Kis Danilo Circo Familiar
Kis Danilo Circo Familiar
Kis Danilo Circo Familiar
Los tres libros que Kis reuni en este Circo familiar fueron publicados por separado en distintas
etapas de su trayectoria. Comparten, sin embargo, impulso y tema. Penas precoces puede describirse,
parafraseando al propio Kis, como el cuaderno de notas a color de un nio extraordinariamente sensible,
coleccin de instantneas sin orden cronolgico en las que la infancia se convierte en un mundo. Esto ltimo
servir!a tambi"n para describir Jardn, ceniza, aadiendo, qui#s, que ese mundo infantil, en el que los
planos real e imaginario se solapan con perfecta naturalidad, se inscribe en unas circunstancias $istricas
que, sin $acerse expl!citas, determinan en profundidad el tono de la evocacin% la &egunda 'uerra (undial y
la masacre de )ud!os y serbios de la *oivodina a manos del fascismo $ngaro. +or ltimo, El reloj de arena
es un collage polifnico de enorme intensidad dramtica. ,qu!, el protagonista es el padre del escritor, un
$ombre de personalidad extraordinaria, retratado en la ltima fase de su crisis vital.
-
DANILO KIS
Circo Familiar
.!tulo /riginal% Porodicni cirkus
.raductor% *asil)evic, 0even1a
,utor% 2anilo Kis
2007, Acantilado
Coleccin% 0arrativa del ,cantilado, -34
5&60% 784497:4;93-8
'enerado con% <ualityEboo1 v=.:=
<uaderns Crema, &. ,., &ociedad >nipersonal
(untaner, 9:3 ? =4==: 6arcelona
.el.% 7;9 -99 906 - @ax% 7;9 -98 -=8
correoAacantilado.es
BBB.acantilado.es
C Estate of 2anilo Kis
C de la traduccin, 3==8 by 0even1a *asil)evic &tan1ovic
C de esta edicin, 3==8 by <uaderns Crema, &. ,.
2erec$os exclusivos de edicin en lengua castellana%
<uaderns Crema, &. ,.
5&60% 784D49D7:4;93-D8
2E+/&5./ LE',L% 6.9;.8-4D3==8
En la cubierta, fotograf!a de @erran @reixa
AIGA!E"I!#E Gr$fica
%#IA &A'#I( Composici)n
#*+A%,--"A..& Impresi)n / encuadernaci)n
P#I+E#A E!ICI0% no1iem2re 3004
6a)o las sanciones establecidas por las leyes, quedan rigurosamente pro$ibidas, sin la autori#acin por escrito de los
titulares del copyrig$t, la reproduccin total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento mecnico o electrnico,
actual o futuroEincluyendo las fotocopias y la difusin a trav"s de 5nternetE, y la distribucin de e)emplares de esta edicin
mediante alquiler o pr"stamo pblicos.
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Penas precoces
Para ni5os / personas sensi2les
En o6o5o, al le1an6arse los 1ien6os
E% o6o5o, al le1an6arse los 1ien6os, las 7ojas de los cas6a5os de Indias se precipi6an con sus 6allos
1uel6os 7acia a2ajo8 .ue9o se o/e un ruido: como si un p$jaro 7u2iera c7ocado con su pico con6ra el suelo8
.a cas6a5a, en cam2io, cae sin necesidad de un solo soplo de 1ien6o, por s sola, como caen los come6as:
1er6i9inosamen6e8 E impac6a con6ra el suelo con un 9ri6o sordo8 %o se a2re como un 7ue1o al nacer el
p$jaro, poco a poco, sino ;ue su peludo caparaz)n es6alla descu2riendo su in6erior, de un azul 2lan;uecino,
de donde salen, de un sal6o, los 6ra1iesos / oscuros fru6os, 2rillan6es como los p)mulos de un ne9ri6o
sonrien6e8 En al9una de las 1ainas aparecen 9emelos, ;ue no o2s6an6e cual;uiera podra dis6in9uir: uno de ellos
lle1a una se5al, una es6rella en la fren6e, como los ca2allos, de modo ;ue su madre siempre podr$ reconocerlo8
El ni5o reco9e las cas6a5as de Indias, escondidas en los 7o/os del c<sped, / se las me6e en la 2oca8 &us
carrillos se 7inc7an, colm$ndose de una amar9ura pe9ajosa8 El ni5o sonre8 =a2ra ;ue su2irse al $r2ol, esco9er
una rama car9ada de racimos / esperar8 &in permi6irle al $n9el del sue5o ;ue 6e en9a5ase, 7a2ra ;ue es6ar, por lo
menos, 6res das / 6res noc7es sin comer ni 2e2er, sin dormir ni descansar, mirando las cas6a5as8 Como cuando se
mira la a9uja pe;ue5a de un reloj8 .as p>as se 7an endurecido / se 7an oscurecido un poco en las pun6as8 &i las 6ocas
6orpemen6e, 6e 7ar$n un 7o/uelo en el dedo / saldr$ 6u 2oni6a san9re roja8 En6onces 6endr$s ;ue c7upar6e el dedo
sucio ;ue 7ace nada u6ilizas6e para 7acer 2olas de 2arro / es6i<rcol8 .a 7erida puede lle9ar a infec6arse8 Cuando es6o
sucede, los ni5os mueren8 &e les coloca en pe;ue5os a6a>des dorados / se les lle1a al cemen6erio, en6re los rosales8 Al
fren6e de la comi6i1a lle1an una cruz, / de6r$s del a6a>d caminan la madre / el padre del ni5o, / su 7ermana, si es ;ue
6ena una 7ermana8 .a madre 1a 1es6ida de lu6o / lle1a el ros6ro escondido8 A la al6ura de sus ojos la seda ne9ra se
7umedece por las l$9rimas8
na se5ori6a de 6ez p$lida 1es6ida con el uniforme ne9ro del ins6i6u6o es6$ sen6ada en medio de la luz
cris6alina ;ue sale de las 1en6anas, con las persianas a medio 2ajar8 Encima de los 2o6es morados de a9ua de colonia
el sol di2uja es6relli6as doradas8
=e a;u, pues, el secre6o del olor de las 1iole6as: la se5ori6a ;ue 1ende las es6ampi6as de las mariposas / las
fieras, as como los perfumes, en6re 6odos los olores prefiere el de las 1iole6as8 As ;ue lo pone en 6odas par6es,
9enerosamen6e: en las palmas de sus manos, en su frondosa ca2ellera pelirroja ?a pesar de ;ue, con su ca2ellera
pelirroja, al parecer ira mejor al9>n o6ro olor@888
=a2ra ;ue componer una fu9a para or;ues6a / lilo8 EAponer en el es6rado de una sala oscura unos 2o6es
morados de olores enno2lecidos8
A;uellos ;ue, silenciosamen6e, sin un 9ri6o, perdieran la conciencia, seran lle1ados a o6ra sala en la ;ue
le1i6ara un olor infan6il, 6erap<u6ico, a 6ila / a manzanilla8
LA CALLE DE LOS CASTAOS DE INDIAS
SEF/G, Hsabr!a usted decirme dnde se encuentra la calle de los castaos de 5ndiasI H0o se acuerda ustedI
&!, tiene que estar por aqu!. Ja no recuerdo su nombre, pero estoy seguro de que estaba por aqu!. HCmo dice ustedI
H<ue por aqu! no $ay, en ninguna parte, una calle con una arboleda de castaos de 5ndiasI +ero yo s", seor, que tiene
que estar aqu!, es imposible que los recuerdos engaen de tal modo.
&!, antes de la guerra... En la esquina $ab!a un colegio, y delante del colegio, un po#o artesiano. 0o pensar,
espero, que me $e inventado todo esto. Kice mi primer curso en ese colegio, y antes fui a la guarder!a que $ab!a all!.
;
(i maestra era la seorita @ani. +uedo ensearle, seor, una fotograf!a en la que estamos todos )untos% la seorita
@ani, nuestra maestraL s!, el que est sentado a su lado, "se soy yo, ,ndreas &amL mi $ermana ,na, @redi @u1s, el l!der
de nuestra pandilla... &!, seor, estupendo, acabo de acordarme. La calle ten!a que llamarse 6emova, pues yo fui
soldado de la famosa pandilla de la calle 6emova, cuyo l!der era @redi @u1s Mllamado ,tsa el LargoN, "olksdeu6sc7er8
B
Estupendo, seor, si no $ubiera sido por nuestra conversacin, no $abr!a recordado que aquella calle se llamaba
6emova, por el famoso general polaco que particip en las revoluciones de -494. Ese nombre, seor, Hle dice algoI
6em, la calle de 6em, la calle 6emova. /$, s!, perdone, est claro que usted no podr!a acordarse, a menos que $ubiera
vivido all! antes de la guerraL sin embargo, Hsabr!a, al menos, si por aqu! $ay una calle con una arboleda de castaos de
5ndiasI Esos castaos florec!an en primavera, y toda la calle desprend!a un olor un poco enfermi#o y pesado, excepto
despu"s de la lluvia. Entonces, me#clado con el o#ono, el olor de la flor de los castaos flotaba en todas partes.
/$, estoy $ablando muc$o, perdneme, tendr" que preguntar a otra persona, debe de $aber alguien que se
acuerde de esa calleL antes de la guerra se llamaba 6emova y ten!a una arboleda de castaos de 5ndias.
H>sted no se acuerda, seorI H>sted tampocoI 6ueno, todo lo que puedo decirle es que en la esquina, delante
del colegio, $ab!a un po#o artesiano. Cerca $ab!a un cuartel del e)"rcito, a la i#quierda, detrs de la esquina, al otro
lado de la calle. Los nios ten!amos permiso para llegar $asta all!% no $ab!a muc$o trfico. En la esquina, al lado del
cuartel, empe#aban los ra!les de unos pequeos tranv!as amarillos y a#ules. +or cierto, seor, se me $ab!a olvidado
decirle que, a un lado de la arboleda de los castaos, del lado derec$o, )usto antes de la guerra construyeron un refugio
con forma de #ig#ag. 0uestra pandilla se reun!a all!. <ui#s este dato le ayude a recordar% construyeron un gran
refugio. +or supuesto, refugios $ab!a en todas partes, pero recuerdo muy bien que slo en nuestra calle $ab!a castaos
de 5ndias. Evidentemente todo esto no sino detallesL slo quiero decirle que recuerdo con total certe#a que en esa calle
$ab!a castaos de 5ndias, y aunque esto, seor, es una acacia y no veo ningn po#o, a pesar de todo me parece que es
imposibleL tal ve# se equivoque usted, $a debido de $aber otra calle con el nombre de 6emova. .odo esto me parece
sospec$oso, seor, no creo que tantos castaos $ayan podido desaparecer, al menos quedar!a alguno% los rboles tienen
una vida largaL los castaos, seor, no mueren as! como as!.
El caso es, seora, que no puedo creer a mis propios o)os. 0adie es capa# de explicarme dnde estn esos
castaos y, si no fuera por usted, sospec$ar!a que acaso me lo $e inventado todo, que lo $e soado. +ues, Hsabe ustedI,
es lo que sucede con los recuerdos, que uno nunca est seguro. &e lo agrade#co muc$o, seora. *oy a buscar la casa en
que viv!. 0o, gracias, prefiero estar solo.
Entonces se acerca $asta una puerta, aunque "sa no es la puerta, y llama al timbre.
E+erdoneEdice con total naturalidadE, Hvive aqu! un tal ,ndreas &amI
E0o, noEreplica la mu)erE, Hno sabe usted leerI ,qu! vive el profesor &merdel.
EHEst usted seguraErepite "lEde que aqu! no vive ,ndreas &amI ,ntes de la guerra viv!a aqu!, estoy
seguro. .al ve# se acuerde de su padre, Eduardo &am, con gafas. / qui#s de su madre, (ar!a &am, alta, guapa, muy
silenciosa. / de su $ermana, ,na &am, siempre con un la#o en el pelo. H*eI, all!, donde estn plantadas las cebollas,
all! es donde estaba su cama. HLo ve, seoraI, me acuerdo perfectamente. ,ll! estaba la mquina de coser de su madre,
(ar!a &am. Era una mquina de la marca &inger, con pedal. /$, no se preocupe, seora, no $ago ms que evocar mis
recuerdos, HsabeI 2espu"s de tantos aos, todo desaparece. HLo veI, en la cabecera de mi cama $a crecido un
man#ano y la mquina de la marca &inger se $a convertido en un rosal. 2e los castaos, sin embargo, seora, no $ay
ni rastro. Esto sucede, seora, porque los castaos no tienen recuerdos propios8
(e $a o!do usted bien, la casa $a desaparecido. En la cabecera de mi cama $a crecido un man#ano. >n tronco
nudoso, torcido, sin fruto. La $abitacin de mi infancia se $a convertido en un $uerto de cebollas y en el lugar donde
se encontraba la mquina de coser de mi madre, de la marca &inger, $ay un rosal. ,l lado del $uerto se yergue un
nuevo edificio de tres plantas en el que vive el profesor &merdel. Los castaos $an sido talados, por la guerra, por las
personas o, simplemente, por el tiempo.
J esto es lo que sucedi en la calle 6emova, nmero 38, $ar una veintena de aos, que intent" cubrir dando
un l!rico salto $acia delante. (i padre, unos dos o tres meses despu"s de que nos fu"ramos de all!, entr en la casa
nmero 38 de la calle 6emova y sac nuestras cosas% dos armarios, dos camas, la mquina de coser de mi madre, de la
marca &inger. J esto es lo que sucedi cuando sacaron la ltima pie#a del mobiliario, aquel divn cuyos muelles
cantabanEseora &merdel, todav!a estoy $ablando con ustedE% OCuando sacamos la ltima pie#a del mobiliario, mi
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querida /lga, aquel divn cuyos muelles cantaban, la casa se derrumb como un castillo de naipes. 0i yo mismo s"
qu" milagro $i#o posible que consiguiera...P Mde la carta de Eduardo &am, mi padre, a su $ermana, /lga &amD>rfiN.
,ll! es donde a$ora estn plantadas las cebollas, los $ermosos puerros verdes, seora...
EL JUEGO
EL $ombre mir por el orificio de la cerradura y pens% OEste no es "lL no es ,ndreasP. +ermaneci as!
durante muc$o rato, encorvado, pensando% OQste no es ,ndreasP. +ermaneci as! tena#mente, incluso cuando sinti
dolor a la altura de los riones. Era alto y su barbilla casi se )untaba con sus piernas. &in embargo, no se mov!a. 0i
siquiera se movi cuando sus o)os empe#aron a lagrimear tras los cristales de sus gafas, nublndosele la vista. 2esde
la $abitacin, a trav"s del pasillo, ven!a una corriente de aire fr!o. +ero "l no se movi. &lo cuando uno de los
cristales de sus gafas ro# el picaporte retir un poco la cabe#a. O.engo que ensearle esto a (ar!aP, pens con cierta
malicia, sin ser consciente siquiera de estar pensndolo ni de que $ubiera ninguna malicia en ello. .engo que ensearle
a (ar!a a (ax ,$asvero, el comerciante de plumas de oca. 0o sab!a por qu" pero ten!a la necesidad de ofenderla. OJ
esto la ofenderP, pens, contento. O.engo que ensearle cmo fluyen los r!os subterrneos de la sangre. <ue ,ndreas
no es, en realidad, su 0io Gubio, como ella piensa, sino la sangre de "l% que es el nieto de (ax el 5tinerante. J eso va
a dolerleP. &ent!a )bilo de antemano y disfrutaba del sufrimiento escondido de ella y de su incapacidad para
oponerse, aunque fuera para sus adentros y en silencio, a la fuer#a de los argumentos de "l, cuando viera Mcuando "l le
ensearaN cmo su 0io Gubio, su ,ndreas, presentaba ofertas a los clientes, andando de una pintura a otra como si
vagabundeara a trav"s de los siglos. J eso, a ella, le doler!a. +or esa ra#n no se decid!a a ale)arse de la cerradura, por
eso segu!a apla#ando aquel momento de placer que ten!a tan cerca. +ero no quer!a, no era capa# de alargar la mano y
alcan#ar el placer de $acerla sufrir. +or eso apla#aba el momento. Esperaba que madurara por s! mismo, que adquiriera
un color morado y se precipitara al suelo como una ciruela madura sobre el barro. +or eso no quiso llamar a (ar!a
enseguida, sino que sigui mirando obstinadamente por el orificio de la cerradura, a trav"s del cual corr!a, como por
un pasillo, un aire fr!o procedente de alguna le)an!a intemporal. J al final de aquel pasillo, como una imagen turbia,
nebulosa, le)ana, como en un espacio tenebroso, estaba "l, (ax ,$asvero, el comerciante de plumas de oca,
ofreciendo su mercanc!a con $abilidad )ud!a. El $ombre tan slo pensaba en "l, deb!a de pensar tan slo en "l, pues le
estaba mirando. +ero no olvidaba, ni por un momento, que ten!a que ensearle todo esto a (ar!a, y que a ella eso le
iba a doler. Ke aqu! la ra#n por la que no la $ab!a llamado enseguida. Esper a que el momento madurara por s!
mismo, que se pusiera morado como una ciruela, y entonces, cuando cayera, lo aplastar!a con el pie.
El nio Msin embargoN est solo en la $abitacin. &iente que sus manos se estn enfriando y desde $ace muc$o
rato est deseando pasar a la cocina para calentarse, pero no acaba de decidirse. ,qu! no lo ve nadie, mientras que all!,
en la cocina, ante la mirada de los mayores, no podr!a )ugar de esta manera. .al ve# no le molestaran, probablemente
ni siquiera se lo reproc$aran Msobre todo su madreN, pues no es ms que un )uego del todo inocente Mcomparado con
encender cerillas en el trastero o escupir a los transentesN. &in embargo, el )uego en cuestin no de)a de ser extrao. ,
,na no se le $ubiera ocurrido nunca. +or eso mantiene pertina#mente sobre su $ombro la almo$ada con funda de
algodn que $a recogido de la cama y se pasea por la $abitacin, encorvado por el peso, anda de una pintura a otra
M$ay en ello algo pecaminoso, "l lo sienteN pronunciando algo a media vo#. 2elante de la ventana, al lado de la
mquina de coser, sobre el suelo bien fregado, estn, abandonados, sus )uguetes% los soldaditos de plomo, las canicas
de arcilla y de cristal. ,$ora )uega a un )uego distinto, aunque todav!a no sabe cmo llamarlo. O&eora, Hdesea usted
tambi"n plumas blancas de cisneIP, susurra "l a la ve# que se inclina, la mirada absorta en la intrigante sonrisa de
(ona Lisa, encima de la cama de ,na. En su rostro se refle)a una aut"ntica decepcin. Era su ltima oportunidad.
Kasta a$ora, todos los clientes le $ab!an rec$a#ado. 5ncluso ese anciano Mcon un gracioso sombrero y una larga pipa
entre sus labios leporinosN que est colgado encima de la cama de su padre, y aquella seora mayor de porte noble
Mcon la nari# doblada y unos rid!culos #apatos puntiagudos con $ebillaN y todos los dems. J a$ora tambi"n esta
$ermosa mu)er que sonr!e de forma misteriosa y ambigua... +or un momento te $ace pensar que lo comprar todo,
luego te da la impresin de que te est rec$a#ando con un suave desprecio. El nio est de pie delante de ella,
ofendido y enamorado. Espera su respuesta y no de)a de pensar% OEste traba)o no es para m!. , esta mu)er le dar!a toda
mi mercanc!a por sus preciosos o)os, por su sonrisa, y mi negocio se $undir!aP. O6ueno, pues que se $undaP, piensa
"l, mientras sus o)os brillan suavemente. O<ue se $unda, se lo dar" todo, que duerma en un lec$o mullidoP. Luego, de
repente, en vo# alta% O&eora (ona Lisa, aqu! tiene, para usted, de un )ovencito comerciante, de regalo, para su
R
cama... &e lo $a pagado con su sonrisa, seoraP. &e inclina y se sonro)a de verdad, a pesar de saber que no se trata ms
que de un )uego, de una ilusin, pero le avergSen#an su infantil caballerosidad y la traicin a s! mismo, pues si alguien
)uega a ser comerciante, deber!a intentar vender lo me)or posible su mercanc!a, en ve# de caer en bancarrota por una
sonrisa.
El $ombre escudri a trav"s del orificio de la cerradura. J vio a su difunto padre, (ax ,$asvero. 0o era un
esp!ritu. Era (ax ,$asvero en persona, el comerciante de plumas de oca. *en!a de le)os. El $ombre permaneci
callado. &ent!a que la vista se le nublaba. , trav"s de la cerradura, como a trav"s de un pasillo, pasaba una fuerte
corriente de aire. (ax encontr un cliente% OCrau, DEnsc7en &ie feine Gans federFG,
3
di)o (ax, aadiendo una
inclinacin c$ulesca y quitndose el saco del $ombro.
El $ombre segu!a callado.
O&eora (ona LisaP, di)o (ax, O"stas son las me)ores plumas de la regin. &e trata de las plumas del cisne de
Leda. H<uiere usted pura pluma de cisneIP. Luego, al ver una sonrisa en la cara de su cliente, una sonrisa apenas
perceptible que a la ve# era de desprecio y de aceptacin, pero que a pesar de todo promet!a algo, se carg su saco al
$ombro y di)o, inclinndose% OAdi)s, se5ori6a,
H
se arrepentir ustedP. Entonces el $ombre volvi en s!. &us manos, que
$asta entonces $ab!an permanecido cru#adas detrs de su cuerpo, empe#aron de repente a decir algo que la mu)er no
pudo ver, pues estaba de espaldas. Eduardo, sin embargo, no pod!a separar el o)o de la cerradura. 2e pronto se irgui
para secarse los o)os con un pauelo, sin quitarse las gafas.
(ar!a di)o a media vo#E, a ver si adivinas qui"n est en la $abitacin. T,smateU Con cuidado.
La mu)er se dio la vuelta sin soltar el ca#o del caf", lamido por la llama morada de la lmpara de gas.
EH<ui"n, Eduardo, qui"nIE*io las pupilas de "l tensndose detrs de los cristales.
EH<ui"nI H<ui"nI T(iraUEdi)o "l de un modo destempladoE. (i difunto padre. T(ax ,$asveroU
,cto seguido se de) caer en una silla y encendi un cigarrillo. Ella quit el ca#o del fuego. Era evidente que
sus manos estaban temblando.
La puerta gimi y el nio dio un salto. La mu)er lo sorprendi con la almo$ada en los bra#os. 0o $ab!a nadie
ms en la $abitacin.
E,ndiEdi)o ella, sin conseguir ocultar el temblor de su vo#E. H<u" $aces en esta $abitacin tan fr!aI
.ienes las manos $eladas.
E0adaEdi)o "lE. Estoy )ugando.
E2e)a esa almo$adaEdi)o ella.
E(am, estoy )ugando con la almo$adaEdi)o el nio. &e coloc la almo$ada en el $ombro y se plant
delante de su madreE. &eora, Hquiere usted finas plumas de cisneI Edi)o con una sonrisa, inclinndose. La mu)er
permaneci callada. La sonrisa de la cara del nio se apag entonces Ms!, "l sab!a, "l sent!a que $ab!a algo pecaminoso
en ese )uegoN. Ella le quit la almo$ada de un tirn y la de) caer encima de la cama. Entonces se dirigi $acia la
puerta, pero a$! se par en seco, clavada por la mirada del $ombre. 2e)ando caer la mano del nio, se apresur a pasar
a su lado.
EH*iste a (ax ,$asveroIEse desprendi de sus labios, como se desprende una ciruela madura para ir a dar
en el barro.
E&!, Eduardo, s!. Lo vi. (e ofreci plumas de cisne.
O(adame, Hquiere usted finas plumas de cisneIP.
EQrase una ve# un rey...Ese puso a contarle la mu)er al nio despu"s de las oraciones.
:
EHJIEpregunt el nio frotndose los o)os para a$uyentar el sueo Maunque sab!a que, como siempre, el
cuento acabar!a durmi"ndolo, que todo su esfuer#o era intilN.
EJ se cas con una gitana...
EH+or qu"IEpregunt "l.
ELa gitana era guapa, la ms $ermosa de todo el reino. J as!, ella le dio un $i)o que $eredar!a su reino.
Entonces el rey, feli# de tener un $eredero, orden que mataran a la gitana, pues si se llegara a saber que ella era la
madre del nio, el futuro $eredero perder!a el trono. 2e ese modo, "ste nunca supo qui"n era su madre. +or suerte, el
nio se parec!a a su padre y nadie pod!a intuir en el color de su piel el oscuro mati# de la sangre gitana.
E0o lo entiendoEdi)o el nio.
E0o importa. &igue escuc$andoEdi)o su madre, empe#ando a arrepentirse de $aber iniciado este cuentoL
a$ora ya no pod!a parar, y no slo por el nioE. Lo educaron los me)ores maestros y sabios del reino. El rey estaba
contento y feli#. E+od!a $aber parado all!, pues ni ella misma sab!a cmo terminar el cuentoL ser!a dif!cil para el nio.
+ero cuando oy que el nio dec!a% OHJ entoncesIP M"l ya estaba acostumbrado a los girosN, ella sigui antes de que
pudiera inventarse el finalE. >n d!a, el rey se asom a los aposentos de su $i)o para ver si el pr!ncipe estaba ya
dormido.
EHJ entoncesI
2ud por un momento, pero sigui%
EEntonces encontr al nio con un co)!n de seda y raso, delante de una imagen de su madre, mendigando%
OGuego un mendrugo de pan, poderosa reina Ma$ora imitaba la forma de $ablar de los gitanosN, y un trapito para cubrir
mi desnude#...P. Korrori#ado, el rey irrumpi en la $abitacin y agarr a su $i)o. OH<u" $aces, pr!ncipeIP, pregunt
con un llanto. OEstoy mendigando, padreP, di)o el pr!ncipe. OEstoy $arto de todos los dems )uegos, de los caballos y
de los $alcones, as! que a$ora estoy )ugando a los mendigosP.
Kablaba con una vo# cada ve# ms d"bil, y al final se call. El nio se $ab!a dormido. Entonces ella apag la
lmpara y se ale) de puntillas.
EH.ambi"n mat al $i)oIEoy ella desde la oscuridad, y se estremeci. Entonces volvi para acariciar al
nio.
E0oEdi)o en vo# ba)a, sin encender la lu#E. 0o lo $i#o.
EL POGRO
EL afn de no perderme el evento en el que estaban involucrados, ms o menos, todos los persona)es que yo
conoc!a de mi calle, as! como mi secreto deseo de des$acer el ovillo de todos esos acontecimientos en los que
ltimamente se $ab!a enredado mi vida, $icieron que me uniera con valent!a a la multitud que corr!a )adeante, y me
arrastr con ella. ,ndaba $ombro con $ombro con los guardias y los bomberos, resoplaba como si estuviera al final de
mis fuer#as y a)ustaba mi respiracin a sus pasos. +ens" que de esta manera alcan#ar!a el sentido de todos los sucesos
que en aquellos d!as me $ab!an desequilibrado tan profundamente y a los que ni siquiera mi madre sab!a encontrar una
respuesta. ,nduve, luc$ando contra mi propio miedo. La nieve cru)!a ba)o nuestros pies, se aplanaba y se endurec!a,
volvi"ndose frgil y tan sonora como el pavimento. La muc$edumbre daba pasitos en la nieve como un enorme
ciempi"s, de cuya boca sal!a un va$o limpio y blanco. , trav"s de la cortina de vapores malolientes y de los )adeos me
llegaba, a pesar del filtro de la nieve, el aroma de los perfumes baratos, el acre olor a sudor que desprend!an los
uniformes de los guardias y los tabardos a#ules de los bomberos. 2e repente se oy cmo se quebraba el cristal, cuyo
brillo, como un rayo, alumbr a la muc$edumbreL despu"s, como un le)ano eco, el sonido de unas tablas rompi"ndose,
y al final, un soplo de alivio, cuando la ver)a sucumbi ba)o la presin.
8
(e mantuve obstinadamente en el porc$e del almac"n, agarrndome a las solapas de los abrigos, a las faldas
de las mu)eresL fui empu)ado y rec$a#ado, volv!a tena#mente y, llevado por mi propio miedo, me adentraba en el
bosque de piernas, convencido de que all!, en el cora#n del peligro, estaba me)or protegido de esas mismas personas,
de que no deb!a ale)arme del seguro refugio de su rabia ni a la distancia de un bra#o extendido, pues pod!an
alcan#arme y aplastarme ba)o sus pies.
+uesto que la puerta del almac"n se abr!a $acia fuera, surgi la incgnita de cmo abrirla de par en par, pues
nadie quer!a ale)arse de las primeras filas, as! que se arm un ruido infernal, con agitar de palos y gritos, pataleo y
llantos. 2e repente, ni yo mismo s" gracias a qu" milagro, la gran puerta negra de un solo cuerpo penetr en esa masa
oscura como el filo de una nava)a. Ja $ab!a empe#ado a posarse una oscuridad a#ulada en grandes cubos, como un
inmenso ascensor que ba)aba entre las altas paredes de su $ueco. El aire ol!a a petrleo y a )abn, y de la boca del
almac"n, abierta de par en par, emerg!an capas de olores ms diversos% de naran)as y de limones, de )abones olorosos y
de especias. Luego empe#aron a surgir, acompaadas del barato sonido de la $o)alata, unas latas de conserva
cuadradas que destellaban en la oscuridad con su inofensivo brillo de latn, como los cuc$illos de una cuberter!aL
mano)os de velas envueltas en papel de embala)e a#ul tintineaban como $uesos secos, las man#anas ca!an con un
sonido sordo para, acto seguido, acabar aplastadas ba)o los pies como si $ubieran sido masticadas. 2e los sacos de
papel pardo sal!a a#car, que cru)!a ba)o los pies y se me#claba con el aguanieve pisoteada. La gente sal!a de la masa
con dificultad, llevando en bra#os sus atillos, como si fueran beb"s. La $arina flotaba en el aire como polvos de
tocador, posndose en las ce)as y dando a las personas un aspecto ceremonioso, casi bufn, festivo. >na mu)er cortaba
con sus dientes un pliego de seda que $ab!a sacado de deba)o de su abrigo. , la lu# de las cerillas que por un momento
iluminaron los rostros, vi sus dientes ro)i#os en el refle)o de la seda. *i que un rollo de tela estampada con florecitas se
enredaba entre los pies y las cabe#as de la muc$edumbre, como las serpentinas en la 0oc$e *ie)a. Esa tela de colores
empe# a estrec$arse peligrosamenteL las mu)eres se pusieron a gritar. +ero eso no $i#o ms que agitar a la masa, y la
gente empe# a a$ogarse intentando liberarse, rompiendo esa tela con rabiaL pero "sta segu!a fluyendo como un r!o
crecido. Cuando en el almac"n no quedaron ms que las paredes desnudas y la oscuridad, la muc$edumbre empe# a
dispersarse aprisa, llevndose su bot!n ba)o el abrigo.
(e mantuve de pie, a un lado, como un )usticiero al que le $ubiera sido a$orrada la vengan#a. @ue entonces
cuando me vio una mu)er de buen cora#n y, al pasar a mi lado, meti entre mis manos una lata de conserva con una
colorida etiqueta en la que pon!a, con grandes letras ro)as% &+,'KE..5 ,LL, (5L,0E&E . Estuve muc$o rato
estru)ando esa lata entre mis bra#os, sin saber qu" $acer con ella, sin valor para tirarla ni para llevrmela a casa.
(iraba $orrori#ado al seor ,ntn, el guardia, que tiraba confeti encaramado en una barrica.
UNA !ISTORIA "UE PRO#OCA SONROJO
E& de noc$e en el mar abierto, cerca de unos arrecifes de coral. Compruebo que mi pistola est ba)o la
almo$ada. &!, todo est en orden por si acaso $ubiera un mot!n de los marineros o apareciesen en el barco los $ombres
de Voe el (amut. &lo $abr!a que abrir un poco ms el o)o de buey de la cabina% $ace una noc$e tropical, calurosa. &e
oye a las gaviotas gra#nar. 2eber!a dormir. ,l d!a siguiente me espera un d!a duro.
E/ye, &am, Hqu" tal $iciste los deberesI
E0o lo s". &upongo que bien.
EH&obre qu" se puede escribirI T<u" tonter!aU H<u" $as escrito tI
E<ue mi madre se iba a 6a1sa y que yo la esperaba al lado del r!o mientras mis intestinos aullaban como los
de un lobo $ambriento. Entonces llegaba mi madre. Eso es todo. 2escrib! la sonrisa del pan en su cesto.
E&am, t siempre con tus fantas!as. H<u" sonrisa del panI H<u" significa esoI
E+ues eso. &upongo que el olor a pan. H<u" $as escrito tI
ECmo se $ace el pan. Cmo mi madre sube al desvn, trae la $arina, ya sabes, pone los panes en el $orno y
despu"s los saca. Eso. .odos escribimos lo mismo. . eres el nico que se $ace el importante.
4
E'al, tengo muc$as ganas de $acer pis pero me da pere#a moverme. Estoy tan a gusto aqu!, en la sombra,
que no soy capa# de ir $asta el servicio.
E, m! me pasa lo mismo. Estoy a punto de mearme encima, y t otra ve# te $aces el fino. TEl servicioU &e
llama retrete o letrina To el sitio al que incluso el emperador va andandoU
E*a a sonar la campana y nos $aremos pis encima. Eso es lo que va a pasar. +or lo menos lo que va a
pasarme a m!.
E2ate la vuelta y $a#lo aqu!. Jo te cubro.
EJa lo $ab!a pensado. +ero podr!a aparecer alguna nia. J tengo la impresin de que no me saldr!a.
EJa ests otra ve# $aci"ndote el importante. 0o te estoy ayudando por ser tu nico amigo en todo el colegio,
sino porque yo tambi"n tengo ganas. J en cuanto suene la campana, estamos acabados...
E&am, orinas como un caballo. (e parece que llevas una $ora entera $aciendo pis.
EHKa sonado yaI
E.odav!a no, pero segn todos los indicios, se trata de algn error. .al ve# la seora Gigo est" ocupada con
algo importante. / qui#s $aya sonado ya y nosotros no nos $emos enterado.
EH2nde estn los demsI H. ves a los demsI H/yes la vo# de alguienI
E0o lo s". .engo la impresin de que ya $an entrado. +or 2ios, &am, t no sabes parar. &implemente, cierra
el grifo. Cuando yo me pongo a $acer pis y aparece alguien, $ago como si estuviera buscando algo en un arbusto o
detrs de un rbol, y cuando ese alguien $a pasado, vuelvo a abrir el grifo y termino. H, ti no te $a pasado nuncaI
Ests meando y aparece una de las nias. / la seora Gigo. / cualquiera.
E'al, venga, vete. Jo no puedo ir a clase as!. .engo que vaciar la ve)iga, eso es todo.
E&am, Hno puedes aguantarte un pocoI
E*e t. Ja, tengo la impresin de que la cascada va disminuyendo. +ero a$ora me parece que tengo ms
ganas. Ja, a$ora estoy aliviado...
2e repente, en mi conciencia penetra con $orror% lo E&./J &/F,02/, L/ E&./J &/F,02/, y el
l!quido tibio me inunda las caderas. &eor, Hqu" dir mi madreI HJ ,naI (e tomar el pelo durante todo un mes, y tal
ve# se lo cuente a alguien. &lo tengo que comprobar cunto me $e mo)ado. <ui#s no $aya llegado a las sbanas. En
ese caso, el asunto est resuelto. (e pondr" el pantaln encima del cal#oncillo mo)ado, se secar en el colegio. (e
apoyo en las manos para incorporarme, palpo las sbanas. TKorrorU Estoy yaciendo en un enorme c$arco que sigue
ensanc$ndose. HCuntas veces me $ab!a dic$o que no volver!a a sucedermeI J siempre $e conseguido despertarme
en el ltimo momento. Casi siempre. J a$ora me $a engaado. Gealmente, deber!a estar avergon#ado. HCmo es
posible que no me diera cuentaI Gid!culo. Estar durante una $ora $aciendo pis en el patio del colegio. Kasta un nio
de dos aitos se $ubiera dado cuenta de que se trataba de un sueo. &eguramente es a causa de aquel maldito t"
amargo que bebimos ayer.
(e inclino $acia mi madre y le susurro al o!do, en vo# ba)ita, para que ,na no me oiga% E(am, me $e
$ec$o pis.
Ella se despierta poco a poco, sin comprender al principio mis palabras.
E&o" que estaba en el retrete del colegio y me $e $ec$o pis.
Ella, todav!a medio dormida, palpa lentamente las sbanas deba)o de m!, y al encontrar el c$arco empie#a a
sonre!r. .oma el despertador de la mesilla de noc$e y se lo acerca al o!do para comprobar que no se $a parado.
E2eber!as cambiarteEme susurra con complicidadE. Ja es $ora de prepararte para el colegio.
Luego se levanta despacio para no despertar a ,na, abre el armario y me pasa la muda. >n alba sucia, otoal,
$meda y mal$umorada entra pausadamente en nuestra $abitacin. El pensar en levantarme, en la lluvia, en el colegio,
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tiene un efecto demoledor sobre m!. El repentino despertar y la vergSen#a que me produce que el sueo se $aya
burlado de m! terminan de derrotarme. (e voy con mi madre a la cocina y ella vierte un poco de agua de un ca#o, con
la que me froto los o)os y la nari#. Ja me encuentro me)or. Ke cru#ado, feli#mente, el sucio r!o tibio que se extiende
entre el sueo y la vida. >n calor animal invade mi cuerpo y ya estoy vi"ndome correr descal#o $asta el colegio, entrar
y, mo)ado por la lluvia y $elado, sentarme al lado de la estufa, mudo, dndome importancia por la pena que
provocarn mis pies descal#os y mis $arapos mo)ados. J despu"s, cuando me seque y me siente en mi sitio Mmis pies
ya no estarn a la vista y el enro)ecimiento de mis manos $abr desaparecido, como si me $ubiera puesto unos guantes
blancosN, volver" a recuperar mi aureola de me)or alumno de la clase y seguir" sentado con esa corona, con una actitud
sabia, como un b$o, mientras la seora Gigo se pone a leer la me)or redaccin Mla m!aN con una vo# solemne y
cantar!naL luego seguir un silencio en la clase $asta que la seora Gigo se recupere de la emocin y declare que
enviar esa redaccin a El 'uen Pas6or para que la publiquen, por su morale)a y su inspiracin.
UNA SERENATA PARA ANA
OI un clamor deba)o de la ventana y pens" que $ab!an venido a matar a mi padre.
Entonces el viol!n disolvi la duda y me liber de mi miedo. El que tocaba deba)o de nuestra ventana no era
ningn virtuoso pero, sin duda, estaba enamorado de mi $ermana ,na. El viol!n sonaba casi como una vo# $umana.
,lguien, enamorado $asta las ore)as de las estrellas de mi $ermana ,na, cantaba t!midamente, $aciendo un esfuer#o
por dar a su vo# la mxima profundidad y virilidad posibles. &in embargo, ese canto parec!a un susurro% +or qu" el
&eor $abr creado el amor...
+or qu" las noc$es...
Entonces ,na encontr por fin las cerillas, y yo la vi baada de esa lu#, como en un ensueo, de pie detrs de
la cortina, vestida de blanco. Cuando volvi y se acost otra ve#, o! a mi madre decir, emocionada, con un tono casi
proverbial% O,na, recuerda esto para siempre. Cuando alguien te toca una serenata, $ay que encender una cerilla. Es
una noble seal de atencinP.
.ranquili#ado por la vo# de mi madre, volv! a sumirme en el sueo como en un bosque de olores, como en un
prado verde.
+or la maana encontramos en la ventana una ramita con una flor de man#ano, seme)ante a una corona de
plata, y dos o tres llameantes rosas ro)as. E incluso antes de que Mal d!a siguiente, en el colegioN la seora Gigo nos
preguntara% OH<ui"n fue el asno que anoc$e pisote mi )ard!nIP, ya esa maana yo $ab!a reconocido, por el olor, las
flores del )ard!n de la seora Gigo, porque yo era el encargado de atar sus rosales y de recortar sus lilos.
0o quise decir que, a )u#gar por su vo#, ese asno que pastaba rosales no pod!a ser otro que el )oven seor
@u1s, el #apatero, secretamente enamorado de mi $ermana ,na.
2ime, ,na, Hme lo $e inventado todoI
MLas flores y los oloresN.
EL PRADO, EN OTOO
OE fueron los del circo, los OatletasP y los amaestradores de osos% el otoo se acerca a su fin. ,ll!, en el
Campo +equeo, o en el Wltimo Gincn del Conde, como tambi"n lo llamaban, tan slo quedaron las $uellas de su
presencia, el campo aplanado y el c"sped pisoteado. En medio del prado $ab!a quedado una fosa de casi un metro de
profundidad, bien visible entre las toperas. Kasta $ac!a poco, all! estuvo clavado el mstil de la carpa, anc$o y mal
tallado en el extremo inferior, fino y erguido en el superiorL en su punta, la bandera. ,lrededor de la fosa el terreno
estaba excavado, desnudo del todoL se entreve!a la arcilla sacada de las profundidades. 0o se trataba de aquella fosa de
-=
$ac!a uno o dos aos, como pod!a pensarse. +orque los circos, los pequeos circos provincianos, compuestos de
gitanos y de ilusionistas, de funmbulos y de OatletasP, vienen y se van todos los aos, en otoo, como en una ltima
celebracin del verano, como una graciosa fiesta pagana. +ero nunca se trata de la misma compa!a, ni de la misma
carpa, ni siquiera del mismo mstil. ,quella fosa del ao pasado, aquella en la que entonces estaba clavada la columna
de la carpa, a$ora ni siquiera es visible y no podr!a decirse ni dnde estaba, pues esa fosa $a cicatri#ado como una
$erida, incluso me)or, pues de ella no $a quedado ni la cicatri# siquieraL la cubrieron la tierra, el c"sped, la mala
$ierba. J "sta tambi"n desaparecer pronto, regada por la lluvia, cubierta por la tierraL durante un tiempo la esconder
la nieve, y cuando vengan las tibias lluvias primaverales y los c$aparrones, la tierra y la $ierba la ocultarn, como si
nunca $ubiera existido. J no quedar ni $uella de la fiesta otoal que aqu! floreci ba)o las carpas de color rosa.
J ya no queda $uella de la verbena de colores, de los funmbulos, de la risa flo)a de los monos, ni del bramido
de los lentos elefantes. El circo se $a ido repentinamente, de la misma forma que vino. >na maana, antes de que
saliera el sol, unos musculosos )venes vestidos con camisetas de marinero, los mismos que durante d!as ex$ibieron
sus $abilidades y de)aron boquiabierto a todo el mundo, sacaron las cuas, descolgaron los alambres y las cuerdas,
ba)aron la carpa de color rosa y el orgulloso mstil con la bandera. 2espu"s empaquetaron rpida y $bilmente todo
eso y lo metieron en sus carros de madera, seme)antes a grandes barcos. Luego se fueron en silencio, como a
$urtadillasL las ruedas de los carros c$irriaban tristemente y, por las ventanas, entre las cortinas corridas, pod!a verse
cmo faenaban y $ac!an la comida las mgicas mu)eresDsirenas, mientras de la c$imenea ascend!a un $umo a#ul,
apenas perceptible en el cielo ail de la maana. Los animales rug!an en sus )aulasL tan slo el elefante se arrastraba
detrs de la comitiva, digna y vagamente, abanicndose con sus ore)ones.
,$ora, apenas un d!a o dos despu"s de que el circo se $aya ido, el campo an conserva las $uellas de todo lo
que $a sucedido. En ese espacio anc$o, ms anc$o que el c!rculo que cubr!a la carpa Msus l!mites se dibu)an claramente
marcados por los pisotones en la tierraN, todav!a yacen en el suelo los tapones de las botellas de cerve#aEcomo un
fino bordado de floresE, las colillas mo)adas, los restos de man#anas, los $uesos ya oxidados de las frutas, los
cucuruc$os de $elado pisoteados, las $uellas de los caballos y de las personas, los excrementos secos de las fieras
circenses, los mendrugos de pan, las $o)as de los peridicos antiguos que los espectadores usaron para sentarse
encima, las $o)as arrancadas de los cuadernos de los colegiales con sus dibu)os, las ca)as de cigarrillos, las de cerillas,
las bolsas de papel reventadas con las $ormigas pasendose por encima. En el lugar en el que moraba el vie)o y peludo
caballo circense, Oel ponyP, la tierra est removida con sus pe#uas, la $ierba arrancada de ra!#L tan slo se puede
encontrar, todav!a, algo de pa)a, completamente marc$ita. >n poco ms le)os se ven las $uellas de la antigua carpa de
los monos, un escenario cuadrado del que, por las esquinas, todav!a asoman las cuas de roble, peladas por el lado
superior con el reverso del $ac$a. , pesar de que desde que se fue el circo slo $an pasado unos d!as, la $ierba se est
endere#ando aqu! y all, como un muelle que recuperara lentamente su forma despu"s de liberarse del pie $umano o la
pe#ua del caballo.
@uera de este campo aplanado la $ierba permanece espesa, olorosa, me#clada con las tard!as flores otoales,
moradas y amarillas, con las campnulas resquebra)adas y con las malas $ierbas de toda clase que abundan
victoriosamente. Estas, con sus antenas ya oxidadas en las puntas, aunque no por ello menos potentes, a$ogan los
tiernos tallos de las flores y de la $ierba, de un color morado y verdoso. &e trata de un ltimo esfuer#o de la $ierba, de
un ltimo sorbo de sus ra!ces. El llant"n destaca sus tallos oscurecidos, adornados con los racimosL las $o)as de las
malas $ierbas empie#an a oscurecerse y a arrugarse, y sus puntas se convierten en garras que se amena#an
mutuamente. ,ll! se est librando una luc$a imperceptible para el o)o $umanoL del bullicio asoman los triunfales tallos
de las malas $ierbas y sus largos tentculos, mientras que las flores, afectadas por la insaciable avalanc$a del pasto,
florecen con sus ltimas fuer#as, ex$alando todo su olor. Embriagados y llevados por esos olores, pesados y
me#clados, y por esos colores, entrete)idos confusamente, los insectos #umban fren"ticamente en ese campo de batalla
perfumado, c$ocan entre s! las moscas y las avispas, los abe)orros y las mariposas. ,lgn saltamontes, $inc$ado y
pesado, del mismo color que las $o)as marc$itas, vuela ruidosamente cru#ando el prado, y luego cae, pesado y lento,
en la espesa maraa de las plantas, como una fruta salva)e ya madura.
Qse es el aspecto que tiene el prado, el abandonado prado otoal despu"s de la feria...
2e repente, desde el oeste, emerge de entre las $ierbas mi padre, agitando vigorosamente su bastn, y se
detiene en el borde del campo aplanado, all donde se encontraba la carpa de los monos. &e agac$a para examinar con
su severa y experta mirada la fatal influencia del otoo sobre las flores. Entonces su mirada se detiene en un tro#o de
papel arrugado que destaca entre la botnica y se distingue, plido e inerte, de la abundante vida del verdor otoal.
+rimero lo toca con la punta de su bastn, como un p)aro que toca con su pico un fruto desconocido, luego se agac$a
y lo extiende y, miope como es, sin levantarlo del suelo, se pone a leer la gtica impresa. &e trata de una pgina
arrancada de un libro de cocina alemn que sin duda utili#aban los OatletasP del circo para conservar la elasticidad y la
--
fuer#a de sus msculos% O&alsa de acederaP. (i padre agita la cabe#a con una expresin de enfado y de desprecio%
evidentemente no est de acuerdo con ese libro de cocina alemn, que en estos d!as de guerra resulta un trgico
sinsentido. (i padre tiene su propia receta para preparar la acedera, sin grasa, tan slo con agua y sal, por supuesto
con algunas especias y plantas aromticas accesibles para todo el mundo, pero cuyos nombres todav!a guarda en
secreto. Qsa es la ra#n por la que a$ora frunce el ceo, por eso sigue leyendo con una sonrisa irnica en los labios.
Luego, llevado por la lectura, que no $ace ms que convencerle de la venta)a de su frmula, gira la pgina, sin prestar
atencin a la corte#a de excrementos $umanos que se $a pegado sobre la letra gtica. OTVaUP, exclama mi padre. OT,$!
tienen, seores, su nataU T,$! tienen su salsa gticaUP. Contento con esa pequea vengan#a, se endere#aL luego, con un
preciso movimiento de esgrimidor, pinc$a la pgina con el pico de su bastn para conservarla consigo un rato ms, a
modo de recordatorio. ,cto seguido vuelve a adentrarse en la $ierba alta apretando ba)o el bra#o su $erbario
M=er2arium PannoniensisN, en el que yacen, como valiosos sellos postales, las flores prensadas y las muestras de las
plantas del prado% margaritas, $ierba de &an Vuan, salvia, a#afrn, G/psop7ila penicula6e888
LOS NO#IOS
S>CE25X en la "poca en la que su padre todav!a no beb!a Men realidad, entre dos 'randes 6orrac$eras, como
ms tarde dir!a su madreN y en la que "l, ,ndreas &am, todav!a no serv!a en las casas de los campesinos. &ucedi, por
lo tanto, en el segundo o tercer ao de la guerraL el nio apenas ten!a oc$o o nueve aos. Estaba sentado en la carreta,
embriagado por el olor de la pa)a reci"n recogida, y observaba el sol enro)ecido esconderse detrs del $ori#onte.
E6uenos d!as, seor &amEdi)o el campesino mientras se quitaba su grasiento sombrero. &ucedi, pues, en la
"poca en la que el seor &am, es decir, su padre, todav!a no beb!a. &u padre se quit su sombrero de ala dura% E
6uenas tardes. Ja ve, el sol se est poniendo.
E(aana se levantar vientoEdi)o el campesinoE. Cuando el cielo del oeste est ro)i#o despu"s de la
puesta del sol, significa que $abr viento.
E&!, seorEdi)o su padre, y sigui andando detrs de la carreta, que se arrastraba lentamente. El nio no
sab!a si su padre se $ab!a percatado de su presencia. El olor del tr"bol seco le produc!a v"rtigo y se sent!a flo)o. 2e
repente se estremeci y se acurruc en la pa)a. &u padre y el seor Kermann $ablaban de "l. /y a su padre decir% E
2")ese, se $a convertido en un gran gamberro.
&ab!a que se refer!a a "l. +or eso no di)o ni una palabra y se escondi an ms entre la pa)a del carro, casi
desmayado por la espesa embriague# del tr"bol salva)e y de la man#anilla.
,y, seor m!o di)o el campesinoE, pronto empe#ar a perseguir las faldas de las nias.
H+rontoIEdi)o su padreE. (ire, $ace unos d!as $i#o algo que no me atrevo a contarle de pura vergSen#a.
2e pronto el nio se dio cuenta de que su padre sab!a a;uello. +ero lo que ms le doli fue la traicin de su
madre. Le $ab!a prometido que no le dir!a nada a su padre. &i no se repet!a.
E&e lo estoy diciendo, seor...Edi)o el campesino, pero el nio ya se $ab!a tapado las ore)as con las manos
para no o!r lo que dec!an. &e estaba mareando a causa del olor a man#anilla reseca, y de la vergSen#a.
Ke aqu! cmo sucedi todo. Ese maldito asunto por el que a$ora ten!a que sonro)arse. M<ued"monos en la
forma impersonal. 2espu"s de tanto tiempo, ese ,ndreas tal ve# ni siquiera sea yoN.
Vugaban al escondite en el )ard!n del seor &#abo, el padre de Vulia. @ue un sbado, despu"s del colegio.
(ientras @ar1as contaba, se escond!an )untos, por pare)as% /tto y (ari1a, Emi1a Mla $ermana de VuliaN y /scar, Vulia y
,ndi. Kac!a tiempo que Vulia le gustaba. 5ban a la misma clase y eran los dos me)ores estudiantes% "l, de entre los
niosL ella, de entre las nias. Ella ten!a una caligraf!a ms bonita que la de "l y respond!a con ms celeridad, "l
dibu)aba me)or y escrib!a unas redacciones ms bonitas.
,ndi iba a menudo a su casa, pues su madre te)!a )ers"is de mo$air para la seora &#abo y para sus $i)as. +or
eso "l iba a menudo a su casa, sobre todo en invierno, y tambi"n para pedir prestado algn alimento. &e deten!a en la
-3
puerta y dec!a% E6enditos sean Vess y (ar!a. EJ enseguida aad!aE% (i mam le pide a la seora &#abo que, si
tuviera y no le importase, nos prestara una $oga#a de pan. +uede ser vie)a. (i madre da las gracias de antemano y dice
que el verano que viene traba)ar para pagarles todo lo que les debemos.
Entonces tomaba el pan envuelto en un pao de lino, daba las gracias Muna ve# msN y se iba corriendo a darle
una alegr!a a su madre. +ero nunca se deten!a en la casa del seor &#abo.
E.e escribir" una cartaEsusurr "l.
Estaban ec$ados en el pa)ar. 2esde el )ard!n les llegaba la ronca vo# de @ar1as% E...cincuenta y cinco,
cincuenta y seis, cincuenta y siete, cincuenta y oc$o...
EJa s" qu" vas a escribirmeEdi)o ella.
E0o lo sabesEdi)o "l.
ELo s".
.uvieron que callarse. /yeron c$irriar la puerta del pa)ar.
EKay alguien en la pa)aEdi)o @ar1as.
&ab!an que no les ve!a. Entonces se $i#o el silencio. .ambi"n sab!an que @ar1as estaba all!, escuc$ando.
2espu"s oyeron sus pasos en la gravilla, delante del pa)ar. 0o cerr la puerta.
E0o lo sabesErepiti "l.
E&! que lo s"Edi)o ella.
E.e lo dar" maana en el colegio. Lo pondr" en el libro de catecismo. +gina trece.
EH+or qu" la treceI
E+orque s!Edi)o "l.
E2e acuerdoEdi)o ellaE. +ero ya s" lo que pondr en esa carta.
EVura que no se lo dirs a nadie.
E2e acuerdoEdi)o ellaE. +ero ya s" lo que pondr en esa carta.
0o lo sabes. Cuando $ayas le!do la carta, qu"mala y sopla las ceni#as.
EH+or qu"IEpregunt ella.
E+orque s!Edi)o "lE. +ara que no se pueda leer lo que estaba escrito.
EJa los $an encontrado a todosEdi)o ella.
E*e t primeroEdi)o "lE. J diles que estabas en el establo.
Ella se desli# por la pa)a y ec$ a correr. &lo cuando oy su sonora risa al fondo del )ard!n, "l tambi"n se
de) caer por la pa)a.
En la siguiente vuelta le toc contar a "l. +ero despu"s, como si lo $ubiesen acordado, volvieron a encontrarse
en el mismo lugar.
E&" lo que pondr en esa cartaErepiti ella. &us tren#as eran del mismo color que la pa)a, ten!a la nari# c$ata
y la boca grande. /l!a a tr"bol salva)e seco.
EH<uieres a$oraIEdi)o "l. ,penas pudo pronunciarloE. HLo quieres a7oraI
E.engo miedoEdi)o ella.
-;
EJo tambi"nEdi)o "l.
EVura que no se lo dirs a nadie.
ELo )uroEdi)o "l.
E.engo miedoErepiti ella.
Jac!an muy )untos. Ella cerr los o)os. El la bes. .en!a un $oyuelo en la me)illa y una naricita pecosa y c$ata.
/l!a a tr"bol seco.
E.engo miedoEdi)o ella.
EJo tambi"nEdi)o "l.
En una ocasin permanecieron en el pa)ar ms tiempo de la cuenta y @ar1as les sorprendi.
E,ndi y Vulia son marido y mu)erEdi)o.
E0o es verdadEdi)o ,ndi.
E&on marido y mu)erErepiti @ar1asE. &iempre estn )untos.
E0o $ay nada entre nosotrosEc$ill Vulia.
EH+or qu" te pones ro)a, entoncesIEpregunt @ar1asE. H+or qu" te rubori#as, si no $ay nada entre
vosotrosI
Vulia se puso a llorar y eso les delat. 2espu"s de esto, todo empe# a ir mal. ,ndi era ms fuerte que @ar1as,
as! que le abofete. @ar1as se fue corriendo a que)arse a ,na, la $ermana de ,ndi.
,s! las cosas, ,ndi decidi no volver a casa a cenar. 0i tampoco a desayunar al d!a siguiente. 0o volver!a ms
a casa. En verano pescar!a en el r!o y en invierno ir!a de un pueblo a otro y ayudar!a a los campesinos. J cuando
a$orrase dinero suficiente, comprar!a un barco y se ir!a a casa de su abuelo, a Cetin)e. / a cualquier otro lugar. &e
convertir!a en criminal o en detective. 2aba lo mismo.
Kasta que oscureci, se escondi en la riberaL entonces empe# a $acer fr!o y se puso a temblar. 2e fr!o y de
miedo. &u madre y ,na seguramente lo estar!an buscando por el pueblo. .al ve# su madre muriera de triste#a si "l no
volv!a a casa antes de anoc$ecer. ,s! que decidi apla#ar su via)e y acercarse al pueblo. /y la vo# de ,na,
llamndolo. Le contest.
E*en a casaEdi)o ,na. +ero no se atrev!a a acercarse al bosque de sauces en el que su $ermano estaba
escondido porque sab!a que "l ten!a una piedra en la manoE. &al, no se lo dir" a mam.
EH2ecirle qu"IEdi)o "l.
E0o le dir" que eres el novio de Vulia.
E2ile a mam que no volver" a casa nuncaEdi)o "l, y sinti que el cora#n se le encog!a de pena.
E(am llorarEdi)o ella.
EH&e lo $as dic$oIEpregunt "l.
E0oEdi)o ,naE. .e )uro por 2ios que no.
E&i no le dices nada, no ir" a &an @rancisco. 0i tampoco a (ontenegro.
E0o se lo dir"Erepiti ,na.
En ese momento tambi"n lleg su madre y se puso a llamarlo. ,ndreas se sec los o)os, respir $ondo y sali
de su escondite. Entonces le susurr a ,na% E*ale, pero no digas nada sobre aquello.
+ero su madre siempre se daba cuenta si "l $ab!a llorado.
-9
EH+or qu" $a llorado mi pequeoIEpregunt su madre.
E0o $e lloradoEdi)o "l y se le arranc un suspiro, como despu"s de $aber llorado.
Entonces se ec$ a sollo#ar. 5magin cmo se $abr!a sentido su madre si "l se $ubiera ido de casa.
,na quiso ayudarle%
E<uer!a escaparse otra ve# a &an @rancisco. / a (ontenegro, a casa del abuelo.
,$ora ten!a que confesar que $ab!a llorado. J decir por qu" $ab!a llorado. +or supuesto, por nada del mundo
confesar!a que era el novio de Vulia y que $ab!a estado acostado )unto a ella en el pa)ar. &lo di)o lo que ten!a que
decir% se $ab!a escondido en el pa)ar con Vulia y @ar1as le tomaba el pelo por ello. Entonces le abofete. Eso era todo.
&i le $ubiesen atado a una rueda o si le $ubiesen puesto cerillas encendidas ba)o las uas, no $ubiera confesado ms
que eso.
Estaba convencido de que su madre le $ab!a cre!do y de que ,na no le $ab!a dic$o nada de que "l era el novio
de Vulia y todo lo dems.
J a$ora acababa de enterarse de que su madre lo sab!a todo y de que adems se lo $ab!a contado a su padre.
H+or qu", si no, su padre iba a decir que $ac!a unos d!as "l M,ndiN $ab!a $ec$o algo tan vergon#oso que no se pod!a ni
contarI
J por eso a$ora se tapaba los o!dos y cerraba los o)os, por eso le parec!a que iba a morirse de vergSen#a y de
pena. Casi se $ab!a desmayado por la espesa embriague# del tr"bol salva)e reci"n secado.
Cuando abri los o)os vio cmo su padre, en toda su estatura, bastn en mano y con su sombrero negro de ala
dura, se quedaba detrs del carro, su silueta dibu)ndose en el $ori#onte prpura.
UN CASTILLO ILUINADO POR EL SOL
SE $a perdido 0aran)a, la ms bonita de todas las vacas del pueblo. J "l tiene que encontrarla a toda costa,
aunque tenga que pasar toda la noc$e buscndola. El seor (olnar no se lo perdonar!a. 0aran)a es la me)or vaca que
tiene el seor (olnar. +or lo tanto, tendr que rastrear todo el bosque e incluso ms all, si $ace falta. Le dir a *irag
que se lleve las vacas del seor (olnar )unto con las suyas y que le diga% O0aran)a se $a perdido. Como si se la
$ubiera tragado la tierraP. J que tambi"n le diga% O,ndi le pide al seor (olnar que no se enfade con "l. Kar todo lo
posible por encontrar a 0aran)a, pues sabe que 0aran)a est preada y que es la me)or vaca de todo el pueblo. +ero ya
ve, parece que se la $ubiera tragado la tierraP. J que tambi"n le diga% O,ndi dice que, si maana por la maana an no
$a encontrado a 0aran)a, no lo esperen. &e ir de casa, no volver nunca al pueblo. <ue el seor (olnar no se
enfadeP. J que a la seora &am, su madre, le diga que no llore. O,ndi se $a ido de casa por $aber perdido a 0aran)aP.
+ero que lo diga con cuidado, pues, de lo contrario, su mam podr!a morirse en el acto, a$! mismo. +or eso, me)or que
le diga tan slo% O,ndi $a perdido a 0aran)a. 0o volver $asta que la encuentreP. Esto es lo que le dir a *irag. El
siempre $a ayudado a *irag cuando a "ste se le $a perdido alguna vaca.
J, qu" le dir al seor (olnar si encuentra a 0aran)a y la trae a casa tarde, de noc$e, como la ltima ve#I Le
dir que 0aran)a pastaba por a$! cerca, con las dems vacas, y que de repente desapareci, como si se la $ubiera
tragado la tierra.
O+ero Ht te dedicas a cuidar de las vacas o qu"IP, le dir el seor (olnar. O2ime, Hte dedicas a cuidar de las
vacasI H<u" es lo que $aces en el bosqueIP.
O0ada, seor (olnarP, le dir. O&" que 0aran)a est preada y nunca le permito que se ale)e de las dems
vacas. +ero ya ve, como si se la $ubiera tragado la tierraP. Eso es lo que le dir, si la encuentra.
En ese momento al nio le pareci o!r que entre los arbustos cru)!an unas ramas y se detuvo, )adeante.
ET0aran)aU T0aran)aU
-R
2etuvo la respiracin para escuc$ar.
, lo le)os se oy el sonido del cuerno de los pastores. &e dio cuenta de que en el bosque ya $ab!a empe#ado a
oscurecer y de que pronto no ser!a capa# de distinguir el caminito de tierra.
E2ingoEdi)o el nioE, Hdnde est 0aran)aI 2ime, Hdnde est 0aran)aI
2elante de "l, el perro le miraba en silencio.
E2ingo, Hqu" vamos a $acerIEdi)o el nio.
Le $ablaba mirndole directamente a los o)os y el perro le entend!a. Este movi el rabo y gimi, ladeando la
cabe#a.
E&i no encontramos a 0aran)a pronto, no volveremos a donde el seor (olnar.
El nio sigui conversando con el perro, que andaba delante de "l, gimoteando.
,nduvieron por un caminito de tierra cubierto de matorrales, en direccin al 'ran Goble 5mperial.
EJ t te vendrs conmigoEdi)o el nioE. El seor 6er1i no se enfadar muc$o porque te $aya tra!do
conmigo. El sabe que ests conmigo y que no te faltar de nada. 5mag!nate qu" pasar!a si t me abandonarasEdi)o el
nioE. >n d!a vuelves al pueblo y te pones a ladrar delante de mi casa. .odo el mundo dir!a% O,l parecer, ,ndi no
volver nunca msP. +or supuesto, no lo dir!an en vo# alta delante de mi mam, ni de ,naL tan slo lo pensar!an, si un
d!a volvieras t solo al pueblo.
El perro se detuvo y se puso a $usmear.
E&eorEdi)o el nioE, aydame a encontrar a 0aran)a.
2ingo gimote y el nio supuso que se trataba de una $uella fresca de liebre o de una madriguera de #orros.
,penas ve!a al perro, que avan#aba, plaendo, a trav"s de los arbustos.
E+or eso t y yo nos iremos )untos. +ues imag!nate qu" pasar!a si t volvieras solo, y mi mam y ,na y el
seor 6er1i y todo el mundo se plantaran delante de ti y te reproc$aran% O2ingo, Hdnde est ,ndiIP. (i madre se
dar!a cuenta enseguida, nada ms verte, de que yo $abr!a muerto, y se desplomar!a, y ,na se pondr!a a arrancarse el
pelo. El seor 6er1i, mi pariente, se pondr!a a consolarlas y les dir!a% O+or 2ios, seora &am, no sea tonta. H<u" clase
de prueba tenemos de que a ,ndi le $aya pasado algo, por favorI 2ingo $a vuelto simplemente porque ten!a $ambre, o
porque el propio ,ndi lo $a a$uyentadoP. Eso es lo que dir!a el seor 6er1i, y no estar!a enfadado, pues "l mismo
estar!a convencido de que yo $abr!a muerto, o de que me $abr!an $ec$o prisionero los bandidos, o de que me $abr!an
despeda#ado unos lobos, o de que me $abr!a encantado un $ada del bosque. +ero $ar!a como si nada de esto se le
$ubiera ocurrido, porque le dar!an lstima mi madre y ,na... +ero Hqu" pensar!a, en realidad, de tiI ,ll! mismo,
delante de todo el mundo, no te dir!a nada, pero cuando os quedarais a solas te despreciar!a, tal ve# incluso te escupir!a
en el $ocico por $aberme abandonado. Jo ya s" que t nunca lo $ar!as% es un decir. H.e acuerdas de aquel libro, El
7om2re, el ca2allo / el perro, que le! el otoo pasadoI &eguro que te acuerdas, lo le! mientras cuidbamos de las vacas
al lado de la *!a Gomana. Luego se lo cont" a todos, a *irag, a Latsi1a .ot y a 6ela Kermann, a todo el mundo.
6ueno, pues Hrecuerdas qu" leales eran los unos a los otrosI T,cu"rdateU 0o pod!a con ellos ni todo el &alva)e /este...
HJ si nos atacaran los lobosI . podrs $acerte cargo, por lo menos, de dos. J, yoI H<u" te parece, cuntos lobos
podr!an cargarse ,ndi y 2ingo si se quedaran )untos en el bosqueI HJ si nos capturaran los bandidosI . te encargars
de desatarme la cuerda mientras duermen. El resto ser sencillo. Ellos estarn dormidos y yo me $ar" con una pistola.
0o, con dos pistolas. >na para cada mano. H.e crees que no s" mane)ar una pistolaI Creo que no tienes ninguna duda
al respecto. 2espu"s les llevaremos a la polic!a. &e sorprendern y nos interrogarn durante muc$o tiempo. Luego
llamarn a mi madre y a la seora Gigo, mi maestra. (i madre se asustar muc$o, pues si la llama la polic!a
significar o bien que estoy muerto, o bien que $e cometido algn delito gordo. +ero ellos la felicitarn y le contarn
que $e capturado a la banda ms peligrosa y sanguinaria, a unos bandidos contra los que se $ab!a lan#ado una orden
de arresto y a los que llevaban aos buscando intilmente. Entonces le darn el premio. >na suma de dinero inmensaL
aunque estuvieras contndolo durante tres d!as y tres noc$es, no acabar!as de contarlo. +ero una suma de dinero tan
grande no la entregan en mano a ningn nio, aunque $ubiera desarmado a la banda de mal$ec$ores ms peligrosa. La
seora Gigo estar all! para contar el dinero, y le dirn que, por ley, tiene la obligacin de dar por )ustificadas todas
mis ausencias de clase. J al d!a siguiente, en clase, dir% O,ndi, ponte en pieP. Entonces Latsi y *irag pensarn que la
maestra me iba a mandar al patio para traer un palo con el que me pegar!a despu"s. En ve# de eso, ella dir% O0ios,
-:
,ndreas &am, alumno de nuestro colegio, $a capturado a la banda de mal$ec$ores ms peligrosaP. +or supuesto,
tambi"n dir que su perro, llamado 2ingo, le $a ayudado. J Vulia &#abo llorar de emocin cuando se d" cuenta de
todo lo que podr!a $aberme pasado.
Kablaba ya en vo# alta. ,dems del perro, no $ab!a nadie que pudiera o!rle. En el bosque ya $ab!a oscurecidoL
por encima de las ramas ms altas de los rboles asomaba un cielo ail, oscuro. ,ndaba a trav"s de los matorrales,
detrs del perro, protegi"ndose la cara con las manos. +isaba con sus pies descal#os, ora encima del musgo, ora
encima de las $o)as marc$itas, o bien quebraba las ramas secas, que cru)!an ba)o sus pies. Kablaba en vo# alta porque
el bosque $ab!a iniciado un murmullo de miles de rumores y al nio le parec!a que todo estaba perdido para siempre.
Ja no o!a las voces de los pastores y el le)ano mugido de las vacas $ac!a muc$o que $ab!a cesado. , esa $ora, *irag
seguramente ya $abr llevado las vacas al seor (olnar y le estar contando todo de cualquier manera, pues todav!a
no se $ab!an puesto de acuerdo. &eguro que le contar todo lo peor, que lo traicionar. Como le $ab!a traicionado al
ao anterior, cuando ,ndi mont a (edianoc$e y el seor (olnar se enter y le amena# con despedirle. ,s! que ese
*irag se $abr puesto a contrselo todo% que estaban en el 6osque del Conde, que $ab!an encendido el fuego y que "l,
,ndi, les estaba contando a todos El capi6$n de la campana de pla6a. 2espu"s, cuando quisieron reunir las vacas, pues
el sol ya estaba a punto de ponerse y los pastores de 6a1sa y de Cestreg ya estaban llevando su ganado a casa, ,ndi se
dio cuenta de que le faltaba 0aran)a. &eguro que el seor (olnar tambi"n preguntar!a eso% Hcunto $ac!a,
aproximadamente, que ,ndi $ab!a comprobado dnde estaban sus vacasI J el torpe de *irag, el gitano, dir que "l y
6ela Kermann se $ab!an puesto de acuerdo para que ese d!a 6ela cuidara de sus vacas y de las de ,ndi, es decir, las
del seor (olnar, y que entretanto ,ndi terminar!a de leer El capi6$n de la campana de pla6a para contrselo despu"s.
Eso es lo que dir *irag. <ue cuando 6ela Kermann le comunic que 0aran)a $ab!a desaparecido, "l no $i#o ms que
enviar al perro a buscarla y sigui leyendo el cuento donde lo $ab!a de)ado% cuando la (ulata $ab!a entrado en el
camarote y le $ab!a dic$o a ,le)andro Ki)avento que se envenenar!a por celos. .en!a en la palma de la mano una
pequea pastilla blanca, y sus o)os refle)aban el brillo del mar del Caribe...
EJ Hqu" $ar!amosIEdi)o el nio en vo# alta dirigi"ndose al perro, cuyo gimoteo segu!a casi a ciegasE.
H<u" $ar!amos si el $ada del bosque nos encantaraI H*esI Es bueno que est"s conmigo. <ue yo sepa, ni las $adas del
bosque ni las bru)as tienen el poder de encantar a los perros. +or lo tanto, en cuanto vi"ramos el castillo, t te
detendr!as detrs de m! para ver lo que pasa. 0o te extrae que en cualquier momento veamos un castillo. 0o te
asustes. &i es un bonito castillo antiguo, como el del Conde, detrs del 'ran Goble 5mperial, y est iluminado, se trata
del castillo del $ada del bosque. H.e crees que voy a $uirI +or nada del mundo. .al ve# se $aya llevado a 0aran)a slo
para que yo venga a buscarla, para caer en sus redes. Cuando la vea, $ar" como si no supiera que ella es el $ada del
bosque. La saludar" amable y educadamente, y le preguntar"% OH0o $abr visto la seorita $ada una vaca encinta, de
color naran)aIP. Ella, para que lo sepas, no $ar ms que sonre!r para seducirme, y se dirigir $acia el castillo
$aci"ndose la vergon#osa. H&abes cmo la reconocer"I Llevar un vestido blanco, como de seda, slo que ms fino y
ms transparente todav!a. +orque las $adas siempre visten de blanco. Entonces $ar" como si no me percatara de nada,
tan slo dar" las gracias y seguir" mi camino, si puedo. &i me despierto, se trata de un sueo. &i no me despierto y no
puedo andar, significa que estoy encantado. En ese caso me quedar" una temporada con ella, no te enfades. *uelve e
intenta explicar a mi madre y al seor 6er1i que no estoy muerto, que me $a encantado el $ada del bosque. <ue no se
preocupen. (e quedar" all! un ao, qui#s dos. +ero, 2ingo, Hsabes lo peligroso que es esoI &e paga con la vida. 2e
all! todav!a no $a escapado nadie. 6ien porque se encontraban tan a gusto que se les borraron de la memoria todos los
dems recuerdos, bien porque les lleg el castigo. +ero yo me escapar". +or mam. Ella sabr que no estoy muerto y
estar esperndome. ., 2ingo, no te asustes cuando veas un castillo iluminado.
Entonces, de repente, se $i#o un poco de claridad. 2elante de ellos el bosque parec!a $aberse encendido. El
nio y el perro se detuvieron al instante.
En medio del descampado, a la lu# de la puesta de sol, estaba 0aran)a, rosadita como una cere#a.
EEs la vaca ms bonita de todo el puebloEdi)o el nioE. +or eso la reconocieron.
2e pronto le dio pena $aber encontrado la vaca. &e acord de que *irag todav!a podr!a contrselo todo al
seor (olnar. J se podr!a $aber quedado $asta tres aos en aquel castillo.
-8
EL PRADO
I6, andando por la orilla del r!o $acia 6a1sa. En el aire se sent!a el olor a o#ono me#clado con el del saco ya
demasiado maduro. Las toperas frescas luc!an ro)as como costras. 2e repente, sali el sol. En el c"sped se encendieron
los rannculos. &e extendi un olor a man#anillaL el prado se $i#o pesado de tanto olor. /bservaba a su perro morder
las pr!mulas mientras por su $ocico se escurr!an unas babas verdes. Entonces se ec$ en el c"sped "l tambi"n, boca
aba)o, al lado de una topera que desprend!a vapor como una $oga#a. (ordisqueaba un tallo de acedera todav!a
$medo.
Estaba descal#o, llevaba un pantaln corto de lino de color a#ul oscuro. Entre los dedos de sus manos estaban
formndose costras a consecuencia de la sarna.
MEn esa "poca ni siquiera imaginaba que alguna ve# escribir!a cuentos, pero pens"% O2ios, Tqu" impotente soy
ante estas floresUPN.
En el bolsillo apretaba los dos millones en billetes a#ules de la guerra con los que ten!a que pagar el a#ufre en
barra.
2elante de la casa del m"dico, un gran &an 6ernardo intentaba arrancar su cadena. Estaba enloquecido de
tanto comer.
M&ab!a que ten!a que mentir% dos millones, en realidad, no val!an nadaN.
EH<u" $ay, c$avalIEpregunt el m"dico.
Llevaba una bata blanca que ol!a a caramelos de menta.
El nio extendi la mano y abri los dedos%
E&arnaEdi)o.
MO.odo esto no puede durar eternamenteP, pensaba para mis adentros. OEl m"dico me atender durante una
media $oraL ms el camino de vuelta, todo este mal trago acabar dentro de una $ora, como muc$o. 2entro de una
$ora, incluso dentro de media $ora, estar" volviendo por la orilla del Ker1a y el m"dico, la falsedad, la mentira y la
vergSen#a, todo ser $istoria. .odo eso quedar a mis espaldas, como el rabo del &an 6ernardoP. .odo ser $istoria.
0unca antes $ab!a diferenciado esos dos tiempos. Ese d!a, durante la visita al m"dico, aprend! que cuando ests mal
debes pensar en lo que viene despu"s, como en estar en el prado de vueltaN.
El m"dico, llevado por la costumbre, escribi la recetaL luego se arrepinti, la rompi y le dio dos barras de
a#ufre envueltas en celofn. El nio, entonces, $umedeci la garganta y regres del prado por el que ya estaba
andando en sus pensamientos% EHCunto le debo, seorI
EHCunto dinero tienesIEpregunt el m"dico.
E2os millones, seorEdi)o el nio.
MJ ya estaba andando por el prado y cortaba con el palo las cabe#as de los lirios del valle. El casn del m"dico
y el perro, todo quedaba ya atrs. ,unque $ubiera querido, no $ubiese podido volver a alcan#ar ese tiempoL slo
$ubiera podido dar vueltas alrededor de s! mismo, como un perro intentando atrapar su propio rabo con los dientesN.
EHJ qu" se puede comprar con dos millones, )ovenI
E0o lo s", seor.
MEn realidad lo sab!a. >n $uevo, como muc$oN.
E0adaEdi)o el m"dico.
MJa estaba muy cerca de su casa. En realidad, ya estaba encima del tronco que atravesaba el r!o y observaba el
agua que corr!a, como el tiempoN.
-4
Estaba andando, pues, por la orilla del r!o $acia el pueblo. ,ndaba victoriosamente. En un bolsillo apretaba los
dos millones en billetes a#ules de la guerra y en el otro las dos barras de a#ufre envueltas en celofn.
J ya lo ve!a% su $ermana ,na y su madre estn delante de la puerta. ,na tiene sangre entre los dedos.
2e)ar caer las barras encima de la mesa y dir% O(e#clar con la grasa. >ntar por la noc$e, antes de dormirP.
Entonces se olvidar por un momento Ma propsitoN, luego se acordar. .irar los billetes encima de la mesa%
O0o quiso tomar estoP, dir. OEsto no vale nada. Ql tambi"n sabe que no vale nadaP.
5maginaba cmo su madre me#claba el a#ufre en un recipiente de $o)alata. Como si fuera una yema de $uevo.
Casi apetec!a com"rselo.
*olv!a por la orilla $acia el pueblo. El vencedor ante el tiempo, todav!a impotente ante las flores y el prado.
IENTRAS LE DESPIOJAN
$A025, qu"date despu"s de claseEdi)o la seora Gigo, su maestra.
0o di)o% O,ndreas &amPL slo O,ndiP... Eso significaba que tendr!a que volver a limpiarle el gallinero% $ac!a
ya tres o cuatro meses que no lo $ab!a $ec$o.
,s! que, mientras todo el mundo sal!a $aciendo ruido con los pupitres, "l segu!a sentado, como avergon#ado, y
pensaba que la seora Gigo le invitar!a a comer despu"s de terminar el traba)o. +or supuesto, antes de eso tendr!a que
lavarse bien la cara. .endr!a que limpiarse con un palito la mugre de deba)o de las uas y en)uagarse la boca.
+ero no puede de)ar de pensar en lo que se avecina antes de esto, antes del aseo. El esti"rcol seco de las
gallinas se le ad$iere a la lengua y se le mete en los pulmones. Las fosas nasales se le pegan a causa del polvo. 6arre y
rasca de rodillas. Cuando ya no aguanta ms sin respirar, levanta dos te)as y asoma la cabe#a. &u cabe#a despeinada,
plantada en un cuello largo y delgado, aparece por encima del gallinero como una seta salva)e. &u saliva est espesa y
oscura como el esti"rcol fresco de las gallinas.
2espu"s vuelve a colocar las te)as que $a movido y sale $acia atrs, arrastrndose. ,l sentir ba)o los pies el
peldao de la escalera, agarra con las dos manos la vie)a palangana, desconc$ada por los bordes y casi sin esmalte, y
la llena $asta arriba del esti"rcol de las gallinas endurecido, de color ceni#a. ,poya la escobita pelada en una esquina
del retrete que $ay al fondo del patio y ec$a el esti"rcol a los rosales.
Es otoo, las rosas ya se estn des$o)ando. Los p"talos destacan por su blancura encima de las $o)as secas.
>na rosa berme)a, encendida, arde como el sol de poniente. &u olor inunda por un momento sus fosas nasales y el nio
la toca con la nari#. La rosa se des$ace enseguida. El aire se llena de un olor a pimentn dulce.
,$ora se lava en un abrevadero de madera, al lado de la leera. ,l principio el agua est limpia y las nubes
refle)an su blancura en ella. &i se agac$a un poco ms, puede ver su cara. J el fondo del abrevadero est forrado con
un terciopelo verdoso.
Kunde la cabe#a dentro del abrevadero.
Los pio)illos nadan en el agua.
En su boca persiste el sabor de los muslos de pollo mal desplumados.
2espu"s llama a la puerta de cristal Mno se lo est imaginando% llama a la puertaN. Le abre ,tila, el $i)o de la
seora Gigo, de su misma edad. El nio pisa la alfombrilla con sus pies descal#osEla alfombrilla es como el fondo del
abrevadero% aterciopeladaE. Le ponen la cena en la cocina. La mesa est cubierta con un $ule a cuadros que $uele a
lec$e quemada. En un plato $ay torre#nos, un poco resecosL en un cuenco blanco de porcelana, man#anas rosaditas y
una naran)a.
-7
El tiene $ambre pero no puede comer porque le estn observando. 2a vueltas a aquel peda#o de alimento
graso dentro de la bocaL cambia las piernas de posicin deba)o de la mesa. 0o lo ve pero lo sabe% sus pies estn
de)ando $uellas mo)adas en el suelo de cemento. &e arrepentir maana, cuando tenga $ambre.
Cierra los o)osL la naran)a parece una rosa.
&e levanta y da las gracias amablemente.
La seora Gigo le pone en una bolsa los torre#nos que no pudo comer. ,dems, le da una man#ana, que "l,
confuso, se coloca dentro de la camisa.
Cierra los o)osL la naran)a parece una rosa.
J en casa, poco despu"s, est ec$ado sobre la cama, boca aba)o, desnudoL su cabe#a es lo nico que asoma por
deba)o del edredn. &u madre y ,na, su $ermana, le despio)an el pelo. J las costuras de la camisa. J mientras su
madre le repasa el cabello, $aciendo un ruido cru)iente con las uas, a "l le sobreviene un sueo repentino, como un
desmayo. +ero tampoco tiene fuer#as para eso. .an slo siente el olor de su casa y de su almo$ada y le viene a la
mente aquella rosa berme)a que se $ab!a des$ec$o en el rosal. Esa rosa destella en su conciencia con tal fuer#a que,
apretando los o)os como para protegerse de una lu# intensa, es capa# de sentir su olorL el olor a pimentn dulce.
Es lo ltimo que todav!a puede distinguir claramente. Ese repentino olor y ese brillo. Ese brillo berme)o.
&us prpados se estn cerrando y el sueo, como un desmayo, le acuna lentamente.
.an slo escuc$a, desde muy le)os, desde alguna parte del rosal, la vo# de su $ermana ,na% ET(!ralo, dnde
se $a metido, malditoU Kasta el sobaco $a llegado. T+ensaba que all! no lo iba a encontrarU
UNA !ISTORIA DE SETAS
$SE0C5LL,(E0.E, aqu! no $a buscado nadieEdi)o el nio.
ET&eorUEdi)o la seora &am, exaltada, y tir las pifias al c"sped.
&e encontraban en una planicie, a la salida misma del 6osque del Conde. El sol vert!a una lu# ro)a sobre las
$o)as secas y las agu)as de los pinos. /l!a a pa)a podrida y a resina.
E,qu! no $a buscado nadieErepiti el nio.
+ero nadie se movi de su sitio. Estaban all!, mirando estupefactos. ,lrededor de ellos, en todas partes por los
bordes de la planicie, $ab!an brotado unas setas grandes, con el sombrero brillante y pardas como panes.
ECuando pasamos por aqu!, no estabanEdi)o ,na.
E&!Edi)o la seora &am sabiamenteE, los $ongos pueden brotar en muy pocas $oras. &obre todo despu"s de
la lluvia.
ECuando estbamos cerca del 'ran Goble 5mperial Edi)o el nioE, estaba lloviendo.
E&!Edi)o la seora &amE, se ve!an relmpagos en el oeste. El c$aparrn $a debido de pasar por aqu!.
E.engo la impresin de que la tierra an est $medaEdi)o ,na, rascando con el pie una capa de $o)as
podridas.
+ero an no se $ab!a movido nadie para recoger las setas. +ermanecieron all!, observndolas. .en!an la
impresin de que crec!an ante sus o)os, perforando la tierra desde las profundidades, como extraos gusanos,
provocando que la capa de las $o)as secas se $inc$ara. Entonces asomaba una gorra lisa y parda, como la masa del
pan, que se dora mientras se $inc$a.
3=
,l principio las recog!an con cuidado, $urgando con los dedos en la capa de $o)as $medas que escond!a las
ra!ces. 2e pronto pensaron que podr!a aparecer alguien, y se pusieron a arrancarlas a la fuer#a, rompi"ndolas, y a
meterlas en el saco que $ab!an vaciado de pifias. Llevaban todo el otoo vagando por el bosque, recogiendo pias para
el fuego del invierno, y apenas $ab!an visto setas.
E+ues el seor (olnarEdi)o el nioEse levanta a las tres y se va le)os, creo que $asta Kes#t$ely. Las setas
normalmente aparecen en las profundidades de los bosques.
E0o le cuentes esto a nadieEdi)o ,na con vo# de regaoE, no te vayas a ir de la lengua.
E,s! esEdi)o la seora &amE. Las encontramos detrs del 'ran Goble 5mperial. Eso es lo que vamos a
decir.
EEl seor (olnar dice que cada uno tiene su sitio para recoger $ongosEdi)o el nioE. J no se lo cuenta a
nadie.
E&lo me preocupa que alguien las encuentreEdi)o ,naE. Este sitio est pegado al camino. 6asta con que a
alguien se le desv!e una vaca.
E.endr" que preguntar a la seora &#abo cmo $ay que secarlasEdi)o la seora &amE, para $acer un ali)o
para el invierno.
EKay que cortarlas en $ori#ontalEdi)o el nioE. 2espu"s se de)an a secar en un pao blanco. La seora
(olnar las seca en el te)ado.
EHEn el te)adoIEdi)o ,na, incr"dula.
E&!, en el te)ado del gallineroEdi)o el nioE. +rimero abre el pao, luego despliega encima las setas
cortadas. ,l ponerse el sol, las recoge. Eso es todo.
Las ms pequeas no las recogieron. Las de)aron crecer.
E,s! que ni una palabra a nadieErepiti la seora &amE. &i alguien pregunta, las encontramos detrs del
'ran Goble 5mperial.
EJo no me voy a ir de la lenguaEdi)o ,na.
EKay personas que, nada ms ver las setas, son capaces de saber dnde se $an cogidoEdi)o el nioE. Con
ec$arles un vista#o, ya lo saben.
ELo diceEdi)o ,naEporque presumir delante del seor (olnar y de aquel gitano, *irag, del que se $a
$ec$o amigo.
E0o s" para qu" quiere a ese *iragEdi)o la seora &am.
,nduvieron por el ata)o, cru#ando los prados $medos. En el oeste, detrs del pueblo, se levantaban unas
nubes berme)as. (iraban esas nubes. J anduvieron en silencio. ,l principio el saco lo llev la seora &am. Luego le
ayud ,na. ,ndi andaba delante de ellas, $undiendo su palo de arce en las toperas frescas.
E6uenas tardes, seora &amEdi)o el vie)o KorvatE. HKemos traba)ado $oy, o qu"I
E6uenas tardes, seor KorvatEdi)o la seora &am, a)ustndose el saco en el otro $ombro.
El anciano $undi el pico de su bastn en una seta que $ab!a llegado rodando $asta sus pies.
E*ayaEdi)o "lE, Hpara qu" querr usted setas venenosasI
HCmo que 1enenosas, seor KorvatIEpregunt el nio.
Le aconse)o, seora &amEdi)o el campesinoE, que tire eso cuanto antes. +ero no en mi campo, sino al r!o,
detrs del pueblo. T&eor, si no llego a tiempo, de esta $onrada familia no $ubiera quedado ms que el loco del padreU
3-
La seora &am ba) el saco al suelo y quiso decir algo. +ero no di)o nada. .an slo tir al nio del bra#o y los
tres se dirigieron $acia el r!o.
LOS GATOS
DE6,V/ del lilo, detrs de la casa, el nio encontr cuatro gatitos ciegos. , pesar de que, )u#gando por sus
maullidos, entendi que alguien les $ab!a separado de su madre, que seguramente les estar!a buscando en la otra punta
del pueblo, llorando por los te)ados, alberg esperan#as de que los adoptar!a alguna otra gata, alguna gata solterona, o
una gata sin $i)os o cualquier otra gata de buen cora#n.
Kab!a que reconocerlo% el nio $ab!a entrado en el )ard!n a robar grosellas. Gebuscaba entre las $o)as tumbado
ba)o el arbusto. Los racimos ro)os oscilaban sobre su cabe#a como pendientes. Kacia el fondo estaban salpicados de
unas finas gotas de barroL la noc$e anterior $ab!a llovido. El grosellero se encontraba )usto al lado del seto de lilo.
, los gatitos les pareci, a pesar de que no pudieron verlo, que se les estaba acercando un gato gigante. 0o
sab!an que el nio estaba robando grosellas y que, de paso, estaba siguiendo el rastro a los p)aros. Lloraban como
nios pequeos.
El nio entr en casa corriendo, puso en una lata de conserva un poco de pan y de lec$e, y luego empu) los
pequeos $ocicos dentro de la lata. Ellos segu!an llorando, indefensos, for#ando sus prpados legaosos.
Eso fue por la tarde.
, la maana siguiente, temprano, antes de ir a cuidar de las vacas del seor (olnar, es decir, muy temprano,
fue al )ard!n de detrs de la casa para comprobar cmo estaban sus gatitos, a ver si a lo largo de la noc$e los $ab!a
adoptado alguna gata solterona o alguna gata sin $i)os o cualquier otra gata de buen cora#n. .emblaban entre el roc!o
sin dar otra seal de vida. La lata de conserva estaba a su lado, intacta. &lo el pan se $ab!a $inc$ado, empapado de
lec$e.
O0o $ay )usticia en el mundoP, di)o el nio para sus adentros. OT0i entre las personas, ni entre los gatosUP.
Entonces vio a su lado una piedra grande, la levant y la de) caer bruscamente. >no de los gatos solt un
pitido, como un )uguete de goma, y su cabe#a qued ba)o la piedra. &us patitas se extend!an y se encog!anL entre sus
garras, entonces, aparec!a un abanico rosceo. ,l levantar la piedra vio la cabe#a del gato, manc$ada de sangre, y un
o)o de color verdeDdorado deba)o de los prpados resquebra)ados. El nio solt un grito y volvi a levantar la piedra.
0ecesit una $ora entera para matarlos a todos.
M,l verlo tan acelerado y asustado, temblando delante de "l como si se $ubiera puesto malo, el seor (olnar
no le di)o nadaN.
0o los enterr $asta la noc$e, )usto al lado de la ver)a de los lilos. Vunto con los gatitos, tambi"n enterr la
piedra. 0o de) ninguna seal.
LAS PERAS
EL campesino sube al rbol y sacude las peras, que se precipitan ruidosamente sobre el c"sped. Las ms
maduras se resquebra)an y de su interior salen sus oscuras entraas, del color de los $igos verdes. &obre ellas se
abalan#an las avispas, embriagadas de dul#ura. Las campesinas, que desprenden un acre olor a sudor, rompen las peras
con sus manos morenas, buscando las menos maduras, ms sabrosas.
33
>n nio, que se $a pasado la maana recogiendo y atando las espigas, se acerca las peras a la nari#, luego las
muerde o las tira le)os para que no atraigan las avispas.
ET(iradUEdice la seora (olnar, la nueva patrona del nioE. El pequeo &am escoge las peras, 2ios me
perdone, como si fuera un perro, con el olfato. 2eber!amos llevrnoslo de ca#a. , falta de perros...
LOS CA%ALLOS
EL nio yac!a boca arriba encima de una ca)a de madera y miraba las nubes de $umo arrastrndose por el
tec$o. 2el $umo emerg!an, por momentos, unas vigas grasientas y negras de las que se escurr!a un $oll!n brillante y
espeso. El viento, en rfagas, sacaba de la cocina de $o)alata ramala#os de $umo que, por un instante, levitaban
alrededor del tubo alto y delgado de la estufa, como la crin de un caballo. La lmpara de aceite, llena de petrleo y de
grasa lubricante, penetraba esa cortina de $umo, cru)iendo. La arcilla mo)ada apestaba a or!n de caballo Maos atrs,
aqu! se alo)aban unos caballosN. , pesar de que la tierra de la estancia $ab!a sido removida y se $ab!a tra!do arcilla
nueva, amarilla como la cera, segu!a oliendo. La $umedad sub!a por las paredes de tierra y se las com!a, como un
cido.
,fuera estaba nevando y el viento met!a, por las ranuras de la ventana y por deba)o de la puerta, mano)os de
cristales puntiagudos. 2entro de la cocina, unas pias $medas crepitaban como la saliva en unos labios ardientes.
EHCmo lo $ac"is para no palmarla con este $umoI Edi)o el soldado, frotndose los o)os cegados por la
$umareda.
EEstamos acostumbradosEdi)o el nioE. +ngase la manta aqu! aba)o, estar ms calentito. J $ay menos
$umo.
El soldado, un reservista bigotudo, extendi la manta al lado del nio y se puso a remendar la montura
mo)ada. El nio estaba ec$ado a su lado, encima de una ca)a de madera, envuelto en un vie)o abrigo de su padre.
.emblaba y, con los o)os cerrados, solamente con el olfato, fino como el de un perro perdiguero, segu!a lo que pasaba
a su alrededor, en una especie de ensueo malsano. El cido olor del or!n de los caballos, el olor a arcilla $meda,
parecido al de la masa de pan fresca, el podrido olor a petrleo, una corriente fresca de resina del bosque. J el olor a
establo tra!do por el soldado Mse trataba de uno de los palafreneros que $ab!an sido alo)ados en su casaN.
2e repente oyeron que alguien se sacud!a la nieve de los #apatos delante de la puerta. Era el otro palafrenero.
,som la cabe#a por la puerta entreabierta y, como si estuviera anunciando la ca!da del 5mperio /tomano, exclam%
ETEl &ultn se $a derrumbadoU
El nio se endere# repentinamente. El soldado enganc$ la agu)a curva en la montura y sali aprisa. El nio
fue detrs de "l.
La llama de la lmpara bailote por el establo como una lec$u#a asustada.
El &ultn yac!a inmvil, de lado, encima de una fina capa de serr!n. &us o)os crdenos carec!an de lu#. Lo
nico que todav!a brillaba era la media luna plateada de su frente.
ET&ultnUEle llam el soldado dndole un golpe en la grupaE. T,guanta, &ultnU
El &ultn yac!a r!gido, como una estatua ca!da.
Entonces el soldado mayor di)o%
EJ maana nos las veremos con el comandante. , ver cmo le convencemos de que no $ay pa)a. OGobaP,
di)o, Oinv"ntatela, apatelasP. J, cmo te la inventas, cmo te las apaasI T2emoniosU... O0o se debe robarP, di)o,
Opero los caballos $an de tener pa)a. ,unque todos nosotros la palmemosP. T0o tengo cabe#a para estoU T, ver cmo
le convencesU
Entonces le peg una patada al caballo en las costillas. El &ultn se limit a girar la cabe#a, impotente.
3;
Qsta va detrsEdi)o el soldado ms )oven, y le peg a /dalisca con su bota en la grupa. La yegua se tambale
sobre sus delgadas patas, pero no lleg a caerse.
ET*enga, conv"nceloUEdi)o el bigotudo con vo# triste. O,patelasP, di)o, Oinv"ntateloP.
EKay que levantarlosEdi)o el soldado ms )ovenE. El comandante no puede encontrarlos as!.
Entonces tra)eron a toda prisa unas cuerdas y las pasaron por encima de las vigas del tec$o, sobre la yegua.
+asaron una de las cuerdas por detrs de sus patas delanteras, alrededor de la tripa, y la otra, por delante de la grupa.
Entonces estiraron las cuerdas. El nio su)etaba la lmpara protegiendo la llama con sus dedos fr!os.
+ara levantar la estatua del &ultn tuvieron que llamar a varios soldados de la casa del vecino. *olvieron a
pasar las cuerdas por encima de las vigas, luego por deba)o del estmago del &ultn y por detrs de sus patas
delanteras, como antes. Los soldados se pusieron a gritar OTKuU, TKuU, TKuUP al un!sono, y el caballo fue
endere#ndose lentamente, r!gido y verde, como de bronce.
, la maana siguiente el nio corri al establo Mantes, ese sitio tambi"n $ab!a sido un establo, y luego fue el
almac"n en el que su t!a guardaba el serr!n para su estufa grandeN. 2entro del establo $ac!a fr!o, la niebla se $ab!a
metido deba)o del tec$o. Los caballos levitaban por encima del suelo como dos monumentos en una maana de
invierno. La cabe#a de /dalisca descansaba, r!gida y colgando del cuello, tocando el suelo, tra#ando con el $ocico una
l!nea recta en el serr!n al balancearse con el viento. La cabe#a del &ultn permanec!a enganc$ada entre los altos
travesaos vac!os donde $ab!a un mano)o de pa)a $meda, encima del pesebre, desde donde destellaba su media luna
blanca, apagada.
El comandante lleg poco despu"s, )adeante, ro)o de ira y de fr!o. Los palafreneros se pusieron firmes delante
de "l, con la nieve $asta las rodillas, las caras $inc$adas por la falta de sueo. El comandante les amena# con la corte
marcial. El escribano $i#o el informe, dictado por un veterinario civil. Entonces el comandante se fue, acompaado de
su ayudante de campo, blasfemando. &in mediar palabra, los soldados entraron en el establo y soltaron las cuerdas.
/dalisca cay encima de la fina capa de serr!n. Luego destronaron tambi"n el monumento del &ultn, como en una
revolucin.
ET(u"reteUEdi)o el bigotudoE. T&ab!a que la palmar!asU
El estmago del )amelgo reson como si fuera de bronce.
Los soldados cargaron los cadveres encima del trineo y se los llevaron al cementerio de los caballos. .iraba
del trineo un vie)o roc!n que, sin duda, pronto acabar!a all! tambi"n. 2etrs del trineo caminaban un nio de cora#n
triste Mllamado ,ndiN y un perro llamado 2ingo.
EL !O%RE "UE #INO DE LEJOS
D>G,0.E tres d!as y tres noc$es, los soldados estuvieron pasando delante de nuestra casa. T&e pueden
imaginar cuntos soldados eran, si llevaban tres d!as y tres noc$es pasando delante de la casa sin cesarU +asaban a pie
y en carretas, montados a caballo y en camiones. 2urante tres d!as y tres noc$es. J durante todo ese tiempo yo estuve
en mi escondite de los lilos. +or la tarde del tercer d!a pas el ltimo soldado. &e $ab!a quedado muy atrs respecto a
todos los dems. Llevaba la cabe#a vendada y, sobre un $ombro, un loro. Esper" a que se fuera para salir de los lilos a
la calle. 0ada indicaba que por el pueblo $ubieran estado pasando soldados durante tres d!as. Excepto, qui#s, el
silencio.
Empe#aba a lamentarme de que ya no $ubiera soldados cru#ando el pueblo. Cuando durante tres d!as y tres
noc$es los soldados pasan por delante de tu casa, empie#as a acostumbrarte a ellos. 2espu"s, todo parece desierto. 0o
$ay nadie montando a caballo, nadie tocando la armnica.
Entonces vi una carreta emergiendo de una nube de polvo, al fondo del pueblo, y pens" que el e)"rcito volv!a a
aparecer. +ero aqu"lla era una carreta pequea, rid!cula. .iraban de ella dos asnos Men realidad, como comprob" ms
39
tarde, se trataba de dos mu!asN. El polvo $ab!a cambiado tanto el color de su piel que parec!an dos ratones ms que dos
asnos o dos mu!as. +arec!an dos ratones que acababan de salir de un saco de $arina.
+uesto que en el pueblo no $ab!a nadie ms que yo esperando a que pasara alguien por la calle, el $ombre se
dirigi a m!. (e di)o algo en un idioma extran)ero y no le entend! muy bien. &lo sab!a que, si un $ombre y una mu)er
ven!an de le)os en una carreta tan pequea, seguramente necesitar!an agua. +or lo tanto, di)e% E&eguramente vienen
de le)os.
&ab!a que me entender!an. (i padre me $ab!a explicado una ve# que, aunque dos personas $ablen idiomas
distintos, pueden entenderse si se trata de personas inteligentes y de buena voluntad. En esas ocasiones tan slo $ab!a
que $ablar lenta y sabiamente y, por supuesto, no $ab!a que $acer preguntas dif!ciles. +or eso pregunt" despacito y
muy simplemente si ven!an de le)os. (ientras, sealaba con la mano un punto indefinido en la direccin de la que
$ab!an venido. 5ntentaba, con ese gesto, subrayar el significado de mis palabras.
EVovenEdi)o el $ombre, ba)ando del carroE, basta con que sepas que venimos de le)os y que tenemos prisa.
2inos, pues, dnde podemos dar de beber a estas mu!as.
EJ yo que pensaba que eran asnosEdi)eE. ,unque a lo que ms se parecen es a dos ratones. En cuanto al
agua, pueden pasar a nuestro patio.
El $ombre tir a una mu!a de la ore)a y llev la carreta a nuestro patio. Entr" corriendo en casa para decirle a
mi madre que $ab!a venido a nuestro patio un $ombre que ven!a de le)os y que $ablaba de tal manera que uno pod!a
entenderse bien con "l, a pesar de que fuera extran)ero. Entonces tom" el cubo y tra)e agua del po#o de la esquina.
Como nuestros parientes no $ab!an vuelto del campo de concentracin, era yo quien dispon!a del patio y del establo.
Le di)e, pues, al $ombre que pod!a desenganc$ar las mu!as.
(ientras "l se aseaba Mla mu)er segu!a en la carretaN le pregunt" si por casualidad se $ab!a cru#ado con mi
padre. +orque cuando uno viene de le)os seguramente se $a encontrado por el camino con un montn de gente. Le di)e
que mi padre era alto, un poco encorvado, que llevaba un sombrero negro de ala dura, unas gafas de montura metlica
y un bastn de pico.
E&e lo llevaron $ar dos o tres aosEdi)eE, y desde entonces no tenemos ninguna noticia de "l.
Entonces el $ombre me di)o que por el camino, efectivamente, se $ab!a cru#ado con un montn de gente, pues
cuando uno viene de le)os se encuentra con muc$as personas.
EEntre ellos tambi"n $ab!aEdi)oE$ombres tocados con sombrero negro y con bastn, as! que, sin duda, uno
de ellos pudo $aber sido tu padre.
E,ndabaEdi)eEde una forma un poco rara, pues ten!a los pies planos.
Entonces le pregunt" si alguno de los $ombres que $ab!a visto con el sombrero negro y el bastn ten!a un
andar un poco extrao.
E.al ve#Edi)o el $ombreEalguno de esos $ombres con los que me $e cru#ado tuviera, realmente, los pies
planos. Cuando uno pasa meses via)ando, seguramente se cru#a con alguien que tiene un andar peculiar.
ECuando se fue de casaEdi)eEvest!a un gabn y un pantaln oscuro a rayas claritas. &e peinaba con la raya
en el medio y llevaba un cuello posti#o. H0o se $abr cru#ado, por casualidad, con un $ombre as!I
E/$Eri el $ombre, que debi de pensar que yo no era ms que un gran mentiroso o un bromistaE,
efectivamente, me encontr" con un $ombre as!. 5ba tocado con un sombrero negro de ala dura, llevaba unas gafas de
montura metlica, el bastn y todo lo dems. .en!a un andar peculiar y vest!a un gabn negro y un pantaln a rayas
claritas. Llevaba un cuello posti#o alto. Eso fueEdi)oE$ace exactamente cuatro aos, en 6ucarest. Ese $ombre era,
)oven, el ministro )apon"s de 5ndustria +esada.
3R
P&GINAS DE UN &L%U DE TERCIOPELO
'
(((L, oscuridad se $ab!a posado de golpe sobre el bosque. (i madre ten!a un extrao presentimiento, una
inquieta intuicin, as! que nos tir de la mano. 0os turnbamos para cargar con el saco lleno de pias, resisti"ndonos a
abandonar esa rica cosec$a, la triste cosec$a de nuestro otoo. (i madre no se $ab!a equivocado. En cuanto llegamos
cerca del pueblo, vimos una lu# en la casa de nuestros parientes% detrs de los cristales se entreve!a un fantasmal
destello itinerante. 0os estremecimos. H2eseaba mi madre su vueltaI HLe $abr!a perdonado todo su buen cora#nI
&eguramente, s!. +orque cuando entramos en el patio, no sin un miedo supersticioso, y cuando llamamos a la puerta de
la seora Gebeca, mi madre dio un paso $acia atrs. Esperaba, sin duda, encontrarse con nuestro padre dentro de la
casa, encontrarse con todos sus parientes reunidos, a$ora ya reconciliados a trav"s de los sufrimientos compartidos y
del condenado camino de nuestra tribu. +ero dentro de la casa no estaba ms que mi t!a Gebeca y su aspecto no nos
inspir ninguna confian#a. En un primer momento nos quedamos sin palabras, de pura estupefaccin. 2ios, Tcmo
$ab!a cambiadoU 2e su cabellera abundante no quedaba ni $uella, su moo negro se $ab!a ca!do, las mec$as de sus
patillas estaban quemadas como por una llama. Estaba de pie, con un pesado candelabro de siete bra#os entre sus
manos, y pudimos ver, sorprendidos, que slo uno de ellos llevaba una vela blanca de estearina, mientras que las otras
ramas estaban vac!as. Ese candelabro, con su nica vela encendida, estaba all!, sin duda, para indicarnos con su llama
apagada, con su vac!o, aquello que la t!a Gebeca nos contar!a despu"s Mmene su cabe#a marc$ita, lenta, digna,
elocuentemente, primero a la i#quierda, luego a la derec$a, luego otra ve#, ms lentamente anN% T0o estU HEra un
momento de alivio o una desesperacin muda aquello que nos $ab!a inundadoI T(i padre, muertoU 2e todas formas,
yo expres" una duda absoluta respecto a su muerte. Estaba convencido de que la t!a Gebeca no estaba diciendo la
verdad a pesar de que su aspecto y los gestos de su cabe#a tuvieran un de)e trgico. ,un as!, a m! me pareci que todo
eso no era ms que un gran engao, un deseo de la seora Gebeca de borrar a mi padre de una manera menos dolorosa,
con ese meneo lento de la cabe#a. &e nos arrimaba a la cara Mporque se $ab!a vuelto miopeN, nos acercaba la llama de
la vela $asta las me)illas, luego repet!a ese movimiento negativo con la cabe#a para cada uno de nosotros y cada ve#
con un de)e distinto% para mi madre, con una especie de compasin sinceraL para ,na, con un aire pedaggico ET.en
cuidado, sobrinita m!aUE, y para m!, con una secreta alegr!a maligna% T.u conviccin de su inmortalidad pronto estar
vencida, pequeo engre!doL el tiempo debilitar tu feU +arpadeando significativamente, con una sonrisa maliciosa en
los o)os, mientras manten!a su cara y su boca petrificadas, mantuvo la llama al lado de mi me)illa durante muc$o
tiempo, y con la mirada fi)a en mis pupilas, meneaba a la derec$a y a la i#quierda su gran nari#. HKab!a algn otro
significado en su pantomimaI H<u" ms escond!an esos grandes o)os negros de un brillo dementeI (e parece que ese
de)e malicioso proven!a del deseo de comunicarme el $ec$o de que mi padre no slo no $ab!a muerto como un $"roe,
con alguna frase inmortal en los labios que se recordar!a y citar!a como e)emplo de una actitud filosfica y una sabia
sangre fr!a ante el rostro de la gran muerte, sino todo lo contrario, que delante de sus e)ecutores... /$, no tengo dudas.
&eguramente $abr!a intuido el significado del fatal )uego al que $ab!a sido arrastrado, y cuando lo colocaron del lado
i#quierdo, entre las mu)eres y los nios, entre los enfermos y los incapacitados para traba)ar Mpues "l fue todo eso a la
ve#, un gran enfermo y una mu)er $ist"rica, una mu)er encinta de un embara#o eterno y falso, como un enorme tumor,
y tambi"n fue un nio, un gran nio de su "poca y de su tribu, as! como fue incapa# de cualquier tipo de traba)o f!sico
e intelectual, porque la curva de su genialidad y de su actividad se desviaba peligrosamente y llegaba as!, en su tra#o
circular, $asta el punto de partida, $asta su absoluta negacinN, a la i#quierda, pues, de 2ios y de la vida, "l, por un
momento, slo por un momento debi de pensar sin duda que se trataba de su engao, de su sentido del $umor, de su
desenvoltura en las complicadas situaciones de la vida, aunque )usto despu"s debi de sentir, con sus entraas y con su
cabe#a loca, que se $ab!a puesto en el lado de la muerte por voluntad propia, estpidamente, y que por lo tanto le
$ab!an engaado como a un nio... Los o)os maliciosos de la seora Gebeca ofrec!an la posibilidad de intuir la amarga
y trgica verdad% andando en esa fila de los desgraciados y de los enfermos, entre las mu)eres $orrori#adas y los nios
atemori#ados, andando con ellos y a su lado, alto y encorvado, sin sus gafas y sin su bastn, porque le $ab!an sido
confiscados% tambalendose con paso inseguro, como un pastor entre su rebao, como un rabino entre sus fieles, como
un profesor al frente de sus alumnos... ,$, no. Le pegaron con sus porras, le atestaron culata#os, "l gem!a y se ca!a, las
mu)eres le daban nimos y lo levantaban, mientras "l, ay, lloraba como un nio pequeo, y de su cuerpo emanaba su
propio olor, la terrible pestilencia de sus traidoras entraas.
2
,dems de la t!a Gebeca, el nico de nuestros parientes que volvi fue mi t!o ,ndrey, tambi"n "l quemado por
un sol extrao, por una lu# infernal, que confer!a a su piel un color de mo$o malsano% el sello fatal de algn sol negro.
3:
.ra)o consigo las canciones de los nuevos tiempos, las tristes baladas de los campos de concentracin y los lamentos
de los rabinos, que cantaba a media vo#, sin talento, o bien las tocaba con la ocarina, ululando como un b$o.
2os o tres d!as despu"s de su vuelta se puso a cavar en el establo, en el lugar exacto en el que antao $ab!an
sido alo)ados los caballos militares, $ec$o que no $i#o ms que provocar las intiles protestas de la t!a Gebeca. La
tierra que sacaba desde las profundidades estaba $meda y apestaba a or!n de caballo. +ronto la cabe#a de mi t!o
,ndrey se $undi del todo en ese po#o cavado por "l mismo, y su vo#, que daba cortas rdenes a la t!a Gebeca, llegaba
como de ultratumba. +ara mi enorme asombro, poco despu"s vi a mi t!a Gebeca sacar de ese po#o maloliente un rollo
de tela de algodn con unas rosas flamantes, ro)as y a#ules, dibu)adas encima. 2oblaba delante de sus pies esa presa
suya, esas rosas que se $ab!an enmaraado en la red de la tela de algodn, como si de unos brillantes peces de las
profundidades se tratara. T<u" pecesU ,l ver las primeras rosas, todav!a pocas y menuditas, todav!a en brote, esos
pececitos a#ules enmaraados en la malla de la tela de algodn, donde $ab!an permanecido tanto tiempo que ya
empe#aban a $eder y a palidecer, mi t!a se puso a recoger el te)ido, nerviosamente, tirando de "l con un enorme y
ferviente esfuer#o. T/$, desgraciaU Ese enorme rollo, enterrado all! en v!speras de la guerra, envuelto en una tela
encerada y depositado dentro de un bal de madera dura, estaba completamente comido por el cido or!n de los
caballos, que $ab!a convertido todo en polvo y ceni#as% las rosas $ed!an como peces podridos, muertos. ,l d!a
siguiente la t!a Gebeca intent salvar lo que pudo% extendi su enorme red en la ver)a, en cinco capas, contando,
seguramente, con la beneficiosa influencia del sol. ,lrededor de la casa, pues, $ab!a brotado una trepadora de rosas,
como en los castillos antiguos, slo que el )ard!n apestaba a orines. En vano. En la tela slo se manifestaba la fatal
influencia del tiempo y de la oscuridad, de la tierra y del c$orro de mbar que los caballos militares dirigieron $acia el
suelo durante los aos de la guerra, en sentido oblicuo, como si fueran rayos de sol. Con lgrimas en los o)os, la t!a
Gebeca intent salvar ese nico tesoro suyo, esa mina escondida, cortando a ti)ereta#os tro#os de tela apenas ms
largos que un antebra#o, y al final tuvo que tirarlo todo a la basura porque el te)ido de algodn se des$ac!a entre los
dedos como si fuera una telaraa. , escondidas de los aldeanos, el t!o ,ndrey y ella estuvieron toda la noc$e tirando
esas rosas de mala calidad al basurero, para las $adas. T/$U TCuntas maldiciones cayeron aquella noc$e a cuenta de
las pesadas $erramientas de los caballos de guerra, cuntos anatemas lan#ados, cuntas comparaciones brillantes y
terriblesU
)
+robablemente ba)o la influencia de nuestro padre, una influencia a cuyas fatales trampas nuestra madre se
resisti mientras "l viv!a, a$ora ella misma empe# a de)arse llevar por la idea de construir una mquina de te)er,
usando tablas de madera y alambres de paraguas en desuso. , pesar de que $ab!a llevado su $abilidad manual $asta la
perfeccin, tanto en la velocidad de la e)ecucin como en la belle#a del traba)o reali#ado, $abiendo construido toda
una manufactura en miniatura con los radios de las ruedas de una bicicleta, una manufactura que bastaba para proveer
de sus productos a todo el distrito, mi madre se dispon!a a ampliar ese taller con la mquina de te)er $ec$a a mano,
que iba a posibilitarle abastecer no solamente al distrito sino a toda la regin. Eso iba a permitirle, como sol!a decir,
sacarnos a ,na y a m! de los campos y devolvernos nuestra dignidad ciudadana. 2esgraciadamente, mi madre tuvo
que abandonar esa idea suya, muy a su pesar, nada ms iniciar los traba)os preparatorios% no encontraba paraguas
vie)os. &igui, pues, traba)ando a mano, por las noc$es, a la lu# de la lmpara de gas, en la que todav!a ard!a la grasa
lubricante restante de la guerra me#clada con el petrleo y con el betn, blandiendo sus agu)as, brillantes como el
platino. Esas dos agu)as... Kablo de dos agu)as, pero en realidad contaban tambi"n, en la misma medida, sus dedos, no
solamente como terminacin de sus manos y e)ecutores de una voluntad sino tambi"n como parte de esa $erramienta
para te)er, tanto como las agu)asL aqu! me refiero, en primer lugar, a sus dedos !ndice extendidos, a los que aquellas
dos agu)as de metal My tambi"n las que $ab!a $ec$o ella misma a manoN serv!an slo como complemento. &in saberlo,
mi madre, de $ec$o, $ab!a construido su mquina de te)er% en la punta de su tierno dedo !ndice, all! por donde sin
cesar corr!a el sutil $ilo, se $ab!a perfilado un fino canal, como ba)o la aguda cuerda metlica de algn instrumento
musical. Con esa docena de agu)as en movimiento, con esa maravillosa caligraf!a, se $ilaban, como si de cuentos de
$adas se tratase, largas pginas blancas de te)ido de mo$air, y cuando se soplaba sobre ese te)ido, que parec!a $ec$o de
plumas o de copos de nieve, para entreabrirlo, se intu!an unos extraos dibu)os parecidos a los de los 1ilims orientales.
El secreto del arte de mi madre era sencillo% no se repet!a nunca. &i la seora @ani1a encargaba un )ersey como el de la
seorita (ar!a, mi madre, sin argumentos suficientemente convincentes contra las pequeas vanidades de las belle#as
del pueblo, aceptaba el encargo sin comentarios, pero aad!a a la labor una pequea variacin, y as!, cambiando la
caligraf!a y el dibu)o, creaba un estilo completamente nuevo, slo en apariencia seme)ante al anterior, lo
imprescindible para reconocer en "l la mano del maestro, su sello personal, irrepetible. Lo $ac!a por ra#ones
enteramente prcticas% sus productos, para mantener el prestigio de la casa, ten!an que ser pie#as nicas, es decir,
irrepetibles, incluso para ella misma. &u taller florec!a, pero no por muc$o tiempo. Las mu)eres del pueblo y las viudas
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de la guerra, llevadas por su e)emplo y por una sincera admiracin Mque, como suele pasar, pronto pas a convertirse
en envidia y en cotilleoN, se pusieron a te)er ellas mismas en las largas tardes de invierno, al principio torpemente,
despu"s cada ve# con ms $abilidadL su caligraf!a empe# a parecerse cada ve# ms a la de ella, una perfecta imitacin
del original que, sin embargo, no de)aba de ser una imitacin, aunque suficientemente $bil como para evitar que los
ignorantes pudieran distinguir una cosa de otra, o darse cuenta de que esas confecciones eran falsas, carentes de la
sutil sinceridad de una inspiracin y una aventura aut"nticas. ,l principio mi madre intent oponerse a esa invasin de
las imitaciones cambiando su caligraf!a, confiriendo a su arte un virtuosismo poco atractivo y desalentador. En vano.
&u maestr!a, a la que $ab!a llegado atravesando largas noc$es en vela con su esfuer#o y su traba)o, te)iendo con
inspiracin, des$aciendo y volviendo a $acer, era arrastrada por los talleres del pueblo, imitada con descaro. ,l darse
cuenta de que los aficionados eran capaces de copiar el virtuosismo del maestro, se refugi en la simplicidad, en la
desnude# de estilo y de la expresin, sin de)ar de introducir por esos o)ales algn dibu)o misterioso, una rosa m!stica
de la inspiracin, el sello del maestro. En balde. Las rosas falsas empe#aron a aparecer en los te)idos de mo$air,
exactamente en el mismo lugar que las suyas, y a pesar de que fueran artificiales, los ignorantes no las distingu!an de
las aut"nticas. MKubiera bastado con asomarse al reverso del te)ido de mi madre para advertir, )u#gando por los
pequeos nudos y por las ataduras, por las menudas ra!ces del te)ido, cunto esfuer#o $ab!a $ec$o falta para crear, a
partir de esos $ilos recuperados, de esas sobras y de esas $ebras cortas, la cara del te)ido, donde la maa y la astucia
creativa no eran visibles, sino que todo parec!a limpio y fcil, como si $ubiera sido te)ido con un nico filamento, de
un solo tra#oN. ,l final, mi madre, despu"s de dif!ciles tentativas e insomnios, abandon todo y volvi a salir al campo
a recoger cosec$as% se $ab!a quedado sin un solo encargo.
*
&ubimos al tren con nuestro rid!culo equipa)e, arrastramos con nosotros la tienda de campaa de nuestra
errancia, el triste patrimonio de mi nie#. 0uestra $istrica maleta, ya ra!da y con los cierres que se soltaban sin cesar
con un estallido oxidado, como las antiguas pistolas de s!lex, sali a flote del diluvio, sola y vac!a, como un atad. En
ella slo quedaban los tristes restos de mi padre, como las ceni#as en una urna% sus fotograf!as y sus documentos. ,$!
estaban todav!a su partida de bautismo y sus certificados escolares, esa incre!ble .ora$ escrita con una caligraf!a de un
pasado le)ano, casi m!tico, valiosos testimonios de un poeta muerto, un arc$ivo $istrico de su fracaso% las copias de
los procesos )udiciales, los papeles de la fbrica de broc$as de &ubotica Ma la que $ab!a llevado a la bancarrotaN,
decretos, certificados de las nominaciones, el acta de promocin a )efe de las estaciones de trenes, dos de sus cartasE
el O'ran .estamentoP y el O+equeo .estamentoPE, as! como las altas del asilo de Kovin...
HCul $abr!a sido el pensamiento que me $ab!a llevado a esconder ese prodigioso arc$ivo en nuestra maleta, a
escondidas de mi madreI Kabr!a sido, sin duda, una conciencia temprana de que "se iba a ser el nico testamento de
mi infancia, la nica prueba material de que una ve# $ab!a existido y de que mi padre $ab!a existido tambi"n. +orque
sin todo eso, sin esos manuscritos y sin esas fotograf!as, $oy, seguramente, estar!a convencido de que nada de eso
$ab!a sucedido )ams, de que no era ms que una $istoria posterior, soada, que me $ab!a inventado para consolarme.
La imagen de mi padre se borrar!a de mi memoria, como tantas otras, y si extendiera la mano, alcan#ar!a el vac!o.
+ensar!a que estoy soando.
Ese arc$ivo familiar que escog! entonces, antes de partir, y segn mis propios criterios Mfiables, segn veo
a$oraN, lo escond! en la maleta )unto con una seleccin de mis cuadernos y mis libros escolares% de mis cuadernos slo
me qued" con dos, los que conten!an las redacciones, y de mis libros, con la Pe;ue5a 'i2lia escolar, el Pe;ue5o
ca6ecismo, un manual de )ardiner!a de segundo grado, +ein zDei6es deu6c7es 'uc7
K
de la seora Luisa Kaugset$
Lamcs, El pere9rinaje de los corazones infan6iles, que $ab!a ideado el doctor Carolus 'igler, censor diocesanus, a
partir de un cantoral. .ambi"n estaba a$! una de mis novelas favoritas de una serie barata, El capi6$n de la campana
de pla6a, y finalmente, pero antes que nada, como la corona de ese arc$ivo, .a 9ua /u9osla1a, nacional e
in6ernacional, de au6o2uses, 2arcos, 6renes / a1iones de -7;4, cuyo redactor )efe no fue otro que mi padre My cuya
nueva afirmacin y mgica metamorfosis, su ascensin, ser!an alcan#ados en uno de mis librosN. Esa gu!a la puse entre
mis cosas, entre mis libros, como una $erencia valiosa.
+
Entre los pocos documentos de mi infancia se encuentra un cuadernito, verde como una $o)a y no ms grande
que una, $oy ya tambi"n amarillento, como una $o)a. ,dems de las dos grapas fi)adas en los pliegues, en la
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entrepierna de las pginas, se aadi otra ms, atravesando el librito de una tapa a otra. Esa grapa la puse yo
personalmente, perforando antes las $o)as con las agu)as de te)er de mi madre, porque al arrancar una de las $o)as las
pginas pares $ab!an perdido el equilibrio y una de ellas, una de las primeras, se qued colgando, para mi $orror. Creo
que el error fatal $ab!a sido el $ec$o de $aber apuntado en ese cuaderno de control, aconse)ado por mi madre, algo que
no me $ab!a parecido muy convincente, alguna enfermedad, la tos ferina, la varicela o algo parecido, y yo prefer!a la
verdad pura y dura y $umillante Malgo que, por lo menos en la literatura, $e conservado $asta el d!a de $oyN. 2espu"s
de un extracto del severo reglamento disciplinario, que con unas palabras aduladoras invitaba a los profesores y a los
progenitores a la cooperacin y el respeto mutuos MOGogamos a los respetables padres que atiendan la visita de los
seores profesores con benevolenciaPN, el cuadernillo termina con una advertencia sobre el deber que ten!a el alumno
de conservar el mismo en buenas condiciones $asta el final del curso Mde a$! mi miedo por la pgina arrancadaN y de
ensear las notas en "l apuntadas el mismo d!a Oa aquellos a los que les conciernaP. En la pgina siguiente, espacio
para las firmas. ,l lado del nombre de la madre% la viuda de Eduardo &am. ,l lado del nombre del padre, una l!nea
larga, ondulante% un mar desierto. Esa l!nea, como tambi"n la firma falsificada de mi madre, las tra# mi $ermana ,na.
La l!nea sigue a lo largo de todo el rengln, ondeando, para subir luego $acia el final y romperse. En esa curva nica y
solitaria, inquieta y dentada, con apenas una suave sinuosidad, y $acia el final completamente neurast"nica y
quebrada, podemos leer la l!nea de la vida de nuestro padre, su paso tr"mulo y su ca!da, su estertor% un cardiograma
enloquecido, Tla caligraf!a de su cora#nU
,
H2e qu" ms $ablan sus prrafos, sus casillas vac!as, que con tinta invisible rellenaba la imaginacin del nioI
0o $acen ms que preguntas simples sobre cmo se organi#a el tiempo el alumno, sobre su $orario, el escolar y el
extraescolar% Hqu" estudiaI H<ui"n le enseaI HCundo tiene claseI H<u" idiomas aprendeI ,ll!, en esos signos de
interrogacin, en esas preguntas sin respuesta, est sembrada la semilla de la nostalgia del saber, una amarga envidia,
una semilla de los sueos secretos y de las ambiciones infantiles. En esas preguntas esquemticas MHel pianoI, Hel
viol!nIN se adivinaba un mundo para m! inalcan#able, desconocido. 2e ese cuaderno, de sus casillas como blancas
puertas de cristal, asomaban las amables caras de los preceptores y de las institutrices, los iluminados salones y la
tranquilidad de las tardes en que suena el timbre de la puerta y en la $abitacin del nio entra una institutri# plida Mde
9 a 6N con un divino 2onjour en los labios y, )unto con ella, en la $abitacin se alo)a la intuicin de un mundo que
todav!a est codificado pero cuyas llaves secretas lleva ella, ba)o su lengua, como una medalla, y el significado de ese
cdigo empie#a a discernirse. +oco despu"s Mvenga, TsoemosUN vuelve a sonar el timbre de la puerta, ms sonoro y
pleno, porque delante de la puerta est el profesor de pianoL a$! lo tienen, ya est moviendo sus largos dedos blancos
por el teclado, gotean las notas, penetran desde el cuarto infantil con las cortinas corridas. J, despu"sI 2espu"s
aparece el profesor..., no, Tla profesoraU Con su fina cintura van me)or las nobles formas del viol!n, a ella no se le
marca la doble papada al apoyar su triste cabe#a en el instrumento. M0o, ya no lo lamento. &eguramente $a sido me)or
y ms tilEy escribo esta palabra con inquietudEpisar, en las fr!as tardes de otoo, con los pies descal#os el esti"rcol
vacunoN. Con mi sentido de la verdad y mi conviccin sobre la noble#a del sufrimiento apunt" en ese cuaderno m!o, en
el espacio en blanco, la ra#n de mi ausencia% falta de cal#ado M-; de febrero de -799N y, para el R, el -9 y el 39 de
febrero, la tempestad de nieve...
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+ero Hpor qu" arrastrbamos con nosotros esos atillos, esos $orribles fardos envueltos en papel de embalar y
atados con cuerdasI H+or qu" los arrastrbamos con nosotrosI +ues mi madre se desprend!a con facilidad de cosas
muc$o ms valiosas Mcomo lo fue antao su mquina de coser de la marca &ingerN que esos edredones fermentados,
$medos y llenos de bultos, con $edor a podredumbre, de los que se escurr!an las plumas pequeas, que se pegaban al
pelo y a la ropa como la nieve sucia y $meda. , trav"s del colador de su fina tela aparec!an, )unto a los copos de
nieve de los plumones, los afilados, cornudos picos de las plumas oscuras de las aves, arrastrando tras de s! unas alitas
enrolladas y pegadas. 0o costaba muc$o darse cuenta, por el oscuro color sin mati# ni brillo, un color entre ro)i#o y
negro, que tambi"n esas plumas eran falsas, como eran falsos e incmodos los edredones, que, adems de una cantidad
insignificante de plumn de gorda oca panonia, antao limpio y blanco, estaban rellenos de la dura pluma sin limpiar
de las gallinas, que tan frecuentemente padec!an epidemias. &in duda, mi madre sab!a de ese engao que se $ab!a
inmiscuido en nuestros sueos y en nuestros insomnios, pero para ella esos edredones significaban tanto, es decir,
todo, como para m! las reliquias de mi infancia% los documentos de mi padre, mis libros. +ara ella, esos fardos ra!dos
eran el s!mbolo de nuestra infancia y de su amor por nosotros, la memoria de aquellas id!licas $oras de la tarde en que
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nos envolv!a en esos edredones, entonces nuevos y con fundas de batista, remeti"ndolos ba)o nuestras espaldas y ba)o
nuestros pies, golpeando esa inmensa masa fermentada con la palma de su mano, mientras por deba)o no asomaba ms
que el pelo ri#ado y las rosaditas puntas de las narices...
0o creo que a mi madre se le $ubiera escapado el terrible $ec$o del que yo, entonces, todav!a no era
consciente% que esos edredones, rellenos de plumas de oca falsas, no eran ms que la continuacin, tal ve# el ltimo
cap!tulo, de aquella $istoria de ,$asvero iniciada por mi padre, o en realidad por sus antecesores, los comerciantes de
plumas de oca que $ab!an llegado all! desde la le)ana oscuridad de la $istoria% un pesado fardo $ereditario que
nosotros segu!amos arrastrando sin cesar, sin sentido.
EL NIO - EL PERRO
UN PERRO "UE !A%LA
N,CY, segn cuenta mi madre, de una fr!vola aventura suya que le aport siete $i)os y muc$a miseria. 2os de
mis $ermanos y una $ermana murieron nada ms nacer. J yo abr! los o)os en la casa de la seora ,lbina Knipper, la
comadrona del pueblo, en los aos de la guerra, a principios del otoo. .anto mi madre como la seora ,lbina se
ocuparon muc$o de m!, me alimentaron y me mimaron. (i cesto estaba forrado con trapos y con plumas, como el
nido de un p)aro. (i madre me daba lecciones de la vida% cmo menear el rabo, cmo ensear los colmillos, cmo
limpiarme las l"gaas de los o)os y cmo espantar a las pesadas moscas. .ambi"n practicamos los principios bsicos
del ataque y de la defensa. Era un )uego bonito e inocente. 0os atacbamos como c$uc$os de pueblo, pero nos
cubr!amos los colmillos con terciopelo y manten!amos nuestras garras dentro de las patas, como nava)as en sus
fundas.
+ero un d!a me separaron de mi madre y entonces fue cuando empe# mi vida de perro. M0o malinterpret"is lo
de Ovida de perroP, no me que)o de mi vida. 2igo, simplemente% mi vidaN.
Cuando el seor 6er1i Mas! se llamaba mi futuro amo y seorN pag a la seora Knipper, todav!a no se $ab!a
decidido cul de nosotros se ir!a con "l, y yo entend!a muy poco de lo que pasaba a nuestro alrededor. &lo recuerdo
que mi madre estaba muy triste y que estuvo llorando todo el tiempo. 0o fue $asta muc$o ms tarde que entend! por
qu" no se resisti y por qu" no $i#o nada. Lo $i#o, en realidad, por mi bien. <ui"n sabe qu" destino me $ubiera
esperado si el seor 6er1i no me $ubiera llevado entonces. 2e los cuatro que quedbamos, slo sobrevivimos dos. (i
$ermano y yo. , "l lo vendieron en el otro pueblo, a un ca#ador. (is $ermanas tuvieron un destino triste% la seora
Knipper les at una piedra alrededor del cuello y las tir al r!o crecido. La misma seora Knipper estaba triste y s"
que, si no $ubi"semos estado en los dif!ciles aos de la guerra, les $ubiera perdonado la vida, aunque slo fuera por mi
madre. +orque a la seora Knipper le gustaban los animales, incluso aquellos gatos llorones, pero qu" le vamos a
$acer, $ la 9uerre comme $ la 9uerre, como dir!a aquel gran amante de los animales, La @ontaine. (i madre se volvi
completamente loca de dolor. 0o comi durante d!as, no $i#o ms que llorar y plair, correr por el patio y por el
pueblo, asomndose por todas las esquinas. Entonces, un d!a, la seora Knipper le di)o% ELolaEas! se llamaba mi
madreE, Ttuve que $acerloU T+erdname, Lola, tuve que $acerloU
(i madre yac!a delante de ella, con los o!dos atentos para entender todo lo que le dec!a la seora Knipper, y la
miraba tan tristemente, con los o)os llenos de lgrimas, que $asta la vie)a seora Knipper se ec$ a llorar% E0o me
mires as!, Lola, no lo $agas. .uve que $acerlo. Ja sabes lo dif!cil que lo tenemos.
+ero mi madre segu!a mirando a la seora Knipper directamente a los o)os, enloquecida de dolor.
E0o me mires as!, Lola, no lo $agasEdi)o la seora KnipperE. TLos $e tirado al r!oU
Entonces mi madre entendi que sus sospec$as estaban )ustificadas, solt un grito y se fue corriendo $acia la
orilla. Corr!a y corr!a r!o aba)o, gimiendo como un perroL 2ios me perdone% como un $ombre. Encontr a mis
$ermanas en un tramo de aguas poco profundas cerca del pueblo de al lado, encalladas entre las caas, con la piedra
alrededor del cuello.
(i madre volvi por la noc$e solamente para morir a mi lado.
Jo yac!a en la terra#a del seor 6er1i, mi nuevo dueo, y pensaba en el destino, en mi desgraciada madre, en
;=
mis $ermanos y mis $ermanas, en la seora Knipper, en la vida en general. +ensaba y gem!a, ms de triste#a que de
fr!o.
Entonces apareci un nio y se puso a acariciarme y a calentarme entre sus bra#os como si yo, 2ios me libre,
fuera un gorrin y no un perro. Entonces me mir a la cara y se puso a re!r.
E,na, ,naEdi)oE. *en a ver esto. T>n pequeo gorrinU
E<u" graciosoEdi)o ,na y me pelli#c una me)illa.
EEste perro me recuerda a alguienEdi)o el nioE. .e )uro que se parece muc$o a alguien.
EEs verdadEdi)o ,na, su $ermanaE. H, qui"n me recuerdaI
LJA ti tambi"nIEdi)o el nio.
EEs para morirse de risaEdi)o su $ermana.
EEs verdad, es para morirse de risaEdi)o el nio.
&egu!a sosteni"ndome en la palma de la mano como si fuera un gorrin.
EJa s" a qui"n se pareceEdi)o la $ermana del nio.
2i, ,na, Ha qui"nIEdi)o el nioE. +or favor, d!melo, Gecu"rdamelo.
+i"nsalo di)o ,naE. *enga, pi"nsalo t solito.
+or favor, d!meloEdi)o el nioE. 0o se me ocurre. &lo s" que este perro..., realmente es para morirse de
risa.
E, una mu)er vie)aEdi)o ,na.
ET, la seora Knipper, la comadronaUEdi)o el nio.
EEs para morirse de risaEdi)o su $ermanaE. TLa seora Knipper, clavadaU
,s! empec" yo mismo a sospec$ar de mi seme)an#a con la seora Knipper, aunque, personalmente, no me
encuentro ningn parecido con ella. .al ve# fuera la triste#a lo que nos confer!a la misma expresin de la cara, porque
la seora Knipper estuvo muy apenada por lo que $ab!a $ec$o y yo lamentaba la p"rdida de los m!os. J en cuanto a
parecidos, puedo deciros que me parec!a muc$o a mi madre. Los mismos grandes o)os oscuros, de un gris crdeno,
como las ciruelas, las mismas ore)as, picudas y un poco dobladas en la punta. 2e mi MdesconocidoN padre qui#s tan
slo $ubiera $eredado la estatura, porque ms tarde me convert! en un perro delgado de patas largas que mi madre, si
no recuerdo mal, no ten!a. 2e mi madre tambi"n $ered" el color del pelo, de un amarillo tirando a pelirro)o, y la
mayor!a de los rasgos de mi carcter% una sensibilidad extrema, sumisin, paciencia, lealtad, devocin, nerviosismo,
as! como cierta vagancia y frivolidad.
>n perro como yo no tiene ninguna $istoria emocionante que contar. Ke tenido una )uventud bastante feli#
Msin contar, por supuesto, con la separacin de mi familiaN a pesar de $aber vivido en tiempos de guerra. .al ve#
precisamente por ello. &e lo explicar". La guerra se lleva a las personas, les niega la ternura, la guerra les mete el
miedo en el cuerpo, les $ace desconfiados. En esas condiciones, un perro, un perro fiel como yo, significa muc$o. &i
no se es un nio y no se es extremadamente sensible, a un perro se le puede querer sin desesperacin, sin miedo de
volverse loco, de morir de dolor si la guerra se lo llevaL se le puede querer sin $acerse uno ninguna concesin, se le
pueden confiar cosas libremente, sin miedo a que desvele nuestros secretos y nuestros deseos escondidos. En tiempos
de guerra, un perro sufre slo $asta que le salen los colmillos. M+or eso perecieron mis $ermanas, 2ios se apiade de sus
almasN. +ero para un perro adulto, fuerte, una guerra es un c$ollo. En esos tiempos $ay epidemias entre el ganado, los
caballos mueren en los combates y los soldados entierran sus cadveres slo para que no asomen de deba)o de la
tierra. 2e todas formas, dicen, los descuarti#arn los perros y los gitanos.
, qui"n ms podr!a interesarle mi biograf!a si no fui ni un ca#ador famoso Msino perfectamente mediocreN ni
un gran corredorL si no solamente care#co de un origen noble, con pedigr!, sino que adems, segn todos los indicios,
soy un $i)o extramatrimonial, un bastardo, puesL si ni siquiera me $e lucido en el campo de batalla, nadie me $a
;-
levantado un monumento en vida y nunca $e sido condecorado con una medalla de la Cru# Go)a o cualquier cosa as!.
0o soy, pues, ms que un perro ordinario con un destino mediocre. ,quello que de alguna manera me $ace especial es
mi capacidad para $ablar. J a esta gracia me $a elevado el amor de un nioL un amor desgraciado, podr!a decirse.
>na maana apareci el seor 6er1i, mi nuevo dueo, y di)o%
E,ndi, Hte gusta este perroI
ET(uc$!simoUEdi)o el nio Mle gustaba exagerarNE. HCmo se llamarI
E2ingoEdi)o el seor 6er1i.
EH2ingoIEdi)o el nioE. 0o me gusta ese nombre. H+odr!a explicarme qu" significaI
EEs un perro salva)e australianoEdi)o el seor 6er1i.
E(e gusta muc$o ese nombreErectific el nio entonces.
, pesar de que oficialmente mi dueo era el seor 6er1i, en realidad yo pertenec!a en cuerpo y alma al nio.
2e todos los $ombres del mundo, era con quien me)or me entend!a y me llevaba. Creo que a eso contribuyeron,
adems de su edad, algunas de nuestras caracter!sticas comunes. Creo que no me equivoco si digo que "l y yo nos
parec!amos en muc$os aspectos% la pere#a, la falta de disciplina, la fidelidad, la sed de aventura. Creo que tampoco me
equivoco si digo que ese nio ten!a algo perruno dentro de s!% en cuanto a su olfato y su extrema sensibilidad a los
olores, estoy seguro de que no me equivoco. La soledad y la triste#a unieron nuestras vidas. &u triste#a por su padre y
la m!a por los m!os crearon entre nosotros una especie de amistad basada en la afinidad. Cuando empec" a crecer y
adquir! entre los c$uc$os del pueblo cierta reputacin de perro sabio y educado de un )oven y sabio dueo, el nio,
orgulloso de m!, se volvi menos solitario y ms atrevido. 0o solamente le liber" de su innato miedo a los perros
Mdolencia que tambi"n sufr!a su padreN, sino que le $ice ms valiente en general, porque "l sab!a que ten!a en m! a un
protector seguro y fiel. , cambio, "l me ense diversas $abilidades tiles y respetables% aprend! a traer las vacas
extraviadas, a excavar las toperas Meso por puro placer, para pasar el ratoN, a perseguir a las liebres, a descubrir las
madrigueras de los #orros y los nidos de los p)aros acuticos, a ca#ar patos salva)es, ranas, mariposas, serpientes.
T5ncluso aprend! a $ablar con "l en los momentos de soledadU Gecuerdo que, una ve#, cuando se nos perdi la vaca
llamada 0aran)a, casi nos fugamos de casa. +or el camino el nio me encarg unas tareas dif!ciles y de gran
responsabilidad. >no de sus mensa)es era tan largo que me parec!a ms adecuado para una paloma mensa)era que para
un perro. En cuanto nos sent!amos desgraciados, $ac!amos planes para escaparnos de casa. &in embargo, nunca
llegamos ms all del tercer pueblo. El nio sol!a contarme o leerme cuentos. Creo que no exagero si digo que me
aprend! de memoria aquella novela, El 7om2re, el ca2allo / el perro, que el nio cont tantas veces a los pastores,
inventndosela y me)orndola cada ve#.
0o, mi vida no es una novela. Est $ec$a de muc$as $istorias pequeas, de muc$os pequeos
acontecimientos, alegres y tristes, en los que, sin embargo, siempre est presente el nio, como tambi"n estoy presente
yo en las suyas.
Wltimamente $e notado que el nio est triste. &e $a vuelto un poco ms fr!o y distante, incluso conmigo.
Enseguida $e entendido de qu" se trata y me $a invadido mi antigua triste#a perruna. El nio vuelve a preparar su
marc$a. TEsta ve#, de verdadU 0o cabe duda. .ambi"n entiendo por qu" me evita% quiere que la separacin le sea ms
leve. J yo tambi"n estoy enfermando de esa triste#a repentina. (e quedo dormitando delante de la puerta del nio
para que no se me escape sin despedirse. 2ormito y pienso en mi vida.
+uedo sentirlo, no sobrevivir" a esta separacin.
T,uuuU T,uuuU
;3
LA CARTA
<uerido seor 6er1i%
Le escribo esta carta desde le)os con la intencin de saludarle y saber de su salud. +oco a poco me voy
acostumbrando a mis nuevos compaeros del colegio, aunque todo el mundo se burla de m! a causa de mi acento. +or
las noc$es todav!a sueo que estoy all!, con ustedesL mi madre me despert anoc$e, precisamente, pues lloraba
mientras dorm!a. (am dice que es nostalgia y que se me pasar pronto.
<uerido seor 6er1i, le pido amablemente que no se r!a de m! por lo que voy a contarle% anoc$e, por quien
ms llor" fue por mi perro 2ingo. ,na sigue mofndose de m!, diciendo que estoy enamorado de ese perroL qui#s sea
cierto, pero yo creo que usted me entender y que no se burlar de m!.
Le contar", a$ora, lo mal que lo pas" cuando salimos de via)e, cmo me $a afectado esa separacin. Gecuerdo
que, antes de que llegara el coc$e, yo $ab!a desaparecido, y que volv! en el ltimo momento y todo el mundo me
rega. Le contar" dnde fui entonces. Llev" a 2ingo a la orilla del Ker1a para despedirme de "l. Luego lo at" al
sauce con el cinturn y "l no se resisti, slo gem!a. <uer!a venirse conmigo y me rog que lo soltara, pero yo le di)e
que se quedara, que la vida era as! y que sab!a que nunca iba a encontrar me)or amigo que "l, ni entre los perros ni
entre las personas. Entonces o! que estaban llamndome y me fui corriendo para despedirme de todos ustedes. H&e
acuerdaI Llorbamos todos, mi madre y ,na y su mam y usted. &ab!amos que nunca ms volver!amos a vernos.
Entonces la carreta se puso en marc$a y yo segu!a llorando, se me part!a el cora#n. Gecord" todos los aos que
pasamos all!, me acord" de mi difunto padre, que no volvi nunca, de usted y de su madre, de la seora Gigo, la
maestra, de 6ela Kermann, de Latsi1a .ot, de Vulia &#abo y de los dems. +or el camino no me atrev!a ni a darme la
vuelta, por no aumentar mi llanto al ver, por ltima ve#, el campanario, el 6osque del Conde y todo lo dems. +ero no
pude resistirme. 5mag!nese, seor 6er1i, a qui"n vi. 2etrs de nosotros corr!a 2ingo, plaendo a pleno pulmn, y
nosotros rompimos otra ve# en sollo#os. Entonces ped! al seor (art!n que lo a$uyentara con el ltigo y que ati#ara a
los caballos para que fueran ms rpido, pues ya no pod!a soportar su llanto. 2ingo estaba, como puede imaginarse, al
final de sus fuer#as, porque Tcorri detrs de nosotros $asta CestregU 5ba ec$ando espuma, con la lengua fuera. (e
puse a gritar, desgaitndome, as! que el seor (art!n tuvo que ati#arlo $asta que se detuvo o, ms bien, se cay de
agotamiento en medio del camino. 5ncluso cuando el tren iniciaba la marc$a yo segu!a mirando por la ventana,
llorando. &egu!a teniendo la impresin de que o!a su lamento y de que segu!a corriendo detrs de nosotros.
Esto es, querido seor 6er1i, lo que quer!a contarle, y tambi"n quer!a pedirle que me escriba sobre todo.
2!game, Hcmo est 2ingoI .an slo le pedir!a una cosa ms, si no se va a re!r de m!% que le lea esta carta y que le
diga que no fue culpa m!a, que no pude llevarlo conmigo y que nunca lo olvidar". 2!gale tambi"n que un d!a, cuando
me convierta en poeta, escribir" un poema o una fbula sobre "l. En esa fbula el perro podr $ablar. J, por supuesto,
se llamar 2ingo. Le pido, pues, seor 6er1i, que me $aga ese favor, "l lo entender todoL sobre todo, mientras le
$able, m!rele directamente a los o)os y rep!tale mi nombre. 2!gale% O,ndi, ,ndi% ,ndi te manda saludosP. Kblele
despacito, como si se tratara de un nio muy pequeo. *er como le entiende. Cuando le diga mi nombre se pondr a
gemir. Eso significar que lo $a entendido todo.
@inalmente, le pido que lo cuide y que le compre una buena cena con el dinero que le env!o. Lo que ms le
gusta es la carne de caballo Mcon muc$o $uesoN, y eso, seguramente, podr comprarlo en 6a1sa, en la carnicer!a del
seor @e)es. .ambi"n le pido, querido seor 6er1i, que cuando escriba a mi madre no mencione este dinero Mson mis
a$orrosN, pues ,na se burlar!a de m!, seguro. +or eso lo me)or es que me escriba a m! personalmente, como le ped!.
Esto es todo, por el momento.
Les saludo de cora#n, a usted y a su madre, as! como a la seora Gigo y a todos mis amigos, sobre todo a
6ela Kermann, a Latsi1a .ot y a Vulia &#abo y a todos los dems. Les recuerda a todos con cario, su pobre ,ndreas
&am, estudiante
;;
LA RESPUESTA
(i querido ,ndi%
(e alegra que est"s bien y que seas un buen estudiante, como veo por la carta de tu madre. J por tu carta veo
que sigues escribiendo bien y que tu caligraf!a est me)orando. Creo que un d!a llegars a ser poetaL a )u#gar por tu
difunto padre, a los &am no os falta imaginacin. En cuanto a tu peticin, mi querido poeta, slo te dir" que la
cumplir!a con muc$o gusto si no $ubiera ocurrido lo que s" que te entristecer muc$o o!r.
El d!a que os fuisteis, 2ingo volvi cansado y con una buena pali#a encima, as! que pas largo rato gimiendo
y aullando. 0o quiso comer nada en todo el d!a, a pesar de que le ofrecimos $asta el $!gadoL tan slo bebi muc$a
agua, vidamente.
,l d!a siguiente lo encontramos muerto delante de la puerta.
(i querido ,. &., no te pongas demasiado triste por esto, $ay cosas ms duras en la vida% ya te dars cuenta
cuando seas mayor. &lo puedo decirte que me dio muc$a penaL era, realmente, un perro estupendoL mi madre,
incluso, se ec$ a llorar. +or supuesto, t te recuperars de esta pena y un d!a lo olvidars todo. >sa el dinero que te
env!o Mincluyo los interesesN para comprarte una pluma, e intenta escribir alguna redaccin sobre este acontecimiento,
en verso o en prosa, y env!amela. &i resulta buena se la ensear" a la seora Gigo, tu maestra, y seguramente le dar
muc$a alegr!a. &i le gusta, tal ve# la publique en El 'uen Pas6or8
.odos tus amigos te mandan saludos.
&" bueno y no est"s muy triste.
.u amigo 6er1i
EL ARPA E.LICA
+
EL arpa es un instrumento que, ms que ningn otro, une la frmula medieval de lo bello Mperfec6io primaN y
lo til Mperfec6io secundaNL es agradable a la vista, es decir, $a sido construida segn las reglas de una armon!a formalL
pero, sobre todo, est adaptada a su principal propsito% emite un sonido grato.
, los nueve aos tuve un arpa. Constaba de un poste el"ctrico de madera y seis pares de cables atados a los
aislantes de porcelana, cuyo aspecto recordaba a un servicio de t" despare)ado. M>no de los aislantes lo $ab!a roto yo,
con un tirac$inas, antes de descubrir la funcin musical que ese servicio de t" de porcelana c$ina pod!a tener en mi
instrumento elicoN.
+ara obtener, pues, un arpa elica se necesitan Madems de los ya mencionados botones de porcelana, para
afinarlaN, por lo menos, dos postes el"ctricos de sencilla madera de pino alquitranada. La distancia ideal entre los
postes es de cincuenta metros. El poste debe $aber pasado muc$o tiempo Mentre cinco y die# aos, como m!nimoN
expuesto a la influencia sucesiva de las lluvias, las $eladas y el calor solar, de forma que, ba)o los efectos de los
bruscos cambios de temperatura Mentre Z;: y 33 N, la madera se $aya resquebra)ado verticalmente. J se
resquebra)ar como un cora#n triste cuando se d" cuenta de que, definitivamente, $a de)ado de ser un tronco, un
rbol, un pino verde y, indiscutible e irremediablemente, se $a convertido en un poste el"ctrico.
Entonces, cuando ese tronco $erido, resquebra)ado, se d" cuenta de que est all!, eternamente enterrado $asta
las rodillas, y de que no tiene ninguna escapatoria, no le quedar ms remedio que mirar a lo le)os, $acia los bosques
que le saludan con la cabe#a.
.ambi"n se dar cuenta de que sus amigos ms cercanos, sus amigos y compaeros, son aquellos otros dos
troncos, a unos cincuenta metros de distancia, a la i#quierda y a la derec$aL igualmente afligidos y enterrados $asta las
rodillas.
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Cuando esos postes se unan mediante los cables y encima de la cabe#a se les coloque, en lugar de las ramas
verdes, ese servicio c$ino de t" Mseis pares de ta#as vueltas del rev"s, de las que ni siquiera podrn beber los p)arosN,
entonces se pondrn a llorar, entonces tocarn sus cuerdas. 6asta con apoyar la ore)a en el posteL ya no se trata de un
poste, ya tenemos un arpa.
,lgn lector inexperto Mque nunca $aya apoyado su o!do en un posteN pensar que a$ora falta el viento. En
absoluto. La "poca ideal para un arpa de estas caracter!sticas es un caluroso d!a de )ulio, un d!a de can!cula, cuando el
aire vibra del calor y Loren#o pega fuerteL cuando el tronco est seco y suena como si fuera $ueco.
Casi se me olvida% el sitio ideal para instalar un arpa de estas caracter!sticas es al borde de algn camino
antiguo. El arpa de la que estoy $ablando estaba situada al borde del Camino de Correos, construido en la "poca en
que los romanos ocuparon +anonia. 2ebido a esta circunstancia la columna del arpa, como una antena, tambi"n recoge
los sonidos de antaoL los acordes llegan del pasado tanto como del futuro.
>n )uego de cuerdas abarca toda la octava en bemol menor y, pasando por la dominante, fcilmente se
convierte en mayor.
Esto en cuanto al instrumento.
,$ora slo queda mirar para asegurarse de que no $aya nadie en el Camino 5mperial, ni entre el trigo, ni en la
fosa, que no $aya nadie en el $ori#onte. En el caso de que se estuviera acercando una carreta llena de pa)a, de alfalfa o
de trigo $abr!a que esconderse en el canal de desagSe que $ay )unto al camino y esperar a que se fuera.
&e entiende% se requiere soledad. H+ara qu" provocar que $ablen de uno, que digan que est tan loco como su
padre y que se pregunten por qu" apoya la cabe#a en el posteI >nos pensarn que el c$alado cree que dentro de ese
poste seco y resquebra)ado $ay una colmena y se $a encapric$ado con la mielL otros dirn tal ve# que est escuc$ando
la llegada de los aviones aliados y que est informando a alguienL y los $abr que lleguen a imaginar que est
recibiendo algn mensa)e misterioso del espacio.
+or eso Mentre otras cosasN lo me)or es comprobar que no $aya nadie en el Camino 5mperial, nadie entre el
trigo ni en la fosa, nadie en el $ori#onte.
Gecono#co que, si alguien que no estuviera enterado de lo de la msica pusiera el o!do en el poste, realmente
podr!a pensar que lo que est oyendo es el le)ano rumor de los aviones y, acto seguido, se ir!a corriendo por el camino
o se esconder!a dentro de la fosaL o tal ve# se precipitara $acia el pueblo para informar de que un escuadrn de aviones
se estaba aproximando. &in embargo, "sa $ubiera sido tan slo una primera My equivocadaN impresinL eso no ser!a
ms que el acompaamiento, el ba)o en el que el nio reconoce el sonido de los 6iemposL pues el sonido llega desde las
profundidades de los tiempos y de la $istoria, como desde cusares, desde estrellas le)anas. MEl olor a alquitrn
derretido no es ms que un estimulante, como cuando en el templo se encienden $ierbas olorosas, madera de sndalo o
inciensoN.
J esto es lo que le canta el arpa al o!do mientras escuc$a con los o)os cerrados% que pronto de)ar de servir en
la casa del seor (olnarL que su padre no volver nuncaL que abandonar la c$abola con el suelo de tierra apisonadaL
que por fin llegar a (ontenegro, a casa de su abueloL que tendr libros nuevosL que tendr mil quinientos lpices,
doscientas plumas, cinco mil librosL que su madre morir prontoL que conocer a una c$ica a la que amar
eternamenteL que via)arL que ver mares y ciudadesL que, penetrando la $istoria le)ana y los tiempos b!blicos,
investigar su turbia procedenciaL que escribir un cuento sobre un arpa elica $ec$a de postes y de cables el"ctricos.
;R
Jardn, ceniza
E0 las maanas de verano, ya tarde, mi madre entraba en la $abitacin sin $acer ruido, con una bande)a en las
manos. Esta bande)a $ab!a empe#ado a perder el fino bao de n!quel que antao la recubr!a. En los cantos, a$! donde
la superficie plana formaba al doblarse un reborde ligeramente elevado, an se ve!an los vestigios de un antiguo brillo
Een las escamas de n!quel, parecidas a papel de aluminio adelga#ado con la uaE. El estrec$o reborde plano
terminaba en un canaln oval combado $acia aba)o. Este canaln curvo estaba ya abollado y deformado. , lo largo del
canto superior del reborde $ab!a unos menudos relieves decorativos repu)ados, todo un collar de pequeas
convexidades de $o)alata. <uien sosten!a la bande)a Msol!a ser casi siempre mi madreN deb!a de sentir ba)o las yemas
de sus pulgares oprimidos al menos tres o cuatro de estos abultamientos $emisf"ricos, parecidos a las letras del
alfabeto para ciegos. ,ll!, alrededor de esos resaltes, se $ab!an acumulado unas capas circulares de grasa, apenas
visibles, que parec!an las sombras de estas pequeas cpulas. Estas anillitas, de un color negro seme)ante al que se
acumula en las uas, se $ab!an formado de posos de caf", de aceite de ricino, de miel y de caramelo. &obre la
superficie lisa y brillante de la bande)a se dibu)aban, en forma de delgadas medias lunas, las $uellas de la cristaler!a
reci"n movida de su sitio. J, sin abrir los o)os, yo sab!a, por el tintineo cristalino de las cuc$arillas en los vasos, que mi
madre $ab!a de)ado por un momento la bande)a y que se dirig!a con decisin $acia la ventana para descorrer la oscura
cortina. Entonces la $abitacin quedaba inundada por la deslumbrante lu# de la maana, y yo cerraba con fuer#a los
o)os, $asta que la lu# se volv!a amarilla, a#ul, ro)a. (i madre tra!a sobre su bande)a, dentro del tarro de miel y del
frasco de aceite de ricino, los colores ambarinos de los d!as de sol, espesos concentrados llenos de embriagadores
aromas. Esos botecillos y vasos no eran ms que muestras, espec!menes de aquellos nuevos pa!ses en los que acostaba
por las maanas la loca c$alana de nuestros d!as. En el vaso brillaba el agua fresca, un aguaDesp"cimen, y nosotros nos
la beb!amos a pequeos sorbos, con leves c$asquidos de la lengua, como expertos degustadores. , veces dbamos
muestras de nuestro descontento con muecas y pequeas toses% el agua no ten!a sabor, era grasa como la lluvia,
cargada del barro otoalL y la miel $ab!a perdido su color, se $ab!a vuelto espesa y opaca y mostraba los primeros
indicios de su cristali#acin. En los d!as de lluvia, encapotados y sombr!os, las $uellas de nuestros dedos quedaban
marcadas sobre el mango de la cuc$arilla. Entonces, que)umbrosos y descontentos, nos negbamos a despertarnos y
volv!amos a desli#amos ba)o los tibios edredones para pasar dormidos aquellos d!as que $ab!an empe#ado a
estropearse y a oler a pescado descompuesto.
Los castaos de 5ndias de nuestra calle estaban unidos por sus ramas ms sobresalientes, formando una
bveda. Entre estos inmensos arcos se extend!an unas o)ivas tapi#adas de $o)as que seme)aban la $iedra. .oda esta
arquitectura permanec!a inmvil y estable en sus osadas construcciones en los d!as de equinoccio, o simplemente en
los d!as sin vientoL slo el sol clavaba, de ve# en cuando, sus vanas banderillas a trav"s del tupido folla)e. +enetrando
por las ramas, torcidas y entrela#adas, temblaban por un momento, llevadas por su propio impulso, para luego fundirse
y salpicar el empedrado turco como una gota de plata l!quida. +asamos ba)o estas bvedas, solemnes y desiertas, y nos
apresuramos a alcan#ar las arterias de la ciudad. El silencio, la apacible solemnidad de una maana de fiesta. 2etrs de
las celos!as cerradas y polvorientas, los funcionarios de correos y los empleados de los comercios siguen dormidos. ,l
pasar delante de los pisos de los entresuelos, nos miramos y sonre!mos llenos de respeto% a trav"s de las oscuras
cortinas que se balancean y del fuelle de las celos!asDacorden, podemos o!r los ronquidos de los ltimos durmientes.
Los grandes navios del sueo se desli#an sobre la tenebrosa Laguna Estigia, sus $"lices giran, accionadas por las
mquinas. , veces se tiene la impresin de que van a acabar rompi"ndose, de que es inminente una catastrfica aver!a.
La mquina empie#a a resoplar como si $ubiese varado en un ba)!o, empie#a a perder su ritmo, a detenerse. +ero al
parecer la aver!a $a sido reparada, puede incluso que no se $aya producido aver!a alguna. 0avegamos r!o aba)o, a
treinta nudos por $ora. J al lado de los durmientes que roncan se $allan grandes despertadores metlicos, erguidos
sobre sus patas traseras como gallos que picotean el menudo alpiste de los minutos, para, enseguida, $inc$ados $asta
reventar, cebados y furiosos, con las patas apoyadas sobre las losas de mrmol de las mesillas de noc$e, la cresta
inyectada de sangre, temblorosa, ponerse a lan#ar sus quiquiriqu!s triunfales.
En la esquina de la calle, enfrente del cuartel, aparece @r[ulein \eiss con sus ca)as de cartn. 2eba)o de sus
faldas $arapientas asoman unas piernas flacas y nudosas que terminan en unos calcetines naran)as. @r[ulein \eiss, una
vie)a alemana, vende bombones de caramelo. Genqueando, encorvada por el peso, avan#a deba)o de sus ca)as,
escondida tras ellas y atada a ellas mediante un cordel de papelL slo su cabe#a sobresale, como si la llevara ba)o el
bra#o, en una ca)a. &u rostro se $a transformado, por efecto de la ve)e# y de las enfermedades, en un oscuro barri#al.
Las arrugas se extienden como rayos desde su boca, parecida a las llagas de las manos de Cristo, que se $a despla#ado
$acia el centro de su rostro. ,$!, a esta vie)a e inmensa escara, van a dar todos los canales de sus arrugas, dibu)ando
estrellas. /bservad MniosN este montn de $uesos ro!dos, este meneo, este estertor% es toda una novela genial y barata,
;:
el ltimo cap!tulo de un libro manoseado, repleto de esplendor, de solemnidad y de fracasos. @rulein \eiss, una de
las v!ctimas que sobrevivieron al espectacular naufragio del .itanic, trat en cierta ocasin de suicidarse. &iguiendo el
e)emplo de una c"lebre actri#, llen su $abitacin de $otel de rosas y otras flores. 2urante todo el d!a, los pequeos
botones y ascensoristas, como angelitos, estuvieron llevndole ramos de las flores ms perfumadas, y los ascensores
del $otel se convirtieron aquel d!a en grandes )ardines colgantes, en invernaderos que transportaban al cielo el peso de
sus aromas y, perdiendo todo sentido de la orientacin, volv!an a descender vertiginosamente. (iles de claveles de
color rosa, )acintos, lilas, iris, cientos de lirios blancos fueron sacrificados. J su alma, adormecida por los perfumes y
confundida con ellos, $abr!a de elevarse, para flotar aliviada del peso de una vida, $acia los rosales del para!so, o
convertirse en flor, en iris... La encontraron al d!a siguiente, sin conocimiento, en medio de las flores asesinas. 2esde
entonces, v!ctima de la vengan#a de los dioses de las flores, era arrollada por automviles y tranv!as, atropellada por
carretas y fiacres veloces, pero ella siempre consegu!a salir de deba)o de las ruedas, magullada pero viva, y as!, en este
contacto apasionado con la muerte, tuvo la revelacin del secreto de la eternidad. 'imiendo, emitiendo unos
profundos y que)umbrosos sonidos parecidos al llanto de un nio, pasa a nuestro lado, y es como si uno $o)eara las
sucias y amarillentas pginas de una vie)a novela manoseada... Gu6Mn +or9en, CrNulein Oeiss8 PEss die =andQ
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>n poco ms all, los "olksdeu6sc7er, con sus pantalones cortos de cuero y las moc$ilas a la espalda, parten de
fin de semana. &obre sus musculosas piernas brilla el vello dorado, y de sus cinturones cuelgan unas magn!ficas
nava)as de explorador, con empuadura de palo de rosa. .ocan la armnica imitando el canto del grillo. En la
pasteler!a de la esquina, abren con estr"pito las botellas de gaseosa rosada con olor a agua de Colonia. Luego vuelven
a llevarse las armnicas a sus bocas de pe# y las parten de un bocado en tres peda#os, con una nica contraccin de
sus potentes mand!bulas. +or las calles desiertas de un d!a festivo, los pequeos tranv!as a#ules, amarillos y verdes se
persiguen dando vueltas sin sentido, tocan melodiosamente sus liras y tintinean levemente cuando se presenta ante
ellos el denso vac!o oprimido dentro de un estrangulamiento, la le)ana perspectiva de las arterias de la ciudad.
Enseguida llegamos al trenecito ro)o que en verano transporta a los baistas y en otras "pocas del ao, excepto
en invierno, corre $acia los bosques, $acia el campo, segn su $umor y a su albedr!o. Este tren en miniatura, con su
bonita locomotora, parece una fila de bic$itos ro)os. Los vagones se empu)an y c$ocan entre s!, y este enorme
acorden de color frambuesa va tocando alegres melod!as. Luego, esta lib"lula, esta atraccin de feria, ec$a a volar,
bordoneando y resoplando, y en los trigales de ambos lados de la v!a las amapolas dibu)an largas l!neas de puntos,
como si $ubiesen sido tra#adas con lpi# ro)o.
El v"rtigo me resulta cada ve# ms insoportable y mi madre me coge de la mano. Llego $asta el castillo con
los o)os cerrados. 0o recuerdo ms que los fuegos artificiales de colores que destellan ba)o mis prpados, firmemente
apretados. ,van#o a ciegas guiado por la mano de mi madre y de ve# en cuando ro#o con el $ombro el tronco de algn
rbol.
Estamos de pie ante la ver)a del castillo, sin aliento, y extendemos los bra#os a trav"s de las re)as. Entonces,
de las profundidades del oscuro )ard!n aparecen, con sus grandes o)os pardos, primero un ciervo y detrs de "l una
cierva. &alen de su noble cautiverio con un porte y un andar altivos, y con cierta afectacin en sus gestos, como nios
de buena familia que vuelven de su clase de pianoL as! surgen de la espesa avellaneda, de los sombr!os y misteriosos
rincones del 6osque del Conde. Con sus frgiles patas, una manc$a oscura y $meda sobre la nari#, se acercan a la
ver)a para comer a#car de la mano de mi madre.
Llevados por la inercia d" los d!as y de la costumbre, seguimos visitando el castillo durante todo aquel verano.
Como estaba obviamente abandonado, empe#amos a apropirnoslo, sin ningn derec$o, y mi madre no slo dec!a
Onuestros ciervosP, sino tambi"n Onuestro castilloP, aunque nunca $ubi"semos cru#ado las lan#as de su ver)a, aunque
nunca $ubi"semos atentado contra la integridad de su soledad y de su dignidad. /pinbamos simplemente, y en ello
estoy totalmente de acuerdo con mi madre, que pod!amos considerar como parte de nuestro patrimonio un castillo
abandonado que ofrec!a la belle#a de sus ruinas al o)o curioso, y, por lo tanto, apropirnoslo tal y como lo $ac!amos
con el oro de aquel verano tan soleado. Considerando este descubrimiento como m"rito nuestro, guardbamos el
secreto y a nadie revelbamos dnde pasbamos nuestros fines de semanaL prctica que ya $ab!a empe#ado a
implantarse en nuestra ciudad, importada de /ccidente, lo cual significaba un primer indicio de decadencia.
Eran ya los ltimos d!as del verano, los bastardos de la estacin, medio verano, medio otoo. &in embargo, de
d!a, al menos por la maana, era posible creer que el verano segu!a en todo su esplendor y que el color berme)o de las
$o)as era mera consecuencia de una larga sequ!a. Enfrente de la casa, los castaos iniciaban su pere#oso des$o)e,
despo)ados de sus frutos desde $ac!a tiempo, y sus $o)as, amarillas aqu! y all y olorosas como las $o)as de tabaco,
$ab!an empe#ado a caer de las ramas, indecisas. (i madre consider que pod!amos fiarnos del color del cielo E
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aguamarinaEy de la promesa que nos $ac!a el sol matinal. &in embargo, mientras cru#bamos el puente, mi madre
tuvo un extrao presentimiento de la inminente ofensiva del otoo, y de $ec$o las aguas del 2anubio $ab!an tomado
curiosamente un color verde turbio y estaban repletas de unos residuos dudosos que slo eran testimonio de lluvias en
alguna parte de la &elva 0egra. +or este motivo, aunque no $ab!a una sola nube, nos apresuramos $acia el tren ro)o,
pues en el aire se percib!an ciertos indicios de lluvia cercana. &in duda, nuestra decisin fue sabia. 'racias a esta
determinacin, alcan#amos el ltimo tren del verano, que para aquella circunstancia solemne estaba adornado con
guirnaldas de papel y con flores del campo, y un seor tocado con un bomb!n, sin duda un representante de la
provincia de 6anovina, pronunci un discurso que mi madre consider ingenioso y conmovedor. O&eoresP, di)o, Oen
$onor de este ltimo tren del verano, de esta saludable $igiene, y por la gloria de la tradicin de nuestra ciudad, el tren
ro)o transportar $oy, en su ltimo via)e de la temporada, a todos los via)eros... todos los via)eros...P. Los aplausos y
los gritos de Oviva el oradorP, as! como el alegre bullicio de los nios, a$ogaron sus ltimas palabras, pues en la
ciudad se rumoreaba que aquel ao no se iba a celebrarla tradicional ceremonia debido a ciertos acontecimientos
relacionados con la pol!tica exterior que incitaban al a$orro y a la prudencia.
Las sospec$as de mi madre quedaron )ustificadas. ,penas llegamos al castillo, oscureci de repente del lado
de los montes de @rus1a. 0i siquiera nos $ab!a dado tiempo de llamar a la cierva y al ciervo Mporque la oscuridad nos
$ab!a invadido de golpeN, cuando empe# a llover a cntaros.
En busca de un refugio, en lugar de dirigirnos $acia la estacin improvisada del tren ro)o, ata)amos por el
bosque. La lluvia tamborileaba sobre las $o)as que $ab!an empe#ado a caer y a descomponerse extraamente, y
salimos del bosque empapados, ebrios de o#ono. 2e pronto, nos dimos cuenta de que nos $ab!amos perdido. (i madre
trataba en vano de disimularlo. La lluvia $ab!a modificado por completo el aspecto del paisa)e...
(i madre se detuvo de repente en medio de la confusin y se santigu. 2el bosque se acercaba, con estruendo
de caballer!a, envuelta en brumas, una manada de bisontes negros, dispuestos a enfrentarse a toda costa a la invasin
del agua, a acallar el irnico coro de las ranas. En una fila cerrada, los cuernos al acec$o, los bisontes surgieron del
bosque y se dirigieron con paso firme $acia las ci"nagas, sin miedo. La lluvia ces en ese preciso instante y
conseguimos alcan#ar la carretera en el ltimo momento. 2esde la carretera pudimos ver cmo los bisontes
desaparec!an en las arenas movedi#as, una trampa me#quina, $bilmente tendida. &e $undieron inexorablemente, en
un instante.
(i madre, conmovida por este $orrible espectculo y consciente del peligro del que acabbamos de escapar,
volvi a santiguarse...
Cuando regresamos a la ciudad, la ofensiva del otoo ya $ab!a sido anunciada por todas partes. >nos grandes
carteles amarillos invitaban a los ciudadanos a cumplir las rdenes y a obedecer, mientras una avioneta lan#aba
octavillas amarillas y ro)as que $ablaban, en el vanidoso idioma del vencedor, de inminentes fusilamientos
vengadores.
O.u t!o $a muertoP, di)o mi madre. El tintineo, a$ora ms intenso, de la cuc$arilla de plata al c$ocar con el
sonoro cristal revelaba el temblor de sus manos, y abr! los o)os para salir de dudas. Estaba plida, y en la deslumbrante
lu# del sol parec!a $aberse empolvado la caraL slo sus o)os estaban bordeados de cercos ro)os. &intiendo mi
confusin, susurr sin mirarme% O. no lo conoc!asP, y ella misma parec!a estar extraada y conmovida por el $ec$o
de que esta inesperada muerte $ubiese impedido una relacin llena de promesas. &iguiendo el $ilo de sus
pensamientos o tal ve# de los m!os, aadi% OJ )ams lo conocersP. La palabra muer6e, esa semilla divina que mi
madre sembr aquella maana en mi curiosidad, empe# de repente a succionar todos los )ugos de mi conciencia, sin
que yo tuviera en un principio conocimiento de tal desarrollo. Las consecuencias de este embara#o preco# se
manifestaron demasiado pronto% sent! v"rtigo y nuseas. &in entender del todo su significado, las palabras de mi madre
me revelaron que detrs de ellas se escond!a un pensamiento peligroso e insensato. Con la cabe#a gac$a, y tras pedir
permiso a mi madre, fui a refrescarme un poco, pero aquello no fue ms que un intento de fuga. &al! a la puerta de
casa y me recost" en la pared. (iraba al cielo a trav"s de las ramas desnudas de un castao de 5ndias. Era un d!a
normal, un d!a cualquiera. +ero de pronto sent! un extrao temor, un asco $asta entonces desconocido, y mis entraas
se revolvieron como si $ubiese tomado aceite de ricino. Escrutaba el cielo a trav"s de mis pestaas medio entornadas,
como si fuera el primer $ombre, y pensaba que mi t!o $ab!a muerto, que a$ora lo enterrar!an y que yo )ams lo
conocer!a. Estaba como petrificado y pensaba que yo tambi"n tendr!a que morirme algn d!a. ,l mismo tiempo que
me invadi este pensamiento, que en un primer instante ni siquiera lleg a asustarme demasiado, pues me parec!a
inveros!mil, comprend! con $orror que tambi"n mi madre $abr!a de morirse algn d!a. .odo esto me cay encima de
repente, con un destello de lu# violeta, en un solo instanteL y por la sbita actividad de mis intestinos y de mi cora#n,
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comprend! que todo aquello que $ab!a considerado en un primer momento como presentimiento era la realidad. Esta
experiencia me dec!a con toda franque#a que un d!a morir!a mi madre, y mi padre, y ,na, mi $ermana, y tambi"n yo.
0o pod!a imaginar que as! como un d!a morir!a mi mano, morir!an mis o)os. Examinando mi mano, encerr" en su
palma mi propio pensamiento ligado a mi cuerpo e inseparable de "ste. ,sombrado y aterrado, comprend! entonces
que yo era un nio llamado ,ndreas &am, al que su madre apodaba cariosamente ,ndi, que yo era el nico con ese
nombre, con esa nari#, el nico con aquel sabor a miel y a ricino en la boca, el nico en el mundo cuyo t!o $ab!a
muerto el d!a anterior de tuberculosis, el nico nio que ten!a una $ermana llamada ,na y un padre llamado Eduardo
&am, el nico en el mundo que estaba reflexionando a$ora precisamente sobre el $ec$o de ser el nico nio llamado
,ndreas &am al que su madre apodaba cariosa y sencillamente ,ndi. El curso de mis pensamientos me record
aquella ca)a de pasta dent!frica que mi $ermana $ab!a comprado un par de d!as antes y sobre la que aparec!a dibu)ada
una seorita sonriente que ten!a en la mano una ca)a en la que se ve!a a una seorita sonriente que ten!a en la mano
una ca)a. >n )uego de espe)os que me atormentaba y me agotaba, porque no permit!a que mis pensamientos se
detuviesen por mi voluntad, sino que los desmiga)aba y los convert!a en un fino polvo en suspensin sobre el que
estaba dibu)ada una seorita sonriente que ten!a en la mano una ca)a en la que... una seorita, Ta$U, una seorita...
En un principio me fue ms fcil soportar la idea de mi propia muerte, pues sencillamente me negaba a creer
en ella, que la idea de la muerte de mi madre. ,l mismo tiempo, tuve conciencia de que en realidad yo no presenciar!a
mi muerte, al igual que no presenciaba mi sueo, y esto me tranquili# un poco. ,dems, empec" a creer en mi
inmortalidad. +ensaba que puesto que ya conoc!a el secreto de la muerte, es decir, el propio $ec$o de la existencia de
la muerte Mesto es lo que para mis adentros llamaba Oel secreto de la muertePN, tambi"n $ab!a descubierto el secreto de
la inmortalidad. 'racias a esta fe, a esta ilusin de mi poder absoluto, consegu! calmarme, y entonces ya no sent!a
tanto el miedo de morirme cuanto me aflig!a la idea de la muerte de mi madre. +orque, a pesar de todo, no era tan
inconsciente como para creer que conseguir!a salvarla de la muerte, a ella y a todos los m!os. Este derec$o insensato
no me lo $ab!a reservado por ego!smo, sino porque me daba cuenta de que no era capa# de tal astucia, de que all!
apenas quedaba sitio para m! mismo.
,quella noc$e no pude dormir. @ue el inicio de una pesadilla que me atorment durante toda mi infancia.
Como la idea de la muerte me asaltaba sobre todo por la noc$e, antes de acostarme, empec" a tener miedo de irme a la
cama% tem!a quedarme solo en mi cuarto. ,l comprender, por mi delirio y los gritos que daba mientras dorm!a, que era
presa de un terror infantil, mi madre accedi a mi deseo y me acostumbr" a dormirme acunado por la dulce vo# de la
seorita Edit$, la epil"ptica. Como por mi edad me tocar!a ir a la escuela ya al curso siguiente, todo el mundo se
burlaba de mi apego a mi madre, incluida la seorita Edit$, que, segn ella misma $ab!a confesado, estaba enamorada
de m!. +ero este afecto $ac!a feli# a mi madre, que siempre me defend!a, asegurando que yo era demasiado sensible,
cosa que le agradaba, pues eso demostraba que no ser!a un ego!sta como mi padre, pero a la ve# le preocupaba cuando
pensaba en mi futuro. Cuando los invitados se retiraban, yo ya dorm!a profundamente en el rega#o de mi madreL de
esta forma olvidaba por un momento mi tarea, es decir, cmo engaar a la muerte, y el $ec$o de que un d!a tendr!a que
presenciar la muerte de mi madre. Ella yacer!a sobre un lec$o de flores Mcomo el ao pasado la seorita (elanieN y yo
la llamar!a y la besar!a en vano. Luego la llevar!an al cementerio y la enterrar!an ba)o unos rosales... 0unca consegu!
seguir el $ilo de este pensamiento $asta el final. J mis pesadillas consist!an precisamente en el esfuer#o por evitar que
me invadiera este pensamiento. +orque cuando pensaba en la muerte, y pensaba en ella en cuanto la $abitacin
quedaba a oscuras, esta idea se desplegaba sola, como un rollo de seda negra tirado desde la ventana de un tercer piso.
J por muy grande que fuera mi esfuer#o, este pensamiento se desarrollaba inevitablemente $asta el final, arrastrado
por su propio peso...
,l principio, me arrodillaba, con mi pi)ama a#ul, al lado de mi $ermana ,na, y le re#aba a 2ios susurrando,
los o)os clavados en la imagen de un ngel que velaba por unos nios mientras cru#aban un puente. Era una litograf!a
barata en color, con un delgado marco dorado, que mi madre $ab!a recibido como regalo al nacer mi $ermana ,na.
>na nia con un ramo de flores silvestres en la mano y un nio con un pantaln corto cru#an el puente. El puente est
carcomido, le faltan algunas tablas, y por deba)o, al fondo del abismo, bufa un torrente espumoso. Cae la noc$e, se
acerca una tormenta. La nia su)eta con una mano su sombrero de pa)a, el nio se apoya en la barandilla desvenci)ada
del puente. En la parte superior, por encima de sus inseguros pasos y de esa penumbra morada, vuela, con sus alas
desplegadas, el ngel de la guarda, la ninfa de los sueos infantiles, la mu)erDmariposa, C7r/sidia 'ellona. 2e su
tnica rosada slo sobresalen los dedos de sus divinos pies, y el arco iris de sus alas est coronado por un destello de
llamas. (i madre sol!a decir que aquel nio y aquella nia "ramos mi $ermana y yo, y durante largo tiempo cre! de
verdad que "ramos nosotros, captados en un momento en que errbamos, en nuestros sueos, por ese lugar, y en que
nuestro ngel de la guarda no estaba atento. (iraba pues la imagen de este ngel colgada encima de nuestra cama y
re#aba a media vo#. +ero cuando $ab!a acabado el padrenuestro y otra oracin que mi madre $ab!a compuesto
cuidadosamente y que ya no recuerdo, entonces, acostado ba)o el edredn que me cubr!a la cabe#a, me pon!a a re#ar,
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rogando que mi madre y mis allegados vivieran largos aos. J como esta oracin no era ms que la idea de la muerte,
empe#aba a temblar de miedo y del esfuer#o que reali#aba para no pensar en ello, pues la fatiga me invad!a poco a
poco, y entonces, para evitar la brusca ca!da de la seda negra, me pon!a a contar con tal de no pensar, con tal de no
permitir que mi pensamiento se desarrollase $asta el final. +ero una noc$e, vencido ya por el cansancio y el sueo, se
me ocurri una idea diablica. Kab!a contado $asta sesenta Msab!a contar $asta doscientosN cuando este nmero se
perfil en mi conciencia no como un simple nmero ms del rosario infantil cuyo nico fin era adormecermeEcomo
una palabra que pronunciamos sucesivamente infinidad de veces, esfor#ndonos por entrever a trav"s del nombre su
significado, el ob)eto que designa, y cuyo significado se pierde de repente precisamente en el sonido, verti"ndose su
contenido como un l!quido y no de)ando ms que el recipiente de cristal de la palabra, vac!oE, sino que, por el
proceso inverso, se convirti en un cli# en cuyo fondo borboteaba el oscuro poso del sentidoL el nmero se convirti
en un instante en un nmero de aos, e inmediatamente todos los dems nmeros adquirieron el mismo significado% el
nmero de aos que mi madre $abr!a de vivir. +orque doscientos aos de vida son bien pocos para la madre de un nio
que $a decidido escabullirse de la muerte, y no como una lagarti)a, sino como un $ombre que tiene, que tendr un plan
seguro Men el que no $ay lugar para el a#ar ni la improvisacinN% este plan ser concebido y perfeccionado a lo largo de
una existencia $umana. 2e modo que contaba $asta doscientos, y de nuevo $asta doscientos. La conciencia de que
fuera posible, como dec!a ,na, contar durante toda la vida y no alcan#ar la ltima cifra, pues incluso tras la ltima
viene la siguiente, no $i#o ms que acercar a mis o)os la proximidad y la certidumbre de la muerte de mi madre,
porque los nmeros eran aos, y sab!a, por el cruel resultado de una operacin matemtica que realic" aquella misma
noc$e, que a mi madre no le quedaban ms de setenta u oc$enta aos de vida, porque ten!a ms de treinta y cinco, y
$asta los ms ancianos de cierto lugar de Gusia Mcomo $ab!a dic$o el seor 'avans1iN viv!an a lo sumo ciento veinte
aos. ,gotado por estos clculos y estos pensamientos, me perd!a de repente en el abismo de la eternidad, y mi ltimo
consuelo, la seguridad de que en mi ca!da no me estrellar!a contra rocas submarinas, era la mano de mi madre, cuya
presencia comprobaba con el ltimo tomo de mi ex$austa conciencia...
>na noc$e, tras $aberme besado y $aber encendido la lmpara de la mesilla de noc$e para que no me asustara,
mi madre me anunci que unos d!as ms tarde via)ar!amos en tren. (e lo di)o consciente del efecto que aquellas
palabras iban a producir en m!, y sabiendo que la idea del via)e me iba a agitar, a cansar como un )uego, y que luego
me dormir!a, acunado de antemano por el estruendo de las ruedas del tren y por el aullido de la locomotora. (s tarde,
medio dormido, o! a mi madre entrar despacio y, al ver que segu!a despierto, me susurr% O+iensa que ya ests
via)andoP. Entonces, de repente, cuando la presencia de mi madre $ubo ale)ado de m! cualquier otro pensamiento y el
temor a la muerte, mi cama, mi madre, yo, el florero, la mesilla de noc$e con su tabla de mrmol y el vaso de agua, los
cigarrillos de mi padre, el ngel que velaba por los nios, la mquina de coser &inger de mi madre, la lamparilla, los
armarios y las cortinas, en una palabra, todo nuestro cuarto, se puso a via)ar a trav"s de la noc$e cual vagn de
primera claseL yo me qued" dormido enseguida con esta ilusin magn"tica, y ante m! desfilaban en sueos las
estaciones y las ciudades cuyos nombres pronunciaba mi padre delirando a causa de su fiebre. (i padre traba)aba en
aquella "poca en la tercera o cuarta edicin de uno de sus libros ciertamente ms po"ticos% sus notas de via)e, su Gua
de au6o2uses, 2arcos, 6renes / a1iones, por aquel entonces famosa. Envuelto en el $umo a#ul de sus cigarrillos de la
marca &ymp$onia, los o)os inyectados de sangre, nervioso y borrac$o, el genio de los via)es, ,$asvero, parec!a un
poeta consumi"ndose en el "xtasis de la creacin.
+or la maana recobro lentamente la conciencia y an no s" dnde estoy, qui"n soy ni cmo me llamoL me
despierto como se despiertan los p)aros, como las lagarti)as. +ero de repente, debido a cierta exaltacin interna, a
cierta msica infantil que penetra en mi conciencia y que flota en la $abitacin, recuerdo las palabras que anoc$e me
di)o mi madre y no intento abrir los o)os, me de)o llevar por esta embriague#. Entonces oigo cmo ,na $ace
c$asquidos con la lengua, dando vueltas en la boca a los ltimos bocados $medos de panDsueo, y con los o)os
entreabiertos le digo a ,na% O(aana nos vamos de via)eP, porque deseo que confirme mis palabras a fin de
asegurarme de que todo esto no es un sueo. +ero incluso antes de que ,na me $aya dic$o que ella ya lo sab!a, que
$ac!a tiempo que mam se lo $ab!a contado y que a m! no me lo $ab!an querido decir antes para que no me excitase
demasiado y no aburriese a todo el mundo con mis preguntas, oigo a mi madre girar el molinillo de semillas de
adormidera, y $uelo el aroma a vainilla y a amapola que viene de la cocina, y ya no dudo de nuestro via)e. +orque
estas pastas de semilla de adormidera son una seal inequ!voca de que nos vamos de via)e. Entonces me apresuro a
levantarme y voy a la cocina a ayudar a mi madre y a rebaar con una cuc$arilla la capa de relleno pegada al fondo de
la cacerola. El d!a transcurre en medio de una fiebre solemne. ,na envuelve los $uevos duros en servilletas de papel.
0uestra maleta amarilla de piel porcina est encima de la mesa% $uele a cuero curtido y a pegamento, y en la cara
interior de la tapa, la seda amarilla parda del forro refle)a unos matices ms clarosL olor a menta, a naftalina y a agua
de Colonia.
9=
El equipa)e ya est sobre la mesa. La maleta, atada con correas. , su lado, un bolso de via)e y un termo. El
aroma de las pastas de amapola invade la $abitacin% de ellas se desprende su alma $ec$a de polvos de plantas
exticas, de vainilla, canela y semillas de adormidera, y estas especias, cuyo origen me es del todo desconocido, dan
prueba, con su suntuosa agon!a, parecida a un embalsamamiento, de la sublime solemnidad del via)e para el que $an
sido sacrificadas, como el incienso.
2e noc$e, al acostarnos, mi padre fuma en la oscuridad y yo veo volar alrededor de su cabe#a una luci"rnaga
incandescente, la brillante mosca de su genio. ,$ora estoy seguro de que esta noc$e no voy a poder dormir y me
parece que ya deber!a amanecer, con el tiempo que llevo tumbado sin conciliar el sueoL levanto la cabe#a para
escuc$ar si los dems ya se $an dormido o slo fingen, y entonces siento que, debido al cansancio, mi cabe#a se
reclina, y que, a pesar de todo, no voy a esperar el alba despierto. +ero no consigo entender cmo sobreviene el sueo
tan de repente, sin que yo lo quiera y sin que lo sepa, cmo es posible que todas las noc$es me quede dormido sin
$aber conseguido captar el momento en que el ngel del sueo, esa gran mariposa nocturna, llega para cerrarme los
o)os con sus alas. Entonces empie#o a vigilar ese instante. <uisiera desenmascarar al menos una ve# al sueo Migual
que $e decidido que algn d!a desenmascarar" a la muerteN, coger de las alas al ngel del sueo cuando venga a
buscarme, agarrarlo con dos dedos como a una mariposa a la que me $ubiese acercado por detrs. Gecurro a esta
metfora porque cuando digo el ngel del sueo me refiero, como me refer!a entonces cuando cre!a en "l, a aquel
momento en el que se pasa del estado de vigilia al estado de narcosis, ya que durante muc$o tiempo $e cre!doEy
pienso que ten!a ra#nEque ese instante sobreviene de repente, pues si el organismo tarda un tiempo en adormecerse,
la conciencia debe desvanecerse de repente, como una piedra. J yo quer!a que el ngel del sueo cayera en mi astuta
trampa, y me de)aba invadir por el sueo, incluso me empeaba en dormir, y entonces, con un esfuer#o digno de un
adulto, sacud!a la cabe#a en el ltimo momento, cuando "l pensaba que me $ab!a sorprendido sumi"ndome en el
sueo. +ero nunca quedaba del todo satisfec$o con esta agotadora bsqueda. En ocasiones me despertaba $asta die#
veces con un ltimo esfuer#o de mi conciencia, con la ltima fuer#a de voluntad de quien un d!a $abr!a de vencer con
su astucia a la muerte. Este )uego con el sueo no era ms que un entrenamiento para la gran luc$a contra la muerte.
+ero siempre me parec!a que no era el momento adecuado y que me $ab!a precipitado, porque no $ab!a conseguido
sorprender al sueo, que era precisamente mi intencin, sino que me $ab!a sobresaltado en el umbral mismo del sueo
y el ngel $ab!a escapado, se $ab!a escondido detrs de mi cabe#a, acaso en mi nuca. &in embargo, una ve# me pareci
$aber conseguido sorprenderlo in fra9an6i. (e dec!a, o me)or dic$o, pensaba para mis adentros% OEstoy despierto,
estoy despiertoP, y esperaba con este pensamiento, como al acec$o, que alguien, el ngel del sueo o 2ios, me
contestara, viniera a negrmelo y a impedirme pensar en ello. <uer!a comprobar qui"n era y cmo era capa# de
detener de repente el curso de mi mente, esta simple frase o idea desnuda que no quer!a entregar sin luc$a. Entonces,
agotado por el esfuer#o que $ac!a para no entregar fcilmente este pensamiento, y como el ngel del sueo no ven!a a
arrebatrmelo, consciente tal ve# del $ec$o de que yo lo estaba vigilando, recurr!a a la astucia% de)aba de pensar en
ello para $acerle creer al ngel que $ab!a decidido, vencido por el cansancio y de forma imprudente, rendirme sin
oponer resistencia y cerrar los o)os. +ero tampoco resultaba fcil interrumpir de repente este simple pensamiento,
Oestoy despiertoP, pues se desarrollaba por s! mismo, llevado por la inercia, y cuanto ms me esfor#aba en no pensar
en ello, ms insistente se volv!a Mcomo cuando a veces me esfor#aba en no o!r el tic tac del despertador de encima de
la mesilla de noc$e, al lado de nuestra cama, y precisamente entonces adquir!a conciencia de "l y lo o!a n!tidamenteN.
J cuando por fin consegu!a olvidar de verdad este pensamientoEOestoy despiertoPEme sum!a en el sueo sin saber
cmo Mdel mismo modo que no de)aba de o!r el ticDtac del despertador ms que cuando no pensaba en "l o cuando ya
estaba dormidoN. +ero, como ya $e dic$o, una o dos veces consegu!, a pesar de todo, sobresaltarme precisamente en el
instante en que las alas me tapaban los o)os como una sombra y me sent!a invadido por un soplo embriagador% en
realidad, despertaba del sueo en el momento en que el ngel del sueo se dispon!a a llevarme, pero no lograba verlo
ni percibir nada. @inalmente me di cuenta de que la presencia de mi conciencia y la del ngel del sueo se exclu!an
mutuamente, pero aun as! segu! )ugando durante largo tiempo a este agotador y peligroso )uego. <uer!a, insisto, asistir
conscientemente a la llegada del sueo, por temor y por curiosidad, igual que $ab!a decidido que un d!a asistir!a
conscientemente a la llegada de la muerte, venci"ndola de este modo. (e quedar" aga#apado, y cuando el osoDmuerte
venga a $usmearme, me creer muerto.
2e repente, el agudo timbre del despertador se mete en mi conciencia como un inesperado destello luminoso,
y me $allo totalmente agotado y vencido. , pesar de darme cuenta enseguida de que el despertador $a sonado para
anunciar triunfalmente la $ora de tan esperado via)e, debido a mi cansancio y a la vengan#a del ngel del sueo al que
$ab!a querido agarrar por las alas me quedo acostado, con la cabe#a tapada, y, en un primer momento, no deseo ni
despertar, ni via)arL el estado de rela)amiento interior en el que se $allan mi cuerpo y mi mente, como si estuvieran
sumergidos en un l!quido tibio y perfumado, me parece irrempla#able. O,ndi, ,ndi, ya es la $oraP, oigo la vo# de mi
madre. OH0o te acuerdasI% $oy salimos de via)eP. Gecupero poco a poco la conciencia y, con los o)os cerrados, de)o
9-
que mi madre me quite el pi)ama y me $umede#ca la frente. (ientras me peina, mi cabe#a cansada reposa sobre su
$ombro.
+ero mi resaca desaparece en cuanto me tomo el caf" con lec$e caliente y descubro delante de nuestra puerta
el coc$e de caballos, morado a la lu# de la luna y del alba naciente, grande como un barco. La noc$e es fresca y los
caballos $uelen a $eno y a lilas. , la lu# del farol del coc$e, veo $umear el esti"rcol fresco y amarillo deba)o del
caballo. (e acomodo entre mi madre y ,na, en el asiento trasero, ba)o la capota de cuero del fiacre. (i padre se
instala delante, al lado del coc$ero. , nuestros pies yace la gran maleta amarilla de piel de cerdo y nuestras piernas
estn envueltas en una gruesa manta de pelo de camello que $uele a caballo y a or!n. OH0o $emos olvidado nadaIP,
pregunta mi madre. OJo llevo el termoP, dice mi $ermana. ,cto seguido, mi madre al#a la mirada al cielo y se
santigua. OCreo que no $emos olvidado nadaP. En su rostro se ve que est contenta% en el cielo brilla la luna llena, y
mi madre adora la luna.
El asfalto reluce ba)o el agua de riego o de lluvia y el fiacre boga en silencio, suavemente mecido por las olas
de la marea creciente de la aurora. 0o se oye ms que la montona cadencia de la mquina del barco, movida por oc$o
potentes pistones. Ke salido de mi adormecimientoL el frescor de la maana me $ace cosquillas en la nari# y me
acurruco, friolero, contra mi madre. En la estacin, mi padre paga al coc$ero y entrega nuestro equipa)e a un mo#o.
Luego subimos al tren, en primera clase, donde brilla la lu# de cobalto de las lmparas de acetileno, y nos
acomodamos en los asientos de terciopelo verde, como un tupido c"sped ingl"s en miniatura. Encima de los asientos,
como en los )ardines, un seto vivo de rosas de enca)e blanco. (e siento al lado de la ventana, en el lugar de $onor. En
el interior $ace calor y empie#o a desentumecerme. En la estacin, las flores de las cestas verdes en las que asoma el
musgo se balancean suavemente. 2e la penumbra de la entrada de servicio aparecen dos mon)as, como dos enormes
pingSinos. J de repente la estacin se pone en movimiento, y tambi"n las cestas de flores que se columpian. ,l#o la
mirada% el blanco lucero del alba, la buena estrella de nuestros via)es, nos acompaa.
, pesar de alegrarme al ver los castaos delante de nuestra casa, de nuestro cuarto, y al sentir el olor de mis
sbanas y de nuestra casa en general, siempre me resultaba penoso aceptar que nuestro via)e $ubiera llegado a su fin.
+orque ya entonces, al igual que mi padre, estaba enamorado de los trenes. Los nombres de las ciudades, que mi padre
pronunciaba en sus sueos, delirando, me envenenaban de aoran#a. (e embriagaba la msica de los via)es entonada
por las ruedas del tren e inscrita por las golondrinas y las aves de paso con triples corc$eas sobre los pentagramas de
los cables telefnicos, este ad li2i6um y la improvisacin en las pausas de tres tiempos en las que interven!an de
repente y con estruendo los grandes rganos de los puentes y la flauta de los silbatos que penetraba la espesa
oscuridad de la noc$e y de la le)an!a con sus cansinos suspiros y gemidos. Como tambi"n me entusiasmaba, de d!a, la
nari# pegada al cristal de la ventana, el )uego de los domins c$inos, del paisa)e, los cuadrilteros marrones de tierra
labrada, los rombos verdes de los pasti#ales y los rectngulos amarillos de los cereales ardientes y dolorosamente
palpitantes ba)o el fuego del sol de mediod!a. +ero lo que ms me exaltaba era el $ec$o, que present!a vagamente, de
que mientras yo dorm!a, mi cuerpo, tendido en el mullido rega#o del sueo, recorr!a espacios le)anos a pesar de su
inmovilidad y su inconsciencia, y en aquellos momentos no tem!a a la muerte, incluso me parec!a que la embriagante
velocidad a la que mi cuerpo recorr!a el espacio y el tiempo lo liberaba de la muerte, y que por tanto esta velocidad y
este movimiento representaban en realidad la victoria sobre la muerte y sobre el tiempo. El solemne nerviosismo en
medio del cual mis padres $ab!an preparado el via)e, el terciopelo verde y los enca)es del compartimento, la lamparilla
a#ul color tinta que mi padre encend!a antes de dormir y las profundidades aguamarinas de su lu#, todo esto convert!a
el via)e en una apacible celebracin, y por eso, cada ve# que volv!amos de un via)e, me sent!a abatido y, sentado en el
coc$e de caballos, medio dormido, segu!a oyendo los aullidos de los silbatos en la noc$e y el melodioso repicar de las
ruedas del tren. J mientras dormitaba entristecido ba)o la capota de cuero del fiacre, cansado y, no obstante, vido de
verdadero sueo, mientras el coc$ero $ac!a restallar su ltigo y los caballos soltaban gases, mi $ermana ,na lloraba en
silencio. ,unque ella no fuera nada sensible, segn dec!a nuestra madre, sab!a llorar en contadas ocasiones% despu"s
de una fiesta y despu"s de un via)e. J cuando uno le preguntaba por qu" lloraba, se quedaba pensando un momento y
contestaba que lamentaba muc$o, muc$o, que la fiesta Mel via)eN $ubiese terminado, se re!a de la estupefaccin de uno
y prorrump!a de nuevo en sollo#os, desconsolada.
/bservo el fiacre y los caballos que se ale)an de nuestra casa y oigo a mi madre abrir la puerta. Entro y mis
o)os ya estn pegados de sueo y de cansancio. Entonces, incluso antes de abrir los o)os, siento de repente el olor de
nuestro cuarto. >n olor que ya $ab!a olvidado pero que de pronto me recuerda que estoy en nuestra $abitacin, ese
mismo olor al que ya estaba tan acostumbrado y del que no era consciente ms que en aquellas ocasiones en las que
regresbamos a casa despu"s de algn via)e. El olor a caf", a aceite de $!gado de bacalao, a vainilla, a canela y al
93
tabaco &ymp$onia de mi padre. .odo ello en un estado de incipiente descomposicin, como el agua que permanece
una noc$e en el florero.
(i madre gira el interruptor, el $ule a cuadros que cubre la mesa reluce y yo lo toco con un dedo% sigue
pega)oso de grasa y algunos de los cortes, ya ennegrecidos, parecen vie)as $eridas cicatri#adas. La $umedad $a
dibu)ado en el tec$o un gigante que se $a convertido en un genio bueno, en el guardin de nuestra casa% lleva una larga
barba, como los profetas )ud!os, en la mano derec$a su)eta unas tablillas y en la i#quierda, nuestra lmpara, cuya
pantalla de porcelana parece una escupidera boca aba)oEcomparacin que las moscas $an tomado al pie de la letraE.
OT,$, nuestro cuartoUP, dice ,na, y lo recorremos con la mirada, rememorando su mobiliario, que en nuestra
ausencia parece $aber oscurecido. 2os camas de madera antiguas, dos armarios en los que la carcoma $a $ec$o
agu)eros menudos de los que cae un fino polvo rosa, ligero y perfumado como los polvos de tocador. Las mesillas de
noc$e a los lados de las camas, con sus placas de mrmol blanco, como las tumbas de los nios de buena familia. En
un rincn, a la derec$a de la puerta, un canap" de una tela desgastada de color granate, un bonito canap" antiguo
seme)ante a un piano de pared, en el que, de noc$e o cuando reinaba el silencio, cantaban los muelles. Encima de "l,
una litograf!a en color% una (ona Lisa que mi madre $ab!a recortado de alguna revista de la "poca que daba la noticia
de su escandaloso robo del Louvre o de su triunfal recuperacin, no lo s". Estaba cubierta por un cristal y enmarcada
con un fino listn de madera dorado. 5gual que el ngel guardin de aquellos nios, mu)erDmariposa, C7r/sidia
'ellona Mnombre de una mariposa de mi lbumN, ante el que re#bamos como si fuera un icono. La mesa estaba
revestida con un enca)e $ngaro, y sobre ella $ab!a un florero de falso cristal a#ul y un cenicero de $o)alata redondo.
&obre la placa de mrmol de la mesilla de noc$e de al lado de la cama de mi padre se encontraba otro gran cenicero
verde de esmalte, ya desconc$ado en dos o tres sitios. Con las tres ranuras transversales que serv!an para su)etar los
cigarrillos, su anc$o reborde quedaba dividido en tres arcos del mismo tamao. &obre estos segmentos entre los surcos
aparec!a escrito en grandes letras negras, repetido tres veces como un eco% symp$onia. En la $abitacin, el parquet
estaba $ec$o de tablas ms finas y cru)!a levemente, como los #apatos nuevos, salvo en los sitios cubiertos por el
1ilim, donde las pisadas quedaban completamente a$ogadas. , la derec$a de la puerta, al lado de la ventana, se
encontraba la mquina de coser de mi madre, un slido ensambla)e metlico de $ierro colado, parecido a los arcos de
los puentes ferroviarios. Estos arcos acaban en su base en unas ruedecillas, tambi"n de $ierro colado negro. Los
pedales estn $ec$os de una re)illa metlica algo ms tupida que la de los laterales. 2ic$os pedales quedan unidos a la
rueda mediante una biela doblemente articulada y en ngulo. En las ranuras de la rueda se alo)a la correa de
transmisin cilindrica, cuyas dos extremidades quedan unidas por dos grapas metlicas. La segunda rueda acanalada,
muc$o ms pequea que la primera, se encuentra en la parte superior de la mquina, )usto al lado de la brillante rueda
de transmisin de cortos radios estrellados. La cabe#a de la mquina, un gran codo negro, est lacada, y en el lado
i#quierdo, donde se encuentra el complicado mecanismo de la agu)a y de las canillas invisibles, termina en dos e)es
cil!ndricos, parecidos a los cuernos de un caracol. Cuando la mquina est en funcionamiento, las canillas invisibles
$ilan una $ebra de seda, como $acen los gusanos de seda o las araas. ,parte de los e)es mecnicos verticales en la
cabe#a de la mquina y de la brillante rueda de transmisin, $ec$os de reluciente acero cromado, todas las partes de
$ierro estn pintadas de negro. Los laterales quedan unidos interiormente por una pie#a cuadriltera en forma de
trapecio en el que estn fundidas las grandes letras semicaligrficas de &in9er. En la parte en que los laterales se
ensanc$an, aparece a ambos lados, de forma sim"trica, el emblema de la firma, en fundicin, como dos enormes
araas. En realidad, anali#ndolo con ms cuidado, se observa, no sin asombro, que estas araas, te)idas en los
entresi)os de la estructura de $ierro de los laterales, no son de $ec$o araas, sino una canilla aumentada cien veces con
un carrete del que se desenrolla un $ilo Mque con el aumento queda tan grueso como una cuerda y por ello resulta
dif!cilmente reconocibleN que, imitando una letra &, $ace el efecto de unas patas de araa. Este emblema, como en los
escudos de los nobles, est pintado de amarillo oro, igual que los arabescos de la cabe#a lacada de la mquina. Estos
arabescos empie#an a desconc$arse, el revestimiento dorado se desprende en finas pel!culas. La bande)a de madera
contrac$apada tambi"n empie#a a desconc$arse, sobre todo por los bordes. +rimero se abulta debido a los cambios de
temperatura y a la $umedad, luego comien#a a arrugarse y a resquebra)arse como las uas enfermas. >n pequeo
emblema de cobre, el!ptico como un medalln, y tambi"n amarillo y brillante, est fi)ado al esbelto cuello de la
mquina mediante dos tornillos dentados. En "l aparece la misma canillaDaraa, slo que a$ora se distingue muc$o
me)or, debido a sus reducidas dimensiones. ,lrededor, como en las monedas, est grabado en relieve .KE &50'EG
(,0@'. C/. .G,2E (,GK. Cuando accionaba los pedales, la mquina se pon!a a runrunear como una lira. En
cierta ocasin romp! una agu)a y mi madre quit la correa de transmisin. +ero a$ora qu" ms da. 2e regreso a casa,
antes de dormirme, mi mirada ca!a sobre esta mquina, y, sin duda a consecuencia del largo via)e en tren y de todas las
impresiones sonoras que $ab!an quedado en mi o!do, me parec!a que estaba funcionando. /!a las ruedas vibrar y las
correas desli#arse suavemente.
9;
, veces, por la noc$e, ven!a a visitarnos la seorita Edit$. Jo slo relacionaba su persona con las actividades
ms inslitas, con las preocupaciones ms nobles, y consideraba aquellos sombreros blancos que tra!a a casa )unto con
la $orma para moldearlos como parte de su extravagancia, de su personalidad y de su destino. +ara m!, siempre eran
los sombreros de novia de la seorita Edit$. OH<u" le parece este sombrero de novia, seora &amIP, le preguntaba a
mi madre a)ustndose el sombrero e inclinando la cabe#a $acia un lado como $acen las personas melanclicas.
Conoc!a su $istoria y eso acentuaba lo extraordinario de su persona. La seorita Edit$ estuvo prometida con un conde
$ngaro que la $ab!a abandonado la v!spera de su boda. En lugar de un regalo de bodas, le $ab!a enviado un paquete,
una gran ca)a en la que aparec!a en letras doradas la marca de la famosa agua de Colonia C$at 0oir. Cuando la
seorita Edit$ abri la ca)a, salt de ella un gato negro, o tal ve# slo cayera un gato negro estrangulado con un
alambre, ya no recuerdo. @ue entonces cuando la seorita Edit$ se volvi epil"ptica. Como su neurastenia se
intensificaba por las noc$es, a la $ora en la que su soledad la acosaba con mayor fuer#a, $ab!a decidido pasar ese
tiempo en nuestra casa debido a la amistad que un!a a su padre y al m!o, porque las ruidosas distracciones de la ciudad
la sum!an en la ms profunda melancol!a. &us ataques de epilepsia sobreven!an a veces en casa, en los momentos en
que menos cab!a esperar una escena l!rica por su parte% entre dos palabras del todo banales, o en el cora#n del
silencio mismo que ella $ab!a te)ido misteriosamente a nuestro alrededor.
La seorita Edit$ crea un nuevo sombrero de novia, saca de su bolso, como de las entraas de un ave
degollada, enca)es y cintas. (i madre contempla todo esto con una falsa indiferencia, mientras que ,na se maravilla.
Estoy sentado en el rega#o de mi madre, observando los dedos de la seorita Edit$, recordando, como si $ubiese
ocurrido $ace tiempo, cmo me acariciaba un instante antes, con esos fascinantes dedos a los que tan bien sienta )ugar
con los enca)es. &us dedos terminan en unas largas uas pintadas que cru)en al contacto con la seda. En cuanto
pronunciaba una frase a media vo# Mque a medida que ca!a la noc$e se volv!a cada ve# ms suave y sublimeN, el
$ec$i#o de su personalidad se apoderaba inmediatamente de nosotros. La primera ve# que se desmay, cre!, a pesar
del miedo que sent!, que lo ocurrido era del todo natural, y que $ab!a sido casualmente la seorita Edit$ la que $ab!a
perdido el conocimiento pero que pod!a $aberle sucedido a cualquiera de nosotros, en particular a m!Eno $ab!a
comprendido todav!a que el encantamiento que flotaba en el ambiente, que aquel aire magn"tico que nos envolv!a
proven!a precisamente de ella, de su personalidad, de sus dedos, del catico enredo de sus enca)esE. .en!a unos
grandes o)os oscuros, rodeados de unos c!rculos violetas apenas visibles que no $ac!an ms que acentuar su
profundidad. En ellos se intu!an los turbios instintos de su feminidad, que a ra!# del trauma que $ab!a sufrido ella
misma encerraba en el frgil capullo de su cuerpo. Consciente de la fuer#a destructiva de su ser y de su sexo, intentaba
refrenar su sangre, y de a$! probablemente la embriague# magn"tica y perfumada con la que nos envolv!a, y que
cargaba el ambiente con el peso de las lluvias de oro de ]eus.
La seorita Edit$ sol!a caer de espaldas sobre nuestro canap" ro)o, donde la alcan#aba la vengan#a de los
dioses.
En esos momentos yo temblaba, no tanto de miedo como por la conciencia confusa de estar asistiendo a un
fenmeno misterioso y excepcional. La seorita Edit$ ca!a de espaldas sin soltar los enca)es de las manosL luego
levantaba las piernas, de modo que yo alcan#aba a ver el sedoso interior de su cuerpo. Lo que ms me sorprend!a y
confund!a era el $ec$o de que el interior de ese largo guante de baile que su cuerpo representaba en aquel momento no
tuviera costuras ni $ilos, como yo esperaba, sino que estaba forrado de seda y adornado con enca)es, qui#s ms
espl"ndido an que el exterior. +or unos momentos luc$a desesperadamente su)etndose el pec$o, sacude la cabe#a
liberando sus cabellos peinados, de los que caen $orquillas y pasadores. >n voluptuoso espasmo recorre su cuerpo. (i
madre avista enseguida el punto de mayor presin y le desabroc$a un botn de la blusa. Lo ltimo que veo es la
deslumbrante blancura de sus pec$os que brotan de la blusa como un manantial. Luego se siente en la $abitacin el
olor cido del vinagre con el que mi madre le frota las sienes. Enseguida se encuentra me)or. Cuando vuelve a abrir los
o)os, cerrados por pudor, la seorita Edit$ ya est tumbada sobre nuestro canap", envuelta en una manta, y respira
pausadamente, como un nio, las manos detrs de la cabe#a.
La seorita Edit$ vuelve en s! como se abre una flor. *uelve a colocar las $orquillas en sus cabellos
abri"ndolas con los dientes. Luego mete los enca)es y las cintas en su bolso, el sombrero y la $orma en una gran ca)a
de cartn. 0adie abre la boca. Ella observa sorprendida sus manos, luego abroc$a el botn que mi madre $a soltado.
En el cuarto queda tras su marc$a un extrao y perfumado vac!o que me da v"rtigo.
La seorita Edit$ introdu)o en la rigide# patriarcal de nuestro $ogar los colores del exotismo y del
Oel6sc7merz,
4
los sombr!os y densos perfumes de su feminidad, cierto ambiente de gran ciudad, elevado, incluso
noble. Este spleen de la gran ciudad estaba en su vo#, en sus uas pintadas de color ncar, en sus movimientos
99
neurast"nicos, fren"ticos, en su palide#, en su distinguida enfermedad cuyo origen se $allaba en las fiestas paganas y
en el "xtasis y tambi"n en el extrao y atractivo s!mbolo del gato negro y del perfume del mismo nombre escrito en
letras doradas en la ca)a de cartn de sus "xtasis. Ella introdu)o en mis sueos una inquietud fluida y enigmtica, como
el balanceo de sus enca)es, como sus perfumes, con los que tentaba mi curiosidad y turbaba mi calma infantil. +orque
estos perfumes testificaban con su presencia embriagadora la existencia de otro mundo fuera del marco de nuestra
casa, ms all de los l!mites de mi conocimiento, fuera de la esfera de nuestra cmoda rutina.
La seorita Edit$, con sus perfumes sin duda artificiales, introdu)o la desa#n en mi alma.
En el espectro de estos perfumes, slo el violeta era el color de su piel, mientras que los dems colores,
difractados a trav"s del prisma de su feminidad, eran de origen desconocido pero sin duda extico y de sangre a#ul.
2esde aquella noc$e en la que se $ab!a desmayado sobre nuestro canap" y en la que yo $ab!a conseguido ver la seda y
los enca)es en el ncleo incandescente de mi curiosidad, empec" a $uir del rega#o de mi madre, en el que $asta
entonces me quedaba sentado tranquilamente, protegido del pecado y el vicio. , partir de aquella noc$e, pues, prefer!
sentarme en nuestro canap" color granate, en aquel mismo canap" que $ab!a sido su lec$o y testigo de la lluvia de oro.
0o es que mi amor $acia mi madre $ubiese disminuido, de ningn modo. +ero sufri una profunda crisis% no lograba
$allar en "l explicacin a mis traumas y a los escalofr!os que me recorr!an por la noc$e a la $ora en que la llegada, real
o imaginaria, de la seorita Edit$ cargaba el aire de los densos perfumes precursores de su cuerpo. Entonces, tras esta
llamada ficticia a nuestra puerta, yo ba)aba del rega#o de mi madre y como por casualidad me iba a ec$ar en el canap"%
no quer!a engaar a mi madre, pero por otro lado tampoco quer!a que la seorita Edit$ me sorprendiera entregado, as!,
sin reservas, al amor de otra mu)er.
Esta $istoria podr!a terminar aqu!, con esta vergon#osa confesin. &upongo que no es necesario mencionar que
mi madre $ab!a notado mi infidelidad y que un d!a me di)o con un doloroso asombro% OJa s", cario, que un d!a me
abandonars para siempre. (e de)ars en un desvn o en una residencia de ancianosP. Entonces, terriblemente
arrepentido, me puse a )urarle que eso no ocurrir!a )ams y a maldecir, para mis adentros, el momento en que la
seorita Edit$ entr en nuestra casa. +ero mi madre, profundamente ofendida por mi traicin e incapa# de comprender
esta preco# desviacin de mis instintos, sigui atormentndome, $ablando de su ve)e# y de su muerte como si se
tratara de algo de lo que ella ya no dudaba y que mi comportamiento slo precipitaba. Entonces prorrump! en sollo#os,
me puse a suplicarle que de)ara de $ablar, que retirara sus palabras, le )ur" fidelidad sin dudar lo ms m!nimo de mis
)uramentos, incluso sent! cierta agradable satisfaccin ante la perspectiva de demostrarle un d!a la veracidad de mis
)uramentos.
&lo un detalle ms, el verdadero final de la $istoria. >n d!a, en primavera, mi madre quiso aprovec$ar el
primer d!a soleado del ao para $acer una limpie#a general. ,bri las ventanas de par en par y la seorita Edit$ se
esfum por la ventana como una nube perfumada. (i madre, que seguramente not su partida, no di)o nada, e incluso
simul no $aberse percatado de nada. &e limit a recoger, con dos dedos y no sin cierto respeto temeroso, un tro#o de
enca)e que se $ab!a ca!do detrs del canap" y en el que el polvo se $ab!a incrustado como filigrana de plata. Luego
de) esta reliquia de reliquias en el recogedor y el enca)e se enrosc como una corona. Llegu" a verlo brillar en el oro
del sol matinal, reinando ma)estuosamente sobre ovillos de polvo, peridicos arrugados y cscaras de $uevo.
El seor 'avans1i, el vegetariano, sol!a llegar ruidosamente, resoplando, $umeante como una salc$ic$a
caliente, $elado por la nevada noc$e de invierno, que tra!a a nuestra $abitacin a bra#adas o empu)ndola como una
bola de nieve. .ras expulsar su exceso de vapor, cerrar todas sus vlvulas, frotarse las manos y quitarse el abrigo con
cuello de piel, empe#aba a sacar fruta de sus bolsillos, como un ilusionista. (ientras duraba este rito, mi padre
colocaba en el cuarto las pie#as de a)edre# y lo esperaba con su apertura inglesa, como en una emboscada. Los trucos
y las infantilidades del seor 'avans1i no le interesaban. +ara m! y para mi $ermana ,na, sin embargo, era un
espectculo digno de respeto y de admiracin. El mero $ec$o de que el seor 'avans1i fuera vegetariano y, por lo
tanto, $ombre cmplice de las plantas, ya bastaba para suscitar toda mi curiosidad. &e pon!a de pie en mitad de la
$abitacin, apoyndose con firme#a sobre ambas piernas, como si para ello fuese necesario un esfuer#o excepcional, y
esperaba entonces a que el silencio y la estupefaccin llegasen a su paroxismo. Cuando mi madre reten!a la
respiracin y ,na y yo abr!amos la boca de curiosidad, $und!a las manos en los bolsillos de su abrigo con grandes
aspavientos teatrales bien medidos y sacaba muestras de las frutas ms variadas, desde las ms comunes, como roda)as
de man#ana seca o racimos ambarinos de pasas, $asta los ms exticos, como dtiles y mandarinas. El efecto siempre
era extraordinario. , ello contribu!a no slo la estacin del aoEel inviernoE, en la que el olor en s! de las frutas ya
tiene algo de mgico y de maravilloso, sino tambi"n el que el seor 'avans1i consiguiera, como un maestro de magia
negra, sacar de sus bolsillos tal cantidad de fruta seca que, sin embargo, conservaba su perfume, es decir, que no $ab!a
perdido nada de su valor, de modo que nuestra mesa se convert!a en un abrir y cerrar de o)os en un rico banquete en el
9R
que las fragancias se me#claban de forma embriagadora y se ennoblec!an mutuamente. 0osotros ten!amos que
frotarnos los o)os de asombro y, como en el circo, a veces ten!amos la impresin de que el seor 'avans1i $ab!a
cru#ado el l!mite de lo tolerable e intentaba engaarnos, como en los cabarets de provincias, someti"ndonos a una
alucinacin colectiva, y que cuando liberase nuestra vista y nuestros o!dos de estas cadenas mgicas nos
encontrar!amos tal ve# en una situacin muy delicada y desagradable. J llevaba todo esto a cabo de una forma
realmente espl"ndida. +rimero sacaba de sus bolsillos las frutas ms comunes, sobre todo abundantes puados de
pasas. En la segunda parte del programa, que empe#aba en el momento en que comen#bamos a pensar que ya no
$ab!a y no pod!a $aber ms sorpresas, sacaba dtiles, $igos, almendras, ma#apanes y todo tipo de frutas exticas que
no distingu!amos ms que por su fragancia y cuyos nombres nos eran y nos siguen siendo desconocidos.
(i padre aparec!a entonces en el marco de la puerta e interrump!a este )uego que consideraba pueril e indigno%
O,migo m!oP, dec!a, no sin malicia, Osus inclinaciones art!sticas le conducirn a la ruinaP.
El seor 'avans1i, como atrapado, de)aba el ltimo $igo encima de la mesa y se retiraba con mi padre al
cuarto, donde enseguida empe#aba una viva discusin sobre qui"n de los dos abrir!a la partida con la reina blanca.
(i padre ofrec!a sin "xito a las editoriales su nuevo =orario, en el que $ab!a traba)ado durante aos. El
original se $allaba en un ca)n del escritorio, mecanografiado, subrayado con un lpi# ro)o, lleno de correcciones en
los mrgenes, de aadidos, de anotaciones a pie de pgina, de indicaciones, de prembulos, repleto de s!mbolos
extraos y de diminutos ideogramas. (i padre $ab!a recortado estos ideogramas de su $orario del ao -7;; y los
$ab!a pegado pacientemente en el nuevo original, cosa que confer!a a su texto un encanto peculiar. Estos dibu)os
representaban vagones con la indicacin de la clase, cuernos de ca#a en forma de media luna estili#ada, un tenedor y
un cuc$illo cru#ados de forma sim"trica, como los emblemas de los escudos de los nobles, barcos de vapor de los que
se elevaba en espiral un fino $ilo de $umo, aviones no ms grandes que un mosquito y automviles igualmente ligeros
y sonoros, reducidos a su perfecta forma cubista, con las ruedas reducidas a un punto ideal. En este espl"ndido original
quedaban reunidas todas las ciudades, todos los continentes y todos los mares, todos los cielos, todos los climas, todos
los meridianos. .ambi"n quedaban ligadas por una l!nea mosaica, ideal, las ciudades y las islas ms le)anas% &iberiaD
Kamc$at1aD5slas C"lebesDCeilnDCiudad de ("xicoD0ueva /rleans estaban presentes con el mismo peso que *iena,
+ar!s o +est. Era una 6iblia apcrifa en la que se repet!a el misterio del '"nesis pero en la que todas las in)usticias
divinas y la impotencia del $ombre aparec!an corregidas. En este +entateuco, las distancias entre los mundos, tan
cruelmente ale)ados por la voluntad de 2ios y por el pecado original, recuperaban su dimensin $umana. Con el ciego
furor de +rometeo y del demiurgo, mi padre no reconoc!a la distancia entre el cielo y la tierra. En este anrquico y
esot"rico 0uevo .estamento estaba sembrada la semilla de una nueva fraternidad y de una nueva religin, estaba
plasmada la teor!a de una revolucin universal contra 2ios y todas sus limitaciones. Era una prodigiosa e incluso
mrbida me#cla de pante!smo spino#iano, de rousseau!smo, de ba1uninismo, de trots1ismo y de un unanimismo
totalmente moderno, una malsana amalgama de antropocentrismo y de antropomorfismoL en una palabra, una genial
teor!a pante!sta y pandemnica basada en la $erencia cient!fica, en los principios de la civili#acin moderna y de la
t"cnica de la nueva era, as! como en la $erencia natural de la corte#a terrestre y de los oc"anos% un intento de
establecer una armon!a entre las nuevas teor!as materialistas y las ciencias ocultas de la Edad (edia. 2e este modo,
por muy parad)ico que pare#ca, esta summa de la nueva religin y la nueva concepcin del mundo ten!a en cuenta
tanto la base econmica como la recompensa espiritual, y El capi6al de (arx era uno de los cimientos de esta nueva
cosmogon!a y de este nuevo contrato social. +ero mi padre, a pesar de todo, redactaba su $orario imaginario sin tener
suficientemente en cuenta la luc$a de clases y los acontecimientos socioD$istricos en el mundo, sin tener en cuenta el
tiempo y el espacio $istricosL lo escrib!a como se escrib!an los libros prof"ticos% pose!do por su visin y al margen de
la vida real.
En la "poca en la que sol!a abrir el escritorio de mi padre para mirar las ilustraciones e ideogramas de su
manuscrito, todav!a estbamos convencidos de que realmente se trataba de una nueva edicin Mla terceraN revisada y
aumentada de su =orario de 6ranspor6es por carre6era, mar6imos, ferro1iarios / a<reos MEdiciones Engl. ^ Comp.,
0ovi &ad, imprenta de 2)ord)e 5v1ovicN. .uvo que transcurrir muc$o tiempo antes de enterarnos del verdadero sentido
y esencia del manuscrito de mi padre. 2e $ec$o, cuando empe# a redactar su $orario, se fue intoxicando poco a poco
con los nombres de los pa!ses y de las ciudades y, de este modo, a pesar de su intencin utilitaria y prctica de
conectar mares y continentes, surgi en su conciencia la idea seductora, alucinante, de que para una labor mosaica
como "sa no bastaba con tra#ar una l!nea entre dos ciudades le)anas e inscribir la $ora de salida y de llegada del tren o
del barco. 2e pronto surgi ante "l un montn de cuestiones irresolubles, una multitud de problemas que no quiso
limitarse a ignorar, como $ab!an $ec$o todos los que lo $ab!an precedido en esta tarea y como $ab!a $ec$o "l mismo
en su +refausto, en la primera edicin de su =orario, el de -7 ; 3, en el que todav!a no figuraban las l!neas
9:
internacionales. Como iba diciendo, las dificultades eran enormes, y su resolucin, digna de ocupar toda una vida. ,l
principio, como ya $e apuntado, mi padre slo quer!a escribir una Otercera edicin aumentada y completadaP de su
$orario de los medios de transporte, y esta tarea le $ab!a parecido fcil de reali#ar. +ara asegurarse dinero y tiempo
suficientes, mi padre present su dimisin, y se puso a recopilar bibliograf!a. &u sentido prctico no le traicion en
aquel momento. Entre sus antiguos clientes, en su mayor!a comerciantes )ud!os, los mismos que $ab!an utili#ado
anteriormente su $orario para anunciar sus productos, consigui recolectar alguna suma de dinero a t!tulo de pr"stamo.
Ciertamente le fueron de gran utilidad las brillantes estili#aciones de los anuncios publicitarios que, a partir de los
muy escasos datos que figuraban en la gu!a telefnica, $ab!a diseado con paciencia en las noc$es de luna llena, como
si de geniales miniaturas l!ricas se tratara. O.reinta y una campanas con un peso de 8.R:= 1ilogramos $an sido
fundidas en la fbrica de campanas del ingeniero +o#nia1ov. T&oliciten presupuesto, seoresUP. >no de los $ai1us de
su coleccin, destinado al anuncio de po#os artesianos, dec!a% OCon esta bomba, se acab la penuria de agua, se
acabaron los po#os sin fondo. Kro$n ,dolfo e $i)osP. J otro% O*enta de rosas de todas las variedades, en otoo y en
primavera, en el famoso vivero de Ladislao C$evar. Ers6klassi9UP
4
. Kab!a registrado estos anuncios a trav"s de una
agencia de autores en +est, y los enviaba por correo a los empresarios )unto con la copia de su derec$o de autor.
Evidentemente, el "xito estaba asegurado. .ras recaudar una suma de dinero suficiente para iniciar su investigacin,
mi padre se provey de nuevos mapas y nuevos librosL y una noc$e, ya tarde, en plena inspiracin, iluminado, plasm
sobre el papel la primera frase, destinada a servir como una especie de introduccin o modo de empleo. Este grandioso
pensamiento o pregunta genial surgi en su cabe#a de repente, del mismo modo que (ois"s oy la vo# del arbusto
ardiente. J esta frase nica o gran pregunta fatal, transpuesta en un plano superior, metaf!sico, pronto absorber!a a mi
padre con su sentido y su enigma, pues $ab!a decidido $allar una respuesta% OHCmo llegar a 0icaraguaIP.
Consciente de que estoy desmitificando la importancia y la grande#a de la empresa de mi padre, repito, sin
embargo, que en un primer momento no $ab!a nada excepcional ni grandioso en sus intenciones. En un principio no
eran, insisto, ms que pequeas gu!as tur!sticas, con datos de inter"s, museos, fuentes y monumentos, a veces con
breves comentarios sobre las costumbres, la religin, la $istoria, el arte y la cultura. +ero como mi padre se puso a
consultar con este fin enciclopedias y lexicones Mutili#aba principalmente el +e/erleAicon de -4 6 8 en quince tomos,
as! como el de -739 ?-7;=, y adems la gran Enc/clopaedia 'ri6annica y el jEdisc7es .eAikon de -734 en cinco
tomosN, las preguntas a las que buscaba respuestas provocaron que el volumen creciera, de tal modo que reuni una
enorme bibliograf!a sobre los ms diversos temas y en todas las lenguas europeas, y los lexicones fueron rempla#ados
por estudios alqu!micos, antropolgicos, antroposficos, argnicos, arqueolgicos, astrolgicos, astronmicos,
cabal!sticos, caracteriolgicos, cartesianos, cartogrficos, catal"pticos, catapl"xicos, casu!sticos, causales, cineg"ticos,
comediogrficos, comparativistas, confucionistas, constitucionalistas, csmicos, cosmognicos, cosmogrficos,
cosmolgicos, darBinistas, de!stas, dial"cticos, diat"sicos, dicotmicos, diluvianos, dinmicos, diplomticos,
dipsoman!acos, dualistas, ecl"cticos, ecl!pticos, ecolgicos, econmicos, embolgicos, embriolgicos, emocionalistas,
emp!ricos, empiriocr!ticos, empiriomonistas, empiristas, enciclop"dicos, end"micos, entomolgicos, epicreos,
epi#oticos, equilibristas, erotemticos, erticos, esc"pticos, escatolgicos, escolsticos, esencialistas, esot"ricos,
espiritualistas, esperancistas, estematogrficos, est"ticos, estoicos, "ticos, etimolgicos, "tnicos, etnogrficos,
etnolgicos, etolgicos, eufnicos, eugen"ticos, evang"licos, evolucionistas, exactos, exorcistas, exosmticos,
fantasmalgicos, fantasmagricos, fariseolgicos, fatalistas, fenolgicos, fenomenolgicos, fetic$istas, filogen"ticos,
filolgicos, filosficos, financieros, f!sicos, fisiognmicos, floril"gicos, folclricos, formalistas, freudianos,
genealgicos, gen"ticos, geoc"ntricos, geod"sicos, geof!sicos, geognsicos, geogrficos, geolgicos, geom"tricos,
geopol!ticos, geot"rmicos, geotrpicos, german!sticos, glaciales, gnoseolgicos, gnsticos, gramticos, $egelianos,
$elen!sticos, $elioc"ntricos, $emoterap"uticos, $eraclidianos, $eterosexuales, $idrulicos, $idrodinmicos,
$idrogrficos, $idrot"cnicos, $induistas, $ipnticos, $ipolgicos, $iromnticos, $istricos, $uman!sticos,
iconogrficos, iconoclsticos, iconoltricos, idealistas, ideogrficos, ilusionistas, indeterministas, individualistas,
intuitivistas, irracionalistas, )udeofbicos, )ur!dicos, lamarquistas, lartpourlartistas, lexicogrficos, lexicolgicos,
literarios, mgicos, magn"ticos, mag!sticos, marxistas, martirolgicos, masnicos, materialistas, mecanoterap"uticos,
medievales, mefistof"licos, memoriogrficos, mercantiles, metamrficos, metemps!quicos, microbiolgicos,
mineralgicos, m!sticos, mitolgicos, monote!stas, morales, morfolgicos, msicolgicos, navegacionistas,
neo1antianos, normativos, numismticos, ob)etivistas, onomsticos, pticos, oratorios, organogrficos, orom"tricos,
osmolgicos, paleofitolgicos, paleogrficos, paleontolgicos, pante!sticos, parasitolgicos, particularistas, pietistas,
polimorfistas, pol!ticos, quietistas, sensualistas, sociolgicos, sofistas, solipsistas, supranaturalistas, tautolgicos,
t"cnicos, tectnicos, telepticos, teolgicos, termodinmicos, topogrficos, toponomsticos, toxicolgicos,
unanimistas, uranogrficos, urban!sticos, urolgicos, utopistas, venerolgicos, versificacionistas, voluntaristas,
vulcanolgicos, #oogrficos, #oolgicos y #oogeogrficos. Las notas a pie de pgina o los signos ideogrficos en
forma de cru#, de media luna o de estrella de seis puntas, $ab!an sido rempla#ados por pginas enteras de una escritura
pequeaL las abreviaciones se $ab!an convertido en prrafos, los prrafos en cap!tulos, y la idea original de combinar
un $orario de trenes con una gu!a tur!stica pronto result ser tan slo una pequea y provocativa c"lula reproductora
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que se divid!a como un organismo primitivo, siguiendo una progresin geom"trica. 2e esta forma de lo que una ve#
fuera el =orario de 6ranspor6es por carre6era, mar6imos, ferro1iarios / a<reos no qued ms que un capullo seco, un
signo ideogrfico, un gran par"ntesis y una abreviacin, y las anotaciones al margen y a pie de pgina engulleron esta
menuda e inestable construccin utilitaria que aparec!a casi invisible y del todo accesoria sobre el mapamundi de
colores de las esencias, y este tema inicial inventado y abstracto no representaba ms que las tenues l!neas de los
meridianos y de los paralelos sobre esta enorme construccin de unas oc$ocientas pginas sin interlineado.
Este texto conservaba con obstinacin y empeo el t!tulo inicial de su =orario de 6ranspor6es, y no era ms
que el testimonio de la enferma perdicin de mi padre, quien segu!a creyendo en la posibilidad de que algn editor
pudiera llamarse a engao con este fraude tan obvio y que publicara su anrquico y $agitico texto ba)o la inocente
etiqueta de $orario de transportes y gu!a tur!stica.
, pesar de que mi padre considerara inacabada su obra maestra, y como mi madre le dio a entender que el
otoo y el invierno nos iban a pillar desprevenidos, ofreci su $orario de transportes al editor. +ero como el pla#o de
entrega $ab!a vencido $ac!a muc$o tiempo y puesto que, adems, se present con el texto inacabado, el editor lo
rec$a#, y mi padre, para colmo, tuvo que devolver el dinero que le $ab!an adelantado y pagar todos los gastos del
)uicio. Entonces, tras perder todas las querellas, se sumi en una profunda depresin que consideramos durante muc$o
tiempo consecuencia del fracaso de su $orario de transportes, pues no encontrbamos en un principio otra explicacin
ms natural a este fenmeno. &lo lo entend! muc$o ms tarde, cuando mi padre ca!a en una depresin en otoo de la
que no sal!a $asta la primavera. 2urante estos periodos transitorios se ensimismaba en profundas meditaciones y
entonces cortaba todo contacto con el mundo, para entregarse a su obra en cuerpo y alma. ,l principio se limitaba a
encerrarse en su cuarto, donde se nos pro$ib!a terminantemente entrar, y ms tarde $ac!a largos via)es de los que
)ams consegu! aclarar su sentido y fin. &al!a de noc$e, de madrugada, en la mayor clandestinidad, sin despedirse. +or
la maana, nuestra madre nos dec!a con una vo# para m! invariablemente enigmtica que nuestro padre Ose $ab!a ido
de via)e por largo tiempo y a un lugar desconocidoP. *olv!a en primavera, ms delgado, curiosamente estirado y
cambiado, sonri"ndonos de le)os, $aci"ndonos seas desde el fiacre con la palma de la mano vuelta $acia "l.
Cualquiera $ubiese dic$o% ya pas todo. 2urante algunos d!as permanec!a tranquilo, misteriosamente callado, para
empe#ar de repente, sin el menor motivo, a vociferar fero#mente y a derribar la cristaler!a con su bastn. +orque en
primavera despertaba de su letargo, sal!a de su meditacin, renunciaba por algn tiempo a su maldito manuscrito y
volv!a a su estado natural de irritacin, aquella extraa irritacin y rebelin contra el mundo y los fenmenos, estado
que correspond!a a su verdadera naturale#a. Este ego!smo tan dolorosamente reprimido en otoo y en invierno,
entumecido en verano, despertaba en primavera en una rebelin, al principio insuficientemente definida, contra el
orden del mundo y de los $ombres. Esta insurreccin, este exceso de energ!a, esta turbulencia de la sangre y de los
pensamientos lo devolv!a a la vida. Era un "xtasis malsano, una embriague# de sol y de alco$ol, la conciencia del
brotar omnipresente que slo consegu!a irritarlo an ms, pues el ego!smo de mi padre no era en realidad sino una
parte de su Oel6ansc7auun9, de su pante!smo. Era un ego!smo sin l!mites. En este panego!smo, todo le estaba
subordinado, todo deb!a estarle subordinado, como a los usurpadores en el ,ntiguo .estamento. J mientras la
naturale#a mostraba, en su gestacin primaveral, todo el registro narcisoide de sus poderes y de sus energ!as, mi padre
sent!a con ms !mpetu el peso de la in)usticia que $ab!an cometido con "l tanto 2ios como los $ombres. +or lo tanto,
su rebelin metaf!sica, este tard!o y deforme brote de su )uventud malgastada, florec!a en primavera con renovado
vigor, crec!a como un volcn, como un tumor.
Conscientes del peligro al que nos expon!a el mesinico $orario de transportes de mi padre, que ya figuraba en
la lista negra del nuevo sistema Mdebido a las ideas liberales y revolucionarias que encerrabaN, tuvimos que marc$arnos
de la calle de los castaos de 5ndias. 0os mudamos a una casita ba)a del barrio ms miserable de la ciudadL en realidad
se trataba de una barriada desordenada llena de #!ngaros, vagabundos y lumpemproletarios, como los llamaba mi
padre. , unos die# pasos delante de la casa se extend!a un terrapl"n del ferrocarril por el que pasaban rugiendo los
trenes, y la casa se estremec!a de arriba aba)o cada dos por tres. ,l principio, esto nos ten!a en un estado de tensin
permanente, nos cubr!amos la cabe#a con las manos y nos escond!amos ba)o los edredones, al borde de un ataque de
nervios. El rugido del tren nos cortaba las palabras y convert!a nuestras ms ingenuas conversaciones en escandalosas
discusiones, pues elevbamos la vo# $asta desgaitarnosL incapaces de comunicarnos, $ac!amos grandes aspavientos
con los bra#os, $inc$ndosenos las venas del cuello peligrosamente. .uvo que pasar muc$o tiempo $asta que
descubrimos ciertas leyes acsticas que nos salvaron de la neurastenia total, pues gracias a ellas conseguimos volver a
nuestra relativa pa#% en el momento en que pasaba el tren, ba)bamos la vo# de una o dos octavas y $ablbamos con
una entonacin completamente distinta de la que nos $ab!a sido impuesta por el sonido del tren y que tanto nos $ab!a
confundido $asta entonces. ,$ora, como digo, $ablbamos como ventr!locuos, ba)ando la cabe#a e $inc$ando la
sobarba.
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(i padre traba)aba en aquella "poca en el desescombro de las ruinas, pues la polic!a $ab!a acabado dando con
su paradero. &in embargo, "l $ab!a levantado una en"rgica protesta, explicando en unas die# pginas de letra pequea
su incapacidad por motivos de salud, bien documentada con las declaraciones de testigos y sus altas de los sanatorios
psiquitricos. La fuer#a de sus argumentos era innegable, mxime considerando, adems de todos los $ec$os reales, su
tono pol"mico y su brillante estilo. O<uisiera llamar la atencin del respetable seor ComisarioP, escrib!a, Orespecto al
punto ,dos, en el que $e osado citar las causas de mi total deficiencia f!sica y demostrar, si bien con cierta agude#a,
que soy anormal y de una absoluta deficiencia moral y f!sica, la deficiencia de un neurtico y alco$lico, incapa# de
cuidar tanto de su familia como de s! mismo, y, aado, a pesar de que cada uno de los $ec$os citados constituye ya de
por s! una amputacin f!sica, que, adems, tengo los pies planos. +ara dar fe de lo cual ad)unto un certificado emitido
por la comisin de reclutamiento de ]alaegers#eg, que aduciendo un cien por ciento de pies planos me eximi del
servicio militar...P.
Kab!an pasado ms de veinte d!as y mi padre no $ab!a recibido respuesta alguna. Las ra#ones eran claras. En
lugar de renunciar pblicamente, aunque slo $ubiese sido por una cuestin de forma, a su obra proscrita, apel como
ra#ones de su deficiencia al alco$ol y a la locura, e incluso al cmico pretexto de sus pies planos... Llegaba por la
noc$e, totalmente agotado, con las manos llenas de ampollas sangrientas, y ca!a en la cama sin palabras. 0i siquiera le
quedaban fuer#as para romper algo con su bastn, como antes. Estaba completamente desarmado. .en!a que ir al
traba)o sin el bastn y volv!a medio ciego por el polvo pegado en los cristales de sus gafas, que los severos y crueles
guardas no le permit!an limpiar.
Estbamos tan acostumbrados a los trenes que $ab!amos empe#ado a medir el tiempo siguiendo su $orario de
trnsitoL se $ab!an convertido en un ingente y capric$oso despertador. +or la noc$e, ya medio dormidos, o!amos de
pronto el pianissimo de la cristaler!a en la alacena, luego la casa empe#aba a temblar y el tren cortaba nuestra
$abitacin con los grandes cuadrados luminosos de sus ventanas, que se persegu!an fren"ticamente. Esto no $ac!a ms
que alimentar nuestra aoran#a de las le)an!as, nuestra ilusin de escapar. +orque aquel ao que pasamos al lado del
terrapl"n ferroviario, en la "poca de la total derrota de mi padre, la le)an!a significaba para nosotros no slo un remoto
destello l!rico, sino tambi"n el catrtico y til pensamiento de la $uida, la salvacin del miedo y del $ambre. J el
pensamiento de la $uida slo aumentaba nuestro v"rtigo% nos pusimos a vivir en nuestra $abitacin como en el
compartimento de un tren. +or supuesto, la idea surgi de mi padre. 'uardbamos nuestra ropa en maletas y beb!amos
t" del termo. En ausencia de mi padre, pasbamos todo el d!a dormitando, los unos al lado de los otros, detrs de las
cortinas corridas, envueltos en mantas, como si via)ramos.
6a)o el impacto de todos estos acontecimientos, de los que tan slo me alcan#aba una bruma et"rea, pues mi
madre misma estaba desamparada y desorientada, me sum! en una especie de melancol!a infantil, perd! el apetito,
prend! fuego a mi lbum de mariposas en un acceso de $isteria, y pasaba el d!a tumbado en la cama, con la cabe#a
tapada. >nas diarreas violentas y prolongadas me $ab!an agotado por completo y durante muc$o tiempo no $ubo
manera de detenerlas, a pesar de que todas las maanas tomaba, por orden de mi madre, una o dos cuc$aradas de caf"
molido me#clado con un poco de a#car cristali#ada. (i madre no consegu!a comprender la causa de mis letargos
enfermi#os y de mis diarreas. &lo ms tarde entendimos que estas descomposiciones eran consecuencia de mi miedo,
que tambi"n $ab!a $eredado de mi padre. Estas interminables diarreas, que se originaron sin que mi organismo $ubiese
sufrido perturbacin alguna, eran pues consecuencia del agotamiento de mi alma, ligada enfermi#amente a mi cuerpo,
y cuyos estremecimientos repercut!an principalmente en mi carcter y en mi aparato digestivo.
Estas diarreas en catarata tuvieron, sin embargo, un efecto beneficioso. @ueron seguidas de una apat!a general
de mi organismo, de forma que adelgac" y extraamente me fortalec!.
Kablando con toda la imparcialidad que da la perspectiva actual, el $ambre tuvo, al menos en un principio, un
efecto beneficioso sobre todos nosotros. (is frecuentes )aquecas, que no eran sino consecuencia de un exceso
alimentario, cesaron de golpe. En cuanto a mi padre, sufri una metamorfosis milagrosa% su cuerpo se endureci y
adquiri un porte ms firme, y al cabo de un mes se quit las vendas de las manos y empe# a su)etar el pico con las
palmas descubiertas. En lugar de las sangrientas ampollas que desfiguraban sus bonitas manos, las manos de un
elegante peluquero de seoras, se $ab!an formado unas oscuras costras que de ve# en cuando cortaba con una cuc$illa
de afeitar. ,gotado por el duro traba)o de la )ornada, por la noc$e se quedaba tranquilo, callado, y sin ataques de
misantrop!a. &u exceso de energ!a, aquello que llamaban locura, lo gastaba durante el d!a, o tal ve# lo reprimiera, no lo
s". (i $ermana ,na se $i#o mu)er de repente, sin duda preco#mente, se puso plida y ms delgada, con unas oscuras
o)eras que el $ambre $ab!a dibu)ado y que $ac!an patentes los primeros s!ntomas de su pubertad. (i madre, liberada
de los malos tratos, pero tambi"n del apoyo de mi padre, recuper de golpe su agilidad natural, descolg las cortinas
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de las ventanas, des$i#o las maletas y una maana declar que por fin $ab!amos llegado, que el via)e $ab!a terminado
y que desde aquel momento inicibamos Ouna vida normalP.
,l alba nos despertaron unos golpes en la puerta, que se introdu)eron penosamente en nuestro sueo, como a
trav"s de una roca. Cuando al fin abr! los prpados, pegados con firme#a como con cera caliente, vi a mi padre a trav"s
de la lu# turbia y gris del amanecer. Con su pi)ama a rayas, descal#o, con sus mec$ones de pelo cay"ndole con pasin
sobre la frente, como a un pianista, bloqueaba la puerta con su bastn. ,fuera daban golpes fren"ticos, y mi padre
ten!a clavada la punta de $ierro de su bastn en la cerradura, como si fuera un o)o. 0osotros permanecimos sentados
en la cama, aterrados, apoyados en nuestros codos, entumecidos por la tensin, mirando a mi padre que empu)aba la
puerta, con las venas del cuello $inc$adas, los o)os desorbitados de espanto, oponiendo una resistencia $eroica a los
malvados agresores. 2el otro lado de la puerta pudimos o!r unas voces masculinas, todav!a roncas por el frescor de la
maana, profundas y amena#adoras, y otras femeninas, $ist"ricas y agudas como los picos de los p)aros.
Como siempre ocurr!a en tales ocasiones, cuando estaba en )uego nuestra vida, y cuando mi padre adoptaba
una postura defensiva y puramente filosfica, nuestra madre apareci en el marco de la puerta, envuelta en una manta,
alta y delgada, con los bra#os al#ados. 2i)o algo que no conseguimos entender, farfullando un idioma extran)ero,
aparentemente sin la elocuencia de mi padre. +ero su aparicin, su turbacin y su decisin surtieron efecto sobre la
masa y la gente empe# a disolverse, conmovida, probablemente, por la fuer#a de sus argumentos.
Como por inercia, mi padre sigui reteniendo la puerta con su bastn, con la ore)a pegada a la tabla sonora, y
le exigi a mi madre que pronunciara la contrasea para de)arla entrar.
+oco despu"s de esto, guiados por la estrella de mi padre, nos mudamos a las afueras, cerca de una v!a muerta.
Era la tercera ve# que nos cambibamos de casa en el pla#o de un ao. ,quella v!a muerta acab con nuestra ltima
ilusin de $uida. Eran los ra!les de una v!a normal que ven!an de le)os dibu)ando un gran arco, o tal ve# el otro
extremo tambi"n terminara de improviso, en algn lugar cercano a una ladrillera. Esta v!a llegaba )usto $asta nuestra
barraca y a$! se elevaba como en agon!a. Los extremos de los ra!les estaban retorcidos $acia arriba y su)etos por unas
columnas carcomidas. 0i siquiera ten!an topes. La v!a estaba invadida por una murmurante male#a y oscuras ortigas
entre las cuales asomaban pequeos tallos de c"sped )oven, oscuro y ya seco en primavera, como infectado por la
filoxera de la $errumbre, que extend!a su epidemia ro)a por dos fecundos canales, de modo que la male#a y el c"sped
desarrollaban formas monstruosas, mutilados por enfermedades $ereditarias de la sangre. .an slo algunas $iedras
$allaban )ugos f"rtiles para sus destructivas antenas y sus viperinas glndulas venenosas. En su parte superior, a$!
donde antao deb!an brillar como espe)os, los ra!les estaban cubiertos de residuos de color ro)o ceniciento, como
costras. El xido convert!a el $ierro en un te)ido poroso, podrido, en un $ueso cuya m"dula $ubiera sido ro!daL
desprend!a placas enteras de los laterales, las mol!a y las transformaba en una ceni#a color ladrillo que luego
impregnaba la tierra y el cora#n de la male#a. En cuanto a los travesaos, se $end!an a lo largo, ro!dos por esta lepra
ro)a que actuaba como si fuera un cido.
Esta v!a muerta, como ya $e dic$o, mataba nuestras ltimas ilusiones.
.odo esto ocurri como un milagro.
>na maana, muy temprano, mi madre me despert y me di)o emocionada, con un susurro, que me preparara.
Los pocos enseres que nos quedaban ya estaban colocados en las maletas. J delante de la casa, a$!, en la v!a
muerta, alumbrado por la lu# de sus ventanas, se encontraba un tren MDa9onli6s sc7lafDa9en res6auran6@R
9
a sus
ventanas se asomaban extraadas unas damas con sombrero y los cabellos algo desarreglados% com!an panecillos
blancos envueltos en unas finas servilletas de papel con las que se limpiaban sus largas uas pintadas y que luego
tiraban al borde de la v!a, en la male#a, donde picoteaban unas gallinas enfermas y desplumadas...
(i padre permanec!a, durante d!as, obstinadamente sentado al lado del coc$ero, como un pr!ncipe ruso
destronadoL de repente, extraamente lcido, tomaba una pat"tica consciencia de estar cumpliendo con su destino, el
cual estaba escrito en la genealog!a de su sangre, en los libros prof"ticos. Cambibamos de trineo en oscuras fincas, a
toda prisa, calentndonos con t" $irviendo y coac, y en el trineo ca!amos en un sueo profundo, apretados los unos
contra los otros, y las campanillas creaban un eco l!rico alrededor de nuestro sueo y de nuestra $uida. (i padre
R=
apremiaba a los coc$eros, les ofrec!a coac y los corromp!a desvergon#adamente con su $abla rpida, como si le
persiguieran. Kab!a decidido ocuparse en persona de todo lo relativo al via)e, dedicndose a ello en cuerpo y alma,
aunque nosotros ten!amos claro que ni "l mismo conoc!a el verdadero sentido y el propsito de este via)e. +ero
tampoco le preocupaba. .an slo sab!a que ten!a que cumplir con un cap!tulo de la gran profec!a, porque estaba escrito
que iba a errar y a $uir Osin mirar atrsP. &e sentaba en el primer trineo, se dirig!a al primer pueblo, dando un rodeo
por el camino ms dif!cil, absolutamente indiferente ante el $ec$o de que tambi"n nosotros ten!amos que cumplir con
su destino, pues las profec!as a las que se aten!a y en las que cre!a ciegamente no eran demasiado evidentes y "l no
estaba del todo seguro de que se refirieran a todos nosotros. 0o obstante, nos somet!amos sin rec$istar a su voluntad,
considerando que ten!amos que soportar parte de sus maldiciones y parte de su destino. *ia)bamos durante d!as a
trav"s de un desierto de nieve, montono como un oc"ano, sin ninguna orientacin. &in embargo, mi padre guiaba
nuestra nave con mano firme, daba instrucciones a los coc$eros ateridos, su mirada fi)a en el cielo estrellado. 2e ve#
en cuando sacaba del bolsillo interior de su abrigo un mapa celeste y lo desplegaba sobre sus rodillas, del mismo
modo que antao abriera su $orario en el tren. Entonces, de repente, tras $aber desenredado la rosa de los vientos,
apuntaba al cielo con un dedo sealando una estrella brillante del #odiaco, y el coc$ero, asustado por el
comportamiento de mi padre, fustigaba a los caballos. 5gnoraba que mi padre estuviera buscando en el cielo la estrella
de su destino, sealada con precisin en el estudio cabal!sticoDastrolgico A csilla9fej6e6<s k)n/1e8
B0
, veces nos detenemos y mi padre golpea las cancelas, como un pr!ncipe ruso derrotado. 0o tengo ni fuer#as
ni voluntad para preguntar nada, tan slo siento mis prpados caerse de sueo y de cansancio y mi estremecimiento
ante un miedo al que an no me $e acostumbrado% el miedo a las gentes y a los paisa)es desconocidos, el miedo a las
cancelas cerradas. /igo ale)arse las campanillas del trineo con el que $emos llegado, acompaadas del ladrido de los
perros. (i padre sigue golpeando la ver)a, movido por un fuego interior, por una obstinada resolucin. 2el otro lado
se oye un tintineo de llaves y mi padre pronuncia su nombre pat"ticamente, como se pronuncian los nombres de los
profetas. &e oye el cerro)o descorrerseEOTJa voy, $ombre, no puedo ir ms deprisaU 0o os esperbamos a esta $ora de
la noc$ePE, luego aparecen unos rostros desconocidos, rostros de sonmbulos y de personas sacadas del ms
profundo sueo invernal. (e cogen las manos y me besan con sus bocas secas y malolientes. 0os introducen en unas
$abitaciones sombr!as, luego encienden las mec$as de las lmparas y $ablan con voces an soolientas, profundas y
roncas. ,nte m! desfila toda una legin de parientes desconocidos y poco !ntimos, con oscuros cabellos ri#ados, pecas
y nari# en forma de caracola, y beso a cada uno sin comprender el sentido de todo esto. &iento una repulsa muy
profunda $acia mis t!as, cuya piel es insulsa, y cuando inclinan sus cuellos arrugados para ofrecerme sus me)illas, un
tibio tufo a cadver, el $edor de las velas de parafina y del agua corrompida en un florero de rosas marc$itas, emerge
de la abertura de sus camisones. En cambio, a mis primas pelirro)as y pecosas las beso con una intimidad incestuosa,
transportado por la abundancia y el perfume de sus voluminosos cabellos flameantes y la lu)uriosa blancura de sus
carnes.
(i padre trataba de cumplir con su destino, con las palabras de la profec!a y con su salvacin, con un apremio
nervioso. El $ec$o de aparecer, como ,$asvero, en el pa!s de su infancia, de donde $ab!a $uido $ac!a tiempo, guiado
por cierta gran visin, le dec!a que el destino era ineludible, le demostraba que $ab!a ca!do en un circulus 1i6iosus sin
salida% el arco de la aventura de su vida se cerraba como una trampa. 5mpotente ante 2ios y ante el destino, acusaba a
los $ombres de su maldicin, y consideraba a sus $ermanas y parientes causantes de todas sus desgracias, porque
estaba obsesionado con la idea fi)a de que su destino era redimir de sus pecados a su familia, a toda la $umanidad. &e
consideraba un c$ivo expiatorio. &u orgullo de $ipocondr!aco y de $ombre fracasado estaba $erido. +retend!a dar a
entender a todo el mundo que "l era la *!ctima, el que se sacrificaba, el elegido para la inmolacin, quer!a que todos lo
valoraran y que le dieran el trato correspondiente de &acrificado. 5luminaba su fracaso con el fuego de artificio del
altar en el que se consum!a y )ustificaba su miseria ante sus parientes y ante sus $ermanas con su teor!a de la renunciaL
despreciaba los bienes materiales en nombre de su fracaso, en nombre del sacrificio, y llamaba a su propio fin el fin
del mundo, el apocalipsis. +ero ser!a ingenuo creer que mi padre cumpl!a con su destino sin rec$istar. ,l contrario.
Consideraba que ninguno de los que estbamos a su alrededor deb!a ni pod!a sobrevivir a su cataclismo, que su
destino era el destino de su ra#a y el de su especie. Con vo# sombr!a y ronca, anunciaba el apocalipsis, al#aba los
bra#os con aire de profeta y abra#aba con un nico movimiento de sus bra#os prof"ticos los establecimientos
comerciales de sus parientes, rebosantes de ultramarinos, y apuntaba con un dedo de fuego a la seda, los visillos, las
tapicer!as y las araasL con los o)os llameando de )usta ira, lan#aba su anatema sobre los perros, los gatos, los caballos,
las aves y el ganado.
O2esde luego, qui"n iba a pensar que este infeli# se volver!a tan locoP, dice mi t!a, y enseguida oigo el terrible
e in$umano vo#arrn de mi padre. Este apelaba a la )usticia revolviendo cuentas de treinta o cuarenta aos atrs, citaba
nmeros y fec$as, nombres de testigos y de estafadores, con una vo# que $ac!a temblar los vasos de la alacena que se
encontraba tres $abitaciones ms all, mientras que en el )ard!n el perro se pon!a a aullar confuso, como en medio de
una inundacin o de un incendio. .odas las disputas acababan inevitablemente con la rendicin obligada por parte de
R-
todos aquellos con quienes discut!a y a quienes insultaba enloquecido a causa de su obediencia. Qstos se ve!an
constreidos a emplear todas sus fuer#as para calmar a mi padre, a asumir conscientemente y en vo# alta,
arrepinti"ndose, toda la culpa con que "l les cargaba, a admitir todas las acusaciones, a ba)ar la vo# $asta el susurro,
porque cualquier intento de $ablar ms alto que mi padre estaba condenado al fracaso. J es que mi padre sab!a al#ar
su divina vo# a tales alturas y tensarla con tal energ!a que todas las dems voces se perd!an en el turbio r!o de su
tesitura de bar!tono, as! que todo intento de $ablar ms alto que "l slo provocaba el efecto contrario, porque entonces
"l al#aba su vo# $asta una intensidad inaudita, incluso sin $acer ningn esfuer#o visible, y pronto se un!an a sus
palabras, a su divino clamor, el tintineo de la cristaler!a y de la porcelana, el ladrido de los perros, el mugido de las
vacas y el cacareo del corralL los vecinos acud!an alarmados con sus palos y las mu)eres llamaban a los nios, que
corr!an a sus casas como ante un incendio. Cuando su vo# empe#aba a sonar como las trompetas de Veric, todo el
mundo se pon!a a murmurar con espanto, y tomaban, por un momento, la locura de mi padre por una especie de
iluminacin. J "l segu!a gritando triunfalmente, sin ba)ar del registro l!mite al que $ab!a elevado su vo# de bar!tono en
el momento de mayor ira e inspiracin% OCon vuestros galgos, con vuestros coc$es, con vuestras tiendas de ladrones...
MOTEduardoU Cuidado con lo que dices...PN, donde estn $acinados montones de acusadores de absurdo y de vanidad, el
crimen enrollado como la tela, metido en sacos, prensado en bolsas de papel MO...nuestra $ospitali...PN, Tescupo sobre
vuestra $ospitalidad, seores parientesU TEscupo sobre vuestra moralU T6a$U 2e todos modos, me recibisteis igual en el
diecioc$o, y el difunto y pobre (auricio, v!ctima tambi"n de vuestras maquinaciones, se preguntaba cmo era posible
que no os dierais cuenta ni de lo ciego que era vuestro ego!smo ni del tamao de vuestra insignificancia, que no
sintierais la responsabilidad de vuestra sangre y que no oyerais el trueno del apocalipsis. J todav!a osis $ablarme de
$ospitalidad... MO...si no te gustaPN T...que me vaya, por supuesto que me ir", para no ver ms vuestros festines
luculianos y vuestras mesas sangrientas de las que nos ec$is los $uesos como a los perros, mientras la peste del
$ambre devora nuestras entraasU T/!dme bien, renegados y canallasU T/s anuncio d!as negrosU H0o o!s las trompetas
de VericI T0o oD!!!!DsU H/ pensis que no son ms que las alucinaciones de Eduardo &am, mi delirium 6remens, mis
ratas blancasI MO+or 2ios, Eduardo, clmate, que la gente se aglomeraPN, TJ a m! qu" me importa la gente, que vengan
todos, todos, que vengan y que vean, que sean testigos de la sangrienta in)usticia de los $ombres, que sean testigos de
mis )ustas palabras y de mis profec!asU +ues, os lo advierto, os vomitar" de mi boca. +orque te dices que eres rico y
que no necesitas nada. J no sabes que eres desgraciado, y miserable, y pobre, y ciego, y que ests desnudo.
T(aldicinU T(aldicinU /$ 6abilonia, gran ciudad, poderosa ciudad, porque te $a llegado la $ora del )uicio...P. En
estas ltimas s!labas, que, en un delirante for6issimo, se transformaban en un caos de sinsentidos y exageraciones, mi
padre empe#aba a perder el $ilo de la discusin, invocaba al (es!as y le ped!a cuentas en un terrible monlogo
prof_tico, en un lucidum in6er1allum de inspiracin, despu"s del cual el registro de su vo# iba en descenso, declinaba
$asta convertirse en un gemido, en un estertor.
Estoy sentado en el trineo, al lado de mi madre, con los o)os brillantes, envenenado por el mesianismo de mi
padre. &us palabras $an quedado grabadas en mi mente como un sello, empie#o a sentir la maldicin que nos persigue
y, de repente, comprendo que aquel tiempo en el que nuestros d!as no eran ms que intervalos entre via)e y via)e, y los
via)es, paisa)es en medio del sueo, se $a perdido para siempre. Estoy sentado, preco#mente aterrado por una duda, la
doble duda del conocimiento. >n poco antes, mientras el coc$ero enganc$aba los caballos, $e entrado tras "l en el
establo, donde la grupa de los caballos brillaba en la penumbra como el terciopelo. El olor a establo, un olor a $ierba
seca y a or!n, me $a recordado de repente el olor de aquella manta de pelo de camello con la que nos cubr!amos las
piernas en esos d!as, que a$ora me parecen tan le)anos, cuando sal!amos de via)e al alba, desde la calle de los castaos
de 5ndias. +orque desde mi infancia $e tenido una $ipersensibilidad enfermi#a y ya entonces mi imaginacin
transformaba todo rpidamente, excesivamente deprisa, en recuerdo% a veces bastaba un d!a, un intervalo de un par de
$oras, un sencillo cambio de lugar, para que un $ec$o cotidiano, cuyo valor l!rico no percib!a mientras lo estaba
viviendo, quedara coronado por el eco luminoso que normalmente no rodea ms que a los recuerdos que $an
permanecido durante largos aos en el potente fi)ador del olvido l!rico. En mi caso, este proceso de galvanoplastia por
el que las cosas adquieren un fino bao de oro y un noble depsito de ptina se desarrollaba con una intensidad, por
as! decirlo, enfermi#a, y la excursin del d!a anterior, si alguna circunstancia ob)etiva indicaba que $ab!a finali#ado,
que no se iba a repetir ni podr!a repetirse, se convert!a para m!, a la maana siguiente, en una fuente de meditaciones
melanclicas y an confusas. (e bastaban dos d!as para que las cosas adquiriesen la gracia del recuerdo. Era aquella
misma excitacin l!rica que $ab!amos $eredado de nuestro padre y por la que mi $ermana ,na era capa# de llorar al
final de una fiesta o de un via)e, sin esperar, por as! decirlo, a que estos sucesos demostraran su carcter pasa)ero.
6astaba que se acabara un d!a, que sobreviniera la noc$e y el sol se pusiera, para que ella comprendiera que era
irrepetible y llorara por "l, como por un recuerdo ya le)ano. +or suerte, en cuanto se $i#o un poco mayor se liber de
esta malsana sensibilidad $acia el fenmeno de la fuga del tiempo, y perdi esta sensibilidad gracias a un esfuer#o
excepcional, llegando con una lgica femenina y prctica a la conclusin de que ciertos fenmenos eran inevitables,
por lo que de)aba de prestarles atencinEyo )ams lo $e logradoE.
R3
0uestros parientes, envueltos en mantones de colores, se encuentran delante de la puerta, en fila, segn la
)erarqu!a de la edad y del rango, con sus bra#os cortos como alas recortadas, y nos $acen seas de adis con
movimientos apenas perceptibles, asustados por la bronca de mi padre, por sus profec!as, que $an introducido por un
momento la inquietud en sus almas.
(i padre ordena al coc$ero que no encienda el farol y que siga sus instrucciones. Luego saca de su bolsillo el
mapa celeste y lo despliega cuidadosamente sobre sus rodillas. Gasca con manos temblorosas varios fsforos $medos
y murmura algo relativo a unas cifras astrales, astronmicas, que nos estremecen. +ronto nos $allamos flotando en la
espuma de las nubes, donde las campanillas se desvanecen y el sonido de los bada)os se convierte en una especie de
tintineo sordo. En cuanto salimos de la espesa bruma de las nubes en las que flotbamos a tientas, findonos del genial
instinto de nuestros caballos, las campanillas vuelven a sonar y de nuevo vemos la estrella de mi padre en la
constelacin del #odiaco. El coc$ero duerme, $aciendo con el grueso $ilo de su sueo astral un nudo doble de coc$ero.
(i padre paga al coc$ero, fiel a sus ideas de abnegacin y manteni"ndose a la altura de su papel. >na yegua
carga el peso de su cuerpo sobre sus patas traseras, como si fuera a sentarse, ensanc$a su base de apoyo y se pone a
orinar. La otra yegua sigue su e)emplo y vemos cmo se forma un embudo en la nieve, en el que c$apotea el l!quido.
Esta escena nada l!rica resulta muy $umillante y mata lo pat"tico del gesto de mi padre y de nuestro encuentro con los
parientes. (i t!a 0eti, una anciana cuya cabe#a se menea, su)eta en sus manos un pan cimo y se lo ofrece a mi padre
en seal de bienvenida. 2etrs de ella se encuentran, en fila, los dems parientes de mi padre, envueltos en gruesos
mantones oscuros% mi t!a Gebeca, con un gran velln de pelo negro su)eto en lo alto de su cabe#a en un enorme moo,
como contrapeso de su nari#, y por cuyas sienes caen largos mec$ones de cabello negro que vibran como finos
muelles de alambreL mi t!o /tto, con una pierna r!gida, alto, delgado, retoo degenerado de nuestra familia, con su
pelo fino y liso que constituye la vergSen#a de nuestra tribu, de abundante cabelleraL y finalmente los $i)os de la t!a
Gebeca, mis primos% petimetres que $ab!an tra!do de +est, donde estudiaban, la moda vienesa y otros frutos de la
decadencia occidental% boquillas de plata y #apatos de tacn. &u biblioteca, que ocupa una pared entera de la
$abitacin, est llena de arriba aba)o de novela negra y de aventuras, editada en su mayor!a por +esti K!rlap Knyve1.
La tienda, 6a#ar y >ltramarinos, est a nombre de mi t!o /tto, y es un establecimiento oscuro y ba)o que $uele a
petrleo, a )abn, a ac$icoria y a man#anilla. 'randes rtulos de esmalte, a#ules y ro)os, lan#an sus epigramas, cortos
y concisos, anunciando la ac$icoria de la marca @ranc1. &obre el otro batiente de la puerta $ay un anuncio publicitario
lleno de promesas deslumbrantes a favor del betn de la marca &c$moll. J al lado de mximas serias al estilo de La
Goc$efoucauld sobre los dientes sanos y brillantes, cuyo resplandor de porcelana se consigue con la pasta dent!frica
Kalodont, que adems da frescor a la boca, de)ando un sabor a fresas silvestres, se encuentra, grapado con c$inc$etas,
un peda#o de una bolsa de papel con los bordes en diente de sierra. (i t!a 0eti $a escrito encima, con un lpi#
morado, esta frase sibilina y prof_tica% OEl lunes siguiente al domingo -- de febrero de -793 $abr a#car a 3==
pengos el 1ilogramo y en terrones a 3;= pengosP.
,l fondo del patio, al lado del coberti#o para la madera, est nuestra nueva vivienda, Ola casa del servicioP,
abandonada y decr"pita, de la "poca feudal, de aquellos le)anos tiempos m!ticos en los que mi difunto abuelo paterno,
(ax, pose!a un coc$e de cuatro caballos y criados. &on dos $abitaciones ba)as y oscuras con un suelo de arcilla que en
primavera empie#a a descongelarse, a mostrar una falsa fertilidad, cuando en realidad es perfectamente est"ril, incapa#
de $acer brotar una sola semilla de mala $ierba. 2e las vigas del tec$o re#uma una resina, ennegrecida por el $oll!n y
me#clada con "l, que cuelga largo rato, indecisa, crece y se $inc$a como una gota de sangre negra coagulada. 2etrs
de la casa, al lado de la diminuta ventana de ala) de la cocina que da al patio, se encuentra el retrete, blanqueado con
cal, con un )udas en forma de cora#n. En el retrete, al lado derec$o, cuelga una bolsita de tela blanca sobre la que
estn bordadas, con $ilos de colores, dos rosas, detrs de cuyas $o)as asoman espinas, como morale)as baratas detrs
de un dic$o desgastado. En esta lamentable cesta $an acabado su brillante carrera estrellas de cine y condes vieneses,
protagonistas de asuntos escandalosos y mu)eres fatales, ca#adores y exploradores c"lebres, $"roes del frente del Este
y gloriosos aviadores alemanes. +or las maanas encontraba all!, como en un bu#n, )irones de revistas ilustradas que
mi t!a Gebeca recib!a de +est. 'racias a esto ten!a entre mis manos los destinos de los persona)es ms famosos de
aquellos d!as de guerraL los $ombres y los acontecimientos se $allaban ante m!, fuera de su contexto, entregados a lo
arbitrario de mi imaginacin, y yo transformaba una escena de una pel!cula en un aut"ntico acontecimiento $istrico
situado en el espacio y en el tiempo Mpues le atribu!a a la imagen un texto impropioN, as! que coron" a Kataline Kardy
reina de 5nglaterra, mientras que al pie de la fotograf!a de esta ltima puse el texto siguiente% OLos noventa y nueve
vestidos de Kataline KradyP. Estaba al corriente de los acontecimientos relacionados con la moda, segu!a con el
mayor inter"s los procesos )ur!dicos contra los esp!as, especuladores y traidores de guerra, determinaba la pena segn
mi voluntad y otorgaba la gracia como un soberano.
R;
(is largas estancias en el retrete no tardaron en llamar la atencin de todo el mundo y empe#aron a levantar
dudas y sospec$as. Consideraban que era parte de mi extravagancia, de una introversin y una pere#a intestinal
$eredadas de mi padre, me recomendaban laxantes y sedantes, y al mismo tiempo se asombraban de mi conocimiento
de la moda vienesa, del nuevo armamento, de los escndalos de la corte sueca, y tambi"n de las incomprensibles
tonter!as que a veces defend!a con fervor, sin citar por supuesto mis fuentes. T/$, esta genial sed de conocimiento, esta
credulidad, esta envidia, esta torpe#a, esta ambicinU Los escndalos de la corte sueca ocurr!an para m!, los cr!menes y
adulterios para complacerme% era el demiurgo de una $umanidad envidiosa y me#quina.
Vulia es despiadada, Vulia siempre gana. Enuncia una mil"sima de segundo antes que yo el resultado de los
problemas matemticos ms rebuscados% si un peatn recorre cinco 1ilmetros en una $ora, cuntos... e6c8
(antenemos esta luc$a tcita entre nosotros desde el primer d!a, con fervor, sin piedad, y ambos sentimos que ya no
podemos retroceder, que no podemos rendirnos, que no debemos decepcionar a todos aquellos que $an apostado con
pasin por nosotros, como en las carreras de caballos. Ella recurre a sus encantos, a sus maquinaciones femeninas,
nadie duda de ello, y para nadie es un secreto que todos los $ombres de nuestra clase ponen a su disposicin su dinero,
su cerebro y su fuer#a. .odo un e)"rcito de $ormigas traba)a para ella, a fin de dar con los resultados y entregrselos a
escondidas, por deba)o del pupitreL sobornan a los profesores, escriben cartas de amena#a y reclutan simpati#antesL
ca#an para ella las mariposas y los insectos ms fantsticos, encuentran las flores y las plantas ms raras para su
$erbario.
Jo entro en combate sin estar preparado, findome de mis confusos conocimientos adquiridos gracias a las
revistas. ,puesto por mi originalidad, pues no tengo fuer#a ni posibilidades suficientes para una luc$a abierta. 5ncapa#
de ganarme al pblico femenino con mi encanto, mi fuer#a o mi osad!a, me decido a dar un paso fantstico% seducir a
Vulia.
Cada uno de mis gestos, cada una de mis palabras, estn calculados. ,dorme#co su vigilancia. Cuento con los
resultados de mi vile#a a largo pla#o. +ara sorpresa de todos, en la clase de traba)os manuales declaro que soy un
perfecto ignorante en materia de bricola)e y artesan!a. Vulia levanta, de repente, sus o)os verdes de su bordado,
inquieta, sintiendo que detrs de mis palabras se esconde una peligrosa maquinacin. La propia seora Gigo, nuestra
maestra, que est al corriente de todo, se queda por un momento perple)a ante tan inesperada declaracin. O,l fin y al
caboP, dice con tono dubitativo, Ocada uno debe seguir sus inclinacionesP, con lo que me $ace saber que an no $a
perdido la esperan#a de verme triunfar y que me da plena libertad. 6asndome en los ltimos avances en aerosttica y
aerodinmica y en los progresos ms recientes en materia de construccin aeronutica Mque, por supuesto, $ab!a
sacado de las revistas de la t!a GebecaN, y contando con su carcter excepcional y con el efecto sorpresa, constru! un
par de aviones muy originales, con un estabili#ador en la cola y en las alas, su armamento y todo lo dems. +ero el
colmo de la sorpresa, la bomba de la estupefaccin, la $ab!a de)ado para el final, aunque la construccin misma, por su
atrevimiento y originalidad, era suficiente para causar sensacin. En efecto, este avin, gracias a un pequeo
estabili#ador $bilmente camuflado ba)o las alas, era capa# de aterri#ar en mi $ombro despu"s de un vuelo de
ex$ibicin. La seora Gigo me gui un o)o, obviamente preocupada por mi "xito, y yo lanc" el avin al aire. +or
supuesto, $ab!a preparado de antemano todos los instrumentos. El avin ec$ a volar como una gaviota, $acia la lu#.
J en el momento en que todos retuvieron la respiracin, en un repentino e inesperado sobresalto, cambi de direccin,
e)ecut un magn!fico loopin9 ro#ando la ventana con un ala, gir alrededor de la cabe#a de Vulia, como una paloma
enamorada, y volvi dcilmente a mi $ombro. ,ntes de inmovili#arse del todo, despu"s de este peligroso y excitante
vuelo, movi la cola como una urraca, y luego se qued quieto, perdiendo todas sus sublimes virtudes, convertido por
una varita mgica en un p)aro sin cielo, en un cisne sin lago. Jo vigilaba a Vulia con el rabillo del o)o% en aquel
momento estaba del todo dispuesta a rendirse, a entregarse.
2urante el recreo despegaron dos aviones ms, sufriendo, en contacto con las corrientes a"reas del golfo, las
ms extraordinarias metamorfosis. >no de ellos, al perder sus alas como una mariposa, cay de repente en picado, al
lado de un po#o. El otro cogi altura llevado por el viento del 0orte, y desapareci detrs de las cimas de los rboles.
OT&e $a convertido en p)aroUP, di)o Vulia maravillada en un instante de olvido, despu"s del cual se mordi los labios,
con lo que su cara adquiri una expresin de indiferencia total pero falsa. Los muc$ac$os corrieron a buscarlo al patio
de la escuela para acabar con la credulidad de Vulia y desviarla del peligroso camino de un entusiasmo excesivo. 0o
tra)eron ms que una golondrina muerta que encontraron en un lilo $medo. ,penas ten!a peso, ya que pequeas
$ormigas ro)as $ab!an vaciado sus entraas por el pico.
Los muc$ac$os de)aron el p)aro a los pies de Vulia, servilmente, sin atreverse a al#ar la mirada.
R9
2espu"s de mi primera victoria, las cosas toman un nuevo curso. (e entrego a la luc$a con ms entusiasmo
an, ganando, mil!metro a mil!metro, la vanidad de Vulia, su mente y su cuerpo. ,l principio del segundo trimestre, la
relacin de fuer#as empie#a a equilibrarse, cada ve# adquiero ms partidarios. ,sustados por mi sbito "xito,
corro!dos por los celos, todos los c$icos se ponen de parte de Vulia, comien#an a $acerme #ancadillas, a denunciarme.
(e tratan de seductor y me acusan de no respetar las reglas del )uego. En la otra parte, por ley de polari#acin, las
nias empie#an a ponerse de mi lado, muy discretamente, de forma casi imperceptible, cuidndose de demostrar su
inclinacin. &u ayuda se reduce en realidad al apoyo moral% me alientan con sus miradas. 5ncapaces de intervenir
abiertamente, como los nios, retenidas por su timide# y por la $erencia patriarcal, actan en la sombra, saboteando
las respuestas de Vulia con repentinas explosiones de risa, perfectamente calculadas. Esta risa se extiende como un
contagioso fou rire, las nias titubean como si estuvieran borrac$as, se a$ogan con lgrimas $ist"ricas y llenan el aula
de ramos de fuegos artificiales. Entretanto, los c$icos permanecen fr!os como rocas, percibiendo con agude#a el
sentido de estos sabota)es, pero incapaces de emprender nada. Esperan con tensa impaciencia la decisin de Vulia,
examinan su rostro, que a causa de la rabia disimulada se pone de todos los colores. Entonces, de repente, aparece un
$oyuelo en el lado derec$o de sus me)illas pecosas, su cara empie#a a crisparse como si tuviera tics nerviosos, tose,
en)ugando el sudor de sus manos con un pauelo. 2e pronto brota su risa, casi con dolor, como un gemido o una tos
reprimidos durante muc$o tiempo, con un estr"pito que dispersa gotas de saliva y con lgrimas que le nublan la vista.
.otalmente vencida, Vulia titubea $acia la puerta, su cuerpo se estremece de temblor, sus tren#as se des$acen solas.
La seora Gigo, incapa# de resistir a esta epidemia de risa nerviosa, de oponerse efica#mente a este contagio
que amena#a tambi"n al lado i#quierdo, masculino, del aula, donde ya empie#a a o!rse una tos sintomtica y
reveladora, coge de su mesa la campanilla y anuncia con estr"pito el recreo. Este sonido argentino resuena a trav"s de
la risa como si fuera su cadencia sonora, y los c$icos, aprovec$ando este pretexto, tambi"n se ponen a dar tumbos en
direccin a la puerta.
Vulia est apoyada en la pared, apretando en su mano $meda su minsculo pauelo de batista. &u llanto nos
recuerda la gravedad de la situacin, el fervor de nuestra luc$a. El amor propio es ms fuerte en m! que la compasin.
Con el orgullo del vencedor, paso de largo, $ago como si no me diera cuenta de nada.
0adie sabe por qu" llora Vulia.
H<ui"n $a sembrado en m! este pecado, qui"n me $a enseado el peligroso y atractivo oficio de 2on)un,
qui"n puso en mi boca estas palabras seductoras, llenas de vertiginosa ambigSedad y de apetecibles promesas, que
susurraba al o!do de Vulia, de pasada, en los pasillos de la escuela, en el patio durante el recreo, o ante las narices de
todos, en la fila delante de la puerta, envolvi"ndolas en el sonido de la campana como en papel de plataI La persegu!a
con una obstinacin peligrosa y amena#adora, la espiaba con la mirada, la envolv!a en mi curiosidad como en una
telaraa, desli#aba mis miradas, como antenas, en el escote de su blusa, en el momento en que recog!a un lpi# del
suelo, consegu!a sorprender ba)o su vestido la desnude# de sus rodillas cuando sub!a por la escalera. (e volv!a cada
ve# ms atrevido y empleaba la tctica de la seduccin aprendida en las revistas ilustradas, recurr!a al l"xico
don)uanesco de las fotonovelas, utili#aba la )erga de los tratantes de blancas y los dueos de cabarets, $ac!a alusin a
las frivolidades de las cortes, $ablaba el refinado idioma de los c$ulos de +est, $ac!a uso de los conocimientos
adquiridos gracias a las novelas negras de la biblioteca de mi t!o, despertaba su curiosidad y su feminidad, ya
peligrosamente reprimidas por la inocencia del corte)o en su est"ril )uego con los c$icos. Consegu! demostrarle su
absoluta ignorancia en asuntos que sobrepasaban los estrec$os l!mites del programa y las lecturas escolares, consegu!
$umillarla, de)arla desamparada y en rid!culo a sus propios o)os. +ara poder tenerla durante todo el d!a ba)o el control
de mi ambigua y encantadora elocuencia, me introdu)e en su familia, y sus padres me acogieron con una ingenua
simplicidad, engaados por mi timide# $bilmente fingida y seducidos por mis buenos modales y el refinamiento que
imprim!a a mis palabras y a mis gestos.
>n d!a, durante aquel mismo invierno, cuando estuve seguro de que Vulia, al $aber perdido su personalidad en
el estruendoso infierno de mis fantas!as, estaba dispuesta a ceder ante m!, decid! dar el ltimo paso. 2igo el ltimo
paso porque no me atrevo a reconocer que aquello no fue ms que una parte de mi plan, calculado y sin
improvisacin, aquello, pues, que en el lengua)e de la religin y de la )usticia se llama premeditacin. Estbamos
escondidos en el pa)ar del seor &#abo, el padre de Vulia, y mientras Latsi .ot, el pa)e y bufn de Vulia, contaba $asta
doscientos M$onestamente, sin $acer trampa, pues para "l las palabras de Vulia eran sagradasN, tendido a su lado en la
pa)a, cuyo olor me embriagaba, declar" con descaro, mirndole a los o)os, que para m! no $ab!a secretos% llevaba unas
braguitas rosas. 0o se enfad ni $uy. +ero su rostro se encendi, invadido por unos puntitos ro)os. Luego al# $acia
RR
m! sus o)os verdes, en los que se refle)aban su sumisin y su admiracin. (e concedi este pequeo secreto y de
repente nos $allamos muy cerca el uno del otro, venciendo las enormes distancias que nos separaban $asta entonces.
Vulia, con la astucia de una verdadera mu)er, orden a Latsi1a .ot que volviera a contar, porque consideraba
que no $ab!a estado a la altura de su tarea y que $ab!a $ec$o trampa. Como, para "l, provocar la ira de Vulia
significaba merecer la gracia de su atencin M$asta tal punto ella lo ten!a en su poderN, obedeci con cierto placer
amargo, presintiendo la perfidia de sus palabras. .ras una mirada cmplice, corrimos en direcciones distintas,
temiendo la sospec$a que pod!amos levantar en los envidiosos. *olvimos a encontrarnos en la pa)a, en el mismo $oyo
que $ab!a conservado el calor de nuestros cuerpos. Vulia estaba totalmente pegada a m!, sin los guantes blancos de su
orgullo, con sus pecas, sus o)os verdes, sus tren#as del color del centeno maduro. Le di)e que le escribir!a una carta.
OJa s" lo que va a poner en esa cartaP, di)o ella sin rubori#arse. ```````````````
Llevados por la fuer#a de nuestra sensualidad reci"n despierta, asombrados y asustados por los nuevos
$ori#ontes de sentidos y conocimiento, orgullosos por el $ec$o de estar descubri"ndonos secretos el uno al otro,
confusos $asta el v"rtigo ante la anatom!a del organismo $umano y ante el secreto que nos eri#aba la piel, empe#amos
a encontrarnos cada ve# con ms frecuencia, a tocarnos como por casualidad en la estrec$a y abarrotada puerta del
aula, en el patio de recreo y en el )ard!n, en el $eno, en el pa)ar del seor &#abo, en el crepsculo. Llevados por la
tentacin, por este pecaminoso v"rtigo, nos percatamos de las maravillosas diferencias en la estructura de nuestros
cuerpos, en el olor de los repliegues de nuestros cuerposL encantados y a la ve# temerosos de este $ec$o que $asta
entonces no $ab!amos advertido claramente, sino slo presentido, nos revelbamos mutuamente nuestros secretos, nos
los expon!amos con detalle, nos los explicbamos. 0os mirbamos el uno al otro como se miran los libros
pornogrficos y los atlas de anatom!a, estableciendo ingenuas comparaciones con los animales y las plantas, como los
primeros $ombres. T,$, esas confidencias, ese secretoU Cubiertos de una pelusa dorada, como el melocotn, todav!a
desprovistos del vello oscuro de la edad adulta, estbamos frente a frente, desnudos como naran)as peladas, en un
para!so del que pronto !bamos a ser expulsados.
0uestra relacin empie#a a levantar sospec$as. Legiones enteras de esp!as nos vigilan, intentan interceptar
nuestras cartas, captar nuestras miradas secretas, conseguir pruebas, pillarnos in fra9an6i y comprometernos. Los
padres de Vulia reciben mensa)es annimos en los que se asegura que Vulia y yo somos novios, que nos $emos
prometido el uno al otro, que $emos intercambiado los anillos, que $emos bebido el uno la sangre del otro
pinc$ndonos el dedo !ndice con una plumilla. +or supuesto, no son ms que exageraciones debidas a unos celos
enfermi#os y a la envidia, fruto de la fantas!a y de una credulidad primitiva, inventos y cotilleos repetidos en las tareas
comunes del pueblo, en las largas tardes de invierno. La seora Gigo se refugia en la ninfa de su funcionalidad y de su
severidad, finge no saber nada, no percatarse de nada, pues teme las posibles consecuencias. En cuanto a nosotros,
seguimos creyendo ingenuamente que nuestras miradas son imperceptibles para los dems, que nadie se da cuenta de
nuestros roces furtivos.
Esta ingenua aventura amorosa nuestra, $inc$ada $asta el escndalo, se eleva de las estrec$as regiones
terrestres al "ter, resuena $asta el cielo y, dic$o sea sin exagerar, pasa a ser un asunto celestial, porque nuestros
pecaminosos abra#os, nuestras pupilas ardientes, la desnude# de nuestros cuerpos y de nuestros pensamientos, $an
sido vistos por el anciano de pelo cano, cornudo como un fauno, con arrugas en la frente y una barba blanca y ri#ada
como el velln de los corderos de angora, barba que $ab!amos tomado ingenuamente por nubes. Llegaba acompaado
de terribles rayos, la puerta se abr!a sola y aquello entraba en mi cuarto, su vanguardia, algo totalmente indefinido, una
vo# sin cuerpo, unos o)os centelleando en la oscuridad, unas garras tendidas $acia mi cuello. Jo gritaba aterrado%
O+ea culpa, mea maAima culpaP. Entonces se o!a una risa como un balido, ms fuerte que el trueno, y yo me
despertaba, baado en sudor, oyendo la vo# de mi madre% OCario, $as vuelto a pronunciar &u nombreP. 2espu"s mi
madre me volv!a del lado derec$o para desconectar mi cora#n del circuito el"ctrico del sueo y mis pesadillas
cesaban, porque ec$ado de este lado slo tengo sueos agradables% condu#co la bicicleta de mi t!o /tto, los radios
niquelados brillan al sol, cantan como una lira. Luego llego a un precipicio, a una enorme falla paleol!tica de la
corte#a terrestre, la bicicleta ec$a a volar, ligera como un p)aro, vuelo sin miedo, lleno de una alegr!a et"rea, luego
desciendo a un valle donde el pblico me espera como al vencedor de una gran carrera ciclista. Vulia misma coloca
sobre mi maillo6 amarillo con el emblema del equipo una corona de laurel cuyo olor siento $asta en el sueo y cuyas
$o)as son speras y duras como el bronce patinado. La bicicleta de mi t!o /tto se convert!a en mis sueos en la
deslumbrante mquina voladora de Leonardo da *inci, sobre la que, llevado por unos turbios instintos previos a la
R:
pubertad, satisfac!a mis deseos icreos. 2e d!a, la bicicleta estaba apoyada en la terra#a, cubierta de una capa de polvo,
y de ve# en cuando me daban permiso para limpiarla, para quitarle las incrustaciones de polvo o de barro. (e gustaba
contemplarla de d!a, as! de resplandeciente, niquelada% la preparaba para mis via)es nocturnos, para mis vuelos en
sueos. +asaba un pao entre los radios, como si fueran dedos, cubr!a de va$o las superficies niqueladas, como en un
espe)o, y esta bicicleta, limpia, en todo su esplendor, como un cisne, $ac!a vibrar sus radios, sonaba como un arpa.
+ero esta genial mquina voladora se convert!a de d!a, en manos de mi t!o /tto, en un polvoriento instrumento
utilitario con el que iba a 6a1sa, a Lendava e incluso a ]alaegers#eg a atender sus negocios de usura y compraventa.
Como $ab!a nacido con la rodilla i#quierda agarrotada, se ataba el pie derec$o al pedal con una correa, mientras que
su pierna i#quierda, algo ms corta y degenerada, iba a remolque de la bicicleta como un colga)o inerte. Este $ombre
solitario y taciturno que se arrastraba lentamente, silbando, recorriendo con su bicicleta los polvorientos caminos
vecinales, $umillaba profundamente ante mis o)os a aquella brillante y divina mquina voladora, no slo por ser
obviamente incapa# de apreciar sus delicadas aptitudes musicales, sino tambi"n porque accionaba el pedal con una
lentitud denigrante y sin ningn entusiasmo. ,l regresar de sus expediciones de usurero, cargaba esta mquina
voladora cristalina con ca)as de arro# o de lente)as, colocaba incluso un saco de $arina encima de la rueda trasera, y
los neumticos tra#aban en el polvo finas y torpes eses.
En la primavera de aquel mismo ao, El se me apareci por segunda ve#. @ue as!. Estaba tumbado en unos
arbustos, a la orilla del r!o, y pastaba acederas arrastrndome a cuatro patas. El olor y el color de la $ierba, la frondosa
vegetacin, despertaron en m! una parte del pante!smo y de la locura $eredados de mi padreL quer!a, como "l, sentir
con el cora#n, con los o)os, con la boca, con las entraas, que todo estaba en mi poder. .ransportado por esta lu)uria,
por este verdor, con el sabor de la acedera en la lengua y una baba verde en las comisuras de los labios, de repente
sent! germinar en mis caderas un "xtasis malsano, la misma sensacin que despertaba en m! la piel pecosa de Vulia, el
tringulo de su nuca ba)o sus tren#as, el olor de sus axilas.
Estaba de pie al borde de una nube, inclinado, amena#ante, en un equilibrio in$umano, sobre$umano, con una
aureola incandescente sobre su cabe#a. ,pareci de repente y se desvaneci con la misma celeridad y rapide# que una
estrella fuga#. &u muda advertencia me sumi en las tinieblas de la ms profunda desesperacin, al borde de la locura.
2ecid! volver al camino de la misericordia, convertirme en santo.
El seor capelln y la seora Gigo acogieron mi decisin con alegr!a y con cierta piedad conmovedora. El
seor capelln, no obstante, convoc a mi madre y le comunic que, desgraciadamente, en esas condiciones tan
dif!ciles, tal y como por entonces estaban las cosas, era imposible acceder a mi deseo de convertirme en monaguillo.
+ero en cuanto a la catequesis y las clases, estaba, por supuesto, enteramente de acuerdo, incluso se sent!a alagado y
encantado, porque consideraba que mi inter"s era excepcional y mi conocimiento del tema envidiable. (i madre
rompi a llorar de emocin. La seora Gigo se manten!a a un lado, orgullosa y conmovida $asta las lgrimas.
/bstinadamente decidido a mantenerme firme en mi determinacin, empie#o a mortificar mi cuerpo, a
flagelarme. Cada ve# que tengo ocasin, acerco la palma de la mano al fogn ardiendo o me pelli#co $asta que se me
saltan las lgrimas. Kago como si no viera las revistas ilustradas en el aseo, de)o de leer novelas polic!acas y
finalmente accedo a leer un libro que mis parientes llevan recomendndome desde $ace tiempo como nica literatura
conveniente para mi edad, .os muc7ac7os de la calle Pa1lo1 de @erenc (olnar.
El libro de mi vida, el libro que $a de)ado en m! profundas y duraderas $uellas, el libro del que $an sido
reclutados los fantasmas de mis pesadillas y de mis fantas!as, el descubrimiento que $a de)ado en la sombra al
incriminado =orario de 6ranspor6es de mi padre, el libro que se $a infiltrado en mi sangre y en mi cerebro,
gradualmente, a lo largo de los aos, entre los pecaminosos y nebulosos art!culos de las revistas ilustradas de +est,
entre El capi6$n de la campana de pla6aR .a 2ella enjauladaR El 7om2re, el ca2allo / el perroL y otros, era la Pe;ue5a
'i2lia escolar, en la edicin de &an 5stvan, Oadaptada para la )uventud escolar por el doctor Voannes (arc#ell,
1icarius 9eneralisP. Compraron este libro para m!, )unto con el Pe;ue5o ca6ecismo, en el tercer curso, a una amiga de
,na, 5lon1a *atsi, cuyo nombre estaba escrito en tinta ro)a, indeleble. Esta 6iblia era la quintaesencia de todos los
milagros, de todos los mitos y leyendas, de los grandes actos y de los $orrores, de los caballos, los e)"rcitos y los
sables, de las trompetas, de los tambores y de los gemidos. 2esgastado y sin tapas, como una fruta pelada, como un
ma#apn dulceDamargo sin su envoltorio de papel de plata, este libro empe#aba en la s"ptima pgina, in medias res,
por el pecado original% O...inmediatamente despu"s del primer pecado, los $ombres supieron que un d!a alguien
aplastar!a la cabe#a de la serpienteP. El divino laconismo de la an"cdota, esta concisa esencia de la esencia, estos
acontecimientos despo)ados $asta los $uesos, este su)eto llevado a la incandescencia, estn ilustrados por unos
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grabados donde los dioses, los santos y los mrtires se expresan con el patetismo de sus rostros. Es todo un e)"rcito de
buenos y de malos, de pecadores y de inocentes, rostros captados en aquel eterno momento que forma los caracteres o
al menos los determina, caras marcadas por sus caracteres como por un sello, como por el estigma del rebao divino al
que pertenecen. El rostro de ,dn en el instante en el que se lleva la man#ana a la boca% una secrecin de saliva m!tica,
como la del perro de +avlov, provocada por un refle)o condicionado por el )ugo agridulce de la man#anaL un rostro
encogido en una mueca lasciva. Eva, nuestra primera madre Eva, en la actitud de una seductora de pueblo que ofrece
el pan cimo de su desnude#, apoyada en el rbol, mostrando sus generosas caderas en una provocadora postura de
mu)er#uela. Con los cabellos cay"ndole $asta los tobillos como si se encontrara deba)o de una cascada, con sus
pequeos senos del todo desproporcionados respecto a sus caderas y sus muslos, recuerda a aquellos e)emplares
ideali#ados de mu)eres que ilustran los manuales de anatom!a. >n c$orro de esa oscura cascada, un ri#o de su opulenta
cabellera se desv!a bruscamente de su curso retorci"ndose como un bigote, rodea la nalga como una $iedra o un
organismo vivo y, desafiando las leyes de la gravedad, guiada por una inspiracin a la ve# divina y pecadora, cubre la
desnude# de nuestra primera madre, en cuyo f"rtil vientre asoma el ombligo, como un gran o)o de c!clope.
(e inclino $acia estos grabados, no como si presenciara la pel!cula monstruosa de la $istoria y del mito, sino
como un testigo, como en una trascendente vuelta atrs, como si asistiera a los propios acontecimientos. Consciente de
las dolorosas y prolongadas consecuencias del acto de ,dn, vuelvo a susurrar una y otra ve#, baado en sudor% OT0oU
T0oUP, porque todav!a estaba a tiempo de separar los dedos y soltar la man#anaL le guio un o)o para que se d" la
vuelta y vea lo que yo veo% la serpiente pitn encima de la cabe#a de Eva, enroscada en una rama como la $iedra. +ero
este instante eterno se prolonga, acaba y vuelve a empe#ar, y cada ve# que vuelvo la pgina me llega el soplo
perfumado del para!so MperdidoN, el aroma de las frutas del sur, me baan la clida lu# del sol y el a#ul de una cala
marina My recuerdo nuestro via)e, cuando nos detuvimos al borde del mar, que vi entonces por primera ve#N. Este
paisa)e paradis!aco del grabado, en segundo plano, esta genial obra de la inspiracin divina, como ya $e dic$o, no
representaba para m! una imagen, un cuadro de los acontecimientos, sino que era ms bien una ventana que daba a la
eternidad, un espe)o mgico. Estos grabados, estos paisa)es b!blicos, no eran ms que instantes congelados,
petrificados, de la larga $istoria del $ombre, fsiles conservados tras todos los cataclismos en este mbar amarillo
como la miel que envuelve tanto el ala de la lib"lula como el $umo de los altares, el sonido de la trompeta de Veric, el
rugido de los leones y el balido de las ove)as del para!so, el estruendo de la multitud b!blica, el rumor del mar
desencadenado, los perfumes del arrayn, de la $iguera y del limonero, las roncas voces de los profetas.
Ke sufrido en mi infancia los destinos de todos los persona)es del ,ntiguo .estamento, los pecados de los
pecadores y la )usticia de los )ustos, $e sido Ca!n y $e sido ,bel, sucesivamente, $e navegado en el arca de 0o" y me
$e a$ogado en el mar con los pecadores. ,conteci que los $ombres se multiplicaban y estaban cada ve# ms
corrompidos. 2i)o, pues, 2ios a 0o"% OKa#te un arca de madera, pues yo traigo un diluvio de aguas sobre la tierraP. El
&eor esper pacientemente durante ciento veinte aos a que los $ombres me)oraran, pero ellos no me)oraron.
Entretanto, 0o" construy el arca. Entr 0o" en el arca y con "l sus $i)os, su mu)er, y las mu)eres de sus $i)os. J
llevaron con ellos animales de cada especie, como mand 2ios a 0o". Llevaron tambi"n con ellos alimentos en
abundancia. J $ubo lluvias sobre la tierra durante cuarenta d!as y cuarenta noc$es, y fue el diluvio. J las aguas
crecieron. (s que todos los montes altos. Los $ombres y los animales perecieron. J qued solamente 0o", y los que
con "l estaban en el arca... Cuando las aguas se $ubieron secado sobre la tierra, ba) 0o" del arca y edific un altar y
Le ofreci sacrificio en el altar. El sacrificio agrad a 2ios. J Ql prometi que no $abr!a ms diluvio. 2esde aquel
momento, el arco iris fue la seal del pacto entre 2ios y el $ombre.
Geviv!a cada ve# este drama b!blico del diluvio como si $ubiese sido mi propio drama, consciente, en los
instantes de sinceridad, de que mi lugar no se $allaba en el arca, y temblaba en el rega#o de mi madre, envuelto en una
manta mo)ada por la lluvia, sobre el te)ado de alguna casa, )unto con el puado de $ombres que $ab!an sobrevivido y
que sab!an en todo momento que aqu"l era su ltimo refugio, mientras la lluvia segu!a cayendo, como en la 6iblia. Jo,
)unto con estos $ombres, ard!a en la llama del arrepentimiento, encaramado al te)ado de esta casa como en un arrecife
de coral en medio del mar, mientras a mi alrededor flotaban cadveres $inc$ados de animales y de $ombres, los
cuerpos arrugados y velludos de los ancianos, los pequeos cadveres de los reci"n nacidos, su blancura destacando
como la de un pe#. J este $ombre envuelto en un caftn, con un brillo demente en la mirada, con los bra#os al#ados al
cielo, es mi padre, profeta pecador y falso apstol. J mientras las aguas suben cent!metro a cent!metro, sin piedad,
convirtiendo todo en una inmensa nada l!quida, sobre el mar, en la oscura le)an!a, flota el arca de 0o" como un
enorme fruto del que saldrn $ombres, bestias y plantas, navega este inmenso laboratorio de la vida lleno de esperma
$umano y animal% de los espec!menes de cada especie, clasificados y marcados mediante etiquetas con inscripciones
en lat!n, como en una farmaciaL de cebollas y patatas nuevas con germinaciones recientesL de man#anas ordenadas en
ca)as de madera como en una fruter!aL de naran)as y limones que guardan en su interior un grano de lu# y de eternidadL
de p)aros en)aulados que pronto fertili#arn el aire con las menudas semillas de su canto y ennoblecern la des"rtica
desnude# del cielo con la gracia de su vuelo.
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En ese instante en el que ya $e superado en mi esp!ritu los d!as del cataclismo, cuando me $e resignado ante
mi muerte y la de mi madre, en el instante en el que comprendo que todo est concluido, que ya no sufrimos, pues ya
no somos ms que cadveres $inc$ados en el mar, de)ando por un momento de lado las tristes consecuencias que
sufrir mi alma Mme concedo, magnnimamente, el purgatorio, al menos en los momentos de mayor optimismoN,
tambi"n cono#co la alegr!a de quienes $an sobrevivido, la colombina alegr!a de los )ustos. Cuando las aguas se $an
retirado y el fondo del arca toca la tierra tras tantos d!as de errar sin rumbo en las olas, vivo las $oras estrelladas de mi
fantas!a y de la $istoria del $ombre. (i alegr!a de vivir es tan intensa que tengo ganas de gritar e intento con todas mis
fuer#as olvidar que "sta no es mi alegr!a, pero me de)o llevar, a pesar de todo, por esta ilusin, por este engao. >no
mi grito al grito de aquellos que salen del arca, sigo el victorioso vuelo de los p)aros que abandonan sus )aulas, oigo
su canto, el rugido de los leones que de)an sobre la tierra an mo)ada y resquebra)ada las $uellas de sus garras, el
sordo tamborileo de las pe#uas de los ungulados que pisotean el suelo, del que ya brotan $ierba y flores, tallos de
cebolla y de acedera, y los $igos y las naran)as, reci"n de)ados en el suelo, estallan como )ud!as $inc$adas de su savia
y de su misin.
+ero en este momento de "xtasis de mis fantas!as ms brillantes existe un descanso, el divino en6rac6e, a
medio camino entre la nada y el brotar de la vida. Este instante demirgico, lleno de la ms explosiva fertilidad, como
antes de una ereccin, es el lugar en el que se cru#an los c!rculos de la nada y el arco iris de la vida, es el instante
infinitesimal en el que unas cosas acaban y otras empie#an, es el silencio fecundo que reina sobre el mundo antes de
que los p)aros lo dispersen con sus picos y los ungulados y las fieras lo pisoteen, es el silencio postdiluviano que los
menudos incisivos de la $ierba an no $an ro!do ni los vientos $an perforado con sus trombones. Es aquel silencio
nico, irrepetible, el apogeo de su $istoria, la cima de su propia fertilidad, de la que $a de nacer el ruido del mundo.
Ja en la siguiente pgina, el silencio se dispersa a los cuatro vientos, pisoteado por las polvorientas sandalias
de los $i)os de 0o", desgarrado por el grito de los p)aros y de las bestias, el balido de los asnos b!blicos, los clamores
de la )usticia y del crimen, los gritos de las numerosas madres b!blicas parturientas, entre las que no $ab!a ni una
est"ril. &us entraas se abr!an con la misma frecuencia que la puerta de un colegio para dar a lu# racimos de vigorosos
descendientes de 0o", mofletudos y torpes, que apenas acababan de cortar con los dientes su cordn umbilical,
agitados por esta prisa $istrica, ya estaban reproduci"ndose como moscas, e incluso ms frecuentemente, como
bacilos, por simple divisin, como los organismos primitivos, apresurndose a cumplir su gran funcin mesinica.
Luego crecieron, como encarnaciones de ideas divinas, como persona)es caracter!sticos de una gran farsa en la que los
protagonistas tienen un papel determinado de antemano% los orgullosos el del orgullo, los modestos el de la modestiaL
y los criminales y parricidas nac!an con una nava)a en la cintura. ,l#aban al cielo sus orgullosas miradas de +rometeo,
olvidaban la merced que se les $ab!a concedido y edificaban altas torres desafiando la voluntad de 2ios%
OConstruymonos una torre cuyo tec$o alcance las nubes y d"mosle gloria a nuestro nombreP. Entonces aparece un
en)ambre de ngeles que descienden en un vuelo rpido $asta detenerse por encima de sus cabe#as, y con un nico
gesto de la mano siembran la confusin en su idioma, y estas tropas de millones de constructores agitan absurdamente
los bra#os, balbuceando s!labas sin sentido, palabras )ams o!das $asta entonces, se desmayan de espanto y caen de lo
alto de la torre, que se derrumba en medio de esta confusin universal y apocal!ptica de los idiomas, de los conceptos
y de las palabras.
En la pgina quince, el diluvio ya no es ms que un le)ano recuerdo m!tico y la leccin de la torre de 6abel es
un legado utilitario, arquitectnico y urban!stico% las casas y las torres se edifican sin ninguna pretensin divina,
destinadas a un uso $umano, terrestre, ba)as, algunas veces con dos pisos. J es en estas casitas ba)as donde viven los
descendientes de 0o" y de ,bra$am, numerosos como $ormigas, legiones enteras de $ombres barbudos, curtidos por
el sol, velludos como ove)as, $abladores como urracas, pere#osos y suciosL montones de borrac$os que, entre todos los
atributos divinos de los )ustos, no $an conservado ms que la virilidad, su b!blica fertilidad de toros, y $an
desarrollado esta aptitud, la $an erigido en principio, convertido en vicio% se abalan#an sobre las mu)eres y derraman
con abundancia su viscosa fecundidad, mientras que ellas, constantemente embara#adas, dan a lu# a futuros pecadores,
en racimos, como las $uevas de los peces.
Conoci"ndome, consciente de mi corrupcin, de mis pecaminosos actos y pensamientos, sabiendo que la
curiosidad era el rasgo fundamental de mi carcter, esta curiosidad prxima al pecado que era el pecado mismo, al
menos en mi caso, por supuesto, sufr!a terribles crisis a las puertas de &odoma. En el falso papel del )usto, me atribu!a
el de la mu)er de Lot$, porque su acto me parec!a el ms $umano, el ms vil y, por lo tanto, el ms prximo a m!.
*encido por la curiosidad, atra!do por el maravilloso y terror!fico espectculo del incendio y de la catstrofe, cuando
las casas se derrumbaban y las torres ca!an como domins, mientras el clamor de los $ombres se elevaba $asta el
cielo, mi curiosidadEexcitada $asta explotar y exasperada por la amena#a divinaEse convert!a de repente en mi
nica y todopoderosa caracter!stica, a$ogaba en m! lo ra#onable y el temor, me transformaba en una d"bil mu)er,
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incapa# de resistir a su curiosidad femenina, y entonces me daba la vuelta, como movido por la fuer#a centr!fuga
concentrada de mi curiosidad, que me $ab!a traspasado como una espada y $ab!a pasado a ser mi e)e.
J cuando mis $ermanos me vendieron en Egipto, permanec! resignado entre los rudos y curtidos comerciantes
de esclavos, rebosante de la apacible alegr!a del mrtir, consciente de estar cumpliendo mi papel de )usto y de v!ctima.
El bullicio de las ferias egipcias, los negros, los rabes, los )ud!os, los mulatos y las mulatas, el sonido y el rumor de
idiomas desconocidos, los aromas de las frutas exticas, el polvo del desierto, las caravanas de camellos, los rostros de
los beduinos curtidos por el sol, el aspecto y los colores de otros climas, la aventura del inminente via)e a trav"s de la
arena del desierto en compa!a de esclavos, todo ello no era ms que el decorado divino de mi destino divino, una
compensacin a todos los sufrimientos, el primer acto de mi drama b!blico.
En la pgina veintisiete mi papel de Vos" ya $a concluido, ya $a recibido pleno reconocimiento, un ma)estuoso
7app/ end acompaado de trompetas y c$arangaL la arena del desierto se $a vuelto a posar y el bullicio de las ferias
egipcias se $a calmado desde $ace tiempo. &in embargo, me $a tocado un nuevo papel en la farsa b!blica, muy pasivo,
secundario si quieren, incluso insignificante, el papel de (ois"s, y experimento ciertamente mi ms prodigiosa
metamorfosis, una especie de vuelta atrs casi antroposfica a mi ms tierna infanciaL pero, por supuesto, vuelvo a
convertirme, inevitablemente, en una v!ctima, la ms inocente del mundo, la v!ctima de las v!ctimas Mcomo mi padreN%
uno de los nios varones de 5srael tirados a las aguas del 0ilo por el decreto de un rey despiadado y todopoderoso.
+ero yo soy, como siempre, una feli# excepcin, el mortal que escapar de la muerte, el perdido al que encontrarn, el
inmolado que resucitar. ,s! pues, mi madre me coloca en una cesta de mimbre cubierta de alquitrn, luego me
abandona en la orilla del 0ilo, y como si interpretara un papel insignificante pero digno, me convierto en $u"rfano de
padre y madre, en un enfan6-6rou1< divino. En este luminoso mediod!a, a orillas del 0ilo, a la sombra de las palmeras
agitadas por el viento, cuando la $i)a del faran, una belle#a morena, seguida por sus doncellas, oye mi llanto,
experimento un "xtasis malsano y pecaminoso, totalmente fuera del marco de mi sublime papel. /lvido mi condicin
de reci"n nacido, y de todas las sensaciones de esta vida, $umanas y divinas, lo mximo que puedo llegar a sentir es el
efecto esc"nico del sol, que de pronto me deslumbra, en el momento en que la $i)a del faran levanta la tapa de mi
cestaDcuna de mimbre en la que esperaba cumplir con mi papel, interpretando otro, secundario, consistente en berrear
lo ms fuertemente posible para llamar la atencin de los paseantes reales. +ero para m! todo esto carece de
importancia. Extremadamente sensible a todos los temas en los que aparecen emperadores y reyes, delfines y
#arevic$es, pr!ncipes y cortesanos, as! como sus pare)as femeninas, sobre todo ellas, y tambi"n sensible al sonido de
los pa!ses exticos en los que en la mayor!a de los casos ocurren estas $istorias de reyes, a las Espaas, C$inas y
Egiptos, vivo de una forma casi ertica este momento dramtico en el que la bella $i)a del faran me abra#a,
conmovida por la piedad que le provoca mi llanto, y en el que Men el grabadoN sus grciles doncellas empie#an a
entonar con sus liras y lades un fondo esc"nico lacrimoso. MEsta sensibilidad $acia los temas monrquicos la $ab!a
$eredado de mi madreL en los grandiosos dramas que ella $ab!a le!do los protagonistas eran reyes, pr!ncipes y
princesas, mientras que los dems mortales ten!an que contentarse con su papel de figurantes, masa annima entre la
que slo algunos, la mayor!a de las veces una $ermosa gitana o un guapo gitano, consegu!an un papel de mayor
relevancia, $ec$o del que nac!a la trama dramtica de los cuentos de mi madre. +orque mi madre $ab!a sufrido en su
)uventud la enorme influencia de El >l6imo a2encerraje de C$ateaubriand, traducido por el rey 0icols 5 +etrovic, y
esta influencia $a permanecido en ella, indeleble y constante, $asta el final de sus d!asN. En mi opinin, el 7app/ end y
la conclusin de este drama mosaico se sita precisamente a$!, en ese encuentro, y este drama no sigue
desarrollndose, permanece petrificado en este momento eterno de una calurosa tarde egipcia, en el momento que para
m! es, al mismo tiempo, el paroxismo del dramaL el futuro destino de (ois"s ya no me interesa en absoluto, a
continuacin slo vienen bi#antinismos impresos en nomparell y al margen de la trama% la retirada del corte)o real, el
canto de las doncellas, el contoneo r!tmico de sus caderas ba)o sus tnicas multicolores, el son de los instrumentos de
cuerda.
El verdadero final de todo no est representado en el grabado. 2igo el verdadero final, porque es realmente un
fin irrevocable y terror!fico, un cataclismo repentino e inesperado de todo lo vivo, aunque an estamos en la pgina
treinta y tres. +ero como ya $e dic$o, "ste es realmente el verdadero final% el m!o, el de mi libro Mya no puedo seguir
leyendoN y el de este prrafo b!blico. La muerte sobreviene del todo inesperada, interrumpe mi lectura, corta el $ilo de
mi fantas!a con las ti)eras de las tinieblas, y estas tinieblas, esta $orrible oscuridadEfuera del alcance de la fuer#a y el
dominio del grabador inspirado, que renuncia ante este gran tema apocal!pticoEse refle)a en la genialidad pintoresca
del texto y del estilo, en el que se desvanece paulatinamente el sentido para ceder su lugar al divino poder de las
palabras desnudas, a la excitacin neurtica de la cursiva, que sustituye a$ora a las curvas y los arabescos del grabadoL
y estos llamativos caracteres en cursiva caen como un clamor en la rigide# escolstica de la letra pequea, se
desprenden del orden establecido de las cosas, se rompen en una fiebre interior, se consumen, rebeldes y anrquicos,
proclives a la exageracin y a los excesos, pero retenidos por las apretadas filas de la leal letra pequea a la que se
:=
unen para formar la +alabra divina, llevada por la loca idea prometeica de expresarse, de decir su palabra incluso sobre
aquello que no puede ser dic$o, sobre aquello a lo que $a renunciado $asta el genial grabador% el @in.
Lo que llamo fin es sencillamente mi conviccin escatolgica de que mi fin es el final de todo, porque a$ora
me atribuyo un ltimo papel, el del primog"nito Ma pesar de que mi $ermana ,na sea mayor que yoN, el primog"nito
que va a ser asesinado por el divino ngel exterminador, porque me complace enormemente morir por la mano del
ngel, y muero pues como mrtir de la $umanidad, como v!ctima de v!ctimas, de una muerte decuplicada, porque una
muerte como "sta es Mcon todoN la que me)or conviene a mis fantas!as, porque da fe de mi rebelin, de mi fuer#a y de
mi perseveranciaL una muerte como "sta sacia mi sed de conocimiento Men realidad intilN $asta en la muerte. +ero
cedamos me)or la palabra al Libro, y que se cumpla la +alabra% O(ois"s y ,arn volvieron a aparecer ante el faran.
+ero en vano convirtieron el palo en serpiente para demostrar el origen divino de su misin% el faran no les escuc$.
Entonces 2ios castig a Egipto infligi"ndole die# terribles desgracias% -N El agua del 0ilo se convirti en sangreL 3N
los sapos lo plagaron todo, incluso las casasL ;N nubes de mosquitos y 9N moscas venenosas atormentaron a $ombres y
animalesL RN las reses fueron atacadas por una epi#ootiaL :N los $ombres y los animales se cubrieron de llagasL 8N una
lluvia de sangre destruy las cosec$asL 4N mir!adas de saltamontes devastaron lo que qued de las cosec$asL 7N
profundas tinieblas reinaron en Egipto durante tres d!asL -=N $acia la medianoc$e, el divino ngel exterminador vol
por el cielo y degoll a todos los primog"nitos. Entonces se al#aron por todas partes llantos y gemidos, pues no qued
casa en la que no $ubiera muertosP.
0o vamos a relatar una a una las tristes consecuencias de esta comedia divina iniciada con una intriga pueril y,
a primera vista, anodina. 0os limitaremos a lo esencial.
Con el pretexto y la vil acusacin de $aberme apropiado de las acuarelas de Vulia, con lo que no pretend!an
ms que comprometer nuestra relacin amorosa, sus padres me $icieron saber un d!a que ya no quer!an que siguiera
visitndoles. O0o $a pasado nadie ms que t por aqu! en los ltimos d!as, seoritoP, me di)o el seor &#abo, Oy estas
acuarelas estaban aqu!, en este preciso lugar, y nadie las $a tocadoP. (is )uramentos y mi elocuente defensa no
consiguieron conmoverlo. ,l l!mite de la afliccin $ist"rica, declaro que voy a ir con la )usticia $asta el final, que voy
a desenmascarar a los infames calumniadores que estn detrs de todo esto y que voy a obligarles a confesar. 0o
escaparn a un castigo )usto.
+ero esto no es ms que el principio de todas las desgracias que se abaten sobre m!. (i $ermana recibe una
denuncia annima en la que se describe lo !ntima que es nuestra relacin con desconcertantes exageraciones
Mrecono#co, a pesar de $aber cambiado su letra, la enfermi#a imaginacin de Latsi1a .otN. Esta vil denuncia contiene
tambi"n la amena#a de que si yo no renuncio a Vulia, ser" asesinado en una emboscada, cosa que en condiciones
normales me $ubiese $ec$o re!r, porque Latsi .ot es la encarnacin de la cobard!a. ,sustada por esta amena#a, ,na le
ensea la carta a mi madre, que a su ve# se sume en una profunda desesperacin, temerosa por mi vida y conmovida
por mi corrupcin. +or supuesto, a pesar del deseo de aliviar mi alma, mi confesin no va ms all de lo siguiente Mque
no es ms que una burda mentiraN% Vulia y yo nos escondimos )untos en el pa)ar del seor &#abo, en el mismo nido.
Eso es todo. Lo dems no es sino fruto de una imaginacin enferma y celosa. &!, )uro por su vida, por la vida de mi
madre, que nuestra relacin no $a pasado ni un mil!metro del l!mite de lo permitido y de lo decente... (i madre, a
pesar de sus dudas, me promete no mencionar esta aventura a nuestro padre, que por aquella "poca $ab!a ca!do en su
apacible depresin previa a la primavera...
El polvo de oro del tiempo empie#a a caer lentamente sobre este suceso. Las acuarelas de Vulia aparecen en el
bolsillo de su delantal, en el que $ab!an yacido $asta entonces como una docena de muestras de botones, como los
lacres multicolores puestos sobre los documentos de mi acusacin, que, al contacto con la lu#, se $an partido solos,
librndome de toda sospec$a...
El d!a de .odos los &antos, Vulia $ace en la capilla su primera comunin, y, lavada de sus pecados, como si
acabara de salir de un bao caliente, abandona la capilla vestida de blanco, con un pequeo rosario de ncar en las
manos, las tren#as recogidas en lo alto de la cabe#a, las me)illas ro)as por la vergon#osa confesin que acaba de
$acerle al seor cura. HLe $abr contado el desarrollo de los acontecimientos, la me#quindad de mis maquinaciones y
su participacin en ellasI HLe $abr dic$o el nombre del seductorI
Excepcionalmente sensible a la decoracin y a la puesta en escena de los ritos litrgicos, al taido de las
campanas y al olor del incienso, estaba arrodillado con los dems nios en el umbral del para!so, y, por un momento,
igualado a ellos, al menos aparentemente, pero no obstante distinto, marcado con un estigma que me quemaba la
:-
frente, porque este ltimo escalnEentre el reclinatorio y la sacrist!aE nunca lo podr" cru#ar. 2e todos modos, slo
$ab!a llegado $asta all! por la merced del seor cura, que me $ab!a permitido asistir a la ceremonia de la Eucarist!a
mientras nuestra clase, como un rebao de ove)as sarnosas, entraba en el 7ammam divino para salir enseguida lavada e
inmaculada, de)ando tras de s! la reta$ila de sus pecados, como un pestilente montn de pus. Estoy sentado, abrumado
por el terrible peso de mis pecados, arrodillado sobre el fr!o cemento como un mrtir, como una ove)a constipada, y
sobre mi alma constipada de pecados gotea, como si fuera vitriolo, el pecado de la envidia que siento de mis
compaeros cuando salen de la sacrist!a con el rostro iluminado, la piel de las me)illas reluciente y fresca como
despu"s de una purga. &lo la solemnidad del momento me impide prorrumpir en sollo#os y convertir mi
desesperacin en una confesin pblica ante los o)os de todo el rebao, ante mis compaeros de clase y sus padres,
para ganarme la atencin y la compasin de todos y darme mayor importanciaL pero al mismo tiempo, no me atrevo a
ex$ibir mi tia, de todos modos evidente.
Las solemnes palabras de la liturgia caen como gotas Edesde el Ad !eum $asta el Gloria (i2iEcon su lat!n
divino e incomprensible, quedando interrumpidas por el denso silencio de las pausas a dos tiempos, seme)antes a los
espacios blancos que separan los prrafosL estas sublimes palabras se desgranan seguidas por los s!ncopes de la
campanilla de plata sostenida por el monaguillo, el dilogo sagrado se desarrollaLP/rie eleison, C7ris6e eleisonE
como una rima divina a partir de palabras $umanas. Jo sigo arrodillado en el suelo, en la nave de la iglesia,
embriagado $asta el v"rtigo por el olor del incienso, que, en este fest!n del alma, evoca la pa# de los bosques de
coniferas, el olor de los pinos y de la resinaL y enfrente de m!, coronando la nave de la iglesia, sobresaliendo por
encima de los cirios que arden palpitantes, llamea, como un fuego artificial multicolor, el rosetn de la iglesia,
parecido a una bara)a abierta, con sus reyes, sus damas y sus valets. La seora Gigo est sentada ante el rgano% con la
cabe#a ec$ada $acia atrs, los o)os entornados, recorre el teclado con sus dedos, por un momento asombrosamente
re)uvenecida, con su vestido oscuro de cuello blanco y sus largas pestaas con las puntas iluminadas por un brillo
violeta. Extrae de este rgano negro, lacado como una antigua carro#a, toda una gama de suspiros en tono menor,
a$ogados o sonoros, mientras con los pies aprieta los pedales, como si condu)era en sueos una bicicleta por un
camino anc$o y llano.
En nuestro nuevo decorado, el comportamiento de mi padre se $ab!a alterado levemente. 2igo levemente
porque este cambio $ab!a sido provocado ms por el medio, por el paisa)e, que por una modificacin profunda de su
carcter. Jo, sencillamente, no $ab!a tenido $asta entonces ocasin de observar a mi padre, y mi inter"s en este sentido
se $ab!a visto per)udicado por sus continuas ausencias, por lo que llamar!a su sabota)e consciente de mi curiosidad de
Edipo. +ues Hqui"n osar!a afirmar que mi padre no evitaba a propsito cualquier forma de manifestacin privada, que
no escond!a a propsito su personalidad detrs de una mscara, limitndose a mostrarse de ve# en cuando como
escritor, )ugador de a)edre#, apstol o pies planosI , decir verdad, ante m! siempre representaba un papel indigno,
carec!a de valor suficiente para descubrir su verdadero rostro, as! que cambiaba constantemente de mscara, se
escond!a detrs de tal o cual papel, siempre pat"tico y perdido, escondido en el laberinto urbano, confundido con los
dems sombreros ba)os y c$isteras, pues gracias a este mimetismo quedaba protegido de mi mirada.
,l llegar al pueblo, mi padre ya no tuvo la posibilidad de esconderse. 2e repente, en primavera, en el
paroxismo de sus org!as, pude verlo en sus verdaderas dimensiones% volv!a por el talud que bordeaba la crecida del r!o,
volv!a de repente, tras seis d!as de ausencia, cuando ya estbamos pensando que se $ab!a perdido en el 6osque del
Conde o que se $ab!a escapado, guiado por su estrella. En aquel momento, mientras caminaba por el talud con su capa
negra, al#ando su bastn y tambalendose como el mstil de un barco, con su cuello posti#o ya amarillento y sus gafas
de montura metlica, la mirada perdida en el vac!o, en aquel momento mi padre entr en el paisa)e como en el marco
de un cuadro y qued completamente desmitificado. En su intento de pasar inadvertido, pues debi de verme desde
le)os, escondi su sombrero de ala dura ba)o el bra#o y trat de pasar desapercibido ante mis o)os. La escena fue, en
verdad, c$ocante. &in sombrero, desprovisto de esta digna corona de Vess, con sus cabellos cenicientos peinados con
raya en medio, con sus torpes pies planos, quedaba despo)ado de toda su grande#a, insignificante. 0o me atrev! a
llamarlo. El r!o $ab!a crecido con las lluvias primaverales y tem! despertarlo de su sueo sonmbulo, real o fingido, y
provocarle una ca!da fatal. +refer! apartarme y de)arlo pasar a mi lado. (e ro# literalmente con los pliegues
ondeantes de su capa, me inund con su olor a tabaco, a alco$ol y a or!n, pero su rostro permaneci perfectamente
impasible. En este desnudo cuadro de la naturale#a, en este marco $ec$o de lminas de madera reci"n cortada y sin
cepillar, lo que ms destacaba era su rostro, su ma)estuosa nari#, )aspeada de ro)o y a#ul como el papel secante.
+rivado del marco barroco de los portales de la ciudad y de las entradas luminosas de los grandes $oteles de provincia,
aparec!a a$ora en su verdadera dimensin y perd!a todo el poder de su mimetismo. +ues estaba ms all de sus fuer#as
ponerse a interpretar, "l, el as del a)edre#, el escritor, el gran via)ero y apstol, el papel de un campesino o de un
leador. +or supuesto, todo esto no se deb!a slo a su orgullo Mcomo pretend!a $acernos creerN, sino tambi"n a una total
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incapacidad f!sicaL si no, qui"n sabe, qui#s se $ubiese vestido de campesino y $ubiese seguido escondi"ndose. Geci"n
privado, en un acto oficial, de su grado de inspector )efe del ferrocarril, con las consecuencias financieras que eso
supon!a, $ab!a encontrado un excelente pretexto para sus org!as y se abandon por completo al alco$ol, difundiendo
por los pueblos unas ideas anarquistas y cantando de ve# en cuando .a In6ernacional. +ronto se $i#o c"lebre en todo
el municipio como peligroso anarquista revolucionario, poeta y neurast"nico, pero tambi"n era respetado en ciertos
c!rculos por su vestimenta, su capa, su bastn y su sombrero, por sus delirantes y elocuentes soliloquios, as! como por
su vo# penetrante, que inspiraba respeto. 'o#aba de una notoriedad particular entre las $osteleras, que consegu!an
inspirarle con su mera aparicin y que tiraban del $ilo de oro de sus arrebatos l!ricos y de su sentido de la galanter!a.
'racias a estas musas de su fantas!a, que parpadeaban detrs de la barra sin entender ni sus palabras ni sus poemas,
consigui preservar su integridad y salvar su piel, pues ellas, estas musas de su elocuencia, rellenas y buclicas, lo
proteg!an ante la polic!a, le abr!an puertas secretas y lo defend!an de los gamberros del pueblo, cuya fama de
bebedores y de )uerguistas pon!a en peligro, relegndolos a un segundo plano. &ubido a una mesa, dominando a todo
el mundo, como el monumento a un gran orador y demagogo, tomaba un trago de vino de un vaso a)eno, lo escup!a
bruscamente al suelo, luego, con los o)os entornados como si tratara de recordar, determinaba la edad del vino, el
grado de alco$ol, la especie de la cepa y su exposicin al sol, en la solana o en la umbr!a, as! como la regin de origen.
El efecto siempre era fantstico. &ospec$ando una complicidad entre mi padre y sus cal!opes y euterpes, los
campesinos tra!an sus propias botellas en sus bolsillos, con la intencin de desenmascararlo y comprometerlo. +ero "l
escup!a el vino ms deprisa que de costumbre, con una expresin de clera divina en la cara, como un mago al que
examinaran la manga en el momento en que traspasa su cora#n con un afilado sable de acero. OCaballerosP, dec!a
entonces, Oni el ltimo de los aprendices se $ubiese de)ado engaar por vuestras me#quinas maquinaciones. (e $ab"is
querido colar, seores, un falso .o1ai de Lendava como a un c$aval una moneda falsa. La presencia de esta damaP, y
mi padre indicaba entonces con la cabe#a a la seora Clara, que desde el momento en que mi padre $ab!a entrado en el
caf" se $ab!a situado en el puente de mando, su)etando la palanca del surtidor de cerve#a como si fuera la rueda del
timn de un barco que levantara la espuma de las olas, Ola presencia de esta dama, digo, me impide escupir este vino a
la cara de vuestra sospec$a y abdicar ante vuestras insinuaciones, poniendo con ello fin a este ambiente de feria y al
receloso ra#onamiento con el que degradis todo lo sublime... Empe#ar" por referirme a aspectos generales, para
suscitar ms an vuestras miserables sospec$as y poner vuestra ignorancia an ms en evidencia en el momento, en
este gran momento de vergSen#a, en el que os dir" de qu" se compone el alma de este vino, su falso brillo, su
mimetismo barato, y en el que desplegar" ante vuestras narices la rosa artificial de su color berme)o, la serpentina de
su tono rosado, el falso maquilla)e de sus labios que acabo de ro#ar, quedndome, seores, asombrado por el grado de
refinamiento con el que pretenden imitar la verdadera embriague# y el ardor virginal del .o1ai...P.
Esto no era ms que el primer acto de la comedia que mi padre representaba por las noc$es en los bares de los
pueblos, una pequea parte de su extenso programa, en el que introduc!a todo el ardor de su delirante inspiracin, todo
su genio, toda su desbordante elocuencia y su enorme y variada erudicin. &e pon!a a cantar slo cuando lo
provocaban y daba la impresin de que no cantaba ms que para $umillar a los gamberros del pueblo. Entonaba de
repente una cancin, con tal !mpetu que los vasos que estaban encima de la barra y de las vitrinas empe#aban a
temblar, mientras que los cantantes enmudec!an, sin atreverse a acompaarlo, para no $acer el rid!culo delante de las
damas y del pblico. (i padre pose!a un amplio repertorio de roman#as sentimentales, antiguas baladas y barcarolas,
coplas, canciones alegres y c#ardas, arias de opereta y de pera, a las que a veces aad!a recitaciones dramticas, pero
en su interpretacin el carcter sentimental de las letras y de la melod!a adquir!an una especie de pure#a en tono
mayor, y el dulce de)e se cristali#aba en la copa de plata de su vo#, se volv!a frgil y sonoro. En su lagrimosa y
tr"mula forma fin de siScle de interpretar las canciones, introduc!a nuevos matices, la depuraba de su falsa ternura
2iedermeier y de su reserva puritana, cantaba sin quiebros, con toda la fuer#a de sus pulmones, con virilidad, aunque
no sin calide#. Esto se deb!a, sin duda y ante todo, a su vo#, a su timbre, en el que no cab!an los pequeos floreos
l!ricos, sino que ca!a en grandes cascadas, levemente quebrada, como el taido del corno ingl"s.
El tercer acto de las largas giras de mi padre, que duraban d!as y semanas enteras, como los espectculos
isabelinos, terminaba tristemente, como una tragicomedia. (i padre se despertaba en alguna #an)a en los alrededores
de algn pueblo, lleno de cardenales de origen totalmente desconocido, cubierto de barro, con los pantalones mo)ados
y salpicados de vmito, sin un c"ntimo en el bolsillo, sin un cigarrillo, con una infernal sensacin de sed en las
entraas y con un irresistible instinto suicida en el alma. Como un vie)o +ierrot, recog!a del barro sus tristes
pertenencias, su bastn, su sombrero, sus gafas, luego intentaba encontrar en el bolsillo al menos una colilla, la ltima
de su vida, para tratar de establecer el triste balance de sus noc$es y de su existencia, sumando de aba)o arriba.
5ncapa#, siquiera, de recordar el origen y la antigSedad de los cardenales que descubr!a en su cuerpo, pretend!a
descifrar los nmeros, inscritos por su propia mano, en una ca)etilla vac!a de &ymp$onia. Esta espesa columna de
cifras, tras $aber sufrido las consecuencias de todas las operaciones elementales, se erig!a ante "l como un monumento
egipcio cubierto de )erogl!ficos de su propio puo y letra, cifras cuyo significado $ab!a olvidado por completo.
:;
J $e aqu!, finalmente, a mi padre, fuera del marco del drama y de la farsa de la que $a sido autor, director y
protagonista, $elo aqu! fuera de todo papel, simple mortal, famoso cantante sin el rgano de su vo#, sin el patetismo de
sus gestos, genio dormido, olvidado de sus musas y sus diosas, payaso sin mscara y sin falsa nari#, mientras su capa
y sus pertenencias, ya c"lebres, yacen sobre una silla% su duro cuello posti#o, amarillento como un vie)o )uego de
domin, su corbata negra con un gran nudo bo$emio, como el de los camareros. En la $abitacin, un olor cido a
vapores de alco$ol, a excrementos y a tabaco. &obre la silla, al lado de la cama, un gran cenicero de esmalte con la
inscripcin &J(+K/05,. >na tabaquera de plata ennegrecida. Cerillas. >n aparatoso relo) de bolsillo con la clsica
esfera y cifras romanas mide un tiempo m!tico y transmite sus vibraciones al contrac$apado. 2etrs de su capa, tirada
sobre la silla, detrs de esta cortina negra que esconde las banales reliquias del c"lebre artista, sube un $ilo de $umo,
a#ul, recto, que acaba retorci"ndose como un sacacorc$os. ,unque pare#ca llevar muc$o tiempo muerto, en el
cenicero an se consume un cigarrillo &ymp$onia. La columna vertebral de la ceni#a se descompone poco a poco.
H+ero dnde est el famoso sombrero, por favorI
+ues, en su sombrero, que yace sobre la mesa como un florero negro, se descompone un 1ilo de ao)o que $a
comprado $ace seis d!as en 6a1sa y que $a llevado en dic$o sombrero de un bar a otro, apretndolo ba)o el bra#o.
Kace ya seis d!as. J alrededor de esta carne, como por encima de una carroa, un en)ambre de moscas y un #ngano,
cuyo #umbido seme)a un repiqueteo le)ano, muy le)ano, de campanas.
.umbado de este modo, la barbilla al#ada, medio muerto, las mand!bulas rela)adas, el labio inferior colgando,
la nue# $undida emitiendo un gorgoteo de consonantes pospalatales, pega)osas y aspiradas, mi padre inspiraba
compasin. 2esprovisto de los s!mbolos de su dignidad, su cetroDbastn y su coronaDc$istera, sin sus gafas y su
austera mscara de severidad y meditacin, su rostro mostraba al descubierto la anatom!a de su piel, los capilares y las
espinillas de su viril y prominente nari#, el mapa f!sico de sus arrugas, que yo $asta aquel momento cre!a que no eran
ms que una careta de mrtir y de apstol. 2e $ec$o, se trataba de una dura y spera corte#a, picada y grasienta, como
de maquilla)e, )aspeada de finos capilares morados. &us o)eras estaban flccidas e $inc$adas como ampollas en las que
borbotea la linfa. &u mano, su mano embalsamada, colgaba de la cama, como un guardin dormido, y $ac!a la $igaL la
ltima perfidia que mi padre pod!a $aber imaginado% $acerle la $iga a todo el mundo y a los sueos, en los que ya no
cre!a.
,l d!a siguiente, al volver en s!, pero an con resaca y una sed infernal que calmaba con agua como si fuera un
incendio, se esfor#aba en recuperar su dignidad y se arreglaba la corbata delante del espe)o con gestos bruscos, como
quien se coloca una dentadura posti#a. &e iba sin decir una palabra, siguiendo con su genial soliloquio, y regresaba
tarde, ya por la noc$e, sin que supi"ramos dnde $ab!a estado. (s tarde, los campesinos y los pastores nos tra!an
noticias suyas, afirmando $aberlo visto en medio del 6osque del Conde, a unos die# 1ilmetros del pueblo, o incluso
en el territorio de otro municipio. 0o volv!a a casa ms que para afeitarse, cambiar de cuello posti#o o dormir, pero no
$ablaba con nadie y se negaba a comer, temiendo que lo fu"ramos a envenenar. &e alimentaba de setas del bosque, de
acedera y de man#anas silvestres y sorb!a $uevos de p)aro que robaba de los nidos con el garfio de su bastn. Luego,
en verano, lo descubr!amos aqu! o all por los campos, de improviso% su c$istera negra aparec!a entre el trigo ardiente,
sus gafas brillaban al sol. Caminaba pensativo por los campos, al#ando muc$o su bastn, con paso de sonmbulo,
buscando su estrella perdida entre los girasoles, y la acababa encontrando en los lindes de la plantacin% cosida en su
capa negra y grasienta.
Los solitarios paseos de mi padre acabaron, inevitablemente, por levantar las sospec$as de los campesinos y
de las autoridades locales. 2e acuerdo con la gendarmer!a y con el visto bueno del alcalde y de las autoridades
eclesisticas, la guardia civil popular y las organi#aciones )uveniles MfascistasN del pueblo se encargaron de la penosa
tarea de aclarar la misin secreta de mi padre, el sentido de su vagar y de sus mentiras. Empe#aron, pues, a espiarlo, a
escuc$ar a escondidas sus soliloquios y a redactar informes, muc$as veces exagerados y malintencionados,
construidos a partir de parrafadas sonmbulas que sal!an de la boca de mi padre y, distorsionadas por el viento y las
corrientes a"reas, llegaban a o!dos de los soplones, fuera de su contexto y desprovistas de toda verosimilitud. +orque
no cabe duda de que los soliloquios de mi padre eran genialesL al igual que los libros prof"ticos, eran parbolas
apocal!pticas, llenas de pesimismoL eran un interminable cantar de cantares, denso y elocuente, una )eremiada
inspirada e inimitable, fruto de su larga experiencia, fruto del insomnio y de la concentracin, el fruto pesado y
demasiado maduro de su iluminada y brillante conciencia en el paroxismo de su poder. Eran plegarias y maldiciones
de un titn que se $ab!a opuesto a los dioses, salmos pante!stas Men cuyo origen se $allaba, sin duda, el spino#ismo% la
"tica y la est"tica de mi padreNL sin embargo, no $ay que pensar que esta creacin oral suya, que manaba de la $istoria
antigua, de los tiempos b!blicos de las tribus sem!ticas, carec!a de sus cadencias l!ricas y que, como pod!a parecer en
un primer momento, se reduc!a a una rida variante spino#ista de la filosof!a sem!tica. 2e ningn modo. En este
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contacto directo con la naturale#a, entre el enca)e de los $elec$os y las espinas de las coniferas, en medio del olor a
resina y el canto de los mirlos y las orop"ndolas, la filosof!a de mi padre sufri una extraordinaria metamorfosis.
&obre todo en comparacin con los principios y el estilo de su famoso =orario de 6ranspor6es de -7 ; 7, que, sin
embargo, sigue siendo la obra fundamental y, por desgracia, la nica para el estudio de su pante!smo. &u filosof!a
empe# a perder su fr!a racionalidad, la argumentacin se fue reduciendo, paulatinamente, a argumentos l!ricos, no
menos poderosos, pero ms accesibles, ms lcidos y seguros. &e des$i#o del balasto de los pesados materiales
eruditos, del aparato cient!fico, de la ant!tesis a la tesis, de la tesis a la pruebaL se $i#o ligero, casi imperceptible,
ennoblecido por el olor de la resina del bosque, y el ;uod era6 demons6randum aparec!a en el momento y lugar
propicios, como cae una bellota del roble, mientras que las verdades falsas e insuficientemente demostrables se
secaban como ramas y ca!an con estruendo, llamando al buen sentido y a la medida. (i padre representaba, en
realidad, la variante moderna de los ermitaos pante!stas y de los filsofos errantes, un persona)e del tipo de ]oroastro
pero consciente en todo momento de las exigencias de la "poca, situado en el espacio con una seguridad absoluta, sin
perder ni por un instante el norte% de a$! el apego de mi padre $acia la capa y la c$istera Mel tiempo de los ermitaos
$arapientos $ab!a pasado irremediablementeN. +or esta ra#n le daba tanta importancia a su relo) con nmeros
romanos en su esfera% "ste le indicaba la $ora exacta, borraba la diferencia entre el ao f!sico y el del calendario y,
adems, le serv!a de prueba y le recordaba que no deb!a entregarse a una filosof!a supratemporal y extratemporal que
no tuviese en cuenta los problemas actuales de la "poca.
Contrariamente a todas las expectativas, era la 5glesia la que mayores sospec$as alentaba respecto a mi padre.
Las autoridades recib!an y estenografiaban los informes de los esp!as y los amontonaban en el enorme dossier de mi
padre con cierta indiferencia burlona y un total desinter"s, porque dispon!an, en caso de necesidad, encabe#ando todo
este enorme y confuso fic$ero, de un certificado m"dico que atestaba el desequilibrio mental de mi padre, cosa que les
exim!a de toda responsabilidad. &in embargo, las autoridades esperaban cualquier desli# que lo comprometiera
definitivamente para tener la posibilidad de des$acerse de "l sin mayores complicaciones. La 5glesia, en cambio, ya
dispon!a de pruebas suficientes de su actividad destructiva y blasfema. El $ec$o de que mi padre fuera un iluminado,
un visionario y un loco, no era para la 5glesia ms que la prueba de su lucide#, de su contacto con las fuer#as de las
tinieblas, pues, segn la opinin de los cl"rigos, "l no era ms que un pecador, un pose!do, una especie de m"dium por
boca del cual $ablaba el propio &atans. &e contaba y se predicaba desde el plpito que el roce con su bastn con
punta de $ierro ten!a poderes mgicos, que en el 6osque del Conde los rboles se marc$itaban a su paso como la
$ierba, que de sus escupita)os nac!an $ongos venenosos, mortalesLI67/p7allus impudicusE, que se escond!an tras la
apariencia de inocentes setas comestibles. +ronto, todo el traba)o de vigilancia de mi padre fue asumido por las
O$ermanas de la tercera ordenP, unas devotas del pueblo, un poco sonadas, que por sus m"ritos llevaban alrededor de
la cintura una cuerda con tres enormes nudosL unas viudas bigotudas que apagaban el infierno de sus caderas ardientes
con las plegarias y el ayunoL unas comadres aque)adas de )aquecas e $isterias que sublimaban su ardor en un trance
religioso y supersticioso. 2e acuerdo con el cura del pueblo, se arrastraban detrs de mi padre y lo segu!an a una
distancia conveniente. +or supuesto, mi padre no se percataba de nada y segu!a pronunciando sus salmos con la misma
pasin, con la mirada clavada en los $elec$os y en los nidos de los p)aros. Luisa, su ms fiel esp!a, anotaba, a veces,
sus palabras, sus frases o arengas, torpemente, mo)ando con la lengua un pequeo lpi# a#ul que le te!a los labios
como si $ubiese comido arndanos. Con la obstinacin de una fantica perdida, de una O$ermana de la .ercera /rdenP
y de una viuda de guerra, segu!a cada movimiento de mi padre, apuntaba en su cuaderno los Osignos misteriososP que
dibu)aba en el aire con su bastn, marcaba los rboles en los que "l orinaba con la intencin de encontrarlos al d!a
siguiente Osecos y ennegrecidos, como alcan#ados por un rayoP. 2espu"s de llenarse la boca de acedera y de
arreglarse la corbata, mi padre clavaba su bastn en la tierra blanda, colocaba su sombrero de ala dura encima del
bastn, como los paganos cuando construyen sus !dolos, se volv!a luego $acia el /este y al#aba los bra#os al cielo
para pronunciar su $imno al sol poniente, la segunda divinidad en la )erarqu!a de su religin Mla primera divinidad era
el solD$i)o, el solDElo$im, el que aparece por la maana en el /riente y que es una divinidad de primer orden, el padre
y el $i)o al mismo tiempoN, se endere#aba y empe#aba a cantar y a plair, lcido e inspirado, genio pante!sta en el que
la lengua y la palabra se convert!an en verbo divino, en cantar de cantares, y, enseguida, a lo le)os, el bosque
empe#aba a cru)ir, a arder ba)o las llamas...
Las pruebas contra mi padre se iban amontonando. 6a)o la presin de la 5glesia, las autoridades se vieron
obligadas a $acer algo. +ero como no ten!an ningn corpus delic6i, se contentaron con dar carta blanca a la )uventud
cristiana del pueblo. Las autoridades decidieron lavarse las manos de todo este traba)o sucio y no aparecer $asta el
momento en que mi padre ya estuviera crucificado. La intervencin de las autoridades se reducir!a a levantar acta y,
eventualmente, si fuera necesario, a interrogar a algunos testigos, y en ltima instancia, a infligir una pena de
reclusin, muy breve, a alguno de los autores del linc$amiento. Ja $ab!an encontrado a un voluntario, .ot, que estaba
dispuesto a sacrificarse y pasar una semana en la prisin preventiva, a condicin de que no lo arrestaran $asta pasados
die# d!as tras el suceso, porque en ese tiempo ten!a que arar su campo. &egn los informes de los soplones y esp!as
:R
que segu!an a mi padre, los con)urados conoc!an su $orario con mayor o menor exactitud, sus $bitos, aquello que
podr!a llamarse su vida personal, privada, si esta palabra no estuviera en contradiccin con su desinteresada misin y
sus intenciones y actos altruistas. +ero el $ec$o es que ellos sab!an que mi padre no $ab!a renunciado a todas sus
costumbres y que se esfor#aba por no perder las particularidades del $ombre moderno, por no convertirse en un
filsofo bo$emio o en un ermitao de pueblo. (ediante algunos detalles en su forma de vestir o en su forma de vida,
como alimentarse regularmente tres veces al d!a, a las mismas $oras, o ec$ar la siesta, pretend!a no salirse del marco
de la vida europea moderna, mantenerse fiel a las exigencias de la "poca, a pesar de las dif!ciles condiciones de la
guerra y de su soledad. 2e este modo, lo sorprendieron durmiendo entre los $elec$os en el instante en que empe#aba a
roncar solemnemente, lo que les convenci de que estaba profundamente dormido y de que, por lo tanto, tambi"n
deb!an de estar adormecidos sus diablicos poderes mgicos. Jac!a de espaldas con los bra#os muy separados, como si
estuviera crucificado, la corbata aflo)ada, mientras por su frente corr!an las $ormigas y las moscas beb!an de las
comisuras de sus labios la dulce savia de las acacias silvestres y de las umbelas. , su lado, al alcance de su mano, su
bastn mgico estaba clavado en el suelo destacndose apenas por encima del alto $elec$o, y en "l colgaba su
sombrero negro de ala dura, levemente inclinado, como el casco sobre el fusil del soldado desconocido o como un
espantap)aros en un mai#al.
OH<ui"n interrumpe el sueo del )ustoIP, di)o mi padre en un tono pat"tico, al tiempo que se ergu!a.
Estaba perfectamente tranquilo, al menos en apariencia, cuando sinti en los riones una escopeta de doble
can clavndole el oc$o. >nos campesinos armados de ma#as, )adeantes y sucios, empe#aron a surgir de entre los
$elec$os. Luisa era la que ms se acercaba a "l, los o)os relucientes, santigundose con precipitacin. 6a)o sus pies
yac!a el bastn de mi padre, pisoteado como una serpiente venenosa. (i padre parec!a perfectamente tranquilo y su
vo# no tembl ni por un momento. &e agac$ a recoger su sombrero, luego se puso a buscar su bastn con la mirada.
2e repente empe# a agitarse torpemente, a balancearse de un pie a otro, como un pato, y sus manos se pusieron a
temblar como las de un alco$lico. &e cal pacientemente su sombrero para disimular el nerviosismo y el pnico que
$ab!an comen#ado a invadirlo desde el momento en que se $ab!a dado cuenta de que estaba desarmado, luego $undi
la mano en su bolsillo para buscar un &ymp$onia.
OCuidado, .ot, puede que est" armadoP, di)o alguien.
+ero mi padre ya $ab!a sacado la mano del bolsillo y todos pudieron ver el peda#o de papel de peridico que
se llev a la nari# y con el que se son. MCualquier emocin le provocaba fuertes perturbaciones en el metabolismo y
una abundante secrecin de l!quido. Jo sab!a que si sal!a vivo de todo esto, lo primero que $ar!a ser!a orinar detrs de
algn arbusto, soltando gases sonorosN. >n p)aro carpintero invisible martilleaba por encima de nuestras cabe#as% tapD
tapDtap, tipDtipDtip, tapDtapDtap, tipDtipDtip, y esto pod!a sonar a mal augurio. (e di cuenta de que mi padre $ab!a tenido
la misma impresin, porque volvi imperceptiblemente la cabe#a en esa direccin, como para descifrar un mensa)e en
morse. M(i padre, despu"s de su quiebra, $ab!a empe#ado a traba)ar como empleado de ferrocarriles en &id, de modo
que el cdigo morse no ten!a para "l ningn secreto. +or tanto, pod!a recibir fcilmente un mensa)e en clave en el
morse del p)aro carpintero y traducirlo para sus adentros con ms o menos exactitud, no literalmente, pero s! como
una carta de amor escrita con letra ilegible. J creo que, fuera de su empleo en la estacin de ferrocarriles de &id, largo
tiempo atrs, antes de que yo $ubiese nacido, fue el nico mensa)e cifrado que )ams recibiN. J las $istorias segn las
cuales mi padre ten!a un emisorDreceptor de radio que utili#aba para enviar mensa)es cifrados a los aviones aliados que
sobrevolaban el pueblo no eran, sin duda, ms que $abladur!as. +ero solamente mi deseo de verlo iluminado por una
lu# $eroica y no nicamente en su papel de santo y de mrtir, le brindaba una oportunidad m!nima a mi imaginacin%
veo a mi padre sentado, pies planos, torpe como un pato, gran actor, $"roe y mrtir, en el cora#n del 6osque del
Conde, en una cueva, con los auriculares puestos y accionando el traste% ti, tiDtiDtiDti, titi, tititi, de repente
todopoderoso, con el destino de toda la $umanidad entre sus manos, mane)ando con sus mensa)es escuadrones enteros
de bombarderos aliados que, a la menor de sus seales, pueden destruir pueblos y ciudades enteras sin de)ar ni una
piedra, convertir todo en polvo y ceni#a. +or desgracia, todo esto no era tanto consecuencia de mi sospec$a respecto al
posible $ero!smo de mi padre como producto de mi fantas!a. M+ues $ab!a $eredado de mi padre su inclinacin $acia lo
irreal% al igual que "l, viv!a en la luna. La nica diferencia era que "l, adems, era un fantico% cre!a que sus fantas!as
pod!an $acerse realidad y luc$aba por ellas con fervor. Jo yac!a en el pa)ar del seor (olnar, donde cuidaba de sus
vacas, tendido en el $eno perfumado, reci"n segado, y me ve!a transportado por mis sentidos a la Edad (edia. El
tintineo de las armaduras, el olor de los lirios y de las esclavas medio desnudas, la influencia de la literatura.
/ndeando en el viento, la verde muselina del capirote de mi rubia elegidaEVuliaEcon las manos cargadas de sorti)as.
El son de una trompeta. El c$irrido del torno y de las cadenas del puente levadi#o del castillo. (anten!a los o)os
cerrados dos o tres segundos ms, luego me $allaba de pie delante del seor (olnar, mi amo, plido, con mi pantaln
corto de yute verde% O&!, seor (olnar, le $e entendido. .rocear fino la remolac$a y atar el terneroP. J pensaba% O0o,
&u &eor!a, no acepto estas condiciones. &on despreciables. TLuc$aremos con el sableUPN.
::
(i padre empe#aba a perder su sangre fr!a. .en!a un aspecto cada ve# ms miserable.
Jo me daba cuenta de que todo el esfuer#o de su cuerpo y de su esp!ritu estaba concentrado en un enorme
espasmo con el que trataba de retener su diarrea. ,pretaba los labios y miraba $acia el arbusto, desamparado,
temiendo lo peor. (i padre reconoci, a pesar de esconderse detrs de una barba falsa, al representante del
ayuntamiento, que $ab!a aparecido disfra#ado de esta forma en este delicado lugar donde se estaba preparando un
crimen terrible, y se dirigi a "l, slo a "l, mirando a los dems con desprecio e ignorndolos completamente, y se
puso a explicarle a grandes rasgos y con gran confusin sus principios pante!stas, con los que los miserables inventos
como el de (orse no ten!an absolutamente nada que ver. O&i estos seores me $ubieran acusadoP, empe# mi padre,
temblando, al borde de la locura, dirigi"ndose al falso representante de comercio que, desenmascarado y $umillado, se
esfor#aba en esconderse entre la multitud, Osi me $ubieran acusado de colaborar con los p)aros del cielo, de
entrometerme, maliciosa y tendenciosamente, en la vida de la naturale#a y en sus misterios, aunque $ubiese sido con
la ms pura intencin pante!sta de someterla y de obligarla a aliarse con la $umanidad, que para colmo ni siquiera es
digna de esta amistad, $ubiera entendido sus acusaciones. T+ero estos seores estn equivocadosU +ues Hqu" tengo yo
que ver con estas absurdas acusaciones y estos falsos testimonios que me atribuyen unas fec$or!as que son $umanas,
por desgracia demasiado $umanasI T0ada, seoresUP. 2irigi"ndose a$ora a la multitud% OJo slo soy profeta en mi
templo, en los bosques, profeta de mi religin, que desgraciadamente an no cuenta con seguidores pero que algn d!a
volver a estar entre los $ombres y cuyo templo erigiremos aqu! Mseala con un dedoN, aqu! mismo, donde vosotros
estis preparando un terrible crimen. +or lo tanto, seores, cumplid lo antes posible vuestro propsito, fundad una fe
nueva y fuerte, una religin por encima de todas las dems, nombrad con este acto al primer santo y mrtir de la
Geligin del @uturo. (i cuerpo dolorido y sin defensas est a vuestra merced, y mi esp!ritu, para decirlo de una forma
filosfica, est dispuesto para su crucifixin. /s lo vuelvo a decir% llevad a cabo lo que os $ab"is propuesto lo antes
posible y las consecuencias tendrn amplias repercusiones. >n montn de peregrinos de todo el mundo $ollar con sus
pies desnudos los caminos que conducen a este templo que ya blanquea en mi esp!ritu y que ser erigido sobre mi
tumba. El turismo, seores, florecer como la mala $ierba en los campos. ,delante, pues, si ten"is las pruebas en
vuestras manos y la conciencia tranquila ante ,quel que lo ve todoP. 2espu"s de una breve pausa% OComo veo que
estis dudando y que os conmueve mi destino privado, el destino de un $ombre casado y padre de dos criaturas
indefensas Mme busca entre la muc$edumbre con su mirada perdidaN, arreglemos, seores, este malentendido como
caballeros...P. &u elocuencia y su pasin demaggica no le traicionaron ni siquiera en este momento delicado. ,l
principio los campesinos, impacientes y atemori#ados, bland!an sus ma#as delante de las narices de mi padre,
interrump!an su discurso con in)urias y blasfemias, pero su elocuencia los confundi y pronto empe#aron a escuc$arlo
sin entender una sola palabra, aunque s! el $ec$o de que les estaba $ablando un genio, un /urodi1L y debido sobre todo
a la misteriosa presencia del Orepresentante de comercioP Men el que ellos tambi"n $ab!an reconocido a un
representante del ayuntamiento, que acab por quitarse la barba falsa para comprometerse menosN, aceptaron las
condiciones de mi padre% si encontraban el emisorDreceptor de radio en el arbusto que $ab!a indicado la mu)er de la
.ercera /rden, que lo colgaran en el primer rbol o lo crucificaran como a Vess o a los ladrones, y si no daban con "l,
que lo de)aran en pa# y le devolvieran su bastn para que pudiera Oseguir su estrellaP. El representante de las
autoridades, $alagado porque mi padre le $ubiera dirigido precisamente a "l las flores de su elocuencia, ofreci"ndole a
"l, y no a otro, este acuerdo de caballeros, asinti con la cabe#a y todo el mundo se acerc al arbusto en cuestin. &e
trataba de un precioso ma)uelo en flor que camuflaba la entrada a la madriguera de una #orra. Empe#aron a golpear el
arbusto con las ma#as y las flores se pusieron a remolinear como copos de nieve. &acaron una vie)a tuber!a oxidada,
un codo% la $errumbre ya $ab!a ro!do la carne de sus costillas. M,s! es, pens", as! es como tu padre manda mensa)es en
morseN. .ot extra)o el cartuc$o del can de su escopeta y se lo meti en el bolsillo del pantaln. 'olpearon con las
ma#as la tuber!a, como se pega a una serpiente en el cuello. Las costillas se rompieron con un cru)ido, sin producir
ningn ruido metlico.
OJo no mientoP, di)o la $ermana de la .ercera /rden, recogiendo sus faldas para ensear la cuerda con tres
nudos que llevaba atada a la cintura. O2ios es mi testigoP.
En ese momento, el p)aro carpintero vuelve a iniciar el env!o de sus mensa)es cifrados y los campesinos
esconden la soga ba)o el abrigo. (i padre se balancea sobre una y otra pierna y dirige su turbia mirada de buitre $acia
los $elec$os pisoteados. Entonces se agac$a y recoge triunfalmente su bastn, luego se endere#a, fuerte y alto de
repente, con toda la estatura de su cuerpo en equilibrio, se arregla el nudo de la corbata Mlleva el bastn colgado del
bra#oN y tantea con el pico de $ierro del bastn el codo de tuber!a oxidado y roto como se tantean las setas venenosas.
Luego saca de su bolsillo un tro#o de papel de peridico, se suena con fuer#a, la cabe#a erguida como un gallo
disponi"ndose a cantar, y dobla cuidadosamente este tro#o de papel en cuatro, en oc$o, como si estuviera envolviendo
polvo de oro o una aspirina. &e dir!a que se lo va a meter en el bolsillo de su c$aleco, al lado del relo). &in embargo, de
repente lo tira le)os. El papel revolotea como un p)aro, luc$a por un momento contra la gravedad de la tierra, luego
cae de golpe como una piedra y desaparece en el arbusto en flor...
:8
(i padre ten!a la costumbre de sonarse con papel de peridico. Cortaba las pginas del %eues (a9e2la66 en
cuatro y guardaba los tro#os doblados en el bolsillo exterior de su capa. &e paraba de repente, en mitad de un campo o
en el bosque, se colgaba el bastn en el bra#o i#quierdo y se o!a un taido de cuerno de ca#a. +rimero uno fuerte,
luego dos ms d"biles. +od!a o!rsele, sobre todo en el bosque, al atardecer, a un 1ilmetro a la redonda. Luego doblaba
el tro#o de este peridico algo $er"tico y lo tiraba a su derec$a, en la $ierba, entre las flores. , veces, cuidando las
vacas del seor (olnar en las profundidades del 6osque del Conde, en lugares que me parec!an no $aber sido pisados
)ams por el $ombre, encontraba tro#os amarillentos del %eues (a9e2la66 y pensaba para mis adentros, sorprendido% no
debe de $acer muc$o que mi padre $a deambulado por estos para)es, tambi"n.
2os aos despu"s de que se $ubiera ido, cuando comprendimos que ya no volver!a )ams, encontr" en un
claro, en medio del 6osque del Conde, entre la $ierba y los acianos, un peda#o de peridico desteidoL y le di)e a mi
$ermana ,na% O(ira, esto es todo lo que queda de nuestro padreP.
2e esta forma, del todo inesperada e imprevista, esta $istoria, este relato se convierte cada ve# ms en la
$istoria de mi padre, la $istoria del genial Eduardo &am. &u ausencia, su sonambulismo, su fervor misionario son
nociones desprovistas de todo contexto terrestre y, si ustedes quieren, narrativo, que forman una sustancia frgil, como
los sueos, caracteri#ada principalmente por sus propiedades negativasL todo esto se convierte en un material denso,
cargado de una trascendencia totalmente desconocida. @rente a esto, las pequeas $istorias personales, la de mi madre,
la de mi $ermana y la m!a propia, las $istorias de las estaciones y de los paisa)es, quedan relegadas a la sombra. .odos
estos relatos, marcados por ciertas seales terrestres y un determinado contexto $istrico, se ven postergados a un
segundo plano, como unos $ec$os pasados que $ubiesen de)ado de preocuparnos% los recordaremos sin prisas, en
cualquier momento.
Lo que nos atormenta y nos impide entregarnos al placer de una narracin ob)etiva es la turbia $istoria de mi
padre, te)ida de elementos irreales. 0o $ay que llamarse a engao% mi padre est ms presente que cualquier persona u
ob)eto de los que me rodeaban en aquella "poca, a pesar de que se escondiera $bilmente tras una de sus numerosas
mscaras cambiando de papel con una facilidad inaudita, que disimulara su verdadero rostro, que utili#ara el ms
p"rfido mimetismo. 0o importa. 5ntentemos desenmascararlo, desmitificarlo, pues, de todos modos, la $istoria de mi
padre se acerca, lenta pero inevitablemente, a su fin.
+ara demostrar a todo el mundo que realmente se $ab!a reformado, despu"s de aquel $orrible d!a en el que
$ab!an querido crucificarlo como a Vess, mi padre empe#, de repente, a ocuparse de tareas que )ams $ubiese cabido
esperar que "l $iciera. Escrib!a cartas a amigos y parientes olvidados desde $ac!a muc$o tiempo, ped!a perdn a sus
$ermanas, con las que $ab!a reido a muerte aos atrs, ordenaba su $erbario y sus notas. T5ncluso le pidi, muy
$umildemente, a la t!a Gebeca que le permitiera regar los geranios de su terra#aU
>n d!a, en la "poca en la que ya nos $ab!amos acostumbrado al $ambre y en la que concluimos alegremente
que O$ab!amos superado la crisisP Mcito, por supuesto, a mi padreN y podr!amos aguantar un largo periodo sin
alimentos, Ogastando aquellas valiosas reservas de calor!as que nuestros organismos $ab!an estado acumulando no
slo durante los ltimos aos, sino a lo largo de toda nuestra vida, conscientes, o me)or dic$o, previni"ndonos de
malas sorpresasP, mi padre tuvo una salida realmente l!rica. Cogi su bastn con una expresin en el rostro que
revelaba una gran firme#a y resolucin, sali al )ard!n y se puso a cortar ortigas. ,gitaba con su bastn los arbustos de
lilas del )ard!n de nuestros parientes, y cuando encontraba un tallo de ortiga, lo romp!a )usto al ras de la ra!#,
golpeando torpemente el arbusto con su bastn.
OVams $e visto a nadie recoger tantas ortigas a la ve#P, di)e simulando admiracin, con la intencin de
provocarlo.
(i padre se irgui por un momento y yo pens" que me contestar!a con una frase instructiva y til para la vida.
+ero "l ni me mir, se limit a aflo)arse el nudo de la corbata y a seguir golpeando las lilas, con los o)os cerrados.
OLo $aces muy malP, di)e slo para provocarlo. OKas cortado tantas lilas como ortigasP.
OTVovencitoUP, di)o mi padre irguiendo todo el cuerpo.
OLo $aces muy malP, repet!.
Estaba obviamente desorientado por mi actitud, tan poco convencional.
:4
O. nunca $as sido comprensivo con tu padreP, me di)o enfadado. O.e pones a )u#gar a tu padre, de una forma
para m! inexplicable, por ciertos $ec$os externos del todo insignificantes y at!picos, por algunos de mis actos
momentneos, su)etos a las exigencias de un fin supremo, condicionados por ra#ones profundas que t no puedes
entender. J todo esto se debe slo a la influencia de un ambiente provinciano, aldeano, nefasto para la formacin de tu
carcter. Lo comprendo, porque yo lo comprendo todo% por desgracia, t tambi"n empie#as, $i)o 6ruto, a aliarte en
contra de tu padre con todos estos gamberros provincianos, con los $i)os de la respetable seora Gebeca, mi supuesta
prima, te de)as influenciar por el seor /tto y por la sant!sima anciana dama..., creo que sabes a qui"n me refiero..., y
por todos aquellos que $an decidido comprometerme ante los o)os de mis propios $i)os y ante los o)os de todo el
mundo...P. Entonces, sin darme lugar a contestarle y a defenderme, se dio la vuelta y volvi a golpear a ciegas el
arbusto, para luego endere#arse de nuevo y dirigirse a m! como alguien a quien slo le falta sacar una conclusin de
sus irrefutables argumentos, y vi que su gesto estaba fuera del marco del pat"tico papel que estaba interpretando, que
era un intento sincero y desesperado de encontrar en m! un testigo de su martirio% O,ndi, Hsabes cunto $ace que tu
padre fumaI Cont"stame% Hlo sabesIP.
OLo s"P, di)e, contento de que por fin se $ubiese puesto a $ablar conmigo. OJa fumabas en la calle 6emovaP.
OJa ves, )ovenP, di)o. O@umaba oc$enta cigarrillos diarios. ,s! manten!a mi esp!ritu y mi miserable cuerpo,
agotado por el insomnio y el traba)oP.
O@umabas &ymp$onia. /c$enta cigarrillos al d!a, qui#s msP.
OT2e oc$enta a ciento veinte, )ovenU Creo que no es necesario decirte nada ms. Ja eres lo bastante mayor
como para sacar t mismo tus conclusiones a largo pla#o, para contemplar a tu desgraciado padre y para formarte una
opinin de "l, al menos en el marco de este simple $ec$o, de)ando de lado aquellos otros tantos $ec$os que coronar!an
mis actos con una especie de aureola. +orque Hte imaginas, )ovencito m!o, lo que supone para alguien que fumaba
ciento veinte pitillos &ymp$onia diarios quedarse de repente y, por as! decirlo, sin ninguna preparacin filosfica, sin
una sola caladaIP.
OLo entiendo todoP, di)e ingenuamente. O+ero, si me permites, no me imagino para qu" quieres tantas
ortigasP.
O6uenoP, di)o mi padre, olvidando por un momento sus ortigas. O, pesar de que, en el estado en que me
encuentro, no tengo muc$o inter"s en dar mayores explicaciones de mis actosEpues son cosas demasiado delicadas
E, te voy a decir lo que pretendo con todas estas ortigas. +ero prom"teme, tan slo, que contar" con toda tu
comprensin. +orque cuando alguien que fumaba oc$enta cigarrillos al d!a...P.
OTCiento veinte, padreUP.
O...ciento veinte, pues, cigarrillos al d!a, se queda sin una sola calada, sin esta brillante ilusin, entonces,
reconocers, )ovencito, que no est en situacin de dar a sus respuestas y a sus actos la plena medida de su fuer#a
intelectual y de sus argumentos. ,l menos esto debe quedarte claro, )ovencito m!oP.
OEst bienP, di)e. O,l fin y al cabo, yo tambi"n soy en cierto modo una persona nerviosa, y puedo comprender
a cualquieraP.
&ent!a verdadera compasin por "l. En los ltimos tiempos estaba muy mal. Kab!a de)ado de beber de golpe,
porque ya no le fiaban en los bares, ya no consegu!a seducir ni a la ltima de las camareras del municipio, y ni
siquiera soportaba fumar la me#cla de $o)as de tilo y ra!ces de umbela con la que engaaba su ansia al principio,
asegurando y demostrando con fervor que esta me#cla conten!a un importante porcenta)e de cidos txicos cuya
accin era parecida a la de la nicotina. &u cuello posti#o se le $ab!a quedado grande para su delgado cuello de oca y
ten!a los bordes completamente amarillos.
O0o voy a preguntarte nada msP, di)e en un tono conciliador. OCon tu permiso, padre, me quedar" $asta el
final y as! ver" lo que vas a $acer con estas ortigas. +ues, por lo que yo s" del tabaco...P.
OKar" una sopaP, di)o mi padre, irgui"ndose tan bruscamente que pude o!r el cru)ido de sus vie)os $uesos
baldados.
O<ue yo sepaP, di)e sinceramente sorprendido, Olas ortigas se dan a los cerdosP.
:7
&ent! que $ab!a exagerado. *i que $ac!a un esfuer#o enorme, sobre$umano, por no gritar. .rag saliva y su
nue#, parecida a la quilla de un p)aro, empe# a bailotear de arriba aba)o. Entonces me di)o con una vo#
aparentemente serena, pero conteniendo una explosin% OKe de reconocer, con gran sorpresa y pesar, con 9ran
sorpresa / pesar, que decididamente $as adquirido ciertos $bitos pequeoburgueses y pueblerinos, y te $as puesto a
aplicar a todo esta supuesta lgica, simplista y primitiva, que no es ms, )ovencito m!o, que la ms miserable
ignorancia de las cosas pertenecientes a un orden supremo. J te indico una prueba irrefutable y clara como el sol% Tlas
ortigas eran, )oven, uno de los platos ms exquisitos en la corte del conde Ester$a#yU H&igues pretendiendo que las
ortigas slo se dan a los cerdosIP.
O0o importaP, di)e. O(e )uego el cuello a que a m! me dar!an urticaria o algo parecidoP.
O.u vulgaridad y tu falta de respeto por los $ec$os me $ieren y me asustan profundamenteP, prosigui.
O+orque slo son una prueba, una prueba ms, de la enorme influencia que $a e)ercido en ti este ambiente pueblerino,
este medio malsano carente de fines y conceptos superiores, esta miserable lgica que no ve ms all de los l!mites de
lo $abitual, esta vida y estas costumbres en las que no caben el atrevimiento ni el riesgo. J, te lo repito, y lo podrs
comprobar algn d!a en los libros, las ortigas se com!an en la corte de una de las familias ms distinguidas de la
Europa de aquella "poca. Era el alimento ideal para las actividades espirituales y art!sticas. Esta sopa de ortigas L
po6a9e dMor6iesEayudaba a componer msica, ennoblec!a el esp!ritu y refinaba el o!doP.
Entonces empe# a arrancar las $o)as de ortiga con la mano, $aciendo muecas de dolor, y a amontonarlas en
su sombrero negro. Luego se coloc este sombrero mgico ba)o el bra#o y se dirigi lentamente a casa, como un
peripat"tico, imaginando alguna de las agudas respuestas que $abr!a de convertirse en uno de los pilares de la filosof!a
y en uno de los florones del arte de la oratoria y de la agude#a de esp!ritu.
Jo sab!a que alguno de nuestros parientes, con los que mi padre estaba otra ve# reido, estar!a en la terra#a,
as! que met! las manos en los bolsillos, compuse la expresin de mi cara y me fui detrs de "l silbando.
2e veras, si $ubiesen podido ver a mi padre pasar por la terra#a de nuestros parientes, balanceando con !mpetu
su bastn, totalmente absorbido por el peso de sus pensamientos, )ams $ubiesen pensado siquiera que en su
sombrero, deba)o del bra#o, llevaba ortigas para preparar la sopa que se com!a en la corte de una de las ms
distinguidas familias de Europa.
&ab!amos que toda esta $istoria de las ortigas no era ms que el principio de un gran )uego, el indicio de una
catstrofe. +orque mi padre recog!a las ortigas igual que el perro come $ierba antes de una tormenta% furioso e incapa#
de ser "l el que desencadene la catstrofe. 0osotros esperbamos al acec$o. &in embargo, parec!a, al menos al
principio, que la calma iba a prolongarse considerablemente. En nuestra presencia mi padre segu!a simulando su
arrepentimiento y escribiendo cartas, largas cartas a sus $ermanas y amigos, unas sabias y aleccionadoras, otras
melanclicas, como testamentos. J un buen d!a volvi a calarse la c$istera y sali para 6udapest tras $abernos besado
a todos, incluso a nuestros parientes, con los que estaba reido, y que no disimularon su asombro y su desconfian#a
ante este gesto. OKabr que estar ms alertaP, di)o el t!o /tto en cuanto mi padre les $ubo dado la espalda, Oa saber si
no va a volver de +est con dinamita o con alguna mquina infernalP. En ese momento apareci un coc$e delante de la
casa, y mi padre se acomod en "l dndose aires de importancia, y luego me invit en un tono de splica a que lo
acompaase a la estacin. (i madre me $i#o seas con los o)os para que me fuera con "l y me sigui con una mirada
llena de insinuaciones y de advertencias.
Estaba sentado en el coc$e al lado de mi padre y del seor Korgos$, el carretero y coc$ero, y no
intercambiamos una sola palabra durante todo el camino. Jo quer!a de)arle la iniciativa a mi padre, provocarlo con mi
silencio y obligarle a darme una explicacin y a confesar. 0o empe# a $ablar $asta que llegamos la cafeter!a de la
estacin, donde se tom una ac$icoria, que pidi al cabo de un largo y pesado silencio. (e daba cuenta de que estaba
luc$ando y conteni"ndose contra su necesidad de beber alco$ol, y lo interpret" como un sacrificio y una buena seal.
O,provec$o este instante de lucide# y de confian#a mutua para dirigirte unas cuantas palabrasP. ,s! empe#
mi padre. O+ues, a pesar de tu falsa apariencia, creo que eres el nico que an puede ser comprensivo conmigo y
considerar todas mis debilidades Mya ves, incluso recono#co mis debilidadesN con distanciamiento e indulgencia... Ja
s", ya s" que no puedes perdonarme mi ego!smo, mi intransigencia con el mundo. <ui#s tengas ra#n, pero a$ora es
demasiado tarde para arrepentirse y dar explicaciones. HEntiendesI% es demasiado tarde, )ovencito... +ero perm!teme
decirte algo ms. El papel de v!ctima que $e estado interpretando, con ms o menos "xito, durante toda mi vidaE
porque todo $ombre interpreta en realidad su vida, su destinoE, este papel, digo, se aproxima a su fin. 0o se puede,
)ovencito m!o, y recu"rdalo siempre, no se puede interpretar el papel de v!ctima durante toda una vida sin acabar
8=
convirti"ndose en una v!ctima. J ya ves, no $ay remedio, tendr" que tratar de representar este papel $asta el final, con
dignidad. Qsta ser mi redencin, el perdn que me otorgar"isP.
2ebo confesar que no lo entend! demasiado bien. +ero comprend! que $ablaba en una octava algo menor que
de costumbre, en la de la sinceridad que llevaba largo tiempo latente en "l, y que, por tanto, sonaba con un timbre
inslito y conmovedor. Estbamos sentados en la pequea cafeter!a de una estacin de provincia, prcticamente solos,
6T6e U 6T6e, separados por un mantel a cuadros sucio. Era una tarde de verano, a ltima $ora, y las moscas ca!an,
embriagadas por su propio vuelo y por el calor. Kab!a un olor a gulas$ y a cera de parquet. En una esquina $ab!a un
c!mbalo tapado con un tapete, como un atad. >n ca#amoscas se balanceaba casi imperceptiblemente, escandiendo
pere#osamente los minutos. Las botellas ec$aban la siesta en las estanter!as, $enc$idas por los rayos del sol y por su
propio peso, como capullos o granadas.
OKay personasP, prosigui mi padre, Oque $an nacido para ser desgraciadas y $acer infelices a los dems, que
son v!ctimas de no s" qu" maquinaciones celestes que escapan a nuestro entendimiento, cobayas de la mecnica del
cielo, rebeldes a quienes $a sido destinado el papel de rebeldes, pero que, sin embargo, $an nacido, segn la cruel
lgica de la comedia celeste, con las alas cortadas. .itanes sin la fuer#a de los titanes, pequeos titanes enanos,
raqu!ticos, que no $an recibido de lo que corresponde a los grandes ms que una cruel dosis de sensibilidad, en la que
su irrisoria fuer#a se disuelve como en alco$ol. Ellos siguen su estrella, su sensibilidad enfermi#a, guiados por
proyectos y propsitos titnicos, y se rompen como las olas contra las duras rocas de la mediocridad cotidiana. +ero el
colmo de la crueldad que les $a sido concedida es la lucide#, esta conciencia de sus propias limitaciones, este
enfermi#o poder para distanciarse. Jo me veo a m! mismo en el papel que me $a sido impuesto por los cielos y el
destino, consciente de "l en todo momento, pero, a la ve#, absolutamente incapa# de oponerme a "l con la fuer#a de la
lgica o de mi voluntad... ,fortunadamente, como te $e dic$o, mi papel est llegando a su fin...P.
Este nico instante de sinceridad y de lucide# qued interrumpido por la llegada del tren. (i padre de) una
propina de rey y se llev su secreto a la tumba.
, su regreso de +est, donde no pas ms de tres o cuatro d!as, mi padre me tra)o una panoplia de carpintero,
como me $ab!a prometido aquel d!a en que conversamos en la estacin, antes de su partida. 5mprimi a este gesto
suyo una sinceridad conmovedora. &e pavoneaba por la casa como si nada, como alguien que estuviera acostumbrado
a traer regalos y a reali#ar obras de caridad, pero nosotros sab!amos perfectamente cunto sacrificio supon!a para "l y
cun magna prueba era, si quieren, de la bondad de su cora#nL pues, sin duda alguna, tuvo que $acer un enorme
esfuer#o, para conservar en su memoria durante todo aquel via)e aquella misin, un deseo m!o del que yo $ab!a $ec$o
mencin por mera formalidad y con la absoluta seguridad de que no ser!a cumplido. J estas $erramientas para el
contrac$apado, este taller de carpintero en miniatura no era ms que una parte de mi antiguo sueo, la flor de mis
inclinaciones, la $erramienta de mi talento nato para la carpinter!a, un talento que $ab!a alcan#ado su mxima
expresin durante la "poca de mis ms violentas crisis religiosas anteriores a mi pubertad. 2esde que $ab!a visto en un
grabado de mi libro de catecismo Mel que ilustraba el principio del cap!tulo titulado OEl cuarto mandamientoPN al 0io
Vess con el formn y el martillo en la mano, el fuego de mi vocacin se $ab!a avivado an ms. ,l pie de este
grabado, aparec!a escrito en una cursiva llameante% O/bedec!a a sus padresP, frase que yo relacionaba directamente
con la carpinter!a, considerando que la fabricacin de pequeos taburetes de madera constitu!a la mayor prueba de
devocin $acia los padres y $acia 2ios, un s!mbolo seme)ante al de la oracin o la Cuaresma.
El t!o /tto, que todav!a desconfiaba de mi padre, aprovec$ uno de los paseos peripat"ticos que mi padre
$ac!a por la tarde y, con la excusa de su gran inter"s por el regalo que me $ab!a $ec$o, decidi desmontar mis
$erramientas, con la intencin evidente de encontrar el detonador. Geteniendo la respiracin, desenroscaba con
precaucin el mango de la fresadora, manteni"ndola ale)ada de sus o)os, con el fin de penetrar en el secreto de todos
los mecanismos, de examinar sus entraas, de descubrir el interior infernal de sus formas inocentes. &u frente estaba
perlada de grandes gotas de sudor.
+or supuesto, no se trataba ms que de exageraciones por parte del t!o /tto, de su temor enfermi#o por su vida
y sus bienes. +orque mi padre, a pesar de todas nuestras dudas y sospec$as, se $ab!a corregido de verdad. Ja no
representaba ningn papel. ,l contrario. Estaba en el solemne lucidum in6er1allum por el que slo pueden pasar los
grandes esp!ritus, que con toda tranquilidad, filosficamente preparados, por as! decirlo, para ello, miran a la muerte a
los o)os.
(i madre preparaba sin rec$istar, con la cabe#a gac$a y llena de respeto, la cartera de mi padre. Era obvio que
le $ab!a perdonado todo. +ero se contuvo de decirle nada, para no perturbar su solemne y venerable pa#. Colocaba en
8-
la cartera todo el famoso vestuario de este divino payaso que se retiraba de la escena llevando consigo todos sus
famosos accesorios. El pi)ama a rayas con el que $ab!a aparecido varias veces en el papel del padreDdefensor del $ogar
y del padreDprotector Men la "poca de los pogromos, cuando bloqueaba con su bastn de punta de $ierro la puerta que
golpeaban furiosamente desde fueraNL al lado de este pi)ama a rayas, parecido a los que llevaba en los $ospitales
psiquitricos y en los sanatorios, estaban sus camisas blancas, almidonadas y ra!das, y )unto a ellas, flor y corona de
"stas, un fa)o de cuellos altos posti#os atados con un elstico, cuellos brillantes y duros, ya amarillos de nicotinaL un
paquete de corbatas negras, largas como tallos de nenfarL un par de gemelos de plata falsa, parecidos a las sorti)as
con iniciales de un soberano.
H<ui"n se $ubiese atrevido, pues, a tomar a mi padre por un representante de comercioI
&e marc$ en un espl"ndido d!a de verano. Caminaba por la gran *!a Gomana con grandes !nfulas,
balanceando impetuosamente su bastn, y nosotros lo segu!amos a dos pasos de distancia, respetando su pa#. +ero
cuando tuvimos que abandonar la v!a romana para adentrarnos en un camino vecinal polvoriento, las energ!as de mi
padre empe#aron a flaquear y su fatiga se $i#o manifiesta, se apoyaba con todo el peso de su cuerpo sobre su bastn,
prueba de que sus pies planos $ab!an de)ado de responderle y de que su fuego interno comen#aba a a$ogarse. +or
supuesto, "l nunca lo $abr!a reconocido y por nada en el mundo se $abr!a atrevido a dar el paso que dio mi madre% ella
detuvo el carro de los gitanos y les rog que accediesen a llevar al seor, pues el seor ten!a los pies planos y el seor
no podr!a aguantar caminando $asta 6a1sa. En compensacin, ella les dar!a su pauelo de muselina. (i padre se
mont en el carro con desgana, como $aciendo un favor a los dems. +ero en cuanto se encontr sobre el pescante al
lado de la )oven gitana Mnosotros caminbamos detrs del coc$eN, de repente volvi a ser el antiguo y magn!fico
Eduardo &am, de buena figura, galante y lleno de desprecio $acia la rique#a. (ientras, dos mu!as sarnosas tiraban
penosamente de la carreta por el camino polvoriento y, ba)o la cubierta rota de lona, los gitanillos lloraban como gatos,
las cacerolas y los barreos c$ocaban entre s!, y un )oven gitano con bigote le ofrec!a a mi padre una calada de su
pipa. J as! iba sentado "l, mi padre, al lado de la )oven gitana de pec$os exuberantes% iba sentado como el pr!ncipe de
'ales o, si quieren, como un croupier o un maV6re dM7W6el Mcomo un mago, como un empresario de circo, como un
domador de leones, como un esp!a, como un antroplogo, como un o2erkellner, como un contrabandista, como un
misionero cuquero, como un soberano via)ando de incgnito, como un vigilante de escuela, como un m"dico rural y,
finalmente, como el representante comercial de una empresa europea occidental de cuc$illas de afeitarN, iba erguido,
orgulloso, ma)estuoso en su calma ol!mpica, ba)o la oscura corona de su c$istera, en la que el polvo se depositaba
como el polen de las flores.
(ientras tanto, en casa de los GeinBein%
El seor GeinBein, pequeo comerciante escuc$imi#ado, con una nari# en forma de caracol, calvo, bracicorto,
la cabe#a $undida entre los $ombros, est subido a una silla, encorvado, y mira con sus o)illos desde lo alto de estos
#ancos que, al mismo tiempo que lo agrandan, lo exponen a las miradas de los dems, de modo que se ve obligado a
inclinarse, confuso, a esconderse en su )oroba como en un capullo del que se escapa su vo# ronca. &ostiene un enorme
libro de doble contabilidad, como (ois"s las tablas de la Ley en el monte &ina!, y exclama% EEine &ingermasc$ineU
--
LJa8
ET>n espe)o grande de dos cuerposU
M+ausaN.
ET>n gran espe)o de dos cuerposU
>n sirviente Men alemnN% O0o $ay forma de encontrarlo, seorP.
>n instante de confusin. Los cargadores y los sirvientes empie#an a errar entre los muebles, por el patio y por
las $abitacionesL el seor GeinBein guia pacientemente sus o)illos, subido a su silla, buscando as!, a vista de p)aro,
su espe)o perdido en medio de esta gran migracin, en este momento $istrico lleno de confusin, como antes del
diluvio. La seora GeinBein, una dama gorda y velluda tocada con un sombrero de ala anc$a pasado de moda, da
vueltas por los salones medio vac!os arrastrando una cinta por el suelo, completamente desorientada, privada del
decorado en el que $a transcurrido toda su vida burguesa, conmovedoramente torpe en su revolotear sin sentido, con
un abanico absurdo y anacrnico en su pequea mano regordeta, blanca como un pergamino.
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+ero todo est en orden. El espe)o es rescatado de la oscuridad Mestaba cubierto por una alfombra persaN y los
cargadores lo colocan cuidadosamente en la carreta, y en "l se refle)a, dominando todo este mercado ambulante, un
id!lico paisa)e de verano, con su verdor y su lu#, con un tro#o de cielo a#ul claro en el que flotan unas nubes de una
blancura inmaculada, como en los cuadros de los maestros flamencos. Los descendientes de 0o" van $acia la muerte
como los faraones $acia la pa# de sus ma)estuosas pirmides, llevndose, ingenuamente, todos sus bienes terrenales.
,lfombras, tapices, lavabos, baeras de porcelana, escritorios, psiques, mesas de mrmol, valiosos libros antiguos
encuadernados en cuero, sillones 6iedermayer seme)antes a tronos, otomanas, armarios, va)illas, vasos, cristaler!as,
tiestos de fucsias, tiestos de adelfas, tiestos de geranios, de naran)os del Vapn, de limoneros, estuc$es con cuberter!as
de plata forrados de sat"n ro)o parecidos a los cofres de las pistolas de duelo, un piano, un estuc$e de viol!n parecido a
un sarcfago de nio, carpetas con documentos, retratos familiares con marcos barrocos sacados de su polvorienta
pa#, arrancados de su eternidad vertical, colocados en perspectivas $umillantes y blasfemas, con la cabe#a $acia aba)o
o con recortes imposibles en los que se pierde la expresin de la cara y la fuer#a del carcter, relo)es de pared con sus
p"ndulos de oro, seme)antes a altares, pequeos despertadores repu)ados como man#anas doradas, grandes paraguas
negros como sudarios doblados, sombrillas moteadas, estampadas, pasadas de moda, con largos mangos dorados,
ligeras como combinaciones de enca)e de seda, balan#as y bsculas, todo un museo de la $istoria mercantil desde la
Edad del 6ronce $asta nuestros d!as, pesos de cinc en sus ca)as ordenados )errquicamente segn su tamao, rollos de
tela, de percal y de moar" de los que cuelgan como medallas, pequeas etiquetas de cartn dorado con el precio, el
nmero y el emblema de la marca, un inocente cordero o una margarita, cofres enigmticos con enormes candados,
elegantes maletas amarillas y maletines de tocador que an $uelen a piel curtida, $inc$ados y repletos, con relucientes
cerraduras de n!quel, amarrados con correas, salamandras de $ierro colado de las que cae $oll!n acompaadas por su
artiller!a de tuber!as, una mesa de billar, pradera artificial que pasa a duras penas por la puerta en medio de los gritos y
blasfemias de los cargadores, que avan#a mil!metro a mil!metro seguida de palabrotas y )uramentos como una piedra
maldita de la pirmide de KeopsL luego, uno de los cargadores trae las bolas, sosteni"ndolas con cuidado en la mano
como $uevos de oca reci"n puestos y an calientes.
EEin LSsterU
E0oc$ ein LSsterU
EEin Kalb#ylinderU
EEin @rac1U
E0oc$ ein @rac1U
LEin CrackQ X=e dic7o Ein CrackQ
B3
Este enorme montn de antiguallas, estas rique#as de antao, de repente privadas de su sentido y contexto,
pasan de mano en mano. &acadas de las misteriosas profundidades de los armarios y de los oscuros rincones de las
tiendas, de los salones y de los almacenes, de las bu$ardillas y de las $medas cuevas, empie#an inmediatamente a
devaluarse, a descomponerse al contacto con el sol, a oscurecer como papel de tornasol, a pudrirse, a convertirse en
sombra, en telaraa, en reli;uiae reli;uiarum, en polvo y ceni#a.
0o obstante, la carreta sigue colmndose con una incre!ble $abilidad, los ob)etos pasan a formar parte de la
carreta, de su carrocer!a, se integran en ella como una parte constituyente, como una prolongacin, y la carreta crece,
se convierte en una construccin de varios pisos, se al#a como un andamia)e erigido por la sabidur!a de unos
arquitectos geniales, siguiendo unos planos ad 7oc y una inspiracin nica. 6astar!a con poner una agu)a en un lado o
en otro para que toda esta arquitectura genial, que se mantiene en el aire tan slo gracias a las leyes del equilibrio o a
frmulas secretas de equilibrismo, se derrumbase. Este es, de veras, el ltimo ob)eto% un grifo de cobre reci"n
desarmado y que an gotea, colocado entre las patas de una silla volcada en el suelo de la carreta, la ltima pesa de
miligramos aadida en el platillo derec$o de la balan#a. El equilibrio, como fiel invisible de una balan#a de
farmac"utico sobre el e)e de la carreta, queda )usto entre las ore)as del caballo. >n equilibrio perfecto.
TKopU
>n gato gris salta sobre la carreta y se acomoda en el lomo del estuc$e del viol!n. ,gu#a el o!do. Lan#an unas
cuerdas por encima de la carreta, como si fuera un atad.
En otra carreta cargan sacos de $arina y de trigo, las semillas flotan en el aire como polvos de tocador saliendo
de vie)as polverasL sacos de ma!#, de grano de trigo y de patatas, ca)as llenas de caf", de arro#, de especias y de
pimentn% una me#cla babilnica de aromas. Los palafreneros recogen con palas, pacientemente, el esti"rcol fresco de
8;
deba)o de los pesados caballos de Estiria, que patalean, nerviosos, ante esta agitacin $umana. Luego sacan botellas y
tarros de compota y de mermelada con etiquetas que indican la fec$a y el nombre de la fruta, )amones y largas ristras
de c$ori#o, quesos del tamao de una piedra de moler. Los cargadores $acen rodar barriles de cerve#a y de vino,
arrastran latas de manteca y de aceite, enormes bidones de $o)alata en los que lucen los nombres de los grandes
monopolios europeos% oscuras letras semigticas, como en las lpidas y en los rtulos. Las botellas suenan en las ca)as
como balas de canL el c$ampn es transportado con precaucin, como si fuera nitroglicerina, y el agua mineral con
la que se refrescan los cargadores burbu)ea con una leve detonacin, apenas capa# de mo)arle la barba al @rancisco
Vos" de la etiqueta @erenc# V#sef 1eserSv!#.
-;
Esta miserable parfrasis de la evacuacin antediluviana, esta repeticin en la tierra del arca de 0o", esta
divina comedia b!blica se representa al pie de la letra y $asta el final. Los descendientes de 0o", guiados por la
experiencia, llevan consigo Men la cuarta, la quinta y la sexta carretaN e)emplares de reses y de aves% las gallinas
cacarean enloquecidasL las ocas se obstinan en pasar la cabe#a por cada una de las mallas de la red metlica, como si
estuvieran $aciendo puntoL silbando en su estpida impotencia y confusin, los canarios revolotean y se tiran de forma
suicida contra los barrotes de su )aulaL y el loro, aturdido por el alboroto general, no logra recordar ni una sola palabra
del lengua)e $umano, ni siquiera alguna palabrota, y c$illa en su idioma de loroL los perros gruen y ladran con la
dignidad de un len, luego empie#an a aullar como ante un incendioL los terneros llaman a sus madres lec$eras con
vo# suplicante y doliente, casi $umana...
Es entonces cuando el seor GeinBein ve a mi padre, que ba)a del carro de los gitanos.
OTE$, &amUP, grita el seor GeinBein desde su silla. OH2nde est su equipa)e, &amIP.
(i padre al#a la mirada y se descubre con un gesto teatral%
O*mnia mea mecum por6oUP, dice, y luego levanta su cartera para, acto seguido, de)arla caer en el polvo de un
modo pat"tico, como si tirase nios al fuego.
Eduardo &am, mi ma)estuoso padre, nos mandaba besos ligeros desde lo alto del carro, soplando en la palma
de su mano como si dispersara pompas de )abn. +or supuesto, esta l!rica mscara suya de payaso, una de las ltimas,
no serv!a para divertir a un pblico escaso y asombrado, sino que pretend!a disimular el patetismo de este momento y,
sobre todo, burlarse del seor GeinBein, que aparentemente $ab!a tomado este via)e de forma trgica, con la seriedad
de un faran. &in valor para enfrentarse a "l abiertamente, para re!rse de "l en su cara Mpues a pesar de todo era lo
suficientemente considerado como para no olvidar que el seor GeinBein lo llevaba en su carrua)eN, mi padre
intentaba, con discrecin, restar importancia a los aires de grande#a del seor GeinBein, y, adoptando su faceta de
comediante y de payaso de feria, empe# de repente a burlarse del papel sublime de los descendientes de 0o", a $acer
comentarios maliciosos sobre cosas sagradas, como los )ustos, el ,ntiguo .estamento y los elegidos de 2ios,
alternando estas observaciones, como un blasfemo, con comentarios referentes a los caballos de Estiria y a las vacas
lec$eras. &u)etaba su c$istera encima de las rodillas, demostrando claramente con esta postura que su intencin era
reba)arse $asta el nivel del que ra#ona en esta farsa barata o, sencillamente, que no consegu!a acoplar el sombrero, esta
corona pat"tica, esta corona de espinas de confeccin, a su papel, lleno de un furor me#quino y carente, en realidad, de
aut"ntico patetismo.
O0o os preocup"is por m!P, dec!a, vuelto $acia nosotros de medio perfil, mientras caminbamos )unto a la
carreta, Oos digo que no os preocup"is, porque el seor GeinBein me $a acogido ba)o su proteccin con su fraternal
generosidad, y con estos pegasosP, y sealaba los pesados caballos de Estiria, Ollegaremos sanos y salvos $asta las
pirmides, guiados por la mano de 2ios y por la )usticia. Con los bienes del buen seor GeinBein compraremos la
eternidad, como los fariseos, o al menos como Vudas, y, como 'ilgames$, entraremos triunfalmente en las regiones de
la inmortalidad, sobornando con monedas de oro a los guardas de las pirmides y emborrac$ando con vino del Gin a
los querubines que vigilan las puertas de la eternidadP. Entonces mi padre vuelve a llevarse la mano a los labios y
manda un beso al aire, como para a$uyentar toda duda eventual respecto ai significado de sus palabras.
0osotros nos vamos quedando atrs poco a poco, agotados y blancos por el polvo, y ya no o!mos ms que las
fanfarronadas de mi padre, de le)os, que vuelven a convertirse en un ma)estuoso soliloquio arro)ado a la cara del
mundo. ,penas distinguimos ya sus palabras, tapadas por el c$irrido de las carretas y el vaiv"n b!blico de los
animales, que, desde sus )aulas circenses, empie#an a aullar dolorosamente, perdidos, al abandonar los paisa)es verdes
y soleados que provocan en ellos una nostalgia casi $umana y un miedo incomprensible, porque su instinto presiente
Mexperiencia b!blicaN la llegada de un gran diluvio apocal!ptico. En los lindes de dos municipios, cuando se elevaron
los trombones dolorosos de los terneros, el ladrido de los perros y el parpar de los patos, mi padre se volvi a calar la
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c$istera e inclin su ma)estuosa cabe#a, incapa# de mantener $asta el final sobre su rostro esta mscara barata de
persona que ra#ona en el drama de la vida.
O+obre de "lP, di)o mi madre, Oten!a la impresin de que iba a ec$arse a llorarP.
Las carretas desaparecieron lentamente en la le)an!a, envueltas en el polvo, como cofres valiosos recubiertos
con trapos.
,l d!a siguiente, mi madre tendi al sol las pertenencias de mi padre y las de) en el patio $asta la noc$e. Lo
nico que quedaba de su guardarropa era una capa, ya grasienta y ra!da, un tra)e negro que a "l no le gustaba y que no
se $ab!a puesto ms de dos veces en su vida, as! como unos cuantos cuellos posti#os ya amarillentos. +or la noc$e
llen los bolsillos de su capa con flores de lavanda y volvi a colocar todo en el armario. Este repentino cambio de
olores en nuestro cuarto tuvo un efecto penoso sobre todos nosotros. ,costumbrados como estbamos al olor
omnipresente e inmortal de sus &ymp$onia, de pronto sentimos, a causa del embriagador y balsmico aroma de la
lavanda, que esta ve# $ab!a algo definitivo y fatal en la marc$a de mi padre. Esta repentina desaparicin de su olor
de) nuestra casa desprovista de toda virilidad y severidad, y el aspecto general del interior cambi radicalmente% los
ob)etos se volvieron viscosos, los ngulos se redondearon, los bordes de los muebles se encorvaron capric$osamente,
$asta florecer en un barroco decadente...
,l cabo de quince d!as, mi madre y yo fuimos a visitar a mi padre. Era un caluroso d!a de verano. (i padre
estaba en mangas de camisa. , cada momento se arreglaba los tirantes, que siempre se le ca!an cuando no llevaba
c$aqueta.
OKoy me $an convocado en la /ficinaP, di)o alegremente, frotndose las manos. OKan puesto un signo
positivo al lado de mi nombre. (e lo $a dic$o &c$mut#. .iene contactos en la /ficinaP.
,penas lo reconoc!. Como su desaparicin de nuestra casa $ab!a sido definitiva y completa, y como durante
esos quince d!as su olor se $ab!a evaporado totalmente, sin de)ar el ms m!nimo indicio de duda acerca del carcter
definitivo de su ausencia, miraba a mi padre con aire incr"dulo, como a un $ombre que slo nos interesa fuera del
marco de nuestra $istoria ms !ntima. 0o cab!a duda, "l tambi"n lo $ab!a entendido. +or eso, delante de nosotros, ya
no actuaba, ya no mostraba su imperio sobre los fenmenos de la vida y no $ac!a gala de su erudicin, no al#aba su
vo# prof_tica. El mismo era amargamente consciente de lo definitiva que $ab!a sido su marc$a y del $ec$o de que, por
lo tanto, le visitbamos como a un vie)o amigo al que $ab!amos perdonado todoL de que !bamos a verlo como se va al
cementerio, una ve# al ao, el d!a de .odos los &antos.
&e alo)aba en el gueto, en un pequeo cuarto de soltero, vac!o y oscuro como el de un monasterio. Lo
comprend! con amargura% en el momento en que el destino le $ab!a concedido el papel de )usto y de v!ctima, cuando
lo $ab!a colocado en un decorado propio de un ermitao, mi padre de repente se $ab!a asustado, $ab!a modificado su
programa mesinico y se $ab!a mostrado del todo inepto para las cosas superiores. 5ncluso cab!a la sospec$a, nada
insignificante, de que $ubiese vuelto al te!smo. 2aba pruebas de una tolerancia excepcional para con su nueva
situacin, alababa las venta)as y la comodidad de su $abitacin y se consideraba un favorito del destino. &u
capitulacin, su reconciliacin con el destino y su deseo de volver a casa lo $ab!an degradado por completo% parec!a
un )oven candidato a rabino. .en!a prisa por irme para olvidar esta escena.
,l ver nuestra impaciencia y nuestra decepcin, mi padre di)o%
O*olved a casa lo antes posible. +ronto me reunir" con vosotros. En el tren de las diecis"is cuarenta y cinco. &i
2ios quiere YXsicQ@G8
En el patio ol!a a grasa de oca quemada y a alquitrn. La parte de aba)o de la barandilla no estaba pintada y la
resina re#umaba en las tablas de pino fresco. &lo en algunos lugares, en los intersticios, era visible el esmalte verde
que cubr!a la cara exterior. +or el patio erraban unos vie)os barbudos, parecidos a los profetas del ,ntiguo .estamento,
que recorr!an el c!rculo del patio por unas v!as cabal!sticas conocidas slo por ellos, se cru#aban de ve# en cuando y
al#aban la cabe#a para saludar con una mirada divina de absolucin a quienes se encontraban en su camino. 2e ve# en
cuando aparec!an en las ventanas unas mu)eres con sus oscuros y frondosos cabellos despeinados, los msculos
tensos, que, con una prisa inexplicable en un d!a tan soleado, recog!an o tend!an paales mo)ados.
,l salir, vimos a un nio reclinado en la barandilla. Llevaba un pantaln negro de pana que le llegaba por
deba)o de la rodilla. .en!a los bra#os extendidos a la altura de los $ombros, con las palmas de las manos $acia fuera.
Los dems nios estaban a unos cinco o seis pasos de "l, nios tristes y altos, de caras serias. 0o dec!an nada, tan slo
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permanec!an de pie en c!rculo, como alumnos de algn seminario. Entonces los vi separarse, vi el destello de una
nava)a y o! cmo se clavaba con un ruido blando en una de las tablas de pino reci"n cortado y vibraba al lado del
$ombro del nio.
2espu"s de este encuentro, mi padre nos tuvo largo tiempo sin noticias. &in duda pretend!a borrar la penosa
impresin que nos $ab!a causado, redimirlas consecuencias de su mal comportamiento y de su inco$erencia. .an slo
nos mand una carta, un mes ms tarde. Kab!a tirado esa carta, que en realidad no era ms que el tro#o de un sobre,
desde un vagn precintado, con una nota en la que rogaba a quien la encontrara que la $iciera llegar a la direccin
indicada.
Con su letra clara y e)ercitada, que apenas denotaba su nerviosismo, $ab!a escrito a lpi#, siguiendo la
diagonal del tro#o de sobre% O.odos mis cuellos posti#os estn sucios. J me empie#an a poner nervioso. /s mandar"
las seas para que me envi"is otros. &iento por todos un amor paternal y pienso muc$o en vosotros...P.
Luego no volvi a dar seales de vida durante varios aosL $ab!amos perdido su rastro. Le daba vergSen#a o
se lo imped!an asuntos importantes. Jo, en cambio, $ab!a empe#ado a pensar cada ve# ms en "l y quer!a encontrarlo a
toda costa, porque esta ltima carta suya lo $ab!a re$abilitado por completo ante mis o)os. Kab!a en esa carta, en la
forma de enviarla, indicios de un extraordinario ingenio, y eso $alagaba mi vanidadL y adems, $ab!a permanecido
co$erente consigo mismo, tal y como se deduc!a de su referencia a los cuellos posti#os, lo cual slo pueden
comprender aquellos que conocieron bien a mi padre...
, veces transcurr!an $asta dos o tres aos sin que diera seales de vida, y otras nos escrib!a incluso tres o
cuatro veces al ao, a pequeos intervalos. En ocasiones llegaba disfra#ado de representante comercial, de turista de
,lemania /ccidental, con sus pantalones de montar, $aciendo como si no supiera ni una palabra de nuestro idioma. La
ltima ve#, $ace dos aos, lleg al frente de una delegacin de antiguos deportados supervivientes de ,usc$Bit# y de
6uc$enBald. 2eb!a $acer un discurso conmemorativo. +ero como me lo encontr" en la calle y empec" a seguirlo, se
retir a su $otel y se refugi ante la barra, donde pidi Tun caf" con lec$e y nataU 0os $ab!amos enterado de que se
$ab!a casado en ,lemania, y, sin duda, su supuesta amnesia no era ms que una fantas!a. &e sent, pues, delante de la
barra, dndome la espalda. ,l principio $i#o como si no se diese cuenta de que me dirig!a a "l. +ero finalmente, ante la
evidencia, di)o, con un acento extran)ero, desde luego fingido% OHEn qu" se basa, )oven, para afirmar que precisamente
yo soy su estimado padreI H2e qu" pruebas positivas dispone usted para mantener tales afirmacionesIP.
.en!a en su rostro una expresin de clera, la expresin de un $ombre profundamente ofuscado. 0o se atrev!a
a mirarme a la cara, en face, sino que $ablaba con la mirada clavada en su ta#a, de la que beb!a a sorbos el caf" con
lec$e, con lo que se delataba an msL pero aun as! pude apreciar que, incluso despu"s de tantos aos, no $ab!a
cambiado demasiado, a pesar de sus muc$os esfuer#os y de su maquilla)e. &lo estaba un poco ms gordo, un poco
ms fuerte, y la cadenita de oro de su relo) ca!a sobre su pequea barriga, de la que no me atrever!a a afirmar que era
artificial.
O,demsP, prosigui, Oaunque fuera verdad lo que est diciendo, )oven, es decir, que precisamente yo sea su
padre, tengo perfecto derec$o a no acordarme de ello. H&abe usted, )ovencito m!o, cuntos aos $an pasado desde
entoncesI *einte aos, )oven, veinte. ,s! que usted ver. H0o le parece lgico que despu"s de tantos aos uno pueda
olvidarI +or no mencionar que lo que usted alega como prueba de mi paternidad no es ms que cierta vaga seme)an#a
en el andar, en la vo#, en los gestos. 0o, no, usted se equivoca, )ovencito. Jo soy Eduard Ko$n, de ,lemania, y no
tengo absolutamente nada que ver con usted, )oven. Ke venido a dar una conferencia en su ciudad con ocasin de
cierta conmemoracin y despu"s me marc$ar"... T,dis, )oven, y buenas noc$esUP.
Esta no era sino una ms de las maquinaciones de mi padre. &in embargo, yo pensaba que despu"s de este
)uego tan peligroso no volver!a a aparecer, que no desear!a volver a encontrarse conmigo ni enfrentarse a mis
acusaciones, o que, al menos, se disfra#ar!a con ms cuidado. +ero menos de un ao despu"s de este incidente
particip en un torneo internacional de a)edre#, como uno de los aspirantes al t!tulo de campen, y volvi a
presentarse en nuestra ciudad y se puso a $acer preguntas sobre m! con algo ms de cautela. +ublicaba libros
utili#ando un nombre falso, sacrificando su ambicin, y, en sus memorias, la personalidad de mi madre, la de mi
$ermana y la m!a aparec!an refle)adas con marcados retoques, mientras que de s! mismo $ablaba con circunspeccin,
privando al lector de detalles biogrficos. &e $ab!a vuelto taciturno y desconfiado, evitaba las entrevistas y nunca se
de)aba provocar. En cuanto se daba cuenta de que $ab!a ca!do en una trampa, recurr!a a los subterfugios ms indignos
para $uir de mi curiosidad. En cierta ocasin se encerr en el aseo de su $otel, del que no sali $asta la maana
siguiente. Cuando avis" al conser)e, temiendo lo peor, y cuando for#amos la puerta a $ac$a#os, "l ya no estaba all!.
Era casi absurdo suponer que $ubiera escapado por las caer!asL no obstante, yo mantuve esta $iptesis con
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conviccin. +ero cuanto ms me evitaba, ms me esfor#aba por encontrarlo y desmitificarlo, firmemente convencido
de que algn d!a lo conseguir!a o, por lo menos, le obligar!a a desistir de sus provocaciones. +ues si mi padre $ubiera
aceptado retirarse tranquilamente de este mundo, reconciliarse con la muerte y decidirse de una ve# por todas por uno
de los dos mundos, por uno de los dos pa!ses y por una de las dos familias, no $ubiera $ec$o tanta $istoria de todo
esto. +ero "l segu!a desafiando al mundo, se negaba a aceptar la ve)e# y la muerte, as! que se convert!a en ,$asvero y,
disfra#ado casi siempre de turista alemn, ven!a a provocar mi curiosidad, a perturbar mis sueos, a advertirme de su
presencia. &i pretend!a demostrarnos que no estaba muerto a pesar de todo, es decir, a pesar de la gente que
supuestamente deseaba su muerte, entonces muy bien, le creo. +ero Hpor qu" ese empeo suyo en contradecir a mi t!a
Gebeca, que aseguraba que "l $ab!a acabado en un campo de concentracin, como si "l no $ubiese sido capa# de la
inmortalidadI
&in embargo, la ltima ve# que lo vi llevaba una gasa negra en la manga. Estaba sentado, rodeado de
borrac$os, y trataba de convencerles con ardor de que llevaba su propio luto, porque, segn les dec!a, no ten!a a nadie
que fuera a llorarlo. Este sentido suyo de la parado)a, este $umor negro que me sacaba de quicio, no lo abandon
)ams, ni tampoco su deseo de demostrar su presencia con pruebas materiales, golpendose el pec$o y clamando que,
a pesar de todo, segu!a vivo. Consciente, supongo, de que yo lo escuc$aba, empe# a que)arse de dolor de riones y a
palparse la espalda. +or supuesto, no ten!a el menor pudor en $ablar de asuntos !ntimos que no concern!an a nadie que
no fuera de la familia% que un d!a su $i)o le $ab!a pegado con su propio bastn. 2esde luego, omiti aclarar que en
aquella ocasin "l estaba borrac$o como una cuba, y que yo lo $ab!a golpeado en la espalda porque "l estaba
maltratando a mi madre, clavndole la punta de $ierro de su bastn. +ero lo que ms me enfadaba era su forma de
fingir, de actuar. Kac!a ms de veinte aos que le $ab!a pegado Myo ten!a entonces siete aosN, y "l se contorsionaba
delante de su pblico, como si eso $ubiese ocurrido unas $oras, unos minutos antes. +or supuesto, en cuanto me
acerqu" se puso a $ablar en alemn, interesndose, supuestamente, por los precios del $otel.
H<ui"n es este $ombre y qu" quiere de m!I
En los tiempos remotos, m!ticos, en los que an se llevaba c$istera y en los que reinaba con soberan!a en toda
Europa la extravagante moda vienesaEbarroco tard!o de una decadencia ya evidenteE, en una "poca m!tica muc$o
ms antigua que su equivalente $istrico y por tanto indefinida en la $istoria, en un otoo gris, un $ombre tocado con
sombrero duro negro, vestido de oscuro, con unas gafas de montura metlica, entr en el caf" El Len de /ro. Llevaba
sus cabellos cenicientos peinados con la raya en medio, siguiendo los capric$os de la moda de aquella "poca, ten!a
unos dedos largos y $uesudos, de neurast"nico o de t!sico, y deba)o de su alto cuello posti#o asomaba un gran nudo
negro. Este alto cuello de celuloide, que seguramente evocaba la moda de la nostalgia de un pasado ya le)ano, de una
Europa carcomida y semifeudal, y que era la corona del uniforme de los junkers de @rancisco Vos", confer!a a la figura
una excepcional elegancia e impon!a una disciplina, manten!a la cabe#a alta, con idealismo, por encima de la altura de
los o)os, por encima del mundo y del tiempo. Este bastardo almidonado de cuello de eclesistico y de collar!n de
oficial, con una deslumbrante blancura que remataba los oscuros y serios tra)es de c$aqueta, apretaba el cuello como
un yugo y contrastaba con la moda deportiva y rela)ada importada del nuevo continente como una oposicin, como un
signo de fidelidad al esp!ritu continental centroeuropeo y a las tradiciones burguesas europeas. La cabe#a estaba
erguida% esto obligaba a la $igiene, a un $ablar filosfico y a la seriedad.
El $ombre se detuvo por un momento en medio del pasillo y mir a su alrededor, indeciso. En el instante en
que se pod!a pensar My en el que incluso "l mismo $ab!a pensadoN que se iba a ir, de repente se acerc al perc$ero,
colg su sombrero y se quit su abrigo negro. Ki#o todo esto aparentemente con tanta seguridad, que parec!a que en
ningn momento $ab!a pensado $acer otra cosa que quitarse el sombrero y sentarse. +or un instante, ustedes mismos
$abr!an olvidado que, dos minutos antes, $ab!an presenciado una escena de la mayor indecisin y falta de voluntad.
Con un poco ms de perspicacia $abr!an comprendido, sin embargo, que ten!an ante ustedes a un $ombre que no sab!a
qu" $acer consigo mismo, cuyas decisiones y movimientos estaban condicionados por el a#ar y por unos mecanismos
que "l mismo desconoc!a. Lan# $acia los clientes una mirada rpida e inquisidora, como si quisiera investigar las
consecuencias de su repentina decisin y como si en aquel momento estuviera estableciendo sus coordenadas en el
tiempo y en el espacio, luego se dirigi $acia una mesa libreE$acia la nica mesa libre aquella noc$e en El Len de
/roEy se sent, erguido, con una calma filosfica, vuelto de medio perfil $acia el pblico. 2e su pitillera de plata,
cuyo ruido al abrirse y al cerrarse era por aquel entonces un efecto en boga durante los silencios tensos de las grandes
conversaciones, cargados de electricidad, o ante una decisin importante, una decisin capital, extra)o un cigarrillo y
se puso a fumar, aparentemente tranquili#ado por el $ec$o de $aber encontrado una salida en el ltimo momento, o
bien, dic$o en t"rminos filosficos, de $aber tomado una determinacin. El restaurante El Len de /ro estaba lleno a
esas $oras de funcionarios y de solteros que cenaban sorbiendo su aguardiente, y las conversaciones sobre los
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impuestos municipales y los detalles picantes de la moda femenina ced!an su lugar a temas ms serios, como la crisis
econmica mundial y la constitucin de *idovdan. Esp!as y provocadores empe#aban a aparecer en las provincias y,
disfra#ados de dirigentes sindicales, con un bigote falso, escuc$aban las conversaciones en los caf"s y apuntaban en
sus agendas con una pequea letra cifrada las declaraciones revolucionarias o al menos sospec$osas, anarquistas, de
los burgueses progresistas, de los tipgrafos y de los aprendices de albail.
Los camareros cambian ya los manteles por tapetes a cuadros y a rayas. /lor a gulas$, a cerve#a y a cera de
parquet. Kumo de cigarrillos. Estn afinando el contraba)o Mc!mbaloN. ,lguien recorre las cuerdas con las uas. Las
cuerdas resuenan con un pianissimo cristalino, como el #umbido de una mosca en un vaso. C$inDc$inDc$in. El
camarero se acerca a la mesa del $ombre y, con los talones )untos, ligeramente encorvado y una expresin en su rostro
a mitad de camino entre el servilismo y el cinismo, espera la decisin del cliente. El camarero lleva ba)o el bra#o una
servilleta que su)eta con su mano blanca de parsito. Luego, de repente, da media vuelta y se ale)a, para volver
enseguida con un vaso, que coloca delante del cliente como si fuera algo extraordinario, una naran)a o un coco. Las
cuerdas del c!mbalo resuenan suavemente como el #umbido de una mosca.
El $ombre bebe su aguardiente inclinando $acia atrs el torso, y luego de)a el vaso encima de la mesa con un
gesto rpido, como si fuera el casquillo an ardiente de un cartuc$o.
Ke aqu! todo lo que sabemos sobre este $ombre, todo lo que $emos conseguido averiguar sobre "l durante
largos aos de traba)o y de reflexin, adems de su descripcin, que garanti#o es conforme con el original y sacada de
fotograf!as y esbo#os de aquella "poca, con ocasin de su misteriosa y fat!dica aparicinL "ste es el resultado de todas
las investigaciones, de una encuesta llevada a cabo a lo largo de veinte aos entre sus amigos y conocidos, sus
parientes prximos y le)anos, la polic!a y los ministeriosL "sta es, en una palabra, la suma de todos nuestros frgiles
conocimientos sobre "l, basados tambi"n en sus documentos personales, en sus certificados y diplomas escolares, en
sus $uellas dactilares y en su correspondencia privada Mal menos en lo poco que recuperamos de ella tiempo ms
tardeN, en los dictmenes de los tribunales, en los diagnsticos m"dicos y militares, y tambi"n en la leyenda que sobre
este $ombre $ab!a permanecido en la conciencia de sus contemporneos todav!a vivos, leyenda que acompaa a todo
ser $umano, as! como a la quiromancia, la telepat!a y la oniromanciaL en una palabra, esto es todo lo que sabemos de
este $ombre $asta su llegada Mrepetimos% fat!dicaN al restaurante El Len de /ro.
Eduardo &am, precisamente "l, el misterioso +adre, aparece inesperadamente en este caf" aquella turbia noc$e
de otoo de -7 ; oL surgiendo de la multitudinaria masa de annimos, se destaca de la oscuridad total y catica del
mundo en un in medias res comprendido de forma excesivamente literal, como el libro del '"nesis abri"ndose por la
mitad y con la primera parte ilegible o desaparecida. .odo lo que $emos conseguido saber sobre sus padres son sus
nombres, que en s! mismos no dicen nada y no $acen ms que abrir dos ventanas falsas en la imaginacin desbocada
del investigador. &u padre se llamaba (ax y su madre Gegina. Gegina @Srst. T<u" nombre tan regio% GeginaU 2e su
padre sabemos tan slo que ten!a el labio partido, si nos fiamos del testimonio de una mu)er que ya era muy mayor
cuando nos proporcion esta informacin. +ero Hpor qu" $emos de dudar de todas nuestras aseveracionesI Creamos,
pues, en estos testimonios y conven#monos de que este $ombre de labio leporino pose!a un carrua)e con seis caballos
y que Msegn la misma fuenteN ca#aba, comerciaba con plumas de ganso y $ab!a amasado cierta fortuna. .odo lo
dems en torno a este $ombre est envuelto en las ms profundas tinieblas. <ue los datos relativos al carrua)e sean
exactos, y a un nivel muy superior de la verosimilitud, a pesar de todo dudosa que sea la veracidad de la leyenda, lo
podemos confirmar tambi"n por el $ec$o de que, despu"s de tantos aos, $emos encontrado el lugar donde se $allaban
los establos en los que antao se alo)aban los caballos en cuestin. MEn la "poca en la que $emos podido convencernos
de su existencia, es decir, )usto despu"s de nuestra llegada al pueblo de la familia de mi padre, estos establos $ab!an
sido convertidos, a decir verdad, en un coberti#o donde se guardaba la lea y el serr!nL pero cuando, en cierta ocasin,
cavaron el suelo, porque nuestros parientes quer!an enterrar sus pertenencias de valor, las capas profundas de la tierra
an ex$alaban un fuerte olor a or!n de caballoL $ec$o que viene a confirmar nuestra tesis sobre el carcter eterno de
los olores, tesis, por otra parte, bastante atrevida, pero de la que ya $emos demostrado repetidas veces su ra#n de ser
y su exactitudN. En cuanto a la personalidad de este $ombre de labio partido, imaginamos a un exc"ntrico, a un retoo
decadente de un lina)e antao poderoso que, arrancado de la tierra de sus antepasados y arro)ado al suelo de un nuevo
mundo, $a degenerado. , partir de este labio leporino, como a partir del ala fosili#ada de algn p)aro pre$istrico,
intentamos reconstruir el aspecto general de la especie, las condiciones climticas y los cataclismos. +ero, al no
disponer de pruebas suficientes, nos retiramos del todo decepcionados y resistimos las tentaciones provocadas por
nuestras osadas $iptesis.
La infancia de Eduardo &am no es para nosotros menor secreto e incgnita. >na infancia patriarcal, buclica,
a la sombra del carrua)e con sus seis caballos, de los beneficios de la usura y de la doble contabilidad. +or el amor de
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2ios, Hpod"is imaginar a un Eduardo &am, visionario y profeta, en pantaln corto, asistiendo en la finca de su padre al
apareamiento de los caballosI HCmo imaginis este momento de evolucin que supone el proceso de urbani#acin de
Eduardo &am en la "poca de sus estudios de comercio en ]alaegers#egI HJ el minuto $istrico en el que enfund por
primera ve# su largo cuello en un r!gido cuello posti#o, como en una soga, alistndose de este modo, tambi"n de forma
simblica, en las severas filas de los librepensadores europeosI HCmo imaginis su decisin revolucionaria,
determinante para la $istoria, de romper con sus padres, con sus numerosas $ermanas, con su $ermano y con sus
apellidosI HCmo imaginis la $istoria de su enfermedad, el nacimiento de esa clera divina cuya consecuencia ser la
renuncia a su parte de la $erencia paterna y la alocada decisin de declararle la guerra de cru#adas al mundo entero, a
los dioses y a las religiones, la genial y extravagante idea de someter al mundo mediante la renuncia y la filosof!aI HJ
cmo imaginis a este genio, terico de la revolucin y profeta, en el papel de copropietario de una fbrica de cepillos
destinada a una quiebra sonadaI J luego, Hcmo lo imaginis en el papel de )oven anarquista y saboteador Mcon las
gafas de montura metlica de la clase intelectual revolucionaria rusaN, en el amplio entramado de la monarqu!a
austro$ngaraI
J finalmente, Hpod"is concebir la idea utilitaria de su +refausto, que empe# a redactar en aquella "poca, de
este primer =orario de 6ranspor6es ferro1iarios, mar6imos / por carre6era en el que an no se $ac!a mencin de las
l!neas internacionales y en el que no $ab!a rastro de exageracin enfermi#a ni de desarreglo mental algunoI
2e este modo, mientras Eduardo &am vac!a su cuarto o quinto vaso de aguardiente y fuma sus eternos
&ymp$onia Men las mesas, los manteles estn sucios desde $ace tiempo, corre el vinoL en los c$arcos de cerve#a ba)o
las mesas flotan palillos pisoteadosL los #!ngaros tocan a &trauss y a Lis#t, las conversaciones y las risas se entrete)en y
se vuelven difusas como el reverso de una alfombra persa, los vasos y los cubiertos tintinean detrs de la barra como
timbales y los posavasos ba)o las )arras de cerve#a absorben el l!quido y se $inc$an, separndose las capas de cartn,
finas como la micaN, contemos, como los buenos escritores de antao, la aventura amorosa de nuestro protagonista
Mllam"moslo as! sin miedo, pues an no es nuestro padreN, cont"mosla lo me)or posible, como se la $emos o!do contar
a otros, conscientes en todo momento de que nunca llegaremos a saber toda la verdad, sino que tendremos que
recurrir, de ve# en cuando, al relato de testigos poco fiables.
&e trata pues de un cap!tulo muy $ipot"tico y reconocemos que no es ms que un plido refle)o, una copia
barata, de aquella gran novela de amor apasionado te)ida antao por comadres con talento y divulgada como un 2es6-
seller por los canales secretos de los cotilleos pequeoburguesesL novela en la que $an participado ricos comerciantes
e $i)as de comerciantes, mayores de diecioc$o aosL que $a sido vendida por deba)o del mostrador por gordas
panaderas que $an envuelto el pan an caliente y oloroso en estas pginas apasionadas, que luego, todav!a $medas,
$an sido le!das a escondidas, como la literatura revolucionaria, y distribuidas en las cestas de las amas de casa y de las
criadas de las me)ores familias, para, finalmente, provocar ataques de $isteria entre las solteronas y las viudas
bigotudas.
&omos conscientes de que, a pesar de todo, vamos a decepcionar, inevitablemente, a los lectores apasionados
por las novelas de amor, a los defensores de un argumento claro y una tragedia de acuerdo con el modelo clsico.
+ero, sin desear ale)arnos de la realidad ni de los $ec$os, sin querer traicionar nuestra verdad, debemos reconocer que
no podemos afirmar nada con seguridad, ni siquiera el $ec$o esencial% de qui"n estaba enamorado en realidad nuestro
protagonista, si de la madre o de la $i)a. +orque esta novela de amor, transmitida de boca en boca, llevaba, por
desgracia, muc$o tiempo desgastada como un pirul! rosa. La genial intriga femenina que $emos proclamado guardiana
de la $istoria y creadora de los mitos afirma, parad)icamente, que estaba enamorado de una y de otra, con lo cual
declara metafricamente, por as! decirlo, la imposibilidad de conocer las verdades fundamentales. 5nstruida por la
experiencia de la vida y nada ingenua, esta intriga abre de par en par la puerta de las distintas posibilidades sin dar
)ams una respuesta definitiva, conservando su indeterminacin filosfica. +or lo tanto, )uega $bilmente con la teor!a
seria de la relatividad amorosa, citndonos un sinnmero de posibles soluciones, de las que aqu! escribo nicamente
algunas% slo estaba enamorado de la $i)a, porque la $i)a era caliente y perfumada como el pan reci"n $ec$oL slo
estaba enamorado de la madre, porque la madre era rolli#a y opulenta y, adems, se ofrec!a como la masa en la artesaL
estaba enamorado a medias de la madre y de la $i)a Mprofusin de perfumesNL primero estuvo enamorado de la madre y
luego, cuando la $i)a $ubo crecido Mdeb!a recibir como dote la mitad de la panader!a y las rentas de su madreN, se
enamor tambi"n de la $i)a, sin por ello abandonar a la primeraL entonces estuvo enamorado slo de la $i)a, pero
finalmente cambi de parecer, porque result que la $i)a era boba y no sab!a guardar un secreto amoroso, as! que,
como es natural, se volvi a enamorar de la madreL y por ltimo, para terminar este )uego con la teor!a seria de la
relatividad, y slo porque la puerta de las posibilidades est abierta de par en par y nos tienta peligrosamente, puesto
que los $ec$os no nos obligan a renunciar al placer de )ugar con el destino y con la casualidad, al igual que ellos
)uegan con nosotros, mencionemos esta ltima posibilidad, pues es tambi"n la ms sencilla% no estaba enamorado ni
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de la madre ni de la $i)a. T+ero no exageremosU T0o dudemos de todoU +ues el mito del amor del seor &am por la $i)a
o por la madre, por la seorita Korgos$ o por la viuda de Korgos$, Hno es tan real como el mito de .ristn e 5solda, por
e)emploI
J a$ora, $e aqu! la continuacin de este mito.
El seor &am, el afligido .ristn, sufri un naufragio m!tico, un desastroso naufragio amoroso, cuando var su
navio en los peligrosos ba)!os de la viuda de Korgos$, la panadera, o de la seorita Korgos$, que ol!a a pan reci"n
$orneado. El seor &am no pod!a resumir esta derrota, como sol!a $acerlo, en una sencilla conclusin filosfica sobre
el absurdo del mundo y la necesidad de una revolucin universal. 2ecidi, pues, infligir a los culpables un castigo
severo y que sirviera de e)emplo a la $umanidad.
@ue el comien#o de una famosa empresa, de una accin de dimensiones inauditas. El seor &am invirti en
ella todo su genio, todos sus a$orros, toda la llama de su resentimiento. J pronto se vio flotar en la ciudad, en la calle
de &anto &ava, un gigantesco rtulo que atravesaba toda la calle, inscrito con grandes letras ro)as y salpicado de
pintura como el mantel de un fest!n sangriento de los dioses. &obre esta cometa que entorpec!a la circulacin y tocaba
los cables del tranv!a, sobre esta obra de arte del ingenio mercantil y publicitario que provoc la envidia de todos los
comerciantes y panaderos, sembr el pnico entre los pequeos artesanos y caus la ba)a general de las acciones en
bolsa de los panaderos y del valor del trigo, sobre este rtulo se pavoneaba el misterioso nombre de una empresa que
se elevaba, amena#ante, al cielo de la pequea burgues!a, apareciendo de repente, de improviso, como una cometa%
+,0,2EGY, 2E *,+/G
K/K0 ^ C/(+.
+G5(EG, +,0,2EGY, (/2EG0,
E0 E>G/+, CE0.G,L J L/& 6,LC,0E&
2urante varios d!as los peridicos publicaron art!culos sobre esta revolucionaria empresa, y los detectives
privados a sueldo de los comerciantes y artesanos amena#ados, y tambi"n numerosos periodistas, investigaron el caso
en busca de la identidad del accionista desconocido que se escond!a detrs del nombre de Ko$n ^ comp. La polic!a
recib!a a diario cartas annimas y una decena de tru$anes y de aventureros )uraron y per)uraron que eran ellos quienes
se escond!an detrs de este nombre, pero al final siempre resultaba que se trataba de estafadores. El $ospital municipal
tuvo en aquellos d!as varios magnates de la panader!a con el nombre de Ko$n ^ comp., entre los que, curiosamente,
figuraban varios antiguos 0apoleones que $ab!an traicionado la fama y la gloria de su nombre por el encanto del
dinero, la rique#a y la incertidumbre. >na )oven de buena familiaEy fue el colmo del escndaloEque se $ab!a
quedado encinta de algn tru$n afirmaba con obstinacin que el padre del futuro nio era precisamente este
misterioso rico, que en el momento de su fulgor l!rico le $ab!a revelado el secreto. 0o vayan ustedes a creer que toda
esta $istoria de la panader!a de vapor Ko$n ^ comp. no era ms que un engao sin fundamento. Lo ms pasmoso de
todo fue el $ec$o de que los papeles de este misterioso empresario, entregados en la Cmara de Comercio, estaban
perfectamente en regla, y sus cuentas, depositadas en el primer banco serboDamericano, a pesar de estar protegidas por
el secreto profesional Mque tuvo filtracionesN, revelaban un capital importante.
La viuda de Korgos$ tal ve# fuera la nica que conoc!a con certe#a la identidad del misterioso accionario, pero
guard el secreto, al menos al principio. El mero $ec$o de que el rtulo se encontrara )usto enfrente de su panader!a
apoyaba la tesis de que era el seor Eduardo &am quien se escond!a detrs del nombre de Ko$n ^ comp., y que toda la
empresa ten!a por ob)eto $umillar a la seora Mo a la seoritaN Korgos$, la orgullosa panadera. +or supuesto, al
respetable seor &am le importaba muy poco llevar a la bancarrota, adems de a ella, a la mitad de los miserables
pequeos comerciantes de trigo de Centroeuropa y de los 6alcanes, de)ar sin traba)o y en la mendicidad a cientos de
miles de ayudantes y aprendices de panadero. T<u" le importaba a "l que abdicaran vergon#osamente de su clase de
proletarios revolucionarios para caer en un .u6npenpro-le6aria6 desclasadoU T.odo esto le tra!a sin cuidadoU
En la asamblea general de los panaderos y accionistas, reunin de la que deb!an surgir medidas rpidas y
eficaces contra el peligro que amena#aba a la produccin manufacturera con la intrusin de capital y mquinas
extran)eras, la seora Korgos$ fue la nica que conserv la calma en medio del pnico general, afirmando con
rotundidad que la empresa Ko$n ^ comp. no era ms que un globo $inc$ado que seguir!a balancendose por encima
4=
de la ciudad un par de meses ms como un fantasma, para luego estallar de repente y desaparecer como si nunca
$ubiera existido.
&us profec!as no tardaron en verse cumplidas.
El seor &am, magnate y capitalista, arruinado por amor y accionista del sentimiento, permaneci un rato de
pie ba)o la lluvia, entre una multitud de nios y curiosos, observando entristecido cmo descolgaban y de)aban caer al
barro su rtulo como la bandera del vencido, mientras una muc$edumbre de lumpenproletarios y de $i)os de
comerciantes entonaba el $imno O2ios salve al #arP. Luego, incapa# de contemplar esta $orrible escena, se marc$
cabi#ba)o, como un perro mo)ado por la lluvia, a una cafeter!a cercana, donde estuvo de )uerga durante tres d!as y tres
noc$esL de esta forma, para diversin del pblico y de los camareros, demostr que era efectivamente "l el famoso
fracasado del que se $ablaba en la portada de todos los peridicos en aquellos d!as. Con un genial sentido de la
exageracin, de la extravagancia y de los excesos de todo tipo, consigui convertir en tres d!as My tres noc$esN lo que
quedaba del capital de la panader!a de vapor Ko$n ^ comp. en calderilla sin valor, que acab en los bolsillos de los
camareros en forma de propina o enganc$ada en los arcos de los violinistas #!ngaros.
El seor &am estaba sentado, erguido y tieso, y al principio sent!a su cuerpo como algo a)eno, $asta que lo
invadi una clida ola de alco$ol que $i#o que sus propios rganos le parecieran ms !ntimos y cercanos. Esta tibia
caricia en sus entraas, este sol invisible que lo iluminaba por dentro le devolvi la personalidad y de nuevo
contempl sus dedos encima de la mesa como parte de su mano, de su cuerpo, recuper su integridad, su cuerpo se
reconstituy y adquiri sus dimensiones naturales, desde la punta de los dedos de los pies $asta el ltimo pelo de la
cabe#a. &atisfec$o, comen# a recorrer el caf" con la mirada, seguro de s! mismo, casi fuerte, retornando a su
ego!smo, que a$ora desbordaba por todos lados como un l!quido, si bien "l no tem!a que se derramase y lo de)ase en la
estacada. Este fantstico impulso de fuer#a que sinti entonces lo atribuy nicamente al alco$ol, pero a la ve#
percibi un temblor parecido al miedo% una fuer#a desconocida lo transportaba. .em!a que lo destro#ara este flu)o
interior de fuer#a, esta sbita consolidacin de su personalidad que de repente $ab!a empe#ado a adquirir una nueva
dimensin en su esp!ritu y que confer!a a su piel, a su carne y a sus $uesos un significado $asta entonces desconocido%
estaban presentes sin dolor, de una forma natural, como en los nios. 2esde el d!a en que sus amores y sus negocios
$ab!an fracasado, y desde que $ab!a empe#ado a martiri#ar sistemticamente su cuerpo, que se le $ac!a a)eno, era la
primera ve# Eaquella noc$e, en El Len de /roEque $ab!a reunido la entidad de sus rganos, el cora#n, la cabe#a,
las visceras, los miembros, y los $ab!a sentido suyos, como si $ubieran renacido. La tabaquera de plata que su)etaba
en la mano $ab!a vuelto a adquirir todas sus dimensiones, su significado original fuera del mero marco utilitario, y el
cuello posti#o se $ab!a reducido, de nuevo, a un collar!n filosfico estoico que se lleva sin que)a y con noble dignidad,
como la insignia de una casta, como un emblema espiritual. +or un solo momento, y como si fuera la ltima ve#, vio
su cuerpo en toda su integridad, vestido y desnudo a la ve#% sinti el duro cuerno de sus uas en sus calcetines, como
en un guante de sedaL su piel, blanca y moteada de pecas como la de una truc$aL sus cabellos cenicientos, reci"n
cortados, que se met!an por el cuello posti#o y araaban ligeramente el celuloide cuando giraba la cabe#a. Con esta
mirada nica de satisfaccin y valent!a recobrada vio que todo estaba en su sitio, como siempre% sus anc$os y
prominentes omoplatos, que le confer!an un aspecto ligeramente encorvado, las articulaciones $uesudas de sus manos
y de sus dedos, todo, todo, como si nunca nada se $ubiera ale)ado de "l, como si nunca lo $ubiera odiado. &ent!a cmo
se le entumec!a el trasero en la silla, en realidad Olas posaderasP, pues "l no ten!a trasero, sino que sus piernas sal!an
directamente de sus caderas, como un comps, circunstancia a la que atribu!a sus $emorroides crnicas, en las que
pensaba a$ora sin asco como en una pequea broma de los dioses. J ni siquiera evit pensar, a pesar de su $abitual
rec$a#o de su cuerpo y de su martiri#ante $ombr!a, en su miembro, dormido entre sus piernas, en todo ese mecanismo
viril envuelto en un bosque de vello, sino que lo abra#, casi arrepentido, con una mirada que lo abarcaba todoL sin
preguntarse por qu" ni cmo, acept su cuerpo entero, sin desesperacin% $ab!an pasado sus crisis autodestructivas...
,quella noc$e Eduardo &am vio en la mesa de al lado a una mu)er de una belle#a excepcional, y declar,
perfectamente lcido y como con el deseo de conservar esta repentina integridad de su esp!ritu y de su cuerpo Mque
con ra#n relacionaba con la presencia de aquella mu)erN% OCaballeros, ```````````````````````P.
+or un momento se $i#o en la mesa ese denso silencio que seala el encuentro fat!dico de dos seres, de dos
astros.
&lo se o!a el triquitraque de las tabaqueras en las manos de los caballeros.
(i padre se marc$ a finales de )ulio y nuestros parientes un poco ms tarde, en agosto. El ltimo en irse fue
4-
el t!o /tto. Cerr con sus propias manos las contraventanas y la puerta de doble batiente de la tienda. Como esta
puerta, decorada con anuncios multicolores de esmalte, permanec!a siempre abierta de d!a, la fac$ada de la casa de
nuestros parientes recordaba a las alas de algn p)aro irisado. +ero al cerrar a$ora el t!o /tto la pesada puerta de
roble, la casa qued de repente en la penumbra, como cegada. El lacre de cera ro)a puesto en la puerta de la tienda y en
las )untas de los batientes de los postigos convirti la puerta en un gran sobre administrativo gris, lleno de aburridos
documentos confidenciales. El t!o /tto mir con aire satisfec$o el precinto, que parec!a una $erida, luego se mont en
su bicicleta y se lan# tras el fiacre en el que iban sentadas mi t!a 0eti y la seora Gebeca, sobrina de mi padre.
2urante algn tiempo mi madre reg los geranios de la terra#a, pero con las primeras $eladas del otoo, las
flores se marc$itaron y murieron. 2ingo, el perro de nuestros parientes, empe# a aullar por las noc$es de una forma
lgubre, dolorosa, pues no estaba acostumbrado a aquel silencio total que reinaba en el )ard!n y en la casa, donde $ac!a
tiempo que no resonaba la terrible y profunda vo# de mi padre y donde ya no se o!an las pequeas rabietas de la
seora Gebeca, a la que mi padre era tan al"rgico como al uniforme militar o a las ortigas.
Esta inesperada desgracia que se abati sobre nuestros parientesL )unto con el silencio que reinaba en nuestro
patio, en el que ya no se o!a el eco del tintineo cristalino del vaso que mi padre $ab!a tirado en la terra#a, donde la
seora Gebeca estaba tomando el solL unido al aspecto otoal y triste del paisa)e y a las ventanas condenadas de las
casas, todo esto contribuy a que 2ingo, el perro de nuestros parientes, y yo, nos $ici"ramos ms amigos an. 2os
d!as despu"s de la marc$a del t!o /tto, "l segu!a ec$ado en la terra#a, como siempre, guiado por unas conmovedoras
normas "ticas que no le permit!an mostrar su infidelidad de forma grosera, como lo $ar!a cualquier c$uc$o del pueblo
que no obedece ms que a las leyes del estmago y de la $umildad. +ermaneci, pues, tumbado en la terra#a dos d!as
y dos noc$es, llor y aull como si se encontrara sobre una tumba, para luego mudarse un buen d!a delante de nuestra
puerta, todav!a triste pero con la conciencia tranquila. ,dems, no $ay que )u#garlo con severidad. 2ingo siempre
tuvo dos amos% nuestros parientes y yo. , ellos les ten!a afecto, en cierto modo, por inter"s y por sentido de la
propiedad Mal fin y al cabo, ellos lo $ab!an comprado, alimentado y vacunado contra la viruelaN, pero a m! estaba
ligado de una forma ms !ntima, con el cora#n, por inclinacin, considerndome, sin duda, desde el principio,
seme)ante a "l, similis simili 9aude6L ambos "ramos igual de vagos y de revoltosos, amantes de las fantas!as y del
)uego, vagabundos y libres por vocacin.
0uestro afecto mutuo $ab!a empe#ado tiempo atrs, desde el momento en que lo $ab!an tra!do, $ac!a ms de
un ao. Como por aquel entonces yo ya $ab!a le!do muc$os libros, en los que cre!a con una pueril ingenuidad, conoc!a
la $istoria de numerosos $u"rfanos que $ab!an iniciado su dura vida en el umbral de las puertas de amos nobles y
generososL y como en mis sueos yo era rico y sublime como un grande de Espaa, aquella maana de otoo me
despert" de un sueo pretencioso en el que $ab!a emprendido una noble accin al salvar a un $u"rfano que lloraba ante
las puertas barrocas de mi misericordioso sueo. +ero el llanto del $u"rfano abandonado, cuyo destino estaba en mis
manos, permaneci aquella maana fuera del sueo, extendi"ndose y re#umando como el agua, como la orina de un
nio que se $a $ec$o pis en la cama y cuyas $medas sbanas demuestran que el sueo, iniciado en los lavabos del
colegio, se $a desbordado MdesgraciadamenteN fuera de sus l!mites naturales. Jo ya estaba del todo despierto y clavaba
mi mirada asombrada en el alba lec$osa, pero el llanto segu!a oy"ndose.
Este precioso $u"rfano, abandonado delante de nuestra puerta y nacido de mi sueo como de las entraas de
su madre, yac!a de espaldas entre un montn de trapos, me miraba con sus o)os legaosos parecidos a dos granos de
uva morada, me lam!a la mano con su tibia lengua rosa. .en!a un pela)e de #orro del desierto o de marta, brillante y
suave, y unas preciosas patitas de len fero# en miniatura, como nidos rosas de los que sal!an los picos de cinco
pa)arillos. J su rabo, como si fuera un pequeo parsito, viv!a su pequea vida del todo independiente, llena de
movimientos inesperados e imprevisibles, vivo e incluso desenfrenado. &lo su cabe#a era triste, y aunque infantil,
parec!a prematuramente adultaL su pequeo $ocico estaba arrugado a causa del llanto reprimido. (e sedu)o a primera
vista. +ero lo ms curioso de este cac$orro era su incre!ble parecido, en la expresin de los o)os y en las arrugas
alrededor de la boca, con la vie)a seora Knipper, la comadrona del pueblo. 5ntent" con todas mis fuer#as des$acerme
de esta comparacin blasfema, de esta personificacin, pero fue en vano% este cac$orrillo ten!a la misma cara arrugada,
siempre dispuesta al llanto, de la seora Knipper, la comadrona del pueblo. 0o crea el lector que esta comparacin,
este parecido irresistible que induc!a al pecaminoso pensamiento de que la seora Knipper $ab!a tra!do al mundo al
perrito, estaba exenta, en mi conciencia, de segundas intenciones y de malos pensamientos. ,l contrario. Kac!a tiempo
que $ab!a o!do a mi madre y a la seora Gosi1a, la lavandera, decir que, en 0ovi &ad, una dama distinguida $ab!a
dado a lu# a seis perritos, fruto de su pecaminosa relacin con un pastor alemn al que $ab!a legado en vida todos sus
bienes. &i $asta entonces $ab!a acogido este relato con muc$a reserva, a$ora, viendo al perrito delante de nuestra
puerta, de pronto estuve del todo convencido de que aquellas $istorias no eran invenciones de la seora Gosi1a y de
que si mi madre no se $ab!a opuesto a aquel cotilleo, no era por no querer discutir con la lavandera, una mu)er algo
simple, sino porque tambi"n ella cre!a en la posibilidad de tales relaciones y desenlaces.
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+ueden imaginarse mi asombro cuando el t!o ,ndrey me di)o que $ab!an tra!do el cac$orro a primera $ora de
la maana Tde casa de la seora Knipper, la comadronaU
OH0o le parece, t!o ,ndrey, que este perro guarda un parecido extraordinario con la vie)a seora KnipperIP,
pregunt" para comprobar mi sospec$a. (i t!o ,ndrey, $i)o de la seora Gebeca, empe# a mondarse de risa,
examinando la cara del perrito que su)etaba entre sus manos y estirndole las ore)as, blandas y aterciopeladas, que
ten!an el interior del color de los p"talos de rosa. &in embargo, "l tampoco consideraba mi comparacin absurda,
incluso la confirm, extraado de no $aberse dado cuenta antes a pesar de que el cac$orro le recordara desde el
principio, irresistiblemente, a alguien. J todos admitieron de forma unnime esta comparacin o parecido% mi
$ermana, mi madre, la t!a Gebeca, todos. La t!a 0eti1a se ec$ a re!r, descubriendo sus enc!as sin dientes, y luego di)o,
ba)ando la vo#, que no se deb!a blasfemar, por lo que ya no mencionamos en vo# alta este $ec$o, si bien seguimos
desarrollando para nuestros adentros esta pecaminosa comparacin que, al menos en mi conciencia, comen#aba a
rayar en la pornograf!a.
El t!o ,ndrey me confi, como si se tratara de un secreto solemne, que el perro se llamar!a 2ingo, como los
feroces perros salva)es que $acen estragos en el continente australiano. Este nombre sonoro y extico evoc en m! una
futura aventura y desarroll en mi conciencia la imagen de un rico porvenir, lleno de $a#aas prximas al milagro.
,quella pequea vida, ese $ocico $medo, esas patitas temblorosas que se abr!an y se cerraban como una flor de
ma)uelo, todo eso estaba a$ora en mis manosL era un tierno )uguete que un d!a se convertir!a en un arma peligrosa en
mi poder, en el terror y el espanto de mis enemigos, en el guardin de mis sueos y de mi cuerpo, Tpero tambi"n en un
fenmeno de circo que bailar!a sobre sus patas traseras y fumar!a en pipaU +orque de repente comprend!, inundado de
alegr!a, que 2ingo, por afinidad, siguiendo la lgica del cora#n, me iba a pertenecer a m!% los nios le eran ms
cercanos que los adultos, debido a su carcter y a su disposicin al )uego y al sacrificio. J si el t!o ,ndrey lo
amaestrara como $ab!a dic$o, si le enseara Otoda clase de trucos y de )uegosP, todo eso ser!a en mi beneficio. El t!o
,ndrey le ensear!a a andar sobre sus patas traseras, a fumar en pipa y a no aceptar comida de nadieL y yo le ensear!a
a $ablar. +ues Hpor qu" no iba tambi"n a poder aprender a $ablar un perro )oven e inteligente que sab!a mirar y gemir
de una forma tan $umanaI J no como un loro tonto que repite sin comprender palabras sin sentido, incomprensibles e
inco$erentesL "l podr!a expresar toda una gama de sentimientos, como un $ombre, como un nio, tan rica y diversa
como la que a$ora expresaba con los o)os.
&eparado de su madre, que en esos momentos deb!a de estar, sin duda, llamndolo tristemente, 2ingo se $ac!a
un ovillo debido a un miedo instintivo, temblaba y se arrastraba ante nuestros pies, y, de ve# en cuando, slo por un
momento, sus instintos ancestrales despertaban, sacaba sus pequeas uas como de una funda, enseaba los colmillos
y se dispon!a al ataque, los o)os llenos de una amena#a salva)e. +ero ese instinto, esa sangre fero# dormida, esa
llamada del mundo animal, volv!an a sumergirse en el denso poso de la educacin y del amaestramiento, y la
expresin suicida y exterminadora se desvanec!a ante la blanca mano de nio que se le acercaba con un gesto
amistosoL y el perro se limitaba a lamer esa perfumada mano de $ombre, y sus uas volv!an a sus fundas, olvidando su
intencin original.
2ingo olvid, poco a poco, a su madre, y ya no gem!a ms que cuando estaba solo y se acordaba de su olor y
de su lengua. Entonces su cabe#a despertaba de un profundo sueo o de la ms $onda de las meditaciones e intentaba
llamarla. >na ve# despierto del todo por sus propios gemidos, cmicamente impotentes y vanos, volv!a a posar la
cabe#a sobre sus patitas y trataba de acordarse de su sueo. El olor de la lec$e en la escudilla que se $allaba ante "l
penetraba en su sueo como si fuera fruto y continuacin de "ste, y "l, a pesar de ser aparentemente consciente del
fraude, empe#aba a aceptar el cambio y, poco a poco, como para demostrar que no lo $ab!amos engaado del todo, se
pon!a a beber la lec$e a lengSetadas, como un gato, y a relamerse. +or supuesto, el /lor a .abaco Mes decir, mi t!o
,ndrey, que fumaba a escondidas de su madreN no estaba presente.
+ero mi t!a Gebeca, cuya oscura piel grasa pose!a un fuerte olor femenino, aparec!a, slo por un momento,
detrs de aquella cortina de calientes efluvios de lec$e, )usto a tiempo para que la ilusin fuera ms completa y su olor,
unido al de la lec$e, le recordara an ms a su madre nodri#a perdida. &lo yo me acurrucaba a su lado para mo)arle el
$ocico en la lec$e, dici"ndole cosas al o!do para que se acordara de mi vo# y para que creyera que era yo quien le
ofrec!a la lec$e, quien le daba, en cierto modo, de mamar.
,$ora estaba tumbado, triste y un poco resignadoL parpadeaba legaoso, dndose cuenta de repente de que lo
que ec$aba de menos no era la lec$e sino otra cosa, totalmente indefinida, presente en lo ms $ondo de su ser, como la
melancol!a o la aoran#a de algo le)ano y perdido. (iraba, decepcionado, a su alrededor, saciado pero triste, y trataba
de librarse de este desamparo canino con un adormecimiento placentero y un sueo en el que an quedaba algo de sus
$eroicos antepasados, los lobos, algo de un poder atvico con el que afilaba sus dientes y sus uas como en una piedra
4;
de afilar, fuerte e intr"pido. J entonces, medio dormido, al borde mismo de un v"rtigo embriagador y de un resplandor
prpura, se fi)aba en su rabo, ese desconocido animal con forma de serpiente que ondulaba y se lan#aba sobre "l, que
lo ati#aba en la espalda y en los lomos en busca de un sitio en el que clavar su mordedura mortal. En ese instante se
eri#aba, presa de un miedo y una rabia atvicos, e iniciaba una dan#a grotesca, una ronda enfurecida, como en una
noria. 2e ve# en cuando casi consegu!a alcan#ar su rabo, y precisamente en el momento en que decid!a terminar con "l
de una ve# por todas, este astuto animal se le escapaba y $u!a en c!rculos, )usto delante de su $ocico.
+ero "sta no es ms que una pequea $istoria sin consecuencias que al cabo de un par de d!as terminar!a con
un pacto de no agresin, con una alian#a definitiva, y pronto todo caer!a en el olvido ante otras $istorias ms picantes,
$istorias de pulgas, de insectos, de gatos y de p)arosL ante la creciente ola de olores siempre nuevos procedentes de la
cocina, de la terra#a y del )ard!nL ante la seguridad que le dan los alimentos y los desec$os de los $ombres, y tambi"n
ante la vie)a $istoria fundamental del $ueso de roer. 0ormalmente patoso y desconfiado, 2ingo encontr, en su primer
contacto con un $ueso de roer, una antigua verdad b!blica. Este primer contacto olfativo con una costilla de ao)o le
arranc un sonido sordo y gutural que no ten!a nada de infantil y que proven!a de lo ms $ondo de su ser, y el contacto
de sus colmillos con este $ueso ensangrentado imprimi una ptina salva)e y fero# en el a#ul suave y dcil de sus o)os%
este $ueso era como un puente entre su pre$istoria atvica y su vida actual en compa!a de los b!pedos.
(i padre fingi durante muc$o tiempo no darse cuenta de nada, como si la presencia de este canic$e en
nuestro )ard!n no fuera en absoluto de su incumbencia. En realidad, se trataba de lo siguiente% mi padre tem!a que este
animalillo amena#ara su gloria, que lo relegara a la sombra, a un segundo plano, pues desde $ac!a un par de d!as en
nuestra casa y en la de nuestros parientes no se $ablaba ms que de este perro, mientras que cada ve# se $ac!a menos
caso a las $a#aas de mi padre. ,l menos as! fue como nuestros parientes interpretaron la regia indiferencia de mi
padre. En cuanto a nosotros, apoybamos con fervor esta tesis, para que nadie sospec$ara la verdad Mque, por otra
parte, tampoco excluye la legitimidad de la $iptesis mencionadaN% mi padre, en su primer contacto con 2ingo Man sin
bauti#ar, por as! decirloN, sufri un fuerte ataque que pudo $aber tenido consecuencias ms trgicas. Esto ocurri en la
"poca de los d!as ms gloriosos de mi padre, en los tiempos de los grandes espectculos y de los fren"ticos aplausos
que obten!a con sus famosos programas y sus conferencias, con sus improvisaciones de canto y )uglar!a. *olv!a, pues,
una turbia maana de otoo, de su gira de dos semanas por el municipio, plido, envuelto en el alba otoal, con los
o)os entornados, embriagado de gloria y de alco$ol, destro#ado y cubierto de escupita)os, con la capa llena de barro y
la c$istera $undida. Kab!a vagado toda la noc$e por la regin, pues, al estar escondidas las estrellas tras unas densas
nubes, $ab!a perdido el norte. +ero, obstinadamente decidido a encontrar su camino siguiendo el musgo de los troncos
de los rboles y mediante otros m"todos parecidos, $ab!a errado toda la noc$e, pisoteando el barro, cay"ndose en las
#an)as y golpendose contra las ver)as. Era una noc$e infernal, antes de una gran tormentaL una noc$e llena de
relmpagos y de truenos, una noc$e negra que anunciaba, simblicamente, su propia perdicin y el fin del universo.
+ero ms fuerte an que su miedo metaf!sico y su temor a los rayos fue el terror que experiment cuando los perros
enfurecidos del pueblo, una )aur!a de perros vagabundos y $ambrientos, se lan#aron sobre "l, sobre su cuerpo cansado,
sobre su carne dolorida. +or supuesto, mi padre Menciclopedista, mago, psiclogo, etc.N no se abandon a la merced de
estos c$uc$os de pueblo, pero tampoco $i#o uso de su bastn con punta de $ierro para defenderse, como podr!an
pensar quienes no conocen el caso. Los largos aos de experiencia y sus conocimientos de cinolog!a le $ab!an
enseado m"todos ms eficaces, absolutamente infalibles% OCuando un perro te ataque, )ovencitoP, me $ab!a confiado
un d!a en el que me iniciaba en las cosas esenciales de la vida, Ono te defiendas como los gitanos, con el bastn y a
patadas. 0o slo da una impresin lamentable, sino que, adems, provoca efectos contrarios en la psicolog!a de los
perros, en los que despierta instintos adormecidos de autodefensa, de modo que el $ombre ya no luc$a contra un perro,
o contra los perros, para ser ms exacto, sino contra una manada de lobos $ambrientos, tan inteligentes como feroces.
+or tanto, )ovencito, recu"rdalo siempre, no les prestes atencin al principio, no $uyas ante sus ladridos, ignora
completamente su ataqueL en realidad, estos ladridos y estos aullidos no terminan nunca y durarn mientras $aya un
perro y un $ombre en el mundo. J entonces, no cabe duda, el afiel amigo del $ombreb aniquilar al ltimo e)emplar de
los b!pedos, lo $ar peda#os, poniendo as! fin a esta luc$a, vengando esta esclavitud, esta vergon#osa esclavitud que se
$a perpetuado durante milenios, al igual que la esclavitud de los $i)os de 5srael. Esto en cuanto a la $istoria de las
relaciones. +ero Hcul es la conclusin que se debe sacar de todo esto, )ovencitoI Kay que reflexionar y luc$ar con
inteligencia, con astucia. En el momento en que la )aur!a de perros rabiosos se abalan#a sobre ti, sobre un $ombre,
quiero decir, $ay que tirarse al suelo bruscamente, ponerse a cuatro patas delante de los peligrosos y feroces enemigos
y mirarles a los o)os, o incluso ladrar. En caso de que el $ombre lleve un sombrero o una c$istera, debe quitrsela y
colocarla delante de "l. Este m"todo, )ovencito, $a sido comprobado en la prctica, lo $e comprobado yo mismo, es
infalible y extremadamente efica#. @rente a un enemigo a cuatro patas, ms grande y ms fuerte que "l, $abiendo sido,
adems, testigo de esta prodigiosa metamorfosis, el animal $uye con el rabo entre las patas, dndose cuenta, una ve#
ms, de la momentnea superioridad del $ombre, este usurpador b!pedo capa# incluso de convertirse a voluntad en
cuadrpedo, cosa que el perro nunca consigue $acer a la inversa, al menos no de la forma en que querr!aP. 2e este
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modo, fiel a estas teor!as suyas, mi padre $ab!a recorrido varios pueblos arrastrndose de rodillas, ladrando toda la
noc$e a unos perros enfurecidos. Goto por el cansancio y la falta de sueo, presa del pnico, lleg a nuestro distrito
sobrio pero totalmente incapa# de recordar si esa espantosa noc$e $ab!a sido una pesadilla o la realidad, o bien otra
alternativa que le pareci ms plausible% el comien#o de nuevos ataques de delirio, los mismos que $ab!a padecido
unos die# aos atrs y cuyo recuerdo apareci en su conciencia conduci"ndolo a la desesperacin y $aci"ndole ver de
nuevo que era un miserable. ,l ver delante de la puerta de nuestros parientes a un cac$orrillo $ec$o un ovillo que se
puso a gair, mi padre repiti lo que $ab!a estado $aciendo toda la noc$e, se puso de rodillas, lentamente, resignado,
luego se quit la c$istera y empe# a gemir "l tambi"n, tratando de llegar con su vo# ronca a un tono ms alto,
doloroso. +or suerte, ninguno de nuestros parientes se percat de nada de esto, y mi madre lo meti en casa, fingiendo
que no $ab!a entendido en absoluto qu" sentido ten!a que "l se $ubiese arrodillado, postrado como ante un !dolo.
@ue, pues, este incidente el fundamento de sus relaciones. 2urante dos aos mi padre pas delante del perro
ignorando por completo su presencia, mientras que 2ingo, que recordaba aquella noc$e de otoo en la que mi padre le
$ab!a presentado sus respetos quitndose el sombrero ante "l, intentaba no degradar esta relacin, no reba)arla a una
intimidad pueril. +ero que 2ingo apreciaba y quer!a a mi padre, que nunca olvid su gesto sublime y pante!sta, queda
demostrado por el $ec$o de que la v!spera de la partida de mi padre se pas toda la noc$e aullando de un modo
siniestro y doloroso, comprendiendo la dimensin de la p"rdida y presintiendo el silencio que se abatir!a sobre nuestro
)ard!n, como la ceni#a... ,nduvo correteando un rato tras el carro de los gitanosL luego, en un momento dado, se
acerc al carrua)e y mir a mi padre directamente a los o)os, perdonndole todas sus ofensas. OT,ndaUP, di)o entonces
mi padre, fingiendo no $aberse percatado $asta aquel instante de la presencia del perro% O@i)aos, nadie acompaa a
Eduardo &am al cementerio, al 'lgota. &lo un miserable perro se arrastra tras "l. >n perro miserable e inteligenteP.
J de) caer su bra#o fuera del carro, pero lo retir enseguida sin tocar al perro, fiel a s! mismo $asta el final. / qui#s,
al recordar que pod!amos o!rle, se diera cuenta de que nos ofend!a.
El otoo de aquel ao en que mi padre se marc$ se present ba)o el signo de un silencio mortal, denso y
pega)oso, ba)o el signo de un $ambre callada, de noc$es nostlgicas y de incendios en los pueblos. ,l d!a siguiente de
los siniestros, en la escuela, escrib!amos una redaccin con el t!tulo O5ncendio en el puebloPL unos reporta)es
emocionantes, llenos de arrepentimiento y de plegariasL las nias prorrump!an en sollo#os a causa de este gran tema
apocal!ptico, y el papel parec!a arder ante nuestros o)os con un resplandor prpuraL estbamos plidos y ten!amos
oscuras o)eras, resultado de una noc$e sin dormir.
El $ambre nos sum!a en una somnolencia aptica, y durante $oras mirbamos por la ventana caer la lluvia o a
los patos salva)es y a las grullas volar en el cielo. Este vuelo, esta seguridad y los gritos divinos que daban nos
recordaban a nuestro padre, y les $ac!amos seas con las manos, a ellos, a los p)aros celestiales. En esas largas y
aburridas tardes, mi $ermana ,na se probaba sus vestidos, que se le $ab!an quedado pequeos $ac!a tiempo, se pasaba
las $oras atusndose su larga y oscura cabellera delante del espe)o, $aci"ndose los peinados ms fantsticos, que en
nuestra opinin iban a veces ms all de los l!mites de lo decente. Luego, sacando el morro, se pintaba los labios con
papel cresponado ro)o, que acentuaba su palide#. +osaba delante del espe)o, bombeaba el trasero y se de)aba caer el
pelo por encima de un o)oL luego se ec$aba a re!r de repente, con una risa malsana, irritante, que le provocaba
espasmos y le llenaba los o)os de lgrimas. Entonces, dndose cuenta de que $ab!a rebasado el l!mite de lo permitido,
y como asustada, se volv!a de espaldas al espe)o y sal!a de su marco de un solo paso, como si saliera del agua.
2espu"s volv!a a coger sus tar)etas postales, las extend!a en abanico, las alineaba como los naipes en un solitario.
H<u" le dir!an estos falsos reyes y sotas, qu" le susurrar!a esta sonora gama de colores, estas rosas otoales de un ro)o
vivo, estos luminosos paisa)es y este panorama morado de las ciudades le)anasI H<u" significaba para ella este ki6sc7
c$illn, estos temas id!licos y pequeoburgueses, los campanarios de catedrales famosas, estas pare)as de enamorados
en los antiguos coc$es de caballos o con raquetas de tenis, estas ins!pidas declaraciones de amor ba)o el signo de un
cora#n atravesado por una flec$aI &er un secreto para siempre. +orque mi $ermana ,na no se abandonaba por
muc$o tiempo a los capric$osos sueos de adolescente con su pr!ncipe a#ul, y los encerraba ba)o llave, en los oscuros
rincones del armario, entre la lencer!a femenina y los paquetes blancos de algodn, y antes de que los motivos l!ricos y
las ensoaciones la de)aran del todo absorta, cerraba, ri"ndose, este abanico de colores, sin permitir que la
deslumbrase del todo. Entonces se pon!a a construir un O)oyeroP con estas postales, cosiendo los bordes con un $ilo de
seda. &in preocuparse de su contenido, de estas escrituras marc$itas, desconocidas, cos!a en su ca)a estos valiosos
testimonios, estos papiros que yo intentaba descifrar a escondidas, siempre dispuesto a identificarme con los
persona)es que las escrib!an o a quienes estaban dirigidas, con mi tendencia a la exageracin l!rica. O(i querida
(aruseta, aqu! cultivan el )a#m!n como los guisantes. .odos los campos estn cubiertosP, pon!a en una de ellas, y yo
ya me mor!a de amor, como si me $ubiera bebido un filtro, inventaba una ingenua $istoria sentimental cuyo
protagonista era, por supuesto, yo, y en la que todo ex$alaba olor a )a#m!n...
4R
Gebuscando as! entre las vie)as tar)etas postales amarillentas, como lo $ago $oyEenti"ndanme bienE, todo se
$a confundido de repente, todo se $a desordenado. 2esde que la genial figura de mi padre $a desaparecido de este
relato, de esta novela, todo se $a esparcido, todo se $a desbocado. &u poderosa presencia, su autoridad, incluso su
nombre, sus famosas pertenencias, bastaban para mantener dentro de un marco slido la trama de la narracin, de esta
narracin que fermentaba como la uva en las barricas, de esta narracin en la que la fruta se pudre lentamente, pisada,
aplastada por la prensa del recuerdo, cargada de sus propios )ugos y de sol. &in embargo, a$ora se $an roto los aros del
barril, el alma de la fruta, el vino del relato se $a vertido, y ni 2ios mismo podr!a devolverlo al odre, encerrarlo en un
cuento, servirlo en una copa de cristal. T/$, este l!quido de oro berme)o, esta fbula, estos vapores et!licos, o$ destinoU
0o quiero blasfemar, no quiero que)arme de la vida. Kar", pues, un montn con todas estas tar)etas postales, con esta
"poca llena de resplandor ae)o y de romanticismo, pondr" mis naipes sobre el tapete y $ar" un solitario para los
lectores a los que les gustan los solitarios y la embriague#, y que aprecian los colores vivos y el v"rtigo.
0uestras sesiones de nostalgia Mt"rmino que, por supuesto, $a sido acuado muy posteriormenteN empe#aron
cierto atardecer de otoo, despu"s de la marc$a de mi padre, casi por casualidad, con ocasin de una improvisacin de
mi madre. ,l principio estas veladas no ten!an nombre, sino que comen#aron a repetirse, paganas, sin bauti#ar, sin
orden, a veces del todo imprevistas. &e iniciaron, pues, con una improvisacin, como un canto, luego empe#aron a
cristali#ar poco a poco, para convertirse, finalmente, en una institucin idealista cuyos ob)etivos eran bastante
definidos. +or supuesto, nos cuidbamos muc$o de estropear estas veladas imponiendo leyes o severidad, por lo que
siempre conservaron el encanto de la novedad, a pesar de repetirse cada otoo durante varios aos y de $aber
superado, desde $ac!a tiempo, los l!mites de la improvisacin de la que $ab!an surgido.
.odo volv!a, pues, a empe#ar cada ve# como por casualidad. La nica condicin importante era que mi
$ermana no estuviera presenteEnosotros, mi madre y yo, $ab!amos adoptado tcitamente esta reglaE, pues ,na no
era una m"dium adecuada para nuestras sesiones de espiritismo. En su presencia, tuvimos ocasin de comprobarlo, la
mesa camilla sin clavos de $ierro M$ablando de forma simblicaN no se mov!a% la incredulidad de ,na, su actitud
irnica frente a todos los fenmenos idealistas y l!ricos, disipaba la niebla m!stica con la que nos arropbamos
nosotros.
+or la noc$e, cuando mi madre encend!a la lmpara de aceite en la que ard!a una me#cla de petrleo y de
grasa, nuestra cocina se transformaba, de repente, en el territorio legal de la noc$eL la lmpara, $ec$a con una lata de
conserva militar, que se pon!a a temblar y a silbar como una tetera, a roer como un gusano la dura corte#a de la
oscuridad, confer!a a nuestra cocina un lugar de $onor en esa noc$e sin una sola estrella. Esta lmpara era la nica
estrella en aquellas noc$es sin esperan#a, en las que la lluvia barr!a sin distincin conceptos como los de arriba y
aba)o, un!a con largas l!neas el cielo y la tierra, marcaba rayas sobre el dibu)o infantil que el d!a otoal $ab!a pintado
de gris, ocre y amarillo, con unas manc$as ro)as en las esquinas. En aquellas noc$es nuestra cocina se convert!a, como
ya $e dic$o, en una pequea capilla, en un altar, en el punto ms oriental de las tinieblas.
Estas veladas $ab!an nacido del silencio, de donde todo procede.
(i madre y yo sol!amos empe#ar escuc$ando durante largo rato, en silencio, la $istoria que contaba la lluvia,
sus largos versos r!tmicos, a veces yambos o dctilos, pronunciados con un solo alientoL luego ven!an estrofas enteras,
un largo poema "picoDl!rico como el de /rnar y (erima, un poema sobre las bru)as que acec$aban emboscadas detrs
de las c$imeneas, sobre el $ada que pasaba por a$!, iluminada por un rayo y vestida de blanco, cubierta de velos, sobre
el valiente caballero que la sub!a a la montura de su caballo en el ltimo momento, sobre el lago de los cisnes, sobre
los gitanos que bland!an sus cuc$illos y sacaban del barro doblones de oro ensangrentados.
Estos relatos, repetidos noc$e tras noc$e, otoo tras otoo, la balada del pr!ncipe encantado y del $ada
malvada, eran modificados constantemente, llevados de te)ado en te)ado, de ventana en ventana, disipados y
diseminados por el viento, experimentando prodigiosas metamorfosisL sin embargo, conservaban, en sus innumerables
versiones, su complicada trama l!rica, llena de peligrosas aventuras y de un amor que acababa triunfando. J de ve# en
cuando, tras $aber sido mutilada por el viento y el olvido, aparec!an en la balada blancos, l!neas truncadas, a$! donde
antao se $allaban versos de amor o la deslumbrante descripcin del caballo del #ar, de sus armas y de su vestimenta.
La verdad es que mi madre y yo, al no entender siempre el idioma del original, traduc!amos libremente algunos
versos, guiados a veces tan slo por la sonoridad de las palabras, perdidos en los arca!smos que, o bien ya no
significaban nada, o bien ten!an un significado totalmente distinto del actual, as! que, al comparar nuestras
traducciones, encontrbamos diferencias muy divertidas y desde luego tambi"n errores. 0uestras traducciones slo
coincid!an en el estribilloL se trataba de largos yambos con cesura despu"s de la quinta s!laba, y, si mal no recuerdo,
este estribillo conservaba la onomatopeya del original, llena de aliteraciones ingenuas, de consonantes sibilantes y
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oclusivas. J estos versos trataban, por supuesto, del amor% del )oven pr!ncipe galopando a trav"s de la noc$e y de la
tormenta sobre su tordo corcel, con su plida $ada a la grupa, calada $asta los $uesos.
+ero aquella noc$e en la que todo empe#, ya estbamos $artos de fbulas, agotados por el $ambre y
nerviosos. (i madre se $ab!a vuelto visiblemente celosa e inquieta, pues debido a estas lecturas yo $ab!a comen#ado a
interpretar con demasiada libertad ciertos versos y a identificarme peligrosamente ora con pr!ncipes y reyes, ora con el
apuesto gitano Mcuando ten!a el papel de caballero enamoradoN, con lo que perd!a toda compostura "tica y religiosa.
O,dems, querido, Hpara qu" todo estoIP, preguntaba de repente mi madre sin de)ar de agitar sus agu)as de
punto, que se cru#aban como los sables de unos caballeros liliputienses condenados a batirse en duelo eternamente por
la maanita de alguna bella liliputiense.
Era obvio que nuestras exageraciones l!ricas la $ab!an asustado. ,l comprender, no obstante, que yo ya me
$ab!a acostumbrado en exceso a este )uego Mel de traducir la lluvia en verso antes de acostarmeN, mi madre decidi
desviarme del camino del vicio y la extravagancia po"ticos, as! que empe# a inventar sus propios cuentos,
sucumbiendo de esta forma a la mentira maravillosa y peligrosamente po"tica. J sus intenciones eran $onestas, pues
pretend!a, sencillamente, canali#ar mi idealismo, limitarlo al marco de lo normal, encaminarlo $acia alguna realidad,
cualquiera que fuera, con tal de que tuviera mayor madure# que la fbula. Entonces me contaba en un largo monlogo
l!rico la $istoria de su infancia, que $ab!a transcurrido entre $igueras y naran)osL una infancia ideali#ada, como la de
los relatos b!blicos, porque en ella, al igual que en la 6iblia, tambi"n pastaban las ove)as de velln dorado, los burros
rebu#naban y el $igo era la fruta elegida. (i madre intentaba oponerse a las fbulas de las lluvias otoales con su
propia leyenda, situada en el espacio y en el tiempo, tray"ndome como prueba el mapamundi Ma escala -cR==.===,
encontrado entre los ob)etos de mi padreN, en el que me indicaba con el extremo de su agu)a de punto esta ,rcadia,
este 2orado lleno de sol de su infancia ideali#ada, este (onte de los /livos baado de lu#, este (ontenegro. J sobre
todo a causa de la lluvia, cuyo poder pretend!a disminuir para librarme de la sugestin y del encantamiento que me
ten!a preso con sus tercetos y cuartetos, mi madre iluminaba el paisa)e de su infancia con un sol eterno y con los
radiantes colores del verano, transportndolo a un lugar f"rtil, a un oasis entre los montes y las rocas. Entonces,
llevada por su propio relato, por su propio mito, volv!a siempre a nuestro rbol genealgico, descubriendo, no sin
orgullo, a nuestros antepasados de la le)ana y turbia Edad (edia entre los nobles y las grandes damas, estableciendo
v!nculos a partir de "stos con los gobernadores de 2ubrovni1 y de *enecia, y tambi"n con los $"roes y usurpadores
albanos. Este rbol genealgico que brillaba a la plida lu# de la lmpara de aceite, como los dibu)os en los
pergaminos medievales con sus iniciales doradas, ten!a en sus ramas ms extremas, adems de caballeros y damas de
alta alcurnia, gloriosos navegantes que $ab!an recorrido el mundo, desde Kotor y Constantinopla $asta C$ina y VapnL
y en una de las ramas, tan prxima que mi madre la llamaba Otu t!aP, se $allaba una ama#ona Mal menos as! la
imaginaba yoN que contribuy a la gloria de nuestro lina)e Tcortndole la cabe#a a un usurpador turco a principios de
siglo, es decir, en un pasado de lo ms cercano y nada m!ticoU Kab!a tambi"n un famoso $"roe y escritor, un c"lebre
duque, que $ab!a aprendido a escribir a los cincuenta aos, para aadir a la gloria de su espada la gloria de su pluma,
como los $"roes de la ,ntigSedad. +ero la flor de este rbol genealgico que mi madre plantaba en el denso y $medo
$umus de las noc$es de otoo eran mis t!os, $ombres de mundo en el me)or sentido de la palabra, que $ablaban varios
idiomas y $ab!an via)ado por Europa, derrumbando vie)os mitos en nombre de otros nuevos, europeos y mundiales.
>no de mis t!os lleg a ser invitado a comer a la mesa del rey de &erbia, pues era el me)or de su promocin, y despu"s
de esta comida se fue al restaurante Los 2ardanelos a tomar un buen plato de )ud!as serbias a veinticinco c"ntimos
Mpan incluidoN, traicionando con este gesto sus principios europeos.
.odos los cuentos de mi madre ten!an una morale)a que ella pronunciaba al final, tras una pausa de tres
cuartos de tiempo, como un pareado, o bien me ced!a a m! la conclusin moral, de forma que examinaba mis
inclinaciones y mis principios morales. +ero entre los cuentos de mi madre, adems de los medievales que $ablaban de
caballeros, de reyes, de bellas gitanas y del ltimo de los abencerra)es, $ab!a una fbula con doble morale)a, una
fbula de Esopo, cuyo valor moral y l!rico es digno de mencin. Esta fbula, como ya $e dic$o, pose!a dos morale)as%
la que se pod!a deducir por lgica y la que proven!a del temor secreto de mi madre, preocupada al ver cmo me
abandonaba a las fantas!as y a los cuentos de $adas de las noc$es de otoo, cuando el e)emplo de mi padre le $ab!a
mostrado claramente a qu" peligro me expon!a. Era la fbula de la vaca a la que $ab!an arrebatado su ternero, tra!do al
mundo por puro amor materno. La $istoria se repite tres veces, id"ntica, y las tres veces se interrumpe en el mismo
lugar, siempre igual de trgica% vienen unos comerciantes y unos usureros y se llevan al ternero de o)os de ciervo,
mientras la vaca vierte lgrimas, unas grandes lgrimas tibias de vaca, y muge dolorosamente, muy dolorosamente.
Luego cae enferma de triste#a, y esta triste#a de vaca la vuelve est"ril, rec$a#a la comida y de)a de dar lec$e. ,l ver
que la vaca no va a sobrevivir y que se niega obstinadamente a ingerir $ierbas medicinales, el aldeano degSella a la
vaquita Maqu! mi madre ba)aba la vo# $asta una conmovedora octava l!rica, perdiendo el ritmo de la frase, como si la
emocin le cortara el alientoN.
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HConocen ustedes el final de esta maravillosa fbulaI H&aben lo que le sucedi al cora#n de la vacaDmadreI
Encontraron en su cora#n tres largas y profundas $eridas mortales, como $ec$as por un cuc$illo de carnicero, una por
cada ternero que le $ab!an arrebatado.
Este es el desenlace de la fbula de la vaca con el cora#n mal$erido.
OH&abes, cario, lo que me preguntaba la genteIP, di)o mi madre una de aquellas noc$es, al volver del pasado
m!tico de su infancia a los tiempos $istricos que lindaban, a veces, con mis recuerdos. O&e paraban en la calle y se
me acercaban% a+erdone, seora, Hqu" crema les da usted a sus $i)os para que est"n tan blancosI b. Jo me limito a
sonre!r y explico que no les doy crema alguna a mis $i)os, y que no os alimento ms que con verduras y fruta, y de ve#
en cuando con un #umo de naran)a. a2isculpe seora, no me lo puedo creer...b. +ero ,ndi, por 2ios, ya te $e contado
todo esto. >n d!a, en Kotor, nos detuvo una mu)er y me di)o% a+erdone, seora, por pararla as! en la calle, pero querr!a
pedirle que me prestara sus revistas de modab. aH<u" revistas de modaIb, digo yo, y ella me pregunta si os visto
siguiendo las revistas de moda vienesas o parisinas. Entonces le digo% a+erdone, seora, pero lo que lleva ,na lo $e
cosido yo misma con mi mquina &inger y lo $e diseado todo yo sola, y lo que lleva ,ndi tambi"n lo $e te)ido yo
misma, y en cuanto al color verde, lo $e elegido porque, de todos los colores, el verde $ierba es el que ms me gusta.
J cr"ame, seora, me gustar!a muc$o ensearle mis revistas de moda, pero no las recibo, ni de *iena ni de +ar!sb. J
ella me contesta... por 2ios, cario, ya te $e contado todo esto. 2ios m!o, 2ios m!o, erais los nios ms guapos de la
calle 6emova y todo el mundo me preguntaba con qu" alimentaba a mis $i)os para que estuvieran tan $ermososP.
O,$ora cu"ntameP, dec!a yo, Ocmo fue la llegada del $eredero de la corona, cmo iba vestido y qu"
preguntP.
OT/$UP, replicaba mi madre, Ocreo, ,ndi, que ya te lo $e contado. H0o te $e contado lo que di)o el )oven
$eredero de la coronaI (is compaeras de clase me di)eron que $ab!a venido un )oven pr!ncipe, creo que italiano, y
de $ec$o vino un buen d!a a nuestro colegio de incgnito, como quien dice, pero vestido como un verdadero pr!ncipe,
guapo como una mu)erL todo lo que llevaba reluc!a, el sable de oro y las c$arreteras, y ten!a unas manos blancas,
nobles, delicadas. &e detuvo a mirarnos, luego se ri y se ale) seguido de su escolta, todo resplandeciente, y sus
espuelas tintineaban por el pasillo, que $ab!a sido adornado para la ocasin con flores, rosas y lilas. ,l d!a siguiente, la
si9norina ,ng"lica Muna italiana que nos enseaba a coserN me llam y me di)o que el )oven pr!ncipe $ab!a preguntado
por m!, qui"n era, de dnde y de qu" familia, porque le $ab!a gustado, y yo, de tanta vergSen#a que ten!a, quer!a que
me tragase la tierraL imag!nate, ,ndi, lo guapa que era tu madre...P.
En ocasiones como "sta, mi madre de)aba por un momento la labor, como una +arca cansada, y sacaba del
fondo del armario una ca)a de cartn que conten!a las vie)as fotograf!as de familia amarillentas y los daguerrotipos, el
corpus delic6i de tiempos pasados, del esplendor imaginario de su )uventud y de la gloria de nuestra familia.
2e esta forma, lenta y del todo inconsciente, mi madre me iba envenenando con sus evocaciones, me
acostumbraba a amar las vie)as fotograf!as y los recuerdos, el $oll!n y la ptina. J yo, v!ctima de esta educacin
sentimental, suspiraba con ella por los d!as que no volver!an nunca, por via)es remotos y paisa)es casi del todo
olvidados. +ermanec!amos en silencio, inclinados sobre estas fotograf!as amarillentas de cuya antigSedad no cab!a
duda, y los tra)es de antao despertaban nuestra nostalgia.
OEste )oven genial, este nio prodigio, este poeta y pianista es mi difunto padre, Eduardo &amP, dec!a para
mis adentros, OEduardo &am, muerto dos veces y para siempre. J "sta es mi madre, (ar!a &am, en la "poca en la que
an no era mi madre. La difunta (ar!a &am. J "sta es mi $ermana ,na, $ace cinco o seis aos, cuando todav!a
viv!amos en la calle de los castaos de 5ndias... La difunta ,na &am. En cuanto a este nio con una campanilla al
cuello, como una pequea ove)a, soy yo, el difunto ,ndreas &am...P. (i madre trataba, de ve# en cuando, de oponer a
esta muerte universal del tiempo, de la moda y de la )uventud, la utop!a de un futuro turbio en el que no se situaba
muy bien. +ero no eran ms que vanas digresiones basadas en con)eturas, y luego, a trav"s del brillante relato sobre
mis t!os, la $istoria volv!a a caer lenta e inevitablemente en el pasado, como por un precipicio, y a nuestro alrededor
yac!an las fotograf!as amarillentas, como $o)as de otoo marc$itas.
,na cru#aba el umbral de la puerta retorci"ndose de risa, fresca de la lluvia y con el pelo mo)ado, como el
buen ngel de la noc$e. ,l vernos tan absortos, ella se ofend!a y empe#aba a burlarse de nosotros, $aciendo alusiones
a nuestro padre y a nuestras sesiones nocturnas. @eli# de que $ubi"ramos podido romper de forma tan sencilla la dura
corte#a de un silencio de luto, yo, como descubierto y avergon#ado, recog!a del suelo las fotograf!as y volv!a a
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colocarlas rpidamente en la ca)a, mientras mi madre se levantaba tan de repente que los ovillos de lana se escapaban
de su rega#o y rodaban en la oscuridad como gatos de angora atados a su cesta de labor con $ilos multicolores, y
segu!an rodando ya invisibles por las esquinas, entrec$ocando suavemente, como si )ugaran.
Las pruebas contra mi inmortalidad se iban acumulando lentamente. &obre todo en aquellas veladas de otoo,
cuando las tentaciones se $ac!an irresistibles y penosas y cuando no me quedaba como consuelo ms que la idea
luminosa y clida de un para!so que tambi"n me era inaccesible, empec" a dudar de todos los valores $umanos y
divinos. ,gotado por las privaciones, me iba a acostar titubeando. En vano le rogaba a mi madre que no apagara la lu#
y que no me abandonara. Ella, no sin desolacin y conmovida, promet!a de)ar la puerta de la cocina entreabierta de
forma que penetrara en mi cuarto un $ilo de lu#, y despu"s de besarme y de darme nimos, se retiraba a su rincn,
donde se entregaba a la penosa labor de $acer punto para los dems. Cuando comprend!, finalmente, la fuer#a de sus
argumentos y lo inevitable que era el sueo, al que me resist!a intilmente, decid! poner en prctica un pensamiento
diablico y pecaminoso% subyugar al ngel del sueo, utili#ar esta relacin inevitable y dolorosa para mis fines
blasfemos. +orque a lo largo de los aos $ab!a acumulado tanto miedo al sueo que por las maanas, al despertarme,
mi primer pensamiento era parecido a un pnico mortal% llegar, pues, el d!a, un d!a corto que acabar inevitablemente
en el tenebroso precipicio del sueo, en el que me tendr" que sumir, a pesar de todo. Este paralelismo que establec!a,
inconscientemente, entre el ciclo del d!a y la noc$e y el de la vida y la muerte, se $i#o en un momento dado del todo
insoportable y de)o en la sombra la otra parte de la comparacin, como algo en lo que an me quedaba tiempo para
pensar, mientras que el $ec$o del sueo permanec!a presente y actual, con todas sus pesadillas, maravillas y
tentaciones. 0oc$e tras noc$e, desde $ac!a aos. J este sueo se repet!a, con pequeas variaciones, siempre del
mismo modo% estaba tumbado Men el sueoN en mi cama y, de pronto, se $ac!a un silencio denso y angustioso, cargado
de presagios. Este silencio explosivo empe#aba a penetrar en mis $uesos y en mi mente, me oprim!a la garganta y me
cortaba el aliento, pues no era ms que un pavoroso anticipo de lo que present!a, de lo que sab!a que iba a ocurrir. J lo
que $abr!a de suceder no ten!a ni nombre ni formaL qui#s se pareciera a una tormenta acompaada de truenos, a una
tormenta vengadora en medio del r!o, que, como la muerte, sobreven!a de improviso, llevndose, cobarde, a $ombres
y nios en el sueo. 2e repente se abat!an las tinieblas, las densas tinieblas b!blicas de las noc$es en que planea sobre
la tierra el ngel divino exterminador, los p)aros enmudec!an en el aire, las moscas se escond!an y las $o)as de)aban
de temblar. Era entonces cuando llegaba esta cosa sin nombre para ec$ar aba)o ruidosamente la puerta de nuestra
$abitacin, enfrente de m!, y me saltaba a la garganta. OT,ndi, ,ndiUP, o!a la vo# asustada de mi madre y necesitaba
unos momentos para comprender que no era la vo# de mi madre la que me llamaba, impotente, en el sueo sino el
plcido final de mis pesadillas. OCario, $as vuelto a dormir del lado i#quierdoP, susurraba ella, posando su mano
sobre mi frente. Lo que ms le sorprend!a a mi madre era mi eterna referencia a ese ,lgo que sobreven!a y cuyo rostro
y forma no consegu!a ver nunca a pesar de todos mis esfuer#os. +ero las conmociones que estos sueos me causaban
le revelaban claramente que se trataba de pesadillas indescriptibles.
2e noc$e, mi madre me permit!a quedarme largo tiempo con ella en la cocina para posponer mis pesadillas, y
me llevaba a la cama cuando me dorm!a. 2el todo indiferente a mis lecturas, consideraba que todos los libros son
igualmente tiles para el olvido Mcosa en la que no se equivocabaN. , veces me permit!a leer $asta muy tarde, pues se
daba cuenta de que gracias a los libros iba $aciendo, poco a poco, acopio de valor y empe#aba a luc$ar solo contra mis
pesadillas. 2e esta forma, instruido por los e)emplos sacados de las novelas negras, llenas de cr!menes y de $ero!smo,
consegu! al menos concretar mis sueos, y pronto fui capa# de ver claramente, ba)o su mscara negra, el rostro del
agresor que, como un fantasma, derribaba la puerta de nuestra $abitacin. J, por supuesto, esto constituy un "xito
nada despreciable en la $istoria de la evolucin de mi sueo. Esta Cosa, grande e invisible, indefinida y desconocida,
que $asta $ac!a muy poco me a$ogaba con sus manos fantasmales como con un arma secreta contra la que no exist!a
defensa, empe#aba a$ora a concretarse en un miserable atracador, un infanticida a sueldo que, escondido detrs de su
mscara, atentaba contra mi vida. +or supuesto, resultaba muc$o ms sencillo defenderse de "ste. En el momento en
que lo ve!a a unos pasos de m!, como surgido de detrs de una esquina, mientras nos acec$bamos como fieras, antes
de tomar una determinacin rec!proca, "l, de atacar, yo, de $uir, comprend!a, de repente, que en este )uego terror!fico
cualquier intento de $uir o de defenderse era rid!culo, porque no ten!a ms posibilidades que una liebre delante de los
lebreles, porque mis piernas, pesadas como el plomo, estaban parali#adas por el miedo y no pod!a moverme.
,terrori#ado por este pensamiento, $ac!a un enorme esfuer#o de voluntad y de conciencia y me dec!a en sueos%
Oestoy soando, estoy soandoPL de esta forma de)aba 1ilmetros atrs a este asesino, engaado, confundido y, sin
duda, enfurecido por este fenmeno de desaparicin. 2esde luego, no lo consegu!a siempre, sino que a veces, frente a
algn peligro y a mi impotencia, soaba que despertaba, pero no despertaba a la realidad sino a otro sueo, a otra capa
de mi propio sueo, a veces ms profunda y ms turbia.
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+or analog!a con el sueo, la idea de la muerte empe# a obsesionarme cada ve# ms y a dominar mis
fantas!as sobre la posibilidad de la $uida y la inmortalidad. +or supuesto, esta idea terrible madur con la ayuda de las
novelas que le!a y en las que los protagonistas, astutos y fuertes, se ve!an impotentes como nios ante el fenmeno de
la muerte y disparaban con sus revlveres al vac!o, golpeaban impotentes con sus puos de $ierro la mand!bula
$uesuda de la muerte, y toda su astucia, toda su inteligencia se desvanec!a como una gota de agua en el momento en
que el adversario era esta bruma de pesadilla llamada muerte. La marc$a definitiva de mi padre, en la que, en el fondo
de m!, nunca quise creer, fue una de las experiencias a partir de las cuales constru! mi teor!a de la imposibilidad de la
$uida. +orque sab!a que mi padre, con su elocuencia, su filosof!a y sus teor!as, $abr!a sido capa# de desarmar a la
muerte misma, $abr!a sido capa# de comprometerla mediante algn invento extraordinario y su astucia, si es que la
muerte pod!a ser comprometida a nivel $umano. (i temor de 2ios no disminuy con este terrible descubrimiento, al
contrario. &lo mi fe se $i#o ms frgil y menos caliente. 2e noc$e, tumbado en mi cama y dando vueltas de un lado a
otro, enfebrecido por el miedo a la muerte, a la que segu!a confundiendo ingenuamente con el sueo, percib!a de
repente, como iluminado por una vaga conciencia, mi propia personalidad desde la perspectiva de la eternidad, su2
specie ae6erni6a6is, y comprend!a con $orror mi precariedad en relacin a esta eternidad, que en aquellos momentos
me parec!a ser la duracin del mundo, en dolorosa ant!tesis con mi carcter ef!mero, del que pose!a clara conciencia.
Esta visin m!a del tiempo y del espacio, en la que en aquellos momentos de lucide# apocal!ptica, de noc$e,
antes de dormir, situaba tanto mi miedo como mi miserable ser, empe# a corroer mi pure#a moral y mis ideales de
piedad y santidad. ,s!, comenc" a comprender la locura y la valent!a de mis $"roes, los protagonistas de las novelas
que le!a, que precisamente en nombre de esta precariedad se $ab!an vuelto valientes e intr"pidos. +or supuesto, apenas
ten!a valor de reconocer ante m! mismo esta $ere)!a, al menos, al principio, pero la idea de que pudiera uno volverse
poderoso e intr"pido en nombre de lo ef!mero y lo breve de la vida Mesta brevedad nunca me $ab!a parecido tan clara
como en mis primeros encuentros con ella a mis nueve aosN era muy seductora. 2espu"s de esto, los destinos de
algunos de los protagonistas de mis novelas se $icieron, de repente, menos trgicos, a mi entender, y sus largos aos
de prisin me parecieron del todo insignificantes, porque desde esta perspectiva, desde el punto de vista de la
eternidad, todo parec!a precario. &i no me $ubiese condenado a m! mismo al infierno Mo, en el me)or de los casos, al
purgatorio% la diferencia era m!nimaN, pues debido a mis actos y sobre todo a mis pensamientos pecaminosos no $ab!a
cabida para m! en el para!so, $ubiera $ec$o un esfuer#o por ganarme un lugar en la eternidad, pero ya era muy tarde
para ello% la duda $ab!a comen#ado a roerme peligrosamente.
(i $ere)!a era particularmente fuerte durante el sueo, cuando la sensacin de eternidad, avivada $asta la
incandescencia, se $ac!a ms poderosa. En sueos me mov!a casi por los mismos espacios que en la realidad, en el
paisa)e otoal de nuestro pueblo, pero mi conciencia viv!a en un tiempo completamente diferente del tiempo real o,
ms bien, totalmente fuera del tiempo, pues la eternidad del mundo y la insignificancia de mi propia vida en este
enorme marco de lo ef!mero se $ac!an an ms visibles, casi palpables. Esta sensacin de eternidad, que me era a)ena
y que en el sueo mostraba an ms su superioridad respecto a mi pequea vida, me seduc!a y me $er!a cada ve# ms.
Libre de los escrpulos de la moral cotidiana, consciente de mi insignificancia, en el sueo incluso perd!a mi temor de
2ios% quer!a cobrar el precio del infierno que me esperabaL quer!a, sencillamente, vivir mi vida, mi supervivencia, por
lo menos en el sueo. &ab!a que no conseguir!a engaar a mi ngel de la guarda, pues "l compart!a mi sueo y
apuntaba en sus libros de doble contabilidad los informes de mi comportamiento, pero me bastaba que su presencia en
el sueo se volviera soportable y que sus susurros se volvieran apenas audibles.
'racias a todas estas experiencias, las pesadillas comen#aron a desaparecer de mis sueos, al menos cuando
no dorm!a boca arriba o sobre el costado i#quierdo. ,leccionado por la experiencia Mcuando gritaba o lloraba en el
sueo, mi madre siempre me encontraba durmiendo sobre el lado i#quierdo o, a veces, boca arribaN, intentaba por
todos los medios que el sueo me sorprendiera del lado derec$o, con las rodillas dobladas casi $asta la barbilla Mpara
protegerme, al mismo tiempo, del $ambre y del fr!oN a fin de permanecer el mayor tiempo posible en esta postura,
cosa que, ms tarde, se convirti en costumbre. .anto es as! que, orgulloso de $aber conseguido vencer mis pesadillas
con mi propia voluntad, trataba de dar vueltas de un lado para otro antes de quedarme dormido, de modo que el sueo
me sorprendiera del lado i#quierdo, el que alberga al cora#n, fuente de mis pesadillas, pero en el ltimo momento,
cuando el sueo empe#aba a apoderarse de m! y ya no cab!a duda de su llegada, $ac!a un ltimo esfuer#o de
conciencia y de voluntad y me volv!a del lado derec$o, en el que slo soaba cosas bonitas% iba en la bicicleta del t!o
/tto y ec$aba a volar por encima del r!o describiendo un gran arco... La conciencia de poder controlar mis sueos,
incluso de poder encau#arlos con mis lecturas nocturnas o con mis pensamientos, provoc la explosin de mis ms
turbios instintos. El $ec$o de vivir, en definitiva, dos vidas My a$! no cab!a literatura alguna% mi edad no me permit!a
derroc$ar la pure#a de mis sueos ni de mis mundosN, una en la realidad y otra en el sueo, me provocaba una alegr!a
excepcional y, sin duda, pecaminosa. Como en aquel entonces pasbamos un $ambre infernal, torturadora, de noc$e,
doblndome y sin poder dormir, imaginaba platos abundantes que me apetec!an terriblemente y cuyos aromas sab!a
7=
evocar con una precisin dolorosa, o, en la mayor!a de los casos, me adormec!a con mi sueo de siempre% via)aba en
tren, en un vagn de primera clase, y mi madre colocaba sobre la mesita plegable una servilleta blanca de damasco y
cortaba encima de ella pasteles de amapola. (e pon!a a comer, sent!a en el sueo el sabor, incluso el olor de las
semillas de adormidera, y picaba las migas de la servilleta. +ero como esta comida, este rito, se alargaba demasiado, la
duda empe#aba a introducirse por la puerta pequea del sueo y mi apetito quedaba insatisfec$o, de modo que
comprend!a, en un rincn de mi conciencia, que no se trataba ms que de un sueo, y entonces se me ocurr!a que ten!a
que inventar ms pasteles y frutas para mi fest!n a fin de convertirlo en el vino de mi sueo, como $i#o Vess con el
agua. +recisamente entonces, en ese luminoso momento de lucide# casi divina, el pensamiento Oestoy soando, estoy
soandoP Mporque el sueo no soporta la lucide#N penetraba en mi conciencia y yo trataba de rec$a#arlo, no ya porque
fuera mentira, sino precisamente porque sent!a que era verdad. J entonces despertaba con una sensacin infernal de
$ambre en las entraas y daba vueltas durante largo rato, intentando engaarme con alguna otra ilusin.
+or analog!a con el sueo en el que estaba comiendo pasteles, una noc$e so" con el paisa)e soleado de
nuestro pueblo y all! me encontr" con la seorita (agdalena, la )oven criada del director de la escuela, en la orilla del
r!o, entre $ierbas y flores. Era una )oven de o)os negros y pec$os generosos que, despu"s de $aber estado traba)ando
en +est, vino a nuestra regin con un oficial, y abandonada por "ste, se convirti en una seductora por la que se
peleaban los )venes del pueblo. Jo sab!a que se acostaba con mis )venes primos, pues un d!a les $ab!a seguidoL me
encontraba a menudo con ella al atardecer en el terrapl"n por donde iba al pueblo vecino o a sus citas secretas. >n d!a,
incluso, lleg a acariciarme el pelo, cuando, temblando por el miedo de que mis o)os delataran mi pensamiento, me
acerqu" a saludarla.
(i decisin de violar en sueos a la seorita (agdalena result ser un verdadero fracaso. En el sueo, todo se
repet!a casi exactamente igual que en la realidad% la seorita (agdalena se acercaba por el terrapl"n, luego ba)aba al
campo y se dirig!a $acia m! para acariciarme el pelo. La vergon#osa decisin que $ab!a tomado se desvanec!a en el
momento en que tomaba conciencia de que algo as! slo era posible en sueos MOestoy soando, estoy soandoPN, y
me despertaba lleno de vergSen#a y de arrepentimiento.
(uc$o tiempo despu"s de esto, an evitaba encontrarme con ella, y cuando la ve!a venir por el terrapl"n $u!a
y me escond!a en los arbustos de la orilla del r!o, pues me parec!a que ella tambi"n podr!a acordarse de mi sueo, ya
que estaba tan presente en "l como yo y lo suficientemente cerca como para percibir en mi rostro mi decisin, mi
temblor, e incluso aquel movimiento de la mano cuando quise tocarle el pec$o.
+ero una noc$e, tras darme cuenta de que no ten!a testigos, puesto que no conoc!a a la mu)er con la que me
$ab!a encontrado en el campo deba)o de un peral silvestre ni la $ab!a visto nunca $asta entonces, y por lo tanto ella
tampoco me conoc!a a m!, decid! poner en prctica mi decisin y, sencillamente, violarla. Estaba obsesionado con el
sofisma de que en el sueo se pod!a pecar no slo impunemente, sino, incluso, sin cometer pecado, porque aquella
mu)er no iba a ser violada de verdad, aquella mu)er ni siquiera exist!a fuera de mis sueos, no estaba ms viva que las
)venes $ero!nas de mis lecturas nocturnas, y era ms annima, ms abstracta. &u nica venta)a radicaba en el $ec$o
de $aberse encarnado, en el nivel del sueo, claro. Era una campesina de unos treinta aos, de piel blanca y
perfumada. Gecog!a peras silvestres y me sonre!a. 0o $ab!a nadie alrededor. En el momento en que tom" mi decisin,
con cierto alivio y orgullo aunque al borde del desfallecimiento debido al temor y a la emocin, todo el decorado se
desvaneci de repente, milagrosamente, y quedamos slo nosotros dos, frente a frente, mirndonos a los o)os. ,n
tuve tiempo de disfrutar de la belle#a y la proximidad de mi presa, de admirar su piel y sus o)os, el brillo de sus
dientes. Casi me re! de mi miedo tras ocurr!rseme que ella pod!a oponer resistencia o entregarme a la polic!a, pues
record" que todo esto era una tonter!a, que en realidad yo $ab!a inventado a esta mu)er, que la $ab!a creado a la
medida de mi sueo y de mis fuer#as, as! que adelante, muc$ac$o, levntale las faldas, t la $as inventado en tu sueo,
luego Oestoy soando, estoy soandoP, y la mu)er sigui pasando a mi lado, sonriente, burlndose de mi indecisin y
de mi miedo, porque no estaba del todo despierto, slo $ab!a descalificado mi decisin con la idea de estar soando y
me ve!a obligado a aceptar el sueo como algo en lo que no pod!a actuar con la fuer#a de mi voluntad, que no pod!a
explotar como una mina de pecado y de vicio.
En otro estrato de ese mismo sueo, $u! ardiendo de vergSen#a, pero no consegu! volar, sino que ca!a y ca!a en
un profundo abismo, ligero como si volara, si bien sab!a que aba)o me esperaba la ca!da, el golpe y el fuegoL quer!a
disfrutar lo ms posible aunque slo fuera de la belle#a de esa vertiginosa ca!da, pues, de todos modos, despertar!a al
caer, porque todo aquello no era verdad, an no estaba del todo despierto, Oestoy soado, estoy soandoP, como antes,
Oestoy soandoP.
7-
En aquel momento cesaba la levedad de mi ca!da al infierno, esa ca!da tan parecida al vuelo, me daba cuenta
de que estaba soando y comprobaba el lado del que me $ab!a quedado dormido.
Kaciendo un ltimo esfuer#o de voluntad, me volv!a del costado derec$o% /$, mea culpa, mea maAima culpa,
To$, cora#n, o$, noc$eU
,poyado en los codos, resoplando como un perro )oven, intentaba librarme de la ilusin y de los pensamientos
pecaminosos, olvidar mis fracasos. En la cenicienta penumbra del alba ve!a, entonces, a mi madre y a mi $ermana, y
comprobaba sin aliento que estaban dormidas y que, por tanto, no $ab!an sido testigos de mis pesadillas y que ninguna
de mis palabras o movimientos me $ab!an delatado.
La eternidad y la muerte, el misterio del tiempo, se $allaban ante m!, inalcan#ables e invictos. En la oscura
crislida de la noc$e y de la penumbra del alba, el tiempo se condensaba y se espesaba como la lec$e, y yo, del todo
despierto, trataba ingenuamente de percibirlo, pero slo descubr!a un profundo silencio en la penumbra de las cosas
difusas, comprimidas por su propio peso espec!fico nocturno, un p"ndulo detenido en el cora#n de las cosas
aplastadas por el olvido, por as! decirlo, inexistentes, reducidas de una forma $orrible y cruel a manc$as y rodeadas de
una aureola morada. Los cuadros en la pared, detrs de los cristales, el ngel de la guarda encima de nuestra cama, las
mesillas de noc$e, el boste#o del )arrn vac!o% todo esto se $ab!a convertido a$ora en un enorme y pesado vac!o sin
sentido, casi desprovisto de sueo, pues en la penumbra apenas se distingu!a el sitio en el que se encontraban y, en
realidad, me limitaba a intuirlos segn el recuerdo, que se remontaba al d!a anterior y que parec!a muy le)ano. J
mientras percib!a la presencia de mi madre y de mi $ermana como la vida, a pesar de no o!r su respiracin, sent!a la
muerte de las cosasL aquella noc$e, de forma casi palpable, dolorosamente pesada, pues era una prueba ms de la
existencia de la muerte, empec" a identificar mi propia muerte con el olvido en el que las cosas se sum!an de noc$e, y
me estremec! de compasin ante el destino del mundo. Como nico consuelo, como nico signo de la victoria sobre la
nada, el pequeo cora#n redondo del relo) que resist!a $eroicamente a la muerte, a la noc$e y al tiempo, se me
apareci, primero, como un sonido, luego, como un leve destello metlico, e intent" elevar su victoria $asta el triunfo
general, situar su cora#n en el cuerpo muerto de la noc$e para darle vida y sacarlo de su languide# y de su
sentimiento de fracasoL apoy" mi ore)a contra la mesilla de noc$e muerta y la o! estremecerse, o! su pulso latir ba)o su
garganta, como si fuera una lagarti)a, abr! los o)os $asta desorbitarlos para percibir las le)anas consecuencias de
aquella victoria y ya me pareci ver el color naran)a en las alas del ngel de la guarda, y, llevado por los fantasmas,
$inc$" esa victoria convirti"ndola en un triunfo general de los colores y de la lu# que empe#aba a filtrarse por todos
lados, a salirse del marco de los cuadros, a brotar adquiriendo la forma de las grandes rosas llameantes del vestido de
,na, que colgaba en la puerta del armario.
Con la llegada del alba, consciente de mi victoria, sorprendido casi agradablemente de la vida que naci en los
ob)etos y en m!, volv! a sumirme en mi verdadero y nico sueo, un sueo en el que no cab!a la sorpresa ni el fracaso.
Collins corri $acia la mesa, encendi la lmpara y la acerc. (ientras tanto, \entBort$ y Louise levantaron
a la mulata. &us o)os estaban cerrados y su respiracin se $ac!a ms d"bil. Collins al# la lmpara por encima de su
cabe#a y examin a la muc$ac$a. Ella su)etaba en la mano una pequea ampolla. En los labios ten!a unos pequeos
granos de polvo Mcap. ddd555N. OTEl vientoU TEl vientoUP, gritaron desde la cubierta. OT+or finUP, pens con alegr!a
\entBort$. O+or fin se acab la calmaP. Esto ocurri una maana, unas dos semanas despu"s de la muerte de (arcia.
Estaba sentado con su novia y con &ut$erland en la veranda y miraba al mar, el gran mar luminoso que empe#aba a
ondularse aqu! y all.
/!a el c$apoteo de las olas en las divinas costas de los continentes le)anos, de .a$it!, (alasia, VapnL ante m!
se abr!a, cual suntuosa rosa abierta, la $istoria del mundo, la aventura que slo viven los ms valientes, la gran y
eterna $istoria del mundo, de la que un cap!tulo acababa de ocurrir, el magn!fico final feli# del amor. Las madreperlas,
las mulatas, los arrecifes de coral, el coco, la flora y la fauna exticas, todo era una creacin divina cortada a la
medida de mi sueoL sab!a representar sus colores, sus formas y sobre todo sus aromas con tal exactitud que el original
slo pod!a perder valor ante mis o)os, como ante los de un ciego que recobra la vista, pues en mi imaginacin yo slo
recreaba la quintaesencia de los colores, los sabores y los olores, creaba muestras ideales de flora y de fauna, volv!a a
la experiencia de mi sueo y de mis lecturas b!blicas, $asta los tiempos de 0o". T6endita divisin del mundo en
buenos y malosU (is $"roes, con los que a veces $ac!a la vista gorda y les perdonaba algunos descuidos y aventuras
amorosas, recib!an al final de la novela, tras tantas empresas peligrosas, la recompensa del cielo en forma de fruto
divino, una mulata de labios abiertos como una granada o una )oven de piel blanca Mcon pecas en la nari#N que rodeaba
con sus bra#os de lis el cuello del )usto. Gendido ante el rigor de los cuentos b!blicos, consciente de mi incapacidad
para respetar los die# mandamientos de 2ios, nacido ba)o el signo del pecado original, atormentado por el catecismo
73
que a cada pgina me demostraba mi pecado, mi ca!da, mi inevitable ca!da, la certidumbre de que me esperaba el
infierno, me entregaba a mis novelas como me entregaba a mis pensamientos pecaminosos a los que no me pod!a
resistir y que, medidos segn las severas y draconianas leyes del ltimo )uicio, segu!an siendo, sin embargo, menos
pecaminosos que las obras, que los actos. ,rrebataba los mares, los continentes, los cielos, los amores, de las novelas.
T/$, vida, o$, mundo, o$, libertadU T/$, padre m!oU
>na noc$e de otoo Mque el lector nos permita llamar su atencin sobre este acontecimientoN, una noc$e de
otoo del todo banal Mten!a once aosN, sin que $ubiera aparecido indicio alguno, sin que nada lo presagiara, sin
seales del cielo, con una extraa simplicidad, lleg a nuestra casa Euterpe, la musa de la poes!a l!rica. @ue el gran
acontecimiento de aquella temporada, la nica lu# en el s6a6u ;uo de ese turbio otoo. Estaba tumbado sobre el arcn
de madera de la cocina, la cabe#a tapada con una manta, desesperadamente decidido a dormir para burlar todo el tedio
del otoo y a dominar mi $ambre reflexionando estoicamente sobre el futuro, sobre el amor. El $ambre engendra el
refinamiento, el refinamiento engendra el amor, el amor engendra la poes!a. J esta idea tan imprecisa que ten!a del
amor y del futuro se convert!a en un mapamundi luminoso dibu)ado con colores vivos Msuplemento del libro de mi
padreN, en lo inalcan#able, en la desesperacin. T*ia)arU T,marU T/$, ,fricaL o$, ,siaL o$, le)an!aL o$, mi vidaU Cerr"
los o)os. 6a)o mis prpados cerrados $asta el dolor, la gris realidad se enfrent al fuego de la imaginacin y ardi con
un resplandor prpura. Luego vir al amarillo, al a#ul, al morado. Los cielos se abrieron por un instante, resonaron
fanfarrias, y vi a los angelotes con el trasero desnudo que, aleteando como moscas, revoloteaban alrededor del $ogar
ro)o y resplandeciente del para!so. +ero como digo, esto slo dur un momento. Enseguida empec" a caer
vertiginosamente en un precipicio, y no se trataba de un sueo. En mi interior retumbaba un ritmo universal y
grandioso y las palabras brotaban de m! como si fuera un m"dium recitando en $ebreo. Estas palabras sal!an realmente
en un idioma extrao, lleno de una sonoridad $asta entonces inaudita. &lo cuando pas la primera oleada de aquella
emocin febril me di cuenta de su significado y descubr!, ba)o la superficie undosa de la msica y del ritmo, unas
palabras del todo banales, parecidas a las de las barcarolas que cantaba mi padre. +erfectamente consciente de que es
imposible traducir fielmente aquellos versos, le pido al lector que considere los elementos que conten!an, que los
constituyeron, para que ello sirva de prueba de que estos versos realmente existieron antao. +ero $e aqu! que toda
esta balada l!rica y fantstica, esta aut"ntica obra maestra de la inspiracin, consist!a en estas pocas palabras
dispuestas en un orden ideal e irrepetible% arrecife de coral, instante, eternidad, $o)a, y en una palabra del todo
incomprensible y misteriosa% plumaser!a.
Enloquecido de terror, permanec! sentado, acurrucado sobre el arcnL luego le comuniqu" a mi madre con la
vo# quebrada de emocin% OKe escrito un poemaP.
H<u" $a sido de los brillantes marcos evocados en estas pginas, de los fiacres morados, de las flores que se
marc$itaban en sus florerosI H2nde estn los trenes, dnde las cestas que se balanceaban en las estaciones
provincianasI H2nde est la lu# a#ul de los compartimentos de primera claseI H2nde estn los enca)es de los
asientos de terciopelo verdeI H.an rpidamente $a de)ado de funcionar la mquina de embellecer, este recipiente de
cristal a trav"s del cual fluye la corriente el"ctrica en el proceso de la galvanoplastiaI H2nde est el brillo de los
vie)os marcos, la sonrisa de (ona LisaI
@uimos testigos de una gran degradacin de todos los valores. El bao de oro $ab!a empe#ado a desprenderse
de los marcos debido a la $umedad y a los bruscos cambios de temperatura a los que estaba expuesto, y con "l, se fue
el color de las alas del ngel de la guarda, de los labios de (ona Lisa. Llevado de un lado a otro, durante largo tiempo,
en el ferrocarril, en la "poca en la que mi padre representaba el papel de su vida, el de ,$asvero, nuestro mobiliario
empe# a deteriorarse como si estuviera infectado por la filoxera, empe# a desintegrarse, a pudrirse. >nos pequeos
insectos ro)os que mi madre llamaba por su nombre popular de Obic$os americanosP y mi padre A9eronica meAicana
convirtieron nuestros armarios en desec$os rescatados del mar, deslucidos y perforados por laberintos enteros de
tneles. 2e ve# en cuando se desprend!an solas unas grandes placas en cuyo interior se le!a un mensa)e indio que
pose!a maravillosos )erogl!ficos, los cuales interpretbamos como si se tratara de un mensa)e del ms all. J la
mquina de coser de la marca &inger de mi madre desapareci para siempre en la tormenta de la guerra, se perdi
como una $u"rfana, demasiado sensible a los golpes, se fue a conocer el mundo. @ue un duro golpe para todos
nosotros y sobre todo para mi madre. La otra ca)a sonora de la que nuestra casa se enorgullec!a y alardeaba no tuvo
me)or destino% nuestro vie)o canap" de color cere#a se disloc en algn lugar de una estacin entre +est y Kan)i#a, fiel
$asta el ltimo momento a su buena reputacin% los testigos podr!an confirmar que $asta en su estertor agnico
conserv toda su sonoridad. &egn lo que contaba mi padre, que presenci la subasta, en aquel momento su vo# se
parec!a ms que nunca a un clavicordioL a menos que se tratara de sus exageraciones enfermi#as, sus alucinaciones, su
delinum 6remens. En nuestra casa reinaba a$ora, por todas partes, la $umedad y un enmo$ecimiento verdoso, el nico
color de todo nuestro $ogar, el color de la descomposicin. .oda la desgracia proven!a del $ec$o de que el fogn de
7;
$ierro colado de nuestra cocina nunca consigui arder como deb!a, de modo que nos faltaba la verdadera llama, el
resplandor. Eso no $ac!a ms que acentuar el vac!o de nuestra casa, por lo menos al principio, $asta que nos
acostumbramos al $umo. Luego, despu"s de que llorramos y despu"s de que nuestros o)os se quedaran sin lgrimas,
empe#amos a movernos en este $umo a#ul grisceo como en nuestro elemento natural, y lo llambamos, en nuestro
lengua)e espiritual, Oel $ogar familiarPL entonces tos!amos, a$ogndonos, como si $ubi"semos fumado esos puros
caros y fuertes que desprenden el olor del verano y de las coniferas y tambi"n la clida idea del $ogar familiar.
,limentbamos aquel fogn con pias secas que recog!amos en el bosque al principio del otoo, que tra!amos a casa
en grandes sacos, como el carbn. T/$, esas maravillosas minas, esos filones doradosU T/$, el 6osque del Conde, el
bosque de mi padreU El roc!o goteaba de los rboles y la resina del bosque, me#clada con el olor de las coniferas, ten!a
sobre nosotros un efecto profilctico y no s" qu" ms. Kab!a una especie de alegr!a irritante en nuestros paseos
otoales por el bosque. *olv!amos con los sacos cargados, antes de que oscureciera, y nos deten!amos en el lindero de
un claro para recuperar el aliento y esperar la ca!da de la noc$e. Entonces o!amos, a lo le)os, el taido de un cuerno de
ca#a, que daba lugar a un silencio solemne que se abat!a sobre nosotros.
En el bosque flotaba el esp!ritu de nuestro padre. H0o acabbamos de o!r cmo se sonaba con un papel de
peridico y cmo el bosque le respond!a con un triple ecoI
O,$ora debemos irnosP, dec!a entonces mi madre. O&eor, qu" deprisa oscurece por aqu!P.
E&.G,&6>G'/D6EL'G,2/,-7:3D-7:9
El reloj de arena
Exvoto, a la antigua,
a +irjana
79
PR/LOGO
'
L,& sombras tr"mulas descomponen el borde de los ob)etos y quiebran las caras del cubo, ale)ando el tec$o y
las paredes al capric$o de la llama dentada, que ora florece ora se marc$ita, como desvaneci"ndose. La arcilla amarilla
de la cara inferior se levanta, como las tablas del fondo de una barca que #o#obra, y despu"s se $unde a su ve# en la
oscuridad, como sumergida en un agua turbia, sucia. .oda la $abitacin tiembla, ensanc$ndose o estrec$ndose, o
simplemente despla#ndose en el espacio de unos cuantos cent!metros, de i#quierda a derec$a, de arriba aba)o, sin que
ello modifique su volumen. Las $ori#ontales y las verticales se cortan as! en varios puntos, de una forma totalmente
imprecisa y confusa, pero segn una ley superior y el equilibrio de unas fuer#as que impiden que las paredes se
derrumben, o bien que el tec$o se incline o incluso se venga aba)o, se $unda. Este equilibrio se debe probablemente al
despla#amiento regular de las vigas longitudinales por deba)o de la bveda, porque estas vigas tambi"n parecen
desli#arse de i#quierda a derec$a y de arriba aba)o, )unto con su sombra, sin ruido ni esfuer#o, ingrvidas, como sobre
el agua. &e oye el golpear de las olas de la noc$e contra los costados del barcoD$abitacin% las rfagas de viento
esparcen alternativamente sobre la ventana copos y afilados cristales de nieve. La ventana cuadrada, parecida a una
tronera, est tapada con una almo$ada reventada de la que cuelgan unos trapos que oscilan como plantas amorfas o
$iedra, y no se puede saber con seguridad si su temblor se debe a las rac$as de viento que penetran por las grietas o si
tan slo tiembla su sombra al capric$o de la llama dentada.
El o)o se acostumbra lentamente a la penumbra, a la $abitacin ondeante y sin contornos definidos, a las
sombras tr"mulas. ,tra!da por la llama, la mirada se precipita sobre la lmpara, sobre ese nico punto de lu# en la gran
oscuridad del cuarto, se abalan#a sobre ella como una mosca sin rumbo, para detenerse en esa nica fuente de lu# que
centellea como una estrella le)ana, casual. El o)o, por un instante cegado y como encantado por ese fulgor, no ve ms
que esa lu#, nada ms, ni las otras sombras, ni las superficies ondeantes, ni los trapos que oscilanL nada. El o)o slo ve
esa lu#, esa llama dentada que en cierto modo est fuera del espacio, como estn fuera del espacio las estrellas, y
entonces empie#a a anali#arla Mesa lu#N, a descomponerla a trav"s de su prisma, a descubrir en ella todos los colores
del espectro. &lo entonces, cuando la $a descompuesto, cuando la $a examinado, el o)o descubre, en las lentas ondas
de la lu#, cada ve# ms plida, que va creciendo alrededor de la llama, todo aquello que an se puede descubrir en los
pliegues de las sombras y el vac!o% primero la pantalla, cobertura cristalina de la llama, en un principio imperceptible,
abstracta, como si no fuera ms que el eco de la llama y del foco luminoso, un eco ms all del cual comien#an las
tinieblas, claramente delimitadas, como si la lu# estuviera cortada por el cristal, como si estuviera soterrada en un
$oyo, enterrada en la oscuridad, y a su alrededor reinaran no slo las tinieblas, sino tambi"n otra materia distinta,
densa y con un peso espec!fico totalmente distinto del de aquella que rodea la llama. +ero esto dura slo un momento.
&lo $asta que el o)o se acostumbra, no a la oscuridad, sino a la lu#. Entonces el o)o descubre lentamente la ilusin y
distingue el $oll!n sobre las paredes de la pantalla, el $oll!n cuyos matices van del negro profundo al plateado, como
en un espe)o deslustrado, y ve que la envoltura de cristal no es la frontera de la lu#L y asimismo descubre, no sin
asombro, que el refle)o plateado del $oll!n es tambi"n una ilusin, y que la comparacin con el espe)o deslustrado no
es un )uego del esp!ritu sino un )uego de luces, perfectamente visible en el espe)o redondo colocado
perpendicularmente detrs de la pantalla, y en el que aparece la otra llama, la llama gemela, casi irreal, pero llama al
finL y si el o)o no se $a percatado de ella $asta a$ora, es porque el espri6u se resist!a a esa ilusin, porque el esp!ritu
no quer!a aceptar esa apariencia Mcomo en aquel dibu)o en el que el o)o ve un )arrn, un relo) de arena o un cli#, $asta
el momento en que el esp!rituEHla voluntadIEdescubre que este )arrn es un vac!o, un negativo, por tanto una
apariencia, y que slo son positivos, luego reales, esos dos perfiles id"nticos, esas dos figuras colocadas cara a cara,
ese en face sim"trico, como en un espe)o, un espe)o inexistente situado en el e)e del )arrnDrelo) de arena, del cli#, del
bocal, ya inexistentesL en realidad en un espe)o doble, para que las dos caras, y no slo una de ellas, sean tangibles,
porque de lo contrario la otra no ser!a ms que un refle)o, el eco de la primera, y entonces ya no ser!an sim"tricas, ni
siquiera ser!an realesL para que las dos caras sean iguales, ambas arquetipos platnicos y no slo una, porque de lo
contrario la otra ser!a necesariamente una simple imi6a6io, un refle)o del refle)o, una sombraL por este motivo, estas
dos caras, despu"s de observarlas prolongadamente, se van aproximando, como en un deseo de unirse, de confirmar su
identidadN.
Kabi"ndose acostumbrado a la lu#, como el esp!ritu se $a acostumbrado a la ilusin, el o)o empie#a a
escudriar la oscuridad y la penumbra, libre ya de la mgica atraccin de la llama, y a$ora tambi"n ve la lmpara de
gas, as! como la temblorosa sombra, y percibe los grandes volmenes de las sombras. En la parte oculta tras el espe)o
todav!a reina una oscuridad absoluta My la llama proviene precisamente de esa oscuridad, como si se alimentara de
ellaN, mientras que a la i#quierda y a la derec$a de la lmpara se despla#an unas grandes superficies grises, demasiado
7R
claras para ser sombras, demasiado imprecisas para ser lu#. +ero entonces acude el esp!ritu en ayuda del o)o y
descubre, como al tacto de la mano, la superficie dura de las paredes de color gris blanquecino, como tambi"n
descubre, separando claramente la sombra de la lu#, tres largas vigas en el tec$o, tres largas vigas desdobladas en sus
sombras, interceptadas, como un palo sumergido en el agua, por unas sombras transversales de origen incierto. >na
ve# situado en el espacio, $abiendo encontrado un punto de apoyo firme y determinado el norte, el o)o distingue la
gran sombra del fogn, que se confunde con el propio fogn, un fogn doble de $o)alata negra oxidada y de tenue
sombra, un fogn de oc$o patas que se tambalea sobre sus largos pies como un perro aterido tiritando en el viento.
2etrs del espe)o de la lmpara, detrs de la llamaDrefle)o, est la oscuridad, la ventana ciega% de a$! viene el fr!o, de
a$! el agudo silbido y las vibraciones sofocadas del cristal. 2el otro lado, enfrente de la ventana ciega, $ay un bal de
madera del que slo se ve un lado que se balancea sin llegar a volcar. ,l lado del bal de madera, contra su fondo, la
sombra se quiebra desigualmente, $aciendo ondas% se vislumbra un bulto sobre el suelo de arcilla, de un metro o metro
y medio de largo, ms parecido a una cicatri# que a una tumba. En la esquina, pegado al bal, apoyado contra su
costado de tinieblas, como el desec$o de un agua turbia, su)eto entre la pared enmo$ecida y las tablas del bal, ms
que verse, se intuye lo que el o)o estaba buscando% una cartera de cantos redondeados. &obrevolando la $abitacin
como una mariposa nocturna, golpeando las sombras flotantes, c$ocando contra las paredes y las vigas, la mirada se
vuelve $acia la lu#, donde yacen como escondidos Mporque son lo ltimo que la mirada descubre, sin $aber buscado
cerca de la llama, sin $aber buscado nada alrededor de la lu#N algunos ob)etos colocados sobre una mesa $asta a$ora
invisible, $asta a$ora en la sombra o en la lu#. , la i#quierda, pegado a la lmpara, un montn de pliegos de papel
cuadriculadoL a su lado, un peridico doblado por la mitad, casi en el centro de la mesaL en el extremo derec$o, dos o
tres e)emplares grasientos de una revista y un libro de cubierta negra cuyo t!tulo, en letras doradas, parece $ec$o de la
misma materia que la llamaL escondido tras la sombra del espe)o, un poco por encima del plano de la mesa, como
flotando en el aire, un cigarrillo a medio consumir. El $umo llega por caminos invisibles $asta la lmpara y se escapa,
a#ul, por la pantalla.
>na mano que se acerca a la llama.
CUADROS DE #IAJE 0I1
2
RE.E05E02/ la respiracin, la cabe#a vuelta $acia la puerta, el $ombre est al acec$o. .iene la impresin
de que los de la otra $abitacin no duermen, sino que estn despiertos, fingiendo que duermen. Espera, pues, que el
sueo los sorprenda. Le parece que ellos, con su vigilia, con su proximidad Mslo estn separados por una puerta
desvenci)ada que tiene una gran grieta en la parte de aba)oN, con el flu)o de sus pensamientos, podr!an actuar sobre "l.
+orque el pensamiento, sobre todo en noc$es tranquilas como "sa, antes de acostarse, se condensa con tal fuer#a que
vibra en el aire como una descarga el"ctrica, y se $ace casi visible, como el calor que emite un brasero incandescente.
2el otro lado de la puerta, sin embargo, no se oye respiracin alguna, no se oye nada. / acaso lo que se oye,
ese silencio tr"mulo, sea su aliento, el silencio de sus pensamientos y de su sueo.
,$ora est de espaldas a la mesa. &u alargada sombra, imprecisa y temblorosa, corta la $abitacin en diagonal,
m ientras que la informe y distorsionada sombra de su cabe#a se quiebra contra el costado de un bal de madera.
+isando su sombra, como un sonmbulo, el $ombre se dirige $acia el rincn. +rotegida de la lu# por su cuerpo, su
mano ba)a a tientas $acia un ob)eto invisible que $ab!a vislumbrado al dirigirse $acia el rincn y, antes, al entrar en la
$abitacin. &iente ba)o sus dedos los cantos redondeados de una ca)a de cartn y la superficie fr!a y lisa de un cierre
de latn. ,$ora su)eta en su mano una pequea cartera sin correas Mlas correas, sin duda, $an sido arrancadas, porque
los relucientes remac$es an brillan en el dorsoN, de cantos de madera redondeados y con una solapa de cartn que
imita la piel de cerdo. Levanta la solapa y la su)eta con la barbilla. 6a)o unos cuadernillos, palpa un frasco cuadrado.
El frasco est fr!o y es liso como un cubito de $ielo. Lo aprieta en la palma de la mano, luego desenrosca el tapn, sin
volverse todav!a $acia la lu#. ,cto seguido lleva el gollete $asta su nari#, con cuidado de no tocarlo, y siente el olor a
tinta. Entonces cierra el frasco y lo agita ligeramente, dirigi"ndolo $acia la lu#. En las pulidas esquinas, la llama turbia
de la lmpara vibra, y la tinta morado oscuro lame la superficie interior del frasco. El $ombre vuelve a $urgar en la
cartera, su)etando la solapa con la barbilla. 2eba)o de los cuadernos encuentra un fino portaplumas en forma de $uso y
lo aprieta entre tres dedos, tra#ando un arabesco en el aire. Entonces presiona la punta del plum!n contra la ua del
pulgarL se oye un ruido parecido al cru)ido de las alas de un insecto.
7:
,$ora est de nuevo en la mesa, momentneamente inmvil. Ka sacado del bolsillo interior de su abrigo unas
largas $o)as de papel cuadriculado y las $a puesto encima del peridico. El papel est doblado a lo largo, como si se
tratara de un documento, pero la raya del pliegue no $a quedado marcada. ,l principio an son visibles los pequeos
cuadrados, pero luego las l!neas empie#an a difuminarse lentamente, se unen y desaparecen, como tambi"n
desaparecen enseguida los bordes de las $o)as, iluminados por la llama. En su lugar no queda ms que una fuente de
lu# macilenta. &i no guardara en su bolsillo, doblado en dos, el borrador escrito en los ltimos d!as Men un bar
cualquiera, al lado de una estufa incandescente, sobre una mesa cubierta con un $ule grasientoL en un cuartuc$o
oscuro, detrs de una tienda de caama#os, sobre una vie)a mesa de )uego, a la lu# de una lmpara de gasL en el
compartimento de un tren rpido, de noc$e una ve# ms, a la blanca lu# del acetilenoL pero tambi"n medio dormido, en
esta misma $abitacinNL si no fuera, pues, por $aberle dedicado tanto esfuer#o a este borrador, a$ora tal ve# lo
abandonar!a todo. +ero este borrador lo atrae, a pesar del fuerte deseo de acercarlo a la llama y ec$arse a dormir. 0o
quiere tirar todo esto al fuego, a$ora que ya $a dado el primer paso arrancndole estas cuantas pginas al vac!o. ,
pesar de esta debilidad y duda momentneas, surge en "l, en el l!mite de la conciencia, el presentimiento de que tal ve#
este pequeo fragmento de la $istoria de su familia, esta breve crnica, lleve dentro de s! la fuer#a de esos anales que,
cuando salen a la lu# del d!a despu"s de muc$os aos, incluso de milenios, pasan a ser el testimonio del tiempo My
poco importa aqu! de qui"n se trateN, como los fragmentos de los manuscritos encontrados en el mar (uerto, o en las
ruinas de los templos, o en las paredes de las celdas.
&aca, pues, del bolsillo interior de su abrigo el borrador escrito a lpi# sobre el mismo papel cuadriculado, y lo
recorre con la mirada.
El borrador est )usto al lado de la lmpara. La mec$a arde $aciendo ondas, la llama florece a partir del ncleo
morado, cambiando al ro)o y $asta el amarillo plido. El fanal de la lmpara se $a ate#ado y alrededor del $oll!n se
forma una pel!cula plateada, como en un espe)o deslustrado. &e oye silbar en el silencio, casi imperceptiblemente, la
cresta ondulante de la llama. El susurro del tiempo.
Ka soltado la pluma por un momento. +eridicoDpapel secante. En "l, por encima de los caracteres de imprenta
que $ablan de las palomas mensa)eras,
-9
las primeras palabras de una carta, como en un espe)o, como en $ebreo.
)
El $ombre mira la llama afilada que vacila en medio de la corriente de aire $elado que proviene de la ventana
invisible frente a "l, y su mirada se desli#a $acia aba)o, $acia el depsito de cristal de la lmpara. El depsito se
estrec$a $acia el centro formando un profundo cuello ceido por una arandela de $o)alata oxidada. Esta arandela no da
toda la vuelta, sino que sus dos semic!rculos sim"tricos quedan separados por uno o dos cent!metros en la parte
delantera. 2e la arandela de $o)alata salen $acia arriba dos alambres paralelos que se )untan en su extremo formando
un tringulo de lados combados y rodean, como un marco de $o)alata oxidada, un espe)o redondo medio deslustrado,
de bordes desgastados. El espe)o crea dos llamas gemelas, dos llamas dentadas, una frente a otra, id"nticas, aunque
una de ellas, la del espe)o, la que se refle)a, existe solamente gracias a la ilusin, a la apariencia% merced a la otra. El
depsito tiene por dentro un color marrn verdoso, como un acuario lleno de agua estancada, y parece viscoso, lleno
de algas y l!quenes apenas visibles. El $ombre examina el depsito buscando la l!nea que deber!a marcar el nivel del
petrleo, la superficie del l!quido, y que se $a confundido del todo con el color del cristal, sobre el que $a actuado
confiri"ndole su propio color% un gris sucio, un marrn verdoso, el color de un caldero oxidado. +rimero la busca con
los o)os por deba)o de la arandela cincelada, escrutando con la mirada los menudos relieves que recubren la abombada
semiesfera del recipiente de cristal, entre los cuales se $a depositado una pel!cula de petrleo grasienta me#clada con
$oll!n y polvo. ,l no encontrar el nivel del l!quido My demasiado pere#oso para llevar a cabo el arriesgado y
complicado movimiento de agitar la lmpara para que el propio l!quido se $iciera notarN, recorre con la vista la
oxidada arandela de $o)alata a la altura del estrec$amiento del recipiente, )usto en su centro, en su cintura, y al mismo
tiempo que piensa que la l!nea de la superficie del l!quido se esconde en alguna parte de por a$!, descubre el principio
de la mec$a embebida, blanca e inerte como una tenia a$!ta, una constriccin apenas visible, una leve depresin, como
cuando se sumerge un palo en el agua. Comprende, no sin temor, que en el recipiente apenas queda un dedo de
petrleo. .o 1a a c7upar, lo 1a a de1orar 6odo. J como asustado por este pensamiento Mque la lu# de la lmpara de
petrleo va a desvanecerseN, vuelve a amagar con su pluma y garabatea sobre el papel para proseguir con lo ya
empe#ado, para adelantarse a las tinieblas.
*
78
Las piernas separadas, levemente inclinado, el $ombre est de pie al lado de la ventana. Lleva una manta
ec$ada por los $ombros. La manta $uele a caballo y a orines. Lleva puestos unos c$anclos en los que se refle)a la lu#
que proviene de la ventana ba)a y cuadrada. 2esde esta altura no alcan#a a ver nada ms que los remolinos de los
copos de nieve delante del cristal de la ventana y, de ve# en cuando, la silueta neblinosa de algn rbol. La nieve se
acumula en los marcos de las ventanas, formando un mont!culo ondulado, $ostigado por las rfagas. 6a)o los a#otes
del viento, este mont!culo cambia la inclinacin de sus pendientes, la l!nea del $ori#onte. +or momentos aparecen dos
colinas suavemente onduladas, casi de la misma altura, del todo esquemticas, pero inmediatamente despu"s el viento
cambia bruscamente la l!nea ondeante, )untando ambas colinas en una sola o formando un agudo pico en el lugar
donde un momento antes $ab!a un $oyo. Cuando la nieve cae ms escasamente, el $ombre tiene la impresin de que
entre la ventana y el rbol no $ay ms de unos die# metros, pero cuando el viento va cargado de copos grandes, el
rbol se ale)a de la casa, como una barca a la deriva, imperceptiblemente. Este espacio de contornos engaosos
tambi"n est cubierto de nieve, y la superficie ondulada, igualmente cambiante, est )aspeada de $uellas de pasos,
qui#s de la noc$e anterior, qui#s del mismo d!a, qui#s de $ace algunas $oras. La ventana retiembla con las rfagas
de viento y se oye el roce agudo y cristalino de la nieve contra el vidrio. El $ombre levanta la cabe#a y escuc$a. +or
un momento le parece que oye, a lo le)os, el ladrido de un perro. +ero este sonido se pierde en el aullido del viento, se
confunde con "l, y el $ombre ya no est seguro de $aber o!do un ladrido o slo el aullido de la tormenta. HJ cunto
tiempo llevar as! )unto a la ventana, envuelto en esa mantaI .al ve# todo el d!a, tal ve# una $ora, tal ve# dos, o tan
slo unos die# minutos.
,$ora est reclinado en la ventana, de tal forma que oscurece toda la $abitacin. 5ntenta extender la vista ms
all del rbol, a trav"s de la neblinosa lu#, all donde se al#a la ver)a de alambre cuyas mallas estn totalmente rellenas
de nieve. 2e repente oye un sonido de cascabeles, sin previo aviso, sin transicin alguna. Casi al mismo tiempo que
este sonido, claro y cristalino, percibe los contornos nebulosos de las cabe#as de dos caballos y, )usto despu"s, los de
quienes van sentados en el trineo% el coc$ero, tocado con una gorra de piel emblanquecida, y una mu)er que,
precisamente, est ba)ando del trineo. Ella tambi"n lleva un bonete o una gorra de piel, a menos que se trate de sus
cabellos recogidos en un moo alto en que $a prendido la nieve. La mu)er coge a$ora algo del asiento y,
seguidamente, le tiende la mano al coc$ero. El $ombre observa cmo la mu)er se acerca a la puerta de la ver)a con su
pequea maleta y cmo cae de la alambrada el polvo de nieve, y cmo luego ella va $ollando la espesa capa de nieve.
La mu)er se dirige directamente $acia "l. El $ombre se aparta sbitamente de la ventana y alcan#a la puerta con paso
acelerado. /ye los golpes en la madera. +or una grieta vertical ve a$ora la sombra bailotear, y luego oye los pasos
ale)arse cru)iendo en la nieve. El $ombre mira por la grieta. ,l principio no ve nada, luego tan slo el remolino de los
copos de nieve. 2e nuevo oye los pasos acercarse cru)iendo en la nieve. ,$ora ve a la mu)er, la de antes. Ka sacudido
la nieve de su cabe#a y "l distingue claramente sus ri#ados y exuberantes cabellos recogidos en un moo alto, sobre el
que caen los copos cristalinos. La mu)er va envuelta en un mantn negro de punto, del que saca un sobre a#ul. El
$ombre levanta la cabe#a y descubre por encima de la puerta una esquina del sobre, con las $uellas $medas de unos
dedos. *uelve a pegar el o)o a la grieta vertical, pero la mu)er ya $a desaparecido. Ja no se oyen pasos. ,partndose
de la puerta, el $ombre examina el sobre sin tocarlo. &e imagina, seguramente, que la mu)er que $a tra!do el sobre est
escondida en alguna parte, y que desde algn lugar vigila el sobre a#ul que aletea y cuya mayor parte se $a quedado
fuera, pillado en la rendi)a de encima de la puerta.
+
El $ombre est ec$ado en la camaL o ms bien sentado, apoyado contra una gran almo$ada. Est tapado con
una manta gris de la que slo sobresalen su cabe#a y sus bra#os. .iene en la mano un librillo o una revista. En la
portada se ven fotograf!as publicitarias de neumticos de automvil, de distintos tamaos y con distintos dibu)os en la
goma, y sobre ellas, grandes letras estili#adas, sin duda la marca de los neumticos. El t!tulo aparece impreso en
caracteres ms gruesos, al bies, en el tercio superior de la portada, sobre un fondo gris verdoso. Las $o)as estn
manc$adas de grasa y muc$as de ellas tienen las esquinas dobladas, acaso por casualidad, acaso para marcar algn
dato importante. El $ombre desli#a su dedo pulgar sobre el canto de las pginas, que aletean. Esto $ace que la llama de
la lmpara de petrleo, colocada sobre la losa de mrmol de la mesilla de noc$e, oscile. Vunto con la llama empie#an a
temblar, como si se movieran, los numerosos trineos del papel estampado de la pared, dispuestos sim"tricamente a una
distancia de unos die# cent!metros. M2ebido a esta simetr!a, as! como a la repeticin infinita del dibu)o gris, todos los
trineos se reducen a uno solo, al igual que los persona)es representados en la escena, y el motivo del dibu)o, en ve# de
parecer esttico, empie#a a animarse, a pesar de esta identidad, o precisamente gracias a ellaN. &on trineos a la antigua,
con altos patines encorvados que les confieren el aspecto de navios. ,l trineo estn enganc$ados dos caballos que se
74
$an detenido o estn a punto de $acerlo. >n coc$ero de grandes bigotes y con una gorra de piel cubierta de nieve tira
de las riendas. Las cabe#as de los caballos estn erguidas, erguidas y vueltas $acia un lado, sin duda por el tirn de las
riendas. 2el trineo se apea una mu)er que lleva un gran manguito en la mano i#quierda, o tal ve# sea una pequea
maleta, mientras que con la mano derec$a se su)eta a la combada barra lateral del asiento. +or deba)o del abrigo de
piel y del largo vestido que le llega $asta los tobillos sobresale un pie inconcebiblemente pequeo cal#ado con un
#apato de punta. El pie se $a detenido en el aire, entre el asiento del trineo y la l!nea ondeante de la nieve. , la derec$a
del trineo, a la altura de las cabe#as de los caballos, se distinguen los postigos cerrados de las ventanas de un lu)oso
c$al" con la puerta coc$era abovedada. La mu)er llega, a todas luces, de improviso, porque los postigos estn ec$ados
y el pesado portaln gtico cerrado, sin duda con candado. La llama se $a calmado y el pie de la mu)er, suspendido en
el aire, est a$ora totalmente fi)o. Las cabe#as de los caballos tambi"n estn inmviles. &us patas delanteras, dobladas
por la rodilla en ngulo obtuso, se $an parali#ado en el aire. .ras ec$ar una o)eada al libro que acaba de cerrar, el
$ombre lo de)a encima del mrmol de la mesilla de noc$e. ,dems del libro que $a de)ado, se encuentran tambi"n
encima del mrmol, al lado de la lmpara, un cenicero de $o)alata y un paquete de cigarrillos abierto. La lmpara es de
porcelana blanca, y su pantalla de un cristal fino y transparente, decorado con grandes lirios malvas. ,ntes de soplar la
llama, el $ombre ba)a la mec$a. En la $abitacin ya no se divisa ms que la losa de mrmol, que recuerda a un bloque
de $ielo. El coc$ero $a cimbreado el ltigo sobre los caballos, el trineo se desli#a en la oscuridad. La mu)er del abrigo
de piel se $a detenido por un instante delante de la puerta coc$era, y entonces la puerta la $a engullido, antes de que
las tinieblas se tragasen la propia puerta con la boca de lobo del vac!o. En una ventana, detrs de los postigos de
madera entreabiertos, se advierte una l!nea de lu# que penetra por las rendi)as. El $ombre contempla la l!nea de lu#
que se infiltra, enfrente de "l, a trav"s de las rendi)as de una puerta invisible. Esta l!nea de lu# se despla#a como si del
otro lado de la puerta alguien estuviera moviendo la fuente de lu#, o disminuyera y aumentara la llama de la lmpara,
o simplemente la protegiera de la corriente con la mano. 0o se oye ningn paso, ninguna vo#, slo el silbido del
viento y de la tormenta de nieve, del otro lado de la ventana y de las tinieblas. 0o obstante, el $ilo de lu# sigue
ensanc$ndose, dibu)ando en el suelo uno de los lados del tringulo luminoso, y las alargadas sombras empie#an a
despla#arse formando un arco alrededor del e)e de los ob)etos. La losa de mrmol de la mesilla de noc$e emerge a la
lu#, )unto con la lmpara, la revista, el cenicero de $o)alata, el paquete de cigarrillos abierto. En la fran)a de lu# cada
ve# ms anc$a de la puerta aparece la lmpara, o la pantalla de "sta, llena de su propia lu#. La mec$a debe de estar
ba)a, de modo que no se ven las dems partes de la lmpara ni la mano que la su)eta. Lo nico que se distingue sobre
la pantalla, fina y transparente, son las flores malvas, probablemente iris. Esta pantalla luminosa con sus iris flota un
instante en el aire, sin apenas vacilar, y entonces una mano invisible sube la mec$a. ,l mismo tiempo, la lmpara y la
mano que la su)eta comien#an a avan#ar y la llama oscila en la corriente de aire que proviene de la puerta abierta y de
las contraventanas a medio cerrar. La mu)er cru#a la $abitacin sin ruido, su)etando la lmpara a la altura de su cabe#a
y a una cierta distancia. &u rostro carece de toda expresin, como si estuviera moldeado en ceraL sus o)os parecen
cerrados. &us cabellos estn recogidos en un moo alto, negro o tal ve# cano. Lleva puesto un largo camisn
transparente que llega $asta el suelo y cae en amplios pliegues alrededor de sus tobillos, invisibles o apenas
perceptibles, por lo que da la impresin de estar flotando en el aire, difana y ligera como una sonmbula. El camisn
es rosceo o de color carne, o es que a la lu# de la lmpara estos dos colores se entreme#clan y se confunden. , menos
de un bra#o de distancia detrs de ella, se desli#a en silencio otra mu)er, con el mismo camisn ro#ando el suelo. Ella
tambi"n tiene el pelo recogido en un moo alto, el rostro como moldeado en cera, los o)os aparentemente cerrados.
Esta segunda mu)er no lleva lmpara pero tiende los bra#os $acia delante, como si quisiera alcan#ar la lmpara que
lleva la otra, arrebatrsela, de tal modo que a$ora parece menos la gemela que la sombra de la primera, su imagen
refle)ada en algn espe)o lateral, o en el batiente abierto de algn armario, o en las superficies brillantes de los
muebles.
,
La tormenta $a cesado por un momento, la nieve flota en pequeos copos cada ve# ms escasos. El $ombre
est de pie delante de la puerta. Est tocado con un sombrero gris, lleva un ra!do abrigo que le llega $asta los tobillos y
unas polainas color ratn que cubren sus brillantes c$anclos. Con una mano estrec$a contra su pec$o, a la altura del
cora#n, un portafolios de piel de cerdo, con la otra su)eta un bastn. El $ombre ec$a a andar. , su i#quierda, a dos o
tres metros del sendero cubierto de nieve, se al#a a poca altura una terra#a acristalada. 2etrs de la puerta de cristal
que conduce a la casa de la veranda se oyen una risa sorda y unas voces cuyos sonidos son ininteligibles. En el
momento en que el $ombre llega a la altura de la puerta, la risa se $ace repentinamente ms clara. +arece que alguien
$a abierto de pronto la puerta. El $ombre mira en esa direccin. La mesa se encuentra a la altura de la puerta, colocada
a lo largo, de tal modo que la ve acortada. La cabecera de la mesa est desocupada YJno estar!a a$! sentado $ace un
momento aqu"l o aqu"lla que $a abierto la puertaINL pero el plato de porcelana est a$!, as! como un vaso medio vac!o
77
de vino tinto. En el extremo opuesto a la cabecera Mo tal ve# sea "sta la cabeceraN est sentada una mu)er con un moo
alto y un vestido negro. , cada lado de la mesa, casi a la misma altura, sim"tricamente y de perfil, estn sentadas dos
personas% dos mu)eres vestidas de negro, acaso algo ms )venes que la primera, as! como un $ombre de rostro
amarillo y otra persona ms que no se ve distintamente. 6a)o la lu# que proviene del lado opuesto Mentre las cortinas
de la ventana, a medio correr, caen pequeos copos, como confetiN se distinguen claramente los platos de porcelana,
colocados de forma sim"trica, las cacerolas y la cristaler!a. El coc$inillo est dispuesto a lo largo de la mesa, )usto en
el centro y un poco en alto. El lo ve acortado por la perspectiva% las ore)as cortas y el rabo en tirabu#n sobre un
cuerpo de bronce rolli#o y brillante. El $ocico est vuelto $acia "l% entre los dientes denegridos y los grandes
colmillos, una man#ana verde. La mano del $ombre de rostro amarillo se $a detenido, )unto con el vaso, a medio
camino entre la mesa y sus dientes amarillos. Esto sucede en el preciso instante en el que descubre, a trav"s de la
puerta abierta, al $ombre del bastn.
7
El $ombre est sentado en una roca, a la orilla del camino. Es una roca redonda, toscamente tallada, y muestra
claramente el efecto de la erosion y del tiempo en su te)ido poroso y espon)oso, sobre el que se extienden las manc$as
de liquen en forma de pequeas gotas parecidas a la $errumbre. Es evidente que esta piedra no $a llegado $asta all!,
$asta el borde del precipicio, por casualidad, sino que $a sido colocada por la mano del $ombre, que le $a dado su
forma definitiva Men la medida en que pueda llamarse definitivaN. En la parte superior de la roca se $alla una pequea
concavidad en forma de silla de montar, situada en una capa gris ms oscura, que es sin duda de edad y composicin
geolgica distintas de las de la masa calcrea de la base. 2el borde exterior de la concavidad parte un canal del anc$o
de un pulgar y de unos veinte cent!metros de largo. El canal se extiende perpendicularmente al e)e de la roca. &u
tra#ado en l!nea recta prueba que el canal tambi"n $a sido creado por la mano del $ombre% los arcos en espiral son
indudablemente las $uellas de la excavadora neumtica o del barreno de acero con cuya ayuda se abri el agu)ero para
la dinamita Msi es que la roca no fue desprendida de la masa bsica con la sola fuer#a mecnicaN. El $ombre mira a su
alrededor. &obre la loma lisa y pedregosa que se eleva al otro lado del camino, como una prominente pared, descubre
en la roca una grieta recta y vertical que podr!a corresponder perfectamente a la mitad sim"trica del canal de la
concavidad en forma de silla, tanto ms cuanto que en la escarpada loma pueden distinguirse claramente dos capas
diferentes% una superior, ms oscura, y una inferior, ms clara y friable. (s aba)o de la ladera, $acia el $ori#onte, se
extiende un maci#o rocoso surcado de profundos pliegues, fallas y grietas. , unos veinte metros camino aba)o de la
roca en la que est sentado el $ombre, an se distinguen las manc$as de liquen, ro)i#as y cobri#as, que en algunos
lugares se vuelven totalmente blancas, como si las abruptas laderas estuvieran salpicadas de cal o sembradas de
excrementos de p)aro. ,l lado de la roca en la que est sentado, de entre las profundas fallas que se extienden a lo
largo del camino, sobresalen $o)as de a)en)o, velludas y polvorientas, ya algo descoloridas. El $ombre aspira su olor,
que se eleva con el fuego desprendido por la piedra ardiente. La escasa bro#a, enganc$ada en las rocas o en los
$uecos, se destaca notablemente, con su color verde plido, entre el gris blanquecino de la piedra y las claras manc$as
de los l!quenes, que parecen manc$as de cal. &obre la le)ana loma gris que se extiende $acia el $ori#onte se descubren
las blancas cintas del camino que desciende en l!neas oblicuas y paralelas talladas en la roca. El camino se estrec$a
progresivamente de ladera en ladera, y al llegar a la fran)a verde, donde ya es angosto como un sendero de cabras,
empie#a a serpear formando meandros y describe n!tidamente una (, como las tres l!neas claramente distinguibles en
la palma de la mano. En las l!neas quebradas y sinuosas que unen la tierra con el mar se perciben profundos fiordos y
ba$!as, y entre ellos, montaas rocosas de picos prominentes. El sol, redondo y ro)o, ro#a )ustamente una de las cimas.
Las grandes sombras de las montaas tien de verde oscuro el a#ul del mar delimitando n!tidamente el a#ul y el verde,
como dos colores que no se me#clan, o al menos no tan fcil e !ntimamente como lo $acen, en la le)ana l!nea del
$ori#onte, el a#ul del cielo y el a#ul del agua.
, lo largo de la l!nea quebrada donde se unen la tierra y el mar se distinguen, entre el verdor, unas pequeas
casas, pegadas las unas a las otras, esquemticas% paredes blancas y te)ados ro)os. , la i#quierda, un poco ms all del
grupo de casitas, ms all de una c$imenea por la que se eleva un $ilo negro de $umo, brilla el refle)o prpura del sol
sobre la fac$ada de cristal de una fbrica, como el fulgor de un incendio. ,l final del pequeo muelle se yergue la
columna de piedra de un faro. El v"rtice del faro resplandece con una lu# brillante que centellea, y el $ombre no puede
saber si se trata del refle)o del sol o de la lu# de una lmpara de gas. , ambos lados del muelle se encuentran unos
amarraderos de $ierro. El $ombre est sentado en uno de ellos, $acia la mitad del muelle, con la cara vuelta $acia el
mar. En el muelle slo $ay amarrada una embarcacin, un quec$emar!n de pesca con un solo mstil. En el barco no
$ay nadie. >na cuerda adu)ada, como una serpiente enroscada, yace sobre una prominencia cerca de la proa. Esta parte
prominente est $ec$a de tablas de madera, antao pintadas de verdeL la pintura est a$ora totalmente descolorida y
desconc$ada, o tan slo resquebra)ada, como los vie)os lien#os. El casco del barco tambi"n est construido con tablas
-==
de maderaL las tablas estn bombeadas como el vientre de un gran barril. El exterior est pintado de negro y en los
intersticios de las tablas brilla un alquitrn fresco y derretido que brota lentamente, como la sangre coagulada. La
borda de la embarcacin, que est fabricada con tablas ms gruesas, tambi"n est pintada de verde, as! como la proa,
algo ms alta, cuya quilla est refor#ada con una c$apa metlica. , los costados del quec$emar!n $ay amarrados dos
neumticos de automvil desgastados, completamente lisos, $asta tal punto que ya no se pueden apreciar los relieves
ondulados o las acanaladuras en #ig#ag, sino tan slo algunas letras sobre el canto, sin duda la marca de los
neumticos. Entre los neumticos del flanco del pequeo barco y el muelle de piedra se extiende en forma de arco la
l!nea verde del agua. El barco est vuelto con la proa $acia el mar, un poco en diagonal respecto al muelle. ,lrededor
del barco el mar est en calma, tiene un color verde oscuro y transparente, por lo que refle)a claramente todo el casco
del barco, el timn inclinado y la pequea $"lice en forma de oc$o. ,ba)o, a la profundidad indeterminada del fondo,
se ve la sombra del casco acribillado por los centelleos de un rayo de sol que se refle)a en algn pe# muerto, un espe)o
roto, una conc$a o una lata de conservas arro)ada al mar.
2e repente, la sombra del casco del barco empie#a a temblar, se diluye y desaparece. Cesa el centelleo y la
superficie verde se vuelve tr"mula y ondeante. &e oye el c$apoteo del agua contra el muelle y los flancos del barcoL el
cru)ido de la cuerda atada al amarraderoL el suave entrec$ocar de las barcas en la ba$!a. >na pequea embarcacin se
acerca al muelle describiendo un leve arco. ,$ora $a empe#ado a o!rse un ligero resollar, despu"s de que el motor se
$aya parado, porque el ruido $a penetrado en el silencio, imperceptiblemente. El agua ondeante descubre en la pared
del muelle de piedra el terciopelo verde de las algas y las manc$as negras de las conc$as. Las algas y los desperdicios
que flotaban en al agua, casi inmviles $asta a$ora, de repente comien#an a moverse, mecidos de i#quierda a derec$a
y de derec$a a i#quierda% cscaras de sand!aL un tomateL un cora#n de man#ana oxidadoL colillas $inc$adasL un
paquete de cigarrillosL un pequeo pe# muertoL un mendrugo de panL una rata muertaL una ca)a de cerillasL la mitad de
un limn exprimidoL una rama podridaL una piaL palillosL pa)aL escamas de pe#L una naran)a podridaL una botella
verde de cerve#aL un tro#o de tablaL un sobre a#ul rotoL un portaplumas de madera ro!doL plumas de p)aroL una
ma#orca de ma!# desgranadaL un tapn de corc$oL un sombrero de pa)a despeda#adoL un billete de tren picadoL las dos
mitades de un lpi# sin minaL tro#os de papel de peridicoL una $o)a de papel cuadriculado en la que se diluyen unas
letrasL una lata de conservasL una nue#L un bote redondo de $o)alata antao lleno de pintura verdeL el resguardo de un
giro postalL la etiqueta amarilloDverdosa de una botella de cerve#aL una pantalla de lmpara resquebra)adaL una pie#a
de a)edre# Mun pen blanco del que slo la cabe#a sobresale a la superficieNL un rey de diamantes de bordes ro!dos y
plegado por la mitad, pero desdoblado, de tal forma que se distinguen claramente los dos persona)es sim"tricos,
esquemati#adosL una tar)eta postal en color en la que aparece en primer plano el mar a#ul y un muelle con su faro, y al
lado del muelle, un barco de pesca atado a un amarradero de piedra, mientras que un segundo barco se acerca al
muelle dibu)ando en el agua un suave arco. En segundo plano, detrs de las verdes palmeras, unas casitas blancas con
te)ados ro)os. , lo le)os, altas montaas por cuyas laderas serpea un estrec$o camino, y por encima un cielo a#ul y dos
o tres nubes rosadas. Kacia la mitad del muelle, en uno de los amarraderos, est sentado un $ombre. El $ombre est
ligeramente encorvado e inclinado $acia delante. Lleva un sombrero de pa)a ca!do sobre la nuca, y entre sus rodillas
separadas su)eta un bastn, tal ve# una caa de pescar. , unos die# metros de "l, acodada sobre el parapeto, aparece
una mu)er de pie, as! como un nio de unos cinco o seis aos y una nia algo mayor. .odos miran $acia el $ori#onte,
probablemente contemplan la puesta de sol. &e encuentran )usto a la altura de la curva, en el lugar donde el camino se
ensanc$a formando una especie de terra#a o de mirador. >n poco ms le)os, )unto al parapeto $ec$o de bloques de
piedra toscamente tallados, se ve un automvil. &obre la pintura negra de la carrocer!a se $a acumulado una fina
pel!cula de polvo. Las ventanillas cuadradas estn completamente ba)adas, las puertas abiertas de par en par. Los
grandes faros redondos estn iluminados por el resplandor prpura de la puesta de sol. +or encima del perfil delantero,
como las celdillas de un panal, los dientes de un cap niquelado del que sale vapor. .oda la parte delantera del
automvil vibra en un calor tan visible como el que emana de una estufa incandescente. 2eba)o de los anc$os
guardabarros, parecidos a los de un fiacre, en los desgastados neumticos apenas pueden apreciarse los relieves
ondulados o las acanaladuras en #ig#ag. En el lateral, sobre el canto de los neumticos, se distinguen unas letras
cubiertas de polvo% la marca de los neumticos. >n $ombre con los bra#os cru#ados sobre el pec$o, una gorra a
cuadros y unas grandes gafas de piloto de celuloide se apoya en el guardabarros. &e vuelve $acia quienes $a
conducido $asta all!, $acia el $ombre que est sentado en la roca a unos die# metros ms aba)o de la curva, y $acia el
grupo que se apoya en el parapeto de piedra prximo a "l. 2espu"s "l tambi"n mira al $ori#onteL probablemente est"
contemplando la puesta de sol. ,$ora es la mu)er la que mira al $ombre que est sentado un poco ms aba)o, en la
roca. +ero "l no parece fi)arse en ellos. Est ensimismado mirando a lo le)os% probablemente est" contemplando la
puesta de sol.
,$ora est mirando $acia la curva, desde donde se oyen unos pasos sobre la grava. +ronto aparece un burro
cargado de bro#a. La cabe#a gac$a, las ore)as colgando, el animal ba)a por la cuesta. El cargamento de bro#a, atado
con cuerdas a una albarda invisible, cuelga sobre sus polvorientos lomos. En las sarmentosas ramas se perciben los
frescos ta)os al sesgo. Enganc$ado entre la bro#a sobresale el filo en forma de media luna de una $o# de mango
-=-
estrec$o y cuadrado. Encima de la bro#a, dentro de unos odres pardos y blandos, c$apotea un l!quido% vino, lec$e o
agua. , dos o tres pasos detrs del burro camina una mu)er con un vestido negro descolorido y un pauelo igual de
descolorido en la cabe#a, doblegada ba)o el peso de la bro#a, tan grande como el que va atado a la albarda. El $ombre
los sigue con la mirada $asta que desaparecen detrs de una curva cerrada. +oco despu"s vuelve a verlos en la ladera
siguiente, unos veinte metros ms aba)o. Luego los pierde de vista por un tiempo para volverlos a encontrar en la
prxima revuelta. Ja no se oye ni el c$apoteo del l!quido en los odres ni el cru)ido de la grava ba)o sus pies. El
$ombre se levanta de la roca y sube la cuesta del camino apoyndose en su bastn, y entonces ocupa el asiento de al
lado del conductor.
NOTAS DE UN LOCO 0I1
2
E& dif!cil levantar la propia desgracia $asta las alturas. &er al mismo tiempo quien observa y quien es
observado. El que est arriba y el que est aba)o. El de aba)o es una manc$a, una sombra... Considerar su propio ser
desde el punto de vista de la eternidad Ml"ase% desde el punto de vista de la muerteN. TLan#arse a las alturasU El mundo
a vista de p)aro.
(i idea de planeador es tan vie)a como la $umanidad. 0o es ms que la perpetuacin de la de 5caro. +ues
tambi"n mi planeador $a sido concebido tras observar el vuelo de los p)aros. +or tanto no necesita siquiera la fuer#a
de un remador. Jo mismo no soy un deportista. 0i soy $ombre de una fuer#a extraordinaria% mis b!ceps son casi como
los de una mu)er. +ueden imaginarse la escena% vestido de gala, con una pa)arita de lunares, paso mis bra#os por
deba)o de las correas y ec$o a volar como una paloma, precipitndome desde el d"cimo piso como una piedra, para
salirme entonces del loopin9 con un nico movimiento de alas y elevarme describiendo un amplio arco por encima de
la multitud. (e de)o llevar por las corrientes a"reas y aterri#o en un descampado que linda con mi pueblo natal.
MO0atio borgo selvaggioPL T&alva)e burgo natalUN. Entonces doblo mis alas y las guardo en mi portafolios y entro en mi
pueblo, pasando totalmente desapercibido, annimo.
*isto desde su perspectiva, incluso si estn >stedes en la a#otea de un rascacielos, pronto les recordar" a una
grulla, luego a una golondrina, luego a un murci"lago, luego a una mariposa Mo a una pa)aritaN, luego a un abe)orro,
luego a una abe)a, luego a una mosca y finalmente a una cagada de mosca. Ke desaparecido de su campo de visin, $e
desaparecido del todo. Ke subido al cielo, mis queridos seores. &!, al cielo de la pura abstraccin.
3
&i pegara su cabe#a al suelo en el momento adecuado, un $ombre con o!do de perro podr!a percibir un d"bil
rumor, apenas audible, como cuando se trasvasa el agua de un recipiente a otro o la arena en un relo) de arenaL podr!a
o!rse algo parecido, es lo que se oye al apoyar la cabe#a contra la tierra, con el o!do pegado al suelo y los
pensamientos penetrando en la profundidad de la tierra a trav"s de las capas geolgicas, $asta el meso#oico, $asta el
paleo#oico, a trav"s de las capas de arena y de espesa arcilla, penetrando como las ra!ces de un rbol gigante, a trav"s
de las capas de limo y de roca, las capas de cuar#o y de yeso, las capas de conc$as y de caracoles muertos, a trav"s de
las turbias capas de escamas y espinas de pe#, a trav"s de las carcasas de las tortugas y de las estrellas de mar, de los
$ipocampos y de los monstruos marinos, a trav"s de las capas de mbar y de arena fina, las capas de $ierbas marinas y
de $umus, las espesas capas de algas y de conc$as nacaradas, a trav"s de las capas de cal, las capas de carbn, las de
sal y de lignito, de estao y de cobre, a trav"s de las capas de esqueletos $umanos y animales, de las capas de
calaveras y de omplatos, a trav"s de las capas de plata y de oro, de #inc y de piritaL porque en algn lugar de por a$!,
a algunos cientos de metros de profundidad, yace el cadver del (ar +annico, an no del todo muerto, sino slo
a$ogado, aplastado por capas y ms capas de tierra y de piedras, de arena, de arcilla y de fango, de cadveres de
animales y de cadveres $umanos, de cadveres $umanos y de obras $umanas, slo atrapado, porque todav!a respira
Mdesde $ace varios mileniosN por los clamos de los ondeantes campos de trigo, por las caas de los pantanos, por las
ra!ces de las patatas, an no del todo muerto, tan slo aplastado por las capas del meso#oico y del paleo#oico, porque
resulta que respira desde $ace unas $oras, unos minutos Men la escala del tiempo de la .ierraN, respira con resuellos y
-=3
dificultad, como un minero atrapado ba)o las vigas y los puntales y los pesados bloques de carbn bituminosoL cuando
el $ombre apoya su cabe#a contra el suelo, cuando pega el o!do a la arcilla $meda, sobre todo en noc$es tan
silenciosas como "sta, puede o!rse su )adeo, el estertor de su prolongada agon!a.
'0
&i todo ocurre segn las estrictas leyes deterministas del diosDnaturale#a, segn el principio general de la
causa sui, entonces la casualidad no existe como fenmeno ob)etivo, no slo en las amplias escalas del universo, sino
tampoco en los aspectos ms !nfimos, como por e)emplo cuando alguien de)a MHolvidaIN su libro en el tren, en un
compartimento de primera clase Mcomo si lo $ubiera colocado all! una aparicin divina o como si $ubiera aterri#ado
procedente de lo desconocido y le)ano, como un ngel con las alas medio desplegadas, instalndose sobre el asiento de
terciopelo verde, en primera clase, en el nmero veintis"is, precisamente aquel que le fue reservado a "l, al lado de la
ventana, en la estacin provincial de &idN, y otra persona MHpredestinadaIN toma asiento en este mismo lugar y
encuentra un libro encuadernado en cuero negro Y(rac6a6us 67eolo9ico-poli6icusN que e)ercer una influencia decisiva
y duradera sobre esta otra persona.
''
+G/+/&5C5X0%
+ara que el esp!ritu traba)e libremente, es necesaria una soledad absoluta, pues de lo contrario el esp!ritu cae
ba)o la fatal influencia de un esp!ritu a)eno, sin tener tal ve# siquiera conciencia de ello.
2E(/&.G,C5X0%
&i mi mu)er no $ubiera dormido en la $abitacin de al lado, seguramente no me $ubiesen venido al esp!ritu los
pue2los mon6ene9rinos, sino tal ve# alguna otra comparacin, algn otro determinante, porque mi borrador no
mencionaba los pueblos montenegrinos ni pueblo alguno, pues en aquella "poca Mcuando escrib! el borradorN mi
esp!ritu todav!a no estaba ba)o la influencia del suyo, sino ms bien Mlo cual se deduce de lo que precedeN ba)o la
influencia de otras corrientes. <. E. 2.
C/G/L,G5/%
La soledad absoluta es inaccesible, porque alcan#arla significar!a alcan#ar la perfeccin, lo cual no es otra
cosa que la idea pura o 2ios.
'2
El mercado negro puede, por un lado, proporcionar pingSes beneficios Mpor supuesto, con grandes riesgosN,
pero por otro lado provoca el incalculable peligro del contagio. La reventa de animales muertos o enfermosL un
envenenamiento masivo provocado por una carne en mal estado Mel otro d!a en el peridicoN. >n tipo de gusano,
parsito intestinal que los cerdos transmiten al organismo $umano% no c$ori#o agusanado, sino c$ori#o de gusano.
')
Las especias tienen por lo visto una accin profilctica y desinfectante, y ciertas propiedades mim"ticas que
les permiten actuar asombrosamente sobre el sentido olfativo de los exigentes compradores de c$ori#o en mal estado.
-=;
, consecuencia de las operaciones de guerra y del bloqueo naval, etc., las especias alcan#an paulatinamente el valor y
el precio de los metales preciosos, o para ser ms exactos, recuperan su valor y precio de la Edad (edia, su empaada
aureola de producto raro.
Ca)a fuerte \EG.KE5( ^ C/. Letra de cambio, c$eque, firma del libradorL comprobacin, sellos. La pesada
puerta de $ierro bien engrasada se abre sin ruido. Efluvios de especias que llegan en oleadas de la ca)a fuerte.
2epender seguramente de su peso espec!fico. +art!culas invisibles de pimienta flotan en el aire% estornudos y toses.
Letra de cambio cru#ada y bolsita de clavo o de canela. T&ervidor, seoresU Comprobar una ve# ms que la bolsa de
cuero es suficientemente segura. Escolta armada y coc$e blindado aparcado delante de la puerta trasera del banco.
Cuando se abren las puertas del coc$e blindado, emanan bruscamente los perfumes cautivos de le)anos continentes. El
alma de Coln, de *asco de 'ama.
'*
Geconstruir el te)ado% las vigas, las viguetasL poner te)as nuevas, $uecasL cambiar los marcos podridos de las
ventanas y agrandarlasL picar el yeso y el mo$o friableL volver a enlucirlo todo y a blanquearlo con calL cavar la tierra
a un metro o metro y medio de profundidad Msegn la profundidad a la cual la arcilla $aya absorbido los orines de
caballoNL rellenarlo con tierra fresca y compactarlaL luego, poner tablas de maderaL poner baldosines o tablas de
madera en la cocinaL agrandar la $abitacin de un metro o dos, tirando y corriendo el tabique que la separa de la
despensaL limpiar la despensa y convertirla en un espacio tilL tirar todos los trastos vie)os a la basura% las vie)as
bicicletas, cubos, bales, arreos, etc., todo a la basura. &!, tambi"n esto% sus geranios, a la basura.
'+
,l fin y al cabo, la lec$e es un alimento. La lec$e materna, por e)emplo. La lec$e de los mam!feros. Vess con
la ubre de la vaca en la boca. / de la ove)a. / de la camella. En lugar del pec$o blanqu!simo de la &ant!sima *irgen.
(ar!a tambi"n es un mam!fero. &us pec$os tambi"n secretaron antao el blanco )ugo lec$oso. +orque Ve$ov, con su
sabidur!a, se $a preocupado por los nios, por todas las cr!as. <ue la glndula sea, y la glndula fue. <ue la lec$e
fluya, y la lec$e fluy por la boca pulposa del pec$o. &alvar la vida con el boca a boca. >na especie de racin de
ranc$o militar enriquecida por un procedimiento especial con todos los elementos necesarios para el organismo Mas!
queda resuelto el problema del transporte y se simplifica el de la alimentacinN. (aterias grasas, albmina, $idratos de
carbono, en#imas, vitaminas, mineralesL todo aquello, pues, que los comensales $an introducido en su organismo
durante el banquete pascual Yluculian)N, en estado slido y sin mesura. .odo esto se encuentra en la lec$e, en forma de
finas part!culas microscpicas. ,parecieron vacas rabiosas y engulleron en un instante todo lo que $ab!a encima de la
mesa, el coc$inillo asado, y la gallina, y el )amn, y los pasteles, y la fruta, y las nueces, todo, todo, pero sin orden,
pasando por alto todas las normas de buena conducta, o ms bien siguiendo las normas bovinas de buena conducta, de
tal modo que primero se comieron los pasteles, luego bebieron a lengSetadas el caldo de gallina y al final, de postre, el
mantel de batista empapado de grasa, de vino y de caramelo l!quido. (s tarde la fbrica que $ay dentro de su pan#a
$a transformado todo esto, picndolo, coci"ndolo, fermentndolo, refinndolo, filtrndolo, pasteuri#ndolo,
acidificndolo, bati"ndolo, volvi"ndolo a filtrar y me#clndolo al fin con case!na, albmina y lactosa, para que todo
esto se encuentre al final en las ubres y luego en las ta#as de $o)alata en manos de mis $i)osL tres veces seguidas, como
en una fbula.
INSTRUCCI/N 0I1
',
$4! a puesto E. &. una posfec$a en su cartaI
-=9
E2espu"s del nombre de su pueblo, $a escrito la fec$a del d!a siguiente, )ustificando su acto por el $ec$o de
que, segn su relo), de marca Longines, tan slo quedaban diecis"is minutos de aquel d!a, y por tanto ya estaban
situados en el d!a siguiente no slo el final previsible Mtodav!a le)anoN, sino incluso el principio de su carta, iniciada en
el l!mite de un d!a, pero toda ella vuelta $acia el d!a venidero, el alba venidera, el le)ano amanecer.
EHKab!a puesto alguna otra ve# una fec$a posterior a la verdadera en otro documentoI
E2urante el curso escolar -7=Rc-7=: posfec$ un certificado m"dico, prolongando sus vacaciones por una
semana aproximadamenteL en el ao -7-3 posfec$ un billete gratuito de segunda clase en el rpido Kameral (ora
viceD]agreb, alargando su valide# por casi cuatro mesesL en el ao -739 repiti su $a#aa sin $aber escarmentado
MmanifiestamenteN de su anterior multa Mla de -7-3N, pues al parecer la $ab!a olvidado, por lo que volvi a posfec$ar su
abono de transporte, esta ve# un cupn reducido de primera clase, nmero 8RR;:;, para poder via)ar gratis en la l!nea
*rbovs1oD0ovi &ad y 0ovi &adD6udapest Mpasando por &uboticaN, prolongando su valide# por die# d!as en total, del -
al -- de noviembreL en el ao -7;3 posfec$ de nuevo otro documento% un certificado m"dico, nmero ee97 f que le
declaraba provisionalmente ap6o para cuidar de s! mismo a condicin de someterse cada seis meses a un c$equeo
m"dico% en esta ocasin el documento fue posfec$ado un ao entero Mdel ;3 al ; ;NL en el ao -7;9 posfec$ varios
documentos de la @brica de Cepillos de &ubotica, de la que era copropietario y accionistaL e6c8
EHKa respondido de alguno de estos actosI
EEn dos ocasiones. En -7-3 MKameral (oraviceD]agrebN fue sancionado con una multa de die# coronas, y en
-7;9 M@brica de CepillosN perdi el proceso contra su socio \eiss, que no pudo probar que los documentos $ubiesen
sido falsificados pero convenci a los )ueces de su culpabilidad% $ab!a bastantes pruebas ms de negligencia en su
traba)o.
EHConservaba E. &. todav!a, entre sus documentos, alguna prueba de sus actos delictivosI
EEntre sus dems papeles, dentro de una carpeta con el rtulo O2ocumentos de los ferrocarrilesP, conservaba
la orden del inspector general de la Compa!a Geal de @errocarriles Kngaros M+a9/ar Pir$l1i Allam1as>6akN,
fec$ada en -7-3 ba)o el nmero de registro -=93, pero en cambio $ab!a destruido $asta el ltimo documento referente
al caso \eiss.
ECite el texto !ntegro de dic$a orden.
EO2on E. &., empleado eventual de la seccin de trfico, Kameral (oravice Mpor las oficinas de la estacinN.
E&e $a demostrado que el 3; de febrero del presente ao via)aba usted en la l!nea Kameral (oraviceD]agreb con un
billete gratuito de segunda clase en el rpido - o 7-, billete expedido el 9 de noviembre del ao anterior con nmero
de registro 7R9:;. .rat usted de ocultar la invalide# de su billete permiti"ndose corregir el 9 de la fec$a por un 3 9.
+or este motivo le sanciono con una multa de - o Mdie#N coronas, que $abrn de ser descontadas de su paga, y al
mismo tiempo le ex$orto a que en adelante no reincida en comportamientos indignos de un futuro empleado. El
inspector de trfico 5. &usn)icP.
EHLe ense a alguien esta ordenI
E&e la ense $ace dos aos al seor 'avans1i, con la intencin de mostrarle el rigor en el funcionamiento
de los antiguos ferrocarriles Men comparacin con los de a$oraN, y tambi"n para )actarse de $aber sido en su )uventud
un verdadero OgolfoP, capa# de cualquier Ogolfer!aP, por muy arriesgada que fuera.
EH, qui"n invocaba E. &. al principio de su cartaI
E, /lga, su $ermana menor.
EH.en!a ms $ermanas y $ermanosI
ECuatro $ermanas ms Msin contar a /lgaN y un $ermano, es decir Mcontando a /lgaN, cinco $ermanas y un
$ermano.
EH, qui"n ms, aparte de ella, $ubiese podido dirigirse de este modo, por cartaI
E&in ilusiones de obtener me)or resultado que el que esperaba en aquel momento, $ubiera podido dirigirse a
su vie)o y por as! decirlo nico amigo, el seor 'avans1i M0ovi &ad, +aseo de la Estacin, 4N, a su $ermano 2olfi E
,dalbertoEM.rieste, *ia La##aretto *ecc$io, --N, al presidente Goosevelt, al primer ministro C$urc$ill, al canciller
-=R
,dolf Kitler, al almirante Kort$y, al (inisterio de @errocarriles, al (inisterio de @inan#as, al 2efensor del +ueblo, a la
Cru# Go)a 5nternacional, a la &ociedad de 0aciones, a la ,sociacin para la 2efensa de los 2erec$os Kumanos, a la
/rgani#acin &ionista 5nternacional, a la &ociedad +rotectora de ,nimales, al 2ios +adre &ab)aot.
EH+or qu" no se dirigi entonces a alguna de las personas o instituciones citadasI
E, 'avans1i, para no comprometerlo en caso de que la polic!a estuviera vigilando su correspondenciaL a su
$ermano 2olfi, por la tensin de la situacin personal e internacionalL a los dems, porque no confiaba en ninguno de
ellos, salvo qui#s en el ltimo, con el que de todas formas estaba en contacto.
EHCul era la relacin entre el expedidor y el destinatarioI
E2e obligacin, puesto que el antiguo expedidor y actual destinatario $ab!a enviado unos die# d!as antes una
breve carta al expedidor y antiguo destinatario.
EH2e qu" trataba esta cartaI
E2e las condiciones atmosf"ricas Mel fr!o, la tormenta de nieveNL de la salud Mgripe, tos, reuma, )aquecas,
nerviosismo, constipacinNL de medicamentos y $ierbas medicinales Maspirina, salvia, man#anilla, compresas de agua
de plomo, pomada alcanforadaNL de la subida de los precios de la lea y del carbn Mde 39= a ;3= y de ;R= a ;4=,
respectivamenteNL del mal estado de las carreteras MnevadasNL de prendas de vestir masculinas de invierno, sobre todo
de un tra)e grisL de unas mantasL del limn, art!culo que ya no se encuentraL del )amnL de las nueces de KanucaL de
2ios omnipresente y todopoderosoL de calcetinesL de bosques quemadosL de potasa Mceni#asN.
EH2e qu" no trataba esta carta de lo cual a "l le $ubiese gustado o!r $ablarI
E2e unos #apatos de $ombre y de una broc$a de afeitar.
'7
EH, qu" le recordaban sus propios dedos $eladosI
E, los dedos cortos, amorcillados y ensangrentados del seor Kords, el carnicero.
EH<u" peligro tem!a E. &.I
E<ue estos dedos pudieran confundirse con las salc$ic$as y que el seor Kords pudiera cortarse uno de
estos dedos sanguinolentos y envolv"rselo en el papel )unto con las salc$ic$as, por eso renunci a comprar morcilla.
EH<u" fue lo que vio el comprador indecisoI
E*io al seor Kords descolgar un peda#o de carne de cerdo, pasar su dedo amorcillado por el corte $ec$o en
la carne, colocar un buen tro#o en la palma de su mano y luego darle palmaditas, mientras la carne se desli#aba por las
paredes de la palangana retorci"ndose como una anguila.
EH<u" pensamientos ocupaban al comprador indecisoI
E<ue no deb!a revelar con la expresin de su cara ni con gesto o palabra alguna que no llevaba en el bolsillo
ms que R pengs y 34 fillers, para evitar que el carnicero le despac$ara desperdicios o carroa.
EH0ot algn indicio que pudiera inducirle a concluir que a pesar de su esfuer#o, el seor Kords, el
carnicero, lo $ab!a descubiertoI
E&!, el $ec$o de que este ltimo, ante su indecisin, sac de deba)o del mostrador una palangana, la inclin
delante de "l y luego la volvi a colocar bruscamente en $ori#ontal, lo que permiti al comprador indeciso advertir, en
el lugar donde la gelatina aparec!a rota en forma de onda, un cart!lago blanquecino y un tro#o de membrana peluda
MHuna ore)aIN.
EHCundo se convenci E. &. de que el seor Kords $ab!a descubierto sus intencionesI
-=:
En el momento en que este ltimo se puso a sacar despo)os de deba)o del mostrador% un $!gado ro)o ladrillo,
como un cua)aron de sangre coagulada, la anguila viscosa de un ba#o, una masa de bofe espon)osa y gomosa, el te)ido
de enca)e de unos callos, unos riones como dos fetos gemelos, un cora#n apualado con el terrible cuc$illo del
carnicero.
EHCmo tradu)o E. &. para sus adentros la pregunta tcita que apareci por un momento en los o)os del seor
KordsI
EH+ero es que come usted carne de cerdo, seorI
EH<u" le respondi E. &., siempre con la miradaI
ET&!, seor% de todo, menos carroaU
EH<u" imagen surge entonces en la mcula ltea de su recuerdoI
E&us propios dedos toqueteando el cierre de latn de su portafolios, presionndolo sin parar, y "ste saltando
del cerrador.
EH<u" sensacinI
ELa sensacin, en la palma de la mano, de aquel tro#o de carne prieta, envuelto en papel de peridico, )unto
con el olor de la tinta de imprenta y la visin momentnea pero precisa de la compaginacin del peridico.
EH<u" intenta E. &.I
E5ntenta recordar el movimiento consistente en colocar la carne en su cartera, y lo $ace con una obstinacin
man!aca, anali#ando por en"sima ve# Men el recuerdoN cada movimiento, sopesando mentalmente cada tro#o de carne.
EH.en!a alguna prueba de $aber colocado de verdad la carne en su portafolios, aquel d!a, en la carnicer!aI
EExiste Mexist!aN un irrefutable corpus delic6i% un tro#o de peridico ensangrentado y un cac$ito de cora#n
de uno o dos gramos.
EHCmo trat E. &. de liberarse de las imgenes que volv!an a su recuerdo y de los remordimientos que estas
imgenes le provocabanI
ECon un salto l!rico $acia delante% deseaba borrar de su recuerdo el camino de la carnicer!a a la taberna y de
la taberna al pueblo, pero lo consegu!a slo en parte, porque en su mente, en su conciencia, guardaba una manc$a,
como cuando una imagen incide en el punto ciego del o)o.
EHCul era la pregunta precisa que se $ac!a, sin $allarle respuestaI
EH&e puede eludir una imagen del recuerdo, del mismo modo que, for#ando el globo ocular, se puede $acer
que una imagen incida en el punto ciegoI
EH<u" efecto le produ)o el for#ar intencionadamente el globo ocular de su recuerdoI
EEl recuerdo despeda# y distorsion los pensamientos, las imgenes y los sonidos, mas el ngel rubio del
sueo velaba este recuerdo de pesadilla, un ngel de me)illas ro)as y grandes pec$os, con las manos escocidas e
$inc$adas de lavar vasos. MT,$, las manos de la tabernera, manos fatalesUN.
EHKab!a visto los perrosI
E0o, pero pudo deducir por los distintos registros vocales y por las sombras, apenas visibles sobre el fondo
blanco de la nieve, que al parecer $ab!a ido a dar con un sa22a6 de perros, con un tenebroso carnaval canino, una fiesta
ritual antropfaga de todos los perros, cuya v!ctima ritual deb!a ser precisamente "l, E. &.
EH<u" ms oyI
EEl aullido de la tormenta de nieve que cambiaba, por rfagas, los registros de las voces de los perros,
deformndolas y absorbi"ndolas, entreme#clando su aullido con los de ellos, afinando sus aullidos con el de ella.
-=8
EHCmo se ve!a E. &. a s! mismoI
ECon los o)os de un perro, como a trav"s de una lente biconvexa o en un espe)o deformante% la punta del
bastn se alarga, en una segunda perspectiva, $acia un puo del tamao de una cabe#a, en el que termina la
empuadura del bastn. Esta cabe#aDpuo se estrec$a al ale)arse en la perspectiva, prolongada por un bra#o largo,
largo y delgado, ms delgado a la altura de los $ombros que el propio bastn. ,l#ando desde aba)o la mirada a lo largo
de este delgado y deformado bra#o, se descubre una cabe#a menuda, del tamao de un puo.
EH<u" ms se ve desde la perspectiva de un perroI
E>nos c$anclos estriados, en primer plano, y un portafolios negro y desgastado que contiene, presencia
invisible, carne de cerdo Mun poco ms de un 1ilogramoN, un tro#o de pierna M8= gramosN, costillas M3== gramosN,
panceta M3== gramosN, despo)os M3R= gramosN, todo ello envuelto en un papel de peridico invisible.
EH<u" sentidos revelaban a los unos y al otro sus respectivas presenciasI
E, ellos, el olfato, el o!do y la vista, y a "l, slo el o!do.
EH<u" pensamientos engendraba en "l el miedoI
ELa idea de la posibilidad ya no slo del mimetismo, sino tambi"n de una identificacin total% si cambiara los
cristales de sus gafas, podr!a transformarse en perro.
EH, qu" fantas!a le indu)o su ya conocido refle)o publicitarioI
EEl $ombre transformndose a voluntad en perro, gato, caballo o p)aro. Compren las gafas mgicas de la
marca OE. &.P. +odrn ver el mundo, segn su libre albedr!o y eleccin, a trav"s de los o)os de un animal.
EH<u" anuncio publicitario formul para sus adentros en relacin con estoI
EH2esear!a usted ver a su fiel perro guardin o a su gatito preferido tal y como ellos le ven a usted, con sus
o)osI HLe gustar!a ir a ca#ar con los o)os de un perroI H/ mirar al pblico de las carreras $!picas con o)os de caballoI
.ransfrmese en caballo, perro o gato por slo -= pengs.
Ja que no puede comprar alas de p)aro, al menos podr ver el mundo con o)os de paloma, e6c8 6asado en las
ms recientes investigaciones pticas, psicolgicas, biolgicas y oftalmolgicas. Empresa ptica OE. &.P. &olicite
nuestro catlogo de fotograf!asDmosaico a todo color, y le ser enviado gratuitamente. Empresa paraptica OE. &.P.
EHCmo se comportaron los perrosI
E&in contentarse con los peda#os de carne que les lan#aba, le)os de "l, sobre la nieve Mpara ale)arlos y
cebarlosN, pero dndose cuenta de su superioridad num"rica y tctica, se abalan#aron sobre la carne cruda,
comprendiendo sin duda al mismo tiempo Mpensamiento secreto de "lN que el enemigo estaba embriagado e
$ipnoti#ado, y que a pesar de su experiencia terica y tctica no estaba en condiciones de luc$ar muc$o rato en ese
fr!o siberiano.
EH<u" $i#o entonces E. &.I
E&igui despeda#ando la carne, rasgando a la ve# el peridico, agarrando al a#ar los grandes tro#os
sanguinolentos y congelados, desgarrndolos con las uas y cortndolos con los dientes, y lo lan#aba todo le)os de "l,
intentando constantemente des$acerse de sus agresores con esta pobre y ostensible tctica.
EH<u" fue lo que E. &. oy e intuyI
E<ue los perros se tiraban sobre los tro#os de carne, gaendo y gruendo nerviosos, como en una cacer!a,
$usmeando, la cabe#a al acec$o y el pelo eri#adoL la olorosa carne que volaba por los aires, describiendo un arco
invisible pero perfecto, segn las estrictas leyes de la f!sica euclidiana, aunque en su trayectoria influyeran el c$iflado
del yerno de (aric,
-R
el viento, la tormenta y el propio diabloL que los perros segu!an esta trayectoria olorosa y
sanguinolenta con el olfato, la cabe#a al acec$o y el pelo de la espalda y del cuello eri#ado, todos vueltos en la misma
direccin pero guiados, a pesar de todo, por su propia mano Mla de E. &.N, por su braceada, que era el inicio de todo.
EHCmo acababa la trayectoria bal!stica de la carne lan#adaI
-=4
EEl tro#o sangriento de carne, arrancado con sus manos, sus uas y sus dientes, no llegaba a describir el
semic!rculo completo, sino que "ste quedaba interrumpido de repente a uno o dos metros del suelo, donde los perros,
rabiosos y $ambrientos, part!an violentamente la trayectoria antes de tiempo con sus dientes y colmillos.
EH<u" $icieron los perros al descubrir su miserable tctica $umana Mdi1ide u6 re9nesNI
E&e organi#aron, pues es probable que despertara en ellos la antigua ley de sus le)anos antepasados% los
perrosDlobo, cuya memoria segu!a viva, conduc!an la )aur!a de monstruos por nuevos caminos% mientras algunos
permanec!an a su alrededor, cercando esta fortale#a $umana, esta ciudad fortificada, no de)ndole libre ms que el
territorio delimitado por el comps de su bra#oDbastn, obligndolo a arrancar cada ve# ms deprisa los tro#os de
carne, otros, a$ora por orden, segu!an con una carrera la trayectoria del peda#o lan#ado y lo recib!an $bilmente, sin
matan#a y sin la anterior confusin.
EConsciente de su fracaso, Hqu" $i#o E. &.I
ECay de rodillas y sinti el olor de los perros, el )adeo de los perros% como carne cruda en la boca.
EHCmo se ve!a a s! mismo Mcon cierto resabio metafricoNI
E,garrando su $!gado que los perrosDguilas devorabanL arrancando sus rionesDgemelos que los perros
engull!anL mordisqueando y escupiendo le)os de "l cac$itos de su cora#n, su cora#n de padre transformado en presa
de unos perros $ambrientos.
EHCmo intent explicarse a s! mismo al d!a siguiente en la cama el significado de su pesadillaI
ELa carrera era el acto sexual adltero Mla m"dium% la seora Clara, la taberneraNL las fauces abiertas de los
perros, al igual que el portafolios, eran el tero sangriento que aoraba, al que $ubiese querido volver para acurrucarse
de nuevo en "l como un fetoL pero tambi"n eran las sangrientas entraas de la mu)er, la vagina, 1ul1a 1ul9aris, vulpe)a,
velluda, voluptuosa, vaina, vrtice, e6c8
EHCmo explic la presencia de los perros en su sueoI
ELos perros salieron sin duda de las pginas de &elecci)n que $ab!a estado leyendo la noc$e anterior, antes
de dormirse.
EH2e qu" otra forma explic la simbolog!a de su sueoI
ELa nieve era la matri#L el cora#n, el teroL el $!gado, el cl!torisL los riones, los test!culosL la bilis, el
espermaL las costillas, el comple)o de EdipoL los dientes de perro, la agresin sexualL el rabo de perro, el peneL el
portafolios, la vagina, la vulva, e6c8 ,s! que todo en este sueo surg!a de este portafolios teroDvaginal% el cora#n, el
$!gado, las costillas, los riones% el foe6us8
EHCmo pretend!a demostrarse a s! mismo la exactitud de su anlisisI
E.endi el bra#o $acia la silla que $ab!a al lado de la cama Men la silla colgaba su tra)e mo)ado y rotoN y
cogi &elecci)n, que estaba abierto por la pgina ;:, en la que aparec!a el art!culo titulado OLa influencia de la guerra
sobre los perrosP, traducido del Oorld #e1ieD de Londres.
ECite !ntegramente este art!culo.
EO2esde el comien#o de la guerra, se $a constatado en 5nglaterra que los perros $an lan#ado una ofensiva en
todos los frentes, y no cesan de matarse. .anto es as! que los ambulatorios caninos registran cada ve# mayor nmero
de peleas entre perros. ,s!, por e)emplo, el depsito londinense para el cuidado de los animales registr en septiembre
de -79- ciento noventa y oc$o casos de perros $eridos, que en octubre ya ascend!an a cuatrocientos die#. El experto
t"cnico de esta institucin, el seor 'oBent, explica este fenmeno en los siguientes t"rminos% los perros son muy
sensibles al $umor de sus amos. &i est usted nervioso, su perro estar intranquilo. >sted se enfada al enterarse de los
ataques a"reos y su perro, en cuanto sale a la calle, ataca al perro del vecino o al propio vecino. 0o sabe por qu" lo
$ace, no tiene ningn aob)etivo b"licob. Le basta con que su amo est" enfadado y nervioso. +orque el perro se
identifica con su amo. ,lgunos casos se deben ciertamente al $ec$o de que los perros carecen del cuidado y e)ercicio
suficientes, por el constante toque de queda en las ciudades y la $uida for#osa de sus amos. +ero los perros se $an
vuelto por lo general belicosos y a veces incluso sanguinarios, porque la psicosis de guerra de sus amos les $a
afectado a ellos tambi"n. &i su perro se encuentra a su lado mientras usted lee las noticias de los ataques a"reos o del
-=7
fracaso de las operaciones en el frente, y usted se enfada con el enemigo, su enfado se transmite a su perro y le
provoca desesperacin o belicosidad. El perro no es menos sensible que el $ombre, ni menos sanguinario, a pesar de
los pre)uicios $abitualesP.
EH<u" pensamiento suscit en "l la segunda lectura de este art!culoI
ELa idea de que @reud, al escribir su libro .a in6erpre6aci)n de los sue5os, no tuvo suficientemente en cuenta
las lecturas de antes de dormir.
E5nvadido por la duda, Hqu" $i#o en el instante siguienteI
EEc$ de repente el edredn a un lado y se levant de la cama con paso decidido, a pesar de la resaca y la
)aqueca.
EH<u" encontr en la cocina, al lado del bal de maderaI
E&u portafolios con el cierre de $o)alata levantado. &u)etando la solapa con la barbilla, estaba rebuscando en
su interior cuando de repente lo solt, como si se $ubiera pinc$ado o quemado.
EH<u" su)etaba entre sus dedosI
E>n tro#o de papel de peridico ensangrentado.
E*olvi"ndose de repente $acia su mu)er, Hqu" fue lo que le preguntI
E&i $ab!a sacado carne de la cartera.
EHEsperaba alguna respuesta de ellaI
E0o, porque ya lo $ab!a comprendido todo al ver su mirada de espanto.
EH<u" le di)o finalmenteI
E<ue en el peridico, del que sosten!a un tro#o en la palma de la mano, $ab!a carne envuelta% un 1ilo de
cerdo Mo algo msN, un tro#o de pierna, costillas, panceta, y unos doscientos gramos de despo)os.
E,balan#ndose de nuevo sobre el portafolios, $usmeando en su interior y palpndolo, Hqu" fue lo que sacI
EEntre sus dedos su)etaba un cac$ito de cora#n de cerdo, con las $uellas de sus dientes en la carne cruda% el
corpus delic6i8
2udando a$ora $asta de estar despierto, Hqu" $i#o E.&.I
&e precipit $acia el cuarto y se tir sobre &elecci)n, donde encontr, en la pgina ; :, el art!culo titulado OLa
influencia de la guerra sobre los perrosP, que empe#aba as!% O2esde el comien#o de la guerra, se $a constatado en
5nglaterra que los perros $an lan#ado una ofensiva en todos los frentes...P, etc., e6c8
'2
EHCmo estaban acomodados los via)eros en el trineoI
EEn el asiento trasero iba la mu)er del epistolgrafo con sus $i)os, y en el delantero, al lado del coc$ero, el
autor de la carta, el gu!a del "xodo, el capitn del barco, el desterrado.
EHEn qu" estaban envueltos los via)erosI
ELos del asiento trasero en dos mantas, la ms fina de algodn y la ms gruesa de lana de cabra, mientras que
los del asiento delantero $ab!an envuelto sus piernas y sus riones igualmente en mantas de lana de cabra.
EH, qu" ol!an las mantasI
--=
E, caballo y a orines.
EH2e qu" $ablaban el capitn del barco, E. &. y el timonel llamado (artinI
E2el tiempo, del frente del este, de la participacin e)emplar de los regimientos $ngaros en las ltimas
maniobras, de ra#as ecuestres, de guindillas, de gulas$, de aguardiente de melocotn, de la penuria de algunos
art!culos de primera necesidad como el gas, la mantequilla, las velas de estearina, las $o)as de afeitar, los #apatos, e6c8
EH<u" comentario digno de mencin $i#o E. &.I
E<ue la nari# grande y aguilea no es necesariamente caracter!stica de los )ud!os, y que a menudo aparecen
excepciones contundentes.
EHCmo se lo tom el timonel llamado (artinI
ECon recelo, desconfian#a y desaprobacin.
EH<u" pruebas aport el timonel, que respaldaban su tesis sobre los asesinos de 2iosI
EEl $ombreD2ios crucificado, sepultado ba)o la nieve al borde del camino, con los o)os a#ules como el cielo
a#ul y las palmas de las manos ensangrentadas, cubiertas con un emplasto de copos $elados y una corona de espinas
triste como un nido de urraca vac!oL el $ombreD2ios crucificado, aterido, en los arrabales de los poblados, olvidado
por todos.
EHEncontraron el capitn asesino de 2ios y el timonel Masesino de los asesinos de 2iosN puntos en su
conversacin en los que coincidieran !ntegramente y sin reservasI
EEl a)o como medio efica# para calentar la sangre y regular la digestin, el al#a de los precios, la penuria de
algunos art!culos de primera necesidad, y sobre todo y ms que en cualquier otra cosa, coincidieron en la cuestin del
aguardiente de melocotn, que calienta la sangre, activa la circulacin, re)uvenece, aclara las ideas, despierta, anima y
ex$ala todos los perfumes de este mundo.
ECuando $ubieron vaciado la cantimplora con tapn de rosca del capitn y la botella tapada con una ma#orca
de ma!# desgranada del timonel, Hcmo se calentaronI
EJa cerca del puerto y de su ltima parada, pararon en la taberna de la seora Clara, en 6a1sa, y pidieron
cada uno cinco decilitros de aguardiente de melocotn, a cuenta del capitn, como lo exigen los cnones de la buena
conducta y las leyes no escritas.
EHCul fue la ltima imagen que vieron los via)eros antes de despedirse del coc$eroI
EEl recto rosado del caballo, seme)ante a una rosa, eyectando en plena carrera unas bolas marrnDverdosas
sobre la nieve.
EH+or qu" los via)eros no continuaron $asta la ltima paradaI
E+orque E. &. no consigui llegar a un acuerdo con el coc$ero. En efecto, "ste consideraba que debido al
cansancio de los caballos y a la $ora ya tard!a no iba a llegar a Lenti a tiempo, por lo que exig!a de su cliente el pago
del via)e de vuelta, lo que el otro consider como un c$anta)e, puesto que al principio del via)e no se $ab!a $ablado de
ello.
EH<u" exige la )usticiaI
ELa )usticia quiere perseguir su verdad $asta el final, y por eso el pensamiento del epistolgrafo regres al
lugar donde se $ab!a despedido del coc$ero y donde lo sorprendi en el ltimo momento, tirando de las riendas y
blandiendo el ltigo, erguido, como aterido, como petrificado.
EH<u" le di)o E. &. al coc$eroI
E&epar el portafolios de su pec$o, contra el que lo $ab!a mantenido estrec$ado $asta entonces, y, sin una
palabra, le ense al coc$ero, en la constelacin del trax, en la regin del mediastino, claramente visible en el
atardecer invernal, la estrella de 2avid.
---
NOTAS DE UN LOCO 0II1
'3
S0.E( en el restaurante %eD ,ork de 6udapest Men -739, -73R, -7;=, etc.NL ostras en .rieste, en el $otel
Imperial MHen -7 3-INL esturin y lucio en @iume Men varias ocasiones a lo largo de -7 ;-NL sopa de pescado de r!o en
0ovi &ad, en el restaurante Alas YEl PescadorNL escalope vien"s en el &re2rni.a1 ?El .e)n de Pla6a@, en &uboticaL
s7is7-ke2a2 en &1opl)e Men -7;RNL cordero a$umado con acelgas en Cetin)e Men -7;7NL s6eak 6ar6are en ]agreb, en el
Gornji GradZ solomillo de 2ue/ en salsa en el 1a9)n-res6auran6e del *rien6 EApress ?en B9B3@R paella 1alenciana,
6am2i<n en (ries6e ?en B9HB@8 (odo ello re9ado con zila1ka, 2ur9undac, 6raminac8
20
La paella valenciana, ese m<lan9e $ispanoDmoroD)ud!o de flora y fauna, me fue servida en una paellera, y al
$undir en ella la cuc$ara, pens" que deb!an de $aber tenido este plato sumergido en el mar y que lo $abr!an arrastrado
por la arena, recogiendo as!, directamente del mar, todas sus rique#as, la flora y la fauna, como con una enorme red, o
ms bien con una criba de madera como la de los buscadores de oro. En el arro# blanco bien lavado $ab!a algn que
otro grano de arena, alguna c$inita, probablemente para que todo pareciera ms natural Msi es que esos granitos no eran
sal marina, pues todo se des$ac!a en la bocaN, pero tambi"n algas, l!quenes y especias, laurel, a#afrn, alcaparras y
me)orana, y tambi"n lenguado y boquerones, cangre)os y conc$as Mc$irlas, alme)as y b!garosN, y tambi"n langostinos,
cigalas, gambas, calamares y $asta un ala de pollo y un muslo de cone)o y lomo de ternera, todo esto $undido en el
arro# como en la arena del mar, plantado en el arro#, enterrado en el riso66oL y cuando uno remueve este arro#
comprende, al ver aparecer el bigote ro)o de un langostino, el ala de un p)aro, la pin#a cru)iente y moteada de una
langosta, las valvas abiertas de un me)illn, la conc$a estriada de un caracol marino, la valva plana de una ostra, uno
entonces comprende que no se trata de un plato en el sentido estricto de la palabra, sino de un man)ar m!tico, un
alimento de los dioses que no se prepara en la cocina como los dems platos, sino que se cosec7a del mar con la
paellera de cobre, al a#ar, )unto con el agua marina, la sal, la arena, las piedrecitas, pues esta fuente seguramente $a
sido arrastrada por el fondo del mar, luego por la playa y a lo largo de la costaL $a sido levantada y arrastrada dentro
del agua, luego por la bro#a, por los tupidos matorrales de la verde costa% de a$! las tres $o)as de laurel que asoman
entre el arro#, de a$! las aceitunas, de a$! el a#afrn y la me)orana, de a$! tambi"n, por ltimo, esta fina roda)a de
limn, a caballo sobre el borde de la paellera, cortada $asta la mitad, que brilla como un pequeo sol mediterrneo que
ilumina un le)ano paisa)e m!tico.
2'
(ra6ado so2re la pa6a6a. Ka llegado el momento de pensar en nosotros mismos, frente a la vida y la muerte, no
como individuos ego!stas, sino considerando toda nuestra ra#a, esta mala $ierba divina de la tierra, dispersa por el
mundo, extendida en todos los continentes, exactamente igual que esta infeli# patata Msolanum 6u2erosumN que
proviene, como nosotros, de las le)anas tinieblas de la $istoria y de la tierra, pero cuya supervivencia no est
amena#ada, como la nuestra, mientras $aya en el mundo bocas $ambrientas y mientras $aya tierra. Esta miserable
patata, Par6offel, pa6a6e, este pan de los pobres que no por ello de)a de estar sobre la mesa de los ricos, algo
disfra#ada, en forma de pur" o de salsa, cubierta de lec$e o de nata l!quida o de )ugo de venado, esta vulgar patata,
este man terrestreDceleste, este tumor subterrneo, escrfula terrestre, $ernia dura, bulbo grumoso, nunca se $a
desarrollado en el transcurso de su larga $istoria $asta alcan#ar la redonde# ideal de la man#ana o del tomate M es6e o6ro
fru6o di1inoN, sino que se $a quedado imperfecta como el $ombre, falsamente sim"trica, llena de nodulos y
abultamientos, de protuberancias y excrecencias, de agu)eros y de ra)as, sin ncleo ni pepitas, sin nada que revele en
ella la presencia del Creador y de su sabidur!a, de tal forma que se $a convertido en la imagen ideal de la tierra y del
$ombre formado de tierra, carne y piel, sin m"dula ni cora#n, verdadero 7omunculus Y7omo-7omulus-7umusN, creado
a imagen del $ombre, un $ombre sin alma, un $ombre del que 2ios $a sido proscrito.
--3
HGecuerdas, $ermana, cuando de nios pelbamos en la despensa las patatas germinadas, cmo las
encontrbamos parecidas a $ombrecillos, con sus cabecitas y sus miembros atrofiados y deformes, estos $omnculos
con los que )ugbamos como si fueran muecas, $asta que se les ca!a la cabe#a o se encog!an, se marc$itaban como
ancianosI J ya ves, $oy, mientras mendigo esta misma patata, no puedo evitar acordarme del asombroso parecido
entre la patata y el $ombre, y por otro lado, si me permiten, entre la patata y el )ud!o. +rocedemos, como ya di)e, de las
mismas tinieblas de la $istoria. +ero seores, Hpor qu" nos sobrevive la patataI H&er porque nosotros, porque el
$ombre es ms perfecto que ellaI 0o creo. /pino que ella es ms perfecta y ms longeva que nosotros, que >stedes, y
que por eso nos sobrevivirL sobrevivir al gran cataclismo. J cuando vuelva la paloma con un ramo de olivo en el
pico, cuando el arca toque de nuevo la tierra firme, su quilla desenterrar del suelo desfondado, agotado, inundado,
maltratado, en un nuevo ,rarat, un racimo de tub"rculos. J empie#o a creer seriamente, aunque slo sea por amor de
la imagen y de la fantas!a, que la patata MPar6offelpa6a6eN es la nica criatura en el mundoEy que 2ios me perdoneE
que no $a sido formada por voluntad divina y por la mano del Creador, sino que es obra de algn c$amn est"rilDf"rtil
y demente, que es fruto de alguna est"ril alquimia Mque el !e 9enera6ione rerum na6uralium de +aracelso no tiene
suficientemente en cuentaN. 2e a$! tal ve# su )uventud, su resistencia. 0o tiene ni quinientos aos, fue introducida en
Europa antes del siglo diecis"is como flor decorativa, y adems, Hsaben dndeI TEn Espaa, seoresU Creo que este
dato es bastante elocuente, en el marco de mi feli# comparacin entre el )ud!o y la patata, porque no cabe duda de que
fue all!, en Espaa, donde tuvo lugar la seleccin para la continuacin del via)eLEDi9e JudeE, donde se produ)o el
fat!dico encuentro entre el $ombre y la patata, entre la nari# encorvada del sefard! y el abultamiento imperfecto del
tub"rculo... para marc$ar )untos por el mundo y acabar un d!a, a finales del siglo diecioc$oEla patata, por supuestoE,
en la mesa de los soberanos franceses, para extenderse despu"s por el resto del mundo y adquirir, tras diversos cruces
y ba)o la influencia de distintos climas y suelos, toda clase de formas y denominaciones% $arinosa, ro)a, amarilla,
$olandesa, dulce y, finalmente, mxima calidad, ma9num 2onum, blanca.
22
2e todos los animales, los cerdos son los menos exigentes. 0o cabe duda de que (a$oma lo sab!a tan bien
como los profetasD$igienistas )ud!os. ,s!, un d!a estaba sentado el )oven (a$oma mirando cmo un cerdo com!a algo
terriblemente sucio% despeda#aba una carroa o com!a una patata podrida parecida a excrementos $umanos. Entonces,
a$!to del asado de cerdo con el que acababa de llenar su pan#a, (a$oma se puso a vomitar, al recordar que lo que
$ab!a comido era carne de cerdo. &e meti precipitadamente un dedo en la boca, como los borrac$os, y devolvi en la
arena, al borde del mar. ,cto seguido se apresur a regresar a casa e introdu)o en el cdigo que estaba escribiendo por
aquel entonces y que $abr!a de llamarse Corn% no comis cerdo porque vomitar"is. Lo mismo ocurre con la ley
kos7er. algn profeta comer!a carne en malas condiciones... El fantico $ace de su caso una regla sagrada, una ley, un
mandamiento de 2ios. La $istoria de las religiones Mlas pro$ibiciones y tabes, kos7er, etc.N es una consecuencia
extrema de las experiencias individuales. !e 9us6i2usL esta especie de democracia esteti#ante no es reconocida por los
fanticos. Ellos proclaman que su propio gusto es el nico posible, el gusto cannico. Lo mismo ocurre con la
pro$ibicin del alco$ol. >n santo se emborrac$, vomit. Como empe# a parlotear demasiado, balbuceando cuando
pronunciaba los mensa)es que le llegaban del cielo, el santo, por orden del conse)o de los sabios, renunci al alco$ol.
+ero los creyentes, el ganado $umano, segu!an bebiendo, y a "l eso le $ac!a salivar, baboseando su boca y su santa
barba. Entonces volvi a su c$o#a y so que 2ios le ordenaba transmitir a los $ombres &u mensa)e% el vino es
pecado% tirad el vino al mar, y tirad a los borrac$os con los barriles a las olas. <ue as! sea. +or suerte, ningn profeta
se acord del sabor de la lec$e materna. 2e lo contrario...
2)
(e inclino a pensar que 0eBton descubri la ley de la gravitacin universal gracias a los excrementos% de
cuclillas en la $ierba, deba)o de un man#ano, al anoc$ecer, cuando las primeras estrellas se iluminan, escondido por la
penumbra de los o)os indiscretosL porque la oscuridad era lo bastante espesa como para ocultarlo, las estrellas no lo
bastante brillantes como para alumbrarlo, y la luna todav!a estaba detrs del $ori#onteL as! que, en ese momento de
silencio, cuando croan las primeras ranas y los intestinos pere#osos se despiertan por la emocin l!rica que provoca la
belle#a del paisa)e y de la creacin divina, porque el nervio simptico transmite las emociones intelectuales a los
intestinos e influye sobre el funcionamiento del metabolismo, en medio de todas estas emociones, 0eBton, al intuir la
revelacin de esta ley tan sencilla pero fundamental para el futuro de la ciencia, acuclillado an ba)o el man#ano y
sumido en la contemplacin de las estrellas Mlas man#anas no se ve!an en absoluto en la oscuridad, porque no $ab!a
man#anas, sino que del rbol colgaban estrellas, pues las man#anas ya $ab!an sido recogidas dos d!as antes ba)o su
--;
propia vigilancia, y no $ab!a por tanto ningn peligro de que alguna pudiera ca"rsele en la cabe#a mientras estaba de
cuclillas ba)o este nuevo rbol de la ciencia, de lo contrario no se $ubiera acuclillado deba)o de "l, sino que $ubiese
buscado un lugar ms seguroN, 0eBton, pues, sinti sus $eces desli#arse por sus intestinos removidos, fcilmente y sin
esfuer#o, a pesar de una constipacin crnica que no era sino consecuencia de $aber estado largo tiempo sentado ante
los libros, y al mismo tiempo que se sinti feli# por este descubrimiento que de repente ilumin su mente, a saber, que
la fuer#a de la gravedad terrestre confiere a todos los cuerpos la misma aceleracin de 74- cmcse, incluso a la mierda,
y que esta atraccin disminuye proporcionalmente al cuadrado de la distancia del cuerpo respecto al centro de la
.ierra, al mismo tiempo que tom conciencia de la importancia de este descubrimiento, seguido de una nueva
evacuacin de sus intestinos, tuvo un pensamiento terriblemente $umillante% que esta ley tan importante y de tanto
alcance para el futuro de la $umanidad la $ab!a descubierto gracias a la ca!da libre de sus propios excrementos,
acuclillado, al anoc$ecer, deba)o de un man#ano... 0o cabe duda de que la conciencia de ello le $i#o subir los colores
a la cara y preguntarse si iba a revelar a la $umanidad su descubrimiento, tan $umillante en su esencia, en el que, al
parecer, estaba implicado el propio diablo. +ero, todav!a de cuclillas ba)o el man#ano de la ciencia, otra ve#
constipado, 0eBton concibi su gran mentira $istrica y troc su mierda por una man#ana, y de este modo la
$umanidad nunca supo la aut"ntica verdad y atribuy a la man#ana el m"rito de este descubrimiento, porque "sta ya
ten!a su pedigr! ed"nico y tambi"n su pasado m!tico desde la eleccin de +aris, lo que el propio 0eBton no ignoraba.
Es as! como desde ese d!a las man#anas caen siguiendo una nueva ley, la Ley de 0eBton, mientras que la mierda sigue
arro)ndose en el mayor de los anonimatos, fuera de la ley, por as! decirlo, Tincluso como si las leyes gravitacionales y
de la aceleracin de 7 4- cmcse no le concernieranU
2*
T/$U, este doloroso esfuer#o de las fren"ticas entraas Mel teroN de la mu)er, que de mes en mes, durante unos
cuarenta aos, fre#a obstinada y fren"ticamente sus propios $uevos, como la murena, siempre dispuesta para una
nueva gestacin, dispuesta a aceptar la semilla de la muerte todos los meses, a alimentarla en su seno, a mecerla en su
rega#o.
2+
Lo confieso sin temor% mi cora#n menstra. .ard!as, anmalas menstruaciones de mi )udaismo... Este
caballero que ven >stedes pasar a su lado, estimados seoras y seores, este caballero cincuentn, con un tra)e gris y
gafas de montura metlica, un bastn y una estrella amarilla Mque sin embargo no ven, porque la esconde tras su
portafoliosN, este caballero, miren por donde, menstra. ,s! es. &eores )ueces, mi cora#n menstra. 2esviacin
biolgica como encarnacin del principio )ud!o, femenino. >na sensacional noticia para los peridicos% Tun seor
canoso tiene dolores menstrualesU Lo ms interesante es que se trata de un $ombre en perfecto estado de salud f!sica
Maparte de un pequeo catarroN, de un $ombre en el que no se $a observado el menor trastorno en el funcionamiento de
las glndulas u $ormonas. H(enstruacin masculinaI 0o. +rincipio femenino llevado $asta sus ltimas consecuencias.
@lor mensual del cora#n. &emilla de la muerte. Oel6sc7mer6z8
2,
&i uno escribe sobre su cora#n sangriento o si el cora#n de uno simplemente menstra, la tinta debe
volverse ro)a, y a$! ya no se trata del ngulo con el que incida en el manuscrito la lu# de la lmpara de petrleo. &er!a
una exageracin po"ticamente infantil recalcar este $ec$o pinc$ndose la yema del dedo con el plum!n de acero, como
cuando la enfermera le extrae a uno sangre.
27
En lo que a esta carta se refiere MseoraN, el caballero que se la escribi My nos consta que suena muy extraoN,
Teste caballero est embara#adoU El anlisis de orina lo muestra claramente. .an claramente como tambi"n revela que
--9
se trata de un $ombre. Eso es todo. +uesto que $a dic$o >sted que es su $ermano, acons")ele que se prepare. Est
encinto, seora. Lleva dentro de "l la semilla de la muerte. (i ms sentido p"same, querida seora.
22
Cuen6o pan)mco de in1ierno. ,fuera empe#aron a caer plumas, blancas como la nieve, como si en el cielo
estuvieran desplumando grandes gansos cebados de +anonia. J todo el mundo se puso a recogerlas en sacos de yute%
los comerciantes )ud!os y sus esposas, los ayudantes de los comerciantes y sus $ermanas, los $i)os de los comerciantes
)ud!os y los $i)os de los ayudantes. +orque aquella noc$e Ve$ov les $ab!a susurrado al o!do, mientras dorm!an, que
afuera iban a caer verdaderas plumas de ganso, y que nadie, excepto ellos, los escogidos, lo sabr!a. J cuando $ubieron
llenado sus sacos, vieron de repente cmo comen#aba a caer del cielo, lentamente, en densos copos, el suave plumn,
pero ellos ya no ten!an donde recogerlo, porque ya estaban llenos todos los sacos, as! como todos los edredones, todas
las almo$adas, todas las cacerolas y los barreos, todos los gorros y los sombreros. Entonces, vidos de estos
obsequios divinos y siguiendo el conse)o de un vie)o sabio, vaciaron todo lo que $ab!an recogido $asta entonces y se
lan#aron con ms ansias an sobre el plumn, como si fuera man celeste% el precio de la pluma de ganso desbarbada
$ab!a subido aquel ao $asta una moneda de plata la medida. , la maana siguiente, cuando lo $ubieron guardado
todo en sus trasteros y quisieron descansar al fin, algunos se acercaron a ver su tesoro, para asegurarse a la lu# del d!a
de que todo aquello no era un sueo. Los sacos y los edredones, las almo$adas, las cacerolas y los barreos, los gorros
y los sombreros, todo estaba lleno de una nieve $meda y $elada. Entonces, furiosos, fueron en busca de aquel vie)o
sabio para castigarlo, para apedrearlo, pero parec!a que al vie)o se lo $ab!a tragado la tierra. Entonces los ms
atrevidos y los ms devotos al#aron la mirada al cielo y oyeron la vo# de 2ios que les dec!a% O<ue esto os sirva de
leccin. 0o le pidis al cielo ms de lo que puede daros. J en cuanto a lo primero que cay, os lo digo, eran realmen6e
plumas, pero vosotros las arro)asteis al viento. 5d a buscarlas y las encontrar"is...P.
23
El cerebro del seor @reud, m"dico ciru)ano. Era un tro#o de carne $elada, gelatinosa, perfectamente
conservada, como los sesos de cordero servidos enteros Men *iena, en -7;=, en el restaurante !anu2iusN. ,lrededor, la
nieve, prensada en las $uellas estriadas de los c$anclos y de los #apatos con clavos, como si slo se $ubiese derretido
un poco en torno al cerebro, en el que se distingu!an claramente las onduladas circunvoluciones, como las
circunvoluciones de una nue#, as! como los $ilos ro)os de los capilares. El cerebro yac!a en la nieve, en la esquina de
las calles (ileticeva y 'rc1os1ols1a, y le o! a alguien decir a qui"n pertenec!a este cerebro, a qu" crneo. El cerebro
del seor @reud, m"dico ciru)ano, yac!a, pues, sobre una pequea isla de nieve, entre dos surcos tra#ados en el suelo
nevado, inteligencia arrancada de la corte#a craneal como un molusco de su dura conc$a de esmeralda, palpitante
masa enceflica temblando en la nieve como en un frigor!fico, pero Msabiendo a qui"n $ab!a pertenecido ese cerebroN
no como los sesos de un idiota en un bocal, sino como el cerebro de un genio, conservado, preservado en la
incubadora de la naturale#a para que en ella Men esta incubadoraN se desarrolle, liberada de las cadenas de lo corpreo,
la perla oscura del pensamiento, el pensamiento por fin materiali#ado, cristali#ado.
)0
El cigarrillo se me $a consumido $asta las uas y de "l $a ca!do el gusano invertebrado de la ceni#a gris
blanquecina, parecida aN a la pasta de dientes al salir del tubo, bN a un amento de nogal en proceso de putrefaccin, cN
al fsil carboni#ado de un gusano. Este desmoronamiento repentino de la m"dula podrida del cigarrillo se $a
producido inesperadamente, en los confines del sueo, en las lindes del movimiento y del aliento, y no est del todo
claro si la columnita porosa de la ceni#a se $a disgregado en mil part!culas, en pol1o / cenizas, en el preciso instante
en que $e salido de mi letargo y de mi taciturna meditacin, o si todo $a ocurrido al rev"s, es decir, si me $e
despertado de mi letrgico adormecimiento, fren"tico bullir y cruce de todos los pensamientos, imgenes y
presentimientos, en los confines mismos del sueo, en el preciso instante en que la columnita porosa de la ceni#a de
mi cigarrillo se $a estrellado con un leve TpafU como dN el excremento de una paloma cayendo sobre la fina membrana
del papel cuadriculado que se encuentra ante m!, sobre la mesa. En ese momento me $e sentido transportado por una
profunda sensacin de fuga, como si esta pequea columna de ceni#a Man visible como columna, aunque ya
derrumbada y disgregada, columna vertebral del tiempo quebradaN, esta columna del tiempo descompuesta,
--R
representara el propio fluir, la imagen dolorosa y clara del fluir, como el que el $ombre siente MintuyeN al moverse la
agu)a del relo) Mdel gran relo) el"ctrico de la estacin de &ubotica, 0ovi &ad, .rieste, 6udapestN, en el que el
despla#amiento de la agu)a no se efecta continua e imperceptiblemente, sino por intermitencias, con un ruido sordo y
una sacudida, como con un sobresalto, y la agu)a metlica sigue temblando por un instante tras este salto repentino,
sacada, ella tambi"n, de su adormecimiento y de su intemporalidad, como si se $ubiese acordado en el ltimo
momento o como si alguien se lo $ubiese recordado, la $ubiese despertado, sacndola de su tranquila quietud% algn
relo) de relo)es, emperador de los relo)es, un despertador severo e inexorable, el diosDdespertador, CronosDVe$ov, que
con el acompasado latido de su cora#n, de su aorta, despierta y llama al orden, y le impide al tiempo detenerse.
)'
Prole9)menos de 6oda 7is6oria. .urba sucia y sudorosa de los indigentes de la ciudad, $araposL c$usma
embravecida, calentada con la idea de la )usticia divina y $umanaL escenas pat"ticas de madres con sus $i)os
$ambrientos en bra#os, reclamando panL fe en 2ios, en la 6ondad, la Vusticia, el CieloL gritos de desesperacin, de
vengan#aL oradores y provocadores encaramados sobre tribunas improvisadasL llanto de los nios, que no entienden
nadaL terrible rumor de la $istoria.
J, qu" ocurre mientras tanto del otro lado, eA6ramurosI
, trav"s de las cortinas de terciopelo dorado, apenas descorridas, llega el rumor de esta $orda $ambrientaL a
trav"s de las vidrieras y las cortinas, como a trav"s de un papel secante, como salido del fondo del mar, apenas
audibleL el temblor de las velas en los enormes candelabros de oro y el refle)o de estas velas en los espe)os venecianos,
o en el batiente abierto de un armario, o en las superficies brillantes de los muebles. &lo el perro y los pa)es, los
caballos y la servidumbre perciben distintamente la vo# de la masa, e incluso les parece, a los pa)es y a los criados,
que reconocen las voces de sus seme)antes, como un reproc$e o una amena#a...
J $e aqu! que la reina se levanta de su mar de co)ines perfumados, con sus blancas manos y sus o)os
asombrados, porque este ruido le es del todo desconocido y extrao, y luego, apenas algo alarmada, se viste con la
ayuda de sus damas, cubre su rostro con un velo negro transparente y se toca con un sombrero negro de ca#a, porque
est de luto, qui"n sabe por qui"n y por qu", si es que no se trata ms que de un capric$o de la modaEeso, el pueblo
no lo sabeL eso, el pueblo no lo puede saberE. J $ela aqu! en el resplandor de su atuendo, Opoderosa como un e)"rcito
armadoP, con sus blanqu!simas manos cargadas de sorti)as reales, los o)os tan a#ules como el estanque del parque del
palacio, un abanico entre sus finos dedos, un abanico en el que est representada, como en un espe)o, la escena en la
que la reina, de pie en su balcn, saluda con la mano i#quierda a su pueblo adorado y adorador, su)etando el abanico
en su mano derec$a, y por el otro lado MHel de delanteI Hel de detrsIN, del lado que no se ve, que la gente no ve, y con
el que esconde sus divinos senos reales, en este lado del abanico, a$ora abierto como aN un )uego de tarot M6aro6 de
+arseilleN o como bN la cola de algn p)aro extico o del pavo real de su )ard!n, en este lado del abanico el poeta $a
escrito un triste sonetoE 7a2ra ;ue romperle los dien6es, a esa perra, grita la plebe furiosaE, y ella al#a su
blanqu!sima mano para saludar a su pueblo adorado y Ma pesar de todoN adorador, cuando all! el pueblo enmudece por
un momento y, acto seguido, rompe ese repentino silencio la vo# de los l!deres y demagogos que piden Mno para ellos,
para el puebloN +an y Vusticia, y la reina ya no comprende nada, porque nada de esto est en los usos ni en el
protocolo, ya no son gritos de adoracin y de fidelidad, sino una extraa rebelin.
XA/Q X&an6o CieloQ Es6as manos, J;u< ;uerr$nF
+an, mi &eora.
J"anF J*7, El1ira, acaso no 6ienen panF
T0o, mi &eoraU
--:
J entonces la reina, sin metro ni rima% Pero en6onces, Jpor ;u< no comen 2ollos, mi ;uerida El1iraF !amas /
ca2alleros, Jpor ;u< no comen 2ollosF En esto, sus senos se $inc$an, sus senos reales, contra los que aprieta el
abanico cerrado, que a$ora abre sbitamente, rico y suntuoso como la cola de un pavo real, como si se aprestara a
sacar su triunfo de entre los naipes.
INSTRUCCI/N 0II1
)2
$5C>gL $abr!a sido la crnica period!stica del trgico accidente del epistolgrafo, que rec$a# la
vergon#osa oferta de moler su grano sin permiso en el molino de un tal GosenbergI
E,yer, en el domicilio en Ker1abarabs del seor E. &., inspector )efe )ubilado de los ferrocarriles, fueron
descubiertos los cuerpos de los miembros de su familia. &egn el informe de la polic!a, establecido tras el examen
m"dico, la muerte se produ)o cinco d!as antes. Las causas de su fallecimiento son el $ambre y el fr!o. La infeli#
familia% el padre MR;N, la madre M9=N y los dos $i)os M7 y 8N, perecieron tras una larga agon!a, a dos pasos de sus
acaudalados parientes, la viuda de 5gnacio 6oros1a, comerciante del lugar, y su familia. La seora 6oros1a declar a
la polic!a que la muerte de la mencionada familia no le $ab!a sorprendido, porque "l, es decir, el difunto E. &., no
estaba en su sano )uicio. +ara corroborar esta afirmacin mencion el $ec$o de que el difunto E. &. $ubiera rec$a#ado
la ayuda que ellos le $ab!an brindado en unas condiciones muy venta)osas MXsicQN, a saber, Tdos quintales de trigo por
6an s)lo 9= pengs el quintal m"tricoU
EEstable#can el informe del proceso que se $ubiese entablado contra el epistolgrafo si $ubiese aceptado la
arriesgada oferta de moler su grano sin permiso en el molino de un tal Gosenberg, propietario de un molino a vapor en
6a1sa.
EComo nos comunica nuestro corresponsal, estos d!as $a comparecido ante el tribunal especial de &ubotica
un grupo de comerciantes )ud!os, para responder de los delitos de fraude fiscal, comercio il!cito, soborno y beneficios
de guerra. El principal acusado, el seor E. &., insp. )efe )ub. de los ferroc., confes que, de acuerdo con y a sugerencia
del seor 'yula 6oros1a, llamado 'eorges, le compraba trigo a un aldeano, al precio il!cito y usurero de 3 o pengs el
quintal m"trico, y que luego le llevaba este mismo trigo al seor Gosenberg, propietario de un molino a vapor, con
domicilio en 6a1sa, que le mol!a este trigo sin permiso, con lo cual los acusados obten!an un beneficio material a
cuenta del sudor y de las afanosas manos de nuestros campesinos.
EH<ue dir!a la parte del art!culo referente a una tal seora GebecaI
ELa seora (ar!a, antiguamente Gebeca Ma la que el acusado principal llamaba (ar!a ,ntonietaN, sobrina del
acusado principal, declar ante el tribunal que no se consideraba culpable de la muerte de su pariente y de la familia
de "ste. .ocada con un sombrero negro, con el rostro cubierto con un velo negro y un abanico en la mano, la seora
Gebeca no consigui convencer ni al tribunal ni a los miembros del )urado de la sinceridad de su dolor.
))
EH<u" se percibe en esta parte del borrador escrito a lpi#I
EEl efecto de las vibraciones s!smicas del rpido LentiD0ovi &ad.
H<u" representan las fotograf!as del compartimento de primera claseI
E-. +or encima de su asiento% un paisa)e pannico. La llanura infinita, cubierta de nieve, las parcelas negras
de tierra labrada que asoman entre la nieve, y en primer plano, en la esquina inferior derec$a, un rbol desnudo y
nudoso sobre el que se $an posado unas urracas negras y ateridas. En la parte i#quierda, al borde de la fotograf!a y un
poco tapados por el marco de madera, al sesgo, casi en diagonal y como fuera del paisa)e, unos gruesos cables
telegrficos nevados, unos seis o siete, conectados a unos aisladores blancos con forma de pera. Este primer plano Mlos
cables y los aisladores blancos de porcelanaN est descolorido y borroso, los ob)etos son casi transparentes, de modo
--8
que a primera vista el espectador $ace abstraccin de ellos y concentra su mirada en el paisa)e gris e invernal del
fondo.
P3. Enfrente del via)ero $undido en el asiento de terciopelo% la panormica de una ciudad, con una catedral
que se divisa a lo le)os, y en primer plano, un terrapl"n con v!as de tren y unas c$abolas. 2etrs, a lo le)os, una llanura
y un po#o. En el lado i#quierdo, tambi"n en segundo plano, unas fosas y algo parecido a una fbrica de ladrillos, y al
lado un gran r!o pere#oso que corta toda la parte derec$a de la imagen y desemboca en la esquina inferior derec$a,
ba)o el marco de madera.
P;. , la i#quierda del asiento que ocupa el via)ero, a la i#quierda y a la espalda de "ste% en primer plano, el
mar y un muelle con un faroL )unto al muelle, un barco de pesca est atado a un amarradero de piedra, mientras que
por el lado opuesto se acerca al muelle otro barco igual que el anterior, que surca el agua describiendo un suave arco.
En segundo plano, detrs de las palmeras, unas casitas con te)ados de tablillas abarquilladas, y a lo le)os, altas
montaas grises por las que serpea un angosto caminoL por encima de ellas, el cielo claro, con dos o tres nubes. Kacia
la mitad del muelle, sentado en uno de los amarraderos, un $ombre retratado de espaldas. El $ombre est ligeramente
encorvado e inclinado $acia delante. Lleva un sombrero de pa)a ca!do sobre la nuca y entre las rodillas separadas
su)eta un bastn, probablemente una caa de pescar.
P9. , la derec$a del asiento que ocupa el via)ero, a la derec$a y a la espalda de "ste% de nuevo la panormica
de una ciudad con catedral. .al ve# sean la misma ciudad y la misma catedral que el espectador tiene enfrente, pero
vistas desde otro ngulo. ,qu! la catedral se ve claramente, a la derec$a de la imagen, as! como el campanario y el
enca)e del rosetn por encima del prtico o)ival. El prtico de la catedral est abierto de par en par y en la entrada se
aprecia una silueta disimulada por la sombra del prtico. 0o es posible afirmar si se trata de un $ombre o de una
mu)er. Las agu)as del relo), encima de la gran vidriera gtica, marcan las tres. &in duda las tres de la tarde. Las calles
estn desiertas. ,parte de la silueta a la sombra del prtico slo $ay un $ombre ms en la calle, seguramente un
barrendero, porque sus manos parecen sostener una $erramienta, probablemente una pala, con la que $asta este
momento $a estado limpiando la nieve, que $a acumulado a su lado en un gran montn. En el cielo oscuro y cargado
una nube negra se $a posado sobre los edificios gticos, claramente visibles en segundo plano, con sus ventanas
o)ivales, sus contraventanas y sus puertas, a$ora cerradas. En primer plano aparecen una pla#a y una calle. &obre las
cornisas de los edificios gticos y en la pla#a se divisan unas palomas picoteando en la nieve. 0o parecen presentir
peligro alguno. / tal ve# sepan de antemano que el perro que se arrastra detrs del carro cargado de muebles ni
siquiera va a volver los o)os $acia ellas. El carro pasa delante del prtico cerrado de uno de los edificios gticos. En el
carro estn sentados dos $ombres, uno con sombrero y otro, probablemente el coc$ero, con una gorra de piel. Es
dif!cil distinguir qu" es lo que lleva el carro. &lo se aprecian unos tableros bombeados. El cargamento est atado con
unas cuerdas, pero no est tapado. En este momento el carro se encuentra al lado de un monumento, de modo que las
cabe#as de los caballos quedan totalmente ocultas tras el cuerpo del $"roe a cuya espalda pasan en direccin a la
catedral, $acia la i#quierda. El monumento se ve por detrs. Encima del #calo de mrmol se yergue un $ombre que da
un paso firme con la pierna derec$a y descansa el peso de su cuerpo sobre la pierna i#quierda. &u bra#o derec$o est
al#ado en un gesto pat"tico, el dedo !ndice apuntando $acia la cima del campanario o el cielo. Lleva puesto un gabn o
un abrigo largo o un capote. La capa, ec$ada sobre el gabn, flota formando pliegues de bronce que acompaan en
abanico el movimiento del bra#o. &us $ombros, as! como el #calo, presentan montoncitos blancos de nieve reci"n
ca!da. / tal ve# lo que se $a posado en una esquina del #calo, al lado del pie del $"roe, sea una paloma, que en la
imagen se confunde fcilmente con una manc$a de nieve. 2e este lado de la pla#a, en perspectiva oblicua y algo
borrosos, se observan unos paneles publicitarios sobre los que se puede leer% As6ra, #o/al, Co6o y otros nombres que
se pierden en la niebla.
EHCmo se ve a$ora a s! mismo el epistolgrafo, a una distancia de unos quince d!as en el tiempo y de unos
doscientos 1ilmetros en el espacio respecto al punto en el que se encuentra en este momentoI
EGecogiendo con manos temblorosas sus papeles de la mesilla abatible al pie de la ventana, en un vagn de
primera clase, asiento -3:, y metiendo estos papeles en su portafolios, entre las botellas de cerve#a y los bocadillos de
arenque a$umado que su $ermana 6erta le $a guardado a$!, envueltos primero en papel de cartas cuadriculado y luego
en papel de peridico, y palpando el cierre de latn, sin conseguir enganc$arlo.
EH<ui"n estaba de pie ante "l en ese instanteI
E>n )oven revisor rubio que apuntaba con el pun#n niquelado a su pec$o, a su estrella, como con un
revlver.
--4
EH<ui"n presenciaba esta escena, aparte del revisor y del que intentaba cerrar Mvi"ndose a s! mismoN su
portafoliosI
E>na seora con sombrero Munos treinta aosN, el rostro cubierto con un velo, que estrec$aba en sus bra#os a
una nia dormida Munos tres aosN, como si en este tren, en el compartimento de primera clase de este rpido, fuera a
ocurrir algo terrible, sangre y crimen, como en una novelaL un )oven de pelo negro engominado Munos veinticinco
aosN, estudiante o esp!a, que, desde detrs de su revista, intentaba descubrir un trocito de blanco ba)o el vestido negro
de la dama de negroL un seor obeso Munos cincuenta aosN, sin duda contrabandista, con un relo) de bolsillo de cadena
de oro, que en ese preciso instante contemplaba su relo) largamente, minuciosamente, como si lo estuviera valorandoL
una seora mayor Munos sesenta aosN con un breviario de tapas nacaradasL un oficial adormecido Munos treinta aosN
con unas espuelas relucientes.
EH, cul de los persona)es mencionados le $ab!a prestado E. &. mayor atencinI
E, la viuda de muslos blancos.
EHCmo enviud "staI
E&u marido muri en algn lugar en el frente del este. Cumpliendo sus necesidades fisiolgicas.
EHCul era el informe oficial de la muerte de su marido, informe que el epistolgrafo redactaba para s!
mismoI
O+or la presente le informamos de que su esposo, capitn de reserva del glorioso +rimer Gegimiento de
Ksares $ngaros, dio $eroicamente su vida por la +atria, cumpliendo con su ms sagrado deberP.
EHCmo reaccion ella ante esta noticiaI
EEscogi enseguida en una revista de moda un vestido negro a la ltima de la temporada otooDinvierno de
-793 Mamplias $ombreras, talle ceido, escote profundo, largoDmedio% por deba)o de las rodillasN, as! como una
combinacin negra con enca)es negros y, sin duda, unas braguitas negras, igualmente con los bordes de enca)e, un
sombrero con un alfiler de adorno, un velo negro y guantes negros $asta el codo.
EHEn qu" se fi) el observador curiosoI
EEn que la 2ama 0egra $ab!a puesto un poco de colorete en sus plidas me)illas.
EH2e dnde pod!a provenir el brillo de los o)os de la *iuda de blancos muslos, si no era del llanto y de la
penaI
EEra una llama debida a la posibilidad de una prxima aventura, que, aunque no terminara en un feli#
matrimonio con un $ombre rico, pod!a llegar a convertirse en una sucesin de relaciones siempre nuevas con )venes
amantes a quienes ella podr!a iniciar en el arte de amar, de forma gratuita y para su mutuo placer.
EH2e qui"n sospec$ E. &. como primer amante virtual de la 2ama 0egra, luego primer rival en potenciaI
E2el )oven de pelo engominado que espiaba detrs de su revista y mostraba un inter"s muy vivo por sus
medias de seda MnegraN.
E,ntes de abandonar el compartimento de primera clase, Hqu" noticias consigui leer E. &. a $urtadillas en el
peridico del )ovenI
EOEl emba)ador de ,lemania VagoB y seora, y /1ubo .ac$ita1a, cnsul general del Vapn, y seora,
asistieron al desfile el c!rculo se estrec$a alrededor de...P.
EH<u" fotograf!aI
E>n $ombre de barba blanca Munos cuarenta aosN con un c$ascs y una especie de capote militar le entrega
un icono a un soldado sin barba Munos treinta aosN que sonr!e contento ba)o su casco.
EH<u" representaba el iconoI
ELa *irgen &ant!sima y el 0io Vess, con grandes aureolas.
--7
EHCul era el curso de sus pensamientos en el momento de abandonar el compartimento de primera claseI
M&!ncopesN.
EEstoy muy nervioso. ,natom!a del cuerpo femenino. [lan 1i6al. T,lco$olU T,lco$olU El tulipn negro de
Kolanda. Este gamberro podr engatusarla a sus anc$as. La *iuda de blancos muslos. HKabr entendido la intencin
de mi saludoI Est radiante. Enca)e, enca)e negro como... T/$, adisU ,dis para siempre, seora.
EH<u" $i#o E. &. antes de salir al pasilloI
EEc$ rpidamente una mirada por la ventana de primera clase.
EH<u" vioI
ELa llanura infinita cubierta de nieve, las parcelas negras de tierra labrada que asomaban entre la nieve, y un
rbol desnudo y nudoso sobre el que se $ab!an posado unas urracas negras y ateridas.
EH<u" sinti al llegar a segunda claseI
ELo primero, olores.
EHCulesI
E, pies sucios, a gallinas mo)adas, a capotes militares, a cuero mo)ado, a lona mo)ada, a #apatos mo)ados, a
cebolla, a tabaco barato, al suspiro de los intestinos.
EH<u" vioI
E&oldados, campesinos, empleados, guardas forestales, ferroviarios, comerciantes, contrabandistas.
EH<u" ob)etosI
E>niformes, bales de madera, cestas de mimbre, fusiles, bayonetas MenfundadasN, c$anclos, polainas,
correas, gallinas, ocas, naipes, cuc$illos.
EH<u" coloresI
E'ris sucio, verde oliva, verde caqui, ro)o vivo, blanco sucio, caldero oxidado, gris acero.
EH<u" le revel por un instante que su llegada $ab!a sido notadaI
ELa nava)a curva de un campesino se detuvo a medio camino entre la panceta con pimentn y sus bigotes
grasientos.
EH<ui"n lo observ con mayor curiosidadI
E>na oca cuyo largo cuello sobresal!a de una cesta de mimbre y que lo mir con sus o)os ro)os, moviendo su
cabe#a de un lado para otro.
EHEn qu" se fi) E. &. nada ms sentarseI
EEn una enorme pierna escayolada que se tambaleaba desde el portaequipa)es de madera, a unos cinco o die#
cent!metros por encima de su nari#, y sobre la que estaban dibu)ados a lpi# unas ninfas, rganos sexuales femeninos y
masculinos, cruces gamadas y cruces y flec$as, as! como un cora#n atravesado por una flec$a y los nombres de las
muc$ac$as amadas.
EC!telos.
E(aritsa, ,na, @anni1a, >rsula, 2orotea, Go#i1a, 'retc$en, Vulis1a, +andora, 5lon1a, Lili, Lulu, Ka)nal1a,
(ilena, 'racia, (elania, +iros1a, (arguita, Katitsa, ,nita, Lana, Elena, Gomy, 5ngrid, Cora, 6ela, Elisabeta, .atiana.
EH<u" vio el via)ero al llegar a la estacinI
-3=
EEl poste de seales nmero 3:, un taller de reparaciones, los muelles de carga del carbn, una plataforma
giratoria, un depsito y bombas de agua, un almac"n, oficinas, el edificio amarillo grisceo de la estacin, cestas con
flores, la cafeter!a.
EH&e estaba llenando el depsito de alguna locomotora en el momento preciso en que el tren entr en la
estacinI
E0o, pero seguramente se $abr!a estado $aciendo unos minutos antes, porque el agua todav!a goteaba de la
boca abierta del depsito, cuyo cuerpo de fundicin estaba cubierto con una estera sobre la que se $ab!a formado una
fina capa de $ielo.
EH<u" le record esto al via)eroI
ELe record, no sin triste#a, el rigor y la melancol!a del invierno, y la belle#a inaccesible de un d!a de verano.
EHCon qu" versos lo expresI
Esto llega en mala $ora,
T.an triste estacin, seoraU
EH, qui"n iban dirigidos estos versosI
EEstos versos iban sin duda dirigidos a la *iuda de blancos muslos, que en ese instante estaba pisando con
sus piernas blancas y firmes Mcon medias de seda negraN la re)a de la escalerilla del vagn de primera clase, all!, a
cierta distancia de "l.
EH<ui"n estaba esperando a la *iuda de blancos muslosI
EContrariamente a las p"rfidas $iptesis de "l, una anciana, tambi"n de luto, esperaba a la viuda, y las dos
mu)eres se abra#aron en silencio, estrec$ando a la nia entre ellas.
EH<ui"n esperaba a E. &.I
E0adie $ab!a sido informado de su llegada.
EH*io entre los via)eros al soldado con la pierna escayoladaI
EEn un momento dado le pareci divisar, entre la gente que se apresuraba $acia la salida, la pierna
escayolada tambalendose.
EH&e detuvo nuestro via)ero en la cafeter!a de la estacinI
E0o, porque cuando an estaba asomado a la ventanilla del tren $ab!a visto el amena#ador ondeo de las
plumas de gallo de los sombreros negros de los gendarmes, as! como el brillo de las bayonetas en sus fusiles.
Consideraba, pues, prudente ale)arse lo antes posible de la peligrosa #ona de la estacin, donde adems de gendarmes
$ab!a visto una patrulla militar armada y con cascos, as! como algunos civiles en quienes $ab!a reconocido en el acto a
agentes secretos.
EHCmo los $ab!a reconocidoI
E'racias a su intuicin y a su experiencia, y tambi"n por la actitud falsamente rela)ada de aqu"llos.
EHCmo iban vestidos los agentesI
ELlevaban largos abrigos de invierno de gabardina gris ratn, sombreros de ala anc$a, ore)eras negras y unos
gruesos #apatos negros con doble suela.
-3-
EHLe pidieron su documentacinI
E, la salida de la estacin tuvo que $acer cola con los dems via)eros y ensear sus papeles a los agentes.
EH.uvo algn contratiempoI
E>no de los agentes lo examin, comparando su rostro con el de la fotograf!a de su carn" de identidad, y
luego le devolvi el documento sin una palabra.
EHComprob el agente tambi"n su abonoI
E0o, a pesar de que E. &. se lo tendiera para que "ste pudiera ver el alto cargo que el titular del abono
ocupaba antes de su )ubilacin% esperaba la misma confian#a que antao le profesaban los empleados cuando les
enseaba su abono.
E&i por casualidad los agentes $ubieran examinado el interior de su portafolios, Hqu" $ubieran encontradoI
E.res bocadillos de arenque a$umado, envueltos primero en papel de cartas cuadriculado y luego en un papel
de peridico grasientoL cuatro $uevos duros, tambi"n envueltos en papel de peridicoL una botella de cerve#a vac!a, de
la marca /rmaiL dos camisas, una blanca y otra ocre, de la marca KaiserL cuatro cuellos posti#osL cuatro corbatas de la
marca 6rainer, de tonos pastel, y una de mo$air negro, de la marca Gapa)icL un paquete de $o)as de papel cuadriculado
M37,; h 3=,4N en su mayor!a ya escritos a lpi#L un e)emplar grasiento de la revista &elecci)n de los mejores ar6culos,
el nmero -3, ao -7 9-, ediciones 6ataL dos pares de calcetines grises con #urcidos de todos los coloresL un pauelo
con los bordes a cuadros, sin usarL una petaca vac!a con el tapnDvaso de cauc$oL dos paquetes de cigarrillos
&ymp$onia, ca)a blanda de 3R unidadesL una pequea toalla de color rosa descolorido, arrugada y todav!a $medaL un
pi)ama a#ul de tela, de la marca .ivar, talla ; 7L una pastilla de )abn casero usada, dentro de una ca)a de celuloideL
una maquinilla de afeitar de latnL dos $o)as de afeitar de la marca .abula GasaL una broc$a con el pelo desgastadoL un
tapn de corc$o con olor a vinoL un par de pin#as de maderaL un botn de ncar ca!do de una camisa.
)*
E,l salir de la estacin, H$acia dnde se dirigi el via)eroI
E&e apresur $acia los fiacres, pues tan slo quedaban dos, mientras que el tercero, con su farol lateral
encendido, como una gndola negra, acababa de salir llevndose tal ve# para siempre, escondida ba)o la capota de
cuero negro, a la *iuda de blancos muslos, a la (adonna de los coc$esDcama, a la +asa)era fuente de su breve
ensueo, a la 2ama 0egra de &$a1espeare, para la que $ab!a compuesto en sus adentros dos o tres versos y a la que
$ab!a saludado galantemente levantando su sombrero en el momento en que ella sub!a al fiacre, gesto del que ella no
se percat o fingi no percatarse.
EH2nde estaban los fiacresI
E, la i#quierda de la salida de la estacin, en una pla#uela limitada de un lado por una pared y del otro por
una barra de $ierro para los carros de los mo#osL esta pla#uela estaba pavimentada con grandes losas de piedra, ni
macadn ni adoquines, sobre las que desped!an c$ispas las $erraduras de los caballos y salpicaba su or!n espumoso,
parecido a la cerve#a, derritiendo instantneamente los copos de nieve reci"n ca!dos y rellenando las ranuras entre las
losas de piedra, para desembocar finalmente en un estrec$o canal que conduc!a a una alcantarilla cuadrada.
EH<u" sentimientos estaban en pugna dentro de "l al arrancar el fiacreI
E+lacer, alivio, preocupacin.
EH+lacerI
E+orque en el fiacre pod!a volver a entregarse a sus dulces ensueos respecto a la posibilidad de encontrar de
nuevo a una dama, tal ve# esta misma, y porque el fiacre era, al igual que el compartimento de primera clase, su
ambiente natural, y por tanto se sent!a en "l Men el fiacreN como en su casa.
EH,livioI
-33
E+orque el asunto de la verificacin de los documentos $ab!a concluido sin problemas, prueba de que su
impulso vital y su intuicin an no le $ab!an traicionado.
EH+reocupacinI
E+orque tanto su intuicin como su experiencia le dec!an que el siguiente paso pod!a ser el contrapeso del
anterior, porque la vida $umana sigue el principio de la oposicin, pues al flu)o sucede el reflu)o, al "xito, las
dificultades, al vuelo, la ca!da, y as! sucesivamente, slo que el $ombre, a pesar de sus conocimientos emp!ricos,
todav!a no es capa# de dibu)ar este esquema, la longitud del arco de la ola, pues de lo contrario podr!a prever los
acontecimientos en sus ms m!nimos detalles.
EH<u" le ocurri en el caminoI
E(ecido por el ritmo de los cascos de los caballos, en un momento dado se durmi.
EH<u" soI
EEst nadando en un agua profunda, en una oscuridad absoluta, pero consciente en todo momento, en sueos,
de que est a salvo, como 0o", y de que todos los que $asta $ace poco estaban con "l se $an $undido, y por tanto es el
nico superviviente de la gran catstrofe, lo cual le llena, en sueos, de un orgullo turbio, porque el $ec$o de que slo
"l se $aya salvado no se debe nicamente a la indulgencia divina, sino tambi"n a sus propios m"ritos, a su $abilidad
para salir de las situaciones dif!ciles en la vida.
EHCundo se despertI
En el momento en que el barco de su sueo, su arca, c$ocaba contra la tierra firme y comen#aba a vibrar% pero
no consigui ver el nuevo continente, porque el fiacre ya $ab!a enfilado los adoquines de la calle ,lemana Ma$ora calle
6emovaN.
EHCunta propina le dio al coc$eroI
EGedonde a 9 los ; pengs y 3= fillers que le $ab!a pedido el coc$ero, porque relacionaba su milagrosa
salvacin Men el sueoN con su feli# llegada Men la realidadN a su primera parada.
EH<u" decisin tom ante el nmero 3- de la calle 6emova Mantes calle ,lemanaNI
E*olvi de repente sobre su anterior decisin y le di)o al coc$ero que le esperase, porque volver!a enseguida.
EHCul fue la causa de este cambio de decisinI
ELa repentina decisin de no pasar a ver a su casera Mla seora ("s#rosN fue debida a la demora provocada
en la estacin, como tambi"n a la conciencia de que era demasiado tarde para $acer visitas.
EH<u" $ac!a en la calle ,lemana M6emovaNI
E.en!a la intencin de saldar sus deudas Mdos meses de alquilerN y de convencer a su casera de que no ec$ara
sus cosas a la calle y esperara dos d!as ms $asta que "l se mudara definitivamente.
EH6a) a pesar de todo del fiacre-arcaI
ELevantando, a causa del viento, las solapas de su abrigo, se de) caer con todo su peso sobre el estribo del
fiacre, que c$irri, y luego se dirigi $acia la ventana de su antigua vivienda. Como la ventana estaba forrada por
dentro con papel de embala)e a#ul, no consigui ver absolutamente nada, ni averiguar si sus cosas segu!an en el piso.
EHCunto tiempo pas al lado de la ventanaI
E>n minuto o dos. Luego volvi deprisa al fiacre y continu% al +aseo de la Estacin, nmero 4.
EHCmo lo recibi el seor 'avans1iI
EEl seor 'avans1i lo observ un momento por la mirilla, sin una palabra, como si no creyera lo que estaban
viendo sus o)os, y luego, respirando con dificultad, se puso la bata.
-3;
EH<u" $icieron luego el inesperado $u"sped y su anfitrinI
E.ras un caluroso apretn de manos y el intercambio de algunas palabras amables se apresuraron, a
sugerencia del $u"sped, a ir a escuc$ar las noticias de las 3=.== $., $ora de 'reenBic$.
EHEn qu" pensaba el $u"sped mientras desarrollaba, entrando en calor gracias al .raminac, su efica# defensa
$olandesa M-. Cf;, fR, 3. g;, Cf:, etc.NI
EEn el d!a en que $ab!a vuelto a ver a su $ermano Men -7;8N despu"s de unos veinte aos% en apenas die#
minutos $ab!an agotado todos los temas de conversacin y entonces $ab!an callado largo rato, $asta que iniciaron una
partida de a)edre# para romper ese desagradable y pesado silencio que se $ab!a producido tras su breve conversacin.
EH2e qu" se que)aron el anfitrin al $u"sped y el $u"sped al anfitrinI
EEl anfitrin se que) de su $i)a, que ten!a intencin de casarse con un aventurero, de su gastritis cada d!a
ms aguda, de sus dolores en los riones, de su asma, de su miop!a cada ve# ms pronunciada, de sus dolores de
muelas, de sus insomnios aliviados con la bebida o, cuando no ten!a nada que beber, con comprimidos de aspirina, de
su calvicie, de la p"rdida de su virilidad y de la p"rdida de su memoria, de su claustrofobia, de su cancerofobia, de su
voracidad y de su gula infantil con los dulcesL el $u"sped reconoci ante su anfitrin que compart!a la mayor!a de sus
desgracias Mdolores de riones, miop!a cada ve# ms pronunciada, insomnio imposible de aliviar, claustrofobiaN y
aadi las siguientes% miedo a la noc$e, miedo al maana, miedo a las personas con uniforme, miedo a la ve)e# y a la
debilidad, miedo a los perros McinofobiaN, miedo a 2ios, miedo a la muerte, miedo al infierno.
EHLe ocult algo el $u"sped a su anfitrinI
EConsiderando su conocida tolerancia religiosa, le ocult que le $ab!an ec$ado del compartimento de
primera clase y tambi"n su galante encuentro con la compaera de via)e, sin duda una viuda de guerra, que $asta aquel
momento Men que le instaron a que abandonase el compartimento de primera claseN $ab!a tenido enfrente de "l, lo que
le $ab!a permitido entrever por un instante un tro#o de la carne blanca y firme de sus muslos, por encima de las
medias de seda negra, y a la que ms tarde $ab!a dedicado dos o tres versos y $ab!a saludado cort"smente con un gesto
significativo y carente de ambigSedad% levantando su sombrero.
EHLe ocult algo el anfitrin a su $u"spedI
E<ue el aventurero que iba detrs de su $i)a, aunque de apellido muy $ngaro, @e1ete, y representante de
profesin, era en realidad $i)o de una tal Gaquel.
EH, qu" conocidos comunes recordaronI
E,l seor 2ragutin @loriani, )ue# suplente, que en -739 venci en una partida simultnea a nueve tableros al
famoso /tto .itus# 6lt$y, de 6udapestL al seor Gic$ard Engel, comerciante, que padec!a claustrofobia y en -7 ; 4 se
tir ba)o las ruedas de un tren, un rpido, de)ando tras de "l a una )oven viuda y a dos $i)asL al seor .i$omir +etrovic,
empleado del (inisterio de @inan#as, que $acia -73= volvi de +ar!s con una melena negra y abundante afirmando
que con la terapia $ormonal $ab!a recuperado no slo el pelo sino tambi"n su virilidadL al seor ,ndrian @ec$"r, alias
@edya, que se $ab!a colgado dos aos antes por causa de una )aqueca insoportableL al seor (axim @reud, ciru)ano,
fusilado el 39 de enero de -793 y cuyo cerebro, desprendido de su crneo, yaci durante todo un d!a sobre la nieve
derretida, en la esquina de las calles (ileticeva y 'rc1os1ols1aL a un tal &ndor Mde apellido desconocidoN, que era
capa# de beberse tres litros de clarete de un tirnL al seor Vovan 'ond)a, enterrador, al que mataron en el cementerio
)unto con su mu)er y su $i)oL al descuarti#ador del ayuntamiento, Kelmr 6"la, con quien $ab!an bebido varias veces
en la +uerta Catlica, la taberna de \ein$ebbel, y que $ac!a poco $ab!a serrado a una mu)er en dos, antes de tirarla al
2anubioL al comerciante ,. ]iegler, que se $ab!a quedado paral!ticoL al seor 6"la &ternberg, inspector del ferrocarril,
que en diciembre de -7 9- se tir ba)o un tren de mercanc!as a la entrada de un tnel, y que en su carta de despedida
explicaba que $ab!a decidido dar este paso en vista del Ocaos generali#adoPL al seor (i1sat Ko$n, rico comerciante,
que fue fusilado con toda su familia Msu mu)er y sus tres $i)osNL al seor ]ar1o >#elac, panadero, al que le arrancaron
el bigote y le cortaron las ore)as, pero que sobreviviL al seor +a)a &c$Bart#, alias Ker# &c$Bart#, a quien le
destro#aron el crneo con un $ac$a y lo tiraron luego al 2anubio, ba)o el $ieloL a la seora Knig, maestra, a la que
violaron los soldados $ngaros antes de matarla con sus bayonetasL al seor &c$einberger, alias &anyi, que en un
ataque de locura se peg un tiro en la boca con su escopeta de ca#aL al seor 2)ord)e &tan1ovic, tipgrafo, que $ab!a
desaparecido misteriosamente $ac!a un ao despu"s de salir a comprar cerve#a a la tienda de ]ieglerL al seor 2es#
'uttmann, ingeniero, que tres aos antes $ab!a tirado del cable de la alarma del rpido 0ovi &adD6udapest so pretexto
de $ab"rsele llevado el viento un pauelo de seda, recuerdo muy preciadoL a la seora @isc$er, viuda que $ab!a
-39
enfermado de diabetes y sufr!a un peligroso insomnio por causa del miedoL al seor ,ntn 6uarov, recaudador de
impuestos, que, por ra#ones desconocidas, $ab!a acabado en el manicomioL al seor 'yul 6erec#, notario, que se $ab!a
casado cinco veces, $abiendo sido viudas cuatro de sus esposasL al seor ,ladr &ic$ermann, escribano, que se tir a
un po#o en el momento en que vinieron a buscarlo para llevarlo a su bodaL al seor (ar1o Kapamad#i)a, sastre, que
muri en su propia casa )unto con los seis miembros de su familia mientras ensamblaba unas bombas de fabricacin
caseraL al seor ]ar1o 6lagotic, m"dico, que se tir por la ventana de la crcel preventivaL al seor Vosip Kostic,
almacenero de la estacin, que escrib!a poemas en decas!labos sobre el inminente fin del mundoL al seor ,dolf
&inger, m"dico, a quien amputaron las dos piernas mientras todav!a estaba vivo, en la crcelL al seor (rton
6s#rm"nyi, quien se peg un tiro en la cabe#a con un revlverL al seor ,rpd Kertel, abogado, que durante su
deportacin salt de la c$alana ardiente y se a$og en el r!o 6ege)L al seor 6oulat, ingeniero e ilusionista, que a la
entrada de la estacin mostr su carn" de notas del tercer curso de la escuela primaria en lugar de su pase porque era el
nico documento que $ab!a conseguido encontrar en su casa desvali)ada, y que con el mismo carn" consigui llegar,
mediante manipulaciones ps!quicas, $asta ,m"rica, desde donde escribi a sus parientes de 0ovi &adL al seor 2es#
6lint, )ue# titular, a quien le empe#aron a crecer los pec$os debido a un desarreglo $ormonalL al seor @Slp
>$lmann, ptico, que $ac!a poco tiempo $ab!a abandonado a su familia para instalarse en una perrera vac!a, creyendo
ser un perro rabiosoL al seor ,dam (ndi, oficial, que se ra) el estmago con su sable pretendiendo imitar el 7ara-
kiri, cosa que no consigui, y que muri por la infeccinL al seor 5van +opov, dueo de una cafeter!a, a quien su
mu)er sirvi, en un acceso de locura, una gallina sin desplumar a la que slo $ab!a sacado los o)os con una agu)a de
tricotar, y "l, $orrori#ado, se puso a comerse la gallina con plumas y todo y se asfixiL al seor 2es# 6leier, que
perdi la capacidad de $ablar despu"s de presenciar una escena entre las siete y las nueve $oras de la maana del -3
de enero de -7 9 3L al seor (ar1o (udrins1i, fisioterapeuta, que $ab!a empe#ado a inyectarse drogasL a la seorita
Kolls, ca)era, que se $ab!a casado $ac!a seis meses con un )ud!o por amorL al seor *ladeta (ar1ovic, gegrafo, que
era bigamo, cosa que se $ab!a descubierto recientemente durante una verificacin de la documentacin% ten!a una
mu)er en 6ece) y otra en &uboticaL a la viuda de Korgs, panadera, que $ab!a vuelto a casarse Mpor tercera ve#N $ac!a
dos meses, con un suboficial $ngaroL al seor Vnos Kovcs, que todos los aos se baaba en el 2anubio $elado
rompiendo el $ielo cerca de las barandillas verdes del &trand, y que $ab!a muerto el mismo ao en un accidente de
automvilL al seor Karl &teiner, de ]agreb, que desapareci en algn lugar de la >G&& en -7;8 sin de)ar rastroL al
seor ]ivan +av1ov, #apatero, quien $ered una fabulosa fortuna de ,m"rica tres d!as despu"s de morir, medio ciego
y en la miseriaL al seor ,ndri)a Laufer, funcionario, quien se convirti por amor a la fe musulmanaL al seor (rton
@uc$s, que muri de un picota#o de abe)aL al conde (. L. +oltarats1i, con el que $ab!an )ugado varias veces al c7emin
de fer y del que en esos d!as se $ab!a podido leer en el peridico que $ab!a fallecido en 0ueva Jor1 de una muerte
muy dulceL al seor 2)ord)e 5v1ovic, impresor, para el que ambos $ab!an traba)ado en los aos 57;:fi7;8yi7;4 y del
que no se $ab!a sabido nada en los ltimos dos aosL al seor Vovan &engili, peletero de 6ece), que curaba con "xito el
asma usando plantas medicinalesL al doctor Komromi, de 6udapest, que curaba todas las enfermedades mediante la
acupunturaL al doctor &afari1, que consegu!a curar las $ernias y $ac!a operaciones de prstataL al seor /sip
0e#mecic, afilador, que se $i#o popeL al seor +opovic, tendero, que $ab!a tenido trilli#os Mdos nios y una niaNL al
seor Luyo Letringer, cerra)ero, quien se $i#o piloto y en v!speras de la guerra lan#aba panfletos por encima de su casa
$aciendo peligrosos loopin9sL al seor Emil .umpic, contable, que cre!a ser un alto oficial alemn y le $ab!a cosido
galones a su abrigoL al seor ,le1sandar *u1cevic, profesor de $istoria, que ten!a s!filis de tercer gradoL al seor
,rnold \en#el, empleado de la compa!a de seguros Lloyd del 2anubio, que se $ab!a casado en -734 con una
condesa rusa a la que ms tarde pegaba en pblicoL al seor Vo$ann Kro$n, maV6re, que era un genio de las
matemticas, capa# de elevar a la d"cima potencia nmeros de varias cifras, y que acab como artista de circoL al
seor 2avid 6aumann, quien volvi de Canad en -7 ; 8 debido a las malas condiciones climatolgicas de aquel pa!sL
a la seorita 2arin1a (ra#ovac, camarera, con la que los dos flirteaban galantemente $acia -7 3 R y que se $ab!a
fugado $ac!a poco con un aventurero, abandonando a sus cuatro $i)os y a un marido enfermo Mparal!ticoN, profesor
)ubiladoL a la seorita @ar1as Vuli)ana, empleada en una compa!a de seguros y reaseguros, quien les contagi la
gonorrea en -73=L a la seorita (agdalena 5vanovic, peluquera, que abort en -7;7 durante el baile de 0oc$evie)a de
los ferroviariosL a la seorita (aris1a Kenyeres, prostituta, nacida en +"cs, que en -733 se envenen con sosa custica
dos d!as despu"s de casarse con un ricoL al seor (os$a ,ltarac, que se fue a ,m"rica en -7 ; 9 y se $i#o
copropietario de una fbrica de gaseosaL al seor ,lbert Einstein, yerno de (aric, quien, a pesar de su excentricidad,
$ab!a llegado a ser un famoso cient!ficoL al seor &imonovic &tanislav, guardagu)as, que $ab!a sufrido una contusinL
al seor 5li)a (arin1ovic, guardav!a, afectado de delirium 6remens dos aos antesL al seor (rton 6arabs, antiguo
entrenador de ftbol, quien de) de tartamudear tras el nacimiento de su $i)o.
EHCon qu" pretexto rec$a# el $u"sped la cena que le fue ofrecidaI
E,legando que, al igual que el asno de 0asrDEdD2in, estaba acostumbrado a ayunar, con la diferencia de que
a "l no le ocurrir!a lo mismo que al asno, es decir, que no reventar!a% "l ten!a en su organismo grandes reservas de
energ!a, que de ve# en cuando completaba con alco$ol.
-3R
EHEn qu" sentido orient este comentario del $u"sped la discusinI
EKacia un mundo superior, celeste% el anfitrin expres su admiracin por la perfeccin de los organismos
vivientes, sobre todo la del $ombre, a los que el Creador $ab!a dado vida, siguiendo un principio superior, en forma de
organismos prcticos, perfectos y tiles.
EHCon qu" e)emplo lo ilustrI
ECon el e)emplo del camello, que lleva en sus entraas una gran cantidad de l!quido, como un gran depsito
de agua, as! que a veces los via)eros del desierto sedientos matan a sus camellos, pues en sus complicados estmagos
pueden encontrar varios galones de agua fresca.
EHEstaba de acuerdo el $u"sped con este comentarioI
ECoincid!a bsicamente con la tesis de su anfitrin en cuanto a la utilidad que el creador confiri a la
organi#acin del mundo y de los seres vivos, pero desminti en"rgicamente la $istoria del camello, citando el
testimonio del doctor 6re$m, publicado en &elecci)n, quien, en una de sus expediciones a Egipto, $ab!a ordenado
abrir el estmago de un camello y no $ab!a encontrado en "l ningn l!quido potable, a pesar de que la v!spera el
animal $ab!a bebido una gran cantidad de agua fresca.
EHCul fue el resultado, tras su sexta partida, reci"n concluida, de su maratnico torneo de a)edre#, que $ab!a
durado tres aosI
E&egn el $u"sped, 4R "i a :3 ,iZ se9>n el anfi6ri)n, \] "i a 4 9 "3, 6am2i<n a fa1or del 7u<sped8
EHCon qu" pruebas respaldaron el $u"sped y el anfitrin sus contradictorias afirmacionesI
EEl anfitrin corrobor la suya con un cuadernillo grasiento en el que $ab!a anotado los resultados de todas
las partidas )ugadas, mientras que el $u"sped ratific la suya recurriendo a su formidable memoria.
EH<u" temas pol!ticos abordaron el $u"sped y el anfitrin, a media vo#, acompandose con una botella de
rieslin9 de 6anatI
ELa potencia econmica de la >nin &ovi"tica, insistiendo en particular en su industria pesada, su
electrificacin, su armamento, su petrleo y sus transportesL la importancia estrat"gica de las fronteras rusasL la
potencia econmica y el potencial militar de los Estados >nidosL el fanatismo )apon"s, en particular el del pr!ncipe
KonoeL 2aladier y 'amelinL los m"todos de guerra alemanesL la cuestin del antisemitismo y la discriminacin racial
a la lu# d"los ltimos sucesos pol!ticosL la responsabilidad del gobierno $ngaro y del caballero 'rassy en la masacre
de 0ovi &adL la derrota de @rancia y la l!nea (aginot, su papel en las dos guerrasL el tratado de pa# sovi"ticoD
finland"sL la batalla de 0arvi1L C$amberlain y C$urc$illL la evacuacin de los aliados en 2un1erqueL las relaciones
entre 5talia y @rancia a la lu# de la nueva situacinL la capitulacin de los italianos en Etiop!aL ,ntonescu y su
gobiernoL la $uida del gobierno yugoslavo y de su rey, y la cuestin de las reservas de oroL las negociaciones entre el
gobierno polaco en el exilio y el gobierno sovi"ticoL las fuer#as britnicas en LibiaL la Carta ,tlnticaL la invasin de
KolandaL la invasin germanoDitaliana en LibiaL la capitulacin de &ingapurL el desembarco de las tropas americanas
en 5rlanda del 0orteL la guerra de guerrillas en JugoslaviaL los partisanos contra los c$etni1sL el 0 d KL &ingapur y la
retirada britnica.
EH+or qu" consideraciones pesimistas se de) llevar el $u"spedI
EExpres su temor de que la >nin &ovi"tica, tras su victoria, entrara en guerra con los Estados >nidosL de
que el Este se volviera contra las instituciones democrticas del /esteL de que las armas secretas de ,lemania
prolongaran la guerra por unos die# aosL de que los pa!ses vencedores emprendieran de nuevo la opresin y la
explotacin de los dems pueblosL de que la estupide# $umana no fuera a cambiar nuncaL de que las in)usticias y las
matan#as siguieran interminablementeL de que, despu"s de la guerra, el sbito crecimiento de la natalidad supusiera
una amena#a para el g"nero $umanoL de que los nuevos partidos y sectas amena#aran a los estados democrticos que
sobrevivieranL de que el fanatismo religioso y pol!tico se cobrara nuevas v!ctimas tras la guerraL de que la gente de su
generacin Mlos que pudieran sobrevivirN parecieran en el nuevo mundo fsiles de una $istoria le)ana, antediluviana.
EHCon qu" argumentos intent el $u"sped oponerse a este elocuente y por momentos convincente discursoI
ECon una llamada al +rogreso, a la Evolucin, a la 2emocracia, al Kumanismo.
-3:
H, qui"nes citaron, en apoyo de sus tesis, el $u"sped y el anfitrinI
EEl $u"sped% a &pino#a, C$urc$ill, @rit# &ternberg, 6ruce 6liven, 0ostradamus, Einstein, (ois"s, 2avid, el
Eclesiast"s, el difunto (. L. +oltarats1i, ,dolf &inger, /sip 0e#mecic y su difunta madre Gegina. El anfitrin% a los
apstoles +ablo, &antiago y Vuan, a *ladimir 5litc$, C$urc$ill, 2aladier, +edro 5 de &erbia, &lobodan Vovanovic, *asa
+elagic, &veto#ar (iletic, su difunto padrastro, su esposa y tambi"n al capitn de reserva de primera clase (arin1ovic.
EH<u" recetas intercambiaron el $u"sped y el anfitrinI
El $u"sped le confi a su anfitrin una receta de guarnicin de acedera y ortiga con o sin margarina, y el
anfitrin le confi al $u"sped la frmula mgica de una bebida alco$lica a base de patata obtenible con medios
accesibles y caseros.
EH, qu" procedieron uno y otroI
EEl anfitrin procedi a apuntarla receta en su cuadernillo grasiento y el $u"sped volvi a fiarse de su
memoria, aadiendo el irnico comentario de que para su anfitrin la grasa no era tan inaccesible como pudiera
parecer, pues en caso de necesidad podr!a ec$ar a la sart"n su cuadernillo y sacar!a de "l grasa suficiente para toda una
comida, lo cual le proporcionar!a un doble beneficio, pues quemar!a al mismo tiempo sus resultados de a)edre#, que se
apartaban drsticamente de la realidad.
EHCmo reaccion el anfitrin ante este comentarioI
ELe propuso a su contrincante en el a)edre# que destruyeran todos los resultados del torneo anterior Mde tres
aos de duracinN y que volvieran a empe#ar desde el principio% desde cero.
EH<u" conse)os de salud intercambiaron el anfitrin y su $u"spedI
EEl anfitrin le aconse) al $u"sped la genciana Mun vasito de aguardiente en ayunasN para me)orar la
circulacin sangu!nea y abrir el apetito, e infusiones de melisa contra las nuseas y los vmitosL el $u"sped le
recomend al anfitrin las compresas de agua de plomo para las piernas $inc$adas, e infusiones para los vasos
sangu!neos y la $ipertensin% de ma)uelo MCra6ae9us mono9/naN, a)o, cola de caballo ME;uise6umN y mu"rdago
M"iscum $l2umN% una ta#a por la maana y otra por la noc$e, antes de las comidas.
EH, qu" $ora se despidieron el anfitrin y su $u"spedI
E, las tres y veinte minutos, $ora de Europa central.
EH,cept el $u"sped el ofrecimiento de pasar all! la noc$eI
ECuando el anfitrin le record que $ac!a tiempo que $ab!an tocado a queda y que "sta durar!a $asta las seis
de la maana, el $u"sped acept agradecido el ofrecimiento, y poco despu"s se de) caer sobre los mullidos co)ines
del sof de la $abitacin que daba al terrapl"n del ferrocarril.
EH<u" le adormeciI
E,parte del vino que corr!a por sus venas, calentndole la sangre y estimulando su cerebro, le mec!an el
aullido del viento, el tictac del despertador en uno de los cuartos vecinos, el ruido de las ruedas del tren y el silbido de
las locomotoras.
EH<u" le impidi dormirseI
E&us pies $elados, que intentaba calentar frotndolos entre s!.
EH/lvid pronunciar su oracin y dar gracias a Ve$ovI
,ntes de que el sueo se apoderara de "l, volvi su rostro $acia el Gostro de Ql y recit unas cuantas plegarias
$aciendo un ruido seco con sus labios.
EH<u" le impidi entregarse del todo a 2iosI
ELa idea de $aber olvidado pedirle a su anfitrin que le de)ase una botella de agua en la mesilla, pues sin
duda la sed empe#ar!a muy pronto a torturarlo.
-38
EH<u" no olvid $acerI
E2arle cuerda al relo).
EH<u" olvid $acerI
E*olver a orinar, porque entre la ltima ve# que $ab!a ido a aliviarse y el momento de acostarse $ab!a
transcurrido un buen cuarto de $ora, que $ab!a empleado en lavarse los dientes, buscar sus gafas, desnudarse, ponerse
el pi)ama, e6c8
EHKasta dnde lo transportaron las ligeras alas del sueoI
EComo si las $ubiese identificado con las alas de ngel que se desplegaban a cada lado del e)e de la pesada
rueda de acero Ms!mbolo de los ferrocarrilesN grabada en la tapa de su relo), se encontr de pronto en una pequea
estacin de trenes desconocida, como la de &id, (ala Krsna, Lenti o KameralD(oravice, sin tratarse, no obstante, de
ninguna de "stas.
EH<u" problema le obsesionabaI
ECmo aliviar su ve)iga.
EH<u" le imped!a $acerloI
ELa incre!ble cantidad de gente que $ab!a en una estacin tan pequea, en su mayor!a soldados y #!ngaros,
que se aglutinaban alrededor de los servicios cuya puerta desvenci)ada alcan# a duras penas.
EH<u" cuadro apareci entonces ante sus o)osI
ELas letrinas estaban repletas de $eces, y este fango maloliente desbordaba de la cloaca en forma de embudo,
derramndose este l!quido f"tido y espeso por toda la plataforma de cemento, mientras que las paredes, cuya cal se
desprend!a, estaban sucias de excrementos untados copiosamente con el dedo, as! que renunci a su propsito de
aliviar su ve)iga y volvi a abrirse camino entre la muc$edumbre sudorosa y maloliente.
EH<u" le impidi $acer sus necesidades contra la empali#ada en)albegada, detrs del edificio de la estacinI
E>n $ombre cuyo rostro no pudo distinguir bien en la oscuridad, pero del que apreci con claridad el esmalte
de sus dientes% el $ombre re!a.
EHKab!a visto antes a este $ombreI
EEste $ombre, a )u#gar por el brillo y la blancura de sus dientes y por su te# oscura, era el mismo que $ab!a
estado protestando un momento antes porque alguien le $ab!a exigido que pagara para entrar en los lavabos.
E(ientras su ser fantasmal segu!a indeciso, Hqu" cambios se produ)eron en la estacinI
EEn medio de un ruido ensordecedor de flautas, timbales, tambores y violines, una c$usma ruidosa irrumpi
en la estacin, reuni"ndose luego en un descampado detrs del edificio de la estacin, sin que "l, E. &., consiguiera
comprender, para gran asombro suyo, lo que estaba ocurriendo% el tren $ab!a entrado en la estacin, sin ruido, como un
fantasma.
EH<u" intent averiguar el durmiente en su sueo, al ver a la ruidosa muc$edumbre colocarse en un c!rculoI
E2e qu" estacin se trataba, de qu" tren, dnde, cundo y por qu", pero no $all respuesta a ninguna de estas
preguntas. &lo el $ombre de te# oscura y dientes blancos, que lo observaba con una sonrisa maliciosa, se percat de
su desconcierto.
EH<u" $i#o entonces el observador observadoI
E&e acerc al gent!o y se fi) en una camilla situada en el centro del c!rculo, en el descampado, detrs del
edificio de piedra de la estacinL sobre la camilla yac!a un )oven soldado, plido como la muerte, con los o)os
cerrados, y la masa de los peregrinos caminaba en c!rculo alrededor de su cuerpo inerte, como en una dan#a ritual.
EH<u" ms llamaba la atencinI
-34
E<ue los timbales y los tambores $ab!an de)ado de sonar% reinaba un silencio sepulcral.
EH<u" ocurri despu"sI
EEl )oven se incorpor de repente y se puso de pie, tambalendose un poco, como si fuera a caerse.
E.ras la consternacin general y el grito de $orror, Hqu" ocurriI
ECuatro $ombres fornidos, con largas gabardinas y sombreros calados sobre la frente, se acercaron al )oven e
intentaron acostarlo en la camilla, pero no lo lograron, pues el )oven consegu!a arro)arlos una y otra ve# sobre la
$ierba y seguir su camino con un paso inseguro, como el de un nio.
EH, qui"n se acerc el resucitado, con su paso inestableI
ELa gente se apartaba a su paso y "l se abri camino entre la muc$edumbre para encontrarse frente a frente
con E.&.
EH<u" le di)o el resucitado con una vo# enmo$ecida y quebradaI
ELe rog que $iciera algo para que cesara de una ve# por todas ese $umillante y doloroso trfico de $uesos
$umanos, porque "l personalmente no ten!a nada en contra de que le matasen, pero consideraba el colmo de lo
in$umano que se tratara a la gente tal y como lo trataban a "l% extray"ndoles los $uesos y de)ando sus cuerpos vac!os,
pues les sacaban los $uesos del cuerpo como de un sacoL y aleg como prueba un $ec$o evidente% su paso no slo era
tambaleante sino tambi"n fantasmal. Kab!a sido v!ctima de los ladrones de $uesos.
EH<u" ms le confi la v!ctima mutilada de los ladrones de $uesosI
E<ue su temperatura variaba drsticamente a lo largo del d!a, de los cincuenta y seis grados cent!grados ba)o
cero a los mil cien grados YXsicQ@
/
cosa que provocaba terribles dolores a su )oven cuerpo, y por ese motivo le ped!a a
E. &. que intercediera en favor de "l y de sus infelices iguales, y que le revelara al mundo la terrible verdad sobre la
organi#acin internacional de los ladrones de $uesos.
EH<u" sucedi mientras tantoI
ELos agentes de paisano y los m"dicosDladrones de $uesos Men batas blancas y armados con enormes
)eringuillasN $ab!an conseguido dominar a otros dos $eridos que se $ab!an incorporado en sus camillas y los estaban
cargando en el tren, amarrados a su lec$o mediante cuerdas.
EH<u" valioso testimonio dio el primer resucitadoI
E<ue los ladrones de $uesos $ab!an conseguido dominar a estos dos $eridos nicamente porque en aquel
momento su temperatura $ab!a descendido a cincuenta y seis grados ba)o cero, pues si su temperatura $ubiese sido
igual que la suya de entonces Mmil cien grados cent!gradosN, los agentes y los m"dicos $abr!an sido incapaces de
conseguirlo, como todav!a eran incapaces de dominarlo a "l, cosa que por desgracia no iba a durar muc$o tiempo,
porque su temperatura $ab!a empe#ado a descender rpidamente Mal anoc$ecerN y en pocos minutos alcan#ar!a su valor
ms ba)o, cincuenta y seis ba)o cero, y se ver!a obligado a volver a su camilla.
EH<u" fue lo ltimo que $i#o el )oven Mantes de que su temperatura cayeraNI
E6es a E. &. en la me)illa, y "ste le oy decir a alguien de entre la c$usma que "se era el 6eso de la (uerte.
EH<ui"n le salv a E. &. de un $umillante temblorI
E>na mu)er de negro que apart al )oven moribundo y, en lugar de dar alguna explicacin, estrec$ tierna y
apasionadamente a E. &. entre sus bra#os, pegando sus ardientes labios contra los de "l, y acerc luego su mano a la
bragueta del pantaln de "ste, donde, desabroc$ando $bilmente los botones, palp su miembro ardiente e $inc$ado.
EH<ui"n asumi )usto despu"s el papel de salvadora y de consoladoraI
EJa no era la 2ama 0egra, sino una )ovencita vestida con el uniforme negro de colegiala que le susurraba
guarrer!as al o!do, sin soltar de entre los dedos temblorosos su ardiente miembro.
EH+or qu" no $ubo eyaculacin, a pesar de su fuerte excitacinI
-37
E+orque la gente no slo les observaba con reprobacin, sino que tambi"n les amena#aba lan#ndoles
vituperios, lo que le oblig a librarse de la mano de aquella )ovencita y regresar a su compartimento.
EH<u" $i#o en el compartimentoI
EKundido en el mullido terciopelo del asiento, se sumi en la lectura de un folleto sobre las ballenas.
EHGecordaba a su despertar algn detalle de este folleto le!do en sueosI
E+od!a repetir casi literalmente el ltimo cap!tulo% en "l se afirmaba que las ballenas, a pesar de vivir en el
agua, a menudo mueren de sedL en busca de las frescas desembocaduras de los r!os o de los manantiales de agua dulce,
encallan en la playa, donde mueren con sufrimientos atroces, des$inc$ndose lentamente, como un globo pinc$ado.
EHCmo interpret E. &. las pesadillas de su sueoI
E,tribuy ciertas exageraciones al efecto del alco$ol Mfisiolog!aN, de la fatiga y de las excitantes emociones
del d!a Mpsicolog!aN, de extraar la cama McostumbreN.
EH<u" sueo le cont el anfitrin, deseoso de demostrarle la misma confian#a con que el $u"sped le $ab!a
$onrado a "l al contarle la parte de su sueo referente a las ballenasI
EEl anfitrin le confi a su $u"sped que $ab!a pasado la noc$e c$apoteando en la mierda, que le llegaba $asta
las rodillas, cosa que el $u"sped interpret como una buena seal% aumento de su pensin, premio de la loter!a
nacional, giro postal inesperado, $erencia, $alla#go de un billetero lleno o de una pequea suma de dinero en el
bolsillo de algn pantaln vie)o ca!do detrs de una cmoda.
EHCon qu" pruebas lo respaldI
ECon su propia experiencia% en -7-- $ab!a encontrado delante de la estacin de KameraD(oravice un
billetero sin documentacin pero que conten!a una suma de 3R coronasL en -73R le $ab!a tocado un premio de die#
veces el valor de su cupn de la loter!a nacionalL en -734, en el baile de los ferroviarios en &ubotica, $ab!a ganado un
c$eque por valor de 3 R dinares en la tmbolaL en el mismo ao de -734 $ab!a recibido de su $ermano 2olfi un giro
postal de -== liras, y en cada ocasin, la v!spera de estos acontecimientos, $ab!a soado precisamente eso% que
c$apoteaba en la mierda o que se a$ogaba, $undi"ndose $asta el cuello en el fango.
EH<u" apreciaba E. &. de estos sueosI
E&u parecido con la vida y su diferencia con la vidaL sus efectos profilcticosL su efecto tonificante tanto
sobre el alma como sobre el cuerpoL la ilimitada variedad y distribucin de los temas y de los contenidosL la
profundidad de sus abismos y la altura de sus vuelosL su erotismoL su libertadL la posibilidad de orientarlos mediante el
poder de la voluntad y de la sugestin Mun pauelo perfumado deba)o de la almo$ada, una msica suave en el
gramfono o en la radio, etc.NL su parecido con la muerte y el poder de acercarnos a la eternidadL su seme)an#a con la
locura, aunque, en realidad, sin verdaderas consecuenciasL su crueldad y su dul#uraL su capacidad de sonsacarle a la
gente sus secretos ms !ntimosL su sereno silencio, al que no es a)eno el gritoL su poder teleptico y espiritista para
comunicarse con seres le)anos o muertosL su lengua)e cifrado, que a veces puede ser entendido y traducidoL su poder
para reducir a una imagen las representaciones m!ticas de 5caro, ,$asvero, Vons, 0o", etc.L su monocrom!a y su
policrom!aL su similitud con el tero de la mu)er y con la boca del tiburnL su poder para transformar los lugares, las
gentes y los paisa)es desconocidos en conocidos y al rev"sL su capacidad de diagnosticar a tiempo varias enfermedades
y traumasL su duracin, dif!cil de medirL su $abilidad para confundirse con la realidadL su poder para conservar
imgenes y recuerdos le)anosL su falta de respeto por la cronolog!a y por la unidad clsica de accin, lugar y tiempo.
)+
EH+or qu" resumi el epistolgrafo su via)e de tres d!as a 0ovi &ad en tan slo dos o tres frasesI
EConsideraba irrelevantes para el curso posterior de los acontecimientos algunos asuntos, como la visita al
seor 'avans1i o a la seora @isc$er, y otros, como la visita a las oficinas del ferrocarril o al prroco, demasiado
delicados e incluso peligrosos para ser mencionados en una carta% por ser el primero un secreto profesional y el
segundo un secreto religioso, ambos go#aban de una inmunidad absoluta.
-;=
EH<u" le pidi al prroco My viceversaNI
E<ue le guardara el secreto.
EH2nde y cundo $ab!a $ablado E. &. anteriormente con personalidades espiritualesI
EEn -7=;, a sus catorce aos, $ab!a conversado durante unos veinte minutos con el rabino &teinovit#, al final
de la clase, en el pasillo de la escuela, sobre el tema de los milagros b!blicosL en -7=R tuvo una corta conversacin con
el mismo &teinovit# Men el mismo lugarN sobre el origen de la costumbre del Kanuca y de las pro$ibiciones del sbado,
as! como sobre ciertos misterios del cuerpo de los que el rabino no supo o no quiso $ablarleL en -7-3, en el tren $acia
2ombvr, $ab!a iniciado Msin identificarseN una conversacin con un )oven franciscano acerca del dogma, afirmando
que no creer en el dogma, sobre todo en el de la infalibilidad del +apa, no exclu!a la fe en 2iosL en -7 3 7 $ab!a
intentado convencer a un )esu!ta, de nuevo en un tren, de que el Pro6ocolo de los sa2ios de &i)n era una falsificacin,
un malintencionado plagio de un libro utpico publicado en 6ruselas en -4 : 9 ba)o el t!tulo de !i$lo9o en el infierno
en6re +a;uia1elo / +on6es;uieu, obra de un tal (aurice Voly, socialista utpicoL en -7;7, en Cetin)e, $ab!a $ablado
con el pope Lu1a sobre el origen de la patata $arinosa, de la que se sab!a con seguridad que $ab!a sido importada de
Gusia por +edro 5, as! como del admirable arte de embalsamar las manos y los restos de los santos cuyas reliquias
yacen en los monasterios, arte que al parecer $ab!a empe#ado a perderse, como mostraban los e)emplos de
momificaciones cada ve# menos conseguidas, as! la de *ladimir 5llic$, que la prensa vienesa $ab!a calificado de obra
de carniceros, sastres y maquilladoresL en -79= $ab!a conversado en la esquina de la calle +uc1os1ols1a con el rabino
6la$m, de 0. &., que le $ab!a aconse)ado que abandonase la bebida porque se avecinaban unos d!as en los que tendr!a
que mirar a la muerte a los o)os y entonces deber!a estar sobrio, y que le $ab!a propuesto que depositara cuanto antes
su dinero en un banco sui#o y le revelara el nmero de su cuenta a una persona de confian#a.
EH<u" procedimiento estil!stico utili# para anunciar la llegada del (ilagroI
ELa moderacin y el distanciamiento, as! como el br!o con el que minimi# el tema y el tono, equiparndolos
a lo cotidiano y banal% en el momento del Vuicio @inal slo se oir!a el tintineo de las cuc$aras y los tenedores de
$o)alata, ese tintineo id!licamente pequeoburgu"s de los cubiertos, que servir!a de contrapunto a la trompeta del
Vuicio @inal, y las formas maci#as de los armarios 6iedermeier no ser!an ms que quimeras visuales frente al caos
venidero, que no de)ar!a piedra sobre piedra.
E2espu"s del "xodo, Hqu" qued en el pisoI
E2os armarios en la $abitacin y una mesa co)a cubierta con un $ule en la cocina.
EH<u" faltabaI
E2os mesillas de noc$e con losa de mrmol MvendidasN, una cama de matrimonio MvendidaN, un aparador con
espe)o MvendidoN, un trinc$ero de cocina MvendidoN, cuatro sillas de madera MvendidasN, un fogn Mtirado a la basuraN,
una salamandra Mvendida a los c$atarrerosN, una mquina de coser de la marca &inger Mconfiada a la seora @isc$erN,
los marcos de las fotograf!as de familia Mtirados al fuegoN.
E2escriba los armarios.
E2os armarios antiguos de nogal, con un solo batiente, antao de muc$o brillo, con una cornisa encima de la
puerta Mdos arcos formando ondasN y unas estili#adas rosas de madera cuyo cora#n era una voluta en forma de
caracola, como el clavi)ero de un contraba)o.
EH<ue $ab!a en su interiorI
EEn uno de ellos, dos edredones de pluma apelma#ados y sin funda, y en el otro, slo peridicos vie)os y una
ca)a de cartn llena de fotograf!as de familia.
EH<u" representaba la fotograf!a que sac de la ca)a de cartn, de cuclillas delante del armarioI
E, un )oven de unos diecioc$o o veinte aos, con el pelo cuidadosamente cortado y peinado con raya, de
boca grande y nari# recta. Las solapas de su abrigo oscuro estaban forradas de seda negra y brillante, y su largo cuello
parec!a an ms largo por estar ceido con un alto cuello posti#o, deba)o del cual aparec!a el nudo de una pa)arita
blanca.
EH<u" pudo constatar el modelo respecto a su fotograf!aI
-;-
E,l descubrir por casualidad su rostro en el espe)o del armario abierto, pudo constatar con triste#a la funesta
accin del tiempo sobre su rostro.
E/bserve y describa las dems fotograf!as.
E>na mu)er esbelta con una nia en bra#os. 2etrs de ella, la panormica turbia y nebulosa de una ciudad%
las c$imeneas de las fbricas, un campanario, un rbol nudoso. ,l reverso% Ga2nella e .ull/8 (ries6e Msin fec$aN.
PEn la esquina superior i#quierda, un sello Mel emblema y la corona de &an VuanN. E. &. con corbata y peinado
con raya. ,l reverso% +a9/ar Pir$l/i -llam1as>6ak8 ?P^ni9l8 un9. &.,,.&E5&E06,K0E0,
&]E(QLJ,]/0/&&g'5 5',]/LXVE'JN 52E0.5.i.&K,G.E. "as>6on 1a9/ 2aj)n 1al) u6az$sn$l a
szem<l/azonoss$9 i9azol$s$ra _ `um %ac7Deise der Iden6i6N6 2ei Ca7r6en auf Eisen2a7nen und &c7iffen8 Pel6 _
!a6um: P<cs, B930 $pr8 B8 A 6ulajdonos n<1al$ir$sa _ n6ersc7rif6 des In7a2ers: E8 &8
B6
P.res muc$ac$as entre los diecis"is y los veinte aos, por orden de altura. La ms ba)a MHla ms )ovenIN tiene
dos o tres flores silvestres en la mano y un la#o en sus cabellos sueltos. La segunda Mla del medioN lleva una pequea
medalla al cuello y una blusa con escote de enca)e. La tercera tiene los bra#os detrs de la espaldaL lleva un vestido a
rayas claras y con solapas tableadas, un collar con muc$os colgantes, cabellos oscuros peinados con flequillo. ,l
reverso% Ce6inje, v --- ci 7 3-. &ello% &. Kendler, \ien, 555 &teingasse 0r. 7.
P2os c$iquillos, un nio y una nia, de unos tres a cinco aos, con atuendo deportivo y c$anclas, abra#ados en
un banco blanco.
PE. &. con gafas de montura metlica y cuello posti#o. ,l reverso% #eci2idos dinares 6 00 ?en le6ra:
seiscien6os@, suma ;ue888 =irsc7l888 en pa9o de888 Mel resto ilegibleN.
P>na niita de dos o tres aos, con una mano deba)o de la barbilla, un la#o en el pelo. *estido tableado. La
mirada al#ada $acia las le)an!as celestes. ,l reverso% Pos6ear$ c Car6e p)s6ale8
P>na fotograf!a de escuela% once nios y doce nias con la seora maestra y otra seora ms a un lado,
probablemente una vigilante o una mu)er de la limpie#a.
PE. &. con barba y raya al lado. ,l reverso% -7-7.
P2os nias y un nio, detrs de un arbusto raqu!tico. , lo le)os se distinguen las cintas blancas de un camino
que desciende en l!neas oblicuas y paralelas tra#adas en la roca. 6a)o la l!nea discontinua y sinuosa donde se unen la
tierra y el mar, aparecen fiordos profundos y ba$!as, separados por montaas rocosas y escarpadas. ,l reverso%
-:c*555c -7;7.
PEn primer plano, una parte de una boca de riego o de una alcantarilla. 2os finos arbustos de adelfa plantados
en maceteros de madera cuadrados. Enfrente de la primera adelfa se encuentra un nio de piernas arqueadas,
probablemente en edad de empe#ar a andar, que desmiga terrones con sus dedos. Entre los dos arbustos, sentada en
una sillita, una nia con un la#o en el pelo. ,l fondo se distinguen la fac$ada trasera de un edificio y una puerta de
madera, la entrada a un stano o a un trastero. ,l reverso% Co6o Aleksic, %o1i &ad, -7;8.
P>na mesa puesta, a la altura de la puerta, colocada a lo largo, de tal modo que se ve acortada. La celebracin
de una cena o de una boda. La cabecera de la mesa est desocupada, pero el plato de porcelana est a$!, as! como un
vaso de vino tinto medio vac!o. En el extremo opuesto a la cabecera est sentada una mu)er con un moo alto y un
vestido negro. , cada lado de la mesa, casi a la misma altura, sim"tricamente, dos mu)eres vestidas de negro sentadas
de perfil, as! como un $ombre y otra persona ms que no se ve distintamente. .odas las miradas estn vueltas $acia la
puerta. ,caso $acia donde acaba de desaparecer el protagonista de esta fiesta o boda. / tal ve# los invitados est"n
mirando al ob)etivo del fotgrafo. >na mu)er )oven, que podr!a ser la novia, tambi"n mira en la misma direccinL el
cabello oscuro, pendientes, una peineta de celuloide su)etando el moo. ,l reverso% Co6o Aleksic, e6c8
P>na mu)er )oven MbustoN, la de antes. El cuello largo y blanco, los o)os grandes y oscuros, el cabello oscuro
recogido en un moo, unos pendientes como dos gotas negras de alquitrn, una peineta de celuloide su)etando el
moo.
La mano derec$a, en su rega#o, su)eta un pauelo blanco o un guante. En el dedo anular, dos sorti)as% una
alian#a y un anillo con un adorno parecido a una $ormiga. ,l reverso% Co6o "ujo1ic, Ce6inje8
-;3
PE. &. 2el pequeo bolsillo de su abrigo sobresale un lpi# de carpintero amarillento, con la punta afilada
$acia fuera. &e $a inclinado $acia delante como si $urgara entre unos documentos, vie)os manuscritos, cartas
descoloridas o fotograf!as amarillentas. 2etrs de "l se observan dos armarios antiguos, con volutas en forma de
caracola. El resto de la $abitacin no se ve bien.
P>na instantnea tomada en la calle. E. &. y otro $ombre de su misma edad levantando sus sombreros. 2elante
de ellos, dos nios y tres nias. >na de las nias su)eta una muecaL otra, un ramo de lilas. En la fotograf!a pueden
contarse unos die# peatones ms. ,l fondo, un monumento. El monumento se ve de espaldas. Encima del #calo de
mrmol se yergue un $ombre que da un paso firme con su pierna derec$a. &u bra#o derec$o est al#ado en un gesto
pat"tico, el dedo !ndice apuntando probablemente $acia el campanario que aparece a la derec$a. En primer plano se
ven las fac$adas de algunos edificios con los rtulos% As6ra, #o/ al, Co6o Aleksic, Pelu;uera, El Jardn, as! como un
panel publicitario ilegible en el que aparece un $ombre levantando su sombrero. ,l reverso% Co6o Aleksic, %o1i &ad,
-7;7.
EH<u" $i#o E. &. tras $aber vuelto a colocar las fotos revueltas en la ca)a de cartnI
E@ue a la cocina, sac el ca)n de la mesa y lo puso tal cual, con los cubiertos, entre los dos edredones. Lo
mismo $i#o con un par de cacerolas y con las rec$onc$as patas del armario, parecidas a bolos de madera.
EH<u" direccin anot en los armariosI
ECon su lpi# cuadrado de carpintero, escribi en los lados y en la parte de atrs de los armarios su direccin
Mcomo destinatarioN y anot a la seora ,gnes @isc$er Mcalle *ite#, 3 8, 0ovi &adN como expedidora.
EH<u" acontecimiento pudo $aber sido considerado como el dedo de 2ios y como el primer presagioI
E>n tenedor cay del armario como por arte de magia, el nico que no era de $o)alataL cay sobre el cemento
delante de la puerta y, vibrando por un momento como una lib"lula, sigui #umbando unos instantes como un
diapasn.
E&iendo el ltimo en abandonar la casa, )usto detrs de los cargadores, Hen qu" se fi) E. &.I
EEn las paredes.
EH<u" vioI
ELos marcos de polvo en los lugares donde $ab!an estado colgadas las fotograf!as de familia y una
reproduccin de la (ona Lisa recortada de una revista, as! como una litograf!a en color titulada 2,&
&.>@E0,L.EG 2E& (,00E&,
-8
que le $ab!a regalado, $ac!a menos de un ao, el difunto (oricL dos pequeas
salpicaduras de l!quido en el tec$o, parecidas a la explosin de una granada antia"reaL una manc$a de grasa donde
antao estaba la cama, en el lugar de la pared en el que apoyaba la cabe#aL los dibu)os verdosos del mo$oL sombras
c$inas en los sitios donde la cal se $ab!a desprendidoL estampas dibu)adas por la $umedad.
EHEn qu" pensabaI
EEn la posibilidad de leer el destino en las manc$as de las paredes, por analog!a con la prueba de Gorsc$ac$%
el paciente se coloca, en su apartamento o en su celda, delante de las manc$as de la pared y las interpreta delante de
los m"dicos.
EH+or e)emploI
EOH<u" ve usted en esta manc$aIP. OEl marP. OHJ qu" msIP. O>n barco flotando en alta mar..., un sapo...,
una mariposa negra..., una vagina..., las fauces abiertas de un perro..., una vagina Mya lo $ab!a dic$oNP. O&iga, siga%
Hqu" ms ve en esta manc$a, seor E. &.IP. OLa fotograf!a de mi fosa il!aca en el momento de la concepcinP. OTLa
concepcinU H<u" concepcinIP. O5ntelectualP. OH<u" es lo que est concibi"ndose en su intelectoIP. O+uer6e,
seorUP.
E(irando atrs por ltima ve#, tras $aber cru#ado el umbral de la puerta y $aber dado su primer paso, Hqu" le
pareci entrever, sin poderlo )urarI
ELe pareci ver una rata gris correr de un agu)ero a otro, en el lugar donde $ab!a estado $asta $ac!a poco uno
de sus armarios.
-;;
EHCmo se desarrollaron los acontecimientosI
E+rimero sali una nube de polvo por una de las ventanas abiertas, la ltima mirando $acia la puerta de la
tapia, como el $umo de un can tras $aber $ec$o fuego. Luego por la anterior. El polvo fue saliendo despu"s por
orden, a intervalos regulares, por las otras dos ventanas, como si fueran troneras, para enseguida aparecer en la parte
des$abitada de la casa, donde $ab!a un stano o un trastero Men el ala del edificio enfrente de la boca de riegoN. La ola
destructora cru# luego el te)ado, arrastrando las tablillas, las vigas y las paredes.
EHCunto tiempo dur todo estoI
E>nos minutos o unos segundos.
EH<u" se oyI
ELos cristales estallar, los ladrillos y las tablillas pulveri#arse, las tablas romperse y cru)ir como en un
incendio.
E2e pie al lado de las ruinas, al lado de la tapa de la boca de riego, el pelo encanecido por el polvo, como por
un susto terrible, Hqu" necrolgica compuso para sus adentros el milagroso supervivienteI MCrnica en el peridicoN.
EOE. &., padre de la muromancia o interpretacin de las manc$as de las paredes Mpalabra que en nuestra
regin de +anonia se conoce ms por el nombre de paredomancia o judeomancia,
-4
siendo este ltimo tal ve# ms
adecuadoN, perdi la vida el pasado -4 de mar#o ba)o los escombros de la casa en la que practicaba esta oscura magia
que "l mismo llamaba ciencia. 2e esta forma, este &c7Darzkuns6ler omnisapiente $a sido v!ctima de sus propias
maquinaciones. La casa de 0ovi &ad en la que $ab!a residido $asta $ac!a poco tiempo Mcalle 6emova, 3-, antes calle
,lemanaN, alquilada a la seora ("s#ros, se derrumb en el momento en que el autor del oscuro libro MmanuscritoN
+uroman6isc7e &c7rif6en
B9
intentaba copiar algunos motivos de las manc$as murales producidas por la $umedad, con
los que pretend!a demostrar, negro sobre blanco, la exactitud de sus teor!as. &egn la declaracin del seor Kanifovic,
porteador, domiciliado en el muelle del 2anubio, E. &. les $ab!a dado una conferencia, a "l y a su ingenuo compaero,
el seor +upavac, sobre la importancia y las posibilidades de esta acienciab, afirmando que todo su destino y el destino
de su familia estaba escrito en estas manc$as tan claramente como en la palma de la mano, airrevocablemente, como
en los rollos de la &anta .ora$b YXsicQN. Los dos porteadores $an desmentido con sus declaraciones la falsa
informacin segn la cual E. &. $abr!a pretendido que en una de esas manc$as, en uno de estos arollos de la .ora$b,
$ab!a visto el d!a y la $ora de su muerte, muy prxima. &egn la declaracin del seor +upavac, porteador, uno de los
testigos del misterioso accidente, ael +adre de la (agiab no $ab!a dic$o ni la ms m!nima palabra acerca de su
desgracia inminente, sino que en el momento en que la casa se derrumb estaba discutiendo con los porteadores el
precio del transporte de los mueblesP.
EHCul fue la causa del derrumbamientoI
E,l principio E. &. se inclinaba a creer que se trataba de un terremoto cuyo epicentro se encontraba en algn
lugar ale)ado, o de la violenta explosin de algn depsito de municiones.
EH+udo encontrar alguna noticia que confirmara sus $iptesisI
E0o $ubo noticia alguna ni en los peridicos ni en la radio, ni el mismo d!a ni despu"s, de un terremoto en
Europa central ni en los 6alcanes, ni en cualquier otro lugar del mundoL en cuanto a la explosin de un depsito de
municiones, tampoco $ubo noticia alguna, lo que por otra parte es comprensible, pues podr!a $aber pasado ba)o
secreto militar.
EH+or qu" no pudo establecer un nexo causal entre el derrumbamiento de la casa y el despla#amiento de los
armariosI
E+orque los armarios no tocaban las paredes.
EH<u" es lo que E. &. estaba dispuesto a creer, en el marco de un ra#onamiento positivistaI
E<ue la casa se $ab!a derrumbado por culpa de aquella rata% el animal $ab!a encontrado en los cimientos, en
la ra!# de las paredes, el punto de interseccin de las fuer#as sobre el que todo descansaba.
EH<u" es lo que no estaba dispuesto a creerI
-;9
E<ue $ab!a sido el a#ar el que le $ab!a indicado este punto a la rata.
EH<u" preguntas segu!an sin aclararseI
E<ui"n le $ab!a dado a la rata la orden de roer este punto. J por qu" precisamente en aquel momento, en
aquel d!a y en aquella $ora.
EHCules msI
EEn qu" idioma le $ab!a sido transmitida la orden.
EHGespuesta posibleI
EEn $ebreo.
EH+or qu" no estaba dispuesto a creer que $ubiera intervenido el a#arI
E+orque ten!a ms fe en la interdependencia de las cosas, en las leyes deterministas del 2iosDnaturale#a,
segn el principio general de la causa sui.
EH<u" cre!aI
ECre!a que el a#ar no exist!a como fenmeno ob)etivo, no slo en la gran escala del universo, sino tampoco
al nivel de los ms !nfimos acontecimientos, como por e)emplo cuando alguien es el ltimo en abandonar su piso,
)usto detrs de los porteadores, y al volver la vista atrs para ec$ar una ltima mirada a su morada de los ltimos dos
aos, para abarcarlos con una sola mirada Mnostlgica, a pesar de todo, porque en la ra!# de esta mirada est la
conciencia de lo ef!mero revelado por los cambios, de lo ef!mero y de la muerte intuida y cercanaL nostlgica a pesar
de la experiencia negativa que re#uman las paredes $medas del piso abandonado para siempre, a pesar de las
salpicaduras traidoras en el tec$o, a$! donde romp!a vasos en los momentos de rabia y desesperacinN, cuando alguien,
pues, es el ltimo en abandonar su piso, con una mirada nostlgica, y la casa se estremece en ese preciso instante $asta
sus mismos cimientos, violentamente, como ba)o el peso de la mirada, ba)o el peso de todas las desgracias Mlas de "l y
las a)enasN que se $an ido concentrando en ese piso a lo largo de los aos, sosteniendo el frgil vac!o de sus frgiles
paredes, llenando el espacio con su masa compacta, ba)o el peso de las desgracias y de los pensamientos a$!
encerrados como al vac!o, comprimidos $asta reventar y que de pronto empie#an a surgir, a brotar por todas partes,
con una terrible explosin provocada por su mirada llena de desprecio, como una colilla tirada en una bolsa de gas
natural en medio del barro pannico.
EH, qu" pensamientos se entregaba a$oraI
E+ensaba en las consecuencias que $ubiera podido sufrir de $aberse quedado un solo instante ms en la casa
para llevar a cabo la idea que $ab!a surgido a un tiempo en su ve)iga y en su conciencia Mo a la inversaN, es decir, de
$aberse puesto por casualidad a orinar, tal y como $ab!a considerado $acer en un momento dado, contra las paredes
mo)adas de su antigua vivienda% las vigas y los ladrillos se $ubieran desmoronado sobre su cabe#a Migual que el pico
sobre la cabe#a de Lev 2avidovitc$ 6ronsteinN, sobre su incipiente calvicie en medio de su cabellera cenicienta, sobre
aquella tonsura que parec!a predestinada al pico del sino vengador% malleus iudeorum8
EH<u" imagen brot de su recuerdoI
EEl cerebro del seor @reud, el ciru)ano.
EH<u" iluminacinI
EEl refle)o purpreo del sol, como un incendio, sobre la fac$ada acristalada de una fbrica de )abn en Kotor,
en el ao -7 ; 7, y una nube contemplada desde las alturas celestes, por encima de la ba$!a.
EH<u" imagen construy E. &.I
ELa bragueta abierta, el miembro $inc$ado, la cerve#a caliente Mque se $ab!a tomado con los porteadores en
la cafeter!a de la estacinN manando lentamente de su ve)igaL el c$orro dorado queda cortado de repente por las ti)eras
de la muerteL el flu)o de la inyeccin caliente de orina que estaba incrustando en la pared, como un caballo, se $a
interrumpido, y del miembro flccido, distendido como un elstico, fluye un delgado $ilo, ya no un c$orro, sino tan
slo una fuga, que recuerda la tripa de cerdo con la que )uegan los nios, el goteo de un grifo mal cerrado que ni
-;R
siquiera la mano de la muerte $a conseguido detenerL el $ilo de l!quido que se derrama por deba)o de "l y a su
alrededor se infiltra en la escayola porosa y en las gruesas capas de cal, por las grietas de las vigas carcomidas y de las
tablas, en el polvo que absorbe la orina como la ceni#a de cigarrillo absorbe la tinta.
EHCul fue la postura de E. &. frente a este $ec$oI
EJa no se trataba de su muerte prxima, presentida, sino de su muerte pasada, ba)o los escombros de la casa
de 0ovi &ad, luego de una muerte que ya $ab!a superado, de un Leteo que ya $ab!a cru#ado a nado% un apacible pos6
fes6um, cuando el cuerpo ya no es esclavo, cuando la ve)iga ya se $a vaciado como la tripa de un cerdo, cuando la
sangre ya se $a coagulado encima del crneo roto, cuando los o)os ya estn glaucos, cuando el alma ya se $a liberado
de sus ataduras terrestres.
EH<u" pregunta se $i#o, cerrando los o)osI
EH,donde conduce todo lo que es y todo lo que no es My lo que podr!a serNI H,donde conduce, si )unto con el
cuerpo, con el o)o, con los test!culos, tambi"n muere el esp!ritu, esta nube, ncleo del cora#n en el cora#n del
cora#n agoni#anteI H+or qu", si no es para sobrevivir al frgil polvo del cuerpo, para que se unan en la ms perfecta
quintaesencia el pasado, el presente y el futuro, el conocimiento y la intuicin, el fino polvo y la nube, fusin de todos
los sentidos, fusin del cora#n y del cerebro, para que todo esto se una en una pequea nube eterna, en un vapor de
nube, y siga viviendo como conocimiento y esenciaI
E(ientras su esp!ritu flotaba en las alturas celestes como una nube a#ul, Hqu" $ac!a su reserva terrestre, la
parte restante de este esp!rituI
E&e limitaba a contemplar las consecuencias terrestres de la muerteL las contemplaba como lo $ar!a 2ios o
los buenos escritores de antao% ob)etivamente.
EHLa ltima imagen Mob)etivamenteNI
EEn su o)o desorbitado, como en el ob)etivo de una cmara fotogrfica o en el o)o arrancado del C!clope, ya
no se refle)aba el paisa)e terrestre de la casa, los maceteros de madera con sus adelfas y la boca de riego, sino una
ruina% el momento en que la escayola se pulveri# y las paredes se derrumbaron, plasmado para la eternidad% una nube
de polvo y unos ladrillos parecidos a enc!as desnudas.
E2escriba con el menor nmero de palabras posible el ambiente en el instante del desmoronamiento de la
casa.
EConfusin momentneaL estupor.
EH<u" vino despu"s del estuporI
ELa desbandada, el pnico, llamadas de socorro.
EH<ui"n fue el primero en acudirI
ELos porteadores se precipitaron sobre los escombros, con las manos vac!as, protegi"ndose del polvo la boca
y la nari# con un pauelo sucioL luego retiraron los ladrillos y los pesados bloques.
EH, qu" casta pertenec!an los porteadoresI
E, la gran casta de los parientes de la muerte, a la que tambi"n pertenecen los bomberos, enterradores,
empleados de pompas fnebres, m"dicos, enfermeros, )ueces, verdugos, polic!as, agentes secretos, bandidos, popes,
imanes, rabinos, sc7o7e6s, carniceros, titiriteros, esp!as, domadores, ases del automovilismo, limpiadores de cristales,
deportistas, pilotos, soldados, oficiales, generales, ferroviarios, pescadores, marineros, escafandristas, mineros,
ciclistas, automovilistas, via)eros, peatones, alpinistas, exploradores, qu!micos, faquires, encantadores de serpientes,
perreros, veterinarios, alco$licos, vegetarianos, gastrnomos, drogadictos, fumadores, enfermos, neurast"nicos,
melanclicos, $ipocondr!acos, psiquiatras, profetas, revolucionarios, farmac"uticos, lunticos, funmbulos,
electricistas, filsofos, fontaneros, albailes, limpiac$imeneas, amas de casa, suicidas, amantes, adlteros,
funcionarios, ca#adores, guardas de ca#a, recaudadores de impuestos, aduaneros, ladrones de los bosques,
guardabosques, vendedores de ceni#a, guardas nocturnos, reparadores de ascensores, ascensoristas, desvali)adores,
)uristas, guardafrenos, palafreneros, coc$eros, arrendatarios, apicultores, pastores, agricultores, prostitutas, ancianos,
pintores de puentes, constructores, bu#os de campana, buscadores de oro, )ugadores, poetas, boxeadores, plusmar
-;:
quistas, dinamiteros, marinos, )uerguistas, comerciantes, asesinos a sueldo, $erreros, sopladores, ca#adores de
$ombres, esclavos, amos, tratantes de esclavos, presidentes de repblicas, emperadores, reyes, vulcanlogos,
recogedores de pltanos, barrenderos, postillones, mon)as, fieles, infieles, guardas de $arenes, pac$s, millonarios,
mendigos y los dems.
EH<u" parecido puede apreciarse entre un porteador y un enterradorI
E>n parecido en la accin% transporte de vestigios terrestres de una morada a otraL sangre fr!a y $abilidad en
el mane)o del embala)e de maderaL utili#acin de cuerdas como accesorioL f!sica y metaf!sica al servicio de lo
cotidiano.
EH<u" ruidos se oyeronI
El c$irrido de las vigas carcomidasL el desprendimiento de la escayola, con retardo y prolongado, como el
c$asquido de una cacerola de esmalte al desconc$arse.
EH<u" otra imagen pudo captar el o)o moribundoI
ELas campnulas descoloridas de los motivos murales que centelleaban a trav"s del polvo, deba)o de los
pesados bloques.
EH>na copla para la circunstancia Mbecarac, #arda, #arabandaNI
Key, que sobre mi tumba,
campnulas cre#can.
Key, que sobre mi tumba,
los muc$ac$os beban.
EHGuido que cubre el tintineo abstracto de las campnulasI
EEl aullido de la sirena de las ambulancias.
EHCosas c ob)etosI
ECamilla, bata blanca, estetoscopio, bra#alete con el emblema de la Cru# Go)a, maletines de cuero, palas,
a#adas, picos, manguera de goma.
EH+blicoI
E0ios, vecinos, periodistas, curiosos.
EHCmo se desarrollan las operaciones de salvamentoI
ELos porteadores levantan un lien#o de pared $aciendo palanca con una barra, descubren deba)o a su
MexDNempleador y le vuelven boca arriba. *an a lavarse las manos con el agua de la manguera que alguien $a
enc$ufado a la boca de riego, mo)ando el polvo que se $a levantado tras el derrumbamiento.
EH<ui"nes aparecen entonces en escenaI
ELos cargos oficiales% m"dicos, enfermeros, polic!as.
-;8
EH<u" anotan los empleados oficiales en la rbrica% 2Y,, K/G, J (50>./ 2EL &505E&.G/I
E2iecioc$o de mar#o de mil novecientos cuarenta y dos, diecisiete $oras y doce minutos.
EEstable#ca la lista oficial de los bienes del difunto.
E6illetero de piel de cerdo Muna unidadNL pauelo de tela Muna unidadNL lpi# con portalpi# Muna unidadNL
lpi# amarillo de carpintero Muna unidadNL )uego de llaves Mtres llavesNL paquete de cigarrillos de la marca &ymp$onia,
ca)a blanda Mempe#adoNL ca)a de cerillas Muna unidadNL relo) de bolsillo de la marca Longines Muna unidadNL calderilla%
3,4= p. M3 pengs con 4= fillersNL fa)o de recortes de peridicoL cuaderno Muna unidadNL tra)e gris Muna unidadNL #apatos
negros Mun parNL camisas Mdos unidadesNL cal#oncillo Muna unidadNL corbatas Mcuatro unidadesNL cuellos posti#os Mcinco
unidadesNL portafolios de piel de cerdo Muna unidadNL paquete de $o)as cuadriculadas Muna unidadNL calcetines Mtres
paresNL maquinilla de afeitar Muna unidadNL botn de $o)alata Muna unidadNL toalla pequea Muna unidadNL un par de
pin#as de madera para ropa.
ECite la lista de los documentos encontrados en el billetero del siniestrado.
E>n carn" de identidad, nmero 33R9:9, expedido el -- de enero de -79- en 0ovi &adL un abono de
transportes del ferrocarril, de primera clase, nmero R::::, expedido el 4 de noviembre de -79- McaducadoNL recibos
del pago del alquiler para los meses de octubre, noviembre y diciembreL una copia del acta de bautismo de la iglesia
ortodoxa de la ,scensin en 0ovi &ad, a nombre de los miembros de la familia del siniestradoL el certificado de un
examen m"dicoD)ur!dico, expedido por el tribunal del distrito de Kovin.
ECite el texto !ntegro de este certificado.
EOEn el asunto de la in$abilitacin de los derec$os y responsabilidades del seor E. &. de 0ovi &ad, el
tribunal del distrito de Kovin, teniendo conocimiento del atestado con fec$a de 3R de mar#o de -79=, referente al
examen m"dicoD)ur!dico del enfermo E. &., llega a la siguiente conclusi)nL el tribunal del distrito de Kovin, en virtud
del art. -79 j 3 y -=, autori#a al paciente restablecido E. &. a abandonar el $ospital psiquitrico de Kovin con la
condicin de que su esposa leg!tima, como asistente provisional del enfermo, asuma la responsabilidad de cuidarlo y
mantenerlo, con la seguridad de ingresarlo, en caso de empeoramiento del estado de salud del paciente, en el instituto
para el cuidado de las enfermedades mentales ms prximo. +or la misma, se invita a las autoridades civiles de 0ovi
&ad a deducir de los bienes del enfermo la cantidad de 3 R dinares por cada m"dico especialista, es decir, de R o
dinares en total, a t!tulo de retribucin del reconocimiento m"dico del paciente, y a entregar dic$a suma en este
)u#gado. +o6i1os% el paciente $a sido reconocido en el $ospital psiquitrico estatal, y los especialistas consideran que
no es apto para cuidar de s! mismo y de sus bienes, pero teniendo en cuenta la importante me)or!a en su estado de
salud y el $ec$o de no ser peligroso ni para "l mismo ni para su entorno, puede confiarse su cuidado, al tratarse de un
individuo inofensivo y restablecido, a sus parientes. En base a este informe m"dico, el tribunal $a concluido como en
el acta antes citadaP.
E2!a, mes y ao de nacimiento del siniestrado Mcontinuacin del atestadoN.
E-- de )ulio de -447.
EHCul es su signo del #od!acoI
EEl cuarto signo, llamado Cncer MParaka6a, kcangre)olN, s!mbolo de la estacin del verano, ba)o el brillante
resplandor de la estrella &irio, que anuncia el solsticio de verano, en la casa #odiacal a treinta y un grados de amplitud,
para extenderse desde el solsticio de verano $asta el equinoccio de otoo, cuando las fuer#as del d!a estn dominadas
por las fuer#as de la noc$e.
EH6a)o el signo de qu" planetas estI
EEl de la Luna, que tiene ascendiente sobre sus mareas sensoriales, sobre su fertilidad, su sensibilidad, su
imaginacin, su lirismo, sobre su sueo agitado, su euforia digestiva, su pere#a, su sumisin a la fatalidad del destino,
su vagabundeo melanclico, sus man!as, $isterias y miedosL el de (arte, que le confiere cierta agresividad que se
manifiesta en forma de luc$a contra la familia y la religinL el de &aturno, que crea con su signo una peligrosa
interferencia, con tendencia al retraimiento, al encierro en su conc$a, de a$! su introversin, su soledad glacial, sus
aberraciones esqui#oides.
EH2e qu" elementoI
-;4
EEl agua, porque su alma nada en un mar de sensaciones opuestas, y su linfatismo provoca una pere#a
aparente y una ausencia de movimientos, mientras que deba)o de su conc$a se desarrolla una intensa vida noctmbula.
EH&ignificado del signoI
EConcepcin, esperma, fertilidad, fruto.
EH+rincipios del s!mboloI
E+rofundidad, abismo, po#o, fosa, cueva, bolsillo, vientre, vagina, )arrn, botella.
EH&entido general del signoI
ELos cuatro aspectos de la causa original, +arabra$manL el cuarto elemento complementario del tringulo
oculto o de los dos tringulos.
EHLados del tetragramaI
E>nidad en lo personalL dormir sin soarL sueo como pensamiento expresado en imgenesL vela como
expresin y refle)o del pensamiento.
EHLados del tringuloI
5ntuicin Maportacin del sueoNL deduccin Maportacin de la inteligenciaNL verificacin Maportacin de la
dudaN.
EH.r!pode vegetalI
E&edD$ambreDvigilia.
EH/rganos expuestosI
E+ies, tibias, dedos, prstata, pncreas, $!gado, ve)iga, simptico, glndulas, crneo.
EH@ormasI
E,gudas.
EH&igno af!nI
E+iscis. Concebidos en el mismo elemento, Cncer y +iscis tienen muc$os rasgos comunes, se
complementan y a veces tienen la misma escritura... &e entienden intuitivamente y se inclinan $acia un mismo ideal de
belle#a. &u relacin es apasionada, profunda y duradera. Encantamiento y lucide#.
EH.endenciasI
E+asividad, narcisismo.
EH@uncionesI
E*er, dudar, experimentar.
EH,ccinI
ECrear, multiplicar, soportar, velar, volar, escribir, navegar, dormir.
EH/b)etosI
E6astn, ropa, sombrero, peridicos, portaplumas, silla, malet!n.
EHLugaresI
-;7
ECervecer!a, vagnDrestaurante, tienda, librer!a, biblioteca, baos pblicos, bosque, feria, carnicer!a, guiol,
circo, procesin, misa, atrio de iglesia, cafeter!a, sinagoga, subasta, banco, estacin de ferrocarril, fiacre, panader!a,
fbrica, manicomio.
EH<u" descubrieron los obreros al quitar los escombros de la casa de la calle 6emova, 3-I
EEn los cimientos del edificio encontraron una ca)a de cristal verde $erm"ticamente cerrada, que conten!a un
manuscri6o con una esmerada caligraf!a y algunas monedas de curso legal.
ECite el texto del manuscrito.
EOEl plano de esta casa $a sido diseado por LudBig 2et#er y la edificacin es obra de 2es# 2et#er, de
6udapest. En el mismo ao, "ste construy muc$as otras viviendas as! como el ayuntamiento de &ombor. En dic$o
ao reinaba @rancisco Vos". Kab!a guerra en 6osniaDKer#egovina. Kubo un eclipse de sol y apareci un cometa. En
primavera $ab!a tan poca agua en el 2anubio que, cerca de +a1sa, la gente lo cru#aba a pie sin mo)arse. ,quel mismo
ao los )ud!os fueron perseguidos en Gusia. Los cimientos $an sido bendecidos por 0i1ifor Van1ovic, ayudante del
arc$imandrita. Los cimientos $an sido colocados el -- de )ulio de -447P.
EH<u" civiles $abr!an expresado su p"same por telegramaI
E&us $ermanas de Ker1abarabs, &#entadorin, &#iget y Cses#treg, su $ermano de .rieste, las familias
2ras1ovic, *u)ovic y 2ragicevic de Cetin)e, el doctor *i1tor 6ugal), tambi"n de Cetin)e, las familias &ida1, 'avans1i,
Korvat, &c$Bar#, 6aumann, +opov, Gnai, 6erec#, 'uttmann, Kostic, 6s#rm"nyi, Van1ov, (ir1ovic, Klein,
Konstantinov, *asil)evic, Kesic, +rotic y Kro$n de 0ovi &ad, las familias Krauss de &ombor, ]iegler de &ubotica,
(ayer de +ors#ombat, el doctor +apandopoulos de Kovin, Gosenberg de 6a1sa, las familias @isc$er, 6er1i, +ap,
Lerm, Kis, &c$lang y Ko$n de 6udapest, la familia Cu1l)evic de &id, la familia ,. /1olican)i de ]agreb, la familia
Koritsans1i de *iena, el doctor ,bravenel de .oronto, (. (argelius de 'alit#ia, L. +"re# de 6rasil, ,arn Ceitlin de
Verusal"n.
EH<u" institucionesI
ELa Compa!a Jugoslava de @errocarriles ,fligidos, (agyar ,rva *asta1, la /rgani#acin de las 0aciones
2oloridas, las ,sociaciones &ionistas 2esconsoladas, la 5nternational C$eerless C$ess @ederation, el +en Club
,penado.
EH<u" ritual imaginabaI
E2udaba entre una modesta ceremonia fnebre en la intimidad familiar Msegn el deseo del difuntoN y un
funeral de primera clase con muc$o boato Mlos costes a cargo del Estado, por supuestoN y con la participacin por igual
de representantes religiosos de todas las confesiones.
EH<u" le atra!a de esta segunda varianteI
EEl toque est"tico y cosmopolita% la alternancia de los lamentos del rabino M$ebreoN, el contrapunto catlico
Mlat!nN, los cantos ortodoxos Meslavo antiguoN y los plaidos musulmanes MrabeN.
EH+or qu" solucin se inclin al finalI
E+or una solucin intermedia, una especie de compromiso% en esta tercera variante, una comitiva gitana
deber!a ir tras su atad tocando tristes romances de amor y de muerte.
EH<u" no $abr!a de faltar en esta tercera varianteI
E>n c!mbalo, aunque $ubiera que llevarlo en $ombros, como un atad de reserva, o empu)arlo en una
carreta, del mismo modo en que $ab!an movido los c!mbalos para "l, cuando viv!a, de un rincn a otro en los
restaurantes e incluso en las calles.
EH<u" farsa cab!a esperar en la parte mosaica del ritualI
E<ue 'yula M'eorgesN desgarrara su abrigo nuevo de 6Deed con excesiva facilidad, siguiendo
cuidadosamente las costuras, lo que demostrar!a que $ab!a cortado previamente algunos $ilos en el cuello y en las
-9=
mangasL que Gebeca arrancara de s! un mugido como el de una vaca rabiosa, pero en ningn caso sollo#osL que 0etty
se limpiara la nari# con un pauelo bordado de negro, pero ms por estar acatarrada que por el dolor del llanto.
EH<u" otra variante podr!a considerarseI
E<ue la banda de msica de los ferroviarios de &ubotica, ganadora del campeonato de bandas de msica
centroeuropeas celebrado en 6udapest en -7 ; 6, tocara el &almo --9 de (endelsso$n, cumpliendo los deseos del
difunto.
ECite el texto !ntegro de la oracin fnebre que E. &. pronunci sobre la tumba de un tal 6"la &ternberg,
inspector ferroviario, que en diciembre de -7 9- se $ab!a tirado ba)o las ruedas de un tren de mercanc!as a la entrada
de un tnelL oracin publicada con abundantes y drsticos cortes practicados sin previo conocimiento del autor en .a
"oz del Cerrocarril, nmero 3-4, del 3 o de diciembre de -7 9-.
EOT&eoras y seoresU .ransportar personas en el espacio, luego tambi"n en el tiempo, es una tarea sublime y
digna de alaban#a, porque gracias a estos acompaantes casi invisibles para un via)ero, ustedes, seoras y seores,
atraviesan llanuras cubiertas de nieve, frondosos bosques, puertos montaosos, r!os y viaductos, atraviesan los oscuros
tneles de la noc$e, las lluvias y la nieve, a una velocidad de unos cien a ciento veinte 1ilmetros por $ora, para
abra#ar, lo antes posible, a las personas queridas y le)anasL se apresuran a su encuentro en alas de las ruedas de $ierro
Ms!mbolo de los ferrocarrilesN, tendidos sobre las mullidas literas de los coc$esDcama, o $undidos en los confortables
asientos de terciopelo, o, en el peor de los casos, sentados sobre las banquetas de madera, en segunda clase, e incluso
en la re)illa del portaequipa)es, mecidos, no en bra#os del sueo, sino en el caliente rega#o materno del ferrocarril, este
maravilloso invento de nuestros tiempos modernosL estn, pues, tendidos sobre sus calientes asientos de terciopelo, o
sentados en el rega#o de la madre de acero, acurrucados como un feto, y son transportados a trav"s del espacio y del
tiempo, cmodamente, como en las novelas rusas Mlas mismas que qui#s est"n leyendo en ese mismo momento, a la
lu# de las lamparillas de vapor de mercurio en los compartimentos de primera claseN, sin pensar en todas aquellas
personas traba)adoras y entregadas que velan en las oficinas de las estaciones, al lado del tel"grafo y del tel"fono, no
slo en los grandes nudos ferroviarios sino tambi"n en las estaciones ms pequeas, de)adas de la mano de 2ios, en
aquellos, pues, que velan, que esperan las potentes locomotoras, alimentan y conducen estos colosos de vapor,
fcilmente y con $abilidad, como un coc$ero sus caballos... &!, seoras y seores, el $ombre que aqu! yace era uno de
aquellos de quienes depende, depend!a, su seguridad y la comodidad de su via)e, uno de aquellos que, como generales
virtuosos, veteranos de muc$as guerras, $an empe#ado como simples soldados, $ace casi cuarenta aos, en una
estacin que apenas ten!a nombre, para alcan#ar con su traba)o y su dedicacin, su sacrificio y su entrega a los
ferrocarriles, las mism!simas cumbres, las condecoraciones de un general, por as! decirlo, y en pleno acto de servicio,
$abiendo vencido todos los peligros, $abiendo conocido el esplendor y la miseria del ferroviario, $a puesto fin con un
accidente a su vida, fructuosa y til para la sociedad. &!, meine !amen und =erren,
30
"l se $ab!a encontrado ms de
una ve# entre los peligrosos fuelles que unen un vagn a otro, rondaba alrededor de las ruedas asesinas, cru#aba las
v!as y sub!a a las locomotorasL nunca, nunca tuvo accidente alguno, nunca el monstruo de $ierro le dio una sola co#
con sus pesados cascos, como si lo conociera, como si $ubieran sido amigos, Hqu" les voy a decirI, como si $ubieran
sido el caballo y su amo, un caballo obediente y un buen amo... J a$ora, este dulce amo $a encontrado la muerte fuera
del campo de 2a6alla, fuera de su labor, de una forma trgicamente voluntaria, sin $aber $allado, en el instante cr!tico,
otra manera de morir que "sta, ba)o las ruedas del tren, y precisamente a$ora, en tiempo de pa#, por as! decirloL porque
sea cual sea el estado ob)etivo de las cosas, a pesar de la matan#a internacional, los ferrocarriles siguen estando en
pa#, o deber!an estar en pa#, quiero decir que deber!an ser extraterritoriales, no beligerantes, como &ui#a, neutrales,
porque a pesar de todo siguen cumpliendo, o deber!an seguir cumpliendo, con su misin de medio de transporte
internacional, fieles a su cdigo, aunque ciertos pol!ticos intenten utili#arlos para sus ba)os fines asesinos, abusar de la
sublime tarea de los ferrocarriles, de esta organi#acin internacional para intercomunicar a la gente de buena voluntad,
aunque traten de desviarlos, rec$a#ando del todo su cdigo moral, de transformar su principio de comunicaci)n en
principio de separacin, el de acercamiento en el de ale)amientoL y ustedes saben, seoras y seores, que los
ferroviarios, tanto como los bomberos, $an de estar, y estn, por encima de los intereses particulares, incluso de los
estatales, pues su deber, tanto como el deber del m"dico y el del sacerdote, es supraindividual, supranacionalL divino,
si quieren. &!, mis queridos amigos, este infeli#, como ya $e dic$o, no $a ca!do en el campo de 2a6alla, no $a sido
v!ctima de un accidente de trfico, sino que $a abra#ado voluntariamente el fr!o $ierro de los ra!les, y las pesadas
ruedas de un vagn cargado de ganado $an consumado sobre "l la sangrienta masacre que "l mismo $ab!a elegido
como final sin gloria. Gindmosle a pesar de todo, seoras y seores, rindmosle los $onores militares que $a
merecido, que el pelotn de $onor dispare una salva, que los silbatos de los guardagu)as suenen al un!sono, que
truenen los rganos de las locomotoras y se oigan como un plaido. J que en pa# descanseP.
-9-
EH<u" declaraciones $abr!an $ec$o a la prensa y a la radio algunas de las personalidades ms destacadas con
ocasin de su muerte Mla de E. &.NI
EO.odo lo que es posible ocurreL slo es posible aquello que ocurreP M@ran# Kaf1aN. OLa actitud cr!tica que
ten!a con sus adversarios apenas la ten!a consigo mismo% pensaba poder crear una filosof!a sin $aberla superado.
+ermanecer en nuestro recuerdo como imagen y encarnacin de un $ombre alienado en una sociedad alienada. Como
un e)emplo y una leccinP MKarl (arxN. O0o era ms que la personificacin de un sueo y sus perturbaciones mentales
estaban relacionadas con este sueo y proven!an de "l. 2emos gracias al Cielo por $aber sido tan rica esta pesadillaP
M&igmund @reudN. O>na de las formas de resolver el problema de la existencia es acercarse lo suficiente a las cosas y a
los seres que de le)os nos $an parecido bellos y misteriosos para darnos cuenta de que carecen de misterio y de
belle#aL es una de las $igienes que podemos escoger, una $igiene que tal ve# no sea muy recomendable, pero que nos
confiere cierta calma para vivir la vida ms levemente Mporque nos permite no lamentar nada, convenci"ndonos de que
ya $emos alcan#ado lo me)or, y que lo me)or no era gran cosaN, para resignarnos ante la muerte. HEra "l uno de
aquellos que conoc!an esta peligrosa $igieneI Jo creo que s!P M(arcel +roustN.
EH<u" expresiones utili# E. &. para ayudar al empleado de la compa!a de seguros y reaseguros a rellenar la
rbrica referente a las posibles causas del siniestro Mderrumbamiento de la casaNI
E+rovidenciaL la mano de 2iosL !eus eA mac7inaL rata comnL maleficio.
EH<u" le parec!a posibleI
EKaber sido v!ctima de un atentado bien planeado. En efecto, basta que una persona My en esto $ab!a
participado sin duda ms de unaN diri)a la mquina asesina de sus deseos contra otra persona para que una casa se
derrumbe encima de esta otra, o para que caiga enferma o muera de repente. ,lgo $ab!a le!do ya sobre casos de este
tipo% tales maleficios y poderes mgicos siguen siendo muy eficaces, segn parece, en algunos c!rculos primitivos Ma
pesar de las afirmaciones de los positivistas europeosN.
EHLe confi a alguien ese pensamientoI
ELe di)o en broma al seor 'avans1i que la casa seguramente $ab!a sido destruida por 0etty y compa!a, y
le cit algunos e)emplos de la $istoria europea Msacados de &elecci)nNL en -79;, un tal Kubert Mde apellido
desconocidoN de Gegensburg, 6aviera, $ab!a decidido privar de la vista a una mu)er llamada 5van1a, viuda de 5van
+agani, por culpa de algn contratiempo que "sta le $ab!a causado, y para ello $ab!a atravesado con dos clavos, segn
su propia confesin, un retrato de ella que $ab!a reali#ado cuidando de que guardara el mayor parecido posibleL en
-:9=, una tal (agda (u$ic, de los suburbios de la ciudad libre de ]agreb, se $ab!a ensaado con la seora
Velenovac1i llenando una fosa de lec$e, removi"ndola con un ati#ador y pronunciando las siguientes palabras% OEste
ati#ador atraviesa a$ora el cora#n de la Velenovac1iP, lo que provoc la muerte de esta ltimaL en -; 3 8, el rey de
@rancia Carlos 5* enferm gravemente, y la noc$e de &an 6artolom" se encontr en casa de una tal Carolina, sirvienta
de la corte, una estatua de cera que representaba fielmente al rey, una estatua acribillada de clavos de $ierro y de
agu)as de tricotar, y tantos dolores sinti el buen rey en su cuerpo $asta su muerte como agu)eros y $eridas $ab!a en la
estatuaL en -4:9, una criada de los alrededores de 0agy1anis#a mat con un procedimiento parecido a sus antiguos
seores% sus v!ctimas murieron afectadas de violentos traumatismos cerebrales.
EHLe $ab!a tentado alguna ve# a E. &. vengarse de este modo de alguna personalidadI
EEn varias ocasiones se $ab!a sonado con papel de peridico en el que aparec!a la fotograf!a del l!der del
.ercer Geic$.
EHEra consciente, en aquellas ocasiones, del peligro al que se expon!aI
E+or supuesto. +or eso doblaba siempre el papel de peridico $asta $acerlo muy pequeo, antes de tirarlo en
un lugar seguro% en un arbusto frondoso o al r!o, $aciendo as! desaparecer el ltimo corpus delic6i de sus locos y
peligrosos actos.
EConsiderando el $ec$o de que se salvara de perecer entre los escombros como obra de la providencia y
como una buena seal, Hqu" posibilidades le deparaba el futuroI
E>na violenta contraofensiva de los ,liados, con el env!o inesperado y bien planeado de paracaidistas, de
noc$e, contando con el efecto sorpresa Mlos (acabeosNL atentados simultneos contra el @S$rer y los dems )efes de las
potencias del E)e, organi#ados en un centro de espiona)e en &ui#aL el descubrimiento por parte de los ,liados de un
-93
arma ultrasecreta, de un gas nervioso o algn otro veneno capa# de mantener inconscientes o en un delirio absoluto,
durante un m!nimo de veinticuatro $oras, a los e)"rcitos enemigosL un acuerdo segn el cual los ,liados $ar!an
intercambios de oficiales y soldados prisioneros por )ud!os, siguiendo una relacin de i %R y i 8H respectivamente Mcinco
)ud!os por un oficial o tres )ud!os por un soldadoNL la autori#acin del "xodo de los )ud!os a un pa!s africano o a alguna
isla desierta, autori#acin que se conceder!a a los ,liados a cambio de ciertas concesiones territorialesL el sensacional
secuestro del @S$rer Mobra de un (acabeo c$iflado o de una organi#acin sionista secretaN, a cambio de cuya vida se
pedir!a la garant!a para los )ud!os de poder emigrar de la 2ispora a los Estados >nidos, Canad, +alestina o algn
pa!s africanoL el aterri#a)e de un avin aliado averiado, tipo &uperfortale#a, en los alrededores de su pueblo, en el
Campo o en la *!a Gomana, avin que reparar!an durante la noc$e y que saldr!a por la maana con "l ME. &.N y su
familia con destino a un aeropuerto fuera del alcance del mal Mpor e)emplo en &ui#aNL un via)e, con papeles falsos, a
(ontenegro, donde su mu)er ten!a parientes y amigos y donde embarcar!a por la noc$e, en la ba$!a de Kotor, en un
lugar convenido de antemano, en un submarino ingl"sL una seal del cielo que le indicar!a una posibilidad concreta de
salvacin% una vo# que en sueos le revelar!a Mun arbusto ardiendoN el lugar de aterri#a)e del avin que vendr!a a
buscarle o el lugar de desembarque del submarino Mel arca de 0o"N, e6c8
EH<u" accin de gracias talmdica apreciaba especialmente por su moralidad esteti#anteI
E,quella que exige de los $i)os de 5srael que pronuncien palabras de gratitud $acia Ve$ov cuando sientan el
agradable aroma de alguna planta o especia% el denso perfume que ex$alaba una dama coqueta Munos treinta aosN con
la que se cru#, de regreso de 0ovi &ad, en el pasillo, delante del compartimento de primera clase Mel +ara!so perdidoNL
el olor a canela y a vainilla que emanaba del pastel todav!a caliente que una mu)er redonda Mmadre de dos nios
pequeosN cortaba sobre la mesilla abatible, al lado de la ventana, y del que le $ab!a ofrecido un tro#o que "l, el
expulsado del +ara!so, rec$a# amablementeL el olor a violetas frescas de un ramo que una )oven gitana le $ab!a
puesto deba)o de la nari# en la estacin de Lenti.
EHCmo asociaba en su mente y reconciliaba en su esp!ritu E. &. la accin de gracias talmdica referente a
los perfumes con la est"tica cristiana MescolsticaN, en el e)emplo concreto del perfume de la dama coqueta de delante
del compartimento de primera clase M+ara!so perdidoNI
ECreyendo con la misma fe en la accin de gracias expresada sin palabras a Ja$v", siempre consciente del
$ec$o de que &an 6ernardo ten!a ra#n al atribuir a los perfumes poderes peligrosos para la mente M*dora6us impedi6
co9i6a6ionemN. Esta seora perfumada, que apareci por un instante para desaparecer enseguida detrs de la puerta del
compartimento aterciopelado de primera clase, $ab!a conseguido con su olor Modora di feminaN que su exilio fuera ms
dif!cil y doloroso, y sus pensamientos, ms confusos.
EHKab!a comprado flores en alguna ocasin anteriorI
EEn -7-7, en 6udapest, compr un ramo de narcisos Ma flor!n la pie#aN para una tal @ani1a, a la que esper en
vano con el ramo en la mano delante del restaurante 0eB Jor1 durante cuarenta y cinco minutos, para acabar tirndolo
a una papeleraL en -734 llev personalmente un ramo de rosas Msiete por medio pengN a la boda de la condesa
,rtsybac$ev con un tal ,rnold \en#el, empleado de la Lloyd del 2anubioL en -7;- puso una rosa blanca Ma diar la
pie#aN en el atad de la seorita (aric1iL eni7;ici7;3 envi, la primera ve# sin nombre y las siguientes con su tar)eta
de visita, siete veces siete ramos con siete rosas, los seis primeros slo de rosas ro)as, el s"ptimo con seis ro)as y una
blanca MTaun precio de entre medio diar y un diar el ramoUN, a la direccin de la seora Korgos, calle &vetosavs1a,
nmero 4, 0ovi &adL en -7 ; 9 le llev un ramo de an"monas a la $i)ita enferma del seor 'avans1iL en -7;9, en el
caf" &rebrni Lav de &ubotica, compr un enorme ramo de claveles Munas treinta flores en totalN y se lo regal a la
ca)era pelirro)a Mde nombre desconocidoN, que slo traba) tres d!as en ese caf"L en -7;7, en el baile de los ferroviarios
en 0ovi &ad, entreg por medio del camarero tres tulipanes Mtres por dos dinaresN a una tal seorita (agdalena,
peluquera.
EH<u" argumento sac a relucir E. &. para demostrarle al propietario de los dos caballos que el precio )usto
del transporte $ab!a de ser de un pengI
E<ue el precio de un peng que ten!a la intencin de pagarle era absolutamente adecuado, si se consideraba
que "l, es decir, el coc$ero, pensaba ir de todos modos en esa direccin, $acia el pueblo, y que cualquier clculo
matemtico le demostrar!a claramente que dos caballos arreados a un buen coc$e Mcomo en ese casoN no pod!an
perder, con una sobrecarga de setenta y tres 1ilos de peso en vivo My a pesar del barro, porque en esta operacin la
influencia del barro era una incgnita despreciableN, una cantidad de energ!a que no fuera recuperable a base del $eno
o de algn grano rico en calor!as Mavena, ma!#, centenoN comprado por un peng.
-9;
EH<ued convencido el propietario de los dos caballos de la exactitud de este clculoI
E+ara convencerle, E. &. tambi"n tuvo que recurrir al argumento del efecto moral que pod!a tener un peng
aadido en la balan#a del Vuicio @inal% un nico peng de $o)alata pod!a ser decisivo en el momento de poner en la
balan#a de la )usticia divina las buenas obras por un lado y los pecados por el otro.
EHCules son las venta)as de la primavera M"poca de la floracin y de la germinacinN respecto al inviernoI
ELos riones pueden exponerse a los agradables y saludables rayos del sol, en algn lugar resguardado del
viento, lo cual calma los dolores de reumaL la lu# en la $abitacin, por la maana temprano, suscita sentimientos
agradables, y se despierta uno con mayor facilidadL se puede leer en la cama sin temor a enfriarseL se puede uno
quedar en el aseo todo el tiempo que desee desafiando su constipadoL pueden darse largos paseos durante todo el d!a
por el campo, por la orilla de un r!o o por el bosqueL puede observarse la germinacin y la floracin sobre e)emplares
experimentales que, una ve# marcados, servirn durante todo el ao como espec!menes de un ciclo biolgico
completoL el piar de los p)aros provoca en el alma el sentimiento dulcemente doloroso de la libertadL el problema de
la calefaccin y de la ropa adquieren una importancia secundariaL la nutricin resulta ms fcil por la presencia de
$ierbas salva)es primaverales y de otras plantasL la $igiene corporal Mafeitado, lavadoN de)a de ser una obligacin para
convertirse en un deleiteL las mu)eres y las )ovencitas descubren sus bra#os y sus piernas $asta la rodilla.
EH<u" efectos negativos tiene la primavera M"poca del crecimiento y de la floracinN sobre el $ombreI
ELos manicomios reciben mayor nmero de pacientesL la curva estad!stica de los suicidios asciende
peligrosamente.
NOTAS DE UN LOCO 0III1
),
0%/GG,2/GN. T0o temis, no vengo a $aceros una visita de familiaU ,unque estoy convencido de que
todav!a no $ab"is roto todos los la#os, me gustar!a creer que $ab"is obrado sometidos, al menos en parte, a una
influencia a)ena, quiero decir% inconscientemente. Ga#n de mi llegada% la tar)eta postal del pasado 7 de mar#o.
'racias a 2ios, no necesito dinero Mluego, no temisN y espero no necesitarlo, porque voy a intentar impediros por
todos los medios que vendis la casa, que $asta a$ora serv!a de refugio a todo aquel que estuviera en un apuro, y por
tanto a m! tambi"n. +or este motivo, aunque slo fuera en seal de gratitud $acia ella, intentar" por todos los medios
impedir su venta. 2e esto se deduce fcilmente% T0o quiero dinero, sino la parte de la casa que me corresponde, y
prontoU En una palabra, no espero de vosotros nada ms que esto% que firm"is esta declaracin Mque os ad)untoN y me
digis qu" es lo que ocurre con la parte de la casa que le corresponde a 2olfiL y luego desaparecer". 2e lo contrario, es
decir, si os negis a firmar la declaracin ad)unta, no me mover" de la casa $asta que $ayis cumplido mi deseo. J si
os resist!s, provocar" tal escndalo que se oir $ablar del asunto no slo en nuestra pequea provincia sino en todo el
pa!s. 0o $e sufrido durante mis .e7rja7ren para que a$ora, abusando de mi bondad, vengan a amena#arme y a
molestarme d!a tras d!a a mi propia casa aquellos que no tienen ninguna relacin M!ntimaN con ella. +uesto que no
$ab"is querido comprender mis que)as y mis amargas cartas, ya que no $ab"is sabido o ms bien querido comprender
el dolor de mi alma enferma, sino que lo $ab"is ido a$ondando con vuestra actitud, a$ora vais a tener que pagarlo muy
caro. 0o voy a contaros en detalle todo lo que me $a ocurrido en estos ltimos d!as, todas las in)usticias que $an
cometido conmigo mis parientes, no voy a $ablaros de ciertas extraas seales McelestesN% nada de esto est al alcance
de vuestra capacidad imaginativa. Gespecto a vosotros, mi nico deseo es no o!r ninguna negativa, ninguna excusa, y
slo pido una cosa% que firm"is, porque insisto en que quiero ser el amo, yo solo, de la casa en la que $e nacido, por la
que de tanto me $e privado, por la que tanto $e sufrido, y no permitir" que nadie me cause problemas. /s advierto que
el tiempo y la $istoria estn en marc$a y que ambos, gracias al .odopoderoso, estn de mi parte. /s ruego que no me
obligu"is, por vuestra falta de escrpulos, a dar un paso que no tenga vuelta atrs. MTEl episodio del bosque y de la
potasa no se volver a repetirUN. /s advierto de nuevo que la $istoria y el tiempo estn de mi parte y que pronto me
sern saldadas todas las cuentas pendientes, sin piedad para nadie. +orque, como bien dice el .almud M &an7edrin,
-==N, con el )uicio con que el $ombre )u#ga, ser )u#gado.
-99
)7
, pesar de la cr!tica de (arx, creo que (alt$us ten!a ra#n. J para probar mi tesis, quiero decir, mis
especulaciones, me es del todo indiferente saber si este seor, es decir, (alt$us, era un disc!pulo superficial o un
plagiario de las ideas de otros. &on las ideas las que me interesan, y por tanto no importa que $aya copiado a Vames
&tuart, a .oBnsend, @ran1lin y dems. +orque sea como sea, sigue siendo un $ec$o que los $abitantes del mundo se
$an multiplicado en un nmero excesivo y que la poblacin natural se $a convertido en el problema nmero uno.
2esde el punto de vista econmico y existencial. (etaf!sico, si quieren. Los $ombres se multiplican como moscas, y
en todo momento varios millones de miembros se encuentran en peligroso y amena#ador estado de ereccin. J las
consecuencias son evidentes. Este falo desenfrenado, este s!mbolo m!tico original $urga en las sangrientas entraas
femeninas, la $umanidad entera )adea en las noc$es calurosas, y nadie piensa en las consecuencias. &in embargo, las
consecuencias son catastrficas... Con la multiplicacin de los $ombres tambi"n se multiplica el pecado. Perpe6uum
mo2ile. 5gual que aquel intento en la Edad (edia de utili#ar la gravedad terrestre. &obre una rueda, se disponen
uniformemente unos pesos. La gravedad atrae al pesoL el peso acciona la ruedaL el peso siguiente entra entonces en el
campo magn"tico de la gravedad. J as! sucesivamente. Como los molinos de agua o de viento. H+or qu" tac$aron de
locura al sueo $umano de la rotacin perpetuaI H,caso el sueo del perpe6uum mo2ile no es digno de la misma
atencin y alaban#a que el eterno sueo de volarI HEs que todos los 5caros y dems idealistas estaban realmente locosI
TEn absolutoU +or mi parte, escribo un signo de igualdad entre ambos sueos. +orque al fin y al cabo la rueda fue
inventada gracias a uno de estos sueos. J les de)o que desarrollen solos este paralelismo $asta el final. <uiero decir,
$asta el avin por un lado y la rueda por el otro. ,delante. Este #umbido por encima de mi cabe#a, en el silencio de la
noc$e, en el campo Mmientras escribo estas l!neasN, all en el cielo, estos aviones que sobrevuelan el pueblo d!a y
noc$e, a unos cinco o die# mil metros de altitud en direccin suresteDnoroeste, este milagro de la tecnolog!a moderna
Mde guerraN, todo esto no es sino la fusin y la ltima consecuencia de estos dos sueos descabellados, tac$ados de
locura durante siglos por los oscurantistas y los positivitas. 2esde la Edad (edia, los m"dicos vienen diagnosticando
miles y miles de casos de locura, Tutili#ando precisamente como corpus delic6i de esta demencia las pruebas
materiales o la simple confesin de este deseo idealista de $acerse p)aroU J no digan que este Oeterno sueo de volarP
es pura curiosidad, mera avide# por descubrir, porque, se lo aseguro, estar!an equivocados. ,firmo, y poseo pruebas
irrebatibles Msiempre que est"n dispuestos a aceptar los resultados l!ricos de una operacin lgica como pruebas
evidentesN, que el sueo $umano de volar, tanto como su reali#acin, no es ms que la consecuencia de la $uida del
pecado. +orque la .ierra, seores, es el foco contagioso de todos los vicios, la .ierra y el ,gua son dos conceptos
inseparables, como $a demostrado el c"lebre &inistario dl,meno, y no es extrao Msigo citando, de memoriaN que los
poetas $ayan $ec$o nacer a *enus del mar, pretendiendo sin duda unir en esta imagen simblica dos principios
perversos% la .ierra y el ,gua, dos medios pantanosos de cuyas vibraciones nacen el $ombre y el pecado Mel pecado y
el $ombreN. 2igo, pues, que no slo la .ierra, sino tambi"n y sobre todo el ,gua, son focos de pecado y de vicio, y que
la lu)uria tiene su fuente en la $umedad. J $e aqu! por qu" el $ombre tiende a alcan#ar las alturas, $e aqu! el eterno
sentido del mito de !caro... 0o tengo intencin de citar aqu! datos precisos sobre la poblacin, ni de demostrar la
exactitud de las curvas y las frmulas de (alt$us Mestos datos pueden $allarse en cualquier enciclopediaN. .ampoco
quiero anunciar el apocalipsis, como un rabino provinciano Mcomo $an tenido a bien llamarmeN, ni probarle a nadie, y
menos a >stedes, que el mundo est irremediablemente destinado a ser destruido. 0o necesito pruebas ms evidentes
que las que ya poseo. J, dnde estn esas pruebasI, me preguntarn >stedes. ,qu!, seores, aqu!, mi querida
$ermana, aqu!. (iren atentamente% TEstoy sealando mi cora#nU
)2
Les $ablo, pues, como conocedor de todos los secretos. Los $abitantes del mundo se $an multiplicado
peligrosamente. J no tengo intencin de $ablarles en este momento de c)mo es este mundo desde un punto de vista
superior y ms moral. &lo digo que los $ombres se multiplican a un ritmo terror!fico y que los medios por los que la
$umanidad pretende salvarse son, desde luego, insuficientes e ineficaces. La esterili#acin for#osa o voluntaria, el
control de la natalidad, las guerras como aplicaciones espontneas de los principios de 2arBin, la seleccin natural, el
$ambre, la eutanasia y todo lo dems, slo son intentos rid!culos y vanos. La C$ina, con sus quinientos o seiscientos
millones de $abitantes, la eterna promesa del peligro amarillo con el que nos amena#an desde $ace muc$o tiempo, no
es el nico peligro que corre el mundo. T0o teman la invasin de las $ormigas amarillasU El castigo divino no vendr
de los pantanos. T*endr del cieloU J no $abr piedad para nadie. T+erecern todos, sin excepcin, pobres y ricos, y
ms que nadie pereceremos nosotros, los elegidosU
-9R
)3
M6orradorN. , pesar de la distancia, tanto en el tiempo como en el espacio, vuestras marranadas no pierden
nada de su intensidad. +ensando en todo lo que me $ab"is $ec$o, en la vergSen#a que me $ab"is $ec$o pasar, tengo la
impresin de que todo $a sido una pesadilla. +or tanto, te ruego, porque an soy capa# de distinguir la pesadilla en el
sueo de la pesadilla en la realidad, que impidas a tu $i)a y a 'eorges que les $agan dao a los m!os, porque no
aceptar" que me pongis como excusa eventual que ellos Mmi mu)er y mis $i)osN empe#aron la ria con vosotros. TJ
ms vale, cr"eme, que nada de esto ocurraU .ambi"n te ruego, a ti personalmente, que te ocupes de que a mi vuelta
encuentre a los m!os con vida, porque espero que an te quede cora#n como para no permitir que mueran de $ambre.
J no olvides lo que dice el .almud% cuando $agamos el bien, $agmoslo con alegr!a M"ajkr$ ra22a, ;9N.
+. &.% El pobre $ace ms por el rico al aceptar sus ddivas, que el rico por "l al demostrarle su generosidad
M.i2id.N.
CUADROS DE #IAJE 0II1
*0
EL rbol aparece entre las cabe#as bamboleantes de los caballos y luego bailotea entre sus ore)as. Ka sido el
coc$ero, arrancado de su sueo con un sobresalto, tirando de las riendas, )usto delante de la puerta de la alambrada. El
$ombre ve las bocas abiertas de los caballos, levemente al#adas y vueltas $acia un lado Mlos enormes dientes de los
caballos, del color de un )uego de domin vie)o, totalmente negros por dentroN, y tambi"n ve, por un momento, una
espuma blanca cubrir el $ierro que separa sus mand!bulas. El rbol est ligeramente inclinado y deba)o de la copa se
percibe una excrecencia talada al sesgo que sobresale formando un ngulo casi recto. Las ramas estn envueltas en una
fina pel!cula de $ielo, toda ella transparente y tan fina en algunos sitios como un pliego de celofn. La misma funda
cristalina envuelve tambi"n el tronco, pero en esta parte es muc$o ms delgada, sobre todo en el lado expuesto al sol,
de tal forma que en la protuberancia oriental se distingue claramente la corte#a, apenas algo estriada. &e oye el goteo
regular del agua que cae de las ramas, as! como el gorgoteo en los canalones de $o)alata. Los caballos miran a$ora
$acia un lado, $acia un lado y $acia dentro, $acia la lan#a colocada casi entre sus cabe#as, agac$adas de una forma
poco natural, como si ambos caballos fueran a girar a la ve#, con un movimiento insensato e imposible, uno $acia la
i#quierda y otro $acia la derec$a, no evitando la lan#a sino en direccin a la propia lan#a, en este pequeo espacio en
el que no pueden evitarse el uno al otro. El coc$e se $a detenido en medio de c$irridos y rec$inamientos, pero parece
que sigue movi"ndose levemente, $acia atrs. El $ombre divisa a$ora los grandes o)os negros de los caballos detrs de
las anteo)eras aflo)adas. Los caballos miran al frente, al menos eso le parece a "l, como si la inercia de la fuer#a que
les $a llevado $asta aquel lugar les atra)era $acia all, $acia ese $ori#onte indefinido e incierto, de forma que slo sus
o)os, siguiendo a la fuer#a el movimiento de la cabe#a, vuelta $acia el suelo y $acia la lan#a, siguen refle)ando Mo ms
bien lo refle)a su mirada bi#caN el impulso del coc$e que ya se $a parado. El $ombre mira a$ora $acia atrs y ec$a un
vista#o al coc$e vac!o, en el que brillan al sol algunas bri#nas de pa)a muy amarillas. Luego se fi)a en los aros de
$ierro de las ruedas traseras, cubiertas de un barro que las $ace parecer ms gruesas, y detrs, a ambos lados, en las
$uellas paralelas y recientes de estas ruedas en el barro.
*'
El rayo de sol cuadrado que atraviesa la pequea ventana cae a$ora, sin encontrar ningn obstculo, sobre la
arcilla amarilla. ,l $ombre le parece que la arcilla $umea. / acaso slo sea una ilusin. &u abrigo, con los codos
embarrados, cuelga de una silla. Lleva unos pantalones manc$ados de barro y c$anclos. &e $a aflo)ado la corbata y
remangado la camisa. &u)eta una laya algo oxidada, pero todav!a brillante ba)o la $errumbre que se $a depositado en
forma de gotas sobre su canto. El $ombre coloca el corte de la laya )usto sobre el borde del cuadrado iluminado por el
-9:
sol, luego clava la laya apoyndose en ella con todo su peso. El filo penetra en la arcilla a unos cinco o seis
cent!metros de profundidad, y desprende un terrn amarillo y duro.
*2
&u abrigo con los codos sucios de barro est tirado sobre un montn de ladrillos situado a unos die# metros de
"l, y puede ver la estrella amarilla, completamente deformada, menos por la perspectiva que por los pliegues del pao.
Los ladrillos estn amontonados desordenadamente, unos del todo informes, otros rotos por la mitad, algunos tan slo
un poco resquebra)ados. Estn totalmente descoloridos, como si con el paso del tiempo el ladrillo se transformara en
piedra, o tal ve# sea slo una impresin, debida al mortero endurecido que se $a ad$erido a la carne del ladrillo,
fundi"ndose con ella. 6a)o la manga i#quierda, al#ada por encima del codo Mla derec$a, arrugada y manc$ada de barro,
pende sobre su mueca, algo fruncida y encogidaN, su piel blanca, moteada de pecas ro)i#as como la de una truc$a,
brilla al sol. Los pelos finos y pelirro)os apenas se aprecian sobre su antebra#o. El $ombre coloca el corte de la laya
sobre la tierra endurecida para luego $undirla apoyndose con todo su cuerpo sobre el canto superior de la
$erramienta, ya deformado. El filo penetra en la tierra a unos cinco o seis cent!metros de profundidad, cru)iendo como
si arrancara o seccionara las ra!ces, y luego se oye la $erramienta c$ocar contra algo duro. El $ombre se pone a agitar
el mango de i#quierda a derec$a, como si el $ierro se $ubiese enganc$ado entre dos ob)etos duros. &e oye otro cru)ido,
parecido al de una muela al romperse entre la pin#a de un dentista. Entonces aparece ba)o la tierra, ro)o y $medo,
color carne de ao)o fresca, un ladrillo resquebra)ado. El $ombre se agac$a y lo coge. .iene las manos envueltas en un
trapo, seguramente un pauelo, pero ya no se ven ni el color del te)ido ni las l!neas de los eventuales cuadros, porque
la tela est totalmente cubierta de un barro ya seco. El trapo est anudado alrededor de las palmas de sus manos, por lo
que tiene los dedos un poco encogidos, apretados unos contra otros, de modo que los movimientos de sus manos
resultan inseguros y torpes. *uelve el ladrillo de costado, luego lo agarra con los dedos como si fueran pin#as. El
ladrillo se le escapa de la mano y cae de nuevo al barro. El $ombre se vuelve y ve, en el resplandor prpura de la
puesta de sol, la afilada punta de la bayoneta del fusil del vigilante. +or un instante es lo nico que ve, porque el
resplandor prpura inunda los cristales de sus gafas, en los que aparecen las $uellas de unos dedos embarrados. El
vigilante est sentado en un montn de vigas carcomidas, su)etando el fusil entre las rodillas. El $ombre comprende
que el guarda no lo mira, y aprovec$a para observarlo un momento, como si lo viera por primera ve#. +ronto consigue
distinguir n!tidamente la silueta sin rostro, el guarda en el $ori#onte ro)o, su sombrero duro en el que unas plumas de
gallo $an perdido su color verde oscuro para ondear a$ora amarillas y ro)as como una llama. El $ombre ba)a entonces
de nuevo la mirada $acia el ladrillo e intenta levantarlo con sus dedosDpin#a, que no se separan lo suficiente. +or fin
consigue agarrarlo y lo tira al montn. El ladrillo cae a uno o dos metros de "l. Entonces oye al guarda decirle algo,
unas palabras sin sentido, tal ve# una palabrota, tal ve# una amena#a. ,sustado, el $ombre se abalan#a
apresuradamente y alcan#a en un instante el ladrillo que se $ab!a ca!do al barro. &igue oyendo la vo# del vigilante.
<ui#s tan slo se est" riendo.
*)
El cuadrado de lu# que el sol dibu)a y por cuyos lados $ab!a empe#ado el $ombre a cavar la arcilla se $a
despla#ado, de tal forma que en el suelo, entre la mesa y la ventana cuadrangular, $ay a$ora dos cuadrados, del mismo
tamao% el ms claro, dibu)ado por un rayo de sol, y el otro, tambi"n amarillo, del color de la arcilla fresca, reci"n
cavado. Estos dos cuadrados se cortan casi sim"tricamente por la mitad, pues el sol se $a despla#ado precisamente esa
distancia. El segundo cuadrado, el de arcilla, $a sido cavado sin regularidad. La arcilla extra!da, en gruesas virutas
parecidas a las de una robinia, est amontonada al lado del $oyo. &obre estas virutas se perciben aqu! y all unas
superficies brillantes y lisas de)adas por el filo de la laya, en algunos lugares tan n!tidamente esculpidas como un
molde de escayola. Ligeramente encorvado, su abrigo ec$ado sobre la espalda, el $ombre est a$ora sentado ante una
mesa co)a, con las manos extendidas sobre el tablero. &u mano derec$a est envuelta en un trapo, sin duda un pauelo,
pero apenas se distinguen las l!neas de los cuadros en la tela, debido al barro. Entre sus dedos apretados y embarrados,
parecidos a una pin#a, su)eta un cigarrillo. El $umo del cigarrillo se eleva, invisible, y luego aparece en la columna
transparente de la lu# del sol que cae al sesgo desde la ventana, y empie#a a retorcerse en esta lu# amarilla, como una
neblina a#ul. La laya est apoyada contra la pared, al lado del fogn. El rayo de sol no la alcan#a, pero un $ilo de lu#
difusa acaricia el canto, que a$ora centellea porque las gotas de $errumbre $an desaparecido. H+or qu" $a de)ado de
repente el $ombre de cavarI .al ve# est" demasiado cansado o la arcilla sea demasiado dura, por lo que $a tenido que
de)arlo. H/ es que el mango de la laya le $a $ec$o ampollas en las manosI
-98
**
,garra el ladrillo con las dos manos, torpemente, luego toma un poco de impulso y lo lan#a al montn. El
ladrillo rueda, y se oye un ruido parecido al de los bolos de madera cuando c$ocan entre s!. ,l $ombre le parece ver, a
pesar de los cristales embarrados de sus gafas, la $erida color ro)o vivo del ladrillo y la nube prpura del polvo del
ladrillo. ,$ora vuelve y coge la laya que yace en el suelo, a$! donde $an quedado claramente marcadas las $uellas de
sus c$anclos. &u mirada se dirige $acia el filo, como si penetrara con "l en la profundidad. &us movimientos son
torpes e inseguros, tiene la cabe#a gac$a. 2e repente, un espasmo agita todo su cuerpo, como el sobresalto al salir de
un sueo. H&er que el vigilante $a vuelto a decir algo, o ser un toque de silbatoI El estremecimiento de su cuerpo no
dura ms que un instante. ,rrastrando la laya tras de "l, el $ombre se acerca al montn de ladrillos y recoge su abrigo.
Entonces se incorpora a la fila y camina, la laya al $ombro.
*+
Envuelto en una tosca manta con olor a caballo, el $ombre est sentado delante de la mesa. La lmpara ya no
est encima de la mesa, sino colgada de un ganc$o, en la pared, a la i#quierda de la mesa, un poco ms alta que su
cabe#a. La lu# proviene de la ventana cuadrangular que $ay enfrente de "l. Esta lu# es blanca, grisDblanquecina, es ms
el refle)o de la nieve que la lu# del d!a. La ventana retiembla con las rfagas de viento, y por momentos parece que, a
trav"s de las rendi)as invisibles entre el vano y el marco de la ventana, penetran pequeos copos de nieve cristalinos.
/ qui#s sea una impresin, debida a las rfagas de viento que $acen pasar olas de aire fr!o por las rendi)as.
Ligeramente encorvado, las manos extendidas sobre el tablero, el $ombre mira $acia la ventana. &in embargo, en el
espacio limitado por el marco de la ventana no se ve ms que el revoloteo de los copos de nieve y el montoncito de
nieve que se $a formado en el antepec$o de la ventana. 2e pronto sus dedos se parali#an, y por un momento sus
manos yacen quietas delante de "l. Luego extiende una mano $acia la ltima revista de la pila que $ay a su derec$a. &e
acerca el e)emplar y lo su)eta as!, cerrado, observando su portada como si la viera por primera ve#. Es una vie)a revista
manc$ada de grasa y con las pginas manoseadas. En la portada verde $ay fotograf!as publicitarias de neumticos de
automvil y grandes letras estili#adas, sin duda la marca de los neumticos. El t!tulo aparece impreso en caracteres
ms gruesos, al sesgo, ocupando todo el tercio superior de la pgina, sobre un fondo ro)o y gris% &elecci)n. En un gran
recuadro claro deba)o del t!tulo $ay una serie de letras dispuestas en dos columnas, tal ve# el !ndice de la revista. El
$ombre desli#a su dedo pulgar por el canto de las pginas grasientas y con las esquinas dobladas, evidentemente sin
prestar atencin al aleteo de las pginas. Luego vuelve a colocar la revista sobre la pila de donde la $ab!a cogido. El
segundo e)emplar con el que acaba de $acerse es a primera vista igual que el primeroL las mismas fotograf!as de
neumticos de automvil con estr!as en forma de ondas, la misma banda sesgada en la que est impreso el t!tulo, el
mismo recuadro claro en el que aparece el !ndice, a dos columnas. Lo nico que difiere ligeramente es el color del
fondo. *uelve a colocar la revista en su sitio, se quita la manta de encima y se acerca a la ventana. Con las manos
cru#adas en la espalda a la altura de la cintura, mira por la ventana. El rpido revoloteo de los copos de nieve y, de ve#
en cuando, entre dos rfagas de viento, la neblinosa silueta de un rbol.
*,
Lleva el abrigo ec$ado por los $ombros y, en el o)al de la solapa i#quierda, una gran flor amarilla. El camino
forestal est en parte coronado por una bveda de robles. &u)eta en la mano una rama nudosa con la que golpea las
altas ortigas que crecen en el borde del camino. 2e pronto, se detiene% oye golpes de $ac$a. ,$ora tambi"n le parece
o!r voces. &e quita el abrigo y se lo coloca en el bra#o, y de repente se encuentra en un claro del bosque, cegado por el
sol. Kaciendo una visera con su mano, ve enfrente de "l los relucientes filos de las $ac$as, brillantes como los tro#os
de un espe)o roto. .odav!a no distingue claramente a los leadores, slo adivina su presencia a trav"s del folla)e, en las
lindes del claro, del otro lado, pero ya oye sus voces de aliento que acompaan el impulso de los resplandecientes
filos. En lo alto, por encima del bosca)e ardiente, tiemblan las verdes copas de los rboles. Las flores y las $o)as del
saco que tiene enfrente estn inmviles, as! como los altos tallos de las ortigas y la verde espesura que lo rodea. +or
un momento, no entiende lo que est ocurriendo. ,l#a la mirada al cielo, por encima de la copa que se balancea. El
cielo est a#ul, completamente a#ul. &lo se percibe una nube blanca por encima de la copa oscilante. ,ntes de
entrever los torsos musculosos de los leadores entre los pliegues de la verde cortina de $o)as, comprende que la copa
se estremece con los golpes de sus $ac$as. +ero el $ombre parece no poder creer lo que ven sus o)os.
-94
Los leadores $an debido de verlo, porque $an parado de repente y el $ombre tiene la impresin de que lo
miran. Cuenta con que empiecen a $uir y ya imagina sus movimientos% sueltan las $ac$as y se precipitan sobre sus
camisas, que $an colgado en algn arbusto. / se las ponen mientras corren, y las camisas se enganc$an y se desgarran
en las ramas de los arbustos, en las espinas de los arndanos. +ero no ocurre nada de eso. H&er que no lo $an vistoI
H/ slo fingen no verloI &us $ac$as descansan sobre el o)o en el suelo. Las su)etan con una mano como si fueran
bastones. El sol $a marcado claramente en sus torsos los l!mites de sus camisetas, y si no fuera por el vello que cubre
su pec$o, uno tardar!a en darse cuenta de que estn desnudos de cintura para arriba. .ienen el cuello arrugado y oscuro
como la corte#a de los rboles que los rodean. El tronco $a sido entallado en su base con dos ta)os sim"tricos,
profundos y sesgados. El corte reciente desprende lu#, como si del rbol manara una llama, o como si albergara en su
interior una potente fuente de lu#. La cima ya no tiembla. Los leadores intercambian sus $ac$as% las levantan con una
mano, luego con las dos. 2escriben en el aire un movimiento que simula el de cortar lea. El $ombre ya se $a
acercado, en l!nea recta, a trav"s de la alta $ierba y los ma)uelos espinosos. /ye entonces a uno de los leadores
pronunciar unas palabras, todav!a sin mirarlo% que el mango es demasiado fino, que est acostumbrado a su $ac$a y
que "sta es la de su $i)o o la de su $ermanoL o algo parecido. En ese momento, el $ombre comprende que estn
fingiendo y que no van a $uir. Le explican que los $a mandado el seor. OH<u" seorIP, pregunta el $ombre. OEl
seorP. Luego, sin prestarle ms atencin, se ponen de nuevo a probar sus $ac$as, cortando el aire con unos
movimientos vigorosos y r!tmicos, acompaados de voces de aliento. Ql ya est pensando en dar media vuelta y
marc$arse, cuando uno de los leadores, deteniendo la reluciente $o)a en el aire, por encima del rbol imaginario,
dice% OEl de la piernaP. Luego continan cortando el aire con las $ac$as. El torso desnudo, otra ve# estn el uno frente
al otro Mcomo sin duda estaban colocados antes, cuando el rbol resonabaN y blanden sus resplandecientes filos ba)o el
rayo de sol que cae sesgado desde la copa del rbol que $an empe#ado a talar y se yergue entre ambos como una alta
columna centelleante.
*7
+or el cuadrado de la ventana, entre los grandes copos que caen lentamente, no se divisan ms que las altas
ramas de un rbol. Las ramas estn cubiertas de una espesa capa de nieve, y sus finas puntas se pierden en la tormenta.
El $ombre se levanta y se acerca a la ventana. ,$ora tambi"n ve el tronco, casi completamente blanco, al menos del
lado que est frente a "l. , la i#quierda del rbol ve la pared ciega de una casa, y ms le)os, en direccin al rbol,
apenas distingue a trav"s de la cortina de nieve las celdillas oxidadas de la alambrada. &in duda estas celdillas estn
tambi"n totalmente blancas debido a la nieve acumulada sobre el alambre. .al ve# la nieve las $aya tapado del todo,
transformando la alambrada en una pared blanca. &e oye a lo le)os el ladrido de un perro, sordo, como a trav"s de un
papel secante. +ero el $ombre no ve el perro, no ve nada. 0ada excepto el tronco blanco y la pared ciega de la casa.
2e repente, a trav"s de los copos percibe un ob)eto negro, cuadrado. Este ob)eto se aproxima en diagonal, desde la
pared ciega. +or un momento el $ombre no comprende de qu" se trata. +ero en el instante en que una mano invisible
vuelve este ob)eto $acia "l, lo reconoce. Enseguida distingue tambi"n a un $ombre. El $ombre co)ea. El tambi"n est
envuelto en una manta color gris ceni#a, muy parecida a la suya. 5ncluso le parece sentir el olor de la manta% un olor a
caballo y a orines. La cabe#a y los $ombros del co)o estn cubiertos de nieve. Est totalmente reclinado sobre el fogn
que empu)a. El fogn es negro, tal ve# est" oxidadoL avan#a lentamente en la espesa nieve que corta sus patas por la
mitad. Luego, el fogn y el $ombre que lo empu)a desaparecen del marco de la ventana. El ya no puede ver sus
$uellas en la nieve.
*2
MEl $ombre del bastn est de pie, delante de la puerta. Enfrente de "l se extiende una pared ciega y ba)a, una
tapia de piedra o la parte de atrs de una casa. , su i#quierda, otra pared con ventanas y los postigos ec$ados. , su
derec$a, un portaln abovedado. 2eba)o de la bveda, donde la nieve $a sido barrida, $ay un $ombre sentado con las
piernas cru#adas como un faquir y la espalda apoyada contra la pared. Est tocado con un sombrero pardo deformado,
alrededor del cual se distingue claramente la oscura $uella de una cinta que $a sido quitada. 2e sus #apatos
embarrados salen dos tobillos desnudos. , su lado $ay una estrec$a ca)a de madera, en la que lleva unas lminas de
$o)alata parecidas a $o)as de papel de plata. 2e uno de los compartimentos de su ca)a de madera saca un pequeo
yunque de gitano y lo asegura entre dos de las piedras lisas que forman el pavimento del patio. .iene un martillo en la
mano. ,$ora coge una de las cacerolas de esmalte desconc$adas, colocadas a su lado. .ras $aber limpiado el fondo
desconc$ado con la palma de la mano, la levanta $acia la lu#. El $ombre le pregunta algo. El otro se encoge de
$ombros y sigue dando golpecitos. El $ombre vuelve a interrogarlo y "ste contesta que la seora tiene invitados.
-97
Entonces el $ombre del bastn se calla, pero sigue un rato ms de pie al lado del otro. /ye el esmalte resquebra)arse
despu"s del martilla#o. /bserva cmo penetran en la $o)alata de las vie)as cacerolas unos $ilos de plomo, parecidos a
balas de revlver del calibre :,;RN.
*3
Las estrec$as patas de $o)alata del fogn, totalmente sueltas, cru#an el pequeo umbral. La ca)a negra avan#a
lentamente con un tintineo metlico. En su interior se oyen unos golpes% se trata, sin duda, de las lminas de barro y
arcilla que se desprenden de las paredes. ,$ora, el que empu)aba el fogn se endere#a. &e queda quieto un momento,
como cegado. , su espalda, la puerta est abierta de par en par. +or ella entra la plida lu# de una tarde de invierno.
+arece que $a descubierto en la penumbra, a la i#quierda, al lado de una pequea ventana, a aquel que lo observa. &in
de)ar de sacudirse la nieve de los $ombros, el que acaba de entrar dice algo. El otro no lo oye, o finge no o!rlo. 2e
repente, el $ombre de al lado de la ventana se quita la manta de los $ombros y se acerca al rincn. El otro lo pierde de
vista por un momento. &lo por un momento. Entonces el primero surge de nuevo de la oscuridad, su)etando su bastn
delante de "l. &e acerca sin una palabra al fogn y al $ombre que )adea al lado de "l. Ka levantado ligeramente su
bastn, al sesgo, y apunta con "l a un costado del fogn. Vusto despu"s se oye un golpe. La punta de $ierro del bastn
se $a $undido en el costado del fogn. &e oye el esmalte resquebra)arse y la arcilla desprenderse. (edio bastn $a
penetrado en la $o)alata podrida. El $ombre lo saca con dificultad% caen )irones de $ierro oxidado, como tro#os de
papel calcinado. Entonces el $ombre da una violenta patada en la $o)alata. El fogn vuelca y cru#a el umbral de la
puerta, lentamente, primero sobre el costado, luego girando alrededor de su e)e longitudinal.
+0
El $ombre se $a detenido por un momento, tal ve# para estimar el camino recorrido. Ja no oye el cru)ido de
sus #apatos. El viento trae desde una distancia indefinida el ladrido de un perro, largo y estirado. +or muy le)os que
extienda su mirada a trav"s de la noc$e y la nieve, el $ombre no ve nada, ni una sombra, ni un movimiento. 2e nuevo
en la postura del esgrimidor, agu#a el o!do. El perro invisible sigue ladrando a lo le)osL el viento quiebra y dispersa sus
ladridos.
2e repente, de la tormenta de nieve surge un nio, )usto delante de su bastnL el bastn apunta al pec$o del
nio. El $ombre ve que el nio abre la boca, como un pe#, pero no lo oye, porque la tormenta borra su vo#. El nio se
acerca $asta tocar con el pec$o la punta de $ierro del bastn. *uelve a decir algo, intentando superar el aullido del
viento. Entonces, al comprender que el $ombre no lo oye, agarra el bastn por el extremo, )usto por deba)o de la
punta. El nio camina a$ora delante del $ombre, tirando del bastn. El $ombre avan#a lentamente, guiado por la mano
del nio. Caminan as!, su)etando el bastn cada uno por un extremoL caminan en la nieve y en la tormenta.
NOTAS DE UN LOCO 0I#1
+'
C/0&C5E0.E del $ec$o de ser incapa# de acabar con mi vida, asqueado de mi cuerpo, asqueado de la
muerte, de la sangre y de todos los instrumentos de la muerte, la cuerda, la nava)a, las armas, $e sentido, de repente, al
dirigirme $acia el pueblo tras $aber acompaado a mi $i)o $asta la puerta, una iluminacin, la posibilidad de librarme,
-R=
sin dolor, de todos los temores y preocupaciones, sin ex$ibirme con un trgico gesto de teatro de marionetas% Tla
muerte en la nieve, una muerte dulce, sin sangre y sin mutilacin de mi cuerpo, sin dolor y sin violenciaU
+orque el c!rculo est cerrado. El regreso a mi pueblo natal no es ms que eso% una vuelta a mis ra!ces, una
vuelta al rega#o de la tierra, los ltimos grados del gran c!rculo que van tra#ando todos los seres vivos, girando en este
c!rculo entre el nacimiento y la muerte, vertiginosamente, $asta que estos dos puntos se unen.
En realidad, no $a sido una decisin, nunca fue una decisin, porque para tomar una decisin $ace falta
voluntadL ms bien se trataba de una vaga intencin que pretend!a $acer pasar de contrabando, no slo a mi ser animal,
sino tambi"n a mi conciencia, pues qui#s $ubiese bastado que la $ubiera formulado en mi interior para quitarme la
vida.
+2
La naturale#a reina sobre todas las cosas, salvo sobre el miedo que provoca M(8 'erako67, ;; 6N.
+)
Este sentimiento de $aber sido abandonado por mi propio Jo, esta imagen de m! mismo desde la perspectiva
de otro, esta relacin conmigo mismo como con un extran)ero m...n
3-
a orillas del 2anubio, mientras esperaba mi turno
en una cola. Era este mismo sentimiento% por una parte , E. &., cincuenta y tres aos, casado, padre de dos $i)os,
reflexiona, fuma, traba)a, escribe, se afeita con una maquinilla, y por otra parte, a su lado, en realidad en su interior, en
algn lugar en el centro de su cerebro, como en sueos o en su imaginacin, vive otro E. &. que es y no es Jo, porque
mientras el primero se afeita con gestos precisos, sin que le tiemble la mano, el segundo, reducido a la condicin de
embrin, lleva a cabo tareas muy distintas, se ocupa de un asunto desconocido pero peligroso, y por momentos,
borrosamente, lo sorprendo en estas actividades pro$ibidas y misteriosas, lo sorprendo in fra9an6i, $aciendo o6ra cosa,
algo totalmente incomprensible incluso para m!, porque lo que el otro $ace no slo no guarda relacin alguna con el
acto de afeitarse, de $acerse un nudo en la corbata o de comer, sino que ni siquiera tiene nada que ver con mis
reflexiones, con el curso de mis pensamientos, con mis actos% TEs otra personaU +ero lo ms terrible del asunto es el
$ec$o de que yo no pueda saber exactamente lo que $ace el otro Mpor e)emplo, mientras yo me afeitoN, qu" cosa
$orrible, porque el otro me lo esconde, y cuando me parece, en pleno afeitado, que acabo de agarrarlo por el cuello, de
sorprenderlo, se me escapa, desaparece en alguna parte de mi propio cerebro, en algn repliegue doloroso de mi
cerebro, y nunca puedo tenerlo del todo ba)o mi control, obligarlo a que responda de sus actos, o al menos sacarlo a la
lu# del d!a y de)arlo marc$ar con 2ios, sin un reproc$e y sin guardarle rencor. H<u" es lo que $ace el otro mientras yo
me afeitoI Gecorre para)es desconocidos, pronuncia sonidos incomprensibles, palabras y frases incomprensibles, pero
no faltas de co$erencia, simplemente las susurra o, si las dice en vo# alta, enseguida se pone a balbucear muc$as otras
frases y sonidos inco$erentes, supongo que para $acerme olvidar el significado, perfectamente claro y preciso, de esas
primeras palabras perfectamente claras y suficientes para descifrar el significado de todo el texto, de toda la idea. Este
otro se mueve en unos para)es que me son desconocidos, y cuando lo sorprendo por un instante, fingiendo
concentrarme en el afeitado y en estos pequeos pelos que se esconden tras las ventanas de mi nari#, a veces consigo
verlo, por un momento, slo por un momento, siguiendo un corte)o fnebre, una triste comitiva, pero no se sabe
exactamente si el que yace en el furgn mortuorio es este otro, o si camina en el corte)o fnebre por casualidad, y en el
instante posterior Mo ms bien en el mismo momentoN ya no se sabe si se trata de un furgn mortuorio o simplemente
de un fiacre negro lacado, ni si este $ombre es "l, el /tro. +ero lo peor de esta ca#a del /tro, que es y no es Jo, es el
terrible $ec$o de que el otro, que est unido a m! como si fu"ramos $ermanos siameses, por la espina dorsal, el
cerebro y el sistema simptico, que este $ermano siam"s que camina solo y vuelto en direccin contraria a la m!a, con
los bra#os y las piernas libres, este $ermano gemelo, mi JoDnoDyo, en realidad piense con mi cabe#a, le robe los
pensamientos a mi cerebro, como si tambi"n nuestros cerebros estuvieran unidos, o simplemente encerrados en un
nico y mismo crneo monstruoso, en dos crneos yuxtapuestos, transformados en un nico y monstruoso Oasserkopf
que contuviera los dos cerebros, el uno )unto al otro, y que los pensamientos de uno pasaran al otro, pero no con una
precisin absoluta, sino de una forma insuficientemente articulada, porque se molestan mutuamente, como cuando se
escuc$a, medio dormido, una conversacin del otro lado de la pared, de una gruesa pared que separa y une dos
$abitaciones% en el otro cuarto tal ve# se est"n acuc$illando dos amantes celosos, tal ve# el fr!o acero est" penetrando
en la carne, qui"n sabe, pues se oyen gritos, revuelcos y gemidos de dolor, pero podr!a tratarse perfectamente de las
caricias y el )adeo de dos amantes unidos en un abra#o apasionado Mel grosor del tabique impide que se oiga
-R-
claramenteN, o de una risa $ist"rica o un estertor de enfermo. ,s! es como me persigue el otro, as! aparece de repente
en mi interior mientras me afeito delante del espe)o resquebra)ado y observo mi cara, tan apacible, ungida con
espumaL es por la maana, la tormenta $a cesado, el sol entra por la ventana cuadrangular, se oyen los mugidos de las
vacas en el patio de enfrente, las campanas repican en el campanario del pueblo. 2entro $ace calor, en el fogn de
$o)alata arden unas pias, el $umo $a invadido la $abitacin, se siente el olor a resina, el olor del bosque. En ese
momento, el otro aparece en mi interior, surge de mi cerebro, con tanto dolor que me estreme#co, porque al otro le $a
ocurrido algo terrible, algn pensamiento funesto $a turbado su cerebro, el pensamiento de la muerte, un pensamiento
intenso y despiadado, como el de un $ombre que acabara de despertar en su tumba, pero yo, E. &., descono#co el
significado preciso de este pensamiento, ni siquiera s" si se refiere a la muerte, y sin embargo percibo la intensidad, el
peso de este pensamiento, su peligroso pesimismo, su mortal realidad, y empie#o a temblar en lo ms profundo de mi
serL no me tiemblan las manos, porque ellas an su)etan la maquinilla de afeitar mientras los dedos, amarillos de
nicotina, siguen la angulosa l!nea de la barbilla palpando los pequeos pelos, sino que lo que tiembla es mi sistema
simptico, mi cora#n, mis entraas, mi Jo asustado. +ues toda la fuer#a de mi personalidad se $a concentrado a$ora
en descubrir este secreto, este enigma, este terrible asunto al que se ve enfrentado este otro dentro de m!, en resolver
esta intriga polic!aca en la que no $ay ni un solo elemento positivo, ni un solo indicio, lo nico que se sabe es que se
trata de la muerte, la muerte de una persona o la muerte en s!, fuera de su contexto burgu"s, no cabe duda, se trata de
la muerte, de un siniestro, de una terrible catstrofe del ser% este temblor en mi interior, esta mirada demente del otro
que me observa desde el espe)o resquebra)ado mientras me afeito, me lo indican claramente.
+*
Lo nico que $a subsistido en mi conciencia es la impresin de una pesadilla, lo nico sensato que $e
conseguido formular $a sido una sola palabra% grande, un ad)etivo que califica una cosa imposible, un concepto
inidentificable pero que genera un terror incomprensible, y la palabra grande, que $e conseguido arro)ar, con un
doloroso esfuer#o de mi conciencia, al campo de la ra#n, al campo de la articulacin, para retenerla por un instante en
este rpido desfile de ideas e imgenes tan parecido a un sueo, esta palabra era perfectamente adecuada, correspond!a
de forma natural y lgica, en g"nero, en nmero y en caso, a un concepto desconocido, aunque este concepto an
estaba fuera de la esfera de lo comprensible, fuera de la mcula ltea de la conciencia. Este terrible y terror!fico
'G,02E me oprim!a con su enorme y terrible presencia, y el terror proven!a de la incapacidad por parte de mi
esp!ritu y de mi conciencia de aadirle a este ad)etivo un sustantivo, pues al aclarar as! el concepto, el ob)eto de mi
pesadilla se $ubiese $ec$o ms evidente, el terror tal ve# $ubiese adquirido contornos $umanos, o por lo menos la
forma de un miedo claro y definido. 2e este modo, con este ad)etivo indeterminado Mo ms bien sin g"neroN colocado
al lado de un sustantivo o tal ve# de un verbo, mi temor, mi temblor interno, aumentaron transformndose en una
pesadilla en la realidad, y tuve el presentimiento de que lo que me estaba ocurriendo tal ve# no fuera ms que la
continuacin de un sueo bruscamente interrumpido% mientras una parte de mi ser segu!a el curso cotidiano MlgicoN
del pensamiento, al mismo tiempo la otra estaba sumida en un profundo sueo, torturada por una pesadilla de la que
no pod!a escapar% algunos pasa)es de este sueo despierto, de esta pesadilla Mde la que slo queda la palabra grandeN,
$oradaban mi conciencia y mis entraas, y en mi cerebro, en mi ser, se desarrollaban simultneamente dos procesos, el
sueo y la realidad, la pesadilla y la lucide#, pero entre ambos procesos se al#aba una pared impenetrable, un la#o
roto% todo el esfuer#o de mi ser despierto consist!a en tratar de alcan#ar una palabra que se encontraba del otro lado de
la pared, en la otra corte#a cerebral dormida, para que, puesto que no pod!a ver, al menos tambi"n de)ara de o!r lo que
estaba ocurriendo dentro de mi propio ser, a$ora, en ese mismo momento% la palabra grande segu!a siendo la nica
palabra articulada y comprensible, si es que no era una traduccin, el mero sustituto de otra palabra, de otro concepto,
de otro estado% lo que suced!a del otro lado de la conciencia estaba ocurriendo demasiado deprisa, las imgenes
desfilaban a una velocidad incre!ble y lo que estaba aconteciendo all, en las tinieblas de mi ser, las imgenes que iban
pasando por la corte#a de mi cerebro eran demasiado terribles para poder anali#arlas fr!amente, aunque consiguiera
atraparlas% todo esto se estaba produciendo del otro lado de la vida, en los profundos paisa)es m!ticos de la muerte, en
el angustioso valle del ms all. Este otro, mi otro ser, era yo mismo despu"s de mi muerte% el difunto E. &. frente al
vivo, el difunto E. &. surgido de mi propio sueo para encarnarse, para $ospedarse en el cuerpo del vivo.
(i Jo miserable, dividido.
++
TJ qu" son todos los esfuer#os de la $umanidad, todo aquello que llamamos la $istoria, la civili#acin, todo lo
-R3
que el $ombre $ace y todo aquello que $ace al $ombre, qu", sino un intento intil y vanidoso del $ombre de oponerse
al absurdo de la muerte omnipresente, de darle un supuesto sentido, como si se le pudiera dar un sentido a la muerte,
un sentido distinto del que tieneU Los filsofos ms c!nicos, siguiendo una lgica superior o un giro espiritual,
pretenden $allarle un sentido al sinsentido de la muerte que sirva de consuelo para todo el mundoL pero lo que sigue
siendo, al menos para m!, el misterio supremo es la pregunta% H<u" es lo que le permite al $ombre obrar y vivir, a
pesar de la conciencia de la muerte, como si "sta no le concerniera, como si la muerte fuera un fenmeno naturalI Los
temblores que me $an invadido en los ltimos d!as me $an ayudado a comprender, a pesar de los violentos accesos de
miedo, que mi enfermedad no es ms que esto% a veces, por ra#ones que ignoro, por motivos totalmente
incomprensibles, me vuelvo l>cido, en mi interior aparece la conciencia de la muerte, de la muerte en s!L en esos
momentos de iluminacin diablica, la muerte adquiere a mis o)os el peso y el significado que ya tiene an sic7aL y
que la gente en la mayor!a de los casos ni siquiera sospec$a Mengandose a s! misma con el traba)o y el arte,
disimulando su significado y su 1ani6as mediante frmulas filosficasN, no descubriendo su verdadero sentido ms que
en el momento en que ella llama a su puerta, clara e inconfundiblemente, con una guadaa en la mano, como en los
grabados medievales. +ero lo que me $a aterrori#ado Mel saber no sirve de consueloN y $a intensificado an ms mis
temblores interiores $a sido la conciencia de que mi locura era en realidad lucide#, y de que para curarmeEporque
estos temblores resultaban realmente insoportablesEnecesitaba precisamente la locura, la demencia, el olvido, y de
que Tslo la demencia me salvar!a, slo con la locura me curar!aU &i por casualidad el doctor +apandopoulos me
interrogara a$ora sobre mi salud, sobre el origen de mis traumas, de mis temores, sabr!a contestarle claramente y sin
dudarlo% la lucidez8
AUDIENCIA DEL TESTIGO 0I1
+,
$!E encontrado la citacin a mi regreso de +ors#ombat, es decir, ayer.
EH<u" $ac!a usted en +ors#ombatI
E@ui a visitar a los (ayer.
EH<ui"nes son los (ayerI
EEl seor &amuel (ayer es un antiguo conocido m!o de la escuela de comercio. Kac!a ms de treinta aos
que no nos $ab!amos visto. >nos d!as antes $ab!a o!do que un tal (ayer, comerciante, viv!a en +ors#ombat, y pens"
que seguramente ser!a "l. +or eso decid! $acerle una visita.
EH+or qu" ra#nI
E,nte todo por el deseo de volver a ver a un vie)o compaero de escuela, y adems porque esperaba de "l
cierta ayuda moral y material.
EH, qui"n le $ab!a o!do decir que (ayer viv!a en +ors#ombatI
E0o me acuerdo. .al ve# a mi sobrino 'yula, llamado 'eorges.
EHCmo es que "l mencion a los (ayerI
E&i no me equivoco, por pura casualidad. Ke de decir que yo y el mencionado 'eorges, es decir, 'yula, no
estamos en muy buenas relaciones, incluso dir!a que estamos reidos.
EHCmo es entonces que "l mencion a los (ayerI
ECon ocasin de una de nuestras disputas le di)e a "l, es decir, a 'eorges, que $uir!a de cualquier comercio
de Vacob con "l, a lo cual respondi, no recuerdo exactamente despu"s de qu" r"plica m!a, que yo no era ms que un
fracasado y un .uf6mensc7,
33
porque de lo contrario ya estar!a viviendo decentemente como (ayer, respetado
-R;
comerciante de +ors#ombat, quien le $ab!a contado que $ab!amos ido )untos a la escuela de comercio de ]alaegers#eg.
Entonces me di cuenta, y decid! ir a ver a (ayer, como ya $e dic$o, para pedirle cierta ayuda.
EH&e refiere a dineroI
E,l principio no pens" en nada concreto. <uer!a simplemente ganarme la confian#a de algn comerciante
acomodado a quien poder pedirle prestado de ve# en cuando algo de dinero, de $arina o de tabaco. Eso me $ubiese
venido muy bien, sobre todo en aquel momento en que estaba reido con 'eorges y tambi"n con mi $ermana, en cuya
casa vivo provisionalmente )unto con los tres miembros de mi familia.
EHGespondi (ayer a sus expectativasI
E(e prest 9= pengs y prometi enviarme un poco de $arina unos d!as ms tarde.
EH'ratuitamenteI
ECreo que quiso decir gratis, pero yo lo tom" como un pr"stamo, como fue el caso del dinero que recib! de
"l.
EHLe $a devuelto usted este dineroI
E.odav!a no. 2e $ec$o, con esta nueva ley, mi pensin $a disminuido drsticamente, y los costes de mi
mudan#a y del arreglo de mi nueva vivienda son enormes. .engo intencin de devolverle el dinero a pla#os en un ao.
Como muc$o.
EHCon inter"sI
E0o se $a $ablado de ningn inter"s.
E*olvamos a los (ayer. HCuntos viven en la casa, adems del padre de familiaI
E&u mu)er, oriunda de +est, y uno de sus tres $i)os, el mayor, que traba)a con "l en la tienda. Es un pequeo
comercio, algo as! como una tienda de ultramarinos, pero parece ser que las cosas no van demasiado bien
ltimamente. Lo dice el propio (ayer. &e que)a de las dificultades de abastecimiento y de la competencia desleal. (e
$a confesado que sospec$a que muc$a gente del pueblo, su antigua clientela, evita su tienda por culpa de las cartas de
amena#a que $an recibido de la organi#acin local del partido.
EH2nde estn los dems $i)os del seor (ayerI
EEl menor, en el frente del este. Kac!a ya ms de un mes que no les $ab!a escrito, y se tem!an lo peor. El
segundo, que es arquelogo de profesin, se encontraba en alguna parte en la frontera $ngaroDyugoslava, estudiando
unas ruinas romanoDpannicas, cuando fue detenido ba)o sospec$a de $aber querido cru#ar la frontera para ad$erirse a
algn movimiento clandestino. Esta informacin no est del todo confirmada, pues la $an obtenido de un $ombre
bastante sospec$oso que no quiso decirles su nombre y que pidi por ella una elevada suma de dinero. &!. Ke olvidado
decir que con ellos vive tambi"n la madre de (ayer, que est medio paral!tica y sorda, as! como un ayudante de
comercio o criado o algo parecido, un $ombre de unos cincuenta aos, que les corta la lea, ati#a el fuego y cuida de
la seora. &i mal no recuerdo, se llama ,lo)#, es un esloveno de (urs1a &obota. Lleva ms de veinte aos sirviendo
en su casa. Creo que eso es todo.
EH2ice usted que no conoce a los $i)os de (ayerI
E,s! es.
EHCmo sabe usted entonces que uno de ellos se ocupaba de excavaciones arqueolgicas en el lugar citadoI
E&e lo o! decir al propio (ayer. 5ncluso me ense una estatuilla de cermica que pertenec!a a su $i)o y que
guarda en una vitrina porque cree que es aut"ntica.
E2escriba esta estatuilla.
EEs una cermica bastante bien conservada, de unos veinte cent!metros de longitud, que representa un )abal!
$erido. La parte posterior del tronco est daada, pero la cabe#a y la parte anterior del cuerpo, as! como las patas
-R9
delanteras, estn en buen estado. El )abal! parece estar $erido porque tiene las patas delanteras dobladas, como en un
espasmo agnico, la cabe#a ligeramente gac$a y el $ocico abierto, mostrando sus grandes colmillos. &in embargo, en
esta mueca de animal $erido se sienten ms la impotencia y el estertor de la muerte que la fuer#a y la voracidad. En
los o)os se lee su miedo, casi $umano, aunque apenas se puede decir que su cabe#a est" estili#ada.
EH<u" ms se puede ver en la vitrinaI
E>na estatua de mrmol blanco y granuloso que representa a Kermes con el pequeo +lutn en sus bra#os.
La estatua tiene unos treinta cent!metros de altura y le falta la cabe#a, el bra#o derec$o casi $asta el $ombro y las dos
piernas $asta las rodillas. Kermes est totalmente desnudo, slo lleva una especie de capa que le cae del $ombro
i#quierdo por la espalda y cubre su bra#o i#quierdo. En el bra#o con el que su)eta a +lutn, se ven los restos de su
bastn de mensa)ero. El peso del cuerpo deb!a de descansar en el pie derec$o. El pequeo +lutn tambi"n est muy
daado% no tiene cabe#a, ni la parte exterior del pec$o y del estmago, ni piernas por deba)o de las rodillas. Las manos
del nio divino y lo poco que queda de su pierna i#quierda an pueden verse sobre el pec$o de Kermes.
E+rosiga.
La estatua de un genio desnudo, de unos setenta cent!metros de altura, tambi"n muy estropeada. Le falta la
cabe#a y el cuello, las piernas $asta las rodillas y el bra#o i#quierdo $asta el $ombro. Las largas alas estn muy poco
daadas. El bra#o derec$o est cru#ado sobre su pec$o, slo le falta la mano. Cabe la posibilidad de que el genio
$ubiese sido representado con una serpiente en la mano.
E+rosiga.
E*arios pendientes, tambi"n de origen romano, monedas de ,driano, fragmentos de ob)etos sagrados, vasi)as
)ud!as, una menora7, todo ello de escaso valor, al menos segn "l.
EHLe ense alguna fotograf!a de su $i)oI
E(e ense varias fotograf!as suyas, de distintos periodos de su vida. Las fotograf!as estaban dentro de un
gran lbum de terciopelo verde con rebordes de metal.
E, )u#gar por estas fotograf!as, Hle parece a usted $aber visto en alguna parte a este $ombre, es decir, al $i)o
de (ayer, el arquelogoI
ECreo que no.
EH<u" aspecto tieneI
EEs de estatura media, con algo de barriga, el labio inferior prominente, la nari# anc$a y carnosa, el pelo
$irsuto y corto, unas gafas de montura metlica, las ce)as marcadas, los bra#os cortosL descuida bastante su forma de
vestir.
EH(odo de andarI
E0o sabr!a decirle.
EH2esde cundo se conocen el seor (ayer y su sobrino 'eorgesI
E0o lo s". (ayer tan slo me di)o que "l y 'eorges llevaban muc$o tiempo intercambiando art!culos de
consumo corriente.
EH2e qu" art!culos se tratabaI
ELo ignoro.
EHConoce usted a una tal seora @isc$er de 0ovi &adI
E&!.
EHCundo la $a visto por ltima ve#I
EKacia el -: o el -8 del mar#o pasado, uno o dos d!as despu"s de mi llegada a 0ovi &ad.
-RR
EH<u" $ac!a usted en 0ovi &adI
E<uer!a recoger unas cosas que $ab!a de)ado all!% dos armarios y ropa de cama.
EH, qu" se dedica la seora @isc$erI
EKasta $ace poco se dedicaba a la venta de caama#os, art!culos de mercer!a y patrones para ganc$illo y
bordado.
EHKa dic$o usted O$asta $ace pocoPI
E&!. ,$ora est enferma y miope. &ufri recientemente un trauma nervioso.
EH<u" le ocurriI
E0o lo s". 0o me $abl de ello. @ue la portera, al abrirme la puerta, la que me coment su enfermedad.
E2escriba la tienda de la seora @isc$er.
EEs un pequeo establecimiento dentro de un patio, de tres por dos, con una ventana que antes deb!a de
servir de escaparate. En este escaparate, donde antes estaban expuestas las muestras, $ab!a a$ora un cartel escrito a
lpi# que anunciaba la venta, en condiciones mu/ 1en6ajosas, de un sof, dos sillones, un espe)o, un aparador, un
fogn. +or dentro, la ventana estaba forrada con papel a#ul de embalar y tapada por una manta a modo de cortina, de
tal forma que la casa estaba en penumbra, puesto que la $abitacin slo estaba alumbrada por una vela. Cuando entr",
mi anfitriona encendi una lmpara de gas.
EH<u" $ab!a en esta $abitacinI
EEn un rincn, una salamandra gris plateadaL al lado de la ventana, una mesa plegable sobre la que se
encontraban unas ti)eras, una almo$adilla con agu)as y alfileres, patrones de papel y tro#os de tela de todos los colores,
as! como $ilos de algodn, de seda, carretes, cintas, cordones, enca)esL encima de otra mesa, una mesa de )uego, $ab!a
una lmpara ms, apagada, una bara)a espaola manoseada, un resto de cretona enrollado alrededor de un tubo de
cartnL de las paredes colgaban los caama#os con dibu)os a#ules que representaban escenas de la vida diaria% un ama
de casa levantando la tapadera de una cacerola de la que mana un vapor oloroso mientras el marido sonr!e,
escondiendo un ramo de rosas detrs de la espaldaL este mismo motivo se repet!a en numerosas copias id"nticas,
fi)adas a la pared con c$inc$etas, en el respaldo de las sillas, encima de la mquina de coser, sobre las mesas, a modo
de mantel.
EHConoc!a usted a su maridoI
E&!. Era representante de la fbrica de cepillos \eiss ^ Comp., pero de paso vend!a tambi"n los caama#os
y los bordados $ec$os por su mu)er, es decir, la seora @isc$er.
EHCules eran sus relaciones con la empresa en cuestinI
EEra uno de los copropietarios. .ras el proceso que \eiss inici en mi contra, perd! todo el capital que $ab!a
invertido en el negocio en cuestin.
EH<u" produc!anI
ECepillos.
EHJ adems de cepillosI
E0ada ms. &olamente cepillos% de albail, de yesero, de pintor, de aseo y otros.
EH<u" entiende usted por Oy otrosPI
ECepillos metlicos, almo$a#as, broc$as de afeitar. &!, tambi"n broc$as de afeitar.
EHKabl usted de los (ayer con la seora @isc$erI
E0o. 0o lo recuerdo.
-R:
EHExiste alguna otra entrada a la tienda aparte de la que $a mencionadoI
E&lo existe una puerta, que no se abre ms que a medias, porque molesta el sof.
E2escriba el sof.
EEs un sof corriente, antiguo, con respaldo, tapi#ado con un terciopelo que debi de ser ro)o en una "poca,
pero que a$ora est ya del todo desgastado y manc$ado de cera, de esperma o de sangre. (s tarde, la seora @isc$er
extendi sobre el respaldo y sobre el resto del sof los caama#os de que antes $e $ablado.
EH+or qu" $i#o estoI
E2avid @isc$er, su marido, se suicid sobre esta misma otomana. El punto de impacto de la bala que le
atraves la nuca se segu!a viendo $asta $ace poco en el respaldo, en el que $ab!a un gran agu)ero.
EH*io usted ob)etos masculinos en casa de la seora @isc$erI H(e entiendeI H]apatos de $ombre, enseres
para el afeitado, un abrigo, un sombrero o algo as!I
E0o, no vi nada parecido.
E+iense un poco ms.
EEn una vitrina, detrs de una cortina sucia $ec$a de la tela de los caama#os y con el mismo motivo
dibu)ado en a#ul, se $allaban algunos ob)etos que bien podr!an considerarse masculinos, no slo por $aber pertenecido
al seor 2avid, su difunto marido, sino tambi"n porque estos ob)etos eran, por as! decirlo, masculinos por naturale#a%
una boquilla de mbar, una tabaquera de plata y otras menudencias.
EH0o olvida usted nadaI
E.ambi"n $ab!a algunas cintas para la oracin, un rollo de la .ora$ y ciertos instrumentos.
EH<u" instrumentosI
ECuc$illos de todos los tamaos, ya un poco oxidados, aunque me parece que la seora @isc$er los cuida
muc$o. Cada ve# que me los enseaba My lo $i#o en todas mis visitasN, limpiaba los cuc$illos con una tela de bordar
sucia, soplando sobre los claros filos de acero.
EHCuntos cuc$illos $ab!aI
E>nos die# como m!nimo.
EHCul es el significado y la utilidad de estos cuc$illosI
E&u marido, el difunto 2avid @isc$er, era un sc7o7e6, una especie de personalidad religiosa encargada de
degollar animales para los platos )ud!os.
EH@altaba alguno de estos cuc$illosI
E0o sabr!a decirle.
EH+or qu" se los enseaba la seora @isc$erI
EEra, como ya le $e dic$o, parte del ceremonial de costumbre en cada una de mis visitas. 2e $ec$o, ella sol!a
abrir esta vitrina en presencia de personas de confian#a y de los antiguos amigos de su marido, y de esta forma
introduc!a al difunto 2avid en la conversacin. Colocaba dos sillas enfrente de la vitrina, descorr!a la cortina e
iniciaba la conversacin. Entonces, en un momento dado, mientras su)etaba la boquilla de mbar o la tabaquera de
plata, o mientras limpiaba los cuc$illos con un trapo, empe#aba de pronto a dirigirse a 2avid con toda normalidad,
como si "l estuviera presente% OH*erdad, 2avidIP, OH.e acuerdas, 2avidIP, O.ienes toda la ra#n, 2avidP.
EHEst usted seguro de que ella se dirig!a precisamente a "l, a su difunto maridoI
ECompletamente seguro.
-R8
EH,s! que usted afirma que se trataba de cuc$illos de carniceroI
E&!.
EH0o $a dic$o usted un poco antes que el seor @isc$er era representanteI
ELo era tiempo atrs. ,dems, en algunos casos, estas dos ocupaciones no se excluyen.
EH, qu" se refiere cuando dice Oen algunos casosPI
E(e refiero a condiciones extraordinarias. En los ltimos tiempos resultaba cada ve# ms dif!cil encontrar a
una persona que pudiera $acer el traba)o del degollador. +ara esta tarea no basta con ser un $bil carnicero. +or otra
parte, apenas es rentable. &on cada ve# menos los que siguen las antiguas costumbres. .ras la muerte del seor
'lessinger, el nico candidato posible para el puesto de sc7o7e6 era el seor @isc$er. Cierto es que no era carnicero,
pero reun!a todas la dems cualidades% era fiel y era una vie)a rata de sinagoga, se sab!a las leyes de memoria Mlas
$ab!a aprendido en su mayor!a de su padreN, y adems disecaba p)aros, por lo que la anatom!a de los animales no le
era del todo desconocida.
EH+or qu" no $a dic$o usted antes que el seor @isc$er $ac!a este traba)oI
ELo $e dic$o.
EKa dic$o que era representante.
E+ensaba que lo dems no ten!a importancia.
EKe de recordrselo% todo es importante.
EJo, en realidad...
E*olvamos a su sobrino 'eorges. Ka dic$o que estaba reido con "l.
E&!.
E&in embargo, viven ba)o el mismo tec$o.
EJo $e de)ado la casa de mi $ermana por deseo propio y por necesidad de independencia. ,$ora vivo )unto
con mi familia en lo que llaman el anexo, que no es otra cosa que un antiguo establo.
EEn cualquier caso, los $bitos de 'eorges no le son desconocidos, Hno es as!I
ELo nico que le interesa, si me $e fi)ado bien, es su tienda. Jo no dir!a que lleva el negocio en la sangreL su
inter"s por los pequeos beneficios es ms bien una forma de matar el tiempo, al igual que su doble contabilidad, la
decoracin de las vitrinas, su pasin por coleccionar y exponer anuncios publicitarios de todos los art!culos, sobre
todo de aquellos que nunca $a vendido y que probablemente nunca vender. &!, y tambi"n su bicicleta. Creo que $ay
que mencionar aqu! su bicicleta, especialmente adaptada para su pierna i#quierda, paral!tica% se le $a quitado el pedal.
E+rosiga.
E<ue yo sepa, 'eorges no $a tenido aventuras, me refiero a las mu)eres, aunque en una "poca, $ar unos die#
aos, se $ablaba de cierta dama de 2on)a Lendava de la que se pensaba que iba a ser su futura esposa. Era la viuda de
un tal 6ernfeld, comerciante del lugar. Estoy enterado de todo esto tan slo por una carta que mi $ermana, es decir, la
madre de 'eorges, me envi a 0ovi &ad por aquel entonces. &in embargo no $a resultado nada del asunto y nadie $a
vuelto a mencionarlo en la correspondencia. <ue yo sepa, $asta que empe# la guerra, 'eorges iba a 2on)a Lendava
en bicicleta. El cree que la bicicleta es un medio de transporte moderno, que $a reempla#ado la antigua calesa que
utili#aba su padre.
EH5ba su pariente de ca#aI
E2urante mi estancia ba)o su tec$o, no abandon su tienda ms que una ve#, y me di)eron que $ab!a salido
muy temprano por la maana, a ca#ar. +ersonalmente, no lo vi marc$ar, ni pregunt" por el resultado de la ca#a. 2e
todas formas, no comparto sus platos de ca#a. Jo no soy partidario de la ca#a, incluso podr!a decirse...
-R4
E*olvamos a su sobrino.
ECreo que eso es todo.
EH2nde guarda su escopeta, y qu" clase de escopeta esI
E0unca $e visto ni una sola escopeta en la casa, y en cuanto a material de ca#a, slo $e vistoEprecisamente
aquella maana de la que $e $abladoEuna cartuc$era de cuero, pero estaba vac!a. (s tarde encontr" deba)o de la
cama un cartuc$o vac!o, quemado, de cartn, que debi de caer al suelo cuando 'eorges llenaba los cartuc$os de balas
o les colocaba cpsulas nuevas. En cuanto a la escopeta, slo la $e visto una ve#, de le)os y no muy distintamente.
Creo que por culpa de mi miop!a y de las condiciones atmosf"ricas en aquel momento. 2urante mi paseo de la
maana, vi a 'eorges cerca del bosque. ,ndaba, con la escopeta cargada, detrs de las $uellas de un animal,
seguramente una liebre. Jo me $ab!a escondido detrs de un roble porque no quer!a que nos encontrsemos, puesto
que nuestras relaciones $ab!an empe#ado a degradarse desde el primer d!a de mi llegada. 2ebido a la tormenta y a la
nieve que ca!a, no pude apreciar de qu" escopeta se trataba, y al principio ni siquiera supe si era una escopeta o un
palo con el que 'eorges espantaba las urracas. &lo un poco ms tarde, cuando pas por delante de mi escondite, me
qued" convencido de que se trataba efectivamente de una escopeta, sin duda de dos caones, porque o! dos
detonaciones consecutivas y enseguida constat" el trgico resultado del plomo% del rbol, por encima de mi cabe#a,
cayeron al suelo dos inocentes urracas, casi a mis pies. Creo que mat estas urracas con el nico propsito de
demostrarme que, para "lf pegar un tiro era una cosa natural. 0o cabe duda de que me $ab!a visto antes de
esconderme detrs del rbol, y de que con ello pretendi asustarme, o ms bien advertirme.
EH<u" tipo de municin empleI
EEl cartuc$o que encontr" aquel d!a deba)o de la cama estaba vac!o. +ero las urracas estaban $orriblemente
mutiladas, totalmente destro#adas. +od!a ser municin para )abal!es u osos.
EHEst usted seguro de que se trataba de su sobrino 'eorgesI
E&egur!simo, seor.
EHEst usted seguro de que fue "l quien disparI
EEs muy probable.
EH&obre qu" baseI
E, )u#gar por el tiempo transcurrido entre la aparicin de 'eorges y las dos detonaciones consecutivas.
EHCunto tiempo transcurriI
E>n minuto o dos.
EH0o es insuficiente este dato para concluir que fue precisamente "l quien disparI
E0o vi a ningn otro ca#ador, ni encontr" ms $uellas que las suyas. &on fciles de reconocer% su pierna
i#quierda paral!tica, con su #apato ortop"dico, de)a una $uella muy caracter!stica, en forma de planc$a. ,dems, las
urracas estaban destro#adas% corresponde a la forma de obrar de 'eorges.
EHCules son las convicciones pol!ticas de su sobrinoI
EEs conservador.
EH<u" entiende usted por elloI
EEl no ampliar!a ni moderni#ar!a su negocio por nada del mundo, y tampoco aumentar!a la clsica lista de
sus art!culos de venta al por menor% petrleo, a#car, betn Men dos coloresN, cordones para #apatos Mdos largosN, velas,
matamoscas, caramelos baratos, e6c8 Cree que abasteci"ndose de otros art!culos, como por e)emplo )abn de tocador,
agua de colonia o incluso cinturones el"ctricos, podr!a levantar sospec$as entre los aldeanos y las autoridades.
,dems, teme que los aldeanos puedan tac$arlo de modernista y de porngrafo, o de destructor de las costumbres de
la vida patriarcal. Jo, en cambio, opino, y se lo di)e $ace tiempo, que con esto no $ace ms que expresar sus propias
convicciones% es "l el que tiene esas ideas, y no los del pueblo.
-R7
EHCules son sus convicciones pol!ticasI Creo que $a entendido usted mi pregunta.
EEn asuntos de pol!tica, 'eorges es un aut"ntico ignorante. &egn "l, la pol!tica es una cosa sobre la que no
se puede e)ercer ninguna influencia, algo as! como un fenmeno natural, el rayo o la tormenta, y por tanto queda fuera
de la esfera de lo que le interesa. &u lgica es simple y asusta por su simplicidad% la pol!tica en s! es, pues, un concepto
peligroso e inaccesible, algo peligroso en s!, contagioso, algo as! como la peste. &i no la tocas, no te toca. El peligro
del contagio se reduce de este modo al m!nimo, y basta con lavarse las manos con la mayor frecuencia posible, como
lo $acen los $ipocondr!acos y los gineclogos, y ya puedes tomarte tranquilamente tu #umo de frambuesa. ,$ora, su
nico temor son los aviones aliados que sobrevuelan el pueblo, y no porque tema que puedan lan#ar sus bombas sobre
el territorio del pueblo Mpues sabe que las bombas cues6an, y que no se lan#an sin un buen motivoN, tiene miedo de que
algn d!a un avin averiado, por necesidad, para aligerar peso, suelte sus bombas al a#ar, o que se desprendan Osolas,
sin que nadie las toqueP, y que de esta forma, al capric$o de la casualidad o de la fatalidad, destruyan su tienda, y sus
terrones de a#car salgan disparados en todas las direcciones. El primer d!a de mi llegada al pueblo declar"
categricamente que me negaba a discutir de pol!tica con 'eorges, porque para m! la pol!tica no es una cuestin de
supersticin. .ambi"n le di)e que las reflexiones pol!ticas de un coc$ero son para m! ms aceptables y comprensibles
que sus $istorias de bombas ca!das del cielo directamente sobre su tienda y sobre su a#car en polvo.
EH<u" ms vende su sobrino aparte de a#carI
EJa se lo $e dic$o% sal, caramelos baratos, matamoscas, betn, grasa para los c$anclos, cordones, unto de
cerdo, velas, petrleo, pantallas para lmparas de gas, )abn de tocador, indiana, cintas, mec$as para lmparas,
art!culos de mercer!a. Creo que eso es todo.
EH0o se de)a usted nadaI
EEn cualquier caso, lo que acabo de enumerar constituye el inventario actual de su tienda. +uede que $asta
$aya exagerado. Ke dic$o )abn de tocador y en realidad se trata de un vulgar )abn casero $ec$o con grasa de ave. &e
lo compr a un aldeano por si acaso alguien le ped!a )abn, alguien de la ciudad o un oficial, o algn via)ero de paso.
&in embargo, tengo la impresin de que se $i#o con este )abn maloliente para vend"rmelo a m!. 0o veo qui"n si no
comprar!a $oy )abn en el pueblo.
EH.en!a ms art!culos antes de la guerraI
E.uvo durante cierto tiempo los productos de la casa (epol de *rbas, (epolD&lons1i ^ &trauss. Kacia el
ao -73R me rog por carta que intercediera con esta casa para librarlo de la venta de estos art!culos, que "l, es decir,
'eorges, no consegu!a vender en el pueblo, pero que ten!a obligacin de comprarle a la casa, segn el contrato, oral o
escrito, ya no lo recuerdo. 'eorges ten!a la esperan#a de colocar algunos art!culos entre los aldeanos y los ricos de los
alrededores, porque $ab!a corrido el rumor de que toda la regin iba a ser electrificada en un pla#o de dos o tres aos.
&in embargo, como el seor seguramente sabe, el asunto no prosper, y la electricidad todav!a no $a llegado al pueblo.
EH2e qu" art!culos se tratabaI
E&egn las palabras del seor 'lusac, nico apoderado legal de esta empresa, que me inform por escrito de
las actividades de (epol, se trataba de productos manufacturados de celuloide y baquelita% ca)as de tel"fono,
botiquines, a#ucareros, interruptores, todo tipo de aislantes el"ctricos, O$ierro dulceP, a#ule)os para el bao, y tambi"n
peines, maquinillas de afeitar, cepillos, espe)itos, marcos para fotograf!as y otras bagatelas de feria en las que no
figuraba el nombre de la empresa, sino que "sta se las vend!a ba)o mano a los #!ngaros, a revendedores o a pequeos
comerciantes de pueblo como 'eorges. 'eorges me rog, pues, que intercediera con esta empresa y que estableciera
en su nombre un contrato que anulara las clusulas existentes% es decir, que no siguieran sirvi"ndole productos en los
que apareciera la marca, porqueEsalvo en el caso de los a#ucarerosEel inter"s por ellos era m!nimo, sino que le
proporcionaran mercanc!as de la segunda serie, es decir, las bagatelas de feria, peines, espe)itos, marcos, cepillos,
$orquillas y peinetas de celuloide.
EH&igue su pariente traba)ando con esta casaI
E&egn el informe del seor 'lusac, la casa &lons1i ^ &trauss cerr en -7 3 7, al instalarse el seor ,vigdor
&trauss en la tierra de 5srael. Con su partida, la empresa perdi su renombre y su importancia, y sigui durante cierto
tiempo liquidando los almacenamientos de bagatelas. En la "poca en que intervine a favor de 'eorges, la casa (epol
ya estaba prcticamente en las ltimas. J 'eorges se convenci una ve# ms, y esta ve# para siempre, de que era
arriesgado, luego innecesario, ampliar su lista de art!culos.
-:=
EH<u" fue de &lons1iI
&lons1i tambi"n se fue a +alestina, cosa que me confirm el propio seor 'lusac. &in embargo no est
comprobado que nuestro &lons1i sea el mismo que el c"lebre poeta ,bra$am &lons1i, autor de .as piedras del caos.
El difunto +aya &c$Bar# me $a asegurado que se trata de la misma persona, y en prueba de ello $a aducido la carta de
su pariente @euerstein, en la que dec!a que &lons1i se $ab!a $ec$o muy famoso y que $ab!a preguntado,
supuestamente, por sus amigos de *rbas y de 0ovi &ad, y sobre todo por Ker# &c$Bar#, como llamaban al difunto
+aya.
EH<ui"n es @euersteinI
E@euerstein es igualmente un literato, oriundo de esta regin. El tambi"n fue a parar a 5srael en la misma
"poca que &lons1i y muc$as veces se les cita )untos, como integrantes de una misma escuela. +ublica sus libros con el
seudnimo de ,vigdor Kameiri. El difunto +aya &c$Bar# $ubiese podido $ablarle muc$o ms que yo, puesto que,
como ya $e dic$o, les un!an la#os familiares y manten!an correspondencia en $ngaro y en $ebreo, ya que el difunto
Ker# &c$Bar# estaba aprendiendo el $ebreo y ya lo dominaba bastante.
EH,rregl usted algn otro asunto para 'eorgesI
EKacia -7;7, con ocasin de mi via)e a .rieste, a Kotor y a Cetin)e, 'eorges me pidi por carta que le
informara de los precios de la fruta del sur y de las posibilidades de transporte. En realidad pretend!a $acer de m! una
especie de socio, pues la idea del comercio de fruta del sur era m!a. 0o obstante, en todo este asunto yo no me
consider" como un socio eventual, sino que me limit" a apuntar en una carta la posibilidad de que 'eorges vendiera
$igos secos y granadas, y que yo le dar!a algunas direcciones y lo recomendar!a a algunos comerciantes. &in embargo,
en su carta me propuso que me ocupara del suministro y del transporte, participando, por supuesto, en los costes,
mientras que "l se encargar!a de la venta, con lo que yo asum!a todo el riesgo. +or esta ra#n nunca $e contestado esta
carta, porque por un lado no quer!a verme me#clado en este asunto, y por otro, a decir verdad, no cre!a en la seriedad
de la oferta de 'eorges. En efecto, dado que solamente pretend!a vender esta fruta del sur, tan cara, a los del pueblo, el
negocio no ten!a ningn sentido. Es ms, ten!a intencin de escribirle que le iba a llevar un cesto de naran)as y de
$igos secos, lo que le bastar!a para dos o tres temporadas, e incluso llegu" a escribir esta carta, pero al final no la
envi"% 'eorges es tan incapa# de entender el $umor como las sutile#as del comercio. Es el prototipo del antiguo
tendero sefard!, e incluso dir!a que para "l su pequeo establecimiento siempre $a sido un gran lu)oL estoy
profundamente convencido de que ms le valdr!a dedicarse a llevar una banasta colgada al cuello con unas correas y
vender sus espe)os y sus elsticos en las ferias de los pueblos, o al comercio de la pluma, como su abuelo.
EHExiste alguna otra prueba de que antes de la guerra poseyera ms art!culos que a$oraI
EEn la tienda permanecen las inscripciones encima de los ca)ones y las ca)as de $o)alata vac!as% arro#,
pimienta, vainilla, laurel, canela. &in embargo, no puedo asegurar que estos ca)ones contuvieran precisamente estos
art!culos. &egn mi $ermana, tambi"n vend!a clavos, alambre, cuerdas, tornillos, cacerolas, ollas, fuentes, cubiertos,
as! como papel, tabaco, sellos postales, tinta, plumas, portaplumas.
EH*end!a material de ca#aI
E<ue yo sepa, no.
EH&e conocen su sobrino y la seora @isc$erI
E0o. 0o se conocen.
EHConoc!a su sobrino al seor @isc$erI
Creo que no. En cualquier caso, nunca $ablamos de ello entre nosotros. 'eorges nunca lo mencion. ,dems,
'eorges, como ya $e dic$o, abandonaba pocas veces su tienda% como via)aba casi exclusivamente en bicicleta, $asta
(urs1a &obota, 0agy1anis#a o Lendava, es poco probable que $ubiese venido a 0ovi &ad.
EH<u" $ac!a usted en 0ovi &ad, aparte de visitar a la seora @isc$erI
EJa lo $e dic$o% fui a expedir mis pertenencias pagando tarifa de env!o lento% dos armarios conteniendo ropa
de cama y utensilios de cocina, que, dic$o sea de paso, an no me $an llegado. ,parte de esto, fui a visitar a mi vie)o
amigo el seor 'avans1i.
-:-
EH<ui"n es 'avans1iI
E0os conocemos desde los tiempos de mi primer empleo en 0ovi &ad. (e ayud a buscar un piso y a
conseguir los muebles. En efecto, yo no pod!a permitirme comprar muebles nuevos, pero gracias a 'avans1i, que por
aquel entonces traba)aba de agente comercial, consegu! adquirir muebles de segunda mano en buen estado a un precio
muy ra#onable. En este asunto, 'avans1i tambi"n fue mi aval.
E+rosiga.
E0os conocimos en el 6osanac. Era un bar bastante decente, prximo a la estacin de ferrocarriles, o ms
bien a las oficinas de la estacin, donde sol!a ir con frecuencia en aquella "poca, pues traba)aba de eventual para ellos.
>n d!a nos emborrac$amos como cubas y volvimos a su casa en fiacre. En efecto, 'avans1i ten!a en el stano
bastantes botellas de vino.
EH, qu" se dedicabaI
EComo ya $e dic$o, era representante de una casa de comercio, y tambi"n se dedicaba a la venta de terrenos
y de inmuebles.
EH.iene familiaI
E>na mu)er y una $i)a, pero al parecer, est reido con ellas. &" que generalmente se prepara "l mismo su
comida, porque asegura que la forma de cocinar de su esposa es peligrosa para su tensin, y que "sta no est dispuesta
a renunciar a sus costumbres. En realidad, es vegetariano desde su )uventud y durante aos se $a alimentado
nicamente a base de verduras y de fruta, aunque tengo la impresin de que en los ltimos tiempos $a abandonado sus
principios $erb!voros y a$ora come a menudo panceta con muc$a cebolla, a escondidas, como si quisiera engaarse a
s! mismo.
EH&u $i)aI
E.iene veinticuatro aos y est comprometida con un comerciante llamado @e1ete, oriundo de Csantav"r. 0o
$e tenido la oportunidad de conocerlo personalmente, pero me parece que 'avans1i no est muy satisfec$o con esta
relacin.
EH+or qu" ra#nI
E0o sabr!a decirle. El mismo $abla de mala gana del tema, de modo que no me $e atrevido a preguntar nada
ms.
EHCul es la relacin entre 'avans1i y la seora @isc$erI
E<ue yo sepa, no se conocen.
EH*ia)a 'avans1i con frecuenciaI
ECreo que $ace aos que no sale de casa. Le espanta cualquier despla#amiento, incluso dentro de casa, y est
atado a su poltrona como si "sta fuera una silla de invlido. >na ve# se lo di)e. Ello $ace que se le $inc$en las piernas,
de a$! su malsana obesidad.
EHKab!a alguien ms en la casa durante su visitaI
E,parte de "l y de su mu)er, no $ab!a nadie.
EH2nde estaba la seorita 'avans1iI
(e di)eron que se $ab!a ido de excursin con su novio.
EH<u" excursinI
E0o sabr!a decirle.
EHKa dic$o usted que su novio es comercianteI
-:3
E&!. Comerciante o representante. Eso me di)eron.
EH<u" vende este @e1eteI
E0o lo s". 0o se $abl de ello.
E5ntente recordar.
E0o se $abl de ello.
EH, qu" $ora se marc$ usted de casa de 'avans1iI E(e qued" a dormir.
EH+or qu"I
E'avans1i me advirti que faltaba poco para el toque de queda y que no $ab!a ninguna ra#n para que
anduviera vagabundeando.
EHCunto tiempo permaneci ba)o su tec$oI
E>na noc$e.
EH,donde fue despu"sI
E.om" un fiacre8
EH2ndeI
EEn la calle Luis 6art$ou.
EH<uiere eso decir que fue $asta all! andandoI
E&!.
EH.ard dos $oras en ir desde el +aseo de la Estacin $asta la calle Luis 6art$ouI
EEst bien. +as" a ver al prroco.
EH<u" quer!a del prrocoI
E>na partida de nacimiento de los miembros de mi familia.
EHCunto pag por elloI
EEl precio de las pli#as.
EComprobaremos sus alegatos.
E2os pengs por partida.
EHEntr usted en la iglesiaI
E0o.
ELuego fue el prroco quien le tra)o las partidas, Hno es as!I
E&!.
EH&e las entreg en su casaI H&! o noI
E&!.
EH, trav"s de qui"n se puso usted en contacto con "lI
E, trav"s de la parroquia.
-:;
EHLe conoc!a usted de antesI
E0o.
EH<ui"n le envi a verloI
EEn la oficina de la parroquia encontr" a un empleado, cuyo nombre ignoro, que me mand a ver al prroco.
Este empleado era muy reservado. (e di)o que en los ltimos tiempos se $ab!an $ec$o muc$as peticiones como la
m!a, porque muc$a gente quer!a obtener certificados falsos para los miembros de su familia. Le expliqu" que no era
mi caso, sino que ven!a por v!a legal para solicitar esos documentos. Entonces me envi a ver al prroco.
EEn una de nuestras anteriores entrevistas, le voy a decir exactamente en qu" fec$a, eso es, el 34 de mar#o,
luego no $ace tanto tiempo, declar usted lo siguiente McitoN% O(i sobrina Gebeca, a$ora (ar!a, estudia catecismo ba)o
la tutor!a de un )oven sacerdote, y estoy convencido de que su conversin es ms la expresin de un deseo de
prostitucin espiritual que un acto consciente y voluntarioP.
E&!, en el fondo es muy cierto.
E&igo citando% O0o existe ninguna religin tan perfecta que )ustifique que el $ombre se convierta. La nica
religin es la fe en 2iosP.
E&!, sigue siendo lo que pienso.
E&i nos $emos entendido bien, usted no tiene intencin de seguir el e)emplo de su sobrina, que va a clases de
catecismo, HverdadI
E,s! es.
EHCmo explica entonces el $ec$o de $aber ido a la iglesia ortodoxa sin pasar antes por la sinagogaI
E,ntes tampoco iba a la sinagoga, ni estaba en buenas relaciones con el rabino.
EH&e reuni usted con alguna otra persona ms, adems de las que ya $a mencionadoI
ECreo que $e indicado todos mis encuentros privados.
EHLuego tambi"n tuvo usted citas formalesI
E,parte de la visita al pope, podr!a llamarse encuentro formal a mi visita a las oficinas de la estacin, donde
fui a informarme de ciertos asuntos profesionales.
EH2e qu" asuntos profesionalesI
E2e mi )ubilacin.
EHCon qui"n trat del temaI
ECon el seor Laufer. ,ndriya Laufer.
EH<ui"n es LauferI
E>n empleado de las oficinas de los ferrocarriles. .raba)amos antao )untos en &id, en la "poca en que an
era aprendi#.
EH<u" cargo tiene a$oraI
E0o $a pasado de gerente. Gecientemente $a sido relegado a escribiente de oficina o algo as!. En cualquier
caso, sigue traba)ando, aunque se teme que cualquier d!a lo ec$en.
EH0o es extrao que siga ocupando un cargo de tanta responsabilidadI
E0o $ay que olvidar que el seor Laufer es musulmn, converso. &u nombre oficial es ,lia Latific, pero
siempre le $emos llamado por su antiguo nombre, es decir, ,ndriya. Kacia -73= se cas con una musulmana de
-:9
&ara)evo, y fue entonces cuando se convirti al ma$ometismo. Creo que lo $i#o sin que los padres de ella insistieran
demasiado, es decir que lo $i#o por amor. ,l morir su esposa, un ao o dos despu"s de su boda, ,ndriya, es decir, ,lia
se convirti en una especie de dervic$e laico% estudiaba el Corn y aprend!a el rabe. Creo que se preparaba
!ntimamente para una misin en +alestina, pero nunca encontr la fuer#a necesaria para marc$arse. 0unca pudo
ale)arse de la morada eterna de ella y estaba convencido de que el encuentro en el otro mundo con su difunta esposa
slo ser!a posible en el seno de la religin de (a$oma.
E,brevie.
EEsta especie de conversin es tambi"n un acto de fe% el amor es una emanacin de 2ios.
EH2e qu" $ablaronI
ELaufer traba)a en un despac$o con otros dos empleados, y no quiso $ablar conmigo de temas privados en
presencia de "stos. ,l principio pens" que no me $ab!a reconocido, pero luego constat", al decirle mi nombre, que slo
fing!a no conocerme. ,s! que limit" nuestra conversacin a mi problema profesional% si estaba al tanto del resultado de
la que)a que $ab!a presentado respecto a la disminucin de mi pensin. (e contest que el asunto $ab!a llegado $asta
"l y me apunt en un tro#o de papel el nmero de registro del documento. ,l final me di)o que volviera a contactarle
por escri6o al cabo de un mes, y que esperaba que para entonces el asunto estuviera resuelto.
EH2nde estaban sentados los otros dos empleadosI
EEl ms )oven, de civil, estaba sentado )usto enfrente de ,ndriya y estaba escribiendo algo, o fing!a $acerlo.
El otro, ms o menos de la edad de ,ndriya, estaba sentado a su derec$a en la misma mesa, en realidad dos mesas de
oficina )untadas y cubiertas con un papel de estra#a a#ul. Este otro era un poco calvo y llevaba, al igual que ,ndriya,
el abrigo descolorido del uniforme de los ferrocarriles, sobre cuyas mangas segu!an vi"ndose las marcas de las
antiguas insignias. Estaba comiendo una rebanada de pan con manteca y pimentn. Creo que estaba muy atareado con
esta ocupacin y que no nos $i#o ningn caso. 0i siquiera estoy seguro de que se percatara de mi entrada en el
despac$o. En un momento dado, se volvi de lado, casi de espaldas, y ya no pude ver su cara. (e imagino que estar!a
removiendo los ca)ones en busca de algn papel con el que limpiarse sus dedos grasientos. &egu! oy"ndolo un rato
ms mondarse los dientes con la lengua y succionar las migas.
EH&e ve la estacin desde el lugar donde est sentado ,ndriya LauferI
E,ndriya est sentado de espaldas a la ventana que da a la estacin. La lu# le llega desde la ventana de la
derec$a, que da a una pared. Creo que se trata de un almac"n o de un silo.
EH&e ve!a la estacin desde el lugar donde estaba sentado ustedI
E0o se ve!an ms que las plataformas giratorias y las v!as, as! como el cuerpo metlico de la bomba de agua,
y un poco ms le)os, la bscula para el ganado. La bomba estaba cubierta de pa)a. La estacin misma se encuentra
bastante ms le)os, a unos quinientos o seiscientos metros a la derec$a.
EHCmo sabe usted que la distancia $asta la estacin es precisamente "saI
EKace tiempo traba)aba en esta misma estacin y $ac!a varias veces al d!a el recorrido entre la bomba y el
edificio de la estacin, unas veces andando, otras en la vagoneta de servicio.
EH+or qu" utili#aba la vagonetaI
EEn ocasiones ten!a que intervenir personalmente en el depsito de locomotoras, en la plataforma giratoria o
en el taller de reparaciones, y de ve# en cuando sal!a de inspeccin por la maana temprano con el guardav!a o con el
t"cnico )efe.
EH<ui"n es el t"cnico )efeI
EKubo varios. El ltimo fue un eslovaco, Kalup1a. 0o s" qui"n ocupa el puesto a$ora.
E+ara establecer su =orario de 6renes, el de -7;4, Htuvo usted que $acer un plano de la estacinI
E0o, seor.
-:R
EH&abr!a usted $acer un plano como "seI
E, lo me)or, de memoria, y muy esquemticamente, si es que no $a cambiado nada desde entonces.
EH+articip usted en las brigadas de traba)o for#osoI
EEn enero del 9-, a pesar del certificado m"dico de mi precario estado de salud f!sica y ps!quica, empec" a
traba)ar en los terraplenes y en la ladriller!a.
EHLuego conoce usted la t"cnica de la colocacin de ra!lesI
EJo traba)aba en el desmonte del terreno, en el terrapl"n mismo. &upongo que otros colocaban los ra!les. 0o
lo s". 0i siquiera creo que nadie $aya colocado ra!les sobre esos terraplenes.
EH<u" insinaI
ELos terraplenes estaban $ec$os sin ninguna profesionalidad, sin estudio del terreno y sin plano alguno, por
lo que estoy convencido de que $oy ya ni existen.
EExpliqese.
EEn la brigada de traba)o $ab!a ingenieros, como por e)emplo /fner, y ellos me di)eron que esos terraplenes
se desmoronar!an con la primera lluvia y que desaparecer!an de la fa# de la tierra.
EH<ui"n es /fnerI
>n ingeniero, como ya $e dic$o. Lo conoc! en la brigada de traba)o.
EH&abe cul es su direccin actualI
EKe o!do que lo mataron.
EHKa dic$o usted que $ab!a varios especialistas en la brigadaI
E,parte de /fner, $ab!a ingenieros de distintas especialidades, como por e)emplo +olla1 y Ker#, as! como
algunos gemetras y gelogos, como \eiss y uno de los $ermanos Krauss, creo que el mayor. Ellos tambi"n opinaban
que ese terrapl"n no durar!a ms que $asta la primera lluvia, lo que result ser cierto.
EH+or qu" no recurrieron a sus conocimientosI
ELos muc$ac$os del encuadramiento no permit!an que se inmiscuyeran en este traba)o. >n d!a, al principio,
el difunto /fner le indic al vigilante )efe que todo esto estaba construy"ndose sin ninguna profesionalidad y que el
terrapl"n no durar!a muc$o tiempo, lo que le vali un latiga#o en plena cara, so pretexto de querer librarse del traba)o.
Kubo otros intentos ms de convencer a los c$icos del encuadramiento de la necesidad de crear una especie de oficina
topogrfica que se ocupara de los clculos t"cnicos, de la toma de datos geolgicos y geom"tricos y del levantamiento
de un plano claro y preciso, pero todos fracasaron. Este grupo de ingenieros deb!a estar integrado por todos los
especialistas, y $ab!a varios, como ya $e dic$o, en las propias brigadas de traba)o, como el citado /fner, los $ermanos
Krauss, +olla1, Ker#, es decir, +aya &c$Bar#. Ellos $ubieran levantado los planos en sus casas, para que no pareciera
que quer!an eludir el traba)o, y $ubieran cumplido con su deber en el terreno, como estaba previsto. ,nte esta
propuesta, y fue el difunto &c$Bar# quien la expuso, los muc$ac$os del encuadramiento se abalan#aron sobre ellos
moli"ndolos a palos y latiga#os, so pretexto de que "stos, es decir, los de la oficina topogrfica, pretend!an levantar los
planos de la estacin y de los ob)etivos militares, del aeropuerto, del pol!gono y de la disposicin de la artiller!a
antia"rea, con el fin de entregrselos a algn servicio de informacin extran)ero. @ue el ltimo intento de $acer algo
por estos terraplenes.
EHCmo explica usted la preocupacin de /fner y los dems por este terrapl"nI
ECreo que, como especialistas, les resultaba penoso $acer un traba)o intil. &in $ablar de la $umillacin.
EH&e encontr usted con alguna de las personas de la oficina topogrfica durante su ltima estancia en 0ovi
&adI
-::
E<ue yo sepa, los nicos que siguen con vida son +olla1 y uno de los $ermanos Krauss. +ero no los vi%
+olla1 est en la crcel y el ms )oven de los Krauss figura en la lista de los desaparecidos.
EH<u" ocurri con los demsI
ELos mataron durante un enfrentamiento con los muc$ac$os del encuadramiento, o ms tarde. J +aya, es
decir, &c$Bar#, se a$orc en una cmara frigor!fica. 2urante muc$o tiempo pensaron, incluida su esposa, que $ab!a
$uido al extran)ero o que se $ab!a a$ogado en el 2anubio o algo parecido, $asta que lo encontraron en esta cmara
frigor!fica% carne $umana.
EH<ui"n le dio esta informacinI
ELo o! el mismo d!a en que lo encontraron en la cmara frigor!fica, y ms tarde tambi"n lo publicaron los
peridicos. &egn el "^lkisc7er 'eo2ac76er, la causa era la bancarrota y unos asuntos turbios en los que &c$Bar#
estaba supuestamente implicado. &egn !er &6Ermer, que tambi"n $abl de este caso con muc$o sensacionalismo, se
$ab!an encontrado tro#os de carne $umana en las salc$ic$as de &c$Bar#, a )u#gar por el testimonio de un tal (almos,
veterinario de Curug. &egn el mismo !er &6Ermer, se adu)o como prueba material un tro#o de carne de las salc$ic$as
de &c$Bar# del que se $ab!a demostrado t"cnica e incontestablemente que se trataba Mcito de memoriaN Ode un peda#o
de yema de dedo con una excrecencia de placa crnea de tantos y tantos mil!metros de tamaoL en cuanto a la placa
crnea, se $a demostrado tambi"n t"cnica e incontestablemente que es de id"ntica composicin que la ua $umana, en
este caso la ua de un nio de entre oc$o meses y un ao de edadP. 2esde luego, todo esto era puro invento, en
conexin con la profesin del vie)o &c$Bar#, el padre de +aya, que era salc$ic$ero y carnicero. +aya, al perder su
empleo, $ab!a empe#ado a traba)ar en la tienda de su padre, porque el vie)o &c$Bar# ya estaba completamente ciego y
era incapa# de llevar a cabo ningn traba)o.
EH<ui"n le inform de los dems miembros de la oficina topogrficaI
E2e +olla1 me $abl la seora @isc$er. (e di)o que lo $ab!an llevado al $ospital penitenciario totalmente
inconsciente y con los rganos sexuales mutilados.
EHCmo lo sab!a ellaI
E,ntes de suicidarse, el difunto @isc$er $ab!a estado con +olla1 en la prisin preventiva de la Casa ,marilla,
y luego en lo que llamaron El .nel.
EHKraussI
E2e "l me $abl su mu)er.
EH2nde y cundo la vioI
E,ntes de marc$arme de 0ovi &ad, es decir, a finales de febrero o principios de mar#o. 0os encontramos en
el ayuntamiento, donde $ab!amos sido convocados para una revisin de nuestra documentacin. @ue all! donde me
coment que su marido, es decir, el ms )oven de los Krauss, figuraba en la lista de los desaparecidos.
EH<u" ms le di)o en aquella ocasin de su maridoI
E0ada ms.
EHCmo interpreta usted que figurase en la lista de los desaparecidosI
E(e imagino que se a$ogar!a en el 2anubio o que lo deportar!an.
EH/fnerI
EJa lo $e dic$o% lo mataron. @ue el difunto 6"la &ternberg quien me inform de su destino. Lo supe un d!a o
dos antes de que "ste, &ternberg, se suicidara.
Eso significa que es usted prcticamente el nico superviviente de los miembros de la oficina topogrfica, Hno
es as!I
-:8
EJo no pertenec!a a este grupo. &lo estaba integrado, como ya $e dic$o, por ingenieros, arquitectos,
gelogos, gemetras y personas de profesiones similares. Jo estaba en la misma unidad de traba)o a la que pertenec!a
la llamada oficina topogrfica.
ELuego traba)aba usted con ellos, HnoI
EEn efecto. .ransportaba la tierra y la arena $asta el terrapl"n, cavaba, desenterraba ladrillos.
EHConoc!a usted sus planesI
E0o entiendo.
EH*io usted los planos que le propusieron a la direccin de la brigada de traba)oI
EVams $ubo tales planos. La propuesta de levantar planos, de tomar datos y $acer clculos nunca fue
aceptada por los muc$ac$os del encuadramiento, aunque en una "poca trataran del tema con /fner y los dems para
$acerles $ablar y descubrir el verdadero fondo de sus intenciones, y para conseguir los planos sobre papel, poder
acusarlos de espiona)e y presentarlos as! ante la opinin pblica. Creo que los miembros de la oficina topogrfica se
dieron cuenta del propsito de este )uego y al final de)aron de insistir en ello.
EH.om tambi"n parte su sobrino 'yula, llamado 'eorges, en las brigadas de traba)oI
E<ued dispensado por su importante grado de invalide#. ,dems, que yo sepa, la situacin en los pueblos
era totalmente distinta de la de la ciudad. (e refiero a que 'eorges pudo $aberse librado de ello incluso sin certificado
m"dico.
E*olvamos a la escena del bosque. &upongo que sabe a qu" me refiero.
E, este respecto, $e dic$o todo lo que ten!a que decir. Cuando o! los pasos, me escond! detrs de un rbol.
Luego o! un disparo, en realidad dos disparos consecutivos, y las urracas destro#adas cayeron a mis pies. Eso es todo.
EH, qu" $ora ocurriI
E2eb!an de ser alrededor de las oc$o de la maana.
EH0o le parece un poco extrao que usted y su sobrino 'eorges se encontrasen a las oc$o de la maana en el
mismo lugar, en el bosque, sin $aberse puesto de acuerdo, directamente o a trav"s de terceras personasI
E(e imagino que 'eorges sigui mis $uellas, creyendo que se trataba de un ca#ador. / si suponemos que
reconoci las $uellas de mis c$anclos, es posible que me siguiera intencionadamente.
EH<u" pudo despertar su curiosidadI
E<ui#s pensara que yo estaba colocando trampas para las liebres o algo parecido.
EH&ol!a usted colocar trampas de este tipo en el bosqueI
EKace muc$o tiempo, unos cuarenta aos.
ELuego Hno pudo ser "sta la verdadera ra#n que provoc la curiosidad de 'eorgesI
EJo slo $e dic$o que cab!a la posibilidad de que 'eorges me siguiera por curiosidad. 0o lo s". +uesto que
no nos $ablbamos, no pude preguntarle por qu" me segu!a.
EH<u" otra ra#n pod!a $aber tenido para seguirloI
E+udo $aber seguido mis $uellas por pura casualidad. / quiso mostrarse ante m! con la escopeta en la mano,
es decir, en una situacin de superioridad, porque $asta entonces siempre nos $ab!amos encontrado en circunstancias
en las que yo iba armado y "l no. (e refiero a mi bastn con la punta de $ierro. Este.
EHKab!a encontrado a algn otro ca#ador en anteriores paseos por el bosqueI
E>na o dos veces durante mi estancia en el pueblo.
-:4
EHConoc!a a alguno de ellosI
E>na ve#, un d!a o dos antes del mencionado encuentro con 'eorges, me $ab!a cru#ado con un grupo de
ca#adores, entre los cuales se $allaba un tal .t, de nuestro pueblo. El grupo estaba compuesto por siete u oc$o
personas de las que no conoc!a a ninguna salvo a .tL supongo que eran de otros pueblos, qui#s de 6a1sa o de
Cses#treg.
EH<ui"n es .tI
E>na noc$e apareci ba)o nuestras ventanas, armado con una escopeta de ca#a, y amena# con matarnos a
todos. Creo que estaba borrac$o. +eg varios tiros al aire, y luego el alcalde y unos aldeanos lo llevaron a casa.
2urante el encuentro del que le $ablo, tambi"n me insult y carg su escopeta para asustarme.
EH<u" insultos profiriI
E,#u#aba a los perros y a los ca#adores contra m!. 2ec!a en vo# alta, para que yo lo oyera, que iba a disparar
una bala con plomo del nueve sobre una $iena Maadiendo algunos calificativosN y que su deber, es decir, el de los
dems ca#adores, era confirmar que $ab!an visto cmo disparaba sobre una $iena. +ero yo sab!a perfectamente que
slo pretend!a asustarme, porque si $ubiera querido matarme no $ubiese $ablado tanto, sino que $ubiera disparado.
2esde entonces $e evitado los lugares en donde pudiera encontrarme con los ca#adores, en la medida en que es
posible evitarlos. +or esta misma ra#n, tampoco me ale)aba del camino principal ni me adentraba en el bosque. +or
suerte, los perros $ab!an encontrado una $uella reciente y corrieron $acia el bosque, gracias a lo cual sal! bien parado
en aquella ocasin.
EH&e encontr usted con alguien ms en el bosque durante esos paseosI
ECon nadie ms.
EH0i ladrones de madera, por e)emploI
E0o, seor. 0o vi nada parecido.
EH&e $ab!a encontrado ya con 'eorges en el bosque alguna ve#I
E0o. &lo en aquella ocasin.
EH&ale de ca#a con frecuenciaI
E<ue yo sepa, era la primera ve# que 'eorges sal!a de ca#a. Jo mismo me sorprend!. 0ormalmente, "l
siempre est metido en la tienda, porque le cuesta confirsela a nadie, incluso a su propia madre.
EH.ra)o aquel d!a alguna pie#a a casaI
E0o lo s". 0o me interesaba demasiado.
EHLo vio usted volver a casaI
E&!, lo vi. 2eb!an de ser las dos de la tarde.
EH.ra!a algo en las manosI
E0o lo s". Llevaba al $ombro un vie)o #urrn que $ab!a pertenecido a nuestro difunto abuelo, pero no sabr!a
decirle si $ab!a algo dentro o no. 5ncluso si $ubiese estado abultado, no $abr!a estado seguro de que se tratase de una
pie#a de ca#a.
EH<u" quiere decirI
E<ue creo a 'eorges capa# de llenar su #urrn de nieve, de ramas, de lo que sea, slo para quedar ante m!
como un brillante ca#ador.
ELuego el #urrn estaba lleno, HnoI
-:7
EKab!a una fuerte tormenta y no pude ver bien. 'eorges iba andando a lo largo de la alambrada y de pronto
desapareci dentro de la casa, de modo que no llegu" a ver si el #urrn estaba lleno o vac!o. Le colgaba del $ombro
derec$o.
EH<u" distancia separa la alambrada de su ventanaI
E>nos veinte metros, tal ve# menos.
EHEncontr aquel d!a en el bosque otras $uellas recientes de pasosI
E&lo las de 'eorges. Como ya $e dic$o, su #apato ortop"dico de)a en la nieve una $uella muy marcada, en
forma de planc$a.
EHJ anteriormenteI
E, veces encontraba $uellas de $ombre, pero me guardaba de seguirlas. (e refiero a que nunca iba detrs
del rastro de los $ombres, sino slo del de los animales y de los p)aros.
EH2e qu" ten!a miedoI
E2e volver a encontrarme con .t o con alguno de sus seme)antes, y tambi"n de la posibilidad de que algn
ca#ador me llenase de plomo, aunque fuera por casualidad, confundi"ndome con un animal. .em!a sobre todo que los
perros de ca#a me devorasen.
EH&abe 'eorges mane)ar aparatos t"cnicosI
E0o entiendo.
Ka dic$o usted que vend!a material t"cnico e incluso aparatos telefnicos para la casa (epol.
E0o eran ms que ca)as de tel"fono, exclusivamente las pie#as de baquelita, es decir, slo las carcasas,
toscamente fabricadas. Estos productos de la casa &lons1i ^ &trauss slo los compraban los idiotas e ignorantes como
'eorges. <ue yo sepa, compr a la casa unas cinco unidades de estas ca)as y tan slo consigui vender unaL en
realidad se la col a un pobre representante de +"cs que seguramente no $a conseguido des$acerse an de esa barati)a.
EH<u" $a sido de las dems unidadesI
EKacia el ao ;7 o 9= 'eorges devolvi por correo las cuatro unidades restantes a la direccin de la casa que
se las $ab!a suministrado de acuerdo con el contrato, pero el paquete )ams lleg a su destinatario, pues, como ya $e
dic$o, $ac!a tiempo que la empresa ya no exist!a. .ras una serie de reclamaciones por correo, recibi la noticia de que
la casa (epol $ab!a sido liquidada, pero las ca)as )ams le fueron devueltas. En aquella "poca me escribi varias veces
a 0ovi &ad pidi"ndome que intercediera para que le indemni#aran por la p"rdida, pero yo le contest" que la nica
p"rdida ser!a dedicarle tiempo a este asunto. 5ncluso llegu" a escribirle que los sellos de su carta certificada val!an ms
que esas ca)as, y entonces debi de abandonar definitivamente el asunto. , m!, por lo menos, de) de molestarme. &i
$a proseguido o no sus negociaciones con el servicio postal o con el fantasma de la casa &lons1i ^ &trauss, eso no lo
s". 0o creo. +ienso que mi carta le debi de abrir los o)os y que debi de comprender no slo que $ab!a perdido sus
ca)as para siempre, sino tambi"n que todo este asunto no $ab!a sido desde el principio ms que un gasto intil y una
p"rdida de tiempo.
EH<ui"n era el representante que le compr a 'eorges una de estas ca)asI
ELo nico que s" de "l es que era de +"cs. (e lo di)o en su d!a el propio 'eorges.
EHLo conoci ustedI
E0unca lo vi personalmente y opino que todo esto es otra mentira de 'eorges, quiero decir% el representante
de +"cs y la venta de la ca)a de tel"fono. Creo que 'eorges invent toda esta $istoria en un intento de parecer, de
alguna manera y ante m!, menos idiota de lo que es en realidad. <uer!a demostrarme que las ca)as de tel"fono no eran
tal barati)a, como yo pretend!a, sino que $ab!a personas que deseaban y pod!an venderlas, incluso gente de la
profesin, como lo era el representante de +"cs. El nico obstculo era, 1is major, la pol!tica del gobierno, que no
$ab!a cumplido sus promesas en cuanto a la electrificacin de toda la regin. J slo esta nimiedad le imped!a vender
su mercanc!a.
-8=
E&in embargo, no conseguimos encontrar esta ca)a.
EEstoy convencido de que 'eorges la devolvi a la casa (epol )unto con las otras cuatro unidades.
&implemente no quiso reconocer que no $ab!a sido capa# de vender ni una sola ca)a. +or eso invent la $istoria del
representante.
EH+iensa usted que aquellas ca)as pod!an servirI
E<ui#s se $ubiesen podido instalar en ellas ciertos aparatos telefnicos. +or supuesto, slo ciertos modelos.
J eso en el supuesto de que estas ca)as $ubiesen sido fabricadas con materiales slidos, cosa que dudo.
EH<u" le $ace pensar esoI
EEl funcionamiento en general de la empresa &lons1i ^ &trauss. Era un negocio de aficionados y de poetas
que se dedicaron a la artesan!a y el comercio por necesidad.
H.uvo usted alguna ve# una de estas ca)as en sus manosI
ELas vi, pero no las tuve en mis manos.
EH2nde las vioI
ECuando 'eorges me escribi que intercediera con la casa (epol, pas" por la tienda /rion de 0ovi &ad y
busqu" entre el material el"ctrico los productos de la marca (epol. Las ca)as de tel"fono de esta marca se destacaban
en las estanter!as por su mala calidad y su falta de acabado. Las )untas y los bordes no $ab!an sido limados, y la marca
registrada grabada sobre los productos tambi"n era obra de unos poetas y dec!a bastante sobre el tndem &lons1iD
&trauss.
EH<u" representaba la marcaI
E&obre un fondo oscuro de baquelita se ve!a dibu)ado un )arrn blanco, un )arrn, un relo) de arena o un
cli#, $asta el momento en que se descubr!a que este )arrn era un vac!o, una apariencia, y que slo eran positivos,
reales, esos dos perfiles id"nticos, esas dos figuras colocadas cara a cara, como en un espe)o, y que se amoldaban a los
contornos del )arrnDrelo) de arena. Este mismo s!mbolo, que seguramente pretend!a representar la feli# simbiosis y la
igualdad de los socios &lons1iD&trauss, tambi"n encabe#aba el papel de sus cartas.
EH&er!a usted capa# de instalar algn aparato de la casa (epolI
EH5nstalar un tel"fonoI
E(e $a entendido perfectamente.
E0o sabr!a $acerlo. +ara m! la t"cnica...
EH.al ve# sabr!a utili#ar alguna de estas ca)as para otros fines, me refiero a fines t"cnicosI
EEn lo que a t"cnica se refiere, no soy ningn entendido y no suelo ocuparme de ese tipo de asuntos. Kablo
de reparar instalaciones el"ctricas o cosas parecidas. ,dems, no cabe duda de que las ca)as a las que aludimos apenas
son utili#ables, incluso para el fin al que $an sido destinadas, es decir, para el tel"fono.
E&in embargo, $abiendo sido empleado de los ferrocarriles, Hno tendr conocimientos t"cnicosI Kabr tenido
que aprender a utili#ar el tel"grafo, por e)emplo, Hno es as!I
E&!, claro.
EH<u" aparato telegrfico utili#abaI
E,l principio, en &id y Cameral (oravice, el sistema (orse. (s tarde, en 0ovi &ad y 2ombovar, ten!amos
aparatos del sistema 6audot y del sistema Kug$es. Como estos sistemas eran ms complicados que el (orse, tuvimos
que acudir todos, desde los telegrafistas a los )efes de estacin, e incluso los funcionarios de rango superior, a unos
cursillos de formacin complementaria. El sistema Kug$es requiere cierto virtuosismo, casi musical% se tiene delante
-8-
un teclado con unas treinta clavi)as y los aparatos que funcionan al mismo tiempo tienen que concordar para que de
cada lado apare#ca la misma letra por encima de la cinta de papel sobre la que se imprime el mensa)e.
EH&er!a usted capa# de enviar un mensa)e con un aparato como "steI <uiero decir, en el caso de que tuviera
que volver a incorporarse al traba)o, por ra#ones excepcionales.
E0o creo. En cualquier caso, tendr!a que practicar muc$o para recuperar la misma $abilidad. Es como
cuando se toca el piano. >no tiene que acostumbrarse a mirar el texto por encima del teclado al mismo tiempo que
activa las clavi)as, a ciegas, igual, digo, que cuando se toca el piano o el armonio. &e olvida fcilmente. <ue uno se
acuerde de tocar el piano es una cuestin de o!do o de talento, pero tocar leyendo las notas ya es otra cosa. 0o basta
con confiar en el o!do y en el talento. +orque existen ciertas reglas matemticas, como el ritmo, los tiempos, e6c8 Lo
mismo sucede con el aparato de Kug$es.
EH&abe usted tocar el pianoI
E0o, nunca aprend! a tocarlo.
EEn una ocasin declar usted que era un virtuoso del piano.
E0o s" ni dnde ni cundo pude $aber dic$o tal cosa.
E&e lo di)o $ace poco tiempo a su sobrino 'eorges.
E&ol!a bromear llamando actividad musical a mi traba)o con el aparato de Kug$es. Estando con amigos
!ntimos, o en el caf", tras $aber bebido, sol!a decir, cuando $ablbamos de msica, que sent!a muc$o no 7a2er
perfeccionado mi t"cnica pian!stica. , decir verdad, siento profundamente no $aber aprendido a tocar algn
instrumento en mi )uventud, especialmente el piano, pero de $ec$o siempre me refer!a al tel"grafo de Kug$es, cosa
que mis amigos sab!an, de modo que yo segu!a desarrollando la comparacin, llamando partituras a los telegramas y
conciertos a mis env!os telegrficos, y as! sucesivamente. En la escuela, dic$o sea de paso, toqu" el viol!n durante un
tiempo, era una asignatura obligatoria $acia -7- o en la ensean#a secundaria. +ero los c$irridos del viol!n desaniman
a cualquiera a seguir aprendiendo, porque uno se da cuenta de que necesitar!a toda la vida para $acer de esos c$irridos
una msica ms o menos soportable. (e parece que con el piano es distinto. Luego es posible que declarara algo as!
delante de 'eorges, pero slo en ese contexto, es decir, en un sentido figurado, aunque me extraa que le $aya $ablado
de ello a 'eorges.
EH,lguno de sus conocidos toca el pianoI
E<ue yo sepa, no.
EH.iene la seora @isc$er un piano vertical en su casaI
E0o.
EHJ 'avans1iI
EEn casa de 'avans1i $e visto un piano en el cuarto de invitados, en una esquina, o ms bien en la parte en
que la $abitacin de invitados se ensanc$a formando una especie de rotonda, que no es otra cosa que la parte de la
fac$ada que se ensanc$a a modo de torre.
EH<ui"n toca ese pianoI
ELa $i)a de 'avans1i. &u padre le paga clases particulares con un profesor de msica.
EH<ui"n es este profesorI
E>n desgraciado que vino de +est porque all! no consegu!a encontrar traba)o. Kab!a tenido un asunto con una
alumna menor de edad, por lo que tuvo que marc$arse de la ciudad. +arece ser que tambi"n lo publicaron los
peridicos.
EHCmo es que 'avans1i conf!a en "l despu"s de lo ocurridoI
-83
E,l parecer, el antiguo 2on)un $a enve)ecido y se le $an pasado las locuras de )uventud. Est casado con
una seora de dudosa reputacin que espera un $i)o suyo. Es lo que me $a dic$o 'avans1i.
EHCmo se llamaI
E0o lo s".
E5ntente recordar.
E,lgo parecido a ]ldes o ]ilas. +odr!a ser ]ldesi.
EHEs su nombre art!sticoI
E0o, creo que es su verdadero nombre.
EH&er!a este ]ldesi, o como se llame, capa#, en su opinin, de utili#ar un tel"grafo de Kug$es, dada su
profesinI
E(i comparacin entre la t"cnica del piano y la que se emplea para el tel"grafo de Kug$es y para otros
tel"grafos de teclado es una metfora y, como tal, no tiene ningn sentido prctico. +or muy contradictorio que
pare#ca con relacin a lo que $e dic$o antes, creo que el conocimiento de la t"cnica pian!stica slo podr!a ser
contraproducente para quienes aprenden los principios del tel"grafo de Kug$es% el automatismo de los movimientos, la
costumbre de la conciencia y de los dedos, slo provocar!an confusiones. 5ncluso podr!a ocurrir que una persona
acostumbrada al teclado de un instrumento, ya sea el piano o el armonio, intentase, llevada por la emocin, la
costumbre o simplemente por el cansancio o la distraccin, tocar un acorde en lugar de las letras. Las consecuencias
podr!an ser catastrficas.
EHEs tambi"n vlido todo lo que est diciendo para la radiotelegraf!aI
E+ersonalmente, no cono#co esta t"cnica, pero s" que algunas compa!as ferroviarias europeas ya utili#an la
radiotelegraf!a a diario.
EHCmo lo sabeI
L.o 7e ledo en .a "oz del Cerrocarril / 7ace poco en &elecci)n8
EH,lguno de sus conocidos es aficionado a la radiotelegraf!a, como pasatiempoI
E<ue yo sepa, no.
EH<ui#s la seorita 'avans1i, o su novioI
E0unca $e o!do $ablar de ello.
EHKa dic$o usted que el piano se encuentra en el lugar donde la casa se ensanc$a, cerca de la ventanaI
E&!.
E2escriba el piano.
EEs un piano de cola negro, en buen estado, casi siempre tapado con una funda $ec$a de la misma tela que
las cortinas que cuelgan de una barra delante de la gran ventana de la parte de la fac$ada en forma de rotonda, de
donde procede la lu# de la $abitacin. Las patas parecen conos estili#ados, y en sus extremos tienen unas ruedecitas de
bronce. Los pedales, tambi"n de bronce o de latn, estn fi)ados a un mecanismo en forma de lira. &lo $e visto
abierto este piano, es decir, sin la funda ro)a, una ve#. La tapa estaba levantada y sostenida por una barra de madera.
@ue la primera ve# que vi las teclas, ya algo amarillentas, como manc$adas de nicotina. Encima del piano $ab!a una
partitura abierta.
EHCundo fue esoI
EKace tres o cuatro meses. Kab!a pasado por casa de 'avans1i a tomar un caf", despu"s de una noc$e sin
dormir.
-8;
EH2nde $ab!a pasado usted la noc$eI
EKab!a empe#ado en (rton, luego estuve en la +uerta Catlica de \ein$ebbel, y acab" en la cafeter!a de la
estacin. Kab!a bebido muc$o vino malo, pero al ir $acia casa de 'avans1i ya se me $ab!a pasado la borrac$era.
EHCon qui"n $ab!a estado bebiendo aquella noc$eI
ECon unos traba)adores cuyos nombres descono#co. Gecuerdo slo el de un tal &ndor. Es tipgrafo e
invlido. (e acuerdo de "l porque alrededor de la medianoc$e apost que se beber!a de una ve# tres litros de clarete y
gan. 2eb!a de ser su actuacin $abitual.
EHCmo explica usted que el piano estuviera abierto y que alguien lo $ubiese tocado tan temprano por la
maanaI
E'avans1i se que)aba de no $aber podido dormir porque su $i)a $ab!a tenido invitados aquella noc$e. La
$abitacin estaba en desorden, al igual que el resto de la casa. En los cuartos $ab!a vasos vac!os y a medio vaciar en el
suelo y encima de las alfombras, los co)ines del sof estaban revueltos y en la cocina, en la que entr" para tomar un
vaso de agua, el desbara)uste no era menor% platos sucios en la pila, restos de comida, botellas vac!as. /l! una de ellas%
era un vino qu!mico.
EH<ui"nes fueron los invitadosI
E0o lo s".
EHLe mencion 'avans1i algn nombreI
E0o.
EHCuntos invitados $ab!aI
E0o se mencion.
EH+articip el propio 'avans1i en la fiestaI
E(e di)o que se $ab!a bebido medio litro de vino en su $abitacin. 0o quer!a molestar a los )venes.
EHEstaban descorridas las cortinas de la ventana que $ay frente al piano cuando usted entrI
E&!.
EH<u" se ve desde esta ventanaI
E, la derec$a, una parte de la ciudad con la catedralL enfrente, en primer plano, un terrapl"n con v!as de tren
y algunas c$abolas, y detrs, la llanura y un po#o a lo le)osL en el extremo i#quierdo, tambi"n en segundo plano,
grandes fosas y la ladriller!a, as! como el 2anubio. &i se acerca uno a la ventana, colocndose en el espacio entre la
pared y el flanco del piano, puede ver los tenderetes de unos artesanos y unas casetas $ec$as de tablas de madera al
fondo de los )ardines. En verano, estos )ardines estn llenos de tomates, cebollas, calaba#as, girasoles y pepinos. En
esa "poca se distinguen entre el verdor las letrinas de madera blanqueadas con cal.
EH&e puede ver el pol!gono o el aeropuerto desde esta ventanaI
EJo no $e visto nada parecido.
EHKa mencionado usted unas fosas al lado de la ladriller!aI
E&!, desde esa distancia, a simple vista apenas se distinguen. ,ntao era el empla#amiento de la ladriller!a,
pero "sta qued completamente devastada tras una inundacin. , una profundidad de entre medio metro y un metro
todav!a pueden encontrarse ladrillos en bastante buen estado, como si la arcilla los $ubiese conservado.
EKa dic$o usted Oa simple vistaP. H<uiere eso decir que $a observado alguna ve# este paisa)e con
prismticosI
-89
E'avans1i me coment que nos $ab!a observado, me refiero a la brigada de traba)o, con prismticos desde su
ventana, pero que no consegu!a distinguir a un $ombre de otro en aquel $ormiguero $umano.
EH<u" clase de prismticos utili#abaI
E'emelos corrientes de seora, con incrustaciones de ncar y un mango de unos quince cent!metros de largo,
tambi"n con incrustaciones de ncar.
EHKa tenido usted alguna ve# estos gemelos en sus manosI <uiero decir, Hmir usted con ellos por la
ventanaI
E(e los acerqu" una ve# a los o)os, pero no vi nada ms que un deslumbrante espe)eo ro)o, como en una
puesta de sol% deb!a de tratarse seguramente de la cortina o de la funda que cubre el piano.
EH<u" vio antes de estoI
E&lo un deslumbrante espe)eo ro)o.
EGepito% Hqu" vio antes de estoI H/ despu"sI, da lo mismo.
EKab!a unas personas cerca de la ladriller!a.
EH<u" estaban $aciendoI
E,parentemente excavaban ladrillos del barro y de la arena y los tiraban a un montn para luego ordenarlos.
EHGeconoci a alguna de las personasI
E2esde esa distancia resultaba imposible distinguir los rostros. 'avans1i ya me lo $ab!a dic$o en una
ocasin.
J "l tiene me)or vista que yo.
HKacia qu" $ora mir usted con los gemelos por la ventanaI
Era a ltima $ora de la tarde, )usto antes de la puesta de sol.
EH<u" vio en ese momentoI
E, la i#quierda, )usto al lado de las ruinas de la ladriller!a, vi a un $ombre recogiendo ladrillos. (e fi)" en "l
porque estaba algo apartado de los dems.
E+rosiga.
E.en!a las manos envueltas en un trapo, seguramente un pauelo. En un momento dado, se detuvo, y otro
$ombre se le acerc, probablemente con la intencin de ayudarle a re$acer sus venda)es.
E+rosiga.
EEntonces corrieron $acia ellos unos $ombres armados con varas, y empe#aron a apalearlos $asta que
cayeron al suelo.
E+rosiga.
E(s tarde vi cmo los $ombres se levantaban y se un!an a los dems, que caminaban en fila, con layas o
palas al $ombro.
E+rosiga.
EEso es todo.
EH2e qui"n son esos gemelosI
E'avans1i los compr para su mu)er, $ar ms de die# aos, al seor +oltarats1i.
-8R
EH<ui"n es +oltarats1iI
E>n emigrante ruso. Lleg a 0ovi &ad $acia -73R. Creo que anteriormente $ab!a estado viviendo en *al)evo
y en 6elgrado. &e dec!a de "l que era conde, y que incluso $ab!a tenido estrec$as relaciones con la corte rusa y $ab!a
sido miembro de un gobierno, contrarrevolucionario por supuesto, pero al parecer los blancos le defraudaron, por lo
que se entreg a la buena vida. En aquella "poca viv!a de la venta de sus bienes, los suyos y los de su esposa o amante,
no lo s", y tambi"n de las clases que daba, de piano, de canto, de esgrima, de equitacin y otras disciplinas anlogas.
&of!a 0i1olaievna entend!a $asta de espiritismo, y dicen que prcticamente era ella la que manten!a al vie)o conde,
con el dinero que ganaba cantando por los bares y en las casas de los ricos. 2ic$o sea de paso, cuentan de ella que era
una ninfmana y que le pon!a los cuernos al conde en cuanto se le brindaba la ocasin.
EHConoc!a usted a +oltarats1i personalmenteI
EKacia -73R o -7;=, )ugamos varias veces al a)edre# y al billar en la biblioteca de la Casa de los ,rtesanos.
EH<u" $a sido de "lI
EKe o!do decir que muri en California en v!speras de la guerra, de una dulce muerte en bra#os de una
mulata.
EH2nde lo oy decirI
ELo le! en los peridicos de *iena. +oltarats1i pertenec!a a los c!rculos de la alta sociedad y frecuentaba a ex
reyes, regentes y condes.
EHCules eran las relaciones entre el difunto +oltarats1i y .rots1iI
EEn una conversacin alrededor de la mesa de billar, me di)o un d!a que ir!a sin falta a visitar a Lev
2avidovitc$ a su residencia me)icana.
EGecientemente $a $ec$o usted una comparacin entre su crneo y el de Lev 2avidovitc$ 6ronstein.
E0o me acuerdo.
E2eclar usted Mcito textualmenteN% OKubiese podido sufrir el mismo destino que Lev 2avidovitc$ 6ronstein.
&lo la providencia me $a salvadoP, e6c8
E&!. Es posible que $aya declarado tal cosa.
EHEn qu" contextoI
E0o lo recuerdo.
EH<u" clase de material explosivo guardaba usted en su casaI
E0o entiendo la pregunta.
EKay testigos que afirman que, antes de que la casa de la calle 6emova, nmero 3-, se derrumbara, oyeron
una explosin.
E&on $istorias que $an inventado.
EHCules eran sus relaciones con la seora ("s#ros, su caseraI
EGaras veces la ve!a.
EHCuntos meses de alquiler le deb!aI
E.res.
EH<u" relaciones ten!a usted con su maridoI
ECreo que evitaba encontrarse conmigo.
-8:
EH+or qu"I
E0o sabr!a decirle. 2eb!a de tratarse sin duda de una antipat!a mutua.
ELuego Hafirma usted que el seor ("s#ros le era antipticoI
E(s bien dir!a que me era indiferente. &encillamente lo ignoraba. Esto me resultaba tanto ms fcil en la
medida en que arreglaba las cuentas con la seora ("s#ros, lo que me libraba de estar en contacto con "l.
EHCmo explica el $ec$o de que la casa se derrumbase )usto un instante despu"s de salir ustedI
E(e salv la providencia.
EConteste a mi pregunta.
EEstoy cansado.
EHCmo es que se derrumbI Gepito% HCmo es que se derrumbI
ECreo que fue una rata la que $i#o que se derrumbara.
EHCundo vio usted la rataI
ELa vi dos veces. La primera ve#, cuando los cargadores despla#aron los armarios, y la segunda, en un abrir
y cerrar de o)os, cuando volv! la cabe#a al salir de la casa. Cabe pues la posibilidad de que $ubiera dos ratas.
EH2nde las vioI
EComo ya $e dic$o, la primera estaba en una esquina, contra la pared. &ali de un agu)ero del suelo, luego
$uy y desapareci en la esquina opuesta, en uno de los agu)eros que se encontraban en el lugar donde se )untaban la
tarima podrida y la pared ro!da por la $umedad. La segunda, si es que no era la misma, cru# la $abitacin en diagonal
y desapareci en un gran agu)ero abierto en medio del cuarto, a$! donde $ab!a una estera.
EHKab!a grietas en las paredesI
E0o.
EHEstaba la casa inclinada o su)eta con vigasI
EComo ya $e dic$o en el atestado, la casa no presentaba ninguna seal exterior apreciable que revelase su
futuro desmoronamiento.
EHGeali# usted algn arreglo en la casaI
E0inguno. &i no considera usted unas cuantas tablas del suelo que fueron reempla#adas.
EH<ui"n las reempla#I
EJo mismo.
EH2e dnde sac las tablasI
EEn realidad, se trataba de cuatro listones ms o menos anc$os que encontr" una noc$e al lado de casa.
2eb!an de $aberse ca!do de un camin de reparto. 0inguno med!a ms de un metro o metro y medio.
EHCav usted el suelo por deba)o de las tablas en aquella ocasinI
E0o. (e limit" a levantar las tablas podridas y a colocar en su lugar los listones. Entre "stos, a lo largo,
qued un espacio vac!o de unos die# cent!metros de anc$ura.
EHClav usted los listonesI
E0o. +orque los travesaos de sost"n de la tarima tambi"n estaban completamente podridos y enmo$ecidos,
por lo que $ubiese sido intil introducirles clavos.
-88
EHEstaba la casa aseguradaI
ELa seora ("s#ros declar en el atestado que la casa estaba asegurada por la compa!a de seguros
+anonia, y que toda su documentacin al respecto estaba en regla. En la propia casa se encontraba una placa naran)a
con la inscripcin de +anonia. &in embargo, los obreros no consiguieron dar con esta placa al quitar los escombros.
EH'o#a usted tambi"n de alguna indemni#acin en virtud de este seguroI
E0o creo. En cualquier caso, ninguna de mis cosas $a sufrido daos a consecuencia del siniestroL as! que no
veo ra#n alguna para...
EHKab!a cavado usted en el stano de la casaI
EEl stano estaba completamente inundado, creo que debido a las aguas subterrneas, y siempre estaba
cerrado con llave, supongo que por los nios. +ersonalmente, nunca ba)" al stano. &ab!a que exist!a slo por las
advertencias de la seora ("s#ros. ,l entregarme las llaves, me indic que no me daba la del stano por no
encontrarse "ste en condiciones de ser utili#ado. 0o recuerdo si mencion las aguas subterrneas en aquel momento.
EH2nde se $allaba la entrada a este stanoI
E&e acced!a a "l por una escalera de madera que $ab!a en la parte trasera del edificio. 2e la puerta colgaba un
gran candado oxidado, prueba de que $ac!a muc$o tiempo que nadie ba)aba al stano.
EHCmo sabe usted que el stano estaba inundado y que se acced!a a "l por una escalera de maderaI
E(e di cuenta cuando quitaron los escombros. Las botas de goma de los obreros estaban cubiertas de una
gruesa capa de arcilla. ,dems, por la noc$e sol!an o!rse unos extraos ruidos por deba)o de las tablas% como si
alguien c$apoteara en el agua. Eran las ratas. &e lo cont" un d!a al seor @reud, el ciru)ano, y me aconse) que fuera al
psiquiatra.
EH<ui"n es @reudI
E>n gineclogo. , "l tambi"n lo conoc! en la brigada de traba)o. (e fi)" en "l desde el primer d!a. .en!a las
manos vendadas. +ero los vigilantes le arrancaron las vendas de las manos y lo apalearon.
EHLo volvi usted a ver posteriormenteI
ELo vi una ve# ms. Estaba en una cola, al lado de las casetas verdes. Luego, slo vi su cerebro. @ormaba
una pequea isla en la nieve, en la esquina de las calles (ileticeva y 'rc1os1ols1a.
ELuego Hafirma usted que los c$apoteos que se o!an en el stano se deb!an a las ratasI
E&!.
EH+or qu" est usted tan seguro de elloI
EEsos c$apoteos sol!an ir acompaados de unos c$irridos parecidos a los que emiten las ratas.
EHKa practicado usted alguna ve# la pescaI
E,ntao pescaba con caa o con la mano, pero eso fue $ace muc$o tiempo.
EH+escaba tambi"n en el 2anubioI
E0o.
EH.iene usted botas de gomaI
E0o.
EH/y alguna ve# otras voces procedentes del stano de la calle 6emova, 3-, aparte de esos c$irridosI
H.oses, voces o susurrosI
-84
E0o.
H.en!a su casero, el seor ("s#ros, botas de gomaI
E0o lo s".
EH*io usted a alguien manipular el candado de la puerta del stanoI
E0o.
E2escriba ese candado.
EEstoy cansado.
E2escriba el candado.
E0o lo recuerdo.
EGepito% describa el candado.
ECuadrado, de unos seis por seis cent!metros, con un asa de acero moteada de gotas de xido. +or encima de
la cerradura ten!a una tapa redonda de unos oc$o o die# mil!metros de radio. ,l correr la tapa aparec!a en el
mecanismo de la cerradura la guarda, parecida a un grueso clavo. La tapa de la cerradura tambi"n estaba oxidada, de
forma que se corr!an con dificultad, y slo en un sentido M$acia la i#quierdaN. 2eba)o de la cerradura y de su tapa se
distingu!an claramente unas letras, de unos die# mil!metros de altura% el#ett.
E+rosiga.
EEso es todo.
E2escriba el candado por detrs.
EEn el punto de interseccin de las diagonales ten!a un pequeo bulto que correspond!a a la terminacin de la
guarda. Estas diagonales, formadas por dos l!neas en relieve, se encontraban a ambos lados del candado.
E+rosiga.
EEstoy cansado.
EHCundo $a vuelto usted de 0ovi &adI
EKace tres d!as.
EH+or qu" no se present antes en esta oficinaI
EEncontr" la citacin a mi regreso de +ors#ombat, es decir, ayer.
EH<u" $ac!a usted en +ors#ombatI
E@ui a visitar a los (ayer.
EH<ui"nes son los (ayerI
EEstoy cansado.
EH<ui"nes son los (ayerI
EEl seor &amuel (ayer es un antiguo conocido m!o de la escuela de comercio. Llevbamos ms de treinta
aos sin vernos. >nos d!as antes $ab!a o!do decir que un tal (ayer, comerciante, viv!a en +ors#ombat, y pens" que
deb!a de tratarse de "l. Entonces decid! $acerle una visita.
EH+or qu" ra#nI
E<uer!a pedirle algo de dinero prestado.
-87
EH<ui"n le di)o que (ayer viv!a en +ors#ombatI
E'eorges.
EH+or qu" mencion 'eorges a (ayerI
EEstoy cansado.
EH+or qu" mencion a (ayerI
E2urante una de nuestras discusiones, 'eorges me trat de fracasado y de .uf6mensc7, y cit a (ayer como
e)emplo de $ombre de "xito.
E+rosiga.
EEstoy cansado.
E&iga. &iga.
INSTRUCCI/N 0III1
+7
<u" supuso E. &. acerca del sentido y la finalidad de la citacin oficial que $ab!a recibido de 0ovi &adI
EGeincorporacin al servicio activo, con un rango inferior al que ten!a en el momento de )ubilarseL revisin
m"dica con vistas al traba)o for#osoL intento por parte de la polic!a de reclutarlo como confidente integrado en el
personal de los ferrocarrilesL arresto de personas notables, como re$enesL fusilamiento de los re$enes, como vengan#a
por los sabota)es en la red ferroviaria.
EH<u" relacin causal advirti entre todos los acontecimientos, y en conexin con sus bienes mueblesI
E<ue la velocidad del transporte de sus bienes muebles por las v!as del ferrocarril era directamente
proporcional al "xito de las fuer#as del E)e en los frentes, e inversamente proporcional al "xito del E)"rcito ro)o.
EH<u" posibilidades ten!a de $acerse con los : pengs necesarios para recuperar sus bienes mueblesI
EEl pr"stamo, el robo, la suerte.
EHEl pr"stamoI
E*e!a como acreedores potenciales a (ayer, 'avans1i, Gosenberg y la seora Clara, la tabernera, sin
per)uicio de sus anteriores deudas con todas estas personas% a (ayer ya le $ab!a pedido prestados 3 o pengs en dos
ocasiones, una ve# directamente, otra por carta, sin fi)ar el pla#o de devolucinL a 'avans1i slo le deb!a R : pengs,
puesto que ya le $ab!a devuelto -==L con Gosenberg no se $ab!a endeudado ni una sola ve#, porque "ste $ab!a eludido
$bilmente el tema en uno de sus encuentros, al $acer E. &. alusiones claras al dinero y al pr"stamoL a la seora Clara
le deb!a unos 3= pengs, cantidad que consideraba insignificante en comparacin con la que $ab!a gastado en su
taberna en cierta ocasin.
EHEl roboI
E&i $ubiese sabido dnde guardaban 'eorges y 0etty su dinero, $ubiese cogido un buen puado,
considerndolo, sencillamente, como retribucin por los bosques que "stos $ab!an quemado y sobre los que "l tambi"n
ten!a un derec$o leg!timoL tampoco descartaba la posibilidad de quitarle la cartera en el tren a algn comerciante o
contrabandista, al que antes adormecer!a emborrac$ndolo o colocndole ba)o la nari# un pauelo embebido en un
producto sopor!fero.
EHLa suerteI
-4=
EEl $alla#go de una cartera en el pasillo de un tren, en la calle o en un caf"L un regalo de un donante
desconocidoL un giro postal de la Cru# Go)a o de otra institucin ben"ficaL una revisin, excepcionalmente a su favor,
de su pensin, con efecto retroactivo, en virtud de una nueva ley, sobre todas las pagas percibidas desde su entrada en
servicioL el $alla#go de un cupn de loter!a sobre el que recayera el gordoL el descubrimiento de una efica# arma
secreta y su venta a los americanos, e6c8
EH<u" tem!aI
E<ue en su ausencia, sus sobrinos y sus propios $i)os urdieran un complot imprevisto y terrible en contra de
"l.
EHCmo reaccion E. &. al leer la lista de personas que le $ab!a enviado su $ermana 0etty, en la que le
informaba de la muerte natural, la muerte por accidente, la e)ecucin o simplemente la desaparicin de "stasI
EEc$ un vista#o rpido a esta parte de la carta e intent olvidarla enseguida, y para ello, aparentemente por
casualidad Mpero en realidad, con toda intencinN, $i#o uso precisamente de esta parte de la carta Mel final o ms bien
los dos ltimos prrafosN para sonarseL porque al recortarlos y meterlos en el bolsillo exterior derec$o de su americana,
los coloc de tal forma que fueran lo primero que tocara con la mano en caso de necesidad, pues ten!a la costumbre de
sonarse con papel de peridico o de escribir. Como era miope, al ir a sonarse aprovec$ la ocasin para comprobar
que efectivamente estaba utili#ando los prrafos de los que quer!a des$acerse en primer lugar.
EH+or qu" deseaba $acerloI
E+orque los nombres de sus antiguos conocidos y amigos le $ablaban, con un idioma ms claro que el de
cualquier eclesistico o cualquier pensamiento filosfico, del destino de todo ser viviente. Le resultaban ms
soportables las ms oscuras especulaciones sobre la muerte que la constatacin de sus resultados% entre aquellos que
0etty citaba en su carta Mbalance de los dos o tres ltimos aosN, muc$os eran de su misma edad o incluso bastante
ms )venes que "l. "ani6as 1ani6a6um888
EH, qu" fantas!as se entregI
EComo en una novela de aventuras pardica de +. KoBard MGe)t VenN, en un arrebato )ustificado de furia,
representando el papel del pa6erfamilias, blande un cuc$illo contra sus parientes, y con un golpe bien calculado a la
altura del cora#n, pone fin a esta triste crnica familiar. (ientras en las $abitaciones baadas de sangre yacen los
cadveres de quienes en )usticia $a condenado, parte esposado, escoltado por los gendarmes, primero a la crcel, luego
al asilo psiquitrico% no ser dif!cil probar ante un tribunal que no es responsable de sus actos.
EHCul $abr!a sido la crnica period!stica del triple asesinato en una casa )ud!a en Ker1abarabsI
LPrimer comunicadob. OEl pueblo de Ker1abarabs, municipio de 6a1sa, fue ayer el escenario de un triple
asesinato. *!ctimas de este conflicto y de esta incompatibilidad familiar, $an muerto apualados la seora 0etty, viuda
del difunto 5. 6oros1a MR7N, su $i)o 'yula, llamado 'eorges, comerciante M;7N, y su $i)a (ar!a Mantiguamente GebecaN,
viuda de 5stvn Korvt$, ama de casa M;:N. Este crimen atro# $a sido perpetrado en un arrebato de furia por E. &.,
inspector )efe )ubilado de los ferrocarriles, padre de dos $i)os. El asesino se entreg a los gendarmes sin oponer la ms
m!nima resistencia, y con una expresin en su cara que revelaba claramente el estado ps!quico del criminalP.
M,&e9undoN% OComo nos comunica nuestro corresponsal, el )uicio del triple asesino Mv"ase nuestro nmero del 9c- vN $a
sido apla#ado, pues la comisin m"dica $a concluido que el autor de este odioso crimen actuaba en estado de
demencia. &egn el testimonio del doctor +apandopoulos, que atendi a E. &. en dos ocasiones, "ste presentaba
s!ntomas evidentes de agresividad y $ab!a sido dado de alta del manicomio de Kovin, calificado de desequilibrado, y
con la condicin de que su esposa cuidara de "lP. M(erceroN% OCon relacin al triple $omicidio cometido en el pueblo
de Ker1abarabs Mv"anse nuestros nmeros 9 y - o del mes de abrilN, nos enteramos de que una tal seorita
0edomac1i, dependienta en la papeler!a Gecord de 0ovi &ad, $a reconocido en una fotograf!a al autor del crimen y $a
declarado al respecto que unos d!as antes del asesinato le $ab!a vendido el abrecartas con el que fue perpetrado el
crimen. La seorita 0edomac1i afirma en su declaracin ba)o )uramento que E. &. se $ab!a mostrado extremadamente
amable con ella y que $ab!a contemplado el abrecartas )apon"s ms con o)os de esteta M XsicQN que con o)os de criminal.
.ambi"n afirma que la compra del abrecartas )apon"s por parte del seor E. &. le $ab!a parecido tanto menos
sospec$osa cuanto que "l, es decir, E. &., se $ab!a llevado adems del abrecartas varios paquetes de papel de cartas
cuadriculado, lo que a todas luces le debi de servir para encubrirseP.
E2espu"s de todas sus desgracias Mfusilamiento, a$orcamiento, muerte natural en la camaN y de su
resurreccin, o al menos de una amnesia total Mcuyos efectos ya empe#aba a sentirN, Hqu" $ar!a E. &.I
-4-
ECoger!a de la mano a la infeli# )ovencita pecosa de la papeler!a #ecord y empe#ar!a con ella una nueva vida
M"i6a nuo1aN.
EHCmo la seducir!aI
ECon la rique#a Mmaterial y espiritualNL con ramos de flores acompaados de su tar)etaL comprando con
desenfreno todos los art!culos de su papeler!a, sin decir palabra Mlas palabras engaanN, $asta vaciar el ltimo estante.
La expresin de su rostro le revelar!a que ella por fin $ab!a entendido sus nobles intenciones. .odo esto no era ms
que una excusa y un )uego% el papel cuadriculado y el abrecartas )apon"s. .odo.
EHCul $abr!a sido el contenido resumido de la novela que E. &. ten!a intencin de escribir en -7;3 en Kovin,
a sugerencia del doctor +apandopoulos y con fines estimulantes, puesto que "ste $ab!a descubierto en "l, a partir de su
$istorial cl!nico, redactado por el propio E. &., una gran capacidad de observacin, adems de una pat"tica iron!aI
E>n tal (alc$us o Kartafil o Voannes 6uttadeus Ma veces simplemente 6uttadioN, guiado por un oscuro
remordimiento M$istricoN y por el miedo, empie#a desde su temprana )uventud no slo a cambiar de nombre, por tanto
de identidad, sino tambi"n a desempear los ms diversos oficios y a mudarse de una vivienda a otra. Como en todas
partes encuentra la misma incomprensin, acaba fracasando y termina en un manicomio, donde vive una especie de
iluminacin. Esta iluminacin le lleva a descubrir que su verdadera vocacin es ser ferroviario y que los via)es
constituyen una especie de terapia para su miedo. .anto es as! que, despu"s de muc$os via)es y peripecias, se
convierte primero en empleado eventual, luego en empleado fi)o y finalmente en inspector de los ferrocarriles
nacionales, primero de la V2], luego de la (,*
3;
, y sucesivamente de las compa!as de ferrocarriles rumana, blgara,
belga, italiana, austr!aca, alemana, c$ecoslovaca, polaca y portuguesa, cambiando cada ve# de seas y de nombre. +or
supuesto, aprovec$a esta circunstancia Men la novelaN para describir a los $abitantes y las costumbres de muc$os
pa!ses, as! como las distintas expresiones de sus pesadillas. ,l final sufre una nueva iluminacin, parecida en muc$os
aspectos a la primera% el seor Voannes 6uttadeus Mo 6uttadioN, o Voao d Espera em 2ios, alias 5saac Laquedem, en su
oficina de )efe de una pequea estacin, se enfrenta a su verdugo Vess. HLocura o sueoI En este punto, el libro pasa
a ser un verdadero delirio.
EKaga un breve resumen de la novela que, manteniendo una distancia irnica, describe las recientes y a
menudo incre!bles aventuras del protagonista.
LCunci)n en el 7ar<n, novela que aparece en la cuidada y econmica coleccin de la editorial .bor, es la
primera obra Mal menos as! lo explica el editor en una lacnica notaN del seor E. &. 2etrs del t!tulo,
intencionadamente sensacionalista e inspirado sin duda en +. KoBard, el lector descubre con satisfaccin a un escritor
sensible y con muc$o talento, y un interesante tema social y psicolgico. 0o deseando comportarnos como torpes
aguafiestas, revelndole al lector todo el contenido de la novela, nos limitaremos a decir que la accin no se desarrolla
en el extico ambiente de los palacios orientales, como podr!a pensarse por el t!tulo, sino en un pueblo perdido de
+anonia, en la "poca actual. El protagonista de la novela, un tal E. &., un $ombre sumamente sensible e incluso algo
desequilibrado, se encuentra, tras una terrible experiencia Mse trata de la razzia de 0ovi &adN, en una serie de
situaciones cotidianas, en las que no sabe desenvolverse. La accin de la novela se desarrolla a lo largo de una sola
noc$e, desde el final de la tarde $asta el alba. En ese breve lapso, revive los momentos cruciales de sus experiencias
recientes y pasadas, y $ace un balance de su vida. El enfrentamiento del protagonista con el mundo es en realidad su
enfrentamiento con la muerte, la luc$a contra la muerte, cuya llegada presiente. Gecomendamos de cora#n esta
novela a nuestros suscriptores y a nuestros nuevos lectores, a todos aquellos que no buscan un tema fcil y de
aventuras y que estn convencidos, como lo estamos nosotros, de que lo que se llama la trama no es ni el encanto
esencial ni el valor esencial de una obra literaria.
ECite las dos versiones Mno la tercera, la definitivaN del atestado que E. &. redact el 9 de abril de -793, y que
se refer!a al saldo de ciertas deudas.
E-N O,testado referente a los R o Men letra% cincuentaN pengos que $e de recibir de mi $ermano E. &., )ubilado,
en cuanto est" en condiciones de pagrmelos, en retribucin de los gastos de mantenimiento de su persona y de los
tres miembros de su familia durante quince d!as. , 9 de abril, ,.2. -793P.
P3N a,testado referente a los ; o Men letra% treintaN pengos, suma que $e recibido de mi $ermano E. &.,
empleado )ubilado de los ferrocarriles, en pago de la estancia de quince d!as de "l y de su familia en mi casa. Lugar y
fec$a% Ker1abarabs, a 9 de abril de -793b.
EHEtc"teraI M*ariacionesN.
-43
EOTKerr Kontrollor amena#a con un cuc$illoUP, Osi tuviera 3= pengs, se comprar!a un fognP, Oestamos
$artos de o!rle $ablar de estos bosquesP, OTqu" bosquesUP, Onuestro difunto abuelo ya $ab!a arreglado este asunto de
los bosques con "lP, Ofue "l mismo el que permiti que quemsemos ceni#as en estos bosquesP, Osi fue "l mismo el
que nos recomend a ese +olla1, lo tenemos todo por escritoP, Oel seor quer!a convertirse "l mismo en +otasc$en
@abri1antP, OTpor favor, veinte pengsUP, OHse dar cuenta de lo que representan veinte pengs $oy en d!aIP.
EHEtc.I M&!ncopesN.
EOLleva gastada por lo menos dos veces esa cantidad en el establecimiento de una tal seora Clara de 6a1sa,
por no decir ms de ellaP, Osus propinas superaban el valor de sus consumicionesP, Oen lugar de comprarles libros a
sus $i)osP, Osol!a empinar el codo, pero a$ora se enc$arca de alco$ol a diarioP, Onos $a desplumado a uno tras otroP,
Oya cambiar de opinin, y si no, al tiempoP, Osi es que an tiene algo en la molleraP, Oya le ba)arn los $umos los de
la polic!aP, Oregatear por un miserable fognP, Oya a$orrar!a, si no se dedicara tanto a...P, OTaprtate de "l, 'eorgesUP,
OTaprtenseUP, Oest locoP, Opodr!a pegar a alguienP.
EHCunto tiempo transcurri antes de que E. &. abriese la puerta y agarrase bruscamente el sobre a#ul pillado
en la ranura de la puertaI
EExactamente doce minutos, segn su relo) de la marca Longines, que apretaba en la palma $elada de su
mano i#quierda.
EH2nde ten!a la mano derec$aI
ECon la mano derec$a su)etaba el puo de su bastn, cuya punta estaba clavada en el o)o de la cerradura.
EHCmo estim E. &. el peso del )amn Mregalo de su $ermana menorNI
+rimero sopes el oloroso mun bronceadoDrosceoDcobri#o, luego levant un poco el papel de parafina en el
que estaba envuelto el )amn y lo oli de cerca, con lo que se le $i#o la boca agua. @inalmente se puso el )amn ba)o
el bra#o Menvuelto en papel de peridico vie)oN y se lo llev al seor Korvt$ para que lo pesara.
EHCmo determinaron el peso neto del )amn Msin papel de peridico y sin papel de parafinaN mediante la
balan#a del seor Korvt$I
E&obre el platillo de latn de la i#quierda Mrespecto al propietario del )amnN colocaron dos pesas de $ierro
con la marca de i 1g., luego otra con el mismo valor num"rico, lo que $i#o que la balan#a se inclinara del lado de las
pesas y que las agu)as en forma de pico de p)aro se cru#aran, ale)ndose una de otraL entonces retiraron una de las
tres pesas del mismo valor num"rico y la reempla#aron por otra con la marca de =,R 1g., tambi"n de $ierro, con lo que
los picos de las agu)as volvieron a aproximarse ligeramente, y el seor Korvt$ intent empare)arlos $aciendo presin
con el dedo pulgar y el !ndiceL en el tercer intento, en lugar de la pesa de $ierro de =,R 1g. colocaron, una tras otra, dos
pesas de latn con la marca de =,3 1g., y por fin consiguieron igualar las dos agu)as, de modo que los platillos se
$allaron en una relacin de equilibrio, en un plano relativo, en una nivelacin relativista, en un equilibrio relativo, en
una equidistancia proporcional, en un equipeso de equicarne, en una equivalencia pesoDcarne.
EH<u" dos inventos Mentre muc$os otrosN $ab!a pensado patentar E. &. antes de enterarse de su existencia en
&elecci)n de los mejores ar6culosI
ELa manta el"ctrica y un cinturn el"ctrico para $ombres.
EHCules eran las venta)as de estos inventosI
EEn cuanto a la manta el"ctrica, un peso m!nimo en relacin al clsico edredn de plumas o de lana, un calor
mximo, as! como la posibilidad de regular la temperatura y un mane)o ms fcilL el cinturn el"ctrico para $ombre,
adems de su clsica funcin de su)etar el pantaln a la altura de la cintura y evitar con ello sorpresas desagradables,
gracias a una pila activada mediante un interruptor perfectamente disimulado en forma de botn, tonifica, calienta las
regiones abdominal y lumbar, toda la noA microc)smica, consiguiendo potenciar la virilidad, evitar la prostatitis, curar
la impotencia, regular el funcionamiento de los riones, del $!gado, de las glndulas endocrinas y de la ves!cula, evitar
la polucin nocturna Msin ms que desconectar la pilaN y provocar, a voluntad, una ereccin potente y una agradable
eyaculacin.
-4;
EH+or qu", un mes antes, no acept los #apatos Mpertenecientes al difunto (auricioN que le $ab!a ofrecido su
$ermana /lga, viuda del difunto (auricioI
E+orque cre!a que llegar!an tiempos me)ores MoptimismoNL porque no quer!a llevar los #apatos de un muerto
MsupersticinNL porque no le gustaban Mest"ticaNL porque cal#aba un nmero ms Msentido prcticoN.
E2escriba los #apatos.
E6otines del nmero 9R, piel vuelta MimitacinN, color gris, punta redonda, contrafuerte de la punta duro, seis
pares de agu)eros para unos cordones redondos, suela doble Mpiel de cerdo curtida y cartnN, pequeos agu)eros de
adorno en forma de semic!rculo alrededor de la puntera, como copos de nieveL estas perforacionesDcopos se repiten a
ambos lados del empeineL tacn medio, suela doblemente cosida con $ilo de color blanco. (odelo 6ata para la
temporada otooDinvierno -79=ci 79-.
EHCundo cambi su slida nava)a de afeitar de la marca &olingen por las $o)as baratas de la marca .abula
GasaI
EEn -7;3, en Kovin. Kab!a intentado cortarse el cuello, pero el m"dico, o me)or dic$o, la enfermera, se lo
impidi. 2e pie a dos pasos de "l, le ex$ort con vo# tranquila y severa a que tirase Oesa cosaP o se la entregase,
cerrada. Ql sigui blandiendo su afilada $o)a, $endiendo el aire ya con gestos secos, como cuando se corta una patata,
ya con movimientos lentos y calculados, como cuando se pela una man#ana. 2e repente, arro) con repulsin la
nava)a sobre la $ierba, le)os de "l, y se sent en un banco. Era en primavera. Los castaos del parque del $ospital
estaban en flor y ex$alaban su empalagoso perfume.
EH<u" no mencion en su carta aquel que $oy ya no utili#a una broc$a de afeitar, sino un mun de broc$a,
de cuyo mango resquebra)ado se $a desprendido el esmalte y cuyas cerdas se $an desgastado o se $an ca!doI
EEl $ec$o de que este mismo individuo $ab!a sido antao copropietario de una fbrica de cepillos M\eiss ^
Ko$nN que produc!a al ao unas cincuenta mil broc$as de afeitar de primera clase y las exportaba a todos los pa!ses
balcnicos y centroeuropeos, incluso a la Gusia sovi"tica, $asta -7;=.
E&in tener siquiera una )abonera para afeitarse, Hcmo se consolabaI
E&u)etando el tro#o de )abn entre sus dedos apretados, como un sacerdote su)eta la $ostia, se consolaba
recordando el cuento de un sabio ermitao que al llegar a la ve)e# comprendi que los vasos no eran indispensables%
$ab!a visto a un pastor coger agua de un manantial con la palma de su mano.
CUADROS DE #IAJE 0III1
+2
EL $ombre agarra un ladrillo e intenta arro)arlo al gran montn que tiene a su lado. &us manos estn envueltas
en un trapo, sin duda un pauelo, porque a pesar de la costra de barro seco se distinguen las oscuras l!neas de unos
cuadros, tal ve# a#ules, tal ve# pardos, tal ve# verdes. ,$ora se $a detenido, por un momento, e intenta a)ustarse el
pauelo. Como tiene las palmas de ambas manos vendadas $asta la misma base de los dedos, y como el trapo se $a
soltado y se $a enredado alrededor de "stos, sus movimientos son torpes y confusos. Esta torpe#a queda an ms
acentuada por cierto pnico en sus gestos. &in saber qu" $acer, doblando los dedos, el $ombre parece estar
preguntndose si soltar del todo su venda)e, si intentar colocarlo una ve# ms o si arrancarlo con los dientes. Esta
indecisin dura breves instantes. 2e repente, percibe en su campo de visin, en el estrec$o espacio limitado entre sus
dos manos encogidas, )usto delante de los cristales de sus gafas, un par de manos tan embarradas como las suyas, pero
sin vendas. El $ombre, impotente, de)a sus manos en las del otro. &lo entonces descubre su rostro. >n rostro sombr!o
y duro, la mirada ligeramente ba)ada, la frente arrugada y un sombrero embarrado. En la cara de este otro se lee la
concentracin, mientras sus labios se mueven de una forma extraa y nerviosa, como si participaran )unto con sus
dedos en el esfuer#o por des$acer el nudo. El $ombre oye el silencioso )adeo del otro. 0o $ablan. El $ombre siente
-49
que todo esto est durando una eternidad, el soltar las esquinas con los dientes y las uas, y el volver a anudar los
trapos sucios alrededor de sus manos. &eguramente siente al mismo tiempo que el otro est empe#ando a perder la
paciencia, porque sus movimientos son cada ve# ms nerviosos. 5ntenta decirle algo, sin duda para librarlo de esta
dolorosa ayuda, o darle las gracias, o pedirle que arranque los venda)es y los tire. +ero no le sale la vo#, tan slo un
carraspeo, como si fuera a toser.
El otro sigue empeado en soltar el venda)e. ,caba de terminar con una mano y a$ora coge la otra, y busca el
nudo en el pauelo embarrado. +or fin lo encuentra, pero tampoco consigue des$acerlo. ,cerca su boca a la mano, y
"sta se de)a $acer. El $ombre entrev" los dientes cortos, como limados, del otro, y luego tan slo su sombrero
embarrado. El $ombre mira por encima de la cabe#a del que le est atando las vendas. , trav"s de los cristales
manc$ados de barro de sus gafas, no alcan#a a ver ni el terrapl"n del ferrocarril, ni la casa de la fac$ada redonda.
&olamente distingue, a uno o dos pasos de "l, unas sombras movi"ndose por encima de lo que "l sabe que es el
terrapl"n de barro. /ye el c$irrido de una carreta y los golpes sordos de los ladrillos, parecidos al ruido de los bolos al
entrec$ocar. .iene la cara al sol, y no percibe ms que un centelleo ro)o por encima de las sombras que se despla#an.
2e repente le parece que todas las sombras que $asta a$ora estaban en movimiento se $an detenido. 5ncluso le parece
que $a cesado el c$irrido de la carreta, as! como los golpes de los ladrillos al c$ocar unos contra otros, como bolos.
+iensa que tal ve# todo eso no sea ms que una impresin, o que se va a desmayar, de puro agotamiento% como si la
lu# prpura de ese sol fr!o en su ocaso inundara su cerebro, a trav"s de sus o)os. En el momento en que comprende que
tiene ra#n Mque el c$irrido de la carreta $a cesadoN, tambi"n comprende que ya es tarde. Esa conciencia $a penetrado
en su mente )unto con el dolor que $a sentido en la nuca. +ero no se $a desmayado. El golpe, que le $a sido asestado
por detrs, seguramente con una porra de goma, solamente le $a iluminado por un instante el $ori#onte con un extrao
fulgor prpura. El $ombre se $a arrodillado, se $a encogido, protegi"ndose de los golpes con las manos. /ye los
golpes caer, y sin embargo, algunos no le duelen, y comprende que esos golpes alcan#an al otro, al que le estaba
atando el pauelo un momento antes. ,$ora ya oye sus gemidos, confundi"ndose con los gritos de quienes los estn
golpeando. 2e repente, un golpe en la nuca $ace salir por su boca una masa dura, me#clada con saliva y con sangre,
que escupe con una facilidad asombrosa. El $ombre comprende, con $orror, que acaba de escupir su dentadura. Luego
oye de nuevo Mo slo es una impresinN el c$irrido de la carreta, a$ora ya muy cercano, casi pegado a su cabe#a.
.ambi"n oye los ladrillos caer en el montn, le parece que ms deprisa que antes. 2e repente se da cuenta de que las
vendas estn otra ve# en su sitio, porque su rostro est $undido en los trapos. &iente el olor de la arcilla ad$erida a la
tela. &e queda encogido un rato ms, y sin duda piensa que no va a poder levantarse. ,l parecer, los de las porras le
estn diciendo algo, pero "l no est seguro de si se dirigen a "l o al otro. ,$ora, arrastrando las rodillas, intenta
encontrar su dentadura posti#a y sus gafas. &us dedos, que sobresalen por deba)o del venda)e, y las palmas de sus
manos vendadas palpan el barro seco. En un momento dado, siente deba)o de los dedos un ob)eto irregular y viscoso,
y comprende sin siquiera verla que se trata de su dentadura, sus dientesDverdugos, su mand!bula superior con los
grandes dientes de porcelana. 5ntenta con torpe#a acercrsela, cuando siente un dolor que le aplasta la mano y le $ace
c$illar. En un abrir y cerrar de o)os, entrev" la pesada bota y los clavos pisndole los dedos con todo su peso. J siente
que todo se rompe, con un c$asquido como el de un vaso de cristal, y de pronto ve sus dientes clavarse en la palma de
su mano.
+3
Con la laya al $ombro, el $ombre camina en fila, co)eando. Lleva la cabe#a gac$aL el venda)e de una de sus
manos Mla del bra#o que cuelga a lo largo de su cuerpoN est completamente suelto y slo se su)eta en la mueca. Con
la mano i#quierda aprieta el mango de la laya. La lu# prpura del sol persiste por encima de los te)ados de las casas
entre las que pasa y de la cpula de un alto campanario, a lo le)os. +ero el $ombre no lo ve. &lo ve los #apatos
embarrados del que camina delante de "l. J oye los pasos resonar sordamente.
,$ora ya slo son seis. Kan girado en una pla#a. La pla#a est vac!a. 2elante de ellos se encuentra la catedral,
y a la i#quierda, en medio de la pla#a, un monumento. &obre un #calo se yergue un $ombre que al#a su bra#o derec$o
$acia la catedral o $acia el cielo. ,$ora tuercen en una calle, a la i#quierda. El $ombre avan#a co)eando, la cabe#a
gac$a. ,$ora giran Mslo son tres o cuatroN al pasar el po#o. &e oye cmo alguien de)a bruscamente de darle vueltas a
la manecilla de la bomba y cmo se extingue lentamente el c$orro de agua. Entonces vuelven a torcer. M,$ora est
aparentemente solo, los pasos del otro se $an desvanecido% se oye el c$irrido de una puerta coc$eraN. El $ombre
camina a$ora solo, primero a lo largo de una pared amarilla en la que algunos ladrillos $an quedado al descubierto, y
luego a lo largo de una tapia de madera. Le parece $aber visto una cortina blanca, como una gasa, descorrerse en una
ventana. Casi al mismo tiempo, oye la rueda de la bomba ponerse de nuevo en movimiento con un c$irrido r!tmico, y
el c$orro de agua brotar.
-4R
,$ora $a alcan#ado la puerta de la tapia de madera y $a de)ado su laya en el suelo, con el filo $acia aba)o. Con
la mano derec$a, en la que cuelga la venda, gira el picaporte y entreabre la puerta, lo )usto para poder pasar de
costado, pero no puede evitar el c$irrido de las bisagras. En las ventanas de la i#quierda ya se ve lu#. El $ombre cru#a
de puntillas los pocos metros que se extienden al pie de las ventanas. +or fin parece que est a salvo, porque sus pasos
se vuelven ms seguros, a pesar de su co)era. 2e)a la laya )unto a una puerta de madera con grandes bisagras y un
candado, y se pone a manipular el candado, como si quisiera arrancarlo. Luego lo sostiene, impotente, en la palma de
su mano $erida, como si se preguntara sobre lo que podr!a $acer con "l. El $ombre gira la tapa oxidada del candado,
luego saca de su bolsillo un mano)o de llaves e intenta introducir alguna en la cerradura, pero sin conseguirlo.
2esesperado, $unde la cabe#a entre sus manos y se queda as! un rato. .al ve# una $ora, tal ve# dos, tal ve# ms.
AUDIENCIA DEL TESTIGO 0II1
,0
$I0.E0.E recordar.
EConstru!amos un terrapl"n. Ja lo $e dic$o.
EH<u" sucedi aquel d!aI
E(e detuve un momento para volver a colocarme los venda)es de las manos. En realidad no eran vendas,
sino dos pauelos. /fner me ayud a atarlos.
EH<ui"n es /fnerI
E>n ingeniero. Lo conoc! en la brigada de traba)o.
EHCumpli usted aquel d!a con su tarea cotidianaI
E&!. Creo que s!.
EH<u" ocurri despu"sI
EEstaba cegado, porque los cristales de mis gafas estaban cubiertos de barro.
E+rosiga.
EEn un momento dado, me pareci ver, o sentir, que algo estaba ocurriendo. Como si el c$irrido del carro
$ubiera cesado y las siluetas que entreve!a se $ubiesen inmovili#ado. En el momento en que me estaba preguntando
qu" ocurr!a, sent! un golpe en la nuca.
E+rosiga.
ELa cabe#a empe# a darme vueltas. Luego, al o!r los golpes, comprend! que a /fner tambi"n lo $ab!an
tirado al suelo.
E+rosiga.
EEstaba de rodillas, protegi"ndome la cabe#a con las manos. ,l mismo tiempo, o! de nuevo, confundido con
los gritos de quienes nos apaleaban, el c$irrido del carro, a$ora ya muy cercano, casi pegado a mi cabe#a. .ambi"n
comprend! que mis venda)es segu!an en su sitio, porque mi rostro estaba $undido en los trapos. +ercib!a el olor de la
arcilla que cubr!a los pauelos.
E+rosiga.
EEntonces, de repente, todo ces. &egu! un rato encogido en el suelo, pensando que no conseguir!a
levantarme. (e puse a buscar mis gafas, a tientas. ,l final di con ellas. >no de los cristales estaba $ec$o tri#as. Eso es
todo.
-4:
E+rosiga.
EEs todo.
EH<u" buscaba usted aquel d!a en el stano de la casa de la calle 6emova, 3-I
E0o recuerdo $aber estado en ese stano.
E5ntent usted abrir el candado con una llave maestra.
E&lo $ice uso de mis llaves. Creo que quer!a esconderme. +asar la noc$e. 0o quer!a aparecer ante los m!os
en ese estado, sin mi dentadura superior y sin gafas.
EH+or qu" escogi precisamente ese stanoI
E0o lo s". Kac!a dos aos una anciana se $ab!a a$orcado en ese mismo stano.
ELuego Hquer!a a$orcarseI
E0o lo s". .al ve#.
EEn una de sus anteriores declaraciones, di)o usted que quer!a acabar con su vida.
EEs posible que lo $aya dic$o.
EH+or qu" renunci usted a este proyectoI
E<ui#s porque no consegu! abrir el candado. 0o lo s".
EEn su anterior declaracin, $ec$a en 6a1sa, di)o usted que slo /fner $ab!a sido apaleado.
EEso se refer!a a otro episodio. En aquella ocasin, /fner fue a#otado con un ltigo.
EH+or qu" call el incidente que se refer!a a ustedI
E0o lo s". En cualquier caso, quer!a olvidarlo lo antes posible.
HCunto tiempo se qued usted delante de la puerta del stanoI
0o lo s". .al ve# una $ora, tal ve# dos, tal ve# ms.
EH, qui"n visit antes de estoI
EEn aquel estado, no pod!a presentarme ante nadie.
EEn cierto lugar, declar usted McitoN% O&lo le ped! a 0etti1a, antes de que saliera para 6udapest, que les
di)era a sus $i)os que nos de)asen en pa#, porque si cualquiera de ellos se atrev!a a tocar...P, e6c8
E&!, es posible que lo di)ese. &lo quer!a...
EH<ui"n es 0etti1aI
E(i $ermana.
EH<u" iba a $acer a 6udapestI
E5ba a buscar unos documentos. +or lo que yo s".
EH<u" documentosI
E>n certificado de ciudadan!a que tambi"n mencionara la ciudadan!a de nuestro padre y de nuestro abuelo,
as! como un atestado del pago, por parte de nuestro padre y de nuestro abuelo, de los impuestos locales entre -4 8 o y
-44=. Cabe la posibilidad de que aprovec$ara para $acerse con ciertos documentos relativos a la venta del bosque de
nuestro padre y al negocio de la casa \eiss ^ Egell.
-48
EExpliqese.
EEl difunto Vacob \eiss $ab!a llegado a ,gram $acia el ao -4==, acompaado de su esposa @rancis1a,
+olla1 de soltera, oriunda de *eli1a Kan)i#a. 2ebido a esta circunstancia, \eiss comerciaba sobre todo en Kan)i#a y
sus alrededores, principalmente a trav"s de su familia pol!tica.
EH<u" vend!aI
E,l principio, fruta del sur, pasas, tabaco y slji1o1ica,
39
y ms tarde, $acia -4-=, ya pose!a una mercer!a,
&c$nittBaren$andlung.
E+rosiga.
E.ras una serie de "xitos profesionales, acompaados de )uicios, \eiss consigui ampliar su red comercial a
gran parte del territorio $ngaro, y la lista de sus art!culos creci% adems de los productos ya mencionados, pas a
vender vinagre de vino, miel y cereales. Kacia -4-R firm un contrato con un tal (artin Egell, vendedor de potasa de
]agreb, y pronto ambos obtuvieron una autori#acin para quemar los bosques de Kungr!a, con vistas a la produccin
de potasa. En este negocio participaron como socios un tal &c$lesinger y +in1as +olla1, $ermano de @rancis1a, la
esposa de \eiss.
E+rosiga.
EEsta empresa firm ba)o el mismo nombre un contrato con nuestro abuelo para la produccin de potasa, si
bien por aquella "poca ya eran @rancis1a, la viuda de \eiss, y su $ermano +in1as los que dirig!an la empresa. 2espu"s
de la muerte de nuestro abuelo, el contrato con esta empresa fue renovado sin mi consentimiento y mis $ermanas se
repartieron los beneficios obtenidos con la quema de los bosques.
E+rosiga.
E(s tarde, la empresa fue liquidada y los acreedores, entre ellos mis $ermanas, se quedaron sin nada. 2e
todo este asunto no quedan ms que unas $ectreas de bosque quemado.
EH2nde estaba usted $ace dos d!asI
E@ui a recoger mis cosas que $ab!a mandado desde 0ovi &ad% dos armarios llenos de ropa de cama y
utensilios de cocina.
E2escriba los armarios.
2os armarios antiguos con un solo batiente, de madera de nogal, antao de muc$o brillo, con una cornisa
encima de la puerta y unas rosas de madera estili#adas, o ms bien ramos de rosas, en cuyo cora#n aparece una
voluta en forma de caracola, como el clavi)ero de un contraba)o.
EH<ui"n lo condu)o $asta LentiI
E>n tal (artin, coc$ero.
EH2e qu" $ablaron durante el caminoI
E2el a)o como medio efica# para calentar la sangre y regular la digestin, del al#a de los precios, de la
penuria de ciertos art!culos, del aguardiente de melocotn.
EHLe $ab!a conducido ya alguna ve# el tal (artin en su coc$eI
E*arias veces. En -7=7 me condu)o desde la estacin de Lenti $asta el pueblo, y dos d!as despu"s, desde el
pueblo a la estacinL en el ao -7-9, repitiendo el mismo recorridoL $ace menos de un mes, de Lenti a Ker1abarabsL
anteayer, en el trayecto 6arabsDLentiD&#iget, y $oy, de 6arabs a Csestreg.
EH<u" $ac!a usted en &#igetI
E@ui a ver a los Gosenberg.
EHEs este Gosenberg la misma persona que ya $a mencionado en alguna otra ocasinI
-44
E0o. ,ntes se trataba de 5saac Gosenberg, molinero y comerciante al por mayor de 6a1sa, y a$ora me refiero
a Vacob Gosenberg, su $ermano menor, tambi"n comerciante.
EH<u" quer!a de GosenbergI
E+edirle un pr"stamo. En realidad, con mi visita le puse ante el $ec$o consumado, porque sab!a que no ser!a
capa# de rec$a#ar mi peticin% como prueba del apuro en el que me encontraba, le ense" por la ventana el carro
cargado con mis dos armarios. Le confes" que $ab!a emprendido el via)e sin un c"ntimo y que ni siquiera pod!a
pagarle al coc$ero, que me estaba esperando pacientemente en el carro.
EHCunto dinero le dio GosenbergI
E;= pengs.
EH+or qu" se entretuvo usted en su casaI
E(e retuvo "l. (e propuso que pasara la noc$e en su casa, y que si quer!a despidiera al coc$ero, pues al d!a
siguiente podr!a prestarme su calesa. /pt" no obstante por retener a (artin en &#iget, porque sab!a que en casa no
$abr!a nadie para ayudarme a descargar los armarios. En realidad, tampoco es que se pueda contar demasiado con
(artin% al alquilar sus servicios, uno cuenta ante todo con la inteligencia de sus caballos. (artin siempre est borrac$o
y pasa la mayor parte del camino dormido.
EH<u" $i#o usted en casa de los GosenbergI
EComo estaba muy cansado, me acost" temprano. +ero al ver que tardaba muc$o en dormirme, intent"
terminar la carta para mi $ermana /lga, de &#entadorin. &e trata del borrador de esa carta, que llevo conmigo desde
$ace muc$o tiempo.
EH2esde cundo conoce a GosenbergI
E2esde la "poca en que exist!a la empresa \eiss ^ +olla1. Esta casa $ab!a firmado un contrato con el vie)o
Gosenberg, es decir, el padre de 5saac, y el difunto (ax, es decir, mi padre, $ab!a empe#ado a colaborar con la casa
\eiss ^ +olla1 precisamente por recomendacin y ba)o la garant!a del vie)o Gosenberg. (s tarde, los $i)os sacaron
provec$o de la explotacin de potasa invirtiendo la potasa almacenada y el capital restante en la produccin de vidrio,
labor que confiaron a unos maestros vidrieros c$ecos.
E+rosiga.
@rancis1a, la esposa de \eiss, se volvi a casar ms tarde con Gosenberg padre, y sigui dirigiendo el negocio
)unto con un pariente de Gosenberg, un tal &c$reiner, que era maestro vidriero. .en!a a sus rdenes a un importante
nmero de ayudantes y de aprendices, as! como a una decena de traba)adores que quemaban la potasa para la
fabricacin del vidrio.
EH<u" fue de &c$reinerI
E&c$reiner pidi dinero a cr"dito y lo invirti en bosques, sobre todo bosques )venes y monte ba)o, pero un
buen d!a se encontr sin un c"ntimo y con sus acreedores pisndole los talones. +rimero, un incendio en el bosque
debido a una negligencia destruy gran parte de sus bienes inmuebles, y por otro lado, el cristal c$eco y el italiano,
que resultaban ms baratos y de me)or calidad, acabaron por completo con los negocios de la casa \eiss ^ +olla1, y
&c$reiner abandon la fabricacin de vidrio y de potasa y $uy a +est, luego a ]agreb y finalmente a \eissenbac$. En
el momento de la liquidacin del negocio, los bosques ya se $ab!an quemado, y a la subasta slo llegaron cinco $ornos
de vidrio, el edificio donde se fabricaba el vidrio, los locales donde resid!an los maestros vidrieros, los aprendices y
los dems traba)adores, un $orno de ta$ona, un establo con capacidad para unos oc$o o die# caballos. El valor total
estimado ascend!a a unos 3=== florines de los de entonces. El mismo d!a $icieron el inventario de los ob)etos de cristal
almacenados, del cuar#o ms o menos depurado, as! como de la potasa en s!, y la suma estimada de todo este material
no sobrepasaba los ;== florines, mientras que el mobiliario, la indumentaria de los maestros vidrieros y las
$erramientas fueron estimadas en unos 3R= florines. Kay que recalcar que los productos de vidrio, vasos corrientes,
botellas para vinagre, cascos de cerve#a, etc., eran de bastante mala calidad% an se traba)aba de una forma
rudimentaria.
EH&iguen poseyendo los Gosenberg una parte de los bosquesI
-47
E<ue yo sepa, no. Creo que de)aron a tiempo el negocio de la potasa, y en cuanto a los bosques )venes que
se repoblaron entretanto, se los vendieron a la familia del conde Ester$a#y.
EHEs 5saac Gosenberg un ca#adorI
E0o lo s".
EHCules son las relaciones entre Gosenberg y su pariente 'eorgesI
E'eorges le compraba cristaler!a. En realidad, se trataba de restos de las barati)as que los Gosenberg $ab!an
guardado en su stano, o productos de calidad similar que "stos compraban en +est o en Kan)i#a.
EHCules son las relaciones entre Gosenberg y la seora @isc$er de 0ovi &adI
EGosenberg colecciona cuencos de cristal fabricados por los maestros c$ecos. .ambi"n posee una valiosa
coleccin de ob)etos rituales, de vasi)as sagradas y de candelabros. +uesto que el difunto @isc$er era sc7o7e6 y
tambi"n coleccionaba ob)etos rituales, es comprensible el inter"s de Gosenberg por lo que de) el difunto @isc$er. +or
lo que yo s", Gosenberg le compr a la seora @isc$er buena parte de estos ob)etos, mientras que las cinco o seis
pie#as restantes no parecieron interesarle, aunque la seora @isc$er me $ab!a dic$o en una ocasin que aun
muri"ndose de $ambre no se separar!a de estos ob)etos. +ersonalmente, pienso que al subestimar el valor y la
antigSedad de estos ob)etos Gosenberg est desplegando una de sus tcticas, porque en nuestro ltimo encuentro me
pregunt si la seora @isc$er segu!a guardando en su museo personal Mcito literalmenteN Oaquellas barati)as que toma
por tesorosP.
ELuego H$i#o usted de intermediario entre Gosenberg y la seora @isc$erI
E&!, en una ocasin anterior, $acia -7;4. +or aquel entonces, al $aberse quedado @isc$er sin traba)o, y antes
de conseguir el puesto de sc7o7e6, me ofrec! a encontrarle a alguien que comprara una parte de su coleccin en unas
condiciones venta)osas, pero no quiso ni o!r $ablar de ello. &in embargo, si mal no recuerdo, Gosenberg pas ya en
aquel momento a ver estos ob)etos. &i compr algo o no, eso ya no lo s".
EHCuntas veces $i#o usted de intermediarioI
EEsa fue la nica ve#. +osteriormente, Gosenberg ven!a solo a 0ovi &ad y arreglaba estos asuntos
personalmente. En aquella "poca, an pod!a andar.
EHKa dic$o% Oan pod!a andarPI
E&!. Kace ya tres aos que est paral!tico. <uiero decir% en una silla de ruedas. &e trata sin duda de una
parlisis progresiva o de alguna enfermedad similar.
EH&ol!a visitar a los (ayer antes, es decir, cuando an pod!a despla#arseI
E0o lo s".
EH<u" otra aficin tiene Gosenberg aparte de coleccionar cristaler!aI
ECreo que antes tambi"n coleccionaba de sellos, pero en ese momento no me $abl de ello. En su tiempo, me
pidi que le guardara los sellos ms valiosos de las cartas procedentes del extran)ero. 5ncluso $ab!an llegado a
interesarle vivamente ciertos sellos de (ontenegro, de la "poca del rey 0icols, y me pidi que se los buscara, pero yo
ca! enfermo y no pude $acerle este favor.
EH<ui#s sea aficionado a la radiotelegraf!aI
E<ue yo sepa, no.
EHLe comunic Gosenberg alguna noticia, afirmando tenerla de fuente fidedignaI
E0o.
E+i"nselo bien.
-7=
E&lo me di)o que se imaginaba que la presentacin obligatoria de los documentos, el certificado de
ciudadan!a y el atestado del pago de los impuestos locales, iba a ser la ltima medida que el gobierno adoptar!a en
relacin con nosotros. +ero no di)o que se tratara de una informacin procedente de fuente fidedigna.
EH<u" la#os unen a los (ayer con los GosenbergI
E,parte de los negocios y el comercio, Gosenberg y uno de los $i)os de (ayer, el que $ace excavaciones
arqueolgicas, mantuvieron unas relaciones cient!ficas, por llamarlas de alguna forma. 2e $ec$o, Gosenberg trat de
convencer a (ayer de que intentara investigar durante sus exploraciones en las ruinas pannicas los elementos
sem!ticos de la arqueolog!a y de la paleograf!a.
EH&e $an visto ltimamenteI
E0o lo s".
EH<ui"n ms vive en casa de los GosenbergI
E&u esposa, &ilvia, que lleva el negocio desde que Gosenberg est inmovili#ado, y los criados% un
palafrenero, un )ardinero y una doncella que cuida del enfermo.
EH<ui"n es el palafreneroI
>n $ombre de unos sesenta aos, del mismo tipo que (artin, el coc$ero. Le ayud a (artin a desenganc$ar
los caballos y no resultaba dif!cil constatar que ambos estaban borrac$os. El propio Gosenberg me coment que su
palafrenero y criado siempre andaba bebido.
EHEl )ardineroI
E>n tal 6oris ,vramovitc$ &truve, nacido en Giga.
Lleg a ,ba##ia como prisionero de guerra ruso en -7-:. 2espu"s de la +rimera 'uerra (undial, abri all!
primero una barber!a, luego una encuadernacin y, finalmente, una sastrer!a. En una "poca, lleg a tener incluso un
pequeo invernadero en el que experimentaba con las frutas del sur y las flores exticas cuyas semillas compraba a los
marineros. &" que durante un tiempo traba) de )ardinero y botones en un $otelDbalneario de ,ba##ia, donde conoci a
Gosenberg. Koy todav!a afeita a Gosenberg, todas las maanas a las oc$o, y le prepara un bao especial, mientras que
del )ard!n no se ocupa ms que de pasada, e incluso se dir!a que a desgana.
EHLa doncella y enfermeraI
EEs una solterona de unos cincuenta aos. &e comporta como una tirana con Gosenberg y con su mu)er.
2urante nuestra conversacin, por la noc$e, entr en la $abitacin sin llamar y, sin decir una palabra, se llev a
Gosenberg en su silla de ruedas, limitndose "ste a sonre!r y a encogerse de $ombros para $acerme entender que no
$ab!a ms remedio. &e llama Gosal!a. , ella tambi"n la tra)o Gosenberg de ,ba##ia, donde traba)aba de camarera de
$otel. Creo que en un principio exist!a una simpat!a mutua entre ella y 6oris ,vramovitc$, pero a$ora ya no se
soportan. Es lo que me $a dic$o la seora Gosenberg.
EHCul es la ra#n de su enfadoI
EGosa se enter de que 6oris manten!a correspondencia con una dama de Giga, o ms bien de que lo $ab!a
estado $aciendo tres o cuatro aos antes. ,l parecer, esta mu)er era la compaera de 6oris, con la que $ab!a tenido un
$i)o aun sin estar casado con ella. Gosa, a sus cuarenta y dos aos, consider esta relacin como una terrible
infidelidad e intent suicidarse% se trag las p!ldoras de Gosenberg, pero no en cantidad suficiente para acabar con su
desgracia.
EH&igue 6oris &truve manteniendo correspondencia con su compaera o con su $i)oI
EEllos dos desaparecieron $acia -7 9 o. El $i)o fue )u#gado por alta traicin, porque al parecer $ab!a curado
mal y envenenado intencionadamente a ciertos pol!ticos de Giga, y fue condenado a muerte. Esta pena le fue
conmutada por la cadena perpetua en &iberia, donde seguramente muri. &u madre, que $asta entonces estaba
traba)ando de enfermera en un $ospital, tambi"n fue deportada a &iberia y all! se perdi su rastro.
EH(antiene &truve correspondencia con alguna otra persona en el extran)eroI
-7-
E2urante cierto tiempo, se escrib!a con un pariente suyo de +ar!s, pero despu"s de la noticia de la muerte de
su mu)er y de su $i)o, que recibi precisamente de +ar!s, de) de escribir. .odo esto me lo cont Gosenberg.
EHCundo conoci usted a &truveI
ECon ocasin de mi primera visita a los Gosenberg, $acia -738 o -734. &truve traba)aba entonces de
)ardinero para ellos, y, precisamente, estaba arreglando el gran )ard!n de los Gosenberg. ,rrancaba los Gar6enzDer9e
3]
y los claveles corrientes, plantando en su lugar rosas francesas. Comparti conmigo su experiencia, y aprend! ciertas
cosas en este campo. +or desgracia, no tuve ocasin ni posibilidad de llevar a la prctica mis conocimientos.
EH(antuvo usted correspondencia con &truveI
E(e escribi una nica ve#, $acia -7;3, pidi"ndome que le mandase un libro sobre los tulipanes $olandeses.
0unca contest" a esa carta, porque mi estado de salud me lo impidi.
H, qu" fue aquel ao a casa de los Gosenberg en C#es#tregI
E@ui a arreglar el asunto de los bosques. Ja que, segn mis $ermanas, la mayor parte de los beneficios de los
bosques quemados $ab!a correspondido a los Gosenberg, fui a poner ciertas cosas en su sitio. *olv! con las manos
vac!as y sin $aber conseguido nada. Los Gosenberg se limitaron a lavarse las manos de todo este asunto, pretendiendo
que la cuestin estaba legalmente estipulada y que no se sent!an culpables ni obligados por el $ec$o de que su difunto
padre le aconse)ara al m!o que cediera sus bosques a la casa \eiss ^ +olla1.
EHLe dieron en aquella ocasin algn dinero en concepto de compensacinI
E&!. La suma totalmente simblica de 3== florines.
EHConsidera el ltimo pr"stamo que les $a pedido a los Gosenberg y que "stos le $an concedido como parte
de sus obligaciones $acia ustedI
EEn cierto modo, s!.
EH.iene &truve otras ocupaciones aparte de las ya mencionadasI
E<ue yo sepa, no.
EEn una declaracin anterior, di)o usted% O&truve pidi que le tra)era de 0ovi &ad ciertas pie#as para una
radioP.
E&!. &e trataba de una lmpara para una radio de la marca /rion.
EH&e la tra)o ustedI
E0o. Ciertos acontecimientos imprevistos me impidieron pensar en esas cosas.
EH<u" quiere decir con Oacontecimientos imprevistosPI
E(e refiero al derrumbamiento de la casa en la que viv!a y a las consecuencias de este derrumbamiento.
EEn una de sus declaraciones anteriores, afirm usted Mcito textualmenteN% OEstoy profundamente convencido
de que el derrumbamiento de la casa fue provocado por una rataP. HConfirma usted est declaracinI
E&!.
E*olvamos a &truve. HLe dio algn otro mensa)e antes de su via)e a 0ovi &adI
E(e pidi que le consiguiera una buena broc$a de afeitar, Opara el seorP, di)o. +uesto que a m! tambi"n me
$ac!a falta una broc$a decente, le di)e que intentar!a consegu!rsela. 2esgraciadamente, no encontr" ni para m! ni para
"l.
E&i alguien es capa# de cambiar una lmpara de radio, Hno le parece que debe de entender algo de
radiotecniaI
-73
E0o necesariamente. Esa clase de reparacin o el cambio de una pie#a est al alcance de cualquier
aficionado.
EH&abe usted que este &truve del que $ablamos $a sido maestro armeroI
E,lgo $e o!do al respecto.
EH*io usted algn taller en casa de los GosenbergI
E0o.
EHEn qu" $abitaciones entr ustedI
EEn el recibidor, en el saln y en uno de los dos dormitorios. En realidad, es un cuarto de estar con un sof
que Gosenberg me ofreci para pasar la noc$e.
EH/y algn ruido sospec$osoI
E0o o! ningn ruido. ,ntes de acostarme, el anfitrin y yo compartimos un litro de .raminac, y como estaba
muy cansado del via)e, me qued" dormido como un tronco.
EHEstuvo &truve con ustedes en aquel momento, es decir, mientras beb!an .raminacI
E0o.
EH2nde estabaI
&upongo que $ab!a ido a ocuparse del carro y de instalar a (artin. &lo lo vi en la cena. Estaba de mal $umor
y se que)aba de dolor de cabe#a.
HCules eran las relaciones entre &truve y +oltarats1iI
EEn cierta ocasin le pregunt" Mal seor &truveN qu" pensaba de +oltarats1i M$ar unos dos o tres aosN, y me
contest que, personalmente, le $ubiese encantado volarle los sesos de un tiro. Esta declaracin me de) atnito, ms
an cuando el seor 6oris, es decir, &truve, es un $ombre tranquilo y flemtico, y yo en ningn caso esperaba o!rle
decir tal cosa. &ab!a que en una "poca ambos $ab!an vivido en 0ovi&ad como $ermanos, compartiendo lo bueno y lo
malo, y que sus conocidos pensaban de ellos que eran una especie de cmplices y masones. En aquellos tiempos,
&truve era, supuestamente, el ordenan#a del seor +oltarats1i% quiero decir que representaba ese papel ante todo el
mundo. Creo que tambi"n $ubo intrigas amorosas con &of!a 0i1olaievna, la mu)er de +oltarats1i. 2ec!an que este
tringulo, es decir, &truveD&of!a 0i1olaievnaD+oltarats1i, viv!a en una perfecta armon!a. Luego la declaracin del
seor &truve, segn la cual lo que ms le apetec!a era volarle los sesos a +oltarats1i, no $ab!a sido inspirada por los
celos. Eso me pareci evidente enseguida. (is dudas fueron disipadas por el propio 6oris, quien me explic los
motivos de su enfado% el difunto +oltarats1i $ab!a establecido contactos con los trots1istas. Creo que "sa fue la ra#n
de su ruptura.
ELuego, en su opinin, 6oris &truve no ser!a capa# de traba)ar para los soviets, a pesar de ciertos $ec$os.
EEstoy convencido de ello.
EHCmo podr!a demostrarloI
E,l parecer, en la "poca de su amistad con +oltarats1i,
&truve siempre se mostraba, por su actividad o por sus convicciones, en contra de los soviets, sobre todo
despu"s de recibir la noticia de la detencin y la desaparicin de su $i)o y de su mu)er. Entonces cambi de repente su
actitud, tanto respecto a los soviets como respecto a +oltarats1i, por muc$o que los unos y el otro ocuparan posiciones
opuestas. &u estado ps!quico actual es tambi"n consecuencia de esta posicin. Gosenberg $a afirmado que se $ab!a
dado cuenta de que 6oris presentaba s!ntomas de una perturbacin ps!quica. La )aqueca de la que se que)aba aquel d!a
no era ms que una excusa. ,ctualmente se dedica a la teosof!a y, al parecer, frecuenta un c!rculo espiritista del que es
miembro activo su antigua amiga Gosa. 2a la impresin de que &truve intenta vivir fuera de este mundo, como dice
Gosenberg. Es exactamente lo que me $a dic$o% fuera de este mundo.
-7;
E*olvamos a Gosenberg. HKa dic$o usted que su nico $i)o desapareciI
EEn realidad, no $e conseguido enterarme bien del asunto. (i $ermana me $ab!a aconse)ado que en ningn
caso mencionase delante de Gosenberg a su $i)o, y lo mismo me di)o, en la puerta, la antiptica seorita Gosal!a, la
doncella.
EHLo conoc!a usted personalmenteI
E&lo lo $ab!a visto una ve#. En aquella "poca traba)aba de mancebo en la farmacia 6eli Krst MLa Cru#
6lancaN de 0ovi &ad, cuyo regente era un tal ]sigmond Lu1cs. +osteriormente traba) en la farmacia de Vnso
'rossinger. Eso fue $ace dos aos.
EH<ui"n es ]sigmond Lu1csI
EEra un antiguo conocido m!o. .en!a una farmacia en la calle de Luis 6art$ou. Estuvo encerrado durante
algn tiempo en +etrogrado, desde donde fue trasladado a 6elgrado. Ke o!do decir que sucumbi ba)o los palos.
(ientras lo apaleaban, ten!a la boca taponada con trapos sucios. (e lo cont 'rossinger.
EH<ui"n es 'rossingerI
/tro farmac"utico. Estuvo encerrado durante un tiempo en la crcel de +etrogrado, y ms tarde lo fusilaron
como re$"n. Le! su nombre en el tabln de anuncios, entre los nombres de los dems re$enes e)ecutados.
E*olvamos al )oven Gosenberg. H<u" $a sabido usted de su destinoI
E&egn la versin de mi $ermana /lga, pas cierto tiempo escondido en un $ospital de 0ovi &ad, donde
traba)aba de anestesista. ,l parecer, alguien debi de delatarlo, y entonces "l se trag una gran dosis de morfina, pero
gracias a la presta intervencin de los m"dicos, sobrevivi. 2espu"s lo trasladaron a +est, donde sufri una crisis
nerviosa y se suicid.
E+rosiga.
EEn su locura, se arranc los dientes y se parti el crneo dndose con la cabe#a contra los muros de la celda.
+arece ser que se encontraba ba)o los efectos de algn narctico.
EH2e)a usted a menudo su domicilioI
E&lo en casos de necesidad, y con el permiso de las autoridades.
EH*io usted durante sus paseos por el bosque a alguna persona sospec$osaI
EKasta a$ora, como ya $e dic$o antes, slo $e tenido dos encuentros con personas en el bosque% uno con mi
sobrino 'eorges y otro con unos ca#adores, entre los que se encontraba un tal .t, nada bien intencionado respecto a
m!.
EHCundo se marc$ usted de &#igetI
E, la maana siguiente, es decir, el d!a 7.
EHLe ofreci Gosenberg que se quedase en su casa por ms tiempoI
ELe di)e que ten!a prisa por volver a casa, y le expliqu" las ra#ones de mi apremio% ten!a que estar en 0ovi
&ad el d!a -9 como muy tarde, debido a la citacin oficial que $ab!a recibido de la brigada para el control de los
extran)eros de este municipio.
EH2ispone usted de los documentos que le exigenI
E(i $ermana 0etty $a ido a +est precisamente con este propsito. *a a sacar, para m! tambi"n, una parte de
los documentos, el atestado del pago de los impuestos locales y el certificado de ciudadan!a de nuestros padres. Es, al
menos, lo que acordamos antes de que se fuera.
EH*olvi usted a ver a &truve antes de marc$arse de casa de los GosenbergI
-79
E0o volv! a ver a &truve $asta el momento en que me mont" en el carro. @ue entonces cuando apareci, por
un instante, detrs de la cortina, y tuve la impresin de que me saludaba con la mano.
EH&e detuvieron en algn sitio durante el caminoI
EEn 6a1sa, (artin y yo nos bebimos dos vasos de aguardiente cada uno, para entrar en calor.
EHKabl con alguien en la tabernaI
E,parte de nosotros dos, no $ab!a nadie en la taberna en aquel momento, salvo la seora Clara, por supuesto.
EH2e qu" $ablaron con ellaI
E2el tiempo, de los precios, de la subida del impuesto sobre el alco$ol.
EH&ald usted sus deudas con ellaI
E0o estaba en situacin de $acerlo.
EHLe $i#o alguna insinuacinI
E0o entiendo.
E.rate de recordar.
E&i considera usted una insinuacin la frase con la que le $ice un cumplido cort"s a la seora Clara...
EH<u" fraseI
Le di)e aproximadamente lo siguiente% que me gustar!a volver a verla, es decir, a la seora Clara, en
primavera, si es que segu!a aqu!. <uer!a decir que...
EH<u" significa% Osi es que segu!a aqu!PI
E&i segu!a vivo. , eso me refer!a.
EH<u" se esconde detrs de la contrasea O#apatos y broc$a de afeitarPI
E&e trata simplemente de unos #apatos y de una broc$a de afeitar. (i $ermana /lga me los prometi cuando
pas" una semana en su casa.
EH2e qui"n eran esos #apatosI
E+ertenec!an a su difunto marido (auricio.
EHKa visto usted esos #apatosI
E&!. Estaban en el desvn, sobre una estanter!a, entre unos die# pares de #apatos de mu)er, c$anclos y botas.
E2escriba esos #apatos.
EEstoy cansado.
E2escr!balos.
E&on unos #apatos grises, de piel vuelta de imitacin, o al menos eso me pareci, con contrafuertes duros y
puntera redonda, del nmero 99 o 9R, en cualquier caso me estaban pequeos, pues me los prob" a toda prisa, sin que
/lga me viera. Kaciendo un esfuer#o, tal ve# $asta $ubiese podido usarlos, sobre todo porque ten!an una doble suela,
aunque estoy convencido de que una de ellas es de cartn. En cuanto a su aspecto, no estaba nada contento, porque
ten!an unas perforaciones en forma de copo de nieve a ambos lados del empeine y alrededor de la puntera.
EH@ueron a otra parte, adems de a la taberna de 6a1saI H&! o noI
E0o. El propio (artin puede confirmarlo, si es que se acuerda de algo.
-7R
EHCundo lleg usted a casaI
E2eb!an de ser las cinco de la tarde.
EH<ui"n le ayud a descargarI
EEl coc$ero y yo empu)amos los armarios por la nieve, como si fueran trineos. @ue idea m!a.
EHLe ayud alguien msI
E0adie ms.
EH2nde estaban su mu)er y sus $i)osI
ECuando abr! la puerta, entend! que $ab!an salido de casa a toda prisa.
EHCmo lleg a la conclusin de que lo $ab!an $ec$o a toda prisaI
E(e fi)" inmediatamente en los libros y en un cartapacio con correas. .odo esto yac!a en desorden sobre la
mesa de la cocina y sobre el bal de deba)o de la ventana. Los libros estaban abiertos, el tintero volcado. La cama
estaba sin $acer, el tro#o de pared que deb!a $aber sido en)albegado durante mi ausencia segu!a intacto y el cubo con
la broc$a estaba apoyado contra la pared, sobre la que se apreciaban, claramente, dos o tres pinceladas interrumpidas
bruscamente.
EH&e dirigi usted a sus parientesI
E0o. (e limit" a preguntarle al seor Kermann, el vecino cuyas ventanas daban a nuestro patio, si por
casualidad sab!a cundo $ab!an salido de casa mi mu)er y mis $i)os.
EH<ui"n es KermannI
E>n #apatero. 0os $a ayudado varias veces prestndonos patatas, $arina de ma!#, sal.
EH<u" le contestI
E<ue $acia las die# de la maana $ab!a visto a los gendarmes, que seguramente $abr!an venido a por m!, y
que )usto despu"s de marc$arse ellos vio a mi mu)er salir a toda prisa con los nios. ,l preguntarle yo si sab!a $acia
dnde se $ab!an dirigido, me indic el bosque con un vago gesto de la mano.
EH5nterrog usted a alguien msI
ECerca del puente que cru#a el riac$uelo me encontr" con una tal seora @anni, una O$ermana de la .ercera
/rdenP, como se llama a s! misma. ,l acercarme, agarr una cuerda que llevaba deba)o de la falda y sali corriendo.
EHCmo explica usted este $ec$oI
ECreo que no est demasiado bien de la cabe#a.
EH5nterrog usted a alguien msI
E2e camino, me encontr" con el cartero, quien me di)o que le parec!a $aberlos visto unas $oras antes,
apresurndose $acia la *!a Gomana. Entonces comprend! que lo me)or era esperarlos en casa, porque si regresaban
durante mi ausencia podr!a producirse un nuevo malentendido. ,dems, ya estaba cansado y me dol!a muc$o la
pierna. Ellos no volvieron $asta que no se $i#o de noc$e.
EH+or qu" no se dirigi usted a sus parientesI
EConsideraba que podr!an $aberme informado mo6u proprio de un asunto tan importante. &obre todo porque
estaba convencido de que me estaban mirando desde detrs de la cortina.
EH2nde pasaron todo ese tiempo su esposa y sus $i)osI
-7:
E&e escondieron en un matorral, de este lado del r!o. &e metieron en una cabaa de pastores que $ay all!.
Llegaron a casa ateridos y aterrori#ados.
EH+or qu" no respondi enseguida a la citacin que los gendarmes le de)aronI
EComo no pod!a emprender el via)e aquella misma noc$e, debido al cansancio y a mi dolor de pierna, pas" a
ver al seor @e$"r, el alcalde, para pedirle conse)o. (e di)o que no le era posible aconse)arme en un asunto tan
delicado, pero que en caso de necesidad, aceptar!a testificar que estuve en su casa esa noc$e.
EHKab!a tenido ya alguna conversacin con el seor @e$"r, el alcaldeI
ELo vi por primera ve# nada ms llegar nosotros al pueblo. Entonces me di)o que $ubiese preferido que yo
no estuviera ba)o su )urisdiccin, porque no le gustaban los asuntos con la polic!a. La segunda ve# que nos vimos fue
con motivo de una citacin en relacin con una ria, tal ve# demasiado ruidosa, entre mi sobrino 'eorges y yo. H<ui"n
sabe lo que le $abr!a contado 'eorgesI
EH<u" le ocurre a su piernaI
E2urante aquel incidente en el traba)o for#oso, parece ser que uno de los vigilantes me dio en la tibia con su
bota. +or suerte, no lleg a fracturarse.
EH+osee usted un certificado m"dico que acredite esta $eridaI
E0o.
EH<ui"n le curI
EEl seor Va1ov Ker#og.
EH2nde y cundo conoci usted a Ker#ogI
EKer#og lleg a Kovin )usto antes de marc$arme yo de all! por segunda ve#. .raba) durante un tiempo
como m"dico en prcticas. 2espu"s no volv! a verlo $asta $ace poco, en la brigada de traba)o de la ladriller!a.
E+rosiga.
EComo a ra!# de este incidente co)eaba sensiblemente, el doctor Ker#og se acerc a m! a la vuelta del traba)o
y me di)o que ser!a conveniente que fuera a su casa para que me viera la pierna. &obre todo porque me $ab!a o!do
que)arme de unos dolores insoportables, de cardenales y de una $inc$a#n. *iv!a en la calle 'rc1os1ols1a. +as" por su
casa ese mismo d!a, y "l me auscult la pierna. (e di)o que necesitaba reposo, pero que el $ueso no parec!a estar
afectado, al menos a primera vista. &lo una radiograf!a $ubiese podido mostrar el verdadero estado de las cosas.
E+rosiga.
EEso es todo.
EHCundo desapareci Ker#og de la brigada de traba)oI
E>nos d!as ms tarde. +or la maana, no estaba presente cuando pasaron lista. ,quel d!a los muc$ac$os del
encuadramiento fueron particularmente despiadados.
EH&abe usted qu" $a sido de "lI
EEstuvo escondido en alguna parte en +est, con nombre falso, )unto con su esposa. En el momento en que los
agentes llamaron a su puerta, ambos tragaron cianuro.
EH<ui"n le cont los detalles de la muerte de Ker#ogI
E@ilip >$lmann, el ptico.
EH<ui"n es @ilip >$lmannI
-78
E>$lmann ten!a una ptica en la calla &vetosavs1a, pero se la cerraron $ace poco tiempo. >$lmann vive con
su esposa en el patio del mismo edificio. .ras aquel incidente, le ped! que me $iciera un favor, pero me di)o que todos
sus instrumentos, as! como el material, estaban precintados en la tienda y que estaba a la espera de un permiso de las
autoridades para volver al traba)o. Entonces me recomend a Vovan 6enede1, en el nmero 4 del (uelle del 2anubio,
quien me cambi un cristal roto, con descuento.
EH<ui"n es Vovan 6enede1I
ELa madre de 6enede1 es una catlica oriunda de &opron, y el propio 6enede1 est casado con una catlica,
una tal Vulia ,lmasi, de &ubotica. 2espu"s de dos semanas de crcel, lo liberaron. 'racias a la intervencin de unos
amigos influyentes de su madre, le $ab!an devuelto la tienda y le $ab!an prolongado su permiso de traba)o.
EHConoc!a usted a 6enede1 de antesI
E0o.
E&us parientes, para ser ms exactos 'yulaD'eorges 6oros1a, declar a los gendarmes que usted se $ab!a
marc$ado a 6udapest.
EEs verdad que tengo intencin de via)ar a +est un d!a de "stos, pero ellos sab!an que an no me $ab!a ido.
EH<u" tiene usted que $acer en +estI
E<uiero intentar influir, a trav"s del (inisterio de .ransportes, en la comisin que, de forma in)usta e ilegal,
$a reba)ado mi pensin de invalide#.
EHEs "sta la nica ra#n de su via)eI
ELa dentadura posti#a que me $a colocado Lbl me molesta muc$o. +or eso tengo intencin de pasar a ver a
un tal 6arna, cuyo anuncio $e le!do en el peridico. 2entaduras a precios econmicos, con die# aos de garant!a.
EH<ui"n es LblI
ELbl traba)aba conmigo en la brigada, y de repente desapareci. (s tarde me enter", por boca del difunto
Ker#og, quien $ab!a estado con "l en la prisin preventiva, de que Lbl fue condenado a muerte y a$orcado. Estaba ya
medio muerto cuando lo colgaron. , ra!# de los golpes que $ab!a recibido en los talones, uno de sus pies se $ab!a
infectado, y en su tibia se apreciaba una profunda $erida abierta en la que asomaba el blanco del $ueso.
,'
El $ombre est sentado al lado del coc$ero, en la parte delantera del carro. Es una carreta cargada de muebles
amarrados con dos cuerdas. El $ombre su)eta entre sus rodillas un bastn cuyo puo $ace girar en sus manos. El
coc$ero tiene una pipa apagada entre los dientes. 2os enormes caballos de Estiria tiran lentamente del carro por la
nieve $elada que cru)e ba)o las ruedas. +rimero avan#an por una calle estrec$a, luego tuercen a la i#quierda y
desembocan en una gran pla#a. Ka de)ado de nevar y el $ombre al#a la cabe#a, luego se quita las gafas y limpia los
cristales con una esquina del pauelo. , su i#quierda van desfilando, a un ritmo lento, unos edificios gticos con
cornisas estili#adas. ,parece una gran puerta de $ierro cerrada, as! como unas ventanas con los postigos de madera
ec$ados. @rente a "l, en la direccin en la que avan#a el carro, se al#a una catedral gtica. El $ombre mira $acia el
relo) del campanario, y acto seguido saca su relo) de bolsillo, seguramente para ponerlo en $ora. En el relo) del
campanario son las tres. Las puertas de la catedral estn abiertas y el $ombre distingue una silueta disimulada por la
sombra del prtico, pero no puede concluir si se trata de una mu)er o de un $ombre. Le parece que la silueta se mueve,
y el $ombre cree que debe de estar santigundose, muc$as veces seguidas, inclinndose al mismo tiempo. ,l $ombre
le parece que, al fondo, a trav"s de las puertas abiertas, vislumbra el centelleo de las velas, o tal ve# se trate solamente
de un )uego de luces sobre las vidrieras, o de una ilusin. La pla#a est desierta. &lo se ve a un $ombre que se $a
endere#ado repentinamente por detrs de un montn de nieve. ,$ora se apoya en una pala de madera y mira en
direccin al carro. El $ombre de gafas observa, a su ve#, al que se apoya en la pala. J de repente, lo pierde de vista. El
$ombre de la pala sigue mirando un rato ms $acia el carro, luego se agac$a y vuelve a recoger la nieve y a tirarla al
montn. El $ombre del carro se vuelve $acia el lugar donde un momento antes $a visto al barrendero, pero ya no
puede verlo, porque "ste, escondido tras el mont!culo blanco e inclinado $acia delante, rasca con la pala la nieve dura
-74
y cru)iente. +ero el $ombre no lo oye. &lo siente el c$irrido del carro en el que est sentado. ,$ora no divisa ms que
un perro que lleva un rato arrastrndose detrs del carro, la cabe#a gac$a. 2e pronto, el perro se lan#a $acia un lado,
dando torpes saltos en la nieve en la que se $unden sus patas. >nas palomas que $asta aquel momento picoteaban
tranquilamente ec$an a volar, y tras dudar un instante, acaban posndose sobre el #calo de mrmol de un
monumento. El $ombre observa cmo el perro avan#a en la nieve dando saltos. El perro est a$ora muy cerca del
monumento. &obre el #calo de mrmol se yergue un $ombre que al#a el bra#o derec$o $acia la catedral o $acia el
cielo oscuro. &us $ombros estn cubiertos de una capa de nieve en forma de grandes c$arreteras blancas. El perro ya
$a alcan#ado el #calo del monumento, donde se $an acurrucado dos palomas blancas que de le)os parecen dos
manc$as de nieve. 2a la impresin de que no tienen prisa en ec$ar a volar, como si sintieran que estn fuera del
alcance del perro. &iguen todav!a quietas y, de repente, ec$an a volar, con un aleteo sonoro. El perro las sigue con la
mirada, y luego se acerca al #calo del monumento y levanta una pata trasera. El $ombre del carro sigue con la mirada
a las palomas, que revolotean en c!rculo, indecisas, y de pronto se elevan en el aire y desaparecen en los pliegues de
las ventanas gticas de la catedral, en las cornisas o en el enca)e del rosetn por encima del prtico. El $ombre del
carro se fi)a en el perro, que se dirige de nuevo $acia el ve$!culo a trav"s de la nieve y vuelve a ocupar su lugar a unos
cinco o seis pasos por detrs de "ste. El $ombre le indica algo al coc$ero sentado a su lado. &eguramente la direccin a
la que $ay que llevar los muebles. El otro asiente con la cabe#a y tira suavemente de las riendas. El carro tuerce en una
calle lateral, esta ve# a la derec$a. Luego siguen rodando un rato ms, sin decir una palabra.
INSTRUCCI/N 0I#1
,2
$5C>g02/ lleg E. &. a su destinoI
ELleg a la estacin del este de +est a las -8.3 o, $ora centroeuropea, con un catastrfico retraso de unos
ciento veinte minutos.
EHCul fue la causa de este retrasoI
ELa nieve acumulada durante la ventisca.
EH2e qu" se arrepent!a el via)eroI
E2e no $aber llenado su cartera de bocadillos y de no $aber comprado ms que una botella de cerve#a en la
estacin de 0ovi &ad.
EH+or qu" estaba furiosoI
E+orque la mayor!a de las veces no era capa# de sacar provec$o de su experiencia.
EH+or e)emploI
E, pesar de $aberse dado el caso en varias ocasiones y en distintos recorridos, incluido "ste mismo M0ovi
&adD6udapestN, de que, por una ra#n o por otra, no $ubiera vagn restaurante, y de $aberse quedado, por ello, con
$ambrecsed MexperienciaN, segu!a creyendo obstinada y tontamente en el $orario de trenes, en el que se indicaba, al
lado del nmero del tren, el s!mbolo $erldico del tenedor y el cuc$illo cru#ados, en ve# de fiarse de su propia
experiencia mltiple y adquirida a base de sufrimiento.
ECite otro e)emplo.
E, pesar de $aber comprobado un sinnmero de veces los nefastos efectos del alco$ol MexperienciaN, siempre
volv!a a beber como si fuera la primera Mo la ltimaN ve# en su vida, y como si no $ubiera sufrido un par de d!as antes
todas las consecuencias de esta falta de experiencia.
H<u" venta)as pesaban ms, en este ltimo e)emplo, que los efectos supuestamente nefastos, aniquilando as! la
experiencia de las consecuencias con una nueva experienciaI
-77
E*ida emocional intensa mientras duran los efectos% sentimiento de fuer#a, incremento de la virilidad, libido
acentuadaL $abilidad retrica que acaba perdi"ndose en el delirio, recursos oratorios y tropos Mmetforas, metonimias,
variaciones sobre un mismo tema, s!ncopas, )uegos de palabras, etc.NL desaparicin parcial o total de la cinofobiaL
aumento de la capacidad motri# y rela)acin del simpticoL alternancia de estados sentimentales MfemeninosN y
agresivos MmasculinosNL repentino despertar de la sociabilidad, tanto con los superiores como con los subalternos Men
cuanto a funcin, grado, dinero e inteligenciaNL intimidad con gentes de todos los oficios, sin distincin de sexo, nivel
social y religinL alternancia de euforia y agresividadL repentina reminiscencia y utili#acin de varios idiomas
Mconocidos y desconocidosN, y combinacin de "stos, con )uegos de palabras, de forma que el significado en cierto
idioma de una palabra es interpretado en otro idioma, en la mayor!a de los casos con un simple cambio de acento o
una leve deformacinL generosidad pecuniaria y agradables consecuencias de esa generosidadL sentimiento de rique#a,
cortes!a de caballero Mrondas pagadas y grandes propinasNL remembran#a repentina de ciertas canciones Mde las
melod!as o de las letrasN enterradas en el olvido desde $ace aos o d"cadasL alegr!a que estalla a trav"s de las
canciones y de la msicaL ritmo de las manos, que tamborilean sobre la mesa o dan palmadas, o de los pies, que
#apatean en el sueloL aumento repentino del registro de vo# desde el contralto al ba)o, as! como posibilidad de alcan#ar
octavas inaccesibles en estado sobrioL incremento de la musicalidad, fortalecimiento de las cuerdas vocales, cambio
del timbre de la vo# Mpara me)orNL extraordinaria $abilidad para improvisar melod!as y ritmos desconocidos Mcsardas,
2ecarac, baladas, roman#asNL percepcin de la propia vo# Mcon los o)os cerradosN como si fuera la de otra persona,
dentro o fuera de s!L saltos de $umor al capric$o de la cancin, $umor al que se puede volver a voluntad Mcon slo
repetir la cancinN con una intensidad ms o menos igualL identificacin con las $istorias fciles y los temas de la
letraDmelod!a, y con las asociaciones que provocan Mel amor, la )uventud, la muerteNL calor agradable que irradia el
sistema simptico como un pequeo sol dentro del cuerpo Mcomparacin con la mu)er que siente las primeras seales
de vida en sus entraas% bendito sea el fruto de tus entraasNL obscenidades que en las canciones, los c$istes o los
)uegos de palabras le ayudan al $ombre a rela)arse con la risaL besamanos a las camareras, ca)eras, encargadas de
guardarropa, prostitutas, vendedoras de flores y tambi"n damas decentes, besamanos acompaados de propinas, como
signo de un esp!ritu democrtico y a la ve# cort"sL confesiones !ntimas a desconocidos Mmu)eres y $ombresN para
provocarla emocin, la compasin, el asombro o la admiracin, con efectos catrticosL pena por ser el $ombre mortal
y ef!mero, y, por momentos, fuerte sentimiento de la inmortalidad del momento vivido.
EH<u" experiencia negativa no consegu!a pesar ms que lo anteriorI
E,quella cuya intensidad olvidaba en cuanto se desvanec!an los primeros s!ntomas de la resaca
MPa6zenjammerR m$snaposs$9N
3:
% pesadillas Mve)e#, peligro, muerteN, penoso despertar de este mal sueo, con una sed
infernal que quema las entraas y que el agua apenas puede apagar, como si se tratase de un incendio en el bosqueL
)aqueca insoportable que la aspirina no puede aliviarL penoso sentimiento de arrepentimiento de lo que se $a $ec$o,
sentimiento an confuso, pero que el despertar $ar ms y ms penoso y evidente en cuanto los acontecimientos de la
noc$e anterior empiecen a volver a la memoria y a adquirir su verdadero significadoL visin de s! mismo como si fuera
otra persona, que malgasta su dinero, grita, tamborilea con las manos y con los codos sobre la mesa, besa las manos de
las ca)eras, las camareras y las rameras, $abla en un idioma extran)ero que "l mismo apenas entiende con personas que
tampoco lo entienden o lo captan a medias y equivocadamente, $ace p"simos )uegos de palabras y cuenta c$istes
verdes o improvisa palabrotas obscenas Yle 1a9/6ok szar1a csereszn/ema9os 2Ed)s kur1aszarral@
34
, se confiesa
!ntimamente a personas desconocidas a las que no les interesan sus $istoriasL $edor del aguardiente malo que se siente
en la $abitacin y $edor de su propio cuerpo, mientras sus pantalones cuelgan en la silla al lado de la cama,
manc$ados de vmitos y de orina, recuerdo de lo que $a costado la noc$e anterior limpiarse el gulas$ grasiento o la
sopa de pescado, detrs de alguna puerta, salpicndose los #apatos y los pantalones. MJ es intil intentar cubrirse la
cabe#a y tratar de dormir, de olvidarlo todo. Es intilN.
EH<u" conse)o le dio E. &. a un via)ero desconocido Mde unos cuarenta aosN en el compartimento del rpido
0ovi &adD6udapest, referente a la resacaI
ETEl me)or remedio contra la resaca Ymein =err@
3\
es el suicidioU
EH,donde se dirigi el via)ero desde la estacinI
EComo debido al retraso del tren ya no le era posible solucionar ninguno de sus asuntos profesionales, tom
un fiacre y se dirigi al nmero -3 de la calle 2o$ny, tercer piso, direccin que le $ab!a dado Gosenberg.
EHKab!a apuntado esta direccinI
E+or precaucin, no quiso apuntarla, sino que se fi de su memoria.
3==
EH+or qu" no se detuvo en el restaurante de la estacin para apagar su sedI
E+orque la prudencia le dictaba y la experiencia le aconse)aba que evitase en la medida de lo posible los
lugares pblicos como las cervecer!as, los vagonesDrestaurante, las tiendas, las librer!as, las bibliotecas, los baos
pblicos, las ferias, los guioles, los circos, las procesiones, las misas, los bares, las sinagogas, las subastas, los
bancos, las estaciones de tren.
EH<u" esperaba el via)ero cansadoI
E<ue en su destino secreto M2o$ny ucca, -3D--N le ofrecieran una copa o un caf", y que incluso lo invitasen
a quedarse a dormir.
EHCmo fue recibidoI
E.ras llamar insistentemente a la puerta nmero -4 M'arna I8 fo9or1osl$sra jo9osi6o66 $ll8 1izs98 fo9$szN,
37
en
la puerta de al lado apareci una seora con rulos en la cabe#a que le di)o que el seor a cuya puerta llamaba no $ab!a
pasado por a$! desde $ac!a ms de dos meses, y que le aconse)aba que desapareciese de la casa lo antes posible,
porque de lo contrario llamar!a a la polic!a.
EHCmo intent E. &. )ustificar su presenciaI
EContando que el seor 6arna le $ab!a atendido anteriormente y que incluso le $ab!a colocado $ac!a poco
una dentadura posti#a que, por desgracia, empe#aba a molestarle.
E, pesar de su prudencia y de su experiencia, H$acia dnde se dirigi el cansado via)eroI
E,l restaurante 0eB Jor1.
EH<u" le atra!a de este lugarI
ELa posibilidad de contemplar a los transentes por las grandes cristaleras Men inviernoN, o de cerca,
cmodamente sentado tomando una caa en la terra#a Mlos d!as de solNL la presencia de artistas y de bo$emios, entre
los cuales a menudo reconoc!a algn rostro aparecido en los peridicos o en las revistasL la amabilidad del personal
femenino, sobre todo de la ca)era pelirro)a, que siempre le saludaba con una sonrisa y que, a veces, le preguntaba por
las ra#ones de su larga ausencia.
EH<u" cambio notI
ELa ca)era pelirro)a ya no estaba, y en su lugar Mante la gran ca)a barroca, parecida a una catedralN estaba
sentada una seora gorda que ni siquiera se percat de su presencia.
EH.uvo aquel d!a algn encuentro en la cafeter!a del 0eB Jor1I
E*io pasar a un tal ]ldesi Mantes 'rSnBaldN, pianista, al que $ab!a conocido recientemente en 0ovi &ad, por
ser el profesor de piano de la seorita 'avans1i, pero "ste no contest a su saludo, porque no lo reconoci o no quiso
reconocerloL le dio la mano a un tal *i1tor Kolb, farmac"utico, oriundo de Koprivnica, pero "ste no quiso entretenerse
en la cafeter!a, so pretexto de tener prisaL un tal Goder Mde nombre desconocidoN, antiguo redactor de .a "oz del
Comercio, le salud levantando su sombreroL un tal 5mre *ndor, dueo de un pequeo ba#ar, no contest a su saludo,
a pesar de que sus miradas se cru#aronL una dama de mediana edad Mde nombre y apellido desconocidosN le sonri al
pasar y "l le correspondi descubri"ndose, pero no consigui recordar dnde y cundo la $ab!a visto antesL un tal
5stvn &#emere Mde profesin desconocidaN le pidi prestados dos pengsL una nia le ofreci an"monas a dos pengs
la unidadL un agente le pidi amablemente que le ensease la documentacin.
EH, qui"n llam por tel"fono desde la cafeter!a del 0eB Jor1I
E, un tal /tto \eiss, agente inmobiliario, con domicilio en la calle .$1ly, pero a pesar de repetir su
llamada tres veces en la misma $ora, no le contest nadieL a la seora 5da Krauss, viuda del difunto Eugen Krauss,
ptico, pero le di)eron que la seora O$ab!a tenido a bien mudarse $ac!a un mes a una direccin desconocidaPL a un tal
6"la 'uttmann, empleado del ferrocarril, y una vo# femenina Mseguramente su mu)erN le contest llorando que, por
desgracia, 6"la ya no estaba en este mundoL a un tal ]sigmond (ric# M$omnimo del c"lebre escritorN, notario, que
le dio cita para tres d!as ms tarde, so pretexto de estar desbordado de traba)oL a una tal Clara Ko$n, (Sller de soltera,
antigua correctora de .a "oz del Comercio, que, por lo que le di)eron, $ab!a salido y volver!a en media $ora, a muc$o
3=-
tardar, pero una $ora ms tarde, a su tercera llamada, an no $ab!a conseguido $ablar con ella% le contestaron que
$ab!a salido de via)e repentinamenteL a un tal ,ladr 0agy, abogado, del que le di)eron que ya llevaba un tiempo en el
$ospitalL a un tal .assinger, encuadernador, pero nadie contest a ninguna de sus dos llamadasL a una tal Gaquel Mde
profesin y apellido desconocidosN, de quien le di)eron que se $ab!a casado y se $ab!a mudado a una direccin
desconocida, probablemente en 6udaL a @erenc @e$"r, empleado del ferrocarril )ubilado, que le invit a cenar esa
misma noc$e a las nueve.
EH+or qu" rec$a# esta invitacinI
E+orque su tren sal!a a las 3=.-R.
HKab!a aprendido algo de su reciente experiencia, en relacin con los via)es en trenI
E0o, pero al menos pod!a )ustificarse ante s! mismo con los siguientes $ec$os% $abiendo gastado en llamadas
telefnicas, cerve#a, ac$icoria McapuccinoN, an"monas Mque envi a la nueva ca)eraN y fiacres casi todo su dinero Me
incapa# por 1is major de encontrar un prestamistaN, tampoco pudo llenar esta ve# su cartera de bocadillos y de cerve#a,
y tuvo que contentarse con una pequea botella de cerve#a dorada que guard en su bolsillo como ltima reserva Mde
oroN.
EH<u" pensamientos le ocupaban mientras el tren, en medio de los #umbidos del puente metlico, cru#aba
lentamente el r!o que flu!a, invisible, ba)o una espesa capa de $ieloI
E<ue este r!o palpitaba como una gran arteria desde la &elva 0egra $asta el (ar 0egro, a lo largo de unos
dos mil 1ilmetros, uniendo a $ombres y paisa)es, de forma que todos estos pueblos, separados por sus idiomas,
religiones y costumbres, pod!an considerarse pr)imos y $ermanos.
EH<u" visita de cortes!a $i#o antes de de)arse llevar del todo por el sueo y el olvidoI
E,l ir a aliviar su ve)iga, llena de una cerve#a dorada que man en un c$orro dorado, dio una vuelta por el
pasillo del vagn de primera clase Mel +ara!so perdidoN con el nostlgico deseo de recordar la tierra de Canan.
EH<ue descubri en un compartimento de primera clase Mno fumadoresNI
E6aada en la lu# violeta del compartimento, una dama vestida de negro reclinaba su bonita cabe#a sobre el
alto respaldo aterciopelado del asiento, mientras una niita dorm!a en su rega#o.
EH, qu" le record esta escenaI
E, otra seora Msi es que no era la mismaN que $ab!a visto en algn lugar, no $ac!a muc$o tiempo, durante un
via)e anterior en un compartimento de primera clase, y que $ab!a desaparecido de su vida sin de)ar $uellas, para volver
a encontrarla a$ora, como una aparicin.
EH<u" le parec!a posibleI
E<ue las dos seoras de negro fueran, en realidad, una misma mu)er que el destino colocaba por segunda ve#
en su camino.
EHCmo pod!a confirmarse esta $iptesisI
EaN 5nterrogando al nico testigo Maparte de "l mismoN de este encuentro MHdndeI, HcundoI, HcmoIN,
porque "l ya no era capa# de acordarse o simplemente de evocar a la anterior dama de negroL bN de)ando que el nico
testigo Maparte de "lN tomara la iniciativa de confirmarle con alguna seal que sus $iptesis eran exactas.
EH5nvestig E. &. el casoI
E0o.
EHLe $i#o el nico testigo alguna sealI
ELa dama de negro dorm!a con la boca entreabierta Mmientras "l recorr!a el pasilloN, baada en la lu# morada
del compartimento de primera clase Mno fumadoresN, y seguramente soaba.
EH<u" soabaI
3=3
E<ue un seor bien parecido, con gafas, levantaba su sombrero en seal de cortes!a y de admiracin, y que
ella le contestaba con una sonrisa de nimoL que luego ec$aban a este seor del compartimento de primera clase, antes
de que $ubiera podido suceder nadaL ms tarde volv!a a verlo mientras "ste se apresuraba $acia los fiacres y
desaparec!a, para siempre MHpara siempreIN, de su vida de viuda.
EH+or dnde via)aba E. &.I
, una velocidad reducida de setenta 1ilmetros por $ora Mdebido a la tormenta de nieveN, surcaba la noc$e
pannica, cru#ando r!os y riac$uelos $elados, puentes, terraplenes, praderas y campos, bosques y valles, arenales, la
nieve depositada durante la ventisca, atravesando mares, atravesando recuerdos, en direccin al alba le)ana, apenas
intuida.
EH2nde apareci )usto despu"sI
E2escribiendo un enorme c!rculo, su cuerpo Msu esp!rituN apareci, )usto despu"s, en una fr!a $abitacin en la
que vacilaba la llama de una lmpara de aceite Mner 6amid@8
EH<u" tema sagrado se escond!a detrs de su preocupacin por la lmparaI
EEl tema del milagro de Kanuca, cuando una cantidad !nfima de aceite encontrada en una palmatoria estuvo
ardiendo durante oc$o d!as Mconquista del .emplo de Verusal"nL Vudas (acabeoNL por eso "l cre!a, esperaba, le ped!a a
2ios, que a "l tambi"n le durase el poco aceite que ten!a $asta el alba, porque si a ellos Ma los macabeosN les $ab!a
durado oc$o d!as, Hpor qu" no podr!a durarle a "l oc$o $orasI
EH<u" quer!a comprobar al mismo tiempoI
ECon este pequeo experimento suplementario quer!a comprobar, por la v!a emp!rica y con exactitud, la
posibilidad del milagro Mel primeroN.
EHEn qu" momento, $ora centroeuropea, saldr el sol el quinto d!a del cuarto mes del ao -793 en el lugar en
el que se encuentra el epistolgrafo, tomando Lendava como punto de partida del clculo, a una $ora y seis minutos al
este de 'reenBic$ y a una latitud de 9:,R minutos al norte del EcuadorI
ELa aurora sideral ocurrir a las ; $oras y ;; minutos, y la aurora civil durar de las 9 $oras y -; minutos a
las 9 $oras y 98 minutos.
EH,donde conduce, inevitablemente, la conciencia de los movimientos c!clicos del &ol, de la Luna y de los
planetas, as! como la de la alternancia c!clica de la noc$e y el d!aI
E, la conciencia de la muerteL porque ni siquiera el Creador puede escapar a las leyes del movimiento c!clico
de la .ierra, del &ol y de los planetas.
EH2nde aparec!a representado otro movimiento c!clicoI
EEn una litograf!a en color Mregalo del difunto (auricioN que su nuevo propietario $ab!a tra!do de 0ovi &ad y
que representaba de forma esquemtica la l!nea ascendente y descendente de la vida del $ombre, ba)o el elocuente
t!tulo de das &.>@E0,L.EG 2E& (,00E& M.os pelda5os de la 1ida@8
EH<u" aspecto tiene el marco de este cuadroI
EEs un delgado marco de madera carcomida y moteado de puntos negros, cagadas de mosca, sobre un
descolorido fondo dorado.
E2escriba esquemticamente, peldao a peldao Msin olvidar el motivo central del )ard!n del Ed"nN, los
motivos de la litograf!a en color das stufenalter des mannes.
LEl jardn del Ed<n. En primer plano, el man#ano, levemente inclinado. En lo alto del tronco sobresale, en
ngulo casi recto, una rama separada de las dems. 2el frondoso folla)e asoma el fruto. , lo le)os, en el le)ano
$ori#onte, la bruma a#ul del cielo. En las l!neas quebradas y sinuosas que unen la tierra con el mar Men segundo planoN
se perciben profundos fiordos y ba$!as, y entre ellos, montaas rocosas de picos prominentes. El sol, redondo y ro)o,
ro#a )ustamente una de las cimas. Las grandes sombras de las montaas tien de verde oscuro el a#ul del mar,
delimitando n!tidamente el a#ul y el verde, como dos colores que no se me#clan, o al menos no tan fcil e !ntimamente
3=;
como lo $acen, en la le)ana l!nea del $ori#onte, el a#ul del cielo y el a#ul del agua. 2e all, del le)ano $ori#onte a#ul,
llega una bandada de p)aros. La fraternidad de todas las criaturas divinas. , la i#quierda del man#ano, una leona, a la
derec$a, un oso pardo. 2etrs, un len y un dromedario. El ciervo y la cierva estn un poco ms le)os, como en una
espera indiferente. Las gallinas picotean tranquilamente por el esti"rcol del para!so. >na manada de gansos blancos
destaca entre el verdor. La serpiente, enroscada en la rama sobresaliente, sisea% su cabe#a est exactamente entre las de
,dn y Eva. Eva, desnuda como un reci"n nacido, $a agarrado con su mano derec$a la rama ms ba)a, y en la mano
i#quierda su)eta la man#ana, tendi"ndosela a ,dn. &u cabello desciende en dos abundantes cascadas sobre sus senos y
su espalda, $asta la cintura. ,dn est sentado deba)o del man#ano, desnudo, con una ramita verde sobre sus muslos.
El tambi"n alarga el bra#o $acia la man#ana.
GEl nacimien6o. >n nio duerme en una cuna de mimbre, a la sombra del man#ano. El bra#o derec$o del beb",
desproporcionadamente pequeo respecto a su cabe#a, reposa sobre su pec$o. La madre del nio no se ve, pero debe
de estar cerca, vigilndolo con la mirada.
G!iez a5os. >n muc$ac$ito corre tras su aro blandiendo la varilla. El peso de su cuerpo reposa sobre su pierna
i#quierda, y tiene la derec$a doblada y ligeramente levantada, as! como el bra#o derec$o, en cuyo extremo su)eta la
varilla con la que empu)a el aro. Lleva una gorra a#ul de marinero con pompones, un )ersey gris y un pantaln a#ul
marino. Lleva un cuello blanco de marinero vuelto sobre el )ersey.
G"ein6e a5os. >n )oven estrec$a entre sus bra#os a una muc$ac$a. &igue teniendo el pelo rubio, tal ve# algo
ms oscuro que $ace die# aos. La boca grande, la nari# recta. Las solapas de su abrigo oscuro estn forradas de seda
negra y brillante. &u largo cuello parece an ms largo por estar ceido con un alto cuello posti#o, deba)o del que
aparece el nudo de una pa)arita blanca. La muc$ac$a lleva un vestido a#ul con volantes y un gran la#o en la cintura.
Lleva el cabello oscuro recogido en un moo, por deba)o del que asoman dos pendientes parecidos a dos gotas de
sangre. >na peineta de celuloide le su)eta el moo. 2e la manga de su vestido sale un bonito bra#o delgado. En la
mano i#quierda su)eta una flor que aprieta contra su pec$o, sobre el que se distingue un cuello de enca)e blanco. El
bra#o derec$o del )oven desaparece detrs de la espalda de la muc$ac$a. Las puntas de sus dedos se estn tocando,
como si se dispusieran a bailar un vals.
G(rein6a a5os. El $ombre vuelve del traba)o. Lleva un tra)e oscuro y un sombrero. 2el portafolios que estrec$a
contra su pec$o asoma un paquete envuelto en un papel de colores con un gran la#o dorado. El $ombre intenta soltar
el cierre de la cartera. La mu)er lleva un largo vestido coralino. .iene un nio en sus bra#os. Lleva el pelo recogido en
un moo alto. /tro nio, algo mayor, est vuelto de espaldas al espectador. Es una nia de unos cinco o seis aos. Ella
tambi"n lleva un vestidito ro)o. Con el dedo !ndice de la mano i#quierda seala el portafolios de su padre. Cerca de
ellos aparece una cometa de papel, y un poco ms le)os, un tambor de )uguete y una mueca de cauc$o sin cabe#a.
GCuaren6a a5os. En smo1ing y sombrero de copa, el $ombre su)eta entre sus manos un rollo de pergamino
abierto. H>n diplomaI, HaccionesI, Hun bando )udicialI 2eba)o del cuello alto, el enorme nudo de una corbata negra.
GCincuen6a anos. El $ombre lleva un tra)e gris. En la mano i#quierda su)eta un sombrero, y levanta la derec$a
en un gesto grandilocuente. H2e qu" estar $ablandoI H2e pol!ticaI H2e finan#asI H2e arteI H2e una experiencia
amorosaI H2e la muerteI
G&esen6a a5os. Con un bastn en la mano, el $ombre se apresta a ba)ar unos peldaos. Est vuelto de perfil.
Con la mano derec$a se apoya en el bastn, la i#quierda reposa sobre su pec$o. Lleva un abrigo largo, casi $asta el
suelo. Est tocado con un sombrero. &u cara est ligeramente mustia, sus o)os $inc$ados. .iene las patillas canas.
G&e6en6a a5os. Con la mano i#quierda se apoya en el bastn, con la derec$a su)eta una pipa. Lleva una gorra
con visera. +or deba)o de la gorra aparecen unos mec$ones canos, recogidos detrs de la ore)a. Lleva un )ersey grueso,
pero est encogido como si tuviera fr!o.
G*c7en6a a5os. Encorvado, )orobado, con un bastn en su mano derec$a, el $ombre ba)a el siguiente peldao.
Lleva una bata oscura, ceida en la cintura. Endere#ando la cabe#a con esfuer#o, el $ombre mira a lo le)os.
G%o1en6a a5os. En el ltimo peldao, el $ombre parece $aberse dado la vuelta de repente, en un ltimo
esfuer#o. Lleva la misma bata, abroc$ada $asta el cuello y algo descolorida. .iene puestas unas #apatillas. &u cabe#a
est muy ba)a, como si estuviera buscando algo en el suelo. &us o)os enfermos estn protegidos de la lu# por una
visera de celuloide, su)eta con un elstico a su cabe#a calva.
EHEn qu" peldao se encontraba E. &.I
3=9
EEstaba ba)ando del quinto, el ms alto de los peldaos Msin contar el nivel cero, que 6oda1a es la
inexistenciaN, $acia el cuarto empe#ando desde el final Msin contar el ltimo, en paralelo con el nivel cero, porque "ste
/a es la inexistenciaN.
NOTAS DE UN LOCO 0#1
,)
EL propio &pino#a M(rac6a6us 67eolo9ico-poli6icusN reduce ciertos fenmenos sobrenaturales y los milagros
b!blicos a su anverso positivista. 0o voy a anali#ar en mayor profundidad sus errores, aunque, por el $ec$o de seguir
considerndolo como uno de los ms grandes y uno de los m!os, estoy tentado de volver sobre sus conclusiones
errneas. +ero Hqu" puedo contraponer a sus pruebasI, si "l mismo no expone ninguna prueba positiva para defender
sus postulados. T0o existe me)or prueba que la conviccinU Luego, cuando "l dice que Oesta obra de 2ios Mla aparicin
de Ja$v" a 0o"N no es ms que la refraccin y la reverberacin de los rayos de sol al atravesar las gotas de agua M XsicQN
que estn en suspensin en las nubesP, no puedo recurrir, frente a su argumento positivista, ms que a mi conviccin
contraria Msin salirme del marco del ra#onamiento positivistaN% no es m$s ;ue un sue5oR o: no es o6ra cosa ;ue lo ;ue
es en s, es decir, la pala2ra de ,a71<, X&u ros6roQ
H<u" cabe esperar de un doctor &., psiquiatra, o de mis parientes, que ni siquiera son capaces de comprender
cosas que, sin embargo, no estn envueltas en ningn $alo de irrealidad, y que, a pesar de ser inveros!miles, no
pertenecen al mbito de lo milagrosoI% T<ue $ace ya muc$o tiempo que lo nues6ro se $a ido al trasteU J cuando digo
lo nuestro me refiero a vuestras, a nuestras pequeas vidas. +orque si ya no cre"is en las apariciones, al menos
podr!ais creer en los $ec$os en bruto MpositivistasN que aparecen en los peridicos. J estos $ec$os y estos peridicos
dicen, con toda claridad, que todo se $a ido al traste, y que antes de que los ,liados pudieran $acer cualquier cosa, ya
$abr!an venido a buscarnos los Vinetes del ,pocalipsis, si es que no reventamos antes. 2e $ambre, de desesperacin,
de miedo. (e preguntis cmo ser!an mis famosos Vinetes del ,pocalipsis, estos monstruos supuestamente
engendrados en mi cabe#a demente. ,unque percibo cierta iron!a en vuestro tono de vo#, aunque leo vuestro
pensamiento, os respondo sin iron!a% sern cuatro apuestos gendarmes, a lomos de cuatro corceles blancos, armados
con carabinas y bayonetas. ,puestos gendarmes provincianos, con bigote, a caballo, con plumas de gallo en sus
sombreros negros. .al ve# no sean cuatro, como en los naipes, sino slo dos. J tal ve# sus caballos no sean blancos.
.al ve# ni siquiera vengan a caballo, sino en flamantes bicicletas, o incluso andando. +ero vendrn, seguro. Ja estn
listos, con las bayonetas caladas. /igo el relinc$o de sus caballos. J oigo el c$asquido de las plumas ondeando en el
viento, sobre sus sombreros negros.
,*
.al ve# esta carta, estas l!neas que estoy escribiendo, pare#can, ya estn empe#ando a parecer, a$ora que
despunta el alba, obra de la vanidad, 1ani6as 1ani6a6um. H,caso mi carta, mi vida pret"rita, no parecen /a la sombra de
la vanidadI ,a, a$ora que todo esto $a pasado por el martirio de la noc$e, por el purgatorio de las tinieblas, por el
catali#ador de la eternidad, que slo retiene las part!culas cristalinas de la existencia pura, los cristales slidos del ser
Mla esenciaN. La noc$e borrar todo lo dems, y mi carta se quedar sin salir, las l!neas que escribo sern, ya al alba, un
manuscrito muerto en el (ar (uerto del tiempo, un papiro deteriorado en los ptridos pantanos del (ar +annico, o
un 6es6imonio encerrado al vac!o en una ca)a de cristal verde, cuya llave $a sido tirada al agua, en los pantanos, un
testimonio enterrado en los oscuros cimientos de la noc$e, en los frgiles cimientos del ser, un testimonio para un
le)ano futuro, pos6umus8
,+
3=R
+or la presente, pues, mi primer testamento $a de considerarse anulado, invalidado, y contrariamente a mi
decisin, que queda anulada, no permi6o que se utilice ni la ms m!nima parte de mi cuerpo con fines cient!ficos o
m"dicos, y me refiero ante todo a mi cerebro, que, evidentemente, era lo que ms le interesaba al doctor
+apandopoulos, cuyas sugerencias me indu)eron a tomar mi primera decisin, que, lo repito, queda anulada% por la
presente, lego mi cuerpo a L, LL,(,L como e)ecutor de mi voluntad, nombro por la presente a la ,sociacin
Gegeneracin para la cremacin, a cuyo cuidado lego mis restos mortales, quedando dispuesto que la asociacin en
cuestin dedu#ca los gastos ocasionados por los servicios prestados y por la cremacin de mis bienes inmobiliarios, es
decir, del valor de la parte de la casa paterna que me correspondeL tras la cremacin, mis ceni#as $abrn de ser
trasladadas, en la urna prevista a este efecto, $asta el +uente del @errocarril, y vertidas en las aguas del 2anubioL a este
acto solo podrn asistir mis ms !ntimos, es decir, mi mu)er y mis $i)os, y el representante de la ,sociacin para la
cremacin. En lugar de una misa de difuntos o cualquier otra ceremonia religiosa, una persona pagada a este efecto
$abr de leer algunos pasa)es de los salmos de 2avid, a ser posible los salmos 99, 97, R9, as! como --9 y -;8, en
cualquiera de los siguientes idiomas% $ebreo, lat!n, alemn, $ngaro, serbio, italiano, rumano, ucraniano, armenio,
c$eco, eslovaco, blgaro, esloveno, portugu"s, $oland"s, espaol, yiddis$% la persona en cuestin no podr ser ni
rabino, ni pope, ni mon)e, ni cualquier otra personalidad religiosa, y tampoco $abr de permitirse que el carcter
solemne del instante en que el polvo se una al polvo quede deslucido por la vo# temblorosa de un actor o de un
c$antreL lo me)or ser!a encontrar a algn vagabundo, un .uf6mensc7 que ande merodeando por las orillas del 2anubio
en el momento en que el corte)o con la urna llegue al puente, y confiarle mi ltima voluntadL no importa que la
persona en cuestin est" sobria o ebria en ese momento, lo que importa es que sepa leer% mi generosidad no puede ir
ms le)osL despu"s de la lectura de los salmos y de la dispersin de mis ceni#as en el r!o, la urnaDnfora $abr de ser
rota en mil peda#os y tirada igualmente desde el puente al agua, como un vaso roto.
,,
Ke tenido una vida me)or y ms rica que la vuestra, gracias al sufrimiento y a la locura, y deseo $allar la
muerte con la misma dignidad, como corresponde a este gran momento despu"s del cual cesa toda dignidad y toda
grande#a. (i cadver ser mi arca, y mi muerte, un largo navegar por las olas de la eternidad. El vac!o dentro de la
nada. J qu" otra cosa pod!a oponerle a la nada, de no ser este arca en la que deseaba reunir todo lo que preciaba,
personas, p)aros, fieras y plantas, todo aquello que llevo en mis o)os y en mi cora#n, en el arca de tres pisos de mi
cuerpo y de mi alma. <uer!a que todo esto estuviera a mi lado en la muerte, como los faraones en la pa# solemne de
sus tumbas, quer!a que todo fuera como antes% que los p)aros cantaran para m! en la eternidad. <uer!a cambiar la
barca de Caronte por otra, menos desesperada y menos vac!a, quer!a ennoblecer el inconcebible vac!o de la eternidad
con $ierbas terrestres amargas, las que crecen en el cora#n del $ombre, quer!a ennoblecer el sordo vac!o de la
eternidad con el llanto del cuco y el canto de la calandria. 0o $ice ms que desarrollar esta amarga metfora po"tica,
la desarroll" con pasin y empeo, $asta el final, $asta las consecuencias que transforman el sueo en realidad Me
inversamenteN, la lucide# en demencia Me inversamenteN, que pasan de la vida a la muerte como si no $ubiera fronteras,
e inversamente, de la muerte a la eternidad como si no fueran la misma cosa. 2e esta forma, mi ego!smo no es ms
que el ego!smo del ser $umano, el ego!smo de la vida, el contrapeso del ego!smo de la muerte, y mi conciencia, a
pesar de las apariencias, se opone a la nada con un ego!smo sin igual, se opone al escndalo de la muerte a trav"s de
esta metfora apasionada que desea reunir a aquellas escasas personas y el poco amor que conformaron mi vida.
<uer!a, pues, y sigo queriendo, de)ar esta vida acompaado de espec!menes de $ombre, de flora y de fauna,
embarcarlos en mi cora#n como en un arca, encerrarlos ba)o mis prpados cuando "stos se cierren por ltima ve#.
<uer!a introducir clandestinamente en la nada esta pura abstraccin que ser!a capa# de cru#ar en secreto el umbral de
otra abstraccin, miserable en su inmensidad% el umbral de la nada. Luego, $ab!a que intentar condensar esta
abstraccin, condensarla a base de fuer#a de voluntad, de fe, de inteligencia, de locura y de amor Mamor de uno
mismoN, condensarla tanto y a tal presin que "sta adquiriera un peso espec!fico capa# de levantarla como un globo y
llevarla fuera del alcance de la oscuridad y del olvido. , falta de otra cosa, qui#s quede mi $erbario ma6erial o mis
notas, y qu" es eso sino esta idea condensada que se $a materiali#ado% una vida materiali#ada, una pequea, triste e
insignificante victoria $umana sobre la enorme y eterna nada divina. / al menos quedarnEsi todo esto no desaparece
$undido en el gran diluvioE, quedarn mi locura y mi sueo, como una aurora boreal y un le)ano eco. .al ve# alguien
vea esta lu#, tal ve# oiga este le)ano eco, sombra de antiguos sonidos, y comprenda el significado de este fulgor, de
este destello. .al ve# sea mi $i)o el que un d!a publique mis notas y mis $erbarios con sus plantas pannicas Mtodo ello
inacabado e imperfecto, como todo lo $umanoN. J todo lo que sobrevive a la muerte representa una pequea y
miserable victoria sobre la eternidad de la nada% una prueba de la grande#a del $ombre y de la indulgencia de Ja$v".
%on omnis moriar8
3=:
CARTA O 6NDICE
,7
Ker1abarabs, R 5* -793
Xcuerida *l9aQ Con6es6o, eA6endi<ndome un poco, a la cor6a car6a ;ue me mandas6e a 6ra1<s de 'a2ika,
por;ue, 9racias a !ios, os preocup$is de ofrecerme 6emas so2re los ;ue escri2ir: mis ;ueridos parien6es me dan
ma6erial suficien6e para una no1ela 2ur9uesa de 6error, a la ;ue podra dar los si9uien6es 66ulos: Cunci)n en un
7ar<n, o Pascua de #esurrecci)n en un 7o9ar judo, o El reloj de arena ?6odo pasa, ;uerida 7ermana@8
<u" pena que no $ayas venido a casa, porque te $as perdido un banquete de +ascua del que dos pueblos
montenegrinos podr!an vivir cmodamente durante una semana, o por cuyo precio se $ubiese podido pagar un arreglo
a fondo de la casa. En cambio, mis $i)os desayunaron, comieron y cenaron lec$e fr!a en una $abitacin fr!a, aunque yo
tambi"n me $ab!a preparado para celebrar su modesta +ascua, tray"ndoles de 6a1sa - 1g. de carne de cerdo, un poco
de pierna, costillas, panceta y despo)os. +ero el 2estino es un perro, y lo $a devorado todo.
La $istoria de estas +ascuas de lec$e fr!a empe# ya el cinco de mar#o, aquel viernes en que volvimos de tu
casa a 6arabs Mo ms bien, como dicen 0etty, (ar!a y 'eorges, cuando tuvisteis a bien ec$arnosN.
*olvimos desde 6a1sa a casa andando, en medio de los a#otes de un viento $elado, de)ando nuestro equipa)e
abandonado en el camino. El programa preve!a, aparentemente, que a nuestro regreso cesara toda $ospitalidad, y por
este motivo 0etty no me consigui Ma cambio de dinero, claro estN lo ms indispensable, ni siquiera me prest algo de
va)illa mientras llegaba la m!a My tienen va)illa para tres familiasN. ,l contrario, a pesar de las promesas, este asunto de
la va)illa supuso tantos problemas que mi mu)er se vio obligada a comprar enseguida dos cacerolas, cuatro ta#as,
cuatro cuc$arillas, platos de $o)alata, todo ello por valor de unos oc$o pengs. ,$ora tenemos va)illa, pero siguen
resisti"ndose a la $ora de darnos un poco de col o alguna patata $elada, o, peor an, $acernos un pequeo sitio en su
fogn.
Es, por tanto, del todo natural que mi mu)erEa quien la gran tensin y el fr!o $ab!an provocado, ya en vuestra
casa, p"rdidas de sangre continuasEse $aya vuelto an ms nerviosa, con todas estas descortes!as, igual que yo, por
cierto. 0uestro nerviosismo no $a $ec$o ms que crecer con las incesantes nevadas y el fr!o, que nos impiden
movernos de casa o iniciar los arreglos en la viviendaL la $arina que nos diste se $a acabado, no tenemos pan, yo tengo
que salir de via)e, pero no puedo de)ar a mi familia sin pan. (i partida urge, porque desde el cinco de mar#o todos los
)ubilados del ferrocarril tienen obligacin de presentarse con vistas a una posible reincorporacin al servicio activo.
La familia de 0etty nos $ace todo tipo de proposiciones turbias para conseguirnos $arina% que comprara dos
quintales de trigo por 9= pengs, ellos lo moler!an sin autori#acin, y as! ya no tendr!a problemas con el pan $asta el
otoo. ,l no aceptar esta oferta, me $icieron otra, an ms turbia% que comprara un quintal de trigo por 9= pengs y
ellos me dar!an sus bonos de $arinaL por supuesto, no deb!a coger $arina de flor, Hpara qu" la quer!aI, sino slo $arina
de amasar el pan Mdi)o tu $ermana (ar!a ,ntonietaN. Claro est que no pude aceptar este negocio de Vacob, sino que
tuve que buscar otra solucin. 2e esta forma, nos quedamos cinco d!as sin pan, y creo que todos los acosos empe#aron
precisamente con esto% T,l no aceptar este opaco negocio con ellos, tu $ermana (ar!a MGebecaN empe# a comportarse
como una vaca rabiosaU
+or fin lleg la salvacin, el diecisiete de mar#o% 0andor y 6erta. 0os tra)eron pan, $arina, $abas, patatas y un
gran alivio, porque ya pude salir de via)e. Como en estos d!as no se puede ir de 6arabs a 0ovi &ad sin provisiones
para el camino, tuve que pasar por casa de 6erta para llenar mi cartera, pues de lo contrario pod!a $aberme muerto de
$ambrecsed en el camino. &al! de casa de 6erta para 0ovi &ad a la maana siguiente, y all! arregl" todos los asuntos y
exped! dos armarios llenos de utensilios de cocina y de ropa de cama Mcosas que, por desgracia, an no $an llegadoN. J
cuando $ube terminado de empaquetar y de sacar las cosas a la calle, Tla casa en la que viv!a se desmoron como un
castillo de arenaU T&i me $ubiese entretenido slo un instante ms en la casa, $ubiese quedado enterrado ba)o los
escombros, para gran satisfaccin de mis parientesU
3=8
2esde 0ovi &ad, escrib! dos veces a 0etty advirti"ndole que tuviera cuidado, y que esperasen a que yo
regresara para a)ustar las cuentas, si es que an quedaban cuentas pendientes entre nosotros.
El veintioc$o de mar#o volv! sin problemas a casa, y encontr" todo aparentemente en orden. Era un precioso
d!a de primavera y estaba contento porque por fin iba a poder arreglar mi pequeo establo, as! que me puse a cavar el
suelo en la cocina. , la maana siguiente, de nuevo el fr!o, un crudo tiempo de invierno. Esto me redu)o a una maldita
inactividad que me tuvo encerrado en la $abitacin, o ms bien en la cocina, donde los nios no pod!an ni estudiar, ni
)ugar. (i mu)er, acurrucada como un eri#o Mpor culpa de su incesante menstruacin debida al fr!o y a los nerviosN,
estaba arrimada con los nios al fogn, en el que el fuego se iba apagando. Entonces le di)e a mi $i)a que ec$ara un
tro#o de lea al fuego. .u sobrino 'eorges sali en ese instante de la $abitacin de al lado y se puso a gritar que Ono
se pod!a andar calentando en dos extremos de la casa a la ve#P. (e tragu" una ve# ms esta provocacin, apretando
puos y dientes, pensando en los bosques que nos $ab!an quemado para transformarlos en potasa, cosa que, como ya
te coment" en su tiempo, $icieron porque no sab!an lo que $ac!an.
Para colmo de 9enerosidad, 6u so2rino Geor9es nos 6rajo un 1iejo fo9)n corrodo ?;ue nues6ro a2uelo de2a
de 7a2er 6irado a la 2asura@ / decidi) lle1arlo a arre9lar para noso6ros ?lo mismo ;ue 7icis6e 6> con las cacerolas al
dej$rselas a a;uel 9i6ano, para ;ue las arre9lara para noso6rosR lo 1i: los 7ilos de plomo pene6ra2an en la 7ojala6a
de las 1iejas cacerolas como si fueran 2alas de re1)l1er del cali2re 6,H]@8 %e66/ comen6) a es6e respec6o ;ue 6ena
al9o de 7ojala6a en casa, / ;ue si se lle1a2a el fo9)n a arre9lar, por unos pocos pen9)s 6endramos un fo9)n ;ue nos
ser1ira 7as6a el o6o5o, X/ en o6o5o se lo 6endramos ;ue de1ol1er a su due5oQ El "iernes &an6o por la 6arde 6raen el
dic7oso fo9)n empuj$ndolo en la nie1e, / G/ula me pide sie6e pen9)s / cuaren6a fillers en concep6o de 9as6os de
reparaci)n8 +e limi6< a con6es6arleLal ec7arle una ojeada al fo9)nL;ue no necesi6a2a ese 6ras6o para nada8
En6onces es6all) una re2eli)n, empezaron a 1i6uperarme 6odos a la 1ez / cada uno por su lado8 Empez) %e66/:
dX.uf6mensc7Q X.uf6mensc7QGR +ara: dX&i ser$ caradura, ;ue 6eniendo in9resos re9ulares se 7ace man6ener por los
dem$s duran6e mesesQGR G/ula: dJ, d)nde 1as a cocinarF +<6e6e en la ca2eza ;ue en nues6ro fo9)n no 1as a poner ni
una sola cacerola, por;ue si no 1er$s lo ;ue 7a9o con ellaG, e6c8, e6c8 Pero /o no me dej< impresionar por es6a
disonancia de 1oces, sino ;ue s)lo le dije a 6u 7ermana %e66/ ;ue si a ellos no se les caa la cara de 1er9Eenza, /o s
;ue no 6ena razones para a1er9onzarme8
!espu<s de es6o, simplemen6e me marc7< de casa8 +i 7ija / mi mujer /a es6a2an acos6adas ?eran alrededor
de las oc7o@, / mi 7iji6o, a6emorizado, corra de6r$s de mpor la calle ro9$ndome ;ue no me marc7ara, por;ue la 6a
+arusja 7a2a dic7o ;ue i2a a lle1arse las camas de casa / ;ue 6endramos ;ue dormir en el suelo dcomo animalesG8
.e dije ;ue 1ol1iera 6ran;uilamen6e a casa, por;ue si se lle1a2an las camas, dormiramos en la paja8
Luego me fui a dar una vuelta por el pueblo para ordenar mis pensamientos y calmar mis nervios y mi alma. ,
la vuelta, an segu!a muy tenso. (i mu)er tem!a que ellos se llevasen de verdad las camas, y tambi"n estaba muy
asustada porque la v!spera, mientras yo estaba en +osr#ombat, $ab!an venido a buscarme los gendarmes por una
cuestin de papeles Masunto que resolv! satisfactoriamente el mismo d!a en el ayuntamiento de 6a1saN.
+ara colmo de males, ese mismo d!a recib! una citacin de 0ovi &ad para presentarme personalmente y sin
falta antes del catorce de abril en las oficinas del ferrocarril. H<u" iba a $acer a$oraI El problema de la vivienda
estaba pendiente, las cosas que $ab!a expedido estaban de camino, si me iba no $abr!a nadie para recogerlas y traerlas
a casa, cosa que adems iba a costar : o pengs, no ten!amos camas, no ten!amos fogn, pero lo peor era tener que
de)ar a mi mu)er y a mis $i)os solos, a merced de esa gente. Confiando en la frase que a menudo dec!a nuestra difunta
madre, Ola noc$e es un buen conse)eroP, escrib!, siguiendo efectivamente los conse)os de la noc$e, la siguiente carta a
0etty% OT(i querida $ermanaU .e prometo por adelantado, y lo cumplir" $asta el final de estas l!neas, que en ningn
momento quiero rias, ni contigo ni con tus $i)os. @uiste t la que me invitaste a pasar unas semanas en casa de cada
una de mis $ermanas, con la esperan#a de que al cabo de todas estas estancias me $ubiese restablecido. ,cept" la
invitacin.
(ientras tanto, la situacin $a cambiado $asta tal punto que me $e visto obligado a venir con toda mi familia
en lugar de $acerlo solo, circunstancia cuyas nefastas consecuencias $e sufrido desde los primeros d!as, soportando
ms all de todos los l!mites $umanos las provocaciones y los insultos, pero con la esperan#a de que os cansarais de
todo esto y de que no me obligarais a sacar la nava)a. 0unca $e tenido por costumbre abusar de la O$ospitalidadP de
nadie, y si firmas el atestado que te ad)unto, te pagar" 3= pengs por tus quince d!as de O$ospitalidadP, porque al fin y
al cabo $e sido tu invitado, y no el de tus $i)os. Lo que me $ab"is $ec$o )ams podr ser borrado, pero no trat"is de
iniciar otra ria conmigo, porque en este momento lo ms importante para m! es mi salud y la salud de mi familiaL
sobran, pues, las peleas y las ofensas, porque puede que tu $ermano no sea un santo, pero en cualquier caso es
irreproc$ableP. M,testado ad)untoN% O,testado referente a los 3= Men letra% veinteN pengs, suma que $e recibido de mi
3=4
$ermano E. &., )ubilado, inspector )efe de los ferrocarriles, en retribucin de los gastos de mantenimiento de su
persona y de su familia durante quince d!as. Ker1abarabs, 9c-*c-793P.
Al en6re9ar es6a car6a, 1ol1i) a es6allar o6ra 9ran re2eli)n, por;ue 6u so2rina +ara-#e2eca es6u1o repi6iendo
duran6e una 7ora la misma canci)n: d&i al menos supiera en ;u< los 7e ofendidoG, d;ue el dia2lo me lle1e si los 7e
ofendidoG, dXdice ;ue lle1an ;uince das jalando a;uQG, dXsi 7ace por lo menos un mes ;ue jalan a;uQG, d=err
Generalkon6rollor es un 9ran ca2alleroG, dnin9una de las 7ermanas 7a ;uerido sa2er nada de <l, / nos 6oca
ocuparnos a noso6rosG, dJ;ui<n dia2los los 7a ofendidoFG, dJ;u< demonios ;uerr$n de miFG, dmi marido no 7a2r$
sido Generalkon6rollor, pero no por ello so/ menos dama ;ue su se5oraG, dnoso6ros al menos no somos sc7mu6zi9G,
e6c8, e6c8 Es6u1o una 7ora en6era 2erreando, / si su cu5ado no 7u2iese in6er1enido, sin duda se9uira a>n con su
cacareo, so2re 6odo por;ue en6re6an6o 7a2a lle9ado 'a2ika ?;ue me 6rajo es6a consoladora car6a ;ue me en1ias6e@,
;ue se9uramen6e 7u2iese despo6ricado a coro con ella8
Entre otras cosas, me escribes% OContesto rpidamente a tu carta. @ui yo quien le di)o a 'yula que no te diera
el )amn antes de +ascua, porque la costumbre de nuestros pueblos quiere que en todos los $ogares $aya un )amn, y
as! tambi"n vosotros lo tendr!aisP, e6c8 M+ero al d!a siguiente de recibir tu carta, ellos cocinaron un gran )amn nada
ms llegar 'eorges y se atiborraron $asta reventar, por no $ablarte de las nueces de Kanuca, perdn, quiero decir las
nueces de +ascuaN. J en cuanto al )amn que 0etty me de) encima de la mesa el 2omingo de +ascua, siguiendo
estrictamente las instrucciones que le diste a 'eorges, era un mun de 3,9= 1g. Mque aqu!, en nuestra regin, ni
siquiera los )ud!os conversos se atrever!an a llamar )amnN, y ni siquiera pude $ervir ese mun, puesto que el *iernes
&anto me $ab!an expulsado de la cocina. (s all me comentas brevemente que $as Oo!do decir que la 'ran 6erta os
$ab!a tra!do $arina, y por eso no te $e mandado pan, pensando que ya ten!asP. 0o lo $as o!do decir, querida m!a, sino
que fui yo quien te escrib! que los Omalvados 6randliP me $ab!an tra!do pan la primera ve#, porque estuve cinco d!as
sin comer, pero que los ObuenosP de los 'ros# y los 6oros1a no se $ab!an avergon#ado de que fueran los Gosenberg y
los (ayer quienes me mandaran pan. 0o dices ni una palabra de los #apatos que me prometiste, ni tampoco de la
broc$a de afeitar.
6ueno, a$ora que ya te $e regaado un poco a ti tambi"n, vuelvo una ve# ms a tus queridos parientes, para
explicarte y que compares cmo $an pasado ellos el 2omingo de +ascua, y cmo lo $e pasado yo. (ientras tu
$ermana 0etty ofrec!a, pues, un banquete luculiano, que no se pod!a pagar con ;==9= pengs, yo, como ya te $e
dic$o, desayun", com! y cen" lec$e fr!a en una c$abola fr!a. La $abitacin estaba $elada porque $ab!an quitado los
tubos del brasero, y la lec$e, porque no nos permitieron calentarla en su fogn. (ientras que nosotros, despu"s de esta
lec$e fr!a, nos vimos obligados a meternos en nuestras camas sin sbanas en cuanto acabamos de OcomerP, ellos,
bebi"ndose pausadamente su vino y todos de muy buen $umor, comieron un buen caldo de gallina, carne de gallina,
un )amn cocido Mno un munN, una enorme cantidad de pasteles, mil$o)as, etc., e6c8 Estas fueron mis +ascuas ,nno
-793, y en cuanto a las de -79-, te las contar" un d!a personalmente. M, decir verdad, tus nervios y sobre todo los de
tu $ermana (alvina dif!cilmente lo soportar!anN.
,$ora paso a contarte la mayor tragicomedia. &egn parece, tu sobrina 6abi1a, que $ab!a empe#ado a
provocarnos desde &#entadorin, sobre todo a mi mu)er, se enardeci Oen casaP cuando 'eorges le cont que $ab!a
tenido Oel incre!ble descaroP de rec$a#ar el fogn corro!do en cuestin, Oy slo por 8 pengs y 9= fillers, a pesar de
que pod!a $aberlo utili#ado $asta el otooP. .u sobrina le pregunt entonces Opor qu" no le $as dado un torta#o, yo no
me $ubiese quedado con las ganasP. Ke soportado todo esto con una paciencia de ngel y sin decir una palabra,
limitndome a advertir a 0etty, antes de su partida para 6udapest, que les di)era a sus $i)os que nos de)asen en pa#,
porque si cualquiera de ellos nos tocaba, aunque slo fuera con el meique, se encontrar!a a su regreso con un funeral.
Creo que casi $e terminado mi carta. (is armarios $an llegado $oy, $an sido transportados de Lenti a &#iget,
desde donde prosigo con esta carta. (aana vuelvo a casa, porque de aqu! al domingo, es decir, el d!a doce, tengo que
$aber concluido el asunto de la vivienda, puesto que antes del catorce de abril tengo que ir sin falta a 0ovi &ad para
presentarme personalmente ante las autoridades.
, mi regreso de Lenti, al d!a siguiente, y para mi gran asombro, no encontr" en casa ni a mi mu)er ni a mis
$i)os. Los traba)os de la casa $ab!an sido interrumpidos y me di cuenta de que los nios no $ab!an ido a la escuela.
0inguno de los vecinos sab!a adonde $ab!an ido, slo los $ab!an visto salir, unos $acia un lado, otros $acia el lado
opuesto. .us queridos parientes parec!an disfrutar de mi sufrimiento por no saber lo que $ab!a ocurrido en la casa
durante mi ausencia. @inalmente, al entrar la noc$e, mi mu)er, agotada y asustada, volvi con los nios% no se $ab!an
atrevido a quedarse en casa porque los gendarmes $ab!an venido otra ve# a buscarme. +as" a ver al alcalde, que me
inform de que al d!a siguiente ten!a que presentarme en la gendarmer!a de Cses#treg. (e dol!a muc$o la pierna y
tuve que ir en carreta $asta Cses#treg, donde e)ecut" todas las diligencias de la investigacin, de acuerdo con las
3=7
normas legales. &i tus queridos parientes $ubiesen informado $onradamente a los gendarmes durante mi ausencia, me
$ubieran a$orrado muc$as preocupaciones y muc$os gastos. Es por tanto natural que le mandara un telegrama a
0etty1a dici"ndole que volviese a casa. &i regres o no, no lo s", porque el domingo me tuve que marc$ar Ma$ora estoy
en 0ovi &adN para mudarme a otro piso tras el derrumbamiento de la casa. La mudan#a est $ec$a. (e $e ido de la
calle 6emova a la calle *ite#, nmero 38. Estoy esperando un env!o de mi mu)er, y en cuanto llegue espero poder
volver a 6arabs, la semana que viene, el martes o el mi"rcoles, quedndome un d!a en 6udapest.
,$ora $e de $ablarte de nuevo de ti. Cuando est" definitivamente instalado en casa, os invitar", porque nos $a
encantado vuestro desfile nocturno en camisn rosa. MEn realidad, te tengo que decir al o!do que aqu! colocaron frente
a los caones de las metralletas a las rosas de Kebrn que se $ab!an contoneado demasiado en un atuendo igual de
ligeroN.
,$ora puedo entender muc$as cosas que $asta a$ora no $ab!an quedado claras. ,$ora ya s" por qu" en
octubre de -7;- el barro pannico era tan impracticable $asta &#entadorin, mientras que las carreteras de .rieste y de
Cetin)e estaban en buen estado. ,$ora tambi"n puedo entender por qu" el autobs entre 6a1 y &#entadorin era tan
escandalosamente caro en -793. ,$ora ya lo entiendo todo. +ero espero que vosotros tambi"n entendis que soy
esposo y padre y, ante todo, que tengo cincuenta y tres aos.
*olviendo a la pregunta que me $aces en tu amable carta, si $e arreglado el tra)e gris, te contesto% estoy
esperando tus instrucciones, a trav"s de 'eorges o de 6abi1a, para que me digas cundo se lleva un tra)e de invierno
en el campo, porque en la ciudad se lleva siempre si no se tiene otro.
,$ora s! que $e llegado al final de la carta, con la esperan#a de que no me volvis a dar motivos para $ablar
tan largamente y con tanta amargura de vosotros, porque esta Opequea cartaP m!a no es, en realidad, ms que un
resumen de todo lo que $e vivido con mi familia a lo largo de estos ltimos meses, casi tres meses. Los molinos de
2ios muelen despacio, pero seguro.
Creo que estar" en casa la semana que viene, ya te informar", y como nunca ms quiero cru#ar el umbral de tu
casa, te ruego que vengas a visitarme t a m!, porque $emos de $ablar de cosas muy serias.
,dis, o tal ve# $asta pronto. >n beso de tu $ermano
E2>,G2/
+. &. O(s vale estar entre los perseguidos que entre los perseguidoresP M.., 'a1$ Pama@8
not78
Nota8 a 9i7 d7 9:;ina
-
,lemanes que viv!an en la frontera norte de &erbia y que conservaban celosamente su idioma y costumbres. M.odas las
notas, excepto donde se indique, son de la traductoraN.
3
O&eora, Hdesea finas plumas de ocaIP.
;
En espaol en el original.
9
O(i segundo libro de alemnP.
R
, pesar de que lo escrib! unos quince aos despu"s de la publicacin del libro +enas precoces, el cuento OEl arpa
elicaP pertenece, temticamente, a ese ciclo. Qsa es la ra#n por la que lo $e incluido en esta coleccin, al final de la balada,
como una especie de ep!logo l!rico. M2. K., )ulio de -74;N.
:
O6uenos d!as, seorita \eiss. TEncantado de saludarlaUP.
3-=
8
O5nsatisfaccin con el mundo, pesimismoP.
4
O2e primera clase, excelenteP.
7
O*agnDcama, restauranteP.
-=
OEl libro de la interpretacin de las estrellasP.
--
O>na mquina &ingerP.
-3
O>na lmpara de araaP. O/tra lmpara de araaP. O>na c$isteraP. OT>n fracUP. OT/tro fracUP. OT>n fracU TKe dic$o un
fracUP.
-;
O@rancisco Vos", emperadorP.
-9
Las palomas no pueden orientarse enseguida cuando son lan#adas desde un avin. Las que ya tienen experiencia en
esta materia se de)an caer como una piedra y vuelan as! $asta que se liberan de las corrientes a"reas. +ero las principiantes
intentan volar enseguida. Entonces el viento las arrastra de un lado a otro como a una barca en la tormenta y tienen que dar vueltas
durante cierto tiempo, $asta que vuelven en s! y encuentran la direccin que deben tomar para alcan#ar su metaexperiencia. M2.
K.N.
-R
El Oyerno de (aricP es ,lbert Einstein, cuya primera esposa fue (ileva (aric, de 0ovi &ad.
-:
OGeales @errocarriles Estatales Kngaros. 2ocumento de identidad para via)es en tren o en barco. +"cs, - de abril de -7
3=. @irma del propietarioP.
-8
OLas etapas evolutivas del $ombreP.
-4
En el original, #idomanti)a y #idomanti)a, )uego de palabras con #id MkparedlN y #idov Mk)ud!olN.
-7
OEscritos muromnticosP.
3=
O2amas y caballerosP.
3-
5ncompleto. @alta una $o)a. M0. del ,.N
33
O5rresponsableP.
3;
V2] y (,*, compa!as de ferrocarriles yugoslava y $ngara, respectivamente.
39
&l)ivovicao. aguardiente t!pico de &erbia.
3R
O'nomos de )ard!nP.
3:
OGesacaP, en alemn y $ngaro.
38
OEstis llenos de $edionda mierda de puta con $uesos de cere#aP.
34
O&eor m!oP.
37
O5. 6arna. 2entista, odontlogo diplomadoP.
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2,05L/ K5&
&inopsis
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3--
K5&./G5, 2E &E.,&L/& ',./&L,& +EG,&L/& C,6,LL/&EL K/(6GE <>E *50/ 2E LEV/&+g'50,&
2E >0 gL6>( 2E .EGC5/+EL/EL 05F/ J EL +EGG/EL ,G+, EpL5C,R V,G2Y0, CE05],
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3-3