Roberto Zucco
Roberto Zucco
Roberto Zucco
ESCENA 1
LA EVASION
El camino de ronda de una prisin, a ras del tejado. Los tejados de la prisin,
hasta su coronacin. A esa hora en que los guardias, cansados del silencio y
hartos de escrutar la oscuridad, son, a veces, vctimas de alucinaciones.
GUARDIA PRIMERO: Has odo algo?
GUARDIA SEGUNDO: No. Nada de nada.
GUARDIA PRIMERO: T nunca oyes nada.
GUARDIA SEGUNDO: Y t, has odo algo?
GUARDIA PRIMERO: No, pero tengo la impresin de haber odo algo.
GUARDIA SEGUNDO: Has odo o no has odo?
GUARDIA PRIMERO: No he odo por los odos, pero tengo la idea de haber
odo algo.
GUARDIA SEGUNDO: La idea? Sin usar los odos?
GUARDIA PRIMERO: T nunca tienes ideas, por eso nunca oyes nada ni
ves nada.
GUARDIA SEGUNDO: No oigo nada porque no hay nada que or y no veo
nada porque no hay nada que ver. Nuestra presencia aqu es intil, por eso
siempre acabamos discutiendo. Completamente intil: los fusiles, las sirenas
mudas, nuestros ojos abiertos cuando a estas horas todo el mundo los tiene
cerrados. Me parece intil mantener los ojos abiertos para contemplar la nada,
y los odos alerta para no escuchar nada, cuando a estas horas nuestros odos
deberan escuchar el ruido de nuestro universo interior y nuestros ojos
contemplar nuestros paisajes interiores. T crees en el universo interior?
GUARDIA PRIMERO: Yo creo que no es intil que estemos aqu, para
impedir las evasiones.
GUARDIA SEGUNDO: Pero si aqu no hay evasiones. Es imposible. La
prisin es demasiado moderna. Ni siquiera un preso pequeito podra evadirse.
Ni siquiera un preso tan pequeo como una rata. Si llegara a atravesar las rejas
grandes, despus hay otras ms finas, como coladores, y luego otras an ms
finas, como tamices. Habra que ser de lquido para poder cruzarlas. Y una
mano que ha apualado, un brazo que ha estrangulado no pueden estar hechos
de lquido. Al contrario, deben volverse pesados y voluminosos. Cmo crees
que puede ocurrrsele a alguien la idea de apualar o de estrangular, primero la
idea, y despus pasar a la accin?
GUARDIA PRIMERO: Puro vicio.
GUARDIA SEGUNDO: Yo, que llevo seis aos de guardia, siempre he
observado a los asesinos preguntndome donde podra encontrarse lo que los
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que alguien mate a su padre. En este barrio, hasta los perros te mirarn con
malos ojos.
Zucco golpea la puerta.
LA MADRE: Cmo es que te has escapado? Qu clase de crcel es esa?
ZUCCO: Jams me retendrn en prisin ms de unas horas. Jams. Abre; le
haras perder la paciencia a una ostra. Abre o te derribo la puerta.
LA MADRE: Qu has venido a hacer aqu? De dnde te viene esa
necesidad de volver? Yo ya no quiero verte, no quiero verte ms. Ya no eres
mi hijo, se acab. T para m ya no vales ms que una mosca de mierda.
Zucco tira la puerta abajo.
LA MADRE: Roberto, no te me acerques.
ZUCCO: He venido a buscar mi ropa.
LA MADRE: Tu qu?
ZUCCO: Mi ropa.
LA MADRE: Esa porquera! Qu necesidad tienes de esa porquera de ropa?
Ests loco, Roberto. Hubiramos tenido que darnos cuenta cuando estabas en
la cuna, y arrojarte a la basura.
ZUCCO: Muvete, date prisa, tremela!
LA MADRE: Te dar dinero. Es dinero lo que quieres. Te comprars toda la
ropa que quieras.
ZUCCO: No quiero dinero. Ya te dije lo que quiero.
LA MADRE: No quiero, no quiero. Voy a llamar a los vecinos.
ZUCCO: Quiero mi ropa!
LA MADRE: No grites, Roberto, no grites, me das miedo; no grites o
despertars a los vecinos. No puedo drtela, es imposible; est sucia, est
asquerosa, no puedes ponrtela as. Dame tiempo para que te la lave, para que
te la seque, para que te la planche.
ZUCCO: Yo la lavar. En la lavandera automtica.
LA MADRE: Desvaras, pobre infeliz. Ests completamente chiflado.
ZUCCO: Es el sitio que ms me gusta en el mundo. Es apacible, tranquilo, y
hay mujeres.
LA MADRE: Y a m qu! No quiero drtela. No te acerques, Roberto. An
llevo luto por tu padre. Acaso vas a matarme a m tambin?
ZUCCO: No tengas miedo de m, mam. Siempre he sido dulce y amable
contigo, por qu ibas a tenerme miedo? Por qu no ibas a darme mi ropa?
La necesito, mam, la necesito.
LA MADRE: No seas amable conmigo, Roberto. Cmo quieres que olvide
que has matado a tu padre, que lo has tirado por la ventana, como quien tira
una colilla? Y ahora eres amable conmigo. No quiero olvidar que has matado
a tu padre, Roberto, y tu dulzura me har olvidarlo todo.
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ZUCCO: Olvida, mam. Dame mi ropa, aunque est sucia, aunque est
arrugada, dmela. Y luego me marchar, te lo juro.
LA MADRE: He sido yo, Roberto, he sido yo quien te ha parido? Has
salido realmente de m? Si no te hubiese parido aqu mismo, si no te hubiese
visto salir de m, y seguido con los ojos hasta que te acostaron en tu cuna; si
no hubiese fijado, desde entonces, mi mirada en ti sin desviarla jams,
vigilando cada cambio de tu cuerpo, hasta ser incapaz de ver que se producan
esos cambios, y si no te viera ahora ah, idntico al que sali de m en esta
cama, creera que no es mi hijo el que tengo delante. Pero te reconozco,
Roberto. Reconozco la forma de tu cuerpo, tu cintura, el color de tu pelo, el
color de tus ojos, la forma de tus manos, esas manazas fuertes que no han
servido ms que para acariciar el cuello de tu madre, para apretar el de tu
padre, a quien has matado. Por qu aquel nio, tan sensato durante 24 aos,
se ha vuelto loco bruscamente? Cmo te has descarrilado, Roberto? Quin
ha atravesado un tronco de rbol en ese camino tan recto para hacerte caer al
abismo? Roberto, Roberto, un auto que se estrella en el fondo de un barranco
no tiene arreglo. Un tren que descarrila no puede volver a los rieles. Hay que
abandonarlo, hay que olvidarlo. Yo te olvido. Roberto. Ya te he olvidado.
ZUCCO: Antes de olvidarme, dime donde est mi ropa.
LA MADRE: Est ah. En la cesta. Est sucia y arrugada. (Zucco saca la
ropa). Y ahora mrchate, me lo has jurado.
ZUCCO: S, te lo he jurado.
Se acerca, la acaricia, la abraza, la estrecha, ella gime. La suelta y ella cae,
estrangulada. Zucco se desnuda, se pone la ropa y sale.
ESCENA 3
BAJO LA MESA
En la cocina. Una mesa cubierta hasta el suelo por un mantel. Entra la
hermana de la chiquilla. Se dirige a la ventana, la entorna.
LA HERMANA: Entra, no hagas ruido, qutate los zapatos: sintate ah y
calla. (La chiquilla entra por la ventana.) As que a estas horas de la noche, te
encuentro acurrucada al pie de un muro. Tu hermano est registrando la
ciudad de arriba abajo con el auto, y ten por seguro que cuando te encuentre te
dar unos buenos azotes, porque se ha llevado un susto de muerte. Tu madre
se ha pasado las horas en la ventana, haciendo toda clase de conjeturas, desde
la violacin colectiva a manos de una pandilla de delincuentes, hasta el cuerpo
descuartizado que encontrarn en un bosque, por no mencionar al sdico que
te habra acorralado en el stano, todo ha pasado por su cabeza. Y tu padre
est ya tan seguro de no volver a verte, que no ha parado de beber y duerme la
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ESCENA 4
LA MELANCOLIA DEL INSPECTOR
La recepcin de un hotel de putas en el Pequeo Chicago.
EL INSPECTOR: Estoy triste, patrona. Siento el corazn pesado y no s por
qu. Estoy triste a menudo, pero esta vez hay algo que falla. De costumbre,
cuando me siento as, con ganas de llorar o de morirme, busco la razn de ese
estado. Repaso todo lo ocurrido durante el da, durante la noche, y la vspera.
Y siempre acabo encontrando un acontecimiento sin importancia que, de
momento, no me ha impresionado, pero que, como un pequeo microbio
repugnante, ha anidado en mi corazn y me lo retuerce en todos los sentidos.
Entonces, cuando descubro cul es ese suceso sin importancia que me hace
sufrir tanto, me ro, el microbio queda aplastado como un piojo bajo la ua, y
todo se arregla. Pero hoy he buscado, me he remontado a tres das atrs,
primero en un sentido y despus en otro, y ahora estoy de vuelta, sin saber de
dnde viene el mal, tan triste como antes y con el corazn igualmente pesado.
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ESCENA 5
EL HERMANO COMPLICE
La cocina. La chiquilla est apoyada en la pared, aterrorizada.
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ESCENA 6
EL METRO
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Bajo un cartel de "Se busca, con la foto de Zucco en el centro, sin nombre;
sentados uno junto al otro en el banco de una estacin de metro, tras la hora
del cierre, un seor mayor y Zucco.
EL SEOR: Soy un viejo y me he entretenido ms de la cuenta. Me alegraba
de haber tomado el ltimo tren cuando de pronto, en una encrucijada de este
laberinto de pasillos y escaleras, ya no he reconocido mi estacin, la que sin
embargo frecuento tan asiduamente, que crea conocer tan bien como mi
cocina. Ignoraba no obstante que oculta, tras el recorrido ntido que prctico
cada da, un mundo oscuro de tneles, de direcciones desconocidas que
hubiera preferido seguir ignorando, pero que mi necia distraccin me ha
obligado a conocer. Y he aqu que de pronto las luces se apagan y no dejan
ms claridad que la de esos farolillos blancos, cuya existencia yo incluso
ignoraba. Camino entonces, derecho ante m, en un mundo desconocido, lo
ms aprisa posible, que por cierto no es mucho al tratarse de un anciano como
yo. Y cuando al final de interminables escaleras mecnicas detenidas, creo
vislumbrar una salida, zas, unas enormes rejas me cierran el paso. Y entonces
heme aqu, en una situacin harto caprichosa para un hombre de mi edad,
castigado por mi descuido y por la parsimonia de mi paso, a la espera de no s
muy bien qu, y tampoco me interesa demasiado saberlo, ya que a mi edad
ciertas novedades son decididamente duras de tragar. Sin duda es el amanecer,
s, sin duda es lo que espero en esta estacin que me era tan familiar como mi
cocina, y que ahora me atemoriza. Sin duda estoy esperando que las luces
habituales vuelvan a encenderse y pase el primer metro. Pero estoy inquieto
porque ignoro cmo volver a ver la luz del da tras una aventura tan
extravagante, esta estacin nunca me parecer la misma, ya no podr ignorar
la presencia de esos farolillos blancos que antes no existan; y, adems, una
noche en blanco, no s como puede transformar la vida, nunca me haba
ocurrido, todo debe quedar desfasado, los das ya no deben alternarse con las
noches como antes. Me siento muy inquieto ante estas cosas. Pero usted,
joven, parece tener piernas muy giles y el espritu muy claro, s, veo su
mirada clara, y no turbia y necia como la de este viejo, es imposible creer que
se haya dejado confundir por esos pasillos y esas verjas cerradas; no, un joven
de espritu claro como usted atravesara incluso una verja cerrada como una
gota de agua pasara a travs de un colador. Trabaja aqu por la noche?
Hbleme de usted, eso me tranquilizar.
ZUCCO: Soy un chico normal y razonable, seor. Nunca me he hecho
notar. Se habra fijado en m si no me hubiera sentado a su lado? Siempre he
pensado que la mejor manera de vivir tranquilo es siendo transparente como
un cristal, como un camalen sobre una piedra, atravesar las paredes, carecer
de color y de olor; que las miradas de la gente te atraviesen y vean a la gente
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detrs de ti, como si no estuvieras all. Ser transparente es una tarea dura: es
un oficio; es un sueo antiguo, muy antiguo, el de ser invisible. No soy un
hroe. Los hroes son criminales. No existen hroes que no tengan las ropas
empapadas en sangre, y la sangre es lo nico en el mundo que no puede pasar
desapercibido. Es lo ms visible del mundo. Cuando todo haya sido arrasado,
y una bruma de fin del mundo envuelva la tierra, siempre quedarn las ropas
empapadas en sangre de los hroes. Yo he cursado estudios, he sido un buen
alumno. Uno no se vuelve atrs cuando se ha acostumbrado a ser un buen
alumno. Estoy matriculado en la universidad. Tengo mi sitio reservado en los
bancos de la Sorbona, entre otros buenos alumnos y nunca me hago notar. Le
aseguro que hay que ser buen alumno, discreto e invisible, para estar en la
Sorbona. No es una de esas universidades perifricas donde van los vagos y
los que se creen hroes. Los pasillos de mi universidad son silenciosos y los
recorren sombras cuyo paso ni siquiera se oye. A partir de maana volver a
asistir a mi curso de lingstica. Maana es el da del curso de lingstica. All
estar, invisible entre los invisibles, silencioso y atento en la bruma espesa de
la vida corriente. Nada puede alterar el curso de las cosas, seor. Soy como un
tren que atraviesa tranquilamente una pradera y que nada podra hacer
descarrilar. Soy como un hipoptamo hundido en el cieno que se desplaza
lentamente y al que nada podra desviar del camino y del ritmo que ha
decidido tomar.
EL ANCIANO: Siempre se puede uno descarrilar, joven, s, ahora s que
cualquiera puede descarrilarse, en cualquier momento. Yo, que soy un hombre
viejo, yo, que crea conocer el mundo y la vida tan bien como mi cocina,
fjese, aqu estoy fuera del mundo, en esta hora que ni siquiera existe, bajo una
luz desconocida, sumido en la inquietud de qu ocurrir cuando se enciendan
las luces habituales y pase el primer metro, y la gente normal, como lo era yo,
invada esta estacin; y yo, tras esta mi primera noche en blanco, no tendr ms
remedio que salir, cruzar la verja abierta por fin, ver el da cuando no he visto
la noche. Y ahora no s nada de lo que va a ocurrir, de la manera en que ver
el mundo y en la que el mundo me ver o no me ver. Porque ya no sabr cul
es el da y cul es la noche, ya no sabr qu hacer, dar vueltas por mi cocina
en busca de la hora, y todo eso me da mucho miedo, joven.
ZUCCO: Es como para tener miedo.
EL ANCIANO: Tartamudea usted, muy ligeramente, eso me gusta mucho.
Me tranquiliza. Aydeme en la hora en que el ruido irrumpa en este lugar.
Aydeme, acompae a este viejo perdido hasta la salida; y tal vez ms all.
Las luces de la estacin se encienden. Zucco ayuda al anciano a levantarse y
lo acompaa. Pasa el primer metro.
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ESCENA 7
DOS HERMANAS
En la cocina. La chiquilla, con una bolsa. Entra la hermana.
LA HERMANA: Te prohibo que te marches.
LA CHIQUILLA: T no puedes prohibirme nada. De ahora en adelante soy
mayor que t.
LA HERMANA: Qu dices? Eres un gorrioncillo posado en una rama. Y yo
soy tu hermana mayor.
LA CHIQUILLA: T eres una virgen perenne, no sabes nada de la vida, bien
que has cuidado de ti misma, bien que te has protegido. Yo soy mayor, he sido
violada, estoy perdida, tomo mis decisiones yo sola.
LA HERMANA: No eres t mi hermana pequea, la que me contaba todas
sus confidencias?
LA CHIQUILLA: No eres t una solterona que no sabe nada de nada, y
debera callarse ante mi experiencia?
LA HERMANA: De qu experiencia hablas? La experiencia de la desgracia
no sirve de nada. Slo sirve para que la olvidemos lo antes posible. Tan slo la
experiencia de la felicidad sirve de algo. Siempre recordars las hermosas
veladas tranquilas que has pasado con tus padres, tu hermano y tu hermana;
las recordars hasta que seas vieja. Mientras que la desgracia que ha cado
sobre nosotros, esa la olvidars pronto, pajarillo mo, bajo la mirada de tu
hermana, de tu hermano y de tus padres.
LA CHIQUILLA: Lo que olvidar y estoy olvidando ya, es a mis padres, a mi
hermano y a mi hermana; pero no mi desgracia.
LA HERMANA: Tu hermano te proteger, mi pequeo vencejo: te querr
como nadie te quiso nunca, porque siempre te ha querido como no ha querido
a nadie. El slo ser todos los hombres que t puedas necesitar.
LA CHIQUILLA: No quiero que me quieran.
LA HERMANA: No digas eso. No hay ninguna otra cosa en la vida que
valga la pena.
LA CHIQUILLA: Cmo te atreves a decir eso? Nunca has tenido un hombre.
Nunca te han amado. Te has quedado sola toda tu vida, y has sido muy
desgraciada.
LA HERMANA: Nunca he sido desgraciada hasta tu desgracia.
LA CHIQUILLA: S, yo s que has sido muy desgraciada. Muchas veces te he
sorprendido llorando detrs de las cortinas.
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amiga? Las camas son mejores que las nuestras? La noche es ms negra all
que aqu? Si an tuvieran edad, y yo fuerza, les pegara a las dos.
Sale
LA HERMANA: No quiero que seas desgraciada.
LA CHIQUILLA: Soy desgraciada y soy feliz. He sufrido mucho, pero ese
sufrimiento me ha dado mucho placer.
LA HERMANA: Y yo morir si me abandonas.
La chiquilla toma su bolsa y sale.
ESCENA 8
JUSTO ANTES DE MORIR
Un bar de noche. Una cabina telefnica. Zucco sale disparado por la ventana,
con gran estrpito de cristales rotos. Gritos en el interior.
Aglomeracin en la puerta.
ZUCCO: "As yo fui creado como atleta,
Hoy tu clera enorme me completa,
Oh mar, y soy grande sobre mi zcalo divino
De toda tu grandeza mordiendo mis pies en vano.
Desnudo, fuerte, la frente hundida en una sima de bruma.
UNA PUTA:
Hace un fro horrible. Ese muchacho va a pescar un resfro
mortal.
UN TIPO: No sufras por l. Est sudando, debe estar muy caliente por
dentro.
ZUCCO: "Envuelto en ruido y en granizo y en espuma
Y en la noche y viento chocando furiosos,
Alzo mis brazos al ter tenebroso.
UN TIPO: Est borracho.
UN TIPO: Imposible. No ha bebido nada.
UNA PUTA:
Est chiflado, eso es todo. Hay que dejarlo en paz.
FORZUDO: Dejarlo en paz? Lleva horas jorobndonos y an tenemos que
dejarlo en paz? Que me busque de nuevo y le rompo la cabeza.
UNA PUTA:
(Se acerca a Zucco para levantarlo) No busques ms pelea,
chico, no busques ms pelea. Esa carita tan guapa ya est bastante destrozada.
Quieres que las chicas no se vuelvan ya a mirarte? Es una cosa muy frgil la
carita, nene. Te crees que es tuya para toda la vida y de pronto te la destroza
un atorrante que nada tiene que perder con la suya. T tienes mucho que
perder, nene. Una cara destrozada y tu vida entera se derrumba como si te
hubieran cortado el rabo. No lo piensas antes, pero te juro que lo pensars
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despus. No me mires as, que voy a llorar, eres de la raza de los que te dan
ganas de llorar slo con mirarlos.
Zucco se acerca al forzudo y le pega un puetazo
UNA PUTA:
No irn a empezar otra vez.
FORZUDO: No me busques, pequeo, no me busques.
Zucco le pega otro puetazo. El forzudo se lo devuelve. Pelean.
UNA PUTA:
Voy a llamar a la polica. Lo va a matar.
UN TIPO: Ni se te ocurra.
UN TIPO: De todos modos, ya lo ha tumbado otra vez.
Zucco se incorpora y persigue al forzudo que se alejaba. Se le acerca y le pega
en la cara.
UNA PUTA:
No respondas, djalo en paz, ya no se tiene en pie.
ZUCCO: Pelea, cobarde, maricn, no tienes cojones!
El forzudo lo lanza por los aires.
FORZUDO: Una vez ms, y lo aplasto como a un mosquito.
Zucco vuelve a incorporarse, buscando de nuevo pelea.
UNA PUTA:
( Al forzudo ) No lo toques, no lo toques, no le hagas dao.
El forzudo tumba a Zucco de un puetazo.
UN TIPO: Lo ha derribado, que brbaro.
UNA PUTA:
Era fcil. Tiene razn cuando dice que son unos cobardes.
FORZUDO: Un hombre no debe dejarse morder dos veces por el mismo perro.
Entran en el bar. Zucco se incorpora, se acerca a la cabina. Descuelga, marca
un nmero, espera.
ZUCCO: Quiero marcharme. Hay que marcharse en seguida. Hace
demasiado calor, en esta mierda de ciudad. Quiero ir a Africa, bajo la nieve.
Tengo que marcharme porque voy a morir, De todos modos, nadie se interesa
por nadie. Nadie. Los hombres necesitan a las mujeres y las mujeres necesitan
a los hombres. Pero lo que es amor, no hay. Me excito con las mujeres por
compasin. Me gustara volver a nacer perro, para ser menos desgraciado.
Perro callejero, buscador de basuras; nadie se fijara en m. Me gustara ser un
perro amarillo, rodo por la sarna, del que uno se aparta sin prestarle atencin.
Me gustara ser un buscador de basuras por toda la eternidad. Creo que no hay
palabras, no hay nada que decir. Hay que dejar de ensear palabras. Hay que
cerrar las escuelas y ampliar los cementerios. De todos modos, un ao, cien
aos, da igual; antes o despus todos tenemos que morir, todos. Y eso, eso es
lo que hace que los pjaros canten, que los pjaros ran.
UNA PUTA:
(En la puerta del bar) Ya les deca yo que estaba loco.
Habla por un telfono que no funciona.
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ESCENA 9
DALILA
Una comisara de polica. Un inspector, un comisario. Entra la chiquilla,
seguida por su hermano. Este se queda en la puerta, en penumbra. La chiquilla
avanza hacia la foto de Zucco y lo seala con el dedo.
LA CHIQUILLA: Lo conozco.
COMISARIO:
Qu es lo que conoces?
LA CHIQUILLA: Ese chico. Lo conozco muy bien.
EL INSPECTOR: Quin es?
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ESCENA 10
EL REHN
En un parque, a plena luz del da. Una seora est sentada en un banco. Entra
Zucco.
LA SEORA:
Sintese a mi lado. Hbleme. Me aburro; conversemos.
Detesto los parques. Parece tmido. Acaso lo intimido?
ZUCCO: No soy tmido.
LA SEORA:
Sin embargo, le tiemblan las manos como a un muchacho
ante su primera chica. Tiene una cara simptica. Es un chico guapo. Le
gustan las mujeres? Es casi demasiado guapo para que le gusten las mujeres.
ZUCCO: Me gustan las mujeres, s, mucho.
LA SEORA:
Seguro que le gustan esas ruquitas de dieciocho aos.
ZUCCO: Me gustan todas las mujeres.
LA SEORA:
Eso est muy bien. Ha sido alguna vez duro con una
mujer?
ZUCCO: Jams.
LA SEORA:
Pero y las ganas? Ya ha debido sentir ganas de ser
violento con una mujer, no es cierto? Todos los hombres han sentido esas
ganas alguna vez, todos.
ZUCCO: Yo no. Soy dulce y pacfico.
LA SEORA:
Es usted un tipo curioso.
ZUCCO: Ha venido en taxi?
LA SEORA:
Por supuesto que no. No soporto a los taxistas.
ZUCCO: Entonces ha venido en auto.
LA SEORA:
Es evidente. No he venido caminando; vivo en la otra punta
de la ciudad.
ZUCCO: De que marca es su auto?
LA SEORA:
Tal vez piensa que tengo un Porsche? No, slo tengo una
porquera de auto. Mi marido es un tacao.
ZUCCO: Qu marca?
LA SEORA:
Mercedes.
ZUCCO: Qu modelo?
LA SEORA:
280 SE
ZUCCO: No es una porquera de auto.
LA SEORA:
Tal vez. Pero mi marido sigue siendo un tacao.
ZUCCO: Quin es ese? No hace ms que mirarla.
LA SEORA:
Es mi hijo.
ZUCCO: Su hijo? Es muy mayor.
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LA SEORA:
Catorce aos, ni uno ms. No soy un vejestorio.
ZUCCO: Parece mayor. Hace deporte?
LA SEORA:
No hace otra cosa. Le pago todos los clubes de la ciudad,
todas las canchas de tenis, de hockey, de golf y encima me exige que lo
acompae a los entrenamientos. Es un mocoso.
ZUCCO: Parece muy fuerte para su edad. Deme las llaves de su auto.
LA SEORA:
Claro, claro. Tal vez tambin quiera el auto.
ZUCCO: S, lo quiero.
LA SEORA:
Cjalo.
ZUCCO: Deme las llaves.
LA SEORA:
No me fastidie.
ZUCCO: Deme las llaves. (Saca la pistola, la deja en sus rodillas.)
LA SEORA:
Est loco. No se juega con esos armatostes.
ZUCCO: Llame a su hijo.
LA SEORA:
De ninguna manera.
ZUCCO: (La amenaza con la pistola.) Llame a su hijo.
LA SEORA:
Est chiflado. (Grita a su hijo.) . Vuelve a casa.
Arrglatelas por tu cuenta.
El hijo se acerca, la mujer se levanta, Zucco le coloca la pistola en la garganta.
LA SEORA:
Dispare, imbcil. No le dar las llaves, aunque slo sea
porque me toma por idiota. Mi marido, me toma por idiota, mi hijo me toma
por idiota, la criada me toma por idiota, puede disparar, habr una idiota
menos. Pero no le dar las llaves. Peor para usted, porque es un auto
magnfico, asientos de cuero y tablero de raz de nogal. Peor para usted. Deje
de armar escndalo. Mire: esos imbciles se van a acercar, van a hacer
comentarios, van a llamar a la polica. Mire: ya se estn relamiendo. Les
encantan estas cosas. No soporto los comentarios de esa clase de gente. As
que dispare. No quiero orlos, no quiero or.
ZUCCO: (Al chico) No te acerques.
UN HOMBRE: Miren como tiembla.
ZUCCO: No te acerques, maldita sea. Trate al suelo.
LA MUJER:
Le tiene miedo al nio.
ZUCCO: Y ahora pega las manos al cuerpo. Acrcate.
LA MUJER:
Pero cmo querr que se arrastre con las manos pegadas al
cuerpo?
UN HOMBRE: Se puede, se puede. Yo lo hara.
ZUCCO: Despacio. Las manos a la espalda. No levantes la cabeza. Quieto.
(El chico hace un movimiento) Como hagas un solo movimiento mato a tu
madre.
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UN HOMBRE: Es capaz.
LA MUJER:
Seguro. Lo va a hacer. Pobre nio.
ZUCCO: Juras que no te movers?
EL CHICO: Lo juro.
ZUCCO: Apoya la cabeza en el suelo. Voltea lentamente y gira la cabeza
hacia el otro lado. Voltate, no quiero que nos veas.
EL CHICO: Por qu tiene miedo de m? No puedo hacer nada. Soy un nio.
No quiero que mate a mi madre. No tiene por qu tenerme miedo: es usted
ms fuerte que yo.
ZUCCO: S, soy ms fuerte que t.
EL CHICO: Entonces, por qu me tiene miedo? Qu puedo hacerle yo? Soy
muy pequeo.
ZUCCO: No eres tan pequeo, y no tengo miedo.
EL CHICO: S, est temblando, est temblando. Lo oigo perfectamente.
UN HOMBRE: Ah viene la polica.
LA MUJER:
Ahora s va a tener motivos para temblar.
UN HOMBRE: Nos vamos a rer. Nos vamos a rer.
ZUCCO: (Al chico) Cierra los ojos.
EL CHICO: Estn cerrados. Estn cerrados. Dios santo, es usted un maricn.
ZUCCO: Cierra tambin la boca.
EL CHICO: De acuerdo, lo cierro todo. Pero eres un maricn. Ests asustando
a una mujer. Ests amenazando con tu pistola a una mujer.
ZUCCO: Qu auto tiene tu madre?
EL CHICO: Un Porsche, quiz.
ZUCCO: Calla. Cierra el pico. Cierra los ojos. Hazte el muerto.
EL CHICO: No s cmo se hace el muerto.
ZUCCO: Lo vas a saber. Voy a matar a tu madre y vers como se hace el
muerto.
LA MUJER:
Pobre nio.
EL CHICO: Me hago el muerto, me hago el muerto.
UN HOMBRE: Los policas no se acercan.
LA MUJER:
Se mueren de miedo.
UN HOMBRE: Qu va. Es una estrategia. Saben lo que hacen. Tienen
medios que no conocemos. Pero saben lo que hacen, cranme. Ese tipo est
perdido.
UN HOMBRE: La mujer tambin, no cabe duda.
UN HOMBRE: No se hace una tortilla sin romper los huevos.
LA MUJER:
Pero que no toque al nio, el nio sobre todo, por Dios.
Zucco se acerca al chico empujando a la mujer, a la que sigue apuntando en el
cuello con la pistola. Despus pisa con un pie la cabeza del chico.
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LA MUJER:
Ah, Dios mo, los nios ven cada cosa hoy en da...
UN HOMBRE: Nosotros tambin hemos visto cada cosa, cuando ramos
nios...
LA MUJER:
A usted tambin lo ha amenazado un loco, por casualidad?
UN HOMBRE: Y la guerra, seora, ya no se acuerda de la guerra?
LA MUJER:
Y qu? Acaso los alemanes le ponan un pie en la cabeza
y amenazaban a su madre?
UN HOMBRE: Peor que eso, seora, peor que eso.
LA MUJER:
En todo caso, ah est usted vivito y coleando, viejo y bien
gordo.
UN HOMBRE: Es usted una grosera, seora.
LA MUJER:
Yo solo pienso en el nio, slo pienso en el nio.
UN HOMBRE: Oiga, djese ya de tanto nio. Quien tiene la pistola en la
garganta es ella.
LA MUJER:
S, pero el que va a sufrir es el nio.
LA MUJER:
A ver, seor, esto es lo que llama la tcnica especial de la
polica? Conque tcnica. Quedndose en la otra punta. Lo que tienen es
mieditis.
UN HOMBRE: He dicho que es una estrategia.
UN HOMBRE: Estrategia mis cojones!
LOS POLICIAS: (Desde lejos.) Suelte el arma.
LA MUJER:
Bien dicho.
LA MUJER:
Estamos salvados.
UN HOMBRE: Dichosa estrategia.
UN HOMBRE: Preparan un golpe, ya lo he dicho.
LA MUJER:
Yo al nico que veo preparando un golpe es a ese.
UN HOMBRE: Adems, el golpe ya est prcticamente hecho.
LA MUJER:
Pobre nio.
UN HOMBRE: Seora, como siga con lo del nio le doy un golpe.
UN HOMBRE: Les parece este momento de discutir? Un poco de
dignidad. Somos testigos de un drama. Estamos ante la muerte.
LOS POLICIAS: (Desde lejos) Le ordenamos que arroje el arma. Est
rodeado. (El gento rompe en carcajadas.)
ZUCCO: Dganle que me entregue las llaves del auto. Es un Porsche.
LA SEORA:
Imbcil.
LA MUJER:
Dele la llave, dele la llave.
LA SEORA:
Jams. Que la coja l mismo.
UN HOMBRE: Le va a reventar la cara, querida seora.
LA SEORA:
Mejor, as ya no ver las suyas. Mejor.
LA MUJER:
Qu mujer tan horrible.
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ESCENA 11
EL TRATO
En la recepcin del hotel, en el Pequeo Chicago. La patrona en su butaca, y
la chiquilla a la espera.
LA CHIQUILLA: Soy fea.
LA PATRONA: No digas tonteras, patito.
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LA CHIQUILLA: Estoy gorda, tengo papada, dos tripas, unos pechos como
balones de ftbol, y en cuanto a las nalgas, menos mal que las tenemos detrs,
as no las vemos. Pero estoy segura de que son como jamones que se
balancean a cada paso que doy.
LA PATRONA: Te quieres callar, bobita.
LA CHIQUILLA: Estoy segura, estoy segura; ya veo a los perros, por la calle,
seguirme con la lengua fuera y las babas colgando de la boca. Si los dejase,
me morderan ah como en el mostrador de una carnicera.
LA PATRONA: Pero de dnde sacas eso, tontina? Eres bonita, eres
redonda, ests rellenita, tienes formas. Crees que a los hombres les gustan las
ramas de rbol seco, que parece que se van a romper cuando las coges con la
mano? Les gustan las formas, pequea, les gustan las formas que les llenen
bien la mano.
LA CHIQUILLA: Me gustara ser delgada. Me gustara ser una rama de rbol
seco que parece que se va a romper.
LA PATRONA: Vaya, pues a m no. Y adems eres redondita hoy, puedes
ser delgada maana. Una mujer cambia a lo largo de su vida. No tienes que
preocuparte por eso. Cuando yo era una chiquilla como t, estaba delgada,
delgada, era casi transparente, slo un poco de piel y unos cuantos huesos. Ni
sombra de pecho. Lisa como una tabla. Eso me enfureca, porque en esa poca
ya me gustaban los chicos. Soaba con redondearme, soaba con tener unos
senos preciosos. Entonces me colocaba unos pechos de cartn que me haca
yo misma.. Pero los chicos se daban cuenta, y siempre que pasaban por mi
lado me daban cada codazo en el pecho que me lo dejaba completamente
aplastado. Al cabo de unas cuantas veces, clav una aguja dentro del pecho, y
los gritos se oyeron en todo el pueblo, puedes creerme. Despus, ya sabes,
todo empez a redondearse, a llenarse, y yo estaba muy contenta.
Tranquilzate, gorrioncillo; eres redondita hoy, puedes ser delgada maana.
Entra el hermano, conversando con el cafichoo. Ni siquiera miran a la
chiquilla.
EL CAFICHO: (Impaciente.) Demasiado caro.
EL HERMANO: No tiene precio.
EL CAFICHO: Todo tiene un precio, y el tuyo es demasiado alto.
EL HERMANO: Cuando se le puede poner precio a algo, es que no vale gran
cosa. Quiere decir que se puede discutir, rebajar, subir el precio. Yo he fijado
el precio en abstracto porque no tiene precio. Es como un cuadro de Picasso.
Le has odo decir a alguien que es caro? Has visto alguna vez a un vendedor
bajando el precio de un Picasso? El precio que se fija en estos casos, es una
abstraccin.
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ESCENA 12
LA ESTACION
En una estacin de ferrocarril
ZUCCO: Roberto Zucco.
LA SEORA:
Por qu repite todo el tiempo ese nombre?
ZUCCO: Porque tengo miedo de olvidarlo.
LA SEORA:
Nadie olvida su propio nombre. Debe ser lo ltimo que se
olvida.
ZUCCO: No, no; yo lo olvido. Lo veo escrito en mi cerebro, cada vez peor
escrito, cada vez menos claro, como si se borrase; tengo que mirar cada vez
ms de cerca para conseguir leerlo. Tengo miedo de encontrarme de pronto sin
saber mi nombre.
LA SEORA:
Yo no lo olvidar. Ser su memoria.
ZUCCO: (Despus de un tiempo) Me gustan las mujeres. Me gustan
demasiado las mujeres.
LA SEORA:
Nunca es demasiado.
ZUCCO: Me gustan, me gustan, todas. No hay bastantes mujeres.
LA SEORA:
Entonces, yo le gusto.
ZUCCO: S, claro, es una mujer.
LA SEORA:
Por qu me ha trado con usted?
ZUCCO: Porque voy a tomar el tren.
LA SEORA:
Y el Porsche? Por qu no se va en el Porsche?
ZUCCO: No quiero hacerme notar. En un tren, nadie se fija en nadie.
LA SEORA:
Se supone que debo tomarlo con usted?
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ZUCCO: No.
LA SEORA:
Por qu no? No tengo ningn motivo para no tomarlo con
usted. Desde que lo vi no me ha desagradado. Voy a tomarlo con usted.
Adems, es lo que desea, de otro modo me habra matado o abandonado en
cualquier parte.
ZUCCO: Necesito que me d dinero para tomar el tren. No tengo dinero.
Mi madre tena que drmelo pero se olvid.
LA SEORA:
Las madres siempre se olvidan de dar dinero. Dnde
quiere ir?
ZUCCO: A Venecia.
LA SEORA:
Venecia? Qu ocurrencia.
ZUCCO: Conoce Venecia?
LA SEORA:
Por supuesto. Todo el mundo conoce Venecia.
ZUCCO: All es donde he nacido.
LA SEORA:
Bravo. Siempre he pensado que nadie naca en Venecia, y
que todo el mundo mora all. Los bebs deben nacer cubiertos de polvo y
telaraas. En todo caso, Francia lo ha limpiado a fondo. No veo ni rastro de
polvo. Francia es un detergente excelente. Bravo.
ZUCCO: Tengo que marcharme, es indispensable; tengo que marcharme.
No quiero que me cojan. No quiero que me encierren. Me da pnico estar
entre toda esa gente.
LA SEORA:
Pnico? Prtese como un hombre. Tiene un arma; los
pondra en fuga slo con sacarla del bolsillo.
ZUCCO: Precisamente porque soy un hombre tengo pnico.
LA SEORA:
Pues yo no lo tengo. Despus de todo lo que usted me ha
hecho ver, ni lo tengo ni lo he tenido nunca.
ZUCCO: Es precisamente porque nunca ha sido un hombre.
LA SEORA:
Es usted complicado, muy complicado.
ZUCCO: Si me cogen, me encerrarn. Si me encierran, me volver loco.
Adems, ya me vuelvo loco ahora. Hay policas por todas partes, hay gente
por todas partes. Ya estoy encerrado entre toda esa gente. No los mire, no mire
a nadie.
LA SEORA:
Acaso doy la impresin de querer denunciarlo? Imbcil.
Lo habra hecho hace tiempo. Pero esos idiotas me repugnan. Usted, usted me
gusta mucho ms.
ZUCCO: Fjese en todos esos locos. Fjese en el aspecto tan malvado que
tienen. Son asesinos. Jams haba visto tantos asesinos juntos. A la ms
mnima seal en su cabeza, se lanzaran a matarse entre ellos. Me pregunto
por qu la seal no se dispara ah, ahora, en sus cabezas. Porque todos estn
listos para matar. Son como ratas en jaulas de laboratorio. Tienen ganas de
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matar, se les nota en la cara, y en la manera de andar; veo sus puos cerrados
en sus bolsillos. Reconozco a un asesino a primera vista; tienen las ropas
manchadas de sangre. Aqu, estn por todas partes; hay que quedarse
tranquilo, sin moverse; debemos ser transparentes. Porque si no, si los
miramos a los ojos, si se dan cuenta que los miramos, si se ponen a mirarnos y
a vernos, la seal se dispara en sus cabezas, y matan, matan. Y como haya uno
que empiece, todos van a matar a todos. Todos esperan tan solo esa seal en
sus cabezas.
LA SEORA:
Basta. No ir a tener un ataque de nervios. Voy a comprar
los dos billetes. Pero tranquilcese, o nos haremos notar. (Al cabo de un
tiempo) Por qu lo mat?
ZUCCO: A quin?
LA SEORA:
A mi hijo, imbcil.
ZUCCO: Porque era un mocoso.
LA SEORA:
Quin se lo ha dicho?
ZUCCO: Usted. Dijo que era un mocoso. Dijo que la tomaba por idiota.
LA SEORA:
Y si a m me gustara que me tomen por idiota? Y si me
gustaran los mocosos? Y si me gustaran los mocosos ms que nada en el
mundo, ms que los mayores? Si odiara todo, todo menos los mocosos?
ZUCCO: Lo hubiera dicho.
LA SEORA:
Lo he dicho, imbcil, lo he dicho.
ZUCCO: No haca falta negarme las llaves. No haca falta humillarme. Yo
no quera matarlo, pero todo se ha ido encadenando solo por culpa del asunto
del Porsche.
LA SEORA:
Mentiroso. No se encadenaba nada, todo se atraves. Era a
m a quien apuntaba con su arma. Por qu le vol a l la cabeza, con toda esa
sangre?
ZUCCO: Si hubiese sido su cabeza, tambin habra saltado sangre.
LA SEORA:
Pero yo no la habra visto, imbcil, yo no la habra visto.
Mi sangre me importa un bledo, ya no me pertenece. Pero la de mi hijo, he
sido yo quien se la meti en las jodidas venas, es asunto mo, era mo, no se
pueden derramar mis asuntos de cualquier manera, en un parque, a los pies de
una pandilla de imbciles. Ya no tengo nada mo, ahora. Cualquiera puede
caminar sobre lo nico que me perteneca. Los jardineros lo limpiarn todo
maana por la maana. Qu me queda, ahora, que me queda?
Zucco se pone en pie.
ZUCCO: Me marcho.
LA SEORA:
Voy con usted.
ZUCCO: No se mueva.
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LA SEORA:
No tiene ni con qu tomar el tren. Ni siquiera me ha dejado
el tiempo de drselo. No le deja a nadie tiempo de ayudarlo. Es usted como
una navaja automtica que de vez en cuando cierra y guarda en su bolsillo.
ZUCCO: No necesito ayuda.
LA SEORA:
Todo el mundo necesita ayuda.
ZUCCO: No vaya a llorar. Tiene el aspecto de una mujer a punto de llorar.
Lo detesto.
LA SEORA:
Me ha dicho que le gustan las mujeres, todas las mujeres,
incluso yo.
ZUCCO: Menos cuando ponen cara de mujeres que van a llorar.
LA SEORA:
Le juro que no llorar.
Llora. Zucco se aleja.
LA SEORA:
Y su nombre, imbcil? Es capaz de decrmelo ahora?
Quin lo recordar por usted? Ya lo ha olvidado, estoy segura. Estoy sola,
ahora, para recordarlo. Se va a marchar sin su memoria.
Zucco sale. La seora permanece sentada y contempla los trenes.
ESCENA 13
OFELIA
El mismo lugar, de noche. La estacin est desierta. Se oye caer la lluvia.
Entra la hermana.
LA HERMANA: Dnde est mi paloma? A qu inmundicia ha sido
arrastrada? En qu infame jaula ha sido encerrada? Qu animales perversos
y viciosos la rodean? Quiero encontrarte, tortolita ma, te buscar hasta que
me muera. (Tiempo.) El macho es el animal ms repugnante entre todos los
animales repugnantes que produce la tierra. Hay un olor en el macho que me
asquea. A ratas en las cloacas, a cerdos en el lodo, un olor a estanque donde se
pudren cadveres. (Tiempo.) El macho es sucio, los hombres no se lavan,
dejan que la suciedad y los lquidos repugnantes de sus secreciones se
acumulen en sus cuerpos, y no los tocan, como si fueran bienes preciados. Los
hombres no se huelen entre ellos porque todos tienen el mismo olor. Por eso
se relacionan entre ellos, todo el tiempo, y andan con putas, porque las putas
aguantan ese olor por dinero. He lavado tanto a esa pequea. La he lavado
tantas veces antes de la cena, y la he baado por la maana, le he frotado la
espalda y las manos con el cepillo, y le he cepillado las uas por dentro, le he
lavado el pelo todos los das, y le he cortado las uas, la he lavado de arriba
abajo todos los das con agua caliente y jabn. La he tenido blanca como una
paloma, le he peinado las plumas como a una tortolita. La he protegido y
guardado en una jaula siempre limpia para que no manchara su blancura
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ESCENA 14
LA DETENCION
El barrio del Pequeo Chicago. Dos policas. Unas putas, entre ellas la
chiquilla.
POLICIA PRIMERO: Has visto a alguien?
POLICIA SEGUNDO: Es de idiotas. El nuestro es un trabajo de idiotas.
Quedarnos aqu plantados, como seales de estacionamiento. Ms nos valdra
volver a trfico.
POLICIA PRIMERO: Es normal. Aqu fue donde mat al inspector.
POLICIA SEGUNDO: Por eso. Es el nico sitio donde no volver.
POLICIA PRIMERO: Un asesino vuelve siempre al lugar del crimen.
POLICIA SEGUNDO: Volver aqu? Para qu iba a volver? No ha dejado
nada, ni equipaje, ni nada. No est loco. Somos dos seales de
estacionamiento completamente intiles.
POLICIA PRIMERO: Volver.
POLICIA SEGUNDO: Mientras tanto, podramos tomar un trago con la
patrona del hotel, y comentar el caso con las seoritas en otra parte, entre toda
esa gente tan apacible y tranquila, el Pequeo Chicago es el barrio ms
tranquilo de la ciudad.
POLICIA PRIMERO: Hay un fuego bajo las cenizas.
POLICIA SEGUNDO: Un fuego? Qu fuego? Dnde ves t el fuego?
Hasta las seoritas son apacibles y tranquilas como secretarias; los clientes se
pasean como por un parque, y los cafichos recorren su territorio como libreros
controlando si todos los libros estn en las estanteras y no les falta ninguno.
Dnde ves t el fuego? Ese tipo no volver, te apuesto lo que quieras, te
apuesto un trago con la patrona.
POLICIA PRIMERO: Pues bien que volvi a su casa tras matar a su padre.
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ESCENA 15
ZUCCO AL SOL
Los tejados de la prisin, a medioda. No se ve a nadie a lo largo de toda la
escena, exceptuando a Zucco, cuando trepa al tejado. Voces mezcladas de
guardias y presos.
UNA VOZ: Roberto Zucco se ha escapado.
UNA VOZ: Otra vez.
UNA VOZ: Pero quien lo vigilaba?
UNA VOZ: Quin lo tena a su cargo?
UNA VOZ: Parecemos tontos.
UNA VOZ: Parecen tontos, s. (Risas.)
UNA VOZ: Silencio.
UNA VOZ: Tiene cmplices.
UNA VOZ: No; precisamente porque no tiene cmplices siempre consigue
escaparse.
UNA VOZ: Solo.
UNA VOZ: Solo, como los hroes.
UNA VOZ: Hay que buscar en los recovecos de las galeras.
UNA VOZ: Estar escondido en alguna parte.
UNA VOZ: Estar acurrucado en un escondrijo, temblando.
UNA VOZ: Seguro que no est temblando, sino rindose de ustedes.
UNA VOZ: Zucco se re de todo el mundo.
UNA VOZ: No ir muy lejos.
UNA VOZ: Es una prisin moderna. Nadie puede evadirse.
UNA VOZ: Es imposible.
UNA VOZ: Estrictamente imposible.
UNA VOZ: Zucco est perdido.
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UNA VOZ: Zucco estar perdido, pero por el momento, est trepando al
tejado y rindose de ustedes.
Zucco, con el torso y los pies desnudos, alcanza la coronacin del tejado.
UNA VOZ: Qu est haciendo ah?
UNA VOZ: Baje inmediatamente. (Risas.)
UNA VOZ: Zucco est perdido. (Risas.)
UNA VOZ: Zucco, Zucco, dinos como te las arreglas para no quedarte en
prisin ni una hora.
UNA VOZ: Cmo lo haces?
UNA VOZ: Por dnde te has largado? Dinos el truco.
ZUCCO: Por arriba. No hay que tratar de atravesar los muros, porque
detrs de los muros hay otros muros, y siempre est la prisin. Hay que
escapar por los tejados, hacia el sol. Jams alzarn un muro entre el sol y la
tierra.
UNA VOZ: Y los guardias?
ZUCCO: Los guardias no existen. Basta con no verlos. De todos modos, yo
podra agarrar a cinco con una sola mano y aplastarlos de un golpe.
UNA VOZ: De dnde te viene tu fuerza, Zucco, de dnde te viene tu fuerza?
ZUCCO: Cuando avanzo, me ciego, no veo los obstculos, y, como no los
miro, caen solos ante m. Soy solitario y fuerte, soy un rinoceronte.
UNA VOZ: Pero tu padre, y tu madre, Zucco. No hay que tocar a los padres.
ZUCCO: Es normal matar a los padres.
UNA VOZ: Pero un nio, Zucco; no se mata a los nios. Se mata a los
enemigos, se mata a la gente capaz de defenderse. Pero a un nio, no.
ZUCCO: No tengo enemigos y no ataco. Aplasto a los otros animales, no
por maldad, sino porque no los veo y les pongo el pie encima.
UNA VOZ: Tienes dinero? Dinero escondido en alguna parte?
ZUCCO: No tengo dinero, en ninguna parte. No necesito dinero.
UNA VOZ: Eres un hroe, Zucco.
UNA VOZ: Es Goliat.
UNA VOZ: Es Sansn.
UNA VOZ: Quin es Sansn?
UNA VOZ: Un rufin de Marsella.
UNA VOZ: Yo lo conoc en la crcel. Una autntica mala bestia. Capaz de
romperles la cabeza a diez hombres a la vez.
UNA VOZ: Mentiroso.
UNA VOZ: Slo con los puos.
UNA VOZ: No, con una quijada de asno. Y no era de Marsella.
UNA VOZ: Y se dej joder por una mujer.
UNA VOZ: Dalila. Un asunto de pelos. Lo conozco.
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