Yasutaka Tsutsui - Hombres Salmonela en El Planeta Porno
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Yasutaka Tsutsui - Hombres Salmonela en El Planeta Porno
HOMBRES SALMONELA
EN EL PLANETA PORNO
Y OTROS CUENTOS
NDICE
El bonsi Dabadaba
Rumores sobre m
El lmite de la felicidad
El mundo se inclina
El ltimo fumador
EL BONSI DABADABA
Mi padre lleg del pueblo con un bonsi que tena una forma curiosa.
-Esto es un rbol Dabadaba -anunci, mientras nos lo mostraba a mi esposa y a m-. Mirad, es
una especie peculiar de cedro.
-Vaya, qu cosa ms extraa! -dijo mi mujer, examinndolo con una mirada de asombro.
Tena unos veinte centmetros de altura. Era grueso en la base y se afilaba hacia la copa, donde el
follaje era ms escaso. Puesto en vertical, el tronco formaba un cono perfecto.
-S, y vaya nombre tan raro! -aad yo, mirando la expresin de mi padre para ver si as me daba
una pista de por qu haba trado el rbol.
-Bueno, no slo el nombre es raro -dijo l, afilando los ojos-. Si ponis este rbol Dabadaba en
vuestro dormitorio por la noche, tendris sueos libidinosos.
-Anda! Y qu significa eso de libidinoso? -pregunt mi esposa.
Yo le susurr al odo:
-Por supuesto, sueos erticos.
-Oh, vaya! -exclam, para despus sonrojarse.
Mi padre le ech una mirada lasciva y sigui diciendo:
-Llevis casados cinco aos y todava no tenis hijos. Por eso os he trado el rbol. Ponedlo a partir
de esta noche en la habitacin y seguro que tendris muy buenos sueos. Para un viejo como yo, no
es aconsejable.
Se march rindose como un pjaro extico.
Esa noche llevamos el rbol Dabadaba a nuestro dormitorio y lo pusimos a la cabecera de nuestra
cama matrimonial. Y es que, aun despus de cinco aos de casados, todava usbamos una cama
doble. El motivo es que nuestra habitacin era ms bien pequea, as que no haba espacio para
colocar dos camas.
-Hala, buenas noches!
-Buenas noches. Hasta maana.
Apresuradamente, nos zambullimos entre las sbanas y, excitados, nos dimos la espalda y nos
concentramos en conciliar el sueo. En momentos como stos, uno quiere ser el primero en caer. Si el
ruido de la respiracin de tu compaero no te pone nervioso y te mantiene despierto. Y ms an si
sabes que est teniendo un sueo ertico. Y no digamos si el otro empieza a hablar en sueos.
Por suerte, me qued roque inmediatamente y empec a soar. Soaba que estaba en mi
habitacin durmiendo con mi esposa en mi cama de matrimonio.
Qu bien, un sueo!"
Me sent en la cama. Mi mujer dorma pacficamente a mi lado completamente desnuda. sa es su
forma de dormir. Volv la cabeza asombrado.
Fantstico!, pero qu tiene esto de ertico?
Si hiciera el amor con ella despus de todo este tiempo, no tendra nada de ertico. Sera la triste
realidad, tanto si ella estaba desnuda como si no.
En fin, si ste es un sueo ertico, ser mejor que haga algo ertico.
As que sal de la cama y me puse la camisa y los pantalones. Luego, me calc unas sandalias y sal de
casa. Para encontrar a una mujer con la que mereciera la pena compartir un sueo ertico, tendra
que irme al distrito de la vida nocturna. Camin a lo largo de una calle oscura y luego di la vuelta
hacia una importante va. La calle reluca como si fuera de da por los bares y restaurantes que
haba a cada lado. Estaba llena de gente.
Pero, a ver, dnde estn tocias esas buenorras?, murmur. Me senta bastante cansado despus
de recorrer dos o tres manzanas. Estaba claro que tener un sueo ertico exiga una cierta
perseverancia. Localic a una mujer que pareca prometedora de lejos pero que, al examinarla ms
de cerca, result ser una bruja arrugada. En otro momento, pas por delante de m una chica alta y
delgada con una gran figura pero, al querer alcanzarla, descubr que era un autntico coco, Y es que
no estoy muy ducho en cuestin de mujeres. Pero ahora que estaba teniendo este sueo ertico,
careca de sentido ir a por alguien que no me excitara, as que segu con mi bsqueda.
Entonces apareci una muchacha. Sala de una pequea cafetera que daba a la calle. Llevaba un
traje marrn oscuro y pareca una estudiante universitaria. No iba muy maquillada, aparte de llevar
los labios pintados. Tena la tez blanca, los ojos grandes y una cara bonita.
-sta s! -exclam, bloquendole el paso.
-Puedo ayudarle? -me pregunt, mirndome de arriba abajo.
-Pues, hombre... -respond vacilante, intentando explicarme-. Vers, es que me han regalado un
rbol Dabadaba. Y...
-Oh, no! Usted tambin! -se ri tontamente. Luego su expresin se torn en enfado-. Usted es
el cuarto de la noche. Me va a decir que est teniendo un sueo ertico por el rbol Dabadaba y
que quiere hacer el amor conmigo, no es eso?
-Qu? Quieres decir que hay ms gente?-respond algo sorprendido. Pero, al fin y al cabo, no
era ms que un sueo. Qu ms daba?-. Bueno, lo que quiero decir es que s, as es. Quiero hacer el
amor contigo.
-En sus sueos! -dijo ella con una sonrisa irnica, moviendo la cabeza-. Les he dicho lo mismo
a los dems. Esto puede que sea un sueo para ustedes, pero para m es la realidad. Y, adems, yo
soy virgen todava. Me niego a perder la virginidad slo para satisfacer el deseo de otra persona en
un sueo.
Qu quera decir? En fin, no importaba. Slo era un
Sueo.
-Los otros tres deban de ser unos pusilnimes. Sin carcter. Y quiz tampoco te deseaban lo
suficiente -dije-. Yo no voy a renunciar tan fcilmente, sabes? Puede que para ti esto sea la realidad,
pero para m es slo un sueo. As que me importa un rbano lo que pase! Y, adems, t me gustas.
Me gustas un montn y te voy a hacer el amor. Si te niegas, no tendr ms remedio que obligarte
aqu y ahora.
-Qu? Aqu, en la calle?
-Eso es. No me importa quin nos vea o dnde estemos. Voy a saltar sobre ti y voy a desgarrarte
ese traje marrn oscuro tan elegante, y..., y entonces te voy a quitar el sostn, y..., y...
-Est bien, no te excites tanto, que se te est cayendo la baba!
-Anda! -Me frot la boca rpidamente con el dorso de la mano-. Y despus..., despus te quitar
las bragas.
-Esto..., es que llevo medias.
-Bueno, pues te voy a bajar las bragas junto con las medias y luego voy a agarrarte, y lanzarte a la
acera y violarte por la fuerza. Dices que eres virgen y eso me apena, pero, qu caramba, esto es un
sueo, qu ms da! Voy a desvirgarte, y luego...
Pero la polica podra vernos.
-No importa. Si vienen a detenerme, gritar a viva voz y as me despertar. Perdona... Esto es
real para ti, no? Tu ropa estar hecha polvo y t estars en pelota picada. No podrs volver a casa
en ese estado. Qu hars entonces?
-No lo s. Qu opinas?
-Por qu no vamos a un hotel? En realidad, no quiero violarte aqu. Y si viene la polica lo
estropeara todo.
Ella vacil un instante, observndome de reojo.
-Est bien -contest con cierto tono de rechazo-. Ir contigo. Despus de todo, parece que slo
existo dentro de tu sueo. Por lo tanto, no te puedo ignorar, verdad?
De modo que salimos a una calle lateral y fuimos de un lado a otro en busca de un hotel
discreto. Pero no encontramos ninguno.
-Dnde estarn?
Estaba empezando a mosquearme. Si no lo hacamos rpido, me podra despertar.
-Podramos encontrar uno si nos alejamos del centro en direccin a Yarnatc -dijo ella-. Hay un
hotel justo al lado du mi universidad.
Subimos por una colina y por fin encontramos uno. Entramos y nos quedamos esperando ante el
mostrador de la recepcin hasta que sali una mujer calva de mediana edad.
-Lo siento, estamos completos -dijo-. Pero si quieren esperar cinco o diez minutos, seguro que
quedar libre alguna habitacin.
Yo no poda arriesgarme a caminar por ah buscando otro hotel, as que los dos nos fuimos a la
salita de espera que haba junto a la recepcin. Estbamos solos.
-Ests casado? -me pregunt ella.
-S.
-De verdad? Y qu est haciendo tu mujer ahora?
Durmiente junto a m en nuestra habitacin.
Quieres decir que ests teniendo un sueo as mientras tu mujer duerme |unto a ti? Pero qu
clase de mando eres t?
Y cmo s yo lo que est soando ella?
Mientras deca esto, otra pareja entr en el hotel. Poda or cmo la recepcionista repeta las
mismas palabras.
-Lo siento, estamos completos. Pero si quieren esperar cinco o diez minutos, seguro que
quedar libre alguna habitacin.
Cuando la pareja entr en la sala de espera, yo solt un grito. Al verme, se quedaron de piedra.
La mujer era mi esposa, y su compaero era nuestro vecino, el seor Miyarnoto.
Vaya, vaya! dijo Miyamoto obsequiosamente.
Se sentaron en el banco que tenamos enfrente. El gordinfln de Miyamoto mir hacia el suelo
con pudor.
-Vaya, te lo ests pasando bien, eh? -dijo mi esposa con sarcasmo.
-S, t tambin! -respond yo. Le iba a preguntar cunto tiempo haba estado vindose con
Miyamoto, pero slo era un sueo. No tendra sentido preguntar nada.
-Es guapa -dijo mi esposa indicando con la barbilla a mi pareja.
-Es sta su mujer? -dijo la chica precipitadamente-. Encantada de conocerla. Yo me llamo...
-No seas tonta. No tienes por qu decir nada -y la tir hacia atrs agarrndola de la falda.
Entr la recepcionista.
-Ahora tenemos una libre -anunci-. Por aqu, por favor.
-En fin, con permiso -les dije a Miyamoto y a mi esposa mientras nos levantbamos para irnos.
La recepcionista nos llev hasta nuestra habitacin. En cuanto nos dej solos, yo salt sobre la
chica gritando:
-Vamos all!
-No! -grit ella. Me rehuy y se qued en una esquina de la cama-. Pronto volver la seora
con el t.
-Vaya, parece que ests muy puesta en estas cosas!
Se sonroj.
-De todos modos, no puedo esperar ms. Que entre, si quiere!
La chica volvi a esquivarme.
Mientras seguamos con nuestro jugueteo amoroso, entr la recepcionista con el t.
-El agua del bao ya debe de estar caliente, as que no lo duden. Buenas noches -dijo, y sali de
la habitacin.
-Me gustara darme un bao -dijo la chica.
-Pero no puedo esperar tanto -me quej yo-. No lo puedes hacer despus?
-Por supuesto que no! Estoy sudando de tanto caminar. Y t tambin deberas baarte despus
de m. Mira la cara que tienes. Ests todo sudado.
No, no puedo esperar ms! -dije arremetiendo contra ella.
Se meti en el bao y cerr la puerta con pestillo.
-Est bien, en ese caso entrar contigo! -dije en voz alta golpeando la puerta.
-No! -grit-. Me da mucha vergenza.
No haba nada que hacer. As que me quit la ropa y me sent en el borde de la cama, desnudo,
esperando que reapareciera la chica. Mi nerviosismo iba en aumento. Este sueo era terriblemente
parecido a la realidad. Incluso llegu a pensar que poda ser la realidad. As que, como prueba, me
clav una ua en la mejilla derecha. Si era un sueo, no me dolera.
Pero el caso es que me doli.
Me doli tanto que me despert. En el sueo me haba clavado la ua en la mejilla con todas mis
fuerzas.
-MIERDA!!
Mi esposa segua durmiendo tranquila y contenta a mi lado. En un ataque de ira, di un salto y
le di en el brazo.
-Ay, ay! Pero qu haces? -Se levant sobresaltada-. Justo cuando estaba llegando a lo mejor!
-Aja! Te crees que voy a dejar que seas t sola la que te lo pases bien? Voy a volver a
dormirme y a pasrmelo en grande!
-Crees que t eres el nico? Pues mira lo que hago!
Nos dimos la espalda bufando de indignacin y nos concentramos en volver a conciliar el
sueo. Afortunadamente, muy pronto me qued roque y empec a soar: estaba durmiendo en la
cama de nuestra casa.
Qu bien! Un sueo!
Retir las sbanas. Mi esposa estaba durmiendo desnuda.
Estupendo! Volvamos al hotel!
Revolv la cama buscando la ropa. Pero no vea por ningn lado mi camisa ni mis pantalones. Por
supuesto, no estaban. Me los haba dejado en el hotel.
Rpidamente busqu otros pantalones, pero tena tanta prisa que no poda entretenerme en
buscarlos. Al fin y al cabo no era ms que un sueo!
Est bien! Me ir as!
Sal pitando de casa, desnudo y descalzo.
Corr a lo largo de la calle oscura, yendo a parar a la calle principal- Como antes, haba tanta
claridad que pareca de da. Estaba llena de gente. Los transentes abran los ojos sorprendidos al
verme correr por la calle como Dios me trajo al mundo. Algunas mujeres se pusieron a gritar.
-Eh, usted, detngase!
Cerca del cruce, un polica empez a perseguirme.
Detengan a ese hombre! Se ha vuelto loco!
Siempre hay alguien que se entromete en nuestros asuntos, hasta en los sueos. Un transente
estir la pierna y me puso la zancadilla, y no pude evitar darme de bruces contra la acera. El polica
me cogi por la espalda mientras yo me resista con todas mis fuerzas.
-ste es mi sueo! -grit-. Venga, hombre, esfmate!
El polica intentaba desesperadamente ponerme las esposas.
-Ha perdido el juicio! Aydenme a agarrarlo! -grit a los curiosos que estaban presenciando
la escena.
Cuatro o cinco hombres dieron un paso al frente c intentaron retenerme. Me dieron dos o tres
puetazos fuertes, pero apenas sent nada. Al fin y al cabo, no era ms que un sueo. Aun as, no
poda perder ms tiempo entretenindome con esas zarandajas. Si no me largaba pronto, la chica
podra cansarse de esperar e irse del hotel. As que, a regaadientes, decid despertarme de nuevo.
Aunque los policas y los espectadores me estaban agarrando, grit con todas mis fuerzas.
Ese ruido me despert.
-Pero qu pasa ahora? Por qu ests gritando? Me has vuelto a despertar! Y justo cuando
estaba en lo mejor.
Mi esposa, que se haba despertado por el ruido de mi voz, se puso hecha una furia.
-Te crees que eres la nica que quiere tener un buen sueo? -dije yo. Me levant, cog una
camisa y unos pantalones nuevos del armario, los dej junto a la cama y me volv a meter en ella.
Esta vez va a ir en serio. Ya lo vers!
Bien, no vas a ser el nico.
Una vez ms, nos dimos la espalda indignados y nos concentramos en volver a conciliar el sueo.
-No, no me entiende -dije con un suspiro-. Estoy totalmente cuerdo, pero es que estamos
en el sueo de otro. Y ahora, se podra quitar la ropa cuanto antes? Puso los ojos como platos.
-Qu depravacin ms increble! Usted, aparentemente un respetable cabeza de familia, un,
un, un respetable miembro de la sociedad...
Ya me haba cansado. Me abalanc sobre ella. -Si no nos damos prisa, Miyamoto se despertar! Esta vendedora era ms joven y bella que la seora Miyamoto. Sera una pareja mucho mejor
para el sexo.
Mientras le quitaba el vestido, ella se resista con todas sus fuerzas.
-Pero para nosotros es la realidad! -gritaba ella, intentando resistirse-. Nuestras vidas seguirn
despus de que se despierte ese seor Miyamoto. Y qu har con estas marcas que tengo en el
cuerpo?
-S, en parte tiene razn. Pero hay otra forma de verlo. Tan pronto como se despierte Miyamoto,
es posible que nosotros dejemos de existir.
Ella llevaba un sostn marrn oscuro a juego con las bragas. Sus intentos por resistirse le haban
hecho sudar copiosamente, pero cuando le quit las bragas, de repente pareci haberse quedado
sin fuerzas. Se me tir encima con un gemido.
-Eres malo, eres muy malo -dijo, y empez a sollozar. La rode con mis brazos y la llev hasta el
dormitorio. -Con permiso, podrais echaros un poco para all? -les dije a los otros tres que
estaban en la cama.
La seora Miyamoto permaneca echada con la mirada perdida, tal como la haba dejado.
Cuando vio a la vendedora, a la que yo estaba abrazando, grit desesperada.
-No, no me puedes dejar as! Primero me dejas satisfecha!
Miyamoto se haba medio cepillado a mi esposa y se me qued mirando.
-Est bien. Sea esto un sueo o no, no permitir que insulte a mi mujer!
En ese momento, volvi a sonar el timbre. -Perdn, me tendr que disculpar un momento.
Dej a la vendedora durmiendo en un lado de la cama, volv al vestbulo y abr la puerta. En el
porche haba un hombre andrajoso de mediana edad con algo que se pareca a un contador Geiger
colgndole de una mano.
-S? En qu puedo ayudarle?
-Soy del Departamento de Higiene Municipal. No tendr usted por casualidad un bonsi
Dabadaba?
-Pues s, as es. Cmo lo sabe?
Me lo imaginaba respondi el oficial de higiene. Esto es un sensor de sueos erticos. Nunca
falla. Y ahora, si me permite examinar el rbol, por favor.
Entr como Pedro por su casa.
-Espere un momento! -le grit. Pero el oficial de higiene se fue derechito a nuestro dormitorio
y sujet el rbol Dabadaba que haba en la cabecera de la cama- Por qu se lo quiere llevar? -le
pregunt.
-Es que no ha ledo el peridico esta maana? Est bien, se lo contar. ltimamente, estos
rboles Dabadaba han estado provocando un gran malestar social. Por culpa de ellos, las personas ya
no pueden distinguir entre los sueos y la realidad. Han estado haciendo el amor en las calles,
violando conductores de autobs ante los pasajeros. Algunos hombres han abordado a las
dependientas de los grandes almacenes. Algunas mujeres han retozado en plena calle totalmente
desnudas, provocando a jvenes a plena luz del da. Otras chicas han invitado a completos
desconocidos a que se acostasen con ellas. Es un mundo de violencia sexual y de depravacin desenfrenada. Por eso, el Gobierno ha empezado a confiscar los rboles Dabadaba.
Cielos! No me imaginaba que hubiera tantos dije con un suspiro-. Pero si es eso lo que dice
el Gobierno, supongo que no tenemos otra opcin, no?
-No es justo! gimi mi esposa, que estaba sentada en la cama escuchndonos-. Si slo lo
hemos utilizado una noche!
-No se preocupe -Miyamoto levant la cabeza de entre la ropa de la cama y le contest al oficial
de higiene, frunciendo el entrecejo-: Y es que, sabe usted?, todo esto est sucediendo en mi
sueo. Si as lo decido, este hombre dejar de existir. Desaparecer sin ms.
El oficial de higiene torci el gesto.
-As que aqu hay otro loco, eh?
-No me cree? -dijo Miyamoto, incorporndose en la cama-. Muy bien, se lo demostrar. Le
demostrar que ste es mi sueo.
Y acto seguido se puso a chillar como un poseso.
Miyamoto se despert por el ruido de su propia voz. En ese instante, iodos nosotros
simplemente dejamos de existir.
RUMORES SOBRE M
El da 18, a eso de las 16:40, Tsutomu Morishita, de 28 aos, empleado de Industrias Elctricas
Kasumiyama, S. A., sita en Sanko-cho, Shinjuku, Tokio, invit a Akiko Mikawa, de 23 aos,
1
mecangrafa de la misma empresa, a tomar algo despus del trabajo. Mikawa se neg aduciendo que
tena que volver pronto a casa. Cuando cit a Mikawa en el pasillo, Morishita llevaba una corbata
roja de topos verdes que haba comprado el da anterior en un supermercado de Shinjuku. Posteriormente, Morishita regres a su apartamento de Higashi-cho, en Kichijoji, y se prepar la cena.
Se cree que se acost inmediatamente despus de cenar, como de costumbre. sta es la cuarta vez
que Morishita es rechazado por la seorita Mikawa.
Al lado del artculo haba una foto ma, la misma que haban sacado en televisin la noche
anterior. Sin embargo, no sala la de Akiko Mikawa, as que estaba claro que el principal protagonista
de esta noticia era yo.
Le el artculo cuatro o cinco veces mientras me beba un vaso de leche. Entonces romp el
peridico en pedazos y lo tir a la papelera.
-Esto es una conspiracin! -susurr-. Alguien me est gastando una broma. Mierda! Todo
esto slo para rerse de m!
Fuera quien fuera, necesitara mucho dinero. El hecho de imprimir un solo ejemplar de un
peridico deba salir muy caro. Quin podra ser? Quin ira tan lejos como para hacerme esto?
No recordaba haber ofendido tanto a nadie. Quizs era alguien a quien tambin le gustaba
Akiko Mikawa. Pero qu pretenda? Lo nico que ella haba hecho era rechazarme.
No, sin duda esto debe ser obra de algn perverso, pens. Pero lo cierto es que no haba nadie
as en mi entorno.
Vaya!, debera haber conservado el peridico, pens, mientras me diriga a la estacin. Me
arrepent de haber perdido los nervios. Si hubiera conservado el peridico me poda haber ayudado
a descubrir al culpable. Y una vez que lo hubiera encontrado, habra servido de prueba.
Me met en un tren que iba hasta los topes y encontr un lugar donde permanecer en medio del
vagn. Estaba pensando en toda la gente que conoca cuando divis el peridico que lea el hombre
que estaba a mi lado. Era diferente al que yo haba ledo, pero tambin inclua un artculo sobre m.
Y esta vez ocupaba dos columnas enteras.
Solt un pequeo grito de sorpresa.
El hombre levant la vista del peridico, volvi a ojear la foto del artculo, mir de nuevo por
encima y se me qued mirando de arriba abajo. Yo me di la vuelta precipitadamente.
Quin haba hecho esto? Estuve a punto de estallar de clera. El villano haba sustituido todos
los peridicos matinales de esta lnea de tren por otros falsos. Quera cerciorarse de que no slo
fuera yo quien leyera el artculo, sino tambin el resto de gente que tomaba el mismo tren que yo.
De ese modo, poda convertirme en un hazmerrer y difamar mi nombre. Y, ni que decir tiene, su
intencin final era hacerme perder el juicio. Respir hondo y los pulmones se me llenaron del aire
mal ventilado que haba en el abarrotado tren. Mierda! No le dara bola! Nadie iba a conseguir
que me volviera loco!
Me re a carcajadas.
-Guajajajajajajaja! Pero entonces, quin es el loco? -grit, Yo no, desde luego!
Guajajajajajajajajaja!
En la estacin de Shinjuku, sonaba la misma voz de siempre por los altavoces: Shinjuku. Shinjuku.
Los viajeros que hagan transbordo en la lnea Yamanote, desplcense al andn contrario. El tren para
en Yotsuya, Kanda y Tokio. Por cierto, el seor Tsutomu Morishita ha subido hoy en el vagn
nmero 6 de este tren. Esta maana no ha tomado ms que un vaso de leche. Seores pasajeros: que
tengan una buena jornada laboral.
No haba nada raro en el ambiente del trabajo, pero, en cuanto llegu a la oficina, siete u ocho
colegas empezaron a darse golpecitos en los hombros. Not que me miraban de reojo y que
musitaban algo entre ellos. Llegu a la conclusin de que deban estar hablando de m.
Despus de despachar dos o tres asuntos, me fui a la salita de las secretarias. En la oficina haba
cuatro secretarias, entre ellas Akiko Mikawa. Nada ms verme, a las cuatro les cambi la expresin y,
de repente, empezaron a aporrear sus teclados frenticamente. Era evidente que no haban estado
trabajando, sino hablando de m hasta ese mismo momento.
Ignor a Akiko y llam al pasillo a Hiruma Sakamoto.
-Oye, ayer pregunt alguien por m?
ventana trasera. La carretera estaba llena de coches, as que era imposible saber cul de ellos me
persegua. Todos me parecan sospechosos.
-Creo que nos siguen -le dije al taxista-. Puede darles esquinazo?
-Eso es mucho pedir, seor, si me permite decirlo.
El taxista puso cara de desagrado.
-A menos que sepa qu coche es. De todos modos, lo tendr difcil si quiere deshacerse de
todos con este trfico.
-Creo que es ese Nissan Cedric negro. Mire! Tiene el bandern de un peridico!
-Est bien, seor, si insiste. Pero, personalmente, creo que tiene usted mana persecutoria.
-Estoy en mi sano juicio -me apresur a contestarle-. No se le ocurra llevarme al manicomio,
eh?
El taxi fue dando tumbos y errando sin propsito fijo durante un rato, como si lo condujera un
sonmbulo, antes de llegar a Ginza Nichome.
-Bueno, al menos he perdido de vista el Cedric negro -dijo el taxista sonriendo burlonamente-.
Esto se merece una propina, digo yo!
A regaadientes, agregu quinientos yenes a la tarifa que marcaba el taxmetro.
Al entrar en la oficina de nuestro cliente en Ginza Nichome, me recibi con una cortesa
inusitada una recepcionista cuya cara reconoc. Me llev a un saln especial de recepcin destinado a
invitados de mucho postn. En condiciones normales me hubiera llevado al despacho del
encargado jefe y yo hubiera estado hablando de pie mientras l permaneca sentado.
Me sent en un sof del espacioso saln y me estaba empezando a poner nervioso por la
incomodidad cuando, para mi sorpresa, entr el director de departamento con el jefe de seccin.
Ambos comenzaron a saludarme con especial formalismo.
-Suzuki siempre est encantado con su gentil ayuda -dijo el director de departamento haciendo
una profunda reverencia. Suzuki era el empleado que me sola recibir.
Mientras permaneca all sentado lleno de perplejidad, el director de departamento y el jefe de
seccin, lejos de discutir el asunto que nos ocupaba, empezaron a colmarme de elogiosas
adulaciones. Admiraron mi corbata, alabaron mi buen gusto para la ropa e incluso empezaron a
ensalzar m aspecto fsico. Violento por todo ello, les entregu rpidamente los documentos que me
haba dado el jefe de seccin, les transmit el mensaje y enseguida me desped de ellos.
Cuando sala del edificio me di cuenta de que el mismo taxi de antes estaba esperando junto a
la acera.
El joven taxista sac la cabeza por la ventana lateral.
-Oiga, seor! -me llam.
-Todava est por aqu? -le dije-. Bueno, me viene de perlas. Me podra llevar de vuelta a
Shinjuku?
No haba hecho ms que acomodarme en el asiento trasero cuando el taxista me lanz un billete
de quinientos yenes.
-Puede quedarse con l, seor -me dijo-. No voy a aceptarlo ni en broma!
-Sucede algo?
-Volv a poner la radio y estaban hablando de usted. Decan que le haba llevado un granuja de
taxista que, deliberadamente, le haba estado paseando y que le haba sableado quinientos yenes!
Y hasta mencionaron mi nombre!
Ahora entenda por qu me haban tratado con tanta deferencia en la oficina de mi cliente.
-Ya le dije que nos seguan.
-Sea lo que sea, puede quedarse con los quinientos yenes.
-Vamos, son para usted.
-De eso nada. Qudeselos!
-Est bien..., vale. Si eso es lo que quiere. Pero, en cualquier caso, me llevar ahora a Shinjuku?
-Cmo podra negarme? Lo prximo que dirn de m es que me negu a llevar a un cliente!
Por fin partimos en direccin a Shinjuku.
Poco a poco me iba dando cuenta de que la conspiracin para volverme loco tena unas
proporciones inimaginables. Aparte de otras consideraciones, parece que m enemigo haba
comprado los medios de comunicacin. Quin diablos podra ser? Y qu motivos tendra? Por
qu querra alguien hacerme algo as?
Lo nico que poda hacer por ahora era seguirles la corriente. Sera prcticamente imposible
descubrir al cerebro que haba detrs de todo esto. Aunque desenmascarase a uno de mis
perseguidores, no sera ms que alguien de poca monta. No sabra quin era el verdadero cerebro. se
era el pez gordo, tan gordo como para comprar todos los medios.
-No es que quiera poner excusas, seor -dijo el taxista de repente-. Pero le juro que le di
esquinazo al Cedric negro. De verdad.
-Estoy seguro de ello -le respond-. Pero me temo que no es tan sencillo. No se limitan a
seguirme en un coche. Hasta es posible que hayan colocado micrfonos en este taxi.
Espera un poco, pens. Cmo saba yo que poda fiar me de este taxista? A lo mejor tambin
formaba parte de la conspiracin. O, si no, cmo saban que la propina haba sido de quinientos
yenes?
De repente, me di cuenta de que haba un helicptero sobrevolndonos en crculos. Volaba a
una altitud peligrosamente baja, casi rozando los tejados de los edificios.
-Estoy seguro de que he visto ese helicptero a la salida, seor -dijo el taxista mirando al cielo
con los ojos entrecerrados-. Quiz sean ellos los que estn siguindole.
Se produjo una colisin ensordecedora, y un estallido de luz del color de la sangre pas como un
rayo por el cielo. Mir hacia arriba y vi como unos fuegos artificiales que volaban en todas
direcciones. La aeronave haba chocado contra el ltimo piso de un rascacielos. El piloto deba de
haber prestado demasiada atencin a lo que pasaba en tierra y perdi el control. -Le est bien
empleado! Jejejejejeje! El taxista se rea como un loco mientras sala zumbando del lugar. Para
entonces, presentaba el aspecto de un hombre trastornado.
Saba que corra peligro si me quedaba en el taxi por ms tiempo.
-Anda, me acabo de acordar de algo -le dije-. Podra dejarme aqu mismo?
La verdad era que me haba acordado de que haba una pequea clnica neuropsiquitrica cerca
de all. -A dnde va? -me pregunt el taxista. -Eso es cosa ma -le respond. -Yo me voy derecho
a casa a dormir -agreg l. Tena la cara plida cuando le pagu. Aunque no haba lugar a
dudas: l no era uno de ellos.
-Buena idea -dije yo mientras sala al exterior, donde haca un calor insoportable.
Entr en la clnica y me sent en la salita de espera durante unos veinte minutos. Despus de una
mujer de mediana edad que pareca histrica, entr un joven que pareca epilptico. Despus me
toc a m. Entr en la consulta; el doctor estaba viendo la televisin, que se encontraba en una
mesita junto a la ventana. Estaban dando la noticia del choque del helicptero.
-Vaya, hombre, hasta el cielo se ha empezado a congestionar -musit el mdico a la vez que volva
su cara hacia m-. Y, como es lgico, vendrn ms pacientes como consecuencia de eso. Pero no
vendrn para recibir tratamiento hasta que sea demasiado tarde. sta es una mala costumbre de los
japoneses.
-S, tiene razn -dije yo asintiendo con la cabeza. No quera parecer molesto, pero fui al grano y le
empec a explicar mi situacin. Al fin y al cabo, estaba trabajando y no tena mucho tiempo.
Anoche, de repente empezaron a hablar de m en televisin. Y en los peridicos de esta maana haba
artculos sobre m. En la estacin tambin me mencionaron por megafona. Y en la radio, lo mismo.
En el trabajo, todos hablan de m a escondidas. Estoy seguro de que han intervenido mi telfono y
que han puesto micrfonos en los taxis que he cogido. De hecho, s que me persiguen. Es una
operacin a gran escala. Ese helicptero que ha salido en las noticias ha colisiona-do mientras me
persegua!
El doctor se me qued mirando con expresin compasiva mientras yo segua con mi historia. Pero
al final hizo un gesto como diciendo que ya no poda aguantar ms y empez a vociferar:
-Cmo no ha venido a verme antes? No, claro. Slo vienen cuando su estado ya es demasiado
grave! No me dan otra opcin que mandarlos inmediatamente al hospital, aunque sea a la fuerza!
Porque no hay ninguna duda al respecto. Sufre usted delirios de persecucin, un complejo de
vctima; en otras palabras, alucinaciones paranoicas. Un cuadro tpico de esquizofrenia.
Afortunadamente, todava no hay prdida de la personalidad. Le enviar de inmediato al hospital
universitario. Yo me encargo de todo el papeleo.
-Espere un momento! -grit yo con rapidez-. Como tena prisa, no me he explicado bien. Tena
la impresin de que no me creera. No soy muy locuaz que digamos y no puedo expresar las cosas
de manera lgica. Pero todo lo que le he dicho no tiene nada que ver con ese complejo, son
hechos probados! Aun as, yo sigo siendo un asalariado cualquiera, ciertamente no soy lo
suficientemente famoso para ser perseguido por los medios de comunicacin. Lo mire por donde lo
mire, estas personas de los medios que me estn siguiendo, que informan sobre lo que hago, s,
incluso sobre alguien como yo, son ellos quienes estn locos! Yo slo he venido aqu para
pedirle consejo, para preguntarle lo que debo hacer para solucionar todo esto. Usted ha escrito
libros sobre las tendencias patolgicas de la sociedad y la perversin de los medios. Usted ha
hablado de ello en la televisin. Por eso precisamente he venido aqu. Esperaba que usted me
enseara cmo adaptarme a este ambiente anormal sin perder el juicio. El doctor sacudi la cabeza
y, cogiendo el telfono, me dijo:
-Todo lo que acaba de decir, no hace ms que demostrar lo grave que es su caso.
Su mano se detuvo mientras marcaba el nmero. En ese momento, sus ojos se fijaron en la
imagen que apareca en la televisin, sobre la mesa. Era una foto de mi cara. El doctor abri los
ojos de par en par.
Y ahora ms noticias sobre el caso Morishita, deca el locutor. Tras salir de la oficina de su
cliente situada en Ginza Nichome, Tsutomu Morishita, empleado de Industrias Elctricas
Kasumiyama S. A., cogi otro taxi, al parecer pensando regresar a su oficina de Shinjuku. Pero, de
repente, cambi de parecer, sali del taxi y entr en la Clnica Neuropsiquitrica Takehara de
Yotsuya.
En la pantalla sala una fotografa de la entrada principal de la clnica.
Por el momento se desconoce por qu entr en dicha clnica.
El doctor se me qued mirando como en sueos, con los ojos humedecidos. La boca se le
qued medio abierta y la lengua roja le bailaba de emocin.
-As pues, usted debe ser un famoso...
-No, en absoluto -seal a la televisin-. Lo acaban de decir, no lo ha odo? Soy empleado de
una empresa. Una persona normal y corriente. Pero, a pesar de ello, cada uno de mis movimientos se
vigila de cerca y se emite a todo el pas. Qu es eso sino algo anormal?
-Bien. Usted me ha preguntado hace un momento cmo podra adaptarse a un ambiente anormal sin
perder el juicio. -Mientras hablaba, el doctor se incorpor lentamente y se di rigi a un armario de
cristal lleno de medicinas-. Sin embargo, encuentro que su caso es contradictorio. Un ambiente lo
crean las personas que viven en l. Por eso, usted es una de las personas que estn creando ese
ambiente anormal. Por consiguiente, si su ambiente es anormal, usted tambin debe ser anormal.
Abri un frasco marrn con una etiqueta en la que pona Sedantes y se ech en la mano una
gran cantidad de pldoras blancas.
El doctor se meti con avidez las pastillas en la boca mientras segua hablando.
-Por tanto, si usted insiste en poner de manifiesto su cordura, eso demuestra, al contrario, que
su ambiente es, de hecho, normal, pero que slo usted es anormal. Si considera que su ambiente es
anormal, entonces perder el juicio de todas todas. Cogi una botella de tinta que tena encima de la
mesa y se trag el lquido azul negruzco hasta el final. Luego se desplom en el divn que tena al
lado y se qued dormido.
-Una maana loca, los dos se bebieron una botella de tinta azul -tarare una enfermera al entrar
completamente desnuda en la consulta. En una mano llevaba una enorme botella de tinta y de vez
en cuando echaba un trago antes de cubrir el cuerpo del doctor con el suyo.
En definitiva, sal de la clnica sin obtener una respuesta satisfactoria. El sol se estaba poniendo,
pero an haca un calor sofocante.
Nada ms llegar a mi despacho, Akiko Mkawa me llam desde la sala de las secretarias.
-Gracias por la invitacin de ayer -me dijo-. De verdad, siento mucho no haber podido quedar
contigo.
-No pasa nada -le respond con excesiva reserva.
Durante unos momentos permaneci callada. Estaba esperando que yo le volviera a proponer
salir juntos. Era evidente que se haba dado cuenta de que la opinin pblica empezaba a cambiar de
objetivo y quiz le preocupaba convertirse en el blanco del veneno de los medios. Me haba llamado
con la esperanza de que le invitara otra vez.
Durante unos instantes, los dos nos quedamos callados.
Yo contuve el aliento antes de lanzarme.
-Por cierto, qu te parece si quedamos hoy? -Me encantara.
-Muy bien, entonces te veo en el San Jos despus del trabajo.
Las noticias de nuestra cita se debieron emitir de inmediato, porque cuando llegu al San Jos
estaba inusualmente lleno. Normalmente, no era de esos sitios que acostumbran a llenarse.
Todos los clientes eran parejas, lo que haca que fuera prcticamente imposible saber quines eran
reporteros y quines simples curiosos. Pero, fueran lo que fueran, era obvio que haban ido all con
un objetivo in mente: presenciar mi cita con Akiko. Por supuesto, se hacan los suecos, aunque, de
vez en cuando, se les vea el plumero cuando nos miraban.
Ni que decir tiene que, durante la hora que estuvimos Akiko y yo en la cafetera, permanecimos
sentados en un silencio sepulcral delante del t y las pastas que habamos pedido. Y es que si
hubiramos discutido algo un tanto fuera de lo comn, se habra dado a conocer de inmediato en un
artculo a tres columnas con enormes titulares.
Los dos nos despedimos en la estacin de Shinjuku y yo regres a mi apartamento. Por un
momento, estuve dudando, pero al final decid poner la televisin.
En un programa especial de ltima hora haba un debate. As pues, creo que hemos llegado a una
cuestin espinosa en este momento, deca el presentador. Si las cosas siguen como hasta ahora,
cundo creen que Morishita y Mikawa podran reservar un hotel? O creen que no llegarn a
tanto? A ver, profesor Okawa, qu le parece?
Ver, esta Akiko es una muchacha un tanto tmida, ya sabe a qu me refiero, deca el
profesor Okawa, un crtico especializado en carreras de caballos. Todo depende de la
perseverancia de Morishita y de la determinacin en la silla de montar.
Segn mis predicciones, deca una astrloga enseando un naipe, ser a finales de este mes,
ms o menos.
Pero por qu demonios querramos ir nosotros a un hotel?, me preguntaba. Si lo hacamos,
grabaran nuestras voces y nos fotografiaran en todas las posturas. Todo se dara a conocer por todo
el pas, exponindonos a la vergenza universal.
Las cosas continuaron de manera similar durante los siguientes dos o tres das.
Posteriormente, una maana, cuando me diriga al trabajo, se me encogi el corazn al ver un
cartel de una revista femenina dentro del atiborrado tren:
TODO SOBRE LA CITA DE TSUTOMU MORISHITA (28 aos, empleado) Y AKIKO (23 aos, secretaria) EN UNA
CAFETERA!!
Eso deca, en grandes letras en negrita debajo de una gran foto de mi cara. Y debajo, con
caracteres ms pequeos:
ESA NOCHE MORISHITA SE MASTURB DOS VECES
Lleno de ira y rechinndome los dientes, grit: Pero es que acaso no tengo derecho a la
intimidad? Los voy a demandar por difamacin! A quin le importa si me hice dos pajas o tres?.
Al llegar al trabajo, me fui directo al despacho del jefe de seccin y le mostr una copia de la
revista que haba comprado en la estacin.
-Me gustara pedirle permiso para salir de la oficina por motivos personales. Me imagino que ya
conoce este artculo. Voy a quejarme a la compaa que se encarga de publicar esta revista.
-Por supuesto, me imagino cmo se siente -dijo el jefe de seccin con la voz titubeante, en un
intento evidente por tranquilizarme-. Sin embargo, no creo que sirva de nada perder los nervios,
no le parece? Los medios de comunicacin son demasiado poderosos. Evidentemente, yo siempre le
dar permiso para ausentarse por asuntos personales. Como ya sabe, yo soy muy flexible cuando se
trata de esas cosas. Estoy seguro de que usted es consciente de ello. S, estoy seguro. Ahora bien, lo
que me preocupa es su bienestar. Estoy de acuerdo, es algo vergonzoso. Este artculo es vergonzoso.
Ciertamente, me solidarizo con su difcil situacin.
-Es horrible.
-S, es terrible.
Algunos de mis colegas vinieron y se colocaron entre el jefe de seccin y yo. Todos ellos
empezaron a compadecerse de m. Hasta hubo algunas empleadas que se pusieron a llorar. Pero yo
no me dej engaar por ello. Por la espalda todos ellos intercambiaban rumores asquerosos sobre
m y colaboraban con la cobertura de los medios. La suya era la hipocresa de quienes rodean a los
famosos.
Hasta el presidente de la compaa vino a dar su opinin. Por eso abandon la idea de quejarme
a la empresa editorial. Lo raro fue que, aunque haba hablado con rimbombancia y desvariado
como un luntico, no se haba difundido ni una sola palabra en las noticias de televisin de ese da.
Ni tampoco se haba hecho mencin en el peridico vespertino. Por eso, una vez ms, estuve
pensando en cmo se haban seleccionado las noticias sobre m en los ltimos das.
Todas mis reacciones como consecuencia de la presencia de los medios eran omitidas en las
noticias. Por ejemplo, el hecho de que hubiera intentado esquivar a mis perseguidores, o que
hubiera perdido los nervios y me hubiera puesto como una fiera por el artculo de la revista. Todo
esto o se ignor sin ms o se inform en un contexto diferente. Y no slo eso, sino que la noticia del
helicptero que choc con un edificio mientras me persegua se dio como si hubiera sido un acto
totalmente desligado de m. A este respecto, la cobertura fue muy diferente a la que se da
normalmente a los famosos. Para ser ms exactos, los medios presentaban un mundo en el que ellos
mismos no existan.
Pero ah radicaba el motivo por el que las noticias sobre m iban subiendo de tono, por el que la
gente se interesaba por estas noticias. Me haba convertido en un don nadie a quien conoca todo
el mundo. Un da, por ejemplo, el diario matinal traa un artculo sobre m, escrito con un enorme
titular a seis columnas en la primera pgina:
TSUTOMU MORISHITA COMIENDO ANGUILAS POR PRIMERA VEZ EN DIECISIS MESES!
De vez en cuando me topaba con gente que en secreto intentaba recopilar informacin sobre m.
Tras usar los aseos de la empresa, sola entreabrir la puerta del siguiente compartimento y descubra
a un grupo de reporteros hacinados en l, con los magnetfonos y cmaras colgando del hombro. O,
cuando volva a casa, tanteaba con la punta del paraguas entre la espesura de los arbustos hasta que
precipitadamente sala de all una locutora de televisin micrfono en mano profiriendo gritos.
En una ocasin, mientras vea la televisin en mi apartamento, me levant de repente y abr la
puerta de mi armario empotrado. Cuatro o cinco periodistas, entre ellos alguna mujer, se cayeron al
suelo. Otra vez, empuj un panel del techo con el mango de una escoba. Un fotgrafo que se
esconda en el falso techo, en un esfuerzo frentico por escapar, apoy una pierna en falso y se cay
al suelo. Llegu incluso a retirar mi tatami para mirar lo que haba debajo de las tablas. Un montn
de reporteros y de mirones agachados pegaron un grito y huyeron despavoridos.
Por supuesto, ninguno de estos episodios sali en las noticias. Los medios de comunicacin slo
cubran mis asuntos rutinarios muy de vez en cuando. Entonces salan en grandes titulares
superando incluso los asuntos polticos o de poltica exterior, la economa y otros temas importantes.
Por ejemplo:
MORISHITA COMPRA A PLAZOS UN TRAJE A MEDIDA!
OTRA CITA DE TSUTOMU MORISHITA
EXCLUSIVA! LA DIETA SEMANAL DE MORISHITA!
A QUIN QUIERE REALMENTE MORISHITA?
A AKIKO MIKAWA O A OTRA PERSONA?
TSUTOMU MORISHITA ABRONCA A SU COMPAERO FUJITA
-Ver, seor Morishita. Como usted comprender, habramos preferido que no hubiera venido.
-As lo crea yo. Porque se supone que soy un don nadie que no tiene nada que ver con los
medios de comunicacin, no?
-Usted no es un artista ni est de actualidad. Ni siquiera es famoso. As que no tiene sentido que
venga aqu. -Pero lo soy, o no? Ahora soy famoso! -Usted no es ms que un don nadie cuya
vida se ha difundido en los medios de comunicacin. Se supone que deba seguir siendo annimo
aunque la gente lo reconociera. Nosotros creamos que usted lo entendera bien.
-Entonces, por qu un don nadie como yo tendra que ser el foco de las noticias?
El subdirector dio un suspiro cansino. -Y yo que s? Supongo que alguien decidi que usted
tena inters periodstico.
-Alguien? Quiere usted decir alguien de los medios? Y quin fue el instigador de una idea
tan absurda?
-El instigador, dice usted? Como si slo hubiera una persona en el fondo de todo esto! Por
qu cree que estn todos los medios de comunicacin dndose de gorrazos por seguirle? A los
medios no hace falta que nadie les diga riada. Lo nico que hacen es seguir a alguien si creen que
tiene un valor informativo.
-Valor informativo? La vida diaria de un don nadie?
-Est bien, pues. Dgame, cules son los temas informativos que usted considera importantes?
-Bueno... Pues, por ejemplo, si no acierta el pronstico meteorolgico... Una guerra en algn
sitio... Un corte elctrico de diez minutos en algn barrio... La colisin de un avin en la que
mueran mil personas... La subida del precio de las manzanas... Alguien que haya sido mordido por
un perro... Un perro al que hayan pillado robando en un supermercado... Que pillen robando al
presidente de Estados Unidos... La llegada del hombre a Marte... Una actriz se divorcia... Est a
punto de empezar la ltima de las guerras... Una empresa saca beneficios de la contaminacin...
Otra empresa periodstica obtiene beneficios...
El subdirector me contemplaba distradamente. Pero entonces neg con la cabeza y me dirigi
una mirada compasiva.
-As que sas son las cosas que usted considera que son grandes noticias, no?
-Y no lo son? -respond yo confundido.
Neg con la mano con un aire de irritacin.
-No, no. Por supuesto, podran convertirse en grandes noticias. Por eso se informa
puntualmente de ellas. Pero, al mismo tiempo, informamos sobre la vida de un oficinista normal y
corriente. Cualquier cosa se puede convertir en una gran noticia si los medios informan de ella dijo l asintiendo con la cabeza-. El valor informativo slo surge cuando se informa de algo. Pero
usted, al venir hoy aqu, ha destrozado por completo su propio valor informativo.
-S, pero es que eso no me importa.
-Ya veo -dijo, y se golpe las rodillas-. En realidad, tampoco nos importa a nosotros.
Me volv precipitadamente a mi oficina. Llam de inmediato a la sala de las secretarias desde
mi despacho.
-Akiko -dije en voz alta-. Te vienes conmigo a un hotel esta noche?
Poda or a Akiko cogiendo aliento al otro lado del telfono.
Por un momento, toda la sala se qued en silencio. Mis colegas y el jefe de seccin se quedaron
mirndome con asombro.
Por fin, Akiko respondi sollozando:
-S, por supuesto.
Y as fue como esa noche Akko y yo la pasamos en un hotel. Era el hotel ms vulgar y srdido
de una calle llena de llamativos rtulos de nen.
Como esperaba, no se hizo mencin en los peridicos. Ni tampoco en los informativos de
televisin. A partir de ese da, las noticias sobre mi persona desaparecieron de los medios. En lo
sucesivo me sustituy un oficinista de mediana edad, de los que se pueden encontrar en casi
cualquier lugar. Delgado, bajito, con dos hijos, que viva en una urbanizacin de las afueras,
encargado jefe de asuntos generales de una constructora naviera.
Yo haba vuelto a ser un don nadie, y esta vez de verdad.
Poco tiempo despus, a ttulo de ensayo, volv a invitar a Akiko a salir. Querra tomar caf
conmigo despus del trabajo? Por supuesto, ella se neg. Pero mejor as, ahora saba el tipo de
persona que era.
Un mes despus, ya nadie poda recordar m cara. Pero, as y todo, de cuando en cuando haba
quien me paraba o me miraba de soslayo al cruzarse conmigo. Un da que volva a casa tena a dos
chicas sentadas delante de m en el tren. Una de ellas me mir y empez a susurrarle algo a la otra.
-Anda! A ese tipo lo he visto en alguna parte -dijo, golpeando a su amiga con el codo-, Oye!,
a qu se dedicaba? La otra chica me mir con expresin de aburrimiento. Despus de unos
instantes, contest con un tono de total desinters:
-Ah, s! Ya. Slo era un don nadie.
EL LMITE DE LA FELICIDAD
Sucedi un da, al volver a casa desde el trabajo. Mi esposa levant la mirada de una revista
femenina semanal, abri una boca ms grande que su propia cara y se volvi hacia m:
-Pero qu tonta fui al casarme contigo!
-Pero de qu ests hablando?
Con el dorso de la mano golpe la revista por la pgina que tena abierta. Era otro de esos artculos
absurdos. ste, en concreto, se titulaba Pon a prueba la sexualidad de tu marido.
-Aqu dice que la ereccin de tu pene es comparable a la de un nio de once aos; dice que tu
potencia no supera la de un gallo y que tu tcnica apenas se merece un aprobado. Lo haces con la
misma frecuencia que un hombre de cincuenta aos, aunque t tienes treinta y pico y yo
veintitantos! Qu piensas hacer al respecto? Hasta ahora me has estado decepcionando, o no?
Qu tonta he sido, madre ma!
-No seas imbcil! Todo eso no es ms que una sarta de tonteras de los que estis obsesionados
con el sexo! -Le retir la revista de las manos y la hice aicos-. Sexo! Es eso lo nico en lo que
piensas? Qu vergenza! Hoy me han dado la paga y he venido directamente a casa para traerte
todo el dinero. Pues muy bien, t lo has querido. Ahora no te voy a comprar nada. Piensa lo que
quieras!
Ella suspir y una sombra de tristeza pas por sus ojos.
Luego dej entrever una sonrisa obscena y, coqueteando, se disculp de manera sumisa.
-Lo siento, cario! Yo... no tena derecho a decir esas cosas, verdad? A que no, amor mo?
-Pues no. No tenas derecho a decirlo -asent yo con la cabeza-. Nunca te ha faltado la comida,
ni tampoco has tenido que lamentarte por no tener qu ponerte. Tenemos todo lo que tienen las
dems familias. Y todo gracias a m. Deberas ser feliz. Eso es! Y resulta que eres tan feliz que
intentas a la desesperada encontrar un motivo por el cual no serlo. Por eso tratas de encontrar
fallos a tu marido. O me equivoco?
-S, cario. Te pido disculpas -me dijo, mirndome fijamente con ojos llenos de expectacin.
Ante una sumisin tan incondicional, la mayora de maridos se pondran contentos, esbozaran
una amplia sonrisa y les entregaran el sobre de la paga a sus esposas. Pero se no es mi caso. Yo
odio esa conducta familiar almibarada y acomodaticia. No, no estoy dispuesto a hundirme en esa
falsa felicidad prefabricada. Si yo sugiriera que soy feliz, estara cayendo en el estereotipo de marido
que se ve en las series televisivas de tres al cuarto, como hacen otros.
Estaba cambindome en la habitacin cuando entr mi madre, de sesenta y cinco aos, que
vena de la cocina.
-Hoy te han dado la paga, verdad, hijito? -me dijo, arrimndose para engatusarme-. Podas
darnos algo de dinerito. Shigenobu sigue pidiendo un tanque de juguete. Me gustara comprrselo!
-De eso nada! -grit. El afecto filial tampoco va conmigo-. Vete ya a preparar la cena. Vamos,
vieja pesada, antes de que te pegue una patada en el culo!
A pesar de todo, se qued all murmurando de pie, as que le di una patada y se larg a la cocina
lloriqueando. Le estaba bien empleado.
Al volver a la sala de estar, mi esposa me pregunt:
-Oye, amor, podras baar a Shigenobu?
Nuestro hijo, de dos aos, estaba despatarrado en el suelo mirando una serie de accin en la tele.
Hasta qu punto entender algo, me preguntaba. Haciendo caso omiso de sus lloriqueos, porque
quera seguir viendo la tele, lo desnud y me lo llev al bao. Shigenobu todava vocalizaba mal y, en
muchas ocasiones, me resultaba difcil saber qu quera decir. Pero a m eso me pareca muy
gracioso. Tan gracioso, de hecho, que me odiaba a m mismo. Me odiaba por encontrar gracioso a
m hijo. En parte por pudor, a veces incluso llegaba a maltratarle, dicindome a m mismo que es
mejor tratar mal a los hijos varones.
Al abrir la tapa de la baera sali una humareda de vapor. Levant a Shigenobu en volandas y lo
sumerg hasta la cintura en el agua caliente. Ya saben, para comprobar la temperatura.
Al parecer, el agua estaba hirviendo. Shigenobu dio un enorme grito y empez a llorar. Cuando
lo saqu del agua, la parte inferior de su cuerpo estaba ms roja que una gamba.
-Shigenobu!
-Qu, qu ha pasado?
Mi esposa y mi madre vinieron apresuradamente, abrieron de par en par la puerta vidriera del
bao y se quedaron mirndome.
-No es nada, no es nada -fing yo, rindome despreocupadamente-. Slo estaba probando el
agua, nada ms.
-Pero cmo has podido hacer algo as? -dijo mi esposa, tomando al nio en brazos-. Ya, ya, ya.
Pobrecito mo. Mira qu rojo est el pobre!
-Me duele, me duele mucho!
Mi esposa lo abraz con fuerza mientras segua llorando.
-Es que no podas haber probado t antes el agua? -dijo mirndome enfurecidamente.
-Cllate! Lo que debe hacer una esposa es probar el agua antes de que se meta su esposo en el
bao. Imbcil! -Y a continuacin le pegu un bofetn-. Quieres que me siente en el agua fra para
que coja un resfriado de rdago?
Mi esposa se puso a llorar. Lo mismo hizo mi madre, que intentaba desesperadamente
tranquilizarme mientras yo segua gritando y desvariando como un loco.
Afortunadamente, Shigenobu no sufri quemaduras. Un poco de ungento bast para calmarle
el dolor. Yo volv a enfadarme por mi sentimiento de culpa y durante toda la cena estuve as. La
causa de mi enfado era evidente: esa pequea felicidad que tenamos.
Despus de la cena, Shigenobu y mi madre se fueron a la cama de la habitacin contigua.
Nuestro apartamento tiene tres habitaciones, cocina y bao. Se encuentra en el piso 17 del bloque
nmero 46 de una mastodntica urbanizacin. Hay dos habitaciones japonesas de cuatro tatamis y
medio. En una de ellas duerme mi madre, y la otra la usamos como saln. Tambin hay una
habitacin de estilo occidental con las mismas proporciones que los otros cuartos, donde dormimos
mi esposa y yo. Y por ltimo est la cocina. Todas las piezas estn amuebladas a la ltima. Tenemos
un enorme televisor en color y una mesita con un brasero en medio, con lo que apenas hay espacio
para moverse.
Yo me sent a la mesa y me dispuse a comer una mandarina mientras vea una pelcula antigua en
la que famosos actores de Hollywood hablaban japons con un acento de lo ms llamativo. Mi
esposa se sent junto a m zurciendo algo de Shigenobu.
-Oye, cario -dijo mi esposa mientras yo pelaba la mandarina nmero diecisis-. Qu te
parece si compramos un televisor nuevo?
-Otro? -dije, mirndola distradamente-. Pero si ste lo tenemos desde hace slo seis meses!
-S, pero es que es el ltimo grito en televisores de pantalla plana. Estoy segura de que te va a
gustar. Con slo apretar un interruptor puedes ver las pelculas extranjeras con o sin doblaje.
-Ah, s? -dije abriendo los ojos de par en par-. Hay que ver lo que inventan, eh? Nunca me
han gustado las pelculas dobladas. Siendo as, vamos a ello cuanto antes!
-Bueno, pues maana puedes ir al banco y hacer los trmites, vale? Son veinticuatro plazos
mensuales de quince mil yenes.
A m me dola tener que desprenderme cada mes de tanto dinero, pero, bien pensado, si queramos
comprar otras cosas, siempre podamos hacerlo a plazos. De hecho, la mayor parte de muebles de
nuestro apartamento los compramos de esta manera, y todava los estamos pagando casi todos. Muy
raramente necesitamos pagar grandes sumas de una sola vez. Como sucede en otros muchos
hogares, la mayor parte de mi sueldo se invierte en los pagos mensuales. Por ejemplo, si mi madre
estirase la pata de repente, actualmente slo podramos hacer frente a los costes del funeral
pagndolos a plazos.
La inflacin rampante del precio de la tierra y de la vivienda ha hecho que cada vez haya ms
gente que tenga dificultades en pagar su propia casa, no slo los que acceden por primera vez a una
vivienda, sino tambin la gente con bastante dinero. Aunque, en realidad, no est la cosa tan mal.
Uno trabaja como un negro con la esperanza de comprar una vivienda propia, preguntndose si el
precio subir ms rpido de lo que uno es capaz de ahorrar. Pero, de hecho, no haces ms que
agarrarte a un efectivo que gradualmente va perdiendo valor por la inflacin. Olvdate! Es mucho
ms inteligente utilizar todo el sueldo en los plazos mensuales, incluso con los intereses. Los sueldos
van subiendo constantemente. Si soportas vivir con la casa atestada hasta los topes, puedes comer
bien y llevar una vida de rico, rodeado de artculos de lujo y de los ltimos muebles y
electrodomsticos. Personalmente, yo no estoy completamente de acuerdo con esa tendencia. Soy
consciente de que no hace ms que acelerar la inflacin. Pero no me cabe la menor duda de que es
mucho ms inteligente gastar el dinero que guardarlo y, por consiguiente, no comprar una casa. Por
eso, no tengo ms remedio que seguir esta tendencia.
Di unos cuantos sorbos al t que me haba preparado mi esposa. Era el famoso de Uji, que nos
enviaban directamente de Kioto. Estaba buensimo.
El reloj de pared, una pieza cara de artesana, dio las diez. Por supuesto, lo habamos pagado a
plazos.
Mi esposa se puso a hacer ganchillo.
Yo me tom el t mientras vea la televisin.
Era una bella escena familiar.
De repente, mi esposa se estremeci, levant la cabeza y me mir fijamente.
-Cario, soy tan feliz -dijo con una voz nerviosa. Incluso se le adivinaba una pequea lgrima.
Yo no pude reprimir la rabia, la vergenza, la pesadumbre, as que le di una patada a la mesa y me
levant.
-Tonta, ms que tonta! -grit, abriendo la boca de tal manera que pareca que se iba a partir, y
vocifer a pleno pulmn-: Qu quieres decir con eso de que eres feliz? T no eres ni siquiera un
poco feliz. Ahora entiendo por qu dicen que las mujeres son conejas. T crees que la felicidad
equivale a estar satisfecha? Y t te consideras humana? Crees que ests viva? Pues bien, as te
mueras! Murete!
Le di unos puetazos y patadas con todas mis fuerzas. Ella dio una vuelta de campana y se cay
al suelo de linleo de la cocina, donde estuvo arrastrndose aturdida.
-Querido, lo, lo siento. Lo siento de veras -se lament.
-Qu quieres decir con que lo sientes? Ni siquiera sabes por qu estoy enfadado! Cmo
puedes decir que lo sientes?
Estaba enfurecido. La agarr por el pelo y le solt diez o veinte bofetones en la mejilla.
Sin saber qu hacer, mi madre y Shigenobu salieron de la habitacin de al lado y se sentaron en
el suelo sobre los talones, uno a cada lado de mi mujer, disculpndose ante m mientras lloraban.
Como siempre, en un arrebato de clera me encerr en mi cuarto, me met en la cama y estir las
sbanas hasta taparme por completo.
No haba nada raro en eso. Como media, tengo ms o menos un ataque de stos al mes. A los
miembros de mi familia, que no comprenden por qu me enfado tanto, les puede parecer corno una
especie de desastre natural. Pero, al da siguiente, se me olvida todo e intentan enredarme una vez
ms con su enfermiza felicidad de farsantes. Esa cegadora felicidad tan espantosa, tan
extraordinariamente vulgar y tan falsa que me agota hasta la extenuacin, y tan tibia que me hace
vomitar. Una especie de felicidad que de vez en cuando deja traslucir una ligera insatisfaccin, o de
la que en algunas ocasiones puede surgir una pequea disputa, que fingimos zanjar casi de inmediato.
Al da siguiente, justo despus de comer, me fui al banco que haba cerca de la oficina. Quera
ingresar el sueldo y hacer las gestiones para los plazos del televisor. El banco estaba lleno de otros
trabajadores como yo que aprovechaban el descanso del medioda, y tambin de vendedores del
centro comercial que haba en las inmediaciones. Como la espera se me antojaba larga, me sent en
un sof cerca de la ventana y encend un cigarrillo.
Mientras esperaba a que llamaran por el nmero que tena, apareci una joven delgada con ojos
achinados y pinta de comerciante y se sent en el banco que haba delante de m. Estaba con un
nio de la misma edad ms o menos que Shigenobu, un chaval con pinta de pillo que no poda
estarse quieto. En seguida empez a tirar los ceniceros de pe y a esparcir montones de folletos por
el suelo.
-Estate quieto! -le grit la madre-. Para, he dicho! Pero qu haces? He dicho que te ests
quieto! No hay nada que hacer contigo! Qudate quieto! Pero bueno! A dnde vas?
Ignorando las rias incesantes de su madre, el pequeo sigui deambulando hasta que por fin
tir al suelo todo el montn de folletos.
-YOSHIKAZU!
La madre se levant, cogi el tubo de latn de un cenicero de pie, lo levant en alto y le estrell
en la cabeza la base de metal slido.
Se oy un ruido sordo y nauseabundo como si clavaran en el suelo una estaca de madera con un
mazo. El pequeo se agach en el suelo, con las rbitas en blanco. Con la mirada de una mujer
posesa, la madre, una y otra vez, sigui golpeando a su hijo en la cabeza con el tubo del cenicero. El
nio se qued tumbado boca abajo en el suelo, pero yo an poda ver su cara. De la nariz le sala
una sustancia blanquecina. Tena la boca abierta, de donde tambin le sala una sustancia del mismo
color. Los sesos hundidos le rezumaban por la nariz y llenaban su boca. Las puntas de los dedos se
le crisparon convulsivamente al principio, pero luego se estiraron y se quedaron flcidas. La madre
se tambale en el banco con la misma mirada perdida, dejando tras de s el cuerpo del nio en el
suelo. Y el eco del incidente sigui resonando en el edificio.
Dos o tres personas nos levantamos lentamente. Tras comprobar las expresiones de los que
estaban a nuestro alrededor, un hombre de mediana edad con aspecto de oficinista se dirigi a un
guarda de seguridad y le susurr algo al odo. ste asinti gravemente, se fue hasta el cuerpo y
examin la cara del nio. Luego se fue a un telfono cercano, levant el auricular y empez a
marcar con parsimonia.
En eso lleg un polica. Interrog a dos o tres personas y luego se dirigi a m.
-Lo vio usted todo desde el principio? -me pregunt.
-S -respond.
-Est seguro de que fue la madre quien lo mat?
-S, creo que s.
-Por qu cree que lo hizo?
No dije nada. Cmo lo poda saber? Sin embargo, poda imaginar inmediatamente el titular de
los peridicos vespertinos:
MADRE ENAJENADA GOLPEA A SU HIJO HASTA MATARLO
A LA VISTA DE LOS CLIENTES DE UN BANCO Y A PLENA LUZ DEL DA!
Y el caso es que hasta que agarr el pie del cenicero no haba nada que indicara que estaba
enajenada en absoluto. Y aunque haba ms gente en el banco, realmente no estaba a la vista del
pblico. Era evidente que la gente que leyera el artculo nunca vera el incidente como yo lo haba
visto minutos antes, es decir, vvidamente, de un modo horriblemente realista.
Todo el mundo en el banco haba mostrado una especie de indiferencia ante los hechos
ocurridos. Me preguntaba si todos los incidentes que leemos en los peridicos se informaban de
igual manera, con una ligera preocupacin prxima a la indiferencia. Record cmo durante el
proceso se mantena una especie de paz. Pero me preguntaba si quiz podra estar sucediendo algo
verdaderamente terrible. O quiz fuera este incidente el comienzo de algo ms.
Por qu te limitaste a sentarte y verlo todo de forma pasiva?, me pregunt a m mismo.
No es que me mantuviera indiferente, protest como respuesta. No, simplemente es que me
qued atnito con todo lo que pas. Yo no soy como los dems. Estoy seguro de que no lo soy.
A medida que fueron pasando los das, empezaron a producirse extraos incidentes por todas
partes. Al menos, eso es lo que se desprenda de los artculos de los peridicos, que, como siempre,
se satisfacan con preocupaciones indiferentes y explicaciones afectadas:
UNA ENFERMERA HISTRICA INCENDIA UN HOSPITAL.
69 PACIENTES MENTALES MUEREN ABRASADOS!
A pesar de utilizar frases como asesinatos indiscriminados, a la mayor parte de asesinos se les
calificaba, paradjicamente, de histricos o desequilibrados. Cuando no utilizaban ninguno de
estos trminos, se citaban como causa algunos estados mentales ms o menos generales, como: fue
obra de una mujer fuera de s o de un hombre con tendencia a la irritacin. Ahora bien, no haba
ms que abrir un poco los ojos para darse cuenta de que estos episodios no se podan explicar tan a
la ligera.
Entretanto, nuestra simulada felicidad familiar sigui como antes. El fingimiento se vio alentado
cuando me subieron el sueldo a 320.000 yenes al mes.
Luego, en el mes de junio, me dieron un da libre adicional por semana. Haba otros trabajadores
que tambin se pasaban a la jornada laboral de cuatro das, e incluso de slo tres.
El primer fin de semana de julio decid llevar a m familia a la costa con el coche. En realidad, no
es que tuviera muchas ganas, ya que la temporada de vacaciones no haba hecho ms que empezar y
estaba seguro de que las carreteras estaran congestionadas. Pero me estaba empezando a hartar de
merodear por casa tres das enteros por semana. Por eso, me resign a experimentar el infierno del
tiempo libre y decid salir. Ni que decir tiene, los dems se pusieron muy contentos.
Al salir del centro de la ciudad, no encontramos ms que un ligero atasco, pero en cuanto tomamos
la carretera nacional que daba a la costa, el embotellamiento se volvi maysculo. Todos los
coches rebosaban de familias. Cada poco tiempo nos parbamos varios minutos, a veces hasta una
hora. Cuan cientos de metros para volvernos a quedar parados. No haba margen de maniobra y ya
era demasiado tarde para dar la vuelta. Los trenes de ida que viajaban paralelos a la carretera
tambin estaban llenos hasta los topes. Los pasajeros se amontonaban en lo alto de los vagones y
otros se colgaban de las puertas, las ventanas y los enganches.
Habamos salido de casa temprano, pero cuando empez a anochecer todava estbamos a medio
camino de la costa. -Shigenobu! Es la hora de cenar! Ven aqu! Mi hijo estaba jugando al
pillapilla con otros nios en el espacio que haba entre los vehculos parados. Mi esposa lo trajo
hasta nuestro coche, donde disfrutamos de una cena insulsa. Temiendo lo peor, nos habamos llevado
unas mantas. Los miembros de mi familia se quedaron dormidos, pero yo tuve que conducir de
noche. Si vea que nos bamos a quedar parados durante un rato, descansaba la cabeza en el
volante y echaba una cabezadita. Luego, cuando el trfico volva a ponerse en marcha, me
despertaba el conductor del vehculo de atrs con el claxon. Con este horrible embotellamiento, al
menos no haba peligro de provocar ningn accidente importante. Todo el mundo se quedaba
dormido al volante; lo peor que poda pasar era recibir un pequeo encontronazo por detrs. A
primeras horas de la tarde del da siguiente, entramos en una pequea localidad a dos kilmetros de
la costa. Tuvimos que dejar el coche en la calle principal. La gente haba abandonado sus vehculos
en las calles, si es que podan llamarse as, porque algunas callejuelas no tenan ms de dos metros
de anchura. Seguir el viaje en coche resultaba una tarea imposible. Esa pobre ciudad haba dejado
de funcionar, simplemente por el hecho de estar situada cerca de la playa.
Nos pusimos los baadores en el coche. Luego empezamos a caminar por la acera, que ya estaba
llena de familias como nosotros. Casi todas llevaban puesto el traje de bao. No tuvimos ms
remedio que caminar en fila india siguiendo la corriente humana. El cielo estaba despejado y el sol
luca esplendoroso, con un tono prpura. De pronto, qued empapado de sudor. La espalda del
hombre que tena delante de m tambin brillaba por las gotas de sudor. De la punta de la nariz me
caan gotitas. Toda la acera de cemento estaba hmeda y resbaladiza por el sudor humano.
A medida que nos fuimos alejando de la ciudad por una carretera en mal estado, empezaron a
soplar a nuestro alrededor unas nubes blancas de polvo. Nuestros cuerpos se ennegrecieron mientras
seguamos caminando. La cara de la gente estaba moteada de sudor y polvo. Mi madre y mi esposa
no eran una excepcin. Al frotarse los ojos con el dorso de la mano, Shigenobu y otros nios se
pusieron la cara como un tejn. De dnde sacar tantas fuerzas la gente con tal de pasarlo bien?,
me pregunt, e intent adivinar el estado psquico de los que haba a mi alrededor. Sin embargo, no
lograba encontrar ningn motivo. Quiz se aclarase al llegar a la playa...
Al franquear un paso a nivel la conmocin se hizo an ms intensa. La gente que llegaba en tren se
haba aadido a la multitud. Ya se podan or por todas partes los gritos de No empujen!. Yo
llevaba una cesta en una mano y en la otra tena agarrado con fuerza a mi hijo. Caminbamos por la
arena, que tambin estaba impregnada de sudor.
Al entrar en un pinar volvi a aumentar el nmero de gente. Por todas partes haba personas y
el aire ola a humanidad. Haba familias que se incrustaban contra los troncos de los rboles e,
incapaces de moverse, llamaban a los dems en busca de ayuda. Luego tuvimos que presenciar el
espectculo inslito de innumerables prendas que colgaban de las ramas de los pinos como si
fueran colonias de murcilagos multicolores. Las jvenes, mezcladas entre los hombres e
indiferentes a la mirada de los extraos, se haban subido a los rboles para desnudarse
completamente y ponerse los baadores.
Atravesamos un pinar y fuimos a parar a la playa. Lo nico que se poda ver era el horizonte a lo
lejos. El mar de cabezas humanas haca que fuera imposible saber dnde terminaba la playa y dnde
empezaba el agua. A diestra y siniestra, delante y detrs, lo nico que poda ver eran olas de gente,
gente, gente, gente, gente. Sus cabezas se extendan hasta donde alcanzaba la vista. El sudor de sus
cuerpos se evaporaba y dibujaba espirales en el aire.
-Eh, no os separis! -grit a todo meter en direccin a m esposa-. Quedaos a m lado! Coge a
mi madre de la mano!
El sol caa a plomo sobre nuestras caras. Una catarata de sudor se deslizaba por m cuerpo.
Otros cuerpos resbaladizos y sudados nos empujaban por detrs. Al mismo tiempo, no tenamos ms
remedio que apretujar nuestro cuerpo contra la espalda sudada de la persona que caminaba delante
de nosotros. Era mucho peor que un tren atiborrado de gente.
Shgenobu empez a llorar.
-Tengo calor! Tengo sed!
-No podemos retroceder. Aguanta un poco! -grit yo-. Dentro de nada, el agua estar
fresquita, ya vers.
Pero, como era lgico, no tena forma humana de saber si el agua estara fra o no. Quiz ms de
la mitad ya no era nada ms que sudor humano, caliente y viscoso.
Cada ao, solan construir por esta zona unas casetas de bao provisionales resguardadas con
persianas de carrizos. Pero no poda verlas por mucho que me esforzara. Seguramente la ola de
seres humanos las haba empujado y pisoteado. Eso es, quizs el carrizo por el que nos habamos
abierto paso era, de hecho, lo que quedaba de aquellas casetas.
Me recordaba a una manada de elefantes que lo aplanan todo a su paso. O quizs a una plaga de
langostas que no dejan nada detrs. Estas personas no son humanas, pens, mientras escrutaba las
sonrisas desdeosas de quienes me rodeaban. Ciertamente, son animales ociosos.
-Por favor, circulen. Por favor, circulen -gritaban por un altavoz que estaba colocado en lo alto
de una torre de observacin. Claro!, no tenamos otra alternativa. S dejbamos de movernos,
seramos atropellados y pisoteados. Por eso, nos limitbamos a marchar en silencio hacia delante.
Slo se oan aqu y all los llantos de los nios.
Mientras me empujaban incesantemente por detrs, el pecho y el estmago empapados en sudor
se empotraron contra la espalda del hombre que tena delante. Desde haca tiempo haba perdido de
vista a mi madre y a mi esposa. Seguramente se habran quedado en alguna parte, arrolladas por la
marea humana.
Por fin, logr meter los pies en el agua del mar. Pero la congestin humana segua siendo la misma, y
me seguan empujando por detrs. Mir hacia abajo para ver cmo brillaba el agua viscosa por la
grasa humana. Tena un color gris parduzco.
-Pero si esto es fango -grit descorazonado.
En poco tiempo, el agua lodosa me llegaba por la cintura, y me puse enfermo por la
desagradable sensacin de tibieza. Fue entonces cuando me di cuenta por vez primera del peligro al
que nos podamos enfrentar si seguamos siendo empujados de esa manera. Una vez que el agua nos
cubriera la cabeza, teniendo en cuenta la masa de seres humanos que haba a nuestro alrededor, ni
siquiera seramos capaces de pisar el agua. Qu pasara entonces?
Shigenobu, a quien ya le cubra el agua, se agarr a mi cintura. Rpidamente me desprend de la
cesta que llevaba en una mano y, en vilo, levant a mi hijo con ambos brazos.
Para entonces, el agua me llegaba al pecho. Sent un escalofro al notar una nueva sensacin en la
planta de los pies. Me haba estado preocupando tanto por el sentimiento de tibieza del agua que no
me haba dado cuenta. Estaba claro que durante algn tiempo habamos estado pisando algo suave,
que no eran los guijarros.
Se trataba de los cuerpos de las personas ahogadas. Estaba seguro de ello.
Eso es lo que pens. Eran los cadveres de los nios que se haban separado de sus padres y se
haban hundido en el agua.
Ech otra lenta ojeada a las caras que me rodeaban. Nadie pronunciaba una palabra ni haca ruido
alguno. No poda or nada. Reinaba un silencio sepulcral. Aparte del eco resonante del murmullo
procedente de la playa.
Todos sonrean a solas como si estuvieran locos de euforia. Se limitaban a mirar hacia delante con
la mirada perdida y un aspecto anhelante. A veces, como si quisieran que los dems reconocieran su
alegra, oteaban alrededor, los miraban a la cara y luego sonrean otra vez satisfechos. Es posible que yo
mismo estuviera respondiendo a esas sonrisas sin darme cuenta.
En un momento dado, el agua me lleg al cuello. Una mujer que estaba muy cerca de m se
empez a ahogar. Pens que poda ser mi esposa, pero no lo era. Aun as, tanto ella como mi
madre deban de estar ahogndose en alguna parte. A medida que se iba ahogando, la mujer
pareca estar sbita mente vencida, por primera vez, por el temor a la muerte. Con los ojos
desorbitados, intentaba desesperadamente retirar el agua de su nariz y su boca y segua golpeando
la superficie del agua. Poco despus, los que eran ms bajos que yo empezaron a ahogarse a
derecha e izquierda.
La sensacin de carne suave en las plantas de mis pies segua siendo la misma. Los cadveres
ahogados deban estar apilados en el lecho marino. Si no fuera por ellos, pens, ya hace tiempo que
me habra sumergido.
El nmero de personas que avanzaba haba disminuido ligeramente, y mi campo de visin era
un poco ms amplio. Pero, de todos modos, no lograba adivinar ninguna expresin facial en la
procesin de cabezas-sandia que flotaban y se hundan ante m a ambos lados, hasta donde alcanzaba
la vista. El agua me llegaba justo por debajo de la nariz. Senta cosquillas en las fosas nasales por el
olor agridulce del sudor que ascenda con el vapor del agua.
El cabello de una mujer ahogada se enred alrededor de mi cuello. Apart el cadver flotante y, al
mismo tiempo, solt a mi hijo. El intent colgarse de mi pecho, pero le di un empujn y dej que se
ahogara. Y es que, a partir de ese momento, lo nico que se poda hacer era nadar hacia adelante.
Mientras forcejeaba por emerger a la superficie, le salan burbujas de aire, pero pronto se hundi
para siempre.
Mi mente estaba en blanco por la falta de sueo y el calor. Lo nico que rondaba por mi cabeza,
una vaga nocin de origen desconocido, era que tena que seguir adelante. Del mismo modo que los
lemmings, cuando caen muertos al final de la marcha, no tienen la intencin de restaurar el
equilibrio de la naturaleza poniendo freno al exceso de poblacin, yo tampoco reflexionaba sobre
la prosperidad anormal, la paz anormal o la felicidad anormal de la raza humana.
Para entonces, tena suficiente espacio alrededor para comenzar a nadar. Pero, quiz debido a la
falta de sueo, enseguida empec a agotarme. Baj la vista haca la lnea de cabezas-sandia. Se iban
disipando poco a poco, pero an se extendan hasta el punto en el que el cielo se funda con el mar.
Me preguntaba si realmente podra nadar hasta tan lejos. Aun as, segua moviendo mecnicamente
los brazos y las piernas.
EL MUNDO SE INCLINA
Ciudad Marina se empez a inclinar a finales de un otoo especialmente agitado de cierto ao.
En septiembre, un tifn provoc olas de proporciones prximas a las de un tsunami, que llegaron a
la baha, donde se anclaba la ciudad en una isla artificial. Esas grandes olas abrieron una brecha en
uno de los mamparos de los tanques de lastre que se usaban para estabilizar Ciudad Marina,
haciendo que su centro de gravedad oscilara en direccin sursudoeste, donde se encontraba la entrada a la baha.
Justo despus de mediados de octubre, Ciudad Marina comenz a escorarse poco a poco en
direccin al ocano Pacfico. Pero el ngulo no debi de ser superior a dos grados, porque nadie se
percat de ello en ese momento, ni tampoco provoc inconveniente alguno. Kowayoro Bungur 2
se enter por primera vez de la inclinacin cuando un viejo profesor universitario, Ronridani
Nintei3 se dirigi a l. Ambos estaban esperando un autobs que los llevara a la metrpoli cruzando el Gran Puente Marino.
-Kowayoro, mire desde aqu la pared nordeste del bloque norte nmero 2 -dijo el profesor-.
Se supone que debera estar vertical, pero no es as. Pruebe a alinear la perpendicular de la esquina
con la de la pared de ese edificio de treinta y seis pisos, cmo se llama?, ah, s!, el Nadadeso, all a
lo lejos. No se da cuenta? Ver que sus tejados estn un poco torcidos.
A diferencia de las mujeres de la ciudad, Kowayoro siempre era muy respetuoso con el
profesor Ronridani Nintei y, quiz por eso, ste le sola dirigir la palabra. Nada ms mirar en la
direccin que le indicaba el grisceo y larguirucho dedo del viejo profesor, vio que la parte superior
del rascacielos que haba al otro lado del mar, en efecto, a simple vista se inclinaba ms o menos un
centmetro hacia la derecha desde el quinto piso de un edificio de apartamentos que haba en el
extremo norte de la ciudad.
-Pues s. Est un poco torcido, la verdad. El edificio Nadadeso debe estar escorado hacia el
nordeste.
-No, qu va. El bloque norte nmero 2 est inclinado hacia el sudoeste. Mire desde aqu.
Est paralelo con la perpendicular del bloque norte nmero i, no lo ve?
Su conversacin, que concluy de forma algo estrepitosa en el sentido de que la totalidad de
Ciudad Marina deba estar inclinada hacia el sudoeste, la oy por casualidad Goch Shinko4 una
oficinista de rasgos nobles y proporcionados que estaba esperando en la misma parada de autobs.
Esa maana llam desde su oficina para informar de la conversacin a la alcaldesa de Ciudad
Marina, que no llevaba ms de un ao en su cargo. Se llamaba Yoneda Tomoe y tena cincuenta y
ocho aos. Desde siempre se haba llevado mal con el profesor Ronridani Nintei. Fue ella quien se
empe en crear una ciudad marina, y su empeo hizo que fuera elegida primera alcaldesa de la
urbe. Adoraba Ciudad Marina hasta un grado casi enfermizo. Yoneda Tomoe recibi la llamada de
Goch Shinko en su oficina privada. Nunca sinti nada especial por Kowayoro Bungur, aunque
saba que era un asalariado porque conoca a su esposa, Chko5 que era empleada del Ayuntamiento.
No obstante, reaccion bastante airada cuando escuch el nombre del profesor Ronridani Nintei.
La alcaldesa orden a Sakamaki Itt6 el comisario de polica, que investigara al profesor,
aduciendo que su observacin era un acto incivil destinado a propagar rumores maliciosos, en un
intento de provocar ansiedad entre la ciudadana. Ese mismo da el profesor Ronridani Nintei
recibi una llamada en el laboratorio de su universidad y contest con compostura.
-Otra orden de Kusoe7 se dijo con una risita. Kusoe era el apodo de Yoneda Tomoe, ya que si
su nombre, compuesto por cuatro caracteres, se escriba de arriba abajo, se transformaba en dos,
kuso y e. Le encantaba hacerla enfadar.
Ciudad Marina editaba un boletn oficial, como corresponda a cualquier gran urbe. A principios de
abril seis ciudadanos prominentes, entre ellos la alcaldesa, se haban reunido en el saln de plenos
El autor juega con el doble sentido de todos los nombres, de acuerdo con la personalidad de cada personaje. Por un
lado, est la lectura de los caracteres chinos escritos, y por el otro, el equivalente fontico o ateji, que tiene un significado
diferente. La traduccin en espaol, pues, no puede expresar fielmente las dos lecturas, teniendo que decantarse por una
sola de ellas, normalmente la fontica. En este caso, Kowayoro no tiene ningn significado concreto. S lo tiene su
interpretacin escrita, kyjakn, que se puede traducir como intensidad (del sonido, etctera), y Bunguro, procedente de
bungu o bunbogu, el equivalente a artculos de escritorio, papelera, etctera.
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Chko se compone de dos caracteres, cha (skiraberu en su lectura japonesa, investigar, indagar) y ko, un sufijo que se
emplea en numerosos nombres de pila de mujer. Por otro lado, si leemos los caracteres tal como estn escritos, se
pronuncian chshi, estado o condicin, como en la expresin cbsh ga yoi, sentirse bien.
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Sakamaki Itt proviene de sakamaku, embravecerse o encresparse el mar, y t, grandes olas.
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Kusoe: literalmente, baha de mierda.
para mantener una conversacin, durante la cual se produjo una encendida confrontacin entre Yoneda Tomoe y el profesor Ronridani Nintei. A la pregunta de qu era lo que ms necesitaba Ciudad
Marina en esos momentos, la alcaldesa contest: Un meta-relato. Los otros cinco asistentes
interpretaron la palabra a su manera y por eso expresaron su acuerdo. De hecho, Yoneda Tomoe
estaba pensando en una Gnesis de Ciudad Marina con la que su propio nombre pasara a la
historia cual Juana de Arco. El profe sor Ronridani Nintei, por otro lado, consider que la idea de
meta-relato era un concepto nuevo. Como trmino posmoderno data de 1979, cuando JeanFranois Lyotard lo utiliz en su libro La condicin postmoderna. Aqu, meta-relato, como
concepto contemporneo, se us por vez primera, por ejemplo, en el sentido de que haba
terminado el relato de la democracia. Pero luego la gente empez a utilizar el trmino para indicar
lo que quera expresar. Muy pocos interpretaron bien la palabra y la utilizaron en su sentido
original, como hizo el profesor Ronridani Nintei. Por eso se poda decir que Yoneda Tomoe y el
profesor Ronridani Nintei tenan conceptos antagnicos en su interpretacin de la palabra metarelato. Y por eso era inevitable que discreparan. -Y quin escribir ese meta-relato, alcaldesa? Todos nosotros, por supuesto.
-A quin se refiere con nosotros? Alguien debe crear una ideologa para el meta-relato,
no le parece?
-Un meta-relato no es una ideologa. O es que usted quiere negar nuestros principios
democrticos?
-As pues, no tiene intencin de crear un meta-relato que sustituya a la democracia?
-Mi intencin es crear un meta-relato. -Pero de qu est hablando? -De qu
est hablando usted?
El profesor Ronridani Nintei, furioso por la falta total de comprensin de la alcaldesa, no pudo
aguantar ms.
-Vaya! Me temo que es verdad. Las mujeres, por naturaleza, son inferiores al hombre en todos
los sentidos.
-Le puedo detener por lo que acaba de decir -le replic la alcaldesa-. Las mujeres responden a la
violencia fsica de los hombres con la del lenguaje. En ocasiones, la violencia verbal de las mujeres
desencadena la violencia fsica de los hombres. Por consiguiente, tambin habra que castigar la
violencia verbal. Fue un hombre el que dijo eso. Pero ahora la violencia verbal de los hombres es
un delito penal, mientras que la de las mujeres no lo es. Fui yo la que propuso esta ley y la llev
adelante. Usted lo sabe perfectamente.
-S, lo s. Pero no fui yo quien dijo lo que he dicho. Fue Schopenhauer.
-Chped qu? Pues que lo traigan aqu. Dnde hay alguien con un nombre tan ridculo?
-Muri hace 160 170 aos -contest el profesor. Yoneda Tomoe se qued sin palabras. Como
despus le coment a su subordinada Kowayoro Chko, se qued asombrada por momentos al
pensar que, si conoca a alguien que haba muerto haca 160 170 aos, el profesor Ronridan Nintei deba tener ms de 200.
En la reunin se encontraban tambin el empresario Sukemoto Toshitari8 la poetisa Mata
Futsukayoi9 " y el escritor Zenbu Tsaku.10 La mesa redonda lleg a una conclusin gracias, en
parte, a su mediacin. Pero a partir de ese momento, Yoneda Tomoe se mantuvo cautelosa con
respecto al profesor Ronridani Nintei. A esta discusin se sumaron una serie de incidentes de poca
importancia entre los dos, que seran motivo de risas s se enumeraran detalladamente. Por ejemplo,
un incidente sobre la evaluacin del impuesto municipal; una pelea en el restaurante francs Le
Chteau, que tuvo que ser resuelta por un camarero; una ocasin en que el profesor incit a unos
estudiantes a tirar fuegos artificiales y pronunciar palabras amenazantes ante la residencia oficial de
la alcaldesa, etctera, etctera.
Ese mismo da por la noche, al llegar a casa una vez acabado el trabajo, Kowayoro Bungur se
sorprendi al ver que su esposa Chko haba llegado antes que l. Inmediatamente, empez a
increparle.
-Has sido t el que ha difundido el rumor de que Ciudad Marina se estaba inclinando, no?
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-Mira, lo puedes ver desde aqu. Todos los bloques de esa urbanizacin estn torcidos, a excepcin
del edificio Nadadeso.
Aquel atardecer, Chko no se molest en mirar a la metrpoli, hacia donde sealaba Bungur
desde la ventana del piso once. Lo que s hizo fue espetarle:
-Pero qu tonto llegas a ser!
-T crees?
Bungur puso los ojos como platos clavando la mirada en su esposa, que permaneca en
camisn con los brazos cruzados.
-No pensaste que quiz fuera el edificio Nadadeso el que estaba inclinado en direccin
nornordeste? Por eso digo que eres tonto.
-En realidad, eso fue lo que pens al principio,
-Te has tragado por completo lo que te ha dicho ese viejo. Cuntas veces tengo que decirte que
no hables con tontos como l?
Bungur fue levemente alcanzado en la cabeza por un abrebotellas en forma de pata de canguro
que haba sobre la mesa. Calcul el nivel de dolor en 3,6 kiltagos.
-Soy tonto, s, lo soy -dijo con total abatimiento.
-S, eres tonto. Ven aqu.
Goch Shinko lleg a casa ms o menos al mismo tiempo. Al darse cuenta de que el ngulo de
su grabado de Chagall colgado de la pared estaba inclinado, toc el marco con una precisin que
explicaba de sobra por qu segua soltera. A pesar de percatarse de que era ya el tercer da que
haba corregido el ngulo, no logr relacionar este hecho con la conversacin que haba denunciado
esa misma maana.
Al da siguiente, el profesor Ronridani Nintei se dirigi a la comisara de polica con unos
planos en los que se mostraba la inclinacin de Ciudad Marina, y que haba ordenado dibujar la
tarde anterior a un estudiante del Departamento de Ingeniera. Se los entreg a un detective
vociferando:
-ste es un asunto grave, as que usted no me sirve, llame al comisario de polica!
Cuando por fin apareci el comisario, le ense los dibujos y le explic que la inclinacin de
Ciudad Marina no era ni un falso rumor ni un malicioso cotilleo, sino que era un hecho.
-Y cul cree que es la causa de la inclinacin? -pregunt Sakamaki Itt como buscando consejo,
incapaz de contradecir la prueba que el profesor le haba presentado.
-El tifn de septiembre y el hecho de que el lastre est excesivamente inestable.
Al decir excesivamente inestable, lo que quera decir es que estaba hecho de bolas de
pachinko.
-Pero qu me dice de los mamparos?
-Uno de ellos tiene un boquete. Y es posible que los otros se abran tambin en el futuro por una
reaccin en cadena.
El ex marido de Yoneda Tomoe, empleado en una fbrica de papel, era un jugador compulsivo. De
eso haca treinta y cinco aos. Se gastaba todo el sueldo mensual en el pachinko. Por si eso no fuera
suficiente, tambin fue acumulando deudas. El hecho de perder una pequea cantidad al da en
el pachinko se converta en una prdida enorme al cabo del ao. Y aunque poda ganar un dinero
extra una vez cada tres das, se lo gastaba en alcohol, y el dinero efectivo se esfumaba antes de llegar
a casa. Sin dinero y con un hijo a quien criar, Yoneda Tomoe era incapaz de encontrar un empleo.
As que cuando l fue despedido por no acudir al trabajo y por pedir excesivos anticipos de su
salario, ella aprovech para divorciarse y, de vez en cuando, dedicaba toda su energa a una
organizacin de mujeres en el escalafn ms bajo de un partido poltico.
Debido al tsunami ms que al propio terremoto, a la maana siguiente Ciudad Marina se estaba
inclinando ms de tres grados en direccin sursuroeste. La poetisa Mata Futsukayoi se despert ese
da con una terrible jaqueca. Al principio pens que deba ser causa de la resaca, pero a la hora del
almuerzo todava no se le haba pasado y por la tarde decidi ir a la cercana Clnica La Ponzoosa.
En la sala de espera encontr a otras muchas mujeres quejndose de los mismos sntomas. Al
conversar con ellas slo se enter de que muchos de sus maridos tenan tambin jaquecas, que todos
ellos sufran de vrtigo, etctera. Sin embargo, lo que no le dijeron es que todas ellas haban
dormido la noche anterior con la cabeza orientada al sur, que ninguna haba dormido hacia el
norte, cosa que en general se considera un mal augurio.11
El primero en confirmar la inclinacin en la elevacin de Ciudad Marina, que en esos momentos era
de ms de tres grados, fue Ijhari Ganko,12 maestro de obras de la contratista Ijihari. Estaba a punto
de edificar un kiosco en el Parque Marineland a solicitud del Departamento de Parques. Al principio,
cuando se puso a examinar el kiosco medio terminado con un nivel de burbuja y se dio cuenta de
que el suelo se ladeaba tres grados, le entr el pnico pensando que haba metido la pata. Pero
cuando situ el nivel en varios puntos dentro y fuera del parque para asegurarse, descubri que
cada punto que examinaba se inclinaba un poco ms de tres grados al sur-sudoeste. Acudi al
Ayuntamiento para informar de esto y all le recibi Kowayoro Chko. A ella no le gustaba su tono
chapado a la antigua y chovinista. Mientras le entregaba el informe se enzarzaron en una discusin
y, cuando Ijihari Ganko empez a alzar la voz, ella llam al personal de seguridad para que lo
detuvieran.
Para colmo, ella decidi no pasarle el informe a Yoneda Tomoe, en parte porque tena miedo de
irritar a la alcaldesa, que, por algn motivo, estaba de mal humor desde la maana. Pero tambin
porque tena el presentimiento de que la inclinacin de Ciudad Marina poda tener consecuencias
desfavorables para ella.
Ese da se produjeron algunos heridos en Ciudad Marina. Muchos de ellos lo fueron al caerse de
escaleras, carreteras con pendiente o entradas de edificios inclinadas. Algunas mujeres y ancianos se
encontraban en situacin crtica tras haber sufrido golpes en la cabeza al caer. A varios nios que
estaban jugando en un columpio orientado hacia el sur en un jardn de infancia se les rompieron los
dientes y sufrieron otras heridas al chocar contra el suelo tras deslizarse a una velocidad anormalmente alta. Entre ellos, los que tenan heridas ms graves fueron llevados a diferentes hospitales,
donde se les trat dando por supuesto que todo se deba a un descuido. En consecuencia, nadie fue
capaz de plantearse por qu haba un nmero tan alto de vctimas en toda la ciudad.
Entretanto, ese mismo da otros muchos que vivan en Ciudad Marina pero que trabajaban en la
metrpoli, poco despus de empezar la jornada laboral, empezaron a quejarse de dolores de cabeza,
zumbidos en los odos y vrtigos causados por una anomala en los tres canales semicirculares del
odo interno, y fueron a tratarse a las clnicas cercanas a sus respectivos lugares de trabajo.
Tambin Kowayoro Bungur volvi a tener una jaqueca. Calcul el nivel de dolor en 5,2 kiltagos y
se fue a una clnica cercana a su oficina durante la pausa para comer. En todos los casos, los
sntomas desaparecan en seguida cuando las funciones del anlisis locomotor en el espacio
tridimensional volvan a la normalidad. Pero cuando llegaba la noche, todos los que sufran este
trastorno regresaban a Ciudad Marina, que, al estar inclinada en un ngulo de ms de tres grados,
volva a causarles el trastorno en los tres canales semicirculares.
11
En Japn, cuando muere una persona, lo primero que se hace es tenderla con la cabeza orientada hacia el norte y el
rostro hacia el oeste. Esto, que en japons se llama kita.ma.kura (almohada hacia el norte}, tiene su origen en la orientacin
que se le dio a Buda tras su muerte.
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-Sabes qu? Es justo lo que yo crea: toda la isla est inclinndose! -se sinti obligado a
anunciar esa noche Kowayoro Bungur, sabiendo perfectamente cmo reaccionara su esposa.
Kowayoro Chko mir a su mando con los ojos amarillos, como los de un leopardo.
-Otra vez vas a volver a lo mismo, no? Bueno, ya sabes que si se difunde el rumor, todos te
sealarn como culpable. Entonces me despedirn y tendremos que marcharnos de Ciudad Marina.
-No te duele la cabeza? Oye, t conoces un instrumento que usan los constructores, el
llamado nivel de burbuja? Maana voy a ver si traigo uno a casa.
Era la primera vez que Bungur no permaneca en silencio por la mirada de su esposa. Trabajaba
para una empresa que slo haca instrumentos de medicin, herramientas de construccin,
instrumental mdico, etctera. Perteneca a la Divisin de Desarrollo del laboratorio de la
compaa.
Chko se qued un momento pensando en el altercado que haba tenido a medioda con Ijihari
Ganko. La idea central de su pensamiento era la autoproteccin y el autoascenso, como siempre.
Si soy la primera en descubrir que Ciudad Marina se est inclinando e informo de ello a la
alcaldesa, podra ser promocionada. Pero y si es todo una patraa?
-A decir verdad, el profesor Ronridani Nintei fue el primero en descubrirlo.
-No -y volvi a mirarlo fijamente-. Cuando la inclinacin sea algo innegable, yo ser la primera
en descubrirlo y en informar de ello a la alcaldesa, pero oficialmente, no como un rumor malicioso.
Comprendes?
Incapaz de entender la lgica de su esposa, Bungur cambi de tema.
-El bloque norte nmero 2 estaba un poco ms inclinado al mirarlo esta maana. En fin, voy a
hacer que mi compaa fabrique montones de niveles de burbuja y que los distribuya al por mayor
a las papeleras de toda la ciudad. Estoy seguro de que nos vamos a forrar cuando todo el mundo
empiece a darse cuenta de la inclinacin.
Chko sonri irnicamente.
-Eso es todo lo que se te ocurre, verdad? Mira lo que pas la ltima vez, cuando se te ocurri
eso, cmo se llama?, eso tan disparatado. Fuiste el hazmerrer de todo el mundo.
-Te refieres al dolormetro? Pues no era disparatado en absoluto. El jefe se limit a decir que
sera difcil de materializar -al llegar al aspecto tcnico, a Bungur no se le ocurri nada ms-. Me
imaginaba que lo podan necesitar en hospitales y dems. Por eso me invent las unidades para
expresar el grado de dolor. Vers! -Se dio una bofetada en la mejilla-. Si me haces esto, el nivel de
dolor es de un kiltago. Por supuesto, el umbral de dolor vara segn las personas. Es como la
temperatura media corporal. El dolormetro calcula el grado de dolor basndose en el calor
desprendido en el rea afectada, la sensacin de la regin tctil del cerebro, el pulso, etctera. Los
primeros modelos sern muy primitivos, pero poco a poco irn siendo ms precisos y entonces
creo que todo el mundo se interesar por ellos y querr comprarlos.
Chko se qued contemplando a Bungur con la mirada perdida mientras ste segua adelante
con su discurso, si bien no escuchaba ni una palabra de lo que deca, pensando: Pero por qu me
tuve que casar con un hombre como ste? Es memo, basto y desmaado, duro de mollera y tan
lerdo que slo es capaz de tener una cosa en la cabeza. Aunque, bien pensado..., quiz sea el marido
ideal para m.
A la misma hora aproximadamente, la pianista Hisu Teriko13 daba un recital en el Saln de Ciudad
Marina, un local con un aforo de zoo personas. Poco despus de iniciar las Improvisaciones para
piano de Bartok, su piano de cola se empez a ladear en el escenario, poco a poco, en direccin al
auditorio. El primero en reparar en ello fue un joven tcnico de iluminacin cuyo trabajo consista
en enfocar la lente de Fresnel e iluminar a la artista. La propia Hisu Teriko no se dio cuenta del
movimiento, ya que su asiento se desplazaba junto al piano. Y lo peor de todo era que, puesto
que el objetivo de una lente de Fresnel consiste en suavizar los bordes de la luz, cuando el tcnico
se dio cuenta de lo que estaba sucediendo, la pata derecha del piano se encontraba a tan slo unos
centmetros del borde del escenario. Mientras se preguntaba desesperadamente cmo informar a la
artista, el piano se desplom en el auditorio con un estruendo ensordecedor, dio media vuelta con
las tres patas hacia arriba y luego describi otra media vuelta, hasta romperse las patas y los pedales,
que saltaron por los aires. Los macillos y las teclas se desbarataron y las cuerdas salieron volando.
Hisu Teriko qued tumbada, dejando a la vista sus carnosos muslos blancos y su ropa interior de
color amarillo. Se qued boca abajo al pie del escenario. Tres mujeres que estaban en la primera fila
fueron alcanzadas por la tapa del piano y aplastadas por ella. Sufrieron rotura de rganos, fracturas
13
de crneo y sus caras quedaron destrozadas, y todas murieron instantneamente. Otra mujer
result decapitada por un cable partido del piano, mientras que otras doce que estaban cerca
sufrieron heridas de diversa consideracin. El pnico cundi en el auditorio prcticamente lleno. Al
fin y al cabo, Hisu Teriko tena una escuela de msica en Ciudad Marina y contaba con un gran
nmero de discpulos. El auditorio se vio rodeado enseguida por coches patrulla y ambulancias, y
hasta la maana siguiente no se logr controlar la situacin.
Al principio, las familias de las vctimas sealaron a la actuacin excesivamente entusiasta de
Hisu Teriko como la causa del accidente, pero pronto se descubri que no haba sido por eso. Y es
que los resultados del examen de la universidad ya haban llegado a manos de Sakamaki Itt, y se
demostr de inmediato que el escenario estaba orientado hacia el suroeste con un ngulo de tres
grados, incluso antes de que Ijihari Ganko, que viva cerca del auditorio y haba odo el alboroto,
pudiera correr, con el nivel de burbuja en una mano, como diciendo: Os lo dije!.
Yoneda Tomoe se enter del incidente cuando Sakamaki Itt la telefone a las siete de la maana
siguiente. Inmediatamente se plante poner de patitas en la calle tanto a Sakamaki Itt como a
Kowayoro Chko: a l por ocultar su informe sobre la conversacin que mantuvo con el profesor
Ronridani Nintei, y a ella por despedir a Ijihari Ganko. Pero al pensarlo mejor, se dio cuenta de que
el incidente se haba debido a su malvola venganza contra las bolas de pachinko. As pues,
convirti una parte de su ira en remordimiento de conciencia y otra en odio haca su ex marido.
De la misma forma que haba consolidado su posicin dentro del partido, tambin el
movimiento contrario al pachinko, promovido por Yoneda Tomoe, haba cobrado fuerza, hasta que
por fin, tras veinte aos de lucha, el Proyecto de Ley sobre Prohibicin de Salones de Pachinko fue
aprobado por la Asamblea Nacional. Aunque se no fue su nico logro. De haber sido as, se
hubiera descartado como un absurdo proyecto de ley propuesto por una tipeja que odia el
pachinko. No, para entonces el concepto de Ciudad Marina como paraso feminista haba
empezado a tomar forma, a travs, ms o menos, de la decisin resuelta de Yoneda Tomoe.
Como consecuencia de la nueva ley, se cerraron cerca de 10.102 salones de pachinko de todo el
pas y se destruyeron 2.926.461 consolas. Como estas cifras se tomaron de un estudio realizado por
comisaras de polica y administraciones tributarias en 1993, puede que no fueran exactas. Pero,
puesto que se haban usado 4.000 bolas de pachinko para cada consola, supondra la astronmica
cantidad de 11.705.844.000 bolas. El siguiente problema era cmo eliminarlas. Yoneda Tomoe, que
haba asumido la responsabilidad por este logro, tuvo la idea de usarlas como lastre para su Ciudad
Marina. El Ministerio de Construccin no haba aprobado el plan, aduciendo que las bolas de
pachinko seran demasiado inestables para este objetivo. Sin embargo, Yoneda Tomoe, que entonces
era la mujer que lideraba el partido, ya contaba con un buen nmero de simpatizantes. Un
miembro de su peculiar grupo de expertos, en parte por un deseo inconsciente de hacerle la pelota,
propuso que los mamparos se construyeran en forma de tablero de ajedrez para contener los
tanques de lastre. Yoneda Tomoe qued encantada con esta propuesta e insisti en ella hasta el final.
As fue como comenzaron los trabajos para construir los cimientos de Ciudad Marina. Bueno,
cimientos puede que no fuera la palabra, puesto que la ciudad estaba flotando en el mar. El caso
es que se empezaron a instalar los tanques de lastre, que seran el equivalente a los cimientos. En
este punto hubo cierta corrupcin, un caso de soborno que tambin salpic a Kowayoro Chko. La
empresa constructora haba falsificado los detalles de los mamparos para aumentar la cantidad de
soborno, y haba empleado unos mamparos con las paredes ligeramente ms delgadas, que ofrecan
menor resistencia que las que se estipulaban en las especificaciones o en los planos.
Como para entonces estaba claro que la inclinacin de Ciudad Marina se deba a cierta anomala
en los tanques de lastre, la tarde despus del incidente del piano, se envi a tres inspectores para que
examinaran las alcantarillas de la ciudad a travs de un registro. Desde all descendieron an ms,
por una abertura utilizada para los trabajos de reparacin, hasta los tanques de lastre que estaban en
el fondo de Ciudad Marina. Los inspectores caminaron por la parte superior de los mamparos que
dividan los bloques en su formacin de tablero de ajedrez, cada uno de los cuales contena un peso
fijo de bolas de pachinko, y por fin encontraron los daos. En una de las paredes de los mamparos se
haba abierto un agujero, y las bolas de pachinko que deban estar en el bloque del noreste haban
pasado todas al del suroeste, alterando el equilibrio general. Teniendo en cuenta la inclinacin de
Ciudad Marina, pareca improbable que fuera ste el nico punto con desperfectos. Aun as, los
inspectores descendieron por la pared del mamparo, sirvindose de una escala de cuerda, hasta llegar
al fondo del bloque que haba a tres metros, y empezaron a examinar el estado de los daos.
Para colmo de males, unos veinte minutos despus de que empezara el examen se produjo otro
terremoto. Las numerosas bolas de pachinko volvieron al bloque nororiental y atraparon a uno de
los inspectores antes de regresar al bloque suroeste. El mpetu abri un boquete en otro mamparo, a
travs del cual salieron las bolas hasta el siguiente bloque del lado suroeste. Incapaces de rescatar a su
colega debido al lgico peligro, los otros dos inspectores se apresuraron a salir a la superficie, donde
pidieron ayuda a la polica y a los bomberos.
Se arm un gran alboroto. Se moviliz a casi todos los efectivos de polica y bomberos, e incluso
Sakamaki Itt tuvo que pedir ayuda a la metrpoli porque en Ciudad Marina no haba suficientes
dotaciones. El inspector atrapado fue rescatado, pero se hallaba en situacin crtica y tena
contusiones por todo el cuerpo. Una rplica ssmica durante la operacin de rescate provoc nuevos
daos a los mamparos, hiriendo de gravedad a dos de los rescatadores y levemente a tres ms. Otro
muri de asfixia cuando sus bronquios se le llenaron de bolas de pachinko.
Hasta la maana del da siguiente -cuando Kowayoro Chko, al conocer el alboroto por una
nota de las oficinas de la ciudad, pero sin pensar por un momento que ese mismo da se iniciara una
investigacin sobre la corrupcin, estaba a punto de regaar a su marido por no habrsele ocurrido
un da antes la idea del nivel de burbuja- no se descubri que haba ms de cien boquetes en las
paredes de los mamparos y que stas eran ms endebles que las especificadas en los planos.
Para entonces el ngulo de inclinacin de la ciudad era ya de cuatro grados. Quizs a partir de
este momento el lector desee equiparse con un transportador. Con un ngulo de cuatro grados, el
peligro es inminente y, de hecho, es cuando empezaron los accidentes graves por toda la ciudad.
Las carreteras de Ciudad Marina eran, en su mayora, de hormign y estaban dispuestas
horizontalmente. Esa maana, Zenbu Tsaku sali a dar una vuelta y, como de costumbre, vio a un
chico que iba al colegio en su monopatn. Tsaku todava no se haba dado cuenta de la inclinacin
y, asombrado por la inusual velocidad a la que el muchacho se desplazaba, le grit espontneamente:
-Eh, t, frena, que te la vas a pegar!
El chico se lo qued mirando y grit con voz lastimera:
-Es que no puedo!
Tsaku cerr los ojos. Un camin de gran tonelaje se le acerc en direccin opuesta. Cuando
volvi a mirar, pudo ver cmo el muchacho desapareca bajo el camin, an agachado en el
monopatn. Menos mal que era un vehculo alto, pens Tsaku aliviado, antes de volverse para
mirar de nuevo. El chico, que haba aparecido de debajo del camin y se deslizaba en la distancia en
su monopatn, estaba sin cabeza. Alguna parte que sobresala de la carrocera del camin lo haba
decapitado limpiamente.
Las sirenas de los coches de polica y las ambulancias sonaban desde primeras horas de la maana
y lo seguan haciendo bien entrada la noche, y la mayor parte de personas en Ciudad Marina ya se
haban dado cuenta para entonces de que algo estaba sucediendo. A pesar de eso, la alcaldesa
Yoneda Tomoe orden que no se anunciara la verdadera situacin hasta que terminara una reunin
de urgencia que se estaba desarrollando desde primeras horas de la maana. En consecuencia, la
vida sigui su curso en diversas partes de la ciudad y esto provoc numerosos accidentes.
El supermercado que tena Sukemoto Toshitari se abri a las diez. Los clientes, que se haban
visto atrados por los anuncios en los peridicos, corrieron por las escaleras mecnicas para llegar a
los mostradores de las rebajas. Las escaleras mecnicas que daban al sur, en un principio inclinadas
con un ngulo de treinta grados, se haban escorado para entonces a treinta y cuatro, mientras que
los propios escalones estaban inclinados cuatro grados. Una mujer obesa de mediana edad que
encabezaba la multitud iba a bajarse en el primer piso cuando resbal en un resalte acanalado y se
cay de espaldas. Esto provoc una gran avalancha, ya que las dos personas de cada escaln que
haba detrs de ella se cayeron de espalda por el efecto domin. Chillando como aves exticas,
decenas de mujeres se amontonaron en grupos en varios puntos de las escaleras mecnicas, que
siguieron su recorrido hacia arriba. Al hacerlo, las mujeres que estaban en lo alto de cada montn
fueron lanzadas a travs del pasamanos, precipitndose hasta la planta baja. Algunas fueron a parar
a los cristales de los escaparates. El personal de la tienda intent detener las escaleras mecnicas,
pero la inercia provoc otro colapso entre los montones de dientas, muchas de las cuales sufrieron
importantes heridas en la planta baja. Fue un desastre.
Mientras continuaba la reunin de emergencia fueron llegando numerosos informes de accidentes.
Adems de la catstrofe de las escaleras, se produjeron dos incidentes en los cuales varias sillas de
ruedas incontroladas fueron rodando por la rampa que haba delante de un hospital hasta ser
alcanzadas por los coches que circulaban por la carretera. Tambin hubo nueve percances en los que
la gente choc entre s tras resbalar y caer por unas escaleras, provocndose contusiones, fracturas,
mordeduras de lengua y otras heridas. Algunas personas se ahogaron y otras desaparecieron
cuando seis pescadores, incluidos nios y ancianos, se precipitaron al mar desde un lugar en el
muebles con ayuda de dos transportistas y dos de sus estudiantes cuando fueron localizados y
rodeados por algunas amas de casa que se acababan de levantar. La mayora de ellas eran
simpatizantes de la alcaldesa y ya haban intentado varios trucos para evitar que la gente escapara.
Ahora bien, esta vez su adversario era el profesor Ronridani Nintei. Saban que toda su persuasin
sera vana, que se volveran las tornas y empezara a darles un discurso, y que, finalmente,
terminaran deseando que se fuera. De modo que lo nico que hicieron al principio fue rodear el
camin de lejos y soltar improperios.
-As que te fugas, eh?
-Cobarde! Y t te consideras un hombre!
-Ests asustado por una pequea inclinacin, eh?
Pero el profesor Ronridani Ninte no sera el profesor Ronridani Nintei si no tuviera algo que
decir en ese momento.
-Seoras -grit en voz alta-, ser mejor que ustedes tambin se vayan rpidamente. Los edificios
de por all empezarn a derrumbarse pronto. Al fin y al cabo, es evidente que no estn bien
construidos, dada la corrupcin y los sobornos que ha habido.
Una mujer sali de entre las amas de casa. Dio un paso adelante, se detuvo ante el profesor y le
dio un sonoro tortazo.
Era Goch Shinko. El ruido de la bofetada reson en el aire fresco de la maana.
-Pero qu le ha hecho al profesor? -grit uno de los estudiantes, lleno de bro juvenil. Fue
directo hacia Goch Shinko y la tir al suelo de un puetazo.
Se arm un gran revuelo. La casa estaba en medio de una urbanizacin. Y slo una mirada
desde los balcones de los pisos superiores bast a los dems residentes para saber lo que estaba
sucediendo. Las amas de casa fueron saliendo como un enjambre desde todas las direcciones.
El profesor dio un salto hasta la caja del camin. -Rpido, subid!, subid! -les grit a los
estudiantes, que estaban pelendose con las mujeres por unos bultos que todava no se haban
cargado.
-Eso no hace falta. Subid rpido. Si nos coge la polica, nos ejecutarn a todos! -Maldita sea! En marcha!
Los transportistas, asustados por la posibilidad de ser ejecutados, arrancaron el camin y
salieron disparados y muertos de miedo. Los estudiantes intentaron aplacar a las mujeres y saltaron
a la plataforma justo a tiempo. Las amas de casa, al ser mujeres, depusieron su persecucin al
camin en su intento de evitar que se fuera. Y as fue como el profesor Ronridani Nintei logr
escapar de Ciudad Marina.
Al da siguiente, la poetisa Mata Futsukayoi se despert a las seis de la maana, an con
resaca, y se dispuso a tomar agua del grifo. Puaff!, exclam mientras la escupa. Era agua de mar.
Las tuberas de agua de tierra firme haban reventado. Haban sido diseadas con suficiente
tolerancia al movimiento, teniendo en cuenta que Ciudad Marina se haba construido en una isla
artificial. Pero para entonces estaban aplastadas en el lecho marino, as que se suspendi el
suministro de agua. Lo mismo sucedi con el gas, en vista del lgico peligro que supona. Ese da,
la alcaldesa Yoneda Tomoe pidi a la Oficina Municipal de Abastecimiento de Aguas que les
suministrara una serie de camiones cisterna. Entretanto, los clientes luchaban a brazo partido para
comprar agua mineral en los supermercados y gas propano. Decenas de amas de casa resultaron
gravemente heridas.
Kowayoro Chko, que haba sido nombrada comisaria de polica en sustitucin de Sakamaki
Itt, de repente empez a tener una actitud ms amistosa hacia su marido, Bungur. En parte se
deba a que lo vea con otros ojos al haber sido ascendido a jefe de ventas. Pero tambin porque se
haba visto obligada a mostrar mayor lealtad hacia Yoneda Tomoe, velis nolis, a la vista de las
tremendas deudas que tena contradas. Estara en un gran aprieto si Bungur deca que quera irse.
Ese da, como era de esperar, la Direccin General de Trfico anunci que el servicio de autobuses
entre la metrpoli y la ciudad se vera interrumpido a partir del da siguiente. Chko tendra que
comprarle a Bungur el coche que siempre haba deseado.
Debido al corte de agua y a la interrupcin del servicio de autobuses, cada vez haba ms
ciudadanos que intentaban escapar a tierra firme, por lo que se produjeron muchas peleas con la
gente que intentaba detenerlos. El escritor Zenbu Tsaku se dio cuenta de que no haba forma de
llevarse todos sus efectos personales, as que simplemente se subi al ltimo autobs hacia la
metrpoli con lo puesto. El propietario del supermercado, Sukemoto Toshitari, y su joven esposa
estaban a punto de escabullirse en coche, llevndose consigo slo sus obras de arte y otras
pertenencias de valor, cuando fueron descubiertos por las amas de casa del vecindario, que
inmediatamente destrozaron el coche y las obras de arte que haba en l. Por si acaso, tambin
desnudaron a la pareja, dejndoles huir medio desnudos por el Gran Puente Marino.
Los nios y los estudiantes que asistan a escuelas e institutos de la metrpoli fueron ponindose a
salvo a travs del puente, algunos con sus padres y otros sin ellos, ya que stos insistan en
quedarse, y haba tambin quienes lograban escapar despus de mantener violentas disputas con
sus madres. Al menos las amas de casa no impidieron su fuga. Tambin hicieron la vista gorda con
los padres que se fueron con sus hijos tras una serie de accidentes en los que haban muerto nios al
caerse de las escaleras o los balcones inclinados de sus viviendas, o a que haban volcado en
carreteras y sufrido graves daos. Pero los hombres que intentaban mudarse a la metrpoli
aduciendo que era ms cmodo para ir a su trabajo fueron detenidos y obligados a trasladarse al
trabajo en coche desde Ciudad Marina. Kowayoro Bungur lo haca cada da, llevando consigo a
otras cinco personas. A menudo, los maridos que trabajaban en la metrpoli no volvan a casa por la
noche, dejando a sus esposas abandonadas. De esta manera quedaban expuestas a la vergenza y
eran denigradas por sus vecinos.
El Gobierno de la nacin emiti una orden a todos los residentes de Ciudad Marina para que
abandonaran la isla. Furiosa, Yoneda Tomoe declar su intencin de desobedecerla. Para ella era
una injerencia tirnica en los asuntos de una autoridad local y una grave amenaza contra el
feminismo.
No obedecer esa orden. CIUDAD MARINA NO EST INCLINNDOSE.
La inclinacin se fue acentuando cada da que pasaba. El mircoles estaba a dieciocho grados; el
jueves, a veinte. Pronto se cort la energa elctrica y las lneas telefnicas dejaron de funcionar, a
excepcin de las comunicaciones inalmbricas. El jueves por la noche el Gran Puente Marino se
desplom en el mar con un gran estruendo. Eso hizo que se interrumpiera la circulacin rodada.
La prediccin del profesor Ronrdani Nintei de que los edificios se empezaran a derrumbar fue
inexacta. El nico edificio que se cay fue el Ayuntamiento, que estaba construido de ladrillos. La
mayor parte de edificios de hormign reforzado con acero tena secciones verticales metlicas
soldadas a la base de acero de la ciudad, que sustituan a los cimientos normales con pilotes. Pero
ahora esos edificios empezaban a alabearse. Como caba esperar, los ascensores dejaron de funcionar. Las puertas no se abran una vez cerradas, ni tampoco se cerraban una vez abiertas. Por miedo a
quedar atrapados dentro de sus hogares, todos los residentes empezaron a dejar las puertas abiertas.
Aun as, los edificios permanecieron ms o menos intactos. Pero el cambio producido en su centro de
gravedad no haca ms que acelerar la inclinacin en Ciudad Marina. El viernes, el ngulo lleg a
veintitrs grados. A un ngulo tan agudo, ni siquiera se poda caminar sobre las aceras, que
originalmente eran llanas. Bueno, caminar no era la palabra ms adecuada. La gente resbalaba y se
caa cuando se arrastraba por las carreteras.
Tambin haba de tenerse cuidado con los objetos que caan desde arriba. Juguetes y zapatos
de nios, utensilios de cocina y objetos varios del hogar caan de los balcones, pero es que a veces
haba hasta perros, personas o pianos que se quedaban aplastados al precipitarse al suelo en picado a
travs de barandillas de hierro, cosa que no era para tomrsela a risa. En poco tiempo, fue normal ver
a amas de casa que salan a comprar a algn sitio y que volvan con heridas sangrantes y con la ropa
hecha jirones.
Varios edificios situados a lo largo de la costa en el extremo suroriental de Ciudad Marina,
incluido un parque infantil, la Clnica La Ponzoosa y un saln de belleza canina, se quedaron
sumergidos. Una carretera cercana que discurra de norte a sur se escor en diagonal hacia el mar. A
veces, los coches o las personas se deslizaban de lado por la curvatura de la carretera y desaparecan
sin ms bajo las aguas. Por este motivo, los barcos guardacostas empezaron a patrullar la zona de
manera constante. Adems de salvar a la gente que se deslizaba por las carreteras, tambin tenan la
loable tarea de rescatar y llevar a tierra firme a los desesperados habitantes de Ciudad Marina que
intentaban escapar por la noche, en secreto. Los helicpteros sobrevolaban la ciudad durante el da
instando a los residentes a abandonarla y les decan dnde estaban esperando los guardacostas.
Maldita sea! Al menos se poda haber cado mientras estaba en el trabajo. As no hubiera
tenido que volver a casa.
Chko arrastr hasta la cama a Kowayoro Bungur, que todava murmuraba estas palabras
mientras contemplaba por la ventana de su apartamento, que en ese momento tena una inclinacin
de veintisis grados, el estrecho en el que se haba desplomado el Puente Marino. Era un sbado por
la maana.
-De qu te quejas? He dicho que vengas aqu ahora mismo.
-Pero es que ltimamente lo hacemos todas las maanas!
completo. Nadie comprenda por qu el fondo de la baha se haba hecho tan hondo. Ni siquiera el
propio autor lo saba. Algunos especulaban con que los cimientos se haban hundido en la capa de
lodo que haba en el fondo, y que estaban aplastndola. Pero la capa de lodo no poda seguir a una
profundidad de varios kilmetros y, por consiguiente, se decidi que se desconoca el motivo. As
pues, el debate se centr en las medidas urgentes para evitar que la ciudad se diera la vuelta
completamente.
Por fin, lleg el da en que se predijo que Ciudad Marina volcara por completo. Un equipo de
rescate de las Fuerzas de Autodefensa, a bordo de un helicptero V-107/A con capacidad para 26
personas, se dirigi en busca de los ltimos supervivientes. Uno de sus ocupantes era Sakamaki Itt,
que se haba ofrecido como voluntario para convencer a los residentes que quedaban. El helicptero
descendi en medio de una urbanizacin y se mantuvo suspendido a dos metros de altura, ms o
menos inclinado y paralelo al suelo. Empez la operacin de rescate. Al darse cuenta de que si se
quedaban en la isla estaban abocadas a una muerte segura, las trece amas de casa respondieron a la
persuasin y salieron una tras otra. Ijihari Ganko sigui su ejemplo.
Era casi medioda. Tras superar los cuarenta y cinco grados, el ngulo de inclinacin empez a
variar rpidamente a noventa grados. Los edificios empezaron a chirriar y rechinar al unsono y los
objetos comenzaron a caer al azar sobre el helicptero desde los edificios del noreste.
El V-107/A rescat con xito a las trece mujeres y a Ijihari Ganko junto a dos perros y cinco gatos,
y estaba a punto de iniciar el ascenso cuando Goch Shinko, con el cuerpo inclinado a 72,8 grados
hacia el sursuroeste cuarta al oeste, sali corriendo de un edificio de apartamentos que haba en el
noreste, acercndose mientras diriga su pistola hacia el rotor del helicptero. Sakamaki Itt juzg
que ya no era humana, sino un espectro, y por eso le dispar un tiro que le provoc la muerte.
El helicptero se alej y puso rumbo a la azotea del edificio de apartamentos que haba en el
extremo nororiental de la ciudad. La intencin era persuadir a Yoneda Tomoe, que todava estaba
encadenada al armazn de hierro del depsito de agua, para que se entregara. Sakamaki Itt la llam a
gritos.
-Si se acerca, disparar! -le contest la alcaldesa empuando una pistola que, al parecer, le haba
dado Goch Shinko-. No dejar que ninguno de ustedes se entrometa!
-Alcaldesa: si se queda aqu, morir! - Sakamaki Itt intent explicarse de la mejor manera
posible-. Por favor, venga con nosotros! Ciudad Marina siempre podr reconstruirse!
-Ah, s? -grit Yoneda Tomoe. Miraba desde lo que era prcticamente la cumbre de Ciudad
Marina y que en ese momento sobresala verticalmente desde el mar por un costado-. Todos ustedes
se limitarn a rerse a base de bien y a decir: ya te lo advertimos! Por supuesto que no ser
reconstruida!
-El ngulo ya es de noventa grados. Alcaldesa: en unos segundos se hundir boca abajo en el mar. No
va a ser nada agradable.
EL LTIMO FUMADOR
Estoy sentado en lo alto del Palacio de la Dieta resistiendo los ataques con bombas lacrimgenas de
los helicpteros de las Fuerzas Areas de Autodefensa, que me rodean y describen crculos como
moscas. Pronto disfrutar de mi ltimo cigarrillo, mi ltima muestra de resistencia. Mi camarada, el pintor
Kusakabe, ha cado muerto hace unos instantes y me ha dejado solo como ltimo fumador que queda en
la Tierra. En este preciso momento, es probable que se estn difundiendo imgenes mas por todo el pas,
recortado en el cielo negro por los reflectores que me apuntan desde abajo, a travs de las cmaras de
televisin que tienen dentro de los helicpteros. Me quedan tres cajetillas y me resisto a morir antes de
terminarlas. Por eso he estado fumando sin parar dos o tres cigarrillos a la vez. Siento que mi cabeza est
embotada y la luz me empieza a cegar. Es slo cuestin de tiempo que tambin yo caiga al suelo sin vida.
Hace tan slo quince o diecisis aos que empez el movimiento antitabaco. Y slo hace seis o siete, a lo
sumo, que empez a intensificarse de verdad la presin sobre los fumadores. Nunca pens que en tan poco
tiempo me convertira en el ltimo fumador de la Tierra. Pero quiz las seales ya estaban ah desde el
principio. Yo era, hasta cierto punto, un novelista de xito y, por ello, me pasaba la mayor parte del
tiempo escribiendo en casa. En consecuencia, tena pocas oportunidades de ver o sentir por m mismo
los cambios que atravesaba la sociedad. Casi nunca lea los peridicos, puesto que aborrezco la jerga
periodstica. Me recuerda a los peces muertos. Viva en una ciudad de provincias y mis editores venan a
verme cuando surga la necesidad. Sola evitar los crculos literarios y por eso nunca me desplazaba a
Tokio. Por supuesto, conoca la existencia del movimiento antitabaco, ya que los intelectuales solan
escribir artculos en revistas y otros medios indicando su apoyo o su oposicin. Tambin saba que el
tono del debate, por ambas partes, se haba vuelto cada vez ms histrico y que, desde cierto punto de
vista, el movimiento haba empezado a crecer de repente, mientras que los argumentos a favor
desaparecan con rapidez.
En mi casa poda vivir aislado de todo. Desde que era adolescente haba sido un fumador empedernido,
y segua fumando sin cesar. Aun as, nunca me lo echaron en cara ni nadie se me haba quejado nunca. Mi
esposa y mi hijo lo aguantaban de manera tcita. Probablemente haban asumido que, para que yo
siguiera creando obras literarias y manteniendo los ingresos como escritor de moda, era absolutamente
esencial que consumiera enormes cantidades de cigarrillos. Puede que no hubiera sido as si hubiera
trabajado en una oficina, por ejemplo. Ya que, segn parece, desde hace relativamente poco tiempo los
fumadores haban empezado a perder puntos a la hora de ser promocionados.
Un da, dos editores de una revista juvenil vinieron a mi casa para encargarme un artculo. Les hice
pasar al recibidor. Uno de los dos, una mujer de unos veintisiete o veintiocho aos, me entreg una
tarjeta de visita en cuya parte derecha pona en letras grandes:
GRACIAS POR NO FUMAR
Al parecer, esto no era tan extrao en ese momento. Cada vez haba ms mujeres que expresaban en
estas tarjetas sus sentimientos en contra del tabaco. Pero yo lo ignoraba. Por eso, podrn imaginar cul
fue mi indignacin. Cualquier editor de revista que se precie debera saber que un novelista de moda
como yo tena que ser un fumador recalcitrante. Pero, aunque no lo supiera, entregarle una tarjeta como
sa a un presumible fumador, especialmente cuando le estaba pidiendo un favor, era algo completamente
descabellado. Aun si la otra persona no era fumadora.
Me levant inmediatamente.
-Vern, lo siento mucho -les dije a los dos, que se quedaron estupefactos-. Desgraciadamente, yo soy
un fumador compulsivo. No podra imaginar siquiera discutir algo de trabajo sin fumar. Pero, de todos
modos, muchas gracias por venir hasta aqu.
La mujer arque las cejas cada vez ms crispada. Su colega, un varn joven, se levant
precipitadamente y empez a implorarme.
-Oh, bueno, por favor, no se enfade, si pudiramos, ya sabe...! -me sigui mientras yo sala de la
habitacin. Parece que ellos tambin se fueron poco despus, discutiendo sobre cul era la salida.
Yo estaba un poco perplejo por mi propia reaccin. Despus de todo, haban pasado cuatro horas
viajando desde Tokio y, por supuesto, me poda haber aguantado sin fumar durante una hora o as, si
me lo hubiera propuesto. Pero por qu tena que hacerlo? No eran pacientes idiosincrsicos 14 que se
podan morir si respiraban un poco de humo. Por eso me justifiqu pensando que, si hubiera accedido a
hablar con ellos sin fumar, me habra irritado tanto que nuestro pequeo contratiempo hubiera parecido
en comparacin una insignificancia.
Para mi desgracia, result que la editora era una de las adalides del movimiento antitabaco. Estaba tan
enfadada por el incidente que empez a difundir rumores maliciosos sobre m en otras publicaciones,
adems de la suya. Por extensin, tambin gener el desprecio hacia todos los que fumbamos. Los
fumadores ramos fanticos e intolerables, obstinados y holgazanes, arrogantes y tirnicos, egostas y
obsesivos, insensibles y despticos. Al menos eso era lo que ella deca. Trabajar con estas personas
estaba lleno de dificultades y, por consiguiente, abocado al fracaso. Por eso, los fumadores deberan ser
eliminados de todos los trabajos. Y, por supuesto, no era recomendable leer las obras de un autor as
porque el lector podra contaminarse de su genio fumador. Todos los fumadores eran estpidos. Todos
estaban locos.
Por fin, no pude permanecer ms tiempo en silencio. De haber sido el nico, no me hubiera
importado, pero tambin otros fumadores haban sido insultados. Cuando estaba pensando la forma de
responder, recib una llamada del redactor jefe de una revista llamada Rumores de la verdad^ para la que
escriba una columna habitualmente. Me instaba a no ceder a la presin del nuevo movimiento
antitabaco, que haba tomado tantos bros, sino a luchar contra ellos. Rpidamente escrib mi siguiente
artculo para la revista, que deca algo as:
La discriminacin contra los fumadores parece haberse acentuado. Proviene de una combinacin de
extremismo y simpleza por parte de los no fumadores. Los activistas antitabaco muestran una falta total
de comprensin, precisamente porque no fuman. La estomatitis se cura con el humo del tabaco. El tabaco
tambin atena la irritacin nerviosa. Al parecer, los no fumadores estn sanos y gozan de un semblante
saludable. Esto es as porque muchos de ellos practican deporte. Pero tambin sonren por cualquier
tontera. No piensan demasiado las cosas y su conversacin es mortalmente aburrida. Los temas de sus
conversaciones son superficiales. Su forma de pensar es imprecisa y vaga. A menudo se van por las ramas
sin motivo aparente. Son incapaces de discutir cualquier tema en ms de un nivel. Su razonamiento no es
inductivo, sino deductivo. Por eso resultan tan previsibles y siempre se apresuran a llegar a conclusiones
estereotipadas. Respecto al deporte, son capaces de charlar indefinidamente, aunque uno no muestre el
ms mnimo inters por el tema. Pero cuando se trata de filosofa o literatura, les entra sueo. Antes era
difcil mantener una reunin con el humo de los cigarrillos. Pero ahora la sala de conferencias se sanea con
purificadores de aire, generadores de iones, etctera. Significa eso que podremos reunimos relajados? En
absoluto. Las reuniones concluyen antes de empezar, o eso es lo que he odo. Todos tienen muchsima
prisa por marcharse. Y, claro, los no fumadores no pueden soportar las largas conversaciones, las
conversaciones profundas y difciles. Tan pronto acaban cualquier asunto, o ya saben lo que se supone que
tienen que hacer, se levantan y se van. No pueden estarse quietos. Si alguien los retiene, se quedan
mirando el reloj constantemente. Pero cuando estn enfadados, simplemente siguen y siguen. Ms an,
estos hombres y mujeres estn locos por el sexo. Pero cuanto ms cuidan de su salud, ms descuidan el
cerebro, con el consiguiente perjuicio de su integridad, lo cual resulta de lo ms irnico. En suma, se
tornan unos perfectos memos. Y qu sentido tiene vivir una vida tan larga y saludable si no son ms que
zoquetes? Estos grandes grupos de viejos necios se convertiran en una carga para la minora de jvenes.
De verdad quieren seguir jugando al gateball15 hasta que lleguen a centenarios? El tabaco fue un
descubrimiento increble, que ha brindado a la gente una profundidad nica. No obstante, hasta los
periodistas se estn pasando al carro de los antitabaco. Pero qu es esto, hombre? Las oficinas de
redaccin de los peridicos deberan estar personificadas en las oscuras nubes de humo del tabaco. Por
qu los peridicos actuales son tan poco interesantes? Porque las oficinas de redaccin son demasiado
impolutas!
Este artculo provoc una oleada de protestas en cuanto fue publicado. Por supuesto, los no
fumadores tenan pocas novedades que decir en sus argumentos. De hecho, algunos lectores que
escribieron se limitaron a copiar m carta, sustituyendo no fumadores por fumadores. Sus
ignorantes e incompetentes objeciones, con sus frases estpidas, eran las adecuadas para representar
14
15
los puntos de vista de los no fumadores, y por eso los editores de Rumores de la verdad se divirtieron
publicndolas.
Fue ms o menos en esa poca cuando empec a recibir llamadas telefnicas maliciosas y correo
no deseado. Las llamadas eran un simple abuso, con frases como: As que quieres morir joven, eh?
Imbcil!. Las cartas eran parecidas, aunque a veces resultaban bastante ingeniosas. Una, por
ejemplo, contena un pegote de alquitrn y el mensaje: Come esto y murete!.
16
En Japn, el carcter chino correspondiente al nmero 4 tiene dos lecturas, yon y shi. Esta ltima significa tambin
muerte; de ah el juego de palabras. Es habitual que en los hospitales japoneses no figure ninguna habitacin con este
nmero.
17
. Los modelos ms famosos del tren bala japons o shinkansen son el llamado Kodama {eco), el Nozomi (deseo,
anhelo) y el que aparece en este cuento, Hikari, que significa luz, fulgor. La primera lnea se inaugur el 1 de octubre
de 1964 con motivo de las Olimpiadas de Tokio.
-No me diga que usted tambin tira la toalla? -le dije al vejete para asegurarme, y aad-: pero si
lo hace, podra traerme a casa lo que le quede?
Y eso es lo que hizo exactamente esa misma noche.
-Me retiro -dijo, a la vez que me entregaba el lote. Parece que estaba esperando la oportunidad de cerrar.
Cuando dije lo que dije, no perdi la oportunidad, recopil sus existencias y cerr la tienda.
La discriminacin contra los fumadores se hizo extrema. En Occidente ya haban logrado prohibir
fumar por completo. Nosotros, en Japn, nos quedamos rezagados, como de costumbre. Se segua
vendiendo tabaco y la gente segua fumando. Los no fumadores lo consideraban una humillacin y
empezaron a tratar a los fumadores como seres infrahumanos. Algunas personas que fumaban
abiertamente eran apaleadas en las calles.
Existe cierta teora que asegura que la nobleza del alma humana siempre evita que este tipo de locura
se vaya de las manos. Siento disentir. Puede que las opiniones varen sobre lo que significa escaparse de
las manos. Pero si echamos una mirada retrospectiva a la historia humana, encontraremos innumerables
ejemplos de esa locura que simplemente condujo a mayores formas de extremismo, como es el caso de
los linchamientos o asesinatos en masa.
La discriminacin hacia los fumadores creci rpidamente al nivel de la caza de brujas. Pero era difcil
de controlar, precisamente porque los discriminadores no consideraban que sus acciones fueran una
locura. La crueldad humana no es nunca tan extrema como cuando se comete en nombre de una causa
elevada, sea sta la religin, la justicia o el bien. En nombre de esta moderna religin de la salud, y aun
enarbolan-do la bandera de la justicia y el bien, la escalada de la discriminacin contra los fumadores
pronto lleg al asesinato. Un conocido fumador compulsivo fue destrozado en la calle y a plena luz del
da por una banda de diecisiete o dieciocho amas de casa histricas que estaban en un centro comercial y
dos policas. La vctima se haba negado a dejar de fumar a pesar de las repetidas solicitudes que haba
recibido. Se deca que, mientras mora, la nicotina y el alquitrn le chorreaban por los agujeros que le
haban provocado las balas y los cuchillos de cocina.
Cuando se produjeron incendios en una parte muy poblada de Tokio, como consecuencia de un
terremoto de cinco grados, surgi el rumor de que haban sido provocados a propsito por los
fumadores. Por eso se colocaron controles en carreteras y se detuvo a quienes queran escapar. S
respiraban con dificultad se daba por hecho que eran fumadores y se les ejecutaba. Tal era el sentido de
culpa inconsciente que su propia paranoia haba producido en los discriminadores.
Cuando la compaa nacional de tabaco se convirti en humo, y se vio obligada a cerrar, comenzaron
los tiempos oscuros para los fumadores. Por las noches haba grupos del denominado Frente Nacional
Antitabaco (FNA) que, con la cara parcialmente oculta tras mscaras blancas de forma triangular,
deambulaban por las calles con antorchas quemando los pocos estancos que an quedaban. Yo, por otro
lado, gozaba de los privilegios de un autor de xito, as que daba rdenes a mis editores para que me
compraran tabaco y segua fumando con tanta libertad como antes.
Pagadme con tabaco, les sola decir. Sin humo no hay manuscrito.
Los pobres desgraciados recorran el pas de cabo a rabo para encontrar el tabaco que todava se
venda en secreto en los recnditos pueblos de provincias o a travs del contrabando del mercado negro,
que se traficaba en antros del hampa. Este tabaco es el que me ofrecan como tributo.
Y al parecer haba otros como yo. Los incorregibles periodistas solan sacar artculos sobre famosos que
seguan fumando. En ellos, haba una lista de unas cien personas que, como yo, se declaraban fumadores
y que se entregaban abiertamente al hbito.
Cul de estos locos testarudos ser el ltimo fumador?, rezaba uno de los titulares.
Como resultado, yo estaba en constante peligro, incluso en casa. Me tiraban piedras a las ventanas y
por todas partes surgan incendios sospechosos alrededor de mis muros y setos. Las paredes aparecan
cubiertas de pintadas de mltiples colores que volvan a aparecer, aunque yo las borrara una y otra vez.
AQU VIVE UN FUMADOR
MUERE ENVENENADO POR LA NICOTINA!
LA CASA DE UN TRAIDOR
La frecuencia de llamadas y cartas insultantes fue en aumento y en su mayora consistan en
amenazas veladas. En un momento dado, mi esposa no pudo resistir ms. Se fue a la casa de su madre
y se llev a nuestro hijo.
En los peridicos aparecan a diario artculos bajo el epgrafe de Quin ser el ltimo fumador?.
Algunos crticos incluso hacan predicciones y la lista de nombres fue disminuyendo poco a poco. Pero
la presin fue en aumento en proporcin inversa al cada vez menor nmero de objetivos.
Un da, llam por telfono a la Comisin pro Derechos Humanos. Un hombre me contest con
un tono brusco y desapasionado.
-No le podemos ayudar aqu. Nuestra misin ha consistido hasta ahora en proteger a los no
fumadores.
-S, pero los fumadores estamos ahora en minora. -As ha sido durante mucho tiempo. Nosotros
estamos aqu para proteger los intereses de la mayora.
-Ah, s? Entonces ustedes siempre se unen a la mayora? -Por supuesto que s! No te fastidia! As
pues, no tuve otro remedio que protegerme a m mismo. Fumar todava no era ilegal. Pero los
linchamientos se hicieron cada vez ms violentos, seguramente por la frustracin. Rode mi casa con un
alambre de espino, que por la noche estaba electrificado, y me arm con una pistola modificada y una
katana. Un da recib la llamada de Kusakabe, un pintor que viva cerca. En un principio era fumador de
pipa, pero se haba pasado a los cigarrillos cuando ya no pudo conseguir Halfand balf, su marca
favorita. Por supuesto, era uno de los cerca de veinte artistas fumadores que eran el objetivo habitual de
los peridicos.
-Mira que haber llegado a este extremo! -dijo Kusakabe-. He odo decir que pronto nos atacarn.
Los medios de comunicacin y sobre todo la televisin estn incitando al FNA para que incendien
nuestras viviendas y as poder mostrar fotos de cmo se queman en las noticias.
-Mala gente -dije yo-. Si vienen aqu primero, me refugiar en tu casa.
-Lo mismo digo. Si vienen antes aqu, ir en coche a tu casa. Y nos iremos juntos a Tokio. All
dispongo de un refugio en el que estaremos a salvo y donde encontraremos a otros camaradas. Si estamos
todos destinados a sufrir la misma suerte, ser mejor que tengamos juntos una muerte digna en la capital!
-Estoy de acuerdo. Muramos de manera ejemplar. Que escriban de nosotros en los futuros libros de
texto escolares: Murieron con el cigarrillo en la boca.
Los dos nos echamos a rer.
Sin embargo, no era cosa de risa. Una noche, justo dos meses despus, Kusakabe vino a mi casa lleno
de quemaduras.
-Me han pillado -dijo, mientras aparcaba su coche en m garaje, que haba sido reciclado en trastero-.
Pronto estarn aqu. Huyamos rpidamente!
-Espera un momento -le dije, cerrando la puerta del garaje-. Voy a cargar con todos los cigarrillos
que pueda.
-Buena idea. Yo tambin me he trado unos cuantos.
Estbamos cargando los paquetes de tabaco en el maletero del coche cuando, de repente, omos un
alboroto alrededor de la casa. Haban roto el cristal del porche.
-Ya estn aqu! -le dije a Kusakabe temblando por lo que se nos avecinaba-. Les vamos a dar su
merecido antes de irnos?
-T crees? Venga, pues vamos. He estado deseando hacer esto!
Nos fuimos al comedor, que daba al jardn. Un hombre estaba enredado en lo alto del alambre de
espino de la pared posterior y su cuerpo haba reventado y haca ruidos de detonaciones. Yo calent
aceite en un cazo que haba preparado de antemano. Luego le entregu a Kusakabe la pistola modificada y
yo tom la katana.
Escuchamos un ruido en el cuarto de bao. Entr repentinamente. Un hombre haba roto la ventana e
intentaba escalar por ella. Deba de haber saltado por el tejado del vecino. Le reban los brazos a la
altura del codo.
Desapareci de la ventana sin emitir sonido alguno.
Otras diez personas aproximadamente entraron en tropel en el jardn. Probablemente haban saltado el
alambre de espino. Uno por uno empezaron a abrir las persianas y las ventanas por la fuerza. Tras una
breve consulta con Kusakabe, sub por las escaleras al piso de arriba con el cazo y tir el aceite hirviendo
desde la veranda al jardn. Los miserables empezaron a aullar. Era la seal para que Kusakabe empezara a
disparar a discrecin con la pistola. Se oyeron gritos de terror y alaridos.
Evidentemente no esperaban que estuviramos tan preparados. La banda se retir
momentneamente llevndose consigo a los heridos. Pero, al parecer, haban preparado un incendio
cerca de la entrada y la casa empezaba a llenarse de humo.
-Un clido regalo de despedida para nosotros, los amantes del humo -dijo Kusakabe mientras tosa-.
Pero de ah a ser quemados vivos... Salgamos de aqu!
-La persiana metlica del garaje es muy endeble -dije yo mientras subamos al coche.
entretienen de diversas formas con sus otras partes del cuerpo. Y qu pasa al final? Pues que se
marchitan y mueren. Pero eso no es todo. Una vez muertas, las disecan y las exponen a la vista de todos.
Es as como tena que morir? Er EL LTIMO FUMADOR
Estoy sentado en lo alto del Palacio de la Dieta resistiendo los ataques con bombas lacrimgenas de
los helicpteros de las Fuerzas Areas de Autodefensa, que me rodean y describen crculos como
moscas. Pronto disfrutar de mi ltimo cigarrillo, mi ltima muestra de resistencia. Mi camarada, el pintor
Kusakabe, ha cado muerto hace unos instantes y me ha dejado solo como ltimo fumador que queda en
la Tierra. En este preciso momento, es probable que se estn difundiendo imgenes mas por todo el pas,
recortado en el cielo negro por los reflectores que me apuntan desde abajo, a travs de las cmaras de
televisin que tienen dentro de los helicpteros. Me quedan tres cajetillas y me resisto a morir antes de
terminarlas. Por eso he estado fumando sin parar dos o tres cigarrillos a la vez. Siento que mi cabeza est
embotada y la luz me empieza a cegar. Es slo cuestin de tiempo que tambin yo caiga al suelo sin vida.
Hace tan slo quince o diecisis aos que empez el movimiento antitabaco. Y slo hace seis o siete, a lo
sumo, que empez a intensificarse de verdad la presin sobre los fumadores. Nunca pens que en tan poco
tiempo me convertira en el ltimo fumador de la Tierra. Pero quiz las seales ya estaban ah desde el
principio. Yo era, hasta cierto punto, un novelista de xito y, por ello, me pasaba la mayor parte del
tiempo escribiendo en casa. En consecuencia, tena pocas oportunidades de ver o sentir por m mismo
los cambios que atravesaba la sociedad. Casi nunca lea los peridicos, puesto que aborrezco la jerga
periodstica. Me recuerda a los peces muertos. Viva en una ciudad de provincias y mis editores venan a
verme cuando surga la necesidad. Sola evitar los crculos literarios y por eso nunca me desplazaba a
Tokio. Por supuesto, conoca la existencia del movimiento antitabaco, ya que los intelectuales solan
escribir artculos en revistas y otros medios indicando su apoyo o su oposicin. Tambin saba que el
tono del debate, por ambas partes, se haba vuelto cada vez ms histrico y que, desde cierto punto de
vista, el movimiento haba empezado a crecer de repente, mientras que los argumentos a favor
desaparecan con rapidez.
En mi casa poda vivir aislado de todo. Desde que era adolescente haba sido un fumador empedernido,
y segua fumando sin cesar. Aun as, nunca me lo echaron en cara ni nadie se me haba quejado nunca. Mi
esposa y mi hijo lo aguantaban de manera tcita. Probablemente haban asumido que, para que yo
siguiera creando obras literarias y manteniendo los ingresos como escritor de moda, era absolutamente
esencial que consumiera enormes cantidades de cigarrillos. Puede que no hubiera sido as si hubiera
trabajado en una oficina, por ejemplo. Ya que, segn parece, desde hace relativamente poco tiempo los
fumadores haban empezado a perder puntos a la hora de ser promocionados.
Un da, dos editores de una revista juvenil vinieron a mi casa para encargarme un artculo. Les hice
pasar al recibidor. Uno de los dos, una mujer de unos veintisiete o veintiocho aos, me entreg una
tarjeta de visita en cuya parte derecha pona en letras grandes:
GRACIAS POR NO FUMAR
Al parecer, esto no era tan extrao en ese momento. Cada vez haba ms mujeres que expresaban en
estas tarjetas sus sentimientos en contra del tabaco. Pero yo lo ignoraba. Por eso, podrn imaginar cul
fue mi indignacin. Cualquier editor de revista que se precie debera saber que un novelista de moda
como yo tena que ser un fumador recalcitrante. Pero, aunque no lo supiera, entregarle una tarjeta como
sa a un presumible fumador, especialmente cuando le estaba pidiendo un favor, era algo completamente
descabellado. Aun si la otra persona no era fumadora.
Me levant inmediatamente.
-Vern, lo siento mucho -les dije a los dos, que se quedaron estupefactos-. Desgraciadamente, yo soy
un fumador compulsivo. No podra imaginar siquiera discutir algo de trabajo sin fumar. Pero, de todos
modos, muchas gracias por venir hasta aqu.
La mujer arque las cejas cada vez ms crispada. Su colega, un varn joven, se levant
precipitadamente y empez a implorarme.
-Oh, bueno, por favor, no se enfade, si pudiramos, ya sabe...! -me sigui mientras yo sala de la
habitacin. Parece que ellos tambin se fueron poco despus, discutiendo sobre cul era la salida.
Yo estaba un poco perplejo por mi propia reaccin. Despus de todo, haban pasado cuatro horas
viajando desde Tokio y, por supuesto, me poda haber aguantado sin fumar durante una hora o as, si
me lo hubiera propuesto. Pero por qu tena que hacerlo? No eran pacientes idiosincrsicos 18 que se
podan morir si respiraban un poco de humo. Por eso me justifiqu pensando que, si hubiera accedido a
hablar con ellos sin fumar, me habra irritado tanto que nuestro pequeo contratiempo hubiera parecido
en comparacin una insignificancia.
Para mi desgracia, result que la editora era una de las adalides del movimiento antitabaco. Estaba tan
enfadada por el incidente que empez a difundir rumores maliciosos sobre m en otras publicaciones,
adems de la suya. Por extensin, tambin gener el desprecio hacia todos los que fumbamos. Los
fumadores ramos fanticos e intolerables, obstinados y holgazanes, arrogantes y tirnicos, egostas y
obsesivos, insensibles y despticos. Al menos eso era lo que ella deca. Trabajar con estas personas
estaba lleno de dificultades y, por consiguiente, abocado al fracaso. Por eso, los fumadores deberan ser
eliminados de todos los trabajos. Y, por supuesto, no era recomendable leer las obras de un autor as
porque el lector podra contaminarse de su genio fumador. Todos los fumadores eran estpidos. Todos
estaban locos.
Por fin, no pude permanecer ms tiempo en silencio. De haber sido el nico, no me hubiera
importado, pero tambin otros fumadores haban sido insultados. Cuando estaba pensando la forma de
responder, recib una llamada del redactor jefe de una revista llamada Rumores de la verdad^ para la que
escriba una columna habitualmente. Me instaba a no ceder a la presin del nuevo movimiento
antitabaco, que haba tomado tantos bros, sino a luchar contra ellos. Rpidamente escrib mi siguiente
artculo para la revista, que deca algo as:
La discriminacin contra los fumadores parece haberse acentuado. Proviene de una combinacin de
extremismo y simpleza por parte de los no fumadores. Los activistas antitabaco muestran una falta total
de comprensin, precisamente porque no fuman. La estomatitis se cura con el humo del tabaco. El tabaco
tambin atena la irritacin nerviosa. Al parecer, los no fumadores estn sanos y gozan de un semblante
saludable. Esto es as porque muchos de ellos practican deporte. Pero tambin sonren por cualquier
tontera. No piensan demasiado las cosas y su conversacin es mortalmente aburrida. Los temas de sus
conversaciones son superficiales. Su forma de pensar es imprecisa y vaga. A menudo se van por las ramas
sin motivo aparente. Son incapaces de discutir cualquier tema en ms de un nivel. Su razonamiento no es
inductivo, sino deductivo. Por eso resultan tan previsibles y siempre se apresuran a llegar a conclusiones
estereotipadas. Respecto al deporte, son capaces de charlar indefinidamente, aunque uno no muestre el
ms mnimo inters por el tema. Pero cuando se trata de filosofa o literatura, les entra sueo. Antes era
difcil mantener una reunin con el humo de los cigarrillos. Pero ahora la sala de conferencias se sanea con
purificadores de aire, generadores de iones, etctera. Significa eso que podremos reunimos relajados? En
absoluto. Las reuniones concluyen antes de empezar, o eso es lo que he odo. Todos tienen muchsima
prisa por marcharse. Y, claro, los no fumadores no pueden soportar las largas conversaciones, las
conversaciones profundas y difciles. Tan pronto acaban cualquier asunto, o ya saben lo que se supone que
tienen que hacer, se levantan y se van. No pueden estarse quietos. Si alguien los retiene, se quedan
mirando el reloj constantemente. Pero cuando estn enfadados, simplemente siguen y siguen. Ms an,
estos hombres y mujeres estn locos por el sexo. Pero cuanto ms cuidan de su salud, ms descuidan el
cerebro, con el consiguiente perjuicio de su integridad, lo cual resulta de lo ms irnico. En suma, se
tornan unos perfectos memos. Y qu sentido tiene vivir una vida tan larga y saludable si no son ms que
zoquetes? Estos grandes grupos de viejos necios se convertiran en una carga para la minora de jvenes.
De verdad quieren seguir jugando al gateball19 hasta que lleguen a centenarios? El tabaco fue un
descubrimiento increble, que ha brindado a la gente una profundidad nica. No obstante, hasta los
periodistas se estn pasando al carro de los antitabaco. Pero qu es esto, hombre? Las oficinas de
redaccin de los peridicos deberan estar personificadas en las oscuras nubes de humo del tabaco. Por
qu los peridicos actuales son tan poco interesantes? Porque las oficinas de redaccin son demasiado
impolutas!
Este artculo provoc una oleada de protestas en cuanto fue publicado. Por supuesto, los no
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fumadores tenan pocas novedades que decir en sus argumentos. De hecho, algunos lectores que
escribieron se limitaron a copiar m carta, sustituyendo no fumadores por fumadores. Sus
ignorantes e incompetentes objeciones, con sus frases estpidas, eran las adecuadas para representar
los puntos de vista de los no fumadores, y por eso los editores de Rumores de la verdad se divirtieron
publicndolas.
Fue ms o menos en esa poca cuando empec a recibir llamadas telefnicas maliciosas y correo
no deseado. Las llamadas eran un simple abuso, con frases como: As que quieres morir joven, eh?
Imbcil!. Las cartas eran parecidas, aunque a veces resultaban bastante ingeniosas. Una, por
ejemplo, contena un pegote de alquitrn y el mensaje: Come esto y murete!.
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En Japn, el carcter chino correspondiente al nmero 4 tiene dos lecturas, yon y shi. Esta ltima significa tambin
muerte; de ah el juego de palabras. Es habitual que en los hospitales japoneses no figure ninguna habitacin con este
nmero.
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. Los modelos ms famosos del tren bala japons o shinkansen son el llamado Kodama {eco), el Nozomi (deseo,
anhelo) y el que aparece en este cuento, Hikari, que significa luz, fulgor. La primera lnea se inaugur el 1 de octubre
de 1964 con motivo de las Olimpiadas de Tokio.
Los estanqueros urbanos pronto fueron condenados al ostracismo por las comunidades a las que
servan. Uno tras otro, mis suministradores locales cerraron sus negocios, obligndome a andar distancias
cada vez mayores para hacer las compras. Al final, slo qued un estanco en mi barrio.
-No me diga que usted tambin tira la toalla? -le dije al vejete para asegurarme, y aad-: pero si
lo hace, podra traerme a casa lo que le quede?
Y eso es lo que hizo exactamente esa misma noche.
-Me retiro -dijo, a la vez que me entregaba el lote. Parece que estaba esperando la oportunidad de cerrar.
Cuando dije lo que dije, no perdi la oportunidad, recopil sus existencias y cerr la tienda.
La discriminacin contra los fumadores se hizo extrema. En Occidente ya haban logrado prohibir
fumar por completo. Nosotros, en Japn, nos quedamos rezagados, como de costumbre. Se segua
vendiendo tabaco y la gente segua fumando. Los no fumadores lo consideraban una humillacin y
empezaron a tratar a los fumadores como seres infrahumanos. Algunas personas que fumaban
abiertamente eran apaleadas en las calles.
Existe cierta teora que asegura que la nobleza del alma humana siempre evita que este tipo de locura
se vaya de las manos. Siento disentir. Puede que las opiniones varen sobre lo que significa escaparse de
las manos. Pero si echamos una mirada retrospectiva a la historia humana, encontraremos innumerables
ejemplos de esa locura que simplemente condujo a mayores formas de extremismo, como es el caso de
los linchamientos o asesinatos en masa.
La discriminacin hacia los fumadores creci rpidamente al nivel de la caza de brujas. Pero era difcil
de controlar, precisamente porque los discriminadores no consideraban que sus acciones fueran una
locura. La crueldad humana no es nunca tan extrema como cuando se comete en nombre de una causa
elevada, sea sta la religin, la justicia o el bien. En nombre de esta moderna religin de la salud, y aun
enarbolan-do la bandera de la justicia y el bien, la escalada de la discriminacin contra los fumadores
pronto lleg al asesinato. Un conocido fumador compulsivo fue destrozado en la calle y a plena luz del
da por una banda de diecisiete o dieciocho amas de casa histricas que estaban en un centro comercial y
dos policas. La vctima se haba negado a dejar de fumar a pesar de las repetidas solicitudes que haba
recibido. Se deca que, mientras mora, la nicotina y el alquitrn le chorreaban por los agujeros que le
haban provocado las balas y los cuchillos de cocina.
Cuando se produjeron incendios en una parte muy poblada de Tokio, como consecuencia de un
terremoto de cinco grados, surgi el rumor de que haban sido provocados a propsito por los
fumadores. Por eso se colocaron controles en carreteras y se detuvo a quienes queran escapar. S
respiraban con dificultad se daba por hecho que eran fumadores y se les ejecutaba. Tal era el sentido de
culpa inconsciente que su propia paranoia haba producido en los discriminadores.
Cuando la compaa nacional de tabaco se convirti en humo, y se vio obligada a cerrar, comenzaron
los tiempos oscuros para los fumadores. Por las noches haba grupos del denominado Frente Nacional
Antitabaco (FNA) que, con la cara parcialmente oculta tras mscaras blancas de forma triangular,
deambulaban por las calles con antorchas quemando los pocos estancos que an quedaban. Yo, por otro
lado, gozaba de los privilegios de un autor de xito, as que daba rdenes a mis editores para que me
compraran tabaco y segua fumando con tanta libertad como antes.
Pagadme con tabaco, les sola decir. Sin humo no hay manuscrito.
Los pobres desgraciados recorran el pas de cabo a rabo para encontrar el tabaco que todava se
venda en secreto en los recnditos pueblos de provincias o a travs del contrabando del mercado negro,
que se traficaba en antros del hampa. Este tabaco es el que me ofrecan como tributo.
Y al parecer haba otros como yo. Los incorregibles periodistas solan sacar artculos sobre famosos que
seguan fumando. En ellos, haba una lista de unas cien personas que, como yo, se declaraban fumadores
y que se entregaban abiertamente al hbito.
Cul de estos locos testarudos ser el ltimo fumador?, rezaba uno de los titulares.
Como resultado, yo estaba en constante peligro, incluso en casa. Me tiraban piedras a las ventanas y
por todas partes surgan incendios sospechosos alrededor de mis muros y setos. Las paredes aparecan
cubiertas de pintadas de mltiples colores que volvan a aparecer, aunque yo las borrara una y otra vez.
AQU VIVE UN FUMADOR
MUERE ENVENENADO POR LA NICOTINA!
LA CASA DE UN TRAIDOR
La frecuencia de llamadas y cartas insultantes fue en aumento y en su mayora consistan en
amenazas veladas. En un momento dado, mi esposa no pudo resistir ms. Se fue a la casa de su madre
y se llev a nuestro hijo.
En los peridicos aparecan a diario artculos bajo el epgrafe de Quin ser el ltimo fumador?.
Algunos crticos incluso hacan predicciones y la lista de nombres fue disminuyendo poco a poco. Pero
la presin fue en aumento en proporcin inversa al cada vez menor nmero de objetivos.
Un da, llam por telfono a la Comisin pro Derechos Humanos. Un hombre me contest con
un tono brusco y desapasionado.
-No le podemos ayudar aqu. Nuestra misin ha consistido hasta ahora en proteger a los no
fumadores.
-S, pero los fumadores estamos ahora en minora. -As ha sido durante mucho tiempo. Nosotros
estamos aqu para proteger los intereses de la mayora.
-Ah, s? Entonces ustedes siempre se unen a la mayora? -Por supuesto que s! No te fastidia! As
pues, no tuve otro remedio que protegerme a m mismo. Fumar todava no era ilegal. Pero los
linchamientos se hicieron cada vez ms violentos, seguramente por la frustracin. Rode mi casa con un
alambre de espino, que por la noche estaba electrificado, y me arm con una pistola modificada y una
katana. Un da recib la llamada de Kusakabe, un pintor que viva cerca. En un principio era fumador de
pipa, pero se haba pasado a los cigarrillos cuando ya no pudo conseguir Halfand balf, su marca
favorita. Por supuesto, era uno de los cerca de veinte artistas fumadores que eran el objetivo habitual de
los peridicos.
-Mira que haber llegado a este extremo! -dijo Kusakabe-. He odo decir que pronto nos atacarn.
Los medios de comunicacin y sobre todo la televisin estn incitando al FNA para que incendien
nuestras viviendas y as poder mostrar fotos de cmo se queman en las noticias.
-Mala gente -dije yo-. Si vienen aqu primero, me refugiar en tu casa.
-Lo mismo digo. Si vienen antes aqu, ir en coche a tu casa. Y nos iremos juntos a Tokio. All
dispongo de un refugio en el que estaremos a salvo y donde encontraremos a otros camaradas. Si estamos
todos destinados a sufrir la misma suerte, ser mejor que tengamos juntos una muerte digna en la capital!
-Estoy de acuerdo. Muramos de manera ejemplar. Que escriban de nosotros en los futuros libros de
texto escolares: Murieron con el cigarrillo en la boca.
Los dos nos echamos a rer.
Sin embargo, no era cosa de risa. Una noche, justo dos meses despus, Kusakabe vino a mi casa lleno
de quemaduras.
-Me han pillado -dijo, mientras aparcaba su coche en m garaje, que haba sido reciclado en trastero-.
Pronto estarn aqu. Huyamos rpidamente!
-Espera un momento -le dije, cerrando la puerta del garaje-. Voy a cargar con todos los cigarrillos
que pueda.
-Buena idea. Yo tambin me he trado unos cuantos.
Estbamos cargando los paquetes de tabaco en el maletero del coche cuando, de repente, omos un
alboroto alrededor de la casa. Haban roto el cristal del porche.
-Ya estn aqu! -le dije a Kusakabe temblando por lo que se nos avecinaba-. Les vamos a dar su
merecido antes de irnos?
-T crees? Venga, pues vamos. He estado deseando hacer esto!
Nos fuimos al comedor, que daba al jardn. Un hombre estaba enredado en lo alto del alambre de
espino de la pared posterior y su cuerpo haba reventado y haca ruidos de detonaciones. Yo calent
aceite en un cazo que haba preparado de antemano. Luego le entregu a Kusakabe la pistola modificada y
yo tom la katana.
Escuchamos un ruido en el cuarto de bao. Entr repentinamente. Un hombre haba roto la ventana e
intentaba escalar por ella. Deba de haber saltado por el tejado del vecino. Le reban los brazos a la
altura del codo.
Desapareci de la ventana sin emitir sonido alguno.
Otras diez personas aproximadamente entraron en tropel en el jardn. Probablemente haban saltado el
alambre de espino. Uno por uno empezaron a abrir las persianas y las ventanas por la fuerza. Tras una
breve consulta con Kusakabe, sub por las escaleras al piso de arriba con el cazo y tir el aceite hirviendo
desde la veranda al jardn. Los miserables empezaron a aullar. Era la seal para que Kusakabe empezara a
disparar a discrecin con la pistola. Se oyeron gritos de terror y alaridos.
Evidentemente no esperaban que estuviramos tan preparados. La banda se retir
momentneamente llevndose consigo a los heridos. Pero, al parecer, haban preparado un incendio
cerca de la entrada y la casa empezaba a llenarse de humo.
-Un clido regalo de despedida para nosotros, los amantes del humo -dijo Kusakabe mientras tosa-.
Pero de ah a ser quemados vivos... Salgamos de aqu!
-La persiana metlica del garaje es muy endeble -dije yo mientras subamos al coche.
Senta que haba gente esperndonos en la calle-. Dale caa.
El coche de Kusakabe era un Mercedes-Benz modificado como un tanque. Yo ya no dispona de m
coche porque mi hijo se lo haba llevado haca poco a la casa de su abuela.
El Mercedes arranc, atraves la persiana del garaje y sali zumbando a la calle. Dimos la vuelta y nos
dirigimos a la carretera a la misma velocidad. Al parecer, nos habamos cargado a cerca de una decena de
fotgrafos y reporteros y los habamos dejado alrededor de mi casa como si fueran montones de basura,
pero qu importaba?
-Vaya, ha sido divertido, eh? -dijo Kusakabe riendo, mientras segua conduciendo.
Sigo sin saber cmo logramos evitar todos los controles que haba hasta llegar a Tokio. La quema de
nuestras casas seguro que haba salido por televisin, y tanto el FNA como la polica estaran al acecho.
El hecho es que condujimos de noche y llegamos a la capital al despuntar el da.
El refugio secreto de Kusakabe estaba en el stano de un lujoso bloque de apartamentos del distrito
de Roppongi. All nos encontramos con unos veinte camaradas que tambin haban escapado despus de
que hubieran quemado sus residencias de provincias. En un principio haba sido un club privado
financiado en parte por Kusakabe, y el propietario era uno de los nuestros. Hicimos un voto de
solidaridad y resistencia, honramos al dios del tabaco y rogamos por la victoria. Como es lgico, el dios
del tabaco no tena una forma fsica. Nos limitamos a izar el crculo rojo de Lucky Strike y lo adoramos
con gran pompa mientras dbamos unas caladas.
No voy a extenderme sobre las penurias que pasamos la semana siguiente, sera demasiado aburrido.
Baste decir que lo pasamos bastante bien. Nuestro enemigo no era slo el FNA, sino la polica y las
Fuerzas de Autodefensa, que se haban convertido en meros instrumentos. Para entonces, se les haban
unido la sensatez del mundo entero, respaldada por la Organizacin Mundial de la Salud y la Cruz Roja.
En contraste, el mejor apoyo que podamos esperar provena de los granujas sin escrpulos de la mafia
japonesa, que seguan vendiendo cigarrillos de manera ilegal. Depender de ellos hubiera herido nuestro
orgullo de fumadores.
Por fin, el dios del tabaco ya no pudo cumplir nuestros ruegos y envi a algunos de sus ayudantes
para que nos echaran una mano en los momentos de necesidad. Pero se limitaban a la paloma de Peace, el
murcilago de Golden Bat, el dromedario de Camel y el pingino de Cool, ninguno de los cuales nos era
de mucha utilidad. El ltimo que vino en nuestra ayuda fue un joven superhroe con los dientes de un
blanco refulgente enviado por Pasta dentfrica para fumadores. Al principio pensamos que podra
servirnos de algo, pero pronto nos dimos cuenta de que tampoco haba nada bajo su fachada.
-O sea que hemos pasado por los horrores de la guerra, hemos sobrevivido a la austeridad de la
posguerra, y todo para qu? -pregunt Kusakabe-. Cuanto ms rico es el mundo, ms leyes y normas nos
imponen y ms discriminacin. Y ahora nosotros ni siquiera somos libres. Por qu?
Todos nuestros camaradas haban cado y slo quedbamos dos. Nos haban perseguido hasta la
cumbre del Palacio de la Dieta, donde estbamos sentados fumando a todo meter.
-Es eso lo que prefiere la gente? -me pregunt Kusakabe.
-Supongo que lo ser -respond-. Al fin y al cabo, nosotros tuvimos que empezar una guerra para
detener este tipo de cosas.
En ese momento, un helicptero lanz un bomba lacrimgena y le dio a Kusakabe en medio de la
cabeza. Se desplom sin decir ni po. Las masas enfervorizadas que haba abajo, enajenadas por el
alcohol como si se tratara de un festival, lanzaron un gran estruendo y empezaron a corear:
-Slo queda uno! Slo queda uno!
Y aqu estoy yo, dos horas despus, resistiendo con todas mis fuerzas en lo alto del Palacio de la Dieta.
La verdad es que estoy muy orgulloso de m mismo. A fin de cuentas, si voy a morir de todos modos,
ser mejor que utilice toda la energa que me queda.
De repente, todo se tranquiliz all abajo y los helicpteros desaparecieron. Alguien hablaba por un
micrfono. Aguc el odo para or lo que decan.
-... no es as? Pero entonces ser ya muy tarde. Y qu perdida tan terrible sera, porque en estos
momentos sois una preciada reliquia de la Era del Tabaco. Deberamos convertirlos en una especie rara
protegida por la ley, un tesoro viviente que debemos preservar. Seoras, seores, nos brindarn su
ayuda? Repito. Somos la Sociedad para la Proteccin de los Fumadores, creada en el da de hoy con
carcter urgente.
Me recorri un escalofro por el cuerpo. Oh, no! Por favor, no me protejan! Era el inicio de una forma
nueva de crueldad. Las especies protegidas estn abocadas a la extincin. Son objeto de la curiosidad de
todos, se las fotografa, les ponen inyecciones y se las asla; se les extrae el semen y se entretienen de
diversas formas con sus otras partes del cuerpo. Y qu pasa al final? Pues que se marchitan y mueren.
Pero eso no es todo. Una vez muertas, las disecan y las exponen a la vista de todos. Es as como tena
que morir? Era mejor morir a mi manera, as que decid saltar por el tejado. Pero ya era muy tarde.
Haban colocado una red. Sobrevolando los cielos, se acercaron dos helicpteros, con una malla de
cuerda estirada entre ellos, y poco a poco descendieron hacia m...
a mejor morir a mi manera, as que decid saltar por el tejado. Pero ya era muy tarde. Haban colocado
una red. Sobrevolando los cielos, se acercaron dos helicpteros, con una malla de cuerda estirada entre
ellos, y poco a poco descendieron hacia m...
Todo se revelar cuando d a luz, pero yo estoy seguro de que el nuevo individuo
slo tendr la mitad de cromosomas de la madre. Es normal que los individuos
humanos nacidos por partenognesis no tengan capacidad reproductora, como
escribe el profesor Yoishonovitch Sano en su Historia de la embriogenia
transparente en los humanos.
-Bueno, s, sa sera la forma de pensar normal -dijo Fukada contraviniendo el
argumento-. Pero lo cierto es que las cosas no siempre son normales en este
planeta, o para ser ms exacto, las cosas suelen pasar de lo normal a lo obsceno, en
todo caso. Es posible que las esporas del ncubo de la viuda lleguen al tero -sin
descomponerse- a travs del aparato respiratorio, digestivo o circulatorio, o lo que
sea, y despus logren infiltrarse de alguna forma en el tero. La partenognesis
es un mtodo perfectamente normal de reproduccin en el reino animal, incluso en
la Tierra. Por eso no es descabellado que algo tan absurdo como la fecundacin
embrinica de esporas de plantas se produzca en este infame planeta Porno.
Cuando hace un momento deca que haba algo en el interior del tero de la
doctora Shimazaki, lo que quera decir es que no tena por qu ser
necesariamente un embrin humano.
Mogamigawa segua con el ceo fruncido.
-En principio, estoy de acuerdo con ustedes cuando a esto lo llaman un planeta
obsceno. Ahora bien, he odo que el feto abortado por la mujer de la primera
expedicin, de la que has hablado antes, realmente tena aspecto humano.
-Pero... El problema, no obstante -intervine yo esperando acelerar la discusin-, no
es la naturaleza del embarazo de la doctora Shimazaki, ni tampoco la identidad de su
feto; seguramente consiste en cmo evitar que d a luz.
-Bueno, a ese respecto -dijo el jefe de la expedicin asintiendo en mi direccin-, yo
creo que hay dos mtodos a nuestro alcance. Uno es extraer por cesrea lo que
haya en su matriz.
-No tenemos equipo para eso -dijo Fukada casi gimiendo-. Claro est que aun as se
puede llevar a cabo, pero a m no se me da muy bien. Y la carga que supone abrir el
abdomen de la doctora Shimazaki sera demasiado dura de sobrellevar.
Fukada intentaba eludir responsabilidades, como siempre. Mogamigawa le ech una
mirada despreciativa, y luego me pregunt:
-Sona, no sabrs qu hace la gente esa de Nudalia para evitar los embarazos causados
por el ncubo de la viuda, no? O qu medidas toman cuando se produce un
embarazo. Lo ms seguro es que sufran los estragos del ncubo de la viuda.
-S, me parece que debe ser as. La vegetacin alrededor de Nudalia se caracteriza por
tener colonias o divisiones de plantas o, en cualquier caso, cantidades muy grandes
de ncubo de la viuda. Pero, puesto que los terrcolas no podemos entrar en Nudalia,
todava desconocemos qu hace esa gente en esos casos.
El jefe de la expedicin se inclin hacia delante.
-Por cierto, el segundo mtodo que estaba considerando era, de hecho, que alguien
fuera a Nudalia y lo averiguara a travs de los nativos. Adems, tambin tendra un
valor como investigacin cientfica, de modo que sera, por as decirlo, como matar
dos pjaros de un tiro.
-Pero no nos dejarn entrar -dije yo con un temblor de cabeza, recordando cmo nos
haban negado la entrada categricamente en una misin investigadora anterior-. Esto
es, a menos que alguien comparta su forma de pensar. Esa gente es muy hbil a la
hora de leer nuestra mente, sabe? -Yo volv la cara al doctor Fukada-. La verdad,
creo que lo ms sencillo sera que usted le hiciera la cesrea.
Al doctor Fukada le entr el pnico inmediatamente. -Bueno, s, al parecer en la era de
los brbaros se hacan esas operaciones de un modo manual y muy crudo, pero ahora, pues..., slo se llevan a cabo en condiciones totalmente automatizadas con
sistemas informticos, y por eso lo que quiero decir es que, como doctor, yo no,
bueno, que esas cosas no las ensean en la facultad de Medicina, y...
Mogamigawa ech la vista hacia el techo como diciendo: As que no lo puede hacer,
-Hierbas del olvido no, por favor! Son una obscenidad! -golpe repetidamente ambos
puos sobre la mesa y se retorci-. Hace poco tiempo, estaba yo recolectando
especies de hierbas para ensayos de cultivo sobre patgenos bacterianos
perforadores y esa planta estaba mezclada entre ellas. Pues resulta que me olvid de
los cultivos que se supone que estaba haciendo! Eso fue slo con un espcimen. Si
tenemos que cruzar todo un campo de hierbas del olvido, quin sabe lo que olvidaremos. Incluso podramos olvidar el motivo por el que hemos ido all!
-Quiz deberais tomar notas de antemano sobre el motivo por el que habis ido -dijo
el jefe de la expedicin. -Y qu pasa si olvidamos leer?
-Produce amnesia temporal, no idiocia! De verdad, no puede ser tan malo -dijo el jefe
de la expedicin rindose al tiempo que negaba con la cabeza.
-No haba tambin una jungla? -dijo Mogamigawa mirndome con ojos de miedo-.
Qu hay en la jungla?
-Hay colonias de vainas y manto, caractersticas de las fronteras boscosas que se
encuentran entre la jungla y las zonas de vegetacin liberadas, como los campos de
hierbas del olvido. All crece la hiedra frotadora. Es un tipo de liquen que cuelga de las
ramas del rbol de la comezn. Por lo que respecta a los animales, en aquellos parajes
los principales son el penerecto, el conejo de orejas postizas, el cortejador incansable,
el simio desnarigado y la vaca fuelle. En cuanto a aves, est el gorrin-pene; y entre
los insectos se cuenta la cigarra chillona. Entre las especies inclasificables, est el hijo
pstumo y, por ltimo, uno que se oye pero que no se ha visto jams: el
despiertaesposas.
-No, el despiertaesposas, no! Es muy obsceno! -Mogamigawa golpe frenticamente
los puos contra la mesa y se rasc la cabeza-. Si alguien oye su espantoso grito
cuando est en la cama por la noche, tendr sueos erticos con toda seguridad!
Despertara a mi esposa y luego a m. No deba haberla trado a un planeta tan
obsceno! -Se llev las manos a la cabeza.
Te est bien empleado por no confiar en tu bella esposa cuando estabas en la Tierra,
pens yo.
Mogamigawa levant la cabeza.
-Y aparte de eso, qu hay en la jungla? -Agarraba el borde de la mesa con ambas
manos-. Supongo que algunas abominaciones inenarrables, no?
-Pues la verdad es que no lo s -dije yo con un suspiro-. La primera vez que fui, se
trataba de un viaje de investigacin y no tenamos mucha prisa. La jungla estaba
oscura y era un pandemonio, incluso durante el da. Era como una caja de Pandora:
no tenamos forma de saber qu horrores poda ocultar. Estaba claro que no
tenamos el valor suficiente para entrar, as que dimos un rodeo.
-Oscura y un pandemonio. Es necesario que uses esas expresiones tan misteriosas?
-dijo el jefe de expedicin con una irritacin malhumorada-. Eres un ecologista, no?
Dnde est tu espritu investigador? En esos mismos lugares no slo se encontrarn
pistas para dilucidar los hbitats, sino que tambin habr tesoros de nuevas especies
para la biologa extraterrestre, o no?
Pues ve t, en ese caso, pens, echndole una mirada de reproche.
-Y esta vez supongo que tendremos que ir directamente -dijo afligido Mogamigawa.
El jefe de la expedicin se dio la vuelta para mirarlo y asinti enrgicamente.
-S, s! Pero, aun as, seguro que conseguiris nuevos descubrimientos.
No me qued ms remedio que mostrarme de acuerdo. Demasiados.
Para cuando habamos discutido otros detalles, como nuestro itinerario y las cosas
que llevaramos, haba anochecido. Primero apareci un sol de color rosa en el lejano
horizonte que se vea a travs de nuestra ventana, y luego, unos quince minutos ms
tarde, el sol anaranjado que habamos visto ponerse antes tambin empez a salir
desde el mismo punto. Estos dos soles formaban una binaria espectroscpica, esto
es, dos estrellas que parecen una desde lejos, con un pequeo intervalo entre s. El
sol rosa era la estrella principal, y el anaranjado, la compaera. Aunque eran algo
distintas en el color, si se miraban una al lado de la otra se asemejaban a los pechos de
-Si aqu hay tanta hierba sangrante, seguro que tambin habr una gran cantidad de
medusas rectangulares -dijo Mogamigawa a la vez que manejaba su prtiga con
desmaa-. En cualquier momento saldrn a la superficie.
Antes de que pudiera aadir: como bien saben, surgi un sinfn de medusas
rectangulares que parecan grandes cajas de cerillas translcidas, y se amontonaron
vidamente alrededor de nuestra balsa con la panza hacia arriba y la boca abierta,
moviendo los tentculos.
-Nadando al revs, como siempre. Vaya criaturas ms obscenas.
-Tambin se las conoce con el nombre de medusa balneario o medusa patas
arriba.
-En una ocasin las investigu -dijo Mogamigawa-. Poseen glndulas reproductoras
ectodrmicas y al parecer comen hierbas sangrantes, as como varias especies de
plancton vegetal.
-Y pican? -pregunt Yohachi.
-Bueno, teniendo en cuenta lo obscenas que son, est claro que deben picar, no te
parece? -dijo Mogamigawa mirando maliciosamente a Yohachi.
-Por qu no intentamos atrapar una?
-Normalmente no pican. Slo antes de reproducirse -le expliqu a Yohachi-. Y cuando
lo hacen, no duele apenas, sino que ms bien la sensacin es agradable. Por qu
cree que es eso? -le pregunt a Mogamigawa.
-Pues eso es lo que yo quiero saber -respondi con mala cara-. Sus nematocistos pre
reproductores contienen veneno, como el de las medusas terrestres. Ahora estoy
analizando ese veneno, pero parece ser que presenta anafilaxia. Es decir, la primera
picadura slo tiene un suave efecto en el centro eyaculador, pero cuando aumenta la
frecuencia, se reduce la resistencia y finalmente conduce a la eyaculacin. Es lo
contrario de la inmunidad.
-Lo ha experimentado en su propio cuerpo? -dije yo sin poder contener la risa-. Oh,
perdn!
Mogamigawa me ech una mirada asesina.
-En ese caso, vamos a coger unas cuantas! -dijo Yohachi.
Se poda or un suave ruido de chapoteo. Mir hacia atrs en direccin a la orilla, que
ya se encontraba a unas decenas de metros de nosotros. Uno tras otro, empezaba a
tirarse al pantano una colonia de caimanes borboteantes, que al parecer haban
estado tomando el sol en las marismas a cierta distancia de nuestro punto de salida.
-Crees que vienen por nosotros? -dijo Mogamigawa con cierta ansiedad.
-Por supuesto que s -le contest, hundiendo con fuerza mi prtiga hasta el fondo
del pantano-. Y en seguida, as que dmonos prisa!
Los caimanes, algo ms pequeos que los de la Tierra, empezaron a acercarse en
grupos a nuestra balsa. Aunque algunos parecan haberse escondido bajo el agua,
decenas de ellos nadaban justo bajo la superficie, mostrando slo la punta de sus
hocicos, los ojos y la parte superior de su huesuda espalda, que semejaba unas aletas
dorsales. Nos cercaron a gran velocidad, sin hacer ningn ruido en el agua, a excepcin
del pesado borboteo de la respiracin que brotaba de sus narices.
-Si vienen todos aqu, la balsa volcar -grit Mogamigawa, moviendo su prtiga
desesperadamente-. Pero qu quieren de nosotros?
-Nuestra castidad -le respond-. Tienen la costumbre de aparearse con otros animales.
-Si nos arrastran bajo el agua nos ahogaremos sin remedio! -gimi Mogamigawa-.
Es que no podemos hacer nada? Cmo lograsteis escapar la ltima vez?
-Llegando a la otra orilla lo ms rpido posible. La orilla contraria es el territorio de los
cocodrilos mangas verdes...
Justo en ese momento, los cocodrilos que se acercaban bajo el agua debieron salir a
la superficie porque de repente la balsa se escor en gran medida. Todos nosotros
nos tambaleamos.
Mogamigawa se agach en la superficie de la balsa para evitar caerse.
-Entonces sern todas hembras? -me pregunt.
-Algunos son machos y otros hembras -respond yo, ponindome tambin en cuclillas
en la balsa. Haba retirado mi prtiga con celeridad, ya que haban intentado
arrancrmela con sus enormes bocas abiertas, y en esos momentos me agarraba a la
prtiga como si en ello me fuera la vida-. No son capaces de conocer el sexo de las
dems especies, as que simplemente lo que intentan es abrazarse y aparearse con
ellas.
-Pero normalmente es el macho el que corteja, no?
-S, pero en este planeta tanto los machos como las hembras lo hacen. Sabemos que
atrayentes como las feromonas sexuales apenas tienen efecto entre individuos de la
misma especie, lo que significa que no se aparean mucho entre s. Lo compensan con
un extrao mecanismo innato de liberacin, por medio del cual capturan a otras
especies como si fueran presas de caza.
-Pero no conducira eso a la extincin de la especie?
-No. Es ms probable que la endogamia provoque la extincin. En especial, en este
planeta, donde los animales apenas tienen enemigos naturales.
-Por qu no lo hacemos, aunque sea una vez? -dijo Yohachi usando su prtiga para
golpear a un cocodrilo mientras intentaba subirse a la balsa-. Podra estar bien.
-Imbcil. Si es un macho, te partir el ano -dije yo, y luego suspir de alivio cuando vi
que la orilla contraria estaba a slo diez metros de distancia-. Menos mal! Los
cocodrilos mangas verdes!
Ligeramente ms grandes que los caimanes borboteantes, grupos de cocodrilos
mangas verdes se arrojaban al pantano desde las cinagas cercanas a la orilla.
Nuestra balsa, empujada desde abajo por los hocicos de los cocodrilos, segua
inclinndose. Nos agarramos al equipaje para evitar ser sacudidos y esperamos la
llegada de los cocodrilos mangas verdes.
-Salimos de Guatemala y nos metemos en Guatepeor, no te parece? -dijo
Mogamigawa temblando de miedo.
-Escaparemos cuando se pongan a luchar entre ellos -dije.
El cocodrilo mangas verdes que estaba a la cabeza del grupo mordi a uno de los
caimanes borboteantes. Los dos se enmaraaron y dieron un salto de dos metros
mientras luchaban cuerpo a cuerpo. Salt una enorme columna de agua y, por fin,
alrededor de nuestra balsa se inici la madre de todas las batallas.
-Ahora! -grit yo.
Movimos desesperadamente nuestras varas para escapar de esa carnicera.
-Menuda guerra! -dijo Mogamigawa, dndose la vuelta para ver la accin con los ojos
como platos-. Seguro que morirn muchos de ellos.
-No. Lo que ves es una lucha ritual, como se denomina en etologa. Es lo mismo
que cuando los machos de especies terrestres luchan por las hembras. La diferencia
en este planeta es que no se pelean por las hembras, sino por los espectadores,
criaturas de otras especies que simplemente presencian la accin desde la barrera.
Estn esperando a rendir su castidad a los vencedores.
Yo clavaba la prtiga todo lo que poda, pero pegu un grito cuando vi que nos
acercbamos a la orilla.
-Oh, no, pero qu despiste! Por aqu hay una guarida de hipoptamos tatami!
Mogamigawa, alarmado, alz la voz.
-Son esas criaturas infernales! Si nos violan no va a ser cosa de risa. Por dnde
deberamos huir?
-Bordearemos la orilla hacia el sur. Eh, Yohachi, ten cuidado!
Antes de que pudiera terminar, salieron a la superficie unos hipoptamos tatami
alrededor de la balsa, mostrando slo sus planas espaldas rectangulares.
-Toma, para que aprendas! -grit.
-Toma, para que aprendas! -repiti Yohachi.
-Y que caigas vctima de tus bajas pasiones -aadi Mogamigawa.
En pleno frenes clavamos las prtigas en los suaves lomos de los hipoptamos,
cubiertos de finas arrugas de crep parecidas a la malla de un tatami. Con cada
-No puedo aguantar ms! -grit Yohachi. Armado de valor, dio un salto con la
prtiga y se dirigi hacia nosotros, completamente desnudo de cintura para abajo,
utilizando las cabezas y los lomos de los hipoptamos como pasadera para luego
zambullirse en el pantano. De ah empez a correr en nuestra direccin con el agua
hasta la cintura.
Mi cuerpo se tens.
-Oh, no, por ah est la hierba acariciante...!
-Vamos, es un hombre! Aunque le acaricien, no ser para tanto.
An no haba acabado de hablar Mogamigawa cuando Yohachi empez a aminorar la
velocidad. Sus ojos adquirieron una mirada extraviada y emiti un jadeo agobiante
mientras daba dos o tres pasos hacia delante. Luego se le dibuj una media sonrisa a
la vez que profera un grito desaforado, inclin la cabeza hacia atrs y en esa pose
cay de bruces en el agua.
-Lo ha posedo! -grit Mogamigawa horrorizado-. Imbcil! Tena que haberse
dejado los pantalones puestos!
Mientras miraba, me estremeci el horrible pensamiento de lo que podran estar
hacindole esas hierbas acariciantes a Yohachi bajo el agua. La superficie empez a
borbotear febrilmente. Luego emergi la cara de Yohachi seguida de su tronco. Se nos
qued mirando con una expresin de completo agotamiento, se fue tambaleando
hacia la orilla con un reguero blanco de semen colgando de su miembro todava erecto
y se desplom en el borde del agua jadeando frenticamente.
-Me pregunto por qu los hipoptamos tatami seguirn indemnes con estas hierbas
acariciantes -dijo Mogamigawa, mientras yo me ocupaba de cuidar a Yohachi-. Se
alimentan de hierbas acariciantes, as que deben estar siempre rodeados fsicamente
de ellas.
-No, hasta los hipoptamos son acariciados. O, para ser ms exactos, slo saben
dnde est su comida cuando sienten las caricias. Por supuesto, deben tener
orgasmos espordicamente cuando las comen.
-Ah, s? Pues ahora empiezo a entender -Mogamigawa asinti con la cabeza-. En
una ocasin, la doctora Shimazaki me pidi que examinara la calidad del agua donde
crece la hierba acariciante. All descubr grandes cantidades de bacterias helicoidales
que se alimentaban de protenas, potasio y calcio. La hierba acariciante evidentemente
absorbe esas sustancias cuando se han degradado en materia inorgnica y excretado
por esas bacterias.
-El proceso, pues, es algo as. En primer lugar, la hierba acariciante magrea a los
hipoptamos tatami y los machos eyaculan. Las bacterias se reproducen comiendo las
protenas y otras sustancias presentes en el semen. Entonces la hierba acariciante
absorbe las excreciones degradadas de las bacterias y las transforma en protenas
vegetales, que luego ingieren los hipoptamos. En otras palabras, es un ciclo
regenerativo tripartito, no es as?
-Pues s, aunque, por supuesto, hay otras especies de bacterias que viven de las
excreciones de los hipoptamos tatami.
Impertrrito por la expresin desafiante de Mogamigawa, continu argumentando con
la esperanza creciente de estar a punto de hacer un descubrimiento: una pista para
comprender las leyes que gobernaban los ecosistemas de este planeta.
-Por otro lado, puesto que la hierba acariciante hace que eyaculen los hipoptamos
tatami, esto debe crear una resistencia medioambiental al incremento en el tamao de
la poblacin, debilitando la fecundidad de las especies en su conjunto. A su vez, esto
proporciona una reaccin negativa que evita que la hierba acariciante sea consumida
por completo por los hipoptamos.
Dicho de otra forma, lo que tenemos aqu es un biotopo regulador para estas tres
especies. Al fin y al cabo, al no haber una variacin estacional pronunciada en el clima
de este planeta, los organismos alternaran explosiones demogrficas con la
extincin inmediata si se dejaran de controlar, no le parece?
-Pareces impaciente por emitir juicios, pero no deberas precipitarte a la hora de llegar
a conclusiones. Aunque eso fuera verdad en este caso, no olvides que no es ms que
un nico sistema ciberntico dentro del espacio vaco y amplio de todo un planeta.
Ignoramos cmo se relaciona con los dems.
Mientras el doctor Mogamigawa segua hablando con su mirada hostil, Yohachi se
tambaleaba.
-Creo que ya estoy bien -dijo.
-Desde luego que lo debes estar. Sernate, hombre. Qu son dos o tres
eyaculaciones! -le dijo Mogamigawa.
Yohachi le ech una mirada despectiva.
-Cualquier otro se hubiera desmayado, o incluso muerto. Me he corrido siete u ocho
veces!
Los soles ya se haban puesto. Pero, para nosotros, era la hora de partir, ya que
tenamos que cruzar el pantano de inmediato. Despus de todo, hubiera sido una
locura ir de noche a travs de la oscura y terrible selva.
Dejamos que Yohachi cargara con la mayor parte del equipaje, mientras que nosotros
slo llevamos el equipo de observacin experimental, que pensamos que sera til para
el camino. Con eso, entramos en la zona pantanosa. Yo llevaba la delantera y
Mogamigawa me segua.
-De todos modos -dije mientras caminaba por delante-, la relacin entre esos
cocodrilos, las medusas rectangulares y la hierba sangrante tambin se podra
considerar parte de un sistema regenerativo multiespecies similar al de los
hipoptamos tatami y la hierba acariciante, creo yo. A diferencia de las especies
terrestres, los cocodrilos no son carnvoros, sino que se alimentan de hierbas
sangrantes y otras algas. Y, adems, son mamferos, no? Vaya nombres tan
disparatados les pusieron a estas criaturas los miembros de la expedicin! El conejo
de orejas postizas ni siquiera es un roedor!
-Bueno, sigue habiendo casos de nombres disparatados que se inventan los
diletantes. Ms an, acaso no son mamferos casi todos los vertebrados superiores
de este planeta? Qu sucedi con todos los reptiles, anfibios y dems, de orden
menor? Crees que desapareceran todos como ocurri con los reptiles gigantes en la
Tierra durante el Mesozoico?
Yo balbuce. Si hubiera dicho lo que estaba pensando en esos momentos, seguro que
Mogamigawa me hubiera vuelto a mirar como si estuviera loco.
Desvi la conversacin justo a tiempo.
-No obstante, el mero hecho de que la mayor parte de especies de animales
superiores sean mamferos y, aunque muy diferentes en aspecto, sean tan parecidos
como para relacionarlos entre s, significa que el apareamiento entre especies es
posible, aunque en realidad no pueden reproducirse. Sin embargo, est claro que si
un animal pequeo como el conejo de orejas postizas copulara con uno de esos
hipoptamos tatami, probablemente morira por una rotura de vsceras.
-Me pregunto si los hipoptamos buscan de verdad a otros animales para fornicar dijo Yohachi en voz alta mientras caminaba por detrs con una montaa de maletas a
su espalda-. Despus de todo, siempre lo vuelven a hacer con esas hierbas
acariciantes, no? Y, por cierto, es fantstico hacerlo con ellas.
-Lo que acaba de decir Yohachi es correcto -dije yo-. Todos los vertebrados
superiores poseen un mecanismo innato de liberacin que incorpora la actividad de
aparearse con individuos de otras especies. Sin embargo, los hipoptamos tatami
normalmente se renen en manada con individuos de la misma especie y la expresin
del mecanismo la suprime la hierba acariciante. En todo caso, habra muchas especies
que se moriran si los hipoptamos copularan con ellas. El mecanismo slo se dispara
a travs de la estimulacin cuando los vertebrados superiores de otras especies se les
acercan.
Mogamigawa gru:
-Pero por qu todos los vertebrados superiores de este planeta estn programados
bsicamente para tener un impulso obsceno e improductivo de acoplarse con
cualquier pareja que encuentran? Parece que lo que quieres decir es que de alguna
forma est incorporado en su informacin gentica.
Hablaba con voz amortiguada y un tono lascivo. Y era como si torciera sus labios a
medida lo haca.
-Ms an, son todos sumamente parecidos a los animales comunes de la Tierra, como
los hipoptamos, los cocodrilos, los conejos o las vacas. Eso hace que parezcan ms
obscenos todava para nosotros, los humanos. Me pregunto por qu ser.
-Vers, desconozco el motivo por el que son obscenos, pero, como fenmeno,
probablemente se trate de una concentracin adaptativa. Por citar un ejemplo, hace
mucho tiempo haba en la Tierra unos mamferos marsupiales de orden menor que
slo vivan en Australia y sus alrededores. En otras palabras, slo se desarrollaron tras
la separacin de Eurasia, y en ese lugar aislado se produjo una radiacin adaptativa.
All se separaron en multitud de formas. No obstante, cada una de estas criaturas,
conocidas como metaterios, era asombrosamente similar en aspecto a los euterios
que existan en otras partes de la Tierra. Es un fenmeno de evolucin paralela. Por
ejemplo, un canguro se parece a un conejo saltarn; un tilacino es muy parecido a un
lobo; un topo marsupial es semejante a un topo normal; un koala se puede comparar
con un oso; un bandicot con orejas de conejo se podra confundir con un conejo; una
zarigeya de cola de cepillo comn no es diferente de un zorro; un quoll oriental se
parece a un gato; un oposum se parece a una ardilla, y as sucesivamente. Aunque son
especies completamente diferentes, la nica diferencia visible entre ellos es que los
primeros poseen bolsas marsupiales, y los segundos, no. Y ahora que hemos iniciado
los estudios cientficos en otros planetas, el profesor Fujioni Ishiwara sostiene que esta
radiacin o concentracin adaptativa, o lo que sea, est ligada a los portadores de la
informacin gentica de las formas de vida de cada planeta, y posee un amplio
alcance de aplicaciones. No obstante, yo no comparto su teora sobre la ley de
ortognesis universal.
-Pero yo te he preguntado por qu son tan obscenos -dijo Mogamigawa con un grado
ms all de la irritacin-. De la misma forma que los marsupiales se caracterizan por
tener una bolsa, todas las formas de vida de este planeta se caracterizan por ser
obscenas. Es eso a lo que te refieres?
-Yo lo que digo es que no son obscenos! -dije mordazmente, irritndome tambin
cada vez ms-. En todo caso, dira que lo que caracteriza a este planeta es que todos
los vertebrados superiores son herbvoros y que hay una ausencia total de cadena
alimentaria. No slo es que no haya predadores, sino que, adems, la poblacin
permanece estable, se producen muy pocos conflictos entre individuos de las mismas
especies, es decir, hay poca interferencia mutua. Eso sera lo ms caracterstico. Pero,
una vez ms, le repito que puede que no tenga nada que ver con el tamao de la
poblacin, sino con el hecho de que estas especies no sufran absolutamente ninguna
agresin.
-Eso es absurdo! Qu especie no sufre agresiones? -dijo Mogamigawa con
rimbombancia, poniendo de manifiesto sus conocimientos bsicos sobre etologa-. Si
pierden su capacidad de agresin, tambin perdern las relaciones entre individuos. Y
si las relaciones entre individuos desaparecen, ni siquiera podrn reproducirse. Al fin
y al cabo, lo mismo se puede decir de los humanos.
-Ah, pero este planeta es especial en ese sentido -le contest-. Yo creo que el impulso
agresivo est incorporado aqu en la ertica. Ver. Los animales suelen morderse en el
cuello cuando copulan, o bien se persiguen o luchan entre s en un jugueteo amoroso,
no? Es decir, hacen cosas cuando se aparean que, a primera vista, parecen
agresiones. As que no est de acuerdo en que es imposible hacer una clara
distincin entre los dos impulsos? Y en cuanto a los animales de este planeta, el
impulso ertico se amplifica, puesto que no tienen necesidad de mostrarse agresivos ni
con los individuos heterogneos ni con los homogneos. Por eso intentan copular con
individuos de ambos tipos.
-Vaya, el dualismo freudiano! -me rega Mogamigawa-. Tomas una teora clsica
extraas que, cuando le interrogaron sobre los nombres al volver a la Tierra, le cost
recordar por qu las haba bautizado as.
-Menudo irresponsable.
-Pues s. Pero detrs de cada nombre debe haber un significado.
Omos un ruido de aleteo susurrante como si algo golpease con violencia las hojas de
los rboles sobre nosotros. Una criatura volante pas rozando nuestras cabezas, y su
cuerpo grande y caliente fue a dar contra mi mano, que haba levantado
instintivamente.
-Groarr! -La cosa grazn y luego cay al suelo desbaratndose en la maleza.
-Es un gorrin-pene! -grit Yohachi asombrado-. Un gigantesco gorrin-pene! Del
tamao de un gato! El rey de todos los gorriones-pene!
-No, no era un gorrin-pene -dije yo todava levemente asustado-. Tena vello y su
canto era diferente tambin. Yo dira que planea estirando la piel de sus flancos como
una ardilla voladora, o bien posee unas alas membranosas como un quirptero.
-No lo creo -murmur Mogamigawa malhumorado-. Seguimos viendo criaturas que no
hacen ms que apoyar tu famosa teora de la involucin.
Yo no tena muchas ganas de volver al tema de la teora de la involucin. Pero, por otro
lado, si tenamos algo que debatir, quiz podramos distraer la mente de nuestro cada
vez mayor terror. Por eso volv a empezar.
-La teora de la involucin es difcil de establecer porque en ella se da por sentado que
los humanos aparecieron de repente de la nada. Pero digamos que los nudalianos son
seres humanoides inteligentes que vinieron de otro planeta. Con eso no quiero decir
que fuera una importante migracin de especies, sino algo como..., bueno, recordar la
Segunda Revolucin Verde de la Tierra, cuando todos aquellos odiosos hippies se
agruparon en naves espaciales y desaparecieron de nuestra galaxia. Los nudalianos
podran ser sus descendientes.
-Basndote en qu, me pregunto.
-Basndome en el hecho de que no se han propagado por todo este planeta, sino que
estn centrados en un lugar. Quiz conocan a sus antepasados y por ese motivo
predijeron que, tarde o temprano, las formas de vida inteligentes como ellos les
visitaran de otro pas. Por eso crearon un pas adecuado, como han hecho aqu.
Despus de todo, nos negaron la entrada. Y puede que nosotros no seamos los
primeros seres en visitar Nudalia desde otro planeta.
-Y dices que todos los mamferos de este planeta podran haber involucionado de
ellos?
-Eso es. Quiero decir, mire eso! -seal un grupo de tres simios desnarigados que
estaban sentados en fila en un rbol cercano, ensanchando las aletas de la nariz al
mirarnos-. Si les pones unas narices, pareceran nudalianos, no cree?
-Bueno, yo slo he visto a los nativos en fotografas. Pero espera un momento. Y qu
me dices de la flora? Ests diciendo que exista en este planeta desde el principio?
-S, al menos las algas. Y probablemente tambin haba fauna hasta la fase de los
organismos multicelulares aproximadamente. Es posible que los antepasados
originales de los nudalianos llevaran provisiones en forma de clrela o similar.
Tambin puede que hayan llevado insectos parsitos consigo. Eso explicara la
discontinuidad entre la fauna inferior y superior y el hecho de que, entre la flora, haya
numerosas gimnospermas pero slo dos o tres especies de angiospermas. En suma, la
fauna no ha retrocedido an hasta los reptiles o los peces, mientras que la flora todava
debe evolucionar hasta llegar a las angiospermas.
-Lo siento, pero eso no explica nada -dijo Mogamigawa-. O dnde puedes encajar a
la cigarra chillona, que es un insecto? Adems, teniendo en cuenta tu radiacin
adaptativa de las gimnospermas, no es normal que haya tan pocas especies de
vertebrados superiores. Si todos ellos se aparean de manera tan heterognea, cabra
esperar que por todo el lugar pulularan nuevas especies equipadas con plasticidad
gentica. Y tambin est, entre otros, el enigma de cmo se mantiene a raya la
fecundidad de los nudalianos y de los vertebrados superiores.
-En realidad, a pesar del nombre, la cigarra chillona no es ms que una forma de
insecto sumamente primitiva. En la Tierra sera el equivalente aproximado de los
protoblattaria o las cucarachas primitivas que aparecieron en el periodo Carbonfero.
Tanto si evolucion a partir de un crustceo o de uno de los primeros artrpodos,
como el trilobites, se debi subdividir en varias formas al desplazarse a tierra firme. En
consecuencia, podramos ver aqu otros tipos de insectos. Desconozco por qu no es
as, pero yo dira que la explicacin ms plausible es que todos los dems insectos
prehistricos se extinguieron por algn motivo, y que slo permanecieron las cigarras
chillonas, que se adaptaron y sobrevivieron. Puede que suene ridculo, pero su
chirrido se parece tanto a los chillidos de las mujeres jvenes que suena muy sensual, y
esto podra haberles ayudado a adaptarse al ambiente predominante de erotismo que
hay en este planeta. Su chirrido estimula intensamente los deseos sexuales.
-Eso no es un argumento cientfico, creo yo, pero tambin he empezado a sentirme
as. Quiero decir que este planeta podra ser un mundo en el que slo se permitiera la
existencia de formas de vida indecentes -dijo Mogamigawa con un suspiro, como si le
faltara energa tras ser violado por la hiedra frotadora.- Silencio!
Les hice seas a Mogamigawa y a Yohachi para que bajaran la cabeza y yo mismo me
escond entre la espesura de helechos de hoja perenne. Ms all de ese bosquecillo
haba un claro abierto que pareca ser el centro mismo de la jungla. All se
concentraban unos cuantos animales retorcindose en una actividad furtiva.
-Estn copulando? -susurr Mogamigawa, que haba ido reptando hasta donde yo
me encontraba. -Est claro que s. -La hembra parece una osita...
-Y el macho, un antlope. Los otros dos parecen un cruce entre un tapir y un cerdo. Qu estn haciendo?
-Probablemente estn esperando su turno -le respond, a pesar de sentir arcadas por
lo extrao de la escena-. Nunca antes haba visto estos animales. Deben vivir
permanentemente en la jungla. Y tampoco recuerdo haber escuchado los nombres que
responden a su descripcin.
-Dudo que una visin tan obscena se pueda encontrar en otro planeta -murmur
Mogamigawa con cierta expresin nauseabunda. De inmediato, empez a retroceder-.
Vmonos de aqu. No quiero ver ms.
Al percibir el susurrante sonido de las hojas cuando Mogamigawa se restregaba
contra los helechos, las dos criaturas que parecan tapires y cerdos y esperaban su
turno para copular se irguieron sobre sus patas traseras y se volvieron hacia nosotros.
-Oh, no! Nos han descubierto! -exclam Yohachi.
Los dos cerdos-tapir mostraron unas impresionantes erecciones. Nada ms
descubrirnos, sus sanguinolentos ojos empezaron a brillar, como si dieran por sentado
que seramos los nuevos objetos de su placer sexual. Empezaron a contonearse en
direccin a nosotros con sus patas traseras, sacudiendo las caderas y casi arrastrando
el bajo vientre del que brotaban sus hinchados miembros. Su aspecto me recordaba al
de un hombre de mediana edad con tal necesidad de contacto fsico que le hubiera
llevado convertirse en un monstruo vido de sexo. Nada poda ser ms repugnante a
la vista.
Dej el miedo de lado y me prepar para correr. Pero la sangre se me hel cuando vi
otros siete u ocho animales que salan de repente de la maleza circundante. Los
cerdos-tapir no eran los nicos que haban estado esperando su turno para acoplarse.
stos tambin permanecieron tumbados en los matorrales esperando tranquilamente
el momento oportuno. Todas ellas eran criaturas que no haba visto antes en los dos
meses que llevaba en este planeta. Uno se pareca a un caballo, otro a un perro, otro a
un elefante, otro a un perezoso y otro no se pareca a nada de lo que haba en la Tierra.
El ms extrao de todos ellos se asemejaba a un enorme simio desnarigado, aunque
an ms a un humano. Todos se sostenan sobre sus patas traseras y, con el pene
erecto, jadeaban a ms no poder cuando se entregaban a sus ardientes deseos
carnales o se acercaban a nosotros. No hay palabras para describir el miedo que nos
atenaz en ese momento.
-Uaaah!
-Que vienen!
-Vienen a por nosotros!
Los tres empezamos a correr muertos de miedo. Era como si nos persiguieran los
demonios de la venganza en la fiesta de la noche de Walpurgis. Ya nos
considerbamos hombres muertos y habamos perdido todo sentido de la orientacin.
Lo nico que podamos hacer era seguir corriendo, jadeantes, resollando en busca de
aliento mientras imaginbamos lo que sera de nosotros si nos parsemos o nos
caysemos. Esas bestias demonacas violndonos por detrs, penetrndonos hasta el
fondo con sus miembros de color rojo negruzco. Justo cuando pareca que se nos iba
a salir el corazn por la boca, fue Mogamigawa quien por fin se dej caer
pesadamente al suelo, exhausto. Tras l cay Yohachi, y por ltimo yo, sobre los dos.
-Ay! Uuuuyyy! -Mogamigawa peg un salto, moviendo sus brazos alocadamente
como un hombre con ansias de muerte, nos confundi con las bestias, e intent salir
corriendo de nuevo. Estaba a punto de chocar contra un rbol de la comezn que se
interpuso en su camino, pero bram de terror al ver su tronco.
-Ahhhh! Uaaaaaa! -De su boca no salan palabras inteligibles.
Un cerdo-tapir se enred en una hiedra frotadora que estaba en el tronco de un rbol
de la comezn y muri al quedarse pegado a l. Su cara expuesta se haba empezado
a descomponer y los globos oculares se le iban cayendo. Nos estremecimos por la
visin fantasmal de sus rasgos agonizantes y nos desplomamos en el suelo
petrificados de terror.
-Qu extrao! -dije, inclinando la cabeza despus de recobrar el sentido y de
recuperar el habla. Seal el cadver del cerdo-tapir-. La hiedra frotadora slo posee
fuerza de asimiento en un principio, pero despus la relaja. Por eso una criatura tan
grande como sa debera poder desembarazarse con facilidad. Sobre todo teniendo
en cuenta que ese individuo es un macho. Seguramente, el animal ha perdido su utilidad despus de haber liberado su protena, y la hiedra frotadora habr vuelto a su
estado colgante normal...
-Quiz se rindi voluntariamente -sugiri Yohachi-. Tal vez sufri un picor insoportable
del rbol de la comezn y, al no tener pareja, se fue a frotar a la planta. Luego no pudo
parar de hacerlo y, al haber cada vez ms plantas que se dirigan a l, gast toda su
energa y muri. Eso es lo que me figuro. -Umm. Oye, puede que tengas parte de
razn -dije yo, mirndolo de arriba abajo-. Pero qu te hizo pensar eso?
-Ni idea -se ri-. Ese rbol de la comezn me tiene loco de picor. No me importara
enredarme una vez en esa planta!
-Ya has eyaculado siete u ocho veces y sigues diciendo eso? -dijo Mogamigawa con
una mueca-. Eres el colmo!
-No me sorprendera que todos los animales de esta jungla, incluidos los que hace un
momento estaban aparendose, tengan su deseo sexual exacerbado por el rbol de la
comezn -dije, asintiendo a lo que deca Mogamigawa mientras me levantaba-. Por
aqu no hay ms que una gran orga. Vmonos, rpido!
Al huir a ciegas por el pnico, habamos perdido nuestra ruta lineal a travs de la
jungla. Una vez ms me puse en camino encabezando el grupo brjula en mano.
Mientras nos dirigamos en direccin oeste, nos topamos con una escena
conmovedora. Un simio desnarigado hembra se haba desplomado a los pies de una
palmera zalamera y, con los muslos totalmente abiertos, estaba a punto de parir. La
cabeza y los hombros del pequeo, baado en sangre, sobre-salan del cuerpo de la
madre. Yo dej de caminar y baj la cabeza para contemplar la escena.
Mogamigawa se coloc junto a m y me susurr al odo:
-Acaso no nos encontramos en medio de una senda de animales? Por qu dar a luz
en un espacio abierto como ste cuando ni siquiera vive aqu?
-Porque no tiene enemigos naturales, claro est -le respond-. Pero mire la cabeza del
pequeo! No se parece en nada a un simio desnarigado, es una criatura mucho ms
grande. Es ms bien un hbrido entre un simio desnarigado y esa cosa como un oso
ninguna forma de vida en ningn planeta que se dedicase a una actividad tan estril,
aparte del gran objetivo de preservar su propia especie.
-Una vez que salgamos de la jungla, cortaremos un hijo pstumo de un rbol y lo
abriremos. Puede que descubramos algo.
Cuando por fin abandonamos la selva, haba cado la noche una vez ms.
Encendimos las lmparas que llevbamos colgando de la cintura y seguimos hacia el
oeste a travs de un cinturn de lindes boscosas por un terreno ligeramente ondulado.
Llegamos a un ro poco profundo que flua a unos cinco kilmetros de las montaas
del norte y decidimos acampar en su orilla rocosa. Debido a los numerosos esfuerzos
que habamos hecho hasta ese momento, nos empezbamos a sentir ligeramente
embriagados. En el aire haba ms cantidad de oxgeno que en la Tierra, lo que haca
que estuviramos extenuados.
-Bueno, ahora sigues t solo hasta Nudalia. La frontera est justo all -le dijo
Mogamigawa a Yohachi-. Te lo hemos dicho muchas veces durante el camino, pero ya
sabes lo que tienes que hacer, verdad?
Yohachi solt una carcajada.
-Que soy un hombre, por favor. No hace falta que me diga lo que tengo que hacer.
Mogamigawa frunci el entrecejo.
-No me refiero a eso, atontado!
Seal la parte inferior de Yohachi. Al haberle quitado los pantalones los hipoptamos
tatami, no llevaba ms que los calzoncillos.
-Qutatelo todo -le dije-. Tendrs menos problemas para entrar si ests completamente
en cueros. El equipaje lo puedes llevar al hombro.
-Est bien, as lo har. -Yohachi empez a tararear una cancin alegremente mientras
se desnudaba por completo.
Qu tendr ah dentro? espet Mogamigawa.
Totalmente desnudo, a excepcin de una bolsa de lona que contena el aparato de
telefona y otros objetos atados alrededor de su cabeza, Yohachi se meti
chapoteando en el ro con alegres pasos de baile, lleg a la otra orilla y desapareci
por una arboleda.
-Qu tipo tan despreocupado -dijo Mogamigawa con una sonrisa irnica antes de
tumbarse en el suelo.
Yo tambin fui a buscar una zona arenosa para descansar. Bien podan los nudalianos
vivir permanentemente desnudos, ya que el clima era agradable y no haba insectos
molestos, con lo que uno poda dormir en paz sin necesidad siquiera de una manta.
-Realmente es muy alegre. Y all podr hacer el amor hasta hartarse -dije con un
enorme bostezo. No haba hecho ms que decir esto cuando los oscuros demonios del
sueo descendieron sobre m.
Me despert despus de slo dos horas, incapaz de soportar la luz deslumbrante que
provena de los dos soles. se era el problema de este planeta. La mayor parte de las
personas, al llegar aqu por vez primera, vean afectados sus biorritmos y padecan en
gran medida la falta de sueo.
Herv un poco de arroz en una olla porttil, abr una lata de ternera de Sakata y me lo
com todo. Cuando estaba haciendo un poco de caf con agua del ro, Mogamigawa,
que haba desaparecido del lugar en que estaba durmiendo, regres con tres hijos
pstumos colgando.
-Abrmoslos ahora mismo. Debo saber qu hay dentro. Tienes tijeras?
-S. -Saqu unas tijeras de diseccin de mi caja de muestras y cort uno de los
capullos en lnea recta desde el agujero superior hasta la base.
Dentro haba una criatura hbrida, acurrucada en posicin fetal, con los ojos todava
cerrados, y rodeada de lo que pareca el lquido amnitico. Probablemente se haba
formado al disolverse la superficie interior del capullo de seda. La criatura tena el
cuerpo de una araa-mam y la cabeza de un cerdo-tapir.
-Un cruce entre araa-mam y cerdo-tapir -dije-. As que la araa-mam debe haber
convertido su propio recin nacido hbrido en un hijo pstumo.
haba cambiado.
-Parece que has sido bien acogido! -le dije con una risa burlona.
Yohachi neg con la cabeza con una expresin muy seria, aunque todava se
vislumbraba una mirada de regocijo en su cara.
-No es que fuera especialmente bien recibido, pero tampoco fui rechazado. Nosotros
siempre hablamos de entrar en su pas, pero no haba frontera de ningn tipo y era
de noche. Por eso, camin entre ellos y pronto me vi rodeado de montones de
hombres y mujeres desnudos que intentaban preguntarme algo. Siempre que
intentaba hablar, parecan saber inmediatamente lo que quera decir, lo que me ahorr
muchos problemas, se lo aseguro. Incluso empezaron a sacar-me palabras de la
cabeza y las unieron hasta que pudieron hablar el idioma de la Tierra. Era como si
supieran inmediatamente el motivo por el que estaba all, y pronto se lo tomaron todos
a risa.
-Y te dijeron lo que te habamos preguntado?
Yohachi asinti con la cabeza y se dirigi a Mogamigawa.
-No s si se puede considerar como decir, pero uno de los hombres me dijo esto:
Ah, bueno, lo nico que tenis que hacer es fornicar aqu con las mujeres, luego
volver y fornicar con la que est embarazada.
Mogamigawa se volvi hacia m con una mirada de desconcierto.
-Qu diablos querr decir?
-Y qu sucedi entonces? -pregunt inclinndome hacia Yohachi con una curiosidad
cada vez mayor-. Hiciste el amor con las mujeres?
-S, claro -asinti Yohachi con la misma expresin seria en su cara-. Los hombres en
seguida perdieron el inters y se dispersaron. Pero las mujeres anduvieron rondando
un rato. Eran todas preciosas. Y estaban desnudas. Yo no poda esperar a meterla. Ya
estaba empalmado y deseando ponerme manos a la obra. Entonces, una de las
mujeres me llev a un parque cercano y me lo dej hacer sobre el csped. Despus
de eso lo hice con..., oh, quin sabe cuntas! Doce o trece? Pero yo segua sin
olvidar el motivo por el que estaba all ante todo. No debo olvidar lo que me dijeron,
pens. Debo recordarlo correctamente. Por eso repet las mismas preguntas a
cuatro o cinco mujeres. Una me dijo lo siguiente: Las mujeres de este pas suelen ser
violadas por los gorriones-pene durante el sueo. Quiero decir que las aves meten su
cabeza dentro del agujero de las mujeres..., ya sabes. Esa es la... del pjaro...
-La costumbre?
-S, eso, la costumbre. El gorrin-pene tiene algo de ela, y por eso ms de la mitad
de las mujeres de Nudalia han sido..., ya saben, han sido... -Infectadas?
-S, infectadas por eso, lo que sea. Y luego tambin infecta a los hombres. Y el no s
qu ela, algo de ncubo de la viuda..., esto, las... -Las esporas?
-S, se come las esporas del ncubo de la viuda y eso evita que se queden preadas. Y
aunque se queden embarazadas, no tienen ms que fornicar con un hombre que
tenga la infeccin y luego pueden provocarse un aborto fcilmente.
-Quiero saber ms de ese bacilo -le dijo Mogamigawa a Yohachi-. Deja que te
examine.
Yohachi se agarr su miembro exhausto, que en ese momento penda flccido.
-S, claro. Adelante, examneme.
-No, no. Eso no es suficiente. Te estoy pidiendo que te masturbes, que te hagas una
paja. Necesito una muestra.
-La verdad es que ahora no me apetece mucho -dijo refunfuando Yohachi. Aun as,
intent sacarse un poco de semen y lo puso en el portaobjetos de Mogamigawa. ste,
de inmediato, empez a observarlo con su microscopio electrnico.
-Y, en fin, qu pas entonces? -le pregunt, acercndome ms a l-. Cuntame ms.
-Era alrededor del medioda, creo. Todos ellos, incluso los ancianos y los nios, que
hasta entonces no haban aparecido apenas, y todos los hombres y mujeres jvenes,
se pusieron a correr. Qu pasa aqu?, le pregunt a la mujer con la que estaba
hacindomelo entonces. Me dijo que era una actuacin de ballet. As que les segu
-Subamos juntos al rbol -dije, tras recobrar mis sentidos unos momentos ms tarde.
Yohachi segua tan impasible como siempre-. Lo cogeremos juntos y lo bajaremos con
cuidado. Si est dentro, habr que tener cuidado para que no se caiga.
Yohachi empuj por debajo mi pesado equipaje mientras suba. La verdad es que
haba puesto demasiado peso para mi edad. Me encaram por la rama como un
caracol y, al llegar al pequeo respiradero del capullo, ech una mirada al interior.
Dentro estaba oscuro como la boca del lobo y no se vea nada, ni tampoco haba
seales de movimiento.
Grit por el agujero.
-Mogamigawa! Est usted ah?
De repente, la base hinchada del enorme capullo empez a retorcerse y a moverse sin
parar. Del agujero sali un ruido como el grito obsceno del despiertaesposas que tanto
se sola or, como el de una sirena, pero mucho ms alto, y reverber por donde
nosotros estbamos. El ruido era tan intenso que instintivamente puse las manos en
los odos y estuve a punto de caerme de la rama.
-Ssshhhhsss! -El despiertaesposas sigui gritando varios minutos lo que parecan
obscenidades antes de hablar, por fin, en un idioma terrestre inteligible-. Oh, perdn,
perdn! Eres t, Sona? Justo cuando intentaba hablar, no me sala ms que ese
divertido ruido. Para ser sincero, hasta yo mismo me he sorprendido.
-Doctor Mogamigawa! -Aliviado al escucharle hablar con tan buen humor, seal a
Yohachi para que viniera a reunirse conmigo en el rbol.
-Vaya, estoy contento de que me hayas encontrado, la verdad. Supongo que ya te
habrs imaginado lo que sucedi, pero, madre ma!, las he pasado moradas, te lo
aseguro. Guajajajajaja! -Confinado en el capullo, Mogamigawa hablaba con una
alegra que sugera lo contrario de las he pasado moradas. Continu diciendo-:
Sacadme de aqu cuanto antes. Si no, el estmulo del lquido transformar lo que
queda de m en una autntica araa-mam. Mi cuerpo ya ha adquirido un aspecto
raro.
Tuve un terrible presentimiento. Con ayuda de Yohachi levant rpidamente el hijo
pstumo de la rama, cort el hilo que lo ataba y lo descolgu del rbol. Estbamos
empapados de sudor.
-Se encuentra bien? -le pregunt-. Ahora voy a abrir el capullo con las tijeras.
-S, por favor. Estoy bien, no os preocupis. Ya he saciado mi deseo de volver al
claustro materno y me he echado un buen sueecito dentro del lquido amnitico.
Quiz por eso reboso vitalidad. Guajajajajajajaja!
Cort el capullo con las tijeras y vi boquiabierto cmo el doctor Mogamigawa andaba a
cuatro patas. En menos de dos horas su metamorfosis haba avanzado con
asombrosa velocidad. Slo le quedaba la cabeza. De hecho, sera ms adecuado
decir que ahora era una araa-mam con la cara del doctor Mogamigawa. Del tronco
le salan cuatro extremidades delgadas que estaban dobladas bajo su abdomen a la
manera de una araa de cuatro patas. El tronco era plano y todo su cuerpo estaba
cubierto de pelo castao claro de un suave tacto. Cerca del ano ya le haban nacido
unas protuberancias, como verrugas, que probablemente eran sus rganos
productores de seda. Su pene se haba encogido hasta casi desaparecer.
-Doctor Mogamigawa... -por fin logr balbucear con voz forzada-. Qu, qu le ha
pasado? En qu, qu cosa horrible se ha convertido?
-Perdn? Qu sucede, qu sucede? Ah, lo dice por esto! -Mogamigawa empez a
gatear como una araa mientras observaba los cambios que haba sufrido su cuerpo.
Y no parecan chocarle mucho-. Bueno, mientras me quede la inteligencia no me
importa demasiado lo que le suceda a mi cuerpo. Lejos de eso, me siento muy bien y
estoy fresco, como si hubiera vuelto a nacer. Al fin y al cabo, no hay nada ms
precioso que la salud de uno, no? Has llegado justo a tiempo. Si la transformacin
hubiera avanzado un poco ms, mi inteligencia hubiera sido igual que la de una araamam. Real-mente, justo a tiempo! Je, je, je!
Su tono frvolo haca pensar que hasta su personalidad haba cambiado. Brinc hasta
la hierba acariciante. Este planeta es ahora para m como si fuera la gloria. No. Este
planeta es la gloria, no os parece? Nudalia podra ser un paraso en el que deidades
totalmente desnudas han creado un pas. Este planeta es un paraso del amor. Posee
el poder mgico de hacer que no slo Yohachi y yo, sino todos los humanos, se
adapten y conformen tarde o temprano, con tal de que vivan aqu el tiempo suficiente.
A partir de ahora, podr seguir con mi investigacin sin ataduras. Pero de vez en
cuando ir a la jungla para salvar a hbridos recin nacidos sin suerte que hayan sido
separados de sus padres muertos. Yo los incubar con mi seda y los transformar en
hijos pstumos. S, me dedicar al instinto del amor. Vivir aqu el resto de mi vida.
Mirad! Eso que se ve en la distancia, no es un campo de hierbas del olvido? Qu
alegra! Qu alegra! Y tras las hierbas del olvido est el pantano de la Infamia. Qu
divertido! Qu divertido! Guajajajajajajajajajajaja. Guajajajajajajajajajajajaajaja. Gua.
Gua.Guajajajajajajajajajajajajajajajajajaja.
Guajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajaja.
Guajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajaja.
El autor quisiera agradecer a las siguientes personas por aparecer en la historia o por permitir que se citen sus
obras: Toshitaka Hidaka, Akira Miyawak, Yasushi Kurihara, Kazuki Miyashita, Makoto Numata, Kenzaburo
Oe, Fujio Ishihara, Yo Sano, Konrad Lorenz y Edmond Hamilton.
La residencia de Yasutaka Tsutsui en Tokio est situada en uno de los barrios ms conocidos de
la capital, donde pasa temporadas que combina con las de su casa en Kobe. Ataviado al ms puro
estilo tradicional japons -un impecable kimono azul-, su imagen se adapta a la perfeccin al
conjunto de su residencia, decorada con numerosos muebles, cmodas y objetos antiguos.
Da la impresin de ser una persona seria y circunspecta. Habla con parsimonia, pensando mucho
lo que dice, si bien se dispara cuando toca algn tema que le interesa especialmente, como si
declamara; sin duda, le surge inconscientemente la vena de actor.
Nacido en Osaka el 24 de septiembre de 1934, ha ido desarrollando a lo largo de sus casi 600
obras un peculiar estilo literario que se ha definido como metaficdn. En l introduce lo que en
japons se denomina dotabata kigeki, el slapstick en ingls, que en espaol se podra traducir como
astracanada o comedia bufa. No obstante, su humor es de difcil clasificacin, como podremos
apreciar en esta entrevista.
-Usted es natural de Osaka, segn tengo entendido. El hecho de nacer all, cree que le ha marcado
en su peculiar sentido del humor? Me refiero a la diferencia, que existe entre el humor de Tokio y el
de Osaka.
-En efecto, el humor de Tokio es sumamente refinado. Nunca llega a la carcajada, es un humor
elegante que intenta escapar de las situaciones comprometidas. Aunque al final no se diga el
desenlace, se sobreentiende. Sin embargo, el humor de Osaka es directo y las cosas se dicen
claramente. En cuanto a mi humor, yo dira que no es muy refinado que digamos... [Y sonre
maliciosamente.]
-Su carrera- literaria empez como escritor de ciencia ficcin. Por qu eligi este gnero como
base de su expresin literaria?
-Cuando empec a escribir novelas, quera dedicarme a la interpretacin, ser actor. Quera sobre
todo ser actor cmico, era lo que ms me gustaba. Pero, por circunstancias que no vienen al caso, no
pude llegar a serlo. Aun as, segua pensando en la interpretacin. En m poca universitaria todava
no tena ninguna experiencia, no saba cmo materializar esa inquietud. Entonces me interes por la
psicologa. Le las obras completas de Freud, entre otros autores. La verdad es que entonces no
haba otra cosa. Luego, en la universidad estudi Bellas Artes [se especializ en Esttica y Arte en la
Universidad Dshisha de Kioto]. Fue all donde me top con el surrealismo. Y ese encuentro me
plante cmo utilizar todos esos conocimientos; era el final de la guerra, entonces surgi en Estados
Unidos la edad de oro de la ciencia ficcin: y le a Roben Anson Heinlen, Robert Sheckley,
Frederc Brown, Ray Bradbury. Para m fue un shock, y pens que con ello s podra aprovechar lo
que haba estudiado hasta entonces sobre el surrealismo. As que dej a un lado la interpretacin y
empec a escribir ciencia ficcin. Por otra parte, mi padre era zologo y quera ensearme sus
conocimientos cientficos. Y esto me hizo inclinarme hacia la ciencia ficcin. Al principio no era
capaz de escribir novelas en tercera persona, como se hace convencionalmente, y como no me sala
nada, empec a escribir astracanadas en primera persona, pues me encantaba el teatro cmico. Y
tuve xito. Bueno, ahora puedo escribir de todo, eh? [risas].
-Ha ganado varios premios importantes de ciencia ficcin.
Qu es lo que ms le interesa de este gnero literario y cules son los escritores que ms le gustan?
-Por supuesto, me gustan muchos. Pocas formas literarias permiten hacer una crtica tan rotunda
a la civilizacin como la ciencia ficcin. Ningn gnero puede criticar mejor lo peligrosa que ha
resultado ser finalmente la tecnologa, verdad? Por ejemplo, en Estados Unidos, creo que Robert
Sheckley destac en ese sentido. Si hablamos de obras de carcter cmico, tenemos que citar a
Frederic Brown. Y... a m, como no soy ni romntico ni sentimentalista, no me va mucho Ray
Bradbury [risas]...
-Cree que la ciencia ficcin es la mejor manera de predecir la realidad futura, o es la mejor
manera de describir en trminos simblicos nuestra realidad actual?
-Predecir el futuro no es difcil, y no hay ms que ver el rumbo que est tomando el mundo: la
economa, la poltica, el problema de las guerras, el medio ambiente... Todo va de mal en peor. Y,
en fin, si sigue as, para predecir lo que puede pasar habra que emplear lo que en matemticas se
denomina extrapolacin. Para ello, lo que hace la ciencia ficcin es escoger un aspecto del futuro
y adentrarse en l para ver cmo va cambiando. Todos los buenos escritores del gnero han utilizado
este mtodo.
-A usted se le ha denominado el gur de la metaficcin. Se considera cmodo con esa etiqueta y
nos podra explicar en qu consiste la metaficcin?
-[Risas.] Bueno, yo no he sido el pionero de la metaficcin. Hubo mucho antes numerosos
escritores que la utilizaron. El escritor est implicado en la historia, hace tonteras y los personajes
le hacen trastadas o critican su propia obra, etctera. Me parece que el primero que emple la
metaficcin fue Andr Gide en Les faux-monnayeurs [Los falsos monederos, 1925]. Y a raz de
entonces es un recurso muy utilizado en el mundo del manga en Japn. As, por ejemplo, en
muchas obras de Osamu Tezuka, l mismo sale en la historia y los personajes lo maltratan..., eso es
la metaficcin. Hay un denominador comn que caracteriza a este gnero, pero a fin de cuentas esto
no sorprende demasiado al lector. Por eso me puse a pensar en cmo lograr una nueva forma de
metaficcin, cmo sorprender ms al lector, cmo divertirle y lograr que se interesara ms, y en ese
sentido ide varias formas. Pero lo cierto es que, hagas lo que hagas, siempre habr alguien que lo
ha hecho antes que t.
-Algunos de sus relatos de los aos 6o y 70 son profticos, en el sentido de que hablan de la
aceleracin y el crecimiento de los media en nuestra sociedad. Cree que esto ha tenido como
resultado la ambigua transformacin de las ficciones en realidades, y viceversa?
-En la vida real, ficcin y realidad no se entremezclan, pero en el mundo literario yo creo que
no se diferencian. Por eso, como forma de vincular la ficcin y la realidad, pens en introducir los
sueos. Y con ese tema de fondo he escrito muchsimas obras.
-En varias ocasiones ha declarado que Charles Robert Darwin, Sigmund Freud, Cari Gustav
Jung y los hermanos Marx, entre otros, han tenido una importante influencia en su obra. Podra
explicarnos en qu sentido le ha influenciado cada uno de ellos?
-S, Freud, Darwin, Cari Jung, los hermanos Marx... No Karl Marx, eh? Los hermanos Marx
[risas]. S, como quera dedicarme al teatro cmico, las pelculas de los hermanos Marx tuvieron
una enorme influencia en m. Sus gags son verdaderamente surrealistas. En esa poca yo an
estudiaba secundaria y no conoca ni la palabra surrealismo. Luego, cuando entr en la universidad,
la escuch por primera vez y... me enter de que en Francia los surrealistas valoraban muchsimo a
los hermanos Marx, lo cual me complaci mucho y me indic, en cierta manera, que iba por buen
camino. Posteriormente, mi tesis universitaria trataba sobre La escritura automtica dentro del
surrealismo [el ttulo concreto de la tesis es: Crtica psicoanaltica de la psicologa creativa en el
surrealismo que tiene como factor fundamental la escritura automtica]. Esto es, el flujo de una
escritura libre de todo control de la razn, libre de preocupaciones estticas o morales. Eso era para
m el surrealismo. Lo cierto es que al profesor encargado de revisar mi tesina le disgustaba el
psicoanlisis, de modo que no me puso muy buena nota [risas]. Luego, por lo que respecta a
Darwin, como mi padre era zologo, en casa haba libros de l, y adquir los conocimientos
cientficos necesarios. Claro que tambin aprend mucho de otros libros que tena mi padre, y l
mismo me ense muchas cosas. -De qu modo le influyeron Freud y Jung? -Ah, s! Jung. Bien,
deca hace un momento que ante todo descubr a Freud estudiando los sueos, y para conocer al ser
humano pens que me sera muy til en mi carrera de actor... Empec, pues, a interesarme por los
sueos, y en conexin con ellos pas a Jung. Me relacion con gente que estaba muy familiarizada
con el mundo onrico. Por ejemplo, yo destacara a Sh Kishida, un seguidor de Freud. Y tambin
otro muy versado en Jung que falleci recientemente, Hayao Kawai. Ambos tienen puntos de vista
muy interesantes. Claro que cuando a Kishida le sacan a colacin a Jung se enfada mucho. Como es
partidario de Freud... [risas]. En fin, que me plante con cul de los dos quedarme y, como yo no
soy cientfico sino escritor, me qued con los aspectos que ms me gustaban de cada uno.
-Usted es un hombre polifactico: es novelista, escritor de ciencia ficcin, actor, crtico literario,
autor teatral, estrella de televisin, msico (clarinetista) de jazz. En cul de estas actividades se
encuentra ms a gusto? Qu han aportado estas experiencias a su visin como escritor?
-La verdad es que slo hago lo que me gusta. Por ejemplo, cuando escribo una novela lo hago en
casa, tranquilamente, con un ordenador. En cuanto a mi actividad como actor, es diferente. Estoy
rodeado de mucha gente. Por ejemplo, en el cine, o en las series de televisin, te hacen esperar
eternamente para grabar. Y en el teatro, tengo que ensayar y repetir una y otra vez el guin. Todo
esto es diametralmente opuesto a la soledad del escritor. Por eso hay tan pocos escritores que a la
vez sean actores. De vez en cuando sale alguno, no? Por ejemplo, Topor. Roland Topor era
tambin actor teatral. El hecho es que esas personas que realizan cosas tan diferentes no hacen ms
que enriquecer su actividad. Yo creo que no hay que hacer actividades que se parezcan. A modo de
ejemplo, destacara al crtico Hideo Kobayash, ya fallecido. Este hombre era un autntico
polifactico en lo que al arte se refiere. Escribi acerca de Norinaga Motoori [erudito clsico del
periodo Edo que se esforz por abanderar el Kokugaku, esto es, el estudio del pensamiento y la
cultura del antiguo Japn], Mozart, Van Gogh, y lo saba todo sobre msica y cine. Era una
persona con una cultura vastsima. Es decir, respecto al arte era una persona omnidireccional,
alguien que saba de todo, de msica, de literatura, de pintura. Pero, en relacin con la literatura,
las personas que escribimos tenemos que saber, hasta cierto punto, un poco de todo. Creo que eso es
algo que se da por supuesto. Yo tambin hago todo lo que puedo para intentarlo. Pero, claro,
aunque hablemos de polifacticos, eso no afecta a todas las artes. As, por ejemplo, lo que
encuentro increble es que alguien se dedique a la poltica y tambin a la literatura, como Shntar
Ishihara [actual gobernador de Tokio]. Estas dos disciplinas son totalmente antagnicas. Por eso, yo
no podra dedicarme a la poltica. En todo caso, siento mucho respeto hacia l.
En qu se inspira para crear sus obras? Antes me ha comentado que los sueos le han
proporcionado una buena parte de sus personajes e historias...
-S. Eso es as en parte, pero tambin, por ejemplo, se me ocurren cosas cuando leo un libro. Sin
embargo, no me suele pasar cuando leo una novela. Lo que ms me inspira son los libros de Ciencias
Sociales, de Psicologa, de Zoologa, etctera. Y tambin, claro est, lo que ms me ha servido de base
han sido los montones de pelculas cmicas que he visto, sobre todo las de Estados Unidos, que me
encantaban. Todas ellas eran de serie B. Pero el argumento estaba muy bien urdido y el clmax
muy conseguido, y su desarrollo lgico era muy claro. Eso es lo que ms me ha inspirado. Segn
dicen los crticos, yo suelo sacar las ideas para mis obras de los libros. Hay quien dice que por eso
soy un bookish [un biblifilo]. Pues s, es cierto que lo soy, aunque al principio crea que me
llamaban bukitcho [torpe, desmaado] y me enfadaba mucho [risas]. En fin, que soy muy de libros,
pero tambin me inspiro mucho en el cine. Claro que, por otro lado, conozco bien la vida de la
sociedad, ya que durante una poca fui asalariado [trabaj en la importante empresa Nomura
Kgeisha dedicada al diseo].
-Le interesa la literatura clsica japonesa?
-Como no tena intencin de ser escritor, no tengo ninguna formacin literaria. As pues,
apenas he ledo la literatura clsica japonesa.
-Conoce la literatura, espaola o latinoamericana? -S, conozco a Blasco Ibez. Sale en mi ltimo
libro \Kyosen Berasu Retora.su, El transatlntico "Bellas Letras"]. - S, estuvo en Japn en el ao
1923. -As es, al parecer le gustaba mucho. Tambin se hizo una pelcula de su obra Sangre y arena,
protagonizada por Tyrone Power. De los clsicos, he ledo Don Quijote... Y por lo que respecta a
los escritores latinoamericanos, Garca Mrquez (sobre todo El otoo del Patriarca!), Mario
Vargas Llosa, Alejo Carpentier, Manuel Puig... Ah! Y Donoso. Me encanta Jos Donoso. Bueno,
me gustan todos, la verdad. En Latinoamrica la fantasa es increble. El obsceno pjaro de la
noche [1970] es una historia apasionante [risas]. Me encantara haber escrito cualquiera de esas
obras...
-En el verano de 1993 dej de escribir, en parte por una reaccin a las protestas de la Asociacin
de Epilpticos de Japn, que no vieron con buenos ojos su relato Mujin Keisatsu (El robot polica),
y en febrero de 1997 volvi a la actividad literaria con Jaganch. Cree que es duro escribir en
Japn? Hay mucha censura?
-Es evidente que hay presin, pero es una presin que se puede combatir, as que hay que
resistir. Lo bueno es que no hay pena de muerte por eso [risas]. Yo no le doy ninguna importancia.
Ahora bien, sobre las protestas de la Asociacin de Epilpticos de Japn, no hay nada de malo en
ello. Tienen todo su derecho y libertad para protestar, y yo tambin tengo libertad para escribir
sobre ellos. Lo que es intolerable es lo que hicieron los medios de comunicacin al meterse en
medio. A su capricho decidieron crear palabras discriminatorias, autolimitarse. Mis protestas no
iban dirigidas contra la Asociacin de Epilpticos, sino contra la autocensura por parte de los
medios de comunicacin. Y es que stos no recogieron mi opinin, sino que slo tuvieron en
cuenta la de la Asociacin de Epilpticos de Japn. Eso era discriminacin... Por eso me encoleric.
Fue una protesta dirigida contra los medios de comunicacin.
-En septiembre de 1993 usted escribi un manifiesto literario. Cules son las lneas esenciales de su
teora sobre la ficcin literaria?
-En la literatura tiene que haber libertad. Por otro lado, en japons hay una serie de palabras
consideradas discriminatorias que no se pueden usar en la vida cotidiana. Yo creo que realmente es
mejor no usarlas en esas situaciones. Ahora bien, en la literatura aparecen personajes que siguen
empleando esos vocablos, que expresan lo que se deca en una poca determinada, por lo que hay
que dejarlos as para la posteridad. Si la gente comn no puede usar esas palabras, son los literatos
quienes deben hacerlo. Si no, s se consideran palabras ofensivas, acabarn por desaparecer. Y nunca
sabremos por qu nacieron. Por esa regla de tres, qu pasara en el reino animal si se
exterminaran todos los mosquitos o las moscas, que se consideran insectos dainos? En ese caso
desapareceran tambin las liblulas que se alimentan de ellos. Y a su vez dejaran de existir los
pjaros que se comen a las liblulas. Esto tendra una gran influencia en los ecosistemas de toda la
Tierra. Lo mismo se puede decir del mundo de las palabras. Ese fue mi argumento fundamental y por
eso formul la protesta contra las empresas periodsticas.
-Despus de abandonar la letra impresa se refugi en Internet (en julio de 1996), pasando a ser
uno de los pioneros en su pas en cultivar la ciberficcin. Qu puede decirnos al respecto?
-S, un poco antes de dejar de escribir, un peridico me pidi que escribiera novelas por captulos.
Senta curiosidad por saber quin las lea. Si vamos a una librera podemos elegir entre una enorme
cantidad de novelas, pero as, desmenuzadas, leyndolas cada da, me pregunt: a quin le pueden
interesar? Me enter de que la mayora de los lectores eran pacientes de hospitales o clnicas [risas],
o ancianos que gozaban de tiempo libre. Antes, cuando haba poca informacin, leamos con deleite
las novelas de los peridicos. En aquella poca todava se podan usar todas las palabras. Entonces
pens que sera til hacer la prueba de escribir una novela por entregas, que los lectores la leyeran y
escribieran sus sugerencias para ir desarrollando la historia. A posteriori, me enter de que esto ya
lo haba hecho Charles Dickens, que tena su propia editorial, adems de ser escritor. Lo que haca
era reunir en el saln de su casa a unas cuantas mujeres, lean en voz alta y discutan. De esa manera
se poda mejorar lo escrito. Y ha hab ido otro s q ue tamb in han hecho lo mismo q ue
Dickens. El caso es que escrib una historia que fui desarrollando teniendo en cuenta las cartas de
los lectores. La titul Asa no Gaspar [Gaspar de la maana; gan el premio de Ciencia Ficcin
de Japn en 1992] y eso se convirti, podramos decir, en ciberficcin. Como llevaba un tiempo
recibir las comunicaciones de los lectores, leerlas y seguir escribiendo, empec a utilizar el
ordenador, porque, de esta forma, las sugerencias me llegaban el mismo da que yo escriba algo
y, gracias a una persona que me ayud, empec a meterme en el mundo de la informtica.
Posteriormente, cuando dej de escribir, decid publicar mis novelas en Internet, ya que ah no
haba censura.
-En sus cuentos la realidad no sigue un desarrollo lineal, sino que es pura contingencia.
Piensa, que el fundamento de la vida humana es la contingencia?
-Vaya, esto empieza a adquirir tintes filosficos [risas]. Bien, hay una filosofa de lo casual y
otra de lo inevitable. Yo, la verdad, al leer un libro enseguida veo si me convence o no. A veces
pienso que es algo casual, pero si me dicen que es inevitable, pues tambin puede ser. En este
sentido, no tengo una opinin nica. Creo que las dos corrientes son posibles. Particularmente, es
posible que tenga dos personalidades que puedan discutir eternamente entre la contingencia o la
inevitabilidad de la realidad.
-El escritor y filsofo espaol Miguel de Unamuno tena un sentimiento trgico de la vida. Es el
suyo un sentimiento cmico, una sensibilidad custica de la existencia humana?
-Siempre se ha dicho que la existencia es un gran escenario cmico y que todos los seres humanos
somos actores y personajes de una obra bufa [risas], cosa que, en estos tiempos, no ha cambiado
mucho. Est claro que no me gusta nada pasarlas moradas, pero lo que yo no puedo entender es el
sufrimiento. Por ejemplo, las heridas de bala sufridas en la guerra o cuando Yukio Mishima se
hizo el haraquiri. La verdad, no soy capaz de entenderlo, porque me parece que siempre hay cierto
fondo de bufonada en la sociedad humana, y debido a ello no logro comprender demasiado bien ese
carcter trgico que quieren otorgar al asunto humano.
-Qu piensa sobre el Japn actual?
-Pues... todo va de mal en peor. No puedo decir hasta cundo durar, pero lo que est claro es
que vamos en esa direccin.
-Qu opina del boom actual de la literatura japonesa? Me refiero, en concreto, a casos como
Haruki Murakami.
-No s qu responder. Yo cada vez soy ms viejo, y Murakami es todava joven, y sus lectores
lo son an ms. Qu ser lo que les gusta de l? La verdad es que no lo s. Yo he ledo su obra y,
bueno, por supuesto creo que est bien. No obstante, me parece que en Japn hay otros escritores de
su mismo nivel...
-En algunas de sus obras, como El mundo se inclina, aparecen comentarios con los que las
mujeres podran sentirse incmodas.
-[Risas.] S, por supuesto, est escrito en clave de humor. Pero tambin hay protagonistas varones
que, en esa misma tesitura, son tratados de manera cmica. Creo que doy el mismo trato a ambos
sexos. Pero, ms bien, a m me han dicho muchas veces los crticos que soy sumamente respetuoso
en mis obras con las mujeres. Por ejemplo, en Paprika, y lo mismo se puede decir de la protagonista
de mi triloga titulada Nanase, a quien idolatro enormemente.
-Como primer escritor posmoderno de Japn, tambin se interes por un subgnero como el manga
y, segn tengo entendido, tambin posteriormente han sido los mangas y las pelculas de animacin los
que han tomado sus historias como base para algunos de sus guiones, como es el caso de Paprika, Qu
puede decirnos en este sentido?
-Est bien informado, eh? Veamos... Toki o kakeru shjo [La nia que traspas el tiempo] la
escrib hace 40 aos y Paprika hace 20. En aquel momento no s qu me impuls a escribirlas,
pero el caso es que Toki o kakeru shjo se ha llevado al cine una y otra vez, y como pelcula de
animacin es la primera vez que aparece [en 2006]. Adems, el libro tiene mucho xito: creo que se
han vendido tres millones de ejemplares. As que su protagonista es como una hija para m. Y lo
mismo puedo decir de Paprika y de Nanase, que tambin se ha llevado a la pantalla grande y de
la que se ha hecho una serie de televisin. Es otra de mis hijas.
-Por cierto, es usted el autor de la historia de la pelcula El show de Truman, de Peter Weir
(1998)?
-Pues es una pelcula que se podra decir que me la robaron. Pero aparte de El show de
Truman hay otras muchas [risas]. sa se parece muchsimo, la verdad. Y tambin otra que se
titula Tarde de perros, de Al Pacino [1975], es muy similar a una de mis obras. Ah! Y la de
Woody Allen: Todo lo que siempre quiso saber sobre el sexo y nunca se atrevi a preguntar [1972].
El episodio final de la pelcula es clavado a mi cuento corto Kekkan basu no totsugeki [La
embestida del autobs averiado]. Se dio la circunstancia de que un crtico japons, que no saba
nada de esto, dijo que las obras de Tsutsui no valan nada, pero que la pelcula de Woody Allen era
una maravilla [risas]. Lo cierto es que yo lo escrib primero. Y no son las nicas.
-Qu piensa del cambio climtico?
-Yo creo que es uno de los motivos por los que se extinguir la humanidad. Por eso mismo he
pensado en escribir algo sobre ese futuro que nos espera. Actualmente estoy escribiendo una,
digamos, light novel o novela ligera [una novela con ilustraciones de estilo manga orientada a los
jvenes. El trmino light novel es lo que se denomina un waseieigo o una palabra japonesa
formada por vocablos del idioma ingls], una historia destinada a los jvenes con el fenmeno del
cambio climtico como trasfondo. El nivel de la superficie del mar va subiendo y se van hundiendo
las ciudades costeras. La gente se traslada a las zonas montaosas y a las mesetas. Eso es sobre lo
que estoy escribiendo ahora,
-Qu le parece que su obra se traduzca a otros idiomas? Cree que lo que escribe es
extrapolable a otras culturas?
-Hay naciones tristes y alegres. Yo preferira que mi obra se tradujera a naciones alegres
[risas].
-Por ltimo, qu reflexin hara sobre el destino que ha tenido su obra?
-Como he dicho anteriormente, al principio yo escriba en primera persona como si fuera el
protagonista y slo haca bufonadas. La verdad es que, mientras escriba, tena la sensacin de que
estaba representando una obra de teatro, que estaba actuando. Me lo pasaba en grande. Y, por otro
lado, empleaba el surrealismo para expresar la ciencia ficcin... Poco a poco, mis obras no slo se
publicaban en revistas especializadas en ese gnero, sino tambin en otras de carcter general. Y
entonces surgieron ciertas crticas que afirmaban que ya no escriba astracanadas, y otras decan que
todava segua haciendo esas astracanadas, vaya estupidez! [risas]. Sin embargo, segu
escribiendo, y mientras lo haca se fueron produciendo nuevas corrientes literarias que fui
introduciendo en mis novelas, y as fue como, poco a poco, llegu al estado en el que me encuentro
ahora. Al principio los galardones literarios me eran completamente ajenos, pero con Kyojin tachi
[Personas virtuales] me concedieron el premio Izumi Kyoka, y despus otros muchos. Incluso me
han concedido la medalla del lazo prpura de Japn. Aunque ahora tambin hay gente que dice:
Las payasadas que escriba antes Tsutsui eran mejores. En este mundo hay de todo... [risas].
Yasutaka Tsutsui es novelista, autor teatral, crtico literario, actor y msico. Despus de graduarse en la
Universidad de Doshisha en arte y esttica, fund la revista de ciencia ficcin NULL. Durante los aos
setenta comenz a experimentar con diferentes formas literarias aunque logr un gran reconocimiento
como autor de ciencia ficcin. En el verano de 1993, Tsutsui anunci que dejaba de escribir como
reaccin al linchamiento que haba sufrido en la prensa por una protesta hecha por la Asociacin de
Epilpticos de Japn debido a ciertas expresiones sobre la epilepsia que aparecan en uno de sus cuentos.
En protesta por la falta de Libertad de expresin se neg a publicar en su pas, convirtindose en el primer
ciberescritor de Japn al haber sido internet durante una larga temporada el nico medio de poder leer sus
historias.
Su prolfica obra ha obtenido numerosos e importantes galardones: en 1981, el premio Izumi Kyoka por
Kyojin-Tachi (Gente imaginaria]; en 1987, el premio Tanizaki por Yumenokizaka-Bunkiten (La
interseccin Yumenokizaka); en 1989, el premio Kawabata por Yoppa-dani eno Koka (El descenso al
Valle Yoppa); y, en 1992, el premio de CF de Japn por Asa no Gasuparu (Gaspar de la Maana]. En
1997 fue nombrado por el Gobierno francs Chevalier des Arts et des Lettres.