Este documento presenta una breve biografía de la poeta costarricense Carmen Lyra (1922-1974). Destaca que desde temprana edad cultivó la lectura y la escritura de poesía, ensayo y narrativa. En 1947 ganó el Premio Centroamericano de Poesía con su obra "Los Elementos Terrestres". Posteriormente se trasladó a México debido al rechazo de la sociedad tradicionalista de Costa Rica. Algunas de sus obras más destacadas son "Zona en Territorio del Alba", "El Tránsito
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Este documento presenta una breve biografía de la poeta costarricense Carmen Lyra (1922-1974). Destaca que desde temprana edad cultivó la lectura y la escritura de poesía, ensayo y narrativa. En 1947 ganó el Premio Centroamericano de Poesía con su obra "Los Elementos Terrestres". Posteriormente se trasladó a México debido al rechazo de la sociedad tradicionalista de Costa Rica. Algunas de sus obras más destacadas son "Zona en Territorio del Alba", "El Tránsito
Este documento presenta una breve biografía de la poeta costarricense Carmen Lyra (1922-1974). Destaca que desde temprana edad cultivó la lectura y la escritura de poesía, ensayo y narrativa. En 1947 ganó el Premio Centroamericano de Poesía con su obra "Los Elementos Terrestres". Posteriormente se trasladó a México debido al rechazo de la sociedad tradicionalista de Costa Rica. Algunas de sus obras más destacadas son "Zona en Territorio del Alba", "El Tránsito
Este documento presenta una breve biografía de la poeta costarricense Carmen Lyra (1922-1974). Destaca que desde temprana edad cultivó la lectura y la escritura de poesía, ensayo y narrativa. En 1947 ganó el Premio Centroamericano de Poesía con su obra "Los Elementos Terrestres". Posteriormente se trasladó a México debido al rechazo de la sociedad tradicionalista de Costa Rica. Algunas de sus obras más destacadas son "Zona en Territorio del Alba", "El Tránsito
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Resea biogrfica
Poeta costarricense nacida en San Jos en 1922.
Desde muy temprana edad se inici en la lectura de los clsicos cultivando el ensayo, la narrativa y la poesa con una gran riqueza de los recursos lricos, para dar vuelco a las inclinaciones tradicionales de los textos bblicos y temas tradicionales, convirtindola en un punto de referencia importante en el panorama literario de Centroamrica. En 1947 gan el Premio Centroamericano de Poesa 15 de Septiembre con su obra Los Elementos Terrestres. Cansada del rechazo de una sociedad urbana tradicionalista, se traslad a Mxico, pas donde residi hasta su muerte, acaecida en 1974. Del resto de su obra merecen destacarse Zona en Territorio del Alba en 1953, El Trnsito de Fuego en 1957, El Rastro de la Mariposa y Los trabajos de la Catedral.
Acorde final
Aprisionada por la espuma
Declinaciones del monlogo
Epgrafe
La dama de bronce Natalia, la nia del pintor Granell
Nube y cielo mayor
Poema primero (Posesin en el sueo)
Poema segundo (Ausencia de amor)
Poema tercero (Consumacin)
Poema cuarto (Cancin del Esposo a su Amada)
Poema quinto (Esterilidad)
Poema sexto (Creacin)
Poema sptimo (Germinacin)
Poema octavo (Mi Amado)
Preludios
Recepcin a un amigo
Satchmo Liroforo
Si pudiera abrir mi gruesa flor...
Yo quisiera ser nia
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Acorde final Al borde de alegres segadores tiembla el agua, y ofrece para el orden del labio complacido dulce rumbo crecido de preadas maanas, y agraria transparencia, dulcemente encendida.
El trigo coronado de apretada espesura, retiene el desbordado color con que le ordenan -vecino de la carne- colmarse en primavera.
El ganado decrece tiernamente en lo oscuro donde dilata el suelo su asombrosa corriente, y la abeja termina su trnsito de nieve, y su majada oculta sobre tmidos jaspes.
Y t, Amado, que pones rumbo fijo al arado que circuye la tarde y apresura la rosa,
Dnde tienes el pecho frondoso de races, dnde la sien desnuda sin regazo ni trmino.
Sobre los pastos suaves, cndidos mayorales habilitan la uva en que se aloje el vino, y congregan el clima en que crezca su aroma y reparta en la lengua manojos de alegra.
As el verano atiende su reciente hermosura y sobre el viento solo distribuye sus pjaros.
As el ncar esparce su quietud y deleite y su color silvestre reanuda y apacienta.
Oh ddivas, Oh dones terrestres, Oh suaves alimentos;
Slo agotar la siembra con el pecho,
Slo desembocar al gozo y detenerse
Oh piel,
Oh ceniza colmada y balbuciente!
Aprisionada por la espuma
I Aprisionada en crceles de espuma, en la medida de tu cuerpo, no veo pasar la noche, slo veo el da que entra por tus axilas transparentes y te desnuda.
Veo, amor mo, el lecho donde estamos y compartimos las ddivas, los cielos... Todo lo que nos neg y afirm como lo que somos: mil aos de alegra corporal y materia sin sombra y palabras que se dicen diurnamente porque vienen del aire y hay que orlas y decirlas a travs de los rboles y en lo que no se escribe porque an no se inventa su nombre; porque su jbilo todava no ha sido descubierto y las flores de su alrededor an no son cosas del viento (an no han ido a un invierno ni regresado a la primavera).
II
Voy a tu cuerpo igual que ir a los ros, igual que van los ros a los pjaros y ellos al espacio desatado y florido.
Vengo de ti a la era donde todo es de todos: los que llegan, los que se han ido, los que an no han venido, los que no volvern...
Porque eso es tu cuerpo: un adentro, un afuera compartido por m y por el viento, por el mar y los seres que lo guardan; por el color y las embestidas del otoo, y las andanzas del verano que viste cosas silvestres y es custodio de las abejas y funde las hierbas en un crisol matutino, en una prolongacin de azucenas.
Declinaciones del monlogo
I Estoy sola, muy sola, entre mi cintura y mi vestido, sola entre mi voz entera, con una carga de ngeles menudos como esas caricias que se desploman solas en los dedos. Entre mi pelo, a la deriva, un remero azul, confundido, busca un nio de arena. Sosteniendo sus tribus de olores con un hilo plido, contra un perfil de rosa, en el rincn ms quieto de mis prpados trece peregrinos se agolpan.
II Arquendome ligeramente sobre mi corazn de piedra en flor para verlo, para calzarme sus arterias y mi voz en un momento dado en que alguien venga, y me llame... pero ahora que no me llame nadie, que no quepo en la voz de nadie, que no me llamen, porque estoy bajando al fondo de mi pequeez, a la raz complacida de mi sombra, porque ahora estoy bajando al agnico tacto de un minero, con su media flor al hombro, y una gran letra de te quiero al cinto. Y bajo ms, a las inmediaciones del aire que aligerado espera las letras de su nombre para nacer perfecto y habitable. Bajo, desciendo mucho ms, quin me encontrar? Me calzo mis arterias (qu gran prisa tengo), me calzo mis arterias y mi voz, me pongo mi corazn de piedra en flor, para que en un momento dado alguien venga, y me llame, y no est yo ligeramente arqueada sobre mi corazn, para verlo. y no tenga yo que irme y dejar mi gran voz, y mi alto corazn de piedra en flor.
Epgrafe
I Tu mano en que desdoblan ruiseores su plido desnudo, su ancho pecho de musgo coronado, es mano que abre al viento reclinado claro jazmn entre la sien oscura.
S, deshojada el agua entre la frente, labra pequea placidez de lirio y entre los dedos gajos de violines.
II Tiende el odo y yeme esta cancin que es como semilla de estaciones.
Que es como la casa de verano donde me crece de la mano un nio, y el alma da empujones a la orilla, y es como piel el alma -no se siente.
Entraremos de pronto en el verano como rboles vegetalmente abiertos de odos y de polvo,
Porque todo refluye hacia el arribo, asciende el vientre a capital de fruto y el aire hacia ecuacin de golondrina.
Brotes sacramentales de la hierba, oh, ddivas subiendo de la entraa, suma de transitados alimentos!
Y a la altura del pecho y la labranza semilla de silencio y luz desierta.
Todo regresa hasta su forma exacta. La vida retoma su ambicin pequea de ser, del todo, vegetal profundo, recndito edificio y luz abierta.
La dama de bronce
(fragmento)
La Dama de Bronce tena el cuerpo
afilado y hambriento; tena desnuda la mirada.
Cbrela, Dama de Bronce! Gurdala!
Su garganta caa lentamente hacia el Hudson
Adnde vas, Dama de Bronce, veloz tu cielo azul, lento el cayado?
Qu aguja cristalina te atraviesa y despierta los prpados, los astros?
En la ruta, la penetrante ruta donde un rayo se asomaba a los das terrenales,
la Gran Dama de Bronce,
la querida del tiempo matutino,
la fulgurante amada despredida de frescas arpas y nublados lechos,
llam a una puerta que ella crey temprana,
puerta de entrada a transparentes horas.
Y fue la puerta de la noche abierta, la sombra en carne viva por el alba.
Estaba hecha de agrietada espuma, del escombro de un ojo, de solitaria sien y putrefacta altura.
Aquella puerta era un tapiz agnico
en donde cada cuerpo confunda su aliento con la garganta prxima.
Dama de Bronce!,
Sierva de la maana!
Da un paso interno, toca con las entraas la rosa de los vientos!
No habr, en estas lneas, la longitud de una pupila sola?
No habr un eco, un indicio que me esconda?
Y de pronto pas (ms bien volvi del fuego)
una sagrada estirpe solitaria.
Era un hombre escoltado por el fuego y vestido como viste el espacio.
De su cintura y de su alegra parta el ciervo claro.
Tena la lengua en la mirada pura y un ro (una copa de guirnaldas oscuras).
El hombre vio los pechos,
los ojos
de la Dama de Bronce
y ella
-bandera de oro ebio, victoriosa soledad de la tarde-
dio un paso interno (su paso era una rosa caminante, una flor calcinada),
march sobre agua viva, sobre el ro que volver maana. Nueva York, 1961
Natalia, la nia del pintor Granell
Ahora estoy en esta ciudad peligrosamente armada de riesgo y llenos de accidentes la voz, el traje claro, el pulso de amor.
Uno de estos das en que andaba callada y recorriendo para siempre mi espalda, de pronto resbal sin fin, mi cada atravesada por un astro.
Por todo eso:
peligro,
gracia,
riesgo,
me es grato recordar su casa instalada en el mundo para que su mujer se aclare las trenzas que le suben como rbolas;
para que su mujer agrupe la miel y la apretada harina en altos signos cotidianos.
Su casa instalada en el mundo donde violentamente armndose de lmparas, corazn al cinto, pinceles al alma, secreta la memoria, se reorganiza su salida al sueo.
Aparte de todo eso recuerdo a la muchacha de los peces impalpables a quien con otra voz, con otra cifra, espera el mar sentado en su banco de arena o disfrazado de pez en el olivo;
y su desnudo de un caballo atormentado cuyo balido de varn prematuro reanuda el cielo ms all del aire
Tambin,
y poco a poco,
como cuando en la infancia yo soaba que un sueo me dola recuerdo al muchacho que yo amaba:
una tarde bamos por mi cuerpo con alegra de arpas cosechadas,
cortadas en la maana, y hmedas.
Entre tanto, a treinta mil kilmetros de mi alma y mientras yo recuerdo,
Amparo, su mujer, vestida a la moda de las amapolas, canta una cancin.
Luego dice: (el silencio le pica las venas como un pjaro):
-Qu hermosa est la nia. Es ya la piel azul de las jardineras!
Yo me miro por dentro,
preparo lentamente un acto de terciopelo...
...De sbito, en la ventana, sin que nadie lo sienta, un ngel se desviste de ro pequeo, pone a secar la brisa y se derrama.
Despus quieren que yo no escuche, que no salte la nia,
(la nia da un salto de lmpara que se abre, de norte a sur recorre una azucena)
que nadie la vea! La nia se me acerca all en mi pecho, la oigo perder su paladar sin venas.
(Cerca de la ventana, con poco pie de barco distrado ha cado un deseo de irse volando a ncar
el mar,
todo verde).
Pero dice la nia all en mi odo:
-El mar ha salido de paseo por las playas, qu diran los viejos cocodrilos si lo vieran!
(qu nadie lo sepa!)
La nia tiene un retrato del mar
(Qu nadie lo vea!)
Nube y cielo mayor
A los milicianos de dentro y fuera
Porque en Espaa arda la voz,
Arda el vientre floral de la mujer encinta con el mundo,
Arda la arteria triste desnuda
Arda el humus conciso de los hombres,
Arda el hmedo estuario de tu daga total y coronada.
Porque en Espaa se cubran de lujosos cadveres los prpados de las muchachas
y el alba cercenada soaba con obispos y medusas, y murmuraba el hombre su cndida estatura ms all de su muerte conquistada,
Porque en Espaa Miliciano espaol encubierto de escombros doloridos, y tu cielo veloz acuchillado,
Mientras los enlutados perdan tu ancha jornada de magnolias, y revolvan hasta variarla toda, la gracia popular de las tahonas, t estabas en la poca lluviosa de tu sangre,
y tu cuerpo, en aire de paloma entrecortada, recorra este suave desorden de ecuadores, esta fcil ternura de los rostros de Amrica.
Salud Miliciano Espaol a tu frente miliar y a la turbia excelencia de tu sangre,
Salud a tu mejilla levantada,
Salud Miliciano Espaol
Discpulo tatuado en la cubierta extraa de Guernica,
Salud al espinazo de tu espada,
Porque en Espaa, cuando los enlutados pacan en tu dulzor enrojecido, y coman de tu carne derramada, t eras como un ngel escolar en la esquina del mundo,
como un sol destapado con tu herida,
Salud Miliciano Espaol gritero original de das degollados,
Herida desplomada en las puertas del hombre,
para que el hombre oyera tu iracunda fragancia y acogiera el alto decaer de tu cintura, el clido color de tu armona,
Salud a tu lacnica silueta melanclico el gesto entre las rocas, y la mirada envuelta en una lgrima,
Salud hasta tu corazn ms ntimo, y en tu sudor ms ntimo, y hasta en el dorso ms olvidado de tu hueso, desordenado y alto,
Salud a esa tu muerte tan desechada, tu muerte aun hmeda y sola al socaire del olivo,
Salud Miliciano Espaol,
Dinamitero que ardes con tu boca en amas y tu fragor al cinto,
Salud hasta en tu nio fusilado que deslinda su ombligo entre tu frente,
Salud Miliciano Espaol
Porque cuando en Espaa los arzobispos desfondaban a Cristo y le pateaban el muslo y los dedos largos, t estabas con el rostro dividido y con el sexo lleno de semanas eternamente oscuras. Porque cuando los militares de medio rostro mutilaban la era embarazada y se masturbaban la mente con un paraguas, t estabas cerrado a todas las sangres, parado sobre todos los asaltos, y tu cuerpo de suave corola destituida tena una voz para tu mismo cuerpo,
Salud Husped funeral y hermoso,
Salud entre tu frente que est al socaire del olivo aun sola;
porque an entre los relojes de los bufetes y de los tocadores, los arzobispos y los medios rostros de los traidores, se masturbaban la mente con un paraguas, y en tu Espaa, en la ma, en la de todos, an arde tu cuerpo como un clavel de asalto.
Aqu, amigo,
Miliciano espaol poblado hermano nuestro, sobre tu corazn de polvo y estampido nosotros estamos parados al pie de las cosechas,
Sobre lo que parece que se ha roto en el llanto,
Estamos todos, mostrando el tanto de brillo de una lgrima.
Somos los apasionados magnficos, los pequeos exaltados siempre floridos,
los de rostro transitable,
Estamos todos esperando sobre la piedra erguida, somos los de dentro y los de fuera,
somos todos los americanos.
Poema primero (Posesin en el sueo)
Ven Amado
Te probar con alegra. Te soar conmigo esta noche.
Tu cuerpo acabar donde comience para m la hora de tu fertilidad y tu agona; y porque somos llenos de congoja mi amor por ti ha nacido con tu pecho, es que te amo en principio por tu boca.
Ven Comeremos en el sitio de mi alma.
Antes que yo se te abrir mi cuerpo como mar despeado y lleno hasta el crepsculo de peces. Porque t eres bello, hermano mo, eterno mo dulcsimo.
Tu cintura en que el da parpadea llenando con su olor todas las cosas, tu decisin de amar, de sbito, desembocando inesperado a mi alma,
Tu sexo matinal en que descansa el borde del mundo y se dilata.
Ven
Te probar con alegra.
Manojo de lmparas ser a mis pies tu voz.
Hablaremos de tu cuerpo con alegra pursima, como nios desvelados a cuyo salto fue descubierto apenas, otro nio, y desnudado su incipiente arribo, y conocido en su futura edad, total , sin dimetro, en su corriente genital ms prxima, sin cauce, en apretada soledad.
Ven te probar con alegra.
T soars conmigo esta noche, y anudars aromas cados nuestras bocas.
Te poblar de alondras y semanas eternamente oscuras y desnudas.
De "Los elementos terrestres"
Poema segundo (Ausencia de amor)
Amado en cuyo cuerpo yo reposo,
cmo ser tu sueo cuando yo te he buscado sin hallarte.
Oh, Amado mo, dulcsimo como alusin de nardo entre aromas morenos y distantes,
Cmo ser tu pecho cuando te amo.
Cmo ser encontrarte cuando es amor tu cuerpo y tu voz, un manojo de lmparas.
Amado, hoy te he buscado por entre mi ciudad y tu ciudad extraa, donde los edificios no se alegran al sol, como frutales conchas y celestes cabaas.
Y andaba yo con un crepsculo enredado entre la lengua,
Con aire de laguna y ropa de peligro.
Me vi desde su torre un auriga de jaspe,
yo te andaba buscando por entre el verde olor de sus caballos,
Por entre las matronas con paales y pjaros;
Y pensando en tu boca reposaban mis ojos, como palomas diurnas entre hierbas amargas.
Y te buscaba entonces por las inmediaciones de mi cuerpo.
T me podas llegar desde el suceso clido.
II Amado, hoy te he buscado sin hallarte por entre mi ciudad y tu ciudad extraa,
Junto a alqueras errantes guardadas por el campo y de agitado pasto vencidas y entornadas.
Y de pronto llegaste, husped de mi alegra, y me pobl de islas con tu brillante ddiva.
Desde la brisa fresca llegaste como un nio con un pauelo blanco
y la noche vol de sueo entre las ramas, junto al gozo del agua y el rastro de la abeja.
Amado, en cuyo cuerpo yo reposo y en cuyos brazos desemboca mi alma,
Cmo ser no hallarte en la distancia, y llegar a tu cuerpo como los alimentos reanudados al calor de la gracia necesaria y perdida.
Estar donde no estoy ms que de paso, no estar donde tu aliento me contiene y me desgarra como una piedra el alma.
Cmo ser tener, de golpe, el cuerpo dividido y el corazn entre las manos congregado y solo. Amado, hoy te he buscado sin hallarte por entre mi ciudad y tu ciudad extraa, y no te he hallado.
Cmo ser buscarte en la distancia.
Poema tercero (Consumacin)
Tus brazos como blancos animales nocturnos afluyen donde mi alma suavemente golpea.
A mi lado, como un piano de plata profunda parpadea tu voz, sencilla como el mar cuando est solo y organiza naufragios de peces y de vino para la prxima estacin del agua.
Luego, mi amor bajo tu voz resbala,
Mi sexo como el mundo diluvia y tiene pjaros,
Y me estallan al pecho palomas y desnudos.
Y ya dentro de ti yo no puedo encontrarme, cayendo en el camino de mi cuerpo,
Con sumergida y tierna vocacin de espesura,
Con derrumbado aliento y forma ltima.
T me conduces a mi cuerpo, y llego, extiendo el vientre y su humedad vastsima, donde crecen benignos pesebres y azucenas y un animal pequeo, doliente y transitivo.
II
Ah, si yo siquiera te encontrara un da plcidamente al borde de mi muerte, soliviantando con tu amor mi odo y no retoe...
Si yo siquiera te encontrara un da al borde de esta falda tan cerca de morir, y tan celeste que me queda de pronto con la tarde.
Ah, Camarada,
Cmo te amo a veces por tu nombre de hombre
Y por mi cuello en que reposa tu alma.
Poema cuarto (Cancin del Esposo a su Amada)
Asomada a mi pecho tatuada en l como la edad y el dao.
Como una suave grey de colinas cuyo rumbo retorna con el alba,
Habla mi amada con su amor que tiene apenas pecho diurno y voz descalza.
A mi sombra se bordearon de pulpa su caderas.
Por m arrea con sus pechos el ganado del alba,
Y la tarde a su paso se quebranta, como de junco herido y laurel entornado.
Prpados transitados de nieve y medioda,
Pozo donde mi boca desmedida resbala como torrente de paloma y sal humedecida.
Sobre los muslos te pusieron racimos de ira y vocacin de besos.
Yo har que de tus muslos bajen manojos de agua, y entrecortada espuma, y rebaos secretos.
Ven, Amada.
Los rboles todos tienen tu cndida estatura, y tu prpado cado, y tu gesto mojado,
Edificio de alondras habitado de climas donde legisla el sol sobre viedos de oro.
A tu sombra me encontrarn los pjaros salvajes.
Tu voz de aire cado entre cuatro azucenas, desfilar en mi odo como acude la tarde.
Ven, te probar con alegra, t soaras conmigo esta noche.
Poema quinto (Esterilidad)
El hombre nacido de mujer, corto de das y harto de sinsabores; que sale como una flor, y es cortado, y huye como la sombra, y no permanece. Job 14, 1 y 2.
Tal como flor que sale y es cortada,
Con la piel por donde huye la risa de los nios,
Y llena hasta los muslos de tristeza; as es nuestra hermana en cuyo umbral naufraga el cuerpo de uso eterno.
Golpe de viento nuevo inexperto en aromas, y sin rubor azul ya despreciada sombra, escombro de oro en sueos por las ramas.
Carne en que tropezara de costado la gracia del alumbramiento,
Fcil como los signos en reposo por donde llega de la mano el nio;
Asomada al arrimo, con media flor y apenas medio rostro,
Y con el vientre en que tembl una piedra.
Con un desfiladero en cada pecho, sola, venas arriba por los ojos,
Sola como el primer hombre cuando descubri la primera sonrisa y se volvi, de pronto, con todo el cuerpo a flor de fabuloso labio estremecido, ms solo que antes, cuando no tena sonrisa cotidiana que dividir en dos pedazos triunfales; cuando no pensaba en el otro y descenda junto a su piel profunda, roto entre los sonidos venideros como pjaro en proyecto por los rboles: jbilo de vaco jubiloso.
Como huella que cae clara y sin cuerpo y no levanta hoja que al volver por el suelo, alta de das, instale al humus su unidad primera,
As es nuestra hermana.
Secreto cauce quieto, agua sin ruido.
Nacida de mujer, corta de das, y harta de sinsabores; que sale como una flor, y es cortada, y huye como la sombra, y no permanece.
Poema sexto (Creacin)
Proposiciones de Prometeo
Y la tierra estaba desordenada y vaca, y las tinieblas estaban sobre la haz del abismo, y el espritu de Dios empollaba sobre la haz de las aguas. El Gnesis, 1-2
I Altas proposiciones de lo estril por cuyo rastro voy sangrando a media altura y buscndome, palpndome, por detrs de la rosa edificada, sobre lo que no tiene orilla ni regreso y es, como lo descubierto recobrado que acaba el que siga y me revele.
Me apoyo en ti, clima desenterrado de lo estril para fundar el aire de la gracia y el asombro; y el metaloide aciago y desmentido, primero en rama llega, y luego en flor el metaloide oscuro, y en fruto de sabor martirizado, baja junto a la lengua enajenada, pasa de mano en mano hasta la altura.
Porque no es lo posible lo seguro sino lo que inseguro se doblega, lo que hay que abrir y sojuzgar por dentro, y es como polvo en cantidad de sombra.
Porque el fruto no es puerto sin rumbo entre las aguas, sino estacin secreta de la carne; ntima paz de cotidiana guerra donde reposa el vientre silvestre y revestido de accidentes geolgicos y espesos.
Y la alegra pursima, la honda grace presente y madurada, que rebota hasta el fondo de la sangre, que hace correr y madrugar en pjaros, y equivocarse de pecho y ponerse, como ciertas flores un corazn de pana en la maana.
La alegra de caer en inocencia de s mismo y disfrutarse junto a otras criaturas en el descubrimiento de su nombre, madrugando de pecho para arriba donde los alimentos perseveran hallados para el cielo.
II Y ser como el rbol plantado junto a arroyos de aguas, que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae; y todo lo que hace, prosperar. Salmo 1-3
Al borde estoy de herirme y escucharme ahora que le propongo al polvo una ecuacin para el deslizamiento de la garganta,
Ahora que inauguro mi regreso junto a mi pequeez iluminada,
Ahora que me busco revelada y transida en otros nombres,
Cuando por m descienden y se agrupan anchas temperaturas matinales,
Y han gran fiesta cerval en los caminos.
III Pasa mi corazn con su pastosa identidad doliente.
Mi aliento transitivo que enarbolo y el nio cuyos pasos me prolongan.
Pero la sangre est ya en marcha, repercute, hacia un pas recndito y anclado, entre pasados hierros con nombre de muchacho, y extensos materiales fuera del pulso mo.
La sangre est ya en marcha hacia una parte ma donde llego de pronto, y me conoce el pecho en que tropiezo, y mis extensas, plidas, boreales coronarias.
El cuerpo es ya contagio de azucena, estacin de la rama y su eficacia; palacio solitario en cuya orilla crece el suelo y afluye entre rebaos y entre sueos secretos y pacficos.
IV Puede pasar mi pecho errante, mi instantneo cabello y mi atroz rapidez que no me alcanza,
Pero se ha vuelto inaugural mi peso de habitante recobrado. Y aires de nacimiento me convocan,
Ah, feliz muchedumbre de huesos en reposo!
Refluyen a mi forma y se congregan los elementos suaves y terrestres y la pulpa negada y transcurrida.
Los pjaros me cambian a traslados mayores del sonido,
Y la tierra a empujones de llanura.
Al borde estoy de herirme y escucharme ahora que me lleno de retoos y prpados tranquilos,
Cuando tengo costumbre de nacer donde bajan los huesos temporales,
Cuando me llamo para m, callada, y alguien que no soy yo ya recuerda,
Sollozante y sangrando a media altura, sobre lo detenido descubierto y recobrado.
Poema sptimo (Germinacin)
Introduccin
I Oh don, oh don de s, tu pelo, albo discurso, designio azul, futuro de jacinto.
Yo podra cantar una cancin para que me sospechen de humo, en aire, y de animal tallado entre la espuma, en larga, leve, carcajada de arpa
Yo podra traer al corazn recuerdos como uas cayndose del alma.
Pero estoy casi al borde de tu cuerpo,
Pero est al pie del surco tu desnudo en traje de profundidad;
Piensa en tu edad el mar y palidecen delfines ciegos cielo arriba, en rama, pesando ms el cielo menos aire mar con slo las olas y sin agua.
Y t a la orilla del paisaje tiemblas ah, intramarino pescador de espumas cuya cadera crece entre corales,
Crepsculo manchado de violines, compaero fugaz de mi costado.
II Alguien pasa rozndome las venas y se abre el surco entre la flor y el labio.
Es que llega la noche en columna de amor y ruiseores; su casco azul, lacustre, enjuga el alba, baja la niebla por su piel y huyen roces de pluma herida y madrugada.
Y antes de ser, para futuro arribo de planeta tiniebla inaugural, cristal esquivo, quietud de sumergidos resplandores, la noche es de aire y tallo oscurecido.
Poema octavo (Mi Amado)
I Pregunt a las mujeres del campo por el Hombre;
Pregunt a la mujer cuya insepulta frente detenase al cabo de su nio infecundo y sollozaba.
-Mujer has visto t a mi Amado,
Has visto al husped mo, al camarada hermoso?
Su carne que el verano golpea de amapolas,
Su nariz de poniente,
Y el pecho de oro nufrago como los litorales.
Lo conoces?
Puede pasar de pronto con la piel soolienta y alegres las axilas retumbantes y frescas.
Oh, el camarada hermoso con los talones giles y plido el peinado candoroso,
Saturada de clima nocturno su garganta,
Y la mano en que estalla la angustia como el mar.
Lo reconoces reposando al borde de mis inmediaciones como torrente de islas y pjaros cautivos?
II Yo lo busco.
l es mi Camarada;
Junto a su mano dejan su olor las golondrinas
Y una ola de mineral oculto lo recorre.
Queris hallarlo conmigo
Oh, mujeres de vientre madurado en cuya piel antigua desfallece el tiempo del desnudo y se hace honda en la frente la seal de parir y sollozar! Oh, doncellas alegres en cuya boca estalla el primer ruiseor y el agua masculina es recogida en cauce estremecido!
Oh, nios de marfil y ncar fugitivo por cuyo salto de jazmn resbalan las maanas escolares!
Busco a mi Camarada y por su origen inocente avanzo sin saberlo; y me detengo. Buscadlo cuando el trueno, cuando las manos de Dios vienen rodando como suaves rboles enfurecidos,
Por entre los sepulcros invasores,
Entre semanas llenas de ovejas y enramadas.
Queris buscarlo conmigo, y exaltarlo, A l, al Hombre,
Al que camina en parte con mi alma,
Al del muslo entornado cuya daga sumergida en la noche ya no tiembla en el aire, ni secar en su diestra cortada a pico y sola con el miedo.
Y al otro, desamado sollozo de mi frente que apenas tiene un trozo de hierba para posar su odo y es seor de arboledas y ciudades.
Al Hombre, al Camarada.
Bendito sea su vientre que comparto en el seno de mi madre
Queris buscarlo y exaltarlo conmigo,
Al Amado del da transitorio cuya angustia se detiene en mis pechos como el mar.
Queris que vaya y me ofrezca en sus manos como semilla de xtasis,
Que le lleve mi cuerpo reclinado entre palomas,
Y que llene su boca de sol y medioda
Oh nios,
Oh doncellas alegres,
Oh mujeres de vientre madurado,
Glorificadlo y exaltadlo conmigo.
Hasta que nuestras bocas sagradas se detengan
As sea.
Preludios
yeme esta cancin que en m te nombra carne para la fruta necesaria.
Cuando la soledad bajo tu nombre oda y apretada,
Cuando yo era como nio enterrado a quien llaman por su nombre pasado, y responde, y no se oye en s mismo;
Y mi mano en el fondo, confundida, tena ya atisbo, llave, forma ma,
Y se senta ms arriba del pecho y del abrazo como corona alegre y consumada.
T me llamabas a tu nombre, y vine, con clara identidad de nacimientos, con la veraz acostumbrada gracia con que suean su honor las catedrales.
T eres ya de da junto a la noche. Ya soy contigo el da, y en virtud de la ausencia en que me evoco miro cmo mi forma me comparte, cmo respiro en pelo y a mansalva, por dentro de mi voz y no a lo largo.
Recepcin a un amigo
Lo sigo, lo precedo en la voz porque tengo, como el humo en despoblado, vocacin de acuarela.
Cunteme cmo son ah las cosas de consumo:
libros, rosas, tintineos de golondrina.
Aparte de todo eso le pregunto
por los mangos geolgicos bordendolo de pulpa,
y por un ro nuevo, sin mirarlo,
con pueblos de sonido y longitud de Arcngel.
Dgame algo tambin sobre el pequeo litoral donde recientemente el da, como un celeste animal bifronte, acamp en dos acuarios y se llen de peces.
O si lo recibieron unnimes los rboles como cuando eligieron a la primera alondra del ao y el da de florecer.
Resmame ahora que tiemblo benignamente detrs de una golondrina,
ahora que me proponen pblicamente para desnudo de mariposa
y estoy como las rosas desordenando el aire.
Satchmo Liroforo
Te acuerdas, Louis Armstrong, del da en que viajamos por un corredor de sonidos que ambamos hasta la muerte? Recuerdas la onomatopeya que no sali al paso y que nos dio un trono de un solo golpe? Parece mentira, Louis, amor mo, que hayamos compartido tantas cosas, tantas ramas y tan gran nmero de espumas. Parece imposible, Louis, que entre nosotros se deshagan las formas del azul que nos acompaaban; que t, dardo, arma del ngel vivo, te lances a donde nadie podr reconocerte sino por tu alegra, por tu voz de durazno, por tu manera de prolongarte en la luz y crecer en el aire. No creo que haya desaparecido del mundo la manada de resplandores que nos segua. Ms bien creo que se ocultan en el tiempo y que no ser consumidos.
T, continuacin del fuego, pedestal de la nube, desinencia de mariposa, andas hoy al garete entre harinas y entre otras materias incorruptibles que te guardan como guardan a todos los justos, a todos los hermosos cuya hermosura viene de lejos y no se va nunca, y se incendia cada da igual que la altura.
Satchmo, querido hasta la msica, soado hasta el arpegio, las arpas de David y sus graves de cobre te estn tocando el alma y los clavicmbalos el cabello sin fin.
Ricardo Wagner est de pie, aguardndote en una azotea tetralgica, lleno de flores que andan y crecen continuamente. Ricardo Wagner est en s mismo viendo que llegas al dominio de los cristales, armado de la trompeta bastarda y de la baja tocando un son del viento, sonando como un trueno recin nacido, y hmedo y perfecto.
Y yo, sombra sonora del futuro tambin estoy all, soada por dos cuerpos transparentes que se besan y funden y confunden en la gran azotea tetralgica donde todo es tan claro como Dios y el amor y los rboles.
Si pudiera abrir mi gruesa flor...
Yo no me dejar humillar por las cosas irracionales: penetrar lo que haya en ellas de sarcasmo hacia m har que las ciudades y civilizaciones se me rindan. W. Whitman
En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme... Cervantes
Eunice andaba en el sueo con zapatos de vigilia, ay, Eunice, por tus pies te van a negar el da! Eunice Odio
Si pudiera abrir mi gruesa flor para ver su geografa ntima,
su dulce orografa de gruesa flor: si pudiera saltar desde los ojos
para verme, abierta al sol, si no me golpeara de pronto, en la mejilla,
esta reunida sombra, esta orilla de silencio
que es lo que ciertos pauelos a la lgrima, un aposento blanco, descubierto.
Si pudiera quedarme abierta al sol como el sencillo mar
y alta, recin nacida hija del agua, creciera mi color al pie del agua.
Por qu no he de poder desnudarme los pies en una casa en que los alfabetos ascienden
por el labio a la palabra, y en que duendes de menta, sirven t verde y florecida sombra.
Por qu no he de poder desnudarme los pies en una casa
en que todos los das un ao desviste su estatura melanclica,
y en que la costa azul de un relicario guarda el retrato de un vecino de mayo que se ha ido.
Sin embargo
no puedo desnudarme los pies en esta casa ni poner sobre la mesa el corazn.
Pero puedo abrirme como una flor y saltar desde los ojos para verme,
abierta al sol.
Granada, Nicaragua, Junio 12 de 1946
Yo quisiera ser nia...
Yo quisiera ser nia para acoplar las nubes a distancia (Claudicadoras altas de la forma),
Para ir a la alegra por lo pequeo y preguntar, como quien no lo sabe el color de las hojas Cmo era?
Para ignorar lo verde, el verde mar,
La respuesta salobre del ocaso en retirada, el tmido gotear de los luceros en el muro vecino,
Ser nia que cayera de pronto dentro de un tren con ngeles, que llegaban as, de vacaciones a correr un poquito por las uvas, o por nocturnos fugados de otras noches de geometras ms altas.
Pero ya, que he de ser? Si me han nacido estos ojos tan grandes, y esos rubios quereres de soslayo.
Cmo voy a ser ya esa que quiero yo nia de verdes, nia vencida de contemplaciones, cayendo de s misma sonrosada, ... si me doli muchsimo decir para alcanzar de nuevo la palabra que se iba, escapada saeta de mi carne,
y me ha dolido mucho amar a trechos impenitente y sola, y hablar de cosas inacabadas, tinas cosas de nios, de candor disimulado, o de simples abejas, enyugadas a rosarios tristes.
O estar llena de esos repentes que me cambian el mundo a gran distancia,
Cmo voy a ser ya, nia en tumulto, Forma mudable y pura, o simplemente, nia a la ligera, divergente en colores y apta para el adis a toda hora. De "Trnsito de fuego"
Eunice Odio Eunice Odio
Nombre de nacimiento Yolanda Eunice Odio Infante Nacimiento 18 de octubre de 1919 San Jos, Costa Rica Defuncin 23 de marzo de 1974 (54 aos) Distrito Federal, Mxico Nacionalidad Costarricense, guatemalteca ymexicana Ocupacin Escritora Lengua de produccin literaria Espaol Lengua materna Espaol Gnero Poesa Movimientos Repertorio Americano Eunice Odio (San Jos, Costa Rica, 18 de octubre de 1919 - Mxico, D. F., 23 de marzo de 1974) fue una reconocida poetalatinoamericana. ndice [ocultar] 1 Biografa 2 Reconocimientos y premios 3 Obra 4 Enlaces externos Biografa[editar] Sus padres fueron don Aniceto Odio Escalante y doa Graciela Infante lvarez. Cursa estudios primarios en la escuela Delia U. de Guevara y los de enseanza secundaria en el Colegio Superior de Seoritas. Complement sus estudios con extensas lecturas, principalmente en el campo de la poesa moderna. Su inquieta bsqueda de nuevos horizontes la llev a viajar a Nicaragua, El Salvador, Honduras, Guatemala, Cuba y los Estados Unidos. De regreso al pas, a principio de los aos cuarenta, sus poemas son ledos en la radio, con el seudnimo de Catalina Mariel. De 1945 a 197 publica poemas en el Repertorio Americano de Joaqun Garca Monge, en el peridico La Tribuna y en el peridico Mujer y Hogar. En 1947 viaj a Guatemala para recoger un premio de poesa, y a dar charlas y conferencias. Finalmente, decide quedarse a vivir en ese pas. All trabaj en el ministerio de Educacin, escribi en revistas y peridicos y despus de una larga permanencia, en1948 adquiere la nacionalidad guatemalteca. Luego, por problemas personales se ve obligada a salir de Guatemala y decide ir a vivir a Mxico, donde reside hasta su muerte, con excepcin de dos aos y medio que vive en Estados Unidos. En Mxico trabaja en periodismo cultural, como crtica de arte, adems realiza traducciones en ingls, escribe y publica cuentos, ensayos, reseas y narraciones en peridicos especializados de arte y literatura. En 1962 se nacionaliza como mexicana. En 1963 publica una serie de artculos donde se manifiesta en contra del comunismo y de Fidel Castro. Esto le trae el repudio de la izquierda mexicana, lo que constituye un obstculo en su carrera periodstica. En 1964 comenz a colaborar con la revista venezolana Zona Franca. Falleci en la ciudad de Mxico el 23 de marzo de 1974. Reconocimientos y premios[editar] En 1947 gana el Concurso Centroamericano de Poesa "15 de septiembre", con el libro Los elementos terrestres, el cual es publicado un ao despus. En 1953 se le publica en Argentina el libro de poesa Zona en territorio del alba, texto que fue seleccionado por Centroamrica para ser publicado en la coleccin Brigadas Lricas. En 1957, enva por correo El trnsito de fuego, para participar en el Certamen de Cultura de El Salvador. Los encargados del concurso no retiraron el envo a tiempo, por consiguiente no fue considerado en la premiacin. No obstante, por el mrito indiscutible del poema, se le concedi a su autora, fuera de concurso, el equivalente a la mitad del segundo premio y, lo que es ms importante, su publicacin. Obra[editar] Los elementos terrestres, 1948. Zona en territorio del alba, 1953. El rastro de las mariposas, 1970. Territorio del alba y otros poemas, 1974. Eunice Odio Antologa, 1975.
Lrica de Eunice Odio vuelve a revivir con: Los Elementos Terrestres Lunes, 21 de Octubre de 2013 16:59 | Escrito por Jorge Ziga C. / [email protected] | | | La Editorial Costa Rica vuelve a re-editar la lrica de la escritora costarricense, Eunice Odio, con su libro: Los Elementos Terrestres, dicho libro se le hizo en el Instituto de Mxico, Los Yoses, un amplio homenaje el cual consisti en resear a la autora, su historia y trayectoria literaria.
El conversatorio estuvo a cargo de; Alfredo Gonzles comunicador, Mario Esquivel investigador literario y Alfonso Chase escritor. Cada uno expuso sobre Eunice Odio al pblico asistente. Para el comunicador Alfredo Gonzles, resear a la autora le fue tarea fcil por su conocimiento histrico, Una mujer que dej de ser nia a los ocho aos cuando pis una aula, adems se inspiraba en los escritos de Julio Verne, y se inspiraba en grabar imgenes en su mente para luego expresarse literariamente coment Gonzles. Como investigador literario recorr Costa Rica para investigar sobre esta autora, realic un escrito el cual reseaba ocho aos sobre la vida Eunice Odio y escrib un libro titulado: Eunice Odio en Guatemala una gran escritora, exclam Mario Esquivel, Investigador literario, quin tambin dijo que la mejor dcada de Odio en cuanto a escritura fue de 1947 a 1957. Joya de libro Por su parte el escritor Alfonso Chase, consider l a obra como una joya, un proceso cultural en cuanto al libro y su poesa, una poeta muy adorada por los poetas nicaragenses, adems que no era una escritora cristiana como muchos pensaban manifest Chase. La lectura de varios poemas contenidos en el libro el cual fue premio centroamericano de poesa en 1947, estuvo a cargo de Juanita Castro. El libro se integra por ocho poemas de variada extensin y se cierra con un As sea, equivalente al Amn de las oraciones cristianas, lo cual le transfiere un sentido de rito sagrado. Tres voces lricas, la del poeta, la de la amada y la del amado desarrollan el tema en una sucesin de dilogos que no conspiran con la esencia lrica pues anuncian la forma lrico-dramtica de la ltima etapa de plena madurez. Sobre la autora Eunice Odio Boix y Grave Peralta, poeta, ensayista y narradora costarricense, naci en San Jos en 1919. A partir de 1945 aparecieron sus primeros poemas de corte tradicional con algunos visos de vanguardismo en Repertorio Americano. En 1947 recibi el Premio Centroamericano de Poesa "15 de Septiembre" por Los elementos terrestres. Al ao siguiente apareci la primera edicin de este libro. Algunos de sus escritos son; Los elementos terrestres (Guatemala, 1948); Zona en territorio del alba (Argentina, 1953); El trnsito de fuego (El Salvador, 1957); El rastro de la mariposa (Mxico, s.f.): Los trabajos de la catedral (Mxico, s.f.): En defensa del castellano (Mxico, 1972). Adems, numerosos poemas, reseas, cuentos y ensayos fueron publicados en prestigiosas revistas y peridicos como Zona Franca, Revista Mexicana de Literatura, Cuadernos, El Cuento, Cuadernos de Bellas Artes, El Libro y el Pueblo, Cultura, El Imparcial y otros Lleg a Mxico en 1955 donde residi hasta su muerte. En este pas ejerci la tarea de periodista y colabor regularmente en El Diario de Hoy y en la revista Kena. Se hizo ciudadana mexicana, se cas con el pintor mexicano Rodolfo Sanabria y muri pobre y sola un 23 de mayo de 1974. El libro ya lo puede conseguir en las principales libreras del pas. Actualizado (Lunes, 21 de Octubre de 2013 17:23)
Obra potica de Eunice Odio resurge entre la crtica Katzy O`neal Coto, Periodista Oficina de Divulgacin e Informacin Categora: Letras Correo ElectrnicoImprimirPDFFacebookTwitter
28 NOV 2012 Ms de treinta aos despus de su muerte, el nombre de la escritora de origen costarricense Eunice Odio vuelve a escucharse entre los crculos de los estudiosos de la literatura, donde se ha revalorizado su produccin potica y su aporte a las letras latinoamericanas. Investigadores y docentes de la Escuela de Filologa, Lingstica y Literatura de la Universidad de Costa Rica se reunieron para compartir sus estudios sobre la vida y obra de esta escritora, en la mesa redondaVigencia del mundo potico de Eunice Odio, que se realiz el 14 de noviembre del 2012 en el Auditorio Roberto Murillo. En la actividad participaron; el director de la Escuela de Filologa, Lingstica y Literatura Dr. Carlos Villalobos Villalobos; el profesor Dr. Jorge Chen Sham, la profesora jubilada Dra. Peggy von Mayer Chaves y la profesora Mag. Irene Gonzlez Muoz, como moderadora.
Para la Dra. Peggy Von Mayer la poesa de Eunice Odio es muestra de su genialidad y sus muchas virtudes humanas e intelectuales. (foto:Rafael Len Herrera) Para la Dra. Peggy Von Mayer, quien realiz una edicin de las obras completas de la autora, la obra potica de Eunice Odio est siendo cada da ms valorada y se hacen traducciones a ms idiomas como el italiano o el ingls. La Mag. Irene Gonzlez Muoz destac las recientes publicaciones como Eunice Odio y su sensual mundo potico de Anthony Robb La Palabra Innumerable: Eunice Odio ante la crtica, compilacin del Dr. Jorge Chem Sham, y el Vol. 41 de la Revista Alforja publicada en Mxico en 2007, que contiene varios ensayos sobre su vida y obra, los cuales dan cuenta de ese renovado inters de la crtica. La escritora costarricense, quien adopt la nacionalidad mexicana, fue periodista, profesora de ingls y francs. Escribi artculos, ensayos, reflexiones, epstolas, cuentos y literatura infantil. Pero adems de toda esta produccin, Eunice Odio dej una extensa obra potica. Sus publicaciones de poesa fueron: Los elementos terrestres (1948, premio Centroamericano 15 de Septiembre), Territorio del alba (escrito entre 1946 y 1948 y publicado en 1953), Trnsito de fuego (1957), Pasto de sueos (1953-1971) y ltimos poemas (1967-1972).
El Dr. Jorge Chen Sham es editor del libro "La palabra innumerable: Eunice Odio ante la critica", obra que reinvindica el aporte de la autora a la literatura latinoamericana. (foto:Rafael Len Herrera) Su obra magistral Para el Dr. Jorge Chen Sham, Trnsito de fuego constituye la obra ms importante de la escritora. En su opinin, se trata de una monumental cantata poema que pone a Eunice al lado de las grandes poetas de la primera mitad del siglo XX. La obra se divide en cuatro partes y en la tercera se construye una catedral cuyo simbolismo remite a la trascendencia divina y el culmen de la construccin del lenguaje potico, explic el estudioso. Con l coincide la Dra. Von Mayer, quien opina que Trnsito de Fuego es su poema cumbre, el cual presenta importantes innovaciones en el modo de expresin y contenido, adems de una particular manera de codificar el mensaje que hace complejo su estudio y anlisis para los crticos.
El Dr. Carlos Villalobos destac que la literatura infantil escrita por Eunice Odio pone nfasis en lo ldico afectivo sin una intencin moralizante. (foto:Rafael Len Herrera) Destac que la obra potica de Eunice Odio es el resultado de varios factores como su cultura humanista, su excelente manejo del idioma espaol, su armona expresiva, su estilo propio y original, entre otras virtudes. En su opinin el gran mrito es haberle dado a su obra una calidad excepcional, capaz de generar una experiencia interior. Escapando desde la infancia Ms all de los textos, el Dr. Carlos Villalobos Villalobos ha investigado la relacin entre la obra de Eunice Odio y su biografa, a partir de la Teora Sistmico Familiar. Desde este enfoque muestra cmo la experiencia familiar y la niez de la autora resultan determinantes fundamentales de su produccin literaria. Destaca que la rebelda de Eunice comienza a manifestarse a los cuatro aos cuando empieza a fugarse de la casa, marchndose por horas. Esta prctica sigui durante toda su infancia, a pesar de los enojos de su madre y familia. En sus paseos descubrira la libertad y gozo de la soledad que la acompaaron el resto de su vida.
Las estudiantes del Curso de Literatura Costarricense estuvieron presentes en el Auditorio Roberto Murillo. (foto:Rafael Len Herrera) Villalobos la describe como una mujer que huye de las fuerzas punitivas de la sociedad,lo cual explica sus cambios de domicilio (de Costa Rica a Guatemala, Argentina, Estados Unidos y Mxico) y la dificultad de formar una familia segn los cnones del patriarcado. El viaje y la palabra literaria se convirtieron en su tabla de salvacin para recrear sus escapes de infancia concluye el acadmico. Investigar lo nuestro Como conclusin, los investigadores instaron a los estudiantes presentes en el auditorio a buscar inspiracin para sus trabajos universitarios en los autores costarricenses, quienes estn generando en la actualidad, una rica produccin literaria digna de ser investigada. La Dra. Von Mayer subray que los costarricenses no volvemos la mirada hacia lo que escribimos, por eso hace falta crtica y anlisis de lo nuestro. Por su parte, El Dr. Villalobos asegur que en Mxico y Centroamrica poetas jvenes conocen y respetan la obra de Eunice Odio. Para el Dr. Jorge Chen la potica de esta autora es un tema que podra ser desarrollado por estudiantes de la UCR en tesis de licenciatura o maestra en Literatura.
El rastro de la mariposa. Publicado por Priscilla | Etiquetas: Eunice Odio 06 sep -Tericamente es posible dijo Hans y cruz el aposento agitndose de una manera indemostrable. Son un fuerte gloouuuu. Rafael mir el tubo de vidrio en forma de paraguas invertido, conectado a otros cuerpos vtreos, burbujeantes.
Hans se ajust el cinturn sobre la tnica inmaculada; se acerc al laboratorio, regul la vlvula de vapor que escapaba en cantidades mnimas; fue hacia un rincn iluminado con luz que pareca no tener origen; abri la puertecilla de la alacena empotrada en el muro; sac un frasco de cristal y sirvi dos vasos de un lquido violeta.
-Tu elixir negro -musit Hans con tono de creyente en oracin, y alarg el vaso al pintor.
En vez de tomarlo, Rafael se puso en pi y mir con intensidad el lquido que Hans le ofreca y que, al quedar expuesto a la luz, cambiaba adquiriendo un tono negro aceituna. Acerc los ojos a la superficie del vaso lleno, envuelta en llamas ondulantes de plata mercurial que volaban, de algn modo impalpables y, sin embargo, visibles en dimenciones mayores que su extraa esfera de accin. Su mirada pas, involuntariamente, de las ondas de mercurio flamger, a la mano que sostena el vaso. Sinti vertigo, al ver que la mano estaba interiormente alentada por la misma llama de mercurio, gaseoso y ondulante... O todo era una ilusin? No arda el mercurio en las clulas de aquella mano? Asu pesar alz los ojos y encontr los de Hans.
Haba en ellos una febrilidad mucho ms intensa que la habitual. Y tambin... O era otra ilusin?... El deseo de dar una respuesta. Pero Rafael nunca preguntaba nada. vidamente tom el vaso, mientras la hoguera fra de la superficie creca, y las llamas se fugaban, tomaban la forma de espiral, y se disolvan al contacto con el espacio de afuera.
Aunque tantas veces haba sido testigo de esto que llamaba paisaje humano, nunca ante l dejaba de sentirse en un estado que no poda nombrar. Y pese a que innumerables veces haba recibido aquella ddiva nica, nunca antes haba notado que, en la proximidad de la onda mercurial, la mano del sabio rebasara los lmites corporales. En presencia de quin, de qu estaba? Cuntas veces se haba hecho la misma pregunta?
En el fondo del vaso persista una chispa de plata. Despus de algunos instantes se apag. Entonces apur el primer sorbo. Conoci de nuevo aquel sabor que pareca deleitar a todas sus clulas, como si se convirtieran en cuerpos con rganos gustativos, encadenados en una misma atraccin sensorial. Paladeaba poco a poco y se embriagaba, con una embriaguez que nada tena en comn con la del vino, y s con la que poda llamarse suprema energa de la conciencia. Pero no estaba solo ni con Hans. Junto con l, sentidas por l, sintindolo como contenido y no como continente, se embriagaban sus clulas, en ese gran delirio lcido de la conciencia. Y de pronto ces, tan sbitamente como se sale de un trance hipntico sin dejar ni el menor rastro. Cunto duraba? Nunca supo la duracin de ese estado indescifrable, por ms que le hubiera sido fcil medirla (lo haba sido, en verdad?), con slo mirar su relog en la mueca. Pero no quera saber nada... Me repugnaba saber. Se me retrasaran los sentidos si pensara en la duracin de una flor en lugar de mirarla.
-Tericamente es posible -repiti Hans.
Es una idea fija -se dijo Rafael, irritado y fascinado a la vez. Levant los ojos del gran topacio que reverberaba en el meique izquierdo de Hans. Hans lo estaba mirando fijamente con aquellos ojos atigrados de lo uqe acecha sin saberlo.
-Lo mismo han querido otros, antes que t -dijo Rafael. Crear un organismo viviente en toda si prodigiosa complejidad, desde la clula ms simple hasta la de mayor complicacin estructural, ha sido el sueo de una legin. Pero hasta ahora, lo nico que han hecho es romperse las alas...
-Hasta ahora -interrumpi Hans levantando la voz- no lo han conseguido porque trabajan con instrumentos tan complicados como groseros... Y porque su saber es fragmentario. Para averiguar el secreto de la danza ritual a que se entregan las cromatinas, antes de la divisin celular, no basta un microscopio superelectrnico; no osn suficientes sus bases tericas y sus burdos colorantes. Para todo eso y otras cosas, hacen falta colorantes que hayan pasado por un proceso de ultrarrefinamiento continuo.
-Te refieres al mtodo de refinamiento alqumico.
-Y a qu otra cosa podra referirme? Claro que s, hombre! La diferencia que hay entre los otros y yo, es que ellos trabajan con substancias, y yo con la substancia. Microscopio ultraelectrnico! Y pensar que la existencia de ese chisme bastante intil los asfixia de orgullo! Pobre Dr. Nirenberg! Creme que casi me duelen las hazaas del pobrecito Dr. Pelo! No. No mi querido amigo. Para contemplar la sutileza intrnseca y, lo que es ms importante, la fuerza secreta de la molcula de DNA, se requiere un aparato que funcione con fuerzas inmensas sutilizadas. Me entiendes? Busquemos las cosas con los instrumentos adecuados. Verdad que para examinar la diminuta marca de una cucharita de plata, utilizas una lupa potentey no el anteojo de un astgmata? Pero resulta que ellos buscan el ser, y aun su causa, con anteojos de larga vista.
-De acuerdo. O con palillos de dientes, convino Rafael y aadi: Pero, qu es lo que te propones ahora? Pregunt porque parece que estas empeado en decrmelo. Quiera o no quiera.
-No quieres orme?
-Prefiero no orte.
-Tienes que oirme... Y vas a orme porque ests menos incomunicado que yo... porque tienes algn vnculo con algo... Porque hoy, precisamente hoy, necesito vincularme a todo trance... Porque necesito mostrar mi soberbia, no como un acto de contricin sino de humildad...
Hans hablaba con voz afnica, como siempre que lo subyugaba la emocin. Rafael, sacudido, se enderez para escucharlo.
-Qu es lo que me propongo ahora?... Ahora... jm... ahora. Decir ahora es ignorarlo todo de m... Pero no tienes la culpa. Yo mismo he vivido tantos siglos... que he olvidado mucho... Ignoro ya tanto de m!... S, no sabes. Nunca sabrs cunto, porque hasta para m eso tiene ya la categora del misterio ms profundo... Pero esto a nadie le interesa, ni siquiera a m. Lo importante es que no sabra lo que s si... Se necesita tiempo... S, s, tiempo, querido, mucho tiempo...
Rafael mir aquella tez plida pero fresca de Hans; su pelo renegrido y vivo; sus ojos de un joven de 40 aos, atigrados y cambiantes como los de un iluminado. Por primera vez se sorprendi tomando en serio aquel frecuente decir de Hans: He vivido tantos siglos! Se pregunt una vez ms a qu hora haba acumulado este hombre tantos y tan complicados conocimientos. Aquello pareca milagroso. Cmo se puede ser tan sabio a los cuarenta aos? Tena Hans 40 aos, 400 aos, 1000 aos? Sinti una necesidad de preguntar, rara en l; pero se contuvo. Tuvo conciencia de que Hans segua su movimiento interior con los ojos que penetraban.
-Sabes otra razn para que tengas el honor y la obligacin de orme? Que no preguntas... Que puedes vivir en silencio y con deleite... Por eso eres uno de los pocos seres vivientes a quienes casi amo... Y admiro.
Hans sonri. Rafael no pudo evitar, ante aquella sonrisa vista por primera vez (ahora se daba cuenta de que nunca haba visto sonrer, ni menos rer al Dr. Hans Arnim) que lo invadiera algo indefinible. Porque Hans Arnim se transfigur. Aquella sonrisa lo transform en ngel cado, profundamente seductor y perseguidor, con algo o mucho de los ngeles que perseveraron. Era una revelacin anonadante porque esconda otra: Este hombre debe haberr amado alguna vez...
-S, escchame bien estaba diciendo Hans. Desde hace muchos, muchsimos aos, busco el secreto de la mariposa... Quiero construir una, desde sus cimientos, hasta el punto lmite de sus alas Te causa estupefaccin seor pintor, que no ambicione construir un hombre, clula por clula? Te extraa que centre mi potencia y mi acto, en un ser aparentemente inferior al gran rey de la creacin?
-No hay criaturas inferiores ni superiores. Slo las hay distintas. La diferencia entre ellas reside slo en grados de belleza.
-Exacto. Dicho precisamente: en la belleza de su esencia.
-Quieres ser igual a Dios.
-Y t? -contest Hans con otra pregunta, segn su costumbre.
-En un tiempo busqu la iluminacin -murmur Rafael.
-Cul es la diferencia?
-T apeteces el poder. Yo quise la integracin de mi ser, infinitamente pequeo, en el Todo, infinitamente grande. Persegu lo que t, un da en la alquimia. Pero t, por tu va, no conseguirs lo que persigues. Yo por la ma, ya lo he conseguido.
-No me escuchas. Por eso desafas a un artista que no quieree y no puede aceptar el desafo.
-Permteme ser pueril... Quin que es no es pueril alguna vez?
-Eso no es puerilidad sino enajenacin. Algo te ocurre, no raro sino extraordinario, para que monologues hasta el extremo de no ver que estoy empleando el verbo en pasado.
-No resolviste tu koan?
-No -dijo Rafael.
-Crees que lo hars?
-Creo que jams lo resolver. No soy ni nunca podr ser pintor zen. Siempre ser pintor a secas, inevitablemente pintor ante todo. Haga lo que haga, no logro desasirme del goce esttico. Mi mente y mi espritu no consiguen prenderse a la exaltacin del koan, llamados por las apariciones de la belleza.
-Has renunciado?
-S -dijo Rafael sin amargura.
-Te duele?
-No, tengo la pintura. Por ese camino ir a alguna parte. Al fin se me abrir una puerta, o varias; o ninguna; pero ese es mi camino y el que debo seguir... Mi error consisti en ir por el que no me perteneca. Pero tal vez no fue un error, sino un movimiento necesario y previsto.
-Qu quieres decir?
-Durante dos aos not que cuanto ms me internaba en la senda del koan, tanto ms me ligaba al goce esttico en s, en vez de desligarme de l... hasta que me fund con l en forma tal, que hemos llegado a ser una y la misma cosa... Yo... Un estado del alma, mientras sobre la tela hago nacer la animacin que nunca cesa. Nada ms quiero ni puedo ambicionar. El misterio del koan no me dijo el Nirvana, pero s el centro de mi equilibrio en la tierra... Y presieto que algo ms que tal vez nunca llegue a saber... Los designios del Altsimo son inescrutables.
-De modo que ahora eres solamente pintor -observ Hans recalcando los adverbios.
-Solamente pintor -dijo Rafael sonriendo con toda su cara fuerte y virginal, de un modo que a Hans le pareci burln.
-Y no deseas ms? -insisti Hans, sin querer darle importancia a la sonrisa burlona.
-No. Me conformo con goces ms modestos. Creo que me he vuelto sumamente sabio. Quiero ser el prjimo de una liblula... O su par, cuando ms. Pero nunca su padre material y espiritual. Estoy a salvo.
-A salvo de qu?
-No corro el riesgo de integrar la legin de los desesperados, que se quemaron las alas...
-Hans se arroj. Su inmensa mano larga apres la mueca del pintor. Se miraron. Eran dos fuerzas poderosas que se repelan y atraan simultneamente. La mano de Hans segua apretando la mueca del ms que nunca enemigo.
-Escucha -dijo Hans-. No sabes que todava existe una multitud de molculas desconocidas, y que yo conozco algunas de esas desconocidas molculas? Y eso no es todo... Desde hace aos las mentes cientficas se preguntan, cmo se duplican los genes, miles de millones de veces, para poblar miles de millones de nuestras clulas... Y yo tengo la respuesta a esa extraordinaria pregunta... S, s, querido mo... Yo la tengo... a sa y a muchas otras... Por ejemplo, a una fundamental para la hechura de la mariposa.
Rafael se desasi del puo que rodeaba su mueca como un torniquete; Hans se desaboton el cuello de la tnica, mientras el sudor le escurra por la frente.
-Lo que sigue te lo dir en pocas palabras -dijo Hans, de pie frente al pintor, con los brazos cruzados sobre el pecho; los ojos ligeramente entrecerrados, como si quisiera concentrar su fuerza sobre Rafael.
-Lo que sigue es esto -prosigui: como no ignoras, es la molcula maestra de DNA la que sabe cmo se hacen las uas, el corazn, la piel y, en fin, todas las partes del organismo vivo; y es otra molcula protenica, la de RNA, la que transmite a los ribosomas la informacin que le da la de DNA, para que fabriquen las protenas de que se componen los organismos vivientes. Tambin sabes que, hasta ahora, se ha ignorado el mecanismo molecular de informes, del DNA al RNA, y de ste a los ribosomas. Pues bien, Te asombrara saber que lo he descubierto? Te das cuenta de que quien sabe esto puede mucho?... Con esa clave en la mano, todo es un juego de nios... S, es puro juego de nios leer la cifra de amino{acidos, de una mariposa cuya especie se extingui hace cinco mil aos... Criatura deliciosa! La encontr en un glaciar, hundida a poca profundidad... Buscaba otra cosa y la encontr a ella. Iba slo y la encontr... y no lo que buscaba. Las alas transparentes, blancas, alargadas... De eso se trata... De... No, no imagines que quiero simplemente resucitarla... Se trata de hacer una copia de aquel animal que vivi hace miles de aos... Hacer una de las que an viven no tendra sentido... Por lo menos para m... Esto no es todo lo que s, pero que te baste... Por ahora. Slo aadir una ltima leccin... ya sabes que lo que produce la luz de las lucirnagas es una enzima especial.... Tambin sabes que, durante siglos, el hombre se ha preguntado por qu y como vuelan ciertos animales... He logrado descubrir que este fenmeno, como el de la luz fra de los insectos, tambin se debe a una enzima especial... Y que la diferencia entre las alas de un pjaro y las de una mariposa, por ejemplo, tiene su causa en variaciones de las disposiciones geomtricas de substancias ultrapuras... Si las ordenas en cierta forma, el resultado es un animal con alas de determinada especie. Es ms... No slo es sa la clave de las alas, sino de la totalidad de criaturas vivientes. Cada parte de ellas tambin debe su funcin y su forma a determinadas disposiciones geomtricas de la materia. La llamada Cifra gentica, por medio de la cual se comunican y obran el DNA, el RNA y los ribosomas, slo es nmero y geometra pura... Dej la alquimia cuando haba llegado al penltimo escaln, porque no me interesaba su fin ltimo sino sus medios... Yporque lleg a fascinarme el movimiento de todo ser vivo... la multiplicidad de movimientos que ocurren en cada ser viviente... el juego atmico, la agitacin molecular... la clula capaz de realizar dos mil actos diferentes por minuto y en la cual, por lo tanto, el tiempo queda desintegrado por la velocidad y simultaneidad de la mocin que ocurre dentro de nosotros, y que ni siquiera sospechamos... sta es mi obsesin... El movimiento elevado a regiones matemticas con las que slo es posible soar, porque los nmeros que las rigen son una ecuacin suprema. Comprendes ahora por qu fui a la bioqumica, a la fisicoqumica, a la biologa molecular y a otras cosas igualmente seductoras...? Lo dems era natural y lleg solo. No me importan los aos de sufrimiento porque ahora s...
Hans se inclin sbitamente y dijo en voz baja, ms afnica ahora, acercando los labios al oido de Rafael, como si alguien ms pudiera orlo:
-Voy a mostrarte algo. Nada importara que hablaras de lo que vas a ver, porque no te creeran. Ven.
Llegaron ante una inmensa puerta de hierro. En la gran habitacin abovedada, revestida de un metal que Rafael no pudo identificar, slo haba, en el centro, un aparato de grandes dimensiones que pareca... A que se pareca? Tal vez a una enorme cmara fotogrfica?
Rafael no pudo averiguar a qu se asemejaba el objeto, porque Hans presion un botn y todo qued a la vista. Lo que absorbi la atencin de Rafael no fue la materia de aspecto vtreo, en la que sumergidos, se balanceaban como mecidos por la brisa, sobre estructuras semejantes a torres de alta tensin, unos discos de consistencia nebulosa. Algo aun ms notable le hizo clavar los ojos en un punto: el espejo redondo, vertical, con apariencia lquida, sostenido por dos esferas; y un rayo de luz reflejado dentro del espejo. Hans presion otro botn y la escena cambi... Iluminada por el rayo, surgiuna forma geomtrica que se mova simtricamente, con un ritmo quntico, brotando descargas de luz blanca azulada.
-El tomo de carbono -explic Hans-. La vida brotando de los electrones que forman su valencia... Ests mirando el tomo mas poderoso de la tierra... La forma de donde nace la chispa vital... Verlo es contemplar el primer da de la creacin. Detrs del espejo hay un laboratorio, donde realmente actan varios tomos de carbono...
Rafael sinti vertigo al notar, sbitamente, que todo lo que miraba se habia agrandado, hasta alcanzar proporciones enormes y llenar un espacio muchas veces mayor que el aposento donde se hallaban... Y que todas las formas contempladas se iluminaban con luz propia, dentro de una atmsfera negra y palpitante. Estremecido, volvi a fijar los ojos en el tomo centelleante que se mova dentro del espejo.
Regresaron al laboratorio mientras Rafael senta que trastrabillaba por dentro, invadido por una sensacin de nusea.
Se despidi sin palabras. Sali al aire fresco de la caida de la noche, como si por primera vez penetrara en el mundo aparente en que se mueven los hombres. Sinti extraeza de cuanto lo rodeaba. Casi no reconoci el almendro que siempre haba estado a la derecha de la casa de Hans... Lo identific momentos despus, pero no supo su significado. Le cost trabajo persuadirse de que el farol del alumbrado no era una alucinacin; que tampoco lo era el perro colilargo y orejn, echado en medio de la acera, con las patas delanteras colocadas paralelamente, igual que una esfinge. Los objetos y seres se haban sumergido en la irrealidad del ms ac. Decidi ir a pie hasta su casa. Tal vez as hallara algo a que asirse... Algo que lo devolviera al mundo bello y simple a que perteneca; aquel mundo con un velo echado, que no deja ver el misterio. Era necesario que lo hallara antes de dar vuelta a la llave en la puerta de su casa. Senta que si se dorma en ese estado de conocimiento de la irrealidad profunda de la realidad, no despertara siendo el mismo. Torci en direccin contraria a su casa. Se detuvo frente a una vitrina de un anticuario. Desde el centro de la vitrina lo miraba un personaje de Bizancio enmarcado en oro; un rey de copas que, con su palma derecha, sostena un orbe en el centro del cual haba un tringulo, dentro del cual miraba un ojo, y que, con su izquierda sostena otro orbe transparente, dentro del cual fulga un cetro. Rematando la esfera resplandeca una corona. El rey de copas extendi ambas manos, mientras los dos orbes giraban vertiginosamente. El rey de copas baj uno de sus prpados; despus, baj el otro prpado. Los dos prpados llegaron al suelo. Rafael mir al interior de la tienda. El anticuario lo estaba espiando con ojos amablesy un poco turbios. Rafael huy caminando despacio; despus ech a correr sin parar.
Exhausto, se detuvo bajo un rbol de la gran avenida, bastante solitaria a esas horas. Se apoy en el enorme tronco y lanz una mirada en torno; tema que lo vieran en ese estado; pero pronto se tranquiliz; el rbol daba mucha sombra y el transente ms cercano era un vendedor de peridicos que no pareca interesado en venderlos. El Correo de la Tarde con las ltimas noticias de la expedicin al...
Rafael vio que el nio sujetaba una hebra de hilo con la cual arrastraba... Qu era aquello que serpeaba por el suelo sujeto al extremo del hilo? Un montoncito de hilo. El nio interrumpi intempestivamente su pregn casi inaudible y murmur dirigindose al montoncito de hilo: Ya vers, mi caballo, ya vers cuando lleguemos a la isla mgica, con el rbol que canta, el pjaro que habla como nosotros y las frutas de perlas riqusimas que...
Rafael miraba fascinado al nio que se alejaba con su caballo -montoncito de hilo. Se sinti devuelto a la tierra; a la alegra de no participar abiertamente en lo desconocido. Casi abrumado de gozo, se encamin al parque. All, varios hombres discutan sobre las prximas elecciones. Se sorprendi al darse cuenta de que escuchaba con atencin, el debate poltico que nunca le haba interesado. Por primera vez, ese da, sinti que era un hombre como todos. Esraba casi asfixiado de alegra sbita. Quera abrazar y besara todos aquellos hombres del gora.
-Cmpreme los peces de colores -dijo la vocecita dej un aro en el suelo y levant la redoma.
-Dgame si no brillan -inquiri el nio levantando la redomilla de vidrio, para que brillara la luz del parque.
-Brillan mucho, y son hermossimos. De dnde vienen?
-De varios ros y de un lugar llamado la India... que no existe -replic el muchachito con la cara iluminada, ante la evolucin de un lugar que no existe.
-No existe y por eso es maravilloso... y da peces de brillo y flores descomunales.
-Como de que tamao?
-Como del tamao de la sombrilla de tu mam.
-Mi mam no tiene sombrilla, la nica que si tiene es la seora de la floristera.
-Pues como del tamao de la sombrilla de la seora de la floristera. -Rafael sac un billete grande y nuevecito.
-Dame los peces de colores.
Rafael lo mir alejarse saltando y haciendo girar el aro. So que haba soado que Hans lo transportaba a una atmsfera negra y palpitante. Despert sobresaltado; volvi a sentirse enfermo, sin saber... pero no... All, sobre la mesa de dibujo, se agitaban los pecesillos en la redoma. No haba soado.
Not algo en su corazn... Como si hubiera aumentado de tamaoy le pesara. Estir el brazo para tomar la bata. Sinti los huesos de ese modo! De cul modo? Rafael trat de analizar aquella sensacin. Le dolan los huesos? No. No le dolan. Le complacan? No, tampoco. Simplemente estaban ahi... Y no eran el dolor o el placer los que le daban conciencia de ellos. Qu era entonces? Record que... Segn creo era mircoles... No como desde el lunes... Tengo hiperestecia por ayuno... Eso es todo... Que soy un necio!... En el restaurante del parque, bastante solitario a esa hora, estaba la pareja de ancianos en la mesa de siempre. Ella muy dulce, con el gran lunar pintado en la mejilla y el sombrero alado para protegerse del sol. O para qu era?
Tena fro. Pidi vino tinto caliente. Not que ya no senta los huesos. Al saborear ese vino de la tierra, inocente y alegre, que nada deca a sus clulas, le pareci que era el mejor del mundo. Doctor Hans Arnim... Nunca volver a tomar tu vino... Jams desear ese beneficio de duracin efmera reservado a muy pocos... Te lo bebers con los demonios que te rondan, menos yo. Alz el vaso, brind con nadie o con el aire y dijo: Salud! Not que la ancianita lo miraba maliciosa a hurtadillas... Debe pensar que estoy loco... Y qu? Yo tambin pienso que ellla est loca.
El camarero esperaba. La verdad era que no tena hambre.
-Trigame cualquier cosa y el peridico.
Una mariposa azul pas por el parque. Rafael apart la mirada... Otra vez Hans! -Se dijo irritado; pero un instante despus la busc a su pesar y la sigui absorto. De pronto le pareci que los pjaros y las flores... Que los rboles no eran rboles, sino metforas de rboles que vivian muy lejos. El parque... El parque no estaba irreal en la forma acostumbrada. Los surtidores de la fuente cercana, por qu sonaban distinta y separadamente, lo mismo que notas sincopadas?
Clov los ojos en el peridico. La palabra le hizo el efecto de un rayo. All, en grandes letras, Hans. Desdobl el diario. Ley: EXTRAA DESAPARICIN. La nota era breve. Deca: Hoy, a eso de las tres de la madrugada, los vecinos del Dr. Hans Arnim fueron despertados por el ruido de una explosin. Ms de 50 personas que salieron de sus casas a indagar, fueron sorprendidas por otra explosin, que pareca haber ocurrido en la casa del misterioso doctor.
Mientras uno de los curiosos fue a llamar a la polica, los dems se acercaron cautamente a la casa. Oyeron entonces, el crepitar de un incendio y observaron que las dos habitaciones que daban a la calle, se iluminaban intensamente.
Rafael transpiraba atornillado a la silla, sin casi poder comprender lo que lea. Prosigui trabajosamente: Los bomberos no perdieron tiempo y derribaron la puerta de entrada provistos de mangueras. No obstante, al entrar en las habitaciones 'incendiadas' completamente desiertas, comprobaron que no haba tal incendio, aunque la temperatura que ah reinaba era excesivamente alta.
Seguros de que el Dr. Arnim haba sido vctima de algn accidente, lo buscaron por toda la casa y en el pequeo jardn del fondo, sin hallar ni rastros de l.
Por otra parte, con excepcin de algunos vidrios rotos, no se apreciaron ms daos.
Es posible que el Dr. Arnim haya estado ausente en el momento de la rara explosin, y del ms an raro 'incendio'; pero si fue asi, porqu no se hall ni el menor indicio del sabio?
El doctor viva completamente solo. No se le conocen parientes ni entre sus papeles se ha podido encontrarr ninguna pista en este sentido. Los vecinos han declarado que slo de vez en cuando reciba visitas.
Que hay en el fondo de esta misteriosa desaparicin? La polica trabaja activamente en el caso.
El parque se haba alejado. Era un parque visto a travs de binoculares. O era que los ojos se le haban hundido hasta el fondo del cerebro? Quienes, aparte de l mismo, eran los amigos de Hans Arnim? Quin era Hans Arnim? Donde estaba? Rafael crey saberlo.
El parque se haba alejado. All, en el centro de las lentes, localiz a todos sus habitantes. Los animales y los vegetales se hallaban en sus ojos simultneamente, como si estuvieran reunidos en sus pupilas; o como si l se hallara en todo lugar del parque al mismo tiempo. Se qued quiero mientras lo iba invadiendo la conciencia abrumadora de todos sus huesos. Busc algo que lo situara en el centro material de este parque, convertido en el centro del universo. Vi, nebulosamente, un plato que contena algo, Hall, con sorpresa, que poda tomar el tenedor. Lo dej a un lado con repugnancia. Si puedo tomar el tenedor, entonces... No se atrevi a afirmar: puedo irme. Dijo simplemente: Debo irme.
Puso un pie en el suelo con todas sus fuerzas. Se levant por completo. Ech a caminar por el sendero, mientras el parque se alejaba, junto con l, como si ambos estuvieran siendo mirados por un tercero a travs de un telescopio. Vi su casa all, alejndose con cada paso que daba. Se alejaba como el parque y l. Cunto tardara en llegar? Sin embargo avanzaba, pisaba firmemente, mirando muy bien dnde pona el pie. Vi una hormiga all, en el lejano fondo del suelo, pero no su propio pie... Dnde est mi pie izquierdo? Not que tampoco vea sus propios contornos claramente. Se dio cuenta de que sus huesos se le estaban aligerando. Atraves la calle de un salto.
Quin estaba poniendo la llave en la cerradura de su puerta? Era l! Era l! Al fin!
Entr. El hueso ilaco se le haba aligerado tanto, que tena la delgadez de una oblea. Poco despus qued disuelto junto con todo su esqueleto que se disemin por el cuarto. Ahora se sinti ligero, como el da, acariciado dentro de la carne. Su traje, que ya no contena nada, cay vaco al suelo. Trat de verse por fuera... No se vea nada. Se mir por dentro. Vi un agujero luminoso que era l.
All estaba el papel en su soporte y el pincel elstico. Se levant del suelo, con un dedo se apoy en el aire. Con mano que no senta el esfuerzo tom el pincel, lo moj y empez a trazar el resumen de los mas hermosos recuerdos de la vida. Se concentr en el punto mximo de una flor, y puso el amarillo cristalino que alegr a todos los animales. Pens en los vientos que se llevaban los olores de todas las cosas, y las formas de todo lo que tocan, y los cantos de los peregrinos bajo el sol. Y fue creando el rbol infundido en el espritu, resonante y perdido entre los animales que vuelan. Y aquel rbol estaba contenido en una flauta flamgera que asombraba a los viajeros.
Y de pronto se le aparecieron los cielos en cuerpo y alma. El pincel vol delante de la mano iluminada, la mano vol perseguida por un espritu que brotaba del aire y del fuego y de la tierra y del agua, y tapizaba los muros de la mariposa y su gran desnudez suspendida. Blanca, mvil, extendida sobre el lecho del mundo, la mariposa despuntaba y variaba como el sol, relampagueando invisible entre los cnticos, en todo semejante a un palacio de burbujas. La segua un escuadrn de seres espejeantes que reflejaban sus alas.
Estaba hecho. El pincel cay de la mano.
Lo despert la luz del sol que entraba por la ventana cerrada y el gozo profundo del dia siguiente de la creacin. Mir enajenado la hoja de papel... Se incorpor sobresaltado. All estaban el rbol y el amarillo que pareca que acabara de pronto, lo mismo que la luz del da. La mariposa haba desaparecido. Turbado, apart los ojos de su obra. Haba soado que pintaba una mariposa digna del sol? Fue todo una ilusin del espritu exacerbado?
Volvi a fijar los ojos en el cuadro y vi... S, no caba duda... Sobre el amarillo semejante a una duracin brevsima, haba un vacio idntico al cuerpo de la elegida. Ese era su contorno. En el lugar donde estuvieron sus alas, an se vea una mancha luminosa. Se comprimi la cabeza con las manos. Estoy enfermo. Desgraciado, desgraciado de ti, inferior a tus sueos! Cmo pude pensar que era verdad esa materia en movimiento, ese paso, de la nada, a la movilidad perpetua del aire? Dios, hazme, algn da idntico a uno de mis sueos!
Se levant abatido. Se acerc a la mesa para ver ms de cerca. Sobre ella, en su soporte, lo miraba el rbol perdido entre los animales que vuelan. Se acerc an ms. Le pareci que la superficie de la mesa tena un brillo inslito... Pero no indag su causa, absorto en la contemplacin de su obra... Slo mirar el rbol y el espacio desierto... donde cre darle nima... Ya nunca mirar nada ms...
El brillo se concentr en un punto irisado y transparente. Fue entonces cuando se vio y se inclin para mirar, con ojos de posedo. All estaba slo eso: una crislida irisada, transparente, rota haca unos segundos, todava hmeda.
Abri la gran ventana y abati los ojos, porque supo que no podra mirarla vivir.
En un instante, el pintor vio de nuevo su cuerpo. l, como el rastro de la elegida, apareci en el mundo.