Tribulaciones de Una Familia Decente
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Tribulaciones de Una Familia Decente
LAS TRIBULACIONES
DE
MARIANO AZUELA
;;
-,
:a:::e -
MI hermano Francisco Jos es poeta. Ha conc udo ya dos obras, Agonas de Mrmol y El Elog o de 14 Inquietud.
Quin como Francisco Jos para encargarse
de El Libro de las Horas Am-argas?
Pero mam dice que yo debo escribir sto.
JI.
Pues bien, 1 s Vzquez Prado, como todas las
familIas dec ntes vemmos a menos desde la revolucin maderista.
"El gobierno del seor
Huerta-se dice en casa-fue slo ensue o ef mero de restauracion, al que en breve habra de S.1ceder la horrenda pesadilla de la revoluc n de
1913, luego el triunfo estupendo de este don Venustiano, y a la postre, como tiro de gra ia, el
desastre de 1a<l finanzas al implantar la doctrina
hacendaria latrofacciosa, "hay que tomar el dlnero de donde se halle".
Un escollo detiene mi pensamiento y hace vacilar mi pluma: los antecedentes de la familia.
Me explicar de una vez por todas: yo no s
opinar; tal facultad si alguna vez la tuve, no encontr ambiente propicio a su desarrollo. En casa jams se ha solicitado mi parecer ni se me
permite tomar parte en conversaciones serias.
Soy el pequeo de la familia y parece que estoy
condenado a ser beb por el resto de mis das. A
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sistemticamente en facciones contrarias, durante nuestras luchas intestinas, han revelado talento
y nobleza de corazn. j Honores, ambiciones, glo..
ria, la vida misma, al servicio del ms excelso
ideal: la familia! Y la familia j claro! gan siempre quienquier que fuere el vencedor".
Archibaldo, novio de mi hermana Lul, bergante sin oficio ni beneficio, observ que, en efecto, los generales Prados eran hroes prototipos
del hogar y mereCan los honores de un monumento.
Si lo dijo con malvola intencin, buen chasco
se ha llevado. Agustinita hizo que el mismo da
vmiera el maestro Canuto, albail de la hacienda,
muy hbil y curioso en mano de obra, y le orden que levantara en el huerto de la casa, a la
sombra de las madreselvas, una estatua de cantera, en memoria de los generales Prados.
Incuestionablemente que nuestro abolengo no
debera ponerse jams en tela de juicio, mxime
cuando es la llave misma de la paz y equilibrio
domsticos. Pap suele olvidarlo y da lugar a escenas tan penosas como la que ocurri pocos meses ha. Breve tiempo tenamos de instalados en
una vieja ca:;ona, en frente del jardn de los Angeles. "Nuestro nuevo domicilio-deca Francisco Jos-nada tiene que envidiar al tugurio ms
miserable del ms pobre de nuestros medieros"
En efecto, ocho maltrechos pilarones de ladrillo,
medio comidos, sostienen un cobertizo que se nos
est viniendo encima de puro apolIllado; tras de
este prtico se abren cuatro ventanucas enanas,
con sus rejas de madera y a guisa de cornisamento unos emplatos triangulares pintados de almagre. En puridad de verdad debo decir, sin embargo, que Agustmita, a la vista del corralito de
UfUI
Famili Decent.e
Jos est encantado de un hallazgo, fuente pres.tigiosa de trabajos ulteriores del ms acabado sa~
bor modernista: asegura que hay vestigios muy
serios de arte colomal en este viejo casern.
Ellos son 108 exigentes. Por lo que a m respec..
tao un poco demasiado perezoso y otro poco de-masiado Ignorante en ciencias y artes, me satisfago con hacer correr el visillo de la sala y contemplar el clido esmalte del jardn y la epuIa rojiza de la iglesia de los Angeles que sobre las altas cimas de Jos arbol~s se recorta en el cielo azul.
Cuando est azul. Porque en septiembre llueve
desde el medio da y a menudo el agua se asienta en una lloVlzna pertinaz.
Bajo un ci~lo de
plumbaglra todo parece envuelto en un manto de
ceniza. Sm embargo, esas mismas tardes abru..,
madoras. benen su cuarto de hora soberbio; eerca
de las se18 ordmarIamente el sol rasga con vio-lencIa las n bes de plomo, una rfaga de lumbre
se tiende en el horIzonte. sirviendo de fondo 1ulmllOSO a los tremulos arabescos de la Alameda, y
expira eomo escarcha de azogue en el empedrado
y en las bancas verdmegras del jarc.ijn.
y bien, una vez a esa hora, agrupados tras los
vidrios. mirando morir la tarde en la plazoleta
desierta. acertaron a pasar dos grandes automviles apretados de carrancistas y mujeres de mal
vivir. todos ebrio'" y haciendo escndalo. Papa
que se haba pasado la semana hundido en un
-desvencijado SIlln de mimbre, la cabeza entre
las manos y sin despegar los labios, se anim de
pronto y vino a la ventana.
-He ahi a 108 fundadores de la aristocracia de
maana !-pronunci desmayadamente,
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III
Tres anos hace ya que salimos de Zacatecas. De
peldao en peldao hemos descendido hasta parar aqu.
Tormentoso da aquel de nuestra precipitada
salida. Dice FrancIsco Jos que para l slo es
comparable con aquel dIa que encontr su primer
ensayo dramtico en '\ersos alejandrinos, un prologo, doce actos y un epIlogo, intitulado l/El Festzn de los Agoniza'/' tes, junto con otros papeles inservibles en el water-closet, adonde haba sido lIe
vado por pap, por una dIstraccin imperdonable.
Yo lo recuerdo tan bien como si lo estuviera
vienf'lo. Mientras nosotros arreglbamos petacas
y belice"" bromeando y riendo con fementido regocijo, Procopio,' contra su carcter y costumbres, recorra el corredor, cabizbajo y abstrado.
Pasaron horas para que se diera cuenta de que
en los preparativos del viaje habamos volteado
la casa al revs. Y pretendiendo seguramente
calmar la excitacin nerviosa de Agustinita, se
acerc a ella y con acento dulce y carioso le dijo:
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semanas.
- Lo que yo no me canso de decirles! Lo oste
bien, Procopio ?-prorrumpi6 Agustinita recobran
do su entereza.
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lB
ya.
-Grac1as-le dije
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V.
Cerca de las cuatro de la tarde comenz a blanquear vagamente en la inmensidad del valle verdinegro algo como la gran salpicadura gris, que poco a poco se fu aclarando a la oblicua luz del sol.
-Mxico !-clam Archibaldo.
Yo, muy emocionado ascend a la ventanilla del
cabuz. El soberbio panorama de la capital iba ya
surgiendo entre la bruma que flotaba sobre l y
lo envolva en inmenso festn de gasa tenue y impalpable. Y comenzaban a destacarse ya los enormes edificios y el casero sin fin cuando Agustinita me oblig a bajar. Estaba en obra de dl"t 'ibuir ordenadamente el equIpaje, a efecto de que
sin precipitaciones, olvidos ni desbarajustes, descendisemos en la estacin.
- Mucho cuidado con los bolsillos !-nos advirti.
Pascual, que es ducho en viajes, aboton de arriba su correcta americana, Francisco Jos di seales de vida: abri los ojos y s~ incorpor. Berta desde ese mismo instante cogi un brazo de
Pascual y no le solt hata que llegamos al hotel.
Agustinita dejaba al cuidado de Procopio todas
las compras hechas en el camino: dos petaquitas
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un instante a otro un auto nos hubiera hecho volar en aicos o que el propio nuestro nos estrellara contra alguna esquina o poste de la luz elctriCa.
Lleg el momento en que embobec del todo. El
ruido de los trenes, el zumbar de los automviles,
los timbres y campanillaz6s, las roncas sirenas,
los grI os de los voceadores de peridicos, todo
acab por hacerme perder ha~ta la nocin de mI
propio yo. " QUlnes son ahora pues-me dijelos Vazquez Prado de Zacatecas? En dnde esta la fma mano enguantada que se alza para saludarno<; cariosamente al paso? Dnde una sola
cabeza se descubre respetuosamente a nuestra
v,ta o alguien se inclma reverentemente?"
j Rostros glaclale."
apticos, desdeosos! ...
Nada!. .. La OdlOsslma metrpoli-!
S, aqu no somos ya mas que una pequesima
gota de agua perdida en la inmensidad del ocano .....
VI.
Nos alojamos er el hotel GiIlow. Slo Pa<;cual
se obs in en hospedarse en el White Rouse, a inmedIaciones de una casa americana donde l dIce que tIene asuntos de mucho intNs.
- j Puros pretextos !-ob<;erv acrementp Agustinita cuando Pascual y Berta nos dejaron -La
verdad es que Pascual procura mantenerse a distancia de nosotros. Quiz tenga razn. Es un
homble bueno, caballeroso y de tan exquisita delicadeza que lo que para cualquiera otro pasara
inadvertido a l le lastima.
Pap hizo el sordo.
Parece que, en efecto, Pascual se resiente de
que Procopio le mantenga a distancia, en cierta
reserva fra y desconfiada, mientras que al pepe-
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cin por el parientillo. Mientras Archibaldo brill con su caudal dilapidandolo a puados, poco o
ningn caso hizo de nosotros, excepcin hecha de
Lul a quien siempre cortej desde pequea.
Pues bien, un da se fu de Zacatecas y por algn tiempo llegaban las noticias de que en Mxico despIlfarraba los restos de su haber heredi
tario. Despus desapareci, nadie se ocupaba ya
de l y bien enterrado lo tenamos, cuando una bue
na tarde se va presentando en casa. Traa el
polvo del camino, las ropas viejas desusadas, la
cara demacrada, encalvecido, una verdadera ruina del Archibaldo que cinco aos antes fuera el
pollo consentido de las nias casaderas del terruo. Que habia recorrido Amrica, que haba sido
periodista, sportman, mozo de hotel, soldado: en
suma que lo mismo haba agotado su cuerpo y su
alma en los goces de la carne y del espritu que
en los dolores del vicio y de la miseria. Naturalmente se le reCIbi secamente y slo por estricta
urbanidad. Pero Procopio leste pap inconcebible! no solo lo acogi con los brazos abiertos, sino
que presa de clida y absurda simpata nos lo meti en la casa.
Se le dl una verdadera recepcin: se improvis un sarao, vinieron jvenes de nuestra mejor
gociedad, se toc, se bail y se destaparon algunas
sidras.
.
Cuando se despidieron los ltimos invitados,
Archibaldo dijo solemnemente:
-ITo Procopio, ahora s lo que es el calor de
un hogar!. ..
Se llev el pauelo a los ojos dizque para enjugar una lgrima. Su voz perdi un momento el
tono de fri volidad que 1e caracteriza:
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VIII.
Me sorprend al ver detenerse el automvil al
voltear una calle y a pap descender en seguida
y mostrarnos el nuevo domicilio, porque no supe
ni en qu momento habamos llegado a la Colonia Roma. El coche habia rodado por las lneas
de acero de una va herida vivamente por los ra-
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IX
Una semana ms como tomos perdidos. La
imaginacin volcnica de Agustinita trabajaba
incesante. Los ms negros presagios pasaban
en tropel de Eumnides por su pE'nsamiento. Un
da Procopio intent6 salir a la calle. Fuera de
s, mam se ech sobre l:
-Hombre de hielo, comprende que no slo expones tu propia vida, sino la de tu esposa y tus
hijos! j Salir ahora de casa es tentar la magnificencia del Seor que nos ha visto con ojos de misericordia !
Una maan Bernab volvi del mercado con
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ms novedades que recaudo. Los bandidos estaban ahorcando en las torres de la Catedral a
todos los seores decentes.
-1 Pascual est perdido !-grit mam dandQ
un alarido que se oy en el palacio de Moctezuma.-Imposible que le hayan perdonado. Es de
tanta representacin r. . .. I Muerto, muerto Pascual! Qu hago yo?
Crueldad humana: hay gentes que hasta para
hacer el bien lastiman. Procopio dijo con torpe
pal"simonia :
-Calma, lindita, calma, qUe Pascual es tan conocido en Mxico como nuestra buena Bernab.
Mam enmudeci, la ira flamgera de sus ojos
fu su respuesta. Entonces los espasmos comenzaron a desviar su rostro y sus miembros a torcerse como los de una gallina acabada de descabezar.
-El ataque!. ...
Me precipit a la recmara en busca del alcohol
y del ter y d de bruces contra Lul Que entr
clamando:
-Aqu est Pascual. Ha bajado de un autom
vil lleno de soldados.
La maquinaria descompuesta de mam se par derrepente por breves instantes.
Luego:
- j Preso!
j Lo traen preso!
i Viene por el re"lcate! Procopio, slvale .... salvan os ! .... Que se
venda la hacienda .... que se empee la mina ...
todo, todo por l .... !
Ni el alcohol, ni el ter, ni las palabras enrgicas de pap, ni los lamentos nuestros hicieron el
efecto que la presencia de Pascual. j Sereno como siempre, sonriente como '3iempre, bondadoso
como siempre, bello como ",lempre! ....
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que tengo a mam y el gran afecto y cuasi veneracin que mi cuado me inspira, en esta ocasln
me distanci mentalmente de ellos. Si no poda
explicarme la asombrosa voltereta de Pascual,
la respuesta que Agustinita di me dej atnito:
- j Procopio, lo que Pascual dice es el Credo, corre, ve en seguida a que te presente con Carranza! j Qu talento y qu perspicacia! Has comprendido que Pascual tiene justsima razn?
Pap se estremeci como potro sorprendido en
un lazo. Y Lul, cual si no se hubiese amamantado en los ms rgidos principios de una familia
educada, exclam con vehemencia:
- y la dignidad? ...
Agustinita la fulmin con su tremenda mirada, en tanto que un halo de ternura emanado de
los ojos de Procopio la mantuvo tirme en su arrogante e irrespetuoso gesto.
Pero, yo no s por qu, en eso par todo. Pascual, sin alterarse dij o :
-No siendo aceptables mis indicaciones me retiro; pero no les ocultar que corren peligro si
permanecen en la colonia.
- Cmo? Qu misterio encierran tus palabras ?-gimi mam consternada
-Lo he dicho muy claro-respondi Papeual ) a
de pie-las familias decentes son las que estn
ms expuestas a los atropellos.
Pascual se retir y Agustinita ahogndose de
clera, orden a Procopio que se apresurara a bus
car otra casa.
- y a dnde podramos ir sin que tropezasemos con ellos?
-A las colonias de la Bolsa o San Julia-terci
con destemplanza Francisco Jos ;-es lgico su-
x
Un pasadizo angosto, interminable, cop luz artificial a las cinco de la tarde; luego un patio hmedo y fro en el fondo de un cubo enorme, agujereado por todos lados de bocas obscuras donde
comenc a bislumbrar cabezas inquietas de mujeres, como palomas en sus nidos; ojazos negros y
pintados como los de las cartulas de los semana-
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bata negra de mariposa, y juntando las cejas para reconcentrar su pensamiento, con esa gracia
peculiar tan suya, comenz un soneto.
- i Qu tal, Pepe, qu tal !-exclam admirado
Pascual.
-Joven-dijo enftico el capitn, es usted un
poeta de indiscutibles facultades; slo que lo encuentro un poquito pesado .... Digo, vamos, que
le falta medio, ambiente. Bsqueme maana a
las siete para llevarlo a una reunin y presentarlo con mis amigos. Bsquenme usted y Lul;
tendr mucho gusto; o si lo prefieren yo mismo
vendr
por ustedes al obscurecer. Ir usted Lu,?
1u.
Pero cuando el capitn volvi el rostro, Lul
haba desaparecido.
Mam coment ms tarde:
"Si este joven consiguiera al menos borrar la
impresin que el perdulario de Archibaldo ha dejado en la nia, yo me" hara un poquito tolerante".
Pero -el parecer de Lul fu otro. Las dos ocasiones que el capitn volvi a mi casa, mi hermana con la inurbanidad ms vituperable, se obstin en no salir ni a saludar siquiera.
XI.
:SIguieron di<;curriendo das y ms das con una
lentitud desesperante. Una maana Luli me llam6 aparte y me dijo:
-Csar, hermano mo, yo me muero aqu. i Sin
aire, sin luz, sin sol! T que eres el consentido de
mam rugale que nos deje salir a la calle una hora siquiera!
-Ests en tus cabales, Lul? Te atrevers
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a poner los pies fuera de casa, viendo como todava van las calles llenas de esta gente sin f ni temor de Dios?
- Te aprendiste tambin la tonada? i Baboso! Ven a la ventana a ver como todo el mundo
va a su negocio tranquilamente.
Ella pudo tener razn; pero no fu eso lo que
me hizo acceder a su ruego, sino la cojera innata
de mi carcter.
Naturalmente la contestacin de Agustinita
fue un no rotundo y una solemne filpica para mi
hermana. Mam es bastante sagaz para comprender que no sera en mi cabeza donde pudiera
caber idea tan peregrina.
Con todo, el demonio que en todo se mete, hizo
que esa misma tarde se realizaran los deseos de
mi hermana.
En esos das el alza de los artculos de primera
necesidad haba alcanzado proporciones alarmantes; debilsimo boceto, a la verdad, del aspectro
del hambre que ahora conocemos tan bien; del
hambre que no sospechamos sino como existencia
hipottica, como reaccin fantstica de los demagogos. Pues bien, mam haba necesitado violentarse al extremo para confesar que en menos
de dos meses se agotaron hasta los ltimos cartones. N o haba para el desayuno de la manana siguiente.
-Debas habrmelo dicho antes. Voven seguida a procurarme dinero-respondi Procopio sin
alterarse.
-Deja. Pascual lo encontrar ms pronto.
Voy a avisarle por telfono.
Procopio tom su sombrero y sali en seguida
sin responder.
Cuando fueron las tres nos alarmamos: papa
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experiment muy nio con Jhonson, un magnfiCO terranova de pap. que a quererlo me habra
devorado de una sola dentellada. Yo meta mis
manecitas entre sus fauce,; hmedas y rojas como el corazn de una sanda y el perrazo lama las
suavemente, hacindome sentir a la vez que el ro
ce de sus agudos y blancos colmillos un vago ca.
losfro.
Refera Lul lo que iba pensando y ella me dijo:
-Cuando vive uno enterrado entre los muros
de esa longaniza que es ahora nuestra casa, lo mas
fCIl del mundo es dejarse rellenar el cerebro de
extravagancias y mentiras. A aUIn has visto
que esos hombres le hayan hecho dallo"t
Pasabamos frente a la igleSIa de San Fernando.
Alborozada de improviso, Lul salud muy efusiva.
-l. Alguna paisana nuestra?
-Paisano, Csar.
-" Paisano? me dije, "entonces Lulu est demasiado expresiva y sto no es bien visto '. Busqu con ahinco a quin sonrea Lul y no pudiendo reparar en rostro conocido alguno, insistj:
- Quin es? .
- j AdIvmamelo !
Entonces pude descubrif a un joven de negra
barba, un tanto desmaado en el vestir, que sonriente y regocijado atravesaba la calle en direccin nuestra.
-Yo quiero conocer esa cara, Lull. ..
Ella solt una carcajada. Ya Archibaldo estaba frente a nosotros, descubierto, saludando
ms radioso que un sol de medio da.
-Como antes te afeitabas ... ahora te desconoc-observ con sequedad.
Intent hacerle comprender mi profundo dis-
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jeres ? ... De pronto se hizo plena luz en mi cerebro y me puse a tiritar. j Un cuartel de yaquis!...
Me llevaron hasta el sagun. Uu charro fornido de aplanchada camisa de calicot, pantalones
abombados de lona blanca, ajustadas polainas negras y un sombrero de petate cuyas alas tocaban
Uno y otro muro del sagun, sali a mi encuentro,
llamndome por mi propio nombre. Por la insolencia de su porte juzgu luego que era uno de los
jefes principales.
-Conoces a este amigo, chamaco ?-me pregunt.
Volv los ojos hacia la persona que me designaba y grit con alegra indecible:
- j Archibaldo!' .. j Archibaldo mi cuado!' ..
Sin sombrero, empapados y revueltos como e~
tropajo los cabellos, la cara de moribundo, Archibaldo se encontraba en medio de una escolta.
- j Fjese, mi general, en que yo he dicho la verdad! Vea que es un buen chico, incapaz de lo que
le atribuyen-dijo Archibaldo.
El bandidazo me vi a la luz del foco del sagun, me mir con rara curiosidad de los pies a
la cabeza y, dndome un puntapi en slva sea la
1arte, me puso con toda felicidad en la calle gruendo:
- j Qu villista ni qu ... tasajos haba de ser
este marica!
- j Bendito sea Dios !-le dije a Archibaldo, luego que estuvo tambin en libertad al lado mo;no sabes las horas trgicas que he vivido!
-Pues todava te falta saber lo principal. Nos
iban a fusilar a los dos. Un complot en los alrededores del cuartel. Te tomaron por villista y
cuando te perdiste y me ocurri preguntar por t
en el cuartel a m tambin me acogotaron. N os
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Tribulacion~s
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XIII
"Dios aprieta, pero no ahorca", dice Agustini-
noche dorm como solo suelo hacerlo cuando estoy resfriado y mamacita, previo vigoroso masaje general, me hace engullir una pcima caliente
de leche con flor de sauco, ciruelas, pasas y amapolas. Al de<pertar al da siguiente me sent en
plena posesin de mi voluntad.
S de entregarme en el silencio de mi habitacin a conferenciar a solas con mi conciencia
atormentada.
i. Cmo habra podido yo vlvir llevando a cuestas la complicidad infame a que me comprometiera en un momento de perfecta inconsciencia o de
absoluta imbecilidad? Mi primer pensamiento
fue, pues, ponerme en obra de enmendar mis yerros. Me incorpor, salt del lecho y fU al lavabo. Una jarra de agua fra borbot sobre mi
nuca, devolvindome mi perfecta lucidez.
"S, pens, yo hablar claro ahora. Primero a
Procopio, porque su sonrisa de anoche la traigo
todava aqu clavada como el aguijn de una avispa, y despus a mamacita, para que tome todas
las providencias que su piedad y su deber le dicten".
Pero no gast fsforo ni saliva siquiera. Los
acontecimientos se presentaron por SI tan favorables a mis deseos, que esa misma maana podla
decir rebozante de alegra el lavabo nter moce tes manus meas.
Al salir de mi habitacin o la "oz de papa.
Hablaba desde su ventana con alguien de la caBe.
-Sube, hombre, sube. Por qu rondas la ca-
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pero mientras no venga Pascual con dinero, podemos amarrarnos bien la tripa.
El tono era acre y tan directa la alusin, que
Procopio, contra sus hlitos y maneras se vi
contreido a explicarse:
-Todo es por culpa ma. Perd la tarde. buscando dinero y he vuelto sin un papelucho para
desayunarnos siquiera. La verdad es que no puedo resolverme a ser vctima indefensa de esos rateros de la Banca, entregndoles la bolsa como al
primer asaltante de encrucijada. No pacere sino que hoy todo el mundo se ha contagiado de
los procedimientos de nuestro ilustre mandatario: la bolsa o la vida!. . .
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tencia ...
-Lo que sucede es que Pascual es un' Maula
digno de la veneracin de tas idiotas.
Pap descarg un tremendo puetazo sobre el
aparador y la vajilla rod con estrpito por el
pavimento.
Procopio se alej paso a paso a la puerta de su
cuarto, que como empujada por recio ventarrn,
al cerrarse hizo retumbar la casa.
Sucedi el ms profundo silencio. Mam estaba como un pan de cera.
,
Con voz ronca y con osada nunca esperada,
Lul dijo:
-1 Pap tiene razn! ...
XIV
Por honor y lustre de nuestra casa, escenas de
esta ndole han sido excepciClnales. Puedo asegurar que una sola vez ocurri algo parecido.
cisco Jos y yo completsemos nuestra instruccin primaria "en cierta universidad de los Estados Unidos. Agustinita, agotados los recursos
que el ingenio y el cario le inspiraran para defendernos de tal atropello, concibi la idea de con
sultar con el seor Obispo. Los resultados fueron decisivos. Mam regres del obispado llena
de bros. Con denuedo tom abiertamente la
ofensiva y as le habl a ?rocopio:
-Querra saber en dnde est la superioridad
de los establecimientos de educacin de los Estados Unidos sobre nuestros colegios de Mxico, como el colegio de los Jesuitas del Saltillo o el de los
mismos padres Maristas de Zacatecas.
Pap crey contestar con sonreir y levantar des
deosamente Jos hombros.
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"Mi padre, el general Prado, era un hombre rudo, pero de muy noble corazn. Cuando Procopio
qued hurfano por el fallecimiento de don Albino Vzquez, hzolo tra.er de su propio peculio de
una universidad de los Estados Unidos en donde
estaba educndose; lo puso inmediatamente al
frente de la hacienda, a los pocos meses administraba todos nuestros intereses y de tal manera supo captarse las simpatas de pap que pronto tuvo acceso a nuestra propia casa no como un empleado, sino como miembro de la propia famIlIa.
El mozo no me caa mal del todo: exquisitamente
atento. respetuoso siempre, me coma con 108
ojos. Nos entendimos. Luego la catstrofe: el
ataque cerebral, la parlisis y la muerte que me
arrebat a pap en menos de una semana. Antes
de cumplir el luto yo daba. mi mano al joven administrador de mis bienes. Cuando abr los ojos
todo se haba consumado. Procopio me resultaba
un chico que no saba hacerse el nudo de la corbata; gustaba de andar en casa siempre en mangas de camisa; se presentaba en traje de calle
en los bailes de etiqueta y era mi sonrojo, por su
atolondramiento a veces, por su despreocupacin
en otras; pero por su desentono siempre en sociedad. y para eso le haban enviado a educar a
educar a San Luis Missouri! ... "
xv
y bien, despus de esta nuestra ltima escena
tormentosa, Procopio tom de pronto una determinacin:
-Acompame a la calle-llam6 a Lul.
Ellos salan y Pascual entraba. Procopio, sin
detenerse apenas le tendi6 la mano.
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do iutado$'.
Al medio da regresaron Procopio y Lul, risueos y parlachines.. Venan de San Angel: eIla.
eon grandes manojos de flores y l con los bolsIllos apretados de billetes. Con asombro pregunt
a. Lul de dnde vena todo aquello. Ella me seal el c.haleco de Procopio; pero yo no descubra
nada extrao en l.
I Portentosa penetracin la de mi cuado! Pap no puso reparo en aceptar los nuevos docum(>ntos. Esa misma tarde los ealz con su firma en
presencia de Pascual, sin despegar los labios.
Con todo, luego que ste se retir, rein en casa
ttrico silencio.
Por la noche, acabando de cenar, pregunt Procopio:
- Qu suman las cantidades entregadas por
Pascual?
Agustinita trajo unas notas, se hizo cuenta de
capital e intereses, y pap coment:
-Vendiendo slo la cadena de mi reloj a un
comerciante que reside en San Angel, he adqui"ido poco ms o menos la mitad de la entrega ltima de Pascual. i La sola cadena de mi reloJ ....
El que tenga odos, oiga!. ...
-Creo-respondi mam con zozobra-que vendiendo una sola de nuestras casas ...
-Bastara para pagar la deuda, entiendo: si
hubiera de pagarse en papel y pudisemos disponer de unos terrones siquiera.
-Pascual me ha asegurado bajo su palabra de
honor que la clusula referente a la especie de
moneda es slo una frmula comercial de mero
estilo.
Pap se retir sonriendo amargamente y mam, temerosa tal vez de que se repitiera la escp-
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siempre que me he propuesto a inquirir con propias observaciones no he podido menos que ratificar su aserto.
-Payito tiene bienes races. Nuestra residencia est en la Colonia Roma; pero tenernos una
quinta en Coyoacn, es nuestra la hacienda del
Tecolote en Morelos y tenernos muchas acciones
mineras en Pachuca. Tenernos seis automviles.
Pensarnos irnos a vivir a la Habana hasta que
regrese a Mxico la gente honrada. Ahora lo
adivinan todo?
- N os habr tornado por alguna partida de
hngaros ?-exclam Archibaldo muy cerca de
Lul. Mi hermana se llev las manos a la boca
para contener la risa; pero mam, que ante todo
tiene educacin les reprendi con severa mirada.
Lejos de turbarse la seora de Tabardillo, prosigui cada vez ms animosa:
-Pues s, yo soy Aurora Caloca de Tabardillo.
Usted y yo somos de la misma edad, Agustinita.
En el colegio nos tutebamos.
Luego sigui dando detallE's nfimos de la familia y acab por convencernos de la veracidad de
SUfi palabras.
-Tengo una memoria feliz j pero como nunca
reparo en la servidumbre, no podra afirmar si
ese hombre (sealando despectivamente a Archibaldo) formaba ya parte de la servidumbre de
ustedes entonces.
Nos mordimos los labios para no reir. "Ahora
te has encontrado la horma de tu zapato" me dije yo con regocijo. Lul estaba muy encendida
y Archibaldo, que es maestro de su lengua, se dispona a responderle, cuando una mirada seversima de Agustinita le oblig a guardar silencio.
Es imposible coger el hilo de la conversaCin.
82 Las Tribulaciones de
UfU!
Iromilia Decente
La seora de Taba.rdillo es un -torrente qe- palabr&So. Parece que a veces ha.bla en se.Fio, a v~
ces creo que nos toma el pelo. Que Payito es el
gran marid(); un m~elo de -esposo.; un caballero
decente de todos modos. Y ah -encaja el Fbol
genealgico de su familia con ms ramas que un
huizache. Poca a poco su charla me arrulla, en-"
trecerrndose mis ojos, mi cabeza pierde el equilibrio, msculos y coyunturas flotan en el deleite
precursor de la inconciencia. Cuando la mirada
de mam, austero tratado de Carreo, logra atravezar mis prpados de plomo., despierto asustado
y no s si han pasado horas o minutos. Hago un
esfuerzo de titn y atiendo:
-El cielo no ha querido bendecir nuestra unin
con un querubincito; por tanto, nuestras ilusiones se reducen a esperar la vejez e "ir a la sepultura como el montn de trigo cegado a tiempo".
Profundamente sorprendida, mam vuelve su
rostro, levanta sus cejas en arco gtico y aprueba
la lgrima que brilla en, las escasas pestaas de
la seora de Tabardillo,
-Por supuesto-solloza sta-que de nuestra
fortuna no disfrutamos ahora un solo centavo.
N o tenemos ms recursos que los del peridico:
estoy encargada de la seccin de damas de un
gran diario de la maana.
.
Se inclina al odo de mam y en voz muy baja:
-Lo mismo que a ltstedes, a nosotros todo nos
lo han arrebatado los bandidos de Carranza ....
Mam dulcifica ms an su rostro; desbordante de piedad toma una de las manos de la seora
de Tabardillo y la estrecha efusivamente entre
las suyas.
1
~Si les digo qUe Payito y yo no teRemos: ahora ni segunda camisa. no me lo creern
u
Biblioteca de EL MUNDO
83
XVI
-Les traigo una gran noticia; los bandidos de
estn en priparativos de viaje: no se
van, los echan. El general VIlla y los federales
vienen ya en camino.
La seora de Tabardillo, no obstante el abrigo
color de rata. y el sombrero de plumas de guaJolote estaba sublime.
-S, seora, antes de una semana Mxico estar limpio de esta sarna.
Desbordante de alegra mam se precipito hacia la alcoba de Procopio ya remolque lo trajo a
la sala.
-1 Ah, picaruelo, cmo me has estado ocultando
la verdad! 1Con razn te obstinaste en no Ir a
presentar tus respetos a Cal'ranza ni a Obregon!
1M sica callada! Te lo perdono porque adl\' ino
lo limpio de tus intenciones: has querido devol
verme la felicidad con la ms agradable sorvre'!a.
Estupefacto, Procopio miraba a mam de hito
-en bito.
-Si, lo s todo por esta amIguita y paIsana
nuestra que voy a tener et gusto de pr~.entar e ..
-~ N o comprendo una palabra!
-r No sabes que el generaL Villa con todo! los
Carran~a
Biblioteca de EL MUNDO
85
ban de la calle. A la verdad, nuestros odos estaban ya habituados al vocero de los trasnochadores que, de regreso, golpeaban la puerta como salvajes; tampoco lograban despertarnos ya los gritos, carcajadas, insolencias y disparos de los carrancistas que merodeaban por las calles. Los
ruidos de esa noche eran diferentes: voces discretas, rumorosas; pasos sigilosos de multitudes en
movimiento; un tropelo sordo como de caballera en formacin. Automviles iban y venan sm
cesar; de tarde en tarde algunos se detenan breves momentos; escuchbanse voces de mando, luego el estrepitoso traqueteo del motor y el coche
que se alejaban en seguida a toda velocidad.
- j Son ellos los que se van !-haba exclamado
desde el primer instante Agustinita, dando diente con diente de pura alegra.
Aquel ajetreo dur hasta la madrugada, y entonces nos quedamos profundamente dormidos.
Rudos golpes en la pue~a de nuestra vivienda
nos despertaron ya en pleno da. Mam se incorpor en la cama medio dormida an y me dijo
llena de miedo:
-Ve con Procopio: que no abra el sagun sin
salir con su revlv,,;r preparado.
Yo me dispare hacia la alcoba inmediata, donde
pap, ya de pie,iea trarlquilamente, a la luz que
entraba por la ventana entreabierta. un diario de
la maana.
-Dile a tu mam que puede seguir durmiendo:
he conocido la voz de su amiga la. Tabardillo.
En efecto, luego que abrimos la puerta entr
la pequea dama, arrestrando su sayo capuchino,
las manos en alto y a grito abierto:
- j Albricias! ... albricias! ...
-S-respondi mam-; los hemos odo ano-
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88
dos a la seora de Tabardillo salieron como volando de la bolsita de mano de mam, sin que ella,
loca de alegra, se diera cuenta de ello.
XVII
"De Dios est que en el mundo no haya dicha
cabal", dice Agustinita. En efecto, nuestro gozo
se fu al pozo. Quin lo hubiera credo? Apenas dejaba la casa la seora de Tabardillo, entraron sofocados Pascual y Berta. El a mal vestir;
ella con los ojos enardecidos.
-Venimos a decirles adi-dijo Pascual.
-Dentro de dos horas habremos tomado ya el
ltimo tren que parte para Veracruz-solloz
Berta.
atnita.
-Nos vamos con el Primer Jefe.
- Quin es ese? ..
-El seor Carranza ....
"El seor Carranza" en los labios de Pascual
me hizo igual efecto que "el seor Villa" en los
de mam.
Quise dudar de la intensidad de mi espritu.
Mas no, no me equivocaba, porque Procopio entendi lo mismo.
-1 Bah-exclam-ahora se restablece el equilibrio! Pascual cartancista; Agustinita vi1Iista.
j Que todo redunde en bien de la familia!
Pascual se mordi los labios y Agustinita hizo
la sorda.
- Cmo es posible que ustedes hagan causa
comn con los bandidos, Pascual?
Mi cuado repiti que debido a las gestiones
que hiciera para proveernos de fondos, haba con-
Biblioteca de EL MUNDO
89
trado relaciones con muchos altos jefes del constitucionalismo y que en todo Mxico se le haba
visto siempre con ellos, por lo que estaba expuesto si permaneca en la capital a ser vctima del
troglodita Doroteo Arango.
- y ese otro quin es ?-pregunt Agustinita
desconcertada.
-Un bandido que se hace pasar con el nombre
del famoso guerrillero Francisco Villa.
- Yeso qu me importa a m? La verdad es
que yo s de muy buen origen que su gente viene
dando seguridades a todo el mundo, que devuelve
las propiedades que se han robado los carrancistas y que ha prometido respeto-a los sacerdotes y
a la religin.
-Si triunfan ellos regresar tan pronto como
hayan garantas-dijo Pascual en voz muy baJa;
pero si nosotros triunfamos, antes de dos semanas
estar aqu de vuelta y toda la influencia que entonces haya ganado ser en beneficio de ustedes.
Entonces sac paquetes de papel moneda de todos sus bolsillos y contados los puso en manos de
Agustinita.
-Aqu tiene. _. por si nuestra ausencia fuera
larga.
-Que se te extienda el documento respectivo.
-Ya saben que de ustedes no necesito documentos; este dinero es mo, tan mo como lo es de ustedes.
AguBtillita que en magnanimidad no se deja tomar jams la delantera, pidi que en el acto mismo se extendiera un pagar por veinte ,mil pesos
en plata fuerte u oro nacional.
-Si-aplaudi Francisco Jos, a quien conmueve hondamente toda atencin y gesto bellos-ser
apenas un acto de justicia elemental.
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ne
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XVIII
Francisco Jos pleg el ceo, y como en ese moJl'lento acertramos a pasar cerca de una rumosa
arquera. se detuvo bruscamente y me llam:
-1 C'sar, ven! ....
Yo lo comprend todo en el acto y desolado exclam:
Ruinas virreinales? ...
I S, ven, esto es admirable!
- Arqueologa? ... Pues prefiero seguir a Lul aun con Archibaldo ...
Debo decir que hace apenas una semana mi hermano me hizo acompaar all por los arcos de
Belm. Me tuV() medio da bajo los rayos del sol,
contemplando una horrible pileta deteriorada, y
por poco muero de un ataque de insolacin. De
regleso a casa, no pude soportar sus ofensivas exclamaciones y rdamente le cort la palabra:
-Francisco Jos, esas cantear s retorcidas como las charamuscas de mi tierra, esos pescados
de hocicos lbricos- y esas matronos vizcas y desnarigadas de tu maravilloso monumento va a ser
mi pesadilla de esta noche si no muero en seguida
de fiebre. j Te juro no haber visto en mi vida cosa ms fea!
- j Oh, las ruinas ... !:-exclam pap con tanta
intencin que Francisco Jos no pudo contenerse:
-Quien no comprende la poesa de las ruinas
no sabe de arte ...
-Pues seor-dijo pap, jovial~ah tiene us-
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Las
Tribuklcio~
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XIX
De repente se cimbre la rama que me sostena,
volv los ojos y repar en que otors gandules trepbanla y la hacan columpiar. No me dieron
tiempo de advertirles el peligro, crugi la rama y
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ioo
-Tranquilzate-le respondi Procopio-pronto tendremos datos fidedignos. He escrIto tambin a Roque y al Tenedor de Libros para que a la
mayor brevedad se presenten aqu.
Pero como pas 1 aprimera semana, as pas
la. segunda y la tercera y un mes. Agustinita estaba ya decIdida a esperar el tren del norte: mas
de algn paIsano habra de llegar a la estacin de
Buenavista. No fu preciso ya: vino esa mIsma
tarde a sacarnos de tan tormentosa situacin la
visita de doa Pomposa, la que hace un ao venda la leche de la hacIenda. La acogImos escondiendo hasta lo imposIble nuestra ansiedad y zozobra.
Me mortifica contarles lo que ha pasado por
all, porque pueden pensar que son exageraciones
mas. Pero les aseguro que toda ponderacin es
sombra apenas de lo ocurrido en Zacatecas.
Yo me sent fro y las quijadas flojas; Agustinita se haba puesto aplomada y no poda tener
quietos los labios.
-Pero siendo la verdad, es mejor que la sepan
de una vez. La misma noche que tomaron Zacatecas hubo saqueo general y en las casas abandonadas no dejaron ttere con cabeza. En la de ustedes dieron una cena muchos generales. Daba
tristeza otro dla ver el reguero de plumas de sus
pavos, garzas, pericos, guacamayas y dems aves
finas de corral ... un tapiz de mil colores tendido
de banqueta a banqueta.
Pero nuestro dolor alcanz punto de paroxismo cuando nos refiri que por los basureros haban rodado mucho tiempo las fotografas de
nuestro lbum de familia, grotescamente desfiguradas por el lpiz infame de alguno de aquellos
monstruos, y que hasta se haban reconocido en-
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xx
Cuando pap se retir y nos dej solos con
ella, sollozando, Agustinita, nos atrajo a su lado:
-Nios, he sido muy injusta con su padre. Perdnenme y Dios me perdone tambien. Ojal y
el bien que ha sabido hacer Procopio nos salve de
la catstrofe!
Entonces se produjo una radical transformacin en nuestras relaciones familiares. Pap no
desde permanecer algunos momentos con nosotros y; aun terciar cordialmente en nuestras plticas ociosas.
El cielo se apiadaba al fin de nuestro infortunio y nos bendeca con la unin y la paz de nuestro hogar?
Durante muchos das nuestros pesares po slo
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105
tras cosas.
El anciano que haba estado hasta aquel instante lleno de alegra se turb, desapareci el blanqusimo marfil de sus dientes, la sarrugas de SU
frente se amontonaron, entenebrecironse sus
ojos y no pudo responder.
Nuestra ansiedad llegaba a un grando de angustia cruel.
- Cmo dejas aquello, Victoriano ?-le pregunt pap, procurando dar firmeza y serenidad a
su voz.
El viejo suspir ruidosamente, ech un salivazo al patio, hizo un solemne gesto de fatalidad.
Todos permanecimos en silencio, pendientes d~
sus labios, de aquellas palabras Que no podan salir.
Todava sacudi una vez ms su cabellera bron
ca y llena de polvo, y por fin, tartajoso y trmulo
dijo:
- Por no ... nada! que se metieron y ... que ya
no dejan maz ni pa las gallinas! ... Carros y carros hacen jilo a l'estacin. Ya no queda tampoco animal en los potreros ni en el cerro. Con too
han cargao pa los Estaos U nidos. La mina parada. Croque no pudieron desarmar la mquina
del molino de trigo y les entr muina y de puro
coraje les metieron dinamita y'''all va!. .. no
quedaron ms que montones de piedras. Aist
la tierra noms yeso porque no han podido cargar con ella.
- Y Roque ?-interrog6 mam con voz aguda y
penetrante.
-El amo don Roque el mesmo de siempre; es
el mero mandn. Pero hora ya es sior de automvil y por ah dicen que no se les despega a los
genera les porque ya tambin es de ellos.
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Sus dedos ms suaves que un armio, se posaron sobre mi cabellera descuidada. Mam haba
adivinado mi angustioso dolor, porque para ella
mi cerebro y mi corazn han sido siempre de cristal.
-1 Cunto ms le valdra ir a hablarle ahora a
Villa y no estar all de papamoscas !-indicando
con el gesto el sitio donde Procopio se mantena
inmvil an.
.
-Pap no es eso !-pronunci Lul demudada.
Caso estupendo! Mam se disculp:
-No he pretendido ofender a tu padre; pero
la verdad debe de decirse.
-Mi paore e un hombre digno.
-y ~ slo hago una observacin-repuso mam
con desconcertante humildad.
Tanto as que en ella Lul sinti el castigo y
se ech a llorar.
-Mamacita, Lul tampoco ha tenido intencin
de ofenderte ... El cario a pap. _ . -implor
compadecido.
Pero parece que nadie habramos de entendernos ms. Agustinita enfurecida de repente arremeti conmigo:
- Desde cundo se 1eB ha permitido a los nios de esta casa tomar parte en los asuntos in-
Biblioteca. de EL MUNDO
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XIII
Un da dijo Agustinita:
-Se est gastando lo que es increble.
Todo pasaba por sus manos sin embargo. Alguien insinu la idea de que Bernab podra estar
haciendo de las suyas. Bernab es la vieja criada
que nos ha seguido desde Zacatecas con fidelidad
de perro. Su conducta ha sido siempre irreprochable.
-La verdad es-observ mam-que Bernab
se ha hecho ntima de la portera y esto es un deplorable indicio. Las mejores criadas que vienen
del interior, en cuanto se ponen en contacto con
estas viciosas sirvientes de la capital se contagian
y llegan a un estado de perversidad increJble. Lo
s muy bien.
Por tanto, Agustinita, de suyo tan varonil y
decidida, venciendo la repugnancia instintiva que
le inspiran las castas inferiores, qUISO convencerse de la verdad por sus propios ojos y me invit a
que la acompaara al mercado a hacer personal-
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guida ....
- En seguida, verdad?
Se hizo silencio de nuevo: ensimismronse uno
y otro en sus pensamientos.
De pronto, Procopio se removi:
-1 Archibaldo ! ...
Vi arder intensamente los ojos de pap y vi cmo esa luz iba a concentrarse en otra luz mucho
ms viva todava, la de un diamante que cintilaha en su anular derecho. Y entonces la sonrisa
apareci de nuevo en sus labios. Y yo ya pude
respirar.
-Archihaldo-repiti radiante de alegra y haciendo resbalar el anillo de su dedo,-ve a vender
esto en seguida.
- j El anillo del general don Ventura Prado!
Cruzronse una sonrisa.
Yo me alegr mucho de que Agustinita no los
hubiese estado espiando.
-Hemos encontrado el camino de hoy. Cul
es tu proyecto?
-Muy sencillo: voy a traer dinero a donde todo el mundo va a traerlo ahora.
- Soldado t? .. ,
- Por qu no?
-Lo sentira ..
- Qu pierde un hombre como yo?
-Lo nico bueno que te queda: tu dignidad. El
cuartel es la escuela del abyecto perfecto. Te lo
he dicho muchas veces.
Archibaldo alz los hombres, cogi el sombrero
y sali corriendo.
-Lo que importa es vender sto. Hasta la tarde ....
Sali Archibaldo, y al quedarse solo Procopio
XIV
De los ltimos sucesos referidos, a esta fecha,
ha llovido. Un desaliento infinito pesaba sobre
mi mano y mi cerebro. Nadie, por otra parte me
exita a proseguir la obra y si hoy tomo de nuevo
la pluma es por un movimiento espontneo y por
la necesidad de hacer algo en mi ociosidad tremenda.
No es misin ma la historia ni quiero ~arrar
acontecimientos polticos; pero los sucesos estn
de tal manera encadenados con los ms ntimos de
la familia que me veo precisado a hacer mencin
de ellos.
Pues bien, luego que los zapatistas fueron arrojados de esta capital por Pablo Gonzlez. nuestras esperanzas cifradas entonces en Carranza
salieron fallidas. Pascual no lleg con los carrancistas como lo esperbamos; Carranza desconoci
el papel moneda emitido por l mismo con la misma frescura que tuvo para mandar robar los bancos. Lamento la ausencia de Pascual porque su
parecer nos ilustrara acerca de la situacin actual. Procopio dice: "esta historia de sangre y
de rapacidad por parte de unos, de miseria y de
abyeccin por parte de otros, a todos nos mancha
por igual: todos estamos desempeando un papel
ms o menos inicuo o miserable". Excuso decir
que no estamos de acuerdo con el postulado final
de esa opinin como tampoco con el parecer de
.Archibaldo que antes de irse con, los zapatistas
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Biblioteca de EL MUNDO
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bena, con orquestas desafinadas, cohetes y camarazos, fanfarrias inacordes, chirimas y teponaxtles, jadeo de danzantes estramblicos y bullicio
de multitud regocijada en la santa alegra lugarea. .
-Bravo, Francisco Jos- lo interrump incorporndome del lecho y levantando del suelo mis
piltrafas.- Eres incorregible I A que has olvidado ya que hace veinticuatro horas llevamos el
estmago vaco?
-No soy sufiicentemente imbcil todava para
que el hambre me impida tremar a la voz de las
campanas.
-A la verdad hermano eres listo. Hasta del
hambre has sabido sacar ventajas: tu estmago
vaco te ha librado de dos calamidades, las eternas aspirinas y tu jaqueca bisemanal.
-1 Calla, hombre ingenuo y pedestre, escucha
.
las campanas .... !
-Te confieso que en este barullo sin fin de la
capital, que en este ambiente de plomo y banalidad son tan desaviados y tan sosos y tan insulsos
los repiques que se ha extinguido en mi alma el
sentimiento por esa msica. Y luego qu quieres? eso de estar oyendo todos los das y a todas
horas repiques a vuelo por "los triunfos incesantes de los leales" es algo para mi entusiasmo co
mo una ducha helada.
-Tienes razn, Csar, en el ajetreo de este Mciso todo se pierde. El monstruo lo devora todo:
bueno y malo. Slo nosotros los que arrullamos
nuestros tiernos aos al son del campanario pueblerino, sabemos de esta msica divina. Nuestros dolores ms profundos y nuestras alegras
ms ntimas van asociados de un modo indisoluble al son de las campanas. Nos perdimos en el
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por mis venas me reencha de sabia; mis pulmones se dilataban para aspirar el aire de la calle y
el sol era caricia inefable de mi epidermis descolorida y apergaminada. Afluan a mi cerebro y
a mi corazn ideas, sentimientos e impresiones
novsimas. De pronto tuve la intuicin plena del
sentido de la vida y no pudiendo contenerme ex
clam:
-Ay, Lul, qu bello es comed
-A dnde me llevas as?-pregunt ella sin
reparar en mis palabras y jadeante.
- j Qu s yo!
Deja que nuestros pies nos conduzcan. Es raro tener siquiera unas horas de
felicidad!
- Lstima que no todos puedan estar tan contentos como t!
- Qu te hace falta en este instante, Lul?
-Pap!
-Pap?
-Pap que sufre ms que todos nosotros untos.
-No ser a ja verdad por culpa ma ni tuya.
-Egosta!
-T ves las cosas bajo el punto de vista tuyo ..
del de Procopio.
- y t del de Agustinita.
-Ba, djate de sensibleras, ahora que yo no
estoy para suspiros.
Abigarrada multitud pululaba por las calles:
mujeres con los cabellos sueltos y hmedos, coro'
nadas de hierbas y de rosas; mozos con flores en
los sombreros, en la& solapas; rosas y hierbas
adornando los trenes elctricos, los coches de sitio, los autos particulares y de alquiler y hasta
los mismos merdosos carros de pulque.
-J. Comprendes?
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SEGUNDA PARTE
El Triunfo de Procopio
l.
El auto se detuvo en un claro del bosque, a Ja
margen de la avenida Chapultepec, frente a una
luminosa y arrogante fachada. Berta traspuso
la rejilla y ascendi los peldaos de mrmol, po"
sando con indolencia su fina mano sobre el barandal de bronce, esmaltado de bugambilias. Los repulidos estucos, las chapas de maderas aromticas de muros y plafones, los vistosos azulejos, las
ascuas policromas de una marquesina, despertaron
sus ojos de rica de provincia. prendiendo en ellos
destellos de alegra; pero al pasar del hall a uno
de los salones, se detuvo sorprendida, atnita.
Mrmoles, bronces, porcelanas, -tallas exquisitas,
tapices suntuosos: loca profusin de formas armoniosas y clidos colores, reproducidos al infinito por los gruesos cristales venecianos encua"
drados entre felpas carmeses y oros rutilan tes.
El contraste fu tan duro que como el pedenaJ
herido por el hierro brot una chispa, una chispa
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encuentro de la desconocida.
Sofocada, la de Tabardillo se dej caer en un
silln que medio desfondaron sus vastas posaderas y repos breves momentos. Luego dilat nariz y boca; sus pulmones se abrieron en una tre
menda inspiracin de boa, cual si quisiesen absorver no el aire, sino muebles y tapices, muros, bbedas y pavimentos, todas las riquezas de la gran
residencia que sus ojos absortos no se cansaban
de contemplar.
La realidad, en efecto, sobrepujaba y con mucho a las suposiciones y conjeturas que "e hablan
hecho al leer esa misma maana en "El Demcrata" la noticia de que Pascual, oficial mayo
de un ministerio, acababa de encargarse pro, iSlOnalmente del mi"mo.
Biblioteca. de
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1~1f)
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d~
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rados, Patente nmero tres mil y tantos del CONSEJO SUPERIOR DE SALUBRIDAD, y sus cua
renta sucursales sabiame.t!te distribudas por barrios y poblados del Distrito Federal, eran otras
tantas dehesas, que no haremes, donde aviado se
vera quien pretendiese desembarazar la madeja de la paternidad de los ltimos vstagos
de la servidumbre. Con igual derecho los hijos
podran llamrselo de sus padres, que de sus hermanos, tos, sobrinos o de su mismo abuelo, el
gran semental de la vacada. Don Ulpiano Po sonrea siempre y el secreto de su sonrisa vala el
poema de su vida toda. Tacao hasta lo absurdo,
desde el da que vi establecimientos servidos sin
sueldo alguno por miembros de su numerosa progenie, haba sentido brotar en sus labios la sonrisa, una sonrisa de rdica beatitud, y esa sonrisa
se haba estereotipado en su rostro como en los de
esas deidades ndicas cuya suprema dicha parece
cifrarse en la contemplacin de su venturosa barriga.
El da en que el general Covarrubias lo present a Berta diciendo: "1 Aqu tiene usted al hombre que re, Berta dijo: "N o es el hombre que
re, es el cerdo que grue". Y momentos despus
comprendi que no se haba equivocado.
Servido el caf, comenz una larga y misteriosa
conferencia en voces muy bajas. Misteriosa para
ellos noms. La confabulacin del carrancismo
con el comerciante para apoderarse de los pocos
bolsillos que an quedaban vrgenes del saqueo
general, fue del ms impdicO' cinismo. Desolados
los campos, exhaustas las arcas pblicas, robados
los bancos, asaltadas las cajas particulares. desaparecido del mercado hasta la ms vil moneda
de bronce, los hombres nuevos, en un arranque de
bilin bique.
La maldad carrancista, bjlbeante de estup' dez
en plena apetoosis. La obra de la revolucin hecha aicos. El papel moneda de Carranza reintegrando con creces el oro a las cajas fuertes de los
potentados; su irreconciliable enemigo de antes,
el Capital, recibiendo en sus pl'opias manos los
elementos de la ms formidable revancha. Con
los b limb 'ques las pocas actividades honestas que
an jadeaban en el pas, quedaron a merced del
militar-comerciante. Y si para el hombre de trabajo hubo algunos miserables granos de maz, lo
estrictamente necesario para no matar de hambre
a la gallIna de los huevos de oro; el hurfano, la
viuda, el enfermo y el anciano, no tuvieron mas
consuelo que su grito desgarrador de desespera
ein y de impotencia, ahogado y en medio del voce-
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III
Dos das despus la seora de Tabardillo <;e hizo anunciar.
Berta sali anhelante a recibirla.
- Por fin ... qu ha sabido usted? ..
-Vea qu maravilla de pendientes le traigo!
Rubes y esmeraldas ... y el brillante del cen ro ...
Ahora repare en la montura. Qu aguas, qu filigrana, verdad? Por supuesto que hay muchos
interesados y pujan las ofertas; pero, si usted los
quiere, me las compondr de modo que se quede
seguramente con ellos.
-No tengo inters ninguno, seora. Pascuai
ha comprado bastantes jOYRS desde Veracl UZo
- Es verdad? .. Oh, usted me los habr'. de
ensear ... Tengo pasin verdadera por las joyas.
- y qu ha investigado de mi familia?
-Casi los tengo en la mano. Una po 1uita de
calma no ms. Maana, tal vez lo sepa todo. Pera Por Dios ~ Berta, no se rehuse a tomar los pen
dientes. Aun como simple negocio .convienen.
Quinientos pesos, esto es todo, y quinientos pe<;~s
que en cuanto circule bien la plata van a triphcarse. Por supuesto que no hay urgencia alguna
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v
Sus rostros se apartaron encendidos y hmedos
No sabas t nada, pues? gimI Agustinita
consternada.
- Por quin, madre ma?
-MI pobre Cesar! ... Fu el mismo da que entr a Mexico ese .... hombre fune<;to. Del Zoca o
regres a morirse.
y comenz a referir menudamente de<;de los
prodromos de la enfermedad de Csar, por lo que
la senora de Tabardillo, que no 8"nt a rrana alguna de lloriquear, pues no formaba parte de su programa del dIa aquel mesperado nmero, in errumpi:
-Me perdonan .... Berta, los extraos, en estos
casos estorbamos.
atdna cmfwy
a la vez mis congratulaciones porque ya estn todos juntos.
-GracIas, seora, mi automvil la llevar a su
casa. Deme su domicilio para que esta m sma
tarde un enviado mo le enVle un obsequio y el valor de los pendientes.
-Descu'de, Berta, yo misma ir a verla ..
- Ignoraban verdaderamente nuestro regreso?
-pregunt Berta luego que Agustina di fin a
iU larga y lacrimosa relaCIn.
-Ni una palabra.
- Entonces no saben que Pascual ocupa un alto puesto en el gobierno del seor Carranza '!
-Ahora que nos lo dices.
-Pero si los peridicos a. diario publican su retrato, entrevistas y declaraciones suyas.
- Los peridicos ?-clam Francisco Jos.
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po de damas de la ms alta aristocracia que aplaudi y engalan de flores el hospital de la Cruz Roja, a dos insignes asesinos que entraban a visitar
a los heridos de la Ciudadela, todava con las manos mojadas de sangre y de infamia ... Por tanto,
si Huerta fu el precursor del pelado hoy a tan
gran altura, Pascual es el precursor de los magnates de maana .... j La Sociedad clamar siempre por sus fueros! ... El porvenir les pertenece
a los hombres como Pascual ....
La indignacin de Agustinita entmeca sus
maxilares, acalambraba su lengua y la inhabilitaba para responder.
Francisco Jos, como de costumbre, corri a
refugiar su esttica al water-closet.
VI
Por delante entr el vejete hablando a gritos. El hbito lo haba contrado perorando a los
dependientes de las pulqueras, a falta de mas se
lecto audItorio.
Recalcaba las palabras, penetrado de su profunda importancia y cada perodo
de su discurso remataba inexorablemente en una
imbcil carcajada que l crea de la ms refinada
malicia.
Bajo un mugroso fieltro apabullado chorreaban
unos mechoncillos embetunados, resplandecan las
brasas de sus ojos inquietos de macaco y una sonrisa sempiterna remangaba su nariz rabona y su
mentn empinado.
-Tiene acento de porquerizo !-musit Lulu al
odo de su hermana.
-Eso fu en su juventud-repuso sta, sin volver los ojos.
Don Ulpiano Po, que maldeca del pueblo bajo,
Decente.
, 156
. Las Tribulaciones de una Familia
".
olvid siempre que la revolucin de Tuxtepec Jo
haba tornado de porquerizo a hacendado. Crease un genuino aristcrata, la palabra bandido no
se le bajaba de la boca en tratndose de las revolUCIOnes de Madero y de Carranza.
i Cunto gusto me da verte, Lul !-salud Paso
cual.- )hs amigos don Ulpiano Po, rey del Pulque y .... el general Covarrubias ..
-y Q ) a tema el gusto de conocerla-dijo el general con entusiasmo.- Quin ha de olvidar estos ojos y estas manos una vez que las ha visto"!
Lulu retir con prontitud sus dedos aprisionados brutalmente por el general. Volvi sus ojos
con enojo hada Berta, tambin empurpurada.
-Muy simpati a la ma-exclam don Ulpiano
Po.
Sin agraviar a la Sociedad, un exagenario puede
acariCIar las mejillas de una linda doncella, aunque esconda a menudo tras la mscara del afecto
paternal, cenizas calientes de lascivia senil. Lul
sinti las manos del viejo cual si le hubiesen pues'
to sobre las mejillas el abdomen fro y viscoso ae
un sapo, Su gesto de horripilacin hizo reir In
mIsmo don Ulpiano.
--Pepe Covarrubias era solo capitn cuando lo
present a u::,tedes-dijo Pascual ;-ihora es general y no de los de banqueta. Se ha ganado su grado matndole mucha gente a Villa y a Zapata.
-Dos balazos en el pecho y este brazo roto se
los debo a la Reacc1'n-obscrv el general con
aires de modestia.
-Pues bendita sea la Reaccin-susurr Lul
-que le ha permitido no solo conservar sus intereses en la frontera, sino acrecentarlos seguramente....
.
-Memoria feliz !-sonri Pascual.
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157
-Me felicito de haber perdurado en ella, senorita -exclam el general muy encendido.
-En vez de usted ... yo seguramente no me fe
licitara-repuso Lul, echando a reir.
El general se mordi los labios.
-Don Ulpiano ... mi general ... seoras y seoritas ....
Pascual ofreci unas copas de coac. Se acerc a Lul y le dijo en voz baj.a:
-El general es un pollo que no conviene dejar
ir ...
Lul puso sus ojos con infantil curiosidad en el
general Covarrublas. Su cutis tostado por el sol
costeo; sus bigotes ms rubios, ms crespos y enroscados que cuando era un modesto capitn; sus
piernas corno resortes de acero bajo el ajustado
pantaln de lona gris y las polainas de baqueta
.amarlIa, que daban acabado aspecto marcial.
Lul dijo distrada.
-Tambin Archibaldo se hizo soldado ... Lo he
sentido ms por eso ....
- Tanto as nos detesta usted ?-volviose bruscamente el general.
.
-Detestarlos? ... N o creo que esa sea la palabra propia ... j Bah, yo mIsma no s cmo decirlo ....
-Igual a tu padre-habl Pa",cual-siempre h:\.
den do oposicin.
.
- j Oh, si esa es la oposicin, traiciono a Carranza y me quedo con ... Lul! exclam el gel eral
esponjndose con satisfaccin por el haUa o de
la frase.
Don Ulpiano que la entendI a su manera, se
di una palmada en la frente, y luego de la Izar
una de las rotundantes carcajadas, dijo:
- j H a~t? oue por fin, hombre!. .. S, eso es lo
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rido de su gobierno.
En los labios del general brill una sonri"la cnica y siniestra; se puso en pi y acudi al llamado de Berta.
Fu obra de un instante. Flotaron en el aire
vivas sedas, brillantes avalorios y los hilos sedosos y eastaos de una cabellera desecha. Una hilera blanca y aguzada hinc sus filos hasta hacer
sangre en los labios lvidos y secos. Berta apenaS
pudo contener un grito. Como liblula arrebatada por dos mochuelos desapareci del comedor en
brazos de los rufianes.
Pero al sentirse en su lecho blando, como resor
te que se distiende derrepente, escap de los miem
bros que la atenaceaban. El viejo rod de hocicos
sobre la alfombra y en los mofletes de zagalejo
del general tron una seca 15ofetada.
Cuando el general, repuesto de la sorpresa, se
dispuso a tomar la revancha, dos agudas y brillantsimas puntas d~ acero le contuvieron, devolviendole plena lucidez.
Erguida, transfigurada, Berta en mitad de la
alcoba esperaba la agresin con su diestra tendida y crispados sus dedos sobre los ojos de unas tijeras abiertas, relampaguean tes.
Todo pas en el ms discreto silencio.
Cuando Pascual despert de su pesado sueo,
con una sonrisa de beatitud en los labios, exclam:
-Parceme que se le hicieron debidamente los
honores a este vinillo ... N o fu as?
Desperezndose sac su reloj y al punto se puso
ne pi, sorprendido.
Perdnenme, seores, son las cinco y tengo
asuntos muy urgentes en el Ministerio.
Graves como gallos de pelea derrotados, el general y don Ulpiano Po se mantenan a distancia
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mente dormida.
Cuando abri los ojos al amanecer del da siguiente, en el silencio grave de la alcoba se m~ca
una lmpara proyectando la sombra campanulIfor
me de su guardabrisa violeta en los muros tapizados de rosa y plata y en el oro claro del encerado mobiliario.
Un peso de plomo oprima sus sienes; su garganta arda y sus labios estaban secos corno un
cartn. Removiose bruscamente bajo las muelles
cubiertas de su lecho y rumor: .
- En dnde estoy 7... Qu hora es '! . . .
-Son las cinco.
Azorada de oir aquella voz fresca y juvenil a.
los pies de su cama, se incorpor de un salto:
-lo Quin es? .. Qu hace usted all 1, ..
-Dorm en la alfombra ... por si la seliora me
hubiese necesitado ....
- Ah, s. . gracias: ..
" Qu vergiienza, Dios Santo! .. I Qu vergiienza1. . Deshanrada ante ellos que vieron mi cuerpo ... Deshonrada ante los ciados que me encontraron en estado inconveniente ... Seor, qu crimen he cometido para que me castigueis as '! ... "
-Un vaso de agua-pidi inconsciente, obedeciendo solo a una necesidad fsica ineludible.
Cuando la doncella vino con el agua le puso tam
bin una carta en las manos:
..
-El seor vino anoche y le dej sto.
-Abra en seguida la ventana ... Una carta ... r
La luz matinal entr en una ancha faja diamantina. Afuera cantaban los pjaros y el sol naCIente tea de rosa las copas del bosque.
Con gesto airoso, Berta rompi el sobre. "Esprame al obscurecer. tenemos que hablar de algo
mllf serio".
VIII
Luego que oy la voz de Pascual, no pudo contenerse y casi se desvaneci en un chaise-longue.
Haba contado los minutos y los segundos desde
que marc las siete la muestra de oro atada a uno
de sus puos. Y no haba tenido un instante ms
de sosIego. Cuando son el timbre y luego los pasos firmes y pausados de Pascual en la escalera,
sus brazos deslizronse inertes y su cuello se dobleg.
Pascual puso su sombrero y su bastn en el perchero; paso a paso se encamin hacia ella, tom
una butaca y la acerc. Estir las piernas, arrellanose, alz su pantaln y tosi repetidas veces.
Instantes de angustia y sin fin para Berta. A
la verdad, Pascual, siempre tan dueo de s, ahora
vacilaba, dudaba y no saba seguramente por donde comenzar.
Al ver plegada aquella frente hermosa, siempre
tan serena, Berta sinti una mezcla de compasin
profunda y de alegra rara. Santa locura aquella que le devolvIa su esposo, que le devolva la vida, la verdadera, la nica!
-Berta-Habl Pascual al fin.
En el silencio de la alcoba, durante un instante que pareci Ull siglo, se oa el vuelo de un mosquito.
-Berta-volvi a decir luego de tragar saliva;
-he observado algo entre don Ulpiano Po y .
Berta quiso reir; pero haba que prolongar la
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comedia.
Un gesto de asombro, pues, dilat sus ojos claros; su cabeza se irgui trmula, a punto de perder el equilibrio.
- Qu dIces? ..
-Digo que has estado amable con l ... dema
siado amable ....
El deleite que Pascual, torturado, le hOzo <;entir, fu tan exquisito que su piel se achin.
Muellemente tendido en el acoginado de felpa
carmes, vi~tiendo magnfica kimona de seda albsima, era un lirio tronchado en un lago de san
gre.
-Respndeme ... Por qu guardas silencIO?
Oh, si Pascual derramara una lgrima, una lagrima no ms, ella estara curada para siempre;
olvidara los torrentes que por l ha derramado.
Vago fantasma lunar en los indecisos tintes de
la alcoba, se yergue poco a poco y se pone de pie.
- Cmo te atreves a vituperar mi conducta, t
que semanas y meses enteros me has tenido abandonada? Qu significo yo para t?
Humillado, Pascual baj la frente.
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IX
Un criado muy estirado puso en manos de la de
Tabardillo cinco hidalgos y le dijo groseramente:
-y no vuelva por aqu, que la seora ha prohibido hasta que se le anuncie.
Slo que la de Tabardillo era menos manejable
de lo que se suponan.
L'na maiiana Berta de regreso de la misa del
Sagrado Corazn, al descender de su auto fu asaltada.
.
-Dil:>pent-e la manera tan poco comedida; pero
la verdad es que tiene unos criados tan tontos y
tan malcrIados que se ve uno obligada a tomar estas medidas.
y apro, echando el momento de sorpresa y debilidad de Berta, la de Tabardillo se le cogi a la
f.llda y subi con ella.
Hace trel:> dlas que solicito hablarle y todo el
mundo me Id mega.
-Sele debe algo todava ?-respondi Berta ya
en la ante:.ala, levantando el fino yelillo que salpIcaba de menudos puntos negros su rostro difano
y ojero~o.
- ~Ids que con dinero me ha pagado de sobra
con su fina voluntad, Berta.
Una nura la de de'latlO respondi al tono de
amenaza de Id intru~a, cuyos dientes asomaron en
una sonrisa cruel.
-En tal caso ....
-Estoy yo aqu de ms verdad?
Cual mari~a que dejara sus alas y tornara a
su crislida, Berta sali de su magnfico abrigo de
pieles forrado de seda y con altivez irgui su ca'
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\
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x
Un golpe seco, la puerta se abre bruscamente
empujada y, a la luz que de improviso se cuela de
la calle en dbil rfaga, perflase una silueta.
- Es Pascual !-clam Agustinita embargada la
voz.-l. N o decas que no vendra, Lul?
- Pascual !-repiti Francisco Jos, tremando
de emocin.
Lul no chist, tampoco Procopio. Ambos se
mantenan reservados, hoscos y sin moverse, en
un tenebroso ngulo de la sala.
'
- y Berta? .. l. Qu es de mi hija? Por qu
no ]a trajiste, Pascual? En dnde se ha quedado? ...
Abrumado a preguntas, inmvil. a media pieza, dilatadas las pupilas, l mismo hubo de llamar
la atencin de la falta de alumbrado para que la
familia apenas s se diese cuenta de ello.
-Ya adquirimos el hbito de la obscuridadrumor Procopio, frotando una cerilla contra la
pared.
Encendi un cabo de vela, que de meses atrs
serva por la noche un solo instante, el muy preciso para que cada uno buscase su rincn, su manta y se echase a dormir.
Pascual recorri con sus ojos desde el piso de
madera podrida y resumante hasta los muros salitrosos y los techos desconchados; desde el m
sero mobiliari hasta los andrajs de ropas.
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17!J
XI
Apenas se cerraron las puertas del zagun a
eo;paldas de Pascual, Lul sali de la obscuridad y
dijo con voz de martillo:
- i Pa'lcual nos ha robado!
Agustinita, sin parar mientes en ella, se arroj
otra vez en los brazos de Procopio, que dejaba haeer, en plena inconciencia.
-Gr.c?s. viejo mo, grachs porque has sido
Justo al fin y n"" h~; vuelto la paz y la alegra.
IOh, 0 ..... 11 lo pen<;aba yo: "Procopio no es un mal
hombre; no puede serlo. Procopio tiene un corazon muy noble; lo que pasa es que el pobrecito no
sabe de a Ignnas co<;as .. 4 ' N o es culpa suya; no
puede ... " i Oh, gracias, viejo de mi alma! Te
perdonamos todo lo que nos has hecho sufrir y
todos los males que nos has causado, slo por este
acto tan hermoso de tu vida!
Procopio se alejo como un autmata; lleg a
tientas al jergn donde a diario se tenda a dormir, y de pi, silencioso e inmvil, se mantuvo
tIurante algunos minutos. De pronto, como ebrio
"'n coma, se de ... plom sobre el entarimado
~I estruendo, Lul se precipit ~on la luz en
.as manos .
.Boca arriba, con los ojos cerrados y la oca
entreabierta, Procopo se mantena, rgido, su pe- .
cho "e levantaba apenas por una respiracin sao
perficial e incierta. Los estrages del dolor eran
ahora manifie'ltos en aquella naturaleza fuerte
que todo lo 'mpo esconder bajo el pliegue de una
suave e iromca sonrl<;a. Dos hondos surcos se
abran de cada lado de su nariz y de sus labios;
en su frente, antes hmpia y serena, ahondbanse
JOB pliegues verticales y en su recia cabpllera
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-Es por dems ... Gracias, querido ArchibaIdo, regresa a tu casa y djame en paz.
-No tengo ocupacin ninguna y la compaIa
de usted me es siempre grata.
-Con mil demonios, charlatn ... me dejars
en paz? .. Digo que no quiero que me acompaes.
-U sted va a pelear, to, y yo quiero ser testigo ...
- Mentecato, vo nlJ "loy espadachfn, yo no peleo con nadIe! ... Vete al infierno!
-Es en vano que se enoje, to. Ir a donde usted vaya.
-Oh!. .
Breves momentos de silencio y de turbacin.
Luego Procopio dice:
- Nunca te cre tan bestia!. .. Vamos pues a
casa ..
-S, to, vamos.
Media hora de mutismo absoluto.
Archibaldo, ya en las cercanas del jardn de los
Angeles, se detuvo breves instantes a 1a luz de un
foco, escribi en una hoja arrancada de su cartera dos renglones. Procopio, abstrado no se dio
cuenta.
Al llegar al porlal de la casa pronunci con voz
apagada:
- Quieres entrar?
-Saludo y me marcho, to.
-Pasa.
Procopio fij sus ojos escrutadores en Archibaldo, abri la puerta y le cedi el paso.
- Archibaldo aqu !-clam Lul.
- j Archibaldo !-repitieron todos sorprendidos.
Nadie le crea en la capital.
Fu brevsima la visita. Al despedirse de Lulu
desliz entre sus dedos un papelito enrollado.
XII
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-Vamos.
Comenzaba a aclarar el da. Paralelos alinebanse los obscuros cuarterones de puertas y ventanas a cada lado de la calle y todo se perda a cor
ta distancia: aristas, frisos, relieves y fachadas
en la bruma espesa levantada hacia los cielos, bru
ma que emborronara en un tono gris y sucio los
rboles, las casas, el aire y las nubes. Brillaba a
lo lejos la linterna roja de una botica; por otra
calle parpadeaban las menudas y policroma~ letras de un hotelillo. Dos ojos esplendorosos, despidiendo rfagas de luz, aparecan al extremo de
una calle, torcanla en seguida y el resop'lar de un
lejano automvil se escuchaba en el leve rumor
de la maana que despertaba.
Resonaron en el aire frescas las campanas de
Eran las cinco.
Procopio y Lul tomaron un asiento en la la
meda. Despus comenz el repiqueteo en los campanarios de las iglesias cercanas llamando a misa.
- Quires que vayamos ?-dijo ella.
- Ir & donde t quieras.
y desaparecieron en la fra lobreguez de un
templo cuyas pesadas puertas aeababan de crugiro
XIII
De la iglesia Procopio sali acabado de trans
formar. En su voz vibr el vigor y ~a sonrisa
perdidos en mucho tiempo. Su gesto y sus mOVImientos eran ms fciles. Regresaron en silencio; pero con tal rapidez que al llegar a casa estaban jadeantes.
Luego que Procopio apur su taza de caf negro, pidi agua, jabn y cepillos y entr a su
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XIV
Un domingo, al sonar las ltimas campanadas
de la misa de nueve, un lujoso automvil se detu
vo a las puertas de la vetusta y pdlvorosa iglesia de
los Angeles. Descendi una dama velada, de as
pecto endeble y enfermizo, de porte distinguido y
vestida a la ltima moda. Entr en el templo en
el momento en que el sacerdote vestido de oro
y prpura, ante el altar flamante comenzaba la
misa; pero ella apenas pos sus dedos levemente
sobre la pileta de .agua bendita, se santiguo y sa
li a la calle rumorando su plegaria.
-Esprame en aquel portalito-orden al cho
fer.
Al cruzar el jardn, su frente y sus mejj]]as am
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dijo:
-No me hables as, Berta. Comprende que si
callo es slo por no agregar un dolor ms a los
tuyos.
- y qu significa una gota ms ~n el mar de
mi desventura?
- El tambin te hace sufrir? .. j Infame, a t
tambin! ...
- Cmo a t tambin? ... A m sola ....
-Entonce~t no has sospechado 10 que ocurri
entre Pascual y nosotros? E 1 no te ha dicho nada?
-'-No comprendo una palabra.
-Berta, yo he yrohibido que alguien de esta casa ponga jam.$ los pies en la de tu marido ...
-Ay, qu malo es usted! ...
-A la casa del ladrn .. ,
-Oh!. ..
Berta lanz un grito y llev sus manos horrorizada, a los labios de Procopio para contener sus
palabras.
-S, del ladrn que 1'10s lo ha robado todo.
- Que no! ..... j que no! Calle usted, qae me
obliga a faltarle. i Es mentira, le han engaado ... Pascual es un mal marido, un marido abominable; pero en lo dems es un caballero y yo lo
defiendo.
-Defiende a tu asesino y al ladrn enriquecido
con lo nuestro.
- j Chist, calle usted... no permito! ... Dios
mo, qu vergiienza!
Nosotros, l y yo, nos hemos enriquecido con
el hambre de ustedes? ..
-No, Berta, eso no. El hambre huy de esta
casa el mismo da que se descubri al ladrn.
-Pap!. ..
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dad!. ..
-Ah, to Procopio-prorrumpi6 impetuoso Archibaldo-Io que usted me cuenta me llena de felicidad!. ..
- Qu quieres decirme?
-Que el dinero ha sido tambin para m el dique interpuesto entre ... Ios dos ... To Procopio,
por tercera vez le pido la mano de Lul.
- Archibaldo, no abuses ..
-1 Jura por la memoria de mi madre, que he
pensado y he luchado bastante antes de hablar! ...
Si usted ha perdido su fortuna por qu no me he
de poder casar ya con Lul?
-No ha sido obstculo el dinero, Archibaldo ... Lo has sido t mismo.
-No comprendo.
-Te quiero bien, t lo sabes ... Pero t nunca
has sido un hombre serio ...
- j Ah! ... y qu es eso de ser un hombre serio, to Procopio? .. Parecerse a Pascual, por
ejemplo?
- Te comprendo! j Basta! ... Seras capaz, Archibaldo, de hacer la felicidad de Lul, de lo que
yo ms amo en el mundo?
- Pst ! ... esa pregunta yo no puedo contestarla; etla que la responda ...
. Callaron.
Sus manos tendidas se estrecharon y pas por
ellos una vibracin extraa, un estremecimientc
hondo y misterioso. Quiz aquellos espritus gemelos que crean caminar por senderos opuestos
en la vida, acabaron de comprender que seguan
lneas paralelas.
Se separaron enmudecidos y la misma sonrisa y
el mismo suspiro se extinguieron en sus labios
y en su pecho.
XVI
La atmosfera aromosa a tabacos habanos, cao
ba y piel de Rusia del elegante gabInete privado
de los patrones, no haca ya efecto en la emOCIGnalidad conva esciente de Procopio. Poda permanecer inalterable y de pie horas entera~, espe
rando una re'lOIUClOn o un acuerdo, Jo mIsmo que
cualquiera mozo de partes. A su vez, los patrones no interrumplan ms sus plticas en presen
cia del cajero, todo discrecin y formalidad.
Ese dla reinaba buen humor y se beba champana. Del champurrado de voces m~J.io alemanas,
med'o ingle'las, medio espaolas, sacbase en cla
ro el motIvo prInCIpal del festejo. Una concesin
aduanal habI mente adquirida del gobierno para
importar artIculos de seda y leneerla: medio mI
Hon de pesos de utilidades ciertas e inmediatas.
y todo a cambIo de un banquete y dos talegas al
nue"o MInIstro de Carranza.
Era en el tiempo en que el earraneismo se hab
desnudado en toda su impdica abyeceion. N o era
el gran robo a la naClOn entera con el papel mo
neda, ni el r bo de muchos millones de pesos 8
los bancos; no, ahora se robaba como roban los
rateros: concesiones de un carro de ferrocarril 8
doscientos pesos, por ejemplo. Y toda aquell~ por
quera autorIzada con el propio autgrafo efel Pre.
sidente de la RepblIca; el autgrafo de Carranza
del gran hombre que en un arranque propio de
su talento, lo concedIera como un precioso don.
j smbolo sublime! a los soldados de la revolucin,
la noche del 25 de dIciembre de 1918. El Aguinaldo del Soldado! ...
- Fu muy til la intervencin del Cnsul?pregunt un enorme pelirrojo que desbordaba su
asiento.
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Procopio cedi a uno de aqueiIos excepcionales ratos de locura que desconcertaran tanto no
slo a sus familiares, sino a toda la gente bien en
tre los que gozaba de reputacin. Sin pedir permiso a nadie cerr la caja, tom su sombrero y
sali a la calle.
Por el Paseo de la Reforma.
El pequeno Ford de alquiler se detuvo diez mlnutos ms tarde ante el arrogante prtico de la
residencia del seor Ministro.
Con paso firme Procopio franque la escalinata, di su nombre con voz clara y serena y entr.
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de emplead itas esbeltas y graciosamente acicaladas que confluan a esa hora de todo Mxico hacia
los despachos, talleres, oficinas y almacenes. Lo
tena al alcance de su mano cuando una voz le hi
zo desviar los ojos.
-Lul!. ..
- j Archibaldo ! ... T en Mxico ... Me tienes
muy enojada!. ..
-Yo te explicar y vers que no tengo la culpa ... Oyeme ...
- Tus mentiras de siempre? Por qu no ha!'
vuelto ni escrito siquiera? Vlgame Dios, me
has distrado y ya le perd de vista. Media hora
de venir tras l echando el alma!
-A quin habr de ser, hombre . .. A pap.
Ah, entonces descuida, que no te dar trabajo encontrarle. Te urge hablarle?
-Me urge no hablarle. Slo necesito saber en
dnde est.
-Son las ocho; no puede estar sino en la oficina.
- En cul oficina? T has hablado con l?
-Hace tres dlas justos que nos encontramos en
este mismo sitio~ Tanto que hemos hablado muy
seriamente de algo que nos atae a t y a m. No
te ha dicho?
- Nada! ... Ah, calla, ahora me explico su in
quietud! Parece que quiere hablarme y vacila. Yc
se lo habra preguntado; pero les temo a mis indiscreciones.
-Eres digna de l como l lo es de ti.
-Djate de adulaciones y dime de qu hablaron
-Cualquier cosa!. .. Le ped tu mano otra vez
- y l? ..
-Puesto que ha desaparecido el dinero que era
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XVIII
Las ideas mariposeaban en el cerebro de Lulu
sin fijeza alguna todava.
Entr al azar y pregunt al conserje:
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XVIII
La verdad descarnada y a pleno sol, ni es verdad ni es 116da para los nictlopes. Por tanto
Agustinita y Francisco Jos lejos de sentir rota~
sus esperanzas y sus ilusiones al reventar tan brutalmente el misterio de Procopio, infundironse
nuevos alientos, creciente vigor y tornronlas a'
punto en actos primos. Las cosas habran tomado entonces su cauce obligado y definitivo si lo~
acontecimientos ocurridos otro dla no les hubieran dado un sesgo tan violento como inesperado.
Esa maana el mozo de partes de La Gran Ciudad de Hamburgo subi precipitadamente al departamento de Caja y desencajado y plido anunci que el cajero estaba tendido en el segundo piso, en un charco de sangre.
- Cmo? ... Herido pap? ..
-Yo creo que est muerto.
Lul se desplom.
Vino un mdico, se di aviso a la polica y mien
tras unos levantaban el cuerpo rgido, otros corran a prodigar atenciones a Lul.
Cuando despus de exhalar algunos ahogados y
dbiles sollozos, Lul volvi en s, encontrose en
un chaise longe y atendida por el Gerente mismo
de la casa.
- Se ha repuesto ya? ... i Tranquilcese usted!..
i Bste brbaro de Zacaras! Le he puesto en se
guida en la calle.
- y pap? .. En dnde est?
Yo quiero
verle.
-No ha sido ms que una descalabradura pequea ... cualquier cosa.
-Yo quiero verle.
Fu en vano pretender contenerla. Lul se pu
tro.
Estoy perfectamente-dijo con voz un tanto
debll en seguida subir a la Caja. Esperame all
tranqUIlamente
P"ro Lulu no quiso desprenderse de l ni un BOlo instante Ascendieron juntos y una vez insta
lado en sus re p ctlVOS sitios para reanudar la!'
faenas del dla, Lulu le pregunt cmo haba sido
la calda.
.
Procopio no pudo explicar nada, porque l mis
mo ignoraba si habla tropezado efectivamente con
algun objeto o no.
Lul permaneci inquieta y muy preocupada.
Al salir diJo:
-Papa, vamos a que te examine un mdico.
- Con qu obJeto? : No dijo ya que sto no tie
ne importancia alguna?
-No te reconoci.
- y que quieres t que yo vaya a decir ~i no
siento nada, SI estoy tan bueno y sano como tu!
-Deberas deCIr precisamente lo contrarIO; que
ests enfermo, aunque tu no sientas nada ni sabe!'
de qu.
Procopio se ech. a reir.
Pero Lul se obstin tanto que lo oblig a se
guirla a uno de los consultorios de ms fama.
-Este es uno de los mejores mdicos de Mxico
segn dicen-susurr Lul cuando suban ya la
escalera.
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XIX
Francil5co Jos era un poeta serio y por ende el
espritu parsito haba anidado en su cerebro
Cuando Lul pronunci las ;fatales palabras: "Pa
p y yo estamos trabajando" se fu de espaldas'
cuando descubri que toda la magia de su presen
te bienestar estaba encerrada en el vocablo tra'
bajo, se llen de clera y de indignacin al igual
que Agustinita.
Tempestad espiritual que lo arrojaba de su torre de marfil por las ventanas de la vida. Saluda'
ble sacudimiento interior, porque la vida vista cara a cara, le revel algo' que l jams haba pre
sentido: su gran talento prctico.
- j Mamacita-lanz un grito despus de muchas hQJ'as de reconcentracin-he resuelto nuestro problema. Ellos han encontrado su vocablo
salvador, el trabajo; yo he encontrado ya el nuestro, Pascual! ... Vamos en seguida a visitarlo.
-Jrame que no pondremos nunca mas loE'
pies en la casa de tu padre !-exclam Agustinita
ronca y sublime.
- j Tus qujas son justas y santa tu indignacin, madre!
-l. Quin puede ya dudar de que Procopio se ha
propuesto ser desdoro al nombre de nuestros ante.
pasados? 1Arrastrar por el fango el nombre de la
casa!
-y obligar a una familia a seguirle en tan ignominiosa cada. No puedo, no puedo, antes la
muerte. Oigo la voz de los generales Prado protestando desde sus tumbas fras:
Los sollozos acuden a los robustos pechos de
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hace rueda.
Agustinita fricciona los miembros flcidos y
con voz que es un lamento, exclama:
- j Pero si es un esqueleto!
De pronto, como si oculto resorte obligara a tomar forzosa actitud a todos los maneques, los
criados se colocan en forma rigurosa y guardan
compostura y silencio perfectos.
Por una puertecilla medio entornada aparece
Pascual envuelto en gruesa bata de bao, descubierta la cabeza y chorreando agua todava; sus
manos redondas y gordiflonas agitan los cordones de la cintura de donde prenden dos borlas como dos bolas de oro.
Olvidado de su madre y de su hermana, Francisco Jos salta sobre ellas y corre hacia l con
los brazos abiertos:
- j Hermano!. ..
Pero Pascual fija sus ojos slo en el grupo que
se debate en las baldosas, y pronuncia con clara
y serena entonacin:
-Est neurastnica y el mdico le ha prohibido escenas ... Sera preferible seguir como estbamos antes ... sin visitas ...
Agustinita levanta su estrecha frente, sus ojos
se dilatan ... en sus temporales culebrean sus arterias y se encrespan sus cabellos grises.
- j Hermano !-repite ~nocente Francisco Jos
y avanza.
Pero Pascual gira sobre sus talones y a su espalda se cierra la puerta ruidosamlnte.
Francisco Jos inclina la cabeza, pliega las cejas y se reconcentra. Bien pronto su frente se
yergue limpia y alta. Pronuncia con gravedad y
en voz baja:
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lo!. ..
-Yo no comprendo a lladie .. ni a t siquiera.
Transformada de pronto Agustinita, se yergue, lo coge por un puo y su mano crispada le
hinca las uas en la carne hasta arrancarle un
vivo grito de dolor; entonces con voz aguda y
penetrante como fina hoja de acero le aturde
los odos:
- j Imbcil. .. Pascual nos ha robado!' ..
XXIJ.
Apenas entran en la alCoba de Procopio, despavoridos lanzan un grito.
- Oh, espantoso-explica Lul saliendo al encuentro.-Un ataque; ha llegado en un coche y
ya casi sin respirar; corr por un mdico ..
-Y? ..
-El corazn ... los riones j qu s yo!. ..
Las voces eran apagadas. Procopio no de~ner
t. Su rostro se perda en la blancura de las almohadas y las sbanas.
Transcurrieron dos das de angustia mortal;
al tercero se inici el alivio. Pero el mdico puso una nota de sombra en el regocijo general.
"No es preciso siquiera que el ataque se repita
para un desen1ace funesto".
Cuando Agustinita vino con el primer alimento de la maana, Procopio, sonriendo con una
taza de leche y no pudo contener un suspiro de
nio vido de golosinas, cogi entre sus manos la
satisfaccin. Senta la alegra del convalesciente: la servilleta desdoblada sobre sus rodillas, la
franja de sol que entraba por la puerta, el pedazo de cielo asomado por su ventana, los gor-
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- Pascual ha muerto?
,
-S-respondi secamente Archibaldo a las exclamaciones trgicas de Agustinita 'y Francisco
Jos.
-1 Ha muerto, madre!' _. .
-Ha muerto, Francisco"Jos!
Los dos cambiaron una'mtirada ardiente.
-Vamos al instant,e, madre.
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