Valor Social de Leyes y Autoridades - Pedro Dorado Montero

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Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

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VALOR SOCIAL DE LEYES Y AUTORIDADES
*

Pedro Dorado Montero




INTRODUCCIN



OBJETO DE ESTE LIBRO


1. El asunto y sus diferentes aspectos. Tienen por objeto este libro discutir el siguiente
problema: si las leyes y las autoridades merecen ser consideradas como instrumentos de
bienestar y de progreso, o, por el contrario, como trabas para la misma. Solamente se harn
cargo los lectores de toda la trascendencia que envuelve la cuestin, cuando se persuadan de
que, en el fondo, es la misma que la de la libertad o la servidumbre de la persona humana. Si
he de ser yo mismo quien rija mi conducta, la nica norma de mi obrar sern dictados de mi
conciencia, las prescripciones de mi razn; la suma de energas y facultades que integran mi
personalidad encontrar entonces campo libre para su desarrollo; la autoridad y la ley de mi
vida ser yo mismo; tendr autonoma. Pero si, por el contrario, mis actos han de ajustarse a
reglas que otro me impone, aun cuando l mismo las tenga por expresin de principios de
racionalidad objetiva, cosa que no siempre acontece
1
; si de grado o por fuerza me encuentro
obligado a obedecer y cumplir mandatos ajenos, claro est que la personalidad ma se
encuentra mermada y sustituida por otra personalidad que me impone la ley; en tal caso soy
hetermono, y la heteronoma supone imprescindiblemente esclavitud.

Ms, de otro lado, no siempre la ausencia de ligaduras exteriores sirve de incentivo para el bien
obrar. Son muchos los hombres que no suelen conducirse como tales sponte sua; acaso
ninguno se inspira constantemente en los puros dictmenes de la razn; quine ms, quien
menos, todos somos malos; aun los justos, se ha dicho, pecan varias veces al da. Y, si es as,
Cmo no ha de preocuparse poner diques contentivos a la posibilidad del mal? Desde el
momento en que no podemos fiar en la bondad ingnita ni en la infaliblemente buena inclinacin
de los individuos; ni tampoco en que, a un con sanos propsitos, estos no causen daos
efectivos a sus semejantes, ser acaso injusto adoptar medios que atiendan a encarrilarlos por
el camino derecho y a impedir que marchen en senderos de perdicin? Sin duda, de esta suerte
se limita su libertad; pero es slo su libertad para el mal, fortaleciendo, en cambio, su
personalidad y aumentando su libertad para el bien; no de otra manera sucede con la tutela,
cuando quedan sometidos a ella individuos inferiores.

Contra el cual puede a su vez, ante todo, que el complemento necesario a la personalidad de
aquellos hombres que no sepan o no quieran ejercitarla racionalmente, acaso no se les debe
proporcionar por la va del Estado oficial, o sea por medio del derecho legislado y de los
rganos del poder pblico, sino en otra forma; despus, que ese complemento protector no
conviene que funcione con respecto a todos los asociados, segn acontece hoy, mas tan slo
con relacin a aquellos que lo necesiten; y finalmente, que quienes manejan el mecanismo de
las leyes y autoridades pueden hacerlo servir (como a menudo ha ocurrido y ocurre) a fines
propios y torpemente egosta: por ejemplo, como instrumento de prepotencia y dominacin, por

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1
Por eso, muy a menudo, los padres y otros encargados de ejercer autoridad, exigen que se cumplan sus mandatos,
sin otra razn que por ser mandatos suyos: porque lo mando yo suelen decir.
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lo que, a lo menos frente a estos individuos, es decir, a los que mandan en otros, sin tener
quien les mande a ellos, el problema no parece tener solucin fcil.

De todos los puntos a que acabamos de referirnos, se tratar en la presente obra.

2. Si es nuevo el problema. Asunto de tamaa importancia no ha podido pasar inadvertido a
los estudiosos. Sin embargo, stos no han slido ocuparse de l sino indirectamente y como de
soslayo. Por lo general, ni sombra siquiera de duda les caba tocante a la necesidad de las
leyes, como aglutinante social, y de personar revestidas de autoridad, para darlas y hacerlas
cumplir coactivamente. Ms, por otra parte, tampoco se resignaban a recibir como leyes toda
clase de mandatos provenientes de las autoridades, ni a stas las consideraban siempre como
legitimas. La protesta de la conciencia humana no se ha hecho esperar, en todos los casos en
que se juzgaba herida por las violencias o imposiciones del poder. En los telogos y en los
jurisconsultos antiguos, singularmente en los espaoles de los siglos XVI y siguiente, se
encuentra a menudo esa protesta, bajo forma de doctrina filosfica
2
. Mucho ms que del
obedite pracpositis vestris, sed eliam discolis eran partidarios del oportet obedire deo magis
quam hominibus, que glosaban frecuentemente en el sentido de que se debe anteponer la
observancia de la ley natural, que es una ley divina, conocida por medio de nuestra razn, a la
observancia de la ley humana. Con lo que, sin quererlo, se pona en tela de juicio el valor de
sta, apreciado, naturalmente por la conciencia del mismo que estaba sujeto a ella y obligado a
respetarlo. Y una significacin idntica es preciso atribuir al examen de mltiples cuestiones que
han ocupado y continan ocupando a moralistas y filsofos del derecho y a cuyo nmero
pertenecen, entre otras varias, las siguientes; si deben ser obedecidas las leyes injustas y las
autoridades tiranas o despticas, cundo podremos tachar de lo uno y lo otro a aqullas y a
stas; en qu casos puede ser legitima la resistencia activa o pasiva, de los sbditos a las
autoridades constituidas; del derecho de revolucin, cundo y como puede ejercitarse;
fundamentos y lmites de la potestad legislativa de los Estados; si es licito el empleo de la
coaccin que se denomina jurdica, y en caso afirmativo, con qu extensin y bajo qu formas;
justificacin de la necesidad de dar leyes penales y aplicar la pena; misin y fines del Estado;
relaciones de ste con los individuos que lo constituyen; valor del derecho consuetudinario, en
comparacin con el derecho legislado; relaciones entre este ltimo y el derecho natura; si hay
instituciones de mero derecho positivo, sobre las cuales pueda disponer a su arbitro el
legislador: v. g., prohibiendo la ejecucin de determinadas acciones que no envuelven
inmoralidad intrnseca, y que, por tanto, sin ser delitos, las erige en tales, por voluntad suya, la
autoridad (delicta iuris civilis que suelen decir los escritores)

En el fondo de todos los problemas que acababan de ser indicados, y en cuya lista pudiramos
haber hecho bastante ms larga, se anida siempre, a mi parecer, este otro: cul es la funcin
social que corresponde a las autoridades y a las leyes? O, de otro modo, an ms claro: Para
qu sirven ambas, si es que sirven para algo? Si la suprema regla de mi conducta es la
realizacin del bien, he de ser yo mismo el que busque y ejecute lo bueno, guindome por las
luces de m espritu, que es decir por las exigencias del orden moral, del derecho natural, segn
me lo muestra m razn, anteponiendo estas exigencias a cualquiera otra?; o bien, por el
contrario, tengo que deponer mi propio criterio y ahogar las voces de mi conciencia, para
aceptar y seguir como bueno lo que con tal carcter me seala y me fuerce (si es preciso) a
cumplir otra persona, que se llama legislador, soberano, autoridad, poder pblico, Estado,
Iglesia?


2
El libro del Sr. Acosta. La ignorancia del derecho, nmero XII de esta serie de Manuales-Gallach, contiene algunos
datos sobre el particular. Tambin los hay en otras obras del mismo autor, especialmente en La vida del derecho,
Madrid, 1876, y Teora del hecho jurdico. Madrid, 1880; y en la Memoria del seor Hinojosa, influencia que
tuvieron en el derecho pblico de su patria, y singularmente en el derecho penal, los filsofos y telogos espaoles
anteriores a nuestro siglo. Madrid, 1880.
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La gran mayora de los pensadores discuten los problemas de referencia no llegan a estos
extremos, segn es sabido; su posicin es, por lo regular, intermedia; es decir, que estiman
como un supuesto indiscutible el de la necesidad social de leyes y autoridades, y solamente se
ocupan de trazar la esfera de accin en que las mismas deben moverse. Pero eso no obsta
para que nosotros presentemos la cuestin en toda su pureza y desnudez, aadiendo que si
semejantes escritores no lo han hecho, ha sido a costa de la lgica, detenindose a la mitad del
camino y no llegando adonde debieron llegar. Quizs el temor a las audacias del propio
pensamiento y a las consecuencias a que las mismas pudieran llevarles, haya tenido a veces
alguna parte en tal conducta.

3. Afirmacin de Platn, Crisipo y San Pablo. Pero tampoco faltan autores, y de gran
renombre, que han ido hasta la raz del problema y han expresado con toda claridad sus ideas
respecto del mismo. Entre los contemporneos se encuentran bastantes; difcil sera
enumerarlos todos. Ya tendremos ocasin de hacer referencia a algunos.

Los hay igualmente entre los antiguos. Si alguien se entregar de lleno y con verdadera
constancia a la tarea de rastrear antecedentes de las doctrinas anarquistas, es posible que los
encontrase en abundante nmero
3
. Yo voy a aducir slo unos pocos, la mayora de los cuales
recogidos de segunda mano. Pertenecen a pensadores de significacin varia: filsofos,
telogos, jurisconsultos, literatos

Ya Platn afirma varias veces que un pas bien gobernado no necesita leyes, y que sobrara
los jueces si todos los ciudadanos fueran bueno
4
. El mismo filsofo se burla de querer suplir
la falta de educacin y de sentido interno, que es su fruto, formado reglamentos sobre
reglamentos, aadiendo correcciones, sobre correcciones, con que no se logra sino complicar y
empeorar la enfermedad, repuntando adems vergonzoso suponer que haya hombres tan
malvados, que el legislador tenga que dictar leyes para contenerlos
5
. De manera que aqu se
espera el bienestar y el progreso sociales de la bondad de los hombres, se reconoce la
necesidad de procurar esa bondad formando el hombre interno mediante la educacin, y se
niega poder a las leyes y a las penas para suplir con recursos exteriores la falta del sentido
interior. La personalidad del legislador, de la autoridad, no puede subrogarse a la del
sometimiento.

Tambin Crisipo, al decir de Plutarco, aseguraba que si la ley impide hacer muchas cosas a
los malos, en cambio nada produce, por cuanto no puede crear la rectitud
6


San pablo parece tener un decidido horro a las leyes, y se complace en presentarlas como
medio que estorba la justificacin y la salvacin, que tienen su raz en el espritu libre. En la
epstola primera a Timoteo
7
dice que la ley no se ha puesto para el justo, sino para los injustos

3
Para lo que a Espaa se refiere, los Sres. Hinojosa y Costa, antes citados, tan conocedores de nuestra literatura
jurdica y sociolgica antigua, podran prestar un verdadero servicio a la cultura patria, reuniendo y publicando todos
los textos con que se hayan tropezado en su excursin de investigacin histrica, y de los cuales, segn me deca una
vez el Sr. Costa, h visto mucho: slo que no lo ha copiado, por prisa o por no interesarle a la sazn la recoleccin de
los mismos. Mi impresin - me escriba no ha mucho es que hay materia para toda una historia de las ideas sobre
acracias en Espaa Tambin el seor Altamira, y acaso otros varios, podran ayudar a la formacin de esta obra. Y
en lo que toca a la mstica, donde tan abundante material respecto del caso debe de haber, quiz nadie tan llamado
como el Sr. Unamuno a exponer los pasajes en que nuestros msticos se presentan enemigos de las leyes y las
autoridades externas, y entusiastas de la ley interna y de la libertad individual racional.
4
Citado por Navarro Flores, en su articulo La teora dualista en la filosfica del derecho, en la Revista General de
legislacin,, Tomo XCIII, 1898, p. 405.
5
Citado por F Giner, en su artculo Para la historia de las teoras libertarias, en el boletn de la Institucin libre de
enseanzas, tomo XXIII, 1893, p.88.
6
De repuga, stoi., cap. XI, citado por A Chiappelli Nouve pagine sul cristanesimo antico, Florencia, 1902, p. 64.
7
(4) 1 y 9 sigs.
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y desobedientes, para los impos y pecadores, para los malos y profanos, para los parricidas y
matricidas, para los homicidas, los fornicarios, los sodomitas, los ladrones de hombres, los
mentirosos y perjuros y si hay alguna otra cosa contraria a la sana doctrina. En la epstola a
los Romanos
8
, asegura que por las obras de la ley es el conocimiento del pecado
9
Y la
epstola a los Glatas es una continuada diatriba contra las leyes y la servidumbre engendrada
por ellas, a la vez que un himno entusiasta y caluroso a la libertad espiritual, interna. Vase:
Nosotros, sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de
Jesucristo, hemos credo en Jesucristo para que fusemos justificados por la fe de Cristo, y no
por las obras de la ley; por cuanto por las obras de la ley ninguna carne ser justificada
Porque yo, por la ley soy muerto a la ley para vivir en Dios Si por la ley viniese la justicia,
entonces en vano muri cristo Recibiste el espritu por las obras de la ley, o por el or de la
fe? Tan necios son? Habiendo comenzado por el espritu, ahora nos perfeccionan por la
carne? Aquel que nos daba el espritu y obraba maravillas entre ustedes, hacalo por las
obras de la ley, o por el or de la fe?... Todos los que son de las obras de la ley estn bajo
maldicin De qu sirve la ley? Fue puesta por causa de las rebeliones, hasta que viniese la
fe, estbamos guardados por la ley De manera que la ley fue nuestro ayo para llevarnos a
Cristo, para que fusemos justificados por la fe. Ms venida la fe, ya no estamos bajo ayo
Entretanto que el heredero es nio, en nada diferente del siervo, aunque es seor de todo; ms
esta debajo de tutores y curadores hasta el tiempo sealado por el padre. As tambin nosotros,
cuando ramos nios, ramos siervos. Ms venido el cumplimiento del tiempo. Dios envi a su
hijo, hecho de mujer, hecho sbdito de la ley, para que redimiese a los que estaban debajo de
la ley, a fin de que recibisemos la adopcin de hijos As que ya no eres ms siervo, sino hijo;
y si hijo, tambin heredero de Dios por cristo Decidme, los que queris estar debajo de la ley:
no habis odo la ley? Porque escrito est que Abraham tuvo dos hijos: uno de la sierva, el
otro de la libre. Ms el de la sierva naci segn la carne; pero el de la libre naci por la
promesa. Las cuales cosas son dichas por alegora, porque estas mujeres son los dos partos, el
uno, ciertamente del monte Sinai, el cual engendro para servidumbre, que es, Agar Ms la
Jerusaln de arriba libre es, la cual es la madre de todos nosotros De manera, hermanos, que
no somos hijos de la sierva, sino de la libre. Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo
nos hizo libres, y no volvis otra vez a ser opresos en el yugo de la servidumbre Vacos sois
de Cristo los que por la ley os justificis- Toda esta epstola est impregnada de un sentido
tico superior, y merece, a mi entender, mayor atencin de la que ha solido prestrsela.
10


4. Ideas de Vida, Castrillo, Cerdn de Tallada, Vives, Fray Lus de Len, Bentham, etc. A
principios del siglo XVI, un obispo italiano, J Vida se expresaba del siguiente modo: Para qu
sirven las leyes? Para constituir la servidumbre, que los sabios califican peor que la muerte;
para obligarnos a vivir bajo el dominio ajeno; para darnos una naturaleza artificial y rebelarnos
contra nosotros mismos; para convertirnos; no en mejores, sino en ms astutos; para
ensearnos no la justicia, sino el arte del litigio Habis visto acaso alguna vez una sola
agrupacin de hombres en que se cumpla la justicia y que se retribuya a cada cual segn su
mrito? Si el sabio vive con el cuerpo entre la multitud, con el pensamiento huye de la sociedad.
Y cmo surgen los Estados? Con latrocinios, con usurpaciones, con invasiones; y viven
oprimiendo a una multitud innumerable de operarios y domsticos, no ciudadanos, sino
esclavos a quienes se prohbe como delito lo que constituye las delicias de sus seores Feliz
la edad en que no haba leyes, ni plebiscitos, ni ficciones, ni fraudes, ni impuestos, ni avaricia, ni
ambicin, ni gloria, ni ricos, ni pobres, ni asedios, ni estragos, ni guerras, ni revoluciones!
Libertmonos de esta sociedad corrompida y perversa, y que la justicia descienda sobre la tierra
por segunda vez
11


8
III 20.
9
Leges faciunt crimina, han sostenido despus muchos, y sostienen bastante hoy.
10
Sobre el antinomism de San Pablo, sus races y significacin, vase A Chiappelli, ob. Cit., pp. 52 y sigs.
11
J Vida, Dialoghi della dignit repubblica, 1516; citado por Sanz Escartn, en su artculo La filosofa del
anarquismo, apud La lectura, nm. 20, agosto de 1902, p. 487, el cual, a su vez, lo toma de Brunialti. La Stato
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Un telogo espaol, Fray Alonso de Castrillo, trinitario, sienta las atrevidas afirmaciones
siguientes: La obediencia fue introducida, ms por la fuerza y por la ley positiva, que por
natural justicia. Salvo la obediencia de los hijos a los padres y el acatamiento e los menores a
los mayores en edad, toda obediencia es por natura injusta, porque todos nacimos iguales y
libres
12


El jurista Cerdn de Tallada que tambin vivi en el siglo XVI, escriba que la ley la da Dios
para los delincuentes, porque es averiguado que todas las buenas leyes nacieron de las malas
costumbres de los hombres, que, a no haberlas y vivir todos bien, y a tener las repblicas con
orden y con concierto y debajo de buena administracin, cosa superflua seran las leyes
13
Y
entre las causas por las que se multiplican los pleitos, incluye la de tener demasiadas leyes
14


Lus Vives mantena, asimismo, la opinin de que all donde los hombres han hecho del amor
al bien y del odio al mal, una segunda naturaleza no hacen falta las leyes para vivir recta y
ordenadamente; y donde, por el contrario, esos hbitos hacen falta, las leyes no las suplen, por
muy perfectas y numerosas que sean; razn por la cual el poder pblico debe mirar como
principal misin suya la de educar a los gobernados, mirando el manantial de donde brotan sus
acciones, la interior disposicin de nimo. Aada que las leyes, ms que normas de justicia
para vivir segn ley de razn, son emboscadas y lazos armados a la ignorancia del pueblo
15


Idntico sentido se encuentra en Fray Lus de Len, el cual, como platnico que es, recoge el
ya indicado de platn y lo desenvuelve, comentando a doctrina del maestro. El ideal de Fray
Lus es una nacin sin Estado, ms bien, un Estado que diramos a la moderna libertario, en
que la gracia divina, alumbrado interiormente las almas, hicieran veces de leyes, y donde el
oficio de los gobernantes fuese como el del pastor, el cual (dice) no cosiste en dar leyes ni
poner mandamientos, sino en apacentar y alimentar a los que gobiernan Un gobierno por leyes
es imperfecto, porque ellas son rgidas y de una sola manera para siempre, mientras que a los
casos que han de aplicarse son infinitos y varan segn las circunstancias. Tratar con sola ley
escrita, es como tratar con un hombre cabezudo por una parte y por otra poderoso la
perfecta gobernacin es la ley viva, que entienda siempre lo mejor y que quiera siempre aquello
bueno que entiende
16


Aunque no con el espritu tico que los anteriores, sino ms bien desde el punto de vista
mecnico y hednico que domina toda su doctrina, tambin Bentham reconoce que el
gobierno es como la medicina: lo nico que le debe preocuparle es la eleccin entre los males.
Toda ley es un mal, por que toda ley es una atentado a la libertad pues que toda ley crea una
obligacin, y toda obligacin es una limitacin a la libertad, es evidente que toda ley es contraria
a la libertad, y, por consiguiente un mal
17



moderno. - el mismo Sanz Escarpn recuerda tambin, a continuacin, el notable pasaje del cap. XI, parte 1 del
Quijote, que comienza: Dichosa edad diputndolo por la ms hermosa pgina de nuestro inmortal Cervantes de
Saavedra; inspirada por la nostalgia de una sociedad sin organismos de autoridad y de violencia, sin injustas
desigualdades originadas y mantenidas por la ley (Ibd., p. 488)
12
Castrillo, Tratado de la Repblica, Burgos, 1521, caps. VI y XXII; citado por Hinojosa, ob. cit., p. 79, nota.
13
Verdadero gobierno desta monarqua tomado por su propio subieto la conservacin de la paz. Compuesto por el
Dr. Toms Crdan de Tallada, del consejo de su Majestad, y dirigido a la S. C. R. M. del patentsimo y sabio rey D
Felipe II, nuestro seor.-Valencia, 1581, folio 60.
14
Ob. cit., cap. VII.
15
Citado por Costa, en su libro La ignorancia del derecho pp. 10,16,36,37.
16
Fr. Lus de Len, Nombres de Cristo, Lib. I 6; lib. II. 2 y 3; citado por Costa en su discurso de los Juegos
florales de Sala
17
Tratados de legislacin civil y penal, por Bentham; trad. Esp., con comentarios por De Ramn Salas. Madrid,
1821, tomo I, pp. 125 y sigs., y 214-215.
Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

10
Lamennais dice: No tenis que un padre, que es dios, y un maestro, que es Cristo. Si alguien
os dijere que los poderosos de la tierra son vuestros amos, no lo creis. Si fueren justos sern
vuestros servidores; si injustos, vuestros tiranos. Iguales nacemos todos: nadie, al venir al
mundo, trae consigo el derecho a mandar. He visto en la cuna a un nio que llora y babea, y
entorno suyo ancianos que le llaman Seor y se postran adorndole; y he comprendido toda
la miseria del hombre. Nuestros pecados han hecho a los prncipes
18
; prncipes tenemos,
porque los hombres no se aman los unos a los otros, y buscan quien les manden. Si, pues,
alguien viene a vosotros y os dijere: Sois mos, responded: No; somos de dios, que es nuestro
padre, y de Cristo, nuestro nico maestro
19


Entre las medidas para mejorar Espaa, que propona un escritor del siglo XVII, lvarez Osorio,
estaba la de quemar libros de leyes, para que no acaben con el pas, reduciendo a un solo
volumen las que parezcan indispensables para el buen gobierno
20


Poniendo en el asunto un poco de diligencia, creo que podran hacerse bastantes citas
anlogas a las anteriores. En el campo de la literatura deban de abundar bastante
21
. Ms con
las anteriores sobra para demostrar lo que nos proponamos, a saber: que el problema relativo
a la funcin social del Estado, las leyes, el gobierno, las autoridades, ha preocupado a los
hombres reflexivos en todos los tiempos, y no es cosa particular de la poca contempornea.

5. El anarquismo. Sin embargo, en nuestros das es cuando ha adquirido una gravedad y un
inters, antes no conocidos, gracias a las aparicin del anarquismo. El cual, haciendo hincapi
en una idea ya antes cara a muchos romnticos, esto es, en la bondad nativa de los hombres y
en sus naturales inclinaciones al bien, viene preconizando la supresin de todo artificio oficial
que se llama Estado, como rmora para el progreso y como obstculo, para el desarrollo de una
vida social espontnea, tranquila, ordenada, propiamente humana, producto de la cooperacin
abnegada de los individuos, y de la cual se halle proscrita la coaccin violenta, que es requisito
sine cua non de la existencia de leyes, gobierno y autoridades.

Dejando aparte ciertos pensadores aislados, tales como aquellos que habamos poco hace (
4), el sistema filosfico-poltico de tonos radicales, el menos afecto al Estado y a la llamada
accin tutelar del mismo, ha sido el individualismo; aquel individualismos sentimental producto
en gran parte de la teora del contrato, donde el Estado era una creacin arbitraria de los
individuos, sin finalidad en si mismo, mero servidora de estos. Los individualistas han
proclamado en todos tonos la doctrina del laisser faire y de la abstencin del Estado, que es

18
Este es un principio que profesan multitud de escritores de la escuela teolgica, para quines, como Stahl, uno de
los ms notables de ellos, en el pecado original es donde debe buscarse la razn de ser de la autoridad y leyes. Es el
pensamiento mismo de San Pedro, de Crdan de Tallada, de tantos otros, segn los cuales las leyes no existiran si
los hombres fueran buenos, y slo se dan porque existen injustos y delincuentes. En una sociedad de hombres
virtuosos, dice tambin el escritor catlico Augusto Nicols (citado por Sanz Scartn, en su libro El Estado y la
reforma social), el gobierno sera una superfectacin. El vulgo mismo no suele discurrir de otra manera cuando
quiere justificar la necesidad del Estado; para el cual, tampoco hallan otro fundamento Kant, Spencer y sus
respectivos discpulos y secuaces, como ms adelante indicaremos.
19
Citado por la Sra. Pardo Bazn en su estudio sobre La literatura francesa, contempornea, en La Espaa
Moderna nm. 55, 1 nov. 1901, p. 134.
20
Citado por Costa, en su estudio Un regenerador espaol del siglo XVII, inserto en la misma Espaa Moderna,
nmero 168, 1 dic. 1902, p. 94.
21
Leopardo, por ejemplo en sus Pensieri, Firenze, 1898-1900, y Stendhal, en su Amor, tienen pasajes en que se
resuelven contra el gobierno y las leyes, calificndolos de mal moral. Tambin Renan se jacta de haber sido siempre
un rebelde, de no haber obedecido jams prescripciones exteriores a su conciencia, y aade: Una orden es una
humillacin; quien ha obedecido es un capitis minor, manchando en el germen mismo de la vida noble (Renan,
recuerdos de mi infancia y mi juventud, trad. esp. de. La Espaa Moderna, p. 154)
Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

11
tanto como proclamar el imperio de la libertad discrecional de cada hombre
22
; algunos de ellos
han llegado a concebir al Estado como un mal, y todos tratan de reducir su intervencin en las
relaciones entre los asociados al mnimo absolutamente indispensable para la coexistencia
pacfica. Pero jams han pedido su total supresin y el dominio completo del nihilismo
administrativo, aun cuando se han quejado de exceso de legislacin, no creen que podamos
pasarnos completamente sin leyes; con todo y ser el Estado un mal, lo repuntan un mal menor o
necesario
23
.

La posicin del anarquismo no es sta. Dogma suyo es el de la negacin radical y absoluta del
Estado, con todo lo que esa negacin lleva consigo: abolicin de las leyes, de las autoridades,
de los tribunales, de toda forma de coaccin externa. Antes bien, podra decirse que ningn
dogma es tan esencial al anarquismo como ste. Y, hallndose muy generalizada en el da de
hoy la doctrina anarquista
24
, hasta el punto de haber llegado a constituir una preocupacin seria
de los hombres de pensamiento, lo mismo que de los de gobierno, no deja de ser interesante y
atractivo, an desde el punto de vista de su actualidad, el examen de sus capitales
afirmaciones.

Este examen va a ser objeto de los captulos siguientes.




CAPTULO PRIMERO



DIVERSOS MODOS DE CONSIDERAR EL PROBLEMA


6. Idea comn de la imposibilidad de la vida bajo formas diferentes de las actuales. Es
segursimo que, de cada cien personas a quienes preguntremos si juzgaban necesaria la
existencia de las leyes, las autoridades y la coaccin para la vida social, noventa y cinco,
cuando menos, habran de considerar ociosa y extraa la pregunta. Acostumbradas a verse de
continuo cogidas en una red de vnculos legales y a respirar desde el primer momento de su
venida al mundo en ambiente autoritario y coactivo, les parece tan imposible la vida social fuera
de las presentes condiciones, como les parecera la vida fsica si les faltaran la luz y el calor del
sol. Homines non requirubt rationes earum quas semper vident; y, cuando nos hemos asistido al
origen de una institucin, ni conocemos su gnesis, propendemos a subestimar su valor,
considerndola como indefectible y perdurable.


22
En el da de hoy, sin embargo, que no son estos dos elementos, accin del Estado y Libertad e iniciativa
individualista tan irreconciliables enemigos como antes se crea especialmente bajo el influjo de las concepciones de
la economa clsica. Con razn dice Carlos Gide (en su repport sur leconomie sociale a I`Expsition universelle de
1900): Hoy la experiencia ha demostrado que este pretendido antagonismo entre los dos aspectos sociales no existe.
Su accin es paralela, no supletoria. Juntos de desarrollaron, o juntos no hacen otra caso que vegetar. En ninguna
parte, la asociacin libre, bajo su triple forma de tradeunin, de sociedad cooperativa y de sociedad de socorros
mutuos, se ha desarrollado con tanta amplitud como en Inglaterra, y en ninguna parte tampoco ha sido ms activa y
ms continuada la intervencin legislativa en materia social.
23
Tal es la concepcin de Spencer, P. Leroy-Beaulleu,. Etc.
24
Que es una doctrina, exacta o inexacta, acertada o errnea, tan respetable como cualquier otra, y que tiene que ver
con los necios y brutales crmenes que en su nombre cometen unos cuantos desdichados, como en otras doctrinas
polticas, religiosas, etc. (Gener, loc. cit. pp, 89-90)
Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

12
Sin duda alguna, los que se colocan en el punto de vista a que acabamos de hacer referencia
llevan parte de razn; ms no la tienen sino en parte. La tienen, en cuanto la vida actual, con
todas sus particularidades, resultado de la combinacin de cuantos elementos forman la
atmsfera en que nos movemos hoy en da, dejara de ser lo que ahora es, no bien tales
elementos vinieran a cambiar. Pero no la tienen, en cuanto la alteracin, si hacia desaparecer
los factores que al presente conocemos, vendra colocar en el puesto de los mismos otros
factores, cuyo conjunto determinara otra forma nueva de vida. Sin la luz y el calor del sol, sin
las dems fuerzas que, junto con ests, constituyen el ambiente csmico, en medio del cual
viven los innumerables seres que a la hora presente pueblan el globo terrqueo, la mayora,
sino la totalidad de estos seres, habran de desaparecer, a lo menos tal y como hoy existen.
Por ejemplo, el eje de la tierra, en lugar de tener una inclinacin de 23 aproximadamente
sobre el plano de la rbita terrestre, habra podido formar con este plano un ngulo mayor o
menor que el que forma. Pero el menor cambio de esta especie hubiera hecho imposible la
existencia de una humanidad, de una fauna y una flora iguales a las que ha producido la
tierra
25
. Sin embargo, el ambiente csmico que nuevamente se creara producira su
humanidad, su flora y su fauna.

Es ms: la vida toda no consiste en otra cosa que en un incesante cambiar de tales fuerzas y
condiciones, es una sustitucin, ms o menos rpida y contina, de un ambiente por otro
ambiente y, como consecuencia, de un orden o serie de productos por otra serie distintita
26
. El
mismo individuo -si es que puede decirse que, en realidad, el individuo exista
27
- no es idntico a

25
F Sohrader, Le facteur plantaire dans levolution humaine. Comunicacin presentada a la Societ de Sociologie ,
de Pars, en la sesin de 2 de febrero de 1902, publicada en la Revue internationale de sociologie nm. De marzo
del mismo ao, tomo X, p. 208. Todo el trabajo ofrece gran inters, como explicacin y desarrollo del punto de vista
del texto.
26
Nuestra gran ignorancia, o cuando mucho, nuestro imperfectismo conocimiento de las energas que actan en la
vida universal y de la eficacia relativa de cada una de ellas, y de todas juntas, nos obliga a juzgar como espontneos
y autnomos ciertos seres y ciertos actos, tan necesitados, probablemente, como los dems. Y digo Probablemente,
porque este punto de vista no pasa de ser lo mismo que el opuesto -una hiptesis; aunque, a mi juicio, con numerosos
hechos que le sirven de apoyo. Sin que hoy sea posible dar una demostracin concluyente y por completo
satisfactoria de tal aserto -como tampoco es posible es darla de otras interpretaciones semejantes del mundo, v. g. de
la teleologa, que lo hace depender todo de un plan trazado de antemano en la mente infinita-, Cabe afirmar, por va
de induccin no poco fundada, que en el universo no hay cosa alguna sustrada a la ley de la causalidad natural, sino
que, por el contrario, todas ellas estn determinadas, como resultante que son de acciones e impulsiones extraas.
Desde el movimiento de los astros y la germinacin de una planta, hasta el acto humano es apariencia ms
voluntariosa, todo cae bajo la concepcin aludida. Donde se juzga ser tales el encadenamiento y la solidaridad entre
los seres y fenmenos todos de la naturaleza, que cada uno de ellos no es ms que un producto de los otros, y sus
cambios (su hacer) se verifican, no por propio impulso, sino por coercin ajena. El conjunto de todos los seres y su
accin y reaccin reciprocas forman el ambiente en que cada uno de ellos en particular se mueve y que es el
determinador de sus cambios. A cada modificacin en dicho ambiente, corresponde sin remedio, una modificacin
en el ser. De esta manera, puede decirse que cada uno vive la vida de los otros, y los otros la suya; que es un efecto
necesario de todos, y al propio tiempo causa no menos necesaria, concurrente con otras infinitas, a producir a los
dems; que sta incesantemente siendo engendrado y engendrando; que nunca comienza y que nuca concluye que lo
nico fijo en l es su inestabilidad...
27
Si lo apuntando en la nota anterior fuera exacto, bien podramos decir que la individualidad (toda individualidad)
se borra y se disuelve en el ocano inmenso de las causas de que es un resultado. En tal caso, lejos de ser la vida,
como es uso creer, un efecto, un efecto del flujo y reflujo entre el individuo y el medio, una adaptacin del primero al
segundo, tendr que ser considerada, exclusivamente, como una concertacin particular de los elementos que
integran ste. No hay entonces propiamente, vida individual; slo hay vida del conjunto; el individuo no vive como
tal, no vive sino en el conjunto y como parte integral del mismo. La sentencia: el individuo es una fictio mentales,
igual a la ficcin del tomo, sera exacta. La trascendencia que esta concepcin, si es acertada, puede tener para la
vida social entera, no es preciso encarecerla, pues salta a la vista aun del ms miope; pinsese, v. g., cun grandes
habran de ser las transformaciones que ella tendra que introducir en la conducta reciproca de los hombres, en el
ejercicio de la cooperacin y de la solidaridad (confusin entre la beneficencia y la justicia, de que resultara la
justicia ejercida con amor y, por tanto, la moral de la fraternidad, que hoy a penas si domina en el estrecho crculo de
Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

13
si propio en dos instantes de su vida, por cercanos que estn; cada nueva situacin de las
cosas (cada nuevo ambiente) determina en l y provoco impresiones distintas y, por los mismo,
distintos juicios. A cada momento, su individualidad es otra de la que era en el momento
anterior, sin que pueda decirse si mejor o peor en absoluto que ella, sino slo mejor o peor
relativamente a un punto de vista determinado
28
.

7. Aplicacin al orden social. Lo mismo que sucede con el ambiente fsico sucede con el
social. ste como aquel, esta en un continuo cambio, motivado por el variar incesante de sus
condiciones y factores; en el uno y en otro, el individuo se halla constreido, determinado a
obrar, lejos de ser espontneo, activo y hasta omnipotente, segn suele l considerarse; en
ambos reputa por las mejores y ms perfectas, invariables, indefectibles, las cosas e
instituciones que ha encontrado vigentes al venir al mundo, y creen que sin ellas la vida social
sera de todo punto imposible. Asstale la idea de la supresin del Estado y del gobierno, sin los
cuales no es capaz de representarse la vida social, ms que como una lucha constante y feroz
entre los hombres. Desconfa de las propensiones e instintos buenos de stos, de su buena
voluntad, de su razn: en suma, desconfa de cuando nos complacemos otras veces en
reconocer en ellos de propiamente humano; y del ser ms excelso de la creacin se forma un
concepto tan pobre que, a no tener frenos y ligaduras que se lo impidan, se entregar
forzosamente, en sentir de quien as discurre, a las ms brutales manifestaciones del egosmo,
y quedara siendo esclavo de sus solas tendencias sensibles e inferiores
29
. Por tal motivo, los
hombres civilizados de las naciones actuales persiguen y castigan como delincuentes a los
que tratan de sustituir el orden presente, que para ellos es necesario e inconmovible de un
modo absoluto, o sea el conjunto de instituciones que nos rigen (ambiente social), con otro
distinto (socialista, anarquista, revolucionario de toda clase).

la familia), en las mil formas de la educacin en la imputabilidad (que se tornara, como la responsabilidad, su
consecuencia, en colectiva y difusa), en el arte de gobernar, etc.
28
Estos conceptos de bueno, malo, mejor, peor a los cuales solemos dar con frecuencia un valor absoluto,
no lo tienen tal verdaderamente, si bien se mira. Todo cuanto existe en el mundo, todo ser, todo acto, son buenos,
malos, mejores, peores segn el punto de vista desde el cual se consideren. El concepto de bondad, lo propio
que sus afines, o quiz sea ms acertado decir equivalentes, de utilidad y de justicia, supone una educacin de
medios a fines (el fin y el bien son muchas veces idnticos); y el fin es siempre un trmino que dice relacin al
sujeto que lo propone, y lo busca (es en todo caso un flnis operantis, segn suelen llamarlo los escritores
escolsticos), el cual lo busca y se lo propone indefectiblemente, tal y como l se lo presenta; esto es, desde su punto
de vista, que suele ser, la mayora de las veces, distinto del punto de vista de los dems. Y por eso, lo ms excelente
y beneficioso para unos, a menudo es malsimo para otros; lo mejor, en ciertas circunstancias, es lo peor en
ciertas circunstancias diversas. Lo que al observador sucede, es que colocado siempre en el punto de vista de un
particular inters (que puede, no obstante, ser muy elevado y altruista), o de lo que como tal reputa, y, por
consiguiente, en un punto de vista relativo (a l) lo convierte fcilmente en absoluto, y erige en lo mejor en lo
ms perfecto indeclinables y perptuanes, lo que slo es ms y mejor para l, en las presentes circunstancias. El
lector que se interese por el asunto puede ver estas afirmaciones ms desarrolladas en mis libros Bases para un nuevo
derecho penal, que forma el tomo XXIII de esta serie de Manuales de Gallach, captulo primero. Los delitos; y el
derecho y sus sacerdotes, perteneciente a la Biblioteca moderna de ciencias sociales, que publica el editor D.
Antonio Lpez, de Barcelona, sobre todo, el captulo tercero de la primera parte, El derecho racional e histrico.
29
No debe decirse tendencias animales porque entre stos desempea un papel importantsimo la simpata y el
amor; frutos de los cuales son el auxilio recproco y la cooperacin, no impuesta, sino voluntaria, de que hallamos
tantas descripciones y ejemplos en las obras de los naturalistas, y en los relatos de muchos escritores que no son
naturalistas, v. g., en los autores de fabulas. - Si los hombres fueran tal y como se los imaginan los que adoptan el
punto de vista aludido texto, claro est que resultara, a lo menos por este lado, inferiores a los animales, y que los
animales tendran alguna razn para lamentarse -como muchas veces se ha dicho, las ms de ellas irnicamente-, de
que se les comparase con los hombres. En esto se funda Leopardi para oponerse a la opinin comn, segn la cual el
hombre es por naturaleza el ms sociable de todos los seres vivientes, y para asegurar, por el contrario, que es el ms
antisocial. En uno de sus notables Penxieri, bastante largo, donde compara la sociedad animal con la de los hombres
y estudia desde diferentes aspectos la conducta que suelen observar los unos y los otros, afirma repetidamente la
superioridad de los animales, cuyas asociaciones han sido siempre, desde un principio, y lo continan siendo,
perfectas en su genero, aun cuando entre ellos no haya habido y no haya legisladores ni filsofos, ni experiencias de
otras formas de sociedad. (ob. cit., t. VI, pp. 164 y sigs.)
Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

14
Colocado el observador (actual) dentro de este ambiente, respirndolo a todas horas y
habituada al mismo su vista desde la primera infancia, se figura que las relaciones y fuerzas con
las que se halla en constante y ms o menos directo contacto, son relaciones y fuerzas de valor
fijo, uniforme, impuestas por la naturaleza (absoluta y eterna) de las cosas; relaciones y fuerzas
que responden a los dictados de una razn inflexible y a las prescripciones de una ley natural,
igual para todos, independiente de tiempos, lugares, etctera.

Entre esas fuerzas y relaciones ocupan un lugar muy preeminente las autoridades y las leyes,
las cuales por lo mismo, son consideradas por la gran mayora de las gentes como elementos
esenciales de la sociedad, bases inconmovibles de la misma, condiciones sine cua non de la
coexistencia, como instituciones, en suma, de derecho natural (entendiendo el derecho natural
al modo corriente, como un orden superior y extrarreal de justicia, al que debe conformarse, lo
mismo que a un modelo, la realidad)

Naturalmente, para quienes aprecian de tal suerte la autoridad y la ley, stas no pueden ser
transitorias, y mucho menos servir de estorbos al progreso social; antes bien, son un requisito
indefectible del mismo, y la funcin de semejantes instituciones ha de ser fija, inalterable, y en
sentir de muchos con un crculo de accin siempre igual, a la manera que sucede con todos los
principios y exigencias de razn.

8. El punto de vista opuesto. Pero este criterio no es enteramente unnime. Segn se ha
visto antes ( 3 y 4), no ha faltado nunca, quiz desde que existen leyes y gobierno, quien haya
protestado contra los mismos y quien haya puesto en evidencia los males que engendra. Como
es un hecho comprobado que no rara veces (o, ms bien, casi siempre) el poder y el seoro,
por su mismo origen e institucin, se han ejercido en dao de los sometidos en beneficio
exclusivo de los seores, y que todos o la mayor parte de los principados pasados y
presentes han provenido de la fuerza y de la astucia, y todos los tronos de Europa pueden
hacerse derivar de semejantes races
30
, no pocos pensadores y publicistas, mirando el asunto
por este nico aspecto, han generalizado determinados hechos singulares (que, por ser
muchos, no pierden el carcter de singularidad), y convertido en norma irrefragable, de
constante aplicacin, fundada en la misma naturaleza de la cosas, la de considerar que el
Estado, el poder, las leyes, son siempre instrumento de opresin, armas usadas por los
poderosos para tener sujetos a los vencidos. Es una cosa perfectamente segura que todo el
mundo es patrimonio de la fuerza (ora fsica, estoes, vigor, ora moral, o se ingenio, habilidad,
etc., etc., que es lo mismo), y que est hecho para los ms fuertes; de donde se sigue que,
inevitablemente, en toda sociedad, dsele la forma que se le d, de los individuos ms dbiles
han sido, son y sern presa, las vctimas, la herencia de los ms fuertes. Y tan imposible como
reunir en una misma repblica, sometidos a buenas leyes, los alcones
31
y los pajarillos, es
reunir a los hombres en sociedad bajo una forma cualquiera de legislacin. As se expresa
Leopardi
32
, y su manera de ver el asunto est bastante extendida en el da de hoy.

Por otra parte, muchos de los que aspiran a un orden social distinto del presente y se tienen
formado un tipo ideal de vida superior a l, en que no existan las desigualdades, las violencias y
las injusticias que hoy existen, originadas y mantenidas por las leyes y los rganos del poder
pblico; en el que la paz, la justicia y el bienestar colectivos deriven del nuevo estado de cosas;
engendrando por el amor reciproco de los hombres, por la simpata de unos hacia otros; por la
cooperacin espontnea, enemiga de la lucha y la prepotencia, hoy dominantes propenden a
mirar a las autoridades y a las leyes como obstculos de gran monta para la consecucin de
sus deseos; obstculos que, por lo mismo, hay que suprimirlos desde luego.


30
Leopardi, loc. Cit.
31
As en el original. (Nota del KCL).
32
Loc. Cit.
Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

15
9.- Observacin crtica. Algo de certero debe de haber en ambos puntos de vista. No hay
sino observar, en efecto; por un lado, que las leyes civiles, las mercantiles, las polticas, las
administrativas reconocen y aseguran a los individuos, s es que no pueden decirse
propiamente que les conceden, el goce y el ejercicio de un sinnmero de derechos y facultades,
que de otra suerte pudieran serles, y a menudo les seran, negados, y para cuya conservacin y
respeto sera preciso acudir al empleo de la fuerza, cuando de ella dispusiesen; y que las leyes
penales han tenido a menudo por objeto servir de freno a los perturbadores de la paz social y a
los inclinados a cometer actos daosos a los particulares o a la colectividad. Ms advirtase,
por otro lado, que, siendo toda ley una traba, de tal manera las leyes entorpecen en muchsimas
ocasiones y ahogan la libertad de movimientos de los que se proponen hacer el bien, que acaso
valiera ms que no existiesen. No es por eso por lo que tanto han censurado -no siempre sin
razn- los individualistas de todo gnero (y no slo los del orden econmico y algunos
socilogos como Spencer), el prurito legislativo del siglo XIX, y por lo que han hecho esfuerzos
considerables para librar a los pueblos modernos de la futura esclavitud, a que nos lleva al afn
de preverlo todo en la ley y de convertir a los poderes pblicos en tutores de los individuos en
cuantos pasos den stos o pretendan dar? Y no han preconizado estos mismos individualistas,
como antdoto contra los males que de aqu derivan, precisamente la necesidad de dejar libre
juego a la actividad ex leye del hombre, a la iniciativa individualista?
33


Sin embargo, a mi juicio, las dos encontradas maneras de considerar el problema de que se
trata padecen el mismo defecto, que es el de ser demasiado idealistas, o, mejor dicho,
demasiado abstractas. La falta de sentido histrico y realista, que ha sido tan frecuente en las
apreciaciones y racionamientos de los escritores de los ltimos siglos, se echa de ver aqu
inmediatamente.

Por lo regular, los partidarios de la autoridad y de la ley (igual que sucede a todos los
conservadores de cortos alcances, laudatoris temporis acti), bien por encontrarse muy a gusto
con lo existente, o sea con el conjunto de instituciones que tantos beneficios les reporta, a juicio
suyo; o bien, por efecto de aquel horror misonesta a lo desconocido, que ha sido siempre un
estorbo para las innovaciones (aunque el propio tiempo, claro es, ha desempeado una funcin
til), hacen del orden en medio del cual viven como una encarnacin del supremo ideal de
racionalidad y de justicia, especie de sanctasanctrum, intangible, sagrado, ptimo; olvidan que
ese orden, por ellos llamado inmutable, ha tenido su origen, ha sufrido mil transformaciones, y
es de esperar que experimente otras en los sucesivo, como todo lo humano; y desconocen que,
antes que lo existente consiguiera implantase y predominar, era combatido por revolucionario y
disolvente, en nombre tambin de los eternos principios de justicia, por los a la sazn

33
Bueno ser sealar aqu un fenmeno bastante curioso. El apogeo del movimiento individualista lo marca la
revolucin francesa. De entonces es de cuando data la afirmacin explcita de la personalidad individual, con propio
valor como tal (derechos del hombre) pues bien; desde esos momentos, precisamente, es de cuando mayor uso se
ha hecho del instrumento legislativo; aunque bueno ser recordar que tambin en el antiguo rgimen se abus
bastante del mismo: ya Tocqueville mostr que la centralizacin y reglamentacin llegaban entonces a todas partes y
se extendan a todos los asuntos; adems, no basta pensar en los gremios, en las leyes suntuarias, tasa, etc. Con todo,
es innegable que el poderoso y absorbente movimiento codificador moderno arranca de la poca revolucionaria.
Apenas se ha dejado una esfera sin reglamentar, hasta en sus minuciosos pormenores, por los poderes pblicos.
Quiz el nico orden descuidado haya sido el de los intereses econmicos - y con ellos los dems - de los
proletarios; a los que ya se va poniendo remedio con la abundante legislacin social y obrera contempornea. Ahora
bien - y aqu est curiosa contradiccin a que deseo referirme -: la balumba enorme de leyes publicadas doquiera a
partir de 1789 ha tenido por objeto principal, y hasta pudiera decirse casi nico, proteger al individuo, darle garantas
contra los abusos posibles de poder y de sus diferentes rganos, asegurarle un crculo de acciones dentro del cual
pudiera moverse libremente y sin temor de caer en el enojo del Estado: pinsese, sino, en el significado de las
constituciones polticas y de los derechos o garantas por ellas reconocidos y garantidos a los individuos en el de lo
contencioso-administrativo, en el del rechsstaat o principio de Estado de derecho, en el del penal nullum crimen
nulla poena sine lege, y de los fines que el mismo persegua y persigue, etc.
Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

16
defensores de otro orden que ellos consideraban imperecedero, y que hubo de ceder el puesto
al actual.

En cambio, los otros, los adversarios de la autoridad, de la ley, del Estado, viendo tan slo las
desventajas que estas instituciones llevan consigo, ms no sus beneficio, y descontentos de la
presente organizacin social, pretenden (muchos de ellos cuando menos) arrancarla de raz,
aniquilarla, para dejar el puesto libre a una organizacin nueva, que se originar de sbito, y en
la que los hombres todos sern esclavos de su deber, no por efecto de constreimiento exterior,
por imposicin coactiva de la ley y de los poderes, sino por puro espontneo impulso de amor al
prjimo, u obedeciendo a consideraciones de un utilitarismo del ms alto vuelo, y como
resultado natural del libre juego, por nada ni por nadie estorbado, de las actividades
individuales. Piensan stos que el mundo que el mundo puede transformarse en un da, a
medida del deseo, moldendolo conforme a un ideal; y no advierten que todo cambio, aun los
de menos entidad, pero sobre todo los cambios radicales y colectivos, han de ser forzosamente,
obra de largo tiempo, porque los elementos reales que sirven de sostn a las instituciones que
van a ser derrocadas pugnan siempre por conservarse y, en vez de dejar el campo libre de
buen grado para que los otros lo ocupen, se resisten cuanto pueden: primero, cada uno de por
s; luego, cuando el peligro crece, formando todos apretados haz y apoyndose y
defendindose mutuamente. De aqu, que las alteraciones que traen consigo las revoluciones
no preparadas por lenta y persistente labor sean alteraciones efmeras, no viables, y que
provocan inmediatamente una reaccin, tanto ms violenta, cuanto ms insensato haya sido el
modo de proceder de tales revoluciones. El viento impetuoso de stas no hace ms que agitar
el remaje de los intereses creados, pero como el rbol sigue en pie, con mayor vigor cuanto
ms corpulento sea y ms extensas y hondas tenga las races, no bien ha pasado la rfaga,
recobra normalidad y brota y florece de nuevo con la misma esplendidez que antes.

10. El estudio histrico del problema. Quiz ninguna de las dos tendencias a que nos
venimos refiriendo fuese tan extremada, si los respectivos defensores de ellas hubieran
considerado la cuestin ms objetivamente que lo hacen; quiero decir, si hubiese podido
desprenderse de sus actuales relaciones personales con la autoridad y con la ley, para
considerar el asunto como si nada tuviera que ver con ellos. Tratndose, v. g., de leyes con las
que se persiga verdaderamente el bonum commune, la prosperidad colectiva, y de las cuales
no se haga uso como arma para la lucha de clases, probable es que los unos, los inferiores,
aquellos a quienes se les obliga a cumplir por la fuerza, no mostrasen gran repugnancia a
aceptarlas, y hasta que las estimasen beneficiosas; y que los otros, los que de ordinario
resultan en una posicin privilegiada gracias a las leyes, tampoco las defendieran con tanto
tesn. Convengamos, sin embargo, en que es difcil adoptar una disposicin de espritu tan
impersonal e independiente, quizs deba aadirse que no conviene tampoco adoptarla.

Pero hay un procedimiento que se aproxima mucho a ella, y consiste en estudiar el problema de
la funcin social de las leyes y autoridades histricamente, en su devenir. Tanto una como otra
de aquellas opiniones encontradas son, se ha dicho, idealistas: la una, idealista, podemos decir,
de los presente, la otra, idealista de lo futuro. Pues bien: ambas podran echar de ver su
deficiencia
34
, acudiendo a la historia y a los resultados de los estudios comparativos,
singularmente a los de la etnologa y de la jurisprudencia arqueolgica, los cuales ensean que
el derecho, el Estado, la ley, las autoridades, tal como hoy las vemos, son formaciones ya muy
adelantadas; pero que, lo mismo que toda formacin natural, ha tenido su origen humildsimo en
el tiempo, origen que hay que conocer para explicare su existencia actual, su misin, su

34
Digo deficiencia, y no errores, porque como queda advertido antes, las dos direcciones contienen, no toda la
verdad, pero s parte de la verdad; cada una de ellas se fija en un solo aspecto del asunto y descuida el otro, o, mejor
dicho, cada una de ellas sorprende nicamente un momento, un proceso histrico complejo, e idealizado este
momento y los factores que lo constituyen, erigen en principio absoluto, valederos en toda poca y lugar, lo que es
slo propio de una poca y un lugar determinados.
Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

17
eficacia, sus posibles contingencias futuras. Slo el estudio gentico de las instituciones
sociales es el que puede poner al socilogo en disposicin de comprenderlas, como el estudio
gentico de los individuos naturales es el que sirve al naturalista para darse la explicacin de
los mismos.




CAPTULO SEGUNDO



INDICACIONES SOBRE LA VIDA SOCIAL PRIMITIVA


11. la lucha en la humanidad primitiva. Los pueblos primitivos, cuya vida y estado social se
va reconstruyendo con tanto trabajo, merced a las investigaciones prehispnicas y
arqueolgicas, a los estudios comparativos de la etnologa y jurisprudencia etnolgica, y merced
a muchas hiptesis e inferencias apoyadas en los datos que suministran las disciplinas que se
acaba de mencionar y algunas otras
35
, hubieron de vivir sin leyes escritas, como aquellas que
nosotros conocemos, acatamos y cumplimos y sin una organizacin complicada de autoridades
que, en nombre de la colectividad, pusieran coto a los desmanes de los particulares individuo, y
a las violencia y represalias de unos contra otros. Haciendo una vida muy semejante a la de los
animales (a los que se hallaban bastante prximos, biolgica, psicolgica y socialmente, si as
se puede decirse) ce concretaban, como stos, a emplear todo su tiempo y sus fuerzas en la
busca de los medios de alimentacin, que tomaban directamente a la naturaleza o disputaban a
otros individuos que se hubieran apoderado de ellos. La nica actividad que entonces se
ejercitaba, o mejor ser decir la preponderante, era la actividad cttica, de Aristteles. Y el
ejercicio de esa actividad no estaba regulado por otra norma que por la de la violencia
36
. La
lucha por la vida tenia que ser muy spera. El grupo ms fuerte de los que luchaban, y dentro
del grupo el individuo o los individuos ms arriesgados, audaces o poderosos, eran los que
tenan la victoria e imponan su arbitro (ley) a los dems. El desarrollo mental de estos hombres
tan incipientes, tan limitado, que no comprendan apenas forma alguna de solidaridad con los
semejantes (si de semejantes poda habarse entonces), fuera de la que impusiese alguna vez la
necesidad de asociarse para fines guerreros o de caza. El mvil nico de la conducta era la
utilidad (lo mismo que, a pesar de todo, sucede hoy casi siempre, o acaso siempre, aun cuando
nuestro concepto de los til sea ya ms amplio y complejo); y el criterio exclusivo, el prisma por
el cual dicha utilidad se apreciaba, era el inters inmediato, material y egosta del sujeto.

12. La cooperacin. Sin embargo, me parece a m que, mirando la vida social primitiva por
este solo aspecto, se expone uno a caer en error porque se adopta un punto de vista unilateral,

35
Como ejemplo de esta reconstruccin, podemos citar los trabajos que entre nosotros vienen haciendo, tocante a la
poblacin primitiva de Espaa, algunos de nuestros eruditos e historiadores (Costa, Hinojosa, etc.), ayudados en
parte por extranjeros. De la mayora de ellos hace un excelente resumen el seor Prez Pujol, al trazar el cuadro de la
vida social de la Espaa prerromana (que tambin llama, como otros, v. g. el seor Hinojosa primitiva) en el tomo
primero de su obra pstuma, Historia de las instituciones sociales de la Espaa goda, Madrid, 1896.- Y por lo que
respecta a la reconstruccin de la civilizacin primitiva en general, sirvan de tipo los libros de Lubbock, Orgenes de
las civilizaciones, Tylor, Civilizacin primitiva, y algn otro los cuales, sin embargo, apoyan sus inducciones en
menos datos y de menos valor que los anteriores.
36
V. Estasn; Los orgenes de la vida econmica, Madrid y Barcelona, 1896, primeros captulos del libro primero.
Spencer en su Sociologa, se esfuerza por reconstruir al hombre primitivo en las varias manifestaciones de su vida, y
por consiguiente en la econmica. Puede verse un buen resumen de esta reconstruccin en el libro de G. Salvadori,
La scienza economica e la teoria dellevoluzione, Florencia, 1901, cap. I, pginas 39 y siguientes.
Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

18
y nada puede ser as juzgado con acierto. Las manifestaciones psquicas del hombre, de todo
hombre, aun de los primitivos, son muy complicadas, y el considerarlas por un lado nicamente,
descuidando otro, no es jams prudente. Debiendo advertir que conviene mucho llamar la
atencin sobre ello, pues del diverso modo como se entienda el asunto emanan consecuencias
muy varias en cuanto a la concepcin del derecho, del Estado y de las funciones propias de sus
rganos en la sociedad. Ejemplo: si la lucha de un fenmeno esencial e irreducible en la
humanidad, debe tenerse por verdadera la idea corriente, segn la que el derecho y ley son
vnculos imprescindiblemente exteriores y coercitivos, que imponen violentamente
(intimidaciones, vis compulsiva, penas, polica, guardia civil, tribunales) la cooperacin social,
que sin eso no poda lograrse en modo alguno. Pero quiz sea necesario rectificar ese punto de
vista, y de hecho va siendo rectificado.

Es hoy ya bastante frecuente entre los socilogos la conviccin de que los hombres no han
vivido nunca individualmente aislados, como en una especie de estado de naturaleza anlogo al
de que nos habla Hobbes y Rousseau, en la que cada uno, dueo absoluto de s, se creyera
desligado de todos los dems; sino que, al contrario, aun en las pocas primitivas, formaban
parte de grupos ms o menos extensos
37
, cuyos miembros, si miraban a los de otros grupos

37
Cuanto ms nos internamos en las tinieblas de nuestros orgenes; cuanto ms penetramos en los detalles de la
vida de los salvajes modernos, tanto ms nos vemos obligados a llegas a la siguiente conclusin, que la con la
confraternidad, la gens, la cognatio hominum qui rera coierunt, para emplear una expresin familiar a Csar, han
sido el nico medio en el cual se ha deslizado de la existencia del hombre primitivo. (Mximo Kovalewsku, les
origines du devoir en la Revue internationale de Sociologie t. II, 1894, p.82. Esta opinin se halla generalizada
entre los cultivadores de la sociologa y del derecho comparado. Gumplowicz repite muy a menudo en todas sus
obras la afirmacin de que el elemento social primordial no es el individuo, sino el grupo, la tribu, la horda, cuyos
componentes se juzgan unidos por el vnculo de un origen comn; y esta concepcin constituye una de las bases
fundamentales de todo su sistema de sociologa y de poltica. Wundt dice asimismo que la tribu es la unidad
primitiva, la institucin central. Segn l, la lucha primitiva, el bellum omnium contra omnes, de Hobbes, no es
cierto respecto a los individuos, pero si se realiza entre las tribus, que luchan al principio unas con otras. (Vase
Giner, La segunda teoria de Wumdt, en el libro Estudios y fragmentos sobra la teora de la persona social, Madrid,
1899, pgina 186). El mismo autor afirma ser menos admisible la cuestin sobre si los hombres han vivido alguna
vez en estado de aislamiento, que no discutir sin han vivido sin lengua ni religin (loc. cit.). Summer Maine asegura
tambin que las sociedades antiguas se han formado de la aglomeracin de unidades sociales, cada una de las cuales
tenia su vida independiente y que los individuos que las componan se consideraban unidos por el vnculo de un
ascendiente comn, habiendo sido, por tanto, el parentesco el primer lazo de solidaridad existente entre los hombres.
(Vase singularmente los estudios de este autor sobre El parentesco, La tribu, La familia, incluidos en el volumen.
Las instituciones primitivas, trad, esp.) No puede justificarse la opinin, segn la que el grupo primitivo haya tenido
como precedente un estado de nomadismo individual. No hay nada que recuerde la existencia de semejante estado en
la vida de los pueblos primitivos, en cambio, hay un punto de apoyo enteramente positivo para demostrar que la vida
de horda es propia de la especie humana Los hombres que no se han asociado en ningn determinado momento,
sino que, al contrario, se hicieron hombres en el seno de la sociedad; la sociedad es una formacin completamente
natural, ms antigua que la formacin del hombre (esto es, del individuo) en sentido diferenciado. No ha sido el
hombre el que ha creado a la sociedad. (Zenker, die Gesellschaft, citado por Teresa Cabriola, Revisione critica delle
pirecenti teorie sulle origini del diritto, Roma, 1901, 99. 90 y 91). A conclusiones anlogas a las anteriores llegan
muchsimos investigadores modernos, tanto si consideran el rgimen patriarcal y gentilicio como el inicial y
primitivo, cuanto si admite que este ha sido precedido de otras regimenes anteriores. La cita de tales escritores sera
muy larga. El lector espaol puede enterarse de las doctrinas y opiniones de bastantes de ellos en el resumen que
hace Posadas en su folleto Teoras modernas acerca del origen de la familia, de la sociedad y del Estado, Madrid,
1892. Pero donde se ve, quiz mejor que en parte alguna, la idea de una solidaridad ntima entre los individuos
pertenecientes a un grupo, y la idea de que quien exista era el grupo mismo, y no separadamente cada uno de los
miembros que lo compona, es al investigar los orgenes de la penalidad, cuando uno se encuentra con el hecho cierto
de la responsabilidad colectiva y solidaridad de todos los que forman parte de una familia, de una gens, de una clase,
de una tribu, etc., por los hechos ejecutados por algunos de sus hermanos (sobre esta responsabilidad colectiva,
aparte de los trabajos correspondientes de arqueologa jurdica, derecho histrico y derecho comparado, pueden verse
los escritos de los tratadistas de materias penales, y sobre todo los de aquellos que se han consagrado al estudio de la
historia de la delincuencia y la penalidad. En lo que a Espaa toca, consltese mi monografa titulada Contribucin
al estudio de la historia primitiva de Espaa: El derecho penal en Iberia, Madrid, 1901)
Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

19
como adversarios constantes (lo propio que luego en Grecia, en Roma, en la Edad media y en
las naciones modernas lo han sido y lo son los brbaros, los peregrinos, los extranjeros), con
respecto a los cuales era, por tanto, lcito y aun obligatorio todo (el homicidio, el robo, etc.), en
cambio, juzgaban hallarse ligados a los de su propio grupo por vnculos de solidaridad, y que,
por lo mismo, haba que respetarlos en la posicin pacfica de sus vidas y de todo lo dems que
les perteneciera, y hasta favorecerlos. La conciencia ms o menos clara de un origen comn y
de ciertos intereses comunes entre todos los que procedan del mismo tronco, y la persuasin,
adquirida a fuerza de experiencia que el estado de lucha y de agresiones mutuas vena al cabo
a redundar en perjuicio de todos, porque debilita al grupo entero y le colocaba en situacin de
inferioridad para contender la presa, los medios de alimentacin, a los grupos vecinos, hubo de
determinar cierto grado de intimidad entre unos y otros individuo, y ser causa de que las
acometidas y las luchas entre ellos se prohibiesen y se castigasen en nombre de la
comunidad
38
. La necesidad misma de la lucha y de armarse lo mejor posible para conseguir la
victoria, produce as la unin y la asociacin para la lucha, y engendra entre los asociados
vnculos de unin y cooperacin forzosa que, con el tiempo, llegan a convertirse en vnculos de
cooperacin voluntaria, de solidaridad consciente, de verdadera simpata y fraternidad
39
.

13. Doble forma de conducta. Por donde se ce cmo la conducta comienza a desplegarse en
dos opuestas direcciones: de un lado, la conducta para con los extraos, para con los miembros
de los otros grupos, conducta no sujeta a regla ni limitacin alguna, en que es permitido todo, y
que nica gua es el capricho, el egosmo, la fuerza del agente; de otro lado, la conducta para
con los miembros del grupo a que uno pertenece, conducta regulada y limitada por las
necesidades de la convivencia.

Bien podemos decir que esta doble conducta forma el contenido de toda la historia. En las
primeras edades de ella, los pueblos, tribus, clases, gentilidades, lo quiera que sea y como
quiera que se llame, se nos presenta de ordinario en guerras unos contra otros, sin conocer
apenas otra clase de relaciones entre s ms que las violentas, invadindose y conquistndose
mutuamente; ajenos a todo ellos que hoy denominamos derecho internacional, bien imperfecto
y atrasado por cierto. Lo propio ocurre en el mundo clsico, Las ciudades Griegas eran en
primer trmino unidades militares, amantes de su propia independencia, y que, por regla
general, no estaban mucho tiempo en paz con sus vecinas. Conservaron hasta el final los
rasgos caractersticos que las comunidades griegas presentaban cuando la historia nos pone
por primera vez en contacto con ellas Homero dice Mr. Mahaffy (La vida social en Grecia) -
nos introduce en una sociedad compuesta de castas muy exclusivas; y, para comprenderlo bien
en todos sus detalles, es necesario recordar siempre este principio: que los miembros de la
casta, y aun quienes de ellos dependen, son tratados con consideracin, pero as que estn
fuera de su recinto, los ms conspicuos no son considerados ya sino como objetos de

38
Aunque probablemente el hecho que arriba se afirma, no pasa, sin embargo, de ser una hiptesis, que necesita ser
comprobada. Las relaciones de grupo a grupo son bastantes ms conocidas que las interiores a cada uno de stos, las
cuales se miraban como privadas, y por mirarse de este modo, trascenda poqusimo de ellas hacia afuera; eran
bastante impenetrables y secretas. Efecto de ellos es que los investigadores de sociologa primitiva desconozcan
todava, casi por completo, el rgimen interno de la vida de las agrupaciones a que en el texto hacemos referencia.
39
No es, por tanto quiz, originaria, espontnea, instintiva, hija de la pura inclinacin humanitaria y de lo que hoy
llamamos amor al prjimo, como creen varios escritores, y entre ellos Darwin, Guyan (Esquisse dne morale sans
obligation ni sanction), Tarde (Las transformaciones del derecho), acaso Schopenhauer (El mundo como voluntad y
como representacin, Fundamentos de moral y metafsica del amor) y Giddings (Principios de sociologa), la
simpata que se observa entre los hombres pertenecientes a la misma colectividad, aun desde los comienzos mismos
de las sociedades; sino ms bien que se trata de una simpata derivada, que tiene su raz en una pura necesidad
fisiolgica, a saber; a la necesidad de reunirse y ayudarse para la defensa comn contra la agresin de grupos
extraos y para la conquista de los medios de alimentacin, de guardera, etc., (V. tambin en el mismo sentido
Morasso, L`evolucione del diritto) Con el tiempo, apartada ya de su humilde origen, esta simpata se lega a convertir
en un sentimiento noble, ideal, altruista.
Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

20
saqueo
40
Por lo que a Roma se refiere, no hay sino recordar al diferente rgimen jurdico en
vigor para los componentes de la comunidad y dentro del recinto (pomerium) de sta (es decir,
el rgimen de la paz), y el que se aplica a los que no pertenecen a ella, a los extranjeros
(rgimen de la guerra propiamente ex iure); diferencia que origina el perpetuo contraste entre el
ius civile y el ius gentium en cuya fusin consisti el mayor progreso de aquel derecho
41
.
Durante la edad media, poca en la que, en cierto modo, se inicia un ciclo de civilizacin, las
guerras y las invasiones de brbaros y musulmanes, el estado permanente de lucha y pillaje
entre los seores feudales y entre los minsculos Estados que a la sazn exista muestra bien
claramente la dualidad de referencia. Y tocante a la edad moderna y a los tiempos
contemporneos tngase en cuenta no ms que los siguientes hechos: la conquista de Amrica
y dems expediciones semejantes; el semejante; el sistema colonial de explotacin y de
opresin de la colonia; las guerras para ensanchar los territorios y aumentar los dominios,
sostenidas por las monarquas absolutas; la negacin de todo derecho a los extranjeros, el
llamado derecho de aubana; el proteccionismo econmico y en otros ordenes; la guerra
aduanera; las mil y mil formas de odio internacionales

Se hace, por consiguiente, necesario que estudiemos la gnesis y funcin del derecho y del
Estado, de la ley y de la autoridad, en una doble direccin, a saber: en los grupos simples, o
sea en las relaciones entre los individuos que se repuntan miembros de un mismo todo, y en los
grupos compuestos, esto es, en las relaciones entre los agregados distintos, que han venido a
constituir uno slo como consecuencia de la lucha y la superposicin.




CAPTULO TERCERO



LA LEY Y LA AUTORIDAD EN LOS GRUPOS SIMPLES


14. La comunidad, creadora del derecho. En los grupos simples en aquellas unidades
sociales cuyos individuos se consideran como hermanos unidos todos entre s por vnculos de
sangre u origen comn, y miran sus intereses como enlazados y solidarios, no como
antagnicos, las condiciones de vida social se estiman (de un modo, claro est,
semiconsciente
42
, no hijo e perfecto reflexin) como cosa propia de la colectividad entera,

40
B Kidd, La evolucin social, pp. 136-37 de la traduccin espaola.
41
V. Mommsen; Compendio de derecho pblico romano, traduccin espaola y Sohm, Derecho privado romano,
trad. Esp.
42
Empleo esta palabra, porque no me parece aceptable la doctrina de Puchta y otros escritores perteneciente a la
escuela histrica del derecho, segn las cuales, es un perodo muy primitivo de la vida social, cuando aun no existan
jueces ni ningn otro rgano jurdico , el cuerpo amorfo de la sociedad elabor instintivamente, sin darse de ellos
cuenta, como producto espontneo, un verdadero derecho consuetudinario, que fue el que luego, encontrndoselo ya
formado, aplicaron los jueces reflexivamente creados. (V. sobre esto y sobre la explicacin que algunos pretenden
dar a la afirmacin de Puchta, S. Fragapane. Il problema delle origini del diritto, Roma, 1896, lib. III, cap. I, y la
excelente obra ya citada, de Teresa Labriola, Revisione crtica, etc., pp. 120 y sigs). La cuestin no es fcil resolverla
de un modo positivamente seguro, a lo menos el da de hoy, por la deficiencia de datos. Entre otras cosas,
necesitaramos conocer con bastante certidumbre las condiciones psicolgicas del hombre primitivo, respecto de la
cual es poqusimo lo que se sabe. Nos hallamos, pues, entregados en este particular como en tantos otros, al dominio
de las inferencias hipotticas; por eso abundan tanto las teoras, sin que ninguna de ellas pueda, con fundamento
serio, arrogarse una indiscutible superioridad sobre todas las otras. El campo del saber, uno de los menos firmes, a mi
juicio, se halla aqu cubierto de espesa niebla.

Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

21
engendrada por ella y para ella; como algo connatural, indivisible, ingnito en la colectividad
misma. El sujeto creador del orden -orden real, moral y jurdico, todo en uno- es la comunidad
social y todos y cada uno de los miembros que la constituyen, en cuanto todos obran, y,
obrando, establecen vnculos de hecho, que adquieren poco a poco carcter de persistencia y
se van volviendo habituales. El principal estimulo de conducta no viene de fuera, y, sobre todo,
no reside en el orden impositiva de un extrao, a quien se tiene por superior; viene de lo interior
del mismo ser que obra; y consiste, o en la impulsiones del instituto, o en el sentimiento de una
necesidad propia y en la conciencia ms o menos confusa de que esa necesidad quedar
satisfecha obrando de tal o cual manera. No hay nadie que diga cmo han de conducirse los
dems para ser justos, ordenados, honrados, ni que les violente para que obedezcan
forzosamente mandatos ajenos: la necesidad es la nica ley. Entre el obrar y la norma no hay
distincin alguna; esta distincin aparece ms tarde. En el perodo que nos ocupa, podemos
decir que cada hecho tiene su ley privativa; cuando llega el caso de obrar, el mismo que ha de
ejecutar la accin resuelve, sin atenerse a dictados legislativos exteriores, sino solamente a su
conciencia (tan elemental como se quiera), cual sea el camino que ms convenga seguir. No
hay leyes, ni jefes que las publiquen e impongan, slo existe un grupo de hombres, iguales
entre s y estrechsimamente unidos, y un conglomerado de prcticas, de usos, de maneras
habituales, a cuya elaboracin han contribuido y siguen contribuyendo todos ellos, y cuyo
respeto y observacin son voluntarios ms bien que coactivos. Si alguna coaccin existe, es
social, colectiva, anerglica, no ejercida por autoridad alguna, ni por rganos que la representen
y ejecuten sus rdenes.

15. Citas comprobatorias. Cuando acabamos de afirmar constituye hoy, puede decirse, una
idea comn a los investigadores del derecho primitivo. Reproduzcamos algunos pasajes, en
prueba de ello.

En la infancia del gnero humano, no se concibe la idea de una legislacin cualquiera, ni de un
autor determinado de derecho; entonces, no se piensa, y el derecho apenas llega a los lmites
de la costumbre; es ms bien un hbito: il est dans lair, como dicen los franceses. As se
expresa Summer Maine
43
.

En estas pequeas comunidades (grupos de parientes, tribus, hordas, o como quiera
llamrselas), las relaciones sociales no se inspiraban en alguna regla deliberadamente
convenida o prescrita; tales relaciones procedan de la conciencia, en manera alguna razonada,
pero en cierto modo intuitiva, de las necesidades y de los interese sociales, conciencia que es la
gran generartiz de las costumbres El derecho no ha nacido de la idea de justicia; la ley no es
hija de la equidad natural, que es para sir H. Summer Maine una frmula sin sentido, lo mismo
que para Betham una ficcin o una metfora. En la infancia del gnero humano, el derecho es,
ms que nada, un hbito, deca ya el mismo Summer Maine, en el Derecho Antiguo: il est dans
lair, segn la locucin francesa. La ley se ha presentado por si misma y sin que nadie la
buscara, haba ya dicho antes M Fustel de Coulanges, en su hermoso libro sobre La ciudad
antigua, donde trata, desde diferentes puntos de vista, casi el mismo asunto que Summer
Maine, coincidiendo con l muchas veces y completndolo ms de una. Propiamente hablando,
no existe, pues, legislacin en las comunidades primitivas. Las reglas de accin que siguen los
hombres no son dictadas, ni en principio ni de hecho, por el soberano y su fuerza obligatoria es
independiente de la autoridad de este
44
.

Ms recientemente, Wundt, en su Lgica, al tratar el problema del origen del derecho, dice,
entre otras cosas, lo siguiente: El derecho, lo mismo que la lengua, el mito y las costumbres

43
El derecho antiguo, trad. Esp., parte general, Madrid, 1893, p. 17.
44
Durie de Leyritz, prefacio a la traduccin francesa del libro Estudios sobre la historia de las investigaciones
primitivas, por sir Henry Summer Maine, Pars, 1880. (Vase tambin el texto de esta obra p. 37 de la edicin
francesa y 29 de la espaola, publicada por La Espaa Moderna, y los captulos XII y XIII).
Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

22
(Sitte), no ha nacido por efecto de un voluntario convenio, sino que ms bien es un producto
natural de la conciencia, cuya fuente constante se halla en los entrecruzamiento y necesidades
que provoca la convivencia social de los hombre
45
.

Por otra parte, para que existan leyes, es forzosa la existencia de legisladores que las dicten, y
para que haya legisladores que dicten, y para que haya legisladores que las publiquen como
desde arriba la norma inflexible a que los dems individuos han de ajustar su conducta, es
necesario que ellos mismos tengan conciencia clara de su individualidad, a distincin de la
mase que dirigen y mandan. Pero conformes ms atrs ( 12, pp.38 y 39 nota) queda dicho,
entre los socilogos contemporneos es poco menos que indiscutible la de que tal conciencia
de la individualidad no se encuentra en el estado social primitivo, donde slo de daba la
conciencia (rudimentaria) de la vida independiente y sustantiva del grupo u horda a que cada
uno perteneciera. Segn Zenker, ya antes citado, hemos de resignarnos a reconocer y a
representarnos el estado originario del gnero humano como un estado de vida comn, en que
el hombre, aun bajo el respecto social, se encontraba en aquel momento en el cual se haba
detenido la evolucin de los animales superiores, es decir, en el estado de rebao Apenas
es posible distinguir -aade el mismo autor- el elemento individual fuera de la unidad social; tan
estrechamente se hallan fundidas las voliciones y las acciones de la pluralidad! nicamente en
manifestaciones efmeras, producto de la dura necesidad de la existencia, aparece de vez en
cuando la msera luz de un yo, ora en la apetencia elemental de un adorno infantil, o de un
arma tosca, ora en el deseo de adquirir para s, quitndoselo a los compaeros un trozo de la
carne cazada. Resulta, pues -concluye Labriola
46
- que el yo que debera haber dado el ser a
la norma, el yo que, concientemente debera haber impuesto la regla de obrar, en realidad no
exista an, cuando ya todo obrar tena sus reglas

A conclusiones semejantes llegan otros escritores, los cuales, sin embargo, se refieren a
momentos de la evolucin social en que ya existen jefes, y que, por lo tanto, no puede
considerarse, en rigor, como primitivos. En los comienzos de las sociedades -dice Vaccaro
47
-
El jefe no tiene ms funcin que la del caudillo. Su autoridad, por consiguiente, adems de ser
tempo real, no va ms all de la defensa y de la agresin y de lo que se halla estrictamente
ligado con la una o con la otra. En todos los dems, los individuos se conducen dentro del grupo
segn las costumbres tradicionalistas, formadas bajo el imperio de la seleccin natural y de la
opinin pblica de los vivos y de los difuntos.

Y Spencer demuestra que en la vida primitiva, en la vida de la tribu, los hombres, en defecto
de guerra pasada o presente, prescinden del gobierno; que cuando estallan guerras entre
tribus de ordinario pacficas, inmediatamente surgen jefes guerreros que llegan a adquirir
influencia preponderante; que este predominio lo pierde tan pronto como se restablece la paz, y
en este caso vuelve el estado de igualdad y la ausencia de gobierno que, aun despus, del
estado permanente de guerra hace permanente tambin la autoridad de un jefe , ste se limita a
mantener las relaciones de justicia de tribu a tribu, ms no entre individuos pertenecientes al
grupo: las contiendas o luchas entre stos las arreglan ellos mismos, sin intervencin del jefe
48


16. La primitiva forma del derecho. Parece, por lo tanto, que no puede caber duda alguna
respecto del hecho de que, en la primitiva forma de la evolucin social, no hay leyes ni
autoridades propiamente dichas; no hay relaciones jurdicas derivadas de un orden superior
inmutables y protegidas por rganos puestos por el Estado; lo que hay son relaciones de hecho,

45
Vase Labriola. Ob. cit., p. 114.
46
Ob. cit., p.92.
47
Le basi del diritto e dello Statu, Turn, 1893, p. 370.
48
Spencer, La justicia, trad. Esp. cap. XXV; principios de Sociologa: las instiuciones polticas, pssim, y entre sitios
Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

23
sin garanta alguna, o garantidas por la fuerza, el temor a las represalias
49
, la reciprocidad y
que se van haciendo gradualmente habituales, afianzados y convirtindose en
consuetudinarias.

Pero en esta situacin de hecho est el germen de lo que posteriormente, con el desarrollo, ha
de llegar a ser todo el conjunto de reglas jurdicas y no jurdicas existentes en las sociedades
adultas, y de autoridades encargadas de formularlas concretamente y hacerlas respetar y
cumplir. Antes del derecho, antes de la costumbres legal, ha existido un costumbre originara
genrica e indistinta, que gobernara toda la conducta del hombre primitivo y salvaje, pona coto
a sus impulsiones y domeaba las voluntades rebeldes; una costumbre, en donde se hallaban
reunidos y mezclados los grmenes de las diversas especies de normas que posteriormente
haban de desarrollarse por un proceso de diferenciacin
50
. En esta costumbre originaria, que
como ha dicho el traductor francs del libro de Lyall, Estudio sobre las costumbres religiosas y
sociales del Extremo Oriente, semeja, bajo ciertos aspectos, a la nebulosa en vas de
transformacin planetaria, y que algunos han llamado por eso nebulosa moral
51
, se hallan
confundidas y entremezcladas las normas de derecho con las de la moral, las de religin, las de
higiene, las de ceremonial, etc.
52
; unas y otras se equivales y complementan recprocamente.
De derecho propiamente tal, en el sentido que se da hoy por muchos a esta palabra, como
precepto de la autoridad que se halla al frente de una comunidad poltica, y cuyo cumplimiento
se asegura por medio de la amenaza de una sancin, no puede hablarse todava; semejante
concepcin slo existe en pocas ms adelantadas, cuando ya el derecho se halla
perfectamente diferenciado y lleva mucho tiempo de labor evolutiva.

Sin embargo, el derecho ya existe, contra lo que algunos creen; aunque indeterminadamente y
embrionariamente, tiene verdadera realidad; anda flotando en un ambiente informe de religin,
de moral, de usos diversos.

Cundo y cmo ha nacido? No lo sabemos. Fijar el instante de tal nacimiento, como si se
tratase de una creacin ex nihilo, parece difcil. Ni tampoco es, quiz, acertado poner el
problema de este modo. Es mejor, probablemente, considerarlo como un proceso incesante,
como un verdadero continuum, en donde cabe sealar momentos varios, pero no hiatus o
soluciones de continuidad. Veamos de seguir ese proceso en sus lneas generales, mostrando
la manera con que, dentro de la masa informe de los hbitos sociales, engendrada
semiinstintivamente, se va constituyendo una esfera de normas jurdicas, que, si reviste
carcter de tales, lo deben a la proteccin o sancin que las acompaa, ms bien que a su
contenido.

17. Asomos de diferenciacin. El consejo de los ancianos. Sin cierto nmero de reglas de
conducta que respeten los coasociados, no parece posible la vida de ninguna agrupacin
humana, por primitiva o rudimentaria que sea. Es lo que constituye el minium tico, de que
hablan algunos filsofos juristas. ; Mas la garanta que en los grupos sociales simples, a que

49
En la horda primitiva, cuando cada uno de sus miembros puede satisfacer sus propias necesidades sin entrar en
lucha con sus compaeros, lo hace de buen grado, para no tener que imponerse as mismo un esfuerzo
innecesariamente, para no afrontar peligros Siempre que un individuo se abstiene de una accin que pueda
perjudicar a otro, lo hace, no porque que la accin es en s misma daosa e ilcita, sino nicamente porque teme una
reaccin capaz de causarle un mal mayor que el bien que desea conseguir (Vaccaro, ob. cit., p. 259.) -Podemos
formarnos una idea de tal estado de cosas, teniendo en cuanta lo que actualmente pasa en las relaciones
internacionales, los que se hallan en una situacin (de recelo y lucha, ms o menos latente) anloga a la en que se
hallaban en los comienzos de la evolucin social las relaciones entre los individuos dentro del mismo grupo (Vase a
este propsito el sugestivo artculo de D Jenaro Alas. La guaria civil internacional, publicado en la revista La
administracin, de Madrid, t. II, enero de 186, pp. 504 y sig.)
50
Idilio Vanni, Gli studi di Henry Summer Maine e le dottrine della filosofia del diritto, Verona, 1892, p.57.
51
Como Cogliogo saggi sopra Vevoluzione del diritto privato, Turn, 1885.- Hay trad. Esp.
52
Aun en los ms antiguos cdigos que se conociesen, como los de Man y Moiss, sucede as todava.
Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

24
nos venimos refiriendo, alcanzaba el conjunto de exigencias integrantes de aquel minium, no
poda ser un principio muy eficaz, por cuanto no haba rganos concretos encargados de
prestrsela; ms bien que de una proteccin jurdica (judicial) al uso moderno, se trataba de una
manera de proteccin moral, difusa. Originariamente, nada obligaba al individuo a respetar a
aquellos con quienes conviva: este respecto era protestativo y, a los ms lo impona el temor a
las sanciones sobrenaturales, o a la venganza por parte del ofendido, o la necesidad de unir los
esfuerzos para realizar una empresa comn (defensa contra el enemigo, lucha por la
alimentacin, etc.)
53
. Entonces no se conoce criterio alguno fijo y exterior para distinguir lo
bueno y lo malo, lo que debe uno y aquello otro de que debe abstenerse. La necesidad
apremiante, inmediata, y su satisfaccin, eran la norma casi nica del obrar y la principal fuente
de la justicia.

Pero, con el tiempo, la situacin de hecho se consolida; los hombres repiten un da y otro da
los mismo actos; se constituyen poco a poco un hacer habitual, que se transmiten de
generacin en generacin; y, en este caso, la opinin pblica, que ya existe, los mismos hbitos
adquiridos
54
, la tradicin, la cmoda pereza intelectual, que hace al hombre conducirse como
otros se han conducido antes y marchar por los caminos abiertos, constituyen otras tantas
fuerzas coercitivas que obligan al individuo a respetar los usos que a travs del tiempo se han
venido formando.

En este punto es cuando ha debido constituirse el Consejo de los ancianos, encargados de
declarar cules son los usos que en el grupo dominan desde hace tiempo, y con arreglo a los
cuales se deben resolver las controversias. Este consejo de los ancianos se encuentra, segn
Summer Maine, en la infancia de todas las sociedades
55
, y debe ser considerado como el

53
Los investigadores e historiadores del derecho primitivo parece que se hallan de acuerdo en que este derecho era
acoactivo, es decir, que careca de coaccin rigorosa, pblica, ejercitada por los rganos de lo que hoy llamamos
Estado oficial. As explica v. g., Summer Maine la institucin del ayuno del acreedor a la puerta del deudor, hasta
que ste pagase la deuda, institucin que se encuentra en el derecho de los brehones de Irlanda (Senchus Mor) y que
es, segn l, el mismo dhrna (vigilia), tan extendido en la India y en todo el Oriente. (V. Estudios sobre la historia
de las instituciones primitivas, cap. II, pp. 30-40 de la trad. Esp., y cap. X) Ahora, el dhrna, pretende algunos que
existi tambin en la Germana y en la Grecia primitivas; por consiguiente, el derecho de estos pueblos carecera
igualmente de sancin terrena. (V. El dhrna en Germana y en Grecia?, por N. Tamassia, en la Rivista
scientifica del diritto, I, 1897, pp. 77 y sigs.) Stteinmetz en un estudio sobre el asunto, publicado en la Revista
italiana di sociologia, tomo II, 1898, pp. 37 y sigs., reconoce tambin que el dhrna fue bastante general, aun
cuando en su forma tpica no se encuentra sino en la India y acaso en la primitiva Irlanda. Dareste dice que en los
pueblos primitivos que l estudia exista un anlogo estado de cosas. Entre los osetas del Cucaso, como entre los
germanos y los esclavos, los indios, los celtas de Irlanda y los romanos primitivos, no haba, propiamente hablando,
jueces ni juicios; las contiendas entre diferentes familias se resolva por rbitros, elegidos por las partes. Pero la
comparecencia era voluntaria, y la ejecucin del fallo no poda tener lugar sino voluntariamente, pudiendo la parte
que quedara descontenta tomarse justicia por su mano, acudiendo a la venganza privada. (V. Dareste. Etudes
dhistoire du droit, Pars, 1889, VI, pp. 151-52.) Esto mismo confirma Kovalewsky (en su excelente libro Coutume
contemporaine et loi ancienne, Pars, 1893, cap. VII, pp. 365 y sigs.). A los pueblos citados, como ejemplo de que en
los comienzos de la vida social carece el derecho de sancin jurdica, podemos aadir los primitivos espaoles, segn
resulta de los estudios que a ellos han consagrado los seores Costa, Hinojosa, Prez Pujol, etc. (V mi contribucin
al estudio de la historia primitiva de Espaa, sobre todo pp. 33 y 46 y sigs., con las notas). Fragapane, que sostiene
la misma doctrina que Dareste, aade que en los tiempos primitivos hay tres fuentes de autoridad para las sanciones
no coactivas, a saber: el prejuicio de la divinidad, la creencia en la gran antigedad de la costumbre o de la tradicin,
y lo que se podr llamar el principio subjetivo, esto es, la fuerza, en sentido lato, del individuo, lo que podra
llamarse mejor la individualidad (S. Fragapane ob. cit., lib. III, cap. IV.)
54
El hombre es un animal de costumbres, y puede decirse, indicando una comparacin indicada por nuestro mismo
asunto, que en el cerebro del hombre los actos realizados forman fcilmente jurisprudencia, constituyen precedentes
(Letourneau, Levolution juridique dans les diverses races humaines, Pars, 1891, p. 490, citado por Vadal-Papale,
It processo dinamico della legge e delle codificazioni, Roma, 1893, p. 14, nota).
55
Los senadores romanos fueron, en las edades arcaicas de Roma, los seniores, los jefes de las gentes patricias, y el
Senado de los eupatrias era, en los primitivos tiempos, de Atenas, la samblea de los jefes de las (aqu viene unas
letras que no se encontraron para ponerla) del Atica, de aquellos mismos que en Lacedemonia llevaban el nombre de
Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

25
embrin de los cuerpos legislativos modernos. Sin embargo, el Consejo de los ancianos no
legislaba, no haca ms que juzgar, es decir, declarar cul era la costumbre que vena de
tiempo atrs rigiendo en el pueblo , y aplicarla; quien verdaderamente legislaba era ste, por
medio de su hacer repetido, dando una solucin concreta cuando surga la necesidad y
repitindola despus en los casos anlogos.

Hasta ahora, pues, no existe nada que represente al derecho como u precepto legislativo
subsistente por si, impuesto como norma obligatoria a la mesa social por autoridades superiores
a ella; al contrario, la norma la da la sociedad misma bajo la forma de costumbres, y lo ms que
hay es un cuerpo de personas peritas, que, como rganos de la colectividad a que pertenecen,
declaran, en nombre de aqulla, como se ha venido siempre conduciendo en casos anlogos al
presente; un cuerpo, ms bien judicial, que legislativo
56
.

18. La norma, como una realidad aparte. Pero la aparicin de este cuerpo judicial, el
Consejo de los ancianos, seala el primer paso hacia la concepcin de la ley como cosa
sustantiva, que representa la norma inflexible de justicia, a la que, por los mismo, deben
someter su conducta los individuos. El consejo de los ancianos procura conservar y aplicar las
costumbres antiguas, sin fijarse en las recientes; y cuanto ms antiguas son, ms respeto se
exige para ellas. En tal caso, no bien la costumbre reviste alguna antigedad, cuando se la
considera como cosa a se, con valor propio, obligatoria por si misma, no por su contenido, por
la funcin social que desempea, por su adecuacin a las necesidades de la vida. Adems se la
reputa cosa sagrada, venerable, porque a ella se asocian la idea del respeto a la memoria y a
los usos de los antepasados, cuyas almas se enojan en caso de inobservancia
57
, y la idea
religiosa, en cuanto los sacerdotes son los principales encargados de aplacar la clera de los
espritus y de tributarles culto.

Una vez que el crecimiento mismo de la agrupacin y la mayor complejidad de su vida impone
la distribucin y diversificacin interna de funciones, al lado de otras clases (militar, etc.), surge

(otras). La alijama de Argelia, que se componen de os cheics de los aduaneros rabes y de los amines de los
decheras Cavilas, nos ofrecen en el da de hoy un ejemplo de la persistencia de este rgano embrionario, cuya
evolucin a travs de los siglos han dado por resultado el ms poderoso rgano legislativo de los tiempos modernos,
o sea el Parlamento britnico, (Durieu de Leyritz, prefacio citado, p. XL). (Sobre la aljama y su comparacin con
otras instituciones anlogas en Espaa, cf. Contribucin, etc., pp. 40 y sigs.)
56
Hoy tenemos bastante diferenciadas estas dos funciones, atribuyendo a la una la formulacin de la ley, y a la otra
su aplicacin: por ms que esto sea inexacto. Pero en lo antiguo no ha sido as: en lo antiguo, las funciones
legislativas y las judiciales constituan una misma cosa: las sentencias o temistes condujeron gradualmente a la ley, y
los juzgadores, so pretextos de declarar el derecho ya existente en forma de costumbre y de garantizar el respeto al
mismo, innovaban e introducan nuevas reglas. -Segn Summer Maine, los temistes no eran fallos declaratorios de un
derecho consuetudinario preexistente; eran fallos inspirados directamente por la divinidad (Temis), y la repeticin de
los mismos es lo que origin la costumbre. No pocos escritores (entre ellos Cogliolo) se colocan esta misma
posicin, que, de ser acertada, mostrara que el derecho ha sido considerado desde un principio como de origen
divino. Ms aceptable parece la explicacin de aquellos otros, como Vanni (loc. cit.), que estiman este momento de
los temistes como bastante posterior en la evolucin jurdica, habindole precedido otros, en los que, dentro del seno
mismo de la sociedad, se han originado costumbres que, despus, forman el contenido de los temistes. (V en el
mismo sentido Labriola, ob. cit., pginas 118 y sigs.).
57
Vase Vaccaro, lespiazione e la giustizia absoluta in diritto penale, Miln, 1891, y los autores all citados. Para
no turbar las almas de los antepasados -dice, entre otras cosas, este escritor,- y no incurrir en el desagrado de los
mismos, se observan escrupulosamente las costumbres que tuvieron en vida y se procura no hacer cosa alguna que se
suponga contraria a su voluntad, o que pueda desagradarles Los araucanos no tiene leyes, sino muchas antiguas
costumbres, que estiman sagradas y que observan rigurosamente (Spencer, principios de sociologa,trad. fr., t. III,
pp. 435 y sigs.) Los ancianos de los alfuros sentencian con arreglo a las costumbres de los antepasados, hacia quienes
sienten gran respeto. Entre los mulgasques, innovan y mal son inseparables (Spencer, ob. Cit., p. 437) Los tupos
creen que, si se apartasen de las costumbres de sus antepasados, seran destruidos (Southey, history of Brazil,
1810, t. I, p. 250). No sucede an, hoy mismo, mucho de esto, singularmente entre las personas y las clases de
menos desarrollo mental?
Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

26
la clase o casta religiosa, la cual se arroga cada vez ms la misin de ser ella sola quien
averige la voluntad de los antepasados, en lo tocante al gobierno del mundo, y quien trasmina
a los hombres las rdenes de lo alto, en forma de decisiones
58
. Los sacerdotes, quien con
diferentes nombres (brahamanes, druines, fil) se encuentran en multitud de pueblos
antiguos, en la India, entre los celtas, los germanos, los iberos, los itlicos, los griegos, los
romanos, fueron los primeros juristas, los primeros rganos especiales del derecho. Efecto de la
confusin primitiva de ste con la religin, los miembros de la clase sacerdotal eran los que
ordenaban los ritos y los sacrificios, los que arreglaban las contiendas entre los particulares,
amenazando con la ira y la venganza divina aquellos de entre stos que no se sometieran al
laudo o decisin sacerdotal; los que conocan el derecho (la voluntad de los dioses) y estaban
dedicados a conservarlo. Las reglas, los hbitos antiguos -dice Letouurneau
59
,- son a menudo
numerosos y complicados; la tradicin de los mismos se conserva sobre todo en la memoria de
los viejos, de los sacerdotes, de los nobles. El origen de estas costumbres jurdicas es tan
remoto que no puede llegar a conocerse; pero el misterio mismo en que se hallan envueltas les
da prestigio, las hace venerables, y como los sacerdotes tienen a menudo la pretensin de
conocer, mejor que el resto de los mortales, estas obligaciones, que tradicionalmente han
pasado a las costumbres, se asocian los usos jurdicos a las creencias religiosas; los hbitos se
cambian en rdenes de los alto. Entonces las costumbres suben en categora, pasan al estado
de leyes, de mandatos divinos que no se discuten, la desobediencia a los cuales es criminal; se
los concibe como algo sagrado que se halla por cima de la voluntad de los pobres mortales
60
.
Y as las primeras reglas de conducta social han revestido un carcter sagrado, y los
encargados de revelarlas al pueblo, es decir, los sacerdotes, los sacerdotes, eran mirados por
las gentes como seres inspirados por la divinidad. De aqu su grandsimo poder
61
.

Este es el momento primero de la concepcin de la justicia como cosa extranatural, que no se
halla en medio de los hombres, sino que descienden a ellos desde arriba; el primer momento de
la separacin entre la vida, como lo regulado, y la ley, como norma inflexible provista de una
sancin protectora; la aparicin primera de un derecho natural abstracto, independiente, eterno;
el embrin, en suma, de la concepcin dualista, cuyo imperio ha sido luego tan absoluto
62
. Con
el tiempo, transmitidas de generacin en generacin las tradiciones de hechos jurdicos, de
sentencias sacerdotales, de declaraciones de derechos, ya elevados a regla general y
reducidos a ritmo, como pide el carcter potico del tiempo, para facilitar su conservacin en la
memoria
63
, va formndose el depsito de las leyes primitivas, que a veces se reforman y
escriben de nuevo en tablas o cdigos para poner trmino a las luchas de encontrados

58
Por eso los temistes se crean en Grecia inspirados por la diosa Temis. Y las sentencias del Consejo de los
ancianos, formado principal o exclusivamente de sacerdotes, eran en todas partes (o pretendan ser, porque so
pretexto de dar resoluciones judiciales se innovaba el derecho positivo, segn ha mostrado Summer Maine)
declaraciones de la costumbre existente de antiguo, o sea expresiones de la voluntad de los dioses, de los
antepasados.
59
Ob. cit., loc. cit
60
Algo muy anlogo dice tambin Vanni. La tradicin, por el solo hecho de perderse en la noche de los tiempos y
de circundara el misterio, bastara ya para imponer respeto: pero a ella se asocia la idea del antepasado, entonces el
respeto se torna casi medroso e impulsa a las observancia. Se forman las creencias espiritistas; la imaginacin ve por
doquiera el alma del muerto; los antepasados se convierten en objeto de culto y de costumbre tradicional llega a ser
considerada como un mandato de aqullos, esto es, como el mandato de una autoridad personificada y, por los
mismo, ms distinta. De aqu se origina el concepto por virtud del cual, se estima como sagrada, inviolable e
inmutable la costumbre; costumbre que, con el desarrollo ulterior de las creencias de las creencias, concluye por
convertirse en un mandato divino, protegido por la sancin religiosa. (Vanni, ob., cit., p. 64)
61
Cf. Cogliolo, Filosofa del diritto privado, Florencia, 1888 pp. 72 y sigs.
62
Acerca de ella, vase mis problemas de derecho penal, t. I, Madrid, 1895. caps. I, II y III. Esta concepcin dualista
proviene tambin, sin embargo, de otros orgenes, psicolgicos principalmente, de los cuales no podemos tratar
ahora.
63
En verso parece que estaban escritas las leyes de los tartesios (despus turdetanos), segn Strabn, de las cuales no
se conoce vestigio alguno.
Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

27
intereses, cuando empiezan las discusiones entre la plebe y el patriarcado
64
. Ya entonces llega
a distinguirse la regla jurdica abstracta, de la declaracin del derecho en un caso concreto, y se
establece la diferencia entre el poder judicial y el legislativo
65
.

19. La Ley, mandato de un superior. Desde la situacin a que nos acabamos de referir, pudo
pasarse fcilmente a la idea de la ley como la manifestacin de la volunta del jefe o caudillo del
grupo. Hecha ms estable la autoridad de este jefe, y unida a la de su poder la idea del origen
divino del mismo, empez dicho jefe a compartir, primero, con el Consejo de los ancianos, uno
de los cuales de ordinarios era l
66
, y a arrogarse, luego, exclusivamente, la facultad de
apaciguar y poner orden en las contiendas entre los individuos del grupo. Su intervencin fue en
un principio oficiosa, y sus decisiones no tenan ms fuerza que la que les daba el valor moral
de las mismas, el ser dadas por quien lo eran, por quien empezaba a ser considerado como
representante de la divinidad, como de estirpe divina, y el traducir la voluntad de los dioses.
Pero tales decisiones podan dejar de ser obedecidas por los individuos. La funcin del jefe era,
pues, la de un juez arbitral, cuyos laudos no tenan fuerza obligatoria. Vistos, sin embargo, las
buenos resultados que la intervencin del jefe produca, en cuanto evitaba luchas y
razonamientos interiores y era un medio poderoso de mantener la paz, tal intervencin se fue
haciendo de da en da ms frecuente, hasta concluir siendo obligatoria por efecto de la
costumbre; y las resoluciones que el jefe daba adquirieron tambin fuerza coercitiva
67
.
Entonces, ya el jefe pudo dar leyes, expresin de su voluntad y manifestacin, al propio tiempo,
del querer divino. Tal situacin de cosas es la que se observa en los grupos patriarcales
estudiados por Summer Maine y otros historiadores, en donde el jefe, el pater familias en la
familia, el ms viejo en la comunidad agraria, el sacerdote en las antiqusimas constituciones
sociales, tienen en sus manos todos los poderes, siendo a la vez jueces, sacerdotes,
legisladores, caudillos militares, etc.,
68
por lo mismo que el derecho, la moral y la religin, a que
sirven de rganos, estn tambin confundidos. La comunidad social no es ya aqu, como lo era
antes, la engendradora del derecho, de la costumbre; se limita a recibir el derecho, la ley, como
formadas con anterioridad y como normas con propio valor, de indiscutible justicia, a las que
tiene que obedecer ciegamente
69
.

En tal sentido, la aparicin de la ley representa un retroceso, un decaimiento de las fuerzas
sociales, una negacin a la sociedad de ser ella misma, todo su organismo, quien puede regir
su propia vida: tal aparicin es el signo que indica el comienzo de la esclavitud social.


64
Pronto hablaremos de esto.
65
Prez Pujol, Historio de las instituciones sociales de la Espaa goda., Madrid, 1896, t. I, p. 54.
66
Vaccaro, Le basi del diritto e dello Stato, p. 370.
67
En la historia del derecho penal se ve perfectamente este proceso. La venganza privada (de individuo a individuo,
pero, sobre todo, de familia a familia) era la nica forma como la justicia se realizaba en un principio; pero, con el
tiempo, el embrionario poder social fue interviniendo, directamente, o por medio de algn representante suyo, para
cortar, en bien de todos, las constantes guerras privadas a que el ejercicio de la venganza daba lugar. Esta
intervencin comenz siendo solicitada por los contendientes y acab por hacerse forzosa, por reclamarlo la
costumbre (en vista de los beneficios que produca). El agravio poda en un principio optar por la venganza, o
renunciar a ella y aceptar la composicin que el agresor le ofreca (si membrum quis rupil, ni cum eo pacit italo esto,
deca un fragmento de las Doce tablas); luego, hubo necesariamente de aceptar esta ltima en todos los casos, so
pena, si ejercitaba la venganza, de ser l perseguido como delincuente (faidosus).
68
Summer Maine obras citadas; Fustel de Coulanges, Le cit antique; Cogliolo, Filosofia del diritto privato; Vadal-
Papale, ob, cit.; Azcrate, Gobierno local; etc.
69
Sin embargo, s el rey, aun en las sociedades elementales, daba leyes, de stas hay que decir lo mismo que de las
sentencias de los ancianos a saber: que el rey no creaba el derecho. Sus leyes, lo mismo que las sentencias (temistes),
no representaban un derecho que surgiera de nuevo, sino un momento del derecho existente. Ni el jefe de un
determinado grupo, ni el juez que lo es a menudo el mismo soberano, son los que alteran, cambian o desvan la
natural evolucin de la costumbre, sino la transformacin de toda la estructura de la sociedad (Labriola, ob. cit.,
p. 165.)
Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

28
20. Advertencia. Pero hay que advertir dos cosas:

1 Que en el caso que nos ocupa, lo propio que acontece con otra cualquiera forma de
evolucin, no se pasa de sbito desde el gobierno de la sociedad por ella misma, por el
derecho consuetudinario creado en su seno conforme lo han ido reclamando las
necesidades al gobierno ajeno, al imperio de leyes dadas por autoridades superpuestas al
cuerpo social y en nombre de principios sagrados, divinos, inmutables. El trnsito se realiza
por grados; con la ley, considerada como emanacin de la divinidad, como costumbre y
mandato de los espritus de los antepasados, coexisten las costumbres que la misma
sociedad presente engendra, y cuyo cumplimiento exige, no ya por el temor a sanciones
religiosas, por motivos de orden no natural, en nombre de la justicia divina o absoluta, sino
por motivos de utilidad social, de convivencia presente, por temor a las represalias
violentas del vecino, o a la opinin pblica, a la desestima y despego de los dems
coasociados. En un principio, esta segunda forma de sancin predomina sobre la primera,
sobre la religiosa; despus, llegan a equilibrarse; luego, el predominio se invierte y la
sancin extranatural ahoga casi por completo a la natural.

2 Que, por lo mismo que la realidad jams puede negarse por completo, aun en los casos en
que uno se obstine en cerrar los ojos ante ella, no fue posible desconocer, en los
agregados sociales a que nos referimos, que al lado de la ley dada por el poder, o sea al
lado de las decisiones inspiradas en la costumbre inmemorial, en la voluntad de los
antepasados, era forzoso dejar algn sitio a la costumbre de los vivos, a la satisfaccin de
sus necesidades en atencin al modo como ellas lo pidiesen, no conforme lo mandara una
pauta inflexible trazada de antemano. O, para decirlo en trminos de hoy: que al lado del
derecho natural, divino, impuesto desde arriba, haba que admitir un derecho positivo, real,
terrestre, que forman los hombres mismos, que surge de sus luchas y relaciones y que a
cada paso se est modificando. Junto al legislador excelso, infalible y soberano, se admite
el legislador sbdito y falible.




CAPTULO CUARTO



LA LEY Y LA AUTORIDAD EN LOS GRUPOS COMPUESTOS


21. Efectos sociales de la superposicin de grupos. En los grupos compuestos, producto
de la aproximacin y dominacin de una tribu o unidad social sobre otra, el proceso de
formacin de la ley es distinto que en los grupos simples, aunque el resultado a que se llega
sea muy anlogo
70
.


70
Gumplowiez cree que ni el Estado, ni, por consecuencia, el derecho (ya que para l no hay derecho sino en el
Estado), han podido existir, sino desde el momento en que una tribu a cado sobre otra, sometindola. (Vase sus
diferentes obras, principalmente el Derecho poltico filosfico, trad. esp. (2 ed., Derecho poltico general), 1 La
lucha de razas, Sociologa y poltica y Ensayos sociolgicos). Ms exacto me parece lo que afirma Vaccaro, a saber:
que la superposicin de un grupo sobre otro no hace ms que dar un nuevo y ms amplio impulso al desarrollo del
derecho y del Estado, los cuales existan ya. (Le bossi del diritto e dello Stato, p.362, nota). (Vase tambin mis
Notas a la traduccin espaola del citado Derecho poltico filosfico, de Gumplowiez; Vanni, ob. cit., pp. 67 y sigs.,
y La briola, ob. cit., pp. 146 y sigs., etc.)
Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

29
Verificada la sumisin de una tribu o unidad social, por otra que ha sabido vencerla en la guerra,
la tribu dominadora pone en prctica cuantos medios le sugiere su astucia para tener bien
sumisa a la vencida y explotarla en su beneficio. La tribu vencida conserva su propio derecho y
buena parte de su organizacin: aquel derecho y aquella organizacin que tena antes de su
esclavitud; conserva el culto a sus antepasados, conserva su sustantividad interior
71
; pero al
lado de este derecho surge otro, impuesto por los vencedores y que representa la voluntad de
stos, la serie de medios que estiman oportunos para conservar y asegurar su dominacin
sobre los vencidos. El derecho interno comienza a perder terreno, porque la nueva situacin
creada relaja inevitablemente los vnculos entre los individuos a que aqul se extenda, y en
cambio se van anudando muchos otros entre los diferentes miembros del nuevo Estado, entre
vencedores y vencidos. El nmero de relaciones reguladas por el derecho externo, es decir, por
el que imponen los dominadores, es cada vez mayor
72
; su horizonte gana tanto cuanto pierde el
del derecho interno, el creado por los vencidos antes de caer en esta situacin; y como el
referido derecho externo traduce la voluntad de los dominadores, la orden de arriba, y se
amenaza con castigos duros a los que contravengan a ella, bien pronto se origina, por la
habituacin, la idea de que lo bueno y lo justo es lo que est mandado, y lo malo e injusto lo
que est prohibido. Adase que los que tienen el poder en sus manos se hacen pasar, y hasta
acaso se toman ellos mismos, por representantes y rganos de la divinidad, y que agregan a la
amenaza de la sancin terrestre la amenaza de la sancin religiosa
73
; con lo que se fortalece

71
Algo as como lo que sucede con cada uno de los Estados particulares o miembros de un Estado federal, o con
ciertas colonias de algunos pueblos modernos, a las que, despus de la conquista, se les ha permitido continuar
rigindose por sus propias leyes, costumbres, autoridades, etc. Recurdese sta fue tambin la conducta de Roma con
muchos pueblos, en sus guerras de conquista; como, en los comienzos de la vida de tal organismo poltico, cada
gns, cada tribu, y aun cada familia, tena su privativo, impenetrable derecho interno, junto al derecho externo,
comn a todos los miembros de la comunidad poltica (precisamente ste fue el motivo de la distincin entre el
derecho privado y el pblico: vase Costa Teora del hecho jurdico, Madrid, 1880, 10, pp. 76 y sig.); como los
germanos, al caer sobre el Imperio romano, respetaron as bien las leyes y costumbres de los vencidos, dando esto
lugar a la llamada legislacin doble o de razas (por lo que toca a Espaa, vase Costa, Estudios ibricos, Madrid,
1891-1895, principalmente, p. LVII); como, en fin, la generalidad de los pueblos conquistadores ha seguido anloga
conducta. A esto y a la resistencia que oponen los usos y hbitos muy arraigados a dejarse borrar por la violencia, se
debe probablemente, el que, por ejemplo, en Espaa se haya perpetuado hasta nuestros mismos das gran parte de la
primitiva vida jurdica de los iberos, no obstante haber pasado por aqu tantas dominaciones extraas, que en otro
caso lo hubieran ahogado. (Vase sobre esto mi Contribucin, etc.).
72
La fuerza produce situaciones de hecho que, al cabo de tiempo, se tornan habituales y consuetudinarias. Aun
cuando expresan, parcialmente, una gran verdad, no me parece que puedan aprobarse sin reservas y atenuaciones
estas palabras de Teresa Labriola: La verdadera violencia, por lo mismo que se halla muy en oposicin con las
condiciones reales y con el estado psquico de los que la sufren, no puede ser sino un momento transitorio en la
formacin del derecho. Las relaciones sociales mismas se rebelan contra una prescripcin legislativa que, en vez de
ser el continente de ellas, tienda a combatirlas y destruirlas. La conciencia de los vencidos se opone a ello. (Ob. cit.,
p. 147.) Ms acertadas son, a mi juicio, las siguientes, que poco despus escribe la misma autora: Me inclino a creer
que, a lo menos en aquellos casos en los cuales el grupo de los dominadores no sea numrica y socialmente muy
superior al de los vencidos, es probable que las costumbres jurdicas de stos digan su curso natural, hasta que, en un
perodo posterior, concurran a formar, juntamente con el derecho de los vencedores, el edificio jurdico de la
reunin aqulla de diversos grupos tnicos que han ido poco a poco fundindose para formar un pueblo. (Ibid.)
73
Las cuidadosas investigaciones que se han hecho en estos ltimos tiempos respecto a los orgenes de la sociedad
y de las instituciones sociales han dado por resultado encontrar en el derecho primitivo dos caracteres que a primera
vista parecen contradictorios entre s. Por un lado, el derecho primitivo se halla dominado muy frecuentemente por la
fuerza y la violencia, y en todas sus partes se reflejan las brutales pasiones del hombre primitivo. Pero, por otro lado,
se ofrece circundado de una aureola religiosa que le atrae reverencia y respeto; es promulgado como una palabra
divina, como un Fas misterioso y arcano, cuyo sentido ntimo no puede comprender el vulgo y cuyas ceremonias
solemnes deben ser cumplidas escrupulosamente en sus ms pequeos detalles. Mientras, bajo un aspecto, es el
resultado de las necesidades naturales, bajo otro es el dictado de una autoridad sobrenatural y divina, y parece
confirmar la descripcin de los antiguos romanos, para los cuales el derecho era una cosa humana y divina al mismo
tiempo, un Jus y un Fas, un mandato positivo y una revelacin de la divinidad, una fuerza que subyugaba y una
religin cuyos misterios no deban ser penetrados por el vulgo. (Carle, La vita del diritto nei suoi rapporti colla vita
Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

30
ms y ms la creencia dicha de que la justicia es cosa que arranca del beneplcito del
gobernante y que slo l puede dispensar, porque slo l es el depositario de la voluntad de los
dioses, el que conoce los deseos de stos.

Puestas las cosas de este modo, la clase de los dominadores se arrog el monopolio del
derecho, y slo ella era la que pretenda poseer el conocimiento de ste. El derecho revisti
forma aristocrtica. Las clases superiores no queran mostrar al pueblo que el derecho era para
ellas una serie de privilegios y deprima la autoridad de la conciencia de las masas
74
. Por eso,
v. g., en Roma, las ritualidades que acompaaban al derecho primitivo solamente eran
conocidas de los patricios, los cuales tenan de esta suerte un arma poderosa de dominacin
sobre los plebeyos, ciudadanos de inferior derecho.

22. La ley, instrumento de progreso. Pero las clases o castas inferiores, el conjunto de
individuos pertenecientes a la tribu dominada, aquellos que soportan las consecuencias de la
privilegiada situacin de los dominadores, adquieren poco a poco conciencia de su fuerza; por
otra parte, una vez adaptados hasta cierto punto al nuevo ambiente de sujecin producido por la
conquista, comienzan a darse cuenta de la insuficiencia de ste para satisfacer sus
necesidades, de lo pequeo que es el crculo de accin del derecho que en sus contiendas con
los dominadores han podido conocer, del lugar preeminente que stos ocupan y de la
imposibilidad de conseguir un mejor estado, como no dispongan de ms medios que al
presente. Entonces comienzan una lucha (que Ihering, y otros con l, califican de lucha por el
derecho), encaminada a lograr que el ambiente social y las condiciones de la vida se
modifiquen; lucha que no cesa, hasta tanto que la modificacin adquiera consistencia y garanta
en un documento legal pblico, conocido de todos y para todos igual. Ejemplo bien elocuente de
ello nos ofrece la continuada lucha de los plebeyos contra los patricios en Roma
75
y la
publicacin del Cdigo de las Doce Tablas, cuyo valor no consiste precisamente en nada que
implique una clasificacin simtrica, o pureza y claridad en la expresin, sino en la publicidad,
en el conocimiento dado a todos los ciudadanos de lo que se deba y de lo que no se deba
hacer.
76
A partir de este momento, los oprimidos no cejan en su persistente protesta contra la
desigualdad y van logrando toda una serie de concesiones, que representan otras tantas
conquistas del derecho terrestre, humano, contra la prepotencia, y que hallan su ms firme
garanta en la ley. En tal concepto, sta es un verdadero instrumento de progreso; y aun el
instrumento ms adecuado.

La ley ahora ya no es una tradicin santa, mos; es un simple texto, lex; y como quien la ha
hecho es la voluntad de los hombres, la voluntad puede cambiarla. Adems, la ley, que antes
era una parte de la religin y el patrimonio de las familias sagradas, fue luego la propiedad

sociale, Turn, 1880, pp. 35 y 36. De esta obra hay una traduccin espaola, en dos volmenes. Madrid, 1891). Por
eso quiz, los sacerdotes, segn queda dicho, han sido sus primeros depositarios e intrpretes.
74
Vadal-Papale, ob. cit., p. 15.
75
La historia del pueblo de Roma fue por espacio de siglos una lucha entre patricios y plebeyos, es decir, entre
aquellos que formaban parte de las gentes dominadoras y aquellos otros que no pertenecan a tales gentes, pero que
tendan a que se les equiparara a los patricios, tanto en los derechos pblicos como en los privados. (Labriola, ob.
cit., p. 139).
76
Vadal, ob. cit., p. 28. El mismo significado puede decirse que han tenido, sobre todo en su origen, las
constituciones modernas, y en general todos los cdigos (penales, procesales, etc.) promulgados en los diferentes
pases desde la Revolucin francesa en adelante. Ese mismo sentido tuvieron la Carta Magna inglesa y los
privilegios que en Aragn y en otros sitios lograron, segn los casos, los pobres, el clero, las ciudades; el estado
llano, arrancar a los poderosos, consignndolos y por escrito para que no pudieran violarlos en lo sucesivo aquellos
mismos que se vean obligados por la fuerza a concederlos. Igual significado tiene tambin la moderna legislacin
social y obrera, que en el fondo -y aun cuando a veces aparezca otra cosa- responde no ms que a la llamada lucha
de clase, y, por lo tanto, es una satisfaccin al gran poder que han ido adquiriendo gradualmente los trabajadores
frente a los capitalistas y los patronos.
Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

31
comn de todos los ciudadanos.
77
El contenido de ella, de la ley, lo formaron principalmente
las costumbres mismas que en el pueblo venan rigiendo y que gobernaban su vida
78
; mas ni
otras costumbres tenan ya el sello religioso que tuvieron antes, cuando se crea que
representaban la voluntad de los antepasados, ni fueron costumbres invariables, sino, por el
contrario, costumbres que se estaban modificando a la continua. El elemento humano, popular,
del derecho empieza de este modo a adquirir gran empuje; los antiguos dominados van poco a
poco sacudiendo su estado de servidumbre, adquiriendo posiciones, conquistando prerrogativas
que antes les estaban negadas y que nicamente correspondan a la clase privilegiada, hasta
participando en la funcin legislativa y en el gobierno
79
; lo que hoy llamamos, con la escuela
histrica conciencia nacional, comienza a tomar consistencia, a constituirse en creador nica
de las costumbres nuevas, que van paulatinamente echando por tierra la ley vieja, a engendrar
rganos encargados de recoger cuantas necesidades vayan apareciendo y de darles
satisfaccin
80
.

23. Alternativas rtmicas. Mas este proceso, como todos, no sigue constantemente una
direccin invariable en el mismo sentido; es un proceso que se verifica de un modo rtmico. Los
elementos sociales que fueron antes subyugados, a quienes se les arrancaron sus privilegios,
aprovechan cuantas ocasiones se les presentan para rehacerse y readquirirlos, si no en su
totalidad, por lo menos en parte; los entusiastas combatientes de otros das, en cambio, luego
de conseguir sus aspiraciones, empiezan a considerarse satisfechos con lo obtenido, y aun a
perder su fe, porque las conquistas realizadas no les han producido todo el bienestar que
esperaban de ellas; y as, conspirando ambos movimientos al mismo fin, viene a la postre a
reproducirse, ms o menos modificada, la situacin que ya estaba lejana y casi olvidada del
todo, en la cual el derecho se identifica con la voluntad del soberano, y esta voluntad es la
fuente nica de la ley. La conciencia nacional ha enmudecido y quod principi placuit legis habet
vigorem. Esta nueva situacin, en que el derecho todo viene de arriba, en que el Estado se
identifica con el soberano personal, en que las funciones pblicas y las autoridades que las
ejercen tienen todas en el soberano su fuente y estn establecidas por voluntad y para servicio
del soberano, es la que nos ofrecen el imperio romano y las monarquas europeas de los siglos
XV y posteriores. A venida de los brbaros y la Revolucin francesa significan, a su vez, en
gran parte, una nueva reivindicacin de la conciencia popular oscurecida y comprimida, y, por
tanto, una restauracin parcial del concepto del derecho, el Estado, la ley y las autoridades
como instituciones humanas, mundanales y engendradas bajo.


77
Fuste de Coulanges, La cit antique, lib. IV, cap. VIII, p. 365, citado por Vadal-Papale, ob. cit., p. 16.
78
Hay numerosas pruebas de que, en las ideas primitivas, los poderes legislativo y judicial no formaban ms que
uno slo, y que legislar no significa innovar en el derecho establecido. Hoy se reputa que el legislador innova
siempre, y el juez nunca. Antiguamente, por el contrario, no se consideraba que por fuerza haba de innovar el
legislador ms que el juez; antes bien, aqul se limitaba en la mayora de los casos a declarar el derecho o la
costumbre preexistente. No es imposible determinar cuntas leyes nuevas entraron en la constitucin de Soln, en las
Doce Tablas, en las leyes de Alfredo y de Canuto o en la Ley Slica: pero todas las probabilidades hacen suponer
que fueron muy pocas. (S. Maine, Las instituciones primitivas, trad. esp., p. 29). Las Doce Tablas se limitaron a
formular por escrito las costumbres que existan en el pueblo romano. (Vadal, ob. cit., p. 31). La pretendida ley de
las Doce Tablas no es (segn el profesor de Npoles Hctor Pas, en su Storia dItalia dai tempi pi antichi alla fine
delle guerre puniche), realmente, como la mayor parte de los cdigos religiosos de la antigedad, ms que una
recopilacin consuetudinaria, una recopilacin de la jurisprudencia sacerdotal, que condensa todo el trabajo jurdico
del siglo IV. (Eduardo Lambert, La tradicin romana sobre la sucesin de formas del testamento, ante la historia
comparada, apud Revista de legislacin, t. XCIX, 1901, p. 511).
79
Tngase presente, como ejemplo de ello, lo que aconteci en Roma en la secular contienda de clases, y de que
manera la plebe fue adquiriendo, por un movimiento constantemente progresivo, con el goce de los mismos derechos
de los patricios y que antes slo stos disfrutaban (connubium commercium, etc.), el ingreso en todas las
magistraturas de la Repblica. (Vase Mommseu Compendio del derecho pblico romano, trad. esp.)
80
Pretores, tribunales, jurisconsultos quienes elaboran en representacin del organismo social, de la conciencia
nacional, todo un derecho nuevo bastante distinto del antiguo.
Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

32
CAPTULO QUINTO



DEDUCCIONES DE LO ANTERIOR


24. Diferente funcin de las leyes, segn los casos. Por las breves indicaciones que
acabamos de hacer, y cuya deficiencia completar la cultura histrica del lector, viene a resultar
que las autoridades y las leyes han ejercido en la evolucin social una accin. Ora beneficiosa,
ora nociva, y han servido, unas veces de instrumentos de libertad y otras de instrumentos de
tirana.

Lo general ha sido que, en los comienzos de la vida colectiva, dentro de las unidades sociales
constituidas por individuos, todos los cuales se reputaban parientes y entre quienes la
solidaridad y cooperacin eran impuestas por las necesidades mismas y, por consiguiente, un
verdadero producto espontneo, las leyes no hayan tenido existencia sino muy tarde, al final del
proceso evolutivo, cuando en el seno mismo del grupo se haba producido cierta desigualdad de
condicin entre las personas (diferenciacin de clases, efecto de la misma complejidad de las
relaciones de la vida, etc.), cierto desdoblamiento entre autoridades y sbditos, entre aquellos
que ejercan la prepotencia (clases militar, sacerdotal, gobernante) y aquellos otros que no
tenan ms remedio que sufrirla (clases trabajadoras, menospreciadas, de inferior condicin y
derecho que las anteriores, clientes, vasallos, esclavos). Aqu, la ley, o lo que la representaba,
el mandato del jefe, las decisiones de los Consejos de ancianos, de sacerdotes, de ciudadanos
privilegiados reunidos en asamblea, vino a originar un estado de sujecin antes no conocido, y
a ser, por lo mismo, fuente de males.

Pero an en este caso produjo tambin ciertos saludables efectos. Gracias a ella, los elementos
sociales que comenzaban a disgregarse, por haber perdido fuerza poco a poco y relajdose la
conciencia de un origen comn, pudieron permanecer compactos, en un tiempo en que la
cohesin era grandemente necesaria para mantener la integridad del grupo y defenderlo de
ajenos ataques. De suerte que, si por una parte la ley y la autoridad impidieron el libre juego de
las actividades individuales, ponindole cortapisas, por otra parte favorecieron con estas trabas
el inters comn.

En los grupos compuestos, por el contrario, las rdenes venidas de arriba, las leyes, como
mandatos del superior, empiezan a tener existencia desde luego, puesto que con ellas se
asegura la prepotencia y la explotacin parasitaria de los dominadores sobre los dominados
81
;
son, por consecuencia, desde un principio, armas de que se sirven los vencedores para
asegurar su dominio, y no tienen ms fin que procurar el beneficio de los menos a costa de los
ms. Pero, andando el tiempo, los vencidos entablan entre s y con los vencedores una multitud
de relaciones nuevas, productoras de sinnmero de costumbres; y estas costumbres no se
considera que vienen de lo alto, por concesin graciosa, sino ms bien se juzga que son
originadas en las luchas diarias de la vida; y por otra parte, aunque se mueven fuera del orden
legal, no son reputadas como contrarias a ste, sino, al contrario, armnicas y congruentes con
l y como necesitadas de que el mismo orden legal las proteja, para que nadie, ni aun las
autoridades, pueda desconocerlas o violarlas. Las disposiciones legales que entonces llegan a
darse con este fin son una conquista de la conciencia popular, un instrumento de igualdad
jurdica y una garanta de libertad para los ciudadanos oprimidos.


81
Consltese Vaccaro, La lotta per lesistenza e i soui effetti nellumanit, 3 ed., Turn, 1902, Saggi critici di
sociologia e di criminologa, Turn, 1903, primera parte, y Genesi e funzione delle leggi penati, Roma, 1889.
Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

33
De todo lo cual resulta que, en la evolucin social, ni siempre se produce el derecho de la
manera espontnea, tranquila, irreflexiva, exenta de trabajo y de combate, como pretenda la
escuela histrica y, sobre todo, sus dos ms ilustres representantes, Savigny y Puchta, ni
tampoco es siempre acertado el punto de vista de Ihering, cuando afirma que todo derecho en
el mundo ha tenido que ser adquirido por la lucha, que la paz es el trmino del derecho, y la
lucha el medio para alcanzarlos, etc.
82
Los dos criterios son verdaderos, aunque slo
parcialmente, para ciertos casos; por eso hay precisin de combinarlos y completar cada uno de
ellos con el otro.

En las sociedades salidas de la infancia y en todas las que se llaman civilizadas o adultas, las
funciones de la autoridad y de la ley son, lo mismo que en los orgenes, unas veces y para
algunos beneficiosas, y otras veces y para otros perjudiciales. Adems, las mismas leyes y
autoridades que comienzan por ayudar grandemente al progreso concluyen por retardarlo o
entorpecerlo; y viceversa, aquellas cuya creacin o establecimiento signific un paso atrs, un
medio de opresin, y por eso fueron recibidas hostilmente, acaban por convertirse en factores
de adelantamiento social y en escudo de las libertades de los ciudadanos.

Haremos algunas observaciones sobre estos varios casos.

25. La justicia, desde el punto de vista de cada uno. Es frecuente invocar, como
fundamento de las leyes, principios de racionalidad y de justicia absolutas; y los ciudadanos
claman por que aqulla traduzcan los principios referidos, y hasta pueden llegar a figurarse que
los traducen, en efecto. Sin embargo, mirando un poco detenidamente, se convence uno de que
las leyes no son sino un simple fenmeno social, que, como todos, representa la resultante del
encuentro de sinnmero de fuerzas. En todo Estado existen siempre multitud de elementos
(castas, clases, rdenes, gremios, agrupaciones religiosas, polticas, industriales, mercantiles,
etc., etc.), cada uno de los cuales persigue un particular inters
83
. En torno de este inters se
rene cierto nmero de individuos, constituyendo una entidad independiente, algo as como un
Estado dentro de otro Estado.

Estos distintos elementos, lejos de estimar como solidarios sus respectivos intereses, y de
juzgar, por tanto, que buscando el bien de los dems, labran el suyo propio, se guan por una
concepcin torpemente egosta de su conveniencia, y se figuran que sta no puede menos de
hallarse en oposicin con la conveniencia de los individuos pertenecientes a otras
agrupaciones. Y, claro es: colocados los unos en un punto de vista diferente del de los otros,
cada cual tiene forzosamente que representarse la adecuacin de los seres y de los actos para
los fines que persigue, o sea la justicia, de modo diverso que los dems. De donde se origina
una lucha implacable e incesante de intereses, que da por resultado, como toda lucha, el
predominio del elemento ms fuerte, o, dicho con ms exactitud, del que mejor ha sabido
aprovecharse de las armas que tena a su disposicin para vencer a los adversarios. El
vencedor se constituye entonces en legislador e impone su voluntad a los vencidos en forma de
ley. Esta representa, sin duda, la justicia, la adecuacin; pero una justicia o adecuacin relativa
al punto de vista, al criterio de los dominadores; en modo alguno una justicia o adecuacin
relativa al punto de vista de todos, dominantes y dominados, o sea una justicia racional y
absoluta.

82
Ihering, La lucha por el derecho, trad. esp., de Posada Madrid, 1881, pp. 2 y sigs.
83
Por diferentes que sean estos grupos, siempre les une o les separa un inters especial, y la diversidad de estos
intereses es lo que hace variar su carcter: consaguinidad vecindad, lenguaje, religin, posesin de bienes, empresas
ejecutadas en comn, expediciones militares o navales, defensa de los privilegios o lucha contra los privilegios, etc.
Los intereses semejantes son los lazos que unen a cada especie de estos grupos contra los otros grupos que se
denominan entonces, segn las circunstancias, tribus, pueblos, naciones, clases, partidos polticos, y que son los
actores de las luchas cuyo relato constituye la historia (L. Gumplowiez. Actions en phenomnes, p. 7). Idntica idea
se encuentra desarrollada en todas las obras sociolgicas y polticas del autor.
Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

34
Lo que ocurre es lo que, erigiendo cada uno un criterio general, en principio aplicable a todos, lo
que no es sino su criterio particularsimo y privativo, se constituye por s mismo en rgano y
definidor de lo justo en s. Los vencedores piensan y dicen que la ley que ellos han dado
responde a las exigencias de la justicia racional y absoluta, y que es, como sta, inmutable,
infalible, inexpugnable, por lo que se persigue y castiga con criminales a los que realicen o
intenten realizar actos que puedan considerarse como atentatorios contra la misma. Al
contrario, los vencidos juzgan, por su parte, que la ley es para ellos un instrumento de opresin,
puesto que no protege ms que los intereses estrechos de la clase explotadora, y claman, por
consecuencia, en nombre de la justicia absoluta y eterna, contra las irritantes injusticias que la
ley ampara y que en su nombre cometen los poderes encargados de aplicarla.
84


26. Rectificacin de criterio. Una comparacin. La situacin legal creada es, pues, una
situacin beneficiosa para los elementos sociales (al menos, ellos as lo estiman) que han
conseguido imponerse a los dems; pero es una situacin violenta, opresora, para aquellos
otros que han quedado vencidos. Estos ltimos, sin embargo, se van poco a poco amoldando a
ella; los razonamientos que con la misma tienen, son cada vez menos fuertes y sirven para ir
limando las asperezas primitivas, hasta hacerlas desaparecer del todo; la necesidad del empleo
de la fuerza por parte de los vencedores se va haciendo cada vez menor, porque los vencidos,
que en un principio se rebelaban contra el cumplimiento de la ley, han ido habitundose al yugo
de sta, y aun persuadindose de que les sirve de amparo y proteccin; con lo que acaban por
reputarla como condicin indispensable para la vida, que sera imposible sin ella.
85


Aun cuando de pasada, podemos decir que este fenmeno es muy general en todas las
manifestaciones de la vida. Los agricultores, v. g., suelen ligar las plantas y los rboles de mil
maneras impidindoles desarrollarse espontneamente y coartando, por lo tanto, su libertad.
Pero las plantas y los rboles se van doblegando insensiblemente al nuevo estado, se van
habituando al mismo y se connaturalizan con l, hasta el punto de que, pasado algn tiempo,
pueden romperse las ligaduras, sin temor a que desaparezca el resultado que con ellas se
persegua. La unin, pues, en sus comienzos forzada, se ha llegado a consolidar con el tiempo,
y lo que en un principio fue actividad cohibida, impuesta violentamente desde afuera, se ha
convertido ahora ya en actividad libre, exenta de toda traba, por su especial (nueva) manera de
ser. Exactamente lo mismo sucede con los animales: fieros en un principio, huyen del hombre
como de unos de sus mayores enemigos, pero cuando el hombre se apodera de ellos y los
somete por la fuerza a su servicio, concluyen por domesticarse, por ver en el hombre que les
subyuga en protector, por encontrar aceptable esa sumisin, y hasta por buscarla, viviendo en
ella como en su propio elemento. Y lo mismo ocurre tambin con los hombres, los cuales se
adaptan con facilidad al ambiente de sumisin y de explotacin en que se les coloca, y aun
llegan a considerarlo como el nico que les conviene. La inmensa mayora de los esclavos de
todas las pocas son quienes menos veces y con menos fuerza han protestado contra la
injusticia de su situacin, porque, viviendo en medio de ella, han sido los que menos echaban
de ver la posibilidad y necesidad de respirar en otros horizontes. Y todos, aunque unos ms
rpidamente que otros, nos acomodamos, so pena de sucumbir, a la nueva atmsfera de leyes,
instituciones, etc., en que se nos coloca; y despus de haberla calificado de injusticia
(inadecuada, no conveniente), y de repugnarnos grandemente su injusticia, concluimos por

84
De lo que se acaba de decir, no hay necesidad de presentar pruebas concretas; donde quiera que una vuelva la
vista, las hallar en gran abundancia. Sobre la relatividad de nuestros criterios de justicia y sobre las causas de tal
relatividad, pueden verse mis libros El derecho y sus sacerdotes, de prxima publicacin, cap. III de la primera parte,
y Bases para un nuevo derecho penal, volumen XXIII de esta biblioteca de Manuales Gallach cap. I, y
Postscriptum.
85
Vase las observaciones que, desde otro punto de vista, hace Haurion, El progreso como forma del bien, en La
riforma sociale, t. V. 1896, p. 163, y sigs. De este modo, la ley, no slo es, para los que estn sometidos a ella,
objeto de temor, sino tambin de veneracin y respeto, por cuanto, al intimidar a los dems, y no slo a nosotros, nos
asegurar el goce de ciertos bienes contra las posibles acometidas de los dems coasociados. (Cf. R. Langelborg. La
nature de la morale, en la Revue internationale de sociologie, t. XI, 1908, p. 380).
Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

35
confesar que no es sta tan grande como primeramente habamos credo, y que, con un poco
de flexibilidad, puede hacerse, aun con ella bastante llevadera la vida.
86


27. Nueva forma de coaccin. De esta manera, la coaccin se ha convertido, de exterior en
interior, de mecnica en psquica, y de garanta de obediencia y cumplimiento de la ley no est
ya principalmente en el temor al castigo y a la prepotencia de las autoridades, sino en la
adhesin espontnea del sujeto
87
, el cual entiende que tal cumplimiento le es a l mismo
beneficioso, y no perjudicial, como antes crea. Un tirano o una asamblea -dice Tarde
88
-
promulgan una ley con un fin poltico. Esta ley precepta, por ejemplo, que los fundos dotales
sean inalienables. En los primeros tiempos, los ciudadanos obedecen por deber, y la ley
produce un sentimiento de disgusto, como una prohibicin no demandada ni prevista; se le
respeta, porque tiene un presente en su mente la autoridad del legislador que la ha hecho. La
ley posee, por tanto, dos caracteres: es, ms o menos, causa de dolor o de temor, y representa
la manifestacin de una voluntad exterior a aquel que obedece. Sin embargo, si esta ley dura
mucho tiempo a medida que las generaciones se suceden, va perdiendo los dos caracteres
dichos: se le cumple por hbito, o por gusto, y al propio tiempo, el que la obedece, la ha
convertido en cosa suya, porque la ha recibido de sus antepasados como una herencia familiar,
como un patrimonio nacional. En este caso, la ley es considerada como un derecho, es decir,
como una garanta, y no como una orden del soberano.

De manera, que en este proceso, lo que en un principio es hijo de la violencia, viene a
convertirse luego en voluntario; y lo voluntario, producto de la deliberacin y del clculo ms o
menos reflexivos, se cambia despus en sumisin determinada por el ejercicio repetido, casi
automtico, de unas mismas acciones, o sea por el hbito; de la obediencia guiada por la
inteligencia y la reflexin, se pasa a la obediencia impulsada por el afecto, el sentimiento, el
instinto.
89


Bien miradas las cosas, los individuos a quienes se les ha impuesto la ligadura de la ley,
pierden seguramente en libertad e independencia; pero en libertad e independencia que
podremos llamar salvajes; en cambio, ganan en libertad e independencia sociales, supuesto
que la limitacin les produce muchos beneficios, de los cuales no podran gozar de otro modo;

86
Vase tambin acerca de este particular, Novicow, Les luttes entre les socits humaines et leurs phases
successives, Pars, 1893, lib. II, cap. I, pp. 60-63.
87
Aparte de la irresistible impulsin orgnica del sujeto, y la cual, lo mismo puede provenir de los hbitos adquiridos
por ste, que de los adquiridos por sus progenitores y transmitidos a l mediante la herencia. (V. el citado artculo de
R. Lagelborg, pp. 375, 379, 385, 389 y otras).
88
Logique sociale, p. 111, citado por Novicow, Coscienza e volunt sociali, trad. ital. Palermo, 1898, p. 136.
89
Con lo cual nos limitamos a consignar un hecho; en manera alguna a resolver el grave problema -que ahora
discutimos- sobre si el obrar el bien por instinto o no por hbito, ser bueno y virtuoso por necesidad orgnica,
automticamente es mejor y preferible a practicarlo y ser virtuoso por reflexin Novicow, por ejemplo, para quien el
progreso consiste en aumentar el horizonte de la conducta maquinal e instintiva, porque con ello se adquiere mucha
mayor celeridad en el obrar que la otra manera, optar por lo primero (les luttes, etc.); Guyau, por el contrario,
preferira lo segundo, ya que, segn l (Esquisse dune morale sans obligation ni santion, Pars, 1885), el progreso
humano y moral consiste en disolver los instintos y convertir todos los actos en racionales, en actos hijos de la
reflexin y del juicio deliberado. El Sr. Costa creo que se inclina del lado de la primera solucin; a lo menos as
parece desprenderse de su teora acerca del hbito (en el libro Teora del hecho jurdico). Y en favor de ella se
pronuncia resueltamente M. Buisson, profesor de Pedagoga, en la Sorbona, en su hermossima leccin de clausura
del curso de 1898-99 (publicada en el Boletn de la Institucin libre de enseanza, de Madrid, nms. de 30
septiembre y 31 de octubre, 1898), donde junto con otras muchas cosas admirables, dice lo siguiente: El hbito de
la virtud es el trmino a donde van a consolidarse los actos aislados de la virtud. La moralidad sin esfuerzo es dos
veces virtud, precisamente, porque nos eleva hasta el punto de que no nos vemos ya tentados a admirarnos por haber
cumplido sencillamente nuestro deber. Estamos ms cerca de la verdad ltima de las cosas y de la justa evaluacin
del verdadero mrito y de la verdadera dignidad, cuando, despus de haber obrado bien, decimos con toda sinceridad.
Lo que yo hago es la cosa ms natural del mundo, que cuando decimos, a nuestro pesar: Es hermoso lo que acabo
de hacer.
Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

36
beneficios procedentes de la solidaridad y la cooperacin forzosa en que los asociados viven
90
.
Difcil es decir que hubiera sido mejor en absoluto: si continuar con la situacin ex lege, donde
cada cual no conoca ms regla de conducta que su discrecin o su fuerza, y dejar que la
evolucin hubiese seguido, por decirlo as, su curso natural, o haber dado origen con la ley a
otro estado de cosas en el que se ha introducido como factor social la obra interesada y egosta
del hombre.
91


28. Efectos no previstos. Mutualismo. Hay tambin que advertir otra cosa respecto del valor
y funcin de la ley para dominadores y dominados, y es la intervencin, aqu como doquiera, de
elementos con los cuales no se cuenta en el instante de obrar. La inteligencia del hombre es
an tan limitada y pobre, y su conocimiento del mundo y de las energas que en l juegan tan
escaso, que apenas si puede prever algunos de los ms inmediatos resultados que sus
acciones han de producir. La previsin de gran parte de los efectos de su conducta,
singularmente de los efectos un tanto remotos, y mucho ms de los ms remotos, le est casi
por completo vedada. Se obra, y no se sabe cules van a ser a la larga las consecuencias del
propio obrar. Si los factores que intervienen en la vida fueran pocos, y su accin se manifestara
de un modo constante y uniforme, no sera muy difcil calcular lo porvenir, y por lo tanto dirigirlo.
Por tales factores, principalmente los de la evolucin social, son innumerables, y sus
combinaciones y cruzamientos, infinitos; cuando cree una que ha tomado todas las medidas
necesarias para producir o estorbar un acontecimiento determinado, se interpone una o varias
causas, con cuya existencia o posibilidad no haba contado, y trastorna todos sus proyectos.

Lo mismo le sucede tambin al legislador. Por ms que l, al dar sus preceptos, persiga tales o
cuales fines v. g., asegurar la dominacin de una clase social sobre las otras, como no le es
dado precaver todas las eventualidades futuras, se encuentra a lo mejor con que las leyes que
ha dado producen efectos enteramente distintos, y hasta quiz opuestos, a los que no buscaba.
An la ms tirnica de las leyes, no puede menos de originar algn resultado til para aquellos
contra los cuales se ha dado. Adems, es imposible que un estado social cualquiera est
dispuesto de tal suerte, que todas, absolutamente todas las condiciones que lo constituyen sean
beneficiosas para una parte de la poblacin y perjudiciales para las otras. Si as fuera, la vida se
hara imposible para estas ltimas. Acontece ms bien que los dominadores disponen las cosas
en provecho exclusivo suyo, hasta donde les es posible, o sea dentro de cierto lmite; pero,
fuera de ste, hacen a los dominados ciertas concesiones, que son otras tantas trabas que se
imponen ellos mismos, los dominadores, a su actividad. Y esto, llevados de su propio egosmo,
no de generosidad. La relacin parasitaria jams puede ser tan completa, que el parsito haga
imposible bajo todos los respectos la vida de la vctima; si as sucediese, el parsito resultara
perdiendo; por eso le conviene dejar cierta amplitud, cierta esfera de movimiento libre a la
vctima, y aun protegerla para poderla explotar mejor.
92
De este modo, el parasitismo puro,

90
Vase lo que, respecto de ese punto dice Burgess, Ciencia poltico y derecho constitucional comparado, trad. esp.,
sin a., Madrid, t. I, pp. 74 y sigs., 79 y sigs.
91
Ya hemos indicado que las cosas, los actos, las situaciones, no son buenos ni malos, mejores ni peores, adelantados
ni atrasados en s mismos, esto es, para todos y siempre: lo son tan slo para algunos, en ciertos casos y desde ciertos
puntos de vista. Las condiciones de la vida social actual, resultado de una infinidad de causas, que han encauzado la
evolucin en un sentido dado, son buenas o malas, civilizadas o incultas, segn cmo y por quin se juzguen; pero
podr decir nadie que son absolutamente buenas o malas para todo y para todos, sin que haya otras posiblemente
mejores o peores; y que s la evolucin social hubiera marchado -como ha podido muy bien marchar- por derroteros
diferentes de los que ha seguido, estaramos mejor o peor de lo que estamos? Por ejemplo: fueron un bien o un mal
para Espaa la conquista romana, la invasin mora, el reinado de los Reyes Catlicos? Si no hubieran ocurrido estos
hechos, qu sera hoy Espaa? Sera nacin independiente, o no? Viviramos los espaoles en condiciones sociales
ms favorables, o ms desfavorables que las actuales?
92
Cuanto ms inteligentes y avisados son los parsitos tanto mejor tratan, por propio inters y conveniencia, a sus
vctimas. Los agricultores, los ganaderos, los dueos de esclavos, los grandes empresarios industriales, etc., han ido
percatndose poco a poco de que ganan ellos tanto ms, cuanto mejor se conducen con sus vctimas o sometidos. Por
ejemplo, mientras los contratistas o patronos miopes piensan que su inters les aconseja pagar cortos salarios a los
Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

37
unilateral, en donde la vctima no recibe equivalente alguno del parsito a cambio del beneficio
que ste obtiene de ella, se convierte en mutualismo, en simbiosis, o sea en parasitismo
recproco, bilateral, de servicios mutuos. La mutualidad es un principio muy desigual, porque el
dominante recibe mucho y entrega poco; ms con el tiempo se va consiguiendo la equivalencia.
Y entonces, ya puede decirse que las leyes, las cuales comenzaron por ser un instrumento de
desigualdad, de prepotencia y de tirana, y slo defendan los intereses egostas de unos
cuantos, han venido a ponerse al servicio de los intereses generales, de los intereses de todos
o del mayor nmero, y a convertirse en escudo de la justicia y de la desigualdad (relativas).




CAPTULO SEXTO



SERVICIO DE LAS LEYES Y LAS AUTORIDADES


29. La autoridad, como derecho y como funcin. De la originaria relacin de prepotencia
engendrada por la lucha, y que es sencillamente una relacin de hecho, sin ms base que la
fuerza bruta, surge lentamente la idea de la relacin jurdica de autoridad. El hbito de ver
durante mucho tiempo dispuestas las cosas de cierto modo, y de vivir dentro de una situacin
real determinada, hace que olvide poco a poco la manera como esta situacin se produjo y que
le haya considerado cada vez como menos violenta y dura. Por otra parte, los beneficios que
todos, unos ms y otros menos, obtienen de ella, la van purgando de su ilegitimidad de origen y
convirtindola en legtima
93
: pues aun los oprimidos temen perder aquellos beneficios, si la
nueva situacin fuese derrocada. El simple hecho de hallarse unos individuos en posicin
preeminente respecto de otros y de poderes mandar, se torna en un derecho, y como tal lo
reclaman los primeros y lo reconocen los segundos.

La autoridad, pues, es un derecho del que la ejerce y se halla establecida en su exclusivo
beneficio. En sus comienzos, el poder del padre sobre los hijos, del marido sobre la mujer, del
seor sobre los esclavos, del patrono sobre los clientes o devotos, del jefe o caudillo sobre
sus sbditos, del seor feudal sobre los vasallos, del amo sobre los criados es
exclusivamente un derecho, un dominio
94
que corresponde a la persona que lo ejerce, y a

obreros, los patronos estudiosos y observadores saben a estas horas que, por el contrario, los beneficios que obtienen
en sus empresas son mayores cuando los salarios son elevados y los operarios pueden alimentarse bien, porque
entonces desarrollan mayor fuerza de trabajo que cuando estn extenuados y anmicos. Igual sucede con la duracin
de la jornada: las muy largas, sobre favorecer los accidentes, en las horas ltimas sobre todo, cuando los obreros
estn ya rendidos, no son precisamente las de mayores resultados en la produccin. En todas las cosas hay un lmite,
que no se debe forzar. Ahora bien: la vida social toda, desde sus manifestaciones ms humildes hasta las ms
excelsas, puede ser quiz considerada como un inmenso teatro de relaciones parasitarias (cambio de servicios), en
cuanto todos los individuos vivimos en comunin ms o menos ntima con los otros y del producto del trabajo de los
otros; lo que debe procurarse -y en esto consiste el progreso social, mirado por una de sus fases- es encontrar el
modo de explotar al prjimo (utilizar sus servicios) con la mayor ventaja posible para l y para todos, o, lo que es lo
mismo, encontrar la forma ms adecuada de cooperacin social.
93
En esto se apoyan precisamente algunos para justificar la prescripcin de la soberana (y aun la prescripcin de los
dems derechos) por parte de sus detentadores que gobiernan bien. Considerando la soberana como una cualquiera,
susceptibles de apropiacin particular y de adquirirse y perderse por los mismos modos como adquiere y pierde la
propiedad de las cosas segn el derecho civil calcado sobre el romano (ocupacin, tradicin, donacin, herencia,
etc.), dicen que la simple posesin de hechos puede convertirse en posesin de derechos y en propiedad jurdica por
el transcurso del tiempo y el ejercicio racional y justo de la soberana detentada.
94
Por eso se llama dominus, seor, al que lo tiene, y a su potestad, potestad dominical, o potestad en general.
Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

38
cambio del cual no tiene deber alguno frente a los individuos sobre quienes lo ejerce. La
prctica o ejercicios de tales derechos no reconoca ms trabas que la voluntad discrecional de
su poseedor.

Pero no tarda en aparecer la idea, si bien muy dbil y confusa, de que la autoridad, al propio
tiempo que favorece a aquel que la tiene en sus manos, favorece tambin algo a los mismos
sobre quienes pesa; y entonces, al concepto de la autoridad como puro derecho, empieza a
acompaar el concepto de la autoridad como deber y funcin, lo cual hace que nazcan, una tras
otra, multitud de limitaciones al ejercicio de la misma. La patria potestad, la manus, la potestad
de los reyes y de sus delegados, todas las manifestaciones de la autoridad, comienzan a
revestir cierto carcter de tutela respecto de los dbiles y necesitados, y por lo tanto, a
ofrecerse como derecho de estos ltimos.

El doble carcter de derechos y obligacin, de dominio y de tutela, predominando, ora el
primero, ora el segundo, lo ha venido teniendo durante toda la historia la autoridad; y ste es,
puede decirse, el estado en que hoy nos hallamos, con tendencia a proseguir la evolucin en el
sentido de ampliar el horizonte de la idea de autoridad como funcin y deber, como
complemento de la personalidad
95
del sbdito, y reducir, en cambio, el horizonte de la idea de
autoridad como derecho.

Por ser as, o sea porque la autoridad se viene considerando cada da ms clara y
resueltamente como funcin y deber, y no como derecho del que la ejerce, es por lo que a todos
cuantos desempean alguna misin en el Estado, desde el monarca hasta el ltimo empleado,
se les llama frecuentemente funcionarios y servidores de la comunidad. Por eso mismo es
por lo que se pide que las autoridades busquen el bienestar comn, y no el suyo propio; por lo
que se establecen cada vez mayores limitaciones legales al ejercicio de todos los poderes; por
lo que se hace uso del derecho de resistencia, de protesta, de manifestacin contra las leyes
que se reputan injustas (contrarias al procomn) y contra las rdenes arbitrarias de toda clase
de autoridades; por lo que todo el mundo, que se cree dbil o atropellado injustamente, pide a
los poderes proteccin para su debilidad o contra el atropello.

30. Resultados tiles de la ley y de la autoridad. Solamente su carcter de funcin tutelar,
es lo que justifica la existencia de la autoridad y de la ley y lo que las mantiene. Es cierto que
una y otra no suelen perseguir, como se ha dicho, ms que la utilidad de los dominadores; pero
tambin lo que con ellas se logra, aun sin pretenderlo, la utilidad de los dominados.

Hasta el presente, han sido los hombres, y aun lo son, tan poco inteligentes, su mirada
intelectual alcanza tan reducido horizonte, que apenas son capaces de ver las relaciones que
guardan entre s las cosas que tienen ms encima, no percibiendo con claridad, y a menudo, ni
aun columbrando siquiera, las que ligan a las cosas ya un tanto alejadas. Por eso, la vida social
es, en grandsima parte, un producto del azar, de lo imprevisto. El mvil del obrar de cada
individuo es, de ordinario, el egosmo; pero un egosmo estrecho, que se basa en la
contradiccin entre el inters propio y el ajeno, no un egosmo amplio, que se apoya en la
compenetracin y armona de todos los intereses. De aqu que, si no hubiera alguien que
pusiera coto a los egosmos particulares y forzara a la cooperacin, la vida social sera en
muchos casos una lucha constante, un bellum omnium contra omnes, como sucede en muchas
agrupaciones primitivas y salvajes, de tribu a tribu. Ahora, precisamente la ley y la autoridad son
las que cumplen el cometido de aglutinantes, las que producen la cohesin social, imponiendo
forzosamente la cooperacin de todos para el bien comn
96
.

95
Este fue, desde un principio, en Roma, el sentido de la autoridad de los tutores: los cuales autorizaban esto es,
aumentaban (augere, auctor), completaban con su potestad la incompleta personalidad del pupilo.
96
Esta misin, se la atribuyen algunos, como, por ejemplo, Benjamn Kidd (La evolucin social, trad. esp.), a la
religin. Pero la religin, considerada desde este punto de vista, no viene a ser otra cosa sino una serie de preceptos o
Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

39
Aun cuando los que tienen en sus manos el poder no se propongan ejercitarlo sino en provecho
exclusivo suyo, vienen a producir, quieran o no quieran, un beneficio general
97
. Los ejemplos
que podramos poner en corroboracin de lo que se dice son muchos. Sean, v. g., los
impuestos. Es indudable que una parte muy considerable de los mismos se invierte, en los
Estados modernos, como se ha invertido en los Estados antiguos, en la satisfaccin de las
necesidades personales y privativas de los que mandan, en sus caprichos egostas. Esta parte
de impuestos ha estado y est en razn directa del grado de prepotencia y despotismo
dominantes, del antagonismo entre los varios elementos y clases sociales, de la idea de que el
Estado es una cosa de la propiedad de aquel o aquellos que se hallan al frente del mismo
98
, y
en razn inversa del desarrollo mental humano, de la civilizacin, de la conciencia de la
solidaridad y, consiguientemente, de la cooperacin realizada de un modo voluntario por los
individuos.

Pero otra parte de los impuestos, mnima en un principio, mayor despus, se ha aplicado y se
aplica a la satisfaccin de las necesidades colectivas. Como en compensacin del tributo que
los sometidos pagan, van con el tiempo obteniendo, de aquel o aquellos que lo reciben, alguna
proteccin, la cual, habiendo comenzado por tener el carcter de graciosa, concluye por revestir
el de obligatoria. De otro lado, los mismos que reclaman los impuestos, para dar a stos alguna
apariencia de justificacin y constreir a su pago a los resistentes y pertinaces, pretextan
destinar tales impuestos a servicios pblicos
99
, con lo cual sealan el verdadero camino por

reglas impuestas autoritariamente al individuo, quien comienza (tal es la idea de Kidd) por no comprenderlas de
modo racional, y precisamente de esta su no comprensin y explicacin racional derivan su fuerza. La expresada en
el texto es la concepcin corriente del derecho, el Estado, la autoridad y su respectiva misin; la concepcin que ha
defendido toda la escuela llamada del derecho natural y del pacto, desde Grocio hasta Kant y sus continuadores; la
misma que profesaba Ihering (V. sobre todo su libro El fin en el derecho, t. I, trad. esp. Madrid, sin a (1901),
especialmente los parr. 10-15) y que profesan actualmente Spencer, la mayora de los positivistas modernos, los
partidarios del individualismo, y en general casi todos los escritores de materias jurdicas y sociales. Para ellos, el
derecho, cuya nica, expresin suele ser la ley y cuyos nicos rganos son los poderes o autoridades que la dan y la
hacen cumplir, es una fuerza meramente exterior, negativa, coactiva, que impide la lucha entre los individuos y la
intromisin de unos en la esfera de accin de otros, haciendo posible de este modo la coexistencia social. Pero a
estos autores les ocurre lo que no deja de ser frecuentemente en otras muchas cosas, a saber: que hacen consistir toda
la esencia del derecho en aquello que no es sino un aspecto del mismo y un momento de su formacin. (V. mis
Problemas de derecho penal, caps. I, II y III, y mi libro titulado El derecho y sus sacerdotes).
97
Vase las observaciones que hace sobre esto Novocow, en su citado libro Les luttes, etc., lib. III, cap. VII, II,
pginas 405 y sigs.
98
No hablemos del tiempo en que los monarcas, sobre ser seores de las vidas y haciendas de sus sbditos,
individualmente considerados, igual que lo era el amo de sus esclavos, se estimaban dueos de todo el territorio que
gobernaban, el cual repartan entre sus hijos o entre otras personas, por herencia, donacin, dote, etc., y tenan
convertidas las funciones pblicas en objetos pertenecientes a su patrimonio, vendindolas como otra cosa
cualquiera, o haciendo merced de ellas a sus protegidos. Hoy mismo, en pleno reinado constitucional, cuando no se
busca ms, segn se dice, que el triunfo de la igualdad, de la justicia, de la ley, y el bien pblico, los gobernantes no
suelen proceder de otro modo que se proceda en las pocas de absolutismo y gobierno personal: los partidos luchan
sencillamente por conseguir el poder como objeto de explotacin, y cuando lo han alcanzado, lanzan de su puesto a
los funcionarios que no les son adictos (o a muchos de ellos), colocan a los suyos, reparten credenciales entre
aquellas personas a quienes deben o de quien esperan algn favor, crean nuevas plazas para los amigos; en una
palabra, se apoderan del presupuesto y se reparten bonitamente las cantidades consignadas como ingresos en l,
importndoseles nada del bienestar pblico, tras de cuyo nombre se escudan, a veces, sin embargo, para realizar sus
polacadas. Los cargos pblicos fueron un tiempo oficios enajenados de los ministros, y los impuestos son ahora,
podemos decir, derechos de estos ltimos, como otras veces fueron derechos de los reyes y de los seores feudales.
99
Aun los rasgos que ocasiona el mantenimiento del boato y esplendor externo de los que ejercen alguna autoridad
(monarcas, obispos, ministros, etc.), se dice que son gastos empleados en inters general, porque sin eso la autoridad
no se presentara a los ojos de las multitudes rodeada de todo el prestigio que debe, para hacerse respetable. Esto, que
hasta cierto punto es exacto, denuncia bien a las claras que aun estamos en los comienzos de la civilizacin, supuesto
que nos fijamos, ms que en la sustancia de las cosas, en sus apariencias exteriores, en el ritualismo, que es lo que
acontece en todo pueblo primitivo; veneramos el smbolo (la toga, los uniformes, las cruces, el aparato
mayesttico), no lo simbolizado y atribuimos el carcter de utilidad comn a gastos que, lejos de producir ninguna,
Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

40
donde se debe marchar, sobreponiendo la conveniencia general a la individual, o, mejor dicho,
buscando esta ltima como resultado de aqulla.

Y aqu est uno de los innegables beneficios que las leyes y las autoridades, o lo que es lo
mismo la coaccin, producen. Sin salir de esta materia de los impuestos, tenemos que los
individuos, a causa precisamente de su escaso desarrollo psquico, de su poca aptitud para
remontarse a concepciones generales y de su limitadsima penetracin para leer en lo porvenir,
calculando por anticipado el curso de los acontecimientos, no se desprenden con gusto de una
parte de sus haberes, aunque se les diga que, a cambio de ella, recibirn despus, y por muy
varios conductos, cien veces ms de lo que han dado. Como no ven la realizacin inmediata de
esas promesas, no creen en ellas. Por eso, siempre que pueden, se excusan, niegan o eluden,
hasta dolosamente, el pago de las cuotas que les corresponden. Las que con menos
repugnancia satisfacen, son aquellas que se, destinan a servicios cuya utilidad pueden tocar
con las manos, y pronto: v. g., las dedicadas a construccin de caminos y dems obras
pblicas.
100
Si se les dejase en completa libertad, pagaran probablemente estas cuotas y se
abstendran de satisfacer todas las dems consagradas a fines de moralidad, de educacin, de
beneficencia y semejantes; es decir, a fines cuyos efectos tiles no pueden palpar, a lo menos
de una manera directa e inmediata. Recurdese, por ejemplo, la tenaz oposicin que se hace
entre nosotros constantemente a aumentar las partidas del presupuesto de instruccin pblica,
la que se hizo en su da a la creacin del Instituto del Trabajo, etc.

31. Trnsito al cumplimiento voluntario de lo primeramente impuesto. De no haber leyes
ni autoridades que, aun cuando por mviles en gran parte egostas, obligasen a los individuos a
hacer aquello que de su grado no hacen, los fines referidos quedaran sin cumplir, y todos los
asociados perderan con ello, empezando por los mismos a quienes se compele y cuya libertad
(salvaje) sufre limitaciones. Por el contrario, gracias a la autoridad y a la ley, los asociados
practican, aun cuando sea a su pesar, aquello mismo que les favorece, y pagan las cuotas
destinadas a gastos que ellos estiman intiles: hasta que, andando el tiempo, se percatan de
que estn obteniendo ciertos servicios provechosos, procedentes de las cuotas referidas.
Entonces ya, estas ltimas pasan a la categora de impuestos pagados voluntariamente, por
convencimiento ntimo de su bondad: convencimiento reforzado por el hbito que la misma
imposicin coercitiva que ha pesado largo tiempo sobre los individuos ha engendrado en stos.
En tal caso, la misin de la ley y de la autoridad puede decirse ya cumplida en cuanto al
particular de que se trate, y no habra inconveniente alguno en hacerlas desaparecer, con el
propsito de hacerlas servir a otros fines tutelares que fuesen surgiendo de nuevo.


son perfectamente nocivos. Con todo, el pretexto que se alega para justificar la percepcin de los impuestos referidos
en un signo de cambio, y aun de progreso, si se quiere; un signo que denota que la forma de la coaccin empleada
para tener sometidos a los individuos ha perdido su carcter de violenta, para revestir la apariencia de racional, y por
lo tanto, ha dejado de ser coaccin fsica para convertirse en psquica. Y este cambio representa, segn Ferrero
(LEuropa giovane, Miln, 1897, pp. 393-94) -que acaso no vaya descaminado-, un grande progreso intelectual,
pero tambin y sobre todo un enorme progreso moral. El obrero se encamina hoy al taller o a la fbrica a ser
explotado, sin que nadie le constria a ello, cual ocurra con el esclavo antiguo, por medio de la fuerza bruta, porque
se presenta ante l el dilema de, o morirse de hambre, o de trabajar para un patrono; y esta situacin de cosas, aun
cuando sea en s misma poco laudable, sin embargo, representa una inmensa fortuna para todos, porque implica una
dulcificacin general de costumbres, que aprovecha a los mismos explotadores
100
Donde se ve con perfecta claridad este fenmeno es en la vida municipal, pero lo mismo, exactamente, que en
ella, ocurre en la nacional. Los vecinos contribuyen en buen grado con prestaciones personales o pecuniarias, cuando
se trata del fomento de los intereses llamados materiales de la localidad (arreglo de calles y caminos, polica
urbana, paseos, jardines, arbolado, alcantarillado, etc.), y nada tienen que oponer a que la casi totalidad del
presupuesto municipal se destine a servicios de este gnero; en cambio, tienen por superfluo e intil todo gasto que
tienda a favorecer los intereses morales y a preparar un ambiente social ms sano que el de hoy a las generaciones
de maana (establecimientos e instituciones de proteccin a los nios, a los necesitados, a los dbiles, a los
oprimidos, a los delincuentes
Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

41
32. Otro ejemplo. Las reflexiones que acabamos de hacer, por lo que a los impuestos se
refiere, son perfectsimamente aplicables a otra infinidad de asuntos; y como este aspecto de la
cuestin ofrece no poca trascendencia, y de su estudio pueden sacar los gobernantes grandes
y muy tiles enseanzas, conviene que nos detengamos ms en l, explicndolo por medio de
ejemplos.

El Estado oficial tiene que tomar a cargo suyo la materia de higiene, en tanto no sean limpios e
higinicos los individuos, y aun cuando stos protesten. Llegan a tal punto, por lo regular, la
ignorancia y la imprevisin de las gentes; de tal manera desconocen su propio inters, y tan
dbil es la conciencia que tienen de su representacin en el mundo y de su posicin y
relaciones con los dems hombres con quienes conviven que no hay ms remedio que suplir,
aun coactivamente, las deficiencias que se advierte en su personalidad. Es racional y, por
consiguiente, preciso y obligatorio, ser sano en lugar de enfermo, fuerte y vigoroso en vez de
enclenque? Va en ello el inters exclusivo del individuo de quien se trate, o anda tambin de
por medio, y pudiramos decir ante todo, un inters social? Qu conducta, por lo tanto,
debemos seguir con los refractarios a toda higiene corporal? No est obligado el Estado, en
este punto, como en otros, a ejercer de tutor de quienes lo necesitan, y, con propsitos
tutelares, a imponerse por medio de la ley y de la coaccin a los individuos, para que hagan
aquello que de su grado no hacen tal, v. g., como vacunar a sus hijos para librarles de la
viruela o de otras enfermedades. Y no es con este criterio mismo con el que se debe juzgar y
defender la prohibicin del matrimonio a los que padezcan ciertas enfermedades
101
, la limpieza
obligatoria del cuerpo, la higiene obligatoria de las viviendas, escuelas, oficinas, talleres,
fbricas, etctera? Si contra estas formas de coaccin legal se invocan, como a menudo ocurre,
los fueros de la libertad humana, parece que pueden invocarse de la misma manera contra
cualesquiera otras restricciones de ella, y por consiguiente, que ni el Estado ni nadie tiene
facultades para impedir que yo sea un borracho, un holgazn, un disipador de mi salud, ni para
estorbarme que abandone a mis hijos o que los maltrate o los deje consumirse de inanicin,
puesto que son mos y, como mos que son, puedo hacer de ellos lo que mejor me plazca, igual
que de otra cualquiera cosa ma. Pero si, por el contrario, mi libertad en este orden, ni en ningn
otro, puede ser libertad para el mal, cuando yo lo practique pueden poner trabas a mi hacer;
como, por anlogo motivo, podrn constreirme a realizar el bien, en caso de inaccin. Este
constreimiento es una tutela, y, aparte de su finalidad inmediata, ha de tener la remota de
formar en m, por el hacer repetido, un hbito de conducirme honrada y racionalmente,
cooperando al bienestar comn, y al propio tiempo la de engendrar, como consecuencia de
dicho hbito, el convencimiento de que me es ms til, a m mismo, seguir la conducta que sigo
ahora, que no la que segua anteriormente, cuando obraba a mis anchas, pero perjudicndome
en realidad y sin comprender el alcance de mis actos.

33. El auxilio cientfico para hacer las leyes. Cuando las leyes responden a semejantes
propsitos, desempean, me parece a m, una funcin social de innegable importancia. Pero es

101
Ya hay algunos Estados en que as sucede, como el de Dakota, en Amrica del Norte, y es de esperar que la
prohibicin se vaya poco a poco extendiendo, pues son muchos los higienistas, mdicos y socilogos que la piden,
como medio de poner algn dique a la creciente degeneracin hereditaria de la raza. Algunos (v. g., los doctores
Oschaer y Zuccarelli) llegan hasta solicitar la castracin de los delincuentes reincidentes y de todos los degenerados.
Entre nosotros, un ministros de Gracia y Justicia, D. Juan Montilla, en sus discurso de apertura de los tribunales el
ao ltimo (1902): al par de otras reformas legales que, segn l, conviene introducir en orden a la familia, propona
la intervencin obligada del mdico en el expediente matrimonial, y su inexcusable dictamen sobre la salud y
condiciones fsicas de los contrayentes. La propuesta escandaliz mucho, considerndola como un atentado a la
libertad individual. Pero los que as discurren no se percatan de que eso mismo puede decirse de todas las
prohibiciones y limitaciones impuestas por las leyes a los hombres adems, que, sin salir de la materia del
matrimonio, restricciones anlogas a la que el seor Montilla pretenda establecer con otros varios impedimentos
matrimoniales. Si, no obstante los perjuicios individuales domsticos y sociales, que pueden traer las uniones de
tsicos, escrofulosos, sifilticos, alcohlicos esas uniones no se deben prohibir, por qu motivo no se aplica el
mismo razonamiento a las uniones de impotentes, de consanguneos, de impberos, etc.?
Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

42
necesario penetrarse bien de la exigencia que ello implica, a saber: la de que la tutela tiene que
ejercerse inteligente y racionalmente. Si el legislador quiere proceder con acierto en la
formacin de sus prescripciones (por ejemplo, en sus leyes sobre higiene, que es de las que se
trataba ahora), forzoso es que ante todo se entere de lo que debe mandar. Y como en la
mayora de las cosas no tendr l ms cultura que las dems personas que constituyen la
masa, el denominado vulgo, conviene que, abandonando manifestaciones arrogantes de
amor propio e injustificadas presunciones de omnisciencia, acuda en demanda de las
convenientes luces a aquellos que puedan prestrselas, esto es, a los especialistas.

De igual manera que se dan muchos grados en la moralidad y en otras propiedades de los
hombres, los hay asimismo en cuanto a su penetracin individual, su sabidura y su
consiguiente previsin. Alcanzan a ver algunos muchas ms relaciones y a representarse
muchas ms consecuencias de una forma determinada de conducta, que todos los dems. Y
generalmente, quienes se encuentran en este caso, son los que han convertido su atencin
reflexiva a la observacin y estudio de aquel orden concreto de fenmenos, es decir, los
llamados tcnicos u hombres de ciencia. Efecto de la preparacin adquirida con anterioridad, de
los mltiples datos de hecho atesorados en su mente, de la abundancia de representaciones
formadas en correspondencia con ellos, y del consiguiente hbito de discurrir tocante a la
especial materia a que han consagrado sus mayores esfuerzos, resulta que, mientras el
horizonte intelectual de los ms en los asuntos de que se trata el limitadsimo, el suyo es muy
amplio y, por lo mismo, tienen presente, al formar sus juicios, innumerables elementos que
pasan inadvertidos para los profanos; y en su sntesis, mucho ms comprensivas que las de
stos, disciernen con superior acierto el camino que conviene seguir (como tambin el que debe
evitarse) para lograr, a la corta o a la larga, tales o cuales resultados de utilidad comn.

Por eso he dicho en otra parte lo siguiente, que me parece oportuno reproducir ahora, sin
perjuicio de remitir al lector a aquel lugar, siempre que desee conocer los fundamentos porque
lo deca: Las leyes formadas por el procedimiento realista han de tener su base y su raz en el
conocimiento de aquella parte de la realidad social a que pretendan servir de norma. Pero el
legislador no puede por s mismo recoger todos los datos, ni hacer todos los anlisis y
observaciones indispensables al efecto. No tiene ms remedio que servirse del auxilio ajeno.
De quin lo solicitar? Debe pedrselo a quien mejor pueda prestrselo, que sern
precisamente aquellas personas que, por razn de sus aficiones, de su profesin, o por otra
causa, hayan estado ms en contacto con el correspondiente orden de fenmenos; aquellas
personas que mejor los hayan observado y estudiado y mejor los conozcan. Los tcnicos (de
todo gnero, y no tan solo los profesionales que tengan un diploma) sern, pues, los que deban
servir de consejeros auxiliares al legislador que quiera hacer las cosas a derechas.

En opinin de algunos, los hombres tcnicos deben desempear en la vida -singularmente en
la vida poltica- de las sociedades venideras una misin anloga a la que desempeaban los
arspices en la vida poltica y social de la antigua Roma. Como conocedores, mejor que nadie,
de lo que debe hacerse para no desagradar a los dioses (es decir, de lo que conviene al inters
de la colectividad, que es tanto como decir a los intereses de la justicia), habra de
consultrseles -igual que en Roma se les consultaba- antes de hacer nada, y menos de formar
leyes: que equivale a inquirir la voluntad de los dioses, o, lo que monta tanto, el beneficio
comn; advirtiendo que todo lo que se haga sin este requisito previo, ir afectado de un vicio de
origen. Y se comprende muy bien que acontezca de este modo. Pues, si la ley, para serlo
efectivamente y no degenerar en mandato tirano, ha de enderezarse al bien comn, segn
repiten a diario los legistas; si el bien comn es un dato real, complejsimo, resultante de la
agrupacin y transaccin orgnicas entre infinidad de bienes privados; si por consiguiente, no
puede conocerse fcilmente en qu consiste ese bien comn, sino analizando y estudiando en
cada caso los elementos que contribuyen a determinarlo y la manera como estn dispuestos y
combinados en la realidad, parece llano concluir diciendo que quienes mejor pueden conocer en
qu consiste dicho bien comn, y quines, por lo mismo, se hallarn en situacin ms favorable
Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

43
para saber qu clase de disposiciones ha de contener una ley que pretende ser justa (ajustada,
adecuada al fin que la misma persigue), sern aquellos individuos que se hayan dedicado en
especial a adquirir un conocimiento, lo ms complejo posible, del correspondiente orden de
fenmenos: es decir, los tcnicos. Y entonces, el no demandar los consejos, las luces, los
dictmenes de los tcnicos para hacer leyes, equivale a vendarse voluntariamente los oj os y
caminar a tientas de da. Los romanos tenan su collegium de augures, para que ilustrase a sus
magistrados, siempre que stos realizaban, como tales, algn acto importante de la Repblica;
no deberemos tener tambin nosotros nuestro cuerpo de augures, a la moderna, claro es, para
que ilumine igualmente a nuestros magistrados, a nuestros repblicos, ya que stos no
pretendern, de seguro, ser omniscientes ni necesitar jams la ayuda del prjimo?
102


De lo cual resulta que, si las leyes han de responder a la misin tutelar indicada, nico
fundamento de su existencia, es preciso que quienes las hagan y obliguen a cumplirlas
descubran antes, con las convenientes ayudas, cual sea el procedimiento que en razn debe
emplearse para ejercitar la tutela.

34. La materia de educacin y enseanza. Con estas consideraciones por delante, fcil ha
de sernos resolver otros muchos problemas al igual que el de la higiene, sobre los cuales
discuten largamente los escritores cuando se trata de fijar los lmites de la accin del Estado. Si
los que admiten la necesidad de ste (del Estado oficial
103
), se entiende, aunque sea como un
mal menor o necesario, reconocen unnimemente la competencia del mismo tocante a aquellos
asuntos que se refieren a la defensa contra los enemigos exteriores y contra los interiores o sea
en asuntos de guerra, relaciones internacionales y administracin de justicia -que constituyen
los llamados fines esenciales o permanentes del Estado-, en cambio, desde el momento en que
se piensa en los fines de cultura y perfeccionamiento social, tales como la enseanza, la
beneficencia, la proteccin a los obreros manuales, a los delincuentes, a otras personas
dbiles, empiezan las dudas y las discrepancias.

En nombre de la libertad individual y de los derechos del padre de familia para dirigir la
educacin de sus hijos como bien le plazca, se condena por muchos la intervencin legal y
coactiva de los poderes pblicos en dicha educacin, es decir, el llamado Estado docente. En
Espaa hay muchas gentes colocadas en semejante actitud, y no hace mucho que han
recrudecido la agitacin, invocando la libertad de enseanza
104
.

Qu pensar acerca del asunto? Advirtamos, ante todo, que el padre no puede hacer mal a sus
hijos, ni disponer de ellos como le acomode, segn aconteca cuando la patria potestad era un
derecho del que la ejerca, y ste la consideraba establecida en su beneficio. El hijo no es del
padre, es de s mismo y de todos; lo que se contina llamando patria potestad, no es potestad

102
Sobre la creacin de un centro parlamentario en Espaa, en la Revista poltica y parlamentaria, Madrid, 15 de
enero de 1900, nm. 5.
103
Constituido, segn ya hemos indicado, por los diferentes rganos de los poderes pblicos, o sea por el conjunto de
representantes de la colectividad, puestos que sta para que, en nombre de la misma, ejerzan especfica y
reflexivamente funciones jurdicas. Por contraposicin al Estado oficial, existe en toda persona social -y, por lo tanto,
en las naciones- otro estado total, formado por la colectividad entera, sin excluir a ninguno, absolutamente, de los
individuos que la componen. Este estado total es el sujeto directo del derecho consuetudinario, y fundamentalmente
tambin lo es, aunque indirectamente, del derecho legislado, que elaboran y aplican, por modo reflexivo y artstico,
los rganos del Estado oficial. Sobre esta distincin, tan trascendental para una multitud de problemas, y, sin
embargo, tan olvidada de ordinario por los escritores de materias jurdicas, no podemos detenerlos ms en este sitio,
a pesar de que nos vemos obligados a hacer referencia a ella a cada momento. El lector que se interese por el asunto
puede ver diferentes escritos de D. Francisco Giner, sobre todo, sus Estudios y fragmentos sobre la teora de la
persona social y su Resumen de filosofa del derecho, el Tratado de derecho poltico del Sr. Posada, t. I, y otros
varios trabajos de estos mismos autores y de los Sres. Costa, Azcrate, etc.
104
Recurdese, entre otras manifestaciones de la campaa aludida, el Congreso catlico de Santiago de Compostela
(1902).
Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

44
en rigor, no es un poder, sino una funcin establecida en beneficio del hijo, una tutela para ste
(quizs conviniera denominarla tutela patria) y, por consiguiente, un deber del padre, al cual
habr que privarle de ella cuando no la desempee bien, conforme lo exigen la ndole y los fines
de la misma.
105
Advirtase, en segundo trmino, que la autoridad pblica no tiene tampoco otra
razn de ser que la autoridad paterna, y que su ejercicio, si de algn modo se justifica, es por
los servicios tiles, o sea tutelares, que puede prestar a los sometidos a ella. Cuando encuentre
necesidades humanas no satisfechas, y ella disponga de medios para esa satisfaccin, est
obligada a ponerlos, y si no los pone, falta a su cometido, al motivo que la mantiene en pie. Y
finalmente, debe tenerse en cuanta que, si frente a la ley y al Estado pueden los padres
protestar de que no les dejen hacer de sus hijos y con sus hijos lo que les plazca, los hijos, a su
vez, podrn invocar frente a sus padres la libertad de conducirse como a bien lo tengan y
protestar contra las imposiciones coactivas de los padres. Tienen los padres (y los ciudadanos
en general) derecho para hacer de su autoridad y de sus personas el uso que tengan por
conveniente, aun cuando sea malo? En ese caso deben tenerlo tambin los hijos, que no son
de naturaleza distinta que aqullos. No lo tienen los hijos, y para impedir que hagan mal
empleo de sus facultades est precisamente la autoridad paterna? Pues tampoco deben tenerlo
los padres, y de evitar o corregir los abusos de su autoridad como tales, tiene que encargarse la
autoridad pblica.
106
El dilema es ste: o reconocer a todo el mundo libertad omnmoda, incluso
para el mal, o no reconocrsela sino para el bien; y en este ltimo caso, parece forzoso admitir
la intervencin de la autoridad coactiva, que obligue a conducirse racional y derechamente a
quien por s propio no lo hace, sea cual sea la causa de ello: ignorancia, cortedad de alcances,
vicios, mala inclinacin, etc.
107


Ahora, no puede desconocerse que muchos padres, efecto de uno de esos clculos torpemente
egostas de que hemos hablado ms atrs ( 28, 30 y sigs.), prefieren, v. g., el resultado
inmediato del escassimo salario de su hijo impber
108
, al resultado algo ms lejano, y por eso
menos apreciable para el hombre imprevisor, de la educacin espiritual y fsica de tal hijo. Los
hay tambin que no se cuidan de sta, por simple abandono, o por tener que distraer el tiempo
y sus fuerzas en otra cosa. Cmo no encontrar justificada, en semejantes casos, la enseanza
obligatoria, si aquellos a quienes conviene educarse, o que sus pupilos se eduquen, no saben
apreciar los beneficios que tal educacin les aporta, o piensan que esos beneficios son tan
escasos que pueden muy bien posponerse a otros de mayor importancia a sus ojos? Ni cmo
podr desinteresarse el Estado oficial de la materia relativa a enseanza y educacin en
aquellas agrupaciones polticas, como Espaa, donde la preocupacin nica de los estudiantes

105
Es lo que pasa en Francia, por ejemplo, segn la ley Roussel, de 1889, que priva de la patria potestad a los padres
que han demostrado ser indignos de ejercerla.
106
Con respecto a la cual de plantea de nuevo el problema pues tambin ella est expuesta al abuso y necesitada, por
lo mismo, de una autoridad superior que ejerza, cuando llegue el caso, funciones tutelares. Pero entonces nos
encontramos con una serie indefinida de trminos, ninguno de los cuales tiene derecho preferente a los dems para
ser el ltimo. Ms adelante ( 40) haremos referencia a esta cuestin, que yo he tratado ya, aunque ligeramente, en
otros sitios (Quin vigila a los vigilantes?, en Revista Blanca, Madrid, 15 de septiembre de 1899, nm. 30, pp. 41
y sigs.; vase tambin La Espaa Moderna, Madrid, 1 de noviembre de 1901, nm. 155, pp. 75 y sigs.), y que no
es , en el fondo, otra sino la relativa a saber si la coaccin acompaa inevitablemente al derecho.
107
La dificultad est en saber qu es lo ms racional y quien puede erigirse en definidor infalible de ello; pues parece
que, mientras no haya algn portavoz seguro de lo racional, es decir, mientras todos los criterios y puntos de vista de
los hombres se hallen bajo un pie de igualdad, siendo tan falibles y sujetos a error los unos como los otros, nadie
tiene derecho para imponer sus propias opiniones coactivamente a los dems y para obligarles a acomodar sus actos
a ellas. La cuestin reviste, a mis ojos, gravedad suma. De ella trato en El derecho y sus sacerdotes, cap. IV: El
derecho y la coaccin. Vase tambin los 25, 44 y 61 de este libro.
108
Salario que, no obstante, puede ser absolutamente necesario para alimentar al mismo hijo, lo cual complica el
problema. Con el fin de simplificarlo, yo prescindo en el texto de esta objecin, la cual puede ser dirigida contra
muchas leyes que llevan el propsito de proteger a los individuos ms dbiles: v. g., contra las que reprimen la
vagancia y la mendicidad de nios o adultos, incluso cuando es forzosa, por carecer stos de recursos para la vida;
las que prohben el trabajo de los nios y jvenes dentro de cierta edad y condiciones, o el de las mujeres durante un
perodo determinado, anterior o posterior al parto, etc., etc.
Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

45
de enseanza secundaria, superior y profesional, y la de casi todos los padres, tutores y
allegados de los mismos, consiste no ms en que en la adquisicin rpida del ttulo, no
importndoles nada apenas, o nada en absoluto, la formacin slida de la personalidad
intelectual y moral? El diploma representa entonces una falsedad, y tras de ella es tras de la
que las gentes corren afanosas. No va en esto envuelto un arduo problema de inters general,
ante el cual las leyes y las autoridades no pueden cruzarse de brazos, si han de responder a la
misin tutelar que les sirve de fundamento? Y para ejercerla lo ms atinadamente posible, no
han de pedir sus inspiraciones, los poderes pblicos, tambin aqu, a los tcnicos?

35. Otros asuntos. Acudiendo a los criterios que dejamos sentados, es como nicamente
puede defenderse la intervencin legal en diferentes crculos, que no hace mucho han
comenzado a ser objeto de ella, y de otros que podrn serlo maana. A ese nmero pertenecen
los siguientes:

1 La reclusin, educacin y colocacin forzosa de nios abandonados o peligrosos, en
establecimientos ad hoc (cuyo nmero va aumentando por todas partes), o en familias
abonadas, principalmente de campesinos; el tratamiento forzoso de nios, de jvenes o de
adultos delincuentes, en reformatorios, casas de correccin forzosa, etc.; el sometimiento de
los vagos y mendigos de profesin al trabajo obligatorio; y otras medidas legales anlogas.
En un principio, donde quiera que se han adoptado estas medidas, han sido objeto de
repugnancia y de protesta en nombre de la libertad individual, o de los derechos de los
padres; pero conforme el tiempo pasa y se notan las ventajas de aquellas disposiciones, va
cediendo la resistencia contra las mismas y se van considerando como elementos sociales
quiz indispensables. As, las leyes sobre educacin forzosa y proteccin de la infancia
abandonada o maltratada, sobre la condena condicional y otras, las cuales fueron recibidas
con desconfianza u hostilidad en aquellos pases donde se promulgaron (Francia, Austria,
Blgica, Alemania, Inglaterra, Holanda, Noruega, Portugal)
109
, son ya hoy bien aceptadas
por gran nmero de personas, despus de haberse convencido, por experiencia, de los
buenos resultados que producen. Con todo, falta an bastante camino que andar para que
la idea de tales beneficios se arraigue en la conciencia de todos los individuos; por eso,
nicamente los ms avisados de stos, son los que se prestan y entregan de buen grado
sus cuotas para el cumplimiento de los indicados fines
110
.

2 La cuestin obrera. Muchas de las medidas que en los Estados modernos se van tomando
por medio de leyes, a fin de ir resolviendo esta cuestin, repugnan actualmente a los
patronos, y con frecuencia aun a los mismos obreros, por ser, dicen, atentatorias a la
libertad individual, a la libertad del trabajo y a la libertad de contratacin: tales como la
fijacin por el Estado de un mnimo de salario, la determinacin de la jornada mxima y el
cmputo y pago especial de las horas extraordinarias, nocturnas o dominicales, de trabajo;
la prohibicin, en ciertas condiciones, y la regulacin en otras, del empleo de las mujeres y
de los nios: la higiene de las fbricas y talleres; la inspeccin gubernativa del trabajo y del
cumplimiento de las leyes obreras; la imposicin del arbitraje obligatorio para resolver las
diferencias entre trabajadores y patronos; la regulacin legal de las huelgas; el seguro
obligatorio contra los accidentes del trabajo, contra la invalidez y la vejez; la regulacin de
los sindicatos o asociaciones, tanto de obreros como de patronos, etctera, etc. Pero con el
tiempo, ambas partes irn persuadindose, por los resultados (como ya sucede en algunos

109
Vase mi libro, Bases para un nuevo derecho penal, cap. IV.
110
En Blgica, por ejemplo, donde tan desarrolladas estn las instituciones de prevencin, y a las que, por general
reconocimiento de los doctos, tantos bienes son debidos, los municipios oponen todava gran resistencia al pago de
las cantidades que les corresponden. (V. la Revue penitentiaire, t. XX, Pars 1896: Les prisons de Belgique, por J.
Drioux, p. 49). Lo mismo sucede en Prusia con el pago de las cuotas para el sostenimiento de las utilsimas
Estaciones de socorro. (V. Revue penitentiaire, tomo citado, pp. 82-93). Y por todas partes podran recogerse
anlogos hechos.
Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

46
pases con respecto a los altos salarios y a la reduccin de las horas de trabajo), de que con
esas medidas salen todos ellos gananciosos, y su libertad queda mejor garantida que antes
lo estaba. Los sindicatos de obreros, las sociedades de resistencia, las cmaras del trabajo,
mediante las cuales asociaciones pueden los trabajadores defenderse mejor que aislados
contra los abusos y prepotencias de los patronos, haciendo que los contratos de trabajo
celebrados con stos sean colectivos en vez de individuales, son cosas que tienen que
comenzar por ser obligatorias e impuestas, hasta que los obreros mismos se convenzan de
los beneficios que les reportan y se asocien voluntariamente, buscando ellos mismos su
inters
111
.

Como ejemplo tpico en este orden, es de recordar lo sucedido con el Trade-Unionism en
Inglaterra. La asociacin obrera en este pas fue recibida en un principio con una
marcadsima hostilidad; las Trade-Unions fueron muy perseguidas, creyndose ver en ellas
un elemento peligrossimo, que iba a conmover el orden social desde sus cimientos; a la
hora presente, por el contrario, esas sociedades de trabajadores, tan poderosas, son
consideradas como uno de los sostenes ms firmes, como una de las mayores garantas de
estabilidad y prosperidad sociales.

3 El problema penal. En este particular, se anuncian cambios de mucha trascendencia. Pero
es preciso que el Estado intervenga, pues aqu, como en otras cosas, si se deja
encomendada la mejora a la simple iniciativa privada y a la cooperacin altruista, los buenos
resultados que de tal mejora han de provenir llegarn, sin duda, al cabo del tiempo, pero
llegarn ms tarde de la otra manera. El tratamiento racional de la delincuencia
112
habr de
tomarlo a su cargo el Estado, antes de que los individuos o las asociaciones privadas lo
practiquen libre y espontneamente. Las reformas penales, como toda reforma social, viene
siendo predicadas y requeridas por algunos pocos individuos, por aquellos que han
convertido su reflexin a este orden determinado y han visto los defectos que tiene y los
males que producira la continuacin del status quo; si los poderes pblicos no se resuelven
a plantearlas y las dejan encomendadas a la accin de los particulares, stos tardarn
mucho tiempo en convencerse de la bondad de tales reformas, por lo mismo que la
generalidad de ellos no piensa siquiera en el asunto y se hallan muy cmodamente
entregados a la inercia mental; por lo tanto, la opinin pblica habr de pronunciarse muy
tarde en favor de las mismas, y los beneficios que ellas habran de resultar se obtendrn
mucho despus que si un gobernante avisado y animoso las hace suyas y trabaja sin temor
ni descanso hasta ponerlas en prctica.
113
A los inferiores, hay que hacerles el bien, aun por
la fuerza y contra su voluntad.
114
No es otro el sentido en que Roeder y los correccionalistas
que han seguido sus huellas hablaron y continan hablando del derecho que el
delincuente tiene a la pena, es decir, a la forma particular de proteccin que necesita, por
causa de su estado. Tampoco puede justificarse de otra manera la sumisin a tutela de los
dbiles por motivos de edad, de incapacidad, de atraso, de miseria fsica y moral, etc.



111
Vase La riforma sociale, Turn, 1896, t. V, pp. 375 y sigs. Vase tambin mi opsculo Del problema obrero,
Salamanca, 1901.
112
En qu consiste este tratamiento, a mi juicio, lo he dicho en las Bases para un nuevo derecho penal.
113
En el Reformatorio de Elmira, por ejemplo, y en los dems que, tomando a ste como tipo, han ido extendindose
por los diferentes Estados de la Unin Norteamericana, toda la educacin, tanto fsica como intelectual y profesional
o tcnica, es coercitiva; y este rgimen est produciendo excelentes resultados, por cuanto engendra en los reclusos
hbitos de que antes carecan, y el hbito podra decirse que constituye, ms que una segunda naturaleza, toda la
naturaleza. (Vase los Year Books del Reformatorio, principalmente el de 1895, pp. 45, 51, 53. Vase tambin mi
estudio sobre El Reformatorio de Elmira, Madrid, sin a. (1898). (Cf. Costa, Teora del hecho jurdico, 43, p. 379, y
Simarro La iteracin, en el Boletn de la Institucin Libre de Enseanza, nm. 513, Madrid, 30 de noviembre
1902, los cuales estudian las bases fisiolgicas del hbito).
114
Vase Novicow, Les luttes, etc., lib. IV, cap. VII, III, pginas 629-30.
Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

47
CAPTULO SPTIMO



DE ALGUNOS PROBLEMAS TOCANTES A LA TUTELA DEL ESTADO


36. Es la ley opuesta a la libertad? Por lo dicho, podr comprenderse que el Estado oficial,
o, lo que es lo mismo, los poderes pblicos y sus rganos, la autoridad y las leyes, los
tribunales, la fuerza pblica, la coaccin, en suma, tienen a nuestros ojos un aspecto aceptable,
que los hace por tiempo necesarios. En el aspecto tutelar, su papel de intermediarios
115
, para
hacer que los individuos realicen en beneficio comn, y, por tanto en el suyo propio, lo que les
conviene realizar, y ellos se realizan por impulso espontneo. Si se les quiere considerar como
rmoras de la libertad, tiene que ser concebida sta como una libertad arbitraria, sin vnculo
moral ni material alguno, libertad voluntariosa, que se mueve sin motivo, y la cual no sera
propia sino de los hombres aquellos que se encontraran en el estado de naturaleza (in puris
naturalibus) imaginado por los defensores del pacto; o ms bien quiz, del hombre que obrara
en todo caso porque si y sin otra razn. En cambio, las ligaduras que impone la coaccin legal y
autoritaria, sobre todo cuando obedecen a propsitos tutelares, dan origen a una libertad, slo
encadenada por las solicitaciones del deber, o sea por las exigencias de la cooperacin y la
solidaridad sociales, y a la que cuadra muy bien el calificativo de racional. Esa libertad es la que
corresponde al animal poltico, de Aristteles, al que denominan muchos ser sociable por
excelencia: pues las trabas que la convivencia impone no son al cabo otra cosa ms que la
urdimbre que tejemos todos al cambiar recprocamente nuestros servicios, urdimbre que
constituye el elemento indispensable de nuestra vida como tales hombres, el arsenal de donde
tomamos lo que nos hace falta para seguir viviendo y desarrollar nuestras energas, y que por
consiguiente, desempea con relacin a nosotros un papel anlogo al que desempea el agua
con respecto a los animales que no pueden respirar fuera de ella. No da libertad a un pez, sino
que se la quita, aquel que lo saca del agua; tampoco le quita libertad al hombre, sino que se la
concede a se la aumenta, aquel que le mantiene en un ambiente social de unin y ayuda,
abundante en medios que pueden utilizar para sus fines racionales. Muchos pensadores de
todos los tiempos, mirando el problema de este modo, han reconocido que el hombre es ms
libre sometindose a la ley, que sustrayndose a su yugo.

37. Cmo pasan las cosas en las sociedades pequeas. Para que se comprenda mejor
nuestro pensamiento acerca del asunto que tratamos, conviene que hagamos una
comparacin; mediante ella se simplificar el problema que viene ocupndonos.

Fijmonos en aqullas agrupaciones sociales constituidas por un nmero muy reducido de
individuos. Claro es que stos perciben con escaso esfuerzo mental las relaciones que entre

115
Costosos y antieconmicos, sin duda, pero de los que no se puede prescindir, en tanto los individuos no se hagan
dignos de vivir sin ellos, o sea mientras no se hallen en disposicin de desempear directamente todas las funciones
que ahora desempean tales intermediarios. Los organismos polticos actuales mantienen un nmero grande de
individuos, que no prestan servicio alguno verdaderamente productivo, como el ejrcito, la polica, los empleados de
hacienda e impuestos y, en general, todos los funcionarios administrativos: mas para suprimirlos es preciso que los
hombres se hagan capaces de vivir sin ellos, lo cual se consigue, en parte, gracias a las leyes mismas, aunque stas no
se propongan semejante fin, y se consigue porque el constreimiento legal va poco a poco engendrando cierto
mecanismo que al cabo del tiempo marcha solo, sin que haya nadie que lo vigile y dirija en especial, pues los dirija y
vigila, todo el mundo. Slo que, una vez llegado este caso con respecto a ciertos fines, aparecen otros nuevos, cuyo
cumplimiento puede hacer necesario el empleo de la coaccin de los poderes pblicos. Pero semejante coaccin no
podr ser reemplazada por la coaccin difusa de las costumbres y la opinin pblica, tanto ms eficaz cuanto ms
inteligentes y adelantados sean los hombres? El problema merece ser discutido. Ms adelante nos hemos de referir a
l, aunque ligeramente.
Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

48
todos ellos existe, sindoles, por lo mismo, muy fcil advertir que el inters de cada uno, lejos
de hallarse en oposicin con el de los otros, dependen precisamente de l, y que el bienestar
propio no es, a la postre, sino un puro efecto del bienestar de todos. As, por ejemplo, en la
familia actual, como son tan pocos los individuos que la forman, la solidaridad y la cooperacin
entre los mismos son productos, es decirlo as, espontneos; y aunque no hubiese leyes que
macaran las obligaciones reciprocas de marido y mujer, padres e hijos, tales obligaciones no
dejaran de cumplirse en la mayora de los casos
116
, porque los individuos del grupo familiar
estn persuadidos de que el cumplirlas es cosa que a todos conviene
117
. Si no hubiera leyes
que se cuidaran de imponer por la fuerza de la cohesin familiar, no por eso la sociedad
domstica se disolvera, porque el mismo inters
118
de los asociados se encargara de obrar
como fuerza centrpeta
119
. Igualmente si la autoridad familiar faltase, la vida domstica apenas

116
Como efectivamente se cumplen, sin necesidad de que a ello constrian los tribunales de justicia y sin pensar
siquiera en que su cumplimiento est preceptuado por las leyes. Antes de que se publicaran nuestro cdigo civil, era
ya frecuente en las familias el cumplimiento voluntario, entre los cnyuges y entre padres e hijos, de ciertos deberes
que hoy tienen garanta legal; deberes que seguiran cumplindose, por tener arraigo en la conciencia, en la
conviccin y el sentimiento de los individuos, an cuando el cdigo no se hubiera ocupado en consignarlo, y que se
cumplen todava por muchos que no siquiera tienen noticia de la existencia de tal cdigo.
117
Sin desconocer que, a menudo, es tambin, el simple afecto irreflexivo, el amor no calculado, quiz instintivo,
sobre todo de los padres a los hijos (no al contrario, a mi parecer), el que sirve de impulso determinadamente a
muchos de los actos que practican unos miembros de la familia en beneficio de los otros. Pero si anda aqu de por
medio, aun cuando invisible, el genio de la especie, la conciencia confusa de la necesidad de contribuir a conservarla
(Schopenhauer), o la conciencia oscura de que entre padres e hijos, marido y mujer, existe comunidad de naturaleza,
no pueden y deben invocarse estos mismos elementos como factores de la concordia y la solidaridad sociales? Los
sentimientos de humanidad, filantropa, simpata, amor al semejante, participacin en sus dolores, etc., Qu son,
sino los equivalentes de aquellos otros que juegan tan importante papel en la vida de la familia? Y no son ellos los
que inspiran, no slo la conducta entera de muchas almas delicadas que apenas piensan en otra cosa que en el
bienestar de sus semejantes, sino una multitud de actos que continuamente estamos realizando todos, aunque unos en
mayor nmero que otros, en beneficio de nuestros vecinos, de nuestros amigos, de nuestros con-nacionales, de
cualquier hombre?
118
Reflexivo, o inconciente. Vase la nota anterior.
119
De aqu que las leyes reguladoras de las relaciones que se llaman privadas entre los miembros de las familias
sean, en cierto modo (bajo otros respectos son leyes muy convenientes), intiles y, por consecuencia abusivas e
injustas. A esta propsito, no deja de llamar la atencin que, aun los ms individualistas, aquellos, que, a nombre de
la libertad (v. g. de la libertad de contratacin, o de la libertad de enseanza) se oponen a la ingerencia legal del
Estado en determinadas esferas, tales como la de las relaciones entre patronos y trabajadores, nada tengan que decir
tocante a la facultad que el mismo se arroga de disponer sobre las materias de derecho privado; capacidad de obrar
jurdicamente; personalidad; matrimonio, efectos del mismo entre los cnyuges y entre padres e hijos; extensin de
la autoridad marital y de la patria potestad; dote, propiedad inmueble, derechos que corresponden al propietario,
formalidades para adquirirla y transmitirla; contratos, cundo, cmo, por quin y con qu efectos pueden celebrarse;
sucesiones, etc., etc., Hay algo ms ntimo, ms exclusivamente mo, ms Ilegislable, que las mencionadas
relaciones? Por qu, entonces, no me dejan casarme a mi antojo, sin que a nadie le importe nada de ello, y tratar a
mi mujer y a mis hijos como me acomode, y hacer lo que me plazca de mis casas y mis tierras, y contratar con quine
tenga por conveniente, aun siendo menor de edad o dilapidador?... Se dir -con razn- que media un inters pblico
en todo eso, y qua para tutelar ese inters pblico es para lo que interviene el Estado. Pero acaso no sucede lo
mismo, y a veces con mayor motivo, en lo que se refiere a las dems relaciones que quieren dejarse entregadas a la
concurrencia individual, a la iniciativa privada, a la buena voluntad de los hombres, y para las cuales se pregona la
abstencin del Estado (contrato de trabajo, relaciones econmicas que afectan a la propiedad mueble, industrias
manufactureras, educacin, beneficencia y tantas ms)? Estar quizs la razn de ello en otra parte, sino en que las
primeras de esas relaciones vienen estando sometidas a la accin del Estado hace ya siglos, y por eso han llegado a
adquirir carta de naturaleza dentro del orden legal de modo que ni siquiera se nos ocurre poner en duda la legitimidad
de dicha regulacin; en tanto que, por haber asistido al nacimiento de las segundas, las miramos sin respeto alguno,
por decirlo as, y estamos convencido de que no es necesario que se lo garanticen los poderes pblicos? Los que
discurran de este modo no debieran olvidar aquello que otras veces dirn ellos mismos, o sea que no hay relacin
alguna meramente privada, sino que todas tienen un aspecto pblico, pues todas afectan ms o menos
inmediatamente al bienestar general, y en tal concepto todas pueden ser intervenidas por el rgano de la colectividad.
La tradicional y todava muy corriente distincin entre lo pblico y lo privado es, por tanto, indefinible, como lo es
tambin, a mi juicio, y por anlogas razones, la que hacen algunos (como Costa, Teora del hecho jurdico) entre el
Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

49
sufrira quebranto; como diariamente estamos viendo que sucede cuando, muerto el jefe de una
familia, los dems componentes de ella siguen unidos, ayudndose mutuamente y cooperando
al mismo fin, sin que nadie los dirija, con una direccin comn, que es el resultado de la
intervencin directa de todos
120
.

Lo que se dice de la familia puede tambin decirse de otras pequeas sociedades; por ejemplo,
de las compaas mercantiles formadas por cuatro o seis socios: tambin en stas, el mayor y
ms seguro acicate para la cooperacin de todos sus miembros es el inters comn; en ellas no
se conocen apenas antagonismos; la ganancia de todos es la fuente de la ganancia de cada
uno, y el director o gerente, ni es del todo necesario, ni est vedado serlo a todos y cada uno de
los socios, ni el que desempea el cargo lo hace sino en representacin de todos, designado
por todos, como servidor y tutor de todos y para beneficio de todos.

38. En las sociedades mayores. Pero, en las sociedades compuestas de gran nmero de
individuos, acontecen las cosas de otro modo. Realmente, la diferencia entre estas sociedades
y las pequeas no debera ser ms que de grado, y, sin embargo, se establece una diferencia
de naturaleza. Es un hecho que, mientras en una familia dominan el afecto, el amor, la
confianza mutuos, y ellos son los que sirven de base y criterio para todas las relaciones de que
se nutre la vida familiar, en la sociedad en grande, en las relaciones generales entre hombre y
hombre, campean, por el contrario, no en absoluto, pero si con mucha extensin, la
prepotencia, el recelo y el regateo. All se procura cubrir todas las necesidades, radiquen en
quien radiquen y sea quien quiera el que posea los medios para satisfacerlas; aqu,
ordinariamente, se tiende a recibir del prjimo la mayor suma posible de beneficios, y a darle,
en cambio, lo menos posible: se procura hacer en su provecho lo estrictamente necesario,
aquello a que rigurosamente se haya hecho acreedor por sus merecimientos. Semejante
concepcin est muy extendida, y no slo entre las personas de poca cultura y pensamiento,
sino aun entre los filsofos de reputacin universal; como Spencer, por ejemplo. El cual somete
a distinto principio la moral de la familia y la del Estado. El de la primera debe ser tratar a cada
uno segn lo necesite; principio, que podramos decir, de la solidaridad, de amor al prjimo, del
altruismo; el de la segunda, tratar a cada uno segn lo que cada uno merezca: principio de la
competencia, de la lucha, de la retribucin egosta. Para este autor -que recoge, conforme se ha
dicho, la opinin corriente-, en la familia ha lugar a hacer el bien del prjimo, no ya tan slo por
pura benevolencia y humanidad, sacrificando algo de lo propio en provecho ajeno, sino un poco
tambin por verdadera justicia, en inters y provecho de la comunidad; mientras que el Estado,
nicamente se debe procurar que cada cual ejercite libremente sus actividades y reciba los
buenos o malos resultados de su obrar (imputabilidad personal). Podramos decir que, en la

derecho voluntario y el necesario, pues todo derecho es necesario y voluntario a la vez, esto es, impuesto al sujeto
como racional (conveniente, til), y como tal querido y realizado; ya que un derecho que dependa del querer del
sujeto como puro arbitrio no puede realmente existir.
120
En esferas ms amplias sucede con frecuencia esto mismo. A falta de polica y guardia en un municipio, ya
permanentemente, ya de un modo transitorio, los mismos vecinos toman a su cargo esta funcin. No son eso los
somatenes? No tuvo anlogo carcter, dentro del Estado, la Santa Hermandad? Cuando en un pueblo de corto
vecindario, sin vigilantes profesionales diurnos ni nocturnos, se comete un delito alarmante (supongamos), y hace
falta hacer guardia, por temor a un motn, cualquier habitante es bueno para desempear dicha funcin. Igual sucede
en caso de alarma o grave peligro en localidades que normalmente tienen polica, pero la cual no basta para atender a
las necesidades presentes. Surgen en semejantes ocasiones rganos adventicios o temporales, que se pueden tornar en
permanentes, si el estado anormal que los origin perdura. Ocurre tambin lo mismo cuando un ejrcito en campaa
pierde a su general, o una nacin se queda sin soberano ni gua, segn tuvo lugar aqu en Espaa a principios del
siglo XIX, cuando la guerra de la Independencia, y se repiti ms tarde en la poca de la revolucin de 1869, en que
se estableci un Gobierno provisional.
Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

50
familia, el derecho tiene algn contenido tico, positivo; al paso que en el Estado es
simplemente una fuerza externa; negativa y mecnica
121
.

Para explicarnos el fenmeno, consideremos lo siguiente. Como en las sociedades cuyo radio
es bastante extenso, cual acontece con el Estado nacional, hay ya un nmero crecidsimo de
elementos, los cuales se enlazan y entrecruzan por modos muy varios, resulta en ellas la vida
sumamente compleja; y no alcanzando el hombre a explicarse tal complejidad, ni menos an a
prever los efectos prximos o remotos de la misma, obra como si no hubiera ms mundo del
que abarca son su mirada miope, se figura que toda concesin a lo desconocido en una merma
en sus intereses, no ve el bien que podra redundarle de sacrificar stos en alguna parte, y no
reconoce ms norma de conducta que su ciego egosmo. Su ganancia est, para l, en razn
directa de la prdida de los dems. Estos son otros tantos enemigos, a los que debe explotar
implacablemente
122
.

Ahora, aqu es donde la ley y la autoridad desempean una de sus principales funciones, la
principal acaso. Sea cualquiera el motivo que las inspire, y aun cuando se trate de motivos
egostas, lo cierto es que, mediante ellas, se van trabando poco a poco lazos entre los que
antes se miraban como enemigos, borrndose las barreras que separaban a pueblos de
pueblos, a clases de clases, a naciones de naciones, y ensanchndose cada da ms el crculo
de la conciencia de la solidaridad y la cooperacin. Ni los patricios dieron la ley Canuleya por
amor a los plebeyos; ni Caracalla hizo ciudadanos a todos los hombres libres de su Imperio por
razones humanitarias; ni la unidad nacional espaola (siglo XV), la unidad alemana y la italiana
(siglo XIX) se han conseguido sino por la guerra y la prepotencia; ni las naciones modernas van
resolviendo cada da ms por medios pacficos sus diferencias, sino en vista de los prejuicios
que a ellas mismas les originan la guerra y las relaciones violentas; ni los mviles a que
obedecen sus leyes obreras, v. g., que en la mayora de los pases cultos de estn publicando,
son mviles desinteresados, segn afirman a veces aquellos que las dictan. Pero la verdad es
que todo ello ha contribuido y contribuye, ateleolgicamente, podra decirse, a estrechar ms y
ms las relaciones entre los pueblos y entre los individuos, y a que tanto unos como otros se
vayan persuadiendo de que en las grandes sociedades puede y debe suceder lo mismo que en
las pequeas, lo mismo que sucede en la familia, o sea que todos los intereses se hermanen, y
que no pueda pensarse en el bienestar propio, sin que salga al paso el bienestar ajeno como
condicin indispensable de aqul.
123
Los hombres somos todos hermanos, segn se dice, y la

121
Merlino (Pro e contro il socialismo, Miln, 1887, parte primera, III) sostiene la doctrina contraria, que me
parece mucho ms acertada. Vase tambin las Bases para un nuevo derecho penal, Introduccin, 6 y sigs., y
Postscriptum, 82.
122
No otra conducta que sta siguen los comerciantes, industriales, agricultores, etc., que se hacen la competencia
unos contra otros, individualmente, y clase contra clase; las diversas localidades de una nacin, que procuran quitarse
unas a otras los medios de vida: Castilla contra Catalua y viceversa, Andaluca contra Galicia, poblaciones contra
poblaciones, disputndose las capitanas generales, los obispados, las audiencias, los juzgados, la guarnicin militar,
las ferias y mercados; las clases sociales, cuyos intereses miran como esencialmente antiticos (ricos y pobres,
patronos y obreros: lucha de clases). No otra conducta seguan tampoco en lo antiguo y en la Edad Media las varias
ciudades que constituan Estados, ni los seores feudales, que guerreaban continuamente entre s; ni los municipios,
que hacan otro tanto; ni los estados minsculos de Len, Castilla, Navarra, Catalua, que se disputaban la
supremaca militar, o la posesin de un pedazo de territorio, o que venan a las manos por una desavenencia entre los
respectivos monarcas, y que tomaban represalias y perseguan a los individuos que pertenecieran a Estados ajenos y
los trataban siempre como individuos de otra raza que los regncolas. Ni otra conducta siguen actualmente las
naciones que abrazan ya dentro se s a aquellos Estados pequeos, pero que estiman como perfectamente antagnicos
sus intereses respectivos (la diplomacia, como el arte de engaar y de sacar a salvo los intereses del propio pas, en
contra de los intereses de los Estados de enfrente; conflictos internacionales, armados o pacficos; proteccionismo y
guerra de tarifas; desconocimiento de iguales derechos al extranjero que al nacional).
123
Esto de que en la vida resulten de los actos del hombre consecuencias o efectos muy distintos de aquellos que al
realizarlos buscaba el agente, es una cosa frecuentsima, y casi podramos decir natural. No otro es el significado de
las famosas armonas econmicas y del juego de lo que se ve y lo que no se ve, de Bastiat y sus seguidores. De
la concurrencia entre los individuos, resulta la armona; no dejndose guiar el sujeto sino por su inters personal,
Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

51
humanidad constituye, por lo tanto, una gran familia. Por qu, pues, no ha de ser una misma
nuestra conducta en la familia grande y en la pequea?

Estamos an, seguramente, muy lejos de este ideal, pero hacia l vamos caminando; y la
misma fuerza que ech por tierra la prohibicin del matrimonio entre patricios y plebeyos, o
entre visigodos e hispano-romanos, y que destruy las adunas y las barreras interregionales e
interprovinciales, haciendo internas relaciones que primero eran externas, esa misma fuerza
unir, querindolo o sin quererlo, en un mismo inters, a muchos que hoy se miran con ojos
hostiles, y acabar con los barreras y las aduanas internacionales, haciendo que los que hoy
son extraos (extranjeros) sean maana miembros de nuestra misma familia, cuya prosperidad
veremos ligada forzosamente a nuestra misma prosperidad, y a quienes trataremos con el
afecto y el cario con que se tratan ahora los miembros que componen cada agrupacin
domstica.

No debemos mirar como una preparacin de semejante estado futuro, esa poderosa corriente
que se nota en las naciones modernas, especialmente en las de la misma procedencia tnica,
hacia la federacin, no ya slo poltica, sino de todas clases (por ejemplo, entre Espaa,
Portugal y los pases hispano-americanos), y la multiplicacin de las uniones internacionales, de
legislacin, de correos, monetarias, aduaneras, para la proteccin de los trabajadores, y
dems? Y las conferencias internacionales para fines diversos, los mltiples convenios de la
misma ndole, especialmente los de arbitraje, ms frecuentes de da en da como medio de
resolver pacfica, amistosa y, por decirlo as, fraternamente, las desavenencias entre unos y
otros Estados, conducirn a otro fin que el referido antes?

39. La tutela del Estado, transitoria. Realmente, con las instituciones cuya funcin y valor
social venimos estudiando, sucede lo que con muchsimas otras, y acaso pudiramos decir que
lo mismo que con la generalidad de las cosas. Consideradas en s, no son ni buenas ni malas;
son lo uno o lo otro, segn los resultados que den; es decir, segn el uso que de ellas hagamos.
Como se ha visto, los que dan las leyes y ejercen la autoridad pueden formarlas y ejercerla en
su exclusivo beneficio, y pueden de igual modo emplearlas para provecho comn, con fines
tutelares. La intervencin tutelar es lcita, o ms bien, ella constituye el nico fundamento de
legitimidad y justificacin del Estado oficial. En tanto podremos defender la existencia de este
ltimo, en cuanto se limite a ser lo que Romagnosi dijo y luego han repetido no pocos
escritores: una gran tutela y una gran educacin.

Pero toda tutela, y por consiguiente la del Estado, aparte del abuso con que se puede practicar,
envuelve el peligro de perpetuarse cuando ya no hace falta. En tal caso, se convierte en una
supervivencia, es decir, en un rgano sin funcin, y por lo tanto en una institucin perjudicial,
verdaderamente parasitaria. En lo social, como en lo puramente biolgico, se advierte a
menudo la existencia de partes orgnicas que, habiendo desempeado un papel importante, lo
pierden con el tiempo; sin embargo de lo cual, ellas continan subsistiendo, ya por la vis
inertiae, ya obedeciendo al instinto de conservacin, ya por otros motivos. Esas porciones no

favorece el bienestar ajeno. El comerciante, el industrial, cuantos ejercen alguna profesin u oficio, no suelen
perseguir ms que su provecho; pero lo que mantiene en pie su funcin es el servicio que prestan. Muchas estatuas
que hoy son de santos fueron un tiempo esculturas de dioses paganos; muchas fortalezas y castillos se convierten en
museos o centros de enseanza; muchos ferrocarriles construidos con fines estratgicos estn hoy prestando servicios
de otra ndole. La misma guerra no sido acaso el primer vehculo para engendrar relaciones de solidaridad entre los
pueblos y entre los individuos, y no lo estn siendo an hoy? Relacionndolo todo consigo mismo -dice Ihering
(El fin en el derecho, trad. Esp., t. I, p. 34)-, con su yo tan dbil y perecedero y sus intereses tan mezquinos, la
humanidad hace surgir obras, brotar instituciones, al lado de las cuales ese yo parece un grano de arena comparado
con los Alpes. La Naturaleza se muestra igual en las formaciones gredosas de los infusorios. Un ser imperceptible a
simple vista eleva una montaa. El infusorio es el egosmo; no conoce ms que a s mismo, no quiere trabajar ms
que para s, y fabrica el mundo.
Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

52
prestan ya contribucin alguna a la vida del ser, pero siguen mantenindose dentro del mismo y
consumiendo fuerzas que las dems producen.
124
As sucede en ocasiones con las autoridades.

La tutela de stas, lo mismo que otra tutela cualquiera, es un bien y realza una funcin til; pero
slo en cuanto y hasta donde sea necesaria. Todas las tutelas perpetuas que en la historia han
existido (tutela perpetua de las mujeres, de los esclavos, de los siervos, de las personas
sociales, consideradas como menores por su propia naturaleza, de las colonias), han ido
desapareciendo gradualmente y acabarn por desaparecer del todo. No deber ocurrir otro
tanto con la del Estado oficial? O acaso sta disfrutar de una naturaleza singularsima y
privativa bajo el respecto que estudiamos? Lo probable es que no. Lo probable es que las
gentes vayan aplicando a la tutela poltica iguales razonamientos que, por lo regular, aplican ya
hoy a las dems formas de tutela, y que piensen con Tolstoy que si ha habido una poca en la
cual el bajo nivel de la moralidad y la inclinacin de los hombres en general a usar de la
violencia unos contra otros, hicieran ventajosa la existencia de un poder que pusiera lmites a
aquella violencia individual tal estado de cosas no puede ser duradero; pues a medida que l os
hombre van abandonando su propensin a servirse de la violencia, y ms se dulcifican las
costumbres, y ms degeneran los gobiernos a causa de la carencia de trabas en su obrar,
menos valor va teniendo el poder poltico
125
.

Tanto como en la intervencin oportuna para la direccin social, pueden y deben distinguirse el
legislador y el poltico en retirarse a tiempo, dejando a la sociedad que se gobierne sola cuan
sea ya capaz para ello. El verdadero hombre de estado es el que se conduce como un tutor de
pueblos: el que, por consiguiente, adelantndose a su poca, sabe imprimir a la sociedad de
que forman parte, un movimiento que por s misma no habra ella producido, y despertar sus
dormidas energas, aunque al efecto necesite obrar autoritariamente y hasta dictatorialmente.
Pero, a la vez, ese mismo hombre de Estado, tan luego como haya dado el empuje, ha de tener
prudencia y tacto para esconderse y desaparecer, en lugar de empearse en seguir ejercitando
una funcin para la que ya no es llamado y que otros desempearn mejor que l. Ninguna otra
forma de tutela tiene tampoco razn de ser cuando ya no le es necesaria al pupilo; convertido
ste mayor de edad, con su personalidad plenamente desarrollada, el auxilio del tutor se hace
intil, y por lo tanto, tiene que cesar
126
.

40. Como impedir los abusos de los poderes. Hemos de hacernos cargo tambin de un
problema que nos sale al paso, inevitablemente, y del cual no suelen tratar, a lo menos de un
modo directo, los escritores de filosofa jurdica y poltica.

Los formularemos del siguiente modo: Siendo la funcin de las autoridades y las leyes encauzar
coactivamente, si es preciso, la conducta de los hombres por vas racionales, engendrar en los
mismos hbitos de bien obrar y oponerse a todo cuanto signifique abuso, prepotencia, egosmo,
qu hacer cuando los que ejerciten estos ltimos sean los propios poderes autoritarios y
soberanos? En una organizacin legal, cualquiera que ella sea, encontraremos resortes
externos, de los cuales echar mano para constreir a los de abajo, a los individuos que
forman la masa, a que cumplan con determinados deberes por la misma ley establecidos. Hasta
cierto punto, podemos extender la observacin a las autoridades jerrquicamente inferiores, que
tienen sobre s, para meterlas en cintura y exigirles responsabilidad, en caso necesario, a las
autoridades superiores. Mas qu decir respecto de stas? Si son ellas las que dan la ley y
obligan a cumplirla, quin las vigilar para que no hagan de semejantes atribuciones sino el
uso debido? Quin ser el protutor de estos tutores?

124
Muchos ejemplos de ello pueden verse en el estudio de Massart y Vandervelde sobre El parasitismo orgnico y el
social, apud. Critica sociale, Miln, tomos IV, 1894, y V, 1895 (varios artculos).
125
Vase El anarquismo, por Pablo Eltzbacher, trad. Esp., p. 271, y la nota de la p. 110 de este libro.
126
Sobre la tutela de pueblos y su significacin, vase el trabajo de Altamira, El problema de la dictadura tutelar en
la historia, incluido en su libro, De historia y arte, Madrid, 1898.
Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

53
El asunto tiene, a mi juicio, varias soluciones, aunque no todas del mismo valor, y quiz ninguna
enteramente satisfactoria. La primera de ellas es la que ha originado el constitucionalismo
moderno, y consiste en someter a regulacin legal todas, absolutamente, las actividades del
Estado, y en organizar un sistema de intervenciones y fiscalizaciones, donde ningn rgano
oficial que libre de su correspondiente vigilancia. Respondiendo a tal propsito, se ha ido
haciendo cada vez ms tupida la urdimbre de contrapesos legales que constituyen el Estado
oficial sometido a la ley, es decir lo que llaman los alemanes el Rechtsstaat; y ello ha obligado,
no slo a desintegrar las varias funciones polticas, encomendndoselas a diversas personas,
sino tambin a hacer que la esfera de accin de cada una de stas se halle de antemano
determinada legalmente; mas no en una ley cualquiera, sino en una ley que est, digmoslo as,
por encima del poder legislativo, en una ley fundamental (Constitucin), dada por un poder
vago, innominado, que se denomina constituyente. As resulta una separacin entre leyes
constitucionales y leyes ordinarias; las ltimas elaboradas por el rgano concreto establecido al
efecto por la Constitucin y con sujecin a la pauta en sta trazada; las primeras, formadas libre
y discretamente por un poder amorfo, que no encuentra ms cortapisas a su conducta sino las
que l mismo se quiera poner. Con lo que venimos a parar al cabo de un trmino de la serie, no
sujeto a fiscalizacin alguna. Lo mismo pasa con el Tribunal Supremo, en aquellos pases (v. g.,
los Estados Unidos de Norteamrica) donde este organismo tiene facultades para declaras la
constitucionalidad o inconstitucionalidad de una ley: no hay sobre l ningn otro instrumento
que lo vigile y que resuelva si hace buen o mal uso de semejantes atribuciones; de la propia
manera que tampoco los Tribunales Supremos de justicia de cualquier pas tienen sobre ellos
otro organismo superior que fiscalice el ejercicio de sus funciones judiciales ordinarias, al cual
pueden acudir en queja, apelacin, etc., los individuos que se crean perjudicados por las
resoluciones de aqullos.
127
De hecho, lo que en los Estados constitucionales ocurre, es que
algunos rganos polticos tienen verdadera omnipotencia, una omnipotencia irresponsable; tales
son los ministros, en los pases regidas parlamentariamente, y los jefes de Estado, en los de
rgimen representativo.

Una segunda solucin sera la de los poderes personales, anlogos a los de la Europa llamada
absolutista.
128
Falta aqu, con respecto a ellos, toda clase de garantas externas, toda suerte de
vigilancia, coaccin y responsabilidad legales. En lo nico que se confa es en la rectitud interna
de quienes tienen a disposicin suya el manubrio de la maquinaria legal, en que esa maquinaria
no ser puesta en movimiento nunca sino con buenos propsitos y para buenos fines. Mas,
inmediatamente acuden al espritu estas preguntas:
129
si esa confianza podemos tener en los
que mandan, qu razn hay para que no tengamos igualmente en los que obedecen? Si con
respecto a los primeros es innecesaria toda coaccin, no lo es tambin con respecto a los
segundos? Para qu, entonces, el Estado? Son acaso los hombres que disponen del

127
Como dice con mucha razn el Sr. Giner (Estudios y fragmentos, etc., pp. 403-404). Los momentos ms
jurdicos, si vale decirlo as, como son la formacin de la ley, la ltima instancia judicial, el empleo de la fuerza
pblica, quedan excluidos del orden del derecho en este sistema.
128
Semejante a esta solucin es la de aquellos que, como Ihering, Jellinek, Laband, y otros, hablan de la
autolimitacin del Estado (oficial), autolimitacin fundada, ora en intereses polticos, ora en el sentimiento mismo
del derecho, pero siempre legalmente potestativa. Sobre las teoras de estos diferentes escritores vase el libro de
Len Duguit, LEtat, le droit abjetive et la loi positive, Pars, 1901, pp. 107 y sigs., el cual puede decirse enteramente
consagrado al examen de este problema: Las teoras modernas relativas al Estado estriban, en general, en las
siguientes ideas: el Estado es la colectividad personificada concebida como sujeto de derecho. El Estado, en cuanto
persona, tiene el poder, que slo a l pertenece, de no determinarse jams sino por s mismo. Este poder es la
soberana; su titular es el Estado. En virtud de esta soberana, el Estado crea el derecho objetivo, como efecto de su
propia omnipotencia, y asegura mediante la fuerza el respeto a ese derecho objetivo Se ha comprendido, sin
embargo, que esta soberana del Estado no poda ser, de hecho, una Soberana absoluta y sin lmites. Pero, si es ella
la que crea el derecho, cmo el derecho ha de poder limitarla? (p. 631).
129
Que son tambin aplicables a las ltimas instancias de la solucin anterior, cuando ya no queda contra ellas
recurso legal. Por eso he dicho antes que quizs ninguna de las soluciones que suelen darse al problema de que se
trata satisface por completo al espritu.
Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

54
gobierno, de naturaleza diferente que los gobernados? Qu peligros de abuso son mayores,
los de arriba o los de abajo? La dificultad que de aqu resulta es quiz invencible para los que
sostienen el punto de vista a que nos referimos ahora.

Finalmente, considerando transitoria, segn antes ( 39) dejamos dicho, la tutela del Estado
oficial,
130
al igual que otra tutela cualquiera, lo probable es que la solucin ms acertada del
problema que nos ocupa sea la que poco a poco va abrindose camino en la vida de los
pueblos contemporneos. Consiste esa solucin en reputar la ley y la coaccin autoritaria como
tutores y correctivos de la masa y de la opinin colectiva, y a su vez esta opinin colectiva,
pblica, como correctivo y tutor de la autoridad y la ley. Tan luego como los rganos de estas
ltimas quedan convertidos en funcionarios, en servidores y representantes de la colectividad,
en cuyo nombre y cuyo provecho obran, no debiendo perseguir jams su exclusivo y particular
inters; tan pronto como ellos mismos, por una parte, y la masa social, por otra, se convenzan
de que en tanto tienen razn de existencia los dichos rganos en cuanto buscan algn fin de
utilidad general, ni la opinin pblica les consentir conducirse arbitraria y autoritariamente, ni
tampoco ellos se atrevern a propasarse y cometer abuso, perfectamente convencidos de su
irresponsabilidad: como podan y solan hacerlo las autoridades que encontraban su razn de
existencia en s mismas. Una vez que las leyes todas y todos mandato de cualquiera poder
(reales decretos, reales rdenes, circulares, reglamentos, acuerdos de las corporaciones
populares, etc.) se promulgaron ad referndum, segn pasa ya, v. g., en Suiza con bastantes
leyes, y segn quiere que acontezca con todas el Sr. Costa
131
; y una vez, sobre todo, que las
prescripciones legales, las sentencias y otros provedos de los tribunales de justicia, las rdenes
de toda autoridad, pueden ser discutidas y combatidas, en nombre de la razn o de la
convivencia, por todo el mundo, por los hombres de ciencia, por los peridicos, en las
asambleas y reuniones pblicas es muy probable que los arriba vayan atrevindose cada
vez menos a inspirarse en sus caprichos, en el nepotismo o en anlogos mviles, y a tener
siempre en cuanta el procomn. El abuso no desaparecer enteramente, como no
desaparecer tampoco con otro sistema que se proponga, sea el que sea; pero quiz se
redujese al mnimo posible. De todas maneras, mientras el Estado oficial subsista, quiz no
haya medio ninguno ms eficaz para mantenerse en los lmites de una racional y mesurada
prudencia, que el de la publicidad y la posible discusin librrima de todos sus actos.
132








130
Aunque no la tutela en general. Los dbiles, necesitados, inferiores, en suma, por cualquier concepto, siempre
debern ser protegidos; en esto no cabe acaso duda. (V., sin embargo, los 44 y 61, este ltimo en una nota). Pero
no sucede lo mismo con relacin al rgano en que ha de radicar el ejercicio de esas funciones tutelares. Ha de ser
este rgano, indefectiblemente, el Estado oficial, caso en el cual la misin del mismo, y por consiguiente, su
existencia, sern permanentes; o por el contrario, la proteccin tutelar, en los casos en que de haga necesaria, podr
encomendarse a rganos diferentes de los actuales poderes pblicos, leyes, autoridades, tribunales?
131
Apoyndose en algunos telogos y juristas antiguos, tales como Covarrubias, Azpilcueta Navarro, Escobar, Cano,
Caramuel y otros (Vase su citado libro, La ignorancia del derecho, IV, pp. 87 y sigs.). La objecin clsica, segn
la que toda intervencin del Estado en el orden econmico (y en otro cualquiera podramos aadir) es mala por el
solo hecho de ser coercitiva, pierde mucha parte de su fuerza desde el instante en que esta coercin legal no es sino
una decisin de la mayora y, en cierto modo, una legalizacin de la opinin pblica. (C. Gide, Rapport citado. V. la
Revue internat de sociologie, t. XI, 1903, p. 364).
132
Este medio es puramente interno y pertenece a la categora de los que, bien o mal, ms mal que bien, suelen ser
denominados morales. Por todos lados venimos a parar a esta conclusin: que la garanta ltima y ms segura del
orden no est en los resortes exteriores -conforme aparentan creer aquellas gentes (y son muchsimas en el da de
hoy) que para curar todos los males sociales vuelven los ojos a las leyes y a la accin de los gobiernos-, sino en la
conciencia de los hombres.
Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

55
CAPTULO OCTAVO



MORAL Y DERECHO


41. Vida jurdica extralegal. Constituida una situacin legal, cualquiera que ella sea, aun la
ms acomodada a las necesidades presentes del agregado colectivo a que se refiere, y por
consiguiente, la ms conforme a la justicia del momento (nica posible), no por eso tal situacin
ha de ser considerada invariable, como es uso, sino antes bien transitoria y efmera. Por
previsor que el legislador haya sido, por penetrante que tenga la mirada para leer en el porvenir,
imaginndose el curso probable de los acontecimientos y regulndolos por anticipado, su
previsin se encierra dentro de muy cortos horizontes. De la infinita e infinitamente complicada
serie de resultados que pueden originar los factores sociales que en un instante concreto
existen, el legislador, aun el de mayor inteligencia y cultura, no es capaz de representarse sino
una parte mnima, ni puede, por lo tanto, dar prescripciones sino para sta. Todo el resto lo deja
entregado, forzosamente, a la discrecin de los individuos. Las legislaciones ms detalladas y
casusticas abarcan solamente algunos actos, muy pocos, de los que en la sociedad se
realizan. Es verdad que, a menudo, se ha prohibido que la vida social se produjese de otro
modo que como las leyes lo tienen ordenado,
133
y aun ha habido legisladores tan presumido
(Justiniano, Napolen), que han prohibido interpretar y comentar las leyes dados por ellos,
juzgando que las mismas eran frmulas de absoluta evidencia y claridad y representaban el
summum de la sabidura y la justicia; pero la verdad es que semejantes prohibiciones fueron
ineficaces, y que, a pesar de ellas, se sigui, como no poda menos, originando relaciones no
comprendidas por la ley e interpretndose sta.

Los individuos entablen, unos con otros, muchos vnculos que la ley no protege y que no tiene
ms regla ni ms garanta que la buena voluntad de aquellos que lo originan, o bien la coercin,
en cierto modo inconciente y casi mecnica, del hbito, o la fuerza poderosa de la limitacin y el
ejemplo, o la represin de la opinin pblica, o el aliciente del propio inters, ms o menos
inmediato, o el temor a acometidas y venganzas provenientes de otros individuos, etc. Pero,
adems de estos lazos, que se establecen consuetudinariamente entre los asociados con los
mismos elementos que ya existen al formarse la ley, se engendran otros, producidos por
elementos del todo nuevos y que el legislador no tuvo ni pudo tener a la vista cuando dio sus
prescripciones. Tampoco a estas manifestaciones de la vida alcanza, claro es, la ley, y no hay
ms remedio que buscar en otra parte proteccin pata ellas.

De donde resulta que siempre, al lado del ambiente social producido por las leyes, comienza a
nacer, por inevitable necesidad de las cosas, otro ambiente social extralegal, consuetudinario,
donde impera el arbitrio discrecional de los individuos; ambiente que va poco a poco

133
nicamente se admita como vida social justa, la que se acomodara a la ley, la cual, por lo tanto, se deca ser la
fuente exclusiva del derecho, negando el carcter de tales a la costumbre, la jurisprudencia, la equidad, etc. Hoy
mismo hay no pocos escritores que defienden este punto de vista, sobre todo en Italia. Uno de ellos, cuyos trabajos
de filosofa del derecho y de sociologa son muy apreciados, al malogrado Vanni, a quien ya hemos citado ms atrs,
me escriba hace algunos aos, con motivo de la doctrina sostenida en el tomo primero de mis problemas de derecho
pena, que es contraria a aquella que en este momento aludo: No creo que una concepcin realista y positiva del
derecho consienta considerar como fuente de este ms que las normas dadas directamente por el Estado , o las que,
derivadas de otros manantiales (costumbre, jurisprudencia, etc.), se haga vales siempre por la autoridad del Estado
Este exactamente, es el concepto que tiene tambin Ihering, el cual escribe: Los estatutos sociales sancionados por
la coaccin pblica constituyen por si solos el derecho. Y el soberano detentador de esta coaccin es el Estado. Las
prescripciones revestidas por l de esta sancin son las nicas normas jurdicas. En otros trminos: el Estado es la
nica fuente del derecho (El fin del derecho, loc., cit, p. 202)
Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

56
adquiriendo consistencia y extensin a expensas del primero. Las leyes, al menos las actuales,
son preceptos fijos, inflexibles, cristalizados, algo as como una armadura fundida para servir a
un cuerpo conocido; y la sociedad, para la cual son dadas, es un organismo vivo, en perenne
movimiento. De tal suerte, se hace inevitable el que entre los dos trminos, donde debera
haber siempre una adecuacin perfecta, se inicie, no bien se ha dado la ley, un desequilibrio,
que va marcndose cada vez ms, y que puede llegar a hacerse, con el tiempo, tan
pronunciado, que origine una lucha violenta, cuyos resultados son, segn quin predomine, una
dictadura absolutista
134
, o una revolucin anrquica, atomstica y desenfrenada, o alguna
situacin intermedia, de las muchas que entre ambos extremos puedan darse
135
.

42. Dualidad de esferas. En vista de lo anterior, podemos decir que existen dos diferentes
esferas donde cada individuo ejercita su actividad. Una esfera, de extensin indefinida, dentro
de la que el hombre puede realizar todos los actos que estime conveniente, y en donde puede
desplegar sus energas sin ms cortapisas que las que le imponga su discrecin, su libre
voluntad, el miedo a las acometidas de los coasociados, o el empleo que a su vez hagan stos
efectivamente de la fuerza: es la esfera que suele llamarse de la moral, de la conveniencia, del
derecho natural, de los deberes imperfectos, donde no interviene la coaccin por parte del
Estado oficial. Y otra esfera, en que existen ciertas formas de coaccin exterior, que impiden al
individuo practicar algunas acciones y le obligan a ejecutar otras: esfera del derecho
propiamente tal, del derecho legislado y coactivo, de los deberes perfectos.

Estas dos esferas coexisten en todos los momentos y formas de la vida social, tan pronto como
ha sido promulgada alguna ley;
136
si bien predomina ms la una o la otra segn el grado de
desarrollo de la sociedad. Entre ellas no existe realmente distincin alguna de esencia: con slo
que ciertas relaciones, antes no garantidas por el poder pblico, comiencen a estarlo, pasan del
campo de la moral y del derecho natural al del derecho positivo; con slo que otras, antes
protegidas por la coaccin del poder, queden entregadas a merced del individuo y a la sancin
nica de la conciencia, de la opinin pblica, de la costumbre, pierden el carcter de jurdico-
positivas, de legalmente obligatorias, para convertirse en morales, en jurdico-naturales, en
legalmente potestativas
137
.

134
Que puede ser, perjudicial como beneficiosa; es ltimo, cuando el dictador sea hombre que a una voluntad
enrgica e inclinada a la persecucin del bienestar general, y no al limitado al provecho suyo, junte grandes dotes de
inteligencia y medios a propsito.
135
Vase los libros del Sr. Acosta, La vida del derecho, Madrid, 1876, y teora del derecho jurdico, Madrid, 1880,
donde se hallan explicadas la naturaleza y funcin de la dictadura, de las revoluciones, de la resistencia al
cumplimiento de la leyes injustas, etc. Los llamados exabruptos y veredictos notoriamente injustos (legalmente
hablando) del Jurado no son muchas veces sino medios violentos de deshacer este divorcio entre la ley y la opinin
pblica, entre el derecho legislado y el derecho real y vivo.
136
De donde parece resultar claro que en una organizacin social anarquista, en la cual no existirn leyes, no tendra
razn de ser la cuestin sobre la que tanto, y tan intilmente casi siempre, se viene discutiendo hace tiempo, acerca
de las relaciones entre la moral y el derecho; cuestin que tampoco ha podido presentarse en aquellas primitivas
sociedades donde, segn dejamos dicho (cap. I, 11 y sigs.), las leyes sern desconocidas. Hoy, cuando se pregunta
por ese problema, se piensa, a mi ver, casi siempre, en las relaciones que pueden y deben existir entre la moral y el
derecho llamado (no con toda propiedad) positivo, esto es, el derecho legislado, coactivo, provisto de una actio. No
hay ms que referir tal pregunta al derecho que se denomina natural, para advertir inmediatamente que en este caso
dejan ya de ser valederas las diferencias que entre la moral y el derecho suelen establecerse. Vase tocante a esto, mi
libro El derecho y sus sacerdotes, cap. II.
137
Esta parece ser tambin la opinin del Dr. Ernesto Neukamp, magistrado de Gotinga, quien, el su conferencia del
11 de mayo de 1898 en la Internacionale Vereinigung fr vergleichende Rechtswissenschafttund
Volkswirtschaftlehre, de Berln, sobre La coaccin jurdica, considerada en su evolucin histrica (al.), luego de
combatir, lo mismo la doctrina de aquellos que ponen la diferencia entre moralidad y derecho en ser las normas de la
primera incoercibles y las del segundo coactivas o coercibles, como la de aquellos otros que dicen acompaar a las
reglas jurdicas la coaccin fsica, y a las morales de coaccin psquica; luego de afirmar que toda coaccin, incluso
la religiosa, ha comenzado por ser fsica y violenta, para irse tornando poco a poco en psquica, efecto de lo cual la
coaccin en el derecho se va espiritualizando cada da ms y luego de asegurar que el fin de la presin no coactiva
Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

57
Ni lo moral ni lo jurdico son rdenes extraos a la realidad de aqu abajo, superiores a lo
terrestre, normas absolutas de la vida humana, formuladas por poderes extranaturales e
invisibles, que gobiernan el mundo sin pertenecer a l; no son, por el contrario, otra cosa sino la
realidad y la vida mismas. La totalidad de condiciones y elementos reales que constituyen un
ambiente social dado, forman el orden que se dice moral, cuando por la poca fuerza con que
se imponen al sujeto inteligente (coaccin), ste juzga que su cumplimiento y respeto no son
absolutamente necesarios, aunque si convenientes, para la vida, y por lo mismo, entiende que
tal respeto y cumplimiento son potestativos en l, realizando una obra meritorio (de
misericordia, de beneficencia, de caridad, puramente gratuita), si los practica, pero sin que se le
pueda hacer objeto de sancin legal alguna, ni compelrsele justamente por la fuerza a su
efectuacin. Por eso se suele decir que la moral no tiene ms juez que la conciencia (individual
y social). Y aquellas mismas condiciones reales constituyen el orden jurdico, cuando la
presin que ejercen sobre los individuos es de ndole tal, que stos no pueden menos de
respetarlas y de someterse por completo a ellas, bien porque el propio sujeto reconozca la
interna virtualidad de semejantes condiciones y vea lo conveniente (adecuado, justo) que es
para todos, incluso para l, secundarlas y respetarlas, caso en el cual cumplir sus deberes por
propio impulso y someter su voluntad espontneamente a orden y bienestar generales; bien
porque alguna fuerza externa, v. g., la ley, el poder pblico, la opinin pblica, el temor a la
sancin religiosa, le obliguen a prestar acatamiento a lo que l no se lo prestara de buen grado.

43. Compenetracin recproca de las mismas. Claro est, segn esto, que los crculos con
que se representan la moral y el derecho, lejos de tener, como se cree usualmente, contornos
fijos e invariables,
138
y de estar separados por una lnea divisoria bien marcada, se hallan en
una relacin tan ntima, penetrando mutuamente la una en la otra, en un flujo y reflujo
incesantes, que bien se puede decir que forman una misma cosa. Esto se ve, sobre todo, cuan
se fija la atencin en algunas relaciones que, sin haber llegado a tener en favor una garanta
legal ni judicial, no se hallan enteramente desprovistas de sancin ni de carcter obligatorio: tal
acontece v. g., con aquellas cuyo incumplimiento no da motivo al ejercicio de una accin ante
los tribunales, pero las cuales son reclamadas con tal fuerza por la costumbre, por la opinin
pblica, por el sentimiento religioso y moral, que en la mayora de los casos se las respeta y
cumple por temor a la sancin que viene de estas fuentes.


del derecho ha de consistir, especialmente, en despertar en los hombres el sentimiento de lo justo, de manera que el
empleo de la violencia coactiva sea cada vez menos necesario, hasta el punto de quedar como recurso extremo, del
cual hagan uso los rganos del derecho para la conservacin del orden, concluye diciendo lo siguiente: La
caracterstica del derecho, aquello por lo que ste se distingue de la moralidad y de las costumbres, en lo que a la
materia de la coaccin toca, no consiste -segn piensan, sobre todo, Wundt y Ihering- en la especie diversa de
coaccin que emplean estas tres instituciones sociales; sino, ms bien, en que las condiciones bajo las cuales el
derecho se sirve de la coaccin, presuponen una comunidad organizada (o sea el Estado oficial), y en que el aparato
coactivo de que el derecho hace uso, se halla perfectamente regulado y organizado. En cambio, la coaccin que
emplean la moralidad y las costumbres es totalmente inorganizada; pues la sociedad no organizada es la que
determina las condiciones y los casos en que puede aplicarse, en todo que las formas de tal aplicacin no se hallan de
un modo fijo. Como se ve, Neukamp, cuando habla de derecho, se refiere nicamente al derecho legislado, idea
muy generalizada en Alemania (y aun donde quieren hoy) entre los juristas. Para stos, slo suele ser derecho el que
hace valer el Estado, lo que Ihering deca los intereses jurdicamente (esto es, legalmente) protegidos.
138
La escuela del derecho natural, constantemente preocupada con lo que ella pretenda ser principios absolutos,
viene desde hace ms de tres siglos esforzndose por determinar de un modo preciso, y de una vez para siempre, las
relaciones entre la moral y el derecho, con arreglo a tales principios. Mas el problema sigue tan irresoluto como le
estaba en sus comienzos, y debemos aadir que tan insoluble, porque est mal puesto. En vano se derrocharn
raudales de ingenio por encontrar los lmites inalterables que separan la moral y el derecho, porque estos lmites no
existen; y si se quiere admitir su existencia, preciso es confesar que son de lo ms inestable e incoercible que se
conoce. Desde luego, parece que debemos renunciar a la pretensin (comn al mayor nmero de los tratadistas que
se han ocupado en este asunto) de creer que hay relaciones por su propia naturaleza y siempre morales, y otras que
son siempre jurdicas; siendo de advertir que, por el contrario, una misma relacin, y todas, pueden ser, y lo son
segn los momentos y las ocasiones, ora lo uno, ora lo otro, o ms bien son siempre lo uno y lo otro.
Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

58
De qu clase son dichas relaciones: morales o jurdicas? No participan de una doble
naturaleza? No puede decirse que teniendo todava un pie en el campo de la moral, de lo
potestativo, del consejo, se estn escapando ya de l, para entrar de lleno en el terreno de las
garantas legales, de lo obligatorio, del precepto? Y esto, que al presente ocurre con un
sinnmero de relaciones,
139
no ha ocurrido en el tiempo con todas las que hoy son
francamente jurdicas, y ocurrir maana con otras que se vayan originando?
140


La vida social hay que representrsela, por consiguiente, como ella es, es un devenir incesante,
en un verdadero proceso, a travs del cual, una misma relacin, sometida primero al vaivn de
la lucha brutal y de la prepotencia, llega poco a poco a hacerse su sitio en el ambiente, a
cavarse su lecho, como si dijramos, a connaturalizarse de tal modo con los individuos que
viven en el referido ambiente, que stos no saben ya pasarse sin ella: y primero por la fuerza de
la sancin religioso, o de la opinin pblica, o de las costumbres, o de las represalias que
traera consigo la ruptura de convenciones privadas, o de otro modo, y despus por la fuerza
propiamente legal y autoritaria, exigen, dichos individuos, que todo el mundo respete la tal
relacin y obre sin quebrantarla, violentarla ni desconocerla. Quin ser capaz de decir
cundo la relacin que nos ocupa ha dejado de estar sometida al puro dominio de la fuerza,
para entrar en el de la moral, y cundo ha pasado desde ste al del derecho? No sera ms
acertado decir que fuerza, moral y derecho son sustancialmente la misma cosa, y que entre
ellas no hay ms que diferencia de grado, dependiendo, a su vez, ste de la particular situacin
que ocupa el agente de la relacin?

44. Relatividad de ambas. Advirtase ahora que tanto el derecho como la moral considerados
en s, objetivamente, que suele decirse, tienen sus races en el medio social, o, para hablar ms
propiamente, son este mismo medio considerado desde ciertos puntos de vista; por lo que
todos los cambios que el medio experimente se proyectan en otros tantos cambios morales y
jurdicos. Pero el ambiente, segn ya hemos indicado ( 6 y 7), est modificndose a la
continua y sufriendo alteraciones; luego lo moral y lo jurdico las experimentan igualmente. No
hay, ni puede, ni debe haber dos pueblos, ni dos regiones, ni siquiera dos momentos de la vida
de un pueblo o de una regin, que tengan el mismo, exactamente el mismo derecho y la misma
moral,
141
porque no hay dos regiones ni dos pueblos cuyas condiciones de existencia, cuyos
ambientes sean iguales en su totalidad, aun cuando pueden serlo en muchas cosas, y adems,
pueden irse haciendo semejantes poco a poco.
142
Lo que es justo y moral para unos, en un

139
Las pertenecientes al orden internacional se hallan todas en este caso; de aqu las dudas y las disputas sobre si
existe o no existe un verdadero derecho internacional, o si lo nico que actualmente hay es una moral internacional;
dudas que solamente pueden existir cuando se considere como derecho exclusivamente el legislado. En el campo del
derecho interno o nacional, puede advertirse a todas horas una larga serie de relaciones que no han sido an
legisladas, pero que no tardarn en serlo: tanta es la fuerza que van teniendo en la opinin y en las costumbres! As,
por ejemplo, el derecho mercantil, los derechos de la personalidad garantidos por las constituciones, lo contencioso-
administrativo; en el mismo derecho civil, la patria potestad de la madre, los derechos hereditarios del cnyuge viudo
y de los hijos naturales, los alimentos entre parientes, la obligacin de dotar todo esto, que hoy se halla dentro del
derecho legislado por el Estado, ayer no lo estaba; como hoy todava no presta accin el poder pblico a ciertas
relaciones a que se le prestar maana, tales como la regulacin del contrato de trabajo en beneficio del obrero, la
proteccin al dbil, etc.
140
Sobre esta compenetracin de esferas, vase tambin Vidari, Elementi di Etica, Miln, 1902, parte 2, seccin 1,
cap. III.
141
No hay siquiera dos individuos cuya conciencia moral y jurdica sea igual. Ni aun el mismo individuo tiene
idntica conciencia, ni obra de idntica manera siempre: su conducta vara segn el lugar, el tiempo, las
circunstancias.
142
Por esta razn es insensato querer transplantar de sbito las leyes y las instituciones de un pas, donde tienen
arraigo y se hallan bien recibidas, a otros cuyas condiciones de vida, cuyas costumbres tienen que modificarse para
que aquellas leyes y aquellas instituciones puedan ser viables. Pero es igualmente insensato negar a redondo la
posibilidad de que tales leyes e instituciones encarnen nunca en el pueblo a donde se han transportado; porque no hay
ambiente alguno que no sea susceptible de cambio y donde no sea posible hacer un legar para otro elemento nuevo,
aun cuando sea a costa de los que ya vienen exigiendo. Sin que nosotros creamos que la imitacin desempea en la
Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

59
momento, en un pas determinado, es injusto e inmoral para otros, en otro momento y en
diferente pas, sin que nadie pueda arrogarse el monopolio de ser l, su pueblo, su raza o su
tiempo, los que saben interpretar lo moral y lo justo en su objetividad.

A mi juicio, de la propia manera que no es posible decir que el color o la belleza tengan
objetividad real, independientemente de nosotros, sino que consisten no ms en modificaciones
que el sujeto experimenta cuando ocurren determinados elementos, y que cuando todos stos o
algunos faltan o se cambian, la percepcin no existe o existe alterada, as no puede tampoco
decirse que la moral y la justicia tengan para el hombre existencia independiente del sujeto que
las contempla y realiza; y por consecuencia, nadie podr abrigar la pretensin de ser l el nico
que, habiendo sorprendido los secretos de la justicia y la moral absolutas, puede obrar
conforme a las exigencias de stas. Posible es que tal absolutividad exista; posible es que en la
mente del Gran Ser, del Ser absoluto, se vea con tan grande claridad el engranaje entre todas
las partes del Universo, entre los diferentes seres que lo forman, lo han formado y lo formarn
en los varios instantes, que slo se d una sola manera de justicia o, lo que es lo mismo, una
sola forma de conducta acomodada a las exigencias objetivas del orden.

Pero nos hallamos en otro caso. Desconocemos cules sean estas exigencias, y lo nico que
podemos hacer es presumirlas, representrnoslas, cada cual lo mejor que sepa. De aqu la
diversidad de criterios y apreciaciones acerca de la bondad y justicia de unos mismos actos.
143

Llamamos nosotros justas, buenas y morales las acciones, cuando se encaminan (se adecuan,
se ajustan) a la consecucin de ciertos fines que nosotros mismos consideremos convenientes
y tiles, ora esta conveniencia y utilidad se presente a los ojos del sujeto que obra, en el cual
caso la justicia brota de su propia conciencia, de su conviccin, y se practica voluntariamente;
ora sean individuos extraos a l los que aprecien la conveniencia dicha, y entonces la justicia
es impuesta, exterior al que realiza, mecnica, forzada, coactiva, en suma. Justo y moral
absolutamente, objetivamente, desde el punto de vista humano, habra de ser aquello que
favoreciese todas las aspiraciones, que apagase todos los deseos. Mas esto es por completo
imposible, porque las pretensiones y las conveniencias de los hombres son muy varias y a
menudo encontradas.

45. Explicacin del criterio contrario. Ocurre, no obstante, que en el perpetuo cambiar de
las condiciones constitutivas del ambiente, algunas de ellas aparecen y desaparecen con una
rapidez vertiginosa, mientras que otras perduran bastante. Todas sufren alteracin, slo que el
tiempo necesario para llevarla a cabo, es en unas mucho mayor que en otras;
144
como el
perodo necesario para verificar su evolucin biolgica es de duracin muy varia en los
diferentes individuos del reino vegetal o del animal. Hay plantas y animales que recorren todo el
ciclo de su evolucin en pocos das, o en pocas horas, y aun en minutos, en tanto que otros
necesitan para recorrerlo muchos aos, y aun varios siglos; y, sin embargo, tan transitorios y
caducos son los segundos como los primeros. Hay, del propio modo, instituciones que parecen
inalterables con relacin a otras que vemos nacer y morir ante nuestros mismos ojos; pero si se
las considera a travs de los siglos, advierte uno igualmente su aparicin y su fin. Precisamente
estas instituciones son las que la filosofa jurdica abstracta, por prescindir de la historia, ha
considerado como fundadas en el derecho natural, a diferencia de aquellas otras que, por vivir

vida social un papel tan preponderante como algunos socilogos suponen, la verdad es que su influjo no podr ser
por nadie puesto en duda.
143
Tngase presente esta relatividad de criterios, para apreciar en su justo valor cuanto hemos dicho antes acerca de
la funcin tutelar de las leyes y el Estado oficial, sobre todo en el cap. VI, 29-35.
144
De aqu procede el error de aquellos que distinguen en el derecho, como en otras cosas, elementos esenciales y
accidentales eternos y temporales, inmutables y variables. Con slo que intentasen fijar la lnea de separacin entre
unos y otros, de una manera concreta, echarn de ver su error. Los que a primera vista se ofrecen como elementos
invariables, son no ms que aquellos cuya transformacin requiere un largo perodo de tiempo para verificarse: v. g.,
el trnsito de una forma de organizacin de la familia a otra, de la propiedad individual a la colectiva, o al contrario,
etc.
Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

60
de poco tiempo, o por haber asistido a su gnesis, llamaba de puro derecho positivo; pero
precisamente tambin los estudios de derecho comparado, de jurisprudencia etnolgica y de
historia del derecho, vienen demostrando que tan de derecho positivo (esto es, tan hijas de las
necesidades del ambiente, no cadas de las nubes) y tan perecederas son las primeras como
las segundas.

46. Flexibilidad de las leyes. Tendencia a lograrla. Para que las leyes fueran enteramente
justas, como se pretende, es decir, para que respondieran en todo caso a las exigencias y
condiciones sociales, sera preciso que su flexibilidad fuera tanta, se estuvieran plegando a
cada paso a los cambios que esas condiciones y exigencias sufren; o, lo que es lo mismo, sera
preciso que se diera una ley para cada hecho: lo que supone tanto como negar la ley misma,
con todos los caracteres de generalidad, igualdad, etc., que se consideran hoy inherentes a
ella.
145
Tal es el motivo por el cual existe a la hora presente una corriente poderosa de opinin
contra la rigidez legal, y por eso se vienen proponiendo medios de acabar con esta rigidez y de
hacer posible las constantes modificaciones legislativas.
146


47. Crtica de una opinin. Hay muchos pensadores, para quienes la forma ms perfecta de
la evolucin jurdica se halla representada por el derecho legislado, positivo, por el derecho que
tiene la garanta del poder pblico, y cuyo cumplimiento puede exigirse coactivamente. Estos
tales, rechazan la concepcin de una justicia inmutable y eterna, y consideran el derecho como
un producto natural, que se va elaborando en el seno de la sociedad misma, conforme lo
reclaman sus necesidades. En algn tiempo, dicen, el derecho ha sido costumbre, sentencias
del patriarca, jurisprudencia, etc.; hoy no existe derecho, sino en la ley dada por los rganos del
poder, y mientras el legislador no las recoja y les d su sancin, las costumbres elaboradas por
el pueblo, la jurisprudencia sentada por los tribunales apartndose del precepto legal o
modificndolo, y la doctrina que los autores expongan en sus escritos, no constituyen derecho.
Por el contrario, cuando tales costumbres, jurisprudencia y doctrinal han recibido la sancin
legal, la evolucin de la norma jurdica est determinada
147
.

145
Tambin aqu hay que considerar las cosas a travs de la sucesin de los tiempos. En las pocas en que
predominaban los privilegios y en que la condicin de las personas, la clase a que las mismas pertenecan, etc.,
servan de base a injustificadas e irritantes desigualdades (justas, sin embargo, en sus comienzos), la afirmacin de la
generalidad y de la igualdad matemtica de las leyes fue un progreso: pero pasada esta etapa es preciso volver ahora
a afirmar, no los privilegios ni las desigualdades en favor de quienes no los necesitan, de los poderosos, sino la
aplicacin a cada uno de un precepto singular, adecuado a la particularsima situacin en que se halle. Antes, la
desigualdad consista en dar ms a quien ms tuviera; hoy debe consistir en dar ms a quien ms necesite (suum
cuique).
146
A tal fin tiende la proposicin que algunos hacen de creacin de un Instituto legislativo permanente, bien oficial,
bien privado, cuya misin fuera la de estar refundiendo, retocando, perfeccionado, derogado leyes, o introduciendo
otras nuevas, segn las necesidades sociales lo fueren requiriendo; el proyecto de trasformar el Consejo de Estado en
rgano legislativo, que estudiase las reformas legales que debieran hacerse y se las diera ya maduradas al
Parlamento, el cual legisla actualmente tarde y mal; la propuesta para el establecimiento de un Centro reductor de la
jurisprudencia sentada por los Tribunales, centro que habra de examinar las sentencias de stos, recoger las ms
importantes, o las que representasen alguna tendencia utilizable de innovacin, tamizarlas y publicarlas anualmente
como doctrina legal: con lo que se suplira la falta en las sociedades modernas de una institucin que desempee el
papel que en Roma desempearon los pretores. Suiza es quiz el pas cuyas leyes (desde la constitucin hasta las
menos importantes) son actualmente ms susceptibles de modificarse y plegarse a las necesidades sociales y a sus
alteraciones; y esto, gracias sobre todo a las dos instituciones del referndum y de la iniciativa popular. Este pas se
va poco a poco acercando a un rgimen propiamente democrtico, de gobierno del pueblo por s mismo, en el que se
hallen reducidos a su minimum, los intermediarios y resuelta la anttesis entre autoridad y sbdito, y en donde, por
decirlo as, cada uno sea el que se d sus leyes; pero aun est muy lejos de este ideal. (V. el citado artculo, Sobre la
creacin de un bureau parlamentario, en la Revista poltica y parlamentaria, de Madrid, loc. cit.).
147
Esta es la teora que, de un modo ms o menos explcito, sustentan los escritores anteriormente (nota de la pg.
130) citados, siguiendo las huellas de la escuela inglesa de jurisprudencia analtica (Bentham, Austin, Sumner
Maine); la teora del derecho profesada y desarrollada muy especialmente por Vanni, en su mencionado libro, Los
Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

61
Pero los autores a que nos referimos no advierten una cosa: y es que lo que ellos reputan como
la manifestacin ltima, definitiva y la ms excelsa de la evolucin jurdica, no pasa de ser la
forma actual de la misma, originadas por las concepciones reinantes desde la segunda mitad
del siglo XVIII
148
hasta la segunda mitad del siglo XIX, y aun podramos decir que hasta ahora
mismo, y tan transitoria y preparatoria de formas ulteriores como las dems. Olvidan que, al
discurrir como lo hacen, elevan el rango de nicas racionales las instituciones que hoy existen;
y que vienen, por consiguiente, a construir un nuevo derecho natural tan insostenible como el
de la escuela abstracta, del cual desean apartarse. Encastillados en la idea de que no es justo
sino lo legal, les es imposible lgicamente pedir la reforma de las leyes en nombre de la justicia,
de que stas se hallan apartadas, ni concebir la vida social en otras condiciones que las
contempladas y garantizadas por el poder pblico.

Mas, si bien se mira, habr que reconocer que la coaccin externa, o sea la proteccin legal de
las relaciones sociales, no es sino un momento, uno de tantos, de la evolucin del derecho, una
fase preparatoria de fases ulteriores. Como el agricultor y el ganadero no privan de su libertad a
la planta y al animal, sino en tanto que stos se resisten a seguir espontneamente el camino
que aqullos les indican, dndoles suelta despus que ya han logrado subyugarlos y
domesticarlos, pues a partir de este momento, la esclavitud forzosa es perjudicial para todos;
como el cirujano inteligente corta las ligaduras y deja que los rganos del cuerpo se desarrollen
con libertad, luego que tales ligaduras han conseguido consolidar la unin entre partes que se
hallaban indebidamente disgregadas; como el tutor no desempea una funcin perpetua, sino
temporal, y debe ir reduciendo cada vez ms su intervencin en la vida del pupilo, hasta retirarla
toda cuando ste sea capaz de dirigirse por s mismo; de la propia manera, el legislador
avisado, cuyo papel es muy semejante al del domesticador, del ortopdico, del educador y del
tutor, no debe aspirar ms que a establecer entre los individuos, por medio de la ley y de la
coaccin, vnculos de solidaridad, que ellos mismos, los individuos, no estableceran de su
propia voluntad. Pero luego que lo haya conseguido, luego que la cooperacin social est
asegurada por el hbito, por el inters particular visto en el inters colectivo, por la conviccin
de los mismos asociados, el legislador (y quien dice el legislador dice toda clase de de poderes
y de autoridades) debe retirarse de aquella esfera y pasar a otras, dejando obrar en ella a los
individuos: pues, de no hacerlo as, se convierte en rmora y estorbo para la vida social
149
.


estudios del Sir H. Sumner Maine y la filosofa del derecho, 6, y por Gumplowics, en su Derecho poltico
filosfico, en su Idea sociolgica del Estado, y en general en todos sus escritos.
148
Estas concepciones, jacobinas, revolucionarias, haban dominado ya antes, en el siglo XII, con el renacimiento del
derecho romano, y en el XVI, con el legalismo de los juristas y con las monarquas absolutas. Luego se atenu dicho
movimiento, para resucitar otra vez en el XVIII, con el legislacionismo abstracto y autoritario, que coge ya a los
reyes y ministros reformistas o filsofos, y que culmina en la Revolucin francesa, cuya accin ha durado por todo el
siglo XIX. Vino despus la poderosa reaccin de la escuela histrica del derecho, y hoy comienza de nuevo
(especialmente en algunos escritores alemanes, como Merkel, Schuppe y otros) una contrarreaccin, adversa a la
costumbre como principal o exclusiva fuente del derecho, y en favor de la accin legislativa artstica y reflexiva de
los poderes pblicos, esto es, del derecho fabricado de golpe, podra casi decirse, por el Estado oficial. Es una de
tantas manifestaciones de la ley del ritmo, que rige la produccin de todos los fenmenos histricos, y entre ellos los
de la evolucin del pensamiento.
149
Recurdese lo que hemos dicho ms atrs ( 39). Es notable -por la poca en que se escriba, y aun por la cualidad
de funcionario judicial de que el autor se hallaba revestido- lo que, a la vspera de la revolucin francesa, deca M.
Servan, fiscal del Parlamento de Grenoble, en su Discurso sobre la administracin de justicia: Un dspota cobarde
-escriba- podr aprisionar a los esclavos con cadenas de hierro; un verdadero poltico los sujeta, por el contrario,
mucho ms fuertemente por medio de la cadena de sus propias ideas, cuyo primer anillo fija en la columna estable de
la razn; siendo tanto ms seguro este enlace, cuanto menos descubrimos su trabazn. La desesperacin y el tiempo
gastan al cabo los eslabones de hierro y de acero; pero nada pueden contra la unin habitual de las ideas: antes por el
contrario, el tiempo las afirma ms y ms, y sobre las blandas fibras del cerebro est fundada la base inalterable de
los ms firmes imperios. (Servan, Discursos forenses, trad. esp. por D. I. M. de S. M.; Madrid, 1828, discurso
primero, pp. 21-22).
Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

62
48. Discusiones ociosas. Por no haberse atenido y atenerse a este criterio evolutivo,
creyendo que la misin de la ley, de las autoridades y del Estado oficial en general, es una
misin permanente, esencial, invariable, es por lo que tanto y tan sin provecho se han venido
disputando, y aun se disputa, acerca de los fines del Estado y del grado de intervencin que a
ste le corresponde en el desempeo de las funciones sociales, y porque las discusiones entre
individualistas y socialistas, entre libertarios y autoritarios, entre defensores de la centralizacin
y de la descentralizacin, han sido tan largas y a veces tan vivas. Cada escuela o partido
adoptaba un punto de vista relativo e histrico, erigindolo en absoluto; y as, todos tenan
razn en parte, y en parte se equivocaban. Ni anduvieron ms acertados los que pretendan
distinguir dos clases de fines en el Estado, unos permanentes y otros transitorios, histricos o
tutelares; pues el Estado, o, mejor dicho, el poder pblico,
150
no tiene ms misin que la tutelar,
y, por lo tanto, todos sus fines son histricos.
151
La prueba est en que nadie ha podido fijar la
lnea divisoria entre una y otra clase de fines, ni los tratadistas han logrado ponerse de acuerdo,
sino, si acaso, para sentar la afirmacin de que el cumplimiento del derecho, o la administracin
de justicia, corresponde indudablemente al Estado; afirmacin que, por lo vaga e indeterminada,
deja las cosas tan intactas como si no se hiciera.

Decir que el cumplimiento del derecho es el fin indiscutible del Estado, no es decir nada; pues
como derecho es todo (el derecho son las cosas, todas las cosas en determinada disposicin
respecto de los hombres), todo lo podr y lo deber hacer el Estado, sin que haya motivo para
negarle la intervencin en determinadas relaciones y concedrsela en otras. Derecho son, por
ejemplo, la instruccin, la beneficencia, la higiene, el bienestar econmico, el comercio, las
industrias, etctera, etc.; y, sin embargo, se dice que el desempeo de estos fines, o no
corresponde nunca al Estado, por ser fines sociales, que, por tanto, debe la sociedad
desempear directamente, o slo le corresponde en cierta forma, o slo de un modo transitorio,
hasta tanto que la sociedad se encuentre en disposicin de cumplirlos por s. Se rechaza, v. g.,
como intromisin abusiva y socialista, que restringe indebidamente la libertad individual, y, por
tanto, como contraria al derecho e impropia de la funcin del Estado, la reglamentacin por ste
de la industria, de la higiene de las fbricas, del salario de los obreros, de la enseanza y se
acepta como natural, adecuada a derecho, propia de los fines que el Estado corresponden por
su naturaleza, la reglamentacin por parte del mismo de todo lo relativo a la constitucin familia
y a la prosperidad del individuo, es decir, de los ms ntimo de ste, de toda una amplia esfera
que, por referirse ms directamente que otras al individuo, constituye lo que se llama, con
mayor o menor exactitud, derecho PRIVADO.

La intervencin del Estado (del poder pblico) en esta esfera no es una intervencin
puramente histrica, tan histrica y circunstancial como su intervencin en el contrato de
trabajo; slo que por llevar la primera mucho tiempo de existencia y habrnosla encontrado ya
como tradicional, la consideramos indivisible del Estado, mientras que juzgamos transitoria,
abusiva o injusta la segunda, porque estamos asistiendo a sus comienzos y no se nos presenta
rodeada del prestigio y veneracin que tienen las instituciones antiguas y ya de largo tiempo
arraigadas?
152





150
Muchos de los errores corrientes en la materia, provienen de que con harta frecuencia se usa la palabra Estado,
indistintamente como poder pblico (Estado oficial) y como colectividad formada por el conjunto de individuos que
son gobernados por ste (Estado total); cuando las dos ideas son diversas.
151
Lo que yo dudo bastante es que la existencia del Estado oficial, sea imprescindible y, por lo tanto, permanente.
Siempre existen, es cierto, en la sociedad, personas y relaciones que piden tutela; pero esta tutela (temporal y
transitoria) habr de ser el Estado oficial quien la ejerza, por medio de las leyes y las autoridades, o no deber ser
ejercida ms bien por otros rganos?
152
V. la nota 3 de la p. 113.
Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

63
CAPTULO NOVENO



MALES Y PELIGROS


49. La autoridad como un derecho de quien la ejerce y con finalidad en s misma. Varios
males engendra el desconocimiento del carcter transitorio e histrico de la funcin que la ley y
las autoridades desempean, y el consiguiente hecho de que una y otra no dejen a tiempo el
campo libre a la actividad individual. Por de pronto, hacindose sistemticamente perdurables,
se erigen en instituciones a se, con existencia propia; y, tanto los que se hallan al frente de las
mismas, los diversos rganos del poder, como la masa social, llegan a considerar que la
autoridad es por su propia naturaleza superior a los sbditos, y la ley una norma esencialmente
justa, a la que deben amoldar sus actos, de grado o por fuerza, cuantos se hallan sometidos a
su imperio. Por eso, los mandatos del poder, cualquiera que sea la persona que lo ejerza, son
indiscutibles y deben ser ciegamente obedecidos. Por eso, el poder mismo se juzga como una
institucin sobrehumana, no engendrada en el seno de la sociedad, en vista de necesidades
sociales y para satisfacerlas,
153
sino al contrario, cada de las nubes, a manera de un don
gratuito hecho a la persona que lo posee, la cual lo posee con perfecto derecho, como cosa
propia, en su beneficio, y puede hacer de l el uso que le parezca conveniente. Por eso mismo,
tambin se pide respeto y veneracin para las autoridades, por lo que representan, no por lo
que ellas en s valgan o porque sean respetables; es ms: aun cuando sean indignas y aun
cuando se sepa de un modo positivo que han obrado contra toda razn y justicia. La muletilla
respeto al principio de autoridad, es una de las ms usadas.

No en otra consideracin se funda la tradicional sumisin a la autoridad de la cosa juzgada, la
indiscutibilidad de las sentencias de los tribunales, la irresponsabilidad e inviolabilidad del
soberano, la obediencia forzosa y servil a las prescripciones del mismo, a las rdenes del
padre, del maestro, del sacerdote, sea cual sea el contenido de tales rdenes y prescripciones.
De poco sirve que algunas veces se haya dicho que las leyes y los mandatos injustos de las
autoridades no deben ser obedecidos, y que hasta se haya llegado a afirmar el derecho de
resistencia pasiva, el de insurreccin y aun de tiranicidio;
154
esto no ha pasado de ser protestas
aisladas de espritus independientes, cuya inteligencia y sentimientos se rebelaban contra la
omnmoda esclavitud de los inferiores frente a los antojos insensatos de los superiores.
155
Mas
la casi totalidad de las gentes ha venido y viene considerando como innegable la necesidad de
que cuantos ejercen algn poder sean respetados y venerados por el simple hecho de
ejercerlo;
156
y es que esta concepcin lleva dominando tanto tiempo, que se ha infiltrado ya en
nuestra sangre y de ella se nutre un crecidsimo nmero de nuestras ideas. Sabido es el influjo
que han tenido y tienen en la vida, lo mismo en la intelectual que en la prctica, las doctrinas de

153
Conocida es la irritacin de que el actualizar de Rusia Nicols II, fue presa, cuando, poco despus de su
advenimiento al trono, al recibir a los delegados de la nobleza de provincia, uno de los zemtsvos (especie de
Diputaciones provinciales) le felicit por haber entrado S. M. I. al servicio de la nacin. Este incidente demuestra
que los monarcas no se juzgan servidores de la nacin, sino ms bien superiores a ella, y que entienden que la
autoridad que ejercen es cosa que les pertenece, como algo propio.
154
Vase acerca del particular los citados libros de Costa, Teora del hecho jurdico, 31, 33 y 34; La vida del
derecho, 35, y La ignorancia del derecho, IV.
155
Aun para los escritores aludidos; fue siempre un problema de muy difcil solucin el de determinar los lmites de
la rebelin contra la injusticia, para que aquella no fuese imprudente e injusta a su vez.
156
A veces, se advierten movimientos populares de protesta contra las rdenes de arriba, v. g., contra un decreto
ministerial que los protestantes consideran injusto. En esos casos es frecuente que los rganos de la autoridad
exijan, como primera condicin para or las quejas de los rebeldes, la completa e incondicional sumisin de stos, o
sea el reconocimiento del derecho en la autoridad para mandar lo que ha mandado. Despus de que se sometan,
veremos, suelen aadir.
Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

64
Aristteles y, mezcladas con ellas, las de la Iglesia catlica y sus doctores; pues bien: tanto el
uno (con su distincin esencial de seor y esclavo, de soberano y sbdito, de padre e hijo)
como la otra (con su teora de la jerarqua y de la separacin imborrable entre clrigos y legos,
apacentadores y apacentados, depositarios los unos de la verdad y encargados de ensearla a
los otros), profesan la mxima de que la autoridad tiene propio valor por s misma, no por los
fines que cumple; y de que quienes viven sometidos a ella son por naturaleza inferiores y deben
conformarse con lo que la autoridad les ordene, sin otra razn que tener en cuanta la
procedencia del mandato. Fundndose en ello, los gobernantes desoyen, cuando bien les
parece, las reclamaciones de los gobernados y no les prestan atencin alguna.

Otras consecuencias nocivas trae consigo esta manera de concebir las leyes. Mencionaremos
las principales.

50. Los legistas y su culto a la frmula legal. Ante todo, la de que se concentre toda la
justicia en los Cdigos, que expresan la voluntad del gobernante, y se niegue el carcter de
fuente del derecho a todo lo que no sea la ley dada por ste. Con lo que se ha dado origen a
una casta de personas, a saber, los abogados, en quienes se considera monopolizado el
conocimiento del derecho, por cuanto son ellos los nicos que manejan las leyes.
157
Todo el
estudio que generalmente se creen obligados a hacer es el de los cdigos y dems
disposiciones legales, que es donde reside para ellos la justicia; el estudio de las cosas mismas
no les interesa, ni, por consiguiente, el de aquellas disciplinas que se ocupan en el examen y
conocimiento de estas ltimas. Y as la existencia de la ley es, cuando menos por lo que toca a
los juristas, un poderoso obstculo para la investigacin y el cultivo cientficos.
158

Efecto de la misma concepcin, es la creencia, tan general, de que las leyes no envejecen, y
que, cuando entre ellas y la vida normal y consuetudinaria se note divergencia, la razn est

157
Los abogados se convierten en sacerdotes de la justicia, como ellos dicen, en conservadores del fuego sagrado
de Astrea, diosa de la misma, en nicos conocedores de los secretos de semejante divinidad, en ministros por cuyo
conducto descienden sobre las cabezas de los mortales los dones divinos; enteramente igual que sucede con los
sacerdotes de las diferentes religiones. Hasta se parecen a stos en servirse de un lenguaje distinto del ordinario y de
frmulas consagradas (aforismos jurdicos, tecnicismo especial, ritualidades procesales); lenguaje y frmulas que
el comn de las gentes no entiende. Todo ello, juntamente con el traje especial que usan, contribuye a apartarles del
vulgo y a rodearles ante ste de respeto y veneracin. Lo peor de todo es que semejantes defectos no son
privativos de los juristas, sino que nos cogen, regularmente, a todos, y muy en especial a los profesionales, sea
cualquiera la profesin de que se trate.
158
Advirtamos, si no, los siguientes hechos: de un lado, la aversin que los hombres de ley, sean abogados, sean
jueces, sean lo que quieran, suelen tener a toda preparacin que no sea la puramente legal. Los editores de libros y
los libreros afirman que no se vende entre el pblico de abogados, apenas un ejemplar de los que revistan carcter
filosfico o cientfico, y que lo nico que tiene fcil salida son los textos legales, tanto ms si llevan adiciones o
comentarios de jurisprudencia del Tribunal Supremo, el Consejo de Estado, etc. Los directores y editores de revistas
jurdicas no quieren tampoco sino artculos o trabajos puramente prcticos, pues los doctrinales no son del agrado
de los suscritores. De otro lado, la opinin corriente entre los legistas, asegura que para la administracin de justicia,
civil, penal, administrativa, o de otra cualquiera clase, basta y sobra con las prescripciones legales y las sentencias
del Tribunal Supremo o corporacin correspondiente, siendo enteramente innecesario, y hasta daoso, todo
conocimiento de otra ndole. Los juristas, en general, estn persuadidos de que las teoras y las disertaciones
cientficas deben ser proscritas de los tribunales y relegadas a las Academias, Ateneos y Ctedras (donde, sea dicho
de paso, tampoco las quieren). Por eso se da el curioso fenmeno de que, mientras el mdico, v. g., o el educador,
pueden y deben aprovechar cuanto sepan para el desempeo de sus respectivas funciones, y, por los mismo, les
conviene mucho estudiar, y estudiar tanto las cosas como los libros, al jurista, en cambio, no le sirve para el buen
cumplimiento de sus deberes el estudio a no ser el estudio mecnico de la legislacin. De cun distinto modo -
mucho ms acertado, a mi juicio- miraba las cosas el citado Servan, cuando deca: Acumule cuanto quiera un
magistrado (o un abogado, el caso es idntico), acumule cuanto quiera en su memoria esas leyes positivas, obra
muchas veces arbitraria de los hombres; sea, si se quiere, capaz de decidir diferentes negocios civiles: si su memoria
no va regulada por un gran juicio, sus mismos conocimientos contribuirn a extraviarle, y su cabeza se asemejar a
una caverna, de donde saca las leyes para inmolarlas, parecido al gigante de la fbula, que haca salir a los
compaeros de Ulises encerrados en su gruta, slo para devorarlos enseguida! Ob. cit., pp. 56-57).
Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

65
siempre de parte de la ley, y a ella es a la que deben atenerse los funcionarios de toda clase.
159

Por eso es lo corriente que las personas encargadas de administrar justicia (jueces, fiscales,
abogados, etc., etc.) reduzcan lo que llaman cuestiones jurdicas a discutir cul de entre
varias leyes vigentes, muchas veces contradictorias, es la que debe aplicarse (lo que suele ser
un verdadero logogrifo), o cul es el pensamiento que en ella puso el que la public: muy
raramente, o nunca, se cuestiona sobre cules sean las exigencias efectivas de los individuos o
colectividades a quienes se trata de administrar la justicia. La frmula, la frmula: esto es lo que
hay que respetar y poner a salvo, lo que interesa verdaderamente; las cosas a que la frmula se
refiere, sas no importan nada, o slo importan de un modo muy secundario.

Y de tal manera se ha sedimentado, digmoslo as, en el alma de los legistas, la conviccin de
que, para ellos, no debe haber otra fuente de justicia sino las leyes del Estado a que
pertenezcan, que se estima como un atrevimiento inaudito el prescindir de las mismas para
atenerse a las exigencias reales, o el darles aplicacin diferente de aquel la que se infiere de su
letra y contexto. Slo as puede uno explicarse que hayan alcanzado tanta celebridad
recientemente las sentencias del juez Magnaud, presidente del Tribunal francs de Chteau-
Thierry; hasta el punto de haber conmovido a todos los crculos de juristas de Francia, y aun de
otros pases, y sido objeto de discusin en las Cmaras, en los Tribunales, en las revistas, en
los peridicos, en las sociedades cientficas, en todas partes, y, como consecuencia de ello
haber dado origen a varias proposiciones y tentativas encaminadas a reformar cierta parte del
derecho legislado vigente.
160


Cunto hemos descendido, por lo que a este punto se refiere, desde los griegos para ac, si es
verdad lo que nos dice un griego de nuestros das! Ninguna boca helnica hubiera
pronunciado el adagio latino: Dura lex, sed lex; al contrario, el gran poeta Sfocles pinta muy
bien la concepcin del derecho de sus conciudadanos cuando dice en Antigona, que la ley
publicada por el rey Cren, a quien corresponda entonces el poder legislativo, no tiene fuerza
obligatoria para los ciudadanos, porque no est conforme con el derecho eterno que han
consagrado los dioses. El griego estableca la comparacin entre la ley y el derecho eterno
(ouitv oi_oiov), y no respetaba la ley, sino mientras se hallase en armona con este derecho
eterno! y cuando la misma no se hallase en concordancia con l, la consideraba desprovista de
fuerza obligatoria para el ciudadano griego, y el juez no estaba obligado a aplicarla. Por
consiguiente, los esfuerzos de las partes ante los tribunales no tendan a otra cosa sino a
probar que tenan en favor suyo el derecho eterno, no invocando el texto de las leyes positivas
sino a ttulo subsidiario Los griegos desdearon siempre la letra de la ley, para atenerse a su
espritu Consideraban como criminales abusos de la palabra, no slo los de los charlatanes
de profesin, sino tambin los de aquellos que oponan la interpretacin de la letra de la ley al
derecho natural y a la equidad, haciendo todos los esfuerzos posibles por que la primera
prevaleciese sobre los segundos. La mala reputacin de los sofistas en Atenas (y los sofistas no
eran otra cosa que los maestros de la retrica judicial) no era debida exclusivamente al odio del

159
Dura, sed lex, se atreven, cuando mucho, a decir entonces los legistas. O bien: Yo soy un esclavo de la ley, y a la
ley me atengo, sin tener en cuenta consideraciones de equidad ni de otra ndole. El discurrir de este modo es
frecuente. En las Memorias ledas anualmente en el acto de la reapertura de Tribunales, pueden verse algunos
ejemplos de ello. Costa cita el siguiente hecho: Cuando en 1863 se tropez con el inconveniente de que la ley
hipotecaria no se adaptaba bien ni poda aplicarse a la propiedad territorial tal como sta se halla constituida en las
provincias del Noroeste de la Pennsula, qu hizo la Comisin de Cdigo? Renunciar a la ley? Reformarla? No;
decidir la contienda a favor de la Gaceta contra la realidad; declarar perfecta la ley y defectuosa la constitucin de la
propiedad (Ignorancia, etctera, loc. cit., pp. 93-94).
160
Sobre el particular pueden verse: el libro de M. Leyret, Les jugements du prsident Magnaud, runis et
comments, Pars, 1900; la Revue pnitentiaire, de Pars, ao XXIV, 1900, pginas 1411 y sigs., ao XXV, 1901,
pp. 48 y sigs. y 1521-22, ao XXVI, 1902, pginas 558 y sigs.; el discurso de apertura del Tribunal de apelacin de
Pau, ledo por M. Chassain, en 1900, sobre La responsabilit pnale et lextrme misre; el discurso de apertura del
Tribunal de apelacin de Nancy, ledo por M. Marchand en el mismo ao, sobre Le vol en cas dextrme misre et
ltat de ncessit; etc.
Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

66
pueblo contra su palabrera, sino, sobre todo, a los esfuerzos de ellos para violentar el derecho
natural en beneficio de la interpretacin rigurosa de la ley
161
.

Hasta los romanos, sin embargo de su gran apego a la ley, no perdieron nunca su sentido
realista, por virtud del cual, los principales rganos jurdicos del pueblo, con el respeto aparente
a la prescripcin legal, introducan en ella el contenido que mejor cuadrase a las necesidades
efectivas de cada caso.
162
Algo anlogo ha hecho en diferentes rdenes uno de los pueblos
modernos, Inglaterra. Su evolucin poltica, en especial, se ha verificado por aquel
procedimiento
163
.

51. Sobre el mismo asunto. Juicios de Lilienfeld, Ferrero y Ihering. Es tan poderoso y tan
evidente este culto de la frmula entre los consagrados a la administracin de justicia, que todo
el mundo puede advertirlo con facilidad, a poco que se fije. Hoy, como en los tiempos que
nosotros nos complacemos en llamar primitivos, y de los que tan distantes son juzgados en
cultura y adelantamiento de todas clases, prestamos un acatamiento grandsimo a los smbolos,
yndonos tras de stos y prescindiendo de lo simbolizado. Pero en cosa alguna tienen, quiz,
los smbolos tanto poder, si se excepta la esfera religiosa, como en el orden llamado jurdico,
que es le orden legal. Aqu, los ritos, las solemnidades de todas clases, los formularios,
desempean un papel principalsimo. Tal es el influjo de la forma en lo jurdico, que algn
socilogo la considera como lo verdaderamente caracterstico de esta esfera. Cul es el sello
especfico que imprime carcter de diversidad a toda la esfera jurdica?, se pregunta
Lilienfeld;
164
y contesta: El principio morfolgico, que domina en la naturaleza entera, tanto
inorgnica como viviente; es decir, la forma. Un derecho que no sea formal, que no se apoye
sobre una forma, por fugas que ella sea, puede tener un valor tico, esttico o religioso, pero
deja de ser derecho. He aqu por qu el derecho se encuentra a veces en oposicin con la
moral y an con la religin. La mayor parte de los mrtires cristianos han sido inmolados por
virtud de decisiones estrictamente legales de los tribunales romanos. Lo propio ocurre con los
sectarios juzgados segn el derecho cannico.

La oposicin entre lo justo legal y lo justo real (oposicin que se traduce multitud de veces en
los veredictos del jurado, como hemos dicho, en esos veredictos que los hombres del foro no
comprenden y de los que tanto se escandalizan) la ha puesto bien en claro Guillermo Ferrero,
en su libro I simboli in rapporto alla storia e alla filosofia del diritto, alla psicologia e alla
sociologia
165
, demostrando que la letra de la ley, que no debera ser sino un signo aproximativo
de la justicia, se convierte en la justicia misma, esto es, en un smbolo mstico. Me parece
oportuno reproducir sus principales afirmaciones, con las que estoy conforme:

La mayor parte -dice- de las ideas jurdicas consagradas en nuestros cdigos, y el modo con
que son aplicadas, en una palabra, casi toda la justicia, no es ms que un gigantesco smbolo
mstico, no es sino el efecto de una dolorosa confusin del signo con la cosa; confusin que es
la fuente de infinitos males, y, sobre todo, de este mal, el peor de todos: tener una justicia, que
causa quiz ms daos que beneficios.


161
Jorge Diobouniotis, juez y profesor en Atenas, La science du droit dans lancienne Grece, en la Revue du droit
publie et de la science politique, de Pars, t. VII, 1897, pginas 245-46 y 252. son tan sorprendentes estas
afirmaciones del Sr. Diobouniotis, que quiz no deban ser acogidas sin reserva.
162
Recurdese, sobre todo, la obra de la interpretatio y del derecho honorario. Sohom, Historia e instituciones del
derecho privado romano, trad. esp., sin a, Madrid, (1900), primera parte, expone muy bien, en breves pginas, este
fenmeno, al que, por lo dems, hacen referencia todos los tratadistas de derecho romano.
163
Vase Burgess, ob. cit., t. I, pp. 117 y sigs., y Posada, Tratado de derecho poltico, t. II, Derecho constitucional
comparado, Madrid, 1894, lib. II, cap. III, y otros lugares.
164
La pathologie sociale, en la Revue internationale de Sociologie, t. III, 1895, p. 269.
165
Turn, 1893.
Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

67
Un poco porque la ley misma prohbe una interpretacin demasiado amplia, pero
especialmente por la tendencia humana, ya de por s demasiado poderosa, y ayudada en este
caso por las leyes, al reducir al mnimo el nmero de las asociaciones mentales necesarias para
un trabajo determinado, la interpretacin que prevalece es la interpretacin literal, en perjuicio
de toda consideracin de justicia. Las disposiciones legales, que como hemos dicho, no
deberan ser sino el signo aproximativo e imperfecto de la voluntad del legislador, cuyas huellas
debieran servir de gua al juez para que ste, con sus propias fuerzas, llegara a encontrar la
justicia, se convierten en la justicia misma: y el aplicarlas, sin ms, se estima como el deber del
magistrado. Para juzgar con justicia, debera ste dar curso libre, en todos los casos que se le
presentan, a su natural sentimiento de justicia, o sea a aquella asociacin de ideas y
sentimientos cuya complejidad hemos visto, poco hace, cunta sea: debera confrontar los
consejos de su conciencia con las aplicaciones usuales y ms frecuentes del principio general
de la ley, investigar las razones del desacuerdo y, penetrando en el espritu del principio,
asociando la idea de los casos ms frecuentes en vista de los cuales la ley fue dada, con el
caso presente y las diferencias que ofrezca, modificar la aplicacin de aqulla con arreglo al
propio sentimiento de justicia. Todo este trabajo es harto fatigoso, complicado y, por aadidura,
diverso para cada caso especial: mucho ms sencillo es aplicar las disposiciones generales,
sacando de ellas sus consecuencias lgicas, sin otras consideraciones ni asociaciones
concomitantes de ideas o de sentimientos; pues, en tal caso, no hay ms sino seguir una
cadena ms o menos larga de razonamientos. Por poco que la mente contine en este ejercicio,
se produce rpidamente la suspensin ideoemotiva; el pensamiento se habita a considerar tan
slo las puras relaciones entre el caso especial y el principio general, para encontrar el modo de
aplicar ste sin que se formen las asociaciones colaterales de las dems ideas; el sentimiento
elevado y complejo de la justicia se reduce a un sentimiento de satisfaccin por la aplicacin
lgica, entera y completa del principio general, cuando esta aplicacin pueda hacerse Con
este sistema, las sentencias ms injustas son al mismo tiempo las ms jurdicas

De este estado de cosas se aprovechan los abogados y los intrigantes para poner cuestiones
que, en toda otra clase de personas que no sean los magistrados, provocaran indignacin o
risa, tan absurdos son!; pero que los magistrados discuten seriamente, y a veces hasta
sancionan; de tal manera, por efecto de los hbitos mentales contrados en su largo ejercicio,
han perdido el sentimiento de lo justo y de lo injusto.

Los juristas -dice tambin Ihering
166
- se forjan una segunda naturaleza, y eligen por norma no
observar en las relaciones substanciales ms que su aspecto puramente jurdico La doctrina
pierde por eso su fondo viviente y se asla de su correlacin con el mundo real, en el que halla
el fundamento y las condiciones de vitalidad, y por lo tanto, su inteligencia y justificacin. As,
pues, no es extrao que muchas instituciones legales tomen el aspecto de caricaturas y
parezcan, al que las examina imparcialmente, una mezcolanza de cosas incomprensibles
167
.

52. Cmo se eluden las leyes. Ejemplos. Uno de los grandes males que las leyes pueden
producir, y a menudo producen, es el de comprimir y ahogar la libertad de los ciudadanos, de tal

166
El espritu del derecho romano en las diversas fases de su desarrollo, trad. esp., Madrid, 1895, t. I, pp. 72 y 73.
167
Cf. tambin Raoul de la Grasserie, Le droit de grce en La Scuola positiva, ao VIII, 1898, pp. 21 y sigs. La
justicia, la equidad, la libertad de un hombre, el bienestar y el sosiego de una familia, todo, todo se sacrifica al rito y
a la frmula: as escriba el Sr. Snchez Romn, siendo fiscal del Tribunal Supremo, en su Memoria de apertura de
los Tribunales, 1898, p. 45. Y el ya citado M. Magnaud (el buen juez, segn le llaman), con motivo de una sentencia
del Tribunal de Casacin francs, negando la revisin de una causa, escribi al condenado una carta, publicada por
algunos peridicos, donde deca, entre otras cosas: Semejante deplorable resultado viene a confirmar una vez ms
lo que yo siempre he sostenido, o sea que la justicia jurdica lleva, la mayora de las veces, al magistrado que no
quiere acomodarse a su tiempo, a cometer las mayores iniquidades. (Vase Rev. pnit., t. XXV, 1901, p. 1522).
Ejemplos varios de oposicin entre la vida real y la legal pueden verse tambin en el libro del Sr. Monasterio Gali
Biologa de los derechos en la normatividad, Tortosa, 1901, sobre todo pp. 139, 246 y sigs. De este punto se trata
con mucha mayor extensin en mi libro El derecho y sus sacerdotes.
Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

68
modo, que hacen el imposible todo movimiento normal del sujeto. Y esto, en ocasiones, por
querer favorecer a los individuos mismos a quienes perjudican: pues que son tantas las trabas
que por precaucin les ponen, que se parecen al higienista que dificultara, en fuerza de
prohibiciones, toda suerte de actividad de su cliente y le obligase a permanecer inmvil por
temor a que pudiera tener algn accidente o tropiezo. All donde los recelos del legislador
pueden ms que los instintos de libertad de los pueblos, las leyes, ms que leyes, son trabas
que, en vez de fomentar la vida, embarazan sus movimientos y entorpecen su normal
desenvolvimiento.
168
En casos tales, los pueblos suelen encontrar medios, expedientes o
subterfugios para eludir las leyes desacertadas u opresoras. El Sr. Costa ofrece ejemplos de
ello, en su hermoso libro sobre El derecho jurdico. Uno es el siguiente: Desde el siglo XV, la
falta de libertad civil en Castilla dio a las renuncias (de leyes) tal latitud, que llegaron a constituir
una cuestin moral. La personalidad humana, estrechada, ahogada en una red de beneficios y
defensas que le privaban todo movimiento, por miedo de que se lastimase, se vengaba,
desautorizando las leyes y poniendo por encima de ellas su voluntad. As como, para evitar la
desmembracin y la disolucin de las familias, discurri, a espaldas de la ley, un recurso que
result abusivo y perjudicial, el mayorazgo, as para recabar la libertad natural de contratar, que
de mil modos se le negaba a ttulo de tutela, arbitr la costumbre otro recurso, la renuncia que
dio margen tambin a infinitos fraudes y abusos; que es indeclinable consecuencia la
perturbacin, all donde se violenta el orden natural de las cosas. La mujer renunciaba el
senado-consulto veleyano o los gananciales, el hijo, la porcin legtima o los bienes
reservables; el menor, el beneficio de la restitucin in integrum; el deudor, la excepcin non
numeratae pecuniae; el comprador la rescisin por lesin enorme; el arrendatario, el caso de
esterilidad; el donante, la renovacin de donacin; el fiador el derecho a beneficio de excusin;
el socio, la comunidad; el litigante, la apelacin Todo era confusin y desbarajuste, que
utilizaban los malvados para medrar a costa de los ignorantes. Acuda el legislador al mal,
prohibiendo tales o cuales renuncias, y los particulares burlaban el precepto, renunciando la ley
prohibitiva de las renuncias; haba verdadero furor de renunciar, y la costumbre era ms
poderosa que el legislador.

Atentos a extirpar tan grave dolencia y acabar de una vez con los infinitos daos que las
renuncias irrogaban a los sbditos en sus bienes temporales y en sus almas, extremaron la
prohibicin (1480); mas no por esto se dio por vencido el derecho individual, y a trueque de
reivindicar su desconocida soberana, atropellaba por el abuso y no reparaba en medios, y
discurri el confirmar y sancionar el acto de la renuncia por medio del juramento, con lo cual lo
ponan fuera de la accin de la potestad civil, y la obligaban de este modo indirecto a ampararlo,
por ser el juramento cosa espiritual, e inducir pecado su inobservancia.

Nacieron de aqu desrdenes y fraude sin cuento en dao de menores y viudas; quedaron sin
eficacia hasta las leyes que protegan a las personas incapaces en derecho; los remedios
contra los engaos en los contratos, las provincias dictadas para amparar a hurfanos,
imbciles y mujeres, las prohibiciones de alterar el orden legal por actos privados: todo quedaba
reducido a nulidad en presencia del juramento. Los contratos nulos y reprobados por derecho,
los validaba el juramento, cuando haba intervenido en ellos; haca mayor al menor de edad,
para los efectos de la contratacin; obraba los mismos efectos que la renuncia de beneficios y
de leyes que se oponan al contrato, y era ms eficaz que ella; transformaba su dispositiva la
parte llamada ejecutiva y formularia de los instrumentos; haca cesar los efectos de la patria
potestad, legitimando los actos entre padre e hijo; daba valor de expreso a lo omitido; supla la
falta de consentimiento especial, cuando slo se haba prestado en general y ste no bastaba;
haca indivisible lo que por su naturaleza no lo era; vala en lugar de constitucin de hipoteca
expresa; cuando el acto era nulo en la forma revesta, lo haca valer en el mejor modo que
pudiese, etc..


168
Costa, Teora del hecho jurdico, p. 121.
Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

69
Sobre esto, levantaban los letrados montaas de sutileza y distingos, y llenaban el aire con el
clamor de sus intrpretes, y revolvan los tribunales, y oscurecan y ahogaban la franca justicia
entre nubes de incertidumbres y de dudas acerca de la validez del juramento. Para quitar a ste
su fuerza, se discurri su relajacin por la autoridad eclesistica, quien los conceda por rtulo
ordinario, con una facilidad que pasma, haciendo de ello fuente de ingresos; con lo cual se abri
nueva y ms ancha puerta a los abusos de los particulares, que eludan sus obligaciones con la
misma facilidad con que antes haban eludido las leyes, y a las disputas de los intrpretes, que
edificaron sobre esto toda una literatura. Para prevenir los ef ectos de este nuevo recurso, se
aadi en los contratos una nueva clusula a la del juramento, en que se prometa no pedir su
relajacin, ni usar de ella, aunque motu proprio les fuese concedida, cuya promesa iba
confirmada por otro juramento condicional, de futuro; y a este tenor toda una cadena artificiosa
de juramentos y cautelas, que a la postre no garantizaban cosa alguna, porque el ingenio de los
doctores hallaba salida para todo.

Puestos en el camino de las renuncias, se generaliz el abuso de renunciar, no ya el fuero y el
domicilio, sino hasta la condicin de la persona! Reinaba la ms espantosa ANARQUA; se
sucedan unos a otros los perjurios; la legislacin entera estaba puesta en litigio: eran las
represalias que tomaba el Estado individual, ofendido en su derecho.

Nuevamente acudieron al mal los Reyes Catlicos; pero como lo atacaron en sus efectos, y no
en su raz, que era lo obligado, no lograron el fin que se haban propuesto. Declararon que sera
nula toda obligacin en que interviniese juramento, y que se multara e inhabilitara al escribano
que diese testimonio de ella. Lo que proceda era desatar de toda traba las leyes de derecho
voluntario que consentan la libertad, a fin de dar mayor firmeza y autoridad a las dems
respecto de las cuales no caba tolerar arbitrio. La ley no se cumpli; llovieron contra ella
representaciones pidiendo la abolicin de aquella prerrogativa; y as hubieron de acordarlo,
publicando dos aos despus otra que la derogaba casi en todas sus partes, pues sobre
reconocer la facultad de usar el juramento en compromisos, ventas, donaciones y cualesquiera
enajenaciones perpetuas, las concedan tambin en aquellos contratos que, siendo nulos por
derecho, podan validarse mediante el juramento; hasta que, por ltimo, no acallndose las
quejas, a pretexto de la libertad de la Iglesia, hubieron de revocar del todo la ley (1502).

Otra vez la pusieron en vigor, en vista de los perjurios, fraudes, engaos y simulaciones que
en los contratos solan someterse al amparo del juramento. Pero no se cortaron con esto las
dudas y los distingos, ni las inmoralidades y fraudes: aun consignadas en las escrituras, se
dudaba de su validez; se distingua en los documentos, arbitrariamente, una parte dispositiva,
puesta por orden de las partes, y otra ejecutiva y formularia, puesta por la rutina de los
escribanos, y que, hallndose comprendidas en sta las renuncias, no obligaban a las
partes.

Ciego ha de estar quien no vea, en tan reida lucha, otra cosa que un capricho de la hi storia o
un accidente pasajero y sin importancia, y no uno de tantos caminos y recursos que arbitra la
costumbre para restituir al derecho su soberana, cuando se ve ahogada por legislaciones
opresoras en fuerza de querer ser tutelares, y obra en el espritu de la colectividad fuerza
bastante para rechazar en el hecho sus tirnicas imposiciones
169
.

169
Costa, ob. cit., pp. 117-127. V. otros ejemplos de importancia de las leyes, cuando no est bien dispuesta la masa
social, en el libro organizado por el mismo Sr. Costa, Oligarqua y caciquismo como la forma actual de gobierno en
Espaa; urgencia y modo de cambiarla (Informacin en el Ateneo de Madrid), 1902, pp. 77 y sigs. 618 y sigs. El Sr.
Costa quiere, por eso, como otros escritores, que las leyes se promulguen siempre ad referndum, siendo una
verdadera proposicin, que los poderes pblicos hacen a la masa social, y cuya fuerza depende de que sta la acepte,
o no; citando adems casos en que el contenido de la ley lo da la costumbre, y aqulla no hace sino sancionar sta
(La ignorancia del derecho, IV, pp. 87 y sigs. Cf. el Resumen de filosofa del derecho, por los Sres. Giner y
Caldern, 77, pp. 191-92). Como as se hiciera, sera imposible el divorcio que muy a menudo se advierte en
Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

70
53. El beneficio del art. 90 del Cdigo penal espaol. Otro ejemplo de los perjuicios que
causa el excesivo afn tutelar de las leyes.

Afirmada la personalidad del individuo frente a la del Estado nacional, merced al movimiento
individualista de la Revolucin francesa y de las doctrinas que la prepararon, los legisladores de
todos los pueblos han venido desde entonces mostrndose muy celosos de la referida
personalidad, y, para garantizarla contra los posibles abusos del poder pblico y de sus
rganos, no se han cansado de promulgar un sinnmero de leyes de todas clases
(constitucionales, civiles, administrativas, penales, de procedimientos, electorales; reales
decretos, reales rdenes, etc., etc.), que muchas veces han redundado en prejuicio de aquellos
mismos a quienes se proponan favorecer
170
.

En el orden penal, v. g., se ha llevado este prurito legislativo hasta el extremo, determinando
taxativamente en los cdigos, no slo las acciones que pueden ser castigadas y las penas que
podrn usarse, sino tambin el grado de stas, la forma de ejecutarse, etc., que la funcin de
los jueces se ha convertido en puramente mecnica y hasta poco seria;
171
y muchas veces se
ven obligados a obrar contra lo que les parece racional y justo, por dar cumplimiento a una
disposicin legal que, establecida con el propsito de favorecer a los individuos, resulta a la
postre que viene a perjudicarles. Tal ocurre con diferentes artculos de nuestro Cdigo penal,
172

y singularmente con el ya clebre artculo 90.

Este artculo dice que cuando un solo hecho constituya dos o ms delitos, o el uno sea medio
necesario de cometer el otro, slo se aplicara la pena correspondiente al delito ms grave,
aplicndola en su grado mximo. Es, pues, un beneficio que el legislador quiere otorgar, como
la prueba el empleo del adverbio slo. Al que ejecuta un acto que constituye dos delitos, la ley
le hace el favor de imponerle solamente una pena: la del ms grave, en su grado mximo.
Puesto esto, tan sencillamente expresado y que el legislador considera un favor singular, es, en
la mayora de los casos, tan perjudicial y tan injusto, que apenas se concibe como hayan podido
pasar veinticuatro aos
173
sin que tal disposicin, obligatoria para los tribunales y origen de

nuestro pas entre la vida legal y la real, cada una de las cuales es perfectamente ajena a la otra con frecuencia;
divorcio expresado, bajo cierto respecto, en aquellas palabras de uno de nuestros ms encumbrados gobernantes,
segn el que tenemos todas las apariencias y ninguna de las realidades de un pueblo regido jurdicamente, y al cual
hacen tambin alusin cuantos afirman, con el propio Costa, que las instituciones oficiales nuestras son meras
apariencias, lienzos pintados, como las decoraciones de teatro.
170
Cada objeto, por leve que sea, tiene su cdigo; cada cdigo, innumerables leyes; cada ley, sus dudas; cada duda,
sus resoluciones y comentarios; cada comentario, sus objeciones; cada objecin, sus rplicas, y cada rplica sus
decisiones y sus partidarios. Amontonadas de este modo las leyes unas sobre otras, se esparcen luego como puados
de polvo a los ojos de los vasallos; todo se vuelve confuso, todo se empeora; y cuanto aumentan sobre el nmero de
las obligaciones, otro tanto pierden de su fuerza. Se acumulan sin unirse, y se interpretan sin aclararse: ya no guardan
orden ni proporcin; y dentro de poco tiempo el espritu de las leyes viene a ser una especie embriaguez, que
perturba y trastorna la razn del hombre de bien, pero que da fuerza y osada al malvado. (Servan, ob. cit., discurso
tercero, pginas 253-54).
171
Frecuentemente es objeto de crtica de complicacin de las escalas, cmputo de penas y operaciones que hay que
practicar para hallar en ocasiones la aplicable al caso; dificultad que acrece, porque, no obstante sealarse a cada
pena una duracin fija, al tratar despus de los delitos, no se aplica la pena entera, sino parte de ella; esta parte se ha
de dividir en tres grados o perodos iguales, segn el Art. 83, y, si hay alguna circunstancia cualitativa, se ha de
considerar como pena imposible el grado mximo resultante de esa imaginaria divisin, cuyo grado mximo, a su
vez, se ha de dividir en otros tres perodos iguales para aplicar el que proceda segn las dems circunstancias que
concurran; y por esa serie interminable de sumas, restas, multiplicaciones y divisiones, no es raro que la gravedad y
seriedad de los tribunales se vea comprometida en discutir ampliamente, y por todas las vas de los recursos
ordinarios y extraordinarios, si la pena ha de ser, verbi gratia, once aos de inhabilitacin, u once aos y un da.
(Memoria elevada al Gobierno en 15 de septiembre de 1894, por el fiscal del Tribunal Supremo, seor Aldana).
172
V. la citada Memoria del Sr. Aldana, en las observaciones que consagra a la Necesidad de reforma del Cdigo
penal.
173
A la hora presente van ya transcurridos ms de una renta.
Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

71
verdaderas aberraciones, se haya modificado. Excepto en los delitos a que la ley seala penas
iguales o de aproximada duracin, en los dems el perjuicio para el culpable en tan grande
como irritante. El que, cuestionando de noche con un sereno, acomete a ste, y con una navaja
le infiere una lesin que necesite quince das de asistencia facultativa, comete dos delitos: uno,
el de atentado a un agente de autoridad mediante agresin a mano armada, y otro, el de
lesiones menos graves. Si se le impusiera la pena correspondiente a cada uno, tendra, por el
primero, cuatro aos, dos meses y un da de prisin correccional y multa, y por el otro, dos
meses y un da de arresto mayor; pero, teniendo en cuenta el beneficio que otorga el art. 90,
slo se le impondr una pena, la del ms grave, que es el atentado en su grado mximo, y le
corresponder la de seis aos, ocho meses y un da de prisin mayor; es decir, que el beneficio
consiste en que, por un hecho que mereca dos meses de arresto nada ms, se le aumentan
dos aos de prisin.

Estos casos se presentan todos los das en los tribunales y se deciden en la forma que queda
indicada: pues AUN CUANDO EL CRITERIO SEA ABSURDO, LO IMPONE LA LEY, Y DE L
NO PUEDEN PRESCINDIR LOS ENCARGADOS DE APLICARLA Un hombre adquiere el
convencimiento de que su mujer le es infiel; tiene la certidumbre de que su honra est
escarnecida por la disipacin y liviandad de aquella a quien dio nombre y posicin. A solas con
ella en su casa, le pide cuenta de sus actos, la amonesta y reprende; mas ella, perdido ya todo
freno, contesta de un modo altanero, insulta y provoca a su marido; ste entonces, en el
paroxismo de la ira, coge un cuchillo y la mata. La mujer estaba embarazada de cuatro meses.
Aqu tenemos dos delitos: uno de parricidio, castigado con cadena perpetua a muerte, y otro de
aborto, que, como no haba propsito directo de causarlo, se castiga con la prisin correccional
en sus grados mnimo y medio; pero ambos se causaron a un tiempo, son productos de un solo
acto, y deben, por lo tanto, castigarse, tambin por un favor especial de la ley, con la pena del
ms grave, en su grado mximo, que en este caso es la muerte, nica, sola y exclusiva que
corresponde aplicar Si a ese desgraciado se le tratara con todo rigor, aun sin computarle
motivo alguno de atenuacin, se le impondra, por el parricidio, cadena perpetua, y por el
aborto, prximamente dos aos de prisin correccional, pero tratndole con benignidad,
aplicndole ese beneficio del artculo 90, SLO se le impone una pena, aunque por terrible
irona resulta la de muerte
174
.

54. Las leyes, dadas por y para pocos. Como un mal, y grave, que las leyes producen, debe
estimarse el que las mismas son hechas por una minora de individuos, los cuales, al hacerlas,
no piensan sino en s mismos, tomndose por modelo y no tienen en cuenta que la mayora de
los que han de cumplirlas viven otra vida muy diferente. La generalidad de los ciudadanos de un
pas, aun de los ms adelantados, se hallan todava en un estado de civilizacin que bien puede
llamarse primitivo: su inteligencia, sus hbitos, sus gustos, sus costumbres son muy otros que
los de las clases directoras. Pensar por eso que las leyes que estas clases formulan,
acomodndolas a sus ideas e inclinaciones, hayan de ser adecuadas a la situacin de aqullos,
es pensar un imposible. Tales leyes, suponen los que las dan que se hallan inspiradas en la
justicia; mas para los que tienen que obedecerlas, son perfectamente injustas
175
.

Lo mejor sera que para los funcionarios de la administracin de justicia no hubiera leyes
forzosamente obligatorias,
176
y que las que se promulgaran, aunque lo fueran con el carcter de
facultativas, fuesen precedidas de largas y concienzudas informaciones acerca de la situacin
efectiva de las diferentes regiones, clases sociales, profesiones, etc., del pas, y de las

174
Aldana, Memoria citada. Vase tambin Sela, El art. 90 del Cdigo penal, en la Revista de derecho y de
sociologa, Madrid, 1895, pp. 207 y sigs.
175
C. Costa, La ignorancia, etc., p. 21. V. la nota 1 de la pg. 166.
176
Ya en otros lugares he tratado de esto; en alguno de ellos con bastante extensin. Vase los libros citados.
Problemas de derecho penal, t. I. cap. II, y Bases para un nuevo derecho penal, cap. IV, 51 y 52, y el artculo
Organizacin judicial, en La Administracin, Madrid, 1896.
Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

72
necesidades que cada una de ellas sintiera. Es un procedimiento legislativo que se va
practicando, cada vez ms en los pases civilizados, v. g. en Inglaterra y Blgica, y
probablemente en lo porvenir no ser posible dar un paso, en el terreno en que ahora nos
ocupamos, sin acudir a l.

55. Ms daos. La creencia de que las leyes viven vida propia, que su funcin es esencial y
que slo ellas son las depositarias de la justicia, trae consigo, irremediablemente, la
cristalizacin de las mismas; y esa cristalizacin produce, entre otros males, el de hacer difcil la
reforma legislativa e imposible la reapertura y revisin de los procesos, y la rectificacin de los
fallos que los tribunales hayan dado conformndose con los preceptos legales, aunque se
llegue a saber, por averiguaciones posteriores, que semejantes fallos contradicen a la verdad
real.
177
Son por eso frecuentes los casos de errores judiciales, reconocidamente tales, y que sin
embargo, no pueden ser rectificados. Lo cual nadie podr negar que es una cosa bien extraa.

Qu otra fuente, si no sta, tiene tambin la facilidad que se proporciona a los hombres de
mala fe, sean simples particulares, sean funcionarios pblicos, para cometer fraudes y abusos
de toda clase, que no pueden ser objeto de persecucin penal por estar cometidos al amparo
de las leyes? Abundan, desgraciadamente, los hombres-canallas, segn los llama Benedikt;
aquellos que saben conducirse de manera tal, que, burlando las leyes, se sirven de ellas como
escudos de sus maldades. El que hizo la ley hizo la trampa, reza un proverbio castellano, y el
tramposo legal es un tramposo irresponsable. El mundo est lleno de estos tramposos, que, si
quedan impunes, es debido justamente a la existencia de cdigos y dems disposiciones
legales, sobre todo a las de carcter procesal. En el mundo de los abogados es casi proverbial
esta frase: Todas las causas se ganan con el procedimiento. No importa tener razn o no
tenerla, aun desde el punto de vista del derecho literal; para vencer al adversario, basta con
sorprenderle cuando, en un momento de distraccin, se olvide de observar cualquiera de las
muchas formalidades prescritas bajo pena de nulidad. Y de esta suerte, el procedimiento, que
debera ser una garanta, es una emboscada
178
.

Y tanto como lo es. Pero no puede ser menos. La maquinaria llamada administracin de justicia
la manejan unos funcionarios que han de preceder juxta allegata et probata; que forzosamente
han de atenerse a la verdad legal (a lo que resulte de los autos, suelen decir los legistas),
aun cuando se hallen plenamente convencidos de que es contraria a la verdad verdadera;
179

que si advierten un descamino o un error en la intervencin de las partes, no pueden subsanarlo
ni corregirlo de oficio; que han de mirar los asuntos, no con los ojos de la cara, como hombres
razonables, sino a travs de los lentes coloreados de la ley. Y esto, lo mismo en lo que respecta
al orden civil que en lo concerniente al criminal. Tocante a este ltimo, conviene citar las
palabras de un rgano del ministerio fiscal, que, por razn de su cargo, debe estar bien
enterado de lo que pasa. Dice lo siguiente: La burocracia procesal favorece a menudo la
criminalidad, aunque inconscientemente, es claro. Una pequea distraccin, que podra ser
remediada en seguida, un error de ninguna o escasa importancia, un olvido levsimo, son
suficientes para producir un vicio de nulidad. Es, sin duda alguna, Ticio el ladrn, Cayo el autor
del homicidio? No importa. Basta aquel olvido insignificante, para que todo el largo proceso,
costoso por el Erario, ampliamente discutido, se convierta en humo As se explica y se

177
Recurdese lo acontecido entre nosotros, por ejemplo, en la causa llamada del testamento falso, en la Montjuich y
en alguna otra.
178
Ferrero, ob. cit., p. 129.
179
Cuntos ejemplos de esto podramos poner! Mas no lo creemos preciso, porque todo el mundo conoce mil casos
de ella. No hace mucho tiempo, en el Congreso espaol de los Diputados, al tratarse de un asunto de pblica
notoriedad, del que haban hablado los peridicos, un ministro interrogado respecto del particular, contest que l no
poda saber ms de lo que constase en el expediente o sumario y que tena por no acontecido todo aquello de que
stos no hablasen. Esto es cosa corriente para toda clase de autoridades y en todos los tribunales, oficinas y dems.
Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

73
justifica la casa de la casacin y de la nulidad, por parte de los delincuentes, los cuales
nada pueden perder, y si ganar mucho, en un nuevo debate judicial
180
.

Y en cuanto a lo civil, citar un caso que yo mismo he visto. Si doy cuenta de l, es
sencillamente por eso; en modo alguno porque lo considere raro, y mucho menos inaudito.
Como ste, y mucho peores y ms salientes, estn ocurriendo con frecuencia, y abogados y
jueces podran contarlos por miles, si no fuera porque no suelen siquiera fijarse en ellos,
considerndolos como la cosa ms natural del mundo. Al fallecer el marido de un matrimonio
joven, dej en usufructo vitalicio al cnyuge, la casa donde vivan, cuyo valor mximo es de
unas 500 o 600 pesetas. La viuda contrajo segundo matrimonio, el cual ha durado alrededor de
cuarenta aos. Muerta poco hace la usufructuaria, los herederos de su primer marido estaban
en el caso de pedir la posesin y el disfrute de la casa, cuya prioridad ya de antes les
corresponda. Pero el marido suprstite se niega a entregarla y a salirse de ella, a no ser por la
va judicial. Los herederos de referencia no tendran ms que acreditar ante el juzgado
correspondiente su derecho, para entrar en posesin de lo suyo. Pero aqu est el quid. En el
plazo dicho de los cuarenta aos han fallecido varias personas de las que tenan derecho a
participar de la casa en cuestin, y lo han transmitido a sus hijos, hermanos, etc., segn los
casos. Mas lo han hecho sin cumplir con formalidades legales, sin testamento ni declaracin
judicial de herederos, por tratarse de gentes muy pobres. Se hacia preciso ahora subsanar
todas las faltas cometidas. Han dado los primeros pasos al efecto; pero, al encontrarse con que
tendran que desembolsar mucho ms dinero de lo que la casa vale, y no disponen de ello, se
han visto obligados a retroceder, y el marido superviviente de la usufructuaria contina y
continuar dueo de una casa que sabe l y sabe todo el mundo que no es suya. Pero, lo que
l dice: las leyes le amparan.

A la sombra de las mismas, pueden tambin hacer, impunemente, cuanto quieran los rganos
oficiales. Y muy a menudo lo hacen; ms a menudo quiz que los simples individuos, pues, por
un lado, suelen conocerlas mejor que stos, para manejarlas a su gusto, y por otro, su misma
situacin de autoridades parece como si les diera un salvoconducto para tratar a las leyes sin
respeto alguno. Cuando un ministro, por ejemplo, quiere llegar a un fin determinado, siempre
encuentra una disposicin legislativa que le sirva de escudo; si hace falta, se interpreta
farisaicamente, y asunto concluido. Y de los jueces, magistrados y gobernantes, debe decirse
otro tanto. Cuntas, pero cuntas prevaricaciones, cohechos y dems se cometen! Las
influencias, cuyo juego en Espaa es tan grande, segn es sabido y todo el mundo dice, no
significan otra cosa.
181
Y, sin embargo, no se hace efectiva en un solo caso la responsabilidad
ministerial, judicial, etctera, establecida por las leyes mismas. Es ello, en verdad imposible. Ya
he dicho por qu en alguna otra ocasin
182
.


180
Lino Ferian, Delinquenti scaltri e fortunati, Como, 1897, pp. 199 y sigs.
181
Esta es una de las caractersticas con que nos distinguen los extranjeros. Lo ms doloroso es que no andas
equivocados, pues aqu, como en los pases por civilizar, v. g., Marruecos y Turqua (por lo que a esta ltima
respecta, vase el nm. 30, junio de 1903, de la revista La Lectura, de Madrid, p. 294 extracto de un artculo de la
revista rusa Wiestnik Ewropy, sobre Turqua y Macedonia), todo, incluso la justicia, o, mejor dicho, empezando
por ella, se obtiene por favor. Un extranjero residente en Espaa (Galicia) hace ms de veinte aos, y que, por lo
mismo, tiene motivos para conocerlos, le deca una vez a otro compatriota suyo, que andaba viajando por la
Pennsula Ibrica, y el cual sealaba al primero ciertas disposiciones legales al parecer excelentes: No haga usted
caso de tales apariencias. S muy bien lo que aqu pasa. O slo se dan layes que crean puestos para los amigos,
parientes y paniaguados de los gobernantes y dems poderosos, o que de alguna otra manera favorezcan los intereses
privativos de stos; o si existen otras, que a primera vista van encaminadas al bienestar general, se las interpreta y
aplica siempre desde el punto de vista de los fines particulares de tales o cuales personas allegadas a los que
mandan.
182
Vase mi artculo de La Espaa Moderna, nm. 155, Madrid, 1901, p. 75. Se habla en l de la responsabilidad
judicial y posibilidad de hacerla efectiva, a propsito del discurso de apertura de los Tribunales, ledo en septiembre
del mismo ao por el ministro de Gracia y Justicia y consagrado precisamente al tema de esa responsabilidad.
Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

74
56. La ley, fuente de causas y de pleitos. La supersticin legal, tan arraigada, es causa de la
multiplicacin de las leyes. No bien se siente alguna necesidad nueva o se echa de ver algn
vicio, inmediatamente acudimos a los poderes pblicos, para que ellos remedien el caso, a
fuerza de disposiciones legales. Y de aqu proviene el que de la mayora de los males sociales
que sentimos echemos la culpa a los gobiernos, porque no legislan, o legislan mal. A las leyes
cargamos en cuenta todas las desgracias, y en las leyes, no en los hombres, es en lo que
confiamos para aliviarlas.
183
Como resultado de ello, ha venido ese mar de disposiciones
legales que nos ahoga. Ya en su tiempo se quejaban Cerdn de Tallada (siglo XVI), Sancho de
Moncada y Alvarez Osorio (siglo XVII) de la excesiva abundancia de leyes: pues, segn el
primero, el derecho civil (esto es, patrio: ius civile de los romanos) estaba repartido en ms de
catorce mil leyes, con ms de otros tantos miles de casos, sucedidos en tiempos pasados y ya
decididos.
184
Qu diran estos escritores si vivieran hoy? Hoy, en cualquiera de los pases
que se llaman civilizados, es incontable el nmero de leyes y rdenes de todas clases. Los
volmenes en done se coleccionan muchas de ellas, no todos, forman a estas horas una
biblioteca muy copiosa. Alguien ha dicho que los gelogos del porvenir, al estudiar la historia de
la tierra, se van a encontrar con una capa a la cual habrn de denominar formacin papircea; y
el que esto deca, lo deca por el montn de libros y archivos de leyes con que han de
tropezarse
185
.

Y no puede negarse que leges faciunt crimina. Las leyes se dan para que se cumplan, y por eso
su cumplimiento procura asegurarse por medio de sanciones penales. Toda ley civil, mercantil,
poltica viene a concluir, segn deca ya Bentham, en una ley penal. El derecho determinador,
advierten otros publicistas, supone la existencia de su acompaante inexcusable, el derecho
sancionador. Cuantas ms leyes, mayores son las ocasiones y los peligros de inflingirlas;
cuantas ms leyes, ms facilidades de delinquir y ms tipos legales de delitos. Y como aqullas
estn aumentando incesantemente, stos no pueden menos de aumentar tambin. Con una

183
No puede uno menos de sonrerse escpticamente, cuando observa la finalidad de algunas disposiciones legales o
ministeriales y la confianza que en su accin parece que ponen sus bien intencionados, pero cndidos autores. As,
por ejemplo, pasa con las circulares dictadas por dos ministros del Gabinete que gobernaba en 15 de julio de 1903, el
de Gracia y Justicia y el de la Guerra prohibiendo atender las recomendaciones y las influencias. Desde ahora puede
asegurarse que los resultados sern nulos, o poco menos, por cuanto los hombres contra quienes van dirigidas son los
mismos cuyos abusos tratan de corregir, y el ambiente social en que dichos funcionarios se mueven no se ha
cambiado en lo ms mnimo. Sin duda, los Sres. Dato y general Linares no recuerdan que, har prximamente 22
aos, el entonces director general de Instruccin pblica, Sr. Santamara de Paredes, public otra circular anloga a
la de ellos, prohibiendo y sancionando las recomendaciones a los tribunales de exmenes y grados en todos los
centros de enseanza dependientes del Ministerio: circular de la cual, nadie absolutamente nadie, ha hecho el menor
caso. Igual ocurre con la materia de escalafones y ascensos de los funcionarios pblicos: para cerrar la puerta al
favoritismo (que aun as no se le cierra), se prohbe ascender de otro modo que por rigurosa antigedad, pero los
ascensos por antigedad, en vez de estimular al trabajo, lo que fomenta es la holganza. Conozco yo a quien dice:
ms cuenta me tiene cuidarme bien, que trabajar, porque as vivir mucho y ocupar en el escalafn uno de los
primeros lugares, cosa que no lograra en el caso contrario. Cmo salir de este verdadero in pace? De otra bien
distinta manera ven este problema aquellos que, como Posada y Unamuno, esperan el remedio, antes que de las
leyes, o ms bien que de las leyes, de los hombres y de su formacin y educacin. V. entre otros trabajos de estos dos
escritores, los artculos: Sobre el fulanismo y La formacin del profesorado de segunda enseanza, publicados
ambos, uno a seguida del otro en el mismo nmero (abril o mayo de 1903) de la La Espaa Moderna, y ambos, los
cuales estn inspirados por igual tendencia y llegan a idnticas conclusiones, aun cuanto por caminos diversos y
desde distintos puntos de vista.
184
Verdadero gobierno, etc., ya citado, folio 26, vuelto.
185
Esta abundancia de leyes demuestra lo poco que se confa en la bondad natural y en racional criterio de los
hombres, puesto que se quiere someter todos sus actos a regla exterior. Es como si los mdicos quisieran prescindir
de la llamada vis medicatriz, de la naturaleza del enfermo (v. g., de su juventud o su vigor), esperndolo todo de las
medicinas a ste propinadas, de las cuales y de su accin se burla a menudo la naturaleza, no obedecindolas. Lo
general es que por tal motivo, se diga (lo dicen hasta los mismos mdicos), con respecto a las enfermedades
individuales: pocas medicinas. No estaremos en el caso de decir tambin, en lo que hace relacin a la medicina y
a la higiene sociales: pocas leyes?
Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

75
particularidad digna de notarse. Mientras la complicada maraa legislativa sirve
maravillosamente a los canallas, para que hagan de las suyas sin el menor riesgo, segn
hemos dicho poco antes, esa misma complicacin estorba los movimientos libres y lcitos de los
hombres de bien y convierte a stos en delincuentes con la mayor facilidad del mundo. Porque
es de advertir que, sin embargo de la enorme multitud de leyes que existe, tanta, que, aun
consagrando a su estudio una vida entera, no hay nadie capaz de conocerlas todas; sin
embargo de esto, decimos, los juristas han inventado una ficcin, consistente en suponer que
todo el mundo las conoce, y como consecuencia de esa ficcin, nadie puede alegar la
ignorancia de la ley para librarse de las responsabilidades inherentes a su incumplimiento.
186

La ignorancia de las leyes no excusa de su cumplimiento, dice el art. 2 de nuestro Cdigo
civil, formulando un principio que domina poco menos que con indiscutible y general valor en
todos los pueblos donde hay leyes. Resultado final: la ley es causa de delitos, por ser una
asechanza continua y un estorbo diario a la honradez de los ciudadanos. La actividad
humana, escribe con razn Setti
187
, se ve rodeada de una infinita cantidad de disposiciones, de
suerte tal, que no hay previsin capaz de impedir que un hombre honrado cometa algn delito.
Primero, la ley; despus, el reglamento, las disposiciones transitorias, las modificaciones a la
ley, las modificaciones al reglamento, el real decreto que modifica el reglamento, la real orden
que modifica el real decreto todo esto son otras tantas asechanzas tendidas a la actividad
humana.

A la vez que los delitos y las causas criminales, las leyes multiplican los pleitos. Cerdn de
Tallada
188
enumeraba y estudiaba hasta ocho motivos de esta multiplicacin, y el terreno de
ellos era precisamente el tener demasiadas leyes. A poco observador que uno sea, se
percata de la verdad que esta afirmacin envuelve. La mayora de los litigios no son otra cosa
sino enredos curialescos, en donde se busca, no ya poner en claro de qu parte est la razn,
la razn natural -lo que rara vez es dudoso, aun para los mismos interesados-, sino a quin
favorecen las leyes, a quin asiste la razn legal, y, por lo tanto, hacia qu lado ha de inclinarse
la victoria, legalmente hablando. No tiene, pues, nada de exagerado, a mi juicio, el dicho
corriente de que los pleitos los originan los abogados. Es un oficio, y de ello viven, en modo
alguno de rendir culto a la justicia, segn aseguran multitud de veces. Los mejores abogados
son los de mayor habilidad y astucia para sacar victoriosos a sus clientes de los laberintos
legales. Sin leyes, no dejara de haber razonamientos y contiendas entre los hombres; pero
pleitos?
189
Suprmanse o redzcanse considerablemente el nmero de aqullas, y a ver si
desaparecen, o, cuando menos, disminuyen los litigios judiciales, y con ellos una prdida muy
considerable de fuerza, as intelectual (jueces, escribanos, abogados, etc.), como econmica
(costas judiciales y otros quebrantos, realmente enormes), que ahora se gasta intilmente
190
.

57. La ley frente al funcionario y la opinin pblica. Sin necesidad de grandes esfuerzos
mentales, podemos comprender cmo la existencia del Estado oficial, provisto de leyes, trae
como consecuencia la esclavitud de los encargados de cumplirlas, y en general, de todos sus
funcionarios; esclavitud que, segn se ha dicho ( 50-56), engendra multitud de injusticias
reales. En los rganos de la administracin de justicia en estricto sentido (pues en realidad de
verdad, todos los servidores del Estado son, o, mejor dicho, debieran ser, rganos de esta
naturaleza), se advierte con mucha claridad el fenmeno de que hablamos. De tal manera se

186
Sobre esta doctrina, que se considera generalmente poco menos que indiscutible y axiomtica, a pesar de su
ostensible endebles, vase mis Problemas de Derecho penal, cap. V; el libro de Costa, La ignorancia del derecho, y
el artculo de D. Alfredo Caldern, Efectos jurdicos de la ignorancia, publicado en el Boletn de la Institucin libre
de Enseanza, t. IV, 1880, p. 186 y sigs.
187
Dell imputabilit secondo il Codice penale italiano, Roma, 1892, pg. 8.
188
Ob. cit., cap. VII y sigs.
189
Como no hay perros que rabien sino donde hay saludadores, tampoco hay pleitos sino donde hay letrados, deca
Cerdn de Tallada, en su Veriloquium en reglas de Estado, Valencia, 1604, citado por Costa.
190
De todo esto trato con amplitud en el libro El derecho y sus sacerdotes.
Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

76
habitan a prescindir de su propio juicio y de sus propias convicciones, y a buscar la solucin
para todos los problemas que se les presenten en la ley, lo que vale tanto como decir en el
pensamiento ajeno, que, si no tropiezan con un artculo o disposicin exactamente aplicable, o
si se les ofrecen dudas respecto del particular, no se toman el trabajo de llenar ellos mismos el
vaco, ni de interpretar el precepto legal segn motivos racionales, sino que se atienen a lo que
el superior, es decir, para este caso, el Tribunal Supremo, el de lo Contencioso, la Direccin de
los Registros, hay hecho o dispuesto en casos anteriores. Y esto equivale -no hay ms
remedio que decirlo- a una mutilacin de la propia personalidad, no solamente como hombres,
sino an como funcionarios.

Todos los hombres -dice Merlino
191
- profesan, poco ms o menos, los mismos principios
generales de conducta; pero luego, cada cual somete sta a principios particulares, a menudo
contrarios a los generales. El magistrado se atiene muy particularmente a la ley escrita; y el
funcionario pblico y el militar se atienen pura y simplemente al mandato del superior; el
politicante, a las rdenes del jefe y al inters del partido. Ahora bien: acontece que, para
obedecer a la ley o al superior, y en general al inters del grupo especial a que pertenecen, el
magistrado, el militar, el empleado, el politicante, el comerciante, el profesionista, no tienen ms
remedio que verificar transacciones con su propia conciencia, lo que se expresa con las
siguientes o parecidas frases: como hombre, deploro lo que pasa, pero como magistrado,
cumplo la ley; lo mandado es injusto, pero yo tengo que obedecerlo. Esta sumisin de la
propia conciencia a un inters particular, o a una moral completamente especial, y llega a
convertirse, con el ejercicio, en un hbito, y hasta poco a poco se exagera y se traspasan los
lmites dentro de los cuales exiga que se contuviera la divisin del trabajo la letra de la ley
prevalece sobre el espritu de la misma, y el funcionario se considera dependiente y
personalmente ligado a la voluntad y a los intereses de los superiores
192
Los empleados son
unos esclavos del reglamento. Acaso ste haya sido hecho en previsin de otros casos, y su
aplicacin al presente sea contraria a la lgica, al sentido comn, a la conciencia moral del
individuo. Qu importa? El funcionario dejar a un lado la lgica, el sentido comn y la
conciencia, para obedecer el reglamento. Las prescripciones puramente formales sern
cumplidas con preferencia a las dems. Por ejemplo, en las crceles, todo el celo de los
directores y ayudantes se emplea en la ejecucin literal de las disposiciones reglamentarias
relativas al vestuario, a las franjas que deben llevar las diferentes clases de penados; aquella
otra parte del reglamento que prescribe que el director se ocupe de la vida moral del preso, que
lo visite, le d consejos, le consuele en las desgracias que lo aflijan, lo ensee y eduque, es
letra muerta. Del propio modo, en la instruccin pblica y en toda la organizacin del Estado, la
letra mata el espritu de la ley, la forma se sobrepone a la sustancia, y la minucia oficial
comprime y ahoga el inters de la nacin. De vez en cuando se encuentra un empleado
recalcitrante a la rutina, un hombre de buen sentido que se rebela contra el formalismo
burocrtico. Pero la presin de los rganos del gobierno vence la resistencia de semejantes
funcionarios y de los ciudadanos Pocos son los que resisten, los que en la disyuntiva de optar
por la primera. De donde resulta el singular fenmeno siguiente: que, consultados uno por uno
los funcionarios de un gobierno, pueden todos serle contrarios, y, sin embargo, todos ellos
cooperan en mantenerlo en pie. Y acontece igualmente que, creyendo cada funcionario del
gobierno, y an cada miembro de la sociedad, cumplir sus deberes, todos ellos cooperan a la
comisin de grandes injusticias, y todos son tambin vctimas de ellas.

Este embotamiento de la conciencia, obra de la ley, no es exclusivo de los funcionarios; alcanza
a todos los individuos. Donde los resortes legales son muy poderosos, la fuerza de la opinin
pblica, o conciencia nacional por otro nombre, apenas se deja sentir. Para que tenga eficacia
verdadera, esa eficacia que se juzga elemento esencial de vida en los regmenes democrticos,

191
Ob. cit., pp. 356-58.
192
He hablado de todo esto, aunque por incidencia, en mis Problemas de derecho penal, t. I, sobre todo en el cap. III.
Lo trato con mayor detenimiento en el libro El derecho y sus sacerdotes.
Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

77
preciso es que la opinin pblica valga ms que la ley, o acaso que llegue a proscribir a sta del
todo. Los pensadores que optan por semejante sustitucin y la preconizan como una aspiracin
del porvenir no son pocos
193
.

Para explicarnos cmo las leyes sirven de anestsico a la opinin pblica, tengamos en cuenta
que, as como el monumentalizar (por medio de estatuas, lpidas, documentos escritos de
cualquier clase) una idea o un recuerdo es -con frecuencia, por lo menos, aunque no
siempre- un medio muy a propsito para hacerlos dormir en la conciencia de los individuos, as
tambin el consignar en leyes escritas los derechos, obligaciones, garantas, prerrogativas,
contribuye muy poderosamente a apagar en la conciencia colectiva el celo que de otro modo se
conserva vivsimo en ella por el mantenimiento y respeto de tales garantas y derechos.




CAPTULO DCIMO



HACIA UNA NUEVA VIDA


58. De dnde partimos y adnde nos encaminamos. Tras de la vida social primitiva, sin
leyes ni autoridades, en donde apenas se conoca otro mvil del obrar que el egosmo, ni ms
formas de sancin que la prepotencia del individuo o del grupo; donde no existan, por
consiguiente, sino deberes de los que con Grocio y Tomasio se han llamado imperfectos, vino la
situacin legal y autoritaria, la poca de los deberes perfectos, de la coaccin por parte del
poder, de la cooperacin y el altruismo, impuestos desde afuera.

Mas esta segunda situacin no puede tampoco juzgarse perfecta y definitiva. Entre ella, y otra
en que el hombre cumpla sus deberes, no por temor a violencias exteriores, sino
espontneamente, por coaccin interior, por exigirlo el imperativo categrico, que dira Kant,
ninguna duda parece que debe caber sobre la superioridad de esta ltima.
194
En la cual, los

193
Entre ellos debemos mencionar todos los que, como Girardin, Minzloff y Kropotkin, esperan que, el da de
maana, la sancin de la opinin pblica desempear el mismo papel que ahora desempea la pena. (Vase lo que
dice Manduca, en La Scuola positiva, t. III, 1893, p. 54, y los escritos de Kropotkin, especialmente su folleto Las
prisiones, trad. esp. de Martnez Ruiz, Valencia, 1897. Hay otra de Eusebio Heras, Valencia, 1903). La teora penal
de Bar, llamada de la reprobacin moral, tiende al mismo fin (V. un resumen de ella en los Elementos de derecho
penal, de Pessina, t. I, trad. esp., Madrid, 1892, p. 51), al que aspiran igualmente algunos anarquistas cientficos,
como Tolstoy (v. la exposicin de su doctrina en el ya citado libro de P. Eltzbacher, El anarquismo, trad. esp.). Lo
mismo piensa Laplaigue (v. La morale dun egoste, Pars, 1900, p. 221), y en cierto modo tambin La Grasserie (en
La Scuola positiva, t. XI, 1901, pp. 1 y sigs., 76 y sigs.) y Tarde (en la Revue pnitentiaire, t. XXV, 1901, p.
830), para quienes la pena se va espiritualizando ms cada da. Cf. mi artculo El poder de la prensa, en la Revista
poltica y parlamentaria, nm. de 15 de septiembre, Madrid, 1900, y el libro de Martnez Ruiz, La sociologa
criminal, Madrid, 1899, pp. 150-52 y otras.
194
Cuando en las mismas sociedades actuales, donde dominan, por regla general, la cooperacin voluntaria y el
contractualismo, se retrocede, vuelve a producirse el mismo estado de cosas caracterstico de las sociedades
primitivas, esto es, la disciplina frrea, la sumisin completa de los miembros del agregado social a la voluntad del
jefe, la abdicacin y el sacrificio de la personalidad de los sbditos, etc. Tal ocurre en tiempo de guerra. Lo mismo
sucede tambin en aquellos grupos u organismos sociales que representan hoy supervivencias de organizaciones ya
pasadas, como el ejrcito, los conventos, las sectas, ciertos partidos polticos autoritarios, donde no se puede tener
voluntad propia, donde hay que obedecer ciegamente los mandatos del superior, sin discutirlos, sin averiguar si son
o no justos, slo por ser mandatos del superior. La coaccin exterior, mecnica, est aqu bien clara (V. Sighele, La
delinquenza settaria, Miln, 1897, cap. II V. p. 103 y sigs.).
Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

78
deberes recprocos entre los hombres son deberes perfectos, jurdicos; slo que, en vez de
tener la garanta para su cumplimiento en la fuerza de que dispone el poder del Estado, tal
como hoy lo concebimos (ejrcito, polica, tribunales), la tiene en la conciencia misma del
sujeto, en la persuasin adquirida por ste de que, cumpliendo aqullos, es decir, sometiendo
su conducta a las reclamaciones y exigencias reales, que es lo mismo que decir racionales,
conspira conjuntamente al bienestar de los dems y al suyo propio
195
.

Si bien se mira, an en los Estados actuales, donde parece que todo est reglamentado
legalmente y que no hay cabo ninguno suelto, la mayora de la conducta humana se rige
exclusivamente por la voluntad de los individuos. Si stos, si todos stos, las autoridades
inclusive, necesitaran en todo caso del resorte exterior de la coaccin o el miedo a las penas o
dems sanciones para obrar, qu sucedera? Y qu sucedera, hasta si en semejante
disposicin de espritu se colocaran nada ms que los sbditos, la muchedumbre, en el
supuesto inadmisible de que los diferentes rganos de los poderes pblicos, (ministros,
gobernadores, tribunales, polica, ejrcito, funcionarios y agentes de distintas clases) se
encontrasen continuamente dispuestos a obrar bien por impulso espontneo de su voluntad, por
persuasin, bondad nativa, etc.? Suscribo por eso las siguientes palabras de Merlino.

Aun ahora mismo, la mayor parte de la vida social se compone de obras voluntarias de
iniciativa espontnea, obras variadsimas y de diferente importancia, unas pequeas, otras
vastsimas. Qu sera la convivencia social sin estas obras, sin los afectuosos cuidados de los
padres, sin los servicios de la amistad, sin los auxilios que los hombres se prestan
espontneamente en innumerables coyunturas? Quin sugerido y sugiere a los individuos
tantas obras filantrpicas, tantos descubrimientos tiles, tantas formas de asociacin, tantos
acuerdos y convenciones libremente pactados y libremente cumplidos, tanta multiplicidad de
relaciones y de formas de cooperacin, no slo entre los habitantes del mismo lugar, sino a
veces aun entre los habitantes de distantes regiones? Aun cuando el sentimiento y la idea del
deber hayan tenido origen en la coaccin ejercitada por un individuo o agregado social sobre
otros, la verdad es que hoy existen en multitud de casos, independientemente de toda sancin o
coaccin externa. Muchos deberes de familia y muchos deberes sociales carecen de sancin
legal, y, sin embargo, el individuo los cumple no pocas veces sacrificando su propia vida. Las
deudas de honor son justamente aquellas que no tienen sancin legal. Y aun en los casos en
que existe un contrato, el cumplimiento del mismo obedece en la mayor parte de los casos a
sanciones sociales, ms que a la sancin legal En qu se basa, en los Estados modernos,
la observancia de los pactos polticos fundamentales, de los principios de libertad individual, de
igualdad ante la ley, de respeto a los derechos adquiridos? No, seguramente, en la ley, ni en la
fuerza de la polica o del ejrcito, puesto que stos dependen del gobierno y no pueden
revolverse contra quien les manda. La sancin de las pblicas libertades no puede hallarse en
otra parte que en la opinin pblica. Cuando el pueblo se halla dividido y la opinin pblica anda
discorde o tiene poca fuerza, el respeto que los gobiernos tributan a aquellos principios es
mnimo. No es exacto que la sociedad exista gracias al gobierno y que la justicia se manifieste
por medio de la ley. El gobierno es rgano de coaccin; la ley es un mandato; y el mandato, sea
de individuo a individuos, sea de minora a mayora o de mayora a minora, o es conforme a la
justicia, y en tal caso su fuerza obligatoria viene a estar en el sentimiento de justicia, ms bien
que en la autoridad de quien manda; o es injusto, y entonces no debe ser obedecido. De donde
resulta que, cuanto ms perfecta sea la sociedad, menos coercin existir en ella. En una
organizacin social ms perfecta, donde se armonizaran las diferencias de clase y se elevara
ms de lo que hoy lo est el nivel intelectual del pueblo, la opinin pblica sera ms ilustrada,
compacta y fuerte que ahora, y, por tanto, habra menos necesidad de coaccin legal. Lejos de
creer que en lo futuro haya de adquirir mayor importancia esta coercin, lo racional es suponer

195
Fichte consideraba que el perodo de la cooperacin autoritaria y coactiva es un momento intermedio en la
evolucin jurdica, es decir, un perodo que nos prepara para volver en cierto modo a la inocencia primitiva y al
cumplimiento voluntario del bien.
Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

79
que los vnculos legales vayan siendo sustituidos poco a poco por vnculos contractuales, por
pactos inspirados en los principios de justicia universalmente reconocidos
196
.

59. Labor de las leyes. El papel que las leyes y autoridades desempean, aun sin pretenderlo
la mayora de las veces, consiste cabalmente en preparar el terreno a la referida cooperacin
voluntaria, y preparrselo por medio de la cooperacin forzosa. Gracias a ellas, se va
gradualmente convirtiendo lo externo en interno, la enemiga en solidaridad, los vnculos
violentos en vnculos de suave y espontneo concurso. Las instituciones que hoy estimamos
como ms beneficiosas, como la base de nuestra vida social presente, como inacatables sin
cometer horrendos delitos, han tenido muchas veces que irse haciendo un lugar por medio de la
fuerza; y antes de que arraigasen, hubieron de ser cuidadosamente protegidas por la ley contra
la hostilidad fiera con que muchos las recibieron. La proteccin legal es un momento
indispensable del progreso colectivo
197
.

Ciertamente, las leyes no lo pueden todo, ni pueden cambiar como por ensalmo los elementos y
los factores sociales, la accin de los mismos y la direccin y marcha de la sociedad; que es lo
que pretendan el liberalismo revolucionario y el antiguo idealismo de los defensores de un
derecho natural abstracto. Pero tampoco en su accin nula y por completo ineficaz: como
pretendan, en el fondo, los defensores de la escuela histrica del derecho (Savigny, Puchta,
etc., victoriosamente combatidos en este punto por Ihering); como lo pretenden hoy en da
cuando menos varios partidarios del llamado materialismo histrico, o determinismo
econmico, quienes dicen
198
que los acontecimientos sociales estn sujetos a una causalidad
fija, independiente en absoluto de la voluntad y accin humanas, lo mismo que los fenmenos
de la Naturaleza;
199
y como pretenden asimismo los partidarios del individualismo liberal
economista, los del laissez faire y de la abstencin del Estado, los cuales juzgan que las leyes
sociales son tan naturales como las que por antonomasia reciben esta denominacin y tan
inmutables como ellas, y creen que contra el poder de las mismas -que representa en cierto
modo un orden providencial y divino- se estrella todo el poder y todo conato del Estado por
variarlas; si es que no llegan ms adelante todava dicen que el Estado y la intervencin
reflexiva slo son eficaces para el mal.

La virtud social de las leyes equivale al efecto de la accin humana, reflexiva, sobre el orden de
la naturaleza: ni es omnipotente, ni impotente tampoco. Es una de tantos factores sociales, no
el nico. El curso de la historia no obedece solamente a ella, pero tampoco permanece ajeno a
ella del todo. La obra del legislador, semejante a la del ingeniero, el mdico, el industrial, el
agricultor, el educador es obra de direccin, no de improvisacin, de creacin absoluta y ex
nihilo; como stos, no puede crear nada, sino tan slo transformar, cambiar, aprovechar para

196
Merlino, ob. cit., pp. 199 y sigs. V. tambin las pp. 146-47, 166-67.
197
Por eso, el socialismo autoritario, al que parece van tendiendo los Estados modernos, con su regulacin e
inmixtin en gran nmero de asuntos, antes entregados a la concurrencia libre, o sea a la prepotencia brutal de los
individuos inmixtin contra la que en vano vienen clamando los que, como Spencer, Naquet, Dalla Volta, Garafalo
y tantos otros dicen que nos encaminamos hacia la futura esclavitud; el socialismo autoritario, digo, es quizs una
etapa previa, preparatoria, del colectivismo libertario, orgnico, cooperativista, slo regido por la razn, y el cual tan
simptico se presenta a los ojos de muchas almas generosas y superiores.
198
Verbigracia, A. Loria, en su libro Les bases conomiques de la constitutiin sociale, Turn, 1893 (hay otra edicin
italiana posterior, que yo no conozco), y en otros trabajos.
199
Cosa digna de ser notada: lo ms puros y genuinos mantenedores (al menos, ellos por tal se tienen) del
materialismo histrico, es decir, los marxistas, los socialistas de la que denominan democracia social, a pesar de su
fatalismo histrico, y aun en nombre de l, no perdonan medio de hacerse dueos del poder poltico, a fin de
cambiar, cuando lo hayan logrado, mediante leyes, la presente organizacin social, capitalista, por otra en que
dominen el colectivismo, la armona de las clases hoy en lucha y la solidaridad social. Por ese motivo, as como
tambin por invocar a menudo los derechos sagrados, cuasi innatos e imprescindibles, de la personalidad humana,
igual que lo hacan los defensores del antiguo derecho natural, ora revolucionario, ora conservador, se les compara
frecuentemente con stos y se dice de ellos que, por huir de un idealismo metafsico, cae en otro.
Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

80
sus fines las fuerzas ya existentes. Por eso su primer cuidado, que es obligacin ineludible, ha
de consistir en estudiar stas para conocerlas bien, en hacerse cargo de las necesidades
sociales y del procedimiento ms econmico y adecuado (que vale tanto como decir racional y
justo) para darles satisfaccin.

60. Relacin entre la ley y el progreso individual. Ahora bien: la necesidad de la proteccin
legal est en razn inversa del desarrollo mental de los individuos a quienes se concede, y va
hacindose cada da menor a medida que semejante desarrollo avanza; como la tutela se va
haciendo tanto ms innecesaria, cuanto ms va acercndose el pupilo a la mayor edad y cuanto
ms se capacita para regir por s mismo su vida, sin necesidad de coaccin ajena. Para cierto
nmero de individuos, naturalezas escogidas y superiores, podramos decir, las leyes huelgan,
y aun cuando stas no existieran, ellos seguiran haciendo su vida ordinaria de un modo
imperturbable, con tal de que los otros no les molestasen.
200
La generalidad de ellos obran
tambin, la mayor parte de las veces, como si no hubiera leyes. Y hay varias de stas, como las
penales, que slo sirven para una porcin exigua de ciudadanos, pues los dems no necesitan
para obrar bien, representarse la amenaza de un castigo.
201
Tanto menos infringe uno, ni siente
tentaciones de infringir la ley (en el supuesto de que la estime justa), cuanto ms convenci do
est de que esa infraccin ha de perjudicarle a l ms que a nadie. Tanto menos inclinado se
siente a hacer el mal ajeno, o rehsa hacer bien al prjimo, cuanto con mayor claridad ve que el
mal que hago o el bien que deje de hacer, han de venir a refluir sobre l mismo. De lo cual se
infiere que el medio mejor de abolir las leyes, y consiguientemente los males que originan, es
volverlas innecesarias, hacindose digno el hombre de vivir sin ellas, cumpliendo de buen grado
las obligaciones que de un modo coactivo le impone ahora el legislador y persiguiendo
voluntariamente la cohesin social y la ayuda recproca de todos los asociados. El nico
procedimiento seguro para conseguirlo, es llevar al nimo de los sujetos el convencimiento de
que les es ms til buscar el bienestar de todos que el suyo privativo, y de que los favores que
al prjimo se hacen, no tienen el carcter de mercedes gratuitas, sino el de servicios cuya
recompensa se obtiene ms o menos tarde y de cuyos beneficios todos participamos: no son
obras meramente benficas, caritativas, humanitarias; antes bien, son obras de estricta justicia.
Y nada ms a propsito para engendrar esta conviccin, que la educacin y cultura realistas,
mediante las cuales los individuos ven por sus propios ojos, auxilindose de las indagaciones
hechas por otros individuos y de los datos suministrados por la estadstica y la historia, que no
hay parte alguna de la realidad que no se halle enlazada con las restantes, ni accin que no
influya sobre las dems y sea influida, a su vez, por ellas; y, por consiguiente, que no debe uno
jams mirar como ajena cosa ni relacin alguna, an aquellas que a primera vista se presenten
como muy lejanas.

61. Fondo libertario de algunas doctrinas. Esa solidaridad humana voluntaria, querida por
determinacin espontnea
202
, que repugna la coercin material, exterior, del Estado, viene

200
Verdad es que estos tales son an muy pocos, relativamente, y, por otra parte, ellos mismos pueden desfallecer y
claudicar y pecar (cosa tan fcil y corriente!), y en ltimo caso, equivocarse respecto de lo que sea ms racional y
justo, es decir, respecto de lo que deben tener como norma de su vida.
201
Otras veces, la falta de buena voluntad la suplen ciertas sanciones que no son propiamente legales, como la
desestima pblica, el miedo a la publicidad, la religin, etctera; sanciones que ejercen tanto ms influjo,
especialmente las dos primeras, cuanto ms cultor e inteligentes son los hombres. El poder coercitivo de la opinin
pblica es muy eficaz; a menudo hasta tirnico, y por lo regular, superior al de las leyes. Sobre el particular, pueden
verse las observaciones que hace R. Lagerborg, en su citado artculo, en verdad notable, acerca de La naturaleza de
la moral, especialmente las pp. 379 y sigs.
202
El lector no extraar ver juntas estas palabras, que parecen repelerse, y comprender bien cual es el pensamiento
de quien las escribe. Para m, la espontaneidad pura no existe, lo mismo en la voluntad que en parte alguna (p. 23,
notas); la voluntad del individuo, su carcter, su organismo moral, son productos naturales, en cuya formacin
intervienen muchos factores; pero luego que estn formados, ellos son, a su vez, como todo producto, elemento
causador de nuevos resultados, y en tal sentido se puede decir, si bien con impropiedad, que se determinan
espontneamente.
Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

81
siendo la exigencia de varias doctrinas filosficas, jurdicas y sociolgicas contemporneas, las
cuales, por lo mismo, proscriben, a lo menos en gran parte, la existencia de las leyes y de las
autoridades como obstculos para la vida social ordenada y verdaderamente humana. As
sucede con aquellas que protestan contra la concepcin negativa del derecho, que es la
corriente, y contra la consideracin del elemento coactivo, exterior, retributivo, como esencial a
ste, afirmando, por el contrario, que el derecho es un orden tico, de cooperacin positiva, de
prestacin voluntaria de condiciones para la vida, de sacrificio caritativo de medios por parte de
quien los tenga en provecho de quien los necesite; orden, cuya garanta propia no se halla, en
realidad y en ltimo trmino, fuera de la conciencia de los individuos. Esta ltima doctrina
jurdica es la de Krause (el cual, sin embargo, admite la coaccin), y en Espaa ha encontrado
bastante eco, ante todo en las obras de D. Francisco Giner
203
, el cual le ha dado amplios
desarrollos y nuevas y fecundas aplicaciones, y luego en algunos otros pensadores, discpulos
suyos, entre los cuales son, quiz, los ms importantes, bajo el respecto que ahora estudiamos,
los Sres. Costa
204
, Posada
205
y Caldern
206
.

203
Principalmente en su Resumen de filosofa del derecho, escrito en colaboracin con D. Alfredo Caldern, Madrid,
1898, y en sus Estudios y fragmentos sobre la teora de la persona social, Madrid, 1899. El Sr. Giner, sin embargo -
como tampoco Costa, Posada ni Caldern-, no es anarquista. En varios artculos y en no pocos pasajes de sus libros
(v. g., el de la Persona social), expone doctrinas encaminadas a justificar la funcin permanente de la ley, la
autoridad, el Estado oficial, el gobierno En muchas notas puestas a las galeradas de pruebas de este libro, cuando
estaba en prensa, ha insistido en hacer resaltar el carcter esencial, no histrico ni transitorio, de la misin del Estado
y la ley. Lo cual no obsta para que, a mi juicio, la sustancia de su pensamiento sea afn a la de los libertarios, como
comprender bien, creo, quien conozca sus obras. El es el que ha enseado insistentemente lo que otros muchos
juristas despus han repetido, o sea la coaccin no es un carcter esencial del derecho, segn generalmente suele
creerse. Respecto de esto, dice una de las referidas notas manuscritas en las galeradas: Mi punto de vista, en
resumen y aproximadamente (pues no caben frmulas escuetas), es ste: que la coaccin, en sus varias formas, hasta
la material, no es un carcter fundamental del derecho, sino uno de tantos medios o condiciones necesarias en
circunstancias dadas para el fin racional del hombre: v. g., sujetar al que intenta agredir a otro, matarse, etc. Por esto
no toca al Estado ms que a todos, ni ms que todas sus dems obligaciones jurdicas.
204
Vase, singularmente, sus libros, ya citados, Teora del hecho jurdico y La ignorancia del derecho.
205
En su estudio Sociologa y anarquismo, comprendido en el libro Literatura y problemas de la sociologa,
Barcelona, 1902. V. tambin su Tratado de derecho poltico, Madrid, 1893, t. I, lib. I, y sus notas, en colaboracin
con el Sr. Buylla, a la traduccin espaola de los Principios de poltica, de Holtzendorff, Madrid, 1888.
206
Me place hacer en este sitio una mencin especial de don Eduardo Sanz Escartn, quien sostiene doctrinas muy
anlogas a las de los autores que se citan en el texto y a quien acaso no cuadrara muy mal la calificacin de
anarquista catlico, si bien el rechazar seguramente este dictado. En uno de sus principales trabajos, que cada vez
que lo leo de nuevo me parece mejor que los anteriores, se encuentran multitud de pasajes que comprueban mi juicio;
y no son pasajes aislados, que desdigan del resto de la obre y del espritu general de la misma, sino enteramente
conformes con tal espritu. En efecto; en su Discurso de recepcin en la Academia de Ciencias morales y polticas
(25 de febrero de 1894) acerca de La autoridad poltica en la sociedad contempornea, se leen las siguientes
afirmaciones: Para los pueblos atrasados, la ley no tiene valor, sino como expresin de una voluntad personal; por
el contrario, para los pueblos cultos, la personalidad desaparece, la autoridad de la ley est en la ley misma (p. 11).
En el primer perodo de la evolucin de la autoridad la esfera de accin de los sbditos, lo mismo en el orden
econmico que en el religioso, es simple concesin del jefe (p. 31). La Idea de Libertad exige nicamente que
las leyes no sean mera imposicin exterior, sino resultado de la adhesin voluntaria a las reglas fundadas en la
naturaleza misma de la actividad humana, que constituyen el orden moral y el orden poltico (p. 63). El ideal de
toda sociedad poltica no es otro sino el de convertir progresivamente la ley impuesta en ley voluntaria (p. 65). A
la conexin impuesta y que pudiramos calificar de meramente fisiolgica, en que se fundan todava, en su mayor
parte, las relaciones sociales, sustituir cada vez ms en lo futuro la conexin libre, propia de nuestra naturaleza
racional. El derecho mismo dejar de ser una imposicin, para convertirse en regla nacida del reconocimiento de los
lmites naturales de cada actividad, en un verdadero y voluntario acuerdo. Y la autoridad poltica, lejos de ser algo
extrao y opuesto a la sociedad, ser la representacin misma del organismo colectivo, la entidad encargada de velar
por el cumplimiento de las leyes o pactos libremente establecidos por todos los interesados (p. 86). En el porvenir
la consolidacin de los hbitos sociales que corresponden a ciertas reglas de derecho de carcter general har
intiles, en lo que a ellas se refiere, las sanciones de la ley positiva, el ejercicio de la autoridad poltica (pp. 85-86).
El progreso se realiza por la emancipacin gradual de las actividades sociales de toda autoridad extraa; pero esta
emancipacin slo es posible cuando estas actividades cumplen espontneamente, en su mayor parte, las leyes
naturales y sociales de su desenvolvimiento (p. 77). Cosas anlogas dice en otras varias pginas del mismo
Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

82
Al gnero de las doctrinas antitautoritarias y antilegalistas pertenecen tambin, aparte de las
anarquistas declaradamente tales, otras muchas, cuyos autores no reclaman para ellas esta
denominacin, y que hasta la repugnan: como la contractualista, de Summer Maine y Schffle,
entre otros, segn la cual el contrato es superior al estatuto (ley impuesta) y constituye el ideal
de las relaciones jurdicas; como la del rgimen industrial, cuyo autor, Spencer, considera que la
cooperacin libre es forma mucho ms progresiva que el rgimen militar, de cooperacin
impuesta y autoritaria;
207
como la del organismo contractual, de Fouille, que afirma que el
individuo debe llegar a hacer de buen grado aquello que ve ser conveniente para el organismo
social;
208
como la de la moral sin obligacin ni sancin, de Guyau
209
; como la de Schuppe, para
quien el derecho y la ley son superfluos, y hasta absurdos, donde en absoluto imperan un
conocimiento y un amor igualmente perfecto; y el derecho y el Estado son formaciones
histricas, contingentes, que si al presente se mantienen es porque la perfeccin moral no

discurso. En otro libro escribe as bien el mismo autor: El anarquismo contiene un alma de verdad en su deseo de
libre expansin, en su aborrecimiento de las trabas intiles, en su amor a los dbiles, a los desheredados, a los que la
sociedad repele. (El individuo y la reforma social, citado por el Sr. Azcrate, en La Espaa Moderna, nm. 99,
marzo de 1897, artculo: Un libro sobre el problema social, p. 60). Y muy recientemente en un trabajo sobre La
filosofa del anarquismo, publicado en La Lectura (nms. 18 y 20, Madrid, junio y agosto de 1902), aun cuando
afirma que, por siglos an, la ley positiva y el elemento de coaccin que el Estado representa sern condicin
indispensable de vida y de progreso para los pueblos, reconoce tambin que la ley indudable del progreso jurdico
es la emancipacin progresiva de nuestra actividad de toda norma impuesta, y que llegar tal vez un da en que en
la accin de la solidaridad consciente y de la cooperacin voluntaria hagan innecesario el Estado (p. 505). Las
leyes -aade- no morirn por eso: sin ley no hay libertad; pero es que las leyes habrn acabado por esculpirse en la
conciencia, determinando sin lucha nuestros actos. El Sr. Unamuno, no solamente en el ya citado artculo Sobre el
fulanismo, sino en otros muchos, se ha declarado tambin antinomista, enemigo de la dura ley, es decir de la externa
e impuesta, y partidario, en cambio, con los msticos -a quien tan bien conoce y a los que tan a menudo cita-, de la
ley viva e interna proveniente de la propia conciencia. Ha dicho asimismo que la ley externa debe ser cumplida al pie
de la letra, y no con equidad, aun cuando ese cumplimiento sea absurdo, o, mejor an, precisamente por ser absurdo:
pues, cumplindola de este modo, se contribuye a su descrdito, y por consecuencia a su ruina. Pero, singularmente
en los ltimos aos, a la vez que ha insistido en oponerse al gobierno por medio de la ley exterior, ha aadido la
necesidad del gobierno del hombre por el hombre, hasta autoritativa y violentamente: v. g., imponiendo la cultura.
De aqu que, en sus ltimos escritos, al propio tiempo que antinomista, se haya manifestado defensor de la autoridad
(de la autoridad tutelar a lo que parece). Hay aqu un problema, para m muy difcil, y que no s cmo resolver. Lo
trato detenidamente en El derecho y sus sacerdotes, cap. VI de la primera parte: El derecho y la coaccin. El
problema es ste: la imposicin autoritaria, aun la que se haga con fines tutelares, es una verdadera ley externa, dura
y muerta, por lo tanto, para el que la sufre, para el sometido. Es, pues, igual a cualquiera otra ley, a lo menos a las
que merezcan el nombre de tales, por proponerse fines de tutela y proteccin, nica razn que las justifica, conforme
queda dicho. De modo que si yo puedo rechazar las leyes que a m me impongan, por creerlas injustas, atentatorias,
contra mi conciencia (que me muestra como racional cosa distinta del precepto legislativo), por ser, para m, leyes
duras y muertas, aun no siendo tales para el que las promulga, con qu lgica rechazar anlogo derecho y anloga
conducta en aquellos individuos obligados a someterse a mis propios mandatos? Tngase presente, adems, que el
que dicta estos ltimos, no puede jams estar seguro de que lo que ordena, sea lo mejor, lo ms racional, etc., y que,
por consecuencia, se expone a constreir a uno a hacer, para su bien, lo que precisamente le perjudica. Esto, sin
contar con que el que manda para sus fines egostas puede muy bien -como acontece con harta frecuencia- disfrazar
sus propsitos con el manto de la tutela del dbil, la cultura, el bienestar pblico!
207
He aqu cmo resume el pensamiento de Spencer uno de los escritores que han estudiado sus obras con mayor
cuidado: La solidaridad humana universal, aquella solidaridad que no se circunscribe a un pueblo, a una nacin,
sino que llega a abrazar la humanidad entera, es un ideal que podr convertirse en realidad, cuando desaparezca todo
rastro de organizacin militar y sta venga reemplazada por el tipo social industrial en toda su perfeccin: es decir,
cuando desaparezca todo vestigio de coaccin, salvo la que hagan necesaria las exigencias de la justicia, y la diosa
Libertad reine con imperio soberano. El progreso social consistente en el trnsito desde el tipo militar de sociedad al
tipo industrial, desde el sistema del status, al sistema del contrato, desde la cooperacin coactiva a la voluntaria, no
es otra cosa que el progreso desde la esclavitud a la libertad; desde la esclavitud religiosa, poltico, econmica, a la
libertad religiosa, poltica, econmica; desde la autoridad del Estado, a la iniciativa individual; desde la negacin de
la individualidad humana, al triunfo de estas individualidad (Salvadori, La scienza economica e la teoria
dellevoluzione. Ensayo sobre las teoras econmico-sociales de Heriberto Spencer, Florencia, 1901, p. 73).
208
Vase sobre todo La science sociale contemporaine, por A. Fouille, 2 ed., Pars, 1885. Hay trad. esp.
209
Guyau, ob. cit. Tambin hay trad. esp.
Valor social de leyes y autoridades de Pedro Dorado Montero

83
se ha alcanzado todava, pero debe alcanzarse;
210
como la de Schmoller, el cual asegura que
en la perfeccin ideal se concibe una vida tica sin regla social y sin derecho; o ms bien, en
que derecho y moralidad coincidan con la interior disposicin de los individuos;
211
como la de
Duguit, el cual niega la personalidad moral del Estado, la soberana, y aun el mismo principio de
autoridad, y slo reconoce como hecho fundamental de la convivencia humana y de la
interdependencia de los hombres la solidaridad entre stos, derivada, por una parte, de sus
necesidades comunes, y por otra, de sus diferentes aptitudes y del consiguiente cambio de
servicios;
212
como otras varias. Quiz no estuviese fuera de lugar incluir en este nmero toda
religin verdaderamente espiritual, y muy singularmente la cristiana, cuyo sentido ntimo es tan
opuesto a todo aristocratismo, a toda violencia y opresin, sea de la clase que fuere, y tan
conforme, por el contrario, con cuanto sea sacrificio, abnegacin, amor al prjimo, fraternidad,
igualdad, dulzura y mansedumbre El anarquismo mstico de un Tolstoy y de otros muchos
pensadores y escritores antiguos y contemporneos no tiene acaso otra fuente que sta, es
decir, el Evangelio de Cristo (aparte, claro es, el temperamento psicolgico de cada cual, bien
dispuesto a recibir los influjos de que se trata).

Lo que en todas las doctrinas mencionadas se viene persiguiendo no es, en suma, sino la
substitucin de la libertad racional, a la coercin externa y al libre arbitrio; la posibilidad de que
el hombre obre, no ya por motivos extraos, que l no conoce y que slo conoce el que le
constrie a obrar (autoritarismo), o sin motivo alguno, caprichosamente (libre albedro), sino por
motivos internos, sin encontrar estorbos para hacer el bien y para acomodar su conducta a las
exigencias del orden que ha reconocido previamente como justo; la substitucin de la libertad
salvaje, propia del hombre que no conoce ms gua en el obrar que el antojo infundado, el
temor del castigo o el miedo a las represalias (libertad del hombre en el estado de naturaleza
imaginado por Hobbes y algunos otros pactistas, pero que no deja de tener su representacin
en las mismas sociedades), por la libertad del hombre culto, que se considera necesitado a
obrar en el sentido que le indica su conocimiento y el amor de las cosas y de las relaciones
reales, y para quien el freno ms eficaz contra las extralimitaciones consiste en la repugnancia
nativa a obrar mal, en el predominio de la idealidad racional, y en ltimo caso, en la persuasin
de que todo cuanto haga en dao del prjimo redunda por fuerza, antes o despus, en su
propio dao.

62. Conclusin. La supresin gradual de las leyes, a medida que se vayan haciendo
innecesarias, no implica, como algunos creen, la abolicin del Estado; lo nico que implica es el
reemplazo del Estado autoritario, basado en la fuerza, por otro Estado cooperativo, y cuyas
funciones no sean propiedad, por decirlo as, del soberano, sino servicios colectivos, y cuyos
rganos y funcionarios no tengan otro carcter que el de gestores de los intereses comunes,
designados, por tanto, quizs, por la comunidad y responsables ante la misma.

Toda persona social, a diferencia de lo que acontece con la persona fsica, tiene que obrar
siempre por medio de representantes; no puede realizar acto alguno sino de esta manera. Y
como mientras los hombres vivan asociados tendrn que formar agrupaciones, personas
sociales, para de este modo satisfacer mejor sus necesidades y cumplir sus fines (aun
prescindiendo de la natural e inconsciente atraccin de unos hacia otros), forzosamente habrn
de existir entre ellos, al propio tiempo que normas de conducta que hagan posible la
convivencia ordenada y faciliten la cooperacin, ciertos individuos que en nombre y para
provecho de todos desempeen algunos servicios; aunque tales individuos no tengan el
carcter de autoridades que manden y se impongan. De las cuales, por otra parte, no habr

210
Schuppe, Principios de tica y filosofa del derecho, citado por Giner, en su libro Estudio y fragmentos sobre la
teora de la persona social, p. 386, nota.
211
Citado por Giner, ob. cit., p. 417.
212
L. Duguit, LEtat, le droit objectif et la loi positive, Pars, 1901. C. f. la Revue du droit public et de la science
politique, t. XVII, 1902, pp. 346 y sigs.
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posibilidad de prescindir totalmente, porque nunca dejar de haber personas fsicas, como los
menores, los locos, los delincuentes, sobre quienes sea preciso ejercer una accin tutelar y
benfica
213
.

El dar desarrollo a estas ideas no entra, por ahora, en mi propsito.




VOCABULARIO



DE LAS PALABRAS TCNICAS CONTENIDAS EN ESTA OBRA


Acracia. Falta de poder, y se aplica a la escuela de lo que pretenden que la sociedad puede
vivir sin autoridad ni gobierno alguno.

Ad referendum. Locucin latina que se aplica a los acuerdos y convenios que requieren la
condicin de ser aprobados por la autoridad superior, especialmente de los convenios
diplomticos.

Anarquismo. Sistema poltico segn el cual la sociedad podra gobernarse sin gobierno
establecido, o por lo menos sin gobierno central.

Anestsico. Se dice de lo relativo a la anestesia, este es, a la privacin total o parcial de la
sensibilidad.

Antagnico. Se dice de lo que est en lucha, en oposicin con otra cosa.

Antinomismo. Oposicin a la ley. Escuela de los antinomianos, dirigida por Agrcola, doctor
del siglo XVI, que declar mala y perniciosa la ley, sosteniendo que solamente la fe es el
fundamento de la salvacin.

Apetencia. Deseo instintivo que nos conduce hacia todo objeto propio para satisfacer una
necesidad natural.

Arqueolgico. Lo que se refiere o pertenece a la Arqueologa, palabra que, en su sentido ms
lato, designa el estudio de toda la antigedad.

Arspice. Especie de sacerdotes romanos que se ocupan en el examen de las entraas de
las vctimas ofrecidas en sacrificio, y que segn sus observaciones predecan los
acontecimientos futuros.

Ateteolgicamente. Adverbio que significa: sin la nocin de un fin determinado, sin una
finalidad considerada de una manera abstracta y general.


213
En la misma fraternidad tiene su lugar el patronato, siempre que exista un hermano mayor, el cual tenga
conciencia de sus deberes de mayora o primogenitura. Tambin en el mutualismo hay patronato, en el supuesto de
que las prestaciones no sean exactamente recprocas. Ahora, esta estricta equivalencia no se ha realizado jams, ni es
tampoco deseable que se realice. (C. Gide, Rapport citado. Rev. internat. de sociol., 1903, p. 368).
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Aubana. Derecho de aubana; derecho en virtud del cual la sucesin de un extranjero no
naturalizado, era atribuida al seor del lugar o al rey.

Causalidad. Causa, origen, principio. Ley en virtud de la cual se producen los efectos.

Centrpeta. Se aplica a la fuerza que en todo movimiento curvilneo, tiende a llevar al mvil
hacia el centro de la curva que describe.

Coaccin. Fuerza o violencia moral que se hace a alguna persona para obligarle a que diga o
ejecute alguna cosa en contra de su voluntad o de su deseo.

Coercin. Accin de contener algn desorden.

Consuetudinario. Se dice de lo que es de costumbre.

Consulto. Sinnimo de sabio, docto. (Vase Senado Consulto).

Contractual. Se dice de lo estipulado en un contrato, de lo que es objeto mismo del contrato o
que se relaciona con ste.

Csmico. Adjetivo que se aplica a todo cuanto se relaciona con el mundo, con el universo.

Cttica. Actividad cttica, aquella tuvo ejercicio no estaba regulado por otra norma que por la
violencia.

Desptico. Se aplica a las disposiciones del que no se sujeta a la ley alguna; del gobierno que
no reconoce ms la ley que la voluntad del que manda.

Gnesis. Origen o principio de una cosa.

Dura lex, sed lex. Locucin latina, que significa: dura es la ley, pero es ley.

Etnologa. Ciencia que trata del conocimiento de los usos, costumbres, lenguas y dems
cualidades distintivas de las razas en general o en particular.

Ex iure. Locucin latina, que significa: de derecho, por derecho.

Ex lege. Locucin latina que significa: de la ley, por la ley, lo que es de ley.

Ex nihilo. Locucin latina que significa: de la nada.

Fictio mentalis. Locucin latina, que significa: ficcin mental, fbula, invencin.

Ganancial. Se dice de lo que es propio de la ganancia o pertenece a ella.

Heteronoma. Poder que ejercen las leyes naturales sobre nuestras almas con cierta
violencia, segn el sistema filosfico de Kant.

Hiatus. Palabra latina que significa: solucin de continuidad; laguna en una obra; interrupcin
en una genealoga: momento de una obra teatral en el que la escena queda vaca.

Homines non requirunt rationes carum rerum quas semper vident. Sentencia latina, que
significa: los hombres no inquieren la razn de aquellas cosas que ven desde que nacen.

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Il est dans lair. Frase francesa, que significa: est en el ambiente; es cosa evidente, es cosa
que se presenta por s misma, sin que nadie la busque. Se lee: il e dan ler.

Inferencia. Accin y efecto de inferir, o sea, deducir una cosa de otra.

Ingnito. Significa no engendrado; cosa connatural y como nacida con uno.

In integrum. Locucin latina, que significa: por entero, enteramente.

Inmixtin. Gesto de mezclar una pequea parte de la Hostia con el vino consagrado. Lo hace
el sacerdote dejando caer en el cliz un trocito que corta de la Hostia.

In puris naturalibus. Locucin latina, que significa: en pura naturaleza, y se aplica a las razas
que se hallan en el estado primitivo de civilizacin. Por corrupcin de esta frase, suele decirse:
in pribus, que equivale a decir: en cueros.

Irrefragable. Se dice de lo que no puede contradecirse; de aquello a lo cual nada puede
oponerse.

Iteracin. Accin de repetir, de hacer de nuevo, y hacer dos veces la misma cosa.

Ius civile. Derecho civil.

Ius gentium. Derecho de gentes.

Jurisconsulto. El que est versado en la ciencia del derecho y de las leyes.

Jurista. El que conoce las cuestiones del derecho.

Juxta allegata et probata. Locucin latina, que se aplica a la verdad alegada y probada, a la
cual han de atenerse los que administran justicia, aun cuando estn convencidos de que es
contraria a la verdad verdadera.

Laissez faire. Locucin francesa, que literalmente significa: Dejas hacer, y se usa para indicar
la pereza. Se lee: les fer.

Laudatores temporis acti. Locucin latina, que significa: alabadores de los tiempos pasados.

Laudo. Sentencia que dan los rbitros en un asunto sometido a un estudio y resolucin.

Leges faciunt crimina. Locucin latina, que significa: las leyes hacen los delitos; es decir, si
no hubiera leyes no habra delitos.

Libertario. Partidario de la libertad absoluta, de la abolicin de toda ley y de todo gobierno.

Manus. Derecho de poder, anlogo al de la potestad paterna, que perteneca a un marido con
respecto a su mujer.

Mayesttico. Majestuoso, lleno de majestad.

Metfora. Figura retrica que consiste en trasladar una palabra del objeto, que ordinariamente
designa, a otro objeto que tiene analoga en el primero. Por ejemplo, de un hombre valiente se
dice que es un len; decir las riendas del gobierno, la nave del Estado, etc., son metforas.

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Misoneista. Se dice del que es enemigo de las innovaciones de las novedades. Qu est
aferrado a lo antiguo.

Mutualismo. Sistema de organizacin social, propuesto por Proudhon y basado en el cambio
directo de productos y servicios.

Nepotismo. Desmedida preferencia que algunos dan a sus parientes en la reparticin de
gracias o empleos.

Nihilismo. Sistema poltico que tiene por objeto la destruccin radical de las condiciones
sociales presentes, sin pensar en substituirlas por otras definidas.

Nulium crimen, nuila poena sine lege. Frase latina que significa: sin la ley no hay delito ni
pena.

Omnmodo. Que lo abraza y comprende todo.

Parsito. Individuo que vive a expensas de otro.

Plebiscito. Ley romana votada por los plebeyos a propuesta del tribuno. Resolucin tomada
por un pueblo o nacin directamente por mayora de votos.

Potestativo. Se dice de lo que est en la facultad o potestad de alguno.

Proteccionismo. Sistema de proteccin comercial que consiste en gravar con crecidos
derechos de importacin los productos extranjeros para minorar la competencia a los
nacionales.

Sanctasanctrum. Parte inferior y ms sagrada del tabernculo y del templo de Jerusaln,
donde se guardaba el arca del Testamento, separada del santa por un velo. Lo que es de
singular aprecio para alguna persona.

Senado consulto. Decisin, decreto del Senado romano, y, por extensin, de un senado
cualquiera. Los senados consultos no tuvieron en su origen carcter de ley, pero pronto
adquirieron la forma imperativa propia de las leyes.

Simbiosis. Asociacin de dos o ms organismos de especies diferentes que redunda en
provecho de todos estos organismos.

Sine qua non. Frase latina que significa: sin lo cual no; imposible sin esa condicin.
Socialista. Partidario del socialismo, sistema fundado en la igualdad de derechos y deberes,
supuesta la abolicin de todo privilegio por motivo de riqueza, de nacimiento o de herencia.

Socilogo. Persona que profesa la sociologa o tiene en ella especiales conocimientos.

Sodomita. Se dice del que ejecuta ciertos actos con otra persona del mismo sexo o contrarios
al orden establecido por la naturaleza.

Sponte sua. Locucin latina que significa: por propio impulso, espontneamente.

Statu quo. Situacin actual; estado en que actualmente se encuentran las cosas.

Suprstite. Sinnimo de superviviente.

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Suum quique. Locucin latina que significa: a cada cual lo suyo.

Teleolgico. Concerniente a la teleologa, doctrina de las causas finales.

Telogo. Docto en teologa, ciencia que trata de Dios y de sus atributos.

Tutelar. Que ampara, protege o defiende.

Veleyano. Natural o perteneciente a Veleia, antigua ciudad de Italia.

Vis inertiae. Fuerza de la inercia; por virtud de la inercia.

Volicin. Todo acto de la voluntad es una volicin.

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