(Alberto Escobar - Jose Matos Mar - Giorgio Albert
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PERU PROBLEMA
Per
pas bilinge?
ALBERTO ESCOBAR JOSE MATOS MAR GIORGIO ALBERTI
Coleccin dirigida por JOS MATOS MAR Director del Instituto de Estudios Peruanos
@ IEP ediciones Horacio Urteaga 694, Lima 11 Telf. 32-3070 / 24-4856 Impreso en el Per 1edicin, agosto 1975
Contenido Presentacin Introduccin 1. Ideologa y realidad 2. Cultura, sociedad y lengua a. Qu es la lengua y cmo funciona? La lengua y el hablante Del bilingismo individual al multilingismo colectivo Sociedad multilinge b. Lengua, sociedad y cultura en el Per 3. Qu significa la oficializacin del quechua? Marco legal 1. Unificar o dividir? 2. Es el quechua una lengua inferior? 3. La oficializacin del quechua transtornar los planes de enseanza? 4. Las variaciones dialectales del quechua impiden una lengua comn? 79 74
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5. Se va a inventar un alfabeto quechua? 6. Qu quechua se ha oficializado? 7. Podemos pagar el precio de ser un pas bilinge? 8. Para qu el bilingismo si la castella nizacin es creciente? 9. No es sta una ley precipitada? 4. Tareas y perspectivas Planeamiento lingstico Los caminos de la educacin bilinge Educacin en reas bilinges El quechua y la poltica cultural 5. El reto del Per bilinge Apndice Bibliografa
Presentacin
Una de las principales preocupaciones del lnstituto de Estudios Peruanos ha sido y es contribuir al esclarecimiento de los problemas que afectan al mundo rural del pas. En ese sentido, hemos estudiado las varias formas de organizacin social del campesinado peruano desde una perspectiva que vincula los cambios en su estructura interna con las transformaciones que se operan en la organizacin del poder a nivel regional y nacional. Entre otros hechos, hemos examinado especficamente aspectos de la educacin rural, del multilingismo y la marginacin de los hablantes de lenguas minoritarias del Per. De all que, frente a la promulgacin de la ley que oficializa el quechua, el Instituto de Estudios Peruanos siente el compromiso de participar en el debate pblico y aportar sus puntos de vista para el mejor logro de la implementacin de una ley que bien puede servir a la constitucin de una efectiva identidad nacional. Por la naturaleza del desafo que plantea la ley y por las reacciones ideologizadas que suscita, estamos persuadidos que un anlisis sistemtico que confronte los niveles de realidad e ideologa es un planteo acertado para ubicar el significado de las metas propuestas y de las acciones que se asuman para llegar a ellas. Al hacerlo, quisiramos contribuir al mejor xito de una de las disposiciones ms audaces y difciles dictadas por el actual gobierno.
Introduccin
LA OFICIALIZACIN del quechua ha proyectado a escala nacional un problema que hasta ahora se tena como exclusivo de reducidos grupos de especialistas, quienes lo debatan fundamentalmente a nivel lingstico y educativo. Pero, al mismo tiempo, al convertirse en elemento de debate pblico nacional, ha hecho aflorar repentinamente una serie de reacciones que muestran la heterogeneidad ideolgica que, a partir del idioma, se revela subyacente en los distintos sectores de nuestra sociedad. Igualmente, ha sido motivo para una reflexin sobre la sociedad peruana y sobre el status que cada individuo tiene, o se asigna a s mismo y a los dems. Esto es debido a que una medida tan radical como la oficializacin del quechua afecta el meollo de la estructura valorativa que legitimaba el ordenamiento tradicional del Per, es decir el sentimiento de superioridad que caracterizaba a un reducido sector urbano, fundamentalmente limeo e hispanohablante, que siempre haba de tentado el poder poltico y econmico del pas. Fenmeno que era acompaado por la marginacin y la definicin de inferioridad de las grandes mayoras, sobre todo rurales y hablante s de lenguas vernculas. La resistencia a admitir que la oficializacin del que-
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chua va en contra de valores tradicionales y no cuestionados ha puesto al descubierto la manera en que individuos y grupos, con distintos intereses, suelen interpretar los hechos sociales slo en funcin de predeterminadas ideologas, tergiversando la realidad y racionalizando sus puntos de vista para defender sus privilegios. Esta ideologizacin es prueba palpable de la persistencia de estructuras valorativas elitistas y discriminatorias que se han ido desarrollando a lo largo de la dominacin colonial y consolidando posteriormente durante la Repblica. Para quienes reaccionan de esta manena, el dispositivo legal conducira al retroceso de la evolucin dcl pas hacia una situacin culturalmente inferior. Pero, paradjicamente, esta actitud ideologizada, aunque opuesta, ocurre tambin entre quienes, defendiendo y aceptando el nuevo dispositivo legal, adoptan una posicin ingenua. Para stos, la ley significara, de hecho, la conversin del Per a una situacin de bilingismo y, consecuentemente, la obtencin de una homogeneidad social en la que "todos somos iguales". Ambas posiciones, aunque divergentes y opuestas, tienen algo en comn: constituyen una visin ideologizada de la realidad y, por lo mismo, una interpretacin parcial y distorsionada de lo que realmente es. El hecho cierto es que todava no somos bilinges ni socialmente homogneos. Pero tampoco la oficializacin del quechua motiva el retroceso de la sociedad peruana. Comprender, en su verdadera dimensin, lo que el quechua significa como nueva lengua oficial demanda que se examine el punto a la luz de la articulacin dialctica que se da entre estructura socio-conmica o rea1idad, por un lado, y superestructura o ideologa, por otro. Tarea, por otra parte, de gran empeo cuyo tratamiento escapa a los fines inmediatos que nos hemos
Introduccin
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propuesto con estas pginas. En el Per el tema de la relacin dialctica entre ideologa y estructura no puede ser abordado con la profundidad que merece por la ausencia de serias investigaciones que histricamente den cuenta de su evolucin. A pesar de ello, vale la pena esbozar hipotticamente un marco interpretativo que pueda conducir a la comprensin y ubicacin del fenmeno del quechua dentro de los parmetros que nos hemos propuesto.
1.
Ideologa y realidad
EL PROCESO HISTRICO del Per contemporneo no puede ser entendido sin considerar la fractura que se produce en el momento de la conquista espaola, cuando por la fuerza se superpone una determinada estructuracin socioeconmica sobre una base cultural que no encajaba con ella. De all se origin un largo proceso de tensiones y contradicciones, en el que los grupos dominantes aprovecharon su posicin de poder monoplico para emprender una persistente tarea de desestructuracin de la sociedad nativa y, como consecuencia, el desmantelamiento de su cultura, a fin de poder controlada y adecuada al nuevo sistema econmico impuesto desde Espaa. As surge el primer intento, despus de la conquista, de legitimar el nuevo orden colonial que se estableca en el Per. Es decir, mientras que las armas y las tcnicas a disposicin del europeo fueron decisivas para sojuzgar inicialmente a las poblaciones nativas, la prdica ideolgicoreligiosa, manifiesta sobre todo en el inculcamiento de la superioridad del europeo frente al indgena y la misin salvadora del primero, fue utilizada para justificar y racionalizar la conquista. All se observa, pues, el reconocimiento por el conquistador de la importancia de acompaar determinados cambios en la estructura de las relaciones socia
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les con la reorganizacin valorativa de las bases de legitimacin social. Pero es importante destacar que la prdica ideolgica cumple un doble propsito: por una parte, como hemos dicho antes, trata de justificar la conquista en la percepcin de los vencidos; por otra parte se convierte en su razn de ser, en la medida en que otorga al conquistador el convencimiento que la motivacin ltima de su quehacer poltico es la incorporacin al mundo "civilizado" de masas que, hasta entonces, por ignorancia perduraron en una situacin calificada de "barbarie". La realidad de una conquista poltica que serva a los intereses de expansin de la clase dominante espaola del siglo XVI, la Corte, se vea enmarcada en una ideologa de recuperacin, adoctrinamiento y salvacin de la sociedad andina conquistada. ) Por otra parte, las grandes masas marginadas; mostrando una notable resistencia a la opresin colonial, preservaron en determinados reductos sociales y espaciales rasgos culturales definidos que superviven no slo a lo largo de la colonia, sino hasta el presente. Entre ellos sus lenguas nativas. Pero, por efecto de la dominacin colonial, su evolucin cultural se vio no slo detenida sino encapsulada. Desde el punto de vista de la relacin entre estructura e ideologa, la etapa colonial puede ser entonces caracterizada, grosso modo, por tres hechos fundamentales: 1. la insercin de una estructura socio-econmica en un cuerpo cultural ajeno a ella; 2. el esfuerzo del colonizador por permear ese cuerpo cultural a fin de lograr la legtimacin de su dominio; y, 3. la resistencia pasiva y el auto-retraimiento en algunos momentos, y la rebelin en otros, de sectores masivos de la poblacin conquistada a fin de contrarrestar el xito de los esfuerzos del colonizador.
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En el siglo XIX, al producirse la independencia de Espaa, se introduce un hecho nuevo: el establecimiento de un Estado que asume el control de su territorio, no por mandato de una potencia externa sino como representacin de una sociedad jurdicamente independiente. Pero, al igual que antes, persistiran aunque bajo nuevas modalides, las mismas contradicciones entre un Estado, como instrumento de dominacin de unos pocos, y una sociedad que, al permanecer desarticulada y oprimida, nunca aceptara como legtima la imposicin y el control del primero. Esta fractura entre Estado y sociedad impidi que el pas se consolidara como nacin. La presencia en el territorio nacional de una gran masa de poblacin para algunos explotada, para otros no aculturada, y para otros aun inferior y no recuperable, y adems analfabeta, incomunicada por la utilizacin de su lengua verncula, con orientacin circunscrita a acciones locales y a lo sumo regionales, y desprovista de una conciencia nacional, dio lugar a un largo debate ideolgico que en s mostraba la desarticulacin de la sociedad peruana. El examen de las reacciones frente a la oficializacin del quechua, como dcadas atrs las querellas acerca del indigenismo, revela que dicha desarticulacin sigue, an hoy, vigente. Aproximadamente a principios de siglo, con la penetracin del capital extranjero para la extraccin de minerales y produccin de azcar y algodn, la estructura econmico-social del pas sufri una modificacin notable. Desde un punto de vista poltico, este ingreso directo de las inversiones extranjeras produjo el desplazamiento de los grupos oligrquicos regionales y favoreci la emergencia poltica de una fraccin de la clase dominante vinculada al desarrollo de los enclaves, debido a que stos le permitiran lograr una mayor capitalizacin y de esta manera afianzar su poder. La emergente fraccin oligrquica, al capturar el apa
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rato estatal, logr consolidar su hegemona y con ello una mayor centralizacin poltica a travs de la expansin de la burocracia (Alberti y Cotler 1972: 21). La formacin de los enclaves econmicos, que en parte utilizaron mano de obra procedente de la sierra por el sistema de enganche, determin una mayor penetracin de formas culturales urbanas, comprendida la lengua, y releg an ms el uso de la lengua verncula, haciendo sentir la necesidad de aprender el idioma castellano como medio de incorporacin individual ventajosa a la mecnica alentada por los enclaves. Hasta ms o menos los inicios de los aos 30, la dominacin oligrquica, al utilizar un Estado con mayores recursos econmicos, intenta penetrar ideolgicamente dentro de la cultura tradicional de las masas marginadas, que por intermedio de mltiples procesos se haban visto afectadas por la modernizacin en curso. En este intento la educacin jug un papel de particular importancia. Ella se basaba sobre una visin elitista, autoritaria y jerrquica de la sociedad, que presupona la inculcacin de valores discriminatorios tendientes a justificar el sistema vigente de estratificacin social. Consecuentemente la presencia del quechua no fue reconocida (Paulston 1971). Sin embargo, en la dcada del 20 al 30 ocurri un hecho paradjico: exactamente cuando el Estado oligrquico desarrollaba su capacidad para difundir la ideologa dominante, el ritmo de cambios en la estructura social y el aparato productivo del pas empezaron a dar origen al surgimiento de ideologas antioligrquicas, con el consiguiente redescubrimiento del mundo andino por las corrientes indigenistas que comenzaron a diseminarse a travs del territorio nacional. En efecto, la consolidacin de los enclaves azucareros y mineros, as como la explotacin algodonera, hicieron posible la formacin de un proletariado procedente en
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gran parte de sus reas aledaas y proveniente de diferentes grupos sociales rurales desplazados de sus posiciones originales (Albertj y CotIer 1972: 22; Klarn 1970). El proceso de cambio rural que arranc de esta situacin produjo la intensificacin de las migraciones y de los contactos rural-urbanos que propagaron nuevos estmulos y crearon la percepcin de nuevas alternativas ocupacionales en reas hasta entonces relativamente aisladas del resto del pas. Simultneamente con este fenmeno ocurri, en forma ininterrumpida, un proceso de urbanizacin que signific el incremento de la demanda de artculos alimenticios, lo que, a su vez, condujo a la recomposicin de la propiedad rural y al cambio de la estructura de produccin (Alberti y CotIer 1972: 22; Chevalier 1966). Se intensific as el contacto comercial ruralurbano favorecido por la nueva infraestructura vial, propiciada por el gobierno de Legua. Todos estos factores dieron lugar a una diversificacin ocupacional que afect las bases de la estructura social y poltica vigente, y agrav la comunicacin lingstica en lenguas vernaculares, la que era juzgada no funcional en la nueva coyuntura econmica por los incipientes procesos de deculturacin y alienacin. Todo ello puso en marcha distintos procesos de reorganizacin social y, finalmente, dio lugar a la constitucin de nuevos grupos con nuevos intereses. Debido a la reestructuracin social en curso, los sectores populares emergentes, en asociacin con grupos de intelectuales radicalizados, avanzaron parcialmente en la articulacin de sus intereses especficos, proponiendo un replanteo de las bases de la organizacin social (Vasconi 1967). Fue en estas condiciones que surgieron organizaciones sindicales y polticas de carcter popular, tales como el Partido Comunista Peruano, el Partido Aprista, la Confederacin de Trabajadores del Per, que actuando en forma autnoma en relacin a la clase dominante constituyeron un factor precipitante
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del enfrentamiento entre las clases y sus respectivas ideologas. El cuestionamiento del Estado oligrquico, iniciado alrededor de 1930, puso de manifiesto la crisis de la autoridad tradicional y la precariedad del poder de las clases dominantes (Alberti y Cotler 1972: 23-24). Es as como los cambios socioeconmicos, en lugar de permitir el ajuste entre ideologa y estructura, rebasaron los lmites impuestos por la primera y generaron un movimiento ideolgico cuestionador del orden vigente. En esas circunstancias aparecieron en el pas por vez primera ideologas antioligrquicas. A partir de la dcada del 40 comenz a resquebrajarse la dominacin oligrquica en un primer intento de conciliacin entre intereses distintos, lo que permiti la incorporacin de ms amplios sectores populares con la apertura de 1945 y la creacin del Frente Democrtico Nacional. Por estos aos, escritores y artistas consiguen dar expresin a la vida y al hombre andinos rescatndolos del mero cuadro costumbrista, al mismo tiempo que se inicia en el Per el tratamiento cientfico de la condicin del hombre andino, sobre todo por intermedio de la etnologa e etnohistoria. Por vez primera se actualiza en trminos, sistemticos y a travs de diferentes disciplinas la expresin de Maritegui, segn la cual el problema del indio no es un problema tnico sino econmico y social. Se hizo entonces evidente la contradiccin entre las modificaciones en la estructura sociopoltica y los moldes ideolgicos tradicionales. Efectivamente, la movilizacin poltica de los sectores populares y su parcial incorporacin rebasaba los marcos restrictivos del control y acceso a los recursos sociales (tpicos de un sistema oligrquico tradicional), dejando al descubierto la contradiccin ideolgica de corte positivista que preconizaba
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el progreso social manteniendo el orden establecido y la ilusin de un emparejamiento lingstico de todo el pas en base a la lengua castellana (Alberti y Coder 1972: 25). Los grupos oligrquicos reaccionan frente a la apertura democrtica y provocan la crisis poltica que condujo al golpe militar que da inicio a la llamada "revolucin restauradora" de 1948. La represin de la dcada del 50 actu negativamente sobre las concepciones antioligrquicas, surgidas anteriormente, al mismo tiempo que mantuvo y ampli una poltica asistencialista del Estado en beneficio de ciertos sectores de las clases populares urbanas. En esos aos se produce una ms activa penetracin de capitales extranjeros en nuevos renglones de la economa y la consiguiente reactivacin dependiente de la economa peruana, acompaada por la expansin de oportunidades de trabajo, sobre todo urbanas, la ampliacin de la matrcula escolar, la emergencia de las clases medias y la nueva apertura a la participacin poltica que condujeron a otra posibilidad de convergencia entre estructura socioeconmica e ideologa, por intermedio del intento populista reformista de la dcada del 60 (Democracia Cristiana y Accin Popular), frente al cuestiona miento programtico del Movimiento Social Progresista y las protestas de los otros grupos polticos de la izquierda peruana. Por otra parte, la derechizacin del Apra la incorpor a la concepcin ideolgica de los grupos dominantes, aunque su antigua posicin antioligrquica sigui siendo utilizada como disfraz. Las condiciones del pas en 1963 parecan favorables para que el intento populista de Belande lograra conciliar ideologa y estructura. Pero, una vez ms, las alteraciones de la estructura productiva del pas y la mistna prdica ideolgica del gobierno crearon expec
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ms estas ideas, es necesario emprender otra tarea previa que, incidiendo ms sobre aspectos sociolingsticos, desbroce prejuicios y errores que generalmente se adoptan al enfocar los problemas de lengua, cultura y sociedad.
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Cultura, sociedad y lengua
LA CULTURA y la sociedad aparecen al observador no especializado como una unidad indisoluble. Sin embargo, al adoptar la perspectiva metodolgica propia de las ciencias sociales es posible establecer una distincin analtica entre la una y la otra. Dicha distincin cumple un doble propsito: permite la elaboracin de marcos conceptuales especficos a cada una de ellas y facilita la investigacin emprica. Ella intenta dilucidar las determinaciones mutuas entre cultura y sociedad que ocurren en el devenir histrico, ya no al nivel terico conceptual sino al nivel emprico-concreto. As se completa un circuito que, partiendo de la separacin analtica de "hechos" aparentemente inseparables, conduce a la identificacin de sus elementos constitutivos, a la interpretacin de su dinmica de interaccin y, en ltima instancia, al rescate de su unidad y de su modo de articulacin recproca. Adoptemos definiciones iniciales. Entendemos por cultura el proceso acumulativo de conocimientos, formas de comportamiento y valores que constituyen el legado histrico de cualquier grupo humano. Una definicin de esta naturaleza desecha los prejuicios inherentes a concepciones elitistas y etnocntricas que conducen a afirmaciones tales como "es un pueblo sin cul
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tura". Por otra parte, esta definicin va mucho ms all de la que considera como elemento principal de la cultura a la expresin artstica. Al considerar un fenmeno cultural es importante detenemos no en el elemento aislado, sino en el conjunto de las representaciones y de los tipos de comportamiento que conforman su totalidad. Igualmente cabe sealar que la cultura es dinmica y, por lo tanto, en permanente proceso de cambio. Definimos a la sociedad como el conjunto de relaciones que se establecen entre los distintos individuos, grupos, clases o sectores que conforman su estructura y organizacin en un determinado momento. Tales relaciones estn condicionadas fundamentalmente por los principios, variables a travs del tiempo y del espacio, de la estratificacin social y de las formas de funcionamiento del proceso productivo. Cultura y sociedad, consideradas en la evolucin histrica, generan una compleja dinmica de determinaciones mutuas que impiden la reduccin de un fenmeno al otro. Es decir que ni la sociedad explica la cultura ni sta a la primera. Es as como el funcionamiento especfico y concreto de una determinada sociedad a travs del tiempo da lugar a un cuerpo cultural que, por su propio carcter acumulativo, llega a separarse de una filiacin directa de la sociedad. Y as logra asumir una dinmica propia que, a su vez, en el continuum histrico, influye en las formas especficas del sistema de relaciones sociales que constituyen la sociedad. Ambas aparecen, de este modo, entramadas por mltiples vinculaciones interdependientes. Adoptadas estas elementales definiciones apropiadas a los fines de este libro, podemos ahora considerar la lengua como instrumento de comunicacin a nivel de la sociedad y como mecanismo de articulacin entre sociedad y cultura a travs del proceso de socializacin.
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En efecto, cada nueva generacin se enfrenta a un cierto tipo de organizacin social enmarcada en un determinado sistema cultural. El proceso de adquisicin de los conocimientos, normas y patrones culturales, que llamamos socializacin, se lleva a cabo principalmente por intermedio de la lengua. La comunicacin no debe pues ser entendida como un hecho puramente verbal. El mensaje no es reducible sino en trminos artificiales a un hecho exclusivamente lingstico. Aunque no lo percibamos en primera instancia, la comunicacin es, por lo tanto, un comportamiento cargado de antecedentes, significados y consecuencias sociales y culturales. De all que cultura, sociedad y lengua se presupongan y condicionen. Es decir, que cada una existe en funcin de las otras, sin que ninguna de ellas alcance vida independiente.
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aparato fonador, la respiracin, las caractersticas auditivas, etc. Las tendencias modernas, orientadas a sostener ciertas premisas universales para todas las lenguas del mundo, no niegan dos hechos: que la lengua es un fenmeno cultural adquirido individualmente en el proceso de socializacin; y que el cuerpo humano o adeca ciertos rganos, cuya funcin primaria es otra, para ofrecer un canal articulatorio a la emisin del hablar y para permitir su reconocimiento. Cuando en el curso de este libro digamos lengua entenderemos siempre un fenmeno oral. En otras palabras, distinguimos entre lengua y escritura. La escritura es una representacin grfica que intenta reproducir la lengua. Porque, tanto en la perspectiva individual como en el devenir histrico, el fenmeno oral (o sea la lengua) antecede siempre a la aparicin de la escritura. Conviene, por ello, tener muy en cuenta que no deben confundirse escritura y lengua, y que puede darse la segunda sin la primera, pero nunca la escritura sin la lengua. El hecho de que existan escrituras de lenguas ya extinguidas y que son hasta la fecha desconocidas no es argumento en contra. El que esos sistemas escritos permanezcan sin descifrar comprueba, al contrario, que la escritura se deriva siempre del fenmeno oral que es la lengua (Hockett 1971: 547-576; Bierwisch 1971). Igualmente por nociones difundidas a travs del aprendizaje habitual en la sociedad contempornea, que fundamentalmente es urbana y en alto porcentaje est influida por la presin de lo escrito (peridicos, libros, revistas, anuncios, publicidad, discrimen social entre alfabeto y analfabeto), nos hemos acostumbrado a confundir la gramtica de una lengua con el libro que trata acerca de las pautas que regulan el funcionamiento de las lenguas de mayor difusin en nuestra poca. Este es, sin embargo, un uso equivocado del
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concepto de gramtica, que a la postre no es sino un conjunto de reglas y peculiaridades constantes, puesto que todas las lenguas sin excepcin poseen una gramtica, aunque sta nunca haya sido codificada ni impresa. Ahora bien, de lo anterior se infiere que tanto las llamadas lenguas de "cultura" (en base al prestigio alcanzado por sus obras literarias o al desarrollo de la sociedad de sus usuarios) como cualquier otra que no haya llegado a disponer de alguno de los tipos de escritura poseen por igual un conjunto de normas que regulan su funcionamiento. Lo anterior deja en claro que conceder demasiada importancia al libro que recoge la gramtica del ingls, del espaol o del ruso es confundir la lengua viva o en acto, tal como la empleen sus hablantes, con un resumen de las normas que regulan su uso en ciertas circunstancias formales. El libro de gramtica no llega a ser, pues, ni siquiera una radiografa que capte toda la dinmica que los hablantes infunden en la comunicacin idiomtica, dado que apenas abstrae las pautas constantes que se revelan al estudioso, atento a lo regular, pero omite la diversidad natural en la multiplicidad de situacions dialgicas. Lo mismo sucede con los diccionarios que acopian una lista inerte y pasiva del lxico y sus significados, pero fuera del contexto lingstico y social en que las palabras sirven a la transmisin de los mensajes. De ello se infiere que la lengua, cualquiera sea sta, nunca puede concebirse como una totalidad compacta, homognea y absolutamente regular, tal como aparece en los libros de gramtica. Si una lengua es el sistema oral a travs del que interacta una comunidad de hablantes, debemos suponer entonces que ella se extiende en un espacio fsico que es el habitado por las personas que suelen comunicarse a travs de ese instrumento de transmisin cultural. Asimismo, debemos admitir que, al difundirse sobre un territorio, es normal que se diversifique. Y,
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a consecuencia de esta suerte de ley vlida para todas las lenguas, reconoceremos las variaciones tradicionalmente designadas con el nombre de dialecto. Entindase bien, por tanto, que el trmino dialecto (o dialectal) no tiene connotacin peyorativa y tcnicamente designa una variedad regional o el uso regional de una lengua que est difundida en un espacio vasto. Desde este punto de vista, tan dialecto es el castellano de Madrid como el de Lima, Chimbote o Puno; o el ingls de Londres, Chicago o Sidney. Adems se debe aadir que junto a los dialectos espaciales o geogrficos, tenemos que reconocer una dialectologa social. Vale decir, variedades que son empleadas segn los diferentes estratos sociales existentes en cada comunidad lingstica precisa. Esto es, cuando menos, el dialecto de la clase alta y, por oposicin, el del sector popular urbano o campesino. Lo que debe quedar en claro despus de esta disquisicin es algo muy breve y sencillo; que toda lengua se diversifica en variantes denominadas dialectos y que stos pueden ser tanto de orden geogrfico como social (Garvin y Lastra 1974). En el proceso histrico de constitucin de los Estados, una determinada lengua, que es por lo comn la del sector que adquiere hegemona y se impone polticamente sobre varias regiones y otras lenguas o dialectos, se convierte por estos factores extralingsticos en la lengua de mayor prestigio y acaba, por fin, imponindose como lengua oficial. Ese reconocimiento puede o no figurar en un texto constitucional o legal, pero significa mucho ms que eso. Implica que las actividades reguladoras del Estado se efectan a travs del vehculo lingstico privilegiado. La lengua oficial ser, entonces, aquella reconocida por el Estado como forma de comunicacin habitual y legal para todos los trmites usuales en la vida ciudadana: desde la inscrip-
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cin en el registro civil hasta las argumentaciones del proceso judicial. En pases de gran homogeneidad o de definida superordenacin la lengua oficial es nica. En pases que emergen de un proceso de colonizacin, la lengua oficial comnmente ha sido la impuesta por el colonizador. Por contraste, las llamadas lenguas aborgenes o vernaculares han sido las propias de las poblaciones nativas, que pre-existan a la iniciacin del dominio forneo. En la zona andina, por ejemplo, el castellano ha sido el idioma oficial que se superpona al quechua, al aymara y las lenguas amaznicas que son las de origen prehispnico (Ugarte Chamorro 1961:101-125) . En algunas regiones, de las que podramos tomar como referencia el Paraguay, ocurre que la lengua vernacular o nativa es la ms generalizada (ms del 90%), mientras que los hab1antes de espaol apenas superan el 50% de la poblacin (Rubin 1974). En casos como ste se suele hablar de una lengua nacional, el guaran, frente a una oficial que es el castellano. Pero pese a su difusin y al extenso e intenso uso informal del guaran, el castellano retiene los privilegios de la lengua oficial, o sea el ser vehculo de la administracin del Estado y de la enseanza formal en la escuela. En resumen, el status de lengua oficial, verncu1a o nacional corresponde a una suerte de rango de usos y de reconocimiento social frente al empleo y roles del instrumento lingstico. Ello no obstante, y desde un punto de vista que es propio de las ciencias del lenguaje, tanto la verncu1a, la oficial como la nacional son sistemas de comunicacin que funcionan de manera semejante. Intrnsicamente, o sea pensando en la funcionalidad del sistema lingstico, no puede decirse que una lengua sea mejor ni peor que otra; todas habilitan al hablante para la comunicacin en los contextos en que suelen ser usadas por la comunidad que interacta a travs de ellas. Pero, en trminos sociales, como ya
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hemos anticipado y examinaremos ms adelante, no todas gozan del mismo rango comunicativo ni satisfacen las mismas funciones. Del bilingismo individual al multilingismo colectivo Al ocuparnos del bilingismo tenemos que hacer una clara diferenciacin entre individuos y poblaciones. Si hablamos de una persona bilinge, ello implica que es hablante de dos lenguas, una de las cuales es materna y la otra su segunda lengua. En principio estamos introduciendo un nuevo deslinde que es importante subrayar: lengua materna o primera lengua es la adquirida en la infancia; y segunda lengua cualquier otra aprendida posteriormente y que se suma a la habilidad de usar la primera. Cuando la persona no slo aprende dos sino tres o ms idiomas, todos aquellos que se aaden a la lengua materna reciben el nombre genrico de segunda lengua. Ahora bien, el bilingismo individual implica que un hablante es capaz de dominar por lo menos dos lenguas; de momento no nos importa establecer cul es el grado de control que alcanza en la que no es la primera o materna. Lo significativo reside en que el sujeto ha desarrollado la capacidad de utilizar dos sistemas lingsticamente diferenciados. Habra que aadir que en ciertos casos resulta muy claro que el nio adquiere la lengua materna y slo tiempo adelante aprende un nuevo idioma. Tal viene a ser la situacin en lo que se denomina bilingismo sucesivo. Pero, en otras coyunturas de carcter familiar o social, se puede dar el caso que el nio se familiarice y adquiera dos idiomas distintos simultneamente. Tal ocurre en matrimonios en que los padres hablan lenguas diferentes y mantienen el uso de ambas en la vida hogarea, o especializan el empleo de una u otra, segn sea el padre o la madre quien se comunica con el infante. Pero tambin acontece al
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go semejante cuando, dado el contexto social en el que vive la familia, y dado el uso de dos idiomas aunque sean de diferente prestigio, el nio aprende uno y otro, combinando la experiencia en casa con la del juego en la calle o en el trato con las nodrizas. A veces este paralelismo se prolonga, enriquecindose uno por la enseanza formal de la escuela y el otro de manera informal, en el quehacer cotidiano. Quisiramos subrayar, sin embargo, que todas estas precisiones estn encaminadas a tipificar un fenmeno de bilingismo en el hablante, en la persona. Si pasamos a examinar poblaciones, o ms exactamente espacios sociales habitados por personas que no tienen una misma lengua, deberemos distinguir grupos de hablantes de la lengua A y grupos de hablantes de la lengua B, y un tercer grupo de hablantes de A y B. Estos ltimos seran los nicos bilinges efectivos. Suele ser muy generalizado el referirse a este tipo de sociedades como bilinges, aunque ahora podamos advertir que ese rtulo no es totalmente exacto. Sera ms propio reconocer que estamos entonces ante una situacin de lenguas en contacto, y que en dichas circunstancias hay tres segmentos diferenciados por el uso lingstico. Pero si pensamos en una clasificacin difundida por la lingstica aplicada a la enseanza de idiomas extranjeros, no debemos perder de vista el deslinde entre bilinges coordinados, o sea aquellos que tienen control equivalente en la primera y la segunda lengua y los bilinges compuestos o subordinados, que son quienes en la segunda tienen un control menor que en la lengua materna. Todo bilinge compuesto tiene una lengua dominante. Pero tambin existe una tercera categora, la de bilinges incipientes, que corresponde a quienes en la segunda lengua poseen apenas un nivel de conocimiepto elemental y no automtico. De es
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tos tres conceptos, y pensando ya no en trminos de personas individuales sino de poblaciones, el tipo de los subordinados resulta el ms frecuente y significativo para caracterizar una situacin de lenguas en contacto. Con miras a tipificar ms exactamente las mltiples situaciones que se dan en un contexto como el que examinamos, se impone que hagamos otro deslinde: bilinges activos y pasivos. Vale decir entre aquellos que pueden producir emisiones y entenderlas en ambos idiomas, y aquellos otros que son slo competentes para entender pero no para hablar, o no suficientemente, la segunda lengua. De lo anterior se desprende que cuando en un pas hay. segmentos humanos que usan varias lenguas diferentes, las posibilidades de bilingismo se multiplican segn sea mayor el nmero de combinaciones posibles entre los idiomas que se hablan en esa comunidad o en ese pas. Por lo tanto, en tales casos es ms apropiado identificar dicha situacin no como bilinge sino como multilinge. Casi es ocioso aadir que la complejidad del problema lingstico y social es mucho mayor en proporcin directa al nmero y densidad de las lenguas involucradas en el contexto multilinge. Pero esto no es todo sino que adems debe tenerse en cuenta la posible jerarquizacin de ellas por razones de prestigio, rango comunicativo, sector social o dominio geogrfico, en dicho contexto (Lieberson 1967). Sociedad multilinge Para el saber popular todas las sociedades son por lo comn lingsticamente homogneas. En otras palabras, que la manera de hablar de todos los miembros que integran las diferentes comunidades englobadas
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dentro de un Estado responde al uso de un mismo idioma y a las mismas normas de aceptabilidad social. Esta suposicin, sin embargo, no es exacta, y cualquiera sea el nimo con el que un observador mire las distintas regiones del universo, tarde o temprano, habr de convenir que los hechos contradicen la conjetura inicial. Lo regular, lo real, y prcticamente lo normal, consiste en que la mayora de los Estados encaran situaciones multilinges, aunque de diverso carcter. Vale decir que son muchos los pases en los que se utiliza ms de una lengua cuya densidad de uso es socialmente significativa; lo que genera situaciones de complementariedad o de conflicto e, incluso, atenta contra la integridad y seguridad nacionales. Tras una rpida revisin en nuestro hemisferio, citaremos algunos ejemplos-tipo. Empecemos por decir que toda el rea andina tiene ms o menos las mismas caractersticas que encontramos en el Per (Ugarte Chamorro 1961). La etapa de dominio espaol introdujo la lengua castellana y sta desplaz el uso de los idiomas amerindios, relegndolos a ciertas regiones con predominante poblacin aborigen. No muy diferente es la situacin en Mxico y Amrica Central y, aunque en grado distinto, podra sostenerse otro tanto de toda la zona del Caribe, si bien con una complejidad lingstica mucho mayor (McQuown 1970). En el Brasil el portugus se superpone a todas las lenguas amaznicas, como en la selva peruana lo hace el espaol (Cunha 1974). Mencin aparte merecen situaciones de bilingismo como las de Canad y Paraguay. En ambos pases la relacin entre sus principales lenguas tiene como rasgo particular una mayor estabilidad; pero, mientras en Canad la competencia se establece entre dos idiomas de origen europeo: francs e ingls, que se superponen a las lenguas nativas, en el Para-
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guay; el espaol y el guaran se disputan la hegemona comunicativa (Lambert y Tucker 1972; Rubin 1974). Conviene advertir que las condiciones generadoras de la coexistencia de diferentes sistemas lingsticos nada tienen que ver con las lenguas en s mismas, sino que aquellas devienen de fenmenos histricos que estn estrechamente ligados al proceso colonial o a la constitucin de los Estados modernos. Y, en esta misma lnea de pensamiento, habra que conceder razn, a la clebre frase de Nebrija al dedicar la primera gramtica de la lengua castellana a los monarcas de Espaa: "siempre la lengua fue compaera del Imperio" (Lapesa 1951?: 190). De lo anterior fluye ya con toda naturalidad que, por lo comn, cuando se da un caso de coexistencia de lenguas se establece tambin una jerarquizacin entre ellas. Lo que en s no es un accidente, puesto que la lengua del grupo que detenta el control econmico y social se convierte en la lengua de prestigio, mientras que la otra es relegada a funciones secundarias o circunscrita regionalmente. De este modo la estructura social se refleja en la realidad lingstica (Fishman 1962; Alatis 1970; Shuy y Fasold 1973). Cabra aadir que generalmente la lengua de prestigio suele ser consagrada como la oficial y es la nica que se ensea formalmente, mientras que la otra u otras se transmiten de generacin en generacin pero de manera informal. Quizs imagine el lector que los antecedentes mencionados tienen vigencia y rigen exclusivamente en nuestro hemisferio pero no en el resto del mundo. Quizs suponga que en Europa no ocurre algo semejante, o que tampoco se produce una situacin similar en pases altamente industrializados, como podran ser Gran Bretaa, la Unin Sovitica o Estados Unidos (Turner 1973). Grave error. Si empezamos por Espaa tendremos que reconocer que aparte de la lengua oficial exis-
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ten tres idiomas que, histricamente, son sistemas lingsticos tan identificables y legtimos como lo es el espaol; a saber: el cataln, el gallego-portugus, de origen romnico y descendientes del latn, y el vascuence de origen incierto. La historia espaola, pasada y reciente, dice con toda claridad cmo estas lenguas, a pesar de que no gozan de reconocimiento oficial y de que por pocas fueron proscritas, mantienen su vitalidad y subsisten como expresin de nacionalidades y culturas que son componentes activos en la imagen del mundo hispnico. Gran Bretaa tiene junto al ingls, el gals,aparte de otras utilizadas por los distintos grupos de inmigrantes que llegan desde los extremos del viejo imperio. La Unin Sovitica es quizs uno de los ejemplos ms notables de pluralidad lingstica, dado que en su vasta superficie coexisten muchsimas naciones y numerossimas lenguas. Para algunos sonar muy extrao que el ruso sea la lengua nativa de una de las actuales repblicas socialistas y que, convertida en lengua oficial, comparta este rango con muchas lenguas que son originarias de las otras repblicas de la Unin Sovitica (Townsend 1974). En va de ilustracin podramos mencionar tambin el caso de Blgica, donde el flamenco en conflicto con el francs ha sido incluso motivo de graves tensiones sociales; o el de Noruega, donde adems de la lengua nativa se impuso el sueco. O el de Suecia que tiene minoras lapona y finesa. Si pasamos al continente asitico, de los muchos casos que podran sealarse, ninguno resulta tan ilustrativo como el de la Repblica Popular China. La extraordinaria densidad poblacional y la pluralidad lingstica y cultural en este pas se hallaban agudizadas por la tradicin de la escritura. Esta se encontraba prcticamente limitada a un pequeo estrato y por su peculiar caracterstica ideogrfica significaba una difcil barrera para las soluciones, internas y externas, en la resolucin de los problemas comunicativos. Despus de
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la revolucin, la Repblica Popular China ha conseguido una eficaz solucin lingstico-comunicativa a travs de la escritura, mediante la cual hoy ms de 800 millones se entienden a pesar de que hablan lenguas diferentes. En otros pases, como podra ser el caso de Italia, incluso sin hablar de lenguas distintas habra que anotar situaciones especiales. La fragmentacin dialectal a travs de un largo eje histrico, propia de la consolidacin del Estado moderno, origin problemas tan delicados como los que ocurren en Estados de formacin reciente. En efecto, las diferencias entre el ligure, el napolitano y el veneciano se superan en la medida en que todos los hablantes comparten el uso del italiano que es la lengua general (Tagliavini 1952: 343-365). En cambio, en nuevos Estados africanos, como Nigeria o Uganda, los problemas tnicos que se suman a la complejidad lingstica determinaron que se adoptara oficialmente la lengua de quienes fueron, hasta hace muy poco, los colonizadores. Y en el caso de la India, cuyo mapa lingstico es realmente de los ms complejos, el ingls y el hind son las dos lenguas de comunicacin amplia, aunque la primera con proyeccin mayor hacia el mbito externo. Podramos concluir esta rpida enumeracin remitindonos a un pequeo pas que, sin embargo, tiene cuatro lenguas oficiales, Suiza: el francs, el alemn, el italiano y el reto-romnico o romanche (Rohlfs 1952: 197- 205). En Curazao, una pequea isla del Caribe, la gente al despertarse en la maana no puede saber en qu lengua dir buenos das: si en holands, en espaol, en ingls o en papiamento (Rona 1971; Valeriano Salazar 1975). Si stos son los hechos y comprobarlos no es difcil, bien vale la pena rectificar nuestra original presuncin. Convengamos, pues, que lo regular y ms
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difundido es el multilingismo y no la sociedad lingsticamente homognea. La imagen que hemos bosquejado en las pginas anteriores da una idea bastante clara de la complejidad lingstica que surge en virtud del contacto de lenguas diferentes. A ella habra que aadir otra que proviene del grado de variacin dialectal que se produce dentro de una misma lengua. Si pensamos en el espaol o castellano, que muchos tienen por un idioma bastante homogneo, tendramos que subrayar tambin la inexactitud de esa suposicin. En efecto, resulta engaoso apelar al argumento de la existencia de un gran nmero de pases en los que se habla castellano para fundamentar en esa difusin la homogeneidad del castellano. No es slo que, como es fcil de advertir, en cada lugar existen variaciones fonticas y palabras diferentes para el mismo significado y distintas de regin a regin, sino que tambin hay una gama de lneas de entonacin y preferencias en las construcciones sin tcticas 1. Dejaremos de lado, por el momento,
1. En la regin andina los sonidos que corresponden a las letras ll e y son fonticamente diferentes; en las zonas costaneras y bajas, en cambio, ambos se confunden en [y]. Pero enciertas regiones, como Buenos Aires, la produccin de dicho sonido se modifica en virtud de lo que se llama el rehilamiento porteo y llegamos a escuchar [kae] 'calle'. All mismo y en otros sitios, por ejemplo en Lima, no es inslito -especialmente para las mujeres- articular la [y] con una leve africacin: [o] 'yo'. La gama de variaciones se incrementa cuando registramos que [y] se convierte en cero en el norte peruano [truxo] ' Tmjillo' o en Nuevo Mxico [ea] 'ella'. La palatizacin del sonido que representa j en Chile es bien conocida: 'mujer' [muxer] > [muxjer]. En Puerto Rico la [-r] da en ciertos ambientes de palabra [-1]: [pwelto] y [belde] corresponden a lo que en la escritura es 'puerto' y 'verde'. La prdida de la -s final en el Caribe contrasta con su persistencia y silbido en los Andes; y en Andaluca la desaparicin de la -s final determina que el contraste entre singular y plural sea marcado por una alteracin en la vocal que la preceda. La diferencia entre la pronunciacin de la z espaola y el sonido [s] comn en Hispanoamrica es otro rasgo archisabido: 'caza' y 'casa' suenan en Madrid
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las relaciones que en algunos pases surgen del contacto constante entre los hablantes de espaol y de las lenguas nativas. Volviendo a la diferenciacin dialectal del castellano, es sabido que las variantes que existen dentro del espaol peninsular son mucho ms profundas que las dadas en el castellano de Amrica (Lapesa 1951?: 321; Rosenblat 1971). Pero, adems de rasgos divergentes en la charla entre personas de alto grado de instruccin y que, por lo tanto, usan la norma que tradicionalmente se designa como propia de quienes gozan de "esmerada educacin", existe otra realidad que corresponde al hablar espontneo de los sectores populares. Tanto es as que, se ha dicho, si conversara un trabade distinta manera, mientras que entre nosotros igual, son homfonas. Y as podramos proseguir nuestro inventario en otros niveles: las preferencias por el sufijo -ico o -to para denotar diminutivo, la prdida del vosotros en Amrica (donde es sustituido por ustedes) y la distribucin del Voseo con diferentes formas verbales son otros pocos ejemplos ilustrativos (vos cants, vos cantais). Todava he odo decir en Bogot en el ambiente familiar, entre marido y mujer: Su merced. Y el empleo del t frente al Ud. apareja connotaciones sociolingsticas que perfilan valores de la sociedad limea o caraquea. En el lxico la variacin no es menor: el rajarse de Mxico no coincide con el usado en sudamrica; china en San Juan es lo que en otros sitios se llama naranja; la guagua cubana nada tiene que ver con la de Per, Bolivia o Chile. Pendejo cambia de contenido semntico a uno y otro lado de la lnea ecuatorial: al sur puede ser incluso un elogio, al norte de ningn modo! Construcciones del tipo qu tu quieres?, nos colabor muy bien y voy a por agua son normales en Puerto Rico, la sierra del Per, Bolivia y Madrid, pero de ningn modo generales. Si se pensara en el influjo de las lenguas aborgenes esta lista tendra que incluir otro tipo de fenmenos, pero ello no es preciso porque nos interesa subrayar la variacin como rasgo inherente a toda lengua, incluso el castellano! De modo que tan breve como simplificada enumeracin basta para ejemplificar lo que acabamos de sostener, acerca de las diferencias dialectales del castellano "en ambos mundos" (Canfield 1962, Rosenblat 1971, Sol 1970).
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jador de los muelles de Valparaso con un campesino de los llanos venezolanos y un obrero de Puerto Rico, las trabas comunicativas ascenderan de manera notable, frustrando a veces la recta comprensin de los mensajes. Slo despus de un perodo de aclimatacin al peculiar modo de hablar de los otros, cada uno de ellos podra conseguir una suerte de emparejamiento idiomtico, en base a una especie de traducciones sucesivas, para de esa forma restablecer la fluidez en la comunicacin (Escobar 1969). Y esto por qu sucede? Aparentemente, la l1amada norma culta o standard se cie a un patrn de referencia o modelo que en este nivel se desprende de la escritura; mientras que en los sectores populares la conciencia de la norma escrita es mucho ms dbil, y en el caso de los analfabetos prcticamente no existe. Por eso, se comprender que mientras los grupos que se cien a la referencia de lo escrito estn habilitados por una suerte de mecanismo regulador, los que se guan por el fenmeno oral carecen de dicho mecanismo y siguen ms espontneamente la norma regional. A menudo stos se alejan en una serie de aspectos de la norma general, inspirada como dijimos en el prestigio de la escritura y las obras literarias y representada frecuentemente por el habla "culta" de la ciudad capital. Lo que vale para el espaol puede aplicarse a cualquier lengua propagada extensamente. Tal viene a ser por cierto el caso del ingls. No es que la variedad de Estados Unidos sea inferior a la de Inglaterra o superior a la de Australia o Nueva Zelandia. Sucede simplemente que son variedades con rasgos diferenciales y que algunos de stos marcan visiblemente la lengua inglesa de cada uno de dichos pases. Pero eso no es todo, puesto que de otra parte los estudios dialectolgicos en el propio Estados Unidos demuestran fehacientemente que mal puede hablarse de un ingls parejo en ese pas. En efecto, inclusive para la enseanza, en
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los Estados Unidos se tienen en cuenta por lo menos cuatro normas regionales de igual prestigio, que corresponden a diferentes versiones que no por azar, poseen caractersticas socioculturales diferenciadas. E igual ocurre en Inglaterra o en Alemania o en Francia. Hace un rato dejamos de lado los fenmenos que proceden de la influencia de otra lengua que se halla en contacto con la ms extendida u oficial. Vale decir que la dialectologa de toda lengua registra efectos del interactuar entre hablantes que viven en el mismo espacio y son monolinges de lenguas distintas; esta relacin puede ser de efectos recprocos (interferencia) o puede, tambin, generar incluso el surgimiento de lenguas criollas (Alleyne, Decamp, Labov 1971). La interaccin social genera influencias recprocas, ya en los sonidos, en las formas de vocabulario o en los rasgos gramaticales. Nadie ignora que en el suroeste de Estados Unidos el ingls tiene fuerte influencia del espaol que subsiste en la zona desde el siglo XVI y se incrementa con las corrientes migratorias laborales que llegan de Mxico. Tampoco podra omitirse que el castellano de hablantes nativos de la zona andina est teido por la huella que el quechua y el aymara han impreso en l. Y de esta manera podramos continuar enumerando casos que, a la postre, serviran para ejemplificar, ya no slo que la homogeneidad lingstica es una utopa, sino que, viendo las cosas desde otro ngulo, confirmaran un principio fundamental de la lingstica. Esto es, que toda lengua cambia, que cambia a lo largo de toda su historia y que si en un determinado momento la tendencia al cambio desapareciera bien podra afirmarse que esa lengua se ha extinguido. Por ende, las disquisiciones previas tambin podran ilustramos acerca de lo ingenuo que resulta pretender la pureza de la lengua. Todas las lenguas son, si se quiere, impuras; todas dan y reciben. Slo que a ve
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ces somos muy conscientes de la influencia o de los prstamos que nos llegan de otro idioma; por ejemplo: input, output, estar in, etc., y en otros casos casi ni advertimos el origen de la voz que se aclimat en nuestra lengua: ftbol, jardn, aa, carpa. Es muy posible que un ingls-hablante sin conocimientos de filologa ignore que bar viene de la misma raz latina que en italiano produce barra para designar el mismo referente. En suma, la interrogante que se abre despus de este anlisis es la que sigue para qu sirven los idiomas? No hay duda que para comunicamos. Si es as, el ideal de pureza o de homogeneidad pierde razn de ser ante la leccin inexorable de la realidad y de la historia. En las lenguas como en las culturas, todos los pueblos, en todas las pocas, han tendido al intercambio recproco de influencias.
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Sin pretender un anlisis exhaustivo del problema de lengua, cultura y sociedad en el Per, resaltaremos algunos de sus aspectos esenciales. En primer lugar, en el momento de la conquista el espacio social andino estaba controlado por el Estado Inca que, al tratar de establecer una organizacin social unitaria, utilizaba los patrones culturales de las poblaciones incorporadas. al Tahuantinsuyo sin pretender su destruccin, apoyndose en el establecimiento de una lengua comn, el quechua, y en la expansin de su propia concepcin mtico-religiosa del mundo. A pesar de los innegables conflictos y contrastes que caracterizaron la formacin del Estado Inca, la afinidad cultural de los grupos tnicos conquistados favoreci una amalgama entre cultura y sociedad, quebrada con la conquista espaola. Desde entonces la cultura y la lengua nativa fueron progresivamente aplastadas y reducidas a relictos esencialmente serranos. En su lugar, el grupo dominante y sus descendientes criollos impusieron su cultura y un nuevo orden social que, sin embargo, nunca lograron articularse en un todo orgnico. De all que, con la insercin del pas en el circuito econmico internacional y el incipiente desarrollo del capitalismo dependiente, la sociedad y la cultura fueron organizadas para servir los intereses de los grupos dominantes, mientras que supervivieron fragmentos culturales autctonos en clara posicin de desventaja frente a la cultura extranjerizante. Con el devenir de los aos y la consolidacin del capitalismo dependiente en el pas, los grupos de poder, que siempre actuaron desde una posicin de dependencia e intermediacin de centros de decisin forneos, difundieron una cultura dependiente y alienante para las masas oprimidas pero funcional a sus propios intereses. En este contexto ya no parece expletivo insistir en que la oposicin espaol-quechua refleja con toda nitidez los resultados que devienen del orden colonial y
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de las varias modalidades de la dominacin criolla posterior. Que en ella se traslucen una serie de antinomias existentes en la realidad peruana, ya referidas en pginas anteriores (como por ejemplo, costa-sierra, ciudad-campo); las mismas que se condensan en un breve enunciado: castellano igual lengua del sector dominante y quechua lengua del sector sojuzgado. Un poco ms o un poco menos, podramos sustituir los trminos y entender que la segunda es la lengua en la regin andina; y, con el mismo razonamiento, decir que la primera es la lengua dominante de las ciudades y la otra de las reas rurales. Y as podramos continuar la ejemplificacin: la lengua del patrn y la lengua del siervo, la del aprendizaje formal y la de la adquisicin informal, la de la comunicacin amplia y la de la comunicacin restringida; la del sector instruido del pas y la del sector con mayor ndice de analfabetismo, etc. En otras palabras, no hay duda que desde el siglo XVI se ha mantenido una jerarquizacin y que en virtud de ella al castellano corresponde el nivel alto, mientras al quechua, como a las otras lenguas vernaculares, corresponden los niveles ms bajos y menos apreciados de la realidad lingstica y social peruana. No est dems insistir en que, de algn modo, estos razonamientos se desenvuelven como si quechua y castellano fueran entidades que mantienen entre s una competencia favorable a todas luces al castellano o espaol. Pero, tampoco extraar ahora que desvelemos la verdad profunda de esta suerte de contienda. No se debe olvidar que las lenguas no tienen existencia al margen de las personas que las hablan, y que no son personas aisladas sino grupos humanos los que utilizan los idiomas para su conducta individual y colectiva. Por ello, en lugar de que veamos una pugna entre el castellano y el quechua y un sojuzgamiento del segundo por el primero, debemos observar que, en la realidad,
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lo que ocurre es la destruccin y subordinacin de una sociedad y una cultura, incluida su lengua -quechua - a la hegemona de otra cultura y sociedad, incluida su lengua -castellano- primero en un contexto colonial y despus republicano. Cmo se manifiesta esta subordinacin? En primer trmino por el control excluyente de los recursos bsicos de la sociedad por una minora. En trminos lingsticos por el privilegio explcito que significa el haber reconocido por centurias al castellano como idioma oficial. Pero, qu implicaba esta oficializacin? No slo que el castellano era la lengua til en todas las actividades del mundo estatal sino que, adems y como consecuencia de lo anterior, era tambin la lengua a travs de la que el sistema escolar imparta y transmita los valores consagrados por el grupo hispano-hablante. Podra aadirse, por ejemplo, que tradicionalmente la condicin de ciudadano se alcanzaba slo despus de acreditar habilidad en la lectura y escritura del espaol. Que no exista ningn sistema de educacin regular que fuese conducido en otra lengua y que, por ltimo, los escasos y tmidos experimentos de educacin bilinge confirmaban su carcter de excepcin. E inclusive en lo circunscrito de su mbito, solan ser pensados desde la experiencia del mundo castellano y tenan como finalidad concluir transfiriendo al vernculo-hablante, ms tarde o ms temprano, al sistema educativo general que, como hemos dicho ya, se difunda en la lengua oficial. Podra argumentarse que no de ahora sino de aos atrs han existido algunos programas radiales en quechua y con predominio de msica folklrica. Alguna vez personajes aparecidos en espacios de la televisin se han expresado en el idioma vernacular, pero en ningn caso estos datos modifican el sentido del planteo genrico: o sea la hegemona del castellano. La prue
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ba contundente de esta aseveracin reside en que jams ninguno de esos programas radiales funcion en horas que hicieran competencia a los espacios dirigidos al pblico hispano-hablante. O sea que tambin en este punto se aplicaba el criterio de subordinacin. Y, lo que es ms revelador, pocos observadores podan discernir que una distribucin especializada de los horarios y audiencias confirmaba y hasta cierto grado robusteca el ordenamiento jerrquico de ambas lenguas. Cuando hacemos el inventario de la situacin sealada en los prrafos anteriores, bien podra suponerse que ella fuese impugnada por los usuarios de la lengua verncular. No siempre ha sido as, sobre todo por el impacto alienante del mensaje cultural emanado desde los centros de poder. En efecto, habra que tener presente cun profundamente alienada es la conducta de un alto porcentaje de los grupos quechua-hablantes, monolinges y bilinges quechua-espaol. No es, pues, antojadiza la afirmacin de actitudes dispares en este sector de la poblacin peruana. Variables de ndole diversa, pero particularmente: la edad, el sexo, la actividad econmica, la experiencia escolar, cuando la hubo; lo doloroso del aprendizaje y la duracin e intensidad del trato con el grupo castellano-hablante, estn entre los factores decisivos en la configuracin de las actitudes reveladas en estudios que sobre el tema se han realizado en el pas. (Myers 1973; Wo1ck 1972; Escobar 1968; Pozzi-Escot 1972a; 1972b). En breve, dichas informaciones implican que si bien es falaz e inexacto que todos los quechua-hablantes monolinges o bilinges sienten vergenza de usar su lengua materna, tampoco refleja la realidad sostener que todos se sientan identificados y orgullosos de conocerla y estn dispuestos a emplearla libremente. Podra sealarse una gama de circunstancias que combinan situaciones sociales e individuales tiles para establecer
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una tipologa. Sin embargo, lo que a nuestro juicio queda como leccin de este fenmeno estriba en el hecho psicolgico-social que esta coyuntura nos revela. Es decir, que a causa del estado de marginacin, y como corolario de una poltica colonial prolongada, grupos de hombres y mujeres quechua-hablantes ya monolinges, ya bilinges, han quedado en una suerte de tierra de nadie, alejados de su lengua materna e inhbiles para expresarse en la lengua oficial. El yugulamiento de la capacidad expresiva en el propio idioma, por temor al discrimen o a revelar elestigma, es la causa de una escuela del silencio y de una personalidad a veces slo individual, a veces tambin colectiva, que perda conciencia de su identidad cultural (Gonzales-Moreyra y Aliaga 1972). Que haya ocurrido as no llama la atencin; es un fenmeno comprobable en muchsimos lugares del mundo en los que, por factores extralingsticos, una lengua y su correspondiente cultura fueron proscritas y estigmatizadas y, por ende, sus hablantes no solamente sintieron la marginacin de que eran objeto, sino que muchas veces la asumieron y legitimaron calladamente. Sin embargo, podramos indicar tambin que existen otras observaciones cuyos resultados son estimulantes. En sectores campesinos de personas con edad promedio y econmicamente activas, entre las que el sector femenino juega un papel decisivo en especial entre bilinges, se desarrolla un sentimiento que extiende el rol de las lenguas en forma complementaria. De un lado redescubren en el quechua el vnculo afectivo con la familia, la comunidad y la cultura ancestral; y, de otro, la importancia del espaol como medio vlido de articulacin con la sociedad global y radio comunicativo ms extenso. Por otro lado, cuando los cambios socioeconmicos, sobre todo durante las ltimas dos dcadas, condujeron a la crisis del sistema de dominacin tradicional y motivaron la emergencia de amplios sec
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tores del campesinado, se utiliz el quechua como vehculo de integracin social y de identidad cultural durante los movimientos de rebelin en contra del gamonalismo. Igualmente, uno de los primeros hechos que sorprendieron a no pocos observadores al oficializarse la ley fue que, de repente, personas que en Lima nunca haban utilizado el idioma vernculo abiertamente, por no incurrir en el estigma, se sintieron orgullosas de manifestar su dominio del quechua. En suma, por lo expuesto en este captulo debera quedar claramente establecido que para comprender los problemas de la lengua, el bilingismo y el multilingismo, debemos recuperar una perspectiva unitaria de la interrelacin entre lengua, sociedad y cultura.
Marco legal LA INCORPORACIN del antiguo Per al dominio colonial espaol, en el siglo XVI, determin que el castellano desplazara al quechua en la funcin de transmitir las normas de gobierno y canalizar las actividades socialmente importantes para la vida comunitaria. Tras un perodo de utilizacin del quechua como va de acceso e influjo en la poblacin conquistada, y de proselitismo conducido por los catequizadores de la iglesia catlica, en 1780, a raz de la revolucin de Tpac Amaro, su uso fue legalmente proscrito de la enseanza formal y estigmatizado poltica y socialmente. La Independencia del Per y el establecimiento de la Repblica no devolvieron a la lengua quechua su rango ni modificaron el status discriminado que corresponda a sus hablantes. El espaol sigui siendo el idioma oficial de la Repblica hasta el 27 de mayo de 1975. Hasta entonces, textos legales como la reforma educativa (Ley 19326) o disposiciones limitadas a parcelas de la actividad del sector educacin permitieron avizorar el posible uso restringido del quechua (y de otras lenguas amerindias empleadas en el pas) como vehculo de educacin formal en ambientes no urbanos.
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Ni la proscripcin legal del quechua, ni el sojuzgamiento histrico de la mayora de sus hablantes, ni su apartamiento en las reas rurales de la regin andina consiguieron desarraigar la lengua ni lograron extinguirla. La mentada castellanizacin del Per, que se funda exclusivamente en los datos censales, no ha significado otra cosa que el trivial encubrimiento de una realidad subyacente: la vitalidad del quechua a pesar de no ser regularmente usado en forma escrita, de no merecer ser difundido a travs de la enseanza formal y, finalmente, de ser asociado a los estereotipos ms denigrantes que sobre el quechua y la cultura andina proyect la mentalidad heredada de la vieja figura del conquistador. Como prueba de la permanente vitalidad del quechua cabe sealar que, de los 16 millones de habitantes estimados para el Per en 1975, entre seis y ocho millones son bilinges quechua-castellano o castellano-quechua en distinto grado, y no menos de 1 '600,000 son monolinges quechuahablantes. Esta situacin de hecho, con sus tremendas repercusiones socioculturales, es el teln de fondo sobre el que aparece la ley que oficializa el quechua. Los considerandos de la Ley 21156 postulan que es propsito del gobierno "promover a superiores niveles de vida compatibles con la dignidad humana a los sectores menos favorecidos de la poblacin" a fin de remover las estructuras culturales del pas y, de ese modo, procurar la integracin de los peruanos y fortalecer as la conciencia nacional. Reconocen que el quechua "constituye un legado ancestral de la cultura peruana" y que es deber del Estado preservado por ser medio natural de comunicacin de gran parte de los habitantes del pas. E igualmente establecen que "al no tener acceso directo al conocimiento de las leyes y no apersonarse ante los organismos y reparticiones del sector pblico nacional por razones de idioma, vastos sectores de la poblacin desconocen sus obligaciones y
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estn limitados en el ejercicio de sus derechos, con menoscabo del principio de igualdad ante la ley". Finalmente, seala el ltimo considerando que es una obligacin moral la que impone rescatar el quechua "como medio esencial para lograr la unificacin nacional". La parte resolutiva comprende cinco artculos: el primero reconoce el quechua al igual que el castellano como lengua oficial de la Repblica. El segundo seala que a partir de abril de 1976 su enseanza ser obligatoria en todos los niveles de educacin de la Repblica. Encomienda, adems, a los Ministerios de Guerra, Marina, Aeronutica, Interior y Educacin el cumplimiento de este dispositivo, manteniendo en vigencia las prescripciones contenidas en el Decreto-Ley 19326 (Ley de Reforma de la Educacin). El tercero fija el 1 de enero de 1977 como plazo para que el Poder Judicial adopte las medidas a fin de que "las acciones judiciales en las cuales las partes sean slo de habla quechua se realicen en este idioma". El artculo cuarto encomienda al Ministerio de Educacin y otros sectores responsables que aseguren "la preparacin y edicin de diccionarios, textos, manuales y otros documentos para el pleno cumplimiento de la ley". Indica igualmente que el sector educacin prestar el apoyo "que requieran las instituciones dedicadas a la investigacin, enseanza y propagacin" del quechua. El artculo quinto y ltimo deroga los dispositivos que se opongan a la Ley 21156. Las consideraciones que figuran en el decreto-ley de oficializacin subrayan un enfoque eminentemente social. Es evidente que esta medida debe entenderse como una explcita decisin de poltica cultural y que est destinada a favorecer un proyecto tendiente a reestructurar la actual sociedad peruana. Con l se pretende reorientarla, en concurrencia con otros cambios estructurales, hacia un modelo igualitario que acabe con los desequilibrios internos y busque conformar una
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nacin social y culturalmente integrada en todos sus niveles. Sera imposible hallar antecedentes de esta ley en la legislacin de Amrica Latina. Su trascendencia rebasa el campo puramente lingstico, a pesar de que propone un planeamiento lingstico. Por su intencin, sus alcances y la complejidad de su implementacin merece figurar entre las medidas ms audaces y creativas generadas en la historia social del continente. Lo inslito de esta ley, en una sociedad de tan marcados contrastes y tan profundas races coloniales, lleva a pensar a quienes desconfan de la sinceridad del gobierno, que la razn que la inspira es esencialmente demaggica y responde a necesidades de estabilidad poltica en una coyuntura especfica. Slo el tiempo despejar las dudas acerca del efectivo sentido de la ley y del cumplimiento del diseo de un modelo bilinge para una sociedad igualitaria, reestructurada social, econmica y culturalmente. En este captulo examinaremos los principales reparos y alcances al planeamiento lingstico y social que postula la Ley 21156. En otras palabras, dispensaremos atencin preferente a la ideologizacin de las reacciones motivadas por su promulgacin. 1. Unificar o dividir? A los ojos de una serie de observadores, la aprobacin de la ley que oficializa el quechua implica un riesgo sumamente grave para el pas, en la medida que acenta la divisin de ste en dos segmentos que responden al legado de la tradicin hispnica y al de la supervivencia de la principal lengua del antiguo Per. Dicho de otro modo: el renovamiento de la querella entre el conquistador y el conquistado. Uno de los razonamientos en los que fundan su argumentacin se basa en el nmero de personas que
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hablan castellano frente al de los usuarios del quechua. Segn las cifras del censo nacional de 1972, la poblacin total de ms de 4 aos de edad es de 11 millones 790,150 de los que 8'077,700 son hablantes de espaol. De esta ltima cifra corresponden al quechua 3'109,763 (ONEC 1974). Desde este punto de vista, se estara propiciando una lengua oficial para un grupo que no llega ni al 50% del sector hispano hablante y, en consecuencia, se estara montando todo un aparato estatal y una imposicin educativa que hace vctima a los hispano-hablantes. Que en ello no se toma en cuenta ni la densidad poblacional, ni la distribucin geogrfica ni los costos sociales que una medida de esta naturaleza descarga sobre la totalidad del pas. El juicio se extiende para postular que en un momento de la historia peruana, cuando la difusin del espaol alcanza su mayor amplitud, se aprueba una lengua oficial que frustra el proceso de castellanizacin general y, en vez de apresurarlo, lo entraba y polariza al pas con dos lenguas que, en estas circunstancias, crean una imagen artificial incapaz de encubrir la predominancia del castellano en el Per. Este tipo de reaccin apela a los datos numricos como si ellos pudieran dar cuenta satisfactoria de algo ms que del aspecto cuantitativo del problema de fondo. La contraposicin de cifras oculta la complejidad de situaciones y tipos de bilingismo y de sujetos llamados bilinges que son englobados dentro del rubro de los hablantes de espaol. No es slo que la cifra ofrecida para hispano-hablantes incluye un nmero indeterminado de bilinges incipientes y compuestos 2,
2. Escobar, Alberto y Jos Aliaga 1973b. "Evaluacin de los grados de bilingismo". Ponencia leda en el I Congreso Peruano de Patologa del Lenguaje. Lima, 23.X.1973. Comprende: a) fundamentacin terica, b) descripcin del instrumento y 22 cuadros estadsticos, c) investigacin lingstica de los niveles de castellanizacin. y d) conclusiones. El marco terico
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cuyo control del castellano es bastante inferior a su dominio del quechua, sino que, sin advertirlo y quizs, incluso, sin tener plena conciencia de ello, quienes se oponen a la oficializacin por creer que ella divide al pas y puede incluso fomentar la agresividad cultural entre ambos grupos, se adscriben a una tesis asimilatoria. Es decir, respaldan una poltica cultural que, dentro del marco de la dominacin interna, pretende absorber a los miembros de la cultura no hispnica. Vale decir que les pide renunciar, junto con su lengua y sistema valorativo, a tradiciones que les son propias y que fundamentan su identidad, al extremo de haberles permitido sobrevivir y mantenerse al margen de la vida nacional por ms de cuatro siglos. La oficializacin responde ms bien a una tesis pluralista, que concibe el proyecto de una sociedad respetuosa de las diferencias tnicas, si bien busca que los sectores integrantes de la nueva totalidad encuentren formas de articulacin general que sean compatibles con lenguas y culturas diversas. En otras palabras, el pluralismo es la opcin escogida para lograr y robustecer una conciencia de nacin compartible por los sectores mayoritarios del pas. Vistas las cosas as, la ley no tiende a ahondar las divisiones tradicionales ni a fomentar las querellas costa-sierra. Al contrario, da la impresin de procurar con un nuevo conjunto de reglas de juego la apertura de nuevas vas para una integracin nacional ms equilibrada. No hay duda, eso s, que ello impone un esfuerzo que alcanza a todos los peruanos y no exclusivamente a los quechua-hablantes. De otra parte es innegable que el sector monolinge
y la interpretacin lingstica corresponden a Escobar; el instrumento y el tratamiento estadstico a Aliaga con la colaboracin de Blanca Figueroa y el equipo de psiclogos del proyecto "Efectos de marginalidad social" del Instituto Nacional de Investigacin de la Educacin (INIDE). El trabajo permanece indito.
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quechua, en su gran mayora, desea llegar al dominio del espaol; y, en la medida que su lengua materna es revalorada por la oficializacin, se libera del sentimiento de inferioridad que el antiguo status de sa le revelaba al proscribirlo a una condicin marginal. Dicha marginalidad persista salvo que, mediante el aprendizaje del castellano y los traslados migratorios, abandonaran su contexto social y renegaran de su identidad con el mundo al que los conectaba la lengua quechua. En tanto que la nueva ley dispone la enseanza de esta lengua a los monolinges de castellano, postula con visin al futuro una imagen de sociedad bilinge y bicultural, que se apoya, por lo menos en el nivel de la experiencia idiomtica, en un conocimiento recproco de la necesidad de comprender la existencia de las dos culturas mayoritarias dentro del Estado peruano. Esta otra forma de integracin no soslaya la amplitud comunicativa del castellano y, en cambio, pretende que los diecisis millones de peruanos se sientan partcipes de una sociedad comn. Aunque estas reflexiones se circunscriben al problema del aprendizaje y difusin de una y otra lengua, ste es quizs el primer paso hacia una poltica que abandona el enfoque de los casos individuales (como ocurra en el esquema de la educacin bilinge tradicional) para trasladar el peso del problema y el nfasis de la solucin a verdaderas dimensiones sociales dentro de un marco que abarca la totalidad del pas. 2.Es el quechua una lengua inferior? En los sectores urbanos y medios, y de manera especial en el ambiente limeo, no son pocos quienes piensan que el quechua es una lengua inferior e inadecuada para la comunicacin en el mundo contemporneo. Como paso siguiente, quienes as razonan conclu
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y en que la medida dispuesta por la Ley 21156 producir un empobrecimiento cultural que, tarde o temprano, originar un retroceso en el desarrollo de la sociedad peruana. Que el refinamiento alcanzado por la cultura occidental y especficamente la complejidad de la ciencia y la tecnologa modernas son incompatibles con las posibilidades de una lengua cuyo uso se ha circunscrito al medio rural y, por lo mismo, carece de prestigio. Que sus usuarios forman parte del conjunto ms pobre de la sociedad y estn en divorcio con el ritmo de los sectores urbanos y, sobre todo, de sus lites, las que nunca perdieron el contacto con los centros extranjeros ms importantes. O sea, que mientras el castellano y la lite urbana ofrecen al pas el nexo y la capacidad dialgica con los niveles mundiales ms evolucionados en todos los aspectos, desde el arte a la economa de consumo, el quechua, idioma de una sociedad andina que tuvo un gran desarrollo en el pasado pero que fue cortada en su evolucin por el dominio espaol, hoy se circunscribe, por problemas derivados de la colonizacin, a un horizonte exclusivamente provinciano y desarticulado. En consecuencia, y siempre a juicio de los sectores cuyo razonamiento explicitamos en este prrafo, la ley propone una nivelacin por abajo en lugar de propender a la superacin de los quechua-hablantes, abrindoles las vas que les concedan acceso al nivel ms fino del enriquecimiento logrado por las sociedades contemporneas de todo el mundo, que son aquellas con las que los ncleos instruidos del sector hispnico de nuestra sociedad han interactuado de manera constante a partir del siglo XVI. Esta aparente ruptura significara un desvo de la historia en una poca en que las distancias y comunicaciones estrechan los vnculos internacionales y establecen una medida cada vez ms interdependiente entre las sociedades que operan a escala universal. El mismo argumento incide tambin en el papel cada vez
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ms importante que juega el espaol por su volumen de hablantes en el mundo, al extremo que en la fecha se le considera entre los cuatro idiomas ms propagados del universo. Y, a consecuencia de ello, en su rol como uno de los canales de informacin cultural y cientfica ms ricos para la transmisin de la cultura. Se aade, por fin, que si las traducciones al espaol tardan todava un tiempo largo, la posibilidad para que lleguen al quechua no puede ser, en esta perspectiva, sino remota y casi inimaginable. Sera pueril negar el peso de los argumentos esgrimidos en lo que toca a la utilidad y rango comunicativo que garantiza actualmente la lengua castellana. No es en lo que respecta a las posibilidades del espaol que se funda el malentendido de quienes argumentan de la manera que acabamos de resear. Diramos ms bien que la distorsin se produce en la forma como se representan las futuras relaciones y roles que estn implicados en la constitucin de una sociedad bilinge. En este sentido habra que precisar dos tipos de esclarecimientos: el primero se refiere a la importancia de las lenguas con relacin a una doble perspectiva del tipo de comunicaciones que sostiene toda sociedad humana, es decir a la llamada comunicacin externa o internacional, y a la llamada comunicacin interna o nacional. Y el segundo que atae a las caractersticas de orden lingstico, inherentes a toda lengua humana como sistema comunicativo, y a sus posibilidades de desarrollo en virtud de las funciones sociolingsticas que le corresponden dentro de un determinado contexto histrico-social. Las lenguas en s no son inferiores ni superiores, pero las comunidades que las hablan pueden estar colocadas en situacin jerrquica y, por ello, las funciones que corresponden a los idiomas se ven afectadas por esta estratificacin social de sus hablantes. Pasaremos a explicar brevemente la importancia
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de considerar la objecin propuesta teniendo en cuenta los ngulos de mira que acabamos de indicar. En lo que toca a las vertientes de comunicacin externa e interna, es obvio que el espaol ofrece a la poblacin peruana un precioso vnculo con la tradicin y las evoluciones que acontecen ms all de nuestras fronteras. Desconocer esta realidad o intentar frustrarla sera no slo insensato sino descabellado, puesto que implicara levantar una barrera que no hara sino favorecer una poltica de aislamiento y segregacin del marco internacional de relaciones. Una opcin de esta naturaleza acarreara, qu duda cabe, una ruptura de los imprescindibles conductos que sostienen la insercin del Per en el entramado de los intercambios propios de una dimensin. internacional. Pero ello presupone imaginar el abandono del espaol y el relegamiento de este idioma para pasar al exclusivo dominio del quechua. Esta posibilidad est descartada en el propio texto de la ley, pues en ningn instante se ha postulado renegar de la lengua castellana que es tradicionalmente el idioma oficial del Per. Lo que propone el texto legal es algo distinto: confiere al quechua el reconocimiento de lengua oficial para que quienes tienen en ella su ms hbil vehculo comunicativo puedan expresarse con seguridad y eficacia, sin necesidad de hacerlo a travs de un idioma que los priva de su pleno control idiomtico. Ello es debido a que: el quechua es la lengua materna de un segmento importante de la poblacin del pas, y que entre todas las lenguas no hispnicas usadas en el Per es la que cuenta con el mayor nmero de hablantes y, de acuerdo con las propias convenciones internacionales, la nicaque puede considerarse mayoritaria junto con el castellano (pues supera el milln de hablantes o el 10% del nmero total de pobladores). Adase a lo dicho que el peso del quechua es significativo por razones que atienden al nmero de hablantes, a su difu
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sin geogrfica y a la gravitacin de un pasado que mantiene una vigencia actual en amplias zonas del rea andita sudamericana. Esto pone de relieve que la oficializacin del quechua adquiere pleno sentido, si se piensa en lo que ello significa para robustecer las posibilidades comunicativas internas y regionales. Que al margen de la comunicacin internacional, en la que el rol del espaol no puede discutirse, la posibilidad de un bilingismo y biculturalismo se plantea como una alternativa que rectificando una poltica lingstica impuesta por el dominio colonial espaol, postula una nueva va que tiende a conseguir el fortalecimiento de las redes de comunicacin con miras a lograr una sociedad nacional. Ello no sera posible sin la articulacin idiomtica y social, de modo que todas las potencialidades concebibles y en gran parte desaprovechadas hasta la fecha puedan aparecer en un contexto que use ambos idiomas - el quechua y el espaol- y que equipado con este doble instrumento comunicativo se beneficie de las ventajas de uno y otro, tanto para mantener y ampliar el contacto hacia el exterior como para enriquecer al mximo la comunicacin lingstica y cultural de su dominio interno. No debe olvidarse, de otra parte, que un proyecto de esta naturaleza tiene que visualizarse como un proceso a largo plazo que, progresivamente, permitir la redefinicin del comportamiento social y cultural de los grupos mayoritarios del pas, a la vez que permitir modificar las actitudes psico-sociales que han fijado las formas de interaccin entre ambos segmentos. El concepto del Per como pas oficialmente monolinge hispnico ha sido, desde 1532 hasta la fecha, un modelo que en la prctica se ha mostrado ineficiente. Lo ha sido por no haber resuelto las contradicciones de una sociedad incomunicada en su esfera interior y porque, adems, sirvi no para integrar los conjuntos poblacionales sino, por el contrario, para ahondar diferencias e instrumentar el
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discrimen social por la va del estigma idiomtico-cultural. El proyecto de una sociedad bilinge que apenas empieza con la elevacin del quechua al rango de lengua oficial, se propone modificar una poltica lingstica probada por centurias, y sustituirla con otra que, como ya lo hemos dicho, responde a una visin pluralista e integradora que, en ltima instancia, tiende hacia una sociedad nacional que ofrezca iguales posibilidadesa los herederos de las dos lenguas y culturas que bsicamente constituyen el fundamento del Per moderno. En otras palabras, debe verse como un esfuerzo por dar solucin realista al aspecto ms saltante de una realidad multilinge como la que la praxis nos descubre en el pas. Como un intento de asumirla y formalizarla en el nivel legal hasta un grado compatible con la composicin efectiva de nuestras estructuras sociales y con las posibilidades manejabies por el Estado. Pero, sin que sea preciso llegar al reconocimiento oficial de las otras lenguas vernaculares que se usan en mbitos circunscritos de nuestro territorio, para las que los dispositivos de la Ley General de Educacin confieren un nuevo tratamiento inspirado en el principio de revaloracin cultural y respeto a la dignidad humana, a travs del enfoque de la educacin bilinge. El status oficial aparece as reservado al quechua y al espaol, que son calificados como instrumentos vlidos para satisfacer los retos de rango comunicativo amplio a nivel mundial y de articulacin y comunicacin interna. Desde un punto de vista estrictamente tcnico, todas las lenguas tienen la posibilidad de servir a las exigencias comunicativas de la sociedad que las habla. Mientras el quechua ha sido un idioma limitado al uso oral, sin posibilidades de acceder a roles que estn ntimamente ligados a su empleo en la escuela, la actividad administrativa del Estado y a su difusin por los
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medios de comunicacin masiva, lgicamente las exigencias de las comunidades quechua-hablantes lo han circunscrito a un papel domstico, de mercado regional y de intercambio predominante en los sectores rurales. En la medida que se difunda y acepte su uso escrito, que se incorpore al circuito de comunicacin extensa y que, por lo mismo, desaparezca progresivamente la minusvala y discrimen que proscriba o cuando menos relegaba su uso, de acuerdo a las reglas que han operado en todos los puntos del universo y en todas las pocas, los propios hablantes del quechua enriquecern el campo lxico de este idioma. Todas las lenguas dan y reciben y la historia de todas ellas demuestra que la formacin y derivacin de palabras as como la aceptacin de los prstamos, se produce al comps de los requerimientos que histricamente han aparecido en las distintas comunidades lingsticas. No es un secreto, verbigracia, que en el campo de la computacin electrnica, investigacin espacial, administracin de empresas, teora planificadora y relaciones internacionales, para citar unos cuantos ejemplos, el espaol ha tenido que incorporar trminos que no existan en esta lengua o ha tenido que especializar algunos para constituir un vocabulario tcnico inexistente antes de que apareciera la necesidad de su uso. Otro tanto podra decirse del florecimiento de la literatura escrita y de la complejidad de las formas narrativas contemporneas. No es un secreto que si en una poca la influencia italiana determin el curso de la poesa espaola, si en otro perodo el prestigio de las letras francesas renov los estilos de la literatura en espaol, desde la aparicin de Proust y Toyce se revolucion no slo la concepcin estilstica y tcnica de la prosa castellana, sino que se abrieron vas expresivas que han conducido al nivel privilegiado de que hoy disfruta la literatura en lengua castellana. El surgimiento de una forma literaria como la novela est condiciona
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do por la aparicin de la sociedad burguesa la que permite, a ciertos niveles sociales, el disfrute del tiempo libre y de la imprenta, para gozar con un gnero literario que es la versin moderna de lo que fue la epopeya clsica. Entre Las mil y una noches y la lectura de Cien aos de soledad est de por medio no slo un proceso evolutivo de las lenguas en que se escriben una y otra obra, sino que por debajo del fenmeno esttico subyacen desarrollos sociales que fomentan expectativas, necesidades y posibilidades de hombres y lenguas en distintos espacios y momentos histricos. La oficializacin del quechua abre esa posibilidad a quienes tienen dicha lengua por materna y depender de ellos desplegar en el futuro ese incalculable rango de virtualidades. Del pasivo papel de consumidores limitados podrn transformarse en protagonistasactivos de una cultura universal a la que, hasta la fecha, slo podan integrarse a travs de la mediacin del castellano. El diseo de un. proyecto bilinge para el Per escoge evidentemente una definida opcin humanista. Y, en lugar de inducir a un retroceso cultural, puede ser la base de nuevos enriquecimientos. En la medida en que el Estado sea consecuente con la oficializacin del quechua e instrumente una poltica cultural paralela a las modificaciones sustanciales de la estructura socioeconmica del pas, los hablantes del quechua tomarn conciencia y asumirn el rol que los lleve a expresarse de un modo ms pleno. Quienes siempre tuvieron que escuchar y desertaban de una escuela del silencio, podrn entonces decir su palabra y reclamar ser escuchados. 3.La oficializacin del quechua transtornar los planes de enseanza? Para las madres y padres de familia que tienen hijos escolares la nueva ley crea un desasosiego. Hasta
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qu punto el aprendizaje del quechua para los hablantes monolinges de espaol conducir a un recargo del curriculum que de una u otra manera obligar a despojar de tiempo a la enseanza de lenguas extranjeras, matemtica o ciencias? Si fuera as, piensan ellos que la calidad de la educacin que reciban sus hijos ser defectiva, si se compara con la que hasta la fecha ofrecan la primaria y secundaria tradicionales o la educacin bsica regular de estos das. En realidad sta es una variante "especializada" de la objecin discutida en el pargrafo anterior. Es inocultable que las valoraciones de quienes plantean esta duda reflejan, en forma ms o menos visible, la estimativa que por centurias practic el mundo urbano respecto del quechua y cultura andinas. Aunque el hombre urbano promedio no tenga por qu sentirse responsable de la relacin asimtrica que existe entre la ciudad y el campo, ni del asentamiento paulatino de los prejuicios que han opuesto lo costeo frente a lo serrano, sera muy difcil negar que la reaccin de quienes formulan este tipo de reparos a la ley est teida de un menosprecio que, aunque pueda ser inconsciente, de cualquier modo es activo. En suma, que reacciona ante lo que juzga propio de un mundo y un sector humano considerados inferiores. Si la ley propusiera la oficializacin de una lengua como el ingls o el alemn, los mismos grupos de clase media citadina se sentiran halagados. No temeran que la inclusin de las asignaturas correspondientes en el currculum escolar demandara un esfuerzo extra de sus hijos o recortara las horas disponibles para la enseanza de las ciencias y de la matemtica. Diran probablemente que el esfuerzo requerido se compensa con la utilidad del aprendizaje de una lengua con probada tradicin cultural en el mundo moderno. No repararan en el fracaso que desde siempre ha significado la
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enseanza de lenguas extranjeras en todos los niveles educativos del pas; tampoco sentiran la nueva norma como una imposicin autoritaria. Por qu? Porque hemos sido educados para sobrevalorar los contactos con el extranjero, ya sea en el campo de las ciencias, de la cultura o de las hojas de afeitar. El sello o marca que remite a lo forneo instintivamente produce en el peruano de los sectores medios un repentino y acrtico asentimiento, as no tenga mayor significacin ni utilidad prctica. Pero, de cualquier modo, le reportan dentro de la valoracin convencional un signo de status de privilegio que se empea en alcanzar o mantener. En cambio, para nada asoma en su reflexin la validez y la importancia de una mejor articulacin de la sociedad peruana dentro de sus fronteras. En trminos de posibilidad de uso y beneficio, no slo es factible que el quechua sea una herramienta til para los profesionales que por razones de trabajo deben actuar en ambientes no costeos. La facilidad de practicar esta lengua sin viajar al extranjero hace que las probabilidades de aprenderla efectivamente sean mayores que para cualquier otro idioma. No obstante esta argumentacin, el punto central del problema no puede ser enfocado en trminos estrictamente individuales. El hecho de fondo reside en que las comunidades que habitan dentro del Per necesitan interactuar de una manera ms eficiente en el plano lingstico y social. Que esta alternativa exige ya no slo al sector andino que se familiarice con el espaol, sino que demanda, asimismo, al sector de procedencia hispana que reconozca la condicin de otros grupos, con otra lengua dentro del mismo pas, y la necesidad de que en una nueva modalidad de accin recproca usen de ese contacto en beneficio comn. En otras palabras, se trata de un conflicto entre el inters personal que persigue la promocin individual y el inters colectivo en pos de la promocin social.
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No est fuera de lugar decir que slo en muy pocas escuelas y colegios, por lo comn de carcter binacional y constituidos originalmente para atender a los hijos de ciertas colonias extranjeras, se consigue un nivel de competencia bastante alto en el dominio de una lengua extranjera. La asistencia de nios peruanos a dichos centros educativos alcanza un nmero que, cualquiera sea la cifra exacta, constituye siempre un sector muy reducido de la poblacin escolar total del pas. No queda duda pues de lo artificial que resulta contraponer, como si tuvieran el mismo peso, los intereses de un pequeo conjunto que procede de las capas altas de la sociedad, al interes extenso de la casi totalidad de la poblacin estudiantil. En este sector, el aprendizaje real de una lengua extranjera muy pocas veces es logrado dentro de la escuela. Por tanto, ya es inexacto contrastar la enseanza del quechua con la prdida de la oportunidad para aprender un idioma europeo. De otro lado, debe suponerse que la implementacin de la ley tendr que ser llevada a efecto en forma gradual. Que deber seguir una progresin que permita aprovechar las experiencias iniciales que prueben las distintas variantes metodolgicas propuestas por los especialistas en educacin y lingstica aplicada. En ningn caso, sin embargo, habr de producirse una congestin entre las lenguas oficiales y el aprendizaje de la lengua extranjera, a tenor de lo dispuesto por el reglamento de bsica regular, de modo que el riesgo de sobrecargar al nio con la enseanza simultnea de tres idiomas no es pensable como alternativa real. En cuanto al temor de que la estrechez de tiempo afecte la atencin que merecen las lneas de matemtica y ciencias, sta es ya ms bien una muestra de hipersensibilidad e indisimulado rechazo de algo que nos resulta ingrato, a causa de no reconocer la prioridad del inters social.
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Deberamos subrayar que si se ensayan modificaciones esenciales en la estructura de una sociedad y en el diseo finalista de la misma, los valores que en este marco de referencias adquieren el ms alto nivel son de ndole moral. Dentro de este cuadro es inobjetable que la sociedad como un todo y, particularmente, los estratos ms privilegiados de ella tengan que contribuir a la cobertura de un costo social que, en su primera fase, contrara las expectativas y el sistema valorativo a que estbamos acostumbrados. Pero este reajuste se compensar con las posibilidades que se abren hacia un futuro en un nuevo estilo de relaciones internas. De otra parte, en ningn caso proscribe ni reniega de la conveniencia y utilidad que en mltiples campos reporta el conocimiento de una lengua extranjera. Slo que el ideal de un dominio equivalente del castellano con el ingls, francs, alemn, ruso, chino, nunca ha sido una meta de la educacin total del pas ni tampoco podr ser en el futuro un objetivo prioritario. S lo es, en cambio, la reestructuracin de la sociedad peruana; la misma que se persigue, entre otras medidas, con la oficializacin del quechua, como ya lo explicamos en captulos anteriores. Por ltimo, cuando se disipen las reacciones generadas inmediatamente despus de la dacin de la ley y se ponga en marcha un plan de aplicacin gradual, se advertir que la respuesta de los nios al aprendizaje de la nueva lengua oficial ser mucho ms alentadora de lo que imaginan en este perodo los adultos. Mxime si el Estado y los medios de comunicacin masiva concurrieran con su esfuerzo a crear y multiplicar las vas a travs de las cuales el pas entero cobrara conciencia de su destino bilinge, y lo aceptara como el reconocimiento de un signo que le llega del pasado y que, por fin, adquiere existencia legal para realizarse en el futuro.
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4. Las variaciones dialectales del quechua impiden una lengua comn? Durante los ltimos aos las investigaciones lingsticas realizadas en el Per logran una idea ms precisa de la realidad idiomtica del pas. No se desprende de lo dicho que en etapas precedentes se desconociera la difusin del quechua y que no se haya acumulado un caudal de trabajos acerca de esta lengua, as como de textos, manuales y una bibliografa de inspiracin religiosa. Ms bien queremos resaltar que en los ltimos 15 aos se ha procedido de manera ms sistemtica al reconocimiento de las distintas variedades del quechua, tanto en la regin de la sierra sur como en la zona central. Del inventario de esas investigaciones surge una idea renovada acerca de la evolucin histrica del quechua y de sus rasgos dialectales. En base al fruto del trabajo dialectolgico se toma conciencia de que el quechua, como se suele llamar normalmente, comprende un grupo de familias que poseen variedades que en algunos casos llegan a ser divergentes. Este resultado de orden cientfico provee de un argumento exacto a quienes, tomando apoyo en l, infieren que, dada la diversificacin dialectal del quechua, ser imposible conseguir el propsito fundamental de la ley, o sea lograr con la oficializacin un instrumento lingstico comn para la poblacin quechua-hablante. Si no hay un quechua sino una serie de quechuas, dicen, ser imposible unificar estas variedades puesto que la fragmentacin obstaculiza el surgimiento de una lengua comn entre hablantes de dialectos que a veces son mutuamente ininteligibles. Dichos as, stos son argumentos de notable impacto, sobre todo porque se apoyan en resultados de una disciplina que, si bien gana actualidad en los ltimos aos, no es fcilmente accesible para el gran pblico lector (Vase Apndice 1).
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A juicio nuestro no deben confundirse tres fases o etapas claramente diferenciables, a propsito de la implementacin de la Ley 21156. La primera comienza con la dacin misma del texto y tiene como efecto inicial liberar, de un lado, la represin que inhiba a muchsimas personas bilinges de quechua-espaol, y que por largos perodos ocultaron o no mencionaron o pretendan haber olvidado su conocimiento de ese idioma; y, de otra parte. motiva un cierto asombro de los hablantes monolinges de castellano, para quienes la realidad idiomtica del Per se agotaba con la vigencia del espaol. Esta primera fase desencadena una serie de manifestaciones que son sumamente significativas. Aparece el texto legal como un catalizador que dinamiza las reacciones de los grupos bilinges y, al mismo tiempo, da motivo para las expresiones de desacuerdo que con bases ms o menos fundadas objetan con distinta fuerza la medida. Lo cierto es que el mandato legal en este perodo no cumple otro papel que el de incentivador de las reacciones a favor y en contra y, por esa va, propicia un esclarecimiento que debe contribuir a una toma de conciencia de la realidad, en especial por parte de los monolinges en castellano. Entre tanto, a niveles oficiales y en algunos casos incluso por iniciativa privada, empieza a bosquejarse el presumible diseo de las distintas maneras como habr de implementarse la aplicacin de la ley. La segunda fase ser la que se derive del cumplimiento de lo dispuesto por la ley de la oficializacin, la que seala plazos precisos: abril de 1976 para sus efectos en el sistema educativo y abril de 1977 para su instrumentacin en el Poder Judicial. Suponemos que en una tercera fase, calculable a largo plazo, un uso ms extenso del quechua y el aprovechamiento de los canales que oficialmente se establezcan, as como los nuevos medios que significan la
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adopcin de un alfabeto comn, de textos gramaticales de orden prctico y de vocabulario del habla usada en la actualidad, permitirn una intensa interaccin entre los usuarios de esta lengua. De conseguirse este efecto, l redundar en la aceptacin de una forma estandarizada, supraregional, que ganar apoyo en la escritura que para entonces ya se habr generalizado y, adems, en la educacin formal regular. Advirtase que a la fecha todos estos factores son inexistentes. A la vista de estas consideraciones, podemos volver al punto central de este pargrafo. En el presente no es sensato pretender que una lengua que se ha mantenido en condicin oral, sin uso efectivo de escritura ms all de los ambientes especializados, que no ha dispuesto de codificacin gramatical con difusin amplia y que, por lo tanto, no ha generado una conciencia de norma lingstica entre los hablantes de sus distintas variedades, pueda repentinamente nivelarse y producir un tipo de quechua standard que se superponga a la fragmentacin dialectal. Pero tampoco puede argirse que eso no ocurra en el futuro que siga a la prctica intensa del idioma y a la revalorizacin y amplitud de roles que franquea la nueva ley. De cumplirse ciertas condiciones sta pondr al alcance de los actuales bilinges quechua-espaol, y tambin del grupo hasta hoy monolinge quechua, un amplio rango de interaccin comunicativa. Pero tal posibilidad depende ahora tanto de una reaccin social de los hablantes como de la poltica que propicie el Estado para incentivar las dinmicas del uso lingstico y las relaciones entre los diferentes dialectos. No menor importancia tendr la manera cmo se estimule el comportamiento de los castellano-hablantes con referencia a la lengua y cultura andinas. Ello no significa que en la fase segunda no puedan escribirse todos los dialectos quechuas con un alfabeto
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general ni que los hablantes de las distintas variedades sepan que hay gramticas y diccionarios de cada una de las formas dialectales. Es ms, la revaloracin que supone la ley y que concierta con la poltica de educacin bilinge y la Ley General de Educacin, busca resaltar la legitimidad de todas las formas dialectales, de la misma manera que ocurre con muchas lenguas del mundo. La fragmentacin tiene que entenderse como un antecedente histrico derivado de las condiciones en que se ha desarrollado el quechua en los ltimos siglos, pero no puede invocarse para adelantar cul ser el futuro de esta lengua si cambian, como empieza a ocurrir, sus relaciones con el espaol, y a causa no slo de esta ley sino de los reajustes socioeconmicos en todo el contexto nacional. De lo anterior se desprende que no se puede invocar la fragmentacin como un argumento que pruebe la inconveniencia de oficializar el quechua o que confirme la imposibilidad de escribirlo o la dificultad para llegar a una lengua standard. Las dos primeras argumentaciones pecan de inexactas y la ltima, o sea la relativa a la estandarizacin, est mal planteada. Ya dijimos que la estandarizacin, nivelacin o formacin de una koin (lengua general) no es fruto automtico, aqu ni en parte alguna, de un dispositivo legal. Ella surge como producto del interactuar colectivo de la comunidad lingstica, liberada de las anteriores discriminaciones y trabas hasta que, por virtud del uso y la aceptacin espontnea, se genere una norma lingstica que se superponga a las variantes regionales. En suma, creemos que esta objecin aunque se apoya en datos aportados por las investigaciones dialectolgicas y, aun cuando su punto de partida repose en hechos ciertos, fracasa al interpretar esos materiales y llega a una conclusin errada. Es equvoca, porque confunde como un hecho puntual e instantneo lo que
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en verdad no puede ser sino la resultante de un proceso generado por los propios usuarios de la lengua. Es decir, porque confunde el punto de partida con el punto de llegada. O sea que la estandarizacin aparecer, si aparece, slo despus de que se cumplan los requisitos de la segunda fase de la implementacin. De modo que slo en la tercera etapa de sta, el quechua tendr una norma general difundida ampliamente y prestigiada por tal carcter. 5.Se va a inventar un alfabeto quechua? Los hablantes de castellano que no tienen familiaridad ni contacto habitual con el quechua se extraan de la intensidad y apasionamiento con que en las ltimas semanas se haya debatido en diarios y programas de televisin el posible alfabeto quechua. Acaso no se ha escrito el quechua antes? Es tan difcil producir un alfabeto general para el quechua? En ltima instancia, dnde est el problema se preguntan: en la creacin del alfabeto o en las caractersticas del quechua? Para muchas personas el debate pblico no ha conseguido aclarar suficientemente sus dudas y algunas creen que es un tanto artificioso y romntico el empeo de consagrar un alfabeto oficial para el quechua y uniformar as la escritura de un idioma que, de otra parte, se dice que est muy dialectalizado y que, incluso, algunas de sus variedades son ininteligibles entre s. Qu sentido tendra entonces un alfabeto? Nuestro razonamiento en el numeral anterior ha querido subrayar el proceso que conduce a una nivelacin de la lengua como fenmeno oral. Ha tenido en cuenta la existencia de un quechua sureo cuyas variedades se conocen con el nombre de cuzqueo (Cuzco y Puno) y ayacuchano (Huancavelica, Apurmac, Ayacucho), as como la existencia del quechua central, la
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otra familia importante, compuesta por las variedades de Ancash, Hunuco, Pasco, Junn y sierra de Lima. Tales son los resultados a que han llegado las investigaciones dialectolgicas del quechua emprendidas por diferentes estudiosos, particularmente por Alfredo Torero (1964) y Gary Parker (1963). Decamos que esta realidad tiene que entenderse como la situacin de base sobre la que comenzarn a operar la multitud de efectos que, en virtud de la ley, podran producirse y decamos que, tras un plazo largo, las nuevas condiciones podrn generar el surgimiento de una koin o lengua general quechua de validez supra-regional. Pero hasta aqu nos hemos concretado a imaginar la proyeccin de la lengua como fenmeno lingstico o sea como hecho oral. Ahora en cambio quisiramos discutir una aseveracin que se refiere no a la lengua sino a la escritura, y que ha sido causa de grandes confusiones. En efecto, los debates en torno del posible alfabeto que se use para el quechua estn teidos por desconocimiento, malentendidos y celos regionales. En primer trmino, ya sabemos que toda lengua para ser tal tiene que servir a la comunicacin; por lo mismo, sus fonemas, que no son lo mismo que sus sonidos, pueden ser graficados con la ayuda tcnica de un lingista. En toda lengua podemos comparar una serie de emisiones que tengan todos sus segmentos iguales menos uno. Si se produce un cambio de significacin, dicho cambio en el significado depende del segmento que vara. En ese caso hablamos de un fonema, o sea la mnima unidad con capacidad diferenciadora en la lengua. En cambio, cuando el sonido sustituido no produce modificacin del significado, slo decimos que estamos en presencia de un alfono o variante fo
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ntica. Vamos a poner algunos ejemplos en espaol: las palabras que ortogrficamente escribimos como 'paso', 'peso', 'piso', 'pozo' y 'puso', fonticamente se tendran que trascribir as: [paso], [peso], [piso], [poso] y [puso], ello indica que las vocales son fonemas en castellano y que el cambio de cada uno de los fonemas voclicos modifica el significado y permite diferenciar las emisiones. La palabra 'boba' tiene como trascripcin fontica la que sigue: [boa], si alteramos la segunda 'b' y en lugar de la fricativa escribiramos una oclusiva, tendramos [boba] y esta pronunciacin nos parecera algo extraa, pero no cambiara el significado. Tampoco lo cambiara el que abriramos o cerrramos cualquiera de las vocales, porque en la estructura del espaol no es relevante la apertura o cerrazn de las vocales. En cambio, s sera significativo y habra alteracin del significado si en lugar de la segunda [b] o [] incluyramos [k], pues se es un fonema en castellano y producira [boka] que es una emisin con significado distinto. Esta corta explicacin quizs sirva para que el lector no familiarizado con la lingstica perciba el distingo que en esta disciplina es fundamental entre la fontica, que se ocupa del inventario de todos los sonidos en general, y de las maneras como esos sonidos aparecen en las emisiones de una lengua especfica y, de otra parte, la fonologa, que se ocupa exclusivamente de los sonidos o grupos de sonidos con valor diferencial capaz de producir cambio de significado, esto es, de los fonemas. Un alfabeto sera imposible si tratara de reproducir los sonidos que se usan al hablar una lengua: tendra necesidad de una complejidad de signos y diacrticos como el alfabeto fontico internacional o
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cualquier adaptacin de ste elaborada con fines de investigacin cientfica. Un alfabeto necesita ser prctico para servir a la comunicacin y poder ser empleado en las imprentas y en las mquinas de escribir sin mayores complicaciones. Tampoco necesita registrar las variaciones fonticas menudas que ni siquiera el odo del ser humano normal escucha; por eso, cualquier alfabeto es eficiente en la medida que registra slo los fonemas y que para cada uno de ellos especializa una grafa y nada ms que una. De modo que la multitud de emisiones que hace un hablante es siempre transcribible merced a un alfabeto compuesto por un nmero limitado de grafas. En base a este pequeo inventario de signos, toda persona que conozca la lengua, o sea el fenmeno oral, podr leer la versin escrita y proceder asimismo a graficar el flujo oral que desee convertir en escritura. Estas caractersticas son inherentes a todos los sistemas lingsticos; pero son desconocidas por muchas personas que no han tenido ocasin de familiarizarse con estos problemas. Creemos, en cambio, que la difusin concedida en los ltimos aos al inters cientfico por identificar las variedades dialectales del quechua es causa involuntaria de una serie de malentendidos puestos en boga a propsito de la ley. Habra quizs que distinguir entre la curiosidad propia del quehacer cientfico, dispuesto a rastrear todas las diferencias que ocurren dentro de una lengua, y la efectiva distancia entre los dialectos de una comunidad idiomtica e incluso entre lenguas hermanas. No se olvide que ya hemos sostenido incluso la inexistencia de lenguas homogneas y que la variacin que las afecta es una ley constante. Pero esto, que responde a una manera de ver la realidad idiomtica peculiar de las ciencias puras del lenguaje, no debe con
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fundirse con el planteo de otro tipo que sirve de apoyo para la aprobacin de un sistema de escritura. Por su naturaleza, todo sistema de escritura busca graficar los elementos significativos en la produccin fnica del idioma y, al hacerlo as, pasa por alto algunas realidades sonoras que no son importantes para la recta comprensin de los significados. Nadie que hable espaol ignorar que en Espaa hay un sonido diferente de c antes de e, i que en Hispanoamrica. O que en Andaluca la prdida de la s final determina que la oposicin entre singular y plural se infiera por el timbre de la vocal. Sin embargo, utilizamos el mismo alfabeto y escribimos esas palabras de la misma manera. Aunque todos los dialectos quechuas comparten un porcentaje muy alto de fonemas comunes, en algunos se desconocen varios de ellos o se utilizan otros de empleo regional. Lo que ocurre con los fonemas tambin sucede con palabras o formas de lxico. Pero mucho ms importante es el fondo comn que todos los dialectos comparten, pues todos ellos son desarrollos o estadios moderno de una fase anterior del quechua (Parker 1963; Torero 1964). En otras palabras, las actuales variedades no slo atestiguan su diversificacin, lo que sera una manera de mirar el fenmeno histrico, sino que, a la vez, dan testimonio de su origen comn y de ser, por ello, las formas modernas que prolongan la vieja lengua proto-quechua, hablada siglos antes de la invasin hispnica. Y sta es otra manera de contemplar el proceso histrico, que, para los fines que se persiguen con la ley, es la correcta. Por ello resultara pueril aceptar o caer en el juego de los celos regionales que reclamen mayor o menor calidad de quechua para los dialectos de una u otra zona. En las actuales circunstancias se debera tener en cuenta que ensayos anteriores como el del alfabeto de
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La Paz o sistemas difundidos por algunos quechuistas de prestigio fueron preparados a base del conocimiento de la lengua quechua que por entonces se tena. Tanto es as que el alfabeto de La Paz no consigna las pocas grafas necesarias para las variantes centrales del quechua, puesto que estos dialectos fueron investigados intensamente en la dcada del 60. Igualmente, quienes resuelvan el alfabeto que se oficialice deberan tener muy presente el sentido de la tradicin impuesta por los primeros cronistas espaoles, quienes procedieron a escribir el quechua tal como ellos lo oan y segn sus propios hbitos, o sea a la manera castellana. Mencionemos dos ejemplos: el uso de hua y gua y no de ua o wa por evidente influjo de la distribucin de los diptongos que aparecen en posicin inicial en castellano, y el uso de j por no existir oclusiva post-velar sorda en espaol. Poca fuerza debera, pues, concederse a los rezagos de esa castellanizacin de los sonidos quechuas que se produjo en los das coloniales, y que no es ahora cuestin de calificar como un indicio ms del dominio espaol. Quienes obraban de esa manera no saban hacerla de otro modo y reaccionaban frente a la lengua nativa del mismo modo que frente a la religin, la organizacin social y toda la cultura andina, es decir la adaptacin al ojo u odo del conquistador. Pero si eso se entiende y hasta cierto punto explica para el siglo XVI, no hay razn valedera para que en la actualidad no se reconozca al quechua su propia fisonoma como sistema fonolgico y gramatical diferente del espaol. Esto que, en apariencia, pareciera un dato histrico sin mayor trascendencia, sin embargo, es un factor de lo ms activo en las confusiones surgidas a propsito del debate sobre el alfabeto quechua. La querella se acenta, simplemente, porque muchos bilinges que conservan gran amor por la lengua nativa y la cultura andina no son conscientes del fenmeno histrico del que hemos dado cuenta, y se em
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pean en repetir que esa ortografa colonial es la ms correcta y prestigiada, sin percibir que ella traduce la distorsin hecha por el conquistador del quechua y su mundo. Finalmente, quisiramos dejar establecido que en algunos crculos se teme un posible influjo de los extranjeros que estudiaron el quechua. Ya se sabe que aparte de los doctrineros y estudiosos espaoles, con el curso del tiempo muchos extranjeros, entre los que destacaron alemanes, italianos y norteamericanos, dieron gran impulso a la investigacin de la lengua oral como a la edicin de los textos recogidos en las versiones de los cronistas. Tampoco hay uniformidad en los criterios ni en el nivel de esos trabajos, pero lo que s puede decirse es que desde el siglo XIX todos los lingistas del mundo usan el llamado Alfabeto Fontico Internacional 3. El A. F. I. es algo as como el sistema Morse para la comunicacin inalmbrica; es, pues, una convencin que surgi en Europa cuando el gran desarrollo europeo de la lingstica ech las ba
3. En 1886 Paul Passy fund la Asociacin Fontica Internacianal y su revista. Le Maitre Phontique contribuy a difundir las convenciones para la transcripcin de lenguas y dialectos, tanto para los estudios lingsticos como para la enseanza de idiomas. Los criterios y los smbolos han sido revisados y ampliados en varias oportunidades, con motivo de distintos congresos internacionales, habindose producido un ltimo reajuste de la tabla de signos fonticos en 1947. Actualmente estas convenciones son utilizadas, con las adaptaciones indispensables, por todas las entidades cientficas del mundo que se dedican a la investigacin de lenguas y a la formulacin de alfabetos prcticos. Un recuento histrico y detallado de los sistemas de escritura fontica puede verse en: M. Heepe, Lautzeichen und ihre Anwendung in verschiedenen Sprachgebieten. Berlin, 1924. De til consulta para el tema son tambin: Eugen Dieth. Vademekum der Phonetik. Francke Verlag. Bern. 1950. K. L. Pike, Phonetics. U. of Michigan Publications. 6th printing. Ann Arbor, 1958. T. Navarro Toms. Manual de Pronunciacin Espaola. CSIC. 6 edc. Madrid, 1950. Bertil Malmberg. La Fontica. Eudeba, Buenos Aires, 1964.
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ses de instrumentos estandarizados para el quehacer cientfico. Fue y es un modo de fomentar un vehculo de entendimiento por encima de las dificultades comunicativas entre quienes por el mundo entero se dedican al estudio de las lenguas naturales. El A.F.I. es a las lenguas como los smbolos de la qumica o la fsica o la matemtica a la materia y la realidad y, por ello, hay una evidente exageracin e injustificable suspicacia cuando se piensa que la y y la w son imposiciones o violencias extranjerizantes sobre la estructura del quechua. La y incluso es normalmente usada en el castellano como conjuncin, salvo en el Cuzco donde se prefiere la i latina por efecto de una reforma ortogrfica difundida hace aos, merced al prestigio de un clebre maestro. Pero, al margen de detalles, lo real es que y y w representan fonemas que se dan en muchsimas lenguas del mundo y que en el quechua, en general, tienen un alto ndice de ocurrencia. Por ello, su empleo no es insensato, dado que no slo no complica la escritura sino que, al revs, la facilita. En resumen, quisiramos dejar en claro que la fragmentacin dialectal no es un obstculo para el establecimiento de un alfabeto general que rena todas las grafas necesarias para ser usadas en cada una de las variantes del quechua. Esta posibilidad permitira que desde la fase segunda a que nos hemos referido en pginas anteriores, se comenzara la progresiva nivelacin de las variedades quechuas en el nivel de la escritura. Entindase que eso no es igual a la nivelacin, estandarizacin o formacin de una koin, que es un fenmeno en el nivel de la lengua y muy posterior. Pero, a pesar de las divergencias dialectales, el alfabeto general, que funcionara como un inventa.rio, ira ya fijando las bases para que los quechua-hablantes adquieran conciencia del valor de su lengua escrita; para que usndola percibieran la necesidad de enriquecerla y tender a la comunicacin extensa. De
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ese modo, este paso trascendental allanara el cumplimiento de etapas posteriores y demostrara rotundamente la falacia tantas veces repetida de la imposibilidad de dotar de escritura a la lengua quechua: fuera como se deca antes por tratarse de un idioma inferior o, como se pretende ahora, por su grado de diferenciacin dialectal. 6. Qu quechua se ha oficializado? Si la ley impone la utilizacin del quechua para una serie de situaciones reservadas antes exclusivamente al castellano cmo se podr lograr esto si el quechua es un idioma tan diversificado dialectalmente? preguntan algunos observadores. La interrogante tiene consistencia dado que, como dijimos, slo en la tercera etapa de la implementacin ocurrir el surgimiento de un quechua estandarizado y general. Pero antes de que suceda esa nivelacin, hay fines prcticos que tienen que ser realizados en el cumplimiento de la ley. Entre ellos hay que distinguir tres situaciones claramente diferenciadas en su empleo: 1. en las distintas regiones del pas en las que estn concentrados los monolinges quechuas y la mayor parte de los bilinges quechua-espaol; 2. en las regiones predominannantemente costeas y selvticas donde no existe una concentracin significativa de hablantes nativos de quechua; y 3. en la megalpolis constituida por la conurbacin limea (ciudad y alrededores). Razonamientos de orden sociolingstico, antropolgico y educativo, as como la debida concordancia de esta ley especfica respecto de la poltica de educacin bilinge, dan pie para intentar una respuesta que nos parece adecuada. Dentro del espritu que auspicia la dacin de estas leyes, as como dentro del propsito poltico que alien
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ta la reestructuracin del nuevo proyecto de sociedad nacional, no hay alternativas equivalentes para el caso primero. Consecuencia natural de esos postulados sera que se trate en pie de igualdad a todas las variedades del quechua, cuidando de no privilegiar ninguna de ellas. Esto quiere decir que en el Cuzco y en parte del altiplano puneo la variedad cuzquea ser la foema difundida del quechua oficial; que la variedad conocida como ayacuchano, que comprende los departamentos de Ayacucho, Huancavelica y Apurmac, ser la forma difundida del quechua oficial en esta regin; y que otro tanto ocurrir con las variedades de Ancash, Hunuco, Pasco, Junn y sierra de Lima, y con, los grupos incluidos en el cajamarquino (Porcn, Ferreafe)y chachapoyano (Chachapoyas y Lamas), (Torero 1974). Se objetar que un tratamiento de este tipo desnaturalizara el sentido de la ley, en la medida que refuerza la fragmentacin dialectal; pero esta es una falacia, dado que, a partir de las variedades se llegarms tarde al surgimiento de un quechua general, pero no al revs. Es imposible tener como apoyo una norma lingstica que todava no existe, por las razones histricas y sociales que ya hemos examinado; y, de otra parte, porque la revaloracin deL quechua supone la revaloracin de todas las variedades quechuas que circulan en el universo andino. Imponer una sobre las. dems no slo atentara contra el espritu de celo regional que es muy vivo cuando se toca impositivamente un aspecto tan sensible como la lengua materna, sino que contrariara la premisa humanista de respeto a las variedades culturales y al principio pluricultural. De otro lado, adems, entraara un absurdo proceso de sustitucin de la hegemona del castellano por el predominio de la variedad quechua que se seleccionara para jugar un rol excluyente sobre las otras formas regionales. Estas ltimas consideraciones tienen slido
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respaldo doctrinario y, a la vez, se hallan reforzadas por obvios condicionamientos que surgen de la realidad lingstica y cultural del mundo andino. En el segundo punto, o sea para las regiones de monolinges hispano-hablantes, a excepcin de Lima, el criterio ser tanto ms sencillo cuanto la decisin a adoptar se gue por principios anlogos a los seguidos al discutir la primera situacin tipo. Es decir que en aquellas regiones hispano-hablantes que mantienen contacto intenso con determinadas reas del quechua, la variedad ms natural para uso en la escuela y como forma oficial debera ser la variante de ese quechua prximo. Si pensamos en la zona costea del sur de Lima hasta la frontera con Chile, el ayacuchano y el cuzqueo deberan ser dentro de este esquema opciones alternativas. Si pensramos en la faja costanera que se extiende desde el norte de Lima hasta la frontera con el Ecuador cabran dos posibilidades: a. aplicar el mismo patrn que en el sur y ofrecer las variantes de Ancash y Cajamarca para las respectivas reas de influencia; o b. reconocer que, dado el relativo poco peso demogrfico de esas variedades, se apele ms bien al contraste entre las estructuras lingsticas del castellano y de las distintas variantes del quechua, y que por esta causa y por el rango comunicativo que ofrecen las dos modalidades de la sierra surea y que adems son mutuamente inteligibles, se propicie tambin para la costa norte la enseanza y uso de una u otra indiscriminadamente. El cuadro de la selva reproduce de manera muy semejante las condiciones que hemos descrito para la costa sur y norte. La opcin que se tome debera guardar concordancia con las decisiones que afecten a la costa. Para el tercer caso que corresponde a Lima y su conurbacin debe recordarse que por las peculiarida
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des del proceso de urbanizacin, que hacen de ella un microcosmos del Per total, a pesar de que hay una mayora apreciable de hispano-hablantes no se puede desdear la cantidad de bilinges quechua-espaol compuestos que se han incorporado a Lima y se incorporan permanentemente a travs de las ondas migratorias internas. En vista de lo anterior, tambin en este caso habr que encarar una decisin que escoja las variedades quechuas a emplear: o se adoptan las cuatro modalidades de quechua (cuzqueo, ayacuchano, ancashino y cajamarquino) que gravitan sobre la costa, o se difunden las dos primeras que tendran prioridad regional en la costa sur y eventual opcin para difundirse en la costa nortea. Desde un punto de vista circunscrito al contraste estructural entre las lenguas la decisin podra inspirarse en la menor dificultad del quechua hablado en Huancavelica, Apurmac y Ayacucho para el nativo hablante de castellano. Pero por encima de estas reflexiones de orden tcnico, el caso de Lima demanda un minucioso anlisis de factores poltico-sociales que exceden el campo de la indagacin cientfica. Vale decir que se corre el riesgo de que la solucin a tomar para Lima influya decisivamente, por el prestigio de la capital, en el proceso nivelador al que tantas veces nos hemos referido como virtualidad que debe quedar en manos de los grupos mayoritarios de quechua-hablantes y, en particular, de los sectores campesinos y rurales de la regin andina. La pregunta acerca de cul es la variante del quechua que ser consagrada de manera oficial es impertinente en esta fase del desarrollo de la nueva poltica lingstica del Estado. Ella tendr una contestacin definitiva, ya lo hemos dicho, slo si la implementacin de la ley a travs de pasos como los aqu sealados, u otros que respeten el espritu y la intencin de la Ley 21156, generen las condiciones para un desarrollo
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fecundo, masivo y pleno de la nueva lengua oficial del Per. 7.Podemos pagar el precio de ser un pas bilinge? Cada vez que se plantea ejecutar una reforma importante es preciso considerar los montos de inversin que ella representa. De stos se detectan ms rpidamente los econmicos y, a la postre, el argumento que subraya ese monto se convierte en arma a favor o en contra del plan proyectado. Por lo mismo, no extraar que se mencione que la oficializacin del quechua es un proyecto econmicamente irrealizable. Que lo es por una serie de carencias de orden tcnico (que no son exactas, por lo menos, en ese grado) como por lo costoso que sera solventar un sistema regular de educacin bilinge, un sistema paralelo de enseanza en quechua y todo el montaje de traductores, redactores y personal indispensable para hacer del quechua un idioma de comunicacin amplia y de uso regular en la administracin pblica. Quisiramos examinar con ms detalle esta objecin. Debemos referimos una vez ms a nuestro convencimiento de que cualesquiera sean las vas a travs de las cuales se implemente la Ley 21156, ellas se habrn de ceir a una aplicacin gradual que se ir cumpliendo por medio de etapas sucesivas. En consecuencia, el primer comentario sera que de ningn modo la oficializacin debe generar un inmediato desembolso que, por su cuanta, rompa los equilibrios presupuestales. Si relacionamos esta presuncin con los efectos ms saltantes derivados de la oficializacin, la educacin bilinge y la enseanza en quechua, creemos que hay maneras que impiden caer en clculos exagerados. Pensamos que no sera necesario imprimir todo el material para la educacin bilinge en el primer ciclo de
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bsica regular. Y pensamos as a pesar de que en cada una de las variantes dialectales tendrn que usarse dichas variedades como medio de instruccin. Pero, somos de opinin que el Estado no necesita ni debe imprimir textos en cada uno de los dialectos, sino elaborar guas adecuadas para el maestro, que sean lo suficientemente explcitas e ilustradas, para que lo orienten a fin de que suscite la capacidad creativa de sus propios alumnos y sean ellos quienes elaboren su material educativo. Siempre resultar mucho ms interesante y valioso "un libro" hecho en aula por los educandos con la gua del maestro, que cualquier texto que sea impreso en una dependencia privada o pblica de Lima. Existen adems tcnicas sencillas y econmicas para que ese material pueda ser incluso reproducido a nivel de centro educativo o de ncleo, por seleccin de distintos trabajos previos. Nada de esto impide la utilizacin de recursos grficos y de color de muy bajo costo, pero que confieren al papel y a los diseos una nitidez y un colorido que contrastan con la menesterosidad o pobreza imaginativa de muchas obras editadas en Lima. No est dems recordar que hay una etapa de la enseanza bilinge y bicultural en la que el uso oral, la motivacin y los contenidos son los prioritarios y de ellos depende sustancialmente el sentido mismo de la enseanza. Ms adelante, el apoyo de la lectura se debe adecuar a ese ejercicio vivo que es fruto de la interaccin propia entre maestro y estudiante. Por esta razn no slo resultara apropiado adoptar un esquema como el que acabamos de referir, sino que adems resultara econmico y respondera, por aadidura, a una concepcin que fomenta la creatividad y la habilidad manual. Para la enseanza en quechua de cursos que tradicionalmente se han dictado en castellano y que en la nueva perspectiva tendran que ser ofrecidos en la nueva lengua oficial, cuando llegue el momento en que
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el plan de conversiones fije la oportunidad de hacer uso de este tipo de enseanza, el Estado no debera ocuparse sino de la preparacin de los textos prototipo y de suscitar la respuesta comunitaria o regional para que, por iniciativa que acopie potencialidades de otras instituciones y sectores privados y pblicos, se canalicen medios que concurran a la financiacin de esos materiales. La Ley de Telecomunicaciones concede al Estado una participacin del 51 % en las emisoras de radio y canales de televisin. Pues bien, de lo que se trata en la nueva coyuntura sera de aprovechar parte del espacio a disposicin del Estado, convirtindolo en un canal eficiente de la extensin educativa. Slo que ahora se utilizara el quechua, por la va de la radio y la televisin, con mensajes que sean relevantes para los sectores monolinge y bilinge subordinado quechua-espaol. Ellos sin duda preferirn ese canal comunicativo a los que trasmiten en castellano, puesto que su competencia en la lengua materna es muchsimo ms alta. En este caso, la inversin mayor est en el costo de traductores, o periodistas y locutores hbiles en espaol y quechua, pero el gran desembolso que supone el pago del tiempo en la radio o en la TV no existe por efecto de la Ley de Telecomunicaciones. De ese modo, entidades estatales y otras instituciones, por delegacin o convenio con el Estado, podran asumir responsabilidades para producir programas destinados a los diferentes sectores de actividad que se desee atender. Esta posibilidad estupenda y en la prctica poco costosa afectar a una poblacin meta de hablantes del quechua, reforzando en ellos su facilidad de comprensin y de uso que, como sabemos, en la primera fase ser desarrollada por la enseanza escolarizada y en segundo lugar profundizada por la educacin desescolarizada. La radio, la TV, los afiches, los avisos y las pancartas, as como los murales, los
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peridicos-murales y el debate pblico, mucho ms que los libros y los peridicos impresos, sern en el plazo corto el instrumento ms eficiente para la consecuci6n de los fines que se propone la ley. A mediano y largo plazo procedimientos varios de policopiados abaratarn los costos para la difusin de las diferentes noticias emitidas por los organismos estatales y comunales en directo contacto con las reas predominantemente bilinges. Nuestro razonamiento anterior es una invitacin a recordar que la implementacin deber ser gradual y que, aun cuando desde un comienzo haya que resolver problemas de escritura y de impresin grfica, en esta primera etapa la prioridad ms alta no podr ser conferida a ellas sino al uso oral. No negamos el enorme valor simblico que entraa apoyar que el quechua aparezca escrito o impreso y tenga circulacin por esa va; pero quisiramos recordar que el sentido sustantivo de la ley se dirige no a los grupos ya bilinges de los sectores medios y altos de las ciudades serranas, sino que tiene su objetivo principal en los sectores populares cuya lengua dominante es el quechua y cuyo uso del castellano es limitado, as como a los grupos enteramente monolinges y analfabetos. Todo lo que coincide con nuestra interpretacin de concebir la promocin social como el verdadero objetivo de la ley, en reemplazo de la tradicional induccin a la movilidad individual. 8.Para qu el bilingismo si la castellanizacin es creciente? No es infrecuente escuchar que la ley llega a destiempo por dos razones que estn explcitas en las cifras del censo de 1972. A tenor de estas aparece que despus del grupo hispano-hablante materno, el segmento de los bilinges es bastante ms alto que el de
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los monolinges en quechua. Y, de otra parte, que no hay monolinge que no sienta la necesidad y el deseo de llegar al espaol y asimilarse por esta va al mundo mestizo. Dicho en otras palabras, lo anterior parecera una consecuencia del cotejo de los datos aportados por los censos nacionales de 1940, 1961 y 1972. Esto es, que el proceso de castellanizacin del pas ha seguido un ritmo creciente y que, por ende, no resulta clara la necesidad de fortalecer el quechua y de hacer un gasto y una inversin tcnica y humana tan grande, cuando en un plazo relativamente corto el pas entero hablara castellano. Como en otras ocasiones, tambin en sta tenemos que convenir que los reparos parten de datos que son exactos, pero que son interpretados desde una perspectiva ideolgicamente contraria a la integracin del pas a travs del pluriculturalismo y del proyecto bilinge, tendientes ambos a crear una nacin slidamente estructurada. Tanto es as que podramos referimos a trabajos anteriores (Escobar 1974a; Myers 1967) en los que queda demostrado que si bien en cifras porcentuales disminuye sensiblemente la poblacin monolinge en cambio en cifras absolutas no sucede as. Demos una ojeada a los nmeros (Vase cuadro 1). En cuanto a los bilinges se suele sealar que cada diez aos su incremento es de tal magnitud que bien podra concluirse en la existencia cierta de una castellanizacin general para dentro de 20 30 aos (Pozzi-Escot 1972a). En efecto, las cifras absolutas y relativas que corresponden a los tres ltimos censos son las siguientes (Vase cuadro 2). Pero tambin en este caso hay una distorsin en el manejo de los datos. Diremos, a manera de ilustracin, que un estudio para medir el grado de apropiacin del castellano, por monolinges quechuas en proceso de aprendizaje del espaol, ha probado fehacien
Cuadro 1 POBLACION MONOLINGE DE LA REPUBLICA DE 5 AOS Y MAS DE EDAD, QUE HABLA QUECHUA O A YMARA EN CIFRAS ABSOLUTAS Y RELATIV AS CENSOS NACIONALES: 1972, 1961 Y 1940 1972(a) IDIOMA Poblacin de 5 y ms afios Quechua Aymara No. 11 790 150 1311062 149664 % 100.00 11.12 1.27 No. 8 235 220 1389 195 162 175 1961(b) % 100.00 16.87 1.97 1940 (c) No. 5 228352 1625 156 184743 % 100.00 31.08 3.53
FUENTE: a. Cuadro No. 28 - Tabulados de Censo Nacional de Poblacin 1972 b. Cuadro No. 47 - VI Censo Nacional de Poblacin - Tomo III -pg. 1 c. Cuadro No. 50 - Censo Nacional de Poblacin y Ocupacin de 1940-Vol. 1, pg. 172
Cuadro 2 POBLACION BILINGE DE LA REPUFLICA DE 5 Y MAS AOS DE EDAD, QUE HABLA CASTELLANO QUECHUA O CASTELLANO-AYMARA EN CIFRAS ABSOLUTAS Y RELATIVAS CENSOS NACIONALES: 1972, 1961 Y 1940 HABLANTES Poblacin de 5 y ms aos Castellano-quechua Castellano-aymara 1972 (a) No. % 11 790 150 100.00 1 715004 14.55 182241 1.55 1961 (b) No. % 8235220 100.00 1 293 322 15.70 125702 1.53 1940 (e) No. % 5228352 100.00 816967 15.63 47022 0.90
FUENTE: a. Cuadro No. 28 - Tabulados Originales del Censo Nacional de Poblacin 1972 b. Cuadro No. 50 - VI Censo Nacional de Poblacin - Tomo III, pg. 46 c. Cuadro No. 50 - Censo Nacional de Poblaci y Ocupacin de 1940 - Vol. 1, pg. 172
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temente cmo, incluso personas transferidas de su ambiente original a los medios suburbanos y urbanos se uubican en una escala que, de no mediar variables especficas, como tiempo de exposicin al uso del castellano y un alto ndice de escolaridad, llegan a congelarse en un grado de bilingismo incipiente o subordinado que los fijara en un nivel inadecuado para comportarse con expresividad y espontaneidad en espaol (Escobar y Aliaga 1973; Cerrn 1975 ms.). Pero, adems, si bien puede aceptarse que los monolinges en quechua quieran llegar al uso y conocimiento del castellano, hace algunos aos que un trabajo etnolingstico demostr (Escobar 1968 y 1972b) que pasada cierta edad y en condicin de inactividad econmica los monolinges no se interesaban por aprender el castellano, ni por leerlo y escribirlo. Bien cierto es que dentro del marco de desequilibrios internos que caracteriza a nuestra sociedad, el aprendizaje del espaol y a travs de la lengua la incorporacin al grupo mestizo funcionaron como un acicate que se apoyaba, asimismo, en la condena de la lengua y cultura andinas. Pero, como ya lo hemos dicho, de lo que se trata es de modificar ese esquema colonial y alienante y, por lo mismo, este argumento no puede utilizarse en contra de la ley sino a la inversa, o sea a su favor. El hecho de que los datos censales demuestren una reduccin porcentual de los quechua monolinges, un incremento de los bilinges tanto en cifras absolutas como en relativas, y el que se seale la ambicin de sos a incorporarse a los grupos mestizos no debe hacemos olvidar dos elementos de juicio que, en nuestra opinin, tienen un peso mayor y definitivo. Que las cifras del censo no cancelan ni hacen desaparecer el peso de los monolinges en cada dcada, ni suspenden la gama de bilinges que carecen de habilidad para expresarse libremente en castellano. Podra incluso postularse la existencia de un dialecto castellano usado
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por hablantes no maternos, el mismo que estara en la base de la dialectologa del espaol del Per (Escobar 1974b). Y, de otro lado, que el desarraigo que propiciaba el castellano como va de ascenso, al precio de renunciar a una identidad cultural para quedarse a medio camino entre dos lenguas y dos culturas, no puede ser la alternativa de integracin que una sociedad justa ofrezca a los miembros que no componen la porcin mayoritaria del pas. De modo que la ley no llega a destiempo. Llega cuando las condiciones sociales permiten avizorar posibilidades de reestructuracin global, y llega como uno de los medios que se utilizan para reestructurarla dentro de un proyecto menos asimtrico. 9. No es sta una ley precipitada? Para algunos observadores y crticos, la dacin de la Ley 21156 se produce repentinamente y sin que se hubieran realizado los estudios previos que confirmaran su necesidad y su aplicabilidad. Otros comentaristas piensan que as como una maana se difundi la noticia de la oficializacin del quechua, de manera anloga el ao 76 se efectuar la conversin total de la poltica idiomtica en todos los niveles educativos, sectores de la administracin, medios de comunicacin masiva, y que sta producir tal grado de confusin que muy rpidamente se admitir lo errneo del dispositivo y la violencia del cambio propuesto. Finalmente, otros juzgan que ya por improvisacin, ya por falta de autenticidad, ya por impractibilidad, la ley quedar convertida en letra muerta y generar una frustracin profunda que, a la postre, se convertir en un boomerang y har aparecer a sus inspiradores como utpicos o demagogos.
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Un razonamiento poltico se limitara a contestar la primera objecin sosteniendo que una medida tan radical como sta de la oficializacin del quechua en un pas tan tradicionalmente conservador y presuntuosamente hispnico como el Per, nunca podra ir precedida por estudios e investigaciones previos que satisficieran, como prueba bastante de la pertinencia de la medida, a quienes por instinto se sienten ajenos al problema social del pas y no comparten tampoco el propsito de integrar una nacin pluricultural. Para nosotros no debe silenciarse, adems, que durante los ltimos 15 aos estudiosos peruanos y extranjeros han cumplido una fecunda labor investigatoria que permite decir hoy en da, sin ninguna duda, que de todas las lenguas habladas en el Per el quechua es la que ha merecido el mayor y ms exhaustivo anlisis (Vase Apndice 1). Ha sido estudiada no slo en la descripcin de sus variaciones dialectales de orden fonolgico y gramatical, sino tambin en cuanto a su proceso histrico y relaciones con otros aspectos de la cultura y de la educacin. El comienzo de la lingstica moderna en el pas coincide con un vuelco del inters por el mundo andino y la sociedad rural, que originariamente empez con los estudios antropolgicos y ms tarde dio lugar a una complementacin disciplinaria que sirvi de apoyo para la apertura de trabajos de tipo sociolingstico. No es exacto pues que no haya estudios previos, puesto que el conocimiento acumulado por estudiosos individuales y de diferentes instituciones, entre las que ocupa lugar prominente la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, ha servido de base para lograr en crculos cada vez ms amplios y, en especial, en los ncleos atareados en el diagnstico de la realidad educativa y la problemtica social, que se expanda la conciencia del carcter plurilinge y multicultural del Per. De esta manera, una disciplina que algunos piensan como ciencia puramente descrip
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tiva y no comprometida ha sido til, sin embargo, para subrayar el estrecho vnculo entre lengua, sociedad y cultura. En esta dimensin, la poltica lingstica, la reforma educativa y las metas de una poltica cultural consecuente con las necesidades de cambio requeridas en el pas, han concluido en reiteradas oportunidades, a travs de certmenes cientficos nacionales e internacionales, en demandar atencin prioritaria para el problema de la lengua. En este sentido, el Instituto de Estudios Peruanos cree haber jugado un papel importante en el esclarecimiento de un tema tan delicado y urgente para la sociedad peruana de hoy y del porvenir. Para quienes se adelantan a sealar el riesgo de una implementacin violenta y su consecuente fracaso poco habra que responder. Desde nuestro punto de vista, coincidimos en que de procederse as en la fase ejecutiva se corre el riesgo de un fracaso lamentable. Pero si bien es cierto que nunca se acaba de preparar exhaustivamente disposiciones como la Ley 21156, se nos ocurre que la implementacin de normas de esta naturaleza s exige sumo cuidado y ponderacin. Por ello creemos que adelantar juicios sobre una posible aplicacin violenta y total no pasa de ser una conjetura. Digamos por fin que hacer realidad la leyes una tarea mproba y lenta, pero que una vez promulgada y despus de haberse despertado las expectativas que ella suscita en la poblacin quechua-hablante no sera concebible que se atene su efecto al extremo de diluirlo o suplido con paliativos sustitutorios. Si, como hemos dicho en captulos anteriores, esta medida es una forma de reajustar el equilibrio entre los segmentos mayoritarios del pas, a fin de redistribuir el acceso al poder, a la justicia, a la cultura, es obvio que hay una correspondencia entre ella y las medidas ms
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radicales del gobierno. De la misma manera en que la promulgacin de la reforma agraria suscit conjeturas acerca de su aplicabilidad, del mismo modo las motiva la oficializacin del quechua. Y en esto tenemos que conceder razn a quienes verbalizan sus dudas. No hay sino dos posibilidades, la ley se aplica o no se aplica. Si se aplica puede pensarse en una mayor o menor intensidad y velocidad de los dispositivos y medidas que la reglamenten, complementen y perfeccionen. Pero, si no se aplica o se desvirta circunscribindola, por ejemplo, a la educacin bilinge, o proscribiendo de la condicin de ciudadano a quienes no hablen ni lean espaol, no sera inslito predecir que el sentimiento de frustracin de los quechua-hablantes y de un gran estrato de bilinges -revelara un desencanto y desengao imborrables. Por ser sta una de las creaciones ms audaces y difciles de aplicar que hayan sido dictadas por el gobierno, creemos que la ley refleja una decisin asumida autnticamente, con nimo de instrumentarla de modo realista e inteligente, y no para manipular la buena fe o la simpata del sector ms pobre y marginado de la sociedad peruana. Como en muchos momentos de un proceso poltico, y ste es uno de ellos, hay partidas definitivas que, en ltima instancia, sirven como prueba para dar cuenta del sentido principal hacia el que se orienta el futuro socialista del Per.
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Tareas y perspectivas
Planeamiento lingstico AUNQUE EL FONDO CONCEPTUAL no sea moderno y la historia del mundo sirva de apoyo a esta afirmacin, lo cierto es que, desde hace muy poco tiempo, el cruce disciplinario de las investigaciones sociales, lingsticas y educativas converge hacia la postulacin de lo que se suele llamar planeamiento lingstico. Sus premisas para un enfoque del desarrollo comunicativo en contextos sociales plurilinges son: el haberse reconocido que lengua y cultura constituyen un binomio ntimamente soldado; que, por lo mismo, las teoras del aprendizaje de una lengua no pueden desgajarse de las caractersticas inherentes al ambiente social ni a los problemas que determinan la interaccin entre los grupos cuyas lenguas se hallan en contacto; y, finalmente, que la educacin en cualquiera de sus modalidades no puede seguirse concibiendo como una variable independiente. En vista de lo anterior y a la luz de los problemas y rasgos propios de las sociedades multilinges, as como se trata de racionalizar el crecimiento y el camino econmico y social, a fin de alcanzar un equilibrio ms justo, del mismo modo, tericamente, se postula la posibilidad de reorientar la interaccin comunicativa de
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grupos y lenguas diferentes pero en relacin constante dentro de un Estado nacional. De este modo, se pretende concurrir en beneficio de una reestructuracin global que redefina los trminos de interaccin entre las diversas poblaciones, sus lenguas y hablante s de ellas. Lo que el Estado peruano se propone como tarea es una forma de planeamiento lingstico, tanto con la educacin bilinge como con la reciente oficializacin del quechua. Las metas a las que apunta la primera y las que postula la segunda son un caso especfico de planeamiento y recomposicin de los roles que el Estado reconoce a los idiomas mayoritarios del pas. Explicada esta concepcin, trataremos de examinar los rasgos peculiares de la educacin bilinge y sus implicaciones en el pasado reciente, as como las nuevas perspectivas para el futuro prximo. Los caminos de la educacin bilinge Durante el gobierno del Presidente Bustamante y Rivero, el Ministro de Educacin de entonces, Luis E. Valcrcel, dio curso a un proyecto de educacin bilinge para la regin de la Amazona. Fue as como el Instituto Lingstico de Verano inici sus actividades en el Per, consagrndose al estudio de las varias lenguas amaznicas que son patrimonio de distintos grupos con diferente densidad poblacional y diversos rasgos histricos y lingsticos. Dentro de una concepcin que ya hoy puede considerarse clsica, el ILV procedi al estudio de las distintas variedades idiomticas para, ms tarde, elaborar cartillas de alfabetizacin en la lengua materna de los selvcolas y, por esa va, difundir conocimientos prcticos de sanidad, desarrollo comunal, instruccin bsica, nociones de comercio, etc. En una segunda fase se proceda a la castellanizacin y a buscar el enlace entre ese tipo particular de es
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cuela y la pblica regular del Estado ( Gudchinsky 1974; Saville y Troike 1973). Aos ms tarde se han realizado experiencias en zonas andinas que, de uno u otro modo, se adscriben ms o menos al modelo establecido en la Amazona. Quizs el nico caso que trat de ensayar variantes dentro de este concepto de educacin bilinge fue el experimento llevado a cabo en el Ncleo Escolar Campesino de Quinua, por el Plan de Fomento Lingstico de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. En esa ocasin se llegaron a organizar dos grupos experimentales y uno de control para probar la eficacia de la enseanza desde el grado de transicin hasta el segundo de primaria, utilizando en uno de los grupos la alfabetizacin en la lengua materna del educando, el quechua, y el aprendizaje oral del castellano para llegar ms tarde a su lectura y escritura. En el otro grupo se empleaba el quechua como lengua del aula, pero la castellanizacin oral y la lectura y escritura de esta lengua se iniciaba en plazo ms corto. Por una serie de dificultades inherentes a las investigaciones de esta naturaleza, el experimento fue clausurado y el trabajo de Quinua se reorient ms tarde a evaluar materiales para la castellanizacin y a desarrollar las relaciones de la escuela con la comunidad, dentro de un marco de promocin comunal. Los trabajos realizados en otras zonas de Ayacucho, y en Cuyo Chico (Cuzco) y otros lugares del pas, encararon sus objetivos sin proponerse una fase experimental previa para la realizacin de sus tareas, pues el modelo terico usado fue definido sin alternativas y siempre antes de la iniciacin del proyecto. Todas las experiencias que se han llevado a efecto en el pas y sobre las que existen referencias escritas (Mesa Redonda 1966; Burns 1971; Pozzi.-Escot 1974,
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1975), podran ser caracterizadas por ciertas peculiaridades que sealamos a continuacin: a. el concepto de educacin bilinge que se manej en el Per por muchos aos circunscribi su mbito a la accin escolar y, a lo sumo, se expandi en un clsico desarrollo rural; b. por lo mismo, predominaba el carcter esco1arizado en la actividad educativa y sta reposaba por entero sobre el concepto de la educacin como una variable independiente; c. en consecuencia, el nfasis del esfuerzo docente se diriga a priorizar el proceso de enseanza-aprendizaje, e intentaba motivar en beneficio de ste tanto al maestro como al educando, en base al aprovechamiento de la lengua verncula; d. en vista de ello, la educacin bilinge acentuaba la importancia del aprendizaje individual del castellano como una va de ascenso social, y evaluaba el mrito del quehacer escolar a la luz de los resultados promedio de rendimiento educativo; e. en todos los casos, sin embargo, aunque quizs en menor grado en Quinua, se propenda al establecimiento de un sistema educativo marginal, diferente del regular en la mayora de las zonas de la sierra y del resto del pas; f. adems, en no pocos casos, por lo circunscrito y especfico de la experiencia, se ponan en juego recursos y modelos didcticos no expandibles ala. totalidad de las zonas bilinges del Per. Sin nimo de crtica y a manera de simple resumen, diremos que por lo circunscrito de estos ensayos, por su carcter experimental o de prueba, por el nfasis eminentemente escolarizado, por el planteo limitante de promocin comunal, por constituir un sub
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sistema paralelo al sistema nacional e incluso, en ms de un caso, por lo inexpandible de sus proposiciones, este conjunto de antecedentes se nos revela ahora como disociado de una comprensin global del problema de la educacin bilinge a nivel macro (Engle 1973). Quisiramos subrayar que en aquellos aos era imposible concebir la educacin bilinge de otro modo y que, a pesar del escaso respaldo recibido por quienes cumplieron esta tarea, ella a nuestro juicio tiene un alto -valor y anticipa una etapa que hoy tiene que ser sealada como antecedente directo de la apertura que en este campo inicia la reforma de la educacin. La Ley General de Educacin, la poltica nacional de educacin bilinge y los reglamentos que las complementan equivalen a un replanteo del pensamiento oficial respecto del problema que venimos tratando. Debemos convenir que el marco terico propugnado por la ley de educacin es muchsimo ms amplio endos cuestiones medulares. En primer trmino, en la medida que interpreta la educacin bilinge no como un mero sistema educativo para ensear el castellano aprovechando las lenguas vernaculares, sino que define explcitamente que se trata de concebir la tarea como educacin bilinge y bicultural. De modo que esta actividad educacional es una de las formas de reconocer la realidad plurilinge y multicultural del pas, a fin de revalorar las culturas y lenguas minoritarias. En este sentido, el planteo de la ley educativa coloca en el mismo nivel a las lenguas y hablantes que no son hispnicos (Spolsky 1972). En el Seminario de Educacin Bilinge convocado por el Ministerio de Educacin en 1972, los educadores, lingistas y cientficos sociales que asistieron al evento respaldaron vivamente esta perspectiva y, estimulados por la concepcin de la ley, imaginaron que era posible arribar a la oficializacin de todas las lenguas y culturas existentes
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en el Per (Ministerio de Educacin 1972a). No obstante la versacin profesional y tcnica de quienes compartan esta opinin, resultaba evidente que su propuesta -siendo justsima en un plano terico y consecuente con una apreciacin antropolgica acerca del igual valor de los diversos componentes tnicos identificables dentro de las fronteras peruanas- haca inviable, casi utpica su conversin en un plan concreto, pues desatenda otros factores importantes de orden histrico, social y prctico. Sin embargo, lo que queda en claro en esta fase es el propsito de revalorar todas las lenguas y culturas existentes en el pas. Y de quebrar en esa forma tanto el sistema tradicional de imposicin del castellano, como reconocer la urgencia de articulacin social por la va de la expansin del espaol al status de lengua general que, sin embargo, no atropellara ni desconociera la existencia de otros grupos culturales, cuyos hablantes podan reclamar el empleo de su idioma para afirmar su identidad y acceder sin fracturas psico-sociales a la sociedad nacional. En segundo trmino, la ley educativa abandona el viejo marco intraescolar y en su reemplazo propugna la idea del ncleo educativo. En esta forma se expande el mbito y enriquece el concepto del hecho educativo en s mismo, avanzando hacia una imagen mucho ms vasta que involucra a todas las personas e instituciones dentro de lo que ha sido imaginado como "la ciudad educativa". De tal manera que la educacin bilinge ya no debera seguirse instrumentando slo en base a una metodologa especfica, sino que esencialmente se instituye como un concepto desescolarizado y plurisectorial. La novedad de estas proposiciones y las resistencias a transferir la accin promotora fuera de los crculos especializados en el quehacer docente es, posiblemente, una de las causas decisivas que en los ltimos aos contribuyeron a neutralizar y reducir, hasta su casi total parlisis, el impulso que debera ha
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berse canalizado hacia este ms amplio marco y nueva modalidad que la ley aportaba para la educacin bilinge y bicultural (Escobar 1974, 1975). Podramos intentar una somera explicacin de lo ocurrido diciendo que aun cuando se haba ampliado el mbito y la idea de la educacin bilinge, la carencia de una conceptualizacin de sta, dentro de un ms definido modelo nacional de planeamiento lingstico, predispona al debilitamiento peridico de los impulsos que eventualmente pudieran concederse a la educacin bilinge. En otras palabras, estamos tentados de afirmar que sin una comprensin global de la realidad del pas en todos sus aspectos y, entre ellos, del pluriculturalismo, que se tradujera a su turno en un planeamiento lingstico que tuviera como objetivo una sociedad bilinge y pluricultural, todos los ensayos de la ahora vieja tendencia de la educacin bilinge estaban condenados al fracaso. O a su paulatino empobrecimiento o, lo que es peor, a la utilizacin de la lengua vernacular como un puente transitorio y efmero hacia una castellanizacin elemental que acabara por refrasear de otro modo la marginalidad del hablante nativo no hispnico. Y que, en el mejor de los casos, no contribua sino a fomentar el desasosiego por acceder rpidamente a una va de ascenso individualista y al alejamiento del mundo cultural propio, puesto que en trminos globales la sociedad peruana no quebraba el desbalance entre el status del castellano y los otros idiomas. En la redefinicin de trminos que promueve la oficializacin del quechua, el concepto de educacin bilinge bicultural se enriquece notablemente y se ensancha. Responde ahora s a una imagen pluralista, articulada sobre la base de dos lenguas nacionales y la revaloracin de otros segmentos minoritarios que inscriben su derecho al respeto y al mantenimiento
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de su identidad junto con cualquiera de los idiomas oficiales. De modo que, desde un principio podramos decir que al modificarse la relacin entre espaol y quechua, automticamente vara el rango de relaciones comunicativas dentro del plano nacional. Esto ya enfatiza que no nos encontramos, como hace 15 aos, frente a un quehacer puramente educativo merced aun tipo de proceso de enseanza-aprendizaje, sino que nos hallamos ante un desafo que consiste en convertir orgnica e institucionalmente al Per en una sociedad bilinge, la cual generara as las bases para, una conciencia nacional. Una tarea de esta magnitud es un propsito que slo se consigue si participan en l todos los recursos, de toda suerte y a travs de todos los sectores y actividades. Pero lo que es ms importante, que el nfasis y la dinmica de la irradiacin no salen de la escuela hacia la sociedad sino a la inversa y, en consecuencia, el sistema valorativo que la educacin bilinge, asume, recibe y difunde se inspira en objetivos y metas propuestos con carcter global e integrador. Por lo mismo, la educacin no formal y desescolarizada a diferencia del esquema anterior adquiere una importancia explcita que es llave del xito o fracaso de la nueva experiencia. Y no podra ser de otro modo, dado que la finalidad de este empeo nacional ya no es promover individuos aislados sino propender al ascenso de amplios sectores sociales. El xito ya no se puede evaluar en base a exclusivas mensuras del aprendizaje de lectura y escritura, o de apreciacin del nivel de norma lingstica, o de grado de bilingismo con el espaol; sino en trminos del proceso mltiple y masivo de resocializacin de las comunidades que integran la sociedad peruana. La riqueza de los efectos que podran derivarse de una empresa de este carcter no se circunscribe, especficamente, a la habilitacin para la enseanza ulterior ni para la incorporacin al segmento mestizo ni para la
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ampliacin del mercado interno, sino para evaluar la capacidad generativa de un nuevo rgitnen de interaccin entre los grupos tradicionalmente dominantes y los grupos tradicionalmente dominados. En la medida en que el hispano-hablante aprenda quechua y el quechua-parlante adquiera seguridad para expresarse en su lengua materna y castellano, y que los otros grupos lingsticos se identifiquen con la conciencia nacional a travs de cualquiera de estas lenguas, ello significar que el equilibrio que busca el planeamiento lingstico consigui plasmar un sentimiento de nacin. Que ste, dignificando a todos los pobladores, contribuir al logro de su participacin plena en la redistribucin del poder econmico y cultural. Con ello se modificar, incluso, el concepto de seguridad nacional que, de otro modo, no compromete ni comprende al sector ms pobre, marginal y discriminado del pas. Educacin en reas bilinges Despus de lo dicho y contra lo que se pudiera suponer necesitamos encarar una nueva perspectiva, puesto que de un lado toda educacin ya es bilinge o debe llegar a serlo, tanto por las lenguas que se usen como por el contenido cultural que se trasmita. Pero, sin embargo, conviene de otro lado que se distinga muy tajantemente, desde un principio, entre lo que es enseanza de quechua y lo que es enseanza en quechua. Este deslinde todava deja aparte un importante campo de usos del quechua al margen del proceso educativo. La primera forma, enseanza del quechua, est incluida bsicamente dentro del concepto anterior de educacin bilinge que ya revisamos, y que esta vez comprende adems al monolinge hispnico. En ella hay que considerar tambin las actividades y obras que difunden la gramtica, arte de composicin y redac
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cin del quechua en general, sin preocuparse de una finalidad didctica en s, sino ms bien como textos de consulta o referencia. La otra perspecthra corresponde a la inclusin progresiva de cursos dictados en quechua, a fin de que se integren como parte normal de los curricula en todos los niveles de la enseanza, sin excluir las universidades, ni las escuelas superiores de formacin profesional. Habr de llegar un momento en que en las escuelas regulares y en todas las instituciones educativas del pas exista un ncleo fundamental de asignaturas que se dicten tanto en quechua como en espaol. Conviene, sin embargo, que caractericemos los distintos tipos de reas en los que ha de producirse el fenmeno educativo y, ms en concreto, la implementacin de la ley. Es obvio que resultara muy fcil sealar zonas costeas con un fuerte predominio de hablantes de espaol: el caso extremo puede ser Tumbes. En el lado opuesto podramos indicar varios departamentos de la sierra, pero nos ceiremos a uno en especial: Apurmac. La poblacin total de ms de cuatro aos de edad alcanza en este departamento a 266,760 habitantes, de los cuales slo 20,728 hablan el castellano como lengua materna y, de otro lado, 243,324 tienen el quechua como primera lengua. La situacin se torna todava muchsimo ms grave si se repara que de ese total, 168,813 personas no saben leer ni escribir y que de stos 4,533 hablan castellano (aunque no lo lean, ni lo escriban) y 163,610 hablan quechua. Entre estos hablantes de quechua, 149,988 ignoran completamente el castellano, es decir son monolinges quechuas. El tema de la asistencia y desercin escolar y el tema del analfabetismo estn pues ntimamente ligados con el problema de la barrera idiomtica. A su vez, sta sirve para disear otra manera de clasificar
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las reas posibles de enseanza y accin para el planeamiento lingstico. Hasta qu punto se puede decir que Apurmac es una zona bilinge? Qu clase de bilingismo es se en donde slo el 4.97% de la poblacin habla los dos idiomas? Y tngase en cuenta que no es el nico caso. En Ayacucho esa proporcin sube al 6.39%; en Ancash al 6.98% y en Hunuco al 12.61 % (Escobar 1974a). Estos ndices (que estn bien alejados del 20% que se suele sealar como promedio nacional) se correlacionan dramticamente con la distribucin demogrfica urbano-rural, por sexos y actividad econmica, de todo el conjunto poblacional. En estos casos no queda duda de que los datos socio-lingsticos que se infieren del censo de 1972 condicen con los problemas tpicos de la dicotoma ciudad versus campo. Otra categora de reas estara formada por zonas como Huancayo o Cerro de Pasco en donde caractersticas especiales de orden extra lingstico han acelerado el proceso de aculturacin y favorecido un tipo de bilingismo como resultado de situaciones histricas peculiares. El enclave econmico, las vas de transporte, los factores de contacto y la tasa de intercambio con los centros costeos, as como los ndices de diferenciacin social permiten establecer, siguiendo la proposicin de Alberti-Cotler (1972) tipos claramente diferenciados de reas sociales y culturales, que resultan pertinentes para disear la aplicacin de una poltica lingstica como la implicada en la oficializacin del quechua. No se piense que ciudades ms extensas del pas escapan a la coexistencia de poblaciones que tienen como exclusiva lengua al quechua y ms a menudo, que la tienen como lengua dominante. Ello quiere decir que en Lima, Chimbote, Arequipa, Cuzco o Tacna ser menester considerar variantes extralingsticas que condicionen el comportamiento a seguir ms que en la en
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seanza escolar, en la desescolarizada, pues -como ya lo hemos dicho- la implementacin de la ley slo en parte se har por la va de la educacin formal. Por ejemplo, en la lista de ciudades que acabamos de citar, las costeas albergan una significativa poblacin de migrantes, y las andinas fuertes concentraciones de hispano-hablantes, de bilinges en distinto grado y de monolinges quechuas. En pocas palabras, esta rpida ojeada nos demuestra que, adems de las caracterizaciones lingsticas, la implementacin de la ley debera, para el logro de efectos positivos, seleccionar sus criterios y modos preferentes de accin no sobre poblaciones en abstracto, sino teniendo en cuenta la ecologa lingsticosocial. El quechua y la poltica cultural Las disquisiciones anteriores subrayan algo que ya hemos dicho en otros pasajes del libro: que la oficializacin del quechua tiene que ser entendida y juzgada como la norma ms conspicua de la poltica cultural que implcitamente ha definido el gobierno. Significa ello que el proceso de reestructuracin social no puede ni debe concebirse disociado del desarrollo y constante enriquecimiento de la creatividad y expresin del hombre peruano y, en particular, del usuario de la lengua quechua que por centurias slo pudo escuchar y nunca fue escuchado. Ms que pensar en traducir a esta lengua todo el bagaje universal acumulado y vertido en espaol, lo que a estas alturas sera un argumento para frenar o desvirtuar el sentido de la ley, de lo que se trata es de dar prioridad al fomento y apertura de los canales que sirvan para catalizar, incentivar y estimular la creacin del hombre andino y su expresin en su propia lengua. Pero como todo planeamiento la meta per
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seguida por la oficializacin est predeterminada, y ella no es otra que servir a los sectores ms pobres y marginados de la sociedad. a fin de reestructurar la dinmica interna de sta. Por ello, debe saberse que el propsito de la oficializacin no es, no puede ser, afianzar el dominio de los grupos bilinges de las ciudades serranas sobre los campesinos y trabajadores de la regin. Tampoco apoyar la hegemona de una variedad quechua sobre las otras, ni, en fin, de ningn intermediario que pretenda expropiar o administrar la virtualidad generadora de las masas marginadas y quechua-hablantes. Es a ellas a quienes se dirige y quiere favorecer la oficializacin, y es por ellas que el pas entero adopta un compromiso tico y asume su costo social. Es a esas masas marginadas a quienes debe reconocer la poltica cultural del Estado con rango prioritario, de manera anloga a la poltica agraria, minera, econmica. industrial, etc. De ellas depender, en el futuro, que el pas alcance su definitivo perfil bilinge y bicultural y que el quechua llegue a ser una lengua estandarizada.
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El reto del Per bilinge
UNA DE LAS TESIS fundamentales desarrolladas en las pginas de este libro es que lengua, cultura y sociedad forman un todo. determinado por las vinculaciones e interdependencias mutuas que se establecen en el proceso histrico. De all que considerar la oficializacin del quechua slo desde la perspectiva lingstica es incurrir en una grave falacia. Por lo mismo, la ley que lo oficializa debe ser entendida como un intento ms para alterar de manera profunda el actual juego de relaciones: a. entre el castellano y el quechua; b. entre la sociedad predominantemente urbana (vinculada por proceso a la traidicin occidental) y los segmentos no urbanos y preferentemente andinos que han subsistido en condicin perifrica; y, c. entre la cultura de los sectores dominantes y la cultura de las poblaciones oprimidas. En la medida que la oficializacin del quechua logre sus objetivos implcitos y explcitos se convertiren un poderosa fuerza de integracin nacional que, por lo mismo, superar el estado actual caracterizado por profundos desequilibrios internos. Pero, sera tremendamente ingenuo pretender que esta integracin se lograr slo por intermedio del idioma, cualesquiera sean las caractersticas del planeamiento lingstico. Es
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obvio que alcanzar la integracin nacional es, en primer lugar, tarea especfica de la reestructuracin de las estructuras de produccin, distribucin y consumo imperantes en el pas. Si lo anterior es cierto, no lo es menos que el Estado empareje los cambios socioeconmicos con una poltica cultural especfica que se adece a ellos y al mismo tiempo los refuerce. Este es pues, a nuestro juicio, el mbito en que es necesario ubicar la oficializacin del quechua. Oficializarlo y conferirle un rango equivalente al castellano significa, en consecuencia, un intento de introducir un cambio, a nivel ideolgico, que acompae la transformacin en curso de las estructuras sociales del pas. Pero nadie sern tan ingenuo como para no darse cuenta que dicho cambio no podra explicarse ni conseguirse si se ensayara mediante una poltica lingstica aislada. De concebrsele en esta forma se perdera de vista que slo sera la correspondencia y recproco refuerzo entre la alteracin de las relaciones en el campo del uso idiomtico y las rupturas equivalentes en el sistema econmico y de poder poltico, lo que asegurara el xito. Adems, el emparejamiento de los cambios a nivel ideolgico y estructural se convertira en el factor desencadenante para la consecucin de las metas que persigue la ley que oficializa el quechua. Esto quiere decir que su implementacin no debera concebirse como un plan paralelo o separado del cumplimiento de las transformaciones sustanciales a que es sometida la sociedad peruana en globo sino, muy al contrario, que debe ser encarada como un componente infaltable en cada una de las grandes lneas de accin y en cada una de las decisiones concretas que las materialice. Tan justo nos parece este planteamiento, que con l vemos cmo la tan debatida dialectalizacin del quechua deja de ser un tpico especializado y se convier
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te en la manifestacin concreta de las interdependencias entre lengua, cultura y sociedad en el proceso histrico seguido por la sociedad peruana. Vistas las cosas as, la desarticulacin de sta y los desarrollos regionales desiguales subyacen a la fragmentacin dialectal y profundizan los efectos de la incomunicacin. Es, pues, la herencia social y cultural generada en el proceso de interaccin entre dependencia externa y dominacin interna, la que da cuenta no slo de las variaciones idiomticas, sino tambin del peso y funcin que cada lengua adquiere. La verdad de esta afirmacin queda comprobada no solamente por la evidencia histrica sino tambin por las pretensiones regionalistas, que tratan de excluirse entre s en las primeras etapas de implementacin de la ley: lo que revela otra vez, en forma muy clara, cmo, la lengua est vinculada al desarrollo de la sociedad y de la cultura. Por ello estamos persuadidos que una comprensin serena de los problemas que ha generado la ley, y de los retos que propone para su implementacin, no podr lograrse sin tener conciencia definida del conflicto entre ideologa y realidad en el anlisis de la totalidad de la situacin, lo mismo que en la toma de opciones especficas para llevar a efecto el plan de conversin. A causa de este convencimiento hemos querido proceder a una revisin pormenorizada de conceptos tericos y de situaciones y reacciones que reflejan bastante fielmente los primeros efectos de la ley. El no abordar el problema de la oficializacin del quechua dentro de la perspectiva globalizante: lengua, cultura y sociedad, y el examinarlo slo en trminos de una sola disciplina, sea sta la lingstica, la educacin o la antropologa, conlleva los riesgos de desviar la prioridad de las tareas o confundir el carcter de las dificultades. Un ejemplo conspicuo de lo que acabamos de sealar se encuentra en la amplitud del de
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duce automticamente u e i ms abiertas (o sea como o y e) pero sin tener conciencia de ello; y su vacilacin al aprender el vocalismo del castellano se producir siempre, por el contraste de los sistemas de las lenguas quechua y espaola. A estas alturas ya no tenemos que repetir que ese conflicto es de orden oral y que se define en el mbito de la mente del hablante. De modo que tampoco este razonamiento es vlido ni atendible. Sin embargo, hay otras consideraciones en favor de un alfabeto quechua que incluya e y o como grafas para las palabras nativas del quechua, pero condicionando su uso a una regla que exija la presencia del fonema q en su vecindad. El argumento, en este caso, sera en beneficio no del quechua-hablante, sino del hispano-hablante monolinge que tiene que aprender quechua por mandato de la ley. El hispano-hablante carece de la reaccin automtica que es propia del que tiene el quechua como lengua materna; de modo que si ve escrito urqu pronunciar u y no o como es la pronunciacin quechua. Obsrvese que es la q, de acuerdo con la regla que aludimos, la que produce la apertura voclica; pero, la dificultad del monolinge castellano no hay duda que existe. Un criterio estrictamente lingstico tampoco atendera a este razonamiento, pues las dificultades del hispanohablante no sern mayores que las que enfrenta el aprender cualquier lengua extranjera. Pinsese, por ejemplo, en la complejidad del vocalismo en ingls o francs o italiano, si se comparan dichas lenguas con el castellano. Debe tenerse en cuenta que el alfabeto y la ortografa tradicionales no permiten e.n ningn caso descubrir el valor fontico de las vocales de esos idiomas, si el hablante parte en su aprendizaje desde el espaol. Esta reflexin ltima es tcnicamente inobjetable y puede ser convalidada por cualquier lingista del mundo.
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Ello no obstante, todava podramos considerar que todo alfabeto tiene como una de sus metas ser fonolgico, es decir, acercarse lo ms lealmente posible a la estructura de la lengua a la que va a servir, pero que en su oficializacin tambin entran en juego otros criterios, que son tan dignos de tomarse en cuenta como los puramente tcnicos. Es en este momento cuando podra argirse: para qu se oficializa el quechua? Si la respuesta fuera que slo para la educacin bilinge de los monolinges-quechuas, bastara con ceirse a los postulados lingsticos. Si la respuesta fuera: a. para favorecer la conversin de un pas monolinge oficial en bilinge oficial, lo que supone una educacin bilinge de doble trnsito, o sea de quechua a espaol y de espaol a quechua; y b. que de ese modo se apunta a integrar el pas y modificar las formas tradicionales de interaccin entre los segmentos hablantes de castellano y hablantes de quechua; entonces quizs podra considerarse seriamente aceptar la inclusin de e y o en el alfabeto, con la regla que determine su uso cuando aparezca q en la emisin, adems de su empleo en los prstamos del castellano. He aqu, pues, cmo un asunto tpicamente tcnico se ve envuelto en una maraa de confusiones y prejuicios. Y, asimismo, cmo el anlisis de los niveles que corresponden a ideologa y realidad permite desbrozar el camino para orientar ya no en una decisin tcnica sino poltica. En prrafos anteriores mencionamos cul es el significado efectivo de la fragmentacin dialectal del quechua y cmo la prdida de perspectiva para situar el fenmeno en su contexto sociocultural estaba acarreando gratuitas confusiones. Una de ellas y tpica es la concerniente a las llamadas dificultades de un alfabeto general, que acabamos de juzgar y rebatir. La otra igualmente cndida y peligrosa postula una urgen
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cia inexplicable por la escritura y la irrupcin del uso de la imprenta para producir de inmediato textos, peridicos, revistas, libros, etc. en quechua. El entusiasmo que impulsa a quienes respaldan este planteo les impide percatarse del riesgo que conlleva. No es slo que, como demostramos al tratar de los costos que demandar la implementacin, esta alternativa expone todo el proyecto a sucumbir por agotamiento econmico, sino tambin por lo prematuro que sera semejante esfuerzo de edicin para un virtual destinatario que se halla en una fase de transicin. En otras palabras, si se diera prioridad a la difusin escrita sobre la oral, se cometeran serios errores. Pero de todos ellos, el ms grave quizs fuera que se acorta el plazo para que la poblacin quechua-hablante (monolinges, bilinges subordinados, incipientes) pueda practicar libremente el uso de su lengua merced a la ley y, de ese modo, tender a la nivelacin, a la estandarizacin y al reconocimiento explcito de las normas que, despus de un perodo que demandar varios aos, implicarn opciones asumidas por los propios usuarios de la lengua. Por tanto, la prioridad nmero uno al iniciarse la implementacin no debera ser otra que el fomento de la lengua oral, a travs de todos los canales posibles. Ello -repetimos- no descarta el uso escrito, pero lo subordina y adeca a las caractersticas que deber satisfacer el plan de conversin en su primera etapa. Por qu pensamos as? No slo a causa de experiencias realizadas en otros pases, sino fundamentalmente porque creemos saber para qu y para quines se oficializ el quechua. Si nuestro anlisis es acertado y esta ley implica una definicin de poltica cultural y si sta se manifiesta a travs de un planeamiento lingstico al servicio de un diseo de transformacin cultural, paralelo a la reestructuracin de los medios productivos, tenemos que aceptar que toda la accin del Estado est in
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volucrada en la bsqueda de una nueva sociedad. Si fuera as, el apoyo a la implementacin de la ley que comentamos no es un quehacer exclusivo del sector educacin. Ya hemos dicho que ms all de los campos definidos para el quehacer educativo, la ley requiere de la concurrencia de acciones que atraviesen y se nutran de toda la actividad pblica y ciudadana. Pues bien, en la era en que vivimos son los medios de comunicacin masiva los que generan la atmsfera dentro de la cual transcurre la mayor parte de la vida comunitaria y personal. La vigencia de la radio es, incluso, para los sectores no-urbanos mucho ms decisiva que la televisin. Las 204 emisoras que funcionan en el pas cubren una red ms completa que la servida por la TV. La radio llega a extremos del territorio en los que debe haber recuerdo persistente del destino bilinge oficializado para el Per. La TV en cambio podr, desde la primera fase,. colaborar estupendamente en la reduccin de los prejuicios citadinos contra la lengua, el hombre y la cultura quechua. As como no es posible concebir una poltica cultural al margen de los medios de comunicacin masiva, tampoco es imaginable que la oficializacin del quechua logre la redefinicin cultural del Per sin que participen decididamente la radio y la televisin. Y otras formas que enumeramos en el acpite correspondiente, al tratar el punto. Bien cierto es que la educacin formal apoyar la revaloracin de la lengua y cultura andinas y ser un canal bsico para la nueva educacin bilinge y bicultural. Sin embargo, la extensin educativa ha de adquirir en nuestro diagnstico la ms delicada responsabilidad para extender la comprensin del sentido profundo que entraa este desafo asumido por el Estado y para esclarecer las ventajas que implica el hallazgo de una autntica fisonoma nacional.
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La necesidad de un plan y del adecuado equipamiento tcnico y humano, as como de un claro deslinde de etapas y prioridades, significa slo la visin esttica que habr de adquirir dinamismo en la medida que sus acciones se conjuguen, simultneamente, con las principales transformaciones que definen los actuales cambios del Per. Ello impone desde ahora la inocultable exigencia de una instancia coordinadora con la capacidad suficiente para enmendar errores, acelerar o retardar acciones, y mantener al da la imagen global que configuren los diferentes pasos que siga la implementacin de la ley. Sin este requisito no sera extrao que se fraccionen o contradigan las medidas o que sucumban ante la indiferencia burocrtica o la mala voluntad de quienes ideologicen su resistencia a las metas perseguidas. La magnitud y complejidad de las tareas que tendran que producirse para que se consigan los objetivos de la ley significan un grave compromiso que, en verdad, es un descomunal desafo a la capacidad gestora y creativa del Estado, Pocas veces es posible ser testigos y actores de la reorientacin voluntaria del destino histrico de una sociedad, del reanlisis de sus valores y del proyecto de integrar sus culturas en una imagen equilibrada. Si el desafo que implica la leyes contestado satisfactoriamente, 16 millones de peruanos compartirn por primera vez el sentimiento de pertenecer a un mismo pas.
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El texto de este libro se presenta en caracteres Life de 10 p. con 2 p. de interlnea. La Bibliografa, Apndice 1 y notas de pie de pgina en Caledonia de 8 p. con 1 p. de interlnea. Los ttulos de captulo en Garamond negros de 18 p. Y los subttulos en Garamond negros de 12 p. Los subttulos del Apndice 1 en Aster negros de 8 y 7 p. La caja mide 21 x 42 picas. El papel empleado es Bulky importado de 70 gramos. La cartulina de la cartula es Valvecote importada de 240 gramos. La impresin concluy el 29 de agosto de 1975 en los talleres de INDUSTRlALgrfica S.A., Chavn 45, Lima 5.