Emergencia de Culturas Juveniles. Estrategias Del Desencanto.

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 34

Enciclopedia Latinoamericana de Sociocultura y Comunicacin

EMERGENCIA DECULTURAS JUVENILES ESTRATEGIAS DELDESENCANTO

Rossana Reguillo Cruz


Reguillo Cruz, r. Emergencia de culturas juveniles. Estrategias del desencanto. Buenos Aires: Norma, 2000 Grupo Editorial Norma Barcelona, Buenos Aires, Caracas. Guatemala, Lima. Mxico, Panam, Quito. San Jos, San Juan, San Salvador Santaf de Bogot. Santiago

Soy anarquista. soy neonazi, soy un esquinjed y soy ecologista. Soy peronista, soy terrorista, capitalista y tambin soy pacifista / Soy activista sindicalista, soy agresivo y muy alternativo. Soy deportista, politesta y tambin soy buen cristiano / Y en las tocadas la neta es el eslam pero en mi casa si le meto al tropical... Me gusta tirar piedras, me gusta recogerlas, me gusta ir a pintar bardas y despus ir a lavarlas. CAF TACUBA

Me llaman el desaparecido / que cuando llega ya se ha ido volando vengo volando voy / deprisa deprisa a rumbo perdido. / Cuando me buscan nunca estoy / cuando me encuentran yo no soy / el que est enfrente porque ya / me fui corriendo mas all. Me dicen el desaparecido / fantasma que nunca esta / me dicen el desaparecido / pero esa no es la verdad / llevo en el cuerpo un dolor / que no me deja respirar / llevo en el cuerpo una condena que siempre me echa a caminar.
MANU CHAO

Introduccin
A la juventud la conmueve aquello que la poltica, en gran parte, excluye: Cmo frenar la destruccin global del medio ambiente? Cmo puede ser conjurada, superada la desocupacin, la muerte de toda esperanza, que amenaza, precisamente, a los hijos del bienestar? Cmo vivir y amar con el peligro del sida? Cuestiones todas que caen por los retculos de las grandes organizaciones polticas... Los jvenes practican una denegacin de la poltica altamente poltica. ULRICK BECK (1999)

En Amrica Latina, los testimonios cotidianos que evidencian su irrenunciable bsqueda de una sociedad ms inclusiva y democrtica se estrellan contra el creciente deterioro econmico, la incertidumbre y la fuga del futuro. El debilitamiento de los mecanismos de integracin tradicional (la escuela y el trabajo, centralmente) aunado a la crisis estructural y al descrdito de las instituciones polticas, genera una problemtica compleja en la que parecen ganar terreno la conformidad y la desesperanza, ante un destine social que se percibe como inevitable. Es en este contexto donde adquiere relevancia la pregunta por las formas organizativas juveniles, por sus maneras de entender y ubicarse en el mundo, por los diversos modos en que se asumen ciudadanos. Los jvenes se han autodotado de formas organizativas que actan hacia el exterior -en sus relaciones con los otros como formas de proteccin y seguridad ante un orden que los excluye y que, hacia el interior, han venido operando como espacios de pertenencia y adscripcin identitaria, a partir de los cuales es posible generar un sentido en comn sobre un mundo incierto. La anarqua, los graffitis urbanos, los ritmos tribales, los consumes culturales, la bsqueda de alternativas y los compromisos itinerantes, deben ser ledos como formas de actuacin poltica no institucionalizada y no como las practicas mas o menos inofensivas de un montn de desadaptados. Entre los jvenes, las utopas revolucionarias de los setenta, el enojo y la frustracin de los ochenta, han mutado de cara al siglo veintiuno, hacia formas de convivencia que, pese a su acusado individualismo, parecen fundamentarse en un principio tico-poltico generoso: el reconocimiento explicito de no ser portadores de ninguna verdad absoluta en nombre de la cual ejercer un poder excluyente. Por ello, principalmente, este es un libra sobre jvenes. Pese a las diferencias entre los distintos tipos de adscripcin identitaria que dan forma al territorio de las culturas juveniles, algunas de cuyas manifestaciones se analizan en este libro, parece haber una constante: el grupo de pares, que opera sobre la base de una comunicacin cara a cara, se constituye en un espacio de confrontacin, produccin y circulacin de saberes, que se traduce en acciones. De maneras diversas, con mayor o menor grado de formulacin, lo que caracteriza a estas grupalidades es que han aprendido a tomar la palabra a su manera y reapropiarse de los instrumentos de comunicacin. Por ello, este es un libro de y sobre la comunicacin. La consigna "no hay futuro", que ha operado como bandera interclasista entre los jvenes (por diferentes motivos), que sealara por tanto que todo presente es absurdo parece estar cambiando por la de "no habr futuro", a menos que podamos intervenir a tiempo, como coinciden diferentes colectivos juveniles. Ello significa pensar y actuar en el presente a partir del compromiso con uno mismo, con el grupo y con el mundo. Por ello, este es un libro sobre un futuro que no puede renunciar a la memoria. En el catico paisaje poltico y social que nos desvela, conviene tener en cuenta la pregunta acerca de quien o quienes estn socializando para la vida; donde los espacios inclusivos que den un lugar a la diversidad; donde los procesos articuladores que integren en la esfera publica las diversas voces y esfuerzos cotidianos. Reconocer la densidad (y la complejidad) de un tejido social conformado por una multiplicidad de colectivos que estn dinamizando da a da la sociedad, requiere estudiar las formas organizativas que "desde abajo" platean propuestas de gestin y de accin, aunque estas escapen a las formas tradicionales de concebir el ejercicio poltico y a sus escenarios habituales. Por ello, este es un libro que quiere aludir n las transformaciones de la escena poltica. Metodolgicamente en este libro se ha utilizado un modelo mltiple, cuyo componente central radica en las dimensiones discursivas de la accin. A lo largo de varios aos he dado seguimiento a muchos y muy diversos colectivos juveniles, priorizando los espacios y los tiempos en que pasan a un estado activo y visible en el espacio publico. Se utiliza la observacin, la entrevista en profundidad, tanto individual como colectiva y, de manera privilegiada el grupo de discusin, como dispositivos metodolgicos que han permitido, simultneamente, situar al actor y penetrar el universo de sus representaciones. Analizar, desde una perspectiva sociocultural, el mbito de las prcticas juveniles, hace visibles las relaciones entre estructuras y sujetos, entre control y formas de participacin, entre el momento objetivo de la cultura y el momento

subjetivo. Intentar comprender los modos en que cristalizan las representaciones, valores, normas, estilos, que animan a los colectivos juveniles, es una apuesta que busca romper con cienos "esteticismos" y al mismo tiempo con esa mirada "epidemiolgica" que ha pesado en las narrativas construidas alrededor y sobre los jvenes. El enfoque sociocultural implica, entonces, historicidad, es decir miradas de largo plazo y, necesariamente, una problematizacin que atienda lo instituyente, lo instituido y el movimiento. Las impugnaciones que los jvenes le plantean a la sociedad estn ah, con sus fortalezas y debilidades, con sus contradicciones y sus desarticulaciones. Las culturas juveniles actan como expresin que codifica, a travs de smbolos y lenguajes diversos, la esperanza y el miedo. En su configuracin, en sus estrategias en sus formas de interaccin comunicativa, en sus percepciones del mundo hay un texto social que espera ser descifrado: el de una poltica con minsculas que haga del mundo, de la localidad, del futuro y del da un mejor lugar para vivir. De todo ello trata este libro. Muchas deudas se han acumulado a lo largo del trayecto. Mi agradecimiento y reconocimiento a Anbal Ford, inteligente y generoso interlocutor, en estos tiempos donde abunda el simulacro y escasea la palabra. A Renato Ortiz, a Nstor Garcia Canclini y a Jess Martin Barbero, con quienes la aventura de pensar es siempre un desafo placentero; a Jose Manuel Valenzuela y Alonso Salazar, cmplices de tantas lunas y socios en la incertidumbre; a Jos Antonio Perez Islas, que sabe ponerle nombre al compromiso; a Mnica Valds, que nunca se agota en el intento; a los intelectuales "defenos", Adrin de Garay, Cesar Gisneros, Alfredo Nateras, Maritza Urteaga, por las crticas fecundas y los problemas en que me ponen sus preguntas; a Alejandra Navarro, Arsi Quevedo, Irene Rojas y Margarita Hernndez, mis asistentes de investigacin en diferentes momentos del proceso, por su talento y generosidad; y, por supuesto, a la banda: el Benja, el Guilligan, el Pelos, el Hctor, el Sotelo y muchos otros que han sabido ser, adems de mis sensibles guas, mis amigos en esta travesa. Guadalajara, Mxico Mayo de 2000

CAPITULO 1 PENSAR LOS JOVENES. UN DEBATE NECESARIO

Adoptar el punto de vista de los oprimidos o excluidos puede servir, en la etapa del descubrimiento, para generar hiptesis o contrahiptesis, para hacer visibles campos de lo real descuidados por el conocimiento hegemnico. Pero en el momento de la justificacin epistemolgica conviene desplazarse entre las intersecciones, en las zonas donde las narrativas se oponen y se cruzan.... El objetivo final no es representar la voz de los silenciados sino entender y nombrar los lugares desde donde sus demandas o su vida cotidiana entran en conflicto con los otros,
NSTOR GARCIA CANCLINI (1997)

Los jvenes han sido importantes protagonistas de la historia del siglo XX en diversos sentidos. Su irrupcin en la escena pblica contempornea de Amrica Latina puede ubicarse en la poca de los movimientos estudiantiles de finales de la dcada de los sesenta... Aunque en ese entonces fueron mas propiamente pensados como "estudiantes", empezaba a ser claro que un actor social que tenda a ser visto con temor o con romanticismo y que haba sido "construido" por una pujante industria cinematogrfica como un "rebelde sin causa"1, afirmaba,

1 En 1955, James Dean protagonizo dirigido por Nick Ray, la pelcula que contribuy a configurar el imaginario social de la juventud

a travs de sus expresiones, una voluntad etc. participar como actor poltico de manera enftica, los movimientos estudiantiles vinieron a sealar los conflictos no resueltos en las sociedades "modernas" y a prefigurar lo que sera el escenario poltico de los setenta. Cuando muchos jvenes se integraron a las guerrillas y a los movimientos de resistencia, en distintas partes del continente, fueron pensados como "guerrilleros" o "subversivos". Al igual que en la dcada anterior, el discurso del poder aludi a la manipulacin a que eran sometidos "los jvenes" por causa de su "inocencia" y enorme "nobleza", como atributos "naturales" aprovechados por oscuros intereses internacionales. La derrota poltica, pero especialmente simblica, aunada al profundo desencanto que gener el descrdito de las banderas de la utopa y el repliegue hacia lo privado, volvieron prcticamente invisibles, en el terreno poltico, a los jvenes de la dcada de los ochenta. Mientras se configuraba el "nuevo" poder econmico y poltico que se conocera como neoliberalismo, los jvenes del continente empezaron a ser pensados como los "responsables" de la violencia en las ciudades. Desmovilizados por el consumo y las drogas, aparentemente los nicos factores "aglutinantes" de las culturas juveniles, los jvenes se volvieron visibles como problema social. Los chavos banda2, los cholos y los punks en Mxico; las maras en Guatemala y El Salvador, los grupos de sicarios, bandas y parches en Colombia los landros de los barrios en Venezuela, los favelados en Brasil, empezaron a ocupar espacios en la nota roja o policaca en los medios de comunicacin y a despertar el inters de las ciencias sociales3. Al finalizar la dcada de los ochenta y en los tempranos noventa, una nueva operacin semntica de bautizo estaba en marcha: se extenda un imaginario en el que los jvenes eran construidos como "delincuentes" y "violentos". El agente manipulador de esta etapa, seria la "droga". As arranco la ltima dcada del siglo XX. "Rebeldes", "estudiantes revoltosos", "subversivos", "delincuentes" y "violentos", son algunos de los nombres con que la sociedad ha balizado a los jvenes a partir de la ltima mitad del siglo. Clasificaciones que se expandieron rpidamente y visibilizaron a cierto tipo de jvenes en el espacio pblico, cuando sus conductas, manifestaciones y expresiones entraron en conflicto con el orden establecido y desbordaron el modelo de juventud que la modernidad occidental, en su "versin" latinoamericana, les tena reservado. Pero, sin alusin a la fuerte crisis de legitimidad de las instituciones de los sesenta, ni al inicio de la crisis de los Estados nacionales y al afianzamiento del modelo capitalista de los setenta, ni a la maquinaria desatada para reincorporar a los disidentes a las estructuras de poder en los ochenta, y mucho menos, sin hacer referencia a la pobreza creciente, a la exclusin y al vaciamiento del lenguaje poltico de los noventa, resulto fcil convertir a los jvenes unto en "victimas propiciatorias", en receptores de la violencia institucionalizada, como en la figura terrible del "enemigo interno" que transgrede a travs de sus practicas disruptivas los ordenes de lo legitimo social

2 Para facilitar al lector la comprensin de algunos trminos en sus contextos de uso se incorpora al final del libra un glosario. Ver Pg. 165 3 Este proceso no se dio solo en Amrica Latina. Las "clikas" o bandas en algunas ciudades de Amrica del Norte, integradas en su mayora por las llamadas minoras culturales como latinos y negros; la emergencia de los grupos de skinheads en Inglaterra, como un movimiento de "autodefensa" juvenil frente a la inmigracin, que se extendi rpidamente hacia Alemania, Francia y Espaa; los el movimiento anarco-punk y de manera mucho mas reciente los okupas en Espaa, como movimiento de resistencia a los valores del "neoliberalismo" han sido algunos de los movimientos juveniles que han desperado el inters en Estados Unidos y en Europa.

El siglo XXI arranca con evidentes muestras de una crisis poltico-social. De maneras diversas y desiguales, los jvenes han seguido haciendo estallar las certezas y han continuado sealando, a travs de los mltiples modos en que se hacen presentes, que el proyecto social privilegiado por la modernidad en Amrica Latina ha sido, hasta hoy, incapaz de realizar las promesas de un futuro incluyente, justo y, sobre Lodo, posible.

En un continente mayoritariamente juvenil en el que el pas mas "viejo" de la regin es Uruguay con un promedio de edad de 31 anos, y el mas joven Nicaragua, con un promedio de 16 aos; y con un crecimiento poblacional que se ubica entre el 2 y 3 % para la mayora de los pases de la regin, la pregunta por los modos en que los y las jvenes viven, experimentan e interpretan un mundo lesionado por mltiples conflictos y enfrentado a la paradoja de una globalizacin que parece acentuar fuertemente los valores locales, se hace urgente.

Los contextos y la condicin juvenil


La juventud como hoy la conocemos es propiamente una "invencin" de la posguerra, en el sentido del surgimiento de un nuevo orden internacional que conformaba una geografa poltica en la que los vencedores accedan a inditos estndares de vida e imponan sus estilos y valores. La sociedad reivindico la existencia de los nios y los jvenes como sujetos de derechos y, especialmente, en el caso de los jvenes, como sujetos de consume. En el periodo de la posguerra, las sociedades del Primer Mundo alcanzaban una insospechada esperanza de vida, lo que tuvo repercusiones directas en la llamada vida socialmente productiva. El envejecimiento tardo, operado por las conquistas cientficas y tecnolgicas, reorganiz los procesos de insercin de los segmentos ms jvenes de la sociedad. Para restablecer el equilibrio en la balanza de la poblacin econmicamente activa, la incorporacin de las generaciones de relevo tenia que posponerse. Los jvenes deberan ser retenidos durante un perodo mas largo en las instituciones educativas. La ampliacin de los rangos de edad para la instruccin no es nada mas que una forma "inocente" de repartir el conocimiento social, sine tambin, y principalmente, un mecanismo de control social y un dispositivo de autorregulacin vinculado a otras variables6. Es tambin en la posguerra cuando emerge una poderosa industria cultural que ofertaba por primara vez bienes "exclusivos" para el consume de los jvenes. Aunque no el nico, el mbito de la industria musical fue el ms espectacular. En el caso de Estados Unidos, principal "difusor" de lo que seria el nuevo continente social de la adolescencia" como ha llamando Yonnet (1988) al mundo juvenil, las venias de discos pasaron de 277 millones en 1955 a 600 millones en 1959 y a 2000 millones en 1973 (Hobsbawm, 1995). El acceso a un mundo de bienes que fue posible por el poder adquisitivo de los jvenes de los pases desarrollados, abri el reconocimiento de unas seales de identidad que se internacionalizaran rpidamente. Para el historiador Eric Hobsbawm, la cultura juvenil se convirti en la matriz de la revolucin cultural del siglo XX, visible en los comportamientos y costumbres, pero sobre todo en el modo de disponer del ocio, que pasaron a configurar cada vez mas el ambiente que respiraban los hombres y mujeres urbanos (1995;331).

6 En la Europa juda de 1660, la instruccin llegaba hasta los trece aos en el caso de los varones pudientes y a los diez aos en el caso de los varones pobres que deban entrar a servir a esta edad (Horowilz, 1996); este es un ejemplo de como la instruccin escolar no es una variable independiente.

La visibilizacin creciente de los jvenes y su enfrentamiento al statu quo, se daba en paralelo con la universalizacin acelerada de los derechos humanos en un clima poltico que trataba de olvidar los fascismos autoritarios de la poca precedente. Los jvenes "menores" se convertan en sujetos de derecho, fueron separados en el piano de lo jurdico de los adultos. La profesionalizacin de los dispositivos institucionales para la vigilancia y el control de un importante segmento de la poblacin, va a crecer al amparo de un Estado benefactor que introduce elementos "cientficos'' y "tcnicos" para la administracin de la justicia en reilacin con los menores. Centres de internamiento, tribunales especializados, ya no castigo, si no rehabilitacin y readaptacin, van a transformar el aparato punitivo para los menores infractores7. Lo que esto seala, entre otras cosas, es la necesidad de la sociedad de generar dispositivos especiales para un segmento de poblacin que va a irrumpir masivamente en la escena publica y la conciencia de que ha "aparecido" un nuevo tipo sujeto para el que hay que generar un discurso jurdico que pueda ejercer una tute-la acorde con el clima poltico, y que al mismo tiempo opere como un aparato de contencin y sancin. Puede decirse entonces que son tres procesos los que "vuelven visibles" a los jvenes en la ltima mitad del siglo XX: la reorganizacin econmica por la va del aceleramiento industrial, cientfico y tcnico, que implic ajustes en la organizacin productiva de la sociedad; la oferta y el consumo cultural, y el discurso jurdico. La "edad" adquiere a travs de estos procesos una densidad que no se agota en el referente biolgico y que asume valencias distintas no solo entre diferentes sociedades, sino en el interior de una misma sociedad al establecer diferencias principalmente en funcin de los lugares sociales que los jvenes ocupan en la sociedad. La edad, aunque referente importante, no es una categora cerrada y transparente. Sin embargo, no se trata de sustituir un referente (el de la edad) por otro conjunto de referentes que tampoco son transparentes ni determinan la configuracin de los mundos juveniles. Existen algunas "lneas de fuga" que exigen problematizar los contextos dinmicos en los que emerge la categora "joven". Resulta evidente que la realizacin tecnolgica y los valores a ella asociados, lejos de achicar la brecha entre los que tienen y los que no, entre los poderosos y los dbiles, entre los que estn dentro y los que estn fuera, la ha incrementado. La posibilidad de acceso a una calidad de vida digna, es hoy para mas de 200 millones de

7 Pan profundizar en el tema, ver el estudio de la investigadora mexicana Elena Azaola (1990).
8 Un varn, por ejemplo de 18 aos, perteneciente a los estratos socioeconmicos medios, experimenta la condicin juvenil desde su adscripcin a los instituciones escolares y una tutela negociada con los adultos responsables que su proceso de incorporacin social; mientras que otro joven de la misma edad pero inserto en un universo socioeconmico pauperizado, que para sobrevivir se incorpora tempranamente a los circuitos de la economa informal, no suele ser definido como joven.

de latinoamericanos9 un espejismo. Si este dato se cruza con el perfil demogrfico del continente, mayoritariamente juvenil, no se requieren grandes planteamientos para inferir que uno de los sectores mas golpeados por el

empobrecimiento estructural es precisamente el de los jvenes. La incapacidad del sistema educativo del Estado para ofrecer y garantizar educacin para lodos, el crecimiento del desempleo y de la sobrevivencia a travs de la economa informal, indican que el marco que sirvi como delimitacin. para el mundo juvenil, a travs de la pertenencia a las instituciones educativas y a la incorporacin tarda a la poblacin econmicamente activa, esta en crisis. No deja de resultar paradjico el deterioro en el mbito econmico y laboral y una crisis generalizada en los territorios polticos y jurdicos, mientras que se fortalecen los mbitos de las industrias culturales para la construccin y reconfiguracin constantes del sujeto juvenil. El vestuario, la msica, el acceso a ciertos objetos emblemticos. constituyen hoy una de 1as ms importantes mediaciones para la construccin identitaria de los jvenes, que se ofertan no solo como marcas visibles de ciertas adscripciones sino, fundamentalmente, como lo que los publicistas llaman, con gran sentido, "un concepto". Un modo de entender el mundo y un mundo para cada "estilo", en la tensin identificacin-diferenciacin. Efecto simblico y, no por ello, menos real, de identificarse con los iguales y diferenciarse de los otros, especialmente del mundo adulto. Inexorablemente, el mundo se achica y la juventud internacionalizada que se contempla a si misma como espectculo de los grandes medios de comunicacin, encuentra, paradjicamente, en una globalizacin que pende a la homogeneizacin la posibilidad de diferenciarse y sobre todo, alterativas de pertenencia y de identificacin que trascienden los mbitos locales, sin negarlos. Ah, donde la economa y la poltica "formales" han fracasado en la incorporacin de los jvenes se fortalecen los sentidos de pertenencia y se configura un actor "poltico", a travs de un conjunto de prcticas culturales, cuyo sentido no se agota en una lgica de mercado. Las constantes chapuzas, la inversin de las normas, la relacin ambigua con el consumo, configuran el territorio tenso en el que los jvenes repolitizan la poltica "desde fuera", sirvindose para ello de los propios smbolos de la llamada sociedad de consumo, como intento argumentar a lo largo de este libro.

Narrativas en conflicto
Con excepciones, el Estado, la familia, la escuela. siguen pensando a la juventud como una categora de transito, como una etapa de preparacin para lo que si vale; la juventud como futuro, valorada por lo que ser o dejara de ser. Mientras que para los jvenes. el mundo esta anclado en el presente, situacin que ha sido finamente captada por el mercado.

9 Amrica Latina comenz la dcada de los 90 con 200 millones de pobres, es decir, con 70 millones ms los que tena 1970, principalmente como resultado de la pobreza urbana (Roux, 1994)

La construccin cultural de la categora "joven", al igual que otras "calificaciones" sociales (mujeres e indgenas, entre otros) se encuentra en fase aguda de recomposicin, lo que de ninguna manera significa que ha permanecido hasta hoy

inmutable. Lo que resulta indudable es que vivimos una poca de aceleracin de los procesos. lo que provoca una crisis en los sistemas para pensar y nombrar el mundo, Si bien es cierto que la "juventud no es mas que una palabra" (Bourdieu, 1990), una categora construida, no debe olvidarse que las categoras no son neutras, ni aluden a esencias; son productivas, hacen cosas, dan cuenta de la manera en que diversas sociedades perciben y valoran el mundo y, con ello, a ciertos actores sociales. Las categoras, como sistemas de clasificacin social, son; tambin y, fundamentalmente, productos del acuerdo social y productoras del mundo. Resulta entonces importante tratar de entender el conocimiento que se ha producido con relacin a los jvenes a travs de una revisin de la literatura especializada, bajo el supuesto de que estas miradas "recogen" e interpretan los imaginarios presentes en la sociedad, en tanto estas narrativas aspiran a producir explicaciones sobre diferentes procesos sociales. Se trata entonces de elaborar un anlisis y una reflexin critica sobre los conceptos, las categoras, los enfoques utilizados, para ayudarnos en esta bsqueda de luces sobre los modos en que los jvenes son pensados.

Desde donde hablan los saberes


En un primer movimiento, intento analizar la naturaleza, lmites y condiciones del discurso especializado que se ha producido en Latinoamrica sobre las culturas juveniles, siempre desde una perspectiva sociocukural10. Conceptualizar al joven en trminos socioculturales implica en primer lugar no conformarse con las delimitaciones biolgicas, como la de la edad, porque ya sabemos que distintas sociedades, en diferentes etapas histricas han planeado las segmentaciones sociales por grupos de edad de muy distintas maneras y que, incluso, para algunas sociedades este tipo de recorte no ha existido. No se trata aqu de rastrear las formas en que las sociedades han construido la categora "jvenes"", sino de enfatizar el error que puede representar pensar a este grupo social como un continuo temporal y ahistrico. Por el contrario, para entender las culturas juveniles, es fundamental partir del reconocimiento de su carcter dinmico y discontinuo. Los jvenes no constituyen una categora homognea, no comparten los modos de insercin en la estructura social, lo que implica una cuestin de fondo: sus esquemas de representacin configuran campos de accin diferenciados y desiguales. Y pese a esta diferenciacin, en trminos generales, la gran mayora de los estudios sobre culturas juveniles no han logrado problematizar suficientemente la multiplicidad diacrnica y sincrnica en los "modos" de ser joven, y las mas de las veces esta diferencia ha sido abordada (y reducida) al tipo de "insercin" socioeconmica de los

10 Se excluyen aqu las perspectivas psicolgicas y las criminalsticas. 11 Para este fin, ver por ejemplo Giovanni Levi y Jean-Claude Schmitt (1996). Y el excelente trabajo de recuperacin histrica desde la antropologa de Carles Feixa (1988).

jvenes en la sociedad (populares, sectores medios o altos), descuidando las especificidades que, tanto la subjetividad como los marcos objetivos desiguales de la accin, generan. En trminos de la vinculacin de los jvenes con la estructura o sistema bsicamente dos tipos de actores juveniles: a) los que han sido pensados como "incorporados", cuyas practicas han sido analizadas a travs o desde su pertenencia al mbito escolar, laboral o religioso; o bien, desde el consumo cultural; b) los "alternativos" o "disidentes", cuyas practicas culturales han producido abundantes paginas y que han sido analizados desde su no-incorporacin a los esquemas de la cultura dominante. Desde luego este recorte es un tanto arbitrario pero que recorte analtico no lo es? El balance se inclina tanto en trminos cuantitativos como en lo referente a la relativa consolidacin de lo que podra considerarse una "perspectiva" de estudio, del lado de los "alternativos" o ''disidentes"; mientras que sobre "los incorporados", la produccin tiende a ser dispersa y escasa. Estas tendencias sealan que el inters de los estudiosos se ha centrado de manera prioritaria en aquellas formas de agregacin adscripcin y organizacin juvenil que transcurren al margen o en contradiccin con las vas institucionales. Esto apunta a una cuestin resulta vital y no es de ninguna manera "inocente" o "neutra" la pregunta por el sujeto. La pregunta por los jvenes en tanto sujetos de estudio ha estado orientada por una inteleccin que, con sus matices y diferencias, desde diversas perspectivas ha intentado reconocer cuales son las caractersticas y las especificidades del sujeto juvenil. La casi imposibilidad de establecer unos mrgenes fijos, "naturales" al sujeto de estudio, ha llevado a una buena parle de los estudiosos de esta vertiente a situarse en los territorios de los propios jovenes12 lo que ha dado como resultado una abundante cantidad de libros, reportes, monografas, tesis, videos, que miran al joven como esencialmente contestatario o marginal. Sin embargo y pese a la relativa consolidacin de este tipo de enfoques, es frecuente encontrar en estos estudios una tendencia fuerte a (con) fundir el escenario situacional (la marginacin, la pobreza, la exclusin) con las representaciones profundas de jvenes o, lo que es peor, a establecer una relacin mecnica y transparente entre prcticas y representaciones. Por ejemplo, la calle en tanto escenario "natural", se ha pensado como "antagonista" en relacin con los espacios escolares o familiares y no es problematizada como el espacio de extensin de los mbitos institucionales en las prcticas juveniles. As, los jvenes en la calle parecieran no tener vnculos con ningn tipo de institucionalidad y ser ajenos a cualquier normatividad, adems de ser necesariamente contestatarios con respecto al discurso legitimado u oficial. En trminos generales, esto ha ocultado al anlisis la fuerte reproduccin de algunos "valores" de la cultura tradicional, como el machismo o incluso la aceptacin pasiva de una realidad opresora que se vive a travs de una religiosidad popular profundamente arraigada en algunos colectivos juveniles14.

12 El barrio, la calle, el rock, el graffiti, las publicaciones subterrneas, los movimientos de protesta. 14 Un contra-ejemplo de esto, es el excelente trabajo de Alonso Salazar (I990). que en Colombia ha venido desmitificando los mundos populares de los jvenes al mostrar la complicidad acrlica de muchos de estos jvenes con una cultura opresora y opresiva.

En ese mismo sentido, las practicas como el lenguaje, los rituales de consumo cultural, las marcas de vestuario, al presentarse como diferentes y, en muchos casos, como atentatorias del orden establecido, han llevado a planearlas como "evidencias" incuestionables del contenido liberador a priori de las culturas juveniles, sin ponerlas en contexto (deshistorizadas) o sin problematizarlas con la mediacin de instrumentos de anlisis que posibiliten trascender la dimensin descriptiva y empricamente observable en los estudios sobre jvenes. En lo general, en el conocimiento producido en torno a las culturas juveniles, pueden reconocerse dos momentos o tipos de conocimiento: un momento descriptivo y un momento interpretativo. Un primer momento, que para efectos prcticos puede ubicarse en la primera mitad de la dcada de los ochenta, estara caracterizado tanto por acercamientos de tipo emic15 (especifico, finalista, punto de vista interior), como por acercamientos de tipo etic (genrico, predictivo y exterior). Pero ambos tipos tienen en comn un tratamiento descriptivo. Mientras que en el primer tipo (emic) es el punto de vista del "nativo" lo que prevalece, se asume por ende que todo lo "construido" y dicho al interior del sistema es necesariamente "la verdad"; mientras que en la segunda vertiente (etic) lo que organiza el conocimiento proviene de las imputaciones de un observador externo al sistema, que no sabe (no puede, no quiere) dialogar con los elementos emic, es decir con las representaciones interiores o nativas. Pese a las diferencias en la toma de posicin del observador, estos acercamientos comparten un enfoque descriptivo, con una escasa o nula explicitacin de categoras y conceptos que oriente la mirada del investigador. Ello vuelve prcticamente imposible un dialogo epistmico entre perspectivas, ya que las diferencias en la apreciacin se convierten fcilmente en un forcejeo intil entre posiciones. Donde unos ven ''anomia'' y ''desviaciones'' otro ven ''cohesin'' y ''propuestas'' Ello ha derivado tambin en mutuas descalificaciones, que en trminos metafricos pueden pensarse como una lucha entre "tcnicos" y "rudos"16. En una imagen externa, los primeros tienden a recurrir al lenguaje normativo de la ciencia, a partir del cual "descalifican" el conocimiento "militante'' producido por los segundos; mientras que estos ltimos recurren a su posicin interna de intelectuales orgnicos para descalificar las proposiciones "tcnicas y aspticas" de los primeros. Pero en la medida en que muy pocos de estos discursos logran trascender lo descriptivo, el intercambio posible queda atrapado en el nivel de la ancdota del dato sin problematizacin que resulta fcil adecuar al marco conceptual, que se privilegia, lo que a su vez ha desembocado desafortunadamente, en una substancializacin de los sujetos juveniles y de sus practicas. No se trata en ningn momento de descalificar la cantidad de estudios producidos en esta poca y lo que han aportado en trminos de conocimiento en Lomo de las culturas juveniles, pero si es importante apuntar que en trminos generales, la produccin de este periodo se caracterizo por una autocomplacencia a la que no parece preocuparle la construccin de un andamiaje terico-metodolgico que supone los estudios realizados. Hay, en cambio, una tendencia en esta etapa a fijar una posicin en torno del sujeto de estudio; en otros trminos, hay mas preocupacin por definir y calificar que por entender.

15 Segn la propuesta de Pike (1954) para el estudio de la conducta (retomada a su vez de Sapir) en la que se distinguen: "phonemics". que se ocupa de los sonidos en el sentido fsico, y "phonemics", que trata los fonemas en sentido lingstico. 16 En la lucha libre mexicana, existen dos tipos de luchadores: los tcnicos, que se caracterizan por respetar las reglas del juego y las indicaciones del arbitro; mientras que los rudos no respetan las reglas, actan a espaldas del arbitro y son, sin embargo, generalmente los favoritos del publico.

Es hacia finales de la dcada de los ochenta y a lo largo de los noventa cuando puede reconocerse la emergencia paulatina de un nuevo tipo de discurso comprensivo en torno a los jvenes. De carcter constructivita, relacional, que intenta problematizar no solo al sujeto emprico de sus estudios, sino tambin a las "herramientas" que utiliza para conocerlo. Se trata de perspectivas interpretativo-hermenuticas, que van a intentar conciliar la oposicin exterior-interior, como parte de una tensin indisociable en la produccin de conocimiento cientfico. Los jvenes van a ser pensados como un sujeto con competencias para-referirse en actitud objetivante a las entidades del mundo, es decir, como sujetos de discurso, y con capacidad para apropiarse (y movilizar) los objetos tanto sociales y simblicos como materiales, es decir, como agentes sociales. En otras palabras, se reconoce el papel activo de los jvenes en su capacidad de negociacin con las instituciones y estructuras. En este tipo de acercamientos se opera una distancia entre un pensamiento que "toma" el mundo social y lo registra como datum, como dato emprico independiente del acto de conocimiento y de la ciencia que lo propicia (Bourdieu, 1995), y un pensamiento que es capaz de hacer la crtica de sus propios procedimientos. La vertiente de estudios interpretativos sobre las culturas juveniles17 ha incorporado de maneras diversas el reconocimiento del papel activo de los sujetos, el de su capacidad de negociacin con sistemas e instituciones y el de su ambigedad en los modos de relacin con los esquemas dominantes. Ello ha ido posibilitando trascender las posiciones esencialistas: o todo prdida o todo afirmacin. Y ha hecho posible encontrar otro nivel para la discusin, que no se agota en la ancdota o en el dato emprico. Las clasificaciones explicitas como las edades de vida, el momento de la mayora de edad o, desde el discurso biologsta, las transformaciones corporales, "evidentemente no poseen sino un valor indicativa y resultaran insuficientes para definir y entender los contextos de una historia social y. cultural de la juventud" (Levi y Schmtt, 1996; 15). En tal sentido, el segundo periodo o vertiente de estudios, y voy a referirme aqu al caso de Mxico, puede considerarse abierto a partir de lo que podra entenderse como los primeros trabajos claramente diseccionados en la lnea de ana "historia cultural" de la juventud18 y los que podran ubicarse desde una perspectiva interdisciplinaria que buscan problematizar al sujeto juvenil en su complejidad. Se tratara de historizar a los sujetos y prcticas juveniles a la luz de los cambios culturales, rastreando orgenes, mutaciones y contextos poltico-sociales. Adems, bajo la perspectiva hermenutica se indaga en la configuracin de las representaciones, de los sentidos que los propios actores juveniles atribuyen a sus prcticas, lo que permite trascender la mera descripcin a travs de las operaciones de construccin del objeto de estudio y con la mediacin de herramientas analticas. En el modo constructivita y centralmente cultural que ha dado forma a los estudios de esta etapa, resulta fundamental sealar la importancia que ha tenido otra vertiente de trabajos que, abrevando en una larga tradicin latinoamericana, se ubican mis en una perspectiva de crnica periodstica. En el caso de Mxico, el trabajo clave de Carlos Monsivis, que ha sabido simultneamente penetrar y rescatar con agudeza aquellos elementos significativos y pertinentes para la comprensin de las formas culturales de la juventud, al tiempo en que se ha constituido en un critico implacable de la categora "juventud", pero interlocutor generoso de los estudiosos en este campo. Alonso Salazar (1990) en Colombia, que a partir de su incursin en los mundos del narcotrfico, del sicariato y de las comunas en Medelln, ha puesto al descubierto. Una situacin descamada y terriblemente compleja del mundo juvenil, al saber colocar simultneamente la mirada del observador extremo y la mirada del "nativo".

17 Representantes de esta corriente en Amrica Latina, son por ejemplo, Jess Martn Barbero, Carlos Mario Perea. 18 Aqu el trabajo pionero de Jos Manuel Valenzuela (1988).

En el caso de Venezuela, puede sealarse el trabajo de Jos Roberto Duque y Boris Muoz (1995), que han logrado incorporar con gran sentido critico las diferentes voces involucradas en la problemtica juvenil de Caracas. Hablan los jvenes desde su precaria situacin social, pero se incorporan tambin las voces de autoridades gubernamentales, representantes de la Iglesia, promotores sociales y analistas. Desde luego estos autores no agotan el espectro de producciones que desde la crnica o ensayo periodstico han posibilitado una mirada cualitativamente diferente sobre las culturas juveniles "alternativas" o disidentes", representan, en todo caso y de manera indicativa, un tipo de discurso comprensivo sobre la realidad de los mundos juveniles en sus complejos procesos de interaccin con la sociedad.

De lo tematizable a lo representado
"La cada de tabiques entre disciplinas" (Garca Canclini. 1997), y la emergencia y paulatina consolidacin de estudios llamados interdisciplinarios o "de frontera", han sido una consume en los ltimos arios de investigacin sobre juventud en Amrica Latina. Los contornos imprecisos del sujeto y sus prcticas han colocado al centro de los anlisis la vida cotidiana. de los mundos juveniles, no necesariamente como tema, sino como lugar metodolgico desde el cual interrogar a la realidad. Desde esta mirada, que se sita en los propios territorios de los jvenes, las temticas abordadas han sido diversas, pero en trminos generales pueden ser reconocidos tres grandes ejes que, desde luego, tienen relacin con los debates y preguntas que desde las ciencias sociales se plantean a lo "real". a) el grupo juvenil y las diferentes manaras de entender y nombrar su constitucin, lo que hace referencia al peso otorgado por los analistas a la identidad como un factor clave para entender las culturas juveniles; b) una segunda temtica importante es la de la alteridad, los "otros" en relacin con el proyecto identitario juvenil. c) Lo que podra denominarse el proyecto y las diferentes practicas juveniles o formas de accin, constituyen el tercer ejemplo importante.

El grupo o los nombres de la identidad


La problematizacin en lomo de los modos de estar juntos (Martn Barbero, 1995) de los jvenes, ha sido elaborada de diversas maneras, La diferenciacin mas clara esta relacionada con la direccionalidad del enfoque. Es decir, un tipo de estudios va de la constitucin grupal a lo societal; otro tipo va de los mbitos sociales al grupo. En el caso del primer enfoque, la identidad grupal se convierte en el referente clave que permite "leer" la iteracin de los sujetos con el mundo social. Hay por tanto un colectivo emprico, al que se observa y desde el cual se analizan las vinculaciones con la sociedad. A este tipo, por ejemplo, corresponden las etnografas de bandas juveniles que centraron la atencin durante la dcada de los ochenta. Por razones del propio enfoque, para conceptualizar la agregacin juvenil, se ha recurrido a categoras como "identidades juveniles", "grupos de pares", "subculturas juveniles"; y las mas de las veces, sobre todo durante la primera mitad de la dcada de los ochenta en el case de Mxico, se utilizo el trmino "banda" como "categora" para nombrar el modo particular de estar juntos de los jvenes populares urbanos. Esta mirada intragrupal, si bien ha aportado muy importantes elementos de comprensin, ha resultado insuficiente para captar las vinculaciones entre lo local y lo global y para pensar la interculturalidad. De otra parte, han ido cobrando fuerza los estudios que van de los mbitos y de las prcticas sociales a la configuracin de grupalidades juveniles. El rock, el use de la radio y la televisin, la violencia, la poltica, el uso de la tecnologa, se convierten aqu en el referente para rastrear relaciones, usos, decodificaciones y recodificaciones de los significados sociales en los jvenes. No necesariamente debe existir entonces un colectivo emprico, se habla de los "jvenes de clase media", de los "jvenes de los sectores populares", etc., que se constituyen en "sujetos empricos" por la mediaci6n de los instrumentos analticos; se trata de modos de estar juntos" a travs de las practicas, que no se

corresponden necesariamente con un territorio o un colectivo particular. Esta vertiente ha buscado romper con los imperativos territoriales y las identidades esenciales y para ello han, construido categoras como la de "culturas juveniles", "adscripcin identitaria", "imaginarios juveniles" (pese a lo pantanosa que puede resultar esta ltima). Es una mirada que trata de no perder al sujeto juvenil pero que busca entenderlo en sus mltiples "papeles" e interacciones sociales.

Los otros
Un tema recurrente en los estudios sobre juventud, no por obsesin de los analistas, sino porque aparece de manera explcitamente formulada por los jvenes, es el de lo otro o "el otro", para hacer referencia -casi siempre- al "antagonista", o "alteridad radical", que otorga mas all de las diferencias, por ejemplo socioeconmicas y regionales, un sentimiento de pertenencia a un "nosotros". La identidad es centralmente una categora de carcter racional (identificacin - diferenciacin). Todos los grupos sociales tienden a instaurar su propia alteridad. La construccin simblica "nosotros los jvenes" instaura diferentes alteridades principal aunque no exclusivamente, con respecto a la autoridad: la polica, el gobierno los viejos, etcteras. Diferentes estudios se han ocupado de construir corpus de representaciones en los que es posible analizar las separaciones, las fronteras, los muros que las culturas juveniles construyen para configurar sus mundos. Ms all de la dimensin antropoformizada de esas alteridades (polica-gobierno, maestros-escuela), algunos trabajos que trascienden lo puramente descriptivo, -han sealado que estas figuras representan un orden social, al que se califica como represor e injusto. Esto puede parecer una obviedad, pero en tanto en el campo de estudios sobre la juventud no se logra trascender la ancdota ni el dato emprico19, el nfasis analtico en los procesos, de construccin de la alteridad queda atrapado en las queda atrapada en las propias figuras con que se las representa.

Proyecto y accin colectiva


Algunos de los enfoques clsicos en torno a la conceptualizacin de proyecto poltico y accin colectiva han cendrado prioritariamente su mirada en aquellas formas de participacin formales, explicitas, orientadas y estables en el tiempo (por ejemplo, el primer Touraine, 1994), con la consecuente teorizacin que parece reconocer solo como cultura poltica aquellas representaciones y formas de accin formales y explicitas. Este tipo de inteleccin ha provocado que las grupalidades juveniles, efmeras, cambiantes, implcitas en sus formulaciones, sean ledas como carentes de un proyecto poltico y que se reduzca su relacin en este mbito, por ejemplo, a la participacin electoral20". Paulatinameme y en relacin con la literatura sobre nuevos movimientos sociales y las reconceptualizaciones sobre lo poltico (el mismo Touraine, 1992; Melucci 1989; Offe, 1990; Maffesolli 1990; Lechner, 1995), aparece en la literatura sobre juventud una revaloracin de lo poltico que deja de, estar situado mas all del sujeto constituyendo una esfera autnoma y especializada; y adquiere corporeidad en las practicas cotidianas de los actores, en los intersticios que los poderes no pueden vigilar.

19 En algunos casos, no se logra una separacin entre la "militancia" en la lucha por los derechos humanos de los jvenes, de la tarea de producir conocimiento. En diversas y numerosas reuniones donde se abordan temas relacionados con la juventud, muchos asistentes demandan que se hable un lenguaje "comn", que "se renuncie a la teora", que se hable de las cosas que "verdaderamente afectan a los jvenes", en una especie de populismo que confunde espacios y fines. Ello ha obstaculizado, no slo en el caso de los jvenes, sino tambin en el de las mujeres, los indgenas y algunas otras "minoras", la posibilidad de un debate riguroso que pueda ayudar a dinamizar los movimientos sociales. 20 Un ejemplo de la reduccin de lo poltico a la cuestin electoral, puede verse en el balance realizado en Mxico por R, Becerra Laguna (1996)

La poltica no es un sistema rgido de normas para los jvenes, es mas bien una red variable de creencias, un bricolaje de formas y estilos de vida, estrechamente vinculado a la cultura, entendida esta como "Vehiculo o medio por el que la relacin entre los grupos es llevada a cabo" (Jameson; 1993). Sin embargo, es imponente reconocer que las articulaciones entre culturas juveniles y poltica estn lejos de haber sido finamente trabajadas, y que en trminos generales estas relaciones se han venido construyendo como una relacin de negatividad, es decir, como negacin o descalificacin de los constitutivos polticos en las representaciones y acciones juveniles21.

El punto de quiebre
Por otra parte, los estudios en torno a los jvenes que transitan por las anas "predecibles" tienden a ser disperses y escasos. Otra caracterstica muy importante de esta literatura, es que en vanos casos el objeto principal de estudio no lo constituyen los jvenes, sino que son enfoques centrados por ejemplo en el aparato escolar, en las comunidades eclesiales de base u otros grupos de carcter religioso, en las fabricas, en los sindicatos, cuyos autores estn mas interesados en los modos de funcionamiento de instituciones y espacios que en las culturas juveniles. Los jvenes aparecen entonces en su rol de "estudiantes", de ''empleados", de "creyentes", de "obreros" En este sentido, son la narrativa cinematogrfica y la literatura las que han logrado interesantes acercamientos analticos y crticos en torno a los espacios tradicionales de socializacin de los jvenes, como la escuela, la familia, el trabajo, sin "perder" al sujeto juvenil". El desencuentro entre la produccin de conocimiento de la vertiente que se ocupa de los "no-institucionales" y la que se ocupa de los "incorporados" es profundo, y da como resultado, para una y para otra, anlisis parciales en los que hay, de un lado, insuficiente tratamiento de los aspectos estructurales e institucionales, no necesariamente antagnicos a las expresiones culturales juveniles y, de otro lado, una focalizacin en la institucin en detrimento de la especificidad juvenil. De un lado, sujetos sin estructura; de otro, estructuras sin sujetos. Un nuevo filn, que pudiera constituirse como punto de equilibrio entre estas perspectivas, lo constituyen los estudios que se ocupan del consume cultural juvenil. La relacin con los bienes culturales como lugar de la negociacin-tensin con los significados sociales. El consumo cultural como forma de identificacin-diferenciacin social (Bourdieu, 1988; Garca Canclini, 1991), que coloca al centro del debate la importancia que en trminos de la dinmica social tiene hoy en da consolidacin de una cultura-mundo que repercute en los modos de vida, los patrones socioculturales, el aprendizaje y fundamentalmente en la interaccin Aqu se muestra al joven como un actor posicionado socioculturalmente, lo que significa que hay una preocupacin por comprender las interrelaciones entre los distintos mbitos de pertenencia del joven -la familia, la escuela, el grupo de pares-, al tiempo que se enfatiza en el sentido otorgado por los jvenes a la grupalizacin, con el significado de "comunidades imaginarias" (Anderson, 1983) a las cuales adscribirse, El reconocimiento de la insuficiencia de perspectivas que han "parcializado al joven, mostrndolo de manera excluyente como alternativo o como integrado, ha representado un punto de quiebre en los discursos comprensivos sobre estos actores sociales y, al mismo tiempo, ha inaugurado un modo de acercamiento que

21 Creo firmemente que 105 zapatitas y en concreto el "Sup Marcos" han sabido captar (y aprovechar) con precisin; este sentido polifnico de lo poltico en los jvenes Por ejemplo los programas especiales en MTV Latino, la muy reciente la cancin del Sup, en la que a ritmo de rock, el Sup "rapea" las consignas zapatistas "para todos, todo", que le ha costado severas criticas, tantos de las derechas como de las izquierdas, incapaces -por distintos motivos- de entender la necesidad de nuevos mecanismos de interpelacin a los jvenes.

intenta mostrar que sin "perder" la centralidad del genero, de la etnia, del territorio y, manteniendo en tensin

productiva las relaciones entre estructuras y sujetos, resulta posible articular a los anlisis la presencia de lo social sistemtico sin perder la especificidad del sujeto juvenil. Pensar a los jvenes en contextos complejos demanda una mayor articulacin entre las diferentes escalas geopolticas; locales y globales y, un tejido mas fino en la relacin entre las dimensiones subjetivas y los contextos macrosociales. Resulta urgente "deconstruir" el discurso que ha estigmatizado a los jvenes, a los empobrecidos principalmente, como los responsables del deterioro y la violencia, ya que: "...la preocupacin de la sociedad no es tanto por las transformaciones y trastornos que la juventud esta viviendo, sino mas bien por su participacin como agente de la inseguridad que vivimos y por el cuestionamiento que explosivamente hace la juventud de las mentiras que esta sociedad se mete a si misma para seguir creyendo en una normalidad social que el descontento poltico, la desmoralizacin y la agresividad expresiva de los jvenes estn desenmascarando" (Martn Barbero, 1998;23). Pensar a los jvenes es una tarea que se inscribe en el necesario debate sobre el horizonte de futuro. Si como ha dicho Garca Canclini (1999) en la inevitabilidad globalizadora aparecen "interrupciones" que ponen en cuestin su relate homogneo, tal vez la pregunta por los jvenes ayude a visualizar caminos alternos. La discusin hasta aqu planteada tiene un doble objetivo: de un lado, reconocer las fortalezas y debilidades en el conocimiento producido en torno a los jvenes, como condicin reflexiva para comprender con creatividad y rigor los cambios que, en el siglo que arranca, estn experimentando las culturas juveniles; de otro lado, se trata de sentar las bases para replantear un conjunto de conceptos, estrategias metodolgicas, anlisis empricos e interpretaciones que se abordan a partir del siguiente capitulo. Me ha parecido fundamental hacer explicito el lugar desde el que parto para intentar estas reformulaciones.

CAPITULO 2 NOMBRAR LA IDENTIDAD UN INSTRUMENTO CARTOGRAFICO

En rigor, no tiene mucho sentido la bsqueda de "una" identidad; seria ms correcto pensarla a partir de su interaccin con otras identidades, construidas segn otros puntos de vista. Desde esta perspectiva la "autenticidad" e "inautenticidad" se toma una conceplualizacion inadecuada En la medida en que es socialmente plausible, una identidad es valida, lo que no significa que sea verdadera o falsa.
RENATO ORTIZ (1996)

La constriccin de lo juvenil
Los jovenes en tanto categora social construida no tienen una existencia autnoma, es decir al margen del resto social, se encuentran inmersos en la red de relaciones y de interacciones sociales mltiples y complejas. Para situar al sujeto juvenil en un contexto histrico y sociopoltico, resultan insuficientes las concreciones empricas, si estas se piensan con independencia de los criterios de clasificacin y principios de diferenciacin social que las distintas sociedades establecen para sus distintos miembros y clases de edad. A este respecto Bourdieu (1994) ha sealado que las relaciones entre, la edad biolgica y la edad social son muy complejas y que "hablar de los jvenes como de, una unidad social, de un grupo constituido, que posee intereses comunes, y referir estos intereses a una edad definida biolgicamente, constituye una manipulacin evidente". Lo que este planteamiento permite inferir es la necesidad de realizar anlisis en, una doble perspectiva. De un lado, lo que aqu se define como una "historia cultural de la juventud", que al develar las relaciones de fuerza que crean las divisiones sociales de clases y de edad en procesos histricamente situados, permite romper con definiciones esencialitas y ubicar la problemtica juvenil en una perspectiva que no se agota en el dato biolgico. De otro lado, lo que llamaremos el anlisis emprico de las identidades juveniles, que al colocarse etnogrficamente en las interacciones y configuraciones que van asumiendo las grupalidades juveniles, permite entender la enorme diversidad que cabe en la categora "jvenes" y salir as de la simplificacin de lo joven como dato dado. En relacin con los modos en que la sociedad occidental contempornea ha construido la categora "joven", es importante enfatizar que los jvenes, en tamo sujeto social, constituyen un universo social cambiante y discontinuo, cuyas caractersticas son resultado de una negociacin-tensin entre la categora sociocultural asignada por la sociedad particular y la actualizacin subjetiva que sujetos concretes llevan a cabo a partir de la interiorizacin diferenciada de los esquemas de la cultura vigente. En el capitulo anterior se plantea que son tres las condiciones constitutivas centrales desde las que se ha configurado y clasificado socialmente al sujeto juvenil en el mundo contemporneo los dispositivos sociales de socializacincapacitacin de la fuerza de, trabajo; el discurso jurdico y industria cultural. Aunada a estas tres esferas, hoy una dimensin muy importante esta conformada por los dominios tecnolgicos y la globalizacin. Ello significa que los jvenes han adquirido visibilidad social como actores diferenciados a) 2 travs de su paso, por afirmacin o negatividad, por las instituciones de socializacin, b) por el conjunto de polticas y normas jurdicas que definen su estatuto ciudadano para protegerlo y castigarlo, c) por la frecuentacin, consumo y acceso a un cierto tipo de bienes simblicos y productos culturales especficos.

En los dos primeros mbitos en el de la socializacin y en el del discurso jurdico los jvenes han sido definidos en trminos generales como sujetos pasivos que se clasifican en funcin de las competencias y atributos que una sociedad particular considera deseables en las generaciones de relevo para darle continuidad al modelo asumido. Sin embargo, y quizs aqu estribe una de las pistas claves para entender las transformaciones en los modos de socialidad juvenil (Maffessoli, 1990), el mbito de las industrias culturales ha consolidado sus dominios mediante una conceptualizacin activa del sujeto, generando espacios para la produccin, reconocimiento e inclusin de la diversidad cultural juvenil. Es decir, mientras las instituciones sociales y los discursos que de ellas emanan (la escuela, el gobierno en sus diferentes niveles, los partidos polticos, etc.), tienden a "cerrar" el espectro de posibilidades de la categora joven y a fijar en una rgida normatividad los limites de la accin de este sujeto social, las industrias culturales han abierto y desregularizado el espacio para la inclusin de la diversidad esttica y tica juvenil. Lo cultural tiene hoy un papel protagnico en todas las esferas de la vida. Puede aventurarse la afirmacin de que se ha constituido en un espacio al que se han subordinado las dems esferas constitutivas de las identidades juveniles. Es en el mbito de los significados, los bienes y los productos culturales donde el sujeto juvenil adquiere sus distintas especificidades y donde despliega su visibilidad como actor situado socialmente con esquemas de representacin que configuran campos de accin diferenciados. Es pues, de manera privilegiada, en el mbito de las expresiones culturales donde los jvenes se vuelven visibles como actores sociales.

De mapas y hologramas
Aunque los estudios sobre juventud poco a poco empiezan a ocupar un lugar en el conjunto de las ciencias sociales, es necesario reconocer que el tema en Amrica Latina, en general, no surge como un objeto de investigacin en el mbito acadmico propiamente dicho. Sin desconocer o restar importancia a las conclusiones que diferentes acadmicos han hecho al avance en la comprensin de las culturas juveniles, hay que sealar que en Amrica Latina han sido en buena medida las los organismos no gubernamentales, enfrentados a una problemtica cotidiana, creciente y desgarradora, en un contexto de violencia y empobrecimiento, los que han ido colocando el Lema como un asunto vital para las sociedades y volvindolo visible para las agendas financiadoras. Aunque este no es el case de Mxico, donde el lema ha estado mas claramente vinculado a los mbitos acadmicos de reflexin, este planteamiento no deja de resultar interesante en la medida en que devela una problemtica que no ha sido abordada con suficiente profundidad. En algunos pases, especialmente en la regin sudamericana, enfrentarse a una violencia social temprana, protagonizada en buena medida por los sectores ms jvenes de la sociedad, llevo a diversas organizaciones no gubernamentales a un trabajo urgente sobre el terreno. Ello deriva en un excelente trabajo cotidiano de intervencin realizado en medio de unas coyunturas dramticas, que han dificultado un proceso ms pausado de reflexin terica. En los encuentros latinoamericanos sobre juventud, la queja recurrente de quienes tienen la responsabilidad de operar programas de atencin a la juventud, es siempre la falta de tiempo para "recuperar la practica", como suele decir-se en la investigacin-accin. As que existen infinidad de experiencias muy interesantes y ricas en resultados y en intuiciones que se agotan en la propia prctica sin ayudar a reformular la teora. Esto, a su vez, genera otro problema: la falta de mapas para los organismos pblicos responsables del diseo y aplicacin de polticas publicas para la juventud. La "casustica" resulta un instrumento dbil para oponer al discurso autoritario y paternal con que los gobiernos de la regin suelen abordar el tema de la juventud. En este sentido, el (casi histrico) desencuentro entre los que se dedican a las tareas de promocin social y los acadmicos ha derivado en una especie de torre de Babel, en la que cada investigador o estudioso construye y nombra de maneras diferentes tanto la categora sociolgica "juventud" como las concreciones empricas, lo que ocasiona una confusin de pianos y de modos de nombrar las practicas agregativas y a sus actores. A partir de un proceso exhaustivo de revisin bibliogrfica de estudios, monografas y artculos, y de mi prctica de investigacin, propongo aqu una categorizacin, que es de conferirles su especificidad a las distintas manifestaciones y expresiones sociales que hoy da asumen los jvenes. En relacin con las concreciones empricas de los modos de agregacin e interaccin juvenil, se plantean cuatro conceptos clave:

E1 grupo: este concepto hace referencia a la reunin de varios jvenes que no supone organicidad, cuyo sentido esta dado por las condiciones de espacio y tiempo. El colectivo: refiere a la reunin de varios jvenes que exige cierta organicidad y cuyo sentido prioritariamente esta dado por un proyecto o actividad compartida; sus miembros pueden o no compartir una adscripcin identitaria, cosa que es poco frecuente. Movimiento juvenil: supone la presencia de un conflicto y de un objeto social en disputa que convoca a los actores juveniles en el espacio pblico. Es de carcter tctico y puede implicar la alianza de diversos colectivos o grupos. Identidades juveniles: nombra de manera genrica la adscripcin a una propuesta identitaria: punks, taggers, skinheads, rockeros, gticos, metaleros, okupas, etctera. Se proponen adems tres conceptos ordenadores cuya pertinencia esta dada por el tipo de mirada privilegiada por el observador externo: Agregacin juvenil: permite dar cuenta de las formas de grupalizacin de los jvenes. Adscripciones identitarias: nombra los procesos socioculturales mediante los cuales los jvenes se adscriben presencial o simblicamente a ciertas identidades sociales y asumen unos discursos, unas estticas y unas practicas. Culturas juveniles: hace referencia al conjunto heterogneo de expresiones y prcticas socioculturales juveniles26 Las formas, situaciones y procesos que recogen los conceptos aqu propuestos no son equivalentes y nombran distintas cosas. Mirar a los jvenes en tanto sujetos de estudio supone la explicacin del punto de vista del observador y la objetivacin de los modos en que construye su objeto. El riesgo de no establecer las distinciones analticas pertinentes es el de permanecer atrapados en la esencializacin de lo joven, como si este fuera un dato "natural" y no, como de hecho es, una construccin social e histrica. En tal sentido, las criticas demoledoras de Carlos Monsivis son absolutamente pertinentes por ejemplo cuando seala; "no he visto nunca volar a nadie como joven", o cuando afirma "yo nunca fui joven" (1996:9). Mas all del (delicioso) sarcasmo, tras estas declaraciones lo que se revela es que cualquier intento de construir una definicin univoca de los jvenes se estrella contra lo efmero de la categora y contra la evidencia de que hay una dificultad de "arranque" en cualquier intento clasificador. Es simplista plantear que los obreros, por ejemplo, pueden definirse exclusivamente por una actividad productiva; las mujeres, por la diferencia biolgica; los indgenas, por su pertenencia a una etnia; los ecologistas, por su defensa de los ecosistemas, y por lo tanto, los jvenes por su edad. Las identidades sociales no son monocausales, por el contrario estn compleja y multidimensionalmente articuladas a un conjunto de elementos sociales, econmicos, polticos. Los planteamientos que se contentan con la fijacin de unos lmites de edad, no habrn hecho nada ms que una operacin clasificatoria de sentido comn. La posibilidad de sostener que puede hablarse de un sujeto juvenil, supone la elaboracin de mltiples articulaciones, que ancladas efectivamente en unos rangos de edad, sean capaces de dar cuenta de los arraigos empricos en que esa edad deja de ser dato natural y se convierte en un revelador de modos particulares de experimentar y participar del mundo. Es importante sealar, sin embargo, que la crisis estructural y simblica de la sociedad contempornea ha incrementado el autoidentificador "nosotros los jvenes". Para los estudiosos de estos fenmenos, ese es un dato constatable, empricamente verificable. Pero, qu significa esto?, hoy si hay jvenes y en otras etapas no hubo? Hay una enorme

26 Algunos estudiosos han planteado de manera reciente la nocin de "mundos juveniles", sin embargo, a mi juicio esto resulta sumamente problemtico, en tanto es un concepto fenomenolgico (mundos de la vida de I lusscrl), cuyo sentido es el de referir los saberes sociales de fondo, histricamente construidos y culturalmente adquiridos, Mientras que en relacin con los jvenes se ha usado para agrupar bajo esta nacin uno la "expresin", como la representacin de la expresin. Por unto, me parece que genera mis problemas de los que resuelve.

dificultad para responder de manera rigurosa esta pregunta. Si fuera valido hacer un smil con las identidades

"femeninas", la pregunta seria igual de complicada; el hecho de que las mujeres se pensaran a si mismas como una identidad cultural diferenciada solo recientemente, significa que las mujeres no existan mas all de la diferencia biolgica? En parte, la respuesta a esta pregunta estara dada por las condiciones que hicieron que las mujeres accedieran a la posibilidad de pronunciarse con respecto a si mismas. Por el memento, creo que esta pregunta en relacin con los jvenes no tiene ciertamente una respuesta univoca; pero, en el mismo sentido de las mujeres, en la sociedad contempornea se han dado las condiciones para que los jvenes se vuelvan visibles como actores sociales para el los mismos y para la sociedad. Tambin sealemos que la explosin de los referentes identitarios, en paradjica reciprocidad con el debilitamiento de los ritos de pasaje propios de esta poca, contribuye a que los jvenes encuentren en sus colectivos una identificacin mediada no solo por la especificidad de los colectivos en cuestin, sino por la edad, z la que ciertas identidades juveniles tienden a dar mucha importancia para explicar el sentido de realizacin y bienestar .que proporciona compartir con iguales un horizonte de vida. Es curioso que mientras el discurso acadmico se esfuerza por dotar de complejidad y de constitutivos mltiples el referente "joven", ellos parecen muy cmodos con asumirse a si mismos como tales, como si al pronunciar la (rase "nosotros los jvenes" estuvieran apelando a una verdad de carcter universal y autoevidente. Sin embargo, para el analista, el problema estriba en la elaboracin de un andamiaje que permita argumentar que los jvenes constituyen no solo un objeto-problema-legitimo, analticamente hablando, sino adems una categora sociocultural diferenciable del resto social, sin caer en la reduccin a los rangos de edad pero sin prescindir de estos.

Entre lo efmero y los compromisos itinerantes


La multiplicidad de sentidos propia de la sociedad de fin de milenio disloca los dispositivos cohesiona-dores de la vida social. De un lado, esta multiplicidad de referentes ha significado un desfase o, para decirlo con Giddens (1993), un "desanclaje" entre las practicas y el sentido de las practicas que ha derivado en lo que podra considerarse una especie de "implosin"", es decir en un quiebre hacia adentro del sistema-mundo de la vida, que erosiona el tejido social y, al poner en crisis los metarrelatos dominantes, genera incertidumbre. Pero, de otro lado, esta misma multiplicidad ha representado o puede representar una refundacin de un pacto social abierto a la pluralidad. Esta paradoja social, la incertidumbre como nica certidumbre, la posibilidad de un nuevo orden de cosas a partir de la erosin, es condicin fundamental para entender la gestin poltico-cultural de los jvenes en estos momentos de desplazamientos y trnsitos. Los jvenes en tanto sujetos empricos no constituyen un sujeto monopasional que pueda ser "etiquetable" simplistamente como un todo homogneo; estamos ante una heterogeneidad de actores -que se constituyen en el curso de su propia accin, y practicas que se agrupan y se desagrupan en microdisidencias comunitarias en las que caben distintas formas de respuesta y actitudes frente al poder (Reguillo, 1993). La ecologa, la libertad sexual, la paz, los derechos humanos, la defensa de las tradiciones, la expansin de la conciencia, el rock, se convierten en banderas, en objetos-emblema que agrupan, que dan identidad y establecen las diferencias entre los jvenes. Otros, transitan en el anonimato, en el pragmatismo individualista, en el hedonismo mercantil y el gozo del consume; para otros no hay opciones, son los desechables, "para los que la muerte se convierte en una experiencia mas fuerte que la vida" (Martn Barbero, 1993) embargo, pese a las especificidades y diferencias dadas por la situacin y la ubicacin social que guarda cada grupo de jvenes, todos parecen compartir una idea precaria del futuro y experimentar la vivencia del tiempo discontinuo. Para pensar esta discontinuidad, es til aqu reflexionar con Bourdieu (1994) a propsito de los jvenes y los "trayectos de vida". Refirindose al campo escolar, seala el "(antiguamente) haba trayectorias relativamente claras: el que pasaba del certificado de estudios primarios entraba a un curso complementario, una escuela secundaria o un liceo; estas trayectorias estaban ciertamente jerarquizadas y nadie se confunda (...) El sistema escolar antiguo obligaba a interiorizar profundamente los lmites (...) como algo justo e inevitable". Este sealamiento puede trasladarse a otros mbitos de la vida, el trabajo, el matrimonio, la paternidad o maternidad, como metas-destino previsibles y ms o menos inevitables. Pero, fundamentalmente, lo que interesa de estas claras trayectorias" es lo relativo a la reproduccin social y a la continuidad de la organizacin social a travs de las practicas. Desdibujados los referentes que le dan cohesin sentido a la vida social, esta no se presenta ya mas como una

continuidad espacio-temporal. La diversificacin, complejizacin y, especialmente, el deterioro de los mecanismos de integracin de la sociedad actual, han significado que la vida para todos los actores sociales, pero particularmente para los jvenes, se presenta como incertidumbre. Los trayectos de vida que podan preverse en sus distintas etapas y en funcin de las metas a conseguir, estn sujetos hoy ms que nunca a los avatares que experimenta un sistema de instituciones caducas o incapaces de entender las crecientes demandas, sociales y de ofrecer alternativas. Por ejemplo, la crisis en el sistema educativo que no atina a incorporar los cambios acelerados que experimenta la sociedad. Por citar un indicador, puede sealarse el crecimiento-expansivo de las tecnologas de comunicacin que, entre otras cosas, convierten al ciudadano de fin de milenio en un actor conectado a mltiples redes e interpelado por discursos muchas veces incompatibles. A travs de la msica, de los llamados "fanzines", del acceso a la informacin mediante complejas redes internacionalizadas y, especialmente, a travs de la porosidad comunicativa entre distintos colectivos juveniles, los jvenes han rebasado a la institucin escolar que permanece, en trminos generales, al margen de los procesos de configuracin sociocultural de las identidades juveniles, y sigue pensando al "joven" como "ejemplo de libro de texto" con un proceso de desarrollo lineal que debe cubrir ciertas etapas y expresar ciertos comportamientos. Sin negar u descalificar la importancia de la dimensin psicolgica en la conformacin del joven como identidad social, ha existido un abuso de argumentos psicologistas -que no psicolgicos-, que ha penetrado el discurso educativo con una grave simplificacin de las conductas juveniles. Entonces, un elemento que debiera ser lomado muy en seno, el de los procesos psicolgicos profundos, que permitira un entendimiento mucho mas integral, se conviene, desde el poder, en mirada condescendiente, en palmadita afectuosa que se da con el aliento contenido en la esperanza de que la "enfermedad juvenil" desaparezca y no obligue a la aplicacin de correctivos. As, ciertas marcas identitarias (por ejemplo las rastas en el pelo, los tatuajes, las perforaciones en distintas del cuerpo), ciertas practicas (el uso constante de walkmans, como si se tratara de una prtesis; el graffiti, los tags o firmas en las paredes; el slam) y el uso de drogas blandas y duras, no encuentran en este discurso explicacin que no se agote en las caractersticas naturales de los jvenes", cuya inclinacin positiva es trastocada por la "desintegracin familiar" o "la perdida de valores sociales". La escuela se erige en fiscal, juez y jurado, pero difcilmente se asume como parte de la problemtica de las culturas juveniles y mucho menos como propiciadora de esa problemtica por su incapacidad de entender que el ecosistema bidimensional que descansaba centralmente en la alianza familia-escuela ha sido agotado, y que entre una y otra institucin hay un conjunto complejo de dispositivos mediadores, entre ellos los medios de comunicacin, que posibilitan al joven el acceso simultaneo a distintos mundos posibles. La dimensin expresiva de las culturas juveniles no se reduce al comportamiento ms o menos alocado de unos "nonios, no-adultos", en sus prcticas y lecturas del mundo radican pistas clave para descifrar las posibles configuraciones que asuma la sociedad. Es en este sentido que los planteamientos de la antroploga Margaret Mead17, hechos en 1969, cobran una vigencia particularmente relevante. Mead recurre a un triple esquema para explicar la reproduccin sociocultural; para ella existen tres tipos de culturas; a) la posfigurativa que en trminos simples es aquella en la que los nios aprenden de sus mayores. El presente y el futuro estn anclados en el pasado. Son propiamente las culturas de la tradicin;

27 Agradezco profundamente a Jess Martn Barbero haber llamado mi atencin sobre un texto de Mead, Cultura y Compromiso, y sugerirme pistas centrales y algunas de las claves para la interpretacin de este texto a la luz del momento

b) la cofigurativa es aquella en la que tanto nios como adultos aprenden de sus pares. El futuro est anclado en el presente. Son propiamente las culturas de la modernidad avanzada; c) la prefigurativa es aquella cultura en la que los adultos aprenden de los nios; para Mead se trata de un momento histrico sin precedentes "en el que los jvenes adquieren y asumen una nueva autoridad mediante su captacin prefigurativa del futuro desconocido" (1970; 35). Hay que sealar que toda clasificacin es arbitraria planteada siempre en funcin de ciertos supuestos; en tal sentido, lo que interesa rescatar de Mead, es el sealamiento de que la sociedad esta experimentando un nuevo momento cultural, donde pasado y presente se reconfiguran a parir de un futuro incierto y que son los jvenes los actores "mejor dotados" para asumir la irreversibilidad de los cambios operados por elementos tales como la mundializacin, el desarrollo iconolgico, la internacionalizacin de la sociedad, entre otros. De maneras diversas, algunos estudiosos de la juventud hemos sealado que las representaciones y practicas juveniles debieran ser ledas como metforas del cambio social28. Aceptar este planteamiento permitira romper con ciertas lecturas lineales que solo atienden a las actitudes contestatarias o impugnadoras de los jvenes, y privilegiar un acercamiento en trminos de cambio social, es decir, "hacer hablar" al conjunto de elementos que entre los jvenes apuntan a "nuevas" concepciones de la poltica, de lo social, de la cultura, en lo general; y, en lo particular, a los modos de relacin con el propio cuerpo, con los elementos mgico-religiosos, con las instituciones. Porque el anlisis de estas dimensiones revela las formas y contenidos que puede ir asumiendo la sociedad. La propuesta de Mead debe ser colocada en referencia a la multitemporalidad de los procesos sociales, especialmente en el caso de Amrica Latina, lo que significa hacerse cargo de que nuestra modernidad debe ser entendida como un presente que comporta una vasta historia de signos culturales heterogneos (Hopenhayn, 1995). En otras palabras, al interior de una misma sociedad pueden presentarse simultneamente formas post, co y prefigurativas que, coincidiendo en el espacio y en el tiempo, no comparen los modos de relacionarse con el futuro y con el pasado29, vectores que modalizan las relaciones sociales. Pese a ello y sin dejar de reconocer el peligro de las generalizaciones, pensar que el mundo se esta desplazando hacia formas culturales prefigurativas posibilita colocar el anlisis de las culturas juveniles como lugares de nuevas sntesis sociopolticas que estn construyendo referentes simblicos distintos a los del mundo adulto, o bien, usndolos de maneras diferentes. Mead, juega con una analoga interesante. Los jvenes pensados como los primeros colonos o pioneros de la formacin del nuevo mundo. Para la antroploga, la figura del sujeto juvenil en la sociedad actual se asemeja a: "los inmigrantes que llegaban como pioneros de una nueva comarca, sin ningn conocimiento acerca de lo que les exigiran sus nuevas condiciones sociales. Los ltimos en llegar podan tomar come modelos a sus grupos de pares. Pero entre los que inauguraban la corriente, los adultos jvenes tenan por nico modelo sus propias adaptaciones e innovaciones experimentales. Su pasado, la cultura que haba plasmado su comprensin sus pensamientos, sus sentimientos y sus concepciones del mundo no eran una gua segura para el presente. Y los ancianos que los acompaaban, alados al pasado, no podan proporcionarles modelos para el futuro" (1970). Distintas adscripciones identitarias juveniles y los colectivos a que estas, dan forma revelan como una constante la gran capacidad de adaptacin de los jvenes ante situaciones novedosas y la experimentacin innovadora y esencialmente desacralizadora, como actitudes y competencias a travs de las cuales se posicionan en el mundo. Desde luego puede argumentarse que esto es una consume histrica que se repite, en la medida en que han sido los adultos jvenes los que en diferentes etapas histricas han "roto" o por lo menos reformulado los sentidos sociales dominantes. Sin embargo, la analoga de Mead coloca como un punto clave para la reflexin el quiebre en los modos de transmisin de los conocimientos y valores de una sociedad.

28 De manera pionera esta idea ha sido desarrollada por el investigador cataln Carles Feixa (1988). 29 Por ejemplo entre los pueblos indgenas, la tradicin esta anclada en un respeto profundo por los ancianos, lo que es vivido por cientos de jvenes indgenas como un orden absolutamente natural. Situacin que coexiste en un Mxico donde diversos colectivos juveniles guardan hoy profunda distancia (crtica) respecto de instituciones y practicas del mundo adulto y oficial.

En tal sentido, la novedad que comportan las culturas juveniles para la vida social escriba, no tanto en sus prcticas mas o menos irruptivas o disrrptivas o en su resistencia a la socializacin, sino fundamentalmente en la velocidad y capacidad de procesamiento de la informacin que hoy, de manera inedia, circula por el planeta. A esta forma de integrar conocimientos de muy diversa ndole para producir "nuevos" significados, la llam en 1995 despus de un prolongado trabajo de campo entre bandas juveniles30, cuyas representaciones del mundo si bien tendan a reproducir algunos esquemas de una cultura machista, religiosa y homofbica, hablan encontrado maneras novedosas para resistir las condiciones de miseria y opresin en las que se encontraban inmersos, transformando por ejemplo, mediante complejas operaciones cognitivas y simblicas, los estigmas sociales que sobre ellos pesaban en emblemas identitarios. Hoy, esta metfora orgnica, la del metabolismo acelerado puede ser sustituida por una metfora tecnolgica, visual y auditiva el videoclip. El videoclip rompen la lgica narrativa al generar un discurso sincrtico de imposibles narrativos (Resndiz, 1991), que se encuentran fuera de los relates de la modernidad. Su especificidad expresiva radica en la ruptura espaciotemporal" de los elementos audiovisuales. Para este autor, el encadenamiento no visual de los enunciados del videoclip "no puede leerse desde el espacio cognitivo del discurso de la modernidad". Son otros los mapas que se requieren para codificar y decodificar el sentido y las formas de esta narrativa, que no solo se sobrevive a si misma, cosa que se preguntaba Resendiz en 1991, sino y que parece afianzarse, mas all de su especificidad como "genero" o "formato", como "estilo expresivo"31. El trmino clip que le otorga un sentido distinto y particular al video: "como instrumento para unir dos conceptos", es el que seala lo que anticipaba Resendiz, el videoclip como condensador de mltiples discursos propios de la sociedad industrial avanzada: el cine, la publicidad, la imagen digitalizada, la coreografa, la msica, el decorado. Decir que los jvenes piensan en videoclip (el mundo como una sucesin de imgenes, no necesariamente armnicas y coherentes), es una forma de aludir a los modos condensados de representacin y accin de las culturas juveniles, que con nuevo lenguajes o mejor, nuevas sntesis, parecen sealar a travs de sus prcticas y expresiones cotidianas que han rebasado los modelos post y cofigurativos. Si el palimpsesto ha sido una figura clave para interpretar los procesos de apropiacin y resistencia de las cultures populares, hoy, es la figura del hipertexto la que mejor permite acercarse y comprender los procesos de configuracin simblica y social de las culturas juveniles. El hipertexto, mas que una reescritura (como lo implica el palimpsesto) supone la combinacin infinita y los constantes links ligaduras) que reintroducen permanentemente un cambio de sentido tanto en su acepcin de direccin como de significacin. Se puede ir hacia adelante o hacia atrs, hacia un lado o hacia el otro, arriba o abajo y en otro plano, al saltar de un site a otro puede perderse de vista el punto de partida o el "sentido original" (aunque la 'Ventana inicial" permanezca ah, lista para ser activada), lo que para estos navegantes, los jvenes, es irrelevante, en la medida en que cada "salto" los coloca con renovado entusiasmo en un nuevo lugar. En buena medida esto ha ocasionado muchas dificultades tamo para IDS estudiosos de las culturas juveniles como para las instituciones de control social, para "fijar" a los sujetos y comprender el sentido de sus prcticas. Como los inmigrantes precursores de Mead, las culturas juveniles parecen "adaptarse e interpretar el mundo contemporneo con mayor facilidad que los adultos socializados por el discurso lineal y continuo de la modernidad, entrenados para la decodificacin binaria del mundo (hombre/mujer, blanco/negro, cielo/infierno)

30 Esta experiencia esta recogida en el libro En la colle otra vez Las bandas juveniles, texto que fue actualizado en 1995. 31 El cine, por ejemplo, ha ido incorporando elementos del videoclip.

Los quiebres de la identidad


Para intentar comprender los sentidos que animan a los colectivos juveniles y a los jvenes en general, hay que desplazar la mirada de lo normativo, institucionalizado y del "deber ser", hacia el terreno de lo incorporado y lo actuado; buscando que el eje de "lectura" sea el propio joven que, a partir de las mltiples mediaciones que lo configuran como actor social, "haga hablar" a la institucionalidad. Las identidades juveniles no pueden pensarse al margen de las transformaciones en las coordenadas espacio-temporales de la llamada "sociedad red" (Castells, 1999); no resulta factible hacer su anlisis si se soslaya el importante papel que el mercado esta jugando en la redefinicin de las relaciones entre Estado y la sociedad. El tiempo y el espacio son coordenadas bsicas para la vida social. Y tambin ellas se ven enfrentadas a mltiples tensiones por la aceleracin y la contraccin o expansin (segn se vea) en la era de las nuevas tecnologas de informacin. La recepcin en tiempo real de las noticias-mundo y el acceso (desigual) a discursos y productos culturales de todos los puntos del planeta, posible por los medios de comunicacin y la Internet, vuelven mucho mas complejo el panorama social para el joven, en la medida en que lo acercan a representaciones que pueden entrar en franca contradiccin con los supuestos valorados localmente poniendo en crisis la legitimidad de algunas representaciones, obligndolo a un reajuste constante entre su experiencia inmediata y ciertos discursos que parecen cada vez menos lejanos. Las representaciones, los sentidos de la vida, se ven enfrentados a una sensacin de "extraamiento", que implica someter a prueba constante el valor operado. En trminos prcticos ello significa que hoy, como nunca, la identidad esta atravesada por fuerzas que rebasan la dimensin local y la conectan a "comunidades imaginarias", en el sentido manejado por Anderson (1983), que desbordan los limites geogrficos del Estado-nacin. Por ello resulta fundamental indagar sobre; las fuentes que nutren los imaginarios de los jvenes y ubicar .los referentes a los que atribuyera mayor o menor credibilidad y como a partir de estas fuentes se derivan "programas" de accin. Sin embargo, si algo parece claro hoy da, es que a los fenmenos de globalizacin y desterritorializacin econmica y mundializacin de la cultura, se le oponen fenmenos de "relocalizacin". Los jvenes parecen "responder" a estos flujos globales, dotando de sentido a "nuevos" territorios, que en trminos socioespaciales pueden ser pensados como "comunidades de sentido"32, por ejemplo, el grupo en el barrio, el colectivo cultural o poltico, etc., que, entre otras funciones, operan como una especie de "circulo de proteccin" ante la incertidumbre provocada por un mundo que se mueve mucho mas rpido que la capacidad del actor para producir respuestas. Por ello cobra un peso decisivo la indagacin en torno de los consumos culturales, que hay que pensar como una categora compleja, de carcter situacional y diferencial; resulta urgente dotarla de una densidad mayor que la que la restringe al conteo de horas empleadas en ver televisin o hablar con los amigos o leer el peridico. Si "el consumo sirve para pensar", como ha sealado Garca Canclini, es porque su anlisis permite entender las distintas configuraciones del mundo, que de maneras contradictorias y complejas los jvenes construyen a partir de sus vnculos con las industrias culturales pero anclados en sus propios colectivos o lugares de significacin.

32 Concepto que retomo de los trabajos del mexicano Guillermo activas.

OTXJZCO

(1991) en relacin con sus estudios sobre audiencias

Organizar el desconcierto
Los jvenes, las mujeres, los ecologistas, algunos movimientos indgenas y tnicos, constituyen hoy lo que algunos tericos de los movimientos sociales denominan "nuevos movimientos sociales33" que en trminos muy generales se distinguen por: a) No partir de una composicin de clase social (aunque no la excluyen). b) Organizarse en torno de demandas por el reconocimiento social y la afirmacin de la identidad (y no por la bsqueda del poder). c) Ser ms defensivas que ofensivos (lo que no necesariamente se traduce en mayor vulnerabilidad). Pese a estas caractersticas, estos movimientos sociales se han convertido en verdaderos agentes de transformacin social en la medida en que ellos tienden a ocupar espacios donde no existen instituciones o donde estas han dejado de responder (segn la percepcin de la gente) a las necesidades y demandas de la sociedad. Pero, mas que interesar aqu un planteamiento acabado en torno de los movimientos sociales, interesa utilizar la figure de los nuevos movimientos sociales para entender el replanteamiento de las formas de organizacin de los jvenes que desbordan los modos tradicionales de acuerpamiento social. Asumir que los jvenes se agrupan o debieran agruparse y organizarse alrededor de principios racionales inscritos en la lgica de determinadas prcticas polticas, es cada vez menos un principio operante, Al deterioro de las instituciones y formas de la poltica "clsica", la respuesta, por la va de la accin colectiva juvenil, ha sido la de formacin de asociaciones de distinta ndole que cristalizan intereses parciales de alcance limitado. La tensin en la escena pblica, que se expresa, a travs por ejemplo, de la visibilidad de cierta "involucin poltica" (el regreso de los autoritarismos) y la emergencia de practicas mas abiertas y tolerantes -todava deudoras de antiguas herencias-, obliga a la cautela, Entonces, mas que hablar de "formas organizativas novedosas", habra que hablar de "multiplicidad de expresiones juveniles organizativas". Sin implicar que sea un fenmeno nuevo, puede decirse que a partir de la dcada de los 80 (que puede ubicarse de manera laxa como el inicio de la crisis estructural de la llamada modernidad tarda), los jvenes han ido buscando y encontrando formas de organizacin que, sin negar la vigencia -y poder de convocatoria- de las organizaciones tradicionales (partidos, sindicatos, grupos de iglesia, clubes deportivos), se separan de "lo tradicional" en dos cuestiones bsicas: de un lado, se trata de expresiones autogestivas, donde la responsabilidad recae sobre el propio colectivo sin la intermediacin o direccin de adultos o instituciones formales (por ejemplo, grupos de bandas, de taggers, de gticos, de anarcopunks, etc.); y de otro lado, la concepcin social de una forma de poder a travs de la cual buscan alejar el autoritarismo. Por supuesto, el objetivo no es el de mitificar las expresiones organizativas juveniles, sino el de sealar algunas de las caractersticas que, exploradas de manera cualitativa, requeriran, para tener un panorama mas extenso, formas de objetivacin complementaria, datos "duros". Resulta urgente captar la heterogeneidad y la diversidad de expresiones organizativas juveniles, las que aqu se han denominado "tradicionales" tanto como las emergentes, y ubicar como se experimenta desde ellas el poder, la autoridad, la formulacin de proyecto(s), las formas de gestin, las formas de inclusin de sus miembros, las estrategias de reclutamiento, las interacciones con otras organizaciones en el piano horizontal (otros movimientos sociales) y vertical (con el Estado y las instituciones gubernamentales) y, especialmente, los len-guajes que estas organizaciones expresan como nuevos signos de lo poltico.

33 Entre otros, pueden mencionarse a Touraint a Pizzomo y a Melucci.

CAPITULO 3 ENTRE: LA INSUMlSlN Y LA OBEDIENCIA BIOPOLTICA DE LAS CULTURAS JUVENILES

El control panptico cumpla una funcin importante; sus instituciones eran concebidas ante todo como cosos correccionales. Su propsito aparente era retirar al preso del camino de la perdicin moral que haba lomado por propia voluntad o al que se haba visto arrojado sin culpa suya; inculcarle hbitos que le permitieran volver al redil de la "sociedad normal"; "detener la podredumbre moral", combatir y vencer la pereza, la ineptitud, la falta de respeto por las normas sociales o la indiferencia hacia ellas; todos esos males que se sumaban para volverlo incapaz de llevar una vida normal".
ZYGMUNT BAUMAN (1999)

Las grandes revoluciones histricas han inventado, entre otras cosas, los cuerpos ciudadanos, en el sentido de modelar segn los esquemas de los proyectos triunfadores como deba ser este cuerpo en sus dimensiones pblicas y privadas34. El cuerpo caliente y masculino de la Grecia clsica, el cuerpo fro y negado de la poca victoriana, el cuerpo disciplinado de la Europa protestante, el cuerpo sufriente de la tradicin judeo-cristina,

34 Un excelente anlisis de estos elementos lo ofrece Richard Sennet, en su libro Carne y piedra (1997).

CAPITULO 5

NACIONES JUVENILES. CIUDADANA: EL NOMBRE DE


LA INCLUSIN

Y aqu es donde uno se pregunta, a partir de las relaciones entre antropologa y comunicacin (...) entre las series culturales y comunicacionales y las polticas, econmicas y sociales, si algo no esta faltando en Amrica Latina. Si algo no se quedo raudo. Ya sea (rente a los precarios procesos de integracin, crudamente economicistas, casi olvidados en las agendas de anlisis sociocultural... O frente a cantos otros procesos, que debieran ser el centro o el contexto de la sincronizacin entre los tiempos relativamente largos de las investigaciones acadmicas y los cortos, reales, del anlisis y la accin poltica.
ANIBAL FORD (1999)

Al iniciarse la dcada de los noventa se consolidaron o se aceleraron algunas de las tendencias que venan anuncindose desde la dcada anterior, esto es: la mundializacin de la cultura por va de las industrias culturales, los medios de comunicacin y las sper tecnologas de informacin (Internet es el ejemplo mas acabado, aunque no el nico); el triunfo del discurso neoliberal montado sobre el adelgazamiento del Estado y sobre la exaltacin del individualismo; el empobrecimiento estructural y creciente de grandes sectores de la poblacin; descrdito y deslegitimacin de las instancias y dispositivos tradicionales de representacin y participacin (especialmente los partidos polticos y los sindicatos). Estos elementos han significado para los jvenes una afectacin en: a) su percepcin de la poltica, b) su percepcin del espacio y c) su percepcin del futuro Situados en los mrgenes de la sociedad -objetiva o simblicamente-, los jvenes, pese a las diferencias (de clase, de gnero, de emblemas aglutinadores) parecen compartir varias caractersticas en este fin de siglo, como se ha intentado mostrar con algunos casos empricos. 1. Poseen una conciencia planetaria, globalizada, que puede considerarse como una vocacin intemacionalista. Nada de lo que pasa en el mundo les es ajeno, se mantienen conectados a travs de complejas redes de interaccin y consumo, dentro y fuera de los circuitos del mercado. 2. Priorizan los pequeos espacios de la vida cotidiana como trincheras para impulsar la transformacin global 3. Hay un respeto casi religioso por el individuo, que se conviene en el centre de las practicas. Puede decirse que la escala es individuo-mundo y que el grupo de pares no es ya un fin en si mismo (corno suceda en la dcada de los ochenta), sino una mediacin que debe respetar la heterogeneidad. 4. Existe una seleccin cuidadosa de las causas sociales en las que se involucran. Sus protestas tienen dedicatorias explcitas y van de las grandes transnacionales, a las policas y gobiernos locales. 5. El barrio, entendido como el territorio propio, ha dejado de ser el epicentro del mundo y de sus prcticas.

Trnsitos y mutaciones
Cuando los mapas geopolticos del mundo se transforman, cuando los Estados nacionales parecen verse desbordados por un aclarado proceso de globalizacin y cuando la organizacin social de la tecnologa parece haberse convertido en un eje central para la definicin de los proyectos sociales de fin de siglo, la pregunta por la conformacin de las culturas

juveniles adquiere una importancia fundamental, en tanto ellas son portadoras de las contradicciones constitutivas de unas sociedades en acelerados procesos de transformacin. De que manera los jvenes estn realizando la idea de nacionalidad, de que maneras articulan sus microuniversos simblicos con los procesos globales, de que manera incorporan, reinterpretandolos, los sentidos culturales objetivados en instituciones, discursos, productos, de que" manera sus practicas revelan la tensin entre la tradicin y el cambio social. Se trata de preguntas complejas que demandan colocarse en el terreno de las practicas sociales, en los territorios de los jvenes; pero de otro lado resulta clave no perder de vista que los jvenes son actores en el mundo social y no fuera de este, y en tal sentido, la: agenda de investigacin en torno a los jvenes debe ser capaz de plantear interrogantes al conjunto de la sociedad. Se trata entonces de entender las identidades juveniles en el entramado complejo y mltiple de sus interacciones. Es importante en este sentido retomar el concepto propuesto por Mary Louise Prau (1997): "zona de contacto", en sus estudios sobre las formas de relacin y representacin entre las metrpolis colonizadoras y las "periferias". Desde una perspectiva critica, Prau pone de relieve "que los sujetos se constituyen en y por sus relaciones mutuas", lo que permite a la autora trascender en su anlisis la dicotoma entre dominantes-dominados y mirar las relaciones en trminos de "copresencia, de interaccin, de una trabazn de comprensin y practicas, muchas veces dentro de relaciones de poder radicalmente asimtricas". Asumir este enfoque, que afortunadamente empieza a ser una perspectiva compartida por muchos estudiosos de las culturas juveniles, implica entender que los jvenes no estn "fuera" de lo social, que sus formas de adscripcin identitaria, sus representaciones, sus anhelos, sus sueos, sus cuerpos, se construyen y se configuran en el "contacto" con una sociedad de la que tambin forman parte. Proponer la reflexin en estos trminos significa aceptar el desafo que estn planteando dos elementos fundamentales y que pueden considerarse hoy ya como constitutivos apcales: a) la transformacin en las formas de "ciudadana", b) la transformacin en la percepcin y, concepcin del espacio y del tiempo, operada por los procesos de globalizacin. En lo que toca a la globalizacin, hay que sealar que ninguna cultura local, ningn grupo social puede hoy entenderse al margen de los vnculos, cruces y a veces yuxtaposiciones entre lo local, lo nacional y lo global. Sin embargo, esta trada amenaza con convertirse en un discurso muy cmodo para apelar de manera genrica y socializadora a un proceso que solo la investigacin con arraigo emprico -que no empirismo- puede ayudar a comprender a travs de sus expresiones y manifestaciones particulares. El mundo como realizacin de lo local y lo local como expresin de un mundo mltiplemente conectado, configuran el escenario complejo de fin de siglo. El mundo se desterritorializa, es cierto, con respecto al quiebre de un centre con la periferia, con respecto al discurso de un mercado que se globaliza, con respecto a Internet y sus redes virtual es, pero solo para volver a relocalizarse, a reterritorializarse, es decir a establecer sus nuevas coordenadas de operacin. Quizs uno de los elementos mas pertinentes de estos procesos en relacin con las culturas juveniles es lo que podramos denominar "invencin del territorio", nocin que permita trabajar la relacin entre la reorganizacin geopoltica del mundo y la construccin-apropiacin que hacen los jvenes de "nuevos" espacios a los que dotan de sentidos diversos al trastocar o invertir los usos definidos desde los poderes. Por ejemplo, las culturas juveniles han dotado "a la calle", al concierto o "la tocada" -como nombran los espacios musicales los jvenes mexicanos- de una funcin poltica que desborda los espacios formales y legtimamente constituidos para la prctica de la poltica. Al dotar a "la esquina" del barrio de fundones mltiples como escuchar msica, discutir cuestiones publicas, estar juntos, leer poemas y realizar algunas ceremonias colectivas de consume de drogas, los colectivos juveniles que existen en los mbitos locales transforman el territorio en un signo cultural y poltico que vuelve evidente, sin la explicitacin de la protesta, las exclusiones derivadas de un orden social que al globalizarse opera un vaciamiento de sentido en el espacio. Junto con otras categoras socioculturales de identidad, mujeres e indgenas por ejemplo, los actores juveniles, al inventar territorios para la accin en una forma de respuesta a las exclusiones, valores, smbolos y formas de comunicacin derivadas de la globalizacin y portadoras de sus propios mecanismos de dominacin, sealan que todos estos procesos de escala planetaria no desaparecen el territorio, ni lo convierten en un "no lugar", a la manera de Auge (1993). El anlisis de las culturas juveniles desde estas lgicas posibilita entender la reconfiguracin de lo local en sus

relaciones complejas (de resistencia, negociacin y conflicto) con lo global. Quizs uno de los "lugares" que se ha visto sacudido desde sus races por la dinmica de cruces y cheques entre lo global y lo local sea el de la ciudadana, que condensa uno de los debates centrales para la sociedad, hoy: la inclusin frente a la exclusin. Mas que abordar en este punto, la crisis econmica y poltica de la modernidad latinoamericana, sin olvidar estos factores, resulta fundamental pensar la crisis cultural de la modernidad latinoamericana, que se ha vuelto mas evidente conforme se vuelven visibles los actores, las practicas y los procesos, que, en su afn de volverse moderna, Amrica Latina "olvido", en tamo no caban en un proyecto de signo eurocntrico, masculino, adulto y blanco. Indgenas, negros, mujeres, quedaron al margen por su "inviabilidad". Despus de sesenta aos de "modernidad" en -la regin"63, los excluidos han vuelto al centro del debate y de la accin, volviendo visible la incapacidad de este modelo para incorporar la diferencia, sin convertira en desigualdad. Los reclamos aparecen en la forma de mujeres que buscan mayores y mejores espacios de participacin, de movimientos indgenas y ticos que reclaman su derecho a la inclusin desde su diferencia, en la dramatizacin con que las culturas juveniles narran su identidad. Manifestaciones todas de la crisis sociopoltica cuyo ncleo radica en la cultura, es decir, en la forma en que se construyo el modo de pensar, mirar y nombrar el mundo. Las culturas juveniles, algunos movimientos indgenas y un protagonismo ciudadano creciente, han venido a cuestionar el poder legitimo de unos Estados autoritarios y a evidenciar las promesas incumplidas de una modernidad que no ha logrado hacer realidad el sueo de unas naciones en las que todos caben. En las practicas irruptivas de muchos colectivos juveniles, mas all de la estridencia o el silencio, mas all de la resistencia o el conformismo, mas all de las msicas y los graffitis, lo que se puede ver es el estallamiento en mil pedazos de ese proyecto poltico social que se muestra incapaz de ofrecer alternativas a mas de 200 millones de latinoamericanos en situacin de pobreza. El modelo clsico y restringido de la ciudadana, en sus tres dimensionas: civil, poltica y social (Marshall, 1365), se ve hoy fuertemente cuestionado por lo que algunos estudiosos, Rosaldo (1992) por ejemplo, denominan "ciudadana cultural", para hacer alusin al derecho a la ciudadana desde la diferencia. Diferentes analizadoras socioculturales permiten fortalecer esta idea. Por ejemplo, el movimiento indgena zapatista del sudeste mexicano, aparecido en 1994, en su fase temprana plante varias e importantes ideas, aquella de "para todos, todo, nada para nosotros" o la consigna de "mandar obedeciendo". Lo que el movimiento indgena ha logrado, ha sido plantear una idea distinta del ejercicio del poder. Aparecen en la arena poltica movimientos no interesados en la loma del poder, pero si en propiciar otras formas de poder, lo que ha venido a reconfigurar in idea de una ciudadana pasiva, a una de carcter activo. La visibilizacin se conviene en nueva estrategia poltica. La carnavalizacin de la protesta, la dramatizacin de los referentes identitarios, la imaginacin para captar la atencin de los medios de comunicacin, trastoca las relaciones en el espacio pblico y seala la transformacin en los modos de hacer poltica. El Lema de la visibilidad es un asunto clave en lo que toca a la reconfiguracin de las formas sociopolticas del mundo. Las culturas juveniles se vuelven visibles. Los jvenes, organizados o no, se convierten en "termmetro" para medir los tamaos de la exclusin, la brecha creciente entre los que caben y los que no caben, es decir, "los inviables", los que no pueden acceder a este modelo y que por lo tanto no alcanzan el estatuto ciudadano. De otro lado, no puede dejar de sealarse la centralidad de la cultura en las sociedades contemporneas. Lo que he venido llamando la culturalizacin de la poltica, para hacer alusin a la reconfiguracin de los referentes que orientan la accin de los sujetos en el espacio publico y los llevan a participar en proyectos, propuestas y expresiones de muy distinto cuno, pone en crisis los supuestos de una poltica dura, normativizada y restringida a los "profesionales".

63 Tomando como fecha la dcada de los treinta, momento de la "epopeya" modernizadora en el case de Mxico, Argentina y Brasil.

Es esita idea la que a mi juicio, puede ayudar a destrabar no solo las agendas de investigacin para universidades y organizaciones sociales, sino de manera fundamental las agendas para las polticas publicas, para los partidos y las autoridades. Se trata de sealar aqu, enfticamente, que no es que los jvenes sean apticos, ni estn ausentes de la participacin como quiere hacernos creer cierto tipo de discurso desmovilizador; y, por supuesto, sin intencin de convertir estas paginas en apologa de los jvenes, puede afirmarse, a travs de una ya larga trayectoria de investigacin emprica, que los jvenes, aunque de manera balbuceante, estn inaugurando "nuevos" lugares de participacin poltica, nuevos lugares de enunciacin, nuevos lugares de comunicacin.

Preguntas y articulaciones
A veces parece existir una especie de reproche a los investigadores que trabajamos desde los colectivos juveniles y desde sus procesos de adscripcin identitaria, cuando nombramos su identidad a travs de una palabra; raztecas, gticos, taggers, punks, metaleros, etc. Nombres que se interpretan desde las lecturas externas como un proceso de etiquetacin promovido por los propios investigadores. Pero, lo que se intenta con este tipo de anlisis es recuperar el modo en que cada uno de estos grapes juveniles construye sus propios procesos de autoidentificacin. Son los nombres con los que se autonombran y cuya diversidad y expansin seala, entre otras cosas, la fragmentacin identitaria entre los jvenes y la diferenciacin de caminos y bsquedas que emprenden en su intento por domesticar el caos. La pregunta pertinente, me parece, es si esta fragmentacin puede pensarse realmente en trminos de multiculturalidad tanto a escala local como a escala global o, estamos asistiendo a un proceso de "gheiizacion" de las identidades que terminar por volver autistas o terriblemente intolerantes a las distintas agregaciones juveniles, procesos favorecidos tanto por la especializacin del mercado como por el papel que, algunos medios de comunicacin estn jugando en el modo de narrar el conflicto social.

Crear las alternativas


Los distintas formas de agregacin juvenil parecen estar reivindicando de manera creciente el valor de lo local, del conumitarismo y del autoempleo, que no pueden entenderse al margen de los procesos de globalizacin, de individualizacin y del proyecto econmico dominante. En este nivel, por ejemplo, la creacin de microempresas culturales y artesanales, de brigadas que hacen danza, boletines y otras producciones culturales (como en el caso de los raztecas y punks), obliga a un replanteamiento en el modo tradicional en que las polticas de juventud pretenden atender los problemas del empleo. Ante la precarizacin del empleo, llamada eufemsticamente "flexibilizacin", algunas identidades juveniles parecen encontrar la forma de decirle a la sociedad "yo puedo reinventar las formas de trabajo". En este nivel son varias las preguntas pertinentes. Por ejemplo, la necesaria indagacin en relacin con las formas de autoempleo que aparecen entre los jvenes y que de un, lado hacen visible el deterioro estructural de los mecanismos de incorporacin social, pero de otro lado, apuntan hacia una "sensibilidad" distinta para relacionarse con la lgica del empleo formal caracterstica del siglo XX. Hay ah una pregunta estructural y una pregunta cultural.

Rituales para, el desconcierto


En el trabajo de seguimiento y acompaamiento de las formas que asumen las identidades juveniles, la pista en torno a la socioesttica, come como una categora que permite analizar la manera en que "la forma" termina por convertirse en fondo. Un conjunto importante de colectivos juveniles empiezan a buscar maneras posibles de salir de los circuitos del mercado, entendido aqu como la oferta regulada de "identidades a la carta". El vestuario, las marcas corporales; la apariencia, buscan no solo la expresin libre del cuerpo, sine la dramatizacin de algunas de las creencias fundamentales de las que hacen parte. Muchas de las estticas juveniles son producto de mezclas, prstamos e intercambios, que resignifican en una solucin de comunidad la contradiccin. En este nivel no basta el trabajo in situ, es decir no basta "estar ah", en trminos antropolgicos (Geertz. 1997). Se trata tambin de trabajar con los productos y los procesos de produccin cultural de los jvenes, para tratar de "escuchar"' que es lo que estn tratando de decir a travs de sus msicas, de su poesa, de sus grafittis., que es lo que estn tratando de decide a la sociedad en trminos de configuraciones cognitivas y configuraciones afectivas y especialmente, de configuraciones polticas.

Los anclajes
Con relacin a las rupturas de las formas de vida socialmente legitimadas, entre los jvenes, resulta fundamental no perder de vista las diferencias y similitudes ancladas en la pertenencia a una clase y a los diferentes estratos socioeconmicos. Las generalizaciones siempre; resultan peligrosas y en sociedades tan jerrquicamente clasistas como las nuestras, este componente sigue jugando un papel clave a la hora de la conformacin de las identidades sociales. De que jvenes estamos hablando, donde estn sus anclajes profundos y sus anclajes situacionales.

Fuerzas y tensiones
El estudio de las concreciones empricas que asumen las diferentes-grupalidades juveniles permite no solo el anlisis "fino" de representaciones y prcticas diferenciadas. Las expresiones juveniles, sealan, de diferentes maneras, que la globalizacin no es solo un fenmeno de carcter econmico o un proceso que paso solamente por los grandes medios de comunicacin. No se puede tampoco apelar, simplistamente, a una explicacin por la va del "contagio cultural". Si hay algo que parece caracterizar a los movimientos sociales del tercer milenio es la tensin entre dos fuerzas aparentemente antagnicas. La metfora gravitacional puede ser til aqu. Una primera fuerza "centrpeta" (la que mantiene a los cuerpos girando alrededor de un centre) se manifiesta en el constante retorno a un pasado que se extravi en alguna parte del camino; los movimientos ambientalistas, algunos movimientos indigenistas y varios movimientos juveniles, se moveran "atrados" por "el centro" que puede representar la refundacin del pasado. De otro lado, una fuerza centrifuga (la que aleja a los cuerpos del centro hacia la tangente), estara expresndose en los movimientos de repliegue, de automarginacin frente a un presente que se percibe catico y sin opciones. La denegacin de la poltica altamente poltica, de la que habla Beck (1999), puede entenderse muy bien en estos movimientos desde los mrgenes. Estas tensiones no se corresponden con los movimientos conservacionistas y tampoco con el individualismo narcisista de la era posmoderna. El asunto es complejo y escapa a la etiquetacin ideolgica en estos tiempos en que el sentido no tiene domicilio fijo. No hay demasiadas certezas pero los nuevos habitantes de la aldea global no parecen encontrarse demasiado cmodos en el tiempo-espacio del presente, y lo hacen sentir. El que numerosos colectivos juveniles (y muchos movimientos sociales), retomen a los temas indgenas, a los temas de la negritud, al de las minoras inmigrantes o a la nacin fundacional, como el caso de las identidades chicanas en los ngeles que han acunado para esa ciudad el nombre la "Nueva Azulan" (segn algunas teoras, Azulan es el nombre original de Mxico), plantea una pregunta con maysculas. Procesos que pueden verse como una bsqueda de referentes, de certidumbres, de lugares de anclaje. Ante la velocidad, el deterioro de los emblemas aglutinadores y la disputa planetaria por la conquista de una nueva hegemona capaz de reacuerpar a la sociedad, los jvenes, buscaran en el "origen" y en los "mrgenes" elementos para explicar el presente y proyectar el futuro? En el proceso de blanquizacin de varias de las sociedades modernas latinoamericanas, el patrimonio del origen quedo como un pasado glorioso, que haba que superar; en la adopcin de un modelo en el que se dio una fuerte tendencia a borrar todo aquello que impeda el avance hacia esa modernidad de escaparate, hubo grandes perdidas. Hoy, actores histricamente excluidos de esos procesos de modernizacin, ciudadanos de tercera y quinta categora, intentan recuperar ese pasado, a veces, de forma democrtica; a veces, con ciertos regresos autoritarios o romnticos. Pero no deja de resultar paradjico que en plena era de la "sociedad red" de la "aldea global" y de la llamada "sociedad postindustrial, se busque el sentido del presente en el pasado y el sentido del lugar en el afuera. Por ello, la relacin. entre lo local y lo global implica como reto para la investigacin, la capacidad de movimiento, de desplazamiento veloz y de atencin concentrada en los distintos espacios que se convienen en lugares de altsima densidad significativa para pensar la sociedad. Estoy convencida de que uno de esos lugares es el de los territorios juveniles.

El "sndrome Giuliani" y los medios de comunicacin


Los jvenes -aunque, por supuesto, no de manera exclusiva- se han convertido en los destinatarios de un autoritarismo que tiende a fijar en ellos de manera obsesiva los miedos, la desconfianza, las inquietudes que provoca hoy la vulnerabilidad extrema en diversos ordenes sociales. La "doctrina Giuliani" exportada al mundo desde Nueva York a partir de 1993. ha colocado en el ojo del huracn a los jvenes de los sectores populares. "Tolerancia cero", como se denomino en NY la campaa policaca para combatir el pequeo crimen, bajo el supuesto de que quien rompe una ventana o hace un graffiti es capaz de volar un edificio en pedazos, no solamente ha impactado a los gobiernos del continente en sus "programas" de combate a la violencia, sino que adems, de manera tenia pero eficiente, se ha instalado en el lenguaje de los medios de comunicacin (la televisin, principalmente) para actuar como caja de resonancia de un imaginario al que le sobran miedos y le faltan chivos expiatorios. El tratamiento informativo que se hace de la nota en general y en particular cuando se habla de los jvenes, esta lleno de calificaciones y estigmatizaciones, que fomentan-generan una opinin publica que tiende a justificar el clima de violencia policacos y de constantes violaciones a los derechos humanos. La configuracin de los miedos que la sociedad experimenta ante ciertos grupos y espacios sociales tiene una estrecha vinculacin con ese discurso de los medios que, de manera simplista, etiqueta y marca a los sujetos de los cuales habla. Mediante estas operaciones, ser joven equivale a ser "peligroso", "drogadicto o marihuana","violento"; se recurre tambin a la descripcin de ciertos rasgos raciales o de apariencia para construir las notas. Entonces, ser un joven de los barrios perifricos o de los sectores marginales se traducen en ser "violento", "vago", "ladrn", "drogadicto", "malviviente" y "asesino" en potencia o real. Se refuerza con esto un imaginario que atribuye a la juventud el rol del "enemigo interno" al que hay que reprimir por todos los medios. Estamos aqu ante una especie de "transferencia" de responsabilidades. Al tratar la violencia, la falta de seguridad, el incremento de la delincuencia, sin contextos sociopolticos, se hace aparecer a los sectores marginales, a los pobres de la sociedad, especialmente los jvenes, como los responsables directos de la inseguridad en las ciudades y esto, de nueva cuenta, favorece el clima de hostigamiento y represin y otra vez, la justificacin de las medidas legales e ilegales que se emprenden en contra de estos actores. De ah que el saldo de los acontecimientos, arroje como balance una esquizofrnica dicotoma ente "muertos buenos" y "muertos malos", o peor aun "muertos olvidables". Las noticias de hechos de violencia en contra de jvenes" se convienen en algo natural, normal, pasan a segundo piano, se olvidan. Y con esta amnesia se contribuye a la aceptacin de la impunidad, a la tolerancia infinite que no es capaz de ponerle un freno a la violencia provenga de donde provenga. La multidimensionalidad de las violencias que han estallado en este ltimo tramo hacia el tercer milenio, las vuelve difcilmente asibles y por lo tanto difcilmente representables. El mecanismo mas sencillo es el de recurrir a un "chivo expiatorio" a quien pasarle las facturas. La contribucin que en esto realizan buena parte de los medios de comunicacin por omisin o por accin, es indudable. Cuando las instituciones polticas han cado en el descrdito y deslegitimacin, cuando la autoridad se muestra incapaz de dar respuestas eficientes a los problemas de las comunidades, cuando la sociedad no encuentra cauces de participacin, es fcil que los medios dejen de ser precisamente eso, "medios", y se conviertan en actores de peso complete que se erigen en jueces, en rbitros, cuyas construcciones del acontecer tienen efectos reales sobre la sociedad contempornea. Se trata de una bola de nieve, mientras impere un imaginario que atribuye a ciertos actores sociales unas caractersticas que justifiquen las razzias eufemsticamente llamadas "operativos antipandillas", mientras se consienta la violencia institucionalizada u otras, mediante mecanismos discursivos que la expliquen por su vinculacin con algunos constitutivos identitarios (la religin, el color, la raza, la edad, el sexo), mientras impere entre gobernantes y gobernados una relacin de miedo y desconfianza, no ser posible avanzar en el diseo de principios reguladores que la sociedad requiere para enfrentar los desafos que le plantea la magnitud de la crisis que atraviesa. Hay, en la triple relacin: polticas pblicas de combate a la delincuencia, el discurso y los dispositivos de los medios de comunicacin y los imaginarios colectivos, una agenda de investigacin urgente en tanto ella puede ayudar a repensar los modos de la ciudadana juvenil.

Ciudadanas, un relato posible


La irrupcin en la escena poltica de las dimensiones de la vida privada y cotidiana y la visibilizacin creciente del discurso de la diferencia cultural como un componen-te indisociable -de las democracias modernas, han hecho estallar las concepciones clsicas de ciudadana, que ha reconocido bsicamente tres dimensiones: la civil, que garantiza los derechos civiles y las libertades personales para los miembros de un territorio delimitado; la poltica, que busca garantizar el derecho al sufragio y a la participacin y, finalmente; la social (que aparece asociada al fortalecimiento del Estado de bienestar), referida a los derechos al bienestar y vinculados a la poltica social del Estado-nacin (Marshall 1965). Estas tres acepciones conciben la ciudadana como un status o situacin legal (Ramrez, 1998), Lo que importa destacar aqu es que son los movimientos sociales en su compleja heterogeneidad los que han venido a sealar la insuficiencia de una conceptualizacin pasiva en la que la ciudadana parece una graciosa concesin de los poderes y no, como de hecho esta demostrando ser, una mediacin fundamental que sintetiza o integra las distintas identidades sociales que el individuo moderno puede actualizar (mujer, indgena, negro, profesional, consumidor, espectador, joven, publico, homosexual, etc.), para participar con derechos plenos en una sociedad. El debate en lomo a la ciudadana es hoy da uno de los mas vigorosos, tamo en los foros sociopolticos como acadmicos, y ello se explica, en parte, por la necesidad de renombrar un conjunto de procesos de incorporacin y reconocimiento social que no se agotan en la pertenencia a un territorio, en el derecho al voto y a la seguridad social, sino que de manera creciente se articulan a la reivindicacin de la diferencia cultural como palanca para impulsar la igualdad. Se debate ya una cuarta dimensin de la ciudadana, "la cultural" (Rosaldo, 1992), dimensin que se ha hecho visible en las luchas polticas de minoras y excluidos de los circuitos dominantes, en las que el reconocimiento de la pertenencia a una comunidad especfica, con los derechos y obligaciones que de ello se derivan, es la demanda central la que se integran las otras dimensiones, sin anularlas ni contradecirlas. En el contexto latinoamericano, donde la poltica social y las polticas publicas para los jvenes se restringen, en el mejor de los casos, al mbito de la educacin formal o capacitacin, a la salud y el depone, este resulta un tema complejo. Algunas investigaciones empricas han sealado que los jvenes son especialmente sensibles a este tema. Quieren participar pero no saben como colocarse ante una sociedad que los exalta y los reprime simultneamente. Cuando se indaga en su discurso, lo que va apareciendo es un conjunto de "prcticas sin nombre", es decir, la casi imposibilidad para ellos mismos de nombrar su pertenencia ciudadana. Ello me ha llevado a formular la hiptesis de que para la mayora de los jvenes, la ciudadana se define en la practica , se ira de una concepcin activa que se define en el hacer: "si estudio o trabajo (en lo que sea), hago una revista cultural o loco en un grupo, soy ciudadano", en cambio, "si no aparezco en lisias (de admisin a las instituciones de educacin) o no consigo trabajo, la polica me reprime o carezco de espacios de expresin, no soy ciudadano". As, la ciudadana aparece directamente vinculada al eje de la inclusin-exclusin. Y, adems de las condiciones objetivas que la soportan (instituciones, polticas, servicios, normas) tiene un componente afectivo importante que se expresa en "nuevas sensibilidades" (Martn Barbero, 1998), que reorganiza los saberes tradicionales en un contexto de incertidumbre para ponerlos a funcionar, a veces con un sentido pragmtico, a veces critico, con el objeto de ganar espacios de inclusin y participacin. Resulta difcil captar los distintos significados, tradicionales y emergentes con que los jvenes dotan de sentido a la ciudadana: la ciudadana como el mbito de los derechos civiles (tribunales, leyes, imparticin de justicia); La ciudadana como mbito de los derechos polticos (democracia formal, democracia representativa y democracia directa); como mbito de los derechos sociales (servicios de seguridad social, educacin, derecho al empleo); como mbito de los derechos culturales (inclusin reconocimiento de su identidad diferencial) Captar estos sentidos permitir avanzar en la inteleccin de la distintas formas en que los jvenes participan real o virtualmente en el espacio social. Si la ciudadana se define en el hacer, son las practicas el territorio privilegiado para explorar la participacin juvenil, que no puede restringirse, por las razones que se han discutido, a los mbitos explcitamente formales. En la complejidad de sentidos con que los jvenes habitan el espacio publico, radican pistas para entender el futuro en nuestras sociedades. Si, de un lado, es fundamental reconocer (y aplaudir) los signos de una sociedad civil en plena emergencia;" de otro lado, se requiere de un optimismo cauteloso que permita hacer la critica de las formas de socialidad contempornea. La

dificultad estriba en que el movimiento no se detiene para esperar pacientemente a que pensemos; hoy mas que nunca la sociedad requiere de la habilidad para establecer las regias de juego en el propio juego. Por lo pronto, es urgente una investigacin que penetre hermenuticamente los mundos y los modos de la vida de las culturas juveniles, como condicin para el impulso de ese proyecto poltico sin el cual la diferencia y la diversidad son meros instrumentos retricos de la dominacin y caldo de cultivo para la(s) violencia(s).

También podría gustarte