Jordi Moreau - Y A Ti - Quien Te Ha Dicho Que Quiero Una
Jordi Moreau - Y A Ti - Quien Te Ha Dicho Que Quiero Una
Jordi Moreau - Y A Ti - Quien Te Ha Dicho Que Quiero Una
ella
Con su cabeza apoyada sobre el pecho de l su voz apenas resultaba audible -Sabes? El da que cumpl quince aos, Isabel, mi amiga del alma, me regal un cinturn de cuero trenzado. Lo que se llevaba en la poca esa misma noche, a solas en la intimidad de mi cama, con mi camisoncito de Minnie Mouse, un extrao instinto me llev a desnudarme, sacarlo del cajn y frotarlo entre mis abiertos muslos para acariciarme el cltoris. El placer fue inmenso. Mi primer orgasmo. Las nias buenas no hacen eso, me amonest mi angelito bueno. Nadie lo sabr, escuch de mi angelito malo. Y descubr, en ese preciso instante, que mi disfrute sexual, conmigo misma y en solitario, iba a tomar caminos un tanto exticos. Definitivamente impropios de una seorita de colegio de monjas. Por el modo en que lo dijo, pareca evidente que nunca haba contado a nadie aquel pasaje de su vida. Incluso atisb algo de pudor en su rostro tras confesarme aquello que hasta el momento no haba compartido con nadie. Se haba remontado a una poca muy lejana para recuperar su recuerdo ms ntimo y oculto por el mero placer de ofrecrmelo. Me acababa de dar lo que jams le hubieran podido pedir porque cada cual es el nico guardin de sus secretos del pasado. Ahora abra aquella puerta y verbalizaba lo que slo exista ya como vivencia. Le confes que era el primero que saba del origen adolescente de sus exotismos. -Cmo vuela el tiempo! Cuntas cosas han pasado desde entonces! -dijo putsie incorporndose al tiempo que sonrea con picarda. Se levant para ir al bao. Ver la perfecta arquitectura de su cuerpo, a los treinta y tantos aos, alejndose de la cama, le trajo a la memoria el momento en que se conocieron. Ella una chiquilla. l, un joven en la recta final de la carrera. La aplicada estudiante de primero de Derecho pareca presa fcil para un casi mdico. A primera vista no haba mucho ms que ver que una nia recatada. Su cuerpecito de muequita era uno ms en el confuso fragor de la discoteca, entre el alto volumen de la msica y las luces cambiantes. En principio una ms y hubiera pasado totalmente desapercibida de no ser por un extrao magnetismo que ejerci sobre l. Algo incontrolable. Algo que le impeda pasar ms de dos minutos sin echarle una mirada furtiva. Las haba con ms tetas, ms altas, ms rubias, ms guapas, ms pero ninguna consegua atraer su atencin con aquella intensidad. Con el descaro propio de la edad fue a presentarse. Aquella pequea criatura tena un poder sobre l mucho mayor de lo que esperaba. Record, por un instante, del temario de fisiologa la accin que las feromonas tienen sobre el ser humano. All mismo, sin ms miramientos, se la hubiera follado. Pens en cmo hubiera sido aquel primer encuentro en pleno Paleoltico y lament vivir en pleno siglo XX.
Ardores veinteaeros. Con el mayor disimulo que le fue posible le sonsac el nombre, su direccin y qu estaba cursando. Como quien no quiere la cosa, le dio tambin la misma informacin. Se vieron menos de lo que hubieran querido, pues a los tres meses tuvo que marchar a los Estados Unidos para continuar su formacin mdica. No se lo perdon jams, perdi su nmero de telfono S, por aquel entonces, los estudiantes no tenan mviles. l, encima, ni agenda!. Los tiempos, desde aquel momento, cambiaran mucho y muy rpido. Perdi su rastro durante aos, pero aquel recuerdo se conserv fresco y apareca de forma recurrente. Doce aos ms tarde, estando de guardia en Urgencias, ella apareci. Acompaaba a un joven colega que haba sufrido una lipotimia. Doce aos mantena el mismo cuerpo de muequita, el mismo cabello largo slo haba cambiado en su desenvoltura y su nuevo aire de mujer que pisa firme, segura de s misma. El destino se la sirvi en bandeja. -No le pasa nada pero es mejor que est en observacin un tiempo y que te quedes para acompaarle luego Tienes tiempo?- le pregunt con toda la intencin. S- dijo ella- s tengo tiempo -y algo en su mirada traicion sus pensamientos y la vi de nuevo como en aquella discoteca. Ahora le diverta recordar aquel momento. La angustia, el temor a volver a perderla no poda desperdiciar aquella oportunidad que me brindaba el azar ms caprichoso ahora por segunda, y ltima?, vez. -Acabo en un par de horas ya s que ser de noche, pero me preguntaba si tenas planes para cenar solt de sopetn. Ella se qued muda durante unos segundos y l supo que estaba pensando porqu nunca volvi a llamarla. Estuvo en un tris de mandarlo a la mierda. Superado ese primer arrebato, lade la cabeza y sonri: -Sabes cunto tiempo hace que no ceno en un restaurante mejicano? La conversacin impidi contar los tequilas de la sobremesa. Lo que iba a ser una cita frvola se convirti en un intercambio de crudas confesiones. Cuanto ms tiempo pasaban hablando ms queran saber el uno del otro. Ella, acabada la carrera, se especializ en Derecho Laboral en realidad algo ms que eso, pues diriga con su primo y socio, el bufete familiar donde trabajaban once letrados ms. En poco tiempo se haba convertido en la autntica referencia de la firma. Ni una sola decisin de importancia se tomaba sin su preceptiva aprobacin. Su carcter decidido, que tanto le gustaba a l, la converta en la autntica mano de acero del gabinete jurdico que regentaba por eso su despacho era el ms eficiente, el mejor. Hubo tambin confesiones sobre su vida familiar. Se cas con un arquitecto, amigo de la infancia. No caba la menor duda acerca de su talento, era un buen hombre, de aguda inteligencia, pero en la cama lo defini resignadamente como acelga-man. Por lo dems, su amiga Isabel segua siendo su madre confesora y su nico punto de apoyo desde el que haca palanca para todo lo que mova en su da a da. Con ella se desahogaba jugando al paddle y tomando caf en los huecos que siempre encontraba alguna tarde que otra. Isabel era una persona
abierta, espontnea, sincera y, tal y como ella misma me la defini: con ms cojones que el caballo de Espartero. Desinhibidos por el tequila la conversacin empez a pisar terrenos ms interesantes. l desliz sutilmente temas sobre sexo y ella no recul. Se anim, no era una mojigata, y pas al ataque: -No me interesa el sexo por el sexo para m es algo ms que la mera satisfaccin de instintos para mi es la sal de la vida, una forma de comunicarme, una manifestacin de cario, amor, placer y misticismo? Todo en uno -conferenciaba al tiempo que valoraba en su cara el efecto de todas y cada una de mis palabras, lo entiendo como sea de identidad propia del ser humano, algo que nos diferencia del resto del reino animal, y en ese sentido una accin intelectualmente ms elaborada. Si no es as, no me atrae, carece de valor para m. Ella le miraba fijamente, directamente a los ojos, sin pestaear. l dedujo que la estaba fascinando y decidi ir un poco ms all. -De hecho -dijo tras apurar el ensimo tequila- admito que soy un fetichista impenitente. De la misma forma que el cuerpo humano me recuerda el desnudo artstico o los libros de anatoma, cuando es la lencera lo que lo reviste, entonces entonces supone una declaracin de intenciones por parte de la mujer a la que ningn hombre debera quedar indiferente. Del mismo modo opino sobre el acto sexual en s mismo. Los humanos tenemos recursos para disfrutarlo en un escaln muy superior al resto de los seres vivos que pueblan el planeta, tenemos la suerte de poder ir ms all del mero hecho reproductivo no te parece imperdonable desaprovechar esas posibilidades? Regres del bao y, con ella, l a la realidad. Su forma de caminar le segua excitando. El movimiento de su femenino cuerpo para ir de un sitio a otro era un potente afrodisaco para l. Ella lo saba. Todo en ella le despertaba un imparable deseo sexual. Se recre una vez ms en su rostro suavemente maquillado. Sus ojos color miel, sus torneados labios y las curvas de su pelo que eran casi una alegora de las lneas de su cuerpo. Se arrodill ante l con una cuerda entre sus manos: -Amo, putsie solicita ser atada. Le ruega que acceda si ello le place solicit sumisa y ceremoniosamenteNunca agradecera lo suficiente los tutoriales que se pueden encontrar en internet para todo, incluso para una prctica de shibari. Una esttica sucesin de nudos y bucles inmovilizaron los brazos de su sierva. La tumb boca abajo. La visin de su culo era como ver las olas del mar o el fuego de una hoguera. En ese estado de hipnosis poda perder la nocin del tiempo, sin apartar la vista, sin cansarse. V olvi a rememorar aquella primera cita, que ahora llegaba ya en su versin 2.0. Ella qued ciertamente impresionada por el discurso de l en aquella cena mejicana. Pero no tuvieron el efecto esperado. No se abri, a pesar de los tequilas. Era una mujer dura de pelar. Slo un destello de esperanza cuando antes de despedirse se avino a intercambiar las direcciones electrnicas. Que se
sincerara en aspectos tan ntimos y personales no significaba que l le iba a mostrar todas las cartas. Le dijo lo que imagin que a ella le gustara escuchar. No era necesario revelarle que era un depredador despiadado manejando con habilidad la palabra escrita, talento que no tardara en poner al servicio de sus intereses en los sucesivos correos que le mand. No tard en caer en la red. Ella era la cerradura, l su llave y nada impedira que la abriese. l an no haba logrado encontrar su cerradura y ella bueno quiz una llave que pudiera encajar, pero desde luego su puerta segua cerrada. -Amo, mi culo tiene fro maull con la voz lastimera de una gata en celo. Call. Saba lo que quera. La fusta impact en su mullido trasero no menos de diez veces. -Gracias Amo -musit de forma casi inaudible. Se equivocaba al pensar que sus confesiones de aquel momento que ya perteneca al pasado no surtieron el efecto deseado. La cuestin es que ella era mucho ms reflexiva. Aquel da volvi a su casa con una buena carga de tequila y un discurso que, segn sabra tiempo despus cuando se lo cont, le moj completamente las bragas. Esa noche casi agot las pilas de su vibrador. Su acelgaman estaba durmiendo cuando lleg y ni se enter de la fiesta privada que celebr en la parte derecha de la cama de matrimonio. Tras una adolescente semana de mltiples intercambios diarios de correos electrnicos se citaron para comer juntos. Ese da ella tom la iniciativa. Le puso cara de pker cuando le pregunt si saba lo que era el BDSM. No haba odo jams aquel galimatas de consonantes impronunciables. Se sinti lerdo, lo que trat de disimular como pudo. Cuando empez a explicarse cay en la cuenta de qu demonios le estaba hablando. Tras detallar el significado de estas siglas: Bondage, Dominacin, Sumisin y Masoquismo, abord la cuestin con inusitada valenta y asegur que se trataba de entender la sexualidad de forma ms sofisticada y menos convencional. Consigui despertar su inters. Fue hbil, a su manera, para llevarlo a su terreno, pero no tan hbil como acabara sindolo l. Habl con gran convencimiento sobre el efecto de los sentidos en el ser humano respecto de la percepcin del mundo que le rodea y sus capacidades para relacionarse con el resto de los congneres. Fue su trampoln para introducir estos conceptos con numerosas y originales conexiones con el sexo. Le ilustr acerca de la frontera, incluso sobre el terreno comn donde se encuentran dolor y placer. Us algunos trucos de retrica que mostraba de medio a medio que ella no era, ni mucho menos, una abogada de tres al cuarto. Era ella quien le expanda sus horizontes, le descubra un nuevo mundo, una dimensin sensorial desconocida, una nueva puerta de su sexualidad masculina que jams haba traspasado. Abordaba atacando con gran eficiencia sus deseos ocultos casi como si supiera de su curiosidad, anhelos y lo haca con una estrategia digna del mejor discpulo de Maquiavelo. Fue el ms ertico ejemplo de retrica aplicada que jams haba escuchado. En algn momento tuvo el impulso de levantarse y salir corriendo para documentarse sobre todo aquel mundo que le estaba revelando. Sinti, por momentos, una insoportable vergenza infantil por lo poco que saba de aquellos temas mientras ella los manejaba con soltura. Se senta inferior por su escaso conocimiento que apenas le vala para serle un interlocutor medianamente vlido. En silencio se prometi no sentirse jams inferior ante aquella mujer. Algo se rebel violentamente en su interior contra esa sensacin insoportable.
-Tampoco me interesa el sexo en su versin estndar pero -dijo para rematar su exposicin admitiendo abiertamente que a ella le pasaba como a l-sabes lo complejo que es encontrar un cmplice de confianza para estos juegos?- acab dejando intencionadamente la pregunta en el aire. Aquello son a reto. Ciertamente le estaba desafiando mientras escrutaba su cara. Pas sucintamente su lengua por el labio inferior y una apenas visible sonrisa ladeada apunt en la comisura de sus labios. En aquel momento algo ardi. Aquella llama segua viva.
9 de mayo de 1996 Anoche fui a mi primera fiesta como universitaria!! Qu divertido!! Mis padres nunca me dejan salir por la noche, y ayer lo consegu. He tenido que mentirles para que me autoricen dormir fuera de la residencia de monjas, pero LO CONSEGU. Isabel y yo nos hemos arreglado durante toda la tarde. Cena rpida en el comedor. Luego de copas con los compis y mi primer vodka con naranja!!. Madre qu castaa. Hemos bailado sin parar. Isabel ha ligado mucho y a m me ha pasado una cosa rara. Un chico me miraba todo el rato. Me miraba con tanta intensidad que hasta se me erizaba la nuca. Notaba su mirada incluso de espaldas a l. Isabel dice que eso es efecto de tanto bailar y del vodka, pero yo s que no. Me he hecho la boba, hasta que se me ha acercado Jo! Sexto de medicina, qu fuerte! Se llama Javier, y con sus miradas y sus preguntas me lo ha hecho pasar supermal. Que si como me llamo Clara. Que si cuantos aos tengo 19. Que si estudio o qu A m me daba apuro mirarle a la cara. Isabel dice que soy tonta. Me ha gustado? Siiiiiiiiiiiiiiiiiii. Tiene algo especial. Cuando me ha besado al presentarse, como en las pelis un chispazo. Cuando me ha cogido de la cintura para poder escucharnos en medio del folln, me he puesto a temblar. No se ha pasado en ningn momento, pero me ha hecho temblar Seguro que lo ha notado y cree que soy tonta de remate, como Isabel. Cmo ser un beso suyo en la boca? Isabel no para de decirme que me deje de remilgos morales y de tanto estudiar, que no hay nada de malo en salir con chicos, con muchos chicos. Es mi mejor amiga pero no me atrevo a contarle mi secreto. Me gustara que Javier cumpliese su promesa de llamarme, es excitante charlar con alguien que sabe pensar. Y si por fn me sale un novio? Voy camino de ser la nica virgen de toda la Universidad.
6 de octubre de 1996 Ni rastro de Javier. Al final me he armado de valor y he llamado a su casa. Se ha ido de intercambio o algo as y ni siquiera se ha despedido de m. Las seoritas no van detrs de los chicos, han de hacerse valer Adis Javier. Vaya chasco!
20 de febrero de 2008 Dicen que la vida da muchas vueltas, pero esto de hoy no es una vuelta. Es un bucle sobre un rizo un arabesco del destino, como dira cierto amigo mo al que adoro. Quin poda
imaginar que tras tantos aos, Javier el nico hombre que he conocido capaz de excitarme sexualmente con una mirada, reaparecera en el momento ms inesperado y precisamente el da de mi cumpleaos. Literalmente he tropezado con l en el hall de un hospital, del que ignoraba es casi propietario El motivo? La lipotimia de uno de mis becarios. Javier es neurlogo y ha tenido la amabilidad de atendernos personalmente, pese a la levedad del caso, pese a su rango en el staff, y tan solo como atencin a m. Javier los aos te han tratado muy bien, francamente has mejorado. Esas pocas canas que ahora empiezan a poblar entre tu cabello equilibran la mirada traviesa de tus ojos. No he conocido a nadie con una viveza mental como la tuya. Ni tampoco con tu capacidad para sacarme una sonrisa hasta en la ms adversa de las circunstancias. Javier 6 letras y una mirada intensa que me devora con la misma fuerza de la primera vez. Movindome en un mundo de hombres, soporto con bastante soltura que me miren, hasta utilizo por conveniencia en juego sucio mis armas de mujer sin remordimiento alguno. Pero Javier emana una virilidad tal que me devuelve a la inseguridad de la adolescencia y juventud, al tiempo que me hace sentir mujer con maysculas. Es indescriptible el efecto que su presencia me produce. Esta tarde no haba vodka, ni baile y de nuevo mi nuca se ha erizado en la salita del hospital. Es un descarado muy correcto, muy formal, me ha invitado a cenar Mi angelito bueno ha dicho No juegues con fuego, te dio plantn, ests casada. No. Mi angelito malo ha gritado como nunca antes haba hecho: slo ganan los que se arriesgan. Una cena no implica nada atrvete. Es tu cumpleaos. Ignacio ni notar tu ausencia. He aceptado.
22 de febrero de 2008 Javier ha resultado un agradabilsimo acompaante: divertido, culto, viajado, nada engredo. No se ha casado, y pese a que yo jams llevo la alianza de boda, ha aguardado discretamente a conocer mi estado civil sin presuponer nada. La botella de tequila que nos hemos bebido ha abierto la puerta de las confidencias sin que me diese cuenta, se han diluido los dems clientes, hasta la msica ambiental su mirada, una vez ms me ha hipnotizado. Durante aos vivi en EEUU donde tiene colegas familiares muy bien posicionados. La calidad de su trabajo como investigador en una universidad de prestigio internacional y como clnico, adems de sus contactos de familia le han hecho prosperar mucho y rpido, segn me cont textualmente. Con todo aoraba Espaa, a sus padres y en un arrebato de patriotismo, volvi con el apoyo de la familia y algn socio igualmente bien posicionado para montar su hospital. Un centro puntero en cuanto a prestaciones, con pacientes digamos muy solventes pero que tambin desarrolla una importante actividad benfica. Me ha dejado impresionadsima. Con el descaro que le caracteriza me ha tirado los tejos, con la sabidura que yo he adquirido solo le he dado mi direccin de e-mail. Javier resistir a tus encantos va a ser un reto muy interesante de afrontar. Mi angelito bueno
est a punto de hacerse el harakiri. Nada tan estimulante como un buen reto.
25 de abril de 2008 No puedo ms. Me tiene encendida de deseo. Los mails que intercambiamos a diario me enardecen ms y ms. Escribe muy bien, dirase que es un escultor de la palabra, y conoce perfectamente todos los resortes del juego de la seduccin. Los maneja con maligna habilidad. Me divierto tanto, que he dejado de lado el sentido comn mi angelito bueno ni me habla de lo indignado que est. Hoy soy yo quien le invita a comer y puesto que no tuvo el menor pudor en explicarme su visin, sus preferencias en el mundo de la sexualidad bien, si no me acobardo hoy ser yo quien le explique las mas. Mi instinto, o el infinito deseo que me provoca, me dicen que tal vez haya encontrado al cmplice adecuado para pasar de la fantasa a la realidad. Parece tener una mente abierta. Un rechazo suyo, que se sintiese ofendido o escandalizado me matara. Y si me rechaza?
29 de mayo de 2008 No me rechaz ni mucho menos. Desde que aquel da escuch atentamente, medit y acab llamndome por telfono, mi vida ha cambiado. Nada es ya ni parecido a lo que haba sido antes. De esa cita en una cafetera tranquila, ha transcurrido mes y medio, y yo yo ya no me llamo Clara. Soy putsie{ES}, la sumisa de mi Seor, mi Amo, mi Dueo que ahora se llama ElSir. Y cmo ha aprendido y se ha puesto al da! Gozo singularmente llevando Su collar,-con la correspondiente identificacin-, en mi cuello. Gozo cuando me ata, cuando me azota, cuando me usa para su placer soy Su zorra, Su cmplice, soy cualquier cosa que ordene, porque voluntariamente soy Su posesin. Tal vez estas palabras parezcan producto de una mente enferma, tal vez as sea pero jams me he sentido tan libre, tan mujer, tan mimada como desde que es mi Amo. Folla mi cerebro, folla mi cuerpo. Su disfrute es el mo. Acaso no es eso el amor? Porque adems me he enamorado de l como nunca cre posible de nadie. Es un amante excepcional, un Amo tierno y firme a la vez, es capaz de doblegar mi voluntad a la Suya, porque yo le considero digno de m. Me pule, me mejora, me usa, me hace sentir la ms gloriosa de las diosas. Paso a paso me lleva a superar todos mis miedos, todos los tabes.
Al fin, un hombre capaz de aceptarme como soy y de animarme a ser quien soy. De rodillas ante mi Seor, siempre.
El rito inicitico Con el tiempo, aquella relacin recuperada fue tomando cuerpo y continuidad. No hubo ms cenas pero s otros momentos y encuentros. Sin darse cuenta y sin pretenderlo, algo tan inocente como compartir un simple caf se convirti para ambos en un inmenso placer. Esas pequeas y casuales citas acabaron por ser momentos buscados que regalarse en los escasos huecos de sus complicadas agendas. Siempre surga algo de qu hablar tan interesante como improvisado: el ltimo libro ledo, la peor pelcula que jams hubieran visto, los dibujos animados preferidos de la infancia, el primer sujetador que se puso (en el caso de ella), cmo fue la primera eyaculacin (en el caso de l) Pero ya no volvieron a hablar ni de BDSM ni de Dominacin y sumisin. Aunque eran conceptos que estaban latentes y pendientes, los obviaban incapaces de abordarlos abiertamente. En ocasiones, sin embargo, en mitad de silencios, cruzaban miradas que parecan encerrar mensajes cifrados. Cuando haba caf de media maana, sus risas, al unsono, despertaban curiosidad en los dems clientes de la terraza de la cafetera donde habitualmente quedaban. Lo que permaneca oculto a esas miradas es que germinaba la semilla de un deseo inconfesable. Un da, ella habl de su reciente manicura y, para mostrarla, extendi su mano sobre la mesa de la cafetera. l la mir por unos instantes, ignor por completo la esmerada manicura y tom aquella mano entre las suyas. Aquella mnima caricia, apenas un roce con la yema de sus dedos, tuvo una respuesta fsica inmediata en todo su cuerpo. Clara se apart sbitamente asustada de su propia reaccin. Javier con semblante muy serio pidi la cuenta sin dejar de mirarla. No fue necesaria ni una sola palabra ms. Subieron al coche. Tampoco all hablaron de nada. Ambos tenan la impresin de haber agotado la fase de parlamentos y conversaciones. Los dos saban que en ese instante cualquier palabra estaba de ms. Era el momento de saltar al otro lado de la lnea. El tintineo de uno de los ascensores del hotel Arts al abrir sus puertas en el hall les confirm el lugar donde estaban y las intenciones que albergaban. No se atrevieron ni a un mnimo contacto fsico, pero ambos estaban presos de un deseo desconocido mientras les invada un ligero vrtigo interior. Clara fue la primera en entrar en la suite con paso decidido. Javier se recre en el momento y pens quien hubiera imaginado que aquella chiquilla se iba a convertir en tanta mujer. Tambin repar en lo bien que le sentaba aquel traje chaqueta cuya falda estrecha estilizaba ms an sus piernas enfundadas en medias de oscura y finsima seda. Ella no mir atrs pero se saba observada y le gust dejarse ver moviendo sus caderas hasta el pie de la cama para darse la vuelta y buscar la mirada de Javier. Fue su modo de decirle que saba qu haca y que era plenamente consciente de cunto significaba haber llegado hasta all. Ms an. Se permiti la chulera de recrearse haciendo coincidir milimtricamente los hombros de la chaqueta que acababa de quitarse en el respaldo de una silla de la suite. Permaneci de pie, alternando el apoyo de su cuerpo entre ambos pies,-signo inequvoco de su nerviosismo para quienes la conocan bien- y sin apartar sus ojos de los de l. Entendiendo que Clara cerraba el primer acto de su funcin, se le aproxim muy lentamente hasta acercarse a su odo para romper el silencio que hasta ese momento les haba envuelto. -Queras un cmplice? resolvi decirle escuetamente, con pausa incluida, en un susurro aterradoramente masculino y seductor.
Clara hizo el esfuerzo de su vida por guardar la compostura y mantener firmes sus temblorosas rodillas. Tentada de asentir con la cabeza, finalmente opt por otra respuesta: Se separ un par de metros y ech la mano a su cadera para bajar lentamente la cremallera de su falda que tan bien se ajustaba a sus curvas. Javier tom asiento en un silloncito y se pas la mano por el mentn al tiempo que esbozaba una sonrisa. Se oblig a memorizar aquel instante con el mximo detalle para mantenerlo vivo y fresco durante el resto de su vida as viviera cien aos. Dej caer su falda a plomo, a diferencia de la chaqueta, a la que tanto cuidado y tiempo haba dispensado. La falda, ahora, fue despachada de un puntapi para alejarla de su posicin hasta un lugar indeterminado. Conservaba an su blusa, suficientemente larga para ocultar su ropa interior, pero dejando entrever la decorada blonda elstica de sus medias. Javier se identificaba con una mquina de vapor a mxima presin que de un momento a otro se aliviara dejando escapar un chorro de vapor por las orejas. Le estaba excitando sobremanera que fuera Clara quien realmente diera inicio a aquel juego. Supo contenerse y se reacomod en el silloncito con el regusto por descubrir el siguiente movimiento. Con solo la blusa, medias y tacones, sus piernas parecan mucho ms largas y as pase curioseando por la suite mientras reparaba en las lminas colgadas de las paredes, los detalles de la decoracin, los muebles...Pareca indecisa, o como si estuviera sola. Pero nada ms lejos de la realidad. Caminaba lentamente, con pasitos cortos y meditados para exhibirse con el mnimo atuendo previo al que podra ser el acto final de aquella funcin. Javier, desde luego, no apartaba la vista aunque trataba de simular cierta indiferencia pero sin que pareciera desinters. Enarc una ceja y de nuevo se dibuj en el varonil rostro una ligera sonrisa que aument su atractivo. Clara interpret esos mnimos gestos y le ley el pensamiento. Haba llegado el momento. Con la misma parsimonia con que deambulaba por la suite, se le plant delante. Lo levant del silloncito para desabrocharle los botones de la camisa. Uno tras otro los liber de sus ojales. Por vez primera, estaba frente aquel torso, origen del aroma que ya le era familiar en las ocasiones en que haban acortado distancias. Acarici tmida y tiernamente aquel pecho masculino para acabar imprimindole el que iba a ser su primer beso en los labios. Fue suave, lrico, aromtico nada de explosiones pasionales y fogosidades incontrolables. Ella lo quiso as de sutil. Apenas una chispa que, con seguridad, acabara por incendiar un monte. Manej el tempo para aplazar todas esas intenciones que ya le presupona a Javier. Ese era su juego. Le quit la camisa abandonndola a su suerte en algn lugar en el que no repar, luego le invit a que volviera a tomar asiento. Por un instante, Clara pens en Ignacio, su marido, y entendi que ya haba cruzado la frontera. Su mente, entrenada eficazmente para la multitarea, le record a Julio Csar, la Galia y el Rubicn. Lnea superada alea iacta est se dijo a s misma-. Entonces, slo entonces, respondi desde el centro de la suite a la pregunta inicial que Javier haba formulado: Queras un cmplice?. -S, bien lo sabes t. Yo quera un cmplice lo vas a ser t?- le respondi finalmente a la cuestin que haban dejado pendiente. En menos de un segundo, la mente de Javier consigui recapitular de forma eficaz todas las conversaciones mantenidas con Clara en los ltimos meses. El instante se vio repleto de sensaciones, preguntas, respuestas, mails, tequilas, conversaciones, risas pero lo ms potente eran las
expectativas que generaba ese momento donde parecan desembocar todos aquellos afluentes secundarios. Pero le haba hecho una pregunta y se supona que l deba dar una respuesta o mover ficha. Cmplice? pens Javier- parece que una nueva etapa ha empezado. -Quiero que te desabroches la blusa con la mayor lentitud con que jams lo hayas hecho. Me disgustar si lo haces en menos de tres minutos... dijo mirando teatralmente su reloj de pulsera-. No decepciones a tu cmplice- aadi finalmente para darle a entender que aceptaba formar parte de aquel juego. Le pareci que la discreta sonrisa de Clara era una fachada tras la que esconder su pudor. Pero, si fue as, lo que hizo a continuacin nada tena que ver con una supuesta timidez. Entendidas, de primeras, las intenciones que flotaban en el ambiente, abord el primer botn de su sedosa blusa color marfil. Al bajar su mirada un mechn de cabello cay para ocultarle media cara. Ms de tres minutos para cinco botones es mucho tiempo pens ella-, me lo tomar con calma, con mucha calma. Cuando hubo desabrochado el primero, forz con su dedo ndice la abertura del escote y dedic a Javier su mirada ms pcara. No recordaba la ltima vez que us aquellos recursos y se alegr de saberse an hbil en su manejo pese al perceptible temblor que sufra toda su persona. Con el segundo botn le permiti adivinar la blonda negra de su sujetador que quedaba discreta y convenientemente disimulada por lo tupido del tejido de la blusa. Tras liberar el tercero casi le dej por completo ver las filigranas que adornaban su lencera. Cada botn que soltaba era un descubrimiento, incluso para ella misma, un nuevo escaln que la animaba y la desinhiba cada vez ms. Dej para el final el ms bajo de cuantos cerraban la blusa. Se dio la vuelta. Clara crey haberlo visto en alguna pelcula y le pareci adecuado imitarlo en aquel momento. Con la camisa abierta se curv con mucha lentitud, y sin doblar las piernas, hasta tocar el suelo con sus manos. Haban pasado cinco minutos desde que atendi su primer botn cuando la parte trasera de la camisa se levantaba para dejarle ver, primero, el elstico de sus medias en la parte central de sus muslos y, seguidamente, unas diminutas bragas negras que le tapaban lo mnimo. Javier estaba petrificado. Embelesado ante aquella sorpresa que absorba todo su entendimiento. Se imaginaba, as mismo, con cara de panoli confeso. Trat de evitarlo reacomodndose por ensima vez en el silln, por hacer algo y por si era capaz de encontrar una postura algo ms relajada. Fue en vano. Ante lo ms ertico que jams haba presenciado se concentr en no quedarse boquiabierto. Eso hubiera sido ya el colmo. Panoli, ms que panoli se deca a s mismo-. Tuvo serias dudas acerca de lo que se supona que deba, hacer o decir, o no hacer o no decir. Se sinti como el hombre ms tonto sobre la faz de la Tierra. Pero bueno, ah estaba l en calidad de espectador de excepcin que no se perdera el ltimo acto de aquella funcin. Ella, tambin presa del deseo, quiso ver la expresin de su nico y privilegiado testigo que, segn pudo comprobar, a duras penas consegua mantener la compostura. Verlo contra las cuerdas, la anim a ms y acarici intencionadamente su sexo. Recorri, empezando por la parte central de su culo, toda la entrepierna hasta llegar al diminuto pedacito que esconda su ya totalmente mojado coito. La imagen de su piel blanca y sus uas rojas perfectas sobre el negro de aquellas braguitas aceleraba el deseo de l. Clara se dio la vuelta, con las piernas abiertas pero cerrando con sus brazos cruzados sobre su camisa desabrochada para retrasar, por unos segundos ms, cuanto l quera ver. Su ltimo movimiento no fue lento. Al contrario. De forma abrupta se mostr ante su cmplice en todo su
esplendor de mujer. Javier no esperaba aquello. Cmo si de una impdica exhibicionista se tratase!. Ese contraste, ese cambio inesperado de ritmo, le provoc una taquicardia de pura felicidad. Apenas poda mantenerse pasivo, pero pareca que as lo peda an el juego. Sera su cmplice. S, lo sera a cualquier precio mientras le pareca escuchar una sinfona de potentes campanas de bronce. Aquella tmida nia universitaria que conoci un da, ahora convertida en una showgirl, deslizaba por su piel su blusa marfil hasta quedarse exclusivamente en combinacin negra de seda y encaje, afilados tacones y medias. All estaba ella. La imagen viva de una mujer que aguardaba ser poseda. Ahora fue ella quien rompi el omnipresente silencio de aquella funcin. -Cmplice, si te interesa lo que ves, te lo vas a tener que ganar. Necesito que me instruyas, que me tuteles, que me digas cmo he de comportarme, que me eduques, adiestres y domestiques. Hoy, si realmente eres mi cmplice, ser poco ms que un rito inicitico, pero cunto tienes delante le dijo acompandose de un movimiento sorprendentemente lascivo- slo ser para quien sepa y merezca ser mi dueo. Javier tena un autntico nudo en la garganta pero saba que ese no era momento para achicarse. Acept el rdago y supuso que tocaba envidar. - Clara, si quieres que sigamos tendrs que mostrarme mayor respeto -le conmin como consecuencia del proceso interno que le haba despertado su esencia dominante- Realmente crees que vas a ser capaz de satisfacerme en todo cuanto te pida? No llegar el momento en que te arrepientas y te conviertas en una colegiala asustada? Qu tipo de hombre crees que tienes frente a ti? Sabes que soy capaz de convertir tu vida en una montaa rusa? Tienes suficiente valor para afrontar una posicin de sumisin? acert a decirle con el mayor convencimiento y aplomo que su estado de excitacin le permita pronunciar. Qued gratamente sorprendida y empez a pensar que su instinto no le estaba fallando y que aquel hombre que la estaba mirando pudiera ser el Amo que buscaba. Decidi seguir el juego. -Pues no s, es algo que deberemos averiguar juntos. Si nada de esto me hubiera interesado, te aseguro que no estaramos aqu. La hembra que tienes delante tambin es muy exigente recalc con cierto aire de suficiencia y orgullo femenino-, quiz antes de pasar a mayores deberas mostrarme tu pene para ver si es digno de cuanto estoy dispuesta a entregarte. -Pene? mostrarte? Ests muy equivocada le contest subiendo un tono su voz para mostrarse ms autoritario-, y sta va a ser mi primera correccin. Yo lo que tengo es polla y no te la voy a mostrar primero me pedirs permiso y, si lo obtienes, vienes aqu y te la trabajas. Si quieres algo de m, por poca cosa que sea, te la tendrs que ganar y solicitarla con el mximo respeto. Aquello le gust. Javier se esforzaba por imponerse, a pesar de que le supona totalmente turbado por la sesin que le acaba de dispensar. A Clara le pareca que aquel estudiante de Medicina que retuvo en su memoria durante tantos aos ciertamente estaba destinado a desempear un papel en su vida. Su instinto llevaba aos apuntando en esa direccin. Sera cierto que estaba llamado a ser su Amo? Y al preguntrselo a s misma not un calor interno insoportable. Le estaba excitando la
tensin y que l tratara de ganarse una posicin dominante. -No me vas a mostrar entonces tu pene? volvi a preguntarle mientras pcaramente paseaba uno de sus dedos por el borde de su sujetador. -Me ir ahora mismo si vuelves a pronunciar esa palabra tan pluscuamperfecta. Fuera del hospital y de la consulta, no tengo pene, entrate, lo que tengo es polla y as quiero que la llames. Secretamente le impona y le importunaba pronunciar la palabra polla. Hasta imaginar que la pronunciaba le angustiaba. -Y si no quiero? contest impulsivamente. -No quieres decir polla? volvi a preguntar Javier para asegurarse de si era se el problema. -No, no quiero dijo ella la mar de contestona y con la esperanza de evitar verbalizar un trmino que an le generaba un sonrojo acusado, adems de parecerle soez e impropio de una persona de buena educacin y mejor posicin. -Si no lo haces, olvida cualquier posibilidad de relacin. Nos despedimos aqu mismo y me ir para siempre de tu vida. No mails, no ms cafs, no ms citas. Nunca ms Clara. dijo Javier en su apuesta final-. Aquello la desconcert. Ella pensaba que con la sesin privada quedara a su merced. Pensaba que, como un dcil corderito, accedera a cualquier cosa que ella pidiera. Cualquier hombre ya estara rendido y no dudara en rebajarse para complacerla en el capricho ms arbitrario que pudiera ocurrrsele. A estas alturas de la funcin lo imaginaba ya comiendo de su mano y, sin embargo, amenazaba con marcharse. Se preguntaba si Javier estaba en realidad dispuesto a renunciar a lo que tena delante, es decir a ella, Sera capaz de cumplir su amenaza? Y pas de cuestionarlo a, directamente, ponerlo a prueba. -Disculpa, se llama pene repuso en tono muy redicho para ocultar su miedo y de nuevo sus incontrolables temblores- y si quieres algo de m me lo debers mostrar, como ya te he dicho, para que pueda evaluar si es de mi completo agrado. Digno de m acabo diciendo mientras se mantena firme en su posicin. Javier no contest. Como si le impulsara un resorte se levant del silln, sorte la falda que estaba en el suelo para no pisarla y se dirigi a la puerta de salida para abandonar la habitacin mientras se pona la camisa que haba recogido de camino. Clara segua pensando que no iba en serio. Que aquel farol terminara en la puerta de la suite, pero cuando l cerr tras de s, se dio cuenta de que quien podra ser el cmplice que iba buscando quiz no regresara y ahora ya para nunca. Clara pens que otro, en su lugar, habra sucumbido, pero tambin era muy probable que una debilidad en aquel sentido hubiera acabado por decepcionarla. Aunque es posible que lo tuviera encendido de pasin, empezaba a valorar que no babeara y resistiera impasible a sus mltiples insinuaciones. Alguien que no se doblegara a la primera de cambio podra en verdad ser su Amo. Javier, son su nombre en su interior y repar entonces en que cada vez que respiraba se alejaba un poco ms de ella. Si no haca nada por detenerlo perdera aquel ltimo tren. Sin pensarlo dos veces, en un loco impulso, sali de la habitacin casi desnuda y corri por la moqueta del pasillo. Ah estaba. Esperando la llegada del
ascensor, todava abrochndose la camisa. Corri a la mxima velocidad que le permitan sus tacones y se le ech a los tobillos para detenerlo. En ese momento, de rodillas con la frente apoyada en los zapatos de l y medio en cueros, se sinti sumisa por primera vez en su vida. -Ser como tu dices. Por favor, dame una oportunidad, deja que saque tu -y par, puesto que le costaba horrores pronunciar aquella palabra- que saque tu polla, deja que la mire y, si me permites, gozar de ella. Javier, ahora s, escondi muy bien su perplejidad. Ni en sus mejores sueos imagin que una preciosidad como aquella corriera tras l en semejantes circunstancias para caer literalmente rendida a sus pies y suplicarle. Se qued de una pieza, inmvil, sin saber cmo reaccionar. Pero se dio cuenta de que, en ese decisivo momento, cada segundo de su silencio aumentaba el valor de su victoria. Un xito aplastante. Cautivo y desarmado, aquel temible ejrcito de armas femeninas haba sido totalmente anulado y sus objetivos claramente alcanzados. La guerra haba terminado. Y mientras decida regresar a la habitacin, se dijo que aquel era uno de los das ms afortunados de su vida. A Clara, en aquel momento, no le importaba que pasara nadie por el pasillo y la viera en combinacin. Su nica preocupacin era no perderle otra vez. Entendi que desde ese momento Javier tendra un enorme poder sobre ella. Le gustaba esa sensacin y se prometi no rebelarse contra ese nuevo orden. Una nueva relacin empezaba all. Humillada, suplicante, con su cuerpo arremolinado a los pies de l se senta especialmente llena. Esa era la puerta que deseaba traspasar y en aquel momento ambos estaban cruzando su umbral. Pens todo eso mientras, desde el suelo, no se atreva a levantar la vista. Se record, a s misma, muchos aos atrs, agarrada a la pierna de algn familiar mayor intentando impedir su marcha. Y esa sensacin, en parte, le regres. Se senta niita de nuevo, como para ser reprendida, protegida, tutelada, educada, consentida en algn momento? Javier consider que deba darle a entender que el encarecido y valiente ruego haba tenido xito. Haba acabado de abrocharse la camisa. La mir y se llev la mano a la cremallera del pantaln. El susurro rasgado al bajarla hizo que Clara, an acurrucada a sus pies, levantara su cara surcada de lgrimas. l liber su polla en respuesta a la splica. Cuando ella vio semejante ejemplar de miembro viril, not tanta actividad lubricante en su entrepierna que se ruboriz. No era, el pasillo de un hotel, el lugar ms apropiado para aquellas actividades pero obvi tales circunstancias y pens que era el momento ideal para poner a prueba su recin estrenada autoridad. Si era cierto lo que pensaba no le discutira y accedera sin rechistar. Haba llegado el momento de la verdad. -Pdeme, aqu y ahora, besarme la polla le dijo-. -Quiero besarte la polla acert a formular la peticin haciendo un especial nfasis en la palabra que tanto le costaba pronunciar- aqu y ahora. -Bsame la polla le orden. Clara accedi en su primera accin como sumisa. No repar en el escenario tan expuesto a miradas ajenas. Le haba ordenado besar aquella polla en el pasillo del hotel y ella, arrodillada como estaba, se la bes. Fue un beso largo y con lengua. Se tom su tiempo y no par hasta que Javier juzg que haba sido suficiente. Entonces le recogi delicadamente su cabello, como si fuese a peinarla en una
coleta, y tirando con firmeza la oblig a caminar a cuatro patas sobre la moqueta desandando el camino hasta la suite.
El concepto de lo correcto Clara estaba ms que excitada. A la creciente necesidad que su cuerpo le reclamaba satisfacer con urgencia, se sumaba, por vez primera, una extraa sensacin de vulnerabilidad y deseo de servirle que se colaba por una rendija de su orgullo. Se pregunt si aquello, en verdad, sera una tara, un error de su personalidad, pero el placer nuevo que vena adjunto rpidamente eclips cualquier prejuicio. Era mucho mayor la satisfaccin personal que obtena, que las moralinas que luchaban por aflorar en su conciencia. Con cada orden que reciba se adentraba sin marcha atrs en una inhspita selva que le era desconocida. Su mente, alterada y revoltosa, la notaba proclive a la dispersin. Pensamientos extraos le asaltaban, como qu podra haber sentido Coln al llegar al Nuevo Mundo, o Neil Armstrong al pisar la Luna. Quiz ste era su particular, ntimo y personal descubrimiento y se sinti dichosa de haberlo hallado. Esa nueva sensacin ms all de gustarle, la hizo sentirse ella misma por vez primera en su vida. Por esa razn decidi que explorara con Javier hasta donde pudieran llegar. Fue una promesa que se hizo a s misma. Pero tambin eran momentos de dudas que hacan zozobrar sus pensamientos. Record sus placeres adolescentes con aquel cinturn trenzado, ahora le pasaba algo parecido. Desconoca que pasara a continuacin, si debera esperar ms de Javier, si todo aquello apenas haba sido un espejismo. En qu proporcin podra ser correcto todo aquello Correcto? La palabra le son ridcula dadas las circunstancias. Algunas respuestas a aquellas incgnitas no se hicieron esperar tan pronto trat de acercarse de nuevo a l. -Cuando quieras mi polla me lo pides. Vendrs a por ella slo si te doy permiso le volvi a recordar en lo sucesivo vas a tener que acostumbrarte a que, entre nosotros, la voluntad que impere sea la ma. Mi voluntad ser la nica y la adoptars como tuya. No queras saber qu era la sumisin?... pues empieza por interiorizar este primer axioma. Segua caminando an a cuatro patas cruzando buena parte de la habitacin hasta llegar a los pies de Javier. Pero antes de que abriera la boca le reconvino su forma de actuar.
-Que yo recuerde no te he dicho que vengas. He dicho que si quieres algo lo pidas. Y procura hacerlo de un modo adecuado que me agrade o de lo contrario saldr de esta habitacin para no volver nunca ms, aunque te amarres a mis piernas la amenaz sabindose en su posicin de privilegio recientemente confirmada frente al ascensor. De nuevo a cuatro patas regres hasta su punto de partida y pens que, sin lugar a dudas, Javier se haba documentado a fondo acerca del BDSM. Aquello prometa. Aquel cmplice era ms que vlido. Sera el ideal? El que estaba esperando desde que recordaba tener conciencia sexual? Javier empezaba a actuar como un Amo y seguramente ella deba ya comportarse como una sumisa tanto en el fondo como en la forma. Cuando alcanz el punto de partida se gir y con voz dulce y humilde se dirigi a Javier casi balbuceando. -Quisiera que me permitieras acceder a tu pene, yo estara profundamente honrada solicit aunque le pareci haberlo dicho un tanto engolada. -Pene? dijo elevando la voz, incrdulo ante la reiteracin de semejante error parece que no hemos aprendido ni tan siquiera la primera leccin. -Perdn, perdn -se apresur en corregirse la abogada- Permteme que reformule mi peticin de forma adecuada, Seor. Esa rectificacin le son a gloria a Javier que empezaba tomarle gusto al rol de autoridad incontestable e inapelable sobre una persona que, en casi cualquier otra circunstancia, lo hubiera mandado a la mierda sin ms contemplaciones. Ahora era la personificacin de la entrega y la sumisin. - Seor, suplico, ruego humildemente que me permitas acercarme a tu persona. Si te satisface y me otorgas permiso, aunque me s indigna de ese honor, usar tu polla- y tras pronunciar aquella palabra Clara not como uno de los puntales bsicos de su exquisita educacin se tambaleaba. Sin embargo, al mismo tiempo lo sinti como una liberacin, una liviana brisa fresca que se pase por sus neuronas. Haba pronunciado aquella palabra por segunda vez en menos de cinco minutos, cosa que no haba hecho nunca antes. -S contest escuetamente. De nuevo, a cuatro patas cruz la habitacin hasta llegar a Javier quien dudaba si aquellas formas tan ceremoniosas en verdad le complacan. Se irgui para quedarse arrodillada frente a l y empez a desabrocharle el pantaln y bajarle la cremallera. A continuacin le despoj de su ropa para reencontrarse de nuevo con aquella polla. La tom con su mano y fue entonces cuando estuvo ya totalmente segura de que nunca jams haba visto, ni tocado una de aquel tamao. Al tomarla, ya totalmente erecta, y se sorprendi al ver que no cubra su longitud asindola con sus dos manos. Empez a chupar lo que sobresala. Jams se haba visto en semejante escena. En ese momento not que de su coo manaba tanto lquido que el interior de sus muslos estaba surcado por hilillos de flujo. No, desde luego, no se haba orinado, pero aquello era tambin toda una novedad en su cuerpo que hasta aquel momento no pens posible. Efectivamente Javier no haba acudido a la cita en blanco. Se haba documentado con todos los medios y estaba ahora constatando que el rol Dominante encajaba con su personalidad mucho ms de
lo que sospechaba. Para empezar le bast aquella simple muestra de autoridad, pero haba llegado el momento de ejercer ese poder en sentido estricto a favor de su voluntad. Tambin haba decidido que no le tratara de usted, despus de lo compartido le parecera un artificio excesivo. Estaba bien que le llamara Amo, Seor, Dueo pero sera mejor que le tuteara, como haban hecho siempre. Dominacin no es hablar de usted. Las formas eran muy importantes, pero lo decisivo eran otros aspectos ms personales y no tan protocolarios. Eso haba aprendido y ya lo pona en prctica. Le orden que se levantara y consigui romperle las bragas con un par de fuertes tirones que la zarandearon. Clara ahog un grito, una queja por sus bragas preciosas e indecentemente caras. El coo debido al abundante flujo estaba ms que lubricado. Javier no quiso esperar ms. La volte y le separ las piernas. Hizo que apoyara sus manos sobre la cama y encar su pene al orificio vaginal. Clara not cmo Javier se recreaba acaricindola con el glande al tiempo que lo mojaba. Rog en silencio que no esperara ms que la penetrara sin ms dilacin, lo deseaba con toda su alma. Sin embargo se dedic a masturbarla con el roce de su miembro mientras esperaba que alcanzara su mxima ereccin. Llegado ese momento empez muy suavemente notando como su hambriento coo engulla con facilidad todos y cada uno de los centmetros de aquella polla. Tampoco el grosor pareca plantearle problemas, se abra paso con facilidad y pronto la lubricacin fue perfecta. El placer la invada como a quien le cae lluvia en verano. Era un gusto tibio y constante que la envolva por completo. El movimiento lento y de comps perfecto le iba recorriendo el interior de su sexo. En progresin, le conquist todo su interior hasta donde nunca antes nadie ni nada haba llegado. Apenas haba conocido a tres o cuatro hombres, pero ninguno tena una polla con la capacidad de ocupacin de que ahora era objeto. Se relaj y se abri un poco ms. El ritmo no cesaba y era casi perfecto en sus idas y venidas hasta que, sin que lo esperara, la embisti con violencia. Un extrao dolor le despert los sentidos y solt una exhalacin, como si la polla que la haba invadido le hubiera hecho sacar el mismo volumen de aire de sus pulmones. Por la boca sala, de este modo, el hlito del primer placer que hasta aquel momento, y a pesar de su edad, se le haba negado. El ritmo fue aumentando y los movimientos se volvieron ya totalmente impredecibles, as como los picos de placer que de forma aleatoria recorran su cuerpo. Aquello era desconocido para Clara, no imaginaba que Javier fuera capaz de manejarse de aquel modo. De no ser por el indescriptible orgasmo que se presentaba de forma ya inminente, se hubiera puesto a lamentar en voz alta los aos perdidos hasta aquel momento. Su experiencia sexual quedaba relegada a una coleccin de impromptus y ahora, por vez primera, le llegaba una sinfona completa para coro y orquesta. Cuando el placer cabalg ya a sus anchas en ambos cuerpos, Clara, como pudo, pidi permiso para gemir o lo que me salga -dijo-. Lo obtuvo y empez a gritar, sollozar y gemir mientras deseaba que aquella penetracin fuera eterna, que no desfalleciesen sus cuerpos y siguieran as el resto de los das de la humanidad. Ese deseo evidentemente, no se le concedi. Pero s se llev esa tarde tres polvos por los que un par de horas antes no hubiera apostado un cntimo creyndolos imposibles. Clara ignoraba lo que le deparara el futuro a partir de aquel da, pero s hubo dos cosas que le quedaron meridianamente claras. La primera era que acababa de descubrir la autntica dimensin del sexo; y la segunda era que Javier tena madera de Amo. Ella deba ser su sumisa. Lo tena decidido. Slo restaba que la llamara al da siguiente. Interpretara entonces que aquello no haba sido una aventura y sabra que su primer da como sumisa no haba sido un espejismo. Si telefoneaba a la maana siguiente rodeara esa fecha en el calendario para celebrarla todos los aos.
Llam An no eran las diez de la maana. -Necesitaba escuchar tu voz le escuch decir a Javier tan pronto descolg el telfono. -Yo tambin, me haca tanta ilusin, no saba si esperar o hacerlo yo misma confes. -No. Llamarte es cosa ma y acudir es cosa tuya sentenci Javier. -Ah! -dijo ella como expresin ms adecuada que se le ocurri. -No te preocupes terci l adivinando el estado de nerviosismo de Clara- tendrs oportunidad para desayunar conmigo? Se citaron en una de las cafeteras habituales. Una que quedaba en las inmediaciones del Barrio Gtico de Barcelona con una recoleta y tranquila terraza al aire libre. Haban quedado all muchas veces por la equidistancia para ambos. Ordenaron un par de cafs con leche y unas tostadas. Clara tena algo importante que decirle. Tal era su miedo y ansiedad, que lo solt de sopetn mientras Javier rasgaba el sobrecito de azcar. -Javier, mrame a los ojos. Quiero ser tu sumisa me aceptas? Le sostuvo la mirada. Luego apart la vista para verter en su taza con exasperante parsimonia hasta el ltimo de los diminutos granos de azcar. Slo entonces Javier cogi la cucharilla. Clara estaba al borde del infarto, pero le importaba poco, despus de todo Javier era mdico. Si no reciba una respuesta de inmediato su acelerado corazn se le escapara por la boca y empezara a brincar por la terraza. Aquella intriga era insoportable. No parpadeaba, apenas respiraba y no saba qu reaccin tendra si reciba una respuesta negativa. Javier se tom su tiempo. Al levantar la mirada encontr el semblante expectante de Clara. Fue entonces cuando le dio su cucharilla y dej pasar un eterno segundo para que ella tuviera ocasin de quedarse atnita. Asumi definitivamente su condicin de Dominante. Slo despus le dijo. -Remuvele el azcar a tu Seor.
Un mundo en comn
Javier dispona de varios apartamentos donde haba invertido una pequea parte de su patrimonio personal. Meses haban pasado desde aquel episodio inicitico en el hotel Arts y su relacin haba avanzado y evolucionado a buen ritmo. Decidi reservar uno de aquellos pisos para l y para su sumisa con quien iba consolidando da a da aquella relacin tan particular. Lo acondicion como un loft de forma y manera que cuando ella puso sus pies en l por vez primera qued sin habla. Apenas contaba con unos setenta y pocos metros cuadrados, pero lo convirti en un comodsimo, moderno y funcional habitculo. Tras la entrada se abra un saln con un increble sof de piel marrn oscuro que invitaba a echarse sobre l en plancha. Contaba con una nica habitacin, amplia, con sus paredes cubiertas por armarios empotrados. Su generoso cuarto de bao ocupaba la tercera parte de la superficie construida. El apartamento se completaba con una pequea cocina. No haba ms, no se necesitaba ms. -Los armarios de la habitacin estn cerrados con llave- explic a la sumisa en su primer da en el apartamento- no los puedes abrir Son los armarios prohibidos. -S Amo- le dijo con una sonrisa de felicidad. -Te lo estoy diciendo en serio, ni se te ocurra nunca intentar abrirlos. Su contenido te est completamente censurado- insisti. -Que s Amo, que s. Como diga el Amo- y record algo del cuento de Barba Azul, que tena una habitacin cerrada bajo llave a la que slo l poda acceder. -Desde hoy el apartamento es el mundo que tu Amo te ofrece -explic fijando la mirada en la de su sumisa- al atravesar su umbral nuestra relacin ha entrado en una nueva etapa. -Gracias Amo, me hace mucha ilusin- dijo para corresponder sin querer evitar ni disimular sus sentimientos para que trascendieran claramente. -Ahora vas a recibir un regalo. Cierra los ojos orden. Se volvi a uno de los armarios de la habitacin, abri la puerta con una llave y sac de su interior una bolsa de terciopelo negro. Cerr de nuevo. -Ya puedes mirar- le dijo para que viera lo que sostena frente a ella. -Qu es? Es para m, Seor? pregunt nerviosamente. -S contest al tiempo que le entregaba la bolsa de tela. -Qu ilusin! de qu se trata?. -Lo tendrs que sacar de la bolsa para saberlo le dijo su Dueo que se mostraba francamente divertido por la emocin que manifestaba su sumisa. -Vaya! dijo al sacar de su interior un collar de cuero blanco con una brillante hebilla y un pequeo colgante con la inscripcin putsie (ES) -Qu preciosidad! Es para m? qu quiere decir lo que pone en la chapita? - Es tu nuevo nombre. A partir del momento en que te pongas el collar, significar que admites ser mi sumisa, que te declaras de mi propiedad y que aceptas llamarte como tu Amo quiere: putsie; significa puta sierva y ES se refiere a mi nombre como tu seor: ElSir. -Es para m un privilegio dijo con la cabeza agachada estudiando el collar en sus manospor supuesto que lo acepto, me hace muy feliz ser tu sierva perra. Me gusta mucho y me gustar mucho ser putsie. Suena a osito de peluche, a mascotita dulce y juguetona -al levantar la vista, ElSir pudo verle una lgrima de emocin por su mejilla. Se puso el collar alrededor de su cuello y se gir
dndole la espalda. Amo, abrochara el collar a putsie? Aquella primera vez que se aceptaron como Amo y sumisa son a compromiso de pareja. Para ambos fue una declaracin en toda regla. Una relacin para la mayora extraa, muy particular y slo de ellos, difcilmente entendible por nadie ms. Aquel collar implicaba un elevado grado de responsabilidad y de pertenencia, de sincronizacin y complicidad extrema. Un acuerdo altamente inflamable pero innegablemente vital, corrosivo por momentos pero tambin de un intimismo insondable. Ambos sintieron que por vez primera tenan algo suyo, algo en comn que les haca nicos. Los das que vinieron a continuacin fueron tiempos felices. Ella, convertida en putsie a todos los efectos, ni siquiera consideraba que lo suyo fuera una infidelidad. De hecho llevaba con bastante naturalidad esa doble vida. Eran tan diferentes su mundo domstico y su mundo con ElSir! Se senta realizada en esta nueva faceta que se alimentaba cada da que pasaba, en cmo exploraba con su Amo las nuevas fronteras de su placer, de su personalidad, de su propia existencia. Not una mejora notable incluso en su trabajo, en el trato con el resto de personas. Le relajaba no tener que preparar nada cuando era convocada por su Amo, slo obedecer. Le dejaba como nueva, era como una sesin intensiva de spa, robar un par de horas a la semana para postrarse a los pies de su Amo, excitar las terminaciones nerviosas de su culo a golpe de fusta y mezclar ese dulce picante con las extraordinarias dotes de amante de su Seor. En ocasiones lamentaba no haberse dedicado antes a estos menesteres, no haber conocido antes a su Amo en esta faceta del tiempo no aprovechado. Pero le reconfortaba saber que, al menos, haba llegado y que viva en primera persona algo ms que una fantasa, una experiencia vital que muchos no llegaran ni a imaginar. En su caso, la poda hasta tocar con los dedos, era algo tangible. La fusta y otras formas de estimular su sistema nervioso eran el pellizco en carne que nos dice si lo que vivimos es sueo o realidad. Pero hasta que llegaron a aquel episodio ambos tuvieron que caminar juntos un sinuoso sendero.
La primera fusta Cuando empezaron a descubrir las realidades del mundo BDSM, Clara no imaginaba que le llegara el momento de sentirse aterrada de miedo. Su Amo, que ya le saba como un buen estratega, como qued patente aquella primera vez en el hotel, an se super a s mismo al manejar con astucia mayscula sus fobias y sus temores. Us cuantos conocimientos sobre Clara iba adquiriendo para
disear cada uno de sus movimientos. Antes de compartir su primera sesin de BDSM, es decir, ir ms all de lo que hasta entonces haba sido poco ms que la asuncin de roles de Dominacin y sumisin, el plan de Javier, que todava no era ElSir, fue magistral. Durante dos semanas fue como el piloto que calcula las revoluciones del motor hasta alcanzar su mxima potencia y, cuando ya se ha exprimido al mximo, hacer un cambio rpido de marcha para aprovechar la inercia y obtener el mejor de los rendimientos. As tuvo a Clara durante dos largas semanas: a tope de revoluciones. Cada da se apretaba un poco ms el acelerador: en ocasiones era una llamada telefnica con un enigma que dejaba en el aire, otro da una pista a descifrar escrita en un correo electrnico, tambin mensajes al mvil con doble intencin que la dejaban en un mar de dudas... Consigui inquietarla e incluso preocuparla seriamente. Se le antoj si no sera un taimado psicpata que ella mismo haba despertado. En otros momentos lo que lograba era despertarle deseos o simplemente incitarla a la excitacin. Dos semanas de expectativas, dos largas semanas en que lleg pensar incluso si su Amo no sera en realidad un personaje oscuro. La terrible cuenta atrs la manej in crescendo sin que ella pudiera hacer nada que no fuera asistir como una vctima. Y as se sinti hasta que lleg el da sealado y a la hora indicada frente al nmero de la habitacin del discreto hotel de carretera que escogi deliberadamente para aquella ocasin. No pareca aquello muy refinado, como lo fuera la vez del hotel Arts, y no hizo ms que atormentarla si acaso un poco ms. Finalmente Clara se enfrentaba a la puerta de aquella habitacin contra la que golpe sus nudillos del modo que se le indic. Tras un profundo suspiro que le sirvi para animarse a entrar cuando vio que se abra. Sobre la cama vio, a modo de exposicin, todo un arsenal de fustas, cuerdas y otro instrumental que no lleg a identificar porque le dio medio mareo. Javier, no obstante, estuvo considerado. Suaviz su tono de voz y trat de que se relajara tras tanta tensin inducida en los ltimos das. Fue consciente del impacto que le causara ver todo aquel repertorio y comprendi que, para ser la primera vez, ya la tena suficientemente asustada. Lo hizo con la intencin de que, ni por un solo momento, su sumisa se tomara aquello a broma. Saba que estaba presa del miedo. Saba que esa era su primera ventaja. Su Amo le ofreci que se sentara en el nico silln que haba en la estancia y le ofreci un cocktail. No llevaba alcohol, pero s estaba hecho a base de excitantes como la taurina y la cafena. La quera bien despierta y con todos sus sentidos en perfecto estado. Tras el segundo sorbo le pidi permiso para ir al bao. All se lav la cara y se tom un valium. Regres junto a su Amo y, an muerta de miedo, no tuvo ms remedio que permitir que le vendara los ojos y que luego la atara a la cama. El primer impacto psicolgico lo daba ya por amortizado, pero a pesar de ello nunca antes haba estado tan atemorizada, ni tan arrepentida, pero contuvo su primer impulso de pedir socorro a pleno pulmn. La primera parte del plan haba afectado tanto a su sumisa que Javier pens que la vertiente fsica deba ser muy progresiva. Apenas se atrevi a propinarle un azote que se pudiera escuchar, pues haba resuelto ir de menos a ms para encontrar la intensidad adecuada. Tras el primer fustazo, ElSir quiso evaluar los daos. El parte fue una hoja en blanco pues ni haba la menor marca ni putsie apenas haba sentido nada. Con el tiempo ella recodara que cerr los puos con tanta fuerza que se le clavaron las uas, y que eso le doli ms que la primera docena de azotes que recibi su trasero. Se preguntaba si todo el miedo acumulado hasta ese momento habra sido en vano y se sorprendi a
s misma pidiendo ms. Reclam ms intensidad en proporcin directa a cmo se le disipaba el miedo. No fue hasta el vigsimo azote cuando empez a percibir cierta energa. Le hizo saber a su Amo que se era su punto al menos para aquel da. Establecieron que limes, palabra latina que significa lmite, debera ser invocada por ella cuando se reconociera en la frontera de lo soportable. Recibi un azote ms (a partir de ah perdi la cuenta) cuyo sonido ya restall en la srdida habitacin de aquel hotel de carretera. Empezaron a notarse los efectos de la fusta en su culo, seales ligeramente sonrosadas que alternaba con besos en partes que su cuerpo no esperaba. Tambin intercalaba de forma arbitraria, sin seguir patrn alguno, humillaciones que susurraba en su odo y que le sonaban a poemas desvergonzados que derribaban murallas, como en su da lo hizo pronunciar la palabra polla. Ser usada como sumisa, entregada a su Amo, result ser algo ms que aquella sensacin placentera que esperaba. Aprendan a saltar barreras como los convencionalismos y volar a favor de libertades coartadas. Supieron declarar la palabra en rebelda y usarla como instrumento afilado sin por ello perder el respeto. Descubrieron juntos tambin el poder de la intencin y con ello le dieron un nuevo significado al azote y lo adhirieron al placer. La complicidad absoluta en el mximo clima de confianza y sintona. Todo aquello hizo de aquella habitacin barata y vulgar el lugar ms sorprendente que podan imaginar. El culo de putsie empez a ponerse colorado. El Amo comprobaba la temperatura con sus labios, como se hace en la frente de los nios para detectarles la fiebre, antes de decidir el destino de su nuevo azote. Fusta y beso alternaban en distintas partes de su cuerpo. La palabra limes no sali de los labios de la sumisa. A medida que avanzaba la sesin al catlogo de atenciones se fueron incorporando caricias no esperadas, pues segua con los ojos vendados. Para el final, ElSir se reserv actuar sobre el mojado y henchido coo al que no le quitaba ojo mientras se estuvo empleando con la fusta. Cuando consider que su culo ya haba soportado suficiente para ser el primer da, decidi pasear la yema de uno de sus dedos por la rendija de su sumisa. Le gust que no fueran los fustazos sino el tacto de su dedo en el cltoris lo que le arrancara de su garganta el gemido ms acusado de la sesin. Fue un sollozo suplicante de placer al que su Amo, secretamente, supo que ya no podra renunciar a escucharlos durante el resto de su vida. De aquella primera sesin BDSM, finalmente, apenas tres fustazos le dejaron marca visible. Ms tarde, ya en casa, su marido ni se percat de las finas tiras rosadas en su piel, lo que ella hubiera justificado sobradamente como araazos accidentales. Las seales desaparecieron por completo al cuarto da, tras pasar por ser unas lneas ligeramente amoratadas. Poca cosa. Pero hasta ese momento se estuvo mirando en el espejo cada maana para recordar, no sin cierto orgullo, su primera experiencia. Le recordaban a su Amo, a ese mundo que ya compartan y desde el que superaba miedos y consegua objetivos que no habra podido alcanzar de ningn otro modo en especial, se senta algo ms poderosa al saber que poda decir polla sin que un resorte imaginario le reprendiera en su interior.
Tanto por descubrir Lo sucesivo no fue como aquella primera vez. Ella estaba segura de que sera algo progresivo y que crecera como persona. En un tiempo rcord acab derribando murallas relacionadas con el lenguaje y pudiendo pronunciar y escuchar cualquier palabra sin que se le alterase el pulso como inconscientemente le induca su educacin de seorita bien. Eso era un avance. Para ella en verdad lo fue y de carcter notable. En el ejercicio de su profesin ahora se senta ms segura, ms capaz en el uso de una herramienta tan til para ella como era la palabra. Acab por sentirse libre para usar sin pestaear todos los registros que el idioma ofreca. Su educacin refinada, sin que hasta ese momento hubiera reparado en ello, la tena encorsetada. Ahora tanto podra esgrimir argumentos con lenguaje tcnico frente al ms duro de sus colegas letrados, como asistir impvida ante un cliente que tuviera por exclusivo lenguaje todo el vocabulario grueso de la Real Academia Espaola de la Lengua. Eso y determinadas insolencias le causaban problemas que le hacan tambalear su equilibrio
interno. Tan slo haba conseguido disimular sus efectos, pero no superarlos como s haba logrado de la mano de su Amo. Tambin estaba aprendiendo que cuando se confa sinceramente en alguien, no importa lo que diga o lo que haga. Si se es franco, no hay nada que temer. La clave era trabajarse a cada persona para saber hasta qu punto exacto era de fiar y actuar en consecuencia. Para eso desarrollo un sentido especial que le fue de gran utilidad como abogada, pero tambin para darse cuenta con gran velocidad del perfil personal de la gente nueva que pudo conocer desde que se reconoca ya como sumisa. Incluso su mirada se haba vuelto ms profunda y su nimo mucho ms forjado para enfrentarse a cualquier reto que se le pusiera por delante. Aprendi a decir no con mucha mayor rotundidad y a ejercer su autoridad en el despacho con mayor aplomo y seguridad. Todo eso lo iba aprendiendo y estaba realmente sorprendida. Aquello era algo ms que abrazar una nueva dimensin del sexo. Se daba cuenta a diario, cada vez que pensaba en su Amo, de cuntas cosas tena por delante por descubrir. Mucho tiempo haba pasado desde entonces. Casi dos aos que cundieron como el doble. Desde que empezaron a compartir ese mundo en comn se llamaban a diario varias veces. El motivo era lo de menos. Algn da haba de por medio un tema importante que tratar, o al menos hacan como que era importante. La salud, el trabajo, la familia, el ltimo libro que estaban leyendo pero en ocasiones era tan solo para preguntar: qu ests haciendo? ElSir mostr en esta nueva versin suya un inusitado talento creativo que putsie celebraba con gran entusiasmo. Era un artista de la tramoya y la escenografa. Preparaba a conciencia sus sesiones, que llamaba especiales, que solan ser una por mes. Decoraba por completo el apartamento. Era como el Disneyland de la D/s y eso diverta mucho a su sumisa. La relacin entre ambos era de una solidez a prueba de sesmos de grado 10 en la escala Richter. No dudaran en confiar sus vidas al otro, sin pensarlo, sin albergar ninguna reserva. Era ms que sexo, ms que diversin, ms que complicidad. No obstante era todo eso y mucho ms al mismo tiempo y hecho a fuego lento. En una ocasin, conociendo la fascinacin que senta putsie por todo lo oriental, ElSir convirti el apartamento en una casa japonesa. Fue toda una sorpresa para ella ver redecorado aquel espacio ahora cruzado por fusumas, biombos de papel translcido y madera. Se document a fondo con el nico propsito que su sumisa se sintiera en Japn. La introdujo en el mundo de la casa tradicional nipona explicando qu era el genkan, o entrada, donde ambos se descalzaron, y la sala de estar o im que tambin haba recreado cubriendo el suelo con un tatami. Tambin haba hecho desaparecer la cama y en su lugar haba un futn, que es su equivalente en la cultura japonesa. Recre con mucho acierto un ambiente en un rincn del saln que lo denomin como tokonoma. Haba bonsis e ikebanas por toda la estancia y, eso si que no lo esperaba, un kimono autntico. Emocionada qued cuando apareci una joven japonesa que le ayud a vestirla. Alucinaba vindola anudar el complejo obi. Su Amo haba invertido cuatro meses preparando aquella sesin especial. La misma joven actu como camarera en una comida tradicional que se les sirvi. Algo de sushi, tempura, teriyaki y sukiyaki a modo de degustacin. Tras el karumetou, que es un pastel de azcar moreno que tomaron por postre, la muchacha procedi con la tradicional ceremonia del t. Nada ms finalizar el ritual, el sonido de un shamisen inund el apartamento. La camarera, como una sombra, se march con el mximo sigilo.
Aquel da putsie llam a casa para decir que no la esperasen para cenar. Aleg ante su marido una importante entrevista con un cliente de la que ni se molest en preguntar un solo detalle. En realidad no dejaron de follar durante seis horas. En los descansos tuvo episodios de fusta en piernas, en culo, pinzas en pezones y vulva, incluso no siempre que eran descansos. V olvi a casa a las doce de la noche. Aquella sesin intensa de sexo hizo que sus piernas temblaran durante horas. Estaba tan agotada como feliz.
En una hora Tena un juicio a primera hora de la maana. Era de ese tipo de vistas que son difciles de prever en cuanto a su duracin. Precisamente por ese motivo al salir del bufete dijo a su pasante que no la esperara, que no saba a qu hora podra acabar. Si acaso ya volvera en funcin de lo que se extendiera. En su mente albergaba el deseo de acabar pronto y quedar con su amiga Isabel. Haca casi un mes que no hablaban y necesitaba contarle las ltimas novedades. Con lo morbosa que es, seguro que le encantar saber de mis ltimas andanzas, pens de forma fugaz. El juicio era un despido improcedente claro como el agua, pero la otra parte podra complicarlo o, por el contrario, llegar a un acuerdo rpido antes de entrar a la Sala. La conversacin previa con los abogados de la parte contraria, la empresa, fue como la seda. Puso su mejor cara de boxeadora, y con su voz, fra como el acero, y mirndolos a los ojos les explic lo que iba a pasar dentro de la Sala. -Mi cliente est dispuesto a llegar hasta el final. Afortunadamente tiene posibles para no tener que reparar en gastos y no est interesado en aceptar pactos mediocres para olvidarse pronto del tema detall con el mximo convencimiento imaginable- es ms, le he aconsejado que no descarte presentar una denuncia por acoso laboral.
-Nuestro cliente est dispuesto a avenirse a razones. Hara una buena oferta, pero tragar con carros y carretas -expusieron en su defensa los otros letrados. -Una buena oferta? buena para quin? No es que quiera amenazar pero creo que su cliente sabe que tenemos argumentos de peso para ir ms all del despido: presentar acusacin de mobbing y airear el asunto en la prensa con suficiente ruido como para que este empresario se vaya olvidando de acceder a la presidencia de la Cmara de Comercio de Barcelona -Somos conscientes. Por eso plantea una buena oferta. La oferta fue buena, muy buena en realidad. Su defendido qued tan satisfecho como para celebrarlo. Como era viernes dara por concluida la maana, aunque todava no eran las diez. Estuvo en un tris de llamar a su amiga Isabel. Sac su mvil, pero marc el nmero de su Amo. A ver qu estaba haciendo. - He acabado el juicio, bueno en realidad hemos pactado. Es viernes y, la verdad, no me apetece volver al bufete. Soy una golfa? - Eres lo que me gusta que seas! dijo mientras rea divertido-. Yo acabo de salir de guardia, por lo que hoy ya no paso consulta. Estaba pensando en ir al apartamento. - No es mal plan. - Bueno, he dormido suficiente porque ha sido una noche tranquila y como no me gustan las duchas del hospital haba decidido empezar ahora mismo el fin de semana dndome un bao en el apartamento. - Qu bien viven algunos solteros! le acus divertidamente. - Tan mal vives tu? se defendi con el mismo tono divertido. - No, la verdad es que no me voy quejar, pero siempre se puede mejorar y, sinceramente, no conozco mucha gente que viva mejor que t. - Y a ti? te gustara vivir mejor? - Bueno empez diciendo para ganar algo tiempo y pensar la mejor de las respuestas posibles- hay algunas cosas que me gustara cambiar. Si tuviera una varita mgica s, hara un par de mejoras notables en mi vida. - Quiz tu vida no resulta todo lo apasionante que esperas? - Siempre he pensado que todo es mejorable acert en decir al tiempo que reflexionaba sobre la birriosa respuesta anterior. - Acaso no me consideras apasionante? interrog su Amo con inters. - Repito, todo es mejorable insisti para retarle- siempre. - Muy bien. Te quiero en el apartamento en una hora le orden su Dueo- vamos a comer all. Avisa en casa para que no te esperen. -Si Amo, ser como tu dices. Una sonrisa iluminaba su rostro al finalizar la llamada.
Todas las tazas de chocolate de su vida Us su llave para entrar al apartamento. Le sorprendi ver a su Seor sentado en una silla, justo frente la misma puerta de entrada. Vesta nicamente su albornoz. - Hola salud mientras se quitaba el abrigo. - Quiero que te desnudes aqu mismo, delante de m dijo secamente obviando deliberadamente corresponder al saludo. - Como quiera mi Dueo respondi al tiempo que empezaba a obedecer. - No quiero prisas. Tenemos tiempo le record. Fue casi a cmara lenta, desde la cada de los pantalones de su traje chaqueta al suelo, hasta el momento de desabrocharse el sujetador y deslizar delicadamente sus braguitas a lo largo de sus piernas. Todo muy parsimonioso, casi ceremonial, hasta que se encontr totalmente libre de sus
ropas. - Ahora vete a la ducha, ponte un gorro de bao y esprame all le indic tajantemente su Amo. - Si Amo contest sumisamente. A los cinco minutos de estar bajo el agua caliente, su Seor apareci llevando consigo un cubo en cada mano. Estaban llenos hasta los topes de chocolate. Entr en la ducha y sin mediar palabra le vaci uno de los cubos, por completo, sobre la cabeza. El profundo aroma a chocolate se adue rpidamente de la cabina de ducha. Notaba su cuerpo enfundado en una tibia sustancia que ahora lama su Seor con la fruicin de un nio chico. En realidad la estaba desayunando tomando sus pechos a dos manos y rebaando con la lengua sus pezones, siempre tersos como dos cerezas. Le acerc el otro cubo y la invit a proceder de igual modo con su Seor. Ella tambin desayun. Arrodillada succion golosa el chocolate que cubra parcialmente su erecto pene. Se propuso no dejar ni una sola seal de tan dulce cobertura. Cuando estaba totalmente limpio prosigui con el resto de los genitales y luego empuj chocolate de otras partes del cuerpo para seguir aplicadamente con su trabajo. Al levantarse, su Amo se llen la mano de chocolate caliente y le unt todo el coo para masturbarla. El placer le llegaba en un extrao formato que combinaba el perfume achocolatado, la tibieza de su temperatura, su suavidad recorriendo todo su cuerpo. En unos segundos le pas por la mente todas las tazas de chocolate que hasta la fecha se haba tomado y no poda creerse que aquello, tan inocente, estuviera ahora ponindola endiabladamente cachonda. Definitivamente, el chocolate ya no sera para ella lo mismo despus de aquel pasaje y pens si quiz, ante la prxima taza, su recuerdo le sacara los colores. Segua notando el dulzn olor y la agradable textura inundndola donde jams pens que le llegara hasta que, finalmente, la polla de su Amo, en tamao y dureza apropiada, pidi paso dentro de ella. Arque su cuerpo y abri las piernas mientras era tomada por detrs con la esperanza de que no dejara de masturbarla. Se pas la mano por la cara para tomar ms chocolate al tiempo que gema y notaba como tambin su sexo se lubricaba desde el interior. Slo saba que estaba extasiada y que su olfato le daba informacin no asociada al placer que le estaba asaltando. Siempre le haba gustado el chocolate y tambin el sexo, pero jams crey posible que un da ambos le vinieran en una misma entrega. El ritmo frentico de la penetracin la levantaba del suelo de tanto en tanto. Apenas de puntillas, con sus escasos 51 kilos la izaba en volandas con facilidad. El placer era creciente y disfrutaba sintindose tan querida como deseada, tan penetrada como follada, con tanta pasin como fiereza. Se entreg a su Amo nuevamente cuando par para darle la vuelta. La tom en brazos de nuevo y volvi a penetrarla a su antojo. El chocolate se escurra y se acumulaba entre ambos cuerpos. Jugaban, se mordan y chupaban, rean y geman Sin avisar abri el grifo del agua caliente y empez a diluir el chocolate para que sus cuerpos recuperaran su color natural. Las caras de ambos parecan sacadas de un comando en plenas maniobras. Les cruzaban las mejillas trazas de chocolate que parecan parodiar el camuflaje militar. El chocolate segua fluyendo hacia el desage mezclado con el agua, al tiempo que los gemidos crecan en fuerza e intensidad. Ambos cuerpos se apretaron ms bajo la ducha sintiendo la inminente llegada del placer supremo. An se tens ms para meter su polla dentro de putsie para lo que ella se esforz en abrirle ms su coo en un intento de que su Seor la penetrara al mximo antes de explotar. Ya no saba distinguir qu era chocolate y qu no lo era. Slo saba que estaba redescubriendo el significado de la palabra
posesin y por eso grit fuerte cuando eyacul. Su sumisa correspondi aceptando aquella condicin de sojuzgada por el macho con un agudo monoslabo gutural que la dej extasiada. El rol asumido an aport un regusto aadido para ambos. El agua segua enjuagndolos cuando putsie se arrodill para agotar del pene de su Amo hasta la ltima gota de semen con sus manos y su solcita boca. Ambos se permitieron un par de complacientes minutos de relax bajo el agua, entrelazados, antes de enjabonarse y abandonar la ducha. El desayuno haba finalizado, pero para el resto de su vida, putsie vera ya de otro modo cualquier otro chocolate a la taza que se le cruzara por delante.
Firma! Tan pronto acabaron de desayunar y abandonar la ducha, ElSir sac de los armarios secretos unos documentos. - Quiero que firmes estos papeles le pidi. - De qu se trata? pregunt putsie al tiempo que intentaba empezar a leer su contenido. -No! cort con energa- no debes leerlos, vas a firmar sin saber de qu se trata. -Cmo? quiso aclarar- me ests pidiendo que te firme algo a ciegas? -Exactamente, has acertado. Si confas en m no deberas ni plantertelo. Te pido que firmes y lo firmas. -Me debes considerar loca si de verdad piensas que lo voy a hacer increp elevando algo el tono de su voz- Cielos! soy abogada recuerdas? crees que voy a hacer algo as? Siempre leo antes lo que firmo! Siempre! -S, lo vas a hacer. Lo hars si confas en tu Amo y si sabes lo que te conviene. -Lo siento Amo, no lo voy a hacer y algo en su interior se quebr como una rama. -Muy bien, no lo vas a hacer, ya contaba con eso. Ser tu Amo significa conocerte y conocerte bien le hizo saber. -Es que me lo impide mi propia formacin, mi misma esencia. -Soy yo quien define cul es tu esencia, soy yo quien te da forma, quien te moldea en todos los aspectos le conmin con voz enrgica-. Tu slo debes obedecer. -Amo, no me hagas firmar nada sin leerlo antes le pidi de forma lastimera aunque empezaba a saber que si se lo peda una vez ms no tendra fuerzas para negarse. Su sumisa qued callada. Con la cabeza gacha. No se atreva a mirar a su Amo. Senta una profunda vergenza, saba que le haba decepcionado. Su Dueo tena razn. Pens que cualquier perro obedecera y sera feliz por el mero hecho de satisfacer y por ello sentirse inmensamente orgulloso y no necesitara saber nada ms. Cuanto pueda precisar ya se lo proporcionar su Amo. Mientras se debata en qu hacer, mirando a cierta distancia los papeles sobre la mesa, le vendaron los ojos. Se le acerc al odo y le dijo: -Ya contaba con eso, desde luego. Conozco bien lo que es mo, mis propiedades, y en tu caso te conozco mejor que t a ti misma.
-S Amo, lo s y un escalofro le recorri todo el cuerpo. -Ahora te voy a castigar, no por no firmar los papeles, sino por las formas que has empleado. Deber ser algo que no olvides con facilidad y luego, cmo no?, vas a firmar los papeles, todos y cada uno de ellos. La sumisa permaneci en silencio imaginando que an haba ms- Firmars no por el castigo, no por que sepas qu haces sino porque es la voluntad de tu Amo que es la misma que la tuya. -Yo -balbuce- yo no quera ofenderle, Amo. -T no ofendes a tu Amo nunca! Mientras, su mente legal, un tanto abrumada por la peticin, traduca las ltimas palabras de su Amo. Llegaba a la conclusin de que al ser su voluntad la misma que la Suya, su firma sera, en el plano volitivo, signo de inequvoco de consentimiento. Un nuevo escalofro metlico recorri su alma. Segua privada de visin sin saber qu estaba pasando aunque distingui el sonido de alguno de los armarios prohibidos para ella. Aquellos en el que supuestamente guardaba todo el arsenal de tiles y herramientas que usaba o usara en un futuro con ella. De aquellos armarios haban salido los documentos y no saba cuantas cosas ms podran guardar. Al poco supo que su Seor haba regresado al saln. Le ayud a levantarse y la gui hasta la cocina. La puso boca abajo, apoyando su torso sobre la mesa, con los brazos extendidos y las manos al aire por la parte opuesta. No poda ver nada, pero su Amo haba colocado en el suelo varias ventosas potentes, como las que se usan para manipular grandes cristales y que fij fuertemente en el suelo. Dos frente a sus manos y otras tantas a los lados de sus pies. Le ci correas de cuero en muecas y tobillos que fueron sujetadas a estas asas. En poco tiempo se encontraba desnuda, postrada sobre una mesa, con las piernas totalmente abiertas y sujeta de pies y manos. Muy asustada por la posible reaccin de su Amo. Confiaba en l?: s, totalmente, pero no haba conseguido dominar an el pnico que algunas situaciones le generaban, especialmente si haba recurrido a los armarios secretos. Trataba de prepararse para lo peor y se consolaba en pensar que quiz, con lo que le pudiera venir, purgara su falta. Iban pasando los minutos y no pasaba nada. Su Amo se concentr para que el primer impacto fuera como si la despertaran de una conmocin. Se prepar para darle con la fuerza necesaria. Contundente como para sacarla de sus pensamientos, pero no tanto como para que otros azotes posteriores no hicieran ningn efecto. La fusta era una vara flexible de fibra de vidri que remataba su extremo con una pieza de cuero duro en forma de rombo. Esper para que el primer golpe de fusta la pillara totalmente por sorpresa. El sonido restall en el saln y un grito de dolor autntico brot de su garganta femenina. La bes en los labios a continuacin, suave, muy dulcemente y espero para que el segundo fustazo la pillara otra vez desprevenida. Reson, contra el glteo opuesto, como un solitario aplauso seguido de otro gemido doloroso que pudo escuchar mientras le dur el efecto en sus terminaciones nerviosas. El tercer impacto se lo reserv no para donde recibi el primero, pues saba que lo esperaba all y quera que se equivocara de medio a medio. La fusta fue a probar la piel de la espalda, quera azotarla en la versin ms literal de la palabra, casi como un latigazo bblico. Tanto como para considerar que lo aplicado hasta la fecha no era ms que un castigo escolar. El dolor tuvo ms efecto por la sorpresa que por su capacidad lacerante. El fin era que perdiera el sentido del orden de aquella sesin y que se entregara, en todo tiempo, a la siguiente accin preparando cualquier parte de su cuerpo. Deliberadamente dej pasar algunos minutos, sabiendo que, prisionera en su oscuridad, el tiempo se le alargara. Puso fin a la espera con un nuevo fustazo, ms dbil, pero que apunt con esmero para
acertar de lleno en su vulva. Diferente, menos sonoro, pero igualmente excitante. Intent revolverse sobre la mesa de la cocina pero estaba muy bien atada y sujeta de pies y manos. La fusta impact docenas de veces con intensidad y localizacin cambiantes a lo largo de su anatoma. Empezaba a sentir todo su cuerpo, entero, como una diana, cuando un nuevo impacto le sorprendi en la cara interna de un muslo. Fue la traca final. Un escozor le recorri la zona como si all mismo le hubieran abierto en vivo un hormiguero. Tampoco pudo reprimir un grito, ni una lgrima, ni resistirse al placer posterior que se extenda rpidamente por todo su organismo. Aquel fue un dolor distinto. No era escozor, ni tampoco picor. Era algo diferente que se mezclaba con toda una constelacin de sensaciones que se le haban agolpado en los ltimos minutos. Le estaba saturando su capacidad cognitiva, su racionalizacin, su visin personal. Le estaba arando como se rotura un campo sobre el que se pretende plantar una semilla de resultado an incierto. Cesaron momentneamente los azotes. Le vino bien descansar. Al tiempo, not como le colocaba en contacto con el ano algo suave y fresco que no pudo identificar. Seguidamente la tom por la cintura y empez a ponerle una especie de arns de cuero, o al menos eso le pareci. En ese momento empez a sentir como su vagina era penetrada por un objeto extrao. Era fino, sin llegar a ser suave, fresco sin ser fro. No era de un gran tamao y desde luego no pareca un vibrador. Cuando se aloj en su interior, el Amo acab ajustndole el arns de forma que su ano qued en completo contacto con aquello que le haba colocado y su vagina ocupada por no sabra muy bien decir qu cosa. Imposible oponer resistencia, slo esperar expectante, dolorida, asustada e indefensa. Su sumisa no? Pues eso. Abri la nevera para sacar una cerveza. Se sent en una silla y estuvo contemplando a putsie, como un espectador de excepcin que asiste desde un patio de butacas. Le sac un par de fotos en su mvil. Pens en alguna utilidad y para que luego, ella misma, se divirtiera al verse de esa guisa. En realidad estaba esperando a que las lminas y el dedo de jengibre, que previamente haba preparado, empezaran a hacerle efecto. Le haba llevado un buen rato darle la forma apropiada a la dichosa raz para que funcionase como se supona. Unos minutos fueron suficientes para apurar la cerveza y para que los principios activos de este tallo subterrneo actuaran, va mucosa, en ella. La entrepierna de putsie empez a babear. Jams se haba notado tan fluida. Se le escapaba su jugo ntimo por el arns que era incapaz de contenerlo. El jengibre multiplic por mil la respuesta ergena entre el ano y los labios de la vagina, zona que en ella ya era de por s altamente sensible. El efecto qumico sumado al lujurioso tacto del cuero la pusieron al borde del xtasis, de hecho jurara que se encontraba en el lmite entre la consciencia y la alucinacin. Tal era su placer. Los conocimientos sobre neurologa, tan tiles, para conocer las reacciones fisiolgicas a determinados productos, fueron un valioso as en la manga que su Seor us. -Amo -dijo en voz entrecortada- eres un cabrn y se alegr de poder hacer uso de aquella palabra que tiempo atrs se le hubiera atragantado. -La prxima vez que me quieras llamar cabrn me pides permiso antes le conmin al tiempo que le dedic un fustazo propinado con mayor energa. -S, s Amo, cmo tu digas, cmo t ordenes acert a decir entre jadeos sin poder articular una disculpa con mejores formas a causa del fustazo y del indescriptible placer que le
embargaba por completo. Naturalmente que era un cabrn. A l le gust que se lo dijera y responderle con un castigo que ella esperaba y deseaba. Esa palabra era casi un cdigo secreto que siempre obtena respuesta. -Amo cabrn volvi a repetir. S, sa era la mejor palabra que en determinados momentos mejor cuadraba con su Amo, y ella una perra salida que se convulsionaba en sus ataduras, enajenada y borracha por la intensidad de su placer. Sus movimientos, a pesar de estar maniatada, aumentaban su deseo mientras notaba su coo deshacindose como una barra de hielo bajo el sol de verano. Otro fustazo en su culo, hasta ese momento el ms fuerte, sum una nueva sensacin y empez a cimbrear las caderas sin saber muy bien si era por el clido escozor o por el creciente deseo. Su mente arda, se senta libidinosa, cachonda, lujuriosa todo en su mxima expresin. Era uno de esos momentos en que saba que encontraba sentido a que su nombre, putsie, viniese realmente de abreviar puta sierva. Por supuesto que firmara, firmara lo que fuera, su propia sentencia de muerte, el fin del mundo. Su mente estaba repleta de sensaciones eufricas, la carga de endorfinas le desbordaba dejando su cuerpo fuera de control lo que se tradujo en un nuevo e hilarante ataque de risa. Una risa espontnea, limpia y absolutamente desinhibida. Su propia risa le excit, como si estuviera bebida. Su Amo le retir el arns y el jengibre y una oleada de frescor invadi su sexo liberado. En ese momento le unt con algn tipo de aceite, a modo de lubricante, que agradeci ya slo por el hecho de la caricia que supuso su aplicacin. Ronrone. Pequea putsie, que puta eres, se dijo para sus adentros. Le gui la boca para que albergara en su interior el miembro viril de su Dueo. Su calibre era tal que se cuid para que no le daara con los dientes. La sumisa succion con tanta fuerza como se lo permita su estado y su postura. Deba hacer un complejo escorzo que le dificultaba saborearlo como le hubiera gustado. En ese momento su Seor empuj su polla hasta alcanzar el fondo mismo de su garganta. Una arcada. Resisti. Soport an tres envites ms como el primero antes de ver como se situaba detrs suyo y desear que la penetrara cuanto antes. Pero antes hizo una visita rpida a sus armarios secretos de donde regreso con un dildo especial para su sumisa con el que le estimul las terminaciones nerviosas que rodean el ano. Pacientemente lo fue introduciendo hasta que se perdi totalmente en su interior dejando fuera el pomo de seguridad. Con este consolador y algo de lubricante empez a trabajarle su abertura trasera con paciencia hasta que consigui que dilatara. Ella segua ronroneando como una felina pues no estaba haciendo otra cosa que acumular, unas tras otras, sensaciones excitantes que cada vez la ponan ms caliente. Le retir el dildo y empez a introducirle un vibrador de mayor tamao. La dilatacin previa y una nueva lubricacin permitieron que entrara suave. Un pequeo movimiento de rotacin facilit la operacin hasta que meti la mitad de su longitud. En ese momento, comprobando que el ano ya presentaba una notable abertura, se encaram a su sumisa y coloc su glande en la puerta de su chorreante coo. Un movimiento seco, casi violento, sirvi para clavarle entera la polla que luca una formidable ereccin. Al mismo tiempo, con su pubis empuj el vibrador hasta el fondo. Los dos orificios fueron penetrados de forma simultnea.
Not como si se le escapara el alma por la boca. Empujada y penetrada por vagina y ano. Una exhalacin forzada, un grito y una especie de sollozo de placer absoluto brotaron provocados por el envite. Se sinti totalmente expuesta y le vino a la mente el concepto de empalada. Notaba en su interior como el vibrador y la polla de su Amo la estaban trabajando al unsono. Se rindi, se abandon y se abri para todo cunto su Seor deseara. Era la puta sierva que haba cincelado su propietario a capricho y, en esa su condicin, se sinti al mismo tiempo la ms absoluta emperatriz del placer y de la dicha. Su cuerpo, aprisionado contra la mesa por el peso y empuje de su Dueo, se debata entre la agitacin a la que se vea sometido y la extraa sensacin de estar a punto de explotar. Los cambios de ritmo en la penetracin pasaban de un suave y agradabilsimo vaivn a salvajes folladas que le hacan mantener una incontrolable secuencia de gritos y una suerte de gorjeos ininteligibles. Se senta como en una batalla y en su fragor recibi nuevos fustazos en nalgas, muslos y espalda. Multitud de sensaciones se agolpaban de forma que su mente era incapaz de analizar por separado. Llegaron todas como una carga de caballera que atacaba simultneamente sus capacidades sensoriales. Vino sin avisar, de forma cruenta, la inminencia del orgasmo ms loco que jams haba tenido. Lleg como un maremoto. Le arrebat todo atisbo de cordura y empez a moverse cual posesa. No ces, sin embargo, el ritmo de la penetracin. En pleno xtasis su Amo trat de sojuzgarla con un sobreesfuerzo que le mantuvo polla y vibrador en el lugar ms interno que era posible. Los espasmos en el cuerpo de su Seor mostraban a las claras el punto exacto de su eyaculacin. Ech sobre ella todo su peso y se sinti fsicamente reducida. Un minuto ms tarde se separ de ella. Le liber muecas y tobillos. La apart de la mesa. Le puso unos tapones en los odos y la amordaz. Ciega, sorda y muda, aumentaba su indefensin. V olvi a colocarle el arns, ahora con un vibrador de mayor tamao en el interior de su vagina. El arns le aseguraba que no se saliera. La hizo caminar, aunque mostraba dificultad hasta que la pudo sentar sobre el sof. De nuevo le at las extremidades para privarla de cualquier movimiento. Totalmente suya. Unas pinzas metlicas unidas por una gruesa cadena se repartieron por distintas partes de su cuerpo. El fro metal lo not en sus pezones. Tambin en otras partes carnosas de sus pechos en nmero no inferior a cuatro en cada uno de ellos. Tambin en los labios exteriores de su vagina en la medida que lo permita el arns. El vibrador contaba con un mando a distancia que regulaba la potencia que suba o bajaba segn el parecer de su Seor. De este modo, una especie de sopor generado por un placer residual se instal en ella hasta el punto en que lleg a desear estar as el resto de su vida pero slo fue hasta que su Dueo juzg que ya era suficiente. Como el agua mansa que llega al delta tras haber corrido de forma indmita por peascos y cascadas, su cuerpo fue notando que amainaban todas las sensaciones. Liberada de sus ataduras, recuperadas sus capacidades sensoriales, fijaba su mirada vaca en las pinzas que apenas un minuto antes le punteaban diversos puntos de su cuerpo. Se notaba agotada, agradecida, plena, viva, relajada. Hizo acopio de sus ltimas fuerzas para levantarse y, sin mediar palabra alguna, firm todos los papeles cuidando mucho en lo leer nada. Absolutamente nada. A continuacin los apil ordenadamente, se fue hasta su Amo y se los entreg con la cabeza gacha mientras an restaba placer en su cuerpo. Desnuda se derrumb sobre la cama. Se dej caer por accin de su propio peso y dio un profundo
suspiro. Su Amo le bes en la boca. Fue un beso tierno pero no por ello menos posesivo. -As todo est mucho mejor le asegur en seal de aprobacin mientras le acariciaba el pelo- pero si piensas que todo ha acabado aqu ests muy equivocada. -Amo, soy tuya. Dispn de m, ya lo sabes, y hoy he aprendido una nueva leccin. Sentirme de tu propiedad es mi mayor placer y como tal, s que tienes todo derecho sobre m. Quiero que sea as Cielos! no quiero otra cosa. -As es le confirm mientras asenta con la cabeza- en breve recibirs noticias. A partir del momento que salgas por la puerta del apartamento no quiero que te pongas en contacto conmigo por ningn medio. Tan slo espera recibir instrucciones por correo electrnico. Cuando las tengas sguelas con la mxima fidelidad esper unos instantes antes de retomar la palabra para darle importancia a su ltima peticin- para cuando te diga, slo pondrs una excusa para desaparecer durante unos das. -Ser como tu digas Amo y le devolvi un beso en el cuello donde escondi su cara antes de quedarse dormida a su lado. Javier se sinti como un gigante. Que firmara aquellos papeles sin leerlos, ella, una abogada de contrastada eficiencia, era una victoria aplastante que saboreaba calladamente. Era la victoria definitiva a la que aspiraba. Aquellos papeles eran la clave para que ambos se adentraran en una nueva dimensin que tambin iban a explorar juntos. Todo se andara, todo a su tiempo.
Una noche ms Del diario de Clara B. Una noche ms y aqu estoy, como siempre, repasando lo acontecido a lo largo del da. Ordenando las ideas, revisando los errores, aplaudiendo mis aciertos. Solo que hoy no ha sido un da normal y por eso, querido Diario hoy no ser como siempre. Tomo aire tan a fondo que siento dolor en mis pulmones y mientras exhalo pido a la Luna llena que ilumina la noche de forma mgica y majestuosa que sea mi amiga y me ilumine a m. Me miro en el espejo.
Veo la imagen de una mujer joven, ataviada para seducir en el lecho: camisn negro, de generossimo escote y totalmente transparente, asomando lascivamente bajo un kimono de seda blanca bordado en negro. Desabrochado y abierto el kimono, no hay lugar para la imaginacin. Todo se muestra, nada se oculta. Sus cabellos ligeramente ondulados descienden cubriendo su espalda. La mujer me sonre con dulzura, pero tambin con tristeza. Tras la mujer, se vislumbra entre las sombras el lecho conyugal donde un hombre, su esposo, duerme como un bendito hace ya largo rato. De nada ha servido la exquisita lencera que lleva, ni los mimos que le ha prodigado, ni las splicas con que le ha demandado. l est cansado y se ha ido a la cama, dejndola sola una vez ms frente a su deseo, sus miedos, sus anhelos. Jura que la quiere, dice que esa sensacin de rechazo son tonteras de mujer que cmo no la va a desear si es preciosa, un capricho que muchos querran y le hace ser envidiado por casi cualquier hombre. Ella sabe que l no tiene ninguna amante; sabe que no son tonteras de mujer. Yo soy la mujer del espejo y sonro dulce y triste, observando el tranquilo sueo de mi marido Ignacio. Su trax se eleva para descender a continuacin de manera pausada y rtmica. Ignacio: el hombre que frena todo intento de sexo conmigo con la ms balad de las excusas, y que me besa la mano o la mejilla antes de irse a dormir. Caballeroso y gentil que es Lgrimas de dolor brotan de mis ojos y se deslizan silenciosamente por las mejillas. Ignacio cre que eras el mayor acierto de mi vida, y has resultado la mayor desilusin. Quera un compaero de patrulla y no me sirves ms que de pinche de cocina Cmo pude equivocarme tanto? Isabel me pide paciencia, es mi apoyo cada vez que me fallas, cuando no me quieres acompaar a un centro de fertilidad, o te niegas a adoptar Es amiga, hermana, pao de lgrimas y esforzada consejera todas y cada una de las veces en que me dejas tirada. Y ya son tantas Ignacio pens que ibas a ser un gran compaero en el viaje de la vida y solo eres mi gran fracaso. Admito que esa frustracin que me provocas, me ha permitido a cambio crecer vertiginosamente en el campo profesional. Jams me pones trabas a dedicarle tiempo al trabajo, todo el que haga falta. Lo primero es lo primero, faltaba ms. Eso te lo he de agradecer, pero Dios mo qu no hubiese dado por una muestra de deseo, por descubrir contigo lo que es sentirse mujer. Deb sospechar que las cosas seran as, cuando ya en nuestra luna de miel no te import que el tlamo nupcial lo constituyesen dos enormes camas Mejor, ms anchos dormiremos. Deb sospechar que las cosas seran as, cuando al mes de casados me confesaste que te agobiaba, que te abrumaba la intensidad de mi deseo, la necesidad de mantener sexo a diario. Me pediste que te dejara en paz que los fines de semana bastaban y sobraban Deb sospechar que las cosas seran as, cuando al ao escaso de nuestra boda me pediste que te dejara en paz, que te sobrepasaba con creces en la cama y que no necesitabas ningn tigre de bengala, que eso era yo. Dios qu tristeza tan infinita! qu miseria en mi alma!
Y en medio de esa nada, de ese vaco, apareci Javier. De ser mi esposo un hombre le habra dejado entrar en mi vida? Me habra convertido en una esposa infiel tras aos de callada resignacin? Hubiese arrinconado de un manotazo toda la decencia, la moral, las convenciones sociales? A menudo me lo pregunto me da miedo la respuesta y nunca la dejo brotar. Javier tu nombre es msica celestial cuando lo escucho pronunciado por mis labios. Respiro tan hondo que de nuevo llegan a dolerme los pulmones. Invoco a la diosa Luna: Seora de la noche ilumname con tu luz, cdeme parte de tu magia, quiero ser feliz. La Luna se agranda en el cielo es la respuesta que espero? Me miro en el espejo a la luz de la mgica Luna. Veo la imagen de una mujer joven y decidida a vivir en plenitud. Soy yo, Clara Bachs. No ms lgrimas. Da que se va da, que no vuelve, reza el dicho y as es desde que l est conmigo. Hoy ha ocurrido algo asombroso. Un suceso que demuestra que es mi Amo, no solo el Dueo de mi deseo, tambin el Seor absoluto de mi voluntad que ya no existe porque se ha diluido hasta ser una sola con la Suya. Mi Amo me ha exigido firmar unos documentos a ciegas y me he negado. Mi padre siempre me deca que la letra pequea es la ms importante, que no hay que firmar nada sin leer, que en nuestra firma se encierra un gran poder. Si mi padre me hubiese visto la vergenza le habra matado. Adems, soy abogada! Consecuente conmigo misma me he negado a obedecer la orden de mi Seor. Y mi Dueo, consecuente consigo mismo me ha castigado con intensidad por las formas y el atrevimiento. Huelga decir que al finalizar el refinado castigo, que tanto dolor, as como placer y vergenza por mis reacciones me ha proporcionado no es que haya firmado sin leer es que le he entregado de rodillas y sin reservas mi voluntad entera. Ha barrido cualquier sentimiento de independencia que me pudiese quedar. Ha obrado bien me lastima el ego reconocerlo, pero mi Amo ha sido justo. Aunque me preocupa qu es lo que he aceptado, definitivamente desde hoy le acatar sin pensar. Esa ha sido la leccin de hoy. Me miro en el espejo a la luz de la blanca Luna. Veo la imagen de una mujer plena, que se sabe deseada, amada, cuidada y protegida por un hombre que es el suyo de verdad. Soy yo, putsie {ES}. Mi vida entera, que no solo mi voluntad y mi cuerpo en Sus manos. Loca de remate? Sin duda, pero por l. En los aos que llevamos juntos, lo que se inici como asignatura pendiente ha madurado lenta y satisfactoriamente, dando paso a una apasionada pero slida relacin. Sonro con irona al darme cuenta de que me he convertido en la puta que mi marido no usa y la mujer completa que mi amante y Amo adora y reclama a cada instante. Han invertido los papeles. La certeza de
que mi Seor y yo somos las dos caras de una misma moneda me llena de dicha. En las duras y en las maduras tanto para ser su perra como para atender a mi familia en su clnica con el mayor de los carios y esmeros. Solo temo que se canse de m putsie {ES} me sonre pcara desde el espejo y levanta su mano derecha. Una alianza de oro blanco con diamantes incrustados lanza mil destellos a la noche. Estrellas fugaces Es lo que voy a ser en el firmamento vital de mi Amo? Una estrella fugaz? La diosa Luna tambin me sonre, dira que incluso con afecto al tiempo que dice: Boba, mira esa alianza, es un regalo de tu Seor, tu Amo, ElSir es el smbolo de tu pertenencia y de Su compromiso hacia t. Boba. No lo ves? Cada destello es una promesa. Contemplo mi mano derecha y sonro feliz. S, es cierto!! La alianza refulge en el dedo corazn de mi mano derecha desafiando a las sombras del oscuro miedo. Esa alianza nunca abandona ese dedo desde el ya lejano da en que mi Dueo me la coloc. Sonro dichosa mientras rezo: Diosa Luna graba en secreto estas palabras en el alma de mi Seor Con esta mano, disipar tus tristezas. Tu copa nunca estar vaca, pues yo ser tu vino. Con esta vela iluminar tu camino en la oscuridad. Con este anillo te manifestar mi entrega. Y con este beso, sellar mi vida a tu destino. Se me escapa una carcajada. Quin necesita respirar? Con el aire que me dan sus besos me sobra. Gracias Luna voy a dormir. Mi cario te arropa. Duerme feliz Amo
Unos datos Una transferencia bancaria para una fianza de medio milln de euros y un pago de otros 80.000. Un sobre por mensajera urgente con diversos documentos donde se constataba la conformidad firmada por putsie y por ElSir respecto de las reglas de La Maison. Eso eran los papeles que su Seor quera que firmase y que lo hiciera sin leerlos. Su condicin de Dominante as lo requera y ahora con aquella firma estampada al pie de cada uno de los folios le facultaba plenamente para actuar a su voluntad. Ya sabra ella cuanto tuviera que saber, a su debido tiempo. Tambin un ntimo cuestionario cumplimentado.
Analticas mdicas de ambos siguiendo un estricto y exigente protocolo. Unos correos electrnicos con fotos de putsie. Un paquete. En su interior: un estuche alargado, de collar, en cuero beige; una tarjeta de crdito con chip; y un dossier de doce pginas. Una reserva de hotel y dos billetes de avin.
Isabel -Vas lista si piensas que me la vas a dar con queso le recriminaba Isabel con el mximo reproche que le permita su amistad- a ti te pasa algo o te est pasando o te ha pasado. Mrate, irradias luz y qu me dices de tu pelo? hace un milln de aos que no lo llevabas tan largo!
Le escuchaba, pero no la miraba. Fij su vista en un punto perdido para no cruzar con ella ni una sola mirada delatora. Se sentaban frente a frente en la cafetera del club, tras una agotadora partida de paddle. El cabello suelto, an hmedo tras la ducha, les daba un aire salvaje. Clara haba sido derrotada y algo le deca que ahora sufrira un acoso feroz por parte de Isabel. La conoca y saba que iba a por ella. Resistira el interrogatorio. Deba resistir. -Te conozco muy bien y s cuando hay algo especial Coo, qu soy tu amiga! le solt de sopetn usando un lenguaje ms grueso para llamar su atencin- no me lo vas a contar? -No tengo nada que contar Isabel y adems eres una amiga muy pesada para que lo sepas le contest con un punto de divertida chulera. -Me tomas el pelo? Quiz tarde en saberlo, es posible que no lo descubra nunca, pero de lo que estoy segura es que hay algo que me ocultas, algo que te ha puesto del revs y me lo ests escondiendo. -Ocultar? Isabel la edad te est volviendo paranoica. -Paranoica? Y una mierda! protest mientras escuchaba las risas de su amiga que se resista a confesar- Te res? Por lo tanto acierto saba que hay algo no se lo vas a contar a tu mejor amiga? le aadi con su mejor tono mimoso. -Lo siento, Isabel, esa carita quiz te sirva para sacarle a tu marido un coche nuevo, pero a esta abogada dura como el pedernal no le hace mella. Adems pienso que no tengo nada que contar. Ni a ti ni a nadie so morbosa! -Ja, ja, j! solt una sonora carcajada- S tienes algo que ocultar, s tienes algo que ocultar, que lo cuente, que lo cuente -Va a ser que no dijo mientras negaba con la cabeza- no hay nada que contar ya te lo he dicho. -Vamos a ver Me ests diciendo que esto va a ser lo primero que no nos contamos? repuso ya con el semblante mucho ms serio. -Isabel, creme, mejor que no lo sepas. Mejor para ti y para m. Mejor para todos. -Tienes problemas en casa? es cosa de sexo? ests preada? pregunt haciendo nuevos requiebros que le pudieran descubrir la naturaleza del secreto. -No te voy a decir nada, no porque no te tenga confianza ni porque no te aprecie, precisamente por eso no te lo dir, pienso que mejor que es no sepas nada. -Clara, me voy a poner seria, sabes que te respeto y no pretendo inmiscuirme donde no me llaman pero entiende que como amiga tuya que soy no puedo mantenerme al margen de cosas que te puedan preocupar o que te vayan a generar algn tipo de problema. -Gracias, Isabel le dijo al tiempo que le tomaba las manos entre las suyas- de veras te lo agradezco y te dir que si tuviera que contar algo a alguien tu seras no slo la primera persona en la que pensara, sino la nica aprovech para mirar el estado del esmalte de sus uas y agreg- y no estoy preada. Estas palabras tranquilizaron un tanto a Isabel que vio reforzada su condicin de mejor amiga. Con todo, no qued, en absoluto, satisfecha. Su fino instinto femenino y, sobre todo, la antigua amistad que conservaban desde haca unos veinte aos le decan que algo trascendente estaba pasando y ella quedaba al margen. -Lo que t veas. Lo que quiero decirte es que me tendrs aqu para lo que quieras y cuando
quieras te parece bien? te parece mejor as? Clara asinti con la cabeza y le dedic una dulce sonrisa, la ms dulce que se le puede ofrecer a la amiga de su vida. Isabel fij en ella su mirada y reconoci la reciprocidad del sentimiento. Call, pero volvi a la carga: -Cmo es l? -Leches! Isabel eres incorregible! -Lo siento! se disculp echndose para atrs en la silla -me resisto a que algo importante para ti se me escape. Entindeme aadi levantando los brazos- no estoy acostumbrada a estas cosas. Siempre lo hemos compartido todo. -Lo s Isabel, pero te pido que respetes mi silencio. -Es usted una persona insufrible cuando se lo propone lo saba, seora letrada? Segua enfrascada en sus pensamientos mientras jugueteaba con el poso del caf que ya se haba bebido. En el fondo consideraba la posibilidad de contarle todo pero el hecho de no tener el permiso de su Amo era suficiente para pararle los pies. El esmalte de sus uas estaba perfecto. -No puedo y no debo acab diciendo- adems repito que es mejor que no lo sepas. Repito, mejor para ti. -Vale de acuerdo, ser as porque me lo pides y no te puedo negar nada pero es una cuestin de sexo? necesitabas ms polvos que los de casa? -Mira Isabel, con el tiempo se descubren muchas cosas y te dir que el sexo con maysculas dista mucho del rutinario polvo de cada viernes. Descubrir es conocer y conocer es desear. Y no me tires ms de la lengua, te lo ruego. -Como quieras, no te har ms preguntas. No te las har porque en mi nimo slo estaba el querer ayudarte no el de atormentarte como hara cualquier cotilla. -De todas formas y par para pensar cmo iba a explicarle una cuestin tan delicada- el prximo martes -y volvi a detenerse para reflexionar sin darse cuenta que Isabel casi se morda ya las uas- voy a desaparecer durante unos das. V oy a poner una excusa, una tapadera, pero ser todo falso. Quiero que eso lo sepas slo tu. -Fiuuuu silb Isabel- Perdn aadi arrepentida por su espontnea reaccin al ver la cara que le puso Clara. Diez minutos despus de las dos -Slo pon una excusa para desaparecer durante unos das -es todo cuanto su Seor le dijo. Tan slo eso. Prepar una excelente tapadera para ausentarse durante unos pocos das. Familia, amigos, compaeros de trabajo. Todo atado y bien atado. Dijo que se trataba de un congreso de abogados sobre Derecho Comparado Comunitario de gran inters para el bufet, convocatoria que exista en realidad y cuya inscripcin formaliz de forma correcta. Procur que lo viera tanto su marido como que tuvieran constancia real en el despacho. Y era libre. Libre para su Seor. Con precisin de reloj suizo se ajust al capricho del Amo: presntate a las dos y diez minutos de la tarde del martes en el
apartamento. Las instrucciones recibidas eran breves pero muy claras. Supo de ellas a travs del correo electrnico que esperaba. Literalmente deca lo siguiente: tan pronto aparques y bajes del coche me hars una llamada perdida a mi mvil, esa llamada debe ser exactamente a las dos menos diez, luego tomars el ascensor desde la planta baja del parking: Abre con tu llave y entra en el apartamento. Opt por un ajustado vestido, ni demasiado sexy ni demasiado discreto, medias negras lisas y zapatos de tacn. Calcul el tiempo para llegar con un poco de antelacin. Ya en el parking de la planta baja de la finca del apartamento, aguard sentada en su Jaguar XK rojo lo necesario para telefonear a la hora exacta. Los ltimos tres minutos los consumi con su mirada fija en el reloj e hizo su llamada con la mxima puntualidad. Al entrar en la estancia la encontr inusualmente oscura, hasta las persianas estaban bajadas. Apenas pudo ver algo en el lapso en que, con ella, entr la luz del rellano. -Entra- dijo escuetamente su Seor. Dio cuatro pasos y tras ella se cerr la puerta. La ms completa negrura la envolvi y as permaneci durante unos minutos que le parecieron horas. De pie, inmvil, un nerviosismo creciente se iba instalando en su nimo. Oscuridad y silencio. El levsimo resuello de su respiracin era cuanto tena por referencia de lo que suceda en su espacio ms inmediato. La sensacin de vaci se quebr al escuchar nuevamente la voz de su Seor. Le lleg desde un punto de la habitacin que no esperaba: -No te muevas- la orden, francamente, la sorprendi. Cmo y adnde iba a moverse si no vea nada y apenas guardaba el recuerdo del lugar que ocupaban los enseres domsticos?-No te muevas ni te gires insisti de nuevo mientras notaba que se le aproximaba por detrs. No se movi pero trat de acomodar su visin a las mnimas condiciones lumnicas. Nada. El apartamento estaba sumido en la ms completa oscuridad. Su Amo se ocup de que as fuera y haba puesto mucho empeo en conseguirlo con xito. Una linterna, desde su espalda, ilumin algn rincn del apartamento. Apenas fue por unos instantes y slo para que su Amo pudiera taparle los ojos. Ahora ya no tena sentido intentar ver nada. Le acomod un antifaz privndola de toda visin. La tom de la mano. Avanz con miedo y casi a tientas. El sonido de la puerta al cerrarse y la llave dando dos vueltas en la cerradura pusieron el punto final a su fugaz estancia en el apartamento. Todo apuntaba que aquello no haba hecho ms que comenzar. Era un breve preludio a lo desconocido. No pudo ver la limousine Hummer de color negro a la que subi. Tan slo supo que entraba en un vehculo que no logr identificar pues jams haba entrado en una ni lleg a imaginar de qu se trataba. Su motor estaba en marcha. Tan pronto cerraron la puerta, empez a circular. Una dulce msica deslizaba un aria de Lucia de Lammemoor a un volumen muy bajo. No sabra decir a ciencia cierta si esa meloda la relajaba o todo lo contrario. Otros fragmentos de peras se fueron sucediendo durante el primer cuarto de hora. Respir hondo, trat de mantener la calma e intentar recrear mentalmente su entorno. Concluy que all haba, al menos, una tercera persona, justo cuando le tomaron sus manos para atrselas a la espalda. Tanto si eran dos como si eran tres, all nadie deca nada. Ella tampoco pronunci palabra. Adivin que era su Amo quien le ataba, de eso le pareci estar segura. Lleg a oler su perfume: Vetiver de Guerlain. En secreto se deleit con el olor de su
Amo inspirando tan hondo como pudo. Una vez atada confirm que una tercera persona se mova y se acercaba. Le subi la falda del vestido y empez a tirar de su culotte hasta que se perdi ms abajo de sus tobillos. Segua sin saber qu pasaba, pero estaba claro que su sexo quedaba totalmente expuesto para cuantos estuvieran presentes. Por su postura y por estar remangada hasta la parte alta de sus muslos, le era imposible adoptar una posicin ms discreta. Adems, deba mantener las piernas abiertas para ganar estabilidad y no caerse habida cuenta que tena sus manos atadas a la espalda. As tuvo que estar unos pocos minutos hasta que de nuevo escuch movimientos. Sinti que se aproximaban y unas manos, con seguridad las que le haban dejado sin ropa interior, ahora le separaban los muslos. De dos cosas estaba segura. La primera es que esas manos no eran de su Seor; y la segunda que se trataba de manos femeninas. Renunci a cualquier intento de mantenerse a salvo de posibles miradas ante la ms que evidente exposicin impdica de su sexo. Sigui sin articular palabra, conteniendo incluso la respiracin. No pudo evitar sobresaltarse cuando not que un dedo entr en contacto con su cltoris. La caricia tuvo como consecuencia una exhalacin rpida, al tiempo que un calor repentino e intenso conquist su cuerpo. Cuando empezaba a notar placer cesaron las atenciones pero volveran, cclicamente, cada diez minutos. Jurara que era su Seor quien le proporcionaba alguna de las caricias, pero no todas las que reciba. Cada vez se las prolongaban por ms tiempo. Estas breves masturbaciones la mantenan en un estado de excitacin constante que le hacan desear en silencio que aumentaran su duracin, que no se espaciaran tanto en el tiempo. Empez a mojar el asiento, lo que tampoco le import demasiado pues las circunstancias ambientales le haban anulado el sentido del pudor. Adems saba que junto a ella estaba su Amo. Mojar el asiento lo valor como un morbo aadido. Perciba movimiento dentro de la limousine antes de recibir los agradables masajes y trataba de adivinar si era su Amo o la mujer quien se acercaba. Su imaginacin se erotizaba pensando en la excitacin que pudiera experimentar su Seor viendo que otra mujer le daba placer. Perdida en esos pensamientos supo que de nuevo se le aproximaban y ya se dispuso convenientemente, pero algo fue distinto. Levant, en vano, la cara instintivamente como para recabar ms informacin. La asieron por los tobillos y extendieron violentamente su cuerpo sobre la amplia banqueta del asiento. Reconoci las manos de su Dueo que le ataba ahora los pies a una especie de barra obligndola a mantener abiertas sus piernas que, a la vez, se las elevaba hasta quedar en alto. Si antes consideraba que su sexo quedaba expuesto a miradas (y tactos), lo de ahora era indefensin total. Indefensin vino a su mente esta expresin tan legal, tan de su trabajo, tan alejada del momento que en ese instante viva Fugazmente le cruz la mente el ambiente laboral de su bufet, la reciente conversacin con su amiga Isabel, la excusa que puso a su marido a cada segundo que pasaba todo le quedaba un poco ms lejos. Al tiempo sinti inseguridad y una breve punzada de miedo que se disip al recordar la proximidad de ElSir. El impacto inesperado de una boca, femenina?, abarc todo su sexo. Not como si su vagina entera fuera engullida. Primero la presin de unos labios y seguidamente unos dientes mordisquendola. Se mantuvo firme aunque no pudo reprimir un gemido de placer cuando lo que acarici su cltoris fue una caliente, amplia y hmeda lengua. No podra afirmar si era la de su Amo... Solo supo que en la oscuridad de sus ojos vendados vea lucecitas. Recrendose en ese momento, se abandon mientras la acababan de desnudar. Acab por conservar exclusivamente las tupidas medias negras hasta medio muslo y los zapatos de tacn de ante y charol. La limousine segua su camino por la autova a velocidad constante mientras tras sus cristales
tintados la temperatura suba con rapidez. La suave rumor del vehculo se mezclaba con la pera y con los gemidos de putsie. Aletargada por la dulce resaca del reciente placer, le bajaron las piernas y le desataron tobillos y muecas. Tambin le retiraron el antifaz y pudo ver a su Amo y a una mujer. -No es ni Ama ni sumisa se apresur a explicar su Seor- es la asistenta para lo que se pueda precisar durante el tiempo que estemos juntos. Slo debes saber que es totalmente de fiar. La asistenta era una mujer de mirada viva y amplia sonrisa que enmarcaba en unos bonitos y carnosos labios. Cuerpo menudito, aunque con curvas generosas. La salud con una simptica mueca. -Estoy para servirles segn disponga su Amo-, dijo con ms sentimiento de empleada que de obediencia sumisa. -Creo que es el momento de presentaros dijo el Amo con una extraa sonrisa habida cuenta de lo que acababan de compartir los tres- Esta es putsie, mi sumisa y esta es asistenta. Se llama as: asistenta. Es de total confianza, sabe cul es su funcin y su discrecin est ms que garantizada. Se dieron un beso cordial y amistoso para oficializar la presentacin. Seguidamente, la asistenta recibi la orden de vestir a la sumisa. Empez por limpiarle su sexo con toallitas y retirarle las medias. Le coloc unas braguitas blancas muy pequeas de encaje y le enfund un pantaln blanco ceido. Unas botas de piel marrn y un suter color camel de angorina. Todo de su talla. Acto seguido empez a maquillarla. Era evidente que tena avanzados conocimientos, incluso profesionales, que se intuan en el modo de mover la brocha y pinceles. Para ella result ser un inesperado lujo dejarse hacer por la asistenta. Su Amo no perda detalle de la escena que observaba en silencio sentado al fondo de la limousine. El amplio habitculo, por su altura y confortabilidad, le daba un aire de suite rodante. Hasta ese momento la atencin de putsie haba estado acaparada por las actividades en ruta. Calculaba una hora desde que subi a la limousine y ahora se preguntaba adnde la llevara su Amo. Siempre haba sabido y manejado a voluntad donde iba o la llevaban y por y para qu. Ahora no tena respuesta ni para una sola de esas preguntas. A merced de su Seor, se senta abocada a una loca aventura de la que ignoraba todo. Se reconoca como un pen sobre un tablero de ajedrez, sin poder influir en modo alguno en los acontecimientos que se sucedan. Su participacin se restringa a obedecer y cumplir aquello que le dijera. Esa sensacin de pertenencia y obediencia debida tena un innegable punto de erotismo potenciado por el riesgo intrnseco que se experimenta al perder el control y la autonoma. Slo la confianza ciega en su Seor le daba la absoluta certeza de que no haba nada que temer. Al tomar una de las salidas de la autova advirti a travs de la ventanilla tintada que iban al aeropuerto. El vehculo se detuvo frente al edificio de la terminal en cuya fachada acristalada se reflejaba el imponente Hummer. La asistenta baj primero y ayud a que putsie se pusiera un abrigo blanco de lana con un cinturn que se ajust. Le sigui su Amo. El chfer descarg una maleta y una bolsa de trajes que rpidamente tom la asistenta para dirigirse con paso decidido al mostrador de facturacin. Esperaron en una cafetera del aeropuerto hasta que volvi con las tarjetas de embarque.
Con gran atencin las sigui con la mirada pero su Seor las guard rpidamente en el bolsillo de su americana sin dejarle ver nada. Respet calladamente que se le negara esa informacin, se aguant la curiosidad y se concentr en ser paciente. Ya se le revelara cuando fuera el momento. Slo cuando accedan a la aeronave supo putsie que el destino era Pars. -As que Pars- dijo putsie dando cierto sonsonete a su voz. -Oui- contest el Amo.
8.000 metros Era media tarde cuando el avin despeg. El Amo y putsie se sentaron juntos. Desde la ventanilla, a medida que el aparato se ladeaba sobrevolando la pista en direccin norte, se despidieron calladamente del aeropuerto de El Prat y de los diminutos automviles que circulaban por su alrededor. La mano de l se entrelaz con la de ella hasta que el aparato alcanz la altura y velocidad de crucero. Se desabrocharon los cinturones de seguridad. El Amo sac un pequeo estuche del bolsillo interior de su chaqueta; alargado, forrado en cuero beige. Se lo entreg para que lo abriera. En su interior una fina gargantilla de eslabones de calabrote de plata. En el centro una chapa redonda con la inscripcin: putsie (ES). -Quiero que la lleves desde este mismo instante. Un beso apasionado a 8.000 metros de altitud.
Toujours Paris Al atardecer, un sembrado de delicados destellos en el horizonte anunciaba la proximidad a Pars. La voz del comandante ordenando abrocharse de nuevo los cinturones avisaba del inminente aterrizaje en Orly. El ruido aumentaba a consecuencia de la resistencia de los flaps al viento. Daba la impresin de que la aeronave quisiera pararse en el aire. Una amortiguada sacudida preludiaba el contacto del tren de aterrizaje sobre la pista. Media hora ms tarde ya pisaban suelo de Pars. La asistenta, delante, se apresuraba en tomar las maletas y cruzar con ellas el hall hasta la misma salida del aeropuerto. Un Mercedes S de color plateado y tapicera de cuero negro, con los cristales oscuros, esperaba a pie de calle. El chfer acomod el equipaje en el maletero. La asistenta se sent a su lado slo despus de que el Amo y putsie tomaran asiento en las amplias plazas traseras. Se pusieron en marcha. Pasear en coche por Pars, cuando no se vive all, ni se trabaja, ni hay horarios es una delicia. La seorial berlina borde el Jardin des Tuileries hasta llegar al barrio de la Opera. Sus calles siempre ejercen fascinacin en los recin llegados a Pars y mucho ms si es en el trnsito de la tarde a la noche. Pasar por delante de los elegantes y exclusivos escaparates de sus tiendas aporta un extrao plus de glamour que envuelve como un buen perfume. Se antojaban como ventanas a un mundo mejor y ms selecto al que cualquiera podra acceder con slo asomarse. El chfer se detuvo a la altura del nmero 33 de la mtica Rue Cambon, frente al hotel Castille, un edificio de arquitectura francesa del siglo XIX. La asistenta se apresur con el equipaje y fue directa a recepcin para confirmar las reservas y retirar las llaves de las habitaciones reservadas. En la cafetera del propio hotel pidieron un kir royal, para saberse en Francia, conviccin ms que confirmada cuando subieron al ascensor Art Dec del propio hotel. Sus metales dorados, aunque antiguos, relucan y putsie pens que seguro que los bruan con esmero todos los das. El botones ya les haba subido las maletas y la asistenta guardado la ropa en los vestidores. El Amo y putsie ocuparon una suite duplex donde predominaban el blanco y los espejos. Una vez instalados le mostr a putsie un par de pendientes muy sencillos, en realidad, tan slo lucan una nica perla blanca en cada uno de ellos.
-Son para ti -le dijo al tiempo que se los pona en la mano- son para esta noche-. -Gracias Amo dijo putsie- la verdad es que en este momento me siento superada por todo. -Bien, bien! ro divertido- me parece muy bien, pero ahora quiero que duches a tu Amo. Una amplia cabina forrada de pizarra negra con luces led en la parte superior abarcaba un volumen suficiente como para ducharse cuatro incluso seis personas al mismo tiempo. El vapor ya empaaba la puerta de cristal cuando putsie indic a su Seor que estaba todo listo. El agua caliente, al surcar la espalda hace que el planeta gire ms despacio. Mientras se siente su tibieza uno piensa que todo es posible y deja de lado cualquier preocupacin por un momento. Se dedic de forma aplicada a enjabonar a su Seor mientras ste entrecerraba los ojos deleitndose y aumentado su regusto. Tuvo mucho cuidado, eso s, en no dejar ni un solo milmetro del cuerpo de su Amo sin su jabonosa caricia. Con decisin y energa, incluso con devocin, repas toda la geografa de su anatoma, en especial cuando se trataba de las zonas sexuales o ergenas. Tras enjuagarle cuidadosamente, insistentes llamadas a la puerta reclamaron su atencin, pidi permiso a su Seor para dejarle bajo la generosa cascada de agua caliente y se puso un albornoz para abrir. Era la asistenta. Entr. -Qu ocurre? quiso saber putsie, -El seor me ha dicho que venga para ducharla -respondi la asistenta. Un tanto desconcertada y algo molesta la acompa hasta el bao, putsie se quit el albornoz y volvi a entrar en la ducha. La asistenta hizo lo propio. El Amo se mantena an bajo el agua mientras la asistenta empez a enjabonar a putsie a conciencia. Al principio, por la evidente falta de costumbre, se senta un poco incmoda, pero consinti a sabiendas de que era el deseo de su Seor que asista visiblemente complacido a la escena. Acab por acordarse de Cleopatra y dejarse hacer con sumo agrado. La asistenta la lav por completo: le levant los brazos, le abri sus piernas, le dio la vuelta y no dej parte alguna de su cuerpo que quedase sin repasar. Cuando se dispuso a enjabonarle el cabello, el Amo quiso salir. Para atenderle, putsie apart a la asistenta y se apresur para ofrecerle el albornoz a su Seor. Despus volvi a la cabina para que le acabarn de duchar. A los pocos minutos salieron ambas envueltas con los algodonosos albornoces blancos que lucan en la parte delantera derecha el logo del hotel bordado. La asistenta llev a putsie al piso inferior de la suite duplex para acomodarla en un gran tocador con un amplio espejo con un marco dorado digno del Louvre. -Trs franaise! dijo en voz alta para que le escuchara su Seor, aunque no le contest. Provista de un secador y un par de cepillos la asistenta empez a trabajarle el pelo con gran habilidad. Se dio cuenta de que era peluquera al menos tena trazas de serlo. Luego dej que le repasara su esmerada manicura y pedicura y que le aplicara laca de uas. Productos de alta cosmtica se extendan por el tocador junto a un bcaro con una docena de rosas rojas. La asistenta no perda el tiempo. Educadamente pidi a putsie que se levantase, para extender y masajear por todo su cuerpo, incluso sus partes ms secretas, con un exquisito aceite de Santa Maria Novella. La asistenta se recreaba sin recato en sus pechos, en su vientre, en sus muslos y putsie se senta una mueca sin voluntad. La mueca preferida del Seor. Sonri ante semejante idea, al tiempo que la
asistenta, infatigable, la cubra con una fina bata de seda y proceda a iniciar el ritual del maquillaje: masaje facial, mascarilla antifatiga, crema hidratante, corrector y fond de teint. Acab aplicando rimel, el punto adecuado de colorete y un carmn que, sin ser escandaloso, dej un bonito rojo en sus labios. -Voil! dijo la asistenta antes de retirarse a su habitacin. Subi la escalera que comunicaba las dos plantas del duplex acariciando con su mano la barandilla blanca. Casi flotando tras las emociones y el relax, se par frente a la cama y se quit la bata. Se inclin sobre el lecho, en actitud felina, y busc a su Amo que estaba recostado y en ropa interior. -No le par en tono tajante- tu Seor necesita ahora una dama. Ya te dir cuando quiere a una zorra. -En seco, tuvo que reprimir su primer impulso, se incorpor y se mantuvo erguida esperando instrucciones- en el vestidor encontrars todo cuanto necesitas indic- ve vistindote que nos vamos-. Al abrir la puerta corrediza del vestidor de la suite se ilumin un pasillo de unos cinco metros de longitud. Avanz descalza pisando el kilim turco que cubra el suelo. Armarios a derecha e izquierda, casi vacos, donde destacaba un elegante vestido rojo de cocktail colgado en una percha. Pareca claro que era se el elegido. En la parte baja, un cajn semiabierto, mostraba apenas un body rojo de blonda con ligueros y unas medias finas de las que se conocen como de cristal. Como calzado, unos estilettos negros con casi quince centmetros de tacn. Eso le elevara ms o menos a la altura de su Seor. El toque final del atuendo lo constitua una gabardina negra forrada en clida piel y un foulard de autntica pashmina en negro y color crema. Se tom su tiempo para vestirse, como si fuera una ceremonia, notando el tacto suave con que los tejidos besaban su piel. Coron su puesta a punto con los regalos de su Amo: los nuevos pendientes de perla y la gargantilla. Sin reloj, ni bolso o cartera alguna, entendi que se le prohiba su uso, llevar identificacin, dinero o tarjetas de crdito. Una vez ms en manos de su Seor Contempl su imagen en el espejo de cuerpo entero del vestidor. Dio dos pasos sobre los tacones de vrtigo y se ech la gabardina negra al hombro al tiempo que giraba sobre s misma. Se vio elegante y sofisticada como pocas veces. Cuando sali del vestidor se senta resplandeciente, con luz propia. Su seor vesta muy sobrio con un traje negro y una camisa blanca de popeln. Sujetaba, doblado en su brazo, un abrigo de pao negro y una bufanda con finas rayas grises. -Ests muy guapa, seora putsie -le susurr al odo al tiempo que le ofreca su brazo derecho para salir de la habitacin.
Cena en el Barrio Latino El chfer les abri la puerta del coche que esperaba con el motor en marcha y enfil la calle pasando por delante de Chanel el templo de la haute couture . Pens putsie que se senta como una princesa de cuento. De ah hasta llegar al Jardin des Tuileries, apenas un suspiro. Se sumaron al trfico que les condujo, tras cruzar el Sena, hasta el Barrio Latino. El chfer par frente a Le Coup-Chou, un vetusto restaurante de innegable alma parisina con la fachada cubierta por hiedra. Las paredes de arenisca de su interior sumaban suficientes siglos de historia como para guardar secretos y conspiraciones de la Francia revolucionaria. Sus altas chimeneas de piedra an parecan acoger a los oficiales napolenicos a cuyo calor comentaban viejas batallas. Le Coup Chou era con certeza absoluta uno de los lugares del mundo ms adecuados para una cena romntica. Multitud de pequeos reservados se esparcan en su caprichosa distribucin. Algunos de reducidas dimensiones, incluso para slo dos personas, pero todos, invariablemente, con velas sobre sus mesas redondas. Confortables sillones burgueses y cortinajes pesados completaban una decoracin hecha para una novela de Vctor Hugo. Desde un oscuro y discreto rincn del saln principal, un pintoresco cuarteto tocaba en directo al mnimo volumen posible. Como no queriendo ser odos, interpretaban viejas canciones de amor francesas de dulzn sonido melanclico. Al cruzar la estancia el bohemio acordeonista del cuarteto musical, de imponente mostacho, les sigui con sus ojillos alegres y una sonrisa amistosa. El matre les condujo hasta un pequeo reservado a puerta cerrada con mesa para dos. En una chimenea de piedra blanca rematada por una oscura viga de madera, chisporroteaba un grueso tronco ya en brasas. En la parte contraria, un sof de piel verde oscuro y ribetes de terciopelo moraba en solitario. Sobre l, un bodegn, al estilo de Czanne, comprado seguramente a algn pintor en ciernes de Montmartre y un retrato de un notable francs del siglo XIX con toda la pinta de ser autntico en su antigedad. En menos de cinco minutos el sommelier estaba abriendo una botella de Chteau dYquem. A putsie se le iluminaron los ojos viendo el dorado lquido que servan en su copa. Era su favorito y el Seor lo haba escogido para hacerla feliz! Un micuit, un revuelto salteado de morilles, cpes, mousserons et compagnie y excelente brie de la cercana Meaux, cubrieron la mesa para acompaar el primer brindis. El rojo del vestido de putsie pareca atraer todas las luces de la media docena de velas del reservado y seguramente tambin todas las miradas si hubiera ms gente en la reducida estancia. La botella se descorch en aquella tenue luz, tan ntima, antes de que se sirviera un steak tartar. Tras apurar el sauternes, el sommelier present al Amo una botella de champagne: Comtesse Marie de France Brut millsime de 1999. No caba en s de dicha, putsie se volva loca: su Seor la consenta en extremo. El postre supuso un nuevo gozo: crepe suzette especialmente preparado para ellos fuera de carta. Con todos aquellos manjares, putsie pens que la cena bien mereca un brindis pero a punto de levantar la copa, su Amo la detuvo. -La seora que me acompaa har un parntesis se tom su tiempo para mirarla y prosigui-
la seora ahora dejar paso a la zorra. Moja tu dedo en la copa e impregna de champagne tus pezones- orden al tiempo que se recreaba en el efecto de sus palabras sobre putsie- luego te quitas los pendientes y pinzas con ellos tus pezones. Hasta los objetos inanimados contuvieron su respiracin pendientes de aquel instante. Al crepitar de nuevo la chimenea, putsie meti su dedo en la copa mientras fijaba sus ojos en los de su Seor. Sin desviar su mirada busc primero un pezn y luego repiti la operacin para el otro. Seguidamente se quit los pendientes, se desabroch el lateral del vestido y desliz su mano por debajo del body. Un pequeo rictus de dolor apareci fugazmente por su cara cuando prens el primer pezn. Lo mismo con el segundo. -Brindemos dijo ahora su Amo. Cuando putsie apur la ltima gota de su copa, su Amo le orden que se dirigiera hasta la chimenea. Le dijo que le diera la espalda al fuego y que se levantar el vestido hasta que su trasero quedar expuesto al calor. Lo hizo lentamente, saba que le gustaba as y ella no encontraba mayor ilusin que complacerle. Fue como si se levantara lentamente el teln que iba descubriendo sus muslos, sus medias y su body rojo con liguero. Curv su cuerpo para exponer ms su culo y empez a notar el efecto contundente del fuego en su piel. Se remova balanceando sus caderas, casi como si fuera un baile. Su Seor, mientras le acercaba a sus labios una copa de champagne para que no variara su postura, le indic que siguiera as. Se sent en el sof de piel que quedaba frente a la chimenea y estudi la cara de su sumisa. -Nota la seora el fuego en el culo? le pregunt con cierta sorna. -S Seor contest putsie que empezaba a sufrir lo que se denominara como una ms que ligera molestia trmica. -No te muevas -le insisti al tiempo que se levantaba para darle un poco ms de champagne quiero que te arda el culo y el coo. No he follado nunca a una puta a la brasa y hoy es el da elegido para probarlo-. Dicho esto derram un poco de su copa por el caldeado trasero, lo que fue una gloria para putsie. Ya no era la seora que haba entrado al restaurante y empez a considerarse nuevamente el instrumento de placer de su Amo. Lo que casi lleg a olvidar habida cuenta de los ltimos pasajes. Eso le gust y le hizo recordar tambin que tena sus pezones prisioneros por las presas de los pendientes de perla que no aflojaban en ningn momento. Despus de unos cinco minutos terribles y dos copas ms de champagne su Amo se dispuso a probar. Se sac su sexo y sentado en el sof hizo que putsie se abriera de piernas y fuera bajando poco a poco para ser penetrada. Ciertamente encontr caliente su piel, al lmite de lo que hubiera podido ser una quemadura. Un par de minutos ms y la noche hubiera acabado en ese momento. No fue el caso. La carne de putsie estaba caliente, pero slo eso. Para su Seor ese calor no era ms que una clida sensacin que acompa a la lubricada y testimonial penetracin que simbolizaba su arbitrario poder sobre ella. Un gemido escap de la garganta y acto seguido brindaron con la ltima copa que vino desbordando placer. La Maison
Con una champaera repleta de hielo para acabar con el exclusivo Comtesse Marie de France salieron del restaurante cogidos por la cintura. El chfer les aguardaba con la puerta abierta. Al ocupar el asiento trasero, putsie mostr alguna dificultad debido a la sesin extra de calor recibida en la parte sobre la que ahora deba sentarse. Rieron los dos. Para aliviarla, su Seor tom una servilleta que haba tomado prestada del restaurante, la moj en el agua fra de la champaera y le hizo que se levantara la falda, se desabrochara el body y se sentara sobre ella. El frescor le alivi como dio a entender la sonrisa que esboz para su Dueo. El chfer conduca bajo las luces de Pars bordeando el Sena hasta llegar al puente de Bir Hakeim. En ese momento un bateau mouche, iluminado cual atraccin de feria, surcaba las negras aguas de la arteria fluvial parisina mientras a bordo servan cenas a los turistas. Se sonri pensando que toda aquella gente probablemente tendra programado hasta el ltimo de sus minutos en la ciudad de la luz y ella, en cambio, no tena ni idea de cmo y dnde iba a acabar aquella misma noche. Al llegar a Trocadro, el chfer ralentiz su marcha debido al denso trfico que sola haber a esas horas por la avenida Montaigne. Para amenizar la espera, putsie miraba distradamente los imponentes edificios de los hoteles, la embajada Canadiense y los caros escaparates de Chlo, Ralph Lauren, Dolce & Gabbana y la nueva tienda de Chanel. Notaba mejora en sus posaderas cuando su Amo le acerc una nueva servilleta para secarse y un tubito de crema antiinflamatoria. -Ponte un poco y luego sintate sobre la servilleta le aconsej. Le dio un poco de risa al saberse con el culo al aire en plenos Campos Elseos. Era una divertida sensacin escrutar las caras de los peatones mientras, en secreto, tras los cristales oscuros, con la palma de su mano extenda generosamente la crema dndose un ligero masaje circular en sus nalgas. Al llegar a la plaza Charles de Gaulle ya estaba sentada sobre la servilleta. En ese momento el Amo le orden desnudarse de cintura para arriba. El vestido contaba con un prctico botn tras el cuello que haca muy gil esta operacin. Bajar los tirantes del body fue tambin muy rpido con lo que en menos de un minuto tena los pechos al descubierto. Los pezones de putsie an estaban prensados por los pendientes hasta que su Amo los liber. Fue entonces cuando el dolor tambin se expandi. Us hielo de la champaera para mitigar el efecto. A pesar de la liberacin de sus pezones, estos no olvidaban la presin y el recuerdo de los pendientes se mantena todava muy vivo en ellos. La memoria de la opresin y el tacto glido que ahora reciba result ser una experiencia que pens toda mujer debera probar dentro de un Mercedes mientras se circula por Pars. Segua sin conocer su nuevo destino, como iba siendo habitual en aquellas horas de su vida. Empezaba a tomarle el gusto a estar a disposicin de su Amo y que ste la sorprendiera de forma continuada. Adoraba estar en sus manos, ser objeto de sus maquinaciones y, sobre todo, no tener que ocuparse de nada. Era una descarga para ella ser un ttere, subrogar su voluntad sin tener que decidir, sin que nadie esperara saber su opinin. El bufete y su amiga Isabel se le antojaban en ese momento como algo muy lejano y no slo por la distancia fsica. Ensimismada en sus pensamientos cay en la cuenta de que la ligera sesin de sexo en el restaurante, as como los otros antecedentes sucedidos desde que sali del apartamento, no haban conseguido satisfacerla por completo. S, en cambio, notaba muy vvida su libido que se mantena latente con los pequeos juegos a los que se vea sometida desde haca horas! No se atrevi a decir nada, pero en su interior notaba una creciente necesidad sexual que, a pesar de todo lo vivido, an le ruborizara confesar. Por otro lado, su Amo, deliberadamente, la mantena en ese estado con una intencin an oculta. Bebieron algo ms de
champagne mientras pasaban frente al parque Monceau y por delante del museo de Erotismo de Pars, en direccin hacia Goutte dOr, justo antes de parar en la rue Coustou. All, frente al Atelier Thtre de Montmartre, se detuvo el Mercedes. Era una casa de cuatro plantas, tpica de los barrios parisinos. Llamaron a un timbre. Como respuesta se requiri una contrasea?: -Il est deux heures et demie dijo por el interfono el Amo y aadi pasados tres segundos- je suis un mouton cinq pattes? Se abri la puerta. La fachada de la finca se corresponda con la de una casa de vecinos pero una vez dentro se adverta que all no viva ni una sola familia. Tras franquear la puerta encontraron en la entrada un mostrador tras el cual atendan dos mozos cuyos msculos apenas caban en las mangas de sus camisas. Al dirigirse a ellos, el Seor entreg una tarjeta que pasaron rpidamente por un lector de chips. A los pocos segundos se la devolvieron para abrirles seguidamente la puerta del ascensor. En el primer piso se encontraba una amplia estancia con las paredes tapizadas de tela azul. Algn tema famoso de jazz flotaba en el ambiente como si fuera una niebla invisible. El suelo luca un parqu muy bien cuidado y destacaban en el mobiliario un par de grandes divanes de impoluta piel blanca con estructuras de madera oscura decoradas por elaboradas volutas. Tambin varios macetones con enormes ficus y costillas de Adn. En uno de los divanes se encontraba una pareja charlando animadamente que salud tan pronto les vieron entrar. En dos de las esquinas unas lmparas Tiffany y en otra una estufa de fundicin por cuya ventanita se poda ver su gneo contenido. En ese momento, putsie record el episodio de la chimenea en Le Coup-Chou Una puerta se abri e hicieron pasar a la otra pareja a una habitacin contigua por lo que educadamente se despidieron. Se sentaron en el divn. La sensacin en el culo pareca estar, ms o menos, bajo control, pero segua con el body desabrochado en su parte baja. Cinco minutos pasaron antes de que volviera a abrirse la misma puerta y un empleado de la casa les invitara a pasar a otra estancia. Les esperaba un seor de mediana edad que les dio la bienvenida en francs con refinados modales. Se present como el taxateur, una especie de tasador. Pero tasador, de qu? No tard mucho en averiguarlo. El objeto de la tasacin era ella misma! El Amo, que s lo saba, se separ un par de metros para que el `taxateur pudiera hacer bien su trabajo con la sumisa. Le puso un dedo en la barbilla para levantarle la cara. Le acarici el pelo. Y le hizo dar algunas vueltas sobre s misma. A continuacin le pidi que caminara por la habitacin. Saba que no era capaz de esconder su nerviosismo ante semejante evaluacin y que su lenguaje corporal la estaba delatando. Por un momento imagin los mercados de esclavos donde los compradores examinaban la mercanca humana. Cuando consider que ya haba caminado suficiente le hizo acercarse y dio varias vueltas a su alrededor. Toc sus muslos por debajo del vestido comprobando su firmeza al tiempo que emita un sonido de... aprobacin? Le orden que se desnudara. Su Amo hizo un imperceptible gesto de asentimiento y ella se sorprendi obedeciendo al instante. El vestido cay al suelo. Qued con el body rojo y las medias sujetas por el liguero, los dichosos estilettos, el collar con su nombre y los pendientes de perla. No llevaba bragas y no se haba vuelto a abrochar el body. Voulez vous dancer? le dijo el tasador mientras miraba sus pies. De nuevo mir a su Amo de quien recibi un ligero gesto de asentimiento para que procediera a bailar. Si esa era su voluntad, ella estaba all para cumplirla. Us la msica ambiental para empezar
a moverse. Sus caderas empezaron a contonearse al tiempo que levantaba sus brazos y cruzaba sus muecas para enmarcar su cara. Era innegable que saba sacar partido a su sensualidad y estaba dando toda una leccin rozando el nivel que podra exhibir una bailarina profesional. -Suffisant a suffit, merci apunt el tasador cuando comprob las aptitudes de putsie. Seguidamente desliz sus manos por debajo del body para palpar primero sus pechos y luego explorarle la vagina a conciencia. Fue un tacto profesional, fro. Tom un pauelo de papel y se sec los dedos. La forma de bailar, de caminar y las otras comprobaciones aportaron los datos precisos para hacer la tasacin de putsie. El Amo le entreg al taxateur su tarjeta y sali con ella de la habitacin. Su sumisa sera valorada para esa noche con la nada despreciable cantidad de 30.000 puntos que seran abonados en la cuenta del Seor. Se volvi a poner el vestido. Al minuto entr una joven ataviada como el servicio domstico decimonnico. Largo vestido negro que le tapaba hasta los pies, un gracioso tocado y manguitos blancos. Le pidi que le acompaara. Todo estaba perfectamente estudiado y no le cupo la menor duda de que su Seor era plenamente consciente de cuanto pudiera ocurrir en aquella casa. Le inquiet el hecho de tener que separarse de l, en un lugar desconocido, con gente de la que no saba nada, pero as pareca que estaba previsto. As pareca que ella deba cumplir y sigui a la joven. Cruz una mirada a modo de despedida.
Sola No tard en darse cuenta de que no le gustaba encontrarse sola en aquel lugar. En una casa extraa, rodeada por desconocidos de intenciones ignoradas. Tan sola y sorprendida como asustada. A cada paso que daba por el largo pasillo tras la sirvienta, el miedo le creca en su interior exponencialmente. Qu era aquel sitio? de qu trataba todo aquello? Cada minuto que pasaba se senta como quien nada mar adentro, sin parar y sin volver la vista atrs. Confiaba en su Seor, pero esa seguridad que le daba su presencia ahora le faltaba. Sus tacones resonaban marcando el ritmo de su excitacin galopante. Notaba un extrao vrtigo. Si 24 horas antes le hubiera dicho que se hubiera visto en esas circunstancias, sin lugar a dudas lo hubiera dado por imposible. Sin embargo, all se encontraba. La sumisin debida a su Seor y el contexto la estaban llevando donde jams hubiera imaginado. El corazn la lata con fuerza y tena algo de miedo. Pero tambin notaba que ese miedo le estaba estimulando. Le funcionaba como un afrodisaco muy potente e incontrolable. Notaba que a cada golpe de tacn su vagina reaccionaba. Cada paso era una sacudida, un nuevo roce que acariciaba su sexo. Llegaron hasta una puerta doble de color marfil con la pintura cuarteada que abri la empleada a la
que segua. Accedieron a una pequea estancia intermedia, a modo de sala de espera, donde otra joven vestida de igual forma fue a su encuentro al verlas entrar. La sirvienta que le haba acompaado hasta ese momento se dio la vuelta para que su compaera le bajara la cremallera que cerraba su atuendo por la espalda. Sus vetustos ropajes eran de una sola pieza y as quedaron colgados en una percha. Result no ser mas que un atrezzo. La sirvienta qued con un tipo de uniforme de azafata de vuelo que llevaba debajo. Falda estrecha roja, blusa de tono salmn plido y zapatos planos cmodos. El moo recogido ahora no pareca del siglo XIX sino del estilo propio de una empleada de compaa area. Se atus la falda y comprob su estado general frente a un espejo. Seguidamente empez a desnudar a putsie antes de cubrirla con una bata de seda negra. Le pidi que la acompaara hasta otra puerta que daba a su vez a una sala de relajacin. Luces tenues en azul, temperatura clida, delicado aroma a lavanda y unas impresionantes tumbonas. Le invit a acomodarse. Se relaj cuanto pudo. Y su Amo? Dnde estara? Sabra l lo que le estaban haciendo, lo que le iban a hacer? Una nueva empleada entr y la llev hasta una camilla, donde inici en su espalda un masaje hawaiano lomi lomi. Ah s se pudo relajar incluso por un momento olvidar dnde se encontraba. Finalmente acariciaron su cuerpo con un aceite de aroma neutro que le dej la piel muy suave antes de que se levantara perezosamente de la camilla. Una de las azafatas entr para ayudarle a ponerse de nuevo la bata y, siempre en silencio, llevarla a otra parte de la casa. Una enorme sala hexagonal totalmente difana se mostr delante suyo. Con la misma forma geomtrica una gran alfombra cubra su espacio central. Adosados a las paredes haba varios tocadores, perfectamente iluminados. Cada uno de ellos en un estilo diferente, pero todos barrocos, seoriales, incluso excesivos. Tambin multitud de flores, rosas y tulipanes rojos, liliums, cascadas de gladiolos, orqudeas, gerberas Del techo penda una espectacular lmpara de cristal de roca con ms de medio centenar de luces, digna de la Sala de los Espejos del palacio de Versalles. De un lado para otro, un pequeo ejrcito de sirvientas, con idntico atuendo areo, ocupndose de otras mujeres que, enfrentadas a los tocadores, eran objeto de sus atenciones. Una de las azafatas, sentada al piano, interpretaba con un particular sello personal boleros y tangos que daban un aire entre surrealista y clido a la escena. A putsie la llevaron hasta el centro de la estancia. All, de pie, pens que aquello era una versin actualizada de un serrallo o de un harn. Se mantuvo quieta hasta que una sirvienta le retir la bata. Slo le permitieron conservar el collar de calabrote de plata con su nombre de sumisa. El resto de sus pertenencias se guardaron en una caja de seguridad. Algo le deca que tardara un tiempo en recuperarlas. La sensacin, de entrada, no le pareci agradable. Desvalida y desnuda, si bien nadie pareca reparar en ella, le estaba mezclando incomodidad y ansiedad. Respir en profundidad varias veces a modo de ejercicio de relajacin. Despus de varios minutos, empez a serenarse pero sin que la inquietud llegara a desaparecer. El entorno, a medida que se iba acostumbrando y sin dejar de asombrarse por su particular parafernalia, pareca aceptar su presencia como un personaje ms que se encontraba en aquel saln. Notaba que su nimo se dejaba llevar y que empezaba a mimetizarse con el lugar y los actores de aquella puesta en escena. Se concentr y trat de autosugestionarse con el fin de intentar disfrutar de aquel extrao ambiente. Si es que era posible. Slo entonces empez a ponderar la fuerte energa ertica que emanaba de todo aquello, lo que supona la vertiente ms interesante de cuanto la envolva. Era la cara opuesta de la moneda del miedo que completaba el argumento de aquella obra. Las nuevas sensaciones, sin embargo, no le apartaban de la pregunta que se estaba haciendo desde que entr en la casa qu haca all? qu se esperaba de ella? A todas esas cuestiones, mientras
observaba, le surgi una pregunta nueva quines son las otras mujeres que son atendidas por las sirvientas? Una mujer de mediana edad e irresistible atractivo se le puso delante y empez a examinarla sin ningn disimulo ni recato hacia su desnudez. Vesta un impecable traje chaqueta negro que permita adivinar poderosas caderas y un trasero que muchas jvenes de 20 aos quisieran para ellas. Sus pechos, operados o no, apuntaban inequvocamente adelante. Su ondulado pelo negro, sus ojos oscuros y su tez blanca hacan destacar ms an sus labios rojos. En aquella atmsfera irreal su cerebro le gast una broma: se pregunt si sera Blancanieves o tal vez su malvada madrastra. En realidad se trataba de la matresse: as se present a putsie. La observ con detenimiento. Sus expertos ojos y criterio le valan para conseguir que el lucimiento de esta nueva sumisa fuera el mximo. Esa era la tarea que le haban encargado: preparar a las sumisas; y as se lo hizo saber. Prepararla? Para qu? En ese momento tuvo el ltimo amago, la postrera intencin de pedir explicaciones, pero sus labios no se despegaron. No lo hicieron porque estaba totalmente convencida de que su Seor era plenamente consciente de cuanto suceda y que as quera que ella actuara. Alguna de las otras sumisas que estaban en el saln ya se encontraban en fase de preparacin. De este modo putsie comprob que una de ellas, que luca un envidiable cuerpo perfecto era ayudada a enfundarse una malla de acharolado ltex negro que se le ajustaba como una segunda piel. Le cubra el cuerpo salvo estratgicas aperturas en su sexo, ano y pechos. El efecto era extrao: pareca un maniqu vivo, un androide sexual, una catwoman en celo. Era difcil decirlo, pero pareca estar totalmente relajada, como si no fuera su primera vez y eso, inexplicablemente, la tranquiliz otro tanto. En otro tocador dos sirvientas se afanaban aplicando un maquillaje corporal a otra joven que con toda seguridad no superara los 25 aos. El excepcional trabajo le cubra todo el cuerpo de purpurina plateada que alternaba con pequeos cristales de Swarosky sobre dibujos de latiguillos de inspiracin Art Noveau. El pelo, con gran volumen, era pelirrojo y bajo la luz mostraba sutiles brillos. Quiz fuera por el maquillaje, sus ojos verdes o la forma que tena de mover sus manos, pero haba algo en ella que recordaba a las serpientes y ese poder hipntico que se les supone. De pie frente a otro tocador y rodeada de cinco sirvientas, otra chica, tambin de ms o menos su edad, rondando los treinta aos, luca un etreo vestido de gasa copia exacta de la ninfa que pint Boticcelli en El nacimiento de Venus. Dos capas de un vaporoso tejido, con delicadas flores bordadas y mangas abullonadas, de tan delicada factura que a travs de ste se poda ver la tamizada desnudez y la ausencia de ropa interior. Muy a las claras, pero segn su postura o movimiento, se advertan sus oscuros pezones y su recortadsimo vello pbico. Por los hombros caan con gran elegancia los bucles de su pelo castao que se recoga en la frente con una delgada tira de cuero marrn. Mientras una sirvienta se esmeraba en su colocacin, otras la maquillaban y le calzaban unas sencillas sandalias de cuero que dejaban a la vista la palidez de sus pies. Pareca ciertamente una delicada diosa mitolgica sacada de un cuadro del Renacimiento pero, en realidad, era la chica de la pareja con la que haban coincidido en la primera sala. A otra joven, de raza oriental y menudo tamao, le ajustaban varias piezas cromadas en piernas y torso, brillantes como espejos. Era un tipo de armadura que fcilmente se identificara para una
valkiria. Sobre sus hombros un abultado complemento a modo de boa de plumas negras. El negro se repeta en otras partes de su guerrero atuendo junto con el rojo que contrastaba y combinaba en su textura de terciopelo con el pulido metal. Esta joven tambin se mostraba muy tranquila, incluso lleg a pensar si para alguna de las presentes aquella no era su primera vez. Cuando las sirvientas consideraron que las correas con las que fijaban las piezas de aquella armadura quedaban bien sujetas se apartaron de la muchacha. Ya todas a una distancia prudencial, la joven empez a moverse muy lentamente en una extraa coreografa que quedaba a mitad camino entre una cata de artes marciales y una bailarina del ballet Bolshoi. Una nueva joven entraba ahora por la puerta de acceso al saln. Mantena un porte digno, casi altivo, que pareca acentuar sus rasgos caucsicos. La espa que vino del fro pens para s al ver la frialdad que pareca contagiar a su alrededor. De nvea piel y ojos azules, al caminar, desplegaba la misma elegancia que un cisne al abrir sus alas. Cuello estilizado y largo, un perfil afilado y por encima de todo una poderosa cabellera rubia de ondas indomables. Accedi a la estancia vistiendo un vestido pauelo en tonos turquesas y azules y unos botines de piel negra y fino tacn. La llevaron a su lado. Se mantuvo impasible con su mirada perdida. Una nueva caja de seguridad. La desnudaron por completo. De un vestidor que quedaba a su derecha sali una mujer negra, una autntica escultura de bano cuya piel brillaba por efecto de algn aceite. Emanaba sexualidad en el estado ms puro que cabra imaginar. Lo exhalaba por todos sus poros, como si su formidable cuerpo no fuera capaz de contenerla. Con toda seguridad superara el metro ochenta de altura lo que, junto con unas sandalias inspiradas en las cligas romanas con tacones de infarto, la elevaban a una altura estratosfrica, pens putsie al verla caminar. Las doncellas le ayudaron a colocarse un voluminoso chaquetn de ensueo de pelo de yak blanco que contrastaba con su oscura piel. El juego de texturas ofreca un efecto muy original. El mullido y exageradamente largo pelo blanco de la nica prenda que llevaba, caa como una clida cascada dejando ver las largas y brillantes piernas negras. Pero con todo, lo ms formidable de aquella mujer era su fascinante mirada. Unos ojos negros de insondable profundidad y misterio la convertan en un ser casi irreal, en un animal humano de extraordinaria belleza. Tanto la estaba impresionando que putsie por vez primera pens sexualmente en una mujer y en las posibilidades que ofrecera aquella espectacular hembra en un ambiente ntimo compartindola con su Amo. Ciertamente sera algo extraordinario. La matresse segua sopesando los encantos y potencial de putsie hasta que a su seal dos sirvientas la acompaaron hasta el vestidor que acababa de quedar libre. Para ella eligieron un cors de cuero, blonda negra y satn dorado, unas diminutas braguitas negras, unas tupidas medias oscuras como la noche, unos guantes largos de lam de oro y unas botas de plstico transparente de altsimo tacn. Las sirvientas empezaron a vestirla con varias acciones simultneas. Se sinti superada por tantas manos diestras a su servicio. Cuando estuvo medio lista, sacaron un aplique con gran cantidad de plumas negras y verdes con brillos metlicos que colocaron en su zona lumbar. La longitud de las plumas se elevaba por encima de su cabeza. Frente al espejo pudo ver que su cuerpo quedaba enmarcado en una especie de suave abanico semicircular. Su visin ante el espejo le record a los pavos reales. Sobre la suavidad de las plumas oscuras, destacaba la textura, aunque tambin negra, de su exclusivo cors, que me est dificultando algo la respiracin pens putsie-, y an haca destacar ms las prendas doradas. Cuando lo tuvo todo perfectamente ceido, las sirvientas se
retiraron para que la matresse evaluara el resultado. Mir de arriba abajo y le pidi que girara sobre s misma. De nuevo le pidieron que bailara un poco. Lo hizo lo mejor que supo y pudo, algo muy lento aprovechando las notas del bolero Muequita linda que de forma atenuada se escuchaba dentro del vestidor. Requiri un ltimo complemento: una mscara veneciana dorada, llena de arabescos en relieve rematada por unos volantes de tul negro con pequeos bordados. Se la colocaron. Qued lista y aprobada. Le asignaron un tocador y otro grupo de serviciales doncellas que se dedic a completar su puesta a punto con un adecuado maquillaje. Al sentarse tuvo un momento de recuerdo para su culo. Apenas ya le escoca, en especial despus de aplicarse la crema antiinflamatoria, pero todava resida el recuerdo de la quemazn. Sirvieron un poquito de champagne fro. Qu bien le estaba sentando! Agradeci su paso por la seca garganta, seguramente debido a la calefaccin que, necesariamente, estaba a buen nivel habida cuenta del escaso vestuario que, por lo visto, era habitual para las invitadas a la casa Mientras saboreaba la copa la pianista interpretaba el bolero Contigo aprend en otra acertada versin libre. Le hizo pensar de nuevo: Dnde estar mi Amo? Se mora de ganas por que la viera en su nueva imagen Saba en realidad su Seor dnde la haba metido? Muchas preguntas, pero pocas respuestas an. La ltima joven sali del vestidor. La pudo ver reflejada en el espejo del tocador que le serva como retrovisor. En su caso haban potenciado su lividez mediante un ajustado top blanco y un culotte del mismo tono. Tanto el top como el culotte eran de una tela muy elstica por lo que marcaban completamente su sexo y sus endurecidos pezones. Por encima llevaba un arns en cuero blanco lleno de anillas que cruzaba todo su torso. Unas altas botas blancas y una boa de plumas tambin blancas completaban su atuendo. Pero lo que ms llamaba la atencin era su pelo. Era evidente que una peluquera haba entrado al vestidor y haba hecho un excelente trabajo. Concluy en que jams haba visto una mujer rubia que luciera ms que aquella. Aunque de aspecto fro, incluso glido, era pura incitacin al sexo. Uno de sus bucles le caa por la frente y hasta casi la mejilla dndole ese aspecto de inocencia y picarda tan irresistible para los hombres. No haba visto ese efecto as, en directo, nunca. Lo ms parecido que recordaba era en alguna mtica actriz de Hollywood de los aos cincuenta. Ahora lo tena delante y ejerca una atraccin casi sobrenatural. Colocaron a todas las mujeres en el centro del saln. Se les orden que entregaran sus gargantillas. En ese momento putsie se percat que todas llevaban una como la suya. Ese detalle le haba pasado por alto. Se consideraba una mujer muy observadora, pero pens que quiz no estaba al completo de sus capacidades dado el nerviosismo. Donde antes lucan finas gargantillas ahora llevaran una argolla de acero. En cada una de ellas un nmero colgaba de una chapita. A putsie le toc el 4.
Le Chenil Javier subi a la segunda planta. Al abrirse el ascensor se encontr en Le Chenil. Un confortable saln a semejanza de los clubs ingleses. Maderas nobles y cuero por doquier que tapizaban mullidos sillones y sofs. Un suelo de parqu brillante como se poda observar en los espacios que dejaban entrever la coleccin de alfombras que se distribua por todo el saln. Algunas de las paredes tambin forradas de madera con distinguidas molduras e ilustradas con cuadros que en otras circunstancias les hubiera dedicado unos minutos. La iluminacin, para su gusto, un tanto escasa pero suficiente para ver con claridad que otros Amos se encontraban charlando animadamente en la barra. Hasta all dirigi sus pasos y pidi un gin-tonic de Gvine con tnica al cardamomo. Se le acerc Bernard, el anfitrin quien, tras saludarle pas a presentarle al resto de invitados. El primero que conoci fue Mario, un argentino afable que rpidamente extendi su mano para estrecharla. Su saludo fue tan cordial como elocuente sin dejar de ser exquisitamente correcto. De talla espigada y de pelo negro, evidenciaba races latinas, quiz italianas como pareca proclamar su mirada despierta, cierto aire campechano y un movimiento incansable de manos mientras hablaba. A continuacin el anfitrin le present a Andr, un francs de slido corpachn y vozarrn grave. Al estrecharle la mano pens que, con toda seguridad, sera un buen comedor de quesos y mejor bebedor de vinos. Al separarse, tras el saludo, cay en la cuenta que su abdomen le impedira con toda seguridad abrocharse la americana. El tercero en ser presentado fue Chuan, un chino un tanto circunspecto a quien claramente se le adivinaba sofisticacin y buen gusto por la ropa. Mostr muy buenos modales que hablaban a las claras de que era una persona de mundo. Se adverta que estaba en buena forma y hubiera apostado a que el traje que llevaba era de Armani. A su lado estaba Bill un norteamericano en zapatillas que salud levantando la mano y que no tuvo el detalle de levantarse del taburete que le tena pegado a la barra. Le record a los ejecutivos de esas empresas tecnolgicas tan desenfadadas. Tambin le fue presentado un joven de aspecto latino, que confirmo su ascendencia italiana al saludar con un ciao y llamarse Paolo. Su impecable porte, en traje de indiscutible diseo, tanto le valdra para imaginarlo al volante de un Lamborghini o sobre una scooter. En ambos casos, un icono perfecto de la dolce vita. Por ltimo, vio al joven con el que coincidi fugazmente en la primera sala de La Maison. De pelo rubio oscuro y tez blanca, fornido, con una espalda tan ancha como para competir con los nadadores olmpicos, pero con cierto aire que se debata entre lo juvenil y lo pueril. Se llamaba Kolia, era de origen ruso pero viva en Espaa, segn le dijo: -Desde que a mi padre le amenazaron de muerte y tuvo que retirarse de sus negocios -le confes al tiempo que le guiaba un ojo. Dej por un momento el gin-tonic sobre la barra para que se enfriara al tiempo que escuchaba las indicaciones de Bernard acerca de las reglas de La Maison. -Todos ustedes tienen su tarjeta que cuenta con un crdito de puntos en funcin de la tasacin de sus propiedades humanas. Como ya saben esos puntos les darn opcin para pujar por las sumisas que deseen, de la forma que gusten y en funcin de sus apetencias hizo una pausa antes de continuar para asegurarse de que todos le haban entendido. Al no haber preguntas prosigui- sabemos, por sus
informes, que todas las sumisas tienen una depurada educacin y han sido debidamente instruidas en la sumisin. Adems de los cuestionarios que como Dominantes y Amos han cumplimentado, La Maison tambin ha hecho discretas investigaciones sobre todos los que hoy son sus huspedes. Son normas de la casa. El anfitrin cambi de tono para exponer los lmites que regiran. -Les recuerdo que no se admiten acciones con efectos irreversibles sobre las sumisas, stas y otras cuestiones deberan ya conocerlas por el dossier informativo que se les facilit. Tampoco est permitida la coprofagia siempre nos ha parecido especialmente insana. La explicacin continu sobre los distintos sistemas de seguridad, dentro de las bases aceptadas del BDSM, con especial hincapi en lo referido a sensato y dando por supuesto la condicin del libre consentimiento de las sumisas. Insisti en la importancia de la documentacin firmada por ellas sin la cual no se les hubiera permitido la entrada a aquella casa. Una vez estuvo seguro que de que todos haban comprendido esta parte tan importante pas a explicar el uso de los puntos: Llegado el momento debern pujar en secreto por las sumisas, excepto por la propia y no sabrn, hasta el final, cul de ellas es la que les corresponder, pues est en funcin del resultado final de la subasta de nuevo mir a los Amos por ver si haba dudas antes de proseguir- Una infraccin grave de las normas supondr una sancin que se descontar de los 500.000 euros depositados como fianza. Ya saben que tambin han firmado su consentimiento y aceptacin de las reglas. Por otro lado, los puntos no consumidos pueden canjearse por dinero aunque les recomiendo que consuman todo el crdito y que lo usen para la puja por una o varias sumisas. Invit a que todos cogieran sus copas y le acompaaran al saln contiguo. Se trataba simplemente de hacer un poco de tiempo. En esta otra dependencia se encontraba un museo de tiles muy particulares. Repararon en una primera vitrina repleta de todo tipo de fustas ante la que les habl Bernard del marqus de Sade y la Francia de Luis XV y su amante Madame de Pompadour, as como del incipiente mundo del BDSM que se inici en aquella poca. El anfitrin se permiti dar rienda suelta a diversos comentarios aprovechando la cualificada audiencia del momento: -Las relaciones sexuales, como el BDSM, son cuestiones que descansan en conceptos muy relativos explic con cierto aire de discurso ensayado- En la poca actual, en lugares como Arkansas est penado como delito el sexo oral, mientras que en la vecina Holanda, segn algunos casos tipificados, est prctica est contemplada en el marco de las relaciones sexuales entre adultos y menores de diecisis aos -hizo una pausa para valorar el resultado de la informacin que comparta antes de continuar- naturalmente con el BDSM pasa eso y mucho ms. Ya saben que en principio el hecho de que sea consensuado aleja casi todos los fantasmas y problemas legales Como bien sabrn, y para tranquilidad de todos, La Maison est bajo el control y supervisin de la Erotic Power Exchange Information Center-. -El aval de la E.P.E.I.C. ha sido el motivo definitivo que, en mi caso, me ha convencido para traer a mi sumisa terci Kolia para m es suficiente garanta. -Lo es para todos repuso el americano- hay mucho advenedizo y pirado en este mundillo. Slo desde el ms consciente consenso por parte de todos el BDSM tiene cabida.
-Precisamente por este tipo de confusiones y de falta de informacin muchas veces se ve mezclado con conceptos como parafilias patolgicas, enfermedades, aberraciones aadi Koliaincluso conductas delictivas. -Bien seores intervino Bernard- no culpemos a la sociedad. Ustedes saben que es una cuestin individual optar por este tipo de relaciones y que es algo muy personal y siempre asumido conscientemente por las partes que participan. -Disclpenme apunt Mario que quera hacer un inciso- pero me temo que mis conocimientos sobre estos temas se encuentran en desventaja. Les agradecera poder aprovechar mi estancia en La Maison para conocer con mayor profundidad la organizacin a la que se estn refiriendo. -La E.P.E.I.C. se relama Bernard ante la solicitud de informacin de su invitado argentino es una prestigiosa organizacin mundial que ha sido requerida para emitir informes periciales en casos judiciales. Aunque en condiciones normales est clara la lnea divisoria entre el abuso y la prctica consentida, en ocasiones se plantean dudas. Cuando lo que se trata es esclarecer qu son prcticas BDSM y qu acciones condenables. El consenso, el consentimiento declaraba ya el francs como un profesor emrito- siempre ha sido el denominador comn en la frmula mundialmente admitida, donde lo sensato y lo seguro han completado la ecuacin del BDSM. Son mundos ciertamente ocultos, alejados de lo convencional, como lo han sido otras muchas facetas humanas en multitud de campos como la cultura o la ciencia. Movimientos como la masonera, tampoco fue bien entendida en su poca y fue objeto de persecucin, incluso el homosexualismo sigue siendo un nudo gordiano en no pocas sociedades que se llaman modernas. Pero peor les fue a muchos hombres de ciencia cuando se las tuvieron que ver con la Inquisicin y sus hogueras. A fin de cuentas dijo encogindose de hombros -personas que no entienden a personas. Quiz por eso algunas cuestiones son casi mejor que permanezcan en el subsuelo hasta que puedan ser, no slo toleradas socialmente sino plenamente asumidas como consecuencia de la evolucin del pensamiento colectivo. Sigui explicando alguna otra caracterstica propia de La Maison: -Les recuerdo, adems, aunque con toda seguridad lo sabrn por la lectura del informe que se les entreg, que los huspedes slo pueden visitarnos una vez cada dos aos y que nunca se les hace coincidir con el mismo grupo. Adems, puedo aadir continu diciendo- que hay una sesin cada dos meses, si bien se alterna entre Amos y sumisas por un lado, y Dminas y sumisos por otro lado y otras combinaciones que se organizan, digamos, fuera de programa. -Significa eso que en un par de meses estas instalaciones sern ocupadas por Dminas y sumisos se interes ElSir-. -Efectivamente, as ser, aunque aprovechamos ese tiempo para hacer cambios, mejoras. Les aseguro que si alguno de ustedes repitiera en un futuro no slo no encontrara a la misma gente, sino que tampoco sera el mismo escenario. De hecho hizo una pausa- quiz ni siquiera ocupemos este edificio. Quien sabe. Al finalizar la ilustrativa visita guiada por este museo-almacn, los siete Amos, el anfitrin y el taxateur formaron un pequeo grupo frente a la puerta del ascensor. Subieron a la tercera planta donde fueron conducidos hasta una sala con un pequeo escenario. Eligieron el asiento que ms les gust y se acomodaron a placer. Bernard explic que para cada una de las sumisas, en funcin de las
fotografas facilitadas por sus Dueos, se haba preparado una breve introduccin audiovisual. Su visionado, a modo de presentacin, prologara la subasta que seguidamente tendra lugar. Era una primera entrega donde se reflejaran tambin detalles como la edad, especialidades y limitaciones, en el caso de que las hubiera. ElSir se removi preso del ansia por el espectculo que de un momento a otro iba a comenzar. De la parte alta del pequeo escenario baj silenciosamente una pantalla. Las luces menguaron su intensidad de forma progresiva y se inici la proyeccin. Empez con una animacin que explicaba como introducir la tarjeta en la ranura de la consola que se encontraba en uno de los reposabrazos de la butaca. En ese momento se leera el crdito en cada caso. La puja se hara marcando primero el nmero de la sumisa y posteriormente la cifra de puntos con que se pujaba. Para esta operacin deban usar el teclado que se encontraba junto al lector de tarjetas. Coloc la suya y esper.
Hasta siete El montaje audiovisual empezaba anunciando con el nmero uno a la primera de las sumisas. Una mujer de raza oriental. Se visionaron algunas fotos suyas en distintas facetas personales. En unas vestida de gala, en otras apareca en lencera o totalmente desnuda y finalmente otras donde era objeto de algunas tcnicas BDSM entre las que estaba el fisting. Al continuar con el nmero dos se dio cuenta de que se trataba de la joven que haba visto en la sala de espera. Estaba muy sonriente en las fotos, era muy fotognica. En una de ellas figuraba en bikini. Finalmente pasaron otras en las que vesta unos pantalones de cuero rojo rotos. En las ltimas, en una mazmorra, se le poda ver sujeta por correas a un aspa de gruesos tablones de madera y con una mordaza en la boca. El nmero tres result ser una chica de color. Su primera foto estaba tomada en un gimnasio,
concretamente en una clase de aerobic, o algo similar, llevando una malla blanca y roja donde era imposible esconder ningn defecto fsico. El resto de imgenes enseaban directamente su sometimiento simultneo a dos Amos. Muy explcitas. Con el nmero cuatro se presentaba su sumisa. La primera imagen corresponda a un da que comieron juntos. Vesta un pantaln vaquero ajustado de color claro y unos estupendos tacones. La verdad es que daba gloria verla y en ese momento volvi a sentirse orgulloso al saberla de su propiedad. En otra foto con un cors, luca francamente atractiva. Con certeza saba que el resto de Amos apreciaran las imgenes que le tom postrada sobre la mesa de la cocina. sa era su putsie. Con la quinta sumisa no se baj el nivel, pues se trataba de una chica muy joven, o al menos causaba ese efecto por ser pelirroja y conservar an lo que parecan pecas propias de otra edad no muy lejana. En su primera foto estaba patinando con una faldita muy corta. La segunda dejaba ver sus pechos en una imagen en la playa tomando el sol en top-less. Las siguientes ya la mostraban en actitud provocativa, propias de un reportaje profesional de fotografa, con una lencera de escndalo. En la ltima estaba frontalmente expuesta al objetivo de la cmara, donde fijaba su mirada de forma descarada, y se introduca un vibrador en su sexo. El nmero seis, ocupando toda la pantalla, presentaba a una chica de un pas del Este. No era tan joven como la anterior, pero presentaba un porte majestuoso tena algo que recordaba a las chicas malas de James Bond. Su primera imagen pareca sacada de un banco de fotografas donde se hubiera buscado el perfil de mujer ejecutiva`. Las otras imgenes eran tambin muy elaboradas. En una de ellas, en artstico blanco y negro, posaba mirando distradamente por una ventana, vistiendo slo una camisa desabrochada que medio enseaba uno de sus pechos mientras sujetaba una taza de caf en sus manos. Las imgenes posteriores la mostraban desnuda, una de ellas haciendo piruetas en una barra de striptease. Atendiendo a lo que anunci Bernard con el siete llegaba la ltima sumisa. Se trataba de una mujer que podra rondar los 40 aos pero que exhiba un fsico fabuloso. As se apreciaba ya en su primera imagen donde vesta unos pantalones vaqueros y una camiseta ajustada. En la siguiente, con un corto camisn rosa plido de encaje y arrodillada sobre la cama con el pelo revuelto, dedicaba una mirada desafiante a la cmara. Otras escenas recibiendo fustazos en distintas partes del cuerpo completaron su presentacin. La pantalla volvi a enrollarse hasta que el escenario qued totalmente despejado. La primera parte de la presentacin haba acabado pero todava no era el momento de pujar. Por quin se decidira? Con quin acabara putsie? pujaran mucho por ella? El momento lgido de la noche se acercaba.
Sorpresa de ltima hora Bernard detuvo la presentacin. Subi al pequeo escenario y se dirigi a los presentes. -Disculpen que interrumpa el programa pero hizo una pequea pausa como si no supiera como excusarse- llegados a este punto les he de revelar algo de lo que hemos sido sabedores hace apenas un par de horas y que acabamos de confirmar ahora mismo. En principio, cuantos aqu se encuentran son parejas declaradas que acceden a poner bajo subasta a sus sumisas y pujar por las de otros. Sin embargo hizo otra pausa en un intento de buscar empata con el patio de butacas- dos de ustedes no responden a este perfil. Previamente a que ustedes llegaran ya descartamos a una octava pareja que resultaron ser periodistas que intentaban infiltrarse con el nimo de conseguir, incluso grabar imgenes para un morboso reportaje de una televisin alemana. Ahora es el momento de tomar decisiones: o consensuan ustedes qu hacer sobre lo que a continuacin les detallar o La Maison actuar por su cuenta. -De qu se trata exactamente? quiso saber Kolia.
-Como les deca hay dos parejas que en realidad no lo son. La nmero tres, que recordarn fcilmente por ser una sumisa de color, no tiene pareja verdadera. Se trata de una adinerada mujer norteamericana que contrat a un Dom profesional al objeto de ser admitida en La Maison. El otro caso es similar, se trata de un Amo que ha pagado a una prostituta, seguramente con una considerable suma, para poder acceder tambin de forma fraudulenta. Es norma de esta casa que los presentes acudan voluntariamente, sin que medie dinero en dicho consentimiento y que la relacin entre ambos sea real y como consecuencia directa de su libertad para tomar decisiones. Ahora est en sus manos qu decisin desean que tome la direccin. Todos guardaron silencio. En realidad no estaban preparados para una sorpresa de este tipo ni tampoco haban llegado hasta all para tomar decisiones de esta clase. Por un momento pareci que nadie iba a decir nada. Bernard pareci ponerse un tanto nervioso al ser objeto de siete miradas. Cada una de ellas significaba una opinin sobre lo expuesto. -Dejemos que hablen los dos Amos implicados concluy Mario viendo que nadie aportaba iniciativa alguna sobre la cuestin- escuchemos antes qu tienen que decir y luego ya actuaremos en consecuencia. Todos fijaron su atencin en el Amo oriental, Chuan, que se levant de su asiento. A la vista de todos empez a hablar: -Caballeros, debo pedir disculpas y ponerme a su disposicin. Yo soy el caso que monsieur Bernard ha apuntado acerca de la contratacin de una prostituta. Les quiero pedir disculpas pero tambin matizar que la que se presenta como mi sumisa, que se corresponde con el nmero seis del audiovisual, es en verdad una sumisa. Soy un exitoso hombre de negocios que apenas tiene la oportunidad de pasar ms de una semana en un mismo sitio. Viajo constantemente alrededor del mundo y mi vida transcurre la mitad sobre un avin y la otra mitad en hoteles de los que apenas recuerdo sus nombres. Natasha, que as se llama, es mi acompaante habitual cuando me desplazo a Mosc. Quisiera compartir con ustedes que no me es una desconocida, aunque lo que me une a ella no es una relacin estable s es bastante regular. Es cierto que est aqu por dinero, pero llamarla prostituta quiz no se corresponda bien a su condicin hizo una pequea pausa para controlar la situacin y serenarse en un momento tan tenso para l-. Est perfectamente educada en el mundo de la Dominacin y la sumisin y les aseguro que no habr ni un solo problema ni con ella ni conmigo. Disculpen que haya ocultado estos detalles, pero las reglas de La Masion no me permitan acceder de otro modo. Mi vida me impide disfrutar del tiempo necesario para poder mantener una relacin D/s autntica. Es, quiz, mi paradoja personal. Soy un Dom pero mi vida privada es esclava de mi xito econmico. No les reprochar que no me acepten y dar por perdida mi fianza de medio milln de euros si eso les parece justo. No tengo nada ms que aadir. De nuevo el silencio plane sobre el auditorio. La historia impresion a los presentes que trataban de digerir la primera noticia y la posterior confesin pblica. Adems, empezaron a caer en la cuenta de que si su pareja no era la sumisa tambin oriental con quin estara relacionado entonces? Otros trataban de averiguar quin podra ser el segundo Amo falso, qu historia contara (si es que la haba) y a qu sumisa acompaaba.
Al levantarse de su butaca Andr, el corpulento y afable francs, pareci que ya quedaba descubierto el segundo Dom acusado de fraude. -Messieurs -carraspe antes de continuar-. He de disculparme yo tambin. Me temo que en mi caso la historia que les pueda contar no va a ser tan de su agrado. Mi mvil ha sido estrictamente econmico. Una sumisa que haba contratado dos veces mis servicios profesionales como Dom, aprovechando sus visitas tursticas a Pars, me convenci para que aceptara ser su acompaante. La sumisa es muy persuasiva -par como para pensar su siguiente movimiento- les he de confesar que me tiene loco de pasin y no pude negarme. Me pareci mi gran oportunidad. Mi sumisa y nuevamente se detuvo moviendo la cabeza gacha como si estuviera negando- es Diana, la mujer de color. Se trata de una destacada directiva de una empresa norteamericana que tiene su principal delegacin europea en Francia y no puedo aadir mucho ms. Una vez aclaradas estas cuestiones previas, ahora corresponda tomar una decisin que no iba a ser fcil. Entre los Amos se haba instalado cierta incomodidad desde que la direccin de La Maison les cediera la potestad de tomar las medidas que considerasen oportunas. No haban llegado desde distintas partes del mundo hasta all para verse en ese brete. -Propongo que los cinco Amos nos quedemos solos aqu para deliberar acert en decir Kolia para dinamizar la situacin que amenazaba con bloquearse-, al ser nmero impar, si debemos votar creo que llegaremos a algn tipo de acuerdo. Bernard consinti que as fuera siempre y cuando el taxateur quedara a ttulo de observador. Les pareci bien a todos. El director y los dos Amos falsos salieron de la sala. -No s en vuestro caso dijo Kolia cuando quedaron solos- pero me pone un tanto nervioso que en este preciso momento se trunque todo por una desagradable sorpresa. -S es desagradable, un autntico fastidio asinti Bill- entiendo que es suficiente como para que nos levantemos todos y reclamemos una compensacin generosa. -Estaramos en nuestro derecho reforz Kolia. -Pero tampoco nos vayamos a precipitar volvi a intervenir el norteamericano en un intento de analizar la situacin. -Creo que lo mejor es romper la baraja dijo Paolo en su primera intervencin en toda la velada- en lo que a m respecta ya no s si me apetece continuar con todo esto. -Yo estoy con Bill terci ElSir- pienso que no debemos tomar a la ligera ninguna decisin. Parece que tenemos ante nosotros dos opciones. La primera es, como ya se ha dicho, tirarlo todo por la borda, exigir una compensacin y marcharnos a casa. La segunda propuesta es readmitirlos y continuar. Tomemos alguna decisin al respecto, pero no lo demoremos. Seamos rpidos. -A m se me ocurre una tercera va- agreg Kolia- que se queden los autnticos y se vayan los falsos. Es decir que Andr y la sumisa con el nmero seis abandonen La Maison y que se queden la chica de chocolate y el chinito. -Yo ya me conformo con no descubrir ms sorpresas como que ninguna de las sumisas sea un travesti dijo nuevamente Bill hacindose el chistoso. -Caballeros, de eso puedo dar yo fe intervino el taxateur- no tengan cuidado en ese sentido.
Las palabras del tasador les devolvieron a la realidad: sobre la mesa tenan una importante cuestin que resolver y, en beneficio de todos los presentes, cuanto antes tomasen una decisin mucho mejor.
-De acuerdo irrumpi Mario- les parece que lo sometamos a votacin? No hubo ms debate. Todos entendieron que la situacin deba saldarse sin ms prdida de tiempo. Votaron rpidamente y se obr en consecuencia. - El caballero y la dama contratados se van a casa inform el taxateur a Bernard que escuchaba con atencin la propuesta de los invitados El Amo y la sumisa contratantes, se pueden quedar si aceptan actuar como pareja. Adems, esperan una compensacin por parte de La Maison. -Muy bien, me parece bien. Les ofrecer una compensacin de 150.000 euros por pareja y una invitacin para pasado maana en Le Petit Palais decidi el anfitrin. -Me parece una oferta generosa tanto en el plano econmico como en el de servicios juzg el tasador. -Inicia los preparativos para una batida en Le Petit Palais. No hay nada como compartir una cacera para estrechar lazos. Seguro que olvidan este incidente concluy Bernard. El anfitrin despidi al Amo y a la sumisa profesionales. Inform a los interesados de la prdida ntegra de la fianza a cambio de reintegrarse en el grupo de la forma sugerida. Aceptaron agradecidos. El dinero no era un problema para ninguno de ellos. Los Amos restantes recibieron de forma satisfactoria el resultado final y se dispusieron a continuar la velada ya sin ms sobresaltos. Se volvieron a apagar las luces del pequeo auditorio.
Empieza la funcin La matresse explic primero a las sumisas el funcionamiento general de La Maison. Inform de la instalacin de un circuito cerrado de televisin, con cmaras en todas las estancias, que permita, para mayor seguridad, controlar lo que pudiera suceder en cada habitacin. El mismo sistema permita otras ventajas, como ver en unas dependencias lo que suceda en otras. Tambin incidi en la absoluta discrecin de todo cuanto sucediera en aquel edificio, piedra angular de esta institucin que cumpla ya ms veinte aos ofreciendo sus servicios. Despert mucho inters la dinmica de la subasta donde seran objeto de puja. Sobre esto se apresur a aclarar que era deseo unnime de los Amos que se exhibiesen una a una en el escenario. El consentimiento de las sumisas, en virtud de la documentacin firmada, se entenda por otorgado para prestarse a aquella exhibicin y a cuanto se derivara a continuacin. Por y para eso estaban all, para mostrar cun perras eran y qu estaran dispuestas a hacer para deleite de sus Seores. De sus habilidades, de sus tablas, dependa en gran parte el xito de la velada. El deseo que fuesen capaces de despertar en los Amos condicionara la cuanta de las pujas y acrecentara el placer que posteriormente gozaran en privado Amo y sumisa adquirida. La matresse dedic suficiente tiempo para explicar las reglas de aquel juego, al tiempo que les record que cumplir con ellas era voluntad expresa de sus Amos. Deban mostrarse como eran, no obstante, y en funcin de su amplia experiencia, les ofreci recomendaciones y consejos. Algunos con carcter particular en funcin de las aptitudes que haba detectado en cada una de ellas. A putsie, le cost mucho encajar aquel viraje. Pujas? Acaso se encontraba en un mercado de esclavas? Pujara su Amo por otra sumisa? Por cul de todas? Sera ella capaz de abstraerse del entorno? Deseaba su Amo que se entregara a un extrao como una profesional del sexo? Ninguna otra sumisa dijo nada, todas aceptaban y ella no quiso destacarse. No quiso que, quiz, se sealara por su culpa a su Amo. Hubiera hecho mil preguntas, pero algo le deca que no corresponda. En su interior haba un gran debate sobre lo que deba hacer y lo que iba a hacer. La cabeza le daba vueltas. Vagaba en el mayor de los vacos, perdida sin rumbo en el espacio y deba aterrizar. Aunque fuera un aterrizaje forzoso. Haba opcin para abandonar en ese mismo momento? Y si la vendan a algn loco peligroso? Lo pens mejor realmente su Amo quera que lo hiciera? lo
quera hacer ella? La respuesta a la primera pregunta lo era tambin para la segunda. La leccin, o mejor dicho, el correctivo recibido cuando se neg a firmar documentos sin su preceptiva lectura se mantena fresco en su memoria. Se convenci por ensima vez de que su Seor no consentira que nada malo le sucediera y eso la reubic en el lugar y el papel que desempeaba en ese momento. Se arm de valor y se anim a s misma como quien sube a una montaa rusa sufriendo de vrtigo: Vamos all. l no me dejara en manos de ningn indeseable. Haba recibido como sugerencia que bailase. Bailar constitua su mejor baza. Siempre le haba gustado, desde pequea, cuando la llevaron a algunas academias tanto de baile clsico como de jazz y en las clases de body power y similares que con tanto agrado segua ahora en el gimnasio. La matresse valor la sensualidad natural de los movimientos de putsie. Asegur que, llegado su turno, atraera las pujas de ms de uno. S. Ese sera su punto fuerte. El nmero que figuraba en cada argolla determin el orden de las actuaciones. As la primera en salir fue la sumisa de raza oriental. Pareca evidente que era toda una veterana. Quiz por eso abran con ella el espectculo por eso y por la soltura con que demostr desenvolverse en el escenario. As lo pudo ver en un monitor que haba entre bambalinas. La verdad es que esa sumisa desarroll toda una exhibicin de cmo poner cachondo a un hombre a ms de diez metros de distancia. La mirada lasciva y los escorzos eran el sexo hecho danza. La misma putsie, vindola, not, en algn momento, un cosquilleo extrao. Tras el uno, el dosera la sumisa que vesta con el traje renacentista. La que coincidi con ellos cuando llegaron a La Maison. Su actuacin fue in crescendo, de un adagio a un prestsimo. Un tanto nerviosa al principio, empez a soltarse primero ajustndose el vaporoso tejido a su cuerpo para marcar todas sus curvas, luego procedi a levantrselo con mucha intencin. Tuvo mucho arte para ir descubriendo de forma progresiva su cuerpo. Desbord sensualidad cuando apenas mostr parte de la areola de sus pezones por encima del escote que se haba bajado lo justo para insinuar su color ms oscuro. Sus pechos parecan luchar por salir pero en ningn momento llego a descubrirlos. La parte ms ertica la reserv para el final cuando se retir la cinta del pelo y se acarici con ella el cltoris. El movimiento generado con ese acto hizo flotar el vestido a su alrededor. Fue entonces cuando putsie pens que ella lo hara mejor y se sorprendi al descubrirse interesada por participar en tan singular exhibicin. Se dijo a s misma si acaso no tena alma de geisha incluso, y sin ms rodeos, directamente de putn. La tercera sumisa, la de color, sali al escenario atronando con sus tacones. A alguno le pareci notar las vibraciones de un sesmo en aquella sala. Camin hasta ganar la zona ms avanzada del escenario. Al darse la vuelta apenas se adivinaba la parte baja de sus glteos. No tardaron mucho los Amos en dejar de imaginarlo. Se subi el chaquetn para ensear la inusual capacidad de aquel culo para desafiar la gravedad. Fue apenas un instante antes de volver a ocultarlo. Segua de espaldas cuando empezando a desabrocharse, se inclin dejando ver su sexo desde atrs. Al poco sus dedos aparecieron para mostrar en esa posicin como poda masturbarse. Sus piernas eran como un arco de brillante bano pulido coronado por una fabulosa sesin de autocomplacencia que no dej a nadie indiferente. Cuando tuvo los dedos mojados se dio la vuelta y, con su propio fluido, se unt sus dos pezones que reflejaron la luz como dos tazas de caf muy cargado. De nuevo, abroch el chaquetn y como si fuera una modelo de pasarela internacional, abandon la escena. Jams un silencio fue tan
ruidoso. La matresse le dio su ltimo consejo antes de salir al escenario. -Piensa en tu Amo, qu y cmo le gustara verte. Lo haces por l y para l le record- sal y haz que se sienta orgulloso de su propiedad. Suerte. Muy despacio, intentando controlar su inseguridad, putsie lleg al centro del escenario. Tras la mscara cerr los ojos. Dej que la msica entrara en su cuerpo y guiara sus movimientos. Se concentr en su Amo y en la cancin. Se dej llevar. Con estudiada parsimonia empez a quitarse los guantes de lam dorados mientras acariciaba el apretado cors. Aunque las luces la cegaban saba que haba gente observndola sin perder detalle. Cerr los ojos de nuevo y record aquella primera vez en que se masturb con el cinturn. Balance sus caderas con movimientos pausados y sinuosos y repiti aquella operacin de su adolescencia ahora con el largo guante. El lam dorado pas por su entrepierna. El brillo sobre fondo oscuro marc el camino que le llevaba a su centro de placer. Sin dejar de bailar pens, morbosamente, que algn desconocido podra estar preso de un ataque de excitacin al verla. Se sinti putsie y decidi ir un poco ms all. Su mano se desliz por debajo del elstico de las braguitas y fue a buscarse el cltoris. Primero slo se adivinaban las caricias por debajo de su ropa interior. Quiso que su Amo, desde algn punto desconocido en la oscuridad, pudiera ver algo ms, algo nuevo que incluso a l pudiera sorprenderle. Tir de una de las plumas de su aplique trasero y, desplazando el pequeo tringulo delantero de sus braguitas de seda, demostr cmo la usaba para la ms dulce y extica caricia que se iba a ver esa noche. Cuando acab, lanz la pluma al aire y mientras descenda perezosamente para caer al suelo, sali del escenario. Varios suspiros inaudibles quedaron suspendidos en la pequea platea. Pens que su Amo estara contento con su actuacin. De hecho muchas cosas le haban pasado desde que se despidieron en aquel primer saln donde la recogi la sirvienta. Se mora de ganas por conocer la opinin de su Dueo, de que valorara el resultado, de saber el grado de satisfaccin por su sumisa. Mientras segua reflexionando sobre estas cuestiones la nmero 5 ocupaba ya la escena. Dudaba mucho de que ninguno de los supuestos espectadores se hubiera aburrido, pero con esta sumisa pelirroja menos an. Con la piel totalmente cubierta por purpurina, avanz a cuatro patas hacia el frente. Las luces impactaban en la cobertura metlica y pequeos cristales de su maquillaje corporal emitiendo infinidad de brillos y destellos. Tambin le daba un aire irreal su pelo cobrizo. Reptaba. Cada movimiento era una provocacin, pero nada comparado con el apotesico final cuando se abri de piernas y mostr el contraste de su piel plateada con su sonrosado sexo. Era como una rosa en el centro de una escultura metlica. En ese momento, sac un consolador de cristal y lo altern en vagina y en ano. Cuando empez a jadear, con una ms que evidente excitacin, abandon el escenario, reptando, de la misma forma que entr. No existi nmero 6 y no supo hasta ms tarde la razn de su exclusin. De este modo, cerr la serie de actuaciones la sumisa con el nmero 7. A todas luces una veterana. Las luces se reflejaban en su acharolado y ajustado atuendo de ltex negro como si de un espejo en movimiento se tratara. Su entrada fue acrobtica pues enlaz dos volteretas laterales y una tercera sin manos para caer de pie.
Slo despus se revolvi como una felina e imit algunos de sus gestos. Empez a lamerse el reverso de sus manos y a chuparse los dedos en escorzos propios de contorsionista. Era en verdad una catwoman en busca de un igual que la montara. Su actitud era un reclamo de sexo salvaje. Segua lamindose las manos, los brazos, sus piernas, De nuevo se chup los dedos y finalmente se masturb emitiendo dulces sonidos que recordaban a los maullidos de las gatas en celo. Las luces se fueron apagando progresivamente hasta que slo se le oa y, finalmente, todo qued en silencio y a oscuras. Un foco ilumin la parte central del proscenio. Era nuevamente Bernard indicndoles el inicio de las pujas por las sumisas que desearan. Luego cada Amo se retirara a una sala privada adonde se les llevara la sumisa que les correspondiera. Cada una de aquellas estancias estaban equipadas, entre otras cosas, con un monitor de televisin de grandes dimensiones donde, si as lo deseaban, podan ver a su sumisa satisfaciendo a quien hubiera sido su mximo postor. Era una medida de seguridad y, si acaso, un morbo aadido si as se deseaba. En unos minutos todo quedara resuelto.
Las pujas Chuan apost todo por putsie. Los 23.000 puntos que finalmente le concedieron. Slo puj por ella, porque su opcin era putsie o ninguna. As lo decidi an a riesgo de que alguien hiciera una mayor puja nica y le superara. No fue as. Mario, el Amo argentino, tambin puj con 7.000 por putsie pero finalmente se qued con la sumisa oriental por la que nadie super sus restantes 19.000 puntos. Curiosamente Bill, el norteamericano que era la pareja de la sumisa nmero 1, no puj por nadie. Manifest su inters por canjear la totalidad de sus 17.500 puntos por dinero. No quera ninguna sumisa para l, su placer esa noche iba a ser que su propiedad la disfrutara otro Amo por dinero y poderlo presenciar con el mximo detalle junto a una botella de Jack Daniels. Al tomar esa decisin pareca claro que alguien podra quedarse con dos sumisas, lo que estara en funcin de la combinacin de las pujas restantes. El italiano Paolo qued fascinado por la nmero 5. Tena la fantasa sexual de apoderarse algn da de una pelirroja, por lo que apost fuerte sus 24.000. Le restaban otros 6.500, que reserv para la sumisa de color aunque la consideraba con un fsico excesivo para l. Se dio el capricho de pujar por ella aunque no le sirviera para nada. La afroamericana de inacabable potencial sexual fue concedida finalmente a Kolia. Super por mil puntos la propuesta del italiano. Emple la misma cantidad tambin para la extica catwoman de ltex, pero esa cifra s fue superada por otro Amo. Kolia estaba satisfecho y presto para tener con la sumisa negra una noche memorable. Consider que era una oportunidad nica en su vida y estaba dispuesto a exprimirla al mximo. ElSir, finalmente destin 15.000 puntos por la sumisa de inspiracin felina y otros tantos por la que pareca sacada de una buclica escena renacentista. Dispondra, por tanto, de dos sumisas para dar y recibir cuantas atenciones y acciones deseara. Era el momento para pensar qu hacer con dos sumisas tan distintas: el pecado y la virtud. No lo tena claro an, pero el simple hecho de tener dos hembras a su disposicin multiplicaba las posibilidades de forma exponencial. Su imaginacin empez a maquinar y rpido. Le corri la adrenalina.
Uno entre un milln Por separado, se trasladaron todos a la cuarta y ltima planta del edificio. Las sumisas, atadas por sus collares a una especie de atelaje, obligadas a mantenerse en fila de a dos, como si del tiro de un carruaje se tratara. Perras o yeguas qu importaba? La matresse las condujo por un pasillo que, a derecha e izquierda, distribua las salas privadas. En cada una de ellas esperaba un Amo y seran adjudicadas en funcin de las pujas. Era el momento del reparto. Ni los conocan ni saban qu les esperaba tras aquellas puertas. Simplemente actuaran como sumisas, dado que sus Amos queran que participaran de aquel juego. Hasta ese momento no se haba sentido tan nerviosa. El entorno era bastante inquietante y el papel que le haba tocado representar todo un reto. Pero ahora saba que iba a ser entregada a un extrao y aquello ya era otra cosa muy distinta a ponerse ciertos ropajes o bailar sobre un escenario. Todas las historias de asesinos psicpatas que conoca salan atropelladamente al paso de sus otros pensamientos. Desde que cruz la puerta de La Maison, cada minuto que pasaba la empujaba a un lugar ms extrao, a una situacin ms sorprendente, a un abismo cada vez ms profundo. De nuevo, hizo un esfuerzo por serenarse, rearmarse de valor, ponderar la excitacin de lo desconocido y autoconvencerse de la singularidad del momento. El corazn palpitaba en su pecho con frecuencia y fuerza inusitadas. Pens que slo se vive una vez y, en su caso, era una suerte ser la abogada tenaz y la sumisa sin otra voluntad que la de su Seor. Saba que mucha gente jams entendera su entrega, la entrega de su voluntad. Pero no se trataba de la gente, se trataba de ella y de lo que la haca sentir especial. Eso era mucho ms que suficiente. Estando en estos pensamientos la matresse la llam por su nmero. La sala 1 era su destino. La liberaron del collar y llamaron a la puerta. Un fibroso hombre de raza oriental la esperaba de pie. A su lado, una inmensa cama circular de tres metros de dimetro, llena de almohadones y tan alta que le llegaba a la cintura. Todo pareca de seda negra. Apenas algunas luces diminutas punteaban el techo, como estrellas en la noche iluminando mnimamente la estancia. Ella temblaba de manera visible, lo que agitaba las plumas que la adornaban hacindola an ms vistosa, como un ave que despliega su cola presta a iniciar el ritual de apareamiento. La recibi con una sonrisa, se le acerc y bes su mano enguantada. No ocult su complacencia ante tan galante recibimiento, en especial cuando se trataba de una sumisa que estaba lista, incluso, para la humillacin. El temblor de su cuerpo mengu. Descubri rpidamente las cmaras, debido al piloto rojo encendido en su base, retransmitiendo en directo. El techo estaba pintado de gris y las paredes en negro alternando con grandes espejos ahumados. Una extraa sensacin de oscuridad presida la sala, bien por la escasa luz, bien por los tonos tan apagados en que se haba decorado. Un armario de un negro brillante se encontraba en uno de los laterales. Era el nico mueble que rompa la sencillez de la decoracin. El minimalismo era a todas luces intencionado para que la atencin no se dispersara en cosas secundarias. Tambin, como le informaron antes de entrar, haba una pantalla de televisor en la que podran ver a la sumisa del Amo que a ella le haba correspondido y lo que pareca una cadena de msica. Estaban apagadas. Se mantuvo de pie, con la mirada fija en el suelo, en seal de respeto y sometimiento, a la espera de instrucciones. De primeras slo fue minuciosamente observada. El nerviosismo iba y vena en tanto llegaba la siguiente sorpresa de aquella velada surrealista. Haciendo acopio de voluntad alz la vista lo suficiente para ver que el Amo Chuan se quitaba la chaqueta y caminaba descalzo sobre la
moqueta. Mirndola fijamente, con arrogancia, empez a desabrocharse la blanca camisa hasta mostrar desnudo su torso. Atnita vio que tena casi toda la piel tatuada. Era un mural humano repleto de figuras. Puro arte oriental sobre su cuerpo. Un dragn policromado le rodeaba el tronco a cuyos lomos trepaban otros personajes humanos, mitolgicos o animales. Otro flash en su mente: El dragn rojo y la mujer revestida de sol. El famoso grabado de William Blake inspirado en el captulo 12 del Apocalipsis la lucha del bien contra el mal. Desech tan pintoresca idea. Trat de no mirar con demasiada insolencia, pues desconoca si eso pudiera molestar al Amo pese a la evidencia de que aquellos tatuajes estaban hechos para ser admirados. Chuan francamente satisfecho por el inters despertado, se acerc para que los pudiera apreciar mejor. Exhibindose ante ella, levant los brazos y gir lentamente. Le diverta la curiosidad de putsie, que a su vez sufri un tercer flash mental, esta vez El paraso perdido de Milton: Vale ms reinar en el Infierno, que servir en el Cielo Su cordura se haba perdido? Aquel Amo, ajeno a los intrincados pensamientos de su nueva adquisicin, hizo cuanto se le ocurri para relajarla, no tena inters alguno por la humillacin. Ya sabra de sus intenciones. Muy inquieta, prob a disipar la tensin calculndole la edad. Difcil tarea tratndose de otra raza, pero le supuso poco ms de 35 aos. Luca, adems, una media melena lisa hasta los hombros que, de tanto en tanto, se recoga para a continuacin volver a soltar. Intuy que l tambin estaba algo nervioso. Daba una y otra vuelta alrededor de ella con exasperante parsimonia. Se senta como una diminuta bacteria bajo un microscopio, analizada, medida y la sensacin era, a la par, inquietante y halagadora. Este Amo le fascinaba con su comportamiento. -Te gustara ver qu pasa al otro lado del monitor de televisin? le dijo mientras pareca sopesar en su mano el mando a distancia. La voz de Chuan le sorprendi por la autoridad que emanaba de su tono a pesar de haber formulado una pregunta. Se le antoj que era un hombre culto, bastante occidentalizado y sin duda acostumbrado a salirse con la suya. -Lo que desee Seor, Su voluntad es la ma -contest con dulce humildad. -Bien, bien, pues lo dejo apagado, de momento y se mantuvo en silencio sin dejar de contemplarla hasta que decidi por donde empezar- tienes una forma de moverte capaz de enloquecer a cualquier hombre. Baila para m. Ahora! En un segundo putsie escuch la suave meloda que empez a sonar tras conectar la msica. Dej que las notas la penetrasen. Se recre en ellas y empez a moverse. Mir de reojo la lucecita roja de la cmara y rez para que su Amo la estuviese observando. Al imaginarlo un fuerte calor se apoder de ella y la llev a adoptar una actitud ms sensual, ms desinhibida Se cimbre tanto como el cors permita. Empezaba a acostumbrarse a aquella prenda tan opresora, pero no por ello poda expandir los pulmones a sus anchas. Mientras su cuerpo, cada vez con mayor libertad, responda al dictado de la msica, Chuan se le acerc hasta posar sus manos sobre ella. Se vio reflejada en los espejos mientras apenas la rozaba con las yemas de los dedos. Sinti un escalofro -el ensimo- pero no dej de moverse al comps de la msica ni cuando le dijo que se quitara sus braguitas y le dej a la vista su coo. Pudo verse de nuevo reflejada y con gran esfuerzo venci su pudor para seguir bailando de
forma imperturbable. Chuan se alej para obtener mejor perspectiva de la danza y de su ejecutante. Empez a desnudarse. -Mastrbate para m, quiero ver como lo haces, pero no dejes de bailar le orden. Sigui sus instrucciones lo mejor que pudo mientras a muy poca distancia poda ver como evolucionaba la ereccin. Ella misma empez a erotizarse con aquella visin. Consideraba, adems, que el hecho de que aquel hombre fuera de raza oriental aada un exotismo que le abra el apetito sexual. Era un secreto muy ntimo que tuvo siempre y del que casi se haba despedido: tener una relacin interracial. Ahora era casi seguro que estaba a pocos minutos de cumplir su sueo. Pens en la oportunidad que le brindaba el destino. -No pares de bailar le insisti mientras se aproximaba. Ya a escasos centmetros de putsie, alcanz a rozar su piel con las palmas de las manos mientras ella no dejaba de contornearse al son de la meloda. Le segua sus movimientos como si temiese tocarla y romperla, hasta que la caricia lleg a sus muslos y se torn en firme sujecin. Acoplaron sus cuerpos y sigui la danza que ya era de dos. As, fue excitndose, mientras le acariciaba zona tras zona hasta dejar el cltoris para el final. El Amo Chuan le quit la mscara veneciana. En ese instante putsie fij su mirada en la cmara a modo de silenciosa dedicatoria a su Amo, para que supiera que no iba a olvidar en ningn momento quien era su autntico Dueo. Se separ de ella para dirigirse al armario. Un sonido metlico que sali de su interior la sobresalt. Sin dejar de bailar vio que se aproximaba con un amasijo de cadenas. Las dej caer de manera intencionadamente brusca a sus pies. Se arrodill y empez a ajustarle bandas de cuero de distinta anchura en muslos, abdomen y bajo las axilas. Detuvo aterrorizada su baile. Seguidamente le coloc y fij una nueva mscara que la priv absolutamente de visin, odo y casi hasta de aire que respirar. Not como enganchaba las cadenas a las correas de cuero que ya tena abrochadas y aseguraba los anclajes de los mosquetones. Tambin le at las manos a la espalda. Llegados a ese punto todo se par. Slo silencio, oscuridad y la amenaza de unas lgrimas. Intua el prximo paso, a pesar de no tener referencia visual ni auditiva. Estaba completamente a merced del Amo Chuan. El desconcierto la estaba paralizando al sentir lo que pareca el sordo murmullo de un motor y un creciente miedo empez a apoderarse de ella. Privada an de su vista, le dio un vuelco el corazn cuando un cable al que supuestamente la haba atado empez a tirar de su cuerpo haca arriba hasta el punto de que sus pies perdieron contacto con el suelo. Estaba suspendida en el aire! En pocos segundos se encontr en posicin horizontal, paralela al suelo sin saber con exactitud a qu distancia se encontraba de l. La inquietud no era por lo que no saba, sino por la escasa informacin que sus sentidos podan aportarle. As la mantuvo durante un lapso de tiempo indeterminado, momento que putsie aprovech para serenarse cuanto pudo y valorar el grado de comodidad de su postura que, en realidad, no esperaba encontrar. Seguidamente not el tacto de una mano que untaba su sexo con alguna sustancia. No pas ms de un minuto hasta que sinti una mezcolanza de picor y calor. Aislada en el interior de aquella mscara le pareca que todo estmulo que afectaba a su cuerpo se amplificaba desmesuradamente, incluido el efecto del vibrador con el que empez a estimularle el cltoris. Eso de que la masturbaran como si estuviera flotando
empez a gustarle y tanto ms cuando el consolador, adems, penetr en su coo. Flotaba en el plano fsico y en el psquico. La estimulacin se mantuvo lo suficiente como para olvidar el miedo inicial y entregarse al placer del momento. En ese instante lo que deseaba eran nuevas sensaciones. Ser objeto e instrumento de placer tal y como su Amo haba dispuesto. Le retir el vibrador y la fue bajando cuidadosamente hasta que recuper su posicin vertical. Liberada de sus arneses le retir igualmente la mscara, le desat las manos y, tras un pequeo descanso, le orden nuevamente que bailara mientras el Amo Chuan, recostado en la cama circular, actuaba como espectador de excepcin. Su ereccin era grfico testimonio de su deleite y excitacin frente a putsie. El efecto seductor era tan potente como para que al momento se levantara. Se coloc detrs de ella y de nuevo trat de mover al unsono sus cuerpos. Sin parar de bailar llegaron hasta las inmediaciones de la cama, donde le pidi que apoyara el tronco. Seguidamente la abri para empezar a penetrarla. No opuso resistencia. No hubiese podido ni queriendo. Not que aquel miembro no era, ni de lejos, el de su Seor y se hubiera sentido decepcionada de no ser por la velocidad endiablada que imprima al ritmo de sus penetraciones. De ese modo le pareci que compensaba las deficiencias observadas y empez a experimentar las primeras sensaciones placenteras. A los pocos minutos la volte para cambiarla de posicin. Nuevamente le meti la polla y continu con sus rpidos movimientos. Empez a pensar si lo que le deparaba la noche sera eso: un polvo con un chino. Ciertamente le cruz por la mente la sombra de la decepcin. Pero no. Algo pas que no esperaba. Un foulard de seda rode con una vuelta su cuello. Empez a apretar, cada vez ms, hasta que entr en hipoxia. Cuando le aflojaba, tomaba aire a la desesperada. Con la creciente falta de oxgeno su consciencia fluctuaba, y los tatuajes de Chuan cobraron vida propia. El dragn iba y vena. Ella era la mujer revestida de sol a punto de ser devorada. El ritmo no cesaba y la polla masajeaba a gran velocidad el interior de su coo. Empez a notarse cada vez ms mojada y de nuevo la seda estrangul el permetro de su cuello. El ritual segua su curso, una y otra vez. La estaba llevando al extrao territorio de un deleite desconocido. Sinti algo diferente al gozo sexual, algo fuera de lo sensorial, casi una experiencia mstica. Experimentaba un indescriptible efecto de dicha que inundaba no slo su cuerpo, sino su mente. Era como un viaje astral, como un xtasis celestial. El dragn tatuado la devoraba sin piedad en una espiral de locura incontrolable. Se encontraban fusionados en un mundo irreal donde el sexo pareca ser la nica razn de la existencia humana. Un fuerte y agudo grito anunci la inminente eyaculacin al tiempo que le vio tensar todos sus msculos y apretar ms el foulard hasta un punto en que temi por su vida. Se sinti mareada, con nauseas al tiempo que un orgasmo nico entre un milln la devolvi al mundo de los vivos. No sabra con certeza si la muerte lleg en verdad a rondarle en algn momento. Pero supo que jams olvidara aquello y que tampoco volvera a prestarse. Nunca.
Un versus deux Orden a las dos sumisas que entraran y esperaran de pie, quietas, en un rincn y en absoluto silencio. Estaba atento al monitor de televisin. Le preocupaba que Chuan supiera bien qu estaba haciendo. Desconoca hasta qu punto era experto en esta tcnica y estaba dispuesto a salir de forma urgente para realizarle a putsie una reanimacin cardiopulmonar al menor signo de alarma. No fue necesario. Adems exista una sala de control desde la que el taxateur y otro personal de seguridad cuidaban en todo momento que no hubiera ninguna prctica de riesgo excesivo o para actuar en caso de emergencia. Suspir aliviado cuando se dio por finalizada la sesin y, ya para terminar, putsie le estaba procurando un masaje en la espalda o quiz tan slo estaba repasando con sus dedos los mltiples tatuajes? Mejor si se relajaba y se entregaba tambin l a los placeres que le esperaban obedientemente en el rincn. -Mi nombre es ElSir Cmo os llamis vosotras? dijo a modo de presentacin. -Mi nombre, por el que le ruego que se dirija a m, Seor, es vulga. Es un compuesto de dos palabras italianas vulpe y gata, ese es el nombre que me puso mi Amo contest la sumisa vestida con la ajustada malla de ltex negro. -Y tu?-pregunt a la que le recordaba al cuadro de Boticcelli. -Seor, me llaman imya, tengo entendido que significa nombre en ruso y me lo pusieron porque le ped a mi Amo que me diera eso un nombre respondi con la cabeza gacha- me llamo as en castigo por mi insistencia.
-Bien, an estoy pensando qu hacer con vosotras. Para esta noche no tena previsto verme con dos sumisas al mismo tiempo les anunci. Se dedic a mirarlas con detalle para apreciar sus momentneas posesiones humanas. Seran de su propiedad durante un tiempo limitado. Para verlas mejor situ a ambas en el centro de la habitacin que tena forma de paralelogramo y ocupara unos 40 metros cuadrados. Una cama de poca con un intrincado cabezal de bronce, un par de sillones y una chaise-longue rococ eran sus muebles. Las paredes de la sala estaban revestidas con telas tornasoladas sobre las que se reflejaban de forma cambiante las luces. Los tonos iban desde una gama de naranjas a rojos suaves. Tambin la omnipresente cmara con su piloto rojo indicaba que estaban siendo observados. No se consideraba ni exhibicionista ni un voyeur pero tampoco le import demasiado. En primer lugar hizo que subieran a la cama y se pusieran a cuatro patas para poder contemplar cmodamente sus coos. Le maravill aquella visin. Un fantstico par de coos. Se acerc y empez a acariciarlos al mismo tiempo. No par hasta que not que ambos ya segregaban flujo lubricante. El de vulga fue el primero, pero el de imya, aunque tard ms, lo hizo finalmente con mayor cantidad. Con los dedos mojados pas a explorar el interior de las dos vaginas estimulando simultneamente sus puntos G. No tuvo prisa. Ninguna. Se tom su tiempo. Ellas lo agradecieron. Le indic a vulga que se mantuviera a cuatro patas y que, de la misma forma, se masturbara. Mientras, tom a imya y la at de pies y manos en la cama. Lo hizo de forma que qued con las piernas abiertas y sus muecas juntas sobre su cabeza. Tambin le puso un antifaz que le priv de visin. Todo el material que utilizaban los Amos lo proporcionaba el ms que bien surtido almacn de La Maison del que se nutran los armarios de cada sala y en cuyo interior los Doms encontraran cuanto necesitaran. Cuando acab de fijarla sobre la cama se sent en uno de los butacones para contemplar la escena durante unos minutos antes de dar sus primeras rdenes. -Deja de masturbarte vulga. Toma estas tijeras y corta el vestido de imya como si una pantera lo hiciera jirones con sus garras. De un salto felino subi a la cama y se plant entre las piernas de imya. Le mostr las tijeras en un teatral conato de amenaza. Se dej caer violentamente de rodillas entre las piernas abiertas de la otra sumisa y puso una mano sobre el vientre de la otra. Seguramente hasta le hizo notar sus uas. Ms que cortar rasgaba y en menos de un minuto el etreo vestido era un conjunto de retales que dejaban ver sus muslos. La siguiente orden fue que la masturbara con un vibrador. ElSir observaba que en cada accin vulga disfrutaba y que gozaba mucho ms cuando imya empez a gemir. Estaba a cuatro patas, volcada sobre la sumisa atada a la cama, por lo que su sexo se ofreca asomndose en la estratgica apertura que su ajustada malla. Ese acceso a coo y ano fue una tentacin a la que no quiso resistirse. Busc en el armario otro vibrador para masturbar a la mujer gato, iniciativa que claramente le gust pues recompuso su posicin para facilitar la recepcin del consolador. A los pocos minutos pidi y obtuvo permiso para dirigirse a su Dueo momentneo. -Esta vulga solicita del Amo que le permita acceder libremente a la otra sumisa si eso le place pidi con sumisin.
No tena muy claro qu era lo que pretenda pero algo le dijo que s deba acceder. Tan pronto le concedi su permiso, gir sobre s misma y hundi su cara en el sexo de imya. Estaba claro que su lengua trabajaba bien a juzgar por cunto estaba disfrutando la otra sumisa que, an atada en la cama, se debata entre espasmos bruscos y delirantes gemidos. Finalmente tambin vulga le acerc su sexo para sentir el mismo tacto clido y hmedo de la lengua. El momento tena una elevada carga ertica. No slo porque a muchos les pudiera excitar una relacin entre dos mujeres, sino porque siendo ambas sumisas, una lo era an ms y la otra, convertida en una fiera, la tomaba a su antojo. Con todo, ElSir estaba esperando el momento para ejercer su condicin de Dominante indiscutible y supremo. Aguard pacientemente hasta que consider que las dos hembras alcanzaban su mximo grado de excitacin. As las quiso antes de recurrir nuevamente al armario para obtener una segunda cuerda con que atarlas. Ambas quedaron enlazadas en la misma posicin que ya mantenan. Sac tambin una vara de caa de bamb, fina y tersa, con la que distribuy diversos toques de forma aleatoria en el amasijo de cuerpos. El hecho de que diera en ropa o en carne an haca ms imprevisible el impacto, el resultado, el efecto Con las tijeras cort las ataduras en un santiamn. Ambas quedaron liberadas. Tom a las dos por sus collares y las oblig a que le practicaran simultneamente sexo oral. La ms mnima falta de atencin o de aplicacin era reparada por el tacto siempre correctivo y aleccionador del bamb. Una nueva cuerda apareci en escena. Las puso espalda contra espalda para una figura de shibari para dos sumisas que siempre haba deseado poner en prctica. Las at de modo que el movimiento de una tensaba a la otra. Los nudos no llegaban a marcar en exceso y la presin no estrangulaba la circulacin sangunea si se mantenan ms o menos quietas. ElSir haba desarrollado un inusitado talento para el shibari en sus juegos con putsie. Primero hizo que vulga se arrodillara y se postrara hasta soportar el peso de imya sobre su espalda que era penetrada de manera agresiva. Luego altern las posiciones para poder penetrar a la sumisa medio-gata cuyos gritos le excitaban por lo salvajes que resultaban. Ambas, unidas de aquel modo, le recordaban las figuras de los naipes franceses. Se concentr para mantenerse en el punto de tensin sexual necesario y lograr que ambas alcanzaran el adecuado clmax que las desinhibiera por completo. Seguidamente las desat y las conmin a que compartieran placeres entre ellas. Le sorprendi que fuera imya quien se abalanzara sobre vulga con una fiereza que no hubiera imaginado. Daba la impresin de que el shibari le estaba conteniendo una pasin que, al soltarla, se desat de forma incontrolada. Sus manos recorran el cuerpo de vulga con inesperada avidez y acab hundiendo la cabeza en su pubis al tiempo que ofreca tambin el suyo para recibir de su lengua las mismas caricias que ella ya estaba dispensando. Ambas se aceptaron de muy buen grado. Se recre ante tan excitante escena. El placer de ellas se le contagi rpidamente y empez a participar siendo bienvenido por ambas. Penetr nuevamente a imya mientras no dejaban de practicarse sexo oral. De hecho vulga alternaba sus atenciones bucales entre ambos lo que renovaba el deseo sexual de los tres. Al poco reclam tambin para ella el soberbio pene del Amo. Se coloc a cuatro patas y, agachando su torso, elev an ms su acharolado trasero que mostraba al descubierto su brillante vagina totalmente lubricada. Frente a ella se coloc la otra sumisa que le ofreci su sexo para que tampoco cesaran sus atenciones. De esta forma, al tiempo que cataba el coo de imya not como era penetrada con un golpe seco que le meti ms de veinte centmetros en su cavidad vaginal. Crisp sus manos y grit de puro placer. Fue para ella un xito memorable. Las posteriores reacciones las canaliz a travs del sexo oral que le dedicaba a su compaera de
sumisin. Las embestidas la fueron llevando poco a poco camino del orgasmo, al que finalmente lleg con un inesperado chorro de squirting. Hasta entonces, ElSir jams haba visto la llamada eyaculacin femenina y qued perplejo durante unos segundos. El lquido a presin le salpic hasta el pecho y le anim a seguir penetrndola hasta que la sumisa ya no pudo ms. Entre jadeos se ech a un lado boca arriba al tiempo que vulga salt sobre ella como la gata que pareca ser para lamerle todo el coo. Los gritos de placer eran ya descontrolados. La penetracin sigui ahora con vulga mientras contorneaba su trasero haciendo notar la dureza de la polla en las paredes internas de su vagina. Levant la cabeza para gritar y maullar, cuando tambin el orgasmo inund su cuerpo al tiempo que se ofreca an ms para recibir cuanta polla fuera capaz de albergar. Se corri en su interior pero fue imya quien luego le busc para relamer hasta la ltima gota de semen mientras se escuchaban profundas y entrecortadas respiraciones. Cayeron los tres muertos de cansancio, con la respiracin agitada y los corazones bombeando a la mxima potencia. El piloto rojo de la cmara segua encendido. En unos minutos recogeran a las sumisas para retirarlas de la sala. Slo deba pulsar el botn de un timbre para que vinieran a por ellas. Mientras tanto las tuvo acurrucadas a sus pies, como un par de mascotas, mientras distradamente y a dos manos, les acariciaba el cabello. Se recreaba en un momento que saba que difcilmente volvera de nuevo a vivir.
Todos conformes Amos y sumisas fueron conducidos a salas de ducha separadas. Fue un rpido intermedio antes de volver de nuevo a La Chenil. Bernard tena algo importante que comunicar: -Estn todos, ustedes y sus sumisas, invitados a una cacera que les estamos preparando en nuestra finca de Bois Brle para pasado maana. De momento espero que se tomen un da de descanso. Disfruten de las posibilidades de la Ciudad de la Luz, tanto si ya la conocen como si desean descubrirla. En compensacin por el incidente, La Maison ofrece, adems de la cacera, que sean huspedes de nuestro fantstico pabelln conocido como Le Petit Palais ubicado en la misma finca. Pasaremos a recogerlos a sus hoteles a todos y cada uno de ustedes pero antes, por favor, les ruego que echen un vistazo al plan y a la agenda, cuyo contenido no debera trascender a las sumisas solicit mientras entregaba un dossier para cada uno-, pues de ese modo se perdera el efecto sorpresa. Les ruego me hagan saber su conformidad. Se trata, ya lo vern, de una actividad de confraternizacin, ldica -y se call para que pudieran consultar el planning-. Espero unos minutos para que todos pudiera leer su contenido al tiempo que observaba sus semblantes. Todos, uno tras otro, se mostraron de acuerdo y aceptaron el programa diseado. No hubo ms que hablar. Ni un solo comentario ms. Los Amos quedaban satisfechos con el plan cuyos detalles quedaban guardados en el interior de las carpetas. Muy satisfechos.
Horas intensas El garaje de la finca de La Maison tena su acceso por la parte trasera del edificio. Desde all se poda entrar o salir discretamente con los vehculos sin tener que pisar la calle. Uno de los coches que permaneca estacionado era el de ellos con su paciente chofer al volante. Slo despus de subirse, en la intimidad de su interior, cruzaron su primera mirada. Para ambos haba sido una experiencia irrepetible. Increble hasta el punto de coincidir en que si tuvieran oportunidad de contarla nadie les creera. Rieron imaginando las caras de personas conocidas si supieran lo que acababan de vivir. En especial, putsie pensaba en la reaccin de Isabel, su morbosa amiga, si llegara a saber de tan extraordinario episodio de su vida. Fue una risa hilarante que les sirvi para relajar las tensiones acumuladas. Lo que pas, lo que vivieron esa noche era, sin lugar a dudas, una de esas cosas que a uno le acompaar a la tumba como parte importante de su bagaje vital. Dentro del coche, ya de vuelta al hotel, apenas compartieron algunos detalles que haban vivido en La Maison. Los dos pensaron que tiempo tendran para profundizar sobre todo lo acontecido en aquella casa. Para ambos haban sido las ms intensas e inenarrables horas de sus vidas. Las sensaciones tanto particulares como compartidas, las sorpresas, el inquietante ambiente todo dara para hablar durante aos. Ahora estaban cansados. Slo queran llegar al hotel y entregarse a una mullida cama. Maana sera otro da. No pregunt nada sobre la carpeta que estaba al lado de su Seor. Estaba exhausta. Demasiadas emociones para un slo da. No tuvo fuerzas para curiosear y, adems, saba que tampoco le servira de nada preguntar. Su Amo ya proveera lo necesario en el momento justo. Record el momento en que hizo sonar el timbre del apartamento por primera vez. Desde entonces haban pasado tantas cosas tantas.
A la maana siguiente La suave luz de la maana que despuntaba por la parte baja de la cortina anunciaba que un da nuevo ya estaba en marcha en Pars. Se oblig a mirar el reloj para ver que ya eran las diez y cuarto de la maana. Le pareci una hora estupenda. Ni demasiado temprano ni demasiado tarde. Quiz un poco fuera de lugar para un desayuno, pero no tanto como para privarse de tomar algo frugal que permitiera recuperar fuerzas. Levant el auricular del telfono y encarg caf, unas tostadas y una jarra de zumo de naranja. Ella estaba acurrucada a su lado. Haba abierto los ojos. -Buenos das le dese dedicndole la primera sonrisa de la maana. l la bes en la mejilla y le pas el brazo por los hombros. Ella reacomod su postura para sentirse en sus brazos. -Tomaremos algo no te parece? le pregunt en voz baja. -S, pero me gustara primero darme una ducha sola le hizo saber ella que no tena ningn inters en compartir ese momento con nadie y mucho menos con la asistenta. -Claro cmo no? consinti al tiempo que su cabeza trataba de organizar el da que se presentaba. Se levant de la cama, cruz la habitacin caminando casi de puntillas y se perdi tras la puerta del bao. Encendi la luz. Abri el grifo de la ducha. Un caf, una tostada y un zumo despus, se encontraban ambos en la calle. Les apeteca pasear. Bajaron por la rue Cambon hasta cruzar Tuileries y caminar por sus jardines sin perder de vista el Sena. En su paseo abordaron algunos de los sorprendentes pasajes de la noche anterior. Compartirlo todo era ingrediente bsico de su relacin, y as lo fueron haciendo hasta que sus pasos les llevaron al pont des Arts. Se sentaron en uno de sus bancos dejando que el sol les calentara. El cielo estaba medio cubierto por unas nubes altas que le daban un aspecto dramtico. -Parecemos dos lagartijas dijo ElSir mientras mantena sus ojos cerrados tras las gafas de sol. -Lagartija? Habla por ti, Yo me siento como una mariposa -respondi de forma automtica. -Una mariposa? y yo que soy? un capullo? repuso divertido. -No ro la ocurrencia- en verdad t eres el Sol.
-As est mejor. Ambos permanecieron en silencio durante unos minutos. Curioseaban con los turistas y gente en general que cruzaba la pasarela, se entretenan viendo a algunos pintores que trabajaban sobre sus caballetes, o seguan con la mirada la estela dejada por las embarcaciones que regularmente cruzaban bajo la madera de la pasarela. Gozaron del paso de los minutos sin nada qu hacer. Se lo tomaron como una terapia de relax mientras observaban la le de la Cit. -Te apetecera visitar Notre-Dame? - No contest ella- la verdad es que preferira ir al Louvre y comer por la zona. -Eso est hecho, continuemos el paseo. Se levantaron del banco y se dirigieron hacia el museo que se encontraba justo al otro lado del puente. De camino, putsie pidi permiso y aprovech para hacer un par de llamadas desde su mvil a casa y al trabajo. Aprovechando que era la hora de comer, decidieron hacer cola para sacar un par de entradas con tiempo slo para una visita de una hora. Habida cuenta del escaso tiempo que se concedan, convinieron en elegir, cada uno, una pieza del museo. La Victoria alada de Samotracia fue la opcin de la sumisa, mientras que su Seor propuso la Virgen del canciller Rolin, de Jan van Eyck. -Por qu has elegido la Victoria de Samotracia? -Porque -inspir antes de continuar- siempre me he sentido identificada con esta escultura. Fjate le dijo mientras ambos se encontraban a sus pies- es una herona. Es un ser fabuloso, tiene el mejor par de alas que jams he visto en una escultura. Se desperezan hacia atrs, al tiempo que desafa con el resto de su cuerpo a cuantos la quieran mirar. Es una actitud de valenta frente a todos. Ofrece su cuerpo, lo expone al peligro y saca pecho ante la adversidad, ante lo desconocido, ante la amenaza si fuera preciso, ante cualquiera. Al mismo tiempo es consciente y orgullosa de su condicin femenina. Siempre me ha fascinado como sus ropajes se adhieren a su piel y tornean sus muslos y sus curvas. Es una oda a su identidad de mujer y al tiempo transmite algo de elega. Con todo hizo una pausa- lo ms fantstico es que se mantiene erguida y sin que su espritu se resienta a pesar de haber sido decapitada y mutilada en ambos brazos. A pesar de todo eso, sigue para adelante, sigue siendo mujer y as seguir, otros mil aos y ms, seguir imperturbable mientras quede un grano de su mrmol sobre el pedestal. Siempre me he sentido identificada con ese espritu y no puedo estar frente a esta obra sin que se me erice el vello de la nuca. Formidable. ElSir estaba fascinado con la explicacin que acababa de escuchar. Fueron palabras mgicas ante la milenaria estatua griega. Se sinti gratamente impresionado con la emocin manifestada por su sumisa ante aquella obra clsica. La saba como una mujer sensible y ahora descubra que ms instruida de lo que imaginaba. -Afortunadamente a ti no te han decapitado y plant un beso en los labios de putsie a la sombra de la figura de mrmol- es lo menos que te mereces. Fueron a paso rpido hasta encontrar el cuadro de van Eyck. Era una tabla flamenca donde el citado canciller Rolin aparece en posicin orante frente a la Virgen. No es una obra de grandes
dimensiones. -Ahora te toca a ti le dijo desafiante la sumisa- y esto? pregunt en un tono burln pensando en las escasas posibilidades de aquella obra frente a la majestuosidad de su escultura. -Me retas? -se ri de la actitud de su sumisa- me gusta tu capacidad para generar enfrentamientos donde no debiera haberlos. -Lo siento, Amo le dijo en voz baja acercndose al odo para que aquella palabra quedara entre ambos- pero me temo que no vas a superarme y le dio un mordisquito al lbulo de su oreja. -Eres, eres y volvi a rer al no encontrar el calificativo adecuado. Qued absorto durante un momento, mirando la tabla flamenca, antes de empezar. En realidad, putsie no saba hasta qu punto le gustaba el arte a su Seor, ni que se encontraba an tan secretamente complacido por el comentario que le haba escuchado frente a la Victoria de Samotracia. Empez su particular disertacin para justificar la obra elegida: -El canciller era un hombre estricto empez diciendo como si le recordar por un trato personal- recto, incluso severo. As trasciende en los rasgos de su cara que el pintor refleja. Su rostro rgido no invita a la relajacin, ni a la cordialidad y su tensin la traslada al espectador. Es la seriedad personificada. Pero lo ms sorprendente es que mantiene esa postura ante la mismsima Virgen con el Nio en brazos. Nada ni nadie puede cambiarle. No consiente, ni ante la propia Madre de Dios, adoptar una actitud ms sumisa, de recogimiento ante tan importante personaje -hizo una pequea pausa pues saba sin duda alguna qu estaba diciendo y a quin-. Te invito a que repares en el tamao de las dos figuras principales es ms grande el canciller que la propia Virgen! y decidi parar al objeto de no parecer demasiado redicho. A putsie le gust aquella visin que su Amo le mostraba sobre aquella obra de arte. Quiso ms. Permaneci atenta. -El canciller se atreve a mirar frontalmente a la Virgen y, hasta tal punto se plasma su carcter, que la Madre de Dios agacha su cabeza. El cuadro debi haberse titulado La sumisin de la Virgen, pero, la sumisin ante un mortal y, aunque slo sea una obra de arte, esa relacin, ese mensaje, ha quedado as para la posteridad. Las cuestiones tcnicas, calidades de los ropajes, tratamiento del color y la luz, del fondo, del detalle minucioso y otros anlisis que gustosamente hara, las reservar. No tienen importancia en relacin con el motivo que me ha hecho elegir esta tabla. Qued muda. Aquella tabla ya no la vera del mismo modo despus de escuchar a su Seor, por eso era tan especial, por eso ella era su sumisa. El chofer les esperaba a la salida, como le haban ordenado, tras agotar el tiempo que tenan previsto permanecer en el Louvre. No iban a comer en los alrededores del museo. Eran sitios o malos o caros y no les apeteca tomar un kebab entre turistas. No, al menos, en ese momento. -A La Frgate, en el nmero uno de la rue du Bac decidi el Seor.
No quisieron sentarse a la mesa ms tarde de las dos y media. En Espaa ese horario sera normal, en Francia ya estaban cerrando las cocinas. En diez minutos ya estaban frente a la puerta de La Frgate. El restaurante se inscriba en la ms pura tradicin de los establecimientos parisinos. Ocupaba un amplio chafln, frente al Pont Royale, con una amplsima terraza y vistas muy abiertas. Una sopa de cebolla gratinada y unos caracoles para compartir abrieron el apetito. Un carr al tomillo para dos y una botella de Burdeos fueron la parte central de la comida. Tarta tatn flambeada fue el postre elegido. Ya slo quedaban ellos en el restaurante. Desde su mesa, pegada a las soleadas ventanas, podan ver transcurrir melanclicamente las aguas del Sena. Un caf y una infusin, pero que lo sirvan en la terraza sil vous plat. La tertulia de sobremesa, ese da no poda ser de otro modo, fue sobre arte. Dlicieux aprs-midi. Decidieron curiosear escaparates. Tener una tarde de compras. Un vestido negro de terciopelo de tirantes, con sencillas hechuras e innegable elegancia fue el capricho de putsie para la cena de esa noche. Pensaron que era el complemento ideal para los nuevos pendientes de perla. -Deberas probrtelo. -Tu crees?... Espera un momento, no tardar. Sali del probador. Su Seor levant el pulgar. Vieron languidecer el da desde Montmartre. El chfer les dej en la parte baja de la escalinata que conduce a Sacr Coeur. Se lo tomaron con calma. Subieron sin prisa mientras se recreaban en las vistas que ofreca Pars en su atardecer. No se pudieron resistir a entrar en la imponente baslica que preside la colina. Tan blanca, tan curva Muy respetuosos, dejaron de hablarse en su interior. Al salir respiraron de nuevo aire puro en el ocaso de la tarde. Callejearon por la parte trasera, bajando por las escaleras que ya iluminaban las pequeas bombillas entre sus adoquines que imitan las constelaciones estelares. Llamaron al chfer para que pasara a recogerlos.
A la luz de las velas La asistenta haba preparado cuidadosamente todo en la habitacin a falta del vestido que acababan de comprar. Un bao caliente y humeante, con diez centmetros de espuma les esperaba y docenas de velas cuyas llamitas punteaban sobre el pulido mrmol travertino reflejando su titilante luz. Presida el conjunto un gran jarrn con dos docenas de rosas rojas que expelan un ligero aroma floral. El momento se complet cuando empez a sonar, con volumen dbil pero con claridad, una seleccin de canciones de Aretha Franklin. Cerraron los ojos y se dejaron envolver por las notas aterciopeladas del soul en su pequeo mar de espuma y tibieza. Los minutos compartiendo la amplia baera se sucedieron sin darse cuenta. Pasada casi media hora, putsie dio por terminado el bao y esper a su Seor para tenderle el albornoz. Quiso maquillarse ella misma, como sola hacer, muy natural y estren el vestido. l esperaba en la planta inferior de la suite duplex para verla descender por las escaleras. Apoyados los codos en los reposabrazos del silloncito, puso sus manos delante de la boca para tratar de disimular el asombro que sinti al verla vestida de terciopelo negro. -Te gusto? pregunt mientras se daba media vuelta toda coqueta ella. No supo muy bien qu contestar. Se sinti en uno de esos momentos en que se debe acertar con la respuesta adecuada y, adems, no tardar mucho en dar con ella. Saba que estaba esperando una contestacin y deba ser rpida. Notaba que el tiempo se le estaba agotando y tema tartamudear. Finalmente, como una luz, se le ocurri decir algo. -Esta noche -par para darle emocin y porque todava no tena claro si era sa la mejor de las propuestas- vas a cenar con tus bragas en mi bolsillo. -Como quiera mi Seor y se dispuso a quitrselas cuando todava le quedaban cuatro escalones por bajar. -No la detuvo- no ahora ni mucho menos aqu. Ya te dir. Cruzaron Pars de noche hasta dar con La Gare, una antigua estacin de tren reconvertida en un curioso restaurante frente a los Bosques de Bolonia. Su estructura, como antigua estacin de tren, le confiere una extraa personalidad con techos altos de los que penden largas lmparas cilndricas y una especie de tapices. En el centro de la otrora ferroviaria nave, se ubica un curioso reservado que slo se asla del resto del local por unos cortinajes rojos sujetos a unas barras curvas elevadas formando un crculo. Al entrar, no pudieron evitar la asociacin visual con las cortinas de bao. En el interior de este reservado se estaba a cubierto de las miradas, pero no completamente puesto que las siluetas, debido a la iluminacin, se dejaban entrever en un juego de sombras y perfiles. Pidieron una cena ligera. Ensalada con vinagreta de Jerez y unas tostas con mi-cuit, mermelada de ruibarbo y algo de ahumados. Picotearon aleatoriamente de los platos combinando sabores segn apeteca en cada momento. La conversacin, como la cena, fue pasando igualmente de un tema a otro.
-Si mi Amo me lo permite me gustara hacer un par de llamadas pidi esperando que se lo concediera. -Por supuesto accedi complaciente. -Quiero llamar a mi marido y a mi primo, quiero saber cmo va todo, tanto en casa como en el despacho explic- si no te importa. -Claro, siempre y cuando no me desatiendas en lo que te pida, lo puedes hacer. Sac su mvil y empez a marcar el nmero de su casa. Cuando quedaban dos dgitos por pulsar, su Amo la interrumpi. -Quiero que te levantes y te quites las bragas mientras hablas con tu marido. Ella ya sospechaba que le pedira lo que quedaba pendiente en el momento ms inesperado. Acab por marcar el nmero de casa y mientras escuchaba los tonos empez a meterse la mano por debajo del vestido para tirar de sus bragas. Cuando estaban por las rodillas contest su marido al auricular. Supo que todo iba sin problemas cuando las tena por los tobillos. Le dese que se lo pasara bien cuando se le engancharon en el primer tacn y le dedic un beso de despedida en el momento en que ya las pona en la palma de la mano de su Dueo. Al colgar le dedic una sonrisa que deca, claramente, eres el Amo ms travieso que podra encontrar. A continuacin se dispuso a llamar a su primo, lo que era ya una llamada de inters profesional pues comparta con l la titularidad del bufete. Haba algn tema que le preocupaba y consideraba que dedicarle cinco minutos en medio de aquella aventura era lo menos que poda hacer. An de pie, sin sentarse, se dio la vuelta para, momentneamente, apartar la vista de su Seor y concentrarse en su trabajo. Apoy una mano sobre la mesa cuando el mvil empez a dar tono. Antes de que le contestaran, su Amo ya le haba atado ese brazo al cuerpo con el cinturn que se haba quitado del pantaln. Cuando escuch la voz de su primo por el auricular, le levant el vestido hasta la cintura y le pinch el coo con el tenedor. Fueron pinchazos muy ligeros pero not el punzante fro del metal. Por supuesto que le desconcentraba para mantener una conversacin medianamente razonable, pero pudo abstraerse lo suficiente como para mostrarse coherente al telfono. Al colgar, se liber de su atadura y se volvi con falsa rabia y verdaderas ganas de seguir el juego. Le baj los pantalones, se arrodill y le mordi el pene. Una risa y un pequeo grito y otra risa. Todo al abrigo de las cortinas del reservado. Un postre de chocolate blanco sobre tarta de queso y sirope de limn verde puso el punto final. Al salir no quisieron reparar en si estaban siendo objeto de miradas de indignacin, envida, curiosidad, cotilleo Tomaran algo en la terraza de La Gare, en su segunda planta. Un distinguido pub que daba a una amplia balconada llena de plantas, farolas, sombrillas grandes y muebles de jardn. El mojito no es, desde luego, muy francs, pero el barman s era cubano. Que sean dos y dos ms. Todo muy animado. Se asomaron desde la terraza, apoyados en su balaustrada de piedra, para ver la calle de noche. ElSir apuraba a pequeos sorbitos la copa que mantena en una mano (los mejores, en un mojito, nunca son ni los primeros ni los ltimos), mientras, con su otra mano, jugueteaba con la cadera de putsie que la saba libre de ropa interior. Se notaba al tacto. Le gustaba ese tacto que evidenciaba la desnudez latente y clandestina bajo la ropa. La lluvia fina, pero que iba arreciando, les oblig a protegerse bajo las grandes sombrillas ahora reconvertidas en paraguas circunstanciales. Era un
pasatiempo genial para una noche lluviosa en Pars. El cansancio, y que empezaba a refrescar en exceso, les hizo considerar que quel era el mejor momento para dar por terminada la velada. A la maana siguiente estaban invitados a la cacera en la finca de Le Petit Palais. Orden al chfer que les llevara de vuelta al hotel pero atravesando por uno de los puentes que cruzan el Sena. Era ya noche cerrada y lloviznaba sin cesar. Al vadear el ro hizo que se detuviera el coche. Era muy tarde y el escaso trfico permiti aquella pequea licencia. Bajaron los dos, sin paraguas, soportando las inclemencias. Se asomaron a la barandilla desde donde podan ver como la lluvia alimentaba el caudal. ElSir extrajo las bragas de su bolsillo, que an conservaba, las levant entre ambos y las movi pendularmente. Luego extendi su brazo hasta sacarlas fuera del puente. Con la otra mano cogi la cintura de putsie y la bes durante el tiempo que tardaron en caer al ro y que se las llevara la corriente. -Es nuestra ofrenda a la ciudad del amor dijo escuetamente.
Un prestigio que defender En diez minutos estaban pisando el hall del hotel. Entraron en la suite. La asistenta les esperaba en la cama para que no la notaran fra. Se despidi para marcharse a su habitacin. Se desnudaron. Se acostaron.
Con las luces de la habitacin apagadas, dejaron descorrida la cortina del ventanal de la habitacin para ver desde la cama cmo las gotas de lluvia hacan carreras deslizndose por el cristal. La iluminacin de la calle daba un tono romntico que les hizo acurrucarse bajo las sbanas. Slo el arrtmico sonido de la lluvia al aumentar su intensidad rompa el silencio. El tacto de la piel era tibio. El de su coo, adems, hmedo. Su perfume an le estimulaba el olfato. El de ese da le pareci elegante y sofisticado. Una inevitable ereccin ya se manifestaba hasta el punto que ella la apreci sobre su muslo. No tard en dedicarle atenciones. -El Amo perdona a su perra el bocado en la polla? pregunt falsamente arrepentida. -El Amo no perdona nada. Si lo dices por si me ha dolido te dir que, al Amo, una perra nunca le puede hacer dao ni queriendo contest con orgullo. -Nunca? -Nunca, jams. Eso es imposible reforz. Se meti bajo las sbanas y busc. Se coloc el pene entre los dientes y empez a presionar de forma progresiva tratando de encontrar el umbral de dolor de su Seor. Le dolan ya las mandbulas cuando not cmo tensaba los msculos del pene hasta hacerle abrir an ms la boca. No se atrevi a emplearse con mayor intensidad. Su Seor no se quejaba, pero ella estaba convencida de que podra acabar dandolo seriamente. Pensaba que, con la presin ya ejercida, con toda seguridad, le habra marcado los dientes. Quit la sbana. Encendi la luz. S. Pequeas marcas rodeaba el grosor del pene de su Seor, pero su cara era impasible. Esper a ver si haba algn tipo de reaccin. Nada, de momento. No es que le obsesionara, ni tan siquiera que le preocupara, pero muchas veces se sorprenda a s misma intentando averiguar qu sera aquello que ms le atraa de su Amo. En las ocasiones en que se haba detenido a pensarlo jams haba logrado desentraar ese misterio. Lo que s tena claro es que le resultaba irresistible. Su mera presencia le llevaba a entregarse en cuerpo y alma. Una palabra suya le bastaba para que su sexo reaccionara y se mostrara receptivo. Cuanto ms tiempo pasaba ms ligada y dependiente se senta de su Seor. Tambin tena claro que una de sus ms notables habilidades era su imprevisible imaginacin y su capacidad por sorprenderla cuando ya haba llegado a la conclusin de que no sera posible ir ms all. En unas ocasiones se trataba de detalles romnticos, en otros momentos, locuras divertidas, tambin invenciones imposibles. Pero aquello no era slo sexo y una caja de sorpresas sin fondo. Andaba meditando en estas cosas, por ensima vez, tras propinarle el bocado ms feroz que jams hubiera dado a un pene. Algo le deca que aquello traera alguna consecuencia. Le daba igual la que fuera. Pero lo deseaba. Se levant de la cama con la polla dolorida y palpitante. No deba dar muestra alguna de la terrible sensacin que sufra. Ni siquiera quiso mirarla. Como si no hubiera pasado nada. Como si no se la hubiera mordido con todas sus fuerzas. La cuestin era que ella dudara seriamente si en verdad haba sentido dolor y hasta qu punto. Tir de la sbana hasta sacarla por completo de la cama. Con ella li a putsie de cintura para arriba. En la parte superior le dej espacio suficiente, como si se tratara de un gran globo, para que pudiera respirar y ver al trasluz la escasa claridad que llegaba desde la ventana. Con la misma sbana le at los brazos que quedaron pegados al cuerpo. En ese momento se mir el pene. La ereccin segua siendo tan digna como para sacar un molde y hacer vibradores de silicona, a no ser por las marcas recientes de los dientes. Incluso por una de ellas le pareci que
sangraba un poco. No iba a castigarla, ni a vengarse. Claro que no. Pero an le dola y a pesar de eso le deba un buen polvo. La vio con la sbana liada a la cabeza y medio cuerpo maniatado. Le estaba esperando. Quiso besarle su sexo y que probara la calidez de su lengua. Le segua doliendo mucho, pero la tena que penetrar. No iba a renunciar a su derecho ni a decepcionarla. Tena un prestigio de Amo que defender. Estaba muy excitado. Pens en lo guapa que la haba visto durante todo el da. Empez a penetrarla y ella gimi en su crcel de tela. Le dola el pene pero el placer eclipsaba cualquier otra sensacin. Dola, pero empuj hasta que entr todo... joder!
Caf y pan tostado Sin abrir los ojos se arrebuj entre el amasijo desordenado en que se haba convertido la funda nrdica y la sbana. Haban abierto la ventana, y el fresco matutino de Pars, tras la lluvia de la noche, invadi la suite dplex a gran velocidad. Intent refugiarse en la calidez de la cama. Sin abrir los ojos emiti un gruido reclamando la presencia de su Seor. La respuesta fue el sonido de la ducha. Se conformara regalndose los mejores minutos de la maana holgazaneando en la inmensa cama que ahora era slo para ella. Pens que, al menos, durante el tiempo suficiente hasta que la ducha quedar libre. No fueron ms de cinco minutos. La asistenta, que ya andaba por la suite, la sac de su ms dulce pereza. La hizo levantar. Orden del Seor.
Medio zombi camin hasta la ducha. Llevaba un cortito camisn transparente de una ligersima tela en blanco roto con pequeos bordados en azul marino enmarcando el escote. Su Amo la vio aproximarse a pesar del vaho que enturbiaba las paredes de la cabina. Apoy su cara para que le viera en la horrible mueca que todos tienen cuando la estampan contra el cristal. Le ro la ocurrente payasada y le imit. Era una forma de desear los buenos das con buen humor. Se dej desnudar por la asistenta que a continuacin le abri la puerta de la ducha y la empuj suavemente a su interior. Un par de grados ms que la temperatura de su cuerpo le dieron la bienvenida en forma de lluvia. Un enorme dispensador desde la parte superior rociaba ambos cuerpos. Era un agua clida, relajante Adems los chorros laterales masajeaban con delicadas punzadas otras partes de su anatoma que iban variando en funcin del movimiento. Por si fuera poco, haba msica dentro de la cabina. Jams haba considerado ms oportuna la banda sonora original de Memorias de frica. Se ducharon mutuamente. Con compaerismo. Casi como un acto social de relacin personal. Evitaron cualquier connotacin sexual. Fue una operacin de higiene sin ms. A ambos les divirti que fuera as aunque no estaba pactado. Dos albornoces y dos toallas enormes de algodn fueron dispuestos por la diligente asistenta. El penetrante aroma de pan tostado y caf recin hecho les salud. Vena desde abajo. Se calzaron unas cmodas zapatillas de rizo y bajaron para compartir el desayuno. Sentados junto a la ventana, contemplaron los coches y la gente cuyas figuras se reflejaban en los charcos de la lluvia de la noche anterior. Como adolescentes enamorados se prodigaron mimos: te unto la tostada, te pongo el azcar Una sonrisa de complicidad. Un sorbo de caf con leche. Un beso de buenos das. La asistenta, tras preparar la ropa de ambos, se dedic a acicalar a putsie hasta que su aspecto fue el apropiado para salir a la calle desde un hotel de la parisina Rue Cambon. Los dos se vistieron de manera casual con jeans, calzado deportivo y jerseys de cashemere. Ella obtuvo permiso para llevar gafas de sol. Media hora tardaron en abandonar la suite. Esperaron en el hall del hotel hasta que apareci un microbs. El chfer les avis de que haba llegado ya su transporte. Subieron.
Camino de Bois Brle Al quitarse las gafas de sol comprob que en el microbs se encontraban todos los asistentes a la sesin de La Maison. Cruz la mirada con varios de ellos sonrojndose al ver a Chuan y salud en general. Todos sin excepcin participaban en la cacera. Para putsie era toda una novedad pues no haba cazado nunca. De hecho, jams haba tenido en sus manos un arma de fuego. En una ocasin, siendo mucho ms joven, acudi a una batida de jabales y venados, y aquello le horroriz. Saba que se trataba tanto de un acto social como de un deporte y con esa idea lo encaj preguntndose si su Seor participara activamente. El microbs serpente a travs del trfico hasta que pocos minutos despus ya circulaban fuera del ncleo urbano en direccin noroeste. La conversacin se animaba o decaa por momentos. Los dos asientos delanteros los compartan Bernard y el taxateur. Alguien coment que en una ocasin tuvo la oportunidad de participar en un safari en Tanzania, lo que fue seguido con escaso inters por los pasajeros. De todas formas, la experiencia la cont de principio a fin. Ms de una hora de autobs da
para mucho. Algo de msica de Yann Tiersen ameniz el ambiente pero, justo cuando pareca que iba a cundir el desnimo, Bernard tom el micrfono para sacar a los presentes del aburrimiento. -Buenos das a todos de nuevo. Permtanme que una vez ms reitere mis disculpas por el inesperado incidente de la noche de anteayer. Agradecerles dijo mirando a todos y cada uno de los invitados- que hayan aceptado las compensaciones ofrecidas por La Maison. Como bien saben han sido invitados a una cacera que deseamos fervientemente resulte de su agrado. Nos encaminamos a una finca propiedad de la organizacin: Le Petit Palais, ubicada en el Bois Brle. Espero que finalizada la jornada su satisfaccin sea completa. Tan pronto lleguemos, visitaremos brevemente las instalaciones y se servir un ligero almuerzo en el saln principal. Luego, por la tarde iniciaremos la cacera. An tardaron ms de una hora en llegar hasta Le Petit Palais, que nada tena que ver con su homnimo de Pars, sede del Museo de Bellas Artes. Nada que ver en ningn sentido. Se trataba de una mansin de estilo alto renacimiento francs con tejado de pizarra y numerosas ventanillas abuhardilladas. La fachada, imponente, en orden simtrico exhiba de forma razonada la disposicin de las ventanas de sus tres plantas. El cuerpo central del edificio, plano, una dos torreones en ambos flancos rematados en tejado cnico tambin de pizarra. Una elegante y ancha escalera daba acceso al palacete y, como no poda ser menos, unos cuidadsimos jardines y fuentes preludiaban las inmediaciones de tan aristocrtica construccin. El teln de fondo lo acotaban masas frondosas de conferas que delimitaban los prados verdes que se extendan por la finca. Un escenario perfecto para rodar una pelcula sin tener que recurrir a ni a un solo artificio de tramoya o decorados. Simplemente perfecto. El microbs se detuvo frente a la escalera principal. Bajaron todos como si se tratara de un grupo turstico que visita los castillos del Loira. Bernard muy en su papel de gua los reuni a todos en un corrillo improvisado. Estaba claro que anhelaban conocer el siguiente paso. -La Maison les da la ms cordial bienvenida a Le Petit Palais. Se trata de una finca de 80 hectreas que combina prados y un bosque, adems de la zona que ocupan los jardines y el propio palacio. Tal y como saben todos dijo arqueando las cejas de un modo sospechoso- se va a celebrar una cacera. En primer lugar ruego a los Amos que me sigan. Les mostrar el pabelln de caza con su interesante coleccin de armas antiguas. Las sumisas, por su parte, guiadas por nuestra encargada de jardines, recorrern el singular invernadero e instalaciones anexas. Al finalizar, se ofrecer el almuerzo. De nuevo tuvieron que separarse Amos y sumisas. Le plant un beso en la frente un beso un tanto extrao. Ms sorpresas?
El invernadero Las sumisas dieron un breve paseo por algunos de los arriates de los jardines que rodeaban la casona. Apenas unas sucintas explicaciones sobre las distintas variedades. Pareca que la encargada tuviera prisa por acabar la visita que, por otro lado, tampoco despertaba en el grupo ningn inters particular. Al poco entraron en el invernadero. Una primera estructura metlica acristalada daba acceso a otro pabelln construido en sillera con el que se comunicaba al fondo. Pasaron por el invernadero casi a la carrera, sin detenerse, hasta que llegaron a la nave anexa. All no haba ni plantas ni flores. Slo unos bancos de madera y una vieja conocida: la matresse. A putsie, por su fra mirada, le record al ama de llaves de Rebeca. -Es para m un placer volver a saludarlas seoritas. Mi felicitacin por su exquisita y esmerada educacin, por los modales exhibidos como sumisas. Como bien saben, han sido invitadas junto con sus Amos a una cacera y par para recrearse en el momento y generar la mxima tensin-, me complace informarles de que son ustedes las piezas a cazar y sus Amos los cazadores. No fue posible evitar un murmullo entre las seis sumisas, si bien ninguna se atrevi a pronunciarse por encima del resto. La matresse impertrrita continu hablando:
-Por si alguna de ustedes cuestiona si debera o no prestarse a ser pieza de caza les comunico que tengo consentimiento firmado por parte de todos sus Amos. Ninguna de ustedes puede, por tanto, negarse a participar. De nuevo un murmullo de exclamaciones de sorpresa donde se pudo escuchar alguna palabra suelta como cabrones o expresiones como no me lo puedo creer. En ese momento, putsie especul acerca del contenido de la carpeta con la que sali su Amo de La Maison dos noches atrs. Jurara que all haba estado todo y ahora se revelaba su contenido. -Si desean protestar adelante, pero salvo ponerse en evidencia ante el resto nada ms conseguirn. Cada una de ustedes es propiedad de un Amo y es Su voluntad la que prima. Les aconsejo, en cambio, que se concentren en memorizar las reglas del juego que les voy a explicar que a buen seguro les sern de gran utilidad esper a que de nuevo se hiciera el silencio antes de continuar y decidi puntualizar alguna cuestin que en ese momento juzg importante recordar-. Queridas seoritas, ustedes no son absolutamente nada ni lo que visten, ni lo que piensan, ni lo que consta en esa documentacin civil de la que intencionadamente se las ha despojado temporalmente. No son ni tan siquiera lo que creen ser en realidad su existencia se limita a ser la imagen especular de aquello que sus Amos desean poseer en cada momento. El da en que cada una de ustedes acept el collar de sumisa puso en manos de su Seor todos sus derechos, cada rincn de su esfera ms ntima y personal. No hay ms voluntad que la del Amo. El Amo es quien tiene el poder del goce y el sufrimiento en cada instante y aspecto de sus vidas. Proporcionarle el placer y diversin que merecen es el faro que debe guiar cada uno de sus actos las mir a todas de hito en hito y no encontr ni un solo gesto de contrariedad. Todas saban que lo dicho era rigurosamente cierto-. En este da van a vivir la persecucin, el acoso, el cerco y, en el peor de los casos la sensacin de ser abatidas. Como pueden imaginar, el cazador que cobra una pieza es propietario de la misma y tiene derecho a retirarla para su beneficio. Creo que en este sentido no es necesario que siga. -Disculpe matresse, qu significa retirarla para su beneficio? quiso saber quien haba vestido dos noches atrs como una catwoman y que pareca tener cierta confianza con ella. -Pues en realidad, hasta la hora de la cena, que se servir a las once, podr llevrsela al stano del palacete y, cranme, les aseguro que conviene esconderse bien hasta que den las ocho, momento en que la cacera quedar ya suspendida. Efectivamente, habra sorpresas que no queran ni imaginar. En ese momento le vino a la memoria alguna de esas frases famosas de las que casi nadie recuerda el nombre de su ilustre autor. Era algo as como no hay triunfo sin peligro ni victoria sin renuncia, sufrimiento y entrega. Y al pensar en esas palabras entendi que ese peligro, que sin duda alguna ahora se cerna sobre ella y sus compaeras de aventura era, al mismo tiempo, el inapelable triunfo del inters que en cuerpo y alma pondran sus Amos en su bsqueda. Ms, si caba, que el que ellas como sumisas entregadas pudieran ofrecer. Por otro lado, tambin gozaran de su particular victoria, de sa que dicen que no existe sin renuncia, sufrimiento y entrega. Y de eso, todas las all presentes, saban mucho. -Bien -sigui ahora detallando instrucciones de utilidad- en primer lugar las piezas, es decir, ustedes, van a ser equipadas. Vestirn un mono de gruesa tela, unas botas de montaa, un casco de
kevlar y una visera transparente de metacrilato irrompible. se ser su uniforme. Tienen terminantemente prohibido quitrselo desde el mismo instante en que se les entregue. Slo una cosa ms, la ms importante, se les facilitar a cada una un diminuto auricular que emitir una seal cuando un cazador se encuentre a menos de 150 metros. Podrn moverse en libertad dentro de una amplia extensin vallada a la que no pueden acceder fsicamente los cazadores, pero s en cambio sus proyectiles. Adems hay una zona en el corazn de este recinto, que denominamos La Reserva, donde podrn estar a salvo. Pero slo durante perodos cortos. Exactamente diez minutos. Pasado ese tiempo el mismo auricular producir un agudo y desagradable sonido hasta que la abandonen. Una vez fuera de La Reserva, traten de ponerse a salvo de los proyectiles. Hizo de nuevo una pausa pues saba por experiencia que esta ltima parte iba a plantear ms de una pregunta. -Cmo? Nos van a disparar? Qu significa proyectiles exactamente? exigi saber la sumisa del Amo argentino. -En verdad no hay nada irreversible, ya lo saben, nada de qu preocuparse, ningn Amo admitira que se daase su propiedad, pero a partir del momento en que las soltemos por la finca, aconsejo que eviten a los cazadores. Ellos las perseguirn equipados con fusiles de aire comprimido de largo alcance. La municin consiste en unas bolitas de pintura. Los proyectiles de cada uno se distinguen por teir, tras su impacto, con un color distinto. Si alguna es capturada o alcanzada por algn disparo la pintura marcar su indumentaria y, a partir de ese momento, se la considerar pieza cobrada a favor del Amo que acredite ese color. Si logran escapar de los cazadores o permanecer escondidas sin ser descubiertas hasta las ocho de la tarde, quedarn libres. Insisto, el equipo que se les proporciona es una proteccin bsica. Reitero la prohibicin de quitarse cualquiera de sus piezas. Es una cuestin de seguridad, los proyectiles no son peligrosos, pero tampoco totalmente inofensivos para animales tan valiosos como lo son ustedes. En ese momento un grupo de sirvientas entr acarreando unas bolsas de viaje, una para cada sumisa, en cuyo interior se encontraba el citado equipo bsico que se tenan que poner. Se vistieron y seguidamente se les sirvi un aperitivo. Tan pronto lo consumieron se abri una puerta lateral por donde soltaron a las seis sumisas. Desorientadas, empezaron a correr hacia la espesura del bosque. El sol estaba en todo lo alto. Era la una y media del medioda. -Suerte les dese a modo de despedida.
Instintos Un completo equipo de camuflaje, un subfusil alimentado por una botella de aire comprimido y una pequea mochila para guardar la municin extra era el kit facilitado a cada Amo. Parecan un comando sacado de una pelcula de Rambo. Alguno de ellos lo pens, no dijo nada, pero una sonrisa le cruz la cara. La cacera no iba a ser, ni mucho menos, tan fcil como un pim, pam, pum de feria. Las presas podan detectar la presencia de los cazadores a travs de diminutos transmisores ocultos en diversas partes de su equipo. Eso las equiparaba a los animales que con sus finos sentidos pueden oler, escuchar o ver en largas distancia a sus depredadores. Eso les explic Bernard mientras consultaba el planning de la jornada. Todos atendieron sus explicaciones: -Es irrelevante, en este caso, caballeros, que les guste o no la caza. Lo importante es sentirse cazadores. Ya lo vern, va a reafirmarles en su condicin, alimentar ese ego, su calidad de Dominantes, porque el que caza siempre ocupa en la escala trfica una posicin ms elevada que su presa. Hoy tendrn la oportunidad de encaramarse hasta lo ms alto, puesto que van a cazar la mxima pieza: hembras humanas. En algn recndito lugar de sus cerebros se esconde como atavismo gentico latente, la irrenunciable identidad de especie cazadora. Lo que hoy les ofrece La Maison es una regresin a ese instinto primitivo que todo hombre alberga en su interior. Y piensen en el efecto totalmente contrario en las sumisas que ya se esconden desesperadas por los bosques de la finca. El terror de saberse perseguidas, el miedo a ser presas, cazadas, capturadas por una fuerza superior contra la que opondrn su ms desesperada resistencia. Acaso no hay una conexin natural entre el sometimiento y el deseo que va ms all del mbito humano?, por qu los leones muerden la nuca a las leonas cuando las copulan? y dej la pregunta en el aire flotando sobre el silencio de la reflexin.
Flujos de adrenalina es lo que provocaron las palabras del anfitrin. Un aliciente aadido en todos los Amos que ya ansiaban salir del saln donde se estaban equipando y empezar con la bsqueda. De sbito les asalt un instinto que desconocan por rastrear, descubrir pistas, ser ms listos que sus presas, ya no sumisas, y disparar. Empezaban a sentirse como una jaura, como un clan de lobos en busca de sangre. -Las presas pueden esconderse en cualquier punto de la finca que es el autntico coto de caza, si bien se les respetar el tiempo que puedan estar en La Reserva y ustedes tienen terminantemente prohibido acceder al interior de las zonas valladas, aunque pueden disparar desde fuera. Las presas capturadas explic Bernard para aclarar el funcionamiento- sern trasladadas al stano de la casa. All, caballeros, podrn disfrutar de las ventajas que siempre corresponden al cazador habilidoso apuntill con un aire despreocupado. -El stano? Qu hay en el stano? pregunt Kolia. -Ah! el stano, el stano Les aseguro que las posibilidades del stano son francamente muchas y variadas. Ya lo averiguarn llegado el momento, permitan a ste su servidor y anfitrin que se reserve para s esa pequea sorpresa. Y en otro orden de cosas, aclarar que slo est permitida la caza de una nica presa por cazador. Ahora bien matiz con precisin- pueden asociarse varios de ustedes para crear una partida conjunta y compartir las piezas cobradas si les parece ms interesante. Ah, se me olvidaba! un ltimo detalle: la veda se abre a las dos y media de la tarde consult su reloj- y se cerrar a las ocho en punto. Podrn salir en poco ms de veinte minutos. Lo que no se cace en ese tiempo quedar fuera del alcance de los Amos. El stano abrir a las cinco de la tarde y cerrar a las diez. A las once hay una cena de gala para Amos y sumisas. Las habitaciones de invitados para pasar la noche ya estn preparadas. Nada ms. Seores, buena caza! Bernard sali del saln con su habitual solemnidad y dej a un sirviente en la puerta para que autorizara la salida a la hora convenida. Los cazadores templaban sus nervios oteando a travs de la ventana y mirando nerviosos sus relojes. Trataban de hacerse una idea del espacio que ocupaba la finca, de la zona de los bosques, de los prados que alternaban con las masas forestales Imaginaban por dnde empezar a rastrear, a buscar, a intentar sopesar las dificultades a superar y, tambin pero en ltima instancia, a planear cmo disfrutar de los placeres posteriores a la caza. Cinco minutos y se repas por ltima vez el equipo y la municin de repuesto. Cuatro minutos y los segundos parecan no correr. Tres minutos y la sangre empezaba a bullir. Dos minutos y la cara impasible del sirviente que cuidaba la puerta cerrada exasperaba a los cazadores. Un minuto para la autntica cuenta atrs. A la hora sealada, se abri la puerta y salieron todos en tromba. A por las hembras. Ninguna saba con exactitud de cunto tiempo disponan para ocultarse, pues las haban despojado de sus relojes. Tampoco antes se haban tenido que ocultar de nadie de esa forma, nunca hasta entonces haban sido perseguidas. Apenas algn recuerdo de cierto juego infantil, ahora tan lejano, que en esta ocasin careca de relevancia. Tampoco saban con certeza en qu se veran en caso de ser capturadas. Y mientras corran hacia el bosque resonaban en sus cabezas las ltimas palabras de la matresse: las llevarn al stano de Le Petit Palais y, cranme, yo tratara de esconderme bien hasta que dieran las ocho. Tambin generaba no poca inquietud otra advertencia: El equipo suministrado es de proteccin bsica y no es aconsejable quitarse ninguna de sus piezas. Es una cuestin de
seguridad, los proyectiles no son peligrosos pero tampoco totalmente inofensivos. Algunas de ellas pudieron ver a lo lejos cmo los Amos salan en tropel y alcanzaban el prado en direccin a las zonas boscosas. La cacera haba comenzado.
No es tan fcil En una amplsima zona cercada, en el interior de la masa forestal que lindaba con los prados, fue donde se concentraron todas las sumisas que pensaron esconderse en su espesura. Adems, contaba con una elevacin natural del terreno a modo de atalaya que presumiblemente les dara alguna que otra ventaja. Para las presas era una posicin de privilegio que les permita ver a los cazadores mucho antes de que estos las tuviesen a tiro. Tambin escuchaban los pitidos del localizador aunque, algunas veces, ni siquiera era necesario el avisador acstico porque los cazadores ya haban sido descubiertos visualmente. En estos casos era suficiente cambiar de zona, sin demasiadas urgencias, con el nico fin de no estar a la vista. Por su parte, los cazadores deban dar rodeos al permetro de la zona vallada, con la esperanza de sorprender a alguna sumisa. Misin imposible cazarlas en estas condiciones. No pudieron tener a tiro ni a una sola. Cuando los Amos empezaban a impacientarse, Bill consigui convocar a Mario, Kolia, Chuan y ElSir a fin de disear una estrategia conjunta aunando inteligencias y esfuerzos. Decidieron que la primera medida a tomar sera desprenderse de toda su ropa al objeto de no ser detectados por los localizadores electrnicos. Seguidamente, actuar en equipo. Dos de ellos acosaran mientras el resto esperara agazapado en la parte opuesta prestos a disparar cuando tuvieran blanco seguro. Vistos los lamentables resultados obtenidos hasta el momento a todos los pareci que, al menos, bien mereca la pena intentarlo. Bill y Chuan se despojaron de toda su ropa, -exceptuando el calzado y los boxers-, y salieron a la carrera, fusil en mano, a explorar. Pensaron que era lo mnimo que podran llevar con la duda razonable de si las propias botas o el arma pudieran tambin ir marcados con algn tipo de localizador. Cuando estaban a punto de bordear el lado Este de la zona vallada, visualizaron a lo lejos a la sumisa de color. No les haba detectado, pero rpidamente se detuvo y empez a mirar a su alrededor. Les estaba buscando. Pareca claro que la poca ropa que an les restaba continuaba de algn modo delatndolos. Deberan quitrselo todo. Regresaron junto al resto de cazadores compartieron con ellos su descubrimiento. Esto les dio muy buenas ideas. Para empezar se desnudaron todos por completo y decidieron no llevar tampoco las armas. Si sus sospechas eran ciertas, las sumisas no se acercaran a los lugares desde donde les diera aviso acstico sus localizadores. Otra cosa es que esa seal se correspondiera exactamente a los cazadores o a sus ropas o complementos.
Desnudos y descalzos, cubrieron sus cuerpos con barro para camuflar con el entorno sus pieles insultantemente blancas. Se contemplaron unos a otros. Parecan protagonistas de un documental de National Geographic. A ElSir, todo aquello le recordaba alguna escena de El seor de las moscas de Willian Golding, no slo por la esttica mostrada en su adaptacin al cine, sino por aflorar esa reminiscencia primitiva que el ser humano nunca ha borrado por completo respecto de su impulso a organizarse y pertenecer a una tribu o clan. La estrategia grupal que se decidi consisti en hacer pensar a las sumisas que los cazadores se aproximaran, cuando en realidad las seales seran emitidas por los localizadores ocultos en las ropas. Supusieron que por precaucin y miedo las sumisas, en lugar de pensar, empezaran a correr en direccin contraria a las alertas respondiendo a su instinto de supervivencia. Todos participaban de la misma estrategia conjunta. Bill y Chuan resolvieron azuzar a las sumisas para iniciar el engao. Se trataba de confundirlas para que creyesen que los Amos haban saltado el lmite prohibido, inducindolas a huir en direccin opuesta hasta donde, con evidente maldad y alevosa, se encontraran acorraladas e indefensas frente a sus disparos. Para ello, recogieron la ropa de todos, pusieron piedras en su interior para voltearlas y lanzarlas con fuerza al interior de la zona vallada. Desde all los localizadores ocultos mandaban seales de proximidad que eran interpretadas errneamente por las sumisas. Progresivamente se reduca el espacio por el que se podan mover hasta ser empujadas hacia el rea ms estrecha del recinto vallado. Los ojos de los Amos rezumaban emocin con la persecucin. Sus cuerpos saltaban entre las rocas y esquivaban en carrera algunos arbustos. Todos sus msculos estaban en tensin como nunca antes recordaban, se sentan como animales que formaran parte natural del entorno. De tanto en tanto soltaban algn alarido gutural, primitivo, como expresin de triunfo, del acoso que estaban llevando a cabo que no haca otra cosa que aterrorizar an ms a sus presas. Les enardeca saber que iban a cazar la manada entera. Las sumisas, por su parte, tambin se haban organizado, desplegndose de forma concntrica dentro de la zona reservada. Trataban de mantener contacto entre ellas a fin de que, tan pronto detectaran alguna presencia, la informacin se compartiera inmediatamente con las dems. La sumisa de Mario fue quien dio la primera alarma. Su avisador acstico se volva loco. A los pocos minutos empez a sonar con numerosos pitidos. No le cupo la menor duda de que los cazadores haban entrado en la zona prohibida y tena que avisar a toda prisa. En su carrera dio aviso a todas. La sumisa oriental sugiri que fueran juntas a la Reserva hasta comprobar qu estaba pasando exactamente. No se atreveran a entrar a la Reserva, aunque, segn pareca, tambin tenan vedado el acceso a la zona vallada y todo indicaba que haban entrado. Se atrincheraron en la Reserva. Se trataba de un espacio reducido en comparacin con la amplsima zona vallada. Unos escasos 3.000 metros cuadrados con unos veinte rboles y algn peasco que les pona a salvo. En teora all no tendran nada que temer, pero por tiempo limitado. Esperaran los diez minutos que se les permita permanecer. Ninguna llevaba reloj. Poco a poco fueron recibiendo nuevas seales acsticas. El miedo y el pnico hicieron aparicin. Todas estaban muy asustadas. En las primeras horas todo haba ido muy bien, los evitaron con facilidad y se mantuvieron fuera del alcance de sus fusiles. Los cazadores no haban tenido ni opcin de dispararles. Ahora, malditos tramposos, iban a por ellas.
-Es evidente que han infringido las reglas. Es intolerable protestaba indignada putsie mientras el insistente aviso acstico en su auricular era cada vez ms potente - no pueden, a su conveniencia, alterar de forma arbitrara las normas segua diciendo como buena abogada-. Es inadmisible y esto no va a quedar as. Me da igual si somos sumisas o no lo somos. No vamos a aceptar trampas. -Tiene razn se sum la sumisa de color- yo tampoco voy a aceptarlo. Podemos ceder nuestra voluntad, la soberana sobre nuestro cuerpo, pero jams me han tomado el pelo de esta forma y desde luego sta no va a ser la primera vez. Mientras discutan acaloradamente, los pitidos en todos y cada uno los auriculares eran cada vez ms insistentes. El estado de nerviosismo aumentaba y ya rozaba el rango de ataque colectivo de histeria. Esperaban que de un momento a otro aparecera una partida de caza entre la espesura del bosque. Casi los podan ya ver. Finalmente, un zumbido de frecuencia superior al umbral del dolor las oblig a salir de la Reserva. Haban agotado el tiempo y ahora s estaban indefensas. Salieron todas a la carrera, con la mayor celeridad que les fue posible, huyendo del territorio donde con toda seguridad, los Amos tramposos se encontraban pisndoles los talones. Les quedaba poco ms de una hora para el fin de la cacera pero lo ignoraban Tendran tiempo suficiente an para esconderse? Quedara suficiente espacio por delante como para seguir escapando? Aceptaran las lgicas protestas por haberse incumplido flagrantemente la norma bsica que impeda a los Amos acceder al recinto de sumisas? No. Desde luego que no. Ahora correran y se esconderan, pero la batalla posterior iba a ser a degello, no estaban dispuestas a dejarse tocar ni un solo pelo por unos tramposos. Palabra de sumisa. Palabra de mujer.
Acribilladas Haban ido lanzando ropa y botas por encima de la valla para que pensaran que los Amos cada vez estaban ms cerca. Evidentemente no la haban saltado, pero ellas deban creer que s haban violado ese lmite y que iban a por ellas. Nada de eso. Pero el ardid logr el efecto deseado. Las sumisas estaban aterradas e indignadas y en su desespero por salir corriendo ni pensaron,- inocentes!-, que todo era una encerrona, una burda emboscada. Se vieron literalmente acribilladas. Todas. En bloque. Recibieron tanta pintura como sorpresa. Casi haban sido fusiladas a placer Cmo podan estar all todos? De dnde haban salido? Cmo haban sido capaces de dar un rodeo tan rpido si saban que les venan pisando los talones y ahora los encontraban de frente? Cayeron todas. Y como resultado del acuerdo, todas estaban impregnadas con los seis colores de los seis Amos. Los que prepararon el seuelo cedieron sus fusiles a los tiradores para disponer tambin de derecho sobre las hembras cazadas. Ahora las seis sumisas parecan cuadros abstractos. El engao haba sido un xito. Capturadas en manada, limpiamente. Ellas se sintieron ganado salvaje, sometidas de verdad. Algunas empezaron a comprender con exactitud la jugada. Los Amos iban totalmente desnudos. Haban sido perseguidas por sus ropas! Dos pick-ups con jaulas en el remolque entraron en la zona vallada. Cargaron a las sumisas. Con sus monos pintarrajeados de colorines y prisioneras en las jaulas parecan sacadas de un circo, mezcla de payasos y leonas. Las que no estaban sentadas con la cabeza agachada, asomaban sus caritas suplicantes entre los barrotes a los que se asan para no perder el equilibrio. Las camionetas se pusieron en marcha. El stano era su destino. Bill sac seis puros. Uno para cada uno. Qu ms daba si no fumaban! Las dos camionetas pararon en el lateral del edificio. Abrieron las jaulas y bajaron. A pie de calle les reciba la matresse. Algo en su mirada denotaba decepcin por no haberse salvado de la cacera ni una sola de las sumisas. Un grupo de prisioneras uniformadas, temblorosas y asustadas, se presentaba acribillado a manchas de colorines que les confera cierto aire pueril. Las contempl durante un tiempo y tras suspirar de manera enigmtica las condujo por unas escaleras descendentes que daban acceso a una estrecha puerta, tan estrecha que las oblig a pasar de una en una. Tras cruzar un pasillo entraron a lo que pareca un vestuario de instalaciones deportivas. Unos austeros bancos metlicos y duchas comunitarias con algunas perchas en las paredes. Unas sirvientas les ofrecieron toallas y jabones. Todas compartieron las duchas colectivas como si fueran compaeras de un mismo equipo de baloncesto que acababan de perder un partido.
El stano de el kaiser Cuando se estaban secando entr un nuevo grupo de criadas acarreando cepos de madera, de los que se usaban para los condenados en la Edad Media. Cerraba el cortejo el personaje que se present a s mismo como El kaiser, el maestro del stano de Le Petit Palais. Recrendose en la tarea con indisimulado placer, coloc personalmente los cepos, uno tras otro, vctima a vctima, de modo que muecas y cuello quedasen bien atrapados en aquel artilugio. Para terminar, se asegur de que cada cierre estuviera asegurado con un viejo y oxidado candado. El kaiser pens que una cacera con tan glorioso xito en cuanto a nmero y calidad de piezas cobradas, bien se mereca un extra. Se encar a una de las sirvientas, que rauda y sigilosamente le acerc un cesto de mimbre. S, claro que s. Extrajo a cmara lenta seis mordazas, de modo que ellas pudiesen verlas bien para anticiparles el tormento y subir un peldao ms en la escala de su miedo. Con mayor deleite si cabe que en la tarea anterior, las ajust delicada pero firmemente en las bocas de las chicas. Descalzas, sin otra prenda que el cepo, y amordazadas con gag-balls, una tras otra enfilaron un nuevo pasillo hasta llegar al stano: el reino de El kaiser. Se trataba de una estancia alargada, con techo abovedado que permita ver la crudeza de los sillares de piedra. Unas ventanas en la parte alta apenas dejaban adivinar que el da ya acababa, por lo que unas lmparas industriales se ocupaban de iluminar el recinto. El kaiser imprima un extrao acento a cada una de sus rdenes, lo que le confera cierto aire teutn que cuadraba muy bien con su apelativo. Las oblig a ponerse de cara a la pared, donde se extenda una gruesa viga de madera a media altura. Todas tuvieron que inclinar sus cuerpos cuando fij all los cepos. Al acabar con la ltima, se retir para que su campo de visin abarcara los seis culos, seis bonitos culos de perra sumisa. Se complaci en ver la variedad de formas que presentaba el conjunto perfectamente alineado. Corrigi a alguna para que mantuviera las piernas abiertas en el ngulo que consideraba correcto. Deban presentar una imagen lo ms uniforme posible mientras en su mente se repeta como un mantra: muy quietecitas, bien calladitas, culitos al aire. El kaiser los mir uno por uno. Esta cacera haba cundido y ofreca una excelente coleccin de trofeos humanos. Rara vez los Amos concentraban tantas piezas cobradas en una sola batida. S, los culos eran francamente estupendos y a l le gustaba admirarlos en esa posicin. En alguno de los casos, no slo poda ver los culos en todo su esplendor, sino que las vulvas se encontraban abiertas como un molusco bivalvo. Poda oler el deseo. Poda oler el miedo. El miedo de ellas, tan vulnerables y totalmente sometidas, le provocaba una borrachera de endorfinas. Solt una carcajada repentina que reverber siniestramente en la sala, y llam a otra sirvienta. Casi al instante volvi la muchacha con otro cesto de mimbre. Esta vez las prisioneras no le vean, sobraba la teatralidad, pero l disfrutaba plenamente el momento que era slo suyo. Al tiempo que tomaba el cesto dijo: Zorras. Mejor zorras que perras y cubri cada indefenso ano con un plug del que penda una hermosa cola de zorro. Resultaba ser El kaiser un fetichista de los culos, pero aquellos no eran de su propiedad. Para no tentarse se mantena a una distancia prudencial que evitara ni tan siquiera rozarlos. Aunque le arda el alma no poda acariciarlos, besarlos, morderlos Sin embargo, tena el encargo de que fueran ligeramente azotadas, pero para evitar aquella latente tentacin de abalanzarse sobre las presas, traspas esa tarea a la matresse. En verdad, un privilegio cedido, pues a l le corresponda como maestro y seor absoluto del stano. Era la mejor solucin pues conoca los impulsos incontrolables que no podra reprimir si empezaba a azotarlos personalmente. A peticin propia, en su enorme butacn, fue atado por las sirvientas para poder mantenerse al margen. Esa sensacin adems, le
supona una excitacin aadida: saberse atado sin posibilidad de participar en lo que l mismo haba preparado. La escena tena un parentesco claro con Ulises y los cantos de las sirenas. Las sirvientas empezaron masajeando con una crema especial los culos de las seis zorras. Era un producto emoliente que protega la piel para que encajaran mejor los golpes de fusta que les iban a propinar. Por supuesto ni pizca de anestsico o analgsico. No fueron golpes fuertes, ni tan siquiera dejaron marcas. La matresse era una autntica virtuosa. Su funcin era, simplemente, evidenciar una vez ms,- como si a estas alturas alguna pudiese dudarlo-, que estaban totalmente a merced de cuanto pudieran disponer los cazadores cuya entrada se esperaba inminente. Recibieron una sesin de fustazos as, abiertas, con la cola entre los muslos y atrapadas cada una en su cepo, sin poder moverse ni un pice o tan siquiera gemir. En la mente de putsie, arrastrada por un conato de delirio, una tonadilla infantil: Seis zorritas, tiene la zorra, seis zorritas que mueven la cola. La cancioncilla reverberaba en su mente al mismo tiempo que, en un esfuerzo por anclarse a la realidad, trataba de recordar el maratoniano programa al que se haba visto arrastrada desde que entr en el apartamento a oscuras. Le maravill el amplio catlogo de experiencias y sorpresas que en pocas horas haba acumulado. Tuvo un recuerdo para los momentos ms romnticos y tambin para las mltiples aventuras en las que se haba visto involucrada. Sin saber muy bien por qu, vino a su memoria en ese instante la imagen de sus bragas cayendo al Sena, dejndose llevar por la corriente. Dud si debera contrselo a su amiga Isabel cuando la viera. Su recuerdo, en aquel instante, como en algn que otro momento de estos ltimos das, le pareca muy lejano, casi ajeno a su existencia, pero en realidad le sirvi en aquel srdido lugar como la nica forma de tener conciencia de su otro yo, del que se corresponda con su vida cotidiana. Isabel, la nica persona, adems de su Amo que saba que estaba en Pars, le vena a la mente, en aquel momento, como el contrapunto que le haca valorar cunto le estaba sucediendo. Le atraa la idea de compartir con su mejor amiga todas aquellas extraordinarias vivencias, pero al mismo tiempo le aterraba que, nadie que no fuera su Amo, supiera detalle alguno del cmulo de experiencias que iba acumulando a velocidad de vrtigo. La puerta se abri y entraron los Amos tal cual haban acabado de la cacera. No podan verles pero sus cuerpos desnudos embarrados les conferan un aspecto amenazador y fiero. Entraron en tropel, en un ambiente de camaradera, como si fueran miembros de la tripulacin de un barco que acaba de atracar despus de meses en alta mar. Charlando amigablemente, haciendo bastante alboroto, soltando alguna risotada y voceando. Una de las sumisas no pudo soportar el nerviosismo y se orin. El kaiser fue atado a su trono mediante correas de cuero en muecas, tobillos, pecho y abdomen. Cuando se supo totalmente bloqueado, y slo entonces, dio la orden. Todo estaba ya listo.
Un festn Al ver a las seis sumisas totalmente preparadas para su disfrute y expuestas como trofeos de caza, hicieron un pequeo corrillo y bajaron la voz para que no supieran de qu hablaban. Los Amos convinieron en compartir la manada capturada y hacer libre uso de ellas. El primer paso fue que cada uno de ellos se colocase justo detrs de una sumisa. El orden fue el mismo que les correspondi por el nmero de sala que se les asign en La Maison. Empez Chuan que se puso tras la sumisa oriental. El segundo fue Bill a quien le correspondi en suerte la muchacha que visti atuendo renacentista. El tercero fue Mario el que supo claramente quien le haba tocado, pues se trataba de la sumisa de
color. Kolia se coloc tras la nmero cuatro que era putsie. En quinto lugar se puso ElSir que iba a empezar con la sumisa pelirroja. En ltimo lugar, Paolo, cerrara el grupo colocndose tras la que visti de ltex negro. Ahora todas desnudas y ofrecindose, parecan ms parejas. Salvo la sumisa negra, por su mayor envergadura y color, el resto casi eran iguales. Cuando se hubieron colocado todos la matresse dio dos palmadas y seis sirvientas fueron hasta donde estaban los Amos. Les eliminaron hasta el ltimo residuo de barro con toallitas hmedas y les practicaron una felacin hasta conseguir que los seis penes presentaran unas estupendas erecciones. Acto seguido aplicaron lubricante a las vaginas de las sumisas y luego se retiraron discretamente. Se miraron todos los Amos, sacaron de un tirn los plugs y al unsono penetraron los seis coos de una sola embestida. Las seis sumisas trataron de soltar un gemido que las mordazas tan bien ajustadas ensordecieron. S se oy, en cambio, el grito de El kaiser que se debata en su puesto, an fuertemente atado, viendo perfectamente cada detalle de la escena. Tres minutos exactos es lo que haban pactado los Amos para cada una de las penetraciones. Pasado ese tiempo la matresse hara sonar una campana para cambiar de sumisa. As hasta completar el recorrido de las seis piezas cazadas. ElSir reconoci a la sumisa pelirroja porque parte de su cabello poda verse por encima del cepo. Al penetrarla encontr su coo muy abierto, demasiado para su gusto. Durante los tres minutos estuvo pensando que estaba excesivamente dilatado, tanto es as que cambio de orificio cuando iba por poco ms de un minuto y le penetr el ano. Lo hizo con mucho cuidado y tras untar con el lubricante sobrante del coo tanto su polla como el culo de la sumisa. Con todo, brotaron sonidos ahogados de la garganta femenina. Ahora consigui mayor placer, adems tena un trasero tan generoso como bien definido. Cumplidos los tres minutos pas a su izquierda para ocuparse de la sumisa-gata. La reconoci y le gust recordar la sesin de haca dos noches. No grit, ronrone y ElSir se relami goloso. Ella, felnamente, balanceaba sus caderas tratando tanto de agradar a su penetrador como de recibir un placer extra acogiendo ms polla en su interior. Le supieron a poco los tres minutos con la gata hambrienta. Tuvo que peregrinar luego hasta la primera de las sumisas. Era la ms menuda de todas y acert al pensar que era la de raza oriental. Al acercarle el pene vio como de su coo manaba tanto flujo que apenas poda creer que fuera todo suyo. Al penetrarla un agudsimo gorjeo a modo de llanto fue la expresin del placer que le generaron los ms de veinte centmetros que presentaba la ereccin de ElSir. Esa especie de llanto le anim a penetrarla cada vez con mayor pasin. Tambin le parecieron escasos los tres minutos con esta hembrita en celo y, adems, cada vez se notaba ms excitado. La campanita le hizo cambiar de nuevo a la sumisa de su izquierda. No saba muy bien quien pudiera ser, pero por eliminacin supuso que era la muchacha con la que coincidieron en la sala de espera el primer da. A la sumisa le temblaban las piernas. Su vagina presentaba una apertura inusual que era una invitacin irrenunciable. No quiso perder ni un segundo, asi fuertemente caderas y la penetr de inmediato notando como el cuerpo de la joven se estremeca con cada una de sus embestidas. El kaiser segua gritando de impotencia y removindose maniatado desde su butacn. Sus reacciones
daban al momento un toque surrealista e histrinico. Casi de locura. Locura de la que todos participaban cumpliendo su papel. La penltima de las sumisas era la negra. Jams haba tenido la oportunidad de hacerlo con una mujer de esta raza. A diferencia de putsie nunca se haba planteado sexo interracial. La examin con la curiosidad de un cientfico, con la emocin de un nio chico. Lo que ms llam su atencin fue que tena una vagina especialmente prieta, o acaso la habilidad de contraer con gran fuerza los msculos internos del perin. Fuera como fuese, su polla qued casi aprisionada. Con cada movimiento senta como si fuera ordeado por la sumisa que emita al comps un sonido grave desde su garganta. Cuando son la campana y sac su pene estuvo seguro de que jams se lo haba visto ni tan grueso ni tan largo. Gran descubrimiento esta hembra. Los gritos de El kaiser resultaban ya molestos, por lo que la matresse orden a dos criadas que lo montaran hasta que se corriera y dejara de dar tanto alarido que ya retumbaba en el stano como si estuvieran haciendo una matanza. Las sirvientas se pusieron a trabajar de inmediato y convirtieron los gritos en gemidos. Hasta tres veces consecutivas tuvieron que atenderle sexualmente las dos criadas, que se iban turnando. Tres orgasmos en apenas quince minutos lo dejaron finalmente exhausto. Toda la excitacin contenida se diluy tras eyacular por tercera vez en la cara de una de las serviles muchachas que aguant estoicamente todo el semen. Luego se desplom, flcido en su silln. Su particular orden de turno acabara con putsie. La hubiera reconocido con los ojos cerrados. Tena el coo colorado y brillante. Muy abierto. Muy lubricado. Se par un momento para contemplarla. Su culo era el mejor de los seis. Not una renovada excitacin por ese triunfo aadido y empez a penetrarla muy despacio, apenas usando la tercera parte de su ereccin. Supo que su sumisa haba descubierto al autntico Amo. Se dio cuenta cuando de su garganta sali algo as como una exigencia. Se sonri y aceler paulatinamente el ritmo. Enmudeci putsie por un momento y empez a mover su culo del modo que le gustaba. Saba con certeza que era su Seor quien la estaba penetrando y an se abri un poco ms de piernas y arque su cuerpo. Decidi premiarla. Un sonido profundo de placer constante sala de su garganta entrecortado por los envites cada vez ms fieros que reciba. El sudor perlaba la frente y el pecho de ElSir que tuvo la sensacin de estar engendrando el propio universo y as fue cuando not la inconfundible sensacin orgsmica que empezaba a recorrer elctricamente su cuerpo y que iba a descargarse enteramente en el interior ms ntimo de putsie. Le propin un cachete en el culo al acabar, tambin un mordisquito como marca de su territorio. Putsie, putsie perrita traviesa dijo para sus adentros.
Machihembrada Seis zorritas, tiene la zorra Qu haca ella, una mujer que conoce como la que ms el terreno que pisa, coherente, reconocida profesional, una triunfadora, ahora amarrada a una viga, presa en un cepo, humillantemente amordazada y con algo peludo bien metido en su ano pendiendo entre los muslos. Contarle esto a Isabel? Dios, antes muerta. Cualquier mujer se hubiera sentido herida en su orgullo, sin embargo, en el caso de putsie aquella humillacin le haca sentir su condicin de hembra como nunca y no una hembra cualquiera. Las vivencias a las que su Amo la haba arrastrado la disparaban a un milln de aos luz de la hembra comn. Era una hembra, hembra. Le dola el cuello y mucho. Le dola el culo. Y no notaba su sexo, agotado por completo en el lmite de su sensibilidad. Como si sus pensamientos hubiesen sido escuchados, unas manos frescas y suaves masajearon la piel de su trasero con alguna crema. El alivio dur poco. La azotaron, y de nuevo su orgullo se resinti ms que su cuerpo. Qu iba a venir ahora? Subastada, usada, cazada Inmovilizada como estaba su campo visual se reduca a la pared que tena enfrente, no poda anticipar ni ver nada ms. Seis zorritas, tiene la zorra la tonadilla
segua machacndola. Aguz el odo y pudo escuchar como se abra una puerta, la del stano. Identific voces masculinas risueas, eufricas, que llenaron el ambiente e imagin un grupo de amigotes de despedida de soltero. No, los cazadores que celebraban su xito. Su Amo, su Seor, se encontraba cerca. Bast esa certeza para tranquilizarla un poco, y recordar que era l quien la haba llevado hasta all. No estaba sucediendo nada que su Seor no quisiera que pasara, no en vano haba depositado en l su mxima confianza y le haba entregado su entera voluntad. Eso le hizo reflexionar: cuanto suceda era voluntad de en quien haba depositado su mxima confianza. Ocurriese lo que ocurriese aguantara el tirn y se aplicara en ser lo que su Dueo esperaba que fuera: Su puta sierva. Esa reflexin propia la llev inmediatamente a establecer una frontera ms entre la igualdad de derechos que defenda a capa y espada en su vida diaria y su necesidad de sentirse sometida cuando se encontraba junto a su Seor. Esos compartimentos estancos marcaban una importante y crucial diferencia y distancia. El sonido de unas palmadas cort el dbil hilo de sus pensamientos. Pasos. Jadeos. No dur demasiado la reflexin. De nuevo unas manos tocaron sin pudor sus genitales. Qu grandsima humillacin incluso en aquel contexto! Untaban generosamente su coo con lo que supuso era un lubricante vaginal. A ella!, que se jactaba de ofrecer un coo siempre listo para la penetracin, la estaban untando como si de una msera tostada se tratase. Lgrimas de rabia amenazaron con brotar de sus ojos. Las trag con amargura sintiendo que la humillante caricia ni mucho menos la dejaba indiferente. Ah! De cuajo, con brusquedad, le arrancaron el plug anal y jurara haber escuchado un coro de risotadas eufricas que prolog una penetracin igualmente brutal. Una nica embestida le clav una polla desconocida hasta el fondo. Unas manos igualmente desconocidas, grandes, gruesas y torpes, pellizcaron sus pezones. La foll, pero no la posey. Amante mediocre con buena polla Una campanita. Mira!, como el anuncio del rezo del ngelus en el colegio de monjas que ahora inoportunamente vena a su memoria. Y otro Amo. Con las uas recorriendo su columna antes de sujetarla fuertemente por los hombros y empezar a penetrarla, poco a poco, avanzando y retrocediendo, como quien no quiere la cosa hasta que su cltoris choc con los cojones de l. La satisfaccin proporcionada fue mayor que con el primero. La excitacin alcanzada tambin. Ding, ding de nuevo la campanita anunciaba cambios. Se sinti ms vaca que yegua, definitivamente ms res domstica que zorra de lujo con un pene normalucho profanando su vagina. No. Este individuo no le gust, y adems le pareci tripn y vulgar, babeando sobre su culo al cubrirla que no follarla. Qu alivio cuando la liber! El tintineo daba entrada a otro captulo de aquella sesin. Dedos largos, finos y posesivos pasaron brevemente por su espalda. No pudo distinguir qu dijo una voz autoritaria pero seguidamente le limpiaron las babas de su culo. Tembl al reconocer a quien tan arriesgadamente haba jugado con ella en La Maison. Su excitacin subi varios peldaos al revivir lo que haba significado pertenecerle por una noche, ser elegida como Su posesin. Muy a gusto hubiera gritado al sentir como le pellizcaba el cltoris. Anguila pequea, pero muy habilidosa. Goz y la hizo gozar. Un pedazo de follador sin duda.
El cansancio haca mella en su cuerpo. No es fcil ser usada sin tregua mientras un cepo y una mordaza te aprisionan. Al menos ya no sufra el plug. Ingenuo pensamiento, su culo volvi a quedar lleno con su nuevo husped de turno. Todos los orificios de su cuerpo aptos para el sexo le haban sido cubiertos si contaba con la con la bola que an conservaba metida en su boca. Estaba muy excitada, tanto o ms que cansada, y se supo viva. Como un buen helado italiano, este Amo la refresc, la satisfizo pero no la empach. Notable alto. Una vez ms el inefable repiqueteo metlico. El sexo ardiendo. Perciba que su coo era un manantial. Senta el flujo brotar, deslizarse por su vulva abierta y finalmente caer al suelo. Con mucho cario una polla la penetr tmida y familiarmente. El tacto inconfundible de dos manos en sus caderas le indic que esta vez s se trataba de ElSir, su Amo y Seor. La polla conoca muy bien los modos y formas que gustaban a su cautiva anfitriona. Lentamente se abri camino, hasta que de repente aument el ritmo y profundidad de la cpula. Ella era Su sumisa, y le correspondi agradecida abrindose ms y haciendo algo que saba gustaba mucho a su Amo. Manifest su deleite con movimientos circulares de cadera, que al contraer el perin estrechaban en el punto justo las paredes de la vagina para proporcionar el esperado y merecido placer a su Dueo. Se saba descontrolada, cachonda y caliente al mximo. A cada envite de l le contestaba con un gemido. Ambos se corrieron simultneamente. ElSir la premi con un cachete y un mordisco que dej una buena marca en su nalga derecha. Se sinti domada, por vez primera y al menos en lo que a sexo se refera, totalmente adiestrada para lo que su Amo dispusiera siempre y en cualquier circunstancia. Y mientras gozaba de aquella polla modlica, disfrut de las dotes de su propietario para tratar a las hembras: sin lugar a dudas, un amante sublime. Cuando se separ de ella, putsie sinti un vaco infinito.
Break Cuando todos los Amos terminaron, fueron conducidos a las habitaciones de invitados que, para tal efecto, haban sido preparadas en Le Petit Palais. Las sumisas quedaron en perfecta exposicin durante unos pocos minutos ms. El kaiser las fue liberando de sus cepos con gran desgana. Una por una. Personalmente. En silencio, como si estuviera apesadumbrado. En realidad, se encontraba totalmente abatido tras la tensin acumulada a lo largo de tan excitante sesin y el trepidante desenlace final del que haba sido objeto mientras se mantena voluntariamente prisionero por mltiples correas. Ahora, apenas le afectaba ver los seis coos expuestos, brillantes, abiertos y chorreantes, donde unos minutos antes los hubiera devorado con la mayor brutalidad imaginable. Las sumisas empezaron a incorporarse al tiempo que trataban de aliviar sus espaldas de la incmoda postura mantenida durante tanto tiempo. Cada una de ellas presentaba un aspecto distinto. Las haba que parecan haber querido mucho ms. Otras an no haban salido de la sorpresa y aturdidas, deambulaban sin rumbo por el stano, desentumeciendo los msculos del mejor modo que se les ocurra. Los seis cuerpos desnudos buscaron distintos acomodos. Unas acabaron por sentarse, otras se mantuvieron de pie, apoyando las dos manos contra el muro de piedra, haciendo estiramientos. Mudamente estaban todas repasando la secuencia desde que bajaron del microbs, en lo que pensaban iba a ser una plcida jornada de cacera y ahora todas trataban de recuperarse de tan singular experiencia.
Otro grupo de sirvientas las condujo de nuevo a los vestuarios tan escasamente apropiados que ya conocan. All se pudieron duchar como si estuvieran en un barracn militar. Este pasaje fue casi una broma pues al acabar se les hizo entrega de unos confortabilsimos albornoces y zapatillas de rizo que vistieron camino del spa y saln de belleza de Le Petit Palais. Las seis compartieron un amplio jacuzzi donde encontraron el momento de relax que todas necesitaban. La ocasin fue francamente placentera, pues acabaron todas charlando y riendo bien ocurrencias, bien repasando pasajes que de una forma u otra haban compartido. De algn modo, desde el punto de vista psicolgico, todas haban terminado por asumir su papel en aquella funcin que levant el teln en el instante en que llegaron a La Maison. La perspectiva del tiempo les haca darse cuenta de ese efecto y a putsie le vino a la mente algo relacionado con el experimento de la crcel de Stanford que le ayud a analizar lo sucedido. Entre pensamientos ms o menos profundos, las seis sumisas fueron alternando el bao turco con el jacuzzi. Posteriormente se les dieron diversos masajes relajantes en una batera de camillas que en una dependencia anexa estaban preparadas. Al entrar les embarg un penetrante aroma de lavanda. A la luz de las velas entrecerraron los ojos, cesaron las conversaciones y se abandonaron mientras unos estudiados masajes distendan pacientemente todos sus msculos y les dejaban el nimo y el cuerpo en la ms dulce laxitud. Una sesin de peluquera, maquillaje, y manicura en albornoz fue la ltima fase de tan relajante episodio. Le pareci increble que la misma casa dispusiera de un saln de belleza propio tan bien equipado. Haba pasado una vez ms, en tiempo rcord, de ser casi una prostituta a una aristcrata. A medida que iban terminando el trabajo con cada una de las sumisas, cada cual fue acompaada por una sirvienta a la habitacin de invitados que se les haba asignado y donde sus Dueo ya esperaban.
Se puede? Unos golpes de nudillos sonaron en la puerta. ElSir abri para ver a putsie tan esplndida como podra esperarse de alguien que llega tras una esmerada sesin de saln de belleza de alto nivel. Hasta el albornoz le sentaba de maravilla. Antes de traspasar el umbral de la puerta se puso de puntillas y bes la boca de su Amo. -Se puede pasar?- dijo ladeando graciosamente su cabecita. -Por supuesto. Llevo una hora ocioso, sin saber ya que hacer le confes. -Est muy bien la habitacin observ ella al tiempo que entraba y cerraba la puerta tras de s. -S, muy amplia y bien decorada. Se conoce que esta gente sabe lo que es vivir bien aprob al tiempo que la atrajo para s. Un nuevo beso ms prolongado, con las manos en la cintura de ella, dio contenido a los dos minutos que siguieron a continuacin. Slo cuando acab el beso, sin prisas, putsie abord la cuestin. -Cmo se supone que debo encajar lo sucedido? -Cmo te has sentido? -Slo lo puedo encajar si entiendo que ha sido un placer para mi Seor contest con lo que
ella pensaba que era la nica respuesta correcta-. -Eso no es lo que yo te he preguntado dijo volviendo a la cuestin que en verdad le interesaba-. -Bueno, quiz no lo sea dijo separndose un poco de l- pero yo he preguntado antes y tampoco me has contestado. -De acuerdo le respondi resolviendo contestar primero-. La verdad es que me ha parecido una aventura trepidante. Sentirse cazador ha sido toda una experiencia, en especial cazador de hembras humanas. Y tambin he pensado que asumir el rol de pieza y huir de los depredadores sera, de algn modo, una nueva dimensin de la sumisin o, cuanto menos, un ejercicio afn interesante. -Ya veo. -Y me ha gustado disponer de ti de ese modo. Ahora contesta t. No creas que vas a evadirte de mi pregunta. -He de reconocer que ha sido toda una vivencia. Qu duda cabe! y si a mi Amo le ha gustado, nada ms he de decir confes en la versin ms formal y correcta en que una sumisa que se precie debe adoptar-, pero aadir que creo que ha sido la mayor locura que he vivido, de la que no me arrepiento en absoluto. No olvidar jams todo lo que ha sucedido. Me siento como un pulpo al que le han vuelto del revs su bolsa y, sin embargo, por una extraa razn me siento ms mujer de lo que me haya podido sentir en toda mi vida. Puede parecer una aberracin, pero hasta hoy no me haba reconocido tanto en mi condicin de hembra humana. He experimentado una sensacin atemporal, atvica, extrasocial algo que responda a mis instintos ms bsicos que slo han florecido a consecuencia del sometimiento ms absoluto que pudiera imaginar. Me ha parecido fabuloso como experiencia, pero slo eso, como una experiencia. Aunque ms all de lo vivido, creo que he interiorizado como nunca que cuando est mi Amo conmigo yo ya no dispongo de m. Es algo que ahora comprendo con la mayor claridad. -Mi putsie le dijo mirndola fijamente a los ojos-, mi perra. -Mi Amo le contest con una dulce sonrisa al tiempo que era atrada hacia ElSir para ser besada nuevamente en los labios. -Creo que no debemos entretenernos ms le indic sin soltarle la cintura- nos esperan para la cena y deberas ver el vestido que te han preparado. Lo tienes en el armario. le dijo sealando el mueble. Al abrir la puerta del armario encontr un largo vestido verde esmeralda -su color preferido!-, de finos tirantes y ligera pedrera en cintura y escote. Una genialidad de Dior, de su talla exacta, para la cena que ya se preparaba en el saln principal de Le Petit Palais. Mientras ella se engalanaba con aquel diseo exclusivo y se calzaba unas sandalias con tiras de lentejuelas, tambin en verde esmeralda, su Seor apareci por detrs en un elegantsimo smoking. Le coloc y abroch de nuevo el collar de calabrote con su nombre de sumisa. Les esperaba una cena.
Una singular cena de gala Bajaron por las escaleras hasta el hall del palacete, donde un sirviente les indic la puerta que daba acceso al saln principal. Un techo de madera labrada de gran altura desde el que pendan dos fastuosas lmparas de cristal de roca fue lo primero que les llam la atencin, aunque ElSir se entretuvo ms admirando las pinturas que decoraban las paredes. No era un experto en Impresionismo, en realidad no pasaba de ser un aficionado al arte, pero hubiera jurado que uno de los cuadros que colgaban las paredes era un Seurat. Seguidamente tom por el talle a su sumisa. -Fjate le dijo- esos otros dos cuadros son de Toulouse-Lautrec seguro. -S lo parecen, desde luego convino putsie- y si no, al menos, son preciosos. El resto de invitados que ya estaban en el saln merodeaban por la sala observando los cuadros y otros objetos que, con toda certeza, eran de un valor elevado. Definitivamente, quienes regentaban aquella organizacin constituan un compendio extraordinario de buen gusto, imaginacin, podero econmico y conocimiento de los instintos humanos. Excelente combinacin. Ya de noche cerrada entr Bernard y la matresse que para la ocasin vistieron de gala igual, que todos los invitados. Les siguieron unos camareros portando bandejas con diversos cocktails que ofrecieron a los invitados. Tomaron alguno mientras Bernard ejerca en su papel de anfitrin. Efectivamente se trataba de un Seurat. Y eran tres y no dos las obras de Toulouse-Lautrec, quien, precisamente, haba nacido muy cerca de donde se encontraba Le Petit Palais. Por supuesto, todas las
obras y piezas eran autnticas, la duda hubiera ofendido. Tambin hubiera sonado a ofensa sospechar que el Martini no estuviera fresco y en su punto. Al finalizar el pequeo paseo por el comedor, empezaron a tomar asiento atendiendo los cartelitos con el nombre que para tal fin se haban dispuesto frente al plato de cada comensal. En ese momento todos supieron los nombres de todos. Cada cual tena delante su nombre de Amo o de sumisa. Los repasaron con curiosidad al tiempo que pensaban que era un tanto extrao que conocieran sus nombres justo en la ltima noche que iban a compartir. A las ya consabidas vulga e imya, catwoman y la muchacha renacentista, respectivamente, descubrieron que la sumisa de color se llamaba sheren, el nombre de la pelirroja era leipre y que la oriental responda al apelativo de akuma. Una excelente sopa vichyssoise abri el men de la cena que, segn explic Bernard, es marca de la casa desde que contrataron como cocinero a un familiar directo de su creador. Nadie descubri que putsie odiaba la vichyssoise. Frunci el ceo poco convencida, pero sin comentario alguno la prob quedando gratamente sorprendida. En pocos minutos todos apuraron tan deliciosa crema que platos y cucharas fueron rpidamente retirados por el personal de servicio. El segundo plato fue bastante ms consistente, incluso demasiado para ser una cena segn coment discretamente alguno de los comensales. Sirvieron un bife argentino para lo que usaron los afiladsimos cuchillos que pulcramente esperaban junto al plato. La carne estaba hecha a la brasa y eran tan tierna que se cortaba con enorme facilidad. Jugosa y con el grosor adecuado, convenci incluso a los ms reticentes. Con toda seguridad, la actividad de la tarde hizo que la cena despertar un apetito superior al habitual. Mario, el Amo argentino explic sobre el bife de chorizo, como lo llaman en su pas, la importancia que se le concede al corte de la carne, segn la perpendicular del msculo del animal para conseguir la textura ms tierna. De hecho, confes tener decenas de miles de cabezas de ganado como una de sus ocupaciones profesionales. Tambin destac la importancia que los argentinos otorgan al afilado de los cuchillos para cortar el bife. -No hay peor sensacin ante una buena pieza de carne que tenerla que destrozar con un cubierto que no est bien afilado apunt-, los argentinos, si pudieran, la cortaramos con un bistur o con una cuchilla. Dicho esto tom su cuchillo y lo pas por el tirante del vestido de leipre que se encontraba a su izquierda. Tir suave de l y se cort como si hubiera sido de papel. -En verdad los afilaron bien dijo sin dar mayor importancia a lo que acababa de hacer-. Bill solt una carcajada y quiso comprobar si tambin el suyo estaba debidamente afilado, haciendo lo mismo con el tirante del vestido de vulga que estaba sentada a su lado. Lo que sucedi a continuacin fue algo tan inesperado como sorprendente. Todo el mundo utiliz los cuchillos indistintamente para comer o para cortar parte de la ropa de aquellos que tenan sentados a derecha e izquierda. A sheren le pidieron que se levantara y, tomando en un puo la parte trasera de su vestido, cortaron un crculo que dej al aire su estupendo trasero negro. V olvi a sentarse, divertida, y sigui cenando. A putsie le rebanaron la parte delantera de su pechera para que sus fabulosos pezones
quedasen a la vista de todos, que siguieron cenando y esperando la siguiente ocurrencia. Fue akuma la que tom el pantaln de Paolo y le cort la parte delantera hasta liberar el pene de toda vestidura. Antes de que llegaran los postres, nadie conservaba intacta su indumentaria. La cena, que pretenda ser de gala, se haba convertido en un divertido despropsito. En esta ocasin, no fue nada preparado ni responda a programa alguno, fue algo improvisado. Nadie hubiera alcanzado a imaginar cuando se presentaron tan impecablemente ataviados en tan distinguido saln que la cena tomara tan sorprendente giro. La diversin era generalizada cuando lleg el postre. Los anfitriones quisieron que su ingrediente bsico fuese el chocolate, pensando que es, por antonomasia y por estadstica, el dulce que a ms personas gusta. Un tipo de brownie a los tres chocolates, cubierto por chocolate blanco lquido sobre base de crema Chantilly. Entre risas y bromas devoraron el postre en maridaje con un oporto vintage que sirvieron en delicadas y pequeas piezas de exquisita cristalera tallada. El da haba sido muy intenso. No hubo ni ganas ni tiempo para ms. Se despidieron los unos de los otros y cada pareja se retir a su habitacin.
Buenas noches Saban que a algunas parejas no las volveran a ver ni tan siquiera a la maana siguiente. Los distintos horarios de vuelo para regresar a sus lugares de origen as lo imponan. ElSir cedi gentilmente el paso a su sumisa en la puerta del saln y la sigui en direccin a la habitacin. Al subir las escaleras que les conducan a las dependencias, levant distradamente la vista y se top frontalmente con las caderas de putsie, advirtiendo cmo se movan sensualmente dentro de la delicada tela de su vestido verde esmeralda. No quiso ni rozarla, tampoco dijo nada. Tan slo se deleit con el ligero y constante balanceo que le premiaba la vista a cada escaln que suba. Lament, aunque procur ocultarlo, alcanzar tan pronto la planta superior. Hubiera subido as, tras ella, hasta el mismsimo cielo. Caminaron sobre la alfombra del pasillo hasta que llegaron frente a la puerta de su habitacin. La sumisa abri la puerta y le dio al interruptor de la luz. A pesar de la jocosidad de la ocurrencia de los cuchillos afilados y de lo bien que lo haban pasado, era un atentado imperdonable haber roto aquellos vestidos y la estupenda coleccin de smokings. No se salv de aquella noche de los cuchillos largos, ni tan siquiera el vestuario de los anfitriones, quienes tambin rieron de buena gana. A ElSir le pes en su conciencia un sincero arrepentimiento al ver el elegante vestido verde de putsie con dos agujeros justo a la altura de sus pechos. Se planteaba si compensaba la diversin efmera de aquel momento respecto de la destruccin de algo tan bello. Ms ocultos parecan los pensamientos de putsie quien, sin parar de caminar, se quit el vestido que dej caer en el suelo donde qued abandonado. Se vio fugazmente reflejada en el espejo del tocador con aquella ropa destrozada, pero no dijo nada. La suite era de generosas proporciones. Contaba con un saln anexo, amueblado con un sof de piel y una mesa baja de mrmol negro sobre una mullida alfombra de color marfil. Todo estaba dispuesto para ver tranquilamente la enorme pantalla de televisor que colgaba de la pared o bien para deleitarse tocando el imponente piano de cola que comparta espacio. Ni una cosa ni la otra iban a entretenerles aquella noche. Sobre sus sandalias de tacn alto, putsie fue hacia el armario para buscar un camisn. An conservaba intactas y perfectamente colocadas sus medias con blondas a
medio muslo y unas braguitas brasileas sin costuras de color nude. Encontr un pequeo camisn que fue de su agrado. ElSir estaba sentado desabrochndose los zapatos sin dejar de mirarla. No quera perderse detalle. No sabra explicarlo bien, pero algo en su interior, y despus de todo cuanto haba sucedido en los ltimos das, le impulsaba irremediablemente a seguir mirando a su sumisa. Ella era totalmente ajena al efecto que le estaba causando. Slo saba que estaba cansada. Slo quera ponerse el camisn y acostarse. Slo quera dormir. Se coloc el camisn que result ser un encantador baby doll color marfil de finsimo tirante, ajustado bajo el pecho y que le dejaba casi toda la espalda desnuda. Justo donde empezaba el elstico de sus medias acababa la mnima falda que, a modo de volante, bamboleaba mientras iba desde el armario hasta el cuarto de bao para desmaquillarse. El tejido presentaba transparencias en tiras verticales de unos tres centmetros de anchura insinuando aquello que, no por serle sobradamente conocido, haba perdido ni un pice de inters. ElSir dudaba si en realidad putsie haba escogido tan sugerente prenda de lencera para dormir o estaba lanzando algn mensaje codificado. Pens en ese momento algo que en algn lugar escuch: lo ms bonito de la flor son sus ptalos. Sigui desvistindose con esos pensamientos. Cuando sali del bao, putsie segua presentando la misma imagen. La nica prenda que vesta ElSir eran unos elsticos boxers blancos y la camisa del smoking. Se acerc a su sumisa para que le ayudara a desabrocharse los gemelos. No slo accedi gustosamente, sino que no tuvo prisa alguna a pesar del cansancio que le invada, tambin eso formaba parte de su sumisin. Fuera porque su Dueo tena la camisa ya desabrochada o por su proximidad, putsie inhal el inconfundible perfume de su Amo. Esa indescriptible sensacin que secretamente le causaba la mezcla del olor corporal de ElSir con aquel perfume masculino de Guerlain. Pura virilidad Sinti una punzada en su interior que intent desatender. Se concentr, sin alzar la cabeza, en el segundo gemelo. Se resista. Los ojales de los puos de aquella camisa de eran especialmente estrechos. O los gemelos demasiado grandes. Aquellos segundos la seguan espoleando desde aquella afrodisaca sensacin olfativa que la estaba revolucionando. El gemelo no sala del puo de la camisa y ya se senta algo turbada. Su visin perimetral le mostraba los abdominales de su Seor. No era un producto de gimnasio, pero poda repasar con sus dedos los msculos y contarlos casi uno por uno. El gemelo putsie qutale el gemelo, se dijo para si misma mientras segua con sus finos dedos tratando de liberarlo del ojal. Mientras, su olfato, segua alimentndose con aquel embriagador aroma. Lo tena tan cerca ElSir tir del puo y el gemelo sali despedido por los aires. Sin quitarse la camisa abraz a putsie y la cubri con los besos ms dulces que fue capaz de dedicarle. La hizo retroceder paso a paso hasta apoyar su espalda contra la columna del dosel de la altsima cama con que estaba equipada la habitacin. No dej de besarla en los labios, en los ojos, en el cuello Las manos de putsie, como si tocaran un arpa, acariciaron la nuca de su Seor. Respir hondo. Estaba muy cansada, pero cmo resistirse a todo aquello. No lo hubiera hecho ni an sin considerar que era su obligacin irrenunciable como sumisa. Lleg a la conclusin de que su Seor se haba propuesto conquistarle el cuerpo con una invasin masiva, lenta y persistente de besos. No usaba a su sumisa en aquel momento. En realidad la estaba amando del modo ms romntico que podra imaginar! En un pequeo receso ambos cruzaron la
mirada. Ella se sinti atravesada por el sentimiento que pudo leer en sus ojos y algo en su interior le impuls a gritar: Victoria! Ya no recordaba lo cansada que estaba. Mientras los besos ahora poblaban todo su vientre pensaba en que, con toda seguridad, tendra tiempo de sobra para dormir. De hecho, tena toda una vida por delante para descansar. Los labios de ElSir eran lluvia sobre su piel. Pasaban los minutos y aquel incansable bombardeo de delicadas sensaciones despertaba sus sentidos a toda velocidad. Unas dulces cosquillas en el ombligo le hicieron sonrer y estremecerse, pero nada comparado con lo que empez a experimentar cuando not como iba descendiendo la boca de su Seor y con sus manos tiraba de sus braguitas. Crey enloquecer de emocin cuando advirti que aquella cascada continua de besos tena por destino final su sexo. Tambin cay en la cuenta de que, sorprendentemente hasta aquel momento, jams la haba honrado con sexo oral, tampoco en ninguno de aquellos alocados das en Pars. Repasaba mentalmente los segundos, como una cuenta atrs, ansiando el momento en que llegara a sentir la lengua de su Amo en el cltoris. Ya perciba la calidez y la humedad en las ingles, incluso rondando su vulva. No se notaba excitada sino enardecida aguardando ese momento que saba iba a ser sublime. La inminencia del desenlace la llevaba a un paroxismo que jams haba imaginado posible. Hasta que le roz suavemente el cltoris con la punta de la lengua y sinti como todo su cuerpo de mujer se convirti en agua tibia. Fue ms un sollozo de placer que un gemido lo que le naci de su atenazada garganta. Y ese roce no fue ms que el principio de un increble, y hasta el momento indito talento, que tena su Amo para proporcionarle una nueva sensacin. Aquello trascenda lo puramente sexual. La haca viajar por mundos extraos al notar el delicado tacto de la lengua, la tierna presin de sus labios abarcando todo su coo, la avidez con que en ocasiones le relama hasta el ms recndito de sus rincones o los pcaros e inocentes mordisquitos que iba alternando. Sinti que estaba convirtiendo su sexo en un modo de dar sentido a su existencia, alrededor de aquella sensacin justificara cualquier aberracin. Sin embargo, lo que dijo distaba mucho de estos pensamientos: -Javier, te quiero le confes abiertamente haciendo saltar por los aires toda su relacin como Amo y sumisa- te quiero repiti en distintos modos, intensidades y alargando las vocales tanto como duraban las oleadas de placer. Le cogi el pelo con fuerza y le levant la cara hasta tenerlo frente a ella. Tena la mirada perdida. Estaba totalmente ebrio de placer tras haberle dedicado aquellos intensos minutos de sexo oral que siempre haba evitado hasta aquel da. Se miraron ambos y se dijeron muchas ms cosas de las que se podran comunicar verbalmente en una semana con sus das y sus noches. Ella, se arm de valor, saba que lo tena que hacer y lo hizo, de nuevo. -Javier, te quiero le dijo ahora mirndole fijamente a los ojos. -Clara sabes que has sido siempre el amor de mi vida -le devolvi l como respuesta al tiempo que ella estuvo a punto de desmayarse ante semejante confesin- sabes cuntas veces he pensado en ti, durante cunto tiempo y en cuntos sitios distintos? La pregunta no esperaba respuesta. Slo era una declaracin que hablaba del pasado. De la vida vivida. Estaba compartiendo con ella el ltimo rincn cerrado que le quedaba a su corazn y estaba dispuesto a algo ms.
-Clara te quiero manifest por fin- te quiero Clara y te quiero puta y sierva y se incorpor para besarle de nuevo los labios como quien firma un documento que atestigua el sentido de aquellas sencillas pero reveladoras palabras. Se besaron con la pasin que hasta aquel momento no se haban dedicado. Haban sido cmplices, amantes, compaeros, confidentes, Amo y sumisa pero aquello tena un significado muy distinto. Ella notaba el peso de su cuerpo sobre s y hubiera deseado que as hubiera sido hasta el fin de los tiempos. l detectaba cada milmetro cuadrado de su menudito cuerpo bajo el suyo y le pareca absorber una extraa energa que le haca sentirse capaz de cualquier hazaa. Ambos se acomodaron y sin pretenderlo la polla erecta encontr el receptivo coo que, si bien se conocan, ahora iban a redescubrirse. Cuando la penetr lo hizo mirndola a los ojos. Ella entreabri su boca y l inspir con fuerza el aire que ella liberaba de sus pulmones. Ambos, en silencio, supieron que en ese momento estaban, por vez primera, haciendo el amor. Ella no pudo reprimir la idea, por absurda que pudiera parecer, de que en ese preciso instante acaba de perder su autntica virginidad. El constat que, por vez primera, putsie, Clara, era realmente suya.
Una servilleta Dos manos unidas. Con paso rpido seguan a la asistenta que cargaba con el equipaje buscando la puerta de embarque que les llevara al avin de vuelta a casa. El aeropuerto de Orly se mostraba especialmente atestado de gente, pero el murmullo apenas era audible para quienes entrelazan sus dedos y se recrean en el tacto y calor de la mano ajena. Se acomodaron en el interior del Airbus. Junto a la ventanilla putsie se despeda de Pars con la mirada perdida en el gris de las nubes. El snico zumbido de los motores de avin empez a subir en su escala tonal hasta que una dulce sacudida les empuj a toda velocidad por la pista de despegue. El tren de aterrizaje fue el ltimo contacto con la cit. Era la vuelta. A mitad del vuelo una azafata, esta vez s de una compaa area, les ofreci un pequeo refrigerio que aceptaron gustosamente. Pidieron un zumo y un caf. Al servirlo lo coloc en las mesitas abatibles. Tambin una cucharilla de plstico y un sobre de azcar. Se volvi hacia el carro de servicio y seguidamente les dej tambin un par de servilletas. Le agradecieron la atencin. La azafata se retir. Slo despus de que se perdiera de vista a lo largo del pasillo cayeron en la cuenta. En la servilleta de ElSir haba un nmero de telfono mvil y algo subrayado: La Maison. En otro rengln en tres idiomas el mismo mensaje: Dont ask to the air hostess, only call the number. / Ne pas demander lhtesse, seul composer le numro / No pregunten a la azafata, slo llamen al nmero. El mensaje estaba firmado por klein. Guard la servilleta.
A ti quin te ha dicho? La asistenta coloc las maletas en el portaequipajes de la misma limousine que en su momento les sirvi para el viaje de ida. Sobre el hombro de su Amo, confiada, putsie dormit durante una buena parte del viaje de vuelta. A l le gust tenerla tan cerca, saberla tan relajada y feliz a su lado. Se reanim de su pequeo letargo cuando estaban ya en las inmediaciones de la ciudad. Ella no pudo evitar cierta sensacin de tristeza por saberse abocada nuevamente a su vida que desde ahora se le antojara anodina. No es que pensara en realidad que su da a da fuera as, pero despus de aquella experiencia cmo no iba a llegar a esa conclusin? quin se hubiera resistido a comparar siquiera? De todas formas, reflexionando en silencio lleg a la acertada conclusin de que eso tampoco sera vida y que lo tena que tomar como un pasaje de su experiencia, de su trnsito por este mundo. l tambin tena ocupados sus pensamientos acerca de su vida, de su futuro, de su relacin con putsie, de su relacin con Clara. Se preguntaba cmo encajaran todo esto a partir de ahora. Se preguntaba cmo sera el da despus. Se preguntaba qu le dira tan pronto se despidieran y para ese momento apenas quedaban unos escasos minutos. wi Abrieron la puerta del parking para entrar con la limousine hasta donde estaba el coche de putsie. Se dieron un beso que pareca el ltimo aunque no lo iba a ser. Un nudo apret el estmago de ElSir al ver que todo aquello tocaba a su fin. Se trab, se sorprendi totalmente azorado al no saber muy bien qu decir. No saba si dar las gracias, si pedir perdn, si y lo segundos seguan pasando. La puerta de la limousine abierta y l, mudo, hecho un pasmarote. Se dijo para s mismo que no poda despedirse sin ms, como si hubieran estado tomando un caf en una terraza un da cualquiera. Se azor mucho y mucho ms cuando descubri que, contrariamente a l, su sumisa presentaba un aspecto visiblemente relajado. Eso le confundi an ms. Finalmente resolvi decirle algo: -Esto quera decirte que -titube muchsimo ms de la cuenta ante la que era su sumisa, su entregada e incondicional putsie- la verdad es que hasta aqu llega la sorpresa que te haba preparado. Espero que te haya gustado. Ella le miraba sin pestaear. Incluso arque una ceja cuando escuch eso de espero que te haya gustado. -Bueno putsie, Clara, no s habla le dijo para ver si le traspasaba a ella algo de la tensin del momento-. Contemplaba a Javier enternecida. Conocerle, ganarse su confianza, haba sido el mayor reto de su vida como putsie y como Clara, pero despus de muchos esfuerzos, de mucha paciencia y de demostrarle que ella estaba ah, lo haba conseguido. Saba lo mucho que le turbaba mostrar sus
emociones, saba que para l era todo un hndicap. Y ah lo tena ahora, frente a ella. De no haberle parecido una crueldad hubiese sonredo divertida. Por nada quera romper ese momento, por nada quera olvidar sus palabras de amor de la noche anterior, as que se concentr al mximo para controlar la risa, viendo a su poderoso Amo transformado en un autntico corderito atolondrado. Quiso recrearse en un momento tan poco comn, que le hizo amarle an ms. Y por qu negarlo?, que lo corts no quita lo valiente, se lo tom como una secreta venganza por algunas cosas que le hubiera podido hacer en el pasado y por otras muchas que, esperaba, le pudiera seguir haciendo en el futuro. Por su parte, l estaba sumido en otro tipo de pensamientos. Atormentado e incluso con cierto cargo de conciencia. Ella haba confiado ciegamente en su Amo y l la haba, poco menos que, obligado a firmar lo que hubiera podido ser su sentencia de muerte. No fue para tanto, pero s casi un secuestro de varios das. Ella, la abogada de prestigio, haba sido arrastrada cual prostituta por una especie de burdel parisino. Haba sido expuesta como una puta del barrio rojo de Amsterdam, subastada, comprada, usada por extraos, emputecida por deseo de l. Su confianza la llev a extremos tan increbles como para convertirse en algo muy parecido una pieza de caza. Ahora se sonrojaba pensando que l, un mdico de reputada fama y ella, una letrada reconocida, hubieran estado fornicando en una mazmorra inmunda donde un desequilibrado gritaba como un poseso. La haba entregado para ser follada por unos cuantos desconocidos. Se volva medio loco pensando adnde la haba llevado, las cosas que aquella mujer haba hecho por l y en qu haba traducido su entrega. Un sentimiento de culpa y de duda sobre su proceder le revolvi el alma. Sigui sin saber muy bien qu decir, pero algo tena que salir de l. -Quiero que sepas que maana ser para m un da tan o ms especial como lo son todos desde el momento en que entraste en mi vida y que hizo una pequea pausa- en ocasiones me culpo cuestionando si no te estar complicando la vida, si no ser yo el causante de haberte desquiciado una placentera y domstica existencia habindote arrastrado hasta este mundo tan surrealista. Clara le escuch impertrrita, seria, atenta. Le escuch y guard silencio con la cabeza agachada estudiando con inusitado inters sus zapatos. Al fin, alz la mirada, tom entre sus manos el rostro atribulado de Javier y le bes dulcemente en los labios. Segua callada. Su mirada penetr en la de Javier revolviendo hasta la ltima neurona de su cerebro. Sonri, putsie sonri malvola. -Pero qu te has credo No prometiste convertirte en la montaa rusa de mi vida? Acaso no soy tuya porque es mi voluntad y mi destino pertenecerte?- cogi aire y guiando traviesamente un ojo a su Amo continu: Adems dijo ya subiendo a su Jaguar y transmitiendo absoluta seguridad en sus palabras- y a ti quin te ha dicho que yo quiero una vida normal? Las luces rojas brillando con intensidad en la trasera del Jaguar y el afinado sonido de su motor al salir del garaje fueron la estela que su declarada sumisa dej tras de s. Era cierto que ella no quera una vida normal, se dijo para s al tiempo que acariciaba el telfono mvil dentro de su bolsillo. Lo sac y busc su nombre en la agenda. Pens por un momento en llamarla pero no haba nada ms que aadir a las ltimas palabras que le escuch. En su lugar, hizo otra cosa: edit el contacto que guardaba como Clara y cambi su nombre por putsie. A partir de ese momento la buscara en la letra
p.