Fleming Leonor

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LA NARRATIVA DE HCTOR TIZN: UNA LENGUA DE FRONTERA

Leonor FLEMING Consejo de Investigacin. Universidad Nacional de Salta, Argentina Leonor.fleming@gmail.com

RESUMEN: Hctor Tizn (Argentina, 1929) es escritor de frontera; esto involucra tanto al hombre como al escritor, su mundo narrativo y la direccin de su escritura. El primer problema que le plantea la frontera, ese altiplano, lugar de trnsito entre Argentina y Bolivia unido por una misma cultura indgena y colonial, no es la pertenencia al norte andino, sobre la que no tiene dudas, ni tampoco los asuntos, que son slo un puado, siempre los mismos en todas las literaturas, sino el lenguaje que los cuenta. Tizn recuerda que cuando comenz a escribir tuvo que optar entre dos lenguas; por una parte, la prestigiosa de los libros y, por otra, el habla de su gente, sobre todo esa oralidad arcaica penetrada de quechua de la Puna de Jujuy, donde pas su infancia. Esa meseta de altura rida y fra, a un costado de los rieles, que es decir a un costado de la historia, supone una mentalidad: La puna,ms que un lugar geogrfico es una experiencia, afirma el autor; y es posible aadir, la puna de Tizn es sobre todo una experiencia de lenguaje. El autor busca la voz del pramo, parca y intensa; ejercita la economa indgena, su reparo a hablar sin necesidad, atento a la lengua sabia de su gente, lacnica no por falta de asuntos sino por rechazo de lo accesorio; escueta pero sustanciosa, enemiga del despilfarro y del exceso. Pero tambin recurre a los instrumentos del oficio de escritor en el que siempre hay un lector exigente y atento a su poca. Con esa prosa ejercitada, cuenta las historias parcas de ese rincn del mundo, habla de la condicin humana con tonada local y alcance universal. Palabras clave: frontera y centro, arraigo y movilidad, puna. Concepto clave: Espacio narrativo como experiencia de lenguaje

LA NARRATIVA DE HCTOR TIZN: UNA LENGUA DE FRONTERA La frontera como destino Hctor Tizn, jujeo nacido en Salta (Rosario de la Frontera, 1929), vino a este mundo predestinado a ser escritor de frontera desde las circunstancias de su nacimiento. En el norte de Argentina, La frontera era el topnimo habitual para referirse a la antigua linde entre la civilizacin y los dominios de los indios, de acuerdo con las controvertidas tesis del siglo XIX. Al sur de la provincia de Salta, a poca distancia del pueblo de Rosario de la Frontera, est el Hotel de las Termas, inaugurado por Antonio Palau, cataln natural de Lrida, luego de la remodelacin realizada a fines de 1880, que ampliaba y mejoraba las primitivas construcciones de madera. En sus pocas de apogeo tuvo mucho predicamento por la calidad curativa de sus aguas y el atractivo de su vida social con un casino que, inaugurado en 1893 fue uno de los primeros de Amrica del Sur. Sarmiento visit el sitio en 1886 con la esperanza de reparar en los baos termales y minerales del Rosario de la Frontera mi salud quebrantada, segn le escribe a Calixto Oyuela en carta del 13 de junio; el 9 de julio fund la Biblioteca Popular que lleva su nombre, como parte de los festejos de la Independencia y dej noticia de su paso en una crnica titulada Las Termas de Salta, publicada en El Censor del 27 de julio del mismo ao. Otros visitantes ilustres fueron Bartolom Mitre, Nicols Avellaneda, Julio Argentino Roca y Victoria Ocampo1. Ya vetusto y pasado su esplendor, el edificio fue elegido como plat por Lucrecia Martell para filmar La nia santa, estrenada en 2004. En la primavera de 1929, all se hosped Leonor Reyes, correntina natural de Goya, que por esa poca, resida en Jujuy con sus hijos y su marido, Viriato Tizn, funcionario del Ferrocarril. Embarazada de su tercer hijo, haba viajado siguiendo las instrucciones de su mdico que le haba recomendado las aguas para un problema motriz en las piernas, ignorando posiblemente que el tratamiento era contraindicado durante el embarazo porque poda adelantar el parto, lo que efectivamente ocurri. Hctor, el tercero de cuatro hermanos, vio la luz en ese gran hotel termal con pretensiones de belle poque criolla, rodeado de la naturaleza desaforada y trrida de esas tierras de La Frontera. A fines de los setenta, cuando preparaba en Madrid mi tesis doctoral sobre su obra, Tizn me cont esta circunstancia anecdtica de su nacimiento que mantuvo en reserva hasta hace poco cuando, en la presentacin de su libro de ensayos No es posible callar, del 2004, quiz llevado por el imperativo del propio ttulo, la dijo en pblico; eso s, a medias y ambiguamente, como a l le gusta. Sin dudas, el azar de su nacimiento no altera su condicin de jujeo y su pertenencia afectiva, plantada firmemente en Yala y su comarca, donde vivi aos decisivos de su infancia, donde est la cantera de sus historias y la casa a la que siempre vuelve. Sin embargo, es comprensible su reticencia a aclarar datos que podran debilitar, no ya su pertenencia, sino la minuciosa construccin de ese espacio literario de sus primeras obras, asentado en la Puna y en otros rincones de la provincia de Jujuy. La invencin de un lugar Y qu es la Puna? Esa alta meseta andina, rida y fra, que comienza en la frontera noroeste de la Argentina y contina en el altiplano boliviano, atravesada por cadenas de volcanes, con grandes salares y algunas lagunas, cruzada por la Quebrada de Humahuaca. Pero esa es y no es la Puna de Tizn, porque la Puna de Tizn es sobre todo una invencin. Sin embargo, esa Puna literaria existe porque los espacios
1 Los datos histricos ilustrativos provienen de la investigacin realizada por Gregorio Caro Figueroa a partir de distintas fuentes que obran en la Biblioteca Armando Caro de su propiedad, especializada en el NOA, sita en Cerrillos, Provincia de Salta, y fueron aportados por el historiador.

literarios son espacios reales. Aunque los cartgrafos no los detecten, inciden en la realidad y la modifican. As como un dique cambia el curso de un ro, una literatura puede cambiar y, de hecho cambia, no slo la historia literaria, sino el entramado de una sociedad. Pensemos, por ejemplo en la conocida relacin entre las obras de Voltaire o Rousseau y la Revolucin Francesa, o nuestra Revolucin de Mayo. El espacio literario tiene existencia real pero distinta a la geogrfica; es una creacin artstica. Por ejemplo La Mancha, para la geografa econmica espaola, es un paraje ventoso donde se cultivan olivos, vides y azafrn; son conocidos sus buenos quesos y sus peores vinos. Pero La Mancha que importa para la cultura universal, es el lugar donde acontecen las aventuras de Don Quijote, donde se da cuenta en lengua espaola del inicio de la modernidad, donde ocurre la eterna y simblica lucha entre un orden antiguo que se resiste y la actualidad que viene a suplantarlo, simbolizada en la batalla de Don Quijote, la Espaa caballeresca y arcaica, con los molinos de viento, la nueva tecnologa que inaugura una poca. La eterna pugna entre el pasado y los nuevos usos y costumbres que lo suplantan, transformando y conservando segn su necesidad. En las pginas cervantinas, en su nueva forma de mirar el mundo, lo que en literatura significa una revolucin en la forma de narrar, ocurre la modernidad. Si nos situamos ms cerca, en las letras hispanoamericanas, Macondo, Comala o Santa Mara son, como la Puna, espacios de significacin que fundan y cifran una nueva realidad. Y qu es entonces la Puna de Tizn. l mismo lo dice en uno de sus ensayos: La Puna, el gran desierto lunar, clido y fro ms que un lugar geogrfico es una experiencia2(Tizn, 2000:179). El espacio literario puede basarse en la geografa, incluir sus topnimos y los rasgos de su paisaje y de su gente, pero es ms amplio y ubicuo. Leyendo a Tizn podemos conocer la Puna sin haber pisado nunca Jujuy. Y conocemos algo ms: conocemos que arraigo y destierro son dos caras de lo mismo, y son quiz la condicin humana. En sus libros aparecen Casabindo, Rinconada, Cochinoca, Salinas Grandes, con los mismos nombres de la cartografa regional. Pero est adems Ramayoc, un pueblo fantasma que levita, inhallable en el mapa local. La Puna como dimensin de la experiencia: esta es la clave de la obra de Tizn. La experiencia de una tierra de frontera, de un mundo marginado A un costado de los rieles o a un costado de la historia, un mundo frgil, en retirada. Un pueblo con valores ms antiguos y firmes, de gente arraigada que quiere quedarse pero a la que la pobreza y la falta de trabajo obligan a emigrar. Esta es la Puna que Hctor Tizn conoce e inventa desde su experiencia de hombre de frontera. La frontera, palabra premonitoria que signa el azar de su nacimiento, marca la vida y tambin la obra de Tizn. l la subraya en el ttulo de su primer libro de ensayos Tierras de frontera 3 de 1998, y la asume y reitera en textos y entrevistas. Soy un ejemplar de frontera, la frase que abre su auto-presentacin en Primera persona (Speranza, 1995:21), resulta ser una declaracin de principios y, a veces inclusive, de guerra. La afirmacin involucra tanto al hombre como al escritor (dos sustantivos posibles que aquella frase, justamente, evita), es decir, la biografa en la que se reconoce y la direccin de su escritura. Pero en esta escueta aunque nada ingenua frase hay ms: con reminiscencias de cetrera, la palabra ejemplar insina la nocin de raro, en el sentido de escaso y excntrico, lo que sita de paso la obra como descentrada en el mapa de la literatura nacional. A qu frontera se refiere Tizn. El noroeste argentino ha sido y es lugar de trnsito. Espacio privilegiado en las rutas coloniales al Alto Per y an antes va de acceso de la dominacin incaica y de confrontacin o contacto entre los pueblos autctonos; su apogeo estuvo vinculado al comercio con el virreinato del Per, y su declive, a la tarda creacin del virreinato del Ro de la Plata y el monopolio del puerto de Buenos Aires. Lmites recientes en trminos histricos, impuestos desde Madrid en el ltimo tercio del siglo XVIII y fijados en el XIX cuando despus de las Independencias se consolidaron las nuevas
2 Tizn, Hctor. Tierras de frontera. La primera edicin es de Jujuy, 1998, en una coedicin de la Univ. Nac. de Jujuy y la Secretara de Cultura de la Provincia. La versin ampliada, fue editada por Alfaguara, en Buenos Aires, 2000. 3 Graciela Speranza, Primera persona. . Conversaciones con quince narradores argentinos. 1 edicin. Buenos Aires: Norma, 1995. Artculo luego recogido en el libro citado Tierras de frontera. Vase tambin de Tizn, Equvocos en Revista de Occidente, Madrid, n 179, abril 1996, pg. 120; este artculo transcribe la intervencin del autor en el Dilogo entre novelistas argentino y espaoles, organizado por la Embajada Argentina y la Fundacin Jos Ortega y Gasset en el Crculo de Bellas Artes de Madrid, en 1995.

naciones, terminan por dividir un territorio que abarcaba una misma cultura andina, haciendo de una regin, dos periferias. En el artculo Equvocos Tizn lo explica y toma partido Yo pertenezco justamente a la cultura alto-peruana, no a la cultura del resto del pas o pampeana (Tizn, 1996: 120). La situacin fronteriza, segn Fernando Ansa, establece una contigidad que puede ser tanto de contactos privilegiados como de riesgo y enfrentamiento, de apertura y permeabilidad o de hostil aislamiento (Ansa, 1990:17). Ambas situaciones se dan en el noroeste, vrtice de unin y de conflicto entre la Amrica indgena e hispano-colonial y el cosmopolita Ro de la Plata. La frontera es mvil, cambiante, ambigua; en ella lo propio y ajeno va y viene, se confunde, y la nica certeza es que el centro est lejos, en otra parte. Frontera y periferia son nociones que, sin ser sinnimos, se tocan. Desde el margen se ve el centro con distancia y hasta con cierta cautela. Desde esa frontera de nacimiento y de opcin (opcin literaria), Tizn mira el apocamiento de lo propio y los supuestos brillos de lo ajeno, y opta por ese pas interior. La puna como lenguaje El primer problema que le plantea la frontera no es la pertenencia al norte andino, sobre la que no tiene dudas, ni tampoco los asuntos, que son slo un puado, siempre los mismos en todas las literaturas, opinin que comparte con Borges; sino el lenguaje que los cuenta. En varias entrevistas recuerda que cuando comenz a escribir tuvo que optar entre dos lenguas; por una parte, la prestigiosa de los libros de variada ndole que en esos aos caan en sus manos; por otra, el habla de su gente, sobre todo esa oralidad penetrada de quechua de sus nieras indgenas. Su opcin por el acento local en el que se reconoce presenta un riesgo. Con precoz lucidez el joven escritor detecta el peligro y huye como de la peste de lo que l mismo llama el vicio del regionalismo, del color local y del folklorismo (Tizn, 1996:122), rechazados con nfasis desde los manifiestos de los grupos literarios de La Carpa y Tarja, que le son contemporneos y con cuyos miembros se vincula. En el artculo Ms all del regionalismo: la transformacin del paisaje, refirindose a la narrativa de Tizn, sus autores escriben: El paisaje no es el marco que encuadra la historia o a los personajes; el paisaje es la historia misma, porque as como el personaje engendra el paisaje, en un movimiento de endognesis, tambin los personajes y sus historias slo pueden ser concebidos en ese paisaje (Foffani y Manzini, 2004: 279). La atinada observacin me permite ir ms all porque creo que, en esta obra, el paisaje impone no slo asuntos y personajes sino, sobre todo, una lengua; una lengua que ese paisaje lleva puesta y que implica una mentalidad. La Puna, el gran desierto lunar clido y fro ms que un lugar geogrfico es una experiencia (Tizn, 2000:179), escribe Tizn en uno de sus ensayos; podemos agregar que la Puna de Tizn es sobre todo una experiencia de lenguaje. Se ha dicho que el espacio narrativo es una construccin cultural4 . En Tizn esa realidad verbal tiene que ver con dos cosas: con el mbito referencial, el altiplano puneo y sus implicaciones, y con la imagen afectiva que, de ese espacio, tiene el escritor. l mismo ha afirmado que no poda escribir lejos de su tierra y de sus personajes. De hecho su casa de Cercedilla en la sierra madrilea, donde se reclua en el fro invierno castellano durante el exilio, era una bsqueda infructuosa de Yala. Esa imposibilidad que es el exilio- es el tema del cuento Los rboles5 escrito y publicado durante el destierro en Espaa, y uno de los primeros no localizado estrictamente en ese territorio reconocible.
4 Sobre este tema puede verse Fleming, Leonor. El espacio literario. Territorios manchados en la literatura latinoamericana. Presentado en el VI Congreso Internacional de la Asociacin Espaola de Estudios Literarios hispanoamericanos (AEELH) y la Univ. de Castilla La Mancha dedicado a Cervantes en la Literatura hispanoamericana, realizado en Almagro, Espaa, en octubre 2004. Actas en preparacin. 5 La primera publicacin corresponde a Tizn, Hctor. Los rboles, Cuadernos Hispanoamericanos, N 358, Madrid, abril de 1980, pgs. 24 a 44. Incluido en El gallo blanco, Buenos Aires, Alfaguara, 1992, pgs. 137-181.

Por otra parte, al referirse a la gnesis de sus relatos, escribe: Generalmente, un cuento se me da por dos medios. Uno es el de la imagen; no algo que veo con los ojos sino una imagen que puedo prever, una imagen mental. El otro camino puede ser una frase, (...) soy una especie de oreja curiosa,... (Saavedra, 1993:163). Esa imagen mental a la que se refiere Tizn se nutre del recuerdo de sus vivencias, pone en marcha una historia que exige sus palabras. Palabras que tienen que ver con el odo alerta del escritor, pero tambin y sobre todo con el dominio de su oficio, de esas herramientas -como l dice- que estn en los almacenes universales del arte de escribir y algunas que me he fabricado, pienso, yo mismo, adaptndolas de otras (Saavedra, 1993: 162). Tizn busca la voz del pramo, parca y a la vez intensa, mojada de silencio; aprendizaje de discurso austero, pegado al nervio de la prosa. Ejercita la economa indgena, su reparo a hablar sin necesidad, atento a la lengua sabia de su gente, lacnica no por falta de asuntos sino por rechazo de lo accesorio; escueta pero sustanciosa, enemiga del despilfarro y del exceso. La frecuentacin casi exclusiva de los asuntos puneos en los primeros libros remite a su lucha con el lenguaje para instalar en los textos una forma de ser, y sobre todo el silencio, el gran aporte de la cultura andina. Un silencio elocuente, que tiene algo intenso que decir desde esa frontera adormecida y casi muda. Es una etapa de bsqueda obsesiva en la que recurre a distintas fuentes para ajustar su propio discurso. En la base estn el mutismo indgena, reticente a discurrir, la lengua sabrosa de sus vecinos y ese espaol mestizo de las mujeres de su infancia forzado por el quechua; en suma, el terruo. Pero tambin recurre a otros instrumentos del oficio de escritor en el que siempre hay un lector con su ojo astuto: los clsicos y tambin la nueva novela que est en ebullicin por esos aos; los rusos, sobre todo Gogol y ese universal que es la provincia; la literatura norteamericana con Faulkner, los libros sagrados, ortodoxos o apcrifos, su forma versicular y sus parbolas; los textos jurdicos, sus hallazgos verbales y matices arcaizantes; Cervantes con su genio e ingenio en la destreza coloquial; todos aportan su particularidad, que el escritor aprovecha para la formacin del estilo propio. De este aprendizaje sale munido con la herramienta fundamental que le servir durante su vida y que va perfeccionando en cada nuevo libro: un estilo personal que se prueba a s mismo cuando el exilio de 1976 separa al escritor violentamente de su tierra, de su cantera literaria. Superada con dolor la impotencia de escribir en casa ajena, la nueva situacin le impone nuevos asuntos que narra sin que le falle la tonada, porque el instrumento bien templado es la puna como lengua, una forma de nombrar, de instaurar una experiencia. Con el dominio de la lengua escueta, no disgregada, Tizn sale de los conflictos puneos, su mundo narrativo se ensancha, conquista nuevos espacios y situaciones y el vendaval contemporneo contamina sus historias. Anotaciones sobre la guerra sucia6, un cuento indito escrito durante el exilio, es un ejemplo acabado del manejo de esa lengua de la sugerencia en territorio ajeno (tanto geogrfico como temtico); un trptico sobre la indignidad de la represin, sobre su monstruosidad privada, en el que lo fundamental es lo callado y no dicho. La fragmentacin del argumento en tres historias autnomas, subraya, desde la estructura, el drama de una sociedad fracturada. El diseo disgregado, las conexiones tcitas, la expresin contenida, cargan la denuncia con algo nuevo y extrao. El autor puede ir y venir del terruo arcaico al siglo XXI, incorpora personajes, asuntos y escenarios soslayados en sus primeras obras (inmigrantes, erotismo, una aldea italiana o grandes urbes como Madrid o Buenos Aires); prefiere idividuos con psicologa y personalidad al actor colectivo y annimo de sus primeros libros, encarnado en una comunidad. Pero de lo que no se desprende, sino que por el contrario afina, es del instrumento que ha ido construyendo y perfeccionando. La destreza para lograr esa oralidad perfecta de sus personajes no procede de una cocina austera en la que priva lo regional; por el contrario, la naturalidad de la prosa se consigue a partir de ricos y sutiles ingredientes de muy distinta procedencia, situados con estrategia y en dosis exacta. Lengua parca de la narracin y de los dilogos, que

Cuento indito incluido en los Cuentos Completos de Tizn que prepara Alfaguara. Citado por el original del autor.

oculta en su haber un gran bagaje literario, porque como es sabido, la literatura se hace adems con literatura. Esa atinada combinacin de la experiencia de la cultura andina con lo asimilado en las lecciones de los grandes maestros y de una vida andariega, dan como resultado una obra libre y sabia y, en cierta medida, desentendida de modas y tendencias. Tizn no es un espontneo montaraz, como a veces lo presentan las ancdotas de su biografa, que l mismo se encarga de abonar, sino un hombre culto atento a los saberes de su poca, y un profesional, en el buen sentido, de la escritura. La situacin fronteriza -escribe Fernando Ansa- establece una contigidad que puede ser tanto de contactos privilegiados como de riesgo y enfrentamiento (Ansa, 1990: 17). La frontera puede ser porosa y en este caso inclusiva. Tizn pertenece a ese margen de unin y de conflicto entre la Amrica indgena e hispano colonial y el Ro de la Plata de las inmigraciones y, aunque es norteo por destino y por opcin, recibe el impacto de ambas vertientes. Si la Puna es una manera segura y sin alardes de estar en el mundo y una forma de decirlo, en la construccin de su herramienta participa de la fuerte y variada tradicin literaria argentina en la que estn Sarmiento, Giraldes, Borges, y tambin los norteos Juan Carlos Dvalos o Daniel Ovejero. De la cultura rioplatense tiene ese gusto por el eclecticismo de fuentes y recursos, y esa capacidad de usar como propias distintas tradiciones. Lo que lo vuelve ejemplar raro, es que su eleccin no coincide con las tendencias o los fervores de la opcin de Buenos Aires. Libre y cosmopolita de veras, Tizn impone su mentalidad y su lenguaje, las historias parcas de ese rincn del mundo, con tonada local y alcance universal. La virtud del lmite Hasta la fecha Tizn ha publicado unos diecisiete libros: cinco de cuentos, nueve novelas y tres de ensayos. Si se atiende al nmero de obras, el novelista gana al cuentista, pero si se analiza la factura de las mismas, en ambos gneros el autor prefiere la intensidad y el lmite propios del cuento. Con excepcin de Sota de bastos, caballo de espadas, las novelas tienden a ser breves. Por el contrario, la mayor parte de los relatos no pertenecen a esa variante que es el cuento corto porque su apuesta se centra, ms que en el argumento, en la atmsfera y en las sutilezas del lenguaje, lo que exige desarrollo y admite con frecuencia un diseo estructural dividido en partes numeradas. Ceida, visual, sentenciosa, la prosa hace como si discurriera pero en realidad est ms prxima al montaje, como en el cine. Una puerta que se cierra con estrpito, el ruido de la lluvia, el canto de un gallo, confieren ritmo y suspenso al interrumpir el dilogo y, en un fundido, se pasa a otra escena o a otro tiempo. El escritor procede como el tcnico que corta y pega escenas y alterna imagen, silencios y dilogo; el dilogo es como el vestuario: caracteriza al personaje, lo viste con palabras, siempre pocas. Entre un cono de luz y otro, hay sitio para la ambigedad de la penumbra; en esto se nota al magistrado del Tribunal Supremo que slo atiende a los nudos de tensin y significado, pocos en una vida, menos an en un fragmento de esa vida, mientras deja en la sombra la labor de la instruccin, el detalle o la prueba, pero cuenta con ella para andar con seguridad por esos ncleos de sentido. En Biografa de Tadeo Isidoro Cruz (1829-1874), Borges escribe: Mi propsito no es repetir su historia. De los das y noches que la componen, slo me interesa una noche; del resto no referir sino lo indispensable para que esa noche se entienda (Borges, 1987: 198). Esta leccin de un maestro rioplatense es prctica habitual en el puneo; Tizn sabe que ser parco no es hablar poco, sino callar lo accesorio, por eso no slo su prosa es econmica sino la estructura de los relatos, hecha de interrupciones, de omisin de nexos, de fragmentos sonoros o visuales que se alternan. Huye de lo esponjoso; la narracin es compacta, y en este sentido las novelas se aproximan al cuento. Las obras estn centradas en el clima ms que en el peso de la historia, no buscan apoyarse en el efecto o la peripecia, bordean sin nombrar el conflicto, ejercitan la sutileza, porque su gracia est justamente en la forma inusual de enhebrar palabras, en la eleccin de vocablos raros o anticuados, vueltos a su fuente etimolgica, en el humor impasible. Del cuento El ladrn copiamos un ejemplo:

Al padrino le dio por hablar, pero no para conversar sino para ejercitar la lengua () -Maana irs a la escuela. Una que han abierto, lejitos. No solo, sino con cuatro otros escueleros. l, desde entonces, no pens ms que en eso. -Vamos ya, padrino, dijo l; porque quera hacerse presente, sealar que le gustaba.(Tizn, 1978: 90)

Tizn comienza casi siempre subrayando el acto de la narracin: Esta es una historia breve, Aunque podra ser de varias otras maneras, empecemos as, Ahora voy a contarles una pequea historia ocurrida hace muchos aos; con este recurso prepara el escenario y la distancia en el tiempo dndole aire de cosa acontecida, situndola en el lugar del sucedido o la leyenda, para la captacin del oyente como en la narracin oral. En una charla picoteada con Tizn, recuerdo que rescat la figura de Jess como el ms grande narrador oral, e hizo el elogio de los Evangelios, sobre todo de San Juan, por ese hallazgo de El Verbo se hizo carne, cifra inalcanzable de toda creacin literaria. En esta misma direccin abunda otra ancdota de aquella conversacin: Tizn, con disimulado orgullo, cont que una noche que iba a leer un cuento a sus nietos, Santiago, lo ataj dicindole: de sos, no!, sealando el libro, a nosotros nos gustan los de boca. La pregunta sobre qu cuenta ese lenguaje podra responderse con una aparente contradiccin: una forma de estar y no estar en la poca; otra vez reaparece la frontera, ahora en su versin temporal. Una libertad de movimiento que no desecha lo antiguo por antiguo, a la que le cuadran los versos de Daro cuando se declara y muy antiguo y muy moderno; audaz, cosmopolita. Un modo sutil de disenso, en el que caben la firmeza y la cortesa. Hay en esta prosa una certeza comedida, que no es impositiva. Parte del origen; no se pregunta hacia dnde va, sino de dnde viene. El narrador no es presuntuoso aunque le gusta la parsimonia, habla como quien conversa con los parroquianos de su comarca, con gente analfabeta y respetada: Escribo para el villorio, dice uno de los ttulos. Una clave del estilo es el receptor interno del relato, el que escucha, a quien va dirigido; se trata de un auditorio implcito, desdibujado como personaje, pero que impone el tono y el tempo de la prosa. Con un recurso de cronista, cuenta la historia a otros personajes con los que comparte cdigos, moral y pertenencia. Precisamente por eso la literatura de Tizn no es regionalista, no puede haber pintoresquismo, porque el receptor es otro lugareo, que escucha al narrador y refuerza ese aire de cuentos de boca de los relatos. La frontera (presente en el punto de vista, en los escenarios, en la temporalidad, en la lengua) pareciera ser el smbolo de esa movilidad del mundo al que vamos; esto vuelve a la obra paradojal, novedosa, antigua y contempornea al mismo tiempo: contar el arraigo desde una mirada bamboleante, en movimiento. La literatura de Tizn, sabiamente descentrada, sube al tren del presente que no para, pero sin perder de vista el origen, esa mentalidad particular, olvidada, quieta, que lo sustenta, y que en un mundo aturdido comienza por el silencio.

REFERENCIAS BIBLIOGRFICAS ANSA, Fernando. La frontera: lmite protector de diferencias o espacio de encuentro y transgresin?. Las fronteras en la literatura hispanoamenricana, III Jornadas Internacionales de Literatura Hispanoamericana. Ginebra, Fundacin Simn I. Patio: 1990. BORGES, Jorge Luis. El Sur.Ficciones. Madrid: Alianza, 1987. Foffani, Enrique y Mancini, Adriana. Ms all del regionalismo: la transformacin del paisaje. En Vol.1 dirigido por Drucaroff, Elsa. La narracin gana la partida. En Jitrik, No. Historia crtica de la literatura argentina. Buenos Aires: Emec, 2004. SAAVEDRA, Guillermo. Captar la esencia de lo efmero. La curiosidad impertinente. Entrevista con narradores argentinos. Rosario: Beatriz Viterbo, 1993. SPERANZA, Graciela. Primera persona . Conversaciones con quince narradores argentinos. 1 edicin. Buenos Aires: Norma, 1995. TIZN, Hctor. El traidor venerado. 1 edicin Buenos Aires: Sudamericana, 1987. TIZN, Hctor. Equvocos. Revista de Occidente. 1996, Madrid, n 179, abril. TIZN, Hctor. Los rboles. Cuadernos Hispanoamericanos. 1980, N 358, Madrid, abril. Incluido en El gallo blanco. Buenos Aires: Alfaguara, 1992. TIZN, Hctor. Tierras de frontera. 1 edicin. Buenos Aires: Alfaguara, 2000.

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