Álvaro Matute-Crónica PDF
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Alvaro MATUTE
Universidad Nacional Autnoma de Mxico
PRELI MI NAR
ACUDI R AI . DICCIONARIO DE LA LENGUA ESPAOLA en busca de las defi-
ni ci ones ms elementales de aquellos trmi nos sobre cuyo
significado se i nterroga permi te establecer un punto de par-
ti da. As, la palabra "crni ca" es un vocablo con dos acep-
ci ones: " i ) Hi stori a en que se observa el orden de los
ti empos. 2) Art cul o peri od sti co sobre temas de actuali-
dad". Y nada ms. De manera ms ambiciosa, la Encyclo-
paedia Britannica, pero no en la edi ci n actual, sino en la
vigente en 1967, dec a:
[... ] crnicas, registros de sucesos notables, tanto naturales co-
mo culturales, agrupados en orden cronol gi co. Difiere esen-
cialmente de la historia en la medida en que se trata de rela-
ciones escuetas de hechos, ofrecidas sin comentarios y
compiladas sin propsi to inductivo alguno.
Y agrega en seguida l o siguiente: "Se enti ende que la his-
tori a conci erne no sl o a la descri pci n sino a la i nterpre-
taci n de las acciones del hombre. Con todo, muy pocas
crni cas se hal l an exentas de si mpat as y partidarismos".
Por l ti mo, la no menos famosa enci cl opedi a Espasa-Calpe:
Son las crnicas una especie de historias, generales o particu-
lares [por lo comn esto l ti mo], en que se recuerdan, por or-
HMex, XLVI : 4, 1996 711
712 ALVARO MATUTE
den cronol gi co y de una manera sucinta, los hechos a que se
contraen. En este concepto entran, adems de las obras conoci-
das con el nombre de crnicas, los anales, memorias, etctera.
Aparte aade: "Lo que caracteriza a las crni cas di sti n-
gui ndol as de las historias es la conci si n y la falta de crti-
ca. .." Con estos elementos, la disyuntiva que encabeza estas
l neas puede parecer ociosa o simplemente inexistente. Sien-
do la crni ca l o que di cen los di cci onari os y enciclopedias
mencionadas, l o l i terari o si mpl emente no aparece.
L a disyuntiva hi stori a/l i teratura podr a aparecer en cr-
nicas concretas, trtese de "libros en que se refi eren los su-
cesos por orden del ti empo" o de "art cul os peri od sti cos
sobre temas de actualidad". Antes de llegar a este punto,
conviene dar ms vueltas en torno a las relaciones de la cr-
nica con la historia.
Benedetto Croce, que le da menos valor a la crni ca que
a la historia, establece que aqul l a se ocupa de los hechos
individuales y privados, mientras que sta de los generales
y pbl i cos. L a pri mera, de l o que no interesa, y fc segunda,
de l o que interesa. I ndi ca que en la hi stori a hay vi ncul aci n
entre los hechos, mientras que en la crni ca aparece la des-
vi ncul aci n. Aqul l a tiene un orden l gi co y sta como
su nombre l o i ndi ca cronol gi co. Aqul l a busca lo nti -
mo de los acontecimientos, mientras que sta permanece
en l o externo y superficial. Agrega:
La verdad es que crnica e historia no pueden distinguirse
como dos formas de historia que se completan recproca-
mente o de las cuales una se halle subordinada a la otra, sino
como dos actitudes espirituales diversas. La historia es la his-
toria viva, la crnica es la historia muerta; la historia es la histo-
ria contempornea, y la crnica, la historia pasada; la historia
es principalmente un acto de pensamiento, la crnica un acto
de voluntad. Toda historia se'vuelve crni ca cuando ya no es
pensada, sino solamente recordada en las palabras abstractas,
que en un tiempo eran concretas y la expresaban [ . . . ]
1
1
CROCE, 1955, p. 17. Recurdese la connotaci n que Croce da a lo
contemporneo de la historia.
CRNI CA: HI STORI A O LI TERATURA 713
Ms adelante cita Croce el ej empl o cl si co tomado de la
Crnica de Monte Cassino: "1001. Beatus Domi ni cas mi gravi t
ad Chri stum. 1002. Hoc anno venerunt Saraceni super Ca-
puam. 1004 Terremotus ingens hti ne montera exagitavit".
Por su parte, Hayden Whi te distingue cinco niveles de
conceptual i zaci n en el trabajo hi stri co, a saber, la cr-
nica, la historia (con mi nscul a, equivalente al vocablo story
en i ngl s que puede ser traduci do como relato), el modo
de entramado, el modo de argumento y el modo de i mpl i -
caci n i deol gi ca.
2
Por ahora me l i mi tar solamente a
menci onar que la crni ca es el pri mer ni vel de conceptua-
lizacin de un trabajo hi stri co en el sentido de que se trata
de la acci n ms el emental de referi r hechos acontecidos.
Para ejemplificar, cita una crni ca total mente equivalente
a la del caso presentado por Croce. (The ki ng went to West
minster on J une 3, 1321.) L o i mportante en este autor es
que hace nfasi s en la falta de pri nci pi o y de fin caracte-
rstica de la crni ca. Es decir, comienza donde sea y conclu-
ye i gual , o lo que es l o mi smo, ni pri nci pi a ni concluye. Se
trata, mej or di cho, de anales. La diferencia con el relato es
que ste'ti ene un i ni ci o y un final, es un algo que va ms
al l de seal ar que el rey fue a Westminster, en el caso de
Whi te, o que l l egaron los sarracenos a Capua, en el de Cro-
ce. El relato tiene una estructura, por ms el emental que
resulte. A medi da que se haga ms compl ej o, requeri r
de un modo de entramado, que puede ser, pi ca o roman-
ce, comedia, tragedia o sti ra.
Sin embargo, la crni ca tiene su historia. Si nos atene-
mos a ios ejemplos de Whi te y Croce, ah nos podr amos
quedar. La crni ca es algo t pi camente i nforme. Un da-
to aadi do a una fecha, como en los cdi ces prehi spni cos,
con la salvedad de que en el l os, por l o menos, hay un
pri nci pi o claro: los aztecas salieron de Aztl n en Uno pe-
dernal , segn la Tira de la Peregrinacin, cdi ce que si bi en
no tiene un final que redondee la trama es porque acaso se
perdi el materi al siguiente o no le di o ti empo al acuilo de
copiar compl eto su model o, pero sabemos que esa hi stori a
2
WHI TE, 1973, p. 5.
714 ALVARO MATUTE
ten a un final m ti co, aunque no aparezca en el cdi ce.
Pero, insisto, hay a l o l argo de los siglos que forman el oto-
o de la Edad Medi a una cada vez mayor compl ej i dad en
la composi ci n de las crni cas, tal vez por la conci enci a de
sus autores de darle un carcter monogrf i co a sus relatos,
como el rei nado de un soberano parti cul ar y no sl o los
hechos acaecidos en un sitio. Se avanz hacia una i ndi vi -
duaci n de la crni ca al referi rl a a cosas concretas, de
manera que en el trnsi to a la edad moderna no resultan
claros los l mi tes entre la hi stori a y la crni ca.
Cuando aparece el Nuevo Mundo, la crni ca hab a ma-
durado de manera tal que los ejemplos de Monte Cassino
o Westminster ya quedaban muy atrs. En el mbi to espa-
ol , era grande el viaje entre los textos de San I si doro de
Sevilla y El Vidorial... de Guti erre Diez de Games.
3
Por el l o,
cuando la escritura de la crni ca se trasplanta a Amri ca,
resulta difcil di sti ngui rl a de la hi stori a.
4
A este respecto, un l umi noso art cul o de Wal ter Mi gno-
l o
5
plantea muchos problemas y ofrece soluciones muy di g-
nas de ser tra das a col aci n.
Un pri nci pi o metodol gi co i mportante, que de hecho sir-
ve de argumento central al art cul o de Mi gnol o, es que la
hi stori ograf a de una poca debe ser valorada con los c-
nones vigentes entonces. stos constituyen el metatexto. De
ah que en la hi stori ograf a i ndi ana resulte difcil di scerni r
entre crni ca e historia. Mi gnol o hace una buena aportaci n
para superar la disyuntiva que moti va este escrito:
No sera acaso la crnica un gnero de la historiografa ms
que de la literatura? O, si respetamos la etimologa de los vo-
cablos, puede una especie pertenecer a dos gneros, el lite-
rario y el historiogrfico? An ms: cmo es que la crnica ha
pasado a ser un gnero literario, puesto que si consideramos
su origen, la crnica no slo era parte de la poesa (en el sen-
tido general que hoy damos al concepto de literatura), sino
que tambi n se la tena por cosa separada de la historiografa.
3
De esta l ti ma crni ca hay una antologa: IGLESIA, 1940.
4
WECKMANN, 1983, t. n, pp. 607-617. Tambi n MENDIOLA MEJ A, 1991.
5
MIGNOLO, 1981, pp. 358-402.
CRNICA-. HI STORI A O LI TERATURA 715
De acuerdo con los cotejos ri gurosamente establecidos
por Mi gnol o en la rel aci n entre la precepti va hi stori ogr-
fica (el metatexto) y las obras que se produj eron en los si-
glos X V I - X V I I I , no hay fronteras claras entre crni cas e his-
torias, sino ms bi en parecer a que de la crni ca fue
resul tando una hi stori a cada vez ms canni ca, dados los
ml ti pl es prstamos que ambos gneros se dar an uno al
otro. Una di sti nci n entre crni ca e hi stori a podr a ser que
l a pri mera es rsti ca y espontnea, y la segunda cul tural y
elaborada. Hasta dnde es cierta y hasta dnde falsa? Go-
mara es historiador culto, Bernal D az es cronista rsti co. Pe-
ro la simbiosis textual de sus productos har a i mposi bl e dis-
ti ngui r la crni ca en uno o la hi stori a en otro. Ci ertamente
en la hi stori ograf a i ndi ana, la espontaneidad de quienes to-
maron la pl uma les hace seguir los model os que los prece-
d an, sin pensar en di sti nci n genri ca alguna, sobre todo
tomando en cuenta que la preceptiva del momento no dis-
ti ngue. Un caso que merece parntesi s es el de fray Barto-
l om de Las Casas, que en su Historia de las Indias sigue el
canon cronol gi co, como una crni ca puntual , mientras que
en su Apologtica historia sumaria abandona ese model o para
elaborar una hi stori a gui ada por la argumentaci n propi a
de un tratado ari stotl i co-tomi sta, dentro del cual abando-
na la cronol og a para argumentar con mul ti tud de relatos,
l ogrando una forma distinta, determi nada por la l gi ca. En
ese sentido, asciende al cuarto rango de concepto estable-
ci do por Whi te y su ordenami ento di fi ere de la manera que
pl antea Croce: l gi co y cronol gi co. Por su parte, fray Ber
nardi no de Sahagn tambi n rompe el canon t pi co de la
crni ca al basarse en los i nterrogatori os formul ados a sus i n-
formantes i nd genas. Desde luego, tanto Las Casas como Sa-
hagn se apartan del concepto de crni ca, tal como la en-
ti ende Croce o los redactores de las enciclopedias citadas al
pri nci pi o de este trabajo. En todo caso, Mi gnol o encuentra
en Las Casas "i ntercambi abi l i dad en los trmi nos hi stori a y
crni ca". Ni Sahagn ni l se abstienen de i nterpretar, de
ver las cosas desde dentro ni de vitalizar sus discursos.
Mi gnol o plantea algo claro y drsti co. L a crni ca es un
gnero hi stori ogrfi co, entonces no puede ser l i teratura. Y
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de hecho no l o es, por l o menos en esa acepci n. En este
sentido, la pertenenci a del gnero crni ca a una u otras
especies mayores nos remi ti r a al deslinde entre l i teratura
e hi stori a. A ese respecto, acudi r a a las valiosas reflexiones
expresadas hace medi a centuri a por nuestro cl si co don
Al fonso Reyes.
6
Ci ertamente, hoy en d a se han estrechado los l mi tes
entre l i teratura e historia, pero sin que cada una de ellas
pi erda su i denti dad como creaci n. Si el texto hi stri co
puede ser concebi do como arti fi ci o l i terari o, de acuer-
do con Whi te,
7
no por ello debe perder su i denti dad como
texto hi stori ogrfi co. Los avances actuales en el estudio de
la esti l sti ca hi stori ogrfi ca, en mi concepto, no deben i n-
duci r hacia la confusi n di sci pl i nari a, dado que las crea-
ciones hi stori ogrfi ca y l i terari a ti enen fines espec fi cos,
aunque puedan llegar a comparti r medios; as tambi n
debe haber di sti nci n entre soci ol og a e hi stori ograf a, cu-
yo parentesco puede ser estrecho en algunos casos, pero,
i gual que con la literatura, los fines y algunos de los medios
pueden di feri r. Cada creaci n o di sci pl i na tiene muy cla-
ros sus alcances y sus l mi tes, aunque los efectos contami -
nantes de unas en otras propi ci en ejercicios intelectuales
de la magni tud del que emprendi Reyes para deslindar l o
l i terari o.
8
Por l o que toca a los medios, una crni ca no de las
ms antiguas, sino, pongamos por caso, las indianas pue-
de tener un entramado pi co, cmi co, trgi co o sat ri co,
pero no por el l o es uno de esos gneros que ti enen sus
reglas de j uego canni cas para s. Pero, ante todo, por los
fines que persigue, es una creaci n hi stori ogrfi ca, a pesar
de l o l i terari o que pueda tener i mpl ci to.
6
REYES, 1963. Especialmente la segunda parte.
7
WHI TE, 1994, pp. 3-34. White insiste en los elementos literarios de la
historia, con lo cual estoy radicalmente de acuerdo, pero creo que man-
tiene la distincin entre historia y literatura.
S
O'GORMAN, 1945, pp. 21-36. Se trata de un comentario a la obra de
Revs en la que incide en la relacin entre historiografa y literatura.
CRNI CA: HI STORI A O LI TERATURA 717
L A CRNI CA PERIODSTICA
Sin embargo, existe la otra acepci n, la segunda, en la que
la crni ca es "art cul o peri od sti co sobre temas de actuali-
dad". sa es la que manej an los estudiosos de la l i teratura.
Sobre su pertenenci a a la l i teratura, pri mero habr que
deci r que hay de crni cas a crni cas. Una pregunta obl i -
gada es si el peri odi smo es l i teratura, siempre, o sl o cuan-
do por sus cualidades estilsticas se eleva hacia las alturas
literarias. Hay, pues, de cronistas a cronistas.
Enti endo que un cronista peri od sti co es aquel que deja
en sus pgi nas un relato fiel de lo que mi ra, de lo que suce-
de a su al rededor, de lo que es testigo. Es aquel que quie-
re evitar que las cosas de su ti empo caigan en el ol vi do. En
ese sentido, es una suerte de mi crohi stori ador, cuya l abor
consiste en converti r en positivo todo aquello a l o que Cro
ce da un valor peyorativo. No s desde cundo se gener la
segunda acepci n, que no es privativa del castellano, ya que
por l o menos en i tal i ano, cronaca es el gnero peri od sti co
que i denti fi camos como nota roja. No's cundo se trans-
mut la crni ca hi stori ogrfi ca en crni ca peri od sti ca,
cuyo alcance no es ni puede ser hi stori ogrfi co pero s lite-
rari o. Una larga serie de cronistas mexicanos aval ar a esta
afi rmaci n: Gui l l ermo Prieto, Manuel Guti rrez Nj era,
ngel del Campo, Lui s G. Urbi na, Salvador Novo, Carlos
Monsi vi s, por sl o menci onar a algunos muy destacados.
En la hi stori a pudo dejar de tener sentido hacer crni -
cas, en la medi da en que prol i feraron los medios para reco-
ger las experiencias cotidianas guiadas por Cronos que
le acontec an a una comuni dad. Una crni ca, sLnctu sensu,
si mpl emente dej de ser una tarea que pudi era satisfacer
las necesidades memor sti cas de una comuni dad o, peor
an, de una sociedad. El cronista se trasl ad al peri di co y
en l fueron quedando registradas las acciones que pod an
trascender en la memori a colectiva. Pero estos registros,
estos aconteceres no se ri gen por los cnones hi stori ogr-
ficos, sino que se producen en la l i bertad del cronista, gra-
cias a su percepci n, a su agudeza, a su poder evocativo, a
su i nci si n cr ti ca, en fin, a las cualidades de su estilo, a l o
718 ALVARO MATUTE
que es un Guti rrez Nj era, un Novo o un Monsi vi s. No
ti enen ni que usar fuentes pri mari as, pues todo se da con-
forme con los datos de su experiencia, ni que hacer cr ti ca
de fuentes, hermenuti ca, eti ol og a; en pocas palabras, no
son historiadores en pequeo, sino escritores en grande.
Claro est que hay ambi gedades que propi ci an la dis-
yuntiva que nos ocupa. El hi stori ador que carece de ri gor
di sci pl i nari o viene a ser un cronista a l o Croce, y su falta de
recursos esti l sti cos no l o eleva hacia la l i teratura. Ah no
hay disyuntiva: ni l i teratura ni historia.
Aunque la hi stori a haya tendi do hacia la monograf a
cada vez ms precisa, ms acotada, no por el l o deja o debe
dejar de tener sus objetivos generales. Ci to un ej empl o
conoci do. El cronista puede asemejarse al mi crohi stori a-
dor, pero no ser un mi crohi stori ador. Por qu? Lui s Gon-
zlez nos da la respuesta en Pueblo en vilo. Pese a ocuparse
de un espacio reduci do, el mi crohi stori ador l o aborda con
una uni versal i dad que rebasa la pequeez temti ca apa-
rente. Un trabajo de esta ndol e atiende todas y cada una
de las reglas de la hi stori ograf a vigentes en su momento.
Si bi en un art cul o de Monsi vi s puede tener una mi ra
universal pese a tratar de algo tan parti cul ar como Mar a
Fl i x Agust n Lara o Gl ori a Trevi no por el l o es mi cro o
macrohistoria, es crni ca en el mej or y ms claro de los sen-
tidos posibles, y alcanza con pl eni tud la categor a l i terari a.
Es l i teratura por l o expresivo que tiene aunque parta de la
recreaci n de una real i dad parti cul ar.'
Un conj unto de crni cas peri od sti cas hace histo-
ri ograf a? Mi respuesta, por no decir la respuesta, es nega-
tiva. Tomemos el caso de Novo. La magna recopi l aci n de
sus crni cas, volcadas en tres vol menes y que abarcan 18
aos de vi da en Mxi co, j ams podr ser considerada como
hi stori ograf a.
9
L a connotaci n que se le da a cada uno de
los vol menes de adscri pci n sexenal no i mpl i ca que sean
una hi stori a de los reg menes de Crdenas, Avi l a Camacho
y Al emn, como tampoco l o ser an otros factibles vol me-
nes sobre L pez Mateos y D az Ordaz. Los conj untos de
9
Novo, 1994, 1994a y 1994b.
CRNICA: HI STORI A O LI TERATURA 719
crni cas no hacen hi stori ograf a, en la medi da en que se
trata de art cul os escritos sobre la marcha, sin ni nguna
estructura profunda que les otorgue una finalidad histo-
ri ogrfi ca, ni mucho menos con una metodol og a di sci pl i -
nari a propi a de la hi stori ograf a. Eso s, podrn bri ndar al
l ector un estilo sexenal, adverti do en las situaciones que
narra, en la vida que capta a travs de sus artificios y recur-
sos discursivos. Desde luego que un hi stori ador sensible se
benefi ci ar a mucho de la l ectura de Novo, mas sta no sus-
tituye a l o que debe ser una hi stori a de cada uno o del con-
j unto de los tres sexenios aludidos.
Ahora estamos ms cerca de saber si la crni ca pertene-
ce a la hi stori a o a la l i teratura. Queda, sin embargo, algo
por defi ni r: la crni ca de asuntos pol ti cos pertenece a la
l i teratura o a la historia?, a la hi stori a o a la ciencia pol ti -
ca? Qu hace el buen peri odi sta cuando elabora la crni -
ca del quehacer pol ti co? En pri mer lugar, habr que
di sti ngui r si escribe editoriales reflexivos, interpretativos,
doctri nari os, o si hace l o que ms propi amente se puede
l l amar crni ca pol ti ca. En este sentido, es innegable que
se ha contado con buenos prosistas, capaces de caracterizar
a sus personajes, de dramatizar las acciones, de establecer
la comuni caci n con sus lectores a parti r de sus cualidades
perceptivas de una real i dad compl ej a, de tener elementos
i nterpretati vos adecuados para i nfl ui r en la opi ni n pbl i -
ca y, por aadi dura, arti fi ci o l i terari o. Ser todo eso lite-
ratura? Es posible que una l ectura muy cuidadosa ayude a
di scerni rl o. Ese ti po de crni ca, si no est contami nada de
l a ciencia pol ti ca, puede tal vez alcanzar niveles literarios.
Pienso en Cos o Villegas. De su pl uma salieron algunos ar-
t cul os memorabl es, como "Adi s, mi general", cuando
muri Crdenas. L a semblanza que presenta es ms litera-
ri a que hi stori ogrfi ca.
Tal vez sea la prueba del ti empo la que determi ne la filia-
ci n genri ca de los gneros peri od sti cos. Si muchos aos
despus de haber sido escritos, los textos se buscan por-
que l ogran trascender su i nmedi atez temporal por la pro-
fundi dad con la cual la relatan, entonces se inscriben en un
gnero mayor y no son sl o materi al para los eruditos. Cier-
720 ALVARO MATUTE
tamente, la obra de los cronistas-periodistas es i rregul ar.
No todo l o que ven l o evocan con la mi sma fuerza, con la
mi sma calidad o profundi dad. A veces un soneto les man-
da hacer Vi ol ante, y cumpl en, pero a veces la escritura es
en tono mayor. Entonces hay l i teratura, aunque provenga
de un subgnero. A veces no hay di ferenci a entre la obra
menor y la mayor. Pienso en I bargengoi ti a, cuyos art cu-
los peri od sti cos se leen con el mi smo i nters, gusto y
pasi n que su narrativa o su teatro. Eso es crni ca'mayor.
Demuestra la capacidad de insertar la coti di ani dad dentro
de un cauce cuya ampl i tud la dan la sociedad y la hi stori a
que la cobijan.
Al go que confunde es, sin duda, el conteni do de la cr-
nica. Por el l o la necesidad de detenerse en la de asunto
pol ti co y di sti ngui rl a de la que atae a las cotidianidades,
como las que hoy en d a escriben Germn Dehesa, Gua-
dal upe Loaeza o Gui l l ermo Sheridan, frente a las de articu-
listas como Carlos Ram rez o Mi guel ngel Granados
Chapa. Creo l eg ti mo insistir en mi posi ci n de que no
todo l o que sale de la pl uma de un autor alcanza los mis-
mos sectores, pero si se trata de un escritor que i ncurre en
el peri odi smo, resulta obl i gatori o rastrear toda su obra,
porque dentro del gnero consi derado "menor", puede
haber hallazgos. En la temti ca de coti di ani dad que carac-
teriza a la buena crni ca peri od sti ca se encuentra recupe-
rada la manera de vida de una poca. Si se trata de crni cas
vivas, sern magn fi cas fuentes hi stri cas para qui en quie-
ra conocer mej or un ti empo hi stri co, pero no son histo-
riogra.fi3., por las ml ti pl es razones aducidas l neas antes.
Tampoco es hi stori ograf a ni ci enci a pol ti ca la crni ca
peri od sti ca de asuntos pol ti cos. Su valor, que a veces pue-
de resultar enorme, recae en la exacti tud de sus di agnsti -
cos o de la materi a que i nforma. Y todo el l o puede tener
cal i dad l i terari a. Uti l i zo como ej empl o a Mi guel Alessio
Robles. Al gunos de sus l i bros ms i mportantes son reuni o-
nes de art cul os que vi eron la luz en los peri di cos. Sende-
ros, La cena de las burlas, Mi generacin y mi poca, Ideales
de la Revolucin. En el segundo hay un par de art cul os bre-
ves en torno a un fuerte altercado entre los generales Plu-
CRNI CA: HI STORI A O LI TERATURA 721
tarco Elias Calles y Benj am n HUI , y la posteri or muerte de
este di vi si onari o sonorense. Los art cul os ti enen cal i dad
testi moni al , un buen anl i si s de conteni do, su entramado
es un relato perfectamente arti cul ado. Di sti ngue entre los
datos tomados de los testigos e i nfi ere las i nterpretaci ones
que de aqul l os se deducen. Sin embargo, no son estos ar-
t cul os una pieza hi stori ogrfi ca, como tampoco l o es el
l i bro al que pertenecen, porque ste carece, no propi a-
mente de uni dad temti ca, pero s de la estructura pro-
funda que l o pueda sustentar como uni dad mayor. En este
caso, ni l i teratura ni historia, pero s fuente para la historia,
aunque i ndi recta y como todas susceptible de ser so-
meti da a la cr ti ca.
El deslinde no resulta fcil. Sin embargo, en la obra de
cual qui er escritor, su trabajo peri od sti co es prueba docu-
mental de su estilo y es menester atenderlo sin desvincularlo
de la totalidad de la obra a la que pertenece. Vol vi endo a
Novo, en los vol menes de La vida en Mxico... hay textos de
al t si ma calidad l i terari a, ya por su i ntrospecci n, ya por su
agudeza para recrear ambientes, caracterizar personajes o
relatar situaciones. En otros casos, aunque siempre cuidando
su estilo el Novo touch, segn un d a le escuch deci r los
art cul os dejan algo que desear.
He resuelto la disyuntiva? Tal vez s, en la medi da en
que debe quedar clara la di ferenci a entre las dos acepcio-
nes de la palabra crni ca. Una, es para la hi stori ograf a, la
otra, para la l i teratura. En la pri mera, hay crni ca que s es
hi stori a y en la segunda, crni ca que s es l i teratura.
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