuentra una figura en condiciones de representarla, a no ser el espacio hueco que libera al retirarse de su
opuesto. Aun la inoperancia o la desactivacin el impulso al no
hacer custodiado en todo hacer que los ms radicales de los pensadores impolticos indican no son otra cosa que el signo menos
antepuesto a las categoras de obra y de actividad. Lo que todava falta en esta analtica de la sustraccin es, en definitiva, algo
que remita a un horizonte ontolgico definible en cuanto tal.

PREFACIO

21

En su bsqueda echa a andar mi trabajo posterior reunido, a


fines de los aos noventa, en Communitas. Origen y destino de la comunidad.9 Ya el final de Categoras de lo impoltico tomaba por divisa
la comunidad, tambin detectable, como una suerte de contracanto, en las pginas del libro posterior. Sin embargo, lo que en
ste constitua un solo segmento de anlisis, o una tonalidad de
fondo, se vuelve en Communitas el objetivo de la indagacin. Tambin en este caso los orgenes de dicha investigacin residen en la
toma de distancia con respecto a una concepcin extendida pero
fuertemente reductora del espesor semntico de su propio objeto
de anlisis e incluso proclive a disecar su significado ms intenso.
Determinante de ese xito, como acontece con gran parte de los
conceptos filosficos y polticos de la tradicin moderna, es ante
todo la inflexin subjetivista que oblitera su significacin acotndola a su crculo ms externo. Eso se debe a que, ms all de las
obvias distonas lxicas, lo que rene al organicismo alemn de la
Gemeinschaft, al neocomunitarismo estadounidense y a las ticas
de la comunicacin de Apel y Habermas, entrelazando de algn
modo tambin la ideologa comunista, es precisamente una teora
de la comunidad construida por entero a contracorriente de la categora de sujeto. En todas esas filosofas en distinta condicin
comunitarias, comunales o comunicativas la comunidad se muestra como un bien, una cualidad, o un atributo, que se aade al sujeto haciendo de l algo mejor, o mayor, respecto de su estatuto
individual, pero conceptualmente derivado de ste en forma de
extensin cualitativa o cuantitativa suya. Sin excepcin, la semntica y tambin la retrica identitaria de viejos y nuevos comunitarismos resulta interior a esa modalidad de mirada: comunidad
es aquello que identifica al sujeto consigo mismo mediante su insercin en una rbita ms ampliada que no obstante reproduce
sus rasgos particularistas. As, lo que resulta en contraste aun

9 R. Esposito, Communitas. Origine e destino della comunit (1998), Turn,


2006 [trad. esp.: Communitas. Origen y destino de la comunidad, Buenos Aires,
Amorrortu, 2003].

22

DIEZ PENSAMIENTOS ACERCA DE LA POLTICA

con la definicin del diccionario es un subrepticio reenvo de lo


comn a lo propio: ya sea cuestin de apropiarse de lo que es
comn, ya de comunicar lo que es propio, la comunidad permanece definida por la propiedad territorial, tnica, lingstica de
sus miembros. stos tienen en comn lo propio suyo, son propietarios de lo que tienen en comn.
No resulta difcil reconocer en dicha lgica recursiva la reduplicacin mtica criticada, o interrumpida, por la perspectiva impoltica. Por lo dems, ya en los aos treinta fue impugnado por
Bataille segn una modalidad reactivada, a cincuenta aos de distancia, por Maurice Blanchot10 y Jean-Luc Nancy.11 Especialmente
este ltimo, pensando la comunidad no como aquello que pone
en relacin a sus integrantes, sino como el ser mismo de la relacin, intent sustraer la semntica a la metafsica subjetivista que
todava la atenaza. Decir, como l, que la comunidad no es un ser
comn, sino el compartir una existencia sin esencia, o coincidente
con su propia esencia, significa en verdad acabar con una tradicin organicista que parece regenerarse constantemente de sus
propias cenizas. Con todo, ni siquiera esa frmula, tomada en
cuanto tal, se demuestra exenta de lmites o aporas internas. Aunque se la fuerce en direccin ontolgica, aqulla no lograr quebrar
el crculo vicioso en que permanece apresado el lxico de lo impoltico. Como al propio Derrida le cupo observar,12 la comunidad
inoperante o inconfesable, como fuere que se llame, corre el
riesgo de no ser otra cosa que la expresin invertida de aquella,
operativa y confesada, que pretende deconstruir. Lo que l no

10 Vase M. Blanchot, La communaut inavouable, Pars, 1984; trad. it.: La comunit inconfessabile, Miln, 1984 [trad. esp.: La comunidad inconfesable, Madrid,
Arena Libros, 2002].
11 Vase J.-L. Nancy, La communaut dsuvre, Pars, 1983; trad. it.: La comunit inoperosa, Npoles, 1992 [trad. esp.: La comunidad inoperante, Santiago de
Chile, lom, 2000].
12 Vase J. Derrida, Politiques de lamiti, Pars, 1994; trad. it.: Politiche dell
amicizia, Miln, 1995, pp. 349 y ss. [trad. esp.: Polticas de la amistad, Madrid,
Trotta, 1998].

PREFACIO

23

explicitaba es, no obstante, el hecho de que mientras se permanece


en el horizonte heideggeriano, o aun posheideggeriano, de la deconstruccin, es difcil entrar en una relacin constitutiva con la
que fue definida como ontologa de la actualidad. Esto no
quiere decir que para entrar en relacin con ella se deba adherir sin
mediacin a su superficie. Por el contrario, hace falta producir una
mirada genealgica capaz de atravesarla remitindola al fondo
originario del que se recorta, pero sin cancelar sus huellas. Esa exigencia ya se haba captado en Nove pensieri sulla politica cuando se
impugnaba una lectura chata que aplastase los conceptos sobre su
significado ms externo. Esa tentativa, efectuada en algunos tems
lxicos, como por ejemplo responsabilidad, en busca de remontarse a su fuente de sentido, era un modo de reactivar el potencial
a veces contenido en su raz etimolgica. El existir-para-el-otro y
la asuncin de culpa, practicadas hasta el sacrificio personal por
Bonhoeffer, como forma arquetpica del accionar responsable
constituan en ese texto uno de los ncleos, semnticos y tericos,
que confluiran en Communitas.
Sin embargo, el tramo sumado al presente libro, con respecto a
los previos y acaso tambin a la deconstruccin francesa, consiste en
la profundizacin vertical que en este caso confiere a la investigacin las cualidades de la genealoga. En su centro est el concepto
de munus, concebido como ley del don, del cual deriva su estatuto ontolgico el concepto de communitas, en una forma que tiende
a expropiar al sujeto individual en pro de la alteridad respecto de
uno mismo. Por vez primera esa nada que habita las palabras de la
poltica occidental adquiere los rasgos afirmativos del ser en comn
en el que los hombres reconocen su propia donacin originaria.
Pero tambin el riesgo de la alteracin, o de la expropiacin, de su
propia identidad subjetiva. A ello obedece la necesidad inmunitaria
que de la communitas constituye el indispensable correlato. En el libro de 2002, Immunitas. Proteccin y negacin de la vida,13 se recons13

R. Esposito, Immunitas. Protezione e negazione della vita, Turn, 2002 [trad.


esp.: Immunitas. Proteccin y negacin de la vida, Buenos Aires, Amorrortu, 2005].

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DIEZ PENSAMIENTOS ACERCA DE LA POLTICA

truye su lgica antinmica y su efecto ambivalente, a la vez protector


e implosivo, tal como se determina, especialmente en la Modernidad, extendindose paulatinamente a todos los lenguajes y a los mbitos de la experiencia individual y colectiva. Mediante esa dialctica
de comunidad e inmunidad puede leerse la entera historia de la cultura, al igual que la del pensamiento. Sin embargo, como ya suceda
con la relacin entre lo poltico y lo impoltico, o entre el mito y su
interrupcin, lo que a primera vista se muestra como un escenario
bipolar no es otra cosa que un solo proceso, visible desde dos perspectivas inextricablemente entrelazadas. Y ello sucede no slo en el
sentido de que los dos conceptos communitas e immunitas surgen
de la misma matriz etimolgica precisamente el munus, en el primer caso en modo positivo y en el segundo de manera negativa o
privativa, sino tambin en el sentido de que crecen al retirarse uno
del otro. En rigor al ser la communitas una nada-en-comn, antes que un ente o una res debera predicarse que slo existe la inmunizacin, coincidente, en su estructura funcional, con la constitucin de la identidad subjetiva. Por lo dems, aun en la clsica
dicotoma entre comunidad y sociedad, la nica en ser real es la
sociedad, de la cual la comunidad constituye solamente una modalidad autointerpretativa, o un umbral epistemolgico, usada en
cada oportunidad con funcin crtica o legitimadora respecto del
estado presente de la cuestin. La sociedad no es otra cosa que la
resultante del proceso de inmunizacin de la comunidad, irrepresentable en cuanto tal excepto, precisamente, en la forma de su necesaria reconversin inmunitaria. Al nunca ser sujeto (sino slo objeto) de inmunizacin, la communitas es definible, si acaso, como lo
restante, o el punto de resistencia, potencial, pero nunca positivamente identificable, con respecto a los dispositivos inmunitarios
que la protegen y la niegan a la vez.
4. La categora de inmunizacin nos proporciona una clave ms
penetrante para interpretar lo que en lenguaje posheideggeriano
se defini como cierre metafsico de los conceptos de la tradicin filosfica. Mediante la rotacin de perspectiva que ya impri-

PREFACIO

25

mimos al discurso, tal cierre puede verse ahora como el pliegue


inmunitario con que se intenta neutralizar, o saturar, el vaco originario del munus. Como ya se seal, esa tendencia autoprotectora, presente en latencia en todas las formas de vida, experimenta una neta aceleracin en el perodo moderno, tanto como
para coincidir con su direccin fundamental. Desde esta perspectiva, la Modernidad misma es interpretable como el conjunto de
estrategias de preservacin tendientes a defender la vida humana
frente a los riesgos de disipacin que asechan su sostenimiento,
aun a expensas de sacrificar el carcter comn de dicha vida. De
ello deriva su inflexin nihilista, relativa no, como podra parecer, a tomar a cargo la nada que enlaza a los humanos, sino antes bien a su cancelacin, ya sea porque se la niega o porque se la
colma. Son las dos sendas transitadas, al comienzo de la era moderna, respectivamente por Hobbes y por Rousseau: en el primer
caso, mediante la eliminacin de cualquier vnculo horizontal entre los sbditos ms all de aquel que los liga individualmente al
soberano, y en el segundo por medio de la unificacin del cuerpo
poltico en una totalidad fusional identificada con la propia voluntad colectiva. Ello significa que, pese a las enormes diferencias,
une a los dos autores en un mismo sesgo inmunitario la categora
de soberana, concebida como el lugar, nico e inapelable, de la
decisin poltica. En la entrada lxica que se le dedica en las
pginas que aqu siguen se resean no slo todas sus aporas internas, sino tambin la vertiginosa reconversin semntica a que
se la somete a lo largo de la lnea que va de Nietzsche a Bataille,
pasando por Freud y por Benjamin. Ms que la consumacin
del sujeto, parece llevar dentro de s, como un Hermes bifronte, la
posibilidad esttica de su disolucin.
Sin embargo, el elemento sobre el cual debe detenerse la
atencin porque da cuenta de un ulterior pasaje de paradigma
es la circunstancia de que la crtica del concepto de soberana, o
al menos su descentramiento, puede efectuarse desde otro punto
de vista, que ya no se corresponde con el (impoltico) de interrupcin del sujeto, sino que impulsa a acceder al seno de la se-

26

DIEZ PENSAMIENTOS ACERCA DE LA POLTICA

mntica biopoltica. Tambin esta ltima como testimonio del


nexo entre las dos vertientes del discurso encuentra su momento gentico en el pensamiento de Nietzsche, pero en una
forma que la ana a Darwin, y por otro lado a Foucault, antes
que impulsarla en direccin a Heidegger. El desplazamiento paradigmtico que de ello deriva no es de poca monta, ya que conduce del plan de la deconstruccin al de la afirmacin, o los lleva
a coincidir a lo largo de un umbral que ni Categoras de lo impoltico ni Nove pensieri sulla politica haban alcanzado. Si se desea
usar el lxico hasta ahora utilizado, puede afirmarse que una vez
ms es cuestin del sujeto que sale por fuera de sus lmites individuales, pero antes que en direccin a la comunidad, hacia la
dimensin de la vida. Entre esas dos semnticas no hay una contraposicin frontal la vida es de por s un podero en comn, as
como la comunidad es una forma de vida, sino por cierto un
deslizamiento no indiferente; y ste, aun ms que el significado,
atae a la funcin de dichas categoras. Mientras la de communitas, precisamente por su inasibilidad constitutiva, todava es atinente al mbito de lo trascendental, la de vida, ya en el originario
planteo de Foucault, se define en trminos histricos o al menos
histrico-trascendentales: como condicin a priori, pero tambin
contenido, de la experiencia. Respecto del linguistic turn que entre los aos veinte y treinta del siglo pasado postula al lenguaje
en el centro de la reflexin filosfica, todo sucede como si a fines
de los aos sesenta se asistiese a un segundo giro, que asigna al
tema de la vida la centralidad que recin en nuestros das se presenta en toda su pregnancia. Si bien la filosofa italiana contempornea se cont entre las primeras en percibir este trnsito, ello
depende tambin de que ya en su tradicin constitutiva entre
Maquiavelo, Giordano Bruno y Vico y a diferencia de otras culturas filosficas se haba situado en el punto de interseccin (y
tensin) entre vida, poltica e historia.14
14

Vase R. Esposito, Pensiero vivente. Origine e attualit della filosofia italiana,


Turn, 2010.

PREFACIO

27

En el volumen Bos. Biopoltica y filosofa15 este cambio de registro se escande en un cuadro analtico que si bien toma como punto
de partida exactamente la misma pregunta expresada en Nove pensieri acerca de la inflacin, o deflacin, semntica de los conceptos
polticos modernos da una respuesta diferente: ms all de la inicial connotacin metafsica de dichos conceptos, debe atribursela
al cambio de escenario que se produjo en la segunda Modernidad,
momento en que la vida humana su conservacin y su desarrollo
facilitado entra directamente en los clculos y objetivos del poder, superando la clsica distincin entre la esfera, privada, de la
oikonoma y la pblica de la polis. Es entonces cuando esas mismas
categoras analizadas en las siguientes pginas, a partir de la de
soberana, incluso sin salir por completo de escena, pierden fuerza
explicativa respecto de las dinmicas reales que subyacen a ellas.
Sea cual fuere el nuevo vnculo entre rgimen soberano y rgimen
biopoltico que de este modo llegara a determinarse a decir verdad, nunca esclarecido del todo por el propio Foucault, resulta
evidente que para definirlo ya no basta la deconstruccin impoltica, porque es necesaria una nueva clave interpretativa: si falta,
fenmenos tardomodernos, o ya no modernos, como el totalitarismo nazi o lo que se da en llamar sociedad del espectculo, resultan opacos a la interpretacin. Ya en las pginas siguientes el nazismo es objeto de indagacin, especialmente en el captulo acerca
del mal. Los dispositivos de exclusin all identificados se retomarn, en su sentido mortfero, tambin en Bos, pero adems con una
acepcin corprea y biolgica que los sita decididamente en el horizonte biopoltico, y en este caso inclusive tanatopoltico, al cual se
haca referencia. Pero el elemento aun ms relevante porque termina constituyendo el eje de rotacin de mi investigacin entera
es el papel desempeado, en la inflexin del concepto de biopoltica, por el paradigma inmunitario elaborado a contrapelo de la
categora de comunidad. Precisamente ste, en la interpretacin
15

R. Esposito, Bos. Biopolitica e filosofia, Turn, 2004 [trad. esp.: Bos. Biopoltica y filosofa, Buenos Aires, Amorrortu, 2007].

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DIEZ PENSAMIENTOS ACERCA DE LA POLTICA

que propongo, articula los dos trminos (vida y poltica) en una


modalidad que hace de uno el mbito de desenvolvimiento y del
otro, el objeto performativo. Es verdad: en sus mltiples expresiones, en todo momento la poltica se refiri a la vida, as como sta
constituy desde siempre la materia de aqulla. Sin embargo, slo
la culminacin inmunitaria, en su doble valencia protectora y negativa, explica cmo pudo ser que, especialmente en la primera
mitad del siglo xx, una poltica de la vida haya terminado resolvindose en prctica de muerte. La dificultad reside en mantener
juntos, de modo explicativo, el impulso preservador de la vida, a
partir del cual se generan las categoras ordenadoras de la Modernidad, y las tendencias (contrarias) a su opresin, que con el nazismo alcanzaron el punto de mximo podero destructor. No se
puede dar una respuesta a esta pregunta ya planteada por Foucault16 imaginando una relacin puramente negativa que hace de
la vida el objeto de ejercicio impositivo del poder de espada, ni resolviendo la poltica en la produccin infinita de una vida por entero inmanente a s misma. En contra o por fuera de una y otra de
estas posiciones, presentes en el panorama filosfico contemporneo, el paradigma de inmunidad introduce una hiptesis, simultneamente ms dctil y compleja, que percibe precisamente en el
acceso de proteccin el peligro autodestructivo de una vida que
desde el origen se enuncia en trminos polticos.
5. De este modo intent responder a la necesidad ya presentada
en Categoras de lo impoltico y vuelta a proponer en Nove pensieri
sulla politica de liberar a la reflexin poltica del nudo teolgico
en que todava est atenazada. Aun el paradigma de secularizacin, en todas sus numerosas variantes, constituye, con relacin a
aqul, antes que el punto de quiebre, un pliegue interno. Como
tambin sucede con el de profanacin, no es concebible si no es en

16 Vase M. Foucault, Il faut dfendre la societ, Pars, 1997; trad. it.: Bisogna
difendere la societ, Miln, 1998 [trad. esp.: Defender la sociedad, Buenos Aires,
Fondo de Cultura Econmica, 2000].

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referencia a lo sacro, a cuyo respecto toma distancia, pero que a la


vez lleva en su interior en trminos sobrevalorados. Sin embargo,
la categora de inmunizacin actualmente concebida en su modulacin biopoltica permite una ulterior separacin respecto de
otro dispositivo, tpico de nuestra tradicin, filosfica y poltica,
que es el de la presuposicin. Tambin por este lado volvemos a
la categora de sujeto: subiectum suppositum, interpretado por una
larga lnea de pensamiento como un ente que reposa sobre s
mismo, es decir, puesto de antemano en esa misma posicin suya.
Sin poder entrar ms exhaustivamente en este complejo artefacto
terico, puede sealarse que su figura ms cargada de resonancias, pero tambin de efectos performativos, est constituida por
el concepto, a la vez romano y cristiano, de persona. Ya sea en
su acepcin jurdica, ya en la teolgica, la idea de persona responde a la funcin decisiva de separar el gnero humano, o aun el
individuo tomado aparte, en dos zonas provistas de distinto valor, una de las cuales est sometida al dominio de la otra, exactamente como el cuerpo se muestra hoy conforme a la disposicin
del sujeto personal que lo habita. Cuando Foucault vincula los
procesos de subjetivacin a los de sujecin, y viceversa, en cierto
modo se refiere a un mecanismo anlogo, por lo dems ya implcito en el intercambio semntico que se registra a comienzos de la
era moderna entre el significado de sujeto y el de objeto.
Dentro de ese marco de cuestiones nace el reciente Tercera persona. Poltica de la vida y filosofa de lo impersonal.17 Desde cierto
punto de vista, podra afirmarse que la forma negativa, o privativa, del trmino impersonal remite, al final de un itinerario circular, a aquello impoltico que fue mi punto de partida. Y en algunos aspectos as es, sin ms. Aun en este caso, el anlisis echa a
andar desde la deconstruccin de un tem lxico persona para
llegar a una perspectiva derivada de su reverso. Por lo dems, no

17 R. Esposito, Terza persona. Politica della vita e filosofia dellimpersonale, Turn,


2007 [trad. esp.: Tercera persona. Poltica de la vida y filosofa de lo impersonal, Buenos Aires, Amorrortu, 2009].

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DIEZ PENSAMIENTOS ACERCA DE LA POLTICA

es ciertamente una casualidad que la autora que ms, y antes, que


cualquier otro volvi a presentar la categora de impersonal atacando expresamente la semntica romana de la persona, sea aquella misma Simone Weil con que se inici el anlisis.18 Nove pensieri
sulla politica incluye ms de un reenvo a ese no-sujeto (o sujeto
alterado) que durante el transcurso de estos aos abri la reflexin
acerca de lo impoltico, transit por otra acerca de la comunidad,
llegando ms tarde al paradigma de biopoltica. La referencia a lo
impersonal, si bien inaugura un nuevo campo de investigacin,
prosigue este itinerario. Tanto es as que persona podra haber
constituido otra entrada lxica que integrase este libro. Tal
como los otros trminos analizados, y sometidos a una torsin de
significado, no slo carga con un uso irreflexivo, sino que precisamente a dicha opacidad debe su creciente buena fortuna en el
lxico filosfico, teolgico y jurdico de nuestra poca. Si hay un
trmino que se volvi una palabra clave, o una consigna, situada
en el margen de frontera, pero tambin de contacto, entre laicos y
catlicos, cientficos y filsofos, juristas y antroplogos, se es precisamente el de persona. Est en juego en l la sacralidad, o bien la
calidad, de la vida, nadie se siente en condiciones de renunciar al
formidable potencial de sentido que desde tiempo inmemorial encierra esta palabra capaz de transmigrar del lenguaje teatral al
teolgico, del vocabulario filosfico al poltico, preservando intacta su fuerza de sugestin, ciertamente superior a la ms acotada de los trminos individuo y ciudadano.
La tesis que sostuve en mis ltimos trabajos19 es que tal proliferacin semntica, y a la vez tal xito de pblico y de crtica, no
son (en cuanto dependientes del efecto performativo del disposi18 Vase S. Weil, La personne et le sacr, en crits de Londres, Pars, 1957;
trad. it.: La persona e il sacro, en Oltre la politica. Antologia del pensiero impolitico, ed. de R. Esposito, Miln, 1996, pp. 64-92 [trad. esp.: Escritos de Londres y
ltimas cartas, Madrid, Trotta, 2000].
19 Vase R. Esposito, Termini della politica. Comunit, immunit, biopolitica, con
una completa introduccin de T. Campbell, Miln, 2008 [trad. esp.: Comunidad,
inmunidad y biopoltica, Barcelona, Herder, 2008].

PREFACIO

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tivo a que antes se haca referencia) ajenos a la produccin de una


distancia entre los elementos mismos que a la vez parece unificar:
entre mscara y rostro, alma y cuerpo, sujeto jurdico y ser vivo.
Tal como suceda ya en el antiguo ius personarum, abarcativo de
aquellos mismos esclavos quienes con todo se vean considerados,
a todos los efectos, cosas (o tambin en el misterio cristiano de la
encarnacin, luego trasladado a la copresencia de alma y cuerpo),
la idea de persona expresa la paradjica lgica, aunque productora
de consecuencias reales, de una unidad constituida por una divisin. sta hiende, separndolo a travs de determinados umbrales
excluyentes, al gnero humano completo pero tambin al ser vivo
tomado aisladamente, en una zona racional y voluntaria, y por
tanto (bajo todos los aspectos) personal, y en otra corprea y animal, destinada al dominio de la primera. No es casual que semejante dispositivo, aun y tal vez sobre todo, cuando se lo present
en nombre de finalidades universales, siempre haya sido usado
para refrendar una superioridad, y por ende una sumisin, de una
porcin de bos respecto de la otra, a menudo reducida a simple
materia viva. Si ste es el efecto, histrico y categorial, del lxico de
la persona, tambin resulta evidente el desplazamiento de la crtica que lo asedia con respecto a la deconstruccin activada en los
trabajos previos y en este mismo libro. Tambin en Tercera persona
el objetivo polmico est constituido por un mitologema incapaz
de salir de s mismo, e incluso siempre proclive a intensificarse en
un exceso de sentido, como sucede con las otras palabras indagadas en Nove pensieri. Pero lo que en ese caso se deconstruye, antes
que la consumacin de obra (o, lo que es igual, el abultamiento
del sujeto), es su separacin presupuesta, es decir, la diferencia del
ser vivo con respecto a sus modos o a sus formas, que el dispositivo de la persona superpone con el nivel informal de la supervivencia nuda. En esta coyuntura hay, tambin con respecto al libro
sobre la biopoltica, un pasaje ms, tan pronto como lo que se somete a crtica ya no es el feroz proceso de despersonalizacin
puesto en acto por el nazismo mediante el aplastamiento de la
vida a partir de los rasgos biolgicos del ethnos, sino un procedi-

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DIEZ PENSAMIENTOS ACERCA DE LA POLTICA

miento bastante ms refinado de personalizacin, el cual separa la


vida de s misma, no slo trazando distinciones entre personas y
no personas, sino tambin haciendo del cuerpo una propiedad de
la persona que lo habita.
La respuesta que una parte de la filosofa contempornea propuso frente a ese dispositivo terrible, porque se presenta con los
rasgos humanistas de su opuesto, est implcita, amn de en el psicoanlisis, en algunas de las ms relevantes experiencias de la literatura, las artes plsticas y el cine durante el siglo xx. En su centro
no hay, por cierto, una hiptesis, imposible y contraproducente, de
disolucin de la subjetividad, tampoco la negacin frontal de la
idea de persona en su acepcin ms intensamente relacional. Lo
que se propone, con la referencia a la tercera persona, es pensarla
junto a su aparente contrario; esto es, valorizar, por fuera de cualquier procedimiento selectivo y discriminador, ese elemento impersonal (singular y comn, a la vez) que es parte integrante de todo
ser vivo y de la vida en cuanto tal. Desde este punto de vista, la investigacin filosfica que efectu durante estos veinte aos investigacin cuyos virajes internos y aun discontinuidades puse de relieve expresa en su conjunto una sola pregunta, siquiera modulada
en distintas formas, de la cual el texto que sigue constituye un lugar
privilegiado, precisamente porque se orienta hacia varios focos semnticos y tericos. Las palabras en l evocadas, discutidas, a veces
subvertidas, permanecen, con todo, siempre, en el centro de nuestro vocabulario filosfico, poltico, antropolgico. Lo que me pareci til, y necesario, fue el intento de reactivar su sentido mediante
su traslado a una rbita de pensamiento de la que lo impoltico, la
comunidad, la biopoltica y lo impersonal son figuras a la vez distintas y consecutivas. A varios aos de distancia de cuando estas
pginas fueron escritas, me queda la percepcin de una investigacin todava abierta a nuevas posibilidades hermenuticas y a un
nuevo asedio terico. Al lector, desde luego, el juicio acerca de su
posible relevancia y su actualidad.

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