N° 10 - Febrero 1968 - La Tierra Purpúrea
N° 10 - Febrero 1968 - La Tierra Purpúrea
N° 10 - Febrero 1968 - La Tierra Purpúrea
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* CUADER,YOS DE lviARCHA intenta con la publicacin de esta obra
clsica, una nueva experiencia. Como el
autor lo dice en el prefacio que va a continuacin, "La tierra purprea"
se public por primera uez en Inglaterra en 1885. La segunda edicin, tambin
inglesa -cuyo texto ntegro es el que hoy damos con la sola excepcin de las
cuatro pginas ltimas que contienen una brevsima jJarte histrica desprovis-
ta de inters- apareci en 1904.
Tardamente la obra fue traducida al esjJaiiol. Entre las ediciones hechas
en nuestra lengua, caben recordar la de Salvador Rueda en 1951, la de Krafl en
1956 y la del }\1inisterio de Instruccin Pblica, en 1965. Esas ediciones estn,
tn verdad, agotadas. Al reeditar la obra de Hudson, creemos prestar un servi-
cio a nuestros lectores y abrimos, como ya fue dicho, un nuevo camino a
CUADERNOS DE MARCHA.
PREFACIO
E
STA obra se public por primera vez en 1885 por los seores Sampson Low
en dos pequeos volmenes que llevaban el ttulo de mayor longitud, y
enigmtico adems para la mayora de las personas, de "La tierra purprea
que Inglaterra perdi". En casi todas las regiones del globo puede encontrarse
tierra purprea y el saberlo ha sido p:::ra nuestro beneficio. En los peridicos
aparecieron unas pocas noticias sobre el libro y una o dos de las revistas
literarias ms serias lo analizaron, aunque no favorablemente, bajo el encabeza-
miento de "Los viajes y la geografa"; pero el pblico lector no se interes por
su compra y bien pronto la obra cay en el olvido. All pudo haber permanecido
por mayor tiempo que estos diecinueye aos, o tal vez para siempre, puesto
que el sueo de un libro es de aquellos de los que puede no despertarse jams,
a no ser porque algunos hombres de letras. que lo encontraron entre un montn
de obras olvidadas, gustaron de l y se dedicaron a resucitarlo.
Se nos dice a menudo que un autor jams pierde del todo su canno por
su primer libro, sentimiento que ha sido comparado ms de una vez al que
un padre siente por su primer hijo. No estoy entre ellos, pero al consentir que
se haga esta reimpresin tuve en cuenta que los primeros trabajos de un escri-
tor, o aquellos que no han merecido la atencin general, son pasibles de ser
rastrillados con descuido si l no est alerta para efectuar sus reparos. Puede
tambin ocurrir que el autor est realizando un viaje del que no se espera
regrese. Es as que me p:1reci mejor supervisar por m mismo la nue\"a edicin,
antes de darla a la posteridad, pufsto que as podra eliminar algunas manchas
y barrillos que salpican la ingenua apariencia de la obra.
Adems de numerosas pequeas correcciones y cambios de trminos, de la
supresin de algunos prrafos y de la z.dicin de otros pocos, he omitido el
captulo entero de la "Historia de un caballo overo", que se incluy en la
reciente reimpresin de otro libro mo, "El omb". Tambin he suprimido la
tediosa introduccin que figura en la primera edicin, conservando solamente,
a manera de apndice, la parte histrica, en beneficio de aquellos de mis lec-
tores que _puedan desear alguna informacin sobre la tierra que Inglaterra
perdi.
(Prefacio del autor a la edicin de 1904.)
CAPITULO
T
RES captulos en la historia de mi vida,
tres perodos distintos y bien definidos, a pe-
. sar de ser consecutivos, empezando cuando.
no haba completado an mis veinticinco aos y
terminando antes de los treinta, probablemente
!ern los ms destacados de todos. Hasta el final
de mi vida esos aos volvern a mi memoria con
la mavor frecuencia v parecern los ms vhidos
de todos, ms que veinticuatro ya p:,sados y
que los cuarenta o cuarenta y cinco, que espero
puedan ser cincuE'nta o tal ve:c srsenta, de los que
me quedan POr vivir. Pues ou alma de e>u:
maravilloso variado mundo 'deseara ab:mdo-
narlo antes de los noventa? Su'; negruras v sus
luces, su dulzura v su amargor me hacen
Del primero de los tres perodos bastar es-
cribir slo una pabbra. FuE' _el de mi noviazgo y
rnatrimonio; y aunque E'Sa experiencia me parf:'ci
Fntonces lo ms nuevo \' extra del mundo. dr-
bi semejarse, sin a la de otros hom-
bres, pues todos ellm se casan. Y el himo p<:ro-
do, el ms largo de ellos. pues toma tres am
completos, no podra ser narrado. Todo -l fue
un negro desastre. Tre;: aos de separacin forzo-
sa y del ms extremo sufrimiemo que la cruel
ley del pas permitiera, la que tm padre enfmr--
cido infligiera a su hija y al hombre que hab::l
osado casarse con ella contrariando <u \olumacL
Hasta los hombres ms cut'rdos puedt'n ser llent-
dos a la locura por obra de la oure,:in. \' para
m, que nunca muv cuerdo no que <-i,-a Y
era llevado por las pasiont's. las ilusiones Y la ili-
mitada confianza dt' la iuvr-ntud. ,: qu0 pfpcto
debi haberme producido cuando fnimos sep<1
rados cruelmente. cuando fui mroiado a 18 cr-
cel durante lar!!OS meses. en dP crimi-
nales, pensando siempre en ella-. que tamhi0n
estaba desolada y cuvo corazn <f' rompf'ra dr>
pena? Pero eso pas: la aborrecida su iecin. la
ansiE'dad, el ca,ilar sobre los mil po;;ihle;: f' im-
posibles planes de \em:anza. Si iurra ck al!!n
consuelo el saber que al rompe! el corazn de
su hija l rompi el suvo propio al mismo tiem-
po, y que aceler as su marchJ para unr;;elc
en la tumba. vo ese consuelo. Ay. no!
Eso no me pnes no deio de pensar oue
:?.ntes que l destrozara mi vida. vo haba des-
trozado la suya al arrebatarle <ti hija, que era
dolo. Estamos, pues, en paz, y hasta podra
10 / FESR;;:Ro
decir: " Paz par::;. sus cenizas!" Pero no pude
decirlo en mi y ni
tampoco en aquel pars rata! ooncle rub1a \T,:do
desde mi niez y rJ que haba aprendido a qu,?
rer como al mo, y al que jams tener que
dejar. Pero se me hahizt hecho Nli0>'o, y huyer:clo
de l nie encontr de nue\o l'n aquella tierra
purprea donde arnbos nos haba rnos r('fugiado
antes y que ahora pareca 2. rni ;Jcrturb;:da rnenre
un lug:1r de agradables y apacible' rec ..
Duranre los rr1esc-s de ,.
en solitarias carninatas siguitndo
n:cuerclo5i rne acornpate .. n:n1
res. sentado en la cirT1a dt:
solitario que da ;u nombre
te1nplaba durantt:> horas l:t
haca P} interior. co1nn
5arn1e tdo lo <.u e sr :11:5 ;Jl;i:
pL1nlcit>s y ro..:. host":-iues \: (crTn .... : en
los qur a" cnn;r' rnuc} rnqros.
Hasra la> c::r:c:s d<' le' m, kc-
han rratack' rn;1l. n
rf"Can
::rni=-tn-::1..
que Pn n,i ,r;
cuPrldo ro. F-l innhidahlr Yi. (n Lt )nrnb:r:ac!:-:,
rasa al1!1 dondP :l ; lUi \. rn
Ja tristf' \. de ;:\
yo h1cif'ra r(ln dPsd1c1:?1fLt.
1-anto n1e ocuparon h::cia .:l
final df' aqul'J perodo ele dccc:ni'-C. qur ant oc;
de a1eiannr de aquP11as :::-...
nuc en zdqn trannui1n inter-:aln d, rni rc-
f;asar:J df"' nue\-(1 : .. .
hisrori::1 dP n1i'- nd::1n70::: cnl:' rn:l-::
ntrn-.:. L1 lPYC:.riln Pro nn ln lrnrrp( ni
pnr lTlucho-.:: a[ln.:;. (Jcurri!) {lllt' r.-tn p1onto r:1rno
rn1ncc'P a ac2trlri0r d!ch:t i<k:t 0n n-!i mPnte -=u-
('r-dj a.l:rn qu( rne '8\ll drl f'StJdn rn qur< nv.'
h:1lbha. -,pmr z:l d0 :;j2,ien qLJP
:1. acri\1dadc-.:: \. (li!t:> \3. no fue;3
C""apai' de PI110rinne-;_ ,!-;:ier:dn slo dtl
p;<ado. Y <se hrcho nue.-o. qut' me afect ha<.ta
. el punto de sen tinnc de prnn ro nrr:1 \tz .,-,, n1is-
mo. 0nsio::;n de airn1arn1e \" de arci6n. no fue
o:ino una palabra oda a lo lejos,
i:l g-rito de un C0r:t.7n :::n11t8rio l1eg:
azar a n1;s odos .. -\J. oirln P1t? :::enti COJYtO qu1:>n
sus o jos despus de sue:.lo
mesperadamente e! lucero del alba. all
la negra y extensa llanura en que dur-
cuando la noche lo sorprendi, con su
tlnllo sobrenaturaL estreila anunciadora del da
y de la etern::1 esperanza, de pa:7nnes y luchas,
de esfuerzo, descanso v felicidad.
No necesitG detener.me en relatar los heci.n
ctue nos lle\"aion a hi RaiJ.Ga: nuestra noc ..
tucna de'cL: la ca;,a de -::21;,po de ::?as;ita en
pa1npa: casarrj.:,,:r:::o e:r.t h ..
capital y 'la suosi>:::u:ent;: huida
1
.lacia el norte,
a la pmvir;cia de Smta Fe; de los siete u oc;10
meses de inquieta elicidad que gozamog y fi
:nalmente, de nuestrc secreto regreso a Bm'nos
Aires en busca de algn b2rco que nos sacara
del pas. Intranquila felicidad? Ay, s! Y mi
mayor inquirtud se produca cua!1do al mirarla
nara toda mi vida. tan hermosa.
:menuda y exciuisita, con sus ojo; color azul os:
!:uro que pareca Yioleta, sus 'edosos cabellos
osr:uros v su suave cutis color de rosa v acei
tuna.-- bservaba m ap'\ri;:ncia tan dclic;da. Y
yo la haba tomado --'te\ habh robado-- de sus
nuturats; del hog-ar doadt: la
yo, m1 con otra
sin v ... por ta?-
cra un il ;lchor. no Labkmos ae
sah:c
en b'"ncv que r:.os llevaba, obser-
vando c:r1o las tor!'C3 de se des-
vaneclan baca t=:l empe2n ..
mos a sentirno3 Hb.res de aprensiones y nos di-
1nos en Gue nos
nuestro ....
dr:::1 nor0este, y nos volando con1o un E- ve
?1obre: oh).s roiizas v feas; a nnsmJ.
r,orhe ia cl'..tdaG
Nos dirmos a un holel
_ - - -l' ' f
c;onue vanos u:la" nTt..ry .e en
'""'"'.cm;_._,; y cuacdo paseba:11os a lo 1ar,so de la
para la puesta dr1 y e1 cielo
encendido cor: su m;:tico fuego. el agua v aq1H"l
cerro que denomina a la ciudad, y recordi-
que nuestras miradas se hacia bs
de Bctenos Aires. era g:rato pensar eme el
ms indmito CE'] se 'entre
nosotros y aquellos que probablemente ,3e sentan
ofendidos por lo que habamos hecho.
Este encantador estado de cosas lleg a su
fin de m:mera algo curiosa. Una noche, -despus
de estar un mes en el hotel. yo estaba acoctado
en la cama conmletamente desvelado. Ya era
haba odo ia melanclica \oz del se
reno cnr:1o arrastrndose bajo mi \crr
tana) cantado una. y n!,edia y nublado;\,
Gil Bias cuenta en su biog:rafa cmo una
noche mientras permaneca y despie!"
to, empez a e;aminar su conciencia, cosa de-
susada para l, llegando a la c:mclusi:;:: de que
no era ;,n joyen muy bueno. En !a niebia de
f:CO rcfiexlones sobre n-t n1is ..
yo ba r:oche clg\;
Ldv<I1Cl0 Ull r.n\JlurH:lo de Pa ...
e u ita i:Je re. e! que ella tambin e:; taba desYe
;,: qo.c que ';o
ba su's ,,.:;1;:<-.:ionc;. Cuz:ndu i'e por la
trat eil :ano dt"
que a. desdichada. Qu goi ..
pe n6.s rudv f--.,e :::1! el i Si
recin nos f-tabian;os Sin ha ..
ciendo justicia ::; Paquiw. df'bo decir yu.e cie
no hq.berrne casado con ella su infPlicic
1
ad sera
aun .ma,or .':lo que la pohrc"cilb no de
jar de p::n'r' r <'11 Sl' x:.cclrc y Sl'
1aba l2 y s:t pena de e11tonce:s
c1a r1d de . ellos m:ncct, nm1
::-13 de que era C?.}X1Z intfnt <ts tti:h';:;
pvro elia fir:11rnc-ntf con\Tncid.t
tJ.u
_ _ ....... _ _,_ .._ l __ prr81era
(Jle:ls:t. Pens que bien huhier::; nocido. tdn
c1 Lte1 icht }.JC>brfcilia. h:::ther estz-:do
erl e en que die(::
n Io5 c
1
uc r- cornzn herido
ffTtc"nr Lt: a 1Ttancra dt: coEtf.
de un2. di::::puta entre su n1adre v hc:nn:1:na
quP :1asta ntonces fuera muy queri:Ja. E::o ocu ..
n1uchos atr'3. cuanrio e-lla. Paquita.
nada que unr:. chiquilla: a pes(\f del
tit'l11l)O tTan.:r'urridc Lzs herm-.1nn<: no h:1ban
nunca.
---f: l)nde se en:":.H--ntla es.a
oi hasu; Zl,hofa:
---t)i t ---,:ontest ia, rnaycn stD:"
(illcz abancio1:. el i13.Cf: rnu-
pcro
cion porque en casa no
.1:1encionrtr .::.u Se
creo que nn \i\e pues
Jh.:uie;-1 de ella qnc. h;th1;'1
c.:tsa en esa ciudad.
:_Alma de mi vida! -dije-. En el fondo
de tu corazn no has dejado nunca Buenos Ai
res. ni siquiera para acompa1ar a tu pobre ma
rido! Sin embargo, Paquita, me consta que
Cirporalmente t ests aqu, en l'donteYideon
conversando conmigo en este mismo momento.
-Es verdad -contest Paquita-: olvid
que esthamos en Estaba distra:
da . . 1al yez so1aba.
CUADERNOS DE MARCHA
juro, Paquita -repliqu'-, que maa-
m1 antes de ponerse el sol ha.s de ver a esa
tia tuya, y estoy seguro, querida rr..a, que ella
'eStar encantada de recibir a una parienta tan.
honit0 como t. Qu contenta se- pondr con
esta oportunidad de contar aquella <L""!tigua
disputa con su hermana y de ventilar aquellos
mohosos agravios! Yo conozco a estas seoras
dr dad. toda5 son i:;uales .
.-\.1 principio la no le gust a Paquita,
cuando le expres que nuestros recursos
1 ')an a su fin y que su ta tai vez pudiera
r J.rme a conseguir empleo, ella consinti co-
:u .uena mujercita que era.
Al da si:;uiente, sin _g-ran dificultad descu-
br el de su pa-rient2. pues Montevi
den no era una ciudad muv g-rande. Hallamos
a doa Isidora --que tal -su nombre- vi
viendo en una casa de humilde aspecto ubicada
en el extremo este de la ciudad, bien lejos del
agua. El lugar tena un aire de pobreza, pues
la buena seiora, a pesar de poseer medios pa
ra vivir confortablemente, quera mucho su di-
nero. Con todo. nos recibi muv afectuosamente
cuando nos y nuestra
triste v romntica historia: inmediatamente hi
zo nos prepararan habitacin v hasta
formul algunas vagas promesas de yudarme.
Despus de tratarla ms ntimamente vimos que
vo no me haba equivocado mucho al suponer
cu:'tl sera su carcter. Durante muchos das no
pudo hablar de otra cosa que de la
di,puta con su hermana y cuado y nosotros
nos vimos obligados a escucharla deferentemen-
tr y a simpatizar con ella, pues era lo nico
qul" podamos hacer para devolverle su hospi
t;-;Jidad. A Paquita ]e toc escuchar una parte
mayor de esto, pero a pesar de ello no pudo
!legar a sabPr ia causa d" aquPlla Pnernistad
tan larga, pues aunque doa Isidora haba evi
dentemente est?do alimentando su rencor duran-
te todos aouellos aos. no pudo, debido a su
edad. recordar cmo se haba iniciado la disputa.
Cada maana, despus del desayuno, yo he
a Paquita, y dejndola al cuidado de su
tia Isidora sala para efectuar mis infructuosas
recorridas por la ciudad. Al principio slo hice
e! papel de un extranjero culto que va de un
bdo a otro observando los edificios pblicos y
coleccionando piedrecillas curiosamente marca
das y algunos botone!: de bronce desprendidos
de uniformes a los que en un tiempo dieron
prestancia; balas herrumbrosas y deformadas,
otros tantos recuerdes de aquel inmortal sitio
de nueve o diez aos que haba ganado para
Montevideo el triste apodo de La Moderna Trcr
ya. Una vez que hube examinado completamen-
te por fuera la escena de mis futuros triunfo!
--pues ya haba resuelto tstablecern1e y hace!'
ir fortuna en 1fontevideo- comenc a buscar
seriamente trabajo. Visit, por turno, las
de comercio ms grandes, y en verdad todas;
aquellas donde pens pudiera haber una posibi"
lidad de comenzar :r. hacer algo. Era necesario
empezar y no hubiera desdeado ninguna ocu-
pacin, por insignificante que fuese, pues real"
mt'nte me enfermaba no tener dinero, estar
ocioso ,. depender de otros. Pero no encontr
nada. En una casa se me dijo que la ciudad
no se haba recobrado an de los efectos de
la ltima revolucin y que por io mismo, las
operaciones comerciales estab::n paralizadas; en
otra, que la ciudad se haiiaba en vsperas de
otra revolucin y que, por lo tanto, ei comercio
estaba paralizado. En todas partes era la mism2.
historia: el estado poltico del pas me
que yo ganase honradamente un peso.
Sintindome completamente descorazonado
con bs suelas de mis zapatos casi totalmente
zastadas. me sent en un banco rente al maL
el ro, pues unos lo llaman de una
y otros de la otra, debido a que el color ba
rroso dt' las aguas, su sabor dulce y las du
s de los, ge.grafos dei,an la du-
na de s1 ?vfonte-;;1deo esta situada en las co::-tas
dd Atlntico o en las orillas de la desemboca-
dura de un ro de cincuema le:;uas de anchura.
Pero no llen mi cabeza esos pensamien
tos; tena que pensar en ot::as cosz s que me
concernan ms de cerca. Tena una di;puta que
zanjar con esta nacin oriental, y esto era para
m m' que el color verde o el sabor salado
de las del vasto estuario que baa los
sucios pies de su reina, pues que iifta moderna
Trova .. esta ciudad de lucha;;, asesinatos :,
b;ta muerte. t::tmbiP.n se llama a s misma ';,
Reina del Plata. Yo est2ba completamente se-
guro de que en tsta disputa la razn se hallab;_
de mi lado. Ha sido norma de m conducta (]UF-
dar a mano con quien me trate mal. Y no <;e
diga que ste es principio ;;nticristiano;
que cuando me han pegado en la mejiila GP
recha o En lz Izquierda -que el dolor t:' pj
mismo en ambos casos--, antes de que yo r'e"
'.Lleiva ei golpe ha pasado tcnto ':iempo C'1!C
toda mi ira o mj :;entin:iento de vengan:;: 2
ha.n de;;;anarccido. En tal caso Dc:ro n1s P""'r r.l
- - ! < ...
bien pblico que por mi satisfaccin; as. tengo
el derecho de llamar a mi motivo principio v
no impulso. Adems es un principio muv ya-
lioso e infinitamente ms efectivo que ei fan
tstico cdigo del duelista. que favorece al.
ofemor ai darle la onortunidad de matar o li-
siar al ofendido. El puo es un arma que in-
vent para nosotros la naturaleza antes que d
.;:oronel Colt que ti<,1e la
taJa de un arma que puede llevarse tanto
los centros ms cultos y cumplidores de la
ley como entre mineros y montaeses. Si la gen
te inofensiva dejara de usarla, los malvados
tendran v-la iibre v haran la v-ida de los de-
ms intolerable. Afortunadamente, los malhe-
chores siempre temen a este intangible revl-
ver, temor que es. un sentimiento saludable, pues
los refrena ms que la razn y los tribunales
de justicia y a l se debe que los mansos he
:reden la tierra. Pero mi disputa era con toda
una nacin, aunque no muy grande, pues la
Banda Oriental cuenta slo con un cuarto de
milln de habitantes. Y sin embargo. en este
escasamente poblado pas, con un gene
y un clima benigno, ap?rentemente no ha-
ba lugar para m, un hombre joven, robusto
y de buena inteligencia, que slo peda se le
deiase traba iar para poder vivir. Pero cmo
podra hacerles sentir su in justicia? Yo no po-
. da tomar el clacrn que se me daba cuando
peda un huevo y hacer que picase a cada uno
de los individuos oue formaban la nacin. Esta-
ba incanacitado, absolutament<e incapacitado pa-
ra castigarlos, de modo que lo nico que me
restaba era m:::.ldecirlos.
Girando mi vista. mis oios se detuvieron en
el. famoso cerro. al otro lado de la b2ha, e
inmediatamente resoh- subir a su cima, y, mi
.rancio a mis pies la Banda OrientaL maldecirla
del modo ms solemne e impresionante.
La expedicin al Cerro. tal como se le nom-
bra simplemente. result bastante a;rradable. A
pesar del excesh-o calor de esns das muchas
flores silvestres florecan en sus laderas trans ..
formndolas en un verdadero jardn. Cuando
llegu a las ruinas del viejo fuerte que corona
su cima, trep 2. una pared y desccns all
dmante una media hora. recibiendo la fresca
brisa del ro y gozando grandemente del Rano
:rama que se extenda ante mis o1os. Con todo.
no haba olvidado la seriedad del prop<>ito
la vis!ta que me haba llevado a acuel punto
prominente y slo deseaba que la maldicin
que iba a pronunciar rod?ra cuesta aba io cual
estupenda roca desnrendicla de su apoyo. la que,
:rebotando por encima de la baha, cayese ser
bre la inlcua ciudad llenndola de ruina y es
t;"pefaccin.
-Hada cualquier lado que me \'Uelva -d-
veo ante m una de las ms hermosas
moradas que Dios ha hecho para el hombre:
grandes llanuras en eterna primave-
;ra: aosos bosques; rpidos y hermosos ros; ca
denas de sierrras azules alargndose hacia el bo-
rroso horizonte. Y ms all de esas hermosas
elevaciones, quin sabe cuPtas ieguas hay de
tierras virgenes dormidas bajo el
cubiertas de flores: !vestm eu.yas dulmras
se pierden, sin que el arado abra el fructfero
sueo, y donde el venado '1 el !llvestru;o vagan
sin temor del cazador, mientras que sobre todo
aquello se comba un cielo . azul cuya exquisita
belleza no es empaada ni por u:aa nube? Y
los habitantes de esa ciudad -clave de un con
tinente- son los dueos de todo aquello. Y
es de elos porque el mundo, cuyo antigu<? es
pritu desaparece rpidamente, lo ha consentido
as. Qu es lo que han hecho con sta su he-
rencia? Qu hacen con ella ahora mismo? Es-
tn sentados en sus casas, abatidos, o de pie
en los umbrales de sus puertas, con los brazos
cruzados y rostros de ansiedad y expectativa.
Porque un cambio se aproxima: estn en vs
peras de una tormenta. Pero no se trata . de
un cambio atmosfrico; no habr un simn agos-
tador que arrase sus campos ni tampoco habr
una erupcin volcnica que mcurezca su cielo
cris:talino. Nunca conocieron ni conocern 10$
terremotos que conmueven las ciudades
hasta sus cimientos. El cambio y la tormenta
que se esperan son de carcter poltico. El com
plot est maduro, las dag-as afiladas y el con
tingente de asesinos alquilado: el trono de cr
neos humanos. que con horrible irona llaman
la silla presidencial, est a punto de ser asal
tado. Hace tiempo. semanas o quizs meses, que
la ltima oleada de violencia encrestada de sane
grentas espumas, arras el pas con su inun
dacin; es hora, por lo tanto, que todos los;
hombres se prep:' ren para e1 choque de la ola
siguiente. Consideramos que es jmto arrancar
de raz los espinos y los cardos, desaguar los
pantanos que mantienen la malaria, extirpar las:
ratas y las \"boras; pero supongo que se con
siderara inmoral la eliminacin esa gente;
porque su viciosa naturaleza se haya revestido
de forma humana; a este pueblo cuvos crme-
nes "'ln sobrepasado a todos, o rnO"
dernos. hasta el punto que debido a ellos el
nombre de todo un continente haya llegado a
ser objeto de burla, desprecio y reproche en
el mundo entero y a causar asco a todos los
hombres.
Juro que yo mismo me har conspirador si
quedo mucho tiempo en esta tierra. Oh, si es
tuvieran 8qu, conmigo, un millar de mozos de
Devon v Somerset, con la mente encendida por
pensamientos como los rnos l Qu obra tan
gloriosa se hara en bien de la humanidad 1 Qt:
vigorosos gritos de aliento lanzaramos por
gloria de esa vieia Inglaterra que va! Por
esas calles correra la sang-re como nunca ha
corrido, aunque debiera decir con r:s iusteza
como slo ha corrido tma vez, cuando las cae
lb ueron barridas por bdtni
Y vendrla l:ll. 1 aquella lluvia
:;angrienta hara que la hierba creciera ms ver
y la1 flo-ej lucieran colores ms ..,-ivos.
entonces tan amargo como el ajenjo
'! la hiel pensar que sobre las cpulas y torres
que se ven all, a mis pies, flame hace apenas
medio siglo la santa cruz de San Jorge? Por
que jams se emprendi cruzada ms santa ni
se plane una conquista tan noble como la que
tuvo como objeto el arrancar estas bonancibles
tierras de manos indignas para incorporarlas
para siempre al poderoso Imperio Britnico!
-Qu no sera ahora esta tierra clara y sin in-
vierno y esta ciudad que domina la entrada del
ro ms grande del mundo? Y pensar que fue
conquistada para Inglaterra, no a traicin, ni
comprada con oro, sino a la vieja usanza sa
joria, a fuertes golpes y pasando por encima de
montones. de cadveres de sus defensores! Y
luego de ganarla de este modo pensar que se
la perdi -quin lo creera?-, no en lucha
sino entregada, sin cambiar un golpe en su de
iensa, por cobardes miserables indignos de lla-
marse britnicos! Aqu, sentado solo en este
cerro, me arde el rostro como fuego al pensar
en esa gloriosa oportunidad perdida para siem
prei "Ofrecemos a ustedes mantener sus leyes,
su religin y propiedades bajo la proteccin
del Gobierno Britnico", proclamaron pomposa
mente los invasores, los generales Beresford,
Achmuty, Whitelocke y sus compaeros; y poco
ms tarde, despus de sufrir un revs, ellos (o
uno de ellos) perdieron los bros y canjearon el
pas que habian empapado jangre y lmquis,
tado, por un par de miles de soldados brit-
nicos hechos pr;ioneros en Buenos Aires, al otro
lado del estuario; y entonces, embarcndose de
nuevo en sus barco2, izaron las velas y se alt<
jaron para siempre del Plata, Esta transaccin,
que debe haber hecho entrechocarse de
nacin en sus tumbas los huesos de nuestros an
tepasados vikingos, fue olvidada ms tarde, cuan
do nos apoderamos de las ricas islas Malvinas,
Qu esplndida conquista y qu coro
pensacin por nuestra prdida! Cuando aquella
ciudad reina estaba en nuestro poder, as co
mo era posible la regeneracin y la posesin
definitiva de este mundo de verdor, fallaron
nuestros corazones y el premio se nos cay de:
las manos temblorosas. Abandonamos el conti
nente asoleado para capturar la desolada gua-
rida de focas y pinginos; y ahora djase que
todos los que aspiren a :ivir bajo aquella "prc-
teccin britnica" que Achmuty pregon en-
ticamente a las puertas de esta ciudad, se trans
porten por s mismos a aquellas lejanas
antrticas para escuchar el trueno de las olas
en las playas grisceas y temblar entre los des
templados vientos que soplan del helado sur.
Despus de pronunciar este cornninatorio
discurso me sent grandemente aliviado y regrt<
s a casa de buen humor, a tiempo para ?J. ee,
na, que esa noche consisti en cogote de car,
nero, zapallo, batatas y chodo tierno,
cin que de ningn modo :sabia mal para v..r>
hombre con hambre,
NCliOS Y CORAZONES G.\UCHOS
P
ASAll.ON vario dias y :mi segundo par de
habia ;,ufrido va dos cambios de
ue:ig, antes de que a tomar
proyectos de doa Isidora para me-
JOrar mi situacin. Quizs comenzara a consi
derarno3 una para su casa, organizada
m5l bien mezquinamente; de cualquier modo,
(!yndome decir que yo preferira la vida en el
me dio una carta de recomendacin
de una docena de lneas para el mayordomo
de una leiana pidindole le hiciera el
favor d.e dar a l!U -que as me llama
ba- ocupacin all. Probablemente ella
.\taba que esta carta no ;servira de nada y me
la diq simplemente para em-iarme al interior del
pas, de manera que pudiera conservar a Pa
quita indefinidamente a su lado, pues se haba
muchsimo con su hermosa sobrina,
La estancia estaba en los lmites del departa
mento de Pay-sand, a no menos de setenta le
guas de M:ontevideo. Se trat2ba de un largo
viaje y se me aconsej que no lo emprendiera
iln hacerme de una tropilla. Pero cuando un
paisano le dice a uno no puede hacer se-
tenta leguas a no ser que disponga de una do
cena de c:::ballos, simplemente quiere decir que
no se puede recorrer esa distancia en dos das,
pues se le hace cuesta arriba pensar que alguien
:se conforme con hacer menos de treinta leguas
diarias. Yo viaj con 1m solo caballo, por lo
que el viaje me tom varios das. Antes de
llegar a m1 destino, la Estancia de los Desam-
parados, pas por varias aventuras que vale la
pena relatar v comenc a sentirme entre los
;dentales tan mi propia casa como o estuve
por largo tiempo entre los
.AJ'ortunadamente, despus de dejar la ciud2.d
jpl durante todo el da viento del oeste que
trajo consigo algunas nubecillas que mitigaron
el del soL rlor lo aue pude cubrir un
buen n{1n1ero {ecruas de la cada de
la noche. Me dirig hacia el norte, a trav; del
departamento de Canelones, y ya me h2.ba in
ternado bastante en el departamento de Florida
cuando para pasar la noche en el solita
de adobe de un pastor
Vla prumtlVamente con su rmqer y sus l-njos.
Al dirigirme hacia. la cas?. saEeron a atrope-
llarme varios perros grandotes; uno de ellos se
prendi a la cGla de mi caballo, arrastrando a1
pobre animal de un lado para otro y hac1n
doo tombaiear hasta el punto de poder apenas
mantenerse de pe; otro se prendi con los dien-
tes de las riendas, mientras que un tercero clav
los colmillos en el taln de una de mis botas.
Despus de observarme por algunos segu_rdos,
el ya tordillo pa:tor, de cuyo cinto colgaba un
facn de una vara de largo, se adehnt a pro-
tegerme. Peg unos grws a los y como
no le hicieran caso se lanz adelante y con unos ,
cuantos golpes diestramente distriouidos con el
pesado cabo del rebenque, los alej aullando de
rabia y dolor. Luego me salud con gran cox-o
tesa, y pronto, despus de desensillar mi ca"
bailo y dejado libre para que pastase, nos sen
tamos jumos, gozando del aire fresco del atax-o
decer mientras sorbamos el amargo y refres
cante m2.te que su mujer nos serva.
:onversbamos observ numerosas lucirnagas
'que revoloteaban rpidamente a nuestro alrede-
dor; nunca haba visto tantas a la vez y el es
p;:ctculo era hermossimo. A poco, uno de lo!i
nios. chiauillo vi,-:;.racho de unos siete u ocho
aos,. se r:os acerc corriendo con uno de lm:
centelleantes insectos prisionero en la mano, y
dijo:
- tatita, he cazado una linterna! Vea
qu brillante es!
--Que los santos te perdonen, hijito! -di
jo el padre-. Vaya. mi pequeo, y djeia de
nue\o en el porque si la lastimase los
espritus se enoi2ran, pues las nimas salen de
noche y quieren mucho a ias linternas, que
siempre les hacen compaa.
"Qu bonita supersticin -pens- y que
manso y bondadoso corazn debe poseer este
viejo pastm oriental para mo3trar tanta ternu
ra por una de las pecuezs criaturas de Dios!"
Y me felicit por la buena fortuna de haber
ido a dar co:1 tal persona en lugar tan apartado.
Los perros, despus de comportarse tan ru,o
damente conmigo V de haber sufrido en ceno
secuencia ca'stigo, haban 'i-'uelto a ace!"'
carse v ahora estaban echados en el suelo alre-
dedor nuestro. All advert, y no por primera
':ez, que los perros de regiones tan apartadas
no gustan que se les hagan atenciones o acario
cie como los de lugares ms poblados y civii-
;; MARCHA
zados. Al tratar de acariciar en la cabeza a
uno de esos speros brutos, me. los dien-
tes y gru salvajemente. Sin embargo, este ani
ta_: feroz, no p:de
c;-;rnlo p:1:te cle d.u, l\0
1
rs t::n .uz-l 2! !-::-,=-a
b,e co:n<l su herm:mo de mej::Jres :nocbk;; cpe
vive en lugares ms Soure este pu::to
habl con mi mamo I'AoL
--Lo que usted dic.:J es ! pura YercLJ
plic--. Recuerdo que: una vez, clurane el s:ti,J
de :Montevideo, .:uando estaba en un pf'queo
destacamento end<:do a yjgilar los moYimientS
del ejrcito del general Rivera, un da a!can
zamos a un hombre montado en un caballo muy
cansado. Nuestro oficial, sospechando que fuese
un espa, orden que lo matramos, y despus
de degollarlo r bandonamo3 su cuerpo sobre el
suelo a unos dos cuadras de un arroyo. Con
l iba un perro, y cuando nos alejamos lo l!a
roamos para que nos siguiera, pero el animal
no quiso moverse del lacio de: su amo muerto.
Tres das despus volviwos al mismo sitio )'
encontr:-mos el cuerpo en el mismo lu;:;ar en
que lo dejamos. Lfs zorros y los car:mchos no
lo haban tocado, pues el perro estaba todava
all para defenderlo. Muchos eran los uruhc:s
que andaban cerca e>perando el momento de
comenzar su festn. Kos ;:peamos para ton1ar
un resuello cerca del arroyo y all nos queda
mos por una media hora observando al
Pareca estar medio muerto de sed y se acerc
al agua para beber; pero antes .de h2ber l!e
gado a mitad del camino los urubes
a aproximarse de a dos y tres, por lo que
volvi atrs ladrando para ?leiarlos. Despus de
descansar unos minutos cerca del cadver, vDl
vi a dirigirse hacia el arroyo, hasta que \ioudo
a los hambrientos pajarracos avanzar de nue
vo, vol hacia ellos ladrando furiosamente v
echando espum.a por la boca. Vimos repetir
mismo varias veces, y al final, cuando nos a:e-
j?mos, intentamos otra vez incitar al perro a
que nos siguiera, pero l no quiso. Cuando tu-
vimos oportunidad de pasar cerca del lugar. dos
cl!as vimos al perrn muerto tendido cc:r-
ca del cadver de su dueo.
-Buen Dios! -exclam-. Qu horribles
sufrimientos debieron experimentar usted y sus
compaeros al ver eso!
-No, seor, nada de eso -replic el vie
jo-. Si yo mismo enterr el cuchillo en la gar
gant;: del hombre. Si en este mundo uno no se
acostumbra a. derramar sangre: h:t vida sera una
carga.
"Qu VIeJO ases.ino desalmado!" -pens.
Luego le pregunt si alS'una vez en su vida ha
\I,JUMERO 10 1 FEBRERO t96!\t
ba sentido remordimientos por haber derram<i"
do sangre.
-S -contest--, cuando era muy joven y
tCJdava no haba baado en sangre mi cuchio
I:o; eso fu'2 en el comienzo del Me ha
b:an mandado con u!1a media docena de homc
b;u, a pers:::;ur a un espa muv qae c:ue
zo !Z.s !meas c0n c2rtas de !os s:uados. No.::
dirigimos a una casa donde, segn informes ele
nuestro oficial, el hombre :;e haba estado es"
condienclo. El dueio cJ.:o casa era un joven
l;' -,s wimids aos de edad. No quiso confe
sar nada. Al verlo tan terco, nuestro oficial se
enfureci y le dijo que saliera; entonces nos
orden que lo l2ncaramos. Galopamos unas
cincuenta varas y luego pegamos la vuelta. l
se qued all, en silencio, los brazos cruzados:
sobre el pecho, con una sonrisa en los lab:os.
Sin un grito, ni siquiera un gemido, siempre
coa ac:udla sonrisa en los labios, cay traspa
s:do por nuestras lann;-.. Durante das su ros
tro estllYO debnte mw. T\n poda comer p:a'
oue la comida se me ::nr;c:2;ai;taba. Cuand lec
Yantab;: lU jarro de a2c1a ha<::ta mis labios po-
da ,e:r serior, qne sus ojos me mi
raban cl;osdc: el agua. Cu:1r:clo me acostaba para
dormir yo]da a tenrr ',u cara por de!ante,
;;ierr.pre con aquella so!Es:l qur: pareca hur-
larsr de m. Yo no x)dia Pntcnderlo. !vfe dije-
ron que eran los remordimientos y que pronto
me dejaran, porque no hav mal que el tiempo
no cure. Y as fue en vr:-rdad. y cuando me
d,.: aquel remordimiento pude hz,cer cualqu:e:r
C'''a.
El relato del viejo me dio tanto asco que;
me quedaron mm pocas c]e cenar y
una 1nala noche pens2ndc\ despierto o dormido,
en jo\en, en este Dscpro de! TI"ll:..n
do. cruzando los bra1cs s-:m:\"ndo a sus ma
t:dores miemras lo En la maira
bicn temprano, me desped del dueo
de casa agradecindole su y espe,.
rancl
0
fervifntcmente que iam:'ls ,olwra a veJr
m abm recicla cara. . .
Adelant poco ese da, pues him mucho
ior ,. n:i caballo estr ba ms perezoso que nun
ca. Despus de cabahar uua,; ciPco leguas
cans por un par de horas, para proseguir otra,
vez al trote sua\e hasta !a mitad de la tmdc,
cuando me ape en una pulpera del ca:mino
donde haba varios g-auchos bebiendo caa
conversando. De delante de se ha 1);_
2
ba un hombre de edad, mO\cdizo; y digo vicj<1
porque su piel era seca y oscura aunque
cabellos y el bigote eran como ei aza
bache: hizo una pausa en de lo que
taba diciendos p:l.ra luego de
zarme una inqusidora mirada eon sus ojos ne-
gro:i avizores. sigui con lo que deca. Des-
pus pedir y agua, para estar a tono
con h costumbre, me sent en un banco, y en
cendiendo un cigarrillo, me dispuse a escuchar.
El estaba vestido a la usanza gaucha pero
con ropas gast:odas: camisa de algodn, cha
queta corta, calzoncillos anchos de algodn y
ehirip, pieza de la indumentaria semejante a
un chal sujeto en la cintura por medio de una
faja y que cae h:::cia abajo hasta media distan
cia entre las rodillas v los tobillos. En vez de
llevaba un pauelo de algodn at2.do
descuidadamente alrededor de h cabeza: su pie
izquierdo estaba desnudo, mientr2.s que el dere-
cho caiz:,,ba una bota de potro en la que estaba
asegurada una enorme espuela de hierro cuyas
puntas tenan unos cinco centmetros de larcro.
Pens oue un es-:Jolonazo con ellas bastara pa-
ra . a un aballo toda la enerza de que
fuera capaz. Cuando entr, el ;;iejo dis-
curriendo sobre el bastante gastaclo tema de b
contrapuesta al libr:e albedro: sin ero-
sus ar!!Umentos no eran los ridos de la
filoso:'b sino que tomaban la forma de ejemplos
principalmente reminiscencias per-
sonales v exnafos episod;os de la vida de per-
1-::::.ba conocido: ;:us descripciones eran
tan y detalladas, centelleantes de pasin,
htlTD01\ y tan dramtica rra 5:u
accin lTlic::ntras pasaba de un cuento a
:que me sent1 n1uv sorprendido v a
pulpera como un zenio.
1 cn111nadet su argumentac.i6n fi 10 sus
dos n1. diciendo:
-Vo. amigo, que ust!:d viene de 1fonte-
vdeo: qu noticias hay por
all?
--Qu noticias quier.c or? -le dije: pew
que no era muv propio limitarme a las
comunes ,, contestar a este curio;:o pa-
jarraco ?I:cntal de andr:ajoso pluma_ie, v que cu
yas selY2.t1cas notas natnas tenan tanto encan-
to-. Es la misma historia de ;:iempre! -Y
continu-: Dir"n que cualquier h:l mn
reYolucin. .
Algunas per:'ona:-; ya se han retirado a su'-
casas. despu:- de e;:cribir con tiza en g-randes
letras en f:::s puertas de Pl!a-:: "Por fayor, entrr
a esta casa y deg-e-lle al dueo para que
da descansar tranquilamc:ntc sin temor de lo qu<'
pueda ocunir despus". Otros han trepado a
los techos de sus YiYiendas v estn ocupados en
obsen-ar la. luna con anteojos de larga \ista.
pensando los conspirado{es estn oulto;; en
este astro \" que slo esperan pase al
gun?t r:.libc- que lo para poder
a 1::. ciud:=- d sn: que nadie los vea
--Oigan! -grit el viejo golpeando encan
tado su aphmo en el mostrador con su vaso
vaco.
-Qu toma usted, amigo? -le pregunt,
pensando que su ,-ehemente apreciacin de mi
estfambtico &::curso mereca la imcitacin y
deseando sacarle algo ms.
-Caa, amigo, y muchas gracias! Dicen
que la caa lo calienta a uno en el invierno
y lo refresca en el verano. ; Qu m> e puede
pedir?
-Dgame -le dije cuando el pulpero hubo
llenado de nuevo su vaso-, qu debo decir
al regresar a Mbntevideo cuando se me pre
;;:unte"' qu noticias Jleyo del interior?
Los ojos del viejo chispearon, mientras que
los dems dejaron de hablar y lomiraron como
si anticiparan una buena respuesta a mi pre
g:unta.
-Dgales -contest- que usted se encon
tr con un viejo. un domador llamado Lucero
V que ] ]e esta fbula para que Ja re:.
pitiera a la gente de la ciudad: Una vez creca
en este pas-- un gran rbol llamado Montev!
deo v en sus rma;; viva una colonia de mo-
nos. 1.:" n da. uno ele los monos baj del rbol
v corri excitadamFnte a travs de la llanura,
va gateando en cuatro patas, cor:no un hombre,
hien enderezado sobre sus dos patas de atrs,
<omo un perro, mientras que la cola, sin tener
dnde mtarrarse, se retorca de un lado a otro
como una culebra cuando le ponen el pie en
la cabeza. Lleg a un lugar donde estaban pas
tando unos cuantos bueves. caballos. avestruces.
-,enados cabras ,. "Amigos. dijo e!
mono, haciendo como si una ca-
lawra v con los ojos muv abiertos v redondos
como dos tra.igo noticias,
grandes noticias! Vengo a avisarles que pronto
\"a a producirse una re\olucin". "Dnde?",
dijo el buey. "En Pl rboL dnde \"a a ser'',
rnntFst el monn. "Eso no es cuenta nuestra".
rPplic el bue::. "S que debe preocuparles!;
cli]]0 el monn. porque se extender por todo
cl p;c,s y a u;;tt>dPs ks cortarn el pescuezo".
Entonce> el buev le diin: "\'ohete. mono, y no
nns Lc.stidies co; tus no- sea que no;;
'nojemos Y vavamos a sitiarlos en su rboL co-
<a quP lw;TIO!' . hPcho a menudo desde la crea-
cin del mundo: v entonces. si t v los
monos llegan a ha iar los al aire
:1 rornadas".
La fbub result muv bien oor la forma
<1dmirable con que el \ie\o imitado con
la ,-,-,z v el gesto la excitada locuacidad del
mc>no y- el majestuoso aplomo del buev.
-- C: ... c>r -rontinu despus que las ri>Js de
los oyentes hubieron cesado-, no qulS!era que
ninguno de los amigos y dems personas pre-
llegaran ligeramente a la conclusin de
que he pretendido decir algo ofensivo. Si hu-
biera pensado que usted era de Montevideo ni
siquiera hubiese mencionado a los monos. Pero
es el caso, seor, que aunque usted habla co-
mo nosotros hay en la sal y la pimienta de su
tono gustito a forastf:ro.
-Es cierto -dije-, soy extranjero.
-Indudablemente. amigo. usted es extran-
jero en algunos ha nacido bajo
otros cielos, pero en cuanto a esa caracterht'ca
fund::Jmental que creemos el Supremo Hact>::'or
nos dio a nosotros y no a los nacidos en otras
tierras; en cuanto esa capacidad de sentirse
hermanado de corazn con las personas que se
tratan, ya vistan de terciopelo o los r: brigue una
piel de carnero, en eso, amigo, usted es como
nosotros, un oriental puro.
Ante agudeza elog:io no nwnos
que sonre1r: a lo me1or no fue mas que una
dt> la caa con lo ha-
ba convidado, pero de cualquier modo aque-
llo me ag-rad v me sent inclinado a
a sus rasgos el de una maraYillosa h:-
bilidad p;ra let>r el r::mcter ajeno.
Despus de un rato me imit a pa<ar b
noche bajo su mismo techo. "Su caballo, dijo
con razn. es g-ordo y pesado \- a no sPr qur;
est emparentado con las lechuzas no po-
dr ir muv lejos esta noche. ?vfi rancho rs rnc-
deqto. e carnero ju(!oso. ei fuego tibio v
el tan fresca como en cualqier ntra
rtF".
Acept dt" buena gana la invitacin. puc>
deseaba saber lo m:s que pudiera de este tipo
tan oririnal, y antes de salir compr una ho-
rella de caa, lo que hizo brillar sus ojos. por
lo que pens que su nombre -Lucero- le cua-
draba perfectamente Su rancho sc hallaba a
una media lt>gua ele la pulpt>rb v nuestro (!a-
lope hasta all tal vez hava sido el ms curioso
que jams he tenido. Lu'cero era un domador
y el animal que montaba sumamente chcaro
Y maero.- Durante el camino se entabl una
lucha furiosa entre la bestia y el hombre p,m
ver quin venca; el animal se encabritaba. ln
cicaba, corcoveaba y pona en juego todas las
maas concebibles para desembarazarse del pe
so que llevaba encima: Lucero, mientras tanto.
usaba el rebenque y las espuelas con extrema
energa y prorrumpa en torrentes de raros ad-
jetivos. Por momentos pareca que se iba a es-
trellar contra mi vieja tranquila cabalgadura ,.
un rato despns estaba a cincuenta metros d"
distancia; pero a pesar de eso, Lucero no dt>j6
NUMERO 101 PEBRERO 1968
de hablar, pues en el momento de arrancar
ba empezado a narrarme una historia intere-
sante que sigui contando en medio de la
cha, reanudando el hilo del relato despwfs de
cada tempestad de maldiciones que volcaba SO"
bre su bazual y alzando la Yoz hast:1 el nunto
de gritar se hallaba muy
El aguante del Yiejo era realmente extraordi
w ro v cuando llegamos al rancho salt iigero
al sueo y tan fresco y sereno c;mo
pudiera pedirse.
En la cocina se hallaban varias personas ter
mando mate: los hijos y 1::ietos de Lucero y
tambin su mujer, una anciana canosa de oj"'>
turbios. Tambin Lucero era un hombre de
edad. pero, a semejanza de Ulises, posea a::-1
en su alma el fuego y la enena inextinguible
dP la juventud, mientras que los ''os haban
cargado de dolencias, arrugas y canas a su com.
paiera.
:\1e present a ella de modo qc_e me h;::o
enrojecer. De pie delante de ella, elijo que me
haba conocido en la pulpera y que me hz.ba
lwcho la pregunta oue un simule camnesino de-
be hacer ;{. todo viaj'ero que' llega de
:\fonte\ideo: noticias haba de all? Des
pus. tomando un tono seco v >at:ico cJUe no
podra imitar ni aun er!Sc:y{mdoln por af;'os,
piti mi fantaseada respuesra. adorn:I:c:lola con
mucho de su propia
--Seora -dije cuando termin-, no crea
qu;:- todo lo que su n1arido ha dicho de n1
"" mo. Yo slo le di b lana crudc: que, para
rideitarla, ! ha tejido en una hermo::a t<"a.
-j ()i?anle! te advert. ele lo
qne podas e:-:perar ;) --QT1t6 el vit'1o= hJ.cif=nclo-
n1e sonrojar aun n1;'1:-;.
nos __ to1nar y
... :(:rsar tranqtulan;ente. ,';t .. la,
;:era de un cabal1o -art:culo mu\' cornun en
un rancho oriental- <;f:' hailaba un muchachci
de tmos doce aos de .;dad. nit'to de Lucero,
de muy hermosa. Tena los pies d,""nud0s
y vesta rnu\ pobrcn1entc. prro c:io:;
oscuro-:: .,./ su ace-ito'o es2. f'x:;r,-:...,
;;in dt> ternura medio mebnclic:t que <e oh
serYa en chicos de r,ri(!en P5-
paol \' que siempre de modo t>xtran.
-Dnde est tu guitarra. Cipriano? -eli-
jo el abr_e]o diri;;:indo<e <1 l. por lo que el
muchacho se levant v fue por h: 8ut:ur;:; .. que'
me ofreci cortsmente.
Al no aceptrsela se YOIYi a -;entar ,obre
el pulido crneo de cabalio y comenz c tcc:!r
v cantar. Era una dulce voz de muchacho v
de sus canciones me guw; tanto que le
9
lem. _mientras .yo eopia1Ja
pl&abr"2s en tm. libro de apuntes, cosa <rue agra,
d mucho a .. Lucero, el que pareci orgulloso
por la .. forma que haba cantado el muchacho.
A(jilll estn las palabras trducidas casi literal-
mente, y por lo taf!to, sin rima, y siento no
poder dar. a mis la belleza primitiva
'ti la tristeza del aire ron que fueron C?J".tar\as:
Djenme ir, 'djenme ir
aU mha donde nacen entre cerros
. los que alegran todo el sur,
":! que por e1 herboso y vasto llano
.aonde sada su sed el coronado gamo
IOrrea hacia d gran ocano verde ..
Las pedregosas colinas, las pedregosas colinas
eon azules flores del aire entre los riscos
donde re pierde el ganado sin dueo,
eor !a vacada ail. parece
JlM) ser mas g-rande que m1 mano
vagando por .. la alta cumbre escarpada.
.Bien que los conozco, bien que los conozco
. cerros del Sei1or, que tambin saben de
[rr;
Uego $e serenan,
mas si un extrao los huella
las negras nubes de lluvia
que se juntan en las cimas
sobre la tierra descargan su fuerza
[de tempestad.
Que no me digan entonces. que no me di;an
entoncr-s
oue es tr;",te el rr:orar solito:
corazn, encerrado en ls casas
[del pnblarlo
anhela la libertad del desierto
porque aqu las calles rojas de sangre
se juntan con el temor para hacer
tristes y plidas las casas de la' mujeres.
Llvame lejos de aqu, Uvame lt>jos
con tu veloz .firme paso
caballo de mi confianza
con tus cascos firmes y rpirlos-
No amo los cementerios
y quiero dormir por siempre
en 1a tierra de los llanos
donde crezca el verde ua.<to
ondulando .2n mi redor:
y donde yacen nueotros' huesos
vaste libr; el ganado,
CAPITULO lH
MATERIA PARA uN IDILIO
p,, ./A DY temprano en la maana siguiente ,,_
'J l j el rancho del locuaz domador de ca-
ballos y continu mi viaje trotando ca
lladamente durante todo el da, y dejando de
trs mo el departamento de Florida me inter
n en el de Durazno. Aqu interrump mi vi_:,
detenindome en un estancia en la que tuve
una excelente oportunidad de estudiar los rno-
cbk:s v las costumbres de los orientales Y do:1
de variadas experiencias y
grandemente mis conocimientos sobre los imec
ros. La casa, a la que lleg-u una hora antes
df' la cada de la noche y ped permi::o
para desensillar, se:n la expresin usada por
los viajeros para pedir que se les deje pasar la
noche all, era una construccin baja, alargada,
:echada con paja: pero las bajas y enormemi':n"-:
:;;ruesas paredes eran de piedra extrada de
;ierras vecinas, niedras de formas v
diferentes, que, vistas desde fuera, el
pecto de una valla de piedra. Para m fue u:1
misterio el que esas groseramente amon
tonadas, sin cemento que las uniera se hubier:c::1
mantenido sin derrumbarse: v todava fue u:1
n1ayor misterio ei imagina; por qu el tosc0
interior, lleno de innumerables agu ipros e in
tf'rsticios llenos de poho. no haba sido rt>v0ca
do iams.
Fui recibido amablemente por una
rnu, numero<;a formada por el dueo, su
dP Gabeza blanqueada en canas, su mujer, tres
hi ;os y cir.co hijas. todos crecidos. Tambin se
w:an numerosos niitos, que se me ocurri per
tenecan a las hijas a pesar de ser solteras. Me
grandemente al olr el nombre de una
de esas criaturas. Los nombres de origen cris-
dano corno sf'r Trinidad, Corazn de Je.ss, Na
Juan de Dios. Concepcin, Encarna
c1on. son bastante comunes, pero esto no mr:
habLo nreparado para encontrarme con un nom
brr tal com0. . . Vaya. . . Circuncisin! Ad:'-
ms de las personas tambin haba perros. ga-
tos, pavos, patos, gansos y multitud de galli-
nas. No contentos con todas estas aves y ani-
males domsticos. tenan tambin una horrible
v chillona cotorra a la que la anciana hablaba
cnmtantemente, explicando de continuo a los
dems, en pequeos apartes, qu es lo que el
pjaro haba dicho o quiso decir, o ms bien,
qu es lo que ella imaginaba quera decir. Tam'
hin l:aba algunos charabones domsticos ron
dando siempre cerca de la gran cocina o pieza
de reunin familiar, a la pesca de algn dedal,
una e>Jchara o cualquier otro buen bocadillo
fl1etlico que embuchar sin ser vistos. Una mu
lita domesticada, que pareca ser e! animalito
preferido de alguno, pas la noche entrando y
saliendo de la pieza, mientras que una gaviota
reng-a estaba siempre en el camino de todos,
haciendo or su chillido gemebundo para que
le dieran algo de comer, resultndome la men
diga ms que jams encontr en mi
Yida.
Esa gente era muy jovial y bastante indus
trio:m p2ra un pas tan indolente. La tierra era
suya, los hombres cuidaban del ganado, del que
parecan poseer gran nmero de cabezas, mien
tras que las mujeres se encargaban de hacer
quesos, para lo cual se levo:ntaban antes del
amanecer a ordear las vacas.
Por la noche llegaron dos o tres jvenes que
imagino cortejaban a las muchachas de la ca
sa. y despus de una cena abundante tuvimos
canto y baile al son de la guitarra, la que, con
de los pequeuelos, poda ser tocada
pnr todos los miembros de la familia.
.-\ eso .de las once de la noche me fui
acostar v tendndor.1e sobre mi tosco lecho d;c:
poncho, en la habitacin contigua a la cocina_,
bendije a esa gente sencilla y hospitalaria:
"Santo cielo!", pens para mis adentros, "qu
campo ms glorioso espera aqu a algn nuevo
Tecrito! Qu indescriptiblemente gastaqa, al
tisonante y artificial Darece la ilamada poesj
pastorii que se ha escrito hasta ahora cuando
uno se sienta a cenar y participa en un gracioso
cielo o pericn llenos de en una de esta:z
remotas v semibrb2.ras estancias sudamerica
nas! J ur; volverme poeta y que algn da re-
gresar a la vieja hastiada Europa con algo
tan. . . tan . . . pero qu diablos fue eso?" Mi
somnoliento soliloquio termin de pronto, sin
llegar a conclusin, pues haba odo un sonido
aterrador, el inconfundible zumbido de las ala!!
de un insecto. Era la odiosa vinchuca. All es
taba un enemig-o contra el cual el valor brit.
nico y el no sirven de nada y en cuya
presencia se empieza a experimentar sensacio--
m el pe-
ello de un hombre valiente. Los naturalistas. nos
dicen que se trata del Connorhinus infestans,
pero.eomo esta informacindeja algo por decir,
dacribir en pocas palabras este bicho. Se. lo
encuentra en los territorios de Chile, Argentma
y Jos pases orientales y es conocido por los ha
bitantes de este vasto territorio por el nombre
de vinchuca; pues, io mismo que a unos pocos
:VOlcanes, vboras m<Jrtferas, cataratas y algu
nas otras sublimes naturales, se ha con
jervado el nombre primitivo que le dieron los
l!lhongen:es. Es de color tostado oscuro, del an
eho de la ua pulgar de un hombre y chato
eomo ia hoja dei cuchillo, pel'o eso slo cuando
en ayunas. De da est escondido, lo mis
mo que las chinches. en los huecos y en las
pero tan pronto como se apagan las
velas sale en busca de lo que puede devorar;
porque lo mismo que ia pestilencia anda por la
oocuridad. Puede volar, v en una habitacin a
escuras sabe dnde se uno y tambin
emo encontrarlo. Despus de eleg-ir una parte
tierna y delicada. atraviesa la piel con su pico
y chupa vig-orosamentr durante dos o tres mi
l!i!Utos, y aunque parezca raro, uno no siente la
operacin ni aun estando complrtamente
plerto. Para entonces el bicho. debido a la can
tidad de sangre que ha chupado de las venas,
ia forma. el tamao y el aspecto ge-
ifiern.l de una grosella madura. Inmediatamente
despus que se aleja de su vctima, el lugar de
la picadura empieza a hincharse y arder como
picado por ortig-as. Ei hecho que el dolor se
prodn'ca despus de la operacin v no durante
la misma es algo muv venta ioso para la vin
ehuca. v dudo mucho que ning-n otro parsito
efmpador haya sido favorecido por la natura
leza de kuai modo f'TI ese aspecto.
Imaginen ustedes mis S!"nsaciones cuando o
e; ya el ruido de un par de alas sino el de dos
tresl Trat de no recordar el zumbido v
:mhme. Intent olvidar aquellas toscas predes
llenas de intersticios. las que tfnan . como cien
segn me dilera e! dueo. n1uy in.,
teresante esta casa deja", pens: y entonces,
muy repentinamente. una feroz picazn hizo
presa del dedo gordo de uno de mis pies. "Es
to tena que pasar!, me dije, cuando se tiene
la sang-re acalorada, se cena tardamente, se bai
la y todo lo dem:k Hasta podra imaginarme
;ue algo me ha picado a pesar de que no ha
!iildo as". Entonces, mientras frotaha y rascaba
el dedo sintiendo un ansa animal
de rormelo, mi brazo izquierdo fue atravesado
agu ias candentes. Mis cuidados se transfi
ali. pero bien pronto
.m2nos atareadas fueron solicitadas de otro pun
to lo mismo que 11 fueran un par de mdicos
de tarea en una poblacin afligida
por una epidemia; y as sigui la lucha durante
toda la noche, durmiendo apenas, entrecorta
damente, algn ratito.
Me ievant temprano y me encarnme a un
ancho arroyo, como a unas cinco cuadras de
la casa, en el que me zambull, refrescndome
grandemente y recuperando mis fuerzas para ir
en busca de mi caballo. Pobre animal! Mi pri
mera intencin haba sido la de darle un da
de descanso, tan ag-radable y hospitalaria se
haba manifestado conmigo esa gente; pero aho-
ra temblaba al solo pensamiento de pasar otra
noche en aquel purgatorio. Encontr tan man
cado a mi caballo que apenas poda caminar,
por lo que volv a la casa a pie, con gran de-
saliento. El dueo me consol asegurndome que
dormira la siesta tanto mejor debido a las mo
lestias que me causaran "esas cositas que an
dan de aqu para all"', describiendo mis tribu
laciones con esas palabras tan moderadas. Des
pus del almuerzo, siguiendo su consejo, tend
un ponchn a la sombra de un rbol, y tirndo-
me sobre el mismo qued profundamente do;oo
mido hasta el atardecer.
Esa noche volvieron los visitantes v tuvimo!
de nuevo las canciones, el baile y los otros en
tretenimientos campesinos hasta cerca de la me-
dianoche; entonces, pensando engaar a mis
compaeros de cama de la noche anterior, hice
mi senciila cama en la cocina. Pero tambin
all me encontraron las detestables vinch.ucas, y
por aadidura tambin haba docenas de pul
gas que desataron durante toda la noche una
especie de g-uerra de guerrillas, con lo que agO'
taron mis fuerzas y distraieron mi atenci6n
mientras el enemig-o ms formidable tomaba po-
siciones. Tan grandes fue-ron mis sufrimie-nto!
que antes de romper el da recog ml poncho y
me alel bastante de la casa para tendf'rme a
cielo raso, pero mi cuerpo estaba tan dolorido
que no pudr gan cosa. Por la
ana descubr que mi caballo no se haba re-
cobrarlo de su cojera ..
-No se apure nor irse -iiilo e1 duefio de
casa cuando le habl de mi 'i-1:0
que animalitos de que hablamos han pelea
do nuevamente con usted y lo han venddo. No
les haga caso: con el tiempo ge acostumbrar
a ellos.
Para m era un misterio cmo elloo pudi@=
ron darse maa para o p:arn
vivir; pero tai vez fuera que las vinehucas
respetaran y s61o se daban un banquete cuafi"
do .......como ocurre con el gigante aquel de io!
de aoHan la d@ un in>
gl;,;p
Volv a. gozar de nuevo una larga siesta y
:;l llegar la noche resolv ponerme fuera del
alcance de los vampiros, as que, despus de
la cena, me fui a dormir al raso. Sin embargo,
a eso de medianoche, una sbita tormenta de
viento y lluvia me llev de nuevo al abrigo de la
casa, con lo que me levant a la maana siguien-
te en estado tan deplorable que decididamente
enlac a mi caballo y lo ensill, aunque el pobre
poda apoyar un pie en tierra. Mis ami
gos rieron con ganas al verme hacer tan re-
sueltos preparativos de partida. Despus de to
mar .con ellos un cimarrn me puse de pie y
les agradec su hospitalidad.
-Pero, amigo -dijo el duefo-, no puede
que usted quiera marcharse en ese animal!
Xo est en ccndiciones de llevc.rlo.
tengo otro -repliqu- y estoy de-
_$eando llegar a mi destino.
-De haber sabido eso antes va le hubiera
frecido otro caballo -me replic 'al tiempo que
mand a uno de sus hijos que arreara sus ca
ballos al corral.
Escogiendo de entre .los de la tropilla uno
de muy buena pinta me lo present, y debido
i1 que yo no tena bastante dinero- como para
<?mprar un caballo nuevo cada vez que lo ne
cesitara, acept de muy buen grado su regalo.
Cambi prontamente la silla a mi nueva cabal
gadura y agredeciendo otra vez a aquella buena
gente les dije adis! y continu mi viaje.
Cuando di la mano para despedirme a la
menor de las cinco hermanas, la que a mi juicio
era tambin la ms bonita, en vez de sonrerme
amablemente como las dems y desearme- buen
viaje, se qued callada y me lanz una mirada
que pareca decirme: "Vyase, seor; usted me
ha tratado mal y me insulta al ofrecerme la
mano; la tomo, pero no porque est dispuesta
a pecdonarlo, sino para salva!' las apariencia:.",
Al mismo tiempo que ella me liriga tal mi
rada, en los rostros de las dems personas que
haba en la habitacin se dibuj una expresin
d entendimiento. Eso me revel que haba per-
dido la oportunidad de disfrutaPun encantador
e idlico amoro en circunstancias novelescas. El
amor se desarrolla como una flor, y cuando los
hombres se encuentran con mujeres encantado-
ras es natural que las cortejen. Pero era difcil
imaginar cmo hubiera podido iniciar ese amo
ro v llevarlo adelante hasta su culminacin en
esa 'gran habitacin comn, con todos aqueHos
ojos clavados en m; nios y perros dando tmn
bos entre mis pies; avestruces que miraban co
diciosamente mis botones con sus grandes ojos
\acos y aquella insoportable cotorra repitiendo
constantemente las mismas palabras, con su ca
racterstico lenguaje de pajarraco picudo, chi
lln y semigangoso. Las miradas tiernas, las dul
ces palabras . susurradas al odo, el roce de las
manos y las mil pequeas amabilidades perso-
nales que indican el objeto de los sentimientos
difcilmente hubieran podido tener lugar all, en
tales condiciones, y hubiera sido necesario inc
wntar nuevos signos y smbolos que exprcsac
sen el sentir del corazn. No caba duda que
<;sos orientales, viviendo todos en una gran ha
hitacin, junto con sus chicos y sus animales
preferidos, tal como vivieran nuestros remotos
antepasados los pastores arios, posean ese len
guaje. Y yo hubiera aprendido ese hermoso
lenguaje de la ms complaciente de las maestras
si aquellas venenosas vinchucas no hubieran en
torpecido mi inteligencia con su persecucin, en
ceguecindome hasta el punto de no ver lo que
no haba escapado a la observacin de aquellos;
a quienes el asunto no concerna. Al alejarme
de la estancia el sentimiento de haber escapado
por fin de aquellas execrables "pequeas cosiz
tas qu.e de all," p.q fu;; :$lo
;;!e satlSfac;;:,o,
CAPiTULO IV
LA ESTANCIA DE LA. VIRGEN
DE LOS DESAMP AR1\DOS
C
ONTINUA:''ffiO mi viaje por el distrito de
Durazno vade el hermoso ro Yi y entr
en el departamento de Tacuaremb, extre
madamente largo, que se extiende hasta la fron
tera brasilea.. Lo cruc por su parte ms an
gosta, donde tiene solamente unas ocho leg-uas
de ancho; luego, cruzando dos ros cuyos r'i'om
bres son verdaderamente curiosos. !os ros S:::l
sipuedes Grande y Sa!sipuedes C1ico, llegu al
cabo de mi jamada, en la provincia o depar
tamento de Paysand, La Estancia de la Vir
gen de os era un edificio de la
clrillos de bm;n tamao, de forma cuadrangu
lar, que se elevaba sobre una muy alta eleva
cin del terr':no, dominando un inmenso trecho
de tierras onduadas cubiertas de pasto. Cerca
de la casa no haba plantacin a!guna, ni si
quiera un rbol de sombra ni una planta cul-
tivada; solamente haba algunos g-randes corra
les para el ganado en los que hallaban de
s_eis a siete mil cabezas. La ausencia de lugares
de sombra y de verdor daba al lugar un c.s
pecto desolado que no atraa, pero si alguna
vez vo llegara a tener autoridad all eso cam
biara pronto. El mayordomo o administrador.
don Policamo Sanderra de Pealosa. se mostr
como persona muy simptica y afable. Me dio
la bienvenida con aquella calma cortesa orien-
tal, que ni es fra no efusiva, y luego ley aten
!amente la carta de doa Isidora. Por ltimo
dijo:
-Deseo, mi amigo, proporcionarle todas ias
comodidades posibles en estas alturas; en cuan
to a lo dems, seguramente va sebe lo oue pue-
do decirle. A buen entend:dor pocas palabras
le bastan! De cualquier modo, aqu no falta la
buena carne, y no .quiero decir sino que usted
me har un gran avor considerando esta casa
y todo lo que hay en ella como si fuera suya
mientras nos honre con su presencia.
Despus de expresar estos bondadosos senti-
mientos, que mantuvieron mi incertidumbre en
cuanto a mis perspectivas, mont en su caballo
y se alei al galope, para atender, probable
mente. alg-(n asunto importante, nues nor va
rios das ';o volv a -,erlo. - ' '
Inmediatamente proced a instalarme en la
cocina. Pareca que ninguna ele las personas
de la casa entrase ni siquiera por casualidad
'en las dems hz.bitaciones. La cocina era enor
me y pareca un granero; meda por lo menos
unas quince varas de largo y el ancho estaba
en propo1cin con el largo; el techo era de c:1.
as. v el fo;rn. colocado en ei centro de la
cons1;t1a en una plataforma de bc.rro
cercada por caas de buey medio enterradas
vcrcalmente en el suelo. Por aqu! y all se
encontraban esparcidos algunos trbedes y mar-
mitzs de hierro y de la viga central del techo
colgaba una cadena terminada en gancho, del
que estaba su;pendida una gran olla de hierro.
Completando la lista de los utensilios de cocina
tambin se vea un asador de unos dos metros
de largo. No haba sillas, ni mesas, ni cuchillos,
ni tenedores; cada uno llevaba su propio cuchi-
llo y a la hora de comer se volcaba el puchero
en una gran fuente chata, mientras que el asa-
do se lo serva cada uno directamente del aca
dor, tomando la carne con los dedos y cortando
su tajada. Los asientos eran troncos de rboles
y algun2s cabezas de caballo. Habitaban la casa
una anciana negra y canosa, horriblemente fea,
de unos setenta aos de edad, y dieciocho o
diecinueve hombres de todas las edades y tama-
os v de yariedad de colores, desde el blz.r.co
hasta el de la madera envejecid:l
de er:cina. Haba un capataz y siete u ocho
peones; im dems eran agreg-ados, es deeir, su-
que no reciban jornal, o, ha-
blando claro, vagabundos que se apegan a es
tm establecimientos lo mismo que perros erran
tes atrados por la abundar.eia de carne, y que
en algunas a los peones
. en sus t:1.reas, as1 como tambJCn Juegan un po
co por dinero y roban para disponer pe-
queos ga Al despuntar el da todos esta-
ban sentados alrededor del fog-n tomando ma
te cimarrn v fumando un antes de
salir el sol todos estaban a caballo
repuntando al ganado; a medioda todos re-
gresaban Dara el almuerzo. El consumo v des
perdicio de carne era impreoionante.
temente ocurra despus del almuerzo, de
diez a quince kilos C.e carne de puchero o asa
CUADERNOS DE MARCHA
do fuern arrojados a una carretilla y llevados al
montn de basuras para servir de alimento a
veintenas de halcones, gaviotas y caranchos,
ad 'ms de los perros.
Por supuesto, yo no era que un agrc
gado, sin sueldo ni ocupacin todava. Sin em
bargo, pensando que esto sera solamente por
un tiempo, me senta dispuesto a tornar las co-
sas buenamente y bien pronto me hice
de los dems, participando de buen grado er:
tocios sus pa;;atiempos y tareas voluntatias.
Al cah0 de pocos das me sent muy c:m
sado de comer nada ms que crrne, pues por
esas alturas no era posible ni siquiera conseguir
un bizcocho; y en cuanto a papas era lo mismo
que haber pedido un plum-pudding. Al cabo se
me ocurri que habiendo tantas podra
ser posible conseguir alguna leche, con lo oue
ir.troducira al!;n camb=o en nuestra dieta. Por
mencion, el a unto y que :o.l
d::l s1gu<>nte enlaza:-amos una \ac0 v b am'in
Algunos aprobaron la sugestin, cF
c:endo que nunca haban pemaco en eso; pero
la anciana negra, que po::- ser la nic'l repre-
sentante del belln sexo era siempre escuch:Y
1
a
con la deferencia debida a tal es-tado, se lanz6
en la opoicin. Afirmaba c_:ue
ninguna vaca haba sido ordeada en el esq-
blecimiento haca doce aos, cuanco rl
dueo hiciera una visita al mismo
por su joven e<;posa. Se apart una vaca leche
ra y como la seora bebi gran cantidad de
leche antes del desayuno, se le produjo una in-
digestin que hubo que darle polvos de est-
mago de avestruz, y finalmente fue nececario
llevarla en una carreta, con grandes dificulta
des. hasta Paysand, y de all, por rgua a Mon-
tev=deo. El dueo orden que se soltara al ani
mal y desde entonces, qu; ella supiese jam5s
se haba orderiado otra vaca en La Virgen rle
los
Aquellos siniestros rezongos no me produje-
ron ningn efecto. por lo que al da siguiente
volv sobre el tema. Y o no tena lazo y no poda
intentar apresar una vaca medio salvaje sin ayu-
da. Al fin, uno de mis compaeros se prest a
avudamie, diciendo de paso que haca aos que
no haba probado leche y que sent:a ganas de
renovar su relacin con tan singular bebida. Es
te nuevo amigo en la merece ser pre
sentado al lector. Se llamaba Epifanio Claro. Era
alto y delgado, y en su cara alargada y plida
haba una expresin de idiotez. Sus meiillas eran
vrgenes de barba y sus largos cabellos lacios
y negros, partidos en el medio, caan sobre sus
hombros, cercando su rostro eniuto como entre
'un par de alas de cuervo. Sus. oios eran muv
grandes, claros y de mirar y sus c-
NUMERd lO /FEE!RERd 1969
jas hacia arribl! como un par
cos gticos, dejaban por encima de ellas
delgada banda libre que haca las veces de fren-
te. Esta ridad de su ro.;tro le haba va-
lido el apodo de Cejas, por el que era cono-
cido entre sus amigos. Pasaba la mayor parte
de su tiempo rasgueando t:.na calamitosa, vieja
r rajada guitarra, y cantando canciones de anYr
con una voz de a!sete, lgubre y plaidera, qu.e
me recordaba -y no poco- la hambrienta y
quejosa gaviota de aquella estancia en Duraz
no. Si bien el pobre Epifanio tena una pasin
absorbente por la msica, la naturaleza le ha-
ba negado cruelmente el don de expresarla de
modo ag-radable a lm dems. Pero hacindo:e
debo conceder que l daba preferencia
a canciones o composiciones llenas de sentido,
por no decir de carcter metafsico. Me tom
el traba jo de traducir una de ellas literalmente;
\S:
Ayer se .::.brieron mis sentidos
al golpear de la razn,
inspirandome una inte1cin
que jams haba tenico
al ver q.1e en todos mis d::1s
mi vida- fue lo que es.
Y a<, al levantarme dije,
hoy ser cual fuera ayer,
porque la razn me indica
que siempre fui el mismo ser.
Esto es muy poco para formar un JUICIO,
pues se trata nada ms que de una cua;:ta
parte de la cancin; pero es un buert ejemplo
y el resto no es ms claro. Naturalmente, no
debe suponerse que Epifanio Claro. un hombre
ignorante, entendiera la filosofa contenida
en estas ln-:as; pero tam'-:in es probable que
ahunos ra\os su proiundo sentido havan nc-
su mente hacincblo 3. la ,:e, r,;{Js
se-nsato y triste.
Acomp2.ado por este extrao indivduo y
con ei pernso gran:n!ente por el ca
pataz, quien con bn;as palabras declin toda
responsabilidad en e! asunto, salimos a los
campos ele pastoreo en bmca de una vac3 de
a>pecto promisor. Pronto encontrr,mos una que
nos gust. Un ternerito de no ms de una se--
mana de edad la segua y sus hinchadas ubres
eran la promesa de generosa provisin de !e--
che; pero desgraciadamente era brava y
cuernos pur;tiagudos como agujas. . , .
-Despues se los cortaremos -gnto CejaS.
Luego enlaz la vaca y yo captur al ter-
nero, al que levant hasta colocarlo sobre el
recado, delante de m, con lo que arranqu na
ra la casa. La vaca me sigui corriPndo fu
riosamente mientras que detrs vena Claro
tendido. Tal vez se confi demasiado y
dej que la vaca tirara del
la sujetaba:; la cosa fue que de pronto
ha:;ia y le . llev una carga de sor-
pren,da>te furia, hundiendo uno de sus tremen-
en el -v-ientre de su caballo. Pero
estuvo a. la altura de las circunstan-
priinero un hbil golpe en el morro
vaca, 1o que la hizo recular por un mo-
.leao cort el lazo con su cuchillo a!
qu: me gritaba que soltara al ternero
y despus escap del aprieto. Tan pronto como
estuvimos a distancia prudencial detuviinos los
mientras Claro coment secamente que
lazo era prestado y que el caballo perteneca
a estanci2., de modo que no habamos perdi-
do nada. Desmont y dio algunas puntadas en
la enom1e zbertura que el pobre anima! tena
en la barriga, usando p::na ello como hilo al-
gunos pelos que le arranc de b cola. Fue una
tarea difcil, o por lo menos lo hubiera s!do
para pues tuvo que 2.gujerear el pellejo del
animal con la punta del facn, pero aquello pa-
reci cosa simple para l. Con la porcin del
lazo que quedaba pial al animal de una pata
trasera Y delantera. arroi[mdolo a! suelo de
una dietra sJ.cndicia: suietndolo all.
.rr:::cliz la costura ele .la hrrida un par de
r111nutos.
-Qu -contest con indiferencia--.
Lo que es qu; ahora n1e podr _llevJr 1-:asta
la casa; Sl dcspucs se qu un porta:
de esto a monta?- y Pndt:
:rezarnos tr:::.nquilan1ente para la estancia. Por
supEesto qu; se nosot1os de_spiada-
score tocio la v1eJa ne,gra: qu1en, se-
habz:. pre'\isto lrJ Cj11P. iba a ocu-
hab:"ir a esta nncia!1a v oscura n;u-
UYJD hubier:t que el
de beber con1o un.8 de la5
cfens?.s n.1orales un hornbre pud1era con1e-
tr:::r. y que en .('3tC !::1 providt;r:cia :;r. l:ahJ
para nnprd1r quP
.s::.tisficisernos nuestros
toin e1 asunto serenan1entc.
les caso -me diio-. El hzo
no (-ra nuestro. el caballo
irnporta lo que
_El dueo del lno. que nos lo haba pre<
conJa mrjor buena Yohmtad. se excit al
ou estn. J::_;rJ. un hon1bre !Irandotc .. con el rostr0
Ct!bierto por una inmensa t' barba nP-
gra. -H2.sLa ese rnornento lo haba considerado
un de de buen carcter, PfTO cuan-
se fTi0;6 fur encendiendo de
B1J-': o fL:u-budo. que dP tal rnodo Ha-
PAG. i6
mbamos a este gigantn, estaba sentado to-
mando mate.
-Tal vez ustedes me tomen por una ove j,
caballeros, porque me ven envuelto en cueros
--observ--, pero penntanme decirles que ten
drn que devolverme el lazo que les pre5t.
-Esas palabras no son para nosotros -dijo
Cejas dirigindose ;:: m- sino para la vaca que
se lle\' el lazo en los cuernos. Y al diahlo qn:
eran puntiagudos!
-:No, seor! -replic Barbudo-. :No sP
engae usted mismo: no son para la vaca,
para el sonso que la enlaz. Y tf' prometo, Eni-
fanio, que >i no me lo den1t"lws. este tf'cho
que nm cubre no ha,tar para cobijarnos: a 1o:-
rlo<.
---Me a!eg-ro de orte esto. Barbudo _: ,
el otro--, porque no;; faltan asientos: v cu:tndo
te YJsas, rl cur ahora aplasta tu o;;
n1rnt:.: ocupad0 por al2Ttno qur: !o rner(-:z-
ca ma-;_
-Put'des decir lo que quieras, porgue hast:l
ahora nadie te ha cerrado la hora con un can-
dado -profiri Barbudo alzando su voz ha't:l
el punto de gritar-: pero a m no me v::s a
despojar; y si no me de\oivs t"] lazo juro ow-
n:e h?r uno nnPYO con enero
---Entonces -contest Cejas-, cuanto
pronto te hagas de un cuero para el
mejor, yo nunca te devolver e! lam,
pues qmen soy yo para luchar contr;:, b Pm-
\-i(kncia qne me lo quit de las mano,_;
A f'sto Barbudo replic furirsamente:
-Entonces lo voy a sacar de este qrin;;;o
muerto de hambre cue \iene aqu a
a comer carne ponindose a la par con los hom-
bre'- Por lo visto lo destet2oron muv pronto: r}e-
ro si el hambriento clama por aliinentarse
l!D guagua, que en adelantr ordeie a las ga!r.s
(!Ue se calientan cerca dPl fuee:o y que u1
fr:D'PS puPde azarrar sin nect".,idad ele lazo!
iadur::t en la n:r a rnirar d1::nrro
de h dt la P: recia lo mi-mo
:.1
lb. durmiendo tendica sobre los C>Jerm. D:s
Du> de eso mont a caballo \. me a ck
' Jjal no pase nunca otra r::prricncia como la
aquella noc!1r!
Los otros dijeron algo <:obre bru ic-ra;; \" f'l
ono ,. los comentarios era muv -:crin.
- 1_-stecl estaba hambriento.\' muv c:l.n.'.a-
do esa nCJche! -n1e arrie;;;gu a. r- :
vava a saber si drspuf.s que la mujer se enc,,r,6
Pn su pieza us+ed no <e durmi0 v sr puso a
soar todo eso de prr<on.s comPnclo frutas ..,.
tocando la guitarra.
-N"uestros caballos can<ados ,. nn
sotros huan1cs para la Yida -retrEr
mas desdeosamente-. Tal YeZ eso nos ]:izo S(l-
':ar que aqarramos cinco oscme>< par:i
que I;os
. --Cuando cma per;ona no cree -diio :\a-
riano. un hombrecito moreno ele c? .. bellos ca-
nos- es intil discutir con ella. Les contar
ahora una extraa a\entura que ttl\e cuando
era joven: pero recuerden que -yo no pon0:o un
-::r::buco en el pecho de nadie para obligarlo a
creerme. Porque lo que es, es: v dejemos qur rl
que no crea ;;acuda la cabeza ha>ta que se k
separe del cuello y caiga al suelo como un corn
del rbol.
Despus de casarme vend lo; caballos y con
todo ese dinero comur dos carretas de bueves.
pensando gammne la vida acarreando
Yo conduca una de las carretas y para la otra
conchab a un muchacho al que llamaba l\ub.,
aunque no era se el nombre que le pusieron
sus padrinos, sino que lo llamaba as porque
era tan porfiado y cachazudo como una mula.
NUMERO 10 / FSSRERO '196b
Su madre era una pobre viuda
ci: nn-;otro;. v cuando suuo lo de las carrtas
\ino a verme, con su hijo 'y se explic as:
cino ::.arano, le pido por su madre que se
carQue de mi hijo y le ensee a ganarse el pan,
porc:ue <"' un muchacho al que no le gusta hacer
;:;: r!:1" .. \s, tom a l\1 u la, y la p::o ga por sus ser
'- icio' se !a entregaba a la viuda despus de ca
da \iajc. Cuando no haba carga para transpor--
tJr a \ecrs nos bamos a las laqunas a cortar
tG .. :>r:1s. v llenando con ellas bs. carretas reccr
rrhmos uartes del pa3 para venderlas
a los oue tc:char sus A 1'vfula
no le q'ustaba este trabajo. Con frecuencia, cuan
dn ;)a. bamos todo el da metidos en el agua has
L !nw:!os. cortando totoras cerquita de la raz
p;:ra a la orilla, el muchacho llorz.ba que-
:l!1do'e amarqamente de su dura suerte. A veces
\o le daba lon jazs, porque me enojaba ver
t::n fastidioso al pobre muchacho: entonces me:
Hu!ckca. que ahruna wz se vem:ara.
'"Cn:1nc!o Y:> e't muerto _:::me dijo ve-
!"'''.-- mi en pena vendr a per.;eguirlo y
por todas l:.s palizas que me ha dado".
P.:rn vo me rea siempre de esas cosas.
Por ltimo, un dia, mientras atravesbamoll
un :1rrnyo muy hondo, crecido por las lluvias,
mi pobre ::.rula cay de su asiento en la lanza
\" fue arrastr<Jdo por la corriente hasta donde
bs agua.' eran ms profundas, v se ahog. Bue-
r;o, ,;f"tores, como ao despus de vesto yo
andaba por el c1mpo en busca de un par de
bue\e;; que se haban extraviado. cuando me to
m .la muv lejos de Entre sta y
donde yo me hallaba haba una hilera de cu
chiilas que llegaban hasta un ro profundo, de-
j:mclo apenas un paso muy :mgosto por donde
tran no habiendo otro hasta gran distanc:a
de all. Cuando llegu al naso di con una senda
angosta. con rboles v arbustos a ambos lados:
de- repente la figura de un joven sali
dlos y se me plant delante. Vesta completa
mente ele blanco: poncho. chirip, los calzonci
!!os y hasta las botas, y llevaba un aludo som
brero de paja. caballo se detuvo temblando;
yo no estaba menos asustado y los pelos se me
pusieron de punta como las cerdas del lomo de
un chancho: el sudor brot de mi cara como si
fuera gotas 'cie lluvia. La figura aquella no dijo
una pah:bra; se qued clavadJ. all, con los bra
zos cruzados sobre el pecho, impidindome pa
sar. Entonces le grite' En nombre del cielo!
Quin es usted y qu quiere de :variano Mon
tes de Oca, para cern!rle el paso?" Ante esas
palabras se ech a rer y luego di jo: "Cmo,
mi viejo patrn ya no me conoce? Soy Mula.
;.Acaso no le dije muchas veces que un da iba
a regresar para hacerle pagar por todas las pa
!izrul que me dio? Ah, don Mariano, como
usted ve he cumplido mi promesa!" Y entonces
:ae puso a rer de nuevo y yo le grit: "OJal
que diez mil maldiciones caigan sobre tu c:t:Je-
za! Si quers mi vida, Mula, l!'."\ tela y l:
seas condenado para siempre! Si l'O es as, c:<=-
jame pasar y vol vete a donde e3t tu r m o,
Satans, y decile de mi parte que te vigile me-
jor! Por qu ha de mandarme el hedor del
purgatorio antes de que haya llegado mi hora?
,Y ahora, nima aborrecible, qu tens que de-
eirme ?" Ante estas palabras la sombra romp:
en carcajadas, palmendose en los muslos y do
blndose en dos de tanto rerse. Por ltimo,
cuando pudo hablar, exclam: "Basta de hacer
-pavadas, Mariano. No quera asustarlo tanto y
no importa mucho si me he redo de ust ahora,
puesto que me hizo llorar muchas veces. Lo de
tuve porque tena algo importante para encar
garle. Vaya a ver a mi madre y dgale que me
ha 'lr1sto y habl conmigo; que pague para que
digan otra misa por el descanso de mi alma,
porque despus de eso podr salir del purgato-
:rio. Si ella n:o tiene plata prstele algunos pata-
eones para la misa, que yo le pagar en el otro
mundo, viejo".
Al decir esto Mula desapareci. Levant el
pero no fue necesario que le pe8"ar2l
mi caballo, pues ni un pjaro hubiera podido
volar tan rpidamente corno l dispar llevn
dome en su grupa. No vea ningn camino de
hnte de m v saba hacia dnde ba
mos. arbustos y matorrales, so-
bre cuevas de animales salvajes, piedras, riachos,
pantanos, disparando corno si todos los diablos
de la tierra y de deba jo de ella nos pisaran los ta
lones; cuando el caballo se detuvo nos hal!ba
mos a la puerta de mi casa. No me detuve a
ilesensiliarlo sino que cort la sobrecincha con
d cuchillo, dejando que l mismo se sacudiera
el recado de encima; entonces golpe la puerta
con el freno, al tiempo que gritaba a mi mujer
para que abriera. La o andar a tientas buscan-
do el yesquero y le "Por el amor del ce
lo. muier. no encienr#.s la luz!" Y ella exclam
ar' "Sama Brbara bendita! Has \'is
to un nima?" "S. -repliqu entrando atro
pelladarnente y corriendo el cerrojo-; si hu
hieras encendido la luz ahora estaras viuda".
Porque ocurre, seores, que si a un hombre
que acaba de veF un nima lo .ponen frente a
una luz, all mismo se cae muerto.
No dije nada que mostrase mi incredulidad
ni tampoco sacud la t:abeza. Los detalles del
encuentro haban sido descriptos por Mariano
con tanta realidad v que era im
posible no creerlo. A pesar de ms ae.
lante, algunas cosas me parecieron bastante ab
aurdas; una de ellas era aquel sombrero de pa
ja; tambin pareca extrao que una persona del
cari!.cter de ?-Jt' la hubil'ra tanto. de
:,.1 l ,'Y'::Jbrc, no puC:o CJ. nuJ.!
yo io interrum;J. L::tralde era ce baja e tatur:1,
ancho de pecho, pierm,s combadas y con nn
matorral de canosos big-otes; sus amig-os lo l'a
nnban Lechuza, a sus enorm;s o;os .. e
dondos de color tostado, cuyas mirD.das .tenan
gran fijen.
Me pareci que ya habamos tenio bastan
te de cosas sobr'naturales.
-Amigo -elije- disclpeme que lo inte-
rrumpa; pero ya no podremos dormir esta no-
che si seguimos con estos cuentos de nimas.
-Hal;lando de nimas -sigui diciendo Le-
chuza sin hacer caso a mi interrupcin, lo que
me pic e hizo que lo \'Olviera a interrumpir.
-Declaro que ya hemos odo bastante sobre
nimas -dije-. Esta conversacin iba a ser
nada ms que sobre hechos raros. Ahora los vi
que llegan del otro mundo son muy co
m unes. Yo les pregunto a ustedes, amigos, no
es \erdad qu todos ustedes han visto ms ni
mas que lampa!::u:uas arrastrando zorros con el
rec.uel!o?
--Yo he \isto e: so ltimo una vez -di jo
;eriaE1ente RiYarola-. pero he Yisto nimas
muchas veces.
Los otros tambin confesaron haber Yisto ni-
mas m" de una \ez. Lechuza se oued tranouilo,
sin atender. fumando su cig-arrillo, y cuando to-
dos de hablu nuevo:
---I-hblando de :!nirnas ...
:'>Jadie lo interrumpi esta vez, aunque pare-
da que l lo hubiese espfradn. pu<'s hizn una
brga \" dPlihernd:; pausa.
-Hablando de nimas --repiti mirando
triunfaluwnte a su a!rcdfdor- una vPz tuve un
fccurntro cnn un ser extrao que no era un
{mima. Entonces vo era jown; joven y lleno del
fu ego de la fuerza v el coraje de la juventud.
Pues lo que \ov a ont2r ms de
winte ao;;. H:1ha estado jugando a los naipes
en casa de un arnizo, v era va medianoche cuan
do sal a caballo hasta la casa de
m! padre. distante unas cinco leg-uas. Esa noche
haba discutido y termin perdiendo, por lo que
arda de rabia contp el hombre que me haba
tramneado e insultado y con quien no me de
jaron pelear. Jurando que me vengara me ale-
j a todo zalooe: la noche era serena y casi tan
cl:>ra corno el da, pues haba luna llena. De
repente vi delante de m a un hombre grandote
montado en un caballo blanco, completamente
CUADERNOS OE MARCHA
;,nmvil justameme en mi camino. Segu ade-
lante hasta llegar cerca de l y entonces grit
con fuerza: "Hgase a un lado amigo, que me
lo voy a llevar por delante!", pues la rabia se-
gua en mi corazn.
Viendo que no hizo caso de mis pabbras,
clav las espuelas a mi e ballo y me arroj con
tra l; entonces, en el preciso momento en que
mi caballo chocab:1 contra el suyo ccn gran sa-
cudida, le de3carg-u con toda mi fuerza en la
cabeza el cabo de- hierro de mi talero. El golpe
reson como si hubiese pegado en un
mientras que al mismo tiempo l, sin apartarse,
arra ' ' b P d
."" rro n;1 poncno con am as manos. u e sen
tn que estas eran huesudas y dura;:. pro\ist:-'cS
de g-arras largas y enconadas como las de l:l1
g:uila y tan agudas que atrayesaron mi poncho
clavndose en mis carr:es. Dej cat'r el rebenque
y ag-arr entre m;s manos su garganta que p::t
reca dura y e;:cmosa. v a'. trabados en luc\a
de>crperada:. nos bamboleamos a uno y 0tro la
do. tan do cada cual de arrastrar al ctro <a
C::,ndo1o dP su caballo, hasta que al final cam0s
estrepitosamente al suelo. Nos dest'nganchamos
al punto y nos pusimos en Pie. Rfmido como un
desenvain su afilado facn. v vien-
do que no tena tiemno de s:-car el mo n{<'> arro
j contra l ar:arrndolo por su mano armada
con la> dos mas, sin darle tiempo de atacar.
Qul"'d inmvil unos instantes. mirndome con
sus dos oios que brillaban carbones ardien-
tes: despus, enloquecido de me levant
del suelo y me empez a revolear alrededor d'.'
l como si fuera una para arro:arme
al cabo a unos cien na.oos de distanda. tan gran-
de era su nerza. Haha sido lanzado con tre-
mendo envin en medio de unos arbustos esryi-
nosos, pero apenas me recobr del g-olne estaP
en grito d' rabia v volv a sobre l.
Y es que, aunque creerlo, seorfs. por
una extraa casualidad yo me haba quedado con
su arm"', a la que sujetaba fuertem<:nte con mis
manos. Era una daga pesada, de doble filo, ag-u-
da como una aguja, y mientras la empuaba
senta dentro de m la fuerza v h furia de mil
hombres en pelea. A medida vo avanzaba
l reculaba, hasta que tomando espino por
sus ramas ms altas. balance w cuemo he e! a
un lado y lo arranc de raz. rpi-
damente el arbolito por encima de la cabeza se
adelant hach m y me mand un golpe que, de
alcanzarme me h.:biera aplastado; pero cay
demasiado le_ios de d::mde estaba, pues lo ha-
ba esquivado por debajo, acercndomele t2nto
que le deccargu una pualada con tal fuerza
que toda el arma qued enterrada hasta ia em
puf' . en el pec!lo. Peg un grito ensorde-
cedor, al tiempo que brotaba un torrente de san
NUfvlERO 10 1 FE3RERO 1968
gre que me quem la cara como si fuera agu
hirviendo : empap mis ropas hasta la piel. Por
un mom;nto qued p;r,o
me saque le. sangre de los oos v m1re a m1 al
rededor, haba -con caballo y todo,
Entonces, montando el mo me fui a caoa y
cont a todo el mundo lo que haba ocurrido,
mostrndoles el L::.cn que an emp;.iaba en
mi Al da siguiente todos lo> Yecinos se
jnntaron en mi nos fuimos _bntos al iucc::tr
ele 171. pelea. Encor:.tranJ.os el espino
de raz v \im0s que toda la tierra er. do;de
pel"'ado estaba como nada. El
estaba tambin manchado de >ang-re en 1nuclY'S
pasos a la red'lnda Y donde h:1ba cado. el
pa.:to se hab8 hast:a las ra1ce:-,
por el ft;ego. Encontr::cmos
un puadO de f!rgos, corno de alan122 e,
encm-yados. con las pumas como anzuelos:
Yant?.m-:J' trfs o cuatro como de pesc--c'o,
p?ro
.. :1d.J de
su 1,;znnrancla sobre c:oDcc:G.a
criatura cr!ad2 e21 las clud2.d::s. Cuanw
ban en !a cocina, los dos v;;"os s}rvi:ntc3 p::r
manecan sentados} con los o.ios clavados en el
rostro de su ama, llenos de admiracin. Evider.
temente ellos la consideraban como el ser m!
perfecto que jams fuera creado, y aunque su
simple idolatra tena un aspecto risible, dej de
admi:arme por ello ,cuando comenc a conocer-
la mejor. Aquellos sirvientes me recordaban a
dos perros fieles observando siempre las queridas
facciones del ama y mostrando en sus ojos, ale--
gres o enternecidos, su devocin ll ella, sea cual
fuere su estado de ni..-no. En cuar.to al anciano
coronel Peralta, nad hizo que me inquietara.
Despus del primer d jams volvi a h2blarme,
advirtiendo apenas mi presencia a no ser para
saludarme C:!remoniosamente cuando nos sent
bamos a la mesa. Se pasaba su da entre la
mecedora, dentro de la casa, y el rstico ban
co ubicado bajo los rboles, donde permaneca
intervalos de horas, inclinado hacia rdelante apoo
yado en su bastn, con sus ojos de brillo pre-
naturai observando todo con apatente agudo e
inteligente inters. Pero no hablaba. Esperaba
a su hijo, reconcentrado a soias en sus
pensamientos. Lo mismo que un ave $.rrastrada
por el viento mar afuera sobre tunultuosa!i
aguas, vagando perdida, su espritu recorra e!
indmito y agitado pasado, aquel medio siglo de
feroces pasiones y sangrientas luchas en las qu
l haba participado en forma tan destacada.
Y tal vez, a veces, su espritu estuviera ms en
el futuro que en ei pas?do ... En ese glorioso
futuro en que Calixto -cuyo cuerpo yaca all
leios, en algn paso entre las montaas o en C!
gn llano pantanoso, cubiertos los huesos por
plantas rastreras- regresara victor:ioso de !a
guerra.
Mis conversaciones con Demetria 110 era.:ti.
frecuentes y a poco tesaron por complet;
que don Hilarlo, que no armo!"'izaba noo&
tros, siempre estaba all, cDrts, sumi$o, alerta,
pero sin ser un hombre con quien uno pudiera;
intimar. Cuando ms le vea menos me gustaba;
y aunr;ue no tengo prejuicios contra cule-o
brrs, c()mo ya lo s<>he el Jector -pues creo que
una a.ntigua tr.dicin nos ha hecho muy injus
.:on estas cria..turas de nuestra
lD? d re unhersal- no p".ledc enco'rl tcar otro ::
tdo que el ce culebr:n; para descrihirlo. Donc:Je--
que ::.Eduv'$e por la estancia, l encon-
traba la manera de ciar conmigo; como !ii 11':
arrastrara_ furtivamente entre las maleza!! pata
aparecer sbita inopinadamen.te ante m; ade-
ms, haba algo en sus maneras que sugera una
sutil y fra naturaleza venenosa. fu-
gaces miradas suyas que iban y venan perpe-
tuamente, con sorprendente l.'apidez, no 1:1e
recordaban el mirar inmutable, petrific2nte de
los ojos sin prpados de las serpientes, sino su
peque'a revoloteante lengua bifurcada que fluc-
t.la, flucta, desaparece y vuelve a fluctuar
detenerse lm solo instante. Quin era ese hom-
bre y qu haca all? Por qu, pesar de que
evidentemente nadie lo quera, ra l dueo ab-
soluto de la estancia? N un ca me hizo una pre
gunta sobr m mismo, pues no entraba efl s na-
tnraleza el preguntar, pero sin duda tena alguna
desagradable sospecha sobre mL lo que le haca
mirarme tomo posible enemigo. A los pcos das
de hallarme n la casa l dej de salir, sien1pre
dispuesto a acompaarme dondequieta que fue-
se, o, si encontraba a Demetria y comenzaba a
hablat en ella, all se apareca para intervenir
l conversad6n.
Al fin lleg de Lomas de Rocha l pedazo
de papel tan esperado, y con aquel sagrado do-
c\lliihto que testificaba que yo era un sbdito
de su Majestad btitnic la reina Victl"ia, to
d:ls mis temores y vacilaciones desparedei'n
d tni niente y me prept pata la vuelta.
En cuanto don Hilr v6 que vo estbct
pot dejar la estancia, ss hch m cam
barrt; al instante se torn excsh'ainente amis-
toso, presionndome para qe Jrolongase n1i vi-
sita y tambin para que aceptase un caballo suyo
d regalo, dkiend multitud de osas amables
sobre los rnomentos agradables que haba pa
e!:l m cltlpaa. Invirti compltamehte
el viejo dicho referente a dar la bienvenida al
t llega y apresurar la partida del husped;
pero y muy bien que estaba ano;ioso por-
que sta fuera la ltima vez que me viese.
Despus de la cena de la vspera de mi par-
tida, nsiil su aballo y se fu a un baile o una
reunin una estancia cercana, pes ahora que
sus sospechas haOian ttminado estaba amioso
por teanud<> r sus pb.tetes sodais, interrump
y;}gi; pr !ni presencia.
Sal pa' furt1ar un cigar-ro ntte ios tbles,
pues era una hermossima Mche otoal cuva
seuridd estaba templada por la luz de ut1a
luna nueva brillando en fl cielo sin nubes. Me
hallaba paseando de uno a otro extremo por un
angosto camino entre las malezas. pensct'1do en
la proximidad df' mi encuf'ntro con Paquita,
cuando el viejo Santos vino haci m; in
formarme mi;teriosamente que doa Domf'tria
quera verme. tvff' condu io a t--avs de la g-ran
habitacin donde siempre comamos, y despus
'lUMERO 10 / FESRERO 19611'
po.r un pasaje estrec16 y
habitacin en la que no enttdo
Aunque el test de l casa estaba ahora ti'!
nieblas, habindose ya retitao a donrJr el
cino cofonel, este cuarto estaba muy
do, hallndose encendidas una media docena
velas dispuestas en distintos lugares de 11'1. haot'"
tacion. En el centro, en el suelo, ctm vieji
cara l"esplandeciente d em::antada
estab. Ramona ton los js fjo.s en otra ptrsO"'
na sentada en el sof. Yo tambin mit
samertt durante un tto a sa persna y
haba reconocido a Demetria, la hali tan eam
3
biada que el asombro me impidi hablar.
torpe larva se haba convertido en una espin.di.,
da mariposa de tintes verdes y dorados. Uevabi,
un vestido de seda dei tono de las hierbas, de
hechura que nunca haba visto antes: lUn'IA"
mente alto de talle, aboilonado en !os
y con enormes mangas acampanadas que lle15""'
ban a los codo:;: todo estaba
adornado con encajes de color
S l.tga y abundante tabellera, que
ba llevado en pesadas trenzas que an por \ll!JI
espalda, estaba ahora levantada n grandes ros
detes sobre su cabeza, coronados por una peineUl,
de carey de por lo menos una cuarta rle
que s ensanch.ba hacia arrib h?..sta
unas tres cuartas de ancho eh su borde superiol!'
y semejaba una inmensa cresta colocada l!'!fi !!'!.!
cabeza. De sus orejas colgaban curiosos pendie!1'>
tes de filigrana de oro, los que llegaban has!;;I
2us hombros desnudos; taml:in llevaba un eollat
de medios doblones de oro, unidos unos a otrO
en forma de cadena, y en los brazos tena
dos brazaletes de oro. Era una beldad
P.osibl:;nente tales haban
c1en anos antes a su abuela; y me ammo a dec!l!.'
que el verde brillante no era ei color
para ei rostro plido de Demetria. A pesar d>l
eso debo confesar, aun a riesgo de ser conside-
rado un brbaro en cunto . gusto, que el verla
me prdujo una sacudida de admiracin. Eila
'.'o que me haba sorprendido g-randemente y
su rostro se cubri de rubor; despus, recupe-
rando ltlanera calma v serena, me invit
sentrrne en el sof, a su 'tado. su mano,
cumplimentndola por lo bien que estaba. Se
tio con una risita tmida y luego dijo que como
yo la ib a dejar al da siguiente, no quiso que
la recordase tfl solo como una mujf'r mohosa,
Yestida de puro negrG. Le contest que siempre
la recordara no por el color o el corte de sus
ropas por sus e inmerecidos info!"
por la virtud de su corazn y por la
borvlad qn:> me haha mostrarlo. Sin duda
labras ie agradaron, y mientras nosotros seo
gua,.-nos sentados conversando amablemente, Ra
mona. y Santos estaban presente, uno de pie, la
otra sentada, pero ambos recreando sus ojos en
la contemplacin de su ama y su brillante ata-
<t'o. Su deleite se mostraba desembozada e in-
fantilmente, aadiendo un sabor ms al placer
que yo experimentaba. Demetria pareca encan
tada. de hallarse bonita y su nimo era ms ale-
gre que en ningn momento desde que la cono-
ciera. Aquellos antiguos adornos que hubieran
;hecho rer en otra mujer, pareCan, de una u
otra manera, adecuados a ella; tal vez se debie-
ra a que la rara simplicidad e .ignorancia del
mundo transparentada en su conversacin, jun-
tamente con aquella suave dignidad de modales,
naturales en ella, haran imposible que parecie-
&e ridcula vistiera como vistiere.
Al fin, despus de haber compartido el mate
cebade por Ramona, los viejos sirvientes se re-
tiraron del cuarto no sin lanzar muchas prolon-
gadas y anhelantes miradas a su metamorfosea-
da ama. Poco a poco nuestra conversacin em-
pez a languidecer, mostrando Demetria cierto
encogimiento, al mismo tiempo que aquella som-
bra ansiedad que se me haba hecho familiar,
volva. a extenderse como una nube sobre su ca-
ra: Pensando que ya era hora de retirarme me
puse en pie para hacerlo, agradecindole por la
encantadora velada que me haba brindado y
expresando tambin mis deseos de que su futuro
fuese ms brillante que su pasado.
---'-1-fuchas gracias, Ricardo -replic conoer
vando bajos los ojos y permitindome que re-
tuviese su mano en la ma-. Pero es necesa-
rio que me deje tan pronto? ... hay mucho que
deseara deCirle ...
quedar con mucho gusto para orLt
--contest sentndome de nuevo a su lado.
-:-Como usted sabe, Ricardo, mi pasado ha
muy triste, pero usted no lo sabe todo -y
al llegar aqu llev su pauelo a los ojos. Obser-
v que. en sus dedos haba diversos hermosos
anillos y que el pauelo que sostena contra sus
ojos era pequeo, delicadamente bordado y con
la orilla de encaje, pues todo su atavo de esa
noche era completo y armonizaba. Hasta los cu-
riosos zapatitos que llevaba estaban bordados
con hebras de plata y mostraban grandes rose-
tas de adorno. Despus de retirar el pauelo de
sus ojos, sigui en silencio y con la vista baja.
habindose puesto muy plida e inquhta.
-Demf:tria -le dije-, dgame en qu pue-
do servirla. No atino adivinar qu es lo que la
aflige, pero si se trata de algo en que me eJ
dable ayudarla, dgamelo sin reservas.
-Tal vez ustep pueda ayudarme, Ricardo.
Era de eso que quera hablarle esta noche. Pero
ahora, cmo decirlo?
-Demetria! Ni siquiera a un amigo? Qt:i
sicra que pensase que el espritu de su herma-
no muerto, Calixto, est en m, porque estoy
dispuesto a ayudarla como lo hubiera hecho l;
y yo s, Demetria, que {! la quera mucho.
Su rostro se encendi y por un momento sus
o jos buscaron los mos; despus, ba jndalos, re
piic tristemente:
--Es imposible, no puedo decirle ms! Se
me oprime tanto el corazn que mis labios se
rehsan a hablar. Tal vez maana!
-Maana por la maana partir y no ha
br otra oportunidad de hablar -dije-. Don
Hilario estar aqu vigilndola y aunque se le
tiene tanto en cuenta en la casa, no creo que
usted confe en l.
Al or el nombre de don Hilario se sobresalt
v llor un rato en silencio: luego, bruscamente.
puso de pie y me tendi .la para
las buenas noches.
lo sabr todo, Ricardo -dijo-.
Entonces sabr cunto he confiado en usted v
cun poco en l. No puedo hablar por m mi;-
ma, pero puedo confiar en Santos, quien lo sabe
todo y se lo contar a usted.
Cuando nos separamos haba en sus ojos una
mirada triste y reconcentrada que me persigui
por muchas horas. Al entrar en la cocina inte-
rrump a Ramona y Santos que se consultaban
en 'VOZ baja. Se sobresaltaron, pareciendo con- -
fundirse: luego, cuando encend un cigarro y
me volv para salir, se pusieron de pie y se di-
rigieron al cuarto de su ama.
:?\.Iientras fumaba me puse a reflexionar so-
bre la extraa noche que haba tenido, pregun
tndome con ahnco cul podra ser el secreto
de Demetria. Lo llam "El misterio de la mari-
posa verde"; pero era demasiado triste hasta pa-
ra una inocente broma mental, aunque a menu-
do una risita oportuna es la mejor manera de
enfrentar las dificultades, que hace, a veces, el
efecto de una alegre sombrilla abierta repenti
namente en las narices de un toro enfurecido.
Sintindome incapaz de resolver el acertijo, me
retir a mi cuarto para dorn1ir mi ltimo sueo
bajo el techo de los Peralth.
CUADERNO$ MARCHA
CAPITUL XXV.
LBRAME DE MI ENEMIGO
A
eso de las oeho de la maana siguiente me
desped de los Peralta e inici mi larga-
mente demorado viaje, montando siempre
aquel caballo de regalo, deshonestamente conse-
guido, que me haba servido tan bien, pues ha-
ba declinado el ofrecimiento del caballo que me
hiciera el buen Hilario. Aunque todas mis fati-
gas, andanzas y muchos servicios prestados a la.
causa de la libertad (o por lo que sea que lu-
che el pueblo de la Banda) no me haban re-
portado ni la ganancia de un cntimo, era re-
confortante pensar que la inolvidable generosi-
dad de Candelaria me haba evitado hallarme
sin un centavo; en efecto, iba hacia Paquita bien
\estido, montando un esplndido caballo y con
bastantes patacones en los bolsillos como para
poder salir cmodamente del pas. Santos cabal-
gaba a mi lado, ostensiblemente con el prop-
sito de dejarme en el verdadero camino que
conduce a Montevideo; solamente yo saba, por
supuesto, que l era portador de una impor-
tante comunicacin de Demetria. Cuando hubi-
rnos cabalgado ms o menos media legua sin
que se produjera de su parte ningn intento de
abordar el tema, a pesar de varias insinuaciones
que le hiciera, le pregunt directamente si tena
algn mensaje para m.
Despus de considerar la pregunta largo ra-
to. lo suficiente como para resolver un difcil
problema matemtico, me contest que s.
-Bueno, pues! -dije-. Hgamelo or.
Hizo una mueca sonriendo burlonameme.
- Ust piensa -dijo- que es cosa para
ser dicha con una docena de palabras? No me
he llegado tan lejos para decir simplemente que
la luna vino con seca, o. que ayer, por ser vier-
nes, doa Demetria no prob carne. No, seor,
se trata de una historia larga.
-Cuntas legas de largo? Piensa que va
a durar hasta que lleguemos a 11ontevideo?
Cuanto ms larga sea, ms pronto debiera em-
pezarla.
-Hay cosas fciles de decir y otras que no
lo son tanto -replic Santos-. Pero contar al-
go montado a caballo, quin puede hacerlo?
-iY por qu no?
-Vaya una pregunta! -dijo-. No ha
observado ust que cuando se saca licor de un
barril, ya sea Yino, o jugo spero de naranja
para preparar nanmjaclA, M.m .- _.
turalmente blanca y transparente, el
sale turbio cuando se sacude el barril? l.
mo pasa con nosotros, i!!eor; nueaU'O!I
el barril de donde todo lo que
-Y el espiche ...
-As es! eomplacide por
pronta comprensin-. La boca el
-Y o hubiese pensado ms bien que el
che era la nariz- repliqu.
-No -contest seriamente-. U;t pued
hacer mucho ruido con la :;! roneu @
cuando la suena con un pauelo; pero no tieM
puerta de comunicacin con seso. L
que estn en stos salen por la W.A.
-Muy bien! -dije impacient-. Dip
que la boca es un espiche, la boca de un barril
o lo que quiera, y que la nariz no etJ qut
un adorno. El hecho es este: doa Demetria
confi a usted cierto licor para que me lo pi!
sase; psemelo ahora, turbio o. claro!
-Turbio no! -contest tercamente.
--Muy bien! Claro entonces! -grit.
-Para pasrselo claro tengo que bajann 1
nv seguir a caballo, tengo que sentarme quieto.
Ansioso por terminar sin ms rodeos,
mi caballo, salt del mismo y me sent
el pasto sin decir una palabra sigui mi
ejemplo, y despus de sentarme en posicin cb
moda. sac deliberadamente la bolsita de
y con;enz a armar un cigarrillo. No poda di!i-
cutir por esta nueva demora, pues sin e1
mulo sedante del cigarrillo un orie11tal ve en
dificultades para coordinar sus pensaroJ.entO'!i,
Dejndole cumplir su mandato segn m traba
iosa modalidad, desaho:;ru mi irritacin tomn-
domela con el pasto, a(que me puse arrancar
a puados.
-Por qu hace eso? -pregunt con una
sonrisa.
-Arrancar el pasto? Vaya una pregunta:
Cuando una persona se sienta en el pasto, qu
es lo primero que hace?
-Arma un cigarrillo -contest.
-En mi pas se comienza por arrancar pa&'
to -dije.
-En la Banda Oriental dejamos el pasto
para comida del ganado -me respondi.
Al punto dej de arrancar ,. pasto, porgue
i'iTidentemente aquello distraa sus pensamientos,
y encendiendo un cigarrillo, comenc a fumar
tan plcidamente como me fue posible.
Al cabo comenz:
-En toda la Banda Oriental no hay otra
persona peor que yo para eNpresarsr.
-sa es la pura verdad -dije
...:... Pero qu hemos de hacerle -continu,
mirando fijamente delante de s, y haciendo tan
poro caso de mi interrupcin como la que pres
tara al estado del tiempo un cazador que va a
llaltar con su caballo una firme valla-. Cuan
do un hombre no puede conseguir un cuchillo,
rompe en dqs unas tijeras y con una de las hojas
hace algo que le sirva como cuchillo. Esto
es !o que le pas a Doa Demetria; no tena
ms que al pobre Santos paFa que hablara por
ella. Si me hubiera pedido que pusiera en jue
go mi vida para ayudarle, yo hubiese podido
hacerlo fcilmente; pero hablar por ella a una
persona que puede leer el almanaque y conoce
os nombres de todas las estrellas del ciclo, eso
me mata, seor! Y quin puede saber esto me
jor que mi tma, que me ha tratado ntimamen
te desfle infancia, cuando tantas veces yo la
cargaba en brazos? Slo le puedo decir esto, se
or: que cuando yo hable recuerde mi pobreza y
que mi seora no tiene otro instrumento que mi
lengua para hacerle saber lo que quiere. Muchas
r,on laa palabras que me dijo para que se las
dijera, pt:ro mi memoria del diiblo las ha olvi
dado. Qu debo ha-::er, entonces? Si yo quisi-
l!'a comprar el caballo de mi vecino y fuera a
erlo para decirle: "Vndame su caballo, veci
:no, que me he enamorado de l y mi corazn se
muere de ganas por tenerlo, as que lo quiero
;ueste lo que cueste", no ser;; eso una locura,
seor? He venido con ust para decirle algo, y
todas las cosas que ella me dijo, que parecan
flores raras escogidas en un jardn, se me han
perdido en el camino. As qt1c slo puedo decir
1o que mi patrona ql1iere usartdo mis- pmpias pa
labras brutas, que son como flores silvestres que
yo mismo he juntado en el campo y que no tie-
nen ni fragancia ni hermosura que las reco-
mienden.
Est;:; curioso exordio no adeant mucho ias
:ero tuvo como efecto el despertar mi
atencin y convencerme que el mens2.je confia
do a Santos era de muy grave impmtancia. .sce
haba conduido su primer cigarrillo y comen
zaba lentamente a armar otro; pero esper cal-
moso hasta qt>e hablara, pues mi irritacin
haba disipado del todo, desde que aquellas
silvestr_:os" no de belleza
y l amor y por su desdiChada patro-
-na. les conferan :wave perfume.
A poec
-Setwr, ust UIJO a m1 patrona que es un
hombre pobre; 'que la vida de campo en esta
tierra le parece independiente y feliz: que su de-
seo 1ns grande es ser dueo de una e:;;LH1cia
donde pueda criar v caballo, de carrcr;
y bolt-:ar avestruces .. 1-odo e:'to h;:.
vueltz.s en su cabeza y porque tiene cmo ofre-
cerle las cosas que u.>t desea, ella le pide m=
tonces la avude en sus dificultades. Y ahora. se-
ii.or, decirle esto: la propiedad de los Pe
ralta se extiende hasta el laQo de Rocha: son
cinco leQuas de tierra como hav en
este dep";:rtamento. Antes estaba bien poblada.
Haba 11ile., de cabezas de ganado v velluas: en
esa poca los del partido del patrn'
en el pas; los colorados estaban encerrados en
:Montevideo y el degollador Frutos Rivera mm
ca se acercaba por estos sitios. Del ganado ape-
nas si queda una muestra, pero la tierra es una.
fortuna para cualquier hombre, y cuando mi
patrn muera doa Demetria heredar todo,
Ahora mismo todo C-' suyo porque su padre ha
perdido el m2.te, como ust ha visto. Djem:
que le cuente ahora lo que pas hace mucho<
aos. Don Hilario era prinero un pen ... , u,
pobre muchacho protegido por el coronel. Cuan
do creci lo hicieron capataz, despus mayordo
mo. Don Calixto muri6 y el per.di el
juicio, y er..tonces don Hilario se hizo furrte,
haciendo del patrn lo que quera y driando de
lado la autoridad de doa Demetria. Cree que
cuid de los intereses de la estancia? Al con
trario! Fue uno de nuestros enemiros, v cuando
stm vinieron como perros por ganado
y caballos, l estaba con ellos a sus espaldas. Lo
hizo para tener amigos entre los que ;oberna-
ban, pues los bl2ncos haban perdido todo,
Ahora se quiere casar con doa Demetria para
quedar como dueo de la tierra. Don Calixto
est muerto y quin queda para poner el cas-
cabel al gato? Desde ahor::; obra como si fue!a
el nico duf'G; compra y Yende y se guarda la
plata. A mi patrona apenas si le da para com-
prar algn Ycsrido: elh no tiene caballo en
que montar y est prisionera en su propia casa.
ti la -;;igila como un gato a un en:.:cra
do en una ;:>ieza; si llegase a sospechar que
quiere escc.parsc ]a matara. ha jurad0
to rla no se c_asa con l. _ P es tris--.::::: -::.
Scilor. ella le pide que la libre de este hom
bre. He ohidado sus paiabras, pe!"J n-:Ja:ne
que la yc delante de ust, de rodilb;o, supl,
canCo: y que ustP. saSe lo que le est pidcndo"'
que ,,e sus labios, pero que no vve Stls
palabras.
- Digatne crno sal\arla:
nlii, sintindorne conmoYido profEndan1ente
por 1o qut; haba cscuchadc.
DE MAACHA
-Cmo? Llevndosela por la fuerza ... !
Comprende? N o puede regresar ust dentro
de unos das, acompaado de dos o tres amigos
para hacerlo? Tendr que venir armado y dis
frazado. Si me encuentro en su camino har lo
que pueda para protegerla, pero ust podr vol
tearme y aturdirme. . . Comprende? Don Hi
!ario no debe saber que nosotros estamos meti
dos en el asunto. De l no tiene nada que te
porque aunque es bastante valiente para
a una mujer con matarla, cuando es-
c delante de hombres armados es como un pe
no que oye tronar. Entonces ust se la podr
Levar a Montevideo y esconderla all. Lo de
ras ser fcil. Don Hilario no podr encon
trarla; Ramo na y yo nos encargaremos del co-
9ue cuando ya :_o vea a su tal vez
la olvwe. Entonces, senor, ya no habra dificul
tades sobre la propiedad, pues quin puede re-
sistirse ante la fuerza de la ley?
--Yo no entiendo. Santos -diie-. Si De-
metria quiere que yo haga lo que has dicho
y no hay otra manera para salvarla de don Hi
bro, yo lo voy a hacer. Har cualquier cosa
para servirla y no tengo ningn miedo de ese
:x:rro de Hilara. Pero una vez en Montevideo
;: que la ,haya escondido, quin se ocupar de
su causa y ver que no le quiten sus derechos,
si all no tiene ningn amigo? Y o puedo lib1ar
la, pero nada ms.
-Pero, seor ---dijo-, la propiedad ser
como suya en cuanto ust se case con ella.
Jams se me haba ocurrido que iba a llegar
rai cosa. y me sorprend al escucharlo.
-Quiere decirme, Santos, que Demetria le
mand que me dijera sto? Cree que slo ca
sndome con ella la puedo librar de ese ladrn
y salvar su propiedad?
Es claro que no hav otro camino! -di
j-. la cosa uudiera al:redarse de .otra ma
nera, no l1abra hablado ella misma ano
c;1e, explicndole todo? Tenga en cuenta, se-
or. que toda esta gran propiedad ser suya. Si
a no le gusta ella vende-
todo uarav oue ust cn1ore una estancia en
p2.rte, a gusto. -le pregunto, seor)
puede algn b.o1nbre casarse con una r.o.u jer
mejor?
-contest-. Pero es el caso,
ws, que yo no puedo casarme con su patrona.
Entonces record con bastzmte pena que casi
no le haba dicho nada de m mismo. Vindome
joven y errante por el pas, sin tener casa, ella
crey naturalmente que estaba soltero, y tal vez
pensando que yo senta algn cario por ella,
haba sido llevada por su desesperacin a hacer-
me esta propuesta. Pobre Demetria! Acaso
no habra salvacin para eila?
-Amig! -dijo Santo!, dejando de Jad
el ceremonioso "seor", en su anhelo por servil''
a su ama--: No hable nunca sin pensar prime-
ro todas las cosas. No hay otra mujer como ella.
Si ust no la quiere ahora, ya la va a queres<
cuando ia conozca mejor; ningn hombre bue-
no podra dejar de sentir cario por ella. Ust
la vio anoche con un vestido de seda verde, una
peineta de carey y adornos de oro... No 1<'1.
encontr elegante, seor? No le pareci6 digna.
de ser su mujer? Ust anduvo por todas parte!!
y ha visto muchas mujeres, y quizs en alg...'1.
lugar lejano haya encontrado alguna ms hermo-
sa que mi patrona. . .Pero piense en la vida
ha llevado! La pena la ha puesto plida y dci
gada y le ha marcado esas ojeras moradas. C-
mo iba a rer y cantar un corazn donde man
da el miedo? Otra vida lo cambiara todo; sera
una flor entre las mujeres.
El pobre viejo Santos, tan simple, haba roo
metido gran injusticia consigo mismo; su arnol.'
por su patrona le haba inspirado una elocue!l"
cia que- me haba tocado el corazn. y
Demetria, que impulsada por su aplastante
da desolada y por sus temores torturantes, hia
ciera vanamente a un extrao una propuesta.
impropia de una mujer! Pero despus de todo
su proposicin no era tan ajena a las mujeres,
puesto que en todos los pases en que no son
esclavas abyectas. les est permitido, en cierta!t
circunstancias, proponer matrimonio. Hasta en
Inglaterra ocurre as, pesar de ser una socie-
dc.d que se asemeja :< un inmenso Clapham
Junction; con -criaturas ":tumanas movindose CO"
mo si fueran furgones y ;-agones sobre los
de hierro de las convenciones sociales, de los que
slo pueden salirse a riesgo de choques destri.;c-
rores. y nunca fue mal justificable que en eso
t: caso una proposicin .-le tal naturaleza.
da del trato de los hombres en su montono enQ
cierro, perseguida por innumerables temores,
ofreca dar su mano junto con una gran fortll<
na a un aventurero sin nn centavo. Y tampoco
lo hizo antes de sentir q1 te me amaba, y tal vez
pensando que era correspondida. Tambin ha
ba esperado, para hacerlo, hasta el ltimo mo-
ofrecindose solamente cuando perdiera
la ce que yo me dechrase. Esto ex.''
plicaba la recepcin de la noche anterior; el
antiguo y esplndido ataYO que se pusiera pa
ra sentirse mejorada ante mis ojos; la thnida y
pensativa expresin de sus ojos, la vacilac:n
que no poda vencer. Cu3ndo me repuse
primer sacudn de sorpresa, no pude mer"o5
que sentir el mayor respeto y compasin por
ella. lamentando amargamente no haberle coil"
mi historia, con i; gne habra podido aho
rrarle la :vergenza Y. la _P.ena que tendra que
wportar ahora. Todos estos tristes pensamien
tos pasaron por mi mente mientras Santos se
explayaba sobre las ventajas de la alianza pro
puesta, lo que sigui haciendo hasta que yo lo
detuve.
-No diga ms -dije-, porque yo le juro,
.Santos; que de ser posible tomara con placer a
Demetria por esposa, tanto es lo que la admiro
y aprecio. Pero estoy casado. Mire esto; es el
retrato de mi mujer- y sacando del pecho una
miniatura que siempre llevaba colgada del cue-
llo, se la tend.
Se qued mirndome fijamente, en silencio
so asombro durante unos instantes, luego tom
el retrato en sus m0nos y mientras lo contem-
plaba embelesado, yo reflexion sobre cua'lto
haba odo. Ya no poda pensar en abandonar a
esta pobre mujer, que se me haba ofrecido jun
to con su herencia, sin hacer ninruna tentn ti va
para rescatarla de su triste situacin. Me haLa
dado refugio cuando me encontr en dificulta
ae y peligro. y el llamado que acaba de hacer-
acompaado por tan gran prueba de su
confianza y cario, hubiera iiegado al corazn
:mismo dd hombre ms fro de la tierra para
convertirle, a despecho suvo. en su ms devoto
paladn. - ' -
, Al fin, Santos me devolvi la rrmiatura :;.1
tiempo suspiraba. .
-En mi vida vie!'on mis ojos una cara co
mo esa -dijo-. No hay nada ms que decir.
-Queda mucho por decir -repliqu-. Se
me ha ocurrido un plan fcil pm ayudar a
ama. Cuando le cuente de esta conversacin,
dgale que recuerde que anoche ie ofrec aYli"
darla. Le dije que il:l_a a ser un hermano para
ella y voy a cumplir mi promesa. Ustedes tres
no han podido pensar en un plan mejor para
salvar a Demetria que el que acaba de decir.
pero, despus de todo, es un plan malo, llen
de dificultades y peligros para ella. :tv!i plan es
ms simple y sencillo. Dgale que hoy a media
noche, despus que se ponga la luna, salga para
encontrarse conmigo bajo los rboles que estn
detrs de la casa. Yo estar all esperndola con
un caballo preparado para ella, y la llevar le-
jos, a un escondite seguro, donde don Hilario
no la encontrar jams. Una vez que ella est
fuera de su poder habr tiempo de sobra para
pensar en la manera de sacarlo de la estancia
y ordenar las cosas. Vea que ella no falte a la.
cita y que lleve alguna ropa y dinero, si es que
lo iicne; tampow olvide sus alhajas, pues no se=
ra seguro dejarlas en la casa estando alli don
Hilario.
qued encantado con mi plan, que
era mucho ms prctico, aunque rom.n>
tico que ei tramado por aquellos tres conspirac
dores tan ingenos. Estaba por dejarme, eon el
corazn rebosate de esperanza, cuando re de=
tuvo sbitamente y exclam:
-Pero, seor, dnde va a conseguir U!ill e.&c
ballo y una silla de mujer para doa Demetria?.
- Dje]o de ro] cuenta! -dije-, y lueg:ll
nos S"pcUamos; l para regresar ! easiil de $\il
patrona, la que lo esperar. ansios<'k'Tlente 1WJ
duda, para saber el resultado de nuestrj),
versacin, y yo para pasa!' de la mejo?
posible !as siguientes
CAPITULO XXVI
TRES PECADORES Y ELLA BAJO .. LLAVE
D
ESPUS de separarme de Santos cabalgu
hacia un monte de rboles, a una media
legua al este del camino; atravesndolo
examin el lugar que se extenda ms all. La
nica 'habitacin cercana era un rancho solita-
do de pastor, levantndose en una llanura
abierta, de pastos amarillos, en la que pastaban
desparramadas las ovejas de una majada y
unos cuantos caballos. Resolv quedarme en el
monte hasta cerca del medioda y luego me di-
rig hacia el rancho para almorzar e iniciar en
la: vecindad la bsqueda del caballo y la silla
de mujer. Despus de desensillar el mo y de
atarlo a un rbol, en un lugar donde haba al-
gunas hierbas y pasto cerca de las races, en
cend un cigarrillo y me acomod a la sombra,
tendido en mis mantas. Al rato tuve como visi-
ta una bandada de urracas, aves graciosas y
parlanchinas, semejantes a las europeas, pero
de cola ms larga y pico rojo descascarado. Es-
tas aves mal criadas remolonearon en las ramas
que estban sobre mi cabeza durante todo ei
tiempo que permanec en el monte, regando-
me incesantemente con sus intolerables notas
.;nojadas de matraca, las que de tanto en tanto
alternaban con chillones silbidos y gemidos,
hasta el punto de que apenas poda ni siquiera
orme pensar. Al cabo lograron atraer a todos
los dems pjaros que estaban al alcance de su
voz, que se les reunieron en el lugar para tomar
parte en la demostracin. Aquello estaba fuera
de razn de parte de esos cuclillos, para decir
lo menos contra ellos, pues ya haca rato que
hba pasado la poca de cra, de modo que no
poda alegarse la solicitud maternal como excu-
;a de su rstico ;:omportamiento. Los dems p-
jaros -tngaras, pinzones, tiranos, rojos, blan-
cos,. azules, grises, amarillos y mixtos- eran,
debo confesarlo, menos turbulentos, pues luego
de brincar por all un rato, gritando, piando y
gorjeando, se alejaron sensatamente, pensando,
sin duda, que sus amigas las urracas e3taban
haciendo demasiada bulla. Mi nico visitante
mamfero fue . un armadillo que vino precipita
damente hada m; se partea curiosamente a
un caballero anciano, pequeo, de espaldas en
corvadas, llevando una vieja casaca negra, tro
tando activamente de un lado a otro, ocupado
'en algo importante, Lleg hasta un paso de mis
pies y se detuvo, pareciendo sobremanera asom-
brado por mi presencia, mirndome ijament
con sus entreabiertos ojos legaosos, con io
se pareci ms que nunca al rado anciano
ballero. Luego se alej trotando entre los rbCP
les, pero al rato retorn para una segunda in>
peccin; despus de esto estuvo yendo y vio
niendo, hasta que yo, inadvertidamente, romp{
a rer, con lo que dispar a corta carrera, lle-
no de alarma, para no reaparecer ms. Lamen;.
t haber asustado al pequeo y entretenido $'m>
jeto, pero me hallaba en un estado de niJ:M
excesivamente divertido en que la propia
gra est dispuesta a rebasar a la menor
cacin. Y sin embargo, esta misma
el llamado de la pobre Demetria haba conmC'P
vido profundamente mi corazn y ahora establl!.
embarcado en la ms quijotesca y tal pello
grosa de las aventuras! Posiblemente el
hecho de la aventura que enfrentaba habif.
producido en mi mente un efecto regodjantt
que impeda estuviese triste siquiera p!>il"'
tara circunspectamente.
Despus de permanecer un -par de borai
la agradable sombra, el humo azulado que
ba desde el rancho me inform que se
ba la hora del almuerzo; as que, ensillando m!
caballo me dirig a hacer mi visita de ia tru!>'>
ana, saludado por fuertes y burlones gritos 7
siseos de las urracas, que parecan querer !nfoo
mar de esa manera a sus amigos alados que !ll!
fin haban logrado hacerme inaguantable d
lugar de su pertenencia.
En el rancho fui recibido por un hombN
joven de aspecto algo insolente, de iargos
bellos y bigotes renezridos, que ilevaba en Veil
de wmbrero. un pauelo morado de algodfi
atado alrededor de la frente. No pareci
gnrse mucho de mi -.isita y 1nc invit un poc(l)
mdamente a que me apeara si as lo quera. Lo
segu a la cocina. donde su mul>"r, ms bien ba
ja, de piel morena. estaba p1-.::parando el al
muerzo: despus de verla se me ocurri que su
hermosura era la causa de su ?ctitud
lada con m extrao. Era
hermosa, de seductora y suave piel morena, dti
labios henchidos y iugosos de rico coior purp
reo, y al rer. lo que ocurra con gran frecuen<
da, sus diente brillaban eomo perlas, Su eres
po c<::bello negro colgaba suelto y desordenado,
pues parcca ser una beldad un tanto. despreo-
cupada de s mismas mas cuando me vio entrar
se sonroi. ech hacia atrs los cabellos que
le los hombros y toc cuidadosa
mente los aros que pendan de sus orejas para
asegurarse de que estaban bien o qui-
zs para atraer hacia ellos mi atencic:. Las
frecuentes miradas que sus rientes ojos
me lanzaban me convencieron pronto que se
trataba de una de esas encantadoras m u 'e; r:i
tas -encantadoras cuando sen las espo<:>.s ele
otros hombres- a quienes no les basta la sc
1
a
admiracin de sus maridos.
Yo babia calculz.do bien la hora ele mi lle-
gada porque el cordero as:J.do sobre las
einpezaba a tomar un color dorado oscuro pro-
fundo y despeda la ms deliciosa frag:::ncia. Du
rante la comida que sigui entretuve a mis oyen-
tes y a m mismo, contando algunas inocentes
:mentiras y comenc a decir que regresaba de
Montevideo a Rocha.
El pastor me advirti desconfiadamente que
no me hallaba en el verdadero camino.
Contest que ya lo saba y prosegu dicien
do que la noche anterior me haba ocurriC:o al-
go que me hizo extraviar el camino. Segu di-
ciendo que me haba casado haca pocos das,
palabras que parecieron aliviar al dueo de ca
sa, mientras que la picarula de su mujer apa-
rent perder sbitamente todo inters en m.
-?di mujer -dije-, que es muy dicionada
a andar a caballo, se empe en tener una silla
de montar, as que, teniendo que resolver algu-
nos negocios en la ciudad, le compr una, y ya
estaba de vuelta con la misma colocada en un
caballo de tiro, el caballo de
mi mujer, cuando anoche me detuve en una
pulpera para refrescarme. 1vfientras coma un
pedazo de pan con salchichn, un borracho que
all empez imprudentemente a encender
cohetes, lo que espant a ios animales atados. '1
palenqtJe, varios de los cuales rompieron las
:riendas y escaparon. Entre ellos estaba el de mi
mujer con la. silla recin comprada; entonces,
montando mi caballo, me lanc a perseguirlo,
pero no lo pude alcanzar. Por ltimo se junt
ron una tropilla de yeguas, que se espantaron
y huyeron de wi, hacindome seguirlas por va
rias leguas, hasta que las perd de vista en la
oscuridad.
-Vea, a:r2igo -di jo l con cie::a sonrisa
entristecida-:; si su m u tiene la trsro:1 dis-
posicin de la n1a. ust tend.::a que haber se--
ese caballo con la n-:ontura de mujer
hasta el rn del mundo.
-Lo que puedo decir -rcp,tc:e gra\emcn-
te-- es que sin una silla de esas, buena o mala,
yo no me presentar delante de ella. Pienso ave-
riguar en toda casa que encuentre en mi camino
a Lomas de Rocha, hasta que sepa de una que
est a la venta.
-Y cu2.nto dara ust? -dijo l, intere-
.sndose.
Eso depender de su estado. Si es tan buem
con1o una nue\a pagar lo que cost, ms dos
p:lt-- eones de ganancia.
-Yo s de una silla de nu:er que cost diez
)''".L< hace un ;:_o, pz:ro que nunca fue U
0
3.
t' t. Es de una vecina e u e vive a tres legcras d.;
arc;[, y creo que ella la vendera.
-Jnciquer:1e la -dije- y me encaui
r:J: all directamente para Jccc pa
tacJncc;.
-:\:ltonio -dijo la mujercita-, est; ha
bb.ndo de la silla de doa Petrona? Tal vez la
vendera por lo que cost ... , quiz por ochc
:\h, e beza de calabaza! Por qu nc
pensaste en quedarte con la ganancia? As pcr
dr!a haberme comprado alpargatas y mil cosas
mi e!
-Nunca satisfecha, Cleta! --epli-
c--. Acaso no tens alpargatas el' los pies?
Ella levant un bonito pie y le m ''>tr la ZJ.
. p:1tillita que lo cubra, 1:da. Despuh
rindose, la arroj con un mO\imicnto del pie
en direscin a su marido.
- Tomla! -exclam-. Gu:ndah bien
en el pecho ... esa preciosidad! Y cuando al
f.6n d::. vayas a y quieras lucirk a;
te todos, pontcla en el dedo gordo del pie!
; Quin espera or cosas razor:ables de una
I'm'cr? --dijo Antonio encogindose d' hom-
bro".
- R:::.zn! No tens ms sesos que un pato,
Antonio. Hubieras podido ganarte esa plata, pe-
ro nunca puedes hacer lo que otros, por lo 4ue
siempre va' a ser ms pobre que las 2 raas. Y a
dije esto muchas veces y espero que no lo olvi-
porque en adelante pienso hablar de otras
cosas.
-Y dnde habra podido conseguir los diez
patacones para pagar a doa Petrona por la
montura? -replic l perdiendo la paciencia.
-Amigo -dije-, s se puede conseguir la
montura, nada ms justo que usted gane su
parte. Tome los diez pesos y si !a compra para
m le dar otros dos ms.
La proposicin le agrad mucho, mientras
que la voluble Cleta apiauda encantada. Mien
t-as Antonio se nreparaba p:!;-a ir en busca de
silla de la vecina: yo sal{ hasta espino so-
litario que se hallaba a unos cincuenta nasos
dr:l ranho .... extendiendo m! p0ncho a .su
bra, me tend a dormir la sieita.
No haca mucho que el pastor haba part):
CUACSRNOS CE MARCHA
do cuando un gran ruido dentro de la casa,
semejante al de golpes dados en las puertas y en
las vasijas de cobr, pero no hice mayor caso,
suponiendo que los produca Cleta entregada a
alguna tarea domstica desusadamente ruidosa.
Pero al fin escuch una voz que me llamaba
"Seor, seor!"
Me enderec y fui a la cocina, no
haba nadie. De pronto se oy un fuerte golpe
dado contra la puerta que comunicaba con la
segunda habitacin.
-Eh, amigo! -gritaba la voz de Cleta
de5de el otro lado--. El ruin de mi marido me
ha encerrado dentro. . . Cree que podra sa
carme de aqu?
-Y por qu la encerr all? -pregunt.
-Qu pregunta! Porque es un bruto,
pues! Cada vez que sale hace lo mismo. No
le parece terrible?
-Slo prueba todo lo que la quiere -re-
pliqu.
-Es ust tan malvado que lo defiende? !Y
yo pensaba que ust tena buen corazn! ... Y
tan buen mozo que es tambin! Cuando lo vi
me dije, ah, si me hubiera casado con este
hombre, qu feliz sera!
-Gmcias por tan buena opinin -dije-,
y estoy muy apenado de que eot encerrada por-
que me priva de ver su preciosa cara.
- Oh, Cree que es linda? Entonces tie
ne que dejarme salir! Me he levantado los ca-
bellos y p2rezco ms bonita que cuando ust
me vio.
-Se la ve ms linda con los cabellos suei-
tos -respond.
-S?. . . Pues ya estn para abajo otra
vez! -exclam-. Es cierto, ust tiene razn,
quedan mejor as ... No son como de seda?
Cuando me deje salir los tocar ust mismo.
--No puedo dejarla S? lir, Cletita ma. An-
tonio se ha llevado la llave.
-Oh, qu hombre ms cruel! No me ha
ceiado ni una gota de agua y me estoy murien
do de sed. Qu har? Mire, voy a pasar mi
mano por debajo de la puerta y podr darse
cuenta de lo caliente que eqt; me consumo de
fiebre y calor en este horno.
En seguida su pequeita mano morena apa-
reci a la altura de mis pies, porque el espacio
existente entre el piso y el borde de la puerta
era suficiente para permitirlo. Me agach y la
tom en la ma, encontrando que era una ma
nita caliente y hmeda y que el pulso iata r-
pic!amente.
.,-Pobre muchacha! -dije--. Voy a poner
un poco de agua en un plato y se lo pasr.r por
debajo de la puerta.
-Oh, qu malo es para insultarme as!
-grit--. Acaso soy 1m gato pan bebe!r
en un plato? Podra llorar hasta secarme iC41-
ojos! -Y se escucharon sus t<()lloros-.-. Ademiir.
continu sbitamente- io que necesit<> airt!l
fresco y no agua. . . Me estoy sofocando! .. o:
No puedo respirar!. . . Oh, mi querido
go, squeme que estoy por desmayarn1e! Ell!f!F
puje la puerta hasta que salte el eerrojo!
-No, no, Cleta; no se puede hacer!
-Qu? Con su fuer.ta.? Si casi pue<> hm<>
c2rlo yo con mis pobres maPJtas. Abra! Abmr
Abra, antes que me desmaye!
Despus de su prctica sugestitil
que se haba dejado caer en el suelo
mir alrededor en busca de instrur:.'lentoo qu
me ayudaran a forzar la puerta y encontr d.
asador y un trozo de madera dura en d!l
cua. Los i..-ltroduje uno encima y otro por d@"
bajo del cerrojo, y empujando la puerta
su marco, pronto tuve la satisfaccin de
saltar el pestillo de la cerradura.
Cieta salt fuera de su cuarto, el rostro
batado, llorosa, los cabellos en desorden, per@
riendo gozosamente por haber recuperado su
bertad.
- 0! .. mi amigo querido, pens que mili
iba a encerrada! -exclam-. Qu agia
tada estoy! . . Traiga la mano y sienta e6iT.O
me palpita <>1 corazn! Pero no !mportl':., ah&
ra puedo ha< rseias pagar a ese miserable! N@
es dulce. . . rlulce la revancha?
-Ahora, Cleta -le dije-, tome tres bu&
nas bocanadas de aire fresco y un trago de agufil
y despus djeme encerrarla de nuevo.
Se ri burlonamente y sacudi su
como un potrillo mont?raz.
-Vamos, si io dice en broma!.,.
que no lo s? -prorrumpi-. Sus ojos me 1@
dieron todo. Por otra parte, aunque ust quisie=
ra no podra encerrarme -al decir esto se diii=
p:u hacia la puerta, pero la sujet y la man=
tuve estrechamente presa contra m.
-Djeme, monstruo! ... Oh, no, no; no
monstruo! Ust es mi querido, mi dulce
go, lindo co'!lo. . . como la luna ... , el sol ...
las estrellas! Si me estoy muriendo por un po=
co de aire fresco! Voher a meterme en el horne;
antes que l regTe'e. Si me pillase fuera, qu -
tunda me dara! Venga, vayamos a sentarno$
jvntos debajo del rbol!
-Eso sera desobedecer a su marido -dije
tratando de poner cara severa.
-No se preocupe! Algn da se lo confee
san:; todo al cura v entonces ser como si no
. hubiece ocurrido. Vaya un marido!. . . Pufi
Si ust no fuesr casado! ... Porque est
sado, no? Qu lstima! Pero dgame otra vez,
que le parezco linda?
-Primero me tiene que decir, Cleta, si tie-
ne un caballo que pueda montar. una rim jer y
si me lo quiere vender.
-Claro que s, el mejor caballo de la Ban-
da Oriental! Dicen que vale seis patacones ...
i Lo comprara por seis patacones?. . . No, no
quiero venderlo! ... No le voy a decir que te;:
go un caballo hasta que ust me conteste. S:Jy
bonita, seor forastero?
-Contsteme primero lo del caballo v p: :
gnteme despus todo lo que quiera.
-N e le vov a decir nada. . . Ni una oala
bra ... Buend, le dir todo! Escuche.
vuelva Antonio pdale que le >enda un caballo
para su mujer. Tratar de venderle uno de los
suyos, un demonio cargado de defectos, como
su dueo; es manco, defectuoso de lomos. ron-
cador y viejo corno el viento sur. Recuerde! ...
Es un overo negro. Pdale un ruano de nariz cre-
ma. se es mi Ofrzcale seis patacones.
Y ahora dgarne. / sov linda?
-Lindsima, sus ojos son estre!h s, >u
boca un botn de rosa. mil veces ms dulcr
que la miel. .
-Ahora s que habla como un hombre iu-
teligente! -dijo riendo; despus tom mi m::-
no v me llev hasta el rbol. sentndose a mi
sobre el poncho. .
-Qu edad tiene usted, pequea? -m:
gunt.
-Catorce ... Es ser muy vieja? Pero qu
estpida soy! Decirle mi verdadera edad! ...
Las mujeres no hacen eso. Por qu no habr
dicho trece? Raer.> seis meses que me
Cunto tiempo ya! Seguro que para este tiem-
po me estn saliendo pelos verdes, azules, ama
rillos y grises por toda la cabeza. Y qu ha:
de mi pelo, seor, que no ha dicho nada d:
l? No me lo he dejado suelto por ust? ?\o
es suave y hermoso? No me dice cmo es mi
pelo, seor?
-De Yeras que es muy suave v hermoso.
Cleta, y que la cubre como si una nube
negra.
-Verdad que s? Mire! Ahora me voy a
tapar la cara con l. Ya estoy escondida lo mis-
mo que la luna en una nube. Y ahora, vea! ...
La luna sale otra vez. Y o respeto mucho a b
luna. Oiga, bendito fraile! Soy como la luna?
-Dgarne, dulces labios pequeitos, por
qu me llama bendito fraile?
-Diga ust primero, bendito fraile, so\ co-
mo la luna?
-No, Cleta, no se parece a la luna, aunque
las dos son mujeres casadas; usted con Amo
nio ..
-Pobre de m!
-Y la luna con el wL
-Feliz de la luna que est tan lejos de l!
-La luna e; una mujer c2llada y en cambio
usted parlotea como una cotorra .
monje! Acaso no soy capaz de
quedarme callada vo tambin? Ya est! ::Vfe
quedar callada como la luna ... , sin decir una
JH sin respirar!
Emonces ech la cabeza hacia atrs sobre
el poncho. finrriendo estar domid:, con los bra-
zos por encima de la cabezZ!, el cabello
para todos lados. con nada m; que uno o des
mechones sombre[tndole a medias la cara, y ni
redondeado pecho oue se resista a quedarse
cui::to. En sus labios se di bu iaba una leve son-
r.i;a burlona y entre las de sus prpa
dos entrecerrados se deslizaba el dehado dt'ste-
llo de sus ojos riente:::, porque ella no poda ;e
la tentacin de observar la admirrci:1
(fUe deba reflejarse en mi cara. En esa actitud
b nequea y -tentadora hechicera podra hab"'r
L::cho hervir hasta la tibia sanrre de un ascfta.
As se deslizaron rpidamente dos o tres ho
ras, escuchando su vvida charla, que, corno el
c:mto de la calandria, apenas si tena pausas: :m
intento de quedarse quieta. semejndose a la lu
l!a. haba terminado en un perfecto fracaso .. \1
fin. haciendo pucheritos con sus preciosos la
bio'i y quejndose de su pesada suerte, dijo que
:ra hora de volver a su prisin; pero durante
todo el tiempo que me l!e,- el colocar forzada
mente el cerrojo en su sitio, ella sigui chc.cha-
reando sin cesar.
-Adis, soL esposo de la luna! -deca-
i Adis, dulce, muy dulce amigo. comprador de
oillas de montar para mujer! Todas esas co8ao
que dijo no fueron m;: que mentiras ... Lo s,
s que lo s. Quiere un caballo y una silla d-e
montar de 'muier para l!e,arse una muchacha
con ust esta Feliz de ella! Ahora ten
2;0 que sentarme en la oscuridad. sola ... , so
la ... , sola ... , h2.sta que el bestia de Amonio
venga a iibrarme con su ,-it>ja llave de fierro ...
i Ah. tonta!
No pas mucho tiempo de>pus que yo re-
gresara bajo mi rbol, cuando lleg Antonio
trayendo triunfalmente en su caballo, colocada
de l, la silla de montar pedida. Des-
pus de entrar en la casa para dejar libre a su
mujer, Yolvi a salir y me imit a tomar mate.
Entonces mencion mi deseo de comprar un buen
caballo; por su parte estaba muy ansioso de
venderme uno, de modo que en pocos minutos
trajo todos los suyos para que los examinara:.
El primero que me ofreci fue el overo negro,
animal de buena estampa, de aspecto tranquilo
y aparentemente sano. El de nariz crema, segn
advert, era huesudo, de lomo largo, ojos dormi
Iones , cuello de oveja. Sera posibie que la
OE MARCHA
pequea hubiese
r:---:' r\' l
con l desprecie merecido. Lna mujer s:r
todo lo falsa que se quiera y capaz de engaar
a q; marido hasta donde pueda, pero ;:;-
. con un hombre quP qu:cre Y:'nder iE1 e' -
1! .... ser la iranquez::t y i.l \e-rdad per,;onific.:
[:-:amin crticamente al hacindolo e:-
minar y trotar aln:dedor: mir centro di? su ! .
ca. 'luego sus c::1sco;: v art;cnbcior:Ps. ltwar 1' ..
:leto de !as avent?.dur::s: m1r2 con r; ia a
c'n .sus r:oo v lf' <:'cnr: 1:!1 hru.c0 .. ,
en' el lomo.
le va a encontrar ni;:r::n derec:.
.-,- '-dijo el mentiroso Antonio. quien, :<n c>-
era el mayor d' los tres pecadol''s qur r'os
l::chams reunido en e<e Este 'S mi r: ...
;r.: c:1ballo: no tif'nc m:cs que C!:ttro aiios
cc!ad. es marF.n como un cordero y sano com >
una manzana. Es seguro ' cascos como pocc',
':-::or. y ele paso t:m suan' que ust; puede ir
en fl al g:Jop(; con una vaso de rn h
mano sin cul" Sf' le una :rota. Se lo
<;c-ndo por diez patacones, nzida mi que _r;:Jr
<u genermidad en rl ast:nto C:r la silla v
que. deseo sen"rlo bien. . .
-Gracias, amigo le dije-. Su overo t':-
quince aos. es defectuoso de lomos. tiene re-
corto y m:s maas que cu: ksquier n:0;;
sietc caballos junto;; en la Banda Oriental. :\o
\'OV a permitir qu' mi mujer monte en un ani-
mal tan pues como va le dijl" mi" he
hace muy poco.
Antonio compuso el rostro para expre;:ar sor-
pr'sa y virtud indignr da: despus. con la. pun-
ta del cuchillo traz en el suelo la figura d' una
v se dispuso solemnemente a jurar sobrF
h misma qu' yo estaba ab>olutament' equivo-
c?..do y que su mancarrn 'ra algo as como un
;1n<!d equino,. o por lo menos un Pegaso, cuan-
lo interrump di"trnindolo.
--DiQ'a todas las mentiras aue quil"ra -c
1
:-
v las vov a escuchar atrncin:
pern jure falso sobre la cruz porque en-
los cuatro. cinco o seis cu SP
ha c;anado con la silla apenas le \an a alcanzar
NUMERO lO 1 FEBRERO UlS8
Se encogi de hombros, pero volvi a mete8'
d >acrlego cuchillo en su vaina.
-All estin mis caballos -dijo con tono
:idid:.-. Parece que usted conoce mucho de
1
.' ;3 animales; elija uno y engese solo. Yo. tra
df servirlo, pero hay alguna gente que no
.. cf' a un ami:::o cuando lo ve.
E:1tonc's exa'inin minuciosamente los de-
r ' .. i animales, para terminar la farsa sacanda
e : grupo d ruano de nariz crema, complacin
1
o:Js<erTar la c::tbizbaja de mi buen
f'?tStOt.
-Sus caballos no me convienen -dije-, y
no puedo encontrar uno que satisfaga; sin em
b:ugo, le comprar esta vaca vieja porque es el
nico animal en el que podra confiar a mi mu
jer. Le doy siete patacones por l . .. ni un cen
ms, pues como el emperador de China yo
slo hablo una wz.
Se arranc el pauelo morado y se rasc la
caheza de cabellos negTos v lustrosos; despus
r:e lle\ a la cocina para consultar con su mua
i :r. dicindome:
. -Porque es el caso, sei'ior, que por vaya a
'thrF por qu fatalidad. ust escos6 su caballo.
Cuando Cleta supo que por el mismo se ha
ban ofrFcido sPte patacones, S' rio all"gre-
mente.
-Oh, Antonio, si Yale nada ms que seis!
S. seor. pu'de ll'd.rselo, pero pgueme la pla
ta a m v no a mi marido. Quin podr decir
ahora que no s ganar plata? Y ahora que no
tl'ngo caballo para mi. Antonio, me puedes dar
!l bayo de patas blancas.
- l'\i lo penss! --exclam su marido.
Drspus de tomar mate los dej que arregla
ran sus cuestiones, no dudando un momento s<r
hre quin saldra ganancioso en la prueba de
ingenio. Cuando llegu a la \ista de los rbo
les de la casa de lo; Peralta desmont v asegu
r mis caballos, tendindome luego ei
cho. Despus de la excitacin y los placeres de
:H1tll"l da, los que me haban robado mi siesta,
ca rpidamente en un sueo profundo.
CAPITULO XXVII
NOCTURNA_
P
OR unos momentos, cuandu despert, no pu-
de recordar dnde estaba. Palpando alre-
dedor mi mano encontr pasto hmedo de rocio.
Estaba muy oscuro y slo all abajo, en el cie-
lo cercano al horizonte, una plida luminosidad
anunciaba, segn imagin, la llegada del da. El
'recuerdo volvi como un relmpago a mi me-
moria y salt alarmado ponindome en pie;
descubr con indecible alivio que la cla-
:ridad que haba notado estaba hncia el oeste y
:no al este, debindose a la luna nueva que jus-
tamente en ese instante se sumerga detr" rlel
horizonte. Emillando diligentemente mis
caballos me dirig hacia la ncia de lm :-
ralta, y al llegar, cuidadosament<' les
animales hacia la de un grupo de rbo-
les que se lt'vm <ab:--n f'n el bordt> del ?nt!T'!O v
r:asi dPl todo cPb:erto zanjn o osa. Me dej
caPr en el suPlo para podt>r or mejor los paso'
Pue se aprox:maron v comenc mi espera por
]}metria. Ya t.aha pasado la medianoche: nin-
:.c:1!1 ruido me dcanzaha, a no ser. por interva-
os. la leiana. ag-uda v plaidera de un
pequeo grillo f1'octurf1o, el que pareca estar
f'iempre all lamentndose por las perdidas for-
t,_mas de la ca<;a de im: Peralto. Dnrante ms de
n1f'dia hora permanec en el suelo, <;intindome
ms prt'ocupado a cada instante por el tPmor
de que Demetria me fallase, cuando percib un
ruido semejante al de un susurro humano .. Es-
cuchando atfntamente advert f]UC mi nombre
era pronunciado de esa manera desde ur
de <.ltos estramonios que ban a un:>s pasos
de m.
-Qn:'n haLla? -CO;ltPsr.
La alt<e y delgada flgura de se en-
derez cautamente entre las malezas y se me
acerc. Temblaba por 1<. excit:tcin nerviosa y
no se haba aventurado a aproximarse sin hablar
antes, por temor cie cer tomada por un enf'mi-
go y que disparasen contra e11a.
-Madre de Dios! -exclam !o mejor que
el castaeo de sus dientes le permitiera-. To-
da la nochP he estado tan ag-itadr-! , . . Oh, se-
or! Qu vamos a hacer ahora? El plan que
ust pens era tan bueno! Cuando me lo dije
'ron estuve segura que un ng"::1 haba baj:'!.rl.o
del cielo pz:ra decrselo al odo. Y ahcra se lt>
ha ocurrido a mi patrona no moverse de aqu!
ToC:as sus cosas estn listas. . . Ropas, plata,
alhajas, y hace una hora que estamos suplicim-
dolc que salga, pero de nos ha servido. No
quiere verlo, seor.
--Est don Hilario en la casa?
-No, ha salido ... Nada pudo ser mejor.
Pero todo es intil, ha perdido su nimo y no
vendr. Est sentada en su cuarto y no hace
ms que llorar, dicit>ndo que no podra wrh
ms la cara.
-Vuelv:o y dka!e f''"' r ,_._,-.,. :'' . ;re:'. k,
caballos v (]U!" la :1
elb que ,- >t aqu. s,,_:-
:'"'Ua;'::mn y cr.,i a idorr.1arla ele
su
J\.1:o, .. ;_ mf' r:a,c'c ns que par:'.
que no ir con uot, que lf:
decf' tndo lo que 11:70 y eue !e suplica que
vava v la r1eie.
'No rr.e 'orprendi el dt>seo
de vf'rme sinti;ra Dcmet1ia a ultnno m::J-
m"::nt.o. nero yo estaba resut>lto a no irme antes
de hablarle e intentar convencerla. Despus de
asegurar los caballos a un rbol me fui a la
casa con Ramona. Er.tr:,ndo f,Irtivamrnte en
puntas dt> nie, a Demetria en el
mismo cuarto que me rrcibicora la noche an-
terior tan curiosamente 2t2si:1da: vstaba tendi-
da en rl sof. mientr:1s que el vieio Santos wr
maneca ante 'U mr2 corno la estatua de b.
desesperacir. En cuanto ella me vio entrar cu-
bri su can con las manos y vki !a cabeza
otro lado. Con todo. nna wla
t pau que vo 2.dvirtiera que con su comer:ti-
miento o l tod?.s lils cosas estaban Estas
para la fuga. , Sobre una sills cercana ''" halla-
ba un par de en las que se haban ha-
cin8dn lo> pocos obetos dt' su- p'r;;enrncia: una
mantilla cubra la mit?d de su cahe1.a v a m
lado :;e encontraba un am; !io chal de ];na cu-
vo obieto era. el de proteg-t>r-
la del aiF de la noche.
-Santos --dije-, vaya a E'SJY::r: rnos juno
a los caballos oue estn bajo los rboles; ustPd,
Ramona. o10spdase de su patrona v despus d<:.
jenos solos, pues pronto va a rf'cobrar su valor
y se ir conmigo.
Santos. con aire de gran <>livio y gratitud,
aunque ::ll!!o sorprendido por la confianza ex
presada por mi tono, ya se apresuraba a salir
OE
euando le seal las alforjas. Sacudi la cabe-
za afirmativamente, hizo una mueca qe quiso
11er sonrisa, y atrapndolas de un manotn dej&
la pieza. La pobre vieja de Ramona se arroj de
rodillas sollozando y prodigando bendiciones de
despedida sobre su ama, le besaba las manos y
los cabellos con desconsolada devocir!.
Cuando nos dej me sent al l:::do de De-
metria, pero sta no quit las manos de su ros
;ro ni me habl. llorando cuan-
ca yo lo Al fin consegu que df?jara
una de sus manos en la ma y pude atraer su:,-
vemente su cabeza reclinndola en mi pecl1o.
Cuando sus sollozos comenzaron a Cf?drr, le dije:
. - Dgame, querida Drn:etria! \'fe ha per-
dido la fe que teme confi<rseme ahora?
-No, no, Ricardo, no es eso! -balbu-
ce--. Pero es que no puedo \oln'r a m:rarlr;
en la cara. Si me tiene un poco de comp::<<!n
debe dejarme ahora.
-Cmo? Dejarla, Demetr:a, que Fs mi
hermana, en manos de ese hombre?. . . ' C:110
se le puede ocurrir semejante coa?
dnde est: don Hilario?. . . Regresar
noche?
-Lo ignoro. Puede volver en cualquier mJ
mento. Djeme, Ricardo! C:J.da minuto que m-
ted pase aqu aumenta su peErro -despus in-
tent alejarse de m, pero yo no la dej.
-Si teme que l regrese esta noche. es ho
ra de que usted venga conmigo -contest.
-No, no, no, no puedo! Ahora todo ln
cambiado. 1vfe morira de vergenza si volvie-
ra a mirarle la cara!
-La mirar muchas veces, Demetria. Ima-
gina que despus de haber vuelto para re<ctar-
la del abrazo de esta serpiente, h voy a de;ar
aqu porque se sienta algo tmid:J.? Escuche, De-
la vov a salvar de fse demonio est:: no-
che aunque la tenga que llevar en brazos.
Despus podemos pensar en lo que debe hacer-
se con su padre y sus bienes. Quizs cuan-
do . el pobre cc_ronel sea sacado de este triste
ambiente, su sld y tal vez h<:sta su razn me-
joren.
......:.Oh, Ricardo! No me engaa usted?
-exclam dejando caer reper.tinamente las ma-
nos que le cubran el rostro y mirndome direc-
tamente a la cara.
-No, no la engao. Y 2hora olvdese de to-
dos sus temores, Demetria, pues me ha vuelto a
mirar en la cara y no se ha convertido en pie-
dra.
Enrojeci por un momento, pero no intent
cubrirse de nuevo el rostro, nues en ese mismo
momento se oy el golpear de los cascos de un
caballo que se aproximaba a la casa.
NUMERal 1 FEBRERO 196S
-
aterrorizada-. Es don
Rpidamente apagu ia umca vela que aro
da dbi!mente en el cuarto.
-No tenga miedo -dije-, Cuando todo
est tranquilo, despus que l haya ido a su
cuarto, nos escaparemos.
Demetria temblaba de aprensn y se refu
gi contra m. Mientras escuchbamos atenta
mente, omos que don Hilario desensillaba su
caballo y iucgo se diriga a su cuarto silbando
por lo baio.
- -Ya su puerta -dije-- y dentro de
poco estz.r durmiendo. Cuando piensa en ese
hombre que le ha hecho de la vida una carga, y
q;.e h hace temblar si se le acerca, no se ale-
gra de que haya venido a ilevrmela?
-Ricardo, me ira de buenas nas con us
ted esta noche si no fuera por una cosa. Cree
que despus de lo p2-sado podra mirar a su
mujer a la cara?
-Ella no sabr nada de lo ocurrido, Dcme
tri:t. Sera i'1f3me de mi .. :cte .
1
na cruel in..,
justicia para usted que Y'J ]r: contase esto. La
recibir como a querida henna!lc y la que-
rr tanto como yo. Todas estas dudas y temoQ
res que b inquietan no tienen uncamento al
g-uno v pueden ser avent:-- da::. como las setn!llas
del ca,rdo. Y ahora que me ha cc.nfiado
Demetria, quie;o conf::sarle la nica cosa
que perturba mi corazn.
-Qu es, Ricardo? -dijo suaa
yementc.
-Crame, Demetria: m:.nca sospech que
usted me quer<J. Su comportamiento no me de-
j entreverlo. pues si hubiera sido as yo le hu
bise contado desde hace mucho wdo mi pasado.
sola:nente que me como un
amigo en d que poda confiar. Si yo viv equi
y do todo este tiempo, Demetria, y si usted
ha sentido en su corazn verdadero amor por
m, tendr ql'e lamentar amargamente haberle
c::t"'ado una pena: tan grande. ;. No abrirb d--:l
todo su corazn para decirme francamente la.
que siente?
Por un instante acarici mi mano
mente v luego re:pondi:
-C:reo que usted tena razn, Ricardo. Qui
zs vo no sea capaz de aprsionanne, como otra;
muieres. Senta. . . saba que usted era mi ami
go. Estar cerca de usted era como <>entarse a la
sombra de un rbol verde en lugar desoado
un da de calor. Pen: que sera agradablf hae
llarse siempre all y olvidar ios aos amargos,
Pero, Ricardo, si usted seg-uir siendo mi ami
go. . . mi hermano, yo estar ms que content:l>
y mi vida r::e parecer distinta.
-Qu feliz me ha hecho, Demetria! Va.
mes, ahora 1a serpiente est durmiendo; salga-
mos sin hacer ruido y dejmoslo entregado a sus
sueos. Que Dios me conceda algn
da que pueda regresar para aplastarle la cabe-
con mis pies! -
Luego, envolvindola en el chal, la conduje
afuera, pisando con suavidad, y en pocos ins-
tantes estuvimos con Santos, que esperaba pa-
. vigilando junto a los caballos.
De buenas ganas, dej que l la ayudara a
tentarse en la silla, porque ese sera tal vez el
ill.timo servicio personal que podra prestarle.
El pobre viejo lloraba, a juzgar por la ronque-
ra de su voz. Antes de irnos le di escrita en un
pedazo de papel, mi direccin en Montevideo
y le ped la llevara a don Florentino Blanco con
el encargo de que me escribiera una carta a los
dos o tres das, informndome de los movimien
tos de d9n Hilario. Despus nos alejamos al tro
te suave sobre el pasto y al cabo de una media
hora dimos con el camino que va de Rocha a
Montevideo. Lo seguimos hasta romper el da
detenindonos apenas una vez en nuestra rpi-
da marcha, y durante esa cabalgata en la os-
euridad; por un territorio que desconoca com-
pletamente, bendije cien veces a la pequea he-
chicera de Cleta, pues jams existi un caballo
ms seguro. de cascos ms firmes que aquel feo
ruano que llevaba a mi compaera, y cuando
refrenamos ias cabalgaduras al llegar la plida
luz del amanecer, pareca tan fresco como cuan-
do partimos. Entonces dejamos la carretera y
seguimos campo traviesa en direccin noroeste,
la que mantuvimos por unas dos leguas y me
dia, deseando alejarme lo m::.s posible de los ca-
minos pblicos y de la gente charla tan a y en-
trometida que los frecuenta. A eso de las once
de aquella maana almorzamos en un rancho,
para seguir luego hasta ilegar a un monte de
espaciados espinos que crecan en la ladera de
una cuchilla. Era n lugar agreste y solitario
"en e1 que haba agua y buenos pastos para los
caballos, as como ag-radable sombra para noso
tros. Despus de desensillar los animales y sol-
tarlos para que pudiei"an pacer, nos sentamos a
descansar bajo un gran rbol, con la;; espaldas
apoyadas en 3U grueso tronco. Desde nuestro
refugio de sombra dominbamos el esplndido
paisaje de las tierras sobre las que viajamos to-
da la maana y que se extendan por
leguas a nuestras espaldas. Mientras flnnaba mi
cigarrillo, me dirig a mi compaera llamndole
la atencin sobre la belleza de aquel vasto y
asoleado paisa ie.
-,;Sabe, Demetria? -di ie-. Cuando lle-
guen Jargas noches del v tenga mu-
cho tiempo desocupado, pienso escribir un re-
lato de mis andanzas por la Banda Oriental y
llamar a mi libro ''La tierra purprea .. , pue\
qu otro nombre puede encontrarse que con-
venga ms a un pas tan regado con la sangre
de sus hijos? Usted, Demetria, no lo podr leer
nunca, es claro, porque yo lo escribir en ingls
y tan slo por el placer que producir a mis pr<:r-
pios hijos -si es que llego a tenerlos- en al
gn tiempo lejano, cuando sus pequeos estma
gos morales e intelectuales estn preparados pa-
ra alimentos distintos de la leche. Pero usted,
Demetria, ocupar un lugar importante en mi
relato, pues durante estos C:imos das hemos
sido mucho el uno para el otro. Y quizs d :l-
timo captulo relate nuestra carrera desespera-
da, huyendo de aquel espritu malvado de Hi-
lario, en busca de algn bendito refugio, alt
lejos, detrs de las cuchillas y los montes y la
lnea azul del horizonte. Porque cuando llegue-
mos a la capital, yo creo que ... Pienm ... s,
en efecto, que ...
Vacil en decirle que era probable que me
fuera necesario dejar el pas sin demora, .pero
ella no me inst a seguir adelante y mirando
hacia donde estaba, descubr que se haba dor-
mido profundamente.
Pobre Demetria! Haba estado terriblemen
te nerviosa toda la noche y temerosa de dete-
nerse en ninguna parte a descansar, pero ho-
ra la fatiga la haba vencido completamente. Su
posicin, recostada contra el rbol, era incm<r
da e insegura, por lo que atraje suavemente su
cabeza para apoyarla en mi hombro, cubr sus
ojos con la mantilla y la dej que siguiera dur-
miendo as. Su rostro apareca snifularmente
camado y plido a la violenta luz del medioda,
v al mirarla dormitar. recordando todos los la-r-
gos aos de pena v sufridos, hasta el
ltimo dolor del cual vo fuera la inocente cau
sa, sent que mis se oscurecan de com-
pasin.
Despus de dormir unas dos horas se
pert sobresaltada y se afligi mucho al saber
que yo le haba dado apoyo todo el tiempo. P--
ro despus de ese sueo reparador pareci
tirse otra. No slo haba desaparecido 3ll
menda fatiga, sino que tambin Se haba.Tl casi
desvanecido sus torturantes temores. Saliendo de
la ortiga del Peligro haba ar;rancado la flor de
!a Seguridad y ahora poda gozar su posesin
v estaba llena de nueva vida y otro espritu; La
libertad desacostumbrada y el ejercicio, as como
el constante cambio del paisaje, tambin tuvie--
ron el efecto de alborozarla de cuerpo y alma,
Acudi a sus mejillas nuevo color, las oJeras roO>
radas que hablaban de sus das de ansiedad v
sus noches desveladas, se borraban; sonrea
llantemente y estaba llena de animacin, y duo
rante aquella larga jornada, ya fuera descail.=
ianao a Ia sombra, al medio da; o bien al r-
pido galope corto sobre el csped, yo no pude
tener una compaera ms agradable que Deme-
tria. El cambio que se haba operado en ella
me record las conmovedoras palabras de San
tos cuando se refiri a los estragos debidos al
sufrimiento y a que otra nueva vida hara de
su ama una "flor entre las muieres". Era con
solador que su afecto hacia m hubiese sido, en
realidad, nada ms que afecto. Pero, qu iba
a hacer con ella al final? Porque yo saba que
mi mujer estara ansiossima por regresar inme-
diatamente a su pas y, sin embargo, se me ocu
rra que iba a ser cosa difcil el dejar a la po-
bre Demetria entre extraos. Encontrndola de
ni.mo tan mejorado, me aventur a h2blarle del_
punto. Al principio se sinti deprimida, pero in-
mediatamente, recobrando valor; rog que le
permitisemos ir con nosotros a Buenos Aires.
La perspectiva de quedarse sola le era inaguan-
table, pues en Montevideo no contab<J con ami
gos personales y los amigos polticos de su fa
milia hallaban exiliados o vivan completa
mente retirados de todo. Del otro lado dJ ifo
se encontrara con amigos y estara a salvo, por
una temporada, de su temido enemigo. Su proa
posicin me pareci sensata y alivi grandemeil.
te mi espritu, aunque slo serva para salvar la.
dificultad nada ms que por un tiempo.
En el departamento de Canelones, a una!
seis leguas c\e Ivfontevideo, encontr la casa de
un compatriota llamado Barker, quien viva deS"
de haca aos en el pas y tena mujer hijos.
Llegarnos a su estancia por la tarde, y viendo
que Demetria estaba sumamente rendida por
largo viaje, ped al seor Barker que nos alber;:-
gara por esa noche. Se port muy
con nosotros, sin hacer preguntas desagradables
9
y despus de unas horas de conocernos, lo que
nos hizo intimar mucho, lo llev a un lado v
cont la historia de Demetria. Despus de 'esO,
corno hombre de buen corazn que era, e ofre>
ci inmediatamente para alojarla en su easa
ta tanto se pudieran arreg-lar !as cma en Mon
tevideo, y ;m oferta fu:;
--.
CAPITULO Y,:XVIIi
ADiS A. LA TIERRA PURPREA
D
ESPutS de esto pronto me encontr de
vuelta en Montevideo. Cuando me despe-
d, Demetria no pareca dispuesta a sep2.rarse
de m, reteniendo durante largo rato mi mano
en las suyas. Probablemente era la primera vez
. en su vida que quedaba sola entre gente com-
. pletamente extraa, y como durante los iti-
mos das habamos llegado a ser tanto el uno
para el otro, era natural que se me pegara un
poco en el momento de la separacin. Estrech
, su mano una vez ms y la exhort a que tuviese
valor, recordndole que pocos das los in-
convenientes y peligros habran de,aparecid<J. A
pesar de eso sigui sin soltar mi mano. Este
tierno disgusto por dejarme ir me conmovi al
. par que me halagaba, pero era algo inoportuno,
pues yo estaba ansioso por estar a caballo y ale-
jarme. Luego dijo, echando una ojeada a las
ropas ms bien gastadas que vesta:
-Ricardo, si debo quedarme escondida aqu
ha;:ta que pueda juntarme a ustedes il bordo,
tendr que conocer a su mujer llevando estas
ropas viejas.
-Oh! -exclam-. Era esto lo que e>ta
ba pensando, Drmetria?
Inmediatamente me dirig a la amable due-
a de casa y le expliqu tan serio problema,
con lo que se ofreci al -punto para ir a l\1on
tevideo v adouirir las prendas necesarias. cosa
en que yo haba pen:ado pero que eviden-
temente, haba preocupado a Demetria.
Cuando al fin llegu al pequeo retiro su
burbano de mi ta poltica, Paquita y yo no<
comportamos por un rato como dos iocos, tanto
era el jbilo que experimentamos despus di"
nuestra larga separacin. Yo no haba tenido
cartas suvas v solamente dos o tres de la vein
tena que 'yo haban llegado a destino,
de modo que tenamos mil preguntas que hacer
y respuestas que dar. Pareca que iams termi-
nara de mirarme o dejara de admirar mi piel
bronceada o el respetable bigote que me haba
crecido; en cuanto a ella, mi pobrecita queri-
da!, pareca desusadamente plida y al mismo
tiempo tan hermosa, que me maravill2ba de
cf.mo, despus de tenerla, poda considerar a
ninguna otra mujer ni siquiera pasablemente
buena moza. Le relat deta]adamente mis aven-
turas, omitiendo nada ms que aigun<:os puntm
que mi honor me impecia dingar.
Por ejemplo, cuando le cont de mi perma-
nencia en la estancia de los Pe:-alta, no dije un::,
palabra que pudiera traicionar la confianza que
Demetria me tuviera; tampoco cre necesztr'o
mencionar el episodio de aquella pequc:1 tra-
viesa hechicera de Cleta: el resultado fue que
se sinti agradada por la caballeresca condue::a
aue haba demostr".clo en todo este asunto \' que:
dispuesta a h8cer a Demetria un lu:z'ar. en
su pecho.
K o haban pa:3ado veinticuJ tro hora:;: de n1l
regreso a sin que llc.czara una
dcl comerciante de Lomas de Rocha,
cando mi precaucin ele dejar a Demetria ?,
ci;;rta distancia ele la ciudad. La canJ me m
formaba Ot!e don Hibrio. llaba so,;Kchaclo r-
pidan1ente' que \o rnf. h;:d;la 11-::Yad:J a la
' . - - " ' 1' 1 1
e su miortun2 e o no nmgu
na duda al respecto cuando descubri que en
e1 d:1 en que yo 18 Pstancia.
re:ponda .P.'r,mc por punto a mi
de:o:cnpc10n habm adqmnoo un ca: >:dio "-' u--:,
silla el:: mujer y que por b noche ,e kba di-.
risdo hacia l:1 :vfl corrC:'snon:-=.al n1e
que don Hilario f:''tara en C!u1N
z:is la carta. con1n qur:-
hah:.: descubierto al<:to 'obre n1i participacin
en l2 ltirna reYuelta \. qur deba f:'tar f.:.f-'':'urc;
que lleYara t'l asunto a manos del zobierno pJ
ra que -::-o fut:se arrf<tado. dfspnfs de lo cuzd
tendra pocas dificultades parJ ne-
n1etria 3 rFtorn3r a ia cst;Jncia.
Por un rnoiTtf'nco esta noticia n1e cons'ti::r
Feliz1nente. Paquita haba cuandn
la c2rta y tentiendo aue
'' en tal me apr-es;r a
<alir. Yendo por callr< h.terak:' ,. estrecha< cz:-
Hejuclas, mirando con prccauci6n hacia toe!.:
lados. temiendo co:1 los e.i!;rros d"'
ia ley, me escap de la ciudad. En ese momento
mi nico deseo era alejarme hasra un lu:rar <P-
guro donde pudiera pensar detendamentP <o-
bre mi situacin y. de ser nnsible, idear ak(r:
plan para derrotar a don H!lario, quien k hb.
sido a mi respecto ms listo de lo pensado. Dr
los muchm pro\ectos que p;;.<aron pcr mi m,,-,.
te durante el tiempo que estu\'e sentado a b
CUADERNOS DE MARCHA
l!ombra de una cerca de cactos, a eso de urtasc
diez cuadras de la ciudad, me decid, de acuer-
do con mi vieja y bien probada regla, por el
ms arriesgado, es decir, dirigirme directamente
otra vez a !vfontevideo y pedir la proteccin
de mi pas. El nico incunveniente era que pu-
diese ser arr:=st<:do me diri:za all.
!o qu<: Paqmta se afb:-1rra grandemente por m1
v la de Demetria podra ser frustrada.
:Nlientras me hallaba ocupado con estos pen<a-
mientos, vi pasar un coche cerrado gue se di-
riga la .ciudad g-uiado por un cochero gue
pareca ebrio. Saliendo de mi escondite logr
hacerlo detenerse y le ofrec dos pesos para gue
me llevase hasta el Consulado Britnico. El co-
che era particular, pero los dos pesos tentaron
al hombre, de modo gue cobrndome por ade-
lant::>.do me dei subir: entonces cerr las ven-
tan;'las v me arre!lan en los almohadones. ir>n
do c6mocla V ruidamer.tf' a )a Casa de
):fe present :1r:te el cnsul v le cont6
una hi:ctoriz.;. para el co, u'na mezch
::euiliLrada de :erd;-,de;; v mentiras. para c!P-
rr:.o3trar que haba :;.do forzado i1pga1n1t=:nte a
nr en d ejrciTO blanco. y gue habi>ndnme fu-
de aO' y a
1
!abz, s;1o Wrl}rcnchdo por !2. no-
ticia de oue el tenla irntnr1n de
:f,/fe pregu::J.t6 cosas. n1ir el
sanorte aue :nc haba envi;:;(o hac:a unos das.
y luego, 'riendo ele buen humor se puso el som:
brero y me invit a acomnaarlo al Mini<t"::rio
de Guerra, que auedaba a poco;; pasos. E! s<>
cretario. coronel Aror:ena, me dijo, era un ami-
go personal suvo. v :-i lor:rbamos verlo tod0 se
Caminando a su lado me sent com-
pletaJ:>ente v otra vez pues en
cirrto sent;do caminaba :woyando !:1 ma1:o sobre
la :;oberbic. me1rna dei l.en Britnico, cuy ru-
no se r;oda provo:::u impu'1ememe. En
"Minster;o C' Guerra fui Pff:sentado por el
ensui a su 2J11go. e1 corc':lel .. 4..rocena. un
dial de cd::-,d. calvo y con un cig-arrillo
entre Jo;; bhios. Escuch con cierto i:cJters v una"
sonrisa l,-erameme incrdula. segn me pareci,
el relato de lo;; malo:; atamientos a que me ha,
h:otn somPtidc oribones rebeldes de Santa
Colom9.. Cu"ndo hube tcrminac!o me exiend;
una 1-:oi<J de pauPl en ! que haba garabateado
unas cuant:1.s palabras, aacliendo: "Torne. io-
\cn amig-o, one ron esto estar tranquilo en
lVfontevideo! Ya I1emos sabido de sus hechos en
Florida ven Rocha. prro no nes proponemos de-
clarar Ya guerra ;, InglatPJTa por su causa".
Ante esas palabras todos ncs echa:c1os a rer:
luego, de guardar en mi bolsillo el pa-
pd con el sacrosanto sello dd Ministerio de
Guerra en el rr.argen, ordenando que no se mo-
}-.JUf,/iERO 10 /FEBRERO 1968
lestase al portador en sus legtimas
nidas, dimos las gracias al amable anciano co-
ronel y nos retiramos. Anduvimos caminando.pr
ah durante una media hora con el c6nsul y
luego nos seTJaramos. Mientras estm1mos juntos
observ que un par de hombres con uniforme
militar se hallaban a cierta distancia de noso
tros. y "hora, regresando a mi casa, not que
me segu:.'l. A poco me alcanzaron y cortsmeno
te me dieron orden de arresto. Me sonre sa=
cando el documento del Ministerio de Guerra,
se lo tend. Parecieron sorprendidos y me lo de->
volvieron excusndose por haberme molestado;
luego me dejaron seguir mi marcha en paz.
En toda esta aventura haba tenido mucha
suerte, como se ve; con todo, no quise atribu!'
mi fcil escapada enteramente a mi buena
te. pues pensaba gue yo haba contribuido gran
demente a la misma con mi prontitud en el
obrar y mi cauacidad de sin prdida de
ti<:n,no'. un relato plz.usible. '" -
Sintindome muy engredo, caminaba por las
c:ot!les <tsoleadas bi,mdiendo alegreraente mi
tn. cua do al voh-er una esquina cerca de
la c:asa cic doa isidora, rne encontr cara a;,
cara con clor: 1-Iilario. Escc encuentro inesperado
nos tom a amhc.s dfsprevenid.m: l retrocedi
dos o tres pasos y se puso tan plido como lo
pcrmi ti era_ el color de su piel. Y o fui el primero
;ecobrarme la sorpr;:sa. Hasta
"<'.bn logre a o dc<:oncertar!c, ,. ademas, sabia
muchas que l i_g-:1oraba. Ji,. resar de :
'1 t 1 ll' ' , ; d , h b'
e es ... a.)a en 1a c1u'--a .. conmigo; y J.,a
tenerlo P.D cuenta, /Of lC que reso1V1 rae
pidamentc tratarlo como amigo. afect2ndo com
?teta iznorancia de los orop:;Jtos que lo haban
trado :1 1'.-fonte'\-idec..
-Don Hilario! .. csted aqu?
]n, ojos que lo \en! --exlam. tomando y esire
ch<tndo su mano _; aparcnt2ndo estar arrebatado
el,, aleQ"ra por el encuento.
Al instante recobr <>u serenidad. v cuando
, pregunt vr doa Dernecria, me ;esp-Jndi,
de \acilar un seg<mrlo. <:Ple se encontra
ha .de rnuv buena salad.
-Veng-a. don Hil?rio! -dije-. Estamos
CPrca d<> la casa de mi ta Isidora. donde estoy
uarando. v nara n un ::rra11 nlflcer
t::lrle mi jer. 1; que se de agra
decerle por sus am:otblidades conmigo en la
estancia.
-Su mujer, don Ricardo? Me quiere de-
cir que est usted casado? -exchm lleno de
pc1:sando que -.-o ya estaba casado con
. . .
-Cmo! ;.No se lo dije antFs? - repli
qu-. Ah! Recuerdo haber hablado de eso a
doa Demetria.. Es raro que eila no se lo hay::;,
ta wted. Mi ya Btaba casado antes de
venir & esta tierra ... Mi mujer es argentina.
:Venga conmigo y tendr oportunidad de ver
Yna hermosa mujer, si es que esto sirve de ali-
ciente.
Indudablemente, don Hilario qued asom-
brado y confundido, pero recobr su mscara
W volvi a mostra..:;e corts, dueo de s mismo
r alerta.
Cuando entramos en la casa lo present a
rloa Isidora, a quien encontramos a nuestro
paso, y lo dej conversando con ella. Me alegr
mucho de esto, pues saba que l aprovechara
1a oportunidad para tratar de descubrir algo de
la locuaz anciana, y que no podra sacarle nada
porque no la habamos dejado penetrar en nues-
tros secretos.
Encontr a Paquita acostada en su habita
cin, haciendo la siesta; y mientras se arreglaba
con sus mejores ropas, segn mis expresos de-
-un vestido de terciopelo negro que des
tacaba mejor que ningn otro su incompara
ble belleza- le expliqu cmo quera que tra
tase a don Hilario. Por supuesto que ella co-
noca quin era y sus antecedentes y que lo odia-
ba de corazn, considerndolo un demonio del
infierno, de cuyo castillo yo haba rescatado a
la desgraciada Demetria; pero lo hice compren-
qer que nuestro plan ms prudente era el de
tratarlo con la mayor cortesa. Consinti de
buena gana, pues las mujeres argentinas pueden
l!er ms agradables y encantadoras que cual
quier otra de la tierra, y a todas las personas
les gusta que les pidan que hagan lo que <:aben
hacer bien.
La cautela sutil de nuestro culebrino hu'-
ped no bast para ocultar a mis atentos ojo-::
que se sorprendi grandemente al ver a Paqut;.
Esta se ubic cerca de l v le habl con el m<5
dulce de los tonos de la n'aturalidad. dicindole
el piacer que le causara mi regresr. y la g-ratitud
que haba experimentado hncia PI y todas la<.
personas de la P>tancia de los PPralta por P]
trato hospitalario que sP. me haha dado. Trd
como yo lo haba pre\isto. don Hilario qtwd
completamente transportado por q Pxoui-;ita
belleza v el encanto de su trato hacia l. Estaba
y se f'sforz por corresponderle, pero
a1 mismo tiempo se hallaba muv perpleio. A
cada instante apareC:1 f'n su rostro la expresin
df'l desconcierto. mientras sus miradas intranoui-
1as asaeteaban aqu v all por la hahit:1cin.
par;1 \-olver siemure como la predestinada ma
riposa dP la poli]] a la llamn de h \'ela. h'l.cia
aquellos bribones oios violf'tas deshordantf's de
::imu!acb hondad 'Fl cnmuortam<'nto clr p.,r.,,it0
rnQ rncantha v ,,.;1, "'"'Praha m1e l ;:nfriPra
TJ:>r mucho tiPmpo ]o< r>[Pctos mtile< deo! VPD;>
no que ella introduca en su ser. Cuando l se
puso en pie para irse, yo estaba seguro de que
la desaparicin de Demetria era en su mente
un misterio ms insluble que nunca. Y como
golpe final de despedida lo invit calurosamente
a que viniera a vernos a menudo mientras si-
guiese en la capital, llegando hasta ofrecerle
un lecho en la casa: al mismo tiempo, Paquita,
que no quera quedarse atrs y se haba afi-
cionado a la diversin, envi por su intermedio
un muy bien dicho carioso mensaje para De-
metria, a quien ya quera y a la que esperaba
tratar personalmente alguna vez.
A los dos das de esta aventura, supe que
don Hilara haba salido de Montevideo. No
caba duda que no haba descubierto nada; sin
embargo, era posible que hubiese dejado a al-
guien para que vigilase la casa, y como Paquita
estaba ansiosa va por regre<:ar a su propio pas,
resolv no dPmorar por ms ti<"rnpo mJf'stra par-
tida.
Yendo al puerto encontr al capitn de una
pequeria goleta que traficaba entre Montevideo
y Buenos AirPs v mf' cnter que pensaba par
tir para e'>te ltimo lugar tres das ms tarde:
trat<' con l para que no' llevara y consegu
tambin que cnminriera Fn recibir a Demt'tria
a bordo en cuanto llesa;;r. Envi al seor Bar-
ker un mensaje pidi-ndolP trajera a su husped
a la ciudad v que la ilev:na dirrctamPnte a
hd
...
d'
or o. sm pasar por m1 -''- o-s os en
las primeras horas de la maana. supe .quP ella
e<taba segura f"n el barco. Habiendo brlado as
al pcaro de don Hibrio. cuyo crneo de ofidio
hubiera aplastado con <"1 pie !ZUstosamente. v
teniendo a{m un da libre por delante. volv de
nuevo al cerro. para tener dPsde all mi ltirr.a
visin de la tiPrra purprFa <'li la que haba
pa-;ack. tantos dhs mPmorahle<.
Cuando me acPrqu6 a b cima del grande
<fi'rro solitario. no admirado la
nfica vista que se rxtt'nda antt' mis ojos: ni
tampoco <"] \iento. que soplaba fresco ciesde d
qtwrido Atlntico, ]oQr rTQoci iarme. ?\fis ojo"
seguan gachos v olrra;;trah:J im pirs como ;;!
e< tuviese cama do. Y sin emh;o r:.ro no era a:;.
prro es que estah recordando que una vez, des
de esta misma altura. haba pronunciado mu-
chas palabras ,anas v tontPras sobre ese pue-
blo ruvo cadcter e historia iqnoraba. Record
tamhi<'n con suma manrura. que mi visita a
esas tierras haha sido la c::usa de grande v
ral \ez duradera pPna a 1111 nohle corazn.
---Cuntas wces - mr dije a m mismo-
m,.. lw arrepPntido de las crueles y desdeosas
n::dhn.' Ci"' diiP a DolNPs Pn nuf'stro ltimo
1
Y :< h0ra. otra \"PZ. "nlf'lvo a cogpr
l:F mf\Jas T"ras y <in madurilr del arrepen-
0..-niento y la expiacin, a humillar en el polvo
mi orgullo insular y a retractarme de todas
cosas injustas que pronunciara antes, sin refle-
xionar, en forma precipitada.
No- es nicamente una caracterstica brit-
nica la de considerar a las personas de otros
pases con cierto desdn, pero tal vez entre no-
ese sentimiento es ms fuerte que en otros,
o se expresa con menos reserva. Permtaseme
ahora que me limpie de esta falta, que es inofen-
siva _y quizs loable en aquellos que se quedan
en casa, y hasta muy natural, puesto que des-
confiar y sentir disgusto por las cosas que nos
:5oi1 lejanas y poco familiares forma parte de
nuestra irracional naturaleza. Permtz_seme. por
ltimo, despojarme de estos \iejos anteojos in
gleses, con armazn de roble y lentes de cuerno,
.v enterrarlos para siempre en este cerro que ha
contemplado por ms de medio siglo las luchas
de un pueblo joven y vacilante contra la agre-
sin extranjera y los enemigos domsticos, y don-
de hace unos pocos meses cant loas a la chi
Ezacin britnica, lamentando que hubiese sido
piantada aqu a fuerza de abundante derrama-
miento -de sangre, para ser nuevamente arran
cada y arrojada al mar. Despus de mis corre
ras por el interior, en h:s que 1le\aba
solamente algunos desvados restos de aquella
antiguamente honrosa supersticin que trataba
de evitar la rns perfecta simpata entre yo v los
nativos con que me juntaba, debo decir que ya
no mantengo aquella opinin. No creo que
este pas hubiese sido conquistado y \uelto a co-
lonizar por los ingleses, y todas las cosas a nues-
tro juicio torcidas podido enderezarse, mis rela
ciones con las !:;entes dellue-ar hubieran tenido
el agreste y delicioso sabor'- que he gozado en
f'llas. Y si este sabor distintivo no puede ser
logrado si par de la prosperidad material re-
sultante de la energ-a anglosajona, quiero ex-
presar mi deseo de que esta tierra co-
nozca esa prosperidad. No quiero ser asesinadn;
nadie lo quiere: y sin embargo, antes que ver
al :westruz y al venado ms all
del. horizonte, al flamenco v al cisne de cuello
neg-ro muertos sobre los lag-os de aQ"uas azules v
al pastor enviado a su rmntica gui-
tarra a los infiernos, como etapas preliminares
de mi propia seguridad, preferira errar de nn
lado a otro, preparado para defender mi Yida
en <;ualquier momento contra el ataque de un
asesino.
,No se vive tan slo con pan, y la ocupacin
britnica no da todo lo que el corazn anhela.
Hasta las mismas bendiciones pueden ser un
azote cuando el gigantesco poder que las con
t?ede ahuyenta de nosotros el tmido espritu de
la Belleza y la Poesa. No es slo porque excita
''"' / FESF1ERO !969
mis sentimientos poticos .por lo que este p.ua
se ha hecho querer de mi corazn. Es la per-
fecta l'epblica: el sentimiento de emancipacin:
que experimenta all el viajero errante que lle>
ga del Viejo Mundo, es indescriptible, dulce r
nnvedoso. Hasta en nuestro pas, con su orga
nizacin excesivamente civilizada, escapamos pe
ridicamente de retorno a la naturaleza; y reso
pirando el aire puro de la montaa y conte!Il"
piando las amplias extensiones del ocano o las
t:erras, advertimos que esto todava representa
mucho para nosotros. Es algo ms que esas seno
saciones corpreas que experimentamos cuando
nos unimos por primera vez con nuestros seo
mejantes en un lugar donde todos son
mente libres e iguales, como aqu. Se me antoja
que oigo exclamar a alguna sabia persona:" No.
no. no! Esa tierra purprea es repblica nada.
ms que de nombre! Su constitucin no es sin01
un malgastado pedazo de papel, su gobierno slo
una oligarqua templada en los asesinatos y las
revoluciones". Es verdad, pero el grupo de ambio
ciosos gobernantes luchando por derribar al con-
trario del poder, no alcanza para hacer des
dichado al pueblo. La constitucin no escrita,
tradicional, ms poderosa que la escrita y no
c-umplida, est en el corazn de todos para ha
rc>r de cada uno un republicano y un hombre
lihre. amante de una libertad difcil de igualar
en parte del mundo. Ni los n:'ismos
bPduinos son tan libres, pues stos rinden una
reverencia y obediencia casi absolutas a su je-
que. Aqu el dueo de muchas leguas de tierra
y de innumerables tropi11as, se sienta a comer-
.con el pastor que tiene a sueldo, pobre y
descalzo. en su rancho lleno de humo, sin di
ferencia. de clase o de casta que los separe; ni
la c-onciencia de ia gran distancia que hay entre
la posicin de cada uno es bastante para en
friar la clida corriente de simpata humana es
tahlecida entre los corazones de los dos hom
hrE's. Cmo refresca el encontrarse con esta
perfecta libertad de relaciones, moderada nada
ms que por la cortesa innata y la nativa gra
c:ia oeculiar<'s de los sudamericanos! Ou caro
bio 'para quien llega de otras donde
rxisten ciases altas v clases ba ia5, cada una con
sus innumerables odiosas subdidsiotles! Para el
que no aspira a mezclarse con la clase superior
a la propia. pero que se estremece ante acti
tud cabizbaja y el porte servil de la clase que
queda debajo! Si esta absoluta igualdad no e!!
compatible con un orden poltico perfecto, yo
personalmente, sentira ver establecer este orden.
Ms todava, de ninguna manera es cierto qu<:J
las comunidades que nos sorprenden ms fre-
cuentemente por los crmenes de_ la desorganic
zacin sean moralmente peores que las dems.
c:AG. 'i2'i
.v. Qm\Widad que no hay muchos cr
Per bajo la.
de 191 il\cas; e@ alg<> que
tQWl \In en ese imperio.
lf la, de tUl estado <fe eosas tan fuera
io xW.t\lrnl efa lil siguknte; el siste;na incaico
ggbierno fgndaba en la doctnna absolu
inil0ua y <;lesatrosa de qge l\ relaein
del m<fividuo el estado er\ la misma que
del nio respecto de sus padres de que su
vida desde la cuna a la tumba deba ser regu
lada. pvr un poder que se le ense a considen:1.r
prcti<:amente omnipresente y to
doPQderoso. En un estado as no poda haber
voluntad individual ni el saludable juego de las
p{l$io:nes, y, por !o tanto, tampoco poda exis
tir el crimen. Cmo admirarse, entonces, q\le
un sistema tan indeciblemente repugnante para
ser que sienta que su voluntad es co-
mo una divinidad obrando en su interior, se
c:!errumhe al primer contacto de la inv;sin ex-
tranjera o de que no haya uejado vestigios de
perniciosa e::.;istrncia en el continente que ha
gobernado? Todo el estado se hallaba, por de
cirlo asi, podrido antes de su disol1cin, y cttan
do se derrumb6 se mezcl con el polvo y fue
olvidado. Antes de ser por Rusia,
:Polonia, pas mal gobernado y sin orgar;incin
la Banda Oriental, no se confundi con
el polvo cuando cay, y el implacable despc6s-
mo ele los zares fue incapaz de aplastar su fier;>
su Voluntad sobrevivi para iluminar
la sombra opresin con sueos consagqclos y
para hacer aferrar con terrible jbilo la da<ri'\
oculta en el pecho. Pero no es necesario salir
de este Continente Verde para ilustrar la verdad
de lo que he dicho. La gente que habla y es-
cribe sobre las desorQ'aniz?das repblicas
mericanas gustan 'l] Brasil, ese grande,
pacfico y progTesista impt:rio, como uH ejemplo
digno d::' Pas ordenado, peFo su
gente est rebosando ha'lta lo8 1ahios tndo vic;o
abominable! Comp".ra<;l
0
;: con e-os afPminacn-;
hijos del ecqador, los orit;ntales son hidalfioS e
la naturaleza. -
Bien puedo a una persona muy
;irtuosa diciendo: "Ay, pobre alma engaac
da! Qu poco vclor podemos asignar a su apa-
rente justificacir de un pueblo sin ley, cuamlo
propia y personai n:.rraoin indica oue la
atmsfera moral q.1e ha estado resplrandn lo
ha corrompido a usted completamente! Ro:!:"a
su propio relato y eneontr:'r oue u;;ted, Ae
acuerdo con nuestros princiryios, ha dP!iw:uido
de Varios monos V f'TI OCa"ione;:. V rn;e
tI3ne P] rlnna;re dr.) .: e'! e
todas las maldades que o realiz".
PAG. 122
o he ledo muchos libros de filosofa,
cuando trat de er filsofo "siempre se meti
de por medio la 'felit;idad", como dijo alguien;
::ockmi3, me ha g-ustadQ t>Stl!diar a los h: 1
]:;-,., a lo" ]ibros; p:e; o n1 los nocas QU' he
},-;,_'::},-y ;m p::saie que rect'eido bien, al que
voy a citar como resp: :;ta a ene !quiera qt:e me
l!a;:le inmoral porque mis pasiones no s-: han
mancenirlo siempre en estado de c!uietud, como
:ra!\!OS la :magen de un poeta su
ciar{lericano- que a los pies del cace
zador oue descansa al mediou<; contra una ro
ca. cf'nsiderai' las perturbaciones
de la mente no como vicios
de la naturaleza humana, sino corno propieda
des de la misma, lo mismo que el calor, las
tormentas, el trueno y otros ms, pertenec'n
a, la atmsfera; todos fenmenos que, aunque
inconvenientes. wn necesarios v tienen causas
fij2s por las c-uales tratamos rle, comprender m
naturaleza, v nuestra mentr encuent>:a tanto
placer en tan cl2.ramente como en co
nocer las cosas que h:dagan los sentidos". Per
n,taseme ronocer lo,, fenmenos incon\'enicnte;;
y las cosz .. que hah'gan los sentidos, y es pro
bz,ble que mi vida, sea m;; saludar)le y feliz Que
la de aqnelbs que pasan 1" Sll)'a en una
ruhorizf'clo-;r por las m.ddaciEs de la natura
kza,
Se dice a menudo que un e,;taoo icied -una
Utopa en la que no exista la locura, el crimen
ni el prsar- produce sobre la mente una fas
cinacin pcrticular. Ahora bien, cuando me en
curntro con alguna falsedad, no me preocupa
quienes son los grandes personajes que la sos:
tienen ni trato de hrcer por que me guste, ni
por creerla, ni por imitar las charlas que sobre
h mi>ma m"ntienen !as personas eie<:rantes. Odio
los sueo1 de '.ma paz pE'rpetua, las maraY
lbs:ts ciudadrs del sol. donde la gante pasa los
tristes v mcntonos ios en m;;ticas contenmh-
c:ones, 'o encut:ntra como los mories 'bu-
en r:ontemplar lo cntinatura!, indecible
mer:':e :epur,.nante; el sueo sin ensueos de };;.
tumb,l e,; ns tolerable p<>ra la mente activa y
sana qm: esa Si el seor Gaudencie
de Luca, mantenindose an ;-ivo graci?s a sus
:rnaraYillosos conocimiPntos de lo3 secretos de
la natural-:za, se me apareciese aou, ahora, en
este c<>rro, para inforwarme que la comunidad.
S" ""-.,da con la que residiera en el Africa Cen
tral no <'ra un sueo. v me ofreciese ilevarme
hasta all, vo deriinar!a ir con l. Prefer:ra
qued21.rme . la Banda Oriental. aunque al
hacerio me fuera conYirtiendo en una pel"'m:.a
t"n rr,'llq como b nr0r 0ue hubiera all.
P' lf' cta ; '\adear rO<; ((' qngre" para Uegar
a la sil!a preoidencial. Pues hasta en n
eUAOERNOS CE
pio pas, Inglaterra, que no es tan perfecto como
<el antiguo Per o .la tierra de Pophar en el
frica Central,. he estado apartado de la na tu
raleza largo tiempo, y ahora, en este suelo
Oriental, cuyos pecados polticos son un escn-
dalo tanto para la pura Inglaterra como para
el impuro Brasil, me he reunido de nuevo con
ella. Por esa razn amo las cenizas de sus muer-
tas generaciones de devotos Al estado con todas
sus Aqu, como Santa Coloma, me arro
dillar y besar estas piedras lo mismo que un
infante besara el seno que lo n.:.tre; aqu, s'n
temer al polvo, lo mismo que John Canid:
fergus, meter las manos dentro de la suelta
tierra morena, para juntarlas all en un apretn,
como si fueran las de la querida madre natu
raleza a la que encontrara despus de larga se-
paracin.
- Adis, hermoso pas de sol y de tannentas,
de virtudes y crmenes; que a Jos invasores q'.:;e
puedan llegar a tu suelo les vaya como a
del pasado y que al cabo te dejen librada a tu!l
propias modalidades; que el caballeresco instin
to de S:.mta Coloma, la pasin de Dolores, la,
amorosa bondad de Candelaria, sigan viviendo
en tus hi ios para iluminar sus vidas con el ro=
manee y la belleza; que la piaga de nuestra do
vilizacin superior no c:::iga nunca sobre tus f!CP
res silvestres, ni el y1,1go de nuestro progreso acoo
Jlare tus pa::tores -despreocupados, airosos y
amantes de la msica como los p iaros- parll>
transformarlos en ios sombros y
pesinos l Viejo Mundo!
CAPITULO XXIX
DE VUELTA A BUENOS AIRES
TODOS los viajeros nos encontramos a bordo
1 al dla siguiente, siendo nosotros los nicos
U"es pasajeros de cmara. Al bajar al saloncito
a Demetria esperndonos, habiendo
mejorado mucho su aspecto gracias al nuevo
vestido, pero estaba plida e inquieta, pues po-
lJiblemente se le haca difc ese primer encuen
iro. dos mujeres se miraron seriamente, pe-
ro Demetria, supongo que para disimular su
. nen-iosidad, haba compuesto su rostro como
dndole una expresin impasible y casi
fra, tal como se mostraba cuando vo la conoc
por primera vez. Paquita se sinti de
modo que despus de algunos saludos ms bien
tibios, l$entaron dicindose lugares comunes.
Hubiera 11ido difcil hallar dos mujeres ms dis
tintas por !U aspecto, carcter, educacin e in
con todo, yo haba esperado que pu
diesen ser amigas, sintindome agudamente chas
quf'ado por los resultados de su primer encuen.
Despus de un rato desagradable nos le
':'antamos. Yo estaba a punto de subir al puente
y ella!! a sus respectivas cabinas, cuando Paqui
ta, sin anuncio alguno de lo que sucedera, es
tall !!bitamente en igrimas y rode con sm
el cuelo de Demetria.
- Oh, querida Demetria, qu triste \'ida
tenido! - exclam.
Eso fue ella misma, tan impulsiva y con el
real instinto para hacer siempre lo que era de-
bido! La otra respondi contenta a su abrazo
y yo me apresur a retirarme, dejndolas besn-
dose y mezclando sus lgrimas.
Cuando lleg al puente vi que ya estbamos
camino, las velas tendidas, mientras un viento
fresco nos llevaba a travs de las opacas aguas
verdosas. Haba cinco pasajeros de proa, tipos
despreciables, con ponchos y sombreros aludos,
haraganeando sobre el puente y fumando; pero
cuando salimos de la baha y el buque comenz
a sacudirse un poco, tiraron prontamente los ci
garros y empezaron a alejarse arrastrndose igno
miniosamente, para ponerse fuera de la vista de
los burlones marineros. Qued uno solo, un vie-
. jo gaucho de aspecto tosco y barba de oso pardo,
quien se mantuvo firme en su asiento de popa,
como si estuviese dispuesto a ver hasta el final
"The Mount". que as. llaman los ingleses a
la bonita ciudad situada :\ los del cerro de
Magallanes. - '
Para tranquilizarme de que ninguno de esoi
individuos hubiera estado siguiendo a Demetria,
pregunt a nuestro capitn, un italiano, quines
eran y cunto haca que se hallaban a bordo,
sintiendo gran alivio al saber que eran fugitivos
-probablemente rebeldes- y que haban
escondidos en el barco desde haca tres o, cua
tro das, esperando el momento de salir de
tevideo.
Al anochecer las aguas se embravecieron mu
cho, y el 'tiento, girando en redondo hada el
sur, sopl muv fuerte v se nos hizo favorable
llevndonos a' travs feo "Mar del Plata":
como insisten en liamarlo los poetas locales, .;;,
pesar de sus ondas malvadas v variables de ccr
lor rojo ladrillo, tan desagrad,ablez a los
navegantes. Paquita y Demetria sufrieron te-
rriblemente, lo que me oblig a permanecer en
ellas mucho tiempo. Imprudentemente les dije
que no se alannaran, que aquelo no era nada,
solamente un mareo, y creo muy de veras que por
un rato, como consecuencia, me aborrecieron
de todo corazn. Por haba
estas escenas atormentadoras y me haba muni.,
do de una botella de champaa. Despus de Qe.
berme dos o tres copas lienas para animarlag.
mostrndoles lo fcil de tomar que es tal me-
dicina, ias convenc para que tomaran e rest.
.Al fin, a eso de las diez de la. noche, comenzaron
a sospechar q:e su enfermedad no era fatal. por'
lo que, vindolas tan mc;oradas, sal a
poco de aire fresco. All, en la popa, segua sen=
tado el viejo gaucho, cuyo aspecto era muv.laz=
tmoso. '
-Buenas noches, v-iejo compaero! di=
je-. (.Quiere fumar un cigarro?
-Patroncito, ust parece tener buen cora=
zn -re?lic moviendo negativamente la cabe-
za ante el ofrecimien!o-. Por el amor de
comgame un poco de caa! Me muero por algo
con qu calentarme adentro y parar mi
que me da vueltas como un tromoo, pero no
he podido conseguir nada de esoo' extranjeros
brutos, que hablan sin que nadie los entienda ..
- Cmo no, amigo! - le dije, y yendo en
busca del capitn consegu un frasco de medio
litro.
n 'riej@ prendle :rwl manos al mismo y 'Deo
bi6 un largo trago con visible placer.
-Ah! -dijo, palmeando primero la bote-
lla y despus su estmago-. Esto da nueva
vida al hombre! Este viaje no va a terminar
nunca, patrn? Cuando estoy a caballo me pue-
do olvidar de que soy viejo, pero estas olas mal
ditas me traen el recuerdo de que ya he vivido
mucho.
Encend mi ciga-rro y me sent a hablar con
l.
-Ah, para ustedes, los extranjeros, todo es
siempre lo mismo. . . ya sea en tierra o en el
agua! -continu--. Ustedes hasta pueden fu
mar. :. Qu cabeza tranquila y que buen es-
tmago deben tener! Pero lo que ms intriga,
5eor, es esto: Cmo es que ust, un extran-
jero, viaja con dos seoras nativas? Ah tiene
ahora a esa hermosa joven seora de ojos vio
; quin podr ser?
-Es mi mujer, viejo -dije riendo, algo di
vertido uor su curiosidad.
-Ah! Estonces est casado? Y tan jo
ven! Su muier es hf'rmosa, graciosa, bif'n edu-
cada, sin duda la hiia de padres ricos, pero ce-
licada, delicada, seor; y a1::n da no muv le-
j?no. . . Pero a ou presa_giarle tristezas a un
corazn contento? Hay una cosa que no conoz-
co. seor: su cara: no rae recufrda las acciones
de ninguna familia oriental que yo conozca.
-Eso se explica fcilmPnte sorpren
dido por su perspicacia--. Es argentina y no de
familia oriental.
- Ah! Eso lo explica todo -dijo tomando
otro 'largo trago- .Pero sobre la otra seora
que va con usted, yo no necesito preguntarle de
quin se trata.
-;Cmo? es ella?
-Una Peralta, si es que jams hubo una
-contest con seguridad.
Su respuesta inquiet mg que un poco,
porque despus de tod?s mis preocupaciones, es-
te viejo tai vez haba sido enviado para seguir
a Demetria.
-S - continu diciendo con evidente orgu-
llo por su conocimiento de las familia' y fac-
ciones, lo que al mismo tiempo alivi mis sos-
pechas-, una Peralta, y no una :tv!ad2ria:;a. no
una Snchez. o una Zelaya o una Ibarra. ; No
voy a reconocer a un Peralta en cuanto lo vea?,
-y ri desdeosamente ante lo absurdo de esa
idea.
- Dgame! -pregunt-. C6mo reconoce
usted a un Peralta?
-Qu pregunta! - e}(clam-. Usted es
un francs o un alemn del otro lado del mar y
:no entiendt- de estas cosas. llevado ar-
mas al servicio de mi tierra durante cuai:enta
aos y no" voy a conocer a un Peraltar Aquip
en la tierra, estn conmigo; si voy al cielo los
encontrar all, y tambin los voy a ver en el
infierno. Cundo habr cargado en lo ms reo
cio de la pelea que no me haya encontrado con
Peralta por delante? Pero estoy hablando de
tiempos pasados, seor; porque ahora yo tambin
soy como aquellos que se dejaron olvidados en
el campo de batalla ... dejados para pastos de
buitres y zorros. Pero a esos ya no los va a en
centrar caminando por el mundo; solamente
encontrar sus huesos donde los hombres se ha
yan acometido sable en mano. Ah, amigo! -y
al llegar aou el viejo guerrero tom otro trago
de la botella.
-Pero no es posible que todos estn muer-
tos -dije- si, como usted imagina, la seor:
que vi a ia conmigo es una Peralta.
-Cmo yo imagino? - repiti desdeo
samente-. Acaso no s de qu estoy hablando,
seor? Eilos estn muertos, le digo. . . Muertos
como el pas2do; muertos como la independencia
orient;' l y como su honor. Es q:1e no entr en
pelea en Gil de los i\fdanos con el ltimo
lo> Peralta, C:o.Exto, cuando recibi su bautis
mo de sangre? Tena quince aos, seor, so
lamente uuince c:.ando se lanz a la pe
lea a todo galone! Poroue tena el cor<zn 2:ni
,_, : ll' , ' 1
mmo, bravura en el espmtu y una mano rap-ca
para pegar, corr.o un Peralta! Y despus de
la lucha. nue,;tro coronel, Santa Coioma. al que
mnaron ios otros das en San Pablo, abraz al
muchacho frente a todas las tropas. Ahora esti
mmTto, 3eor, y con Calixto la csa df
los Peralta.
-; Entor1ces usted conoci a Santa Colorn:c?
-di1e,::_-. Pero usted est equivocado, no ha
muerto en San Pablo, pues lozr esc2par.
-As dicen ellos ... los ignorntes -contes
t-:-, pero muerto. porqu; l .amaba a su
v todos los que eran as1 n:uertos
hubiera P'Jdido escaparse?
- -Y vo le digo qve no muerto -re pe-
mort1t1C
00
0
1
0 por <tl t. P"" .... p;:.n:i""t'
!l . '- ._J ' .. ' . " ' . '.
):o taml-,;'n lo conoC1, vleJO, y estuve con el
en San Pablo.
-Seor -di ;o-, no me ru:.t8 bromear con
estas cosas. Hablemos de otras, lo que qui<iera
es qu est ,haciendo la
Cahxto. ; P0 que abandono su p?,IS r
Al no recihir respuesta sigui dicifndo:
-No recibi sus propi0dades? S. e." vel."
dar!. una gran est?ncia err.pohrer.ida, arruDada,
si ust lo prPfiere. pero df cualqu!er modn un<ll
gran extenoin de Cuando su;;
va no le tienen miedo a ust. r!ejan de
guirlo. Un anciano quebrantado, que ha pero
([ido la razn., ,
9
seguramente que no lo van :1
No, no; ella se va. _ael pa. por iOtra
ea usa. . S, tiene que haber alguna conspirdn
particular contra ella; tal vez algn intento de
iea:rla de su casa o de matarla para quedarse
eon la propiedad. Es claro que en ese caso esca
para a Buenos Aires busca de proteccin.
porque all hay alguien de su misma sangre ca
paz de protegerla a ella y sus bienes.
Yo estaba sorprendido al escucharlo, pero sus
ltimas palabras eran todo un misterio para m.
-No hay nadie en Buenos Aires que pueda
protegerla -dije-; solamente yo estar, como
aqu, para escudarla, y si como usted piensa,
ella tiene un enemigo, tendr que contar conmi-
go. . . Uno que, como el Calixto de que usted
hablaba, tambin tiene mano rpida para gol-
j:"ear.
-As habla el corazn de un blanco! -ex-
clam: asindome del brazo, y luego como el
barco diera un vaivn, casi me arrastra al suelo
en su esfuerzo por mantenerse firme. Despus
rle otro sorbo de caa, sigui diciendo.
-Pero quin es ust, seor, si mi pregunta
:no es impertinente? Tiene ust plata, influen
cas y amigos poderosos para tomar sobre sus
hombros la defema de esa mujer? Tiene
la fuerza para desbaratar y aplastar a su ene-
o enemigos, para proteger no slo su per-
sino su puropiedad, que en su ausencia ;er
presa de ladrones?
-Y quin es usted, viejo, y por qu me
pregunta todas esas cosas? -repliqu al verme
bcapaz de contestar satisfactoriamente siquiera
una ele sus penetrantes preguntas-. Y quitn es
esa poderosa persona que vive en Buenos Aires,
que tien.e alg? cJ. su. en sus venas, pero
cuya ex1stenc1a ella 1gnora r
-Sacudi silenciosamente la cabeza, v luego
procedi deliberadamente a s-acar v
un cigarrillo. Fum con plcido gzo, lo que
mr: hizo pensar que el haber rehusado aceptar-
me un cigarro y sus amargas quejas sobre los
efectos del b)1anceo del barco haban sido nada
ms que un2. forma de conseguir de m una
botella de caa. Sin duda era veterano en ms
de un sentido, y ahora, viendo que yo no le
dira ningn secreto ms, rehusaba contestar
ninguna pregunta. Temiendo haberle dicho im-
prudentemente demasiado, lo dej solo y me
retir a mi litera.
A la maana siguiente llegarnos a Buenos
Aires y echamos l ancla a una media legua de
la costa, pues eso era lo ms cerca que poda
mos aproxjnarnos. A poco fuimos abordados
por un oficial de Aduana, y durante un tiempo
estuve ocupado en hacer sacar nuestro equipaje
y tratando con el capitn para que nos llevara.
;a la orilla. Cuando termin estos preparativos
me sorprend grandemente al ver al astuto
soldado con ouien haba hablado la noche antc.-
rior, sentado 'en el bote del oficial de Aduana.
bote que empezaba a alejarse del costado del
barco. Demetria haba estado mirando cuand!'
el viejo dej el barco y ahora se acercaba :;, mi
presa de gran excitacin.
- -Ricaurdo -dijo--, observ usted al hom
bre que viaj con nosotros y que acaba de ir<:f!
<"n el bote? Es Santa Coloma.
-Oh, es absurdo! -exclam-. He habla-
do con ese vi-ejo, anoche mismo, durante una
hora. . . Es un viejo de barba canosa que no se
parece 2. Santa Coloma m{,s que este marinero.
--Yo s que estoy en lo cierto -repiic--.
Ei general visit a mi padre en ia estancia y lo
conozco bien. Ahora est disfrazado como si fue
ra un paisano, pero cuando subi a la borda
para bajar, al bote, I?e mir? de lleno a, la
lo reconoCl v me sobresalte: entonces el sonno
al ver que ; haba reconocido.
El mismo hecho de que ese 1iejo de aspecto
comn hubiese ido a tierra en el bote del oficia!
de Aduana probaba que era una persona de
categora que se haba disfrazado. por lo
no pude, dudar de q:1e te;la
1-1e sent1 sumamcntf tasndiado conm1:zo E11Smo
por no haber descubierto su disfraz, pues a!e:o
del viejo estilo de 2\farcos :varc. transparenta
do en el habla;, podra muv bien l12berme re-
velado su identidad si mi agc.tdeza hubiese estad0
despit>rta. Tambin me h::dlabo. muv preocupado
por Demctra, pues al parPcer \"0 no haba ave-
riQ""u?do algo a su resptcto oue hubiera renrf?-
sentado una ventaja para .. ::Ve sFnta
gsmzado de tener que contarle de eso. convf'rs:F
cin sobre un po.riente suyo en Dut'nos Aires,
p-:ro resoh trat;;r de hallar 2.
ta ColOn1a para con':f'!::tt!ir me dijese lo que F1
saba.
Despus de deseinLarcar puSirnos nuestros
pocos equipajes en ur: coche v fuimos llevados
a un en la crJJe L:ma. un poco ::partado
v por un alFrnn: p::ro. yo saba que
un tranquilo: , .. r de precios
muv moderados.
.A.. eso de la:;; cinco de la tarde estbamos
todos juntos en la :::ah dPi primer pi:::o mir?ndo
hacia la calle de<;de una wntana, cuando un
elegante carruaje en el que se hallaban un caba-
llero y dos jvenes damas. se detuvo frente a a
puerta.
- -Oh, Ricardo! --exclam Paquita llena de
excitacin-. Es dJn Pantalen Villave:-de, con
sus hijas. v estn ha iando del coche!
-2 Quin es Villa verde? -pregunt.
--;Cmo, no lo sabes? Es iuez de primera
instancia y sus hijas son mis queridas ami-
et..JP,.DERNOS Df:! 'fiARCHA
sas. No ram encontrarlos de este modo?
Oh, debo verlos para preguntar por pap y roa-
mita! -y aqu se ech a llorar.
El mozo sub; con una tarjeta del seor Vi-
Ibx-rde, solicitand0 entrevista con la seii.o
lita Peralta.
Dc:metria, que hab!a estado intentando ca-
mar la intensa excitacin de Paquita e infundlde
un poco de nimo, se sorprendi hasta el punto
de no peder contestu; pero en ua irist::-nte los
visitantes <>e bdb.ban en la habitacin. P aouita
se puso de pie, llorc.sa y temblando: d"spus,
5US dos aniQ"as. luea;-o de mirarla un
momento, lanzaron un de sorpresa y se
en tL zos; por un rato las tres
quedaron estrechadas en un abrazo triangular.
Cuando la excitacin de ese tempestuoso
encuentro se hubo aplacado. el scftor Vila\'erde,
qwo. permaneci mir:<-mdo cara gran e im
l;:'sible, se diri-:ri a Den1etr:a, dicir>do!e que su
,iejo amigo. el gtnenl Santa, C.>io:r,a. le acaba
ba. de informar .que ella h<:ba llec;;ado a duenos
Aires y dd hoce! er, que parahs. Probablemente
i:znc,raba qui. era L era un
:,uvo; su madre Pla una Peralta, prima
de su des;zTac;ado pacrre, el cororw!
P"Cr2lta. Haba n:nid'l a ,erb. ::'tC0:11pzado de
sus hi ias. i'l\itaria a cue hiciera su va ;;e
ca:;a clur:ante el t;er1po en
Buenos _\!rf:s. tam-hin' Pn
a:;:untosA lo que, le s{l an1lgo
el gene aL se hallaban al:;: o enredados. Term;n(,
diciendo que tena mnchos amigos influyentes
en la hern1ana: quienes estaran prontos
para ayudarlo en ordenar las cc.sas.
Demetria. recohr;indose de la nep.iosidad su-
al _encontarse con .;-migos _ntimo:;
ce l"auui ta tuer:1n 1)rop1os v1snantes. le agra-
1 , ' l ... ' '-
aec1o calu!osa;-.ente \' acept el orecl!mento de
su casa v aqda: luego, con tranquila dignidad
dominio de s mi;;ma. que difcilmente se hu
esneraclo .:n una iove:n que por primt>ra
vez en su ;:ida ::e hal13ba entre personas ele
g:ontes, salud6 a las urimas oue recin :onoca
y les <'tgradeci la vi,ita.
Como insistieran en lle\'arse a Demetria con
ellos sin demora, sta no; de; para preparar las
cosas, mientras Paquita quedaba conversando
con ;us amigas. a que tantas cosas que
preguntar. Se consuma de ansiedad por se>.ber
cmo su familia, especialmente su padre, que
impona la ley en el hogar, consideraba ahora,
despus de tantos mesEs, su fuga y casamiento
conmigo. Sus amigas, sin embargo, o no saban
nada o no ouisieron decrselo.
Pobre Demetrir:! Sin tiempo para reflexio-
nar, haba decidido inmediatamente el curso ms
1>ensato, aceptando el ofrecimiento de su influ
fO/FESRE;:RQ 1.::68
yente Y circunspecto pariente; pero se le h.ada,
difcil separarse de sus amigos tan inesperada
mente, y preparada para partir.
la separacin la afect severamente .. Se despidil$
de Paouita con lgri.t-nas en los ojos, pero cua."':'
do mi las suvas, sus temblo:':'{p
sos lacios se rehusaron a habhr durante unos
in-;antes. Sohreponinclose con gran esfuerzo,
dio al fin, a los visitantes:
- fuga de aquella triste y peligrosa si
macin y el placer de halarme aqu, entre
parientes. se fe debe a este amigo que
;_m hermano para m. El seor Vilaverde;
escuch e inc:in la cabeza en mi di:.eccin, pe:ro
sin suanzar su expresin cam2. y severa, al p.a%
que sus ros oios gr:se:: uareclan mirar atra-
vesndome, hacia algo qu; estaba detrs de mL
Su actitud conmigo me hizo experimentar
es
1
Jecie de desespe'racin, pues cju absoluta de
b?, ser la desaprobacin de mi conducta ?. fu
garme coro la hia df: su amigo y eun g
su indignacin contra n;., que le ;mpedan diri$
:;:irme una sonrisa o una palabra de agradec
mie?to por_ todo lo que yo ;nba hecho Sti
panental \ eso era nada mas Qllf un releo Gi
b indignacin de mi suegro. . .
Bajamos hasta el carruaje para verlos pat
tir, y hallndome por un instante al lado rie t:na.
de bs jnnes, intr:nt 2'eriquar aLzo por m
1TI1Sill0.
-Le ruego. -le di ie-_ que n1e lE*
forme soore (c . . Qt:e sabe de mi s{lr::rro. Si se trata
de aigo muv seiio le nrometo no clecir una
bra mi es r.1ejor gu" vo s<"p?i.
Yerdad antes de con :J. .
t:na nube cubri su cbro ,. expresivo rostro,
;;.] tiempo que iar1zaba una ojc:ada an<io'<a a
Paquita: inclinndose hacia mL ;:usurr6:
- Ay, mi amigo, l e;, wplacablc! Lo sien
ro tanto por Paquita! -Y luego aadi. con
una sonrisa de irrefrenabk ro(]uett'ra--: Y por
usted.
El carrua ie se alej v los ojos de Demetria
miraron atrs, llen;s de lgT;mas, pero en
ios del seor Villa\'erde, que tambin mir ha
ca atrs, h2.ba una expresin que no :1uguraba
nada bueno para mi futuro. Tal >:ez su
miento era natural. pues era padre de de-s
muy lindas.
Implacable! Y ahora no haba entre noso
tros un m2r de plata ni de color ladrillo que nos
separase! Al regresar me haba sujetado a las
leyes que haba roto al casarme con una joven
menor de edad y sin el consentimiento paterno,
La persona que en Inglaterra se fuga con una
menor bajo tutela, no falta a la ley ms que lo
haba hecho vo. Estaba en su derecho, ahora, que
yo fuera castigado, de hacerme encarcelar
tiempo indefinido, y si nor pudiese aplastar m.i
t- pritu podra, por lo menos, romper el corazn
u ~ su desdichada hija. Aquellos salvajes y tur-
bulentos das pasados en la tierra purprea se
aparecian ahora a mi mente como das de paz
y felicidad, y los de amargura y sin placer re-
cin estaban a la vista. Implacable!
Levantando sbitamente la vista, v-i que los
ojos violetas de Paquita, llenos de aprensiva3
p:regu..'ltas, estaban fijos en m
-Dime la verdad, Ricardo! Qu has odo?
-pregunt.
~ f e sonre forzadamente \' tomando su mano
le asegur no haber odo n ~ d que pudiera in-
tr:;mquilizarla.
-Ven, vamos a prepararnos para salir de la
ciudad maana mismo. V oh-eremos ai punto de
partida ... , la estancia de tu padre, pues cuanto
antes se efecte el encuentro en que ests pen-
sando tan amio'lamente, tanto mejor ser para
todoo;.
CAPITULO:
I.
II.
III.
IV.
V.
VI.
VII.
VIII.
IX.
X.
XI.
XII.
XIII.
XIV.
XV.
XVI.
XVII.
XVIII.
XIX.
XX.
XXI.
XXII.
XXIII.
XXIV.
XXV.
XXVI.
XXVII.
XXVIII.
XXIX.
IN DICE
Vagando por la Moderna Troya
Ranchos y corazones gauchos
Materia para un idilio .
La Estancia de la Virgen de los Desamparados
U na colonia de caballeros ingleses
Tormenta en la colonia
El amor por lo bello
Manuel, llamado tambin "El Zorro"
El botnico y el paisano
Asuntos relacionados con la repblica
La mujer y la serpiente.
Los muchachos en el monte
Ladridos de perros y gritos de rebeldes
Creaciones de la fantasa: las muchachas del Yi
Cuando suena la trompa guerrera
Romntica historia de una flor inmaculada
Pasin versus patriotismo
Descansa en tu roca, Andrmeda!
Cuentos de la Tierra Purprea
Regalos macabros
Libertad y mugre
1.J na corona de ortigas
La bandera colorada de la victoria
El misterio de la mariposa verde
Lbrame de mi enemigo
Tres pecadores y ella bajo llave
Fuga nocturna
Adis a la Tierra Purprea
De vuelta a Buenos Aires
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PROXIMAS NOVEDADES
OBRAS COMPLETAS DE JAVIER DE VIANA
(tres primeros volmenes) BREVIARIO ARTIGUISTA
por Jos M. Tr a i be 1 EL U R U G U A V E N O U E
VIVIMOS (l900-1968) por Roque Faraone
ACTO o,E HUMOR, seleccin y prlogo de ~ o r g ~ .
Sclavo PAJA HRAV , y Trelles SU .
MAJESTAD. rlogo de
Eduar
.
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