Shapiro
Shapiro
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El término “inteligencia emocional” fue utilizado por primera vez por Peter Salovey de la Universidad
de Harvard y John Mayer, de la New Hampshire, en 1990. Afirmaron que las cualidades emocionales
que tenían importancia para conseguir éxito eran la empatía, la expresión y comprensión de los
sentimientos, el control de nuestro genio, la independencia, la capacidad de adaptación, la simpatía,
la capacidad de resolver los problemas de forma interpersonal, la constancia, la cordialidad, la
amabilidad y el respeto y que estas capacidades son más importantes que la capacidad intelectual. El
bestseller de Goleman, 1995 popularizó el concepto.
Si es difícil saber en que consiste el coeficiente intelectual (CI), más confuso es conocer el
coeficiente o cociente emocional (CE). Salovey y Mayer definieron la inteligencia emocional como “un
subconjunto de la inteligencia social que comprende la capacidad de controlar los sentimientos y
emociones propios así como los de los demás, de discriminar entre ellos y utilizar esta información
para guiar nuestro pensamiento y nuestras acciones”. Ambos cocientes interactuan, pero en opinión
del autor, mientras que cada generación parece ser cada vez más inteligente, sus capacidades
emocionales y sociales parecen disminuir vertiginosamente. Cada día6 niños se suicidan, 342 son
arrestados por delitos violentos y 6042 por otros delitos y 135.000 acuden con armas a la escuela.
Estos y otros datos hacen pensar que hay que cambiar el modo como educamos a nuestros hijos. Eso
es lo que pretende Shapiro con este libro que se basa en investigaciones hechas en hospitales,
clínicas, universidades y escuelas de EEUU y que enseña como desarrollar las capacidades
emocionales y sociales del niño.
Tras estudiar los tres estilos generales de padres, el autoritario, el permisivo, y el que tiene autoridad,
explica lo que debe ser una disciplina positiva, necesaria para todos los niños, en especial cuando se
traspasan los límites de las normas sociales. Da una serie de consejos (establezca reglas y límites
claros y hágalos cumplir, prevenga los problemas antes de que se produzcan, si el castigo es
necesario que sea inmediato y guarde relación con la infracción, etc.) y propone algunos castigos,
casi todos tradicionales y dependiendo de la edad del niño (la reprimenda, el rincón, repetir bien lo
que se hizo mal, etc). Y concluso diciendo: “Si usted quiere educar a un niño con un CE elevado es
mejor que sea excesivamente estricto que excesivamente indulgente”.
A los 4 años los niños comienzan a comprender que mentir está mal. La mayoría de las capacidades emocionales de
los niños mejoran con la edad, pero la sinceridad es una excepción. Los niños mienten por muy variadas razones: por
evitar un castigo, para conseguir lo que quieren, para conseguir la admiración del otro. Cuando son adolescentes
también para preservar su intimidad o evitar una situación incómoda. Hay que decirles que mentir erosiona la
cercanía y la intimidad, engendra desconfianza, traiciona la confianza e implica una desatención hacia la persona
engañada. Es necesario enseñarles el valor de la sinceridad cuando son pequeños y ser coherentes con el mensaje a
medida que crecen.
William Damon señala que nuestra cultura ha ido demasiado lejos en tratar de proteger a los niños,
de cosas de las que no necesita ser protegido, y que mostrar demasiada comprensión y simpatía
hacia algunos niños puede resultar tan perjudicial como lo contrario. Las teorías permisivas han
guiado a la sociedad americana desde el famoso libro del Dr. Spock, publicado en 1945, hasta el
movimiento del potencial humano de C.Rogers y V. Axline (cada individuo tenía el derecho y el poder
de realizarse a sí mismo a su manera) y “se sigue criando a los niños de hoy en base a lo que
sabemos que son principios erróneos”, dice Shapiro. Para él el error más significativo cometido por
los defensores de la educación permisiva, ha sido el hecho de haber eliminado lo que se llama las
malas emociones, en especial la vergüenza y la culpa, que cumplen un importante papel en el
desarrollo emocional del niño. En muchas culturas la vergüenza
TERCERA PARTE. LAS CAPACIDADES DEL PENSAMIENTO DEL CE.
Los seres humanos tienen la capacidad de inventar y controlar sus emociones a través del
pensamiento. Se está descubriendo que la porción pensante del cerebro puede impedir tanto
problemas físicos como emocionales. Y que cualquiera puede aprender estas técnicas sin necesidad
de años de terapia prolongada. Las técnicas (pensadas en principio para niños de algo riesgo, pero
válidas para todos) se clasifican como terapias cognoscitivas porque se basan en la suposición de que
nuestros pensamientos son la forma más fácil de cambiar nuestra manera de sentir.
El pensamiento realista es lo contrario al autoengaño, tan frecuente en los humanos y que le lleva a
cometer numerosos errores. El hecho de que hagamos cosas que nos perjudican con tanta frecuencia,
indica que la evolución ha tomado un camino equivocado en el desarrollo de la porción “lógica” del
cerebro. Con frecuencia “conspiramos” con nuestros hijos para evitar ciertas verdades dolorosas. El
autor dice que un modo de enfrentar a los niños con la realidad, sea lo dura que sea, es a través de
contarles “historias de modelos positivos” que contengan un problema similar –nunca idéntico ni
utilizando el nombre del niño- al que el niño está experimentando (por ejemplo el divorcio de los
padres), dándole un final adecuado. Esta técnica es especialmente buena entre los 3 y 10 años,
cuando les gusta que les cuenten o lean cuentos. Hay que hacerlo en un ambiente cálido, sin prisa,
alentar al niño a hacer preguntas, estar físicamente cerca, etc. Y un último consejo: “No oculte la
verdad a sus hijos aun cuando sea dolorosa”.
Investigaciones recientes indican que el hecho de enseñarle a la gente a cambiar su modo de pensar
puede realmente modificar la química del cerebro, y que cambiar la forma de pensar puede ser tan
efectiva como la medicación para tratar ciertos trastornos, como depresión, fobias, angustias y otros
trastornos psicosomáticos. Los niños pueden distanciarse de un problema viéndolo como algo externo
a sí mismos. Eso les permite ver que el no es malo, lo malo es el problema que controla su conducta,
lo que le da una posibilidad de luchar contra él. Un método muy útil es hablarse a sí mismos, cosa
que pueden hacer desde los 6 años. Kholberg ha estudiado muy bien este mecanismo. También
Douglas Bloch en Positive Self-Talk for children, aconseja enseñarlo a los niños para decir no a las
drogas o para controlar su ira. Para que estas técnicas sean efectivas deben en automatizarse y
convertirse en hábito, a través de la repetición y el esfuerzo. Otro método es el de creación de
imágenes, útiles para enseñarles a los niños a enfrentar el dolor o los sufrimientos psicológicos (P.ej.
a un niño que tiene miedo a los perros se le dice que cuando vea a uno imagine que Superman está a
su lado y que impedirá que el perro le haga nada. Es frecuente que el niño acaricie al perro). Cuanto
más tempranamente se empiece a enseñar estos métodos a los niños más eficaces serán.
CUARTA PARTE. LA CAPACIDAD DE RESOLVER PROBLEMAS.
Los niños disfrutan resolviendo problemas. Los padres deben estimularlos a hacerlo, ya que
a resolver problemas ayuda más la experiencia que la inteligencia, por eso no es bueno que los
padres traten de intervenir siempre para resolver los problemas de los niños.
CAPITULO 9. La enseñanza a través del ejemplo: cuál es el papel que debe asumir para que su hijo logre resolver
sus problemas
Por una variedad de razones psicológicas, algunos padres pueden no servir de modelo en el hogar a
la hora de resolver problemas, aunque sean muy capaces de hacerlo en otros ámbitos, como el
laboral o el social. Sin embargo el ejemplo y una atmósfera adecuada a la resolución de problemas,
son básicos. El autor propone tener reuniones familiares, da las reglas básicas para una buena
reunión (comenzar y terminar a tiempo, no interrumpir cuando otro habla, no criticar las opiniones o
sentimientos de otro y darle a cada uno la oportunidad de participar, pero no obligar a nadie a
participar si no quiere). También es muy positivo mostrar a los niños como se resuelven problemas en
la vida real y aconseja una serie de pasos para la resolución de problemas (identificar el problema,
pensar en soluciones alternativas, comparar cada solución).
En los años 70, dos psicólogos de Filadelfia David Spivak y Miran Shure crearon un programa llamado “yo puedo
resolver un problema” (YPRP) por el que enseñan a niños impulsivos, incluso de 3 y 4 años a razonar en lugar de
actuar. Se comienza con un simple juego de palabras, seis pares de palabras que forman la base de las capacidades
para resolver problemas y que son: es un buen momento/ no es un buen momento; sí/ entonces (si haces los deberes al
llegar del cole, entonces podrás ver la tele, después de la merienda); podría/ quizá; la razón por la que/ porque; justo/
injusto. Se comienza con simples juegos de palabras y se generalizan después cuando los niños plantean problemas
que hay que resolver.
Muchos niños que tienen problemas para llevarse bien con otros carecen de la capacidad de
conversar adecuadamente a su edad. Pero esa capacidad puede enseñarse. La capacidad de
conversar incluye compartir información personal, hacer preguntas a los demás, expresar interés y
aceptación. Un psicólogo que se ha ocupado de este tema, David Guevremont, y que trabaja con
niños con problemas de aprendizaje y conducta, enseña a conversar a base de un método, el TV Talk
Show, por el que un niño hace de entrevistador y el otro de entrevistado. El problema de los padres
es la falta de tiempo para hablar con sus hijos, pero es necesario encontrarlo, (cuando se va en el
coche, en el paseo, etc.) y que la conversación sea significativa, que incluya compartir tanto ideas
como sentimientos, errores, problemas y soluciones, metas y sueños.
El humor cumple diferentes propósitos en diferentes edades, pero a lo largo de nuestra vida puede ser una gran ayuda
para llevarse bien con los demás y para enfrentar muchos problemas. Es una capacidad social importante y uno de los
rasgos de carácter más apreciados en los niños y en los adultos. Los bebés ya experimentan humor, pero el verdadero
humor comienza a los 2 años cuando los niños empiezan a entender el simbolismo de las palabras. El humor es bueno
para minimizar el dolor y la inquietud, pero en el contacto con los demás hay que separarlo drásticamente de la burla.
Hay que enseñar a los niños el daño que puede hacer una “broma”, si es cruel.
CAPITULO 14. Hacer amigos: algo más importante de lo que usted pueda pensar
Tener un “mejor amigo” es una tarea de desarrollo importante que puede influir en las relaciones del niño como
adolescente y como adulto. Hacer amigos es una capacidad que resulta difícil después de la niñez. Es importante que
los padres refuercen el valor de los amigos y tomen en serio las amistades de sus hijos.
Llevarse bien en un grupo de pares es una tarea importante que puede influir mucho en el desarrollo de los niños. Hay
que proporcionar al niño oportunidades adecuadas para cada edad para poder integrarse en grupos que tengan sus
mismos intereses.
Los padres norteamericanos no parecen preocuparse mucho por enseñar modales a sus hijos, aunque reconocen su
importancia para la vida social y les gustan los niños bien educados. Esto ha provocado que muchas personas sean
maleducadas respecto a sus padres, irrespetuosos hacia sus profesores y groseros con los otros niños. La famosa
educación del niño americano de ser bueno consigo mismo ha formado una generación de gente egocéntrica, con
conductas desafiantes y antisociales. Los buenos modales son fáciles de enseñar y que, sin embargo, pueden producir
un efecto profundo en el éxito social de los niños.
Un modo de esperar más de los niños, ya que así esperarán más de sí mismos. Exigir un trabajo más duro –los
escolares americanos dedican cuatro horas semanales a sus tareas escolares frente a las ocho de los niños japoneses,
que tienen un rendimiento muy superior-, enseñarles a organizar su tiempo y evaluar sus resultados, así como dedicar
más tiempo a ayudar a los hijos en sus tareas y utilizar los nuevos métodos informáticos para la mejora de su
rendimiento, son cuestiones que pueden conseguirse sin gran dificultad.
La percepción del esfuerzo y la capacidad por parte de los niños cambia a medida que crecen. Cuando son pequeños
piensan que con esfuerzo pueden conseguirlo todo, pero al llegar a la adolescencia ese optimismo se desvanece y
creen que si su capacidad para alguno y elevado no podrán conseguirlo. Es necesario compensar esa tendencia
enseñándole a los niños el valor del esfuerzo constante por el simple hecho de realizarlo. Enseñarles a planificar su
trabajo u tiempo serán capacidades útiles para toda su vida. Los hobbys son una buena manera de enseñar el valor del
esfuerzo, ya que incluyen elementos del juego y del trabajo, pero necesitan esfuerzo y constancia.
La actual glorificación de celebridades que han obtenido éxito sin esfuerzo aparente parece ser el modelo de la al
juventud. Esta glorificación transmite dos mensaje a los adolescentes y jóvenes: la falta de valor del esfuerzo y la
nula resistencia a la frustración o al fracaso. Martín Seligman lo ha dicho de manera muy clara: “Para que su hijo
experimente el control es necesario que fracase y se sienta mal y lo intente nuevamente en forma repetida hasta
alcanzar el éxito. Ninguno de estos pasos puede evitarse. El fracaso y el sentirse mal constituyen las bases del éxito y
del sentirse bien
La psicoterapia tradicional promueve la conciencia emocional como el vehículo primario para el cambio de vida.
Hablar de los sentimientos es la forma más directa de comprenderlos y controlarlos. La corteza o cerebro pensante
nos permite tener pensamientos sobre nuestros sentimientos, expresarlos a los demás y aprender según como éstos
reaccionan. Apreciar las emociones de los demás es fundamental para el desarrollo de relaciones íntimas y
satisfactorias. Otra habilidad muy importante es saber escuchar, para lo cual se requiere ser paciente y ponerse en
sintonía con las emociones y necesidades del que habla.
El control emocional, concretamente el control de la ira y de la agresividad es el principal problema de los niños de
hoy. Existen sistemas para ayudar a los niños a controlar su ira, desde cortar y hacer otra actividad en el momento en
que se dan cuenta de los primeros rasgos físicos conectados con la emoción, hasta la mediación en la resolución de
conflictos y la negociación.
Desde hace algún tiempo se viene investigando sobre un nuevo campo llamado psiconeuroinmunología, el poder
curativo de las emociones. Es el estudio de la conexión entre la mente y las emociones: el sistema nervioso central, el
sistema nervioso autónomo y el sistema inmunológico. La premisa básica es que la mente puede producir sustancias
químicas que protegen el cuerpo de la enfermedad y pueden, en algunos casos, llegar a curarla. Hablar de un trauma
después de haberlo padecido ayuda a reducir el estrés, inhibir la angustia y a recuperar la confianza del niño.