La Cabaña Del Tio Tom
La Cabaña Del Tio Tom
La Cabaña Del Tio Tom
DELTIOTOM
EDITORIAL BRUGUERA, S. A.
BARCELONA
BOGOTA
BUENOS AIRES
CARACAS
MEXICO
CAPITULO PRIMERO
iSBN 84-02-03270-2
Depsito lgal:. B. 33.118 1973
Impreso en
~os
Talleres Grficos de
EDITORIAL BRUGUERA, S. A.
Mora la Nueva, 2 Bar<:elona 1973
En una poca tan relativamente reciente como la primera mitad del siglo XIX, antes de que el presidente Lincoln decretara en 1864 la abolicin de la
esclavitud, la situacin de los hombres, mujeres y nios de raza negra era en los
Estados Unidos d~ Amrica un verdadero estigma y bochorno_ para aquella
nacin nacida bajo el signo de la libertad y la democracia. Centenares de rnDes
de seres humanos padecan la ms injusta e incivilizada . de las vejaciones al
quedar sometidos a la arbitraria condicin de esclavos, lamentable vestigio de
las eras. ffis sombras y remotas en la historia del gnero humano.
Se poda exigir un trabajo agobiador de sol a so sin otra. retribucin que el
alimento indispensable y uri msero alojamiento, siempre bajo la amenaza de
ltigos, perros y fusiles como nica razn para imponer tan inhumano trato; si
su piel era negra, cualquier ser humano poda ser apaleado, vendido, comprado
o canjeado, incluso muerto, si se atreva a rebelarse contra tanto salvajismo.
No todos los hombres son iguales, ni an los d'e raza blanca; esto conceda
una pre~ria posibilidad de alivio para la surte de los contados negros que
caan en. manos ms o menos honradas; aunque tambin empeoraba el destno
de los muchos que se consuman bajo la indiferencia o penaban en el infierno de
iinpnes crueldades. No todos los hombres son iguales, aunque s venan a serlo
todos aquellos que obtenan fabulosos lucros en el inconcebible trfico de. carne
humana y de humanos destinos; los mercaderes de esclavos eran el peor y ms
siniestro smbolo de aquel vergonzoso episodio en la pretendida civil;acin
occidental.
Daniel Haley se haba cacreditado como experto en semejante negocio, y
LACABAADELTIOTOM
-Es que ... Slo de pensar en el disgusto que tendra Elisa ...
. _:_Deje esto a mi cargo, seor Shelby! Tampoco me gustan a m estas escen:;ls, y s el modo de evitarlas, o de hacerlas menos desagradables. Tuve un caso
como ste.en Filadelfia y, sabe cmo lo resolv? Pues ...
-Djeme, no me. interesan los detalles! -cort asqueado Shelby- He de
meditar este asunto, hablarlo -con mi esposa. Venga usted ms tarde, al anochecer, y le comunicar mi decisin.
-Traer conmigo Jos _contratos, y tambin sus documentos hipotecarios,
seor Shelby. Recuerde usted que ascienden a...
~Conozco perfectamente la cantidad, no necesito que me la recuerde!"
Bu~nas tardes, seor Haley! _:_volvit?. a 'interrumpirle Shelby, ponindose en.
pie para finalizar aquella entrevista.
No poda _soportar ni un instante ms la presencia de aquel hombre, -falsamente ataviado con escandalosas joyas y con ropas cuya pretendida elegancia
no hacan ms que resaltar lo. burdo y soez de su condicin y sus psimos modales.
Haley salud con una torpe reverencia y cruz la puerta del saln, tras la
que asi tropez con la doncella negra, que tena a su hijo fuertemente abrazado y le mir pasar con ojos desorbitad.os.
.
uMaldita bruja! Nos habr estado escuchando? pens para s el mercader mientras se alejaba:
Elisa lo haba odo todo, efectivamente, y el miedo la dej paralizada: en el
exacto lugar donde la sorprndieran las inconcebibles palabras ciuzads entre
ambos hombres.
ridad el criterio d. que la raza negra tena tanto derecho como la blanca a ser
tratada dignamente. Lo que en cambio ella ignoraba por completo eran las graves dificultades econmicas que estaban llevando a su marido al borde de la
desesperacin y al uso de recursos que hasta entonces haba siempre condenado y segua detestando.
Los negros vivan bien en la granja de los Shelby, en completo contraste con
todas las que la rodeaban, donde se les someta al mximo rigor no impedido
por ninguna ley ni justicia humana. Esta diferencia era particularmente padecida por el propio marido de Elisa, Jorge Harris, perteneciente al amo de una
plantacin prxima y que slo era autorizado a visitar a su esposa e h~jo en muy
contadas ocasiones. Harris llevaba aos siendo apaleado sistemticamente y
destinado a las tareas ms duras e ingratas, sin que de nada le valiera~ los esfuerzos que haba hecho para estudiar y poseer una instruccin nada'. comn
entre sus compaeros. El destino haba querido que, precisamente aquel mismo
da, se le agotara la mucha paciencia y resignacin demostradas hasta entonces
y huyera del infierno que estaba acabando con su vida. Acudi a la granja de
los Shelby para. despedirse de su esposa e hUo y los minutos eran una amenaza
para l mientras no se alejar mucho m~.
Elisa tembl al verle en aquel estado y no se atrevi a comunicarle la angustia que segua ensombreciendo su nimo desde la visita de Haley a su amo.
_:Pero ... qu vamos a hacer, Jorge? Adnde piensas ir? No conseguirs
escapar de los hombres y los perros de tu amo!
-Lo intentar, Elisa, aunque ello me cueste la vida! No puedo soportar ni
un da ms las infamias que all nos obligan a padecer! Huir siempre hacia el
norte, procurando alc~ar el Canad. All buscar trabajo y reunir dinero para
rescatarte a ti y al nio; estoy segirro de que tu amo no se negar a darte la libertad si le compenso en algo econmicamente. Afortunadamente, el ._seor
Shelby no es como los dems. Ten confianza, sposa ma!
Ella se mordi los labios y trat de contener sus lgrimas.
-Pero, qu ser mientras tanto de m y de nuestro hijo? Quin nos va a
proteger contra tantos peligros como amenazan a cualquier negro en esto.s
estados del Sur?
.
-Tranquilzate, Elisa. Nada puede ocrriros mientras sigis bajo la tutela
de esta familia que os cay en suerte. Ojal pudiera daros yo en el Canad todo
el bienestar y la paz que aqui disfrutis. Pero he de conseguirlo, no descansar
hasta lograrlo, y Dios me ayudar en mi empeo.
-Es que ... Escchame, Jorge: yo, este medioda; estando en la casa... Parece
que a mi amo los negocios le van muy de.capa cada, cada da peor. Y sera. horrible que ... que algn da...
inmediatamente disipado.
-Qu te ocurre, Elisa? -se inquiet Harris-. Ser posible que tampoco
en esta casa os v.eis libres del ~iedo? Dime la vc;rdad!
-No sucede nada, Jorge, t?do sigue igual. Perdname, he sido una tonta, y
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tambin una egosta: en lugar de darte nimos, no hice ms que ponrtelo todo
ms dificil. Vete ya, esposo mo, y que Dios te prot~ja y te acompae; no pierdas
ni un minuto ms, que tu salvacin y la nuestra dependen de cada minuto. Abrzanos muy fuerte y huye, huye todo lo rpido que puedas hacerlo!
-Confa, confa en m, Elisa! -la apremi l besndola con desesperado
ahnco. Y corri hacia la linde del bosque, donde desapareci despus de haberse vuelto slo un insta~te para gritarles: -Pronto recibiris noticias mas!
Nos reuniremos en el Canad libres, libres para siempre!
Aquellas voces hubieran podido ser odas desde otra cabaa prxima. Pero
sus moradores, en alegre jolgorio, ignoraban el drama que turbaba dos vidas a
escasa distancia. La cabaa y la familia del ((to Tom acogan aquella tarde en
su mesa al hUo de los Shelby, Jorge, que llevaba unos meses empeado en ensearle el manejo de las letras y el alfabeto al ms honrado, capaz y bueno de los
negros que trabajaban para su padre.
r.ontra l y su sistema.
En el crepSculo de la misma tarde en que Jorge Harris hua a travs del
bosque y mientras la alegra iluminaba el confiado hogar de la familia de Tom,
se consumaba en el despacho de la granja una transaccin destinda !i marcar
gravemente el destino de varias personas.
Para el mercader Haley la cosa careca de la menor importancia y se trtaba en el fondo de una de tantas operaciones, ni mejor ni peor que cualquiera
de las muchas que cerraba todas las semanas. Pero las firmas le salieron temblorosas a Arturo Shelby, que nunca en su vida se habra imaginado estampndolas al pie ,de tan infamantes documentos. Tuvo que dominar sus impulsos
de rasgarlos en mil pedazos antes de que Haley los tomara complacido y los
guardara en un bolsillo de su chaleco.
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CAPITULOII
Nada ms contrario a las costumbres de Elisa que escuchar desde detrs de
una puerta cerrada, y mucho menos tratndose de la de. sus amos. Pero la angustia, el recelo y el temor se impusieron en aquella. ocasin a su .habita! comportamiento.
Qued sobrecogida y horrorizada al ver confirmadas sus sospechas, y una
sola idea fulgur en su mente como un fuego devorador: huir, escapar como lo
haba hecho su marido, salvar a su hUo del atroz destino que k esperaba permaneciendo slo unas horas ms pendiente de las decisiones de ningn hombre
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-Tampoco yo pude darlo por cierto, ni mi seo~a cuando nos .... cuando me
enter de ello a primera hora de la: tarde. Pero el hecho se acaba de confirmar
ahra mismo, y la sefi~~ Shelby ha tenido un disgusto y una disputa con su
esposo por esta causa. Es verdad, to Tom, es verdad y no hay tiempo que perder! Vmonos en seguida, por lo que ms quiera! No nos haga correr mayores peligros a mi hijo y a m! No comprende que cada minuto perdido acorta
la distancia entre nosotros y los hombres que no tardarn en perseguirnos?
.. -Dios mo! -gimi la afligida Clotilde_...:.. Cmbiate inmediatamente ropa
y calzado, Tom, mientras yo te preparo provisiones y dinero para ... !
-No voy a marcharme! -decidi repentinamente Tom, detenindola con
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Pero al darse cuenta de su extenuacin y del somnoliento aspecto del nio que
apenas se sostena en pie, termin apiadndose de ellos y se mostr sbitamente
amable.
-Una barca cruzar por aqu mismo desde la otra orilla, antes del crepsculo; es el momento ms pr9picio, pues a esa hora todo parece ms tranquilo. Por
qu no descans mientras tanto y acuesta al nio en mi cama? Creo que a ambos les est haciendo mucha falta reponer fuerzas y tomar algn alimento caliente. Despus veremos si el barquero accede a llevarla al otro lado.
-:-Gracias, seora! -acept Elisa, que se senta desfallecer por momentos-. No puede usted figurarse cunto le agradezco su ayuda. Permtame por
lo menos que le pague lo que ...
-Olvdese del dinero, mujer, y entre de una vez! No ve que el pequeo
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se est ayendo de sueo?
.
Elisa acost al nio en la cama ofrecida y le vio sumirse inmediatamente
en un profundo sueo. Ella, pese encontrarse extenuada, prefiri'~entarse junto a 1a ventana de aquel piso alto y, protegida por las cortinas; vigilar atenta. mente la _salida del bosque y la desierta margen del ro. Tampoco hubiera sido
capaz de dormir, pues no se sentira tranquila hasta poner todo el mpetu de la
corriente entre ella y los hombres que, a no dudarlo, habran' emprendido ya su
persecucin.
Y sus suposiciones no carecan de lgica, aunque ,s de fundamento real al
IIlenos por el momento.
.
Arturo Shelby no era hombre capaz de faltar a una palabra dada, pero, en
aquella ocasin, dej que el tiempo y los servicios ofrecidos se movieran con
lentitud, accediendo al ruego manifestado por s.i.t esposa en una expresiva y
rpida mirada.
.Daniel Haley fue provisto con mucha. demora de n caballo, ejemplar verdaderamente magnfico 'y veloz que le hizo olvidar la- mortificacin de la larga
espera; pero, nada ms sentir en sus ijares las espuelas del mercader, salt como
un resorte e hizo que su jinete dibujara extraas piruetas en el aire antes de'
caer pesadamente sobre el duro sulo, bastantes metros ms all, El tardo aviso de que aquel corcel tena a veces tan inesperadas reacciones y de que era
preferible estimularle con alegres voces, no logr convencer al traficante a
efectuar otra prueba. Pidi otro caballo que no le fue negado, pero que estaba
justamente en manos del herrador en aquellos momentos y no quedara disponible hasta d~ntro.de una hora larga porlo menos.
Haley contuvo su impaciencia, indignacin y soeces modales cuando, a
punto ya de estallar, ~a distinguida seora Shelby le distingui. con la mejor de
. sus sonrisas y le invit a que comiera en la casa aquel medioda. Para qu darse tanta prisa? La fugitiva avanzara con mucha lentitud, y unos hombres a
caballo. la alcanzaran de sobra antes. del anochecer. Por otra parte, cmo iQa_
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a poder montar en seguida, despus del tremendo batacazo que acababa de sufrir?
-Gracias, seora; acepto su invitacin, porque la verdad es que vine tan
urgentemente que hasta olvid desayunar.
Clotilde recibi la extraa orden de preparar una copiosa y pesadsima comida para el nuevo invitado, y tambin de hacerlo con toda la parsimonia de que
fuera capaz. Hubo asimismo unos intervalos desesperantes entre plato y plato y
en todo. el servicio de la mesa, que el seor Shelby toleraba con silenciosa resignacin y el traficante no se atreva a impugnar, convencido en el fondo de que
su educacin no estaba al nivel de aquella ceremoniosa marcha.
El anfitrin aprovech un momento en que Tom entr en el comedor para
decirle con voz sombra y casi sin atreverse a mirarle de frente:
-Ser mejor que dejes el servicio y vayas preparando tus cosas, Tom. El
seor Haley puede necesitarte en cualquier momento, tal vez antes de esta misma noche. Es tu nuevo amo y debers irte con l.
Tom se limit a expresar su conformidad asintiendo con la cabeza, y no forz la actitud de su amo obligndole a sostener su mirada y leer en ella la amargura que no consegua disimular. Sali tan discretamente como haba entrado
y arrastr los pies hasta la cocina, junto a Clotilde, su esposa, y al modesto equipaje que tena ya preparado desde primeras horas de la maana.
Pero Haley necesitaba recuperar antes lo que l llamaba la otra mitad de
su compra, y arda de impaciencia por emprender la cacera. Eran ms de las
tres de la tarde cuando por fin pudo levantarse de la mesa, medio aturdido y
~con el estmago repleto hasta la garganta. Dos negros de la granja y un caballo
ensillado le esperaban a la puerta, donde tuvieron que ayudarle a montar despus de varios intentos fallidos en los que el mercader no consigui dominar la
tremenda torpeza de su cuerpo.
Aquel maldito bosque pareca no tener fin.. Los cp.minos y senderos se retorc;:an de un modo absurdo, lo mismo que si descr!ibieran estpidos crculos
destinados a devolverles cada vez al punto de partida.
-Pero, No hemos pasado ya antes por aqu? -rezol\gaba lleno de recelo.
-Oh, no, mi amo, de ningn modo! -replicaba l p:is viejo de los dos
negros-. Aquello qued muy atrs, en otra zona del hosque; lo que pasa es
que todo son abedules, aqu y all, y lo mismo ser ms ad'e}ante. Es un bosque
muy igual y parecido de un extremo a otro, pero .nosotros saBemos distinguirlo.
-Cunto tardaremos en llegar al ro?
-No mucho, amo, no mucho.
..,,
.
-'-Dime cunto, condenado negro! Medl?-ffora? Una hora?
-Pues ... resulta difcil asegurarlo, amo', porque nos dirigimos directamente
hacia el punto vadeable, que suele variar segn la temporada y la intensidad
del deshielo.Yo dira que ...
.
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Elisa tom al nio en brazos y corri a travs del huerto, lanzndose luego
por un terreno despejado que la conduca derechame~te a los. ~averales indicadores de la presencia del agua. El fragor de_ la comente ~a ~aba tanto c~mo
esta seal inequvoca, pero no era tan intenso como para doIDinar unos gntos
q~e restatlaron a sus espldas;
Elisa adelant unos pasos, brinc con relativa faCilidad sobre uria cadena
de rocas apenas sumergidas y tembl cuando, l avanzar ms a~, se hlindi
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CAPITULO III
-Le debo a usted la vida, seor Symmes, y tambin la de mi hijo! Slo
gracias a usted nos hemos salvado de una muerte segura o-de la peor esclavitud
en manos de aquel malvado.
-Bah, no pienses ms en ello, muchacha! -replic el providencial salvador de Elisa-. Esta orilla es territorio diferente, con unas leyes distintas, y puedes considerarte a salvo por el momento.
Efectivamente: tan~o o ms que el miedo a las aguas enfurecidas, este detalle fue el que detuvo al me~cader echando pestes al otro fado de la corriente.
Haba tenido . ya dos o tres incidentes con las autoriddes de aquella comarca
fronteriza; y no le convena aadir otros nuevos que. aumentaran su ya reconocida mala fama.
.
.
Termin, as, volviendo sobre sus paso.s para descargar su mal humor contra la duea de la casa donde Elisa haba sido acogida, a la que acus de complicidad y de haberle perjudicado en un importante megocio completamente
. autorizado por las leyes del pas. Ella no le hizo el menor caso y' aunque no:
neg a servrselos, s le exigi por adelantado el pago de .unos vasos de ag\iai-diente que Haley le pidi.
Mientras el traficante sorba melanclicame_nte unos tragos sentado . ante
una desvencijada mesa desde la que- poda observar el camino que condu al
bosque, _vio -simultneamente penetrar en ste a los d~s negros que le haban
acompaado y a los que. acababa de despedir, .y salir tambin de entre los rbo'1es dos jinetes blancos que avanzaban sin prisa, seguidos por un caballo car.:.
gado con equipo de vi~je.
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Tan abstrado .estaba Haley rumiando su desventura que, slo cuando aquellos hombres llegaron frente a la casa, pudo reconocer a un de ellos, al ms alto
y corpulento de los .dos, cuyo tipo contrastaba chocantemente _con el de su compaero, endeble y frgil como una brizna de p~ja.
-Por todos los diablos! -exclam el mercader-. Pero ... si es nada menos que Loker, el mismsimo Toms Loker! PtJ,es s que llegas oportunamente,
viejo bandido! No sabes lo que me alegro de verte!
.
Loker prorrumpi en una salvaje risotada ante los. sup~estos escrpulos del
mercader y blandi en el aire sus enormes puos, argumentos con los que se
senta capaz de resolver cualquier prob_lema.
.
.
.
-Delo por hecho, seor Haley! -asegur-. No habr'. comisari~ que se
atreva a impedirme actuar como yo s!'
-No se trata precisamente de emplear la violencia en este caso, Loker -reP!ic Haley-. Slo en ltima instanci, 'cla~ro si te fuera .posible hacer fun"'.'
c1onar un poco tu obtusa mollera, comprenderias que ...
-:i Djelo de mi cuenta, seor Haley! -intervino
entonces el llamado
.Marks '
.
.
guindole un ojo al merca~er_:_. sta es mi especialidad, se lo garantizo: s
cmo manejar a las autoridades, y acostumbra hacerlo sin levantar la voz ni
faltar a los ms exquisitos modales; es ms; puedo convencerlas y confundirlas
reeitndoles ms artculos y apartados de los que tiene realme~te ningiina ley.
Y si las cosas se ponen demasiado difciles y no queda otro remedio ...
Cerr la.frase mirando las manazas d~e Lokr, todava levantadas.
-Magnfico! -se anim Haley-. Cuento entonces con vosotros! .Vamos
a cerrar el trato con unas copas! Prometo _regalaros a la negra, que vale muchos
ms dlares que el nio, si me entregis al pequeo en estado aprovechable.
Adelante, muchachos! Tenemos que cruzar este maldito ro antes deque anochezca.
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-Demonio! Est usted loco, Haley? Pretende que nos matemos al primer paso?
-An no; llegar una barca dentro de media hora y nos pasar a nosotros
al otro lado. Los caballos pueden vadearlo.
Mientras los tres hombres se preparaban a emprender su intriga all donde
Elisa se crea ya en relativa seguridad, los dos negros que haban paseado a
Haley a travs del bosque llegaban de regreso a la granja y explicaban a su ama
el feliz resultado de su treta.
:-Qu Dios os bendiga, amigos mos -les felicit la seora Shelby-, y que
siga protegiendo y ayudando a la pobre Elisa y al pequeo Enrique!
* * *
Algunas millas ms all del ro fronterizo, otra mujer de buen corazn y otra
granja donde se desconoca el uso del ltigo y de los tratos inhumanos iban a
hacerse eco de los buenos deseos de la seora Shelby.
El senador Bird era el dueo de aquella propiedad, a la que acababa de
regresar despus de una larga estancia en la capital del estado y tras haber
tomado parte en enconadas y turbulentas sesiones legislativas.
Haca solamente media hora que estaba en casa, descansando del viaje despus de haber abrazado a su esposa y a sus hijos, y nada deseaba tanto como
disfrutar tranquilo de la paz y el sosiego del hogar. Pero su semblante no consegua disipar una expresin decepcionada que no pas6 desapercibida a la mujer
sentada frente a l.
-Adivino lo que te ocurre, querido -dijo ella tomndole una mano-. Ser
posible que ni t ni tus amigos hayis podido impedir que se votara esa ignomini<?sa ley contra los fugitivos de Kentucky?
-As fue, querida; exactamente lo que supones; no logramos evitarlo, y la
ley ha sido promulgada con todo su rigor: a partir de ahora, nadie podr en
nuestro estado facilitar ninguna ayuda ni acoger en su casa. a los negros que
huyan de la esclavitud. El incumplimiento de estas rdenes implica penas muy
severas e incluye, por supuesto, lo mismo a sus partidarios que a quienes hemos
votado contra ella. De modo que, por mucho que nos repugne, no tendremos
ms remedio que obedecerla, Mara.
-Cmo vamos a sportarlo, querido? Estamos a dos pasos de la frontera, y
ya sabes que nuestras convicciones cristianas nos han dictado siempre dar una
parte de lo que afortunadamente nos sobra a quienes llegan aqu desvalidos,
acosados, maltrechos por la injusticia,.
-Lo s, querida; pero recuerda tambin que mi. condicin de senador me.
obliga qtriz ms que a otro ciu~adano cualquiera, y que esta responsabilidad te
alcanza tambin a ti por ser mi esposa.
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-Va a ser muy difcil cumplir tan inhumanas disposiciones! Creo que, por
mi pa:te, no tardar en verme convertida en una delincuente; pien~a qu: lo
contrario me obligara a desobedecer leyes mucho ms altas, a q_ue, m1 con~1en~
cia me reprochara autnticos delitos cuya importancia no me deJana dormir. m
, . , ._
estar en paz co_n Dios.
-Sin embargo, Mara, te agradecer que no me pongas las cosas mas d1fIC1les. Los que hemos votado en contra vamos a ser estrechamente vigilados, y...
Un criado negro pidi en aquel momento permiso para entrar, y se dirigi a
_
-Y si vienen?.Y si llegan hasta aqu? No podrn quitarme a mi hijo? Est
usted segura de ello, seora?
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-Pobre hija ma! El Canad est muy lejos, y tu estado no es el ms indicado para emprender tari tremendo viaje. Primero necesitas descansar, recu_
perar fuerzas, dar un buen respiro a tu pobre hijito...
Una tos tan insistente como poco autntica llam la atencin de la seora
Bird; su esposo le hizo una discreta sea y ambos salieron de la coc,!na mientras
los criados atendan convenientemente a la fugitiva y al pequeo.
-Lo olvid todO"en un momento, Juan! -se excus ella sin dejarle hablar-.
Cmci quieres que tenga en cuenta esa absurda ley a la: vista de un caso
como
t .
ste? Supongo que no me propondrs que abandone a esta pobre mujer y a su
hijo en manos de sus criminales perseguidores! Ni t ni yo seramos capaces
de semejante vileza!
_
-No necesitamos entregarla, Mara, pero tampoco podemos permitirnos el
riesgo de que permanezca con nosotros. Recuerda lo que te dije: -vamos a quedar sometidos a una vigilancia implacable, y na4a nos perjudicara tanto como ...
-Lo s, querido, lo s;_ pero ... se te ocurre alguna soluciu que uu uus obligu a desviarnos de nuestros deberes-ianos ni nos haga incurrir ~n remordimientos?
-En primer lugar, aqu no puede quedarse. Sera demasiado peligroso, una
verdadera provocacin contra la ley.
-No iremos a echarla a la calle, verdad? No te creo capaz de hacerlo!
-TranquilZate}mujer, y tampoco necesitas repetrmelo tanto! Pero tendremos que buscar otra solucin, algo que quede en una especie de trmino
medio. Djame pensar...
_-Tal vez esconderla en alguna parte, Juan?
-Me estaba acordando del viejo Van Tope... Ya sabes cmo opina sobre la
- esclavitud, y las veces que ns ha ayudado en otros casos parecidos. Creo que
. riada le con;iplacer tanto como quebrantar esta ley, y l s que puede permitrselo ... aumi~e ser mejor aconsejarle que no se jacte de ello; a la larga, slo per/.
judicara la posible continuidad de sta y futuras infracciones...
-Eres .un cielo, esposo mo! Y tambin un estratega de primer ovaen!
Me siento orgullosa de ti, te lo juro!
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~.
conmigo. Tenemos. que actuar y callar, comprendes?, ser muy discretos. Habla
con los criados, uno por uno, para que se abstengan a toda costa de comentar el
caso en ninguna parte. Yo preparar mientras tanto el coche y acompaar a
esta mujer y a su hijo hasta la finca de Van Tope.
-Cmo! Ahora, esta misma noche?
-Vamos o no a ayudarla, Mara?
Ella le bes en la mejilla y corri otra vez a la cocina, mientras el senador
suspifaba profundamente al dirigirse hacia las cuadras.
Apuntaba casi la madrugada cuando la seora Bird termin de conferenciar
con la servidumbre y, tras atender abundantemente con ropas, dinero y provisiones a las necesidades de Elisa,. consider que poda pasarla sin remordimientos a la proteccin de otras manos no menos solcitas que las suyas.
-No s cmo agradecerle sus desvelos, seora, as como la bondad y la abnegacin de usted y de su marido. Por nada del. mundo quisiera perjudicarles habiendo llamado a su casa y a sus buenos sentimientos. Por qu no dejan que
vaya yo sola hasta la casa del seor Van Tope? Podran entregarme una carta y ...
-Ser ms seguro si te acompao yo, muchacha, y ten en cuenta que son
siete millas de camino. Vamos, sube y acuesta a tu hijo entre esas mantas que
he preparado! --ofreci el senador acomodndose a su vez en el pescante.
-Adis, Elisa, y que Dios te ayude en tu propsito! No dejes de escrbirnos y de avisarnos si tropiezas con alguna dificultad!
-Lo har, seora, y ... gracias, mil veces gracias!
El senador condujo hbilmente su vehculo por 1tmerarios poco frecuentados y logr llegar a la granja de su amigo sin tener ninguna clase de encuentro
en el camino.
Se trataba de una modesta y agradable construccin levantada en una zona
mtzy arbolada, rodeada a su vez de plantaciones en magnfico estado de desarrol1o y conservacin.
Juan Van Tope haba anticipado espontneamente la abolicin de la esclavitud, renunciando por propia voluntad y conviccin a un sistema que juzg
inhumano y opuesto a los ms elementales principios cristianos. Concedi plena
libertad a los negros que trabajaban para l y que, casi en. su totalidad, permanecieron a su lado como asalariados y cooperadores, y consigui asombrar a
rendimientos de sus
todos sus vecinos obteniendo an mejores provechos
tierras trabajadas as con redoblado afn de superacin.
El senador Bird tom. modlo de aquel ejemplo, aconsejndose a travs de
su iniciador en sus mltiples. aspectos; ello haba establecido una slida amistad
entre aquellos dospioneros de la libertad y !ajusticia.
No es pues de extraar que la llegada del madrugador visitante fuera acogida con sincera alegra por el propietario del lugar, que sali presuroso a la
puerta cuando reconoci al senador.
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problemticas suposiciones, exteriorizaba, para animar a su esposa, una seguridad que en el fondo estaba bastante l~jos de sentir realmente.
-Cudate mucho, Clotilde -deca con voz relativamente firme-, y sigue
educando a nuestros hUos como hasta ahora. No te preocupes por m, que ya
sabr desenvolverme mientras duren las presentes circunstancias. Piensa que,
al fin y al cabo, no har otra cosa sino experim~ntar durante algn tiempo la
misma suerte que desde hace tantos aos vienen soportando miles y miles de
hermanQs nuestros; no ser el primero ni el ltimo, ni mucho menos el nico.
Qu razn hay para temer que no pueda resistirlo como los dems? No pierdas la fe ni la confianza, mujer, y recuerda que nuestros amos seguirn velando
por ti y procurarn resctarme a la primera oportunidad que se les ofrezca ...
-Pero ... Tom, mi querido Tom! No es terrible tener que separarnos ahora, despus de tantos aos de vivir juntos bajo este mismo techo donde han
nacido nuestros hijos? Por qu tuvieron nuestros amos que vend.erte precisamente a ti? Por qu no a otro en tu lugar?
-No fue cosa suya, Clotildc, sino dehcor Haley, que se obstino en llevarme
a m ... y al hijo de Elisa. Qu habr sici& ~a infeliz y vaierosa muchacha?
* * *
fectivainente: bajo el techo de su cabaa hasta entonces apacible, entre
las paredes. de lo que durante tantos aos haba, sido un hogar feliz como rara
excepcin entre las gentes de piel negra, Toni y su esposa Clotilde vivan anonadados sus ,ltimos momentos juntos antes de que un fatal destino les separara
con tant crueldad como .injusticia.
_Tom procuraba mantenerse sereno y conservar su entereza enJm. acontecimiento que jain hubiera podido imaginar; se esforzaba por no perder ta, confianza en las posteriores gestiones y esfuerzos de sus amos. para rescatarle tan
pronto pudieran e, intentando convencerse a s mismo del posible xito de tan
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mucho de Clotilde y de los nios mientras ... mientras dure mi ausencia. Lamento no poder despedirme de Jorge, no pude verle esta maana en la casa.
-Pobre muchacho! Est furioso, decepcionado, y creo que en el fondo nos
acusa por nuestra debilidad. Es difcil hacerle comprender esto a un nio!
Una _voz agria y despechada cort estos comentarios cuando la carreta se
detuvo chirriando frente a la cabaa.
-Tom! Busco a un esclavo que se llama Tom! Es sta su casa? Vamos,
no me hagan esperar!
La seora Shelby fue la primera en asomarse a la puerta y en enfrentarse
con el mercader, decidida a que su presencia mitigara la agresividad evidenciada en la voz que tan brutalmente reclamaba sus derechos de compra.
-Est aqu, seor Haley, lleva ya horas esperndole. Tom es muy obediente
y no le opondr ninguna resistencia. Acurdese de que le respondimos de ello y
que usted, por su parte, nos garantiza dedicarle un buen trato. No lo olvide!
-As lo har, seora, puede contar con mi palabra. Pero tengo mucha prisa,
llevo demasiado tiempo perdido con esa negra y su hijo. Parto en seguida!
Tom abraz a su esposa, se despidi de la seora Shelby y se instal rpidamente en la carreta, decidido a no exasperar ms el hombre que pasaba a ser
supremo juez de su vida y futuro destino.
Mantuvo fija la mirada en su querida cabaa y en las dos figuras de pie en
la puerta hasta que todo fue hacindose pequeo y desapareci finalmente tras
un recodo del camino. Haley fustigaba al caballo y le obligaba a sostener un
difcil trote. El desvenc~jado carricoche se arrastraba y cruja lastimeramente
a cada bache y desigualdad del terreno.
Ello no impidi escuchar el acelerado galope de un caballo que les alcanz
en pocos segundos. Su jinete se atraves en el camino despus de adelantarles,
forzando a Haley a detener su marcha hasta parar completamente.
-Voto al demonio! -se enfureci el traficante~. Qu es lo que sucede
ahora? Pretendes que te atropelle, mozalbete del diablo? No podas buscar
otro camino para dedicarte a tus correras?
-Es Jorge! -exclam Tom desde dentro de la .carreta-. Es el hijo del
seor Shelby! Perdnele, seor Haley. Querr despedirse de m.
-Todava ms despedidas? Estoy harto de tantas delicadezas, demonio!
Jorge Shelby adelant su caballo y se encar con el tratante de esclavos.
-Fjese bien en lo que le digo, seor Haley! -pronunci con voz muy decidida-. Mi padre sabr en todo momento lo que vaya usted haciendo con Tom y
no dejar de enterarse de la clase de trato que le dedique. Recuerde que no
toleraremos un incumplimiento de la palabra que nos dio respecto a su futura
.seguridad! Recurdelo bien, seor Haley !
-No lo olvidar, muchacho, queda tranquilo por este punto -contest el
mercader con chocante sumisin. Y reanud lentamente la marcha.
38
CAPITULO IV
Era la hora de la comida en una confortable hostera al norte del estado de
KentuCky, muy concurrida por estar situada en una ciudad de destacada importancia. Separado del general bullicio del comedor, un caballero se haba sentado en una butaca del saln y pareca esperar a alguien a juzgar por las insistentes miradas que echaba de vez en cuando hacia la puerta giratoria.
-'-Por- supuesto, seor Wilson! Slo que ... tenemos qu ti-atar negocios muy
. importantes y me gustara poder estar a. solas con usted, en un ambiente ms
tranquilo. Tienen ustedes algn reservado o alguna habitacin libre. donde
puedanservi.~os? -pregunt dirigindose al camarero.
40
-Desde luego que s, caballeros! -asegur ste-. Tienen ustedes la bondad de seguirme?
Y les condujo a un saloncito previsto para semejantes casos donde les dej
instalados, despus de enterarse de qu men deseaban.
Tard solamente unos minutos en servrselo todo en un solo viaje y cerr
la puerta al marcharse, prometiendo no importunarles durante todo el tiempo
que les conviniera.
. _-Y aho_ra, caballero ~n;ijij:t= ~ d_ecir Wilson, animado por la llegada de la
connda y picado por crecieme curiosidad-, espero que me informar usted
sobre ...
-i.:n ~omento, por favor -le interrumpi el otro-. Permtame un segundo
nada mas, JUStO el tiempo de lavarme las manos; VU!VO en seguida CQll usted.
Wilsuu uy correr el gua en ef pequeo lavabo contiguo y, tal vez acuci~do
por una doble impaciencia, le pareci que su compaero empleaba .mucho rato
para algo. tan simple; .procur mientras tanto hacer memoria para recordar
dnde habra visto l antes aquel rostro, cuyos rasgos dira que no le eran del
todo desconocidos.
Y adivin de pronto al abrirse Ja puerta del reducido co~partimiento: vestido con la misma ropa con la. que. haba entrado en l, el hombre que se le
haba presentado con el nombre de Butler apareci con la tez cenicienta, y un
semblante muy diferente, del entrevisto hasta entonces.
:--.Jo~ge! ~x~lam so?>rendido Wilson-. Jorge Harris! T por aqu?
'
. Que s1gmfica este disfraz?
S_e trat~ba en efe_cto del marido de Elisa; aos atrs, haba trabajado para
el senor ~Ilson gracias al cual haba adquirido una instruccin y cultura muy
poco comeJites entre los hombres de su raz. Cuando posteriores circunstancias obligaron a Wilson a vender sus tierras y establecerse en la ciudad una
slida amistad haba permanecido entre los dos hombres. El odio de Wilsoii
hacia la esclavifrtd naci justamente cuando el color moreno de la piel de Harris
hizo derivar el destino de ste a progresiv:.s degradaciones, hasta terminar
vindose vendido al mejor postor en un mercado de esclavos.
42
1
1
1
1
LACABANADELTIOTOM
-Firme el paso, malditos monigotes! Arriba el nimo! Os lo levantaremos a latigazos si no lo aparentis por vosotros mismos en suficiente medida!
Vamos, todos al mercado!
.
En un recinto prximo; se proceda a la bestial subasta de cada da. El azar
de las pujas y las .. adjudicaciones separaba caprichosamente a los hijos de los
padres, a la esposa del marido, al hermano de la hermana y hasta al recin
nacido de la desesperada madre.
-Vean
seores' vean qu magnfico lote de recios e infatigables brazos
~
1
'
ofrecemos hoy a las necesidades de sus plantaciones! -vociferaban incansables
los vendedores-. Hombres y mujeres nacidos bajo el sol de los estados del Sur,
acostumbrados a jornadas largas y a raciones cortas! No les importar trabajar .horas y horas, siempre encorvdos sobre la tierra, si les aseguran un puado
de comida un par de veces al da!
.
.
-Te soltar de la cadena si sigues .portndote como hasta ahora, negro -le
prometi al subir a bordo:-. Cuidai-s 1le distribuir las raciones de comida a_ tus
comparos y me responde's de que no me creen problemas, entendidos?
-No pretendo ninguna clase de privilegios, seor Haley -contest Tom-.
Es posible qu~ algn otro los merezca ms que yo.:.
44
* * *
Elisa y su hijo haban podido abandonar mientras tanto la solcita tutela del
seor Van Tope, y tras rehacer sus fuerzas con unos das de reposo y tranquilidad, cumplan otra etapa de su furtivo viaje acogidos a la proteccin de una
excelente familia previamente avisada por el experto y metdico amigo del
senador Bird.
Lo mismo que la de Van Tope, la altruista conducta del seor Wils~:m, ayudando y tranquilizando a Jorge Harris, obedecan tanto a ntimos sentimientos
humanitarios como a su comn pertenencia a la _benemrita secta normeainericana conocida con el nombre de ucuq~eros, eficazmente organizada en defensa de los derechos humanos y operante enemiga de todo lo que fuera violencia o explotacin del hombre por el hombre. Los aunados esfuerzos de unos
y otros haban de lograr una feliz coincidencia en .una etapa ms o menos prevista, el afortunad-0 encuentro de dos itinerarios de fuga. De este modo, proporcionaran un gran alivio a aquellos seres y las ventajas de una acrecentada
moral para la consecucin del compartido objetivo.
La anciana Raquel Halliday era quien tena en aquel moment bajo su cargo a Elisa y a su hijo. Procuraba retenerla en su casa ms das de los que la
fugitiva deseara entretener su marcha, y lo haca con la esperanza de poder
darle de un momento a otro una noticia de capital importancia, cuya confirmacin h<ll>a de proporcionarle un enlace enviado por el seor Wilson.
:-4 frontera del Canad est todava muy lejos, hija ma -;--recordaba una
y otra vez la buena mujer-. Te conviene hacer unos descansos ms completos;
. as Podrs conseguir la reserva de fuerzas necesaria para asegura.rte un razonable xito en un periplo tan largo.
-Mis perseguidores no pueden andar muy lejos, seora Halliday -le opona
por su parte Elisa-. Ya s que aqu no pueden trabajar abiertamente, pero s en
la sombra y con una impunidad myor que la ma. Cada da que pierdo pasivamente: aumenta este peligro, comprndalo.
La anciana estaba a punto de agotar sus argumentos y dotes de persuasin
. para mitigar la ansie~ad de Elisa, cuando alguien le trajo la secreta noticia de
que los invisibles hilos de la organizacin cuquera haran llegar aquel nii!!mo
da a Jorge Harris a la misma ciudad donde permanec_an su mujer y su hijo,
es decir, a la propfa casa de la seora Halliday.
llos das terribles, haba sido lo nico capaz de mantenerla firme y perseverante
en la difcil huida.
-Pero ... est usted segura, completamente segura, seora Halliday? Ser
posible? -se asombraba sin dar crdito a sus odos-. Jorge,' Jorge aqu conmigo y con su hijo, con nuestro, hijo, para seguir el viaje los tres juntos?
-No tardars en comprobarlo, muchacha. No pude decrtelo antes porque
no me habra perdonado un fallo en este caso. Pero ahora ya lo s, las seguridades son tan inmediatas como infalibles.
Efectivamente. Jorge Harris lleg a ltima hora de la tarde, y el encuentro
de los tres acongojados seres emocion vivamente a cuantos lo presenciaron.
-Jams volveremos a separarnos, querida ma! -asegur Jorge haciendo
interminable el doble abrazo con el que encerraba a Elisa y Enrique.
-A partir de ahora me sentir totalmente tranquila, libre de todo peligro,
sin temer continuamente por la suerte de nuestro pobre hijito -suspiraba ella
sin soltarse tampoco del reconfortante refugio de los brazos de su marido.
Jorge Harris no pudo ocultar la sombra de preocupacin que se cerna sobre su frente y consider oportuno prevenir a Elisa.
-Sin embargo, querida, no podemos confiarnos demasiado ~ijo-. Es ms:
piensa que, yendo los tres juntos, nos haremos ms visibles y la presa resultar
ms codiciable. Nuestro viaje sigue as rodeado de redoblados peligros. He
sabido que unos hombres andaban siguindome de cerca. Debemos partir en
seguida, sin prdida de tiempo, Elisa.
* * *
Cogido en el cepo del que Harris y su familia intentaban seguir escapando,
Tom acababa de estrenar la relativa libertad de argollas y cadenas para continuar, rio obstante, sojuzgado por otras invisibles y quiz no menos rigurosas.
Haley no le perda un momento de vista, y cualquier imprudente tentativa
suya habra redundado en terribles castigos capaces de hacerle perder toda
sombra de esperanza para el futuro y, por ende, perjudicado tambin considerablemente a sus compaeros sometidos an al martirio de los frreos eslabones.
El grupo de esclavos encadenados constitua en el barco un espectculo
inevitablemente molesto, que todo el mundo procuraba esquivar y alejar de su
ngulo visual. Tom evitaba por su parte y en todo lo posible que sus compaeros de desventura se yieran todava ms humillados .con la curiosidad pblica,
y se fatigaba haciendo freclientes idas y venidas para atenderles solcitamente.
Haley termin casi desinteresndose de su reducido rebao humano; en
cuanto a Tom, pareca no haber cuidado y caba confiar en que seguira cumpliendo su cometido sin darle mayores problemas.
46
Slo uno de los pasajeros, una nia de unos seis aos de edad, mostraba
singular insistencia en contemplar desde lejos aquel inslito apelotonamiento
.de hombres negros, extraamente privados de movimiento por la slida y breve cadena que los mantena constantemente reunidos.
Era ~ndudable que su inmatura comprensin no lograba explicarse lo chocante de semejante hecho; y 'la curiosidad termin empujndola . a vencei: temores o prudencias para ir ac~rcndose cada vez. ms a los cabizbajos seres .
que formaban un verdadero mul).do aparte entre los pasajeros embarcados en
aquel _vapor ..
Tom la encontr un da interitndo entablar con sus camaradas una conversacin. qU:e. ellos rehuan; asombrados, temie~do sin duda ser objeto de represalias si se atrevan a corresponderle.
.
.. -Qu ests b~scando ah( pequea? -le pre~t cariosamente~. No te
echarn de menos tus padres? Quieres que te acompae a la cubierta superior?
~Por qu? Todo aquello lo tengo ya muy visto: Peds decirme qu clase
de gusto encuentran estos hombres en sujetarse unos en otros con esas cadena,s? No les duelen las manos ni los pies?
.
'-No ... no van as por su gust~, muchacha.
-'-Acaso son tan malos que es necesario atarles? .
-Ninguno de ellos es malo, te lo aseguro. Pero ...
-Entonces .. : no se sienten desgraciados, n les molesta el hierro?
-Mu~ho, hija ma, y de muchas maneras.
-No puede usted ayudarles a quitrselas?
-Yo no soy ms que .otro de ellos,. pequea; mis cadenas ~o se ven, pero
son igualmente pesadas.
-Me llamo Tom; pero todo el mundo me ronoca por cto Tom, y a m
me gustaba orselo decir as. Y t? Cul es tu nombre? Tampoco me lo. has
dicho...
48
'
nada como un pez, tiene un mpetu muy fuera de lo corriente. Y esta zona del ro
es verdaderamente difcil, de las peores que conozco para nadar atravesndolo.
Hay que admitir que el tipo ese tiene tanto valor como resistencia. Aunque
sea un ~egro, voto al diablo!
Casi toda la tripulacin y pasaje estaban ya asomados por la banda de estribor, asistiendo emocionados a la denodada pugna de Tom cont.ra las invisibles
fuerzas que parecan oponerse al logro de su abnegado propsito.
El capitn mand derivar lentamente al navo hacia el lugar donde las dos
cabezas, todava bastante separadas, emergan de las turbulentas aguas, mjentras sus hombres aprestaban un bote y lo suspendan ya en el vaco.
-Dense prisa, por Dios! -grit el padre de Eva-. Corran a salvar a mi
50
CAPITULO V
Docenas de manos se tendieron para recoger el cabo que lanzaron los marineros del bote, y tambin para ayudar a Tom y a la nia a subir otra vez a bordo.
Pero el valeroso negro no tuvo necesidad de tardos auxilios. Y se neg a
que le descargaran del pes del cuerpo de Eva, con el que camin firmemente
por cubierta hasta que. la figura del atribuJado padre acudi corriendo a su
encuentro.
_:_Aqu tiene a su hija, seor -dijo simplemente-. No tema -aadi-: su
corazn late normalmente y ha logrado sostenerse sin tragar demasiaaa agua.
Es comprensible que la primera y ms urgente, casi nica preocupacin,
recayera en prestar los inmediatos cuidados a la pequea Eva. Y que su padre
no pensara en otra cosa que llevrsela corriendo al ms o menos autntico .mdico disponible a bordo para que se hiciera cargo de los P.osibles auxilios. Tambin el hecho de que se tratara d\! una criatlira atrajo a mucha ms gente y despert ms revuelo, sobre todo entre el elemento femenino del pasaje, que form una compacta muralla obstruyendo la puerta de'la precarii enfermera.
La pequea necesit bastantes minutos para volver en s, lo cual fue motivo
de mayor angustia y tambin de acrecentado alivio cuando al fin abri los ojos
y reconoci a su padre.
Hubo despus de todo ello el lgico recuerdo dei salvador, del hombre que
haba arriesgado su vida para hacer posible aquel feliz desenla:nce. Dnde
estaba? Qui~n era? Un negro, uno de los esclavos?
El estupor fue grande cuando se comprob que todos los negros estaban
encadenados. Ninguno de ellos proporcion aclaraciones lo bastante concretas
52
sobre el caso porque previamente, poco minutos antes, Tom les haba pedido
q~e bajo ningn motivo revelaran su personal y exclusiva intervencin en el
salvamento; no pretenda la gloria ni las ventajas para l solo, sino que, caso de
haberlo, deseaba que un posible agradecimiento o recompensa fuera compartido en general por todos los hombres de su grupo, todos esclavos en definitiva.
Aquella extraa resistencia a sealar, no a un culpable, sino a un hombre
qui;, segn todas las trazas, rehua la gloria para permanecer en un incomprensible anonimato, coart singularmente los impulsos de exigencias, clera o imposicin por parte de quienes inquiran y preguntaban, incluido el padre de Eva.
Agustn Santaclara sinti- -el vaco de la decepcin y un vago remordimiento
del que slo pudo sacarle su propia hija. En efecto; repuesta la nia al da siguiente y abandonando la cama, lo primero que hizo fue recorrer el barco de
arriba abajo hasta dar con Tom. Fue as como el escarmentado padre, que no la
dejaba sola ni un instante, pudo identificar al hombre a .quien deb_a la vida de
lo que ms quera en el mundo.
'
'~1
f;
u
!
* * *
Mientras tanto, en el acogedor hogar cuquero de la seora Raquel Halliday,
Jorge Harris y Elisa ultimaban con urgencia los preparativos de una nueva etapa
en su an largo viaje hasta la, para ellos, Tierra Prometida del Canad.
Vigilantes ~jos y odos de la benfica organizacin que les ayudaba haban
dado la voz de alarma: dos hombres haban estado bebiendo ms de la cuenta
en una posada de la ciudad, y la torpeza de sus lenguas haba revelado el motivo de su presencia en la localidad. Los ocupantes de las mesas prximas comprendieron que no haban venido, como pretendan hacer creer, a la compra de
caballos, sino que andaban persiguiendo a una esclava fugitiva de Kentucky,
una negra que hua con su hijo, cuya captura iba a proporcionarles sustanciosos
beneficios.
-No podemos perder ni un momento, Elisa --deca Harris mientras la ayudaba a preparar el modesto equipaje-. Conviene que partamos esta misma noche
y que la pasemos entera en viaje, procurando establecer por lo menos esta distancia entre nosotros y nuestros perseguidores. Y no slo es indispensable conservarla, sino aumentarla todo lo que podamos. Podrs resistir un ritmo semejante, Elisa? Te sientes lo bastante restablecida para intentarlo?
-Seguro, Jorge, no te preocupes por m! Nos relevaremos para llevar al
nio en brazos. No temas, esposo mo: los cuidados de la seora Halliday y su
ayuda moral me han convertido en una mujer nueva, mucho ms ,valiente de lo
que jams fui.
-Bah, no tiene importancia, muchacha! Lstima que no puedas descansar
otra semana, pero menos mal que Samuel va a llegar de un momento a otro con
el coche y la cosa os resultar ms fcil.
-Cmo! -se asombr Harris-. Ha dicho usted un coche, seora Hallida y? Van a prestarnos un coche?
54
-Samuel se inform sobre esos dos hombres que os buscan; parecen tipos
peligrosos y sin escrpulos, y creo recordar que responden a los nombres de
Loker y Marks. Llevan buenos caballos y van armados hasta los dientes. Por
este motivo, os hemos preparado un coche ligero, un animal vigoroso capaz de
competir con cualquier jinete, y... tambin un par de pistolas y municiones. Ya ,
sabis que no somos amigos de armas ni. de violencias, pero en este caso y tratndose de esos malvados ...
Jorge y Elisa abrazaron a sus providenciales amigos, acomodaron a su h~jo
en la trasera del carruaje y partieron en lo ms negro de la noche, perdindose
pronto hacia el norte.
La hora y el momento haban parecido propicios para la furtiva salida; no
haba luna, y las calles estaban tan desiertas como oscuras. Pero los dos hombres contratados por Haley" podan ser tan torpes estando borrachos como diestros en estado lcido, y uno de ellos espi desde s prudente escondite aquel
carruaje que parta en plena noche.
Le fall tiempo para correr a la posada y advr.rtir a r.ompinr.hc:
-Pronto, Loker! Nuestras palomitas pretenden levantar el vuelo! Hay
que apresurarse!
-Qu dices? Han salido ahora, sin esperar a Hatris?
-Creo que la noticia nos lleg con cierto retraso; Loker. lle visto tomar las
riendas a un hombre, mientras ella y el pequeo se instalaban en la caja del
vehculo. Es un coche descubierto, y el hombre que lo gua no es blanco.
-Entonces ... este maldito Harris llevar ya das aqu, escondido a lo mejor
en la misma casa! Hemos sido unos estpidos, Marks! Con lo fcil que habra
sido sorprenderlo~ y m;itar dos ... digo, tres p~jaros con un solo.tiro!
_y buscarnos as complicacion'es con las autoridades locales, verdad? No,
amig, hay que saber discurrir! Qu puede adelantar un carricoche de .mala
muerti:;? Los alcanzaremos sin ningn esfuerzo y entonces, en la soledad de
cualquier camino desierto o en la proteccin de algn bosque tupido; haremos
nuestro trabajo sin testigos inoportunos.
-Pero... no tenemos que entregar la cria~a a Haley~ l nos dijo que ...
-No seas pelmazo, Loker! Una vez hayamos vendid y cobrado a nuestras
piezas, quin nos impide decir que nuestros tres fugitivos nos. opusieron feroz
resistencia y terminaron muriendo todos en la refriega? Es algo tan des.cabellado?
sn
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Levant torpemente su arma, cuyo can brill entre los dbiles reflejos de
la noche estrellada. Harris habra jurado que, caso de atreverse a disparar, el
mismo retroceso del tiro derribara de su silla a aquella parodia de hombre. Permaneci as inmvil y mudo, sin dejar de apuntarle y esperando que el miedo
acabara de vencerle y le alejara de all.
Pero Loker no tard en reaparecer, desandando el camino que llevaba de
ventaja a su compaero.
-Qu demonios haces ah parado? -le increp-. Has visto acaso fantasmas entre los rboles?
-Creo que hay un coche detenido en el mismo borde del bosque, Lokercontest cautamente Marks-. Sera mejor que fueras a echar un vistazo. Yo te
cubrir desde aqu.
-.Ja, ja! -se mof divertido el otro-. Valiente proteccin la tuya, pistolero de agua dulce! Vamos a ver! Por dnde dices que viste algo?
Antes de que Loker pudiera dar un paso, brill un fogonazo seguido de un
estampido desde la direccin indicada y el caballo del gigantn cay como fulminado.
-Es el marido! -aull Loker cayendo de pie en el suelo y esgrimiendo ya su
arma-. A l, muchacho, ya es nuestro! Vamos, muvete de una vez, maldito
cobarde! -apremi dirigindose a Marks-. De nada te valdr tu trampa,
Harris! -aadi-. Te har pagar muy caro este cochino disparo, vas a verlo en
seguida!
Slo pudo avanzar dos o tres metros, porque la segunda bala procedente del
bosque le atraves limpia.mente la mueca y le hizo volar el revlver de la mano.
-Maldito negro! -resoll Loker retorcindose de dolor-. Qu diablos
ests esperando, condenado Marks? Pronto, ad.cale antes de que le perdamos
de vista! Dame tu pistola, mequetrefe!
Pero el tercer disparo de Harris hel la sangre en las venas de Marks, porque la bala casi le quem una oreja en su zumbante paso bajo el ala de su sombrero.
Antes de que hubiera recobrado la respiracin y de que Loker cayera aturdido buscando intilmente. su perdida arma, una sombra enorme se movi en
la confusa oscuridad; hubo un fugaz trasigo de formas humanas,\el seco resta-
llar de un ltigo, y la embestida de una carreta cuyo caballo arrancaba chispas
con sus cascos en las piedras del camino. Marks fue derribado por su montura
que se encabrit violentamente, y una invisible nube de polvo les hizo comprender que el cohe de los fugitivos haba casi pasado. por encima de ellos, perdindose pronto en las tinieblas, tras dejarlos con un caballo menos e foutilizar la
nica mano capaz de detenerles.
-Por todos los diablos! -vociferaba el desesperado Loker-. Estpido;
coba~de, mil veces maldito Marks! Hemos dejado. que nos vencieran, que se
58
* * *
La 'hacienda de los Santaclara era una especie de reverso de la medalla comparada con la de los Shelby. Todo era ail despilfarro e inagotable opulencia,
mantenidos por unas tierras extraordinariamente ricas y por un regimiento de
. esclavos que las atencl,an sin exagerado esfuerzo; La abundancia era el signo
dominante en aquella finca, .y aunque ciertos probleJllas de orden familiar
suma"n al propi~tario en evidente insatisfaccin ntima, tampoco e,ran. tri
graves como para hacer de l un hombre amargado y de carcter desptico ..
El apacible carcter de Tom, su infatigable laboriosidad y el empeo que
inconscientemente pona en administrar juiciosamente cualquier cosa que se
confiara a su cuidado, no trdaron en despertar la admiracin y el afecto de
Agustn Santaclara.
_:_Este negro vale ms oro del que pesa -sola comentar con su prima OfeIia-:-; es verdad que me obligaron a pagar mucho por l, pero ahora comienzo a
. -.considerarl9 barato:
La pequea. Eva estrechaba por su :parte cada vez mayores lazos de amist.ad con el hombre que la haba salvado de perecer- en el ro, y era ella quien.
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-Mis antiguos amos, los seores Shelby, para quienes siguen trabajando mi
esposa y mis hijos y bajo cuya proteccin continan an acogidos, me prometieron rescatarme. tan pronto pudieran contar con los fondos que les faltaron
en el momento de verse obligados a venderme. Tengo que confiar en esta promesa, hija ma, y saber esperar todo el tiempo que Dios disponga.
-Mi padre tiene dinero de sobra, to Tom, y no necesita esperar a que le
paguen para hacer una buena obra .. Yo le convencer, ver usted cmo lo con
m~.
"
1 'I
guisar, lavar la ropa, cuidar a los ms pequeos que yo y a los mayores, atender
a la limpieza de la casa y tambin trabajar en el campo ...
-Caramba con el pequeo prodigio! -se admir Ofelia-. Y, dime -pregunt seguidamente-: cmo van a arreglrselas ellos ahora sin tu ayuda?
-Pues ... no lo s, seora, nada s de ellos desde hace muchos das! Nuestro amo vendi a la mitad de sus esclavos, y a m me toc salir con el lote sobrante. Mi madre me dijo que tena que conformarme y obedecer, pues ste
parece ser el destino de los negros. Es realmente as, seorita Ofelia?
Eva haba presenciado aquella escena y el hecho la impresion profundamente, quiz por tratarse de una nia ms o menos de su edad.
-Cmo es posible -le pregunt al da siguiente a su padre- que una ley
permita disgregar de este modo a una familia? Topsy necesita an los cuidados
de su madre y de su padre, y sus hermanitos la necesitan tambin a ella!
62
'-------------'-l
CAPIWLOVI
.
El implacable paso del tiempo angustiaba a muchas personas en la hacienda
de los Shelby. Los hijos de Tom iban creciendo, y su esposa les vea hacerse
mayores sin la presencia ni apenas el recuerdo vivo y tangible del que haba
sido para ellos un padre ejemplar.
La seora Shelby viva muy de cerca el dramatismo de aquella situacin y
no ~ola dejr pasar mucho tiempo sin recordarle a su marido la promesa que se
hab1an hecho de rescatar a Tom y devolverle al seno de su familia.
-Nada podemo_s hacer todava -replicaba invariablemente Arturo Shelby~;
nuestra economa sigue tan comprometida como siempre, no hay manera de
recoger el dinero necesario para volver a cmprar a Tom.
-Por qu no \'.endemos algunas tierras o una parte del ganado?
----;Todo est hi~o~ecado, querida, puede decirse que. ya no n.os pertenece.
Ademas, por las not1c1as que tenemos, Haley cumpli su palabra: Tom est en
buenas manos, no sufre malos tratos.
-Pero SlJ. mujer y sus hijos lo necesitan! Deja por lo menos que yo me
busque algunos alumnos para dar clases de msica, y ya vers cmo consigo
reunir el dinero! Tenemos que hacer algo de una vez, Arhiro! .
Cuando se .enter del proyecto de la seora Shelby, Clotilde insisti en que
no lo llevara a cabo y aprovech la. ocasin para proponerle otro muchb ms
efectivo que llevaba ya tiempo madurando en su mente.
. -No me atreva a pedrsel, seora Shelby, pero creo que tengo una idea
meJor y que, desde luego, har innecesario que usted tenga que dar lecciones de
piano. Si el seor Shelby me autoriza a d~jar mi servicio durante una tempora64
da, una pastelera de Louisville me ha ofrecido trabajo remunerado para la p;eparacin de golosinas; mi hija Sally. podra colocarse tambin all Y disfrutara
igualmente de una paga ayudndome, pues no le falta destreza. Creo y espero
que no necesitaramos mucho tiempo para ahorrar todo el dinero. que liabra
que pagar por Tom, y regresaramos aqu tan pronto lo tuviramos. Cree usted
que su marido dar su consentimiento, seora?
Arturo Shelby no se neg a la realizacin de aquel proyecto, ya que deseaba
en el. fondo y con toda sinceridad el regreso de Tom y la felicidad de Clotilde,
que le haba visto nacer en aquella gra~ja.
.
La pequea Eva Santaclara ley entusiasmada aquellas noticias a Tom,
sentados ambos en un banco del parque que rodeaba a la casa.'
Las dilaciones del propietario y legal am .de Tom haban dejado transcurrir
dos largos y penosos aos. sin cumplir lo .que habaprometido a su hija! Dos aos
en los que la pesadumbre haba env~jecido al paciente y fiel sirviente; pero veinticuatro meses que haban obrado tambin otra sutil, furtiva y peligrosa transformacin en la salud de Eva.
.,.,-Pero ~~mo puede .enfermar alguieri en un lugar tan sano como esta regin
nuestra, mujer? No comprendes que todo son simples figuraciones tuyas? Ya
sabes que cualqier chica de su edad experimenta unos. trastornos fsicos completamente ~i.!_1:1ales y que carecen por otra parte de ia menor gravedad. Ya
vers qu se~rJta.ta.guapa tendremos en ella dentro de poco tiempo. .
-:-Pues yo si&o opinando que tendra~os que hacerle un reconocimiento muy
a fondo, y Ofelia.:ambin lo cree as. No podmos permitirnos jugar con la salud
de nuestra hija, Agustn. Me prometes llevarla a un buen mdico de la ciudad?
-Bah! Nos dirn que son cosas de la edad, que la dejemos tranquila y que
nosotros somos unos asustadizos.
!''
66
!1.;l
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11
ji
Quieres avisar por favor a Tom? .Dile que tiene que ir inmediatamente a la ofi_
cina de correos. Ests conte~ta, mujer?
Santaclara fue rpido por una vez. Una maana de la siguiente semana re;..
gistr la llegada a la finca de un elegante coche, del que descendieron ceremoniosamente el to de Eva y su primo Enrique, un mozalbete de unos once aos
de edad. Vivan ambos en la ciudad y vestan en cuidada consonancia con su
rango, del que se sentan en extremo celosos al saberse unos de los propietarios
-ms opulentos del estado.
Eva les recibi teniendo como otras tantas veces a Tom como compaa
predilecta, y este hecho no pas desapercibido los recin llegados.
-Hola, querida prima! Qu tal ests? -salud con estudiada cortesa el
soqrino de Santaclara-. Cmo siguen mis tos? Estn ausentes d~ la casa en
este momerito?
Su desaprobadora mirada no se separaba de Tom, al que observaba descaradamente de pies a cabeza.
-Pap y mam os esperan en el saln ~ontest Eva sin demostrar excesiyo
inters por los visitantes-. Venid con nosotros, entrad. Ya recogeremos "luego
el~ui~~
.
-Nosotros? -replic altivamente el muchacho-. Cmo. permites estar
acompaada por este negro, querida prima? No comprendes que el lugar de
los esclavos no puede estar jams al lado de sus seores?
-Tom es diferente! -protest acaloradamente Eva-. Y, adems, primo
Enrique, puedes decirme qu ley cristiana hace alguna clase de distincin entre
personas de piel blanca o negra?
_
-Te juro que no lo entiendo, Eva, y debo decirte que no apruebo tu conducta! Adnde iramos a parar si los blancos no supiramos conservar nuestra
superioridad? Yo...
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-Qu os parece si os lo envo yo? -propuso Alfredo-. Esta tarde regresamos a la ciudad, de .modo que nada me cuesta hablarle del asunto y rogarle que
se traslade hasta aqu quiz maana mismo. Tambin yo lo creo necesario,
Agustn!
El doctor Posey no hizo uso de la alegre y jovial charla con la que sola levantar el nimo de todos sus enfermos tan pronto se pona en contacto con ellos.
Su gesto se hizo preciso, meticulosamente cientfico, cuando empez a auscultar, tomar temperaturas, hacer cautas preguntas y a evitar sistemticamente
que su propia mirada se cruzara con la de la enferma tendida en la cama.
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Guard sus cosas en el maletn sin despegar los labios y se despidi de Eva
con un carioso movimiento del brazo, arrastrando ligeramente los pies cuando
abandon el dormitorio seguido por la angustiada cohorte, qu:! casi no se atreva a preguntar.
-Lo lamento, seores -declar finalmente el galeno-. Me temo que nos encontramos ante un caso grave, decididamente grave. Cmo pudo llegar esta
nia a semejante estado? Qu mdico la ha estado atendiendo?
~No ... ninguno hasta ahora, doctor -balbuce.el padre, horrorizado. Pareci
haber acopio de valor y termin preguntando: -Qu ... qu es lo que tiene nues~
tra hija?
La palabra que pronunci a aquel hombre les dt:i a todos helados. La madre y Ofelia rompieron en incontenibles sollozos, . en tanto que el corazn del
padre se estrechaba. bajo las punzadas del remordiffiiento.
-Tuberculosis? -repeta sin salir de su asombro-. Ha dicho usted tuberculosis? Aqu, en este clima y en esta regin? Est usted bien seguro?
--:-Desgraciadamente, sin la menor duda.
.
.
:._Cunto tiempo cree 'usted que tardar en sanar? Pensbamos ingresarla
en octubre en una escuela de la ciudad, donde...
-Tiempo? Sanar? Escuela? Me parece, seor Santaclara, que no se hace
usted perfecto cargo de la situacin. Su hija.:.
....
El mdico se interrumpi, observando a las do5 desconsoladas mujeres.
-Necesito hablar con usted a solas, caballero -aadi seguidamente.
El padre de Eva le acompa a sti despacho, ,donde permaneci!!ron ambos
encerrados por ms de !fiedi4 hora. Cuando el doctor se retir tras prometer
volver a visitar a la enferma al da siguiente, el rostro de Agust.n: Santaclara
pareca haber envejecido de golpe veinte aos por lo menos..
.
Como si la sbita revelacin ..de. la terrible realidad hubiera dese.ncadenado
sus fatales efectos, la pequea. nfernia se sumi desde aquel d en su mani
fiesto estado de postracin n .e1: que, sin embargo, tena destellos .de sorprendente clarividencia y lucidez. Toro permaneca sentado muchas horas junto a
su cama, animndola todo lo. que buenamente saba o poda y procurando infundirle invencibles deseos de vivir; intua que aquello era el mejor remedio para
la enfermedad de la nia~ aunque no se haca muchas ilusiones sobre su posible
eficacia.
tan graves problemas, .pero no t, que eres solamente una nia toda bondad y
corazn. Tienes que ponerte buena en seguida, y podr ensearte cmo han
crecido los potrillos de la yegua moteada! No temas, sigo cuidando <\e ellos tal
como me encargaste.
Pero Eva le interrumpi para pedirle que llamara al. seor Santaclara; se
senta empeorar por momentos y la apremiaba la necesidad de' v.er su may~r .
deseo convertido en realidad, en firme promesa, cuando menos, de pronta realizacin.
-Tengo que pedirte .una cosa, pap -empez a decir la nia cuando le tuvo
con ella~; se trata de algo que quiz ser el ltimo gusto que puedas conceder .
me en esta vida. Crees que puedes negrmelo?
-No hables as, hija ma! Y no voy a negarte nada, absolutamente nada!
Pdeme lo que ms desees!
.
. . .
.
_:De veras, pap? Me prometes cumplirlo esta ve1: sm dilaciones de nmguna d~se? Podrs hacerlo todaya a tiempo para que yo lo ~ea.antes de morir?
. -T no moriras hija ma! Vers.realizarse lo que me p~das y muchas, muchsimas. cosas ms! Vamos, dime ya de qu se trata!
.
~uiero que devuelvas junto a su familia a muchos seres que fueron injustamente .separados 'de etlas; vendidos como si fuera!l cabezas de ganado. No
puedo soportar la idea de que las cosas queden as, por lo menos en nuestro
hogar, en esta finca donde t y yo hemos vivido.
. -Ah! ('.Te refieres a Tom? Todava sigues empeada en .ello? Recuerdo
desde luego habrtelo prometido hace algn tiempo...
-No algn tiempo, pap, sino mucho tiempo; aos enteros.
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CAPITULO VII
Era evidente que, entre todos los esclavos ocupados en la finca, aquella
incorregible criatura constitua quiz el peor caso de ina<laplacin y rebelda.
. Topsy no _haba desmentido en un pice su. universal aptitud para cualquier
cometido, pero sola aplicar esa virtud con perniciosa constancia ms bien a
demostrar las mil y una formas de psimo comportamiento y a obstruir sistemticamente l~ buena marcha del quehacer domstico.
-Acabo de sorprenderla con unas _tijeras en la mano y destrozando con ellas
mi mejor sombrero! Te explicas con qu .razn o motivo? Maldad, simple
maldad! Y ya no s qu hacer con ella, te lo juro!
Santaclara solt con suavidad la mano de su hija, recogi _asitiendo con la
cabeza la splica expresada en sus ojos encendidos por la fiebre y pas a la habitacin contigua con su prima y la pequea negra.
-Vamos a ver, Topsy -pregunt sin levantar la voz-, si me explicas qu te
indujo a cometer semejante tontera. Qu pretendas ganar u obtener con ello?
:_Nada --contest hoscamente la nia-; nada, seor.
-Nunca se hacen las cosas sin alguna finalidad, aunque a veces nos cuest~
adivinarla a nosotros mismos. Dime, procura recordar: qu te proponas realmente?
-Lo ... lo odiaba, seor.. Era un sombrero horrible,,muy feo:
Ofeli~ enrojeci de ira y, a pesar de su probada paciencia y d.~ }a tOierancia
que sola emplear respecto a. los. negros, tuvo que .hacer vjsibles esfuerzos para
domi1farse y no golpear a la pequea rebelde.
Santaclara suspiro, la contuvo con un gesto y volvi a su interrogatorio.
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-No creo que lo hicieras solamente por esto -insisti-. Te emp~jaba acaso
algn deseo de venganza, algn resentimiento? Sin embargo, l seorita Ofelia
se empea, desde que llegaste a esta ca~a, en reformarte, en hacer de ti una nia
buena y civilizada. -Cmo pudiste corresponderle de un modo tan i~justo, tan
incomprensible.
-Ser porque soy mala, seor, mala sin remedio. Son muchos los que me lo
dicen y repiten.
-Y t qu opinas? Crees que tienen razn?
Ella se encogi de hombros, como si le importara bien poco semt:jante detalle.
-No. sabes que tu absurdo comportamiento te hace merecedora de un castigo? Por qu me obligas a ser severo contigo?
-Esto me preocupa muy poco, seor; estoy acostumbrada a que me peguen.
Los azotes les dan miedo a muchos, pho no a mi.
-De veras? Te parece bien contestar as a la paciencia que demustro con
tu fechora?
La voz de Eva lleg en aquel momento desde su cama:
-Topsy! Ven aqu, Topsy! Dejad que se acerque a mi lado, por favor!
Santaclara puso una mano suave sobre eLhombro de la pequea negra y la
condujo sin empujarla .hacia el lecho donde yada la enferma. Retroredi despus sobre sus pasos y dej solas a las dos muchachas.
-Ven, Topsy, te.lo ruego; sintate un momento a mi lado. Quieres hacerme
compaa? T importa que hablemos un rato!'
Ella volvi a encogerse de hombros, aunque arrastr un poco la silla y obedeci con aparente indiferencia.
-Dime, 'J::opsy; dime la verdad: crees que nadie te quiere en esta casa? Te
parece que nadie se interesa por ti?
-Quin va a quererme, seorita? A m? Quererme am?
_-Yo, por ejemplo. Y tambin mi padre, y la seorita Ofelia. Cmo no te das
cuenta d ello?
-Me resulta muy dificil saber si alguien me quiere, seorita. Jams ni en ninguna part~ hicieron otra cosa que castigarme, que repetirme una y mil veces
que soy una nia. muy mala. Acaso no tenan razn?
-Seguro que no, Topsy; ninguna razn. Puedes creer en mis palabras, porque ellas no proceden solamente de m, sino de una luz que las inspira desde
muy lejos, desde un mundo. que no es este nuestro y donde la verdad resplandece cdn: plena justicia, muy por encima de las desdichas. y erro~es que padecen aqu los hombres y mujeres de todas las razas. Yo te quiero mucho, muchsimo, Topsy, porque s que -eres desgraciada y nadie te comprende en este
mundo. Pero no tardar mucho en irme all, a aquel mundo perfecto de que te
hablaba, y vel~r desde ail y seguir rezando por t, mi buena Topsy.
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-;Yo buena, amita? Se ... ;se refiere usted al cielo cuando dice qu velar
por m desde all? ;Cree que dar resultado?
-No lo dudes ni un instante, Topsy. Pero tienes que prometerme esforzarte
por tu parte, confiar un poco en mi padre y en la seorita Ofelia en otras personas que te quieren; promteme ser buena, dominar tus arrebatos, cumplir y hacer
caso de todos los consejos que el to Tom no deja de darte. ; Lo hars, te esforzars, querida Topsy?
-S, amita, pmmeto intentarlo! Pero ... preferira seguir siendo .mala, seguir mereciendo castigos, y que usted no tuviera que dejarnos ni separarse de
nosotros para ir a aquel lugar donde no podremos verla... No lo haga, seorita, nonos abandone, por favor!
Eva sonri dbilmente y la acarici en la mejilla.
-Ya has empezado a ser buena, Topsy --<lijo-. Vete ahora a buscar a Tom, y
explcale todo lo que hemos hablado y esta respuesta tuya; l te ayudar a comprender mejor, te demostrar que no eres una nia mala, que jams lo fuiste.
Las cosas parecieron .precipitarse despus de tan trascendentales conversaciones. El estado de la pequea empeor visiblemente; respirar era para ella un
martirio, la tos la acometa, sin tregua y las interminables noches se desarrollaban en tristes presagios. El doctor Posey sacuda sombramente la cabeza y no
se atreva a dar ninguna esperanza.
Roda el alma por el remordimiento, culpndose amargamente de descuidos
y negligencias, Santaclara no se separaba un momento de la cabecera de aquella cama donde caba ya solamente esperar el previsible desenlace, el fatal hecho que pusiera, cuando menos, piadoso trmino al sufrimiento estoicamente
soportado por su hija.
La madre de Eva, Ofelia. y el acongojado Tom rondaban como sombras por
el dormitorio y la alcob. contigua, siempre pendientes de cada susurro, movimiento o acceso de tos que les llegaba desde la cama de dolor.
Dos das despus de los hechos anteriormente relatados, Eva sorprendi a
todos con unos instantes de insospechado alivio y extraordinaria lucidez: Pero
ella fue la primera en no interpretarlos como repentina mejora, sino que intuy
extraamente su real significado.
-Presiento un inminente final, pap --<lijo contemplando entristecida el desolado semblante del seor Santaclara que no se apartaba un momento del lecho-.
No ... no quisiera marcharme sin antes ayudarte ... en lo que vas a hacer... en lo
que nos hemos prometido hacer juntos... a nuestra manera ...
-Cllate, hijita, por Dios! No digas estas cosas, no te fatigues hablando!
-Llama a nuestros esclavos, pap, te lo ruego ... Diles que quiero verles a todos antes de ... No me niegues este favor, te lo suplico.
Santaclara volvi la cabeza y su mirada se cruz con la de Tom, que asinti
a la muda orden y corri a reunir a todos sus compaeros.
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i11!
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~
Media hora despus emp.!!zaban a desfilar uno tras otro por el cuarto en
penumbra. Lo hacan sobrecogidos, movindose con torpeza, cuidando en vano
de no hacer ruido y temiendo muchos de ellos -que haban visto nacer a :E.vano poder contenerse y estalar en sollozos all mismo.
La enferrpa logr 'tener para todos. y cada uno alguna sonrisa cariosa, un
gesto de reconoci.miento, una mirada que recordaba tal o cual acontecimiento
compartido con el interesado.
Y fue repitiendo una y otra vez, para que todos lo oyeran y se enteraran, el
anuncio de.nuevo.s, futuros y sensacionales.hechos.
-Os pido .que ayudis a mi padre, que le secundis con toda vuestra fe y
confianza en algo muy grande que va a emprender. Yo no estar aqu para verlo,
no podr compartir vuestra lucha ni vuestros triunfos. Pero espero que mi recuerdo os ayude a perseverar, a no dejaros vencer por las dificultades, a manteneros siempre muy unidos ...
Los hombres parecan no acabar de comprender, rechazaban vagamente el
siniestro presagio contenido en aquellas palabras, obstruan desmaados la
puerta del dormitorio, miraban interrogativamente hacia la vencida figura del
abatido padre.
Y las mujeres, incluida la pequea Topsy, entendan todava menos todo lo
que no se refiriera al hecho de que su joven amita se despeda de ellos, trgicamente llevada por una muerte tan cruel como inesperada.
Nada pudo el ferviente deseo de todos, las oraciones que cada cual formulaba a su manera y con unnime sinceridad; nada la colectiva angustia ni las
ansiosas miradas que, desde fuera, vigilaban la tenue luz en la ventana del dormitoriQ de. la. enferma ni las que, junto al lecho, estaban pendientes del desarrollo de cada minuto y cada segundo en aquella noche s0mbra.
Eva expir silenciosamente antes del alba, cuando una tmida esperanza
apuntaba en los corazones de quienes la acompaaban; pareca haber vencido
las horas peores, y su pecho conoca una inslita tregua: la respiracin se haba
hecho casi tranquila, pausada. Hasta que, ~e pront, los alarmados odos de Ofelia registraron un helado silencio en aquel ritmo qu en realidad se haba extinguido dndoles la impresin de sosiego. Ella la velaba en tales momentos, y
corri a la butaca donde el extenuado padre dormitaba entre negras pesadillas.
-Pronto, Agustn! -llam con desorbitados ojos-:-. Pronto, hay que avisar
al mdico en seguida! Que Tom vaya a buscarle en una carrera!
.
Tom no esper la orden y vol al coche que siempre tena dispuesto durante
aquellas jornadas.. Fustig despiadadamente a los caballos en "el cainino an en
penumbra y tard lo inverosmil en ir y. regresar acompaado del d~or Posey.
Pero ya era tarde. El desconsuelo. y la desesperacin reinaban en toda la
csa, tenan s punto culminante en aquellas dos o tres habitaciones donde tan
vanamente haban pugnado la angustia y la esperanza. Y el semblante de la
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-No demorar ms tu caso, Tom, por lo menos el tuyo! -se obstin sbitamente el enfermo-. Tienes desde este momento absoluta libertad para marcharte, para reunirte de una vez con tu familia. Vete, Tom, vete antes de que sea
demasiado tarde!
Tom le mir fijamente y vacil unos instantes, luchando con encontrados
sentimientos. El afn de volver a abrazar a su esposa y a sus hijos era una dolorosa llaga .siempre abierta en su. corazn, cada da ms sangrante segn se prolongaba aquel martirio. Pero aquel hombre agonizaba sin el consuelo de .una
esposa capaz de hacerle ms soportable el triste desenlace de sus fracasos, y el
recuerdo de l. pequea y tierna Eva adquira en tales momentos una presencia
casi fsica.
-Despus, seor --contest finalmente-. Me ir luego, cuando el seor se encuentre totalmente restablecido. Confiemos mientras tanto en Dios, recordemos
que alguien vela por nosotros desde el cielo. Permtame que le arregle esos almohadones, seor.
Pero la vida de Agustn Santaclara se extingui unos das despus, apagndose como una llama precaria que ardi sin ningn entusiasmo e irradi
apenas calor.
Su prima Ofelia qued sola para simbolizar los restos de aquel ideal sugerido por el buen corazn de Eva y slo considerado con eternos titubeos por el
difunto. Ella estaba bien enterada del ingente proyecto, que decidi mantener
vivo, revalorizar y llevar a buen trmino en memoria de los dos seres a quienes
la muerte impidiera realizarlo en su momento.
No .contaba sin embargo con la enconada oposicin de la viuda de Santaclara, aquella. mujer siempre lejana y egosta que jams supo comprender a su
marido ni lleg a ser una verdadera y cariosa madre para la pequea y desdichada Eva.
La situacin econmica dejada tras de s por Agustn _Santa.clara no era ni
mucho menos comprometida, pero tampoco todo lo desahogada que caba suponer. Es cierto que una prudente administracin poda lograr de. ella aceptables
rendimientos, y Ofelia calcul y demostr de manera fehaciente que tal cosa era
realizable sin impedir. en modo alguno el cumplimiento de la ltima voluntad
tan vehementemente expresada por Eva.
Tom esperaba con discreta impaciencia la llegada de tan ansiado momento.
Nada le una ni retena ya en aquella casa, de la que se llevara el tierno recuerdo de una nia convertida en ngel y del hombre bueno y dbil que no haba
podido sobrevivir a su muerte.
No presion a nadie para acelerar su partida, pero abord un da a Ofelia y
le record sin apremios la promesa que ltimamente haba recibido de su seor.
-Estoy enterada de la oferta que te hizo mi primo, Tom --contest ella-, y no
dudes de que har lo posible para que. se convierta en realidad en el plazo ms
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CAPITULO VIII
La llegada a la hacienda modelo proclamada por Legree confirm tristemente los temores qu embargaban a los desdichados esclavos destindos a
engrosar el contingente de aquel infierno.
Una jaura de enormes perros sali a recibir a la carreta y la rode inmedia
tamente, gruendo y aullando con tremenda ferocidad. Eran unas bestias impresionantes, agresivas, adiestradas indudablemente en la caza del hombre
negro, y su actitud evidenciaba que no solan faltarles ocasiones de practicar
sus aptitudes.
El salvaje Legree estall eii brbaras risotadas cuando vio el terror que reflejaban los semblantes apiados en la carreta.
.
-Ya veis lo que os espera si os vi~ne la mala idea de intentar la fuga! -previno-. Os hago saber que a esos perrazos les cuesta m\lcho soltar.. su presa una
vez la han alcanzado ... y siempre la alcanzan,'desde luego!
No todo terminaba con los perros. Detrs de ellos aparecan un par de capataces mestizos, ambos dotados de temible corpulencia y con una expresin en
su rostro que les haca bastante ~s temibles que los animales de cuatro patas.
Iban. armados con puales y un tremendo ltigo q~e hacan restallar con seco
chasquido,. describiendo silbantes trayectos .por encima de las atemorizadas
cabezas de los recin.llegados.
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de ellos! No tardaris mucho en comprobar que tienen peor genio que los perros.
.Ja, ja! A ver, t -aadi salando a Tom-: salta de la carreta inmediatamente!
Tom vacil slo un segundo antes de obedecer.
-Acostmbrate a ser ms rpido, maldito holgazn! -le chill Legree-.
Esta es la primera y tambin la ltima vez que te aviso, negro del demonio!
Quimbo avanz unos pasos, ya con el ltigo levantado. Pero el amo le detu. vo con un gesto.
-FUate bien 'en mis capataces, Tom! -orden Legree-. Te veo un poco ms
capacitado que el resto de tus malolientes compaeros, y puede que me muestre magnnimo contigo si sabes corresponderme, me obedeces siempre ciegamente y .logras que esa ralea inmunda cumpla con su trabajo. Hasta llegara a
nombrarte ayudante de capataz si no eres lo bastante estpido como para desaprovechar esta ocasin!
Tom no despeg los labios. Se abstuvo de asentir, de desafiar o de demostrar excesiva sumisin, permaneciendo impasible y con sus rasgos desprovistos
de cualquier expresin.
Legree le mir aviesamente de pies a ,cabeza y mascull para s mismo unas
palabras que parecan ms bien decepcionadas.
-Sois un rebao de intiles! -termin rezongando-. Vamos, todo el mundo fuera de las carretas! Dejad vuestras sucias pertenencias en las cuadras y
empezad a trabajar en seguida! Todava os queda media jornada para demostrarme qu dosis de ltigo y puetazos tendr que emplear en domesticaros!
Luego, cuando desfilaban ante l camino de los surcos, muchos tambalendose y tropezando b~jo los efectos d.el miedo y la fatiga del prolongado vi~je,
estall an en acrecentada clera y disgusto.
-Rebao de desperdicios!-les grit airado-.No me hagis arrepentifme de
haberos comprado, canallas! Ya veo que me dt:j endosar un lote de holgazanes, pero os demostrar cmo se convierte a tipos como vosotros en algo capaz
de proporcionar rendimiento! Os juro por Cristo que sudaris sangre si no
aprendis a trabajar como los dems en un par de das! Duro con ellos, vosotros! -recomend dirigindose.a los capataces.
Los ltigos d Sambo y Quimbo cortaron el aire y levantaron remolinos de
polvo a los pies de los rezagados, que no tardaron en recibir los primeros golpes
en plena espalda.
Los dos mulatos parecieron empearse en hacer mritos y querer ganarse
el favor de su amo a costa de los infelices recin llegados. De sol a sol y sin la
menor tregua en las horas ms tri:idas, obligaron a sus nuevas vctimas a
laborar en los campos ms ridos e ingratos; hacindoles acarrear pesadas piedras y desbrozar hirsutas malezas.
Los hombres lograban soportar con mt:ior o peor fortuna aquel trato que ni
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a las bestias sola dedicarse, pero no suceda lo mismo con las mujeres. La mayora de ellas empezaron a dar muestras de extenuacin al cumplirse el tercer
da de tan salvaje rgimen. Tom se multipli-caba para aligerarlas en lo posible de
las tareas ms duras, acudiendo de una a otra.
-Animo! -les susurraba al inclinarse junto a ellas-. Esto no va a durar, es
solamente una prueba bestial para doblegarnos y sometemos a un ritmo que tampoco es norma en los dems. Procura sostenerte, que no se den cuenta de que desfalleces! Te castigaran, te azotaran brutalmente! Deja esta piedra, yo la llevar,
y coge t aquella otra ms pequea! No discutas, ser peor si nos sorprenden!
nos sorprenden!
Pero aquellos generosos manejos de Tom terminaron por advertirlos los
aviesos capataces. Sambo se le acerc sigilosamente por detrs mientras auxiliaba a una de las esclav<;is y le sacudi un furioso latigazo en plena espalda.
-Fuera de aqu, maldito entrometido! -chill-. Vuelve inmediatamente a
tu trabajo y no te metas en lo que no te importa!
Tom tuvo que contenerse para no aplastarle la cabeza con la pi.edra que
tena an al alcance de la mano; hizo un esfuerzo y trag saliva, porque saba
que cualquier rebelda sera duramente castigada, incluso extendida a todos
sus camaradas y particularmente a la mujer que trat de ayudar.
-No sabes que est prohibido intervenir en el trabajo de los otros, perro?
Cuida mejor d<J'hacer el tuyo y deja tranquilos a los dems!
-Esta mujer est a punto de desmayarse -replic sin embargo Tom-. Djala
descansar slo unos minutos y yo har su trabajo y el mo, todo en el mismo
plazo de tiempo.
-A callar, viejo estpido! -se enfureci el otro-. Pretendes acaso darme
lecciones, maldito idiota? Fjate bien en lo que .te digo -anadi blandiendo el
ltigo a dos centmetros de su cara-: si vuelvo a sorprenderte tomando decisiones por tu cuenta, vas a acordarte de m toda tu perra vida! Me oyes?
Procura no olvidarlo, cerdo negro!
Y cerr su amenaza enroscando el mordiente ltigo entre las piernas de
Toni cuando ste se inclinaba para reanudar su trabajo.
Las piadosas penumbras del crepsculo pusieron trmino a la agotadora
jornada, y las vacilantes figuras que haban dejado el aliento sobre los surcos
regresaron arrastrndose hasta los ftidos barracones que se les haba destinado como alojamiento.
Luego que se les hubo distribuido una repugnante bazofia como cena, alguien se present a la puerta del barracn y recorri con la mirada el triste
espectculo de los cuerpos sin apenas nimos de echarse a dormir para aliviar
el infinito cansancio que les dominaba.
-Quin de vosotros se llama Tom? -pregunt la mujer tras haber avanzado
unos pasos.
Se trataba de una negra an joven, algo mejor vestida y conservada que las
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dems ocupadas en la plantacin, de,stinada quiz al servmo domstico o particular del amo.
-Soy yo -contest Tom incorporndose a medias.
Ella camin hacindole seas de que no se levantara y le habl en voz baja
y apremiante.
-Me llamo Cassy y soy una esclava como vosotros; gozo, sin embargo, de
algunos aparentes privilegios de .cuyo origen ms valdr que no hablemos. Sea.
como sea, trabajo en el interior de la casa y me entero de algunas cosas. Qu
ha pasado hoy contigo en los campos?
~No g_ran cosa -contest Tom, reaccionando con cierta cautela-; pretend
ayudar a una mujer que ya no poda con su alma, y uno de los capataces me lo
impidi.
-Quin era? Cul de los dos?
-No lo s; creo que Sambo, me parece que as se llama.
-Poco importa; ambos son igual de salvajes y desalmados. Gurdate de ellos,
Tom, te lo recomiendo. Estn "celosos porque el amo tiene no s qu proyectos
respecto a ti, y ello les hace"temer un menoscabo en sus prebendas.
-Yo no pretendo nada, nada ms que ser como _los otros y recibir el mismo
trato que se dedique a mis compaeros.
final ~e. tus d~as si accedes a cumplir al pie de la letra todo lo que voy a ordenarte
y a exigir de t1. Me escuchas? Me entiendes bien, Tom?
-S, seor.
-Nece.sito que al~ien de toda mi confianza conviva con los esclavos y mantenga los OJOS y los 01dos muy alerta, entiendes? Es mi manera de enterarme
de muchas cosas que de otra forma no llegara a conocer, y tambin el primer ,
paso para que un esclavo pueda aspirar a mejores tratos y se convierta algn
da en capataz.
'
Legree marc una pausa y arrug la frente ante el obstinado silencio mantenido por Tom.
-Sin embargo -continu con foz fra y tajante-, ~xijo ciertas condiciones
en el hombre elegido:. tiene que demostrarme por anticipado una absoluta fidelidad y tambin que es capaz de tratar a los negros como se merecen, es decir
como despreciables esclavos, simple carne de trabajo y de ltigo. Por l tanto:
Tom, en desagra~io a la falta que cometiste el otro da y como prueba de que
pueda fiarme de t1 en el futuro, vas a azotar ahora mismo a esa negra holgazana.
Sambo
prestar su ltigo, que tambin tienes que aprender a manejar para
llegar mas tarde a capataz. Adelante, veamos cmo te portas!
Tom no movi ni un msculo, conserv en su rostro la expres10n ms carente de reacciones que pudo adoptar y esper lo inevitable. Por su parte, la
esclava 11egra intentaba ati;aer su mirada para darle a entender de algn modo
u_ otr~, que acept~ra; an dentro de su terror al escuchar la sentencia de cuya
eecuc10n no hab1a dudado un momento, prefera mil veces recibirla de manos
de Tom que de los salvajes capataces.
-Estoy esperando, Tom! -empez a impacientarse Legree.
. Sambo se m~vi a .un ge~to de su amo y, tomando el ltigo sostenido por
Qmmbo,. lo coloco por la fuena entre los dedos de Toro; retrocedi h.iego unos
pasos e hizo restallar el suyo de un modo harto significativo .
Pero el humillante y cruel instrumento resbal de la mano de Tom y cay
mansamente en el suelo, donde qued como una serpiente inmvil.
La ira encendi hasta el sofoco lasl;.accioncs de Legree.
-Qu d~monios signifi~a esto, maldito bribn? -grit-. Eres idiota? No
me has entendido o pretendes jugarte tu perr.11 vida?
Toro ~e~vi s~. oj,os ,h~sta captar la anhelante mirada de la mujer condena~
da al su~hct~; ad1vm~ ~acdm~nte lo qu~ ella le ~a silenciosamente y hasta
contemplo cenudo el lat1go crudo a sus pies. Pero termin ahogando un profun. . do suspiro en su pecho y se enfrent decidido con la furia de su amo.
-No lo har, S!!or -replic con voz fir~e.
-Qu has dicho? Sers capaz de: ... ?
-No puedo ni sabra nunca pegar a 4na persona incapaz de defenderse, y
mucho menos sin ningn motivo personal.
t:
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---.-Por los clavos de Cristo! -estall Legree, medio asfixiado por un coraje
que le encenda la sangre-. Te voy a matar, canalla! I-Iar que te arranquen
la piel a vergajazos!
Recogi furioso el ltigo del suelo y puso el mango bajo los ojos de Tom.
- Ves esto? Lo ves bien? Acaso ignoras el poder de este cuero?
-:Jams di motivos para ello, seor; por otra parte, tanto el seor Santaclara
como el seor Shelby, mi amo anterior, no necesitaban emplear el ltigo para
ser obedecidos.
-A callar! No me interesa lo que hicieran tus blandengues amos! Ambos
terminaron arruinados, no? No ser ste mi caso!
-Por ltima vez! -insisti todava Legree-. Te decides a obecerme? S
o no?
T om se sec la cara con el revs de la mano y neg una vez ms con la cabeza.
-Es intil, seor -repiti-; no lo har.
La exasperacin de Legree se hizo delirante, fuera de toda medida humana.
-No vas a quedarte con esto! -grit con voz entrecortada por la ira-.
Necesitas ms, mucho ms!
Se volvi hacia sus capataces y, olvidndose de la negra que temblaba como
una hoja y apenas se sostena en pie, les orden:
__:.Enseadle lo que significa desobedecer una orden de Simn Legree!
Los dos mestizos no esperaban otra cosa mejor. Se lanzaron sobre Tom y,
tras levantarle del suelo le empujaron hasta un rincn donde una recia cuerda
colgaba del techo. Le amarraron las manos al nudo corredizo que la remataba.
-Conque pretendes ser de los duros eh ?-se enfureca Legree-. Peor para ti!
T om perdi el conocimiento antes de que hubieran podido arrancarle una
rendicin. Despert en su camastro sintiendo arderle horriblemente la espalda,
pero cuando intent moverse comprendi que tambin los huesos de sus brazos y hombros haban sido brbaramente castigados.
Sus compaeros no se atrevan a auxiliar!~. Intuan que alguien en el barracn cumplira la srdida .Y obligada misin de espa, y teman se.r objeto de feroces represalias si se les identificaba en tan caritativo acto.
Sin embargo, una figura de mujer volvi a penetrar eri el barracn y se dirigi resueltamente hacia Toro. Era Cassy, provista de un tarro de ungento y de
una humeante taza con caldo que traa de la cocina.
-Sintate, Tom, intntalo poco a poco -dijo-. Y bebe esto lentamente, mientras yo te curo las heridas de la espalda.
Tom obedeci con dificultad, sorbiendo el caldo a pequeos sorbos y experimentando un inmenso alivio cuando los cautos dedos de la negra iban extendiendo el blsamo sobre la martirizada piel del dorso.
-Gracias, Cassy, te lo agradezco de veras -suspir empezando a respirar con
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I'
LACABANADEL TIOTOM
mayor facilidad-:-. Pero ... no ser peligroso para ti ayudarme de este modo?
Por qu lo haces, Cassy? Vete antes de que te descubran!
-No hay cuidado, Tom; nadie se meter conmigo, al menos por ahora. Y _te
ayudo porque, a pesar de mis pequeos y ms bien aparentes privilegios, no dejo
de ser aqu una esclava ms, sometida por otra parte a humillaciones y tormentos no menores que los vuestros.
Termin de curarle la espalda y le sostuvo la taza mientras apuraba el resto
del reconfortante brebaje.
-Te sientes mejor ahora? -inquiri.
.
-S, mucho mejor --contest Toro recostndose contra la pared-. El seor
Legree quera obligarme a ...
-Lo s, Tom; estoy enterada, todos estamos enterados. Pero no debiste
cometer semejante imprudencia; habtan .podido matarte, son lo bastante salvajes para esto y mucho ms. Nuestro amo goza una merecida fama de cruel-
-Sigue, explcame qu sucedi despus -le pidi suavemente Tom, rememorando a su vez con puniante dolor la querida cabaa junto al bosque y el
clido hogar que haba forjado all.
-Nuestro amo muri repentinamente -prosigui ella-, vctima de un accidente. La finca pas a depender de un primo lejano suyo, un hombre que viva
en la ciudad y verta el dinero a manos llenas en las mesas de juego. Qu podan importarle a l las tierras y los esclavos dedicados a su cultivo? Lo perdi
tdo en una apuesta, en un tugurio donde quienes le ganaron eran tan viciosos
como _l, vctimas asimismo de tan terrible vicio. El caso fue que, en menos de
una semana, vimos derrumbarse todo lo que era nuestra vida y nuestra supuesta seguridad. La finca fue invadida por bandas de traficantes y acreedores que
lo convertan todo en dinero, sin excluir de sus planes especulativos a los desdichados que acabbamos de convertirnos en inconcebible mercanca. Eran
unos cariallas !
-COnuzco a esa clase de individuos, Cassy -record amargamente Tom-,
y s que no tienen entraas ni ningn sentimiento humano.
-Son tambin capaces de los ms crueles refinamientos -continu Cassy-,
y los emplearon a placer con nosotros, con lo qe haba sido mi familia: cada
uno de mis hijos, mi marido y yo fuimos destinados a un comprador diferente,
separados mutuamente del modo ms premeditado, ya que los lazos familiares
son considerados un estorbo para futuras transacciones. Fue horrible, horrible! Creo volverme loca cada vez que mi memoria revive aquel episodio!
-Qu fuede ellos, Cassy? Dnde estn tus hijos y tu marido?
1~sta rq~in.
desobedecerle?
,
-Nadie habra podido azotar a aquella pobre mujer, comprndelo.
-No ests tan seguro, Tom. Cualquiera se embrutece aqu con los malos
tratos y el terror, y se acaba siendo insensible a todo lo que no sea la propia conservacin. As me ocurri a m y suele suceder con todos.
_
-En cambio, ahora te arriesgas ayudndome. No es una contradicdn?
-Toda paciencia tiene un lmite, y la ma tampoco es inagotable. Adems,
me enter de vuestro caso, del tuyo y de todos tus compaeros procedentes de
la granja Santaclara, y me trajo demasiado a la memoria el mo propio. Por esto
os ayudo en lo posible, aunque quiz no debera hacerlo...
--'-Toda buena accin tiene su premo, Cassy. Dios est muy por encima de
nuestras miserias y tend~ en cuenta lo mismo nuestros momentos de debilidad .,
que los de insensato valor, como este tuyo de ahora. _
. ..
-Haca aos que nadie me hablaba de Dios, Tom, muchos a()s. Tantos qe
casi llegu a olvidarle. Cmo recordar cosas tan divinas como ,el amor y la
piedad en este infierno que nos toca vivir? Y, sin eilbargo, mi Vida no fue siempre sta, Tom. Lo mismo que t y algunos pocos fortunados, crec y.me hice
mujer en una plantacin .donde se nos trataba ~orno seres _humanos; nue8tra
vida transcurra plcida y laboriosa, bajo el signo de una seguridad que pareca
inconmovible, eterna. Me cas y conoc la dicha de un m,!lfido bueno y de dos .
hijos. a quienes - poder dedica'r todo nq,estro ainor: Bendeciamos la mesa a_ cada
comida, leamos pasajes de la Biblia por las noches y nos levantbamos al ama:necer con todo el nimo de trabajar para c<;>nservar aquella felicidd que no nos
dejaba desear otra cosa q~e seguir siempre igual.
Cassy se interrumpi un momento, .embargada por la emocin que le produca evocar de tan increbles recuerdos.
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...
-Qu, Cassy?
- Y si tuvieras razn? Y si resultara verdad esta esperanza tuya que
ahora, en nuestra situacin, nos parece slo un sueo ... ?
Cassy fue efectivamente capaz de ver una luz diferente en el amanecer de
la m,i.ana siguiente, y not que senta ms desprecio que miedo hacia su amo
cuando le oy levantarse y rezongar a solas en el descuidado saln que le haca
tambin las veces de despacho.
-Malditos negros! -refunfuaba entre trago y trago-. Ese condenado
Tom estar ahora molido y no podr contar con l para esta jornada en los rastrojos. Siempre acabo perjudicndome a m mismo, demonio!
Cassy entr sin llamar y dej otra botella de whisky encima de la mesa.
Quiz el licor prdigamente servido acabara antes con aquel salvaje, librando
al mundo de tan inmunda alimaa.
-Eh? Qu quieres t, condenada esdava? -gru el malhumorado Legree-. Cmo te atreves a entrar aqu sin pedir. permiso? Acabar mandndote azotar como ayer hice con Tom, idiota!
-Cre que me llamaba o peda algo, seor --contest ella sin inmutarse.
Legree iba a abrumarla con otra sarta de insultos cuando - le interrumpi
la llegada de Sambo.
-Fjese en lo que le arrancamos ayer a aquel esclavo con los latigazos,
seor! Es un fetiche'. -dijo; y le tenda un objeto que brillaba dbilmente al
final de una cadena.
Legree lo tom en sus manos y, al acercarlo a sus ojos ya un poco turbios
por el alcohol, pareci quedar sbitamente sobrecogido.
-Es una medalla, idiota, una medalla de la Virgen! -Su mano temblaba al
sostenerla y estall en extraa clera al no poder ocultar su turbacin-. Fuera!
_Fuera de aqu, maldita canalla! -grit-. Dejadme solo, quitaos de mi vista,
negros inmundos!
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'
1:
CAPITULO IX
Aquel inslito arrebato de Legree obedeca a razones muy recnditas, a turbios y remotos recuerdos relacionados con una poca todava ms remota y
turbia.
Porque, en algn lugar casi olvidado y que. le costara sin. duda .precisar,
aquel hombre embrutecido por la. maldad y el deliberado salvajismo guardaba
una medalla .casi igual a la que Sambo acababa de traerle, y que Tom haba
recibido .a su vez de manos de la dulce Eva Santaclara poco antes de que la nia
falleciera.
Se trataba de un recuerdo de una lejana; olvidada infancia y adolescencia
que todo hombre arrastra tras de s, por mucho que posteriores desviaciones,
vicios y reincidencias revolcndose en las inmundicias de su perven;in le hayan
alejado de ella. El actual Legree no haba podido evitar ser ni~ a su debido
tiempo, poseer una .madre que nada tuvo que ver con el. siniestro camino que
emprendi ms tarde la vida del adulto. Viuda desde muy joven, la pobr~ mujer
se estuvo desviviendo durante aos por su nico hijo, volcando sobre l todo 'el
cario que rebosaba su corazn y no pudo.hacer compartir a otros seres.
.
Pero el muchacho llevaba en s el germen oculto de una ambicin sin escrpulos, el afn de azarosas aventuras. que le .hacan aborrecer las paredes de su
hogai y le convertan .en una carga los cuidados y desvelos de su madre.
Empez a frecuentar los peores tugurios, a tener tratos con las gentes .ms
pervertidas de la ciudad y a destacar entre ellas como un elemento muy cprQmetedor en todo lo que se refiriera. a felonas ms o menos propias de su edad.
La madre se angustiaba lo indecible ante tan alarmantes tendencias; se sucedan
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e incrementaban penosas escenas y disputas en las .que la pobre mujer terminaba llorando amargamente ante el cinismo, el desprecio y la indiferencia de
que el hijo daba prdigas muestras. A consecuencia de un crimen seguido. de
.robo que amenazaba incluir entre sus responsables o cmplices al disoluto
joven, Legree abandon furti~ament<? su hogar y la ciudad, embarcndose una
noche en uno de los vapores fluviales que se dirigan hacia los territorios del
oeste.
Las malas artes aprendidas con falaz provecho en la ciudad se le. demostraron muy tiles en aquel mundo casi sin ley, campo.libre y abonado para cualquier fechora, verdadero paraso. para todo aquel que careciera de escrpulos
y no le importara enriquecerse aunque fuera a costa de expoliar.a los dems.
. Acababa de ganar con sucias tretas la finca donde segua establecido durante este relato, cuando recibi la noticia del fallecimiento de su madre; la pobre anciana haba padecido atroz miseria en los ltimos aos de su vida, amargada todavfa ms por la decepcin y los disgustos padecidos por causa de. su
hijo_ Enviaba como nico recuerdo todo lo que le quedaba: una medalla que
siempre se obstin en que Legree llevara consigo y que ste rechaz sistemticamente.
Desde entonces, .un vago e inconsciente remordimiento asaltaba de vez en
cuando al hombre ya endurecido por la maldad, sobre todo cuando las reac,.
ciones al alc9hol le conducan a sumirse en melanclicas cavilaciones.
-Maldito- Tom, puercos capataces! -maldeca en aquel momento-. Es
que se habran confabulado todos para traerme a la memoria los peores recuerdos, aquellos que ms deseara olvidar y que me h;;1.cen ms dao?
Cassy acuda mientras tanto a la cocina, dispuesta por primera .vez en muchos aos a intentar algo que pudiera cambiar el sombro transcurso de su vida.
Encontr all a Emelina,. la esclava llegada con Tom de la plantacin Santaclara y que haba sido separada de su madre en el ltimo mercado de esclavos
donde fuera vendida.
-Esto no puede seguir as, Emelina! -exclam Cassy-. Tenemos que
encontrar algn modo de terminar con esta situacin!
-Pero, cmo conseguirlo, Cassy? Este territorio queda. muy lejos de cualquier ciudad, niuy apartado de ninguna autoridad a la que podamos acu,dir en
demanda de un poco de piedad o justicia.
-Habr entonces que escapar~ librarnos.de esta ignominia! .
-:-Sera demasiado peligroso. Ya sabes qu el amo nos vigila estrechamente,
que Quimbo y Sambo esperan cualquier ocasin para ensaarse con nosotros y
ganarse as nuevos mritos que acr!!diten su brutalidad y brbara eficacia. .
-Qu podemos arriesgar, Emelina?
PORQUE AQUEL HO~iBRE 8RUTt1l Y SANGU/NARIO,HAB!A TENIDO UNA MADRE DULCE Y CAR!NOSA A OUJEN ABANDONO SIENDO .MUY JOVEN . PARA
ENROLARSE EN UN BlRCO r/ERCldl/TE EN BUSCA DE INCIERTAS AVENTURAS
La inmovilidad de Tom provoc la cada del ltigo, que se enrosc cruelmente alrededor de su cuello.
-~Voy a acabar con tu insolencia o con tu perra vida! Escoge, maldito
negro, que no te queda mucho tiempo!
Y Legree volvi a. levantar el brazo, sintindose arrebatado y medio enloquecido por una furia que le ofuscaba la mente. Fue una mano femenina la que
detuvo su gesto, cerrando firme y decidida sobre el ltigo ya manchado de
sangre.
-No lo haga, seor! .-grit la voz de Cassy. La negra le miraba fijamente,
con un poder persuasivo que, encendido por irresistible autoridad, hizo que el
pasmo superara a la indignacin en el nimo de Legree.
-No se quejaba usted antes de que Tom haca falta en los campos? Qu
va a ganar con matarle? Perdera a un.o de sus mejores braceros ... y tampoco
se habrfa..salido con lasuya!
-Quin te ha pedido tu opinin, bruja del demonio? -refunfu Legree,
bajando, sin embargo, el brazo dispuesto a golpear.
-Djeme usted que vuelva a curarle las heridas a. Tom y le prometo que
maana estar en condiciones de reemprender el trabajo. No ser as mucho
ms prctico para sus intereses?
-Est bien! --;;edi sbitamente. el plantador-. Exijo .que se presente
maana sin falta a su puesto! Pero... ay de l si se atreve a provocarme otra
vez! Juro que sera entonces la ltima~ que le escarmentar de un modo terrible, definitivo! Vmonos! -aijadi dirigindose a sus esbirros-. Dejemos esta
pocilga maloliente y .veamos qu hacen fuera el resto de esta ralea de holgazanes! Por mi vida que les voy a hacer sudar sangre! Malditos, condenados
negros!
La grave amenaza contra la vida de .Tom pareca haberse disipado, o diferido cuando menos por el momento. Porque el peligro era constante. para quienes quedaban condenados a la incertidumbre de aquel infierno, expuestos da
tras da a las brutales veleidades de un amo tan desptico y cruel como impune
en sus salvajes injusticias.
* * *
Esta pesadilla era .lo que Jorge Harris quera evitarse y borrar para siempre en la vida de su mujer e hijo, cuando seguan arrastrando los riesgos de su
aventurada huida siempre hacia el norte. La. providencial ayuda de los cuqueros les haba permitido ir. pasando de uno a otro enlace sin mayores tropiezos,
sobre todo despus de que el certero disparo de Harris pusiera a Lok~r fuera de
combate y acrecentara, hasta inutilizarle,. el crnico miedo dominante en un
individuo tan despreciable como era Marks.
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El acoso de los perseguidores haba sido casi eliminado, pero faltaba ahora
vencer la prueb suprema, ya en la misma lnea fronteriza con el ansiado Canad: tenan que salvar el riguroso control en la ltima etapa, un embarcadero fluvial cuya siguiente escala se cumpla ya en las libres .tierras canadienses. La
v~gi_la_n:ia era ~ll a~ ms rigurosa y estricta contra los negros, como postrera
pos1b1hdad de impedir que un inmenso xodo de brazos tiles dejara las plantaciones sin el cmodo, productivo e injusta recurso de la esclavitud.
Extremando las precauciones en un punto donde las desconfianzas y recelos
no excluan el hogar de ningn residente, _los fugitivos fueron alojados en la
casa de una viuda que habitaba las afueras del poblado. Ciertos informes con~~enciales indicaban que las seas personales de Harris, Elisa y el pequeo Ennque figuraban entre las denuncias de esclavos reclamados como prfugos por
sus antiguos amos, y que estas listas eran severamente cotejadas con todo viajero de color que pretendiera embarcar.
Hubo, as, que recurrir a una radical transformacin en la apariencia externa de los tres fugitivos; una pareja negra con su hijo hubiera llamado imprudentemente la atencin .de las autoridades encargadas: de dar el vis.to bueno a los
permisos de salida, pudiend~ convertir en baldos los esfuerzos y peligros sorteados durante las azarosas etapas .anteriores.
A este efecto, Elisa fue desprovista de sus trenzas y vestida con ropa de
hombre. Los tres se pintaron el rostro de blanco y, provistos de los apropiados
dotumentos ms o menos falsos que les identificaban como residentes en Chicago de paso hacia los estados '.ocCidentales del Canad, se enfrentaron un da
con la dificil revisin en el embarcadero.
.. Fueron unos minutos de peligrosa ten~in, pero la suerte se les mostr propia~. Cuando ~l vapor se despeg de. la orilla y empez' a nav~ar en plena
co.n:ie~te, los Vientos de la libertad empezaron a hinchar sus pulmones con un
alIVIo mmenso y con la casi inconcebible conviccin de que, a pesar de todas las
calamidades y ~ngustias sufridas, estaban al~nzando el premio a los sacrificios pasados.
Fue una sensacin increble, una especie_ de sueo utpio, pisar una tierra
tan igual y al mismo tiempo tan infinitamente distinta a la acabada de abandonar. No podan- dr crdito a lo innecesario_ de s~r acuitndose .o disimulando
!es pareci msica celestial de afable voz de un misionero que. acudi a recibir~
les y, acompandoles a su humilde vivi~nda, les salud con estas palabras.
-Sed ~envenidos al Canad, hermanos.
* * *
En el mismsimo reverso .de la medalla, los_ desdichados esclavos sometidos
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LEGREE DUERME PROFUN
DAMENTE Y TENGO LA LLA
V~ DE SU HABITACION,QUE
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Podan distinguir ahora los gritos de los dos mestizos reuniendo a los perros,
sujetndolos con sus cadenas y azuzando a los ms listos para que sealaran
una pista.
La nica ventaja consista para ellos en la densa oscuridad; pero haba cundido la alarma demasiado pronto y no tenan tiempo de alcanzar el borde .de la
marisma.
-Pronto, no perdamos ms tiempo' Queris que nos pillen aqu a los
tres? Qu ganaramos con ello?
-Pero Tom! Volvamos por lo menos juntos a las cuadras! Tal vez s1 las
rodeamos por detrs ...
-No, Cassy! Deja ya de discutir! Nos veran al acercarnos, o nos oleran
los perros. Vamos, corred!
Tom empuj a las dos mujeres hacia la direccin que les aconsejaba, y
empez, por su p?rte, a moverse en la opuesta con toda la rapidez que le permitan sus abatidas fuerzas.
Todava le lleg la voz de Cassy, intentando disuadirle en el ltimo momento:
-Adivino lo que pretendes, Tom! Vas a sacrificarte deliberadamente, a
servir de cebo para que nosotras nos salvemos! No lo puedo con ... !
El alboroto de los ladridos llen de pronto la noche, adquiriendo un ritmo
frentico que encogi de angustia a muchos corazones en los camastros de las
cuadras destinadas a los esclavos.
-Mis perros han dado con el rastro! -grit Sambo dirigindose a su compaero-. Creo que apuntan hacia los pantanos!
-Los mos tambin! -confirm triunfalmente Quimbo-. Vamos, corramos
hacia all!
Y las tinieblas fueron turbadas por la premura de urgentes pisadas, por el
resollante jadeo de las bestias tirando impacientes de sus cadenas y collares,' por
el dbil fulgor de curvados colmillos vidos de hacer presa.
Tom procuraba conservar la ventaja que llevaba a la jaura, confiando en
que seran sus propias ,huellas las que oleran y seguiran al advertir que marchaban alejndose de la granja; otras que, incomprensiblemente, les devolvieran a las cuadras, seran fcilmente tomadas por rastros dejados durante el ir
y venir del trabajo de la tarde anterior.
Corra encorvado sobre el terreno, pero sin poner mucho cuidado en pisar
sobre la hierba ni aprovechar los charcos de agua para cortar el pas delator.
Saba que terminaran por alcanzarle, y slo deseaba dar tiempo a sus compaeras para que lograran ganar las cuadras sin ser advertidas; caba esperar
que, en la confusin dl momento, podran conseguirlo.
-All! -chill de pronto la voz de Samba-. Delante de nosotros, Quimbo!
He visto a una sombra que corre agachada!
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Lo cierto era que Legree, fsicamente torpe para cualquier esfuerzo o movimiento, se senta atrozmente enfermo aquella maana; ello le enfureca todava ms, sobre todo porque se obstinaba en negarse a s mismo que el. recndito
motivo de semt:jante incapacidad se. deba al invencible y casi supersticioso
temor que haban llegado a inspirarle las inslitas virtudes demostradas por
Tom.
Terminaba de vestirse y procuraba .levantar su nimo con unos brutales
tragos que an le embrutecan ms, cuando Sambo apareci en el umbral de
su puerta.
-Eh? _Qu quieres ahora? -pregunt agriamente Legree-. Habis ...
habis terminado ya?.
-No falta mucho, amo. Pero tiene usted una visita, seor; ha llegado un
joven a caballo que pregunta por usted.
Legree hizo un gesto malhumorado y sali para recibir al inoportuno intruso, dispuesto a quitrselo de encima sin ninguna ceremonia.
-Qu desea usted, joven? -pregunt-. Estoy muy ucupa<lu, <le mudo que ...
-Mi nombre es Shelby, Jorge Shelby -contest el otro sin inmutarse Y. como
si esperara aquellos modales-. Vengo para comprarle a un esclavo llamado Tom,
y le advierto por anticipado que no estoy dispuesto a marcharme sin l. .Fije
usted su precio y le har perder muy poco tiempo. -Cmo! Nada menos que Tom? Valiente negocio va a hacer usted con
ese tipo, joven! Tan malo por lo menos como el mo! Jams tuve a otro tan
rebelde y estpidamente indisciplinado como l, lo juro.
-No importa. ;_Puedo verle?
Por qu no? -ri sarcsticamente Legree; y grit luego sin acompaar
al visitante: -Eh; Sambo, Quimbo! Salid, dejad eso por un momento!
Mire usted, joven: es en aquel barracn; all le encontrar.
Era efectivamente Jorge Shelby, el hijo de los primeros amos de Tom, quien
corra vagamentt: inquieto hacia el punto indicado. El nio se haba convertido
en un joven alto y fuerte, que acababa de perder a su padre y, al hacerse cargo
de la hacienda, no haba parado en sus pesquisas 'hasta poder localizar a Tom.
Pero el corazn.le dio un vuelco en el momento de encontrarle.
-Dios mo! -exclam pugnando entre la indignacin y la piedad-. Qu
han hecho contigo, Tom? Tom, Tom! ~s que no me reconoces? Soy Jorge,
Jorge Shelby! Yo ... ihe venido a buscarte, a llevarte conmigo!
Tom sonri dbilmente e hizo un vago gesto con la man.o.
-Gracias, Jorge... Estoy contento ... te agradez<;o que te hayas acordado de
m.. ..Pero...
-Nos iremos ahora mismo, Tom! Matar el primero que se atreva a impedrhoslo! Te llevar primero a la ciudad y har que te curen, para poder
embarcar luego en ...
-No, no ... es intil, demasiado tarde ... Esto ... esto .es el final, Jorge ... Pero
muero feliz tenindote a mi lado... Dile... dile a Clotilde que cuide mucho de
nuestros hijos ... , que ... que jams pierda la fe en Dios y le ensee a ellos el alivio de esta confianza ... Velars t tambin por ellos, Jorge?
-S, Tom, te lo juro! Pero ...
-Aydales a formarse en la dignidad y la honradez, y... diles que nunca les
olvid, que su recuerdo me ayuda ... me consuela ahora que ...
La voz de Tom se fue extinguiendo hasta convertirse en un murmullo ininteligible. Jorge le tom las mans y las mantuvo entre las suyas hasta que sinti
entre sus dedos la terrible negacin de la muerte.
Haba llegado tarde. Tom, el bondadoso, afable recuerdo de su infancia, el
smbolo de la fidelidad y tambin d las culpas y errores del hombre blanco,
acababa de expirar en sus brazos. Y suceda aquello en el mismo instante en
que, tras largos aos de dilaciones e impedimentos, lograba por fin reunirse con
l para devolverlo a su familia. Y la causa de aquella muerte ...
Jorge Shelby se levant con \tna llama de ira inflamando su frente. Vio a
Legree detenido an en el mismo punto donde le haba dejado, manteniendo un
difcil equilibrio sobre unas piernas que apenas le sostenan y parpadeando
bajo la luz del sol, como si fuera incapaz de la menor reaccin no slo fsica,
sino incluso mental.
Las manos de Jorge se cerraron convulsas sobre las solapas de la chaqueta
de aquel despojo humano y le sacudieron violentamente.
-Qu has hech_o, miserable? -le grit-. Has sido t quien mand azotar
a Tom, abyecto canalla? Eres culpable de crimen, de una salvajada que vas a
pagar muy cara! Te juro que ... !
-'Eh? Qu significa esto, joven loco? Sulteme, djeme en paz! Sambo!
Quimbo!
Los dos mestizos haca rato que estaban observando inquietos a su amo,
ms temerosos por el extrao estado de estpida ausencia que advertan en l
que por las mismas iras a las que ya estaban habituados. La presencia ~(! ~li~l~.
by les impresionaba y prefirieron hacerse el sordo a la llamada de Legree. Qu
iba a ser de ellos si su amo enloqueca o quedaba medio idiotizado por sus crnicas borracheras?
-Bruto, despreciable monstruo! -segua gritando Jorge-. Tu crimen no va
a quedar impune! Har que te ... !
Legree logr desasirse y se tambale desmaadamente al retroceder unos
pasos.
-Vete al diablo, muchacho! -jade-. Fuera de mis tierras y i:io te metas en
mis asuntos! De qu pretendes culparme? Acaso dispones de algn testigo
vlido? jLrgate antes de que te suelte los perros! Fuera!
Jorge Shelby comprendi que, efectivamente, la falta de un testigo blanco
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iba a amparar al criminal en el injusto sistema de las leyes que regan aquellos
estados.
Pero la indignacin que encenda su pecho le hizo saltar sobre Legree,
al que no dio ni tiempo de gritar insistiendo en pedir ayuda. Los puos del joven
martillearon furiosamente el rostro y todo el cuerpo de su adversario, que acab derrumbndose bajo aquella lluvia de golpes.
-Mereceras que te matara, canalla! -le dijo Jorge mientras le agarraba
del cabello para volverle la cabeza-. Dime qu precio quieres ahora por Toro!
Dmelo, maldito! Necesito en_terrarle cristianamente, y lo har lejos de este
infierno que t has creado aqu...
- Llvatelo ! No ... no vendo esclavos muertos No quiero verle, no quiero
saber, nunca ms, nada de Tom!
Shelby solt asqueado a aquel degenerado y orden secamente a los dos
capataces que le ayudaran a enterrar a Tom. Los mestizos obedecieron sumisos,
facilitndole una carreta y cavando ellos mismos la fosa cuando llegaron al pequeo cementerio de un pueblo situado al norte de las tierras de Legree.
Jorge dispuso todo lo necesario para efectuar el sepelio y dejar una digna
sepultura, rematada por una slida cruz de madera. Cuando qued solo en la
paz del sagrado recinto, el joven se arrodill junto a la tumba y, rozando con los
dedos de su mano izquierda la fra aspereza de la piedra, levant la diestra y se
hizo el siguiente juramento:
-Ante Dios que me escucha y sobre la tumba del mejor amigo de mi infancia, juro dedicar toda mi vida y todos mis esfuerzos para conseguir la libertad
de todos los esclavos, injustamente sometidos en este pas que es mi patria y
del que, de otro modo, tendra que avergonzarme. Lo juro!
Antes de que Jorge abandonara la localidad, fue sorprendido por la inesperada visita de dos mujeres negras que procedan de la plantacin donde tan
trgicos hechos acababan de suceder. Cassy y Emelina informaron a Shelby de
que el malvado Legree haba sucumbido por fin, falleciendo la misma noche en
que mandara matar a Tom y vctima seguramente del doble embate de sus excesos alcohlicos y, en no menor grado, de ocultos remordimientos producto de
sus innumerables fechoras y despotismos. Los dos capataces haban huido al
observar que su amo estaba agonizando, temiendo sin duda una venganza de
tantas brutalidades como ste les haba impelido a cometer contra los exasperados esclavos de la plantacin. Ellas haban abandonado su refugio aprovechando esta circunstancia, y pudieron explicarle a Jorge todo lo ocurrido en los
ltimos tiempos, particularmente durante . la funesta noche en que fueron sorprendidos en pleno intento de huida.
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-Llegu demasiado tarde -coment amargamente Jorge-. Me siento culpable, furioso conmigo mismo por no haber sabido ganar aunque slo fueran
unas semanas ...
-No hable usted as, seor Shelby! Piense ms bien que, si nosotras le
debemos la vida a Tom, a usted le deberemos ahora nuestra 'libertad.
Jorge, Emelina y Cassy embarcaban ocho das despus en un vapor fluvial
que proceda del norte. Viajaba entre los pasajeros una mujer ligeramente mulata a la que Shelby reconoci como pariente de Elisa y Harris, y fue ella quien.le
hizo saber qu~ stos y su hijo llevaban ya tiempo en el Canad, libres y trabajando activamente por la libertad de sus hermanos de raza todava sometidos.
Cassy les escuchaba como si oyera hablar de un paraso soado, recordando
una vez ms las reconfortantes esperanzas expresadas por Tom sobre un futuro.
mejor para la raza negra. Ella y la viaj~ra no tardaron en sentirse atradas por
mutua amistad, hasta el punto de que sta acab proponindole que la acompaara al Canad, donde resid~, y se acogiera a su proteccin. ' .
Por su parte, Emelina prefiri aceptar la oferta que le hizo Shelby: quedara a su ~ervicio, ayudara a Clotilde a soportar el golpe que para ella iba a repres~ntar la definitiva ausencia rlr Tom.
.
Los comunes sUfriinientos y los trgicos acontecimientos que juntas aca-.
baban de vivir hicieron muy emocionante la despedida de las dos compaeras
de fuga de Tom.
.
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-Nunca te olvidar, Emelina! --deca Cas~y mientras la, abrazaba en el
muelle del desembarcadero-. T eres ms valiente que yo, puesto que escoges
permanecer entre nuestros hermanos y compartir su an incierto destin~.
-S que no permanecers inactiva, Cassy -le contestaba Emelma-, y que
te unirs con todo tu fervor a los que, en aquella tierra dichosa, se preocupan
. y luchan para mejorar nues~ra suerte. Que Dios te. bendiga y te ayude .en tu
misin!
Segn se iba acercando el momento de su regreso al hogar, ms .dificil _se
le haca a Jorge Shelby imaginar cmo se enfrentara con el amargo fracaso de
su verdadera misin y motivo del viaje que haba emprendido semanas antes.
No se atr.eva a presentarse all con las manos vacas, es decir, sin Tom;
s ha~a apresurado a notificarles _que le haba localizado cuando se enter de
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que estaba en la granja de Legree, pero jams habra supuesto lo que all le
esperaba y, sobre todo, que, por desgracia, llegaba tarde. Cmo decirle a su
madre, la seora Shelby, que tantos aos de espera haban fallado quiz por
slo unas horas? Cmo hacerle comprender a la pobre Clotilde, la esposa de
Tom, que tena que abandonar para siempre toda esperanza de volver a abrazar a su marido? Cmo expresar todo esto, despus de haberse precipitado
ilusamente en anunciarles un xito y un triunfo que acababa de convertrsele
en una tragedia irremediable?
Prefiri demorar unos das su llegada y dar tiempo a que recibieran antes
otra carta, que escribi desde el embarcadero donde se separaron de Cassy.
Notificaba su prximo regreso, expresando con trminos sombros la impresin que le haba pi::oducido visitar tantas plantaciones y ver a tantos esclavos
en psimas 1.:u11<lic.:iu1ies, pero se abstuvo cuidadosamente de dar ninguna noticia aclaratoria sobre Tom y el final de sllii gestiones para rescatarle.: Bastara
esta deliberada omlSln para que su madre comprendiera que algo haba salido
mal? Deducira la terrible verdad y preparara convenientemente a Clotilde?
Tampoco osaba anticiparle a su madre la brutal realidad, pues saba que ello
caera sobre la buena mujer como un rayo y tema que la impresin la afectara
demasiado.
Hizo as una entrada ms bien furtiva en el recinto de su propia casa, acompaado de Emelina y sin atreverse apenas a llamar la puerta. La. seora Shelby
le haba visto llegar a travs de su ventana y sali corriendo a abrazarle; pero
le bast contemplar: segundos despus la cara de su hijo para adivinar la terrible verdad que l se senta incapaz de anunciar.
-Qu ha pa,sado,Jorge?-pregunt~ en voz baja-. No viene Tom... todava?
-No... no vendr, madre. Llegu demasiado tarde.
-Demasiado:.. tarde?.
-Muri en mis brazos, madre. Slo nos cabe este consuelo: haber sido un
alivio en sus ltimos. momentos, recoger sus ltimas palabras, haberle dado una
sepultura digna y cristiana.
-Dios mo! Clotilde... !
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La oan llegar, acompaada por un grupo de antiguos compaeros de Tom
que, al correrse la voz de la llegada de Jorge, acudan presurosos con la esperanza de abrazar a su viejo y paternal amigo .
-Tom! Dnde est Tom? -pregunt Clotilde con angustiado asombro.
Mir a Jorge y a la seora Shelby, vio el dolor reflejado en el rostro de Emelina, y empez a comprender.
Hubo que explicar la triste verdad, que todos escucharon consternados y
con la estoica resignacin de la que slo los negros saban mostrarse capaces.
Los hijos de Tom, ya crecidos y valerosos, se llevaron solcitos a su madre. Momentos despus, desde las construcciones destinadas a los negros, llegaban a
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,(
A PARTIR DE ENTONCE,
LA RAZA NEGRA.QUE HABIA SUFRIDO DURANTE SIGLOS EL PESO IGNOMINIOSO DE LA ESCLAVITUD,
FUE DANDO PRUEBAS DE
UN HEROISMO EXTRAOR. OINARIO Y UN CONSTANTE ESFUERZO DE SUPERACION EN LAS UNIVERSIDADES
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entonces otro aire y viendo hasta diferente la luz del da. Empezaba para ellos
una nueva vida.
* * *
Los hechos y acontec1m1entos narrados en esta historia, los sufrimientos y
anhelos de sus mejores personajes y hasta la perversin de los peores, formaron durante largos aos la penosa trama de una situacin que lleg a trastornar
el destino de muchas generaciones, de millones de hombres y mujeres y. el mismo rumbo de una gran nacin que, olvidando los nobles ideales que haban
inspirado su propio origen, dej que la intolerancia, el despotismo y el afn de
lucro estigmatizaran con una sombra mancha su historia recin iniciada.
Confirmando la sentencia de que la violencia y la injusticia slo conducen a
otras injusticias y violencias, aquellos errores llegaron a provocar una sangrienta guerra fraticida que, a su vez, dej una lamentable estela de rencores e
incomprensiones an no totalmente disipados en nuestra poca actual.
La humanidad suele pagar muy caras sus desviaciones de una ley divina
. que proclama la igualdad entre todos los hombres, sea cual sea su raza o el color
de su piel. Los falsos prejuicios se han demostrado siempre infundados cuando
las partes sometidas -no siempre minora- han podido evidenciar libremente el
mrito de unas virtudes que no se les reconocan.
Los hombres de buena voluntad que lucharon y siguen luchando para que
los altos ideales de justicia, libertad e igualdad lleguen a imperar algn da en
un mundo que todava no es el nuestro, no conocen ficticias fronteras ni discriminaciones vlidas capaces de establecer diferencias ni ~'.!puestas categoras
entre los seres humanos.
Como prueba de lo irrazonable de la marginacin en que se les tena, los
hombres y mujeres de raza negra que, como los de nuestra narracin, fueron
pasando paulatina y penosamente de la esclavitud una casi lograda emancipacin; han sabido dar fehacientes muestras de su capacidad y mritos en nada
inferiores a los del hombre blanco. Ellos y, sobre todo, sus descendientes, crean
ahora otra situacin que, no menos inju8tamente que entonces, vuelve. a ser
tildada por algunos de problema.
Porque su poderosa expansin vital, invade y se desenvuelve arrolladoramente en los mbitos del estudio, el trabajo, la investigacin y el humanismo.
Igual por otra parte, exactamente igual que lo hizo en su propia y correspondiente. oportunidad el supuestamente privilegiado hombre blanco; lo mismo
que lo harn tambin en su momento los de cualquier otra raza, y que, hace
cientos de miles; millones de aos, lograron en su medida los primeros seres en
el alborear de la humanidad primitiva.
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