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El Pensar Como Ciencia - Henry Hazlitt

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Cmo evitar las divagaciones?

Qu significa el prejuicio en el
contexto del pensamiento? Es el
leer ms ilustrativo que el pensar?
Este
libro
de
fcil
lectura
proporciona las respuestas, a
menudo sorprendentes, a esos y
otros muchos interrogantes.
Henry Hazlitt analiza el arte de la
concentracin, que es la condicin
sine qua non del pensamiento
productivo, y la forma en que la
escritura fija las ideas, venciendo la
natural fugacidad de estas.

Henry Hazlitt

El pensar como
ciencia
ePub r1.0

Leviatn & loto 01.07.14

Ttulo original: Thinking as a Science


Henry Hazlitt, 1916
Traduccin: Eduardo Goligorsky
Retoque de cubierta: Cygnus
Editor digital: Leviatn & loto
ePub base r1.1

PREFACIO
STE libro se public por primera
vez hace cincuenta y tres aos[1],
en 1916. El autor tena entonces
veintiuno de edad. En el ms de medio
siglo pasado desde que apareci aquella
primera edicin el conocimiento humano
se ha expandido, sobre todo en el
mbito de la ciencia y la tecnologa, a
una velocidad que no tiene precedentes
en la historia. Yo tambin espero haber
aprendido, en el mismo lapso, mucho
ms que lo que saba cuando escrib el
libro.

De modo que cuando el nuevo editor


me sugiri que volviera a publicarlo me
sent muy halagado, pero a la vez, y
sobre todo al principio, muy alarmado:
asustado ante la perspectiva de exponer
mis ideas juveniles, hacindome no
obstante responsable por ellas.
Rele el libro pensando que quiz
bastara con hacerle alguna que otra
pequea correccin a fin de actualizarlo.
Descubr que si quera que el nuevo
volumen pusiera al lector en contacto
con los valiosos aportes que se han
agregado al tema durante el ltimo
medio siglo y que adems reflejara
fielmente mis ideas actuales, haba que

hacer algo ms que corregirlo: tendra


que escribir una obra enteramente nueva.
Pero en el curso de la revisin hice
otros dos descubrimientos. Comprob
ante todo que mi libro no estaba tan
pasado de moda como haba temido.
Ello se deba, por lo menos en parte, a
la naturaleza misma del tema. La mitad
del arte de pensar se reduce a respetar
escrupulosamente los principios lgicos
y matemticos. Y esos principios no
cambian. Es mucho lo que se ha
incorporado a la lgica desde la poca
de Aristteles y mucho ms lo que se ha
agregado a la geometra desde el tiempo
de Euclides. Pero ni la lgica

aristotlica ni la geometra euclidiana


estn perimidas. Si todos los hombres
son mortales y Scrates es hombre,
contina siendo apodctico que Scrates
tiene que ser mortal. Dos entes iguales a
un tercero continan siendo iguales entre
s. Dos ms dos siguen sumando cuatro.
El cuadrado de la hipotenusa de un
tringulo rectngulo contina siendo
igual a la suma del cuadrado de los
catetos.
El rpido desarrollo experimentado
por la lgica durante el ltimo siglo no
ha demostrado que la lgica aristotlica
no sirva. Lo que ha ocurrido es que,
para decirlo con las palabras del

filsofo norteamericano Morris R.


Cohen: Si bien los elementos
esenciales de la lgica aristotlica no
han sido derribados ni conmovidos, los
trabajos de Boole, Peirce, Schrder,
Frege, Russell, Whitehead y una multitud
de colegas ms han producido un
clculo de clases y otro de
proposiciones respecto de los cuales la
teora aristotlica del silogismo no
ocupa ms que una minscula
parcela[2].
Lo mismo podra decirse de la
geometra de Euclides. Contrariamente a
lo que suponen muchas personas que
solo tienen un conocimiento superficial

del tema, las diversas geometras no


euclidianas no han desautorizado la
geometra euclidiana, sino que la han
complementado. La nueva matemtica no
ha desplazado a la antigua, sino que la
ha colocado en un contexto ms vasto.
Cuando Coln descubri el Nuevo
Mundo no desminti la existencia del
Viejo.
Del mismo modo, casi todo lo que se
ha descubierto en el ltimo medio siglo
sobre el arte de pensar enriquece, pero
no anula, lo que ya se saba. El libro de
John Locke, Conduct of Understanding,
si bien se public en 1706, todava
contiene
muchos
materiales
de

inestimable valor. Lo mismo se aplica a


los clsicos incluso anteriores de los
grandes filsofos: el Novum Organum
(1620), de Francis Bacon; el Discours
de la mthode (Discurso del mtodo,
1637), de Ren Descartes, y sus Regles
pour la direction de lsprit (Reglas
para la direccin del espritu, 1629); y
e l Tratado sobre la reforma del
entendimiento (1662), de Baruch
Spinoza.
He dicho hace un momento que al
releer
mi
original
hice dos
descubrimientos.
El
segundo,
ntimamente
vinculado
a
la
comprobacin de que mi libro no estaba

tan obsoleto como haba temido, fue el


siguiente: aunque es cierto que si hoy
tuviera que escribir sobre el mismo tema
pensara en confeccionar un libro
completamente nuevo, el reciente solo
eclipsara al antiguo en muy escasa
medida. Porque lo que querra escribir
hoy sera un curso superior sobre el arte
de pensar, en tanto que el primero fue en
realidad un curso preliminar. Un libro
sobre
lgebra
no
descalifica
necesariamente a un libro sobre
aritmtica, y el lgebra superior no
remplaza al lgebra elemental, sino que
edifica sobre la base que ella le
suministra.

En consecuencia, al presentar esta


nueva edicin de mi libro, opt por una
solucin intermedia: introduje en el
texto original modificaciones mnimas,
que se podran haber redactado en una
pgina o dos. La mayor parte de ellas
son de ndole puramente formal, y
pertenecen a la categora de las que
habra introducido en ocasin de una
nueva correccin de pruebas de la
primera edicin. En lo que al fondo se
refiere, he conservado muchos asertos
que hoy me gustara cambiar, y su
enmienda ha quedado relegada al
eplogo.
Pienso que el criterio elegido tiene

varias ventajas. Permite que el lector


sepa cmo fue el libro en su primera
edicin.
Y aunque tengo plena conciencia de
las mltiples limitaciones de mi obra de
juventud, sospecho que posee algunas
virtudes que quiz se le escaparan a un
libro totalmente nuevo que yo pudiera
escribir hoy acerca del mismo tema.
Entre ellas cabra consignar su
entusiasmo juvenil, su tendencia a
encarar el pensamiento como una gran
aventura, como una expedicin audaz en
la que se invita a participar al lector. Mi
intencin primordial fue la de
ensearme a m mismo a pensar con ms

eficiencia, autonoma y, de ser ello


posible, originalidad. Ya haba intuido
que Quien ensea, aprende. Estaba
decidido a ser muy honesto con mi
lector y a no emplear con l ningn
argumento que no me convenciera a m
mismo, as como a no proponerle ningn
mtodo o tcnica que yo no hubiera
experimentado o, por lo menos, que no
pensara experimentar por m mismo. En
aquella poca desconfiaba tanto como
ahora de la pura retrica y de todo
voluntarismo del gnero puedes-hacertodo-aquello-en-lo-que-te-empees.
Espero que mi entusiasmo y emocin se
hayan contagiado a algunos de mis

primitivos lectores.
Esta ha sido una de las razones de
que haya introducido cambios mnimos
en la primera edicin y optado ms bien
por aadir, a modo de eplogo, una
resea bastante extensa de las
modificaciones y agregados que hara
hoy si hubiese de escribir un libro
totalmente nuevo sobre el tema. En vez
de Eplogo, ese nuevo material podra
haberse titulado incluso Segunda
parte. El orden elegido tiene, adems,
una ventaja innegable para el lector:
coloca el Curso superior donde
corresponde, o sea a continuacin del
Curso elemental.

El autor tambin se beneficia con


este ordenamiento. Si el lector
encontrar en el texto original algo de lo
que discrepase radicalmente, la
existencia del apndice podra atenuar o
aplazar su irritacin inducindolo a
pensar: Espera, espera! Quiz todo se
arregle en el eplogo!
HENRY HAZLITT

LA QUIEBRA DEL
PENSAMIENTO
ODOS sabemos que en el mundo
hay males que es necesario
subsanar. Todos tenemos ideas muy
categricas acerca de la naturaleza de
esos males. Pero la mayora de nosotros
opina que uno de ellos, en particular, se
destaca vvidamente por encima de los
dems. En verdad, algunos ven ese mal
con tanta nitidez que olvidan todos los
restantes, o los interpretan como
consecuencias naturales de lo que a su
juicio es el mal primigenio.

El socialista piensa que ese mal es


el sistema capitalista; el partidario de la
Ley Seca opina que es la intemperancia;
la feminista asegura que es el
sometimiento de las mujeres; el
sacerdote concepta que es el
debilitamiento de la religin; el pacifista
cree que es la guerra; el republicano
fantico, que es el Partido Demcrata, y
as sucesivamente, hasta el infinito.
Tambin yo tengo mi mal favorito, al
que en los momentos de mayor
vehemencia tiendo a atribuir todos los
dems. Ese mal es la quiebra del
pensamiento.
Y
cuando
digo
pensamiento me refiero al pensamiento

real, autnomo, riguroso.


Usted protesta. Dice que hoy los
hombres piensan ms que nunca. Saca el
anuario
para
demostrarme
con
estadsticas que el analfabetismo est en
baja. Seala nuestras magnficas
bibliotecas. Destaca la proliferacin de
libros. Demuestra, sin dejar asomo de
duda, que actualmente se lee ms que en
cualquier otro momento de la historia.
As es, en efecto. Pero ah est
precisamente el problema. La mayora
de la gente, cuando tropieza con un
problema, experimenta en seguida el
deseo irreprimible de informarse al
respecto. Cuando esas personas se

atascan mentalmente, lo primero que


hacen es correr en busca de un libro.
Confiselo. Al ver en una sala de espera
o en un vagn de ferrocarril que todos
cuantos lo rodean estn leyendo y que
usted no tiene material de lectura, no ha
experimentado a menudo el deseo de
tenerlo es decir, de poseer algo en
que ocupar la mente? Y se le ocurri
alguna vez que usted posee la facultad
de ocupar su mente y de hacerlo con
mucho ms provecho que el que sacan
todos esos asiduos lectores? En sntesis,
alguna vez se le ocurri a usted
pensar?
Claro que usted ha pensado en

cierto sentido. Por pensar se entienden


muchas cosas diferentes. Es posible que
haya mirado por la ventanilla del tren al
deslizarse a lo largo de un prado y que
haya imaginado que aquel podra ser un
campo excelente para jugar al bisbol.
Entonces pens en cuando usted
jugaba al bisbol, quiz pens en un
determinado partido, pens en cmo
realiz una jugada espectacular o fall
lamentablemente, y en cmo un da
empez a llover en medio del partido y
el equipo se haba tenido que refugiar en
el cobertizo de los coches. Entonces
pens en otros das de lluvia que por
una u otra razn se hicieron

particularmente vividos, o quiz su


mente pas a considerar el estado del
tiempo que imperaba en aquel momento
y su probable duracin Y, claro est,
en cierto sentido usted pensaba. Pero
cuando empleo yo la palabra pensar me
refiero al pensamiento que se encamina
hacia una meta, que persigue un fin, que
trata de elucidar un problema. Me
refiero a la forma de pensamiento que
estamos obligados a practicar cuando
decidimos el plan que adoptar, cuando
elegimos tal vez el trabajo al que
habremos de consagrarnos durante todo
el resto de nuestra vida; al tipo de
pensamiento que nos imponan en

nuestra juventud cuando tenamos que


resolver un problema matemtico o
cuando estudibamos sicologa en la
universidad. No me refiero al
pensamiento fragmentado, ni al hecho
de sustentar opiniones minsculas sobre
esto o lo otro. Me refiero al pensamiento
que encara problemas importantes
ajenos al mbito de nuestro estrecho
bienestar personal. Esa es la forma de
pensamiento que hoy es tan poco
usual
y
que
necesitamos
desesperadamente!
Es cierto que antes de revivirlo, es
imprescindible estimular el deseo de
pensar. Hay que estimular el deseo de

pensar por el mero placer de hacerlo, el


afn de resolver problemas por el solo
gusto de resolverlos. Pero no basta el
solo deseo de pensar, cualesquiera que
sean sus mritos. Tenemos que saber
cmo pensar, y para ello debemos
inquirir las reglas y la metodologa que
ms nos ayuden a pensar de modo
creador, original y, no lo olvidemos,
seguro y correcto.
En lo que menos piensa el hombre,
cuando piensa, es en sus propios
pensamientos. Todo hombre sensato
comprende que la perfeccin de un
instrumento mecnico depende en gran
parte de la perfeccin de las

herramientas con que se lo ha


confeccionado.
Ningn
carpintero
pretendera
obtener
una
tabla
perfectamente lisa despus de haberla
cepillado con una garlopa mellada.
Ningn
fabricante
de
motores
pretendera producir un buen equipo sin
la ayuda de los mejores tornos
disponibles. Ningn relojero tendra la
pretensin de armar un cronmetro
absolutamente exacto sin contar con las
herramientas ms delicadas y precisas
para ajustar los engranajes y tornillos.
Antes de fabricar un instrumento, todo
especialista piensa en las herramientas
con que habr de producirlo. Pero los

hombres reflexionan continuamente


sobre los problemas ms complejos y
que para ellos tienen vital importancia,
pretendiendo
obtener
soluciones
satisfactorias sin detenerse a pensar
siquiera en los recursos utilizables para
ello; su propia mente, la herramienta por
excelencia que habr de darles esas
soluciones. Este hecho bien merece la
pena aunque no sea ms que de una
cierta reflexin sistemtica.
He aqu algunos comentarios que
Ella Wheeler Wilcox hizo a este
respecto: El pensamiento humano est
todava tan desordenado y embrollado
como el lenguaje lo estaba antes de la

aparicin del alfabeto, la msica antes


del descubrimiento de la escala, la
imprenta antes de Gutenberg, o la
matemtica antes de que Pitgoras
formulara
sus
leyes,
La
sistematizacin
del
pensamiento,
agrega, implicara un progreso mayor
que todos los otros, porque hara por la
educacin, la sanidad, la economa, el
gobierno, etctera, lo que el alfabeto
hizo para el lenguaje, los tipos movibles
para la imprenta y la literatura, la escala
para la msica y las reglas aritmticas
para el clculo. Puesto que en su terreno
especfico es el equivalente exacto de
todos esos elementos, conseguira, como

ellos, poner orden en el caos.


Pienso que Ella Wheeler Wilcox
exageraba. Digamos al pasar que no
pretendo haber descubierto nada nuevo.
Pero la importancia del tema justifica la
enunciacin en los trminos ms
cientficos posibles.
Ruego al lector que no se asuste. La
ciencia no exige necesariamente tubos
de ensayo y telescopios. Hablo de la
ciencia en su acepcin ms amplia, que
es ni ms ni menos que la que la
presenta como simple conocimiento
organizado. Si queremos descubrir
reglas y mtodos de procedimiento,
tienen que emanar de alguna fuente,

deben asentarse sobre determinados


principios, y estos slo pueden
detectarse mediante la investigacin
atenta y sistemtica.
En verdad, se puede argir que se
piensa mejor cuando se desechan todas
las reglas, cuando no se presta
atencin al mtodo. Pero quien sustenta
semejante criterio se ve forzado a dar
razones, y apenas intenta hacerlo linda
peligrosamente
con
la
ciencia
respectiva. En sntesis, hasta la
elucidacin de este problema forma
parte de la ciencia del pensar.
Y cul ha de ser la naturaleza de
esta ciencia?

Para nuestros fines, las ciencias se


pueden dividir en dos categoras:
positivas y normativas. La ciencia
positiva investiga la naturaleza de las
cosas en su realidad, tal como son. Se
ocupa solo de cuestiones objetivas. La
fsica, la qumica, la sicologa, son
ciencias de esta ndole. La ciencia
normativa estudia las cosas tal como
deben ser. Segn lo indica su nombre,
procura fijar una norma o pauta a la que
debemos atenernos. Estudia los medios
idneos para conquistar los fines
deseados. La tica, la educacin, la
agronoma, son ciencias de esta clase.
Con excepcin de la tica, las

ciencias normativas reciben casi


siempre el nombre de artes o
ciencias aplicadas. Yo impugno
tcnica, pero vigorosamente, ambos
trminos. El de arte no sirve para
designar un cdigo de reglas
organizadas para la ejecucin de algo,
toda vez que por arte tambin se
entiende la ejecucin prctica de ese
algo. Y dicha ejecucin se puede
consumar, y se lo hace a menudo, sin
conocimiento alguno de las reglas que la
gobiernan. Es posible que un individuo
domine el arte de la natacin, o sea, que
sepa nadar, sin ninguna instruccin
previa, sin ningn conocimiento de la

forma en que debe colocar el cuerpo, los


brazos y las piernas: fenmeno este que
tambin puede darse en un perro.
Censuro asimismo el empleo de la
expresin ciencia aplicada porque a
mi juicio da a entender que la ciencia a
la cual se refiere descansa sobre una
sola ciencia positiva. Por lo que s, esto
no se da en ninguna de las presuntas
ciencias aplicadas. La higiene no
depende solo de la fisiologa, sino que
tiene que extraer algunas de sus reglas
de la qumica de los alimentos, as como
de las ciencias de la sanidad y la
ventilacin, que a su vez son normativas.
La agronoma se asienta no solo sobre la

biologa y la botnica, sino tambin en


la qumica y la meteorologa.
La ciencia del pensar ser, pues, si
existe, una ciencia normativa. Su
objetivo es descubrir aquellos mtodos
que nos ayuden a pensar constructiva y
correctamente.
Haremos una ltima distincin, para
terminar con los prolegmenos. Hay
otras dos ciencias con las cuales se
puede confundir la ciencia del pensar:
positiva una y normativa la otra.
La positiva es aquella rama de la
psicologa que se ocupa del raciocinio y
examina las bases de la certeza. Al
inquirir las reglas del pensar acudimos a

menudo a esta ciencia, pero no ser ella


la nica que utilizaremos ni tampoco
constituir el tema central de este libro.
La ciencia normativa con la cual
puede confundirse la ciencia del pensar
es la lgica. De hecho, en no pocas
oportunidades se ha definido a la lgica
como la ciencia del pensar. Para los
fines que aqu nos proponemos la lgica
forma en efecto parte de la ciencia del
pensar, pero no ser ella la parte que
encaremos principalmente. Su funcin
primordial es negativa: apartarnos del
error. La parte de la ciencia del pensar
que a nosotros nos interesa es la que
expone las reglas positivas que nos

ayuden a convertirnos en pensadores


creativos
Nuestra nave enfila hacia el puerto
de la Verdad. Nuestra mente es el motor,
la ciencia del pensar es la hlice y la
lgica, el timn. Sin nuestro motor, o sea
la mente, la hlice de la ciencia del
pensar, que trasforma eficazmente
nuestra energa mental en movimiento,
no servira para nada. Sin la hlice, que
suministra movimiento, el timn de la
lgica sera intil. Necesitamos de las
tres para llegar a destino.
Y ahora me veo precisado a pedir un
poco de paciencia. Los dos primeros
captulos dedicarn mucho espacio al

mtodo y los mtodos. Hablarn de la


clasificacin y de muchos otros temas
que fastidian al hombre comn o que,
por lo menos, no cautivan su inters.
Pero es necesario aclarar y fijar bien
esas cuestiones para que nuestro estudio
sea completo.

PENSAR CON MTODO


N las raras oportunidades en que
pensamos, casi todos lo hacemos
mal. Cuando tropezamos con una
dificultad
intelectual,
procuramos
libramos de ella mediante cualquier
recurso manejado a tientas. Hasta los
pocos que de vez en cuando pensamos
por el puro placer de pensar, lo hacemos
generalmente sin prestar atencin al
mtodo En verdad no tenemos a
menudo conciencia de que el mtodo
pudiera gobernar nuestro pensamiento.
Pero qu se entiende por mtodo?

Quiz lo mejor sea dar un ejemplo.


Por una razn u otra alguien concibe
la idea de que en nuestras escuelas y
universidades no se ensean las
asignaturas apropiadas. Se pregunta
cules deberan ser en realidad.
Reflexiona sobre lo intil de sus
conocimientos de griego y latn. Decide
que habra que eliminar esas disciplinas.
Piensa luego que si hubiera posedo
nociones de contabilidad le habra
resultado ms fcil desempearse en sus
negocios y llega a la conclusin de que
los programas deberan incluir esa
asignatura. Hace poco tiempo ha
recibido una carta de un amigo

universitario con algunos errores de


ortografa. Tiene la certeza de que esta
rama del conocimiento ha sido tambin
injustamente
descuidada.
O
le
impresiona la repercusin que tienen
entre los pobres algunas teoras errneas
acerca del dinero, y opina que todo el
mundo debera recibir clases intensivas
de economa y finanzas. Y as contina
discurriendo de unos temas a otros.
Comparemos
esta
forma
de
pensamiento, remitida al azar y
desprovista de rumbo, con la del
individuo metdico. Este encara la
misma situacin general que preocup al
primero, pero cambia los trminos del

problema. Empieza por preguntarse cul


es su objetivo. Descubre que lo que ms
le interesa es averiguar cul es el
conocimiento ms valioso, y no cules
son las asignaturas que deberan
ensearse en las escuelas. Se plantea el
problema categricamente en estos
ltimos trminos. Despus comprueba
que el problema cul es el
conocimiento ms valioso? implica
que lo que se desea en realidad no es
discriminar las materias valiosas de las
que no lo son, sino establecer el valor
relativo de ellas. Evidentemente, el
paso siguiente consistir en descubrir un
patrn que permita determinar el valor

relativo de las materias. Supongamos


que cree encontrarlo en la medida en
que el conocimiento de ellas contribuye
a hacer del ser humano un ente ms
completo. Pues bien, una vez tomada
esta decisin, pasa a clasificar por
orden de importancia las actividades en
que se manifiesta la existencia humana, y
luego clasifica las asignaturas desde el
punto de vista de la preparacin que
suministran para esas actividades[3].
Es superfluo aclarar que los
resultados que obtendr este pensador
metdico sern infinitamente ms
satisfactorios que los que habr
obtenido su colega desorganizado. En

consecuencia, pues, el mtodo es


esencial. Pero cmo aplicarlo en todos
los casos?
Hay infinidad de mtodos, y en
muchos casos el problema exige un
mtodo totalmente exclusivo, pero aqu
nos proponemos encarar solo aquellos
que tienen una aplicacin ms general.
Sin embargo, antes de ocuparnos de
los mtodos que sirven para pensar,
convendra que nos preguntramos qu
es el pensamiento. Como ya dijimos, el
trmino se emplea en forma imprecisa,
para designar una vasta gama de
procesos mentales. Estos se pueden
dividir
toscamente en memoria,

imaginacin y razonamiento. Solo nos


ocuparemos del ltimo. Admito que es
conveniente al desarrollo tanto de la
memoria como de la imaginacin. Pero
ni la una ni la otra forman parte del tema
de este libro. Por pensar entiendo yo
razonar.
Y lo que nos proponemos ahora es
investigar la naturaleza de este proceso.
Los siclogos modernos nos dicen
que todo razonamiento parte de la
perplejidad, la vacilacin, la duda. El
razonamiento emana siempre de un
deseo frustrado[4].
Es esencial que lo recordemos. La
concepcin que acabamos de enunciar

difiere de la comn ms de lo que a


primera vista parece. Si alguien lo
supiera todo, no pensara. Nada lo
intrigara jams, sus deseos jams se
sentiran frustrados, nunca dudara ni se
encontrara perplejo, no tendra
problemas. Si suponemos que Dios es
Omnisapiente, no cabe concebirlo como
Ser Pensante. El Pensamiento es
privilegio de los seres de inteligencia
finita.
Si quisiramos estudiar el origen y
la
evolucin
del
pensamiento,
descubriramos sin duda que el
pensamiento naci precisamente as: de
un deseo frustrado. Si nuestras vidas y

las de nuestros antepasados animales se


hubieran
deslizado
siempre
plcidamente, si todos los deseos se
hubieran visto satisfechos en seguida, si
en ninguna de las empresas se hubiera
tropezado
con
obstculos,
el
pensamiento jams habra aparecido
sobre nuestro planeta. Pero la
adversidad le dio origen.
Haga cosquillas a una rana en la pata
izquierda y su pata derecha se levantar
inmediatamente para rascarse. Es lo que
los siclogos llamaran un reflejo. No
interviene absolutamente ah ningn
pensamiento: la rana reaccionara del
mismo modo aunque le extirparan el

cerebro. Y si le hacen cosquillas en la


pata derecha es la izquierda la que se
alza para rascarse. Pero si le
cosquillean ambas patas a la vez no
puede levantarlas para frotar la una
contra la otra. Ello le resulta fsicamente
imposible. En ese momento surge para
ella una dificultad. La rana vacila y
piensa. Tras una ponderada deliberacin
resuelve el problema: deja quieta la pata
izquierda mientras la rasca con la
derecha y a continuacin mantiene quieta
la derecha mientras la rasca con la
izquierda.
No podemos pensar, pues, en
principios generales. Intentarlo es

como tratar de mascar gas hilarante. El


solo hecho de pensar exige la presencia
de un fin, por muy vago que sea. Sin
embargo, el pensamiento ms refinado
necesita de un fin concreto, y cuanto ms
lo sea, ms preciso ser tambin el
pensamiento. En consecuencia, cuando
queremos encauzar nuestro pensamiento
por un carril determinado, tenemos que
preguntarnos antes cul es nuestra
intencin o propsito, a fin de alcanzar
una visin clara de la ndole de nuestros
problemas.
Puede
parecer
absurdo
que
exhortemos a la gente a que se pregunten
cules son sus problemas. Pero ha sido

precisamente la confusin acerca de lo


que se desea saber la que ha
determinado que los individuos
incurrieran en error una y otra vez. La
historia de la interminable polmica
filosfica entre materialismo e
idealismo es en gran parte la historia
de los distintos criterios empleados para
enunciar el problema. El progreso
logrado se debe, sobre todo, a la mayor
precisin con que se lo ha enunciado.
Cuando se formulan las preguntas,
una de las causas de confusin ms
comunes es la incapacidad para
distinguir entre lo que es y lo que debe
ser. Frente al sufragio femenino el

hombre suele preguntarse: Cul es el


mbito propio de la mujer?, cuando en
verdad no quiere averiguar cul es
realmente el mbito propio de la mujer,
sino cul debe ser. El primer paso
consiste, pues, en plantearnos con
claridad nuestro problema o problemas,
y en enunciarlos con la mayor precisin
posible.
Problema
correctamente
enunciado suele ser problema casi
resuelto.
Lo que hagamos a continuacin
depender de la naturaleza del
problema. En el ejemplo: Qu
conocimiento es el ms valioso?,
pasamos a buscar una pauta de valor. Y

ello implic en realidad una nueva


formulacin de la pregunta. Pues, en vez
de planteamos; Qu conocimiento es
el ms valioso?, empezamos por
inquirir: Qu conocimiento nos
prepara mejor
para una vida
completa?.
El paso siguiente consistir en
ejecutar un trabajo de clasificacin. Es
este esencial no solo para el
razonamiento sistemtico, sino para toda
clase de pensamiento. La clasificacin
es el proceso en virtud del cual
agrupamos objetos tomando como punto
de referencia sus cualidades comunes.
Pero, como casi todos los objetos

poseen cualidades distintas y cualidades


comunes, no hay ninguna clasificacin
que sea absolutamente esencial para
un grupo cualquiera de objetos. Puesto
que cada objeto tiene una cantidad
infinita de atributos, se pueden
confeccionar infinitas clasificaciones,
que dependern de la caracterstica que
se adopte como criterio de clasificacin.
Asimismo, ningn atributo de un objeto
es ms autntico que otro. El que
elegimos depende exclusivamente de la
intencin que nos mueva o del problema
que queramos resolver. Como lo hizo
notar William James:
Mientras escribo, no puedo menos

de imaginar mi papel como una


superficie destinada a servir de base a
los trazos de mi pluma. Si no procediera
as, tendra que interrumpir el trabajo.
Pero si quisiera encender una fogata y
no dispusiese de otros materiales, lo
esencial sera considerar el papel como
un material combustible, sin prestar
atencin a ninguna de sus otras
aplicaciones posibles. Es en realidad
todo lo que es: un combustible, una
superficie para escribir, un material
delgado, un material compuesto por
hidratos de carbono, una cosa que mide
34 por 22 centmetros, algo que est
tantos metros al este de cierta piedra que

hay en el campo de mi vecino, un


producto de la industria norteamericana,
etctera, etctera, ad infinitum[5].
Y si el lector insistiera en que esas
cualidades
son
simplemente
accidentales y en que eso es
realmente papel y nada ms, nuestra
respuesta podra ser que el lector est
fosilizado desde el punto de vista
intelectual. Aunque papel sea la
designacin que le aplicamos con ms
frecuencia y ese nombre sugiera el uso
que le damos habitualmente, la
designacin, el uso y las propiedades
que el nombre sugiere no tienen por
cierto nada de sacramentales.

De modo que si ha clasificado usted


algo tomando como punto de referencia
un aspecto determinado, no imagine que
ello
excluye
necesariamente
la
posibilidad de clasificar el mismo
elemento tomando en cuenta otro aspecto
diferente. El hombre que estudia la
teora del dinero puede dividir el medio
de cambio en dinero comn y letras de
crdito. Pero este procedimiento no le
impedir considerarlo como metlico,
bonos del gobierno y billetes de banco,
ni clasificarlo, por ejemplo, en: 1)
dinero de circulacin corriente; 2)
rdenes manuscritas o impresas en
virtud de las cuales una parte se

compromete a pagar a otra determinadas


sumas, y 3) cuentas sin comprobantes[6].
Todas estas clasificaciones sern
correctas, y todas facilitarn una mejor
comprensin del tema. Naturalmente,
toda clasificacin debe ser lgica, pero
es mucho ms importante que sea til.
Y puesto que de la utilidad
hablamos, vale la pena sealar que este
mtodo pragmtico se puede aplicar
con provecho a casi todos nuestros
problemas positivos. Antes de empezar
a resolver un problema mientras
ponderamos, por ejemplo, la validez de
una hermosa distincin lgica,
debemos preguntarnos: Cul ser la

diferencia prctica si sustento una


opinin en vez de otra? Cmo influirn
mis convicciones sobre mis actos?
(utilizando la palabra actos en su sentido
ms amplio). Tal vez ello encamine ms
de una vez nuestras indagaciones por
carriles ms fructferos, que nos
disuadan de practicar discriminaciones
sutiles pero innecesarias, y nos impulse
a hacerlas all donde sean realmente
provechosas.
Ya estamos en condiciones de
examinar por orden una serie de
mtodos constructivos para pensar.
Un mtodo aplicable a casi todos los
problemas es el que denominamos

deductivo o apriorstico. Llega a la


formulacin de conclusiones sin
necesidad de recurrir a la observacin
ni a la experimentacin. Consiste en un
razonamiento que parte de la
experiencia anterior o de principios ya
consagrados y llega al esclarecimiento
de casos particulares. Sin embargo, se
lo puede emplear tanto para ratificar la
observacin y experimentacin como
para remplazaras. Tomemos los
interrogantes fundamentales de la
biologa acerca de si los vstagos
heredan o no las caractersticas
especficas que un animal ha adquirido
durante su ciclo vital. El mtodo

apriorstico es el que examina las


estructuras del cuerpo, el plasma
germinal del que nacen los vstagos y la
relacin entre aquellas y este, despus
de lo cual se pregunta cmo una
modificacin del cuerpo podra influir
sobre dicho plasma. Si se descubriera
que los tejidos destinados a preservar la
raza estaban desvinculados de las
estructuras somticas hasta el punto de
que no fuera posible concebir cmo un
cambio registrado en estas podra influir
sobre
aquellos,
dicho
mtodo
dictaminara que las caractersticas
adquiridas no se trasmiten.
He aqu otro ejemplo. Tanto los

partidarios como los adversarios del


sufragio femenino han resuelto a menudo
el problema sin prestar ninguna atencin
a los resultados prcticos ya obtenidos
en los estados donde las mujeres votan.
Han llegado a las conclusiones de su
preferencia fundndose exclusivamente
en razones apriorsticas. Han cotejado
las presuntas cualidades intelectuales de
la mujer con las del hombre, y han
resuelto de su idoneidad o no para votar
a la sola luz de esas consideraciones.
Sin embargo, tenemos que recordar que
antes de que se concediese a las mujeres
en algn lugar el derecho al sufragio, el
razonamiento deductivo o apriorstico

era el nico posible.


A menudo es conveniente enfocar un
problema desde el punto de vista de
varias ciencias a la vez. Es muy
probable que un problema que
corresponde a la ciencia poltica
presente tambin un aspecto econmico,
ya concierna a los impuestos fiscales,
los aranceles, los monopolios o la
propiedad de la tierra, y por tanto
podamos encararlo solo desde el punto
de vista de la economa. Pero el
problema tambin puede ofrecer un
aspecto tico. Si se postulara la
promulgacin de una ley universal
contra el consumo de alcohol, cabra

preguntarse: El gobierno tiene


derecho a coartar as la libertad
personal?. Podramos aplicar tambin
un criterio sicolgico. Fundndonos en
nuestro conocimiento de la naturaleza
humana, decidiramos cul sera
exactamente el resultado de una ley que
prohibiera el alcohol: no impulsara tal
vez a los hombres hacia drogas an ms
peligrosas, como la morfina y el opio?
Y ahora nos encontramos con una
multitud de mtodos tiles, todos los
cuales se pueden calificar de
comparativos. El mtodo comparativo
es tan antiguo como el pensamiento
mismo, pero llama la atencin que los

cientficos no empezaran a utilizarlo


consciente y consecuentemente casi
hasta esta generacin. No hay un
ejemplo mejor de ello que el que
encontramos en la sicologa moderna. La
mayor parte de las llamadas ramas de la
sicologa no son ms que distintas
formas de aplicacin del mtodo
comparativo de estudio. La sicologa
anormal es una mera comparacin entre
los tipos mentales anormales y los
normales destinada a extraer la
informacin que los unos suministran
acerca de los otros. El estudio de la
infancia implica un cotejo entre la
mente del nio y la del adulto. La

sicologa animal compara entre s, y


con los del hombre, los actos que
ejecutan los animales. Ninguno de estos
mtodos sirve absolutamente de nada
como no sea en la medida en que
recurren a las comparaciones.
En la consideracin de los
problemas se utiliza conscientemente a
menudo
el
denominado
mtodo
histrico. Este mtodo, como su nombre
lo indica, se vale de los antecedentes
del objeto estudiado para conocerlo
mejor. Sin embargo, la palabra historia
se utiliza casi siempre en un sentido muy
restringido, que la circunscribe a la
historia de las naciones, y a menudo

solo a la historia poltica de ellas, por


lo cual, a fin de evitar confusiones, es
preferible designar este mtodo con el
calificativo de evolucionista. En
definitiva el mtodo es comparativo, ya
que en realidad coteja al ser consigo
mismo en dos fases distintas de su
desarrollo.
Tomemos nuestro ejemplo de la
ciencia poltica. El mtodo histrico se
ha empleado tan profusamente en
Estados Unidos, en su acepcin popular,
aun con exclusin de otros mtodos, que
parecera innecesario exponerlo. Pero a
menudo se lo ha criticado y muchas
veces no se le ha prestado suficiente

atencin. Rastrea el desarrollo de una


institucin, o de una idea por ejemplo,
la libertad personal a lo largo de
perodos sucesivos. Observa cul ha
sido el rumbo y pronostica la probable
orientacin futura. Pero la sociologa
evolucionista suministra un panorama
mucho ms amplio que el que extraemos
del mtodo histrico estrictamente
concebido. Esta sociologa explora el
origen de la sociedad y de los diversos
oficios, industrias, profesiones y
empresas de toda ndole, para lo cual
nos remontamos hasta la prehistoria.
El mtodo evolucionista adquiere
singular relieve en el campo de la

biologa. Desde que se promulg la gran


teora de Darwin, esta ciencia ha
avanzado a pasos de gigante. La
comparacin entre el hombre y los
animales realizada a la luz de dicha
hiptesis
ha
rendido
inmensos
beneficios: incluso ha ayudado al
estudio del desarrollo del hombre
individual. El descubrimiento del hecho
de la evolucin constituy un progreso
incalculable,
pero
mucho ms
importante todava ha sido el mtodo de
estudio que suministr.
He mencionado la comparacin del
hombre con los animales a la luz de
dicha hiptesis [evolucionista]. Es una

consideracin que habremos de tener


presente en casi todas nuestras
observaciones. Muchas veces nos
exhortan a observar. Presumiblemente
quieren decir que lo hagamos en
funcin de principios generales. Este
consejo es casi tan tonto como una
invitacin a pensar en funcin de
principios generales. Imagine por un
momento lo que ocurrira si empezara
usted a observar desde ahora mismo
todo lo que pudiera. Tendra que
empezar por este mismo libro, fijndose
en el cuerpo de la tipografa, la anchura
del margen, la calidad del papel, las
dimensiones de la pgina, la cantidad de

pginas. Pero esos detalles no agotaran


ni remotamente las propiedades del
libro. Habra de observar que tambin
es combustible, que es destructible, que
ha sido fabricado a mquina, que es de
impresin nacional, que cuesta tanto o
cuanto, que pesa tantos gramos, que es
estrecho, que es rectangular, que su
grosor es tal
El desatino es evidente. Si
empezramos a observar, simplemente,
sin un propsito definido, podramos
seguir hacindolo hasta la eternidad. Sin
llegar a ninguna parte. Nueve de cada
diez observaciones jams tendran
aplicacin
prctica.
Estaramos

perdiendo lastimosamente el tiempo.


Para observar con ms provecho, as
como para pensar con ms eficiencia,
debemos tener un propsito definido.
Ese propsito debe ser el de verificar la
exactitud de una hiptesis. Un ejemplo
concreto nos servir para aclarar esta
idea.
Un nufrago desembarca en una isla
y cree estar solo. Un da, mientras
camina por la playa, descubre pisadas.
Cmo llegaron all? Lo primero que
piensa es que son las suyas propias.
Recuerda, sin embargo, que hace ms de
una semana que no pasa por aquel lugar
y que la tormenta del da anterior habra

borrado cualquier huella. Confirma esta


observacin cuando marca su propia
pisada: la compara con las que ha
descubierto y comprueba que son muy
diferentes. Puesto que las pisadas no son
las suyas, cmo lleg all el hombre al
que corresponden? Lo primero que
imagina es que lleg en un bote.
Descarta la idea de un bote pequeo
porque la isla est a gran distancia de la
tierra firme. En consecuencia el hombre
tiene que haber llegado en un barco
grande. Pero las pisadas llevan a una
franja de arena hmeda y la marea est
bajando. En tal caso deben de ser muy
frescas: no pueden remontarse a ms de

media hora antes. Por tanto, el hombre


que las marc no ha tenido tiempo para
regresar al barco y navegar hasta
perderse de vista. Si lleg en una nave
esta tiene que estar an a la vista. El
descubridor de las pisadas trepa a un
rbol desde el cual alcanza a ver el mar
que circunda todo el permetro de la
isla. No ve ningn barco. Desecha
entonces la hiptesis de que el
desconocido hubiese llegado en barco.
Despus se le ocurre la idea de que el
desconocido pudo haber estado en la
isla durante todo aquel tiempo, a pesar
de que l crea estar solo. Verifica esta
idea como verific las anteriores

El ejemplo sintetiza a grandes rasgos


el proceso general de todo pensamiento,
y pone de relieve la motivacin e
importancia
de
la
observacin.
Analicmoslo.
En la primera fase aparece un
sentimiento de perplejidad, surge un
problema. El hombre ha estado
divagando, pensando, en ese sentido
lato a que antes nos hemos referido.
Quiz ha dado con el pie a varias
piedras que habran interesado a un
gelogo y ha arrancado ramas de
arbustos que habran intrigado a un
botnico. Pero la curiosidad de este
individuo no se despierta hasta el

momento en que descubre las pisadas.


Su pensamiento se activa a impulsos de
la perplejidad. Una vez surgida la duda,
se le ocurre la solucin ms obvia: mis
propias pisadas. Pero en el caso de ser
cierta, esta hiptesis implicara la
coexistencia de otros hechos, algunos de
los cuales son obvios y otros
determinables. Por tanto, si esas fueran
sus
propias
pisadas,
resultara
necesariamente que: 1) l debera haber
estado antes all; 2) en el nterin no
debera haber ocurrido nada capaz de
borrar las huellas, y 3) las huellas
deberan ser idnticas a las suyas
propias. La primera consecuencia

necesaria, a saber, que l debera haber


estado antes all, se confirma, pero las
otras no, y por tanto queda descartada la
hiptesis. A continuacin aflora una
segunda hiptesis: el hombre lleg en
barco, y la verificacin sigue el mismo
proceso. Ntese que en cada caso las
consecuencias que se siguen de la
posible autenticidad del hecho se
verifican mediante: 1) la memoria y 2)
la observacin o la experimentacin. La
memoria se manifiesta cuando piensa en
la ltima vez que pas por aquella playa
y en la tormenta del da anterior. La
observacin interviene cuando compara
su pisada con las descubiertas, cuando

sigue las huellas por la arena y descubre


a dnde conducen y cuando trepa por fin
al rbol y otea el horizonte en busca del
barco. Podra haber observado muchos
otros detalles: la textura de la arena, la
naturaleza del rbol al que trepaba, el
tipo de nubes que haba en el cielo. Pero
no prest atencin a ninguno de aquellos
detalles, interesantes sin duda, porque
no hubiesen arrojado luz alguna sobre la
veracidad o falsedad de su presuncin.
Algunos de aquellos aspectos podran
haber sido tiles para la elucidacin de
otros problemas.
Casi se puede resumir todo el
proceso del pensar diciendo que

consiste en la aparicin de sugerencias


encaminadas a resolver dificultades y en
la verificacin de ellas. Las sugerencias
o hiptesis se verifican mediante la
observacin, la memoria y la
experimentacin. La hiptesis y la
observacin se alternan. Los primeros
elementos observados en este caso las
pisadas plantean el problema y
sugieren la hiptesis. Una hiptesis es la
de que el hombre lleg en barco. Si el
hombre hubiera llegado en barco, la
situacin sera tal o cual: el barco an
estara a la vista, etctera. Si el barco no
est a la vista, se desecha la hiptesis y
se formula otra; si el barco est a la

vista, la hiptesis se confirma. Este es


un caso de pensamiento simple y
rudimentario, pero ilustra a grandes
rasgos cul es el proceso intelectual que
esclarece
los
ms
complicados
problemas cientficos. Los mtodos que
hemos expuesto se pueden catalogar
sencillamente, en su totalidad, como
medios apropiados para ayudarnos a
concebir buenas hiptesis.
Utilizaremos a modo de ejemplo
unos pocos mtodos de aplicacin
bastante
restringida.
A menudo
facilitamos la elucidacin de un
problema encarando el problema
contrario. Si nos preguntamos: Cules

son los componentes del donaire?, es


posible que nos encontremos escasos de
ideas, porque el donaire parece siempre
muy natural. Pero si nos preguntamos:
Cules son los componentes de la
torpeza?, es ms fcil que se nos
ocurran algunas ideas. Si descubrimos,
por ejemplo, que es torpe el que ejecuta
un esfuerzo fsico exagerado para
realizar un movimiento, podemos
presumir que el donaire se manifiesta en
la agilidad de los movimientos.
Asimismo, la elucidacin de lo que
facilita el recuerdo puede ayudarnos a
resolver el enigma del olvido, y el
estudio de las causas del fracaso en los

negocios y la vida puede arrojar luz


sobre las causas del xito.
El mtodo analgico tambin
estimula la aparicin de sugerencias.
Empleamos este mtodo cuando al
observar cierta semejanza entre los
seres suponemos que estos tambin
tienen otras propiedades comunes. En
una oportunidad se hizo una interesante
aplicacin de la analoga en relacin
con el planeta Marte. En cada uno de sus
polos se descubrieron grandes manchas
blancas. La dimensin de ellas variaba
notablemente con las estaciones, lo cual
sugiri que Marte, como la Tierra, tena
en sus polos grandes casquetes de hielo

y nieve que se derretan y volvan a


formarse. La superficie general era
rojiza, pero las tres octavas partes de
ella parecan estar cubiertas por
manchas azul-verdosas, y algunos
cientficos dedujeron que eran mares. A
su vez aquellos presuntos mares
parecan hallarse intercomunicados por
un intrincado sistema de lneas azulverdosas, y algunos cientficos de hace
70 aos proclamaron que se trataba de
canales artificiales, aunque suscitando
con ello grandes polmicas.
Marte nos sirve de ejemplo para
estudiar las posibilidades y los peligros
de la analoga. Tal como lo demostraron

las fotografas tomadas por los dos


Mariner lanzados en 1969, siempre se
debe recurrir, dentro de lo que el
progreso tcnico y las posibilidades
econmicas lo permiten, a la
experimentacin y la observacin. La
magnitud de esas experimentaciones y
observaciones
reducir
proporcionalmente el mbito dentro del
cual la analoga y las formas similares
de inferencia son necesarias o estn
justificadas.
Hasta ahora, a lo largo de toda la
exposicin
acerca
del
mtodo
constructivo, he dejado de mencionar
los dos recursos ms comunes y tiles.

Al primero podemos designarlo con la


denominacin un poco rimbombante:
observacin
emprica.
Emprico
significa, por lo menos para los fines de
este trabajo, lo que es simplemente fruto
o resultado de la experiencia. Pero por
lo comn el trmino se contrapone a
cientfico. Dewey da un ejemplo: A
dice: Es probable que maana llueva.
B pregunta: Qu es lo que te hace
pensar as?. Y A responde: El cielo
estaba encapotado cuando se puso el
sol. Cuando B pregunta: Qu relacin
tiene lo uno con lo otro?. A contesta:
No lo s, pero despus de un
crepsculo as casi siempre llueve. No

capta ninguna relacin entre el aspecto


del cielo y la proximidad de la lluvia;
no tiene conciencia de que exista nexo
alguno entre tales hechos una ley o
principio, como solemos decir. Es
sencillamente que a causa de la
frecuente y reiterada yuxtaposicin de
esos hechos ha terminado por asociarlos
de tal modo, que cuando ve el uno
piensa en el otro[7].
Sin embargo, no es a eso a lo que me
refiero cuando hablo de observacin
emprica. Me refiero a la tendencia a
pensar exclusivamente sobre la base de
los hechos que se registran en el curso
natural de los acontecimientos, y que ni

nosotros ni nadie hemos intentado nunca


producir sistemticamente con la
intencin de esclarecer el problema.
Generalmente los lgicos designan este
mtodo con el solo nombre de
observacin, y lo contraponen al de
experimentacin. Pero yo no soy
partidario de hablar de observacin a
secas ya que la experimentacin en s es
tambin una observacin, con la nica
diferencia de que en la una nos
limitamos a observar los hechos que se
producen por s mismos, al paso que en
la otra observamos los resultados de
acontecimientos que nosotros hemos
provocado. La forma correcta de

denominar esos dos mtodos consistira


en designar a uno con el nombre de
observacin emprica y al otro con el
de observacin experimental.
El mtodo emprico caso de que
se justifique que lo llamemos mtodo
es el ms comn en todos los procesos
intelectuales. Dar ejemplos equivaldra
a mostrar cmo piensan en general los
seres humanos. Pero el mtodo tiene
verdaderos mritos, e incluso es posible
que sea el ms importante de todos, pues
si pensramos sin su ayuda nuestras
ideas seran ciertamente muy originales,
pero
tambin
muy
peligrosas.
Apliqumoslo a algunos de los

problemas que encaramos al aplicar los


otros mtodos.
Se recurre a la observacin emprica
cuando es imposible experimentar, y por
desgracia tambin se la emplea a
menudo cuando la experimentacin
resulta sencillamente incmoda. En el
mbito de la ciencia poltica el mtodo
emprico se reducira a la observacin
de los efectos de ciertas leyes por
ejemplo, de los aranceles de distintos
pases y del mismo pas en distintas
pocas y a la indagacin de las
condiciones econmicas que imperan
durante la vigencia de los diversos
aranceles. Se dejara margen para la

presencia de otros factores capaces de


influir sobre la condicin econmica del
pas y se inferira luego el efecto del
arancel.
En el campo de la meteorologa,
ciencia que se ocupa del estado del
tiempo, el mtodo emprico se
compendiara en el estudio de las
formaciones de nubes, la velocidad del
viento, la humedad ambiente, la
temperatura, etctera, y registrara la
correlacin habitual o constante entre el
estado atmosfrico y algunas de dichas
condiciones. Ello permitira sacar
conclusiones
acerca
del
tiempo
presumible a partir de condiciones

anlogas.
Pero si bien la observacin emprica
es valiosa y debe emplersela a menudo,
no se la debe utilizar jams cuando
existe la posibilidad de experimentar.
Cuando se aplica correctamente el
mtodo emprico, siempre hay que dejar
cierto margen para factores imprevistos.
Pero ese margen depende siempre de
meras
conjeturas. El
mtodo
experimental no deja margen para
ciertos factores, sino que los elimina.
En el ejemplo que hemos tomado de la
ciencia poltica la experimentacin es
casi imposible porque los factores
capaces de influir sobre las condiciones

econmicas son incontables, y aunque


fueran pocos, ningn pas podra
sobrevivir a los peligros de la
experimentacin y menos an a los de
permitirla. La experimentacin era, o
pareca ser hasta hace poco, igualmente
imposible en lo referente al estudio
directo
de
las
condiciones
meteorolgicas. Parece viable solo en
pequea escala en el mbito de la
astronoma.
Pero se podra aplicar muy
fcilmente a casi todos los problemas.
Supongamos que usted tuviera a
disposicin dos mtodos concebidos
para ensear una determinada asignatura

y quisiese averiguar, con toda certeza,


cul de ellos era el mejor. Suponemos
tambin por ahora que dispone de
tiempo y de fondos ilimitados para
llevar a cabo el experimento. Alguien
podra decir que la duda se resolvera
mediante el sencillo recurso de utilizar
un mtodo para educar a un alumno y
otro para educar a otro, y que para
evaluar las ventajas respectivas bastara
con observar los adelantos de cada uno
de los presuntos educandos. Sin
embargo, esa prueba sera prcticamente
intil. Un alumno podra ser ms
inteligente que el otro, y por tanto
aprendera con ms rapidez aunque el

mtodo fuera peor.


Para que el experimento rinda algn
provecho empezaremos por formar dos
grupos de alumnos, y cuanto ms
numerosos sean esos grupos, mejor nos
servirn. Es evidente que si tomamos un
contingente numeroso y lo dividimos en
dos grupos, lo probable ser que las
diferencias individuales se compensen
entre s. Supongamos que se trata de una
asignatura en la cual se puede medir
cuantitativamente el progreso, por
ejemplo mecanografa, y que hay
cincuenta alumnos en cada grupo. Si tras
un lapso dado todos los alumnos de un
grupo escribieran ms velozmente y con

menos errores que todos los del otro, la


prueba sera casi concluyente. El
resultado sera an ms decisivo si los
grupos estuvieran razonablemente bien
equilibrados. Pues si todos los
integrantes de un grupo fueran adultos y
todos los del otro, nios, quiz los
adultos progresaran con ms rapidez que
los nios, aunque el sistema utilizado
con ellos fuera menos eficiente. Pero es
bastante fcil dividir las clases y los
grupos de modo que haya un equilibrio
razonable de inteligencia y habilidad
entre ambas partes. Lo ms probable es
que en ninguno de los cursos la totalidad
de los alumnos haga ms progresos que

la del otro, aunque acaso se compruebe


que la gran mayora de los integrantes de
un grupo progresa ms aceleradamente
que sus compaeros del otro, y
probablemente ello bastara para indicar
la superioridad de uno de los mtodos,
aunque uno o dos alumnos del otro grupo
hubieran progresado ms de prisa que
alguno o algunos de los del primero.
Digo
probablemente
porque
todava quedan muchos factores
aleatorios capaces de influir sobre el
resultado. Por ejemplo, si cada grupo
tuviera un maestro distinto, uno de ellos
podra adelantar a causa del maestro y
no del mtodo. Esto significa que ambos

grupos deberan tener un mismo maestro,


o que habra necesidad de aumentar el
nmero de grupos y de maestros y hacer
que la mitad de los maestros emplearan
un mtodo con la mitad de los grupos y
la otra mitad el otro. Claro est que
tambin en este caso, cuanto mayor fuera
la cantidad de maestros y de grupos,
mejor sera. Aun entonces cabra
alimentar algunas dudas razonables
acerca de la validez del experimento, ya
que uno de los mtodos podra estar
orientado a estimular un mayor progreso
en seguida, al paso que el otro dara
mejores resultados a la larga, lo cual
solo se podra determinar si se

prolongara el experimento durante


mucho tiempo.
Y ni siquiera as se eliminaran los
factores aleatorios, pues las mquinas
que utiliza uno de los grupos para
aprender a mecanografiar podran ser
superiores a las que emplea el otro. Este
factor debera eliminarse utilizando los
mismos medios que se aplicaron en los
casos anteriores.
Thomson y Tait
resumieron
correctamente el mtodo experimental
en su Natural Philosophy:
Cuando se desea estudiar un agente
o causa particular, los experimentos
deben organizarse dentro de lo posible

de modo que sus resultados dependan


exclusivamente de dicho agente o causa;
o, si ello no es posible, se los debe
organizar de tal modo que los efectos
debidos a la causa que se estudia
superen a las concomitancias inevitables
al extremo de que el observador pueda
interpretar que ellas no hacen ms que
perturbar los efectos del agente
principal,
sin
modificarlos
esencialmente.
En todos los experimentos hay que
aguzar el ingenio para descubrir y
eliminar aquellas causas que, siendo
ajenas a la que se estudia, puedan influir
sobre el resultado. El lector se

beneficiar considerablemente si se
pregunta cmo resolvera un problema
dado, por ejemplo el de la trasmisin
gentica
de
las
caractersticas
adquiridas, mediante la aplicacin del
mtodo experimental en su forma ms
completa.
He citado ya suficientes mtodos, o
por lo menos he indicado lo que se
entiende por pensar con mtodo.
Naturalmente, es posible que haya que
modificar hasta cierto punto cada uno de
ellos a fin de acomodarlos a diferentes
problemas. Repito: hay incontables
mtodos, y algunos problemas exigirn
la aplicacin de mtodos exclusivos.

Pero lo importante es que cada


problema se debe encarar con la mayor
cantidad
posible
de
mtodos.
Seguramente ha empleado usted en uno u
otro momento, en el curso de su proceso
intelectual, casi todos los mtodos que
he sugerido hasta ahora. Pero de lo que
se trata no es de que los haya utilizado
alguna vez o de que no lo haya hecho
nunca, sino de que no lo hizo con
bastante frecuencia. Usted ignoraba cul
era el mtodo que empleaba. Por tanto,
solo lo aplicaba al azar. Lo usaba solo
cuando daba con l por casualidad.
Enunciar mtodos implica fijar sobre
ellos la atencin del lector a fin de que

los emplee exhaustiva, correcta y


consecuentemente.
Hemos encarado la ciencia poltica
desde casi todos sus ngulos. Hemos
aplicado ms de un mtodo a varios
otros problemas. Para clarificar,
ejemplificar y destacar an ms este
punto, mostrar cmo se aplica el
mtodo a otros contextos.
Supongamos que usted quiere
inventar un sistema de taquigrafa y
pretenda que sea lo ms perfecto
posible. Cmo encarar el trabajo?
El primer paso consistir en
replantear el problema en las
condiciones ms provechosas. Usted

desea crear ciertos caracteres o


smbolos que: 1) se puedan escribir en
el menor lapso posible; 2) sean fciles
de reconocer para usted u otras
personas, aunque se los haya trazado al
descuido, y 3) no sean tantos ni tan
complejos
que
resulte
difcil
aprenderlos. Quiz resuelva que dichos
smbolos deben reunir otros requisitos
ms. A continuacin habr de
seleccionar los mtodos que utilizar
para resolver el problema. Supongamos
que ha optado ya y que el primero de
dichos mtodos es el apriorstico. Quiz
llegue a la conclusin de que es
imposible contar con un smbolo

particular para cada palabra y que es


necesario disponer de algn tipo de
alfabeto. Este alfabeto se fundar en el
que se usa para la escritura comn? O
sea, habr de limitarse a remplazar
cada letra por otro smbolo ms
sencillo? O acaso cada sonido debe
estar representado por un smbolo
diferente? Podra contar con un
smbolo elemental distinto para cada
slaba? Una vez elegida la base sobre la
cual se asentarn sus smbolos o
caracteres, sabr por lo menos
aproximadamente cuntos necesitar.
Entonces el problema consistir en crear
los caracteres ms sencillos que pueda

imaginar, a fin de que la escritura sea


muy veloz, conservando al mismo
tiempo la mayor diferencia posible entre
ellos a fin de que, si alguien los traza al
descuido (como ocurrir en un dictado
rpido) sean tambin fciles de
reconocer. Podra usted hacer la prueba
de escribir todos los smbolos ms
sencillos que se le ocurran. O podra
preguntarse si hay tal vez alguna figura
geomtrica fundamental de la que
puedan derivar los smbolos. O cabra
tambin estudiar los movimientos ms
sencillos y fciles de la mano y fundar
en ellos sus caracteres.
Este mtodo apriorstico es ideal

para
estimular
el
verdadero
pensamiento. Por tanto, se lo debe
emplear con preferencia a cualquier
otro. No solo es el mejor para inducir a
pensar profundamente, sino que no hay
otro que rena tantas probabilidades de
obligar a pensar originalmente. Sin
embargo, ya sea que este mtodo
culmine en el xito o el fracaso, habr
de completrselo a continuacin con
otros.
Entre los ms fructferos de esos
otros mtodos cabe sealar el
evolucionista.
Este,
naturalmente,
abarcara el estudio de la historia de la
taquigrafa, la bsqueda de la direccin

en que se ha orientado dicha tcnica, y


por tanto la anticipacin relativa de su
evolucin futura. Puesto que este mtodo
es comparativo, habra que pasar
lgicamente de su aplicacin al cotejo
entre los sistemas actuales de taquigrafa
y a la evaluacin de las ventajas y los
inconvenientes de cada uno de ellos. A
fin de realizar este estudio deber contar
necesariamente
con
algunos
conocimientos acerca de la teora de la
taquigrafa, y en este sentido le resultar
til su experiencia con el mtodo
deductivo o apriorstico.
Aqu est implcito un mtodo cuya
naturaleza difiere de la de todos los que

hemos estudiado hasta ahora, pero que


presta inmensos servicios. Al pasar del
mtodo deductivo al estudio de los
sistemas de taquigrafa que han ideado
otros, tendr usted oportunidad de
comparar los resultados de su propia
reflexin con los que obtuvieron los
dems. Si no ha conseguido resolver el
problema tan bien como lo hicieron
otros, ser hora de que se pregunte
dnde y por qu fallaron sus propios
razonamientos y su inteligencia. Si
aplica este mtodo a todos los
problemas, o sea, si piensa por s mismo
antes de indagar lo que han pensado
otros,
no
tardar
en
agilizar

asombrosamente
sus
procesos
intelectuales. Este mtodo es aplicable a
cualquier problema, desde la invencin
de una mquina de sumar hasta la
investigacin del motivo por el cual el
plomero incluy esa partida de 23,46
dlares en su factura.
Pero volvamos a la taquigrafa.
Todava nos quedan el mtodo emprico
y el experimental. En este caso
particular la diferencia entre ambos solo
sera de grados. Podramos averiguar,
por ejemplo, qu sistemas emplearon los
taqugrafos ms veloces, pero ello no
bastara para sacar una conclusin
definitiva ya que tendramos que contar

con la aptitud natural y el lapso de


capacitacin de aquellos taqugrafos. A
menudo es difcil decidir, con la sola
ayuda de la observacin visual, cul de
los rasgos o caracteres se puede escribir
con mayor rapidez. Solo se los puede
comprobar escribindolos centenares de
veces y determinando el tiempo
necesario para escribir una misma
cantidad de rasgos diferentes. Claro est
que este experimento puede ampliarse
hasta el infinito.
Hasta aqu, a lo largo de mi
disertacin sobre el mtodo, me he
acercado peligrosamente a veces a la
formulacin
de
una
hiptesis

equivocada. He discurrido como si el


individuo que estudia la ciencia poltica,
la taquigrafa o cualquier otro asunto
tuviera que enfrentar un solo problema.
En la prctica tiene que habrselas con
una multitud de ellos. No hay modo de
determinar cuntos son, porque ningn
problema digno de tal nombre es una
unidad indivisible, sino que siempre es
fraccionable en problemas menores.
Toda la ciencia de la esttica va
implcita en la sencilla pregunta: Qu
es la belleza?, la ciencia de la tica
consiste en explicar simplemente:
Cul es la buena conducta?, y la
metafsica se puede reducir al problema:

Qu es la realidad?. Pero cuando


encaramos
cualquiera
de
esos
interrogantes
lo
fragmentamos
instintivamente en problemas menores y
ms concretos, facilitando as su
consideracin, a la manera como un
general trata de dividir las fuerzas
enemigas a fin de poder aniquilarlas de
una en una. Sucede a menudo, en efecto,
que la sola divisin de un problema muy
intrincado en problemas menores
suministra su solucin, porque al fin
desembocamos en un problema que
prcticamente se resuelve a s mismo y
que,
segn
descubrimos,
est
comprendido en un problema ms

genrico cuya solucin ya conocemos, o


constituye una forma particular de l.
Un individuo se plantea la pregunta:
Cul es la propia esfera de accin del
gobierno?. Quizs empieza por analizar
ciertas actividades especficas diversas
que presuntamente podran entrar en la
esfera de interferencia gubernamental.
Se pregunta, por ejemplo: El gobierno
debe inmiscuirse en la libertad de
contratacin?. Obsrvese que en este
caso ha circunscripto temporalmente el
problema: ha optado por fraccionarlo a
fin de resolverlo por partes. Pero, aun
cuando encare ese problema menor,
probablemente tendr que subdividirlo,

y entonces tomar un ejemplo


especfico. Supongamos que un hombre
trabaja a tanto la hora, y que en nueve
horas de trabajo diario gana la suma
mnima que necesita para sustentarse y
mantener a su familia. Sera prudente
reducir la jomada de trabajo legal de
ese hombre a ocho horas? La pregunta se
contesta casi por s sola y no hay
necesidad
de
subdividirla.
Naturalmente, la respuesta a ella no
determina la respuesta a la pregunta
primitiva, porque an quedan otros
aspectos que considerar.
A la verdad, el xito de nuestro
pensamiento depender en gran parte de

la forma como dividamos los grandes


problemas en problemas subalternos, as
como de la ndole exacta de esos
problemas menores. Este proceso
depender a su vez, hasta cierto punto,
de nuestra propia sagacidad natural, y en
parte tambin del azar. Es imposible
fijar reglas estrictas. Solo cabe
aconsejar que cuando un pensador
desintegre y fraccione un problema, lo
haga con la vista fija en la utilidad y
solidez del proceso.
En un ensayo sobre Jeremy Bentham,
John Stuart Mill destac que el secreto
del vigor y la originalidad intelectual de
aquel estribaba en su mtodo, que

podemos describir sucintamente como


el mtodo del detalle, del estudio de las
totalidades mediante su divisin en
partes, del estudio de las abstracciones
mediante su trasformacin en objetos
tangibles del estudio de las clases y
generalidades mediante descomposicin
de ellas en los individuos que las
integran, y como el mtodo en virtud del
cual se fragmenta cada problema en las
piezas que lo integran antes de encarar
su resolucin. Bentham no fue el
inventor absoluto del mtodo, pero
cualquiera que fuese la originalidad de
l, as como de los temas a los cuales lo
aplicaba y la de la rigidez con que lo

haca, resultaba siempre el ms eficaz


posible.
El pensador sistemtico presta
atencin a la forma en que organiza sus
dificultades. Sabe que lo imprescindible
es encarar determinados problemas
antes que otros, y se ahorra desvelos y a
veces errores encarndolos en ese
orden. Antes de inquirir cmo debe
curar el gobierno una lacra social dada,
se pregunta si el Estado tiene el deber, o
hasta el derecho, de ocuparse de ella. En
otras palabras, antes de preguntarse lo
que debe hacer el Estado en un caso
particular, estudia cul es la correcta
esfera de accin del gobierno. Hay que

admitir que muchas veces es imposible


responder a la pregunta previa hasta
despus de encontrada la solucin del
problema. En el caso anterior, por
ejemplo, sera difcil determinar cul es
la correcta esfera de accin del
gobierno recurriendo a un mtodo que
no fuera aquel que analiza los casos
particulares en que la interferencia
estatal se sugiere por s sola.
Ciertamente, la nica forma de
descubrir la mayor parte de los
problemas implcitos en otro de mayor
amplitud, es reflexionar profundamente
al respecto. Marcha usted por el camino
con su amigo el botnico y se detiene l

a recoger lo que parece ser una flor


silvestre. Hum murmura, cmo
habr llegado esta planta a esta
regin?. Aquello no constituye un
problema para usted, ya que ignora la
razn por la cual aquella flor particular
no debera estar all y la gente da por
sobrentendido todo lo que ignora. El
conocimiento es el que plantea
problemas, y el descubrimiento mismo
de
problemas
implica
progreso
intelectual.
Cada vez que usted explore un tema,
tome nota de todos los problemas,
dificultades y objeciones que se le
ocurran. Cuando llegue a lo que desde

su punto de vista es una solucin


completa, verifique si en efecto aclara o
no todas sus dudas.
He dicho que el mtodo es
imprescindible
para
pensar
correctamente. He suministrado reglas y
puesto ejemplos de pensamiento
metdico. Pero no quiero crear una falsa
impresin. Si un individuo no cuenta con
los elementos interiores necesarios para
resultar un buen pensador, ser intil
que se equipe con mtodos y ms
mtodos: no por ello se convertir en lo
que no puede ser. Como hemos
explicado, la mitad del proceso
intelectual depende del afloramiento de

sugerencias, pero este a su vez depende


de la forma como las ideas se asocian en
la mente de cada cual. Esa forma es,
hasta cierto punto, producto de la
educacin, de toda la vida pasada y del
ambiente en que se desarroll el
individuo, pero lo es mucho ms an de
sus cualidades intelectuales innatas. Lo
que puede hacer el mtodo es avivar las
asociaciones ms provechosas de ideas
que ya se encuentran en la mente. Por
tanto, cuantos ms mtodos adoptemos y
mayor sea el nmero de criterios que
apliquemos a un problema, mayor ser
tambin la cantidad de soluciones que se
nos ocurran.

Hay otra razn por la cual debemos


contemplar la mayor cantidad posible de
enfoques diferentes. En nuestro ejemplo,
tomado del mundo animal, sobre la
trasmisin gentica de caracteres
adquiridos, si hubiramos estado
seguros de que los resultados de nuestro
razonamiento deductivo eran correctos,
habra sido superfluo acudir a los
experimentos. Pero cuando se utilizan
varios mtodos para resolver un
problema, se pueden comparar los
resultados respectivos. Si coinciden,
habr una fuerte presuncin de que la
solucin es correcta. Sin embargo, si
adoptamos muchos criterios diferentes y

no permitimos que los resultados


provenientes de un mtodo influyan
sobre los que se siguen del otro, es casi
seguro que se registrarn diferencias.
Ello querr decir que nos habremos
equivocado al aplicar uno o ms
mtodos. Cmo descubrir cul de los
mtodos ha sido el errneamente
aplicado y cmo impediremos la
aparicin de semejantes errores?
He ah el tema del prximo captulo.

MEDIDAS DE
PRECAUCIN
ASTA ahora solo nos hemos
ocupado del pensamiento positivo
y constructivo y de los medios idneos
para obtener sugerencias pertinentes.
Prcticamente no hemos mencionado
siquiera las medidas de precaucin, los
medios para evitar las falacias y
errores, o los recursos adecuados para
comprobar la veracidad y el valor de las
sugerencias. La mayor parte de los
autores que han encarado el tema del
pensamiento han insistido tanto en el

aspecto negativo y en lo que no debe


hacerse, y han preterido a tal punto el
problema de lo que se debe hacer, que
lo que me impuls a adoptar este orden
fue quiz un sentimiento de rebelda ms
bien que una razn de conveniencia
lgica. No obstante, creo tener la lgica
de mi parte. Los mtodos constructivos
hacen marchar el pensamiento; las
medidas de precaucin impiden que se
deslice por la va incorrecta. Un
automvil desprovisto de instrumentos
para gobernar su rumbo es casi tan intil
como otro que carezca de motor. Pero un
vehculo puede marchar sin conduccin,
en tanto que es imposible conducirlo a

menos que marche.


Mientras que en los automviles
podemos distinguir claramente entre
marcha y conduccin, no podemos hacer
lo mismo con el pensamiento. Los dos
procesos estn tan estrechamente unidos,
que no podemos encarar el uno sin
considerar tambin el otro. Ni siquiera
podemos hablar de uno solo de ellos.
Los he separado a fin de facilitar la
exposicin. Sin embargo, en el captulo
anterior nos vimos obligados a
ocupamos superficialmente de las
medidas de precaucin y en este
tendremos que exponer un poco a la
ligera los mtodos constructivos.

Un ejemplo pertinente es el de la
clasificacin. Al considerarla desde el
punto de vista constructivo, destaqu
que todas las clasificaciones deben ser
lgicas. Pero no dije qu entenda por
tales y tampoco expliqu cmo se puede
lograr una clasificacin lgica. Los dos
errores ms notables que se cometen al
clasificar son: 1) omitir que las
clasificaciones
sean
mutuamente
excluyentes; 2) no cuidar de que
abarquen todos los objetos o fenmenos
que presuntamente deben incluir.
El primer error es el menos comn,
pues, aunque casi todos los pensadores
lo cometen, es relativamente raro entre

los que proceden con cautela. Adems,


es ms fcil de descubrir que el
segundo. Tomemos la clasificacin de
los
mtodos
constructivos
en
comparacin,
observacin
y
experimentacin. Es evidente que tales
mtodos se superponen. No podemos
comparar sin observar; gran parte de
nuestra
observacin
implica
comparacin; cuando experimentamos
tenemos que observar, naturalmente, los
resultados obtenidos; y estos a su vez
casi siempre se comparan. Los tres
mtodos podran encasillarse dentro del
rtulo general de observacin. Sin
embargo, conviene recordar que la

primera clasificacin puede ser til,


incluso ms que la estrictamente lgica,
y que la ndole misma del problema
determinar a menudo la imposibilidad
de practicar en l divisiones que no se
superpongan de algn modo.
El segundo error, en virtud del cual
la clasificacin no comprende todos los
objetos o fenmenos que presuntamente
debe incluir, es ms escurridizo. Los
grandes filsofos lo han padecido.
Algunos de nuestros amigos socialistas
dicen que solo hay dos categoras de
hombres: capitalistas y trabajadores,
los que viven de los dems y los
explotados. Olvidan la clase de los

campesinos, que poseen un poco de


tierra y la cultivan por su propia cuenta.
Aunque insistan en que esta clase se
extingue rpidamente, queda en pie el
hecho de que todava subsiste y debe
tomrsele en consideracin.
Todas las clasificaciones se
confeccionan sobre la base de un
determinado nmero de datos, y dichoso
aquel que toma precisamente los
correctos. No podemos recordar muchos
datos simultneamente, y a menudo
generalizamos acerca de millares de
casos partiendo de una docena de
muestras supuestamente representativas.
Lo nico que podemos hacer para evitar

los
errores
es
mantenernos
constantemente al acecho, en busca de
nuevos ejemplos, sobre todo de aquellos
que parecen no encajar en nuestra
generalizacin. Si se acomodan sin
forzar nada, prestan un respaldo
adicional a la clasificacin ya
elaborada. Pero a veces se comprueba
que donde se tenan tres categoras un
dato nuevo exige la adicin de una
cuarta, y a menudo ocurre que ese hecho
desbarata la totalidad de la maravillosa
construccin anterior.
Hay otra fase del pensamiento que,
si bien es ante todo preventiva, tambin
es en parte constructiva. Nos han

exhortado tantas veces a precavernos


contra el equvoco de las palabras y a
que
definamos
todos
nuestros
trminos, que parece innecesario
repetir la admonicin. Pero no podemos
desechar el excelente consejo de Blaise
Pascal. Este autor nos induce no ya solo
a que definamos bien nuestros trminos,
sino tambin a que los remplacemos
mentalmente por su definicin cada vez
que los empleamos. Sin embargo, a esta
altura tenemos que hacer una salvedad.
Si cada vez que usramos una palabra
hubiramos
de
detenemos
para
sustituirla por su definicin, nuestro
pensamiento sera preciso, pero

difcilmente progresara con rapidez.


Por lo comn basta con evocar la
definicin unas pocas veces, despus de
lo cual tomaremos conciencia exacta de
lo que entendemos por el trmino y toda
sustitucin posterior implicar una mera
prdida de tiempo. En general, dicha
prctica solo debe aplicarse a los
trminos nuevos, tcnicos o ambiguos, o
a los que se emplean en una proposicin
controvertible.
He catalogado la analoga como un
mtodo constructivo. Sin embargo,
debemos utilizarla solo para la
elaboracin de hiptesis, porque, fuera
de ah es muy peligrosa. A menudo

empleamos la analoga sin darnos cuenta


de que lo hacemos. Por ejemplo, muchos
pensadores sociales y polticos han
definido la sociedad como un
organismo y han pasado a tratarla
como si fuera un animal gigantesco. No
han pensado en trminos de los
fenmenos prcticos puestos en
consideracin, sino en funcin de la
analoga. Su proceso intelectual se
simplific porque los trminos de la
analoga eran ms concretos que los de
los fenmenos que estudiaban. Pero
pocas veces la analoga conserva su
validez desde el principio hasta el fin,
razn por la cual esos pensadores se han

equivocado tambin con frecuencia.


El mtodo ms rpido para detectar
el error cometido en la analoga consiste
en llevarla
hasta
sus
ltimas
consecuencias y ms lejos todava.
Casi todas las analogas se cortan en
algn tramo o, si se expanden en medida
suficiente, se tornan absurdas. Es muy
probable que incurramos en error
cuando exageramos el alcance de una
analoga, pero no cuando la llevamos
hasta el punto en que el absurdo se torna
evidente. Tomemos la analoga que
empleamos en el primer captulo,
cuando comparamos el pensamiento con
un barco. En provecho de la imagen har

que este sea un buque de motor.


Podemos ir ms lejos. Podemos asimilar
el efecto de los libros y la experiencia
sobre la mente al combustible que se
emplea para el motor. El cerebro, que
trasforma la experiencia exterior en
pensamiento, podra equipararse al
carburador
que
transforma
el
combustible en energa aprovechable.
Una idea se puede parangonar con la
chispa. Todo lo cual es muy fascinante y
hasta
puede
sugerirnos
ideas
verdaderamente valiosas. Pero tarde o
temprano habr de desembocar en lo
ridculo. Sin embargo, no es necesario
llevar esta analoga a sus ltimas

consecuencias para refutarla. Pues a


menos que el buque tenga hlice y timn,
su motor es intil. La mente es capaz de
desentraar la verdad sin percatarse de
que existe una ciencia del pensar ni de
que existe la lgica.
Otra forma de comprobar si una
analoga es acaso falaz consiste en tratar
de descubrir una contraanaloga. Sin
duda este es el sistema ms eficaz para
refutar las analogas en una discusin.
Lo cual recuerda el caso del individuo
que tena un pasaje para viajar de Nueva
York a Chicago y quiso usarlo para
viajar de Chicago a Nueva York. El
ferrocarril se neg a aceptarlo, en razn

de lo cual el viajero le entabl pleito.


Cuando el debate estaba en su apogeo,
el abogado de la compaa exclam:
Vaya, es como si alguien pagara por
un tonel de patatas y pidiera luego un
tonel de manzanas!. A lo cual el
abogado del demandante respondi:
No, yo dira ms bien que es como si
un frutero vendiese a un cliente un tonel
de patatas y quisiera obligarlo a que las
comiera necesariamente desde arriba
hasta el fondo, negndose a permitirle
que invirtiera el tonel y las comiera
comenzando por las de abajo.
Generalmente conviene evitar las
analogas, excepto cuando sirven para

estimular sugerencias o cuando se las


emplea como recursos retricos para
explicar una idea a la que se llega por
otros medios. (Pero vase el eplogo).
Para defender mi exhortacin a que
se empleen la mayor cantidad posible de
criterios, me vi obligado a consignar
que es previsible que las conclusiones a
que se llegue por esos distintos mtodos
discrepen entre s. De hecho, es casi
seguro que lo harn. Naturalmente,
evitaremos
esa
discrepancia
si
permitimos que las conclusiones a que
llegamos empleando un mtodo o
criterio influyan sobre las conclusiones
que emanan de otro. Pero si procedemos

as, la consideracin del problema ser


muy superficial y cuando obtengamos un
resultado no podremos estar seguros de
su validez. Cuando un matemtico suma
una columna de cifras de arriba a abajo,
confirma el resultado sumndola
despus de abajo a arriba. Sabe que si
sumara las dos veces en la misma forma
podra incurrir en los mismos errores.
Ya en el mbito del pensamiento,
cuando dejamos un mtodo y adoptamos
otro, debemos tratar de olvidar por
completo la primera conclusin y
encarar el problema como si nunca
hubiramos pensado en l hasta
entonces. Despus de haber utilizado

todos los mtodos aplicables, y solo


entonces, empezaremos a cotejar las
conclusiones.
El factor tiempo impide proceder as
respecto de todos los problemas. El
tiempo impide incluso encarar todos los
problemas desde distintos puntos de
vista. Pero hay casos en los cuales es
ineludible la aplicacin del enfoque
multilateral. El problema acerca de si
las caractersticas que adquiere un
individuo durante su vida se trasmiten o
no a sus herederos es tan importante,
que, si se decide encararlo, no se lo
puede dejar exclusivamente librado a
los resultados del mtodo apriorstico.

Dicho problema plantea muchos


interrogantes: si los hijos de padres
cultos sern por fuerza y por complexin
necesariamente superiores a los de
padres ignorantes; si el europeo
moderno es constitutivamente superior
al griego antiguo, o incluso al salvaje
antiguo o moderno; o, en el caso de que
supongamos que la raza negra es hoy
intelectualmente inferior a la raza
blanca, si una poltica educacional
prolongada a lo largo de generaciones la
elevar al nivel de la raza blanca o la
dejar como est; si, en fin, la mayor
esperanza de mejorar la raza humana
descansa en la educacin o en la

eugenesia. Pocos problemas pueden


revestir mayor importancia que este
desde el punto de vista prctico. Su
elucidacin influir profundamente en
nuestras opiniones sobre educacin,
sicologa, tica, economa, ciencia
poltica e incluso filosofa y
metafsica.
La
respuesta
que
encontramos a este problema en virtud
del razonamiento deductivo, por muy
irrebatible o concluyente que parezca,
habr de corroborarse mediante una
observacin muy minuciosa y, cuando
ello sea posible, por medio de la
experimentacin. No cabe conformarse
con menos.

El profano no puede realizar los


experimentos
biolgicos
y
educacionales que son necesarios para
la solucin de este problema especfico.
Es lamentable que hasta ahora los
especialistas los hayan realizado en
forma tan poco sistemtica. Pero no se
olvide que el resultado, cualquiera que
sea, deber quedar sujeto a revisin. Si
un profano decidiera estudiar de algn
modo este problema, debera asumir,
por lo menos, el compromiso de leer y
ponderar bien todos los experimentos de
los cuales tenga noticia.
Es probable que al lector se le haya
ocurrido en este momento una idea. Si el

mtodo deductivo se debe verificar por


medio de la experimentacin y siempre
hay que aceptar los resultados de esta,
por qu no se empieza por la
experimentacin y se
prescinde
totalmente de la teora?
Dejando de lado la consideracin de
que la teora es la mejor orientadora de
la experimentacin y si no fuera por ella
y por los interrogantes e hiptesis que
sugiere no conoceramos los puntos que
queremos verificar y por tanto
experimentaramos al azar, una objecin
ms seria es la de que pocas veces o
nunca el experimento resulta perfecto,
pues casi siempre lleva implcita alguna

hiptesis no verificada. He mencionado


la observacin emprica y la
experimentacin como dos mtodos
diferentes. Pero la discrepancia es sobre
todo, si no nicamente, de matiz. Si
experimentramos a fin de averiguar si
las caractersticas adquiridas son o no
hereditarias, nuestros experimentos
deberan circunscribirse evidentemente
a los animales. Si descubriramos, por
ejemplo, que jams se trasmite al
vstago una caracterstica adquirida, no
podramos asegurar que as ocurrira
tambin con el hombre, sino que solo
podramos llegar fundadamente a la
conclusin de que las caractersticas

adquiridas de los animales nunca se


trasmiten a sus descendientes. A la
verdad, ni siquiera podramos llegar a
tanto. Tendramos que limitarnos al
aserto de que ciertas caractersticas
adquiridas de las pocas decenas de
animales
con
que
habramos
experimentado no eran trasmisibles.
Pero hasta este mismo aserto implicara
una suposicin. Tendramos que decir
ms bien que ciertas caractersticas
adquiridas de las pocas decenas de
animales
con
que
habamos
experimentado no se haban trasmitido
en aquellos pocos casos particulares.
Tendramos que reducirnos a una simple

enunciacin de hechos, sin sentirnos


autorizados a sacar ninguna conclusin.
Pero si hubiramos encarado el mismo
problema desde el punto de vista
deductivo, y hubisemos llegado a la
conclusin de que, puesto que ciertas
condiciones se presentan por igual en
todos los animales y en el hombre, no
era posible que se trasmitieran las
caractersticas adquiridas, tendramos
base suficiente para inferir de nuestros
experimentos
una
generalizacin
universal.
La experimentacin y la deduccin
no son los nicos mtodos que se
pueden cotejar entre s. Deberamos

hacer lo mismo con el comparativo y el


experimental, el histrico y el terico
a la verdad, con todos los criterios
aplicables a un problema.
Cuando tropezamos con un tema en
torno del cual se plantea una
controversia y los partidarios de las dos
soluciones
posibles
suman
prcticamente el mismo nmero y
poseen el mismo rango intelectual,
podemos estar casi seguros de que cada
bando ha vislumbrado una parte de
verdad, pero ninguno ha captado la
verdad entera. Entonces debemos
empearnos por unir ambos bandos
mediante una solucin ms amplia y

profunda. Un ejemplo filosfico clsico


de este mtodo lo constituy la actitud
de Herber Spencer, quien trat de
reconciliar la ciencia con la religin y
se esforz por fusionar la escuela
intuitiva de pensamiento con la
experimental. Los partidarios de la
primera afirmaban que desde el
nacimiento la mente humana posee
intuiciones merced a las cuales capta
ciertas verdades independientemente de
la experiencia. Entre esas intuiciones se
cuentan el axioma de que la lnea recta
constituye la menor distancia entre dos
puntos y la idea de que ciertos actos son
absolutamente censurables desde el

punto de vista moral. Por su parte, los


empricos
o
sensualistas
argumentaban que el hombre adquiere
todos sus conocimientos, incluso, por
ejemplo, el de que dos ms dos son
cuatro, que no admite otra posibilidad,
por la experiencia, tomada en el sentido
ms amplio. Herbert Spencer crey
encontrar un elemento de verdad en
ambas doctrinas y postul la teora de
que ciertas verdades son intuiciones
para el individuo, si bien fueron
heredadas de sus antepasados, en
quienes se gestaron originalmente y se
transmitieron a travs de los siglos,
como la experiencia acumulada de la

raza. Cualquiera que sea nuestra opinin


acerca del xito o fracaso de Spencer en
aquella oportunidad, las ventajas del
mtodo en s son indiscutibles. Kant,
Hegel, Fichte y otros filsofos alemanes
lo emplearon a menudo.
He destacado que todo el proceso
del pensar casi se puede resumir en el
surgimiento de ideas destinadas a
resolver dificultades y la verificacin de
tales ideas. Catalogamos los mtodos
constructivos de los que hemos hablado
como medios idneos para estimular el
surgimiento de buenas ideas. Desde este
punto de vista, las medidas de
precaucin que acabamos de enumerar

vienen a actuar como verificadoras de


ideas.
Remontmonos de nuevo al anlisis
del pensamiento desarrollado en el
hombre que descubri pisadas en la
playa. Aun en aquel caso, para dar una
idea adecuada de su proceso mental, me
vi obligado a explicar que por diversas
razones rechaz algunas de las
soluciones que se le ocurrieron. Pero
este mtodo negativo se podra exponer
en forma ms completa. El hecho de que
el hombre rechace una determinada
solucin no demuestra que ella sea
necesariamente falaz. Supongamos que
verifique la ltima idea, o sea la de que

el desconocido haba estado en la isla


durante todo aquel tiempo, y que
descubra algunos otros hechos capaces
de desautorizarla. El hombre tiene que
buscar otra solucin. Pero supongamos
que esta no aparece, que se han agotado
las posibilidades. Entonces necesita
retomar algunas de las ideas primeras.
Deber comprobar si no ha cometido tal
vez un error al verificarlas. Al rechazar
la hiptesis del bote pequeo, quiz
exager la distancia que separa la isla
de la tierra firme, o subestim tal vez las
dificultades que puede superar un
hombre embarcado en un bote pequeo.
Al rechazar la hiptesis del barco de

gran calado, acaso calcul mal el tiempo


transcurrido desde el momento en que
las huellas se haban impreso en la
arena, o el tiempo que invierte un barco
para perderse de vista.
Lo importante es verificar todas las
hiptesis posibles, ya mediante la
memoria, la observacin o la
experimentacin, y resistirse a la
tentacin de aceptar sin ms la primera
solucin que a uno se le ocurre. Porque
el pensador acrtico siempre se aferrar
a la primera hiptesis a menos que le
salga al paso alguna objecin. Es
desagradable quedarse con la duda.
Cuanto ms se prolonga esta, ms

fastidiosa es. Pero quien est dispuesto


a aceptar este fastidio, a observar, o a
experimentar si es necesario, y a
verificar la validez de sus ideas, llega
por fin a una solucin mucho ms
profunda y mucho ms satisfactoria que
la respuesta superficial que obtiene
quien no piensa disciplinadamente.
Thomas A. Edison dijo que siempre
rechazaba la solucin fcil de cualquier
problema y buscaba alguna difcil. Pero
el inventor tiene una gran ventaja sobre
los dems pensadores. Puede verificar
su solucin en forma tangible. Si su
dispositivo funciona, su razonamiento ha
sido correcto; si no funciona, ha andado

mal. Pero el filsofo, el cientfico y el


reformador
social
tienen
que
conformarse generalmente con una
prueba mucho menos palpable. Su
gratificacin fundamental consiste en la
sensacin de que sus resultados
armonizan con toda su experiencia.
Cuanto ms crtica haya sido la actitud
que adopt para llegar a tales
resultados, tanto ms profunda y
duradera ser esa impresin y ms valor
tendrn sus pensamientos para l y para
el mundo
Ya en el primer captulo seal que
la lgica puede formar parte de la
ciencia del pensar. Insinu, adems, que

constituira casi la totalidad de lo que


podramos denominar el aspecto
negativo del pensar: es decir, las reglas
que
sirven
para
orientarlo
correctamente. La advertencia que
hacemos en este captulo, aunque
preventiva, por lo comn no aparece en
los libros de lgica. Pero si bien no
puedo insistir demasiado en la
importancia que tiene el conocimiento
de la lgica, tampoco puedo ocuparme
de l aqu. Solo se puede hacer honor a
la ciencia en un libro ntegramente
dedicado a ella.
Si todava no lo ha hecho, el
pensador en ciernes tiene que leer un

libro de lgica, pues este volumen no se


puede considerar completo si no se lo
complementa con un tratado sobre ella.
Para no confundir al lector le
recomendar un solo libro. Y para
estimularlo, le recomendar un libro
pequeo, no tan profundo que el
principiante lo encuentre incomprensible
o repulsivo, pero consagrado ya como
una obra modelo: Elementary Lessons
in Logic, de Stanley Jevons.

LA CONCENTRACIN
Cul es la empresa ms
difcil del mundo? Pensar.
EMERSON
OS hemos ocupado del pensar. Lo
hemos encarado tanto desde el
punto de vista positivo como desde el
negativo. Pero si bien hemos dedicado
nuestra atencin al pensar, hemos
descuidado hasta ahora al pensador. En
trminos ms cientficos, hemos
encarado el pensamiento desde el punto
de vista lgico; ahora lo encararemos

desde el sicolgico.
Son pocas las personas que
confesarn tener fallas especficas de
alguna ndole, sobre todo si son de
orden intelectual. Pero prcticamente no
hay nadie que no est dispuesto a
reconocer que no siempre logra
concentrarse cuando quisiera hacerlo,
y que es, de hecho, una de las infinitas
vctimas de la distraccin.
Casi todos nosotros creemos
conocer con exactitud el significado de
ambos trminos. Pero a juzgar por la
mayor parte de lo que se ha escrito, no
hay dos trminos peor interpretados que
esos. Antes de empearnos en descubrir

la mejor forma de concentrarnos,


debemos averiguar qu es lo que
entendemos
exactamente
por
concentracin.
En un captulo anterior dije que las
sugerencias de soluciones se nos
ocurran. No expliqu cmo ni por
qu. Para descubrirlo, tenemos que
acudir al famoso principio sicolgico de
la asociacin.
Las asociaciones de ideas que ya
estn implantadas en nuestro cerebro
allanan el terreno para cualquier
secuencia de pensamientos. Una joven
se asoma a la ventana y ve que por una
calle vecina pasa un desfile. Los

msicos hacen sonar sus instrumentos,


pero antes de que concluya la meloda la
banda se aleja a tal punto que ya no se la
oye. Pero la meloda contina flotando
en la mente de la joven, y ella la
completa por su cuenta. Le recuerda un
baile al cual asisti y en el que la
tocaron, lo cual a su vez le trae a la
memoria que bail a su comps el
charleston. El charleston le
recuerda el cha-cha-cha y ello la
induce a comparar los ms violentos
bailes modernos con el lejano y
respetuoso minu.
Es un ejemplo de asociacin fortuita
de ideas. Se trata del pensar inconexo

al que nos hemos referido en el primer


captulo. Pero aun eso mismo solo es
posible merced a la conexin de las
ideas actuales con otras que se haban
fijado ya anteriormente en el cerebro. En
nuestra mente no puede aflorar ningn
pensamiento si no se asocia de algn
modo
con
otro
pretrito.
Tradicionalmente, los siclogos vienen
clasificando las asociaciones en cuatro
categoras: asociacin por sucesin, por
contigidad, por similitud y por
contraste. El ejemplo que acabamos de
poner comprende las cuatro. La
asociacin por sucesin implica que
cuando dos ideas o impresiones de

objetos llegan a la mente en forma


sucesiva, es probable que la segunda
aflore cada vez que se piensa en la
primera. Una meloda consiste en una
sucesin de notas, y cuando algo trae a
la mente las primeras, como puede
hacerlo la banda de un desfile, las
restantes vienen solas a veces aun en
contra de nuestra voluntad. La
asociacin por contigidad implica que
cuando dos objetos o ideas han estado
juntos en la conciencia, es probable que
en el futuro el pensamiento de uno de
ellos haga pensar tambin en el otro, Tal
el caso de la msica y el baile, o de la
msica y el charleston. La asociacin

por similitud se produce cuando las dos


ideas tienen rasgos semejantes. No es
necesario que hayan aparecido juntas en
un momento pretrito ni que se hayan
sucedido la una a la otra. El hecho de
que tengan un elemento comn basta
para evocar una idea cuando la otra
cruza por la mente: as fue como el
charleston hizo pensar en el cha-chacha. En cuanto a la asociacin por
contraste, no es necesario explicarla.
Queda ilustrada cuando la idea del baile
actual evoca el minu.
Toda tentativa de mostrar por qu la
mente funciona de ese modo, toda
explicacin de la forma en que se

producen las distintas clases de


asociacin, nos conducira a la sicologa
fisiolgica, al estudio del cerebro y del
sistema nervioso. Para nuestros fines
bastar recordar que tales asociaciones
se producen. Sin ellas no puede surgir
ninguna idea: el pensamiento es
imposible.
An no hemos aclarado qu relacin
tiene todo esto con la concentracin.
Recurdese que cada idea tiene ms de
una asociada, que cada idea tiene, a la
verdad, un gran cmulo de otras
asociadas a ellas. En vez de sugerir el
minu, el cha-cha-cha podra haber
hecho pensar a la joven en el samba o

el twist. Podra haberla inducido a


pensar en un muchacho con quien lo
bail, o en lo difcil que le haba
resultado aprender sus pasos. A su vez,
cada una de estas sugerencias habra
tenido tambin conexiones posibles con
otros conglomerados de ideas. Cuando
divagamos,
o
cuando
soamos
despiertos, como en el ejemplo citado,
la asociacin ms intensa es aquella en
la cual nos detenemos. Pero cuando
pensamos sistemticamente, o con mayor
precisin
cuando
razonamos,
rechazamos todas las asociaciones que
son ajenas a nuestro fin y escogemos
solo aquellas que sirven para lograrlo.

Por concentrarse no se entiende,


como supone la mayora, conservar la
mente fija en un objeto, una idea o un
lugar. Concentrarse quiere decir tener
siempre presente un problema o un fin.
Implica orientar el pensamiento hacia
una meta concreta.
A menudo se confunde la
concentracin con la atencin intensa o
fija en un punto. Pero lo cierto es que
toda atencin es fijacin en un punto.
Casi todos los siclogos han llegado a
la conclusin de que solo podemos
prestar atencin a una cosa por vez. La
divagacin y lo que se ha dado en llamar
atencin repartida es en realidad atender

primero a una cosa, despus a otra, en


seguida a otra; o primero a un objeto,
luego a otro, para revertir despus sobre
el anterior, sin detenerse ms que unos
pocos momentos sobre cada idea.
Lo ms correcto es definir la
concentracin como atencin prolongada
o sostenida. Consiste en fijar la mente en
un tema o problema durante un lapso
relativamente largo, o por lo menos en
volver
insistentemente sobre un
problema cada vez que el pensamiento
se aparta por un momento de l.
Puesto que ya hemos especificado
qu es lo que entendemos por
concentracin, tratemos ahora de

averiguar si vale ella la pena. Es


posible que frente a esta pregunta el
lector sonra o se indigne, segn su
temperamento. Pero si la mayora de la
gente estuviera tan convencida de que la
concentracin es una virtud indiscutible,
la practicara con un poco ms de
asiduidad. O por lo menos se esforzara
ms que ahora por practicarla.
Lo cierto es que la concentracin,
per se, vale poco. El valor de la
concentracin
depende
casi
completamente del tema respecto del
cual se la practica. Casi todo el mundo
nos dar la razn si decimos que aunque
un individuo fije su mente unos

momentos en un problema y otros en


otro, sin detenerse mucho en ninguno de
ellos, su tiempo estar mejor
aprovechado que el de quien se
concentra ininterrumpidamente en un
problema insignificante e intrascendente.
Claro que este no es realmente un
argumento contra la concentracin. No
es aplicable cuando usted se concentra
en el tema que corresponde. Porque si
usted empieza a concentrarse en un
problema que, a su juicio, reviste
verdadera importancia, y tiene que
perseverar en su empeo sin permitirse
ninguna desviacin, es posible que las
asociaciones que surjan en el curso de

su razonamiento le sugieran problemas


importantes, o tengan relacin con ellos.
Quiz estos problemas sean an ms
importantes que aquel en el cual se
concentr primeramente. Pero si usted
abandona el problema que ocupa sus
pensamientos cada vez que se le
presenta otro que le parece tan
importante
como
el
primero,
probablemente nunca llegar a resolver
problema trascendental alguno.
El inters gua nuestra atencin. Si
un individuo dejara que fluyesen sus
pensamientos al azar, pensando solo en
lo que atrae espontneamente su inters,
podra ocuparse o no de temas dignos de

ser pensados. Todo depender del cauce


por el cual corran sus intereses
naturales. Pero lo que queremos decir es
que si el tema sobre el cual piensa es
importante, lo ser solo por casualidad:
la utilidad de sus pensamientos
depender exclusivamente del azar. En
cambio, si elige conscientemente un
tema, si lo elige porque lo juzga
importante, su pensamiento ser
fructfero.
Hay, sin embargo, otra razn por la
cual la concentracin es necesaria.
Supongamos que un hombre empezara a
erigir una alambrada de pas, terminara
de colocar todos los postes, perdiera

luego inters por el cerco y decidiera


plantar patatas en su campo, arara la
tierra, perdiera inters en el campo y
dejara de sembrar, decidiera luego
pintar su casa, pintara la galera,
perdiera inters Ese individuo podra
trabajar tan afanosamente como el que
ms y sin embargo nunca completara
nada. La misma reflexin se aplica al
divagador y al hombre incapaz de
concentrarse. El divagador encara un
problema, pierde inters y lo abandona.
El hombre capaz de concentrarse
persevera hasta que lo resuelve.
Su objetivo debe ser el de prolongar
lo ms posible su lapso de atencin.

Muchas de nuestras divagaciones se


deben a que no estamos plenamente
convencidos de la importancia de los
problemas que nos hemos planteado, o a
que atribuimos ms importancia a otros.
La concentracin consiste en consagrar
la mente a la resolucin de un problema.
A lo largo del proceso intelectual, las
asociaciones generan nuevas ideas o
sugieren problemas sin conexin
racional con el que de momento nos
ocupa. Cuando divagamos, cuando nos
distraemos con esas nuevas ideas o esos
problemas sugeridos, o cuando por
casualidad vemos u omos algo y
empezamos a pensar sobre ello, lo

hacemos porque alimentamos una


conviccin semiconsciente de que la
idea, el problema o el hecho nuevo
merece nuestra atencin, es decir, es
importante. Ya he destacado, sin
embargo, que si la nueva idea es
importante, solo lo ser por casualidad.
Si nos preguntramos conscientemente si
esos problemas extraos al que estamos
considerando son tan importantes como
l, o incluso si tenan siquiera alguna
importancia, en el noventa por ciento de
los casos descubriramos que la
respuesta era negativa.
Por tanto, antes de empezar a
concentrarse usted debe adquirir la

certeza de que el problema que se


dispone a encarar merece la pena de que
se lo resuelva o de que es por lo menos
digno de que se le consagre un poco de
tiempo. Y durante ese lapso usted debe
pensar nicamente en dicho problema,
desechando sin titubear todas las
sugerencias inconexas que emanen ya de
su propio proceso intelectual o de
imgenes y sonidos externos.
Hay que hacer una salvedad. A
veces aparece una sugerencia inconexa
que es, sin embargo, verdaderamente
importante y digna de que se la acoja y
desarrolle. Puesto que podra usted
olvidarla y no volver ella a ocurrrsele,

no habra razn para eliminarla


definitivamente. Lo ms atinado ser
tomar nota de la sugerencia o el
problema, a fin de poder retomarlo en
otro momento. Una vez anotada la idea,
se la habr quitado de la cabeza, y podr
continuar pensando sin que ella lo
distraiga.
Se ha sugerido que el tomar nota de
los propios pensamientos ayuda mucho a
concentrarse. Tenemos que reconocer
que sin duda contribuye a mantener una
relacin mucho ms estrecha con el
tema. Generalmente divagamos sin
darnos cuenta de que lo hacemos, y solo
nos retrotraemos al tema cuando

descubrimos, sbita e intermitentemente,


que nos hemos distrado. En cambio,
cuando anotamos nuestros pensamientos,
nos aseguramos doblemente contra las
divagaciones. El acto de escribir exige
siempre un cierto esfuerzo, y ello basta
para disuadirnos de registrar nuestros
pensamientos menos importantes o
cualquier idea que no tenga afinidad
directa con el tema que nos ocupa.
Adems, cuando escribimos precisamos
nuestros pensamientos en smbolos
tangibles y les damos una forma en la
cual son menos escurridizos que antes.
Finalmente, conservamos ante la vista
todo nuestro proceso intelectual pasado.

Lo mismo que el remero que no puede


mirar hacia adelante pero se gua por los
objetos que deja constantemente atrs,
nosotros mantenemos el rumbo primitivo
de nuestros pensamientos mediante la
revisin de las ideas escritas.
No obstante estas grandes ventajas,
la escritura presenta algunos graves
inconvenientes como medio prctico
para concentrarse. Ante todo es
indudable su lentitud. La velocidad con
que los pensamientos fluyen por nuestra
mente es mucho mayor que aquella a la
que somos capaces de registrarlos por
escrito. Perdemos muchas ideas por el
camino, o no ahondamos en el tema todo

cuanto podramos hacerlo. Otra


desventaja es la de que se tiene que
dedicar parte de la atencin al acto
fsico mismo de escribir y por tanto no
podemos concentramos totalmente en el
tema principal.
Hay dos mtodos de escritura que
eliminan hasta cierto punto al menos uno
de esos inconvenientes. Tanto la
taquigrafa como la mecanografa son
mucho ms veloces que la escritura
comn, si se las domina bien.
Lgicamente, esto se aplica sobre todo a
la taquigrafa. Pero tambin la
taquigrafa tiene serios inconvenientes,
incluso para un buen estengrafo.

A menos que se sea muy experto,


exige ms atencin todava que la
escritura comn, y a menudo ni ella
misma puede competir con la velocidad
del pensamiento. La mecanografa casi
no exige atencin de los dactilgrafos al
tacto, pero es demasiado vulnerable a la
lentitud, y en este sentido ocupa un lugar
intermedio entre la taquigrafa y la
escritura comn.
Es evidente que quienes tienen la
desdicha de no saber taquigrafa ni
mecanografa, necesitan de otro mtodo.
A la verdad, ni siquiera quienes manejan
estas dos artes pueden recurrir siempre
a ellas. Si cada vez que quisiramos

pensar hubiramos de tener a nuestro


alcance una mquina de escribir o un
lpiz y un cuaderno, no podramos
consagrar mucho tiempo a la reflexin.
Por suerte existe un mtodo superior
a cualquiera de los enumerados, que se
puede utilizar sin estudios previos y sin
el concurso de aparatos especiales.
Consiste sencillamente en enunciar los
pensamientos en voz alta a medida que
se los va teniendo. Quien no ha hecho la
prueba no imagina los efectos. Este
mtodo rene casi todas las ventajas de
la escritura. No se puede divagar sin
darse cuenta inmediatamente de ello.
Los pensamientos son mucho menos

imprecisos que los que se elaboran en


silencio, se enriquece el vocabulario y
se marcha siempre a la par de las ideas
y prcticamente no se tiene que poner
atencin.
Puede objetarse que el pensamiento
silencioso tambin se vierte en palabras
tcitas. Pero no es verdad. Una parte del
pensamiento silencioso est compuesta
por palabras tcitas, pero otra est
compuesta, por imgenes, conceptos y
actitudes que fluyen por nuestra mente y
que no nos tomamos el trabajo de
identificar con exactitud por sus
nombres. Adems, parece que en el
pensamiento silencioso tambin hay

puntos muertos ocasionales. Todos estos


procesos se superponen indefinidamente
y son irreconocibles. Cuando hablamos,
podemos determinar
si
nuestras
imgenes o nuestros conceptos son
vagos o definidos, fundndonos para
ello en nuestra capacidad de
nombrarlos,
y
cuando
nuestro
pensamiento llega a un punto muerto
lo descubrimos porque echamos de
menos el sonido de nuestra propia voz.
Hay otra prctica que se puede
sumar a la elocucin. El grado de
concentracin que dedicamos a un tema
depende del inters natural que nos
inspira. La divagacin se produce

porque nos interesan de pronto otros


temas. Por escaso que sea nuestro
inters en un asunto, siempre nos
concentraramos en l si no nos
interesara ms otra cosa. Entonces, para
mantener fija la atencin, debemos: 1)
estimular o intensificar nuestro inters
por los problemas en que deseamos
concentramos; 2) reducir o eliminar
temporalmente todo inters por aquello
en lo cual no queremos pensar. A
menudo la gente se queja de que los
ruidos distraen su atencin. Es molesto y
desagradable, aunque no imposible,
taparse los odos. Pero las imgenes nos
distraen mucho ms que los ruidos. Y

nunca se nos ocurre cerrar sencillamente


los ojos. La prxima vez que quiera
concentrarse, en silencio o hablando,
cierre los ojos y vea si ello le ayuda o
no.
La elocucin tiene un inconveniente:
no se la puede emplear en todos los
casos. Para practicarla, hay que
encerrarse en el propio cuarto, o
sentarse a solas en un bosque o un
prado, o pasearse por calles o lugares
poco frecuentados. No se puede permitir
de ningn modo que a uno lo vean o lo
oigan hablar a solas. Si lo sorprende en
esa forma algn idiota, lo confundir
seguramente con uno de los suyos.

Volvemos, pues, a la necesidad de


pensar ocasionalmente en silencio. Hay
otra razn tambin por la cual ms de
una vez tendremos que hacerlo. Los
pensamientos de cierta ndole son tan
escurridizos que se espantan cuando se
los quiere formular explcitamente,
como los peces se asustan ante la menor
conmocin del agua. Cuando esos
pensamientos se encuentran en estado
embrionario, no se puede distraer de
ellos ni la atencin infinitesimal que
exige el habla. Pero ms adelante,
cuando adoptan una forma ms ntida y
coherente, se pueden y se deben traducir
en palabras, pues de lo contrario sern

para siempre incomunicables e intiles.


Es imposible enunciar, sin embargo,
reglas concretas acerca de lo que se
debe pensar en alta voz y lo que hay que
pensar en silencio. Depende en gran
parte de las caractersticas de cada
pensador.
Probablemente
unos
comprobarn que el hablar les facilita
casi todos sus razonamientos, y otros,
que a menudo se lo entorpece. Lo mismo
cabe decir del cerrar los ojos. Si no
sabe qu es para usted lo mejor, haga la
prueba.
Sera una buena idea que de vez en
cuando, al descubrir sbitamente que
estaba divagando, se interrumpiera y

remontara sus pensamientos hasta el


punto donde se haban desviado de la
orientacin primitiva. As adquirir
algunos conocimientos valiosos acerca
d e l cmo
y el porqu de sus
divagaciones.
Adems,
ese
procedimiento ayudar a adquirir
conciencia de ellas en menos tiempo la
prxima vez que se presenten.
Cada vez que una persona se queda
sola durante unos momentos, sin
interlocutor ni material de lectura
por ejemplo, cuando aguarda un tren en
la estacin, o sentada en un restaurante
espera el plato que ha pedido, o viaja en
subterrneo tras de haberse olvidado de

comprar el diario sus pensamientos


tienden a encauzarse por los carriles que
siguen habitualmente. Si un joven
acostumbra a dejar que una meloda
popular cruce por su mente, lo ms
probable es que as lo haga; si piensa
comnmente en su amiguita, es casi
seguro que pensar en ella; si se ha
imaginado frecuentemente a s mismo
como un gran orador poltico que
pronuncia arengas entre los aplausos de
la multitud, se ver mentalmente
agitando los brazos, blandiendo
banderas y bebiendo agua del vaso
reservado al orador.
La nica forma de poder ahuyentar

esas
agradables
pero
ftiles
divagaciones consiste en cortar el
encadenamiento de ensueos apenas
tomamos conciencia de l y orientar la
mente hacia algn tema serio y
provechoso. Es casi seguro que nuestros
pensamientos volvern a descarriarse.
Hasta puede ocurrir que ello se repita
quince veces o ms en el lapso de media
hora. Pero apenas descubrimos la
filtracin, debemos ponerle un dique y
encaminar nuestros pensamientos por el
cauce que les hemos abierto. Quien no
haya hecho nunca esta experiencia
tendr que desplegar un gran esfuerzo.
Pero bastar que se resuelva a controlar

su mente en esta forma la prxima vez


que se descarre, para que el provecho
comience a sentirse. Si consigue aplicar
este sistema una sola vez, la segunda le
resultar mucho ms fcil. A medida que
repita la experiencia el proceso se ir
simplificando progresivamente, y por fin
ejercer un dominio casi absoluto sobre
sus ideas y pensamientos. Entonces no
solo le ser cada vez ms fcil orientar
su mente hacia temas serios, sino que le
resultar tambin cada vez ms
gratificador. El desvaro de los
pensamientos frvolos le parecer
intolerable.
Un pensador de la talla de Herbert

Spencer impugn la idea de forzar el


pensamiento. Veamos qu nos dice
acerca de su propia experiencia:
Nunca me gust plantearme un
problema y desentraar su solucin. Si
he llegado ocasionalmente a algunas
conclusiones, no se las debe interpretar
como
soluciones
a
problemas
planteados, sino como resultados a los
que llegu sin proponrmelo: cada una
de ellas es el producto final de un
cmulo de pensamientos que germinaron
lentamente a partir de una semilla. Se
fijaba en m alguna observacin directa
o algn dato descubierto en el curso de
la lectura, al aparecer porque intua su

importancia. No es que tomara


conciencia clara de su sentido general,
sino que experimentaba una especie de
inters instintivo por aquellos datos que
parecan tenerlo. Por ejemplo, poda
sostener voluntariamente largas lecturas
sobre datos y ms datos acerca de la
estructura detallada de este o aquella
especie de mamferos sin que la
impresin fuera en m muy intensa, pero
cuando tropezaba con el aserto de que
hasta unos mamferos tan dispares como
la ballena y la jirafa tienen todos ellos,
casi sin excepciones, siete vrtebras
cervicales el dato me llamaba la
atencin y lo recordaba, porque me

pareca interesante. Puesto que posea


aquella aptitud para captar las verdades
fundamentales,
en
ocasiones
contemplaba una de ellas, que muy
probablemente me era evocada por una
ilustracin que la haca ms ntida, y
observaba sus lineamientos. Una semana
despus recordaba al azar el asunto, y al
volver a reflexionar sobre l le
encontraba a lo mejor una aplicacin
ms vasta que la que en el primer
momento le haba atribuido. Tras un
nuevo intervalo, que poda extenderse a
un mes, o a medio ao, algo me
recordaba aquello que antes haba
observado, y a mi repaso mental de los

datos poda seguir una nueva ampliacin


de la idea. Cuando la acumulacin de
ejemplos
daba
cuerpo
a
una
generalizacin, la reflexin reduca la
concepcin
vaga
primitivamente
elaborada a una ms ntida, y quiz las
dificultades o anomalas que se me
haban escapado durante un tiempo, pero
que eventualmente llamaban mi atencin,
imponan una salvedad necesaria y una
configuracin ms fiel del pensamiento.
La generalizacin creciente, hasta
entonces inductiva, poda adoptar de
pronto forma deductiva, y la identificaba
entonces como consecuencia necesaria
de un principio fsico o de una ley

consagrada. Y as poco a poco,


discretamente, sin una intencin
consciente ni un esfuerzo apreciable, se
iba estructurando una teora coherente y
organizada. Habitualmente era un
proceso lento y apacible, que a menudo
duraba aos; y el pensamiento segua
aquel cauce gradual, casi espontneo,
desprovisto de tensiones[8].
Comparemos este mtodo con el de
John Stuart Mill, quien se refiere al
hbito mental al que atribuyo todo lo
que he hecho, o har, en mi vida, en
asuntos de especulacin; el hbito de no
abandonar jams un enigma, sino de
retomarlo una y otra vez hasta lograr

elucidarlo; de no dejar jams


inexplorados los rincones oscuros de un
tema por considerarlo sin importancia;
de no pensar jams que entenda
perfectamente parte alguna de un tema
antes de haber conseguido entenderlo
todo[9]. El mtodo de Mill era, en
sntesis, el del esfuerzo consciente y
vehemente encaminado hacia la meta
que se propona. Resolva sus
problemas mediante la aplicacin y el
estudio laboriosos[10].
William Minto escribe, a propsito
de Adam Smith: Sus procesos
intelectuales eran serenos, sosegados y
regulares: se interiorizaba de un tema

lentamente y con circunspeccin, y


salvaguardaba sus principios con slida
tenacidad frente a una multitud de
detalles que habran arredrado a muchos
hombres de mayor vigor mental pero
desprovistos
de
aquella
misma
perseverancia invencible.
Las grandes diferencias que se
observan entre los mtodos de
semejantes pensadores dejan azorado al
hombre comn. En verdad, este puede
llegar a la conclusin de que la magnitud
del esfuerzo realizado no tiene mucha
importancia. Estudiemos, sin embargo,
la sicologa del problema y veamos si es
posible descubrir algn principio

orientador.
Al defender su mtodo, Spencer
dice: Es ms probable que la solucin
correcta sea aquella que se descubre
mediante el empleo de este mtodo y no
la que se vislumbra al cabo de un
esfuerzo tenaz por conseguirla. El
esfuerzo tenaz pervierte el pensamiento.
Ocurre a menudo que cuando uno trata
de recordar un nombre o un objeto
olvidado, ese nombre u objeto parece
ahuyentarse de la conciencia, al paso
que cuando se relaja la atencin, aflora
por s solo. Mientras seguimos forzando
el pensamiento por ciertos meandros
errneos la bsqueda es intil, pero

cuando cesa el esfuerzo la verdadera


asociacin de ideas produce sus frutos.
Asimismo, puede acaecer que la porfa
por desentraar inmediatamente la
solucin de un problema acte como
factor distorsionante dentro de la
conciencia y allane el camino al error,
al paso que la contemplacin serena y
reposada facilite la intervencin de las
proclividades intelectuales tal vez
inconscientemente estimuladas por la
experiencia, y gue la mente hacia la
conclusin apropiada.
El primer argumento de Spencer, a
saber, que los esfuerzos por recordar un
nombre son a menudo infructuosos, en

tanto que lo recordamos ms adelante


cuando nuestros pensamientos se han
orientado ya en otra direccin, se
confirma con la experiencia de todos los
das. Pero ello no demuestra que los
esfuerzos hayan sido intiles. Como
dijimos en nuestro comentario sobre la
asociacin, una idea se asocia no solo
con otra idea, sino con un grupo ntegro
de ellas. Es posible que esto explique
por qu muchas veces es tan difcil
recordar algo cuando se realiza un gran
esfuerzo. Este evoca todo un gran
conglomerado de ideas, cada una de las
cuales tiende a reaparecer pero no
puede hacerlo porque se lo impiden

todas las dems. La situacin es anloga


a la que se plantea cuando una
muchedumbre trata de pasar por una
puerta angosta. Se produce un
atascamiento tal, que durante un rato
nadie logra su objetivo. Cuando cesan
los forcejeos y empujones, la gente
puede pasar de uno en uno. Al cesar el
esfuerzo mental, probablemente todas
las ideas afines, menos una, se
adormecen, y esa una se filtra al campo
de la conciencia a la menor
provocacin.
Sea esta o no la verdadera
explicacin, lo cierto es que aunque un
esfuerzo puede no dar resultados

inmediatos, si no se lo hubiera realizado


probablemente no se habra producido
jams la asociacin que finalmente surge
en el cerebro. El lector habr observado
tal vez que cuando se aprenden
movimientos complejos como los que
intervienen en el ciclismo, el patinaje o
la natacin, los primeros ensayos
parecen ser infructuosos, pero que al
cabo de una semana o un mes, cuando se
repite la prueba, se descubre
sbitamente que puede hacer desde el
comienzo todo cuanto se le antoja.
Ciertamente, a nadie se le ocurrira
argumentar que lo mismo podra acaecer
sin la molestia de los esfuerzos

anteriores.
Tambin tengo que objetar la
afirmacin de Spencer de que cuando
cesa el esfuerzo la verdadera asociacin
de ideas produce sus frutos. El cerebro
no dispone de un mecanismo oculto
capaz de distinguir entre lo verdadero y
lo falso. En realidad, si no hiciramos
ningn esfuerzo, las asociaciones ms
frecuentes y vigorosas tendran mayores
probabilidades de imponerse, y
posiblemente gozaran a menudo de
mayor peso que las inusitadas y dbiles.
Por lo dems, no hay superioridad.
Pero la razn primordial de que no
podamos copiar el mtodo de Herbert

Spencer es que no todos somos Herbert


Spencer. Su pensamiento se orientaba
espontneamente por cauces serios y
tiles. En consecuencia no tena
necesidad de forzarlo. Si el lector es una
de esas escasas y afortunadas personas
cuyos pensamientos solo se encarrilan
hacia temas tiles y que se concentran en
ellos por un inters puramente
espontneo, le aconsejar sinceramente
que no se esfuerce. Y si por casualidad
esa persona estuviera ahora leyendo este
captulo, le asegurara que perda
lamentablemente el tiempo y que deba
pasar rpidamente al siguiente. Pero si
el lector forma parte de la infortunada

mayora
cuyos
pensamientos
se
dispersan constantemente, tendr que
forzar su proceso intelectual al menos
durante un tiempo.
Hay una observacin de Spencer que
es indiscutiblemente cierta: puede
acaecer que la porfa por desentraar
inmediatamente la solucin de un
problema
acte
como
factor
distorsionante dentro de la conciencia y
allane el camino al error. Y aunque
parezca extrao, su mtodo coincide
sustancialmente con el de John Stuart
Mill, que parece tan antagnico.
Obsrvese, en efecto, que Mill habla de
retomarlo (el enigma) una y otra vez

hasta lograr elucidarlo.


Ambos insinan su coincidencia en
vez de expresarla categricamente:
Spencer mediante el empleo de la
palabra inmediatamente y Mill por
medio de las palabras una y otra vez.
En este caso la prctica de ambos
difiere de la de la gran mayora de los
hombres. Sin embargo, ninguno de los
dos pensadores pareca formarse cabal
idea de la ndole de aquella diferencia.
Cuando el hombre comn (esa entidad
mtica!) encara un problema, puede
desplegar tanta energa como un gran
pensador. Pero al ver que las
dificultades se multiplican en torno de

l, comienza a desalentarse. Por fin


desecha malhumorado el problema,
conformndose con la reflexin de que
es insoluble o de que alguien ms
idneo que l lograr solucionarlo.
En cambio, cuando un pensador
autntico encara ese mismo problema,
trata de solucionarlo desde todos los
ngulos posibles. Los fracasos no lo
arredran. Sencillamente, lo deja de lado
durante un tiempo, por ejemplo, un par
de semanas o ms, para retomarlo
despus. Entonces descubre que algunos
puntos oscuros se han aclarado un poco,
que algunos interrogantes tienen
contestacin. Y encara nuevamente el

problema con todo vigor. Y si no


descubre una solucin completa, vuelve
a dejarlo de lado, para retomarlo
despus de trascurrido otro lapso, hasta
que finalmente aflora la respuesta
satisfactoria.
Quiz usted no encuentre diferencia
alguna entre pensar durante dos lapsos
de una hora cada uno separados por dos
semanas, y pensar durante dos horas
consecutivas. A modo de experimento,
la prxima vez que no pueda resolver un
problema de primera intencin, anote
todas las soluciones insatisfactorias que
se le ocurran, y todos los interrogantes,
dificultades y objeciones con que

tropiece. Luego djelo decantar durante


unas cuantas semanas. Cuando lo
retome, algunas de las dificultades le
parecern menos imponentes y algunos
de los interrogantes casi se habrn
resuelto por s solos. (Tambin puede
ser, claro est, que algunas de las
dificultades parezcan ms insolubles y
que hayan aparecido algunos otros
interrogantes nuevos). Si no encuentra la
solucin en la segunda tentativa, vuelva
a dejarlo reposar en la antesala de su
mente.
Si no contiene ms que dificultades
de magnitud razonable, tarde o temprano
descubrir la solucin.

Es difcil determinar con exactitud


qu es lo que produce ese cambio en el
pensamiento, cuando al parecer no se ha
reflexionado
en
el
nterin.
Probablemente el afn de dar con la
solucin predispone hasta cierto punto
nuestras mentes. Sin tener conciencia de
ello, observamos hechos que se vinculan
con
nuestro
problema.
Vemos
inconscientemente la relacin existente
entre el problema que nos ocupa y las
ideas que se nos ocurren en otros
contextos. En sntesis, intervienen las
proclividades intelectuales tal vez
inconscientemente estimuladas por la
experiencia.

Alguien podra imaginar que si


pensramos demasiado correramos el
riesgo de lesionar para siempre nuestro
poderoso intelecto. As ha ocurrido en
algunas oportunidades. Pero el riesgo no
es grande. El pensar en un tema til
durante un largo lapso no lo perjudicar
ms que el pensar en mil temas distintos
e intiles durante el mismo tiempo.
Claro est que no deber tratar de
concentrarse mientras est adormilado,
cuando le duele la cabeza, cuando algn
dolor corporal distrae su atencin o
cuando su mente est cansada por otros
motivos. Si pretendiera concentrarse en
esas condiciones pondra en peligro su

salud mental y fsica. Adems, la labor


intelectual
realizada
en
tales
circunstancias ser de tan mala calidad
que resultar prcticamente intil, si no
daina. Esta observacin es vlida
tambin para los casos en que la fatiga
mental es casi imperceptible. El trabajo
intelectual ejecutado durante la noche
rara vez es tan eficiente como el que se
realiza en las primeras horas de la
maana. Pero siempre habr que aclarar
si su cerebro est verdaderamente
cansado, o est sencillamente saturado
de un tema especfico.
Se puede oponer otra objecin
contra el empeo de concentrarse en

todas las oportunidades. Se ha


observado a menudo que la gente
recuerda los nombres y resuelve
problemas mientras piensa en otros
asuntos. Alguien podra aducir que esas
soluciones no habran aflorado durante
la
concentracin,
porque
las
asociaciones exactas que condujeron a
ellas no se habran producido. Este
argumento es espordicamente vlido.
Pero aun as hay razones por las cuales
insisto en mi recomendacin. Aunque un
individuo haya aprendido a concentrarse
muy intensamente, siempre hay breves
parntesis durante los cuales su mente
divaga, y ellos bastan para que se

manifieste
cualquier
asociacin
accidental. Adems, el hecho de que
ocasionalmente esos momentos de
divagacin presten buenos servicios no
cohonesta su existencia. Las ideas ms
falaces, las prcticas ms demonacas,
los personajes ms detestables de la
historia, han prestado accidentalmente
buenos servicios. Lo cierto es que por
cada asociacin til que se produce
durante la divagacin, aparecen diez
durante la concentracin. La razn de
que las asociaciones tiles que se
registran durante la divagacin parezcan
frecuentes estriba en que, por
inesperadas, llaman ms la atencin

cuando se producen.
Se ha dicho a menudo que muchos de
los mayores inventos del mundo fueron
resultado de accidentes casuales. Hasta
cierto punto as es. Pero el accidente se
fue preparando mediante una intensa
reflexin anterior. Jams se habra
producido en ausencia de ella. Se dice
que a Newton se le ocurri la idea de la
gravitacin porque una manzana cay
sobre su cabeza. Quiz sea verdad. Pero
las manzanas estn cayendo desde que
las hay en el mundo, y es probable que
habrn cado millares de ellas sobre las
cabezas de los hombres. Pero solo a
Newton se le ocurri la idea de la

gravitacin universal. Se supone que la


de la mquina a vapor se le ocurri a
Watt mientras observaba por casualidad
una tetera. Pero cuntos antes que l
haban visto salir vapor de las teteras?
La idea del pndulo regulador del
tiempo se le ocurri a Galileo al
observar las oscilaciones de una
lmpara en una catedral. Pensad
cuntos
habran
observado
las
oscilaciones de una lmpara antes que
l! Lo probable es que en todos estos
casos lo que allan el camino para el
invento o la idea, lo que casi gest el
uno o la otra, fue la intensa reflexin
practicada durante horas, das y hasta

aos tal vez de concentracin anterior.


Lo nico que faltaba para completar la
idea y hacerla salir al plano de lo
consciente era un minsculo hecho
casual. El hecho fortuito, el accidente al
que tantas veces se ha atribuido el
mrito del invento o la idea, no hizo ms
que acelerar su aparicin, ya que era
inevitable que se produjera en cualquier
momento, despus de reflexiones tan
intensas
Claro est que no pretendo
verdaderamente que nadie se concentre
sin cesar. Yo mismo no lo hago. Solo he
querido sealar que no hay nada mejor.
Pero todo individuo, aun quien est

abrumado por sus negocios, debera


reservar por lo menos media hora
diaria, o tres horas y media semanales,
para la concentracin intencional y
explcita. S que para algunos hombres
es un gran sacrificio consagrar la
cuadragsimoctava parte de cada uno de
sus das a un pasatiempo tan intil como
el pensar. Pero si lo hicieran durante
siete das consecutivos, tal vez no
quisieran dejar de hacerlo en adelante.
Incluso existe la posibilidad de que
los resultados los estimulen a prolongar
la sesin.

EL PREJUICIO Y LA
INCERTIDUMBRE
E vez en cuando al pensador
cauteloso se le ocurre que, desde
el simple punto de vista del
clculo
de
probabilidades,
es
francamente difcil que sus opiniones
sobre todos los temas discutibles sean
correctas. Veo en derredor se dice,
a millares de personas que sustentan
opiniones distintas de las mas acerca de
esto o aquello, totalmente diferentes en
la mayora de los casos, parcialmente al
menos en los restantes. Cada una de esas

personas confa tanto como yo en la


justeza de sus convicciones. Muchas son
muy inteligentes y, por ms que me
engra, tengo que reconocer que algunas
de ellas son mis pares si no
superiores a m. Sin embargo, a pesar de
que cada uno de nosotros est seguro de
tener razn, es indudable que la mayora
de nosotros no la tiene. Por qu no
habra de contarme yo entre los
equivocados? Claro est que no puedo
captar siquiera la probabilidad de que
as sea. Pero ello no prueba nada, pues
aunque la mayora tenga que estar
necesariamente equivocada, sobre todos
pesa por igual la incapacidad de pensar

que lo estn. No es entonces desatinado


que confe tanto en m mismo? Cuando
tiendo una mirada al pasado, descubro
naciones,
sectas,
filsofos,
que
veneraban ideas cientficas, morales,
polticas y religiosas que hoy
rechazamos
categricamente.
Sin
embargo las sustentaban con una
certidumbre tan slida como la
nuestra no, ms slida an, si hemos
de emplear como criterio su intolerancia
respecto de los disidentes. En
consecuencia, la firmeza de mi
conviccin de estar en lo cierto parece
muy poco justificada. Hombres de todas
las nacionalidades han tenido una

conviccin semejante, y en nueve de


cada diez casos se demostr que su
certidumbre era engaosa. No es
absurdo, pues, que deposite yo tanta fe
en mis juicios?[11].
Espero que el lector disculpe esta
segunda cita, bastante extensa, de
Herbert Spencer, pero para encarar el
tema de este captulo con el estado de
nimo ms apropiado, me parece
insustituible la idea que ella expresa
Nuestro tema es el prejuicio.
Nuestro objetivo, librarnos lo ms
posible de l. Sin embargo, para poder
librarnos de algo tenemos que empezar
por estar en condiciones de reconocer

ese algo tan pronto como lo veamos.


El prejuicio se confunde a menudo
con la intolerancia. No son idnticos. Un
hombre puede tener prejuicios y no ser
intolerante. Usted puede pensar que su
universidad, su ciudad o su patria, es la
mejor del mundo por la sencilla y nica
razn de que es la suya. Su opinin
refleja un prejuicio. Pero es posible que
usted no proteste si otro individuo
supone que su universidad, o su ciudad,
o su patria es la mejor del mundo.
Incluso hasta es posible que no lo
respete si no piensa as. Y entonces su
opinin ser tolerante.
Por otra parte, un individuo puede

ser intolerante y no tener prejuicios.


Usted puede decidir, fundindose
exclusivamente en la evidencia y la pura
razn, que el papel moneda es siempre
una forma perniciosa de circulante y
sentirse justamente irritado contra quien
lo propugne. Puede hasta desear que se
reprima a quien defienda semejante
sistema. Y sin embargo es posible que
est en condiciones de contestar todos
sus argumentos. Lo que usted teme es
que si se lo autoriza a divulgar sus ideas
prendan ellas en mentes tan atolondradas
como la del divulgador. Teme que una
vez que se las implante sea difcil
desarraigarlas, y que en el nterin su

vigencia cause perjuicios irreparables.


En tal caso, es usted intolerante. Pero no
tiene prejuicios. Conviene que se
recuerde bien esta distincin cuando se
acusa a alguien de que tiene prejuicios.
Tngase presente adems otro
detalle. El prejuicio posee menos
afinidad que la que se supone
comnmente con las nociones de verdad
y de error. Que un hombre est libre de
prejuicios no quiere decir que su
opinin sea correcta, ni el hecho de que
tenga prejuicios demuestra que su
opinin sea necesariamente errnea,
aunque hay que admitir que si es
correcta lo ser solo por casualidad.

A menudo se piensa que el prejuicio


se puede reconocer inmediatamente.
Locke dice: Todos se apresuran a
quejarse de los prejuicios que
descarran a otros individuos o grupos,
cual si ellos no los tuvieran Es la paja
que todos ven en el ojo de sus hermanos,
sin ver la viga que llevan en el
propio[12]. Sin embargo, una mnima
reflexin nos convencer de que no
basta que un individuo acuse a otro de
que tiene prejuicios para probar que en
efecto los tiene. Es prctica general
atribuir prejuicios a todos aquellos
cuyas ideas difieren de las propias.
Veamos una definicin del prejuicio,

como la que podemos leer en cualquier


diccionario: Juicio que se forma sin el
debido estudio previo; opinin adversa
a cualquier cosa que no se funda en
razones
justas
o
conocimientos
suficientes. Esta definicin no nos deja
totalmente satisfechos. Un individuo
puede formarse un juicio sin
conocimientos suficientes y no obstante
estar libre de prejuicios. Puede sustentar
una opinin y estar sin embargo
dispuesto a cambiar de ella si le
presentan pruebas suficientes. Pero
aunque la formacin de un juicio sin
conocimientos bien fundados implique
prejuicio, a menudo su existencia est

justificada. Como quiera que sea, todos


coincidirn en que la definicin dada no
nos ayuda mucho a descubrir nuestros
propios prejuicios. Por ejemplo, todos
pensamos que nuestro juicio sobre una
cuestin determinada se form sobre la
base del debido estudio previo, por la
sencilla razn de que cada cual es el que
dictamina lo que para l se entiende por
debido.
Es difcil encontrar una definicin
plenamente satisfactoria. Quiz lo mejor
sea enumerar diversas formas de
prejuicios y decir cules son sus causas.
La primera modalidad de prejuicio que
paso a enunciar es la que se manifiesta

en el entusiasmo por una opinin y el


deseo de sustentarla. A grandes rasgos,
cabe atribuir ese deseo a tres causas:
1)Deseamos que una opinin sea
justa porque si lo es nos beneficiamos
personalmente. Promtale a alguien que
si invierte su dinero en la Mina de Oro
Bella
Vista
cobrar
dividendos
superiores al 40 por ciento anual, y ese
alguien correr serio peligro de hacerse
acto
continuo
desmesuradamente
crdulo. El temor secreto e indefinido a
encontrar los retratos de los directores y
promotores en el Archivo de
Delincuentes Buscados, lo disuadir de
investigar sus antecedentes. Anuncie en

una revista que cualquier enclenque


aumentar de tres a siete kilos
semanales bebiendo Grasilac y recibir
cientos de cartas adjuntando el dlar que
usted cobra por el frasco de prueba. No
habr uno solo de cada diez
desesperadamente delgados que se
detenga a preguntarse cul es la
explicacin de semejante milagro. De
hecho, har todo lo posible por
convencerse a s mismo de que debe
hacer la prueba. Se dir que el anuncio
ha aparecido en una revista digna de
confianza, que la compaa no se habra
atrevido a hacer semejante promesa sin
estar en condiciones de cumplirla,

que
Pero podemos dejar de lado los
casos en que es ms obvia la
intervencin del inters personal y pasar
al prejuicio sobre el cual gravita menos
el egosmo consciente o el lucro directo.
Si un economista escribiera un libro
destinado a demostrar que los banqueros
son realmente innecesarios y que la
sociedad podra prescindir de ellos, es
casi seguro que ningn banquero se
formara una opinin muy buena acerca
de la vala intelectual del autor. Si
evaluara en alguna forma sus
argumentos, no lo hara ms que con la
intencin de refutarlos. Con parcialidad

an menos consciente, los ricos suelen


oponerse al socialismo y el comunismo
no tanto porque dispongan de pruebas
intrnsecamente slidas para rebatirlos
como porque temen que dichos sistemas
sociales, una vez implantados, vayan a
despojarlos de una buena parte de sus
fortunas. Quienes nada tienen son
propensos a simpatizar con esos
programas porque les prometen una vida
mejor.
El solo hecho de ignorar algo nos
predispone en su contra, al paso que el
conocerlo nos predispone en su favor.
Hay diez probabilidades contra una de
que el que ha aprendido esperanto sea

partidario de la adopcin de un idioma


internacional y de la eleccin del
esperanto en particular. Quienes opinan
acerca de la inutilidad de los clsicos
suelen ser personas que los desconocen,
en tanto que quienes se han visto
obligados a estudiar griego y latn para
obtener un ttulo universitario o por
alguna otra razn anloga, exageran casi
siempre su importancia. La mayor parte
de la oposicin a la grafa simplificada
se debe a que la gente, despus de haber
consagrado tiempo y afanes al estudio
de una grafa absurda, experimenta el
vago temor de que si se adoptara un
sistema fontico racional los nios, las

clases ignorantes y los individuos de


poca memoria podran escribir en forma
igualmente correcta sin tener que
dedicar la cuarta parte del trabajo al
aprendizaje. No queremos decir que
sean conscientes su actitud infantil e
indigna, pues casi nunca lo son, pero la
motivacin influye igualmente.
Claro est que tanto en los casos
mencionados de prejuicio como en los
que pondremos a continuacin, ninguna
de las personas que sustentan ideas
tendenciosas est dispuesta a exponer en
la discusin sus verdaderas razones,
aunque cada una de ellas esgrimir todo
gnero de supuestas razones en apoyo de

sus convicciones. Y para hacerles


justicia es necesario admitir que a
menudo ignoran las verdaderas causas
por las cuales se inclinan por un bando
en vez de hacerlo por otro.
La tendenciosidad patritica, aunque
no tan patentemente egosta, se puede
clasificar con razn entre los prejuicios
a que acabamos de referirnos. Cuando
escrib la primera edicin de este libro,
estaba en su apogeo la guerra ms
colosal de la historia (la primera
mundial). Pero no pude citar a un solo
alemn, austraco, turco o blgaro que
hubiera confesado que exista alguna
posibilidad de que los britnicos, los

franceses, los rusos, los italianos, los


belgas, los serbios, los montenegrinos o
los japoneses tuvieran la razn de su
parte, ni saba tampoco de ningn
japons, montenegrino, serbio, belga,
italiano, ruso, francs o britnico que
creyera que los blgaros, turcos,
austracos o alemanes estaban en lo
justo. Los filsofos y hombres de
ciencia
no
fueron
excepcin:
Mnsterberg, Eucken y Haeckel
escriban pblicamente en favor de
Alemania, y cincuenta de los autores
ingleses ms destacados firmaron
unnimemente un manifiesto en favor de
su pas A pesar de lo cual nadie se

sorprendi.
2) Otra razn por la que deseamos
que una opinin sea correcta es que de
hecho la sustentamos ya. Lo ha dicho un
escritor: A menudo formamos nuestras
opiniones fundndonos en las razones
ms ftiles, y sin embargo solemos
aferramos
a
ellas
con
ciega
obstinacin. El hecho se explica por
dos razones.
Cuando nos formamos una opinin
respecto de cualquier problema, lo ms
probable es que la comuniquemos a un
tercero, y as nos comprometemos con
uno de los bandos. A partir de ese
momento, modificar la opinin implica

reconocer
que
antes
estbamos
equivocados. El cambio de opinin nos
hace vulnerables al reproche de
inconsecuencia. Lo ltimo que podemos
admitir es que seamos inconsecuentes,
que nuestros juicios sean humanos y
falibles. La inconsecuencia dijo
Emerson, es el cuco de las mentes
pequeas. Y si por inconsecuencia
entenda el cambio de opiniones ya
sustentadas, tenemos que coincidir con
l.
El elaborador de hiptesis padece
una forma especfica de ese temor a la
inconsecuencia. El terico de esta
ndole recurre a una suposicin para

explicar determinados hechos. Cuando


tropieza con otros afines que al parecer
no se pueden justificar mediante aquella
suposicin, los ignora, o los recorta y
modifica, o los introduce por fuerza en
su teora. Las hiptesis per se nunca han
hecho dao. Son indispensables para
todo proceso intelectual, sobre todo
como auxiliares de la observacin. Lo
que ha perjudicado ha sido la pretensin
de demostrar que una hiptesis es
correcta solo porque es nuestra, o
porque es fascinante. Darwin cuenta que
se haba acostumbrado a redactar un
memorndum sin falta ni demora cada
vez que tropezaba con un dato publicado

o con una nueva observacin o idea que


chocara con mis resultados generales,
porque la experiencia me haba
enseado que aquellos datos e ideas
eran para m ms fciles de olvidar que
los favorables.
Probablemente
la
sicologa
fisiolgica y el estudio del cerebro
suministrarn los mejores argumentos
para explicar el segundo motivo que nos
induce a aferramos a una opinin por el
solo hecho de que ya la sustentamos.
Cuando se derrumba y queda en ruinas
un principio que hemos venerado
durante mucho tiempo, experimentamos
un dolor casi fsico. Cuanto ms tiempo

hemos sustentado una opinin, tanto ms


difcil nos resulta desprendernos de ella.
En este sentido se parece a un hbito. Y
la comparacin no es meramente
analgica. La opinin es un hbito del
pensamiento. Est localizada en la
misma regin cerebral y obedece a las
mismas leyes que los hbitos comunes.
Sabido es que las opiniones de los
hombres de ms de cuarenta aos estn
slidamente implantadas. Cuanto ms
envejece el ser humano, ms difcil le es
cambiar de opinin, y ms difcil resulta
a los dems inducirlo a que cambie.
Generalmente la cara de una
polmica que vemos al comienzo es

tambin la que vemos al final. Ello se


debe a que las polmicas a que
asistimos no tienen que conmover o
desalojar nada implantado en nuestro
cerebro (a menos que tengamos un
espritu muy crtico como casi nunca
acaece). Pero si dejamos que una
opinin se abra camino y se asiente en
nuestro cerebro, cualquier opinin
contraria tendr que desalojarla a fin de
conquistar su propio bastin.
Como coment Mark Twain:
Puesto que aun a los cerebros ms
brillantes de nuestro mundo se les ha
inculcado desde la infancia alguna forma
de supersticin, jams ser posible que

esos cerebros examinen sincera,


desapasionada y conscientemente, en su
edad madura, cualquier testimonio o
circunstancia que parezca proyectar la
ms ligera duda sobre la validez de
dicha supersticin. Por supuesto, Mark
Twain estaba equivocado. La nuestra es
la Raza Racional, aunque cnicamente
insine l lo contrario. Por ejemplo,
cada uno de nosotros juzga siempre con
objetividad la religin, el tema ms
importante a que podemos consagrar
nuestra inteligencia. Por supuesto, es por
pura casualidad que casi la totalidad de
los 600 millones de chinos son budistas.
Es por pura casualidad que la

abrumadora mayora de los habitantes


del este de la India son brahmanes. Solo
por casualidad casi todos los turcos,
persas y rabes son mahometanos. Y es
por mera casualidad casualsima que
Inglaterra es protestante e Irlanda
catlica Pero es peligroso encarar
este tema de la religin en un contexto
demasiado cercano al propio.
Llegamos ahora al tercer motivo por
el cual deseamos que una opinin sea la
correcta.
3) Deseamos que una opinin sea la
correcta porque si no lo fuera nos
veramos constreidos a cambiarla; o
deseamos que sea la correcta porque si

lo es podremos conservar todas las


dems que sustentamos. Esta es una
forma muy difundida de prejuicio. Y
pienso que es, por fortuna, la ms
defendible. Sin embargo, su mayor o
menor defendibilidad depende sobre
todo de las opiniones que tenemos
miedo a cambiar, y que pueden dividirse
en dos categoras.
a) Aquellas que hemos asimilado sin
reflexionar, es decir, las opiniones
prestadas, etctera. Los enemigos ms
encarnizados de la teora de la
evolucin
fueron
los
cristianos
conservadores que estaban convencidos
de que socavaba la interpretacin literal

del Gnesis. Si dichos cristianos


hubieran investigado las fuentes de este
libro, evaluado su probable autoridad,
reflexionado sobre la posibilidad de la
redaccin revelada, y optado finalmente
por la narracin bblica, su oposicin a
la teora de Darwin justa o no por
lo menos habra estado libre de esta
clase de prejuicio. Pero el grueso de la
oposicin eman de personas que no
haban estudiado crticamente el
Gnesis, sino que lo haban aceptado
desde el principio porque sus mayores
se lo haban inculcado dogmticamente
durante la infancia. Se trataba, pues, de
un prejuicio puro y simple.

b) Las otras opiniones que tenemos


miedo a cambiar son aquellas que se
fundan principalmente en las evidencias.
William James nos da un ejemplo:
Por qu son tan escasos los
cientficos que se dignan contemplar
los testimonios en pro de lo que se ha
dado en llamar telepata? Porque
piensan que, como dijo en una
oportunidad un destacado bilogo, ya
difunto, aunque esa actividad fuera
cierta,
los
cientficos
deberan
confabularse
para
silenciarla
y
ocultarla. Rompera la uniformidad de la
naturaleza y una multitud de principios
sin los cuales los cientficos no sabran

cmo
continuar
realizando
sus
trabajos[13]. Darwin cuenta que cuando
era joven inform a Sedgwick que se
haba descubierto una valva de voluta
tropical en una cantera de grava prxima
a Shrewsbury. Sedgwick le contest que
alguien deba de haberla arrojado all y
agreg que si hubiera estado realmente
implantada en aquel lugar, ello
implicara una gran desgracia para la
geologa, ya que echara por tierra todo
cuanto sabemos acerca de los depsitos
superficiales de los condados del
Midland que pertenecan al perodo
glacial[14].
Tal vez algunos de mis lectores se

resistan a catalogar este ltimo caso


como una manifestacin de prejuicio.
Quiz digan que Sedgwick estaba
perfectamente justificado. Sin embargo
aqu no se trata de eso. A veces el
prejuicio en s mismo puede estar
justificado. Pero Sedgwick admiti
tcitamente que no solo crea que la
valva no podra haber estado
implantada, sino que en realidad
deseaba que no lo estuviera. Y nuestros
deseos siempre determinan, en parte,
tanto los esfuerzos que desplegamos
para acumular testimonios como la
importancia que les concedemos una vez
reunidos.

El aserto de Emerson, de que la


inconsecuencia es el cuco de las mentes
pequeas, es acertado en dos sentidos.
Porque no solo es pernicioso tener
miedo a cambiar una opinin que hemos
sustentado, sino que en ocasiones
tambin es tenerlo a sustentar
simultneamente
dos
opiniones
contradictorias. Si se le ocurre a usted
una idea y pasado algn tiempo
descubre que no armoniza con otra idea,
no trate de deshacerse inmediatamente ni
de la una ni de la otra. Evale ms bien
la nueva idea con todas sus
concomitancias e implicaciones, cual si
nunca hubiera sustentado usted la

primera. Quiz convenga repetir la


operacin con la primera idea.
Finalmente una de ellas har patente su
falsedad y la otra su correccin. O quiz
descubrir que haba algo de verdad en
cada una de ellas y las conciliar en una
verdad ms amplia y comprehensiva.
He expuesto estos tres casos de
prejuicio para que al lector le resulte
ms fcil reconocer esos mismos
prejuicios u otros parecidos en su
propia persona. Y la sola identificacin
de los prejuicios como tales ayudar a
eliminarlos.
Pero
aunque
todos
proclamamos vigorosamente nuestro
afn por librarnos de los prejuicios, la

verdadera razn por la cual se los


conserva es que no se los quiere
abandonar. Todos estamos dispuestos a
desembarazarnos de los prejuicios, pero
en abstracto. Cuando alguien se toma la
molestia de sealar alguno de nuestros
prejuicios concretos y particulares, lo
defendemos y nos asimos a l con uas y
dientes. Solo nos liberaremos de
nuestros prejuicios si nos convencemos
de la prioridad de la verdad; si no
dejamos en nuestras mentes la menor
duda acerca del valor que tiene el
anlisis absolutamente imparcial de
todos los problemas; si no nos
convencemos de que este procedimiento

es ms provechoso que el sustentar la


opinin que nos beneficiara si fuese
correcta, ms importante que el ser y
sentirnos consecuentes, ms digno de
respeto que la cmoda pero egosta
sensacin de certidumbre. Cuando
estemos verdaderamente dispuestos a
despojarnos de nuestros prejuicios,
procederemos a eliminarlos. Pero no
antes.
Es necesario analizar otra clase de
prejuicio, que podramos rotular con el
nombre de prejuicio de imitacin.
Concordamos con los dems, adoptamos
las opiniones que sustentan quienes nos
rodean, porque tenemos miedo de

discrepar. No nos atrevemos a


diferenciamos de los dems en el plano
lgico como no nos atrevemos a
distinguimos del comn en el plano de la
indumentaria. Esta analoga entre el
pensamiento y la moda imperantes
podra llevarse hasta sus ltimas
consecuencias. As como tenemos miedo
de adoptar un aspecto distinto del de
quienes nos rodean porque en tal caso
nos consideraran excntricos, tambin
tenemos miedo a sustentar ideas
distintas porque en tal caso nos
calificarn de raros. Si sustentramos
varias de esas opiniones disidentes nos
catalogaran en alguna de las muchas

categoras posibles, desde la de simple


chiflado hasta la de loco de atar,
pasando por la de fantico. Cuando
volviramos la espalda, las personas se
llevaran burlonamente el ndice a la
sien y lo haran girar en pequeos
crculos.
Nuestro temor a las opiniones
extravagantes solo se puede comparar
con el miedo a las ideas anticuadas.
Hasta hace poco la gente pensaba que lo
ms popular era rerse de las
sufragistas. Y todos se rean de ellas.
Ahora empieza a ser popular rerse de
los antisufragistas. Hace algn tiempo
estaba muy de moda temer al

socialismo. Hoy empieza a ser de buen


gusto comentar: En realidad hay mucho
de cierto en su teoras. E
indudablemente pronto seremos todos
ms socialistas que Lenin.
El prejuicio de la imitacin no est
circunscrito a los profanos. En todo
caso, es an ms comn entre los
llamados intelectuales. Recuerdo
haber citado una opinin de Spencer a
un conocido, quien me replic: S, pero
no se considera que la filosofa de
Herbert Spencer est pasada de moda?.
Aquel mismo conocido me inform
tambin que
Mill
haba
sido
superado. Me confes ingenuamente,

y en verdad creo que con un poco de


orgullo, que no haba ledo ningn
escrito de aquellos filsofos. Yo no
pretendo defender a Herbert Spencer ni
a John Stuart Mill, ni tampoco quiero
menospreciar a ninguno de los filsofos
modernos. Pero estoy dispuesto a
apostar a que la mayor parte de quienes
hoy entonan loas tan ditirmbicas a
James, Bergson, Eucken y Russell, se
avergonzarn dentro de veinticinco aos
de mencionar estos nombres y se
consagrarn exclusivamente al posneofuturismo o como se llame la
modasofa de entonces.
Si esta es la forma ms popular de

prejuicio, tambin es la ms difcil de


desarraigar. Para ello se necesita
valenta moral, la forma ms rara de
entereza personal. Para enunciar y
defender una idea opuesta a la que est
de moda, hay que tener tanta valenta
como la que necesitara un hombre de la
ciudad para abrigarse en un da
sofocante de calor, o como la que
mostrara una joven de sociedad que
concurriera adrede a una fiesta luciendo
un vestido del ao anterior. El hombre
que posee esa entereza moral es ms
bienaventurado que los reyes, pero tiene
que pagar por ello un precio
elevadsimo en forma de sarcasmos e

irrisiones.
Existe otra variante del prejuicio de
imitacin radicalmente opuesta a la
descrita. As como en asuntos de
indumentarias hay quienes se desvelan
por imitar a otros, hay tambin
individuos cuyo afn supremo es
distinguirse. Su mayor temor es que
los confundan con uno de la multitud.
Se visten en la forma ms extravagante
posible
a
fin
de
conquistar
individualidad. En el mbito del
pensamiento encontramos tambin los
mismos
especmenes.
Tiemblan
constantemente ante el temor de decir
algo que est en boca de todos los

dems. Formulan sus asertos no como


expresin de la verdad, sino por llamar
la atencin con sus humorismos y
paradojas. Su gran placer es afirmar o
defender
algo
nuevo,
algo
deliciosamente
revolucionario
o
escandaloso que sacuda a todo el
auditorio y hasta los sorprenda a ellos
mismos, sin pararse a juzgar si es
verdad o no lo que proclaman. Lo peor
de todo es que esa gente termina por
convencerse poco a poco de la
veracidad de sus postulados, como los
mentirosos terminan por creer sus
propios embustes.
El nico remedio contra esa

condicin del intelecto consiste en


cuidar que todas las opiniones que
enunciamos sean siempre sinceras. A
menudo la gente cae en falta por un
motivo que no es en s mismo
censurable: el de ser originales. Pero
eligen un camino equivocado para
conseguir su meta. Si se persiguen como
metas la originalidad y el extremismo,
no se llegar ni a la verdad ni a la
originalidad. Pero si se fija como
objetivo la verdad, se llegar muy
probablemente a esta y la originalidad
vendr por s sola.
Hay centenares de prejuicios,
millares de formas de prejuicio.

Tenemos, por ejemplo, el prejuicio


conservador, que se manifiesta en el
vago temor de que cambie algn aspecto
del orden actual: si se concediera el
voto a las mujeres, si triunfara el
socialismo, si en la oficina instalaran un
nuevo sistema de archivado, todo se
hundira. Pero no puedo ocuparme
exhaustivamente
de
todas
las
modalidades de prejuicio que se me
ocurren.
El rasgo caracterstico de los
grandes pensadores de todos los tiempos
ha sido su relativa emancipacin
respecto de los prejuicios de su poca y
su comunidad. Para evitar esos

prejuicios cada cual debe sondear


constante y desapasionadamente las
propias opiniones. La vigilancia
constante es el precio que hay que pagar
por una mente libre.
El prejuicio no es el nico peligro
que acecha al pensador en ciernes. En su
esfuerzo mismo por librarse del
prejuicio puede caer en otro pecado
intelectual todava mayor. Es el de la
incertidumbre.
Puesto que incertidumbre y duda son
casi sinnimos, es probable que este
aserto sorprenda al lector, que hasta
ahora me ha visto siempre elogiar la
actitud dubitativa. Pero esta, aunque

necesaria y digna de encomio, no debe


predominar en todo momento. Pensamos
para
tener
opiniones.
Tenemos
opiniones para orientar la accin, para
poder actuar cuando las circunstancias
lo exijan. Aun despus de formular las
observaciones que reproducimos al
comienzo de este captulo y que
implican la necesidad de proceder con
extraordinaria cautela, agrega Herbert
Spencer: En la vida diaria nos
vemos constantemente obligados a
traducir en actos nuestras conjeturas,
aunque no estemos del todo seguros de
la verdad de ellas en la casa, en la
oficina, en la calle, surgen a cada

momento problemas respecto de los


cuales no podemos vacilar. Actuar ser
peligroso, pero no hacerlo en absoluto
es fatal.
Hay otras razones por las cuales no
podemos darnos el lujo de mantener
indefinidamente la actitud dubitativa. Si
nuestras vidas fueran eternas, si
dispusiramos de un tiempo ilimitado
para pensar, podramos continuar en el
estado de duda. Pero la vida es efmera.
De modo que si ha ponderado usted los
datos que pudo reunir a propsito de un
problema como el de los fenmenos
parasicolgicos, si ha adoptado un
criterio amplio y ha llegado en

definitiva a creer que la comunicacin


con los muertos es imposible, nadie
podr reprocharle que deje ya de
investigar ese problema. Cada hora
consagrada al examen de nuevos
testimonios sera una hora que restara
usted a las reflexiones sobre algn otro
tema, y la ley del rendimiento
decreciente se aplica tanto al
pensamiento como a la economa.
Otro inconveniente de la actitud
dubitativa es que cuando no se la emplea
correctamente,
obstaculiza
el
esclarecimiento de la verdad en vez de
facilitarlo.
Esto
se
advierte
especialmente en los casos en que asume

la forma de miedo al prejuicio. Es


posible que cuando nos gua este temor,
nuestro deseo vehemente de no prejuzgar
en favor de una variante del problema
nos induzca a hacerlo en favor de otra.
Impulsados tal vez por la intencin de
dar a un argumento contrario la
consideracin debida, le demos una
consideracin exagerada. En vez de
deshacer el prejuicio por medio de la
razn, lo que hacemos es tratar de
compensar un prejuicio con un
contraprejuicio. Cuando una persona
discrepa
de
l,
el
pensador
exageradamente escrupuloso, posedo
por el temor de tener prejuicios y

ansioso por demostrar su amplitud de


criterio, dice a menudo frente a una
objecin: Es posible que as sea. Pues
solo es lcito decir: Es posible que as
sea cuando se asume esa actitud en el
curso de la experimentacin o la
observacin, o cuando se busca material
o argumentos para averiguar si
realmente es o no algo as. Pero si no le
encuentra nada de cierto, nada de
verdad, es justo que lo diga y debe
hacerlo.
Es intil simular duda, a menos que
se proponga uno despejar esa duda
mediante el empleo de la razn. La
actitud dubitativa solo debe durar

mientras se buscan activamente los


datos relativos a un problema . Cuando
persiste despus o se aplica en cualquier
otra forma, equivale sencillamente a la
incertidumbre, la imprecisin y la
vaguedad, y no conduce a ninguna parte.
Es importante que estemos libres de
prejuicios. Es ms importante todava
que nuestras ideas sean claras. Y si
nuestras ideas claras son errneas? La
respuesta insuperable est en lo que
Thomas Huxley dijo al respecto:
Un gran jurista-estadista y filsofo
antiguo me refiero a Francis Bacon
afirm que la verdad surga del error
mucho antes que de la confusin. Esta

mxima
encierra
una
verdad
maravillosa. En el mundo no hay nada
mejor que estar en lo cierto; pero,
despus de eso, no hay nada mejor que
estar
clara
y
categricamente
equivocado, porque en algn momento
se podr ir a flote. Si anda usted
titubeando entre la verdad y el error, no
llegar nunca a nada; pero si est
absoluta, total y persistentemente
equivocado, cualquier da tendr la
suerte de darse de narices con un hecho
cierto, y ello lo pondr nuevamente en el
buen camino[15].
Cuando se halle fluctuando entre dos
opiniones, quiz le convenga entablar un

debate interior. Ennciese con la mayor


vehemencia posible el argumento
afirmativo y expngase tambin en la
forma ms convincente posible el
negativo, introduciendo una refutacin
del uno y del otro si lo juzga necesario.
Hasta podr refinar el procedimiento
escribiendo los argumentos de ambas
partes en columnas paralelas. Por
supuesto, nunca deber emplear un
argumento que sea a todas luces falaz, ni
un aserto que implique solo un
verdadero prejuicio. Deber utilizar
nicamente los argumentos que a su
juicio esgrimira un polemista sincero y
bien intencionado. Si da usted

coherencia a sus ideas mediante este


mtodo, descubrir a menudo que no hay
argumentos sostenibles en favor de una
de las dos disyuntivas posibles, y casi
nunca dejar de llegar a una conclusin
categrica. Alguien podra juzgar
artificial y hasta infantil este sistema que
aconsejamos para llegar a una decisin,
pero no hay que despreciar nada que
pueda suministrarnos ayuda intelectual.
Una palabra ms a este respecto.
Hay una clase de individuos bastante
comn entre los escritores, que temen
enunciar claramente sus ideas porque
tienen la vaga sospecha de que acaso
estn equivocados. Desean dejar

abiertas suficientes puertas de escape a


fin de poder escabullirse de su posicin
intelectual si alguien los ataca. Por eso
nunca afirman categricamente: Esto es
as y as, sino que protegen todos los
flancos de su charla o de su obra
literaria mediante el uso de expresiones
como: Es probable que, es posible
que, los hechos parece que indican,
o quiz esto sea as y as. No
conformes con ello, aumentan todava la
ambigedad
de
sus
asertos
anteponindoles un pienso que o, peor
todava, un me inclino a pensar que.
Muchas veces esos indecisos
proceden as imaginando que su actitud

es noble, que implica amplitud de


criterio, falta de dogmatismo y modestia.
Tal vez tengan razn. Pero entonces,
tanto peor para la amplitud de criterio,
la falta de dogmatismo y la modestia.
Nunca ceda usted a la tentacin de
enunciar sus ideas de este modo. Si est
real y firmemente convencido de que
esto es as y as, diga esto es as y
as, y no es posible que esto sea as y
as, ni quiz esto sea as y as o a
mi juicio esto es as y as. De lo
contrario, la gente supondr que enuncia
usted su juicio, pero no el de los dems.
Supongamos que ha hecho usted un
aserto categrico. Y supongamos que

descubre ms adelante que se equivoc.


Pues bien, confiese entonces que estaba
usted en un error. Reconozca que ha
hecho algo humano, algo que todos los
hombres hicieron antes que usted: que
cometi un error. Comprendo que es
difcil hacerlo. Es el golpe ms duro que
puede propinarse a s mismo, y pocas
personas le tendrn mayor estima por
ello. La mayora dir: Vean, l mismo
admite que se equivoc. Y frente a esas
personas, tanto usted como su teora
quedarn en mucho mayor desprestigio
que si se hubiese aferrado a ella hasta el
fin de sus das aunque chocara evidente
y flagrantemente con los hechos. Pero

unos pocos individuos apreciarn su


sacrificio. Unos pocos admirarn su
grandeza. Y usted conquistar una talla
mayor. Adquirir como pensador una
talla gigantesca. Lo que es ms,
conquistar una mayor estatura moral. Y
llegar el da en que tendr cada vez
menos oportunidades de desdecirse,
porque aprender a reflexionar durante
ms tiempo antes de proclamar una
opinin.
Todava no est resuelto el conflicto
entre la necesidad de eliminar el
prejuicio y la de vencer la duda. Es
indudable que estos dos objetivos se
contraponen, que cuando un individuo

desarraiga la duda, o incluso cuando


deja de estimularla, suele caer en igual
proporcin bajo la frula del prejuicio.
La
resolucin
del
conflicto
depender totalmente de la ndole del
problema especfico que se trae entre
manos. Es imposible fijar reglas. Todo
est supeditado a la importancia del
problema, a la probabilidad o no de que
debamos actuar en funcin de su
solucin o a la frecuencia con que
debamos hacerlo, y a la forma en que la
respuesta influir sobre nuestra conducta
cuando tengamos que actuar segn ella.
Si se trata de un problema nimio, ser
ridculo sondear nuestros prejuicios

demasiado o desvivirse por reunir


testimonios y pruebas. Cuando es
necesario proceder sin prdida de
tiempo, sin vacilaciones, la persistencia
de la duda puede resultar fatal:
cualquier decisin es mejor que ninguna.
Cuando el problema es de importancia
vital, o cuando la probabilidad de que
tengamos que actuar en funcin de la
respuesta parece remota, podemos
darnos el lujo de salvaguardar nuestras
dudas y de postergar durante aos, quiz
durante toda la vida, la formulacin del
juicio definitivo, y dedicarnos a
investigar a fondo todo lo que tenga
afinidad con el problema, sin escatimar

esfuerzos.
Cada individuo es el encargado de
decidir la magnitud del esfuerzo que
tiene que desplegar y del lapso durante
el cual habr de mantener viva la duda
respecto de un problema concreto. Su
criterio personal debe ser la nica
pauta.

LA DISCUSIN Y LA
CONVERSACIN
A mente despliega muchas
actividades que pueden engendrar
el mal o el bien. La naturaleza exacta de
su influencia depende del uso que se les
d. Una de las ms importantes de esas
actividades es la discusin.
La discusin genera lo que los
siclogos han denominado presin
social, o sea una forma singular de
incentivo para toda clase de accin. En
este sentido, se entiende por presin
social el deseo de superar a un

semejante en una empresa cualquiera.


Cuando discutimos nos concentramos, y
lo hacemos sin esfuerzo consciente.
Tenemos tanto inters en derrotar a
nuestro adversario, que no nos
apartamos del tema. Nos vemos
constreidos a pensar rpidamente. Y,
algo que no es de despreciar, tenemos
que pensar coherentemente.
Pero, a pesar de todas sus ventajas,
la discusin es una de las fuentes ms
abundosas en prejuicio. En el calor de la
polmica, se recurre a todos y cada uno
de los argumentos que se tienen a mano.
Evaluamos todos los asertos de nuestro
adversario desde este nico punto de

vista: el de su posible refutacin.


Estamos dispuestos a blandir contra l
prcticamente
cualquier
objecin,
siempre que nos parezca irrebatible.
Importa muchsimo, pues, que hallemos
la manera de eludir todos esos peligros
que nos acechan.
Lo primero que debemos hacer es
adoptar un cambio radical de actitud
respecto de los argumentos del
contrincante. Cada vez que tropecemos
con un dato que no nos gustara citar en
la discusin porque, en el mejor de los
casos, no reforzara nuestra posicin,
habremos
de
investigarlo
minuciosamente.
Deberemos

preguntarnos si de resultar cierto no


modificara las condiciones generales.
Desecharemos la idea de que para
vindicar nuestra posicin estamos
obligados a contestar todos los
argumentos que esgrima nuestro
adversario. Lo ms probable es que ese
adversario nuestro sea un hombre que se
halle en pleno uso de sus facultades y
que por lo menos algunos de sus
argumentos sean racionales. Cuando lo
sean,
deberemos
reconocerlo
noblemente. Ello no querr decir
necesariamente que su posicin sea la
correcta. Sus argumentos quiz sean
ajenos al meollo de la cuestin, o estn

contrarrestados por alguna otra razn o:


razones. Es posible que el desvelo por
probar demasiadas cosas nos ponga en
la misma situacin en que se coloc el
abogado aquel a cuyo cliente se lo haba
acusado de agujerear un paraguas
prestado. El abogado prob ante todo
que su cliente no haba pedido prestado
ningn paraguas, en segundo lugar que
cuando lo recibi estaba ya agujereado,
y por ltimo que cuando lo devolvi
estaba en perfectas condiciones.
Despus de mantener una discusin
amable con un conocido, puede usted
despedirse de l con la satisfaccin de
haberlo apabullado o con el vago

sentimiento de que, aunque tena usted


razn, el contrincante supo manejar con
ms pericia sus argumentos. Pero
satisfecho o no, casi nunca vuelve usted
a pensar en el asunto hasta que se
encuentra otra vez con aquel conocido.
Pues bien, esta prctica no hace ningn
honor ni a su capacidad polmica ni a su
modo de razonar. Despus de
despedirse de su conocido y de quedar
sumido en la paz de sus propios
pensamientos, debe usted repasar
mentalmente la controversia. Debe
analizar framente la pertinencia y el
peso de los argumentos de su
contrincante, a continuacin de lo cual,

revisando los suyos, se preguntar


cules han sido vlidos y oportunos y
cules no. Si descubre que usted ha
empleado un sofisma, debe tomar la
decisin de no reincidir en l, aunque su
adversario no haya sabido rebatirlo. Al
margen de las consideraciones morales,
es este un mal sistema para convertirse
en pensador. Al fin se volver contra
usted incluso en el terreno polmico.
Puede aprovechar sus discusiones
para recoger material constructivo,
adems de utilizarlas para formular
crticas. Despus de una controversia
puede pasar revista a los argumentos de
su adversario que no pudo refutar o que

rebati flojamente, imaginando las


respuestas que podra haber dado. Claro
est que deber cuidar de que esas
respuestas no sean sofismas. Es muy
probable que el tema vuelva a surgir con
el mismo amigo o con otro, y cuando
ocurra se encontrar usted preparado.
No obstante, el mejor polemista, o
por lo menos el que saca ms provecho
de la discusin, es aquel que busca
testimonios y no piensa en salir
triunfante o airoso, sino que la entabla
con el nico propsito de llegar a la
conclusin correcta. Despus de haber
llegado a la conclusin por esta va, no
esgrime todas las razones posibles en su

defensa. Ni siquiera recurre a las


razones sobre las que otros fundan una
conviccin semejante si l mismo no las
acepta. Se limita a enunciar la evidencia
y aquellas razones que lo han inducido a
l a aceptar su conclusin; nada ms.
Si bien estamos considerando la
discusin, aprovechar la oportunidad
para decir unas pocas palabras acerca
de la conversacin en general. No
siempre discutimos ni podemos discutir
con los amigos, aunque despreciemos
las exigencias de la etiqueta formal.
Pero el hecho de que no discutamos no
implica que no saquemos ningn
beneficio del trato con ellos. En verdad,

la conversacin llana tiene muchas


ventajas sobre la polmica, y la libertad
relativa que suministra respecto del
prejuicio no se cuenta entre las menores.
Sin embargo, el valor de la pltica
depende tanto del tema de ella como de
la persona con la cual se dialoga. Gran
parte de nuestra conversacin est
consagrada a cuestiones minsculas,
desprovistas de valor educativo. Y aun
cuando conversemos sobre temas de alto
vuelo, no sacaremos mucho provecho si
nuestros interlocutores no son personas
inteligentes. Cuando nos codeamos con
individuos tontos, nuestras ideas tienen
que descender necesariamente, y hasta

cierto punto, al nivel de su incapacidad


intelectual. Pero por lo comn las
personas tontas no conversan sobre
temas elevados, as como las mentes
lcidas no dedican mucho tiempo a
futilidades. En consecuencia, si sabemos
elegir al interlocutor, podemos ya dejar
premeditadamente que la conversacin
se encauce por s sola.
Nos falta considerar un aspecto de la
conversacin: su poder correctivo.
Cuando departimos con un compaero
practicamos una especie de exhibicin
mental. Sacamos nuestros pensamientos
de sus escondrijos, desnudos como
estn, y no pocas veces su aparicin nos

produce a nosotros mismos una buena


sorpresa. A menudo rendimos profunda
veneracin a las ideas tcitas hasta que,
mostradas ante otros ojos adems de los
nuestros, las vemos como son en
realidad[16].

EL PENSAR Y LA
LECTURA
ASTA ahora me he ocupado del
pensar casi como pudiera l
desarrollarse sin ayuda exterior. Como
ha ocurrido en el pensamiento
preventivo y constructivo, quiz lo que
me impuls a adoptar esa actitud fue una
reaccin contra la habitual insistencia en
la lectura como elemento indispensable
para el perfeccionamiento intelectual y
contra el simultneo olvido de la
necesidad de pensar en forma
independiente. Los hombres pensaron

antes de que hubiese libros y todava


pueden pensar sin leer, pero no
pueden Iba a decir que no pueden leer
sin pensar, pero analizndolo mejor me
inclino a ponerlo en duda. Sin embargo,
nos hemos atenido al orden natural,
porque encaramos primeramente el
pensamiento autnomo, despus el
auxilio que prestan la conversacin y la
discusin, y en ltimo trmino
examinaremos la ayuda que suministra la
lectura. Es indudable que este orden se
ajusta a la evolucin del pensamiento
tanto en el individuo como en la especie
humana.
Aunque nadie puede quejarse a la

verdad de que se haya escrito poco


acerca de la lectura, la mayor parte de
los materiales no han encarado el tema
desde el verdadero punto de vista, y es
ms cierto todava que no lo han hecho
en la forma correcta. Han proliferado
las exhortaciones a la lectura, y
recientemente se han multiplicado los
consejos acerca de lo que conviene leer.
Pero es relativamente poco lo que se ha
dicho acerca de cmo hay que hacerlo.
En otras pocas se consideraba la
lectura como una virtud intachable; ms
adelante se pens que no renda ningn
provecho a menos que se leyeran buenos
libros, y ahora empieza a despuntar la

conciencia de que aunque leamos buenos


libros ellos no nos prestarn grandes
servicios si no los leemos en la forma
debida.
Pero, aun all donde se ha formado
esta conciencia, no se han realizado
grandes
esfuerzos
por
resolver
sistemticamente el problema. El
mtodo elegido comprende discursos
ociosos, aforismos fciles y reglas
dogmticas. Adagios tan contradictorios
como Los buenos libros deben releerse
una y otra vez y El arte de leer es el
arte de saltear no son muy tiles.
Evidentemente es necesario contar con
alguna
forma
de
consideracin

sistemtica.
Es posible que algn extravagante
nos formule, antes de que nos ocupemos
de la forma de leer, la pregunta previa:
Debemos leer?. Hubo en efecto
pensadores y no pensadores que
impugnaron seriamente las ventajas de
la lectura. El filsofo Demcrito se sac
los ojos para no volver a leer y poder
as pensar. No seguiremos su ejemplo.
Pero no nos resulta difcil comprenderlo
cuando pensamos en muchos hombres
cultos que a fuerza de lecturas se
redujeron a un estado de aturdimiento
soador, y saben qu fue lo que
pensaron todos los dems pero que

jams
concibieron
pensamientos
propios. Tenemos que admitir que los
argumentos de esos excntricos son por
lo menos un buen remedio contra la
doctrina vigente de que cuanto ms lee
un individuo tanto ms sabe y tanto
mejor es su actuacin como pensador.
La idea de aprender a pensar
mediante la lectura se parece a la de
aprender a dibujar por medio del calco.
En ambos casos se toma como base la
obra de otros en vez de recurrir a la
observacin directa de la Naturaleza. Es
cierto que la prctica tiene sus ventajas,
pero nadie se convirti jams en un gran
artista a fuerza de calcar, ni se

convertir tampoco en un gran pensador


a fuerza de leer. La lectura nunca puede
actuar como sucedneo del pensamiento.
En el mejor de los casos, como dice
John Locke: La lectura no hace ms que
suministrar a la mente los materiales del
conocimiento; el pensamiento es el que
nos permite apropiarnos de lo que
leemos[17].
Nuestro problema plantea dos
interrogantes: 1) Qu proporcin debe
guardar nuestra lectura respecto del
pensamiento autnomo? 2) Cmo
debemos leer cuando leemos?
Es lcito suponer que investigando la
prctica de los grandes pensadores

podramos aprender algo acerca del


primer punto. Pero es muy posible
tambin que semejante investigacin nos
deje desencantados. Kant, por ejemplo,
era un lector omnvoro. Tambin lo
fueron Huxley y sir William Hamilton, y
saliendo del crculo de los filsofos lo
fueron hombres tan dispares como
Gibbon, Macaulay, Milton y Thomas A.
Edison. En cambio, Spencer solo lea en
raras ocasiones, y es famosa la
aseveracin de Hobbes de que si
hubiera ledo tanto como algunos otros,
sabra tan poco como ellos. Auguste
Comte fue un caso singular, pues ley
copiosamente hasta que concibi su

filosofa positiva, despus de lo cual


casi no volvi a hacerlo hasta el fin de
su vida.
Aun cuando descubriramos que
todos o casi todos los grandes
pensadores haban procedido en la
misma forma, semejante comprobacin
no sera muy demostrativa, pues cmo
averiguar si fueron grandes pensadores
por ello o a pesar de ello?
Sin embargo, podemos concordar a
priori con el aserto de Schopenhauer,
quien dijo que el mejor sistema para no
tener pensamientos propios es el de
tomar un libro cada vez que no se tiene
otra cosa que hacer. Y podemos llevar

an ms lejos nuestra coincidencia: El


hombre solo debe leer dijo el mismo
Schopenhauer,
cuando
sus
pensamientos se estancan en la fuente, lo
cual les acaecer bastante a menudo aun
a las mejores cabezas. En cambio, leer
un libro con la intencin de ahuyentar
los propios pensamientos constituye un
pecado contra el Espritu Santo.
Equivale a volver la espalda a la
Naturaleza para visitar un museo de
plantas desecadas o para contemplar un
paisaje grabado sobre cobre[18].
Sera absurdo estipular una razn
matemtica fija entre el tiempo que
debemos consagrar a la lectura y el que

habra que dedicar a la reflexin. Pero


es indudable que una hora consagrada a
la lectura ms otra consagrada a la
reflexin, sern ms provechosas que
dos dedicadas exclusivamente a la
lectura.
Hay bastantes hombres responsables
que todos los das dedican un
determinado nmero de horas a la
lectura. Pero cuntos de ellos reservan
tiempo para pensar? Sera injusto decir
que no piensan. Sin embargo, en el
mejor de los casos su reflexin es
puramente accidental, y a lo que parece
as es tambin como ellos la catalogan.
Ciertamente es tan importante que

reservemos un perodo definido de cada


jornada para la reflexin como que lo
hagamos para la lectura. En cuanto a la
duracin de ese lapso, as como a la
posibilidad de que guarde alguna
relacin con el dedicado a la lectura, lo
mejor ser no emitir juicio hasta
despus de haber reflexionado sobre la
forma de leer.
Lamentablemente este problema ha
sido muy mal encarado. Quienes hacen
hincapi en la mxima Los buenos
libros deben releerse una y otra vez,
adoptan esta actitud fundndose en la
certidumbre de que no hay otro sistema
mejor para sacar el mximo provecho de

un libro determinado. Pero el objetivo


de la lectura no es el de sacar el mximo
provecho de un libro en concreto sino de
la lectura en general. Apenas tomemos
conciencia de este fin, se producir un
cambio en la naturaleza misma del
problema.
Por ejemplo, empezaremos a
considerar la ley del rendimiento
decreciente. Si bien es verdad que
cuanto ms releemos un libro ms
provecho sacamos de l, tambin hay
que
recordar
que,
con
raras
excepciones, cada vez que lo volvemos
a
leer
acrecentamos
nuestro
conocimiento en cantidad menor que la

vez anterior. Ello significa que en


general podremos progresar mucho ms
rpidamente leyendo otros libros, pues
entonces no nos limitaremos a volver a
leer lo que en gran parte sabemos. Un
poco ms adelante nos ocuparemos de
elucidar si hay circunstancias en las
cuales se justifica en efecto la repeticin
de la lectura, y cules son ellas.
La ley del rendimiento decreciente
se aplica tanto a un tema ntegro como a
un solo libro. Quiere ello decir que,
pasado cierto lmite, cada libro que
leamos sobre un tema especfico, si bien
aumentar
probablemente
nuestros
conocimientos, no nos rendir tanto

provecho como otro de iguales mritos


dedicado a otro tema y nuevo para
nosotros.
El problema de la lectura est en
determinar cmo podremos asimilar la
mayor cantidad de ideas y cmo
captaremos la verdad en s en vez de
atenernos al veredicto de un autor. Surge
de la hiptesis de que contamos con un
tiempo limitado y pretende descubrir la
forma de utilizar ese tiempo con el
mayor provecho posible. La bsqueda
de la mejor forma de combinar nuestras
lecturas con el pensamiento original no
es uno de los elementos ms
desdeables de dicho problema.

Lo ya expuesto evidencia que es


imposible recetar un sistema nico para
leer todos los libros. Incluso obras de la
misma naturaleza y de mrito
equivalente deben encararse con
criterios diferentes que dependen del
orden en que las leamos y de otras
condiciones
anlogas.
El
buen
conocimiento de un libro cualquiera no
debe ser un fin en s mismo. Debe
subordinarse por el contrario a un fin
ms amplio: el mejor aprovechamiento
de la lectura en general. Pero en
beneficio de la claridad supondr por
ahora que nuestra finalidad es dominar
un tema especfico, y expondr el plan

de lectura que concepto ms adecuado


para alcanzar ese fin. Ms adelante har
las salvedades necesarias.
Empezar por bosquejar un plan de
estudio tpico y luego lo analizar y lo
explicar con todo detalle.
Suponiendo que usted haya elegido
un tema, su primer paso debe ser
reflexionar un poco acerca de l, sin
ayuda ajena. Despus le aconsejara yo
que buscara un libro de texto exhaustivo
y lo leyera con espritu crtico, tomando
nota de los problemas que a su juicio el
autor no encar correctamente o de las
soluciones que por algn motivo no le
parezcan a usted satisfactorias. Deber

analizar esas cuestiones por s mismo.


Es posible que en algunos casos tenga
que leer un segundo libro con la misma
atencin que dedic al primero,
acotando los problemas y las soluciones
con idntico esmero. En adelante podr
leer todos los libros siguientes que se
ocupen del mismo tema salteando,
hojeando y seleccionando, a fin de
tomar conocimiento de los nuevos
problemas o soluciones que sugieran.
No pretendo que se atenga
estrictamente al plan expuesto, ya que la
naturaleza del tema estudiado lo
obligar
a
introducir
ciertas
modificaciones. Sin embargo, tendr que

explicarlo con ms detalles, y quiz


tambin que defenderlo.
Veamos el primer paso que aconsejo
que se d: un poco de reflexin
independiente acerca del tema. El nico
motivo por el cual recomiendo que se
reflexione un poco es que si pidiera
ms, el lector probablemente no me
hara ningn caso. Incluso muchos
lectores no entendern siquiera la
necesidad de reflexionar sobre un tema
antes de estudiarlo. Es posible que
muchos impugnen hasta la posibilidad
misma de hacerlo. Cmo va alguien a
meditar acerca de un tema que ignora
por
completo?,
se
preguntar.

Analicmoslo mejor.
El solo hecho de que usted quiera
estudiar un tema implica que no tiene
una imagen clara de aquello a que se
refiere. Por ejemplo, desea estudiar
economa porque se da cuenta de que no
entiende todo lo que debera acerca de
la produccin, la distribucin y el
consumo de bienes. En otras palabras,
hay en esos fenmenos algo que lo
intriga; tiene usted algunos problemas no
resueltos. Muy bien. Esos problemas son
sus materiales. Trate de resolverlos.
Pero cmo podr resolverlos si no
s nada de economa?.
Tenga la bondad de pensar qu es

una ciencia. Una ciencia no es ms que


la solucin organizada de una serie de
problemas afines. Esos problemas y sus
soluciones han variado y se han
multiplicado con el correr de los siglos.
Pero cuando la ciencia se puso en
marcha no exista una bibliografa al
respecto. Naci de los esfuerzos de los
pensadores por resolver aquellos
problemas que se les ocurran
espontneamente. Antes de empezar a
pensar, aquellos hombres no saban nada
acerca de la ciencia. Los que los
sucedieron se apropiaron de los
pensamientos de sus predecesores y los
completaron. Todo el proceso ha estado

constituido
por
una
incesante
superposicin de pensamientos. Sin
embargo, la gente se aferra, aunque no lo
confiese abiertamente, a la conviccin
de que jams podremos progresar
mediante el pensamiento, sino que para
ser educados o cultos, o para adquirir
cualquier clase de conocimientos,
tenemos que leer, leer y ms leer[19].
Esta complicada defensa casi me
hace ruborizar. Todos admitirn la
necesidad de pensar en abstracto.
Pero cmo la interpretamos en la
prctica? Cuando vemos a alguien que
lee un buen libro, nos decimos que se
est instruyendo. Cuando vemos a

alguien que no abre un libro, no


pensamos que se est instruyendo,
aunque sepamos que est consagrado a
la reflexin, si bien es posible que lo
consideremos inteligente. En sntesis, la
concepcin habitual del pensamiento no
contempla la idea de que agregue algo a
nuestro conocimiento. Claro est que
nadie admitir abiertamente que sustenta
semejante opinin, pero de todos modos
hay que reconocer que es el criterio
predominante. Las objeciones al
pensamiento
son
inconexas
y
semiconscientes. Lo que hago es tratar
de infundirles coherencia a fin de
poderlas rebatir.

Volvamos, pues, al aserto de que


debemos emplear como materiales para
el pensar autnomo los problemas que
se nos ocurren espontneamente. Cuando
el lector empiece a resolverlos
descubrir que se le aparecen otros, y
que hasta cierto punto, cuanto ms
profundamente ahonde en un problema,
cuanto ms crtica sea su reflexin, ms
problemas se le irn presentando. Quiz
sea exagerado pedirle que los resuelva
todos. Sin embargo, incluso una pequea
dosis de esa reflexin preliminar le
prestar una ayuda inmensa en la lectura.
Le ensear a captar mucho mejor la
importancia de los distintos problemas

que encara un libro, y no juzgar de su


trascendencia solo por el espacio que se
les dedica. Es sin duda posible que un
autor nos haga caer en la cuenta de
ciertos problemas que hasta entonces no
se nos haban ocurrido, y que despierte
en nosotros la conciencia de su
importancia. Pero ese estmulo artificial
no puede remplazar jams a la
curiosidad natural y espontnea. Cuando
llegamos a la solucin de un problema
que ha surgido espontneamente en
nosotros, es difcil que la olvidemos.
Adems, el pensamiento autnomo nos
dar una idea ms acabada de las
dificultades que implican los problemas

y nos inducir a leer con un mayor


espritu crtico y a valorar mejor las
soluciones que ofrece. Una ventaja a la
cual no debemos restar importancia es
que cuando empezamos por la lectura
somos muy proclives a caer en la rutina
y en las formas tradicionales de encarar
el tema, al paso que cuando empezamos
por la reflexin es ms probable que
nuestra falta de refinamiento nos ayude a
dar con una idea verdaderamente
original.
Queda en pie una ltima objecin a
la costumbre de pensar antes de leer.
Schopenhauer la rebati con su estilo
contundente:

Es posible que un hombre descubra


un fragmento de verdad o de sabidura a
fuerza de consagrar mucho tiempo y
trabajo a rumiarlo por su propia cuenta,
sumando pensamientos a pensamientos,
cuando si hubiera consultado un buen
libro habra encontrado ese mismo
conocimiento ya evolucionado y listo,
sin necesidad de afanarse tanto. Pero
aun as el primer conocimiento ser para
l cien veces ms valioso, porque lo
habr conquistado mediante su propia
reflexin. Solo cuando aprendemos as,
el conocimiento se convierte en parte
integrante, en miembro vivo de nuestro
sistema personal de pensamiento. Solo

entonces establece una relacin


completa y slida con lo que sabemos;
se ensambla con todo lo que subyace en
l y se arraiga en l; luce el color, el
matiz exacto, el sello distintivo de la
propia forma de pensar; aflora
precisamente en el momento oportuno,
tal como lo cremos necesario; y echa
races y no se lo puede olvidar[20].
Pese a la categrica argumentacin
de Schopenhauer, me conformo con mi
consejo anterior: basta con pensar un
poco. No solo porque, como ya dije, es
probable que si exhortamos al lector a
que realice un gran esfuerzo no lo haga
ni grande ni pequeo, sino porque

despus de haber pensado algn tiempo


es ms fructfero aprovechar la
sabidura de los siglos almacenada en
los libros, y volver a pensar de nuevo
despus, una vez asimilados los
principales elementos de esa sabidura.
Porque cuando resolvemos un problema
con la sensacin de que aun despus de
haberlo desentraado encontraremos
probablemente su solucin en un libro,
no tenemos el incentivo que nos estimula
cuando nos damos cuenta de que hemos
recorrido ya la mayor parte del viejo
camino y de que la reflexin puede
abrirnos de pronto ante la vista un nuevo
territorio.

Falta analizar todava el sistema de


Gibbon: Despus de echar una ojeada
al diseo y ordenamiento general de un
nuevo libro, dejaba la lectura cuidadosa
de l para despus de concluida la tarea
de introspeccin, es decir, para despus
de haber repasado en un paseo solitario
todo cuanto saba, opinaba o haba
pensado acerca del tema de toda la obra
o de un captulo particular. Entonces
quedaba en condiciones de discernir qu
era lo que el autor agregaba a mi caudal
primitivo, y unas veces me reconfortaba
la coincidencia y otras me fortaleca el
choque mismo de nuestras ideas[21].
El defecto de este mtodo est en

que no posee suficiente espritu crtico,


o sea, que no es crtico en la verdadera
acepcin de la palabra. Equivale
prcticamente a realizar un balance de
los propios conocimientos para luego
emplearlos como lentes y leer a travs
de sus cristales. Siempre juzgamos los
libros en mayor o menor grado desde la
perspectiva de nuestros prejuicios y
opiniones anteriores. No podemos
evitarlo. Pero nuestra justificacin
radica en la forma en que hemos
asimilado esas opiniones. Es posible
que nos las haya contagiado el medio
social, o que las sustentemos porque
queramos que fueran ciertas, o que las

hayamos concebido merced a pruebas


convincentes y razonamientos slidos.
Si Gibbon hubiera adoptado una actitud
crtica respecto de sus conocimientos y
opiniones anteriores para asegurarse de
que eran correctos y la hubiera aplicado
despus a sus lecturas, su mtodo habra
sido ms razonable y productivo.
Sin embargo, en el mbito de ciertas
disciplinas el mtodo de Gibbon es el
nico que se puede utilizar con
provecho. Cuando se estudia geografa,
gramtica, un idioma extranjero o
historia, conviene que antes de leer
pasemos revista a lo que ya sabemos. En
esos casos no podemos adoptar una

actitud crtica porque en realidad


carecemos de puntos de apoyo para
nuestros
razonamientos.
Cabra
preguntar si George Washington debera
haber cruzado el Delaware, si los
tiempos compuestos de los verbos
deberan emplearse como se lo hace en
espaol, si en la palabra prohbe la
h debe destruir o no el diptongo, o si
la ciudad de Hoboken debera hallarse
en el estado de Nueva Jersey; pero todas
esas preguntas estaran fuera de lugar
porque para los fines que muy
probablemente perseguimos al estudiar
esos datos bastar con saber que las
cosas son como son y nada ms.

Podramos incluir las matemticas entre


las materias que se deben encarar
tambin con este criterio. Aunque es una
ciencia racional, hay tanta unanimidad
respecto de sus proposiciones, que la
actitud crtica casi constituye un
despilfarro de energa mental. En
matemticas, entender equivale a
concordar.
Llegamos al segundo caso que
sugerimos en nuestro plan de estudio: la
eleccin de un texto completo.
En torno de todos los grandes temas
pulula una nutrida bibliografa, tan vasta
que nadie puede concebir la esperanza
de estudiarla ntegramente. Toda esa

bibliografa posee dos componentes:


informacin acerca de los hechos y
opiniones sobre esos mismos hechos. En
otras palabras, es probable que
cualquier libro que lea acerca de un
tema determinado contenga algunos
datos que para usted sean nuevos,
adems de los pensamientos y
reflexiones del autor acerca de ellos.
Naturalmente, usted tiene que esforzarse
por aprender la mayor cantidad posible
de datos. En cambio, no es necesario
que sepa todo lo que se ha pensado al
respecto. Se supone que usted tiene su
propia cabeza y que habr de pensar un
poco por su propia cuenta. Pero, aunque

no es necesario que sepa todo lo que


otros han pensado, conviene que lo
conozca por lo menos en parte, y que esa
parte sea, en la medida de lo posible, la
mejor. Porque, como acabamos de
sealarlo, si trata de resolver por s solo
todos los problemas de un tema ntegro,
invertir mucho tiempo y energas en
llegar a conclusiones a las que
probablemente ya se arrib en el curso
de las generaciones pretritas, Por tanto,
debe tratar de reunir, en el ms breve
lapso posible, la mayor cantidad de
datos importantes y lo mejor que se haya
pensado acerca del tema.
De modo que si est sinceramente

dispuesto a dominar un tema, lo mejor es


empezar por la eleccin de la obra ms
completa y autorizada que se conozca.
A quien desea estudiar un tema se le
aconseja casi siempre que lea ante todo
un libro pequeo de introduccin,
despus otro ms amplio, y finalmente
las obras ms voluminosas y
autorizadas. Lo malo de este sistema es
que el lector tiene que estudiar cada
libro por separado. En cambio, si
empieza por la obra ms exhaustiva,
despus le bastar con echar una ojeada
a las pequeas, porque es muy probable
que ellas contengan pocos elementos
originales, a menos que sean ms

recientes. Solo se puede justificar la


lectura inicial de un libro pequeo con
el argumento de que los ms
voluminosos suelen ser tcnicos y dan
por supuesto un cierto conocimiento de
la materia. Sin embargo, lo habitual es
q u e la o las obras extensas que se
ocupan de un tema citen mucho menos a
las obras pequeas que estas a aquellas.
La mayor concentracin del lector puede
compensar la mayor densidad de las
obras de gran envergadura. Claro est
que si el lector no tiene la intencin de
dominar el tema a fondo, sino solo la de
formarse una idea aproximada de sus
elementos generales, la situacin

cambia. Entonces se justificara la


lectura de un libro pequeo.
Otra de las razones por las cuales
conviene internarse en un tema mediante
la lectura de un gran volumen o texto
completo y autorizado, es que de ese
modo se evitan las confusiones. Las
personas que dominan una lengua
extranjera, por ejemplo el ingls,
siempre
comprueban
que
sus
conocimientos les ayudan mucho cuando
quieren aprender otro idioma, por
ejemplo el alemn. Pero cualquiera que
haya iniciado simultneamente el estudio
de dos o ms lenguas extranjeras debe
recordar su confusin inicial y cmo sus

vagas nociones de un idioma


obstaculizaban el aprendizaje del otro.
Lo mismo acaece con la lectura.
Cuando hojeamos un libro con la
ligereza habitual no llegamos a
dominarlo.
Y
cuando
leemos
inmediatamente despus otro libro sobre
el mismo tema, es posible que su
enfoque distinto nos desconcierte y nos
deje en peores condiciones que antes de
abrirlo. No nos gusta dedicar mucho
tiempo a un solo libro, sino que
preferimos leer varios simultneamente,
con la conviccin de que de ese modo
asimilamos ms ideas. Es un error tan
grave como el que cometera un nadador

principiante si se propusiera aprender


varios estilos antes de dominar uno lo
suficiente para mantenerse a flote.
Puesto que el texto bsico reviste
tanta importancia, tenemos que elegirlo
bien. Pero cmo sabremos si un libro
es superior a otro antes de haber ledo
ambos? Y si tropezamos con este
problema incluso cuando estamos ya
familiarizados con el tema, cunto ms
difcil nos ser la decisin tratndose de
una materia a la que somos totalmente
ajenos? En la prctica estas dificultades
no parecen ser tan insolubles.
A falta de otros medios, el mejor
criterio para elegir un texto bsico

puede ser el de guiarse por su


reputacin. Si ni siquiera sabemos cul
es el libro ms prestigioso, ser fcil
averiguarlo consultando la bibliografa
que
aparece
en
el
artculo
correspondiente al tema en una obra tan
respetada
como
la Enciclopedia
Britnica.
Pero la fama no es el nico criterio
que se puede utilizar para hacer la
seleccin. Con solo hojear un libro,
detenindonos a ratos para leer algn
que otro prrafo entero trabajo que
exigir diez o quince minutos
podremos formarnos una idea que la
lectura posterior generalmente vendr a

confirmar. El autor suele traicionarse en


cada lnea que escribe, y hasta su
observacin ms insignificante revela de
algn modo la amplitud y profundidad
de su pensamiento. Sin embargo, el
acierto con que podamos juzgar un libro
de este modo depender tanto de nuestra
propia capacidad como del tiempo que
consagramos a hojearlo.
Al explicar los motivos por los
cuales es necesario disponer de un texto
fundamental hemos dejado traslucir
algunos de sus requisitos. El libro ms
clebre no ser necesariamente el que
ms le convenga. Wealth of Nations , de
Adam Smith, que es probablemente el

libro ms famoso sobre cuestiones de


economa, no rene las condiciones
imprescindibles para ser hoy un texto
fundamental porque est superado. Pero
aunque la modernidad es siempre una
ventaja, tampoco quiere ello decir que
el libro ms reciente sea en todos o en la
mayora de los casos el mejor. La idea
predominante, que por lo comn solo se
enuncia en trminos imprecisos, es la de
que el autor del ltimo libro ha podido
abrevarse en todos los anteriores y por
consiguiente ha podido extraer lo mejor
de todos ellos para despus agregarle
sus propios pensamientos. Pero hay aqu
una falacia; Schopenhauer la denunci

con causticidad.
A menudo el autor del nuevo libro
no entiende bien a los antiguos, a pesar
de lo cual se resiste a reproducir
textualmente
sus
palabras.
En
consecuencia las altera y dice con su
propio estilo defectuoso lo que los
viejos autores, que escriban inspirados
por su propio conocimiento directo del
tema, haban expresado mucho mejor y
con ms claridad. El nuevo escritor
omite a menudo los asertos ms sabios
de sus predecesores, sus ejemplos ms
notables, sus observaciones ms
atinadas, por que no capta ni su valor ni
su riqueza. Lo nico que de ordinario lo

seduce es lo superficial e inspido.


La importancia de la modernidad
depende de la ndole del tema.
Imprescindible cuando se habla de
aviacin, queda relegada a lugar
secundario cuando se trata de tica.
No conviene utilizar como texto
fundamental un libro que presente una
multitud de criterios distintos y
antagnicos. Uno de los fines de dicho
libro es el de evitar la confusin. Si
empieza a estudiar sicologa, por
ejemplo, no lea ninguna historia de esa
disciplina
compuesta
por
las
encontradas opiniones de los distintos
pensadores o escuelas. Empiece por

ahondar en un sistema particular.


Finalmente, tenga la precaucin de
elegir un libro que abarque la totalidad
de la materia. Por ejemplo, si quiere
estudiar economa, no empiece por un
primer volumen sobre aranceles.
Pasemos ya al tercero de los pasos
aconsejados: leer con espritu crtico.
No quiero decir que hayamos de adoptar
una actitud escptica ni que debamos
impugnar todo cuanto afirme el autor.
Quiero decir simplemente que debemos
frenar nuestra tendencia natural a
dejarnos convencer por todo lo que
diga. Antes de dejar que una idea se
instale en nuestra mente debemos

discutir su veracidad y examinar bien


sus fundamentos.
Quiz hayan asistido ustedes a algn
debate. Cuando el defensor de la
afirmativa termin de formular su
vehemente alegato, todos estaban en
favor de la tesis defendida por l.
Cuando el defensor de la negativa se
alz y expuso sus argumentos, todos se
inclinaron
por l Por qu los
polemistas siempre quieren decir la
ltima palabra? Por qu en los debates
formales el defensor de la afirmativa,
que casi siempre habla en ltimo
trmino, es el que se impone ms a
menudo? Yo podra enunciar sin

eufemismos la razn. Pero si lo hiciera


los honorables rbitros de esas
controversias sentiran muy poco
halagadas sus facultades crticas.
La tendencia a asimilar las
opiniones ajenas se manifiesta tambin
en el curso de la lectura. He utilizado
como ejemplo el debate, porque este
hace resaltar en forma ms violenta y
espectacular los efectos de dicha
tendencia. Pero cmo resistirse a ella?
Si hemos analizado exhaustivamente
un tema y hemos acopiado una cantidad
de ideas claras y definidas sobre l, la
intervencin del espritu crtico en el
curso de la lectura ser en gran parte

espontnea. Merced a nuestra propia


reflexin sabremos dnde est lo
pertinente y dnde lo que no lo es y
podremos juzgar de la veracidad e
importancia de los diversos argumentos
empleados. Sin embargo, lo ms
probable ser que no hayamos
consagrado
al
tema
muchos
pensamientos anteriores, y que, en el
supuesto de que lo hayamos hecho,
nuestras reflexiones no hayan llegado tan
lejos como las del autor, quien sin duda
consult tambin otros libros. En
consecuencia, comprobaremos que
algunos de los problemas que l encara
ni siquiera se nos haban ocurrido, por

lo cual tampoco los examinamos.


Pero all donde nuestro pensamiento
no nos ha ayudado, y aun all donde lo
ha hecho, tenemos que considerar con
espritu crtico todos los asertos del
autor,
en
vez
de
aprobarlos
apticamente. La diferencia entre la
lectura crtica y la comn estriba en que
durante la primera buscamos objeciones,
mientras que en la segunda esperamos a
que ellas se nos ocurran por casualidad.
Y ni aun entonces las recordamos mucho
tiempo: es tan probable que aceptemos
argumentos posteriores asentados sobre
otro que ya hemos impugnado, como que
no lo hagamos. Quiz el mejor sistema

para evitar tales deslices consista en


hacer una anotacin al margen cada vez
que impugnamos una afirmacin o
creemos haber descubierto una falacia.
Hasta cierto punto, esto nos impedir
que lo olvidemos. La insuficiencia y el
exceso de notas marginales son dos
extremos que habremos de evitar. Si
hacemos demasiadas anotaciones, es
probable que perdamos el verdadero
sentido de la proporcin y que no
distingamos ya entre las crticas
esenciales y las balades. A fin de evitar
este segundo extremo, trataremos de
eludir las sutilezas y los bizantinismos,
asentando por escrito solo aquellas

crticas que a nuestro juicio podramos


defender sin rubor ante el autor en
persona. Sin embargo, es posible que a
veces intuyamos que una afirmacin es
incorrecta, o que un argumento es falaz,
sin
que
podamos
especificar
exactamente cmo o por qu. En tal
caso, quiz lo mejor sea trazar un simple
signo de interrogacin en el margen a fin
de recordar que no hemos aceptado
totalmente lo que all dice.
Debemos saber bien qu es lo que
objetamos, porque la mente humana
tiene la peculiaridad de poder aceptar
una aseveracin aunque no se apoye en
razones vlidas. Por lo comn aprueba

cualquier aserto cuando no hay nada en


contra. A menos que rechacemos la
afirmacin y sepamos por qu, es
factible que ella se insine en nuestro
acervo ideolgico, y cuanto ms tiempo
permanezca all, tanto ms difcil ser
librarse de ella. Por eso es tan
importante que se eludan la mayor
cantidad de posibles trampas al iniciar
el estudio de un tema.
Puede ocurrir que el estudioso
acepte de primera intencin, un
determinado aserto aunque lea con
espritu crtico, y que quiz mucho
despus, por ejemplo, al cabo de dos
meses, se le ocurra una objecin contra

l, o descubra que por lo menos hay que


condicionarlo. Para explicar este
fenmeno debemos remontarnos al
anlisis del proceso intelectual.
Aceptamos como ciertas todas las ideas
que se presentan a la mente, ya
provengan del razonamiento propio o de
la lectura, pero siempre que concuerden
plenamente con nuestra experiencia
anterior tal como la recordamos . A lo
largo de todo proceso intelectual y de
toda lectura, las nuevas ideas evocan a
su llegada otras afines. Por ejemplo, una
hiptesis o afirmacin cualquiera evoca
en nuestra mente experiencias pretritas
de casos particulares. Si Concuerdan, la

aceptamos. Pero en el curso de la


lectura o del razonamiento comunes y
acrticos, evocamos solo algunas pocas
ideas afines. En la lectura crtica
tratamos de encontrar la mayor cantidad
posible de ellas, en especial las que no
coincidan. Cuando no se pierde de vista
este propsito, es ms fcil recordar y
avivar esas ideas afines. Pero, aunque
nuestra actitud sea muy crtica, no
siempre se pueden en un momento dado
recordar todas las ideas afines
pertinentes, puede muy bien ocurrir que
ms adelante aflore por puro accidente
una idea afin contradictoria.
Mientras va criticando el libro,

prrafo a prrafo y despus de que haya


terminado de leerlo, estudie la
importancia y oportunidad de los
argumentos admitidos o rechazados.
Puede ocurrir que el autor formule un
aserto con el cual usted no coincide,
pero sin que su veracidad o falsedad
perjudique el resto de la exposicin, o
afecte ms que unos pocos corolarios
que de l se sigan. En otros casos la
justeza de toda la conclusin puede
depender precisamente de aquel aserto.
Asimismo, el autor puede demostrar de
modo incontrovertible algo pero que
no tiene absolutamente ninguna relacin
con el tema. Esto significa que usted

deber tener siempre bien presente el


problema exacto.
Muchas veces descubrir que un
autor formula aseveraciones que no
implican ms que una simple
enunciacin de sus prejuicios, o en el
mejor de los casos el enunciado de una
conclusin. Si el autor dice: El
socialismo es la mayor amenaza que se
cierne sobre nuestra civilizacin, y lo
deja as, sin explicar ni cmo ni por qu,
deber usted registrar mentalmente el
dictamen como una afirmacin y nada
ms, sin permitir que influya en ningn
sentido sobre sus opiniones. Recuerde,
finalmente, que aunque usted refute

todos y cada uno de los argumentos que


un autor esgrime en apoyo de su
conclusin, es posible que ella contine
siendo correcta. Un hombre puede
acertar por razones equivocadas.
Aunque estimo que todas las
sugerencias que acabo de hacer son
prudentes y necesarias, admito que
habra que sustentarlas con argumentos
razonables. Pero hay una condicin
acerca de la cual no puede haber
discusiones: debe usted asegurarse de
que ha entendido exactamente todas las
ideas del autor. Aunque pocos de mis
lectores rebatiran explcitamente este
consejo, es posible que en la prctica no

lo apliquen nunca. Tienen tanta prisa por


terminar un libro que no se detienen a
comprobar si entienden realmente los
pasajes ms intrincados u oscuros. Es
difcil determinar qu es lo que se
proponen
conseguir
con
ese
procedimiento. Tal vez piensen que
cuando uno se esfuerza por entender
todas las ideas pierde el tiempo, pero la
verdad es que se derrocha ms tiempo
an cuando se lee una idea sin
entenderla. En verdad, el autor mismo
puede ser culpable de la falta de
inteligibilidad. Quiz sea esta producto
de una retrica complicada y confusa,
pero tambin puede ser producto de la

vaguedad de la idea. En todo caso este


debe ser un motivo mayor para que usted
trate de entenderla. Ser el nico
recurso para descubrir si el mismo autor
saba o no lo que se traa entre manos.
Entender a la perfeccin el pensamiento
de otro no significa compartirlo, y usted
tampoco est obligado a indagar cmo
lleg el autor a concebir sus ideas. Lo
que tiene que hacer es remplazar en la
medida de lo posible las palabras que l
emplea por imgenes mentales, y
analizar esas imgenes para descubrir
hasta qu punto se ajustan a los hechos.
Existe otro procedimiento muy
valioso que lo ayudar a seguir estas

indicaciones. Cada vez que conciba


dudas acerca de lo que el autor quiso
decir, o se resista a aceptar la solucin
que l postula para un problema sin
saber exactamente cul es la verdadera,
o, sobre todo, cada vez que quiera
proyectar una idea ms lejos de lo que
lo ha hecho l, levante los ojos del
libro, cirrelos si es necesario, y deje
fluir su pensamiento. Concdale plena
libertad, aunque haya de trascurrir una
hora hasta que se agote el ir y venir de
sus ideas. Claro est que de este modo
no concluir el libro tan rpidamente
como lo hara leyndolo de un tirn. Y
si su finalidad fuera concluir

simplemente el libro, no tendra yo nada


que agregar. Pero si pretende asir el
conocimiento autntico y cabal, el
conocimiento perdurable; si desea
convertirse
en
pensador,
el
procedimiento que le aconsejo le
rendir beneficios incalculables. Y no
perjudicar su concentracin. Recuerde
que aspira usted a concentrarse
primordialmente en el tema, no en el
libro; que quiere usted ser pensador, no
intrprete, comentarista o discpulo de
un autor cualquiera.
Hay adems dos motivos para que
usted no postergue esa reflexin hasta
despus de concluido el libro. El

primero y ms importante es que


despus de terminada la lectura la mayor
parte de las ideas se habrn borrado
irrecuperablemente de su cabeza. El
segundo, que si est indeciso respecto
de la solucin de un problema,
descubrir a menudo que los argumentos
posteriores dependen de ella. A menos
que haya decidido usted personalmente
si la solucin es correcta o incorrecta,
no sabr qu hacer con esos argumentos
que vengan despus.
Me he referido a la intuicin de que
un argumento es falaz y a la
imposibilidad de especificar con
exactitud en qu se funda para creerlo.

Un mtodo excelente para poner a


prueba las facultades analticas y
desarrollar la precisin intelectual
consiste en suspender la lectura durante
un rato y esforzarse por indagar el
porqu de esas objeciones incoherentes.
Otra forma de lectura es la que
podemos designar con el nombre de
mtodo de anticipacin. Cada vez que un
autor empieza a explicar algo, o vea
usted que se dispone a hacerlo,
interrumpa la lectura y trate de buscar la
explicacin por s solo. A veces esa
reflexin le anticipar solo un prrafo,
pero en otras oportunidades le
adelantar todo un captulo. A menudo

los
libros
de
texto
incluyen
cuestionarios al final de los captulos. Si
el suyo los tiene, lalos antes de leer el
captulo, y si es posible procure
contestarlos valindose de su propio
razonamiento. Esta prctica lo ayudar a
comprender mucho ms fcilmente el
libro. Si su razonamiento coincide con
la explicacin del autor, el resultado
robustecer su confianza en s mismo. Le
permitir darse cuenta de si entiende o
no una explicacin. Si no consigue
resolver el problema por s mismo,
valorar an ms la explicacin del
autor. Si su razonamiento no coincide
con el del autor, tendr la oportunidad

de corregirlo a l o de dejarse
corregir usted. Tanto en un caso como en
otro su opinin estribar en bases ms
slidas. Tambin se acostumbrar a
pensar con autonoma, lo cual no ser
pequea ventaja.
Despus de leer y criticar un libro,
conviene estudiar otro fundado sobre un
criterio distinto o hasta redactado en un
tono de oposicin directa. Seguramente
descubrir que el segundo seala
muchos sofismas y contradice muchos
asertos del primero que usted dej pasar
sin hacerles objecin alguna. Pregntese
a qu se debi ello. Su actitud fue
demasiado receptiva? Se detuvo en las

palabras sin sustituirlas por imgenes


mentales claras? No lleg a prever las
consecuencias de un aserto? Todos estos
interrogantes
lo
ayudarn
a
desempearse mejor la prxima vez.
Puesto que no tiene usted todava
conocimiento cabal de los hechos, en
ms de una oportunidad no se le podr
culpar de que haya dejado pasar una
conclusin sin refutarla. Pero, incluso en
esos casos, aunque usted no pueda
contradecir los hechos que enuncia el
autor, podr criticar las conclusiones
que extraiga de ellos.
He aqu un ejemplo. En el curso de
una investigacin sobre las causas de la

fatiga, el profesor Mosso de Turn tom


dos perros muy parecidos. A uno de
ellos lo dej atado, al paso que al otro
lo oblig a que realizara ejercicios hasta
quedar totalmente extenuado. Despus
hizo una trasfusin, introduciendo la
sangre del perro cansado en las venas
del otro, determinando en l todos los
sntomas de la fatiga. Sobre esta base
lleg a la conclusin de que la causa del
cansancio reside en ciertas toxinas de la
sangre.
No podemos discutir el resultado del
experimento, o sea que el animal
descansado mostrara sntomas de
agotamiento. Pero s cabe impugnar la

conclusin extrada. Dejando de lado su


correccin, preguntmonos si los hechos
bastaban para justificarla. Por ejemplo,
no se habra llegado a resultados
anlogos si al perro descansado se le
hubiera introducido la sangre de otro
perro descansado? Mosso realiz este
experimento? Podran ocurrrseme con
facilidad otras objeciones.
Los problemas que se pueden
encarar estudiando sus dos o ms facetas
posibles son tantos, que es imposible
enumerarlos. La literatura filosfica
suministra materiales particularmente
tiles a este respecto. Entre los
ejemplos que de momento se me ocurren

cabe citar la contraposicin de la


filosofa de sir William Hamilton con el
Examination of Sir William Hamiltons
Philosophy, de Mill; y el enfrentamiento
de los First Principies de Herbert
Spencer
con
el
ensayo Herbert
Spencers Autobiography , de William
James, y con las crticas que Bergson le
hace a Spencer en su Creative
Evolution.
A menudo acaece que los estudiosos
acrticos de la historia de la filosofa
Concuerdan sucesivamente con cada
pensador, sin detenerse a considerar en
qu medida el actual contradice a los
anteriores, y terminan por aceptar el

ltimo sistema del que toman


conocimiento. Recuerdo el caso de un
grupo de estudiantes de filosofa que
completaron su carrera con un curso
sobre pragmatismo. Claro est que el
resultado fue una pura coincidencia,
pero cuando termin el curso nueve de
cada diez estudiantes se proclamaron
pragmticos.
Es casi superfluo aclarar que los
autores que pretenden poner en
descubierto los sofismas de sus colegas
no siempre tienen razn. Hay personas
que se envanecen de estudiar el
anverso y el reverso de un tema, pero
si no leen con espritu crtico, sus

conocimientos son mucho menos claros


y tienen muchas menos probabilidades
de ser correctos que quienes han ledo
una sola de las versiones o
interpretaciones posibles, pero lo han
hecho con espritu crtico.
Vamos a considerar ahora el paso
siguiente que sugerimos al proponer el
plan de lecturas: deber tomar nota de
los problemas que a su juicio no ha
solucionado el autor o de las soluciones
que por algn motivo no le parecen
satisfactorias. Usted deber analizar
esas cuestiones por s mismo.
Cuando lea un libro, tropezar a
menudo con un aserto, o hasta con un

captulo entero, con el que no est de


acuerdo. Esta discrepancia debe
anotarse en forma de pregunta. Por
ejemplo: Es as, de verdad?. Tal vez
dude usted de que la explicacin del
autor sea realmente suficiente. Quiz
alimente una vaga sospecha de que
omite hechos o de que la solucin que
les da es demasiado precipitada o
superficial. Esa sospecha tambin debe
adoptar la forma de interrogante escrito.
Asimismo, mientras lea se le ocurrirn a
menudo problemas que guarden relacin
con el tema y que el autor ni siquiera
haya encarado. Tambin deber
anotarlos.

Todas estas preguntas debern


registrarse sistemticamente por escrito,
ya al margen del libro, en una hoja de
papel o en un cuaderno que siempre
tendr a su alcance. Luego se reservar
un lapso prudencial para reflexionar y
tratar de resolverlas por s mismo.
Y cuando piense por su cuenta, no
tome las afirmaciones del autor como
base para sus razonamientos. Encare por
el contrario el problema casi como si no
se le hubiera ocurrido a nadie ms que a
usted. El solo hecho de que alguien se
haya dado por satisfecho con una
determinada solucin no es razn
suficiente para que usted haga lo mismo.

Los hechos, datos y fenmenos de que se


trate deber encararlos directamente y
no con criterios ajenos. No deber
preguntarse si los pragmticos tienen
razn, o si la tienen los nominalistas, los
socialistas, los evolucionistas, los
demcratas, los presbiterianos, los
hedonistas o vaya a saber quienes.
Tampoco deber preguntarse en qu
escuela del pensamiento le conviene
catalogarse. Lo que debe hacer, es
pensar el problema por s mismo, en el
sentido ms amplio del trmino. Es
posible que al cabo del proceso
coincida
con
los
postulados
fundamentales de alguna escuela del

pensamiento. Pero ser ese un hecho


puramente accidental y habr muchas
ms posibilidades de que sus ideas sean
atinadas. Por otra parte, nunca deber
llevar su coincidencia con ninguna
escuela ms all de lo que le aconseje
su propio razonamiento.
A algunos de los problemas que
encare con este criterio tendr que
dedicarles diez minutos, a otros una
semana. Si tropieza con un problema
particularmente
arduo,
quiz
le
convenga archivarlo durante un tiempo,
por ejemplo una, dos o ms semanas, y
resolver otros en el nterin. Cuando se
encaran los problemas en esta forma

cclica, es posible que se necesiten


meses, e incluso aos, para llegar a una
solucin satisfactoria. En tales casos,
deber resignarse usted a dedicarles ese
tiempo.
A veces el problema no tiene
suficiente importancia para justificar
tantos desvelos, y entonces no le
quedar otro remedio que abandonar su
consideracin. Si as fuera, no olvide
nunca que no lo resolvi, y resgnese a
confesar su fracaso ante los dems.
Jams permita que la pereza intelectual
ahogue sus dudas y lo induzca a pensar
que ha resuelto un problema mientras
sabe en el fondo que se inculc a s

mismo esa conviccin con el exclusivo


fin
de
ahorrarse
sobresaltos
intelectuales.
Cuando haya resuelto la mayor parte
de sus problemas y se haya forjado
ideas claras, podr reanudar la lectura y
pasar a otros libros que versen sobre el
tema.
En cuanto a la sugerencia de que
aborde el segundo libro con el mismo
criterio que utiliz con el primero, le
dir que ello depender en gran parte
del tema elegido, as como tambin de la
ndole de los libros que se ocupan de l.
Si ninguno lo expone completa o
suficientemente, o si hay dos o ms

libros excelentes que reflejan puntos de


vista diametralmente opuestos, lo
probable ser que tenga que estudiar con
igual dedicacin varios libros. Pero ello
habr de quedar librado a la discrecin
del lector.
Llegamos ahora a la ltima parte de
nuestro plan: luego podr leer todos
los libros siguientes que se ocupen de
ese tema salteando, hojeando y
seleccionando,
para
tomar
conocimiento de los nuevos problemas o
soluciones que sugieren.
Al formular la ley del rendimiento
decreciente insinu ya la conveniencia
de aplicar este mtodo. Despus de leer

varios libros sobre un determinado tema


sera a todas luces absurdo continuar
devorando volmenes dedicados a la
misma materia. No haramos con ello
ms que refrescar conocimientos que ya
habamos asimilado, en vez de
aprovechar mejor el tiempo dedicndolo
a la exploracin de nuevos territorios.
Pero todo buen libro poseer algo
singular; hechos o principios que no se
encuentran en ninguna otra parte; o quiz
solo un sistema extraordinariamente
claro para explicar algn antiguo
principio o para proyectar luz sobre l.
Tenemos
que
ingeniarnos
para
aprovechar
estos
elementos
sin

derrochar el tiempo leyendo toda la


obra.
Tericamente, es un complicado
problema, que a primera vista parece
insoluble. Hay que leer todos los
fragmentos importantes del libro, o sea,
los que ms importancia tengan para
nosotros, y nada ms que ellos. Pero
cmo saber si un fragmento es o no
importante sin haberlo ledo? En la
prctica, sin embargo, el problema no es
tan grave.
Bastar dirigir una ojeada al ndice
para descartar el grueso de la parte del
libro relativamente intil para nosotros.
Si encontramos ttulos que parecen

referirse a temas o aspectos de temas


que no nos interesan, o acerca de los
cuales estamos a nuestro juicio
suficientemente informados, o que
escapan simplemente al mbito de la
intencin particular que nos induce a
consultar el libro, podemos prescindir
de tales captulos y circunscribirnos a
los dems
Cuando
ramos
nios
y
empezbamos a aprender a leer,
tenamos que mirar cada letra de cada
palabra, para despus silabearla con las
contiguas. Finalmente descubramos su
significado. A medida que adquiramos
experiencia no necesitbamos ya mirar

cada letra: podamos leer las palabras


completas con la misma rapidez con que
leamos antes las letras aisladas. Se ha
demostrado, mediante tests psicolgicos
muy precisos, que el hombre es capaz de
leer palabras como por y los ms
rpidamente que cualquiera de las letras
aisladas que las componen. Por ltimo
se llega a poder leer frases cortas con la
misma velocidad con que antes se lean
las palabras sueltas.
Pero el secreto del estudioso, que
puede abarcar con mucho mayor
provecho un terreno ms dilatado que
los hombres comunes, no es tanto que
l e e a mayor velocidad como que lee

menos: en vez de leer palabra por


palabra, tiende su mirada sobre la
pgina y ve ciertas frases clave,
porque el ojo y la mente del entendido
las captan como totalidades. Si est
familiarizado con el tema (y no deber
emplear este mtodo a menos que lo
est) sabr inmediatamente, merced a
una especie de instinto, como dijo
Buckle, si en esa pgina se encierra o no
algo nuevo o valioso. Cuando descubra
que lo hay, se detendr instintivamente y
leer ese pensamiento a la velocidad
ordinaria o con ms lentitud an. Puede
ocurrir sin duda que en algunos casos
lea captulos enteros lentamente, palabra

por palabra, si el contenido es


suficientemente original e importante
para justificar semejante procedimiento.
Un libro de la magnitud de este
volumen se puede leer en una hora o
menos si se aplica el sistema de
saltear, hojear y seleccionar, pero es
casi imposible calcular con exactitud el
tiempo que debera costar dicha lectura.
Naturalmente, cuanto ms tiempo se
dedique a un libro, ms ser lo que se
aproveche de su contenido, pero el
rendimiento por hora invertida ser cada
vez menor. Por otra parte, si se lee el
libro con excesiva rapidez, puede
ocurrir que se pierda totalmente el

tiempo y que se termine por no entender


absolutamente nada. El resultado
depender mucho de la originalidad y
profundidad del libro, de la medida en
que el lector est familiarizado con el
tema y de sus aptitudes intelectuales
innatas.
Es posible que muchos se opongan a
la utilizacin del mtodo que
recomendamos, inducidos a ello por el
vago sentimiento de que tienen el deber
de leer hasta la ltima slaba de un
libro. Sospecho que la verdadera razn
es sencillamente que quieren estar en
condiciones de decir categricamente,
cuando se lo preguntan, que han ledo el

libro, mientras que de haber aplicado


nuestro mtodo selectivo solo podran
contestar que le haban echado un
vistazo, o en el mejor de los casos que
haban ledo partes de l. Yo no tengo
nada que decir a tales objetantes, pues
me dirijo solo a quienes buscan la
verdad y el conocimiento en vez del
lucimiento en las conversaciones y la
buena opinin de quienes piensan que el
nico sendero que conduce a la
sabidura es el que pasa por la lectura
detenida y atenta del contenido ntegro
de todos y cada uno de los libros que se
presenten. Sin embargo, me permito
decir al pasar que si aplicamos el

mtodo selectivo habr media docena de


libros acerca de los cuales podremos
afirmar que los hemos hojeado por
cada uno de aquellos acerca de los que,
sin l, podramos afirmar que los
habamos ledo.
Esta forma de aprovechar un libro es
constructiva
y
positiva,
en
contraposicin al mtodo negativo de la
lectura crtica. Si leemos solo en busca
de
sugerencias,
ampliaremos
el
pensamiento del autor, lo cual ser ms
til para el desarrollo intelectual que el
empeo en detectar si est equivocado y
en qu consiste su error. Este mtodo
positivo es no solo ms interesante, sino

que en algunos aspectos es mejor an


que el crtico. Cuando desarrollamos el
pensamiento del autor, observando sus
consecuencias e implicaciones y
analizando los distintos casos a que se
aplica, descubrimos si conduce o no a
conclusiones absurdas y si es vlido o
no para todos los casos concretos. No se
olvide que este mtodo solo debe
aplicarse despus de haber estudiado el
libro de texto fundamental. En
consecuencia, cuando lo utilice su mente
estar ya robustecida y pertrechada por
la lectura y el razonamiento previos. Los
pensamientos valiosos del autor lo
impresionarn y se grabarn en su

memoria, al paso que le resbalarn sus


ideas triviales o errneas.
Pero al fin y al cabo, lo importante
no es la actitud o el mtodo que usted
adopte en el momento de leer un libro,
sino el razonamiento que haga despus.
La
actitud
crtica
tiene
sus
inconvenientes, pues cuando estamos al
acecho de los errores del autor se nos
escapa a menudo la cabal importancia
de sus aciertos. En cambio, cuando
leemos en busca de sugerencias es
posible que dejemos pasar muchos
errores sin condenarlos. Pero estas dos
desventajas se pueden superar mediante
una adecuada reflexin posterior.

Hay todava un detalle sobre el cual


deseo insistir: asegrese de que entiende
hasta la ltima frase del libro. No
suponga que la entiende. No la pase
por alto con la esperanza de que el autor
la explicar ms adelante. No se
convenza a s mismo de que, al fin y al
cabo, no tiene mayor importancia. Ser
mucho mejor que en vez de proceder as
se abstenga totalmente de leer el libro.
De lo contrario no solo sacar poco o
ningn provecho de l, sino que se
formar adems el peor de los hbitos
intelectuales: el de pensar que entiende
cuando no lo logra. Si ha hecho todo lo
posible por entender a un autor y no lo

ha conseguido, escriba al margen Esto


no lo entiendo, o trace una lnea a un
costado de la frase o el prrafo. Si tiene
que repetir esta operacin a menudo,
ser mejor que deje el libro por algn
tiempo. O es demasiado avanzado para
usted o no merece que lo lea.
En cuanto a sus reflexiones
posteriores a la lectura, es probable que
a menudo afloren espontneamente en su
mente problemas relacionados con el
tema del libro que ha ledo, o que de
pronto se le ocurra, mientras est
pensando en otro tema, una objecin a
alguno de sus asertos. Naturalmente,
cuando as le ocurra no reprima sus

pensamientos. Pero al margen de estos


casos,
deber
reservar
tiempos
especficamente
dedicados
a
la
consideracin de lo que ha ledo y de
los problemas que ha dejado
consignados por escrito. Nunca podr
insistir demasiado en este consejo ni
repetirlo todo lo que considero
necesario.
Una tarea til que puede imponerse
es la de tomar cada idea del libro con la
cual coincida para tratar luego de
encararla como una semilla. Asuma
consigo mismo el compromiso de
proyectarla ms all de los confines en
que el autor la dej circunscrita.

Naturalmente, no siempre le ser


posible hacerlo. Pocas veces lo lograr.
Pero no hay nada mejor que perseguir
metas ambiciosas y el hecho mismo de
fijarse ese ideal no lo perjudicar.
Quedan an por resolver unos pocos
problemas heterogneos.
Por qu prestar atencin a autores
de quienes discrepamos radicalmente?
Herbert Spencer refiere que en dos
oportunidades trat de leer la Crtica de
la razn pura de Kant, pero que al
disentir categricamente de su primera y
principal aseveracin, dej de lado el
libro. Proceder as implica depositar
excesiva confianza en la coherencia del

autor. Aunque todas las proposiciones


que enuncie sean al parecer corolarios
de la primera y principal, algunas de
ellas contendrn cierta dosis de verdad.
Es
imposible
equivocarse
consecuentemente. Smese a ello la
posibilidad de que al fin y al cabo puede
ocurrir que la primera proposicin del
autor sea correcta. Sin embargo, no
debemos utilizar como texto fundamental
un libro cuyo enfoque general difiera
totalmente del nuestro, porque le
sacaramos poco provecho. Si el autor
del libro es un desconocido, podemos
descartarlo
sin
escrpulos
de
conciencia. Pero si es un filsofo tan

clebre y respetado como Kant,


debemos echar por lo menos un vistazo
a su contenido ntegro en busca de
sugerencias.
Cuntas veces hay que leer un
libro? Ya he contestado en parte esta
pregunta al formular la ley del
rendimiento decreciente. Pocos libros
merecen una segunda lectura. En general
ser ms provechoso leer otra obra
sobre el mismo tema que leer dos veces
un mismo libro. El segundo no solo
servir
para
refrescarnos
el
conocimiento anterior, sino que tambin
nos har entrar en contacto con nuevas
ideas, criterios distintos y nuevos

problemas.
No obstante, hay ciertos libros que
jams se pueden remplazar por otros.
Entran en esta categora ya porque
encaran temas que no se tratan en otros,
porque
enfocan
un
aspecto
exclusivamente original, o sencillamente
porque son obras geniales. Aunque se
puedan encontrar en otros textos las
conclusiones a las que llegan los genios,
su forma de razonar es inimitable. Esos
libros deben leerse dos veces. Cuando
elegimos un texto fundamental en el
mbito de cualquier asunto, por lo
comn lo hacemos porque es el mejor y
ms completo que existe al respecto.

Esa es la razn de que debemos leerlo


dos veces, aunque la segunda lectura la
hagamos salteando, hojeando y
seleccionando.
No debemos releer un libro
inmediatamente despus de haberlo
concluido la vez primera, sino que
debemos dejar que trascurra siempre un
largo intervalo. Hay varias razones para
ello. Despus del intervalo se afina
nuestra perspectiva y estamos ya en
condiciones de saber si el libro nos ha
aprovechado y hasta qu punto lo ha
hecho. Es posible que al cabo de algn
tiempo descubramos que un libro acerca
del cual nos habamos formado una

excelente opinin en el momento de


leerlo no nos prest grandes servicios ni
intelectual ni prcticamente. Puede
ocurrir tambin que descubramos que
hemos superado nuestra necesidad de
leerlo. Aun en el supuesto de que
finalmente optemos por leerlo, la espera
prestar una inmensa ayuda a nuestra
memoria. Si releemos un libro despus
de transcurrido un lapso de seis meses,
tres aos despus de la segunda lectura
recordaremos su contenido mucho mejor
que si lo hubiramos ledo tres veces
seguidas sin solucin de continuidad.
Agrguese a ello la circunstancia de que
despus de cierto tiempo habremos

olvidado la mayor parte del libro, por lo


cual lo hojearemos con mucho ms
inters que si todava lo tuviramos
fresco en la memoria, y que la
experiencia, las lecturas y las
reflexiones acumuladas en el nterin nos
permitirn ver cada prrafo iluminado
por una luz diferente, colocndonos en
condiciones de juzgar mejor nuestras
propias crticas marginales (si dejamos
anotadas algunas) as como del libro en
general Agrguese, repetimos, todo
esto y nadie podr impugnar las ventajas
de la espera. Creo que nunca habr
necesidad de leer un libro ms de dos
veces. Esto, naturalmente, en lo que

atae al pensamiento y el conocimiento.


La situacin es diferente cuando se trata
de obras que nos atraen por su estilo o
por razones de solaz.
Cunto tiempo debemos dedicar a
cada sesin de lectura? Algunas
personas sienten que la lectura les
dificulta el pensamiento. Otras sienten
que se lo estimula. Pero los resultados
varan en funcin del tiempo a que se
extiende la lectura. El hecho de leer
ininterrumpidamente durante lapsos muy
prolongados embota a menudo el
pensamiento
original.
El
lector
comprueba que generalmente aprovecha
mejor lo que lee durante lapsos cortos,

por ejemplo de diez o quince minutos.


Ello se explica hasta cierto punto por la
mayor concentracin que se puede
lograr en poco tiempo. En cambio otras
personas observan que en el curso de las
largas tiradas de lectura adquieren un
cierto impulso. Cada cual tiene que
experimentar pues, a fin de descubrir
cul es el lapso que mejor se acomoda a
su mentalidad particular.
Y qu decir de la concentracin?
Nos hemos ocupado de ella al tratar del
pensamiento independiente, pero con
referencia a la lectura el problema es un
poco diferente. Cuando pensamos,
tratamos de seleccionar asociaciones

pertinentes. Cuando leemos, son otros


quienes eligen las asociaciones y nos las
suministran. A nosotros nos toca
ajustarnos a ellas, en vez de guiarnos
por las asociaciones que se nos ocurren
ya sea a causa de lo que leemos o de las
imgenes y ruidos que nos rodean. Pero
las asociaciones provenientes de lo que
leemos son de dos clases: pertinentes
unas y extraas otras, y como es lgico
debemos atenernos a las primeras. Esto
debe
hacerse,
sin
embargo,
deliberadamente, en la forma ya
indicada, y cuando se agota la veta de
pensamiento sugerida debemos poner de
nuevo nuestra atencin en el libro. El

problema de la concentracin no es muy


grave cuando se trata de la lectura.
Puede ser difcil concentrarse en un
libro, pero es siempre mucho ms fcil
que hacerlo en un problema mediante el
pensamiento autnomo desprovisto de
ayuda.
El plan de lectura que he descrito
solo exige una sugerencia. Lo que quise
demostrar primordialmente fue que no
todos los libros se pueden encarar con
idntico criterio y que no cabe formular
normas dogmticas e inflexibles vlidas
para todo lo que se lea. Nuestro mtodo
de lectura variar a tenor de la
naturaleza del libro o del tema de que

trate. Estar subordinado a los libros


que ya hayamos ledo e incluso a los que
nos propongamos leer en el futuro.
El provecho que se saque de la
lectura depender totalmente de la forma
en que cada cual se deje influir por ella.
Si cada libro que usted lee le sugiere
nuevos
problemas,
le
plantea
interrogantes y problemas trascendentes
que pasa luego a rumiar en sus ratos
libres, enriqueciendo su vida intelectual
y estimulando su pensamiento, ser
lcito decir que esos libros cumplen con
su verdadera funcin. Pero si lee
solamente para resolver problemas que
no puede solucionar por s solo; si cada

vez que algo lo desconcierta corre a


tomar un libro para que l le d la
respuesta y acepta a ciegas la
explicacin que encuentra en sus
pginas; en una palabra, si se vale de la
lectura para no tener que pensar, ser
mejor que deje de leer de una vez para
siempre. El fumar es una distraccin
mucho menos peligrosa.
No he especificado todava cul
debe ser la relacin entre el tiempo
consagrado a la lectura y el dedicado a
la reflexin. He soslayado el problema
porque su solucin depende de muchos
factores. Pero si el lector dispone de una
hora
libre
para
dedicarla
al

perfeccionamiento de su mente, no se
equivocar demasiado si consagra
treinta minutos a la lectura y otros tantos
a la reflexin. Su reflexin puede girar
en torno al tema de la lectura o enfilar
en parte hacia otros problemas. Eso no
tiene importancia. Sin embargo, el lector
no debe imaginar que su reflexin debe
estar necesariamente circunscrita a esos
treinta minutos o a otros treinta
cualesquiera. La ventaja maravillosa del
pensamiento estriba en que puede
insertrselo en cualquier lapso libre.
Cada cual lleva siempre consigo todos
los elementos que necesita para pensar.
Ni siquiera hace falta un libro. Se lo

recuerdo una vez ms al lector, aunque


al hacerlo corro el riesgo de parecer
demasiado insistente.
Al comienzo de este captulo
dijimos que la lectura de un libro no
implica una finalidad en s, sino que
debe estar subordinada al objetivo
ltimo de extraer lo mejor de la lectura
en general. Pero en beneficio de la
claridad definiremos transitoriamente
esa finalidad como el aprendizaje de un
determinado tema. Expuse el plan de
lectura que concepto ms idneo para
alcanzar ese objetivo. Tambin promet
enunciar ms adelante las salvedades
necesarias.

Al formular la ley del rendimiento


decreciente sealamos e hicimos notar
que se aplica no solo a los libros, sino
tambin a temas enteros, que pasado
cierto punto, cada libro que leamos
sobre un tema determinado, si bien
aumentar
probablemente
nuestros
conocimientos,
no
rendir
tanto
provecho como un libro de iguales
mritos dedicado a otro tema y nuevo
para nosotros.
Aunque la afirmacin es correcta,
solo es vlida en parte muy reducida
cuando estudiamos los temas aplicando
el mtodo que acabamos de describir,
pues si bien no sacamos de ningn libro

tanto
provecho
como
el
que
extraeramos de otro de iguales mritos
dedicado a un tema diferente, leemos
con tanta rapidez que el rendimiento del
tiempo y la energa invertidos es
prcticamente el mismo. Esa lectura
rpida es posible merced a nuestro
conocimiento anterior del tema. Si
leyramos as el libro dedicado al nuevo
tema, quiz sacaramos poco o nada de
l.
Superada, pues, esta objecin, me
permito sugerir al lector que se
especialice. Los libros que se leen con
la desconexin habitual, saltando de
unos temas a otros, dejan pocos frutos

permanentes. Y aunque los dejen,


intuimos que en el mejor de los casos
nuestra gran cantidad de lectura no nos
suministra ms que conocimientos
superficiales acerca de muchas materias.
En definitiva, esos conocimientos
superficiales casi nunca pueden prestar
ms servicios que la ignorancia
absoluta. Es inmensamente mejor
ignorar muchas cosas, pero conocer bien
una sola, que poseer muchos
conocimientos, todos ellos insuficientes.
La especializacin es no solo til,
sino tambin gratificante. Siempre
experimentamos
gran
satisfaccin
cuando pensamos que somos expertos

o autoridades en algo. Cuando un


legislador formule un aserto equivocado
que entre en la rbita de nuestra
especialidad, podemos escribir una
carta al Times o el Sun explicando la
ndole de su error y mostrando de paso
nuestra propia erudicin ilimitada.
Cuando sus amigos entablen una
discusin acerca de un tema relacionado
con su materia favorita, dirn:
Pregntenle a Jones. El debe de
saberlo. Y aunque usted tenga que
reconocer que desconoce olmpicamente
un tema ajeno a su especialidad, le
quedar la satisfaccin de pensar que
sus oyentes lo excusan interiormente con

un: Paciencia, al fin y al cabo todo no


lo puede saber.
Un autor calcula que quien dedique
quince minutos diarios, o media hora
tres das a la semana, al estudio a fondo
de un tema cualquiera, lo dominar en
doce aos[22]. Esta afirmacin reviste
inters especialsimo para aquellas
personas que no disponen de tiempo
para estudiar ninguna especialidad ajena
a sus negocios particulares, pero que
dedican por lo menos media hora diaria
a leer el diario o las revistas sin que
ello les rinda resultado alguno prctico
al cabo de dos decenios.
Por ahora no me interesa el tema que

elija. Puede ser la aeronutica, la


astronoma, la actividad bancaria, la
historia griega, el clculo, la sicologa
social, la electricidad, la msica, la
filosofa del derecho, la navegacin
submarina, la fabricacin de jabn, la
religin, la metafsica, los motores
activados con energa solar, la
educacin, el estilo literario o la Luna.
Pero cualquiera sea, debe ser un tema
que interese por s mismo, lo cual
muchas veces equivale a decir aquel que
usted no convierte en su ocupacin
primordial. Si se hasta de l, djelo y
tome otro que le complazca. Debe
adoptar el pensar y el estudio como

placer, no como obligacin.


Si su disciplina tiene escasa
envergadura; si es, por ejemplo, solo
una rama de lo que en general se define
como una ciencia, deber formarse una
idea clara de los conocimientos
generales de la ciencia antes de encarar
la especialidad. Si elige, por ejemplo, el
tema de los aranceles, inicie su estudio
empleando como texto bsico un libro
sobre economa general.
Aunque se especialice en una
ciencia ntegra, le resultar muy til la
lectura de libros sobre otras ramas del
saber. Por ejemplo, los conocimientos
de sicologa, biologa y sociologa le

prestarn una cooperacin insospechada


si se dedica al estudio de la tica.
Quiere ello decir que aunque no sea ms
que para estudiar la especialidad en s
misma, deber abstenerse de convertirla
en el nico objeto de su atencin. Si se
encuentra alguna vez a punto de incurrir
en semejante error, le convendr
imponerse la obligacin de alternar cada
dos o tres libros con uno ajeno a la
especialidad elegida.

ESCRIBIR LOS
PROPIOS
PENSAMIENTOS
La lectura hace al hombre
completo; la conversacin lo
hace gil; el escribir lo hace
preciso.
BACON
UALQUIER intento de formular
una ciencia o arte del pensar ser
incompleto si no incluye un anlisis,
aunque sea breve, de la escritura. De

hecho, el escribir est tan ntimamente


vinculado al pensar que necesariamente
he tenido que mencionarlo ms de una
vez al hablar del pensamiento y la
lectura.
Ya me refer a la escritura como
instrumento auxiliar de la concentracin.
Hubimos de menospreciarla a causa de
su lentitud. Pero este es, prcticamente,
su nico inconveniente. Cuando
escribimos se nos ocurren ideas que no
afloran en ninguna otra circunstancia.
Cuando leemos algo que escribimos
hace algn tiempo, encontramos muchas
veces asertos que nos sorprenden.
Tenemos la impresin de haber

alcanzado ocasionalmente un grado de


lucidez superior al que nos es habitual.
Pero la gran ventaja de la escritura
es que conserva las ideas. Lo que la
imprenta ha realizado en bien de la
humanidad
al
salvaguardar
el
pensamiento de los siglos, lo har la
escritura en provecho del individuo al
preservar sus propias reflexiones.
Cuando se nos ocurre una idea,
pensamos en el momento de concebirla
que no se nos escapar jams. No
imaginamos siquiera la posibilidad de
olvidarla. Sin embargo, no pocas veces
se me ocurre una idea que me parece
totalmente nueva, por lo menos en lo que

a m se refiere, al releer mis materiales


escritos mucho tiempo antes, y descubro
que en otro momento se me haba
ocurrido otra casi totalmente idntica.
No solo la haba olvidado sino que ni
siquiera la reconoc cuando volvi a
presentrseme. De hecho, estos son los
casos en que las ideas reaparecen. Pero
pocas veces son tan serviciales.
Por tanto, cuando se le ocurra una
idea o haya resuelto un problema,
aunque sea un problema sugerido por un
libro, deber anotar inmediatamente por
escrito la idea o la solucin.
Naturalmente, podr esperar hasta la
noche. Pero la forma ms segura de

apresar una idea es trasladarla al papel


en el minuto inmediato a aquel en que
aparece, a fin de evitar el riesgo de que
se pierda definitivamente. En esto
pensaba cuando recomend, en el
captulo dedicado a la lectura, que se
escribieran inmediatamente no solo las
ideas, sino tambin los problemas que
fueran presentndose. El descubrimiento
de un problema nuevo contribuye al
progreso intelectual tanto como la
resolucin de otro antiguo. Si no
tomamos nota de nuestros problemas, es
posible que olvidemos su existencia, lo
cual implica a su vez el peligro de
aceptar a ciegas proposiciones falsas.

Sugiero al lector que, para que le


resulte
ms
fcil
asentar
sus
pensamientos y meditaciones por
escrito, se provea de un cuaderno
destinado especialmente a ese fin y lleve
adems siempre consigo papel en blanco
y un lpiz, para poder constantemente
hacer anotaciones. Ciertamente, el hecho
de que anote una idea no implica que
ms adelante no pueda rechazarla, o
cambiarla, o perfeccionarla.
La naturaleza evasiva de los
pensamientos asume especial relieve
cuando se los traslada al papel. En el
momento en que empezamos a escribir
una oracin extensa sabemos cules son

las palabras exactas con las que la


concluiremos. Pero el acto fsico de
escribir distrae fugazmente nuestra
atencin, y adis! las palabras se
esfuman y nos vemos constreidos a
completar la oracin de otro modo. He
mencionado las ventajas que suministran
la taquigrafa y la dactilografa cuando
se quiere seguir el ritmo de nuestros
pensamientos, y ahora me conformo con
aconsejarle que se sirva de esos
auxiliares si est en condiciones de
hacerlo. Insisto en que los pensamientos
son efmeros. No podemos despreciar
ninguno de los recursos capaces de
apresarlos y fijarlos.

Entre las ventajas del cuaderno en


que anotamos nuestras ideas se cuenta
una nada despreciable: nos suministra un
testimonio histrico constante. Cada
idea que anotamos debe ir acompaada
de la indicacin del da, mes y ao,
como si se tratara de una carta. Cuando
de tiempo en tiempo repasemos nuestras
ideas as registradas, nos encontraremos
con una verdadera autobiografa
intelectual. Veremos qu relacin
guardan nuestros ltimos pensamientos
con los que asentamos en el pasado.
Veremos cules eran exactamente las
opiniones que sustentbamos en
determinadas pocas y qu cambios han

ido experimentando. Y veremos si


nuestro progreso intelectual ha sido
notable o si nos quedamos estancados.
Quiz le parezca absurda la
sugerencia de que cada pensamiento
registrado en el cuaderno debe
escribirse en el mejor estilo posible.
Solemos diferenciar la forma del
fondo, pero es dudoso que semejante
discriminacin sea totalmente vlida. Es
discutible que se sepa qu es
exactamente lo que se desea significar
cuando se la hace. En verdad, Arnold
Bennett llega al extremo de opinar:
La forma no se puede distinguir de
la materia. Cuando un autor concibe una

idea, la concibe en palabras. Esa


figuracin de palabras constituye su
estilo y se halla totalmente determinada
por la idea. La idea solo puede existir
en las palabras, en una configuracin
verbal. No se puede decir exactamente
lo mismo en dos frases distintas. Si se
altera ligeramente la expresin, se
modifica por ello mismo la idea. No se
puede modificar la expresin sin
modificar lo que se dice. Despus de
concebir una idea, el escritor puede
pulirla, y es probable que lo haga.
Pero qu es lo que pule? Decir que
pule su estilo equivale simplemente a
decir que afina su idea, que ha

descubierto en ella defectos e


imperfecciones
y que
los
va
desbastando. La idea existe en
proporcin a la forma en que se la
expresa: existe en tanto en cuanto se la
expresa; no antes, ni despus ni de otro
modo. Se expresa a s misma. Una idea
clara se expresa con claridad, y una idea
vaga, con incertidumbre[23].
Sospecho que Arnold Bennett
incurri en cierta exageracin. Pero hay
mucho de verdad en ello: entre el
pensamiento y el estilo hay una relacin
recproca mucho mayor que la que
habitualmente se supone. Se puede decir
no solo que un perfeccionamiento de la

idea mejorar el enunciado de ella, sino


tambin que un perfeccionamiento del
enunciado verbal mejorar la idea.
Veamos ahora la aplicacin de esta
verdad. He dicho que a lo largo de la
lectura
afloran
objeciones
inarticuladas. La nica razn de que
lo sean consiste en que son demasiado
imprecisas para encontrar al punto la
manera de expresarse. En esos casos
tenemos que enunciar la objecin de la
mejor forma posible, aunque a primera
vista parezca ridcula o indefendible.
Pero debemos enunciarla, recitarla y
escribirla en la mayor cantidad de
formas posibles. Poco a poco nuestra

objecin adquirir contornos definidos,


claros, precisos. En sntesis, habremos
perfeccionado no solo la enunciacin de
nuestro pensamiento, sino tambin el
pensamiento mismo. Quien estudia el
modo de mejorar su redaccin o de
enriquecer su vocabulario, estudia la
forma de perfeccionar su razonamiento.
El cuaderno deber servirle para
registrar no solo sus ideas como tales,
sino tambin cualquier forma que le
parezca notable de enunciar un
pensamiento.
Pero si bien hay mucho de verdad en
el aserto de Arnold Bennett acerca de la
dependencia mutua entre el enunciado y

el pensamiento, hay que tener muy


presente, sin embargo, que el enunciado
nunca es el pensamiento. En rigor
estricto, el pensamiento solo puede
existir en la mente. Nunca se lo puede
trasladar al papel. Qu es, entonces, lo
que escribimos? Si las palabras y las
oraciones no son el pensamiento, qu
son? Si no son el pensamiento, cmo es
posible traducir el pensamiento a
palabras, ya sean orales o escritas?
Las palabras, aunque no sean
pensadas, van siempre asociadas al
pensamiento. Usted oye la palabra
caballo. Es muy probable que surja en
su mente la imagen visual de un caballo.

Esta imagen, idea, nocin, concepto


depender de su experiencia respecto de
determinados caballos. Nunca ser una
abstraccin lgica de ellos. Nunca ser
un caballo desprovisto de color, de
dimensin particular, de sexo o de raza,
como se piensa a veces. Por el
contrario, es muy posible que confluyan
en l diferentes elementos de los
distintos caballos que ha visto en toda su
vida. O puede ser simplemente tambin
la imagen de un caballo particular que
usted recuerda. Pero en la mente no
existe lo que se designa concepto
general.
Tenemos
una
imagen
determinada que representa a todos los

caballos.
La
denominacin
es,
naturalmente, genrica. Ella, o su
definicin, se puede catalogar como un
concepto lgico. Pero el pensamiento no
se vale de la denominacin en s. Esta es
un smbolo arbitrario que solo sirve
para evocar una imagen particular
asociada a ella, y dicha imagen se evoca
como si fuera genrica. La imagen
recibe entonces el nombre de concepto:
de concepto operante. Es el concepto
sicolgico, por contraposicin al lgico.
As como la idea que usted se forma
del caballo depende de su experiencia
con determinados caballos, la de otro
individuo depender de la experiencia

que l tenga de esos animales. Y como


la experiencia de ese individuo jams
podr ser exactamente igual a la suya, el
concepto o la idea que l posea de
caballo nunca sern idnticos al suyo,
aunque podrn ser muy parecidos. No
solo ninguna otra persona tendr la
misma imagen mental o el mismo
concepto que usted, sino que usted
mismo nunca tendr dos veces
exactamente la misma imagen mental
de una cosa. La imagen variar a tenor
del contexto en que aparezca, de las
asociaciones que la determinen y
acompaen. Si lee usted el relato de una
gran batalla y encuentra en l la palabra

caballo pensar en un determinado


tipo de caballo. Si la palabra caballo
se le ocurre en el contexto de un carro
de almacenero, la imagen que usted
evocar ser diferente. Esto vale tanto
para los casos en que la descripcin va
acompaada por adjetivos, como para
aquellos en que es escueta. En
determinadas
circunstancias
se
imaginar al animal en movimiento, y en
otras se lo imaginar en reposo.
Lamentablemente, muchos presuntos
siclogos parecen catalogar la idea o
concepto, incluido este conceptoimagen, como algo que est fijo en el
individuo, o que en el mejor de los

casos solo cambia con la experiencia


viva del objeto concebido. La verdad es
que la imagen o las imgenes que
evocamos al or una palabra no son
idnticas en el trascurso de dos
segundos sucesivos. Son fluidas,
dinmicas;
nunca
son
estticas,
inmviles. Van asociadas a palabras y
se encuentran en un estado de
permanente mutacin. Puesto que el
concepto de un mismo individuo vara
de un momento a otro, cunto ms no
habrn de diferir entre s las ideas o
conceptos de individuos distintos!
Me he valido del ejemplo del
caballo porque es simple y concreto. En

el curso del pensamiento real jams se


tropieza con un concepto simple aislado
o con una palabra nica. Lo que se nos
aparezca es, por lo menos, una oracin
entera. Por eso nuestras imgenes
experimentan entre un momento y otro,
modificaciones mucho mayores que las
indicadas en el ejemplo. Y por eso
tambin las imgenes ajenas difieren de
las nuestras en una proporcin mucho
mayor.
Veamos cmo se aplica esto a la
escritura. Se nos ocurre una idea y,
convencidos de que es importante,
decidimos consignarla por escrito. Pero
no podemos escribir la idea, sino

nicamente las palabras asociadas a


ella. Ni siquiera podemos escribir todas
esas palabras, porque son demasiadas.
De modo que escribimos algunas y nos
decimos que hemos asentado la idea.
Pero lo nico que hemos escrito es algo
asociado a la idea. Cuando leamos ms
adelante este apunte no concebiremos
las mismas ideas que originariamente
haban aflorado a nuestra mente, sino, en
el mejor de los casos, ideas similares.
Las asociaciones de las palabras
cambian constantemente, como todas las
asociaciones, y a causa de las fallas de
la memoria humana, jams afloran
exactamente las mismas asociaciones en

dos oportunidades distintas. Al cabo de


mucho tiempo sern muy diferentes de
cuando las escribimos. A menudo
acaecer al lector que, al leer despus
de cierto tiempo un pensamiento que
registr por escrito porque le haba
parecido
muy
importante,
no
comprender siquiera por qu lo
consider digno de inters. Lo probable
ser que en el momento en que lo
escri bi fuera realmente importante,
porque tena entonces, las ideas claras.
Pero al releer las palabras escritas no
son ellas capaces de evocar los antiguos
conceptos y asociaciones.
Esta diferencia entre las palabras y

el pensamiento resalta con mayor nitidez


cuando una persona lee el pensamiento
registrado por otra. Es probable que
quien escribi vuelva a tener
aproximadamente
las
mismas
asociaciones mentales y los mismos
conceptos, ya que su memoria misma lo
ayuda a evocarlos al conjuro de las
palabras con que las escribi. Pero
cuando una persona lee lo que escribi
otra, las palabras ledas evocan en l los
conceptos que tena previamente
vinculados con ellas en su propio
cerebro. El autor, pues, nunca podr
trasferir literalmente una idea. Solo
podr escribir algunos smbolos

arbitrarios que sirvan para evocar un


pensamiento similar en sus lectores. Es
difcil, si no imposible, determinar hasta
qu punto el pensamiento del lector
difiere del autor, pues las mentes solo
pueden comunicarse por medio de
palabras. Esta diferencia del concepto
asociado es la que hace a menudo que el
lector
no
pueda
valorar
los
pensamientos ms profundos del autor, y
la que, en el caso contrario, le hace ver
ocasionalmente trascendencia all donde
no la hay.
Llegamos ahora a la solucin del
problema para el cual esta disertacin,
bastante extensa a la verdad, no fue ms

que un prolegmeno. Qu debe hacer un


autor para trasmitir su verdadera idea
con la mayor fidelidad posible? Y la
respuesta es: debe enunciarla en la
mayor cantidad posible de formas.
Si una persona nunca hubiera estado
en una ciudad y quisiera usted darle una
idea acerca de ella, le mostrara
fotografas tomadas desde distintos
ngulos. Una fotografa corregira y
complementara otra. Y cuanto mayor
fuese el nmero de perspectivas
diferentes, tanto ms completa y precisa
sera la idea que se formase, tanto ms
se aproximara su concepto a la ciudad
real. Pero nunca podra llegar ms que a

una aproximacin, nunca se podra


forjar una idea tan clara como la de
quien hubiera estado en la ciudad.
El lenguaje del autor es la fotografa
de su pensamiento. Nunca puede
comunicar exactamente una idea, pero al
enunciarla de distintas maneras muestra
variedad de fotografas sobre ella.
Por ejemplo, si el segundo
enunciado no concuerda con la primera
idea que se form el lector, este deber
modificar dicha idea. Y si la
enunciacin se repite de muchas
maneras diferentes tendr que corregir
su concepto hasta que se aproxime cada
vez ms al del autor.

Recuerdo que un tratado sobre


educacin refera la historia de un
inspector que entr en un aula y pregunt
a la maestra qu estaba enseando; tom
despus un libro y formul a los
alumnos la siguiente pregunta: Si
cavramos un pozo de miles y miles de
metros de profundidad, dnde hara
ms calor, cerca del fondo o de la boca,
y por qu?. Ninguno de los nios
contest. Por fin la maestra dijo: Estoy
segura de que conocen la respuesta, pero
me parece que usted no ha planteado
correctamente el problema. Y tomando
el libro, pregunt: En qu estado se
encuentra el centro de la Tierra?. Toda

la clase respondi inmediatamente a


coro: En estado de fusin gnea.
A lo largo de toda la ltima
generacin, y aun ahora, los crculos
educacionales han clamado y claman a
voz en cuello que se deben ensear
hechos, no palabras. En algunos casos
semejante
pretensin
es
poco
aconsejable e incluso imposible de
cumplir. Pero si la maestra de la historia
anterior se hubiera tomado el trabajo de
enunciar su idea cuando menos en dos
formas, tal vez habra grabado una buena
idea en la mente de sus alumnos. Por lo
menos habra descubierto que de la
manera anterior no tenan ninguna.

Queda por resolver otro problema.


Si escribe usted una composicin, una
carta, un ensayo o hasta un libro, cul
ser el mejor sistema para asentar todos
sus pensamientos sin que pierdan un
pice de su valor, para trascribirlos en
el mejor orden y el mejor estilo
posibles? En otras palabras, cul es el
mejor procedimiento para verter con
exactitud pensamientos de la mente al
papel?
Ya nos hemos ocupado de
instrumentos como la taquigrafa. Claro
est que el dictado implica una ventaja
evidente, cuando se puede recurrir a l.
Pero voy a tratar ahora de ciertos

aspectos del problema que revisten


particular importancia para la redaccin
de
composiciones
relativamente
extensas.
Se cuenta que Auguste Comte
elaboraba sus libros pensando hasta los
detalles ms insignificantes, hasta la
redaccin misma de las frases y
perodos, antes de escribir una sola
palabra, pero que cuando se pona a
hacerlo
produca
una
cantidad
asombrosa de pginas en poqusimo
tiempo. Sin embargo, en general, a
menos que se posea una memoria
extraordinaria, cuando llegue el
momento de escribir se habr olvidado

la mayor parte de lo que se haba


pensado. Aun as y todo, el mtodo de
Comte se puede aplicar con provecho
para fragmentos cortos de una
composicin. Y cuando la aspiracin
sea escribir concisa o claramente, se
comprobar que a menudo conviene
meditar bien una oracin entera antes de
ponerse a escribirla.
Para garantizar la eficiencia de la
labor literaria, quiz no hay nada mejor
que utilizar el sistema de fichas. Se
recogen en ellas todas las ideas valiosas
que a uno se le ocurren, inmediatamente
despus de concebirlas. Cuando por fin
se decide a escribir, puede escalonarlas

en el orden que ms le agrade,


desechando las ideas que no revistan ya
importancia y agregando las necesarias
para completar o redondear el trabajo.

CUESTIONES EN LAS
QUE VALE LA PENA
PENSAR
El hombre que no puede
admirar nada, y que de
ordinario no se maravilla de
nada, es como unos lentes sin
ojos detrs.
CARLYLE
ASTA ahora me he ocupado
exclusivamente de cmo pensar,
pero no me he referido a aquello en lo

que se debe pensar. He examinado los


mejores mtodos para abordar distintos
temas y cuestiones, pero no me he
referido a los problemas que vale la
pena encarar.
Claro est que lo que importa es que
cada cual piense. No es imprescindible
que los resultados del pensar tengan una
utilidad inmediata. El pensar es un fin en
s mismo. Casi todos los hombres
imaginan que el pensar por pensar
puede resultar fascinante para los
filsofos, pero carece de importancia
para ellos, y en consecuencia solo
meditan cuando el hacerlo les rinde un
provecho material inmediato. Esos

individuos se hacen un triste favor.


Quiz usted, lector, sea uno de ellos.
Si as fuera, permtame apelar a su
experiencia personal. Alguna vez trat
de resolver un juego de paciencia?
Trat, por ejemplo, de separar, sin
doblarlos, los dos alambres que
deformados por un movimiento de
torsin se abrazan como eslabones de
una cadena? O hizo alguna vez una
pausa a fin de elucidar el problema
enunciado
en
la
pgina
de
entretenimientos de su diario vespertino
o dominical? Un almacenero compra
quince docenas de huevos y vende.
Ya sabe usted de qu se trata. Admite

que lo ha hecho. Pues bien, ha pensado


por el puro gusto de pensar.
Si alega que el pensar no le interes,
que aquel acto puramente casual no le
produjo ninguna satisfaccin, sino que lo
que lo estimul y gratific realmente fue
la solucin de la charada, se engaa de
nuevo. El pensar no fue accidental. El
pensar y la resolucin del problema se
identifican. Lo cierto es que usted se
propuso resolver un problema, eludir un
obstculo intelectual, por el simple
placer de descubrir la solucin, sin
preocuparse en absoluto por lo que hara
con ella cuando la hallase.
Pero si puede encontrar tanto goce

en un pensamiento desprovisto de
aplicacin prctica, cunto mayor no
sera su dicha si pudiera aprovechar las
conclusiones? Porque cuando piensa en
algo til obtiene no solo el placer
inmediato de resolver el problema, sino
tambin el de aplicar la solucin a la
accin, o a la elucidacin de un nuevo
problema. Y si bien vuelvo a reconocer
que el pensar es un fin en s mismo, ello
no impide que sea al mismo tiempo un
medio para la conquista de un fin
mediato. Dicho todo lo cual no hay
ninguna razn para que estemos
prevenidos contra los problemas o los
temas tiles.

No basta decir que tenemos que


pensar en cosas tiles. Son pocos los
problemas que no revistan alguna
utilidad. Hasta la elucidacin de la
charada de la pgina de entretenimientos
del diario puede servirle algn da para
resolver un problema anlogo planteado
en el mbito de sus propios negocios. Y
aunque eso no ocurra jams, tal vez al
proponer la charada a sus amigos se
convierta en una persona ms interesante
desde el punto de vista social. Si
reflexiona sobre este tema que aparece
en un libro polmico que tengo ahora
ante m Conclusin: las fieras
salvajes deben inspirar ms temor que

los reptiles ponzoosos, es posible


que los conocimientos adquiridos le
sirvan para elegir su equipo en el caso
de que decida viajar a las selvas de
Amrica del Sur. Pero hay millones de
problemas tan tiles como estos, y un
hombre aislado, cuya vida dura, por
trmino medio, setenta aos, no est en
condiciones de abarcar ni una mnima
fraccin de ellos. Lo que debemos
preguntarnos no es: cules son los
problemas tiles?, sino: de cunta
utilidad son ciertos problemas?, o, en
otras palabras: cul es la utilidad
relativa de los problemas?
Para resolver correctamente esta

cuestin habra que seleccionar primero


un patrn de utilidad y utilizarlo despus
para evaluar los problemas particulares.
Pero una tal empresa escapa a los
lmites de este trabajo, ya que
tendramos que dedicarle volmenes
enteros. Es afn a la elucidacin de otro
interrogante: Cul es el conocimiento
ms valioso?. Y el tratado magistral
que se ha escrito sobre este tema es la
trascendental obrita de Herbert Spencer
titulada Education. Espero sinceramente
que el lector la estudie. Pero deseo, con
mayor vehemencia an, que antes de
hacerlo analice el problema por s
mismo, pues es uno de los ms

importantes que pueda plantearse.


Sin embargo, el asunto que nos
ocupa, o sea el de la importancia
relativa de los problemas, es un poco
diferente del que atae a la importancia
relativa del conocimiento. El primero
versa acerca del pensar y el segundo
gira en torno de la informacin, o de los
materiales que sirven para pensar. El
primero atae al proceso de adquisicin
de conocimientos y el segundo al
conocimiento en s.
Pienso, por ejemplo, que para el
hombre no hay conocimiento ms
importante que el de su propio
organismo y el de las leyes a que

obedece la salud, pero no son muchos


l o s problemas tericos acerca del
organismo que el profano pueda encarar
con provecho. Ningn estudiante cuerdo
de medicina se detendra a razonar
largamente para descubrir dnde se
encuentra el corazn. En cambio, optara
sencillamente por observar o disecar, o
por consultar un libro escrito por
alguien
que
hubiera
disecado,
ahorrndose esfuerzos mentales. Otro
factor importante es que los problemas
de fisiologa exigen que quien los encara
cuente, antes de dedicarse a reflexionar
sobre ellos con un margen razonable de
seguridad,
con una
informacin

completa, muy tcnica y detallada, que


solo se adquiere a travs de muchos
aos de estudio especializado. As,
pues, cuando se calcula el valor relativo
de los problemas es necesario tomar en
consideracin otros elementos, adems
del valor del conocimiento en s.
No tengo intencin de discutir aqu
los principios generales sobre los cuales
debe asentarse la seleccin de los temas
que valgan la pena. Quede eso a cargo
del lector. He optado en cambio por una
solucin ms concreta: sugiero una lista
de problemas que a mi juicio poseen
mxima importancia. Pienso que por
mucho que el lector reflexione acerca de

cualquiera de ellos no perder el


tiempo.
He sealado en otro captulo que
cuantos ms conocimientos tenga un
individuo mayor ser tambin la
cantidad de sus problemas. Es
igualmente cierto que solo cuando el
individuo posea algn conocimiento
acerca de una cuestin podr valorar y
entender algunos de los problemas ms
importantes que entran en la rbita de
ella. Para descubrir los problemas y
captar su importancia debemos pensar
antes en dicha cuestin. Por tanto, al
enunciar la mayor parte de los
problemas que siguen, he credo

necesario agregar algunas explicaciones,


y a veces he enunciado uno de ellos en
distintas formas a fin de expresar mi
idea con mayor claridad.
El individuo trasmite a sus
descendientes
las
caractersticas
particulares que adquiere durante su
vida? Me he referido tantas veces a este
problema y a su importancia que casi es
innecesario dar ms explicaciones.
Cuando hablo de caractersticas
aludo, naturalmente, tanto a las
intelectuales y morales como a las
fsicas.
Cul es la influencia que el
individuo ejerce sobre la sociedad, y la

que el medio social ejerce sobre el


individuo?
La forma de gobierno determina el
carcter de un pueblo, o el carcter del
pueblo determina la forma de su
gobierno? O el gobierno y el carcter
se influyen recprocamente, y cmo lo
hacen? La misma pregunta es vlida
para todas las otras instituciones
sociales. La religin de un pueblo
determina su carcter, o su carcter
determina la religin que profesa? Este
problema es bastante similar al
inmediatamente anterior, que se refiere a
la interaccin entre el individuo y la
sociedad.

La sociedad existe en provecho del


individuo, o viceversa?
La jurisdiccin del gobierno debe
ampliarse o reducirse? O debe
amplirsela en unas direcciones y
reducrsela en otras? La respuesta a
este interrogante depende de la que se
d al anterior? Otra forma de enunciar el
mismo problema podra ser la siguiente:
Cul es el mbito de accin propio del
gobierno?
El gobierno debe conceder
monopolios? Patentes, por ejemplo?
Cul sera el sistema ms eficaz
para abolir o reducir al mnimo la
guerra? Quienes no deseen incurrir en

el vicio de peticin de principio podrn


preguntarse antes si siempre es deseable
evitar la guerra, si siempre la guerra es
perjudicial. Cul es el influjo de la
guerra sobre el futuro fsico de la
humanidad? Y sobre la nacin y los
individuos, el gobierno, la libertad
nacional, la libertad individual? Cul
es la tica de la guerra cuando es de
agresin, cuando es de conquista,
cuando se la sostiene en defensa del
honor nacional, o de una nacin ms
dbil, o contra una invasin? Cul es el
resultado de la preparacin militar en
tiempo de paz, de la preparacin
universal, de la preparacin de una

nacin aislada? En cada caso, cules


son los principios que sirven para
determinar el grado de preparacin?
Cules son las causas fundamentales de
la guerra? Se las puede eliminar?
Cmo?
Quin es el propietario legtimo
de la tierra: la comunidad o los
individuos? Para plantear el problema
en otros trminos: Debe abolirse la
propiedad privada de la tierra? Cul
sera el resultado de esa medida?
Quin debe estar autorizado a
votar? Naturalmente, es este un
problema anlogo al del sufragio
femenino, pero mucho ms grave. Se

refiere no solo a las condiciones de


sexo, sino tambin a las de edad. Una
persona menor de veintin aos debe
tener derecho al voto? Tambin hay que
tomar en cuenta la validez de los
requisitos concernientes a los ttulos de
propiedad y el grado de educacin.
Cules seran las leyes ms justas
en asuntos de matrimonio y divorcio?
Qu ocurre cuando el Estado
distorsiona la ley de la oferta y la
demanda? La vigencia omnmoda de
esta ley promueve la justicia final?
Cul es el valor y el sentido de la
expresin: Ley de la oferta y la
demanda? El problema se puede

encarar en relacin con las leyes de


salario mnimo, el control de las tarifas
ferroviarias, las leyes sobre personal
supernumerario, etctera.
Cul es la mejor poltica: la de
comercio libre, la de aranceles fiscales
o la de aranceles proteccionistas? O
en qu condiciones es mejor cada una de
ellas? Respecto de qu clases de
mercancas?
Cul sera el sistema monetario
sano y equitativo? Este problema es un
poco tcnico y habra que encararlo a
travs de una serie de problemas
subsidiarios. El dinero debe tener valor
intrnseco? Qu influjo ejerce el papel

moneda no respaldado sobre el valor


intrnseco y los precios? Cul es el
efecto del crdito? Y el de las
fluctuaciones en las reservas de oro?
Convendra que existiese un patrn
bimetlico o un patrn mltiple?
Etctera.
Debe juzgarse la conducta por el
placer o la felicidad que suministra?
Dicho en otros trminos: El utilitarismo
es una recta pauta moral?
Debe juzgarse la conducta por su
aptitud para producir el bienestar
individual, o por su tendencia a
provocar el bienestar de toda la
humanidad o la de todos los seres

conscientes? No hay que precipitarse a


desechar este problema, optando
rpidamente por el bienestar universal.
Quedar ello demostrado si se trata de
dar una respuesta no dogmtica y
verdaderamente lgica al siguiente
problema: Cul es la razn por la cual
un hombre debe actuar en beneficio de
los dems?
Ninguna
ciencia
estimula
el
pensamiento tanto como la tica. El
problema que se plantea cuando
tratamos de determinar si los actos
deben catalogarse como buenos o malos
segn la medida en que tienden a
producir el placer o la dicha, bien sea

del individuo o de toda la humanidad, o


si la virtud o la moral es un fin por
s misma, es uno de los ms sutiles y
escurridizos que se pueden tratar de
resolver. Cualquiera que sea la
respuesta que demos, chocaremos con
dificultades lgicas y sicolgicas al
parecer insolubles. Lo mismo es tambin
aplicable al problema de si nuestros
conocimientos de lo bueno y lo malo
emanan de la experiencia o de la
intuicin.
La versin ms comn del problema
tico, que abarca los dos interrogantes
anteriores puestos en bastardillas, es la
siguiente:

Cul es el criterio que se debe


adoptar para distinguir la buena
conducta de la mala? O para decirlo en
trminos an menos dogmticos: Hay
un criterio para distinguir entre la buena
conducta y la mala? Cul es?
El problema de los problemas
cmo vivir? es un poco anlogo al
problema tico. Lo que se quiere
descubrir, al plantear ese interrogante,
es la forma de volcarse al mximo en la
vida y de extraerle el mximo provecho;
la vocacin que debemos seguir; los
hobbies, pasatiempos y distracciones
que debemos practicar; la forma de
programar nuestro tiempo por meses,

semanas, das, horas. Cunto tiempo y


energa
merecen
determinadas
actividades? Cunto podemos darles?
En otros trminos: cules son las
actividades que deben tener prioridad?
Naturalmente, todos piensan acerca
de los problemas relacionados con el
arte de vivir. Pero los encaran como
problemas menudos e inconexos. De
hecho, es raro que alguien persiga la
solucin del problema general de la
existencia en forma ordenada y
sistemtica. Sera innecesario y absurdo
destacar las vastas consecuencias
prcticas del problema. Por su ndole
misma es el ms prctico de los que

pueden plantearse. Cualquier solucin o


enfoque
particular
puede
ser
intrascendente, pero ello no afecta al
problema en s.
Qu
influencias
ejercen,
respectivamente, el medio (educacin,
experiencia, etctera) y las tendencias
innatas sobre la formacin del
carcter? Cul es el principal factor
determinante de l?
El placer depende de la
satisfaccin de los deseos instintivos, o
el deseo de realizar ciertas actividades
depende del placer que acompa a la
ejecucin anterior de ellas? Una
actividad o la posesin de un objeto nos

produce placer porque la desebamos


antes, o deseamos una actividad o un
objeto porque la una o el otro nos
produjo antes placer? O el placer y el
deseo se estimulan recprocamente y, de
ser as, cmo lo hacen? La solucin de
este problema sicolgico es de una
importancia imposible de exagerar para
la tica.
La mente depende por completo
del cerebro? O sea, todos los
pensamientos, las emociones, los
sentimientos son producto de cambios
materiales que se registran en el
cerebro? La respuesta que se d a este
problema puede decidir la que haya que

dar al problema de la inmortalidad del


alma.
Cul es el conocimiento ms
valioso? Me he explayado tan
extensamente sobre la importancia de
este problema y sobre el mtodo de
solucionarlo, que no hay necesidad de
dar ms explicaciones.
Una esfera del pensamiento en la
cual el pensador est obligado a ser
original y en la que le resulta
prcticamente imposible transitar por
caminos trillados, es la de la invencin.
Hay inventos intiles como los hay
tiles. La ambicin del hombre puede
extenderse a toda la gama comprendida

entre la invencin de una mquina capaz


de aprovechar directamente la energa
ilimitada del Sol hasta la confeccin de
una punta indestructible para los
cordones de zapatos. Pero debe tener la
precaucin de no inventar algo que est
ya patentado. Y debe tomar an ms
recaudos para no inventar algo que a
nadie interesa. Una de las primeras
patentes que registr Edison fue la de
una mquina que poda computar
rpidamente los votos de los
legisladores. Y que funcionaba bien.
Pero sus destinatarios la desecharon
porque no tenan inters en facilitar el
recuento acelerado. Aquello habra

puesto fin a los viejos y sacrosantos


mtodos obstruccionistas. Otro invento
absolutamente intil pero que ha sido la
aspiracin final de muchos ensayos, es
el de una mquina capaz de escribir en
la misma forma en que lo hace la mano
del hombre. Son a la verdad tantas las
cosas necesarias que no existen y para
las que hay demanda, que parece
increble que nueve de cada diez
patentes registradas en los archivos de
Washington corresponden a artefactos
inservibles. Si el inventor en cierne no
puede imaginar por s solo algo
realmente necesario, casi todos los
bufetes importantes especializados en

patentes le enviarn, si se lo pide, todo


un libro lleno de sugerencias sobre
Qu inventar.
Por lo comn el inventor debe
poseer conocimientos muy tcnicos, por
no hablar ya del laboratorio de
experimentacin y de una cartera bien
provista. Pero no hay nada que produzca
al creador satisfaccin ms ntima, que
un dispositivo bien logrado. En tanto
que el filsofo escrupuloso siempre
duda de que haya descubierto por fin la
verdad, el inventor no tiene por qu
preocuparse. Su mquina funciona o no,
y con ello est seguro de haber logrado
lo que deseaba. Por otra parte, el

filsofo
siempre
tendr algunos
pensamientos. Sean correctos o no, por
lo menos es posible que sean
interesantes y dignos de anotarse por
escrito, al paso que el inventor puede
trabajar durante aos y aos sin tener
nada que mostrar al cabo de todos sus
afanes
Hay problemas que no revisten una
gran importancia prctica, pero cuyo
valor terico es tan decisivo, que por s
solos bastan para atraer la atencin.
Entre ellos se cuentan algunos
sicolgicos, y ms an metafsicos,
filosficos y religiosos, en la medida al
menos en que es lcito decir que la

religin plantee problemas.


Existe Dios y puede el hombre
averiguar algo acerca de Su
naturaleza?
Es inmortal el alma? Qu
entendemos por alma? Refuta la ciencia
la existencia de una vida ultraterrena?
Cul es el criterio de veracidad?
Cmo identificaremos la verdad
cuando la encontremos? Qu es en fin
de cuentas la verdad?
Nuestro albedro es libre o estn
predeterminados nuestros actos? Es
posible que algunos objeten esta forma
de enunciar el problema. Existe una gran
confusin acerca de su significado. Una

forma distinta de plantearlo dara lugar a


una forma diferente de resolverlo. Qu
es el albedro? Qu se entiende por
libre? Qu por predeterminado?
El problema de la existencia.
Cmo surgi el universo? No hay nada
ms difcil que estimular desde fuera el
inters por este problema. Cualquiera
que sea la cantidad de enunciados que le
d el autor, nunca podr trasmitir a otros
su atmsfera de misterio. Esta tiene que
emanar del interior de cada individuo.
Durante la mayor parte del tiempo
aceptamos, damos por supuesta, la
presencia del universo y del orden
material existente, y se necesita un

esfuerzo
titnico
para
mantener
despierto nuestro sentimiento de
admiracin durante algunos instantes.
Claro est que la lista de problemas
que acabamos de trascribir solo vale
como
sugerencia.
Es
imposible
solucionar, por ejemplo, veinticinco
problemas y decretar que son ellos los
ms importantes que se puedan plantear.
Entiendo muy bien que hay problemas
ms importantes que los que yo he
propuesto. Pero no he llegado al
extremo de aconsejar que el lector
reflexione sobre todos ellos. La nmina
se ha trascrito al exclusivo objeto de
estimular el pensamiento y de indicar

qu es lo que solemos entender por


problemas importantes.
Por desgracia no he podido explicar
por qu la mayora de ellos lo son.
Habra necesitado dedicar demasiado
tiempo a cada problema particular y nos
habramos alejado con exceso de nuestra
temtica. El lector descubrir e intuir
el por qu de la importancia por s
mismo.
Casi
todos
los
problemas
consignados en la lista pertenecen al
mbito de una u otra de las ciencias,
sobre todo si consideramos ciencias la
metafsica o la filosofa, que lo son en la
medida
en
que
constituyen

conocimientos organizados. El criterio


puede parecer un poco mezquino.
Admito que hay problemas de
importancia que no corresponden a
ninguna ciencia. Pero son muy pocos.
Apenas se encara un problema mediante
una reflexin profunda, su consideracin
se torna sistemtica. Entra en la
categora de una de las ciencias
existentes o se forma otra nueva en torno
de l. En cierta oportunidad John Stuart
Mill empez a escribir un diario en el
que se comprometi a consignar un
pensamiento
cada
da,
pero
abstenindose de registrar cualquier
reflexin sobre problemas que fuesen

ajenos a las ciencias conocidas.


Ninguno de los pensamientos inscritos
en el diario posee mucho valor, y Stuart
Mill interrumpi bruscamente la
redaccin al cabo de unos dos meses.
Se puede objetar que aunque los
problemas
indicados
son
muy
importantes en s mismos, hay otras
cuestiones ms dignas de ocupar
nuestros pensamientos a causa de la
disciplina intelectual que suministran.
Dejo de lado la circunstancia de que
tarde o temprano hay que encarar
tambin los problemas que son
importantes por s mismos, pues la
disciplina intelectual sera intil si no se

aplicara a esos u otros problemas


anlogos, pero me siento obligado a
manifestar la sospecha de que los
problemas ms tiles son tambin los
que mejor ejercitan la mente. Quiz sea
verdad que el entrenamiento con la
bolsa de arena ayuda al boxeador a
ganar la pelea. Pero si dos boxeadores
estn en condiciones similares desde los
dems puntos de vista, y uno de ellos
pasa una semana peleando realmente y
el otra un mes entrenndose con la bolsa
de arena, el primero subir al
cuadriltero con indudable ventaja. El
mejor entrenamiento para el boxeo es
boxear. El mejor adiestramiento para

resolver problemas importantes consiste


en resolverlos.
Tampoco acepto la validez del
argumento en virtud del cual se debe
encarar un problema en vez de otro
porque el elegido es ms profundo.
No nos ajustaramos a la verdad si
dijramos que la sicologa es una
ciencia ms profunda que la tica, o
que la metafsica lo es ms que la
sicologa, o viceversa. La mayor parte
de los temas y de los problemas sern
tan profundos como queramos que sean:
su hondura depender de la medida en
que nos adentremos en ellos. Esto es
aplicable sobre todo a las llamadas

ciencias filosficas. Se las puede


encarar superficialmente o a fondo. Pero
por lo comn comprobaremos que los
problemas ms profundos son los ms
importantes. Casi siempre los problemas
ms importantes son los que ocuparon a
las mentes ms esclarecidas y recibieron
por tanto la consideracin ms profunda:
cuando un individuo lee las soluciones
que propusieron aquellas grandes
mentalidades sus pensamientos se
encauzan hacia ese plano ms meduloso.
Claro est que determinados problemas,
particularmente de orden matemtico,
solo se pueden encarar mediante un
nico mtodo. En este sentido s se

puede decir que algunos problemas son


objetivamente ms profundos o por lo
menos ms complicados que otros.
Cabr tambin objetar algunos de
los problemas incluidos en mi lista,
aduciendo que no son vlidos, o que
otros, como el de la inmortalidad del
alma y el de la existencia misma del
universo son insondables e insolubles.
Tambin cabra decir que un problema
como La sociedad existe en provecho
del individuo, o viceversa? da a
entender que la sociedad fuera algo que
el
hombre
hubiese
creado
deliberadamente, como el Estado. Se
puede argir que no es as, y que la

pregunta es absurda. Todas estas y otras


objeciones parecidas pueden estar
justificadas. Pero es imposible discernir
su oportunidad o inoportunidad hasta el
momento en que tratamos de hallar una
solucin. La elucidacin de la validez y
la importancia de un problema forman
parte del problema mismo.
Llegamos ahora a la cuestin ms
trascendental. La respuesta ms sencilla
es que el tema ms digno de atencin
ser tambin el ms digno de reflexin,
y en consecuencia habremos de leer
libros que se ocupan de problemas como
los que he enumerado. Pero hay que
completar este consejo.

Antes de la primera guerra mundial,


un clculo moderado fij en 4 500 000
la cantidad de libros que existan en el
mundo. Actualmente la cifra debe de
superar los diez millones, sin las
colecciones de hojas de papel impreso
encuadernadas en un mismo volumen, o
sea como objetos fsicos, pues, si se
adoptara este criterio la cifra sera
inmensamente mayor. Son 10 millones
de ttulos independientes y distintos. Si
uno de nosotros leyera un libro por
semana, leera aproximadamente 50 por
ao, y si lo hiciera as durante 50 aos
abarcara un total de 2500. Un libro de
cada 4000!

De ello resulta claramente que antes


de abrir un libro hasta el lector ms
omnvoro, incluso el lector capaz de
devorar velozmente un libro mediante
los saltos ms eficientes, tendr que
preguntarse por lo menos: Es este un
libro que se destaca entre mil? Puedo
darme el lujo de leerlo al precio de
perder otros novecientos noventa y
nueve?. Y la mayor parte de los que
formulen esa pregunta tendrn que
remplazar la cifra por cinco mil, o hasta
por diez mil.
Las nueve dcimas partes de
nuestras lecturas son el efecto de una
simple recomendacin ocasional, de un

capricho pasajero o de la pura


casualidad. Vemos un libro sobre la
mesa de una biblioteca. Como no
tenemos nada mejor que hacer lo
tomamos en las manos y empezamos a
hojearlo. Todo libro ledo de ese modo
implica una deplorable prdida de
tiempo. Es verdad que un libro ledo por
un impulso circunstancial puede ser (por
accidente) muy bueno, incluso mejor que
otro que quiz habramos ledo
premeditadamente. Pero es muy raro que
as ocurra, y aunque sucediera ms de
una vez, tampoco bastara ello para
justificar el sistema. Si toma usted el
camino ms largo para llegar a un lugar,

tal vez encuentre una cartera perdida,


pero no es esa una razn para tomar
dicho camino.
Debemos empezar, pues, por
planificar nuestras lecturas. Quiz la
mejor forma de hacerlo consista en
redactar una lista de los libros que
proyectamos leer durante el ao
prximo, o una lista, por ejemplo, de
doce a veinticinco obras, y leerlas
despus una tras otra en el orden fijado.
Otro plan interesante podra ser anotar
los ttulos de todos los libros que nos
proponemos leer llevando siempre la
lista con nosotros. Despus, al tropezar
con otro libro que nos parezca bueno, o

que a nuestro juicio deba ser ledo,


podremos echar un vistazo a la lista
antes de empezar su lectura. Es probable
que la enorme cantidad de ttulos ya
consignados nos disuada totalmente de
leer el libro que se nos ofrece, o nos
induzca por lo menos a incorporarlo a la
lista para cuando hayamos concluido de
leer los libros ms importantes.
Algunos individuos no soportan esta
forma de planificacin. Les irrita pensar
que estn atados a un programa y se
sienten privados de las ventajas del
inters espontneo. Pues bien, si no
puede planificar sus lecturas de
antemano, hgalo por lo menos

retrospectivamente. Si no puede redactar


una lista de los libros que se propone
leer, compile por lo menos otra de los
que ha ledo ya. Consltela de vez en
cuando. Compruebe si ha ledo
sistemticamente buenos libros. Observe
si ha ledo demasiados libros sobre un
tema y muy pocos sobre otro, y cules
son los asuntos que tiene preteridos
desde hace mucho tiempo. No obstante,
aun en el mejor de los casos, este
mtodo no suple la planificacin previa
de las lecturas.
Debemos planificar no solo en lo
que concierne a los temas y materias,
sino tambin en lo que atae a los

autores.
Evidentemente,
si
dos
individuos capacitados por igual
estudian el mismo tema, el que lea
autores que encaran la cuestin con
criterio ms meduloso sacar ms
provecho de sus lecturas siempre,
claro est, que entienda lo que lee.
Consciente o inconscientemente
tratamos de imitar a los autores que
leemos. Si leemos libros superficiales,
nos vemos constreidos a pensar
superficialmente mientras los leemos.
Nuestro plano intelectual propende a
nivelarse con el de los autores que
estudiamos: asimilamos el hbito de
practicar una cuidadosa reflexin crtica

o el de renunciar categricamente a ella.


La observacin anterior pone de
relieve la importancia que tiene la
lectura de los mejores libros y solo de
los mejores. Nuestro plano intelectual lo
determinan no solo los buenos libros
que leemos, sino todos los que leemos,
ya que entre todos ellos se establece el
trmino medio. La mayora de la gente
supone que cuando lee un buen libro le
saca un cierto provecho y que este
provecho
se
mantiene
despus
indefinidamente intacto. Piensa que en la
medida en que lea un determinado
nmero de buenos libros, podr leer
despus cualquier cantidad de libros

superficiales o intiles, o de materiales


efmeros tomados de revistas o diarios.
Imagina que el beneficio derivado de las
lecturas serias permanecer siempre
inclume y no teme que las lecturas
frvolas lo daen. Es como si comiera
alimentos indigestos y desprovistos de
valor nutritivo y se excusara diciendo
que los acompaa con otros digeribles y
sustanciosos.
Cabe llevar ms lejos an la
analoga. As como el promedio de su
alimentacin fsica es el que determina
en definitiva la constitucin de su
organismo, as tambin el promedio de
su alimentacin intelectual determina su

constitucin mental. Una buena comida


no contrarresta los efectos de una
semana de mala alimentacin, y un buen
libro nunca compensa la accin de
muchos otros malos. Adems, nadie
posee una memoria perfecta, de manera
que usted no retiene todo lo que lee,
como no retiene tampoco todo lo que
come. Por lo tanto, si no quiere que su
mente involucione, no debe conformarse
con los libros ya ledos, sino que debe
continuar leyendo libros que sean por lo
menos tan excelentes como los
anteriores. As como en todo momento
las comidas de los ltimos das o
semanas determinan el estado de su

salud fsica en la medida en que ella


depende de la alimentacin, as
tambin su salud intelectual depender
de los ltimos libros que haya ledo.
Una de las primeras cualidades que
debemos evaluar en los libros que
seleccionemos es la amplitud de su
enfoque. A juicio de Arnold Bennett:
Mientras un individuo no se haya
elaborado un esquema de conocimiento,
aunque no sea ms que a manera de
andamiaje, sus lecturas tendrn que ser
necesariamente de ndole no filosfica.
Para poder entender suficientemente la
rama del conocimiento en la cual se
especializa, deber formarse antes una

idea acerca de las interrelaciones que


existen entre las distintas ramas del
saber[24]. Bennett sugiere como auxiliar
para la elaboracin de este esquema de
conocimiento los First Principles, de
Herbert Spencer. Yo coincido en un
todo con esta eleccin de material. Le
agregara
el
ensayo
sobre The
Classification of Sciences, del mismo
autor.
Son estas obras clsicas, y es muy
penoso que resulte tan difcil inducir a
la gente a que lean clsicos. Mencione
El origen de las especies o El origen
del hombre, de Darwin, y su interlocutor
replicar: Oh, s, esa es la teora de

que el hombre desciende del mono.


Convencido de que sabe todo cuanto se
puede saber al respecto, para qu leer
las obras de Darwin? Sin entrar a
considerar que la teora no afirma ni
pretendi afirmar jams que el hombre
descienda del mono lo que llama la
atencin es la lisonja que se tributa al
pensamiento y la concisin de Darwin al
suponer que todo cuanto l escribi se
pueda sintetizar en una frase! Pero
Darwin no es la nica vctima. Si
tropezamos unas cuantas veces con el
ttulo de un clsico, escuchamos alguna
que otra conversacin sobre l y
conocemos algunas citas de su texto,

empezamos a convencernos poco a poco


de que sabemos todo lo que vale la pena
saber acerca del libro. Por eso se lee
actualmente tan poco a Shakespeare y a
la mayora de los clsicos, y se orientan
las lecturas serias hacia La grafologa
y la determinacin del carcter o hacia
alguna obra sensacional sobre la
prostitucin escrita por uno de nuestros
socilogos modernos. Solo podremos
ponernos a cubierto de esos materiales
si nos fijamos el propsito decidido de
conquistar una meta clara, un objetivo
elevado, y antes de leer un libro nos
preguntamos hasta qu punto nos ayuda a
alcanzar ese fin.

No doy la lista de los libros que


vale la pena leer, en parte porque otros
ya lo han hecho con muy buen criterio.
Desde que sir John Lubbock public su
lista de los cien mejores libros, el
nmero de selecciones se ha
multiplicado hasta el infinito. Son
recomendables la seleccin de Charles
Eliot para su Five Foot Shelf y el
pequeo volumen de Frank Parsons
titulado The Worlds Best Books . Claro
est que a nosotros nos mueve una
intencin precisa: la de encontrar los
mejores libros para forjar pensadores.
Sin embargo, las observaciones hechas
ayudarn al lector a formarse su propia

seleccin sobre la base de estas listas.


Como ya dijimos, si el lector estudia una
especialidad casi siempre encontrar
una bibliografa seleccionada con
bastante buen criterio al final del
artculo que cualquier enciclopedia de
uso comn dedique al tema.
Es probable que el lector haya
tomado ya clara conciencia de que no
podr pensar por su propia cuenta en
todos los asuntos; de que si desea reunir
conocimientos slidos sobre problemas
importantes, habr de tener el valor de
ignorar muchas otras. Es difcil
determinar la magnitud de los afanes que
deber consagrar a cada caso concreto.

Podemos enunciar el principio


general de que cada cual deber
resolver por s mismo, y con el mayor
esmero, los problemas que desde su
particular punto de vista le parezcan ms
importantes, como los que yo he
incluido en mi lista de sugerencias, as
como aquellos que giran en torno de
datos conocidos o fciles de obtener y
cuya resolucin correcta dependa del
pensamiento ms que de ninguna otra
cosa. En cambio, los problemas muy
importantes cuya resolucin dependa
principalmente del conocimiento cabal y
detallado de datos de alto nivel tcnico
y que sean ajenos a su especialidad,

habr de encararlos consultando a las


autoridades en la materia y aceptando su
dictamen.
Todava quedan en pie la multitud de
problemas que, si bien relativamente
desprovistos de importancia, se plantean
constantemente en la vida cotidiana y
cuya elucidacin por tanto influye
muchsimo sobre nuestra conducta. El
tiempo nos impide no solo resolverlos
por nosotros mismos, sino tambin
consultar a una autoridad, pues la
eleccin de esta exige casi tanta
preparacin intelectual como la
reflexin autnoma. En esos casos
tenemos que conformarnos con aceptar

el veredicto de la opinin pblica.


Las costumbres, las convenciones y
las creencias populares, aunque muchas
veces desechadas, tienen bases bastante
bien asentadas. De hecho, las ideas
populares son producto de la
experiencia inorgnica. Son empricas,
y pocas veces o nunca son cientficas.
Pero aunque se asientan sobre una
experiencia inorgnica, tiene esta una
magnitud tan extraordinaria, que las hace
dignas de respeto. La sociedad no
podra sobrevivir mucho tiempo si se
obstinara en regirse exclusivamente por
creencias errneas, aunque las ideas
populares nunca son ms que

aproximadamente correctas. Pero a


menos que uno haya estudiado a
conciencia un problema por s mismo o
haya consultado a alguna autoridad
reconocida y digna de confianza, lo
mejor ser que acepte en principio la
creencia
popular
y
acte
en
consecuencia. El pensar y actuar de otro
modo por el solo placer de distinguirse
es improductivo y peligroso, dejando de
lado las consideraciones ticas.

EL PENSAR COMO
ARTE
Descubr,
aunque
inconsciente e insensiblemente,
que el placer de observar y
razonar es mucho ms sublime
que el que suministran la
prctica de un oficio o el
deporte.
AUTOBIOGRAFA
DARWIN

DE

ABER es una cosa, actuar es otra.


No es lo mismo conocer la ciencia
que poseer el arte de pensar. Sin
embargo, no dudo de que habr lectores
que, al terminar este libro, se
conformarn con haber adquirido el
conocimiento y pensarn que han
extrado de l todo cuanto posee de
utilizable. Lo dejarn sin ms de lado y
no volvern a pensar en l.
El defecto de tales lectores estriba
en que esperan que la informacin se
aplique por s sola. Suponen que una vez
provistos de un conocimiento actuarn
en consecuencia. Pero es eso
precisamente lo que no hace un ser

humano normal.
El conocimiento solo se puede
aplicar desplegando lo que al principio
tiene que ser un esfuerzo consciente.
Pngase mucha atencin en esto. Habr
que romper los viejos hbitos
establecidos. El hombre no acta guiado
por el conocimiento sino por la
costumbre. Por ejemplo, es probable
que aun despus de reconocer que es
necesario dedicar un poco de reflexin
autnoma a un tema antes de estudiarlo,
continuemos leyendo libros sin pensar
de antemano en lo que va a constituir el
tema de nuestras lecturas.
Tal vez algunos imaginen que no

practicamos lo que aprendemos porque


no lo recordamos. Se equivocan.
Cuando estudi alemn, me result muy
difcil entender cules eran las
preposiciones que exigan el uso de los
casos genitivo, dativo y acusativo. Por
fin las aprend todas por orden
alfabtico en sus respectivos grupos, y
poda recitarlas a una velocidad que
habra hecho enrojecer de envidia a
cualquier alemn nativo. Pero lo malo
era que cuando tena que armar en la
prctica una oracin en cuyo enunciado
entrara una de aquellas preposiciones,
me olvidaba indefectiblemente de
aplicar mis conocimientos. Para que lo

hiciera era imprescindible que alguien


me sealara antes mi error. Y aun
entonces tena que pensar largamente
antes de encontrar el caso justo.
Pero aunque no es verdad que
dejamos de aplicar los conocimientos
solo porque no los recordamos, s lo es
que si no los practicamos es muy poco
probable que los recordemos. El nico
sistema para recordarlos es el de
repasarlos continuamente, porque los
conocimientos desaprovechados tienden
a borrarse de la mente. Cuando se aplica
un conocimiento, no hay necesidad de
recordarlo: la prctica crea hbitos y
estos hacen que la memoria sea

superflua. La regla es intil si no se


aplica.
Puesto que lo necesario es la
prctica, es imprescindible que le
dediquemos un poco de tiempo. Si no se
fija usted un programa bien preciso, si
no reserva, por ejemplo, media hora
diaria para dedicarla exclusivamente a
la reflexin pura y autnoma,
probablemente renunciar por completo
a la prctica. Media hora en un lapso de
veinticuatro parece muy poco. Quiz le
parezca fcil insertarla en su programa
de actividades. Pero por mal que haya
empleado hasta ahora su tiempo,
siempre habr hecho algo con l. Para

introducir sus treinta minutos de


reflexin tendr que desechar algo que
le haba exigido habitualmente media
hora de su jornada. No pretenda sumar
sencillamente la reflexin a sus otras
actividades. Tendr que abreviar o
eliminar una de ellas[25].
Es posible que juzgue que soy
demasiado indulgente porque aconsejo
solo media hora diaria. Hasta acaso
llegue al extremo de decir que eso no
basta. Quiz tenga razn. Pero deseo
vehementemente que cumpla usted
alguna de las exhortaciones de este
libro. Y mucho me temo que si
prescribiera ms de media hora la

mayor parte de mis lectores no


titubearan en hacer caso omiso del
consejo. Cuando consiga dedicar por lo
menos media hora diaria durante todo un
mes a la reflexin, quedar autorizado
para prolongar el lapso si as lo desea.
Pero es posible que si intenta abarcar
demasiado desde el comienzo, termine
por abandonar totalmente la prueba al
encontrarla fastidiosa o impracticable.
A todo lo largo de la redaccin de este
libro he tenido siempre fija la idea de
que deseo que siga usted mis consejos.
Por tanto, he dictado reglas que el
hombre comn est en condiciones de
cumplir, que no obligan a practicar un

ascetismo rgido y que el mismo autor ha


venido observando en la prctica. Me
halaga pensar que desde este punto de
vista mi libro difiere de casi todos los
que dan buenos consejos.
Sobre todo, exhorto al lector a que
no caiga en un hbito muy difundido y
que al mismo tiempo es muy perjudicial
para el carcter: el de aprobar los
consejos, pero no practicarlos. Usted
debe analizar con espritu crtico cada
frase de este volumen. Cuando juzgue
innecesario un consejo, o reciba la
impresin de que su aplicacin le
exigir sacrificios exagerados, o lo
considere equivocado, mrquelo. Y

decida por s mismo qu es lo que debe


hacer. Pero cuando est de acuerdo con
uno de mis consejos, compromtase a
cumplirlo. El hecho de que algunos
consejos estn fuera de lugar no justifica
el rechazo de los que no lo estn.
La mayor parte de las personas
toman la decisin sincera de seguir los
consejos, y a la verdad empiezan a
cumplirlos, pero tratan de hacerlo
todo a la vez. El secreto de la prctica
consiste en aprender concienzudamente
una cosa por vez. Como ya dijimos,
actuamos inducidos por la costumbre.
Para vencer un viejo hbito o formar
otro nuevo hay que poner toda la

atencin en el proceso. Pronto el nuevo


acto exigir cada vez menos empeo,
hasta que finalmente lo ejecutaremos
automticamente, sin pensarlo; es decir,
habremos forjado otro hbito. Despus
de lo cual podremos pasar a los
siguientes.
Tomemos, a modo de ejemplo, los
diferentes mtodos para resolver los
problemas que analizamos en el segundo
captulo. La mayora de los lectores les
echarn un vistazo y reconocern que
son muy tiles, pero lo ms probable
ser que al tropezar con el mximo
problema lo resuelvan sin ningn
mtodo o lo encaren desde un solo punto

de vista.
La mejor y acaso la nica forma de
que el lector se acostumbre a utilizar
habitualmente todos los mtodos
posibles, consistir en tomar uno de
esos mtodos, por ejemplo el
evolucionista, y aplicarlo, o tratar de
aplicarlo, a toda una serie de problemas.
As descubrir las posibilidades y
limitaciones del mtodo de que se trate.
Otra alternativa podr ser tomar un
problema en particular y tratar de
resolverlo mediante el empleo de todos
los mtodos posibles. Podr perseverar
en esta prctica hasta que el hbito de
trabajar con mtodo est suficientemente

arraigado en l y lo haga ya casi


inconscientemente. La concentracin, la
lectura metdica y todos los dems
hbitos que propugnamos en este libro
deben asimilarse mediante el mismo
esfuerzo consciente, afanoso, parcial,
hasta
que
estn
profundamente
arraigados. La eleccin de los mejores
mtodos para adquirir cada hbito
particular queda librada al ingenio y al
gusto del lector.
Claro est que es posible ejecutar
correctamente un trabajo, obedeciendo
las reglas para su ejecucin, sin conocer
tales reglas. Si un individuo tiene mucho
inters en un tema, propender a

enfocarlo desde varios puntos de vista


diferentes. Si vive buscando los errores
y falacias de su propio pensamiento, se
crear poco a poco su sistema lgico. Y
esa lgica ser concreta, no abstracta:
estar insertada en el pensamiento
concreto, ser una parte integral de l, y
el individuo reforzar constantemente la
costumbre de aplicarla. Quiz su lgica
sea tosca, comparada con la de los
libros, pero no estar compuesta por
simples reglas, de esas que se recitan,
pero que casi nunca se aplican.
Lo mismo ocurre con la gramtica.
Volvamos a la experiencia del autor con
el idioma alemn. Pocos alemanes

nativos podrn recitar espontneamente


las preposiciones que rigen el genitivo,
el dativo y el acusativo, aunque supieran
el significado de tales trminos. Pero, en
su mayora, sabran emplear dichos
casos correctamente y sin detenerse
siquiera a pensarlo. El ingls o
norteamericano culto se jacta de que si
habla correctamente ello se debe a que
ha estudiado gramtica. No es as. Lo
que
ocurre
es
que
imita
inconscientemente el lenguaje de las
personas con quienes alterna y de los
libros que lee. Y es superfluo aclarar
que las personas educadas suelen estar
en contacto con otras personas educadas

y con la buena literatura, lo cual no


ocurre a los ignorantes.
Esas mismas influencias actan
sobre la mayor parte de nuestros
procesos intelectuales. Los grandes
pensadores antiguos no perfeccionaron
sus facultades innatas mediante el
estudio de las reglas del razonamiento,
sino por medio de la lectura de las obras
de otros grandes pensadores y la
imitacin
inconsciente
de
su
metodologa y sensatez.
Recurdese que las reglas han sido
formuladas en funcin de aquello mismo
que regulan. Son simples abstracciones
de la prctica habitual correcta. Las

reglas son necesarias porque ensean en


poco tiempo lo que sin ellas solo
aprenderamos al cabo de una larga
experiencia o lo que quiz nunca
descubriramos por nosotros mismos.
Nos ayudan a aprender bien desde el
principio y nos libran de adquirir malos
hbitos. El inconveniente de la imitacin
espontnea, consciente o inconsciente,
est en que propendemos a imitar los
defectos ajenos a una con las virtudes.
Las reglas nos ayudan a discernir, sobre
todo si hemos comprendido cabalmente
las razones en que se fundan.
Pero no debemos contraponer la
prctica a las reglas cual si fueran

elementos antagnicos. El justo trmino


medio est en una prctica fecunda
escrupulosamente observante de las
reglas. Tal vez se arguya que ello tiene
sus lmites y que hay un punto pasado el
cual el hombre no puede continuar
perfeccionndose. Admito que la
prctica tiene sus lmites y que tal vez
exista efectivamente un punto pasado el
cual el hombre no puede ya progresar.
Pero nadie conoce esos lmites, ni puede
dictaminar por tanto cundo se ha
llegado a ese punto.
No hay dos individuos capaces de
sacar idntico provecho de la misma
prctica. En igualdad de condiciones

siempre habr alguien que progresar


ms y con mayor rapidez que otro. Pero
el ms torpe podr competir con el ms
veloz mediante la intensificacin de la
prctica. No repetir aqu la fbula de la
liebre y la tortuga. Sin embargo,
cualquiera que haya descubierto una
falla en su bagaje intelectual, cualquiera
que se crea incapaz de concentrarse o
que piense que posee mala memoria y
que por tanto no podr llegar a ser jams
un buen pensador, deber hallar
consuelo en las palabras de William
James:
Sepa que nadie debe sentirse
demasiado deprimido al descubrir que

cualquiera de las facultades elementales


de su intelecto est en dficit La
eficiencia intelectual total de un
individuo es la resultante de todas sus
aptitudes. El hombre es un ser tan
complejo, que ninguna de ellas tiene
prioridad absoluta. Y si a alguna de
ellas la tuviera, lo ms probable es que
fuera la intensidad de su deseo y su
pasin, la magnitud del inters que
concentra en lo que se propone realizar.
La concentracin, la memoria, la
capacidad de razonar, la inventiva, el
refinamiento de todos sus sentidos, son
facultades que se subordinan a las
anteriormente indicadas. Por muy voltil

que sea la ndole de los otros campos de


conciencia de un individuo, si tiene
verdadero inters por un tema volver
constantemente a l de sus incesantes
divagaciones, lo explorar mejor desde
el principio hasta el fin, y le sacar ms
provecho que otros cuya atencin sea
ms estable durante un lapso dado, pero
cuya pasin por el tema sea ms dbil y
efmera[26].

LIBROS SOBRE EL
PENSAR
L lector que desee estudiar ms a
fondo el tema del pensamiento, se
encontrar con un vasto campo de
accin, pero habr de explorar muchos
terrenos dispersos. Se ha escrito mucho
sobre el pensar, pero en pasajes
fortuitos
intercalados
en
libros
redactados casi siempre para exponer y
dilucidar otros problemas. Entre los
pocos libros o ensayos dedicados
exclusiva o primordialmente al pensar
c i ta r e mo s : The Conduct of the

Understartding, de John Locke; The


Improvement of the Mind, de Isaac
Watts; Mental Efficiency, de Arnold
Bennett: The Art of Thinking, de T.
Sharper Knowlson, y On Thinking for
Oneself, de Arthur Schopenhauer,
incluido en sus Essays. Recomiendo
especialmente este ltimo. Abarca solo
unas doce pginas y es el ensayo ms
interesante que se ha escrito sobre el
tema. Este, y Conduct de John Locke,
que, dicho sea de paso, tambin es
bastante breve, son los dos clsicos de
la escasa literatura consagrada al
pensar.
Hay una nutrida bibliografa sobre la

sicologa del razonamiento, sobre la


ciencia positiva del pensar. La mejor
obra dedicada a este tema es How We
Think, de John Dewey. Tambin se
puede consultar con provecho el
captulo sobre Reasoning que forma
parte de los Principies of Psychology,
de William James. El libro The
Learning Process, de S. S. Colvin,
contiene algunos captulos interesantes
sobre nuestro tema.
Se han escrito ms libros todava
sobre el mtodo de razonar que sobre la
sicologa
del
razonamiento.
Probablemente el ms completo es The
Principies of Science, de Stanley Jevon,

aunque se necesita mucho entusiasmo


para llegar a leer sus dos volmenes. Un
buen libro, reciente y breve, es
Introduction to Science, de J. A.
Thomson. Tambin cabra mencionar el
corto ensayo de Herbert Spencer
titulado An Element in Method, incluido
en sus Various Fragments. Del grupo de
obras que encaran el mtodo desde un
punto
de
vista
primordialmente
correctivo, ya he citado Elementary
Lessons in Logic. El libro ms
autorizado y completo sobre lgica
contina siendo el extraordinario de
John Stuart Mill. Naturalmente, esta
enumeracin de libros sobre el mtodo,

as como la bibliografa sobre sicologa


del razonamiento, no pasan de ser meras
sugerencias. Si el lector desea consultar
una
bibliografa
extensa
sobre
cualquiera de dichos temas, es probable
que la encuentre en uno de los libros
mencionados.
A propsito de la duda y la creencia,
conviene leer The Ethics of Belief, de
William Clifford, y The Will to Believe,
de William James. Los enfoques de
estos dos ensayos son, hasta cierto
punto, diametralmente opuestos.
Respecto de la lectura, ser til
c o ns ul ta r The Art of Study, de
Alexander Bain, incluido en sus

Practical Essays. El ensayo de Bacon,


On Studies, de apenas un par de pginas
de extensin, contiene una concentracin
de sabidura que no se encontrar en
ninguna otra obra.
En cuanto a los temas sobre los
cuales vale la pena pensar, lo mejor que
puede hacer el lector es estudiar What
Knowledge is of Most Worth? , de
Herbert Spencer, incluido en su
Education. Por lo que hace a los libros
que vale la pena leer, aconsejo que se
consulten las listas de John Morley, sir
John Lubbock y Frederic Harrison; Best
Books (en dos volmenes), de
Sonnenschein; The Book Lover, de

Baldwin; Five Foot Shelf, del doctor


Eliot, y The Worlds Best Books , de
Frank Parson, obras estas ltimas a las
que ya nos hemos referido.
A propsito del arte de vivir, o sea
del arte de planificar el tiempo de modo
que quede margen para pensar, con el
complemento de valiosos consejos
acerca de la forma en que debe
desarrollarse el pensamiento, conviene
consultar How to Live on Twenty-four
Hours a Day, de Arnold Bennett, y The
Use of the Margin, de E. H. Griggs, dos
libros extraordinariamente breves.
Por ltimo, se encontrar mucho
material til, as como estmulos

incalculables,
en las
biografas
intelectuales y literarias de los grandes
pensadores.
Ms
an
en
las
autobiografas,
entre
las
cuales
mencionaremos las de John Stuart Mill y
Herbert Spencer, adems de un
fragmento autobiogrfico de Charles
Darwin.

EPLOGO
EL ARTE DE PENSAR
He dejado prcticamente intacto el texto
de la primera edicin de este libro. Pero
promet en el prefacio que expondra en
un eplogo los cambios que introducira
hoy si tuviera que escribir un libro
totalmente nuevo sobre el mismo tema.
He aqu dichos cambios.
Puesto que el pensar es ante todo y
sobre todo una actividad, un arte,
probablemente el nuevo libro no se
titulara El pensar como ciencia, sino,

tal
vez, El arte de pensar
cientficamente o, mejor an, El arte de
pensar.
Introducira tambin uno o dos
cambios importantes, por lo menos en
cuanto al nfasis. A medida que
envejezco adquiero cada vez ms clara
conciencia de lo poco de que es capaz el
individuo en cualquier mbito con sus
propios esfuerzos aislados. En los
primeros aos de existencia no podra
sobrevivir sin la ayuda de sus padres o
tutores. No podra pensar en absoluto (o
solo podra hacerlo un poco mejor que
un chimpanc) si no heredara de la
sociedad y la civilizacin en que ha

nacido el precioso don de un idioma ya


estructurado. Sin l no solo no podra
razonar lgicamente, sino que ni
siquiera contara con algo digno del
nombre de idea. No podra formular
una proposicin ni designar los objetos.
Pensamos con palabras y hasta con
frases enteras. El lenguaje, los
conceptos y la lgica de que disponemos
forman parte de la herencia social de
todos nosotros.
Lo dicho implica varios corolarios
importantes. Uno de ellos es que antes
de que el individuo pueda soar siquiera
en pensar por s mismo o en resolver
el ms simple problema, tiene que

empezar por asimilar por lo menos un


conocimiento elemental de lo que la
humanidad ha aprendido, descubierto o
inventado ya antes que l. Aunque reciba
lo que se denomina una buena educacin
moderna, tendr que vivir hasta los
dieciocho o ms aos a fin de adquirir
aunque no sea ms que los rudimentos
de lo que necesita saber.
Por tanto, mi nuevo libro destacara
mucho ms que el anterior la
circunstancia de que el individuo
necesita estudiar y leer profusamente
antes de poder lanzarse a pensar por s
mismo con provecho o a sacar
conclusiones independientes. Esta

deber ser siempre, claro est su meta,


pero el camino que lo lleve a ella habr
de ser largo, difcil y, a menudo,
escabroso.
CMO ESTUDIAR
En consecuencia, mi nuevo libro
incluira un captulo sobre Cmo
estudiar.
Uno
de
los
temas
desarrollados en l girara en torno a la
posibilidad de aumentar la velocidad de
la lectura as como a los mtodos que se
emplean para alcanzar ese objetivo.
Pero mi nuevo libro subrayara lo que
algunos profesores de los nuevos

mtodos
de
lectura
veloz
lamentablemente
no
sealan:
la
necesidad de que el alumno aprenda a
manejar bien la palanca de cambios, o
sea, que aprenda a leer distintos
materiales a velocidades distintas,
adecuadas a su ndole, importancia y
complejidad, as como al propsito que
induce al lector a estudiarlos.
De hecho, uno de los problemas
fundamentales del estudio es el de la
frecuencia con que el alumno debe
releer un texto o un pasaje particular de
l, o a la frecuencia con que debe
repasar materiales sustancialmente
idnticos en otros libros. Por ejemplo,

al estudiar un idioma extranjero es


posible que el lector tenga que tropezar
varias veces con una misma palabra o
frase antes de poder traducirla a primera
vista, y que haya de verla u orla muchas
ms veces antes de estar en condiciones
de emplearla espontneamente en un
prrafo de su propia factura.
En sntesis, el conocimiento de un
idioma extranjero no es verdaderamente
tal mientras no se lo tiene totalmente
asimilado y compenetrado. Sin duda hay
un consenso universal a este respecto.
Pero lo que no est igualmente aceptado
es que lo mismo se aplica tambin a casi
todas las dems disciplinas. El mdico

pocas veces es idneo cuando acaba de


graduarse, aunque haya repasado
mentalmente muchos materiales con
tediosa perseverancia. Solo podr
reconocer e interpretar los sntomas en
forma rpida y certera despus de haber
ejercido en una u otra forma durante dos
o ms aos y de haber tropezado
reiteradamente
con
los
mismos
problemas.
A un estudiante de lgebra se le
puede ensear cmo se extrae la raz
cuadrada de un polinomio, y es posible
que sea suficientemente inteligente para
captar el procedimiento a la primera
explicacin, pero solo estar seguro de

saberlo despus de haber sacado muchas


races cuadradas de muchos polinomios.
El estudiante de idiomas, as como el de
matemticas, el mdico o el pianista, no
tarda
en
descubrir
que
va
involucionando si deja de estudiar o de
practicar. Nuestra memoria no es tan
slida como debera ser. Perdemos
constantemente una fraccin de nuestros
conocimientos. Es imposible conservar,
y mucho
menos
aumentar,
el
conocimiento y la pericia si no es por
medio de la adicin, la renovacin y el
repaso constantes.
En dicho captulo acerca de Cmo
estudiar tambin dara al lector algunos

consejos sobre la forma de confeccionar


un programa de estudios para aprender
por s mismo una determinada
asignatura, pero en este eplogo lo dejo
para ms adelante, si bien consignando
ya aqu que hay algunos libros u
opsculos excelentes dedicados a la
forma de estudiar. El lector podr elegir
entre el abundante material que ofrecen
las libreras universitarias.
LENGUAJE Y PENSAMIENTO
Mi nuevo libro tendra un captulo sobre
Lenguaje y pensamiento. Ya he
explicado que sin el lenguaje

difcilmente podramos pensar. Como


dijo el gran fillogo del siglo XIX, Max
Mueller: Pensar es hablar en voz baja.
Hablar es pensar en voz alta.
El corolario del postulado de Max
Mueller reviste una importancia
extraordinaria. Todo individuo equipado
con un vocabulario pobre ser casi con
toda seguridad un mal pensador. Cuanto
ms rico y abundante sea nuestro lxico
y mayor sea nuestra conciencia de las
distinciones y los matices semnticos,
tanto ms fecundo y preciso ser nuestro
pensamiento. El conocimiento de las
cosas y el conocimiento de las palabras
que las designan se desarrollan

conjuntamente. Quien no conozca las


palabras, difcilmente conocer las
cosas. Nos informan que en Tasmania se
cuenta as: Uno, dos, mucho. Esta
forma de contar pone de relieve una
verdad muy importante. El hombre ni
siquiera pudo contar, sobre todo ms
all de la cantidad de dedos de sus
manos, hasta que hubo inventado los
nombres y los smbolos de los nmeros ,
pues cuando decimos que para pensar
necesitamos del lenguaje, debemos
incluir, naturalmente, tambin los
smbolos como parte integral de l.
Asombra descubrir cun prximos a
nosotros estn en la historia incluso los

nmeros arbigos, el sistema decimal y


los signos elementales de la suma, la
resta, la multiplicacin y la divisin,
para no hablar ya de la multitud de
smbolos que se emplean constantemente
en lgebra, geometra, trigonometra,
clculo diferencial e integral, anlisis
vectorial y otras ramas de la matemtica
superior. Un smbolo o una frmula
insignificante, como el cero, pi, una
funcin, la raz cuadrada de menos uno,
dy/dx, o el famoso E = mc2 (la energa
es igual a la cantidad de materia
multiplicada por el cuadrado de la
velocidad de la luz) de Einstein, puede
condensar, resumir, fijar y conservar

eternamente un descubrimiento al que la


humanidad quiz lleg al cabo de
muchos siglos de trabajosos afanes.
El vocabulario ampla y agudiza
nuestra observacin, as como la
observacin atenta determina a su vez
una expansin del vocabulario. El
estudioso de la naturaleza que aprende a
identificar arbustos y rboles comprueba
que su observacin se refina cuando le
explican cmo se reconoce un roble, un
arce, un olmo, un haya, un pino, un
abeto, el ajenjo o la cicuta. El nombre
consolida el resultado de la observacin
y al mismo tiempo comunica al
estudioso cules son los rasgos

caractersticos de lo que ha observado.


Merced a sus conocimientos, los
campesinos casi nunca se conforman con
llamar simplemente rbol o arbusto a
una planta particular. Habitualmente, el
guardabosques
o
el
agrnomo
profesional hacen discriminaciones ms
sutiles, por ejemplo entre robles rojos,
negros y blancos, o entre arces de
Noruega, arces Schwedler y arces
productores de azcar.
Asimismo, cuando el estudioso de la
naturaleza se hace describir una hoja, o
la describe l, encuentra un valiossimo
auxiliar en el vocabulario especializado
que sirve para puntualizar ciertas

caractersticas del borde y la forma:


dentado, serrado, ovado, obovoide,
lanceolado, oblanceolado, sagitado,
orbicular, etctera. Cuantos ms
nombres conoce, tanto ms se afina su
observacin.
Esta estrecha dependencia recproca
entre el lenguaje y el pensamiento se
repite en todos los mbitos del saber,
desde el ms primitivo y simple hasta el
ms abstruso y abstracto.
El observador aficionado de aves
experimenta su mayor emocin cuando
identifica por primera vez una especie
nueva, lo cual le ocurre por lo comn
cuando coteja el nuevo pjaro que acaba

de ver con las figuras o descripciones


de sus libros de ornitologa. Pero para
llegar a ese resultado tiene que haber
observado minuciosamente todo lo que
est ante su vista: tamao, forma, color y
distribucin de manchas, hasta llegar a
los detalles al parecer insignificantes,
como el color y la forma del pico, las
peculiaridades del vuelo y el canto,
etctera.
Cuando el aficionado conoce el
nombre de la nueva especie o la
descripcin verbal que de ella se da en
un libro, sabe qu es lo que debe buscar.
Su agudeza aumenta no solo en esa
oportunidad, sino tambin en las

siguientes. Merced a este proceso


comprueba que su observacin se
perfecciona a medida que aumentan sus
conocimientos.
El
ornitlogo
profesional, que se vale de una versin
refinada del mismo mtodo, sabe cundo
ha descubierto una especie hasta ese
momento
totalmente
desconocida.
Entonces
institucionaliza
su
descubrimiento y lo hace pblico,
poniendo nombre a la nueva especie y
suministrando una descripcin completa
y precisa de ella, tanto grfica como
verbal.
Veamos ahora lo que acaece en el
mbito de otra disciplina. Lo primero

que debe hacer el estudiante de


medicina es imponerse bien de la
anatoma. Ello significa que, al
comienzo, tendr que aprender a
identificar y nombrar los centenares de
partes del cuerpo humano, desde el
anulus inguinalis profundus hasta la
vescula seminalis. Para dominar
aunque no sea ms que lo que se
denomina anatoma gruesa, es necesario
practicar la tediosa memorizacin de
centenares de nombres. Cuando el
estudiante llega a una parte especial,
como el sistema nervioso (sin entrar en
la anatoma microscpica), se ve
precisado a aprender otros centenares

de nombres. Y tiene que aprender todo


ese vocabulario especial aunque no sea
ms que para saber de qu hablan sus
profesores. Ms adelante, cuando sea,
por ejemplo, investigador mdico,
deber conocer y dominar el
vocabulario de su especialidad no solo
para exponer sus descubrimientos en una
revista cientfica, sino ante todo para
hacerlos.
Una de las cuestiones que me
intrigaban en mi juventud era por qu
hasta los pintores y escultores ms
destacados, como Leonardo da Vinci y
Miguel ngel, haban credo necesario
estudiar anatoma artstica. Su visin era

suficientemente aguda: no les habra


bastado, pues, con pintar lo que vean?
Ahora comprendo que aprendan los
nombres, la localizacin y la
descripcin de los msculos, tendones y
venas del cuerpo humano normal, para
saber qu buscar y dnde buscarlo,
merced a lo cual su visin, aguda por
naturaleza, se agudizaba an ms.
Lo que vale para el genio sublime
vale tambin para los no tan bien
dotados. En una deliciosa introduccin a
su libro sobre aves, John Kiernan narra
que nunca haba visto un trepatroncos de
pecho blanco hasta que descubri, en
una tarjeta postal, la imagen de uno de

ellos bajando cabeza abajo por una


cerca. Al da siguiente vio cinco
trepatroncos distintos de pecho blanco
en lugares diferentes. Siempre haban
estado all, pero nunca los haba mirado.
Haba estado ciego!
Es posible que al observar un objeto
con prismticos o con una lupa el lector
haya descubierto alguna vez detalles que
le haban pasado inadvertidos a simple
vista, y que despus, al prescindir de la
lente, haya continuado vindolos porque
estaba ya enterado de su existencia. El
cuento de Las mil y una noches que
relata que Al Bab no pudo abrir la
puerta de la guarida de los ladrones

hasta que aprendi a decir Ssamo


brete, contiene una profunda moraleja.
Para ingresar en el mundo del
conocimiento tenemos que aprender las
contraseas justas.
He consignado ya que cuando hablo
de lenguaje no pienso solo en las
palabras y frases, sino tambin en los
smbolos, signos y seales de toda
ndole que se emplean en la
comunicacin humana. Toda ciencia
posee smbolos especiales, pero yo me
refiero sobre todo a los nmeros, la
notacin y otros smbolos matemticos
merced a los cuales los estudiosos
pueden intercambiarse sus resultados y

sin los cuales ni los matemticos


mismos
podran
pensar
matemticamente. Una autoridad en la
materia, Tobias Dantzig, ha escrito un
libro titulado Nmero, el lenguaje de la
ciencia (Buenos Aires, 1971).
De la ineludible dependencia
recproca entre el pensamiento y el
lenguaje se pueden extraer otros
corolarios. Quien aspire a pensar con
claridad y precisin, deber aspirar
tambin a escribir con esas mismas
cualidades. La buena redaccin es
hermana gemela del pensamiento exacto.
Quien quiera aprender a pensar, tendr
que aprender a escribir.

Repito
que
uno
de
los
procedimientos ms importantes es el de
enriquecer el propio vocabulario.
Quienes se fijan este objetivo se
esmeran casi siempre, con plena
conciencia de ello, por aprender largas
listas
de
palabras
surtidas,
habitualmente polisilbicas. Quiz sea
esto muy bueno, pero no creemos que
sea el mtodo ms recomendable. En
general aconsejamos que se pase de los
objetos y las ideas a los nombres que
los designan, y no seguir el camino
contrario. Los vocabularios suelen
enriquecerse a una con la totalidad de
los conocimientos, y sobre todo con la

profundizacin de ellos, respecto de


materias particulares. Cada ciencia,
disciplina, arte, deporte o rama del
saber, posee su propio lxico particular,
que se aprende a medida que se estudia
o practica esa rama del conocimiento, la
actividad o el arte.
Por lo comn, la riqueza del
vocabulario suele ser consecuencia de
la amplitud de los conocimientos. Una
buena regla, tanto para pensar como
para escribir, es la de no emplear jams
una palabra cuando no se tenga ms que
una idea vaga e insegura de lo que
significa. Empiece por buscarla en el
diccionario
para
averiguar
sus

significaciones
y
connotaciones
exactas y no para pronunciarla
correctamente.
EL PENSAR SE PERFECCIONA
ESCRIBIENDO
El lector que aspira a escribir y pensar
correctamente, debe empezar por
apropiarse
de
las
cualidades
indispensables: claridad, precisin,
coherencia, sencillez y concisin. Claro
est que la eufona y el ritmo son
deseables, pero equivalen al pulido final
de un mueble fino: los primores y las
exquisiteces ornamentales solo se

justifican una vez que el mueble es


slido.
A menudo es aconsejable que el
aprendiz de escritor empiece por
eliminar de raz sus defectos. Debe
tratar de adquirir ante todo las Cinco
Virtudes de Claridad, Precisin,
Coherencia, Sencillez y Concisin, y
debe ponerse en guardia contra los
Cinco Vicios de Oscuridad, Vaguedad,
Incoherencia,
Pedantera
y
Grandilocuencia.
A quienes preguntan por qu el
escribir es tan importante para el
pensador, se les podra contestar que la
versin escrita puede ser decisiva

cuando quiera presentar a sus colegas, o


directamente al pblico, los frutos de su
razonamiento. Newton y Leibnitz
inventaron el clculo infinitesimal sin
que el uno tuviera conocimiento de los
trabajos del otro, y el descubrimiento de
Newton tuvo precedencia en el tiempo.
Pero el clculo que empezaron a
emplear los otros matemticos fue el que
present Leibnitz, sobre todo porque
este haba ideado una notacin mejor.
Los experimentos biolgicos y las
teoras genticas del monje agustino
J. G. Mendel, del ao 1866, tuvieron una
trascendencia histrica anloga a la de
la teora de Darwin sobre la evolucin

que se public en 1859, en El origen de


las especies. El libro de Darwin
conquist para su autor una fama
mundial inmediata, pero nadie valor ni
a Mendel ni su aporte hasta 1900, treinta
y cuatro aos despus de la publicacin
de sus estudios y diecisis despus de su
muerte. La estima general lleg cuando
otros botnicos obtuvieron por su cuenta
resultados similares a los de Mendel, y
al explorar la bibliografa descubrieron
que l haba publicado tanto los datos
experimentales como la teora general
un tercio de siglo antes. El trabajo
original de Mendel haba llegado a las
principales bibliotecas de Europa y

Estados Unidos. Pero estaba escrito en


un estilo tan esquemtico y oscuro que ni
los ms eminentes botnicos de su poca
haban conseguido desentraar su
verdadero contenido.
Un libro consagrado al arte de
pensar no es el lugar ms a propsito
para explayarse largamente sobre el arte
de escribir. El estudio ms ilustrativo,
dada su corta extensin, que se ha
escrito sobre el tema, contina siendo el
ensayo The Philosophy of Style, de
Herbert Spencer, que apareci en 1871.
(Lamentablemente, su estilo es a veces
altisonante y pomposo). Un manual til
e s The Elements of Style, de William

Strunk, hijo, editado por primera vez en


1918 y reeditado en 1959, con una
deliciosa introduccin y un captulo
adicional de E. B. White, exdiscpulo de
Strunk.
Todo escritor profesional debe tener
en su estudio no solo un buen
diccionario por lo menos, sino tambin
cuatro libros de estilstica: The Kings
English, de H. W. Fowler y F. G.
F o w l e r ; A Dictionary of Modern
English Usage, de H. W. Fowler; Usage
and Abusage, de Eric Partridge, y
Modern American Usage, de Wilson
Follett.
Y todo pensador serio debe tener un

cuaderno de notas o un diario, sobre


todo si aspira a convertirse en escritor
profesional. Seal, en la primera
edicin de este libro, que a menudo las
buenas ideas son esquivas y que es
imprescindible atraparlas al vuelo. En
otras palabras, es muy aconsejable tener
un lpiz y un cuaderno a mano para
anotar esas ideas en el momento en que
cruzan por la mente. La halagadora
hiptesis de que cuando a uno se le
ocurra una idea luminosa o una frase
feliz la adquiere definitivamente y podr
valerse de ella cuando la necesite,
resulta ser con demasiado frecuencia
errnea. Incluso Nietzsche, uno de los

grandes
cerebros
del
siglo XIX,
comprob que: Las ideas vienen
cuando ellas quieren, no cuando yo lo
deseo.
Al anotar nuestras ideas por escrito,
las
verificamos,
explayamos,
ordenamos, clarificamos y completamos,
todo a la vez. Nos imaginamos que con
ello no solo las aclaramos, sino que les
infundimos tanta importancia para los
dems como la tienen para nosotros
mismos. Por eso tratamos de precisar y
definir bien lo que en nuestra mente era
vago; de hacer explcito lo que estaba
implcito; de unificar lo disperso; de
integrar lo fragmentario. Encuadramos

una generalizacin y procuramos


formularla en los trminos ms
apropiados e ilustrarla en la forma ms
concreta. Y a medida que lo hacemos as
para los dems la desplegamos tambin
ante nuestros propios ojos y a veces
descubrimos, ay, que es huera,
insostenible o sencillamente desatinada.
Muchas ideas que no se pueden
verificar
mediante
experimentos
propiamente dichos se pueden verificar
parcialmente al menos cuando se las
vuelca al papel. Cuando un alumno se
obstinaba en plantear una propuesta
descabellada de su invencin acerca de
un tema cualquiera al extremo de

ponerse fastidioso, un gran maestro


amigo mo sola sugerirle que escribiera
un ensayo sobre aquella idea y lo
presentara en el prximo seminario.
Pocas veces lo haca, quiz por pereza
intelectual, pero ms probablemente
porque al tratar de demostrar su validez
por escrito descubra que era demasiado
vaga o implicaba una contradiccin en
los trminos.
El hbito de escribir las propias
ideas tiene una ventaja innegable:
estimula ms que cualquier otro la
concentracin. Puedo asegurar, con la
experiencia que me da el haber escrito
durante muchos aos editoriales para

diarios y columnas para revistas


semanales, que uno nunca ordena mejor
sus pensamientos que cuando se sienta
ante una mquina de escribir, pone en
ella una hoja de papel en blanco y trata
de definir con exactitud el tema: el ttulo
y el primer prrafo.
Francis Bacon lo sintetiz con
insuperable concisin: La lectura hace
al hombre completo; la conversacin lo
hace gil; el escribir lo hace preciso.
Si el lector desea saber cmo son
los cuadernos de notas y diarios ms
perfectos y sugestivos, le propongo a
modo de seleccin inicial: las
Meditaciones, de Marco Aurelio; los

Penses, de Pascal; The Heart of


Emersons Journals ; Note-books, de
Samuel Butler, y Life and the Student,
de
Charles
Horton
Cooley.
Naturalmente, estas obras se deben leer
con criterio selectivo y no de punta a
cabo: son magnficos libros de
cabecera.
CMO RESOLVER UN PROBLEMA
En la primera edicin destaqu que todo
razonamiento implica una resolucin de
problemas. Mi nuevo libro contendra un
captulo especial dedicado a Cmo
resolver un problema.

Empezara, quiz, por plantear el


problema: cmo reconocerlo cuando uno
lo encuentra. Cuanto mejor informado
est usted, ms inteligente sea y mayor
sea su curiosidad intelectual, mayor ser
tambin la cantidad de problemas de que
tomar conciencia. En su Voyage of the
Beagle, cuenta Darwin cmo en una de
las ensenadas donde ancl el Beagle
los salvajes manifestaron extraordinaria
admiracin por las pequeas chalupas
en que desembarc su grupo, sin prestar
en cambio la menor atencin al barco de
mayor calado. Lo aceptaron como un
fenmeno de la naturaleza. Estaba
demasiado fuera de su experiencia.

Sin duda, eran aquellos unos


salvajes estlidos. Pero la mayora de
nosotros, hijos profanos de la
civilizacin, encendemos diariamente
las luces elctricas o el televisor, sin
experimentar la menor curiosidad por la
causa del resultado maravilloso.
Dicho captulo planteara otro
interrogante afn al anterior: Cul es
el problema?. Por ejemplo, nuestros
modernos reformadores sociales viven
preocupados por el problema de la
pobreza. Pero la pobreza es la condicin
original del hombre, de la cual trat de
evadirse mediante el sudor de su frente,
el trabajo, la produccin y el ahorro.

Solo se empez a avanzar hacia la


verdadera solucin del problema cuando
Adam Smith se pregunt qu era lo que
determinaba la riqueza de las naciones,
en vez de su pobreza. Con el mismo
criterio, los mdicos dieron por
supuesto, durante siglos, el estado de
salud, e imaginaron que el nico
problema por resolver estaba en
descubrir qu era lo que provocaba la
enfermedad. Solo cuando los cirujanos
trataron
de
trasplantar
riones,
corazones y otros rganos, les inquiet
profundamente el problema que gira en
torno de las causas de la inmunidad.
Siempre existe la posibilidad de que

aprendamos ms si nos formulamos


introspectivamente la pregunta contraria.
Hay centenares de libros que explican
Cmo jugar al ajedrez. ZnoskoBorowsky caus
una
verdadera
conmocin al escribir otro titulado How
Not to Play Chess (Cmo no jugar al
ajedrez).
Sospecho que mi captulo sobre
resolucin de problemas tendra mucho
que agradecer a un librito de George
Polya, titulado How to Solve It, que
apareci en 1945.
El
libro
de
Polya
encara
primordialmente el tema de la
resolucin de problemas matemticos,

pero lo que dice es aplicable a todo el


mbito
de
la
invencin,
los
descubrimientos y el pensamiento
autnomo.
Un gran descubrimiento nos dice
el autor en el prefacio resuelve un
gran problema, pero hay una semilla de
otros descubrimientos en la resolucin
de cualquier problema. Su problema
quiz sea modesto, pero estimula su
curiosidad y pone en juego su espritu de
invencin, y si lo resuelve por sus
propios medios tal vez experimente la
emocin y la alegra del descubrimiento.
A una edad apropiada, esas experiencias
pueden suscitar el gusto por el trabajo

intelectual y dejar una huella indeleble


en la mente y el carcter.
Polya hace sugerencias muy
instructivas acerca de las preguntas que
podramos formularnos Qu es lo
desconocido?, acerca de los usos de
la analoga y acerca de la
descomposicin y recomposicin
de problemas, las reglas de Descartes
para la invencin, y la necesidad
indispensable de los buenos smbolos y
la buena notacin en la rbita del
pensamiento matemtico. Explica cmo
nuestro subconsciente nos resuelve a
menudo los problemas de un da para
otro o al cabo de lapsos ms

prolongados, pero hace notar que el


esfuerzo y la tensin conscientes
parecen ser indispensables para activar
el funcionamiento del subconsciente.
De lo contrario todo sera demasiado
fcil.
Polya cataloga todo su libro como un
esfuerzo por ensear heurstica: El
propsito de la heurstica consiste en
estudiar los mtodos y reglas del
descubrimiento y la invencin Es a
Descartes y a Leibnitz, dos grandes
matemticos y filsofos, a quienes
debemos los esfuerzos ms denodados y
clebres por construir un sistema
heurstico.

Los ejemplos y la aplicacin que


propone
Polya
estn totalmente
circunscritos a las matemticas, que le
inspiran un entusiasmo contagioso. El
lector, dice, debe tratar por lo menos de
descubrir si le gustan las matemticas, y
acaso compruebe que un problema
matemtico
puede
resultar
tan
entretenido como otro de palabras
cruzadas, o que el trabajo mental
intensivo puede constituir un ejercicio
tan apasionante como el de una partida
relmpago de tenis. Una vez que saboree
el goce de las matemticas no lo
olvidar ya fcilmente, y es muy posible
que ellas se conviertan en su hobby, en

una herramienta de trabajo para su


profesin, en su profesin misma o en
una gran ambicin.
ESPECIALIZACIN,
PERSEVERANCIA, ANALOGA
Mi nuevo libro contendra un captulo
sobre El dilema de la especializacin.
Veamos cul es este dilema. En el
mundo moderno los conocimientos se
han expandido tanto y con tanta rapidez,
en casi todos los mbitos, que es
prcticamente imposible que alguien,
por muy grande que sea su inteligencia
natural, consiga hacer un aporte en una

disciplina si no dedica durante aos


todo su tiempo disponible a ella. Si trata
de convertirse en el Hombre Universal
Completo, como Leonardo da Vinci, o
pretende
abarcar
todos
los
conocimientos, como Francis Bacon, es
muy probable que termine por ser un
aficionado superficial. Pero si se
especializa demasiado, corre el riesgo
de transformarse en un individuo
unilateral y monomaniaco, ajeno a toda
disciplina que no sea la suya, y hasta
quiz embotado y estril incluso en ella,
por carecer de perspectiva y visin
panormica, as como de la hibridacin
fertilizante de ideas que se nutren con el

conocimiento de otras materias.


No s cmo se pueda solucionar este
dilema, o llegar al trmino medio
razonable, pero espero descubrirlo antes
de que escriba mi nuevo libro.
Mi nuevo libro tendra, como este,
un captulo sobre concentracin, pero
probablemente
se
titulara
Concentracin
y
perseverancia,
porque pondra mucho ms nfasis en la
insistencia, en la paciencia, el ahnco, la
tenacidad, la determinacin, el esfuerzo,
e l trabajo en el retomar una y otra y
otra vez el mismo problema rebelde
hasta
conseguir
solucionarlo.
ltimamente los cientficos hablan

mucho de la serendipidad, o sea la


facultad de hacer descubrimientos
valiosos por meros accidentes. Un
ejemplo que se cita a este respecto es el
de sir Alexander Fleming, quien
descubri la penicilina porque uno de
los tcnicos de laboratorio haba dejado
destapado, por negligencia, el cultivo de
un organismo infeccioso virulento, el
estafilococo. Algunos hongos flotaron
hasta la cpsula abierta, se multiplicaron
ms que las bacterias y las mataron.
Aquel accidente allan el camino para
el descubrimiento de Fleming. Pero
parece que esos accidentes solo dan
frutos cuando sus vctimas son

cientficos perspicaces e incansables


que llevan ya muchos aos trabajando en
el asunto. Como lo seal Pasteur: El
azar ayuda a la mente prevenida.
En mi nuevo libro tratara a la
analoga con menos desdn que en este,
y hasta quiz introducira un captulo
especial sobre ella. En la primera
edicin defin la analoga como un
mtodo
provechoso
para
descubrimientos, pero en seguida pas a
describir casi exclusivamente sus
riesgos y celadas. En su Textbook of
Logic (1938), A. Wolf pondera las
ventajas de la analoga:
Basta
pensar
en
los

descubrimientos ms importantes que se


realizaron en la historia de la ciencia
para advertir el extraordinario valor de
la analoga. Nuestra concepcin del
sistema solar (la teora heliocntrica)
debi mucho a la analoga del sistema
en miniatura de Jpiter y de los satlites
mediceos.
Algunos
de
los
descubrimientos ms importantes de las
matemticas modernas se deben a la
analoga entre el lgebra y la geometra,
que
descubri
Descartes.
La
observacin de las ondas acuticas
sugiri la teora ondulatoria del sonido,
y las ondas de aire que trasmiten el
sonido sugirieron por analoga la teora

ondulatoria de la luz. El conocimiento


de la seleccin artificial mediante la
cual los criadores han producido las
distintas variedades de animales
domsticos, inspir a Darwin la teora
de la seleccin natural mediante la lucha
por la existencia. Y as sucesivamente.
TEMAS EN LOS QUE VALE LA PENA
PENSAR
Al igual que la primera edicin de este
volumen, mi nuevo libro contendra
captulos sobre Temas en los que vale
la pena pensar y Libros sobre el
pensar.

Sin embargo, el primer captulo, en


vez de contener una lista de problemas
importantes,
pero
demasiado
heterogneos, encauzara la atencin del
lector hacia alguna de las incontables
ciencias y disciplinas en que podra
interesarse con deleite y provecho:
agricultura, astronoma, fsica atmica,
biologa,
construccin,
qumica,
cristalografa, electricidad, ingeniera,
paleontologa, jardinera, geografa,
geologa,
matemticas,
medicina,
metalurgia, meteorologa, mineraloga,
patologa, fsica, fisiologa y zoologa.
Todas ellas son ciencias fsicas.
Menciono tantas porque en la primera

edicin las descuid un poco a fin de


poner nfasis en los problemas sociales.
Pero, naturalmente, en mi nuevo libro
seguira exhortando al lector a
contemplar los atractivos de las
disciplinas sociales: ciencias polticas,
jurisprudencia,
economa,
tica,
sicologa, antropologa y arqueologa.
Tengo que confesar que cuando se
trata de elegir temas para pensar en
ellos, o problemas que solucionar,
siento una preferencia personal por los
que revisten utilidad. Admiro como el
que ms la curiosidad desinteresada y
las conquistas de la ciencia pura y la
investigacin pura, pero no puedo

compartir la pedantera de quienes para


manifestar su admiracin por la ciencia
pura no encuentran otro recurso mejor
que el de menospreciar sus aplicaciones
prcticas. Ambas son admirables y estn
unidas por una dependencia recproca.
Los partidarios de la ciencia pura suelen
dar a entender que esta dependencia es
solo unilateral, y que los inventores han
sido hombres de menor rango que los
cientficos. No se cansan de recordarnos
que los inventos de Marconi en el
campo de la telegrafa sin hilos y los de
De Forest en el de la radio estuvieron
subordinados
a
los
anteriores
descubrimientos tericos de Clerk

Maxwell y Hertz. La observacin es


muy justa. Pero cunto habra
progresado la investigacin pura en
muchos mbitos si no hubiera sido por
la invencin del microscopio? O, ya
que de nuestro tema se trata, de la
imprenta?
Como ya lo seal Karl R. Popper
en su Poverty of Historicism (1957), no
es necesario adoptar un pragmatismo
estrecho para valorar el juicio de Kant:
Quien cede a todos los caprichos de la
curiosidad y no permite que su
entusiasmo por
la investigacin
reconozca ms fronteras que las que le
impone su capacidad, manifiesta un

apetito intelectual que no desentona con


l a erudicin. Pero la sabidura tiene el
mrito de seleccionar, entre los infinitos
problemas que constantemente surgen,
aquellos cuya resolucin es importante
para la humanidad.
El lector de mi nuevo libro recibira
algunas indicaciones acerca de la forma
de estudiar temas que no conoce y
encontrara en l algunos casos
concretos Supongamos, por ejemplo,
que quisiera estudiar sistemticamente
la economa. Le convendra empezar por
un texto breve y elemental. Un libro
imponderable para el principiante sera,
por ejemplo, Essentials of Economics,

de solo cien pginas, escrito por


Faustino Ballv (Irvington-on-Hudson,
N. Y., Foundation for Economic
Education). Planning for Freedom,
coleccin de ensayos de Ludwig von
Mises, es un libro menos sistemtico,
pero inmensamente sugestivo. (Sera
menos que mercenario si omitiera
mencionar aqu mi propio Economics in
One Lesson, que se puede consultar en
la edicin de tapas duras de Harper &
Row y en la de tapas blandas de
Macfadden-Bartell).
El paso siguiente consistira en leer
un libro de extensin intermedia. Uno de
los mejores para ello podra ser A

Humane Economy, de Wilhelm Roepke


(Regnery).
El estudioso estara entonces en
condiciones de empezar a leer alguno de
los libros ms completos y avanzados
sobre el tema de los cuales solo
mencionar
tres. Human Action: A
Treatise on Economics , de Ludwig von
Mises (Regnery, 907 pginas), expone la
unidad lgica y la precisin de la
economa mejor que ninguna otra obra.
Algunos
lectores
lo
encuentran
excesivamente abstruso, y a ellos les
recomiendo
calurosamente Man,
Economy and State, de Murray N.
Rothbard
(Van
Nostrand,
dos

volmenes, 987 pginas), que es no


menos completo y est inspirado en las
ideas de Mises, pero cuyo ordenamiento
y exposicin resultan quiz ms
asequibles. Por fin, incluira en la trada
un libro ms antiguo, The Common
Sense of Political Economy, de Philip
Wicksteed (1910, nueva edicin de
1933, dos volmenes, 871 pginas), tan
notable por la sencillez y lucidez de su
estilo como por la profundidad y fuerza
de su razonamiento.
Cuando el lector haya terminado
aunque no sea ms que uno de los libros
de dicha trada avanzada, despus de
leer tal vez un par de volmenes de

introduccin, estar en condiciones de


elegir sus nuevos materiales de lectura
en el campo de la economa, y es
posible que opte por curiosear las obras
de los grandes escritores y pensadores
que crearon dicha ciencia: Hume, Adam
Smith, Ricardo, Mill, Jevons, Menger,
Bhm-Bawerk, Wicksell, Marshall, John
Bates Clark todo un verdadero festn.
Se puede recomendar sin embargo con
la mayor vehemencia, tanto por su estilo
seductor como por la poderosa luz que
todava proyecta sobre la vida
econmica de nuestra propia poca,
Wealth of Nations , de Adam Smith, que
apareci en 1776.

Claro est que mi libro solo podra


incluir estas recomendaciones concretas
a propsito de uno o dos temas. Para los
dems tendra que fijar reglas generales.
Una de ellas sera la de consultar a
expertos en la materia. Otra, estudiar el
artculo correspondiente de una
enciclopedia y comprobar si incluye,
como es de rigor, una buena
bibliografa. La tercera regla sera que
consultase un libro como Good Reading,
que The New American Library public
en una edicin de tapas blandas. Dicha
obra, que cont con el patrocinio de la
College English Association, fue
confeccionada por el Committee on

College Reading. Tengo en mis manos la


decimonovena edicin, que apareci en
1964, pero cada ao o dos aos
aparecen revisiones. El volumen
enumera libros selectos sobre todos los
temas imaginables: historia, ficcin,
poesa, teatro, biografa, ensayos,
filosofa, religin y todas las principales
artes y ciencias. Tambin contiene una
lista instructiva de 100 libros
importantes.
Un ltimo consejo de ndole general.
El mejor procedimiento es curiosear el
anaquel de la biblioteca pblica que
contiene libros sobre el tema que a uno
le interesa, y seleccionar algunos de

ellos.
Si se me permite una digresin
personal, dir que a mi juicio, al echar
una mirada retrospectiva, pienso que las
horas ms felices de mi juventud las
pas precisamente as. Curioseaba
vidamente un libro tras otro, y cuando
sonaba la campanilla y la biblioteca
cerraba sus puertas y tena que irme, lo
haca en un estado de verdadera
embriaguez mental, con un torbellino de
nuevos conocimientos e ideas en la
cabeza. Reflexionaba ansiosamente
sobre las soluciones a las que los
autores que haba ledo llegaban
probablemente en los pasajes que no

haba tenido tiempo de terminar. Ahora


pienso que la lectura continuada jams
habra podido estimular mi raciocinio en
la medida que lo hicieron aquellos
esfuerzos espontneos por adelantarme a
las conclusiones del autor. A la verdad,
muchas veces, cuando volva a retomar
uno de aquellos libros en la tarde
siguiente, me senta defraudado. La
noche anterior haba recibido la
impresin de que el autor estaba a punto
de hacer un descubrimiento maravilloso,
de abrir nuevas perspectivas al
espritu y de pronto lo vea naufragar
en una perogrullada.

LIBROS SOBRE EL PENSAR


El ltimo captulo de mi nuevo libro, al
igual que el ltimo de la primera edicin
de este, estara dedicado a Libros
sobre el pensar.
Mis
nuevas
remisiones
complementaran las de la primera
edicin. Por ejemplo, all cit solamente
dos clsicos del arte de pensar:
Conduct of the Understanding, de John
Locke, y Thinking for Oneself, de
Arthur Schopenhauer. Debera incluir
asimismo los tres clsicos que menciono
en el prefacio de esta edicin: el Novum
Organum, de Bacon; Regles pour la

direction de lsprit, de Descartes, y el


Tratado
de
la
reforma
del
entendimiento, de Spinoza.
Naturalmente, la nueva bibliografa
incluira tambin unos cuantos buenos
libros especficamente consagrados al
arte de pensar, que aparecieron despus
de publicada la primera edicin de El
pensar como ciencia. Sin duda, uno de
ellos sera The Art of Thought, de
Graham Wallace (1926). Otro podra
s e r Thinking to Some Purpose, de la
lgica britnica L. Susan Stebbing. Esta
insiste particularmente en la forma de
descubrir falacias en el pensamiento
ajeno y de evitarlas en el propio.

Adems, mi nueva bibliografa


remitira al lector a pasajes, prrafos y
hasta frases aisladas que, dispersos en
las obras de muchos autores, proyectan
luz sobre el arte de pensar. Algunos de
ellos aparecen en las biografas o
autobiografas
de
los
grandes
pensadores. La primera edicin citaba
fragmentos de esta ndole tomados de
las autobiografas de John Stuart Mill y
Herbert Spencer. Pero hay pasajes
ilustrativos tambin en libros de muchos
autores menos conocidos.
Cito aqu, por ejemplo, unas pocas
lneas del admirable cuaderno de notas
de Charles Horton Cooley titulado Life

and the Student (1927):


Entablemos discusin con los hechos,
con la vida, en vez de hacerlo con otros
autores.
No
podemos
cultivar
simultneamente el espritu de la veracidad
y el de la polmica.
El autor que se propone ser distinto de
los dems corre el riesgo de incurrir en un
servilismo del signo contrario. Al fin y al
cabo les deja a ellos la iniciativa, y se limita
a tomar el extremo contrario de la misma
cuerda. La originalidad plantea nuevos
problemas.

El consejo que Morris R. Cohen da


en el prefacio de su Reason and Nature
(1931) robustece el de Cooley, aunque
al comienzo parece contradecirlo:

El filsofo cuyo inters primordial es


el de aproximarse lo ms posible a la
verdad, tiene que rechazar la tentacin de
ser original. Por cierto, pienso que el afn
de la originalidad que se observa
ltimamente en la filosofa es un sntoma
de desasosiego o de escasa vitalidad
intelectual El principio de polaridad pone
de relieve que los dilemas tradicionales,
respecto de los cuales la gente ha adoptado
durante
mucho
tiempo
posiciones
antagnicas, se fundan casi siempre en
dificultades, y no en contradicciones
reales, y que podramos avanzar mucho en
el campo filosfico si en vez de
esforzarnos sencillamente por demostrar
que un bando o el otro tiene razn, nos
esmerramos por llegar al meollo de la
dificultad y por determinar desde qu punto
de vista y en qu medida cada bando est en

lo cierto. Es posible que el hacerlo as


reste resonancia y repercusin popular a
los resultados obtenidos, pero en cambio
tendremos la satisfaccin ms permanente
que es propia de la verdad.

El arte de pensar se funda, como la


ingeniera o la medicina, en varias otras
ciencias particulares. Una de ellas es la
sicologa. En la primera edicin de este
libro cit la obra How We Think , de
John Dewey, que conserva todava su
utilidad. Pero desde que apareci el
libro de Dewey se han hecho grandes
progresos tanto experimentales como
tericos. El lector podr actualizarse
mediante la lectura del artculo Thinking

and Problem Solving, Psychology of


(Pensar y la resolucin de problemas,
Sicologa del) que aparece en la edicin
de 1965 de la Enciclopedia Britnica.
Dicho artculo incluye una nutrida
bibliografa adicional.
La lgica, o sea el estudio de las
condiciones generales de la inferencia
vlida, es, naturalmente, la ms
importante de las ciencias establecidas
sobre las cuales debe asentarse el arte
de pensar. En la primera edicin
recomend, como lectura inicial,
Elementary Lessons in Logic, de
Stanley Jevons. Como Jevons era un
excelente escritor as como un pensador

de primer orden, su libro se puede


seguir leyendo con placer y provecho.
Pero hoy preferira recomendar como
libro de introduccin la obra Textbook
of Logic (publicada en 1930 pero
reeditada muchsimas veces) de A.
Wol f. Modern Introduction to Logic
(1940), de L. Susan Stebbing, es un libro
ms avanzado, pero no excesivamente
complejo. Ms avanzado an, ms
extenso y ms difcil es An Introduction
to Logic and Scientific Method, de
Morris R. Cohen y Ernest Nagel (1934).
El
mtodo
cientfico
est
ntimamente ligado a la lgica. De
hecho, es frecuente que los libros

modernos de lgica (entre ellos los tres


que acabo de mencionar y el ltimo de
los cuales lo aclara explcitamente en el
ttulo) exponen en la primera mitad la
lgica tradicional como lgica formal
o deductiva, y dediquen la segunda
parte a la lgica inductvia o mtodo
cientfico en general. Esa segunda parte
incluye comentarios sobre temas como
la evidencia circunstancial, el mtodo
evolucionista y el comparativo, los
mtodos inductivos ms simples (los
cinco cnones de Mill), el mtodo
estadstico, el deductivo-inductivo, la
probabilidad, las leyes de la naturaleza,
la explicacin cientfica, etctera. Hace

mucho tiempo que Scientific Method


(1919), de F. W. Westaway, se consagr
como obra clsica sobre el tema, pero
hoy la bibliografa es muy numerosa.
Un libro brillante y profundo para
quienes
posean
la
preparacin
intelectual, la capacidad y la ambicin
necesarias para leerlo, es The Logic of
Scientific Discovery, de Karl R. Popper
(edicin de 1961).
DISGRESIN SOBRE LAS
MATEMTICAS
Un innegable defecto de la primera
edicin fue que no inclu en l una

referencia explcita al importantsimo


campo de las matemticas. Sin embargo,
es imprescindible poseer siquiera un
conocimiento
elemental
de
las
matemticas tanto para resolver la
mayora
de
nuestros
problemas
prcticos cotidianos como para realizar
la mayor parte de los razonamientos
cientficos. Necesitamos de la aritmtica
para comprar y vender, para contar el
vuelto, para consultar la hora o la
temperatura y para ejecutar mil otras
operaciones diarias. Se dijo de las
matemticas que eran la reina y hasta
la madre de las ciencias, porque toda
ciencia tiene su fundamentacin

matemtica. El acelerado desarrollo de


las matemticas durante el pasado siglo
fue tanto la causa como el resultado del
enorme progreso que se registr durante
el mismo lapso en todo el mbito de las
ciencias, fsicas y sociales.
Y aunque, por extrao que parezca,
no se lo advirtiera hasta el siglo XIX,
existe una ntima relacin entre la lgica
y las matemticas. Estas se pueden
catalogar como la cuantificacin de la
lgica. Los lgicos matemticos las
consideran mera rama de la lgica.
Durante las ltimas dcadas ha
proliferado una nutridsima bibliografa
sobre la lgica matemtica, el

lgebra de la lgica y la lgica


simblica.
No es que a estas alturas pretenda
desalentar o asustar al lector con la
insinuacin de que si no domina las
matemticas superiores o la lgica
simblica ser intil que aspire a hacer
ninguna contribucin a la ciencia, la
filosofa o los estratos superiores del
pensamiento. Gentes que solo sepan de
matemticas lo que concierne a la
aritmtica simple realizarn en el futuro,
como lo hicieron en el pasado, grandes
aportaciones a la ciencia y a otras ramas
del conocimiento. Pero quiero sugerir
que, en igualdad de condiciones, cuanto

ms sepa usted de matemticas tanto ms


podr realizar en el campo de la ciencia
o el pensamiento original.
Las matemticas pueden ser,
adems, muy entretenidas. De hecho,
pocas actividades pueden suministrar
mayor placer que los problemas
matemticos a quienes gustan del
ejercicio intelectual por s mismo.
Es posible que el lector se haya
educado, como yo, con una profunda
aversin a las matemticas. Ahora estoy
convencido de que fue ello resultado
principalmente del sistema que se
empleaba entonces para ensearlas. A la
mayora de quienes tenemos ms de

cuarenta aos nos impusieron el lgebra


sencillamente como algo que haba que
aprender si no se quera perder el curso.
No recuerdo que ningn maestro me
hubiera dicho una sola palabra acerca
de la fascinante historia del lgebra, o
me hubiera explicado siquiera por qu
el lgebra era necesaria para resolver
problemas naturales, es decir, ajenos a
los de ndole absolutamente artificial
que se haban inventado especialmente
para los libros de texto. El curso de
lgebra se me antojaba primordialmente
como una treta perversa que mis
profesores haban tramado para reducir
el tiempo que pudiera dedicar a los

partidos de pelota.
Sin embargo, los lectores que an lo
ignoran deben enterarse de que todo ello
ha cambiado. Actualmente hay tantas
introducciones fascinantes a las
matemticas (por lo menos para adultos)
que parece casi una injusticia citar solo
algunas de ellas. Una breve introduccin
que abarca toda la materia y que yo
recomiendo
especialmente,
es
Mathematics
(1963),
de
David
Bergamini, incluida en la admirable
s e r i e Life
Science
Library.
Mathematicians Delight (1943), de
W. W. Sawyer, es una deliciosa
introduccin publicada en edicin de

tapas blandas. Dos obras que ensean


las operaciones concretas de la parte
convencional de esta disciplina son
Mathematics for the Practical Man
(1957), de George Howe, y el bestseller Mathematics for the Million
(1937), de Lancelot Hogben siempre
que a uno no le desagrade su agresivo
marxismo. Hay una excelente obra en
cinco volmenes sobre Mathematics for
Self-Study (1931, 1962), de J. E.
Thompson, que expone en volmenes
separados la aritmtica, el lgebra, la
geometra, la trigonometra y el clculo.
Por
ltimo,
estn
los
cuatro
maravillosos volmenes de The World

of Mathematics (1956), compilados por


James R. Newman.
CIENCIA, FILOSOFA Y LGICA
Como recordar el lector, me vengo
ocupando todava de los estudios que le
prestarn una colaboracin directa en el
arte de pensar aunque es inevitable
que la exposicin invada los dominios
del captulo sobre Temas en los que
vale la pena pensar.
Sigamos, pues, con los auxiliares del
arte de pensar. El lector encontrar
informacin y estmulo en las historias
de la ciencia, en las vidas de grandes

cientficos e inventores y en el estudio


de sus mtodos, as como en las
historias de la ingeniera, sus inventos y
descubrimientos. Tambin aqu tengo
que conformarme con mencionar unas
pocas obras. Entre ellas, otros dos
volmenes de la serie tan bellamente
ilustrada que se denomina Life Science
Library: The Engineer (1966), de C. C.
Furnas, Joe McCarthy y otros, y The
Scientist (1964), de Henry Margenau,
David Bergamini y los redactores de
Life. Este ltimo libro pondr al lector
en relacin con una rica variedad de
ciencias. En el campo de la tecnologa,
las consultas pueden abarcar desde

History of Technology (1954-1958), en


cinco volmenes, compilada por C.
Singer,
hasta Popular History of
American Invention (1924), compilada
por W. Kaempffert.
Claro est que tambin debera
incluir la filosofa entre las materias
cuyo estudio puede influir directamente
sobre el pensamiento individual,
estimulndolo y perfeccionndolo. Pero
mi lista de recomendaciones se ha
extendido tanto, que solo voy a
mencionar dos obras. La primera es la
brillante History of Western Philosophy
(1945), de Bertrand Russell; la segunda,
An Introduction to Philosophical

Analysis (segunda edicin, 1967), de


John Hospers. Este texto pondr al
lector en contacto con los problemas que
tratan de esclarecer hoy los filsofos
profesionales.
Es posible que a esta altura de
nuestra exposicin algn lector pregunte,
con seriedad o escepticismo: Pero si
leo todos esos libros, o algunos de ellos,
pensar verdaderamente mejor que si
dedico todas mis horas de ocio a las
novelas policiales o al golf? Pues bien,
con toda seguridad: S! Pero hay otra
p r e gunta : Hasta qu punto me
ayudarn?, a la que no puedo contestar
con la misma certidumbre. Ello

depender de la inteligencia innata de


cada lector, de la ndole de sus aptitudes
e intereses, y de otros muchos factores.
Por ejemplo, es verdaderamente
necesario estudiar lgica formal?
Tristam Shandy, el hroe de Lawrence
Sterne, dice, refirindose al abismo
existente entre la capacidad dialctica
de su padre y su desconocimiento
absoluto de la lgica formal: A mi
digno tutor, y a dos o tres miembros de
aquella culta sociedad, les maravillaba
que un hombre que ni siquiera conoca
los nombres de sus herramientas
mentales pudiera utilizarlas con tanta
pericia. En 1685, en el gran saln de la

Universidad de Dublin, el joven


Jonathan Swift, al que se le haba
escapado ya en una oportunidad el ttulo
de licenciado por su ignorancia de la
lgica, se present nuevamente a examen
sin haberla estudiado. Le preguntaron
cmo poda razonar correctamente sin la
ayuda de reglas, y contest que lo haca
muy bien sin ellas. Los examinadores le
concedieron el ttulo a regaadientes,
aunque con justicia, segn habran de
demostrar
los
acontecimientos
posteriores. Podramos citar en el
reverso de la medalla, los casos de
algunos grandes lgicos profesionales,
como John Stuart Mill, que a veces

incurran en graves falacias.


La nica explicacin que se me
ocurre, frente a estos ejemplos, es la de
que, si bien la ignorancia de la lgica no
impida tal vez razonar correctamente y
que el conocimiento de ella no garantice
la correccin del razonamiento, no por
ello su estudio deja de ser til. Lo ms
probable es que a la larga quien haya
estudiado lgica formal razonar mejor
y cometer menos errores que el que no
lo ha hecho. Por ejemplo, quien conoce
los nombres tcnicos y la descripcin de
las falacias ms comunes, est en
mejores condiciones para descubrirlas
en los razonamientos ajenos y evitarlas

en los propios.
Tengo muchas menos dudas acerca
de la utilidad de las matemticas. Es
cierto que ni siquiera el estudio
prolongado
de
las
matemticas
superiores nos convertir en pensadores
originales o hasta eficaces si carecemos
de cualidades innatas. Pero dicho
estudio es muy til para aprender a
pensar matemticamente acerca de los
problemas, o las materias en general.
Tambin se puede probar, con un
argumento a contrariis, la importancia
decisiva del estudio de las matemticas.
Sin un conocimiento mnimo de la
aritmtica elemental no podramos

desempear eficientemente nuestras


tareas cotidianas. Sin la ayuda del
balance de entradas y salidas y del
clculo de costos, las empresas nunca
sabran cunto ganan o pierden. Y sin la
ayuda de las matemticas superiores
pocos fsicos modernos podran
enriquecer sus especialidades o
entender siquiera lo descubierto y
publicado por otros. Morris R. Cohen
informa que la falta de conocimientos de
matemticas avanzadas impeda que el
intelecto agudo y poderoso de Hobbes
rindiera al mximo en el campo de la
fsica experimental.
Y aunque no hubiera argumentos tan

contundentes para defender la utilidad


de las matemticas, su estudio
continuara
siendo
inmensamente
provechoso y apasionante. En un famoso
ensayo de quince pginas, The Study of
Mathematics, incluido en su libro
Mysticism and Logic (1918), Bertrand
Russell escribe:
Las matemticas, bien estudiadas,
encierran no solo la verdad, sino tambin
una belleza suprema pura hasta lo
sublime, y dotada de una perfeccin estricta
que solo se encuentra en el arte ms
maravilloso
Las virtudes ms austeras tienen un
extrao poder, superior al de las que no
estn influidas y purificadas por el

pensamiento, cuando se desea promover la


salud de la vida moral y ennoblecer el
carcter de una poca o una nacin. El amor
a la verdad es la principal de esas virtudes
austeras, y ese amor encuentra ms aliento
en las matemticas que en cualquier otro
mbito cuando se quiere apuntalar la fe
declinante. Todo gran estudio es no solo un
fin en s mismo, sino tambin un medio
para crear y sustentar los excelsos hbitos
intelectuales, y jams se debe perder de
vista esta intencin cuando se ensean y
aprenden las matemticas.

EL GOCE DE PENSAR
Pero no debo hacer proselitismo en
favor de ningn tema particular entre los

cientos o miles (segn nos lo recuerdan


las enciclopedias y las grandes
bibliotecas)
que
compiten
por
conquistar el inters de los cerebros
inquisitivos. Algunos de los intelectos
ms brillantes del mundo no han estado
dotados para las matemticas. Adems,
a la mayora de la gente no les sobran ni
tiempo ni energas para sustraerlos de
los problemas que ya cautivan su
atencin. Por otra parte, esa mayora se
sentir menos frustrada si encara temas
menos complicados y abstrusos que son
no menos satisfactorios y seductores. No
todos pueden ser Newton o Darwin,
pero con un poco de esfuerzo y

tenacidad todos pueden aumentar sus


conocimientos
y
capacidades
intelectuales y su goce tambin de la
vida.
Quiero concluir este eplogo como
lo comenc, repitiendo que si tuviera
que escribir un nuevo libro sobre el arte
de pensar destacara bien, como no lo
hice en la primera edicin, que nadie
puede abrigar la esperanza de realizar
un trabajo original o de aportar
pensamientos tiles a cualquier ciencia
o rama del conocimiento, si no se toma
antes el trabajo de aprender lo que ya se
ha descubierto en esa rama del saber.
Debe conocer cul es el estado actual

del problema. Despus ver si puede


agregarle su propia contribucin.
Cuando preguntaron al gran Isaac
Newton cmo haba podido sumar
aportes tan colosales al saber humano, y
ver ms lejos que los dems, respondi
con modestia: Me alc sobre los
hombros de gigantes. En otras
palabras, construy sobre lo que sus
predecesores ya haban descubierto.
La generacin actual se encuentra, en
cierto sentido, en mejores condiciones
que las de cualquier otra de la historia.
Nos alzamos sobre los hombros de
gigantes, como Newton y sus sucesores,
quienes se alzaron sobre los de otros

gigantes anteriores a ellos. Hoy, mil


matemticos profesionales que no
pueden competir ni remotamente con el
genio de Newton, inventor del clculo
infinitesimal, saben ms matemticas
que l. Han podido abrevarse en las
enseanzas de Newton, Leibnitz, los
Bernoulli, Euler, Lagrange, Gauss,
Riemann, Hamilton y cien otras
personalidades. As, pues, un estudiante
universitario inteligente puede aprender
hoy ms que lo que saba Newton sobre
el clculo infinitesimal, que lo que saba
Adam Smith sobre economa, y que lo
que saba Darwin sobre la teora de la
evolucin.

La generacin actual tiene el


privilegio, que no tuvo ninguna otra, de
contar con ese ingente acervo
intelectual. Quien deja de asimilar
aunque no sea ms que una pequea
dosis de ese acervo, comete un pecado
capital. Mejor dicho, comete algo peor
que un pecado: comete una locura,
porque no aprovecha una de las ms
abundosas fuentes de gratificacin para
el hombre.
Podemos decir del pensar en general
lo que Tarrasch dijo del ajedrez: El
Pensar, como el Amor, como la Msica,
tiene el poder de hacer felices a los
hombres.

En este libro he procurado mostrar


el camino que conduce a esa felicidad.

HENRY HAZLITT, (1894 1993). Brillante escritor de temas


econmicos
y
literarios,
colaborador y columnista de
importantes diarios como el Wall
Street Journal y el New York
Times. Durante ms de 20 aos
fue
director
asociado
de

Newsweek. Es tambin autor de


Los errores de la nueva
economa, Hombre contra Estado
de bienestar, Los fundamentos de
la moral y de La conquista de la
pobreza. Ha sido considerado el
periodista
econmico
ms
importante del siglo XX en
Estados Unidos y uno de los ms
destacados paladines de la
libertad.

Notas

[1]

Este prefacio fue escrito por el autor


en 1969. N. del E. <<

[2]

A Preface to Logic, New York, Holt,


1944, p. IX. <<

[3]

<<

Vase Herbert Spencer, Education.

[4]

<<

Pillsbury, Essentials of Psychology.

[5]

Principles of Psychology, vol. II, p.


332. <<

[6]

Vase William A. Scott, Money. <<

[7]

How We Think. <<

[8]

Autobiography, vol. I, p. 463. <<

[9]

Autobiography. <<

[10]

Hugh Elliot, The Letters of John


Stuart Mill. <<

[11]

Over-Legislation, ensayo. <<

[12]

<<

The Conduct of the Understanding.

[13]

The Will to Believe. <<

[14]

Autobiography. <<

[15]

Science and Education. <<

[16]

T. Sharper Knowlson, The Art of


Thinking. <<

[17]

<<

The Conduct of the Understanding.

[18]

On Thinking for Oneself. <<

[19]

Lo que decimos puede parecer


injusto. Vase, sin embargo, este notable
aserto que aparece en un prospecto del
Five Foot Shelf de Charles Eliot: El
individuo que no ha ledo Wealth of
Nations (La riqueza de las naciones) no
est en modo alguno capacitado para
hablar ni para pensar siquiera
sensatamente sobre estos temas vitales.
Si as fuera, ni el mismo Adam Smith
habra estado en modo alguno
capacitado para ello, ya que es
indudable que no podra haber ledo su
propio libro antes de escribirlo! <<

[20]

Ensayo On Thinking for Oneself. <<

[21]

Autobiography. <<

[22]

Edward Griggs, The Use of the


Margin. <<

[23]

Literary Taste. <<

[24]

Literary Taste. <<

[25]

Y consulte How to Live on 24 Hours


a Day, de Arnold Bennett. <<

[26]

Talks to Teachers. <<

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