El Ángel
El Ángel
El Ángel
Hace mucho, muchsimo tiempo, en una tierra salvaje y peligrosa viva un hombre con su
mujer. Anhelaban tener un hijo y esperaban con paciencia ao tras ao. Un da, por fin, la
mujer anunci a su marido que iba a tener un beb.
El matrimonio viva al lado de un hermoso jardn rodeado de un muro muy alto. El jardn era de
una bruja malvada; nunca se haba atrevido nadie a entrar en l, por temor a que la bruja los
hechizara. Una ventana de la casa del matrimonio daba al jardn. La mujer sola asomarse para
contemplar las maravillosas hierbas y rboles de la bruja con flores de poderes mgicos.
Melisa
Un da la mujer enferm. Tuvo que guardar cama y perdi el apetito.
Todos los das, su marido le traa manjares deliciosos, pero ella ni siquiera los tocaba.
-Por favor -le pidi- dime qu puedo darte. Debe haber algo que pueda curarte.
-Treme un poco de esa hierba llamada melisa que crece en el jardn de la bruja -susurr ella-
Eso har que me ponga bien.
El marido tena mucho miedo, pero estaba dispuesto a cualquier cosa para que su mujer
sanara.
"La vieja bruja no me har nada malo", pens.
Esper la cada de la noche y trep por el muro para entrar en el jardn de la bruja. Con el
corazn encogido, mir alrededor. No haba nadie. Encontr la
melisa, arranc una brizna y volvi corriendo a casa.
Su mujer se sinti mucho mejor despus de comer la hierba. Pero al da siguiente quiso ms.
-Por favor-implor a su marido-. Si no me traes ms melisa, morir.
As que esa noche, muy tarde, su marido volvi a franquear el muro del jardn. Justo cuando
arrancaba la hierba, apareci la bruja.
-Ladrn! -chill-. Maldito seas! Cmo te atreves a venir a mi jardn a robarme mis plantas!
-Perdname -suplic el hombre-Mi esposa est muy enferma y morir si no le llevo esta
hierba.
-Muy bien, puedes llevrtela -respondi la bruja-, pero con una condicin. A cambio de la
melisa, debers darme tu primer hijo.
El hombre estaba tan desesperado que accedi, y volvi corriendo junto a su mujer.
Algunos meses ms tarde, el matrimonio tuvo una nia. El mismsimo da en que naci,
apareci la bruja. Ellos le imploraron que les dejara su hija, pero la bruja no les hizo caso. -La
llamar Melisa -se burl cruelmente. Recogi el beb en su capa y se lo llev. Melisa creci y
se transform en una nia muy hermosa. Tena unos ojos color violeta y una cabellera de oro,
muy larga, que llevaba recogida en una gruesa trenza. A! cumplir doce aos, la bruja se la llev
a un bosque oscuro y sombro y la encerr en una torre muy alta. No tena puerta ni escaleras,
slo una ventana muy pequea en lo ms alto.
-Melisa, Melisa, trame la trenza!
Entonces Melisa soltaba su trenza y se la arrojaba a la bruja, que trepaba por ella utilizndola
como una cuerda.
Un da, un prncipe que cabalgaba por el bosque se perdi y pas junto a
Melisa estaba aislada del mundo. Todos se olvidaron de ella. La nica persona a la que vea era
a la vieja bruja, que iba a visitarla todos los das para llevarle comida. Se detena bajo la torre v
la llamaba:
la torre de Melisa. La oy cantar; sola hacerlo para no sentirse sola.
El prncipe jams haba odo una voz tan dulce y tan suave. Detuvo su caballo y se par a
escuchar. Busc la puerta de la torre, pero no pudo encontrarla, y se fue a caballo. Pero volvi
al da siguiente, y al otro, y al otro... Se senta tan atrado por aquella voz que decidi averiguar
quin cantaba.
Un da, mientras el prncipe estaba escuchando, vino la bruja. El joven se escondi detrs de
un rbol y esper a ver qu pasaba.
-Melisa, Melisa, trame la trenza! -grit la bruja.
El prncipe vio caer la trenza de la muchacha y cmo la bruja suba por ella a la torre. r- *
"As que esto es lo que debo hacer para saber quin canta", pens el prncipe.
Esa noche regres a la torre. -Melisa, Melisa, trame la trenza! -grit.
Oy un suave zumbido y la trenza cay por el muro. El prncipe se apresur a subir y entr en
la torre trepando por la ventana. Melisa jams haba visto a un hombre. Se asust mucho y
retrocedi.
-Quin eres? -pregunt, lorosa.
-No tengas miedo -dijo suavemente el prncipe, tomndola de la mano.
Se enamor de ella en el mismo momento en que la vio y le cont cmo haba ido a escucharla
da tras da. Poco a poco. Melisa dej de tener miedo.
-Csate conmigo y deja esta horrible prisin -le dijo.
El prncipe era joven y guapo, y a Melisa le gust.
-Me encantara ir contigo -dijo-, pero cmo conseguir escapar de la torre? T puedes bajar
por mi trenza, pero yo no tengo con qu bajan Pens un momento y aadi: -Ven a verme
todas las tardes, y cada vez que vengas, treme un poco de hilo de seda. Lo trenzar y har
una cuerda muy fuerte. Cuando est terminada, podremos escapar juntos.
Desde aquella noche el prncipe fue a ver a Melisa todas las tardes. Y cada da ella trenzaba
una cuerda con el hilo que l le llevaba. La bruja no se dio cuenta de nada. Pero Melisa estaba
tan enamorada que no pensaba ms que en el prncipe. Un da, cuando la vieja trep por la
ventana, Melisa le dijo, sin pensarlo:
-Eres mucho ms pesada que el prncipe.
-Malvada! -grit la bruja- Cre que te tena bien guardada. As que durante todo este tiempo
me has estado engaando!
Recogi unas tijeras enormes y tomando la trenza de Melisa, se la cort.
-Ahora, desagradecida, vers lo que puedes hacer sin m -chill la bruja.
Vol con Melisa a un valle solitario y la abandon all, sola y sin recursos.
Ms tarde, al caer la noche, la bruja volvi a la torre a esperar al prncipe.
Despus de un rato, le oy gritar:
-Melisa, Melisa, trame la trenza!
La bruja at la trenza de Melisa a una silla pesada que estaba debajo de la ventana y se la
ajroj al prncipe. Este trep rpidamente, pero al llegar arriba descubri que quien le reciba
no era Melisa, sino la vieja bruja.
-Se ha ido! La muchacha se ha ido! -cacare la bruja- Tu pajarito cantor ha volado. Jams
volvers a verla.
Entonces arroj al prncipe por la
ventana. El joven cay entre los arbustos; las afiladas espinas le araaron los ojos y le cegaron.
Tambalendose, se alej por entre los rboles.
Durante muchos aos el prncipe vag, triste y ciego, por los bosques y las montaas. Quera
buscar a Melisa, pero cmo hacerlo, si no poda ver? Pregunt por ella, pero nadie haba visto
a una hermosa joven de ojos violeta y cabello corto y dorado.
Un da lleg a un valle. Era un lugar muy solitario, pero oy que alguien cantaba.
-Conozco esa voz! -exclam-. Es mi amor! Mi Melisa!
Sigui la direccin de la voz y all, por fin, la encontr.
El prncipe estaba flaco y harapiento, pero Melisa lo reconoci en seguida. Le rode el cuello
con los brazos y llor de alegra. Sus lgrimas clidas cayeron sobre los ojos del prncipe, y en
pocos segundos ste recuper la vista.
El joven volvi con Melisa a su reino y se cas con ella. El matrimonio fue tan feliz que la buena
nueva se extendi por todo el reino. Cuando los padres de la joven oyeron hablar de la
hermosa Princesa Melisa, supieron que su hija estaba bien y que era muy feliz, y se sintieron
muy orgullosos.
Esta es una versin del cuento Rapunzel.