Irma Verolín

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Cristina Daniele http://cristinadaniele.escritoresdepinamar.

com/ Escritores de nuestro tiempo: Irma Veroln Con una prosa que fluye sin pausas, la narrativa de Veroln se destaca por reunir mundos tan cotidianos como profundos. La memoria y el tiempo funcionan como uas en las tramas propuestas por la escritora. Una foto de Einstein tocando el violn Es el ttulo del li!ro que re"ne ocho cuentos, con los cuales la autora o!tuvo el #remio $nico I% Concurso &acional 'acedonio (ern)nde* de &arrativa +reve, edici,n -./-, cuyo 0urado estuvo inte rado por 1ilvia Camerotto, 2na +ravo 2d"ri* y 3o!erto (erro. Las tramas desple adas en estos cuentos iran alrededor de focos inquietantes y conmovedores, sus persona0es circulan en situaciones am!i uas, atraviesan prue!as, muestran sus pensamientos m)s ntimos y e4ponen temas sociales, 5La disyuntiva en arte es siempre qu se mantiene y qu se innova y en esa lnea delgada nos movemos 6, ha dicho la autora. Emotivas y sorprendentes, en sus historias suceden muchas cosas: amores, desamores, recuerdos, o!servaci,n del pasado y las actitudes de persona0es y narradores. En pala!ras de Enrique 1olinas, el estilo 5 camina por el filo preciso de un cuchillo que separa la realidad de la ficcin. El uso de la primera persona frecuente en su universo literario- convence al lector para pactar con la magia de la historia narrada, y lo instala en el centro de los acontecimientos 6. Los cuentos que componen el volumen inda an so!re el desamparo, el pasado, el !arrio de la infancia, el caos sorpresivo que interrumpe los ritos cotidianos, el peli ro que aparece inesperadamente, el orden, el via0e como recorrido y como tiempo que pasa, el recuerdo, las p7rdidas familiares. Veroln llev, a la escritura de estos relatos, las e4presiones que reali*, durante una entrevista de /889: 5 e cri en un !arrio, "loresta, en el que la cultura no era muy cotidiana. #ero yo tena una ta actri$ que apareci en medio de esa especie de su!ur!io y vino de no s dnde y me llev al teatro. % de golpe como las mu&eres del tango, aparec en el centro de 'uenos (ires entre los !astidores del teatro )an artn. Los primeros te*tos que perci! fueron te*tos que me llegaron oralmente, los grandes te*tos+ Lorca, ,he&ov, -!sen y mucho del grotesco criollo. .oda esa lrica del gran teatro yo la me$cla!a con el !arrio, la se/ora con ruleros 6. Cuentos que invitan a la lectura y la relectura, en cada incursi,n por la urdim!re narrativa de Veroln hallaremos su delicado sentido del humor, una fina y honda o!servaci,n, y un a!anico de nuevos sentidos a historias de personas comunes, en situaciones comunes atravesadas por la perple0idad ante la vida cotidiana. &oticia !io r)fica &aci, en /8:; en +uenos 2ires, lu ar donde reside. <!tuvo los premios Emec7, (ondo &acional de las 2rtes, Encuentro de escritores pata ,nicos, 'unicipal Eduardo 'allea, Internacional =oracio 1ilvestre >uiro a e Internacional de #uerto 3ico (undaci,n Luis #al7s 'atos. (ue finalista de los premios #laneta 2r entina de novela, #remio (orta!at y #remio &ovela del diario La &aci,n. #u!lic, li!ros de cuentos: 0ay una nena que gira ?@orres 2 Aero, /8BBC, La escalera del patio gris ?Ediciones $ltimo 3eino, /88DC, Una lu$ que encandila ?#remio Ciudad de El Colorado, (ormosa, -./.C, Una foto de Einstein tocando el violn ?Ediciones E'C, +s. 2s. -./- ?#rimer #remio I% Concurso &acional 'acedonio (ern)nde* de narrativaC. @am!i7n novelas: El pu/o del tiempo ?Emec7, /889C y El camino de los via&eros ?#rimer #remio 'ercosur de &ovela /88D, Editorial E&L, 1anta (e -./-C. Literatura para niFos y 0,venes: La gata so!re el teclado ?2 uilar/ 2lfa uara, /88DC, La lluvia so!re el mundo ?El 2teneo, /88BC, La fant1stica familia "ursatti ?'7todos, /8B8C, El misterio del loro ?+ra a, /88;C y La casa del cedro a$ul ?con <l a 'onGman, '7todos, /88-C, entre otros. =a escrito tam!i7n la novela La mu&er invisi!le, con la que o!tuvo el #remio Eduardo 'allea. En diciem!re de -./., en @eleconferencia con Dr. 3e!ecca Elland /Eniversity in 'arquette, 'ichi an, Veroln manifest,: 5La pala!ra tradicionalmente est1 peleada con el camino espiritual porque la e*periencia espiritual no se puede traducir mediante el lengua&e, es como afirma!an los msticos medievales, intransferi!le2.0e ido y venido desde la pala!ra al silencio y viceversa montones de veces. El camino espiritual, adem1s de modificar mi visin del mundo, me replantea constantemente el valor de la pala!ra en una sociedad donde la pala!ra se malgasta y se vende

muy !arata...6, es as que escri!i, ensayos y artculos so!re calidad de vida, autoconocimiento y apertura de la conciencia. El camino de los via0eros, por Irma Veroln ?fra mentoC. 2 veces pienso que via0)!amos no para escapar de esos das chatos ni para vivir en la transitoriedad sino porque sinceramente creamos que e4ista el final del camino. < al menos una parte de nosotros conserva!a la ilusi,n de que so!re esta tierra ha!a un lu ar que equivala al #araso. Es facti!le que al una memoria ancestral nos empu0ara a emprender ese trayecto hacia la cuenca vaca, hacia ese sitio sin nom!re que !usc)!amos afanosamente cuando mir)!amos un mapa. Los puntos ro0os de las ciudades no nos llama!an la atenci,n ni nos incita!an a mirar por detr)s queriendo averi uar si, en el reverso o m)s all) del reverso, se reple a!a ese final que adivin)!amos de una manera confusa. Entonces desple ar el mapa indica!a el principio de la !"squeda de un tesoro. H las islas perdidas eran un punto infinitesimal, tan liliputiense que nuestros o0os )vidos s,lo descu!riran lue o de trasladar el esquema del mapa al escenario del mundo. Ese pasa0e o!li ado de descifrar primero un mapa para despu7s constatar su veracidad llevando el cuerpo por el mundo, me retrotra0o en varias ocasiones al pi*arr,n ne ro de la escuela secundaria. Las f,rmulas al e!raicas eran ininteli i!les, pero la mon0a, que se ha!a reci!ido con honores de profesora de matem)ticas en Italia, insista en su futura aplicaci,n y nos 0ura!a y per0ura!a su incuestiona!le practicidad. 2l una ve* nos ha!a dicho que esas equis y esas es rie as se uidas de tanto n"mero a!surdo !asta!an para medir el tamaFo de una montaFa. 'e costa!a aceptar aquelloI en el fondo nunca le cre a la mon0a, que termin, re resando a Italia porque una carraspera fue se uida por una intensa tos y lue o por una neumona. En el fondo yo pens7 que era un casti o por decir tantas mentiras. La misma perple0idad senta yo cuando, no !ien lle )!amos a al "n sitio, 'arcos, sonriente, desple a!a una ve* m)s el a0ado mapa y seFala!a con su dedo aquel intento de restrin ir el mundo a la chatura eom7trica, a un declive de lneas celestes y ondulantes o a una cantidad de puntos ro0os. 3epentinamente me acorda!a de la mon0a y la ima ina!a en un monasterio tosiendo y tosiendo, penosamente, sin cesar. En el e4tremo superior derecho, el a0ado mapa que 'arcos desple a!a y ple a!a como las velas de un !arco, tena el di!u0o de una veleta. Los cuatro puntos cardinales eran cuatro e4tremos que nos hundan en la an ustia. =acia d,nde ir. J=acia el calorK, Jhacia el froK, Jhacia el oc7ano o la selvaK La lnea firme que separa!a una naci,n de otra me desperta!a tem!lores. Los uiones que marca!an el final y el principio de una provincia me retrotraan a las conocidas entonaciones y a los chistes del lu ar. Lam)s poda pensar en un )r!ol, en un clima o en un paisa0e. @antas veces sent lo mismo que tuve que aceptar que all esta!a mi sello de la ciudad. Vea s,lo construcciones, espacios demarcados, fechas y nom!res. &ada que estuviese vivo se adelanta!a en m al contemplar el mapa. @odo era cultura ante mis o0os anticipados, no adivina!a ni siquiera le0anamente a la naturale*a. 2s que se me ocurri, especular que tal ve* eso me impeda ver el monte como era en realidad: un espacio entre ado enteramente a las leyes de lo natural. >ui*) la prue!a o el desafo mayor ha!a sido tener que entreverarme en ese c,di o inusitado. @am!i7n Mno era nada impro!a!leM mi recha*o al a ua e4plica!a mis incomprensiones. Ena ve* uno de los hom!res que solamos levantar en la ruta, un !uceador su!marino, nos ase ur, con un tono de vo* sentenciosa, que la ente que reh"ye el a ua es ente que no ama la vida. De m)s est) decir que no volv a diri irle la pala!ra en todo el via0e, y s,lo lo hice en el momento en que descendi, del coche y nada m)s que para indicarle que cerrara !ien la puerta. 1i el monte se me presenta!a como un ara!ato se de!a a que mira!a con o0os de ciudad aquello que e4i a un enfoque nuevo. 'e hu!iera ustado arrancarme los o0os para entrar en el monte, arranc)rmelos en todos los sentidos de la pala!ra, lo que no hu!iese sido m)s que un esto a!solutamente literario que hu!iera acusado mi profunda li a*,n a la cultura, a ese repertorio conocido de sa!eres que se reiteran una y otra ve* con voces y formas. Lo natural, al menos en el monte, tiene m)s de sorpresa que de repetici,n y al parecer yo no esta!a dispuesta a aceptarlo, por eso insista en no comprender. Con el tiempo lle u7 a esta!lecer al una relaci,n entre los arranques furi!undos por via0ar y nuestra vida de todos los das. Cuando yo lo ra!a aceptar que me encontra!a situada a medio camino entre mi alma y mi cuerpo, senta el impulso loco de ha!lar de un via0e. #or lo eneral trata!a de olvidar ese desenca0e mo, esa constante necesidad de quitarme el cuerpo de encima recurriendo al vestido oloroso que cola!ora!a malamente. #or entonces mi "nica estrata ema conocida para sacudirme el alma del cuerpo era via0ar. @ena el total convencimiento de que los via0es me da!an esa sensaci,n "nica de que mi cuerpo y mi alma se separa!an. 2s lo ra!a ser s,lo cuerpo, al menos por un rato.

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