An Tropo Log Iay Marxism o
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ANTROPOLOGA Y MARXISMO
ngel Palerm
NGEL PALERM (1917-1980) naci en Ibiza, Espaa. Parti cip en la Guerra Civil y en 1939 se embarc a Mxico con otros republicanos. Ingres en 1947 a la Escuela Nacional de Antropologa e Historia, donde conoci el rigor de la investigacin de campo bajo la direccin de Isabel Kelly y los enfoques tericos de maestros como Pablo Martnez del Ro, Paul Kirchhoff y Pedro Armillas. En 1953 se gradu con un estudio sobre las bases agrcolas de la civilizacin mesoamericana, destacando la importancia de las obras hidrulicas en su desarrollo. De 1953 a 1966 trabaj en la Unin Panamericana, en Washington D. C., donde edit la Revista Interamericana de Ciencias Sociales y sostuvo estrecha comunicacin con destacados antroplogos como Steward, Wolf, Mintz, Wittfogel, Diamond y Adams. Reflexion sobre los mtodos de la enseanza de la etnologa, cuyos lineamientos enunci en los volmenes de su Historia de la etnologa (1974, 1976 y 1977) dedicados a precursores, evolucionistas y britnicos. Promovi la lectura directa de los clsicos de la antropologa, como base de la formacin terica de sus estudiantes. Otras publicaciones suyas son: Observaciones sobre la planificacin regional (1962), Introduccin a la teora etnolgica (1967), Agricultura y civilizacin en Mesoamrica (1972) y Obras hidrulicas prehispnicas en el sistema lacustre del valle de Mxico (1973). Impuls el desarrollo de varios programas para la enseanza e investigacin en antropologa en la UIA, la UAM y el CIESAS, y quiso ser recordado por esta diversificacin institucional. Inculc a sus discpulos la importancia del trabajo de campo y de la teora social en la formacin antropolgica, e insisti en la publicacin de resultados de investigacin, y la vinculacin de la praxis y la problemtica social con la vida acadmica.
ANTROpOLOGA Y MARXISMO
Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropologa Social Directora General Virginia Garca Acosta Universidad Autnoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa Jefe del Departamento de Antropologa Federico Besserer Universidad Iberoamericana Directora del Departamento de Ciencias Sociales y Polticas Helena Mara Varela Guinot Comisin Acadmica de Clsicos y Contemporneos en Antropologa Carmen Bueno Castellanos Ricardo Falomir Parker Virginia Garca Acosta Carlos Garma Navarro Roberto Melville Virginia Molina Ludy Leonardo Tyrtania
ANTROpOLOGA Y MARXISMO
ngel Palerm
306 P525A Palerm, ngel, 1917-1980 4 Antropologa y marxismo/ ngel Palerm ; prlogo de Eric R. Wolf, presentacin de F. Besserer- Mxico : Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropologa Social : Universidad Autnoma Metropolitana : Universidad Iberoamericana, 2008 348 p. tabs. ; 18 cm. -- (Clsicos y Contemporneos en Antropologa ; 4) ISBN 978-968-496-639-0
1. Antropologa. 2. Marxismo. 3. Evolucin social. 4. Campesinos I. t. II. Wolf, Eric R., selecc. III. Serie.
Investigacin bibliogrfica: Mireya Rubio y Roberto Melville Traduccin de la presentacin de Eric Wolf: Victoria Novelo Primera edicin: 1980 Segunda edicin: 1998 Tercera edicin: 2008 Primera edicin en Clsicos y Contemporneos en Antropologa 2008 Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropologa Social (CIESAS) Jurez 222 , Col. Tlalpan, C. P. 14000, Mxico, D. F. 2008 Universidad Autnoma Metropolitana Prol. Canal de Miramontes 3855, Col. Ex hacienda de San Juan de Dios, 14387, Mxico, D. F. 2008 Universidad Iberoamericana, A. C. Prol. Paseo de la Reforma 880, Col. Lomas de Santa Fe, 01210, Mxico, D. F. ISBN 978-968-496-639-0 Impreso y hecho en Mxico
www.ciesas.edu.mx/clasicos
NDICE
Clsicos y Contemporneos en Antropologa Presentacin de Virginia Garca Acosta y Roberto Melville....... 9 Herramientas para analizar el capitalismo contemporneo Federico Besserer........................................................................ 17 Presentacin Eric R. Wolf............................................................................. 21 ANTROpOLOGA Y MARXISMO ngel Palerm............................................................................ 43 Prlogo. .............................................................................. 45 Antropologa y marxismo en crisis................................ 49 Teoras sobre la evolucin de Mesoamrica................. 77 Un modelo marxista para la formacin colonial de Mxico?......................................................................... 117 La formacin colonial mexicana y el primer sistema econmico mundial. ....................... 149
ndice
Metrpoli-colonia y articulacin de modos de produccin................................................................... 197 Los estudios campesinos: orgenes y transformaciones .......................................... 225 Antroplogos y campesinos: los lmites del capitalismo. ............................................... 255 Articulacin campesinado-capitalismo: sobre la frmula M-D-M. ................................................ 293 Bibliografa........................................................................ 329
a antropologa es una de las ciencias sociales con una agenda intelectual y acadmica extremadamente ambiciosa. Su objeto central de estudio es la permanencia y cambio de los fenmenos socioculturales, por ende, se ocupa de conocer y analizar a la humanidad entera. Se interesa por cada una de las diferentes vas de evolucin de las sociedades humanas, y por identificar las respectivas trayectorias de pueblos y culturas desde las pocas tempranas de la prehistoria hasta el tiempo actual. La diversidad cultural, tnica y social, en y entre las sociedades, se manifiesta en todos los rincones del planeta. Concierne a la antropologa la adaptacin humana a variados climas y territorios; fros, templados y clidos; hmedos y ridos; planicies y montaas. Le compete tanto el estudio de las sociedades simples como el de las ms complejas. Los antroplogos han contribuido al conocimiento de las variadas formas de subsistencia en pueblos de cazadores y recolectores, de pastores y agricultores; y han procurado explicar los procesos de integracin de tales pueblos a las sociedades ms complejas en el contexto de la expansin del sistema mundial capitalista. A la antropologa le han interesado las minoras tnicas y las clases populares por igual, pero tambin las lites gobernantes y las estructuras estatales. Hay especialistas en ramas como la antropologa jurdica, la antropologa poltica, y la antropologa econmica. El parentesco
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la religin, el lenguaje, y diversas expresiones simblicas son apreciados objetos de estudio. Al ocuparse de un universo de objetos sociales y culturales tan vasto, los antroplogos eligieron un acercamiento holsti co, es decir, buscan establecer las interrelaciones existentes de tipo causal, funcional o simblico entre los distintos componentes de las diferentes culturas. El anlisis comparativo es una herramienta muy eficaz para identificar diferencias y similitudes entre los casos examinados. El estudio detallado de culturas grafas mediante la observacin participante, elev al trabajo de campo en uno de los mtodos caractersticos e ineludibles de la investigacin en antropologa. Las etnografas sobre sociedades y culturas son entonces productos que distinguen la produccin antropolgica. En consecuencia, ningn libro en particular podra reflejar toda la riqueza de herramientas tericas y metodolgicas que los antroplogos han empleado para el estudio de las culturas y las sociedades humanas. De la misma manera, la diversidad cultural observada por viajeros, misioneros, administradores, y en el siglo XX por los profesionales antroplogos en aquellas sociedades humanas con las que se ha tenido contacto, en todo el orbe y a lo largo del curso de la historia, slo podra quedar consignada en una incontable multitud de libros y artculos. No hay una sola biblioteca que contenga en sus estanteras los frutos de la labor etnolgica de esta multitud de autores-escritores. La descripcin etnogrfica de cada una de las sociedades particulares conocidas no puede evitarse por una aplicacin de teoras generales construidas a priori, ni sustituirse por las conclusiones alcanzadas en el estudio de alguna sociedad particular estudiada a profundidad. Y si se quieren alcanzar generalizaciones a partir de estudios empri-
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cos, ser necesario que la descripcin detallada de una sociedad se conduzca con alguna orientacin terica, mediante la formulacin de hiptesis que guen la recoleccin de datos y organicen la interpretacin de las caractersticas generales del fenmeno estudiado en tal o cual sociedad particular. Por tales razones, una adecuada formacin acadmica de los antroplogos depender del acceso a una bibliografa extensa. Los hallazgos y avances del conocimiento antropolgico se encuentran dispersos en diversos gneros literarios propios de la disciplina. Hay miles de trabajos monogrficos que registran la labor de recopilacin de datos empricos acerca de distintas sociedades dispersas en los cinco continentes. Existen trabajos de corte ms comparativo, mientras que otros tienen un propsito ms terico. Sin embargo, las grandes sntesis del conocimiento en una regin o rea cultural son ms escasas, y hay relativamente pocos trabajos que tengan una perspectiva mundial. La composicin de la literatura antropolgica es pues un indicador de su desarrollo, de su capacidad para formular generalizaciones a partir de estudios especficos y de su comparacin espacial y temporal. A partir de estas reflexiones, compartidas por un grupo de instituciones mexicanas comprometidas con la investigacin y la docencia en antropologa, surgi un proyecto que tiene como propsito ofrecer a investigadores y estudiantes, y en general al pblico de habla hispana, obras clave para el desarrollo del conocimiento sobre las sociedades y culturas humanas. Fue as que se concibi la coleccin Clsicos y Contemporneos en Antropologa. Existe una gran cantidad de obras relevantes para el desarro llo de diversas lneas de investigacin en antropologa que nunca fueron traducidas al espaol. Otras ms, que s lo fueron,
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dejaron de ser reimpresos o reeditados, y ahora ya no se encuentran en el mercado. Las bibliotecas institucionales de reciente creacin no cuentan con todos los libros clsicos de la disciplina y difcilmente los podran adquirir. La seleccin de esta literatura, que podra caracterizarse como clsica, constituye un asunto controvertido y susceptible de interminables discusiones. Este proyecto editorial con amplia gama de opciones acadmicas para la publicacin de clsicos, deber sortear los lmites inescapables del financiamiento e intentar satisfacer las preferencias de los lectores. Incluir tambin textos contemporneos que muy probablemente adquirirn con el tiempo el reconocimiento acadmico correspondiente. Los criterios de seleccin debern irse afinando a lo largo del desarrollo del proyecto, a partir tanto del contexto temporal y regional, como de las necesidades culturales ms explcitas. En los grandes polos del pensamiento antropolgico, ubicados principalmente en Gran Bretaa, Estados Unidos y Francia, la antropologa se ha construido en mltiples direcciones. En sus bibliotecas se encuentra una gran abundan cia de libros y trabajos de investigacin sobre casi todas las culturas del mundo, lo que incluye una vigorosa produccin terica. Muchas casas editoras recogen y difunden la produccin de universidades e institutos de investigacin. Por lo que toca a los pases que podramos calificar como perifricos, es posible distinguir a aquellos en los que se ha desarrollado un mayor inters por el desarrollo de la antropologa. En el mundo iberoamericano, pases como Argentina, Brasil, Colombia, Espaa, Guatemala, Mxico y Per pueden considerarse entre los que se han caracterizado por tener una mayor densidad antropolgica. En ellos se fomenta la antropologa
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con un enfoque circunscrito relativamente a los fenmenos y problemas locales, de suerte que la produccin acadmica se orienta hacia aquellos fenmenos socioculturales ms relevantes de cada nacin. En cada uno se ha presentado, en diferentes momentos, una influencia dominante de alguno de los centros hegemnicos de produccin antropolgica. Las preferencias intelectuales del mundo antropolgico iberoamericano se reflejan claramente en los acervos de las bibliotecas especializadas en antropologa en cada uno de esos pases. Las mejores y ms completas bibliotecas han logrado reunir, y proporcionan a sus usuarios, tanto la literatura antropolgica representativa de los pases hegemnicos como la produccin del propio pas. Pero la produccin de pases vecinos, igualmente perifricos, con antropologas de importancia generalmente est subrepresentada en dichas bibliotecas, as como en los programas acadmicos de las instituciones y universidades respectivas. En los dems pases, el desarrollo de la antropologa es relativamente pobre, y aquellos estudios que prevalecen son los del folklore local y la prehistoria. Mxico se encuentra entre los pases con una tradicin antropolgica vigorosa. Si bien existe un reconocimiento local y mundial de la antropologa mexicana, sus investigadores y estudiantes con frecuencia tienen un conocimiento precario de los desarrollos de otros pases de la regin con una tradicin antropolgica importante. La poltica mexicana de apertura a la inmigracin de perseguidos polticos fue propicia para dar lugar a un flujo de ideas y conocimientos antropolgicos novedosos y estimulantes, primero con la llegada de inmigrantes provenientes de Europa a raz de las vicisitudes de la Guerra Civil Espaola y de la Segunda Guerra Mundial, y luego, en las dcadas de 1960 y 1970, con el arribo de contingentes
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de asilados que huan de las dictaduras surgidas en Amrica del Sur. Estas corrientes migratorias tuvieron un efecto cultural muy importante para el pas receptor. Al llegar a Mxico y a las instituciones acadmicas que les abrieron sus puertas, aquellos universitarios perseguidos rompieron barreras cultu rales locales y auspiciaron un flujo de nuevas ideas y teoras que fructificaron intelectualmente, no slo en el campo de la antropologa sino tambin en muchos otros campos de las ciencias sociales y las humanidades. Lo anterior da cuenta de que el desarrollo de una disciplina se nutre no solamente de la problemtica social y cultural nativa, sino tambin de manera significativa de las corrientes y flujos culturales externos. La coleccin de Clsicos y Contemporneos en Antropologa tiene como aspiracin y propsito satisfacer no nicamente las necesidades locales y atender las necesidades bibliogrficas locales de programas acadmicos de formacin, sino cubrir un espectro ms amplio. Las instituciones que impulsan la publicacin de libros de antropologa han hecho suya la oportunidad y sugerencia de auspiciar el flujo cruzado de conocimientos antropolgicos externos, no solamente aquellos originados en los pases hegemnicos, sino tambin en los pases perifricos con una produccin antropolgica respetable, poco conocida y aplicable a circunstancias anlogas en otras latitudes. La coleccin incluye una composicin variada en temas y corrientes tericas que, esperamos, nutra a las subespecialidades de la antropologa. Incluye traducciones de aquellos libros que han tenido una reconocida influencia en el desarrollo de la antropologa y que, sin embargo, no han sido publicados en espaol anteriormente. Pero tambin comprende reediciones de obras que se encuentran agotadas, con objeto de atender la demanda vigente entre
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los estudiantes de antropologa. La iniciativa original de esta coleccin surgi en 2004, cuando confluyeron los intereses de la Direccin General del CIESAS con la maduracin de un proyecto largamente acariciado relacionado con la publicacin de libros clsicos de antropologa que se requeran en la docencia e investigacin. Se busc y encontr la colaboracin del Departamento de Antropologa de la Universidad Autnoma Metropolitana, en Iztapalapa y del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Iberoamericana, para llevar adelante esta empresa con la aportacin de los recursos humanos y materiales necesarios. Se conform as, en 2005, una comisin acadmica plural para precisar los criterios y definiciones necesarias en relacin con la seleccin de autores y ttulos que se publicarn en los prximos aos. Dicha comisin, integrada por profesores investigadores de las tres instituciones, abraz la idea de aadir a la coleccin de libros clsicos aquellos ttulos y autores contemporneos que recientemente han desarrollado nuevas lneas de investigacin, tales como los estudios de gnero, desastres, pluralidad tnica, entre otros. En el futuro muy probablemente otras instituciones se sumarn a este esfuerzo. Nuestra meta de poner al alcance de investigadores y estudiantes de antropologa una seleccin de libros indispensables para su desarrollo acadmico plural depender, en gran medida, de la recepcin que los lectores otorguen a ste y los prximos ttulos. Virginia Garca Acosta y Roberto Melville
CIESAS
ntropologa y marxismo es un libro de lectura obligada para quienes traten de entender los vertiginosos cambios de finales del siglo XX e inicios del XXI. Los textos que componen esta obra fueron escritos entre 1976 y 1980, en el vrtice de un giro profundo que el capitalismo mundial dio en ese momento. ngel Palerm pone en papel estas reflexiones en el momento en que un proceso de cambio dara como resultado una nueva fase del capitalismo mundial, tal vez no la ltima, pero s una distinta de la que Lenin llamara la fase superior del capitalismo. Este antroplogo, cuyo destino fue marcado por la confrontacin con el estalinismo, hizo acopio del pensamiento comprehensivo del marxismo y de la antropologa para poner en blanco y negro las bases ms importantes del anlisis del cambio que llevara al momento en que vivimos actualmente, por algunos llamado post-fordismo y por otros capitalismo tardo. Tal vez porque entonces el cambio histrico expresaba todas las contradicciones del capitalismo monopolista de Esta do, Palerm pudo identificar que tanto el marxismo como la antropologa estaban sesgados por un velo ideolgico asocia do a la figura del Estado-nacin que haba jugado un papel central desde inicios de siglo. Explic que la antropologa haba tomado formas propias en Inglaterra, Francia y Estados Unidos, ligadas a su papel dentro del colonialismo. Concomitantemente, afirm que el marxismo estaba atrapado en
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Federico Besserer
las ideologas de los pases en los que el socialismo estaba dominado por una nueva clase asociada al aparato poltico y tecnoadministrativo del Estado. As, Palerm inicia su trabajo con un movimiento en el que separa al marxismo y a la antropologa del habitus conceptual de la nacin. Propone entonces la revisin de varios sistemas econmicos mundiales, poniendo especial atencin en la contribucin del campesinado mesoamericano al desarrollo del capitalismo. Este pensador extraordinario, que se desempe profesionalmente en instancias internacionales y construy para la antropologa una mirada del mundo en mltiples escalas, sostiene que el capitalismo fue global desde el siglo XVI y que su historia incluye de manera central las crisis sucesivas que han generado nuevas formas de articulacin y regulacin del sistema. En los textos que conforman este libro, Palerm presta espe cial atencin a las ideas de Lenin y de Rosa Luxemburgo, quienes diferan en la conceptualizacin del capitalismo de inicios del siglo XX. Al tomar la postura de Luxemburgo, le confiere un papel importante al campesinado en el entendimiento de la globalizacin y el capitalismo. Estas ideas de principios del siglo pasado resuenan an en las posiciones divergentes de quienes analizan la reestructuracin del capitalismo y la globalizacin al iniciar nuestro siglo. Los ensayos que encontramos en Antropologa y marxismo no han dejado de formar parte de los programas de estudio de la antropologa desde los aos setenta cuando se escribieron y fueron utilizados por Palerm para la docencia. Ciertamente, la antropologa y el marxismo en dilogo han desarrollado herramientas nuevas para analizar el capitalismo contemporneo enfatizando temas como las conexiones globales, las nuevas
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tecnologas, los procesos transnacionales, las culturas viajeras y las regiones fronterizas. Para algunos, Antropologa y marxismo tiene hoy el inters de ser un documento para reconstruir la historia de las ideas crticas de otros tiempos. Pero para otros, entre los que me incluyo, su lectura aporta elementos crticos necesarios para hacer antropologa en el presente. Algunas secciones de este libro fueron presentadas originalmente como ponencias, otras secciones fueron escritas en un estilo ensaystico. Por esta razn en ediciones anteriores se mencionan autores y obras sin las referencias precisas a las fuentes consultadas. Esta nueva edicin se benefici del trabajo acucioso de Mireya Rubio y Roberto Melville, quienes cuidadosamente armaron el herramental bibliogrfico, buscando las ediciones que estaban disponibles en los aos en que se escribieron los originales. El resultado es un texto que ahora puede ser entendido en contexto por los estudiosos de la obra de Palerm. Sin duda, Antropologa y marxismo es indispensable para entender el mundo contemporneo. En este sentido el libro que el lector tiene en sus manos es un clsico y contemporneo indispensable en esta coleccin. Federico Besserer* Agosto de 2008
Antroplogo social (UAM, 1988), doctor en antropologa (Stanford, 2003) con la tesis Contesting Community, profesor e investigador del departamento de Antropologa de la UAM -Iztapalapa. Las comunidades transnacionales son su tema de investigacin. Alumno de ngel Palerm en la materia de marxismo.
PRESENTACIN
s un gran honor para m presentar esta nueva edicin de la coleccin de ensayos de ngel Palerm titulada Antropologa y marxismo, originalmente publicada en 1980. Nos hace recordar a un amigo muy preciado que combin sus enormes dotes intelectuales con la pasin por un conocimiento que pudiese cambiar al mundo; tena igualmente una singular habilidad para atraer a otros hacia el logro de esa meta. l entenda, mucho mejor que otros, que en la bsqueda de dicho conocimiento era necesario realizar tareas de docencia y llevar a cabo investigaciones de avanzada en instituciones adecuadas. La creacin del CIESAS representa la cspide de ese trabajo de organizacin. ngel tambin trabaj sin descanso al servicio de una antropologa universalizadora, que, no obstante, pudiera nutrirse de tradiciones nacionales particulares y referirse a problemas de regiones y pueblos determinados. Muchos estudiantes y colegas recordarn su Introduccin a la teora etnolgica (1967) en la que intent ensear antropologa general con base en su experiencia en Mxico. En forma similar, en los volmenes de su amplia Historia de la etnologa, figuras como Ibn Khaldun, Sahagn, Vico, Bachofen, Fustel de Coulanges y Kovalevsky le hablan al lector igual que los autores britnicos y angloamericanos, quienes por lo general se clasifican como los ancestros propios de esa disciplina, entre los antroplogos de habla inglesa.
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En el libro Antropologa y marxismo existe un impulso similar subyacente que ampla el alcance en la bsqueda de un conocimiento til. El libro apareci cuando las orientaciones e iniciativas que se unieron en este ttulo haban entrado en un periodo crtico de desarrollo, por lo que la voz de ngel Palerm conlleva una importancia doble, tanto para la antropologa como para el marxismo. Estos ensayos los escribi cuando, despus de un periodo, relativamente calmado, de crecimiento y prosperidad en los aos cincuenta, la antropologa tom conciencia de manera repentina de su posicin incierta y conflictiva en un mundo marcado por poderosas asimetras y desigualdades polticas, econmicas y culturales. Como sntoma de la creciente ola de dudas existenciales apareci el artculo sobre imperialismo y antropologa Anthropology Child of Imperialism (1968a), de Kathleen Gough, el de John Moore, Perspective for a Partisan Anthropology (1971), as como diversas colecciones de trabajos incluidos en Anthropology and the Colonial Encounter (1973) de Talal Asad, Reinventing Anthropology (1973) de Dell Hymes, y Anthropologie et imprialisme (1975) de Jean Copans. Las incertidumbres y las disonancias se vieron desde entonces ms exacerbadas con la aparicin de ensayos crticos que condenan las teoras generalizadoras como formas de dominacin, censuran los efectos de realidad que supuestamente caracterizan los escritos antropolgicos, y multiplican las dudas sobre si sera posible lograr un espacio dentro de la realidad de este mundo. Esa crisis de la antropologa no ha disminuido, si bien han cambiado sus formas y expresiones. De ah que lo dicho entonces por ngel se relaciona con lo que hemos pensado y por lo que nos hemos esforzado hasta hoy en da. Por otra parte, en la fecha en que se escribi el libro el marxismo caa en crisis, al tiempo que la URSS, fundada bajo pre-
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misas marxistas, se enfrentaba a lmites cada vez ms rgidos tanto en su economa como en su sistema de gobierno. Aun cuando en los aos sesenta y setenta se crea que los socialismos realmente existentes todava podan transformarse en socialismos con rostro humano, la esperanza decay cuando la Unin Sovitica descubri que no poda establecer reformas estructurales en su casa ni en los estados europeos de su rbita. El desencanto con las realidades del socialismo hizo a muchos recordar que el marxismo no siempre haba podido adecuarse a las necesidades del sistema sovitico. La reaccin llev a reexaminar el legado marxista y a formular caminos alternativos hacia el socialismo. Los ensayos reunidos por Palerm en Antropologa y marxismo se escribieron y reescribieron entre 1973 y 1978. Comienzan abordando los temas que emergieron con la doble crisis de la profesin y la poltica. Despus, analizan las teoras que explican la evolucin de la civilizacin mesoamericana, con especial atencin a la importancia de los conceptos que provienen del repertorio terico marxista. La discusin contina explicando el curso del colonialismo espaol en Mxico, y el lugar que ocupa Mxico en el desarrollo del sistema econmico mundial. Despus de la anatoma de las relaciones metrpoli-colonia, se sigue con estudios sobre el campesinado y los problemas que enfrenta la economa campesina con la expansin del capitalismo. La atencin en todo momento se centra en Mxico, con una perspectiva que Palerm desarroll luego de un sinnmero de investigaciones sobre historia, arqueologa, etnologa, y estudios sobre los sistemas rurales, utilizando conceptos tericos tanto de la antropologa como del marxismo. Cuando se trata de revalorar al marxismo, necesariamente debemos revalorar el trabajo de Marx y de Engels. Investiga-
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ciones ms crticas y contextuales sobre el trabajo de Marx como erudito muestran que en su larga vida cambi de parecer de manera importante y que no siempre fue consistente en sus declaraciones y en sus escritos. Al fin y al cabo, Marx era un ser humano con todo y defectos, y no un dios. El hecho de invocar a Marx como un mesas bolchevique desempe un papel ideolgico importante para movilizar a los fieles, con el fin de mantener el primer Estado de los trabajadores; pero no se deben confundir las consignas polticas con el trabajo terico y el anlisis intelectual. Fue precisamente en dicho contexto, como lo hace notar Palerm, que Marx comentara sobre las simplificaciones tericas de su yerno Paul Lafargue en el sentido de que si esto es marxismo, entonces yo no soy marxista. Su lema favorito era duda de todo, de omnibus dubitandum. De hecho, la obra y vida de Marx se caracterizaron por el aprendizaje constante, y por los cambios de nfasis y de mto dos que haca en sus trabajos tales como La ideologa alemana (1845-1846), los Grundrisse (1857-1858) y Das Kapital (1867). Al mismo tiempo Marx siempre estuvo ms interesado que su amigo Engels en cmo debera uno entender la interaccin de la conciencia humana subjetiva en relacin con las condiciones objetivas de la existencia humana. En forma dife rente a Engels, se centr decisivamente en la condicin humana, y no ampli sus conceptos en torno a una dialctica de la naturaleza en general. Adems, en los aos ochenta del siglo pasado, el viejo Marx cambi su perspectiva sobre la historia y la evolucin hacia un enfoque ms multilineal, y lleg a jugar con la posibi lidad de diversas trayectorias en desarrollo y, por tanto, con la posibilidad de varias estrategias para alcanzar el socialismo.
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Al respecto, la lectura de las obras de Nicolai Chernyshevskii y de otros (que haca en ruso, idioma que aprendi con ese propsito en la dcada de los setenta del siglo pasado) lo influyeron en su comprensin del papel que jug la propiedad comunal en Rusia, y en su puesta al da de la etnologa com parada de su tiempo (Krader, 1972; Shanin, 1983). Al adoptar esta posicin ms flexible, Marx se diferenci de Engels, quien esboz la idea de un movimiento evolutivo unilineal con etapas sucesivas en El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado (1884), basado en Ancient Society, 1877, de Lewis Henry Morgan. El esquema de Engels proporcionara, durante mucho tiempo, el paradigma que gui la etnografa soviti ca, aunque, an en los aos sesenta y setenta de este siglo, se volvieron a escuchar voces marginales en favor del evolucionismo multilineal (Danilova, 1971). Son precisamente estas cuestiones a las que Marx se refiere con el concepto de Produktionsweise, el modo de produccin. Ciertamente, el inters primario de Marx era definir y analizar el modo de produccin capitalista, pero al hacerlo, en diversos tiempos y lugares, compar el modo capitalista con otros modos. A ese respecto su logro ms significativo aparece en la seccin de los Grundrisse llamada Die Formen die der Kapitalistischen Produktion vorhergehen, sobre las fuerzas que preceden a la produccin capitalista. Los Grundrisse o bosquejos bsicos consistan en monografas que Marx escribi durante un periodo de quince aos para su propia comprensin. Permanecieron prcticamente desconocidas, hasta que a principio de los aos cincuenta se publicaron en
Traducido al espaol como Formas precapitalistas de produccin y mejor conocido como las Formen (n. de la trad.).
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alemn, en Berln; especficamente, las Formen se publicaron en 1952. La meta primordial de Marx era, por supuesto, demostrar las diferencias que se encontraban en juego en la formacin del modo capitalista cuando se contrastaba con otros; pero tambin quera demostrar cmo una forma comn de anlisis poda sealar las diferencias relevantes en el surgimiento y modificacin de las formaciones histricas, como se les conoca y entenda en el momento en que escribi sobre ellas (sobre el carcter desigual de este conocimiento, vase Hobsbawm, 1964: 18-27). Como bosquejos, los escritos eran precisamente eso lo que hoy en da llamaramos bocetos o avances de explicacin, y no monografas terminadas sobre las formaciones sociales no capitalistas. Sin embargo, s dan a conocer su forma de pensar acerca de cmo se podran comparar las formaciones socioculturales. Especialmente por este motivo, debe prestarse atencin a las Formen, como lo ejemplifica el estudio de Palerm que tenemos ante nosotros, porque nos dice mucho sobre cmo pueden visualizarse las comparaciones, un tema muy importante en este momento en que se sospecha que las comparaciones envolventes y de gran amplitud son simples metanarrativas. Lo que hace recomendable a las Formen para llevar a cabo un anlisis comparativo es la forma en que se conjuntan diferentes dimensiones de la sociedad en una perspectiva sinpti ca, proponiendo maneras en las que estos aspectos deben ser pensados en sus mutuas interrelaciones, mantenindolas juntas durante el proceso mental del anlisis. Cuando se proce de as, el supuesto subyacente es que las diversas dimensiones estn relacionadas en algn tipo de totalidad; este supuesto es el que orienta las preguntas que deben hacerse y las res-
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puestas que se consideran satisfactorias. Probablemente lo que algunos esperaban, y tal vez el mismo Marx, era que al delinear esta totalidad se llegaba a la verdad; en nuestros tiempos ms escpticos, uno puede contentarse con ver las Formen de manera ms pragmtica, como algo que ofrece un marco o modelo capaz de revelar conexiones que pueden ser tiles en las investigaciones. El nfasis en las Formen, al igual que en todas las obras de Marx, no est puesto en los individuos ni en la forma en que stos consumidores o empresas eligen sus opciones en una secuencia de actividades. Se centra en poner al desnudo la forma en que la economa poltica determina la anatoma de la sociedad. Cmo interactan los sistemas sociales de seres humanos con la naturaleza para obtener los recursos necesarios? Lo hacen, dice Marx, siguiendo a los economistas clsicos, mediante la fuerza social de trabajo, movilizada hacia la produccin, que modifica y transforma el mundo del entorno mientras despliega sus fuerzas de produccin. Una vez ms, de acuerdo con Adam Smith, Marx pens que era posible hablar de fuerza de trabajo social, no slo como la suma de diversos tipos de fuerza de trabajo, sino como una fuerza social de trabajo en general, como la fuerza de trabajo total disponible (Marx sugiri que esa posibilidad se haba dado nicamente por el surgimiento del capitalismo, que otorgaba un comn denominador a toda la fuerza de trabajo mediante el uso del dinero). Cules caractersticas anatmicas de la sociedad orientaron a dicha fuerza de trabajo hacia la produccin? Algunos definieron la fuerza de trabajo social por el desempeo de tareas comunes; otros diferenciaron, por una parte, a la clase de los trabajadores directos de los no trabajadores, que tenan las caractersticas necesarias para la
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apropiacin. De acuerdo con esas obligaciones en la produccin, en una sociedad se podan transferir los recursos pro ducidos por una clase a otra. Marx llam relaciones de produc cin a estas conformaciones clave que movilizan la fuerza de trabajo de la sociedad y la distribucin de sus productos. En las Formen se apunta cmo las diferencias en las relaciones de produccin resultaban en diferentes formas de distribuir la fuerza de trabajo social; y tambin sugieren cmo estas formas diferentes se representan en el pensamiento de los sistemas sociales creados. Todos estos conceptos se presentan con un alto nivel de abstraccin para delinear los elementos esenciales que gobiernan el trabajo en la sociedad. Paul Sweezy ha caracterizado este mtodo de anlisis marxista como un movimiento gradual que va de las abstracciones iniciales hacia un estilo ms concreto del tipo paso a paso, donde se retiran los supuestos simplificadores en las etapas sucesivas de la investigacin, de manera que la teora tome en cuenta y explique una gama cada vez ms amplia de fenmenos reales (1942: 11). Contrariamente a las perspectivas que conciben la teora y la metodologa marxista como monolticas, se desarrollaron diversas formas que buscaban la comprensin de lo concreto a partir de las abstracciones iniciales y las sucesivas aproximaciones. Algunos intrpretes intentaron definir fuerzas y relaciones de produccin en trminos duros y rigurosos como categoras separadas y distintivas de una ciencia; otros enfatizaron su carcter interactivo, acumulativo y dialctico inherente. Los marxistas cientficos, en general, consideraban las categoras y leyes marxistas como universales; otros se inclinaban a considerarlas como perspectivas, siendo ellos mismos producto de un cierto momento y de una determina da circunstancia histrica. Algunos vean a los modos de pro-
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duccin construidos con estas categoras como lo bsico, en el sentido de que eran la causa determinante de todos los fen menos que se encontraban bajo su influencia; otros dijeron que la determinacin poda ser en ltima instancia, aunque estaba mediada por otros elementos que deban especificarse en forma independiente. A este respecto debemos hacer notar que con frecuencia el lenguaje mismo de Marx y Engels no ayuda a resolver el tema. En ocasiones hablan de manera alternada sobre relaciones que determinan o condicionan a otras, a pesar de que los trminos no son idnticos, y cuando escriben sobre las caractersticas que corresponden a un determinado modo de produccin, se aproximan ms al concepto de afinidad selectiva (Wahlverwandschaft) de Max Weber que a cualquier concepto de causalidad lineal. Sin embargo, las perspectivas rgidas y flexibles convergen en la posicin marxista, cuando dicen que lo importante es reconocer a las sociedades como sistemas que incluyen tanto el entorno no humano como el orden social y sus relaciones internas (vase Hobsbawm, 1973: 273). La tarea es, entonces, remitir lo que uno aprende cuando estudia dichos sistemas a estas relaciones definitorias, en lugar de hacerlo al Espritu, concebido, como el universal hegeliano o como los espritus variables del pueblo o populares (Volk o Vlker) como lo entendan Hegel o Herder. Mientras que la tradicin intelectual marxista pudo adoptar, y de hecho lo hizo, una gama de posibles orientaciones y perspectivas, el curso de la poltica que en este siglo se inspir en el marxismo, redujo drsticamente las opciones reales disponibles para cualesquiera de los dos puntos de vista. La revolucin rusa de 1917 la llev a cabo una vanguardia de revolucionarios profesionales para los que el marxismo no era un tema de
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debate acadmico, sino una especie de preceptos ideolgicos para una poltica de desarrollo industrial y militar. Desde 1918, Rosa Luxemburgo declar su temor a que eso resultara no en una dictadura del proletariado, sino en una dictadura de un pu ado de polticos, de acuerdo con el modelo jacobino. Con fundamento agreg que sin elecciones generales, sin libertad irrestricta de prensa y de reunin, sin opinin pblica libre, la vida se extingue en cualquier institucin pblica y se convierte en una mera apariencia de vida, en donde solamente la burocracia permanece como el elemento activo (1940: 47). Unido a esta poltica de Estado, el marxismo sirvi principalmente como un credo que inspira y justifica y no como un conjunto de conceptos tiles y mtodos analticos abiertos. De ah que, en forma creciente el marxismo del Este, supuestamente ms cientfico, se contrapona al marxismo occidental, ms humanista. Al mismo tiempo, la opcin occidental mostr una gran diversificacin: el marxismo utpico (Ernst Bloch), el marxismo existencial (Jean-Paul Sartre), el marxismo fenomenolgico (Tran Duc Thao), el marxismo hegeliano (Raya Dunayevskaya), el marxismo croceano (Antonio Gramsci), marxismos weberianos y weberianos marxistas; el marxismo de la Escuela de Frankfurt, varios tipos de marxismos estructurales y hasta un marxismo mallarmeano (aplicado a Frederick Jameson). Contrariamente al marxismo oriental, firmemente enganchado al carro del poder sovitico, los marxismos occidentales demuestran la heterogeneidad del legado marxista y su productividad potencial, lo que es evidente con mayor claridad en la mutua y continua fertilizacin de ideas marxistas con otras corrientes intelectuales. Al mismo tiempo, estos modos occidentales permanecieron confinados a la academia y divorciados del estira y afloja de la poltica real.
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En la antropologa, las tradiciones britnicas, francesas y estadounidenses dominantes se resistieron durante mucho tiempo a reconocer paralelismos o convergencias con las tradiciones marxistas. Algunos de estos paralelismos siguen siendo tan sorprendentes como inesperados; por ejemplo, la similitud de lo que expres Engels en su ensayo El papel del trabajo en la transformacin del mono en hombre (1876) en cuanto al uso de herramientas y la sntesis sobre biologa humana y paleoantropologa propuesta por Sherwood Washburn y sus estudiantes en la pasada dcada de los aos sesenta (Leacock, 1972). Otras convergencias fueron ms evidentes y constantes. Una de ellas esta vez entre arqueologa y antropologa cultural deriv del trabajo del arquelogo marxista V. Gordon Childe (1936, 1942) sobre el surgimiento de las civilizaciones en el Medio Oriente. Su influencia fue profunda durante muchas dcadas en los estudios comparados de civilizaciones, y especialmente fructfera en la revisin de las antiguas civili zaciones del Nuevo Mundo. Otro ejemplo de convergencia, en la antropologa social o cultural, provino de la economa social de orientacin histrica de Karl Polanyi (Polanyi, 1957, 1968; Polanyi, Arensberg y Pearson, 1957) que argument la importancia de diferenciar entre mercados de sociedades precapitalistas y no capitalistas, y la moderna sociedad de mercado que implica relaciones sociales de una economa de mercado y convierte ciertos atributos de los seres humanos y del medio ambiente en mercancas con un precio en el mercado. Un tercer punto de convergencia se ejemplifica con el trabajo sobre los efectos del comercio de pieles entre los indgenas de Amrica del Norte, realizado por estudiantes que siguieron la tradicin de la escuela histrica de Franz
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Boas en la Universidad de Columbia (Jablow, 1951; Leacock, l954; Lewis, 1942; Wide, 1947). Un cuarto punto de convergencia naci de las discusiones sobre el modo asitico de produccin. Este concepto, defi nido originalmente por Marx en las Formen, sugera la existencia de una forma de evolucin que conduca al dominio de una clase gobernante de burcratas administrativos. En la Unin Sovitica esto se entendi como una posible crtica a su economa poltica y que tambin iba en contra de la perio dizacin de la historia, en la que el capitalismo sucedera al feudalismo, y el socialismo como se ejerca en la Unin Sovitica sucedera al capitalismo. De ah que la discusin so bre el modo asitico, que fue eliminada en la Unin Sovitica, continu en el Occidente, principalmente con los trabajos del sinlogo Karl Wittfogel (1931, 1981), lder protagnico de la discusin. En Occidente, el concepto fue aceptado en cierta medida por los antroplogos, especialmente por aquellos que, como ngel Palerm, se interesaban en las implicaciones sociopolticas de la irrigacin y otras obras hidrulicas en la Mesoamrica antigua y los Andes (vase Bailey y Llobera, 1981; Palerm en este volumen). De este modo, si bien durante un tiempo la gama de posibilidades que poda desplegar el legado marxista se vieron limitadas por demandas polticas en favor de la ortodoxia, algunas ideas marxistas continuaron ejerciendo una importante y continua influencia sobre el pensamiento antropolgico. En la dcada de los cincuenta, comenzaron a fructificar los esfuerzos por fusionar o sincronizar los enfoques antropolgico y marxista de manera ms sistemtica (por ejemplo, Godelier, 1973; Bloch, 1975, Kahn y Llobera, 1981). En Antropologa y marxismo, ngel Palerm aade otra poderosa voz a
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estos esfuerzos. Algunas de estas empresas fueron ms etno historicistas o historicistas, otras ms estructuralistas. Del lado marxista, se reconoci que la antropologa poda ser til para explicar la evidente variabilidad de las trayectorias sociales. Por el lado de la antropologa, haba la expectativa de que el anlisis marxista pudiera ofrecer perspectivas ms satisfactorias en el estudio de los sistemas sociales. Ambos enfoques compartan un inters por la investigacin comparada de las formaciones socioculturales, en sus similitudes y diferencias, para descubrir las causas que las condujeron al cambio. Asimismo, les interesaba la relacin del ser humano con el medio ambiente, las igualdades o desigualdades en las relaciones sociales, as como en las formas de representacin de estas dimensiones de la realidad que las personas construan mentalmente. Ambos enfoques podan realizar sus comparaciones en forma sincrnica o tipolgica, pero el inters marxista en el cambio social y en la transformacin los condujo de igual manera a yuxtaponer estas formaciones secuencialmente y a interrogarse sobre las causas de los cambios. Hoy en da la convergencia de los enfoques marxistas con la antropologa guarda un significado especial para los antroplogos, ya que el individualismo neoliberal y el romanticismo egocntrico exageradamente subjetivo coinciden en negar que sea posible hacer generalizaciones sobre las estructuras sociales y las culturas. Cuando los llamados enfoques postmodernos descartan por definicin el uso de conceptos generales que guen el conocimiento por considerarlos una metanarrativa, se privan del uso de mtodos adecuados para caracterizar la matriz de relaciones donde tienen lugar los hechos y narrativas que registran. Esto da como resultado que sus propios hallazgos permanezcan
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fragmentados y atomizados ya que slo pueden relacionarse con estructuras mayores por decreto. Y aun cuando estn escritos y presentados en forma admirable, resultan triviales ya que no puede establecerse relacin alguna con otros temas que no sean el propio, en sus propios trminos. El marco que proporciona el concepto de los modos de produccin no solamente permite las comparaciones entre diversos modos, sino que tambin hace posible abordar el asunto de la coexistencia de modos con diferentes caractersticas y su articulacin dentro de una determinada sociedad y entre sociedades diferentes. Marx no abord este problema ya que su inters primordial era comprender el modo capitalista. Extrapolando su modelo del capitalismo a partir del caso insular ingls, que consideraba el ms puro, hizo a un lado las caractersticas de la produccin campesina y de la circula cin de mercancas que pudiera afectar las operaciones del modo en otras partes. De ah que no explor a fondo cmo la presencia abundante de un campesinado poda afectar el modelo ni valor la forma en que el capitalismo podra coexistir con otros modos en regiones coloniales, neocoloniales y postcoloniales del mundo. Palerm sugiere que estas cuestiones salieron a flote por primera vez en los escritos de Rosa de Luxemburgo. Esta autora estaba equivocada en su premisa sobre la necesidad del capita lismo de expandirse a expensas de formaciones no capitalistas, estructuralmente imposibilitadas para acumular capital, ampliar el consumo capitalista y aumentar el paquete salarial de los trabajadores simultneamente (Brewer, 1980; Sweezy, 1942); pero tuvo razn al enfatizar el afn del capitalismo hacia la acumulacin primitiva penetrando las formaciones no capitalistas con su economa mercantil, su hostilidad hacia
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la produccin de subsistencia, su apetito por nuevos factores de la produccin y materias primas y su bsqueda continua de nuevas fuentes de fuerza de trabajo. Por supuesto que este afn se intensific enormemente cuando el capitalismo inva di otras reas del mundo, y cuando los habitantes de esas regiones se percataron de la intromisin y buscaron la manera de reaccionar. Este afn del capitalismo adquiri un nuevo mpetu cuando finaliz la Guerra Fra, al penetrar con ms celeridad en lo que se conoca como Tercer Mundo y expandirse hacia el Segundo Mundo, anteriormente socialis ta. Interfiri con los modos alternativos, destruyndolos o transformndolos, y otras veces conservndolos y subsumin dolos en nuevos patrones de colaboracin antagnica. Los escenarios generados por estos encuentros son los que ms a menudo estudian los antroplogos que buscan conocer cmo los hechos y procesos que observan en el campo se desenvuelven al interior de una matriz amplia de relaciones; lo cual tambin requiere conceptualizarse. En los ensayos presentados en Antropologa y marxismo, Palerm indica la forma en que puede procederse con dichas conceptualizaciones. De ah que se ocupa de lo que en prin cipio parecera un problema histrico: la manera en que la expansin europea del siglo XVIII a travs de la industria minera de la plata, ubic a Mxico en el corazn mismo del proceso de expansin de la acumulacin capitalista. Esto requiri de la or ganizacin y reorganizacin de otros sectores, incluso de la sociedad y la economa de las comunidades indgenas, bajo la tutela del Estado. Palerm demuestra en forma magistral cmo Mxico fue colocado en un camino hacia el desarrollo a travs de ciertas articulaciones especficas, entre un capitalis mo incipiente y modos de produccin no capitalistas.
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Este tipo de encuentros resultaron en una transformacin de las comunidades indgenas y su propio campesinado. Los campesinados no son cuerpos sociales que permanezcan es tticos o inertes por tradicin; se crean y recrean continuamente en un proceso de negociacin y lucha permanente con el poder establecido en cuanto a sus polticas econmicas y de poltica. De este modo Palerm plantea el problema general del campesinado en todas partes. Los campesinos permanecen dentro de las sociedades mayores basadas en los modos capitalista o socialista, pero la racionalidad de su propio modo de produccin campesino basado en la unidad domstica no derivan hacia una integracin completa al capitalismo o al socialismo. La especificidad de la lgica campesina no slo evita su completa proletarizacin o desaparicin; de hecho han demostrado su capacidad para sostenerse con el trabajo agrcola que, en ocasiones se combina con el artesanal o la venta temporal de su fuerza de trabajo. El campesinado es capaz tambin de producir ms que algunas empresas agrcolas de mayor tamao y capital. Hoy en da, vemos cmo el modo ca pitalista se articula activamente con diversas variedades del modo campesino, mediante la difusin de nuevos sistemas flexibles de produccin dispersa, y el reclutamiento de poblacin campesina para el trabajo asalariado estacional y otras formas de empleo temporal. En el proceso, se modifican y cambian tanto el capitalismo como los modos campesinos que a l se articulan. La antropologa y el marxismo se han transformado desde que ngel Palerm escribi Antropologa y marxismo. La antropologa se encuentra en una ms de sus crisis peridicas que es, al mismo tiempo, resultado de su posicin intermedia entre otras disciplinas, y muestra de su importancia ya que plantea
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problemas que las otras disciplinas evitan. Por su parte, existe una oposicin a la investigacin marxista ya que se le asocia, en la mente de muchas personas, a polticas cruelmente falli das. Sin embargo, ambas aproximaciones hacen preguntas y buscan respuestas en formas que otras disciplinas se rehsan a considerar, a pesar de que esas preguntas siguen siendo esenciales para comprender el mundo en que vivimos. ngel Palerm tena una gran esperanza en que la integracin de la antropologa con el marxismo pudiera conducir a una ciencia social ms poderosa, capaz de plantear estas preguntas que ayuden a proponer respuestas activas a los problemas que acosan a la especie humana. Debemos agradecer esta nueva edicin del libro de ngel Palerm, para recordar todo lo que estaba en juego en estas tentativas de investigacin y cmo pueden contribuir al logro de una comprensin ms acertada del ser humano de nuestros tiempos y su destino. Eric R. Wolf (1923-1999) Irvington, N. Y., marzo de 1998.
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BIbLIOGRAFA
ASAD, TALAL (ed.) 1973 Anthropology and the Colonial Encounter, Ithaca Press, Londres. BAYLEY, ANNE M., Y JOSEp R. LLObERA (eds.) 1981 The Asiatic Mode of Production: Science and Politics, Londres y Boston, Routledge y Kegan Paul. BREWER, ANThONY 1980 Marxist Theories of Imperialism: a Critical Survey. Routledge y Kegan Paul, Londres y Nueva York. ChILDE, V. GORDON 1936 Man Makes Himself, Watts and Company, Londres. 1942 What Happened in History, Penguin Books, Harmondsworth. COpANS, JEAN (ed.) 1975 Anthropologie et imprialisme, Masper, Pars. DANILOVA, L. V. 1972 Controversial Problems in the Theory of Precapitalist Societies, en Soviet Anthropology and Archaeology, vol. 9, pp. 269-328. GOUGh, KAThLEEN 1968a Anthropology: Child of Imperialism, en Monthly Review, vol. II, pp. 12-27. 1968b New Proposals for Anthropologists, en Current Anthropology, vol. 9, pp. 403-407.
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HObSbAWM, ERIC J. 1964 Introduction, en Karl Marx, Pre-Capitalist Economic Formations, International Publishers, Nueva York, pp. 9-65. 1973 Karl Marxs Contribution to Historiography, en Robin Blackburn (ed.), Ideology in Social Science: Readings in Critical Social Theory, Vintage Books, Nueva York, pp. 165-83. HYMES, DELL (ed.) 1973 Reinventing Anthropology, Pantheon Books, Nueva York. KRADER, LAWRENCE (ed.) 1972 The Ethnological Notebooks of Karl Marx, Van Gorcum, Assen. LEACOCk, ELEANOR B. 1954 The Montagnais Hunting Territory and the Fur Trade, en American Anthropology Association Memoir, vol. 78, American Anthropological Association, Menasha, Wi. 1972 Introduction to Frederick Engels, en The Origin of the Family, en Private Property and the State, International Publishers, Nueva York, pp. 7-67. LEWIS, OSCAR 1942 The Effects of White Contact upon Blackfoot Culture: With Special Emphasis to the Role of the Fur Trade, en American Ethnological Society Monographs, vol. 6, J. J. Augustin, Nueva York. LUXEMbURGO, ROSA 1980 The Russian Revolution, Workers Age Publishers, Nueva York.
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MOORE, JOhN 1971 Perspectives for a Partisan Anthropology, en Liberation, Nueva York, noviembre, pp. 34-42. PALERM, NGEL 1967 Introduccin a la teora etnolgica, Instituto de Ciencias Sociales, Universidad Iberoamericana, Mxico. 1974-1977 Historia de la etnologa, 3 vols., Centro de Investigaciones Superiores-Instituto Nacional de Antropologa e Historia, Mxico. POLANYI, KARL 1957 The Great Transformation: The Political and Economic Origins of Our Time, Beacon Press, Boston. 1968 Primitive, Archaic and Modern Economics: Essays of Karl Polanyi, George Dalton (ed.), Anchor Books, Doubleday and Company, Garden City. POLANYI, KARL, CONRAD ARENSbERG y HARRY W. PEARSON (eds.) 1957 Trade and Markets in the Early Empires: Economies in History and Theory, Free Press, Glencoe, Il. ShANIN, TEODOR 1983 Late Marx and The Russian Road Marx and the Peripheries of Capitalism, Monthly Review Press, Nueva York. SWEEZY, PAUL 1942 The Theory of Capitalist Development: Principles of Marxian Political Economy, Oxford University Press, Nueva York. WIkE, JOYCE 1947 The Effects of the Maritime Fur Trade on Northwest Coast Indian Society, tesis de Doctorado en An-
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tropologa, Universidad de Columbia, Nueva York. WITTFOGEL, KARL A. 1931 Wirtschaft und Gesellschaft Chinas, C. L. Hirschfeld, Leipzig. 1981 Oriental Despotism: a Comparative Study of Power, Vintage Books, Nueva York.
ANTROpOLOGA Y MARXISMO
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PRLOGO
Yo no soy marxista
K. MARX
e reunido en este volumen una serie de ensayos escritos durante los ltimos cinco aos. Su tema comn es la dialctica viva, real, entre la antropologa y el marxismo. O sea, entre la produccin del trabajo antropolgico, rico en resul tados pero por lo general aterico, empiricista y eclctico, y la teora marxista dogmtica y ritualizada, pero todava llena de vigor y potencialidades cientficas. De manera ms precisa, los trabajos incluidos constituyen un ensayo de crtica antropolgica de las ideas marxistas sobre la evolucin social, los modos de produccin y su articulacin, y el campesinado bajo las condiciones del capitalismo. La coleccin de ensayos prosigue una vieja preocupacin, que empez en mis tiempos de estudiante de historia y antropologa, y que he conseguido mantener constantemente renovada gracias a la praxis ininterrumpida de la antropologa entendida como ciencia natural, es decir, como disciplina fundada en la investigacin de campo, y como quehacer terico. He colocado al principio del prlogo una frase atribuida a Marx, que de seguro no es apcrifa. En efecto, cul podra ser el marxismo que hubiera satisfecho a Marx si l fue criticando, reformulando y abandonando cada uno de ellos, con frecuencia dejndolos simplemente a la crtica de los ratones. Los idelogos, por el contrario, fueron convirtiendo el proceso vivo, dialctico y crtico de la evolucin del pensa45
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miento de Marx, en un gran sistema congruente en su totalidad, sin contradicciones y de hecho sin progreso. La revelacin ha sustituido al trabajo duro de obligar a la historia y a la sociedad a demostrar sus verdades, y la interpretacin de textos ha pretendido tomar el lugar de la investigacin y del trabajo terico. Por fortuna ya pasaron los tiempos en que resultaba tan peligroso callar como hablar sobre el marxismo, ya que la acusacin de hereja era tan grave en sus consecuencias como la de creyente o adversario. Pero aquellos tiempos, que por brevedad llamo del estalinismo y el fascismo, han dejado el campo marxista como un paisaje en ruinas, inhabitable aun para los movimientos polticos e ideolgicos que alguna vez se llamaron marxistas. Constituye una paradoja ms de la historia y otra manifesta cin de su extraa preferencia por tomar caminos inesperados, que el momento justo de la crisis del marxismo como ideologa y poltica sea tambin aquel en que las ciencias sociales descubren el valor de las teoras de Marx. Tengo la conviccin de que el marxismo, repudiado ahora por el pragmatismo de los partidos polticos y adoptado por los centros acadmicos, encontrar otra vez el camino de regreso a la poltica entendida como actividad cientfica, o bien conseguir hacer de las ciencias sociales disciplinas dedicadas a su verdadera tarea de transformar la sociedad y orientar el curso de la historia. Semejantes cambios suponen el fin del marxismo por medio de la realizacin de su sntesis con las ciencias sociales. Salu do el futuro en que para los cientficos sociales ser posible hablar de Marx como los bilogos lo hacen de Darwin y los
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fsicos de Einstein. Es en este sentido que quiero parafrasear a Marx y afirmar que no soy marxista sino antroplogo. Hay muchos marxistas en las ciencias sociales, sobre todo aquellos a quienes la ideologa no les permite estudiar el mundo real y comprender sus transformaciones, que creen imposible esta sntesis. Contra la evidencia de la historia, sostie nen que las ciencias sociales por necesidad estn al servicio de las clases dominantes. Contra la experiencia de las sociedades llamadas socialistas, mantienen que el marxismo es la ciencia social de las clases explotadas y de la revolucin. Hay muchos cientficos sociales, por otra parte, que piensan que nuestras disciplinas pueden incorporar el marxismo con impunidad y convertirlo en una corriente meramente acadmica. Pero la naturaleza revolucionaria del marxismo no consiste en su mesianismo poltico, sino en el proyecto de hacer una ciencia tan racionalmente transformadora de la sociedad como las dems ciencias lo son ya de la naturaleza. El verdadero proyecto revolucionario del marxismo, que en definitiva es el mismo de Juan Bautista Vico, slo es realiza ble por medio de la ciencia y de la praxis social de la ciencia en una sociedad democrtica. Los temas tratados en esta coleccin de ensayos fueron ampliamente discutidos en seminarios y cursos de los departa mentos de antropologa de la Universidad Iberoamericana, la Universidad de Texas en Austin y la Universidad Autnoma Metropolitana en Iztapalapa; en el Colegio de Posgrado de Chapingo, en el Colegio de Mxico, en el Instituto Cataln de Antropologa y en la Escuela Nacional de Antropologa e Historia.
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Mi agradecimiento ms sincero a los estudiantes y colegas de estas instituciones. Mi reconocimiento a la Universidad Iberoamericana y al Centro de Investigaciones Superiores del INAh, por su constante apoyo a los proyectos de investigacin que permitieron la realizacin de estos trabajos. ngel Palerm Profesor de Antropologa Universidad Iberoamericana Mxico
a discusin de las relaciones entre la antropologa y el marxismo de ninguna manera es nueva, pese a lo que pueda pensar la ingenuidad, aunque se ha desarrollado con intensidad creciente durante los ltimos aos. Sus orgenes ms inmediatos y directos estn en la crisis contempornea de la antropologa y del marxismo, crisis dual que constituye el marco de referencia del presente trabajo. De la crisis de la antropologa se ha hablado quiz en exceso, ciertamente con exageraciones y no pocas veces con ignorancia, pero muchos colegas todava rehsan advertir la crisis paralela y quizs an ms profunda del marxismo. As omos decir que la crisis de la antropologa se resolve ra con la lectura fiel y la aplicacin correcta de los textos clsicos del marxismo, olvidando que los textos mismos estn sujetos a una rigurosa crtica desde todos los ngulos. Tampo co falta quien sostenga la redundancia de la antropologa, y de hecho de todas las ciencias sociales, que deberan quedar subsumidas en la teora general marxista tal y como lo propo na la burocracia estalinista.
La primera versin de este ensayo fue presentada como ponencia en la mesa redonda sobre Antropologa y Marxismo, organizada por la revista Nueva Antropologa, que tuvo lugar en 1978 en El Colegio de Mxico. En su forma actual el ensayo apareci en el nmero 11 de Nueva Antropologa. 49
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Antes de discutir lo que el marxismo puede hacer por la an tropologa, o por deshacerla, me parece til recordar lo que la antropologa hizo por el marxismo. Es conveniente, asimismo, indicar algo de lo que la antropologa ha seguido haciendo sin que los marxistas formales hagan uso de ello, ya sea por desconocimiento o por sectarismo. Los comentarios que siguen han de servir, entonces, a la intencin de dar una mejor perspectiva histrica a la discusin actual y tambin al propsito de situar las relaciones entre la antropologa y el marxismo en contextos situacionales concre tos. Si hay que recurrir a la historia con tanta frecuencia es porque esta historia no ha sido superada y en sentido estricto todava forma parte de nuestro presente. La edicin que hizo Krader hace poco de los sorprendentemente desconocidos Cuadernos etnolgicos de Marx, en cuya publicacin tuve alguna participacin, ha puesto bajo nueva luz el proceso formativo de las ideas marxistas sobre las formaciones socioeconmicas llamadas primitivas, aunque yo preferira denominarlas, creo que ms correctamente, sociedades no occidentales y no capitalistas. No hay duda ahora de que la lectura crtica de Maine, Phear, Lubbock, y especialmente de Tylor y Morgan, transform la concepcin de la evolucin social que Marx haba heredado y adoptado con escasas modificaciones de Hegel y del evolu cionismo del siglo XVIII y principios del XIX. La lectura ms apresurada de las Formen, tambin inaccesibles hasta hace poco, y la comparacin ms perentoria de sus materiales con aquellos contenidos en las lecturas que hizo Marx, demuestran el papel crucial desempeado por las fuentes etnolgicas y etnohistricas en el desarrollo de su teora
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de los modos de produccin, as como de sus ideas sobre la sucesin histrica y la articulacin concreta de formaciones socioeconmicas diferentes. No fue menos estratgico el papel jugado por los investi gadores del derecho comparado y de la escuela historicista, como Maurer, Bachofen, Seebohm, Maine y Kovalevski, a quienes se reconoce como fundadores de la antropologa moderna. Sus datos, conclusiones y teoras fueron adoptados por Marx con liberalidad y confianza excesivas, en particular por lo que toca a los problemas suscitados por el origen y la persis tencia histrica de las comunidades aldeanas, supuestos fsiles del llamado comunismo primitivo. Creo que puede afirmarse que la influencia de la antropologa contribuy poderosamente a sacar a Marx de sus casillas eurooccidentales, abrindole el panorama del variado desarrollo de las civilizaciones del mundo. Si se acepta, adems, la idea de que fue durante este periodo de lecturas etnolgicas cuando Marx transform la concepcin evolucionista unilineal, basada en la experiencia histrica europea, en una concepcin de naturaleza universal y multilineal, tendremos que apreciar todava ms decisivamente la influencia de la antropologa sobre el marxismo. Resulta entonces, y pienso que esto puede afirmarse apoyndose en el testimonio de los textos, que el sello de la antropologa est bien marcado en aquello que constituye lo esencial de la teora marxista. Es ms, bastante de lo que pasa hoy da por teora marxista original sobre las sociedades primitivas, no es ms que un tejido de viejas concepciones de la antropologa pasadas apenas por el tamiz de las reformulaciones marxistas. El ejemplo ms notorio, aunque no el nico ni probablemente el principal, sera el libro de Engels sobre el Origen de
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la familia, la propiedad privada y el Estado, como bien se sabe basado en ideas de Morgan, Bachofen y otros, muchas de las cuales han sido rechazadas o reinterpretadas por la antropolo ga contempornea. Hago estas observaciones no con nimo de agraviar a los cultistas de la personalidad, sino simplemente para subrayar algo que es tan obvio que no debera mencionarse. O sea, la dependencia del pensador puramente terico, no importa su genialidad, y en general la dependencia de toda elaboracin terica, respecto a los productos de la actividad de aquellos cientficos dedicados principalmente a la investigacin concreta. El filsofo de la unidad teora-praxis jams consigui ejercer la praxis de la investigacin directa. Sus poderosas snte sis intelectuales se hicieron con materiales secundarios, es decir ajenos, extrados sobre todo de las grandes bibliotecas britnicas. Esta seria limitacin es, a la vez, indicacin de la indudable genialidad de Marx. Sera falso, sin embargo, imaginar a los antroplogos como meros productores y acarreadores de conocimientos empricos, de materia prima que slo Marx supo utilizar con inteligencia terica. Los etnlogos importantes del siglo XIX lo son, precisamente, porque formularon sistemas tericos y propusieron grandes sntesis interpretativas. Es verdad que ninguno de ellos posey la genialidad sistemticamente tota lizadora e integradora de Marx. Pero en la arquitectura de la construccin terica marxista se advierten claramente no slo los materiales, sino tambin las influencias estructurales y estilsticas de los antroplogos. Quiz ya convendra decir que, a la luz de los textos publica dos recientemente, la teora marxista resulta tan inconcebible
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sin la antropologa como lo es sin la economa poltica britnica, la filosofa alemana y el socialismo francs. La leyenda que afirmaba la ausencia de la antropologa en la elaboracin terica marxista exista junto a otra que deca que el marxismo no influy sobre la antropologa en el pasa do. Las dos leyendas persisten como creencia vulgar gracias, ms que a otra razn, a la pereza intelectual y a la falta de curiosidad de los antroplogos por la historia de nuestra propia disciplina. Ninguno de estos mitos resiste una revisin seria de los hechos. Los lmites intelectuales, e incluso los geogrficos, de las influencias marxistas sobre la antropologa estuvieron determi nados con bastante nitidez por una serie de circunstancias. Quiz lo ms interesante de estas circunstancias sea que son las mismas que anuncian y llegan a configurar la crisis futura tanto de la antropologa como del marxismo. El inters de Marx por las sociedades no occidentales y no capitalistas, y por los procesos universales de evolucin social se descubre ahora fcil y rpidamente en las publicaciones recientes de los manuscritos que quedaron inditos por largo tiempo. El antroplogo de fines del XIX o de principios del XX estaba en una situacin muy diferente a la nuestra, ya que contaba con una obra marxista impresa cuya naturaleza era esencialmente filosfica, econmica y poltica, referida adems, de manera casi exclusiva, al mundo occidental y a la sociedad capitalista. Los sucesores de Marx mostraron poco inters por aquellos estudios que excedan de estas limitaciones temticas. Buena muestra de ello es la tarda publicacin de los Cuadernos etnolgicos y las Formen. Todava quedan en los archivos
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manuscritos inditos de Marx que contienen lecturas comentadas, notas y borradores fragmentarios, por ejemplo, sobre las civilizaciones prehispnicas de Amrica, el sistema colonial espaol y el origen del capitalismo, el campesinado ruso y las sociedades asiticas. Me satisface anunciar que tenemos en marcha con Jess Monjars-Ruiz y la colaboracin de Krader un proyecto para la publicacin de aquellos trabajos inditos de Marx que se refieren a Mxico. Las dificultades para realizar una lectura antropolgica de los textos publicados durante la vida de Marx y poco despus de su muerte, en consecuencia, eran muy graves. Las dificultades se acentuaron cuando los antroplogos aceptaron una divisin acadmica del trabajo con los socilogos, que con raras excepciones hizo especialistas a los primeros en las culturas no occidentales y a los segundos en la sociedad burguesa contempornea. La lectura ideolgica y poltica de Marx, por otra parte, repugnaba a quienes haban aceptado formalmente la norma ideal de una ciencia social libre de cualquier clase de valores que no fueran aquellos estrictamente cientficos. En Alemania, sin embargo, la situacin era diferente, ya que existi y persisti hasta la barbarie nazi una tradicin marxista viva. Me refiero a la presencia de una subcultura en el sentido antropolgico, que no se basaba exclusivamente en la transmisin literaria de las ideas marxistas sino tambin en la comunicacin personal y la transmisin oral. La mayora de las figuras intelectuales del socialismo alemn haban conocido personalmente a Marx, se haban mantenido en estrecha relacin con Engels y estaban bien enteradas de sus intereses y preocupaciones, aun de aquellas que quedaron fuera de los textos impresos.
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La obra de Marx, por otra parte, gozaba en Alemania de un prestigio acadmico del que careca en otros pases. En Ingla terra, Francia y Estados Unidos las fortalezas de la nueva ciencia social ahistrica, estructural-funcionalista, culturalista y antievolucionista Marx era conocido sobre todo como figura poltica, agitador peligroso y crtico demoledor. Pero en Alemania nada menos que Max Weber, quiz el primer marxiano acadmico, comparaba El capital como objeto cultural ideal con el Fausto de Goethe y la Capilla Sixtina de Miguel Angel. Se polemizaba con Marx, se revisaban sus ideas y se discutan sus teoras, pero ciertamente no se le ignoraba en los medios universitarios ni tampoco en la actividad cientfica y cultural general del pas. No causa sorpresa, entonces, que la antropologa germnica de aquel periodo muestre fuertes influencias marxistas, y que importantes antroplogos centroeuropeos colaboraran en las revistas y publicaciones tericas del movimiento socialista. Hace pocos aos muri Cunow, distinguido sobreviviente de aquella poca, cuyos trabajos sobre las civilizaciones precolombinas son casi desconocidos entre nosotros. Lo mismo ocurre con los de Groesse sobre las formaciones econmicas y los tipos de organizacin familiar. Wittfogel, miembro del Instituto de Frankfurt, famoso por sus estudios sobre el modo asitico de produccin; Thurnwald y sus estudios pioneros de antropologa econmica, y desde luego Kirchhoff, constituyen otras tantas muestras de las influencias marxistas sobre la antropologa. En el volumen de mi Historia de la etnologa dedicado a la escuela germnica, que estoy preparando con Liz Hentschell, daremos la atencin necesaria a esta interesante corriente de la antropologa centroeuropea.
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El nazismo acab, no slo con la antropologa marxista, sino con cualquier clase de antropologa cientfica en Europa Central. La dispersin por todo el mundo de los cientficos sociales que pudieron escapar del fascismo produjo un reavivamiento del inters por la teora marxista en otros pases como lo ensean, por ejemplo, G. Childe en Inglaterra, L. White y J. Steward en Estados Unidos, P. Kirchhoff en Mxico, y los discpulos de todos ellos. No es lcito prescindir, por ignorancia o sectarismo, de estos antecedentes vinculados de manera tan estrecha y viva a la antropologa y al marxismo de nuestros das. Los orgenes de la crisis dual de la antropologa y el marxismo se inscriben precisamente entre las dos guerras mundia les, o sea durante el periodo del fascismo y el estalinismo. La afirmacin puede hacerse slo con sabidura retrospectiva, porque muchos de los antroplogos y marxistas que vivieron este periodo hablan de l, por el contrario, como una especie de edad de oro. El periodo incluye, en efecto, el apogeo de la escuela culturalista en Estados Unidos y de la antropologa social en Gran Bretaa, as como el triunfo sovitico e internacional del marxismo estalinista. Las causas del xito temporal de cada una de estas corrien tes son, a la vez, causas de su caducidad y fracaso final. Vale la pena comentar algunas de ellas, ya que no es posible realizar ahora un examen a fondo. Esta problemtica constituye el tema central de un nuevo volumen de la Historia de la etnologa que tengo en preparacin. El marxismo estalinista triunfante se constituy en la justificacin ideolgica y poltica de la etapa que Preobrayenski llam de acumulacin socialista primitiva en la Unin Sovi-
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tica. Es decir, del intenso proceso de acumulacin de capital por medio del Estado, de la industrializacin implacable y a marcha forzada, y de la despiadada colectivizacin obligatoria de la agricultura. A la vez, el estalinismo fue la expresin de la lucha de clases en la Unin Sovitica bajo estas nuevas condiciones, as como el reflejo de los intereses y objetivos de la nueva clase dominante formada por el aparato poltico y tecnoadministrativo del Estado. El estalinismo consigui someter el movimiento marxista internacional a su dominio ideolgico, poltico y burocrtico, estigmatizando como traicin hasta las expresiones ms elementales de crtica y disidencia. Rompi toda clase de ligas con la actividad de las ciencias sociales, cuya autonoma hall intolerable, y pretendi reducirlas en todas partes al papel de servidoras del aparato ideolgico y burocrtico. Se impusieron el dogmatismo ms severo, la interpretacin oportu nista de los textos consagrados realizada a su conveniencia por los burcratas de la nueva clase, y el divorcio completo con las ciencias y con sus resultados. El producto fue la esterilidad cientfica e intelectual de la corriente principal del marxismo moderno y su aparicin como un falsa conciencia revolucionaria. El viejo topo proverbial continu su trabajo a pesar de todo. Los marxistas crticos que sobrevivieron las purgas y calumnias estalinistas, las persecuciones fascistas y la corrupcin burguesa realizaron la tarea de mantener viva la tradicin y preparar el resurgimiento del marxismo cientfico. El estalinismo, ligado a la especificidad del primer experimento socialista realizado en un pas atrasado, y a la breve temporalidad de una coyuntura histrica nacional y mundial, entr en crisis.
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Resulta imposible, por supuesto, hacer aqu un inventario rigurosos de los aspectos principales de la crisis. Mi propsito es otro y consiste en mostrar que la crisis de cualquier teora comienza en el momento en que se utiliza para justificar una praxis determinada. La teora deja de ser crtica y de iluminar y guiar a la praxis, convirtindose en una mquina tautolgica de racionalizaciones, alternativamente dogmticas y oportunistas. Como se ver, el proceso de la crisis de la antropologa no es substancialmente diferente del de la crisis del marxismo estalinista. El marxismo estalinista, sacrificando el presente al futuro y subordinado la teora a una praxis determinada, pens que haca un pacto con el espritu de la historia. Olvid que la historia la hacen los hombres, no con lo que creen que estn haciendo, sino con lo que en realidad hacen, como escribi Marx parafraseando a Vico. La antropologa social britnica se propuso un pacto fustico con el demonio del imperialismo capitalista. Es decir, negoci la posibilidad de desarrollar la ciencia social a cambio de entregar sus resultados a la administracin del colonialismo, y obtuvo as una ciencia pervertida y falseada. La perversin, por supuesto, es una categora moral que no dice nada sobre la validez de la ciencia pero mucho sobre los usos que se hacen de ella. La antropologa fue pervertida al ponerse al servicio de la conservacin de un sistema tan inocuo como el colonial. Cuando el viejo sistema comenz a desintegrarse, la antropologa sirvi, adems, para establecer formas ms sutiles de colonialismo y para combatir las luchas de liberacin nacional. Los juicios ticos ms severos y las crticas polticas ms justas a estos papeles de la antropologa social no son incompa
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tibles, sin embargo, con la evaluacin de sus contribuciones desde un punto de vista estrictamente cientfico, ni mucho menos con su anlisis desde el ngulo crtico de la teora marxista. Marx no hizo otra cosa con los productos cientficos de la sociedad burguesa de su tiempo. Si las crticas polticas y ticas contemporneas no olvida ran con frecuencia estas posibilidades, no habra necesidad de repetir que los antroplogos sociales establecieron y practicaron normas para la investigacin que todava son difciles de igualar; que Malinowski y sus discpulos revolucionaron el trabajo de campo etnolgico; que Radcliffe-Brown y sus alumnos avanzaron el estudio de la organizacin social con gran lucidez, y que todo esto constituye el patrimonio de la antropologa y las ciencias sociales, y no meramente un artefacto exclusivo del dominio y la explotacin colonial. La lectura crtica de las monografas clsicas y hay que recordar constantemente que cada verdadero clsico es un contemporneo nuestro descubre un cierto nmero de notables coincidencias tericas con el marxismo. Resulta irrelevan te objetar que estas coincidencias no se hicieron explcitas ni fueron intencionales. Por el contrario, el hecho de que sean producto de la utilizacin independiente de mtodos cientficos semejantes les concede an mayor significado. Los estudios de Evans-Pritchard sobre los nuer, por ejemplo, revelan impecablemente las relaciones entre el medio natural, los sistemas econmicos, la organizacin social y la ideologa. La obra de Leach sobre los Altos de Birmania pone en claro las conexiones entre dos formas particulares de agricultura y dos sistemas poltico-sociales peculiares, aunque su propia interpretacin sea otra. Trabajos como los de Firth y Meyer Fortes en Melanesia y frica ensean de-
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talladamente la inmersin de las actividades de todo orden, sociales, econmicas, polticas, jurdicas, religiosas, en los sistemas de parentesco de los grupos llamados primitivos, un tema recurrente aunque poco desarrollado de la teora marxista. El falseamiento cientfico de la antropologa social tiene otras manifestaciones, que estn igualmente ligadas a su papel dentro del colonialismo. El valor de los antroplogos en estas circunstancias est directa y claramente relacionado con su ca pacidad de producir conocimientos objetivos, comprobables y utilizables por parte de la administracin imperialista. Pero est relacionado, asimismo, con la disposicin y habilidad de los antroplogos para suprimir conocimientos determinados y evitar ciertas cuestiones. Resulta fcil recordar algunos ejemplos significativos. El dogmatismo antihistrico puede aplicarse, y se explica con frecuencia, en razn de la metodologa estructural-funcio nalista. Pero es atribuible, asimismo, a la oposicin de los administradores coloniales a que los antroplogos recuperaran la historia de cualquier sociedad dominada. El sistema colonial ha procurado siempre eliminar el pasado y no ofrecer ms futuro que la mera proyeccin del presente. Los prejuicios contra la idea del cambio y los temores a la transformacin social se expresan en el rechazo al evolucio nismo. La teora del conflicto, que es central en el anlisis de todo proceso de cambio, no encontr en la antropologa social mejor funcin que la del restablecimiento de la estabilidad del sistema. La dialctica del dominio cultural y poltico y de la explotacin econmica no aparece, o bien se calific y estudi como fenomenologa de la aculturacin, la integracin y la modernizacin.
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No me propongo hacer un catlogo de los efectos de la praxis colonialista sobre la teora, pero es indispensable recordar que incluso las mejores monografas procuraron eliminar la descripcin y el anlisis de las relaciones entre dominados y dominadores. La verdadera sociedad colonial no aparece, excepto algunas veces como un proceso abstracto de difusin cultural y de aculturacin de los grupos tribales. Semejante actitud, desde luego, es perfectamente congruente con la defi nicin que se hizo de la antropologa social como una sociologa comparada de las sociedades primitivas. El libro de Los argonautas, aceptado por mucho tiempo como un modelo para los estudios de campo, parece transcurrir en un mundo del que estn ausentes los funcionarios coloniales, la polica, los misioneros y los comerciantes y propietarios europeos, que sin embargo aparecen en el Diario ntimo de Malinowski con vivos colores. El notable volumen sobre los Sistemas polticos africanos sorprendentemente no trata del sistema poltico colonial, quiz con la solitaria excepcin de Gluckman, pero cosa menos sorprendente fue el vade mecum de toda una generacin de administradores coloniales. La organizacin social y poltica de los colonizados deba ser comprendida en el plano cientfico, pero esta comprensin tambin deba poder ser utilizada por los agentes del imperio. Una corriente cientfica que limit de stas y otras maneras su estudio de la realidad social no slo se false a s misma, sino que conden la mayor parte de sus elaboraciones tericas a la caducidad y transitoriedad del sistema colonial al que se encaden y sirvi. La crisis actual de la antropologa social britnica es parte y reflejo de la crisis del viejo mundo colonial. No saldr de ella mientras no liquide crticamente la herencia colonialista en su teora y en su praxis.
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La crisis del culturalismo antropolgico tiene orgenes y dinmica propias y diferentes. La escuela boasiana mantuvo con celo el principio de la libertad cientfica y acadmica, rehusando aceptar las ligas y servidumbres caractersticas de la antropologa social y del marxismo estalinista. En con trapartida, como si fuera un precio a pagar por su precaria pero real independencia, los boasianos se mantuvieron cuidadosamente alejados de los grandes problemas contemporneos de la sociedad capitalista y de sus relaciones con las sociedades colonizadas. Una vieja historia poco conocida tipifica la posicin de Boas y de la mayora de sus discpulos. Durante la Primera Guerra Mundial y los comienzos de la Revolucin Mexicana algunos antroplogos norteamericanos, usando su profesin como cobertura, actuaron de espas y agentes polticos en Mxico y Centroamrica. Boas public un artculo denunciando esta conducta con gran energa, apelando a la integridad cientfica y a la honestidad acadmica de los antroplogos, recordando la exigencia de mantener separada la ciencia de la poltica. Es seguro que Boas hubiera condenado igualmente estas actividades aunque se realizaran bajo otro signo poltico, pese a sus simpatas personales por los movimientos progresistas. Hay que hacer, probablemente, una sola excepcin a la regla general de asepsia poltica y social de los boasianos en tanto que tendencia acadmica, ya que como individuos ex presaron opiniones y mantuvieron conductas personales de diversa ndole. La excepcin es su actitud ante el racismo, contra el cual llevaron a cabo una campaa sistemtica y continua. Sin embargo, la antropologa boasiana jams se propuso investigar seriamente la posicin y las condiciones sociales de los grupos tnicos de Estados Unidos.
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El culturalismo puede verse, sin demasiada severidad, como una suerte de escapismo y de bsqueda de una indepen dencia cientfica y acadmica ficticia, ya que se obtuvo, y slo precariamente, a costa de fugarse de la realidad social y poltica contempornea. El proyecto de trabajo de los boasianos era perfectamente congruente con estas posiciones. Mientras arda la Troya americana, ellos seguan ocupndose de la etnografa de rescate de los grupos en extincin y de la reconstruccin histrico-cultural de las tribus de Amrica. Es curioso observar la conservacin de esta herencia, de ninguna manera desdeable, en algunos antroplogos latinoamericanos que se llaman radicales. Si se consideran las races profundas del historicismo cultural, que por supuesto estn en el pensamiento de Herder, se concluye que el rbol que plant Boas en Estados Unidos creci en suelo poco propicio. En la Europa de los siglos XVIII y XIX las ideas de Herder haban ayudado a robustecer la conciencia tnica y nacional de muchos grupos, a desa rrollar la etnologa, la etnohistoria, el folklore y la lingstica, y en ltimo anlisis a generar los movimientos romnticos, nacionalistas y liberales. En Estados Unidos, al ocuparse casi exclusivamente de la cultura de los pequeos grupos aborge nes marginales, pero no de las condiciones sociales de las grandes minoras tnicas de negros, mexicanos e inmigrantes europeos, al culturalismo se conden a la irrelevancia social y poltica, y finalmente a la caducidad cientfica. La patente hostilidad boasiana hacia la teora, y en parti cular hacia el evolucionismo, expresa igualmente el deseo de mantenerse lejos de las grandes polmicas y los agudos problemas del mundo contemporneo. La enemistad hacia
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el quehacer terico se quiso explicar con base en la escasez e insuficiencia del conocimiento emprico, olvidando, como habra de objetar Steward, que los datos carecen de sentido fuera de contextos tericos. A pesar de todo, la obra cientfica de la corriente culturalista es, por lo menos, tan considerable e importante como la de los antroplogos sociales. Se encuentran, asimismo, notables coincidencias con algunos intereses mayores de la teora marxista. Las relaciones entre las llamadas estructuras y superestructuras pocas veces han sido mejor exploradas que por algunos autores de la corriente de cultura y personalidad como Ruth Benedict y Linton. La contribucin de Lowie al conocimiento de la organizacin social llamada primitiva es fundamental para la teora de la evolucin, pese a sus prejuicios antievolucionistas y a sus sarcasmos, no siempre injustificados, a costa de Morgan y Engels. Resulta evidente la necesidad de recuperar la tradicin antropolgica culturalista por medio de su revisin crtica. No es difcil, por otra parte, que la contribucin boasiana pueda adquirir en algunos pases de Amrica Latina, como los de Mesoamrica y los Andes, una significacin histrica y poltica muy diferente de la que tuvo en Estados Unidos. La condicin para ello, por supuesto, es que a la praxis acadmica y meramente formal del historicismo cultural siga su praxis social, al ser incorporado y transformado por las minoras tnicas, sustituyendo el indigenismo de los antroplogos y burcratas por el indigenismo de los indios. He hablado con insistencia de crisis de la antropologa, pero de hecho he discutido la crisis en trminos de los dos sistemas tericos mayores de la antropologa moderna, el his-
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toricismo cultural y la antropologa social. En rigor no debe hacerse de otra manera, porque la produccin cientfica en general es un aspecto necesario, indispensable y permanente de la praxis social, mientras que las teoras son manifestaciones efmeras del proceso continuo de produccin social de la ciencia. Las teoras estn destinadas a ser revisadas, negadas y sustituidas. La ciencia como abstraccin sigue su marcha y en su ca mino van quedando las teoras, o sea las expresiones histrico-concretas de la produccin cientfica. Abusando de la metfora puede decirse que el camino de la ciencia est empedrado de buenas teoras, que han sido sucesivamente planteadas, aceptadas, reformadas, desechadas y reemplazadas. La crisis de la teora no es sntoma de decadencia, sino por el contrario prueba de vitalidad de una ciencia. Sin embargo, hablar de la crisis de los viejos sistemas tericos, como por ejemplo los de Ptolomeo, Newton y Cuvier, slo tiene realidad y adquiere sentido en trminos de los nuevos sistemas de Coprnico, Einstein y Darwin. Siguiendo estas definiciones, la gravedad real de la crisis de una disciplina cientfica podra indicarse por la rapidez o lentitud con que las teoras total o parcialmente descartadas son sustituidas por otras, temporalmente ms vlidas y productivas. La situacin sera alarmante slo en el caso de un vaco terico. O sea cuando, en el lenguaje de Kuhn, los paradigmas tradicionales se desechan y no aparecen todava los nuevos paradigmas con los cuales se oriente y organice el trabajo cientfico. Pero esta afirmacin debe ser calificada de inmediato. En el caso de la antropologa, por ejemplo, se advierte un profundo cambio paradigmtico a principios de nuestro si-
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glo, expresado en el abandono de las teoras evolucionistas clsicas y en la adopcin del particularismo histrico-cultural y del estructural-funcionalismo ahistrico. Sin embargo, estos cambios, al igual que el rpido agotamiento terico de la escuela boasiana y de la antropologa social, no se explican slo en trminos paradigmticos. La gnesis, desarrollo y decadencia de todo sistema terico ocurre en un ambiente que no es cientficamente asptico, sino que est permanentemente contaminado por la totalidad de la vida social. El movimiento de la ciencia no se produce de manera autnoma dentro del campo exclusivo de la ciencia, sino de manera determinada y en la totalidad de la sociedad. Toda epistemologa que aspira a tener sentido cientfico, es decir no tautolgico, deviene verdaderamente en una sociologa del conocimiento. En este ensayo, lo mismo que en mi Historia de la etnologa, intento mostrar precisamente la ntima y profunda dialctica que existe entre el quehacer cientfico y prctico de la antropologa y la actividad social en su conjunto en el momento histrico dado en que tiene lugar el trabajo de los antroplogos. Las determinaciones sociales de la ciencia varan en su naturaleza y en sus combinaciones, pero desde luego estn siempre presentes. Quiero decir que el rechazo del paradigma evolucionista clsico, por ejemplo, no fue slo el resultado de la pura y desinteresada actividad cientfica, sino tambin el de una coyuntura social y poltica que le era antagonista en grado sumo. Fue esta situacin histrica, caracterizada por el capitalismo triunfante ansioso de estabilidad y enemigo de los cambios amenazantes, la que dirigi el ejercicio antropolgico contra la teora evolucionista y anim la elaboracin de paradigmas
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opuestos o alternativos que excluan la necesidad y hasta la realidad de la transformacin social. De la misma forma, no fue la teora de la antropologa social la que condujo a la praxis de los antroplogos hacia la administracin colonial, sino que la prctica del colonialismo fue la que determin el contenido y los lmites de la teora. A la vez, cuando la teora qued formulada se reforz la praxis de la participacin de la antropologa social en el sistema colonial. La intencin principal de estos comentarios, en consecuencia, no es dar ms pinchazos al baln kuhniano y paradigmtico, sino establecer la superioridad del concepto de unidad teora-praxis como instrumento para el anlisis de la crisis de la antropologa y la bsqueda de caminos de solucin. La preocupacin de los antroplogos se ha concentrado en exceso en los modelos tericos paradigmticos y demasiado poco en los problemas de la praxis social de la antropologa y de los antroplogos. La conciencia de la crisis de la antropologa, o sea del ago tamiento de las posibilidades ofrecidas por las teoras dominantes, se generaliz en 1968. La fecha no es arbitraria ni casual, sino profundamente significativa. Sin embargo, la conciencia de la crisis exista, al menos en algunos crculos, desde la Segunda Guerra Mundial, acompaando al colapso del viejo sistema colonial, la extensin del rea cubierta por los sistemas llamados socialistas y la decadencia del capitalismo. A partir de la Segunda Guerra Mundial la actividad de los antroplogos profundiz la crtica de los viejos sistemas tericos y emprendi con vigor la bsqueda de modelos nue
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vos. Sin embargo, no fue capaz de afrontar todava de manera plena las cuestiones de la praxis social de la antropologa. Se dira, por el contrario, que la mayora de las teoras propuestas se alejaron ms que nunca de esta problemtica, como si se pretendiera reducir el ejercicio de la antropologa al puro mbi to acadmico y a aquellas cuestiones que no tocan de manera directa a la sociedad y a sus transformaciones. La divulgacin de historias srdidas y terribles sobre la participacin de algunos antroplogos en proyectos como el Camelot, en la administracin imperialista y en las guerras contra los movimientos de liberacin colonial, acentu el retraimiento acadmico de la antropologa. La mquina acad mica continu produciendo nuevos conocimientos que casi nadie encontraba tiles, as como nuevos profesionales destinados a incorporarse a la mquina acadmica y reproducirla indefinidamente. La pregunta repetida por los estudiantes de todos los pases, para qu sirve la antropologa?, ciertamente est mal formulada, pero expresa una grave cuestin de fondo que no se resuelve disertando sobre la importancia de la ciencia pura y los peligros de contaminarla. La disociacin de la teora-praxis, por otra parte, con frecuencia ha hecho de la experimentacin terica un juego acadmico, en el que las modas intelectuales se suceden con facilidad, rapidez y frivolidad. Por supuesto, las teoras deben ser criticadas en s y por s mismas. Hay que llamar la atencin, de todas maneras, sobre el hecho de que, al alejarse de la praxis, las teoras suelen manejarse como modas. Esto tiene siempre graves consecuencias. El ejemplo ms obvio es el estructuralismo levistrosiano, que despus de capturar la atencin de los antroplogos y
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fascinar a muchos escritores y crticos literarios entr en decadencia quiz sin haber agotado sus posibilidades. La difusin del estructuralismo como moda impidi realizar una crtica a fondo de sus contribuciones tericas y metodolgicas a la antropologa. Los problemas que suscit han quedado, en gran medida, como una cuenta no saldada. Algo parecido puede decirse de los esfuerzos que se reali zaron bajo la influencia de Althusser para amalgamar el es tructuralismo con el marxismo, o mejor dicho, para reducir la teora marxista a un estructuralismo idealista y ahistrico. Los antroplogos que trabajaron dentro de esta tendencia efmera, como Godelier y Rey, se apresuraron a abandonarla, unos para tomar pasaje en el barco marxista y otros para unirse a las nuevas modas del simbolismo, la semitica, el anlisis textual, etctera. En la escuela boasiana la corriente de cultura y persona lidad, despus de algunos ensayos serios de relacionar la estructura social y econmica en la psicologa, desemboc en un cultismo freudiano de breve existencia. La vieja etnografa culturalista se adob de etnociencia. Hubo reduccionismos etnicistas en abundancia, con su secuela en Estados Unidos de black, chicano and indian studies, tristemente imitados en Amrica Latina. El anlisis sociolgico de la organizacin humana se transfigur en frmulas matemticas. Uno sospe cha que el marxismo, como moda antropolgica, puede sufrir la misma suerte. Esta relacin sumaria e insuficiente de un periodo de la an tropologa tan rico, confuso e interesante, no incluye la co rriente neoevolucionista, aquella que ha estado ms cerca del marxismo tanto por sus fundamentos tericos como por sus temas y objetivos programticos. Me excusa de discutir aho-
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ra esta cuestin el haberlo hecho con cierta amplitud en dos volmenes de la infortunadamente interrumpida coleccin SepSetentas (Agricultura y Civilizacin en Mesoamrica y Agricultura y Sociedad en Mesoamrica), y ms recientemente en varios ensayos aparecidos en Amrica Indgena, Nueva Antropologa y Comunidad. La tarea terica ms importante que tiene la antropologa actual, en consecuencia, consiste en la recuperacin crtica de su praxis social y profesional. No estoy haciendo juegos de palabras, sino subrayando de nuevo el hecho de que para someter a prueba las teoras y revisarlas, formular otras y renovar el cuerpo terico, la antropologa necesita, ante todo, restaurar su eminente vocacin tradicional por el trabajo de campo y la investigacin emprica. Hasta cierto punto los antroplogos hemos dejado de merecer aquel calificativo honroso de naturalistas de las socie dades humanas que se nos aplic a fines del siglo pasado. La praxis de la investigacin concreta requiere, por supuesto, la direccin y la crtica del pensamiento terico. Pero la teora slo avanza verdaderamente a travs y por medio de la praxis. La investigacin antropolgica restaurada y renovada ha de rechazar definitivamente la divisin arbitraria del trabajo, terica y prcticamente insostenible, que pretendi relegarnos al estudio de las sociedades llamadas primitivas. La antropologa no es una sociologa comparada de las sociedades sencillas, si tal cosa fuera posible, sino una disciplina dedicada al estudio cientfico de la evolucin, estructura y funcionamiento de las sociedades humanas. La diferencian, radical y precisamente de otras ciencias, como la sociologa,
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su enfoque universal, global y evolucionista y su programa de trabajo, as como los mtodos y tcnicas que se derivan de estos enfoques. A medida que la antropologa siga rompiendo la barrera artificial del primitivismo, una herencia ms de colonia lismo, y avanzando en el estudio de las sociedades complejas del pasado y del presente, aparecern con mayor claridad y fuerza las determinaciones sociales e histricas de su acti vidad cientfica. Hemos de aceptar la realidad de estas determinaciones aunque rechacemos sus consecuencias. Mejor dicho, acep tamos la realidad precisamente porque la negamos y luchamos por transformarla. La funcin crtica de la ciencia social, por otra parte, no puede ejercerse con eficacia desde los refugios acadmicos. La crtica tiene su lugar ms apropiado en la dialctica viva creada por la participacin de los cientficos en el trabajo social. Necesitamos desarrollar no slo la teora-praxis de la in vestigacin concreta de las sociedades contemporneas, sino tambin la prctica profesional de la antropologa en todos los campos en que sea posible ejercerla. El futuro profesional de los antroplogos no puede quedar reducido a la investi gacin pura y la docencia universitaria, a no ser que se quiera condenar a la antropologa al estancamiento, al cultivo de lo extico, a satisfacer meras curiosidades por el pasado y a jugar los juegos acadmicos permitidos. Los antroplogos hemos de aceptar como determinada la parte que nos corresponde en la divisin del trabajo social, sin aceptar por ello, y al mismo tiempo, el tipo de sociedad que determina esta divisin y las tareas especficas que nos adjudica. Vivir y trabajar en una sociedad significa necesa-
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riamente aceptarla con sus propias contradicciones y luchas internas y participar en ellas. La renovacin y el avance de la teora antropolgica tienen que realizarse, como en cualquier otra disciplina, mediante la articulacin constante de la teora con la praxis, de la actividad acadmica con la investigacin, el trabajo de campo y el ejercicio profesional. Se dispone de toda clase de evidencias procedentes de la historia reciente de la antropologa que indican que este camino est lleno de riegos. Parece preferible y resulta ms atractivo afrontar los riegos de la travesa a los del estancamiento en los puertos de refugio. Existen paralelismos acusados en el desarrollo de la crisis de la antropologa y del marxismo, como indiqu antes. Me interesa ahora subrayar uno de ellos que encuentro muy signi ficativo para esta parte de la discusin. A saber, el que sugiere la abundancia de teoras y la rapidez con que se abandonan y reemplazan. El marxismo, en efecto, al debilitarse el frreo control buro crtico del estalinismo, ha perdido su apariencia monoltica y entrado en un agitado ciclo de polmicas y diversificacin terica semejante al de la antropologa. Hay ahora varios o quiz muchos marxismos, que en trminos generales corresponden a las diversas experiencias llamadas socialistas en Rusia, China, Yugoslavia, Cuba, etc., y a las diferentes prcticas polticas en los dems pases del mundo, como el eurocomunismo, el marxismo cristiano, el estructuralista Se dira que presenciamos un proceso adaptativo por va riacin ante los problemas de supervivencia generados por un cambio radical del medio ambiente histrico. De manera semejante, las especies biolgicas producen numerosas varia
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ciones y lo hacen a cierta velocidad y al azar. Las leyes de se leccin natural se encargan, eventualmente, de eliminar las variedades mal adaptadas y permitir la supervivencia y el crecimiento de aquellas que resultan favorables en el medio especfico transformado. Esto es slo una metfora y probablemente est mal ele gida. Creo que tiene cierto inters, sin embargo, ya que per mite llamar la atencin, no tanto sobre el valor abstracto de cualquier teora, es decir, sobre la supuesta superioridad an te otras, sino sobre la naturaleza y caractersticas del ambiente que acta como aparato selectivo. Hay que agregar, y en esto reside la intencin de la met fora, que los aparatos selectivos del marxismo moderno y de la antropologa son diferentes, funcionan siguiendo leyes distintas y conducen la seleccin en direcciones opuestas. La diferencia principal estriba en lo siguiente. La antropologa moderna es una ciencia en sentido estricto que tiene, sin embargo, un alto componente ideolgico. El mecanismo selectivo de la teora se rige, aunque no siempre ni de manera exclusiva, por los principios, normas y procedimientos establecidos y aceptados por la comunidad de cientficos. De esta forma, los ingredientes ideolgicos estn siendo constante aunque no totalmente eliminados, y el cuerpo terico de la disciplina se mantiene siempre abierto y sujeto a crtica y revisin. Dentro de plazos de tiempo razonables las teoras que sobreviven son aquellas que en efecto poseen mayor poder explicativo, resisten con ms xito las pruebas y permiten mejor la continuacin del trabajo cientfico como praxis social. El marxismo moderno, por otra parte, se ha convertido en una ideologa que tiene, a pesar de todo, un contenido cient
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fico valioso. La ideologa se caracteriza por mantener un sistema cerrado de proposiciones dogmticas, es decir, no sujetas a prueba, aunque se pretenda que han sido suficientemente demostradas alguna vez. A partir del sistema se deducen teoras especiales y generales, de manera no muy diferente de la del escolasticismo medieval. El mecanismo selectivo se gobierna, en consecuencia, por el grado de congruencia de cualquier hiptesis o teora con el sistema cerrado de proposiciones iniciales. De ello resulta el papel central que la lectura e interpretacin ortodoxa de te con la importanc los textos desempea en el marxismo moderno, en contras ia decisiva de la investigacin emprica y de la crtica terica en la antropologa. El componente propiamente cientfico del marxismo sigue siendo importante. Sin embargo, cuando menos desde Marx a nuestros das, no ha tenido poder suficiente para dete ner y revertir el proceso de creciente ideologizacin. Por el contrario, la ideologa no se ha conformado con reinar sobre aquellas reas que propiamente le pertenecen y han invadido el campo de las ciencias. Ha sido caracterstica del marxismo moderno, sobre todo en su versin estalinista dominante, la pretensin de deducir de los textos una lingstica, una fsica y hasta una gentica, por ejemplo, y a la vez fulminar condenaciones prcticamente contra todos los grandes innovadores de la ciencia contempornea. La relatividad, el psicoanlisis, la fsica cuntica, la gentica morganista, la economa keynesiana, la nueva termodinmica y la bioqumica, para mencionar algunos ejemplos sobresalientes, han sido calificados de meras ficciones reaccionarias de la ciencia burguesa.
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Las disidencias marxistas fueron tratadas an ms rudamen te, sobre todo cuando sus protagonistas cayeron en manos de la polica del despotismo burocrtico. Los nombres de Vavilov, Kondratiev, Chayanov, Preobrayenski, Trotsky y Bujarin son parte mnima de una lista interminable y aterradora de cientficos y polticos exterminados en nombre de la ortodoxia ideolgica marxista. La proliferacin actual de corrientes marxistas no contiene indicacin clara del debilitamiento de la hegemona de la ideologa sobre la actitud cientfica, excepto quiz en el caso del marxismo crtico. Por el contrario, cada tendencia se define a s misma de manera ideolgica y se corresponde con una praxis poltica particular y con formaciones socioeconmicas determinadas que insisten todava en llamarse socialistas. En consecuencia, el impacto del marxismo sobre la antropologa y en general sobre las ciencias sociales ha sido y seguir siendo a la vez ideolgico y cientfico. Tal ambigedad resulta inevitable. La relacin entre antropologa y marxismo, para decirlo en lenguaje hegeliano, es y seguir siendo dialctica. La dialctica se desarrolla en diversos campos y a diferentes niveles: entre ideologa y ciencia, as como entre diversas ideologas; entre praxis poltica y praxis cientfica; entre diversas teoras en conflicto o a veces en sustancial acuerdo. Vista la cuestin desde esta perspectiva es evidente que la dialctica de las relaciones no se resolver disolviendo la antropologa en el marxismo, ni reedificando la antropologa sobre los fundamentos de la teora marxista. Tampoco se resolver negando todo carcter cientfico al marxismo y exorcizndolo como pura ideologa y praxis poltica.
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Los procesos de la historia se realizan de maneras ms complejas, marchan por caminos ms tortuosos y llevan finalmente a soluciones ms astutas que aquellas que sugiere cualquier burda simplificacin.
l tema indicado por el ttulo es en extremo ambicioso al ofrecer una promesa imposible de cumplir dentro de los lmites del presente trabajo. Hubiera preferido reducir mi exposicin a algn asunto relacionado con el mismo tema, pero ms concreto y sobre todo manejable en trminos del tiempo disponible. Tal sera, por ejemplo, el de la aplicacin de la teora marxista a ciertos problemas del desarrollo y transfor macin de las sociedades mesoamericanas. Semejante alternativa no slo sera ms factible, sino que nos colocara de inmediato en el centro de las polmicas sobre la evolucin social de Mesoamrica que tienen mayor actualidad, vigor y trascendencia. Me refiero a la discusin sobre el evolucionismo multilineal, el modo asitico de produccin y la teora de la sociedad oriental y del Estado desptico. A pesar de todo, no eludir el compromiso contrado. Aun que considero que la invasin de la antropologa por la crti ca marxiana constituye el fenmeno contemporneo ms importante de nuestra disciplina, pienso asimismo que este acontecimiento no resulta comprensible sin darle alguna perspectiva histrica.
Trabajo presentado originalmente en la sesin plenaria de la Mesa Redonda de la Sociedad Mexicana de Antropologa, celebrada en 1977 en la Universidad de Guanajuato. Apareci en su forma actual en el nmero 7 de la revista Nueva Antropologa. 77
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Quiero sugerir con esto que la crisis de la antropologa tradicional no es slo, como a veces se piensa, el producto de las tempestades polticas de nuestro tiempo; es decir que no se trata de un fenmeno puramente coyuntural y extracient fico. Es tambin un resultado de la incapacidad general del cuerpo terico de las ciencias sociales para interpretar satisfac toriamente la totalidad de los procesos evolutivos del pasado y para guiar el estudio de los problemas del cambio de las sociedades actuales. El marxismo, en consecuencia, ha venido a llenar un grave vaco terico, que se senta de manera aguda en los ltimos aos. O sea, desde el momento en que los antroplogos se empearon no slo en comprender mejor las transformaciones histricas, sino tambin en analizar los cambios del presente y en intervenir en la determinacin del futuro. El marxismo, con su capacidad de totalizacin y su unidad de teora y praxis, parece ofrecer una canalizacin adecuada de estas inquietudes. En definitiva, mi exposicin no podra eludir en ningn caso la confrontacin de las principales teoras que se han aplicado en la antropologa de Mesoamrica, ni tampoco evadir el examen de las causas mayores de su impopularidad actual y de la creciente hegemona del pensamiento marxista. Comenzar tomando como hilo conductor uno de los problemas ms viejos y persistentes de la teora de la evolucin mesoamericana, aquel que fue planteado al mismo tiempo del descubrimiento espaol del Nuevo Mundo. Me refiero a la discusin sobre el origen del hombre americano y de sus altas culturas.
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Poco despus de la Conquista de Mxico, escribiendo probablemente en Tepetlaoztoc, cerca de lo que haba sido la corte de Netzahualcoyotl y la sede de una de las culturas ms refinadas del centro de Mxico, el padre Betanzos sostena con tenacidad la idea de que los indios no deban ser bautiza dos, ya que era posible que carecieran de alma. El hombre americano, a diferencia de los de frica, Asia y Europa, no apareca en las narraciones bblicas como miembro de la estir pe de Adn y Eva, creados por Dios, ni de su descendencia a travs de los hijos de No: Sem, Cam y Jafet. Las opiniones de Betanzos provocaron el escndalo de muchos religiosos entregados a las tareas de evangelizacin y estudio de las lenguas y culturas nativas, como Motolina y Sahagn. Todos ellos rechazaron indignados la imputacin de no humanidad que se haca a los indios. Sin embargo, fue el jesuita Jos de Acosta, a mediados del siglo XVI, quien dio una brillante solucin etnolgica a la disputa teolgica. En su Historia natural y moral propuso por primera vez la teora del poblamiento de Amrica desde Asia, a travs de un puente de tierra o de algn estrecho de mar situado en el septentrin del continente, todava desconocido en aquel entonces. El indio se incorporaba as a la genealoga adnica, pasaba a formar parte de la verdadera humanidad y poda integrarse a la comunidad cristiana. Cometeramos una gran equivocacin si no furamos capaces de vislumbrar, entre el follaje teolgico y filosfico de los escritos de aquellos beligerantes frailes del XVI, el planteamiento de una proble mtica antropolgica semejante a la de nuestros das. La polmica entre monogenistas y poligenistas, que de eso se trata, aparece y reaparece en la historia de nuestra disciplina, aun-
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que unas veces utilice el lenguaje de la teologa y la filosofa y otras el de la biologa. No creo equivocarme al afirmar que ms all de sus propsitos y fundamentos cientficos y filosficos, la discusin tiene un trasfondo y una intencin ideolgica. Las tesis poli genistas modernas se han utilizado con excesiva frecuencia para justificar las variedades ms brbaras del racismo y del colonialismo, particularmente en Inglaterra, Estados Unidos y Alemania. Las ideas de Betanzos, refutadas por Acosta y repudiadas por la Iglesia, tambin hubieran excluido al indio de la condicin humana, legitimando su esclavitud segn derecho natural y voluntad divina. La discusin sobre el origen del hombre americano se entrelaz con el problema del origen de las civilizaciones nativas. Los cronistas guerreros de la Conquista, al igual que los misioneros, funcionarios y cientficos, expresaron su admiracin por las culturas indgenas. Cuando buscaron trminos de comparacin para las sociedades andinas y mesoamericanas los encontraron en el mundo clsico y en las civilizaciones islmica y cristiana de su tiempo. Ms tarde, al conocer mejor el Extremo Oriente, las compararon con acierto a las grandes civilizaciones asiticas. Se impona una pregunta, que en el fondo es la misma que se haca sobre la cualidad del hombre americano. A saber, si el desarrollo cultural americano era el resultado de un proceso propio, autctono, o bien se deba a una serie de influencias civilizadoras procedentes del Viejo Mundo. Resulta curioso, y quiz hasta paradjico, que el polige nismo biolgico pueda aparecer, a la vez, como monogenismo cultural. La doble postura no es incongruente. Detrs de
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la teora del origen biolgico mltiple del hombre asoman constantemente los prejuicios de la inferioridad racial y de la incapacidad congnita de ciertos grupos humanos para crear altas culturas. El monogenismo biolgico o teolgico, por el contrario, al proponer la unidad del hombre, supone necesariamente la posibilidad del poligenismo cultural. El en frentamiento de las concepciones extremas difusionistas y paralelistas sobre la evolucin es mucho ms antiguo, entonces, de lo que a veces se piensa. El padre Acosta tambin debe ser considerado como el primer expositor, y desde luego uno de los mejor articulados, de la tesis del desarrollo cultural independiente. Al proponer su hiptesis del poblamiento de Amrica desde Asia afirma que estos primeros inmigrantes llegaron al Nuevo Mundo en un estado cultural muy rudimentario. Sus grandes realiza ciones civilizadoras, en consecuencia, son el producto de sus propios esfuerzos. Ya entonces Acosta apelaba con lucidez al testimonio etno lgico, mostrando las diferencias en las plantas cultivadas y en los animales domsticos del Viejo y del Nuevo Mundo; en el conocimiento y uso de los metales y de la metalurgia; en las herramientas, costumbres, lenguas y particularmente en la religin. De todas maneras, las posiciones difusionistas han sido muy frecuentes. Uno sospecha que es as porque el difusio nismo extremo une en muchos casos la ideologa racista y colonialista con la realidad y la ilusin de numerosas semejan zas culturales entre el Viejo y el Nuevo Mundo. Las pirmides, la circuncisin, los postes totmicos, la confesin oral, Quetzalcatl, el diluvio universal, la creacin del hombre por los dioses y otros muchos rasgos y complejos cul-
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turales se han ido agregando a un catlogo creciente de supuestas pruebas de frecuentes contactos transatlnticos y transpacficos. Vikingos, polinesios, japoneses, chinos y quiz tambin fenicios, africanos y egipcios, adems de las tribus perdidas de Israel, parecen haber llegado con asombrosa regularidad a las costas de Amrica para impulsar su evolucin cultural. Los antroplogos formados rigurosamente bajo la influencia de la escuela historicista piden demostraciones ms concluyentes que estas semejanzas formales. Las pruebas deben ajustarse, cuando menos, a las condiciones metodolgicas exigidas hace un siglo por Tylor para aceptar la realidad de cualquier proceso de difusin. Es decir, la existencia de complejos culturales que tengan elementos que no estn funcional y necesariamente interrelacionados; la demostracin de las rutas geogrficas de transmisin, con los puntos intermedios claramente situados, y el establecimiento de cronologas congruentes con los supuestos procesos de difusin. Es cierto que existen investigadores que han aceptado con integridad la tarea de facilitar esta clase de pruebas. Entre ellos est el mismo Tylor, que nos leg sin resolver el intrigante problema de los juegos hind y mexicano del pachisi y el patolli. Tambin es evidente que la posibilidad de contactos y de influencias externas no puede ser negada a priori. Sin embargo, el verdadero problema para la teora evolu cionista de Mesoamrica no consiste en probar la realidad de algunos contactos espordicos y quiz accidentales, como sugiri Acosta. La cuestin de fondo consiste en la oposicin entre la concepcin del desarrollo de las altas culturas americanas como un proceso autnomo, esencialmente inde pendiente, y su concepcin como un proceso que responde a una serie de prstamos y estmulos culturales externos.
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El difusionismo britnico, en su forma ms extrema, afirm la existencia de un solo centro creador de las civilizaciones arcaicas. El difusionismo germnico, en su forma ms atenuada, propuso la existencia de varios crculos culturales, distribuidos en el tiempo y el espacio. En todos los casos las culturas americanas aparecan como simples receptoras y transformadoras de las influencias del Viejo Mundo. Resulta fcil hacer aparecer, detrs de estas posiciones, a los espec tros del etnocentrismo europeo y de la inferioridad racial del indgena. Dejando a un lado el aspecto ideolgico, que merece con sideracin mucho ms detenida, la cuestin cientfica parece estar resuelta ahora a favor del desarrollo esencialmente in dependiente de la civilizacin americana.La antropologa moderna ha dejado bien establecido, en sus lneas generales, el largo camino hacia las altas culturas. O sea, los procesos de domesticacin de las principales plantas cultivadas en Am rica, el surgimiento y desarrollo de los sistemas hidrulicos, el crecimiento gradual de los centros poblados y su transforma cin en ciudades, la aparicin de las clases sociales y de los estados, y la formacin de las religiones. La hiptesis difusionista no ha sido probada en ninguno de estos casos. No existe, adems, necesidad alguna de recurrir a ella para explicar la civilizacin americana. La excepcin est constituida por los niveles culturales ms rudimentarios, o sea aquellos que caracterizaron a los primeros inmigrantes procedentes de Asia. Desarrollo independiente, sin embargo, no significa lo mis mo que evolucin paralela, sobre todo en el sentido que le dieron los evolucionistas unilineales del siglo XIX. Las posi
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ciones paralelistas extremas, atribuidas quiz injustamente a Morgan, partan del monogenismo biolgico y del principio de la unidad psquica de la humanidad. El hombre, se afirmaba, debe responder de manera semejante a los estmulos de la misma clase. Esta unidad mental y de conducta explicara la aparicin independiente de fenmenos culturales iguales en partes del mundo muy separadas y que no tuvieron relacin entre s. De manera ms general explicara asimismo la identidad universal de las grandes etapas de desarrollo de las culturas humanas. Ante el problema del desarrollo de la civilizacin ameri cana los paralelistas cometan dos errores parecidos a los de los difusionistas. Por un lado, el de eludir la cuestin de la causalidad social, sustituyndola por el reduccionismo psico lgico. Por otro, el de aceptar sin mucho espritu crtico las semejanzas culturales aparentes entre el Viejo y el Nuevo Mun do, aunque las atribuyeron a causas distintas (unidad psquica versus difusin cultural). Estas actitudes impedan un examen a fondo de la naturaleza propia del desarrollo americano y de los aspectos parti culares de la dinmica de sus cambios culturales y sociales. Voy a referir algunos ejemplos. La agricultura puede ser descrita como un conjunto de pro cesos tecnolgicos, econmicos, sociales, culturales, orga nizados alrededor del cultivo y uso de algunas plantas do mesticadas. Tal definicin permite, desde luego, incluir en una sola categora a todas las formas de cultivo. Permite tambin indicar los efectos ms generales que tiene la agricultura sobre las sociedades humanas, como por ejemplo la sedentarizacin, el crecimiento de la poblacin, el aumento de la densidad demogrfica, cierta especializacin de tareas, etctera.
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La formulacin de teoras vlidas sobre el cambio implica el paso de este nivel de generalizacin al plano de la determina cin especfica de las diversas modalidades de la agricultura y de sus efectos particulares sobre cada sociedad concreta. Me refiero, en definitiva, a las diferencias existentes entre el cultivo itinerante de los bosques tropicales, la agricultura obligatoriamente sedentarizada de regado y la agricultura de temporal, o bien, en el plano de la tecnologa instrumental, a las diferencias entre el cultivo de azada y el de arado tirado por animales. La especificidad social y cultural de la agricultura queda oculta por la insistencia de los paralelistas en hablar, en general, de una etapa agrcola de desarrollo universal. Los efectos que sobre la sociedad tiene cada tipo de agricultura quedan ocultos asimismo, y resulta difcil comprender fenmenos tales como la aparicin de la familia extensa patriarcal y del esclavismo bajo las condiciones de la agricultura de temporal con arado y animales de tiro; la larga hegemona de la comunidad oriental en las condiciones de la agricultura de riego practicada con azada, y la naturaleza del Estado y de la clase dominante en la agricultura de los grandes sistemas hidrulicos. Las clases sociales y el Estado presentan dificultades semejantes cuando la discusin se mantiene en un plano de grandes generalizaciones. Los cronistas espaoles de la Conquista describieron formaciones sociales de tipo clasista, as como instituciones y organismos que corresponden a las formaciones estatales. No hay dificultad en aceptar estas apreciacio nes si se emplea la definicin ms amplia de clase social. Es decir, la de clases como grupos sociales estratificados que tienen acceso diferenciado a la riqueza y al poder. La con-
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fusin comienza al identificar las clases sociales americanas, que parecen haber sido principalmente funcionales, con las patrimoniales europeas basadas en la propiedad privada de los medios de produccin. Lo mismo ocurre con el Estado. En su forma ms general el Estado puede ser descrito como la concentracin institucio nalizada de la fuerza de la sociedad. Esta definicin puede abarcar tanto a los estados de tipo oriental y antiguo como a los capitalistas y socialistas. Sin embargo, los estados monopo listas y despticos de Mesoamrica y la zona andina fueron constantemente identificados con las instituciones tpicas de las formaciones polticas occidentales. La terminologa que se emple acab de complicar el problema del Estado y de sus rganos e instituciones, ya que los trminos se extrajeron simplemente del vocabulario europeo. Se escribi de reyes y emperadores como si fueran los soberanos del absolutismo occidental, y de seores de diferen tes rangos que se identificaban con la aristocracia feudal y cortesana. Ms tarde, cuando Bandelier impuso el modelo iroqus para justificar la inclusin de Mxico en una de las etapas universales de Morgan, se escribi de ligas tribales, de democracia guerrera y de grupos familiares al estilo de la casa larga de Norteamrica. Esta clase de confusin se extendi a todas las dems ca tegoras culturales e incluso a algunas naturales. Los espaoles, al encontrar los auqunidos andinos, los denominaron car neros o borregos de la tierra, de seguro tomando en cuenta su utilizacin como fuente de carne y fibras para tejer, y el uso de la llama como bestia de carga. Estas relaciones, parecidos y semejanzas formales, si uno se detuviera en ellos, ocultaran lo ms importante: el lugar especial del auqunido
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en la economa, la sociedad y la cultura andina, su ecologa, su relacin con los rituales y la religin, etc. Fcilmente podran multiplicarse estos ejemplos. El derrumbe progresivo de las tesis del difusionismo y del paralelismo extremo como explicaciones de la evolucin mesoamericana fue la consecuencia directa de los avances de la investigacin y del conocimiento, promovidos, en gran medida, por estas mismas tesis. Popper parece tener razn al afirmar que la marcha de la ciencia debe verse como un proceso durante el cual se demuestra la falsedad o insuficiencia de la hiptesis y teoras heredadas y se proponen otras nuevas ms satisfactorias pero igualmente provisionales. Quiz podra pensarse, despus de todo, que las largas y a menudo colricas discusiones entre difusionistas y paralelistas resultaron infructuosas. Esto es lo que mantienen los antrop logos de la escuela estructural-funcionalista, que abandonaron el mtodo histrico por considerarlo especulativo, conjetural y carente de fundamento cientfico. Los antroplogos de la escuela boasiana, absorbidos por la etnografa de rescate de los grupos aborgenes y por el particularismo histrico-cultural, tambin contemplaron estas polmicas con escepticismo y hostilidad y condenaron todas las variedades de la teora evolucionista. El balance general, sin embargo, puede hacerse de manera menos pesimista y probablemente ms objetiva. En primer lugar est, por supuesto, la observacin poperiana de que la marcha de la ciencia est determinada por la tendencia a demostrar la falsedad de cualquier proposicin. Sin esta dinmica particular sera difcil imaginar tanto la rapidez de la
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expansin del conocimiento objetivo como las direcciones principales que siguen las investigaciones. Las diversas facciones del evolucionismo dieron, por otra parte, los marcos tericos indispensables para la averiguacin antropolgica, y tambin facilitaron los sistemas integrados de los conocimientos factuales que, de otra manera, hubieran aparecido como meras acumulaciones caticas de datos aislados y sin sentido. Aunque la difusin extracontinental fue finalmente re chazada como explicacin de la civilizacin americana, las teoras y mtodos difusionistas resultan aplicables a las relaciones que tuvieron entre s las diversas culturas de Amrica. Ninguna hiptesis sobre el desarrollo de Mesoamrica puede prescindir de fenmenos tales como la difusin de ciertas plantas domesticadas, entre ellas los tubrculos tropicales y el maz, y de algunos complejos religiosos, como los que parecen unir a los llamados olmecas con la cultura andina. De hecho, las altas culturas americanas estn tan relacionadas entre s por procesos directos e indirectos de difusin que hace tiempo se propuso reunirlas bajo el nombre de Amrica Nuclear. Uno est obligado, sin embargo, a recordar de nuevo que la difusin cultural no explica realmente un proceso evolutivo determinado. Todo lo que puede hacer es trasladar la explicacin de un lugar a otro lugar del mundo. Cuando se dice, por ejemplo, que el capitalismo industrial se origin en Inglaterra y que de all se difundi a Mxico, se est explicitando un proceso histrico verdadero, pero no se explica el capitalismo ingls ni mucho menos el capitalismo mexicano. El difusionismo ayuda a descubrir los caminos que ha seguido la historia concreta, pero de ninguna manera constituye una teora
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explicativa de la evolucin de las sociedades humanas segn los principios de causalidad. Aunque las tesis paralelistas han sido rechazadas en la mayora de los casos, excepto quiz en el plano de las generali zaciones y abstracciones mayores, sus estudios sirvieron para colocar a Mesoamrica en el cuadro de las civilizaciones mundiales. Asimismo, contribuyeron a promover una serie importante de estudios comparativos que iluminaron la naturaleza de las principales instituciones sociales. Con el paso el tiempo las polmicas han conducido las afirmaciones del paralelismo extremo hacia planteamientos ms realistas, y en otros casos hacia el descubrimiento de fen menos de verdadera convergencia cultural. Pienso ahora, por ejemplo, en las relaciones entre la agricultura hidrulica y la naturaleza del Estado y de las clases sociales en el Viejo y en el Nuevo Mundo, que no pueden atribuirse a la difusin sino a la operacin de factores causales semejantes. La afirmacin de la realidad del desarrollo esencialmente independiente de la civilizacin americana por fin oblig a los antroplogos a enfrentar el problema de fondo. O sea, la cuestin de las fuerzas especficas que produjeron las trans formaciones de las sociedades prehispnicas de Amrica. El difusionismo y el paralelismo fueron reconocidos, desde este punto de vista, como meras tcticas dilatorias y escapistas que trasladaban las respuestas al problema hacia otras partes del mundo, o bien las sumergan en el ocano de las explicaciones universales. Las posiciones de las escuelas de Boas y de la antropologa ahistrica fueron reconocidas como otras tantas declaraciones de inexistencia del problema de la evolu cin social, que constituye, sin embargo, la cuestin central de la teora antropolgica.
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El terreno no qued todava despejado, a pesar de los progresos realizados en el conocimiento objetivo del pasado, para poder llegar a una formulacin de nuevas teoras especficas sobre la evolucin de Mesoamrica. Quiero referirme a algunos de los mayores obstculos que existan. El primero de ellos es el que he llamado el trauma de Hrdlika. Este distinguido cientfico, que trabaj la mayor parte de su vida en Estados Unidos, la dedic a demoler sistemticamente y con gran xito las pruebas que se alegaban sobre la supuesta gran antigedad del hombre en Amrica. No tengo dudas sobre la honestidad intelectual de esta empresa, ni tampoco sobre las motivaciones de Hrdlika. Adems, a largo plazo su trabajo contribuy a establecer sobre bases ms firmes la antigedad del poblamiento de Amrica. A corto plazo, sin embargo, inhibi el pensamiento y quiz tambin la actividad de los antroplogos que planteaban la tesis del desarrollo autnomo. En efecto, para decirlo de alguna otra manera, el tiempo concedido por Hrdlika se quedaba corto. La dimensin temporal era a todas luces insuficiente para colocar en ella la totalidad de una evolucin muy compleja y diversificada. Recurdese que la antigedad que se atribuye ahora a los comien zos de la domesticacin de algunas plantas est muy cerca de las fechas aceptadas por Hrdlika para el poblamiento del Nuevo Mundo. Todas las fechas crticas han tenido que ser empujadas hacia atrs: las de la agricultura y la irrigacin, las del urbanismo, las de la emergencia del Estado y de las clases sociales. En mi opinin, muchos colegas se muestran todava tmidos ante las cronologas de la taxonoma del desarrollo mesoamericano.
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La barrera temporal ha sido rota definitivamente por los trabajos arqueolgicos ms recientes. Al parecer, estamos curados de este trauma particular. Sin embargo, no parece que hayamos sido psicoanalizados con xito del complejo ceremonial, el segundo de los grandes obstculos interpuestos en el camino de las teoras especiales del desarrollo mesoamericano. El complejo del ceremonialismo pobl Mesoamrica, como si fuera el sueo de un caso freudiano, de sacerdotes que dominaban espiritualmente a las poblaciones nativas y regan la totalidad de su vida econmica, social y poltica. Llen los altiplanos y las selvas tropicales de centros ceremoniales, que consuman el trabajo y la produccin social sin ms propsito aparente que el culto a las deidades y el cumplimiento de oscuras obligaciones con el sol. Trat de explicar ceremonialmente las guerras de conquista, la formacin de estados y de imperios, la divisin en clases sociales e incluso la Conquista espaola. Resulta obvio que haba que realizar una inversin al estilo de la que Marx practic con la filosofa de la historia de Hegel. Es decir, se trataba no tanto de negar las descripciones de la vida ceremonial mesoamericana, como de considerarlas con el contexto de las ideologas y, en consecuencia, de verlas como partes de una superestructura. El complejo ceremonial no rega la vida social, econmica y poltica de Mesoamrica, sino que derivaba y formaba parte integral de ella. La bsqueda de los fundamentos materiales del complejo ceremonial se vio obstaculizada por la tercera de las principa les dificultades a las que quiero referirme hoy. Hace tiempo propuse llamarla el dictum de Kroeber.
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Kroeber, que fue una figura avuncular para los antroplo gos de mi generacin, confront dos tipos de datos sobre Mesoamrica. Por un lado los que provenan de fuentes escritas espaolas e indgenas y hablaban de grandes centros urbanos, de estados bien organizados, de clases sociales y de enormes poblaciones. Por otro lado tom los datos de una etnografa moderna incompleta, fragmentaria y, por qu no decirlo, mal realizada aun a nivel descriptivo, que hablaba de comunidades rurales primitivas, homogeneidad social, agricultura rudimentaria y bajas densidades de poblacin. Consider, asimismo, los datos de una arqueologa atacada por el complejo ceremonialista, preocupada casi exclusivamente por los aspectos estticos y religiosos de las viejas culturas mesoamericanas. La conclusin fue que alguien estaba mintiendo y que ese alguien eran los cronistas. Kroeber traslad la economa y la tecnologa indgenas contemporneas al pasado, sin llegar siquiera a conocerlas bien y mucho menos a comprenderlas, y demostr la incongruencia existente entre este nivel de supues to primitivismo y las descripciones literarias de una sociedad compleja y avanzada. Su dictum, que ejerci incalculable influencia, fue que semejante sociedad no poda ser otra cosa que una fbula tejida por los conquistadores, encomenderos, misioneros y funcionarios, interesados en aumentar sus xitos, incrementar los tributos y extraer ms trabajo de la poblacin indgena. Los profundos errores sobre la economa prehispnica, combinados con la obsesin ceremonialista y la constriccin impuesta a la dimensin temporal, distrajeron el inters de muchos antroplogos de los problemas ms fundamentales de la evolucin mesoamericana: la cuestin de los orgenes y
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desarrollo de la agricultura, del urbanismo, de las clases socia les y del Estado. Por supuesto, la nocin de cules problemas son impor tantes deriva en gran medida de los propsitos del investigador y est relacionada con la naturaleza del marco terico que utiliza. Con frecuencia tiene que ver simplemente con la ausencia de cualquier concepcin terica sobre la evolucin. sta es, precisamente, la situacin a que se lleg a partir de la crisis del viejo evolucionismo unilineal. Me refiero ahora no a la crisis particular provocada por el fracaso de la aplicacin de las tesis difusionistas y paralelistas a la evolucin de Mesoamrica, sino a la crisis general de la teora evolucionista. Esta crisis, que influy mucho sobre los que fueron maestros de mi generacin, puede expresarse diciendo, en el lenguaje de Kuhn, que la antropologa abandon y rechaz el paradigma evolucionista. El simple abandono del paradigma caracteriz a los antroplogos sociales, pero su rechazo violento tipific a los boasianos. Ambas tendencias o escuelas llegaron a dominar el campo total de la antropolo ga durante la primera mitad del siglo XX. La posicin de los discpulos de Boas, aunque quiz no la del mismo Boas, fue implacablemente hostil al evolucio nismo. El blanco principal era Morgan. Sus generalizaciones sobre las etapas evolutivas de la organizacin social, de la familia y de la religin, fueron confrontadas con los datos de la nueva etnografa y rechazadas con energa. Los boasianos tenan sobre sus adversarios la superioridad de su incansable y excelente trabajo de campo, as como la enorme ventaja de combatir esquemas dogmticos y generalizaciones muy especulativas.
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La refutacin del evolucionismo no iba acompaada, sin embargo, de un ataque al mtodo histrico. Por el contrario, la escuela de Boas se calific a s misma como histrico-cultural y nadie hizo ms que ella por perfeccionar y ampliar las tcnicas de estudio de los procesos histricos concretos. No existe aqu ninguna paradoja, sino la fiel continuacin de la crtica de Herder al evolucionismo franco-britnico del siglo XVIII y de su apasionada defensa de la diversidad y del particu larismo cultural e histrico de los pueblos. Sera falso atribuir exclusivamente a la crtica boasiana el abandono del paradigma evolucionista en antropologa. Median muchos otros factores de coyuntura histrica y de contexto social y cientfico, de los que no podemos ocuparnos ahora. De todas maneras, su influencia fue poderosa y en el caso de Mesoamrica probablemente result decisiva. La mayora de los antroplogos mesoamericanistas adoptaron el programa boasiano del particularismo histrico-cultural y la etnografa de rescate, dejando para el futuro cualquier po sible tarea de elaboracin terica de la evolucin americana. La teora social se empobreci tanto como se enriquecieron la etnografa y la etnohistoria de los diversos grupos humanos de Mesoamrica. La antropologa social britnica, al contrario de la escuela boasiana, no hizo de la teora de la evolucin un gran tema de controversia cientfica. De hecho, Radcliffe-Brown se declar evolucionista a la manera de Spencer. Su furor acadmico, as como el de Malinowski y sus discpulos, se dirigi contra la historia cultural, que fue reputada de conjetural y especulativa. La antropologa se concibi como una ciencia social interesada slo en el estudio estructural, funcional y comparativo de las sociedades primitivas. Su objetivo declarado fue el descu-
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brimiento de leyes sociales de carcter universal, basadas en relaciones estructurales y funcionales de causalidad social. Sin embargo, las leyes sociales, si es que existen, deben ser universales no slo en el espacio sino tambin en el tiempo. Quiero decir que han de descubrirse tanto en las sociedades contemporneas, cuyos procesos podemos observar directamente, como en aquellas sociedades no coetneas nuestras cuyos procesos, de todas maneras, podemos estudiar y analizar indirectamente por medio de sus restos materiales, de los documentos escritos y de sus restos culturales. ste sigue siendo, en mi opinin, el argumento ms fuerte en defensa de la unidad de las disciplinas antropolgicas. La crtica metodolgica que hizo la antropologa social del historicismo cultural tiene que ser revisada, asimismo, a la luz del hecho de que los primeros estudios estructural-funcionalistas ya se han transformado a su vez en documentos histricos. Resulta imposible aproximarse a ellos sin utilizar los instrumentos del mtodo histrico. No slo la sociedad sino la misma antropologa y su cuerpo de teora y conocimientos resultan incomprensibles sin la perspectiva temporal de su desarrollo. La bsqueda de las leyes que rigen la estructura y el funcionamiento de la sociedad no tiene mucho sentido sin la bsqueda paralela de las leyes que rigen el desarrollo y la transformacin de la sociedad. Quiero subrayar la paradoja, una ms en la historia de la antropologa, de que fue el trabajo de los antroplogos antievolucionistas y antihistoricistas, que acumularon una inmensa cantidad de informacin, lo que a la larga contribuy a establecer las condiciones objetivas que hicieron posible el resurgimiento de una teora renovada de la evolucin.
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En realidad, puede pensarse que la orientacin histricocultural de los boasianos y el enfoque estructural-funcionalis ta de los antroplogos sociales deba haberles conducido a una reformulacin del evolucionismo. El que no fuera as tiene que ver ms con el contexto social y poltico de la antro pologa acadmica durante la primera mitad del XX, que con las tendencias y las direcciones objetivas de la ciencia antropolgica. No se puede olvidar, a fin de cuentas, que la impopulari dad del evolucionismo tuvo mucho que ver con el afn de las clases dominantes del mundo capitalista de declarar cerra dos los procesos de transformacin social, y con su pretensin de que el sistema existente poda seguir prosperando sin mayores alteraciones estructurales y, sobre todo, sin trastornos polticos. Dentro de esta concepcin estabilizadora y tranquilizadora de la sociedad, que suprimi de la teora social tanto el conflicto como la evolucin, los antroplogos sociales y los boasia nos se adaptaron funcionalmente a los nichos ecolgicos provistos por las instituciones interesadas en el pasado per se, en las culturas exticas y en una administracin inteligente y previsora de los pueblos colonizados. Es muy probable que la misma coyuntura, aunque desde el punto de vista opuesto, explique tambin la supervivencia del viejo evolucionismo en ciertos crculos marginales de la antropologa. Los marxistas ortodoxos, por ejemplo, jams abandonaron las tesis fundamentales de Morgan, interpretadas y replanteadas dogmticamente por Engels. Resulta difcil considerar esta fidelidad al evolucionismo unilineal del siglo XIX de otra manera que como la prueba de adhesin a una ideologa poltica.
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La ortodoxia exiga, adems, trasplantar al resto del mundo la secuencia del desarrollo del occidente europeo. Es decir, el esquema de Stalin, que nunca fue el de Marx, del comunis mo primitivo-esclavismo-feudalismo-capitalismo, sigui aplicndose a la evolucin de Mesoamrica, mostrando completa indiferencia por los resultados de la polmica sobre el paralelismo, por los avances de la etnografa, la etnohistoria y la arqueologa, y por los progresos del anlisis estructural-funcio nalista de las sociedades. Mientras que la conservacin del esquema morganista, segn la didctica explicacin de Engels, no debe verse ms que como un mero y estril anacronismo, la tradicional preo cupacin marxista por los fundamentos econmicos de la sociedad result ms provechosa. Cuando menos continu reclamando la atencin de los antroplogos por los aspectos materiales de la civilizacin mesoamericana. Debe observar se, sin embargo, que estas preocupaciones se expresaron con mayor frecuencia a travs de interminables discusiones de los textos de Marx y Engels que por medio de la investiga cin concreta. El movimiento renovador de la teora evolucionista de be muy poco, si acaso debe algo, a la actividad cientfica de la ortodoxia marxista. A pesar de todo, el resurgimiento del evolu cionismo se produjo dentro del cuadro general de la teora marxista, o al menos bajo su influencia. As lo prueba la lectura ms superficial de Leslie White, Gordon Childe, Julian Steward y Karl Wittfogel. El nuevo evolucionismo conserv la idea central del viejo evolucionismo. Mantiene la concepcin, empricamente demostrable, de que existe un movimiento histrico de las
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sociedades humanas, vistas en su conjunto, desde lo simple a lo complejo y desde lo homogneo a lo orgnicamente diversi ficado. Si al trmino progreso se lo despoja de cualquier connotacin valorativa, este movimiento histrico puede ser calificado de progreso. Los neoevolucionistas, sin embargo, prefieren describirlo como un proceso de dominio creciente sobre la naturaleza, as como de creciente control para el hombre de su propio medio histrico-social. Detrs de estas formulaciones, en apariencia ms neutras, resulta fcil descubrir el lenguaje de Vico, Hegel y Marx, que hablan de la historia como la abolicin de la necesidad y la conquista de la libertad por medio de la creacin y perfeccio namiento de la sociedad civil, as como de la expansin continua de las fuerzas productivas del hombre. A diferencia del viejo evolucionismo, el neoevolucionismo es multilineal. Rechaza la idea de que existan etapas universales y obligatorias del desarrollo histrico por las que han pasado o deben pasar todas las sociedades humanas. Se hace la excepcin, por supuesto, de aquellas secuencias que se formulan de manera muy abstracta, tal como el paso de la economa natural a la poltica y de las sociedades igualitarias a las estratificadas. La teora multilineal de la evolucin rechaza en especial la creencia vulgar y etnocntrica de que las etapas de desarrollo eurooccidental (esclavismo, feudalismo, capitalismo) son vlidas en todas partes y aplicables al resto del mundo. Resulta ahora evidente que la mayora de las sociedades humanas no han conocido el esclavismo o el feudalismo como formas sociales dominantes de produccin. El capitalismo, por otra parte, se convirti en el sistema mundial dominante por medio de la difusin y de la imposicin, pero no a travs de la invencin
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independiente o de la convergencia evolutiva. El neoevolucionismo, en consecuencia, ha dirigido la atencin y el estudio hacia las formaciones sociales no occidentales, como aquellas que se encuentran originalmente en Asia, frica y Amrica. El nuevo evolucionismo afirma, asimismo, la existencia de relaciones de causalidad que son demostrables tanto en los procesos diacrnicos de desarrollo como en el plano puramente sincrnico (estructural-funcional). Por supuesto, sin esta premisa no resultara posible construir una ciencia social. El problema consiste en determinar la jerarqua que guardan entre s las diversas categoras de hechos sociales. Esta cuestin no puede ser resuelta slo en el nivel terico, ni tampoco de manera exclusivamente emprica. El mtodo del evolucionismo multilineal exige que la hiptesis terica sea confirmada, en cada caso, por medio del anlisis de los datos empricos. Es posible que en esta rea de problemas sea donde el neo evolucionismo ha hecho uso ms intenso de las ideas marxis tas, en particular de la teora de los modos de produccin y las formaciones socioeconmicas. El anlisis del modo de produccin como fundamento y determinante primario de la formacin social es lo que permite pasar del plano de la generalizacin terica ms abstracta (fuerzas productivas-relacio nes sociales de produccin) al plano, ms concreto (modo de produccin especfico-sociedad particular). Es preciso agregar que la influencia marxista, que nunca ha sido unvoca en el terreno del pensamiento y la accin poltica, tampoco ha resultado unvoca en el campo de las ciencias sociales. Existe una vertiente dogmtica y ritualista del marxis mo y otra vertiente crtica y creadora. Los antroplogos de orientacin marxista o marxiana haran bien en tener presente que Marx aplic su genio te-
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rico y su fuerza analtica casi exclusivamente a un tipo de sociedad, el capitalismo industrial, y a un periodo histrico concreto, el siglo XIX. Poco pudo decir sobre el capitalismo mercantil, el feudalismo, el mundo clsico y la sociedad oriental, y menos todava sobre los campesinos y las sociedades no occidentales llamadas primitivas. Aquellos que traten de emplear el mtodo y la teora desarrollados por Marx deben recordar sus propias palabras acerca de la historicidad de toda teora y todo mtodo. En los ltimos aos ha aparecido una tendencia, todava ms dogmtica, que pretende que toda ciencia social, y en particular la antropologa, puede ser subsumida en la teora marxista. No pretendo discutir ahora esta extraordinaria posicin que, entre otras cosas, contradice tan profundamente la del propio Marx, quien dedic mucho tiempo y atencin al estudio de los autores clsicos de la etnologa de su tiempo. Quiero afirmar, sin embargo, que la antropologa, que trata de la totalidad de la experiencia cultural humana, es ms rica que el marxismo, que al fin es slo uno de sus aspectos histricos y sociales concretos. Pero pienso, asimismo, que la totalidad de la experiencia social y cultural del hombre no puede ser comprendida en nuestra poca sin utilizar los instru mentos conceptuales y analticos del marxismo. En relacin con los problemas anteriores quiero proponer ahora que existen cuando menos tres criterios esenciales para considerar el valor y la importancia de cualquier teora cientfica. El primero es aquel que Vico expres como verum-factum y Marx como teora-praxis social. En el lenguaje viquiano, tan profundamente anticartesiano, verdad es lo que se hace,
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puede hacerse o ha sido hecho. No existe mejor prueba de certidumbre que aquella que facilita el hombre mismo por medio de su actividad creadora del proceso histrico. La teora-praxis social, en el lenguaje viquiano de Marx, supone una progresin dialctica, durante la cual la teora al principio no hace ms que interpretar el movimiento histrico, pero despus se empea en guiar y conducir la praxis por medio de la teora. No parece casual que la teora de la evolucin multilineal aparezca en una coyuntura histrica en que la praxis social rechaza tanto el modelo capitalista clsico como el experimen to socialista ruso, y trata de abrir caminos nuevos para el desarrollo de la sociedad. Tampoco es accidental que coincida con los procesos de descolonizacin, que reclaman la validez de las experiencias culturales no occidentales y procuran recuperarlas. El neoevolucionismo, en consecuencia, no es una teora que deba probarse slo mediante el estudio del pasado, sino tambin y principalmente a travs de la praxis concreta de las sociedades contemporneas y de la determinacin de su futuro. Desde este punto de vista, y muy al contrario de lo que sostienen los defensores del dualismo cientfico, no se encuentran diferencias esenciales entre las ciencias sociales y las del mundo natural. Las extraordinarias hiptesis de la nueva fsi ca se convirtieron en certidumbre en los laboratorios experi mentales y luego en las bombas atmicas y en las centrales de energa nuclear. La teora de la relatividad fue comprobada primero por la observacin emprica y luego por medio de experimentos crticos. El quehacer histrico del hombre, la praxis social que in cluye las revoluciones y transformaciones modernas, cons
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tituye el equivalente de la experimentacin en las ciencias fsicas. Los procesos de transformacin racional de la sociedad, o sea aquellos que estn guiados por la teora, son el equivalente de aquella ingeniera que aplica e instrumentaliza los principios tericos de las ciencias de la naturaleza. El segundo criterio valorativo reside en el poder de explica cin de una teora, es decir, en su capacidad de interpretar de manera congruente y con la mxima economa de hiptesis un nmero mayor de fenmenos y hechos sociales. Como he tratado de mostrar a lo largo de este artculo, las teoras difusionistas y paralelistas extremas no slo no ofrecen una verdadera explicacin del desarrollo, sino que adems estn en contradiccin con la mayora de los hechos que se conocen. Por otra parte, las corrientes histricas-particularistas de la antropologa, al renunciar a formular cualquier teora general, ofrecen slo explicaciones parciales de fenmenos particulares o de series limitadas de hechos. El neoevolucionismo, por la propia naturaleza de su teora y de su metodologa, no puede eludir la tarea de incluir todos los hechos posibles en la explicacin, y adems debe interpretarlos de manera congruente, interrelacionada y sistemtica. Su postura, en consecuencia, es globalista y totalizadora. Tambin es antirreduccionista, sea en la direccin del psicologismo que critic Durkheim o en la direccin del economicismo que los marxistas vulgares confunden con el enfoque utilizado por Marx. La teora de los modos de produccin-formaciones socioeconmicas y la relacin dialctica entre estructura y superestructura, forman el ncleo esencial de los sistemas de anlisis e interpretacin global del neoevolucionismo. El poder de explicacin que posee una teora en relacin con los hechos conocidos de una sociedad permite su transfor
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macin en paradigma cientfico. La teora debe ser capaz de explicar incluso aquellos hechos que todava no se conocen en el momento de su elaboracin. Es decir, debe ser capaz de anticipar la experiencia y de ejercer poder de prediccin. Cuando resulta imposible hacerlo, y los nuevos hechos comien zan a requerir otra clase de explicaciones tericas, la teora entra en crisis y el paradigma se abandona, quiz para reaparecer bajo nuevas formas. Esto es lo que ha ocurrido con el evolucionismo y la teora marxista. El tercero de los criterios esenciales que propongo para considerar el valor cientfico de una teora reside en su capaci dad para generar y conducir investigaciones y su capacidad para aceptar e incorporar los resultados de la investigacin. Es decir, la teora debe proyectarse en forma de hiptesis o sistemas de hiptesis, claramente formuladas, que puedan ser sometidas a prueba. Desde este punto de vista el valor de una teora puede ser medido por su influencia real sobre el desarrollo de la investigacin concreta. Debe ser medido, asimismo, por los resultados obtenidos por las investigaciones que estimula y alimenta. La estrecha relacin que tiene que existir entre la teora y la investigacin constituye un caso particular de la relacin dialctica teora-praxis social, ya que la investigacin es una de las formas de praxis de la teora. En efecto, la investigacin promovida por la teora a travs de la formulacin de hiptesis de trabajo debe retroalimentar la teora y permitir su revisin, desarrollo y perfeccionamiento. Sin esta interaccin constante la teora se convierte en un cuerpo de proposicio nes dogmticas. La investigacin pasa a ser un mero recurso del dogma para probarse a s mismo. La maquinaria tautolgi ca sustituye a la razn dialctica teora-praxis.
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La transformacin que acabo de aludir explica lo que le ocurri a la teora de Marx en manos de sus intrpretes orto doxos, pero describe asimismo un proceso del que no est exenta ninguna disciplina cientfica. Por supuesto, la transformacin tiene causas que se originan en el contexto social e histrico de la ciencia y de la actividad de los cientficos. Las versiones ms dogmticas del marxismo se explican slo en el contexto de la burocratizacin desptica del experimento socialista ruso. La teora-praxis, el poder de explicacin totalizante de la teora y su capacidad de generar investigaciones que la confir men o modifiquen, parecen ser en definitiva tres de los criterios esenciales para valorar la teora cientfica. Quiero proponer ahora que, en el caso de Mesoamrica, el neoevolucionismo ha resultado especialmente productivo en el plano de la generacin de las hiptesis de trabajo y del estmulo a las investigaciones que pretenden someterlas a prueba. El mejor ejemplo al que puede recurrirse es aquel que nos facilita el uso analtico del modelo derivado del modo asitico de produccin. Pongo especial nfasis en la expresin uso analtico del modelo, porque veo cometer con demasiada frecuencia la equivocacin de considerar al modo asitico de produccin (MAp) como un modelo descriptivo de la sociedad mesoameri cana. Sin embargo, la diferencia entre los dos es a la vez funda mental y obvia. Concebir el MAp como una descripcin a priori de la sociedad mesoamericana supone terminar la investigacin antes de comenzarla, al imponer arbitrariamente un patrn conceptual externo a la propia evolucin de Mesoamrica. Esto es, se re-
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gresara a la poca de la aplicacin mecnica de modelos tericos. La utilizacin analtica del MAp tiene otros supuestos e implicaciones tericas y metodolgicas. En el plano de la teora se afirma que en todas las socie dades humanas operan principios y se presentan relaciones de causalidad general y especfica. Mesoamrica no est excluida de esta situacin universal. El descubrimiento de las regularidades existentes en la operacin de los principios causales y su formulacin en leyes generales y especiales, constituye una de las tareas fundamentales de las ciencias sociales. Esta tarea, precisamente, separa con claridad a la antropologa como ciencia de aquella historia considerada como un mero relato o crnica de acontecimientos, lo mismo que la separa de otras disciplinas descriptivas, como la etnografa y la vieja arqueologa. En el plano de la metodologa la bsqueda de regularidades y la formulacin de leyes sociales supone no slo el estudio y anlisis estructural-funcional de cada sociedad particular en un momento determinado del tiempo, sino tambin el estudio y anlisis de sus procesos en el tiempo. Adems, supone necesariamente el uso del mtodo comparativo. Es decir, implica la comparacin sistemtica de las estructuras sociales y de las secuencias de desarrollo de diversas sociedades, y no simplemente la de algunos de sus rasgos aislados y de sus momentos. La comparacin sistemtica, por otra parte, requiere la construccin de modelos que conserven los elementos esencia les de las sociedades y de sus procesos, haciendo abstraccin de sus peculiaridades secundarias. La ciencia social no dispone, por ahora, de modelos ms adecuados para ello que aquellos construidos sobre la base de los modos de produccin-formaciones socioeconmicas.
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Los modelos de esta clase poseen, entre otras, una ventaja doble. Por un lado, indican claramente la jerarqua que existe en las relaciones de causalidad social. Las fuerzas productivas y las relaciones sociales de produccin se consideran como las fuerzas bsicamente determinantes. Por otro lado, el nivel de abstraccin generalizacin de los modelos permite esca par tanto del enfoque particularista, individualizado, como del universalista, que anularan por igual la posibilidad de la comparacin sistemtica. La consecuencia metodolgica es clara. Cuando el investiga dor est interesado no slo en reconstruir la historia particular del desarrollo mesoamericano, sino tambin en descubrir las regularidades sociales y en formular las leyes de la evolucin de las sociedades, tiene que construir modelos y emplearlos de manera analtica y comparativa. Es lamentable que la antropologa de Amrica todava no haya sido capaz de formular modelos de esta naturaleza a partir de la propia experiencia americana. La nica excepcin posible est representada por los trabajos de Murra sobre la zona andina. Los antroplogos nos hemos visto obligados a utilizar modelos construidos a partir de las experiencias euro peas, asiticas y africanas. Los resultados obtenidos por medio de la aplicacin de estos modelos no han sido siempre satisfactorios. En primer lugar porque no fueron bien elegidos, al no corresponder a los elementos estructurales y secuenciales de la evolucin mesoamericana. Tales han sido los casos de los llamados modos de produccin antiguo o clsico (esclavista) y feudal europeo (servil). En segundo lugar porque los modelos, por lo general, no han sido utilizados de manera analtica y se ha tratado de forzar los datos de Mesoamrica dentro de esque-
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mas rgidos. En consecuencia, su aplicacin ha generado pocas investigaciones concretas que permitieran reelaborar el modelo o bien construir otro ms apropiado. El modelo provisto por el modo asitico de produccin (MAp) ha sido utilizado de manera diferente, como tratar demostrar en la parte final de mi exposicin. Llamo modelo del MAp a una construccin terica especial realizada a partir de los trabajos de Marx, Wittfogel, Childe y Steward sobre las sociedades asiticas y americanas y la agricultura hidrulica. El momento crtico para su elaboracin fue un simposio (Las Civilizaciones Antiguas del Viejo y del Nuevo Mundo, 1955), en el que participaron Steward, Wittfogel, Adams, Collier, Beals y Palerm, al que sigui una larga serie de discusiones, investigaciones y publicaciones. Las caractersticas esenciales del modelo, en la forma como he expuesto en diversas publicaciones, fueron seleccionadas siguiendo varios criterios especiales, adems de los de orden general que he indicado antes. En primer lugar, el de su posible adecuacin a la naturaleza real de la economa, de la sociedad y del desarrollo mesoamericano. En segundo lugar, el de su comparabilidad especfica con un cierto grupo de civilizaciones arcaicas (Per, China, Mesopotamia, India, Egipto). En tercer lugar, el de su facilidad para derivar hiptesis susceptibles de comprobacin en Mesoamrica y en otras partes del mundo. Primera caracterstica. El modelo est determinado por el estado de desarrollo de las fuerzas productivas. La economa tiene que haber superado el nivel de subsistencia de una manera especfica: la agrcola. En consecuencia, existe produccin social y excedente social de producto y de trabajo. Estamos tratando con sociedades agrarias complejas aunque preindustriales.
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Segunda caracterstica. El medio natural est tipificado por la escasez o excesiva abundancia del agua para usos agrcolas. La agricultura con excedentes sociales tiene que haberse desa rrollado en ambientes geogrficos que imponen necesidades tcnicas de riego o drenaje, y en consecuencia necesidades sociales de trabajo constante, organizado y coordinado (costa desrtica del Per, zonas lacustres, pantanosas y ridas de Mesoamrica, cuenca del Nilo y del Tigris-ufrates, etctera). Tercera caracterstica. Existe una escala geogrfica y tcnica monumental de esta clase especial de agricultura. En sus comienzos habr sido modesta, pero ms tarde alcanz las grandes dimensiones caractersticas de la agricultura hidrulica. El cambio de escala y de nivel de organizacin entre la hidroagricultura y los sistemas hidrulicos es comparable al paso de la produccin manufacturera artesanal a las factoras industriales, y tiene consecuencias sociales y polticas igualmente comparables. Cuarta caracterstica. Los sistemas hidrulicos alcanzan una posicin clave en el contexto total de la economa y la so ciedad. Estos sistemas deben desempear un papel estrat gico y dominante, constituyendo el ncleo alrededor del cual se organizan la economa y la sociedad. Las zonas de alta densidad hidrulica ejercen un dominio efectivo sobre sus regiones perifricas. Desde este punto de vista, su papel es comparable al que desempean los complejos urbano-industriales del mundo moderno. Quinta caracterstica. La organizacin de la produccin agrohidrulica implica una divisin primaria y esencial del trabajo social entre las comunidades de agricultores, por un lado, y un aparato tecnoadministrativo, por otro. Los agricultores son los productores directos y a la vez constituyen la fuerza de
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trabajo que realiza las obras de construccin y mantenimiento de los sistemas hidrulicos y en general de las obras pblicas. Los hombres del aparato tecnoadministrativo planean, organizan y dirigen: controlan el trabajo social y disponen del excedente del producto social. Sexta caracterstica. Existe, asimismo, una divisin secundaria pero creciente del trabajo social, que se expresa en los especialistas que se separan de la agricultura sin incorporarse al aparato tecnoadministrativo ms que de manera subordinada o indirecta: artesanos de diversos tipos, funcionarios menores, simples trabajadores, etc. Estas nuevas categoras del trabajo social tienden a concentrarse en los centros administrativos y en las ciudades, estableciendo los fundamentos de la divisin del trabajo urbano-rural. Sptima caracterstica. El aparato tecnoadministrativo surgido de las necesidades objetivas del sistema de produccin agrohi drulico est entrelazado en los dems aparatos que forman el mecanismo total del Estado: organizacin militar y religiosa, recaudacin de tributos e impuestos, comercio a larga dis tancia, etc. El personal que integra este conjunto constituye una clase dominante identificada con el Estado. De hecho, el Estado es la clase dominante y no meramente, como en las sociedades de tipo occidental, un instrumento de dominio es pecializado e institucionalizado de la clase dominante. Octava caracterstica. El Estado-clase dominante ejerce el poder en forma monopolista y desptica. Monopolista porque su autoridad se extiende de manera directa e inmediata a todos los aspectos de la vida social: economa, religin, poltica, guerra, trabajo, etc. Desptica porque carece de cualquier oposicin, excepto aquella que puedan ejercer las comunidades aldeanas por medio de la pasividad o la rebelin.
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Novena caracterstica. Una consecuencia de este estado de cosas es el estancamiento social. La sociedad est plagada de conflictos, pero la lucha de clases no presenta ms alternativa que la regresin al nivel primitivo de organizacin aldeana o la restauracin del orden desptico y monopolista. A pesar de su enorme antigedad ninguna sociedad de este tipo ha desembocado jams en un modo capitalista de produccin, excepto por conquista o por transformaciones impuestas por el mundo exterior. La demostracin de la aplicabilidad de este modelo a Me soamrica supuso realizar una amplia serie de nuevas in vestigaciones, ya que no exista informacin sobre muchas cuestiones bsicas o bien aquella disponible era insuficiente e insatisfactoria. Resulta natural que las investigaciones se desarrollaran preferentemente sobre la agricultura, la demografa y el urbanismo. Es decir, sobre el complejo bsico economapoblacin-centros de poder organizador econmico y poltico que era necesario entender en primer lugar. Las tcticas combinadas de la etnohistoria, la etnografa y la arqueologa han descubierto la existencia de una gran variedad de sistemas intensivos de hidragricultura, que se extendieron sobre la totalidad del rea mesoamericana, desde las zonas desrticas a las tropicales lluviosas y a las regiones ridas y semiridas. La hidroagricultura constituye, en consecuencia, un rasgo esencial de la economa mesoamericana. Es muy significativa la inclusin de las zonas tropicales lluviosas, en especial de las mayas y probablemente tambin de las olmecas de la costa del Golfo de Mxico. Yo haba sos tenido esta posibilidad desde hace aos, basndome en evidencias reconocidamente fragmentarias e inconcluyentes pero de todas maneras sintomticas. El misterio del funda-
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mento econmico de la civilizacin maya clsica ha dejado de serlo. Mejor dicho, aparece ahora como un enigma fabricado por la obsesin ceremonialista de la antropologa y por el desinters consecuente por los aspectos materiales del desarrollo cultural. Se ha demostrado, asimismo, que en algunas reas clave del desarrollo mesoamericano la hidroagricultura alcanz, cuando menos en pocas tardas, una escala de tamao y complejidad que permite incluirla entre los grandes sistemas hidrulicos del mundo antiguo. El ejemplo culminante se encuentra en el valle de Mxico, al que dedicamos especial atencin Armillas, Sanders y yo, con algunos colaboradores y estudiantes. Es posible que no exista en Mesoamrica otro caso seme jante por lo que se refiere a la escala. Debe reconocerse la excepcionalidad del conjunto de condiciones naturales del valle (lagos de agua dulce, ros permanentes y controlables, abundan cia de manantiales, etc.), que corresponde a la excepcionalidad de su papel en la historia del desarrollo mesoamericano. Sin embargo, otras reas clave, como Tlaxcala, Oaxaca y la zona maya, pueden ofrecer sistemas menores pero cuya complejidad establezca necesidades de organizacin y control semejantes a las creadas por los sistemas de gran magnitud. Un ejemplo de ello se encuentra en el Acolhuacan, que Eric Wolf y yo describimos tiempo atrs. La antigedad de la hidroagricultura ha quedado plena mente probada en Tehuacn, Oaxaca, el valle de Mxico, y otros lugares. Puede afirmarse que existe correspondencia cronolgica entre estos sistemas y el proceso formativo de la civilizacin mesoamericana. Quiz pueda pensarse que en algunos casos la agricultura haya comenzado como hidroagri cultura. Queda como problema sin resolver el de la antige-
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dad de los sistemas hidrulicos de gran escala y/o de gran complejidad. Mi impresin personal, fundada en el anlisis morfolgico de la cultura global, es que existieron desde la fase tarda del preclsico. Las caractersticas y la evolucin de la poblacin en relacin con los diversos tipos de agricultura ha sido explorada con xito desde el ngulo de la etnografa y la etnohistoria. Los trabajos arqueolgicos apenas han comenzado de manera siste mtica. A pesar de estas evidencias incompletas puede afirmar se la realidad de una estrecha correlacin entre las densidades de poblacin, la urbanizacin y los sistemas agrcolas. Creo haberlo mostrado as en mis mapas de distribucin geogrfica del regado en Mesoamrica y en el Totonacapan. La existencia en Mesoamrica de verdaderas ciudades tuvo que ser demostrada, asimismo, frente a las tesis tradicionales sobre los centros ceremoniales. Millon y sus colaboradores no han dejado dudas sobre Teotihuacn, y en el rea maya clsica comienza a emerger el conocimiento de formas especiales de urbanizacin. La ciudad, en consecuencia, tambin es un elemento esencial del desarrollo mesoamericano, aunque todava sabemos poco sobre sus caractersticas y sus relaciones con la periferia regional. La antigedad de las ciudades est sometida a discusin. Eric Wolf y yo hemos sostenido la existencia de formas ur banas desde el preclsico tardo, basados en reconocimientos de superficie del valle de Mxico y Puebla y en la morfologa cultural. Slo la nueva arqueologa podr confirmar o rechazar esta posicin. La discusin prosigue sobre la naturaleza de las ciudades mesoamericanas y en particular sobre sus funciones eco nmicas. Parece indudable la existencia desde el clsico de
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una diferenciacin creciente entre ciudad y campo, expresado no slo en las funciones polticas, administrativas, religiosas y comerciales, sino tambin en la especializacin de la produccin: cermica, textiles, herramientas y utensilios de piedra, artculos de lujo, principalmente. La escala de algunas ramas de produccin es significativa tanto desde el punto de vista de su volumen como de la pobla cin trabajadora necesaria y de la organizacin del comercio. Tambin es importante como un aspecto de la divisin del trabajo social y de la especializacin tcnica. En definitiva, las ciudades de Mesoamrica no pueden verse como meras aglomeraciones de poblacin, ni tampoco exclusivamente como sedes del poder poltico y centros comer ciales y religiosos. Creo que tambin sera falso concebirlas en trminos de las ciudades europeas que sirvieron de cuna a la burguesa y de foco al capitalismo. Las ciudades asiticas del Extremo Oriente antes de la invasin europea parecen ofrecer un patrn mejor de comparacin. A los problemas sin resolver que acabo de indicar, hay que agregar aquellos que tienen que ver con la naturaleza del Estado y de la clase dominante. No creo que exista suficiente claridad sobre la articulacin econmica y social entre el sistema de tributos en especie, las obligaciones de facilitar mano de obra, las manufacturas urbanas, los tianguis, el intercambio ceremonial y el comercio de larga distancia; es decir, sobre la cuestin general del movimiento de productos y de fuerza de trabajo. Por supuesto, existen otros muchos problemas de parecida importancia, pero los que he mencionado tienen relacin ms directa con el modelo que utilizo.
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La discusin presente sobre la existencia misma del calpulli es un buen indicador del estado de crisis permanente de los estudios sobre la organizacin social mexicana. Los modelos tericos van alternando entre el comunismo primitivo, el triba lismo iroqus, los estamentos y clases sociales de tipo feudal occidental y burgus, y las clases funcionales y burocracias de la sociedad oriental. Existe, adems, una tendencia de la investigacin etno histrica que podramos llamar empirista, iniciada por Kir choff y animada ahora por Carrasco y Reyes, que se concentra en la publicacin y comentario de documentos hasta ahora casi inaccesibles o desconocidos. Los resultados alcanzados son ms satisfactorios que las prolongadas discusiones sobre unos pocos datos de naturaleza ambigua. Sin embargo, tengo la sospecha de que esta tendencia, carente como est de marcos tericos explcitos que le permitan integrar los datos, puede terminar fcilmente en otra etnologa boasiana. Las tcticas de investigacin que se siguen en etnohistoria deberan completarse de inmediato con el estudio directo de los estados mesoamericanos. El camino para llegar a compren der tanto la clase dominante como la estructura social total y el funcionamiento del sistema econmico pasa necesariamente por el Estado. Resulta ingenuo que algunos de nuestros colegas traten de entender este fenmeno central de la sociedad mesoamericana buscando en las zonas marginales de los grandes centros de poder o en los niveles inferiores de la orga nizacin socioeconmica y poltica. El error que se comete me parece semejante al de aquellos etnlogos dedicados al estudio de las comunidades aisla das metodolgicamente, ya que nunca en la realidad de su
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contexto regional y nacional. En ltimo anlisis, los resultados de su trabajo no permitieron entender la sociedad nacional ni tampoco la comunidad misma. Necesitamos utilizar mtodos totalizadores si aspiramos a comprender las sociedades globales. Por otra parte, el desconocimiento del Estado mesoameri cano (mexica, tarasco, tlaxcalteca, etc.), y de sus diversos aparatos, impide extender y profundizar el anlisis de las relaciones entre la organizacin de la produccin y del movimiento de productos, los organismos tcnicos y administrativos estata les y la clase dominante. Esta cuestin, evidentemente, es fundamental en trminos de la aplicacin del modelo MAp a la situacin de Mesoamrica. Quiero indicar con estos comentarios que la demostracin de la aplicabilidad del MAp a Mesoamrica est lejos de resolverse por completo. Todo lo que debe afirmarse ahora es que el planteamiento ha servido de estmulo poderoso a la investigacin y de instrumento importante para la mejor comprensin del desarrollo independiente de Mesoamrica. Cien aos despus de la aparicin de la gran obra de Morgan sobre la sociedad antigua, y tras un largo eclipse, el evolucionismo vuelve a dominar el campo terico de las ciencias sociales y en particular de la antropologa. La teora de la evolucin ha sido transformada en la segunda mitad del siglo XX tanto como Morgan y Marx la transformaron a finales del siglo XIX. No es slo la teora lo que ha cambiado. La sociedad tambin ha sido transformada y est transformndose da tras da. La nueva teora de la evolucin responde sobre todo a los procesos y a las necesidades actuales de la evolucin de la sociedad.
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n las publicaciones recientes de antropologa e historia social de Mesoamrica se advierte una tendencia, cada vez ms acentuada, a usar la expresin modo colonial de produccin para referirse a la situacin socioeconmica creada a partir de la Conquista. Es evidente que este lenguaje refleja el inters creciente de los mesoamericanistas por la teora marxista, lo que es saludable despus de muchos aos de pseudoeclecticismo y ausencia de verdadero pensamiento terico. No conviene desconocer, sin embargo, que la nueva terminologa no garantiza una mayor profundizacin en los problemas del desarrollo histrico y de la formacin de la nacionalidad mexicana. Con frecuencia el uso de nuevos trminos no alcanza a tener ms funcin real que la de envolver los mismos viejos hechos y fatigadas interpretaciones del pasado, inhibiendo as la bsqueda de nuevos hechos y la elaboracin de nuevas interpretaciones. De esta manera se ayuda, en efecto, a eludir la tarea de realizar una verdadera reflexin terica, que no puede apoyarse sino en una considerable expansin del conocimiento obje
Ponencia presentada de manera resumida y preliminar en el Simposio sobre Modos de Produccin, que tuvo lugar en el Congreso Internacional de Americanistas celebrado en Mxico en 1973. Apare ci en forma mimeografiada en Los Cuadernos de la Casa Chata del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores del INAh. 117
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tivo conseguido, a su vez, por medio de la investigacin estimulada por el ejercicio terico. Hay tambin, digmoslo con claridad, un poderoso ingrediente de moda y oportunismo en la adopcin o readopcin de la terminologa marxista en los estudios antropolgicos e histricos mexicanos. Esta predisposicin puede llegar a reve larse como un fenmeno enteramente frvolo y banal. Desde este punto de vista el empleo del lenguaje marxista no obtendr resultados muy diferentes de los que tuvo el uso del oscuro vocabulario del existencialismo sartriano, de la tumultuosa imaginera de Lvi-Strauss o del estructuralismo idealista de Althusser. Por estos caminos, en los que se sigue ms a la novedad que al deseo de profundizacin terica, se acaba simple y casi fatalmente en otro estilo verbal de alineacin. De todas maneras, la atmsfera intelectual de los estudios mesoamericanos parece ahora mejor preparada para recibir favorablemente, aunque con natural actitud crtica, cualquier contribucin realizada utilizando las herramientas marxistas. A ello ha contribuido mucho la divulgacin de los manuscri tos inditos de Marx sobre las formaciones socioeconmicas no capitalistas (las Formen) y los cuadernos de las lecturas anotadas que Marx hiciera de algunos antroplogos del siglo XIX sobre las sociedades no occidentales (Etnological Notebooks). El primer efecto importante de estas publicaciones ha sido el de robustecer las posiciones tericas de los marxistas crticos (o de los marxianos, como prefiero llamarlos), que desde hace tiempo trabajan apartados de la estril ortodoxia talmdica. El segundo y no menos importante efecto ha sido el de comenzar a romper la costra defensiva de los marxistas oficiales,
preparando la transicin de algunos hacia el marxismo crtico. Finalmente, y de seguro en un plano de mayor trascendencia, est el efecto de abrir las corrientes cientficas sociales contemporneas a la influencia del pensamiento original de Marx. Vivimos un interesante periodo de redescubrimiento de Marx, tanto por parte de los marxistas crticos y oficiales co mo de otros antroplogos, historiadores y socilogos, que no consideran necesario declarar posturas tericas fcilmente confundibles con actitudes polticas sectarias. El proceso es muy estimulante pero no est exento de riesgos. En todo redescubrimiento de una figura de la relevancia cientfica de Marx se presentan elementos de ingenuidad casi inevitables. Quiz el ms frecuente e improductivo resida en la magia de las palabras, en la creencia de que basta usar otra terminologa para conceder significaciones distintas a los hechos, en vez de empearse en una exploracin profunda de hechos conocidos y de descubrimiento de nuevos hechos, utilizando para ello, con buen sentido y actitud crtica, las herramientas tericas, conceptuales y metodolgicas de Marx. Dentro de las categoras de anlisis marxista ingenuo estn aquellos que se han apresurado a usar la embriagadora nueva libertad para revelar, casi cada da, modos de produccin inditos. Sobre esta cuestin es preciso y quiz urgente decir algunas palabras. El abandono de las tesis del evolucionismo unilineal, o sea de la progresin universal de ciertos modos de produccin, que Marx y Engels haban propugnado en sus escritos ms polticos y menos sociolgicos, condujo a algunos a ver la historia humana como un escenario darwiniano de formaciones socioeconmicas en conflicto por la supervivencia. Quiz este
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resultado fuera uno de los que Marx tema cuando suprimi la publicacin de sus reflexiones sobre las lneas distintas de evolucin de las sociedades. Uno se pregunta si el caos conceptual representado por las mutaciones accidentales y la supervivencia y el desarrollo al azar es la nica alternativa posible al destruido mito de la evolucin unilineal. Al menos esto afirm un marxista tan desilusionado como distinguido bilogo, Jacques Monod, en una de las obras ms estimulantes de los ltimos aos, El azar y la necesidad. A idntica conclusin desalentadora, aunque en un plano de menor conciencia crtica, llevan los casi innumerables modos de produccin trados a la luz por afanosos investi gadores que, de repente, se sintieron libres de las constricciones del marxismo oficial, o que acaban de descubrir la fecundidad del pensamiento de Marx aplicado al anlisis de las sociedades no occidentales y no capitalistas. De esta forma, adems de los modos de produccin tradicionales (esclavista, feudal, capitalista), tenemos ahora modos germnico, esclavo, oriental, africano, aldeano, incaico, campesino, desptico tributario, capitalista embrionario y hasta chiapaneco, sin pretender hacer una lista exhaustiva. La verdadera polmica, sin embargo, aunque en un nivel de mayor profundidad, sigue teniendo lugar entre el azar y el determinismo causal; entre la idea de una variedad casi infinita de formas sociales individuales y la concepcin de que todas ellas pueden agruparse en algunas categoras generales; entre la investigacin social vista y practicada como un arte o bien considerada como ciencia. En definitiva, es la polmica entre los que estn seguros de que los procesos sociales permanecen sometidos a leyes com-
parables a las que rigen el mundo natural, y aquellos convencidos de que el rigor, el programa y los objetivos de la ciencia son inaplicables al mundo social y cultural. Considerada de esta manera, y no veo otra posibilidad de hacerlo en el plano terico, la polmica resulta desarrollarse alrededor de temas familiares para los antroplogos. En efecto, cuando la antropologa culturalista de Estados Unidos y la antropologa social britnica completaron por caminos dife rentes la quiebra del evolucionismo unilineal del siglo XIX, nos legaron varios intrigantes problemas. El problema de los epgonos de Boas consista en reconstruir una imagen totalizadora de las sociedades humanas en el marco de sus historias particulares, aceptando el rigor metodolgico de la ciencia pero no su empeo en la bsqueda de leyes. El problema de los seguidores de Malinowski, despus de rechazar la historia como algo inevitablemente conjetural, surga de aceptar de la ciencia la urgencia de buscar leyes de alcance limitado en el espacio y en el tiempo, en el microespacio de cada cultura y en el microtiempo del periodo de observacin. Aquello que se logra saber de un complejo espacio-temporal determinado, se dice, no es aplicable a otros complejos. Los discpulos de Radcliffe-Brown quisieron descubrir regularidades presentes en todas o en la mayora de las socie dades, de las que desprendieran leyes sociales de naturaleza estructural y funcional; es decir, de aplicacin ms general y no reducidas, como las de Malinowski, a las culturas individuales. La destruccin del gran paradigma de la antropologa del siglo XIX, o sea la teora unilineal de la evolucin, produjo
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una crisis de la que es difcil afirmar que haya llegado a su trmino. Durante la primera mitad del siglo XX se realizaron diversos intentos se superarla organizando programticamente a la antropologa alrededor del historicismo de Boas, del particularismo cultural de Malinowski, del estructuralismo funcional y ahistrico de Radcliffe-Brown y de algunas otras corrientes menores derivadas de ellos. Estas tentativas resultaron frustrantes en extremo, aunque no tan estriles como la pretensin de orientar la actividad de los antroplogos segn un eclecticismo acomodaticio o un sincretismo sin poder creador. Hubo que regresar eventual mente al paradigma del evolucionismo que los marxistas haban mantenido insepulto. El resurgimiento contemporneo de la teora de la evolucin sociocultural debe mucho, aunque no todo, a la idea marxista de los modos de produccin. En efecto, fue alrededor del problema del modo asitico de produccin que se comenz a reformular el concepto de evolucin en antropologa. El triunfo polmico de los marxianos sobre el marxismo oficial y sobre el eclecticismo imperante ha obligado, por fin, a aceptar la existencia de una formacin socioeconmica que no puede situarse en ningn punto de la lnea clsica de evolucin representada por la secuencia esclavismo-feuda lismo-capitalismo. Al reducir los alcances de esta secuencia al desarrollo de la civilizacin occidental, donde verdaderamente parece haber tenido lugar, aboliendo as sus pretensiones de universalidad, el camino qued abierto para un planteamiento ms riguroso de la cuestin de la evolucin multilineal. A la vez, se abri el camino, como a principios del siglo XX, hacia una recada en
el particularismo historicista y culturalista de las escuelas britnica y norteamericana de antropologa, pero ahora bajo la forma de un particularismo de los modos de produccin. Sera difcil imaginar una manera menos apropiada de emplear el mtodo y la teora marxista que aquella implcita en la alarmante proliferacin de modos de produccin que estamos presenciando. En efecto, este concepto fue elaborado por Marx en un grado muy alto de abstraccin para servir el propsito principal de poner al descubierto las relaciones esenciales entre cualquier sistema social de produccin y las formaciones socioeconmicas que origina. Transformar la descripcin de las particularidades que indiscutiblemente posee cada sociedad en la proposicin de un nuevo modo de produccin reducira al marxismo al nivel del empirismo ms esterilizante y llevara a la antropologa hacia el mismo callejn sin salida en que la dejaron las escuelas britnica y norteamericana de principios de siglo. El modo de produccin es un instrumento analtico obtenido por medio de la abstraccin. No es, de ninguna manera, un modelo descriptivo de una sociedad concreta; ni siquiera es un modelo generalizado a partir de los datos empricos de varias sociedades. Su validez no reside en la adecuacin formal y estricta a una sociedad determinada, sino en la utilidad para analizar cualquier sociedad, revelando su funcionamiento, los principios de su estructuracin y las leyes de su desarrollo. Hacer descender los modos de produccin desde el nivel de abstraccin en que Marx los coloc hasta el nivel de la descripcin y del empirismo puede ser una empresa legtima. Pero es seguro que en el proceso se pierde mucho del poder analtico y de la fecundidad terica del concepto.
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He explicado hasta aqu las reservas de carcter general que mantengo contra el uso indiscriminado del trmino modo de produccin. He indicado algunos de los riesgos que entraa confundir una herramienta analtica con la descripcin emprica de una sociedad. En seguida quisiera discutir las observaciones ms especficamente metodolgicas que tengo contra el empleo del trmino modo colonial de produccin. Marx no analiz a fondo ms que un solo modo de pro duccin: el capitalista que dominaba el panorama histrico del siglo XIX. En la vasta obra publicada durante su vida, en la aparecida poco despus de su muerte y en la que permaneci indita hasta tiempos recientes, se refiri con poca extensin y menos cuidado a otros modos, como el esclavista, el feudal y el asitico. Desde luego, nada resulta comparable al tratamiento prolongado y sistemtico que hizo del capitalismo. En consecuencia, parece estar ah el modelo metodolgico completamente desarrollado que Marx hubiera aplicado al estudio de otros modos de produccin de haber dispuesto de tiempo y quiz de inters suficientes. De atenerse a esta supo sicin hay tres caractersticas especficas del mtodo marxista de anlisis del modo capitalista de produccin sobre las cuales es preciso llamar la atencin en relacin con el llamado modo colonial. En primer lugar, en El capital Marx consider al capitalismo no simplemente como el modo dominante en el mundo, sino como el nico y exclusivo a escala universal. Es decir que, para poder develar las leyes propias, intrnsecas, del funcionamiento del capitalismo, Marx asumi que era el nico modo de existencia, eliminando as cualquier clase de perturbaciones externas al sistema.
Pienso que fue Rosa Luxemburgo quien, por primera vez, llam la atencin cumplidamente sobre este supuesto metodolgico de Marx, lo mismo que sobre algunas de sus conse cuencias ms imprevistas. De hecho, Luxemburgo hizo de ello el eje de una polmica sobre la acumulacin primitiva del capital, el proceso de su reproduccin ampliada y el imperialismo, discusin a la que tendr que regresar ms adelante. Hasta entonces los epgonos del marxismo haban confundido la abstraccin metodolgica con la descripcin histrica del proceso real. En el volumen primero de El capital, sin embargo, Marx haba escrito claramente: Para enfocar el objeto de nuestra investigacin en toda su pureza, libre de las circunstancias concomitantes que puedan oscurecerlo, tenemos que conside rar aqu todo el mundo comercial como una sola nacin y suponer que la produccin capitalista est consolidada en todas partes y se ha adueado de todas las ramas industriales. Y en el volumen segundo: fuera de esta clase (la de los capitalistas), no existe, segn el supuesto de que partimos rgimen general y exclusivo de produccin capitalista ninguna otra clase ms que la obrera. A partir de esta abstraccin Marx obtuvo un capitalismo puro, sin distorsiones ni influencias externas a las propias del sistema. No tuvo que postular o examinar las relaciones con otros modos de produccin, excepto en el caso de la gnesis misma del sistema capitalista. Es obvio que ste resulta ser un capitalismo inexistente en la realidad concreta presente y aun en la historia. Es ms, es un capitalismo que no puede llegar a darse exactamente en la realidad, por ms que lo real imite al arte. O sea, es lo que se lla mara hoy da un modelo y lo que Max Weber llam un
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tipo ideal. Se discuti mucho cuando apareci el primer volumen de El capital la validez de esta abstraccin de Marx, y algunos crticos lo acusaron de extremo idealista hegeliano. Su muy citada defensa se encuentra en el post facio a la segunda edicin alemana de El capital. El problema tiene que llevarse ms all de lo que podra considerarse, en sentido estricto, como mtodo. Parece legtimo deducir que Marx consideraba como modos de produccin slo los que pueden pensarse como nicos y exclusivos sin serlo necesariamente en la realidad. Es decir, aquellos que pueden concebirse como totalidades, como sistemas completos, cerrados, en s y para s. Un modo colonial de produccin sera, de acuerdo con eso, un trmino carente de sentido lgico, un absurdo en el cuadro de la metodologa marxista, ya que vendra a proponer un sistema que no se basta a s mismo y del que no es posible pensar sin referencia a otro mayor, a una totalidad a la que pertenece de manera subordinada. La dificultad que suscit podra reputarse de artificial. Sin embargo, las abstracciones, y en general la construccin de tipos ideales y modelos, tienen sus propias reglas; de ninguna manera se trata de especulaciones caprichosas. La abstraccin, el modelo, debe ser internamente coherente y bastarse a s mismo. Adems, debe ayudar a aclarar el fenmeno bajo estudio dentro del marco de referencia dado y sin recurrir a otros factores. Resulta obvio que ninguno de estos requisitos sera aplicable al llamado modo colonial. En todo caso podra hablarse del segmento colonial de algn modo de produccin; de una parte de alguna totalidad. Lo anterior no quiere decir que el segmento colonial no tenga caracteres propios y peculiares. Los tiene, mejor dicho los adquiere, dentro de la totalidad cons-
tituida por el modo de produccin dominante y en razn, precisamente, de su pertenencia y de su subordinacin. En el plano programtico esto significa que el estudio del segmento colonial se convierte en la investigacin de las conexiones y las relaciones entre la totalidad y el segmento, y de las adaptaciones que el segmento se ve obligado a realizar para funcionar bajo el modo de produccin dominante y de acuerdo con sus fines y leyes. La segunda caracterstica del mtodo marxista de anlisis del modo capitalista que nos importa subrayar es la siguiente. El modelo construido por Marx en El capital, aunque no es ahistrico por completo, maneja la cuestin del desarrollo del modo capitalista de manera sumamente abstracta. Comienza por establecer las condiciones indispensables para el funcionamiento y el desarrollo del capitalismo en el siglo XIX, y a partir de este anlisis indica las condiciones indispensables para su surgimiento, que debieron aparecer en algn momento en el seno de la sociedad feudal. Marx inicia as el captulo XXVI de la parte VIII, volumen I de El capital, al tratar el problema de la llamada acumulacin primitiva: Hemos visto cmo el dinero se convierte en capi tal; cmo se hace plusvala por medio del capital, y de la plus vala ms capital. Pero la acumulacin de capital presupone la plusvala; la plusvala presupone la produccin capitalista; la produccin capitalista presupone la preexistencia de masas considerables de capital y de fuerza de trabajo en manos de los productores de mercancas. El movimiento total, entonces, parece convertirse en un crculo vicioso []. Marx rompe este crculo por medio de la historia: La llamada acumulacin primitiva [] no es otra cosa que el proceso
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histrico del divorcio entre el productor y los medios de produccin []. La estructura econmica de la sociedad capitalista ha crecido dentro de la estructura econmica de la sociedad feudal. La disolucin de una dej en libertad a los elementos de la otra. No se trata slo de que Marx proponga aqu una secuencia evolutiva lineal; esto parece tomarlo como supuesto indispensable. Lo que hace es exponer un proceso histrico abstracto, es decir, deducido no directamente de la historia concreta, sino de las exigencias estructural-funcionales del capitalismo de su tiempo proyectadas hacia el pasado. Es probable que sta sea la diferencia ms aguda, aunque quiz no la ms significativa, entre el mtodo histrico formal y el que se usa en El capital. Tampoco ha sido la mejor comprendida, ya que Marx escribe la historia del capitalismo desde el presente hacia el pasado. El pasado le interesa sobre todo en funcin de la necesidad de explicar la posibilidad del presente. As, por ejemplo, partiendo de una condicin sine qua non del capitalismo la existencia de una masa de trabajadores libres tienen que buscarse y encontrarse en la sociedad feudal los elementos de la disolucin de los lazos sociales entre el productor y los medios de produccin (campesinotierra; artesano-taller). El anlisis de estos elementos, aun en su estado larvario, sera ms importante para sus propsitos que la mera descripcin de las caractersticas principales del feudalismo, tarea sobre todo de la historia formal. Este procedimiento tiene mayor parecido con las ciencias naturales, y en particular con Darwin y el estudio del origen de las especies, que con la historiografa formal. Pero el mtodo, tan discutible como se quiera, no puede ser objetado en principio. El proceso real de investigacin ha ido, en efecto, del hombre a
los homnidos y a los primates no humanos, del capitalismo a los modos de produccin anteriores, y no viceversa. La crtica de la historiografa formal puede alterar el esquema abstracto de Marx, de la misma manera que la biologa moderna ha revisado el de Darwin. Sin embargo, de ninguna manera nos releva de la necesidad de proponer otros esquemas evolutivos sobre la base de mtodos semejantes. Para que el mtodo histrico abstracto que emplea Marx en El capital (el modo capitalista ya contenido estructuralmente en el modo feudal anterior) pueda ser utilizado en otros proce sos histricos, se requiere postular y demostrar relaciones genticas entre otros modos de produccin. Desde este punto de vista el mtodo parece enteramente aplicable, por ejemplo, al surgimiento del modo asitico a partir de las sociedades agrarias igualitarias. Sin embargo, los segmentos coloniales no son modos de produccin en el sentido marxista; no pueden pensarse como tales, ni pueden colocarse en secuencias evolutivas independientes. Son, como dije ms arriba, transformaciones y adaptaciones especficas de una parte incorporada a la tota lidad de un sistema. La historia abstracta de la formacin de los segmentos coloniales tendr que escribirse usando mtodos distintos a los empleados en El capital. Para ello Marx dej indicaciones muy escasas y fragmentarias, que pueden ser interpretadas, y lo han sido, de maneras contradictorias. Es posible que ciertas tcnicas de la antropologa moderna, en especial las empleadas para estudiar los procesos de difusin, integracin y aculturacin, resulten ms reveladoras que la tortura de un mtodo especfico de Marx para obligarle a hacer algo para lo que no fue pensado.
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La tercera caracterstica del anlisis marxista del modo de produccin se refiere a la importante distincin que se hace en El capital entre la forma de la investigacin y la de la expo sicin; o sea, entre la investigacin propiamente dicha y la construccin del modelo analtico. El mtodo de la investigacin como lo define Marx tiene validez universal: apropiarse del material en detalle, analizar sus diversas formas de desarrollo, trazar sus conexiones internas. Es decir, resulta aplicable a cualquier modo de produc cin y a toda clase de circunstancias histricas. Sin embargo, el mtodo de la exposicin, la construccin del modelo o tipo ideal, resulta ser especfico en cada caso. Es decir, tiene vali dez limitada al modo que se est analizando y a su proceso histrico particular: el capitalista. Escribi Marx a los editores de una revista rusa en 1877: (Mi crtico) siente que debe transformar absolutamente mi esquema histrico de la gnesis del capitalismo en Europa occidental, en una teora filosfico-histrica del camino general que cada pueblo est condenado a recorrer. []. Ser estudiando cada una de estas formas de evolucin separadamen te y despus comparndolas, como podremos encontrar fcilmente la llave de este fenmeno; pero uno nunca llegar a hacerlo usando como llave maestra una teora general filos fico-histrica, cuya suprema virtud consiste en que es suprahistrica . El capital constituye un anlisis casi exclusivamente eco nmico de una estructura social cuyos principales elementos, mecanismos y procesos responden a una situacin de mercado. El libro comienza con una discusin de la mercanca como clave para la comprensin del sistema: La riqueza de las sociedades en que prevalece el modo capitalista
de produccin, aparece como una inmensa acumulacin de mercancas []. Las intenciones ltimas del anlisis de Marx podan ser, y de hecho eran, muy diversas: develar la ley del valor y de la acumulacin del capital; descubrir la plusvala; poner de manifiesto la alineacin de una sociedad en la que todo es mercanca, incluso el trabajo humano. Pero lo que se precisa subrayar es que es a partir del anlisis de la mercanca y del mercado como se van revelando la estructura y los procesos del modo capitalista de produccin. Resulta obvio que cualquier tentativa de aplicar una estrategia semejante al estudio de otros modos de produccin tiene que terminar en el absurdo. La estrategia y el modelo analticos de El capital son especficos del capitalismo, como el mismo ttulo de la obra lo indica. Hace mucho que Max Weber y Wittfogel demostraron que en el mundo clsico, lo mismo que en las civilizaciones orientales, los contextos sociales de la economa son diferentes, y por ello los procesos econmicos estn sometidos a leyes que no derivan de situaciones de mercado. Chayanov y Kula denunciaron la irrelevancia del anlisis econmico formal aplicado a la economa campesina y feudal. Polanyi ha mostrado que en las civilizaciones antiguas, lo mismo que en las sociedades primitivas, no existen mercancas ni sistemas de mercado en el sentido marxista del trmino, que es el mismo de la economa clsica. Preobrayenski demostr las diferencias entre los procesos de acumulacin capitalista y socialista. Si el modelo analtico provisto por El capital es inaplicable a otros modos de produccin, resulta evidente que tampoco puede utilizarse, como tal y en su integridad, para el estudio
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de los segmentos coloniales generados por ellos. En el mejor de los casos sera aplicable al segmento colonial creado por el modo capitalista. Pero aun ah se encuentran varios problemas cruciales que discutir en seguida. No es exagerado afirmar que Marx no se ocup ms que breve y accidentalmente de las relaciones entre el modo capitalista y su segmento colonial. El capital, la obra clave para la presente discusin, las ignora casi por completo. La excep cin principal est constituida por los captulos XXXI y XXXIII de la famosa parte VIII dedicada a la llamada acumulacin primitiva. Marx advierte claramente que la omisin es intencional: Sin embargo, no nos ocupamos aqu de la condicin de las colonias. Lo nico que nos interesa es el secreto descubierto en el nuevo mundo por la Economa Poltica del viejo mundo[] de que el modo capitalista de produccin y acumulacin, y en consecuencia la propiedad capitalista privada, tienen por condicin fundamental el aniquilamiento de la propiedad privada ganada por uno mismo; en otras palabras, la expropiacin del que labora (prrafos finales de la parte VIII). La omisin es deliberada y es el producto de los supuestos metodolgicos empleados por Marx para construir el modelo analtico del modo capitalista puro. Desde esta perspectiva el sistema colonial sera simplemente un ejemplo ms, y por lo tanto redundante o innecesario, de la historia abstracta de la formacin y desarrollo del capitalismo. Cuando en los captulos mencionados (que aunque son histricos no pertenecen a la historia formal sino a la ilustra tiva del modelo abstracto) se ve obligado a considerar la parti cipacin del sistema colonial en el proceso de acumulacin,
escribe como sigue: Estos mtodos dependen en parte de la fuerza bruta, o sea del sistema colonial. Pero todos ellos [colonias, deuda nacional, manera impositiva moderna y sistema proteccionista] emplean el poder del Estado, la fuerza concentrada y organizada de la sociedad, para apresurar, a manera de invernadero, el proceso de transformacin del modo feudal de produccin en modo capitalista, y abreviar la transicin. La fuerza es la partera de cada sociedad vieja preada de otra nueva. Es en s misma un poder econmico (captulo XXXI). Ms adelante habr que volver sobre este curioso prrafo cuyas aplicaciones son importantes para el problema que estoy debatiendo. Por el momento, es claro que Marx coloca al colonialismo en un plano de importancia semejante al de otros mecanismos establecidos por el Estado para apresurar el desarrollo capitalista. El papel que concede al segmento colonial es el de ace lerador de un proceso que ya est en marcha a partir del feudalismo. No se sugiere, sino ms bien se dice lo contrario, que la aparicin de los segmentos coloniales pueda alterar la naturaleza o cambiar la direccin de los procesos histricos iniciados en Europa. Dicho de otra manera, el modo capita lista se reproduce a a s mismo en escala creciente, desintegrando y absorbiendo los dems modos de produccin y cubriendo finalmente todo el planeta. Creo no cometer grave injusticia diciendo que la postura general de Marx ante las colonias fue etnocntrica europea y triunfalista. Es verdad que denuncia con elocuencia e indignacin moral los horrores del sistema. Pero tambin es cierto que considera que la funcin involuntaria de la expansin imperialista del capitalismo es civilizadora y benfica.
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El modo capitalista realiza a escala mundial y frente a otros modos y sociedades lo que ya haba ejecutado en Europa frente al modo feudal. A saber, la creacin de una sociedad industrial moderna y la disolucin de los viejos vnculos y trabas que se le oponan. Todo esto resulta evidente en los artculos de Marx y Engels sobre la India y su subyugacin por los ingleses, la conquista francesa de Argelia, la expansin territorial de Estados Unidos a costa de Mxico, y la posibilidad de una guerra ruso-germana. Rosa Luxemburgo fue quien primero se atrevi, desde el campo mismo del marxismo, a desafiar estas concepciones. En verdad, las teoras contemporneas sobre el imperialismo y el colonialismo, el intercambio asimtrico y las causas del subdesarrollo econmico, deben mucho ms a Rosa Luxemburgo de lo que sus presuntos autores confiesan. Incluso la estrategia revolucionaria mundial desarrollada a partir de Lenin (la movilizacin de los pases coloniales) debe ms a Luxemburgo en forma directa que a Marx. Pero estas cuestiones, aunque muy importantes, escapan por ahora a nuestro foco principal de atencin. El modelo de Marx en El capital, escribe Luxemburgo, supo ne un proceso constante de expansin del modo capitalista que no puede acabar ms que integrando el mundo entero a su sistema. Marx, al exponer su modelo terico, no hace ms que asumir que esta situacin ha sido alcanzada, que el sistema mundial es capitalista y que en la sociedad no existen ms que capitalistas y obreros. Todo esto es legtimo desde el punto de vista terico (analtico), agrega Luxemburgo, si es que ayuda a descubrir y comprender cmo funciona el sistema capitalista en la realidad y cules son sus tendencias.
Los problemas comienzan cuando se confunden los requisitos metodolgicos del modelo con la realidad misma y la historia abstracta resultante se identifica con la historia concreta. Desde este punto de vista el taln de Aquiles del modelo de El capital est en su explicacin de la reproduccin ampliada del capital (del proceso mismo de su acumulacin). De manera cautelosa al comienzo, y al final agudamente crtica, Luxemburgo sostiene que la omisin de las relaciones coloniales en el modelo de Marx elimina toda posibilidad de explicacin de la reproduccin ampliada dentro del propio cuadro de la teora marxista. Los argumentos de Luxemburgo se desarrollan a lo largo de las siguientes lneas. En condiciones capitalistas la produccin debe engendrar plusvala en forma de mercancas. La transformacin de las mercancas en dinero y eventualmente de parte de ste en capital destinado a la acumulacin, debe hacerse por medio del mercado de productos y del mercado de trabajo. O sea, creando al mismo tiempo nuevo capital y nueva fuerza de trabajo. La masa adicional de mercancas que se produce debe recorrer el mismo ciclo a fin de asegurar la reproduccin ampliada del capital. De dnde proviene la continua demanda con capacidad de pago para hacer efectiva la plusvala? Luxemburgo afirma que en El capital no se halla solucin satisfactoria al problema y que las propuestas que hace Marx (sobre todo en el segundo volumen) no lo resuelven. La respuesta de Luxemburgo es que la realizacin de la plusvala se hace por medio de capas sociales y sociedades que producen en forma no capitalista. La condicin misma del desarrollo del capitalismo, en consecuencia, es la existencia de los segmentos coloniales; Luxemburgo afirma que estos segmentos con frecuencia toman la
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forma de un colonialismo interno, es decir dentro de la pro pia sociedad que est generando el capitalismo. Tal ocurre, por ejemplo, con el artesanado y los campesinos. Los argumentos crticos de Luxemburgo, en tanto que se explicitan en el campo de la teora econmica, no me impresio nan profundamente. Estoy seguro de que algunos resultados son obsoletos a la luz de la ciencia econmica moderna y de que otros necesitan demostraciones ms rigurosas. Sin embargo, el secreto de la fuerza de conviccin de La acumulacin del capital se encuentra en el reino de la historia real del desarrollo del capitalismo. Cuando Rosa Luxemburgo enfrenta la historia concreta con la historia abstracta de Marx es cuando su poder crtico es ms agudo y sugestivo. El capitalismo escribe viene al mundo y se desarrolla histricamente en un medio social no capitalista. En los pases europeos occidentales le rodea, primeramente el medio feudal de cuyo seno surge[] luego, desaparecido el feudalismo, un medio en el que predomina la agricultura campesina y el artesanado, es decir, la produccin simple de mercancas[]. Aparte de esto, rodea al capitalismo europeo una enorme zona de culturas no europeas, que ofrece toda la escala de grados de evolucin, desde las hordas primitivas comunistas de cazadores nmadas, hasta la produccin campesina y artesana de mercancas. En medio de este ambiente se abre paso[] el proceso de acumulacin capitalista[]. El capitalismo necesita, para su existencia y desarrollo, estar rodeado de formas de produccin no capitalistas. Frente a estas economas el capitalismo utiliza los procedi mientos que ya emple contra el feudalismo, y no puede ser de otra manera ya que stos emanan de la estructura misma
del modo de produccin. Segn la enumeracin de Luxemburgo, en las situaciones coloniales del capitalismo se apodera directamente de las fuentes importantes de fuerzas productivas; libera obreros y los obliga a trabajar para el capital; introduce la economa de mercancas, y separa la agricultura de la industria. En el proceso de las relaciones con los segmentos coloniales, sin embargo, aparece algo cualitativamente distinto, que Marx slo insina al hablar del uso del poder del Estado en el prrafo de El capital que mencion ms arriba. Luxemburgo es mucho ms explcita en su anlisis, que debe considerarse un claro antecedente de los planteamientos contemporneos sobre el papel de los sistemas de dominio. Dice as: en grandes zonas[] de la tierra, las fuerzas productivas estn en manos de formaciones sociales que, o no se hallan inclinadas al comercio de mercancas, o no ofrecen los medios de produccin ms importantes para el capital, porque las formas de propiedad y toda la estructura social las excluyen de antemano[]. Confiarse aqu al proceso secular lento de la descomposicin interior de estas formaciones[] equivaldra para el capital a renunciar a las fuerzas productivas de aquellos territorios. De aqu que el capitalismo considere, como una cuestin vital, la apropiacin violenta de los medios de produccin ms importantes de los pases coloniales. Pero como las organizaciones sociales primitivas de los indgenas son el muro ms fuerte de la sociedad y la base de su existencia material, el mtodo inicial del capital es la des truccin y aniquilamiento sistemtico de las organizaciones sociales no capitalistas con que tropieza en su expansin. Aqu no se trata ya de la acumulacin primitiva, sino de una continuacin del proceso hasta hoy. Toda nueva expansin colonial
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va acompaada[] de esta guerra tenaz del capital contra las formas sociales y econmicas de los naturales[]. El capital no tiene[] ms solucin que la violencia[]. Cierto es que en Europa apel tambin a la violencia revo lucionaria contra el viejo estado de cosas, pero lo hizo en el seno mismo de la sociedad en que haba nacido y apoderndose del aparato de gobierno. Un modo de produccin segua a otro que lo haba engendrado. En la relacin colonial que podramos llamar externa el capitalismo choca con modos de produccin que no estn en su propia lnea evolutiva. El primer episodio de esta relacin es un acto de conquista violenta y de dominio; la estructura futura del segmento colonial queda determinada de esta mane ra. Los objetivos del dominio evidentemente son econmicos y responden a la naturaleza y a la dinmica del modo capitalista. Pero los instrumentos que emplea para estructurar el nuevo segmento colonial son polticos (el poder del Estado), y se expresan en un sistema de dominio: el capital[] echa mano del hacha del poder poltico[]. Su primer gesto es el sojuzgamiento y el aniquilamiento de la comunidad tradicional[]. Puede decirse que Luxemburgo modifica el modelo de El capital de varias maneras significativas que resultan fundamentales para nuestra discusin. Primero, obliga a introducir el sistema colonial como un elemento indispensable para explicar el proceso de la reproduc cin ampliada del capital y con ello de todo el modo capitalista. Segundo, al confrontar la historia abstracta del capitalismo con la historia concreta de sus relaciones con el segmento colonial, abre perspectivas que Marx no utiliz, cuando menos en El capital.
Tercero, al develar la naturaleza del segmento colonial del modo capitalista como algo que responde primariamente a la implantacin de sistemas de dominio por el Estado, nos fuer za a una reconsideracin de la accin y eficacia real de los mecanismos puramente econmicos. Resulta obligado hacer aqu un parntesis, ya que Rosa Luxemburgo fue la ltima de los grandes tericos marxistas que se ocup seriamente de los modos de produccin y del desarrollo histrico del capitalismo en conjuncin con el colo nialismo. A partir de ella se hace un gran silencio, que dura hasta las polmicas contemporneas sobre el modo asitico y sobre el colonialismo. No quiere insinuar que los marxistas abandonaron ente ramente el anlisis del capitalismo y del imperialismo. Su preocupacin por el problema es clara, sobre todo a raz del reparto del mundo entre las grandes potencias desde fines del siglo XIX hasta la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, esta preocupacin se expres en formas que resulta interesan te considerar ahora, pero que como se ver arrojan poca luz sobre la cuestin de la formacin y desarrollo histrico de los segmentos coloniales. Es significativo que quien inicia la discusin sobre el imperialismo a principios del siglo XX sea un liberal progresista ingls, Hobson, y no un marxista. Hobson constituye un punto de partida indispensable no slo por la originalidad y el valor de su obra, sino tambin por la influencia que ejerci sobre Lenin y en general sobre el pensamiento marxista del primer tercio del siglo. Hobson descubre, probablemente antes que nadie, que desde fines del siglo pasado Inglaterra estaba modificando
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la naturaleza de sus relaciones econmicas con el mundo exterior. De pas clsicamente exportador de manufacturas se estaba convirtiendo, adems, en exportador de capitales, en el banquero y prestamista del mundo. La necesidad de garantizar las fuertes inversiones en el extranjero constitua el motor principal de la nueva ola de expansin imperialista, diferente a la iniciada en el siglo XVI por los espaoles y portugueses. Hobson se pregunta acerca de las razones del fenmeno primario (la exportacin de capital) y encuentra la respuesta en el subconsumo nacional. Si las clases ricas, dice, permitieran una redistribucin ms equitativa del ingreso nacional, de tal manera que las clases desposedas tuvieran mayor acceso a los bienes producidos, no habra necesidad de emplear el capital en otros pases. Las inversiones podran hacerse en la misma nacin de manera til y productiva; el imperialismo carecera de sentido. La crtica de Hobson al imperialismo est entre las ms agudas, pero principalmente por lo que toca a sus consecuencias para el propio pas metropolitano. La ingenuidad de su anlisis econmico y de sus soluciones, que los marxistas censuraron acerbamente, no debe ocultar el hecho de que es el primero en revelar la entrada del capitalismo a una nueva fase de desa rrollo. Lenin, en una de sus ms infortunadas predicciones, la llam fase final. No nos interesa ahora examinar la exactitud del anlisis y de las previsiones de Hobson, sino ms bien subrayar que su foco est colocado sobre los pases metropolitanos y no sobre los coloniales. Tampoco se interesa por sus interrela ciones. En ltima instancia Hobson (como Marx, aunque de distinta manera) sugiere la posibilidad de un mundo
capitalista puro (en el caso de Hobson reformado por el liberalismo), en el que los segmentos coloniales no necesitan tomarse en cuenta. Hobson public su libro Imperialismo en 1902. En 1910 aparece la rplica marxista, aclamada por los socialistas austria cos y alemanes como la continuacin y puesta al da de El capital: El capital financiero de R. Hilferding. No se encuentra en este monumento de erudicin teutnica nada de la inge nuidad reformista y pragmtica del liberal britnico. Con la tradicional minuciosidad nativa y con la tpica carencia de ilusiones del marxismo, Hilferding aniquila las explicaciones econmicas de Hobson y coloca en su lugar la nueva teora del predominio del capital financiero y de las concentraciones monoplicas. La exportacin de capitales es, en efecto, la clave del nuevo imperialismo, escribe Hilferding. Pero el capital se exporta, como las mercancas, no porque existan sobrantes que no puedan invertirse o venderse ltimamente en la nacin, sino por que existen diferencias acusadas en las tasas de ganancia segn los distintos pases. Frente a la hiptesis del subconsumo de Hobson, Hilferding utiliza la teora de Marx sobre las varia ciones en la tasa de ganancia de acuerdo con la composicin orgnica del capital para explicar el movimiento de inversin desde los pases ms avanzados a los menos desarrollados. Tan documentado y lcido como pueda ser el anlisis de Hilferding, participa de limitaciones semejantes a las del Hobson. Se trata, en esencia, de una discusin de lo que le ocurre al capitalismo en los pases metropolitanos cuando entra en la fase de fusin del capital industrial con el bancario y de enorme concentracin monopolista. La cuestin de lo que
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esto tenga que ver con los segmentos coloniales y de cmo los nuevos desarrollos afectan e influyen a las colonias es algo que queda fuera del foco de atencin de Hilferding. Si acaso se limita a subrayar en algn lugar que la exporta cin de capital, especialmente desde que tiene lugar en forma de capital industrial y financiero, ha acelerado enormemente la subversin de todas las viejas relaciones sociales y la di fusin del capitalismo por todo el globo. Y en otro lugar indica que bajo ciertas condiciones (por ejemplo, en relacin con el control de los recursos mineros y de otras materias primas) el capitalismo financiero bloquea las posibilidades de desarrollo del segmento colonial. Cinco aos despus de la aparicin de El capital financiero Bujarin publica su Imperialismo y economa mundial, y al ao siguiente, en plena Primera Guerra Mundial, Lenin termina su Imperialismo. Las dos obras siguen planteamientos y desarrollos paralelos, por lo que quiz debemos ocuparnos slo de la que ha ejercido mayor influencia y goza todava de mayor aunque quiz injusta popularidad. Lenin y Bujarin no representan diferencia mayor con respecto a Hobson y Hilferding en cuanto se refiere al tratamiento precario del problema de las relaciones metrpoli capitalistasegmento colonial y a sus influencias sobre el modo capitalista. Tampoco hay progreso en el anlisis histrico de la cuestin. Lenin declara francamente estas limitaciones en un prlogo de 1921 a un a nueva edicin del Imperialismo: el fin principal del libro era[] ofrecer[] un cuadro de conjunto de la economa capitalista mundial en sus relaciones internacionales a comienzos del siglo XX, en vsperas de la primera guerra imperialista mundial.
Ni Lenin ni Bujarin enfrentan la cuestin de la formacin y desarrollo de los segmentos coloniales. Sus ojos estn puestos sobre el capitalismo como un fenmeno europeo y norteamericano; no sobre su impacto especfico en el mundo colonial. Fuerza es agregar que si ninguno de los dos con tribuye a un mejor planteamiento marxista de la situacin colonial, tampoco agregan mucho de nuevo al anlisis del modo capitalista en su fase ms reciente. El opsculo de Lenin est montado sobre las ideas y las investigaciones originales de Hobson e Hilferding. En qu consiste, entonces, la importancia de las obras de Lenin y Bujarin sobre el imperialismo? El inters de Lenin y Bujarin en el anlisis de las nuevas formas del modo capitalista est colocado en funcin de la bsqueda de una estrategia poltica adecuada a las nuevas circunstancias. Se trata de hacer la revolucin en Europa y no resolver un pro blema terico. Aunque es preciso reconocer que en la ideologa marxista la praxis revolucionaria debe estar siempre unida a la teora, en la coyuntura de la Primera Guerra Mundial el realismo poltico de Lenin marcha muy adelante de las elaboraciones tericas. Para los recin bautizados bolcheviques resultaba into lerable la idea de un superimperialismo mundial, estructurado a partir de los grandes monopolios constituidos por el capital financiero internacionalizado. Hilferding quiz no haba llegado a proponer tal cosa, pero otros socialistas europeos (Kautsky, Bernstein, Bauer) sostenan que existan tendencias en tal direccin que eventualmente pondran fin a las guerras y a las competencias violentas del capitalismo desorganizado. Bujarin y Lenin, para seguir el orden cronolgico de sus libros sobre el imperialismo, procuran demostrar que las tenden-
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cias a la concentracin monoplica se traducirn en mayores y ms frecuentes conflictos entre las potencias imperialistas. La estrategia poltica bolchevique parte de esta premisa. La era de las revoluciones obreras (socialistas) est apenas comen zando y avanzar en la medida de la agudizacin inevitable de los conflictos interimperialistas. Una revolucin victoriosa victoriosa sera impensable en las condiciones previstas por los tericos marxistas alemanes y austriacos, con la excepcin conocida de Luxemburgo. La revolucin se convierte, por el contrario, en una posibilidad muy real en las condiciones anticipadas por Lenin y Bujarin. Por otra parte, las revoluciones se producirn donde los conflictos sean mayores y la lucha de clases se agudice al mximo. En otras palabras, en Europa. Ni siquiera en este esquema revolucionario hay un papel importante para los segmentos coloniales. De la misma manera que siguieron ciegamente el desarrollo capitalista, continuarn a la zaga de las revoluciones socialistas en los pases avanzados. Las concepciones de Lenin y Bujarin no slo eran etnocen tristas europeas, sino que adems se dirigan a elaborar una estrategia poltica y no a reformular una cuestin terica. Creo que ambas limitaciones estn en el fondo de la impotencia de los marxistas modernos para plantear la situacin colo nial de manera ms correcta o al menos ms inteligente. El lenguaje pueril sobre semifeudalismos y semicapitalismos es una buena demostracin de la esterilidad en que cay la teora marxista. Las necesidades dictadas por una praxis poltica creciente mente desligada de la teora acabaron por imponerse a los requerimientos de la elaboracin terica del problema co lonial. La prctica poltica, concebida y dirigida desde los cen-
tros marxistas europeos para los pases coloniales, detuvo la reflexin y el anlisis histrico hasta que la praxis sin teora se hundi en el fracaso histrico de la estrategia estalinista en la China premaosta. Quiz sea conveniente recapitular los pasos principales del camino que hemos hecho hasta aqu. Despus de esto presentar algunas conclusiones que parecen inevitables. Se advertir que he procurado ajustar mi exposicin a la teora y a la metodologa marxista. Ello no es porque sea adepto a esta suerte de ejercicios escolsticos, sino porque una vez aceptado un cierto marco de referencia se est en la obligacin de mantenerlo a fin de sostener la unidad y la coherencia interna de la discusin. Primero. Rechac como impropio el uso del trmino modo colonial de produccin. En buen mtodo marxista las colonias no constituyen una totalidad ni pueden ser manejadas analticamente como entidades aisladas, ya que forman parte de un sistema general dominado y caracterizado por un cierto modo de produccin. En cambio, propuse el trmino segmento colonial del modo capitalista como el ms expresivo de la naturaleza de su posicin especial dentro de un sistema global determinado. Segundo. Reconoc la imposibilidad de aplicar el modelo especfico desarrollado por Marx en El capital a otro modo de produccin que no sea el propiamente capitalista. Subray, adems, la inaplicabilidad del modelo a la situacin colonial, de la que El capital no se ocupa. En todo caso el modelo de Marx constituira una previsin histrica (verdadera o con ms probabilidad falsa) sobre el posible desarrollo capitalista futuro de las colonias.
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Tercero. Acept la revisin que hace Luxemburgo del modelo de El capital, en el sentido de que el modo capitalista en general (estructural e histricamente) resulta inexplicable sin la participacin de los segmentos coloniales, sean stos internos o ms caractersticamente externos. Acept, de igual manera, la posicin de Luxemburgo de que la historia abs tracta del capitalismo que propuso Marx debe ser reconsiderada a la luz de la historia concreta de sus relaciones con los segmentos coloniales. Cuarto. Acept la tesis de Luxemburgo, sugerida pero no desarrollada por Marx en El capital, de que en la formacin de los segmentos coloniales los instrumentos polticos (el poder del Estado) son de importancia primaria, aunque los objetivos de su accin puedan ser de naturaleza econmica. Quinto. Subray la parlisis terica del marxismo frente a los modos de produccin no capitalistas y a la cuestin colonial durante el periodo comprendido entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial. Obras como las de Hilferding, Bujarin y Lenin constituyen contribuciones al estudio de la evolucin del sistema capitalista en Europa y Norteamrica, pero eluden la cuestin colonial y la de los modos de produccin no capitalistas. Es posible apreciar, tanto en ellos como en sus sucesores, una tendencia creciente a subordinar los planteamientos tericos en funcin de las necesidades de una estrategia y de una prctica poltica centradas en el sistema capitalista de los pases euroamericanos. Las conclusiones de nuestro proceso discursivo son claras. No existen modelos tericos marxistas desarrollados que sean aplicables especficamente a los modos de produccin no capitalistas. No existe un modelo terico marxista clsico que permita analizar la situacin colonial. No existe un modelo
terico desarrollado que permita estudiar, desde el ngulo marxista, las interrelaciones entre el modo capitalista y los segmentos coloniales, excepto de una manera unilateral y desde el punto de vista de los pases metropolitanos. Existe, en cambio, un mtodo general marxista aplicable a la investigacin de estas situaciones que puede conducir al desarrollo de los modelos tericos necesarios, como ha sido el caso del modo asitico de produccin. Existe un modelo abstracto del modo capitalista desarrollado en El capital, revisado principalmente por Luxemburgo, Hilferding, Bujarin y Lenin, que hay que seguir confrontando con la historia concreta. Dicho de otra manera, y para regresar a nuestro punto de partida, cuando se enfrentan los problemas de la formacin histrica de la sociedad mexicana a partir de la Conquista espaola, la cuestin principal no es la de una simple aplicacin de modelos tericos ya existentes. Por el contrario, parece necesario oponer a los modelos abstractos que se han propuesto la historia concreta y los resultados de la investigacin socioeconmica. La cuestin es esencialmente de naturaleza crtica y programtica. Por supuesto, cualquier programa de investiga cin requiere un planteamiento previo de la hiptesis de trabajo que pueden surgir, por un lado, de la confrontacin entre los viejos modelos tericos y la historia concreta, y por otro del estudio emprico de la realidad social, poltica y econmica de Mxico. No se trata todava de formular un modelo terico revisado partiendo de las concepciones generales marxistas, sino de indicar algunas lneas de investigacin que parecen decisivas. La elaboracin del modelo es una tarea posterior que debe
aguardar, parafraseando a Marx, la apropiacin del material en detalle, el anlisis de sus diversas formas de desarrollo y el descubrimiento de sus conexiones internas.
a naturaleza y caractersticas de la formacin colonial de Mxico bajo el dominio espaol han sido objeto de largas investigaciones y discusiones, a las que los estudiosos marxistas han hecho contribuciones significativas en las ltimas dcadas. A pesar de todo, estamos lejos de poder afirmar que los problemas mayores se hayan resuelto, quiz porque la discusin ha predominado sobre la investigacin y las investigaciones ms importantes han carecido de intenciones tericas explcitas. No puede decirse, tampoco, que al menos las cuestiones principales hayan quedado planteadas en trminos tales que sea permisible esperar respuestas prontas y claras. No slo si gue existiendo gran diversidad de interpretaciones, sino que adems las interpretaciones son opuestas y mutuamente excluyentes. Los bandos formados en el pasado lo mismo que en el presente, militando bajo banderas tales como feudalismo y semifeudalismo, semicapitalismo, capitalismo subdesarrollado, dependiente y larvario, parecen participar de una polmica poltica ms que de un debate cientfico.
Ponencia presentada en el simposio sobre Historia Econmica de Amrica Latina, que tuvo lugar en el Congreso Internacional de Americanistas celebrado en Pars en 1976. Apareci mimeografiada y en forma ligeramente distinta en los Cuadernos de la Casa Chata del Centro de Investigaciones Superiores del INAh. 149
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En verdad, de semejantes conceptualizaciones del pasado colonial de Mxico se han desprendido en todo tiempo corrientes y estrategias polticas tambin divergentes y contrapuestas. Quiz sera ms correcto decir que de la diversidad de las corrientes polticas, que expresan la conciencia y los intereses de grupos sociales determinados, se derivan ciertas interpretaciones del pasado. Los historiadores y otros cientfi cos sociales ligados a las ideologas en conflicto de las grandes etapas de la vida nacional, desde la Independencia hasta la institucionalizacin de la Revolucin, reflejan claramente estas actitudes. Las influencias y las intenciones polticas, sin lugar a dudas, han estimulado las polmicas y promovido las investigaciones, pero no puede creerse que hayan contribuido de igual manera a clarificar los problemas. El prejuicio ideolgico, sin embargo, no es la nica fuerza que ha dado cierta direccin polarizada a las interpretaciones, ya que los mode los empleados para analizar y describir la sociedad colonial tambin predeterminan, hasta cierto punto, los resultados obtenidos. La utilizacin de modelos tericos y de categoras analticas y descriptivas procedentes del mundo occidental, si bien no es tolerable en el caso de la Mesoamrica prehispnica, es t enteramente justificada para el periodo de virreinato de la Nueva Espaa. A fin de cuentas, cuando se habla del Mxico colonial uno se refiere al fenmeno histrico de su incorporacin a la esfera del mundo eurooccidental y a sus formas y leyes de desarrollo. Se han cometido, sin embargo, graves excesos en la aplicacin de los modelos europeos al anlisis de la formacin co-
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lonial mexicana, de los cuales quiz los mayores responsables sean los marxistas dogmticos. Pero es claro, o debera serlo, que en la realidad histrica no estamos ante una situacin de implantacin pura y simple en el Nuevo Mundo de las instituciones occidentales. En Mxico, particularmente, ms que de trasplante e implantacin debe hablarse de un proceso de sincretismo en todos los niveles con las instituciones de una sociedad prehispnica que era sumamente compleja y, sobre todo, profundamente diferente de la Europa. La mezcla, combinacin y fusin de elementos indgenas y europeos, de todas maneras, tampoco explica por completo la formacin colonial, ya que en todo proceso de sincretismo se crean estructuras nuevas y aparecen modalidades originales. De la misma manera que las propiedades del agua no se explican a partir de las del oxgeno y el hidrgeno en estado separado y puro, tampoco la formacin colonial se entiende a partir de las caractersticas propias de los sistemas espaol y mesoamericano antes de su contacto. La nueva formacin, adems, es un organismo vivo que comienza de inmediato a generar rasgos y caractersticas peculiares que estn en las races mismas de la futura nacin mexicana. Es preciso reconocer, por otra parte, que los modelos tericos correspondientes tanto al mundo eurooccidental como al mesoamericano poseen fundamentos empricos muy reducidos y endebles, y que en consecuencia estn sujetos a grandes debates crticos y a revisiones continuas. He tratado de mostrar esta situacin en otros trabajos, particularmente en los ensayos publicados en la coleccin SepSetentas bajo los ttulos de Agricultura y sociedad en Mesoamrica y Agricultura y civilizacin en Mesoamrica, as como en el volumen Modos de produccin de la serie Sociolgica de Edicol.
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La pobreza relativa de su base emprica no debe necesariamente quitar valor terico y analtico a los modelos, pero sin duda restringe con severidad sus posibilidades de aplicacin a otras pocas y a sociedades diferentes de aquellas que sirvieron para construirlos. El problema se agrava, adems, cuando cualquier modelo se aplica de manera mecnica. De todo ello resulta una doble mistificacin. El investigador distorsiona y deforma la sociedad bajo estudio, aunque lo haga de manera involuntaria, a fin de ajustarla a ciertas condiciones estipuladas por el modelo empleado. En un segundo momento, al sobrevenir el descubrimiento de los errores que surgen de los defectos del mtodo, se tiende a abandonar los modelos tericos y sustituirlos por el ms craso empirismo. La mera recoleccin de datos, sin embargo, nos regresa de nuevo a corto plazo a la conciencia de la necesidad de su interpretacin dentro de marcos tericos adecuados. Los datos sin teora carecen de sentido. La primera tarea que me propongo en este trabajo, en consecuencia, es la de presentar una serie de proposiciones tericas y de hiptesis de trabajo sobre la formacin y caractersticas del sistema colonial en Mxico, que permita disminuir, ya que es imposible su completa eliminacin, los riesgos ms obvios de la ideologa, del modelismo mecanicista y del empiricismo. Tengo que decir, entonces, que considerar el problema de la formacin colonial mexicana dentro del marco provisto por el desarrollo del primer sistema econmico mundial. Me interesa ahora, fundamentalmente, observar los procesos que ocurren en Mxico, desde el punto de vista de su incor poracin, a principios del siglo XVI, a un sistema mundial crecientemente dominado por el capitalismo.
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Existe cierta confusin sobre el uso del trmino capitalismo, que es conveniente aclarar. En este trabajo utilizar la expresin capitalismo mercantil para referirme al periodo durante el cual el capitalismo domina ya la esfera del comercio y sobre todo los intercambios internacionales, pero todava no la produccin manufacturera. El trmino capitalismo industrial lo emplear para el periodo de su dominio sobre la esfera de la produccin; es decir, para la poca en que Marx pudo estudiarlo directamente. Usar el trmino capitalismo financiero en el sentido que le dio Hilferding en El capital financiero, al referirse a la concentracin monopolista de los bancos y las empresas industriales. El examen de los aspectos ms autnomos de la evolucin socioeconmica mexicana queda subordinado al marco de referencia expresado. Lo que me propongo hacer constituye, en cierta forma, una inversin del orden tradicional del anlisis o cuando menos de aquel que ha sido utilizado con mayor frecuencia. En vez de partir de la situacin prehispnica y de las instituciones coloniales consideradas ms tpicas (comunidad indgena, encomienda, repartimiento, merced, hacienda, etc.), tomar como punto de partida el sistema mundial en formacin al que Mxico se incorpora. Al colocar la formacin colonial mexicana en el contexto del desarrollo del sistema mundial lo hago movido por razones de orden terico ms amplio. Para expresarlo de manera esquemtica y simplista, pienso que la transformacin en capitalista de la sociedad feudal europea no puede explicarse exclusiva, y ni siquiera principalmente, en trminos de factores endgenos. Comparto la conclusin de Kula en su Teora econmica del feudalismo de que el sistema feudal era esencial-
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mente estable. Las fuerzas que transformaron en algunos lugares en la direccin del capitalismo fueron sobre todo de origen exgeno. Los factores externos que actuaron con mayor fuerza y eficacia en aquella transformacin parecen ser los que surgieron de la formacin del sistema econmico mundial. El sistema mundial, que en su forma actual es la obra y la consecuencia del capitalismo moderno, fue a la vez su causa mayor y la estructura sobre la que se apoy su desarrollo y su predominio. Ante el papel preponderante que las colonias tuvieron en el nuevo sistema, la formacin colonial debe verse no slo como la creacin del capitalismo sino como una de las principales fuerzas creadoras del capitalismo. Las fuerzas expansivas del capitalismo que se encuentran en la relacin entre las formaciones coloniales tempranas y las metrpolis no dejaron de actuar ni perdieron importancia cuando el capitalismo industrial y financiero lleg a su madurez. Por el contrario, el modo capitalista de produccin, que realiz su acumulacin primitiva expropiando a los otros modos de produccin, ha continuado la tarea sistemtica de transferir los excedentes y los recursos de produccin de un lugar a otro del mundo y de uno a otro modo de produccin. Rosa Luxemburgo, en La acumulacin del capital, demostr que el capitalismo no es ni puede ser un sistema autosuficiente. Su reproduccin ampliada se explica slo por medio de la explotacin incesante de otras formaciones socioeconmicas. El capitalismo puro no existe ms que como un tipo ideal. O sea, como un modelo construido con propsitos analticos, tal y como lo advirti Marx. En la realidad histrica el modo capitalista de produccin se presenta siempre articulado con otros modos de produc-
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cin, ya sea en el seno de una formacin socioeconmica concreta o dentro del sistema econmico mundial. En consecuencia, la formacin colonial mexicana, lejos de representar una anomala estructural o un caso de marginalidad y de retraso histrico, es parte indispensable del proceso general de formacin y desarrollo de capitalismo. Slo as puede ser bien analizada y comprendida, como hace tiempo sostuvo Gunder Frank. El enfoque propuesto para la investigacin supone consi derar la formacin colonial mexicana como el resultado de un proceso de adaptaciones obligadas por el sistema mundial. Este proceso no puede ser estudiado utilizando los supuestos econmicos clsicos, ya que responde a la existencia y a los intereses de un sistema de dominio poltico. La economa colonial mexicana, su articulacin con la metrpoli y, por medio de ella, con el sistema mundial, constituye un ejemplo claro de economa administrada, regulada, y no de economa de mercado. Mi insistencia en el carcter regulado de la economa colonial en su conjunto no debera causar sorpresa. Esta caracterstica, que slo superficialmente se asemeja a la planificacin econmica moderna, no fue exclusiva de Mxico. La crtica de los fisicratas y de Adam Smith durante el siglo XVIII se endereza, precisamente, contra las reglamentaciones del Estado, gremios, consulados, etc., que impedan el libre juego de las fuerzas econmicas y la operacin de la mano invisible del mercado. Encuentro que resulta ms provechoso para el anlisis del sistema colonial utilizar las ideas desarrolladas por Polanyi, sobre todo en Trade and markets y en Dahomey, que aplicar los modelos creados segn la experiencia histrica europea. Sin menospreciar algunos resultados obtenidos mediante el em-
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pleo de los modelos tradicionales, resulta evidente que su aplicacin ha contribuido a crear mucha de la confusin existente en el anlisis de la sociedad mexicana. El anlisis del sistema econmico colonial de Mxico y de su articulacin con el sistema mundial es inseparable del anlisis del sistema poltico colonial y de su articulacin con la dominacin metropolitana. Dicho de otra manera, el sistema econmico y su funcionamiento total no fueron el producto de una actividad autoordenada regida por las leyes de la economa formal, sino que estuvieron determinados y superorde nados por el sistema de poder poltico. El sistema de poder tradujo y expres las exigencias y la dinmica del sistema econmico mundial en el cual se insertaron primariamente la metrpoli y secundariamente la formacin colonial. El mejor modelo analtico de esta clase de situaciones se encuentra, probablemente, en la discusin de Preobrayenski, en su Nueva economa, sobre la acumulacin socialista primitiva. En ella se describe cmo un segmento cuantitativamente minoritario de la economa (aquel que en la Unin Sovitica estaba en manos del Estado) realiz su reproduccin ampliada transfiriendo los recursos formados en los dems segmentos econmicos (empresas privadas, artesanas y unidades domsticas campesinas) valindose para ello del poder del Estado. Puede parecer extrao utilizar el anlisis del proceso de la acumulacin socialista primitiva para estudiar la formacin colonial. Semejante posibilidad la sugiri el mismo Preobrayenski al comparar las transferencias forzadas de recursos desde la agricultura, las artesanas y la pequea industria a la industria estatal sovitica, con la acumulacin capitalista pri-
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mitiva y el papel desempeado por las colonias. El problema se plantea en trminos estructuralmente semejantes; o sea, sobre las maneras en que un segmento econmico explota a otros segmentos utilizando para ello el poder del Estado. La primera cuestin que debe plantearse en este trabajo, aunque para ello tengan que recorrerse caminos familiares, es respecto a articulacin econmica de la formacin colonial de Mxico con el sistema mundial. Creo que es posible apelar a un consenso universal e indiscutido para afirmar que desde el siglo XVI hasta mediados del XIX esta articulacin se realiz por medio de la produccin y exportacin de plata. Es cierto que la produccin de plata sufri alternativas, incluyendo algunas crisis severas, y que existieron otras ramas de produccin y exportacin de importancia variable, tales como las de cochinilla, cueros y pieles, azcar, cacao, algodn, etc. Sin embargo, durante el periodo XVI-XVII ninguna de ellas, ni tampoco su suma total, jams lleg ni remotamente a acercarse en importancia a la plata. Escribe Parry en el Spanish Seaborne Empire que en ningn momento durante la ltima parte del siglo XVI y principios del XVII ascendi a menos de 80% la proporcin del oro y la plata, en los cargamentos enviados hacia Espaa de que tenemos noticia, computada por su valor. En 1595, cuando se lleg al mximo de aquel periodo, el oro y la plata alcanzaron la cifra de 95.6% del total en valor; la cochinilla comprenda 2.8% y el cuero 1.4 por ciento. Todava en el periodo 1796-1820, cuando la liberacin del comercio exterior, la presencia de Estados Unidos, las guerras napolenicas y de independencia en Europa y Amrica y la revolucin industrial comenzaban a influir sobre la estructu
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ra de las exportaciones mexicanas, Lerdo de Tejada ofrece el cuadro siguiente en El comercio exterior de Mxico: metal pre cioso, 74.9%; cochinilla, 12.4%; azcar, 2.9%; miscelnea, 9.8 por ciento. No me detendr en la composicin de las importaciones mexicanas desde Europa, Asia y frica, pagadas casi exclusivamente con plata, ni tampoco en la participacin del oro, que en trminos globales histricos puede considerarse despreciable. En cambio, la cuestin de las cifras absolutas de la acuacin y de los envos de plata mexicana, y no simplemente de sus porcentajes en el valor agregado de las exportaciones, requiere algn comentario. Segn Hamilton, en American Teasure resumido por Bakewell en Silver Mining durante el periodo 1580-1626 Mxico envi por quinquenio casi once millones de pesos ensayados, cifra que descendi hasta fines del siglo XVII en que volvi a ascender constantemente. Segn Brading, en Mineros y comerciantes la Casa de Moneda de Mxico en 1632 acu poco ms de cinco millones de pesos, cifra superada en 1689-1692. A partir de 1706 la curva va en ascenso constante hasta alcanzar en 1800-1810 la cifra de veintisiete millones anuales. Para ofrecer algn trmino de comparacin, en la dcada de 1580 los portugueses enviaron al Extremo Oriente alrededor de un milln de ducados espaoles por ao. Entre 1601 y 1624 la Compaa Oriental inglesa envi unos dos millones y medio de ducados al mismo destino. La Compaa Oriental holandesa envi medio milln en 1618 y un milln y cuarto en 1700. Tomado en su conjunto el comercio europeo con el Cercano y el Lejano Oriente hacia 1600 absorba proba blemente unos dos millones y medio de ducados cada ao, escribe Parker en la Historia econmica de Europa dirigida por
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Cipolla. O sea que las remesas a Sevilla de plata mexicana en el mismo periodo equivalan a una parte considerable del valor total de las importaciones europeas de Asia. La realidad de Mxico nos ofrece un cuadro que est muy cerca de las condiciones de un tipo ideal o de los requisitos de un modelo terico de la dependencia colonial. Es decir, una situacin a partir de la cual, sin forzar los datos empricos, se puede presentar una economa dedicada a exportar de manera extraordinariamente voluminosa un solo producto, la plata. Segn mi hiptesis de trabajo esta forma especial de articulacin rigi la totalidad de la organizacin socioeconmica colonial y esto gracias al sistema poltico de dominio. La presencia abundante del mineral de plata en Mxico no es sino un accidente geolgico. Su descubrimiento y la organizacin eficaz de su explotacin no fueron accidentes, sino el resultado de un designio impuesto por la metrpoli bajo los estmulos y las presiones del sistema econmico mundial en formacin. Antes de la incorporacin de Amrica el sistema mundial consista bsicamente en una serie de transacciones entre Europa y Asia. Es bien sabido que este comercio arrojaba un saldo desfavorable para Europa y que el dficit era cubierto, directa e incesantemente, por medio de la exportacin de metales preciosos. Ya los autores del mundo clsico, que sufra el mismo problema, llamaron a Asia la tumba del oro romano. Las importaciones europeas de Asia consistan en produc tos agrcolas especializados y artculos manufacturados de lujo, que a su alto costo inicial agregaban los del largo y difcil transporte por tierra y mar, las exacciones de los estados y
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seoros intermedios, y los beneficios de los intermediarios y monopolistas del comercio. La situacin podra describirse como la de un cambio de la produccin agrcola y manufacturera de Asia contra la produccin de metales preciosos de Europa. Los efectos de la revolucin industrial y de la colonizacin nos han acostumbrado, quiz, a considerar esta situacin como sorprendente. Sin embargo, a mediados del siglo XVIII Adam Smith poda describirla todava como una condicin normal, y as la consi deran tambin historiadores modernos como Braudel, Cipolla y Walllerstein. Desde el punto de vista del abastecimiento de metales preciosos, condicin indispensable para mantener la circulacin comercial con Asia, Europa estaba atravesando una crisis durante el siglo XV. La explotacin de los recursos marginales encareca el producto, pese al xito de los esfuerzos realizados para mejorar las tcnicas de minera y beneficio. Segn Wallerstein, en el Sistema mundial moderno en 1460 hubo una expansin sbita de la minera de plata en Europa Central, facilitada por los avances tecnolgicos que permitieron la explotacin de las minas hasta entonces marginales. Perroy estima que entre 1460 y 1530 la produccin de plata se quintuplic en Europa Central. Sin embargo, el abastecimiento no satisfaca la demanda. Portugueses, espaoles e italianos se empearon en la bsqueda de otras fuentes de metales preciosos, sobre todo en las costas de frica, que eran conocidas y monopolizadas por el mundo islmico. A la vez, trataron con vigor de llegar a las fuentes mismas de la produccin asitica, evitando los intermediarios. stos son, por supuesto, los mismos impulsos que condujeron al descubrimiento de Amrica.
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Puede uno preguntarse por qu los europeos no procuraron sustitutos a las importaciones de Asia, sobre todo a partir de la crisis de metales preciosos. As trataron de hacerlo y a veces con xito. Las tentativas bizantinas, italianas y espaolas de producir sedas, de ampliar el cultivo del algodn y la caa de azcar en el sur de Italia y de Espaa, y de fabricar porcelanas, son prueba de ello. Sin embargo, el medio geogrfico europeo y sus tradiciones tecnolgicas en la agricultura y la manufactura no resultaban propicios; en ciertos casos hacan el trasplante imposible. Por otra parte, existan razones econmicas poderosas para mantener el intercambio basado en metales preciosos. Adam Smith mostr que estos metales alcanzaban mejores precios en Asia que en Europa. La mayor eficiencia de la agricultura asitica rebajaba aquellos costos de produccin determinados por la subsistencia y reproduccin del trabajo humano. Se permita as un intercambio doblemente desigual de valores, favorable para Europa. Haba tambin razones polticas en contra de favorecer la sustitucin de las importaciones asiticas, razones ligadas al predominio del capitalismo mercantil y a su estrecha asociacin con los monarcas, los seores y las repblicas europeas. Esta situacin prevaleci hasta la colonizacin de Amrica y las conquistas territoriales en Asia, que permitieron manufacturas y cultivos controlados por los europeos. Espaoles y portugueses llegaron simultneamente a las viejas fuentes de productos asiticos y a las nuevas fuentes de metales preciosos americanos. La coincidencia histrica, de ninguna manera casual, permiti abrir un periodo de enorme intensificacin del comercio internacional. La plata y el oro fluyeron desde Amrica a Europa y desde all a Asia en buques
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que adems del metal llevaban poco ms que lastre, pero que volvan de Asia a Europa cargados de mercancas. Fue slo el comercio con Amrica, escribe Chaunu en Sevilla y el Atlntico, lo que permiti a Europa desarrollar su comercio con Asia. Sin la plata del Nuevo Mundo, las especias, la pimienta, la seda, las piedras preciosas, ms tarde la porcelana china, todos estos lujos preciosos no podran haber sido adquiridos por Occidente. Durante el siglo XVI y los siguientes, por la vasta regin asitica que produca especias, drogas farmacuticas y sedas, circulaban las monedas de oro y sobre todo la plata acuadas en el Mediterrneo. Los grandes descubrimientos revolucionaron las rutas y los precios, pero no cambiaron la realidad fundamental del dficit europeo de pagos, escribe Braudel en El Mediterrneo en la poca de Felipe II. Los productos europeos comenzaron a encontrar nuevos mercados en Amrica. Las colonias americanas establecieron a travs del Pacfico un intercambio con Asia semejante al europeo, aunque severamente controlado y restringido por el monopolio espaol. El nuevo sistema econmico mundial qued completo una vez que los esclavistas europeos comenzaron el traslado masivo de poblacin africana hacia las minas, los obrajes manufactureros y las plantaciones de Amrica. Adam Smith, que estudi estos sistemas cuando ya estaban en decadencia y comenzaba la hegemona del capitalismo industrial, escribi: La plata del nuevo continente parece ser as una de las principales mercancas por medio de las cuales se lleva a cabo el comercio entre los dos extremos del viejo continente; es por medio de ella que estas partes distantes del mundo quedan conectadas unas con otras en una gran red. Marx afirm que la emergencia del sistema capitalista puede fecharse a partir del siglo XVI, cuando se cre un co-
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mercio mundial y un mercado mundial. La plata coloc a Mxico, no en los mrgenes del desarrollo del capitalismo, sino en su mismo centro, aunque con un papel especializado y dependiente. Es posible imaginar otros caminos que los de la plata americana y el comercio asitico por medio de los cuales el capitalismo hubiera llegado tambin a invadir la esfera de las manufacturas y a transformarse en el modo dominante de produccin. Sin embargo, el camino que sigui en la realidad histrica fue el de la formacin de un sistema econmico mundial, en el que Amrica y su produccin de plata tuvieron un papel indispensable. Un estudio de Braudel y Spooner indica que en 1500 haba en Europa unas 37500 toneladas de plata. Entre 1500 y 1560 los envos americanos a Sevilla excedieron a la mitad de la plata existente en 1 500. En este periodo la minera de plata americana todava no haba llegado a su mxima expansin. Desde el punto de vista de nuestra hiptesis de trabajo es suficiente por el momento dejar bien establecida la cuestin de la hegemona de la exportacin de plata, a fin de comenzar la discusin de la articulacin econmica hacia el interior del sistema colonial mexicano. La articulacin econmica del sistema mexicano con el mundial aparece en extremo clara, sencilla y estable. Puede expresarse diciendo que se bas casi exclusivamente en la ex portacin de plata, imprescindible para la expansin del comercio mundial y el desarrollo del capitalismo, y que se mantuvo de esta manera desde principios del siglo XVI hasta la segunda mitad del siglo XIX.
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Mi hiptesis de trabajo requiere buscar los elementos que muestren que la articulacin al interior del sistema econmico mexicano responda a la hegemona de la produccin de plata, a su papel estratgico y a la exigencia de exportarla en grandes cantidades y a precios relativamente moderados. Debe estar claro que no utilizo trminos como hegemona y estratgico para indicar que la produccin de plata representaba en Mxico el porcentaje mayor del valor de la produccin global o que empleaba al mayor nmero de gente. Lo contrario es lo cierto. Mi intencin es la de indicar con claridad que la hegemona de la plata y su papel estratgico le dieron el rango de principio organizador y dominante de la economa colonial. La clave para el arranque de esta discusin y todo punto de partida es arbitrario est en el hecho obvio de que la plata era, a fin de cuentas, una mercanca. Como tal su produccin y circulacin estaban sometidas a las mismas tendencias y reglas de las dems mercancas. Sin embargo, existe en la plata una triple mitificacin: es un metal precioso, una mercanca y una mercanca utilizada como dinero. Esta conjuncin tiende a oscurecer el hecho de que la plata tena un precio de produccin y otro de circulacin que nunca pudieron apartarse mucho entre s pese a las condiciones casi monopolistas del imperio espaol. La llegada a Europa de la plata de Amrica en inmensas cantidades redujo su valor a un tercio. O bien, lo que es lo mismo, el precio de una unidad fija de cereales subi de dos onzas de plata a seis y ocho, segn Adam Smith. Segn Hamilton, a fines del siglo XVI la relacin plata-oro haba pasado de 12.1 a 14.11. La devaluacin en Europa estimul an ms el comercio con Asia, donde el precio de la plata se mantuvo
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ms estable y alto, y las dos cosas forzaron a aumentar todava ms la produccin de plata en Amrica. Como observa Brading, el periodo de florecimiento de la minera de plata en Amrica coincide con la mayor inflacin en Europa; o sea, con la mxima devaluacin de la plata. Parece existir aqu una causalidad circular pero generada a partir de la lineal; es decir, por los primeros envos de plata de Amrica. Dicho de otra manera, y la observacin es importante para la discusin siguiente, el precio de la plata segua las reglas del mercado capitalista. Ante el fenmeno de la devaluacin de la plata el imperio espaol reaccion tratando de usar su posicin casi monopolista para mantener los viejos precios. Fracasada esta tentativa, de la que no me ocupar ahora, se aplic a producir la plata reduciendo los costos directos a fin de obtener, aun con los nuevos precios, un beneficio considerable. La discusin moderna y todava no resuelta sobre los efectos en Europa de la plata americana, iniciada por Hamilton en el marco de las teoras econmicas de Keynes, en realidad contina aquella comenzada por los estudiosos espaoles del siglo XVI, profundamente preocupados por el fenmeno inflacionario.
El proceso de organizacin-adaptacin de la formacin socioeconmica a la produccin preferentemente de una sola mercanca, realizado por medio del sistema poltico de dominio, puede ser analizado ventajosamente desde el ngulo de algunas condiciones especiales de la minera mexicana. La primera condicin especial del caso mexicano es que la mayora de los grandes descubrimientos mineros se hizo fuera del rea geogrfica de las altas culturas mesoamericanas.
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A principios del siglo XVI la frontera cultural y ecolgica entre los grandes estados indgenas del centro de Mxico y los territorios de los indios chichimecas, cazadores-recolectores y cultivadores marginales, segua en lneas generales los ros principales de los sistemas fluviales Lerma-Santiago hacia el Pacfico y Tula-Pnuco hacia el Golfo de Mxico. La mayor y mejor parte de las explotaciones mineras al norte de esta lnea careca de poblaciones nativas importantes y sedentarizadas, y tambin de cualquier clase de estructura y de infraestructura material productiva de alguna significacin. Estos centros mineros, sin embargo, no se desarrollaron como enclaves en el sentido en que parecen utilizar este trmino algunos autores contemporneos. Por el contrario, alrededor de ellos se organiz, con sorprendente rapidez, una estructura importante de produccin agroganadera: las grandes haciendas tipificadas por el Bajo, y los ranchos y haciendas tipificados por los Altos de Jalisco. Por otra parte, bastantes centros secundarios se convirtieron en pequeas ciudades, donde se desarrollaron actividades econmicas artesanales, obrajes, herreras, comercio en gran y pequea escala y servicios. El lugar minero del norte transform el espacio geogrfico vaco en un espacio organizado. La precisin de alimentar a la poblacin y satisfacer sus otras necesidades y demandas se combin con la urgencia de aprovisionar la produccin de plata, que exiga grandes insumos materiales (sal, cueros, pieles, sebo, madera, mercurio, etctera). La minera patrocinada por el Estado, una vez que pag los costos del aprovisionamiento desde lugares remotos, por caminos difciles y con medios de transporte rudimentarios,
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se aplic a generar y desarrollar su propia infraestructura, las economas externas que necesitaba y en general la estructura productiva de la regin. No es de ninguna manera casual que la distribucin geogrfica de las haciendas coincida con la de la minera. La segunda condicin especial del caso de la minera mexicana ya ha sido mencionada: su desarrollo en reas geogrficas carentes de poblacin sedentaria que facilitara la fuerza de trabajo necesaria tanto para la minera como para su infraestructura y las economas externas. Hay que recordar que la colonizacin del norte ocurra en las condiciones de la inmensa catstrofe demogrfica estudiada por Borah. A pesar de esto, el poblamiento de las reas mineras y de sus reas de sustentacin econmica, estimulado y dirigido por el Estado, se realiz a una velocidad considerable. Se utilizaron inmigrantes espaoles, esclavos negros y sobre todo mestizos e indios procedentes del rea mesoamericana, muchas veces llegados en gran nmero como tropas auxiliares de los espaoles en las guerras con los chichimecas y establecidos para la proteccin de los caminos de la plata. Aunque las poblaciones estrictamente mineras no fueron grandes, de todas maneras representaron un drenaje considerable para el resto del pas. Las caractersticas particulares del poblamiento del norte pueden verse mejor por comparacin con la zona mesoamericana de alta cultura, que tena agricultura intensiva, ciudades y densas poblaciones. Ah florecieron, al menos temporalmente, instituciones como la encomienda, la tributacin y el trabajo obligatorio, lado a lado y articuladas con las minas y haciendas, el mercado y el trabajo asalariado.
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En las regiones mineras del norte, sin embargo, despus de experimentar con el trabajo obligatorio, movilizando para ello a los indgenas desde sus remotas comunidades, pronto se establecieron formas muy diferentes de organizacin y retribucin del trabajo. Predominaron los trabajadores libres, los sistemas asalariados, la participacin en los beneficios, la aparcera y la esclavitud. En ningn otro lugar de Mxico el proceso de mestizaje biolgico y cultural avanz con mayor rapidez. Como han sealado W. Jimnez Moreno y Eric Wolf, estas reas de colonizacin constituyeron una suerte de prototipo de la futura nacin mexicana. Tengo la impresin de que, desde muchos puntos de vista, la estructura socioeconmica y cultural del norte minero y agroganadero no defiri muy extensa ni profundamente de la Europa de la poca. Los censos de la intendencia de Guanajuato a fines del siglo XVIII, por ejemplo, muestran que slo poco ms de 50% de la fuerza de trabajo se ocupaba en la agricultura, y el resto lo haca en las industrias y la minera. Alrededor de 30% de la poblacin viva en pueblos de ms de cinco mil habitantes, y por lo menos tres ciudades excedan a los veinte mil habitantes. El poblamiento del norte constituy una innovacin del sistema colonial mexicano, sobre todo por comparacin con el establecido en las regiones ms tpicamente de cultura mesoamericana. Es interesante subrayar que la actividad articuladora del sistema econmico hacia el exterior y el interior fuera, a la vez, la que definiera los rasgos sociales y culturales fundamentales de la nacionalidad mexicana. Debera referirme a algunas otras condiciones especiales de la minera, tales como la guerra chichimeca, la labor de avanzada y pacificacin de los misioneros, etctera, tambin
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sufragadas por el Estado, pero ahora discutir slo dos ms, ya que poseen excepcional relevancia para el sistema econmico: el transporte y los precios de algunos artculos indispensables para la minera y el beneficio de la plata. He mencionado el aislamiento geogrfico de los centros del norte, la precisin de llevar abastecimientos y de transportar la plata hasta Mxico y los puertos de salida hacia el exterior. Cubrir estas necesidades signific construir una red de caminos muy extensa, por los que pudieran circular tanto los cargadores como los arrieros, los carros y las carretas en condiciones de seguridad, para lo que hubo que dar proteccin militar al transporte, establecer fuertes, hospitales, mesones y posadas, etctera. Es probable que la mejor descripcin de las enormes dificultades halladas y de las soluciones dadas se encuentre en Powell, Soldiers, Indians and Silver. Sobresale el papel fundamental desempeado por el trabajo de las comunidades indgenas. Sin su contribucin, a la que me referir ms adelante, hubiera sido imposible construir en tan poco tiempo una red tan inmensa de caminos carreteros. Refirindose a Zacatecas, el primer gran descubrimiento minero en el norte efectuado en 1546, Bakewell escribe que entre 1550 y 1555 ya existan dos caminos que la unan con Guadalajara, a unos doscientos cincuenta kilmetros, y que el Camino Real de la Tierra Adentro de Mxico a Quertaro se haba prolongado por San Felipe a Zacatecas, aproximadamente trescientos cincuenta kilmetros. El camino se extendi, no mucho ms tarde, desde Zacatecas a Saltillo, unos cuatrocientos kilmetros, y a Durango, unos ciento veinte. Eventualmente, el Camino Real de Mxico a Zacatecas lleg hasta Santa Fe, Nuevo Mxico, a ms de mil qui-
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nientos kilmetros. Por otra parte, poco despus del Camino Real de 1550-1555, Zacatecas se uni a Michoacn, a unos cuatrocientos kilmetros, por dos caminos, uno desde Valladolid (Morelia) a Zitcuaro y Acmbaro, y otro hacia Guanajuato. La poltica de precios que el Estado aplic en Mxico est lejos de la claridad, entre otras cosas por la ausencia de buenos estudios, excepcin hecha de los de Florescano, Borah y Cook, a los que me referir ms adelante. Sin embargo, unos pocos ejemplos deben servir para mostrar que, en casos conocidos, se controlaron los precios de algunos insumos esenciales para la minera y el beneficio, a fin de hacer ms rentable su operacin. Desde el descubrimiento y aplicacin de las tcnicas de amalgamacin el mercurio se haba convertido en parte indispensable del beneficio de la plata, sobre todo en regiones como el norte de Mxico, que careca de materiales combustibles para la fundicin. A diferencia del Per, donde se descubrieron las grandes minas de Huancavelica, Mxico careca de fuentes propias. El mercurio tena que ser importado de Espaa bajo control del Estado, y su costo representaba entre 25% y 52% del costo total del beneficio. En el decenio de 1560 a 1570 el costo medio del mercurio en la ciudad de Mxico era de 117 a 125 pesos por quintal, dice Brading. Pero los precios de venta que se obtenan mediante subasta iban de 132 a 236 pesos, siendo las cotizaciones ms frecuentes entre 170 y 187 pesos. Luego, ante las protestas locales, la Corona redujo continuamente el precio, de 113 pesos en 1590 a 96 pesos en 1602, hasta que en 1627 se lleg finalmente al precio, que durante ms de un siglo fue estable,
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de 8 pesos el quintal. As pues, contrariamente a la supuesta tendencia histrica de los precios, el de venta de mercurio, que representaba el mayor rengln en los costos del beneficio, en realidad disminuy durante aquellos aos. Bakewell ofrece un cuadro semejante de estabilidad de los precios de la sal, otro ingrediente indispensable para el be neficio. En 1562 la Audiencia de Nueva Galicia coloc la salina que abasteca a las minas de Zacatecas bajo control oficial. A partir de ah los mineros compraron la sal (o mejor la saltierra, una mezcla sin refinar de sal y tierra) a medio peso la fanega. El precio se mantuvo inalterable a lo largo de los siglos XVI y XVII. Algo semejante ocurri con el precio oficial de la plvora cuando comenz a utilizarse en la minera. Al tomar el Estado la produccin y distribucin de la plvora, su precio se redujo inmediatamente de ocho a seis reales la libra, y de nuevo se rebaj poco despus a cuatro reales. Existen indicaciones de que estas polticas de manipulacin de precios para favorecer la produccin de plata se extendan a otras esferas. Segn Bakewell, de las escasas cifras que se dis ponen aparece una notable estabilidad en los precios del pan en Zacatecas desde fines del siglo XVI hasta 1670. En junio de 1598 un real compraba veintisis onzas de pan y en junio de 1670, veintiocho onzas. Tambin de acuerdo con Bakewell, en 1612-1613 un real compraba diez libras de carne de novillo y en 1691 exactamente la misma cantidad. El carnero en pie y la libra de carnero destazado tampoco sufrieron variaciones durante el mismo periodo. El sebo, utilizado entre otras cosas para alumbrar las galeras de las minas y las casas, baj de veintiocho a veinte reales por arroba.
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Aunque la evolucin de los precios del maz es ms confusa, en las zonas mineras y a partir de fines del siglo XVI parece haber seguido las tendencias estables del centro de Mxico, excepto en casos de catstrofes naturales. Por supuesto, el maz era el producto ms esencial para la alimentacin de la poblacin y tambin de la muchedumbre de animales empleados en los beneficios, en las minas y en el transporte. Segn Brading, apoyndose en un trabajo de Borah y Cook pero llamando la atencin al estudio y a la crtica de Florescano, una fanega de maz, que costaba 4.8 reales en 1573 se venda en 1627 en 9 reales, precio que, aparte de los aos de la terrible sequa, conservara durante ms de un siglo. El costo del maz resultaba tan crtico para la minera que al llegar a ciertos niveles excepcionales en circunstancias desfavorables las haciendas de beneficio simplemente suspendan el trabajo. Pienso que se puede afirmar que la accin del Estado fue muy poderosa y de hecho determinante en el florecimiento de la produccin de plata, considerada y tratada como la rama prioritaria de la economa mexicana. Tanto en la colonizacin del norte, sede de la mayora de los centros mineros, como en los desplazamientos de poblacin, en la construccin de las redes de caminos, en la organizacin y proteccin del transporte y en el aprovisionamiento de las minas y beneficios, aparece claramente la mano y la poltica del Estado, guiando y combinndose con las iniciativas individuales y con cierta frecuencia imponindose a ellas. En las condiciones actuales de conocimiento resulta im posible estimar el costo del conjunto de estas empresas, costo que el Estado carg a la sociedad mexicana en forma de trabajo y de otros servicios personales, de precios administrados, de
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tributos y de impuestos de todas clases. Una expresin muy directa y elocuente de todo ello debe encontrarse en el grado de explotacin de la poblacin indgena, que es cuantificable a nivel microeconmico; o sea, por medio de la reconstruccin documental de la vida econmica de una comunidad determinada a lo largo de un cierto periodo. sta no debe ser una tarea imposible de realizar. La cuestin especial de la administracin de los precios, pieza indispensable de la poltica proteccionista de la plata, es todava ms complicada, aunque los estudios de Florescano sobre el maz muestran que es posible realizar avances considerables. Su anlisis es concluyente en cuanto a la relacin entre los precios, los conflictos sociales y la vida poltica de Mxico, aspectos que ahora no tomamos en cuenta en nuestro trabajo. Lo cierto parece ser que el Estado, por medio de esta proteccin extraordinaria a la plata, conform tanto la economa como la sociedad colonial, y determin as el futuro de la nacin mexicana. La determinacin de mantener estables y bajos los precios de los principales insumos de la minera, del beneficio y de los alimentos bsicos de la poblacin y de los animales de trabajo no poda tener esperanzas de xito sin asegurar una produccin suficiente. La evidencia indica que esto se consigui, prcticamente en todos los casos, mediante una comple ja interrelacin de las unidades de produccin, del mercado y de la administracin colonial. Me interesa ahora presentar algunas ideas sobre cmo se consigui hacerlo en el caso particular de la produccin agroganadera, que fue la pieza fundamental de la poltica de proteccin y estmulo a la produccin de plata. Dejar para otra oportunidad la cuestin de la produccin manufacturera co-
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lonial y la importacin de manufacturas europeas y asiticas, tema que est estudiando Carmen Viqueira. En un periodo de inflacin y de precios decrecientes de la plata en el mercado mundial, la presin para rebajar los costos de su produccin fue muy grande, como lo muestra la poltica de precios. Tambin lo prueban las reducciones de las cargas tributarias directas e indirectas a la plata. Por ejemplo, el impuesto del quinto real fue sustituido pronto, en la mayor parte de la plata producida, por el diezmo. Brading calcula que el diezmo, de todas maneras, representaba 13%. En muchos casos se exceptu a los mineros del pago de alcabalas sobre las materias primas y abastecimientos, se rebajaron los costos de acuacin y la ley del metal acuado, etctera. La aplicacin de ciertos avances tecnolgicos, sobre todo en el beneficio, indica un esfuerzo paralelo para disminuir otros costos de la produccin de plata. Los efectos econmicos deben haber sido importantes, pero no se conocen bien excepto en el caso de la amalgamacin. Se pueden mencionar, como otros ejemplos, el empleo de la plvora en barrenos; el drenaje de las minas por medio de extensas redes subterrneas de colectores y canales; la susti tucin del molino por el llamado arrastre, etc. Estas transformaciones de la tecnologa implicaron fuertes inversiones de capital que, si bien en ocasiones eran consideradas como obra muerta por los mismos mineros, en otras tienen la naturaleza de verdadero capital en el sentido estricto del trmino. La organizacin peculiar de la fuerza de trabajo libre en las minas, y el sistema de compensaciones que se estableci, parecen haber sido tan importantes para la productividad minera como los avances tecnolgicos.
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Los trabajadores mineros de Mxico, escribe Brading, lejos de haber sido los peones oprimidos que la leyenda nos presenta, constituan una fuerza laboral libre, bien pagada y geogrficamente mvil, que en muchas regiones era prcticamente socia de los patrones. La prctica ms comn era dar a todos los trabajadores un salario diario normal de cuatro reales, cuando un pen de hacienda ganaba de 1 a 2 reales, ms comida y tierra. Pero lo que en verdad atraa a los hombres hacia las minas era el hecho de que se les daba una comisin en forma de mineral, llamada partido. La mayora de los trabajadores mineros de Mxico esperaban una participacin en las ganancias. Fueron, en realidad, socios, si no es que rivales activos, de los propietarios de las minas. Conviene subrayar que existi una diferencia muy aguda de las relaciones sociales de trabajo entre la extraccin del mineral, caracterizada por el trabajo libre y el sistema de participacin, y su beneficio, caracterizado sobre todo por el rgimen salarial estricto y el trabajo esclavo. Estas diferencias pueden ayudar a explicar los grados diversos de capitalizacin que se encuentran entre las dos fases del proceso productivo de la plata, as como sus niveles respectivos de tecnificacin. Dicho de otra manera, la participacin alentaba la productividad del trabajo (la autoexplotacin) y no se requeran, en consecuencia, frecuentes inversiones de capital y nueva tecnologa. El rgimen salarial y esclavista, por el contrario, estableca la tendencia clsica a sustituir el trabajo humano vivo por capital y nueva tecnologa. El xito de la produccin de plata parece traducirse, en ltima instancia, en la eficiencia econmica de la agroganadera
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que determinaba la mayor parte de los costos de la mano de obra y de los insumos. Nuestra hiptesis de trabajo supone que la rama de produccin dominante, en razn de su articulacin favorecida con el mercado mundial, impuso los trminos de sus condicio nes al resto de la economa colonial y la explot en su propio beneficio, que en ltima instancia era el de los receptores finales de la plata mexicana en Europa. Debe estar claro que semejante sobreordenacin del sistema total no era posible sin la existencia de un eficiente sistema de dominio poltico empeado en la produccin y exportacin de plata. Antes de los grandes descubrimientos del norte, y en fechas tan tempranas como las dcadas de 1520 y 1530, se encuentran casos que ejemplifican nuestra hiptesis. Investigaciones recientes realizadas en Michoacn muestran la constitucin de algunas compaas mineras formadas, por una parte, por dueos de esclavos indios, quienes provean la fuerza de trabajo. La otra parte de la compaa eran encomenderos de los pueblos tarascos, quienes facilitaban los abastecimientos por medio del tributo obtenido, e imponan a sus tributarios el transporte de las cargas hasta los placeres y minas. Los beneficios de estas empresas rudimentarias, que funcionaron a un costo mnimo, se canalizaron en parte hacia la formacin de haciendas, sea comprando tierras o ms comnmente obtenindolas por mercedes, y organizando su explotacin. La produccin de las haciendas, que encontraron pocos problemas para usar la fuerza de trabajo indgena por medio de los repartimientos y del peonaje endeudado, complement y sustituy progresivamente a la tributacin como fuente de abastecimiento de las minas.
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Ms tarde, al ocurrir los descubrimientos del norte, estas haciendas se orientaron hacia los nuevos mercados. Hay indicaciones de que estos encomenderos-mineros-hacendados contribuyeron a desarrollar las nuevas actividades mineras y agroganaderas del Bajo y Zacatecas. Este ejemplo ilustra el riesgo de identificar las categoras analticas y las figuras jurdicas del sistema colonial con los papeles sociales verdaderos de las personas concretas, que eran siempre variados, complejos, compatibles e intercambiables. Los primeros historiadores modernos del sistema colonial mexicano pensaron que la hacienda era una mera derivacin de la encomienda, cosa jurdicamente imposible. Ms tarde, los trabajos de Silvio Zavala y Simpson mostraron claramente las diferencias entre las dos instituciones. La clarificacin institucional y jurdica oscureci la realidad sociolgica y econmica de las conexiones entre la encomienda y la hacienda, y entre ellas y la minera, el comercio y los puestos pblicos. En la realidad social el encomendado poda doblar su papel como empresario minero, dueo de obrajes, hacendado y funcionario. Lo que importa subrayar no es tanto la multiplicidad de roles, sino que esta diversidad permita realizar fcilmente las transferencias de recursos materiales y humanos entre la encomienda, la tributacin, la empresa minera, la hacienda, el comercio, la guerra y la captura de esclavos, la manufactura y los puestos de funcionarios pblicos. Esta permeabilidad a la circulacin de bienes y personas y en general a las transferencias de recursos, en buena medida haca innecesaria la existencia de un verdadero sistema de mercado, o al menos reduca su necesidad aun en una economa tan compleja como la del Mxico colonial.
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El problema central para nuestra hiptesis de trabajo consiste en determinar cul era la rama de la produccin que, en ltimo anlisis, resultaba beneficiada por las transferencias de otras ramas. A la persona concreta como tal poda resultarle indiferente si la mayora de sus beneficios en la minera provenan del abastecimiento gratuito facilitado por los indios tributarios o de la produccin de la hacienda. Sin embargo, esta forma de circulacin disfrazaba la transferencia real de valores, de manera semejante a como la encubra la poltica de precios administrada por el Estado. La organizacin econmica de tres grandes centros mineros sobre los cuales se dispone ahora de buenos estudios (Parral, Zacatecas y Guanajuato), parece reproducir, en gran escala y con mayor complejidad, la estructura de las primitivas compaas mineras de Michoacn. Es decir, una estructura de articulaciones mltiples, capaz de combinar y de utilizar los recursos de los modos de produccin ms variados y de transferirlos y canalizarlos hacia la produccin de plata. Cristbal de Oate, promotor del descubrimiento de Zacatecas, fue ayudante del contador real, soldado, encomendero de Culhuacn y de Tacmbaro, minero y teniente gobernador de Nueva Galicia. Juan de Tolosa, descubridor y fundador de Zacatecas, fue soldado, esposo de una hija de Corts y de doa Isabel Moctezuma, y minero. Diego de Ibarra, fundador de Zacatecas, fue tambin oficial, minero, esposo de una hija del virrey Velasco, gobernador de Nueva Vizcaya y hacendado. Baltasar de Bauelos, considerado el cuarto fundador de Zacatecas, fue minero y teniente capitngeneral de Nueva Galicia. stos no son datos de inters puramente biogrfico. Indican claramente la combinacin de varios papeles en personas
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concretas y el enorme poder que ello les conceda para el uso de recursos de muchas fuentes. Antes de desarrollar su propia estructura agroganadera la regin minera se abasteca en lugares muy distantes, pero no se sabe en qu medida las fuentes estaban en el tributo indgena, los mercados o las haciendas. Tampoco se sabe si los dueos de las grandes haciendas del Bajo eran a la vez mineros, pero hace mucho que Chevalier, en su estudio clsico, mostr la conexin entre las haciendas y las minas del norte. Cuando aparecen las haciendas alrededor de Zacatecas, muchos de los grandes propietarios son mineros, y su conexin con la minera es orgnica y no meramente coyuntural. Es decir, las haciendas se establecen con capitales mineros y abastecen directamente a sus propias minas y beneficios, evadiendo los mecanismos del mercado y ganando una ventaja competitiva sobre los mineros que no controlaban haciendas. Ya que la terminologa es quiz nueva e inapropiada, debo aclarar que por relacin coyuntural entiendo aquella en que la articulacin mina-hacienda se hizo por medio del mercado, aunque este mercado estaba regulado por el Estado. En la relacin orgnica la articulacin tom la forma de una empresa o corporacin que englob a la mina y a la hacienda. En este ltimo caso la circulacin se realiz fuera del mercado regulado, aunque condicionada por l, mediante las entregas directas de la produccin fsica. A la vez, la articulacin orgnica tuvo un efecto indudable sobre los precios del mercado, por lo general de carcter depresivo. El cuadro que se obtiene de Guanajuato, desde fines del siglo XVII a principios del XVIII, repite en mayor escala la es-
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tructura fundamental de Zacatecas pero de una manera todava ms compleja y desarrollada. El doctor Bracamonte, uno de los primeros grandes mineros del rea, contrat prstamos bancarios en la ciudad de Mxico; adquiri cuatro haciendas pequeas para autoabastecerse, y construy una planta de amalgamacin y otra de fundicin. La sucesin del primer marqus de San Clemente (1747) declar la propiedad parcial de dos minas, total de dos haciendas y de una hacienda de beneficio, y adeudos considerables con prestamistas y con la Iglesia. Otro gran minero, Sardaneta, entre 1770 y 1780 compr una cadena de haciendas y ranchos de Irapuato y Silao. De los socios de La Valenciana, la sucesin de Obregn (1791) declar tres haciendas de beneficio, varias haciendas y casas, y una gran suma de prstamos hechos a otras minas y hacien das de beneficio. La sucesin de Otero (1788), el segundo accionista principal de La Valenciana, declar tres haciendas de beneficio, tres haciendas, casas y almacenes, intereses en otras minas, y sumas importantes de prstamos hechos a otras minas y haciendas de beneficio. Brading menciona otros ejemplos ms tardos en Guanajuato de estas tendencias persistentes a integrar la minera puramente extractiva con el beneficio del metal y con las haciendas agroganaderas. Ms de la mitad de los bienes de la sucesin de Otero (1806) estaba invertida en estas haciendas. Su yerno Prez Glvez compr otras cuatro, as como acciones de otras minas y tres haciendas de beneficio. Su cuado Rul compr tres haciendas. Es posible, pero resultara tedioso, repetir esta relacin en Parral, Real del Monte, Taxco, Real de Catorce, etctera. Un nuevo ingrediente de estos procesos, aunque quiz ya existiera antes con menor importancia, es la presencia de los
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mercaderes prestamistas y de los bancos de plata, as como la inclinacin de algunos mineros a conceder crditos y prstamos en efectivo a otros mineros menos poderosos y afortunados. La produccin de plata se articul firmemente con la produccin agroganadera, sobre todo, aunque no exclusivamente, por medio de las haciendas y de la propiedad directa de las haciendas por los mineros. Pero la hacienda creada por el florecimiento de la minera se vio obligada a subsidiar la produccin de plata hasta tal punto que, antes de la segunda mitad del siglo XIX, apareci como una empresa de baja rentabilidad y aun francamente ruinosa. De acuerdo con diversos clculos, la hacienda no renda ms de 6% de la inversin, y adems estaba cargada de hipotecas y obligaciones financieras hasta quiz por 50% de su valor global. Una de las explicaciones que se han propuesto atribuye esta situacin al bajo nivel de los precios de casi todos los productos agropecuarios (Brading). La explicacin es empricamente comprobable a lo largo del periodo colonial, pero es verdadera slo en un plano superficial de anlisis. En otro nivel de anlisis, los precios bajos de la produccin agroganadera fueron precisamente la razn de ser de las haciendas, al menos de aquellas vinculadas orgnicamente con la produccin de plata. Con el apoyo del sistema poltico dominante, interesado sobre todo en producir plata a costos bajos para exportarla al mercado mundial, las haciendas que posean la articulacin orgnica con la minera fueron capaces de mantener los precios deprimidos, con seguridad a costa y a despecho de aquellos hacendados cuya vinculacin con el sistema colonial se realiz por medio del mercado regulado.
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Sobre las haciendas pesaban otras clases de cargas, que contribuyen a convencernos de la baja prioridad de la produccin agroganadera bajo el sistema colonial y frente a la preferencia de que gozaba la produccin de plata. Adems del diezmo a la Iglesia sobre todos los productos, pagaban alcabalas al Estado de 6% y hasta de 8% sobre todas las ventas. Otra explicacin de las dificultades econmicas de las haciendas coloniales, que es preciso rechazar con energa, es aquella que la atribuye a sus bajos rendimientos fsicos y consecuentemente a la tecnologa empleada. Florescano ha mostrado que la produccin de maz del distrito de Chalco, combinada con algunos envos de Toluca, bastaba para abastecer a la ciudad de Mxico a fines del siglo XVIII. La agricultura del Bajo, en la misma poca, no ocupaba ms de 60% de la fuerza de trabajo y sin embargo cubra las inmensas necesidades de sus centros urbanos, de su minera y beneficio, de las manufacturas, y aun exportaba a otras zonas. Slo la ciudad de Guanajuato y aledaos, con sus catorce mil mulas y cincuenta y cinco mil vecinos, absorba cuatrocientas mil fanegas de maz al ao. Eric Wolf ha observado el hecho de que las haciendas por lo general producan por debajo de su capacidad total real. Pero esta circunstancia tiene que ver con las limitaciones del mercado y con las dificultades del transporte, y de ninguna manera con los rendimientos fsicos obtenidos en las superficies sometidas a cultivo intensivo, como en los casos del Bajo y Chalco, que tenan acceso fcil a sus mercados. Las haciendas realizaron un evidente esfuerzo para elevar sus rendimientos, invirtiendo enormes sumas en la cons truccin de obras hidrulicas para el regado. Tenan a su favor la fertilidad natural de los suelos, muchos de ellos vr-
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genes de cultivo, como ocurra en las extensas llanuras aluviales del Bajo. Quiz se puede apreciar el xito de las mejores haciendas comparando las siguientes cifras de rendimientos. Segn Aldo de Maddalena, en la Historia econmica de Europa de Cipolla, el rendimiento promedio del trigo en Inglaterra y Holanda durante la primera mitad del siglo XVIII no pas de diez por uno (la unidad de semilla sembrada), y en suelos muy ricos del norte de Italia lleg a quince-veinte por uno. En Celaya, en la regin del Bajo y en suelos irrigados, los rendimientos del trigo llegaron a ser, en la misma poca, de cuarenta-cincuen ta por uno, segn Brading. La hacienda mexicana tuvo la posibilidad de combinar, por primera vez, las plantas domesticadas y las tecnologas agrcolas del Viejo Mundo y de Mesoamrica, y aun la de ir agregando las muy importantes del rea andina. En contraste, la introduccin en Europa de los cultgenos americanos fue ms lenta. Sin embargo, hay autores como Slicher Van Bath que se refieren a la introduccin de la papa y del maz como una condicin para la revolucin agrcola europea. La hacienda mexicana ya haba efectuado esta simbiosis agrcola. Es otro captulo que hay que escribir de la historia de la agricultura de Mxico. Pienso que es preciso y conveniente procurar ahora diferenciar varios tipos de hacienda que se relacionaron de maneras distintas con la minera y con el mercado nacional y mundial. Mi principal criterio taxonmico consiste en la forma de articulacin de la hacienda; slo secundariamente considero la estructura de la produccin o la organizacin de la fuerza de trabajo. Por un lado, la estructura productiva estuvo siempre muy diversificada, con raras aunque importan tes excepciones. Por otro, la organizacin de la fuerza de tra-
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bajo puede estudiarse ventajosamente como una estrategia empresarial, ms que como un rasgo esencial de definicin tipolgica de la hacienda. Resulta posible distinguir, en primer lugar, dos tipos de haciendas articuladas directamente con la produccin de plata. Uno es el ya discutido; o sea, el desarrollado en las regiones de nuevo poblamiento. El segundo se desarroll dentro del rea propiamente mesoamericana que ya posea agricultura eficaz, pueblos y ciudades, artesanas, etctera. Los rasgos distintivos ms notables del segundo tipo fueron el mayor uso que pudo hacer de la fuerza de trabajo obligatorio, y el proceso de acumulacin de tierras y aguas por medio de la expropiacin de la poblacin indgena. Estas caractersticas han inducido a algunos autores a calificar a estas haciendas de feudales (o semifeudales o semicapitalistas). Sin embargo, una parte variable de su produccin se encaminaban hacia el mercado despus de satisfacer las demandas directas de las minas, y se utilizaba dinero en las transacciones. Empleaba asimismo y de manera creciente trabajo asalariado, bajo presin del Estado. Pienso que pueden proponerse otros dos tipos de haciendas, cuya caracterstica diferencial con los anteriores sera que no estaban articuladas directamente con las empresas mineras sino con el consumo de los centros de poblacin. Esta articulacin se hizo de dos maneras que definen los dos tipos. Uno estara constituido por las haciendas de carcter institucional, que eran propiedad de ciertas corporaciones no mineras, como por ejemplo rdenes monsticas, colegios, hospitales, etc. La produccin se encaminaba a surtir directamente sus necesidades. Otra parte de la produccin, el so-
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brante, circulaba por las vas del mercado, y se usaba dinero en las transacciones. El segundo tipo organiz su produccin bsicamente para el mercado y utiliz el dinero con mayor frecuencia e intensidad. Estas haciendas se encontraban, por lo general, cerca de los centros urbanos. Finalmente, pueden establecerse otros dos tipos, que ocupan posiciones polares en trminos de sus formas de articu lacin. El primero estuvo integrado por las haciendas cuya produccin se enlaz con el sistema econmico mundial. Se dedicaron a cultivos nativos que encontraron lugar en los mercados europeos, como el cacao y la cochinilla; a cultivos na tivos pero semejantes a otros de origen asitico, como el algodn, y a cultivos introducidos del Viejo Mundo, como la caa de azcar. El conjunto de estas empresas presentan un caso de articulacin con el sistema mundial, que en Mxico fue secundario con respecto a la plata. Sin embargo, cuando en el siglo XIX sobrevino la crisis de la minera, estas formas de produccin pasaron a ocupar el lugar privilegiado en la articulacin con el sistema mundial y en la organizacin interna del sistema econmico mexicano. Por el momento no me interesa caracterizarlas ms all de lo dicho, excepto para indicar que estas haciendas funcionaron asimismo dentro del mercado nacional, y que si algunas de ellas utilizaron preferentemente fuerza de trabajo esclava (en la caa de azcar), otras utilizaron formas de produccin indirecta (en la cochinilla), y todava otras emplearon la aparcera y la rentera (en el cacao). Estas diferencias tienen su raz, ms que en otra cosa, en las necesidades tcnicas de la produccin y en las peculiaridades impuestas por los cultivos.
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El segundo tipo de este ltimo par est representado por las haciendas que parecen haber funcionado como unidades econmicas autosuficientes, o bien que tendieron a organizarse como tales. Es decir, las haciendas que no estuvieron articuladas con la minera, ni tampoco con el mercado nacional y mundial. Se trata, entonces, de aquellas haciendas que con frecuencia se han puesto como el ejemplo ms tpico de la hacienda mexicana. Propongo, por el contrario, que ste fue un caso excepcional que apareci como una adaptacin de supervivencia a ciertas situaciones extremas. Dicho de otra manera, cualquiera de los tipos de hacienda mencionados tendi a volverse autosuficiente cuando enfren t una crisis minera de cierta gravedad, o bien una crisis extre ma y prolongada del mercado mundial o del mercado nacional. Por otra parte, la hacienda autosuficiente apareci originalmente como tal en condiciones de gran aislamiento geogrfico, pero tendi a transformarse en alguno de los otros tipos cuando desapareci el aislamiento. Los seis tipos de hacienda que propongo son provisionales y heursticos. Este ejercicio taxonmico tiene el propsito de permitir explorar la medida en que el grado de articulacin con la produccin minera dominante, lo mismo que con el mercado nacional y el mundial, determin la organizacin y las caractersticas de las haciendas. Asimismo, la medida en que la produccin agroganadera circulaba o no por las vas de un mercado que, si bien utilizaba dinero, estaba regulado por las autoridades polticas. La tipologa permite subrayar tambin la aparente anomala de que las haciendas ms capitalizadas y que usaban formas de organizacin del trabajo ms avanzadas, solan ser aquellas cuya produccin circulaba menos por los cana-
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les del mercado y, en consecuencia, utilizaban menos dinero en sus transacciones formales. Por otra parte, las haciendas ms feudales, en trminos del origen de su propiedad y de la intensidad del uso del trabajo obligatorio y de otras formas serviles, eran aquellas cuya produccin parece haber circulado ms por medio del mercado y haber utilizado el dinero con mayor frecuencia. El planteamiento del problema de esta manera me parece falso. La clave para la comprensin de estas situaciones, aparentemente contradictorias, se encuentra en la diversidad de las formas de articulacin de las haciendas primordialmente con la minera y con el mercado nacional y el sistema mundial. Los hacendado al organizar sus empresas no parecen haberse preocupado por la pureza de los modelos tericos, sino por obtener la mayor eficiencia econmica en el uso de los recursos de produccin a su alcance. La eficiencia econmica de las haciendas, su capacidad de cargar una parte considerable de los costos de la produccin de plata y a pesar de esto mantener su habilidad de reproducirse, se explica en funcin del xito de ciertas estrategias empresariales. Es decir, en el uso alternativo y complementario de formas diferentes de organizacin del trabajo productivo (esclavitud, salario, aparcera, rentera, trabajo obligatorio), as como de formas diferentes de circulacin de la produccin (entregas materiales a las minas y a los beneficios, abastecimiento de otras corporaciones, ventas en los mercados nacionales, exportacin, autoabastecimiento). Constituye un error interpretar estas diferentes formas de articulacin de las haciendas y las diversas estrategias laborales utilizadas en combinaciones variables, como la morfologa
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de un proceso necesario de desarrollo histrico general. El error se multiplica cuando estas pseudoetapas se comparan con la evolucin socioeconmica de Europa Occidental y se les imponen las etiquetas correspondientes. El xito econmico de la hacienda es inconcebible sin su articulacin con la comunidad indgena. La hacienda capt y utiliz el conocimiento milenario de los agricultores nativos en el manejo de las plantas, de la tierra y del agua, y emple directa e indirectamente su fuerza de trabajo de manera casi ilimitada. La hacienda procur siempre funcionar con un ncleo de trabajadores permanentes reducido a lo indispensable, y utiliz a la poblacin de las comunidades como un inmenso ejrcito de reserva. La naturaleza de la mayora de las operaciones agrcolas, pero en particular en los cultivos que interesaban mayormente a los hacendados, supone largos periodos en que las necesidades de trabajo son bajas, y periodos ms breves en que hay que usar un enorme nmero de trabajadores. La articulacin con la comunidad permiti a la hacienda tener disponible esta masa de trabajo sin costo para ella, y emplearla cuando haca falta a un costo mnimo, con frecuencia con pagos nominales y a veces sin retribucin. Fueron varios los procedimientos utilizados para conseguir estos resultados, procedimientos que parecen contradictorios entre s desde el punto de vista de ciertos modelos tericos. En realidad, todos ellos fueron complementarios. Nuevamente hay que observar que no se trata de una sucesin de formas sino de una serie de estrategias simultneas para establecer y combinar las formas laborales ms convenientes para la hacienda. Una de ellas fue el sistema de repartimientos impuesto por el sistema poltico de dominio, que constituy una de las ex
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presiones ms brutales del trabajo obligatorio. Otra consisti en privar a las comunidades de tierra suficiente para producir su propia subsistencia, obligando a sus miembros a buscar trabajo retribuido en las haciendas, sobre todo durante los periodos de mxima demanda de fuerza de trabajo. Un efecto de la escasez artificial de tierra cultivable fue el forzar a las comunidades a incrementar la produccin de tipo artesanal, que era absorbida a bajos precios por las haciendas y los mercados. El sistema de tributacin a los encomenderos y a la Corona rechaz en muchos lugares los pagos en especie. Al exigir su equivalente en dinero acuado por los espaoles, en metales preciosos o en dinero indgena (cacao y mantas), tambin oblig a las comunidades a buscar empleo temporal retribuido y a usar el mercado. Finalmente, sin pretender agotar la lista de los principales mecanismos utilizados, la introduccin de produccin, herramientas, utensilios domsticos, etc., de origen europeo, presion a las comunidades a buscar dinero vendiendo su fuerza de trabajo y su propia produccin. La introduccin de los tejidos de lana y de los instrumentos metlicos, as como la generalizacin de los tejidos de algodn (que antes era producto suntuario) y del consumo de pulque, parecen haber tenido importancia especial. La comunidad indgena, organizada por el sistema colonial sobre las ruinas de las sociedades conquistadas de Mesoamri ca, parece una institucin planeada para asegurar la alta eficiencia econmica de las haciendas. No fue as, por supuesto, ya que la comunidad fue estructurada por el sistema dominante inicialmente para asegurar el control de la poblacin y la satisfaccin de los tributos y servicios impuestos.
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Sin embargo, la comunidad era funcionalmente apta para entrar con la hacienda en la simbiosis que he indicado. Lo que debe subrayarse es que fue, ante todo, el sistema poltico de dominio lo que permiti organizar tanto a la comunidad como a la hacienda, as como establecer y mantener las relaciones entre las dos. Dondequiera que la hacienda no encontr comunidades indgenas, como sucedi en las regiones de nuevo poblamiento del norte, busc la manera de establecerlas combinando sus esfuerzos con los de la colonizacin indgena promovida por el Estado y con los de sedentarizacin ejercidos por los misioneros con los chichimecas. En zonas como el Bajo y los Altos de Jalisco las grandes haciendas crearon una red dependiente muy extensa de pequeos propietarios, rancheros, medieros, que, entre otras cosas, fueron equivalentes funcionales de la comunidad indgena, facilitando aprovisionamientos materiales a la hacienda, fuerza de trabajo adicional cuando era requerida, etctera. Las contribuciones esenciales de la comunidad indgena para mantener y expandir el sistema mina-hacienda van ms all de lo que se ha descrito. Antes mencion la importancia crtica de factores como el aislamiento geogrfico de la minera y las enormes distancias que la separan de sus fuentes iniciales de abastecimiento y de mano de obra. Aun resueltos en gran medida estos problemas con la colonizacin del norte, permanecer el de la dificultad de transportes y distancia desde los beneficios de plata a Veracruz, puerto de embarque con destino a Espaa. La solucin de estos problemas en los lmites de la tecnolo ga existente supuso la construccin de un sistema de caminos para carretas de carga y carros de pasajeros que lleg a tener
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varios miles de kilmetros de longitud, con puentes, estaciones, mesones, fuertes, hospitales, etc. El trabajo de construc cin, as como el de mantenimiento, fue realizado en su mayor parte por las comunidades indgenas, dentro de sus obligaciones normales con el Estado. Es necesario observar que la poltica virreinal de mantener bajos los precios de los artculos bsicos de subsistencia y de los insumos bsicos de la minera perjudicaba menos a las haciendas que a la produccin de las pequeas unidades domsticas. Esto se explica en trminos de los costos de produccin diferenciales. Como mostr Chayanov, los precios bajos fuerzan a los productores campesinos a aumentar su produccin y a llevarla al mercado en mayor proporcin, al contrario de lo que ocurre normalmente en una empresa capitalista. Dicho de otra manera, el control de precios favoreca a los costos ms bajos de la produccin de plata sin perjudicar excesivamente a las haciendas, y de hecho pasando una carga adicional a la produccin de tipo campesino, o sea sobre todo a las comunidades indgenas. En este trabajo he procurado examinar la formacin del sistema colonial en Mxico como un proceso de adaptaciones al sistema econmico mundial. La articulacin al exterior se realiz por medio de la produccin de plata. Esta, a su vez, articul hacia el interior a los diversos tipos de haciendas, y a travs de ellas a las comunidades indgenas y a sus equivalen tes funcionales (pequeos propietarios, renteros, medieros y otros). De esta manera, la organizacin econmica total pudo funcionar en beneficio de la plata, que es tanto como decir en beneficio de la metrpoli y del sistema mundial dominado por el capitalismo mercantil.
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Semejante organizacin y su funcionamiento por espacio de tres siglos resultan inconcebibles sin el poder organizador y regulador del sistema poltico de dominio. El Estado en la Colonia no aparece simplemente como el guardin de su orden establecido y autorregulado por la estructura econmica y social. Por el contrario, el Estado aparece como el generador principal de las instituciones y de las relaciones sociales y econmicas. La articulacin econmica desde el mercado mundial a la produccin de plata, desde las minas a las hacien das, y desde las haciendas a las comunidades indgenas y a sus equivalentes, fue instituida, reglamentada y administrada por el sistema poltico. Resulta tan estril aplicar los principios y las leyes de la economa formal a esta situacin colonial como aplicarle el modelo clsico de modos de produccin, o bien llamar simplemente modo colonial de produccin a la formacin socio econmica de Mxico entre los siglos XVI y XIX. La formacin colonial mexicana fue un segmento de un sistema mayor, que la incorpor y la oblig a funcionar segn sus propios fines. Slo as puede ser entendida. La dependencia funcional determin la estructura interna en los trminos que he tratado de proponer. Asimismo, la estructura peculiar que se vio obligada a tomar la formacin colonial explica por qu no pudo generar, en su propio seno, los conflictos de clase caractersticos de la evolucin de Europa Occidental, sobre todo aquellos que surgieron con el paso del capitalismo mercantil al capitalismo industrial (formacin de la clase obrera, proletarizacin del campesinado, etctera). Hay una evidente paradoja histrica en el hecho de que la presencia de la plata mexicana en el sistema mundial fue
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una de las principales fuerzas generadoras del capitalismo industrial. Pero el capitalismo industrial ocurri all y no aqu. Por supuesto, la plata no estaba dotada de ningn po der mgico, sino que posea aquellas fuerzas que le daban su calidad de mercanca y de mercanca-dinero. Su funcin generadora del capitalismo moderno no poda realizarse ms que por medio de la produccin y de la circulacin de nuevas mercancas. Ya mencion el efecto de la plata y del oro de Amrica sobre el comercio bilateral entre Europa y Asia. Sus efectos sobre la economa espaola han sido muy estudiados y discutidos y no necesitan examinarse aqu. Me parece ms importante referirme ahora a sus efectos sobre Europa en su conjunto y a sus repercusiones en Mxico. La influencia de la plata americana contribuy poderosamente a establecer una nueva divisin del trabajo entre los pases europeos. Las rutas para el comercio con Asia, controladas por espaoles y portugueses, acentuaron la decadencia de las ciudades mercantiles italianas pero aumentaron la importancia de los centros manufactureros y financieros del norte y centro de Europa. Espaa se transform en el Estado con mayor capacidad de adquisicin de productos, a la vez que perdi su capacidad de producirlos, excepcin hecha de la plata. La debilidad ma nufacturera de Espaa fue tan grande que lleg a servir meramente de lugar de paso para los productos del resto de Europa con destino a Amrica. Los pases del resto de Europa Occidental, frente al monopolio ibrico de los metales preciosos, tuvieron slo un camino para adquirirlos: modificar y expandir su propio sistema
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productivo y cambiar sus mercancas por la plata espaola y el oro portugus utilizados en el comercio internacional. Los estudios del comercio anglo-portugus muestran este intercambio, principalmente, en trminos de tejidos de lana y oro acuado, con restricciones portuguesas a sus propias manufacturas en periodos de abundancia de oro y con estmulos en tiempos de escasez. La poltica espaola no resulta tan clara, quiz por la mayor regularidad y abundancia en el abastecimiento de la plata. La formacin del sistema econmico mundial, la expansin del comercio internacional, el incremento de la produccin y del comercio dentro de Europa, significan el apogeo del capitalismo mercantil al que Mxico tuvo que ligar su suerte. Por supuesto, el capitalismo industrial no se convirti en dominante sino hasta que el capital invadi y se apoder de la esfera de la produccin, segn la frase de Marx. Cuando esto ocurri Europa se convirti, por primera vez, en exportadora de manufacturas y despus de capitales al resto del mundo. La disolucin del viejo sistema colonial de Mxico puede ser explicada con el mismo sistema de hiptesis utilizado para explicar su formacin. Es decir, como un proceso de nuevas adaptaciones al sistema econmico mundial, dominado ahora por el capitalismo industrial que exige, para realizar su reproduccin ampliada, mercados para sus productos y sus capitales y fuentes de materias primas. La produccin de plata pierde importancia, y la nueva articulacin de Mxico con el sistema mundial se realiza por medio de la produccin de las haciendas y de los nuevos metales y minerales para la industria.
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El cambio en la articulacin privilegiada con el sistema mundial, o sea desde la plata a los productos agrcolas, comenz a hacer de la hacienda no la servidora de la minera sino la institucin econmica central de Mxico. La tierra aument considerablemente de valor. La hacienda se extendi ms y ms sobre los territorios baldos y sobre aquellos que pertenecan a las comunidades indgenas y a otras corporaciones. Las leyes de desamortizacin legalizaron el nuevo proceso de concentracin de la propiedad de la tierra. Con este proceso se destrua la vieja simbiosis entre hacien da y comunidad indgena, como ya se haba destruido la articu lacin privilegiada mina-hacienda. Dondequiera que las hacien das llegaron a su mxima expansin y en consecuencia las comunidades a su mnima expresin, entraron en quiebra las relaciones sociales y econmicas tradicionales. Expresado en su forma extrema, las comunidades quedaban sin tierra pero las haciendas quedaban sin fuerza de trabajo. Este proceso demostr ser irreversible y marchar siempre en aumento, sobre todo cuando Mxico tuvo que incrementar sus exportaciones para cubrir los gastos crecientes de las importaciones y del servicio de los capitales extranjeros. Los conatos de produccin manufacturera que haban bastado al pas bajo el sistema anterior, fueron aniquilados por la competencia de los pases industrializados, aumentando as las necesidades de importacin. Las diversas tentativas de industrializar y modernizar econmicamente al pas tuvieron el mismo efecto. La Revolucin de 1910 se puede ver, desde muchos puntos de vista, como resultado del proceso indicado. Es decir, como el resultado de convertir a la hacienda exportadora en la clave del nuevo sistema de articulacin econmica de Mxico.
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Este esquema del sistema colonial mexicano todava no ha sido modificado en su estructura fundamental. La nueva aurora del petrleo hace recordar el amanecer de la plata durante el siglo XVI.
partir del siglo XVI comenz a construirse un sistema in tegrado por las metrpolis europeas y sus colonias y por el comercio internacional y la divisin mundial del trabajo, sistema que uni a diversos modos de produccin y a numerosas y muy diferentes formaciones socioeconmicas. A pesar de su importancia para la teora de la evolucin social estas cuestiones figuran entre las que han sido peor estudiadas. Aun las historias econmicas publicadas ms recientemente, con la notable excepcin de la obra de Wallerstein, dan poca atencin al problema. Lo mismo puede decirse de la mayora de los estudios monogrficos. La preferencia se concede, con invariable regularidad, a los factores endgenos o internos europeos con exclusin de los exgenos o externos, sobre todo cuando se trata de explicar la transicin de la economa medieval europea al capitalismo moderno. El anlisis marxista, particularmente en sus expresiones tra dicionales y ortodoxas, tampoco ha resultado mucho ms satisfactorio. Marx, en efecto, como he mostrado en otro trabajo (Un modelo marxista para la formacin colonial
Trabajo presentado durante el seminario sobre Teora de los Modos de Produccin celebrado durante los cursos de verano de 1976, organizados conjuntamente por el Departamento de Antropologa Social de la Universidad Iberoamericana y el Centro de Investigaciones Superiores del INAh. 197
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de Mxico?), consider al capitalismo como independiente del sistema colonial en el plano del anlisis estructural y la historia abstracta. El artificio metodolgico utilizado en El capital, o sea la construccin de un modelo puro del modo capitalista de produccin, se interpret como una descripcin de la realidad. Al enfrentar la historia concreta Marx describi la expansin geogrfica del capitalismo como una marcha brutal e inevitable de la civilizacin sobre el mundo. La metrpoli mundial de la poca, Inglaterra, era el espejo en el que poda verse el futuro de los dems pases sin exceptuar a los coloniales: De te fabula narratur. En el prefacio a la primera edicin alemana de El capital se dice: El pas ms desarrollado industrialmente slo muestra, a los menos desarrollados, la imagen de su propio futuro. El concepto marxista de la evolucin qued expresado as en un esquema unilineal de desarrollo, en el cual no haba lugar para la diversificacin evolucionista ms all de las formas determinadas por la propia historia eurooccidental. Rosa Luxemburgo, en cambio, aunque sin llegar a rechazar el esquema unilineal de Marx, subray el papel indispensable de las colonias en el desarrollo histrico concreto del capitalismo y consider los modos de produccin no capitalistas como estructuralmente necesarios para realizar el proceso de acumulacin ampliada en las metrpolis. Quiz ms significativamente todava, Luxemburgo abandon la visin optimis ta y etnocntrica de Marx sobre los resultados civilizadores del imperialismo. Hobson, desde el terreno del radicalismo liberal britnico, y Hilferding, desde el campo marxista centroeuropeo, estudiaron los nuevos fenmenos del capitalismo financiero, el
monopolismo y la exportacin de capital desde las metrpolis, pero tampoco abordaron de manera directa la cuestin colonial. Hilferding observ, sin embargo, que el nuevo impe rialismo bloqueaba de manera selectiva el desarrollo econmico de los pases coloniales y dependientes. Bujarin y Lenin, a pesar de proceder del oriente primitivo y agrario de Europa, no se ocuparon seriamente de la cuestin colonial excepto desde el ngulo de la estrategia poltica del movimiento obrero. Ambos atacaron con crudeza a Roy, quien desde una comprensin ms profunda del sistema econmico y de la estructura de clases de su pas, la India, mantu vo la tesis de la especificidad socioeconmica y poltica de los pases coloniales. Los autores marxistas que podramos llamar clsicos muestran entonces, por un lado, la idea comn de que el sistema colonial moderno es una consecuencia lineal, una mera proyeccin del desarrollo capitalista. Por otro lado, no llegan a establecer relaciones de causalidad necesaria entre la emergencia del capitalismo como modo dominante de produccin y el sistema metrpoli-colonia. La consecuencia colonial slo se convierte en causa a nivel de acelerador del proceso capitalista (Marx); de alimento indispensable para la produccin ampliada del capital (Luxemburgo); de mercado para la inversin de los capitales metropolitanos (Hilferding), y de campo de lucha entre las potencias imperialistas (Bujarin y Lenin). Slo en estos sentidos las colonias se transforman dialcticamente de efecto en causa. Estas interpretaciones sostienen, adems, que la direccin del desarrollo de las colonias es lineal y repetitiva. En ellas nada nuevo acontece bajo el sol, como tampoco pueden hacer
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aparecer nada nuevo en las metrpolis. La nica concesin que el marxismo clsico hizo a una posible teora multilineal de la evolucin social moderna fue el concepto, por lo dems obvio, del desarrollo desigual del capitalismo. Pero aun esta idea sirvi para negar las posibilidades del desarrollo cualitati vamente diferente. La burocracia sovitica sigue empleando argumentos de la misma naturaleza frente a las experiencias llamadas socialistas de China y otros pases y en su polmica con el eurocomunismo. Semejante interpretacin de los procesos evolutivos de las sociedades no slo nos encierra en una concepcin del desa rrollo que est en contradiccin con la experiencia histrica y con la praxis contempornea, sino que adems deja el desa rrollo del propio capitalismo sin explicacin suficiente. En consecuencia, resulta necesario y quiz tambin urgente pensar en otras alternativas tericas ms ajustadas a los hechos histricos y a las perspectivas de accin del mundo contemporneo. La hiptesis de trabajo que constituye el tema central de esta discusin puede formularse de la manera siguiente: el capitalismo metropolitano y los segmentos coloniales externos forman un solo sistema que articula modos de produccin diferentes y se desarrolla conjuntamente. La conversin del capitalismo en el modo de produccin dominante y su desarrollo concentrado en los pases metropolitanos entraa por necesidad a los segmentos coloniales como partes de un mismo sistema en movimiento. Dicho de otra manera, quiz ms acorde con el idioma marxista, tenemos frente a nosotros un par dialctico. De la misma forma que la existencia de los capitalistas privados supone la de los proletarios, la presencia del capitalismo a escala mundial supone la existencia del sistema colonial. Y lo supone no
slo porque lo est creando incesantemente, al igual que el crecimiento del capitalismo privado crea continuamente nuevos proletarios, sino porque cada uno es condicin necesaria de la existencia y desarrollo del otro. En La formacin colonial mexicana y el primer sistema econmico mundial ensay la aplicacin de estas ideas al caso de Mxico, considerndolo como un segmento del primer sistema econmico mundial constituido a partir del siglo XVI bajo la gida del capitalismo mercantil y los impulsos expansionistas de Espaa y Portugal. La incorporacin de la Nueva Espaa al sistema mundial se realiz por medio de la accin constante del Estado espaol, que impuso a Mxico el papel clave de proveedor de los metales preciosos indispensables para el comercio internacional de la poca. Esta funcin representa el principio ordenador de la eco noma novohispana, al que tuvo que someterse la totalidad de la sociedad bajo la presin de la administracin imperial y siguiendo las exigencias del sistema mundial. La formacin colonial debe verse no slo como una parte especializada y dependiente del sistema mayor, sino tambin como una manera de articular diferentes modos de produc cin subordinados a uno de ellos. La Nueva Espaa exhibe un amplio abanico de modalidades socioeconmicas, que van desde el capitalismo mercantil a la organizacin capitalista de ciertas empresas mineras, agroganaderas y manufactureras, y desde las comunidades indgenas a los gremios, las artesanas y el campesinado. El sistema colonial novohispano incluye, en consecuencia, relaciones sociales de trabajo asalariado que unas veces es li-
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bre y otras es forzado; repartimientos de trabajo obligatorio pero generalmente retribuido; formas serviles; esclavitud y trabajo independiente de pequeos productores. Lo que dio unidad a esa extraordinaria articulacin de modos y relaciones de produccin y le permiti funcionar como un sistema, fue su subordinacin al capitalismo mundial y su dependencia poltica y administrativa respecto al Estado espaol. La ausencia de un desarrollo capitalista completo en los segmentos coloniales, o sea, la supervivencia prolongada y vigorosa de formas no capitalistas de produccin y circulacin, resulta imposible de comprender fuera del contexto esta blecido por el propio sistema capitalista. En la formacin de los segmentos coloniales, lo mismo que en su naturaleza y en su transformaciones, los instrumentos polticos, o sea el poder del Estado, son de importancia tan primaria y decisiva como los mecanismos econmicos. Tomando como punto de partida estas concepciones sobre la especificidad de la estructura y de las funciones de la formacin colonial mexicana, se puede visualizar un sistema econmico mundial en el que ya exista la clara y elemental divisin internacional del trabajo que tipifica al capitalismo. Adam Smith escribi: El descubrimiento de Amrica y el del paso a las Indias orientales por el cabo de Buena Esperan za, son los dos acontecimientos ms grandes y de mayor y importancia en la historia de la humanidad []. Como conse cuencia de estos descubrimientos, las ciudades comerciales de Europa en vez de ser manufactureros y transportadores de una pequea parte del mundo, se han convertido en los manufactureros de los nuevos y activos cultivadores de Amrica, y en los transportadores y en algunos aspectos tambin en los
manufactureros de casi todas las diferentes naciones de Asia, frica y Amrica []. Desde principios del siglo XVI hasta mediados del XIX el componente iberoamericano facilit, principalmente desde Mxico, los Andes y el Brasil, la corriente de metales preciosos que aliment la expansin del comercio intra y extraeuropeo. El componente asitico, durante la mayor parte del mismo periodo, produjo los artculos agrcolas y manufacturados de alto precio que los europeos adquirieron sobre todo con los metales de Amrica. Del componente africano surgi aquella corriente de mercanca humana que, como fuerza de trabajo esclava, fue a dar a las empresas ms productivas de los pases colonizados. El componente central, dominante y regulador del sistema, fue Europa, pero dentro de ella misma se oper otra significa tiva divisin del trabajo internacional. Espaa, Portugal y los pases y territorios dominados o asociados controlaban las fuentes de metales preciosos y tambin, por largo tiempo, las grandes rutas del trfico martimo. Precisamente a causa de esto se convirtieron en consumidores e intermediarios de la produccin de otros y su desarrollo econmico se vio paralizado. Las metrpolis ibricas fueron desplazadas de manera progresiva a una posicin marginal. El este de Europa se especializ en el aprovisionamiento de cereales y otras materias para el occidente en expansin, producindolas bajo formas feudales y no capitalistas. Los pases del centro y del norte europeo se vieron forzados a adquirir los metales preciosos, indispensables para el comercio, por medio de la exportacin de sus propios productos y sobre todo de las manufacturas. Como observ Adam Smith, un pas que no tiene minas propias indudablemente consigue el
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oro y la plata de los pases extranjeros, de la misma manera que el que no tiene viedos tiene que conseguir el vino. El largo proceso de diferenciacin y especializacin econmica europea culmin con la revolucin industrial, el fin del mercantilismo y el crepsculo de los metales preciosos. La expansin de los mercados por medio de la formacin del sistema econmico mundial parece ser, entonces, condicin necesaria tanto para el prodigioso desarrollo del capitalismo mercantil como para la aparicin y triunfo del capitalismo industrial. El desarrollo del sistema mundial est ligado con el de las relaciones metrpoli-colonia y con la existencia de aparatos estatales capaces de imponer las formas necesarias de articulacin entre modos de produccin diferentes. En definitiva, slo el capitalismo parece generar capitalismo. La gnesis de capitalismo debe buscarse en aquellas sociedades que tuvieron una verdadera economa de mercado, aunque el mercado no llegara todava a dominar la totalidad del sistema. La transformacin en dominante del modo capitalista de produccin se realiz por medio de su articulacin con otros modos de produccin a travs del sistema econmico mundial, de las relaciones metrpoli-colonia y del Estado. El feudalismo, en consecuencia, no es un antecedente necesario o indispensable del capitalismo, excepto en el sentido de que posea un sistema de mercado y formas de produccin correspondientes, por dbiles que fueran. El capitalismo ha existido como posibilidad a lo largo de la historia de las sociedades con economa de mercado, aunque el mercado y la produccin para el mismo no llegaran todava a dominar la totalidad del sistema. La sociedad occidental ha sido potencialmente capitalista desde que en el mundo clsico apareci, sin llegar a generalizarse, un sistema basado en la produccin y circulacin de mercancas.
Como escribe Polanyi en el volumen Trade and Market in the Early Empires, Grecia no hered las tcnicas comerciales del Oriente, como se pensaba firmemente, sino que parece haber sido la iniciadora del nuevo mtodo del comercio de mercado. Max Weber, en su Historia econmica general, al comparar el mercado medieval tardo con aquel de la Antigedad clsica, afirma que las diferencias tienen que ver sobre todo con la amplitud del mercado: La civilizacin de la Antigedad fue de la costa; ninguna ciudad de nota estaba a ms de un da de viaje del mar. La tierra adentro de esta angosta faja costera de seguro estaba incluida en el rea de mercado, pero posea poco poder de compra []. [Sin embargo], la autonoma del oikos, que Rodbertus pensaba caracterstica de todo el mundo antiguo, es en realidad un fenmeno tardo y alcanza su mayor desarrollo en los tiempos carolingios [] Roma [] tuvo una clase capitalista racional, que desde la poca de los Graco jug un papel determinante en el Estado. Esta manera de ver los orgenes del capitalismo es congruen te con la concepcin de Marx. El capital, en efecto, parte del anlisis de una economa que funciona como un sistema centrado en las mercancas y dominado por ellas. Puede deducirse de esto que Marx pensaba que sta es una condicin primaria del modo capitalista de produccin. De acuerdo con ello, el feudalismo tardo sera una de las posibles formaciones socioeconmicas a partir de las cuales podra surgir el capitalismo como modo de produccin dominante. Otra de estas formaciones sera, por supuesto, el mundo clsico grecorromano. La idea est explcita en un texto de Marx ahora muy cono cido y citado. En varias partes del Capital [escribe] aludo a la fatalidad que cay sobre los plebeyos de la Roma antigua. Ellos eran originalmente campesinos libres, cada quien cultivando
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su propio pedazo de tierra. En el curso de la historia romana fueron expropiados. El mismo movimiento que los separ de sus medios de produccin y de subsistencia, implic la formacin no slo de la gran propiedad territorial, sino tambin del gran capital adinerado. Y as un da se encontraron por un lado hombres libres, privados de todo menos de su capacidad de trabajo, y por otro, para explotar su trabajo, aquellos que tenan en su posesin toda la riqueza adquirida. Qu pas? Los proletarios romanos no se convirtieron en trabajadores asalariados, sino en una turba de parsitos ms abyecta que la basura blanca [los blancos pobres] del sur de Estados Unidos, y junto con ello se desarroll un modo de produccin que no fue capitalista sino que se bas en la esclavitud. Sera imprudente extraer conclusiones definitivas de un texto tan breve, cuya naturaleza adems parece incidental en la obra de Marx. Sin embargo Marx, al igual que Weber y Polanyi, deja la cuestin planteada de tal manera que el verdadero problema consiste no en discutir si de la sociedad clsica poda surgir un modo capitalista dominante, sino en averiguar por qu no ocurri as. Se trata, en consecuencia, de determinar bajo qu conjunto especfico de circunstancias el modo capitalista ya existente en el seno de la sociedad europea adquiri, por fin, carcter dominante. La hiptesis que propongo supone que la expansin del mercado, la aparicin de los segmentos coloniales y el reforzamiento del Estado constituyeron factores necesarios e indispensables para que el proceso se realizara a partir de los siglos XV-XVI. La esencia de la explicacin de Marx sobre el no desarrollo del capitalismo consiste en que el mundo clsico no mercan-
tiliz suficientemente su fuerza de trabajo debido a la existencia de la esclavitud. La fuerza de trabajo principal estuvo constituida por esclavos y de ninguna manera por trabajadores libres asalariados. La razn de esto, escribe Bernardi en el volumen The Economic Decline of Empires editado por Cipolla, es que el trabajo esclavo siempre haba resultado ms conveniente que el libre. La labor realizada por los esclavos costaba slo la mitad que la ejecutada por los trabajadores libres. La esclavitud, en consecuencia, haba jugado un papel estratgico en todos los casos de crecimiento econmico del mundo antiguo. Esta situacin de la fuerza de trabajo, que no vari sino hasta que los esclavos escasearon y su precio se hizo incosteable, se reflejaba de manera aguda en la estructura de clases. Despus de reconocer la inseguridad de los datos demogrficos, algunos historiadores han estimado que en Italia durante el reinado de Claudio los esclavos superaban por cuatro a uno a las personas libres. Este clculo, con seguridad exagerado, elevara la poblacin esclavizada a algo ms de veinte millones. El estancamiento tecnolgico del mundo clsico, una de las causas importantes de la escasa capitalizacin de la agricultura y las manufacturas, puede ser explicado tambin en trminos del predominio del trabajo esclavo. Forbes, en sus Studies in Ancient Technology, pone este ejemplo: El arns antiguo impeda que el caballo usado como animal de tiro ejerciera la capacidad completa de su fuerza []. De ah que en vez de arrastrar quince veces la carga de un hombre, el caballo en la antigedad arrastraba slo cuatro veces ese peso []. Los agrnomos romanos, que eran astutos economistas, descubrieron bien pronto que el consumo de alimento entre caballo y esclavo mantena una relacin idntica, o sea de cuatro a uno.
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El esclavo no slo desplaz a los trabajadores libres como fuente de energa, sino incluso a los animales. Como observa ron los tratadistas romanos, el esclavo tena utilidades adicio nales a la de recurso de energa, al poder ser dedicado alterna tivamente a otra variedad de ocupaciones tiles. El mismo Forbes, aunque escptico en cuanto a ver en la esclavitud la causa nica del atraso tecnolgico romano, escri be: En verdad, si la opinin pblica lo hubiera pedido y el Estado hubiera aplicado presiones y dinero suficientes, la mecanizacin podra haber llegado muy lejos en la antigedad. De hecho, ste fue el caso en la guerra []. En la mayora de los casos, sin embargo, la abundancia de la fuerza de trabajo disponible tendi a anular las tentativas de los ingenieros de mecanizar los oficios y de introducir maquinaria. Adam Smith utiliza un ejemplo ms moderno pero igualmente vlido: Las minas de Hungra [] sin ser ms ricas siempre han sido trabajadas a menor costo, y en consecuencia con mayor provecho, que las minas turcas en sus proximi dades. Las turcas se trabajan con esclavos y los brazos escla vos son las nicas mquinas que los turcos han pensado en emplear. La hngaras se trabajan con obreros libres que emplean una gran cantidad de maquinaria, con la que facilitan y reducen su propia labor. Adam Smith, en estos breves prrafos, resume a la vez la explicacin de la incompatibilidad esclavo-mquina en condiciones de abundancia de esclavos y las razones de la decadencia de la esclavitud una vez que comienza la mecanizacin al escasear aquellos. Una interpretacin semejante, es decir, de insuficiente mercantilizacin de la fuerza de trabajo y de escasa capitaliza cin del equipo productivo, puede aplicarse a otras reas de
la economa clsica para explicar la parlisis del modo capi talista. La Roma antigua no fue slo una sociedad con un modo de produccin dominante esclavista, sino tambin un inmenso imperio tributario formado por la conquista militar de territo rios donde existan modos de produccin diferentes (asiticos y germnico principalmente). Finley escribe que al alcanzar su mayor extensin, cuando Adriano subi al trono en 117, el territorio del Imperio romano abarcaba unos cinco millones de kilmetros cuadrados [] con una poblacin total de unos 60 millones [] [incluyendo] hombres, mujeres y nios, personas libres y esclavos (en Cipolla, The Economic Decline of Empires). Bernardi ha comparado el saqueo de estos territorios con el del Nuevo Mundo por los europeos. La comparacin parece lcita aunque las consecuencias de uno y otro sistema colonial fueron radicalmente diferentes. Despus de la conquista de Egipto, el ms rico de los territorios del imperio, lo tesoros importados a Roma hicieron bajar las tasas de inters de 12% a 4% y produjeron una gran inflacin. Hamilton, en American Treasure and the Price Revolution in Spain, ha documentado un proceso semejante pero mucho ms extenso y profun do durante el siglo XVI, a raz de la importacin de la plata americana. Adam Smith observ que despus del descubrimiento de Amrica las tasas de inters en Europa occidental bajaron del 10% al 6%, 5%, 4% y hasta 3 por ciento. La organizacin burocrtico-militar del imperio extraa con tinuos y abundantes recursos de sus dominios mediante un sistema tributario que funcionaba paralelamente al sistema de circulacin de mercancas. Aquellos productos que circulaban como tributo y no como mercanca se dedicaban a mantener
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la estructura burocrtica imperial. Asimismo, se redistribuan a los campesinos desposedos de su tierra y convertidos en chus ma y no en un verdadero proletariado urbano. El Estado, escribe Bernardi, se entreg a una poltica [] de generosos donativos a la plebe urbana []. Las distribuciones de grano haban comenzado en la poca de los Graco [] a precios controlados [] y desde el ao 58 a. C. en forma completamente gratuita. Al grano gradualmente se agregaron aceite, puerco, vino y regalos en dinero. Augusto, la hacer definitiva la institucin (de los repartos o frumentaciones) limit el nmero de los derecho habientes a 150 o 200 mil al comienzo del imperio [] [en la ciudad de Roma]. Lejos de que el recibir esta asistencia casi suficiente para el grueso de la alimentacin se sintiera como humillante, a los interesados les aseguraba una suerte de prestigio[] [ya que tenan que probar] ser nacidos y domiciliados en Roma y su origen libre []. Si los clculos de M. D. Van Berchen son confiables, casi todos los verdaderos ciudadanos libres de Roma formaban parte de esta plebe frumentaria[] o sea, entre 300 y 400 mil habitantes de la ciudad, si se toma en cuenta a las familias (Gag, Les classes sociales dans lEmpire romain). De dnde proceda la inmensa masa de recursos necesa rios para alimentar a esa gran poblacin improductiva? En el caso de la ciudad de Roma se sabe que la mayor parte del trigo llegaba de Egipto. Durante el primer siglo de nuestra era Egipto contribua con veinte millones de modii de trigo al ao a Roma (unos cinco millones de bushels [175 millones de litros], que representaba un tercio del abastecimiento total; durante el reinado de Justiniano, ocho millones de artabae, equivalente a siete millones de bushels [245 millones de
litros], se enviaban anualmente a Constantinopla (Stevens, en Postan, The Agrarian Life of the Middle Ages). Como ha escrito Bloch (La socit fodale), sin los cereales de frica la existencia de la Roma imperial se puede concebir tan poco como la teologa catlica sin el africano Agustn. Imposible dejar de subrayar la estrecha interdependencia entre la guerra como instrumento de conquista para obtener tributo y la guerra como medio para conseguir esclavos. Al trmino de una campaa militar victoriosa los cautivos eran vendidos en los mercados romanos por decenas de miles. Con frecuencia las guerras eran gigantescas caceras humanas para alimentar el crecimiento del sistema esclavista. La guerra como actividad econmica explica la magnitud de las fuerzas armadas: trescientos mil hombres en la poca de Augusto a Marco Aurelio y seiscientos mil bajo Diocleciano. Es posible calcular parte del costo de este aparato militar sabiendo que un soldado de la poca de Augusto reciba aproximadamente el sueldo de un trabajador libre asalariado, doscientos veinticinco denarios, que subi hasta quinientos bajo el emperador Septimio Severo. Un sistema econmico como el que estoy describiendo se asemeja, sin ser idntico, al que Polanyi ha llamado de cen tralizacin y redistribucin de productos. Resulta claro que los segmentos coloniales de la metrpoli romana eran a la vez proveedores de esclavos y de tributos, y que como tales jugaron un papel de retardador y no de acelerador del capitalismo. Las colonias contribuyeron a formar e hicieron posible en la metrpoli un modo de produccin dominante de naturaleza no capitalista. Los segmentos coloniales suministraban fuerza de trabajo (esclavos) y productos (tributos), que quedaban fue-
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ra del proceso de mercantilizacin de la economa del mundo clsico. El desarrollo del capitalismo en la metrpoli fue frenado y el proceso mismo de mercantilizacin retrocedi. En trminos de la estructura social, el enorme desarrollo del esclavismo y de la economa no mercantil (tributaria y redistributiva) se corresponde con una hipertrofia de las clases dominantes no capitalistas. O sea, de la burocracia administrativa y militar, a la que desde el emperador Constantino se agreg la burocracia eclesistica. Incluso la propiedad privada de los medios de produccin, esta condicin social y jurdica indispensable para la existencia y el desarrollo del capitalismo, fue debilitada en extremo por la poltica imperial de confiscaciones, expropiaciones y requisas practicadas en beneficio del despotismo burocrtico. Durante los siglos III y IV, escribe Wittfogel citando a Oertel, el Estado no slo era el mayor terrateniente sino tambin el mayor propietario de minas y canteras, y con el curso del tiempo lleg a serlo de las industrias. El comercio y el transporte fueron sometidos, asimismo, a un creciente control gubernamental. Segn Petit (La paz romana) citando a Sirago, los emperadores lucharon constantemente contra la gran propiedad particular []. Finalmente, por las ejecuciones y las confiscaciones, especialmente en tiempos de Nern, el latifundio particular debi desaparecer casi por completo de Italia. Se puede afirmar que la sociedad clsica contena un sistema de economa de mercado que haba generado formas socioeconmicas de naturaleza capitalista, si bien dentro de cuadros dominantes de naturaleza esclavista y tributaria. El desarrollo capitalista fue frustrado; por la existencia de un sistema colonial que gener una combinacin de esclavismo con despotismo burocrtico y con sistema tributario.
Semejante combinacin impidi el crecimiento vigoroso del sector de trabajadores libres (asalariados); obstaculiz el progreso tecnolgico y la mecanizacin (la capitalizacin del aparato productivo); debilit las clases basadas en la propiedad privada (empresarios, propietarios de los medios de produc cin y proletarios libres), y en general canaliz las fuerzas econmicas, sociales y polticas en direcciones no capitalistas (economa de tributo y redistribucin; esclavismo; clases buro crticas y dominio desptico). He descrito cmo la sociedad clsica contena varios modos de produccin articulados entre s, incluso el de naturaleza capitalista. El dominante era de tipo esclavista, no slo porque incorporaba a la mayor parte de la fuerza de trabajo sino porque caracterizaba a las unidades de produccin de mayor importancia en el sistema econmico metropolitano (las grandes empresas agrcolas especializadas, las minas y las canteras, los grandes talleres de armas, las manufacturas de gran escala). La produccin esclavista estaba combinada con un extenso sistema de extraccin de recursos de sociedades en las que, con excepcin del mundo helnico y latino, no predomina ba el modo esclavista de produccin sino el asitico (Egipto y Cercano Oriente) y el que Marx denomina germnico (centro y norte de Europa). La sociedad clsica se apoyaba en la existencia de segmentos coloniales proveedores de esclavos y productos, que haban sido creados por la expansin militar de un imperio gobernado y administrado por una burocracia desptica que se convirti en su clase dominante. De acuerdo con los trminos de mi hiptesis sobre la funcin de los segmentos coloniales, el proceso de desintegracin del imperio romano debe ser explicado en relacin con la di-
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solucin del modo esclavista de produccin y en definitiva con la incapacidad de seguir extrayendo esclavos y tributos en las proporciones tradicionales. La decadencia de la esclavitud, visible a fines del primer siglo de nuestra era, no parece explicable en trminos de cualquier competencia establecida por otros modos de produccin, ni tampoco por el desarrollo de la mecanizacin. Ninguno de los autores romanos y me atrevera a decir ninguno de los historiadores contemporneos ofrece una explicacin econmica directa de la gradual disolucin del esclavismo. Se sugiere que ocurri un agotamiento progresivo y acelerado de las fuentes de abastecimiento de esclavos al cesar la poltica expansionista del imperio. La tasa de reproduccin natural de la poblacin esclava no parece haber sido suficiente para mantener el sistema en crecimiento. Ms bien todo lo contrario. Sin olvidar las contro versias sobre las cifras que siguen, se calcula que un tercio de los esclavos de la ciudad de Roma mora antes de los diez aos y que otro tercio no rebasaba los veinte. Dicho de otra manera ms de 80% de los esclavos romanos moran antes de los treinta aos. La dificultad de mantener estabilizada la poblacin esclava era aun mayor frente a las tendencias, estimuladas y justificadas por la filosofa estoica y el cristianismo, a manumitir esclavos convirtindolos frecuentemente en colonos o cuando menos a declarar libres a muchos de sus descendientes. En la medida en que el descenso de la oferta de esclavos constituye un factor econmico, estamos frente a una explica cin de la disolucin del modo de produccin dominante. Aunque faltan datos suficientes existen buenas evidencias de un proceso constante de encarecimiento de la fuerza de traba jo esclava en comparacin con la libre y con aquella sometida
a otras formas de relacin social, como bajo los modos asitico y germnico y el nuevo sistema de colonato. Los latifundios[] eran trabajados original y usualmente por grupos de esclavos comprados a bajo precio; sin embargo, con la disminucin del abastecimiento de esclavos fueron divi didos[] en fracciones rentadas a los campesinos (Coloni), que a veces eran esclavos manumitidos (Stevens, en Postan, The Agrarian Life). Otro factor directa y claramente relacionado con la decadencia de la esclavitud es el reajuste del sistema fiscal (impositivo) del imperio. El colonato creci con los impuestos de tipo personal (capitatio) y sobre el suelo (yugatio), que forzaron a fijar progresivamente al hombre a la tierra y a desarrollar la gran propiedad territorial y el patronato para asegurar la recaudacin. Es posible que esta tendencia al colonato y al patronato, cuya nica base no puede haber sido el sistema fiscal, no slo reemplaz gradualmente a la esclavitud en la metrpoli sino que incorpor asimismo a los remanentes de los pequeos propie tarios libres. Algunos autores ven en estas instituciones a los grmenes de la servidumbre y del seoro medieval. La mayor importancia del colonato-patronato debe verse, sin embargo, en relacin con la disolucin del orden esclavista y con la necesidad de reemplazarlo con nuevas formas de rela cin social. Es preferible buscar el origen de las instituciones feudales en las sociedades brbaras de Europa y en las situaciones de frontera del imperio con los germanos. En efecto, mientras la esclavitud segua un proceso irregu lar y a menudo contradictorio de decadencia, en las marcas y fronteras europeas del imperio apareca un tipo nuevo de tecnologa agrcola, adaptado a las zonas fras de grandes bos-
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ques y suelos hmedos y pesados del centro de Europa y de la cuenca baja del Danubio, que no parece haber sido tan receptiva a los mtodos esclavistas como los litorales del Mediterrneo. El debilitamiento militar del imperio estimul el desarrollo de estas marcas fronterizas para la defensa, con su nueva tecnologa y con una organizacin social caractersticamente no esclavista. A ellas acudieron los brbaros que formaban las tropas auxiliares del imperio y que de otra manera hubieran sido conducidos como esclavos a las ergstulas romanas. Existe una clara relacin dialctica entre el fin del expan sionismo romano, la decadencia del modo esclavista de produccin y la aparicin de nuevas formas socioeconmicas, tales como el colonato y el patronato. Las consecuencias de este proceso se sintieron en todos los niveles de la sociedad clsica, pero muy particularmente en la economa, en la estructura social y en la organizacin poltica del imperio. Se hicieron grandes esfuerzos para adaptarlas a las nuevas condiciones. La reorganizacin del imperio, desde Diocleciano hasta Constantino, adopt un modelo para esta reforma, o sea la administracin central de Egipto, la parte econmicamente ms desarrollada del Imperio []. Esta administracin central[] formaba la columna vertebral de la economa planificada []. Distribucin planeada del trabajo, entregas obligatorias, control de la produccin agrcola, monopolios estatales en casi todas las ramas de la actividad econmica todo esto haba sido la regla desde tiempos antiguos (Haussig, A History of Byzantine).
Ante la crisis del modo esclavista de produccin el imperio adoptaba la alternativa del modo asitico con sus concomi tantes polticas, sociales e incluso ideolgicas. La crisis haba afectado ms profunda y extensamente a la parte occidental (romana) que a la oriental (bizantina) del im perio. El Oriente romanizado posea un fundamento econ mico menos dependiente del esclavismo que el occidente y ms relacionado con el modo asitico incluso geogrficamente. Las reformas imperiales tuvieron ms xito en Constantino pla que en Roma. El desplazamiento del centro de gravedad poltica del imperio desde Roma a Constantinopla no admite una explicacin tan sencilla como la amenaza brbara. Responde a la profundizacin general de la crisis esclavista y a la mayor capacidad del Oriente para resistirla. La parte oriental haba sido siempre la ms rica y poblada del imperio. Slo la supremaca militar latina y el aparato de explotacin econmica de las colonias explican la posicin privilegiada de Roma y de Italia. El efecto ms importante del desplazamiento poltico fue que los recursos provenientes de la explotacin de los seg mentos coloniales, que antes se encaminaban a la vieja Roma, comenzaron a afluir con preferencia a la nueva Roma, Constantinopla. Egipto, que enviaba anualmente a Roma 175 millo nes de litros de trigo durante el siglo I, mandaba a Constantinopla en la poca de Justiniano 245 millones de litros. Roma y la parte occidental del imperio dejaron de ser subsidiadas por las colonias, al menos en la medida en que lo haban sido por medio de la tributacin de productos, del intercambio comercial desigual, del abastecimiento de esclavos y de la concentracin de metales preciosos.
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Resulta difcil sobrestimar las consecuencias de estos cambios en trminos de la desintegracin de la sociedad clsica en el occidente europeo. Al perder el abastecimiento de Egipto, aunque sustituido en parte por el de Cirenaica, Italia tuvo que reanudar el cultivo de cereales en su propio territorio, usando tierras dedicadas antes al pastoreo. Es decir, suelos marginales con rendimientos pobres que contribuyeron a encarecer el cos to de los alimentos bsicos. El aumento del precio de los cereales condujo a extender su cultivo a zonas antes dedicadas a la vid, al olivo y a los fru tales, productos caros que cubran necesidades de exportacin y daban ingresos importantes. El norte de Italia, que haba sido un rea de grandes empresas de cultivo intensivo utilizan do mano de obra esclava, se convirti en una tierra de peque os arrendatarios y propietarios []. Los rendimientos del suelo decrecieron. No se poda exportar []. reas conocidas antes por su agricultura especializada [] declinaron []. El norte de Italia, que unas dcadas antes exportaba productos agrcolas, tena ahora que importar granos y aceite [] (Haussig, A History of Byzantine). Las empresas agrcolas cerealistas, por otra parte, no son compatibles econmicamente con la esclavitud. La rentabili dad de la fuerza de trabajo esclava requiere su utilizacin conti nua, cosa que no se consigue en las explotaciones extensivas de agricultura de temporal. La extensin del cultivo de cereales en detrimento de las empresas intensivas tpicamente esclavistas de Italia dio nuevos impulsos al desarrollo del colonato. La crisis de abastecimiento de alimentos y materias primas a los centros urbanos y administrativos y al ejrcito oblig al Estado
a exigir el pago de los impuestos en especie, lo que redujo an ms el sector mercantilizado de la sociedad clsica occidental y contribuy a cerrar el camino hacia una alternativa capitalista. El encarecimiento del costo general de la vida en Italia y la decadencia del esclavismo aumentaron el precio de la mano de obra en la agricultura y en las manufacturas. La produccin dej de ser competitiva en el comercio exterior. Se clausuraron talleres bien equipados y pequeas empresas industriales[]. Un nmero no desdeable de artesanos marcharon al Oriente, a Siria y Egipto[]. As como el comercio y la indus tria[] de Italia declinaron, as los capitalistas perdieron su campo natural de actividad econmica[] e invirtieron su capital en las nuevas industrias que comenzaron a florecer en oriente [] (Haussig, A History of Byzantine). La marcha no fue slo al este sino tambin hacia el norte. Wheeler (Rome Beyond) ha documentado este movimiento por medio del testimonio arqueolgico. Hacia el fin del siglo segundo [de la era cristiana] aparece la segunda fuente principal de abastecimiento: la Galia y las tierras del Rin. La cermica, el vidrio, los objetos de metal y la moneda acuada, comienzan a afluir hacia el este y el norte bajo el estmulo tanto de la prosperidad en el este como de las guerras y migraciones en el centro de Europa que [] disminuyen seguramente lo que quedaba del trfico procedente de Italia. Coincidiendo con estos desplazamientos los comerciantes sirios (orientales) y los productos del este toman el lugar de los latinos en Espaa, las Galias y en los mismos puertos italianos. Algunos historiadores han debatido la cuestin de una fuga de metales preciosos desde Occidente al Oriente, que constituira una prueba ms del cambio en la asimetra de las
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relaciones y de las causas inmediatas de la decadencia econmica del Occidente. Creo haber mostrado, de manera razonable, que en la crisis de la sociedad clsica tiene una funcin decisiva la disolucin del modo esclavista de produccin, y que esta crisis aparece ligada a la terminacin del expansionismo colonial romano. Para explicar la crisis particular del Occidente, lo mismo que para comprender la larga supervivencia del oriente europeo, resulta necesario recurrir, adems, al fenmeno de la transferencia creciente de los recursos coloniales desde Roma al nuevo centro imperial de Constantinopla. El imperio trat de enfrentar la crisis con una solucin peculiar: la orientalizacin. O sea, la adopcin de un modelo de organizacin socioeconmica y poltica que corresponde al modo asitico de produccin. El modelo concreto fue provis to por Egipto, parcialmente helenizado desde su conquista por Alejandro Magno. La solucin asitica result un xito en la parte oriental del imperio, que sobrevivi por siglos a la desintegracin de la parte occidental. El fracaso de Roma y el xito de Constantinopla son atribuibles no slo a ciertos antece dentes histricos y a la posicin geogrfica respectiva, sino mucho ms decisivamente al grado en que cada una pudo seguir disponiendo de los recursos de los segmentos coloniales. Doehaerd (Le Haut Moyen Age) ha discutido la naturaleza de la solucin. Habiendo ligado las fuerzas productoras al aparato productor (el campesino a la tierra y, paralelamente, el artesano, el armador, el mercader a las corporaciones a que pertenecan hereditariamente), el Estado extraa, a ttulo de im-
puesto, una parte de los bienes o de los servicios. Gracias a estos bienes percibidos en especie, gracias al trabajo que le deban las diferentes categoras de contribuyentes, el Estado levantaba sus propias estructuras de produccin y de distribucin, y aprovisionaba su propio mercado. Alimentaba, vesta y armaba de esta manera a sus ejrcitos; abasteca a sus funcionarios, venda en los pueblos, a precios que determinaba, los productos que compraban sus habitantes y que estaban al alcance de los ms humildes. El xito de la solucin asitica en Constantinopla, reminis cente de la solucin estalinista en la Rusia del siglo XX, se hizo posible por la continuidad de la explotacin econmica de los segmentos coloniales ms ricos del imperio. El precio del xito fue la eliminacin en Bizancio de cualquier alternativa de tipo capitalista. Es forzoso preguntarse, entonces, por qu en el Occidente, al no resultar operativa la va de la orientalizacin, tampoco se desemboc en la va hacia el capitalismo. Parte de la explica cin se encuentra en la naturaleza de las reformas imperiales, que asfixiaron los brotes del modo capitalista de produccin con tanta eficacia como antes lo haba hecho la combinacin del esclavismo con el despotismo tributario. La alternativa del Oc cidente a la orientalizacin fue el feudalismo. La desintegracin del imperio en Occidente y la formacin de los estados brbaros latinizados haba disuelto, en efecto, la mayor parte de las trabas que se oponan al desarrollo del modo capitalista, aniquilando la estructura burocrticomilitar y el sistema despticotributario, simbiticamente unidos. Tambin destruy la base econmica constituida por la explotacin directa de los segmentos coloniales y disolvi el
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esclavismo como fuerza principal de trabajo, sustituyndolo por nuevas relaciones sociales. A la vez, sin embargo, destruy en el Occidente la gran unidad econmica creada por el imperio alrededor del Medi terrneo; acab casi totalmente con el sistema internacional de intercambio; hizo desaparecer las ciudades y redujo el rea occidental a un conglomerado ruralizado de pequeos domi nios con escasos lazos econmicos entre s y con el mundo exterior. Los procesos de divisin del trabajo social, de especializa cin econmica y de progreso tecnolgico y, en general, de establecimiento de un sistema de mercado a escala mundial, tuvieron que esperar a la realizacin de los procesos de unificacin poltica y de expansin geogrfica de los nuevos esta dos europeos. La afirmacin del capitalismo como modo de produccin dominante tuvo que esperar no slo el lento desarrollo de los nuevos estados nacionales, sino tambin la aparicin de nuevos segmentos coloniales con funciones y papeles diferentes de aquellos que haban constituido el imperio romano. Tuvo que esperar, ante todo, la reorganizacin de un sistema de mercado con un mbito geogrfico suficientemente extenso, articulando entre s modos de produccin diferentes. El desarrollo del capitalismo como modo dominante de produccin requiere un grado avanzado de mercantilizacin de las fuerzas productivas, incluso el trabajo humano, y de los productos mismos. Requiere, tambin, un mbito econmico de grandes dimensiones geogrficas y segmentos coloniales articulados de manera especfica a un sistema de naturaleza capitalista y no a un sistema de tipo tributario. Exige la existen cia de estados bien organizados.
La paradoja de la crisis del imperio occidental consiste en que la disolucin del esclavismo como modo de produccin dominante y la desintegracin del sistema desptico-tributa rio, que haban asfixiado al capitalismo emergente, fueron acompaadas de la prdida de los segmentos coloniales, del fin del enorme espacio econmico organizado por el imperio y de la destruccin del Estado. La paradoja permite subrayar, una vez ms, los caracteres no lineales de la evolucin. Los procesos evolutivos de las sociedades tampoco son necesariamente unidireccionales. En ellos parecen predominar la discontinuidad y la ruptura, la variacin y la mutacin. Pero la ciencia social, dominada todava por la idea decimonnica del progreso y por el concepto unilineal de la evolucin, an parece incapaz de plantearse y resolver esta clase de problemas. Entre tanto, sin embargo, la praxis histrica sigue haciendo aparecer formas nuevas e inesperadas de desarrollo, negando las predicciones ms dogmticas y mostrando la constante creatividad de la evolucin social.
e permitir introducir el tema a discutir en la presente oportunidad planteando un problema historiogrfico que me parece significativo. El problema se refiere a la historia de la antropologa y de la teora marxista, aunque por cierto no a una historia vista como el despliegue independiente de la ciencia y la teora, sino a su historia considerada en su determinacin por el contexto concreto del desarrollo global de la sociedad. Llamar la atencin, para comenzar, sobre el curioso fen meno del extraordinario y siempre creciente nmero de estu dios sobre el campesinado publicados recientemente por antroplogos de diversas corrientes tericas, condiciones ideolgicas y posiciones polticas. Utilizo con deliberacin el trmino fenmeno y el adjetivo curioso, porque esta situacin en verdad es nueva e inslita. En efecto, slo aquellos que ignoran totalmente la historia de nuestra disciplina pueden creer que el inters por los campesinos como tales ha sido preocupacin tradicional y continua de una antropologa que, por el contrario, se dedic con preferencia a los pueblos llamados primitivos. Dicho de otra manera, tanto en su variedad social britnica como en su va
Ensayo basado en las plticas iniciales de los seminarios sobre Campesinos y Proceso de Industrializacin, celebrados en la Universidad de Texas en 1978 y en la Universidad Iberoamericana en 1979. 225
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riedad cultural norteamericana, la antropologa se mantuvo fiel a sus orgenes coloniales durante la expansin espaola y portuguesa, cuando se ocup casi exclusivamente de las culturas y sociedades no occidentales. Hay tambin quienes han aceptado sin mucha crtica la versin oficiosa de que los estudios de comunidades aldeanas en las dcadas de 1930 y 1940, y principalmente los trabajos de Redfield en Mesoamrica, constituyen el momento de arranque del inters cientfico social por los campesinos. No hay duda de que la obra de Redfield, particularizada quiz en su monografa sobre Tepoztln, expresa un momento importan te de la transicin desde la etnografa culturalista hacia la antro pologa de las sociedades complejas. Creo que ningn antroplogo discutira seriamente estos mritos de los primeros investigadores modernos de las comunidades aldeanas, y mucho menos lo hara un mesoame ricanista. Sin embargo, semejante versin del origen de la campesinologa contempornea deja de lado varias cosas esenciales para nuestra discusin. La principal de ellas es la tradicin europea de estudio de los campesinos y la propia tradicin mexicana de estudios de las cuestiones agrarias. Al hacer referencia a la tradicin europea, la ms rica en informacin e importante en la teora, pienso sobre todo en autores del siglo XIX y comienzos del XX, de los que son buenos ejemplos Haxthausen y Maurer en Alemania, Maine y Seebohm en Gran Bretaa, Kovalevski y Chayanov en Rusia, y Costa en Espaa. Sin sus contribuciones no es posible siquiera comenzar a pensar sobre la problemtica del campesinado y su teora. El hilo que une a esta tradicin con los estudios contempo rneos puede ser tan tenue que en algn momento toda re-
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lacin haya llegado al punto de ser desconocida. Lo mismo podra decirse de los autores mexicanos que analizaron y discutieron la cuestin agraria, desde los precursores de la Independencia hasta los idelogos de la Reforma y la Revo lucin. Precisamente ste es el problema histrico al que aluda, problema que puede expresarse ahora preguntndose acerca de las causas del notable florecimiento de los estudios campe sinos en el siglo pasado, de su decadencia y abandono posterior y de su aparentemente nuevo florecer con olvido casi completo del pasado. Los estudios del campesinado parten en Europa, por un lado, de las preocupaciones nacionalistas y culturalistas de Herder y de su hostilidad incondicional a las concepciones francobritnicas de la evolucin universal y lineal. La creciente marea de homogeneizacin cultural, que de hecho acompaa al desarrollo del capitalismo y del imperialismo moderno, estaba ya sumergiendo y destruyendo las viejas culturas nacio nales y sus lenguas en todo el mundo. Estas tendencias histricas deban ser resistidas vigorosamente, deca Herder, si se quera mantener el prodigioso pano rama de la diversidad cultural y nacional de la humanidad. La resistencia poda comenzar con un gran esfuerzo de conservacin v recuperacin de las culturas tradicionales, de las cuales los mejores depositarios eran los campesinos todava incontaminados por el cosmopolitismo urbano. De esta forma, la campesinologa comenz en Europa como una etnografa cultural, un registro de folklore y una lingstica. A esta poderosa corriente que tanto contribuy a alentar los movimientos nacionalistas y el romanticismo, se agre-
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g casi de inmediato la corriente historicista del derecho. La revolucin francesa en su fase bonapartista de expansin y conquista impona los principios de la racionalidad burguesa, desde la filosofa al sistema mtrico decimal y el cdigo de Napolen. Fue precisamente la tentativa de universalizacin del derecho civil abstracto lo que promovi la aparicin de la escuela histrica y los comienzos del estudio sistemtico del derecho consuetudinario. El cdigo napolenico chocaba, en efecto, con costumbres largamente establecidas y con disposiciones particulares sobre la propiedad, la herencia, la organizacin y la autoridad familiar, la solucin de conflictos, las sanciones sociales, etc., y chocaba tanto ms brutalmente cuanto ms tradicional y menos burguesa, es decir, ms campesina, era la sociedad. El programa herderiano se extendi de esta manera desde la lengua, las danzas y canciones, las festividades civiles y religiosas, la indumentaria, hasta la organizacin familiar y poltica, las actividades econmicas y toda la vida social de los campesinos. No resulta difcil ver las semejanzas entre estas dos corrien tes, que rara vez rebasaron el marco geogrfico europeo, y el programa boasiano de la antropologa cultural norteamericana, que de hecho coloc a los grupos indgenas del Nuevo Mundo en el lugar de los campesinos como objeto de estudio. Desde esta perspectiva resulta an ms sorprendente que los antroplogos modernos tardaran tantos aos en regresar desde los llamados primitivos al objeto original de estudio de algunos de los fundadores ms importantes de nuestra disciplina. La tercera corriente de estudios del campesinado surgi cuando la empresa capitalista invadi decisivamente la agricul tura y cuando la industrializacin y la urbanizacin avanzaron con extrema rapidez. Por supuesto, los procesos fueron
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y siguen siendo diferentes y desiguales, desde Inglaterra, que elimin casi por completo a los campesinos, hasta Francia, donde pudieron defenderse con xito. El panorama general europeo de aquel tiempo aparece dominado por la lucha entre la ciudad y el campo, la industria y la agricultura, y entre la empresa capitalista, la renta terrateniente seorial y la orga nizacin campesina y sus comunidades. Los estudios campesinos tomaron una direccin claramente orientada hacia la economa, la tecnologa y la organizacin domstica y comunal de la produccin y el consumo. Se trat de mostrar las ventajas econmicas y sociales de la organi zacin domstica libre y del sistema comunal frente a las supervivencias del feudalismo y a las nuevas y grandes empresas capitalistas. Se procur descubrir y analizar las relaciones entre el parasitismo seorial, el complejo urbano-industrial y el sector agrcola campesino. El trabajo de los investigadores se lig estrechamente con los movimientos polticos agrarios que sacudieron a Europa. Los estudios campesinos parecan haber llegado en Europa a una especie de edad de oro a comienzos del siglo XX. Tomados en su conjunto cubran las culturas tradicionales, las normas de la vida social, la actividad econmica y la articulacin del campesinado con la sociedad mayor. Sin embargo, unos aos despus resulta difcil encontrar investigadores dedicados al estudio del campesinado, quiz con la sola excepcin del oriente europeo. ste es un fenmeno tan sorprendente como el del nuevo florecimiento universal de los estudios campesinos al llegar a la mitad del siglo XX. El inters marxista por la cuestin campesina se desarrolla en un ciclo semejante al que acabo de indicar, pero con una
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dinmica diferente de intereses. Marx convivi con los grandes estudiosos del tema, aunque l mismo no le dedic mucho tiempo. De todas maneras, ley y anot con cuidado las obras principales y con frecuencia las critic con su caracterstica agudeza y violencia verbal. Su atencin, lo mismo que la de Engels, se despert principalmente alrededor de varios asuntos sobre los cuales vale la pena detenerse. Uno de ellos, por supuesto el ms popular gracias al Origen de la familia, de la propiedad privada y del Estado, es el del llamado comunismo primitivo. O sea, el de aquella etapa universal de la evolucin que antecede a la aparicin de la sociedad civil y de cualquier tipo de formacin social dividida en clases. Tanto Marx como Engels creyeron firmemente que las comunidades aldeanas eslavas e hindes descritas por Haxthausen y Maine, y las germnicas reconstruidas por Maurer, usando documentos, representaban otras tantas supervivencias modernas del viejo comunismo. No interesa en este momento discutir un error en el que incurrieron por igual Marx y la mayora de los etnlogos e his toriadores europeos, con la notable excepcin de Fustel de Coulanges. La crtica histrica y etnolgica hace mucho que demostr que las comunidades aldeanas no son simples supervivencias ni fsiles del pasado, sino productos vivos de la adaptacin obligada de los campesinos a las exigencias de la sociedad mayor y de sus clases dominantes. Un segundo centro de atencin derivado del anterior fue el de las posibilidades que estas supuestas antiguas formaciones podan ofrecer en trminos de la organizacin del socialismo moderno. Conocemos ahora tanto la correspondencia a este propsito de Marx con Kovalevski y otros autores del este de Europa, como su aprendizaje del ruso a fin de poder
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estudiar directamente la abundante literatura existente sobre las comunidades aldeanas eslavas. Leyendo estos manuscritos de Marx, que en su mayor parte quedaron inditos hasta hace poco, es posible afirmar que en algn momento estuvo cerca de aceptar las interpretaciones narodniqui sobre el potencial revolucionario del campesinado y el potencial socialista de la comunidad aldeana. Como es bien sabido, estas concepciones fueron infortunadamente exor cizadas del marxismo por Lenin en su ruda polmica con los populistas. Mucho ms representativo del pensamiento marxista formalizado ante la cuestin campesina, y desde luego mucho ms influyente en la tradicin ortodoxa y dogmtica, es el anlisis de Marx de la llamada acumulacin capitalista primitiva. O sea, del proceso a lo largo del cual los productores son expropiados y separados de sus medios de produccin y convertidos en proletarios. Marx dedic pginas importantes a los campesinos vctimas de este proceso, tanto en el mundo clsico como en la formacin moderna del capitalismo en las metrpolis y en las colonias. Los marxistas crticos, sin embargo, usando textos de Marx en los que analiza casos concretos, han conseguido demostrar que sus ideas no eran tan rgidas y mecnicas como pretende el dogmatismo de sus epgonos. Acabo de mencionar su aceptacin matizada de la posibilidad de que la comunidad eslava se transformara en una institucin socialista, saltando la supuesta necesidad de la etapa de proletarizacin del campesinado. En el caso del mundo clsico Marx se refiere a un proceso de expropiacin de los campesinos que no los convirti en verdaderos proletarios sino en chusma urbana, y que tampoco gener un modo capitalista de produccin sino esclavismo.
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Finalmente, aun en esta resea breve e incompleta de los principales intereses de Marx en la cuestin agraria, hay que mencionar en lugar destacado el problema de la renta de la tierra. Cien aos de discusiones, desde los fisicratas franceses a Ricardo, preceden a Marx, discusiones que estn casi siempre ligadas a los conflictos jurdicos, econmicos y polticos entre terratenientes, campesinos, industriales y empresarios capitalistas de la agricultura. Las contribuciones principales de Marx parecen ser su cr tica de las ideas de Ricardo, para quien toda la renta era diferencial (o sea el resultado de diferentes grados de fertilidad natural del suelo), y la demostracin en El capital de que el desarrollo moderno de la agricultura sigue las mismas leyes del desarrollo capitalista ya establecidas para la industria (o sea, que existe una renta absoluta del suelo que est determinada por la operacin de la ley del valor-trabajo). Las polmi cas contemporneas, promovidas sobre todo por las obras de Chayanov, muestran la falta de aceptacin general de seme jantes conclusiones y en particular de la interpretacin marxista de Ricardo. Es claro, a pesar de todo, que los campesinos ocuparon un lugar secundario en los intereses cientficos y polticos de Marx, y tambin que en este caso ms que en otros sus trabajos son subsidiarios y dependientes de la obra de otros investigadores. Puede decirse que no existe propiamente una teora del campesinado elaborada por Marx, de la misma manera que no hay una teora especial del colonialismo. De hecho, Marx nunca se propuso ninguno de estos dos objetivos. Es ms, los rechaz explcitamente en El capital usando casi las mismas palabras en cada caso. Ms adelante tratar de establecer la relacin que encuentro entre estos dos
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hechos cuando se contemplan en el cuadro de la reproduccin ampliada del capital. Slo dos de los seguidores de Marx llegaron a publicar obras importantes sobre la cuestin campesina. Ambos lo hicieron casi simultneamente a fines del XIX. Despus de Lenin y Kautsky, y de igual manera que lo hicieron los cientficos so ciales, la cuestin fue abandonada por los marxistas hasta bien entrado el siglo XX. El trabajo de Lenin, sin embargo, tenda, ms que a proponer una teora sobre los campesinos, a sostener la inevitabilidad de su desaparicin y de su transformacin en empresarios burgueses agrcolas y en proletarios urbanos y rurales. Sus tesis adquieren sentido principalmente en trminos de la polmica poltica con los populistas, ya que como hecho histrico el campesinado ruso desapareci (si es que, en efecto, ha desaparecido) por un acto de voluntad y de poder de la dictadura estalinista y no como resultado de un proceso histrico objetivo. Kautsky, a pesar de estudiar la cuestin agraria en los pases capitalistas ms avanzados, no lleg a conclusiones tan drsticas y a corto plazo como las de Lenin al observar la atrasada Rusia. Por el contrario, Kautsky reconoci que las nuevas estructuras capitalistas de la agricultura, y en particular sus necesidades de fuerza de trabajo, creaban situaciones que permitan y aun exigan la persistencia de formas domsticas de produccin en el campo. De cualquier manera, mantuvo la tesis central de la desaparicin del campesinado, aunque aplazndola hasta el momento en que se resolvieran ciertos problemas especficos de la produccin agroganadera que impedan igualarla exactamente con las caractersticas principales de la produccin industrial.
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Es posible que las diferencias entre Lenin y Kautsky en esta cuestin se debieran en buena medida a las diferentes condiciones polticas de Rusia y Alemania. Quiero sugerir con esto que sus lecturas de los textos tericos de Marx y sus interpretaciones del material emprico estaban coloreadas, ms que matizadas, por el estado y las perspectivas de sus respectivos partidos. El mismo orden de prejuicios ideolgicos sigue distorsionando hoy da la visin marxista ortodoxa de los campesinos. El poderoso movimiento socialista alemn tena sus races, sus dirigentes, sus militantes y sus bases en la clase obrera urbana. Repudiaba cualquier idea de aliarse con los campesinos, a los que consideraba pequeos burgueses reaccionarios y brbaros. De hecho, el marxismo alemn rehus incluso organizar la propagacin de sus ideas entre los campesinos. Los grupos marxistas rusos, tan dbiles y divididos como las dems tendencias socialistas nacionales, tenan que ser convencidos, por el contrario, de que el mayor esfuerzo de propa ganda y organizacin deba dirigirse hacia la clase obrera en desarrollo y no hacia los campesinos. El futuro perteneca al capitalismo, a la industria y a las ciudades, y en consecuencia a la clase obrera y al proletariado rural. Constituye una irnica paradoja de la historia moderna que el gran movimiento obrero marxista alemn fuera tan fcilmente derrotado por el nazismo, y que la revolucin socialista rusa triunfara slo gracias a los campesinos. Estamos ahora en condiciones de explicar la sbita decaden cia de los estudios campesinos en Europa y de comprender mejor su estrecha vinculacin con la evolucin econmica y social de los siglos XIX y XX. En efecto, su periodo de auge
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acompaa a un siglo de progresos incesantes de la industria y la urbanizacin, as como de constantes invasiones capitalistas de la agricultura efectuadas a costa tanto de los campesinos y de las comunidades aldeanas como del sistema seorial. La cuestin agraria estaba entonces a la orden del da en toda Europa. La historia del imperio zarista est plagada de rebeliones campesinas, que se recrudecieron con la abolicin de la servidumbre y el desarrollo del capitalismo. En Irlanda murieron cientos de miles de campesinos en las hambrunas provocadas por el patrn agrcola impuesto por los intereses industriales de Inglaterra. En Prusia los junkers impusieron manu militari el capitalismo agrcola. Espaa realiz la desamortizacin eclesistica y civil, mientras los campesinos vascos y catalanes mantuvieron las guerras civiles carlistas apoyando a los grupos antiburgueses y antiliberales. Los anarquistas rebelaron a los campesinos de Andaluca y del sur de Italia contra los terratenientes. La furia de las luchas campesinas se dirigi alternativamente, y a veces al mismo tiempo pero sin hacer claras distinciones polticas, contra el rgimen seorial, el sistema de renta de las tierras, la desamortizacin, las exacciones del Estado en tributos y servicios, los abusos de los comerciantes y usureros, y las irrupciones del capitalismo agrario. Durante la transicin del siglo XIX al XX, sin embargo, el panorama europeo cambi radicalmente. El complejo capitalista urbano-industrial se impuso firmemente y la empresa capitalista prosigui su avance en el campo. Los campesinos derrotados, explotados y expropiados, emigraron masivamente a las ciudades y en nmero creciente abandonaron el viejo continente. El conflicto tradicional pareca definitivamente resuelto. Los cientficos sociales y los marxistas centraron su
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atencin en los grupos urbanos, en la clase obrera industrial y en los capitalistas, los nuevos protagonistas de la historia. La decadencia de los estudios campesinos expresa el hecho histrico del crepsculo aparente de los mismos campesinos. Las predicciones ms pesimistas sobre su destino parecan completamente confirmadas. Si es as, cmo explicar entonces la vigorosa reaparicin de los estudios campesinos en la segunda mitad del siglo XX? Eric Wolf, en su libro sobre las rebeliones campesinas del siglo XX, da una de las claves necesarias para entender el fenmeno. En efecto, si se toma la Primera Guerra Mundial como la verdadera transicin de una poca que comenz con la Revolucin Francesa y la Revolucin Industrial britnica, el nuevo siglo se inaugura con dos revoluciones en que los campesinos juegan un papel central, la mexicana y la rusa, y prosigue con otra serie de revoluciones de las que siguen siendo los principales protagonistas, como por ejemplo en China, Vietnam y Argel. Los campesinos, sin embargo, no aparecen solamente enmascarados de combatientes de las revoluciones denominadas socialistas o democrtico burguesas y de las guerras de libera cin nacional y colonial. Despus de la Primera Guerra Mundial dieron el fundamento slido de los partidos llamados agrarios que sostuvieron las dictaduras militares del este de Europa, como en Polonia y Hungra, y apoyaron los regmenes reaccionarios de Alemania y Francia. Despus de la ocupacin militar rusa del oriente europeo, al terminar la Segunda Guerra Mundial, los campesinos han obligado a los gobiernos prosoviticos a detener las colectivizaciones agrcolas y aun a anularlas. Han ganado de nuevo una posicin importante en la economa y en la sociedad nacional.
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Es evidente que la continuidad de la presencia socioecon mica y poltica de los campesinos, despus de reconocer la disminucin de sus nmeros relativos en la mayora de los pases del mundo, requiere anlisis ms complejos que los que parten del mero atraso tecnolgico y econmico y de la lentitud e insuficiencia de los procesos de industrializacin y urbanizacin. No hay en Marx una teora explcita del campesinado y del modo campesino de produccin, a no ser que se tome por tal la interesante aunque confusa e incompleta parte de El capital que trata de la renta de la tierra. Tampoco se encuentra en Marx una teora del sistema colonial, a no ser que se tome por tal sus artculos incidentales para la prensa burguesa. Ambos hechos estn relacionados en primer lugar en el plano metodolgico, pero tambin lo estn en el terico. Con toda claridad advirti Marx en El capital que para enfocar el objeto de nuestra investigacin en toda su pureza[] tenemos que considerar aqu todo el mundo comercial como una sola nacin y suponer que la produccin capitalista est consolidada en todas parte. Y al hablar de las clases sociales correspondientes a este modelo econmico puro agrega: fuera de esta clase (la de los capitalistas), no existe, segn el supuesto de que partimos rgimen general y exclusivo de produccin capitalista ninguna otra clase ms que la obrera. Con la misma claridad y con total congruencia con su planteamiento metodolgico escribe en El capital: no nos ocupamos aqu de la condicin de las colonias. Lo nico que nos interesa es el secreto descubierto en el nuevo mundo por la Economa Poltica del viejo mundo [] de que el modo capitalista de produccin y acumulacin [] [tiene] por condi-
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cin fundamental el aniquilamiento de la propiedad privada ganada por uno mismo; en otras palabras, la expropiacin del que labora. Y pasando del sistema colonial al modo campesino de produccin reitera: suponemos, entonces, que la agricultu ra est dominada por el modo capitalista de produccin, justamente como lo est la manufactura; en otras palabras, la agricultura la llevan a cabo capitalistas que difieren de otros capitalis tas primariamente por la manera en que invierten sus capitales y el trabajo asalariado puesto en movimiento por este capital []. De esta manera, para el propsito de nuestro anlisis, la objecin de que han existido, o todava existen, otras formas de propiedad del suelo, es completamente irrelevante []. Las condiciones metodolgicas que Marx estipul para su modelo son, en general, las utilizadas en toda construccin de modelos y elaboracin de tipos ideales. No hay en ellas nada que se aparte de los procedimientos cientficos usuales. Resulta en extremo obvio que estas condiciones, que permiten analizar con gran profundidad y en su pureza el modo capitalista de produccin, sin embargo dicen muy poco sobre otros modos de produccin y otras clases sociales que no sean asalariadas libres o bien capitalistas. En consecuencia, tanto el modo campesino de produccin como el campesinado, tanto las colonias como sus modos de produccin propios y sus clases sociales caractersticas, deliberadamente quedan fuera del campo de anlisis de El capital. Por supuesto, Marx se ocup de estas cuestiones en otros lugares, pero siempre lo hizo de manera incidental y sin llegar jams a la amplitud y profundidad que caracteriza su anlisis del modo capitalista de produccin y de su estructura social.
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Resulta en extremo obvio, asimismo, que las condiciones metodolgicas impuestas al modelo, al excluir tanto las forma ciones coloniales como los campesinos, no permiten analizar los problemas que suscita la articulacin entre modos de produccin diferentes. La dificultad es grave, porque el estudio de las sociedades complejas supone necesariamente el anlisis de estas articulaciones entre el modo de produccin dominante y aquellos que le estn subordinados. No se encuentra en El capital ms que un momento en el que Marx introduce la cuestin de las relaciones entre modos de produccin distintos. Es, por supuesto, el momento histri co de la gnesis misma del capitalismo, o bien, para decirlo en la terminologa favorita, el proceso de acumulacin capitalista primitiva mediante la expropiacin de los productores directos. A partir de este momento, como observ Rosa Luxemburgo, el proceso terico de la acumulacin ampliada del capital marcha en el modelo de Marx sin la participacin de otros modos de produccin. Aquello que el recurso del mtodo hizo innecesario en primer lugar para construir el modelo, se vuelve al fin terica mente innecesario para explicar el funcionamiento y la dinmi ca del modelo, o sea su reproduccin ampliada. Dicho de otra manera, al construir un modelo puro del modo capitalista de produccin se procede a eliminar los dems modos de produccin, excepto para fines de explicacin de la gnesis del capitalismo. Una vez establecido el modelo puro se procede a analizar su funcionamiento y su dinmica de acumulacin y expansin sin recurrir a los dems modos de produccin, es decir, sin plantearse el problema de su articu lacin en un sistema global dominado por el capitalismo.
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Las limitaciones del modelo, de esta manera, resaltan tan claramente como sus ventajas. Pero uno se pregunta si el modelo no deja sin explicacin y sin anlisis lo que quiz ms nos interesa analizar y explicar, o sea el sistema total de modos de produccin articulados bajo el dominio del capitalismo. Por supuesto, se deja tambin sin anlisis y sin explicacin, es decir sin teora, la cuestin de las clases que no sean de asalariados libres y de capitalistas, as como el problema de sus alianzas y conflictos. Cuando por medio del recurso del mtodo se ha ejecutado en el modelo el acto de la desaparicin de los campesinos, por qu clase de milagro habran de aparecer en la teora elaborada a partir del modelo? Sin embargo, sera todava ms milagroso hacerlos desaparecer de la realidad de las sociedades concretas. Esto es, precisamente, lo que procur hacer el marxismo estalinista. Primero los campesinos desaparecen del modelo, luego de la teora y finalmente, gracias a los esfuerzos de Stalin, de la realidad social econmica sovitica. Pero ha sido as realmen te? La prediccin cuyo cumplimiento se asegura, no por la prediccin misma sino por el poder desptico del Estado, se ha realizado aun en la Unin Sovitica? En uno de los informes ms francos y en consecuencia ms melanclicos sobre el estado de la agricultura sovitica, Kruschev afirm hace unos aos que 50% de la leche y la carne, 60% de la papa y 80% del huevo que abastecan entonces el consumo de la poblacin, provenan de las pequesimas parcelas (un tercio de hectrea en promedio) concedidas para su explotacin familiar a los trabajadores y empleados de las grandes empresas estatales. Es decir, de la produccin de unidades domsticas que en su mayora no pueden llamarse ms que campesinas.
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En definitiva, si el marxismo carece de una teora del campesinado, posee en cambio una teora de su desaparicin, adems de una praxis bien experimentada aunque infructuosa de su eliminacin. Lo que est a discusin es esta concepcin y su aplicacin prctica, as como sus fundamentos tericos y demostraciones empricas, y no el fenmeno histrico y perfectamente explicado de la disminucin de los nmeros relativos del sector agrcola en general y del campesinado en particular. La desaparicin del campesinado del modelo utilizado en El capital se explica por razones metodolgicas. La ausencia de una teora marxista del campesinado se puede entender como la consecuencia de un modelo estructural puro que excluye por principio a los campesinos y a sus formas de produccin. Sin embargo, la teora de la desaparicin del campesinado, una tesis central del marxismo frente a la cuestin agraria, requiere otras explicaciones. La clave inicial la facilit el mismo Marx al escribir en el prefacio de la primera edicin alemana de El capital: El pas ms desarrollado industrialmente [Inglaterra] slo muestra, a los menos desarrollados, la imagen de su propio futuro. Y advierte a sus compatriotas y a los dems europeos que pensaban poder escapar de los peores efectos observados de la Revolucin Industrial inglesa: De te fabula narratur, aplcate el cuento. La experiencia histrica britnica fue convertida en el modelo clsico del proceso general de industrializacin, en particular por lo que se refiere a sus efectos sobre los campesinos y la agricultura. El modelo britnico ensea que la historia de los campesi nos, en efecto, es una historia de opresin, rebeliones frustra das y derrotas inevitables, que marcha paralelamente a la apropiacin de los productos de su trabajo y finalmente a la ex-
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propiacin de sus medios de produccin. El proceso culmina con la concentracin de la propiedad de la tierra en pocas manos; con la conversin de la agricultura hacia una actividad totalmente capitalista que usa mquinas en sustitucin del trabajo humano, y con la transformacin de los campesinos en proletarios rurales y urbanos. El esquema, quiz por su naturaleza tan abstracta, parece haber satisfecho por igual a los cientficos sociales marxistas y no marxistas, excepcin hecha, como vimos, de muchos campesinlogos del siglo XIX. Los estudios crticos ms recientes se inclinan, sin embargo, a tratar el caso de la agricultura y los campesinos durante la Revolucin Industrial inglesa ms como una excepcin que como norma general. En efecto, ningn otro pas de industrializacin temprana sigui por completo, ni tampoco de la misma manera, el modelo ingls. Mientras Inglaterra eliminaba a sus campesinos por va de la proletarizacin o bien exportndolos a otros pases como emigrantes, Francia estableca una numerosa y slida clase de campesinos libres, que sigue constituyendo una gran fuerza econmica y poltica. Lo mismo puede decirse de otros pases de Europa Occidental, como Holanda, Blgica y Dinamarca, y en menor escala de los de Europa Central. En el oriente europeo la liquidacin de los vnculos seoriales y de la servidumbre personal o estatal produca efectos anlogos. Japn, por otra parte, comenzaba su propia revolucin indus trial sin conmover la estructura de las relaciones feudales de los campesinos. Los procesos histricos reales resultan, en consecuencia, sumamente contradictorios y en extremo confusos si se trata de imponerles un patrn uniforme. Sin embargo, aunque el campesinado libre avanza a medida que se disuelven las
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relaciones seoriales, los sistemas de renta y la servidumbre estatal, sus progresos son rpidamente erosionados por la invasin capitalista de la agricultura. Al comenzar el siglo XX los campesinos estn en retirada en todos los pases de indus trializacin temprana. ste es, por otra parte, el periodo de la decadencia de los estudios campesinos. Dicho de otra manera, la excepcionalidad de la experiencia inglesa, a primera vista, parece consistir slo en la rapidez y brutalidad con que realiz un proceso universal y necesario de eliminacin del campesinado y de sometimiento de la agricultura a las condiciones y formas capitalistas de produccin. Con ritmos diferentes y a plazos distintos el proceso ingls se realizara, de todas formas y segn las predicciones marxistas, en el resto del mundo. La excepcionalidad del caso britnico, sin embargo, no se refiere solamente a la precedencia y ritmo del proceso de eliminacin del campesinado por comparacin con los dems pases de industrializacin temprana. Est referida, adems, y en primer lugar, al fenmeno de su conversin en un importador masivo de productos agropecuarios para la alimentacin de su poblacin y para la produccin industrial. Este movimiento, largamente discutido y analizado en su tiempo, fue promovido por los intereses industriales y resistido con fuerza por un importante grupo de terratenientes. Sus principales momentos durante la Revolucin Industrial fueron la abolicin de las leyes proteccionistas de la agricultura britnica, que al prohibir la importacin encarecan la subsistencia y en consecuencia el precio del trabajo; la hegemona de las manufacturas algodoneras, que tenan que importar necesariamente la materia prima, y el enorme desarrollo de las
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plantaciones en las colonias y otros territorios dependientes, que abastecan a la metrpoli con azcar, t y otros productos baratos. Los propsitos y los efectos reales de estas polticas econmicas fueron los de rebajar el costo de la fuerza de trabajo industrial en Inglaterra y dar nuevo vigor a la exportacin de manufacturas y al comercio mundial. Quiero decir con esto que la eliminacin del campesinado y la decadencia en trminos relativos de la agricultura britnica no se explican completamente ms que en el contexto del sistema econmico internacional establecido alrededor de Inglaterra, orgullosamente llamada entonces la factora del mundo. A la vez que desaparecan los campesinos por proletarizacin y exportacin migratoria, la metrpoli incorporaba a su sistema a campesinos de todas partes del mundo, desde las Antillas (azcar) hasta China y la India (t, sedas, algodn, opio); desde Espaa y Polonia (vinos, frutas, cereales) hasta Egipto (algodn) y la Argentina (carne, cereales), y desde Rusia (cereales, pieles, madera) hasta Australia y Nueva Zelanda (lana, carne), convertidas todas en proveedoras y compradoras. Nadie, que yo sepa, ha tratado de comparar sistemticamen te las cifras de campesinos britnicos eliminados del sistema metropolitano con el nmero de los campesinos incorporados de esta manera al nuevo sistema mundial. Es ms, los sistemas de produccin agropecuaria implantados en muchas partes y transformados en todas, as como la destruccin de las artesanas y de las pequeas empresas manufactureras locales, generaron un proceso de recampesinizacin, dos de cuyos ejemplos ms notables son la India e Indonesia bajo el dominio colonial. Me siento justificado para hablar de un campesinado interno de los pases industriales cuyo nmero se redujo de manera
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progresiva, y de un campesinado externo cuya participacin numrica en el sistema econmico mundial aument constantemente y compens con creces las prdidas de los campesinados metropolitanos. Por supuesto, es posible alegar que la industrializacin secundaria y terciaria de los pases llamados atrasados o subde sarrollados reduce progresivamente la proporcin de campesinos a escala mundial, aunque quiz no disminuya sus nmeros absolutos. sta es una cuestin de la que me ocupar en otro momento, al discutir los lmites estructurales del crecimiento del capitalismo industrial y agrario. Tambin creo estar justificado al sugerir que la disminucin del campesinado interno no se explica en trminos exclusivos de la concentracin de la propiedad territorial y de la invasin del capitalismo. Existe, por otro lado, un proceso deliberado de exportacin a otros pases de los campesinos y de aquellas actividades econmicas tradicionalmente desem peadas por los campesinos para las cuales el sistema capitalista encuentra alternativas ms provechosas en otras partes del mundo. Fuera de Inglaterra, sin embargo, cuna y escenario de la primera Revolucin Industrial, factora del mundo y metrpoli de un inmenso imperio, ningn otro pas consigui realizar estos procesos de manera tan completa, rpida y aparentemen te definitiva. En ninguno, por otra parte, el complejo urbanoindustrial lleg a ejercer un dominio poltico tan completo y prolongado. La economa es siempre poltica, en efecto, y con mayor razn lo es la economa del desarrollo. Es decir, la economa del desarrollo es la poltica econmica que resulta de los inte
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reses de las clases dominantes, de sus contradicciones internas y de la oposicin y capacidad de resistencia del resto de la sociedad. Dentro del marco establecido por la operacin objeti va de las leyes histricas de la economa, son estos conflictos y luchas de clases y grupos sociales los que determinan en concreto las caractersticas del desarrollo y la naturaleza de la nueva sociedad que se va creando. Bajo esta luz hay que observar que la Revolucin Industrial no fue acompaada por ninguna revolucin poltica. En todo caso fue precedida por la revolucin de Cromwell del siglo XVII. Las clases dominantes mantuvieron una gran solidaridad, acentuada por las necesidades de su larga lucha contra la Revolucin Francesa y el imperio bonapartista continental, y por sus temores frente al nuevo movimiento obrero y a las ltimas resistencias campesinas. La unidad y solidaridad poltica del bloque dominante tuvo, adems, el slido fundamento de la identificacin general de sus intereses econmicos. Nada muy profundo e irreconciliable separ a los empresarios industriales de los comerciantes y de los terratenientes rentistas y capitalistas. La alianza de clases, ms all de divergencias no fundamentales como las del proteccionismo cerealista y las leyes para los pobres, se mantuvo con firmeza y se consolid por medio de frecuentes alianzas matrimoniales y asociaciones de negocios. Frente a este bloque histrico, dirigente y beneficiario de la industrializacin, del capitalismo agrario, de la construccin del imperio y de la expansin del comercio mundial, los campesinos jams tuvieron oportunidades reales de resistencia. Debilitados por la vieja concentracin de la propiedad territorial, por la reciente invasin capitalista de la agricultura, por la competencia de los campesinos externos promovida por el
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mismo capitalismo, por la proletarizacin y las emigraciones, fragmentados y sin aliados, en conflicto frecuente incluso con los trabajadores industriales, los campesinos fueron como materia blanda entre las ruedas del molino de la historia. Hay que subrayar de nuevo que stos son rasgos excepciona les de la evolucin britnica, que no vuelven a encontrarse con exactitud en otros pases de industrializacin temprana. Quiz Francia presente un caso opuesto al britnico. All la lucha contra el absolutismo monrquico y lo que entonces comenz a llamarse feudalismo dividi y enfrent sin remedio a las clases dominantes. Los campesinos encontraron fcilmente aliados lo mismo entre la burguesa urbana y rural, la aristocracia empobrecida y el clero bajo, que entre los grupos profesionales y los artesanos. El desenlace de la revolucin, confirmado y estabilizado por el rgimen bonapartista, hizo de Francia una nacin ca racterizada sociolgicamente por aquellos grupos denomi nados pequeo burgueses. El trmino, tan poco preciso como elocuente, incluye campesinos y artesanos, comerciantes, empresarios agrcolas y manufactureros en pequea escala, grupos de diversos profesionales y burcratas. Frente a ellos y a sus alianzas y coaliciones temporales, atentas siempre a la defensa de sus intereses comunes o especiales, el complejo indus trial-urbano capitalista no consigui imponer su voluntad tan completa y firmemente como en Inglaterra. Dos siglos despus de la revolucin la agricultura francesa sigue tan confortablemente protegida de la competencia exterior que sus precios estn muy por encima del mercado mundial. Es decir que el resto de la sociedad y en particular el sector industrial-urbano tienen que contribuir a mantener la prosperidad del campo. Los campesinos siguen constitu-
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yendo una fuerza poltica tan importante como para tener en sus manos el equilibrio entre la izquierda y la derecha fran cesas, as como para obligar al Partido Comunista a revisar su actitud tradicional ante el campesinado. La falta de cumplimiento de aquellas predicciones marxistas sobre los campesinos basadas en el modelo histrico ingls, paradjicamente tiene su mejor ejemplo en la Unin Sovitica. Ningn pas capitalista, sin embargo, ha hecho mayores esfuerzos que el primer pas llamado socialista para hacer cumplir las predicciones aplicando el poder desptico del Estado en todos los niveles de la sociedad y la economa. A pesar de todo, medio siglo despus de la expropiacin masi va y del genocidio estalinista, los campesinos soviticos siguen constituyendo una gran fuerza social y econmica en la Unin Sovitica. La acumulacin socialista sovitica realizada por medio del Estado, de todas maneras, muestra semejanzas muy estrechas con la acumulacin capitalista privada britnica, particularmen te por lo que se refiere a los campesinos. Resulta difcil atribuir estos paralelismos a la marcha objetiva de la historia, sobre todo si se consideran las divergencias encontradas en los procesos de industrializacin de todos los dems pases. En realidad, en la Unin Sovitica estamos frente a una imitacin consciente aunque infortunada del modelo histrico ingls segn la descripcin de Marx y las interpretaciones de Lenin y Stalin. Dicho de otra manera, la ideologa oficial de la dictadura burocrtica exige que los campesinos sean considerados co mo un vestigio del pasado, un grupo social condenado a la extincin, una fuerza reaccionaria y una amenaza para la cons truccin del llamado socialismo. En consecuencia, el Estado
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permanece en guerra continua con el campesinado, aunque su trabajo y su produccin resultan indispensables. Las grandes empresas agrcolas colectivas (koljoses) y estatales (sovjoses) han demostrado a lo largo de cincuenta aos su incapacidad para resolver de manera completa y eficiente los problemas de abastecimiento de la poblacin y de la industria. La represin econmica, poltica, social y hasta literaria contra los campesinos, que es la actitud normal del Estado, alterna con periodos en que las circunstancias crticas y con frecuencia catastrficas de la agricultura obligan a hacer conce siones temporales, cautelosas y reducidas. Una de ellas, la que ha tenido mayor, aunque no ms segura, permanencia es la de permitir a los trabajadores y empleados de los koljoses y sovjoses usar una mnima parcela familiar. El mismo privilegio se concedi a los trabajadores y empleados rurales y urbanos no agrcolas, cuyas necesidades de subsistencia tampoco alcanza a satisfacer el Estado. Segn los clculos de Wadekin (The Private Sector in Soviet Agriculture), basados exclusivamente en estadsticas, documentos y autores soviticos, en la dcada 1960-1970 dicho sistema inclua un total aproximado de cincuenta millones de parcelas, que en promedio tenan una extensin de un tercio de hectrea y cubran slo entre 3.2% y 5% del suelo cultivado. El resto del suelo, por supuesto, estaba utilizado por los colecti vos (koljoses) y los sovjoses o empresas estatales. En trminos de poblacin, y siempre siguiendo los clcu los de Wadekin, el sistema parcelario familiar inclua: 16.3 millones de hogares de agricultores koljosianos; entre 1 y 1.7 millones de hogares de trabajadores y empleados no agricultores de los koljoses; entre 6.3 y 7.1 millones de hogares de trabajadores agrcolas y no agrcolas de los sovjoses; cuatro
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millones de trabajadores y empleados no agrcolas de zonas rurales, y de cuatro a cinco millones de la misma categora social que tenan derecho a cultivar huertas colectivas. Ms sor prendente todava es el nmero de trabajadores y empleados urbanos que disponan de parcelas, que a veces no eran ms que un anexo al solar de la vivienda, o bien tenan derecho a cultivar huertas privadas y colectivas: cuatro millones y de diez a trece millones, respectivamente. Ms asombrosa an que la cantidad de poblacin envuelta en este tipo de actividad campesina es su significacin econmica, tanto por s misma como por comparacin con el sector colectivizado y estatal de la agricultura. A mediados de la dcada de 1960 esta clase peculiar de campesinos produca 30% del valor bruto de toda la agricultura, y dentro de ella 40% de las verduras, carne y leche; ms de 60% de la papa y la leche; 45% de la ganadera, y 74% de las aves de corral. El xito de las empresas domsticas campesinas es ms notable si se considera que utilizaban slo diez mil millones de rublos de capital, o sea menos de la mitad del valor del producto anual bruto. A cambio de esto absorban 40% de los insumos globales de trabajo en la agricultura. Otros fenmenos tpicos de la economa campesina aparecen con la misma claridad. La productividad del trabajo era 30% ms baja que en el sector pblico, pero la productividad del suelo, medida segn el volumen fsico de las cosechas, era entre un tercio y dos tercios ms alta que en los koljoses y sovjoses. Asimismo, el destino de la produccin se reparta de esta manera: tres quintas partes al autoconsumo; una quinta parte a usos productivos (forrajes, semillas), y otra quinta parte al mercado. No creo que haya otra manera de denominar a la mayora de esta inmensa masa de poblacin ms que como campesinos,
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pese a los trminos evasivos que de seguro emplea el marxismo talmdico. La liturgia marxista tampoco es capaz de explicar la supervivencia del campesinado sesenta aos despus de la revolucin y cincuenta desde las brbaras colectivizaciones obligatorias, las deportaciones y confiscaciones de Stalin. Todava ms. Cuando el Estado concede una tregua tempo ral, coincidiendo con alguna crisis mayor de la agricultura, el sector de la economa campesina crece con mayor rapidez que el sector colectivizado y estatal, y aumenta el nmero de familias urbanas que dedican parte importante de su fuerza de trabajo al cultivo de sus minsculas parcelas. La permanencia del campesinado y su fuerte gravitacin poltica y econmica todava al cerrar el siglo XX constituyen fenmenos muy importantes que no estn reducidos al mundo del subdesarrollo. Por el contrario, se presentan tambin en los pases industrializados capitalistas y socialistas, especialmente cuando se considera su estructura socioeconmica en trminos de los nuevos tipos de campesinos, del campesinado externo, de la articulacin de modos de produccin y del sistema econmico mundial. Aquellos que se declaran interesados sobre todo en el movimiento general y a largo plazo de la historia, procuran abstraer las especificidades nacionales y cronolgicas del proceso de industrializacin, como lo hizo Marx en El capital. Lo que ha resultado de esta actitud, sin embargo, no ha sido un modelo histrico abstracto que subsuma las variaciones histrico-concretas sin negarlas, sino la descripcin de la experiencia inglesa elevada a modelo o tipo ideal de la revolucin industrial. Se profetiz falsamente un futuro britnico para todo el mundo.
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Podr pensarse, y de hecho tal cosa se afirma con frecuencia, que el nfasis en las especificidades nacionales y cronolgicas, o bien en los caracteres pretendidamente universales de la industrializacin, sera meramente una cuestin de seleccin del mtodo de estudio. Tambin se dice, como un corolario de la afirmacin anterior, que la diversidad de los procesos histricos y de las sociedades que se van configurando, en definitiva, es un fenmeno temporal producido por la desigualdad del desarrollo. A largo plazo, se afirma, prevalecern las tendencias hacia la igualdad del desarrollo, la homogeneidad de las sociedades y la consecuente desaparicin de los campesinos. Es decir, se pretende justificar una serie de predicciones no realizadas, en particular aquellas que se refieren a los campe sinos, haciendo las mismas predicciones a plazo ms largo. Sin embargo, todava no se examinan crticamente las nuevas formas sociales que van apareciendo en el periodo posindustrial y no se intenta determinar en cada caso cules son las tendencias concretas. Tampoco se han examinado a fondo los efectos de aquellos factores nuevos que alteran o pueden alterar las relaciones tradicionales entre industria y agricultura, ciudad y campo, campesinos, proletarios y capitalistas. La prolongada renuencia del marxismo oficial a emprender estudios campesinos es explicable en el contexto de las posicio nes tericas que he procurado describir y criticar, pero tambin lo es en el contexto ideolgico de su extraa hostilidad hacia el campesinado. Los marxistas ortodoxos han sido arrastrados contra su voluntad al estudio del campesinado, como lo fueron a la discusin sobre el modo asitico de produccin y lo estn siendo a la polmica sobre la articulacin de modos de produccin, ms que nada por el vigoroso desarrollo del
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trabajo de cientficos sociales liberados tanto del formalismo acadmico burgus como del ritualismo marxista. Creo que se puede afirmar, sin incurrir en el prejuicio de la autorreferencia disciplinaria, que los antroplogos han hecho las mayores contribuciones a la resurrecin de los estudios campesinos. Me refiero, por supuesto, a la investigacin de las comunidades aldeanas, pese a los graves defectos tericos y metodolgicos que han sido criticados con tanta vehemencia. La resurreccin de los estudios campesinos, de todas mane ras, ha supuesto una nueva transformacin. Es el resultado de la confluencia de las investigaciones de campo de los antroplogos, de sus primeras reflexiones tericas, del redescu brimiento de la tradicin interrumpida de los campesinlogos del siglo XIX y del examen crtico de la teora marxista. La sntesis que se necesita todava se ve slo confusamente y el proceso para llegar a ella no va a ser fcil ni breve.
ANTROpLOGOS Y CAMpESINOS:
LOS LMITES DEL CApITALISMO1
a resurreccin de los estudios campesinos en la segunda mitad del siglo XX se debe, ante todo, a los campesinos mismos. Ellos continuaron ignorando las profecas de los cientficos sociales y de los marxistas sobre su inminente extincin, y siguieron resistiendo los esfuerzos del complejo urbano-industrial capitalista (privado y estatal) para destruirlos. Desde Mxico hasta la Unin Sovitica, desde Argel, China y Vietnam hasta los Estados Unidos y Polonia, el campesino ha hecho sentir su fuerte y continua presencia poltica y econmica. Resulta evidente que en lugar de las hiptesis y las prcticas de su desaparicin, se necesita una teora de su continuidad y una praxis derivada de su permanencia histrica. En 1955 un antroplogo tan dedicado a la investigacin de la cultura campesina como fue Oscar Lewis, poda escribir: Aunque los campesinos constituyen todava casi las tres cuartas partes de la poblacin mundial y adems forman la mayora de los habitantes de los pases poco desarrollados, esta masa de poblacin ha sido relativamente preferida como campo especial de estudio de los cientficos sociales. Y agregaba: En efecto, los antroplogos se han dedicado particularmente a las sociedades primitivas o tribales; los
Ensayo basado en las plticas iniciales de los seminarios sobre Campesinos y Proceso de Industrializacin, celebrados en la Universidad de Texas en 1978 y en la Universidad Iberoamericana en 1979. 255
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socilogos han tomado las sociedades urbanas como objeto particular de sus investigaciones, y los socilogos rurales se han especializado en las sociedades rurales de tipo moderno. De este modo, la gran mayora de la humanidad carece de una disciplina que la reclame como su objeto propio de anlisis. Bien pudiramos decir, pues, que apenas hoy empieza a formarse una ciencia para el estudio comparativo de las sociedades campesinas. Lewis, al igual que casi todos los antroplogos norteamericanos de su generacin, pareca desconocer la obra tanto de los campesinlogos europeos como de los mexicanos, lo que es sorprendente si se recuerda que Mesoamrica fue su terreno favorito de estudio. Uno debe reconocer sin rencor la existencia de una especie de autarqua intelectual anglosajona, como la ha llamado Shanin, que lleva a sus cientficos sociales a descubrir peridicamente viejos mediterrneos y darles nombres nuevos. En 1955, por lo dems, se cumplan veinticinco aos de la publicacin de la monografa de Redfield sobre Tepoztln (1930) que inici la gran oleada de los llamados estudios de comunidad. Precisamente Oscar Lewis, al repetir aos despus (1950) la investigacin del mismo pueblo, haba abierto una de las polmicas ms vivas e interesantes sobre la teora y el mtodo de los estudios de comunidades aldeanas. De acuerdo con la buena tradicin antropolgica, las discusiones fueron acompaadas y seguidas por numerosos e intensos trabajos de campo. Howard Cline, al compilar en 1952 una bibliografa de los estudios modernos de comuni dades mexicanas, registr ochenta y un ttulos publicados entre 1922 y 1952. Sin embargo, slo dos de ellos, aparte de un par de obras generales, tienen fecha anterior al Tepoztln de Redfield. Se trata del estudio de 1922 del valle de Teotihua-
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cn editado por Gamio y de un artculo sobre Orizaba de A. Foster aparecido en 1925. A partir de 1952, fecha terminal de la bibliografa de Cline, y hasta la dcada de 19601970, con seguridad apareci un nmero todava mayor de ttulos sobre pueblos de Mxico. Una revisin rpida de algunos de ellos muestra profundos cambios en la orientacin terica y los mtodos de investigacin atribuibles en gran medida a los resultados de la polmica originada por el Tepoztln de Redfield, pero tambin a la influencia de los trabajos de Julian Steward y Gonzalo Aguirre Beltrn y a la revaluacin de la obra de Gamio sobre el valle de Teotihuacn. Es dudoso que los campesinos de cualquier otra regin del mundo fueran estudiados durante el mismo periodo por los antroplogos nacionales y extranjeros con semejante inten sidad. A ello contribuy, desde luego, la proximidad geogrfi ca de Mxico a Estados Unidos, el pas de mayor actividad antropolgica y con mayores intereses de todo tipo en el rea mesoamericana. Las razones principales del florecimiento de los estudios de comunidad fueron muy semejantes a aquellas que estimularon la campesinologa europea del siglo XIX. Es decir, el extraordinario atractivo de la Revolucin Mexicana y sus movimientos campesinos desde principios de siglo, y la tarda reforma agraria que sirvi de fundamento poltico al programa nacional revolucionario de Crdenas. Fue en este tiempo, adems, cuando el problema indgena de Mxico empez a ser tratado por los antroplogos como parte de la cuestin campesina y no en forma meramente etnogrfica. Los antroplogos desbloquearon la cuestin campesina, por as decirlo, aunque quiz no siempre lo hicieron conscien
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temente. En efecto, a partir de Tepoztln y en una serie de importantes investigaciones de campo, monografas y trabajos tericos muy influyentes, Redfield desarroll el discutido concepto de sociedad folk y sociedad urbana y su controver tida idea del continuum folk-urbano. Redfield caracterizaba el tipo ideal de la sociedad folk por medio de los siguientes rasgos: sociedades pequeas, aisladas y autosuficientes; gran homogeneidad gentica y cultural; cambios lentos; mnima divisin del trabajo social y tecnologa sencilla; mucha coherencia funcional; organizacin social basa da en la consanguinidad y el parentesco artificial; conducta tradicional y acrtica; sacralizacin de los actos y objetos tradicionales y ritualismo; ausencia de motivaciones econmicas. Hay varias ambigedades graves en esta definicin que, a pesar de todo, contiene muchos elementos verdaderos. La primera ambigedad, y la ms importante desde el punto de vista del presente ensayo, es que Redfield no estableci diferencias claras entre la sociedad folk y la sociedad primitiva tpica. De esta manera, el estudio de las comunidades aldeanas poda aparecer simplemente como una renovada prolongacin de la etnografa tradicional, manifestando la misma fuerte preferencia por el enfoque culturalista. La crtica comenz casi de inmediato alrededor de esta cuestin. O sea, sobre la especificidad del campesino frente a las sociedades tribales. George Foster, por ejemplo, observ que la dicotoma tipo lgica propuesta por Redfield agrupaba a todos los pueblos no urbanos en una sola categora, que inclua desde las tribus ms primitivas y aisladas hasta los primitivos aculturados, las culturas rurales mestizas de Amrica Latina y los pueblos cam pesinos de Europa. Si los verdaderos primitivos fueran ex-
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cluidos del concepto de sociedad folk, evidentemente el residuo quedara constituido por los campesinos. Las comunidades campesinas, sin embargo agregaba Foster no son completas o totales en el sentido en que podra serlo una sociedad verdaderamente primitiva y aislada. Por el contrario, son partes o segmentos de una unidad social mayor, con la cual estn estructuradas vertical y horizontalmente y con la que tienen una relacin simbitica espacio-temporal. En este sentido lo folk-campesino y lo urbano no son conceptos polares, sino partes de la definicin de un tipo sociocul tural. Esto explica por qu no es posible describir un grupo folk, o sea una comunidad aldeana, sin recurrir a la historia, la estructura y la cultura de la sociedad nacional, como los antroplogos haban descubierto ya en la prctica. La crtica principal de Sidney Mintz, por otra parte, tom como objetivo la serie de importantes estudios de Redfield y Alfonso Villa Rojas de algunas comunidades de Yucatn, por medio de los cuales se aspiraba a establecer el continuum folkurbano en su doble dimensin sociocultural e histrica, desde la organizacin tribal a la ciudad de Mrida. La investigacin, sin embargo, no incluy el estudio de una plantacin henequenera, aunque la produccin de henequn constituye la columna vertebral de la economa yucateca de acuerdo con el mismo Redfield. Dicho de otra manera, Mintz trataba de introducir en el estudio de las comunidades rurales una forma particular de la invasin capitalista de la agricultura: la plantacin. La importancia de la hacienda henequenera, as como de las plantaciones de caa de azcar, pltano, caf y otras, escriba Mintz, significa la emergencia de comunidades rurales
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proletarias que no tienen propiedad productiva y viven del salario. Los proletarios rurales constituyen una sociedad de segmento; son miembros de una clase que no puede ser ana lizada sin referencia a otras clases en la sociedad total. La plantacin existe para satisfacer necesidades del mercado nacional e internacional, no de la comunidad local. Pero en el plano local esto requiere la existencia de una gran poblacin trabajadora, el monopolio de la tierra, el uso del dinero, la reglamentacin de trabajo, etc. Es decir, la presencia de todos aquellos rasgos de la operacin econmica que suelen llamarse racionalizados o capitalistas. La crtica ms detallada y rigurosa del esquema de Redfield y de seguro tambin la ms ruidosa, provino de Lewis, quien repiti el estudio de Tepoztln veinte aos despus de la investigacin original. No hay dudas sobre el valor extraordinario de la monografa de Lewis y sobre sus efectos demoledores. Sin embargo, en una lectura actual muchas de sus crticas a Redfield parecen menos relevantes de lo que parecieron a su propios contemporneos. Quiero decir que la crtica ms vlida y fundamental est implcita en la misma monografa de Lewis, en sus supuestos tericos y en su metodologa. Todo ello aparece con suficiente claridad y agudeza en cualquier lectura paralela de los dos textos. Me atrevera a decir que la crtica explcita, que figura sobre todo en los seis puntos principales del sumario y conclusiones, nunca consigue elevarse al nivel del mismo estudio. Podra afirmarse, quiz, que Redfield abri con Tepoztln el periodo moderno de los estudios de comunidad, que deban contribuir a llevarnos en Mxico a la campesinologa rural. Despus del nuevo Tepoztln de Lewis, sin embargo,
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no fue posible escribir ms monografas al estilo del viejo Tepoztln. La naturaleza campesina de las comunidades pas a ser la clave para su estudio e interpretacin, y no sus caracteres tnicos y culturales. La comunidad debi ser colocada firmemente en el contexto de la sociedad mayor, y no considerada como una entidad aislada. Los procesos histricos tuvieron que ser analizados en sus aspectos reales y concretos, y no vistos como relaciones abstractas entre los tipos ideales folk y urbano. La definicin del tipo ideal folk fue abandonada sin muchas lamentaciones, y con ella las ideas sobre el primitivismo y el aislamiento campesino. Los antroplogos por fin pudieron dejar de ver a los campesinos de Mxico y de otras partes del mundo como supervivencias culturales de la barbarie neoltica y como anacronismos protegidos por su propia insignificancia, sin tener que idealizarlos en ficciones russonianas. Tengo la conviccin de que este proceso necesario se habra acelerado considerablemente, y tambin realizado con mayor lucidez, si los antroplogos hubieran conocido mejor la tra dicin cientfica europea y estado ms atentos a la propia tradi cin mexicana sobre la cuestin agraria y el indigenismo. Hay por lo menos dos ejemplos claros de estas posibilidades. Aguirre Beltrn, a lo largo de sus primeras investigaciones y trabajos para dar un fundamento cientfico al indigenismo mexicano, ya haba abandonado tanto el enfoque puramente culturalista como la idea del aislamiento de las comunidades indgenas el concepto de su ahistoricidad. La comunidad indgena, por el contrario, era el producto de un proceso histrico concreto, caracterizado por su creciente integracin socioeconmica y cultural a la sociedad nacional.
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Este proceso tena lugar, sobre todo, por medio de sistemas regionales constituidos por centros dominantes (rectores) mestizos o ladinos, y constelaciones de pueblos indgenas. El proceso marchara tanto ms de prisa cuanto ms se desarrollaran las fuerzas del capitalismo moderno y creciera la intervencin local de las instituciones nacionales. De esta manera la unidad de estudio se ampliaba de la comunidad a la regin. El foco de anlisis se centraba en las relaciones entre las comu nidades, el centro rector y las instituciones nacionales. Julian Steward en Estados Unidos segua un camino conver gente al de Aguirre Beltrn en Mxico. Estaba empeado tambin en alcanzar una comprensin terica de las estructuras sociales complejas, ms all de la tribu y la comunidad local, y de sus procesos evolutivos reales. La teora-mtodo de los niveles de integracin sociocultural y los conceptos sobre la evolucin multilineal constituyen, de seguro, sus principales contribuciones a la antropologa. Dentro de ellas se inscribe una teora del campesinado. No es de ninguna manera casual que numerosas aportacio nes antropolgicas al estudio de los campesinos, y entre ellas muchas de las ms significativas, procedan de programas de investigacin dirigidos o inspirados por Steward. Hay que pensar, por ejemplo, en el Proyecto Tarasco en Mxico, que por primera vez en la antropologa tom como unidad de estudio una amplia regin geogrfica con unidad cultural e histrica. Los casos ms ilustrativos, sin embargo, son el estudio de Puerto Rico y el examen comparado de la introduccin de la agricultura capitalista en diversas reas del mundo. Algunos de sus colaboradores y asociados en estos proyectos, como Eric Wolf y Sidney Mintz, no haban de tardar en transformar la orientacin antropolgica del estudio del campesinado. Tam-
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poco es accidental que Eric Wolf, adems de su condicin de colaborador de Steward, sea un buen conocedor de la tradicin cientfica social europea y de la teora marxista, y est profundamente familiarizado con la antropologa mexicana. La historia de los estudios campesinos tendr que escribirse alguna vez. Yo no he hecho ms que indicar sus orgenes y subrayar algunos de sus momentos ms importantes. Sin embargo, espero que cuando se escriba esta historia sea realmente un reflejo de la historia del campesinado. Es decir, no una simple historia de una rama especial de las ciencias sociales, sino una parte de la historia social de los campesinos. Es posible que un enfoque histrico semejante al que propongo ayude a resolver los graves problemas que plantea la profunda contradiccin existente entre la mayor realidad de la historia del campesinado, que consiste en su permanencia, y la principal teora generada por los estudios campesinos modernos, que insiste en predecir la desaparicin del campesinado. De esta suerte de prejuicio no han escapado los antroplogos, pese a su enorme contribucin al conocimiento emprico de la sociedad campesina y a su creciente compren sin de las relaciones entre ella y la sociedad mayor. A pesar de esto, los antroplogos suelen pensar en la resistencia campesina como un fenmeno coyuntural y en consecuencia transitorio. Todava se refieren a l en trminos de conservadurismo cultural, oposicin a las innovaciones y animadversin al cambio y a la llamada modernizacin. Estas interpretaciones, que no estn muy alejadas de las que propone la ortodoxia marxista, contribuyen a desviar la atencin de fenmenos tan importantes como son las estrate gias de cambio utilizadas por los campesinos para asegurar la
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supervivencia. Precisamente, la supervivencia no puede ser explicada en trminos de conservadurismo e inmovilidad. De manera semejante a cualquier especie amenazada por la modificacin de su ambiente natural, el campesinado sobrevive por medio de cambios adaptativos a las transformaciones de su ambiente histrico concreto. La cuestin de las estrategias adaptativas respecto a la sociedad mayor, a pesar de su evidente importancia, ha recibido comparativamente poca atencin. Har la excepcin, sobresaliente por muchos motivos, de los estudios de Eric Wolf sobre los campesinos, que se dirigen de manera precisa a examinar las variedades del campesinado en relacin con ambientes naturales especficos y tecnologas determinadas, as como frente a las caractersticas cambiantes de las sociedades de las que los campesinos constituyen segmentos especializados. No hay tiempo ahora para discutir esta problemtica tan compleja. Me limitar a examinar algunas estrategias campesinas de adaptacin, en particular aquellas que utilizan los lmi tes estructurales del crecimiento del capitalismo. Kautsky, en su Cuestin agraria, no registr el fenmeno del desplazamiento de los campesinos y de muchas de sus actividades econmicas desde los pases metropolitanos hacia los coloniales, dependientes o perifricos. Es decir, el fenmeno que he llamado del campesinado externo de los centros capita listas. Lenin tampoco advirti que la lentitud del desarrollo capitalista en Rusia y la casi total hegemona de la produccin campesina eran resultados simultneos de este mismo fenmeno. O sea, que la Rusia zarista constitua un ala campesina especializada del capitalismo europeo, y que su atraso era resultado sobre todo de esta situacin.
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De tal manera qued planteado el problema de la supervivencia campesina, que la teora marxista no supo proponer otras explicaciones que aquellas basadas en el atraso econmico y tecnolgico y en la desigualdad del desarrollo. Los antroplogos, con raras excepciones, siguieron la misma lnea de anlisis y llegaron a idnticas conclusiones. De ah su viejo entusiasmo por los programas llamados de modernizacin campesina, y el ms reciente por los autores marxistas descubiertos tardamente. Kautsky, sin embargo, observ que aun en los pases ms avanzados la expansin de la agricultura capitalista no slo creaba proletarios rurales, sino que tambin necesitaba campe sinos. Por supuesto, no hay nada nuevo en el descubrimiento de que las grandes empresas agrarias requieren fuerza de trabajo estacional, que slo los campesinos pueden facilitar a costos mnimos. El latifundio romano, por ejemplo, que fue edificado sobre las ruinas del campesinado libre, al entrar en crisis el esclavismo tuvo que recampesinizar el mundo rural bajo la forma del colonato. El manor de los seores feudales se cultivaba con el trabajo obligatorio de los siervos campesinos. La administra cin colonial espaola jams consinti en la desaparicin de las comunidades aldeanas simbiticamente unidas a las haciendas, y las cre donde no las haba. Bajo toda clase de sistemas socioeconmicos y polticos, los campesinos han sido proveedores no slo de excedentes de produccin sino tambin de trabajo. De esta regla general, que une a la gran empresa agraria con las unidades campesinas por medio de trabajo, no estn excluidas las empresas capitalistas modernas. Kautsky poda observar en Europa Central y Occidental los movimientos
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de la fuerza de trabajo campesina, especialmente durante las estaciones de la cosecha de cereales y frutas y la vendimia. Buques cargados de trabajadores de Espaa, Italia y Portugal cruzaban a principios de siglo el Atlntico de ida y vuelta hacia la cosecha de cereales de Argentina, aprovechando la diferencia de estaciones para no abandonar sus propios cultivos. Es ms, las inmensas obras pblicas del siglo XIX y principios del XX en los pases industriales (canales de riego y navegables, caminos, vas frreas, edificacin, etc.), se realizaron en buena medida con mano de obra campesina asalariada y libre. Estos ltimos rasgos diferencian claramente la articulacin campesina con el capitalismo de aquellas grandes movilizacio nes obligatorias y sin pago de salario caractersticas de las sociedades en que domin el modo asitico de produccin. Incluso una parte de la fuerza de trabajo en las manufac turas y en las minas, la menos especializada, estuvo constitu ida por obreros temporales que regresaban despus a sus hogares campesinos. El trabajo domstico en manufacturas textiles y de otros tipos ha continuado por largo tiempo despus de la revolucin industrial y del predominio de la pro duccin fabril. Los efectos de esta complicada red de interrelaciones del capitalismo moderno y los campesinos son sumamente contradictorios. Si bien por un lado manifiestan la expansin capitalista y contribuyen a ella, por otro lado ofrecen oportunidades a los campesinos de robustecer sus economas amenazadas y, a veces, los medios para expandirlas. El carcter contradictorio de este proceso se expresa en un reforzamiento de la divisin mundial del trabajo. Los pases centrales del sistema han tendido a mantener aquellas acti vidades agropecuarias y manufactureras que son ms suscep
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tibles de intensa capitalizacin, desplazando a las reas perifricas aquellas actividades que requieren mayores insumos de fuerza de trabajo barata y no especializada. El resultado es la expansin del campesinado externo y aun la recampesinizacin de amplias reas del mundo, a la vez que se siguen descampesinizando los pases centrales. El proceso en su conjunto no puede ser comprendido ms que en el cuadro de la evolucin del sistema mundial. Los lmites estructurales del crecimiento del capitalismo como un sistema global fueron discutidos claramente por Rosa Luxemburgo al examinar la necesidad de que otros modos de produccin acten como mercado para la realizacin de la produccin capitalista. La reproduccin ampliada del capital y la expansin geogrfica del capitalismo aniquilan de manera progresiva a los dems modos de produccin, destruyendo a la vez los medios de su propia existencia y reproduccin. Este anlisis terico acerca de los lmites del capitalismo, que no hay que confundir con las predicciones sobre su desti no final real, parece haber descuidado, de todas maneras, la cuestin del trabajo como otra forma fundamental de la articulacin entre modos de produccin diferentes. Los tericos marxistas y muchos antroplogos, por otra parte, piensan que los avances tecnolgicos eliminan definitivamente la nece sidad capitalista de recurrir en particular a la fuerza de trabajo campesina. La sustitucin general del trabajo vivo de los hombres por el trabajo muerto de las mquinas se considera as como un proceso universal, ilimitado e irreversible, que ocurre no slo en la industria sino tambin en la agricultura. Se profetiza,
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como ya se haca en el siglo XIX, sobre las grandes fbricas al aire libre, que sern las empresas agrcolas del futuro. Estas ideas sin duda son reminiscentes del evolucionismo unilineal rechazado por la antropologa contempornea y de la fe ingenua en el progreso destruida por la experiencia de la historia moderna. Por supuesto, se apoya asimismo en la proyeccin simple de tendencias que son reales y poderosas, pero que olvidan los lmites de esta clase de tecnologa cuando se examina en sus contextos histricos, sociales y econmicos con cretos. Indicar en seguida y como ilustracin algunas comparaciones posibles entre Gran Bretaa y Mxico. En el pas de la primera Revolucin Industrial el volumen de la poblacin al comenzar el desarrollo de las manufacturas apenas sobrepasaba una dcima parte de la poblacin actual de Mxico. La tasa anual de su crecimiento demogrfico no llegaba a una tercera parte de la mexicana de hoy. Dicho de otra manera, el fenmeno de la llamada revolucin demogrfica acompaa y sigue a la Revolucin Industrial britnica, pero precede y condiciona la industrializacin de Mxico. El significado de este cuadro demogrfico aparece claramente al relacionarlo con los procesos respectivos de desarro llo industrial y urbano. Las factoras britnicas eran intensi vas de trabajo, requeran poco capital y siguieron as por largo tiempo. El uso de energa no animal era muy limitado, incluso despus de la aplicacin de la mquina de vapor a las manufacturas, y el grado de automacin mecnica de las operaciones era muy bajo. Los establecimientos industriales fueron concentraciones gigantescas de trabajadores antes de serlo de mquinas. Quiere decirse que aunque la composicin urbano-rural e industrial-agrcola de la poblacin britnica al comenzar la
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Revolucin Industrial era semejante a la mexicana de mediados del siglo XX, en Gran Bretaa result mucho ms fcil alterarla. La poblacin rural, actuando como reserva general de fuerza de trabajo, descendi rpidamente en trminos absolutos y relativos hasta alcanzar el ndice que se supone caracterstico de las sociedades avanzadas. En Mxico este proceso no pudo ni podr repetirse. Los censos muestran que el crecimiento demogrfico natural no slo anula las grandes transferencias del campo a la ciudad, sino que aumenta la poblacin rural en trminos absolutos. Segn clculos generalmente aceptados, entre 1960 y 1980 el sector rural deba descender en trminos relativos de 50% a 37% o 34% aproximadamente. Sin embargo, en trminos absolutos aumentara de dieciocho a veinticuatro o veintisis millones de personas aproximadamente. Las cifras indicadas son discutibles. Dados los peculiares criterios censales empleados para definir a la poblacin urba na, las correcciones al volumen del sector rural tienen que hacerse hacia arriba, aceptando en primer lugar que ha sido subestimado. Pero aun partiendo de las cifras oficiales se llega a conclusiones impresionantes. Hacia 1965, por ejemplo, la poblacin rural alcanz a ser igual a la totalidad de la poblacin de Mxico veinticinco aos antes, en 1940. Esta situacin no significa que la emigracin sea poco considerable. Por el contrario, el aumento del sector urbano en trminos relativos y absolutos es constante e inexplicable en relacin con su propio crecimiento natural. La marea humana expulsada del campo no cede, y se dirige desde hace mucho a las ciudades mexicanas y hacia Estados Unidos. A pesar de todo, el sector rural se ha convertido en un gigan-
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tesco y creciente depsito de poblacin, que no puede hacer otra cosa sino dedicarse a la agricultura. En su inmensa mayora lo hacen como campesinos y trabajadores asalariados estacionales. La estructura ocupacional expresa desde otro ngulo la misma situacin. Aunque el empleo en el sector de manufacturas ha crecido porcentualmente ms que en el agrcola, en nmeros absolutos el crecimiento de este ltimo ha sido mucho ms grande. Entre 1962 y 1965, por ejemplo, que fueron aos de crecimiento econmico, la fuerza de trabajo en la industria subi de 2416000 a 2779000, mientras en el sector primario aument de 6558000 a 7092000. Por otra parte, el llamado sector de servicios, que en Mxico en su mayor parte es otro depsito del desempleo y la desocupacin, aument casi a la par que el industrial. La peculiaridad demogrfica de la industrializacin mexi cana por comparacin con la britnica no alcanza por s sola a explicar los nmeros crecientes del sector rural. Tampoco puede atribuirse al estancamiento del sector industrial, que ha crecido de manera constante y con ndices altos, pese a algunas interrupciones. Es preciso tomar en cuenta otras pecu liaridades del caso mexicano, que consisten principalmente en la naturaleza de la tecnologa y en el volumen de capital necesario para las inversiones. La tecnologa, en efecto, ha continuado su evolucin histrica, sustituyendo crecientemente el trabajo humano con mquinas movidas por energa no animal, incrementando as la intensidad del capital y disminuyendo el nmero de empleos creados por unidad de capital invertido. El resultado es la creciente dificultad del sector industrial para absorber la fuerza de trabajo generada por el crecimiento demogrfico
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y su incapacidad para disminuir la poblacin rural en trminos absolutos. Un corte sincrnico de la relacin capital-empleo en la industria, efectuado con datos de la dcada de 1960, muestra que en Mxico por cada milln de pesos invertidos se creaban entre cuarenta y ochenta empleos directos en promedio en las regiones del pas con industrias de tecnologa ms baja. En cambio, en las regiones con industria ms avanzada la misma cifra de inversin no alcanzaba a crear en promedio ms que de ocho a diez empleos directos. Aun bajo estas condiciones moderadas, las cifras de capital necesario para que Mxico siguiera el caso britnico desafan la imaginacin. La combinacin del alto crecimiento demogrfico de una poblacin grande y en su mayora rural, con el predominio en aumento de las industrias intensivas de capital y la penuria de recursos financieros, es caracterstica no slo de Mxico sino de la mayora de los pases que han llegado tarde a la revolucin industrial. No se trata, sin embargo, de una mera cuestin de desfase o retraso en el desarrollo, sino de un tipo especial de organizacin y desarrollo de los segmentos subordinados y dependientes de los pases capitalistas centrales dentro del sistema econmico mundial. Es la naturaleza misma de este sistema lo que a la vez tiende a destruir al campesinado y a recrearlo, mantenerlo y expandirlo bajo nuevas formas y en otros lugares. Las tendencias del sistema global producen el crecimiento demogrfico del sector rural, como procurar demostrar en otro lugar, pero impiden la absorcin de sus excedentes en el sector industrial. El campo se convierte en un depsito de poblacin que slo en parte funciona como ejrcito de re-
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serva del trabajo. La reproduccin ampliada de la fuerza de trabajo pierde sentido en los cuadros actuales del capitalismo, y por eso florecen de nuevo las ideas maltusianas en busca de soluciones meramente demogrficas a los problemas ms profundos del sistema socioeconmico. Los avances del capitalismo agrario agravan la situacin al crear ms proletariado que el que puede utilizar en sus empresas o ser empleado por la industria y los servicios. Las soluciones se vuelven aparentemente paradjicas. Para mantener la estabilidad del sistema y asegurar su desarrollo se recurre a la recampesinizacin de la agricultura bajo el nombre de reforma agraria. Pero al realizarse sin modificar el resto del sistema, la reforma agraria seala meramente el comienzo de un nuevo ciclo de invasiones capitalistas de la agricultura bajo formas todava ms altas de tecnificacin. Estoy seguro de que este tipo de enfoque puede utilizarse con provecho para examinar la reforma agraria mexicana, sin pretender con ello agotar las posibilidades de anlisis de un fenmeno tan complejo. No es de ninguna manera casual que el reparto cardenista de tierras, o sea la recampesini zacin moderna de Mxico, coincida con la crisis econmica mundial, el desplome general de los precios agrcolas, el colapso de las exportaciones agropecuarias mexicanas y la consiguiente prdida de la rentabilidad de las viejas empresas capitalistas agrarias. Tampoco resulta extrao desde este punto de vista que el ataque a la hacienda porfirista, que era una respuesta a las necesidades de produccin y exportacin caractersticas del siglo XIX, se desarrolle paralelamente a la organizacin de las grandes empresas agropecuarias dedicadas a satisfacer las nuevas demandas del sistema econmico mundial. La rees-
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tructuracin agraria de Mxico, de la que la reforma agraria contra las viejas haciendas fue el aspecto ms visible, creaba empresas capitalistas modernas y proletarios agrcolas, pero tambin y a la vez campesinos que constituan asimismo la fuerza de trabajo ms barata. El reparto de tierras fue sin duda un acto revolucionario producido tanto por las presiones y rebeliones campesinas como por la poltica nacionalista y populista. Pero no fue un acto anticapitalista. Por el contrario, la reforma agraria marc claramente el comienzo del periodo ms intenso de desarro llo capitalista que haba conocido Mxico. La continuacin de la llamada poltica agrarista, ms all de lo que es una condicin necesaria de la propia expansin capitalista, se explica en trminos de la revolucin demogr fica y de la insuficiencia de capital, de la necesidad de estabi lidad poltica del rgimen y de la hegemona de la burocracia estatal en la alianza de las clases dominantes. La persistencia del campesinado y los fenmenos concurrentes de proletarizacin y recampesinizacin encuentran parte de su explicacin, pero no toda, en los procesos adaptativos de los campesinos a las transformaciones de la sociedad mayor. En consecuencia, resulta preciso estudiarlos bajo las formas concretas con que se presentan en cada periodo histrico. Esto ha constituido hasta ahora la mayor contribucin de la antropologa. El desarrollo del complejo urbano-industrial en las condi ciones del capitalismo privado o estatal (el llamado socialis mo), as como la expansin de las grandes empresas agrarias, son procesos contradictorios desde el punto de vista de sus efectos sobre los campesinos. Es decir, si bien por un lado es-
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tos procesos implican la destruccin de muchas formas existentes de la produccin y organizacin campesina, por otro requieren la existencia de los campesinos. En efecto, en las formaciones socioeconmicas domina das por la acumulacin capitalista el campesinado resulta necesario tanto como mercado para la realizacin de parte de la produccin capitalista, como mano de obra barata para las empresas capitalistas agrarias y no agrarias. A la vez, los campesinos sirven como productores no capitalistas de mercancas baratas que entran a la circulacin capitalista. Finalmente, los campesinos reproducen la fuerza de trabajo sin cargar los costos al sector capitalista y la mantienen tambin sin costos, como en un depsito demogrfico, cuando no existe suficiente ocupacin productiva. Los campesinos sobreviven porque son capaces de adaptarse a estas situaciones difciles, complejas y cambiantes. La adaptacin, sin embargo, est lejos de ser un proceso simple y mecnico. Debe rechazarse cualquier semejanza profunda de sus procesos con las adaptaciones al medio natural realizadas por la va de los mecanismos biolgicos. La adaptacin biolgica comienza con las variaciones al azar, prosigue con la herencia gentica y termina con la seleccin natural. La adaptacin cultural opera por variaciones que tienen propsitos y que se mantienen, transmiten, abandonan y modifican de manera selectiva y crtica. Dicho de otra manera, la adaptacin cultural es un proceso creador, y es libre en la medida en que puede decidir entre alternativas determinadas. El xito de las adaptaciones campesinas exige la presencia cuando menos de tres condiciones esenciales. Es importante subrayar que ninguna de ellas ha sido o puede ser destruida completamente en el plano mundial por la expansin del ca-
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pitalismo. Por el contrario, ellas mismas son tambin condi ciones de la estabilidad y crecimiento del sistema mundial dominado por el capitalismo. La primera condicin esencial es que el campesino mantenga de alguna manera cierta suerte de acceso a su principal medio de produccin, la tierra. Por supuesto, las formas de obtener este objetivo son muy variadas y cada una es importan te tanto para los campesinos como para la sociedad mayor. Sin embargo, lo decisivo es conseguirlo cualquiera que sea el medio utilizado. Los medios pueden ir, como hemos ejemplificado en casos como Mxico y Francia, desde las rebeliones agrarias hasta las alianzas polticas con otros grupos sociales. Ms frecuente es la aceptacin de formas onerosas de renta y aparcera combinada con trabajo obligatorio en las grandes empresas agrarias. Tambin ocurre a menudo la compra de parcelas a precios muy por encima del mercado capitalista, como mostr Chayanov en Rusia, e incluso la creacin de nuevas tierras de cultivo a costa de enormes inversiones de trabajo, como puede verse hoy en Mxico. Un caso muy particular de recampesinizacin es el de las minsculas parcelas cedidas a los trabajadores soviticos de los sovjoses y koljoses y aun de las empresas industriales. La segunda condicin esencial es que el campesino manten ga un cierto grado de control sobre su propia fuerza de trabajo, a fin de poder emplear estrategias diversificadas de acuerdo con las oportunidades que le presenta el mismo sistema capitalista. Por supuesto, la fuerza de trabajo campesina no est constituida por unidades personales discretas sino que consiste en la unidad domstica de produccin-consumo. Las estrategias campesinas, en tanto que pueden conservar al-
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gn margen de libertad, se dirigen a adaptar la estructura y la composicin sexual y de edades de la unidad domstica a las alternativas que se le presentan. En situaciones en extremo favorables de acceso a la tierra la unidad domstica campesina tiende a utilizar toda su fuerza de trabajo en su propia parcela. Ms frecuente, desde luego, es que tenga que distribuirla, adems, entre la ocupacin asalariada en las empresas capitalistas agrarias y no agrarias, las ocupaciones domsticas de tipo artesanal, el trabajo por encargo de partes de ciertas manufacturas, etc. El nmero de combinaciones posibles es muy alto y cada combinacin supone un tipo especial de organizacin familiar. Tendremos oportunidad ms adelante de discutir esta cuestin con mayor detalle. La tercera condicin esencial para el xito de la adaptacin campesina es que sus formas de produccin mantengan algunas ventajas comparativas con las formas capitalistas de produccin, aunque estas ventajas no siempre sean susceptibles de ser medidas en trminos capitalistas. Dicho de otra manera, se trata aqu del viejo problema de la gran empresa agraria que funciona con la motivacin de la ganancia y bajo las leyes de la reproduccin ampliada del capital, frente a la unidad domstica campesina, que opera bajo el principio de satisfacer ante todo sus propias necesidades, y de regular el trabajo y la produccin de acuerdo con patrones de consumo que a su vez son regulables a partir de los mnimos de subsistencia. La discusin de las ventajas comparativas de dos sistemas que funcionan con principios y objetivos tan radicalmente diferentes presenta problemas familiares para los antroplogos. La antropologa, en efecto, hace mucho que rehus aceptar
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como premisa terica que cualquier sistema cultural puede ser considerado en abstracto como superior o inferior a otros. La norma metodolgica que se desprende es que cada cultura o parte de ella debe ser analizada en sus propios trminos, en su contexto peculiar y en su misma historia. Es evidente, por otra parte, que el llamado relativismo cultural no consiste slo en una firme negativa a mezclar los juicios valorativos, que son siempre etnocntricos, con la descripcin de la cultura en estudio y con su anlisis. En el fondo del relativismo terico, del relativismo como cuestin de mtodo y del relativismo que podramos llamar tico (o sea, respectivamente, del repudio del concepto abstracto de superioridad cultural, del rechazo de los juicios valorativos y etnocntricos, de la aceptacin del principio del respeto a las culturas extraas), se encuentra una idea importante que proviene del evolucionismo biolgico. Se afirma, en efecto, que las variaciones efectuadas y la capacidad de variacin constituyen elementos decisivos para la supervivencia de cualquier especie. La especializacin de los organismos, o sea su adaptacin heredada a un medio determinado, si se combina como suele ocurrir con un alto grado de estabilidad gentica, incapacita a la especie para enfrentar con xito las inevitables y a veces radicales transformaciones de su ambiente. Desde el punto de vista de la supervivencia la especie debe mantener, por medio de la capacidad de varia cin, una gran reserva de oportunidades. La superioridad de la cultura, considerada como mecanismo adaptativo, sobre cualquier forma biolgica de adaptacin al ambiente, consiste precisamente en que sus posibilidades de variacin son enormes y pueden realizarse con rapidez, y en que las variaciones no ocurren al azar ni quedan inscritas
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en un programa gentico difcilmente modificable. El xito de la especie biolgica humana es el triunfo de la cultura y de la diversificacin y transformacin de las formas culturales. Es la historia de la libertad sobre la naturaleza, la determinacin y el azar. A partir de las consideraciones anteriores resulta ms fcil comprender la preferencia de los antroplogos por el estudio de sistemas como el de los campesinos en sus propios trminos, y como formas adaptativas a ciertos medios especficos que incluyen tanto la naturaleza como la sociedad y la cultura. Las comparaciones entre sistemas diferentes tienden a hacerse en relacin con la adecuacin de cada una de las adaptaciones. Es decir, no se trata de establecer la superioridad o inferioridad en general de un sistema respecto al otro, sino respecto al medio en el que se encuentra funcionando cada sistema. Esta clase de enfoque, que es caracterstico de la tendencia ecolgica de la antropologa moderna, no significa de ninguna manera un regreso a la abandonada tradicin del estudio aislado de las comunidades aldeanas. Supone, sin embargo, el anlisis del poder campesino de supervivencia no slo en la relacin con el sistema dominante, sino tambin en trminos de las adaptaciones peculiares de los campesinos a las condicio nes de su propio medio y a sus propias exigencias. Se trata, en definitiva, de establecer cules son las ventajas intrnsecas que ofrecen las formas campesinas de produccin. Por otra parte, los antroplogos siguen considerando la diversidad de las formas de vida de los campesinos como reser vas potenciales para la supervivencia de la especie humana. Nadie es capaz de predecir las crisis que pueden presentarse, ni de anticipar en qu medida las experiencias histricas y ac
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tuales de los campesinos pueden contribuir a enfrentarlas y resolverlas. El examen de las ventajas y desventajas de la gran empresa capitalista agraria y de la pequea empresa campesina, si aspira a obtener sentido comparativo, puede hacerse usando criterios de eficiencia econmica. La eficiencia econmica, sin embargo, no es necesariamente igual a la ganancia, aunque pueda ser una condicin de ella. La ganancia es una categora del sistema capitalista dominante, que no se aplica por fuerza al sistema campesino. La eficiencia econmica tiene que ver, por supuesto, con la mejor utilizacin de todos los recursos empleados en la produccin. Hace aos, en un pequeo volumen preparado para el Centro Nacional de Productividad de Mxico y publicado en 1968 (La productividad agrcola) ensay examinar estas cuestiones en trminos de dos modelos tericos simplificados o tipos ideales, que denomin norteamericano y holands en razn de los dos pases donde aparecen con mayor claridad. Voy a seguir ahora esencialmente el mismo esquema analtico. El modelo norteamericano responde tanto a las predicciones marxistas sobre el desarrollo de la empresa agraria como a los ideales capitalistas privados o estatales de la llamada modernizacin de la agricultura. El modelo se caracteriza, en primer lugar, por la abundancia de tierras cultivables, sobre las cuales una poblacin poco densa y con crecimiento dbil no ejerce presiones significativas. El acceso al suelo de parte de las empresas es libre, sea porque se haya transformado por completo en mercanca (Estados Unidos) o porque lo monopolice el estado (Unin Sovitica). En consecuencia, la tierra es barata.
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La gran empresa, adems, puede obtener tierra barata, aun donde no exista una relacin hombre-suelo favorable para ella, usando el hacha del poder poltico. Es decir, expropiando y acumulando al estilo primitivo. Nuestro modelo, sin embargo, asume una situacin en que la abundancia-baratura del suelo existe de manera natural, sin aceptar por el momento otro tipo de complejidades. En segundo lugar, el modelo se caracteriza por la abundancia de recursos financieros para las empresas capitalistas agrarias. Es decir, por un nivel avanzado de capitalizacin que deja disponibilidades importantes para la agricultura, a pesar de la competencia establecida por los atractivos de la inversin en las industrias y en los servicios. Quiere decirse que la tasa promedio de la ganancia capitalista tiende a ser igual en todos los sectores. La abundanciabaratura de capital existe no slo para el dinero (crditos accesibles y tasas normales de inters) sino para los bienes de produccin que se adquieren (maquinaria, insumos de toda clase, energa). No incluimos en el modelo los efectos de polticas proteccionistas de la agricultura capitalista o de ciertas ramas de ella (como en los pases exportadores de productos agrcolas) que pueden crear una situacin excepcional y selectiva de capital barato y abundante. En tercer lugar, el modelo se caracteriza por la escasez de la fuerza de trabajo en el sector agrcola y por la tendencia a igualar su precio con el del empleo en otros sectores. La esca sez-caresta de la mano de obra es el resultado de las transfe rencias continuas desde la agricultura a otras actividades, o sea de las migraciones de las reas rurales a las ciudades, provocadas, a la vez, por la intensificacin del uso de capital en la agricultura.
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El modelo no incorpora los casos en que la escasez de mano de obra es el resultado directo de polticas estatales de desplazamiento masivo de la poblacin rural (Unin Sovitica). Es decir, del proceso inverso al natural. Tampoco incluye los casos en que la falta de mano de obra se alivia con la importacin temporal de trabajadores de otras reas del sistema dominado por el capitalismo (Estados Unidos). La cuarta caracterstica del modelo consiste en su extraordinario consumo de energticos baratos. Es decir, no slo de aquellos que se usan directamente (petrleo, gasolina, gas, electricidad) sino de aquellos que estn ya incorporados en la maquinaria y en otros insumos (fertilizantes, pesticidas, herbicidas, etc.). Por supuesto, el alto grado de consumo de energa expresa un aspecto esencial del desarrollo tecnolgico de la agricultura, hecho posible por la abundanciabaratura de capital y la escasez-caresta de fuerza de trabajo. El modelo no toma en cuenta ahora, por un lado, el hecho de que la abundancia-baratura de los energticos puede estar lejos de ser una condicin natural y ser, por el contrario, el resultado de polticas especiales (el dominio capitalista sobre las fuentes de petrleo, carbn, etc.). Por otro lado, tampoco incorpora en este momento el fenmeno de la escasez creciente y en consecuencia caresta en aumento de los recursos energticos, que es la situacin actual. La quinta y ltima caracterstica del modelo est referida a la organizacin especializada de la produccin (monocultivo) en trminos exclusivos del mercado. La produccin se orienta en gran medida a las industrias y a una poblacin urbana numerosa con altos ingresos. El modelo no diferencia, por el momento, si la especiali zacin de la produccin es, en efecto, una respuesta a las con-
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diciones naturales del mercado (Estados Unidos) o bien es un resultado de polticas impuestas a la agricultura por los organismos estatales con finalidades de exportacin (los pases dependientes y coloniales). Los resultados del funcionamiento de un modelo con estas caractersticas pueden discutirse ms claramente en relacin con el modelo holands. De todas maneras, ya se desprenden algunas conclusiones obvias, de las cuales quiz la ms importante es que las empresas usan con preferencia y liberalidad los recursos ms abundantes y baratos (suelo, capital, energa) frente al escaso y caro (fuerza de trabajo). En efecto, las empresas tienden a crecer horizontalmente a fin de obtener ventaja de la abundancia-baratura del suelo y no se empean en intensificar los rendimientos de la tierra. Lo mismo puede decirse del capital y la energa, hasta el punto en que las empresas aparecen demasiado extensas territorialmente, sobrecapitalizadas y despilfarrando recursos energticos. La productividad de la fuerza de trabajo, en consecuencia, es alta y crece constantemente. La especializacin de la produccin (monocultivo), por otra parte, hace a las empresas muy vulnerables a las oscilaciones de los precios y a las crisis. El modelo holands puede ser descrito por la presencia o el predominio de caractersticas diferentes y aun opuestas al modelo norteamericano. He elegido deliberadamente el caso holands, que es asimismo el de otros pases avanzados de Europa Occidental, por varias razones de las cuales debo mencionar al menos dos. La primera de ellas es que intento mostrar que el modelo norteamericano no constituye la va nica ni quiz la principal
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del desarrollo moderno de la agricultura. Existe la fuerte posi bilidad de que se trate de una excepcin determinada por la naturaleza central de la economa norteamericana dentro del sistema capitalista mundial y por otras circunstancias (territorio, poblacin, etc.). De cualquier manera, resulta obligato rio examinar las alternativas existentes, sobre todo cuando se presentan en pases de desarrollo econmico tan avanzado como Holanda, Dinamarca y otros. La segunda razn es que al analizar las grandes empresas agrarias resulta ilegtimo compararlas exclusivamente con las pequeas empresas de aquellas unidades campesinas que han sido arrojadas a tierras marginales y desprovistas de acceso al crdito, a la tecnologa, a la informacin y al mercado. Campe sino no quiere decir necesariamente pobre. El modelo holands, como se ver, est construido sobre otra clase de condiciones. La primera caracterstica del modelo es la escasez de tierras, sobre las cuales ya existen presiones considerables de poblacin, tanto ms fuertes cuanto mayor sea el incremento natural de la misma. El acceso al suelo est restringido no slo por la escasez, que se traduce en precios altos, sino tambin por los complicados sistemas de propiedad, transferencia y herencia del suelo, que estn ligados ntimamente a las tradiciones culturales de los campesinos y a sus hbitos sociales. La tierra no llega a ser verdaderamente y por completo una mercanca. El alto precio del suelo est acentuado por la disposicin de la economa campesina a pagar ms que aquello que representara la renta capitalizada. El modelo no considera ahora las notables diferencias existentes entre la escasez natural, o sea bsicamente la relacin general hombre-suelo (Holanda) y la escasez artificial creada por el proceso de concentracin de la propiedad
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territorial (Mxico). En cualquiera de los dos casos el modelo asume una situacin de escasez-caresta del suelo para las pequeas empresas. La segunda caracterstica es la penuria de recursos financieros aplicables a la agricultura en general y en particular a las pequeas empresas. Esta situacin puede coincidir, y de hecho coexiste en el caso holands, con un grado avanzado de capitalizacin y con fuertes disponibilidades de financiamiento para la industria, los servicios y las grandes empresas agrarias. En consecuencia, el capital es relativamente caro para los pequeos propietarios, sea en su aspecto de dinero o en sus formas de bienes de produccin, insumos, maquinaria, etctera. El modelo no toma en consideracin, por el momento, cundo la escasez-caresta de capital para la agricultura se debe a las tasas diferenciales de rendimiento con respecto a otros sectores, a las dificultades estructurales de la pequea propiedad para admitir capital, o bien a polticas estatales calculadas para impulsar la industrializacin y la gran empre sa, etctera. El modelo se caracteriza, en tercer lugar, por la abundancia de fuerza de trabajo en el sector agrcola y por su consiguiente bajo precio en relacin con los otros sectores. La abundancia-baratura de la mano de obra est directamente rela cionada con sus insuficientes transferencias a la industria y los servicios. A la vez, esta situacin frena la sustitucin del trabajo vivo por el trabajo muerto, o sea la mecanizacin de la agricultura. Las empresas, en consecuencia, son intensivas de trabajo humano. El modelo tampoco toma en cuenta ahora aquellas situaciones en que la abundancia de la fuerza de trabajo est provocada
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por el crecimiento natural de la poblacin, por la lentitud del desarrollo industrial, por la concentracin de la propiedad territorial, etc., o por combinaciones derivadas de stos y otros factores. O sea, el modelo asume la abundancia-baratura de la mano de obra agrcola. La cuarta caracterstica consiste en el dbil consumo de energticos y en el uso sobre todo de aquellos que tienen origen directo en los animales y vegetales (bestias de tiro y carga, yuntas, estircol y otros abonos orgnicos, lea, carbn vegetal, etc.). Por otra parte, estas materias forman parte integrante del ciclo de produccin agrcola, y su utilizacin supone tambin el empleo de gran cantidad de mano de obra humana. Es decir, el modelo supone una tecnologa cualitativamente diferente de aquella de las grandes empresas que se expresa, sobre todo, en el empleo de medios mecnicos consumidores de energa. La tecnologa peculiar del modelo holands es la del manejo de la materia viva incluso el trabajo humano que es a la vez productora de energa. La quinta y ltima caracterstica consiste en que la organizacin de la produccin, a pesar de articularse con el mercado, resiste cuanto puede la especializacin extrema (monocultivo). Procura mantener formas policulturales, no slo como una manera de protegerse de la dependencia excesiva, sino tambin para retener un margen de seguridad econmica y mante ner ms estables los ciclos ecolgicos de largo plazo. La pequea empresa, pese a su envolvimiento ms o menos completo con el sistema general de mercado, dedica al autoabasto parte del trabajo y del suelo disponible, aunque sea en minsculas parcelas anexas al hogar, y utiliza de manera intensa los mercados locales y regionales.
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El funcionamiento de un modelo con estas caractersticas hace que las empresas tiendan a regular su tamao en funcin de la capacidad de trabajo de las unidades domsticas, y a regular la estructura de las unidades domsticas de trabajo en funcin del tamao de la empresa. El crecimiento ms significativo de la empresa, en con secuencia, no es horizontal (adquiriendo ms tierras) sino vertical (cooperando con otras empresas similares para la ad quisicin y/o el uso de maquinaria, la compra de insumos y abastecimientos, la venta y transformacin de productos, etctera). Las empresas utilizan en mayor o menor grado, pero siempre con volmenes proporcionalmente bajos en relacin con el modelo norteamericano, el capital y las fuentes inanimadas de energa. En cambio, utilizan al mximo posible las fuentes vivas de energa y el trabajo humano, e intensifican el uso del suelo. En consecuencia, la productividad del trabajo tiende a ser baja, pero los rendimientos del suelo, del capital y de la energa son altos. La organizacin de la produccin y la relacin con el mercado sin exceso de especializacin, as como la conservacin de un cierto nivel de autoabasto, conceden mrgenes de esta bilidad y seguridad considerables. El periodo que sigui a la Segunda Guerra Mundial se caracteriz en Europa por una ofensiva general contra el mode lo holands, es decir contra las pequeas empresas, y por un enorme esfuerzo para imponer el modelo norteamericano. La ofensiva fue especialmente dura en los pases llamados socialistas del este de Europa, pero de ninguna manera excluy a los capitalistas del occidente.
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El balance que puede hacerse hoy da es que la ofensiva fue detenida. Los grandiosos planes agrcolas de Kruschev, que incluan entre otras cosas la colonizacin estatal de nuevos territorios y la completa imitacin del modelo organizativo provisto por Estados Unidos, acab en la confesin de que el abastecimiento de la poblacin sovitica dependa en gran medida de la produccin de millones de minsculas parcelas, que son ms eficientes que las grandes empresas colectivas y estatales. Polonia, Hungra, Yugoslavia y otros pases abandonaron, al menos temporalmente, las polticas de colectivizacin obligatoria de la agricultura, y restituyeron gran parte de la tierra a los campesinos. En los pases de Europa Occidental, despus de una etapa en que la concentracin de la propiedad territorial y el desarrollo de grandes empresas agrarias avanz rpidamente, el proceso se fren y la situacin en su conjunto parece tender a estabilizarse. Desde luego, los factores de orden poltico son los que aparecen con mayor claridad en esta evolucin de las condiciones agrarias europeas tanto del este como del oeste. Es decir, la resistencia de los campesinos, las rebeliones, su capacidad de presin, las alianzas con otros grupos, etc. Sin embargo, un examen ms detenido muestra que la capacidad de resistencia poltica de los pequeos empresarios de la agricultura se funda en su capacidad de resistencia econmica. Dicho de otra manera, el modelo holands tiene, en efecto, ventajas econmicas comparativas sobre el modelo norteamericano en la realidad concreta, y no slo en la lgica del modelo. Ya refera antes el caso de la Unin Sovitica, donde los pequeos cultivadores hacen mucho mejor uso del suelo y del capital que los enormes koljoses y sovjoses, pero obtienen menor productividad del trabajo. En el occidente europeo el
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fenmeno es por entero semejante y puede ser mejor documentado gracias a los estudios realizados por la OECD y la Comunidad Europea. En un amplio muestreo realizado en Holanda a principios de la dcada 1960-1970, que incluy veinte mil unidades agrco las en sesenta y tres municipios, se encontr la siguiente distribucin de empresas segn superficie: 2527 tenan menos de 1 hectrea; 6808 entre 1 y 5; 4793 entre 5 y 10. El resto, 5872, tena entre 10 y 20, y ms de 20 hectreas. Entre 1950 y 1960 el producto nacional bruto por persona ocupada subi en 34% y la poblacin en 13%. Durante el mismo periodo el costo del trabajo agrcola subi 90%, y el de todos los factores, incluso el trabajo, 50%. Sin embargo, los precios de los productos agrcolas subieron solamente 14%. A pesar de estas condiciones desfavorables para la formacin del ingreso agrcola, la poblacin ocupada en el sector mantuvo un nivel comparable al de los dems sectores y sigui el mismo camino ascendente. La hiptesis formal ms obvia sera la de que el sector agrcola mantuvo su buena posicin a base de disminuir el nmero de empresas, concentrar la propiedad, invertir ms capital y eliminar fuerza de trabajo redundante. O sea, mediante una transicin gradual del modelo holands al norteamericano . La evolucin verdadera, sin embargo, fue diferente. Durante el mismo periodo (1950-1960) hubo slo una reduccin de 5% en el nmero total de las unidades agrcolas del pas. Los mayores aumentos de rendimientos y productividad se encontraron en las empresas pequeas y en relacin directa, no con el capital invertido, sino con la cantidad de horas-estndar de trabajo invertidas por hectrea.
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El cuadro general obtenido en 1957 del trabajo por hectrea segn la extensin de las empresas era el siguiente: 1007 horasestndar en las unidades de 1 a 3 hectreas; 782 en las de 3 a 5; 728 en las de 5 a 7; 636 en las de 7 a 10, y 524 y 417, respectivamente, en las de 2030 hectreas y ms de 30 hectreas. Dicho de otra manera, la intensificacin del uso del suelo aument en relacin inversa al tamao de la empresa. Los aumentos en los ingresos agrcolas resultaron principalmente de los aumentos en los insumos de trabajo por hectrea. El tamao pequeo de la empresa result ser un factor limitante del aumento de los ingresos slo donde haba llegado a un grado extremo de pulverizacin. Blgica ofrece un panorama semejante al de Holanda durante el mismo periodo, pero con algunas diferencias impor tantes. El ritmo de disminucin de la poblacin rural fue mayor y la tendencia a la reduccin de las pequeas empresas agrcolas result fuerte. Entre 1950 y 1959 el nmero total de unidades cay 21%. A pesar de esto, todava en 1959 las empresas de menos de 10 hectreas representaban 60% de un muestreo realizado; las de ms de 20 hectreas consti tuan slo 9%. El tamao promedio de todas las empresas era de 9.6 hectreas. Blgica repiti la evolucin de Holanda en cuanto se refiere a los insumos de trabajo y a los rendimientos por hectrea en las empresas grandes y pequeas. El producto bruto por hectrea era dos veces mayor en promedio en las unidades pequeas que en las grandes. Una nacin centroeuropea present un caso igualmente caracterstico. Austria es un pas de pequea empresa agrcola
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dominante, donde la estructura agraria ha sufrido pocas modificaciones desde principios de siglo. En 1902, por ejemplo, existan 308000 unidades de 10 hectreas y menos; en 1960 su nmero era todava de 258000. De este ltimo grupo 90000 empresas tenan menos de 2 hectreas otras 90000 tenan entre 2 y 5. El ingreso total de la empresa en Austria sube a medida que aumenta la extensin y sus posibilidades de usar ms capital. Sin embargo, el ingreso por hectrea disminuye a medida que aumenta el tamao de la empresa. En otras palabras, el aumento del capital invertido no slo no increment, sino que redujo la produccin y los ingresos por hectrea en empresas con caractersticas comparables (en trminos de suelo, clima, topografa, cultivos, etctera). De esta manera, una hectrea en una empresa de 510 hectreas de viticultura combinada con cereales, produjo 7060schillings de ingreso, pero slo 4206 en una empresa de 20-50 hectreas en la misma regin. Por otra parte, 1 hectrea en una empresa de 5-10 hectreas de cereales produjo 4488 schillings de ingreso, pero slo 2270 en una empresa de 50-100 hectreas en la misma regin. El fenmeno que reseamos en Holanda, Blgica y Austria se repiti en Noruega, donde el ingreso promedio por hect rea en empresas de menos de 5 hectreas lleg a 1673 coro nas, y baj a 1383 en las de 5-10 hectreas, a 813 en las de 2050, y a 543 en las de ms de 50. Idntica situacin se present en Finlandia y Dinamarca. La persistencia histrica del campesinado no admite, en consecuencia, explicaciones tan fciles y simples como aquellas que nos han sido propuestas con tanta frecuencia desde los ngulos de la teora marxista ortodoxa y de la antropologa.
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La resistencia cultural sin duda juega un papel importante, pero un papel que no puede actualizarse y alcanzar eficacia si no se traduce en las luchas polticas de los campesinos y en sus alianzas con otros grupos sociales. Las relaciones del capitalismo con el campesinado no son pura y sencillamente destructoras, sino contradictorias, y en apariencia paradjicas. El desarrollo capitalista no slo incorpora nuevos segmentos campesinos a su sistema, sino que tambin los crea y los restaura donde antes los destruy. El capitalismo necesita usar las formas campesinas de produc cin y trabajo. El campesinado no slo subsiste modificndose, adaptn dose y utilizando las posibilidades que le ofrece la misma expansin del capitalismo y las continuas transformaciones del sistema. Las formas campesinas de produccin, adems, poseen ventajas econmicas frente a las grandes empresas agrarias. En consecuencia, subsisten tambin gracias a su eficiencia comparativa. Las ventajas comparativas del campesinado proceden, en ltimo anlisis, de su capacidad de usar con amplitud y habi lidad el recurso ms abundante, la fuerza de trabajo, y con parsimonia y eficiencia los recursos menos abundantes, el suelo y el capital, que sern cada vez ms escasos. El campesino, asimismo, hace poco uso de la crecientemente escasa energa inanimada. En cambio, produce y usa la energa de la materia viva, que incluye su propio trabajo y la reproduccin de la unidad domstica de trabajo y consumo. Bajo semejante complejo de condiciones histrico-estructu rales y coyunturales, resulta cada vez ms aventurado predecir el fin del campesinado y cada vez ms difcil concebir un futuro capitalista para la agricultura. El porvenir de la orga-
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nizacin de la produccin agrcola parece depender de una nueva tecnologa centrada en el manejo inteligente del suelo y de la materia viva por medio del trabajo humano, utilizando poco capital, poca tierra y poca energa inanimada. Este modelo antagnico de la empresa capitalista tiene ya su protoforma en el sistema campesino.
E
l presente trabajo tiene el propsito principal de contribuir al anlisis y discusin del modo campesino de produccin, pero slo cuando ste se presenta articulado con el sistema capitalista privado dominante. Dejo de lado, entonces,
El trabajo se publica en la misma forma en que apareci mimeografiado en los Cuadernos de la Casa Chata del Centro de Investigaciones Superiores del INAh excepcin hecha de algunas correcciones de forma y estilo. La misma versin fue presentada como ponencia a la Segunda Reunin sobre la Hacienda Mexicana celebrada en 1978 en la Universidad de Yucatn, y utilizada en los seminarios sobre los campesinos que he dirigido en la Universidad Iberoamericana y en la Universidad de Texas en 1978 y 1979. En una serie de notas al texto he procurado aclarar ciertas cuestiones y discutir algunos de los numerosos comentarios que he recibido. He escuchado algunas objeciones a mi uso de la expresin modo campesino de produccin, que considero meramente formales. En estos casos el lector puede simplemente sustituir el trmino por otro que crea ms correcto, con la seguridad de que no perturbar la lnea del anlisis ni tampoco su contenido sustantivo. En otros casos la objecin proviene de la frivolidad dogmtica del marxismo talmdico, que no admite ms modos de produccin que los enumerados por Stalin y precisamente en su orden estricto de sucesin. La verdad es que uno ha ido perdiendo inters por esta clase de polmicas, tan reminiscentes de la escolstica medieval. Adems, cuando pierde fuerza el brazo inquisitorial del dogmatismo ya no hay tanta obligacin de mostrar inters. 293
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los casos en que el modo campesino existe aisladamente o con ms frecuencia dentro de otros sistemas, como podran ser el feudal, el asitico, el esclavista y el llamado socialista. Me parece evidente que la dinmica de los segmentos campesinos, aunque no su naturaleza propia, est determinada por el carcter del sistema global. En ltimo anlisis, el modo de produccin dominante es el que impone sus exigencias al modo campesino y le obliga a adaptarse a ellas. Las notas siguientes quieren servir, asimismo, para plantear ciertos problemas que requieren y que son susceptibles de investigacin emprica en Mxico. Entre ellos estn, sobre todo, los que tienen que ver con el papel del campesinado, como productor directo y como fuerza de trabajo para otros, en la acumulacin de capital. Estn, tambin, aquellas cuestiones de orden terico que se relacionan con la persistencia histrica de modos de produccin no capitalistas en un sistema dominado por el capitalismo. Parece innecesario agregar que el presente ensayo es preliminar, y en su intencin constituye estrictamente un material para discusin. Esto debe excusar su naturaleza sintti De cualquier manera, encuentro enteramente justificado el uso de la expresin modo de produccin para referirse a cualquier conjun to especfico de formas de produccin y de relaciones sociales de produccin que est determinado primariamente por el estado de las fuerzas productivas y que puede concebirse como una totalidad. La observacin de que los campesinos constituyen siempre un segmento de una sociedad mayor, que podra verse como una objecin, es muy discutible a la luz de la historia y la etnologa. Por otra parte, desde el punto de vista de los modelos abstractos, la formacin socioeconmica campesina puede, en efecto, pensarse sin dificultades como una totalidad.
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ca y las esquematizaciones de la exposicin. Debo advertir, asimismo, que aunque he utilizado materiales de origen muy diverso, el anlisis est fundado principalmente en el caso del Mxico contemporneo. Agradezco de manera general por ahora, en espera de poder hacerlo ms adelante en forma especfica, las numerosas e importantes contribuciones que han realizado recientemente mis colegas y estudiantes de los departamentos de antropologa de la Universidad Iberoamericana y de la Universidad Autnoma Metropolitana en Ixtapalapa, as como del Centro de Investigaciones Superiores del INAh y de la Universidad de Texas. Comenzar partiendo de una conocida frmula de Marx, que sigue aplicndose con tanta frecuencia como escaso senti do crtico al modo campesino de produccin articulado a un sistema dominado por el capitalismo. O sea, M-D-M: mercan cas que se venden para obtener dinero y comprar otras mercancas. Desde el punto de vista histrico-abstracto esta frmula corresponde claramente a una forma precapitalista de desarrollo. Vale decir, a una economa en la cual el dinero y el mercado juegan un papel importante, pero el capital todava no domina el sistema total ni tampoco la esfera de la produccin. Desde el punto de vista estructural la frmula M-D-M es una abstraccin. Es decir, es el modelo puro de un proceso de circulacin atribuido a algunos segmentos no capitalistas, principalmente campesinos y artesanos. Cuando estos segmen tos estn articulados al sistema capitalista, la frmula anuncia que la acumulacin capitalista tiene lugar fuera del proceso indicado por M-D-M y jams dentro de l.
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No tratar ahora de polemizar con los que utilizan de mane ra ahistrica esta frmula, y adems confunden los modelos abstractos y analticos con los procesos reales. Es decir, con aquellos que todava no parecen considerar la necesidad de transformar la frmula cuando se trata de aplicarla a un sistema global que ha sido transformado por el hecho de estar dominado por el capitalismo. En efecto, no puede entenderse una parte sin comprender el sistema global, y ninguno de los dos (segmentos y totalidad) pueden entenderse sin comprender sus procesos de cambio. Tales son dos de los principios cardinales del mtodo histrico-estructural empleado por Marx. Para efectuar la transformacin de la frmula de Marx se requiere, en consecuencia y ante todo, relacionarla con el sistema mayor. Supongamos nuevamente M-D-M, pero ahora llamemos a la primera M = M y a la segunda M = M. La distincin es necesaria porque M (la mercanca vendida) se produce al modo campesino y representa parte de sus cosechas, artculos de artesanas y animales domsticos. La afirmacin anterior no es necesariamente cierta para M (la mercanca adquirida), que con frecuencia es producida al modo capitalista y representa, por lo general, artculos manufacturados industrialmente. Sin embargo, tanto M como M
Para evitar ms complicaciones a un modelo que de todas maneras resultar complejo, no tomo en cuenta ahora los importantes intercambios de productos y de trabajo que ocurren en el interior del segmento campesino, usando muchas veces el dinero solamente como medio de intercambio. La cuestin que deseamos discutir, precisamente, es la articulacin entre campesinado y capitalismo. Desde este punto de vista, la
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entran a la circulacin capitalista independientemente de sus orgenes, y ambas sirven para los fines de acumulacin. En efecto, M, al ser comprada y pagada en dinero al campe sino, no es consumida de manera inmediata por el comprador. Por el contrario, el comprador la hace entrar en el proceso de circulacin capitalista, sea vendindola de nuevo a otros que la van a consumir, o usndola como insumo en la produccin de nuevas mercancas. Tales son los casos, por ejemplo, del maz y el frijol acumulados por los acaparadores de la produccin campesina; de la cebada y el arroz destinados a la industria cervecera y a los molinos, respectivamente, y del algodn y la caa de azcar adquiridos tambin por las empresas agroindustriales. En esta circulacin es donde se realiza el valor de M, convirtindola en dinero o bien agregndola a la produccin capitalista de otras mercancas. M, la mercanca que el productor campesino adquiere con el dinero obtenido de M, no solamente pasa por la circu lacin capitalista, sino que con mayor frecuencia tambin ha sido producida al modo capitalista. Tales son los casos, por ejemplo, de las herramientas, de parte de la vestimenta, de ciertas clases de alimentos, de los fertilizantes, de muchos muebles y tiles de cocina, as como de una variedad de otros productos industriales (radios, bici cletas, etc.). En consecuencia, el productor campesino al adquirir M con dinero permite de nuevo realizar valor y continuar el proceso de acumulacin dentro del sistema capitalista dominante.
irculacin de M y D entre campesinos puede verse, simplemente, c como parte del proceso campesino de produccin.
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La funcin de D reviste, asimismo, un doble aspecto. Para el productor campesino el dinero tiene que consistir meramen te en un medio para realizar los intercambios necesarios entre M y M. Sin embargo, para aquellos que estn en la esfera de la circulacin y la produccin capitalista, el dinero asume, adems, la naturaleza del medio necesario para realizar los valores y transformarlos en capital. Existen, entonces, dos momentos en que la articulacin del modo campesino de produccin con el capitalismo permite la realizacin de valores y la acumulacin de capital. O sea, el momento en que M entra a la circulacin capitalista y es consumida o usada para la produccin, y el momento en que M sale de la circulacin capitalista para entrar al ciclo de la reproduccin campesina. Los dos momentos estn mediados por el dinero, pero dinero que en cada mediacin asume una naturaleza distinta: en un caso sobre todo como medio de cambio, y en el otro adems como medio de acumulacin. Llamar al primero D y al segundo D.
Recib algunos comentarios que consideran mi distincin entre D y D como artificial. Sin embargo, la distincin refleja la que de hecho antes entre M y M. Ambas tienen el mismo fundamento y la misma intencin analtica, y deben aceptarse o rechazarse juntas. Por otra parte, el dinero como simple medio generalizado de intercambio tiene, en efecto, una existencia histrica real anterior a su transformacin en medio de acumulacin. El dinero puede mantener la misma expresin material a lo largo del tiempo y tambin en todos los momentos de la circulacin, y sin embargo adquirir funciones nuevas y diferentes. Como muestra Polanyi entre otros, algunas sociedades han esta blecido diferentes clases de dinero segn las diversas funciones que cumplen en el sistema econmico. As, una clase de dinero sirve slo
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La transformacin de M-D-M en otra frmula ms compleja resulta necesaria no slo para mostrar la articulacin concreta del modo campesino con el sistema capitalista, sino tambin para mostrar cmo tiene lugar una parte importante del proceso de reproduccin ampliada del capital. La frmula transformada puede demostrar, en efecto, que existe un intercambio desigual de valores en beneficio del siste ma capitalista, y que la acumulacin de capital se realiza, en buena medida, a expensas de los modos de produccin no capitalistas. De esta manera estamos ms cerca del anlisis
para la compraventa de ciertos productos, como por ejemplo los de consumo general; otra clase de dinero sirve exclusivamente para la compraventa de artculos suntuarios o de uso restringido a ciertos grupos sociales, y an otra clase sirve slo para las transacciones con extranjeros. Esta afirmacin sobre el intercambio desigual de valores entre modos de produccin diferentes ha suscitado varias crticas. Por supuesto, yo no pretendo en este trabajo ir ms all de expresar mi esperanza de que el modelo construido permita demostrar la realidad del intercambio desigual, y cuantificarlo. Un crtico me aconseja abandonar la metafsica del valor y el pseudoproblema de su transformacin en precios, para atenerme exclusivamente a los precios y a su teora marginalista. A fin de cuentas, me dicen, Chayanov era un criptomarginalista. Sin embargo, las contribuciones mayores de Chayanov a la teora del campesinado tienen que ver, no con los precios, sino con la organizacin social y la demografa del trabajo, la produccin el consumo de la unidad domstica. Otros comentaristas, por el contrario, me reprochan no haber entrado decididamente al problema del valor y el trabajo usando instrumentos marxistas. La falta de xito en esta empresa que han sufrido los marxistas me desanima de intentarlo, aunque sigo con atencin las discusiones de los ltimos aos.
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histrico-correcto que hizo Luxemburgo de la acumulacin ampliada de capital que de algunos modelos abstracto-estruc turales de Marx. La frmula transformada podra representarse provisional mente, en el caso que estoy discutiendo, como se ve en la figura 1.
FIGURA 1 Circulacin y produccin capitalista en general
Produccin campesina
M D
D M
Reproduccin campesina
La frmula todava es incompleta, ya que no capta otros aspec tos importantes de la articulacin econmica campesino-capitalismo. En efecto, el campesino no slo y exclusivamente, ni quiz principalmente, es un productor no capitalista de mercancas que se introduce al sistema capitalista. Tampoco es, exclusiva y quiz principalmente, un comprador-consumidor de mercancas producidas al modo capi
Por el momento encuentro ms interesantes y manejables las ideas de Ricardo sobre la renta diferencial de la tierra, que evidentemente se sostienen sobre una teora premarxista del valor-trabajo, y los estudios de Sraffa sobre la produccin de mercancas a partir de una mercanca, que es la que habitualmente producen los campesinos. Sospecho que tardar mucho en aventurarme por estos terrenos.
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talista. Asimismo, es productor de su propia subsistencia, mano de obra efectiva y potencial (reserva de trabajo) para el modo capitalista de produccin, y reproductor ampliado de la fuerza de trabajo en general. No voy a ocuparme, en este momento, de la transferencia permanente al rea capitalista dominante de la fuerza de trabajo generada por el segmento campesino. Este proceso, que ha sido llamado de proletarizacin del campesinado, ser discutido ms adelante. Tratar ahora de la fuerza de trabajo campesina que se articula peridica y estacionalmente al modo capitalista, sin incorporarse a l total y definitivamen te, es decir, sin dejar de ser campesina. El campesino como proveedor de mano de obra para el modo capitalista de produccin, sea de manera estacional o por periodos ms largos, puede verse como el vendedor de una mercanca especial. En este caso, la mercanca-trabajo (MT) podra englobarse en la frmula transformada anterior, y as se ha hecho a menudo. Es decir, M incluira no slo los productos fsicos sino el trabajo campesino vendido por dine ro (MT) que se empleara a la vez para adquirir M. La cuestin, sin embargo, no es tan simple. El trabajo asalariado de origen campesino est creando valores dentro del modo capitalista de produccin, y no valores fuera de l como en el caso de los productos materiales campesinos cuyo valor se realiza, sin embargo, dentro del sistema capitalista. Existe aqu, adems, una clara contradiccin entre las dos formas de extraccin de valores del campesinado: cuanto ms se extraiga directamente de la produccin campesina, menos podr extraerse de su trabajo asalariado, y viceversa. Para decirlo de otra manera, la autoexplotacin del campesino, mediante la intensificacin de la agricultura y el aumento
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simultneo de su jornada de trabajo, hace crecer el excedente de produccin que puede vender como mercanca M y tambin la cantidad de mercanca M que puede comprar. De esta forma acelera la acumulacin capitalista de una cierta manera; o sea, principalmente a travs del proceso de circulacin y por intermedio del sector mercantil capitalista. Sin embargo, al incrementar M su capacidad de vender trabajo directamente al modo capitalista disminuye de forma considerable o bien se anula, a no ser que aumente simultnea mente el nmero de miembros de la familia en condiciones de trabajar. Por otra parte, cuando el campesino no puede intensificar la agricultura y aumentar ms la duracin de su jornada de trabajo, o bien no puede hacerlo a lo largo de todo el ao, se incrementa la posibilidad y la necesidad de vender mercanca-trabajo. La venta de trabajo se hace principalmente a la forma capitalista de produccin, por lo general en la agricultura misma pero tambin en otras actividades econmicas que necesitan grandes cantidades de fuerza de trabajo, aunque no de manera continua sino estacional (caa de azcar, algodn, caf, cosecha no mecanizada de cereales, vendimia, etc., en la agricultura, y fuera de ella obras de construccin, caminos, canales, etctera). Resulta obvio que el campesino que vive dentro del rgimen anterior tiene que disminuir sus ventas de M para incrementar las de MT, si es que mantiene constante su fuerza de trabajo. Es claro, asimismo, que los realizadores de los valores creados son diferentes en cada caso (sector capitalista agrario-MT, contra sector capitalista mercantil-M, principalmente), aunque siempre estn dentro del rea dominante de circulacin y produccin capitalista.
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Estas contradicciones aparecen con frecuencia como meros problemas de subocupacin de la mano de obra campesina (en el caso de que su agricultura no sea intensiva y en condiciones crnicas de escasez de tierra), o bien de necesidades de tecnificacin y mecanizacin (sobre todo en el caso de que su agricultura sea intensiva o bien en condiciones de abundancia de tierra). En el fondo, sin embargo, se trata de una cuestin sobre la forma principal que asume la extraccin de excedentes del campesinado (mercancas contra trabajo asalariado) y, en consecuencia, de la naturaleza de los grupos sociales capitalistas que van a acumular esta extraccin (comerciantes contra empresarios). La distincin entre M como mercanca-producto y MT como mercanca-trabajo no puede verse, entonces, como una
Es posible que el afn de concisin haya contribuido a oscurecer estos prrafos. Lo que quiero decir es que la subocupacin campesina aparece como un problema para el capitalismo cuando por no practicar agricultura intensiva, o bien por no disponer de tierras suficientes, o bien por una combinacin de las dos cosas, la unidad domstica campesina dispone de un exceso de fuerza de trabajo que est por encima de las necesidades de las empresas capitalistas. Por otra parte, el capitalismo declara que existen necesidades de tecnificacin y mecanizacin de las unidades campesinas cuando stas practican agricultura intensiva o bien disponen de tierra suficiente. Faltan entonces los excedentes campesinos de fuerza de trabajo que son necesarios estacionalmente para las empresas capitalistas. Estoy procurando subrayar que por ms que los problemas sean reales en cada caso, hay una manera especial de percibirlos y expre sarlos, as como de proponer soluciones particulares, que es carac terstica desde el ngulo de los diversos intereses y motivaciones capitalistas. Los campesinos, por supuesto, ven estos problemas de otra manera.
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diferencia banal o un exceso de celo acadmico, por ms que el campesino rena en un fondo el dinero procedente de la venta de ambas mercancas. El balance entre estas categoras de mercancas determina tanto las formas principales de la explotacin del campesinado, como la direccin principal del proceso de acumulacin capitalista basado en la produccin y el trabajo campesino. Ahora es posible proponer una nueva transformacin de la frmula anterior. Podra representarse de la siguiente mane ra, aunque por razones de simplificacin del esquema inclu yo bajo M tanto los productos de la actividad agroganadera como los de la artesana.
FIGURA 2 Circulacin y produccin capitalista en general (especialmente en el sector mercantil) MD DM MTD Produccin capitalista (especialmente en la agricultura)
Produccin campesina
Reproduccin campesina
De acuerdo con la frmula de la figura 2, la composicin de M-D y MT-D, o sea las proporciones de cada una que entran
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en el ingreso en dinero del campesino, debe verse, en primer lugar, como una consecuencia de la naturaleza del proceso de acumulacin e inversin que tiene lugar en el rea capitalista. De una manera ms concreta e inmediata puede verse, sobre todo, como el resultado de la introduccin del modo capitalista de produccin en la agricultura. En efecto, a medida que la empresa capitalista penetra y domina el campo concentrando la propiedad y la produccin, no slo reduce las posibilidades de produccin del modo campesino (su produccin de M), sino que requiere cantidades crecientes de mercanca-trabajo, trabajo que de todas maneras ya no puede emplearse en producir M por escasez de tierra o falta de mercado. Sin embargo, las caractersticas tcnicas de la mayora de la empresas agrcolas capitalistas exigen, no una gran fuerza de trabajo permanente, sino una gran reserva de fuerza de trabajo para ocuparla estacionalmente. De ah surge una nueva contradiccin, esta vez en el plano de la reproduccin ampliada del capitalismo en el campo. Es decir, el modo capitalista slo puede seguir creciendo si elimina al modo campesino de la esfera de la produccin y se apodera del control de los recursos (sobre todo tierra y agua), y a la vez mantiene el modo campesino para obtener de l la fuerza de trabajo no permanente. Esta paradoja establece un lmite tanto al proceso de proletarizacin del campesinado (MT creciendo contra M), como a la expansin del capitalismo en el campo (modo capitalista creciendo contra modo campesino).
Me ocupo extensamente de esta cuestin en otros ensayos de este mismo volumen. Aqu insistir slo en que el fenmeno de la prole
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En definitiva, la frmula transformada (figura 2) que he propuesto permite expresar las principales tendencias contra dictorias que existen: 1) en la composicin de M-MT; 2) en las relaciones entre los modos campesino y capitalista de la agricultura; y 3) en la naturaleza y direccin del proceso de acumulacin capitalista (principalmente acumulacin en el sector capitalista agrario contra acumulacin en el sector capi talista mercantil). Desde el punto de vista campesino, la consecucin de un equilibrio siempre variable entre M (venta de productos agroganaderos y artesanales) y MT (venta de trabajo), puede verse simplemente como una estrategia adaptativa a las condiciones econmicas cambiantes. O sea, a la disponibilidad de recur sos de produccin, comenzando por el suelo mismo; a la relacin oferta-demanda de trabajo en el mercado capitalista; a la situacin de los precios de M y M, etctera. Sin embargo, las posibilidades para desarrollar con xito cualquier tipo de estrategia adaptativa se encuentran, sobre todo, en el propio modo campesino de produccin. Es decir, en su capacidad de autoabastecimiento y en la estructura de la familia como unidad de produccin, consumo y trabajo asalariado.
tarizacin del campesinado ha sido bien estudiado, descrito y analizado desde hace mucho. En sentido estricto ya no es un problema para las ciencias sociales, aunque persista la necesidad de continuar investigando las formas especficas que tiene en cada pas y en diversas coyunturas histricas. El fenmeno de la persistencia campesina y los procesos de recampesinizacin, en cambio, constituyen problemas actuales de las ciencias sociales porque hasta ahora son poco conocidos y han sido mal estudiados y peor interpretados.
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En el modo campesino, como demostr Chayanov, no es posible considerar al individuo aislado o simplemente agre gado en los grandes nmeros de las categoras del sector agrcola. La unidad que hay que tomar en cuenta para el anlisis es la unidad orgnica constituida por algn tipo de agrupacin domstica familiar (familias nucleares, compuestas y extensas, linajes, etc.), junto con la tierra que trabaja. Es la peculiar estructura por sexos y edades de estas unida des lo que permite a cada una de ellas distribuir su fuerza de trabajo en una variedad de ocupaciones, que van desde la agricultura, la cra de animales domsticos, la artesana y el comercio en pequea escala, hasta el trabajo asalariado en las em presas capitalistas agrarias, en el servicio domstico, en las obras de construccin, en las manufacturas, etctera. La dispersin de la fuerza de trabajo familiar en tan variadas ocupaciones, que involucra asimismo la dispersin geogrfica temporal de los miembros de la familia, no debe ocultar el hecho de que la unidad domstica campesina sigue funcionando orgnicamente unida. Los esfuerzos para obtener dinero se distribuyen entre M y MT, pero de acuerdo con mi esquema (figura 2), al final del proceso se encuentran los recursos reunidos de nuevo en la unidad domstica para asegurar su supervivencia y su continuidad (la reproduccin del sistema). La estructura peculiar de la unidad domstica campesina, es decir, su nmero y composicin por sexos y edades, debe verse como un producto de las estrategias adaptativas. La mejor demostracin de que es as es que la unidad domstica peridicamente expulsa de manera selectiva a algunos de sus miembros redundantes, y cuando hace falta incorpora de manera igualmente selectiva a los miembros que requiere para asegurar el xito de su funcionamiento.
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Estas tcticas para variar y adaptar la unidad domstica se expresan, por ejemplo, en los sistemas de patri, matri y neolo calidad de los nuevos matrimonios, en la permanencia en el hogar del ms joven de los hijos varones (xocoyotzin); en el reconocimiento del yerno como hijo cuando faltan descendientes varones en nmero suficiente; en la primogenitura masculina o femenina, en la prohibicin de casamiento a los hijos no primognitos, etctera. Esta diversidad de costumbres regula de manera efectiva y en diversas combinaciones la estructura de la unidad domstica como un organismo estable que produce, vende mercancas y trabajo, consume y se reproduce. En consecuencia, la organizacin social de la unidad doms tica campesina equivale realmente a su organizacin econmica. No slo la una es inseparable de la otra, sino que ambas son la misma cosa.
Estas adaptaciones de la unidad domstica campesina han sido bien descritas por los antroplogos, pero generalmente se han visto como puros problemas de organizacin social y aun como expresiones de las estructuras mentales. La tctica de expulsar, retener e incorporar selectivamente a ciertos miembros de la unidad domstica permite hacer adaptaciones rpidas. A plazo ms largo existen tcticas demogrficas, a las que me refiero ms adelante, que limitan o expanden el nmero de miembros de la unidad, as como el sexo de ellos y sus edades, mediante la natalidad y la mortalidad. El infanticidio deliberado o por falta de cuidado de los nios, as como la eliminacin de ancianos e invlidos privndolos de comida o atencin, etc., no son fenmenos tan raros como nos gustara creer. Los procedimientos ms frecuentes, de todas maneras, son la migracin y las normas de residencia sobre todo en el caso de los nuevos matrimonios.
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Carecen de sentido las tentativas, y son muchas las que se hacen, de desagregar la unidad domstica campesina en catego ras segn el tipo de ocupacin, el lugar de trabajo, la fuente de ingresos y aun segn la residencia. Semejantes procedimientos obtienen resultados estadsticos aparentemente ntidos, pero distorsionan y hacen incomprensible la realidad social y econmica de la unidad campesina. El fundamento primario de la unidad domstica campesina se encuentra en su derecho comn de acceso al suelo y en su capacidad de utilizarlo para generar, en condiciones ideales, la totalidad de su autoabastecimiento. Por supuesto este ideal autrquico es de realizacin imposible, pero hacia l tienden los esfuerzos de la unidad domstica. La venta de M, o sea de los excedentes posibles de los cultivos, cra de animales y artesana, resulta ser un recurso para completar el autoabasto, al igual que la venta de MT, o sea el trabajo asalariado. En algunas ocasiones la venta por dinero de M y de MT al rea capitalista dominante sirve para efectuar procesos de reequi pamiento de los medios de produccin, que a veces aparecen como esfuerzos de capitalizacin incipiente. Tambin sirven, con ms frecuencia, para adquirir o rentar ms tierras y aun para alquilar temporalmente fuerza de trabajo suplementaria. Es decir, en cualquier caso refuerzan el modo campesino de produccin y no contribuyen directamente a su disolucin. El fundamento de autoabasto sobre el cual se construye la economa de la unidad domstica campesina constituye, de todas maneras, un punto ms de su articulacin con el sistema capitalista dominante. La afirmacin es paradjica slo en la superficie.
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En efecto, si bien desde el punto de vista campesino la venta de M y de MT sirve para asegurar el autoabasto y la reproduccin de la unidad domstica, desde el punto de vista capitalista el autoabasto garantiza la existencia de una reserva permanente de fuerza de trabajo barata, ya que produce la mayor parte de su propia subsistencia durante la mayor parte del ao. Dicho de otra manera, el autoabasto debe verse como una parte del salario no pagado por los empresarios capitalistas. A la vez, el autoabasto. permite la entrada a la circulacin capitalista de mercancas que no se han producido de manera capitalista, y cuyos precios, en consecuencia, no son congruen tes con sus valores. El punto de partida del intercambio desigual de valores entre los modos campesino y capitalista de produccin se encuentra, entonces, en el autoabasto de la unidad domstica campesina. El autoabasto es lo que permite el predominio de los bajos salarios en las ramas capitalistas que utilizan el trabajo asalariado de los campesinos, y lo que permite los bajos precios con que los productos campesinos entran a la circulacin capitalista. El rea capitalista dominante adquiere constantemente M y MT por debajo de sus valores, porque la unidad domstica
Como se ve mi posicin ante el autoabasto es radicalmente diferente de la de aquellos que piensan que la llamada economa de subsistencia es el rasgo ms caracterstico del aislamiento de las comunidades campesinas de su falta de articulacin en la sociedad mayor. El autoabasto entra a la circulacin capitalista en forma de mercan cas baratas (el excedente campesino de la produccin), y a la produc cin capitalista en forma de trabajo asalariado insuficientemente pagado (el excedente campesino del trabajo).
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campesina depende primariamente, no de la venta de M y MT, sino de la produccin de su propia subsistencia con su propio trabajo. En la figura 3 hago abstraccin de los puntos de articula cin con el sistema capitalista para mostrar de qu manera las combinaciones diferentes del autoabasto con la venta de M y MT deben generar variaciones de la unidad econmica campesina y reestructuraciones de su organizacin social (o sea, cambios en su nmero total y en su composicin por sexos y edades).
FIGURA 3 Unidad campesina de produccin-consumo y trabajo asalariado = estructura de la unidad domstica familiar Variaciones en la unidad campesina de produccin, consumo y trabajo asalariado = reestructuracin de la unidad domstica familiar Funcin primaria: generar la propia subsistencia con sus propios medios Funciones secundarias: vender M y MT para adquirir M
A partir del esquema anterior, y tomando en cuenta las frmu las transformadas de M-D-M que he utilizado antes, resulta posible mostrar con cierta claridad en qu forma se van alte-
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rando las relaciones entre los modos de produccin campe sino y capitalista, as como la direccin principal que sigue el proceso de acumulacin capitalista. Supongamos como comienzo de un ciclo caracterstico que la unidad domstica campesina concreta sus esfuerzos, en primer lugar, en la produccin de su autoabasto (A), y que slo secundariamente se involucra en la venta de M y de MT. De esta manera, A > M + MT. Sin embargo, A, al ser funcin principalmente de tierra y fuerza de trabajo disponibles, tiene su crecimiento limitado por la cantidad de suelo y el volumen de trabajo posible. Aun antes de llegar a este lmite la unidad campesina enfrenta el problema de los rendimientos marginales decrecientes de la combinacin suelo-trabajo. Mientras A ha estado creciendo, la unidad campesina ha tenido que estar aumentado su fuerza de trabajo (el nmero de sus miembros), tanto ms cuanto ms ha necesitado intensificar los cultivos para compensar las dificultades o la imposibilidad de extender la superficie cultivada. Es decir que, en contra de la creencia corriente, la familia campesina crece para poder aumentar su fuerza de trabajo: tiene ms hijos para poder trabajar ms. O bien, cuando se envuelve en la emigracin temporal, aumenta el nmero de sus miembros para poder emigrar, y no es que emigra porque aumente el tamao de la unidad domstica.10 De ah que el proceso resul te autodestructivo a cierto plazo, ya que no puede asegurarse
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No trato, de ninguna manera, de subestimar los efectos de la reduccin de la mortalidad mediante los programas de salud ambiental, la medicina moderna, etc. Me estoy refiriendo a la forma en que la unidad campesina maneja su propia estructura demogrfica, indepen
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indefinidamente el crecimiento de A con base en de aumentar simplemente la fuerza de trabajo aplicada a la agricultura cuando los recursos de tierra son limitados. En consecuencia, la unidad campesina se ve obligada a vender cada vez ms M - MT para asegurar su subsistencia, y para hacerlo tiene que aumentar todava ms el nmero de sus miembros. Y de ah que, de manera creciente, A < M + MT. Al llegar este momento la unidad campesina pasa a depender de sus ventas de mercancas y de mercanca-trabajo. Sin embargo, puesto que la produccin de M est sujeta a las mismas leyes decrecientes que la produccin de A (con la excepcin quiz de la produccin artesanal, que no tiene que usar un recurso tan limitado como el suelo),11 resulta
dientemente de cules sean las tasas de natalidad y mortalidad en cada momento. Dicho de otra manera, si necesita expandir el nmero de miembros de la unidad, procurar tener tantos ms hijos cuanto mayor sea el ndice de mortalidad, y lo har, por ejemplo, contrayendo matrimo nio a edad ms temprana, tomando esposas jvenes, etctera. El objetivo opuesto, o sea estabilizar o reducir el tamao de la unidad, se procurar mediante tcticas opuestas (postergar la edad matrimonial, obligar al celibato de algunos miembros, infanticidio, etctera). Es claro que tanto las tcticas de plazo largo (demogrficas) como las de corto plazo (expulsin, retencin e incorporacin selectiva de miembros), requieren justificaciones y racionalizaciones (ideologas), que con cierta frecuencia se desfasan de las necesidades objetivas de la unidad. ste es un problema sobre el cual hay que llamar la atencin pero que no deseo discutir ahora. 11 Estoy convencido de que la participacin del trabajo artesanal en la economa campesina necesita un tratamiento especial y detallado. Sin embargo, para las intenciones de este trabajo, considero suficiente incluir los productos artesanales en la categora general de venta de M.
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M< MT. La culminacin del proceso se encuentra cuando A + M < MT. El ciclo desde A > M + MT hasta A + M < MT es un periodo de crecimiento constante de la fuerza de trabajo, aumento demogrfico que no se interrumpe sino que se acelera al llegar al momento en que la subsistencia de la unidad campesina depende en su mayor parte de la venta de MT. El rgimen salarial ha sustituido en orden de importancia al autoabasto y a la venta de mercancas, pero sin proletarizar al campesino, que sigue obteniendo de A una parte todava indispensable de su subsistencia. La proletarizacin asume una forma indirecta, ya que se realiza en este caso por medio de la reproduccin ampliada de los miembros de la unidad campesina (la explosin demogrfica), reproduccin indispensable para mantener altos los ingresos obtenidos de MT. Peridicamente la unidad campesina tiene que expulsar a los miembros que resultan redundantes, como por ejemplo a los varones cuando contraen matrimonio (neolocalismo) o a las hijas casadas (patrilocalismo), etc. Se favorece, en cambio, la permanencia de los solteros de ambos sexos o de uno de ellos, segn la importancia econmica de su trabajo, y se tiende a aumentar el nmero de nacimientos (como futura fuerza de trabajo indispensable). Resulta posible ahora representar este proceso, a partir de las variaciones en la unidad campesina, como se ve en la figura 4.12
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La figura 4 necesita varias aclaraciones. La eleccin del trmino fase me parece ahora infortunada, ya que sugiere de inmediato un proceso histrico real, lineal e irreversible. Sin embargo, mi in-
Variaciones en la unidad campesina de produccin, consumo y trabajo asalariado = reestructuracin de la unidad domstica familiar Crecimiento demogrfico lento Dbil hacia el sector mercantil Creciente hacia el sector mercantil Crecimiento demogrfico moderado Crecimiento demogrfico rpido Fuerte hacia el sector mercantil y creciente hacia el sector de produccin agrcola Crecimiento demogrfico acelerado Dbil hacia el sector mercantil y fuerte hacia el sector de produccin agrcola
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La secuencia indicada en la figura 4 puede ser demostrada empricamente en cada caso. En teora puede ser continuada en la misma direccin hasta llegar a una fase en que el autoabasto y la produccin de M desaparecen totalmente. El campesino se convertira entonces en un puro vendedor de MT, de fuerza de trabajo. El modo campesino de produccin, como tal, dejara de existir en ese momento. La proletarizacin del campesinado sera completa, excepto desde el punto de vista cultural. Sin embargo, esta solucin final de la cuestin campesina jams ha ocurrido en la realidad histrica-concreta. Hasta el
tencin era simplemente indicar posibles estados diferentes de la composicin A-M-MT, y relacionar con ellos ciertas caractersticas demogrficas y de articulacin estructural con el capitalismo. De todas maneras, las cuatro fases o estados pueden interpretarse como momentos de un ciclo ideal de marcha hacia la proletarizacin. Considerada as, la secuencia no es lineal y adems es reversible en cualquiera de sus momentos. La expresin crecimiento demogrfico quiz tambin resulta confusa. Dadas las tcticas de largo plazo (manejando las tasas de natalidad y mortalidad), y las tcticas de corto plazo (expulsando, reteniendo e incorporando miembros de manera selectiva), puede ocurrir, por ejemplo, que el ndice de natalidad sea alto pero el crecimiento demogrfico real de la unidad sea bajo (con una alta tasa de expulsin de miembros). Tambin puede ocurrir el fenmeno opuesto. O sea, que a pesar de tener un ndice moderado de natalidad, el crecimiento demogrfico real de la unidad resulte alto (con una tasa baja o inexistente de expulsin, y con incorporacin de nuevos miembros por matrimonio, adopcin, etctera). Se notar , asimismo, el empleo de trminos cualitativos que resultan por necesidad vagos: lento, moderado, rpido, acelerado, nociones relativas y tendencias generales, que slo pueden expresarse cuantitativamente despus de realizar estudios empricos.
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presente no pasa de ser un supuesto terico, o ms bien la proyeccin histrico-abstracta de una tendencia real. Durante el siglo XX slo dos pases parecen haberse aproximado a este ideal terico y econmico del desarrollismo capitalista y marxista vulgar: Inglaterra y Estados Unidos. Otro grupo de pases parece moverse con rapidez en la misma direccin. Es preciso, sin embargo, subrayar que el proceso ocurre slo dentro de marcos nacionales; es decir, no en la totalidad del sistema mundial. Adems, ocurre solamante en los pases que ocupan lugares centrales en el sistema econmico mundial. O sea, en aquellos pases que han conseguido subordinar el resto del sistema mundial, o parte de l, a sus propios objetivos. El capitalismo ingls aniquil a su campesinado sobre la base de la expropiacin de tierras y de la reduccin de su propia agricultura, a la vez que se apoderaba del producto campesino de Irlanda, intercambiaba sus manufacturas por productos agroganaderos de Europa continental y organizaba la produccin y los suministros de alimentos y materias primas en los pases coloniales y dependientes. Inglaterra export su campesinado, tanto por medio de la emigracin real como por medio de la transferencia a otros pases de las funciones econmicas que se desempeaban en la metrpoli. El capitalismo domina tambin la esfera de la produccin agroganadera en Estados Unidos, aunque la historia de su desarrollo es muy diferente de la britnica. Sin embargo, todava quedan reas con verdaderos campesinos disfrazados con cierta frecuencia de pequeas empresas capitalistas. De todas maneras, la economa norteamericana funciona articulada con la produccin agrcola organizada sobre bases campesinas de otras regiones del mundo, y una parte importan
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te de su propia agricultura depende de la fuerza temporal facilitada por los campesinos extranjeros.13 Las races de la resistencia del campesinado a realizar las predicciones sobre la desaparicin de su modo de produccin a nivel mundial se encuentran en parte, como he mostrado, en la necesidad que tiene el propio capitalismo agrario de usar mano de obra barata temporal, y de disponer de una gran reserva de fuerza de trabajo que se mantiene a s misma gran parte del ao y que se reproduce a s misma de manera amplia da sin costo directo para el sistema capitalista. La continuacin del modo campesino de produccin, en su fase A + M > MT (figura 4), se apoya, asimismo, en la contradiccin entre el capitalismo agrario y el sector mercantil capitalista. Ambos compiten para extraer excedentes del campesinado, pero uno lo hace por va de MT y el otro de M, que representan cantidades inversamente proporcionales en la composicin variable de la frmula A - M - MT. La contradiccin generada dentro del proceso capitalista de apropiacin y acumulacin por las variaciones de la frmula A - M - MT se extiende a otros grupos. Existen actividades industriales que estn estrechamente conectadas con la mano de obra campesina, muchas veces en la forma de produccin artesanal. Sin embargo, la minera constituye, probablemente, el caso ms notable de esta articulacin. En gran parte de Amrica Latina, cuando menos, la minera depende de la fuer13
En otros trabajos de este mismo volumen he propuesto y discutido el concepto de campesinado externo de los centros capitalistas del sistema mundial. O sea, los campesinos que en el mundo colonial y dependiente, o aun en otros pases industrialmente avanzados producen para las metrpolis capitalistas y a veces se desplazan geogrficamente para trabajar en sus empresas agrcolas.
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za de trabajo que proveen cclicamente los campesinos. Durante el periodo colonial, en especial, las minas compitieron con las haciendas que no estaban orgnicamente unidas con ellas para obtener la mano de obra campesina. La figura 5 trata de mostrar la situacin descrita.
FIGURA 5
Unidad campesina, variando en el tiempo su estructura familiar A M MT Circulacin y produccin capitalista en general, especialmente en el sector mercantil
La figura 5 ensea con claridad las razones mencionadas de la resistencia a desaparecer del modo campesino de produccin. Es decir, su capacidad de adaptarse al sistema capitalista dominante, utilizando para ello las variaciones de su estructura familiar y las diversas combinaciones posibles de A- M - MT. La grfica muestra, asimismo, las contradicciones al in-
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terior del sistema capitalista que facilitan la supervivencia del campesinado al ofrecerle alternativas diversas. La expansin del capitalismo agrario no slo requiere la fuerza de trabajo campesina sino tambin las tierras y el agua, y tiende a expulsar del mercado a los productos campesinos. El capitalismo mercantil, en cambio, presiona para aumentar la produccin campesina de mercancas. El capitalismo industrial y el minero no slo no privan directamente a los campesinos de sus medios de produccin, sino que a travs del dinero pagado en forma de salarios contribuyen a reforzar y consolidar la unidad campesina. Todos ellos extraen excedentes valiosos del campesinado pero cada uno lo hace de alguna manera especial que ejerce efectos distintos sobre la unidad campesina y sobre el sistema total. Una conclusin que se desprende de este anlisis es que la secuencia mostrada en la figura 4 (desde A > M + MT hasta A + M < MT), o sea, el proceso llamado de proletarizacin progresiva del campesinado, puede ser detenido en algunos de sus momentos. De hecho, la secuencia tampoco es unidireccional: el proceso es reversible en ciertas condiciones. Una condicin esencial para ello, desde luego, es la destruc cin o el debilitamiento del capitalismo agrario, que puede ocurrir como resultado principal de factores econmicos (un ciclo de depresin general, por ejemplo, o una larga coyuntura desfavorable para una rama o una regin particular), o bien de factores polticos (rebeliones campesinas, revoluciones, etc.), y con ms frecuencia por una combinacin de ambos factores. La Revolucin Mexicana de 1910, al ocurrir la movilizacin de las masas campesinas y agregarse la depresin econ mica de la dcada de 1920, produjo una restauracin del
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modo campesino de produccin. La destruccin de muchas empresas capitalistas agrarias y el restablecimiento de la propiedad campesina fueron fenmenos particularmente claros en el estado de Morelos. Algunas de las consecuencias ms obvias de la restauracin campesina fueron la reorientacin de la produccin hacia el autoabasto, la venta de excedentes al sector comercial y la consiguiente disminucin de la venta de trabajo. La fase populista de la Revolucin Rusa produjo otra restauracin campesina, primero alentada por la New Economic Plan y el ala bujarinista bolchevique, y luego aniquilada por la dictadura estalinista. Las revoluciones nacionalistas y campesinas de China, Argelia, Vietnam, etc., han provocado otras tantas restauraciones con efectos semejantes a los que tuvo en Mxico. Las restauraciones campesinas transforman temporalmente la composicin A - M - MT y, en consecuencia, la estructura de la unidad campesina y sus formas de articulacin con el sistema capitalista. Sin embargo, mientras el capitalismo conti ne siendo el sistema dominante, la restauracin campesina no representa ms que el comienzo de un nuevo ciclo como el representado en la figura 4.14
14
La figura 4 no incluye otra combinacin de A - M - MT, que mostrara la tendencia de M a convertirse en la parte dominante de la frmula. O sea, M > A + MT, y finalmente porciones no significativas o bien desaparicin de A y MT. La figura y las dems grficas tampoco incluyen el asunto de la renta de la tierra, qu en Mxico presenta la peculiandd de ser paga da con cierta frecuencia por las empresas capitalistas a los campesinos. Pienso ocuparme de ambas cuestiones (produccin dominante de M y renta de la tierra), en otra oportunidad.
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El anlisis que acabo de hacer se ha centrado en las formas de articulacin del modo campesino de produccin con el sistema capitalista dominante, y en la capacidad de adapta cin de la unidad domstica campesina a las diversas combinaciones de A - M - MT. Por eso mismo, en la discusin de la persistencia del campe sinado he dejado necesariamente de lado la cuestin de la eficiencia econmica del modo campesino de produccin en comparacin con el modo capitalista de produccin en la agricultura. Sin embargo, ste es un problema vital tanto para la teora del campesinado como para el debate sobre la organizacin de la agricultura en Mxico y en otros pases de la periferia del mundo industrializado. A pesar de su importancia, esta cuestin nunca se ha investigado debidamente. Las concepciones desarrollistas, tanto de la economa capitalista como del marxismo vulgar, compar ten el prejuicio de la superioridad intrnseca de la gran empresa agrcola. En efecto, ambas sostienen la idea de que el modo campesino de produccin es ineficiente atrasado y est condenado a ser eliminado por la gran empresa capitalizada, independientemente de su naturaleza privada, colectiva, estatal o socialista. En el largo plazo de Keynes estas predicciones pueden resultar verdaderas, aunque existen buenas razones para dudarlo. Sin embargo, en el horizonte histrico de los problemas que pueden visualizarse y que tienen que ser resueltos ahora, la afirmacin es parcialmente falsa. En efecto, ante ciertas condiciones, el modo campesino es capaz de hacer un uso ms eficiente de los factores de produccin que el modo capitalista. Las condiciones generales para que se presente esta situacin pueden ser estipuladas en teora y encontradas en la rea-
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lidad concreta. A esta tarea dediqu hace algunos aos una breve publicacin cuyas conclusiones principales recordar en forma resumida (Productividad agrcola, Centro Nacional de Productividad, 1978). Supongamos, en primer lugar, un modelo de organizacin nacional de la agricultura en el cual los recursos de capital son abundantes, la fuerza de trabajo es escasa y el suelo cultivable es relativamente abundante. Bajo estas condiciones, el capital tiende crecientemente a sustituir a la fuerza de trabajo, a pesar de que se establezca un ciclo de rendimientos fsicos decrecientes del suelo. La situacin descrita corresponde a Estados Unidos y a otros pases centrales de la economa mundial, que adems tienen la posibilidad de organizar en los pases dependientes y como propio a un sector considerable de su economa agrcola. Supongamos, en segundo lugar, un modelo de organizacin nacional de la agricultura en el cual los recursos de capital son moderados, la fuerza de trabajo es relativamente abundante y el suelo cultivable es relativamente escaso. Bajo estas condiciones, el uso de capital en la agricultura tiende a restringirse, mientras que se procura incrementar los insumos de trabajo humano y aumentar los rendimientos fsicos del suelo. La situacin descrita corresponde a la de bastantes pases de Europa, tanto socialistas como capitalistas y de economa mixta, que se encuentran en periodos avanzados de industrializacin o bien que han entrado a ellos recientemente. En todos estos casos, y excepcin hecha de algunas ramas de produccin especializada y de algunas zonas que ofrecen condiciones geogrficas muy particulares, la forma esencial de organizacin de la agricultura responde al patrn del modo campesino de produccin.
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Las tentativas de sustituirlo con enormes empresas estatales, colectivas o privadas, han originado verdaderas catstrofes agrcolas, cuyas causas se atribuyen unas veces a la capitalizacin insuficiente y otras a la organizacin defectuosa y burocratizada de la economa. Sin embargo, todos los desastres muestran el rasgo comn de una cada vertical de los rendimientos fsicos del suelo. Supongamos, en tercer lugar, un modelo de organizacin nacional de la agricultura en el cual los recursos de capital son escasos, la fuerza de trabajo es muy abundante y el suelo cultivable es escaso. Bajo estas condiciones, el uso de capital tiende a reducirse al mnimo, mientras que se incrementa al mximo posible la utilizacin del trabajo humano y se procura a toda costa aumentar los rendimientos fsicos del suelo. Tal es la tendencia objetiva de la agricultura en Mxico y en otros pases semejantes, tendencia que est en clara contra diccin con los esfuerzos del capitalismo nacional y extranjero para organizar la agricultura a partir del modelo norteamericano.15 La persistencia histrica del modo campesino de produccin en Mxico, en consecuencia, no se explica en trminos de una mera supervivencia de un pasado que hay que abolir. Tampoco es una respuesta simple a las necesidades funcionales de algunos segmentos del sistema capitalista dominante.
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A la combinacin de estos factores (capital, trabajo humano y suelo), hay que agregar la energa, como he hecho en uno de los ensayos de este volumen. La empresa capitalista agraria consume inmensas cantidades de energa, por lo general inanimada y no renovable, cuyos costos estn subiendo de manera continua e impresionante. La unidad campesina consume poca energa y la mayor parte de ella es viva y renovable.
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La extraordinaria resistencia del campesinado a satisfacer las profecas sobre su desaparicin inminente encuentra tambin su explicacin en la eficiencia econmica del modo campesino de produccin bajo ciertas condiciones especficas. En circunstancias concretas determinadas, el campesino utiliza mejor que la empresa capitalista agrcola la combinacin del factor ms abundante, el trabajo humano, con dos factores muy escasos, la tierra y el capital (y con otro de alto precio, la energa). Esta intensificacin del uso del trabajo humano en la agricultura campesina fue denominada autoexploracin por Chayanov. Sin duda lo es, pero la autoexplotacin por s sola tampoco explica la capacidad de supervivencia del modo campesino de produccin. No es cualquier cantidad de trabajo aplicado a la agricultura lo que permite el xito del campesino en sobrevivir, sino tambin la calidad del trabajo. Es decir, la capacidad de manejar de manera adecuada el medio natural y el largo conocimiento de las plantas y animales, capacidad y conocimientos que el desarrollo capitalista de la agricultura destruye da tras da al convertir a los campesinos en peones asalariados. La combinacin de la cantidad de trabajo con la calidad del trabajo humano, cuando es adecuada y posible de realizar, explica el contraste dramtico entre los rendimientos del suelo que obtiene el campesino y los que consigue la empre sa capitalista. El modo capitalista de produccin en la agricultura est sujeto a la ley de los rendimientos decrecientes del suelo y de los rendimientos crecientes de la fuerza de trabajo. La ley del modo campesino es exactamente opuesta: rendimientos crecientes del suelo, aunque con limitaciones determinadas, versus rendimientos decrecientes de la fuerza de trabajo.
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Ante las circunstancias mexicanas de escasez de capital y de tierra cultivable, y de abundancia de fuerza de trabajo, y bajo las condiciones establecidas por las leyes de los modos campe sino y capitalista en la agricultura, resulta extremadamente evidente que las aplicaciones del capital disponible resultaran ms eficaces y productivas en el segmento campesino. Las excepciones a esta regla estaran constituidas por aquellas ramas especializadas de la produccin en las que la gran empresa resultara ser en efecto superior, y por aquellas zonas del pas que se prestaran a la aplicacin ms conveniente de la tecnologa mecanizada. De cualquier manera, el modo campesino de produccin seguira necesitando, por un largo tiempo, vender a las grandes empresas una parte de su fuerza de trabajo. A pesar de todo, la poltica agraria del pas parece conti nuar desconociendo este conjunto de caractersticas del modo campesino de produccin y de sus articulaciones con el siste ma capitalista dominante. El desarrollismo de la economa capitalista y del marxismo vulgar siguen empeados en hacer cumplir a toda costa sus improbables profecas sobre la superioridad general de la gran empresa agrcola y sobre la inminente y conveniente desaparicin del campesinado mexicano.16 Esta situacin paradjica, que convierte en aliados en la praxis a los que son adversarios ideolgicos, tiene consecuencias polticas extraas, aunque no inesperadas. Entre otras
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Hay que decir que mientras la preferencia capitalista por la concentra cin de la empresa agraria expresa las tendencias objetivas del sistema, la predileccin marxista vulgar por la gran empresa agraria es ante todo una cuestin ideolgica y poltica. Vase en este mismo volumen el ensayo sobre los campesinos y la teora marxista.
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cosas, ha impedido hasta ahora llegar tanto a la discusin de una poltica correcta de alianza de clases, como a una concep cin vlida de un futuro posible y deseable para la sociedad mexicana.17
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La mayor parte de las corrientes marxistas de Mxico parecen pensar sobre estas cuestiones todava bajo la influencia de tres mitos heredados del siglo pasado: el mito del papel histrico de la clase obrera industrial como liberadora de toda la sociedad; el mito del papel reaccionario de los campesinos, y el mito de la posibilidad de las revoluciones democrtico-burguesas europeas en los pases del llamado Tercer Mundo.
BIbLIOGRAFA
e realiz una investigacin bibliogrfica para incluir todas aquellas referencias a autores, libros y artculos mencionados en esta obra; se buscaron citas de otras publicaciones del autor como Historias de la etnologa y Modos de produccin, y se recurri a los ttulos disponibles en la biblioteca ngel Palerm del CIESAS-DF. Los lugares y aos entre corchetes corresponden a las publicaciones originales de los textos. Mireya Rubio Corbal y Roberto Melville* Febrero de 2008
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Antropologa y marxismo se termin de imprimir en julio de 2008 en los talleres de Editores e Impresores Profesionales EDIMPRO, S.A. de C.V., San Marcos 102-15, Col. Tlalpan, Mxico 14000, D.F. En su composicin se usaron los tipos Garamond de 18:20, 14:13, 12:13, 11:13, 10.5:13, 9.5:13 y 8:10 puntos de pica. Dise la portada Gabriel Salazar, la tipografa y formacin estuvieron a cargo de Samuel Morales H. y la correccin a cargo de Itzia Prez Ruiz. Cuid la edicin Armando Lpez Carrillo. Se tiraron 2000 ejemplares.