Tribulaciones de Una Familia Decente

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LAS TRIBULACIONES
DE

UNA FAMILIA DECENTE


POR

MARIANO AZUELA

;;

-,

Cuadros y bte.os de lo Rey.luti. MeXk /

:a:::e -

MI hermano Francisco Jos es poeta. Ha conc udo ya dos obras, Agonas de Mrmol y El Elog o de 14 Inquietud.
Quin como Francisco Jos para encargarse
de El Libro de las Horas Am-argas?
Pero mam dice que yo debo escribir sto.

JI.
Pues bien, 1 s Vzquez Prado, como todas las
familIas dec ntes vemmos a menos desde la revolucin maderista.
"El gobierno del seor
Huerta-se dice en casa-fue slo ensue o ef mero de restauracion, al que en breve habra de S.1ceder la horrenda pesadilla de la revoluc n de
1913, luego el triunfo estupendo de este don Venustiano, y a la postre, como tiro de gra ia, el
desastre de 1a<l finanzas al implantar la doctrina
hacendaria latrofacciosa, "hay que tomar el dlnero de donde se halle".
Un escollo detiene mi pensamiento y hace vacilar mi pluma: los antecedentes de la familia.
Me explicar de una vez por todas: yo no s
opinar; tal facultad si alguna vez la tuve, no encontr ambiente propicio a su desarrollo. En casa jams se ha solicitado mi parecer ni se me
permite tomar parte en conversaciones serias.
Soy el pequeo de la familia y parece que estoy
condenado a ser beb por el resto de mis das. A

Las Tribulaciones de una Familia Decente

no ocurrirle serios disgustos a mamacita en la


t!alle, a estas horas llevara, como hace tres aos
en Zacatecas, pantaln corto, medias de popotilIo,
corbata en papilIn, panela de paja con cinta iris,
afeitado el bigote y rizada la cabeza. A los vein~
te aos no me permite mam que salga a la calle sino con ella misma o con una de mis hermanas.
Hecha esta advertencia pertinente, prosigo:
Los Vzquez Prado tenemos en lnea paterna a
un Constituyente del 57 y en lnea materna a muchos ameritados militares, entre los que figuran
com'l estrellas de primera magnitud, dos divisionarios: mi to abuelo don Dionisio que cosech
laureles peleando con tanto valor como lealtad al
servicio del Emperador Maximiliano de Austria,
hasta el trgico desenlace del Imperio en el Cerro de las campanas, y mi abuelo don Ventura
que defendi siempre y con bravura nunca desmentida la causa de la legalidad y del progreso,
la integridad de nuestro territorio y la persona
del Benemrito de las Amricas y licenciado don
Benito Jurez, y cosech no slo hartos laureles
sino tostones a granel.
Agustinita, mi mam, punto ms, punto menos,
dice eso y hace el elogio ms cumplid de nuestros abuelos, mi~ntras que Procopio, mi pap, observa, sonriendo con una sonrisa socarrona que
tiene la fea propiedad de prender como dardo de
alacrn, llue graCIas a sus narices poltics los generales Prados caan siempre parado8.
Pascual, esposo de mi hermana Berta, le ha dado en su ocasin esta eontundente respuesta: "Lo
ms sagrado que el hombre tiene en el mundo es
la familia. Los generales Prados al afirmarse

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sistemticamente en facciones contrarias, durante nuestras luchas intestinas, han revelado talento
y nobleza de corazn. j Honores, ambiciones, glo..
ria, la vida misma, al servicio del ms excelso
ideal: la familia! Y la familia j claro! gan siempre quienquier que fuere el vencedor".
Archibaldo, novio de mi hermana Lul, bergante sin oficio ni beneficio, observ que, en efecto, los generales Prados eran hroes prototipos
del hogar y mereCan los honores de un monumento.
Si lo dijo con malvola intencin, buen chasco
se ha llevado. Agustinita hizo que el mismo da
vmiera el maestro Canuto, albail de la hacienda,
muy hbil y curioso en mano de obra, y le orden que levantara en el huerto de la casa, a la
sombra de las madreselvas, una estatua de cantera, en memoria de los generales Prados.
Incuestionablemente que nuestro abolengo no
debera ponerse jams en tela de juicio, mxime
cuando es la llave misma de la paz y equilibrio
domsticos. Pap suele olvidarlo y da lugar a escenas tan penosas como la que ocurri pocos meses ha. Breve tiempo tenamos de instalados en
una vieja ca:;ona, en frente del jardn de los Angeles. "Nuestro nuevo domicilio-deca Francisco Jos-nada tiene que envidiar al tugurio ms
miserable del ms pobre de nuestros medieros"
En efecto, ocho maltrechos pilarones de ladrillo,
medio comidos, sostienen un cobertizo que se nos
est viniendo encima de puro apolIllado; tras de
este prtico se abren cuatro ventanucas enanas,
con sus rejas de madera y a guisa de cornisamento unos emplatos triangulares pintados de almagre. En puridad de verdad debo decir, sin embargo, que Agustmita, a la vista del corralito de

() La,; Tribuk&cione8 dtl

UfUI

Famili Decent.e

la casa, ha encontrado pretexto para hacer gra..

tu reminiscencias de Zacateca.s y que Francisco

Jos est encantado de un hallazgo, fuente pres.tigiosa de trabajos ulteriores del ms acabado sa~
bor modernista: asegura que hay vestigios muy
serios de arte colomal en este viejo casern.
Ellos son 108 exigentes. Por lo que a m respec..
tao un poco demasiado perezoso y otro poco de-masiado Ignorante en ciencias y artes, me satisfago con hacer correr el visillo de la sala y contemplar el clido esmalte del jardn y la epuIa rojiza de la iglesia de los Angeles que sobre las altas cimas de Jos arbol~s se recorta en el cielo azul.
Cuando est azul. Porque en septiembre llueve
desde el medio da y a menudo el agua se asienta en una lloVlzna pertinaz.
Bajo un ci~lo de
plumbaglra todo parece envuelto en un manto de
ceniza. Sm embargo, esas mismas tardes abru..,
madoras. benen su cuarto de hora soberbio; eerca
de las se18 ordmarIamente el sol rasga con vio-lencIa las n bes de plomo, una rfaga de lumbre
se tiende en el horIzonte. sirviendo de fondo 1ulmllOSO a los tremulos arabescos de la Alameda, y
expira eomo escarcha de azogue en el empedrado
y en las bancas verdmegras del jarc.ijn.
y bien, una vez a esa hora, agrupados tras los
vidrios. mirando morir la tarde en la plazoleta
desierta. acertaron a pasar dos grandes automviles apretados de carrancistas y mujeres de mal
vivir. todos ebrio'" y haciendo escndalo. Papa
que se haba pasado la semana hundido en un
-desvencijado SIlln de mimbre, la cabeza entre
las manos y sin despegar los labios, se anim de
pronto y vino a la ventana.
-He ahi a 108 fundadores de la aristocracia de
maana !-pronunci desmayadamente,

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Agustinita, del ms negro humor del mundo por


que se haba vuelto a agotar el dinero y no tenamos razn alguna del paradero de Pascual, ngel tutelar de la familia, se desliz en improperios
al goberno.
-No hay que darle a sto ms importancia de
la que merece-interrumpi Procopio sin escucharla y SIguiendo slo el hilo de sus propios pensamientos.-Desde la guerra de la Independencia
hasta la fecha gentes de esa calaa, asesinos y ban
didos, han sido los cimientos de las sucesivas aristocracias del pas.
- Procopio!. ... i i Procopio. . . sabes lo G.ue
dice .. ? -prorrumpi Agustinita consternada.Ah, Procopio, tus palabras exceden no slo de los
lmites de la buena educacin y de las conveniencias! 1Blasfemas del sagrado recuerdo de nuestros amados muertecitos! 1Profanas el silencio de
las tumbas de tus mayores! ....
Quiz sea ste el momento de decir que Francisco Jos asegura que lo poeta le viene en lnea
recta de mam.
Procopio no contest, hizo algo peor, sonri! ...
Acerca de la sonrisa de Procopio estn divididos los pareceres en casa. Lul, mi hermana menor, aprueba con entUSIasmo la opinin de su no
vio Archibaldo, que es a saber: "No hay risa que
revele inteligencia ms clara y corazn ms noble que la riQa de Procopio. La impresin brusca, casi selvatica de nuestro rostro austero, con
esos ojos obscuros, con ese cutis spero y reseco
cual corteza de viejo roble, con esa barba un tanto borrascosa, se modifica totalmente en cuanto
uno cruza con l las primeras palabras v en sus
labios asoma la risa fcil y sus ojos se abren de
par en par como la ventanas de las provincias que

8 Las Tribuladones de una Familia Decente


nada quieren esconder".
Pero Agustinita, Berta, Francisco Jos y mi cu
ado Pascual lo entienden de otra manera. Francisco Jos por ejemplo, dice: "Cuando yo ro,
cuando ren ustedes, cuando todos remos, para
nadie es un emgma el motivo de tal alegra. La
risa de pap es a menudo la risa de uno 8010, de
dos a lo ms".
"Lo peor de todo--cornenta Pascual-es que
eso acaba por dlstanciar las voluntades; afloja los
sagrados VInculos de la familia, determina conflictos y provoca escenas desagradables".
y bIen, decIa
yo, Procopio no contest, hizo alo,
go peor, sonrIO
.... I
Mama, que no es fuerte en historia patria y -de
la universal pocas noticias tiene, no encontr rplica formal y rompi en vivo llanto.
Interrumpi la escena la voz de Lul, llamndonos con su irmco "ya est la sopa en la mesa".
Ese da no llevabamos en el cuerpo ms que la
cena de la vspera. Francisco Jos y yo, como siem
pre, fuimos los primeros en precipitarnos al comedor.
Luego que se acallaron un tanto las impertinencias clamorosas de nuestro estmago con una taza
de caldo de habas, y mientras que en los mismos
platillos Lulu nos serva las eternas y aborrecidas papas cocidas, Francisco Jos, acariciando
su tibio abdomen, volvi los ojos en blanco, resopl con satisfaccin y se dispuso a h"ablar.
Francisco Jos, l lo mee, es la anttesis viviente de Procopio. Francisco Jos aspira a una vida de mera contemplacin: su ensueo es el Arte
y la meta de sus aspiraciones, las nieves eternas
8 la serenidad. El quiere que su voz misma no
lIeR sino arrullo de frondas, rumor de arroyuelos,
o

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que su gesto lleve la gracia inefable de un mrmol de Praxteles.


Ese da, empero, las lgrimas de Agustinita
hicieron desbordar a este lago resplandeciente.
- De dnde arranca la aristocracia de los tiempos virreynales? De dnde la rancia nobleza de
la vieja Europa? Porqu, entonces, deprimir a
nadie por mculas discutibles? ...
Procopio, que haba vuelto a su ensimismamiento abri los ojos sorprendido. Se hizo repetir las palabras de Francisco Jos, y al gasto de
sorpresa sucedi una sonrisa maligna.
-y? ...
-He querido hacer comprender que ese argumento va encinto de germen mortal. Como el
ms picho seminarista de la clase lgica, podra
reargiiir: "lo que prueba demasiado, nada prueba".
-y? ....
La sonrisa ms solemnemente despectiva se
acentu en los labios de Procopio.
-Tu padre, Procopio-habl entonces Agustinita con gravedad-fu uno de los constituyentes
del 57; los generales Prados dejan en la historia
de su patria una estela luminosa, como dice Francisco Jos ..... Ni aqul, ni stos supieron reir
como t res.. .. N o, no saban reir as. . .. saban algo mejor que reir. . .. algo que a t t;e te
ha escapado en absoluto ....
La voz de Agustinita se haca "ronca y apagada,
mientras que la sonrisa de pap iba transformndose en una risa dura como de hierro. Una sombra obscureci el brillo peculiar de sus miradas.
La voz de Agustinita se apag como un estertor:
-Supieron evitar siempre a sus hijos la ver-

10 Lafl Tribulaciones "de un4 Familia Decente


giienza de vivir en una pocilga indecente, y de co-mer slo habas cocidas ....
Vi entonces las lineas del bello rostro de Lu:
quebrarse; sus mejillas se pusieron eomo grana Y.
de pronto, se levant de la mesa, dejando su platillo comenzado y sall con los OJos razos, !sin dar
explicacin alguna.
Entretanto Procopio, intensamente plido, se
habla llevado una mano sobre el pecho y entrecerrando los ojos de"o descansar su cabeza sobre
un brazo, apoyado en el respaldo de la silla.
-1 Le han hecho dao las habas !-dijo mam
entre dientes.

III
Tres anos hace ya que salimos de Zacatecas. De
peldao en peldao hemos descendido hasta parar aqu.
Tormentoso da aquel de nuestra precipitada
salida. Dice FrancIsco Jos que para l slo es
comparable con aquel dIa que encontr su primer
ensayo dramtico en '\ersos alejandrinos, un prologo, doce actos y un epIlogo, intitulado l/El Festzn de los Agoniza'/' tes, junto con otros papeles inservibles en el water-closet, adonde haba sido lIe
vado por pap, por una dIstraccin imperdonable.
Yo lo recuerdo tan bien como si lo estuviera
vienf'lo. Mientras nosotros arreglbamos petacas
y belice"" bromeando y riendo con fementido regocijo, Procopio,' contra su carcter y costumbres, recorra el corredor, cabizbajo y abstrado.
Pasaron horas para que se diera cuenta de que
en los preparativos del viaje habamos volteado
la casa al revs. Y pretendiendo seguramente
calmar la excitacin nerviosa de Agustinita, se
acerc a ella y con acento dulce y carioso le dijo:

BibliQteca de EL MUNDO

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-Lindita, acurdate del adagio, "ve despacio


que estoy de prisa".
- Bah respondi ella-dentro de una o dos
semanas estaremos de regreso en casa y ya tendre bempo y calma para ponerlo todo en orden
de nuevo!
Temome que esa semana sea tan larga como
la "emana bblica de la creacin.
Mam, sm parar mientes en tan significativa
advertencia, prosigui con su incansable trafagueo.
Yo advert en el rostro de Procopio algo vagamente sombro, algo como el fulgor de un lejanSlmo relmpago.
Se alej de nuevo a dar, ueltas por el corredor.
y Archibaldo, acercndose a mi odo, me dijo en
voz baja:
- Las eternas debilidades de tu pap! Suponer que el entendimiento de Agustinita tenga odos es tanto como suponer, querido Cesar, que
tu malicia tenga narices.
- Qu pretendes darme a entender con esas
palabras, Archibaldo?
El ri mucho; pero yo no insist, porque dicen
Agustinita y Francisco Jos que gusta de bromas
y juegos de palabras que a menudo la~timan.
Con todo, muchas veces ha pasado por mi mente la idea de que en esa vez Procopio y Archibaldo
tuvieron o pudieron haber tenido razn. N o ser posib e, en efecto, que a la preclpitacion c n
que AgustImta nos hizo salir de Zacatecas, se deba la penuria que sufrimos y que no da trazas de
acabar~ nunca?
Aciago da el de nuestra fuga de Zacatecas I
Al ponerse el sol todos estbamo" en la estac' n,
en espera del tren que con los ltimos c viles de-

12 La8 T1'ibulaciones de una Familia. Decente


bera salir a las sIete de la noche rumbo a Mxico.
El barullo de la gente se haba convertido en
agitacin febril y loca. Por calles, plazas y paseos discurrIan ya slo hombres de tropa, infantes, caballeras, soldaderas astrosas de regocijados rostro como en da de feria. Piezas enormes
de artillerla, pesados carros de parque, coches de
provIsiones y ambulanCIas, rodaban fatigosamente, dando roncos tumbos por las empinadsimas
calles. Un rumor confuso, sordo e incesante, se
alzaba por los mbitos del pueblo. Y qu miradas las de los soldados y sus bestias! Diranse
preadas de SImestros presagios, de los relmpagos de la tempestad que habra de abrirse sobre
mi desventurada tierruca.
Entre la inqui ta multltud de la estacin vimos
de pronto, aparecer un grupo de oficiales y jefes
de Estado Mayor, VIstosoS y gallardamente montados.
- j El general Medma Barrn !-exclam6 Agustinita, fulgurantes sus OJOS de alegra.
Alzose con rara presteza sobre un montn de
viejos durmientes para destacarse mejor.
El general nos reconoci en seguida y, galante
como siempre, vino a sa1udarnos.
- i Por fin se marchan ustedes?
No intent siqUIera disuadirnos. Dijo que apar
te de lo penoso del camino en aquellas circunstancias, nuestro viaje a Mxico sera de mero recreo,
y que esperaba tener el gusto y la satisfacci6n de
vernos de regreso en nuestra casa, antes de dos

semanas.
- Lo que yo no me canso de decirles! Lo oste
bien, Procopio ?-prorrumpi6 Agustinita recobran
do su entereza.

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Pap m~!lcaba la colilla de su puro y no alz si


quiera los ojos, Pascual, mi cuado, asinti con
esto de pleno convencimiento. Slo Archibaldo
sonri con maJignidad.
Despidiose el general y nosotros, agradecidsimas, estrechamos su mano con ferviente emocin.
Agustinita cuchiche algunas palabras a su 01do, luego, volvindose a Procopio, cuyo silencio
obstinado, lo mismo que su gesto cada vez ms
80mbrlO, comenzaba a preocuparle, dijo:
- Te empeas en dudar an?
-No-respondi con forzado gesto de aquieseencia-indudablemente que el general tiene razn.
Las simpatas de que siempre goz el general
Medina Barrn entre la alta sociedad zacatecana,
su prominencia como soldado y hombre de gobierno, lo rotundo d sus afirmaciones y prome a...
su optimhmo contagioo, hacan a menudo con
su "ola presencia. antes de que hubiera pronunciado una palabra siquiera, las inquietudes y te
mores de la sociedad desaparecieran, y ba.,taba
el acento de su voz para hacernos sentir la pa2'
del alma que otros, aviesos, nos haban arrebatado.
Pero pocas veces nos hizo tanto bien con su pre
cencia. Extinta la excitacin nerviosa en los prpparativos de aquel precipitado viaje, no bien h'lbi" os salido de casa, cuando todos nos dbamos
cuenta de que algo, como muchos quintales de plomo, pesaba sobre nuestro corazn. Nadie, a la
verdad, su fria un golpe de la magnitud del que
agobiaba a mam. Quien como ella en frvida
admiracin por el seor presidente Huerta, cuyas dotes de energa y patriotismo eran ya un dogma en casa? QUIn como ella en entusiasmo y

14 Las T1-ibulacwnes de una Familia Decente


aplauso por los vahentes soldados qu~ con abnegacin herOlca deramaban su sangre en defensa de
los fueros de la buena socledad? Si los ladro~s
de Cararnza y de VIlla se mantenan en pie era
slo en gracia a su cobardla, a que sistemticamente e\ Itaban todo encuentro formal con nuestros leales.
- y la toma de Ciudad Jurez? Y la toma de
Chihuahua? Y la ton a de Torren ?-habale
argiiido con IDs'dia Archibaldo.
- j Cuanto mas te vahera dejar esas maneras de
la plebe y no apecrugar con sus hablillas !-le contest Agu~timta contundente.
-En efecto-observaba Pascual-qu persona senhata ignora que la toma de Torren por las
chusmas vIlh tas no fu sino la entrega prfida
de un judas federal?
Nadie, pues, dbamos crdito a los decantados
triunfos de los bandIdos, que la -gente pobre propalabra con malvolo regocijo. Sugestionados por
AgustIm a nos mantuvimos firmes y resueltos a
no dejar en extranas manos un palmo de nuestras
propiedades, mientras que todas las familias aban
donaban cobardemente la ciudad.
La VIS era de nuestra salida, el curso de los
acontecim entos oblig a Agustinita a cambiar
violentampnte de propsito. presa de inaudito terror y de angu ha ndescriptible, 'rizo que Procopio volara a pedIr al general Medina Barrn un
tren especial que en el momento mismo se apre"tara a ilevarnos a la cap'tal de la Repblica.
Haba ocurrido sto: el seor Monedas, consejero del Banco de Zacateca s, gran amigo de pap,
haba estado a buscarlo, mostrando tal agitacin
que despert en Agustimta sospechas y serios temores. y mientras que os dos seores se ence-

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rraban en el despacho para tratar un asunto muy


misteriosamente, ella corri a la casa de la senora
de Monedas en busca de nobcias. Y all supo toda la verdad. El seor general don Victoriano
Huerta abandOl aba el poder de un, momento a
otro' los mlembro:- del gabmete y las personalida~
des mel con"pcuas de la administracin sahan
rumbo a los puertos, prontos a dejar el territorio.
El trIUnfo de la Revolucin era indefectible.
Es up facta ante tal monstruosidad, Agustinita dud aun:
Pero si es asi por qu ustedes no han salido
de la ciudad?
Contamos con la amistad del cnsul americano, y el nos asegura toda clase de garantas. N os
retiraremos a una hacienda cercana, mientras los
conc;titucionalic;taq toman la plaza.
El golpe no poda ser, pues, ms formidable.
y bien, tal era la fe que mam tena en el general Medina Barrn, que despus de haber estado breves segundos con l, recobraba todas sus
energas y esperanzas. Archibaldo nos invit a
tomar una taza de t en el restorn de la estacin y Agustinita no slo acept de buena gana,
sino que del mejor humor del mundo brome con
Francisco Jos y con Pascual. A m me rin porque no me haba cambiado medias y a Lulu porque llevaba un sombrero muy pasado de rroda.
y todos salimos verbosos, contentos y c;atisfechos Pascual pronunciaba con nfaSIS la cantinela de Cac;ino: "con los veteranos de Porfir o
DIaz y los valientes muchachos de la Escuela de
Aspirantes hay y sobra para poner en fuga a los
venados de Francisco Villa".
-S, por eso van ustedes con tanta a1 gol arumor un chamagoso, con inaudIta falta de rec;-

16 Las Tribulaciones de una Familia Decente


peto.
No entiendo el cal de la plebe j pero presumo
que a la palabra argolla debe darle algn significativo injurIoso, porque otros hilacnentos y piojosos que lo oyeron, festeJaron la diatriba con sus
bocazas abiertas de oreja a oreja.
IV.
Zacatecas quedaba, pues, a merced de la soldadesca y de una plebe envalentonada e insolente
que rea de nuestro pnico en los angustiosos momentos de nuestra violenta fuga, sin el menor respeto.
A las seite nos acomodamos, como Dios nos di
a entender, en un carro de ganado. Como todo
mundo podIa viajar sin boleto, en breve estuvimos revueltos con gente de nfima ralea; amontonados y con menos comodidades que las reses
enjauladas.
Ya las calles se haban desvanecido en la noche;
las moles soberbias de El Grillo y de La Bufa se
adivinaban apenas, bajo los resplandores oscilantes de las luminarIas en las fortificaciones. En
el accidentado casero chispeaban mortecinas las
luces de los raros hogares habitados.
Oprimido el pecho otra vez, mustios y silenciosos, esperbamos la seal de la partida. Trascurri una hora. Procopi oy Archibaldo bajaron a
saber el porqu de aquel retardo. Mi hermana
Berta, llena de zozobra, preguntaba a cada instante por Pascual.
Procopio, con seales de aburrimiento. vino a
devirnos que no se daba traza de salir: ni maquinista, ni conductor, ni garroteros; la mquina resoplando con tal pereza que no se le trasluca gana de ponerse en marcha toda la noche.
Mam nos agrup a rezar el rosario. Para este

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pecador de m el rumor de las oraciones es el


ms poderoso hipntico. Despert a las nueve, al
toque formidable del silencio.
Redoblaban los
tambores retumbantes; las notas grav,es o agudas
de clarines y trompetas llegaban estridentes da
lo alto de los carros militares inmediatos, repercusivas de las rocas de los cerros, melanclicas y
desvadas de las lejanas avanzadas, confundindose todo en un barullo tumultuoso y agitado.
Media hora interminable se prolong aquella orga de sonidos; luego- todo qued como un camposanto. Ni un canto de gallo, ni un ladrido. Una
a una fueron extinguindose las luces del pueblo, y una luna anaranjada y chata comenz a esclarecer y patinar el grave paisaje. De tarde en
tarde rompa aquel silensio solemnsimo el golpe
de cascos de alguna patrulla, luego el rumor iba
alejndose, alejndose hasta perderse. De vez
en vez se oa un lejano lejansimo o un grito perdido: "1 Alto ah. .. quin vive? ... "
Sera la media noche cuando el silbato de la mquina lanz un trmulo y ronco gemido. Momentos despus el tren comenz a rodar. De muchos
pechos salieron suspiros, de muchos labios ascendieron plegarias.
i Ah, nosotros no ramos a la verdad tan cndidos para creer a pies juntillaa en un viaje de
recreo, como nos lo aseguraba el general Medina
Barrn; pero tampoco tuvimos nunca siquiera la
sospecha de que tal viaje habra de ser de un polo ..
a otro, de un planeta a otro planeta, del mundo de
las comodidades y de la opulencia, al de las economas infinitas, de los sacrificios sin cuento, de
la mediocridad primero y de la indigencia a la
postre!
Al partir, Berta lanz un grito de angustia:

Las Tribulaciones de una Familia Decente

lB

-1 Pascual! ... en dnde est Pascual? ... i Pascual se ha quedado! ....


y corno le ama tanto se ech a llorar, por ms
qUe Agu~timta se esforzaba en convencerla de que
no haba qu emer nada, puesto que sin Pascual
el tren no se habrta pues o en marcha. En efecto, mi cunad es persona de tanta representacin
como nObotros m smos en Zacatec8s.
Luego toco al p re Francisco Jos exhalar la
segunda queJa: habla'le olvidado de su tubo de tableta~ de a~pll ina ~ la malhadada jaqueca cual 81
de ello se hUQlera percatado, ya le estaba atenaceando sm p edad.
Hasta el medIo da llegarnos a Aguascalientes
porque nue~tra mquina haba resultado del deshecho: una mfehz valetudinaria, reumtica y enfisematosa que caminaba una hora y otra se detena en I ace't tapor. No obstante la multitud
que llenbamos el tren, otra tanta ascendi en
Aguascalientes; invadiendo nuestro carro y nos
pisotearon y estropearon sin miramiento alguno.
Nos encontramos dIVidIdos: mama y Berta en un
extremo, Francisco Jos, la cabeza escondida en
un gran p Duelo blanco, anonadado, en un rmcn;
Lulu, Archibaldo y yo, cerca de la puerta.
El cambio de altura, el calor asfixiante, a densa atmsfera marearon horriblemente a Lul.
La v ponerse muy plida; sus ojos parecan obscurecerse; tendI sus manos hacia m, buscando
apoyo.
, - j Mam!. .. Berta! ... -implor.
- j Cgela t mlsmo en los brazos !-me orden
con severidad Agustmita.
Archibaldo, nemos atolondrado, lo haba hecho

ya.

-Grac1as-le dije

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Qu hacer? Imposible menear pie ni mauQ.


Venamos apretados como cigarros en cajetilla.
Lul como un pan de cera, haba reclinado su
cabeza y su espalda sobre el pecho de Archlbaldo.
El ac<.eso, por lo dems, fu muy breve. V como comenzaron a colorearse las mejillas de Lul
y cmo se abrlan sus bellos ojos. Ella pareca
darse cuenta hasta entonces de. que estaba en los
brazos de Archlbaldo y ruborizada se irqui bru'!camente. Yo sonre contento de verla ya del todo
repuesta. Y no slo, smo que para tranquilizarla
le dije con esa inexperiencia y falta de mundo
que entonces me caracterizaba:
-Slo por ver florecer de nuevo en tus mejillas una azucena y despus unos claveles, Lul,
quisiera la repeticin de tu desmayo.
Archibaldo mir a Lul y sonri prfidamente,
mientras que ella, como prpura otra vez, me tir con fuerza del brazo para hacerme comprender
mi candorosidad tan fuera de tiempo y de lugar.
De pronto vimos aparecer a ProcoplO. Berta
le pregunt con ansia por Pascual.
~Prefer venirme en la azotea de este carro a
sofocarme ah dentro como ustedes.
- Pero Pascual no viene contigo, papa cito ?gimi Berta oprimindose las manos, transida de
dolor.
-No s de l repuso pap con indif~rencia
Yo \ dos lenguas de fuego tremar en los ojo'!
de Agust nita. Un altercado entre e la y papa
habra surgido de no aparecer en el instante mi mo el rostro eternamente sereno y amable de n11
cuii.ado alIado del grave y desdenoso de Procopo
-Les traigo la nue\ a de que he conseguido u 1
sitio en el cabuz, Gande todos podremos continuar
el viaje ya juntos y con menos incomodIdades

20

La,s

Tribulaciones de

UM

Familia. Decente

dijo Pascual antes de acallar los lamentos y las


quejas de su Berta enamorada.
Saltamos del carro atropellando a todo mundo
como all se nos habia enseado y nos precipitamos por el andn hacia la cola del convoy. El cabuz nos pareci un ferlco palacio. Luego pap
nos llev leche y pan y todos desayunamos con el
ms fervoroso apetito.
Cuando Procopio sali a pagar, su semblante
sbitamente se demud. Buscose algo por todos
los bolSillos, los volvi al revs. Sus ojos se dilataron en un gesto de estupor. As permaneci
slo unos instantes. Plido como la muerte, vino
luego a Mama:
-Lindita ... me han robado la cartera!. ..
Pero a mi me sorprendi la serenidad de Agustinita.
-Todos los valores en papel y el revstro de la
combinacin de la caja fuerte !-excIam COn voz
quebrantada.
Agustinita sonri levemente. Atrajo hacia si
con parsImonia una petaquita de piel de Rusia que
jams abandona en sus viajes, y metiendo una Ha
vecita en la cerradura, dijo:
-Conozco demasiado tus distracciones. Por
evitar precisamente sto, que lo haba previsto ya,
al cambiarte ropa extraje los valores de la cartera y .... aqu. ... aqu. ...
Mam vacilaba. Ahora era ella la que palideca y abra los ojos atnita. Su rosotro se contrajo en un tic violento, las convulsiones comenzaron
a sacudir sus miembros.
-El ataque!. .. el ataque!. ..
Todos nos precipitamos en su ayuda.
S, Agustinita haba olvidado la cartera la mts
mo que los valores que haba extrado de ella. en

Biblioteca de EL MUNDO

21

la mesa del comedor!

Despus del ataque permaneci aletargada ms


de dos horas. Solcito como siempre, Pascual no
se apart un instante de su lado. Procopio de
nuevo se ensimism y, a distancia, fumaba, fumaba, encendiendo un cigarro con la colilla del
anterior.
Pero cuando Agustinita hubo de recobrarse vino a ella animoso y sereno, cual si nada de importancia hubiese ocurrido, a la verdad.

V.

Cerca de las cuatro de la tarde comenz a blanquear vagamente en la inmensidad del valle verdinegro algo como la gran salpicadura gris, que poco a poco se fu aclarando a la oblicua luz del sol.
-Mxico !-clam Archibaldo.
Yo, muy emocionado ascend a la ventanilla del
cabuz. El soberbio panorama de la capital iba ya
surgiendo entre la bruma que flotaba sobre l y
lo envolva en inmenso festn de gasa tenue y impalpable. Y comenzaban a destacarse ya los enormes edificios y el casero sin fin cuando Agustinita me oblig a bajar. Estaba en obra de dl"t 'ibuir ordenadamente el equIpaje, a efecto de que
sin precipitaciones, olvidos ni desbarajustes, descendisemos en la estacin.
- Mucho cuidado con los bolsillos !-nos advirti.
Pascual, que es ducho en viajes, aboton de arriba su correcta americana, Francisco Jos di seales de vida: abri los ojos y s~ incorpor. Berta desde ese mismo instante cogi un brazo de
Pascual y no le solt hata que llegamos al hotel.
Agustinita dejaba al cuidado de Procopio todas
las compras hechas en el camino: dos petaquitas

22

Las Tribulaciones de una. Familia Decente

de mimbre de Salamanca, una docena d varas de


limas de Silao; seIS pesadas canastaS de 'fresas oe
Irapuato, vemte cajetas de leche envinada, qu('mada y almendrada de Celaya, no s cuantos rnanojitos dE' camotes de Quertaro y una reatita de San
Juan del RIO, pmta de Azul, que se empe en com
prar para que Juegue en la hacienda a nuestro
prximo re reso. Pascual parece que se propuso
echar la caba por la ventana; pues fu l quien lo
pag todo de su'! bolsillos, seguramente para hacer que Agustmita se olvidara de nuestro deIoastre.
Con estas encomiendas Procopio se manten~a
perplejo y cariacontecido. Lulu lo observ y, resignndose a ponf'r un parntesis a sus interminables COlOqUIOS con Archibaldo, vino a ofrecer su
ayuda. Pero por mas que estudiaron el reparto
entre ella, papa y Archibaldo, no podan los tres
juntos bastarse a tal faena. Por lo que ste dijo
con su falta de seSo peculiar:
-Por poco se preocupa usted, to ProcopiQ. Comencemos por deshacernos de lo intil y estorboso. Las fresas que van all, caben en una sola
mano de Lul, as es que podemos sin el menor remordimIento arrojarlas a la Vla. Igual suerte
pueden correr las cajetas de Celaya que ahora no
son de leche sino almidn que nadie come, si es
persona decente.
-1'..0 he solICItado tu parecer, charlatn-dijo
mama parando oreja.
Se empe bre e d' sputa porque Archibaldo es
un jesu"ta perfecto. Primero hace rabiar a Agus
tinita y en segu da se vuelve disculpas y satisfacciones.
-Ta Agustinita lejos de m el molestarla ....
pero hagame fa\or de regIstrar los canastos y de

Biblioteca de EL MUNDO

2'-3

probar las cajetac:..


Mam se convenci de que bajo una sola capa
de grandes y rojas fresas el resto era de hojas secas revueltas con lerra; y si las cajetas de Celaya no eran precisamente de almidn, s de una
edad muy respetable a juzgar por su color y las
resquebl'ftduras de la costra.
Junt e la misma sus compras y dijo secamente que no necesitaba ayuda de nadie, que ella sabna componrselas para bajarlo todo y que nosotros nos ocupsemos slo del equipaje. Yo me
ad lante el primero a tomar un belice; pero ella
se opuso re~ueltamente:
- j T no debes llevar nada, Cesar!
En Mxico
abundan los robachicos.
y me confi desde aquel momento al cuidado
de Lul y de una fmula que trajimos de Zacatecaso
i El contagio de la coquetera de esas cuarentonas metropolitanas! Ahora se le antojaba a nuestra vieja maquina dar"e aires de moza alegre.
Cual si por un mPagro hubIese recobrado de pronto su agilidad y lozana se lanz gritona y alborozada, a gran velocIdad, a travs de pobres y melanclica~ callejuelas; l.lego se meti como la cabeza de una vbora por un portn de madera pmtado de rojo, entre dos muros encalados; de all
salimos a perdernos en un ocano de trenes; jadeantes unos, arrojando copos de humo renegrdo; otros mudos, polvos os e inertes: A cada cambio de va, a cada crucero, el tren iba detenindose; ora avanzaba por el angosto cammo que o ro
tren dejaba libre, ora retroceda para dar pa<;o a
un convoyen opuesta direccin. Entre pitidos
disonantes, campanilleo en los m'l variados to
nos y timbres, pasamos una hora. Pero de pron-

24

Las Tribulaciones de

U1l4

Familia Decente

to, cuando menos lo esperbamos, -estuvimos en


los andenes de Buenavista.
Qu algaraba y qu confusin a la vez! Nosotros aturdidos con todo y las advertencias de
Agustinita; Pascual, que es el ms listo, inutilizado por Berta que se le adhera como la yedra ai
enCInO, los dems buscndolo todo y no enontrando nada, atropellados y atropellando a los pasajeros que llegaban tan atolondrados como nosotros. Por otra parte, una avalancha de cargadores, mecapalerc.s, aurigas, chofers, agentes de
hoteles y transportes -en infernal gritera, arrebatandonos de las manos nuestros equipajes y aturdindonos hasta hacernos perder el sentido.
-El hotel Unin, caballero! El ms elegante
y cmodo de la capital-me dijo un seor bien vestido, impidindome formalmente avanzar y tocando su pecho contra el mo.
- Cuidado joven-me sopl al odo otro detrs,
hacindome volver el rostro.-No le conviene a
una familia decente ir a esa casa!. .. N o se imagina siqUlera a donde lo llevan! ..
Yo iba a presentar mis respetos y a dar mis
ms SInceros agradecimIentos a tan inesperado
amigo que no poda ser sino el angel de mi guarda; pero algo me distraje en tal instante: sent
una mano que se deslizaba suavemente por el bolsillo de mi chaleco. Intent atraparla, pero en
vano. Lul y Bernab la criada, me tenan slidamente asido de las muecas. Grit, pues, con
todas mis fuerzas:
-1 Me roban el reloj! ...
- Un ratero!... 1un ratero !-clam Pascual.
Se hizo un tumulto. All en las puertas, a la
salida, un gendarme acababa de atrapar a alguien.
Yo iba a protestar por el atentado. No era po-

Biblioteca de EL MUNDO

25

sible que el apuesto caballero que la polica tena


groseramente cogido por los puos fuera el ladrn
de mi reloj. Sin embargo, mi protesta se qued
dentro de mi pecho, porque conoc en breve al seor decente que momentos antes me ofreciera alojamiento en el hotel Unin.
El gendarme pit!i las seas de mi reloj y la direccin del alojamIento que habramos de tomar.
Ya estbamos en las puertas cuando un empleado de maneras descorteses nos detuvo. Haba qlle
registrar nuestros equipajes.
-Es que nosotros somos partidarios del seor
Huerta-protest J.<'rancisco Jos con dignidad.
El guarda hizo odos de mercader, meti ambas manos en la ~etaca de Archibaldo que le haba presentado abierta ya.
-El s, debe estar acostumbrado a que se le trate as-observ Agustinita ;-pero con nosotros las
cosas han de ir de otra manera. Comenzando porque somos una familia decente y acabando porque tenemos amistad con el general Medina Barrn.
El empleado levant la cabeza para mirarnos
con chocante curiosidad, sonri desabridament9 y
sigui registrando ms petacas.
Archibaldo nos hizo notar que slo perderamos tiempo en obstinarnos en tan inocente capricho, amn de ensear muy larga la oreja de provincianos. Con esto ltimo hubo para que nadie
pusiera ya ms obstculos.
Respiramos hasta la hora y momento en que
Procopio nos hizo subir a UD enorme automvil.
Partimos a toda velocidad, Mam le di las gracias al Seor, porque hasta aquel instante nada
nos haba ocurrido. Aparte de mi reloj, todos venamos cabales inclusive las compras de mama.

26 Las Tribulaciones de ]ina Famia Decente


El aire fresco de la hora acab de despejar el
cerebro de Francisco Jos. Co~ animacin comen~ a mencionar edifjcis y monumentos en':
contrados al pasar. Debo confesar que me pareca e<;tar vIendo una pelcula desenfrenadamente
rapida. Salvo la armazn gigantesca del Palacio
del Poder LegIslatIvo que me dej admirado, sin
puntos de comparacin para medio orientarme
siqUIera, casas, calles, paseos, todo me pareca que
una umformIdad desesperante. QU la estatua
de Coln que el Caballito, que el Hemiciclo de Jurez y quien sabe que tantas cosas ms. Al pasar
frente al Teatro Nacional quiso detener el auto
para ponderarnos mejor unos famosos Pegasos
que a m me parecieron slo burdos haces de lea
picando al CIelo.
Los vehculos se cruzaban en todas pirecciones:
tranvas electriros, automviles como veloces saetas, carruajes al tranco de arrogantes corceles y
ruidosos coches de sitio al paso de escuetos jamelgos que hacan el milagro de caminar en medio de aquel maremagnum, sin ser despachurrados.
-GlorifIca mi a ma al Seor ... -exclam mam y exhal un grito tan agudo que el chofet mismo, alarmado, dl frenos violentamente. N o, no
era ms que el susto natural de ver que una dama
elegantsima Iba atravesando la calle entre aquel
ir y venir de ruedas desaforadas, con la misma
serenidad con que uno transIta por el parque
solitario. Mam crey que cualquier vehculo la
iba a deshacer. Y todos, a la verdad, suspendi'mos el aliento hasta que atnitos! la vimos salir
ilesa por la acera opuesta.
Agustinita hizo todava siete veces ms el magnficat porque era lo ms fcil del mund{J que de

Biblioteca de EL MUNDO

27

un instante a otro un auto nos hubiera hecho volar en aicos o que el propio nuestro nos estrellara contra alguna esquina o poste de la luz elctriCa.
Lleg el momento en que embobec del todo. El
ruido de los trenes, el zumbar de los automviles,
los timbres y campanillaz6s, las roncas sirenas,
los grI os de los voceadores de peridicos, todo
acab por hacerme perder ha~ta la nocin de mI
propio yo. " QUlnes son ahora pues-me dijelos Vazquez Prado de Zacatecas? En dnde esta la fma mano enguantada que se alza para saludarno<; cariosamente al paso? Dnde una sola
cabeza se descubre respetuosamente a nuestra
v,ta o alguien se inclma reverentemente?"
j Rostros glaclale."
apticos, desdeosos! ...
Nada!. .. La OdlOsslma metrpoli-!
S, aqu no somos ya mas que una pequesima
gota de agua perdida en la inmensidad del ocano .....
VI.
Nos alojamos er el hotel GiIlow. Slo Pa<;cual
se obs in en hospedarse en el White Rouse, a inmedIaciones de una casa americana donde l dIce que tIene asuntos de mucho intNs.
- j Puros pretextos !-ob<;erv acrementp Agustinita cuando Pascual y Berta nos dejaron -La
verdad es que Pascual procura mantenerse a distancia de nosotros. Quiz tenga razn. Es un
homble bueno, caballeroso y de tan exquisita delicadeza que lo que para cualquiera otro pasara
inadvertido a l le lastima.
Pap hizo el sordo.
Parece que, en efecto, Pascual se resiente de
que Procopio le mantenga a distancia, en cierta
reserva fra y desconfiada, mientras que al pepe-

28

Las Tribula.ciones de una Familia Decente

na-cohetes de Archlbaldo dispensa la ms amplia


y cordial amistad.
i Cosas de pap! Pascual hace dos aos apenas
que es miembro de la familia; pero jams su conducta se ha apartado un pice de la caballerosidad. Berta lo adora y mam se mira en l. Y
qu hecho ms elocuente, en estos instantes, que
nupstro viaje desde Aguascalentes con tantas comodidades, solo gracias a su expedicin y celo?
Esa misma tarde de nuestra llegada a Mxico
pudo verse en el mas cruel contraste de conducta
de mi cuado y la de el aspirante a cuado. Mientras que aqul con sorprendente presteza supo arbitrarnos fondos para atender desde luego los for-
tsimos desembolsos de nuestra estancia en Mxico, este desapareci como por escotilln durante
ocho das. N os dimos cuenta de ello porque su petaca no se fu con l y porque nos sorprendi en
el comedor Lulu con sus ojos llorosos y sus mejlllas un poco marchitas.
Parece que m la falta de dinero le ha hecho
abandonar ciertos hbitos de disipacin, y al decir de mama estas peridicas desapariciones dan
la medida de la clase de hombre que es. Con todo
eso, Lul sigue en sus trece y ... este macho es mi
mula ...
Pero lo que para nosotros es acto desinteresado
y plausible, intencin sana y noble, entratndose
de Pascual, para pap es pura oficiosidad con cola.
Quiere dar entender con tal vulgar expresin que
un acto aparentemente bueno lleva en el fondo dolosa intencin. No es pues de ~xtraar que lejos
de mostrarse agradecido a Pascual, como todos
los dems, por tan eminentes servicios, suscita
agria discusin a propsito de minucias que, al
decir de Agustinita, carecen en absoluto de inte-

Biblioteca de EL MUNDO

29

rs. Parece que la persona que facilitaba fondos


por conducto de Pascual exiga que en el documento respectivo quedara estipulado el pago de plata
fuerte, y Procopio, a su vez, que se hiciera constar la especie de moneda que se nos prestaba.
- Es una mera frmula !-Observ Pascual
sorprendido.- Cmo van a exigir en realidad el
pago de una moneda que no existe, en plata, que
a la fecha ha desaparecido ya del comercio y no
se toma ms en cuenta en las trar.<;acciones?
Agustinita hizo notar a pa:, su injusticia. Pascual se pondra en ridculo, habindose comprometido ya a tomar el dinero en tales condiciones.
Adems era imposible deshacer el negocio porque
una buena parte acababa de gastarse ya.
-Lindita-insisti todava Procopio-djame
en estos asuntos en completa libertad. Son cosas
que t no puedes comprender.
- Qu nos importa que sea papel o plata lo que
recibimos, Procopio, si en realidad esta es la moneda que hoy circula y con la que vamos a cubrir
nuestras urgentsimas necesidades? .. No bastar con cualquiera de las casitas que tenemos para pagar algunos miles ms de lo que representa ese montn de papeles?
Procopio tom la pluma y firmando nerviosa.
mente rumor:
-Conste que hago lo que t quieres ...
Pues bien, con todo yeso, Pascual, re\ elando el
fondo de su inagotable bondad y la perfecta posesin de s mismo, ha seguido visitndonos cual
si nada desagradable hubiese ocurrido.
Agustinita disculpa la conducta de Procopio:
" Son rarezas suyas! As es l".
Y es verdad: pap est lleno de extravagancias y s6lo as puede uno explicarse .su.s preferen-

'30

Las Tribulaciones de una Familia Decente

das por Archibaldo. Agustinita. nos ha becho


comprender una a una de las virtudes de Pascual,
y no necesitamos que nadie nos relate la vida y
milagros de Archibaldo, porque con los hecho~
que le conocemos basta.
Aunque de humIlde cuna, Pascual, por sus propias fuerzas ha logrado conquistarse una posicin social muy envidiable. Cuntase que cuan'"
do lleg a Zacatecas slo llevaba por bagaje un
ttulo de abogado de Tlaxcala, media docena de
cuellos de celuloide y un par de puos; pero ni
camiza ni cslzoncillos. Y bien, esto le honra, por1
que sin ms armas de combate, en menos de un
ailo logr abrirse de par en par las puertas de los
despachos de los banqueros y dems gente de negocios y no slo, sino los mismos salones de nuestra aristocracia. Pose prendas fsicas, morales
e intelectuales que cautivan. De regular estatura, bien formado, de arrogancia viril, su piel blanca hene ter ura de moza de quince aos, su frente es grande, despejada b<tjo un pelo negro y brillante, pemado a raya por en medio. Todo en l
revela intehgenc'a privilegiada e ingnita bondad. Grandes y negros son sus ojos, de nazarena expresin; soberbio su gesto: no se altera nun
ca la pureza de la lnea ni por la risa chavacana,
ni por la clera vulgar, Su caracterstica es la
moderacin. Sabiamente se coloca siempre en
los justos medios y se gana la admiracin de quie
nes le rodean. Por eso la sociedad le distingu~
como lo merece. Eh nombre de la Sociedad es l
quien babIa con el seor obispo de asuntos que
ataen a la Sagrada Mitra, y en nombre de la Sociedad es l tambin, quien redacta memoriales o
personalmente discute con las autoridades civiles los negocios de tal ndole. Y tante eclesisti-

BibliQteca- de EL MUNDO

31

cos como seglares le distinguen con su particular


estimacin.
Por supuesto que es un joven demasiado sesudo para que calaveras tronados de la calaa de
Archibaldo, o ninas descocadas y vacuas como la
pobrecita de Lulu reparen en meritos tan eminentes. Archibaldo, por ejemplo, ha osado dar
este fallo acerca de la inteligencia y cultura de
Pascual: "Si ha logrado la reputacin de sabio
en nuestros salones, incuestionablemente es un
solemne botarate".
Lo que qOiElre decir que la vbora se ha enrroscado ya en torno del guila.
Agustinita, por ltimo, ha dicho: "Procopio,
con todo y sus antiguas y magnficas relaciones
comerciales en esta capital, jams nos habra arbitrado fondos con la violencia que Pascual nos
los trajo dos horas Justas despus de nuestra llegada".
He aqu, por otra parte, un bosquejo de Archibaldo. Quien quier que conozca a este joven sabe que no. hay calumnia alguna ni pizca de exageracin en los duros conceptos con que lo he cali-cado y he de seguir calificndolo. apreciaciones
que, lo repito por la ltlma vez, propiamente no
son mas sino el sentir comn de la familia. Pariente lejano nuestro, hurfano a los diez y ocho,
con doscientos mil pesos de capital, durante corta temporada di mucho qu decir en Zacatecas
y fu incuestionablemente en su poca el arbitpt'
elegantiarum. Tan es as que creemos que si Lul est enamorada, es del Archibaldo que fue. Si
hay que dar crdito al brillo de las miradas que
jvenes y viejos destellan al paso de mi hermana,
seguramente que es un lindo palmito. Y sto me
hace ms difcil explicar un raro afecto y devo-

32

La8 Tribulaciones de una Familia Decente

cin por el parientillo. Mientras Archibaldo brill con su caudal dilapidandolo a puados, poco o
ningn caso hizo de nosotros, excepcin hecha de
Lul a quien siempre cortej desde pequea.
Pues bien, un da se fu de Zacatecas y por algn tiempo llegaban las noticias de que en Mxico despIlfarraba los restos de su haber heredi
tario. Despus desapareci, nadie se ocupaba ya
de l y bien enterrado lo tenamos, cuando una bue
na tarde se va presentando en casa. Traa el
polvo del camino, las ropas viejas desusadas, la
cara demacrada, encalvecido, una verdadera ruina del Archibaldo que cinco aos antes fuera el
pollo consentido de las nias casaderas del terruo. Que habia recorrido Amrica, que haba sido
periodista, sportman, mozo de hotel, soldado: en
suma que lo mismo haba agotado su cuerpo y su
alma en los goces de la carne y del espritu que
en los dolores del vicio y de la miseria. Naturalmente se le reCIbi secamente y slo por estricta
urbanidad. Pero Procopio leste pap inconcebible! no solo lo acogi con los brazos abiertos, sino
que presa de clida y absurda simpata nos lo meti en la casa.
Se le dl una verdadera recepcin: se improvis un sarao, vinieron jvenes de nuestra mejor
gociedad, se toc, se bail y se destaparon algunas
sidras.
.
Cuando se despidieron los ltimos invitados,
Archibaldo dijo solemnemente:
-ITo Procopio, ahora s lo que es el calor de
un hogar!. ..
Se llev el pauelo a los ojos dizque para enjugar una lgrima. Su voz perdi un momento el
tono de fri volidad que 1e caracteriza:

-He dilapidado no slo mi fortuna, sino mi

Biblioteca de EL MUNDO

33

propia vida. , C~ig? en mis terrenos al .ac~~o, sin


saber por que sIquIera .... Soy un ser mutIl; pero en esta hora inesperada mi espritu VIslumbra derroteros imprevistos: le encuentro obJeto
a a vida ....
SU \OZ se hada cada vez ms solemne. Nosotro~ lo eSLuchbamos con el regocijo con que se
oye al dego que plegona sus miserias a las puertas de la iglesia.
To Procopio, con todo el respeto que me merece esta casa y con todas las formalidades de
U<:O, en vez de pegarme Un tiro al salir de aqu
como se me ocurrI al principio, pido a usted la
mano de Lul ....
Estupefaccin!
Semblantes catastrficos!
El de Agustinita recorre la gama desde el marfIl
viejo hasta el dor<tdo crdeno. Lul est que arde. Slo Procopio, ecunime, se mantiene a la
altura de las circunstancias. Toma una mano de
mi hermana y toma el revlver:
-Querido sobrino, tus ideas me son igualmente simpaticas, tanto que me siento impo'3ibiJitado
para darte una decisin. Que Lul responda.
Crmedia ms detestable no he visto jamas en
mi vida. Quin podra imaginarse que habra
de ser el comienzo formal de estos amores que como la espada de Datnocles estn suspendidos sobre el honor de la familia?
VII.
Otro da de nuestro aribo a la capital hubo una
escaram,uza entre Agustinita y Procopio, porque
ella haCIa calurosos elogios de Pascual por la acuciosidad y desprendimiento con que se hizo cargo desde luego de la delicada situacin de la familia, y Procopio con frases un tanto ambigiias y
sonrisa rebosante de malignidad .'e aventuraba

34 Las Tribulaciones de

U1I4

Familia Decente

a poner en tela de juicio las intenciones de mi cu~


ado.
- Por qu deja en blanco el sitio donde debe
ponerse el nombre del acreedor?
-Bien sabes que Pascual es pobre; no tiene
mil pesos de capital seguramente.
-A m no me parece imposible que l segura~
mente sea el que preste ese dinero.
-Si as fuese, tanto ms tendramos que agra~
decerle .....
-Si lo prestase en plata u oro ...
- Por DIOS, Procopio, qu cabeza la tuya! ...
- j Ojal y yo sea el equivocado!
y bien, aparte de Procopio que a diario preguntaba si habla vuelto ya Archibaldo y de Lul que
se recluy en su alcoba, los dems apenas nos dImos cuenta de su ausencia, y eso porque respirbamos el aire mas agusto. Mam y yo nos pasbamos las mananas enteras visitando templos y
aparadores y las tardes contndonos lo que habamos visto. Francisco Jos encantado en su
torre de marfil devoraba libros y ms libros.
Una semana dilat Archibaldo en aparecer.
i Qu valor o que cinismo de hombre! Vena enflaquecido, ajadas las ropas, crecida la barba y
los ojos como lumbre.
-Le juro que ser la ltima, to Procopio!dijo al odo de pap que le recibi con igual complac.iencia como si Un da antes hubiesen dejado
de verse apenas.
Mam protest en voz baja condolindose de
"la infeliz mujer que llegara a ser esposa de un
perdulario semejante".
I Pobrecita de Lul! Es muy buena; llor toda
la tarde.
Sin embargo, al da siguiente la encontr ~

Biblioteca de EL MUNDO

31i

sndose con l, como siempre en el comedor.


I Pobre Lul!
Transcurrieron dos semanas ms. Francisco
Jose nos daba las primicias de su labor intelecr
tual en la Ciudad de los Palacios. Con voz ms
dulce que la miel del Himeto nos recit un "Busco ya las Alturas de la Serenidad". Agustinita le
oa encantada. Procopio, tendido en un chaiselonge bostezaba, sin dejar de fumar un instante.
Archibaldo entr de pronto, de puntillas. Luego que Francisco Jos termin sus versos con la
voz quebrada por la emocin y hmedos los ojos,
habl aquel:
-Estn negando los federales en desbandada.
Han sufrido tremendas derrotas tanto en Zacatecas como en Guadalajara.
Francisco Jos terriblemente contrariado por
tan importuna y torpe noticia, se levant y ech a
andar de extremo a e>..tremo del saln.
-Lindita-observ Procopio incorporndose y
con visible agihcin-debemos tomar una easa
con todas las comodidades apetecibles, como desde un principio te lo he indicado.
-S, mamacita. una casa-dijo Lul muy animada.
Parece que le viene muy estrecho el hotel para
charlar a sus anchas con Archibaldo.
-1 Ni pensarlo !-respondi Agustinita.-La defeccin de esos menguados nada significa. Para
que te lo sepas, Archibaldo, se han levantado ya
con la bandera del general Huerta, Pascual Orozco y Pepe Prez Castro. Yesos s que son hombres! j Pascual Orozco y Pepe Prez Castro! Es
decir que dentro de un mes estaremos en Zacatecas ...
Francisco Jos que abra un tubo de tabletas

.36 Las Tribulaciones de una Familia Decente


de aspirina por la tercera vez de esa tarde, hizo
seales de aprobacin y de caluroso asentimiento, mientras que Archibaldo palmendome la esvalda se acerc y me dij o :
-Ese regreso a Zacatecas, Csar, est tan lejos como las "alturas de la serenidad" que tu hermano anda buscando.
-Agradezco el cario y la deferencia con que
me distingues, Archibaldo; le contest en voz baJa ;-puo has de saber que mi silencio no debe interpretarse corno aquiescencia, sino sencillamente como muestra de educacin.
Agustinita que repar en el regocijo de Archibaldo, grit indignada:
- Ves, Procopio, cmo Archibaldo no puede
ocultar su alegrIa por estos acontecimientos que
tanto dao nos hacen?
-Archibaldo es de los que con la revolucin slo podran ganar-observ pap casi ausente.
Caso e.,tupendo! Archibaldo que tiene orejas
de mercader para las frases ms incisivas de
Agustinita se puso como una grana. Cuando
menos lo esperbamos desapareci del hotel con
todo y petacas.
Lul, naturalmnte, se puso muy triste, 110r
mucho y hasta empalideci. Pero todo para bien
y tranquilidad de nuestro hogar.
Por desgracia las funestas previsiones de Archibaldo se realizaron. Una maana vinieron
precipitadamente Berta y Pascual a vernos. Por
la traza que tenan adivin la catstrofe: ella de
chal di! burato y una falda de medio paso que qi
all se haba puesto; Pascual, deslustradas las
botas, saltado el cuello de la camisa, que casi Je
ahorca.
u Me irn a dar fros?" pens YQ. Un temblor

Biblioteca de EL MUNDO

37

sacuda mis brazos y mis piernas.


Pascual nos mostr un nmero de La Tribuna
noticiando la proximidad de los constItuclOnah~
tas a la metrpoli.
-1 Todo eso nada tiene que ver conmigo! dijo
Francisco ,Jos densamente plido y apretndo<;e
las SIenes, aporreado ya por la jaqueca.
Agustinita, hecha Un mar de lgrimas, enmudeci por ms una hora. Cuando pudo expresar
su pensamIento dijo:
- Procopio, es preciso que busques casa.
-Hace das que est lista ya en la colonIa Roma-respondi l pasmosamente sereno.
Henos aqu de nuevo presa de agitacin febril.
Francisco Jos previa una quinta aspirina vino
en auxilio nuestro a enfardelar colchones. Agustinita exasperada porque Lul se nos escapaba a
cada Instante al balcn, me dijo:
-Ve a ver, Csar qu negocios tiene Lul all
afuera?
- Qu negocios pueden ser, mamacita ?-le
respond.-Ah en la esquina est ya el inconmovible don Tancredo.
La pobre de mam tuvo siquiera un pretexto
para desahogar su clera.
Si ese da no le zumbaron las orejas a Archibaldo, las tiene de calicanto.

VIII.
Me sorprend al ver detenerse el automvil al
voltear una calle y a pap descender en seguida
y mostrarnos el nuevo domicilio, porque no supe
ni en qu momento habamos llegado a la Colonia Roma. El coche habia rodado por las lneas
de acero de una va herida vivamente por los ra-

38 Las Tribulaciones de una Familia Decente


yos del sol que reverberando como en un geiser
de luz esplendorosa, me haban dejado ciego.
Abrimos, pues, la reja revestida de yedra y es~
maltada de florecillas azules; ascendimos una co~
queta escalinata igualmente ornada de flores y
verduras, y entramos en nuestra casa.
1Dios quiera perdonar la pobreza de mi espritu en gracia a mi perfecta buena fe! Hubo un
momento en que bendije al destino que, piadoso,
nos haba arrojado de nuestros caros terrenos de
Zacatecas a este delicioso rincn del mundo que
se llama la colonia Roma.
Me acuerdo que esa primera tarde permanec
en la terraza, absorto hasta que mis ojos no pudieron ver mas que las difusas masas de la arboleda y las indeclsas aristas del variado casero
apagndose en la noche. En muda contemplacin haba permanecido dejando vagar mis atni~
tas miradas bajo el gran cielo azul, por el clido
verdor de la arboleda, por los sillares y fachadas
de ladrillo rojo, conteras labradas, cemento armado: toques de luz viva en pleno bosque. N o
faltaban ni el rumor de las aguas coruscantes en
las fuentes, ni el garruleo y piar de las aves en
sus pajareras revestidas de follaje y frescas rosas. Borrbanse los ngulos de los frontispicios
bajo mantos de madreselva y trepadoras que a~
cendan hasta las altas ventanas, hasta los pretiles almenas y torreoncillos. La ciudad brotaba
en el propio corazn del bosque.
Lul, que no haba puesto buena cara desde la
desaparicin de su novio, ahora tena la mirada
brillante y hmeda y, en sus labios frescos tembl una dulce cancin del Bajo.
Francisco Jos, muy grave, me dijo:
-;-Observa, Csar, que aqu la naturaleza est

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embellecida por la mano del hombre; mejor dir


estilizada y enoblecida. Escribir El Elgoio de
la Colonia Seorial.
Mams misma, aunque se negaba a confesarlo,
ceda al encanto de la nueva residencia. Su duro
ceo se haba borrado y hasta tuvo la humorada
de permitirme salir a recorrer algunas ca1les,
acompaado de Lul.
Corrimos como locuelos, detenindonos a cada
instante, con el motivo ms balad.
La grave fachada de una iglesia me hizo consagrarle respetuosas frases de admiracin; perQ
Lul con ese espritu volteriano que- indudablemente no ha heredado de mam, dijo que la Cpulo del templo se pareca a la cabeza pelada y puntiaguda de Pepino, un clown muy popular en nues
tra tierra.
Despus remos a carcajadas del gesto de ferocidad fracasada de unos leoncitos en la calle de
'Orizaba. Y la maana habra terminado de lo
mejor sin un incidente tan de'lagradable para
m como placentero para la loquilla de Lul. Como brotado de la tierra apareci entre los rboles de pronto y ante mis ojos absortos, la escueta
figura de Archibaldo. Sonriendo puso en manos
de Lul una carta y luego nos hizo compaa.
-Mama cita nos espera en punto de las diez,
Lul y slo faltan diez minutos-dije pronto mirando mi reloj.
El os mirarme, sonriendo irnicamente como
10 acostumbra; pero el acento de profunda dignidad que puse en mis palabras y la fiereza de
mi gesto debieron haberle convencido de su error.
porque se limit a acompaarnos solamente unas
tres cuadras ms y se despidi.
Lul y yo seguimos adelante y sin comentar;

40 Las Tribulaciones de una Pam.ilia Decente


pero ya bastante distanciados.
Igual que a m, a Francisco J os le place tomar
cmodo aSIento en el balcn y ensimismarse en
la contemplacin del noble panorama. Creo que
a veces no be da cuenta siquiera de mi proximidad. Por la cera de enfrente pasaba una flama
velada de d btmguido porte, luego un grupo de
cuatro joven 'tas arIstcratas de ojos muy grandeb y muy negros, de bocas muy pequenas y muy
rojas, de cuellos muy delgados y muy blancos.
La aparIcin de tan gracioso bouquet de muequitas sac a Francisco Jos de sus abstracciones y reparando en m, me tom de la mano y me
dijo:
-j Oh, cl encanto de la mujer a distancia! As
deberamos verla siempre! Esbeltas, luminosas,
aereas con las muselinas que son caricia a sus
senos, a su torso y a sus muslos, con su angosta
falda que las deja adivinar en su venusiana desnudez .... son, con todo, puro espritu ...
-j Ertico estais ahora, hermano !-le interrump empurpurado y presa de la ms viva alarma. jCuanto ms os valdra, Francisco Jos, volver a vue'ltros habituales divertimientos con caballeros de pro, pajes maliciosos y valientes escudes, dueas de anteojos negros, cannigos obesos,
jcaras de chocolate y dems aficiones vuestras,
que si no hacen provecho a nadie, tampoco dao
alguno a vuestra alma ni a vuestro fsico! ...
-Calla. majadero, t qu comprendes de sto!
-Igual que t, Francisco Jos; pero no es decente el decirlo porque se ofende el recato y el
pudor de nuestro cuerpo.
Brevsimo fu, por lo dems, nuestro regocijo. Antes de cuarenta y ocho horas de haber lleg~do all, las malhadadas turbas de Carranza hi-

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deron irrupclOn. Las calles se ensombrecieron


de improviso en una inundacin de bestias y de
gentes peores que las bestias. Aquellas calles
adoquinadas y limpias, frescas y serenas, con
sus arboledas y su cielo azul de raso, con sus fa.,
chadas altivas y seoriales vironse pletricas de
caballucos barrosos, soldados de ropas hil~hen
tas, sombreros de petate adornados de listones
verdes y rojos, con tierra y lodo hasta en los cabellos. Gentes renegridas de rspidas y ralas barbas sin ms blancura que la de sus agudos colmi
llos, que mostraban al reir en una risa idiota y
feroz al mismo tiempo, y que lo hacan a uno calosfriarse.
-Los hombres del Nuevo Rgimen!-pronun ci Francisco Jos sonriendo.
Agustinita habia corrIdo ya a esconder su dolor al bao. Lul y yo, no obstante nuestra natural zozobra, acudimos a los visillos.
-1 Horror, qu caras !-grit mi hermana y escap despavorida.
Yo entreabri una vidriera para verlos ms de
cerca. A la verdad que yo no comprenda muy
bien que pudie'le tenrseles tanto miedo a<;i. En
los circos he visto fieras de lo ms sanguinarias
y nunca le han hecho mal a nadie.
-Francisco Jos qu me leas anoche acerca
de un escultor famoso que haca despuntar en laq
lneas de sus retratos rasgos netamente animales
y con la mas refinada crueldad?
-Entiendo .. , Es un personaje ficticio: el eqcultor Rubeck de losen.
Avivada -su curiosidad vino tambin a la ventana.
-1 Esto excede a toda ponderaci6n, Csar! i Mira al qu' viene por la derecha: es el hombre-lobee

42 Las Tribulaciones de una Famia Decente


Este que pasa enfrente es el hombre-coyote';
aqul el hombre-cerdo ...
-1 Admiro tu perspicacia ! Yo no he visto ms
que dos en uno solo: a ratos el hombre-chacal y
a ratos el hombre-borrico.
-Pero nos falta el tipo ms interesante ..
Aydame: debe ser l todo arrogancia, bravura,
nobleza ... Me has comprendido? .. S, nos falta el hombre-len.
--Temo que esa especie haya desaparecido ya
de nuestra fauna-pronunci Procopio a espaldas
nuestras.
Luego que se alej, Francisco Jos me diJO:
-Cuando pap quiere tener talento, lo tiene.
- Por qu me dIces eso?
-No lo has odo muchas veces justificar la
obra de los bandoleros?
Quin habra de imaginarse que nuestra perfecta inconsciencia ante el peligro y la serenidad
fra con que nos divertamos a costa de aquellos
salvajes fuera cabalmente la que nos salvaba de
caer entre sus garras? Poco tiempo, despus, en
efecto, comenzamos a observar que todas las residencias abandonadas o confiadas al cuidado de
los sirvientes haban sido invadidas por las chusmas. Aquellos hombres del averno deserrojaban
puertas y ventanas, y la punta de sus puales, el
filo de sus cuchillos y sus hachas, los caones y
las culatas de sus fusiles, todo les serva para
abrirse paso por donde se les antojaba entrar.
I La obra del pillaje nos respet a nosotros!
Procopio dice que fu porque no les mostramos
temor ni desconfianza alguna. Agustinita sostiene que la Virgen de Guadalupe en cuyas manos nos encomend en tan aflictivos momentos
nos hizo ese milagro.

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43

Recuerdo que hace muchos aos un escribiente


de casa me llev al circo Norris y me hizo sehtar
en el lomo de un elefante y tirarle la cola a una
leona. Cuando nos dijeron ms tarde lo que pudo
haber sucedido, me puse fro y tirit como un
febricitante.
Igual ahora.
Nuestras calles,
pues, fueron. guarida de bestias. Cuando busco
algo inmundo con qu compararlas, apenas si encuentro algo y es en el propio corazn de Mxico,
un smbolo, el Mercado de la Merced.
A los carruajes de gran lujo sucedieron monstruosos automviles forrados de lona vil, sucios
de barro, apretados siempre de facinerosos horribles y de mujeres pintadas al pastel: verdaderas zahurdas ambulantes que pasaban como furias, sembrando el pnico aun en corazones tan
bien puestos como el de Procopio.
y decir que sto no fu la pesadilla de un momento, ni de una hora, ni de una noche. Ay !
nuestros ojos llegaron a habituarse al fulgor de
los fogonazos y nuestros odos al atronar de los
disparos! Qu digo! N uestro sentido moral miRmo se embot a punto de que pod-;.mos escuchar
ya sin mayor emocin el relato de un asalto a mano armada, de un robo, de una violacin, de un
asesinato proditorio, y todo con lujos de crueldad espeluznante.
Un da vino Pascual. La primera y nica vez
que le hemos vlsto demudado, nervioso y violento.
- Imposible traer a Berta-exclam desplomndose en un asiento ;-imposible encontrar un
coche desocupado; todos transitan reventando de
gente de huarache y rifle. La plebe se ha apoderado de los trenes elctricos y es una hazaa
aventurarse en ellos, como lo hice. Me qUItaron

44

Las Tribulaciones de una Familia Decente

el reloj y casi tuve que darles las gracias. No hay


gente decente a quien no insulten.
-Yeso es nada todaval-clam pica Agustinita.-Esta gente es la que mata porque su gusto es ver correr la sangre ay de m!
Pascual se recogi entonces en profundas meditaciones. Luego nos refiri con voz amarga y
apagada los ltimos sucesos del da; una serie
de asesinatos perpetrados an entre los mismos
revolucionarios.
- Estn divididos ya ?-interrumpi6 mam radiante de alegra.- Bendita sea Dios 1
En eso vease bien claro la mano del Todopoderoso. Francisco Jos dijo que jams pueblo algUTlO haba podido subsistir en la anarqua.
Rebosantes de fe y de esperanza dimos entrada en nuestros corazones a la alegra. Agustinita rog a Pascual que no volviera a exponer su
vida por nosotros y permaneciera al cuidado de
Berta hasta el restablecimiento del orden y las
garantas individuales.

IX
Una semana ms como tomos perdidos. La
imaginacin volcnica de Agustinita trabajaba
incesante. Los ms negros presagios pasaban
en tropel de Eumnides por su pE'nsamiento. Un
da Procopio intent6 salir a la calle. Fuera de
s, mam se ech sobre l:
-Hombre de hielo, comprende que no slo expones tu propia vida, sino la de tu esposa y tus
hijos! j Salir ahora de casa es tentar la magnificencia del Seor que nos ha visto con ojos de misericordia !
Una maan Bernab volvi del mercado con

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45

ms novedades que recaudo. Los bandidos estaban ahorcando en las torres de la Catedral a
todos los seores decentes.
-1 Pascual est perdido !-grit mam dandQ
un alarido que se oy en el palacio de Moctezuma.-Imposible que le hayan perdonado. Es de
tanta representacin r. . .. I Muerto, muerto Pascual! Qu hago yo?
Crueldad humana: hay gentes que hasta para
hacer el bien lastiman. Procopio dijo con torpe
pal"simonia :
-Calma, lindita, calma, qUe Pascual es tan conocido en Mxico como nuestra buena Bernab.
Mam enmudeci, la ira flamgera de sus ojos
fu su respuesta. Entonces los espasmos comenzaron a desviar su rostro y sus miembros a torcerse como los de una gallina acabada de descabezar.
-El ataque!. ...
Me precipit a la recmara en busca del alcohol
y del ter y d de bruces contra Lul Que entr
clamando:
-Aqu est Pascual. Ha bajado de un autom
vil lleno de soldados.
La maquinaria descompuesta de mam se par derrepente por breves instantes.
Luego:
- j Preso!
j Lo traen preso!
i Viene por el re"lcate! Procopio, slvale .... salvan os ! .... Que se
venda la hacienda .... que se empee la mina ...
todo, todo por l .... !
Ni el alcohol, ni el ter, ni las palabras enrgicas de pap, ni los lamentos nuestros hicieron el
efecto que la presencia de Pascual. j Sereno como siempre, sonriente como '3iempre, bondadoso
como siempre, bello como ",lempre! ....

46 Las Tribulaciones de una Familia Decente


-/ Pascual, hijo mo!. .
Mam lloraba y rea a la vez; los msculos de
su rostro parecan haberse vuelto locos. Se arroj en sus brazos.
- Qu ocurre? Por qu llora usted?
-Vienes preso, Pascual, no me lo ocultes!
-Pero qu ocurrencia! ...
\ ~ Y nosotros sin poder disponer de nuestrQ cau
. dal para salvarte' ... / Procopio, su rescate, pron
to su rescate!
-Pero de dnde le vino esa idea? ..
-Lo s todo; es intil que te obstines en negarlo; te traen preso los bandidos.
~ Bandidos? El capitn Covarrubias, un mag
nfico amigo, lo mismo que los otros caballeros
que me esperan ah fuera?
Nos miramos pasmados. En los labios de Procopio alentaba una ambigua sonrisa.
-He adquirido relaciones con personalidades
encumbradas del nuevo gobierno--pronunci mi
CUado, imponente.-Hay algunos muy honorables como el capitn Covarrubias. Bajo todos
conceptos nos conviene aceptar a los hombres nue
vos. De ellos es el maana. El capitn goza de
las confidencias de Carranza. Es un amigo sincero y leal que podra obtener para la familia todo gnero de garanhas.
Hubo bruscos y variados cambios. El mismo
Procopio que todo lo escuchaba con cierto dejo de
irona y menosprecio, ahora pleg violentamente
la frente y se mordi los labios.
-Si ustedes me lo permiten-prosigui Pascual, sin quererse percatar del efecto que sus afirmaciones nos haban causado-, les presentar
ahora mismo al capitn Covarrubias.
Confieso que no obstante el respeto :v cario

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47

que tengo a mam y el gran afecto y cuasi veneracin que mi cuado me inspira, en esta ocasln
me distanci mentalmente de ellos. Si no poda
explicarme la asombrosa voltereta de Pascual,
la respuesta que Agustinita di me dej atnito:
- j Procopio, lo que Pascual dice es el Credo, corre, ve en seguida a que te presente con Carranza! j Qu talento y qu perspicacia! Has comprendido que Pascual tiene justsima razn?
Pap se estremeci como potro sorprendido en
un lazo. Y Lul, cual si no se hubiese amamantado en los ms rgidos principios de una familia
educada, exclam con vehemencia:
- y la dignidad? ...
Agustinita la fulmin con su tremenda mirada, en tanto que un halo de ternura emanado de
los ojos de Procopio la mantuvo tirme en su arrogante e irrespetuoso gesto.
Pero, yo no s por qu, en eso par todo. Pascual, sin alterarse dij o :

-No siendo aceptables mis indicaciones me retiro; pero no les ocultar que corren peligro si
permanecen en la colonia.
- Cmo? Qu misterio encierran tus palabras ?-gimi mam consternada
-Lo he dicho muy claro-respondi Papeual ) a
de pie-las familias decentes son las que estn
ms expuestas a los atropellos.
Pascual se retir y Agustinita ahogndose de
clera, orden a Procopio que se apresurara a bus
car otra casa.
- y a dnde podramos ir sin que tropezasemos con ellos?
-A las colonias de la Bolsa o San Julia-terci
con destemplanza Francisco Jos ;-es lgico su-

48 Las Tribulaciottes de una Familia Decente


poner que ahora en tales sitios, las familias decentes encuentran el mximun de garantas.
-Afanes y molestias excusadas si Procopio no
fuera tan obstinado-agreg mam-o Habla con
Carranza, habla con Obregn, hombre terco.
-S. lindlta-respondi pap con voz meliflua
y sonrisa mordente ;-ir en seguida con Carranza, luego, como nos lo aconseja el prudente Pascual, meter en casa a todas sus nuevas amistades; convertir este lugar en albergue de bandidos. He dicho bandidos? N o es el nombre con
que t y l les llamaban ayer, todava?
En efecto, si las hordas de Carranza son capaces de todos los desmanes imaginables cmo
franquearles las puertas de nuestra casa? cmo
confiar en sus manos, hacienda, honor y vida?
Cmo entregarles a Lul? S, seor, porque eso
sera lo mismo que soltar una gacela en medio
de una manada de hambrientos lobos.
Confie mis pensamientos a Lul y ella riendo
con desplante inconcebible me respondi que la
gente de la revolucin le daba tanto miedo como
el falderillo que iba corriendo por la banqueta de
enfrente.
De todos modos no hubo mf:\ remedio que cambiar de casa.

x
Un pasadizo angosto, interminable, cop luz artificial a las cinco de la tarde; luego un patio hmedo y fro en el fondo de un cubo enorme, agujereado por todos lados de bocas obscuras donde
comenc a bislumbrar cabezas inquietas de mujeres, como palomas en sus nidos; ojazos negros y
pintados como los de las cartulas de los semana-

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49

rios ilustrados, y remover Incesantemente de


cuellos y brazos desnudos entre espumas de ga~as
y encajes.
Sent una corazonada inmensa. "A donde nos
habremos venido a meter 1"
Las palabras de la portera, una cuarentona
muy ladina, tIpo digno de la pluma de Arcipreste
de Hita, segn Francisco Jos, arriaron con miS
negras sospechas.
-En todo Mxico no hay una vecindad mas decente que sta-explic a mam.
y cuenta que, para nosotros los del Interwr,
eso de las vecindades es algo tan extrao a nuestras maneras y costumbres que, sea cual fuese el
pretexto con que quiera uno ocultarse la vergiienza de ocuparlas, nunca se evita la senRacin angustiosa de haber descendido un abismo en la escala social.
Recorrimos el departamento de alquiler. Era
.el mejor del segundo piso: una sarta de cuartos,
sin ms ventana que la de la calle y sin otros hohizontes que el encalado y reververado muro de
una fabrica de chocolates; arquitectura odio<>.a
geomtrica y de una estupidez contagian te. Me
sent sofocado.
Mam. adivin mi pena y me dijo con voz baja:
-Has cuenta que estamos en hotel como paRajeros de una o dos semanas.
Desde que llegamos a Mxico mam be obstina
en que slo vamos de paso, yeso nos ayuda a soportar con mas paciencia este doloroso exiho.
Salimos resueltos a tomar aquella casa en la
call", de Arquitectos, y esa misma noche Procopno, sin poner objecin alguna, firm el con rato. Abandonamos, pues, nuestro hermoso palacete, l>ilenciosos y abatIdos.

50 Las Tribulaciones de una Familia Decente


Los primeros das Procopio no chist; pero a
fines de la primera semana comenz a quejarse
del ambiente fro confinado entre aquellas desnudas y blancas paredes; luego di en pasear de
extremo a extremo, detenindose- breves instantes
de tarde en tarde a respirar con el pecho levantado y dilatadas las narices. Por fin un da no
pudo contenerse ms:
-Aqu se vive como animal enjaulado.
y no hubo ya fuerza humana que lo contuviera.
Se ech a la calle.
Igual que Agustinita llev a cabo su capricho,
Pascual, aprovechando una de tantas ausencias
de Procopio nos llev una tarde a su amigo el ca:pitn Covarrubias.
Un joven arrogante, de buenos ojos, boca pequea, coronada por dO!~ rubios alacranes, donde
asoman, cuando re, unos caninos brillantsimos,
sallentes y excesivamente agudos.
-Mi gran amigo Pepe-explic Pascual, observando nuestra acogida fra y casi hostil-es miem
bro de una de las ms acaudaladas familias de la
frontera. Es paisano y amigo del seor Carranza. Si es slo capitn, es porque no tiene ambiciones de este gnero. Se meti a la revolucin
slo por cuidar los intereses de su familia.
M~m cambi bruscamente de semblante y se
apre'lur a disculparse:
-Usted nos _har favor de dispensarnos, seor;
pero ~ nosotros- nos espantan todas las gentes que
visten de kaki, polaina y sombrero tejano. Ahora
con l~ explicacin de Pascual lo comprendo todo.
Es mllY justo y muy noble el motivo que lo ha
obligado a seguir a estos hombres. Por tanto ...
ya sabe usted que est en su casa ....
-S~fora, sabr hacerme digno de la amistad

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de tan distinguida familia-respondi el capitn


con voz resonante de clarn.
Como haca muchos das que no veamos a Pascual, la conversacin fu muy animada. Pascual
nos atrae siempre con su amena e interesante palabra. Por tanto, cuando despus de habernos olvidado hasta de la presencia del capitn volvimos
los ojos hacia el sitio que ocupaba, tuvimos la de'!agradable sorpresa de verlo cortejando a Lulu
con unas maneras que si, a la verdad, son muy
mexicanas, no estn dentro de las costumbres de
la gente decente de provincia. Mam plegando la
frente con profundo disgusto llam la atencin a
Pascual.
-Es su modo de ser-nos respondi en voz baja-pero yo garantizo su caballerosidad.
Luego, como viera que sus palabras no lograban serenar los OJos irritados de Agustinita, se
dirigi al militar:
-Pepe, ven ac con nosotros. Te he hablado
del talento literario de Francisco Jos verdad?
'Es un poeta de porvenir. Yo quiero que le oigas
recitar algunas de sus ltimas composiciones.
El capitan dej a Lul, que sonrea esteriotipando de una manera prodigiosa esa risa sarcstica y cruel de pap.
Vino a nuestro lado y dijo que era un devoto
del arte en todas sus manifestaciones, que cultivaba amistad con literatos, pintores, musicos e
intelectuales eminentes.
Entretanto Francisco Jos, ya de pie en mitad .de la sala, echaba hacia atrs su abundo'la
cabellera negra, mostrando su frente comba y serena, sus ojos soadores, su nariz aquilina y su
bondadoso y saliente labio inferior. Abanicose
el rostro, aletearon los extremos da su gran cor-

52

La8 Tribulacione8 de una Familia Decente

bata negra de mariposa, y juntando las cejas para reconcentrar su pensamiento, con esa gracia
peculiar tan suya, comenz un soneto.
- i Qu tal, Pepe, qu tal !-exclam admirado
Pascual.
-Joven-dijo enftico el capitn, es usted un
poeta de indiscutibles facultades; slo que lo encuentro un poquito pesado .... Digo, vamos, que
le falta medio, ambiente. Bsqueme maana a
las siete para llevarlo a una reunin y presentarlo con mis amigos. Bsquenme usted y Lul;
tendr mucho gusto; o si lo prefieren yo mismo
vendr
por ustedes al obscurecer. Ir usted Lu,?
1u.
Pero cuando el capitn volvi el rostro, Lul
haba desaparecido.
Mam coment ms tarde:
"Si este joven consiguiera al menos borrar la
impresin que el perdulario de Archibaldo ha dejado en la nia, yo me" hara un poquito tolerante".
Pero -el parecer de Lul fu otro. Las dos ocasiones que el capitn volvi a mi casa, mi hermana con la inurbanidad ms vituperable, se obstin en no salir ni a saludar siquiera.

XI.
:SIguieron di<;curriendo das y ms das con una
lentitud desesperante. Una maana Luli me llam6 aparte y me dijo:
-Csar, hermano mo, yo me muero aqu. i Sin
aire, sin luz, sin sol! T que eres el consentido de
mam rugale que nos deje salir a la calle una hora siquiera!
-Ests en tus cabales, Lul? Te atrevers

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a poner los pies fuera de casa, viendo como todava van las calles llenas de esta gente sin f ni temor de Dios?
- Te aprendiste tambin la tonada? i Baboso! Ven a la ventana a ver como todo el mundo
va a su negocio tranquilamente.
Ella pudo tener razn; pero no fu eso lo que
me hizo acceder a su ruego, sino la cojera innata
de mi carcter.
Naturalmente la contestacin de Agustinita
fue un no rotundo y una solemne filpica para mi
hermana. Mam es bastante sagaz para comprender que no sera en mi cabeza donde pudiera
caber idea tan peregrina.
Con todo, el demonio que en todo se mete, hizo
que esa misma tarde se realizaran los deseos de
mi hermana.
En esos das el alza de los artculos de primera
necesidad haba alcanzado proporciones alarmantes; debilsimo boceto, a la verdad, del aspectro
del hambre que ahora conocemos tan bien; del
hambre que no sospechamos sino como existencia
hipottica, como reaccin fantstica de los demagogos. Pues bien, mam haba necesitado violentarse al extremo para confesar que en menos
de dos meses se agotaron hasta los ltimos cartones. N o haba para el desayuno de la manana siguiente.
-Debas habrmelo dicho antes. Voven seguida a procurarme dinero-respondi Procopio sin
alterarse.
-Deja. Pascual lo encontrar ms pronto.
Voy a avisarle por telfono.
Procopio tom su sombrero y sali en seguida
sin responder.
Cuando fueron las tres nos alarmamos: papa

54 La8 Tribulacione8 de una Familia Decente


es un cronmetro. Agustinita dijo que era posible que una interrupcin en el trfico le retuviese.
Con eso todos nos pusimos a comer tranquilamente. Pero dieron las cuatro, las cinco, y l no regresaba.
-Ojal no le haya ocurrido algn accidente!
--observ Lulu ;-ahora los bandidos asaltan a los
sel10res hasta por quitarles el sombrero.
-Hablaremos a Pascual, mamacita-dije yo.Es posible que l sepa algo.
Lul y yo corrimos al telfono de la botica de
enfrente. Ella se adelant a coger la bocina. N o
fu posible obtener comunicacin. Que no se
oa, que la lnea estaba interrumpida, cruzada,
qu s yo.
Volvimos a casa y Lul dijo que lo ms fcil
era ir al hotel e informar a Pascual, tanto ms
cuanto que sera el nico en quien pudisemos confiar en caso apurado.
Alarmada ya mam, mostrose perpleja en tomar una determinacin. Lul insisti:
-Si sto se hace, que sea en seguida, mamacitao Anochese y entonces yo no me atrevera a
salir.
y como Agustinita se inclinara a seguir su consejo, hbilmente demostrole Lul que no tendramos que caminar ni veinte metros por nuestros
propios pies, tomando los trenes de San Rafael.
Pas por mi pensamiento la idea de dar la voz de
alarma. Lo que Lul quera evidentemente era
salir a la calle, pero me di lstima y call.
Todava Agustinita luch breves instantes para decidirse.
-1 Abusas de mis distracciones, Lul! Crees
que mi trecena de seor San Francisco ha de ser
tu borrador?

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y le arrebat6 un librito de rezos sobre cuyas


pastas Lul haba ilustrado sus demostraciones
con un plano. Luego puso muchos defectos a
nuestros trajes y asegur6 que nunca nos haba
visto ms figurosos. Por fin, encomendndonos
fervorosamente a la Corte Celestial, nos despach a la ca]]e.
Estbamos en el sagun y todava la pobrecilIa me, recomendaba al cuidado de Lul y a Lul
al cuidado mo.
.
N o bien pusimos los pies en la parada de San
Rafael, cuando Lul, arrebatndome a todo andar, me dijo con audacia inconcebible:
- j Qu trenes ni qu trenes, hombre!
j Esa nos
faltaba! Salimos tullidos y ahora vamos a encajonarnos en un tranva por nuestro puro antojo,
cuando tenemos las calles libres y dos horas de
menos para correrlas.
-Por la Virgen Mara, Lul!. ..
-A nadie le tengo miedo, yendo del brazo de
Csar.
Asiome fuertemente y lanz una enorme carcajada.
- j Ay, Lul, eres prfida!
Qu te puedo responder cuando as poner a prueba la dignidad de
mi sexo?
N os echamos pues como unos locos por esas calles de Dios. Perdidos entre la muchedumbre que
se entreveraba en todas direcciones, que marchaba aprisa, aprisa, pero con tranquilidad perfecta,
pronto me sent contagiado de la alegra de Lul. Desde el principio nos encontramos con hombres de gesto patibulario, desaseados y de toscas
maneras. Eran ellos! Un nutrido grupo nos
antellev a su paso.
Al salir del choque, ileso,
tuve la sensacin extraa de alegra y terror que

56

Las TTibulaciones de una Familia Decente

experiment muy nio con Jhonson, un magnfiCO terranova de pap. que a quererlo me habra
devorado de una sola dentellada. Yo meta mis
manecitas entre sus fauce,; hmedas y rojas como el corazn de una sanda y el perrazo lama las
suavemente, hacindome sentir a la vez que el ro
ce de sus agudos y blancos colmillos un vago ca.
losfro.
Refera Lul lo que iba pensando y ella me dijo:
-Cuando vive uno enterrado entre los muros
de esa longaniza que es ahora nuestra casa, lo mas
fCIl del mundo es dejarse rellenar el cerebro de
extravagancias y mentiras. A aUIn has visto
que esos hombres le hayan hecho dallo"t
Pasabamos frente a la igleSIa de San Fernando.
Alborozada de improviso, Lul salud muy efusiva.
-l. Alguna paisana nuestra?
-Paisano, Csar.
-" Paisano? me dije, "entonces Lulu est demasiado expresiva y sto no es bien visto '. Busqu con ahinco a quin sonrea Lul y no pudiendo reparar en rostro conocido alguno, insistj:
- Quin es? .
- j AdIvmamelo !
Entonces pude descubrif a un joven de negra
barba, un tanto desmaado en el vestir, que sonriente y regocijado atravesaba la calle en direccin nuestra.
-Yo quiero conocer esa cara, Lull. ..
Ella solt una carcajada. Ya Archibaldo estaba frente a nosotros, descubierto, saludando
ms radioso que un sol de medio da.
-Como antes te afeitabas ... ahora te desconoc-observ con sequedad.
Intent hacerle comprender mi profundo dis-

Biblioteca, de EL MUNDO

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gust; pero l no me di tiempo: con desplante


slo para visto retir mi mano del brazo de Lul
tomndolo l mismo con ardoroso gesto; luego los
dos me pusieron adelante.
Volv los ojos angustiado en todas direcciones.
Cre que me morina de vergiienza. Quines seran los testigos de tal vilipendio y humillaCIn?
Afortunadamente nadie se daba cuenta de mI, ni
de Archibaldo, ni de Lul. Por lo dems parece
que en Mxico es costumbre que los novios salgan
de paseo juntos y los hermanos hagan la vIsta
gorda a su lado. Tales reflexiones me tranqUIlizaron solo un instante, porque la tcita misin
que Agustinita me haba impuesto era ajena a
ellas. Me propuse, pues, demostrarles mi dignidad. "No les hablar en todo el trayecto" me dije. Por desgracia no me daban ocasin alguna de
hacrmeles presente. Alegres como una pareja
de gorriones escapados de su jula, ni los pies,
ni el pico les paraba un instante. Comprend que
se ocupaban demasiado de s mismos para reparar siquiera en mi existencia mortal.
Ardiendo en ju~ta clera me di a buscar la
forma de poner al corriente a mam del sucedIdo,
dejando a salvo mi dignidad, si posible fuera, y
eludiendo toda responsabilidad, cuando comenz
una borrasca.
XI
-Aqui por Revillagigedo, Csar. A dar vuelta luego por la Avenida Jurez, me dijo Archibaldo, tocndome la espalda cariosamente y hacindome torcer la calle.
N o fu eso lo extrao, sino que yo obedeciere
.sin protestar. Pero si suelo ser tardo de pensa-

58 Las Tribulaciones de una Familia Decente


meinto, no soy de accin. Mi suceptibilidad subi al rojo blanco. "Ya les har comprender, me
dije, que no soy precisamente lo que ellos han
querido hacer de m". Y desde ese instante ya
no tuve otra idea en la cabeza que la de hacerlos
sentir todo el peso de la autoridad conque Agustinita me haba investido, espiando la primera
ocasin propicia. Pasbamos por la Alameda y
el viento bramaba. Los follajes geman sacudidos furiosamente y las cimas cabeceaban enloquecidas. No hubo rayos ni truenos por felicidad,
lo que me permiti conservar el gesto digno. Con
todo, cuando el aire acababa las yerbas y hasta los
arbustos y se lanzaba roncando a lo largo de la
gran avenida, di un paso atrs. Luego vi caer
casi a mis pies un poste de la luz arrancado de
cuajo por el ventarrn, y un movimiento automa'tico me hizo retroceder hasta ponerme tedo a codo Con Archibaldo.
-No te asustes, no es nada-me dijo.
Sent mi cara arder de vergiienza pero tuve toda la energa necesaria para no implorar nada;
rehceme en actitud amenazaate y grande mutismo absoluto.
Densa polvareda ahogaba las bolas de alabastro de los candilones a lo largo de la avenida.
Grandes gotas comenzaron a negrear en el asfalto.
-Podramos refugiarnos aqu debajo de los rboles-dijo Archibaldo.
"1 Ahora es la ma 1", pens. Tanto ms, cuanto que no se me ocult la gran responsabilidad en
que me colocaban de improviso los acontecimientos. Me resolv pues, junt todas mis energas y
en tono autoritario y seco contest:
-Mam no nos ha enviado a refugiarnos deba.

Biblioteca de EL MUNDO

59

jo de ningunos rboles. Lul y yo debemos se~


guir nuestro camino. En cuanto a usted, caba~
llero, es muy libre de tomar el que mejor le aco~
mode.
Creo que hasta ~se momento se dieron cuenta
de mi existencia. :Me miraron sorprendidos, se
miraron uno a otro y luego rieron cual si les hubiesen hecho cosquillas.
Sin embargo nadie se atrevi a desobedecerme. Mi triunfo era indefectible. Y cabalmente
por la plena conciencia de mi triunfo me pareci
excesiva crueldad proseguir en mi capricho, cuande estaba lloviendo acantaradas.
-En la cera de enfrente est abierto un sagun. Vamos all, Lul, mientras pasa e'lte chubasco-pronunci acentuando ms an mi tono
imperativo.
Me siguieron sin chistar; mas no llegamos al
. umbral cuando el portero casi nos estampa la
puerta en las narices.
-Oiga usted-grit encolerizado-que somos
los Vzquez Prado de Zacateeas! ...
Gente ms inurbana que sta no he visto jams
en mi vida.
Perplejo, puesto que ya haba tomado el papel
que legtimamente me corresponda, medit nuevas disposiciones. Mientras ellos rean y flirteaban muy contentos, apretujndose bajo la tempestad fudosa, euaJ si estuvisemos a la tibia claridad de la luna.
Cay un rayo, se extinguieron las luces, y yo
a tientas busqu los bultos de Archibaldo y de
Lul y estrechamente me abrac a ellos.
Qu hacer?
Cual lucirnagas fugitivas, pasaban y se entre~
veraban con precipitacin las lucesillas blancas,

60

Las Tribulaciones de una Familia Decente

azules, verdes y rojas de los camiones, carruaje!


biciclos y dems vehculos. Cerca de nosotros de~
filaban siluetas borrosas, se replegaban a la pa
red y desapareclan instantneamente. El agua
escurra de mi sombrero como una canal. De
pronto la luz se encendi en todos los focos v renaci la gran avenida desierta, inundada en refulgente claridad; la lluvia diagonal dibujaba tejidos de vidrio luminoso. Pero aquello slo dur
uno~ instantes. Una nueva descarga elctrica y
todo qued sumergido otra vez en las tinieblas.
Entonces ocurri algo horrible. Cerca de nosotros se levant un vocero. Vivas a Villa, disparos de armas de fuego, correr de gentEs en todas direcciones. Una avalancha nos arerbat.
Quise retroceder en busca de Lul y me perd. N o
supe ya en qu direccin caminaba. Me di6 tanto
miedo y tal angustia se apoder de m que comenc a rezar y rasos los ojos grit:
-1 Archibaldo, Lul, aqu estoy! ....
A ese tiempo salan de un sagun multitud de
gentes armadas que se disparaban en opuestas
direcciones. Sent de pronto una mano pesada
sobre mis hombros.
- Eres t, Archibaldo ?-gemi.
Me respondieron en un lenguaje que no pude
entender. Luego me asieron fuertemente y me
arrastraron con brutalidad, qu s yo a donde.
Un fro intenso me entraba hasta los hueso'J.
Me extremec, di un lamento y abr los ojos.
I Horror 1, una porcin de hombrazos, cara de
dolos aztecas, me tenan sumergido hasta el cuello en una fuente de agua helada.
- j Jesucristo!. ... En dnde estoy? ...
No pude entender el guriguri de unos abortos
del infierno que en torno mo hablaban, mostran-

Biblioteca de EL MUNDa

61

do sus dientes blancos en una mueca horrible.


Uno de ellos, musculoso y colosal como uno de
los Indios Verdes del Canal de la Viga, me sac
de la fuente, y a empellones me condujo a un sitio muy obscuro, en donde me dej abandonado.
Sin fuerza para tenerme en pi me tend en el
suelo. Olor acre a estircol subi a mi nariz; sent muy cerca las ferradas pesuas de una bestia.
No me cupo ahora duda: me encontraba en las
caballerizas de un cuartel. Ller amHgamente
mi desventura con lgrimas que habran partido
los ms empedernidos corazones. Pero qu esperar de gentes que como dice mam, no tienen
alma qu salvar? A mis lamentos respondan la
obscuridad tenebrosa y un silencio de muerte;
de cuando en cuado el relincho breve y agudo de
algn potro enfurecido porque otro le robaba la
pestura o el pafiar de una yegua satisfecha. Y
ay! yo senta el consuelo de estar acompaado!
"1 Ay, Lul, ven a ver ~ dnde me han trado
tus ligerezas y caprichos!" Me vino la idea de
que la vida se me Iba a extinguIr en aquel estercolero, y caso extraordinario 1 en vez de encomendar mi alma al seor, vctima de un horible ataque de rebelda, grit con todas mis fuerms:
- Basta ya, Dios mo, que me aprietas como un
zapato nuevo! ... 1mal haya la hora .... !
Espantado por tan gave falta de urbanidad,
comprend que la sangre de Procopio habla hervido en ese instante en mis venas e inmediatamen
te me arrepent de mis pecados, hice fervoroso acto de contricin y me propuse a morir reconciliado con Dios.
Dicen que los moribundos viven en un segundo
su vida pasada entera. Lo que yo sent fu una
extraa fortaleza: me vi rodeado de mis mas tiE'r-

062 Las Tribulaciones de una Familia Decente


nos afectos terrenales. No me falt Agustinita
con su amor meticuloso, ni Pascual con sus caravanas y cortesas, nI la misma Lul frvalo y causa de mi desgracia, qu digo! no me falt Procopio cuya sangre me haba hecho blasfemar: nadie turb el encanto de momentos tan solemnes
en mi vida.
y cerre los ojos muy apretados, dispuesto ya
a rendIr mi espritu al Creador.
Pero en el reloj de los tiempos mi hora no haba
sonado todava; una mano brutal, quiz la misma que en la calle me arrastrara al cuartel, ahora me levant bruscamente del suelo y me sac
del corral. Cruzamos a obscuras un inmenso patio, luego me hicieron entrar por un corredor som
bro e interminable. Humores humanos saturaban el aire denso; o algo como un vago musitar
de voces cantarinas y suaves. En otro sitio me
habra credo soando en un rincn de bosque tropical a la hora en que duermen las cotorras.
Nos abrimos paso en medio de una multitud de
sombras achaparradas, y aglomeradas en la ms
asquerosa promiscuidad; sombras que se agigantaban a la dbil claridad de un solo foquillo elctrico a la mItad del corredor. Mis ojos se acostumbraron a la media lnz ambiente y las sombras
comenzaron a encarnar: unos cosinaban; surcan
otros, negros andrajos; muchos se espulgaban, y
los ms, tumbados corno bestias, parecan dormir
profundamente. Repar en el perfecto parecido
de todos los semblantes: el mismo color olivo mate, los mismos pmulos chatos y pegados a la piel;
la inexpresin de unos ojos pequeos y sin cejas, bocas delgadas e imberbes, cabellos largos, lacios y relucientes. Puesto que se movan no eran
dolos; pero quines eran hombres? quines mu-

Biblioteca de EL MUNDO

63

jeres ? ... De pronto se hizo plena luz en mi cerebro y me puse a tiritar. j Un cuartel de yaquis!...
Me llevaron hasta el sagun. Uu charro fornido de aplanchada camisa de calicot, pantalones
abombados de lona blanca, ajustadas polainas negras y un sombrero de petate cuyas alas tocaban
Uno y otro muro del sagun, sali a mi encuentro,
llamndome por mi propio nombre. Por la insolencia de su porte juzgu luego que era uno de los
jefes principales.
-Conoces a este amigo, chamaco ?-me pregunt.

Volv los ojos hacia la persona que me designaba y grit con alegra indecible:
- j Archibaldo!' .. j Archibaldo mi cuado!' ..
Sin sombrero, empapados y revueltos como e~
tropajo los cabellos, la cara de moribundo, Archibaldo se encontraba en medio de una escolta.
- j Fjese, mi general, en que yo he dicho la verdad! Vea que es un buen chico, incapaz de lo que
le atribuyen-dijo Archibaldo.
El bandidazo me vi a la luz del foco del sagun, me mir con rara curiosidad de los pies a
la cabeza y, dndome un puntapi en slva sea la
1arte, me puso con toda felicidad en la calle gruendo:
- j Qu villista ni qu ... tasajos haba de ser
este marica!
- j Bendito sea Dios !-le dije a Archibaldo, luego que estuvo tambin en libertad al lado mo;no sabes las horas trgicas que he vivido!
-Pues todava te falta saber lo principal. Nos
iban a fusilar a los dos. Un complot en los alrededores del cuartel. Te tomaron por villista y
cuando te perdiste y me ocurri preguntar por t
en el cuartel a m tambin me acogotaron. N os

64

Las Tribulaciones de una Familia Decente

ha salvado tu desarrollo y tus apariencias ... no


muy masculinas ...
-1 Archibaldo, ven a mis brazos!. .. j Ven a mis
brazos, Archibaldo! ... Te debo la vida; te lo de~
bo todo!. ...
Lo estre h llorando de emocin.
- Pero hay de m !-lanc un gemido-estoy
herido, Archlbaldo.
-l. T herIdo? de dnde? ..
-La sangre corre por mi rostro! ...
-No es posible, Cesar, repara en que vienes
empapado y confundes ...
-No, Archlbaldo, estoy herido de muerte. El
agua de la fuente estaba helada y lo que escurre
por mi mentn est tibio, casi caliente. 1Sangre,
Archlbaldo, sangre!. ..
- Pero es que en el cuartel te v la cara y slo
la traas muy bien lavada.
-T dirs lo que quieras, Archibaldo, pero sien
to ya que la cabeza me da vueltas ... Auxilio!. ..
Por piedad, que me muero! .. Archibaldo, favor
de sostenerme ... las fuerzas me abandonan! ...
XII
Seriamente alarmado, Archibaldo me llev a
una luz, me registr con minuciosidad y, luego
de lanzar una estrepitosa carcajada, me dijo:
-No tengas cuidado, caro Cesar, no es sangre,
es secrecin de tu nariz, muy abundante seguro
por el chapuzn.
N o obstante el tono inconveniente de su respuesta, sent el alma que me entraba de nuevo en
el cuerpo y respir.
-Ahora es preciso que vayamos por Lul!me dijo lleno de sobresalto.

Biblioteca de EL MUNDO

65

-Virgen de los remedios! Pues en dnde


dejaste a mi hermana? Por la gloria de tus padres, Archibaldo, hasme la caridad de decirme
qu es de la pobrecita de mi hermana? I Dios ha
castigado duramente mis pecados! Oh, hermana
Ll1l, y yo que hasta te haba olvidado ~a!. ..
-Lul nos est esperando aqu en la Alameda.
- Sla en la Alameda, Lul? Es posible que
seas tan ligero de cascos Archibaldo?
-La he dejado ms segura incuestionablemente de lo que t estabas en el cuarteL
Su reconvencin era justsima y no repliqu.
A toda prisa. pues, nos metimos bajo los rboles:
Archibaldo se acerc a una banca y de ella se levant a nuestro encuentro un caballerito entrapujado que se ech en mis brazos sollozando.
- Lo encontraste ya, Archibaldo! ... Bendito
sea Dios! ...
Era Lul envuelta en el impermeable y con el
sombrero de Archibaldo puesto.
Nos besamos y lloramos de alegra. La pobrecita apenas poda creen en la maravilla de mi raparicin y sus palabras entrecortadas revelaban
la sinceridad de su pena a la vez que de su intenso regocijo. Acariciome con ternura tal, que yo,
incapaz de resistir 'estas escenas de familia, sin
reflexionar en el alcance de mis palabras y respondiendo slo a la voz de mi corazn agradecido
dije, revistindome de la solemnidad que tal acto
requera:
- j Os lo perdono todo; mi vida os pertenece;
tena la intencin de decir a mamacita todo lo que
habeis hecho; pero os juro por la venerada memo
ria de los generales Prados que mis labios sern
mudos!
Ebrios de regocijo se abrazaron sobre mi ca-

66 Las

Tribulacion~s

de una Familia Decente

beza y creo que se besaron.


Hasta que llegamos al mercado de San Cosme y
Archibaldo se despidi, me d cuenta de la monstruosidad de mi ofrecimiento.
-Puesto que contamos con Csar, vemonos
con ms frecuencia, Lul-haba dicho el muy cnico.
Apenas le d la mano.
- Qu te parece no ms, Lul? Mira hasta
qu grado de abyeccin me has hecho descender!
Y qu vamos a contar ahora a mam? Qu decimos de pap?
-1 Anda, no te preocupes por tan poca cosa! Pap estar ya en casa sano y salvo y mucho ms
seco y calientito de lo que nosotros vamos. Corr~
que ya son las ocho ....
Las tTompetas y tambores de un cuartel nos
aturdieron, en efecto, y un horror retrospectivo
me puso de nuevo a tiritar.
- j Por Dios, Lul, no me ]leves a este paso que
me sofoco! De qu nos sirve ahora tanta prisa 't
A las puertas de la casa me detuve perplejo,
angustiado. Cmo iba yo a explicar a mam
nuestro retardo 'Sin faltar a la verdad y al mismo
tiempo sin quebrantar mi juramento? Intil da.
vanarse los sesos; mis energas se haban agotado,
comprend mi incapacidad absoluta para darle hilacin siquiera a mis ideas, y dejando que el ocaso lo decidiera todo, ergu la frente cuanto pude,
di un paso adelante y entr.
Mam lanz un grito y se desvaneci. Los dems corrieron a recibirla en brazos.
Ah estaban tambin ra pascual y Berta, alarmadsimos por nuestra prolongada ausencia.
-Mam quera poner gritn que los fuera a
buscar por todo Mxico! I Qu horas de tormen-

Biblioteca de EL MUNDO

67

to nos han dado!


Francisco Jos me bes la frente, y luego que
mam volvi en s me atrajo hacia su pecho convulso. Nuestros besos y nuestras lgrimas se
juntaron.
!Qu afinidad de maneras tienen Archibaldo
y Lul! Con desplante apenas para visto dijo
mi hermana:
-Pues ah tienen ustedes no ms que tomamos
el tren y a medio camino comenz a llover a chorros, luego se apag la luz y, a obscuras, donde a
m se me ocurri dije que era Isabel la Catli~
e hice a Csar que nos aperamos. Un callejn
ms obscuro que una boca de lobo; luego calles
y calles solas, sin una alma. "No es por aqu, Lu':'
l", me dijo Csar. Yo llena de miedo, bien me 16
saba; pero me guard de confesarlo para no acobardarnos mtuamente. Vagamos hechos ya una
sopa, slo Dios sabe cunto tiempo. La pura casualidad nos puso derrepente en la lnea de San
Rafael ... y gracia!:t a ese milagro de no s qu
santo estamos aqu tan pronto.
-Pero cmo pudieron venirse por San Rafael
-observ sorprendida Berta-si desde las seis de
la tarde estn suspendidos esos trenes por un grave desperfecto que ocurri en la lnea? Nosotros
tomamos un coche porque nos aseguraron que
apenas maana estara de nuevo lista.
" Cmo te las vas a componer ahora, Lulpens yo-para salir del atoyadero en que te has
metido?
Levant la cabeza para observar fisonomas y
la primera con que mis ojos dieron fu con la de
pap, con la ms tremenda sonrisa en los labios,
elocuente en su sarcstico mutismo como pocas
veces lo he vis!o igual. Me sent desnudo en ab-

68 Las Tribulaciones de una Familia Decente


soluto ante su presencia y tuve mpetus de decir
la verdad, de gritarla. Procopio, compadecido tal
vez de mi tortura, se levant, vino disimuladamente a mi lado y acaricindome la cabeza eon
su habitual benevolencia susurr a mi odo:
-1 Pobrecillo ... eres hijo de tu madre!
Por qu me sent herido? Por qu en vez de
bajar mis ojos humillado, ergui la cabeza en mu..
da protesta?
Entre tanto Lul sala del lazo sin dificultad.
-Yo no s si fu tren de San Rafael o de san
Zutano. Lo nico que puedo asegurarles es que
ya estamos aqu sin ms novedad que haber llegado vueltos ranas.
-Por cierto que hasta cantas ya, Lul,-dije
sin poderme contener.
Ella no entendi mi amargo reproche.
-Ay, Csar de mi alma-dijo lanzando una
carcajada-no haba reparado en tu persona. j Has
cuenta de un ratn salido de la manteca!
Todos festejaron la gracejada. Mam misma
no me tuvo compasin; ri6 ya muy contenta y se
sigui6 echando la culpa de todo lo sucedido, sin
acordarse ms de las prfidas insinuaciones de
Lul.
Y yo segua pensando con profunda amargura:
"Ay, Lul, que porvenir le espera a una frvola
jovencita que nada respeta y a quien se le dan un
bledo las lgrimas y los lamentos prov('Cados por
sus culpas en el seno der ms honorable de los ho..
gares ?"
En mi agotamiento tem ceder al deseo imperioso de descubrir a mi hermana en toda la feaJdad de su conducta; pero yo respeto mi palabra
de caballero, y en tan duro trance opt por pedir permiso de retirarme a descanzar.

Biblioteca de EL MUNDO

69

XIII
"Dios aprieta, pero no ahorca", dice Agustini-

tao y es la verdad. Contra toda previsin esa

noche dorm como solo suelo hacerlo cuando estoy resfriado y mamacita, previo vigoroso masaje general, me hace engullir una pcima caliente
de leche con flor de sauco, ciruelas, pasas y amapolas. Al de<pertar al da siguiente me sent en
plena posesin de mi voluntad.
S de entregarme en el silencio de mi habitacin a conferenciar a solas con mi conciencia
atormentada.
i. Cmo habra podido yo vlvir llevando a cuestas la complicidad infame a que me comprometiera en un momento de perfecta inconsciencia o de
absoluta imbecilidad? Mi primer pensamiento
fue, pues, ponerme en obra de enmendar mis yerros. Me incorpor, salt del lecho y fU al lavabo. Una jarra de agua fra borbot sobre mi
nuca, devolvindome mi perfecta lucidez.
"S, pens, yo hablar claro ahora. Primero a
Procopio, porque su sonrisa de anoche la traigo
todava aqu clavada como el aguijn de una avispa, y despus a mamacita, para que tome todas
las providencias que su piedad y su deber le dicten".
Pero no gast fsforo ni saliva siquiera. Los
acontecimientos se presentaron por SI tan favorables a mis deseos, que esa misma maana podla
decir rebozante de alegra el lavabo nter moce tes manus meas.
Al salir de mi habitacin o la "oz de papa.
Hablaba desde su ventana con alguien de la caBe.
-Sube, hombre, sube. Por qu rondas la ca-

7Q Las Tribulaciones de una ,Familia Decente


sa como si fueras algn facineroso?
-Subo en seguida, to.
Ya lo creo que habra de subir! Miren a
quin se le estaba diciendo!
Cinismo en sus ojos de tit, cinismo en sus m~
nudos dientes de conejo, cinismo hasta en el car~
mn de alegra que coloreaban sus mejillas.
-Ta Agustinita, me alegro de verla taq. bien.
La colonia de San Rafael le asienta. Est echando unos carrillos y un color que cualquiera va a
pensar que usted es la hermana mayor de Lul ..
Adulador!
Luego se encamin6 a saludar a Francisco Jo-.
s:
.
-Te felicito, Paco, tus versos de ayer en El Radical son una verdadera revelacin.
Y as como lo cuento, con dos frases y dos gesto& apretados de mentiras Archibaldo nos ech a
su bolsa. fundiendo los hilos de una entrevista.
que para cualquiera otro habra sido de tortura
y confu~;n.
Claro que el reingreso de Archibaldo al senode la familia en esta forma me quit de encima
un peso formidable. Dqdo que el regocijo de Lul haya superado al mo.
Entre l y Procopio no mediaron explicaciones
ni disculpas: una leve sonrisa, un franco apretn
de manos yeso fu todo. No parece sino que para ciertas gentes el uso de la palabra es aditamento redundante.
La visita fu breve en esta ocasin, y cuando se
despidi con un "hasta la tarde" nos encaminamos ms que de prisa al comedor.
-A dnde van ?-pregunt Agustinita, plantndose en la puerta.-Podran haber esperado
mejor en su cama. Lo siento mucho, hijos mos;

Biblioteca de EL MUNDO

71

pero mientras no venga Pascual con dinero, podemos amarrarnos bien la tripa.
El tono era acre y tan directa la alusin, que
Procopio, contra sus hlitos y maneras se vi
contreido a explicarse:
-Todo es por culpa ma. Perd la tarde. buscando dinero y he vuelto sin un papelucho para
desayunarnos siquiera. La verdad es que no puedo resolverme a ser vctima indefensa de esos rateros de la Banca, entregndoles la bolsa como al
primer asaltante de encrucijada. No pacere sino que hoy todo el mundo se ha contagiado de
los procedimientos de nuestro ilustre mandatario: la bolsa o la vida!. . .

-Salvaste la bolsa, no cabe duda, y ahora po-'


demos desayunarnos con tu gallarda accin-exclam mam, dejando asomar una sonrisa hiriente a sus labios delgados, blancos y secos.
Pap se puso en pie demudado; pero no tuvo
fuerza para dominarse.
Con voz un tanto descompuesta, respondi:
-Me parece que si algunos intpreses defiendo,
son los tuyos ... los de ustedes ...
-Pascual conseguir dinero sin dificultad alguna. Lo vers.
En las condiciones en que Pascual lo arregle,
seguramente ya lo habra hecho yo tambin.
-Lo habras; pero no lo hubiste ....
-Oh!. ..

Procopio di un golpe seco sobre la mesa del


comedor.
Me asust. Vagos recuerdos dormidos en mi
memoria comenzaron a removerse. Cuando o
la voz de Procopio otra ocasin con este mismo
acento y vigor, ocurrieron graves sucesos en el
seno del hogar. Mi memoria se fu aclarando po-

72

Las Tribulaciones de una Familia. Decente

ca a poco me sent sobrecogido de miedo. Por


qu a mam no le sucedi lo mismo? Por qu,
lejos de mostrarse prudente y discreta, recrudeci al extremo sus ataques?
-Comprende-le dijo-que con tu disgusto tampoco nadie se desayuna.
-He confesado mi falta. Basta!
-y deberas confesar tambin, ahora que vamos a recibir nuevo beneficio de Pascual, que la
inquina que le tienes es injusta.
-Yo no tengo inquina para nadie.
-Siempre has puesto en duda su habilidad, su
talento, su ....
-Para hacer negocio con el bolsillo ajeno no
,pe necesita habilidad ni talento.
Pascual nos traer fondos en las condiciones
mas favorables para todos.
Lo mlsmo que las otras veces: un cerro de
papel-basura que tendremos que reintegrar con
valores efectivos.
-Pero papel basura que servir para que comamos todos ... y de todos modos algo que t no
has podido conseguir.
-Basta! ....
La "oz de Procopio reson como un trueno.
- Qu pena! Con toda seguridad el vecinda~
rio se e<taba dando cuenta de tan desagradable
escena de familia. Con qu cara los vertamos al
da siguiente?
Francisco Jos, cuyo temperamento esttico
repugna toda manifestacin de violencia, se refugi en el water-closet; yo tiritaba arrimado a la
falda de mamacita.
y ella como si le hubiesen dado cuerda.
Lo que sucede es que las cualidades de Pascual
han despertado la envidia y el odio de la mpo-

Biblioteca de EL MUNDO

73

tencia ...
-Lo que sucede es que Pascual es un' Maula
digno de la veneracin de tas idiotas.
Pap descarg un tremendo puetazo sobre el
aparador y la vajilla rod con estrpito por el
pavimento.
Procopio se alej paso a paso a la puerta de su
cuarto, que como empujada por recio ventarrn,
al cerrarse hizo retumbar la casa.
Sucedi el ms profundo silencio. Mam estaba como un pan de cera.
,
Con voz ronca y con osada nunca esperada,
Lul dijo:
-1 Pap tiene razn! ...

XIV
Por honor y lustre de nuestra casa, escenas de
esta ndole han sido excepciClnales. Puedo asegurar que una sola vez ocurri algo parecido.
cisco Jos y yo completsemos nuestra instruccin primaria "en cierta universidad de los Estados Unidos. Agustinita, agotados los recursos
que el ingenio y el cario le inspiraran para defendernos de tal atropello, concibi la idea de con
sultar con el seor Obispo. Los resultados fueron decisivos. Mam regres del obispado llena
de bros. Con denuedo tom abiertamente la
ofensiva y as le habl a ?rocopio:
-Querra saber en dnde est la superioridad
de los establecimientos de educacin de los Estados Unidos sobre nuestros colegios de Mxico, como el colegio de los Jesuitas del Saltillo o el de los
mismos padres Maristas de Zacatecas.
Pap crey contestar con sonreir y levantar des
deosamente Jos hombros.

74 Las Trbulac;o.nes de una Famlia Decente


-Entonces lo que t pretendes es nicamente
hacer de nuestros hijos unos ateos, unos masones,
unos protestantes-prorrumpi mam con mpetu.
-Bien sabes, lindita, que la educacin de la familia nunca te la he disputado-le contest Procopio todava sin alterarse.-Querra prepararlos
mejor para la vida prctica: eso es todo.
-S, ya entiendo: arrancar el trigo que yQ. he
sembrado en sus tiernos corazones y suplantarlo
con la ortiga de las ideas del siglo.
- j Ola-repuso pap sonriendo de muy buen
humor- conque la ortiga de las ideas del siglo?
Eso quiere decir que vienes del confesionario?
-De consultarlo con el seor Obispo.
- Admirable!
-Te prevengo que estoy resuelta a defenderme.
-Con lo que me has dicho basta.
-Te prevengo que si a m me faltan razones
para contestar tus argumentos Su SeorIa Ilustrsima est dispuesto a responderte.
- Que basta, digo !-grIt pap.
-Ahora es preciso que me acompaes a visitarlo. Me ha concedido la gracia de una audiencia para acordar definitivamente la educacin de
la familia.
La chispa elctrica no es ms instantnea para
prender un cartucho de dinamita. Negra la cara
bajo una ola de sangre, los ojos ardientes y extraviados, la voz ronca y tartajosa, cual si las palabras fueron moldes demasiado estrechos para
contener toda la Impetuosidad de su clera, pap
emiti voces sin sentido, frases desarticuladas,
palabras incoherentes, algo que yo no puedo entender. Segn Agustinita, pap simplemente intent decir que jams tolerara intrusos en el seno del hogar.

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75

Parece que mam le respondi lo ms velado


posible, que los pantalones no mandan, cuando el
dinero no sale de sus bolsillos. Y como el dinero
es de mam y solo de ella, el efecto de sus palafras fu decisivo. Un tremendo puetazo hundi la cortina del escritorio. Luego, lo mismo
que aho a; terror, caras de agonizantes, portazos .... silencio.
Desde entonces comenz el desprendimiento de
Procopio para nosotros. Jams ha vuelto a ocuparse de nuestra educacin y todo su cario de
padre parece haberlo reconcentrado en un solo
Ser. Adora a Lul!
Esto explicar y disculpar nuestra decidida
predileccin por Agustinita, y por qu la benevolencia y conmiseracin con que Procopio nos mira
a Francisco Jos y a m, lej os de acercarnos a el
nos mantiene distanciados y heridos.
Data de entonces' la aficin de Procopio a la soledad, al aislamiento y a los libros. Se recluy
eIl un departamento. Alguna vez que entr a su
estudio me qued sorprendido: peridicos, magazines, revistas ilustradas, libros lujosamente
empastados o a la rstica, se revolvan en montones por los ngulos de las piezas. Observ que
el honor de los anaqueles era disfrutado por un
volumen en tanto que no se abran sus primeras
pginas; pues los ms, apenas comenzados, tenan oue ceder S.l sitio en la estantera, ora a las
belhsimas mazorcas de maz, a una magnIfica espiga de trigo, ora a frutas raras y exquisitas,
productos de la hacienda, ora, en fin, a metales
en grea de las minas.
Hasta qu "p'tmto las lecturas de pap hayan infludo en el manejo de nuestros intereses, es cosa que no nos ha dado en qu pensar. Pascual

76 Las Tribulaciones de una Familia Decente


hizo a mam que revisara los valores en caja y
mandara practicar un reconocimiento minucioso
de los libros de la contabilidad: los rendimientos
excedan un cincuenta por ciento a lo recabado
por el general Prado, mi abuelo. En dnde estaba el sobrante? Sigilosa informacin hizo saber a Pascual que en los gastos generales se quedaba todo. "No hay pen-dijo mi cuado-que
no tenga un dbito superior a lo que l mismo podra abonar, trabajando toda la vida al servicio
de la casa. Los mayordomos disfrutan de sueldos superiores a los de cualquier administrador
de las haciendas vecinas; tienen casa propia en la
ciudad y ms comodidades que cualquier empleado de Zacatecas de muy superior categora. Los
medieros tienen las gallinas, chivos, cerdos, etc.
que quieren tener. Muchos poseen vaca, caballo
de silla. Parece que el propsito de Procopio es
hacerlos partcipes de la ganancia general de la
finca, sin perjuicio alguno de sus sueldos y sin
que ellos mismos se dn cuenta. De dnde sale
este ro de plata? A dnde conducen quijoteras
de esta ndole si no a la ruina del propietario ?',
-Todo es verdad-dijo mam-pero nada de
eso le dir a Procopio porque los libros de contabilidad estn en mis manos, la caja fuerte siempre a mi disposicin y nunca en tiempo de pap
dispuse de ms comodidades que ahora.
La verdad es que dada la suceptibilidad de Procopio en este particular, la alusin ms nimia habra trado una ruptura inmediata y definitiva.
El rnatri[l1onio de mis progenitore8 fu un
matrimonio de amor? Yo sorprend ms de una
vez estas palabras poco ms o menos en labios de
Agustinita:

Biblioteca de EL MUNDO

77

"Mi padre, el general Prado, era un hombre rudo, pero de muy noble corazn. Cuando Procopio
qued hurfano por el fallecimiento de don Albino Vzquez, hzolo tra.er de su propio peculio de
una universidad de los Estados Unidos en donde
estaba educndose; lo puso inmediatamente al
frente de la hacienda, a los pocos meses administraba todos nuestros intereses y de tal manera supo captarse las simpatas de pap que pronto tuvo acceso a nuestra propia casa no como un empleado, sino como miembro de la propia famIlIa.
El mozo no me caa mal del todo: exquisitamente
atento. respetuoso siempre, me coma con 108
ojos. Nos entendimos. Luego la catstrofe: el
ataque cerebral, la parlisis y la muerte que me
arrebat a pap en menos de una semana. Antes
de cumplir el luto yo daba. mi mano al joven administrador de mis bienes. Cuando abr los ojos
todo se haba consumado. Procopio me resultaba
un chico que no saba hacerse el nudo de la corbata; gustaba de andar en casa siempre en mangas de camisa; se presentaba en traje de calle
en los bailes de etiqueta y era mi sonrojo, por su
atolondramiento a veces, por su despreocupacin
en otras; pero por su desentono siempre en sociedad. y para eso le haban enviado a educar a
educar a San Luis Missouri! ... "

xv
y bien, despus de esta nuestra ltima escena
tormentosa, Procopio tom de pronto una determinacin:
-Acompame a la calle-llam6 a Lul.
Ellos salan y Pascual entraba. Procopio, sin
detenerse apenas le tendi6 la mano.

~8

Las Tribulaciones tk una Famia Decente

-Va frentico!-Exclam mam al odo de mi


cuado. Luego le refiri punto por punto lo ocu-.
rrido.
- y ustedes no desayunan todava ?-pregunt
Pascual temblando de indignacin.
No esper la respuesta, corri al mercado, vi..
no con muchos comestibles debidamente condimentados y con S4S propias manos nos sirvi.
Agustinita no pudo contener sus lgrimas,
Francisco Jos se ech en brazos de Pascual y yo
tuve que hacerme violencia para no arrojarme a
sus pies y besrselos en seal de gratitud .
. Acallamos nuestra hambre lo ms urbaqamen.te posible. Entonces Pascual sac muchos paque-tes de papel moneda de sus bolsillos: tanto pape,1
que al desparramarse como catarata sobre la mesa, me acord de los prestidigitadores que van .A
mi tierra y saben sacar tan prodigioso nmero de
banderas y pabellones de sus brazos desnudos que
hay veces que adornar un teatro entero con ellos.
Agustinita, asustada, observ:
- y si l se niega a firmar el pagar?
La palabra de usted es mi mejor pagar.
- j Eres sencillamente sublime !-exclam Francisco Jos, llorando.
Pascual sonri levemente y dijo:
-Pero el no se negar a firmar; con lo ocurrido debe estar a estas horas como una seda.
-1 Es que no lo viste cmo se puso!
-Sus coleras no pueden ser sino como esos infierntos de poI vara que hacen los muchachos call~jeros para divertirse < los queman en sus pro ....
pias manos sin hacerse dao alguno.
Pascual se despidi en breve y nosotros nos
~cercamos de nuevo a la mesa 8 devorar el resto
de manjares que. Jlor educacin, habamos ~eja-

Biblioteca de EL MUNDO
do iutado$'.
Al medio da regresaron Procopio y Lul, risueos y parlachines.. Venan de San Angel: eIla.
eon grandes manojos de flores y l con los bolsIllos apretados de billetes. Con asombro pregunt
a. Lul de dnde vena todo aquello. Ella me seal el c.haleco de Procopio; pero yo no descubra
nada extrao en l.
I Portentosa penetracin la de mi cuado! Pap no puso reparo en aceptar los nuevos docum(>ntos. Esa misma tarde los ealz con su firma en
presencia de Pascual, sin despegar los labios.
Con todo, luego que ste se retir, rein en casa
ttrico silencio.
Por la noche, acabando de cenar, pregunt Procopio:
- Qu suman las cantidades entregadas por
Pascual?
Agustinita trajo unas notas, se hizo cuenta de
capital e intereses, y pap coment:
-Vendiendo slo la cadena de mi reloj a un
comerciante que reside en San Angel, he adqui"ido poco ms o menos la mitad de la entrega ltima de Pascual. i La sola cadena de mi reloJ ....
El que tenga odos, oiga!. ...
-Creo-respondi mam con zozobra-que vendiendo una sola de nuestras casas ...
-Bastara para pagar la deuda, entiendo: si
hubiera de pagarse en papel y pudisemos disponer de unos terrones siquiera.
-Pascual me ha asegurado bajo su palabra de
honor que la clusula referente a la especie de
moneda es slo una frmula comercial de mero
estilo.
Pap se retir sonriendo amargamente y mam, temerosa tal vez de que se repitiera la escp-

se L(1,3 Tribulaciones de UM Familia. Decente


na de la maana, opt6 por guardar silencio.
Otro da tuvimos en casa una visita inesperada. Estando de sobremesa, despus de merendar, colose de rondn hasta el comedor una dama
gordiflona, pequena, de ojos hundidos y nariz de
gato. Saludonos con familiaridad chocante, se
despoj6 de un estramhlico abrigo color de rata
que le bajaba tasta los talones y tom asiento que
nadIe le habla ofrecido.
-No me llama la atencin verlos tan sorprendidos. No se acuerdan de m: es muy natural.
Hace cerca de dos aos que sal de Zacatecas; justamente el tiempo que tengo de casada eon Payito. Ahora s se acuerdan verdad?
Se detuvo un instante para quitarse el velo y
un sombrero de plumas que, rgidas y verticales
caan sobre su redonda cabeza, corno el penacho
del caballero guila de mi libro de Historia Patria.
-Se acuerda de Payito, Agustinita? Un joven muy simptico que en aquellos nuestros buenos tiempos fu el nio chiquito de Zacatecas.
IOh, ahora ni su semejanza! i Se ha vuelto a mi
lado mas manso que un corderillo!
Cruz una pierna sobre la otra, sac un cigarro y cerillos y con desenfado se puso a fumar.
-Payito-prosigui ahuecando mucho la vozes uno de los abogados ms distinguidos y de ms
representacin en el foro metro-politano. Sus relaciones son con la pura aristocracia. Es del Jokey Club y consejero de algunos bancos. Ahora
no tiene negocios porque, corno ustedes saben, 108
millonarios han suspendido sus operaciones.
Dice Archibaldo que en Mxico hay dos pandamias: el tifo y la megalomana. Confieso que

Biblioteca de EL MUNDO

81

siempre que me he propuesto a inquirir con propias observaciones no he podido menos que ratificar su aserto.
-Payito tiene bienes races. Nuestra residencia est en la Colonia Roma; pero tenernos una
quinta en Coyoacn, es nuestra la hacienda del
Tecolote en Morelos y tenernos muchas acciones
mineras en Pachuca. Tenernos seis automviles.
Pensarnos irnos a vivir a la Habana hasta que
regrese a Mxico la gente honrada. Ahora lo
adivinan todo?
- N os habr tornado por alguna partida de
hngaros ?-exclam Archibaldo muy cerca de
Lul. Mi hermana se llev las manos a la boca
para contener la risa; pero mam, que ante todo
tiene educacin les reprendi con severa mirada.
Lejos de turbarse la seora de Tabardillo, prosigui cada vez ms animosa:
-Pues s, yo soy Aurora Caloca de Tabardillo.
Usted y yo somos de la misma edad, Agustinita.
En el colegio nos tutebamos.
Luego sigui dando detallE's nfimos de la familia y acab por convencernos de la veracidad de
SUfi palabras.
-Tengo una memoria feliz j pero como nunca
reparo en la servidumbre, no podra afirmar si
ese hombre (sealando despectivamente a Archibaldo) formaba ya parte de la servidumbre de
ustedes entonces.
Nos mordimos los labios para no reir. "Ahora
te has encontrado la horma de tu zapato" me dije yo con regocijo. Lul estaba muy encendida
y Archibaldo, que es maestro de su lengua, se dispona a responderle, cuando una mirada seversima de Agustinita le oblig a guardar silencio.
Es imposible coger el hilo de la conversaCin.

82 Las Tribulaciones de

UfU!

Iromilia Decente

La seora de Taba.rdillo es un -torrente qe- palabr&So. Parece que a veces ha.bla en se.Fio, a v~
ces creo que nos toma el pelo. Que Payito es el
gran marid(); un m~elo de -esposo.; un caballero
decente de todos modos. Y ah -encaja el Fbol
genealgico de su familia con ms ramas que un
huizache. Poca a poco su charla me arrulla, en-"
trecerrndose mis ojos, mi cabeza pierde el equilibrio, msculos y coyunturas flotan en el deleite
precursor de la inconciencia. Cuando la mirada
de mam, austero tratado de Carreo, logra atravezar mis prpados de plomo., despierto asustado
y no s si han pasado horas o minutos. Hago un
esfuerzo de titn y atiendo:
-El cielo no ha querido bendecir nuestra unin
con un querubincito; por tanto, nuestras ilusiones se reducen a esperar la vejez e "ir a la sepultura como el montn de trigo cegado a tiempo".
Profundamente sorprendida, mam vuelve su
rostro, levanta sus cejas en arco gtico y aprueba
la lgrima que brilla en, las escasas pestaas de
la seora de Tabardillo,
-Por supuesto-solloza sta-que de nuestra
fortuna no disfrutamos ahora un solo centavo.
N o tenemos ms recursos que los del peridico:
estoy encargada de la seccin de damas de un
gran diario de la maana.
.
Se inclina al odo de mam y en voz muy baja:
-Lo mismo que a ltstedes, a nosotros todo nos
lo han arrebatado los bandidos de Carranza ....
Mam dulcifica ms an su rostro; desbordante de piedad toma una de las manos de la seora
de Tabardillo y la estrecha efusivamente entre
las suyas.
1
~Si les digo qUe Payito y yo no teRemos: ahora ni segunda camisa. no me lo creern
u

Biblioteca de EL MUNDO

83

...... Eso salta & los ojos l-runrne6 exabrupto


Archibaldo que no haba de contenel hasta el fm
sus malsanos sentimientos.
Agustinita le orden fuera a bacer compaa a
Procopio que estaba solo en la. sala.
Por ltimo, la seora de Tabardillo se despidi
pidiendo a mam cincuenta pesos prestados que
pagara al da siguiente, y yo, dando gracias a
Dios, corr a mi cama.

XVI
-Les traigo una gran noticia; los bandidos de
estn en priparativos de viaje: no se
van, los echan. El general VIlla y los federales
vienen ya en camino.
La seora de Tabardillo, no obstante el abrigo
color de rata. y el sombrero de plumas de guaJolote estaba sublime.
-S, seora, antes de una semana Mxico estar limpio de esta sarna.
Desbordante de alegra mam se precipito hacia la alcoba de Procopio ya remolque lo trajo a
la sala.
-1 Ah, picaruelo, cmo me has estado ocultando
la verdad! 1Con razn te obstinaste en no Ir a
presentar tus respetos a Cal'ranza ni a Obregon!
1M sica callada! Te lo perdono porque adl\' ino
lo limpio de tus intenciones: has querido devol
verme la felicidad con la ms agradable sorvre'!a.
Estupefacto, Procopio miraba a mam de hito
-en bito.
-Si, lo s todo por esta amIguita y paIsana
nuestra que voy a tener et gusto de pr~.entar e ..
-~ N o comprendo una palabra!
-r No sabes que el generaL Villa con todo! los
Carran~a

84 Las Tribulaciones de untt Familia Decente


federales viene a echar fuera de aqu a Carranza '!
- Y a nosotros qu nos va ... ?
- j Anda, pues casi nada!
Que entran los federales y nosotros salimos derechitos a Zacatecas.
Al igual que la sonrisa de pap tiene la rara
cualidad de prender como un spid en Agustinita cuando est ms quieta y contenta, hay gestos
y frases de mam que tienen la singular propiedad de provocar la hilaridad de Procopio, cuando
ms agrio est su carcter.
Nuestra Necindad sumergida ya en el silencio
de las diez debi trepidar a la sonora carcajada
de Procopio:
Nunca me imagin que Villa se cogiera de la
grea con Carranza slo por el gusto de alistarnos el camino a Zacatecas!
Mam levant desdeosamente los hombros y
vino a sentarse de nuevo al lado de la seora de
Tabardillo, sin ocuparse ms de l.
Ahota era Agustinita la que soltaba la lengua.
Charlaron toda la maana, haciendo reminiscencias de Zacatecas y de sus buenos tiempos de juventud. Mam acab por invitar formalmente
a la seora a un viaje de recreo a la hacienda, tan
pronto como se restablecieran las comunicaciones
y volviera la gente de orden al gobierno. Por ltimo, ya al despedirse, la seora de Tabardillo se
disculp de no pagar todava su adeudo y rog a
mam le prestara otros cien pesos, confesando
con lgrimas en los ojos que no tena para desayunarse otro da.
No cien, sino un fajito de billetes sali del saquito de mm. La afligida paisana se retir colmndonos de bendiciones.
Una semana despus, a la media noche, despertamos con sobresalto. Extraos rumores llega-

Biblioteca de EL MUNDO

85

ban de la calle. A la verdad, nuestros odos estaban ya habituados al vocero de los trasnochadores que, de regreso, golpeaban la puerta como salvajes; tampoco lograban despertarnos ya los gritos, carcajadas, insolencias y disparos de los carrancistas que merodeaban por las calles. Los
ruidos de esa noche eran diferentes: voces discretas, rumorosas; pasos sigilosos de multitudes en
movimiento; un tropelo sordo como de caballera en formacin. Automviles iban y venan sm
cesar; de tarde en tarde algunos se detenan breves momentos; escuchbanse voces de mando, luego el estrepitoso traqueteo del motor y el coche
que se alejaban en seguida a toda velocidad.
- j Son ellos los que se van !-haba exclamado
desde el primer instante Agustinita, dando diente con diente de pura alegra.
Aquel ajetreo dur hasta la madrugada, y entonces nos quedamos profundamente dormidos.
Rudos golpes en la pue~a de nuestra vivienda
nos despertaron ya en pleno da. Mam se incorpor en la cama medio dormida an y me dijo
llena de miedo:
-Ve con Procopio: que no abra el sagun sin
salir con su revlv,,;r preparado.
Yo me dispare hacia la alcoba inmediata, donde
pap, ya de pie,iea trarlquilamente, a la luz que
entraba por la ventana entreabierta. un diario de
la maana.
-Dile a tu mam que puede seguir durmiendo:
he conocido la voz de su amiga la. Tabardillo.
En efecto, luego que abrimos la puerta entr
la pequea dama, arrestrando su sayo capuchino,
las manos en alto y a grito abierto:
- j Albricias! ... albricias! ...
-S-respondi mam-; los hemos odo ano-

86 Las Tribula,ciones de una Familia Decente


che .... Van que vuelan. La lumbre les quema 108
.
I
apareJos
....
El seor general Villa en Cuautitln y Zapata en Xochimilco ..
-Pide permiso a mam, ahora qne est de tan
buen humor, de salir a dar una vuelta-me dijo
Lul muy eontenta tambin.
-Con una condici6n .... -le respond muy serio.
-Aceptada .... no necesito que me digas cual.
Mama embargada de alegra, apenas se di
~uenta de nuestra ausencia. Salimos a la calle.
Era una maana indecisa, etre claros de cielo
zafirino y girones nublosos. Los transeuntes mastrbanse tranquilos eomo todos los lIas ~ muchachos descalzos y sin sombrero pasaban como relmpagos, voceando, destemplados, lo.s primeros
extras de los peridicos, y aquellas gentes al parecer tan serenas y ajenas a lo ocurrido les arrebataban los ejemplares.
Fuimos a visitar algunos sitios donde moraban
las turbas de Carranza y slo encontramos algunos muladares y alguno que otro perro de pelos
rgidos y salientes costillares, devorando 'Zancajos.
Archibaldo, como era de presumirse, apareci
de pronto en una calle.
Pero hay que decirlo, Lul' cumpli6 su palabra.
-Vete-le dijo pronto-te prometo que hemos
de ir juntos el da que entren las fuerzas de Villa. Csar me va a llevar.
Archibaldo obedeci y yo le pregunt a Lul si
no le bastaba charlar en la casa a todas horas.
-Adems-agregu- por qu me comprometes, sin tomar antes siquiera mi parecer?
-Porque t eres muy bueno--tne- respondi

Biblioteca. de EL MUNDO

87

:riendo, y me puso las manos sobre la boca para.


qu~ nada le respondiera.
Regresamos a casa; mam declamaba el Te
Deum Laudamus, mientras la seora de Tabardi.
110 haca prodigios de buen apetito.
- Me dir usted, pues, con precisin el da y
la hora en que entren las fuerzas del senor Villa ?-interrog fogosamente Agustinita.
He dicho alguna vez que el espritu de Lul es
el de Propocio, lo que eCmo es el de mam: con
todo, confieso que jams pude comprender en sus
labios eso de "el seor Villa".
-La entrada de las fuerzas vencedoras-repuso la seora le Tabardillo limpindose los labios
-ser un acontecimiento. Hay ms entusiasmo
que cuando entr Madero.
-Yo querra concurrir y llevar flores como
aqu se acostumbra, para arrojarlas a su paso.
-A estas horas hay quien ofrezca doscientos
pesos por un solo balconcito en la avenida Jurez.
No se dejen ustedes engaar; esta gente de Mxico es muy ladina (como que aqu todo el mundo
vive de rateras) ; Payito tiene muy buenas relacio
nes y por el mismo dinero o un poco ms podra
conseguirse un buen lugar en la misma calle de
Plateros. Lamento no poder hacerles el obsequio
de las flores, que las tenemos hermossimas en
nuestra quinta de Coyoacn; pero en todo ca<lO yo
me encargo de ellas; personalmente las comprare
en XochimIico; pues maana ni a precio de oro
se encontraran en todo Mxico. Todo el mundo
ahora quiere hacer patente su regOCIjo. Deme
usted unos cuantos papeles de veinte o cincuenta
pesos y con ellos har todos los gastos inclusive el
coche.
CIen para flores y otros doscientos mas presta-

88

Las Tribulaciones de una Familia Decente

dos a la seora de Tabardillo salieron como volando de la bolsita de mano de mam, sin que ella,
loca de alegra, se diera cuenta de ello.

XVII
"De Dios est que en el mundo no haya dicha
cabal", dice Agustinita. En efecto, nuestro gozo
se fu al pozo. Quin lo hubiera credo? Apenas dejaba la casa la seora de Tabardillo, entraron sofocados Pascual y Berta. El a mal vestir;
ella con los ojos enardecidos.
-Venimos a decirles adi-dijo Pascual.
-Dentro de dos horas habremos tomado ya el
ltimo tren que parte para Veracruz-solloz

Berta.

- Ustedes a Veracruz?-exclam6 Agustinita

atnita.
-Nos vamos con el Primer Jefe.
- Quin es ese? ..
-El seor Carranza ....
"El seor Carranza" en los labios de Pascual
me hizo igual efecto que "el seor Villa" en los
de mam.
Quise dudar de la intensidad de mi espritu.
Mas no, no me equivocaba, porque Procopio entendi lo mismo.
-1 Bah-exclam-ahora se restablece el equilibrio! Pascual cartancista; Agustinita vi1Iista.
j Que todo redunde en bien de la familia!
Pascual se mordi los labios y Agustinita hizo
la sorda.
- Cmo es posible que ustedes hagan causa
comn con los bandidos, Pascual?
Mi cuado repiti que debido a las gestiones
que hiciera para proveernos de fondos, haba con-

Biblioteca de EL MUNDO

89

trado relaciones con muchos altos jefes del constitucionalismo y que en todo Mxico se le haba
visto siempre con ellos, por lo que estaba expuesto si permaneca en la capital a ser vctima del
troglodita Doroteo Arango.
- y ese otro quin es ?-pregunt Agustinita
desconcertada.
-Un bandido que se hace pasar con el nombre
del famoso guerrillero Francisco Villa.
- Yeso qu me importa a m? La verdad es
que yo s de muy buen origen que su gente viene
dando seguridades a todo el mundo, que devuelve
las propiedades que se han robado los carrancistas y que ha prometido respeto-a los sacerdotes y
a la religin.
-Si triunfan ellos regresar tan pronto como
hayan garantas-dijo Pascual en voz muy baJa;
pero si nosotros triunfamos, antes de dos semanas
estar aqu de vuelta y toda la influencia que entonces haya ganado ser en beneficio de ustedes.
Entonces sac paquetes de papel moneda de todos sus bolsillos y contados los puso en manos de
Agustinita.
-Aqu tiene. _. por si nuestra ausencia fuera
larga.
-Que se te extienda el documento respectivo.
-Ya saben que de ustedes no necesito documentos; este dinero es mo, tan mo como lo es de ustedes.
AguBtillita que en magnanimidad no se deja tomar jams la delantera, pidi que en el acto mismo se extendiera un pagar por veinte ,mil pesos
en plata fuerte u oro nacional.
-Si-aplaudi Francisco Jos, a quien conmueve hondamente toda atencin y gesto bellos-ser
apenas un acto de justicia elemental.

90

Las Tribulaciones de una FamiZli Decente

La sonrisa de sarcasmo de Procopio agit sus


labios breves instantes.
-Puedes escribirlo a tu ms amplia satisfaccin-dijo a Paseual sin quitarse el puro de la
boca.
y cuando Pascual, acabando de pasmarnos con
su estupenda previsin, lo sac ya escrito del bolsillo, en vez de que pap compartiera nuestra admiracin, solt una carcajada, firm de pi y di ...
jo quedo a mi cuado:
-1 Eres un gran psiclogo! ...
Se despidieron; lloramos amargamente y cuando Agustinita, la ltima, dej extinguir sus dbiles suspiros en el silencio de la casa, Procopio
con voz aguda y vibrante dijo:
-Te advierto, lindita, que en el estado actual
de nuestros intereses, despus de firmar esos papeles, hemos contrado compromisos que nos ponen al borde de la ruina.
La seora de Tabardillo puso en conocimientQ
de mam en breve misiva, que al llegar a Xochimilco fu vctima de un grave percance: la asaltaron despojndola de cuanto llevaba encima y, luego de estropearla brutalmente, la hicieron regresar a Mxico a pie y descalza, donde se encuentra
enferma de gravedad. Pide, acudiendo a los buenos sentimientos de mam, otros doscientos pesos "deuda sagrada que pagar en cuanto las fuerzas del seor general Francisco Villa comiencen
a devolvernos nuestros intereses".
Pobrecita seora! Jams hemos vuelto a tener noticias suyas. Cada vez que nos acordamos
ella mam nos hace rpzar un padre nuestro y
una avemara, pues supone que pereci vctima
del accidente.

ne

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91

Por 10 dems no haba lugar de aceptar ya sus


buenos servicios: nuestro luto por la ausencia de
Pascual y Berta nos vedaba tomar balcn para
el desfile militar, lo mismo que presentarnos en
cualquier espectculo en donde todo el mundo podra vernos.
Gracias a la obstinacin y buena suerte de Lu l, a duras penas obtuvimos permiso de ir a la
Alameda a ver el desfile.
-Se cogell de la mano, muy apretados los tres,
Francisco Jos-nos advirti mam con su acostumbrada precaucin-porque esa va a ser bola!
Pero ya en la calle quines son Francisco Jos
y Csar para poner coto aun a los ms insignificantes caprichos de Lul?
Por tanto, .antes de media hora, caminbamos
por la avenida Chapultepec, que hormigueaba ya
de gente. La: maana era fresca y aromosa; los
tibios efluvios del sol carminaban la palidez romntica y de polvo de haba de Francisco Jos y
hacan de 10s carrillos de Lul dos manzanas en
sazn. Mi hermano, descubierta la cabeza, dejaba que la fronda acariciara su frente pensadora e hiciera flotar ondulosa su gran melena. Con
chic aspiraba el aire y el olor de la tierra mojada.
El cielo estaba azul, unido y terso como un raso; al noroeste, en los confines del dilatado valle
y sobre la cima nevada de los cerros, se alzaban
nubecllas como copos de armio.
A cada lado de la cinta argentada del Paseo ondulaban el verdinegro afelpado de arboledas y
sembrados y entre ellos blanqueaban las casas
enjalbegadas y los edificios de ladrillo ardan,
completando los colores de la ensea nacional.
Blanco, verde y rojo adornaban, en tiras volantes de papel y lienzo, almedas, dentellones, balus-

92

Las Tribulaciones de una Familia Decente

trados y torreones, sobre plateados cobertizos,


minaretes de pizarra, techos en escamas metlicas, ondeaban en astas rgidas los vivos colores
de la bandera mexicana y se diseminaban con profusin al extremo de las agujas de los postes de
luz, de los telfonos y telgrafos, t>P los tiros negros de las chimeneas y entre los andamiajes de
lUS edificios en construccin.
Como confeti llovido de las nubes regaban tambin sobre los plateados aleros, en los frisos dorados pOI" el sol, en.
las torres de acero de los tinacos y en el mismo
follaje de la selva .invasora. y como contagiados
de la loca alegra mexicana, ondeaban tambin al
aire el azul, el negro y el amarillo en las legaciones y residencias de extranjeros.
La muchedumbre nos obstrua cada vez ms el
paso. Los encargados del desfile pululaban en
autos, coches, bicicletas y caballos. Eran ellos,
soldados de burdas facciones, tan pringosos, bestiales y repelentes como los que acababan de aban
donar la plaza.
Por las aceras se entreveraban obscuros trajes
masculinos con aereas y frescas muselinas, sedas,
encajes y flores. Nieras de albsimos delantales transitaban tras lujosos cochecillos de mimbre; y entre espumas blancas, azules o rosadas,
se perdan gordiflonps bebs, de grandes ojos sorprendidos.
-1 Cunto extranjero !-exclam yo, reparando
en muchas parejas que pasaban llamndonos la
atencin por su acento y gesto de regocijo.
- Te acuerdas, Francisco Jos, qua la prensa
dijo que los americanos pagaban bUl'.lnos sitios para presenciar el ataque a CiudaJ Jurez por las
fuerzas de Madero, como si ello fuera un circo?
- Qu nota tan t"iste para nuestro pas !-con-

Biblioteca de EL MUNDO

93

test Francisco Jos.


-y peor para el suyo que se precia de mentor
de pueblos-agreg Archibaldo que se nos incorpor de prnoto.

XVIII
Francisco Jos pleg el ceo, y como en ese moJl'lento acertramos a pasar cerca de una rumosa
arquera. se detuvo bruscamente y me llam:
-1 C'sar, ven! ....
Yo lo comprend todo en el acto y desolado exclam:
Ruinas virreinales? ...
I S, ven, esto es admirable!
- Arqueologa? ... Pues prefiero seguir a Lul aun con Archibaldo ...
Debo decir que hace apenas una semana mi hermano me hizo acompaar all por los arcos de
Belm. Me tuV() medio da bajo los rayos del sol,
contemplando una horrible pileta deteriorada, y
por poco muero de un ataque de insolacin. De
regleso a casa, no pude soportar sus ofensivas exclamaciones y rdamente le cort la palabra:
-Francisco Jos, esas cantear s retorcidas como las charamuscas de mi tierra, esos pescados
de hocicos lbricos- y esas matronos vizcas y desnarigadas de tu maravilloso monumento va a ser
mi pesadilla de esta noche si no muero en seguida
de fiebre. j Te juro no haber visto en mi vida cosa ms fea!
- j Oh, las ruinas ... !:-exclam pap con tanta
intencin que Francisco Jos no pudo contenerse:
-Quien no comprende la poesa de las ruinas
no sabe de arte ...
-Pues seor-dijo pap, jovial~ah tiene us-

94

Las

Tribuklcio~

de urnl familia Decente

ted que cierta tarde se encontraba un hombre de


letras muy renombrado. reposando a la sombra de
los viejos muros de una fortaleza abandonada.
Contemplaba con embeleso la alfombra de aleles
tendida a sus pies, una clemtide que suba en torno de una columna rota, cuando le sorprendi6 el
ruido de unos pasos. Era el tocinero de su barrio. Lleno de curiosidad ,el artista, preguntole
qu buscaba all " Oh, respondi el tocinero-no
hay deleite ma,yor para m que pasear de tarde en
tarde por sitios tan llenos de emociones eomo 80D
las ruinas". Luego, para demostrar su emotivi.
dad recit unos versos poticos, grab BU nombre
en la piedra con la punta de su cortaplumas y al
fin se despidi, asegurando que ea marchaba muy
contento a trabajar, pues llevaba ya una alma lle.
na de poesa ... , Se comprende que desde enton.
ces -el letra.do aborrecie,ra. con toda su alma las
ruinas y SImilares ...
Esa fabula debi haberse inspirado en la envidia.
-S, la envidia de Gustavo Flabert, por ejem.
plo.
Flabert es de anteayer-dijo Frandsco Jos encarnizado.
y pap, sin dejar de sonrer:
-No te ocurra lo que a un pobre hombre que
lleg tarde a la procesin y caminando gravemen.
te por en medio de la calle, haca reir a todo el
mundo, porque la procesin haba terminado dos
horas antes.
Yo recordaba esta disputa singular, sin detener el paso, con los ojos bajos y reconcentrado.
Cuando alc la cabeza, Lul y Arehibaldo haban
desaparecido.
.
Las responsabilidades morales me abaten, me

Biblioteca de EL MUNDO

95

aniquilan. Hice un esfuerzo superlativo ya puro


codo me abr paso entre la confusa y apretada
muchedumbre, logrando, en menos de media Lo~
ra, retroceder unos veinticinco metros que mf' separaban del sitio donde qued Francisco Jos.
-Lul se me ha perdido-le dije con acento
desgarrador.
- Ah!, ests aqu 7...
Absorto en la contemplacin de las piedras,
apenas me respondi:
-Se me han perdido Lul y Archibaldo.
Alz los hombros.
-Repara en que Lul ... y Archibaldo ...
-1 Djalos en paz, lo mismo que a m.
Me qued atnito. Francisco Jos sah asiquie"
ra lo que deca? De toda suerte me sent descargado de un peso abrumador. "Puesto q'le mi hermano pasa . .. yo tambin paso", me dije.
De pronto se oyeron lejanos toques de trompetas y tambores.
Yo quiero ir a ver. Me esperas aqu nJismo,
Francisco Jos?
-Hasta la consumacin de los siglos, si t quieres.
Llegu a uno de los apretados cordones humanos que se tendan a uno y otro lado del camino,
contenidos a duras penas por la polica. Mis ojocl
no alcanzaban a ver ms que el negrear movediza
de sombreros y cabezas arriba de mi nat"iz. Aquello me contrari. Volv los ojos en torno y repar en unos chicos que trepaban a los rboles. De
pequeo, a escondidas de mi mam, instigado por
el becerro, sub muchas veces a los mezquites y a
los huizaches a robarles los huevos a las torcaces
y a los huitlacoches y nunca me sucedi mal alguno. Puse a prueba mis talentos acrobticos y en

96 Las Tribulaciones de una Familia Decente


menos que canta un gallo logr deslizarme como
lagartija hasta una alta rama, desde donde pude
contemplar a toda mi satisfaccin la inmensa mul
titud, el camino inundado de sol y todava limpio.
sin un soldado. Ni siquiera tuve tiempo de acordarme de las recias manos de Agustinita, cuando
repar en que haba dejada garras de mi pantaln prendidas a unos sarmientos, porque a ese
mismo instante me ensordecieron toques marciales de trompetas y batir resonante de tambores.
La vanguardia del ejrc;ito negre, de pronto, en
un recodo de esplndido verdor.
Por qu luz nueva o aberracin de mi mente '!
I Dios mo! me vino un deseo vemente de ser uno
de aquellos indios requemados, de ojos relucientes
y blanca dentadura, vestidos de mseros harapos
o casi desnudos, sombrero de soyate desgarrado y
con barro hasta en los ojos? Qu tienen esas
gentes que cuando as se juntan se han hecho sentir algo superior a m mismo, algo de supremo, de
sublime que me arranca de pronto y a toda la fuer
za de mis pulmones un viva clamoroso y perdido
en el atronador aplauso de una multitud ebria de
locura?
En lento e interminable desfile pasaban, pasaban sin cesar. Con insolencia llevan el fusil atravesado sobre la cabeza de la silla, lasos los brazos~
sueltas las piernas, indiferente el gesto, cual si el
suceso les fuera del todo ajeno. Hay un instante
en que casi los reconozco. No es, en efecto, Zenn, en el macho canelo del carro de la leche, el
que va medio dormido al extremo de esa fila? Yo
creo encontrar caras de viejos sirvientes en todos
los que van pasando: Bonifacio, el ordeador
con su eterna sonrisa de complacencia; seor Luis,
el carretero que me llevaba sobre sus rodillas a

Biblioteca de EL MUNDO

97

acarrear panojas en las heladas tardes de febre


ro; Petronilo, .el viejo corcobado y zanquilargo
que, al atardecer, cuando entraba el ganado al
corral, me montaba en las ancas de las vacas; To
Lucas, el octogenario en cuyos brazos me dorma
oyndole narrar el cuento de la montaa encanta
da, que era cabalmente la de enfrente de la casa
grnade, montaa maravillosa que solo los indios
puros vean sentada en cuatro tenamastes de oro,
tal como lo era en realidad, al decir del viejo.
Oh, no son ellos segu-ramente; pero son de
ellos! Y es posible que estas gentes de tan buene ndole, tan cariosas, tan sencillas, tan humildes y tan leales, ~ean capaces de cometer esos crmenes horrendos que Agustinita r Pascual les
atribuyen?
Lanc un grito:
-Archibaldo, Lul, adivinen dnde estoy!. .
Pasaban en medio de la multitud, como las hojas secas en un caudaloso torrente. Al instante
desaparecieron de mis ojos. Con la esperanza de
que mis voces siquiera llegaran a ellos, volv a.
gritar:
-Francisco Jos, nos espera en la Ermita, para que de all todos nos vayamos juntos.
Pero mis palabras se las tragaban seguramente los vivas que medio milln de voces. " Viva el
general Villa! Viva el general Angeles! Viva
Emiliano Zapata!"

XIX
De repente se cimbre la rama que me sostena,
volv los ojos y repar en que otors gandules trepbanla y la hacan columpiar. No me dieron
tiempo de advertirles el peligro, crugi la rama y

98

Las Tribulaciones de una Familia Decente

los tres venimos al suelo apelotonados sobre la


multitud.
Hubo risotadas, injurias, cachetes y contusiones. Yo escap sin ms percance que el de ml
pantaln cuyos fondos se haban quedado suspendidos de la rama.
En la Ermita encontr al imperturbable Francisco Jos y ah nos juntamos todos; pero, en la
im{?osibilidad de marchar reunidos en medio de
aquel mar alborotado, convinimos en reumrnos
<otra vez en el mercado de San Cosme.
Ebrios de alegra desaparecieron en el instante
Lul y Archibaldo.
Nos acordamos del mereado de San Cosme al
reconocer pesmados! que bamos ya por el costado sur de la. Alameda. N o bamos, en peso nos
llevaba la corirente humana. El entusiasmo del
pueblo no conoca diques. Las gentes ms serenas y dueas de s mismas, sufran el contagio de
la multitud enloquecida y frentica de regocijo.
Juro que mi hermano Francisc6 Jos grit tambin muchas veces como yo " Viva Francisco Vi ..
lIa! I viva Emlliano Zapata!"; aunque l se obstine ahora en negal'lo. Aplausos atronadores como
rfagas de tempestad, siempre adelante y adelante, ahOgaban los hurras estruendosos de la mul.
titud ebria de grandeza. Cuando de tarde en tarde aminoraba un punto el gritero, levantbase
entonces el tremendo rumor de la colmena humana haciendo fondo armnico al repique de 10& cam
panarios en todas las iglesias, desde el magestuoso y solemne de la catedral hasta el humilde y
melanclico de la capilla; los silbatos graves, agudos, na.cordes y rspidos, en tonos y mati<\ea infinitos, de c.entenares de locomotoras, de mqui~s de vapQr, en las fbricas de los talleres, en

Biblioteca de EL MUNDO

99

las casas de baos. Y ott'a vez las estridencias de


combate de clarines y trompetas y los golpes, roncos. sonoros y acompasados de los tambores.
Las calles no habran podido contener una multitud mayor. Los edificios estaban coronados de
gente, no slo en los balcones y las azoteas sino al
borde de los mismos pretiles, entre las almenas y
sobre los aleros.
Millares de manos se agitaban sin cesar en resonantes aplausos al paso de las brigadas. Y una
lluvia de confeti, flores y serpentinas caan sobre aquellos seres indolentes que desde el medio
da comenzaban a desfilar y no acababan todavla
al ponerse el sol.
No habamos probado alimento alguno. Con eso
y la insolacin llegamos a casa en un e~tado lastimoso.
Agustinita nos puso como Dios puso al perico y
fu en vano que Procopio acudiera en defensa.
nuestra asegurando que en tales bolas nadie es
libre ya de su voluntad.
Luego que tuvimos alimentos referimos a pap todo lo que acababamos de ver y l reflexIvo
dijo:
De alguna manera Mx'co habra de expresar
el carmo que profesa a don Venustiano.
Estud' el slgnifkado de esas palabras y haqta
entonces vine a cuentas de que habiendo aplaud do tanto como cualquiera otro no supe sIquiera
por que aplaudla.
Pas una semana.
-Es muy extrao que nadie nos traiga noticias
de nuestra casa-observ6 Agustinita-; he leIdo
en el peridico que ya estn llegando trenes desde Ciudad Juarez.

ioo

Las Tribulaciones de una Famt'lia Decente

-Tranquilzate-le respondi Procopio-pronto tendremos datos fidedignos. He escrIto tambin a Roque y al Tenedor de Libros para que a la
mayor brevedad se presenten aqu.
Pero como pas 1 aprimera semana, as pas
la. segunda y la tercera y un mes. Agustinita estaba ya decIdida a esperar el tren del norte: mas
de algn paIsano habra de llegar a la estacin de
Buenavista. No fu preciso ya: vino esa mIsma
tarde a sacarnos de tan tormentosa situacin la
visita de doa Pomposa, la que hace un ao venda la leche de la hacIenda. La acogImos escondiendo hasta lo imposIble nuestra ansiedad y zozobra.
Me mortifica contarles lo que ha pasado por
all, porque pueden pensar que son exageraciones
mas. Pero les aseguro que toda ponderacin es
sombra apenas de lo ocurrido en Zacatecas.
Yo me sent fro y las quijadas flojas; Agustinita se haba puesto aplomada y no poda tener
quietos los labios.
-Pero siendo la verdad, es mejor que la sepan
de una vez. La misma noche que tomaron Zacatecas hubo saqueo general y en las casas abandonadas no dejaron ttere con cabeza. En la de ustedes dieron una cena muchos generales. Daba
tristeza otro dla ver el reguero de plumas de sus
pavos, garzas, pericos, guacamayas y dems aves
finas de corral ... un tapiz de mil colores tendido
de banqueta a banqueta.
Pero nuestro dolor alcanz punto de paroxismo cuando nos refiri que por los basureros haban rodado mucho tiempo las fotografas de
nuestro lbum de familia, grotescamente desfiguradas por el lpiz infame de alguno de aquellos
monstruos, y que hasta se haban reconocido en-

Biblioteca de EL MUNDO

101

tre informes fragmentos de cantera, la cabeza de


uno de los generales Prados, tuerta y desnarigada.
Yo sorprend un ardor extrao y un no s que
de infernal alegra en los labios de aquella mujer
que se solazaba sin duda alguna de aguijonear
nuestro dolor, llenando su narracin de cruelsimos detalles.
Cuando se march, cuando estuvo lejos de nOE'
otros al fin, ~ro sent que el aire era ya respirab 'f
y grit con todas mis fuerzas:
- i Es mentira todo lo que dice!
-No des crdito a las palabras de la Pompos?~
mam, es mentira -cuanto nos ha contado-dij.
Francisco Jos pretendiendo -consolarla.
Pero ella, anegada en llanto, no nos escuchaba.
-Mamacita-observ Lul-recuerda "que no,
tiene mala voluntad desde que le quitaste el en,.
trego de la leche.
-Madre-insisti Francisco Jos-no hay que
dar a las palabras ms valor del que merecen
~ Quin es la Pomposa? Recuerda que nadie la
llama en Zacatecas sino La Gacetilla, slo por meII
daz y chismosa.
Empeo vano. Mam comenz a debatirse .,
convulsiones.
-El ataque!
Qu hacer? Pap no estaba en casa; Lul eS
una muchacha sin hechura; Francisco Jos casi
una Lul. Me revest de energa y sal en busca
de un facultativo.
Ay! Dos horas de correr calles, de subir y
bajar escaleras slo para acabarme de convencer
de que en esta odiosa metrpoli nadie me toma 00
'ilerio y, lo que es peor, nuestro nombre no tiert
ningn eco.
Felizmente a mi regreso ya pap estaba al la.

il02 Lg,s Tribulaciones de una Familia Decente

do de Agustinita prodigndole atenciones y consuelos.


Vino el mdico y despus de reconocerla habl
a solas con pap.
Procopio fu a la botica por pldoras y cucharadas y loogo de dar a mam las primeras, tom
aSIento al lado de su lecho y dijo:
-Lindita, tengo razones fundadas para creer
que sea mentira lo que ha venido a contar esa mujer, o al menos que ha exagerado mucho. Si hay
bienes que tengan mas probabilidades de ser respetados son los nuestros. Hay que conocer la
verdad cara a cara y hay que abrir los ojos para
comprender bien las necesidades de nuestro pueblo, la mdole de nuestra raza y las leyes ineludibles de su desenvolvimiento social y econmICo.
Esta revolucin es de represalias de los campesinos expoliado y robados por sus patrones de
tiempo inmemorial. Y bien, me parece lgicO' suponer qt e aquellos sirvientes que hayan sido tratados mejor sean los que menos inquina guarden
a su,> patrones y los que menos daos hagan. En
el Estado nadie paga los jornales que nosotros pagamos. Me precIO de tener la mejor gente de trabajo, porque nadie leproporciona tantas ventajas corno nosotros. El que una vez es mediero
nuestro, lo es siempre. Este invierno, por eJemplo, la peonada fu abastecida de frasadas de lana, sm cargo alguno a su cuenia; todos disfrutan
de modesto albergue. Hace dos anos que la hacienda tiene iguala con mdico y botica en beneficio de la servidumbre. Por ltimo Roque nuestro administrador principal recibi i!ste ao el
mas sealado servicio en la per.sona de su anciano
padre, que sin la dispendiosa operacin que se
le practic en nuestra propia casa y el cuidado

Biblioteca. de EL MUNDO

103

personal de la familia, seguramente habra muerto.


-jLul misma le sirvi de enfermera !~suspi...
.r mam.
. -,s, es verdad, Lul y t misma se encarga~
.ron de su cuidado~ Crees t que estos hombres,
por ms que los servicios que reciban sean de es"
tricta justicia, se conviertan ahora en nuestros
ms encarnizados enemigos?
- No ... seran unos monstru{)s de maldad l. ..
Al gesto de escepticismo con que mam haba
acogido las primeras palabras de Procopio Buce"
di el inters ms vivo. En su semblante alumbraba de nuevo la esperanza y como una rfaga
pas la alegra un momento por sus ojos. Pidl
a Procopio que le refiriera pormenorizadamente
todos los beneficios que acostumbraba hacer a los
pobres de la Hacienda.

xx
Cuando pap se retir y nos dej solos con
ella, sollozando, Agustinita, nos atrajo a su lado:
-Nios, he sido muy injusta con su padre. Perdnenme y Dios me perdone tambien. Ojal y
el bien que ha sabido hacer Procopio nos salve de
la catstrofe!
Entonces se produjo una radical transformacin en nuestras relaciones familiares. Pap no
desde permanecer algunos momentos con nosotros y; aun terciar cordialmente en nuestras plticas ociosas.
El cielo se apiadaba al fin de nuestro infortunio y nos bendeca con la unin y la paz de nuestro hogar?
Durante muchos das nuestros pesares po slo

104 Las Tribulaciones 'de una. familia decent6

eran llevaderos, sino que llegamos a amarlos como


se quiere la pcima amarga que nos ha de de"olver la salud. El dolor estaba purificando nuestras almas de mltIples y viejos pecados. Agustinita nos decia a cada momento en muda admira.
cin a pap: "A l Y a nadie ms que a l debernos la salvacin de nuestros intereses". Y Procopio se agigantaba a nuestra vista. Sus actos
pasados revestanse de caracteres que a las claras
revelaban previsin y justicia estricta. Sus maneras, tan criticables antes por raras y extravagantes, ahora eran objeto de veneracin comn y
encerraban ante nuestros ojos algo de lo solemne
y misterioso.
Por lo dems eso fu suficiente para curar del
todo los males de mam. Pero yo observ que
mientras ella no pensaba ms que en los intereses,
Francisco Jos en sus versos, Lul en Archibaldo
y yo en nada, Procopio se haba puesto una mscara para engaarnos a todos. A menudo le sorprend pensativo, ausente. V como chda da se
pona ms plido y delgado. Su descuido en el
'Vestir era completo. El, que siempre di pruebas
de gran seriedad de espritu, vacilaba y tema aho
ra seguramente.
y as fu. Una tarde se rompi el encanto en
la forma ms brutal. Un viejo vestido a la usansa de la regin llam a la puerta. Su gran sombrero de palma caa apenas, su pantalonera de
gamuza trascenda an a los huizaches de Zacatecas.
Corrimos a su encuentro y nos echarnos en sus
brazos. Era l, era Victoriano el ms viejo y leal
de nuestros sirvientes. Estrechamos con efusin
BU mano callosa y nervuda; le hicimos tomar asen
'00 y con viva ansiedad le preguntamos por DUes-

Biblioteca de EL MUNDO

105

tras cosas.
El anciano que haba estado hasta aquel instante lleno de alegra se turb, desapareci el blanqusimo marfil de sus dientes, la sarrugas de SU
frente se amontonaron, entenebrecironse sus
ojos y no pudo responder.
Nuestra ansiedad llegaba a un grando de angustia cruel.
- Cmo dejas aquello, Victoriano ?-le pregunt pap, procurando dar firmeza y serenidad a
su voz.
El viejo suspir ruidosamente, ech un salivazo al patio, hizo un solemne gesto de fatalidad.
Todos permanecimos en silencio, pendientes d~
sus labios, de aquellas palabras Que no podan salir.
Todava sacudi una vez ms su cabellera bron
ca y llena de polvo, y por fin, tartajoso y trmulo
dijo:
- Por no ... nada! que se metieron y ... que ya
no dejan maz ni pa las gallinas! ... Carros y carros hacen jilo a l'estacin. Ya no queda tampoco animal en los potreros ni en el cerro. Con too
han cargao pa los Estaos U nidos. La mina parada. Croque no pudieron desarmar la mquina
del molino de trigo y les entr muina y de puro
coraje les metieron dinamita y'''all va!. .. no
quedaron ms que montones de piedras. Aist
la tierra noms yeso porque no han podido cargar con ella.
- Y Roque ?-interrog6 mam con voz aguda y
penetrante.
-El amo don Roque el mesmo de siempre; es
el mero mandn. Pero hora ya es sior de automvil y por ah dicen que no se les despega a los
genera les porque ya tambin es de ellos.

106 Las Tribulaciones de una. Familia Decente


Los ojos de Agustinita como llamaradas buscaban los ojos de Procopio. Pero Procopio, abatido no levantaba siquiera la cabeza.
y como ya Victoriano Se engolfara en ms de"
talles, pap lo invit a que pasara a la cocina a
tomar algn refrigerio. Luego escap a su cuarto y ech por detrs la llave.
-Va murindose de afliccin-dijo mam con
rara entereza, pero no por cierto por la prdida de
nuesto caudal! Eso no le importaba a l. Le conozco de sobra! Ha recibido un golpe mortal,
pero en su pura soberbia.
y Francisco Jos que comprendi el pensamien
to dE' Agustinita, agreg:
- Qu vamos a decir de l tan "conocedor de
nuestro pueblo, de la ndole nobilsima de nuestra raza, de las leyes de nuestro desenvolvimiento social y econmico?
Si el dolor de mam no se desat en llanto y
convulsiones fu seguramente porque tuvo un derivativo poderoso. Sigui hablando, hablando y
sus palabras agudas y constantes restallaban como el extremo de un ltigo.
Fue uno de los das ms tristes de nuestra vida, un mutIsmo angustiol'lo reinaba en casa. N o
se oa ms que el febril garrapateo de la pluma
de FranciRco .Jos.
" Qu podr escribi reste hombre ahora" 1, me
pregunt asombrado. Sigilosamente me acerqu
a su mesa de estudio y a sus espaldas le el epgrafe de unos ver.,os que comenzaba a emborronar:
~'Estos, Favio ay dolor l que ves ahora Campos
de soledad, mustio collado ... "
Todo lo que mi herman tiene de inteligente y
hondo, lo tiene de frvolo Lul, Al obscurecer
rompi el silertcio angustioso de nuestra estancia

Biblioteca de EL MUNDO

107

su voz fina y delicada, entonando un airecillo del


terruo.
.
-- Quin canta ?-pregunt mam sorprendida
y con el ms profundo disgusto.
Alejada en su recmara, Lul bordaba y cantaba con la inconsciencia ms perfecta de la gra vedad de los sucesos.
Mam sacudi la cabeza y rumor:
- i Es hija de su padre! ...
Lul sigui cantando aquel aire melanclico de
la tierruca que era como un velo ms de tristeza
que caa en la sombr ade nuestros corazones.
Lleg Archibaldo y en cuanto Lul oy su V07
se encamin tambin a la sala.
El dolor afina la sensibilidad extraordinariamente. Nunca he visto a Lul ms bella y sugerente que esa noche. Ondul su grcil silueta en
la penumbra y, lentamente, sin levantar los ojos
del bordado, paso a paso, entr en la sala, donde
permaneCamos anonadados todos.
En su flotante bata azul zafir, floreada de rosa,
acentuaban se ms la pureza de su perfil; la ter!'iura marfllina de su cuello, de sus mejillas y su
frente; el oro de sus cabellos ondulados y de sus
largas pestaas.
Ella, sin percatan,e de nuestro cuchicheo haba
ocupado una butaca en el ruedo; luego, como la
luz se extingua en el pedazo de cielo crdeno que
asomaba por los cristales, se levant, oprimi el
botn de la lu~ y torn imperturbable a su costura.
Cont por diez veces los grifolJ de la alfombra.
Pas media hora, un da, un siglo? Me levant.
El silencio, el aire confinado deba hacerme dao.
Fu a la ventana y la abr de par en par; pero el
aire fresco que entr en una bocanada tampoco

108 Las Tribulacions de una Familih. Decente


alivi la tremenda opresin de mi pecho. Vo~vj
de otro lado: descorr el visillo de una mampara.
Mi inquietud tornase en mortal angustia. All
en una de las piezas del fondo. a la media luz de
una lamparilla de aceite, columbr a Procopio inmvil, hundidos los carrillos entre las manos y
abismados los ojos.
-Ven Cesar ... no te aflijas as-me dijo Agustinita atrayndome a su regazo ;-todo sto pasar......

Sus dedos ms suaves que un armio, se posaron sobre mi cabellera descuidada. Mam haba
adivinado mi angustioso dolor, porque para ella
mi cerebro y mi corazn han sido siempre de cristal.
-1 Cunto ms le valdra ir a hablarle ahora a
Villa y no estar all de papamoscas !-indicando
con el gesto el sitio donde Procopio se mantena
inmvil an.
.
-Pap no es eso !-pronunci Lul demudada.
Caso estupendo! Mam se disculp:
-No he pretendido ofender a tu padre; pero
la verdad debe de decirse.
-Mi paore e un hombre digno.
-y ~ slo hago una observacin-repuso mam
con desconcertante humildad.
Tanto as que en ella Lul sinti el castigo y
se ech a llorar.
-Mamacita, Lul tampoco ha tenido intencin
de ofenderte ... El cario a pap. _ . -implor
compadecido.
Pero parece que nadie habramos de entendernos ms. Agustinita enfurecida de repente arremeti conmigo:
- Desde cundo se 1eB ha permitido a los nios de esta casa tomar parte en los asuntos in-

Biblioteca. de EL MUNDO

109

timos de la familia? ... i Todo se ha perdido ya .. ~


hasta la disciplina l
Enmudec. Una palabra, una mirada, un gesto
hubieran bastado se:ruramente para desencad~
nar la tempestad suspendida por milagro hasta
ese momento sobre nuestras cabezas.
y rein de nuevo angustioso silencio.
Archibaldo que haba permanecido mudo cerea de m, me dijo al odo:
- Slo un espritu forjado al temple del alma
de tu padre, podr ascender este calvario!
y yo, en voz baja tambin le respond:
- y nosotros estamos en un bao de rosas?

XIII
Un da dijo Agustinita:
-Se est gastando lo que es increble.
Todo pasaba por sus manos sin embargo. Alguien insinu la idea de que Bernab podra estar
haciendo de las suyas. Bernab es la vieja criada
que nos ha seguido desde Zacatecas con fidelidad
de perro. Su conducta ha sido siempre irreprochable.
-La verdad es-observ mam-que Bernab
se ha hecho ntima de la portera y esto es un deplorable indicio. Las mejores criadas que vienen
del interior, en cuanto se ponen en contacto con
estas viciosas sirvientes de la capital se contagian
y llegan a un estado de perversidad increJble. Lo
s muy bien.
Por tanto, Agustinita, de suyo tan varonil y
decidida, venciendo la repugnancia instintiva que
le inspiran las castas inferiores, qUISO convencerse de la verdad por sus propios ojos y me invit a
que la acompaara al mercado a hacer personal-

110 Las Tribulaciones de una Famia, De.cente


mente las compras.
Bernab sali de la prueba como tacita de china. El abuso de los comerciantes rebasa los lmites de la decencia. Agustinita en ciertos momentos no pudo refrenar ms su clera. El gachupn
de la panadera nos pill un billete de cinco pesos en el cambio y mam le dijo: " lstima de color, lstima de sangre y de raza, si han de igualarse con estos mecos encuerados que nos tienen
a pedir limosna!" El expendedor de la leche, des
pus de vendernos a un precio fabuloso una meScolanza de agua de almidn con cesos de carnero,
dejaba la mitad de la medida ya pagada en el fondo de su bote. En vano mamacita le record el
da tremendo en que todos habremos de comparecer ante la presencia del Supremo Juez a dar
cuenta de nuestros actos: "Oiga usted, qu no
tiene alma qu salvar?" increp acremente al tocinero que en la red nos puso en vez de lomo unos
pellejos pestilentes.
Tan justas recriminaciones slo nos valieron
una ruidosa rechifla. N os llamaron rotos, reac
cionarios, amn de la andanada consiguiente de
obsenidades que es el nico lenguaje en qUe esta
gente infeliz puede entenderse. Luego nos hicieron rueda un amultitud de pequeos piojoaos y
nos gritaron y nos silbaron, acompandonos hasta las puertas de nuestra casa.
- Qu les ocurre ?-nos pregunt6 Archibaldo
sorprendido de nuestra indignacin y clera.
Agustinita, llorando a lgrima viva le res
pondi:
-Esta peluza!. .. _esta peluza! Nos ha dejado en camisa y no les basta: ahora quieren matarnos de hambre!. .. Dudo de la Justicia de
Dios!. .

Bibliotera de EL MUNDO

111

-Mamacitaf-Ianc un grito ahogado.


Levant al cielo mis ojos llenos de terror. No ..
nada; el sol estaba resplandeciente y en la bbeda celeste de uh turbio lechoso no revoloteaba nubecilla alguna. A la verdad rayos no se habran
canseguido ni para un remedio. Por lo que lleno de gratitud y de"lbordante de alegra, exclam:
....-Mamacita, no te alteres que "no se mueve la
hoja del rbol sin la voluntad de Dios". El seor
no nos desamparar.
-Cesar, cuenta el dinero que queda y hasme un
clculo aproxImado del tiempo que puede durarnos todava.
En cuclillas, Agustinita derram sobre la alfombra un canasto repleto de papel constitucionalista" todo el que Pascual nos haba dejado y
que por la premra de tiempo hubimos de apreciar no por cuenta sino por peso.
Mi faena fu de toda la tarde; pero pude al fin
pronunciar con satiflfaccin:
-Mamacita, suponiendo (que es mucho suponer) que el alza de los artculos de primera necesidad alcance todava un ciento por ciento, tendremos sobrado para seis meses .... y de aqu
.
I
a seIS
meses ....
- j Claro !-me respondi 'Con albbrozo~de aqu
a seis meses los bandidos habrn acabado de devorarse entre s y el seor Huerta con toda la
gente honrada estar de nuevo en Mxico.
Seis meses? ... Pues, no seor, antes de v~inti
cuatro horas, Archibaldo, que no s por qu ha tomado tanto inters por la familia desde que se fu
Pascual, vino desqtlijarado y lvido a decirnos:
-Acaba de aparecer un decreto anulando el papel moneda de Carranza.
Los ojos de Procopio ardieron sombramente

112 Las Tribulacicmes de una Familia Decente


breves instantes. Nosotros nos mirarnos aterrados y en silencio. A la verdad ni palabras, ni lamentos, ni lgrImas habran de traducir el efecto
de tan inaudito golpe. Agustinita se escurri sin
dejar or siquiera el rose de su falda. Por inercia sigui ola Francisco Jos; despus, a una seal
de Procopio, Lul sali tambin. Slo yo en gr~cia
a mi insignificancia que me permite a menudo
ser confundido con cualquier objeto de adorno,
movlliario o decorado, permanec inmvil en un
rincn.
- y ahora? .. -susurr Archibaldo.
-No s ... no s!. .. -le respondi pap sin alzar los ojos.
Guardaron silencio. Archibaldo se haba puesto sombro; Procopio inexpresivo: la sonrisa se
haba evaporado de sus labios.
Procopio sin su sonrisa y Archibaldo sin su fri.
volidad, ni son Procopio ni Archibaldo, ni son nadie. Yo no s qu ser; pero mis nervios no resistieron estas bruscas mutaciones, Me senti presa de angustia indefinible.
-y usted es el que debe proveerlo todo, to Procopio.
-S. .. s, yo debo ...
Contrastaba la viva agitacin de Archibaldo
con la atona estupefaciente de Procopio.
-Francamente no s cmo-prosigui lento y
tartajoso ste-,digo .. nada se me ocurre
-y es asunto de resolucin inmediata.
- Comprendes? .. He perdido la facultad de
pensar, la facultad de obrar me siento sin voluntad ... I Aconsjame1. ..
-Estoy rumiando mi proyecto; pero no para
el problema de hoy mismo sino para el de maana. El de hoy debe usted resolverlo y en se-

Biblioteca de EL MUNDO

113

guida ....
- En seguida, verdad?
Se hizo silencio de nuevo: ensimismronse uno
y otro en sus pensamientos.
De pronto, Procopio se removi:
-1 Archibaldo ! ...
Vi arder intensamente los ojos de pap y vi cmo esa luz iba a concentrarse en otra luz mucho
ms viva todava, la de un diamante que cintilaha en su anular derecho. Y entonces la sonrisa
apareci de nuevo en sus labios. Y yo ya pude
respirar.
-Archihaldo-repiti radiante de alegra y haciendo resbalar el anillo de su dedo,-ve a vender
esto en seguida.
- j El anillo del general don Ventura Prado!
Cruzronse una sonrisa.
Yo me alegr mucho de que Agustinita no los
hubiese estado espiando.
-Hemos encontrado el camino de hoy. Cul
es tu proyecto?
-Muy sencillo: voy a traer dinero a donde todo el mundo va a traerlo ahora.
- Soldado t? .. ,
- Por qu no?
-Lo sentira ..
- Qu pierde un hombre como yo?
-Lo nico bueno que te queda: tu dignidad. El
cuartel es la escuela del abyecto perfecto. Te lo
he dicho muchas veces.
Archibaldo alz los hombres, cogi el sombrero
y sali corriendo.
-Lo que importa es vender sto. Hasta la tarde ....
Sali Archibaldo, y al quedarse solo Procopio

114. Las Tribulaciones de una Familia Decente


repar de pronto en m, y muy encendido, yo no
s si por la sorpresa, por la clera o la vergiienza,
sin pronunciar una palabra, me tom suavemente
de una oreja y me puso en la recmaa inmediata.

XIV
De los ltimos sucesos referidos, a esta fecha,
ha llovido. Un desaliento infinito pesaba sobre
mi mano y mi cerebro. Nadie, por otra parte me
exita a proseguir la obra y si hoy tomo de nuevo
la pluma es por un movimiento espontneo y por
la necesidad de hacer algo en mi ociosidad tremenda.
No es misin ma la historia ni quiero ~arrar
acontecimientos polticos; pero los sucesos estn
de tal manera encadenados con los ms ntimos de
la familia que me veo precisado a hacer mencin
de ellos.
Pues bien, luego que los zapatistas fueron arrojados de esta capital por Pablo Gonzlez. nuestras esperanzas cifradas entonces en Carranza
salieron fallidas. Pascual no lleg con los carrancistas como lo esperbamos; Carranza desconoci
el papel moneda emitido por l mismo con la misma frescura que tuvo para mandar robar los bancos. Lamento la ausencia de Pascual porque su
parecer nos ilustrara acerca de la situacin actual. Procopio dice: "esta historia de sangre y
de rapacidad por parte de unos, de miseria y de
abyeccin por parte de otros, a todos nos mancha
por igual: todos estamos desempeando un papel
ms o menos inicuo o miserable". Excuso decir
que no estamos de acuerdo con el postulado final
de esa opinin como tampoco con el parecer de
.Archibaldo que antes de irse con, los zapatistas

Bibliotera de EL MUNDO

115

deca: '''la gente de Carranza se ha propuesto con


su conducta infame lavar las manchas del asesino Huerta y comparsa, dejndolos ms limpios y
ms blancos que un armio". Y no lo estamos,
no por lo que se refIere al viejo de Cuatrocinegas, sino por la injuria soez al seor Huerta y a
sus familiares.
Sea lo que fuere, el largo perodo de estos llamados gobiernos revolucionarios y el mismo pre~onstitucional que nos aflige todava, no han Sl-'
do para nosotros sino un dolorossimo calvariO
por donde vamos ascendiendo sin tregua ni descanso y en donde hemos pagado cien y mil veces
no slo nuestros pecados propios sino los de toda
nuestra generacin.
Gracias a las alhajitas que mam trajo de Zacatecas y a que a cambio ~ ellas nos dan canastos copeteados de papel moneda, hemos podido vivir hasta hoy; sin embargo, el da de amanecer
un da sin medio alguno de subsistencia hizo que
abandonsemos nuestro departamento en Arquitectos y nos redujsemos a humilde tugurio de
barrio pobre. En materia de alimentos se han
introducido tantas economas, que sin exagera
cin puedo decir que envidiamos a los pordioseros que en tiempos de gente honrada, acudlan a
diario a las puertas de nuestra casa y se nutnan
"de las sobras de nuestra mesa.
Despus del ltimo disgusto entre Procopio y
Agustinita las relaciones de familia simulan cierta tolerancia y hasta visos de cordialidad; en el
fondo todo es mentira: la cuerda est de tal manera tenza que tendr que reventar de un momento a otro.
Agustinita es ya el todo en casa. Ella mantiene nuestras energas desfallecientes, avivando

116 Las Tribulaciones de una Familia Decente


siempre nuestra fe y alimentando a cada momento nuestra esperanza con la ilusin de Flix Diaz
que desde hace ms de un ao ''va a tomar la plaza a principios del mes que entra".
Procopio ha recuperado su calma, aunque para
mi tengo que hace comedia y sufre tanto como los
dems. Pero sU atontamiento y su apata saltan
a los ojos_ No se ocupa ms que de fumar cigarrillos y leer los libracos que le presta el abarrotero de la esquina_ Y desconcierta a mam y a
Francisco Jos, la pasmosa indiferencia con que
est mirando nuestro horrible descenso a la mendicidad.
Lul se ha puesto descolorida, delgada, fea
vamos!, no tanto por la penuria a que hemos llegado, cuanto por la desaparicin del tal Archibaldo que escap sin avisar el mismo da que salieron las hordas zapBtistas. Dicen que ahora sigue la gloriosa carrera de bandido con Zapata.
Fin muy digno de tal persona!
Ayer, por la maana, un repique bullicioso en
Los Angeles despert a Francisco Jos con los
ojos llenos de lgrimas y desbordante el corazn
de amarga tristeza.
-Csar, hermano mo, has odo? . Las campanas de la tierruca! _...
-Siempre he notado su parecido-Ie respond
removindome perezosamente bajo la tibia colchoneta.
Francisco Jos se puso pattico y en una bella
tirada lrica me habl del lenguaje mstico de
las campanas: las solemnes y suntuosas de la catedral en los tres magnos jueves del ao: Corpus,
Ascensin y Jueves Santo; las de el pueblo a las
oraciones de la noche, en el sociego de la ciudad
montaraz; las de la barriada en las tardes de ver-

Biblioteca de EL MUNDO

117

bena, con orquestas desafinadas, cohetes y camarazos, fanfarrias inacordes, chirimas y teponaxtles, jadeo de danzantes estramblicos y bullicio
de multitud regocijada en la santa alegra lugarea. .
-Bravo, Francisco Jos- lo interrump incorporndome del lecho y levantando del suelo mis
piltrafas.- Eres incorregible I A que has olvidado ya que hace veinticuatro horas llevamos el
estmago vaco?
-No soy sufiicentemente imbcil todava para
que el hambre me impida tremar a la voz de las
campanas.
-A la verdad hermano eres listo. Hasta del
hambre has sabido sacar ventajas: tu estmago
vaco te ha librado de dos calamidades, las eternas aspirinas y tu jaqueca bisemanal.
-1 Calla, hombre ingenuo y pedestre, escucha
.
las campanas .... !
-Te confieso que en este barullo sin fin de la
capital, que en este ambiente de plomo y banalidad son tan desaviados y tan sosos y tan insulsos
los repiques que se ha extinguido en mi alma el
sentimiento por esa msica. Y luego qu quieres? eso de estar oyendo todos los das y a todas
horas repiques a vuelo por "los triunfos incesantes de los leales" es algo para mi entusiasmo co
mo una ducha helada.
-Tienes razn, Csar, en el ajetreo de este Mciso todo se pierde. El monstruo lo devora todo:
bueno y malo. Slo nosotros los que arrullamos
nuestros tiernos aos al son del campanario pueblerino, sabemos de esta msica divina. Nuestros dolores ms profundos y nuestras alegras
ms ntimas van asociados de un modo indisoluble al son de las campanas. Nos perdimos en el

118 Las Tribulacio1~e8 de una Familia Decente


mal' de los recuerdos, en reminiscencias del terruo que nuestra humilde barriada evocaba a cada
instante, desde el tosco muralln de la parroquia
de los Angeles con su puerta polvosa de mezquite
bajo un arco de medio punto, la roseta de vidrios
remendados de hoja lata enmohecida y grises de
telas de araa, las torrecillas enanas cuales los
fortines que se levantan en los ngulos de la casa
de la hacienda, hasta los balidos largos, prolongados y melanclicos de los becerros en los establos
del barrio silencioso_
Aunque aquel dla podamos dispensarnos de
salir del lecho, la fuerza de la costumbre nos puso en pIe a la hora regular.
Le dije a mam:
-Mamacita, nos das permiso de salir.
-Ni ahora ni nunca. Qu buscas en la calle?
-Lo mIsmo que aqu busco, mamacita.
-No hace un mes, Csar, que un carrancista
hizo tortilla bajo las ruedas de su automvil robado, a un pobre nio que jugaba en el Bosque de
Chapultepec.
Yo le dirig una mirada que quera decir: " Qu
ms d morir aplastado por un auto que consumido por el hambre?"
Pero ella lo entendi de otra manera y me respondi:
-. Ah, lo dudas! ...
y fu prontamente, sac un paquete de recortes
de peridicos y desplegando uno de ellos me ley
la narracin detallada de un salvaje atentado de
los que a diario cometen los carrancistas.
-Mamacita-observ-te prometo no ir ni de
lejos a Chapultepec.
-Pero el peligro est en todas partes-repuso
irreductible.-Hace pocos das que los alumnos de

Biblioteca de EL MUNDO

119

los colegios y escuelas ofiicales fueron obligados


a concurrir a un simulacro militar. Las hordas
de ese bandido de Carranza con la bestIalidad y
cobarda que los caracteriza asesinaron a mas de
veinte nios indefensoSI
y a rengln seguido sac otro recorte que me
lo ley de pe a pa.
-No ser yo-coment con fuego luego de acabar su lectura-quien agregue mI nombre a la lis
ta de imbciles y crimmales que ponen la vida dE:
sus inocentes hijos en las garras de esos monstruos de maldad.
-Pero ahora no hay simulacro ni soy alumno
de ningn Golegio.
(No debe llamar la atencin la ecuanimidad
materna porque el hambre ha impreso profundas
modificaciones en nuestro modo de ser. Yo he
perdido mucho dQ mi timidez primitiva y me siento un perfecto hipcrita).
Confieso que deseaba con vehemencla dlsputar
con mam de igual a igual. Vino a sacarnos felizmente de una sltuacin que se pona comprome
tida la llegada de Procopio con, un cesto colmado
de bi1jllos y pambasos y la jarra desbordante de
leche.
Ocioso detallar cmo hicimos desaparecer con
avidez de locos cuanto de comible hubo, mucho
antes de llegar al comedor.
- Cmo habr podido obtener dinero? rumo ..
r Agustinita.-Seguramente que ha vendido ya
lo que yo no quise tocar nunca: el relicario con
autnticos huesitos de los Santos Mrtires que
mis tos 108 generales Prados trajeron de Jerusaln. ISea por el amor de Dios!
Yo a la verdad estaba muy ocupado con mi ul
timo pambazo para preocuparme de las cosas de

120 Las Tribulaciones de una Fumilia Decente


mam. Parece que Procopio recibi dinero de
una manera muy extraa y misteriosa. El estu~
vo de un humor bellsimo y cuando supo el motivo de la discusin entre mamacita y yo se puso de
mi parte:
- !Oh, s, !indita, permtele que salga. El general don Pablo Gonzlez asegura todo gnero de
garantIas. Si has ledo la prensa, vers que en
efecto ahora ya no ms los generales, los coroneles y los capitanes asesinan; no ms en las prisiones, en los cementerios, en las oficinas pblicas,
en los teatros, en los restoranes y particularmente en sus guaridas favoritas, en los ...
- Basta-interrumpi mamacita con indignacin, poniendo su mano en plano sobre la boca de
pap- s a qu casas quieres referirte y no es
presiso que las designes por su nombre aqu delante de los nios! lA qu estado de relajacin
moral hemos llegado! Pues bien, digo que Csar vaya a paseo porque Csar es un nio decente
que nada tiene qu hacer en los sitios de perdicin. Vaya, pues, y que Lul' le haga compaa.
N o he dicho que el hambre nos ha transformado? ..
XV
Tomamos por Santa Maria la Redonda. Al extremo de la calle confluan en masas borrascosas
un ngulo verdiobscuro de la Alameda y las espaldas cuadradas y enormes del Teatro Nacional
que pareca disparar sus pegazos de acero hacia
el gris del plata de las nubes.
Ibamos cogidos de la mano y callados. Un silencio religioso embargaba mi pecho. Tena miedo de sentirme feliz. La sangre afluyendo, tibia

Bibl1'oteca de EL MUNDO

121

por mis venas me reencha de sabia; mis pulmones se dilataban para aspirar el aire de la calle y
el sol era caricia inefable de mi epidermis descolorida y apergaminada. Afluan a mi cerebro y
a mi corazn ideas, sentimientos e impresiones
novsimas. De pronto tuve la intuicin plena del
sentido de la vida y no pudiendo contenerme ex
clam:
-Ay, Lul, qu bello es comed
-A dnde me llevas as?-pregunt ella sin
reparar en mis palabras y jadeante.
- j Qu s yo!
Deja que nuestros pies nos conduzcan. Es raro tener siquiera unas horas de
felicidad!
- Lstima que no todos puedan estar tan contentos como t!
- Qu te hace falta en este instante, Lul?
-Pap!
-Pap?
-Pap que sufre ms que todos nosotros untos.
-No ser a ja verdad por culpa ma ni tuya.
-Egosta!
-T ves las cosas bajo el punto de vista tuyo ..
del de Procopio.
- y t del de Agustinita.
-Ba, djate de sensibleras, ahora que yo no
estoy para suspiros.
Abigarrada multitud pululaba por las calles:
mujeres con los cabellos sueltos y hmedos, coro'
nadas de hierbas y de rosas; mozos con flores en
los sombreros, en la& solapas; rosas y hierbas
adornando los trenes elctricos, los coches de sitio, los autos particulares y de alquiler y hasta
los mismos merdosos carros de pulque.
-J. Comprendes?

122 Las Tribulaciones de una Famlia Decente


-S, es la fiesta de Santa Anita. Por eso repican en todos los templos desde muy temprano.
- Repicar por una fiesta religiosa? N o lo
creo, Lul. Jams lo permitiran los cocodrilos
que nos gobiernan.
-Por que no? Bastar con que alguno de ellos
tenga su Anita en casa.
-Tienes razn: estos tragacuras nunca han t~
nido empacho en echarse de hocicos a 108 pies de
eualquiera de esos hombres a quienes tanto aborrecen si eso les abre el camino para saciar sus
brutales apetitOS'.
Media hora permanecimos en la glorieta de Venus, oyendo caer el agua en la pila. Media hOnl
en el hemiciclo de Jurez contemplando el infeliz
remedo de paseo. La lujosa avendia era recorrida tan solo por los carrancistas y sus hembras. Invit a Lul al Zcalo.
-Vamos por Francisco l. Madero-me respondi.
A m me gusta ms Cinco de Mayo. Me place
sumergirme en el medio tono gris perla de sus
calles y en su quietud perenne. Las lneas suaves de las fachadas, el claro luminoso del cielo que
se abre al poniente y la severidad de la catedral
que la cierra al Este, me producen una sensacin
de qUIetud y bienestar indefinibles. Pero por lo
que yo no quera pasar ya por la calle Madero era
por no ver ms esos ridculos armatostes que se
llaman arcos triullfales y que a sol y a aire estn
esperando desde hace ao y medio la llegada del
viejo zorro de don Venustiano. Para manta teida al temple y cartones encolados, mejores los
he visto en el puebl<l ms mamarracho de m Estado.
Nos detuvimos a leer una de las inscripciones

Biblioteca de EL MUNDO

123

que coronaban el primer arco triunfal: "Heroe


de la Paz, tus redimidos te saludan".
Remos' de buena gana.
-S, que venga a or la salutacin de sus redimidos a lo largo de las calles, haciendo cola baj o
los ardi~ntes rayos del sol, echando la lengua como perros cansados desde la madrugada, esperando que les vendan un lItro de maz o un kilo de
piloncillo hmedo.
Me acarici el estmago con satisfaccin y bendije a Dios. Lejos de inspirarme compasin alguna aquellas turbas de piojosos que se tendan
en el mismo corazn de la metrpolI, medio muertos de hambre ya, apenas con la fuerza suficiente
para esperar de pie el mendrugo del da .siguiente, me dije: " Ahora tienen el gobierno que queran, solemnes mentecatos!"
- Qu distinto este Mxico del que nosotros
conocimos !-observ Lul sacndome de mi ensimismamiento.
- Te acuerdas prosigui-de que cuando regresa uno a su tierra lleva un barullo en la cabeza que durante muchos d as todo se confunde y
no sabe uno qu contar?
-S le re'lpond, Mexico sin su calle de Plateros no es Mxico. Cua~ldo han pasado a gunos
das se le han borrado las impresiones ms su
perficiales; pero hay una que se mantiene md leble y ms fuerte a medida que el tiempo pasa: la
calle de Platero~
Aoramos aquel nuestro primer viaje de recreo
a la metrpoli. Las calles reverberantes; en doble hilera carruaJes suntuossimos tirados por
troncos prodigiosos; mujeres deslumbradoras de
lujo y de belleza. No saba uno, a la verdad, en
dnde 'Poner sus ojos, I>i en los brazos, pechos y

124 Las Tribulaciones de una Familia Decente


cabezas constelados de piedras preciosas. o en los
escaparates donde bajo cascadas de luz rebullan,
como en el remanso de un rio de cuento de hadas,
el oro y los diamantes.
Se nos parta el alma de dolor. Ahora los 'Cristales de los escaparates estn rotos por el guijarro o por las balas. Uno que otro se conservaba
intacto o medio sostenido por un infame remiendo de estao y hoja de lata. En vez de los suntuo
sos objetos de arte y de lujo levantbanse montones de cebollas cabelludas y lloronas, cerros de
hidrpicos gitomates, barricadas de papas, de piloncillo, de panes ms anmicos que los infelices
humanos que desde fuera los vean relamindose
los labios. Con sto he dicho que la miseria ha
perdido hasta el pudor. Los ms atrevidos tenderos, que escapaban a la frula del Preboste, mostraban en sus aparadores el rezago de los rezagos: sombreros del tiempo de Su Alteza Serensima; zapatos manufactura leonense que al calor
del medio da exhalaban una fetidez suficiente para traspasar la pulgada de los cristales_ Y como
un colmo de burlas, en las etiquetas se vean enormes nmeros, precios fabulosos de semejantes esperpentos.
Al atravesar la calle en direccin al Zcalo, Lul di un grito de sorpresa:
- Csar, el Calvario de Viernes Santo!
-Oh, sto es inaudito-excIam.-Repiques.
Repiques, flores y ahora un altar de la Pasin en
medio de la plaza de la Constitucin! .. Te juro
que no comprendo! ...
Tome la mano de Lul, dudando de mis propios
ojos, y nos encaminamos hacia el centro. La plaza haba quedado convertida en arrasado solar
donde se levantaban a cada instante borrascas

Biblioteca de EL MUNDO

125

que nublaban las torres- mismas de la Cotedral.


Para mantener el perfecto parecido con la plaza
ms infeliz de cualquier poblacho, ah no falta
ban ms que las filas de aparejos cerca de las lumbradas donde los arrieros calIentan su ccna y la
recua revolcndose en la tierra suelta.
--Lul, el autor de este prodigioso monumento si hoy e~ general fu sacristn ayer, Ob'3el'va
que solo a un tcnICO de sacrista puede ocurrrsele este pastiche de la Pasin. En vez de cruz,
escalera., sbanas santas, clavos y gallo can.tador,
un trenecito desrarrilado, unas minas voladoras,
un puente ardido los postes del telgrafo por los
suelos. Por lo dems el autor debi decirse con
satisfaccin "prefiero la verdad al arte!"
- Chitn !-susurr alguien a mi lado, tirndo
me del saco.
-Lo estn oyendo.
Volv la cara; a un lado nuestro una vieja regordeta de saltones ojos y cabellos cenizos pronunciaba un caluroso panegrlCo del constltucionalismo y del C. Primer Jefe, ante una docena de
babosos que no s qu haran all.
- Quin es ella ?-pregunt al desconocido que
me adverta el peligro.
Seguramente Una herona, digna mula de do
a Josefa
Ortiz de Domnguez, de doa Leona Vi.
carlO ....
-Es una de las heroinas de hoy-me respondI.
-Excocinera de los Rincn Gallardo; ahora poli'
ca secreta de don Venus.
D las gracias al desconocido y nos alejamos
ms que de prisa .
Atravesamos rumbr, al Sagrario, cuando nos
detuvo un estrpito de caballeras y agudos toques de clarn. Apenas dimos un paso atrs. Por

126 Las Tribulaciones (le una. Familia decente

poco no nos arrolla un enorme automvil que pas6 como relmpago.


- El !-grit yo, ensordecida la voz por la emo
cin.
- S ... l !-clam Lul.
Los dos habamos visto lo mismo: unos enormes anteojos negros, un colosal mango de Manila y un resplandor de ixtle amarilloso. Adems
aRom por la ventanilla una mano de grifo con
un sombrerillo tejano. A quin saludaba? Nin'
guno de los que le veamos pasar lo podremos sao
ber nunca.
En seguida del automvil, a todo galope Un pelotn y un oficial a la cabeza gritando con acento
de babieca:
-Que viva el Primer Jefe!. ...
Su grito se perdi en nuestra glacial curiosi
dad. Yo me convenc de que no se encontraba a
nue<;tras inmediaciones la vieja de ojos saltones y
cabellos de ceniza y respond:
-Enterado con satisfaccin.
Como quien va huyendo, como quien se refugia de gravlsima persecucion, como quien escapa
a inminente pelIgro, como qUlen se mete furtivamente al hogar que no le pertenece, el enorme
autom\ il del ,,' ejo de los anteojos de tecolote,
nariz de mango y barbas de ixtle, se col por la
gran puerta lVlanana de Palacio.
Las campanas de Catedral volteaban incesantElmente desde el amanecer.
Yo, vqelto un zote, permanec plantado en medio de la calle a rie<;go de haber sido hecho torti
lla por los coches que seguan pasando. Y abr
los ojos como un idiota, volteando a todos lados ...
y no, nada! ... Ni los macizos venerables de la
Santa Iglesia Catedral se conmovieron, ni las

Biblioteca de EL MUNDO

12'(

fras canteras del palacio de ]OS Virreyes saHeron


de su somnolencia mortal, ni las filigranas y encajes de cantera del Palacio Municipal se ruborizaron siquiera ........................... .
Anoche tuve fiebre. Yo, Cagachitas, persegUIdo por el ogro de las botl:\.s de cien leguas. Y el
ogro llevaba unas enormes nar.ices de mango de
Manila y unos feroces anteojasos negros y una
barba de ixtle inconmensurables .....
Despertaron todos a mis gritos: " Ay! .... ay!
... i el basilisco!. ... "

FIN DE LA PRIMERA PARTE.

128 Las Tribulaciones de una. familia Decente

SEGUNDA PARTE

El Triunfo de Procopio

l.
El auto se detuvo en un claro del bosque, a Ja
margen de la avenida Chapultepec, frente a una
luminosa y arrogante fachada. Berta traspuso
la rejilla y ascendi los peldaos de mrmol, po"
sando con indolencia su fina mano sobre el barandal de bronce, esmaltado de bugambilias. Los repulidos estucos, las chapas de maderas aromticas de muros y plafones, los vistosos azulejos, las
ascuas policromas de una marquesina, despertaron
sus ojos de rica de provincia. prendiendo en ellos
destellos de alegra; pero al pasar del hall a uno
de los salones, se detuvo sorprendida, atnita.
Mrmoles, bronces, porcelanas, -tallas exquisitas,
tapices suntuosos: loca profusin de formas armoniosas y clidos colores, reproducidos al infinito por los gruesos cristales venecianos encua"
drados entre felpas carmeses y oros rutilan tes.
El contraste fu tan duro que como el pedenaJ
herido por el hierro brot una chispa, una chispa

Biblioteca. de EL MONDO

12'

de protesta. Porque perduraba la otra imagen,


la lenta y tediosa peregrinacin d~ la corte v~
nustinica en su recorrido triunfa.,l de Veracruz a
Mxico. En su memoria desfilaban pueblog y p<r
blachos- en dantesca procesin. Orizaba, Jalapa,.
Crdova, Veracruz, Tampico, San Luis Potos,
en su ruina. Masas htlmanRS como densa niebla
de harapos debatindose en las aceras, desde alQuertaro, Mxico: el pas entero debatindose
tas horas de la noche ~ cabelleras revueltas, rostros airados~ miradas angustiosas, bocas maldIcientes: los proletarios con la boIs:l reventand3
11e dinero earrancista y medio muertos df' ham
bre, en implorante espera de un pedazo de paIl
duro, de un puado de frijol pod! do o de mal:J
agusanado. Caras terrosas y demacradas, escondiendo un I!!anto dolor, cual se esconde una vergHenza. El humilde empleado particHlar, la m<r
dista, el pequeo rentista, el jo\<en astud"ante y la
viuda, el hurfano y el valetudinario. La clas<!
media condenada a doble tor~ura, en ntimo contacto. con la plebe vil y canalla, a quien mm a le
fui mejor ni peor, y que ahora, ens:lber e ida, le
escupia a la cara su inSolente bab::t..
Pero Berta, crist"ana rica, razono:
u Qu tIene que ver este lujo c:->n la miseria
de all afuera 1"
y como no tuvo la sospecha de qt,e el estilo BazQ,r de sus. salones fuera hijo legItimo del p ocediro"ento Avance de los nuevos ricos, la paz torn en breve a sU codencia asustadiza.
Sus pies menudos se hundieron en la carid8 de
la~ mullidas alombras; sus ojos resplandecieron
sobre 101\. mismos objetos del decorado y mobiliario aglomerados ah!; sus manos los palparon coma a Niejos y muy amados amigos no vistos ea

130 Las Tribulacione8 de una Familia Decente


muchos aos.
Pero cando, despues de una hora de xtasis.
sinti que todo dorma en torno, que el ambiente
fro, el silencio y la soledad soplahn un hlito de
panten sobre su rostro, menudas sinuosidades
cabrillearon en su frente, dos lneas s~rcaron sus
mustias mejillas y sobre sua ojos claros, de suyo
inexpresivos, descendi un velo de melapcola. re'
velndose en toda ella una vieja pena.
Ahogando un suspiro se dejaba caer en un divn a tiempo que la campana del telfono comen:z a repiquetaar.
Acudi al instante. A las primeras palabras su
semblante se transfigur:
"S, Pascual, aqu estoy ya ... Bellsimo! ... Es
un palacio, s .... N o, nunca me lo imagin siquiera ... S, muy contenta, si no faltase lo mejor ..
Cmo quiq? S, sin t todo lo encuentro desa'
brido .... vaco. . . De veras vienes? . S, anda, ven con quien t quieras; pero ven ya I por
Dios!. . . Por qu lo he de negar? ... S, son ellos,
tus ministros, tus generales; todos esos nuevos
amigos tienen la culpa y por eso los aborresco ...
N o, no sigo; pero cuidado con engaarme ahora
tambin".
Se abrieron las pesadas colgaduras de la habitacin contigua y ceremoniosamente un criado
anunci a la seora de Tabardillo.
-Seora de qu ... ? No la conozco .. Diga
que no recibo a nadie.
Berta, llena de alegra otra vez, fu al comedor
a dar 'Sus rdenes. El lacayo se present de nuevo. La de Tabardillo insista en ser recibida.
Anuncibase con noticias de familia.
- Ah, de los mos; s, que entre luego!. ..
Dando voces de intenso regocijo, Berta sali al

Biblioteca de EL MUNDO

131

encuentro de la desconocida.
Sofocada, la de Tabardillo se dej caer en un
silln que medio desfondaron sus vastas posaderas y repos breves momentos. Luego dilat nariz y boca; sus pulmones se abrieron en una tre
menda inspiracin de boa, cual si quisiesen absorver no el aire, sino muebles y tapices, muros, bbedas y pavimentos, todas las riquezas de la gran
residencia que sus ojos absortos no se cansaban
de contemplar.
La realidad, en efecto, sobrepujaba y con mucho a las suposiciones y conjeturas que "e hablan
hecho al leer esa misma maana en "El Demcrata" la noticia de que Pascual, oficial mayo
de un ministerio, acababa de encargarse pro, iSlOnalmente del mi"mo.

En tres horas haba dado en el dom cilio de "us


encumbrados co franeos y su emoc" on 10 la de
jaba hablar an.
"Payito, mi m r"do, en una de los pue<:t s de
confIanza y habremos dejado para siempre esta.
vida difICIl y azarosa".
La mentalidan de la Tabardillo no d senta un
punto de la medIa metropolitana. La fiebre de
riquezas era una endemia y quin escapaba al'.
contagio, si a dIario se estaban vlf'ndo por cent nares, hacendados, dueos de fincas, senores de
automvil, a los mismos pobres diablos que una.
semana antes pernoctaban en cualquier PlOjOSO e
inmundo dormitorio de a diez centavos papelr
Las improvisaciones de fortuna asaltando los caminos reales haban pasado al dominio de la leyenda; pero si Porfirio Daz no dej caminos reales, dej el cuartel y la oficma pblica. y no huI
adepto de Villa, de Zapata o de Carranza que no
supiera para 10 que aquello serva. El secret()

132 Las Tnbulaciones de una Familia Decente


de los ricos del porfirismo se divulg brutalmente
por los hombres de la revolucin.
- y mamacita? .. y mis hermanos? . Qu
pena ocho das en Mxico ya y sin noticia alguna
de ellos todava! Pascual, abrumado de trabajo,
yo tan intil.
-Pascual, alt'simo empleado de gobierno, Berta. Vengo a fel"cItarIo por un triunfo tan her'
moso como mel ecido.
.
-Ha tenido la suerte de ser grato al seor Carranza.
Este lujo me lo dice todo. Su casa es un pala H). y POdl an ustedes llegar ms alto todava. 'ascual es un joven muy inteligente; pero
qUIz le falte un buen conseje. o que conozca bien
a Mexico ..... Oh, no se imagina usted qu mtelig n ia y qu honradez las de PayIto! Si usted
qUls'ese decirle una palabra favorable a Pascual...
Son asuntos en los que no tomo parte nunca,
s lOra ....
- Referencias de Payito? .. Los bancos, el comerclO, la indus ria, petrleos, ferrocarriles. La
verdad es que no son destinos los que le faltan ..
-y de mi familia? .. Me ha ofrecido noticias
y .... debe suponerse mi impaciencia.
-Tiene razon, querida amiga; slo que ... aho
ra, d' go, por el momento ... .
- Que sabe usted? ... Diga, diga qu le detiene? ...
-No vamos ....
-, Qu me oculta? .. j Dios mo! ....
-La verdad es que desde que dejaron su casa
en Arquitectos ....
-S, hable, hable pronto, es lo que yo anso saber, qu ha sido de ellos desde entonces'!. ..

Biblioteca. de

En MUNDO

133

-Bien quisiera yo informarla~ pero la ver"


dad ... por el momento. ~ .,.
-Ha pasado algo muy grave que usted no se
atreve a revebrme. Lo comprendo. Por la santa
memoria de sus padres, seora, dgame todo; no
me- tenga en esta agonia .
-Pero si yo
~ Quin ha muerto?
-Se engaa con mis propios temores. La verdad.es que yo no los ha vuelto a ver desde que de
jaron la colonia de San Rafael.
- Por qu, entonces, se atreve a anunciarse
con noticias de ellos? Qu busca aqu?
-Calma, Berta. Los criados todo lo entienden
mal. El portero me dijo que usted nada saba de
su familia; ofreci mi ayuda para encontrarlos y
no ms. Yo puedo informar acerca de cualquier
persona resid.'nte en MxICO, en trml!lO l.~. ..ticuatro. horas. No se asombre usted, Payito es
el jefe de una agencia de informacione.~ privadas.
lUna gran compaa Norteamericana! Ah se
gana uno lo que quiere. Lo duda usted? Pues
le voy a demostrar que yo, Aurora Caloca de Tabardillot conozco Mxico al derecho y al revs.
Mire. estos muebles que estamos ocu,Pando pertenecieron a los colonos de don Higmio Noriega
miento? . . Esos tibores japoneses, esos tapi
ces de Persia y esas porcelanas de SevTes, formaron parte del decorado de la residellia del exministro Umantour miento? .. Oh, no me ponga
tamaa cara! ... Esos oleos y esa magnfica Steinwey. lo mismo que aquel par de candela.bros ..
-1 Basta ya! Qu se ha figurado usted ... t
La voz apagada y ronca de Berta, SUB manos
enjutas y trmulas bajo las mangas color de alga
de su kimona, su rostro descompuesto. cortaron

134 Las Tribulaciones de una Famia Decente


bruscamente la catalogacin apenas eomenzada.
-Jesucristo, si habr pensado que me gua
nimo avieso! Pues en quines si no en ustedes
tenemos hoy por hoy cifradas nuestras ilusiones
Payito y yo? Payito, por ejemplo, secretario particular de Pascual; yo ... pues yo me contentara ... hasta con una clase en el conservatorio, por
ejemplo .... Oigame y jzgueme .... Vn largo
abrigo color de rata y-con erguido penacho azteca se removieron entre los paos y cortinajes oro
y carmese. La de Tabardillo apoltronose frente al piano abierto y por los mbitos silentes de
la casa esta!:aron los primeros compases de una
fantasa de Rigoletto.
Berta, plomiza y trmula se morda los labios.
Sm acabar el primer tiempo, la de Tabardillo
cerr el lJ~ano y rebosante de satisfaccin vino a
sentarse cerca de Berta.
-Pero ~qu cara es esa, nia? .. Ven ac, muflequita ma, acrcate mas para que bese tu frente, tus ojos, tus carrillos, esta linda boca. .. Bah,
eres una n:a de veras todava! Te asustas de
nada! Mira, Pascual es un hombre inteligente;
la fortyna ha llamado a su puerta y el sencillamen~e se la abre de par en par. En lo dems no
te fijes.
- j Oh, me repite las mismas palabras que l me
ha dicho tantas veces! Cmo 10 sabe usted? ...
-Ja, ja, ja!. .. Es tan claro como ese sol que
ahora entra por la ventana. Slo un idiota no
hara lo mismo, hija.
-Me da miedo. Repita usted sus mismas palabras!
Media hora despus la seora de Tabardillo se
haca confiar la misin de buscar la familia Vzquez Prado, llevndose cuatro hidalgos con tal

Biblioteca de EL MUNDO

135

maa que era Berta quien tena que agradecerlo.


II

Albeaban los manteles, resplandecan las flores.


las porcelanas, los cristales y plateras hasta el
escarabajo negro, servilleta al braza y encorbada
espalda. Todo estaba bien.
Un coche se detuvo bruscamente. "Es l" se dijo Berta y ansiosa corri a la ventana. Sus ojos
SI' entenebrecieron al instante. Dos siluetas se des
lizaron del carruaje siguiendo lentamente y muy
juntas a la sombra de los rboles. Ella cerr entonces bruscamente y torn al saln con las manos orrimidas y sobre el pecho. Se haba apagado el rumor furtivo de sus mejillas; las lneas de
su suave perfil se quebraban y sus ojos estaban
razos.
Porque entonces ya no fu all, sino en Zacatecas, en los suburbios y a la hora del crepsculo
y quienes descendan del coche eran ella y l. Los
dos cogidos estrechamente de las manos, inclinadas mutuamente sus cabezas, siguiendo paso a
paso entre los rboles, mientras que el carruaje
tirado por dos arrogantes friso nos rodaba lentamente detrs .... Una tarde? no, muchas, todas
las tardes de una vida cabal de ensueo, y de la
que se despierta de repente sorprendido y angus
tiado.
Cuando recobr la nocin del tiempo y del espacio, bebindose su llanto habl con las mudas
estatuas y las pinturas inmviles del saln.
" Qu estoy haciendo aqu? . .. Esta no es mi
casa; nada de lo que estoy viendo ha sido nunca
mo. Pascual, este lujo me hace dao porque es
mentira, como t mismo. Pascual qu hacemoi

1~1f)

La8 Tribul(lciones de una Familia Decente

aqu todava? Vmonos a Zacatecas. a nuestra


casa. Vamos a que me devuelvas fo nico que te
ped a cambio de mi mano. I Tu corazn me pertenece !"
Dos campanadas musicales se extinguieron en
las gruesas alfombras y tapices. Berta dej de
llorar. Desde e~ instante ss sentidos quedaron
pendientes del telfono. La inminencia de la eterna disculpa: "Berta, no voy a comer: el seor general B, el seor Ministro H, mi distinguido ami'
go N me invitan a comer. Sera una falta imperdonable rehu'\arme".
Siempre ellos, los mismos: los sombreros tejanos aborrecidos, JOS odiosos pantalones abombados y lab polainas de vaqueta cruda; toda la abominable resaca humana que arteramente se fuera
apoderando de Pascual desde el malhadado viaje
a Veracruz.
y en la exaltacin de su mente percibi susurros de risas y burlas y como una loca se lanz so'
bre el primer cuadro que tuvo a su vista; arrancolo violentamente del muro y lo arroj enmedio de
la sala. Fragmentos de yeso y oro saltaron del
marco roto; pero Francisco 1 y sus lindas
favoritas, intactos, y tendidos en la alfombra, siguieron mirandola con ms zumbona ironia. Entonces quiso acabar de una vez con cuanto estuviese al alcance de sus manos; tir de una cortina. hinc sus dedos afilados en los hilos del tejido,
y' en los mismos momentos en que una galera se
desplomaba con estrpito, el automvil de pascual
se detuvo; se oyeron pasos y voces masculinas en
la escalera.
El milagro sempiterno; el sol radioBo tras la ne
gra tempestad; el huir frentico de las sombras y
los malos pensamientos. Como creacin de un

Biblioteca

d~

E'L MUNDO.

137

. cerebro enfermizo, Berta arroj de s, dudas y sos


pechas, temores y recriminaciones, todo lo que la
martirizaba en sus intei:minable~ horas de ocio
y de abandono. Abri los brazos y sali al encuentro de Pascual.
-Estoy muy contenta; voy a tEmer pronto noti
~ cias de mam ... Te acuerdas de la seora de Ta
bardillo?
y mientras refera menudamente su entrevista:
el general Covarrubias recorra con mirada fra.
casi indiferente, los mbitos del saln.
-Vamos, vamos pronto a la mesa-interrumpi
Pascual-,sflo el general nos acompaaba; don Dlpiano vendr noms al caf.
Se habl de poltica y finanzas, conversacin de
logogrifos para Berta. Pero ella no quera ms
que la proximidad de Pascual; oir su voz sonora y
limpia; mirar sus ojos rediantes; embelesarse en
un gesto soberbio y distinguido.
Hubo, sin embargo, un momento en que ciertas
frases atrajeron su atencin.
-Todo este proyecto es un castillo de naipes,
sin la firma del viejo--haba dicho el general Covarl'ubias, pasando por ella una rapidsima mirada.
La firma de don Ulpiano la obtendremos cueste
lo que cueste--repuso Pascual con resonancia metlIca.
y una y otra frase se repitieron con obstinacin
en el cerebro de Berta. Acaso por el silencio pro
longado que les sucedi? Acaso porque tambin
Pascual haba puesto en ella una mirada intensa y rpida como un relmpago? Pero ella qu
tena con los asuntos comerciales de su marido? Pascual, a diferencia de Procopio, no era
de los que todo lo consultan con su mujer. Y don

138 Las Tribulaciones de una Familia, Decente


Ulpfano Po 1 Los amigos nuevos de casa pesaban a Berta cual los eslabones de una cadena al
}lresidiario: Don Ulpiano como una catapulta.
i Si Pascual supiera 1 Pues no se haba atrevido
el vejete descocado e insolente a declararle atnor.
a ella IJesucristo 1, a ella, una mujer casada!
Irguise con altivez; arda su frente; pero en el
gran cristal del aparador sus carrillos no se empurpuraron. Fuese efecto de la luz tamizada por
los vidrios verdes, violetas y ambarinos de la linternilla; fuesen slo las sombras de su propio do'
lor escondido, su faz entre flores, frutas, cristales y aceros repujados era 'una triste faz de pjaro enfermo. Vease en el espejo, roto el valo
de su rostro por un mentn y unos pmulos agresivos, la luz de sus ojos con ardores de fiebre, sus
labios delgados e incoloros, su cabello desaliado,
spero y sin brillo; la piel de su cuello y de su pecho violentada por relieves de huesos y tendones.
Don Ulpiano Po se present como falderillo de
circo.
-Puntual como siempre ... puntual como un reloj descompuesto .... IJa ... ja ... JaL ..
Seora, a los pies de usted ... IUn poco plida;
pero de todos modos, divina!
Pronunci la ltima frase al odo de Berta, se
chup los labios y lanz una carcajada de la mas
solemne estupidez.
Berta no pudo contenerse y se levant al instan
te. Pascual tuvo un gestC) duro; pero ella no qui
so verlo.
Slo a las bizarreras df un stiro de 70 aos
poda Berta ofrecerse com<:\ Incentivo. A tal edad,
el vejete segUla SIendo el hombre de la naturaleza de Juan Jacobo, cuando menos en lo de multiplicar la especie. "La Sirena" pulques nos y cu-

Biblioteca de EL MUNDO

139

rados, Patente nmero tres mil y tantos del CONSEJO SUPERIOR DE SALUBRIDAD, y sus cua
renta sucursales sabiame.t!te distribudas por barrios y poblados del Distrito Federal, eran otras
tantas dehesas, que no haremes, donde aviado se
vera quien pretendiese desembarazar la madeja de la paternidad de los ltimos vstagos
de la servidumbre. Con igual derecho los hijos
podran llamrselo de sus padres, que de sus hermanos, tos, sobrinos o de su mismo abuelo, el
gran semental de la vacada. Don Ulpiano Po sonrea siempre y el secreto de su sonrisa vala el
poema de su vida toda. Tacao hasta lo absurdo,
desde el da que vi establecimientos servidos sin
sueldo alguno por miembros de su numerosa progenie, haba sentido brotar en sus labios la sonrisa, una sonrisa de rdica beatitud, y esa sonrisa
se haba estereotipado en su rostro como en los de
esas deidades ndicas cuya suprema dicha parece
cifrarse en la contemplacin de su venturosa barriga.
El da en que el general Covarrubias lo present a Berta diciendo: "1 Aqu tiene usted al hombre que re, Berta dijo: "N o es el hombre que
re, es el cerdo que grue". Y momentos despus
comprendi que no se haba equivocado.
Servido el caf, comenz una larga y misteriosa
conferencia en voces muy bajas. Misteriosa para
ellos noms. La confabulacin del carrancismo
con el comerciante para apoderarse de los pocos
bolsillos que an quedaban vrgenes del saqueo
general, fue del ms impdicO' cinismo. Desolados
los campos, exhaustas las arcas pblicas, robados
los bancos, asaltadas las cajas particulares. desaparecido del mercado hasta la ms vil moneda
de bronce, los hombres nuevos, en un arranque de

140 La$ Tl"ibuUzciones de una Familia Decente


genio, el nico que en su gloriosa carrera tuviese
el carrancismo, descubrieron el huevo de Coln.
El mliitar, que ya tema bien hundidas sus uas
en los centros de produccion, en las vas frreas,
caminos carreteros y veredas, dueo de toda especie de vehlCu os, concibi la idea de hacerse comerCIante. No era preciso desplegar nuevlls ener
gIas siquiera ba~tabale 'posar sencIllamente sus
garras sobre l s mercados. En un momento la
vIda y la bolsa de diez y seis millones de cobardes
seres humanos abulicos y degenerados quedaron
a mer ed de una escasa mIllarada de band' dos.
Se renov el milagro: no salto agua crIstalina de
las rocas ni llovi man de todos sabores; pero el
sudor del pobre, las lgrimas y el hambre de la
viuda, del hurfano, del valetudinario, se convirt'eron en ro de oro que fu a vaciarse en el nue
vo tonel de las Danaides: la codIcia del comercian
te y la rapacidad del militar, reyes supremos del

bilin bique.
La maldad carrancista, bjlbeante de estup' dez
en plena apetoosis. La obra de la revolucin hecha aicos. El papel moneda de Carranza reintegrando con creces el oro a las cajas fuertes de los
potentados; su irreconciliable enemigo de antes,
el Capital, recibiendo en sus pl'opias manos los
elementos de la ms formidable revancha. Con
los b limb 'ques las pocas actividades honestas que
an jadeaban en el pas, quedaron a merced del
militar-comerciante. Y si para el hombre de trabajo hubo algunos miserables granos de maz, lo
estrictamente necesario para no matar de hambre
a la gallIna de los huevos de oro; el hurfano, la
viuda, el enfermo y el anciano, no tuvieron mas
consuelo que su grito desgarrador de desespera
ein y de impotencia, ahogado y en medio del voce-

Biblioteca de EL MUNDO

141

ro de los mercaderes. Y de los hogares de los


infelices salieron en persecucjn maldita hacia
el bazar, desde los tiles indispensables de un hogar hasta los ms santos relicarlOs de familia.
No pareca sino que la maldicin del famo'\(}
Cerebro del carrancismo, "desgraciados U'luellos
que en una lgrima o en una gota de san,;re ,lo
ven el oro en que pueden convertirlas" fuera el eq
cupitajo lanzado al ciplo. que habra de ba'lr el
rostro de toda la pandilla.

III
Dos das despus la seora de Tabardillo <;e hizo anunciar.
Berta sali anhelante a recibirla.
- Por fin ... qu ha sabido usted? ..
-Vea qu maravilla de pendientes le traigo!
Rubes y esmeraldas ... y el brillante del cen ro ...
Ahora repare en la montura. Qu aguas, qu filigrana, verdad? Por supuesto que hay muchos
interesados y pujan las ofertas; pero, si usted los
quiere, me las compondr de modo que se quede
seguramente con ellos.
-No tengo inters ninguno, seora. Pascuai
ha comprado bastantes jOYRS desde Veracl UZo
- Es verdad? .. Oh, usted me los habr'. de
ensear ... Tengo pasin verdadera por las joyas.
- y qu ha investigado de mi familia?
-Casi los tengo en la mano. Una po 1uita de
calma no ms. Maana, tal vez lo sepa todo. Pera Por Dios ~ Berta, no se rehuse a tomar los pen
dientes. Aun como simple negocio .convienen.
Quinientos pesos, esto es todo, y quinientos pe<;~s
que en cuanto circule bien la plata van a triphcarse. Por supuesto que no hay urgencia alguna

142 Las Tribulaciones de una Familia Decente


<le dinero .... y si usted 10 prefiere deme una tarjetita para Pascual y yo me encargo de cobrarlo.
-Nunca!. .. Jams hago yo nada sin antes haberle consultado.
- Ya habl usted de mi recomendado a Pascual, como habamos convenido?
'
Yo ,en noda he convenido. Le he dado una com
sin que le pagar debidamente y nada ms-repuso Berta con yehemencia.
- j Qu nervios, Jesucristo!. ... Maana que e8t aqu mamacita, me ver de otro modo. .. Qu
lstima que no se quede con los pendientes ....
Pascual mismo la reir cuando sepa que ha desaprovechado usted esta ocasin .... A propsito
.enseme sus alhajas.
,
Bajo la extraa fascinacin de la Tabardillo,
Berta, presa de un malestar constante en su presencia, la llev en el acto mismo a su alcoba, a ensearle sus joyas', abreviando de ese modo la "isita.
La de Tabardillo, por lo -dems, estuvo irreprochable. Revel raros conocimientos de orfebrera,
alhajas y artes plsticas, dejando, al despedirse,
una impresin ms benvola en el nimo de Berta.
Ya el sol oblicuo tea en rosa tenue el hall apalescente cuando lo atraves el sucio y borroso mochuelo. Descendi la blanca escalinata y al poner
su mano en la rejilla, un "ford" se detuvo bruscamente.
Por hbito arraigado, la de Tabardillo retrocedi, deslizndose al amparo de las azleas.
Un viejo de aspecto mendicante baj del coche.
largo y sudoso levitn, rado de los bordes, comidas las zue1as de sus botas sin lustre; bajo un
fieltro color de tabaco asomaban unos mechones
ralos, teidos de cosmtico en masas tiesas.

Biblioteca de EL MUNDO

1143

Los agudos ojillos del viejo repararon desde el


primer instante en la mujer que se esconda.
-Eh!. .. Oiga, suba mi tarjeta ...
- Usted aqu ?-pregunt la de Tabardillo, saliendo cautelosamente de su escondite.
- y usted? .. qu busca? .. Queso tenemos
aqu tambin? ... I Esta rata no se duerme! ....
- Ya hablaremos!
El portero senaba acercado a tomar la tarjeta.
-No est en casa ms que la seora-observ~
-Lo s; anncieme-gangore el viejo con insolencia.
Durante algunos segundos permanecieron mirndose y sonriendo, sin decir nada.
La de Tabardillo no daba trazas de seguir su ca
mino; insana curiosidad palpitaba en sus ojos.
El criado grit desde el vestbulo con inesperada descortesa:
-La seora no recibe a nadie.
Don Ulpiano hinch los carrillos y frunci las
cejas, mientras que la de Tabardillo, clavando en
l sus ojos como garlopines, se llev las manos a
la boca para contener la carcajada.
-Ya ve cmo sin m no hace usted cosa ....
-Hablaremos afuera-respondi el"viejo, cambiando brusramente de gesto.
Subieron en el auto y tomaron camino del bosque.
Pas una semana entera. Media incorporada
en su lecho Berta llam. Una don ella estuvo
pronta con la ropa blanca, le puso un pe"nad r f oreado, anudole la gruesa cabellera, levantando el
pelo de la nuca y la frente. Berta permanec'a medio aletargada, presa de lasItud invencible duros
y enrojecidos los pJ:pados, los lablOs blancos y

144Las Tribulaciones de una Familia Decente


secos.
-l. Tampoco anoche pudo usted dormir?
Berta no rec;pond. Un aroma suave se difundi por los tibios mbitos de la alcoba. El agua
de Colonia pasando por su cuello y sus miembros
en vib'orosas fricciones le devolva su lucidez.
-Corra las persianas.
. De golpe entr por el balcn una bocanada ae
aire matinal, impregnando de ciertos aromas resinas s el rec'nto.
Vna seora eilt esperando ya-dijo la don~ella comenzando a vestirla.
- j Qu fastidio! Gentes desconocidas pidiendo
eternamente recomendaciones.
-Parece que es la seiora a quien usted espel'a.
Los pen~amlentos confusos de Berta y sus recuerdos embrollados comenzaron a coordmarse.
a hacerge ms precisos. Agustinita, Procopio,
Lul, Csar, 1 l'J.ncisco Jos y ... y la de Tabardino_ j A h, s, la timadora (!ue le haba estafado cin
co hidalgos ms la ltima se'Tlana!
-Bs la de Ta..>ardillo-exclam Berta saliendO
del lecho ;~viene por dinero. Hgala entrar. Ahora estoy re::-.ue'ta y sabr si puede seguir conmigo
indefinidamente su juego. Puedo hasta mandarla a una comi "ara.
.
Pero la de Tabardillo, apenas obtuvo paso franco, se col hasta la alcoba misma:
-Albricia<, que ahora ya lo s todo! Tengo su
domicilio y usted puede ir a verlos inmediatamente.
Berta alej todava con desconfianza los robustos brazos que pretendieran aprisionar su talle.
-Deles una sorpresa, Berta. Ni siqutera sospechan la presencia de usted en Mxico.

Biblioteca de EL MUNDO
/

145.

Indecisa, Berta, no saba por qu actitud de.cidirse.


-Pero ... no me' engaa? .. En dnde viven,
pues?
-Yo misma la acompaara; pero voy primero
a casa; estoy sin desayunar.
-Iremos juntas. Venga usted al comedor.
Berta tom la mano de la Tabardillo y la condujo a la mesa, ordenando que el auto estuviese
listo al instante.
-Pero es verdad lo que usted me cuenta'?
-No se imagina, Berta, qu trabajo para encontrarlos. La portera de Arquitectos se neg a darme noticias; Los vecinos nada saban. En vano
acud a las comisaras, a los gendarmes, a la polica secreta. Puertas cerrada;, Hasta que Payito me dijo: "toma esta varita de virtud que t~ las
abra". Y dinero por aqu, dinero por all, dinero
por todas l)artes .... una barbaridad!... Pero
qu importa si hemos conseguido lo que desebamos? ...
-Tedo se le pagar a usted, seora, .. En cuan
to a sus favore&, soll) con mi gratitud ...
- j Qu me dice usted! Calle, que el mej or pago
es la amistad con que me honra. A propsito, Payito me ha dicho que le traiga los pendientes. Por
nada del mundo consciente en que alguna otra per
sana se quede con ellos. "Reglaselos, me dijo,
que ms valen los favores que de ellos esperamos.
Has hecho una buena accin proponindome al
servicio de Pascual. Ser un hayazgo mutuo. Si
ahora me encuentran til, en cuanto me conozcan
les ser insustituible. Por lo dems no te fijes
en el sueldo".
y en tanto que Berta, ansiossima, apenas toca
Con sus labios el borde de un vaso de leche, la se-

148Las Tribulaciones de una Familia Decente.


queriendo, es hermosa y elegante ... Pascual tiene muchos amigos y ... ms de alguno de 1.'110:1
-jBastaL ..
-Quiz a estas horas algn viejo millonario la
adore locamente ....
- j Cllese ... comprenda que est hablando con
una mujer honrada .... !
- J a ... ja ... ja!. .. Pues qu ha credo que
voy a pnponerle? .. Horror! ; Qu imaginacin
de nia!. .. No, eso ni pensarlo ... Ua) ja, ja L ..
Se trata de hacer simplemente una comedia ... .
-~i en cemulla soy y~ capaz de esas cosas .. .
Calle usted.
-Una comedia slo para despertar a Pascual
de su modorra, linda. Si l abre los ojos, qu bueno; Mi las sosp<,chas lo hacen pedir explicaciones,
si se mdigna, si llega a provocar una escena, tanto mejor l.. :. Qu ms seguridades podra tener
en.nc~s de l '!
- Me tienta como el mismo demonio!. ..
-Ja ... ja .... ja!. ..
- Por Dios, cllese, no ra as, me da mucho
miedo! ...
j Pobre nia; ahora lo comprendo todo. Pascual
ha sido tan torpe que ni siquiera ha sabido despertar la mujer que en usted dlIerme; S, de otro
modo, usted habra arrojado ya muy lejos ese cadver que tanto le pesa!. ...
-Que calle-gimi Berta apretando sus ojos con
espanto.
-Callo, pues, y Biga en sus dudas, en sus vacilaciones, en su martirio intil y voluntario.
Doblaron calle y en la plazuela de los Angeles,
a la voz de la de Tabardillo el auto se detuvo.
- j Berta, mamacita !-grit Lul sorprendida,
tras los vidrios empaados de la ventanuca.

Biblioteca de EL MUNDO

149

y tO,dos se precipitaron al zagun a recibirla.

v
Sus rostros se apartaron encendidos y hmedos
No sabas t nada, pues? gimI Agustinita

consternada.
- Por quin, madre ma?
-MI pobre Cesar! ... Fu el mismo da que entr a Mexico ese .... hombre fune<;to. Del Zoca o
regres a morirse.
y comenz a referir menudamente de<;de los
prodromos de la enfermedad de Csar, por lo que
la senora de Tabardillo, que no 8"nt a rrana alguna de lloriquear, pues no formaba parte de su programa del dIa aquel mesperado nmero, in errumpi:
-Me perdonan .... Berta, los extraos, en estos
casos estorbamos.
atdna cmfwy
a la vez mis congratulaciones porque ya estn todos juntos.
-GracIas, seora, mi automvil la llevar a su
casa. Deme su domicilio para que esta m sma
tarde un enviado mo le enVle un obsequio y el valor de los pendientes.
-Descu'de, Berta, yo misma ir a verla ..
- Ignoraban verdaderamente nuestro regreso?
-pregunt Berta luego que Agustina di fin a
iU larga y lacrimosa relaCIn.
-Ni una palabra.

- Entonces no saben que Pascual ocupa un alto puesto en el gobierno del seor Carranza '!
-Ahora que nos lo dices.
-Pero si los peridicos a. diario publican su retrato, entrevistas y declaraciones suyas.
- Los peridicos ?-clam Francisco Jos.

150 Las Tribulaciones de una. Famililia Deeente


Procopio repuso sonriendo:
-Del presupuesto domstico desapareci hace
muchos meses la partida destinada a diarios.
Entonces Berta de una mirada recorri las desnudas paredes de la salita. Se di6 cuenta al instante de la miseria ambiente. Tres sillas sin respaldo, otra con el fondo de mimbres abierto en
abanico y un tablon sostenido en vieja caja de empaque que les serva de mesa: mobiliario que no
tuvo aceptacin en el mercado de Tepito.
- As, pues, todo empeado ... todo vendido?
Oh, yo debo hablar con Pascual inmediahmente.
Ebto es inicuo, madre de mi alma! ... Nosotros
en la opulencia y u"tedes en ... !
La palabra le quemaba los labios y se abstuvo
de pronunciarla.
-Vamos a ca~a en el acto. Pascual lo sabr
todo.
-Con la influenCIa de l se l~OS devolver lo
nuestro-exclam Agustmita trmula.
-Es uno de los ramos que de l dependen. St!guramente que lo arreglar ...
- Bienes intervenidos ?-inquiri Procopio.
-Gana lo que l quiere ganar. No se imaginan
ustedes.
En la faz demacrada de Procopio resplandeciQ
una sonrisa; pero una sonrisa macabra que hizo
a Lul llorar.
-No perdamos tiem'Po, mama cita ; ve a vestirte. y t tambin, Lul.
-Yo no pued.>, Berta, tengo que atender a pap!!.
-El auto te traer. antes de una hora. Tantoa
deseos que tengo de hablar con ustedes. Ya vers qu primor de casa.
-Otro d&. ser, Berta-repuso Lul COD voz
apagada.

Biblioteca de EL MUNDO

151

-Entra y ponte otra ropa-orden secamente


Agustinita.

La otra ropa no era la menos haraposa, todas


estaban iguales, sino la ms limpia.
Cuando el coche regres ya Agustinita y Berta
lo esperaban ansiosas a la puerta. Arrulladas por
el balanceo, rodando velozmente por el asfalto,
Agustinita dej pronto de hablar, arrebatada su
imaginacin ardiente por fantsticos proyectos.
La reconstruccin de las fincas; Pascual administrndolas personalmente, haciendo uso de su talento y de sus poderossimas influencias en el gobierno. Se introduciran todas las reformas que
l pidiera: maquinaria moderna, ganados finos,
nuevos cultivos. Y la actividad que l sabra desplegar en los negocios hara que antes de la primera cosecha ya se hubieran resarcido y con creces todos los daos sufridos con la revolucin. El
pobre Procopio! Su inhabilidad lo haba recludo
desde mucho tiempo atrs en el sitio que siempre
debi haber ocupado en casa.
A Berta le hostigaba la idea de su derrumbamiento irremisible. De pronto sus mejillas se cubrieron de pequeas manchas rojizas. " Por qu
me ha hablado del viejo millonario locamente enamorado de m? Quin es esa mujer? Oh, yo no
debo recibirla nunca ms en casa! Un criado le
pagar peso sobre peso lo que le debo y prohibir
hasta que me la anuncien. Es una mujer ma
la! ... Es Satans!"
y Lul, que pareca tambin muy abstrada, no
pensaba a la verdad en nada.
Boquiaoierta, Agustinita ascendi los peldaos
rebruidos, sus ojos se detuvieron con embeleso
en el artesonado y en los vidrios de colores de la
marquesina heridos en ese momento por el so,

152 Las Tribulaciones de una Familia Decente.


~n las plantas de invernadero espaciadas entrt
graciles e:;tatuillas de mrmol, bronces y orfebret
ra~.

Lul lo vea todo admirada tambin; slo que


en donde quiera encontraba un semblante de alucinado, una rba de poseso, unos labios blancos y
secos, el retrato de Procopio en macabra caric;atura. 1: apretando muy fuerte los ojos para no
llorar, se dIjO: " Ellos en la opulencia; pap en
la mIseria"
Berta habl por telfono:
-S. ",oy yo ... te tengo una gran noticia ... Hemos dado e.,ta mal ana con ellos, .. Aqui estn aho
ra. SI, mam y Lulu ... S, Lul. , . Qu dIces'! ..
A ella? .. A Lulu ... Se 10 voy a decir ... Segu
ramente por qu habra de rehusarse? .. Eso djalo a mi eue 1 a ... j Que gusto que vengas l ...
Lul, Pa'lcual quiere que nos acompaes a la
me'3a. No<;o ro,",.} el general Covarrubias, no ms.
Oh, no .. !
.
-Es un jo\en decente, Lul-dijo Agu'ltinita.
Prefiero acompaarlos un da que esten soloE
-He ofreddo a P'lscual que nos acompailara&
Le debemos mu hos favores, Lul, debes quedart~
.
:\iam, que sea otra vez.
Lulu se aeer :l su odo:
-Tolera'! el de'laire?
Agustini a le\ant los hombros con desdn y
respondio en \OZ alta.
-Te mando que te quedes. Yo regreso a preparar la comida. Tiempo de sobra voy a tener,
puesto que ahora no he de querer salir de este palacio. Pero t, Berta, no olvides hablarle aPEO'"
~ua) de nuestro asunto. Me envas a Lul en cua~
lo se levanten de la mesa. Ya puedes imagm2b

152 Las Tribulacio,nes de una' Familia Decente.


en las plantas de invernadero espciadas entre
grciles estatuillas de mrmol, bronces y orfeb!"9t
ras.
,
Lul lo vea todo admirada' tambin; slo que
en donde quiera encontraba un semblante de alucinado, una risa de poseso, unos labios blancos y
&eCos; el retrato de Procopio en macabra cari~a
tura. Y apretando muy fuerte los. ojos para no
llorar, se dijo: " Ellos en la oPl.llencia; pap en
la miseria !"
, Berta habl por telfono:
_
. -S, soy yo ... te tengo una gran noticia._ .. Hemos dado esta mafia na con ellos ~ .. ,Aqu estn aho
ra. S. mam y Lul; .. S, Lul. , . Qu dlces? " ..
A ella? .. A Lul .. Se 10 voy a decir .. Segu. ramente por qu habra de rehusarse? .. Eso d-'
jalo a mi cuenta ... i Qu gusto que vengas l ...
-Lul, Pascual quiere que nos acompaes a.la
mesa. Nosotros y el general Covarrubias, no ms.
-Oh, no ... 1
'
'.
-Es un joven decente, Ll-dijo Agustinita.
-Prefiero acompaarlos un da que estn solot
-He ofrecido a Pascual que nos acompaaras.
-Le debemos muchos favores, Lul, debes quedarte.
_
-lfam, que sa otra vez.
Lul se acerc :l su odo:
-Toleras el desaire?
Agustinita levant los hombros con desdn y
respondi en voz alta.
-Te mando que te quedes., Yo regreso a preparar la comida. Tiempo de sobra vaya tener,
puesto que ahota no he de querer salir de este palacio. Pero t. Berta, no olvides hablarle a pp~".
eual de nuestro asunto. Me envas a Lul en cua~
to se levanten de la mesa. Ya p~edes imaglD2h

Biblioteca de EL MUNDO

153

con qu impaciencia la estar esperando!


-Ve tr!n~uila, mam es asunto terminado.
Agustinita encontr a Procopio leyendo.
-Pascual ocupa un puesto muy elevado en el
gobierno-pronunci entonada y grave.-Su casa.
es un gran palacio; tiene criados de librea y automvil a la puerta. Me supon ro que no acompao
a mi hija a esta pocilga, slo por delicadeza, por
no humillarte.
Procopio con suprema indiferencia apart el
cigarro de sus labios, suspendi la lectura y habl
pausado:
-El porvenir les pertenece ciertamente a los
hombres como Pascual.
-Sin duda. Si el no se lo mereciera por sus
prendas intelectuales de prlme . ord n, se lo merecerla slo por su fina eu' cacin y exquisto trato.
-Pa<;moso aCIE'rto! aplaud' ProcoplO festivo
y levantando con animacin las g fa!:> arriba de
sus cejas.-La improvisacin de una for una aho~a se realiza por med os primItivo!:>. Pero el por
venir es para hombres como Pascual. Por su fIna educacin y manera~ exqUIsl as s po abrir las
puertas de nue!:>tra casa el dla que qUISO; por su
fina educacin y exquisitas maneras sabra. ha er
que se 'abran las que ahora le hagan falta. S, justamente esas cualidades, su fll~a educac' on y sus
exquisitas maneras, lo d' ferenc' an de los otros
bandidos.
.
-Agustinita, los cabellos de 'punta, retroced .
Procopio, acentuando la irona de su voz, diJo:
-El perfecto bandido ha de comenzar por ser
un caballero perfecto. .
Silencio embarazoso.
-Parece que al fin se ha hecho una poca de jus-

154 Las Tribulacione8 de una Famili.a Decente.


ticia: el nmero de pcaros enriquecidos por la
revolucIn ya iguala, si no sobrepasa adb, al de
.
pcaros arruinados por ella. . .
De los ojos de Agustinita brotaban chispas.
-La sociedad, quiero decir, la clase adinerada,
la clase media, los intelectuales, hanse mostrado
un 'poco duros con los bandidos. A la verdad no
precisamente porque sean bandidos, sino por sus .
procedImientos reidos con la tradicin y las costumbres. El ladrn y el asesino de hoy no se son'
roja de que se le llame por su nombre en cualquier
sitIo; en el congreso, en la prensa, en. las reuniones pblicas y privadas; lejos de ello se sorprende'
de que haya cndidos que pretendan mancillarle
con tan triviales calificativos. Porque en tiempo
del general Daz era de otro modo: los ladrones y
asesinos pertenecan a la clase privilegiada; usaban guante blanco, se afeitaban a diario, saban
hacerse el nudo de la corbata, llevar la casaca y el
sombrero alto, hablaban el ms puro castellano y
lo escriban de una manera irreprochable. La Saciedad se abstuvo siempre de tocarlos. La sociedad no es digna del robo y del asesinato porque
sean robo y asesinato, sino simplemente por aquellos que ]0 ejecutan. Le abochorna y le indigna el
pelado de guarache y de sombrero de soyate; el
patn que no sabe llevar ni unos entorchados. Son
sus procedimientos brutales los que la sonrojan y
la hieren. La escuela del pelado es la escuela de
Victoriano Huerta, con sus procedimientos de pe'
lado. Pero aunque hubo un eminente portaliras
que dijera: "el general Huerta visit ayer nuestra redaccin, dejando a su paso un perfume de
gloria", y aunque el Jokey Club le felicitara con
un festn por sus hazaas de cofre, nunca hubo para l un gesto tan delicioso como el de aquel gru-

Biblioteca de EL MUNDO

155

po de damas de la ms alta aristocracia que aplaudi y engalan de flores el hospital de la Cruz Roja, a dos insignes asesinos que entraban a visitar
a los heridos de la Ciudadela, todava con las manos mojadas de sangre y de infamia ... Por tanto,
si Huerta fu el precursor del pelado hoy a tan
gran altura, Pascual es el precursor de los magnates de maana .... j La Sociedad clamar siempre por sus fueros! ... El porvenir les pertenece
a los hombres como Pascual ....
La indignacin de Agustinita entmeca sus
maxilares, acalambraba su lengua y la inhabilitaba para responder.
Francisco Jos, como de costumbre, corri a
refugiar su esttica al water-closet.

VI
Por delante entr el vejete hablando a gritos. El hbito lo haba contrado perorando a los
dependientes de las pulqueras, a falta de mas se
lecto audItorio.
Recalcaba las palabras, penetrado de su profunda importancia y cada perodo
de su discurso remataba inexorablemente en una
imbcil carcajada que l crea de la ms refinada
malicia.
Bajo un mugroso fieltro apabullado chorreaban
unos mechoncillos embetunados, resplandecan las
brasas de sus ojos inquietos de macaco y una sonrisa sempiterna remangaba su nariz rabona y su
mentn empinado.
-Tiene acento de porquerizo !-musit Lulu al
odo de su hermana.
-Eso fu en su juventud-repuso sta, sin volver los ojos.
Don Ulpiano Po, que maldeca del pueblo bajo,

Decente.
, 156
. Las Tribulaciones de una Familia
".
olvid siempre que la revolucin de Tuxtepec Jo
haba tornado de porquerizo a hacendado. Crease un genuino aristcrata, la palabra bandido no
se le bajaba de la boca en tratndose de las revolUCIOnes de Madero y de Carranza.
i Cunto gusto me da verte, Lul !-salud Paso
cual.- )hs amigos don Ulpiano Po, rey del Pulque y .... el general Covarrubias ..
-y Q ) a tema el gusto de conocerla-dijo el general con entusiasmo.- Quin ha de olvidar estos ojos y estas manos una vez que las ha visto"!
Lulu retir con prontitud sus dedos aprisionados brutalmente por el general. Volvi sus ojos
con enojo hada Berta, tambin empurpurada.
-Muy simpati a la ma-exclam don Ulpiano
Po.
Sin agraviar a la Sociedad, un exagenario puede
acariCIar las mejillas de una linda doncella, aunque esconda a menudo tras la mscara del afecto
paternal, cenizas calientes de lascivia senil. Lul
sinti las manos del viejo cual si le hubiesen pues'
to sobre las mejillas el abdomen fro y viscoso ae
un sapo, Su gesto de horripilacin hizo reir In
mIsmo don Ulpiano.
--Pepe Covarrubias era solo capitn cuando lo
present a u::,tedes-dijo Pascual ;-ihora es general y no de los de banqueta. Se ha ganado su grado matndole mucha gente a Villa y a Zapata.
-Dos balazos en el pecho y este brazo roto se
los debo a la Reacc1'n-obscrv el general con
aires de modestia.
-Pues bendita sea la Reaccin-susurr Lul
-que le ha permitido no solo conservar sus intereses en la frontera, sino acrecentarlos seguramente....
.
-Memoria feliz !-sonri Pascual.

Biblioteca de EL MUNDO

157

-Me felicito de haber perdurado en ella, senorita -exclam el general muy encendido.
-En vez de usted ... yo seguramente no me fe
licitara-repuso Lul, echando a reir.
El general se mordi los labios.
-Don Ulpiano ... mi general ... seoras y seoritas ....
Pascual ofreci unas copas de coac. Se acerc a Lul y le dijo en voz baj.a:
-El general es un pollo que no conviene dejar
ir ...
Lul puso sus ojos con infantil curiosidad en el
general Covarrublas. Su cutis tostado por el sol
costeo; sus bigotes ms rubios, ms crespos y enroscados que cuando era un modesto capitn; sus
piernas corno resortes de acero bajo el ajustado
pantaln de lona gris y las polainas de baqueta
.amarlIa, que daban acabado aspecto marcial.
Lul dijo distrada.
-Tambin Archibaldo se hizo soldado ... Lo he
sentido ms por eso ....
- Tanto as nos detesta usted ?-volviose bruscamente el general.
.
-Detestarlos? ... N o creo que esa sea la palabra propia ... j Bah, yo mIsma no s cmo decirlo ....
-Igual a tu padre-habl Pa",cual-siempre h:\.
den do oposicin.
.
- j Oh, si esa es la oposicin, traiciono a Carranza y me quedo con ... Lul! exclam el gel eral
esponjndose con satisfaccin por el haUa o de
la frase.
Don Ulpiano que la entendI a su manera, se
di una palmada en la frente, y luego de la Izar
una de las rotundantes carcajadas, dijo:
- j H a~t? oue por fin, hombre!. .. S, eso es lo

158 Las Tribulaciones de una Familia Decente.


que deben hacer ustedes, abandonar a Carranza.
I Es lo que yo no me canso de pensar y que yo n()
me atreva a decrselos. i Es admirable que unos
jvenes tan decentes como ustedes pertenezcan a.
esa gavilla de bandidos.
Pero ni Pascual ni el general hacan caso del
viejo y solo daban odos a las pullas de Lul.
- Pues qu opina de nosotros BU pap ?-preguntaba el general.
-Le o decir muchas veces: "el Cuartel es la.
eSCUela del abyecto perfecto.
El soldado tiene que ser lobo o carnero: de todos modos rebao o manada".
-Es que hay soldados y soldados ..
- Qu caso hace usted de m ! ... Si yo no entien
do de esas cosas .. .
-A la mesa ... a la mesa--cort Pascual impaciente.
Don VlpIano se apresur6 a ofrecer su brazo a
Berta y Lul cogi apresuradamente la mano de
Pascual antes de que el general se pusiera en pie.
Apenas se vaci el primer vaso de vino, don VIpiano tom formalmente la palabra:
-Pues seores: hay la doctrina Monroe, hay la
doctrina Carranza y yo tengo tambin la ma.
- N os la sabemos de memoria, don Vlpianodijo el general con desconcertante mal humor.Hablemos mejor de otra cosa.
-Ja ... ja ... ja! Qu coraje les da a los carrancistas que haya alguien que conozca su secreto! Es intil que me digan que no es cierto.
Carranza est comprometido con Wilson a entregarle la nacin sin un solo habitante, porque los
yanquis quieren a Mxico, pero sin que les cueste
una sola gota de sangre. Por eso, pues, cada soldado de Carranza tiene obligacin de matar a diez

Biblioteca de EL M1!JNDO

159

-civiles; despus de sto, a los que quedemos vivos


todava nos matarn por hambre. Y aqu esta
clara la explicacin de tanto robo y asesinato, de
tan brutales contribuciones y de la mercanca ca
ra, de la vida imposible que nos han hecho a toda
la gente decente .... Por supues"to que solo a m
no me la pegaron nunca. Una medium de Nueva
York me lo dijo hace ms de veinte aos, cuando
estudi en los Estados Unidos, y me lo dijo tambin Wilson que fu mi condiscpulo .... Con
qu? .. Ja, ja, ja!. .. Qu cara ponen!. .. Les da
mucho coraje que yo sepa todo su secreto .. Y se
lo que piensa el Japn .. 1Cuidado!
- j Qu hombre tan bestia !-dijo Lul a media
vaz a Berta.
Sin embargo, todo sigui tolerable hasta los
postres; pero cuando el alcohol comenz a montarse a la cabeza de los comensales y stos quisieron expresar pedestremente sus emociones, rompiose la armona.
Indignada y sin disimulos, Lul retir bruscamente su silla de la mesa, fulminando con sus ojos
al general que se sopl y enrojeci como gitomate.
Berta, muy plida, pretext ir a traer un vino
que Pascual haba enviado esa misma maana y
sali en seguida de Lul.
Apenas franquearon el dintel, dijo sta con se
quedad:
- Qu debo decir a mam?
- Te vas?
-Al momento.
Lul, tu enojo es justo; pero yo no pude imaginarme sto ....
-1 Anda! pronto!, que tu casa me hace dao;
me lo ha hecho desde que puse los pies en ella ..
desde que sal de la ma . 1Anda! .

160 Las Tl'ibul'lciones de una Familia Decente.


-Ve con Pascual o me marcho ya.
Berta anguRtada retrocedi hacia el comedor e
hizo una senal a su marido.
La conferencia fu rpida. Pascual regres al
comedor y Berta, inconsolable, dijo a Lul:
Dice que eq mOy dliCil arreglar ...
-Comprendo ... AdlOS, pues ...
Berta anegada en llanto retuvo a Lul.
Oh, no te va) as as!. ..
- Que mas qUleres de m?
-, Ay, Ll l, me lo han cambiado! ... i El no era
asI! ... ,
Enternecida derrepente, Lul cogi a Berta entre su<; brazos y la cubrio de besos:
- PobrecIta herro na ma!. .. 1Quien ha cambiado eres tu ... El'! ... l es el de siempre! ...
-Tu sabe,,?
-Que ha<:ta ah ra has abierto los ojos.
-Pero t has comprendido ... ?
Berta haba de ado de llorar y se ergua mirando a Lul con asombro manifiesto.
-Comprendo lo que he comprendido siempre;
lo que papa ha credo siempre oe Pascual.
-' Que te ha dlcho?
-Que es Un mlserable.
-Lulu!
-, Pobre hern ana ma!' ..
-Lulu, Pabcual solo tiene un defecto ... un defecto que solo a m me atae ... Pascual, por lo
dems, es un caballero ... N o te vayas, escchame
un momento ... Lul ! .. .
Los menudos pasos de Lul que descenda precipitadamente la escalera, fueron toda la respuesta.
Cuando Berta apareci en el vestbulo para decirle desde la ventana que tomara el automvilr

Biblioteca de EL MUNDO

161

Lul iba ya lejos. Corra, volaba, sin sentir el sol


que ablandara el asfalto y asaetara las tupidas cimas, porque otro fuego le iba caldeando el alma.
Hiertica, cual estatua del dolor, Berta la vi
alejarse, empequeecerse y desaparecer al fin de
las lejanas reverberantes de la calzada. Entonces acudi a su mente febril un pensamiento absurdo. Vi trazado un camino fatal y nico. Di
unos pasos atras, espantada; $U pecho se ensanch
como si en el bosque entero no hubiese habido un
solo tomo de oxigeno para l. Dilatadas las pupila!';, rgido el rostro, las piernas trmulas, decidida e inexorable fue a la bodega por unas botellas, luego entr al comedor.
Abri la puerta, pas sus miradas de loca en
torno, y en medIO de la sorpresa general, tomando
un asiento al lado de don Ulpiano Po, pronunci
con serenidad tremenda:
- Pascual, srveme vino.
VII
- Cundo ?-resoll don Ulpano, ya tan cerca,
que sus cerdosos bigotes picaban los carrillos de
Berta, manchas equimticas de dos vergiienzas.
En un gesto de asco irresistible, ms que de mie
do, con una mano volc la copa espumeante, mientras que con la otra contuvo al viejo.
En sus castos odos zumbaron chocarreras y
obcenidades tabernarias.
Tuvo miedo. jLa comedia rebazaba de los lmites a que ella hubiera querido limitarla!
"j Sufro un justo castigo! 1He dado odos a las
voces del enemigo malo!. .. j Madre ma del So
corro, aydame! ... Seor de la Penitencia, amprame!"

162 Las Tribulaciones de una Familia Decente.


El cielo estuvo sordo de remate. Don Ulpiano
Po ahora la asa fuertemente por sus exanges
brazos.
- j Pascua] !-gimi ella.
Un gemido ahogado. Le tena miedo a Pascual
y se tema miedo a s misma.
i La escena de sangre con que podra acabar la
farsa abominable! i Las vtimas inocentes de una
tragedIa que ella haQa provocado!
Pero Pascual, envuelto en el humo gris de su
puro, cerrados los ojos, dorma un sueo pesado
de ebrio.
Como una culebra que se enrosca en torno de su
talle sinti el brazo enjuto y correoso que la aprisionaba, que la cea, atrayndol4 con fuerza cada
vez mayor.
Fuera de s, sus ojos se volvieron implorantes
hacia el general. Este le devolvi una mirada lasciva e impdica. Porque el general Covarrubias,
hiJo de familia decente, rico fronterizo y revolu'
cionario por defender sus intereses, como sus congneres, no dIferira un punto de cualquiera otra
de las basuras levantadas por la revolubn de los
~stercoleros de la Bolsa y de Santa Julia, por ejem
plo. Su psiquis era igual a la del matachn ratero
que en la revolucIn vi el rico filn que poda
hacer .que sus hazaas, en vez de terminar en una
peniteQciara o en las isslas Maras, tuviesen su me
recida corona en algn Ministerio o cuando menos en la Cmara de Diputados. Su nombre son
ms que en los campos de la lucha, en los garitos y
en los lupanares ~ nombre amasado con sangre de
vctimas inermes; pero celebridad ms que suficiente ante los sabios y previsores OJos del C. Primer Jefe, que saba distinguir y premiar tan ricas prendas, con puestos de honor entre lo ms flo-

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163

rido de su gobierno.
En los labios del general brill una sonri"la cnica y siniestra; se puso en pi y acudi al llamado de Berta.
Fu obra de un instante. Flotaron en el aire
vivas sedas, brillantes avalorios y los hilos sedosos y eastaos de una cabellera desecha. Una hilera blanca y aguzada hinc sus filos hasta hacer
sangre en los labios lvidos y secos. Berta apenaS
pudo contener un grito. Como liblula arrebatada por dos mochuelos desapareci del comedor en
brazos de los rufianes.
Pero al sentirse en su lecho blando, como resor
te que se distiende derrepente, escap de los miem
bros que la atenaceaban. El viejo rod de hocicos
sobre la alfombra y en los mofletes de zagalejo
del general tron una seca 15ofetada.
Cuando el general, repuesto de la sorpresa, se
dispuso a tomar la revancha, dos agudas y brillantsimas puntas d~ acero le contuvieron, devolviendole plena lucidez.
Erguida, transfigurada, Berta en mitad de la
alcoba esperaba la agresin con su diestra tendida y crispados sus dedos sobre los ojos de unas tijeras abiertas, relampaguean tes.
Todo pas en el ms discreto silencio.
Cuando Pascual despert de su pesado sueo,
con una sonrisa de beatitud en los labios, exclam:
-Parceme que se le hicieron debidamente los
honores a este vinillo ... N o fu as?
Desperezndose sac su reloj y al punto se puso
ne pi, sorprendido.
Perdnenme, seores, son las cinco y tengo
asuntos muy urgentes en el Ministerio.
Graves como gallos de pelea derrotados, el general y don Ulpiano Po se mantenan a distancia

164 Las Tribulaciones de una Famia Decente


de la mesa sin chistar.
-Yo tambin tengo qu hacer-dijo al fin el viejo, calandose hasta las orejas eVgrasiento y ver
doso fieltro.
Dando grunidos sali el primero. Sus piernas
temblaban ahora ms que de ordinario; pero tal
prisa de tlalir llevaba que atraves el jardn, cuan
do el general asomado por una ventana, arriba, le
hizo volver el rostro:
CUIdado con ese que \a suelto ... 1Amrrenlo! ....
Berta, que estaba de rodillas ante la imagen de
Nue'ltra :::'eora de los Remedios, en su alcoba.
oy la estentrea carcajada del general y sinti
algo muy extrao derrepente en la cabeza y en el
pecho. Como si se hubiese contagiado comenz a
reir tambien, a la ve'l que un extrao temblor sacuda sus carnes. Su risa mal contenida al principio fu creciendo de intensidad hasta el punnto
de desatarse e11 agudas carcajadas.
Una doncella del servicio acudi llena de alarma:
- Qu le pasa a usted, seora?
Berta no pudo responder. Sus labios temblaban;
~us max"lares fijos en una contraccin espasm"
dica; toda ella debatias en una horrible risa conw-ulsa, con 108 ojos enormemente abiertos y llenos
de lagrimas.
La muchacha cogi un pomo de alcohol de menta y lo vaci sobre el cuerpo helado de su .seora.
friccionndola vigorosamente de los pies a la
nuca.
Poco a poco Berta entr en sosiego; las convulsiones aminoraban; las lineas de su rostro se hicieron regulares, BU respiracin ms libre y al fin
en su lecho bien recalentado se qued profunda'

Biblioteca de EL MUNDO

165

mente dormida.
Cuando abri los ojos al amanecer del da siguiente, en el silencio grave de la alcoba se m~ca
una lmpara proyectando la sombra campanulIfor
me de su guardabrisa violeta en los muros tapizados de rosa y plata y en el oro claro del encerado mobiliario.
Un peso de plomo oprima sus sienes; su garganta arda y sus labios estaban secos corno un
cartn. Removiose bruscamente bajo las muelles
cubiertas de su lecho y rumor: .
- En dnde estoy 7... Qu hora es '! . . .
-Son las cinco.
Azorada de oir aquella voz fresca y juvenil a.
los pies de su cama, se incorpor de un salto:
-lo Quin es? .. Qu hace usted all 1, ..
-Dorm en la alfombra ... por si la seliora me
hubiese necesitado ....
- Ah, s. . gracias: ..
" Qu vergiienza, Dios Santo! .. I Qu vergiienza1. . Deshanrada ante ellos que vieron mi cuerpo ... Deshonrada ante los ciados que me encontraron en estado inconveniente ... Seor, qu crimen he cometido para que me castigueis as '! ... "
-Un vaso de agua-pidi inconsciente, obedeciendo solo a una necesidad fsica ineludible.
Cuando la doncella vino con el agua le puso tam
bin una carta en las manos:
..
-El seor vino anoche y le dej sto.
-Abra en seguida la ventana ... Una carta ... r
La luz matinal entr en una ancha faja diamantina. Afuera cantaban los pjaros y el sol naCIente tea de rosa las copas del bosque.
Con gesto airoso, Berta rompi el sobre. "Esprame al obscurecer. tenemos que hablar de algo
mllf serio".

166 Las T1"buJaciones de una Famia Decente


Su corazn di un vuelco de alegra.
resultado! ... Di resultado!"
y todos sus remordimientos y todas sus penas
se borraron al instante.
" Di

VIII
Luego que oy la voz de Pascual, no pudo contenerse y casi se desvaneci en un chaise-longue.
Haba contado los minutos y los segundos desde
que marc las siete la muestra de oro atada a uno
de sus puos. Y no haba tenido un instante ms
de sosIego. Cuando son el timbre y luego los pasos firmes y pausados de Pascual en la escalera,
sus brazos deslizronse inertes y su cuello se dobleg.
Pascual puso su sombrero y su bastn en el perchero; paso a paso se encamin hacia ella, tom
una butaca y la acerc. Estir las piernas, arrellanose, alz su pantaln y tosi repetidas veces.
Instantes de angustia y sin fin para Berta. A
la verdad, Pascual, siempre tan dueo de s, ahora
vacilaba, dudaba y no saba seguramente por donde comenzar.
Al ver plegada aquella frente hermosa, siempre
tan serena, Berta sinti una mezcla de compasin
profunda y de alegra rara. Santa locura aquella que le devolvIa su esposo, que le devolva la vida, la verdadera, la nica!
-Berta-Habl Pascual al fin.
En el silencio de la alcoba, durante un instante que pareci Ull siglo, se oa el vuelo de un mosquito.
-Berta-volvi a decir luego de tragar saliva;
-he observado algo entre don Ulpiano Po y .
Berta quiso reir; pero haba que prolongar la

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167

comedia.
Un gesto de asombro, pues, dilat sus ojos claros; su cabeza se irgui trmula, a punto de perder el equilibrio.
- Qu dIces? ..
-Digo que has estado amable con l ... dema
siado amable ....
El deleite que Pascual, torturado, le hOzo <;entir, fu tan exquisito que su piel se achin.
Muellemente tendido en el acoginado de felpa
carmes, vi~tiendo magnfica kimona de seda albsima, era un lirio tronchado en un lago de san
gre.
-Respndeme ... Por qu guardas silencIO?
Oh, si Pascual derramara una lgrima, una lagrima no ms, ella estara curada para siempre;
olvidara los torrentes que por l ha derramado.
Vago fantasma lunar en los indecisos tintes de
la alcoba, se yergue poco a poco y se pone de pie.
- Cmo te atreves a vituperar mi conducta, t
que semanas y meses enteros me has tenido abandonada? Qu significo yo para t?
Humillado, Pascual baj la frente.

-1 Soy slo una cosa 1, verdad? .. T no m q


tienes derecho a vivir tu vida! ...
Pascual levanta los ojos sorprendido, una rfaga de luz los ilumina intensamente.
Berta, cuyas energas se extinguen ya, reune
toda su fuerza para acabar:
- Me pide cuenta de mis acciones, el que por su
vida disipada es causa de escndalo en todo M
xico? .. Qu equivocacin l ... Pues no eres tan
inteligente? ... Yo tambin quiero vivir ... i En m
existe una mujer que t, pobre de t, no has sabido siquiera despertar! ...
Los ojos de Pascual se abren atnitos.

168 Las Tribulaciones de una Familia Decente.

y ella, horrorizada de sus propias palabras,


oculta entre sus manos como tallos secos, su rostro enjuto y descolorido, se deja caer de nuevo.
Cmo ha podido acudir a su memoria en tal instante la frase perturbadora de la mujer demonio
que la instigara a toda esa comedia inicua?
Su cabeza se hunde en el cojn, se afilan sus lneas y su rostro desaparece en las cuencas plomizas de un rostro hmedo en sudor helado.
Pascual, sin salir de su estupor, clava en .ella
las ascuas de sus ojos y cuando vuelto en s, ~
haberlo adivinado todo, pronuncia con lentitud .,
gravedad:
.-Berta, ahora s podemos hablar claro.
Berta abre los ojos. La lgrima an no brilla
en los de Pascual; pero para qu prolongar su
sufrimiento si ella ha adquirido ya pleno convencimiento de su inocencia? Por tanto, en un movimiento de violenta impulsin se levanta y se arroja a sus pies, le coje las rodillas, las oprime amorosamente entre sus brazos, las besa y exclama:
- Pascual, perdname...
.
- Bah, tontuela, levntate ... ! Ven a mis brazos, que yo soy quien debo solicitar tu perdn! ...
Yo, que en ~os aos de vivir contigo, no vislumbr
jams la mujer que en ti dorma. Qu bella leccin! ... Berta, te confieso que te cre de la espeCIe inferior ... dp. los de tu casa ... ! Qu chasco!
Berta, no tengo que decirte sino que as s llegaremos ....
Sin pestafar, contenido el aliento, suspendidos
los latidrs de su propio pecho, Berta le mira cons
ternada.
-T eras el obstculo nico para el triunfo vertiaderr ., el definitivo. Un solo rato de mal humor
de Cp.rranza y nos quedamea fll la calle. Era p!le-

Biblioteca de EL MUNDO

169

ciso asegurar. una situacin por cualquier medio.


El>tos bienes nuestros los recobran sus antIguos
dueos cuando don Venustiano lo quiera. Pero el
negocio de ahora es muy distinto. Un negocio comercial de mWn y medio de pesos para el que slo nos detiene una firma, la firma de un comer
ciante ajeno a la revolucin. Comprendes? ..
Don Ulpiano Po es nuestro candidato. " De una
testarudez colosal; pero ha descubierto el punto
vulnerable y comprendes? ... Tu obstinacin me
tena desesperado ... Ahora, ven a mis brazos! ...
Una palabra, no ms. Mi consejo hoyes intll,
quiz maana puede servirte. Ahora somos pues
aliados. En estas cosas, Berta, slo hay que poner
el cerebro, nunca el corazn ... I Pero soy un solemne mentecato! ... qu consejos vas a necPQttar
de m? ...
Henchi-do de satisfaccin, ;,in reparar slquiera
en el efecto de sus palabras, se levanta, coge su
caa y su sombrero, se mira en el cristal, arreg a
el nudo de su corbata, compone unos cabellos re""elde<:t que danzan en su frente y tararea un foxtroto Ya afuera, como asaltado por un remordi
miento, gira con rapidez sobre sus talones y, corriendo de puntIllas, llega de nuevo a Berta y 30bre su cuello blanco, destroncado, imprime constantemente sus labIOs.
Cuando ella puede abrir 10<; ojos, agita s lS manos inciertas, buscando el sitio preciso donde le
ha picado un spid. Se incorpora y bamboleante
se acerca al lavabo; empapa un pauelo con agua
fra y lo aplica con fuerza sobre su nuca que arde.
Es en vano, la ponzoa va ya muy adentro
Pero ahora ni un sollozo, ni una lagrlma. Solo
fro, un fro que no es el ambiente silencIOso y lugubre, sino otro como de heirro que se le ha en

170 Las Tribulaciones de una Familia. Decente


trado en mitad del alma.

IX
Un criado muy estirado puso en manos de la de
Tabardillo cinco hidalgos y le dijo groseramente:
-y no vuelva por aqu, que la seora ha prohibido hasta que se le anuncie.
Slo que la de Tabardillo era menos manejable
de lo que se suponan.
L'na maiiana Berta de regreso de la misa del
Sagrado Corazn, al descender de su auto fu asaltada.
.
-Dil:>pent-e la manera tan poco comedida; pero
la verdad es que tiene unos criados tan tontos y
tan malcrIados que se ve uno obligada a tomar estas medidas.
y apro, echando el momento de sorpresa y debilidad de Berta, la de Tabardillo se le cogi a la
f.llda y subi con ella.
Hace trel:> dlas que solicito hablarle y todo el
mundo me Id mega.
-Sele debe algo todava ?-respondi Berta ya
en la ante:.ala, levantando el fino yelillo que salpIcaba de menudos puntos negros su rostro difano
y ojero~o.
- ~Ids que con dinero me ha pagado de sobra
con su fina voluntad, Berta.
Una nura la de de'latlO respondi al tono de
amenaza de Id intru~a, cuyos dientes asomaron en
una sonrisa cruel.
-En tal caso ....
-Estoy yo aqu de ms verdad?
Cual mari~a que dejara sus alas y tornara a
su crislida, Berta sali de su magnfico abrigo de
pieles forrado de seda y con altivez irgui su ca'

Biblioteca de EL MUNDO

171

beza ante la de Tabardillo.


-La encuentro muy cambiada, Berta. Qu araa le ha picado?
-Basta! No le permito que me hable asl. ...
Comprenda que no somos iguales. Usted quiere
ms dinero; hable pues, no perdamos tiempo.
-Comenzar por recordarle la recomendacin
que me ofreci para colocar debidamente a Payito ....
-Jams recomiendo yo a gentes que no conozco.
-jAj!. .. Entonces todo ha terminado entre
nosotras ....
- . . . . .?

-Tal vez no, nia, si a m se me antoja.


-j Ah est la puerta! ....
-y "li antes quisiera yo decirle algunas palabras que lograran ablandarle el corazn o apagarle al menos su mal humor?
- j Salga usted de aqu! ....
-y si yo contase lo que pas aqu no ha muchos
das entre u"lted y sus ... amigos .. .
-j Miserables, todos de acuerdo! ... .
La seora de TabardIllo iba a reir a carcaJ a
das; pero se contuvo porque Berta puso el pulgar
sobre un botn electrico.
-Espere ha med tado usted el paso que va a
dar, Berta?
-No le -permito familiaridades .... Comprenda
que no soy su igual.
-Comprenda que yo podra hacer revelaciones ....
- Revelaciones de qu? ... Revelacione'l a
quin? .. j Si todos son iguales; si todos son unoo:
miserables; si todos son unos canallas! ...
La luz se hizo repentinamente en el cerebro de

172 Las Tribulaciones de una Familia Decente.


la de Tabardillo. "He errado el golpe" pens toda confusa.
Las manos de Berta cruzadas sobre su rostro
conteman el torrente de lgrimas y gemidos que
en mucho tiempo la hubiesen abandonado en el
desierto helado de su desolacin. Se dej caer en
un silln y llor mucho. Cuando descans su pecho y levant los ojos sorprendida de ver all an
a la de Tabardillo exclam:

- Qu hace aqu? Espera pues a que llame l'


mIS criados para que la arrnjen corno a un perro!
- j Oh, sen ora, perdn!. .. j Soy una miserable
mUJer! No he babido comprender a la esposa honesta y santa. j Soy una criminal en todo lo que
he hecho. Enveme usted a un presidio, lo merezco, por malvada; pero I por Dios del cielo, deme
antes su perdn, deme su bendicin, porq~" , i ma
yor castigo ser saber que usted me odia y me ab~
rrece. Yo le juro que la maldicin de 1!Ste( 'tlc
hace mayor dalio que la crcel ... Perdn, pel"dn!. ...
~Levntese, deif'Tl1c <::JI paz ....
Berta retrocedi y la de Tabardillo, arrastrndose como un reptil por la alfombra, la segua sin
soltar sus rodillas, abrazada, besaba la orla de la
falda, le tomaba ardientemente las manos y se las
mojaba con sus lgrimas.
-Levntese ...
-Perdn ... perdn! ...
-Promtame no volver jams a mi casa.
- j Lo juro !-clam la de Tabardillo irguindose
trgica.
Cual monja capuchina, compungida, cabizbaja,
las manos fuertemente apretadas sobre el pecho,
la seora de Tabardillo sali haciendo genuflexiones hasta al mismo jardinero.

\
Biblioteca de EL MUNDO

173

Berta se di cuenta hasta medio da de que los


cajones de su pequeo escritorio estaban abiertos. Fu a registrar todo y algunas alhajas haban desaparecido, como la de Tabardillo, para
siempre.

x
Un golpe seco, la puerta se abre bruscamente
empujada y, a la luz que de improviso se cuela de
la calle en dbil rfaga, perflase una silueta.
- Es Pascual !-clam Agustinita embargada la
voz.-l. N o decas que no vendra, Lul?
- Pascual !-repiti Francisco Jos, tremando
de emocin.
Lul no chist, tampoco Procopio. Ambos se
mantenan reservados, hoscos y sin moverse, en
un tenebroso ngulo de la sala.
'
- y Berta? .. l. Qu es de mi hija? Por qu
no ]a trajiste, Pascual? En dnde se ha quedado? ...
Abrumado a preguntas, inmvil. a media pieza, dilatadas las pupilas, l mismo hubo de llamar
la atencin de la falta de alumbrado para que la
familia apenas s se diese cuenta de ello.
-Ya adquirimos el hbito de la obscuridadrumor Procopio, frotando una cerilla contra la
pared.
Encendi un cabo de vela, que de meses atrs
serva por la noche un solo instante, el muy preciso para que cada uno buscase su rincn, su manta y se echase a dormir.
Pascual recorri con sus ojos desde el piso de
madera podrida y resumante hasta los muros salitrosos y los techos desconchados; desde el m
sero mobiliari hasta los andrajs de ropas.

174 Las Tribulaciones de una Familia Decente.


La triste llamita, aleteando al viento quejum
broso del jardn, pona su nota lgubre tambin.
-Si acaso reparaste en alguna casa alumbrad&.
en este barrio--observ Procopio con voz enron~
quecida-puedes jurar que es morada de carranCsta o de comerciante. Slo a esos felices mortales les estn permitidos lujos de esta magnitud.
La miseria del medio, el tono intencionado de
Procopio, la zozobra de los dems, 'hacan dao a
Pascual. Su soberbio flux ingls, su sombrero
Stetson, su gruesa leontina de oro TSUS botas americanas de charol, desentonaban ostensiblemente.
-Maana vendr Berta, maana vendr-res'
pondi impaciente a la avalancha de interrogaciones con que Agustinita le asediaba. Luego, re8uelto a decir pronto su asunto. habl:
-Veng() con malas noticias. 1.a familia figura
en la lista de los (>nemigo~ per>lonales riel seor
Carranza. Como ustedes lo saben, l no es capaz
de perdonarlos.
Breve silencio de estupefaccin.
-.: Quin puede afirmar eso ?-inquiri Procopio.
-Yo lo sf bien.
-Pero t ,>abes que es mentira tal imputacin.
-Desgraciadamente existen pruebas irrecusables.
- Qu pruebas son esas?
-Un prestamo en plata fuerte hizo la familia
VzQuez Prado al gobierno de Huerta.
- j Es mentira!
-El comprobante ha pasado por mis manos.
-Pues entonces t mientes tambin.
- Yo miento? .. Cuidado que ...
-Que qu? ..
-Que podria hacerlo que se arrepintiera ...

Biblioteca de EL MUNDO

175

-No soy de Jos que .se arrepienten nunca. Te


repito que mientes.
Pascual alz los hombros y sonri.
-T mientes, como has mentido siempr~, porque t nunca has sido sino pura mentira.
-Pruebas ... no palabras.
- Las quieres?
-No las quiero, las exijo.
-Te las dar a solas. No quiero sonrojarte
ms que delante de t mismo.
Yo las exij o a la luz del da ... Si no me las da ...
-Qu?..
.
-El mendaz es usted.
- Pascual, calla-grit Lul enardecida y en
frentndose.
-Antes de hablar hay que pensar lo que se va
a decir-repuso Pascual.
-Quien sale de su casa con solo la ropa que lleva puesta-pronunci Procopio dando un naso al
frente-y regresa enriquecido ... si no trae c" lbs
en las manos, debe traerlos y muy duros en el al
ma ...
-Enseme usted las suyas-resuondi Pas
cual y dej escapar por sus labios ahuecados algo
como el sIlbido de una vbora.
-Ladrn! ...
- Sanguijuela! ...
La obscuridad del cuarto era propicia al desencadenaminto de un odio mortal apenas contenido
hasta entonces. A pleno sol no se habran lanzado las injurias que mtuamente vertieron sus bocas contradas en espasmo, en unos cuantos segundos.
-No me repetirs esas palabras fuera de esta
casa, miserable ... Sal para escupirte a la cara lo
que yo te he dicho.

176 Las Tribulaciones de una Familia Decente .


Procopio se precipit hacia el zagun con los
puos cerrados, mientr que Pascual intensamen
te plido y con una sonrisa siniestra en los labios,
se mantena inmvil.
y como Procopio en el paroxismo de su furia
atacara resueltamente, Agustinita se interpuso:
- j Basta! ... Tengo que decir la verdad.
Lo
que Pascual afirma es cierto. Yo soy la nica
responsable.
-T? ...
-Yo, s. Yo prest veinte mil pesos al gobierno del seor Huerta. Pascual ha dicho la verdad.
Estamos comprometidos.
Como bestia acorralada, Procopio resopl treo
mendamente, dejando escapar un gemido de rabia, de dolor y de impotencia.
-Nunc\, te lo dije, Procopio, porque eras enemigo irreconciliable de aquel gobierno-prosigui
Agustinita con voz apagada.-La caja estuvo siem
pre abierta para m y yo procur no darte tiempo de hacer el recuento de valores antes de salir
de Zacatecas.
La respiracin de Procopio se oa entrecortada
y anhelante.
- j Valdra ms que nunca hubieses vuelto aqu!
-exclam Lul con rudo acento.
-l\Ie marchar, s; pero antes he de poner en
claro algo que a todos les interesa. Agustinita.

examine usted esos papeles.


-Nuestros pagars. Te aseguro que en cuanto
nos devuelven las propiedades ...
- j Magnfica esperanza! ... Ustedes
comprenden que en pago yo podra, a quererlo, incautarme los bienes de ustedes ... Pero como jams he
tenido intencin de hacerles dao alguno, como
alguien se ha atrevido a asegurarlo, vean qu es

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177

10 que voy a hacer.


Estupefactos de antemano, Agustinita y Francisco Jos abran los ojos enormemente.
. Pascual desparpaj los documentos que Agustinita le devolviera; hi;:o un has, tomolo con la punta de los dedos, luego fu a abrir una de las ventanas y pidi la vela a Francisco Jos.
Se alzaron grandes llamaradas, iluminose ttricamente la casa, y una ancha faja crdena atraves la calle. En un fondo de fragua resphmdeci la cara regordeta y pulcramente afeitada de
Pascual, flamearon rostros conturbados, ojos ardientes, gestos reveladores de las ms encontradas emociones.
La lumbre quemaba ya los dedos de Pa!'lcuaL
Sopl fuertemente, volaron las cenizas y crepitaron fragmentes amarillos arrebatados por el viento.
En las tinieblas volvi a fulgir la llamita parpadeante de la vela que por instantes se consuma.
Procopio estaba ahora atnito. El semblante
de Lul arda en agItacin febril; Agu'ltinita y
'Francisco Jos se hacan violencia para no arrojarse a los pies de su salvador.
-Ahora no deben m'ltedes un centavo, ni a m,
ni a nadie! ... He cumplido y me marcho.
- Oh, no te vayas a;t!. .. Antes es preciso qUfe"
hablemos ... digo, que yo repare mi falta-excla-m ProcoplO, yendo hacia Pascual con incoherentes movimientos. Su voz apagada y trmula tena inflexionea de relmpago.
-Sin dudd. que te he cfendido. Te debo pUeJ
una satisfaccin. Yo no puedo permitir que 1;(>
vayas a~ ... Yo ~oy un hombre honrado, anta to
do ... PaRcual, perdname.
-No, pap-prorrumpi Lul impetuosa-El es

178 Las Tribulaciones de una Familia Decente..


el culpable ... No pierdas la cabeza.
- j Silencio, Lul !-tron Agustinita.
-Es mi deber, hija ma. Yo lo he ofendido ...
y siento que algo se ha quedado aqu dentro de
m que me pst hacIendo dao ... j un dao horrible! ... Pascual, quires perdonarme? ..
-Usted reconOCe al fin haberse equivocado. Uso
ted se ha equivocado siempre conmigo.
-Pascual, no hables as a pap ... j Grosero!. . :
-Lulu, sal de aqu en el acto.
- No saldr, porque todos estn abusando de
su debIlidad! j N o obedezco!
-Calma!. .. Voy a indicar a ustedes-dijo Pas
eual sonriendo con profunda conmiseracin-el
mco remedio que hay para salvar ese capital.
- j Anda,
d! ... -Exclamaron Agustinita y
Francisco Jos.
-Hay que simular una escritura de venta de
todos los bienes. con fecha anterior a la revoluein. 1: o me form un plan; pero no me atrevo
a prec;entarlo, despus de la recepcin que se me
ha dado aqu ...
-Por Dioc;, hijito de mi alma, olvdala para
siempre! ... Procopio e~t extraordinariamente
dbil. .. Se har lo que t digaa ...
-Se har !-repiti inexorable Francisco Jos.
Entonces ... aqu est la minuta. Slo hay que
nenar un hueco con nombre de la persona de confianza en cuyas manos depositen ustedes su caudal.
- y quin otro podra serlo, si no t mismo '!elam delirante Agustinita.
-Despues de lo ocurirdo, slo pensar en otra
persona sera acrecer el agravio que se te ha hedlo-observ doctoral Francisco Jos.
-Pero justamente es condicin nica e irrevo'

Biblioteca de EL MUNDO

17!J

cable que ninguno de ustedes dos ha de sugerir


nombre alguno y que Procopio ha de designarlo
con libertad absoluta.
-Qu gesto!-prorrumpi6 Francisco Jos, dn
dose una gran palmada en la frente.
-Procopio,-habI6 Agustinita,-t que deseabas dar a Pascual una amplsima satisfaccin
aqu tienes la oportunidad.
-No, papacito, l no-susurr Lul a su odo.
Procopio volvi6 sus ojos abismados, primero a
Agustinita, luego a Lul.
Su cerebro era ahora una mquina parada. Hubo que repetirle las palabras muchas veces.
y cuando se acerc a la mesa y cogi la pluma, sus movimIentos eran de sonmbulo.
-Escriba en estos huecos el nombre del fictiCIO comprador-dIjo Pascual con voz clara y pas
mosa serenidad.
-Pascual-orden secamente Agustinita.
-Pascual-repiti Francisco Jos, anhelante
y Procopio puso el nombre de Pascual en os
sitios en que se le indicaron.
Danzando y palmoteando Agustinita le colmo
de carICias.
-;Ha3ta Que por fin, Dios Nuestro Se r ha
tenido compasin de nosotros. j Ahora s vamos a
ser muy felices!
Franci."co Jos anunci un poema, Res ti r X'/.t
punto ue partida de una etapa que en l vena elaborndose lentamente. No ms lamentos ni 10riqueos; confianza plena en la vida que es buena y
es bella y a cantarla con todos "los del Nuevo
Barco".
Luego obligaron a Procopio y a Pascual a darse
un abrazo. Lul sali reh)r~iJldQge en sollozos
de dolor y de impotencia.

180 Las Tribulaciones de una Familia Decente.

XI
Apenas se cerraron las puertas del zagun a
eo;paldas de Pascual, Lul sali de la obscuridad y
dijo con voz de martillo:
- i Pa'lcual nos ha robado!
Agustinita, sin parar mientes en ella, se arroj
otra vez en los brazos de Procopio, que dejaba haeer, en plena inconciencia.
-Gr.c?s. viejo mo, grachs porque has sido
Justo al fin y n"" h~; vuelto la paz y la alegra.
IOh, 0 ..... 11 lo pen<;aba yo: "Procopio no es un mal
hombre; no puede serlo. Procopio tiene un corazon muy noble; lo que pasa es que el pobrecito no
sabe de a Ignnas co<;as .. 4 ' N o es culpa suya; no
puede ... " i Oh, gracias, viejo de mi alma! Te
perdonamos todo lo que nos has hecho sufrir y
todos los males que nos has causado, slo por este
acto tan hermoso de tu vida!
Procopio se alejo como un autmata; lleg a
tientas al jergn donde a diario se tenda a dormir, y de pi, silencioso e inmvil, se mantuvo
tIurante algunos minutos. De pronto, como ebrio
"'n coma, se de ... plom sobre el entarimado
~I estruendo, Lul se precipit ~on la luz en
.as manos .
.Boca arriba, con los ojos cerrados y la oca
entreabierta, Procopo se mantena, rgido, su pe- .
cho "e levantaba apenas por una respiracin sao
perficial e incierta. Los estrages del dolor eran
ahora manifie'ltos en aquella naturaleza fuerte
que todo lo 'mpo esconder bajo el pliegue de una
suave e iromca sonrl<;a. Dos hondos surcos se
abran de cada lado de su nariz y de sus labios;
en su frente, antes hmpia y serena, ahondbanse
JOB pliegues verticales y en su recia cabpllera

Biblioteca de EL MUNDO

181

crespa y negra, brillaban hilillos de plata.


Papacito!. .. ipapacito!. ..
Lul le coga la cabeza y 1a levantaba entre sus
brazos. Agustinita acudi tambin y le roci el
rostro.
Al contacto del agua fra, Procopio despel t.
Abri los ojos y repar en los semblantes llenos
de zozobra que le rodeaban. Oy los sollozos de
Lul.
- Qu es? .. Qu tienen? ..
- Qu te pas, papacito '?
- N o s ... creo que no ha sido nada., Bah!,
estoy bien, ,yanse a acostar.
y la sonrisa habItual de bondarl apareci en sus
labios, infundiendo ms tranquil,dad que sus pro
pias palabras.
Procopio durmi y so. Haca mucho tiempo
que no sonaba. Soose en Zacr.tecas y ya al' frente de sus negocios, contando dinero, todo el dinero
de la caja fuerte. i Cunto <linero! Oro, oro pesado y reluciente. Oro en pahtas muy apretadas:
hidalgos, medIOS hidalgos, guilas amerIcanas, todo en rigurosa formacin. Pero tan apretado
que no haba punto para colocar un alfiler. En
verd'1.d, ms que pahtas, eran montones, cerros
uesparramantes. y mientras ms prisa se daba
por ahgerar el contenido de la caja, vaciando el
oro a manos llenas, mayor era la cantidad que
borbotaba sobre el suelo, hasta el grado de no haber resquicio alguno por donde meter las manos
de lleno. Y con ellas abiertas apartaba el oro
que pesado le golpeaba el pecho y las rodillas, al
baltar en borbotones: que se amontonaba a sus
pies y que suba, subIa hasta enclavarlo {'n su
asiento. Oro que segua saliendo a chorros y le te
TIla sumergido ya arriba de la cintura. SintI

186 Las Tribulaciones de una, Familia Decente


vertidas, la cabellera descompuesta y al aire. Cogironse de la grea hasta rodar por el cemento,
con los dientes prendidos al pellejo y en medio del
solemne y augusto mutismo del seorial concurso.
Procopio repiti su "con permiso" y salt sobre
ellas, sin advertirlo siquiera y sin ser advertido
tampoco. Ms adelante el lazo de una red entretejida de muro a muro como tendedero le arrebat el fieItro y lo tir en una de las piletas alineadas en medio del patio. Escurriolo cuidadosamen
te y sm alterarse un pice, con l en las manos sigui adelante hasta los tablones podridos y resumantes del retrete de la vecindad. donde un farolillo legaoso difunda misrrim claridad, como
para mejor hacer sentir la pobreza y la inmundicia de aquel barrio condensado en. seres humanos
que valan menos que cualquier mugriento harapo de sus propios cuchitriles.
Detvose ante un msero albergue, encendi un
cerillo, reconoci el nmero y golpe imperceptiblemente con los nudillos de sus dedos las madetras trastabillantes.
"No est" pens, luego de esperar breves momentos. Asom por las junturas de la puerta y,
a la trmula claridad de una lamparilla de aceite, percibi a un hombre tendido sobre el tambor
de un catre.
"El es" se dijo, conteniendo los latidos de su
corazn. Y llam con fuerza entonces:
Procopio di un paso atrs al ver brillar el can de una pistola en el momento mismo en que
se abra la puerta.
-Oh ... no temas, Archibaldo, soy yo ... !
- Usted aqu, to Procopio?
-S, ya s que ests de incgnito. Vienes prfugo de Morelos; pero nada temas.

Biblioteca de fi.'L MUNDO

187

- Cmo ha sabido u::ted?


-Te descubr hace b es noches por la calle de

Tacuba; te observ y quise saber en donde vivas.


Lo dems es fcil de adivinar. Mi asunto es otro;
prstame tu pistola.
- Mi pistola ?-exclam Archibaldo sorprendido.
-Es el primer favor que te pido ... me lo negars?
-Pero qu va usted a hcaer?
-N ada: he odo ruido en las azoteas y temo ...
- Un asalto? .
Archibaldo se sinti tentado a lanzar una carcajada; pero en el mismo momento se percat de
que su to chorreaba agua del sombrero, repar
en su extraa fisonoma, en sus miradas vagas,
en el raro acento de su voz y en el terror ostensIble de cada uno de sus movimientos. . Y se dijo:
"O ha cometido un crimen o va a cometerlo ahora".
.
-Anda, hombre, no vaciles, prstame tu pistola.
Archibaldo se encamin a su cama meditando:
" j Soy un tonto de capirote!
Mi to es un cmico
detestable y no quiere que yo sospeche que no tiene ni para el desayuno de maana. Mi pobre pistola va ahora al Monte de Piedad".
y con presteza sac de abajo de las almohadas
las ltimas monedas que le quedaban. Volvi hacia Procopio y al mismo tiempo que le pona el revlver en las manos, deSlizaba furtivamente el dinero en un bolsillo de su saco.
Apenas Procopio sinti el contacto helado de 12.
pistola, sombramente, sin un gesto de agradecimiento, sin un adis siquiera, sali del cuarto.
Aquello desconcert de nueva a Archibald:'

188 Las Tribulaciones de una Faomilia Decente


" y si no la quisiese para eso? Y si lo que :
pretende es escapar de una vez de la lucha?" L
terrible sospecha pas entonces por su imaginacin alerta, y sm darse un segundo ms a elucubraciones, cogI su sombrero, se ech el saco a
la espalda y sali corriendo hacia la Alameda.
A rIesgo de ser atrope-llado por los numerosos
autom\ iles que a esa hora pasan sin cesar en las
ms variadas direCCIOnes y a gran velocidad, atraves en lmea recta la AH'nida Jurez; al entrar
a la Alameda vi aparecer y desaparecer la sombra austera de Procopio vivamente iluminada por
el gran oco voltaico de la glorieta, y como una flecha se dIspar a su alcance. Un gendarme pretendi detenerlo; a un manotn ste volte de boca.
y la luz azul de su linterna fu a brillar en los altos ramajes.
"Ahora la recponsabilidad pesa directamente
sobre mI" se haba dicho y desde ese instante sus
pies no se posaron en el suelo sino como el leve
aleteo de una mariposa hasta detenerse y plantar
su mano abierta sobre el hombro de Procopio.
Este volvi su rostro de ojos como cuencas.
-TlO ProcopIO, he venido corriendo a traerte
]os tiros. La pistola est descargada.
- j Ah, bueno, dmelos pronto!
Sus ojos brillaron ttricos y el acento de su voz
no era el suyo.
-Gracias; ahora puedes marcharte.
-TlO Procopio. permtame que lo acompae a
casa.
-Chist!. .. No voy ahora all ... Es otro asunto ... Hasta luego.
-Ir con usted.
-Imposible; es asunto de reserva.
-Prometo absoluta discrecin.

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189

-Es por dems ... Gracias, querido ArchibaIdo, regresa a tu casa y djame en paz.
-No tengo ocupacin ninguna y la compaIa
de usted me es siempre grata.
-Con mil demonios, charlatn ... me dejars
en paz? .. Digo que no quiero que me acompaes.
-U sted va a pelear, to, y yo quiero ser testigo ...
- Mentecato, vo nlJ "loy espadachfn, yo no peleo con nadIe! ... Vete al infierno!
-Es en vano que se enoje, to. Ir a donde usted vaya.
-Oh!. .
Breves momentos de silencio y de turbacin.
Luego Procopio dice:
- Nunca te cre tan bestia!. .. Vamos pues a
casa ..
-S, to, vamos.
Media hora de mutismo absoluto.
Archibaldo, ya en las cercanas del jardn de los
Angeles, se detuvo breves instantes a 1a luz de un
foco, escribi en una hoja arrancada de su cartera dos renglones. Procopio, abstrado no se dio
cuenta.
Al llegar al porlal de la casa pronunci con voz
apagada:
- Quieres entrar?
-Saludo y me marcho, to.
-Pasa.
Procopio fij sus ojos escrutadores en Archibaldo, abri la puerta y le cedi el paso.
- Archibaldo aqu !-clam Lul.
- j Archibaldo !-repitieron todos sorprendidos.
Nadie le crea en la capital.
Fu brevsima la visita. Al despedirse de Lulu
desliz entre sus dedos un papelito enrollado.

lOO Las Tribulaciones de una Familia Decente


Procopio le acompa a la puerta y le dijo muy
quedo:
-Lo he visto todo, Archibaldo. Gracias, puedes marcharte tranquilo.
Archibaldo se volvi sorprendido y sus ojos se
encontraron con los de Procopio en una mirada
que lo deca todo.
-Gracias a usted to Procopio ... por usted y
por ... ella !
Lul entretanto se haba retirado al comedor.
"Cuidado con tu pap: ha venido a pedirme la
pistola. No lo dejes solo ni un momento".
Las pupilas de Lul se dilataron. Esper a rehacer sus fuerzas y volvi a la sala.
- Irs con nosotros a rezar ?-dijo Agustinita.
-Prefiero acompaar a pap-respondi Lul.
-Como quieras ...
Agustinita tom del brazo a Francisco Jos y
salieron.
La divisin de la familia haba llegado a extremos de que nadie haca ya misterio alguno de ello.

XII

-Jess, tienes hoy tantas canas, papacito, que


no parece sino que llovizn ceniza en tu cabeza!
-Con los aos toda lucha es vana, Lul.
- Los aos? Hace apenas veinticuatro horas
que te la dej negra como la ma ...
-Es que hay horas que valen siglos.
-Es verdad.
La luz vacilante de la vela resplandeca envolviendo en un halo sombramente rojizo el grupo
doliente. Procopio sentado en la silla desenfondada; Lul, de bata incolora y plegada en surcidos. pasando sus manos suaves por la cabeza nimbada de improviso en la frente y en las sienes.

Biblioteca de EL MUNDO

191

-1 Y mira qu cara! ... j y cuntas arrugas! ...


En dnde se habr escondido la buena risa de
pap?
La voz de Lul se quebraba; el llanto acuda y
ahogaba sus palabras apenas moduladas.
Profundamente abatido Procopio dobleg la cabeza, y extinta la mirada, dej caer sus mlembros
lasos, inertes.
-1 Calla, chiquilla!
- Ser la chiquilla la que ahora tenga que darle lecciones a su maestro?
- Por qu, padrecito mo, te declaras vencido
si ni siquiera hemos comenzado la lucha?
Procopio se irgui y en sus miradas se pint
el asombro. Sus ojos se encontraron con los de
Lul, anegados en llanto.
- Egosta ... no tienes una hija que te adora? ... Ah, seguramente que t no eres ya mi padre!
Procopio levant la frente otra vez. El rostro
de Lul enardeca, relampagueaban sus mIradas.
-No, t no eres mi padre. El mo me ense
que la risa es siempre buena. El supo reir siempre. T no res, y l me dijo muchas veces: "Lul, hay que saber mirar la vida de frente y con la
sonrisa en los labios" Verdad que ese pap no
Qxlste ya? .. Porque pap 'no menta; pap no era
de esas gentes que son puras palabras y palabras.
-Calla, Lul, calla ...
-No me dijiste una vez: "Lul, el secreto de
la felicidad est en no pedir a la vida ms de lo
que la vida puede darnos"?
Pl'Ocopio, humillado, abatid.>, anonadado, reacciona:
-Lul, no debes juzgarme as. .. T no puedes
comprellder la magnitud de mis tormentos .

192 Las T1'ibulaciones de una Familia Decente


Quin me ayudar a soportar el ltimo golpe?
- Y es mi padre quien as habla ahora? ... y
esos tus brazos robustos? Y esa slida cabeza '! ... y estas mIS propias manos?
-1 Tus manos l ...
Frocopio las toma, se las lleva a los labios y devotamente deja rodar sobre ellas una lgrIma de
fuego.
Lul deja entonces caer su cabeza sobre el pecho convulso de su padre. Los dos lloran un tiem
po que nadie mIde.
.
Cuando Agustinita y Francisco Jos regresaron de los Angeles de rezar sus oraciones, Lul,
palpitante de alegra, se puso de rodillas a dar
gracias a Dios, ante una pobre estampa clavada a
la pared.
Procopio se retir a su lecho. Las lgrimas
abundantemente derramadas haban sido lluvia
bienhechora. En las fuertes palabras de Lul entrevi nuevos derroteros. Y.si esa noche durmi
Lul con la serenidad de un nio; l con el cansancio del len desgarrado en tremenda lucha, pera triunfante a la postre, siempre vencedor.
Despert a la madrugada. Su cerebro estaba
despojado; su corazn lata pausadamente. Se
revolvi muchas veces en su jergn; pero no pudiendo conciliar ms el sueo se visti y sali en
seguida. Poma la llave cuando apareca Lul toda risa, bondad y gracia.
- T aqu, hija?
-Yo con usted ... siempre.
Procopio sonri enternecido.
-A dnde quires que vayamos?
- A dnde ibas t?
-Ya sabes que me gusta madrugar y salir ai
rumbo fijo.

Biblioteca de EL MUNDO

193

-Vamos.
Comenzaba a aclarar el da. Paralelos alinebanse los obscuros cuarterones de puertas y ventanas a cada lado de la calle y todo se perda a cor
ta distancia: aristas, frisos, relieves y fachadas
en la bruma espesa levantada hacia los cielos, bru
ma que emborronara en un tono gris y sucio los
rboles, las casas, el aire y las nubes. Brillaba a
lo lejos la linterna roja de una botica; por otra
calle parpadeaban las menudas y policroma~ letras de un hotelillo. Dos ojos esplendorosos, despidiendo rfagas de luz, aparecan al extremo de
una calle, torcanla en seguida y el resop'lar de un
lejano automvil se escuchaba en el leve rumor
de la maana que despertaba.
Resonaron en el aire frescas las campanas de
Eran las cinco.
Procopio y Lul tomaron un asiento en la la
meda. Despus comenz el repiqueteo en los campanarios de las iglesias cercanas llamando a misa.
- Quires que vayamos ?-dijo ella.
- Ir & donde t quieras.
y desaparecieron en la fra lobreguez de un
templo cuyas pesadas puertas aeababan de crugiro
XIII
De la iglesia Procopio sali acabado de trans
formar. En su voz vibr el vigor y ~a sonrisa
perdidos en mucho tiempo. Su gesto y sus mOVImientos eran ms fciles. Regresaron en silencio; pero con tal rapidez que al llegar a casa estaban jadeantes.
Luego que Procopio apur su taza de caf negro, pidi agua, jabn y cepillos y entr a su

194 Las Tribulaciones de una Familia Decente


cuarto.
Tuvo la calma 8uficiente para dedicar dos horas a la toilette y al repaso de sus ropas vetustas y
abrillantadas.
- Por qu no hablas, papacito ?-observ Lul
que lo ayudaba en sus faenas .
. -Calla ... calla. .. Traigo aqu dentro algo ...
Ya lo sabrs.
Reposado apareci de nuevo y dijo con acento
que se le desconoca:
- j Prohibo de una manera terminante que al
guien de esta casa vuelva a poner sus pies en la
de Pascual!
- Y Berta ?-observ al instante Agustinita.
-Berta es nuestra hija, y sta su casa.
y se ech a la calle. .
- Ir por fin a buscar quin le arregle la ca~
za ?-rumor Aglolstinita sonriente y confusa a la
vez.
-No es l quien ms lo necesita-respondi Lul al punto.
- Habrs sido t alguna vez mi hija?
Antes de una semana, Procopio puso en manos
de Agustinita tres pesadas monedas de oro.
-Para el gasto de ocho das.
- Cuatro pesos diarios!
Todos se miraron atnitos. Quin desde haca dos aos, haba visto jams juntos treinta pesos en monedas reales?
Procopio escondi inmenso regocijo interior y
una mirada retrospectiva le asombr. Qu milagro les haba sostenido sin que un slo da hu'
biese faltado cuando menos la taza de caldo de
habas, el platillo de papas cocidas y la docena de
tortills? Las ltimas alhajas de Lul, de la
misteriosa mensualidad recibida por conducto del

Biblioteca de EL MUNDO

195

tendajero . de la esquina: UNa mensualidad que


bruscamente se suspendi cuando Archibaldo desert de las filas zapatistas.
Luego que acabaron de comer, Lul le sigui
hasta el zagun.
Procopio le bes ia frente.
-Ahora s, Lul, a levantar otro edificio ...
Agustinita que espiaba los gestos y las palabras de Procopio, muy intrigada, hizo venir a su
hija y le pregunt:
t
- Qu secreto te dijo al despedirse?
-Ningn secreto; slo estas palabras: "a levantar otro edificio".
Agustinita parpade repetidas veces, buscando
el sentido de la frase. Entre tanto los hidalgos
pasaban de una mano a la otra haciendo or su
grato retintn.
"A levantar otro edificio", pronunci maqui'
nalmente; y su~ ojos se paS6Wl.ron distrados por
el comedor.

Comenz el milag-ro del oro. Vagos deseos se


agitaron en su espritu moroso y turbio. Corno
renuevos primaverales pugnaron sus pensamientos por tomar forma y exteriorizarse. De pron
to los objetos que la rodeaban adquiran significa
cin precisa. Se sorprendi de ellos cual si fuese
la primera vez que se presentaran ante sus ojos
y exclam consternada:
- j Dios santo, qu asco de casa!
y corri al estanquillo vecino por jabn, leja y
escobetas.
"A levantar otro edificio" repeta entre dien
tes: Fu por un cubo de agua y dentro revolviplatos de peltre sin esmalte, vasos desportitlados,
tazas sin asa, cubiertos desiguales y herrumbrosos. y comenz a trafaguear.

196 Las Tribulaciones de una familia Decente


"A levantar otro edificio" ...
Sus manos se ponan rojas, abotagadas. Con
furia ciega atacaba la msera vajilla, ora con leja
y estropajo, ora con ceniza, escobeta y piedra pmez, hasta arrancar el onn, ms que del tiempo,
de un lamentable abandono. y todo Iba quedan
do cada vez mas lImpIO y resplandeciente.
Al atardecer, una vez terminada la faena, ali
ne los objetos simetricamente sobre unas repizas de pino bruto que le servan de aparadores, y
contemplo los a distanCIa con vaga melancola. A
la vez que un suspiro se escapa de sus labios se
hIW la luz de su pensamiento: "Ahora lo cbm
prendo todo!
Pascual logr la devolucin de
nuestros intereses o de alguna parte al menos.
De qu otra parte podra venir ese dinero? ProCOpIO es demaSIado altivo para confesar su error
y acude a subterfugios y frases obscuras como
esa de hay que levantar otro edificio. Yo habra
dicho mejor: hay que levantar todos los edificios
derribados por los bandidos. Esperemos, Proco'
pio caer por su propio peso: que el pez por su
boca muere".
Dos semanas ms tarde no fueron ya treinta
pesos, smo un roHito apretado de medios hidalgos.
Agustinita en un rapto de alegra frentica iba
a echarse en los brazos de su marido; pero el tono.
spero de su voz le hizo el efecto de una ducha helada:
-Desde maana, la comida ha de estar en punto
de la una y medIa.
Si el gesto era duro, las palabras sonaban secas e imperatIvas, COIl un imperativo que no daba
lugar a replicas.
Agustinita se mordi los labios.
y ese da Procopio, al despedirse como siempre

Biblioteca de EL MUNDO

197

de Lul que lo acompaaba hasta el zagun, le di


jo luego de besar su frente:
-Ahora s, Lul, estamos salvados.
Agustinita cogi una a una las palabras de Pro"
copio y corri loca de alegra a llevar la buen8,
nueva a Francisco Jos.
-Procopio ha dicho que estamos salvados. La
cosa es clara. Procopio obtuvo al fin la devolucin de nuestras fincas o los alemanes han triun
fado y don Flix que noms eso est esperando,
viene ya a tomar la plaza.
y desbordante de alegra", agreg:
-Despus de todo Procopio no es un mal hom
bre verdad, Francisco Jos?
y entonces s tom la formal determinacin de
perdonar con valenta 'las faltas de su marido, a
cuya testarudez de roca se deban todas las penalidades de la familia. Y con tal de romper el blo
que de hierro que los tena distanciados se decidi
a consumar su obra, aunque fuese con el sacrifi"
cio de su propia dignidad. A qu mantener, en
efecto, las hostilidades vivas, si la causa de todas
sus desazones no exista ms?
Slo que por la noche, cuando Procopio regresaba apenas cambiaba las frases indiferentes y
de mera ocasin, muy antes de comenzar la alocu
cin de concordia, carente de libertaJ, sin rastro
alguno de su viejo y fcil impulsivismo, se senta
profundamente cohibida. j La extraa y nueva
vibracin de la voz de Procopio! j El maldito
acento autoritario de soI.idez grantica! .
Y llena de zozobra e inquietud opt por guar
dar silencio.
As transcurrieron das y semanas de embarazoso mutismo. Pero como el dinero segua vi
niendo con regularidad y aumento, y a las ropas

198 Las T1'bulaciones de una Familia Decente


modestas de casa, en breve siguieron los trajes
de calle; como Francisco Jos, as pesara a sus
arrestos neorromanticos, echara carrillos y colo.
res de manzana de California y hasta la misma
Bernab se resarca de los malos tiempos, repasando toda la cIencia culinaria y su inventiva en
platillos nuevos todos los das, Agustinita sentia
amenguar su pena y cerrando los ojos se entregaba al destino.
Un dIa pens: "nosotros no podemos ir a ver
a Berta; nos est severamente prohibido; pero
Berta puede venir.
Por qu no habr vuelto
ms? (, Ser posible que el rencor de este hombre
llegue al crimen? Esto no es justo y nadie est
obligado a cometer acciones contra la misma naturaleza humana. Por otra parte qu mejor ocasin para estrenar mi traje de seda que una visita
a Berta?"
-Francisco Jos, ponte tu flux nuevo y vamos
a visitar a Berta.
Slo que ya a las puertas, presa de angustia
indefinible, adquiriendo de pronto la plena conCIa de que su marido haba de ser un monigo
te en casa, quemndose de c1era exclam:
-Es preCISO hablar seriamente de sto con
Procopio.
Pero tuvo miedo. Y sin embargo, el terror a
Procopio se reduca a meras presunciones. Porque si Procopio asuma por primera vez en su vida la actItud de Jefe de casa, jams pronunci palabra descomedida. Atento y delicado como siem
pre, segua tan sobrio de gesto como de palabra.
Sus hbitos exterIOres slo dejaron de aer los d
un desocupado. A las seis en punto desayunaba,
se iba a la calle para no regresar hasta la una.
Apenas cOlDa Y otra vez fuera. Cenaba a las

Biblioteca de EL MUNDO

199

ocho y se meta en su cuarto; despus de echar la


llave escriba en grandes libros de contabilidad
hasta altas horas de la noche.
-Han de ser los libros de la hacienda-dijo
Agustinita.-Todo ha de estar muy embrollado.
Pascual seguramente exige una liquidacin muy
rigurosa para obligar al gobierno al pago de is
daos y perjuicios que hemos recibido de la revolucin.
Francisco Jos insinu la idea de investigar de
visu lo que aquellos libros contenan; pero nun
ca fu posible realizarlo porque Procopio no lo;:,
abandonaba jams.
Siguieron viviendo en el misterio de Procopio
enmudecido y de Berta cerrada como un muro, es
perando descifrarlo todo en cuanto salieran lo:::!
extras de la prensa, anunciando el triunfo de los
alemanes y la presencia de don Flix en las cer
canas de Mxico.

XIV
Un domingo, al sonar las ltimas campanadas
de la misa de nueve, un lujoso automvil se detu
vo a las puertas de la vetusta y pdlvorosa iglesia de
los Angeles. Descendi una dama velada, de as
pecto endeble y enfermizo, de porte distinguido y
vestida a la ltima moda. Entr en el templo en
el momento en que el sacerdote vestido de oro
y prpura, ante el altar flamante comenzaba la
misa; pero ella apenas pos sus dedos levemente
sobre la pileta de .agua bendita, se santiguo y sa
li a la calle rumorando su plegaria.
-Esprame en aquel portalito-orden al cho
fer.
Al cruzar el jardn, su frente y sus mejj]]as am

200 Las Trzbulaciones de una familia Decentp


harmas tomaron vagos reflejos espectrales con
el fimsimo velo que las esfumaba, cual si las hoJas tiernas de os arboles se hubiesen mirado en
ellas. A traves de la calle y bajo la ruinosa portada
agit el tO'lCO y enmohecido llamador.
-Berta! ...
-,Pap! ..
- ' y mi madre? .. y mis hermanos? .. En
dnde estan?
-Tu sahda de Mxico fu entonces por enfermedad?
-Un chco del que cre morirme; luego dos meses mtermmab es en los banos de Tehuacn eOIl
la zozobra co stante de los zapatistas ... y ahora
aqu de vuelta Igual como me fu, porque mi ma.
no es precisamente tISICO...
Tantas carta que he escrito a mam y nadie
me contesta, nadie va a casa. Mam la mca que
pudiera con'!olarme me abandona tambin. ~Qu
mal les he hecho yo 7.,..,.
Procopio e"pera a que los sollozos dejen sacu'
dir aquel pobre pecho plano y anguloso, y habla:
-No culpes a tu madre; ella no ha sabido nada.
- Que dices' ..
-Yo intercepte tus cartas.
-Oh!. ..
Era necesario.
Hasta eso?
-No me preguntes; tan necesario que en ello
no slo va mi dignidad, sino la de toda la familia,
la tuya propia.
-Pero es que yo debo saber ....
-El mismo tono de tu madre!. ..
ProcoplO tuvo una sonrisa aClbarada y en sus
ojos vago una sombra de infinita tristeza. Luego

Biblioteca de EL MUNDO

201

dijo:
-No me hables as, Berta. Comprende que si
callo es slo por no agregar un dolor ms a los
tuyos.
- y qu significa una gota ms ~n el mar de
mi desventura?
- El tambin te hace sufrir? .. j Infame, a t
tambin! ...
- Cmo a t tambin? ... A m sola ....
-Entonce~t no has sospechado 10 que ocurri
entre Pascual y nosotros? E 1 no te ha dicho nada?
-'-No comprendo una palabra.
-Berta, yo he yrohibido que alguien de esta casa ponga jam.$ los pies en la de tu marido ...
-Ay, qu malo es usted! ...
-A la casa del ladrn .. ,
-Oh!. ..
Berta lanz un grito y llev sus manos horrorizada, a los labios de Procopio para contener sus
palabras.
-S, del ladrn que 1'10s lo ha robado todo.
- Que no! ..... j que no! Calle usted, qae me
obliga a faltarle. i Es mentira, le han engaado ... Pascual es un mal marido, un marido abominable; pero en lo dems es un caballero y yo lo
defiendo.
-Defiende a tu asesino y al ladrn enriquecido
con lo nuestro.
- j Chist, calle usted... no permito! ... Dios
mo, qu vergiienza!
Nosotros, l y yo, nos hemos enriquecido con
el hambre de ustedes? ..
-No, Berta, eso no. El hambre huy de esta
casa el mismo da que se descubri al ladrn.
-Pap!. ..

202 Las TribulacioneB de una Familia Decente


- Te inspira ms confianza tu marido? Dudas de tu padre?
-No dudo, mego ... Oh, qu vergiienza! Por
qu no supe yo sto antes! ...
DeJeme ir ... ' Qu vergiienza!
-No te he detenido; pero bien puedes esperar
aqu, en tu \erdadera casa, a tu madre y a tus
hermanos.
-No quiero verlos ... Me faltara valor para
decirles que yo tambin juro no volver nunca
aqu. : N o tengo valor para decirles que usted .. ,
miente I
y se precipit a la puerta.
Procopio sali tras ella a ofrecerle el sostn de
sus brazos para que pudiera subir al coche.
Traquetea el motor, el auto tuerce br.uscamente
la calle, y ProcoplO ensimismado no vuelve en s
hasta que una mano menuda se posa corno una carICia sobre su hombro.
-Ya venirnos de misa, papacito, T no fuiste'!
-S fu, Lul. , . digo, no .. ,
Y como hasta el acento de su voz 10 traiciona,
opta ~or guardar silencio. Agustinita y Francisco Jos llegan despus, esponjados como pavos
reales. Nadie supo de la visita de Berta,
XV

Entre la multitud de cabezas, fifs almibara


dos, carrancistas mofletudos. transpirando alcohol
y lascivia, cmicos afeitados y afectados, coristas
cual flores de alambre y papel de china, se alz
una cara enjuta de'avisados ojos y sigui y sigui fijamente la silueta de un hombre entre la
mu~titud de transeuntes de la acera opuesta.
", Mi to Procopio! Flux nuevo, flamante cuello de lino, botas relucientes y ms reluciente el
regocijo gue despiden sus ojos, su boca y cada

Biblioteca de EL MUNDO

203

uno de los poros. i Algo ha ocurrido! Yo necesie


to saberlo y voy a hablarle".
y Archibaldo a empellones se abri paso entre
los artistas, revendedores y ociosos que se agio
meran a diario en el prtico del Teatro Principal
a la hora que comienzan los ensayos.
-To Procopio, buenos das.
j Hola, Archibaldo, t por aqu?
-Mis parabienes; se ha quitado cuando menos
diez aos de encima.
-y pensar que t eres mi salvador ...
- j Bah, to, no brome! ...
-Dos deudas tengo contigo; el dinero que lo
pagar pronto; lo otro ... nunca!
Procopio se haba detenido y cogiendo el brazo
del sobrino le hizo seguirle. Se detuvieron en las
inmediaciones de La Gran Ciudad de Hamburgo.
-He ido a buscarte a tu casa en Dolores y nadie ha sabido darme tu nuevo domicilio. Extrao mucho que no hayas vuelto a casa.
Archibaldo refiri los ltimos y graves acontecimientos que le haban ocurrido. Una denuncia, su brusca salida otra vez rumbo a Morelos;
luego una coyuntura feliz para amnistiarse en
regla y regresar con plenas seguridades.
-Slo tengo quince das aqu en Mxico. Pero cmo qure que me presente en estas fachas '!
-Pronto, en esta misma semana te dar cien
pesos para que te vistas.
-To Procopio, no me ofenda usted.
-Pero si es dinero tuyo, dinero que me has fac
litado en los momentos ms difciles.
-Por eso me hice soldado. Deje usted su dinero, que yo maana cobro ya mi primera decena.
- Trabajas pues?
-Al fin, to Procopio.

204 Las Tribulaciones de una Familia Decente


- y en que, si se puede saber?
-Justamente aqu en el Teatro Principal.
-Tu de cmico' ... No, hombre, eso no est
bien. Esperame a la una en punto en este mismo
sitio ... Quiz pueda hacer algo por t .. y dis'
pensa que te deje porque debo de estar ya en la ofi.
cina.
- Que oficina?
-Soy cajero de La Gran ciudad de Hamburgo.
Con que a la una en punto.
-Descuide, t10 Procopio.
" j Bah, pens Archibaldo-mi to trabaja como
un infehz empleadillo! Qu quiere decir sto '/
Claro' que el capItal de los V zquez Prado se
fu a fondo .. Caracoles! Es como si yo me hu'
biese sacado la lotena. i Qu facilidad ! Yo trabajo como segundo apunte en el Principal, tengo
tres pesos dlarios y una brillante perspectiva para manan a . . . . O lo que es igual, yo puedo formar
muy bien un hogar con quien psea un capital semejante al mo. Qu acontecimiento tan feliz!
Apenas puedo creerlo!"
Ansioso y lleno de zozobra estuvo puntual a la
cita. Procopio lo tom por un brazo y siguieron
rumbo a la calle de Santa Mara la Redonda.
-Pues ya veras Archibaldo lo que ocurri. Des'
pus de aquella noche tormentosa, cuando me sal
vaste la vida ... me sent otro. U no de esos cambios profundos y definitivos cuya magnitud apenas puede apreciarse slo por el mismo que los
haya experimentado. Soberbia, dignidad, miedo,
zozobra: todo acab. Porque t puedes imaginar las luchas tremendas predecesoras a mi resolucin definitiva. Confusin de ideas, vacilacio'
nes sin fin, tormentos inauditQS, slo de pensarlo.
Qu difcil es despojarse del maldito orgullo que

Biblioteca de EL MUNDO

205

arraiga en quien ha tenido dinero alguna vez! ...


-Hace tantos aos-respondi Archiba]do corno soando-que casi ]0 he olvidado.
-Quiz sin la crisis horrenda que sobrevino
yo no me habra resuelto nunca. Era preciso un
golpe tremendo que me despertara. Ver amigos
y colegas de la vspera, hoy agrios jefes y patrones, que apenas se dighan responder con una palabra seca o un murmullo inteligible. Solicitar
uno destino, confesando la ruina, la miseria, el
dolor y la humillacin amargusima de una fami
la! Despus comenzar corno cobrador, escribien
te, vigilante; ascender por riguroso escalafn ...
Porque si una casualidad feliz me puso en menos
de dos meses al frente de la caja, los breves das
que desempe los ms modestos destinos, fueron
para m aos incalculables. j Qu cruelmente castigada la famosa dignidad, Archibaldo!... Pero, por otra parte, qu inmensa satisfaccin la
de luchar cuerpo a cuerpo con un destino adverso! i Sentir hostilidad en el enjambre humano
que afuera zumba, hostilidad en los amigos que
huyen de uno, hostilidad en los mismos seres amados que nos rodean y nos retiran su confianza,
hostilidad en el ms grande y poderoso de todos
nuestros enemigos, en el artero y cobarde yo, que
se resiste a prender la mecha, cual si ei can hubiese de estallar a la fuerza de sus propias ma
nos; el yo rebelde a qUIen hay que arrancarle sm
compasin la palabra sublime y ommpotente, el
quiero; la palabra siempre y eternamente vencedora!. ..
- y se resign usted a trabajar?
- Chist!. .. Resignarme? .. N o, trabaj o y en
el trabajo encontr la felicidad verdadera por.que
en el trabajo me encontr a mi mismo. Com

206 Las Tribulaciones de una Familia Decente


prendes? ... I Ah, escchame con atencin!
De brac;ero, como los viejos camaradas que se
encuentran despus de largos aos de ausencia,
Procopio no cesaba de hablar.
Viva la mirada, el gesto pronto, locuaz como un
estudiante de derecho, descendi a las confidencias mas intimas. Procopio, que seis meses antes
enronqueca para hablar, por el hbito del silencio, ahora mostraba desbordante elocuencia.
-S, yo 10 haba perdido todo, ma haba perdido a m mismo. Dej deslizar los mejores aos
de mi vida, desperdici mis actividades en la inconcIencia de una fuerza meramente pasiva. Yo
significaba en mi propIa casa, solo til resistencia,
no ms. Despus descend de peldao en peldao: fu un sUjeto de segundo plano, luego una figura sin voz ni voto, objeto decorativo y por fin
j nadie! ... j nadie! "comprendes '!
Archibaldo estaba muy nervioso tambin; pero
sus pensamientos eran muy distintos. Espiaba
la ocasin de una pausa para hablar l. Y caso
extraordinario, muchas veces pudo hacerlo y le
detena su lengua agarrotada y como un cartn
pegada al paladar.
-Porque ahora,-prosigui Procopio soberbio
de regocijo-yo proveo E!l sustento de mi mujer
y de mIs hijos; porque ahora yo hablo como debe hablar el jefe de la casa, cuando quiere y 10
que quiere; porque ahora soy yo ... j El dinero!
el maldito espantapajaros interpuesto enteramente entre mi mujer y yo; siempre mantenindonos
a distancia, cohibido, empequeecido y a menudo
anulado! Y lo ms tri~te era que ni yo mismo
me daba cuenta cabal de ello. Supe del yugo que
me doblegara cuando tuve los pedazos erl'tre las
manos. i S, el dinero fu el ladrn de mi felici-

Biblioteca de EL MUNDO

207

dad!. ..
-Ah, to Procopio-prorrumpi6 impetuoso Archibaldo-Io que usted me cuenta me llena de felicidad!. ..
- Qu quieres decirme?
-Que el dinero ha sido tambin para m el dique interpuesto entre ... Ios dos ... To Procopio,
por tercera vez le pido la mano de Lul.
- Archibaldo, no abuses ..
-1 Jura por la memoria de mi madre, que he
pensado y he luchado bastante antes de hablar! ...
Si usted ha perdido su fortuna por qu no me he
de poder casar ya con Lul?
-No ha sido obstculo el dinero, Archibaldo ... Lo has sido t mismo.
-No comprendo.
-Te quiero bien, t lo sabes ... Pero t nunca
has sido un hombre serio ...
- j Ah! ... y qu es eso de ser un hombre serio, to Procopio? .. Parecerse a Pascual, por
ejemplo?
- Te comprendo! j Basta! ... Seras capaz, Archibaldo, de hacer la felicidad de Lul, de lo que
yo ms amo en el mundo?
- Pst ! ... esa pregunta yo no puedo contestarla; etla que la responda ...
. Callaron.
Sus manos tendidas se estrecharon y pas por
ellos una vibracin extraa, un estremecimientc
hondo y misterioso. Quiz aquellos espritus gemelos que crean caminar por senderos opuestos
en la vida, acabaron de comprender que seguan
lneas paralelas.
Se separaron enmudecidos y la misma sonrisa y
el mismo suspiro se extinguieron en sus labios
y en su pecho.

208 Las Tribulac Qnes de 1tna Famuia Decente

XVI
La atmosfera aromosa a tabacos habanos, cao
ba y piel de Rusia del elegante gabInete privado
de los patrones, no haca ya efecto en la emOCIGnalidad conva esciente de Procopio. Poda permanecer inalterable y de pie horas entera~, espe
rando una re'lOIUClOn o un acuerdo, Jo mIsmo que
cualquiera mozo de partes. A su vez, los patrones no interrumplan ms sus plticas en presen
cia del cajero, todo discrecin y formalidad.
Ese dla reinaba buen humor y se beba champana. Del champurrado de voces m~J.io alemanas,
med'o ingle'las, medio espaolas, sacbase en cla
ro el motIvo prInCIpal del festejo. Una concesin
aduanal habI mente adquirida del gobierno para
importar artIculos de seda y leneerla: medio mI
Hon de pesos de utilidades ciertas e inmediatas.
y todo a cambIo de un banquete y dos talegas al
nue"o MInIstro de Carranza.
Era en el tiempo en que el earraneismo se hab
desnudado en toda su impdica abyeceion. N o era
el gran robo a la naClOn entera con el papel mo
neda, ni el r bo de muchos millones de pesos 8
los bancos; no, ahora se robaba como roban los
rateros: concesiones de un carro de ferrocarril 8
doscientos pesos, por ejemplo. Y toda aquell~ por
quera autorIzada con el propio autgrafo efel Pre.
sidente de la RepblIca; el autgrafo de Carranza
del gran hombre que en un arranque propio de
su talento, lo concedIera como un precioso don.
j smbolo sublime! a los soldados de la revolucin,
la noche del 25 de dIciembre de 1918. El Aguinaldo del Soldado! ...
- Fu muy til la intervencin del Cnsul?pregunt un enorme pelirrojo que desbordaba su
asiento.

Biblioteca de EL MUNDO

209

-Fu intil la intervencin del Cnsul; pero to_


do lo hizo el Ministro con las facilidades que nos
di para ultimar el asunto. Es una persona dis
tinguida; se le conoce mucho en los crculos zacatecanos. De todos modos, un caballero.
Procopio enderez las orejas.
-Prece que el viejo Carranza-dijo otro-se
decide al fin por la gente decente.
-El nuevo Ministro lo es sin el menor gnero
de duda.
Procopio tom la cartera con los documentos
que esperaba y sali seguido de un escribiente jo
ven.
- Bs verdad todo lo qJle dicen del nuevo Ministro-contest el empleadillo ;-es muy simptico.
No me concedi Un puesto que solicIto; pero me
recibi personalmente y sto nunca lo consegu DI
con el gobierno de Zapata. j Estoy lleno de espe
ranzas, pues! ...
y el fif, cara de membrillo, rodo ya por la parasitomana, lacra de su gremio, se frotaba las ma
nos y daba saltitos de mona de circo.
La prensa aplauda tambin los prImeros actos
del nuevo Ministro y felicitaba al sefior Carranza
por su tino en la eleccin de colaborador tan apto
e inteligente, aprovechando la vez para atacar,
segn las conveniencias de partidos, a los solda
dones y beocios que integraban el gabinete.
"Ha llegado a Ministro y ha sido un xito su
ascenso" pens Procopio.
En tropel acudieron pensamientos y :reflexiones tantas a su mente que tuvo que suspender por
algunos minutos sus faenas. Vea destacarse ahora en toda su magnitud la figura de Pascual, Ministro de Carranza. Figura de la madera legtima con que se fabrican los grandes hombres de

2]0 Las Tnb2l1aciones de una Familia Decente


Maquiavelo. El anarquista neto, en la meta de
sus anhelos. Pero no el anarquista, pobre diablo
teorizante, espanta ldiotas, bohemio medio muer"
to de hambre, infeliz palmpedo del gallinero gubernamental, a merced de la primera fregona de
la cocina imperlal o republicana, que sabr tarcer
le el pescuezo a tiempo; sino el otro, el anarquista
de facto, el que burlndose con la finura ms exquiSita de la Sociedad y de su Ley; sobre la Sociedad y 8U Ley, como escalones, sabr llegar hasta
la csplde del poder y de all podr escupir todo
su desprecio a los mismos que lo elevaron. Impunemente robar, VIOlar, matar. La Sociedad,
endIOsada con su hombre, desde su mansin de
fango sabr rendirle pleito homenaje, y ms tarde grabara en letras de oro 8U nombre en el mas
imbecil de 8US libros, y levantar mrmoles y
bronces que perpeten al que supo encarnar SU8
sentimientos, sus ideas y sus ambiciones. . Y l
se lo merecer, cu~ndo menos por haber tenido el
valor de ser consciente de esos sentimientos, de
esas ideas y de esas ambiciones, que la sociedad
hipcrita jamas se atreve a confesar a s misma.

Procopio cedi a uno de aqueiIos excepcionales ratos de locura que desconcertaran tanto no
slo a sus familiares, sino a toda la gente bien en
tre los que gozaba de reputacin. Sin pedir permiso a nadie cerr la caja, tom su sombrero y
sali a la calle.
Por el Paseo de la Reforma.
El pequeno Ford de alquiler se detuvo diez mlnutos ms tarde ante el arrogante prtico de la
residencia del seor Ministro.
Con paso firme Procopio franque la escalinata, di su nombre con voz clara y serena y entr.

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211

-La seora est en la iglesia; pero regresa


siempre antes de la una.
- y el seor? ..
-Parece que todos sus asuntos los trata en el
Ministerio.
Atento y ceremonioso, el criado lo conduce.
un lujoso saloncito, y Procopio toma cm0
asiento, bien dispuesto a esperar con calma y 8(,
ciego todo el da, si era necesario.
- Esperar? Esperar qu? Esperar a quin 1...
Perplejo se habra quedado si se le ocurre formularse tales preguntas. Por lo dems tampoco 1.:
intrigaba la fuerza desconocida que le haba He
vado inexorablemente a aquel sitio.
No tard mucho en saberlo. El criado era lo
cuaz y responda a todas sus preguntas; pero lad
cosas comenzaron a vivir en torno suyo y a hablarle con un sentido ms preciso y elocuente que
las voces frgidas y anquilosadas del sirviente.
Cuando ste se retir y acabose de extinguir e1
eco de sus palabras que como saetas haban ide
a clavarse en los artezonados y estucos de las bvedas sonoras, las cosas dijronle todo lo que l
necesitaba saber. Le habl el silencio solemne y
magnfico de los tapices, de las alfombras, de las
porcelanas, de los mrmoles y bronces, y de todos
los aspectos que fingen la vida y la verdad. Y
le habl el fro que pareca cristalizarse en las
suntuosas lunas venecianj1s, dormidas en su deses
perante ociosidad. Era un fro ms fro que el
de las tumbas, porque sobre los sepuJcros mismos
cuaja el grano, revienta la yema y arraiga la yerbecilla. Otro ms intenso, e1 fro de una alma
muerta. El suicidio consumado del espritu ambicioso y egoista en el momento preciso de Ja realizacin de su ideal nico. El alma maldita del

212 Las Tribulacwnes de una Familia Decente

que al llegar a la cspide de sus ambiciones se des"


ploma para siempre en el vaco del hartazgo de su
yo hipertrofiado y solitario ..
y una sombra dohente tras l: la compaera
abandonada, mrtir inocente que le seguIr sin
descanso y sin otra misin que ser la gota de acbar en el vaso rebosante de su hasto mortal.
y corno Procopio lo ha comprendido todo ya, el
mismo rapto de~nagenacin mental que lo hiciera
abandonar su pupitre en la oficina, ahora le arro"
ja de la casa com. a un alucinado.
Dos sentimientos chocan en su mente, la sumisin al misterIO de la Justicia siempre escarneci"
da e indefectIblemente triunfadora, y el dolor acer
bo del pecho herido en pleno corazn.
XVII
-Deberas seguirlo. Yo no estar tranquila
hasta no saber de cierto a dnde va todos los das.
-Basta que l lo haga para que est bien hecho-respondi Lul, inmutable y sin alzar los
ojos de su labor.
-Pero tus buenas razones no me quitarn nun
ca mi inqUIetud. Si fueras buena hija corno lo
presumes, desde cuando me habras obedecido.
-Bien, pues lo voy a hacer al momento,-dijo
Lul ponindose en pie.
Cambi de ropa y torn su sombrero y sali.
Procopio haba salido unos momentos antes ape
nas; fu menester, pues, que en aquellas calles tan
poco transitadas ella se defendiera de ser vista al
arrimo de los grandes postes de la luz. Pero cuando se aproximaron al centro, apresur el paso pa"
ra tenerlo siempre a la vista y perdindose ella
misma con facilidad entre los grupos numerosos

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213

de emplead itas esbeltas y graciosamente acicaladas que confluan a esa hora de todo Mxico hacia
los despachos, talleres, oficinas y almacenes. Lo
tena al alcance de su mano cuando una voz le hi
zo desviar los ojos.
-Lul!. ..
- j Archibaldo ! ... T en Mxico ... Me tienes
muy enojada!. ..
-Yo te explicar y vers que no tengo la culpa ... Oyeme ...
- Tus mentiras de siempre? Por qu no ha!'
vuelto ni escrito siquiera? Vlgame Dios, me
has distrado y ya le perd de vista. Media hora
de venir tras l echando el alma!
-A quin habr de ser, hombre . .. A pap.
Ah, entonces descuida, que no te dar trabajo encontrarle. Te urge hablarle?
-Me urge no hablarle. Slo necesito saber en
dnde est.
-Son las ocho; no puede estar sino en la oficina.
- En cul oficina? T has hablado con l?
-Hace tres dlas justos que nos encontramos en
este mismo sitio~ Tanto que hemos hablado muy
seriamente de algo que nos atae a t y a m. No
te ha dicho?
- Nada! ... Ah, calla, ahora me explico su in
quietud! Parece que quiere hablarme y vacila. Yc
se lo habra preguntado; pero les temo a mis indiscreciones.
-Eres digna de l como l lo es de ti.
-Djate de adulaciones y dime de qu hablaron
-Cualquier cosa!. .. Le ped tu mano otra vez
- y l? ..
-Puesto que ha desaparecido el dinero que era

214 Las Tribulacio:nes de una Familia Decente


lo que nos estorbaba ...
- Eso sabes tambin?
-El me lo dijo.
-BIen ~y qu te respondi?
.
-Esto: "Archibaldo, t sabes que te quiero
bien seras capaz de hacer la felicidad de Lul
de lo que yo mas amo en el mundo?
Los ojos de Lul 'le empaparon entonces y su
mano suave oprImi la de Archibaldo.
Y t? ..
y o le dI e: "TIO Procopio, esa pregunta slo
ella misma puede contestarla".
FmgIan estar mIrando las figuras de cera de
los aparadores de La Palestina y estaban estrechamente tomados de las manos. Lul, abstrada
unos momentos, se dec;hizo de prpnto de Archi
baldo y lo mterrog con gravedad:
-Dime' Tu trabajas?
Archibaldo vacIl un instante, luego respondi
con decIslOn:
-Soy apuntador del Principal.
- Horror! . Entonces t les ves seguramen
te las piernas a todas esas mujeres ... malas! ...
Lo mismo que t y yo se las estamos viendo
a todas las que van pasando ... buenas y ... ma
las ...
-Calla; tus bromas no me hacen gracia. Renun.
cias inmedIatamente de ese destino; mejor di che
no me vuelves a poner los pies. en ningn teatro
- Me prefieres entonces soldado?
-Tampoco ... Oye por qu dilatar pap tan
to en esa oficina?
-No saldr sino hasta que salgan todos los empleados.
- Pues qu tiene que ver l con ellos?
-Un cajero no es ms que un empleado.

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215

- Qu dices? .. Pap es, pues, cajero '!


-De La Gran Ciudad de Hamburgo. Caracoles, he cometido una torpeza! T no sabas nada
de sto y si l se ha guardado la reserva, sabe por
qu ...
- Conque cajero de La Bran Ciudad de Ham
burgo? ..
-Qu disparate habr hecho yo!. .. Oye, que l
no sepa que yo ...
- Descuida, has hecho bien en decrmelo! ....
Cajero, no es eso?: .. Dime por qu no has ido!
Archibaldo comenz a narrar sus ltimas aventuras; pero observ al instante que los ojos abis
mados de Lul lo miraban fija e intensamente',
pero mirando slo al vaco, y que sus pensamientos deban vagar por mundos muy distantes.
- Lul !-se interrumpi.
-Sigue, sigue ... es muy interesante ...
-Pero si no me ests oyendo ...
-S, perdname, es verdad. Oye, ahora me ur
ge mucho hablar con pap. Djame.
- Qu vas a hacer?
-No lo s. Casi te he conseguido un destino y~
-Lul!. .
-N o me detengas, hombre, que es una gran
idea ... Bscame a las ocho maana por la noche
Por la ventana del costado eh ? ... Adis ...
Esttico, Archibaldo sigui con los ojos embelesados la menuda y graciosa silueta de su novia
hasta que desapareci por la puerta de las bode"
gas de La Gran Ciudad de Hamburgo.

XVIII
Las ideas mariposeaban en el cerebro de Lulu
sin fijeza alguna todava.
Entr al azar y pregunt al conserje:

216 Las TribuUL iones de una Familia Decente


- Con qUIen se entIende uno aqu para los destinos?
-Ah va subiendo ahora mismo el Gerente. S
galo. Segundo 'PISO, un pasillo y a la derecha.
Lul lo alcanz ~
-Senor, necesito un empleo para m.
Tan singular procedimiento hizo volver el rostro al alto Jefe, muy sorprendido.
La grac'a e mgenuidad de Lul eran la mejor
recomendacin; pero quien desde barrer despachOB ha SUbIdo escalon por escaln hasta 1a gerenCIa de una gran ca~ mercantl, ha adquirido mf
c'encia que una bIblioteca. Adueado pues, al in~
tante, de la importancia de su posicin, respon
di con desabrIda y desdeosa voz:
-' No ha ledo u-;ted esos letreros?
-S, dicen a grItos que no hay vacantes; pero
es que a m me urge un empleo-insisti Lul muy
seria.
Tras los bIgotes speros y grises se removi leve sonrisa y unos ojillos penetrantes se clavaron
en la muchacha.
-Deme su nombre, seorita. La tendr pre"
sente para la primera oportunidad.
-Pero :pIensa usted que mam me va a permitir que venga todos los d18s a informarme?
-: Entonces?
-Claro, prImero consigo el destino y despue
quiralo ella o no, todo est hecho.
El gerente se intrigaba.
-Bueno qu sabe usted hacer? En qu casa~
ha servido'! Qu recomendaciones trae o cuando
menos qu referencias me puede presentar?
-Vlgame Dios, seor, qu ms recomendaciones quiere que le d si no es la que en la revolucin perdimos nuestro capital '1 que ahora para

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217

mantener a la familia, pap trabaja corno un ne


gro?
El gerente par oreja. En el gesto y en el timo
bre de voz de Lul haba pasmosa semeJanza con
alguno de sus empleados. Rememor y de pronto
lo comprendi todo.
-Seorita, lo natural es que su pap mIsmo
viniera a solictar el empleo.
- N o conoce usted bien a mi pap! si yo no le
torno por asalto y comprometo a todo el mundo
jams me lo permitirn. Pero no le parece a
usted, seor, que en casa de un pobre el que ne
trabaja es un ladrn de su propIa familia?
- Sabe usted taquigrafa?
-No, seor; pero la aprender.
- Escribe en mquina?
-Hace cuatro aos ayudaba a pap en toda su
correspondencia.
El Gerente se rasc una oreja, sonl'i maliciosa
mente para s, y tornando la bocina del telfonc
llam a uno de los departamentos. Luego dijo se
camente a Lul:
Suba al tercer piso y presntese en el departa
mento de Caja.
Loca de alegra Lul oprimi entre sus mano!!
las nervudas y secas del Gerente. En tres salto
estuvo ante la rejilla de la Caja.
- Deseaba usted, seorita?
-Aqu me enva el Gerente.
-Ah!, es usted la nueva taqugrafa? .. Pase
y espere.
De pie y durante media hora interminable, Lu
l permaneci en espera de que al seor cajero se
le diera la gana de levantar los ojos de los papele!!
en su pupitre.
- Oh, Lul! ... T aqu? .. Qu significa s
Q

218 Las Tribulaciones de una Familm Decente


tQ?
-Soy tu taqugrafa.
-Pero .
Lulu se acer a explicarle todo a Procopio en
voz baja, entre la muda espectacin y curlOsidaa
del personal de la ofICina.
-Mama me envI a espiarte, a saber en donde
te met a~. E tando aqu me ocurri la idea y ...
ya lo ves.
1Que lIgereza de nia!. . Qu hiciste?
Muy senCIllo, le habl al Gerente y consegUJ
destino como tu deb ste haberlo conseguido hace
tanto tiempo ya
Cuando Lulu es uvo de regreso en su casa. a
la una y medIa, entro grItando con alborozo:
-1 AlbricIas, estamos colocoados en La Bran Ciu
dad de Hamburgo. Papa es el cajero y yo su tao
qUJgrafa! . .
- Qu dIce? ..
-Qu d ce?
Agustimta y FranCISCO Jos se miraron estu
pefactos.
-Digo respondI Lul quitndose el sombrero
y componiendo sus cabellos ante un espejillo de
mano-que qlUen no trabaja en casa d~ un po
bre es ladrn de su familIa.
- MIentes !-exclam Francisco Jos, lvido.
-FranCISCO Jose escribe un libro-respondi
Agustinita con gesto de Eumemde.
-Pero si yo no he querido lastimar a nadie.
No hubo tiempo de prolongar la disputa por
que Procopio que se haba detenido en la tienda
de abarrotes de la esquina, a comprar jamn, blan.
quillos, quesos Y cervezas. apareci en el zagun,

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219

XVIII
La verdad descarnada y a pleno sol, ni es verdad ni es 116da para los nictlopes. Por tanto
Agustinita y Francisco Jos lejos de sentir rota~
sus esperanzas y sus ilusiones al reventar tan brutalmente el misterio de Procopio, infundironse
nuevos alientos, creciente vigor y tornronlas a'
punto en actos primos. Las cosas habran tomado entonces su cauce obligado y definitivo si lo~
acontecimientos ocurridos otro dla no les hubieran dado un sesgo tan violento como inesperado.
Esa maana el mozo de partes de La Gran Ciudad de Hamburgo subi precipitadamente al departamento de Caja y desencajado y plido anunci que el cajero estaba tendido en el segundo piso, en un charco de sangre.
- Cmo? ... Herido pap? ..
-Yo creo que est muerto.
Lul se desplom.
Vino un mdico, se di aviso a la polica y mien
tras unos levantaban el cuerpo rgido, otros corran a prodigar atenciones a Lul.
Cuando despus de exhalar algunos ahogados y
dbiles sollozos, Lul volvi en s, encontrose en
un chaise longe y atendida por el Gerente mismo
de la casa.
- Se ha repuesto ya? ... i Tranquilcese usted!..
i Bste brbaro de Zacaras! Le he puesto en se
guida en la calle.
- y pap? .. En dnde est?
Yo quiero
verle.
-No ha sido ms que una descalabradura pequea ... cualquier cosa.
-Yo quiero verle.
Fu en vano pretender contenerla. Lul se pu

220 Las Tribulaciones de una Familia Decente

so en pie y no estuvo quieta hasta ver a Procopio


Con sus propios OJos. Acababan de vendarlo. El
mdIco asegur que la herida era insignificante y
curana en menos de dos semanas.
Aunque Procoplo estaba profundamente plido
y una sombra ahue aba sus ojos obscuros, la son
rIsa le dl pronto la expresin habitual de su ros

tro.
Estoy perfectamente-dijo con voz un tanto
debll en seguida subir a la Caja. Esperame all
tranqUIlamente
P"ro Lulu no quiso desprenderse de l ni un BOlo instante Ascendieron juntos y una vez insta
lado en sus re p ctlVOS sitios para reanudar la!'
faenas del dla, Lulu le pregunt cmo haba sido
la calda.
.
Procopio no pudo explicar nada, porque l mis
mo ignoraba si habla tropezado efectivamente con
algun objeto o no.
Lul permaneci inquieta y muy preocupada.
Al salir diJo:
-Papa, vamos a que te examine un mdico.
- Con qu obJeto? : No dijo ya que sto no tie
ne importancia alguna?
-No te reconoci.
- y que quieres t que yo vaya a decir ~i no
siento nada, SI estoy tan bueno y sano como tu!
-Deberas deCIr precisamente lo contrarIO; que
ests enfermo, aunque tu no sientas nada ni sabe!'
de qu.
Procopio se ech. a reir.
Pero Lul se obstin tanto que lo oblig a se
guirla a uno de los consultorios de ms fama.
-Este es uno de los mejores mdicos de Mxico
segn dicen-susurr Lul cuando suban ya la
escalera.

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221

-Un buen mdico menos caso ha de hacer de


m, luego que diagnostique que mi pobre sueldo
mensual, bajo ningn pretexto pasar integro a
sus bolsillos.
El tono festivo de Procopio no despleg el ceo
de Lul, ni la hizo ceder en sus intentos. Mant
vose a su lado hasta no verlo desaparecer, llegado
su turno en el gabinete de consultas.
El examen fu de una minuciosidad irritante
Como todas las gentes que han sido siempre sao
nas, Procopio tena el ms profundo desdn por
los mdicos y su ciencia. Encontr redundantes
interminables y ridculas todas las prcticas del
diagnstico. Sobre todo ridculas. El hbito de
una rigurosa urbanidad, le hizo someterse sin pro
testa alguna a todo. Y cuando ya se crea librado
del intruso que con tanta desfachatez investigara
no slo las minucias de su vida orgnica, sino hasta lo ms ntimo de sus costumbres privadas, se
le hizo entrar al soln de radiografa y anlisis de
laboratorio. Su cabeza daba vueltas, senta un
vaco profundo en el estmago y todava de aqueJ
saln se le hizo entrar a otra sala de espera. Pro
cur distraer su mal humor leyendo lminas de
anatoma pendientes de los muros; pero aquell~
manchones crdenos, aquellas madejas de hilo1"
blancos e inextricables, aquellos huesos que sonrean macabros acabaron por cansarlo tambin
Volvi los ojos de otro lado. En estantes anties
tticos se alineaban grandes frascos bocales, conteniendo vseras humanas negruzcas y achicha
rradas, flotantes en un lquido avinagrado.
"Cuando menos-pens ProcopiO' recobrando su
sonrisa de filsofo-estos enfurtidos me calman el
apetito".
Por fin se le hizo entrar otra vez al gabinete de

222 Las Tribulactones de una Familia Decente

consulta. El mdico le alarg un papel, diciendo


con gravedad:
-Reposo absoluto; agua pura durante 24 horas, agua y leche otras tantas. Entonces me har
llamar a su casa. Estas cucharadas para tomar
un cada cuatro horas.
Procopio COgI la prescripcin con ostensible
frIaldad.
- La cosa es grave, pues?
-Lo ser si usted quiere-respondi el mdicc
secamente.
A las puertas del consultorio, Procopio se detu
vo meditabundo, un tanto preocupado. En su
diestra la formula medIca daba vueltas sobre s
se encarrujaba, el rollo se converta en bolita y la
bohta se iba comprImiendo, comprimiendo entre
sus dedos hasta casi desaparecer. De pronto alz
los hombros, la sonrisa apareci en sus labios, sigui delante y la bohta de papel salt disparada 8
media calle, pero SIn violencia, sin prematura, sin
nerviosidad, por mera contraccin automtica df
sus dedos.
Cual si despertara de un sueo, bruscamente
sac su relOj y al darl>e cuenta de lo avanzado dE
la hora, retrocedi y entr al primer restorn.
"Una sopa de ostIOnes es bastante nutritiva'
el ragout de carnero es de mis platos favoritos'
un filete de huachinango y media de Chambertn
-pens recorriendo la lista.-Para un hombre d
bil Y sangrado adems, seguramente lsto es preferible a tomar agua, cama y mdico"_
y sonriendo del ms bello humor, seal al mesero los platIllos elegidos en la carta.
Del restorn sali en brazos a un coche de sitio
Lleg a su casa acerado y sin alcanzar una brizna de aire.

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223

XIX
Francil5co Jos era un poeta serio y por ende el
espritu parsito haba anidado en su cerebro
Cuando Lul pronunci las ;fatales palabras: "Pa
p y yo estamos trabajando" se fu de espaldas'
cuando descubri que toda la magia de su presen
te bienestar estaba encerrada en el vocablo tra'
bajo, se llen de clera y de indignacin al igual
que Agustinita.
Tempestad espiritual que lo arrojaba de su torre de marfil por las ventanas de la vida. Saluda'
ble sacudimiento interior, porque la vida vista cara a cara, le revel algo' que l jams haba pre
sentido: su gran talento prctico.
- j Mamacita-lanz un grito despus de muchas hQJ'as de reconcentracin-he resuelto nuestro problema. Ellos han encontrado su vocablo
salvador, el trabajo; yo he encontrado ya el nuestro, Pascual! ... Vamos en seguida a visitarlo.
-Jrame que no pondremos nunca mas loE'
pies en la casa de tu padre !-exclam Agustinita
ronca y sublime.
- j Tus qujas son justas y santa tu indignacin, madre!
-l. Quin puede ya dudar de que Procopio se ha
propuesto ser desdoro al nombre de nuestros ante.
pasados? 1Arrastrar por el fango el nombre de la
casa!

-y obligar a una familia a seguirle en tan ignominiosa cada. No puedo, no puedo, antes la
muerte. Oigo la voz de los generales Prado protestando desde sus tumbas fras:
Los sollozos acuden a los robustos pechos de

224 Las Tribulaciones de una Familia Decente


Agnstinita y las lagrimas escurren como roco so
bre una corteza de naranja agria.
-Anda, Francisco Jos, vamos, tu consejo e~
sabio y bueno. Pascual sabr quien es el culpable verdadero y que nOl>otros mrtires abnegados
en cumplImiento de nuestros respectivos deberes
solo hemos retrocedido ante la ignominia .... ante
lo imposible! ...
y aunque Pascual naci el,l pobres paales, su
corazon es noble y sabr comprendernos.
-Te abrlra filialmente sus brazos amantsimos
madre!
y escuchar mis ruegos.
No tanto como ruegos ... slo se trata de un
acto de justicia.
-Un decoroso arrimo en su casa ... eso es to
do!. ..
-El arrimo a que toda la familia decenre tiene
derecho.
Franci~co Jos entra a cambiar traje y de nuevo se absorve en sus profundos pensamientos. Sin
grave ofensa al bello estilo y a la esttica puede
muy bien preguntarse ahora que ha salido de su te
rre de marfil: "Por qu, Dios Providente, t que
nunca desamparaste a la ms vil de tus criaturas
que siempre tuviste para el piojo abyecto una
abundosa cabellera, faldas de luengos pliegues pa
ra la inqUIeta pulga, tibio lecho para la chinchE'
apopltica y hasta sendos odos recinosos para ca
da garrapata, no habras de tener regervado a lo~
Vzquez Prado de Zacatecas un decoroso abrigo.
Presa de cruel remordimiento por no habel.
puesto antes al servicio de su familia tan hermos
talento prctico, se abandona del brazo de mam
y enmudecidos tomaron camino a Chapultepec.
Dos horas de ansioso y fatigante caminar. Ren

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225

diJ05 se detienen a tomar ah-e al pie ce la e.sta~ua


de Cuauhtemoc.
La tarde es nublosa, amenaza lluvia; al aire tibio y embalsamado de las arboledas pasa en grandes bocanadas.
Con la circulacin del oro y la plata Mxico Sto
galvaniza. Ya no son los eternos babosos de rostros patILularios y corpulencia de bandidos de eIcrucijada los nicos que ocupan los automvIle~.
Roncan las sirenas en toda,; direcciones, lot. autos
brillan en reflejos errdrinos, rodando sneIlcioso~ y
veloces; mujeres sensuales y elegantes tendidas
en mullidos cojIlles ostentan ya tela y corte'> de
ltIma moda, altas botas americana'l y r>.,tIractas
medias de seda ms transparentes que una tela dI."
arana.
-1 El agua llega !-pronuncia Francisco Jos.
1Iealando una nube negra que muge JI se le, anta
sobre la enramada.
-S, ya hemos descansado, vamos.
Paso a paso prosiguen su camino a lo largo del
paseo de la Reforma. La nube se disipa y el sol
resplandeciente baa de nuevo los rboles y Jos
perfIles del elegante casero. Cuando en el verdor del boscaje y entre los chalets lujosos a"oma,
como el plateado y escamoso VIento de un pez eHorme. el cobertizo de la residencia de Pascual, Agustinita y Franclsco Jos sienten que su corazn reseco y acibarado por tantos das de de."tJll!antos
y frustradas ilu8iones el aieteo de una nueva e',peranza. Con hondo regocijo se aproxima a la b.:an
ca fachada, recrean sus ojos en el mrmol de 1.\
escalinata, columnas y balaustrados en el brillo
mate de la roja estaada y en las llamaradas de
801 que incendian los emplomados.
}illdos otra vez, fuera d'e s, avanzan sin tomat"

226 Las Tribulaciones de una Familia Decente


aliento y cuando Agustinita apoya su mano febril sobre el botn elctrico de la rejilla, ya siente el corazn que se le escapa.
Un criado de flamante traje negro y alusima.
pechera inquiere con ceudo gesto qu se le ofrece.
-Buscamos a la seora-respondi A!,'1lstini.a
con yoz trmula y apagada.
El lacayo los examina con insolencia de los pies
a la cabeza y pregunta altivo a quin ha ue anan
ciar.
.
-A la madre y a un hermano de Berta-responde Fracisco Jos con arrogancia.
El mozo baja entonces la cabeza con aires el
perro castigado y se digna dt:scender y tirar del
pasador. Inclina medio cuerpo y da franco paso.
-Tengan la bondad de esperar aqu un momen~
too Voy a avisar.
Tal cambio de actitud hace que Agustinita y
Francibco Josf transijan con formulismos que no
deberan rezar con ellos.
Ocupan aSIento en un largo pasillo semioh!'curo y silencioso. Sus mIradas vagan por la'J molduras, bajoreheves y aems adornos qUE' decoran
muros y plafn. Al fondo y sobre un costado del
hall disemnanse plantas exticas sustentadas en
jarrones deb arro cado, que traen a la memoria
de Agustinita su casa en Zacatecas.
- j Por fortuna, vamos a salir de una vez de es
ta horrenda pesadilla!
-De esta pesadilla que pareca no acabarse jams!
1Libres al fin'
FranCISCO Jose se pone en pi y recorre neryic;,samente la e&tancia.
-Berta se ha hecho descuidada, madre, ve_ c-

Biblioteca de EL MUNDO

227

rno esa porcelana tiene vue1to del lado de la par(.,


un magnfico Rembrandt. .Apenas ",e conclb"!
Agustmita se levanta, coloca la pieza en delHd~
posicin y ob&erva:
- Jess, aqu no se barre nunca!. .. I Encuentro telaraas por todas partes. A Berta la engaa
la s-ervidumbre.
Luego va a hacer un registro minucioso.
-No me cabe duda; los criados hacen aqu <le
las suyaS'. Pero yo sabr pemerles las pera::, a
yeinticiuto.
-Me permito recomendarte a cierto mozo Insolente que no sabe d:stiuguir personas.
-Descuida, ser el primero de ir a aprender
su oficio a la calle.
Agustinita regresa al silln. Est inquieta y
no sabe qu pensar de la conducta de Berta. A la
verdad es una falta de educacin hacerla esperar, a ella, a su propia madre. Porque Agustinita est en su propia casa, puesto que es la casa de
su hija.
Pero como a pesar de tan lgicas refIexione8
Berta no parece para fomentar la ilusin de que,
en efecto, est en su casa, habla en voz alta:
- Dios mo, un palacio tan hermoso sumido en
esta soledad y silencio! Hasta los ruidos de la ca
lle se amortiguan aqu. Esto es muy triste! Berta no tiene ninos que son la alegrIa del hogar; pero debera tener muchos pjaros. Yo har que
nos traigan zentzontles de Zacatecas, que los se
educar muy bIen. Llenar la casa de calandrias,
canarios, clarines. " de ruido y de alegra.
-Yo le aconsejar a Pascual un gato de Angora
y un fox-terrier. Eso es muy chic. Da caracter.
De pronto, en la vidriera del fondo, a travs de
los cristales apagados en finos arabescos y capn-

228 Las Tribulaciones de una Familia Decente


chosos dibujos en blanco mata, se esfuma una silueta y pasa una sombra.
- Qu ha Sldo-clama Agustinita.- V o se me
figur? .. i Francisco Jos, me soplaron are fro
en la espalda' I La flaca me ha tentado! ...
Las puertas se entreabren y aparece Berta plida, demacrada y con aire de azoro.
-Berta!...
.
Se echa en los brazos de su madre que la estrecha Cl)n efuslOn.
-1 JesucrI~to, eres slo una sombra de lo que
lt..iste, hiJa ma!
La ampra y fI tante bata de seda yerde co!'} f!orones aur Od pone tinte fnebres en el rostn
amembrillado de Berta. Sus carnes enjutas parecen gUIapo miserable de una mariposa rie espln
dldas alas IrIsadas de 010.
En sus yoces medio ahogadas por el llanto y lo:;
gemidos se adivinan apenas estas palabras:
-' Soy una d sgraclada!
Francbco Jo contrae la frente. Berta habr
perdido el seso? Cmo puede llamarse desgraciada la Joven esposa que pisa gruesas alfombras,
siente el halito sagrado de los maestros del arte
antiguo y moderno en torno suyo, re~pira perfumes exquisittls y se alumbra con racimos de flores
lumin()sas?
I Habla, hija, dmelo todo; aqu estoy ya para
defellderte de cualquiera que pretenda hacerte
dao!' .. QuIl;n te ha puesto as?
Berta refrena RU dolor para hablar:
-Cuando vwiamos en Zacatecas modestamente.
con slo )a mebada de pap, yo era feliz, inmensamente feliz; 10 tena todo, 10 tena a l ... Hoy somos millonarios, y hoy soy nada, soy nadie, porque l no me pertenece
Q

Biblioteca de EL MUNDO

229

y sigue hablando y por mas que sus palabra'l


se repiten o cambien, son una cantinela, un rotol'nelo, una elega. Una elega que atrae, seduce,
conmueve y arrebata.
Francisco Jos emocionado hasta las lgrimas
pregunta:
- No te basta, hermana Berta, el que te haya
sabido rodear de tantas comodidades y lujo?
- La'3 comodidades,! FJ lujo! ... Qu disparates! ... i Oh, si yo fuera pobre siquiera! El trabajo sera mi eonsuelo, en el trabajo encontr",ra
alivio para mi dolor, en el trabajo se agotarlan
mis pobres fuerzas y rendida podra dormir largas
horas, interminables horas. j Qu dicha! En el
trabajo encontrara seguramente la resignacin
que hoy nadie, nadie me puede dar ....
XXI
El trabajo!. .. el trabajo!. .. el trabajo!. ..
La palabra suena a martillazos. Es un golpe
de latigo mflingldo en pleno rostro.
En la ment~ de Agustinita se inicia una labor
de zapa.
Durante una hora Berta no sabe hablar ms que
de bU dolor inconsolable. Y como un hallazgo qme
re alucinarse ahora con la idea del trabajo. Porque en el trabajo sigue mirando algo que podna
ocupar en parte al menos el vaco de su VIda. El
trabajo :;era su compaero fiel, capaz quizs de
hacerla olvidar por momentos siquiera la inutilidad y absurdo de su ,ida. Si en su ociosidad de
infierno, las horas corran como siglo"l, el trabajo
se las harIa contar como minutos. I Y que m'nor
dicha que la de ver precipitar"le el tiempo en aceleracin vertiginosa para quien no tiene ms des-

230 Las Tribulaciones de una Familia Decente


tino en la vida que pasear su propio cadver por
las fria.; pared\!'\ de una tumba prematura?
-Si yo no creyera en Dios l abandonara a Pas:
cual. .. en el trabajo encontrara seguramente mI
salvacin. Felices los que tien~n el trabaJO para
olvidarse del dolor de vivir!
y oyendo aquel lamento sostenido e interminable, Agustinita ve cl~ro que ella que viniera en
pos de consuelo y tranquilidad es ahora quien tie
ne qu~ impartirlos.
Berta deja de hablar, al fin, porque la brnsea
deetnci6n de su organismo agota de repente los
restos de energa, tal cual ocurre al febricitante
cuando la fiebre no suministra ms calor y estimulo a sus nervIOS. Su semblante coge el color
de un cirio, flaquean sus piernas y esplndidamente envuelta en su rica bata de seda verde y
oro, se desploma sin sentido sobre la alfombra,
convulsa como un pajarillo herido de muerte.
Agustinita acude en su auxilio; se echa de rodillas sobre la alfombra, levntale la cabeza que
rueda inerte sobre su brazo terso y musculoso.
-Berta!
Un torrente de besos y de lgrimas se desborda sobre la faz traslucida y enjuta.
Francisco Jos da voces, implorando ayuda.
Gran agltaclOn; suenan los timbres, rechinan
los goznes, las puerta~ se abren con estrpito, la
servidumbre acude. Ha.,ta la cuchilla del cocinero relampaguea relamiendo por sus dos caras el
albo delantal.
- j Agua de Colonia para mi hiJa! ..
Entonces comprenden. Una camarista acude
al punto con un frasco. Las miradas se humanizan y la servidumbre se acerca sigilosamente y

Biblioteca de EL MUNDO

231

hace rueda.
Agustinita fricciona los miembros flcidos y
con voz que es un lamento, exclama:
- j Pero si es un esqueleto!
De pronto, como si oculto resorte obligara a tomar forzosa actitud a todos los maneques, los
criados se colocan en forma rigurosa y guardan
compostura y silencio perfectos.
Por una puertecilla medio entornada aparece
Pascual envuelto en gruesa bata de bao, descubierta la cabeza y chorreando agua todava; sus
manos redondas y gordiflonas agitan los cordones de la cintura de donde prenden dos borlas como dos bolas de oro.
Olvidado de su madre y de su hermana, Francisco Jos salta sobre ellas y corre hacia l con
los brazos abiertos:
- j Hermano!. ..
Pero Pascual fija sus ojos slo en el grupo que
se debate en las baldosas, y pronuncia con clara
y serena entonacin:
-Est neurastnica y el mdico le ha prohibido escenas ... Sera preferible seguir como estbamos antes ... sin visitas ...
Agustinita levanta su estrecha frente, sus ojos
se dilatan ... en sus temporales culebrean sus arterias y se encrespan sus cabellos grises.
- j Hermano !-repite ~nocente Francisco Jos
y avanza.
Pero Pascual gira sobre sus talones y a su espalda se cierra la puerta ruidosamlnte.
Francisco Jos inclina la cabeza, pliega las cejas y se reconcentra. Bien pronto su frente se
yergue limpia y alta. Pronuncia con gravedad y
en voz baja:

232 Las T1'ibulaciones de una Familia Decente


"Todo est bien, porque yo he sido festinado
e incorrecto".
y Agustinita, en cuya mente acaba de verificarse una transformacin, agobiada por el cataclIsmo, vuelta un idlOta, permanece con Berta entre los brazos, absortos sus ojos en el vaco.
Berta mU"lita voces int<'ligibles, palabras inarticuladas, deja escapar un suspiro y entreabre
los ojos.
Gra\emente la servidumbre desaparece.
- i Ah ... mi
madre!... i Mi hermano tambin !. .. Fn dnde estoy?
- Te sientes mejor, hija ma?
Cuando Berta ha recobrado el sentido, Agustinita le dice:
-Cuando quieras vernos ya sabes en donde
est tu casa. Modesta casa, casa de pobres, casa de gentes que se ganan la vida con sus propias
manos; pero ia casa de tu padre, de tu madre, de"
tus hermanos ... tu verdadera casa ... Ah tendrs el calor de un hogar!
-El calor de un hogarl-responde Berta como un eco lejansimo, sofocada de nuevo por el
llanto.
~Francisco Jos, vmonos.
- C6mo? ... An nos falta 10 principal, ma.
dre. No te turbes.
-Aqu est tu sombrero.
-Pero madre ..
-S, Francisco Jos, es mejor que se vayan.
El podra venir y ... no, mejor es que no los halle
aqu. .. Dios Nuestro Seor me di esta cruz;
pero slo a rr! ... Debo cumplir con mi deber ...
Zumba el viento, el cielo muge.

Biblioteca de EL MUNDO

233

-No te comprendo, mamacita. Esto es absurdo!


- Es verdad qUe nada has comprendido, Fran.
cisco Jos?
-Incuestionablemente he sido incorrecto. No
era el momento oportuno. El ha hecho uso de su
derecho. Una explicacin ma lo compondr todo. Te digo que debemos regresar. Adems, mira como ya comienza a llover.
Por primera vez Agustinita pone en duda las
altas dotes intelectuales y morales del poeta del
hogar.
-;Por Dios, mam, regresemos en el acto, que
la lluvia es torrencial. Ve como nada se distin
gue ya a lo lejos. Yo siento las piernas quebran
tadas.
-Yo siento el alma quebrantada y para siem
pre! ... 1Qu injusticia!. .
-1 Deliras, mamaci ta ! ... Qu tienes? .. Dime
te duele la cabeza? .. Anda, sgueme y vamos a
refugiarnos all a los muros de esa casa: que el
agua escurre por mi sombrero.
-Es posible, Francisco Jos, que nada tras.
luzcas a la horrible verdad?
-Yo lo nico que s es que estoy hecho ya una
sopa.
- j Qu horrible injusticia! ... I Castigo de Dios,
por nuestros pecados! ...
Debatindose en su tormenta interior, Agusti
nita apenas si se da cuenta de la otra. Francisco
Jos la lleva a remolque y jadeantes se arriman
a las paredes de una suntuolloa residencia.
Las masas difusas de los rboles se han furdido en una sola y una gran plancha de plata atm
viesa la recta avenida. A lo lejos la columna de

234 Las Tribulaciones de una Familia Decente


la Paz se alza masuda y pesada y un Luzbel de
oro parece lanzarse en el abismo de las nubes revueltas que tocan hasta las cimas.
Pasa media hora y comienza a cesar la lluvia.
En angustioso mutismo, arrebujados y al arrimo
de la pared, defendidos por una madreselva que
llueve ahora lodo, hojas secas y florecillas yertas
de fro, mIran llegar la noche.-Discurren los vehculos como fuegos fatuos; los trenes elctricos
marcan una lnea intermitente de luz roja.
-Vamonos, pronuncia Agustinita de pronto,
como sahendo de un sueo.
Francisco Jos embobecido, contempla una casa de aleros plateados que arroja cascadas de luz
por sus estrechas ventanas gticas y por su gran
puerta central de vidrios como buquet de flores,
la tersa escahnata de jade, la reja estaada y el
jardn flondo, las madreselvas que trepan sus
follajes hasta un blanco mirador silente y lleno
de paz.
-Vmonos ya-repite Agustinita y lo sacude
por los hombros.
Cuando llegan en el jardn de los Angeles se
oyen las COI netas en el cuartel cercano de Santiago Tlal elolco. Estrias de luz que patman a
trechos el b tummoso empedrado les gua en la
ttrIca obs undad.
Un suspiro mmen'lO como la noche.
Antes de trasponer el portalillo de la casa,
Agus 'nita t ma del brazo a su hijo y le detIene.
- j Tene os que echarnos a sus pies y pedtrle
perdn!
- Pero a qUln, madre? .. j Sigues dehrando!...
-Lul es la nica que ha sabido comprender-

Biblioteca de EL MUNDO

235

lo!. ..
-Yo no comprendo a lladie .. ni a t siquiera.
Transformada de pronto Agustinita, se yergue, lo coge por un puo y su mano crispada le
hinca las uas en la carne hasta arrancarle un
vivo grito de dolor; entonces con voz aguda y
penetrante como fina hoja de acero le aturde
los odos:
- j Imbcil. .. Pascual nos ha robado!' ..

XXIJ.
Apenas entran en la alCoba de Procopio, despavoridos lanzan un grito.
- Oh, espantoso-explica Lul saliendo al encuentro.-Un ataque; ha llegado en un coche y
ya casi sin respirar; corr por un mdico ..
-Y? ..
-El corazn ... los riones j qu s yo!. ..
Las voces eran apagadas. Procopio no de~ner
t. Su rostro se perda en la blancura de las almohadas y las sbanas.
Transcurrieron dos das de angustia mortal;
al tercero se inici el alivio. Pero el mdico puso una nota de sombra en el regocijo general.
"No es preciso siquiera que el ataque se repita
para un desen1ace funesto".
Cuando Agustinita vino con el primer alimento de la maana, Procopio, sonriendo con una
taza de leche y no pudo contener un suspiro de
nio vido de golosinas, cogi entre sus manos la
satisfaccin. Senta la alegra del convalesciente: la servilleta desdoblada sobre sus rodillas, la
franja de sol que entraba por la puerta, el pedazo de cielo asomado por su ventana, los gor-

236 Las Tribulaciones de una Familia, Decente


geos de los pjaros en el jardn, todo eso que en
la vida diaria por trivial pasa inadvertido, era
para l objeto de viva alegra.
Luego que acab de desayunar tom una mano de Agustinita:
-Me alegro de que por fin hayas abierto los
ojos. Mira, la verdadera dicha es sta, la de las
pequeas alegras diarias, porque. la otra, la gran
de, la Dicha con mayscula, esa JW existe, es miraje, rrentira funesta. .. Los elementos de la fedlidad los llevamos dentro de nosotros mismos
Mbiamente repartidos y con absoluta equidad.
Todo depende de poner en armona nuestro mundo interior con el de afuera ..
Se haca elocuente, sus ojos brillaban, sus mejas se tean.
-No hables, te fatigas-observ Agustinita.
Sudor helado humedeca la frente de Procopio;
. pero, sorprendido l mismo de la lmpida claridad con que estaba percibiendo ideas antes confusas o subconscientes, presa de fuego extrao,
continu:
-El que ha cogido el sentido de la vida puede comprenderme. T, Lul, lo puedes! Yo lo
s demasiado. Los que buscan la dicha fuera de.
si mismos van al fracaso indefectible. Pero para
alcanzar el sentido de la vida no hay ms que un
camino nico: el del dolor. Por el dolor se nos
revela en toda su verdad nuestra personalidad
fntima, y con esa revelacin viene aparejada la
revelacin suprema: el sentido de la vida. Tanto ms vasto ser el campo de nuestras pequeas
alegras, cuanto ms alto hayamos ascendid~ la
escala del dolor.
-Te fatigas Procopio Y-implor Agnstinita.

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Todos vean algo extrao en l y le escucha


ban consternados. Su voz era anhelante y en sus
mej iBas resplandecan como fulgores de crepsculo.
Pero algo tambin muy solemne habra de pasar por su espritu para que no se diera cuenta.
de su estado fsico.
Francisco Jos entr a decir que Archibaldo
deseaba saludarlo.
-S, que entre; ahora quisiera ver a todos mis
predilectos.
Un apretn de manos y una sonrisa cordial. Con: siempre.
--A las peridicas remesas de dinero que Arl:h )aldo me hizo durante el tiempo que estuvo
los zapatistas, debemos el que no nos faltara
c:'nero en ms de un ao.
Ojos admirados se clavaron en Ar-hibahb
que, tan parlachn de ordinario, ahora quien fi~
be qu llevaba o qu haba visto all que le ccn
tena sin despegar los labios, profur..damente con
turbado.
-Lul, dice Archibaldo que t y yo nos parecernos corno una gota de agua a una gota de agua.
y es la verdad, porque t siempre me has comprendido .. j pero slo t!
Una dulce sonrisa pleg sus labios, aunque sus
palabras trasuntaban un reproche.
-Yo, caduco, impotente, agobiado por este mal
repetino que me lleva, soy con todo, ms feliz
que ustedes. Siento alegra hasta por la blanca.ra de mis sbanas, por la suavidad del lecho, por
las almohadas que me sostienen y .... y hasta por
los vidrios deslustrados que me amortiguan la
luz del sol.

238 Las Tribulaciones de una Familia Decente

Hizo breve silencio, domin un gesto de dolor, luego dijo:


-Apenas puedo crper que esta enfermedad
m ehaya puesto as. Parece que he corrido cin~
eo kguas sin tomar aliento ... Lul, quiero acostarme ... Echame algo en los pies ... Casi no los
siento ... Ahora salgan y djenm e reposar un
rato.
-No ser conveniente llamar a un sacerdote?
-dijo Agustinita.
Nadie se atrevi a responderle.
Lul, que no se poda mantener quieta un instante, regres a la alcoba.
- Saben ustedes lo que ocurri anoche en el
restorn de Chapultepec ?-pronunci Archibaldo con turbacin manifiesta.
\
-Quin va a ocuparse de esas cosas ahora,
h.ombre de Dios ?-respondi Agustinita.
-Es que se trata de u.n acontecimiento tambin muy grave para la familia. En una ria de
earrancistas ebrios Pascual result herido de gra~dad ....
-Pascual?
. - Herida mortal? . I Mamacita !...
-Archibaldo, dinos la verdad por dolorosa que
lIea.

- Pascual ha muerto?
,
-S-respondi secamente Archibaldo a las exclamaciones trgicas de Agustinita 'y Francisco
Jos.
-1 Ha muerto, madre!' _. .
-Ha muerto, Francisco"Jos!
Los dos cambiaron una'mtirada ardiente.
-Vamos al instant,e, madre.

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Pero se oy un grito desgarado dentro y todos


se precipitaron a la alcoba.
Aquella cara de asceta, enjuta y amarilla, aque
Hos ojos obscuros donde acababa de arder intensa llama espiritual, aquella cabeza nimbada de
canas hundase dulcemente entre Ilos albos y blandos cojines.
Ar'chibaldo se acerc, piadosamente le bes la
frente, luego levant el maxilar cado ya y lo
mantuvo fijo por medio de un pauelo.
Entonces se dibuj en los labios del difunto
aquel pliegue que le era habitual y brill un instante ms su sonrisa de bondad y suave irona.
Cuando Archibaldo volvi en torno su mirada,
slo Lul le acompaaba. De rodillas al pie del
lecho, levantaba la frente, abiertos los ojos al cielo: unos ojos grandes, inmensos, como el uni, verso.
FIN.

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