WOLF, Mauro - Sociologías de La Vida Cotidiana
WOLF, Mauro - Sociologías de La Vida Cotidiana
WOLF, Mauro - Sociologías de La Vida Cotidiana
SOCIOLOGIAS
DE LA VIDA
COTID"IANA ' " .
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CATEDRA
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Mauro Wolf
Coleccin Teorema
Sociologas
de la vida cotidiana
Prefacio de Jorge Lozano
CUARTA EDICIN
CATEDRA
TEOREMA
1ndice
Reservados todos losderechos. El contenidodeestaobraestprotegido
porla Ley. queestablecepenas de prisiny/o multas, ademsde las
correspondientesindemnizacionespordaosyperjuicios, para
quienesreprodujeren, plagiaren,distribuyerenocomunicaren
pblicamente,en todooen parte,unaobra literaria, artstica
ocientfica,osu transformacin, interpretacinoejecucin
artsticafijadaen cualquiertipode soporteocomunicada
atravsde cualquiermedio, sin la preceptivaautorizacin.
1979Editoriale L'Expreso
EdicionesCtedra(GrupoAnaya,S. A.), 2000
Juan IgnacioLucadeTena, 15. 28027Madrid
Depsito legal: M. 3I.079-2000
ISBN: 84-376-0333-1
Printed in Spain
Impresoen Lavel,S. A.
PoI. Ind. Los Llanos, CI GranCanaria, 12
Humanesde Madrid(Madrid)
... PREFACIO .......... " .................. oo, 9
INTRODUCCIN ... ... n
CAPiTULO 1. ERVING GOFFMAN, O LA DESCALIFICACIN
DE LA INOCENCIA
1. Parafernalia...... ... '" ... ... ... ... 19
1.1. Las ocasiones y los encuentros 28
1.2. Definir las situaciones .... .. 34
1.3. El trame ... ... ... ... ... ... 39
2. La naturaleza de la interaccin ..... . 45
2.1. Los rituales difusos ... ... ... ... 50
2.2. Los mrgenes de la interaccin 54
2.3. La componente estratgica ... 58
3. El individuo como actor-personaje ... 61
3.1. El personaje y el s mismo ... ... 72
3.2. Los traficantes de moralidad .., 80
4. Lo privado y el poder ... ... ... ... ... 85
4.1. La confianza ... ... ... ... ... ... ... 90
4.2. La vida cotidiana como representacin. 94
4.3. Conclusiones .......................... . 99
CAPTULO n. HAROLD GARFINKEL, O LA EVIDENCIA NO
SE CUESTIONA
1. La etnometodologa ... ... 106
1.1. Dos ejemplos para comenzar ... ... ... 106
2. Los hechos sociales como realizaciones prc-
ticas .................................... 111
3. Lo que todos saben ... ... ... ... ... ... 120
3.1. La reflexividad .................. 128
3.2. La indexicalidad ................ .. 136
7
4. Qu orden social? ............... '" 144
4.1. Los procedimientos ad hoc ... 147
4.2. La clusula del etctera ... 154
5. Las prcticas de glosa ... 163
5.1. La teora prctica ... .,. ... 169
6. Conclusiones ... 172
CAPTULO In. HARVEY SACKS, EMANUEL SCHEGLOFF,
GAIL JEFFERSON, o EL HABLAR DESCOMPUESTO
1. El estudio de las conversaciones ... ... ... 184
2. Los procedimientos conversacionales ... 189
2.1. El mecanismo del turno ... ... ... ... 191
2.2. La clausura y las parejas adyacentes... 198
2.3.. Propiedades de las parejas adyacentes... 204
2.4. Secuencias laterales y salida de las se-
cuencias insertas '" ." ... ... ... ... ... 209
2.5. Correcciones ... ... ... ... ... ... 212
3. Conclusiones ... ... .. . ... ... .. . ... ... .. . 214
REFERENCIAS BIBLIOGRFICAS ...... ... ... 217 oO. ... ...
Prefacio
En Sociologas de la vida cotidiana, Mauro Wolf
hace una explicacin y exgesis de tres campos es-
pecficos dentro de la teora social contempornea:
la sociologa de E. Goffman cuyo pensamiento aut-
nomo y particularsimo estilo no permite encuadrar-
lo en escuela o etiqueta alguna; la teora acuada
por Garfinkel, etnometodologa (que Ci-
courel prefieren incorporar en la sociologa cognos-
citiva), en la que pueden ser incluidos, aparte de
los ya citados Garfinkel y Cicourel, autores como
Zimmerman, Churchill, etc., que se ocupan en tr-
minos generales del estudio de 1os modos en que se
organiza el conocimiento que tienen los sujetos, en
los cursos de accin normales, de sus asuntos coti-
dianos; y en fin, los estudios, as llamados, con-
versacionalistas que se ocupan fundamentalmente,
como su nombre indica, de la conversacin, tomada
como marco, como objeto de anlisis y como lugar
de ejecucin de competencias sociales. En este gru-
po se incluye fundamentalmente a Sacks, Schegloff
y Jefferson.
Pudiera parecer equvoco, o al menos confuso,
intitular este libro Sociologas de la vida cotidiana
(que evoca aquel ms general y vago de Microso-
ciologa), y que aunque M. Wolf explica que usa tal
ttulopormeracomodidad,searriesgaportalpereza
a que seveaenla preocupacinporla vida cotidiana
8
9
una mirada lateral, de escaso inters, insignificante,
en ltima instancia microsociolgica.
y lamentablemente asistimos todava hoy en nues-
tro panorama sociolgico a la consideracin de lo
micro como opuesto a lo macro o Sociologa con
mayscula -que se ocupara de lo importante, lo
serio, 10 relevante, mientras los anlisis micro ob-
servaran lo superfluo, lo obvio, lo irrelevante y lo
que es peor an, lo no cuantificable.
Creo que uno de los grandes esfuerzos y mrito
I de este libro es el de mostrar, por el contrario, la
il
importancia y pertinencia de los puntos de vista que
M. Wolf recoge y comenta para la definicin de la
1
1 estructura social construida por los sujetos en su
1
I
actividad cotidiana.
Por fortuna hay que reconocer que en Espaa ya
comienzan a orse voces reclamando y teniendo en
cuenta tales observaciones. Sirvan de ejemplos los
cursos de doctorado (1977-78 y 1978-79) impartidos
por el profesor Aranguren en la Facultad de Filoso-
fa de la Universidad Complutense de Madrid, con
los ttulos respectivamente de Etnometodologa y
Sociologa de la vida cotidiana; o la propuesta de
B. Sarabia 1 de considerar la posibilidad que tales
perspectivas ofrecen para superar la actual crisis
de la psicologa social anclada, segn l, en un
cuerpo doctrinal en el que predomina un rancio
experimentalismo; o la sugerencia de C. Pea-Marn 2
de hacer conciliar dos modelos homologables, la
sociologa interaccional de la que se ocupan los au-
tores que son comentados en el libro, y el anlisis
del discurso tal como la semitica textual lo prev 3.
1 ",Psicologa Social y estructura de la vida cotidiana (en
prensa). "
2 Una aproximacin interaccional al anlisis del discur-
so, REIS, 12, 1980.
3 Tambin hay que resear, entre otros, por su atencin
a estas orientaciones, a J. Carabaa y E. Lamo de Espinosa,
La teona Social del Interaccionismo Simblico: Anlisis
y valoracin crtica, REIS, 1, 1978 (aunque se ocupa fun-
damentalmente del Interaccionismo Simblico, se encuentran
en este trabajo referencias crticas a las teoras expuestas
en este libro); J .E. Rodrguez Ibez, Teoria Sociolgica,
Siglo XXI, 1980; asimismo las consideraciones tericas, la-
10
Aunque, en todo caso, hay que lamentar la indi-
gencia de publicaciones en espaol sobre este tema
(baste ver la bibliografa que acompaa a este libro
y comprobar las ausencias de traduccin al caste-
llano) 4, mxime cuando estas corrientes sociolgi-
cas llevan ya decenios desarrollndose, interviniendo
e influyendo decisivamente en el amplio campo de
las ciencias sociales, alterando, en los mbitos don-
de se han desarrollado, de un modo ineludible la
perspectiva hasta entonces aplicada.
Uno de los puntos centrales de este cambio de
perspectiva es el de considerar las prcticas coti-
dianas y el lenguaje como objetos privilegiados para
el estudio de las relaciones sociales.
Hoy ya se visdumbra una posible convergencia
metodolgica entre ciertas teoras sociales aqu rese-
adas y ciertas lneas de estudios lingsticos y sig-
nificacionales, como por ejemplo el anlisis del dis-
curso que incorpora las formas enunciativas y los
actos de habla -recientemente liberados de la cen-
tralidad del sujeto y de sus intenciones, que apun-
taba Wolf como obstculo a la posible integracin
de ambas lneas.
Confiamos en que la rigurosa y amplia exposicin
que el profesor de Bolonia hace de estas perspecti-
vas invite a la publicacin en castellano de los pro-
pios autores a los que se refiere el libro que pre-
sentamos.
JORGE LOZANO
mentablemente no publicadas, de los profesores J. R. Torre-
grosa y J. Vericat.
4 Excepcin hecha de Goffman, ampliamente traducido en
la editorial argentina Amorrortu. En Espaa, Alianza Edi
torial ha publicado Relaciones en Pblico, y de Cicourel,
Mtodo y Medida, Madrid, Editora Nacional (en prensa).
11
! ,1
Introduccin
Este libro es una lista de cosas que sabemos hacer.
Presenta algunas perspectivas inslitas sobre la
naturaleza, los cometidos y los mtodos de la socio-
loga contempornea, o de una forma menos pom-
posa, indica que la sociologa que estamos acostum-
brados a conocer, a leer, la que encontramos alu-
dida y utilizada en las pginas de .los peridicos, no
es toda la sociologa.
Las tres orientaciones que presento (la sociologa
de Goffman, la etnometodologa, el anlisis de las
conversaciones) y que por comodidad identifico con
la etiqueta de microsociologa o de sociologa de
la vida cotidiana, son homogneas entre s en cuan-
to a la eleccin del objeto especfico de anlisis: el
hacer social en la red de las relaciones de intersub-
jetividad.
Esta eleccin conduce a prioridades y exclusiones
precisas: por ejemplo, no se afrontan los problemas
(fundamentales para otros modelos sociolgicos) del
cambio institucional o de la interiorizacin de los
valores, del conflicto o de la estratificacin social.
El objeto de la investigacin es ante todo la produc-
cin de la sociedad: y la produccin de la sociedad
es un esfuerzo consciente, mantenido y 'llevado a
efecto' por seres humanos: y en realidad es posible
slo porque cada miembro (competente) de la socie-
dad es en la prctica un sabio social, que al enfren
tarse con cada tipo de relacin hace uso de su pa-
13
trimonio de conocimiento y de teoras, generalmente
de forma espontnea y repetitiva, mientras que por
otra parte, precisamente el uso de estos recursos
prcticos es la condicin para que tenga lugar esa
misma relacin (Giddens 1976, 17).
Los autores presentados en este libro parten seria.
mente de la base de que la sociedad es el resultado
y el producto de prcticas realizadas y aplicadas por
los sujetos, y tratan de individualizarlas y esclare-
cer cuales son stas. De ah la decisin de analizar
la vida cotidiana, el tejido obvio y normal de la com-
prensin del mundo y de los otros, en el cual tales
prcticas se realizan sin esfuerzo y sin atencin. Y
de ah tambin el inters prestado de forma decisiva
al problema de la comprensin del actuar social
propio y ajeno, dado que esa es precisamente la
condicin ontolgica de la vida humana en sociedad,
~ i
en cuanto tal (Giddens 1976, 22).
De esta eleccin de temas y de orit?ntaciones se
. derivan algunas consecuencias. La primera es que
'.
i
~
tales aproximaciones reproducen aquello que es ya
conocido, que todos saben, que forma parte del
bagaje ,normal de sentido comn de todo individuo
socialmente adiestrado. Estudiando e investigando
los procesos de produccin y comprensin del mun-
do social, se reproducen los mecanismos del cono-
cimiento comn que se da por supuesto y que es
normalmente compartido entre los actores sociales,
y por lo tanto entre el socilogo y el individuo co-
mn que ste estudia.
Del mismo modo que un lingista desmonta un
mecanismo (el lenguaje) que cada uno de nosotros
maneja habitualmente de forma ms o menos hbil,
as este tipo de sociologa habla de cosas que diaria-
mente sabemos hacer y hacemos ms o menos bien.
Pero la analoga con el estudio del lenguaje no
acaba aqu.
La segunda consecuencia es, en efecto, que los
puntos de vista presentados constituyen una de las
pocas instancias tericas en sociologa, donde el len-
guaje no es considerado como un elemento social
marginal, no-pertinente o ya del todo claro concep-
tualmente, sino ms bien como factor cimentador
de la forma social. Al lenguaje y a los elementos
no verbales de la comunicaclOn generalmente les es
reconocida, en passant, una importancia manifiesta,
pero ( ... ) no se les considera como condiciones esen-
ciales para el estudio de la interaccin social (Ci-
courel 1973, 204).
Estos autores representan un intento de acerca-
miento entre la teora sociolgica y la problemtica
lingstica, que por otra parte se puede observar
tambin por la presencia en la teora lingstica de
consideraciones cada vez ms relevantes acerca del
papel de los factores sociales (vanse por ejemplo
los desarrollos de la teora de los actos lingsticos
y de la teora pragmtica). Estamos viendo cmo,
partiendo del anlisis del lenguaje, se ha llegado
a incluir la actividad lingstica en un campo ms
amplio ( ... ) de naturaleza social ( ... ) mientras que
los socilogos llegan al lenguaje y quisieran conse-
guir una teora de su sentido (Veron 1973, 265).
Esta sociologa, pues, toma en serio -no slo como
una enunciacin de principio- el problema de la
fundacin social y lingstica del mundo conocido
intersubjetivamente. Dentro de tal convergencia fun-
damental hay evidentemente diferencias, por ejem-
plo entre Goffman y la etnometodologa: Goffman
seala ms intensamente la dimensin de accin
del lenguaje, su valor de interaccin estratgica y
su fundamento de batalla, polmiGo; Garfinkel,
en cambio, subraya sobre todo la constante rela-
cin entre el sentido de lo que se comunica y el
contexto, la situacin en la cual aparece el uso del
lenguaje, en otras palabras, el aspecto inevitable-
mente local y contingente de la comprensin del
discurso y de la accin. Pero curiosamente, a pesar
de una mayor atencin hacia los hechos relativos
a la comunicacin, ninguno de estos socilogos po-
see en realidad una teora lingstica (sino que, por
ejemplo, la postura de Goffman respecto a la lin-
gstica es ms bien crtica): ellos testifican, pues,
no tanto una asimilacin disciplinar entre la lin-
gstica y la sociologa, cuanto el nacimiento dentro
del campo sociolgico de una problemtica lings-
tica cada vez ms clave.
Acerca del trmino microsociologa que a veces
se usa para individualizar las tres aproximaciones,
14
15
hay que precisar una cosa: sta es en realidad una
cmoda etiqueta que sirve para diferenciar estas es-
cuelas de otras teoras sociolgicas ms conocidas.
La distincin entre micro y macro-sociologa no cu-
bre exactamente la diferencia entre los problemas
cualifican tes de estos paradigmas y los centrales en
otras teoras sociolgicas. La expresin sociologas
de la vida cotidiana parece ms correcta, porque
entre los autores presentados se pueden encontrar
ciertas diferencias: la microsociologa de Goffman
se refiere a las ocasiones sociales, a las realidades
pequeas y transitorias que l emplea como campo
de investigacin; la microsociologa de Garfinkel
se refiere en cambio a cmo se construye y cmo
funciona el conocimiento del sentido comn, 10 que
se da por supuesto y que interviene en la compren-
sin del mundo social.
Ambas problemticas han quedado largo tiempo
fuera del terreno sociolgico, o bien han sido poco
exploradas: ambas nos interesan y exigen anlisis
profundos. En este sentido la etiqueta microso-
ciologa puede ser utilizada como reivindicacin de
una competencia.
La razn para proponer conjuntamente estas tres
escuelas sociolgicas, a pesar de sus diferencias, es
que en lo referente al problema de la comprensin
del sentido del actuar social, como elemento consti-
tutivo de la realidad intersubjetiva, y al problema
de la relacin entre sociedad y lenguaje, las tres
son homogneas. En segundo lugar, han originado
un conjunto de estudios, investigaciones y reflexio-
nes que remiten tanto a la sociologa de Goffman
como a la etnometodologa, certificando de este modo
la existencia, al menos, de un intercambio y de una
circulacin de ideas y sugerencias operativas ms
all de las diferencias. En efecto, si el fenmeno
(tal como Y9 creo) no se limita solamente a un juego
acadmico, entre estas sociologas de la vida coti-
diana se dan continuas referencias y citas (Garfin-
kel 1956 agradece a Goffman, Goffman 1971 cita
Sacks y Garfinkel, Garfinkel 1963 agradece a Gof-
fman, etc., etc.). Es una evidencia ciertamente for-
mal y marginal, pero que de todos modos indica un
cierto intercambio de ideas.
16
Por fin, una posible clave de lectura de estos tra
bajos:
Puede surgir espontneamente el interpretar es-
tas sociologas de la vida cotidiana como ulteriores
confirmaciones del proceso de vuelta a lo privado,
de reflujo, del que estn llenos los discursos de
hoy da. Si tambin en sociologa se abandonan los
temas clsicos y generales para reducirse a estudiar
las interacciones o los escenarios cotidianos del ac-
tuar, ello significa que est aumentando el abandono
de un cierto compromiso.
Pero sera sa una lectura equivocada, porque si
estos trabajos dan alguna indicacin, sta propone
precisamente un rompimiento de lo privado, un sig-
no de primaca de 10 pblico, de lo social, que se
expande por todas partes, penetra incluso en los
episodios intrascendentes, rigindose bajo el signo
de una competencia, socialmente adquirida y exi-
gida, para interactuar. La imagen de lo privado
que resulta de estos anlisis no es la de una libre
espontaneidad desvinculada de normas o restriccio-
nes, sino ms bien de una zona ilusoria, algo muy
distinto a la dimensin de lo privado a la que es-
tamos acostumbrados: una dimensin que normal-
mente creemos poder revestir slo con nuestra piel.
17
-
CAPTULO PRIMERO
li Erving Goffman, o la descalificacin
de la inocencia
ji
;-',
II
1. PARAFERNALIA
f
1
I
1:
'1
Entre pesados captulos brillan ocasionalmente
I breves fragmentos del viejo titiritero que hbil-
mente devuelve a unaefmera vida unos fantoches
familiares (espas, paletos, actores, pblicos, ti-
mosafortunados,etc.). Enlos trabajos deGoffman
el estilo ha sido siempre mejor que la estructura
y esto explica por qu sus escritos han sido siem-
pre muchoms legibles que sus memorables anli
siso El puro estilo Goffman est hecho de me-
tforas naturales, de aforismos estlsticamente
adornados, de una continua ramificacin concep-
tual y una cierta resistencia no slo al mundo
emprico (de ah la necesidad de verlo a travs
de los aparte y de modo tangencia}), sino tam-
bin a las formulaciones analticas ordenadas;
este conjunto produce un estado de falsa origina-
lidad (con la impresin de estar radicado en la
contingencia de la vida cotidiana) y de aparente
realidad. Pero todo ello sirve para confundir la
estructura precisamente all donde la ilustra.
Estas opiniones, expresadas por un recensor de
Goffman, describen bien el mundo que vive en sus
libros y que en parte es el objeto de sus estudios.
La sociologa goffmaniana es una sociologa de re-
cuperacin del material de la vida cotidiana de los
19
escenarios habituales que los estudios macro-sociol
gicos descuidan, dejan de lado o ignoran. Es el agua
sucia de la vida social (the slop of social life,
1971, 171) 1, las incorrecciones imperceptibles, las ac-
ciones llenas de consecuencias negativas cuando no
se cumplen, las interacciones ms mecnicas y habi-
tuales, consideradas como el polvo de la actividad
social (1971, 90): Goffman 2 es un atento y agudo
observador de todo este material precario, inesta-
ble y omnipresente. Su polmica va dirigida contra
aquella sociologa que hace todo lo posible para no
ver tales materiales secundarios, estas sombras de
las acciones, los pequesimos actos que realzan
temas muy importantes (1974, 544). A las crticas
sobre su metodologa de investigacin y sobre los
materiales de los que saca ejemplos, datos e infor-
maciones, l responde que considera que una libre
aproximacin especulativa a un campo esencial de
conducta resulta siempre ms vlida que ignorarlo
totalmente (1963, 6).
Estamos acostumbrados y estamos dispuestos a
hablar de cortesa, de buenos modales, tacto y savoir
faire: pero es a estas frgiles reglas y no al inque-
1 En el sistema de citas adoptado, el primer nmero se
refiere al ao en que apareci la primera edicin del texto
en la lengua original; el segundo es el nmero de la pgina
de la que se toma la cita.
2 Erving Goffman naci en Canad en 1922. Diplomado en
I la Universidad de Toronto en 1945, licenciado en Sociologa
,1
en la Universidad de Chicago en 1940. Como miembro del
Departamento de Antropologa social de la Universidad de
Edimburgo, lleva a cabo investigaciones en ese campo en
las islas Shetland, desde 1949 a 1951 (cfr. Goffman 1959);
trabaja despus en el Departamento de Ciencias Sociales de
la Universidad de Chicago, donde en 1953 se doctora. De 1954
a 1957 trabaja en el Laboratorio de Estudios Socioambien-
tales del National Institute o Mental HeaIth, dirigiendo una
investigacin de un ao de observacin y participando en
el St Elizabeth's Hospital, Washington D.C. (cfr. Goffman
1963). En 1958 entra a formar parte del Departamento de
Sociologa de la Universidad de California, Berkeley, en la
que llega a ser profesor de Sociologa en 1962. Desde 1968
ensea en el Departamento de Antropologa y Sociologa de
la Universidad de Pensylvania, donde actualmente es Ben-
jamin Fra,nklin Professor.
brantable carcter del mundo externo a las que de-
bemos nuestro indestructible sentido de la realidad
(1961 b, 81).
El inters por las ocasiones menores de la vida
cotidiana no est pues falto de razn y sobre todo
no se puede identificar solo con un hbito estilstico:
la orientacin sociolgica general de Goffman lleva
a considerar como imp-ortantes los .aspectos ms ..ru.:.
tinarios de nuestras interacciones. El trabajo que
--dsarrlaIDos para reconstruirnos
un ambiente que nos parezca normal; la desaten-
cin .::orts con la que tratamos a los dems como
si no los hubisemos visto y como si tampoco mere-
ciesen una excesiva curiosidad; el inters con el que
mostramos estar involucrados en las interacciones
verbales sin estar al mismo tiempo totalmente ab-
sortos en ella$; el vivir cotidianamente sentimien-
tos como el orgullo, la dignidad, el descotlcierto,
la deferencia, la reserva; el saber mantener la cara;
el encubrir la valoracin que estamos haciendo de
la otra persona mientras interactuamos con ella o el
ocultar al otro que nos est observando que nos
hemos dado cuenta de estar siendo observados por
l, de forma que podamos invertir los papeles; el
trabajo, quizs an' ms sutil e inadvertido, con el
cual inclumos en nuestro discurso a locutores au-
sentes, refiriendo sus enunciados con irona, con
distanciamiento, con una valoracin despreciativa;
las tcnicas para alterar el significado de aquello
que estamos haciendo, transformando una interac-
cin seria en un juego, leyendo una secuencia de
actos como una evocacin, ceremonia, una pro-
fanacin, un ejercicio: todo este trabajo regulado
que realizamos en la vida cotidiana es el campo de
investigacin de la sociologa de y (lo que
es ms importante) constituye una parte fundamen-
tal de nuestra socializacin.
En contraste con el hecho de que todos estos
requisitos normativos de la simple presencia no han
tenido todava una consideracin sistemtica. (1967,
162), el intento goffmaniano es describir detqllada-
.. la. so-.
ciedad, controlan las. interacciones en-la
diana. Por ejemplo, la desatencin corts. que re-
20 21
presenta quizs el ms insignificante ritual inter-
personal -unamirada al otro y cada uno sigue su
camino-- es sin embargo tal que regula constan-
temente las relaciones sociales entre los individuos
de nuestra sociedad (1936, 86). De hecho, manifes-
tando a los dems que hemos notado su presencia
pero que al mismo tiempo no son objeto de nuestra
curiosidad o intenciones especficas, se demuestra
que no sospechamos de ellos ni les tememos y que
no les somos hostiles. De este modo los otros son
tratados simplemente como personas presentes en
una situacin y no por sus caractersticas sociales,
fsicas, tnicas, etc. Un enano cuenta:
Haba unos tipos curtidos que miraban fijamen-
te, como gente del campo que haba bajado a ver
el espectculo ambulante. Habia otros que mira-
ban por encima del peridico, tipos furtivos que
se retiraban enrojeciendo si los cazabas cuando
te estaban mirando. Estaban los que te compade-
can y que dejaban or, despus de haber pasado
cerca de ti, el chasquido de su lengua. Pero eran
an peor los charlatanes, cuyos comentarios po-
dan ser tales como: Y cmo te va, pobre mu-
chacho? Te lo decan con los ojos, con su com-
portamiento, con su tono de voz... (1963, 90).
La sociologa de Goffman, hecha muchas veces de
minsculas descripciones de acciones obvias, le ha
valido especialmente dos acusaciones, una de exce-
siva atencin hacia los aspectos irrelevantes de las
interacciones, con el consiguiente desinters por la
realidad de las estructuras que fundamentan la so-
ciedad; la otra de falta de historicidad, derivada
de su descripcin fenomenolgica de las situaciones
sociales3. Precisar ms el contenido y la justifica-
cin de tales crticas en el parro 4.3.:' para una valo-
racin completa del trabajo de este socilogo hay
que ir, en cierto sentido, ms all de la imagen que
generalmente se nos da de l, o sea la de un fino
analista de las instituciones totales (sean manico-
mios, crceles, instituciones militares o religiosas),
3 Un estudio crtico de la obra de Goffman se encuentra
en Giglioli. 1971.
22
incapaz de llevar su crtica hasta las ltimas conse-
cuencias, o sea, hasta captar las contradicciones del
tipo de sociedad que produce estas mismas institu-
ciones. Me pareceimportanteprecisaren los comien-
zos de mi exposicin que Goffman no es un soci-
logo de las instituciones totales, lo mismo que no lo
es de las conversaciones o de las estructuras de la
experiencia de la vida cotidiana; es cierto que los
hospitales psiquitricos han sido un campo de inves-
tigacin muy importante en su obra (cfr. especial-
mente 1961, 1963, 1967), peroel pUl!t.qe
inters de ..
en cuanto unidad dela -
-vlOi-sOCliT AS,porejemplo, sus ltimas aportait>-
-nestcllantitativamente muy diversas, porotra parte,
1974 y 1975) se refieren precisamente a las formas
enquese organiza la experiencia de la vida cotidiana
(de las secuencias de acciones a los episodios de
conversacin informal) y al intento de individualizar
la unidad analtica ms provechosa para estudiar
los flujos de conversacin, donde claramente se mez-
clan comunicaciones verbales en sentido propio y
movimientos no-verbales, elementos que difcilmen-
te se pueden hacer entrar en un anlisis lingstico
delas conversaciones mismas. Elinters de Goffman
se ha desplazado de los aspectos minsculos de las
situaciones sociales dentro de realidades tan slidas
como las instituciones totales a aspectos todava ms
fugaces, de realidades informales y heterogneas en
relacin con las cuales el intento de hallar reglas y
elementos normativos resulta todava ms arduo.
Me gustara retomar la imagen del titiritero que
mueve extraos muecos que representan espas,
mentirosos, prostitutas, mdicos, tcnicos, cantantes
y su coro, condenados a muerte, personajes de due-
lo, Kennedy con Dobrinin, viejos y nios. Los ejem-
plos que trata Goffman no se refieren slo a reali-
dades cotidianas secundarias, sino tambin a los as-
pectos marginales, los flancos que van quedando a
los lados de tales realidades; de esta forma se nos
da. cuenta de muchos elementos normativos tsegui- -
"(fas
todo cuando se transgreden, cuandg se infringent,
Esteprocedirriiehto"engativo se aplica porejem-
23
plo a las apariencias normales de nuestro esce-
nario cotidiano, revelndonos que aqullas aparecen
como tales solamente porque les adjudicamos una
normalidad construida:
desde el momento en que la experiencia lleva al
sujeto a ser cada vez menos consciente de aquello
que da por descontado, la experiencia lleva a los
dems, los potenciales agresores del sujeto, a es-
tar cada vez ms atentos a lo que el sujeto da
por descontado, y as puede ser til estudiarlo a
l al estudiar a los otros.
En este punto las acciones ms abominables re-
sultan utilsimas al estudioso: de hecho ellas re-
quieren la constante produccin de apariencias
normales en circunstancias muy difciles, desarro
lIando, por tanto, la atencin hacia estructuras
y competencias que todos dan por descontadas
(1971, 306)4.
y a propsito de las cosas que intentamos hacer
creer a nuestros interlocutores, en las interacciones
cotidianas,
tanto en el caso de que un actor honrado desee
comunicar la verdad, como en el que un impos-
tor quiera comunicar una mentira, ambos deben
adornar sus representaciones con las expresiones
ms apropiadas, excluir aquellas que podran des-
acreditar las impresiones que se pretende produ-
cir y tener cuidado de que el pblico no les atri-
buya significados que no coincidan con lo que
transmiten.
Por medio de estos rasgos dramatrgicos comu-
nes podemos estudiar con provecho las represen-
taciones falsas en las que se puede aprender algo
acerca de las autnticas (1959, 7-8, el subrayado
es mo).
Si despus nos referimos a situaciones muy co-
munes en las que es necesario valorar las comuni-
caciones del otro por medio de la valoracin de esas
expresiones que se dejan filtrar, nos damos cuen-
4 Como saben muy bien los secuestradores de aviones, ti-
madores, terroristas, prfugos, falsificadores, ladrones soli-
tarios, espas, seguidores de pistas, etc.
24
ta de que stas nos acercan al mundo de los espas
y de los agentes secretos, y puesto que son sobre
todo los personajes de los films policiacos y de
espionaje los que se mezclan con la gente, el pro-
ceso resulta en realidad ms difundido y comn.
El gusto de alterar paradjicamente la perspec-
tiva cotidiana sobre la realidad social, asumiendo
puntos de vista extraos, distintos, sobre activi-
dades lbiles, secundarias, no es solamente una op-
cin estilstica, ni el resultado del parangn que
Goffman hace entre vida cotidiana y teatro. Ms
bien encuentra justificacin y explicacin en el tipo
de reglas y de dimensin normativa que el autor
analiza, es decir, el funcionamiento__de_lo.o.bvio..de
lo que. serealiza_<l.Ytomifcamente en las_ 'relaciones
.. de .la _rutina, que IlaturalmenJe .es
--as. Se trata de un reglamentacin huidiza, muy
-Sutil, difusa; el estudiarla requiere, pues, un proce-
dimiento metodolgico que parta de situaciones' y
actores que desmenuzan esta trama impalpable, que
estn al margen de la normalidad, y para los cua-
les la realidad ms obvia deja en un cierto momento
de ser evidente y necesita nuevamente ser definida.
Goffman analiza, por ejemplo, los aspectos sociol-
gicos. del modo en el que un sujeto se adapta a una
prdida (cuando se da cuenta de un timo, cuando
recibe una mala noticia, cuando descubre un enga-
o, etc.): se da un proceso en el que el individuo
reconstruye una nueva definicin de su propio ser
(de su propia identidad social) a partir de los atri-
butos que para l son todava sostenibles y social-
mente plausibles (Goffman 1952).
La importancia de las reglas aparece de modo ms
evidente cuando stas son violadas y las interaccio-
nes se ven, en consecuencia, amenazadas, que cuan-
do son observadas y la adhesin a ellas hace mar-
char todo normalmente. Entonces se comprueba que
el estudio de cmo descubrir el engao es tam-
bin el estudio de cmo hacer falsificaciones. El
modo en que una secuencia de acciones se incluye
en la realidad social y el modo en que pueden
organizarse los engaos se nos revelan paradji
camente como ms o menos el mismo. Por lo tan-
25
to, se puede aprender cmo se ha producido nues-
tro sentido de la realidad normal examinando
algo de lo que es ms fdcil ser consciente, es de-
cir, cmo se imita o cmo se falsifica la realidad
(1974, 251, el subrayado es mo).
Aunque resulte ofensivo para nuestros sentimien-
tos, la verdad es que nos comportamos como falsi-
ficadores, engaadores, nuestro uso del lenguaje es
belicista, actuamos como observadores ocultos, como
rastreadores,como espas, a veces quizs como agen-
tes dobles; en fin, que estamos mucho ms cercanos
de lo que creemos de las prcticas de aquellos mun-
i
!l
dos y de aquellas profesiones que nuestra norma-
lidad nos hace considerar como lejanos y ajenos a
nosotros. Las situaciones extremas nos dicen algo
no tanto acerca de las ms elevadas formas de leal-
tad y de traicin cuanto sobre los pequeos actos
del vivir cotidiano (1961 a, 204), y a pesar de que
pueda parecer paradjico, sea cual fuere el estado
de nimo del paciente [de un hospital psiquitrico]
el lanzar las heces sobre un asistente es un uso de
nuestro idioma ceremonial que, a su modo, es tan
exquisito como una reverencia hecha con la mayor
gracia (1967, 96)5.
Pero adems de la naturaleza especfica de las
reglas, hay otro motivo para comprender las auda-
ces comparaciones tan frecuentes en las pginas de
Goffman, y es el problema de la desviacin. Antici-
pando un tema que tratar al final del captulo, se
puede decir que en la imagen de la realidad social
que Goffman ofrece, la desviacin es algo endmico,
es la condicin normal del marco habitual de las
interacciones. No hay una infraccin ocasional que
haga saltar de repente el aparato de control interio-
rizado o institucional, sino que p;\radjicamente
habra que preguntarse cmo los actores de Goffman
de vez en cuando interaccionan en la observancia de
las normas. En otras palabras, la relacin entre ac-
tores y normas sociales est vinculada a cada caso
particular, a cada situacin concreta, y es muoho ms
5 Dicha cita sigue as: Spalo o no, el paciente habla el
mismo lenguaje ritual que sus guardianes; l dice simple-
mente lo que aquellos no qteren or (1967, 97).
problemtica de cuanto aparece en otros modelos
sociolgicos (por ejemplo, Parsons) 6.
El estudio de las pequeas formas de desviacin,
de las infracciones mnimas, no pertenece a la esfera
de aquello que est aparte del orden social, conse-
cuencia no eliminada pero s eliminable, sino ms
bien al estudio del orden social. de sus procesos rea-
les, de su manifestacin ms significativa. El com-
portamiento normal y el de infraccin son las dos
caras de una nica moneda que es el s mismo en
la interaccin, el s mismo del individuo en socie-
dad 7, y normalmente las monedas de curso legal
presentan precisamente dos caras, ambas igualmen-
te necesarias. La lectura de los comportamientos
cotidianos desde el punto de vista de las desviacio-
nes que los sostienen, que los hacen posibles, o
incluso los nicos que seran posibles, produce dos
efectos bastante inslitos: el primero es que se-
mejante interpretacin en clave da una impresin
de extraeza a prcticas totalmente usuales: las ve-
mos como si nuestro puesto fuese el de observadores
que analizan desde fuera framente nuestros mis-
mos comportamientos hallndolos plenos de inten-
ciones, estrategias, valoraciones, jugadas, reparos,
6 Como se ver en el prximo captulo, este aspecto es
fundamental incluso en el trabajo de Gamnkel, respecto al
problema de las reglas ad hoc.
7 El problema del self en el anlisis goffmaniano ser
tratado en el apartado 3. Pero anticipo algunos aspectos.
Reproduciendo la dualidad constitucional de la naturaleza
humana (entre individualidad y personalidad social) de
Durkheim, o la dialctica de Mead entre 1 y Me, Goffman
divide al individuo en dos partes: una, el actor, su soporte
material, fsico, biolgico, cognoscitivo, y otra, el personaje,
que est constituido por la imagen que un individuo tiene
de s mismo. Mientras que para Mead el individuo tiene
partes de s mismo que son el reflejo de sus relaciones con
los otros (que corresponden por lo tanto a sus -roles socia-
les), y se es el Me, y otras partes que en cambio repre-
sentan la concepcin que l tiene de s mismo, es decir, el
1 (que es algo intrnsecamente personal, humano), para
Goffman el individuo -en su naturaleza de ser interaccio-
nal- tiende a concentrarse todo l en el personaje. El self
se atribuye, pues, al individuo sobre la base de la imagen
social que representa su personaje.
26
27
1
I
pequeas batallas perdidas, derrotas inesperadas.
El segundo efecto, quizs ms tenue, es el de ver
,1
desdeunanueva perspectivaaquellos fenmenos que
i
habitualmente nos inclinamos a definir como dis-
tintos, estableciendo desde ellos toda la distancia
que nuestra normalidad y observancia de las
normas nos permiten.
O quizs, y es lo ms probable, seguimos fingiendo
que no vemos las pequeas infracciones de las que
tiene necesidad nuestro s mismo.
1.1. Las ocasiones y los encuentros
1.1. La unidad de anlisis que aparece ms freo
cuentemente en los trabajos de Goffman es de tipo
interaccional,es decir,contemplalosencuentrosc'ara-
a-cara entre un nmero limitado de su.jetos. No tie-
nen sus trabajos nada que ver con agrupaciones
sociales como tales o con entidades de tipo socio-
,estructural, relativas a clases, estratos sociales, tan-
/',gos. Goffman toma como unidad fundamental de la
vidapblica (1971, 40) las agregaciones casuales,.es-
pontneas, el mezclarse durante y a causa de las
tividades cotidianas, las unidades que surgen, se
forman y se diluyen continuamente, siguiendo el rit-
mo y el flujo de otras acciones, lo que fonna una
trama continua de interacciones. Se trata, como l
',t!1
':i' I de u1!a capaz de dt;Scri-
i.; I \bzr y analtzar la hzstona natural de las ocas'tones
sociales,' entre este punto de vista y el de otros
;J
acercamientos sociolgicos atentos a la complejidad
global del sistema social existe evidentemente una
diferencia que no se puede reducir slo a la oposi-
cin entre dimensiones micro y dimensiones macro
del fenmeno que es objeto de estudio. Slo anali-
zando detalladamente los' encuentros sociales, las
ocasiones de interaccin, se puedenestablecerlas re-
glas que las personas (inconscientemente) siguen al
mezclarse con los dems. Se trata de niveles norma-
tivos que se entrecruzan, se superponen, atraviesan
otras distinciones sociales ms tradicionales (traza-
das basndose en la utilidad, en la profesin, en el
nivel de escolaridad, etc.), constituyendo una parte
de la competencia que el sujeto debe poseer para
interactuar de forma apropiada a las circunstancias
y a los contextos.
Estas unidades de anlisis son fcil y oportuna-
mente delimitables en las situaciones de la vida dia-
ria: sus mrgenes vienen dados por el formarse y
el cesar de la presencia recprocamente inmediata
de los actores sociales. Cada vez que estamos en pre-
sencia de otro, damos lugar a una serie de compor-
tamientos, jugadas* y acciones reglamentadas (mu-
chas veces ms all de nuestra consciencia), a fin de
sostener la realidad social del tipo de encuentro en
el que estamos. Conversaciones casuales e informa-
les, encuentros oficiales, ceremonias, el ocupar un
espacio limitado junto con desconocidos durante
un tiempo, los saludos entreconocidos y muchsimas
otras ancdotas cotidianas perdidas en la memoria
colectiva se desarrollan en situaciones definidas a
travs de un conjunto de movimientos regulados.
Las valoraciones negativas reservadas para quien
infringe y no observa estas normas son la sancin
inicial a la incapacidad de sostener de forma ade-
cuada las muchas realidades sociales que vivimos.
diariamente. De la misma forma, en los discursos
que acompaan las actividades normales hayuncon-
tinuo pasar de una clave a otra: se habla en bro-
ma, en serio, paradjicamente, se imita, se habla
de forma alusiva, afirmando exactamente lo contra-
rio de lo que se dice, se habla por hablar: y quien
no es capaz (como, por ejemplo, sucede muchas ve-
* Move (que hemos traducido por movimiento o, cuan-
do la polisemia de este trmino haca confusa la traduccin,
por jugada) es en la obra de Goffman la unidad mnima
de anlisis de las interacciones conversacionales, definida
como: toda banda completa de habla o de sus sustitutos
que posee una orientacin distinta en algn juego o en cual-
quier circunstancia en que se encuentren los participantes
(1975 :10). Un mismo enunciado, una expresin, un gesto, et-
ctera, pueden corresponder a dos o ms moves en juegos
diferentes (<<juego en el sentido peculiar en que lo emplea
Wittgenstein, advierte Goffman), o ser slo parte de alguno.
(En Relaciones en pblico, move ha sido traducido, reitera-
da e inexplicablemente, por medida. La extensin de un
cierto argot nos impide la utilizacin del trmino, en prin-
cipio ms preciso, mo'vida) (N. de la R.).
28 29
(
(
(
",'
-ces con los nios y con los viejos) de seguir e inter-
pretar estos continuos cambios, no siempre explci-
tamente aclarados, se encuentra ciertamente en
apuros, demostrando que la capacidad de individua-
lizar la clave apropiada es una parte fundamental
de nuestra competencia en lo que respecta al len-
guaje.
Los episodios de la vida diaria son, pues, las prin-
cipales unidades en que este complejo de reglas se
manifiesta; de forma ms exacta Goffman distingue
entre situacin social, ocasin social y encuentro
social. La situacin social puede definirse como cual-
quier ambiente determinado por la posibilidad de
un control recproco tal que pueda prolongarse todo
el tiempo que dos o ms sujetos se encuentran en
inmediata presencia fsica uno de otro y que se ex-
tiende a todo el espacio en el cual semejante control
es posible (1967, 190). La ocasin social es un acon-
tecimiento ( ... ) que se contempla antes y despus
como una unidad, un evento que sucede en un tiem-
po y un lugar especficos y que dicta el tono para
aquello que sucede en su interior y durante su des-
arrollo (1917, 160; son ejemplos una tarde en un
<:oncierto, una fiesta en casa de unos amigos, una
reunin de trabajo, una cita galante, una' partida de
cartas, etc.). Un encuentro social, por fin, es una
()casin de interaccin cara-aocara que comienza
cuando los sujetos se dan cuenta de que han entrado
en la presencia inmediata de otros y que acaba
<cuando ellos captan que han salido de esta situacin
de participacin recproca (1967, 107). En los en-
cuentros, la presencia recproca implica y exige un
trabajo de pacto, de colaboracin para mantener un
<:entro de atencin cognoscitiva, discursiva y visual
<:ompartida, lo que testifica y manifiesta al mismo
tiempo la disponibilidad de los participantes. Los
episodios de interaccin, los encuentros en las si-
tuaciones sociales constituyen unidades delimitadas
naturalmente que encierran un conjunto de actos
realizados durante el tiempo que los participantes
se conceden recprocamente: es obvio que los en-
<:uentros se forman y se extinguen dentro de una
red de relaciones de poder y de formas sociales ins-
titucionalizadas que trascienden la contingencia de
30
las situaciones interaccionales. Hay que observar a
este respecto que la reduccin de toda la sociedad
a la fragmentacin de los encuentros est ms en
algunas lecturas crticas sobre Goffman que en su
propia obra: l afirma explcitamente, si bien de una
forma un tanto expeditiva y cnica, que el problema
crucial de la sociologa es el de la organizacin so-
cial y la estructura social, y reconoce que esto no
es tocado en sus estudios, que afrontan en cambio
temas secundarios como el del sentido que experi-
menta el individuo de la estructura social, de la rea-
lidad social. Su orientacin, la decisin de trabajar
sobre los rl:ls.idu..o.5....cutidianQSl>, no supone (aparen-
temente) gn derrumbamiento del orden de las
cuestiones importantes: no hay, pues, ninguna ne-
cesidad de encontrar deficiencias con respecto a los.
temas que no trato de abarcar (1974, 13). Defensa
profesional, pero eficaz en cierto sentido: es abso-
lutamente cierto que en los trabajos de Goffman no
aparece un anlisis crtico de las relaciones de clase
que estructuran una sociedad y que esto no es algo
casual (ni l sostiene que lo sea), pero tambin la
acusacin de descuidar temas que l declara expl-
citamente que estn ms all (o ms ac) de su ob-
jeto de estudio parece una acusacin de oficio.
i
Establecer como unidades fundamentales de 1a
vida pblica los encuentros y las interacciones coti-
dianas no significa, pues, ni siquiera en la perspec-
tiva goffmaniana, ignorar que operan en la sociedad
otras determinaciones a distintos niveles: el anlisis
tradicional del poder en trminos de clase no apa-
rece en la obra de Goffman porque el poder del que
l se ocupa y analiza es otro tipo de poder con mo-
dalidades de funcionamiento propias. Volver ms
adelante sobre este punto, pero por ahora es impor-
tante aclarar que el punto de vista goffmaniano no
es tanto una alternafiva-aJos modelos macrosocio-
"lgicos cuanto el una diniension 'de la
ctl:l_IR. descuidada.
(- Las unidaaes de anlisis son, pues, los encuentros,.
las ocasiones sociales de interaccin cara-aocara, y
stas representan autnticos microsistemas sociales,.
una pequea realidad social que constituyen las per-
sonas presentes (1963, 243); sin embargo, en su in-
31
~
terior se puede especificar el flu.io d ~ actividad de
Todos los encuentros representan ocasiones en
las cuales el sujeto puede resultar espontnea-
forma que se distinga, por ejemplo, la comunicacin
mente comprometido en lo que est sucediendo
de la interaccin. Las reglas que organizan la pre-
y sacar de esto un firme sentido de realidad. Y
sencia recproca cara-a-cara permiten flujos ordena-
esta sensacin no es poca cosa, cualquiera que
dos de comunicacin, pero esto es el resultado de la
sea el contexto en el cual est contenida. Cuando
actuacin de reglas que remiten en primer lugar a
la interaccin, a los movimientos de comportamien-
to, a la construccin de una definicin de la situa-
cin.
Las reglas que gobiernan los encuentros cara
a cara en una comunidad dada establecen las for-
mas que tales encuentros deben asumir y de ellos
resulta una especie de paz del rey que garantiza
el que los sujetos expresen el respeto recproco
por medio de las expresiones apropiadas, el que
mantengan su puesto, asignado por la sociedad,
as como los compromisos tomados en relacin
con los otros, el que permitan y no exploten el
libre fluir de las palabras y de las personas, que
demuestren respeto por las ocasiones sociales (...).
Las reglas que gobiernan el comportamiento que
ha de tenerse en presencia de los dems y por el
I
I
hecho de que otros estn presentes, son las reglas
que hacen posible una ordenada comunicacin
I
!; cara a cara de tipo lingstico; pero estas reglas
:i)'
I
(...) no deben considerarse por s mismas como
comunicaciones: son, ante todo, reglas fundamen-
tales de un tipo de organizacin social, la asocia-
cin organizada de personas en presencia unas de
b
otras (1967, 164-65, el subrayado es mo).
rl I
En los encuentros se construye, se realiza y, al
"
I
mismo tiempo, se expresa tambin un orden social,
si bien fluctuante y provisorio, que admite violacio-
nes y que dura el tiempo de la representacin pues-
taen escena porlos sujetos; sinembargo, este orden
social no es reductible solamente al fluir ordenado,
reglamentado8, por la conversacin, por la comuni-
cacin, aunque en muchos encuentros la nica acti-
vidad visible y aparente sea la comunicativa.
"'
8 El tercer captulo, sobre el anlisis de las conversaciones,
,1 se centrar precisamente en las reglas y los dispositivos que
-operan en aquella actividad aparentemente espontnea y li-
bre que es el conversar informalmente, las charlas sin
!
!
I importancia.
32
ocurre un incidente y queda en peligro el compro-
miso espontneo, la misma realidad est en pe-
ligro. A menos que aquellos que interactan no
vuelvan al compromiso correcto, la ilusin de rea-
lidad caer en pedazos, el pequeo sistema social
que se crea en cada encuentro resultar desorga-
nizado y los que participan en l se sentirn pri-
vados de reglas, irreales, anmicos (1967, 149).
Ser grosero o tosco, hablar o moverse de forma
equivocada, significa ser un gigante peligroso, un
destructor de mundos. Como todo psicticoy todo
cmico debera saber, cada movimiento especial-
mente impropio puede romper el sutil soporte de
la realidad (1961 b, S1).
En la vida diaria, fragmentada en mltiples epi-
sodios de inmediata presencia cara-a-cara, la cons-
truccin de la realidad social9 se desarrolla, pues,
mediante un flujo continuo de definiciones de las
situaciones: la vida cotidiana (como conjunto de si-
tuaciones sociales) es una arena de enfoque (moni-
toring) recproco. El aspecto interesante de esta
orientacin es que modifica laopinin comn de que
todas estas cosas son en el fondo nicamente un
problema de forma, de etiqueta, modelos ms bien
difusos de educacin y de tacto que adornan (como
los adornos en la msica) una realidad de la in-
teraccin independiente de ellos. El intento de Goff-
man es precisamente el de hacer ver que estas cosas
no son socialmente irrelevantes; es el partir de la
etiqueta para ver su profundo significado social,
9 Por citar el ttulo de un clebre libro de sociologa (Ber-
ger- Luckmann, 1966) bastante cercano a la problemtica
que se discute aqu, aunque con una orientacin ms deci-
didamente fenomenolgica: a propsito de la interaccin
social en la vida diaria los autores afirman que "la expe-
riencia ms importante de los otros tiene lugar en la situa-
cin en la que se les encuentra cara a cara, que constituye
el prototipo de la interaccin social. Todos los dems casos
son derivaciones de ste (SO).
j!
33
I
r
es analizar en sus rituales la existencia de un primer
umbral fundamental de intercambio social. No hay
solamente buenas maneras (cuando las hay), sino en
primer lugar identidades sociales negociadas y el
trabajo de negociacin, hay niveles mnimos, bsi-
/
cos, estipulaciones de una paz social an provisoria
tf y efmera. Si de la realidad de los encuentros socia-
JI
11 les se pudiera, por hiptesis, eliminar todo lo que
f
l corresponde a la correcta y apropiada gestin de la
imagen social de los actores, no quedara como re-
siduo estructural ninguna otra realidad (social). Las
situaciones contienen en su interior un complejo de
elementos mucho ms vasto, y sobre todo mucho
ms crucial, esencial y bsico que los comportamien-
tos correctos. Es difcil captar este microcosmos
no solamente porque concierne a actos secundarios
que acompaan actividades instrumentales, sino tam-
bin porque estamos acostumbrados a considerarlo
como formado solamente por reglas de cortesa, del
ser corts en cada circunstancia. El encuentro so-
cial ms corriente, normal y rutinario se constituye
II!
a partir de la observancia de una estructura mnima
.1
~ I, , de tipo social, cuya definicin es el resultado de una
estipulacin (generalmente inconsciente) por parte
de los participantes.
Los valores fundamentales solamente pican un
poco, pero todos se rascan (1971, 223; el subrayado
es mo). Es preciso, pues, tener presente que aunque
en los trabajos de Goffman abundan los trminos
que se refieren a las buenas maneras, su tema
central concierne a algo que va ms all de stas:
precisamente a los modos de construccin de los pe-
queos sistemas sociales y de las realidades sociales
como fundamento de la interaccin cara a cara.
1.2. Definir las situaciones
:1 Al principio de la segunda guerra mundial, una
~
.
sede del servicio secreto ingls estaba emplazada en
la parte posterior del Victoria and Albert Museum.
Aparentemente la fachada pareca la de una fila de
casitas donde cada maana regularmente se dejaba
la leche y los peridicos, recogidos puntualmente
34
por mujeres (que pertenecan al Servicio Secreto)
vestidas como cualquier ama de casa inglesa a la
hora de la limpieza; algunas con rulos, otras con
mandil o en bata. El lechero poda pensar perfec-
tamente que la bata se la haban puesto para salir
a recoger la leche y que, por lo tanto, estaba rela-
cionada con su presencia. Pero era fundamental para
la definicin que l daba a la situacin el hecho de
que llevasen todava los rulos puestos, a pesar de la
necesidad de abrir la puerta a los proveedores, y que
la apertura de la puerta no se hubiera realizado
aposta para l. Pensaba que se le deba un saludo,
no una puerta cerrada.
AS, pues, definir una situacin (para el lechero
como para todos nosotros) quiere decir responder a
la pregunta (explcita o no) sobre qu est sucedien-
do; significa establecer los lmites del comportamien-
to apropiado, el marco que distingue el episodio y
sus contenidos de otras realidades sociales cercanas
o parecidas, cualificar a los sujetos segn el tipo de
rol y personaje que encarnan en esa ocasin. Signi-
fica, en resumen, identificar cooperativamente una
cierta estructura de interacciones, expresiones, com-
portamientos, expectativas, valores, como adecuados
a los sujetos en aquel momento. Este problema vuel-
ve a presentar los dos temas principales de la socio-
loga gffmaniana: la naturaleza del s mismo y la
de la interaccin. Infringir una norma de interac-
cin desacredita de modo efectivo a aquel que cum-
ple la infraccin, pero amenaza tambin (a veces
hasta el punto de destruirla) la realidad del encuen-
tro, es decir, la definicin del mismo que los parti-
cipantes han aceptado de comn acuerdo. Las im-
propiedades situacionales requieren un cierto tipo
de reparacin, y si son importantes o imprevistas, de
pronto (como se suele decir) las cosas aparecen
de otra maIlera. Circunstancias que hasta un mo-
mento determinado parecan absoluta y normalmen-
te fortuitas y que de repente se revelan como parte
de un plan preconcebido, no solamente nos llevan al
desconcierto, sino que obligan tambin a quien las
sufre a redefinir el escenario actual y los que le pre-
cedieron.
3S
.
11
.
'1
;11
Ser grosero o tosco, hablar o moverse de fonna
equivocada, significa ser un gigante peligroso, un
destructor de mundos. Como todo psic6tico y todo
cmico debera saber, cada movimiento especial-
mente impropio puede romper el sutil soporte
de la realidad (1961 b, 81).
Definir la situacin quiere decir, pues, estipular
el significado del encuentro: se trata de una opera-
cin ampliamente convencional, en una doble acep-
cin del trmino. En primer lugar, tales definiciones
no se crean siempre ex novo, sino que poseen una
rigidez y una estabilidad propias; en segundo lugar,
todo el trabajo de la definicin se basa en el como
si hubiese un acuerdo sustancial, efectivo, real, ve-
rificable, entre las personas que interactan, con res-
pecto a aquello que sucede.
Juntos, los participantes contribuyen a una de-
finicin nica y general de la situacin que impli-
ca no tanto un verdadero acuerdo acerca de lo
que es cuanto un efectivo acuerdo acerca de las
e!'. ,
Ii' pretensiones Y los argumentos que se tomarn en
consideracin en un momento detenninado. Exis-
f
tir tambin un acuerdo efectivo sobre la oportu-
nidad de evitar un conflicto abierto entre defini-
ciones contrastadas de la situacin. Sealar este
:!
tipo de acuerdo con el trmino de consenso ope-
rativo ( ... ).
Se espera que cada partici\,ante reprima sus sen-
timientos inmediatos, ofreCIendo una interpreta-
cin de la situacin que l considere al menos
momentneamente como aceptable por parte de
los otros.
El mantenimiento de esta apariencia de acuerdo
-este barniz de consenso- viene facilitado por
el hecho de que cada participante esconde sus
propios deseos detrs de afinnaciones que afir-
man valores a los cuales todos los presentes se
sienten obligados a adherirse, al menos superfi-
cialmente (1959, 20, los subrayados son mos).
El elemento de la convencionalidad propio de es-
tos acuerdos operativos me parece muy importante
porque caracteriza tambin aquel umbral mnimo y
bsico de agregacin de un sistema social, ms all
del cual no tenninara nunca el duelo. Nos ponemos
36
de acuerdo en los lmites del acuerdo, en el marco
que separa el contenido del cuadro de las sombras
sobre la pared que lo rodean: el hecho de que se
trate de ficciones operativas y que el consenso sea
slo un barniz que no reviste una comunin ms pro-
funda entre los individuos puede producir la imagen
de un universo de ficciones, de representaciones, de
falsedades y engaos, un terreno incierto e inestable,
un reino de apariencias sin valor. El mundo descri-
to por Goffman provoca a veces de hecho esta in-
terpretacin, pero slo hasta cierto punto. Es difcil
pensar que el poder de vnculo de un acuerdo fun-
dado en el como si sea necesariamente inferior al
vnculo derivado de la interiorizacin de valores co-
munes (cosa que claramente presenta algunas difi-
cultades). En aquel que llamo umbral mnimo de
formacin de un microsistema social est en juego
la posibilidad misma de un acuerdo ms que los
contenidos especficos organizados dentro de l: es
una especie de acuerdo vaco que constituye el mar-
co con el cual cada actor social encuadra las se-
cuencias de actividad. En lo que respecta a las situa-
ciones sociales, llenar este acuerdo vaco quiere decir
definirlo basndose en los actores que participan en
l, en los roles que encarnan, las finalidades propues-
tas, el grado de compromiso y de inters apropiados,
etctera. Definir la situacin significa identificar
cooperativamente qu estructura dar a la interac-
cin: es muy importante aclarar que contempord-
neamente hay un trato y una lucha sobre la defini-
cin que se establece. Hay una negociacin y hay
una cooperacin, porque si es cierto que el individuo
en presencia de los otros proyecta una definicin de
la situacin, lo mismo hacen los dems participantes,
no slo segn cmo reaccionan frente al interlo-
cutor, sino tambin en relacin con la prosecucin
de sus fines, de sus actividades. Hay, pues, al mismo
tiempo, diversas definiciones de la situacin que ge-
neralmente acaban por armonizarse.
En general existe una especie de divisin del
trabajo en cuanto a las definiciones. A cada par-
ticipante le est permitido establecer reglas o, al
menos, intentar hacerlo, sobre temas que son vi-
37
1\
:
tales para l, pero no de inmediata importancia
para los otros ( ... ). A cambio de este privilegio,
l calla o, al menos, no se compromete respecto
a hechos importantes para los dems, y no de in-
mediata importancia en lo que a l se refiere
(1959, 20).
Adems est la tendencia de todo participante a
tomar como buenas, como si correspondiesen a la
naturaleza real del interlocutor, las definiciones
que el otro ofrece de s mismo y de la interaccin:
por este motivo, la definicin que un sujeto da de
s mismo es un componente esencial de la definicin
activada y mantenida por la cooperacin de todos
los participantes. La versin de cada uno sobre qu
es la realidad se integra en la definicin de la reali-
dad del encuentro.
Pero hay tambin un aspecto conflictivo, ligado
no slo al hecho de que se' verifiquen modificacio-
nes, aadidos, reparaciones, sino ms importante an,
al hecho de que en cada definicin se pone en juego
una cierta imagen de los actores, desacreditable o
acreditable, pero que siempre hay que defender. Como
en cierta poca se beba de la misma copa para
demostrar al adversario que no tena veneno, as se
comparte una misma definicin de la situacin para
aclarar que damos la misma respuesta a la pre-
gunta sobre qu est sucediendo. Pero como aquello
era una exhibicin de tregua y al mismo tiempo un
sutil desafo, as tambin sta asume los tonos de
un duelo en el que se combate para proyectar y
sostener una aceptable imagen de s mismo y donde
el otro puede comprobar en cada movimiento la ve-
racidad de las pretensiones.
En los procedimientos con los que se define la
situacin hay un ncleo de poder, ligado a la posibi-
lidad de imponer la propia definicin; si bien es ms
evidente la parte pacificada de este proceso. ({ Perder
la cara o perder (arruinar) el encuentro son slo
en parte sucesos casuales, fortuitos: son tambin
el resultado de una alteracin en la estructura del
comportamiento cara a cara, consecuente al prevale-
cimiento final de la lucha sobre el trato. El encuen-
tro no es ya sostenible (las famosas escenas, o ms
corrientemente, la repentina revelacin o descubri-
38
miento de haber sido engaados) all donde la gue-
rra no se detiene en la ficcin operativa de la paz,
y, dentro de esta ltima, el duelo no conoce ni un
instante de tregua. Las definiciones de las situa-
ciones son, pues, armisticios. Pero armisticios im-
puestos:
presumiblemente una definicin de la situacin
puede encontrarse siempre, pero los que estn en
la situacin ordinariamente no crean tal defini-
cin ( ... ); normalmente todo lo que hacen es va-
lorar correctamente lo que la situacin debera
ser para ellos Y, por lo tanto, actuar en conse-
cuencia. Es verdad que personalmente negocia-
mos aspectos de todas las circunstancias en las
que vivimos, pero frecuentemente una vez que
stos estn negociados continuamos mecnicamen-
te como si la cosa hubiese estado siempre orde-
nada (1974, 1-2).
Hay que destacar este segundo aspecto de la defi-
nicin de la situacin, ligado a la permanencia de
ciertas estructuras ms all de la contingencia de
las interacciones; esto confirma que las ocasiones
sociales se desarrollan en el interior de una red
de relaciones de diverso tipo que introducen en el
encuentro caracteres condcionantes del encuentro
mismo.
Los mGrosistemas sociales analizados por Goffman
son unidades que se forman y se diluyen rdpidamen-
te, y en cuyo interior los actores luchan y cooperan
para definir el sentido de la realidad del microsiste-
ma, pero al mismo tiempo son unidades ligadas a
otras estructuras. Aunque inexpresado o poco expl.
cito, ste es uno de los puntos de soldadura entre
la perspectiva goffmaniana y los modelos de anli-
sis macrosociolgico: y a la vez es tambin el punto
en el que Goffman introduce y desarrolla ms a
fondo el tema-eje de la estructura de la interaccin,
y particularmente el de los marcos que permiten
definir los encuentros.
1.3. El frame
En los prrafos precedentes se ha usado muchas
veces el tnnino marco (trame), y conviene acla-
(
(
39
rar este concepto. Si una elegante seora, en una
sala de arte, observa de cerca el marco de un espejo
en venta, y luego retrocede un poco para ver cmo
refleja la imagen, todo es normal y apropiado a la
situacin. Pero si la seora mira el espejo para co-
locarse bien el sombrero, los presentes pueden dar-
se cuenta de que solamente uncierto modo de mirar
al espejo es el apropiado en aquella situacin, por-
que el objeto colgado en la pared no es slo un
espejo, sino un espejo en venta. Y lo mismo suce-
dera si en una boutique la seora examinase la
calidad de un espejo en vez de utilizarlo para ver
cmo le sienta un vestido. El trame est represen-
tado por las premisas organizativas de la actividad
de los actores sociales: las definiciones de la si-
tuacin se construyen de acuerdo con los principios
de organizacin que gobiernan los acontecimientos
-almenos los sociales- y nuestra implicacin sub-
jetivaenellos. Frame es el trmino que empleo para
referirme a estos elementos bsicos (1974, 10).
Los marcos, los trames, constituyen los modos
en que se cataloga y se vive la experiencia que los
actores tienen de la realidad (social o no). El concep-
, to de trame, que Goffman deriva del de marco
\, psicolgico de Bateson (1955), se refiere al sistema
de premisas, de instrucciones necesarias para desci-
frar, paradarunsentidoalflujo delosacontecimien-
tos. Un ejercicio de salvamento est formado por
unconjunto de acciones y materiales muy parecidos
a los de una operacin de salvamento, pero el pri-
mero tiene un trame distinto del segundo, y esa
diferencia es crucialparadefinirquest sucediendo
en un caso y en el otro: quien asistiese casualmente
a la escena podra tener dificultad al principio
para definir con certeza el marco apropiado. En-
tre una actividad realizada seriamente y esa mis-
ma actividad hecha en broma (fingir que se lucha,
que se pelea, que se hace un interrogatorio), lo que
marca la diferencia es precisamenteel ponerunmar-
co en lugar de otro. Los robos fallidos simplemente
porque el empleado del banco no toma en serio la
intimidacin para entregar el dinero son un ejemplo
de divergencia de los trames. Los ejemplos podran
multiplicarse y extenderse porque la aplicacin de
lus marcos (el traming) no est restringida a cir-
cunstancias especiales10, y sobre todo porque cons-
tituye los mundos que estn comnmente al al-
cance de los miembros deunaculturay que son rea-
lizados rutinariamente, mediante la adhesin a sus
convenciones (Gonos, 1977).
Sin el funcionamiento de los marcos la vida
sera un intercambio sin fin de mensajes estilizados,
un juego con reglas rgidas y sin el consuelo del
cambio o del humorismo (Bateson, 1955, 235): Y si
un participante en una conversacin no se sirviese
constantemente de los trames se hallara captando
una comunicacin en unbatiburrillo de palabras sin
sentido, Y a cada palabra aumentara la confusin
(1974, 546). Observar una situacin, un individuo,
Y hallar que todo parece normal, que las aparien-
cias no provocan sospechas, significa que aquel in-
dividuo Yaquella situacin confirman que el trame
proyectado funciona efectivamente. Cuando intenta-
mos no sonrer frente a una persona incompetente,
no sentir pnico cuando nos vemos metidos en una
explosinde locurainesperada, nosentirnos unpoco
culpables si nos detiene la polica de trfico,
lo que tendemos a revelar en semeJantes circuns-
tancias no es una persona, nosotros mismos, sino
un trame, el que estbamos manteniendo. Estas
disposiciones emotivas, estas respuestas, son slo
accidentalmente de las personas; se refieren en
primer lugar a trames (...). Muchas veces, pues,
el sospechar de algo es ms que interrogar a un
acontecimiento: significa interrogar al trame de
los acontecimientos (1974, 487-488).
Los marcos permiten definir
!rfte,rac;:fQP.yla de.la experiencia que.tie- -
nen los individuos de la vida social: en
10 Un concepto en cierto sentido anlogo (analizado en el
segundo captulo) es el de los formulating tratado por Gar-
finke1-Sacks, 1970: el formulating (una prctica fundamen-
tal en la actitud de la vida cotidiana) se realiza cuando
en la interaccin un participante trata de una parte de la
conversacin como una ocasin para describir la conversa-
cin misma, para explicarla, para aportar el nudo de la
cuestin; en resumen, para hacer glosas sobre la actividad
que est realizando, mientras la realiza.
40
41
se define slo la significacin de los episodios de la
vida cotidiana, sino tambin el tipo de implicacin
requerido por ellos. Definir. una situacin implica
tambin el establecer los modos apropiados de par-
ticipar en ella: no es solamente dar un sentido a lo
que est pasando, sino tambin estar dentro de ello,
espontneamente implicados en lo que ocurre. Pasar
de un' marco a otro quiere decir tambin retirarse
de ese compromiso o aumentarlo; en cualquier caso,
modificarlo.
l
Todos los trames implican expectativas de tipo
normativo que se refieren a cun profunda y plena-
~ . mente debe estar implicado el individuo en la act-
vidad organizada por el frame (1974, 345, el subra-
yado es mo). Esto explica parcialmente los efectos
logrados por O. Welles en la famosa transmisin so-
bre los marcianos; de hecho se trataba de un autn-
tico juego con frames realizado de forma que se
suscitasen espectativas y esquemas interpretativos
inadecuados. La transmisin empezaba as: al trmi-
no de un boletn meteorolgico se haca el siguiente
anuncio: y ahora, Ramn Raquello y su orquesta
de la Meridian Room del Park Plaza de Nueva York;
y poco despus, en medio del programa musical, em-
pezaban las interferencias e interrupciones que po-
l'
I nan en marcha la parte de ficcin. En realidad sta
r haba empezado ya con el anuncio del programa mu-
~
sical, que implicaba un cierto tipo de implicacin,
' .
de espectativas, de escucha: la ficcin se presentaba
as bajo una falsa envoltura.
En la vida cotidiana, donde se presupone que ope-
ra una cierta transparencia y una significacin in-
mediata (hay una marcha norma!, que se da por
supuesta, de las cosas, que no requiere especiales
reflexiones, donde funcionan ciertos estndares nor-
males de complicidad), quien de forma obstinada y
visible habla e interacta consigo mismo sin justi-
ficar adecuadamente una complicidad tan inapropia-
da, es considerado inicialmente como extrao, y lue-
go seguir probablemente una carrera de interna-
miento. '
Las llamadas complicidades ocultas no slo rom-
pen las reglas sobre la complicidad, sino que tam-
bin modifican el frame correspondiente. Cuando
gateamos por el suelo buscando afanosamente algo
que se ha perdido, y manifestando un comportamien-
to evidentemente incorrecto con respecto a la situa-
cin, nos sentimos obligados a murmurar (aunque
de forma 10 suficientemente clara como para poder
ser odos) la explicacin de esta manera de actuar;
as, no slo se repara la incorreccin del comporta-
miento, sino que al mismo tiempo se confirma que
el frame no est amenazado, que sigue siendo justo
an existiendo una momentnea posibilidad de mal-
entendido. Actuando de modo que se exhiba el hecho
de que se mantiene una participacin correcta en el
encuentro, se refuerza '1 confirma su definicin.
La relacin entre el sujeto y el frame est clara
cuando el comportamiento del actor resulta apro-
piado al contexto: por ejemplo, si una determinada
situacin se define como formal, ello significa exigir
a los participantes -y valorarlos de acuerdo con la
observacin de tal exigencia- que supriman un con-
junto de libertades menores que en otra ocasin
podran. expresarse (signos de cansancio, relaciones
secundarias como fumar un cigarrillo, cambiarse de
sitio, ,charlar con el vecino, etc.). Hay que distinguir,
sin embargo, entre un frame que est claro, lo que
quiere decir que todos los participantes en el encuen-
tro tienen una relacin clara con el frame, y el aclarar
la propia' relacin con l. En el primer caso no slo
cada actor tiene una visin correcta (y til para fines
prcticos) de lo que est sucediendo, sino que tiene
tambin una visin suficientemente clara y correcta
de las visiones que tienen los dems participantes,
incluida la visin de aqullos sobre su propia visin.
Una definicin estable y correcta de la situacin
comprende, pues, tambin un elemento estratgico
incluido en la valoracin recproca de las recprocas
valoraciones y en la comn conciencia de tal inter-
dependencia.
Dos temas para terminar. El primero se refiere
al carcter de la actividad de enmarcar (framing):
los recursos que usamos en un escenario particu-
lar tienen necesariamente cierta continuidad, una
existencia anterior a la ocurrencia del episodio y una
existencia que contina despus de que ste haya
concluido. Pero como esto es parte de la realidad,
42
43
las concepciones de que ello es as se convierten
tambin en partes de la realidad, y de este modo
tienen un efecto adicional (1974, 299). Se trata de
\ un principio de reflexividad u, segn el cual en todo
") encuentro social la posibilidad de alcanzar una defi-
"'\ nicin de lo que est sucediendo forma parte del
mismo encuentro y (en parte) lo define:
\,
dado que un trame incorpora tanto la respuesta
del participante como el mundo al que l est res-
pondiendo, un elemento reflexivo debe estar ne-
cesariamente presente en la visin de los aconte-
cimientos de cada participante: una correcta vi-
sin de una escena debe incluir el verla como
parte de ella misma (1974, 85).
La reflexividad del frame hace que la descripcin
de un encuentro social sea parte esencial de la po-
!
sibilidad de reconocer ese encuentro en cuanto uni-
dad social descriptible. El funcionamiento de los
frames hace algo ms q.ue distinguir varias realida-
des sociales: las fundamenta y al mismo tiempo rea-
I
liza la posibilidad de hacerlas descriptibles.
El segundo argumento se refiere a la variabilidad
de los frames y a su significado.
El trabajo [sobre los trames] no tanto introduce
restricciones sobre aquello que puede ser signifi-
cativo, cuanto abre posibilidades de variacin. Las
personas parecen tener una capacidad fundamen-
tal para aceptar cambios en las premisas orga-
nizativas, los cuales, una vez que se han dado,
presentan toda una secuencia de actividad distinta
de lo previamente modelado y que en cierto modo
es significativo (1974, 238).
Falsificaciones, burlas, observaciones participantes
(no manifiestas), objetivo indiscreto, verificacio-
nes de lealtad, sueos, sonambulismo, teatro, vuelos
simulados, etc., son slo algunos de los mrgenes
(de las laminaciones, les llama Goffman) que sepa-
ran una realidad de otra, mrgenes que traspasamos
u El problema de la reflexividad ocupa un lugar mucho
ms importante en los escritos de Garfinkel y de los etno-
metodlogos: cfr. cap. 11.
constantemente, que delimitan los confines estrechos
de encuentros pasajeros.
A veces puede parecer que la dimensin microso-
ciolgica de las unidades analticas goffmanianas (tal
vez de modo exasperante) es incompatible con la
bsqueda de las estructuras que organizan la expe-
riencia de los sujetos sobre la realidad social. En
efecto, los dos desarrollos corresponden a pocas dis-
tintas del pensamiento de este autor, pero entre ellos
hay, a mi entender, una homogeneidad y continui-
dad sustanciales. Incluso cuando el anlisis de Goff-
man se entretiene en detalles aparentemente irrele-
vantes y ocasionales, no pierde nunca de vista el
objetivo principal, es decir, el seguir y describir la
naturaleza reglamentada de las interacciones: el
objeto de estudio de la interaccin no debe ser el
individuo y su psicologa, sino ms bien las relacio-
nes sintcticas existentes entre los actos de personas
que se encuentran en contacto directo (1967, S). La
continuidad entre los dos desarrollos se establece a
travs de la pregunta principal, que no es la de saber
quines son los participantes, sino cul es la situa-
cin, es decir, el frame. Si esto es verdad, se perfila
mejor el significado del modelo sociolgico goffma-
niano que procede hacia una etnografa de ciertas
sociedades contemporneas, no mediante la descrip-
cin de las situaciones sociales a partir de sus con-
tenidos, sino describiendo
man las estructuras delatinterac.ciones.....Detrs de la
caducIdad delOs'episodios sociales examinados exis-
te, pues, la estabilidad de su organizacin.
2. LA NATURALEZA DE LA INTERACCIN
Con el fin de precisar el esquema terico usado
por Goffman, es preciso profundizar en este momen
to en cuatro temas:
a) La naturaleza de la interaccin cara a cara;
b) qu es un ritual (en los encuentros sociales);
c) las relaciones entre comunicacin e interac-
cin;
4S 44
d) las implicaciones del concepto de interaccin
estratgica.
Para empezar, se presenta el problema de saber
qu es lo que transforma la simple ca-presencia fsi-
ca de dos o ms personas en una interaccin, es de-
cir, a partir de qu elementos existe interaccin, y
por tanto, cmo se la puede definir. Dado que la in-
teraccin surge a partir de la existencia de lmites
y reglas, a qu llevan y a qu se refieren estas l-
timas? Fundamentan y regulan la obligacin de
hacerse mutuamente accesibles (1963, 116). Lo que
distingue la pura y simple ca-presencia fsica de la
interaccin es el hecho de que en esta ltima se esta-
blece el umbral (mnimo) de un ncleo social, la po-
sibilidad recprocamente concedida y reconocida de
dar vida a un encuentro social. Esta puede muy bien
no estar desarrollada; no es eso lo que importa: en
efecto, el lmite coincide con el establecimiento del
frame de accesibilidad mutua. La interaccin, pues,
se fundamenta en la apertura de los sujetos a la
comunicacin y a la aceptacin de sus reglas,' me
ocupar del hecho de que cuando las personas estn
una en presencia de otra pueden funcionar no slo
como instrumentos sicos, sino tambin como instru-
mentos de comunicacin (1967, 25).
El distinto tipo de comunicacin que se realiza
distingue la interaccin no focalizada de la focaliza-
da: la primera tiene que ver con las informaciones
expresas, que se obtienen observando a una persona
mientras se halla en nuestro campo visual. En este
tipo de interaccin sin intercambios verbales, la co-
municacin se refiere esencialmente a las reglas de la
co-presencia fsica (postura, movimiento del cuerpo,
actitudes, control de las emociones, indicios de per-
tenencia de distinto tipo, etc.). .
La interaccin focalizada tiene que ver en cambio
con informaciones comunicadas y se da cuando al-
gunas personas se renen y cooperan abiertamente
en el mantenimiento de un nico centro de atencin
hablando generalmente por turno (1967, 26) 12,
12 Una vez que un grupo de participantes en una situa-
cin han demostrado estar recprocamente disponibles para
46
(
(
Podran servir de ejemplos, por un lado, una re-
unin de trabajo; por otro, el ir y venir de los pea-
tones en una calle: en el primer caso hay un punto
focal principal de atencin y de comunicacin, ac-
cesible slo a un cierto nmero de individuos, de-
fendido por barreras fsicas y rituales: el entrar
y salir implica la superacin regulada (y estipulada
con los otros) de tales barreras. En el segundo caso,
en cambio, los puntos focales de atencin son ml-
tiples y variables, la accesibilidad a ellos es cambian-
te y no rgida, las barreras son menos importantes
y estn formadas solamente por los rituales de la
mutua accesibilidad. En el primer caso hay una di-
visin entre participantes legtimos y no legtimos;
en el segundo todos los participantes estn legitima-
dos (mientras no se demuestre lo contrario). Hay
que notar que el tipo de comunicacin involunta-
ria, si se puede decir as (y si as es), realizada en
la interaccin no focalizada incluye muchsimos ele-
mentos heterogneos entre s: mientras que algunos
de ellos pueden descuidarse, otros son especialmente
necesarios, en razn directa a su institucionalizacin.
Por ejemplo, si es indudable que el aspecto fsico y
el modo de vestir poseen una significatividad que
ha sufrido notabilsimas evoluciones y liberalizacio-
nes, es tambin cierto que representan todava indi-
cios muy vinculantes, variables no slo entre socie-
dad y sociedad, grupo y grupo, sino tambin entre
una ocasin y otra. Y lo mismo pasa con otros ele-
mentos: existe, pues, un simbolismo del cuerpo, un
idioma del aspecto y de los gestos individuales, que
tiende a reclamar en quien acta aquello que exi-
ge de los otros, y por otros se entiende aquellos y
slo aquellos que estn en su inmediata presencia
(1967, 35).
El manifestar a alguien que se es accesible, que se
est interesado en mantener la accesibilidad y se est
adecuadamente comprometido en la situacin, signi-
fica transformar un hecho fsico, espacial, en un
un fin, se cuida el mantenimiento de una relacin ecolgica
del tipo tmirarse a los ojos', aumentando al mximo la
oportunidad de captar las percepciones recprocas. La aten-
cin se concentra sobre un mismo tema (1967, 37).
47
acontecimiento social: ste es uno de los motivos de
inters sociolgico respecto a la interaccin. El man-
tener vivos los microsistemas sociales requiere un
trabajo complejo, aunque sea tan rutinario como
parecer absolutamente normal y espontneo. Pero
est claro que se trata de una espontaneidad regu-
lada, muy poco semejante a un actuar libre de toda
obligacin o sancin.
La tarea de dedicarse espontneamente a una
cosa cuando el hacerlo nO es un deber frente a
s mismo o frente a los otros, es algo delicado, y
todos nos hemos dado cuenta de cundo nos he-
mos metido en quehaceres enojosos o difciles.
Las acciones del sujeto deben lograr satisfacer
sus obligaciones de compromiso, pero en cierto
sentido aqul no puede actuar directamente de
modo que satisfaga estas obligaciones, en cuanto
que un esfuerzo semejante le forzarla a trasladar
su atencin desde el tema de la conversacin al
problema de lograr interesarse espontneamente.
Esta componente de impulsividad no racional, no
slo tolerada, sino exigida, es una de las diferen-
cias ms importantes que existen entre el orden
de tipo interactivo y los otros tipos de orden so-
cial.
La obligacin del sujeto de mantener el propio
inters espontneo en la conversacin, la dificul-
tad que experimenta al hacerlo, lo colocan en una
posicin delicada. En realidad est siendo ayudado
por los otros sujetos que participan ( ... ). Pero en
el momento mismo en que es ayudado, l debe
tambin ayudar a otros, y as su funcin de sujeto
interactuante se hace ms complicada.
En este fenmeno est uno de los aspectos fun-
damentales del control social de la conversacin:
el sujeto no slo debe mantener su propio inte-
rs, sino que debe actuar de modo que haga que
los otros mantengan el suyo.
Esto es lo que el sujeto debe a los otros en
cuanto que participan en la interaccin, incluso
el prescindir de lo que les debe en virtud de las
cualidades sobre cuya base participan, y esta obli-
gacin es la que demuestra cmo cualquiera que
sea el rol social que ejercite durante una con-
versacin, un sujeto debe adems ejercitar el pa-
pel de interactuante (1967, 126, los subrayados son
mos). .
48
Las conversaciones fatigosas, cuando se busca afa-
nosamente un tema cualquiera y las pausas de si-
lencio 13 se hacen amenazadoras y embarazosas, de-
notan una escasa cooperacin entre los sujetos para
sostener los compromisos recprocos. Lo que resulta
entonces comprometido no es solamente la locuaci-
dad, la capacidad de entretenimiento, etc., sino toda
la imagen del sujeto como actor social: no sola-
mente est amenazada la conversacin, sino el con-
junto del encuentro, y por lo tanto una (pequea)
realidad social.
Las interacciones no son cscaras vacas, ocasio-
nes que vuelan, y que hay que llenar con los conte-
nidos de los roles sociales desempeados en ese mo-
mento; no se les mete dentro slo lo que uno lleva
encima (la propia biografa social), sino que poseen
por s mismas una estructura definida, imponen obli-
gaciones y normas que definen su realidad. Y siem-
pre representan una pequea habitacin estrecha
donde hay ms puertas y ms razones psicolgica-
mente normales para salir de cuanto puedan imagi-
nar aquellos que son siempre leales respecto a la
sociedad situacional (1963, 341). Ser ayudado y ayu-
dar a los otros a mantener la accesibilidad y el com-
promiso correcto, sacar a la luz la componente con-
tractual, de cooperacin, ya vista a propsito de la
definicin de la situacin: sta es la caracterstica
estructural bsica de la interaccin:
Se trata de una tpica aceptacin operativa:. y
no rea!, puesto que se funda no sobre valora-
ciones odas y expresadas sinceramente, sino so-
bre la voluntad de aceptar temporalmente como
verdaderos unos juicios sobre los cuales los par-
ticipantes, efectivamente, no concuerdan ( ... ). Este
acuerdo no excluye expresiones de diversidad de
opinin por parte de los dos participantes, aunque
cada uno de ellos demuestre respeto por los de
ms, controlando las expresiones de su desacuer-
do de modo que manifiesten una valoracin del
interlocutor que ste pueda aceptar (1967, 14).
13 De un cierto silencio: de hecho hay varios tipos de
silencio muy distintos entre s. Se tratar de ellos en el
captulo sobre las conversaciones.
49
La estructura de la interaccin organiza, pues, la
comunicacin acerca del comunicar. Adems de ex-
presar una relacin social y algunos caracteres de
los sujetos participantes, la interaccin cara a cara
reproduce en cada ocasin las condiciones de for-
macin de una (micro)realidad social. Este es, pues,
el origen y el medio principal por el que un sujeto
capta el sentido de la realidad social. de la com-
prensin del propio s mismo y del s mismo de los
dems. Es en las interacciones cara a cara donde
todo ello se elabora, se proyecta, se redefine, se va-
lora, se desacredita, se aprueba, etc. Adems, la es-
tructura de las interacciones, al transformar a los
sujetos co-presentes en individuos recprocamente
accesibles a la comunicacin, constituye (por as
decirlo) un requisito previo de muchsimas activida-
des sociales: si no existiese una estructura de la in-
teraccin y de los encuentros sociales, la sociedad
misma se disgregara. El orden estructural de las
interacciones es lo que permite que se realicen los
fines instrumentales del actuar: es precisamente a
travs de la accesibilidad ritualmente regulada en la
interaccin donde los sujetos significarn el uno al
-otro que no tienen intencin de explotar la posibili-
dad de agresin suministrada por la presencia fsica
{Giglioli 1971, XXXII).
2.1. Los rituales difusos
En Goffman abundan las metforas: la conversa-
cin es una parcela muy reducida hecha de con-
fianza y lealtad, con sus propios hroes y sus pro-
pios prisioneros (1967, 124); la regla sobre las
maneras de mirar a los interlocutores impone que
cuando los cuerpos estn desnudos las miradas es-
tn vestidas (1971, 71); las apariencias se disponen
a lo largo de un continuum, las vlidas y apreciables
en un extremo, las obviamente falsificadas, en otro:
pero en las cuestiones importantes ( ... ) las dos ex-
tremidades del continuum pueden unirse de modo
que formen un nudo corredizo (1969, 391); la con-
versacin es como un montn de desperdicios en el
que estn mezclados pedazos y residuos de todas las
so
operaciones sobre los frames propias de una cultu-
ra (1974, 499); el trabajo de un publicitario que debe
poner en escena el valor de un producto es como
el de una sociedad que impregna sus situaciones
de ceremonias y rituales destinados a facilitar la
recproca orientacin de los participantes (1977) 14.
Hay adems metforas que dan vida a modelos anal-
ticos completos: la vida social como representacin
teatral, la interaccin como forma de estrategia, los
encuentros sociales como formas ceremoniales y ri-
tuales. A veces estos aparatos metafricos sirven
solamente para dar fuerza al discurso que Goffman
intenta hacer; otras veces en cambio ponen ms en
evidencia aspectos que de otra forma quedaran fue-
ra de nuestra observacin o devaluados. Es el caso
de la que yo llamo metfora del ritual.
Siempre que el sujeto est en presencia de otros
debe mantener un orden ceremonial por medio
de rituales interpersonales. Est obligado a tratar
de actuar de forma que las consecuencias expre-
sivas de todos los acontecimientos que se verifi-
quen en aquel lugar sean compatibles con el es-
tado que l y los dems presentes poseen (_ .. ). El
orden ceremonial mantenido por los sujetos cuan-
do stos no estn en relacin directa hace algo
ms que permitir simplemente que cada partici-
pante d y reciba lo que merece.
Manteniendo un comportamiento correcto, el in-
di\Tiduo da crdito y contenido a las entidades
interacciona les mismas ( ... ) y se hace a s mismo
accesible y utilizable para comunicar (1967,192-193).
Probablemente estamos acostumbrados a conside-
rar el ritual como una bagatela, un suplemento sim-
blico de una realidad sustancial que est en otra
parte; pero quizs al pensar as tenemos ms presen-
tes los rituales de las instituciones que los nuestros
14 Ambos utilizan para hacer esto los mismos procedi-
mientos fundamentales: exhibiciones de intenciones, orga-
nizacin microecolgica de la estructura social, idealizacin
aprobada, exteriorizacin por medio de gestos de aquello
que puede parecer una reaccin ntima e.. ). Pero el publici-
tario tiene que contentarse con presentar en la fotografa
apariencias mudas e inodoras, limitaciones que los rituales
de la vida cotidiana no conocen (1977, 37).
51
propios, los que cumplimos cada da para demos-
trar deferencia, respeto, tacto, para mantener la pro-
pia imagen social. A travs de ellos demostramos
.que reconocemos -y pedimos que sea reconocido--
el adecuado respeto a nosotros mismos y a la situa-
.cin. En esta perspectiva, el ritual no es una frmula
vaca que esconde los funcionamientos reales de las
instituciones: es mds bien el conjunto de actos a
travs de los cuales el sujeto controla y hace visibles
las implicaciones simblicas de su comportamiento
cuando se halla directamente expuesto ante otro in-
dividuo (u objeto que sea de particular valor para l).
El ritual desarrolla una importante funcin regu-
ladora en la interaccin:
dondequiera que sea, las sociedades, por el hecho
de serlo, deben movilizar a sus miembros como
participantes que tengan la capacidad de autocon-
trolarse en los encuentros sociales. Un modo de
movilizar al individuo con este fin es el respeto
al ritual: se le ensea a ser perceptivo, a tener
sentimientos coherentes con su propio s mismo,
un s mismo a su vez expresado a travs del ros-
tro; a tener orgullo, honor y dignidad; a tener, con
respecto a los dems, tacto y un cierto autodomi-
nio (1967, 49).
Las reglas ceremoniales que se expresan en los
rituales interpersonales sirven para comunicar con-
vencionalmente el propio carcter, el juicio sobre
los otros participantes; en una palabra, para refor-
zar y confirmar la definicin de la situacin y el
acuerdo que sobre ella se ha conseguido. Se trata,
pues, de rituales muy difundidos y fundamentales
para la adquisicin de la competencia de miembro
.social: un ejemplo domstico de este hecho es el
modo en que se ensea a los nios a mostrar agra-
decimiento: IJI:yahora qu se le dice a este seor... ?
Gracias, obviamente.
Los elementos simblicos de los rituales sirven,
pues, para manifestar el compromiso necesario para
sostener la imagen de s que tienen los participantes
en una interaccin.
Apreciamos quizs las buenas maneraS (pero no
todo el ritual coincide con ellas) sin darnos cuenta
52
de su importancia sociolgica y de su funcionamien-
to. Por ejemplo, cuando se pregunta la hora a al-
guien, y generalmente se da esta corrientsima al-
ternancia de intervenciones:
(1) A: Perdone, sabe qu hora es?
(2) B: S, son las seis
(3) A: Gracias
(4) B: De nada
A no solamente hace una pregunta, sino que al
mismo tiempo presenta una disculpa para neu-
tralizar el hecho de haberse dirigido a un extrao;
B demuestra que acepta la jugada propuesta por A,
quien a su vez, en (3), no slo da las gracias por la
informacin obtenida, sino tambin porque B no ha
considerado como inoportuna su primera interven-
cin; por fin, B demuestra con su minimizacin
que considera que los participantes en este inter-
cambio ritual han exhibido suficiente respeto y acep-
tacin recproca.
Al tropezar casualmente con alguien (o al simular
una casualidad semejante), al empezar a hablar al
mismo tiempo que el otro, o al pisarle un pie, se
incurre en un cierto tipo de incorreccin: despus
de que algo as ha sucedido, el trabajo ritual que el
ofensor debe llevar a cabo es el de demostrar que
el hecho incorrecto no era en realidad una ntida
expresin de su actitud, o que esa actitud con res-
pecto a la regla infringida se ha modificado. En
otros trminos, debe demostrar que ha conseguido
una correcta relacin con dicha regla, y este es pre-
cisamente un problema de manifestar una relacin,
de emplear material simblico, no de reparar una
prdida. Un gesto que atestige la no-voluntariedad
de la infraccin restablece una versin digna del
s mismo de la persona incorrecta. Slo la visin
secular de la sociedad nos impide apreciar la ubi-
cuidad y la estrategia de las colocaciones de los ri-
tuales y correspondientemente su rol en la organi-
zacin social (1971, 89).
53
2.2. Los mdrgenes de la interaccin
Se ha aludido en 1.1. a la distincin analtica entre
actividad de comunicacin y actividad de interac-
cin. Tratndose de cosas intrnsecamente relaciona-
das entre s, los dos trminos se hacen casi inter-
cambiables: interactuar significa dar vida a cual-
quier tipo de intercambio comunicativo y la comu-
nicacin se da siempre en el marco de cualquier
sistema de interaccin. Pero es constante en el tra-
bajo de Goffman el intento de esclarecer que los dos
trminos indican rdenes de actividad diferentes en-
tre s. Existe una jerarqua entre comunicacin e
interaccin y el primer puesto corresponde a la in-
teraccin.
El descubrimiento de que el trmino comuni-
cacin poda ser usado para indicar en general
aquello que sucede cuando los individuos estn
reunidos ha sido casi desastroso: la comunicacin
entre las personas, unas en presencia de las otras,
es de hecho una forma de interaccin o conducta
cara a cara, pero esta ltima no es slo ni en
todos los casos una forma de comunicacin (1969,
311).
La comunicacin es una actividad posible en vir-
tud del trame de la interaccin que constituye a
los sujetos en personas recprocamente accesibles:
es en las (micro )realidades sociales construidas por
la interaccin donde es posible comunicarse. En
otros trminos, los mdrgenes de la interaccin son
ms amplios que los de la comunicacin y estdn
continuamente entremezclados.
Sobre la base de esta distincin . Goffman critica
la aproximacin informativa a la comunicacin (1974,
cap. 13), que llama modelo de la caja negra. En l
los interlocutores se configuran como entidades que
responden a preguntas, dan rdenes, interrogaci.ones,
hacen descripciones, afirmaciones, expresan dudas,
formulan peticiones, etc.: el proceso de comunica-
cin es sustancialmente transparente y lineal aun-
que pueda haber incidentes, interferencias, malas
interpretaciones; es en definitiva el traspaso, ms o
menos afortunado, de paquetes de informaciones de
un extremo al otro. En realidad funcionamos bastan-
te poco como una caja negra: los actos comunica-
tivos estn constantemente ligados a movimientos
de interaccin que pueden desmentir, desacreditar,
atenuar, cancelar aquello que comunicamos; los
mensajes se ponen entre comillas, es decir, colo-
cados dentro de una secuencia en la que el prin-
cipio y el fin estn marcados, y como se sabe, las
comillas pueden emmarcar de forma muy distinta
lo que contienen (no slo son indicadoras de una
cita). Un ejemplo nos viene dado por un ritual de
interaccin que comprende los signos de relacin
(tie-sign,' 1971, cap. 5): stos sirven para evidenciar
la existencia y el estado de las relaciones entre los
sujetos. Este ritual no est constituido por la forma
en que los sujetos comunican hechos acerca de su
relacin (aunque el aspecto comunicativo subsiste,
evidentemente), sino en primer lugar por el modo
en el que su conducta cara a cara permite definir la
relacin que existe entre ellos. Los signos de rela-
cin son movimientos de interaccin, no comunican
mensajes IS. Una clase especial de signos de relacin
es la de los ndices de cambio, a saber, acciones y
acontecimientos que establecen y manifiestan la exis-
tencia de una nueva relacin social, el surgimiento
de una interaccin diferente a la que exista (si es
que exista alguna). Un caso tpico es el nacimiento
de una relacin de pareja (que entre otras cosas im-
plica muchas veces la presencia de una situacin
social, una fiesta, una reunin, encuentros en el tra-
bajo, etc.). Aqu acta probablemente un ritual es-
tratgico de este tipo. El iniciador del proceso se
15 Adems el significado de los mensajes transmitidos est
orientado de forma distinta segn la identidad social de los
participantes en la interaccin: si un hombre mayor y una
mujer joven se toman la mano, lo que queda significado
por el signo de relacin es el vnculo que los une: su iden-
tidad social en cuanto tal es relativamente poco importante.
Si dos hombres se cogen la mano, el signo de relacin no
indica tanto que tenga una relacin socialmente estigmatiza-
da, sino ms bien que cada uno de ellos tiene una identidad
estigmatizada.
54
55
expone a s mismo a la posibilidad de rechazo o de
ser mal aceptado, peligro que no corre generalmente
quien mantiene las distancias, y el destinatario/a
se expone tambin a la posibilidad de manifestar
que personalmente encuentra al otro deseable, sin
obtener la relacin que tradicionalmente salvaguar-
da esa aceptacin. Dadas estas posibilidades de
descubrirse, con la consiguiente situacin desai-
rada, se pone en marcha una especie de tctica es-
tratgica. Aquel o aquella que inicia el proceso acta
de modo que resulte lo bastante emprendedor y
lo suficientemente capaz de desalentarse como para
que, en caso de rechazo, ste pueda manifestarse de-
licadamente, indirectamente, permitindole mantener
una lnea (de iniciativa y de comportamiento) con-
forme a la cual no se ha iniciado ninguna apertura.
Es decir, que se deja (y los dems pemiten que se
deje) terreno para una honrosa retirada. El desti-
natario/a, a su vez, cuando desea animar a una aper-
tura, lo hace de tal forma que puede aparecer como
puramente amistosa, de modo que si surge la necesi-
dad de replegarse, tiene a mano esta justificacin.
De estas jugadas resulta una ambigedad de fondo
que sin embargo no deriva de falta de acuerdo entre
los actores, ni de imperfeccin en la comunicacin 16,
ni siquiera de una grieta en la organizacin social
del encuentro en el que se dan estas jugadas. La
ambigedad es algo ms bien intrinseco en la parti-
cipacin competente de los sujetos en el juego de
las relaciones sociales. Las comunicaciones que se
intercambian en este proceso de cortejo no lo ago-
tan: existe tambin esa forma de tacto en la inter-
accin que permite mantener en pie la realidad ser
cial del episodio sin que los sujetos queden mal.
El ejemplo de este ritual es intrascendente, pero
ofrece la ventaja de que a todos nos ha pasado al
menos alguna vez en la vida. Es cierto que se trata
de un comportamiento de clase media americana:
en Mugello y en Salento las cosas seguramente son
de otro modo. Adems se ha dado la emancipacin
de la mujer, la evolucin de las costumbres, en fin,
16 Como, por el contrario, podra interpretarse, segn el
modelo de la caja negra .. ,
somos ms libres y ms liberados, y la descripcin
no se adapta a todas las situaeionessociales de ese
tipo. Pero ni siquiera Goffman dice. que haya una
nica estructura para esta clase de encuentros, sino
solamente que stos estn estructurados y que los
sujetos deben realizar un cierto trabajo (interaccio-
nal) para sostener la realidad de estas situaciones.
Si por una parte es cierto que el contacto de las
personas en la vida diaria presenta un valor difuso
de comunicacin, no se debe olvidar que son las re-
glas de conducta las que transforman en expresin
los elementos del comportamiento:
las comunicaciones, verbales o no verbales, son
solamente aquello que se transmite a travs de
otra cosa. Esta otra cosa son los esquemas apro-
bados de accin, de asociacin y de coparticipa-
cin, mediante los cuales los sujetos estn obli-
gados a regular las ocasiones en las que se en-
cuentran juntos. Las infracciones comunican algo
tambin, pero no son en primera instancia infrac-
ciones de las comunicaciones, sino ms bien de
las reglas que gobiernan el encontrarse juntos ( ... ).
Lo que me interesa subrayar es que cuando se da
una comunicacin, se empieza a hablar, y debera
empezarse solamente cuando los que estn en pre-
sencia unos de otros lo estn en el mbito de un
tipo especial de asociacin ritualmente bien defi-
nida (1967, 158159, el subrayado es mo).
La competencia sobre el lenguaje (incluyendo la
competencia sobre las ocasiones y sus contextos de
uso) representa, pues, una parte de una competen-
cia ms amplia que se refiere, adems de a los sis-
temas expresivos, al ser miembro adiestrado de un
organismo social. Nuestra capacidad de sostener
conversaciones no se explica slo en trminos comu-
nicativos, sino que adems nos compromete y nos
moviliza para un encuentro social, [para] un estar
juntos que ritualmente regula los riesgos y las opor-
tunidades que contiene el intercambio verbal cara
a c r ~ (1975, 7).
56
57
2.3. La componente estratgica
2.3. A veces sucede que nos encontramos en un
atasco de carretera y estamos a punto de colisionar
con otro automovilista al pasar por un espacio muy
pequeo. Tpica situacin regulada y conflictiva:
existen unas normas precisas ( el cdigo de circu-
lacin) que prevn un cierto orden de preferencia,
y existe tambin una especie de competividad, de
duelo, referente a quin puede sacar ventajas de
las circunstancias; es una situacin que sirve de
ejemplo de cmo muchas veces las reglas funcionan
y se recurre a ellas a posteriori ( despus de una
probable colisin) para establecer un orden de res-
ponsabilidades que los hechos no siempre respetan;
un suceso que indica cmo a] mismo tiempo hay un
inters por la colaboracin (evitar el choque) y por
el conflicto (conseguir pasar el primero). Es proba-
ble que en esta situacin cada uno de los sujetos
tienda a dirigir las decisiones del otro influyen-
do en sus expectativas con respecto al comporta-
ji
I
miento del adversario y a las consecuencias que tal
1'1 comportamiento tendr. Se trata de disuadir al otro
I
automovilista de pasar el primero: para ello es pre- .
ciso que B en su valoracin de la situacin suponga
que A tiene la intencin de pasar el primero y que
ha empezado (o no puede por menos de empezar)
el curso de la accin necesario para conseguir ese
propsito. Si es verdad que este elemento est pre-
sen te en la valoracin de B, es asimismo cierto que
la valoracin de A acerca de la situacin debe in-
cluir tambin la valoracin (posible) por parte del
otro. El juego termina con la colisin o con la
jugada de uno de los dos automovilistas que indica
claramente el curso de accin emprendido, y por
tanto la valoracin efectivamente correcta.
Si durante una interaccin uno est observando
a su interlocutor para saber qu veracidad puede
atribuir a sus comunicaciones y a las cualidades que
demuestra tener, valorar sobre todo aquellas expre-
siones que normalmente se escapan a un control
consciente; pero tambin puede suceder que el su-
58
jeto observado, consciente de estar bajo examen,
controle precisamente aquellos elementos, y puede
ocurrir que el observador tambin incluya este he-
cho en su valoracin. Las apariencias normales re-
sultan entonces las ms sospechosas, puesto que son
utilizadas estratgicamente para desviar la valora-
cin de la otra parte llevndola a la confusin. As,
en un rastreo, aquello de lo que se sospecha y ante
lo que se est alerta son precisamente las ventanas
absolutamente normales detrs de las cuales es pro-
bable que estn apostados los pillos; de este modo
los juicios de valor que generalmente se forman de-
ben ampliarse hasta el punto de incluir las (proba-
bles) valoraciones del adversario. Las condiciones de
la interaccin estratgica prevn, pues, dos o tres
actores que vienen a encontrarse en una situacin
de colisin recproca en la que cada parte debe cum-
plir una jugada: y cada jugada tiene consecuencias
decisivas para todos los actores y es escogida a la
luz de lo que cada uno imagina que el otro imagina
a su vez (l969). '
La perspectiva estratgica -(que Goffman extrae
de un famoso texto de T. Schelling, 1960}- se basa
en la completa interdependencia de los resultados,
en el reciproco conocimiento de este hecho y en la
capacidad de utilizar tal conocimiento en el desarro-
llo de la interaccin. La perspectiva estratgica tie-
ne un desarrollo dinmico que corresponde a la
secuencia de jugadas que sigue a la valoracin de
la situacin, incluida la valoracin que el' otro hace
de la valoracin del adversario: sin embargo, el ci-
clo sera potencialmente indefinido si los sujetos va-
lorasen la valoracin de su valoracin valorada por
el otro, etc. Se dara entonces lo que Goffman llama
la degeneracin del juego estratgico, al final de
la cual se derrumba la posibilidad de interaccin.
Cuando falta un mnimo de plausibilidad (es de-
cir, una valoracin que no sea posteriormente mi-
nada por la hiptesis de clculo del adversario), las
relaciones sociales entre los individuos resultan ex-
tremadamente arduas; lo que estamos menos dis-
puestos a considerar es que se obtendra el mismo
resultado si hubiese siempre y en todo caso el m-
ximo de verosimilitud. Ambos extremos son situa-
(
59
ciones tericas y basndonos en ellas no es fcil
comprender lo que ocurre concretamente. Si la es-
trategia de la interaccin degenera, las realidades
sociales se hacen frgiles, difciles de definir, irrea-
les: un agente secreto puede ciertamente hacer el
doble juego, incluso el triple, ser confundido an
ms veces, pero despus de un cierto nmero de
confusiones, cuando ya no se entiende de qu parte
est (si es que est de alguna parte), y por lo tanto
ya no es posible establecer la credibilidad de sus
comunicaciones, es probable que sea abandonado a
su destino (tambin los polticos que siguen todas
las corrientes llegan antes o despus al mismo
fin). Hay, pues, unos lmites para la degeneracin
estratgica. Goffman los identifica, por ejemplo, en
los lmites de la habilidad de los jugadores, en su
naturaleza humana, es decir, el poder disponer de
recursos limitados en situaciones que permiten op-
ciones limitadas (y no todas las tericamente posi-
bIes), en el hecho de que una estrategia de juego
sea demasiado sutil y no se tome en consideracin
por la otra parte, en el desarrollo de la interaccin
estratgica en un mbito social donde existen nor-
mas ms o menos interiorizadas y por lo tanto es
previsible una cierta tendencia a recualificar la ino-
cencia (la buena fe, la confianza, etc.).
Aadira, por fin, las llamadas pasiones 17, au-
tnticas fuerzas sociales que modelan y modifican
comportamientos y comunicaciones: el honor 18 pue-
de imponernos en un momento determinado el de-
cidir una estrategia que quiz sea perjudicial, pero
que pennite conservarlo, as como el deseo de im-
ponernos nos induce a conseguir victorias tempora-
les que luego resultan demasiado costosas, etc.
17 Sobre el tema de las pasiones como elemento funda-
mental de los funcionamientos comunicativos y semiticos,
agradezco a Paolo Fabbri las sugerencias que he recibido
de l.
18 El honor funciona como mediador entre las s p i r c i ~
nes individuales y el juicio de la sociedad ( ... ). La lucha por
el honor no es solamente la base sobre la cual los indivi
duos compiten, sino tambin aquella sobre la cual cooperan_
(Pitt-Rivers, en Honor, en International Encyclopedia of
the Social Sciencies, McMillan Company).
60
En la vida diaria, la existencia de lmites para la
degeneracin estratgica muestra cmo a menudo
en las interacciones lo que se da, ms que un juego
estratgico efectivo, es un esbozo de ste: no siem-
pre los actores siguen un plan preconcebido, con
valoraciones cuidadas y totalmente recprocas; fre-
cuentemente las jugadas, apenas vislumbradas, se
revocan, se modifican: es preciso evitar el atribuir
un juego completo a personas que no son jugadores
y que de hecho no estn jugando (1969, 468). El
juego estratgico de la interaccin, ms que un es-
quema general para cada ocasin social, es un com-
ponente parcial de muchos encuentros.
3. EL INDIVIDUO COMO ACTOR-PERSONAJE
El segundo polo fundamental del discurso goffma-
niano est representado, como ya he dicho, por el
problema de la naturaleza de los actores sociales y
de su s mismo. A este tema se dedicarn los pr-
ximos prrafos. Cmo se pueden definir y quines
son los participantes en la interaccin? Qu es 10
que se pone en juego en los encuentros sociales?
Cul es la relacin entre los roles sociales desem-
peados por los actores, y los actores mismos en su
papel de interactores? Las respuestas de Goffman
a este conjunto de interrogantes se pueden dividir
en dos partes bien distintas: ante todo hay que dis-
tinguir en la interaccin 10 que se est represen-
tando, lo que constituye la definicin de la situacin
y del s mismo de los participantes, de aquello que
. actualiza la representacin y la definicin del pro-
pio s mismo. Hay una separacin entre quien re-
presenta y aquello que es representado, entre el ac-
tor y el personaje, entre quien pretende ser un cierto
tipo de persona y el cierto tipo de persona que aqul
pretende ser. Mas all de los mltiples roles socia-
les que se toman y se representan, est aquel que
los representa y los encarna.
Tanto si el personaje que se presenta es serio
como si es superficial, de estatus elevado o hu-
milde, el individuo que lo presenta ser conside-
6l
rado por lo que es generalmente, un actor solita
rio ocupado en una frentica actividad para poner
en escena su representacin. Detrs de las mlti-
ples mscaras y de los distintos personajes, cada
actor tiende a tener un solo aspecto, un aspecto
desnudo, no-socializado, de concentracin: el as
pecto de alguien que est ocupado en un objetivo
difcil y traicionero (1959, 268, el subrayado es mo).
Sustrayendo idealmente de las interacciones todo
lo que est ligado a la definicin de la situacin, a
las reglas de comportamiento, a las operaciones so-
bre los frames, al mantenerse accesibles y recpro-
camente abiertos a la comunicacin, es decir, qui-
tando a los encuentros todo aquello que los hace
realidades sociales, quedara este residuo de con-
centracin del individuo como entidad pre-social,
unidad psicolgica y biogrfica, ms ac de los re-
quisitos que son necesarios para construir agregados
sociales.
Este individuo todava extrao al juego de las re-
presentaciones y de las definiciones, sujeto residual,
no le interesa a Goffman: de aqu procede en parte
la total ausencia en su obra, de un punto de vista
psicolgico acerca de la vida social. Este ltimo ca-
racterizara a quien construye las imgenes y no a
las imgenes que tejen la trama de la interaccin.
La distincin entre quien representa y aquello que
es representado se traduce en otra separacin, la
que hay entre actividad instrumental y expresiva.
Es muy importante observar que tambin en las se-
cuencias de acciones que terminan en la consecucin
de fines prcticos (y no slo en la manipulacin de
otros individuos), una parte de ellas est encaminada
a expresar, a representar la tarea, ms que a reali-
zarla materialmente. Los que trabajan en pompas
fnebres, los distribuidores de gasolina, los mdi-
cos 19, los atletas, profesores, lanzadores de cuchillos,
directores de orquesta y muchas otras categoras pro-
19 En el estudio de Sudnow, 1967, que examinar en el
segundo captulo, se relata la costumbre difundida entre
los nuevos internos de un gran hospital americano de entrar
en la cafetera vistiendo aposta una bata sucia, para de-
mostrar su gran proximidad al trabajo realizado en los
quirfanos.
fesionales, estn ocupados en cierta medida en rea-
lizar representaciones que atestigen un nivel es-
tndar de profesionalidad; hay una puesta en es-
cena que est estrechamente unida con el hacer
instrumental, y si sta falla queda desvalorizada tam-
bin la habilidad profesional. Un ambulatorio que
no ponga de manifiesto un cierto tipo de escena-
produce algunas dudas sobre la capacidad tcnica
del mdico.
En lugar de realizar simplemente la propia ta-
rea dando salida a los propios sentimientos, el
actor expresa en ella su ejecucin, transmitiendo
de una manera aceptable lo que siente. General-
mente la representacin de una actividad es en
cierta medida distinta de la actividad misma y,
por lo tanto, inevitablemente falsa (1959, 77, el
subrayado es mo).
E! componente expresivo implica, pues, no slo
una definicin de quines somos, sino tambin de lo
que hacemos. Los elementos de representacin de
la situacin humana -que en la literatura sobre
Goffman son considerados como el nudo crucial
de su modelo dramtico de sociologa de la vida
cotidiana -se refieren esencialmente al estar im-
plicados de forma constante en una puesta en esce-
na, en la que se requiere la coherencia expresiva, so
pena de perder la apariencia, del descrdito de las
pretensiones, de la disolucin de la definicin de la
situacin proyectada, de la inestabilidad del sentido
de realidad. Esta representacin implica adems la
posibilidad de recortar en el propio espacio social
una zona de bastidores donde poder prepararse, afi-
narse, relajarse (<<muchas veces parece que reserva-
mos todo el entusiasmo y el inters del que somos
capaces para aquellos ante los cuales escenificamos
un espectculo y que el signo ms inconfundible de
solidaridad entre bastidores es el de considerar
inocuo el abandonarse a un humor a-social, enfada-
do y de silenciosa irritacin (1959, 153, el subrayado
es mo).
La metfora teatral ha sido tal vez interpretada
en clave moralista, identificando el hecho de inter-
pretar un papel, de desempear un rol, de retirarse
62
63
11
tras los bastidores, como un moverse entre un cmu-
lo de ficciones, engaos, manipulaciones cuidadosa-
mente preparadas y tramadas. Nos choca la idea de
(imposibles) interacciones entre sujetos totalmente
imprevisibles e indignos de confianza, pero ello nos
oculta la anloga imposibilidad de interaccin entre
sujetos que fuesen, por el contrario, total e ntegra-
mente dignos de consideracin y de buena fe.
Tenemos tendencia a considerar las representa-
ciones verdaderas como algo en ningn modo ar-
tificial, un producto no intencional del individuo
que reacciona automticamente ante la situacin
que se le presenta. Por otra parte, consideramos
las representaciones artificiales como algo que se
ha hecho fatigosamente en comn, una ficcin tras
otra, ya que no existe una realidad con respecto
a la cual los distintos elementos del comporta-
miento sean una reaccin directa.
Ser necesario ver cmo estas concepciones di-
cotmicas constituyen la ideologa del hombre
honrado, que refuerza el espectculo que se re-
presenta, pero ofrece una psima base para el
anlisis ( ... ). Una representacin honesta, y seria,
sincera, est menos estrechamente ligada al mun-
do de la realidad de lo que a primera vista se po-
dra creer ( ... ). Y esto parece ocurrir porque la
relacin social comn est de suyo organizada
como una escena, con intercambios de acciones
teatralmente hinchadas, contra-acciones y golpes
finales (1959, 82, 83, los subrayados son mos).
;,)
Desde este punto de vista estamos acostumbrados
'1
il
a pensar que las apariencias normales de las per-
:
sonas o de un escenario social son algo dado, que
solamente puede ser reconocido: en realidad son
para los dems (y para nosotros mismos) el..1raje
que hay que ponerse. y por este motivo es por lo
que el desaparecer de la circulacin, el hacerse clan-
destino, no significa tanto esconderse cuanto estar
presente sin hacerse notar. Por ello, la sorpresa de
los vecinos de la casa y de los mass-media cuando se
descubre a una persona clandestina, ante su absoluta
normalidad, reproduce un sentido comn muy
poco apto para analizar el fenmeno.
Al final del captulo volver sobre el tema de la
metfora teatral; por ahora quisiera que quedase
de manifiesto cun equivocada es una lectura de
Goffman en trminos de actores que (se) engaan,
que construyen ficciones que alteran la verdad de
las cosas. Semejante interpretacin est totalmente
incluida en la ideologa del hombre honrado, o a
su vez, incluida en un concepto pacificado, neutro
y referencialista del lenguaje. La inocencia -en la
obra de Goffman- est descalificada no a favor
de la perfidia, sino en cuanto que constituye una
mala base de anlisis de los comportamientos socia-
les. Es admitida como premisa operativa de las
interacciones, no como dato natural de los sujetos.
En principio, entre la representacin engaosa de
un estafador y la representacin sincera de un
padre que se muestra iracundo con su hijo para
inculcarle ciertos comportamientos, no existe nin-
guna diferencia desde el punto de vista interaccional
(ambas intentan mantener una cierta definicin
exigida por la situacin): seguramente existen mu-
chas diferencias, que sin embargo podran recon-
ducirse a puntos de vista diversos. Y continuando
con el ejemplo, la mirada con la que el padre al
que hemos aludido quiere significar disimuladamen-
te a otro padre que est haciendo un papel (aqu,
el de dar una reprimenda) dirigido a un destinatario
especfico, expresa que se est llevando a cabo una
representacin, que hay un pblico y un compaero
de equipo que comparte los secretos de la represen-
tacin (los cuales desacreditaran la representacin
misma si el destinatario llegara a su conocimiento).
Aunque el actor acte como si su reaccin ante
una situacin fuese inmediata, rpida y espont-
nea, e incluso aunque est efectivamente conven-
cido, es siempre posible que en determinados ca-
sos el mismo actor transmita a uno o dos de los
presentes informaciones tales que dejen entrever
cmo el espectculo que se est desarrollando es
slo y simplemente un espectculo (1959, 197, el
subrayado es mo).
Los apartes no se ven solamente en el teatro,
pues tambin nosotros los usamos con gran fre-
cuencia. En las interacciones de la vida cotidiana
64
65
las personas representan roles, papeles, dan imge-
nes de s mismas, requieren ciertos estndares de
comportamiento: la recproca accesibilidad regula-
da en los encuentros sociales es una accesibilidad
para recibir y transmitir estos flujos de representa-
ciones y comunicaciones que describen personajes
y sus acciones. Quien est ms ac de la escena es
pOl.-O idneo para sostener coherentemente las obli-
gaciones de una relacin social: hay una
neta disonancia entre nuestro yo demasiado hu-
mano y un yo socializado. Como seres humanos
somos principalmente criaturas de impulsos va-
riables, con humores y energas que cambian de
un momento a otro; como personajes ante un p-
blico, sin embargo, no podemos permitirnos altos
y bajos (1959, 68).
Parece, pues, que la jaula del escenario y de la
representacin es necesaria para sostener las inter-
acciones. La naturaleza regulada de la interaccin y
la cooperacin en la recproca accesibilidad requiere
personajes coherentes, reconocibles, que no estn
prontos a aprovechar el ms mnimo paso en falso;
requiere que el individuo se transforme en personaje
para poder sostener -sin amenazarla constantemen-
te- la realidad social de las interacciones cara-aoCara.
Es el umbral mnimo de sociabilidad el que impone
los personajes, autentifica las representaciones y
echa abajo a los individuos en cuanto actores que
construyen impresiones.
Hasta este punto, aunque slo sea como una rea-
lidad nacida del anlisis, al individuo en cuanto ac-
tor le queda siempre una ubicacin, bien sea la de
presentar un aspecto no socializado, bien sea la de
representar a alguien que est empeado nicamen-
te en una labor incierta. Pero el desarrollo .del pen-
samiento de Goffman modifica parcialmente el pro-
blema. Se da como una ulterior disolucin del as-
pecto no socializado del individuo: el juego de las
representaciones slo hace entrever algo detrs de
l, pero no se detiene en un punto ms all del cual
aparezca un fabricante de imgenes. El individuo no
es ya definido como una percha en la que se susten-
66
18 un personaje: se pasa de las muletas a los fan-
tasmas.
Hay una tendencia a asumir que, si bien un rol
es algo puramente socia!, la marioneta que lo
encama, la persona o el individuo, es siempre
algo ms que social, ms real, ms biolgico, ms
profundo, ms genuino. Esta lamentable deforma-
cin no debiera llegar al punto de alterar nuestro
pensamiento. El jugador y la capacidad, el rol, en
la que acta, deberan verse inicialmente como co-
sas igualmente problemticas e igualmente abier-
tas a la posibilidad de ser explicadas en trminos
sociales (1974, 270, el subrayado es mo).
La posibilidad c.te descubrir qu tipo de persona
sea uno realmente, no indica algo de residual con
respecto al juego de las representaciones, sino que
est regulada por l, y le es del todo inherente; el
trabajo que se cumple al pasar de un frame a otro
para interpretar una secuencia de acontecimientos,
modifica la implicacin de los actores en la situacin,
dejando entrever aquellos de sus aspectos que cam-
bian: pero este es un efecto del mismo quehacer del
framing, y no de algo que est detrs de los diversos
roles sociales que cada uno asume.
Es cierto que las creencias, las atenciones, los
sentimientos, las actitudes, quedan expresados,
que los estados de nimo interiores pueden ser
documentados. Pero estas exhibiciones no suponen
un acceso privilegiado a la inferioridad biolgica
del interlocutor, porque se le atribuyen adecuada-
mente a una figura animada, y no al animador
(1974, 547).
o sea que la representacin incorpora en s misma
la idea de la naturalidad de quien la representa, como
una constante permanente ms all de la multitud de
las representaciones. El efecto logrado por la escena
es el exhibir las representaciones y al mismo tiempo
hacer ver que son tales, incitando por lo tanto a inves-
tigar aquello que est fuera-de-escena. Como en el
teatro, durante los entreactos la atencin se desplaza
de un frame (el escenario) a otro (el hall, el pblico
de la sala, los chismes, la ropa, los comentarios sobre
jj
67
la representacin, etc.), as tambin normalmente en-
tre una y otra representacin de la vida diaria, se su-
pone que podremos conocer a los actores fuera de es-
cena, como realmente son. Pero as como la realidad
de un entreacto es slo una laminacin del trame
teatral, tambin la realidad de los actores en cuanto
fabricantes de representaciones es una consecuencia
de la actividad del traming.
La forma en que se realiza el rol permite trans-
parentar cierta expresin de la identidad per-
sonal, caracterstica de la persona y no de su
papel, su personalidad, su carcter moral, su natu-
raleza animal, etc. ( ... ). Hay una relacin entre
sujetos y roles. Pero la relacin responde al sis-
tema de interacciones -al frame- en el que el
rol es ejecutado y el S-mismo del ejecutor es
entrevisto. El S-mismo, pues, no es una entidad
semioculta detrs de los acontecimientos, sino
una frmula variable para regirse durante ellos.
Exactamente igual que la situacin actual prescri-
be la apariencia oficial tras la cual nos ocultamos,
tambin nos aporta el dnde y el cundo nos po-
dremos mostrar a travs de ella, la cultura mis-
ma prescribe qu clase de entidad debemos creer
que somos nosotros mismos para tener as algo
que dejar entrever (1974, 574, el subrayado es mo).
Hay una cosa comnmente aceptada en nuestra
sociedad: que un individuo dado puede desempear
distintos roles en diferentes escenarios sin dema-
siado embarazo por el hecho de ser un nico e
idntico individuo para esos papeles. Algo bsica-
mente asumido en toda ejecucin especfica de un
rol es que el realizador tiene una biografa qUE;;
contina, una identidad personal nica y perma-
nente, ms all de aquella interpretacin, si bien
ha de ser una biografa compatible y coexistente
con el' rol en cuestin (1974, 286). .
En las interacciones entre personas habr una
respuesta al rol que cada uno presenta como si
fuera su vestido de ese momento. Algo brillar
o se dejar ver tras la vestimenta oficialmente
puesta. Y una vez ms el sentido de alteridad
que se ha creado, el sentido de la persona ms all
de su rol, es, o puede ser, un producto de lo que
est localmente disponible ( ... ). Esta discrepan-
68
cia entre persona y rol, esta interseccin a travs
de la cual aparece un s-mismo, este efecto huma-
no no precisa, de hecho, depender del mundo que
existe ms all de la situacin actual, ms de
cuanto 10 necesite el rol. El verdadero problema
no consiste en saber qu es realmente un par-
ticipante. No es probable que lo descubran aquellos
que interactan con l, si es que se puede descu-
brir una cosa semejante. Lo importante es el sen-
tido que l les proporciona, a travs de su estar
con ellos, del tipo de persona que l es mds all
del rol que est desempeando ( ... ). Lo que ellos
descubren por sus impresiones indicar aparente-
mente lo que l es ms all de la situacin con-
tingente. Pero cada situacin en que se encuentre
proporcionar a los dems una imagen semejan-
te. Eso es todo lo que las situaciones pueden hacer
por nosotros. Pero realmente sta no es una razn
para pensar que todas las indicaciones que un
individuo deja transparentar sobre s mismo (to-
das esas referencias de la situacin actual a cmo
es l en sus otras circunstancias) tengan algo en
comn (. .. ). No se puede decir que todas apunten
en. la misma direccin, porque lo propio de su
naturaleza es precisamente el dejarse percibir
como encaminadas todas en el mismo sentido
(1976, 298-299; el subrayado es mo) .
Acostumbrados a considerar las interacciones socia-
les como manifestaciones del carcter y de la natu-
raleza de los sujetos, es difcil considerarlas como un
circo de la conducta en el cual la espontaneidad y
los atributos de carcter de los actores estn direc-
tamente constituidos por las representaciones.
Las expresiones naturales son intrnsecamente,
y no slo de forma accidental, una consecuencia
de aquello que puede generarse en las situaciones
sociales.
As, nuestra preocupacin como estudiosos no
debera ser la de descubrir las expresiones reales,
naturales, sean 10 que sean stas.
No deberamos pedir cuentas a la doctrina de
la expresin natural para intentar explicar las ex-
presiones naturales (esto acabara con el anlisis
an antes de empezarlo). Estos actos y apariencias
naturales, espontneos, son cualquier cosa menos
signos naturales, indexicales, excepto en la me-
69
dida en que aportan alguna indicacin sobre el
inters del actor en comportarse de un modo tal
que sea tratado de acuerdo con la doctrina de la
expresin natural (...). Los individuos na apren-
den solamente cmo Ycundo han de expresarse,
porque aprendiendo esto aprenden tambin (...)
a ser objetos dotados de un carcter, que expre-
san su carcter y para los cuales solamente esta
expresin del carcter es natural. Estamos sociali-
zados de tal forma que confirmamos nuestras pro-
pias hiptesis acerca de nuestra naturaleza (...).
Nada impone que si penetramos y hurgamos de-
trs de estas imgenes, de estas expresiones na-
turales, pudisemos esperar encontrarnos all
cualquier cosa, excepto, claro est, el impulso a
tener esta expectativa (1976, 75, 77; el subrayado
es mo).
La identidad subjetiva es una entidad precaria
(BergerLukmann1966, 142) queadquiereunaimagen
,'1
1
de realidad de la superposicin y los intersticios en-
trelos distintos papeles socialespuestosen escena.
: ,
El tema de los efectos de realidad (sobre la natu-
i
raleza de los actores) activados porlas interacciones
me parece muy importante porque sugiere una pro-
blemticasimilar que est presente en el estudio lin-
gstico de la enunciacin20. En el uso cotidiano del
lenguaje, insertamos en nuestros discursos mltiples
locutores, introduciendo indirectamente palabras de
otros, intercalando locutores ficticios a los cuales
damos voz (<<t me dirs que no se debe), atribu-
yendo la responsabilidad de los enunciados a instan-
cias impersonales (<<se cree que..., generalmente
se piensa) o a factores objetivos que se convierten
en portadores de demostraciones y aserciones (<<la
historia nos ensea..., la crisis nos exige..., la
emergencia impone..., etc.). Estos y muchos otros
dispositivos actande talmodo quecmbiacontinua-
menteaquello quenosotros construimos comosujeto
enunciador del discurso: juntoa esto queda transfor-
madatambinla responsabilidaddel discurso mismo,
suimpacto,la fuerza de prescripcinqueactiva.
20 Para estos problemas, cfr. R. Violi, y G. Manetti, Vana-
lisi del di$corso, 1979.
Cuando los hechos hablan por s solos general-
mente hay un sujeto enunciador que se est escon-
diendo (y que los hace hablar). El efecto de realidad
obtenido con estos dispositivos de transformacin de
las modalidades enunciativas es fundamental en las
estrategias de comunicacin, de conversacin: si lo
dicen todos o si se ha dicho en la televisin, o sea,
si consigo insertar en mi discurso y en mi opinin
el peso de un locutor colectivo, mi enunciacin se
funde y se confunde con una enunciacin que tiene
origen en otro sitio, quiz en los lugares consagrados
por la Historia. El efecto de realidad que la comuni-
cacin logra no reside slo en sus contenidos, sino
tambin, y con mayor peso, en los modos en que se
practica,enel sujetodeldiscursoque estpresentn-
dola(y porlo tanto en la credibilidad de todo lo que
se est diciendo). Lo que afirma Goffman sobre la
naturaleza del individuo como efecto de la repre-
sentacin(ysobreladistanciade s mismasquetales
representacionessugieren), me parece muycercanoa
la problemtica lingstica sobre la enunciacin, sal-
vando, claro est, la diversidad de las orientaciones.
El hecho importanteresidesin embargo en el anli-
sis del comportamient.o y el lenguaje comoconjuntos
de competencias que se aplican no slo al modo de
articular los contenidos del discurso y a las relacio-
nes sociales, sino tambin a las estrategias de simu-
lacindelossujetosdelaenunciaciny delarealidad
de los locutores. Se puede pensar que se trata de
cuestiones de detalle, que de cualquier modo que se
hable, se diga yo, nosotros, o se hable en forma im-
personal, etc., senos entiende (o no se nos entiende)
igual. Puede pensarse que, en los lmites de la inter-
accin, se da la posibilidad de ver, entender, cmo
est uno hecho realmente y que este substrato es lo
que verdaderamente queda de una persona una vez
desaparecidas todas sus peculiaridades sociales. La
idea de que sea as forma parte esencial de nuestro
modo de ver as las cosas. Lo que Goffman nos dice
en cambioes que el personaje en la interaccincoin-
cide con un papel representado. De ste se diferencia
el actoren su calidad de soporte biolgico, fsico, de
tales representaciones.Aquella quenormalmentecon-
sideramos como la esencia espontnea, natural, del
70
71
individuo, aquello que se entrev de l entre una re-
presentacin y otra, ms que indicarnos qu es l
realmente, es el resultado del funcionamiento de
las representaciones, de su modo de organizarse.
3.1. El personaje Y el s mismo
El problema de qu es el s mismo (self) de los
sociales representa 1:'-n el centrode todo
el dIscurso goffmaniano. El 91:'-e se presenta
y que acta en la escena socIal mamfIesta con ello
mismo unas peticiones, unas pretensiones de tener
cualidadesycaracteressocialmentepositivos,y porlo
tanto solicita implcitamente que s,e, le tra!e modo
adecuado, Paraque radlOfonica pa-
rezca espontnea e ImprovIsada, se compondr un
textocon el mayor cuidado Yatencin, de forma que
el locutor aparezca implicado,de modo creble; los
muchachos de ocho aos que dIcen en una entrevista ,.0;
f.
que no les interesan los program-as de la televisin
1
i
para nios de cincO o seis aos, luego los ven a es-
condidas; si vernOS aun amigo querido ofrecera otro
1,
la misma cortesa Yafecto que acababa de mostrar-
M,
nosanosotros SU sinceridadnosparecemenoscierta'
1:; los miembrosdelclero danla explicacin de que
F:
escogido la a la que actual-
mente por motivoS esplfltu,ales y no qUIzas porquela
Ji
parroquia les haba ofrecIdo una hermosa casa u
,i
otras ventajas somos ms,bien descuida-
11
! I 1, dos en considerarla dIgmdad Yel caracterquese les
pide a los condenados a muerte, aun cuando estas
cualidades son importantes en semejantes funestas
ocasiones21; en los hospitales psiquitricos a vecesel
21 La historia de las ejecuciones generalmente est es-
crita en trminoS evolucionistas, partiendo de la pena de
muerte con modalidades crueles para muchos delitos has-
ta llegar a nuestroS tiempos, en los que la pena de muerte
con modalidades ms humanas est reservada a poqusimos
.delitos y existe una notable tendencia a abolir totalmente esta
forma de castigo. En realidad sera mucho mejor explicar la
historia de las ejecuciones en, de, i,nteraccin por
cuanto la evolucin de las teDlca
s
de eJeCUClon tiene mucho
paciente siente que la vida de internado es tan de-
gradantee inhumanaquela nica respuestacapazde
garantizarle el respeto a s mismo es llevarla como
si fuese algo que est visiblemente fuera de la rea-
lidad: o sea, que el paciente puede actuar explci-
tamente como un loco para dejar bien claro a las
personas respetables que est completamente sano
(1963, 224).
El trabajo de auto-definicin se hace a travs de
la naturaleza regulada por la interaccin y la rec-
proca disponibilidad a la comunicacin:
durante la interaccin se espera que el sujeto pa-
sea ciertos atributos, ciertas capacidades y
informaciones que en su conjunto se integran en
un s mismo que forma una unidad coherente y
adaptada a esa ocasin.
A travs de las consecuencias expresivas del fluir
de su conducta, a travs del hecho mismo de par-
ticipar, el sujeto proyecta con eficacia su s mis-
mo aceptable en la interaccin, aunque l no pue-
que ver con el desarrollo de tcnicas e instrumentos capaces
de asegurar una marcha normal de la situacin social. Desde
<'
el momento en que el pblico, el verdugo y la vctima estn
ya nerviosos, qu se puede hacer para facilitar el mante-
nimiento de la compostura de los tres tipos de participantes?
La historia de los modos de ejecutar las penas de muerte
es la historia de cmo se han aportado sucesivos intentos
de solucin correcta para este problema. Pinsese por ejem-
plo en el arte de la horca: se han llegado a inventar horcas
que se pueden montar en silencio durante una noche en el
patio de la prisin, para evitar en lo posible las imgenes
y los ruidos que puedan molestar (...); se han construido
trampillas que se mantienen cerradas justo hasta el mo-
mento en que se tira de una cuerda y que se abren inme-
diatamente apenas se tire de ella. y (lo que es un detalle
verdaderamente genial) estn hechas de forma que no pue-
dan golpear para que no pongan un contrapunto doloroso
a la cada.
Se puede objetar que la humanidad de las ejecuciones no
tendra que ser importante para la vctima, puesto que la
forma en que se mata a una persona pierde importancia
frente al hecho de que se la mate. Solamente los que que-
dan pueden consolarse sabiendo que ha tenido un fin prc-
ticamente sin dolor y que nadie ha disfrutado de la terrible
accin de prepararlo y de presenciarlo (1967, 264),
72 73
da darse cuenta y los otros puedan no darse cuen-
ta de que han interpretado su conducta en este
sentido. Al mismo tiempo l debe aceptar y res-
petar los s mismos proyectados por los otros
participantes (1967, 115; el subrayado es mo).
La proyeccin y la atribucin del selt es el resul-
tado de la cooperacin de los participantes en el
encuentro social, y requieren por 10 tanto una paz
del rey que no suprime sin embargo los desafos
y las escaramuzas. La parte estipulada del s mismo
-aquella mantenida por la interpretacin de los
otros- no debe hacernos olvidar que muchas veces
perdemos el tipo, que por lo general las represen-
taciones no son ntegramente coherentes, que nues-
tras pretensiones en principio son siempre desacre-
ditables, solo que muchas veces las informaciones
justas no estn en manos equivocadas. La pretensin
de poseer cualidades socialmente aprobadas slo se
,,.
, ~
puede sostener con el apoyo y la aceptacin que
demuestran los otros, pero, al mismo tiempo, estos
otros pueden verificar cada incoherencia, cada dis-
crepancia en la representacin. El s mismo de los
individuos es el resultado de una negociacin reali-
zada en la multiplicidad de las interacciones.
11
El concepto de Mead 22, segn el cual un indivi-
1:
duo asume para consigo mismo la actitud que los
r otros asumen hacia l, parece demasiado simplis-
, ta. Ms bien es cierto que l ha de contar con los
!'.. ~ ,
~ ,"
otros para poder completar su propio retrato, del
que l puede pintar slo algunas partes ( ... ). Si
i I ~ ,
puede ser cierto que un individuo posee un nico
II s mismo de su exclusiva propiedad, la prueba de
,
I
I
"
esta posesin viene dada exclusivamente por el pro-
ducto de una actividad ceremonial colectiva en
la cual la parte expresada por la conducta del
individuo no es mds importante que la parte ma-
nifestada por los otros con su comportamiento
deferente para con l (1967, 92; el subrayado
es mo).
La complementariedad de deferencia y conducta
vuelve a plantear la importancia del aspecto ritua-
22 Cfr. nota 7.
74
lista presente en las interacciones: tambin la ima-
gen social del individuo est implicada en el actuar
ceremonial: el s mismo es en parte un objeto cere-
monial, algo sagrado que debe ser tratado con aten-
cin ritual y que a su vez debe ser presentado a los
dems en su justo enfoque (1967, 99, el subrayado
es mo). La sacralidad de los personajes, la mo-
ralidad sobre la que se basa la estructura de la in-
teraccin, son elementos muy importantes en el
discurso goffmaniano, pero generalmente en las in-
terpretaciones sobre Goffman quedan oscurecidos
por el tema de la ficcin escnica. El hecho de que
la interaccin est compuesta de representaciones,
de papeles escenificados, de que los actores estn
siempre implicados-en ficciones (sean verdaderas
o falsas), parece desvalorizar la veracidad del mun-
do social descrito por Goffman. Su analoga con la
representacin teatral se toma al pie de la letra y
la vida cotidiana queda reducida a un escenario. En
efecto, la misma posibilidad de malentendido recae
tambin sobre la naturaleza del self: ste es de he-
cho muchas veces definido como un efecto dram-
tico determinado por la realizacin de un flu.io
de actividad especfico (Gonos 1977 ): las situacio-
nes sociales sirven de recursos escnicos para ela-
borar circunstancialmente el retrato visible de la
naturaleza humana que reivindicamos (1977, 38; el
subrayado es mo). La insistencia de Goffman en
esta 'metfora (una de las grandes metforas que
ilustran una parte de su modelo sociolgico) induce
a algunos crticos a sostener por ejemplo que el s
mismo no tiene una realidad ms slida ni menos
precaria que la apariencia, que el papel recitado por
un actor en el teatro (lzzo, 1977, 350). Ahora bien,
si es cierta la posicin central de la representacin,
es ms dudoso en cambio que agote completamen-
te el problema: el papel que un sujeto sostiene
en la interaccin proyectando el propio s mismo
y el papel interpretado por un actor de teatro no
son lo mismo. El hecho de que los encuentros de
la vida cotidiana sean llenados y sostenidos por
representaciones, por flujos de comunicaciones regu-
ladas ritual y ceremonialmente, no los transforma
en un baile de mscaras o en algo irreal. Desde el
75
punto de vista de Goffman ello es ms bien el
resultado de la naturaleza del acuerdo social, de
la convencin que hace posible la interaccin. No
tiene que ver con una deformacin parodiada de un
estado de cosas positivo que existi en un cierto
tiempo y que hoy est irreparablemente daado por
los estragos de una determinada organizacin social:
por el contrario, es el tipo de gentlemen's agl'eement
con el que se establece un nivel mnimo de socia-
lidad, que da una importancia sustancial al modo
de presentarse, de tratar, de pedir que lo traten,
independientemente de cules sean los sentimientos
verdaderos y las configuraciones reales de los ac-
tores.
Las representaciones no son cscaras huecas de-
jadas atrs por una poca en la cual lo que contaba
era el contenido de las cosas, de las personas, de los
valores, etc.: son el resultado de la accin de una
cierta forma de acuerdo operativo. La sociedad des-
crita por Goffman no es la ltima playa a la que
noS ha llevado la desaparicin de la confianza, de la
buena fe: es por el contrario un tipo de sociedad
en la que la desviacin no est excluida y encerrada
(solamente), sino que est injertada en los actos
comunes de los actores normales, bien socializados.
Desde este punto de vista, el trabajo de Goffman
se nos presenta como algo muy cercano a un cierto
modo de repensar el lenguaje, aparecido reciente-
mente en los estudios semiticos. Estamos acostum-
brados a una visin pacificada de la lengua, cuyos
funcionamientos serviran, ms que otra cosa, para
designar el mundo; ocurre, en cambio, que con el
lenguaje los individuos actan y que ste no es so-
lamente un sistema de cdigos, sino tambin de ac-
ciones realizadas para modificar a los interlocuto-
res 23. La comunicacin no es slo transmisin de
enunciados, y el paso de paquetes de informacin de
un locutor a otro representa slo una parte del pro-
ceso. La comunicacin es tambin negociacin: lo
que en ella se quiere decir viene imputado, atribu-
23 Un texto muy til para este tipo de problemtica, tra-
tada en filosofa del lenguaje, y conocida con el nombre de
actos lingsticos. es el de Sbis. 1978.
do por el destinatario, de un modo no verificable o
verificado una vez por todas, definitivamente, sino
tanteando, en sucesivas pruebas, haciendo como si
el locutor hubiese querido decir precisamente cierta
cosa. La ambigedad y la vaguedad son totalmente
intrnsecas a la naturaleza misma de la comunica-
cin:
los indicadores, las marcas cuya tarea es hacer
reconocibles las lneas de conducta y los actos lin-
gsticos como referidos a ciertos esquemas cul-
turales, tienen una funcin en todo proceso de in-
terpretacin ( ... ) en cuanto cada lnea de conducta
y cada acto lingstico deben proponerse desde
el principio como algo legible, tener un cierto
grado de claridad con respecto al procedimiento
o a los posibles procedimientos segn los cuales
se ha de interpretar. Sin embargo, los indicadores
no tienen nunca la ltima palabra, sino ms bien
la primera (Sbisa-Fabbri, 1978, 21).
Adems, en el lenguaje estn inscritos no slo fun-
cionamientos que conducen a hacer-hacer algo al in-
terlocutor, sino tambin a hacerle-creer, a modificar
las representaciones que lo designan, el modo en
que l posee competencias que lo describen como
sujeto de un querer, de un poder, de un saber, et-
ctera 24. Y ms an, las estrategias de enunciacin
con las que dentro del discurso se multiplican y se
cambian continuamente los sujetos que lo pronun-
cian, activan fuerzas de persuasin y de credibilidad
que no siempre son iguales. El lenguaje, en fin, fun-
ciona contractualmente, sobre la base de convencio-
nes reconocidas y adoptadas, pero al mismo tiempo
fija un terreno de lucha, un hacer polmico, lleno
de trucos, trampas y simulaciones.
Goffman propone, ms o menos, el mismo tipo de
dnlisis para la interaccin social y no es una casua-
lidad que en su trabajo sobre las conversaciones
como episodios microsociolgicos (1975) se refiera a
aquellos estudios sobre la filosofa del lenguaje que
24 Estoy muy agradecido a Paolo Fabbri por las numero-
sas discusiones y sugerencias sobre estos puntos.
77
76
explicitan la naturaleza de la accin tpica del dis-
curso.
Volviendo al problema del self, existe tambin ob-
viamente unainfluencia precisa, ejercidaporlas con-
diciones sociales objetivas sobre el tipo de represen-
tacin que el individuo aporta.Laimagen proyectada
por el actor no se puede interpretar slo en los es-
trechos confines del encuentro, de la ocasin:
los lmites a las pretensiones [del individuo] y,
por lo tanto, los lmites a su s mismo estn prin-
cipalmente determinados por los hechos objetivos
de su vida social y secundariamente determinados
por el cuadro en el que una interpretacin sub-
jetiva de estos hechos pueda ponerlos a su favor
(1952, 500).
(...) el s mismo no est originado simplemente
por un proceso de interacciones significativas en-
tre el yo y los otros, sino tambin por el tipo de
estructura que se organiza en torno a l (1961 a
,'':!
174; el subrayado es mo).
La influencia del ambiente social sobre los proce-
sos de formacin y de manifestacin del s mismo
e.s reconocida por Goffman como algo que determi-
na de entradael tipo de escena pOSible parael actor,
como el marco en el cual la interaccin cotidiana se
desarrolla.
Toda carrera moral y, detrs de ella, todo s
mismo se desenvuelve dentro de los confines de
un sistema institucional, sea una institucin social
como un hospital psiquitrico, o un conjunto de
relaciones personales y profesionales. El s mismo
puede, por tanto, verse como algo que reside en
el sistema de acuerdos que prevalece en una so-
ciedad. En este sentido, no es el resultado de
propiedades de la persona a la que se atribuye,
sino que reside ms bien en la dinmica del con-
trol social ejercido sobrel, por la propia persona
y por aquellos que la rodean. Este tipo particular
de ordenacin institucional, ms que servir de
sostn al s mismo, lo constituye (1961 a, 193; el
subrayado es mo).
microrealidad social (y el trabajo relacionado con
ella mantenido por los actores) y el tipo de acuerdo,
de convencin, que fundamenta el estar-juntos de
los individuos. La metfora teatral indica ms el
modo como los sujetos respetan los acuerdos (pro-
cediendo segn ficciones operativas) que la degra-
dacin de una sociedad que debe contentarse con
slo un barniz de consenso porque el autntico
consenso se ha perdido nadie sabe dnde. y es pre-
cisamente porque funciona (quizs es el nico que
puede funcionar) este tipo particular de acuerdo, de
convencin, de microcontrato social, por lo que las
representaciones sirven para algo y por lo que la
desviacin, las infracciones, los aparte, estn nor-
malmente presentes en la vida cotidiana. El repre-
sentar un papel permite identificarse, pero tambin
dar un paso atrs, alejndose un poco para, mien-
tras se interpreta, poder comunicar que se est in-
terpretando:
sin algo a lo que pertenecer no existe seguridad
para el s mismo y, sin embargo, una pertenencia
total y un compromiso con una unidad social
cualquiera implica un tipo de reduccin del s
mismo. El sentido de nuestrapropiaidentidad per-
sonal puede ser el resultado de salirse de una
unidad social ms amplia; puede residir en las
pequeas tcnicas con las que resistimos a las
presiones. Nuestro estatus es hecho ms resistente
por los slidos cimientos del mundo, pero nues-
tro sentido de identidad personal muchas veces
reside en sus resquebrajaduras (1961 a, 336; el
subrayado es mo).
La distincin entre el actor y el personaje, entre
quien acta y el que es representado, no es una sepa-
racin entre lo real y lo fingido, sino ms bien entre
las partes que llegan a un acuerdo y el modo en que
ese mismo acuerdo prev que tales partes actuarn
y se comportarn,' el s mismo se refiere a este lti-
mo mbito, en cuanto que es aquello que, segn el
microcontrato social instaurado en las interacciones
cotidianas, pueden expresar los individuos, o dejarlo
La metfora teatral adquiere, a mi entender, otro
adivinar, pretender, exigir, mantener, verificar, indi-
vidualizar, transgredir, etc.
significado si se tiene en cuenta la relacin entre
78
79
I
En nuestra sociedad el personaje que uno re-
presenta y el propio s mismo estn en cierto modo
identificados y el s mismo-en-cuanto-personaje en
general se ve como algo que reside en el cuerRO
de aquel que lo posee ( ... ). Esta concepcin forma
parte implcita de 10 que todos tratamos de pre-
sentar, pero precisamente por ello constituye un
psimo instrumento para el anlisis de la presen-
tacin ( ... ). El s mismo representado es [enten-
dido] como una especie de imagen -digna de cr-
dito en general- que el individuo que est en el
escenario y vestido de tal personaje trata por to-
dos los medios de presentar como propia. Pero si
al individuo se le ve de este modo, aunque se le
atribuya un s mismo, ste no tendr origen en
la persona del sujeto, sino en el conjunto de la
escena en la que acta ( ... ). Una escena bien mon-
t'
tada y bien representada induce al pblico a atri-
,.
buir un s mismo al personaje representado, pero
aquello que se le atribuye -el si mismo- es el
(
producto de la escena que se est representando,
no su causa ( ... ). Al analizar el s mismo estamos,
pues, distanciados de quien lo detenta, porque l
y su cuerpo constituyen simplemente una percha
de la que se colgar durante un tiempo el produc
to de una accin colectiva. Y los medios para pro-
ducir y mantener el s mismo no deben buscarse
en esa percha, porque muchas veces estn dentro
de la institucin social (1967, 289; el subrayado
es mo). .
3.2. Los traficantes de moralidad
., :.::.
,I:f
Hay un aspecto bastante importante en la sociolo-
ga goffmaniana que curiosamente ha sido minusva-
lorado: es la cuestin de la moralidad. En este con-
texto el trmino tiene una acepcin particular, indica
no lo que nonnalmente se opone a la inmoralidad,
sino ms bien la naturaleza ntimamente sagrada,
digna de respeto y de honor, de los sujetos humanos.
La moralidad no es (al menos en primera instancia)
una codificacin social institucionalizada, sino que
aparece difusa, activa all donde la interaccin, aun-
que sea mnima, pone a dos individuos frente a
frente: est incluso all donde el sujeto, l solo, se-
gregado de la institucin total y despojado de los
rituales que le honran, intenta reconstruir las apa-
riencias exteriores de un orden ceremonial que se
le debe como persona. Por ejemplo, en un hospital
psiquitrico
algunos enfermos de las secciones ms retrasadas
luchaban entre s por conseguir el alfizar de la
ventana; cuando lo lograban, lo utilizaban como
asiento, el paciente se colgaba y miraba al exte-
rior a travs de los barrotes, aplastando la nariz
y con todo el peso de su cuerpo hacia fuera, sa-
liendo as de la seccin y liberndose en cierto
sentido de las restricciones territoriales (1961, 258).
Quiz el espacio ms pequeo que se recavaba
del territorio personal era la propia manta. En
algunas secciones ciertos pacientes llevaban en-
cima todo el da su manta, y en una accin con-
siderada como marcadamente regresiva, se acu-
rrucaban en el suelo cubiertos totalmente por la
manta; dentro de este espacio defendido, cada
uno conservaba su margen de control de la situa-
cin (1961, 2 ~ .
Este tipo de moralidad, absolutamente laica si
se puede llamar as, es el fundamento de todo lo que
durante la interaccin sirve para mantener ntegros
a los actores, en s mismo, las definiciones de la si-
tuacin que aqullos proyectan. La naturaleza fuer-
temente regulada de los encuentros sociales existe
para salvaguardar esta moralidad difusa que resulta
oscurecida y negada cuando las infracciones ceremo
niales son notables. La recproca accesibilidad que
los sujetos se manifiestan deriva del reconocimiento
del carcter sagrado de la persona: negar la accesi-
bilidad y la comunicacin significa rechazar este re-
conocimiento respecto al otro; la impropiedad situa-
cional causa una degradacin de la cualidad moral
del ofensor y una violacin de la del ofendido, y al
mismo tiempo es una consecuencia del hecho de que
la sociedad est empapada de este carcter moral.
La organizacin social tiene siempre el proble-
ma de la moral y de la continuidad. Los sujetos
deben acceder siempre a sus minsculas situacio-
nes. con un cierto entusiasmo y una cierta preocu-
paCIn porque es a travs de momentos como s-
80
81
tos como se construye la vida social, y si no se
aportase una cierta energa a cada uno de ellos,
la sociedad sin duda se resentira. La posibilidad
de influir sobre la propia reputacin constituye
este incentivo. Y, adems, si la sociedad debe so-
brevivir es necesario que el mismo esquema de
relaciones se mantenga en todas las ocasiones so-
ciales que surjan. Hay, pues, necesidad de reglas
y de convenciones. Los sujetos han de definirse
a s mismos en trminos de las propiedades que
les han sido atribuidas y actuar coherentemente
basndose en ellas (1967, 273).
Esta exigencia de continuidad entre una situacin
y otra hace ver con bastante claridad 10 insensato
que sera definir la orientacin de Goffman como de
tipo interaccionalista simblico 25: los encuentros so-
ciales no agotan completamente la realidad social ni
los individuos se definen en ellos de modo global.
Las reglas morales tienen precisamente una funcin
[de] vnculo entre el s mismo y la sociedad
(1971, 171).
25 El trmino tinteraccionismo simblico' se refiere al ca-
rcter distintivo de la interaccin entre los individuos. Lo
peculiar es que los seres humanos interpretan, 'definen', las
acciones recprocas ms que reaccionar cada uno ante la
accin del otro ( ... ). El comportamiento del sujeto no es el
resultado de cosas tales como las presiones ambientales, los
estmulos, los motivos o las actitudes, sino que deriva del
modo en que l interpreta Y maneja tales cosas en la accin
que est construyendo ( ... ). El proceso de interpretacin a
travs del cual los sujetos construyen sus acciones no puede
ser comprendido mirando slo las condiciones antecedentes
del proceso mismo. Estas son tiles para comprender el
proceso si forman parte de l, pero tomadas como antece-
dentes no constituyen el procel\O ( ... ). Desde el punto de
vista del interaccionismo simblico, la organizacin social
es una estructura dentro de la cual las unidades que actan
desarrollan sus acciones. Los elementos estructurales como
la 'cultura', 'el sistema social', tlos estratos sociales', o los
troles sociales', ponen las condiciones para la actuacin de
los individuos, pero no determinan sus acciones,. (Blumer
1962, 180, 183, 188, 189). Para una interpretacin de Goffman
en la linea del interaccionismo simblico, cfr. Eisenstadt-
Curelaru 1976; y para una atribucin ms crtica y cuidada,
cfr. Skidmore 1975.
82
Las reglas de conducta interfieren con el indi-
viduo de dos modos fundamentales: directamente,
como obligaciones, estableciendo el modo en que
l est moralmente forzado a comportarse; e in-
directamente, como expectativas, estableciendo el
modo en que los dems estn moralmente forza-
dos a actuar respecto a l (1976, 53).
A travs de un trabajo de negociacin entre las
obligaciones y las expectativas se logra definir una
situacin, y tambin esa definicin proyectada tiene
un elemento moral. La pretensin de tener ciertas
caractersticas y requisitos comporta no slo el de-
recho moral de ser tratado y considerado adecuada-
mente, sino que debera corresponderle de forma
complementaria una cierta representacin efectiva
que atestige la validez de dicha pretensin. Y, por
otra parte, el que la pretensin sea justa (que es
una exigencia de tipo moral) puede ser verificado
por los que estn tambin presentes basndose en
las expresiones, en las comunicaciones, en el actuar
instrumental y expresivo que va unido a la definicin
de s mismo.
Por eso los actos de comunicacin se traducen
en actos morales. Las impresiones dadas por los
otros tienden a ser tomadas como pretensiones
y como promesas implcitas, y las pretensiones y
promesas tienden a tener un carcter moral (1959,
285).
Dado que las fuentes de impresin utilizadas por
el observador implican una multitud de estndares
de buenas maneras y de decoro, tanto en las rela-
ciones sociales como en la eiecucin de funcio-
nes, podemos darnos cuenta hasta qu punto la
vida cotidiana est hecha sobre la trama de lneas
morales de discriminacin (1959, 285).
Cuando tenemos que vrnoslas con alguien que de-
muestra una insuficiente competencia comunicativa
o interaccional, tienden a dispararse valoraciones de
orden moral sobre sus cualidades como miembro
social. La naturaleza de esta moralidad goffmaniana
se parece mucho al hecho de que un sujeto est
esencialmente dotado de competencia en la interac-
cin social. En el fondo, esta moralidad est expre-
83
sada en la frmula Mantn las promesas que haces
(y, por lo tanto, s la persona que afirmas ser): as
como la condicin esencial de una promesa 26 consiste
en asumir el compromiso de realizar cierto acto, as
la condicin esencial de la moralidad goffmaniana
consiste en comprometerse a realizar comportamien-
tos y expresiones que no desacrediten las exigencias
de ser tratado en una determinada forma. Pero
el fundamento convencional de los micro-acuerdos
sociales y las ficciones operativas (el como si)
atribuyen un valor decisivo a las representaciones:
(. .. ) los individuos tienen inters en mantener
la impresin de que estn viviendo a la altura
de los mltiples estndares segn los cuales sern
juzgados ellos y sus productos. Y como estos estn-
dares son muy numerosos y omnicomprensivos, los
individuos no estn tan interesados en el problema
moral de alcanzar esos estndares cuanto en el amo-
ral de lograr dar la impresin convincente de que
los han alcanzado. Nuestra actividad, pues, tiene
que ver sobre todo con cuestiones morales, pero
en cuanto actores no la consideramos en sus C011-
secuencias morales: como actores somos trafican-
tes de moralidad (1959, 287; el subrayado es mo).
La moralidad tiene un carcter socialmente difun-
dido, pero solamente podemos captar sus aparien-
cias; lo que transforma la simple co-presencia fsica
de los actores en interaccin entre sujetos sociales
es precisamente el reconocimiento recproco de sus
mutuas exigencias morales. Aunque el acuerdo basa-
do en el como si no es en s mismo moral, sirve
para sostener, reforzar y defender la sacralidad de
los individuos. Si es cierto que para Goffman el
problema moral se reduce a una cuestin de tacto,
a la necesidad de tratar con precaucin la esencia
ritual del individuo en el curso de la interaccin
(Giglioli, 1971, XXXV!), ello se refiere, quiz, al tra-
tamiento de la moralidad, a los instrumentos con los
que sta puede ser afirmada, valorada o desvalori-
zada, ms que a su existencia efectiva y su inciden-
cia en la realidad de la interaccin cotidiana. Per-
26 A propsito de qu es una promesa y cmo prometer,
ver el ensayo de Searle, 1965, en Giglioli, 1973.
84
manece, sin embargo, la idea de que en cierto modo
tal moralidad resulta excluida de la escena social, al
igual que los actores, de que tambin ella es un
principio que puede evocarse ex post, cuando resulta
necesario reparar alguna infraccin grave.
Pero es precisamente ese carcter difundido y ex-
tenso de la moralidad lo que induce a darla por des-
contada, a considerarla un elemento secundario, ha-
bitual, que solamente nos sorprende cuando no es
suficientemente respetada. Slo se le presta atencin
cuando de algn modo ha sido negada o suprimida
all donde debera haber estado.
No slo en las altas montaas que invitan al
escalador, sino tambin en el casino, en las salas
de billar y en las pistas de carreras encontramos
lugares de adoracin; y en cambio puede suceder
que en las iglesias, donde es seguro que no ocu-
rrir nada fatal, la sensibilidad moral sea muy
dbil (1967, 305).
4. Lo PRIVADO Y EL PODER
Hasta este momento he intentado sintetizar el pen-
samiento de Goffman, presentando por orden sus
principales conceptos. No es sencillo pasar por alto
su enorme riqueza y vivacidad para entresacar un
esquema coherente: al hacerlo se pierden inevitable-
mente finos anlisis de interacciones cotidianas, ob-
vias y normales. Esos anlisis explicitan, entre otras
cosas, las normas que regulan en conjunto la vida
de los encuentros sociales, como, por ejemplo, los
movimientos que permiten iniciar y terminar un en-
cuentro de forma ritual; las normas que permiten
mantener una definicin comn de la situacin y las
que permiten reparar las infracciones que se pro-
ducen, de forma que la situacin misma no quede
irremediablemente comprometida; las normas que
se refieren a las interacciones no localizadas y que
a travs de la desatencin corts permiten manifes-
tar la recproca accesibilidad. Hay, adems, natural-
mente, muchas otras micro-reglamentaciones que en
conjunto forman lo que cada uno de nosotros, en
85
cuanto miembro social, debe saber-hacer (y, por lo
tanto, conocer) para poder ser considerado pertene-
ciente a una comunidad determinada_
El sentido global del pensamiento de Goffman es,
sin embargo, el de explicitar la naturaleza profun-
damente social de aquellos aspectos que normalmen-
te consideramos como espacios libres de expresin
de los sujetos, sus lados ms espontneos, menos su-
jetos a convencionalismos, a controles: a travs de
la eleccin de esas ocasiones menores del vivir so-
cial, el modelo goffmanial1o saca a la luz la invasin
del control social informal, cmo se difunde la socia-
bilidad en lo privado, y la naturaleza enormemente
regulada de ese privado que utilizamos para ex-
presarnos y representarnos. Desde este punto de vis-
ta la cotidianidad de la sociologa de Goffman es
propia solamente de los objetos de sus anlisis, de
los materiales observados, y no del modelo general
explicitado en su discurso. A la fragmentacin de las
ocasiones sociales y de los encuentros no correspon-
de una fragmentacin anloga de la realidad social
ni del sentido que de ella se construyen los actores.
Tradicionalmente el lenguaje sociolgico se ocu-
pa de organizaciones, de estructuras, de roles 'Y
estatus, y por lo tanto no es apropiado para des-
cribir el comportamiento que se observa cuando
diversas personas estn en presencia directa unas
de otras ( ... ). Es necesaria, pues, una traduccin
del lenguaje de la estructura al lenguaje de la in-
teraccin, si bien en cada caso es indispensable
mantener aquello que constituye la clave del m-
todo sociolgico: el inters por las normas y por
los acuerdos normativos. Adems, describir las re-
glas que gobiernan una interaccin social significa
describir su estructura (1967, 159; el subrayado
es mo).
AS, pues, estudiar las normas que unen a los su-
jetos en las interacciones significa descubrir en la
vida cotidiana los vnculos mismos de la sociedad
(1967,99). Detrs de la precariedad de los momentos,
de la labilidad de las ocasiones, de los papeles in-
terpretados, las posibles relecturas de de
actos cuyo sentido llegan a cambiar, detrs de todo
86
esto est -en la obra de Goffman- la continuidad
y estabilidad de las convenciones que estructuran de
forma decisiva la organizacin social:
la capacidad de estar sometidos a unas reglas mo-
rales puede pertenecer al individuo, pero la serie
especial de reglas que lo transforman en un ser
humano deriva de exigencias intrnsecas a la orga-
nizacin ritual de los encuentros sociales (1967, 50).
La naturaleza humana universal no es una cosa
muy humana. Al adquirirla el individuo se con-
vierte en una especie de edificio cuyos elementos
constitutivos no son las tendencias ntimas, sino
las reglas morales recibidas del exterior (1967, 50).
El lenguaje de la interaccin es, pues,
mente un lenguaje reglamentado, codificado, en el
cual se intercambian promesas, comprobaciones, sus-
pensiones de juicio, ilegitimaciones. Pero, de modo
igualmente esencial, es tambin un lenguaje fundado
sobre el compromiso, sobre el consenso operativo,
sobre el como si: es preciso mantener [en la in-
teraccin] una apariencia de acuerdo, utilizando la
discrecin y recurriendo a mentiras piadosas, de
forma que la regla de mutua aprobacin no quede
desacreditada (1967, 41). De aqu se deriva el hecho
de que se puede intentar ganar puntos a la som-
bra de este marco de reglamentacin, de que la ne-
gociacin que se establece es el resultado final de
una serie de jugadas estratgicas para vencer al ad
versario: en resumen, la lgica de las luchas y de
los duelos es una caracterstica importante de la
vida social de cada da (1967, 294). Naturalmente,
sta dista mucho de ser espontnea, salvaje y desor-
ganizada: as como el duelo clsico no era exacta-
mente un golpearse irreverente, sino una confronta-
cin regulada y equilibrada I1, del mismo modo el
I1 Por ejemplo, no era la parte ofendida la que retaba
directamente a duelo al ofensor, porque si hubiese sido as,
este ltimo tendra derecho a escoger el anna: esto repre-
sentara una ventaja injusta para uno que ya haba come-
tido una infraccin y una ofensa ritual. As, pues, estaba
previsto un mecanismo de reequilibrio: la parte ofendida
insultaba abiertamente al ofensor -el llamado ments- y
tal provocacin (prevista regularmente) obligaba al primer
87
juego que se establece cuando alguien quiere descu-
brir si su interlocutor est buscando intencionada-
mente dar una impresin o si se comporta espon-
tneamente, en realidad est regulado por ciertas
jugadas, por las valoraciones relativas a las jugadas
y por un cierto nmero de vnculos con la posibili-
dad de continuar este tipo de juego estratgico, al
final del cual inevitablemente alguien quedar acre-
ditado o desacreditado.
El componente polmico (lo que normalmente se
conoce como el papel de la desviacin en el modelo
goffmaniano) es muy importante; de hecho, es en
este punto donde se mide la diferencia ms neta de
este autor con respecto a otras orientaciones socio-
lgicas:
el lenguaje moralista de las ciencias sociales, cons-
truido en torno al increble concepto de que los
sujetos deben comunicarse unos con otros de for-
,,' ,:Ift
ll
ma correcta, directa y abierta (...), trata las ccr
["
municaciones como si fuesen una pldora que hay
l':'
que tragarse porque es buena para la tripita
t' (1967, 153; el subrayado es mo).
1;
Pensar en las reglas (las que nos guan en las agru-
paciones sociales) como algo fundamentalmente no-
1:
negociable, obvio, nos lleva a considerar positiva-
mente el funcionamiento de la comunicacin en los
encuentros sociales, y el de la interaccin misma. La
,r." naturalidad y la exactitud de las reglas queda salva-
-' l' ' guardada (en los casos de transgresin situacional),
i \J'.
: "1' ..
I
atribuyendo al transgresor un halo de anormalidad
'
,1 e inadecuacin, un no estar (todava) suficientemen-
!;
te adiestrado; de esta forma la transgresin se vuel-
ve contra el sujeto del que procede y queda firme,
incuestionada, la razn de ser de la regla violada. El
f
control social informal (no el delegado en las insti-
tuciones, sino el que toca a los individuos en los en-
cuentros) tiene una extensin que coincide con los
ofensor (si era hombre de honor) a desafiar al ofendido.
Con este sistema de cooperacin entre los adversarios, a
la infraccin ritual se contrapona como equilibrio la pa-
sibilidad para el ofendido de escoger el arma apropiada
(cfr. 1967, cap. 6).
88
',.
confines de las interacciones e incluso los supera:
de hecho, los individuos no slo se intercambian re-
presentaciones y definiciones del propio s mismo
y de la situacin en el mbito de las ocasiones socia-
les, sino que estas fachadas tienden a traspasar las
ocasiones especficas y a institucionalizarse, a esta-
bilizarse como conjuntos de atributos que el sujeto
debe poseer si quiere actuar siguiendo un determi-
nado rol. La fachada se convierte en 'representa-
cin colectiva' y en una realidad vlida pors misma.
Cuando un actor asume un determinado rol social,
generalmente descubre que ya le ha sido asignada a
ste una determinada fachada (1959, 39).
El aspecto conflictivo, desviador, del sujeto goff-
maniano tiene relacin no slo con el control ejer-
citado por las instituciones, sino sobre todo con
este tipo de control informal en el que no se nos
amenaza con castigos o reclusiones, sino con desca-
lificaciones del s mismo y prdidas de moralidad,
en el que se emplean justificaciones que pretenden
ser crebles, explicaciones plausibles, excusas,
caciones, remedios, etc. En el control social informal
(aquel que regula la interaccin entre actores en
si tuaciones pblicas)
la escena del crimen, la sala de juicios y el penal
son colocados en el mismo espacio reducido; y
adems el ciclo completo del delito, de la captura,
del juicio, del castigo y de la reinsercin en la
sociedad, puede desarrollarse en dos gestos y una
mirada. La justicia es sumaria (1971, 137).
Y nosotros mismos somos los ejecutores.
Existe, pues, una estabilidad y continuidad de las
reglas sociales, incluso en aquellos momentos que
nos parecen libres de todo influjo social, y ms es-
pontneos: la omnipresencia de la convencionalidad
que fundamenta los microcontratos sociales justifi-
ca al mismo tiempo la amplitud del aspecto conflic-
tivo, de la infraccin, de los procesos reparadores:
las extensiones del s mismo tienen unos confines
que pueden ser vigilados detalladamente. Lo que se
puede hacer es provocar guerras de fronteras y com-
prometerse en ellas para establecer dnde estn los
lmites (1967, 275).
89
Segn Goffman todo esto constituye una dimen-
sin sociolgica autnoma, rica en inters por com-
prender tambin otras perspectivas de la sociedad,
con una presencia especfica del problema del po-
der: de hecho, en la perspectiva goffmaniana ste
est indisolublemente ligado al planteamiento gene-
ral; es el poder que brota, que se maneja dentro de
los encuentros, de las interacciones, que nace de las
estrategias adoptadas en ellos: es un poder tambin
reglado, que se desarrolla internamente al desa-
rrollo reglamentado de todos los comportamientos
sociales. No es el poder de una clase, o aquel que
deriva de la posesin de los medios de produccin:
es el poder que nace de la manipulacin del mate-
rial simblico, el poder de la persuasin, en defini-
tiva, el que usamos en las situaciones diarias. Es tan
difcil negar la existencia del primero (el macro) como
ilegtimo sera olvidar la dimensin del segundo; ne-
gar toda validez a la orientacin goffmaniana por-
que deja de lado el primer tipo de poder significa
no ver la segunda dimensin que aqul tiene y al
mismo tiempo entender mal un modelo en el cual
el problema del poder se coloca coherentemente con
la orientacin general.
Por triviales que puedan ser las prdidas o las
ganancias obtenidas en las interacciones, sumn-
dolas a lo largo de todas las situaciones sociales
en las que tienen lugar, se puede comprobar que
su efecto total es enorme. La expresin de subor-
dinacin o de dominio a travs de este enjambre
de medios situacionales es algo ms que una sim-
ple huella o smbolo o afirmacin ritualista de la
jerarqua social. Estas expresiones constituyen de
modo considerable la jerarqua: son la sombra y
la sustancia (1967, 74).
4.1. La confianza
Otro tema importante (con relacin a la natura-
leza convencional de los microcontratos sociales es-
tablecidos en la vida diaria) es el de la confianza, o
mejor an, del tipo de confianza en el otro que se
postula cuando los individuos estn presentes red
procamente y actan juntos en sus asuntos persona-
les. En el trfico diario de las personas interviene
una importante asuncin sobre la confianza que se
debe conceder a los dems: se mira al otro (contro-
lando al mismo tiempo el control que aqul tiene
sobre m) presumiendo que l actuar de forma
apropiada en cuanto haya percibido la situacin:
este es un ejemplo de la fe moral construida siste-
mticamente en los sistemas de trfico, en ciertas
coyunturas -confianza en el hecho de que todos
los dems sabrn cmo actuar y actuarn as- y
nos da un dato sobre la vulnerabilidad de estas
rdenes sociales con respecto a circunstancias que
rompen esta cnfianza (1971, 34; el subrayado es
mo).
Las apariencias de normalidad que presenta un
escenario de vida cotidiana se mantienen en tanto
se mantenga este tipo de confianza en el hecho de
que los otros (aquellos relevantes y presentes en el
escenario) no han manipulado las apariencias, las
conexiones entre unos hechos que normalmente no
estn relacionados entre s, es decir, que las aparien-
cias no son fruto de una maquinacin.
Si la polida necesita tender una emboscada utili
za un elevado nmero de personas disfrazadas:
cuando el guardaespaldas de Marighella, Gaucho,
lleg para examinar el lugar de la cita, vio dos
parejas que se besuqueaban en un Chevrolet, unos
trabajadores que descargaban con desgana material
de construccin en un almacn, unos albailes que
trabajaban en un edificio sin terminar todava, al
otro lado de la calle ( ... ). Al final resultaron ser
todos policas. El tiroteo dur por lo menos cinco
minutos (Time, 2 noviembre 1970, p. 21, citado en
1971, 371).
Uno de los efectos socialmente demoledores del
terrorismo y de la guerra psicolgica en general, es
precisamente el de no permitir ya una asuncin
semejante de normalidad y de confianza: el indicio
ms inocente y menos sospechoso resulta el ms
amenazador y falsificable, por lo tanto sospechoso,
90 91
y por lo tanto algo que hay que evitar. El espacio
vital seguro se estrecha y conduce a una degenera.
cin que poco a poco anula los motivos para fiarse
de las circunstancias y los individuos. Tambin aqu
nos ensea algo el modelo del duelo:
esta extraa Y fatal confianza en la lealtad del
enemigo apenas vencido, tiene una funcin social
muy evidente. Sin esta confianza el dominio y el
orden de precedencia no aportaran un mecanismo
social vlido para establecer un orden moment-
neo. Si los adversarios pudiesen comenzar otro
combate en cuanto acabase el anterior, no se po-
dra establecer un orden.
Cada uno estara siempre ocupado o en la lucha
o en ponerse en guardia (1967, 283; el subrayado
., es mo).
Se hacen, pues, necesarios unos puntos de parada
en los que se corre el riesgo de exponerse fsicamen-
te a agresiones, pero en los que al mismo tiempo
ese riesgo queda convencionalmente, simblicamente,
reducido, anulado, mediante una regla que obliga a
confiar en la pretensin moral del adversario de ser
un luchador leal. De ese modo se produce un modelo
del orden social, que aparece como un orden esen-
cialmente ritual:
un orden social podra ser definido como el efecto
de cualquier conjunto de normas morales que re
gulan el modo en el que los individuos persiguen
sus objetivos ( ... ). En el interior de cada uno de
estos rdenes (jurdico, econmico, etc.) el simple
comportamiento se transforma en un correspon-
diente tipo de conducta (1963, 10).
El orden social para Goffman no es en primer lu-
gar el sostenido por la estabilidad y permanencia de
las instituciones principales, por los valores interio-
rizados en los sujetos o por la jerarqua de los fines
socialmente reconocidos como justos; es ms bien
un orden social que se realiza en las interacciones
a travs de las cuales se define el sentido de la rea-
lidad social para los sujetos, un orden social que
transforma los comportamientos en conducta y la
92
co-presencia fsica en palestra del carcter de los in-
dividuos, en el lugar donde se prueba la confianza
recprocamente atribuida y la moralidad recproca-
mente afirmada.
El orden social que se mantiene en las reuniones
[en los encuentros cara a cara] toma sus ingre-
dientes, su sustancia, de la disciplina impuesta a
comportamientos de escasa importancia sustancial.
El comportamiento apropiado del sujeto se funde
con la aportacin similar de otros para dar origen
a una presencia colectiva organizada en el plano
social (1967, 261).
Tal presencia colectiva y socialmente organizada
requiere que se confe en el otro si se quiere man-
tener la promesa que hace cuando se presenta (y pide
ser tratado) como una persona de un cierto tipo: se
da crdito al interlocutor por algo que solamente
se puede averiguar despus de que l haya salido de
escena. No es casualidad que las revelaciones im-
previstaS; los descubrimientos casuales que obligan
a releer en clave distinta toda una secuencia de acon-
tecimientos pasados, provoquen un sentimiento de
confianza traicionada, de buena fe engaada, de frau-
de, de engao, de promesa incumplida, etc. En rea-
lidad, actuando as (o sintiendo as) atribuimos de
nuevo al actor caracteres que en primer lugar perte-
necen a los fundamentos de las interacciones. Nos
fiamos de las personas porque as nos lo exigen las
situaciones y las posiciones recprocas en las que tao
les situaciones nos colocan: la confianza es el precio
exigido para poder interactuar. Pero incluso ella
no es otra cosa que un requisito del funcionamiento
de un cierto tipo de regla:
en el trfico entre peatones en las aceras tenemos.
un escenario donde la confianza recproca se ma-
nifiesta comnmente entre desconocidos. Se llega a
una voluntaria coordinacin del actuar en la cual
cada una de las dos partes tiene una idea de
cmo deberan llevarse las cosas entre ellos, las
dos ideas concuerdan entre s, cada parte sabe que
existe este acuerdo y se da cuenta de que la otra
parte posee tambin el conocimiento del acuerdo.
93
En resumen, estn ah los requisitos estructurales
para la regla de convencin (1971, 39)28.
El trabajo de tcita en una situacin
(potencialmente) conflIctIva es el fundamento de la
negociacin, de la estipulacin, en las (micro) rea-
lidades sociales de la vida cotidiana: confianza y
moralidad son una condicin esencial de semejante
realidad en cuanto que las definiciones de los encuen-
tros se manejan a partir de estos dos elementos. Es-
tos son por tanto cruciales para el tipo de reglamen-
tacin que sostiene el intercambio. sociaL
4.2. La vida cotidiana como representacin
Antes de concluir el captulo es necesario hablar
brevemente del problema de la metfora teatraL
Goffman plantea explcitamente la analoga entre las
escenas normales de interaccin vividas por los su-
jetos y lo que sucede en el escenario; habla de pers-
pectiva de la representacin teatral, de principios de
tipo dramtico: la relacin social comn est de por
s organizada como una escena, con intercambio de
acciones teatralmente infladas, contrapuntos y r-
plicas finales (1959, 83). Pero precisa que la pers-
28 Goffman deriva este concepto de convencin del estudio
de Lewis que la define en los siguientes trminos: una
regularidad R en el comportamiento de los miembros de
una poblacin p, cuando stos son los agentes en una situa-
cin recurrente S, es una convencin solamente si es cierto
que en P hay un conocimiento comn de que, en cualquier
.ejemplo de S entre los miembros de P, (1) todos se confor-
man a R, (2) todos que todos los dems se con-
formen a R, (3) todos prefIeren conformarse a R a condicin
de que lo hagan los otros, en cuanto que S es un problema
de coordinacin Yla conformidad uniforme a R es un equi-
librio de coordinacin en S" (Lewis, 1969, 71).
Schelling, que tambin extensamente los juegos
de coordinacin tcIta, observa que la fuerza de muchas
reglas de etiqueta social parece depender del hecho de que
se han convertido en 'soluciones' de un juego de coordina-
cin: cada uno espera que el otro espere que todos esperen
que se observarn, de forma que la no observancia com-
porta el castigo de quedar en evidencia (1960, 91).
94
pectiva dramtica es simplemente una forma de
organizar los hechos y las observaciones que el so-
cilogo recoge: dado que se trata de realidades se-
cundarias, consideradas como banales, no utilizables
para la concepcin (macro) sociolgica, el punto de
vista dramtico (presente por doquier en la vida so-
cial) sirve sobre todo para dar una dimensin orga-
nizada al anlisis sociolgico de tales realidades me-
nudas.
Por lo dems, tambin en la concepcin socio-cul-
tural tradicional est implcitamente presente una es-
pecie de metfora teatral cuando se observa que cier-
tas caractersticas estructurales como el sexo, la edad,
el grupo tnico al que se pertenece, el estatus, etc.,
son expresados diferentemente por los sujetos que
los poseen:
en cada caso ser'> un determinado tipo de persona
no implica solamente poseer los atributos necesa-
rios, sino tambin mantener el estndar de con-
ducta y de apariencia que el propio grupo social
comporta.
La despreocupada facilidad con que los actores
emplean sistemticamente las rutinas que perpe-
tan aquel!os estndares, no niega el hecho de que
haya tenido lugar una representacin, sino nica-
mente que los participantes hayan sido conscientes
de ello. Un estatus, una posicin, un nicho social
en suma, no es algo que se tiene y luego se ensea,
sino ms bien un modelo de comportamiento apro-
piado, coherente, cuidado y bien articulado. Re-
presentado con desenvoltura o con empacho, a
sabiendas o no, hacindolo con astucia o con sin-
ceridad, no es menos algo que se debe representar
y adornar; en fin, algo que debe ser realizado
(1959, 87; el subrayado es mo).
Goffman, pues, lleva hasta el fondo algunas obser-
vaciones o algunas formas de decir comunes que con-
tienen ya el ncleo de su metfora teatral. Esta, entre
otras cosas, distingue -como sucede en lingstica
con el concepto de competencia- entre la conscien-
cia del sujeto acerca de las reglas y de las propias
capacidades de representacin, de una parte, y de
otra, la capacidad efectiva de ese mismo sujeto para
poner en escena las representaciones.
95
La incapacidad de un individuo comn de saber
por anticipado cules son los movimientos de los
ojos y de la cabeza que corresponden al papel, no
significa que l no sepa expresarse por medio de
estos rasgos de forma dramtica y prefijada en su
repertorio. Todos actuamos mejor de lo que cree-
mos (1959, 85; el subrayado es mo).
Al menos parcialmente, la metfora teatral es, pues,
inevitable; o solamente evitable si eliminamos de la
dimensin sociolgica el aspecto de la comunicacin.
Pero la metfora teatral sirve tambin por otros mo-
tivos:
muchas veces lo que el locutor se presta a hacer no
es pasar una informacin al destinatario, sino pre-
sentar dramas a un pblico. Parece como si em-
plesemos nuestro tiempo no tanto en dar informa-
cin como en hacer un espectculo.
Esta teatralidad no se basa en la simple exhibi-
cin de los sentimientos. El paralelismo entre el
escenario y la conversacin es mucho ms profun-
do que estO. La cuestin es que ordinariamente,
cuando un individuo dice algo, no lo dice como
una aseveracin desnuda. La est recontando, est
recorriendo una secuencia de hechos ya determina-
dos, para implicar a los espectadores (1974, 508).
La metfora teatral no asegura que la vida coti-
diana y el teatro sean una misma cosa, sino dice que
la representacin no est confinada al reino de la
ficcin y que constituye un dispositivo importante
y esencial en la vida cotidiana.
El individuo sistemticamente maneja la infor-
macin como si fuese algo muy diferente de una
simple caja negra. modelo tradipi\lnal del actor,
cuyos elementos facIales son sus lImItes evidentes,
no capta los hechos, sino que ms bien los hiperra-
cionaliza. En realidad, dada la tendencia del indivi-
duo a dividirse en partes, una parte que
tiene un secreto respecto a alguno de los presentes
y otra parte que divulga o comparte el secreto
otro conjunto de personas presentes (. .. ), queda cla-
ro que hay algo parecido al teatro, pero no slo
en el obvio sentido peyorativo (1974, 515).
96
Algunos elementos de la metfora dramtica es-
tn insertos en una comprensin cuidadosa de los
mecanismos internos del lenguaje; otros, en cambio,
estn ligados al funcionamiento mismo de los roles
sociales 2'), y otros an son el resultado del tratamien-
to metafrico de un modelo de anlisis. La metfora
teatral es precisamente (slo) una metfora. El mis-
mo Goffman se preocupa en un momento determina-
do de separar los trminos que la componen, de es-
clarecer la estratagema retrica:
( ... ) el lenguaje y la mscara del escepario deben
ser abandonados -al fin y al cabo los andamios
deben servir para construir otras cosas y deberan
ser levantados teniendo siempre presente que luego
se desmontarn.
[El problema no est representado por] los otros
del teatro que se introducen en la vida
cotidiana, sino [por] la estructura de los encuen-
tros sociales ("')'. El representar con xito, por
ejemplo, dos tipos de figuras que no corresponden
a la realidad [es decir, un personaje representado
en el teatro y el personaje que en la vida cotidiana
intenta construir un tramposo] implica el uso de
tcnicas reales, las mismas que sirven a las perso-
nas normales para mantener su situacin social.
Todos los que participan en interacciones cara a
carn en el escenario de un teatro deben acoplarse
a las exigencias de base de las situaciones reales:
es decir, deben matener una definicin de la situa-
cin en el plano expresivo (1959, 291; el subrayado
es mo). .
Resulta, pues, problemtica tanto la identificacin
de todo el modelo sociolgico goffmaniano con la me-
tfora teatral, como la afirmacin de que para Goff-
man [el] s mismo no tiene realidad ms slida y
menos precaria que la apariencia, que el papel in-
29 El rol aporta un modelo omnicomprensivo de compor-
tamiento y de actitud, constituye una estrategia para afron-
tar todo tipo de situaciones que se repiten a menudo; se
identifica socialmente, de forma ms o menos clara, como
una entidad; puede ser realizado de modo claramente reco-
nocible por diversos individuos y proporciona un instru-
mento de gran importancia para identificar y situar a cada
uno en la sociedad .. (Turner, 1968, 522).
97
terpretado por un actor en el teatro (lzzo, 1977,350),
afirmacin que identifica la perspectiva del actor
con el modelo dramtico. En realidad (adems de
las precisiones, derivaciones y lmites vistos has-
ta ahora) es preciso aclarar que la metfora teatral
no supone la conciencia que tiene el sujeto respecto
a la realidad de las propias interacciones: es decir,
aquella
no dice que sta es la manera cmo el sujeto com-
prende el mundo. Esta perspectiva es un medio, un
instrumento, que permite al estudioso enfocar la
atencin hacia las consecuencias de la actividad del
actor respecto a la percepcin que los dems tie-
nen del actor mismo. Por tanto, la perspectiva
del actor, o sea, el punto de vista del individuo
sobre aquello que est haciendo, no es relevante
en la perspectiva dramtica ( ... ). El sujeto no ex-
perimenta la vida como un teatro. El se ve obli-
gado a ser aquello que proclama ser (Messinger,
1962, 105, 109).
Parece muy poco goffmaniana la observacin
de que
los hombres representados por Goffman se mue-
ven solos, en un mundo desolado, donde el otro
hombre es un pblico, donde la nica comunica-
cin posible consiste en la comn conciencia y
aceptacin de este engao recproco. Conciencia de
engaar y tambin de que el otro sabe o puede
saber que est siendo engaado, etc. (Maranini,
1972, 11).
La metfora teatral no vaca el mundo social ni
lo convierte en una estepa donde imperan las ficcio-
nes: las representaciones cotidianas no se recitan
en el sentido de conocer un modelo precedente bien
asimilado; el individuo que acta e interacta en la
escena goffmaniana, por muy mueco que sea, no
ha perdido el sentido de lo que para l es su reali-
dad social, aunque trabaje por mantener las impre-
siones y las imgenes deseadas. Pero est presente
en ellas toda la sacralidad y la moralidad que su ca-
rcter de sujeto socialmente competente le atribuye:
98
nos hemos liberado de muchos dioses, pero el indi-
viduo mismo sigue siendo obstinadamente una di-
vinidad de considerable importancia (1967, 104).
4.3. Conclusiones
Las carencias y los lmites del modelo sociolgico
goffmaniano son relativamente fciles de descubrir
y quiz este mismo hecho ha llevado a entender mal
el significado del trabajo de Goffman. Achacarle que
se quiere presentar como ideolgicamente neutral,
que no toma explcitamente posicin, es correcto des-
de un punto de vista poltico, pero es tambin el
modo ms rpido para evitar afrontarlo, asumiendo
su complejidad, que en cada caso no es elimnable
con el pretexto de una condena ideolgica. Este tipo
de lectura aparece, por ejemplo, en el anlisis que
los Basaglia hacen brevemente en la introduccin
al Comportamiento en pblico, donde parecen iden-
tificar el fin del anlisis g o f f m n ~ n o con sacar a la
luz la naturaleza convencional y relativa de los valo-
res normalmente aceptados como absolutos. Esta in-
terpretacin destroza la peculiaridad del trabajo de
Goffman bajo una comn y difundida asuncin socio-
antropolgica de la relativldad cultural: si realmente
cientos y cientos de pginas, de no fcil lectura mu-
chas veces, nos llevasen finalmente a este resultado,
sera derrochar papel. Y curiosamente, al mismo
tiempo otros achacan a Goffman que presenta sus
descripciones en trminos poco histricos, no sufi-
cientemente individualizados, que universaliza, en fin,
los resultados de sus anlisis.
Los trabajos de Goffman estn naturalmente lle-
nos de frecuentes advertencias acerca de que sus
materiales estn sacados slo de nuestra sociedad
y que por 10 tanto sus anlisis no se aplican a otras
fprmas sociales: pero este reconocimiento, ms que
una invitacin a investigaciones comparativas y a
un estudio ms genuinamente histrico de sus ar-
gumentos, es un rechazo de tales perspectivas
(Jameson, 1976, 125).
El inters de sus anlisis no est en esclarecer
la relatividad cultural de los valores y de los mode-
(
(
99
los de comportamiento, sino en poner en evidencia
la naturaleza profunda y constitutivamente social
(o sea, regulada y sancionable) de una esfera gene-
ralmente suprimida del anlisis sociolgico y dejada
en libre propiedad a la subjetividad, a la espontanei-
dad y la eventualidad. Ello explica la constante rei-
vindicacin -por parte de Goffman- no slo de la
legitimidad de su tipo de anlisis, sino tambin de las
unidades de anlisis que l emplea, extraas tam-
bin por lo general a la mirada sociolgica. Adems
en este tipo de sociologa desempean un papel bas-
tante relevante las observaciones sobre los funcio-
namientos lingsticos y comunicativos. Cuando en
la citada introduccin de Basaglia se observa que
el autor puede imputar la deshumanizacin del hom-
bre a la falta de identificacin con los roles que
l mismo -por otra parte- critica (1963, 13), hay
que observar dos cosas: ante todo, la imputac:n de
deshumanizacin es un reflejo de una visin social
basagliana, y no de Goffman. Para este autor no hay
ningn Edn perdido o por conquistar (lo que, por
lo dems, contrastara con la orientacin descripti-
va fenomenolgica que se le atribuye como lmite),
ninguna isla feliz donde en otros tiempos las inter-
acciones se daban (o se darn) entre sujetos perfec-
tos, reales, y no ya entre representaciones. El estado
actual quiz se observa con una falsa neutralidad,
pero desde luego las pocas pasadas (o futuras) no
estn mitificadas. En segundo lugar, el problema de
una falta de identificacin con los roles sociales es
poco pertinente para el modelo sociolgico de este
autor, como igualmente est ausente en general la
psicolgica. El rol social tiene ciertamen-
te una fachada que el individuo encuentra ya hecha,
pero tambin es algo que se representa, que se basa
en una parte expresiva susceptible de ser negociada
en las interacciones. Es, en fin, un espacio en el que
se ejercita una competencia, un medio para el indi-
viduo de afirmar sus cualidades de persona social,
no la evidencia de su naturaleza humana. La distancia
del rol de Goffman no equivale al anonimato o a la
despersonalizacin, sino ms bien a un elemento vi
tal inserto en el juego de las representaciones, de
las definiciones de la situacin, en la competencia
100
misma del sujeto como actor social: la imagen del
individuo que Goffman nos presenta es la de un
prestidigitador, de un sincretista, de alguien que sabe
adaptarse y conciliar, que cumple una funcin
mientras aparentemente est ocupado en otra (1961
b, 139).
Una de las crticas ms frecuentes a la obra goff-
maniana es que su anlisis pretende ser descriptivo,
y no expresa por este motivo ningn juicio de valor
sobre el tipo de sociedad estudiada. A esta observa-
cin -que muchas veces queda fuera del modelo en
cuestin- se une la crtica sobre la ausencia de la
dimensin del poder: dado que precisamente las re-
laciones estructurales no entran en lo que l estudia
y en el punto de vista que adopta, se tiene la im-
presin de que la sociedad de la que habla es una
sociedad sin diferencias de poder. La interpretacin,
justa en cuanto a la constatacin de los lmites del
modelo goffmaniano, descuida, en cambio, a mi jui-
cio, algunos de sus elementos internos: acostumbra-
dos a pensar en un determinado tipo de poder, es-
tamos menos dispuestos a ver que, por ejemplo, al
definir una situacin, la cuestin de la realidad social
y de su normalidad se plantea en los trminos de
aquel que posee el poder de establecer tal definicin.
Si dentro de la competencia comunicativa y semitica
se valora tambin el componente relativo al hacer-
hacer, si dentro del lenguaje se acepta tambin el as-
pecto crucial de la accin encaminada a modificar
al destinatario, de nuevo nos encontramos con algo
que no sera impropio definir como poder. No es el
Poder que trama conjuraciones o planes destructivos;
es, ms cotidianamente, el poder de las pequeas per-
suasiones que se necesitan para producir las interac-
ciones. De forma coherente, pues, con las unidades de
anlisis empleadas, existe, en el modelo goffmaniano,
la dimensin de una capacidad coercitiva, que, por
otra parte, es totalmente congruente con su forma
de esclarecer el componente conflictivo, polmico,
de la interaccin y de la comunicacin.
Hay otra crtica de importancia que se refiere al
hecho de que la teora sociolgica de este autor
est a caballo entre una descripcin de procesos
psico-sociolgicos en trminos ahistricos y una cr-
101
tica histricosociolgica de una sociedad especfica
(lzzo 1977, 350). La ausencia programtica de cual-
quier base psicolgica ha sido ya subrayada; lo que
me parece coincidir slo parcialmente con el plan-
teamiento goffmaniano es su pretendida ahistorici-
dad (sostenida tambin por Jameson, como se ha
visto). Son frecuentes las seales de tiempo y espa-
cio que l pone como lmites a la validez y extensin
de sus observacionei: se afirma explcitamente que
se trata de anlisis sobre la sociedad americana con-
tempornea y especialmente de su clase medio-bur-
guesa. Cuando los comportamientos que nos encon-
tramos se comparan con otras pocas (sucede con
frecuencia, dado el tipo de material que utiliza), no
es para extender o generalizar los modelos de com-
portamiento, sino ms bien para evidenciar las mo-
dificaciones estructurales. Desde este punto de v:sta,
en Goffman la relatividad de los modelos culturales
no resulta un supuesto abstracto, sino que encuen-
tra frecuentes e interesantes ejemplificaciones (aun-
que sea algo tratado marginalmente, puede servir
de ejemplo el conjunto de observaciones sobre la
historia de las ejecuciones capitales; 1967, cap. 6.).
Ms interesantes son las observaciones crticas que
se refieren en cambio al interior de su modelo socio-
lgico, explicitando sus carencias y contradicciones:
adems de la irrelevancia psicolgica ya citada, por
la cual los factores psicolgicos son considerados
ad hoc para introducir variables contingentes que
resuelven problemas de anlisis, Giglioli (1971), a
propsito de la naturaleza del s mismo, observa
que no se entiende bien qu es 10 que determina por
parte del actor la eleccin de un self en vez de otro.
La respuesta en trminos del estudio goffmaniano
no puede ser dada desde luego en la clave de los
tipos de personalidad, sino ms bien referida en
parte a las representaciones que el actor tiene a su
disposicin, y en parte a la situacin objetiva en la
cual se encuentra el sujeto para negociar una defi-
nicin de cuanto est sucediendo, en parte a los
marcos aplicados y en parte a la coherencia que
el actor logra mantener en las propias representa-
ciones. La respuesta, insatisfactoria e incompleta,
deriva de haber enfocado el anlisis hacia las reglas
102
que normalizan la presencia recproca de los actores.
Todas las propiedades explicitadas por la sociologa
goffmaniana son propiedades situacionales, no de los
sujetos, y todo lo que se atribuye a los individuos
es en ltima instancia propio de las reglas que es-
tructuran los encuentros. Las reglas y la etiqueta
de cualquier juego pueden ser consideradas como
un medio a travs del cual se celebran las reglas
y la etiqueta del juego (1967, 14). Este insistente
acento puesto sobre la omnipresente normatividad
de la vida social comporta una infravaloracin (o
una no-valoracin) de otros elementos, como la di-
mensin temporal relativa a los cambios macroes-
tructurales, el desarrollo de la socializacin: Goffman,
de hecho, describe ms los componentes de la com-
petencia de la persona adiestrada socialmente que
las fases sucesivas de tal competencia (<<los lmites
estructurales dentro de los cuales un 'modelo goffma-
niano' de interaccin social puede ser vital [son los
de] sociedades estructuradas de modo que los ele-
mentos decisivos de la realidad objetiva son interio-
rizados en los procesos de socializacin secundaria;
Berger-Luckmann 1966, 197).10. En definitiva, segn
Giglioli, adems de una constante carencia de siste-
matizacin en las observaciones profusas, la socio-
loga de Goffman aparece sustancialmente como
una sociologa del make-believe que, aportando un
interesante modelo cognoscitivo, presenta sobre todo
un anlisis sociolgico de la clase media americana.
E indudablemente es cierto que el elemento de la
representacin, si se quiere de la ficcin, ocupa un
puesto relevante en la exposicin goffmaniana; pero
a mi entender, no est ligado tanto al tipo de obje-
tos que analiza o a la sociedad que observa cuanto
al concepto de regla que pone como fundamento de
los funcionamientos sociales. Es ella la que pone la
.lO Para confirmar todo 10 dicho en el prr. 4.3., Berger
y Luckmann prosiguen: Esta consideracin ( ... ) debera
inducirnos a estar atentos a no equiparar el 'modelo' goffma-
niano (que es muy til para el anlisis de importantes carac-
tensticas de la moderna sociedad industrial) con un 'modelo
dramtico' tout court. Ha habido otros dramas, al fin y al
cabo. adems del del 'hombre de la organizacin' contempo-
rneo dedicado a 'manipular las impresiones'" (1971, 197).
103
primera ficcin operativa, la representacin de la
que descienden las otras. y por algo la insistencia
de Goffman, al estudiar la naturaleza reglamentada
de las interacciones sociales, incluso mnimas, no
puede hacer ms que el rol estratgico
de las ficciones operativas. Pero estas ltimas no
coinciden con la adulteracin de los valores sociales:
por el contrario, cmo stos pueden fun-
cionar incluso en ausenCIa de un estado de comu-
nidad integral, real, profunda entre los sujetos (caso
claramente ideal Y utpico, situacin lmite, abs-
traccin).
Una ltima observacin se refiere al modo de
proceder la exposicin terica de este autor: segn
algunos crticOS se parece a una especie de patch
work intelectual en el que se encajan coniuntos de
conceptos rodeado.s m?ltitud de ejemplos. Goff-
man toma cualqUler termmo que generalmente no
se aplica a las cosas que l est estudiando -si bien
la metfora teatral no es nueva y el concepto de
frame lo utiliza Bateson precisamente en relacin
con el comportamiento y la comunicacin- y hace
ver que con alguna modificacin o multiprcando
las ilustraciones, se pueden acomodar y adaptar. De
est'e modo Goffman no parece dispuesto a asumir
los desafos que su mismo trabajo plantea (Sha-
rrock), y por otra p.arte, al limitarse a la descrip-
cin de la experiencIa Y al tratar de tal descripcin
como si constituyese toda una generalizacin justi-
ficable (Douglas 1970, 21), representa muy bien lo
que se puede llamar sociologa naturalista n la cual
los aspectos estructurales no van ms all del pri
mer captulo, para luego ser sumergidos
en un mar de detalles naturalistas a propsito de
situaciones sociales. Observaciones de este estilo
-fcilmente integrables en el modelo. goffmaniano-
son difciles de rebatir y confrontar.
Son ms interesantes las reservas que hace Cicou-
rel cuando observa que los supuestos de Goffrrian
sobre las condiciones de los encuentros sociales ado-
lecen de falta de categoras .analticas explcitas que
describan cmo la perspectIva del actor difiere de
la del observador Y cmo ambas pueden ser coloca-
das en el mismo frame conceptual ( ... ). [Adems]
104
el modelo del actor de Goffman no revela cmo el
actor (o el observador como actor) negocia las es
cenas actuales (Cicourel 1972, 23-24). En efecto, si
es verdad que alcanzar un punto de negociacin es
un acto social que genera acontecimientos sociales,
por otra parte, sin embargo, no es casi nunca el
fin de una interaccin, no constituye su finalidad,
sino solamente un requisito previo. En estos trmi-
nos, los lmites de la negociacin actuable en una
situacin especfica estn contenidos dentro del
fra11'ze empleado y se refieren esencialmente a la
definicin del propio s-mismo y del S-mismo del
interlocutor, adems del juego de cara que ayu-
dan a mantener.
En fin, segn mi opinin, lo que se presta a dis-
cusin es el acercami'ento que Goffman hace de su
modelo sociolgico a aquellos desarrollos de la lin-
gstica, como son el problema de los actos lings-
ticos, que ponen en evidencia principalmente la in-
tcncionalidad del sujeto locutor y su subjetividad 31.
Quizs se dibuja desde este punto de vista una in-
compatibilidad entre la marginalidad del individuo
en la interaccin (con respecto al personaje) y la
plenitud, la importancia de la intencionalidad del
sujeto en los modelos lingsticos a los que el mis-
mo Goffman se refiere para subrayar la dimensin
de accin del lenguaje en los encuentros sociales *.
Como conclusin, parafraseando slo un pequeo
aspecto del trabajo de este socilogo, se puede decir
que lo que veo y lo que no veo es una cuestin
de tacto (M. Frisch, 11 mio nome .sia Gantenbein).
31 Por ejemplo, gran parte del trabajo reciente de Searle
est dedicado al problema de la relacin entre intenciones,
acciones y actos lingsticos: realizar un acto lingstico y
al mismo tiempo expresar el correspondiente estado de in
tencin. Este ltimo se define como la elaboracin de un
contenido representativo de una forma psicolgica. (Cfr. el
volumen de Violi-Manetti, ya citado, en la serie Espresso
Strumenti).
* Sobre este punto, ver prefacio, pg. 13.
105
~
CAPTULO II
Harold Garfinkel, O la evidencia
no se cuestiona
1. LA ETNOMETODOLOGA
1.1. Dos ejemplos para comenzar
a) En un test para medir el desarrollo lings-
tico, se muestran a los nios algunas figuras, con el
cometido de indicar cul entre ellas responde mejor
a la pregunta planteada. Sucede a veces que entre
las figuras de un hombre, un nio, un perro y una
mesa, acompaadas por la indicacin busca al que
habla, aparte del hombre y el nio tambin se in-
dica el perro.
Existen dos reacciones posibles.
Si el parmetro hablar se usa en el test para
distinguir a los seres humanos de los animales, dado
que el nio ha incluido en su respuesta tambin la
figura del perro, de ello se deduce que an no ha
desarrollado la habilidad de usar correctamente los
conceptos.
O bien se puede pensar, en cambio, que no es que
el nio sea incapaz de abstraer y de clasificar en
categoras, sino que ste se sita en una realidad
diferente, en la que tambin los perros (como le han
enseado los adultos: mira al perrito, que te est
diciendo hola ... ) hablan y se expresan.
El nio por tanto est en situacin de abstraer,
106
slo que para realizar tal operacin usa elementos
distintos de los que usa el investigador que hace
el test. Y as atribuir una respuesta equivocada al
nio que ha unido la palabra volar al dibujo de
un elefante, indica que el test mide ms la compe-
tencia del adulto que lo suministra que la del nio:
quienquiera que est mnimamente familiarizado
con los tebeos, los libros para nios, los dibujos
animados, sabe que los elefantes vuelan y los ani-
males hablan. Es necesario por tanto evitar el em-
pobrecer la complejidad de los mundos, de las rea-
lidades en las que vivimos constantemente.
b) En una casa de reeducacin para ex detenidos
rigen dos sistemas culturales distintos: el prime-
ro est constituido por las finalidades de la institu-
cin, por su historia, por los puntos de vista de
los miembros del personal que trabaja en l; el se-
gundo es el cdigo de los ex detenidos, que indica
a stos cmo comportarse los unos con los otros y
con el personaL \
Para darse cuenta de qu es este cdigo, se pue-
den elegir dos caminos: o bien tratar de explicitar
las reglas que lo componen y la moralidad, el orden
que aqul propone, de forma que consienta explica-
ciones de este tipo: el cdigo ordena no espiar, no
dejarse castigar, compartir lo que se tiene, ayudar
a los compaeros, no dar confianza al personal, ser
leales con los compaeros, etc. (el detenido interio-
riza y aplica estas normas de comportamiento, ac-
tuando en consecuencia)>>; o bien tratar de ver cmo
funciona en la vida cotidiana de la casa de reeduca-
cin este cdigo, cmo es asimilado y usado por los
ex detenidos.
En este segundo caso se puede observar que la
mxima no ser chivato no es usada como una
mxima abstracta o como la enunciacin de un va-
lor moral. Se aplica ms bien en una trama cons-
tante' de situaciones prcticas y funciona como in-
dicacin de tales situaciones: acta, por ejemplo,
como una invitacin al interlocutor a organizar la
interaccin teniendo siempre en cuenta el cdigo.
Por ejemplo, algunas conversaciones entre un ex de-
tenido y el socilogo investigador se concluyen cuan-
do aqul dice: Entindame, no quiero ser chivato.
107
No es una simple descripcin de la propia adhesin
al cdigo: es ms bien una situacin de passion
and judgment (pasin y juicio, Bittner, 1973, 115).
Con esta frase el ex preso no muestra slo haber
interiorizado el cdigo, sino que tambin 1) expli-
cita al mismo tiempo que concibe la conversacin
como una solicitud de delacin, 2) formula el distinto
estatus social que separa al preso del interlocutor,
3) proporciona una justificacin de por qu finaliza
la conversacin (como si dijese no contesto ms
para evitar el ser chivato).
Cmo puede ser que una pequea porcin de
interaccin cotidiana y una simple frase no mues-
tren slo la adhesin a normas de comportamiento,
sino que desempeen tambin estas otras importan-
tes funciones? Esencialmente porque el contexto y
el lenguaje, la escena social y la accin, se deter-
minan recprocamente, estn conectadas entre s.
Reciprocidad y provincias de realidad son dos
temas presentes en la etnometodologa, a la que est
dedicado este captulo. Harold Garfinkel es el ex-
ponente principal, el fundador de tal corriente del
_ pesamiento sociolgico.
El lenguaje de los etnometodlogos presenta un
estilo arduo y a veces indescifrable (un ingls que
hace volver la cabeza, a mind spinning English,
observa un crtico, Mc Sweeny 1973, 140), el nombre
de la escuela parece complicado y extrao, y en
realidad no se trata de una escuela, ya que el
trmino funciona como una especie de paraguas que
cubre cosas bastante distintas entre s: el mismo
Garfinkel prefiere no hablar ya de etnometodologa,
diferenciando la propia aproximacin como neopra-
xiologa ( ... el esoterismo contina). Sin embargo,
por regla general, este desarrollo de la teora socio-
lgica contina llamndose etnometodologa, y el
inters por l se ampla y se difunde cada vez ms 1.
1 Es prueba de ello la salida de un nmero monogrfico
de Sociology (Joumal of the British Sociological Association),
1978, 1, dedicado a Language and Practical Reasoning .., ade-
ms de los trabajos aparecidos ocasionalmente en Interna-
tional Journal for the Sociology of Language, Analytic Socio-
log)' al Language, Analytic Sociology, Language, etctera.
108
La historia del trmino etnometodologa ayu-
da bastante a comprender qu puede ser sta. Gar-
finkel explica que en un cierto periodo se dedic
provisionalmente a trabajar en una investigacin
sobre el modo en que los componentes de un tri-
bunal legal tomaban conciencia de aquello que ha-
can en su trabajo como jurados. Al escuchar un
cierto nmero de conversaciones entre ellos, se
trataba de responder a la pregunta: qu les con-
vierte en jurados?, qu procedimientos siguen
como tales?. Resultaba interesante observar el uso,
por parte de los jurados, de algn tipo de conoci-
miento sobre el modo de proceder de las situacio-
nes sociales, conocimiento al que se atenan fcil-
mente y que ellos se requeran recprocamente de
forma implcita. Este no actuaba como una forma
de control, es decir, no opera como autnticas veri-
ficaciones como en el caso de los cientficos: los
jurados se ocupaban ms bien con cosas como in-
formes adecuados, descripciones adecuadas, adecua-
das evidencias. Y sin embargo cuando usaban no-
ciones de sentido comn no entendan actuar con
sentido comn, sino que entendan ser legales, es
decir, actuar segn su profesin de jurados. El tr-
mino etnometodologa es una palabra afn a un
conjunto de trminos estndar en antropologa,
como etnobotnica, etnofsica, etnomedicina, etc.: de
la misma forma que botnica en etnobotnica
se refiere a une serie de datos que son tratados como
un conjunto, as tambin metodologa en etnome- ~
todologa indica un tema, un conglomerado de da-
tos, ms que un aparato cientfico. En este sentido,
los jurados muestran poseer, en cuanto miembros
de la sociedad, los mtodos para manifestar, re-
clamar, hacer observar la competencia necesaria
en la vida cotidiana (Turner 1974).
Analizando las conversaciones entre jurados, nos
encontramos -dice Garfinkel- frente a personas
que estn haciendo metodologa (si bien de forma
distinta a la comn acepcin cientfica) con un in-
negable inters y un fuerte compromiso en su for-
ma de actuar. En la palabra etnometodologa ~
trmino etno-Se refiere-a--1a;--disponibilidad que u
Il
..
-ne'conocimientos de' sentido' conin
109
sobre su sociedad: la metodologa, en cambio, est
compuesta por las actividades prcticas y por sus
propiedades formales, por los conocimientos de sen-
tido comn, por el razonamiento prctico.
La etnometodologa es el estudio de los modos en
[que se organiza el conocimiento que los individuos
) tienen de los cursos de accin normales, de sus asun-
} tos habituales, de los escenarios acostumbrados.
Volviendo a los jurados, Garfinkel (1968) hace
notar cmo para ellos el buen sentido del razona-
miento, de las pesquisas de algunos, es observable
y destacable: el mismo se utiliza en la forma de
observar, analizar los hechos, que un sujeto social-
mentecompetenteposee. Es, enuna palabra,observa-
ble/referible (es decir, descriptible): se trata de algo
resumible (accountable). Cuando, desde un punto
de vista etnometodolgico, a propsito de las activi-
dades cotidianas, se habla de algo que es de hecho,
que es fantasa, que es evidente, o que repre-
;,"'1
J''V"' senta una buena demostracin, se entiende que todo
lJ \ I f
" ,
esto se ha hecho visible y comentable, observable
,1
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y contable.
La metodologa que todo miembro social posee
como fundamento de la propia competencia, est
I . compuesta por las prcticas comunes con las que
"t"
-< las propiedades racionales de la vida cotidiana y del
I
sentido comn permanecen como susceptibles de
\ .... observacin y se hacen objetos de informe.
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[Pero] hemos dejado de usarel trmino etnome-
" todologa. La llamaremos necpraxiologa. Estoal
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menos permitir que quien quiera usar el trmino
etnometodologa, cualquiera que sea el motivo por
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